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Soledad
Ahí frente al árbol pensaba en su vida. Pensaba en los cruces que hacía con el semáforo
en rojo, o en las miradas de absoluto desinterés que le hacían las personas que se suponen que le
deberían de importar.
Una vez con las energías recargadas despego su palma con lentitud y caminando hacia
atrás un par de metros, con la vista en el árbol, se dirigió hacia la casa.
La casa no era la más grande del barrio, pero gozaba de un jardín trasero amplio con aquel
enorme árbol y una construcción de 2 pisos, con 3 recamaras, un baño completo y un medio baño.
— Ultimo viernes de vacaciones, ¿listo para entrar a clases? — pregunto algo ausente.
—Eso creo.
Su padre desvió la vista de la televisión a él con gento molesto, como si tuviera un dolor de
cabeza. Solía ponerle esa mirada varias veces al día.
“¿Usas tu jodida infancia para decirme como debo de ser?” pensó, pero en su lugar solo
agacho la mirada y tímidamente contesto — Si padre.
No sabía que decir, y nunca se había animado a responderle nada, y desde que tenía
memoria había sido un padre duro y desinteresado emocionalmente.
— Agradecer la comida y estudiar es tu único trabajo, no como mi juventud, así que espero
que termines bien la preparatoria, ninguna nota debajo de 8, bla, bla, bla.
Su cuello estaba tensándose con cada palabra, que, aunque dejara de prestarle atención,
era como un martilleo, un constante martilleo en la cabeza, cada vez golpeando más y más fuerte.
Padre golpe la mesa con un fuerte manotazo. El muchacho solo salto de la impresión.
—No quiero que me rezongues, yo nunca lo hice con mi padre, y valla que tuve más que
motivos para hacerlo, así que no vuelvas a rezongarme y simplemente obedéceme. Me falto ser
más estricto contigo.
***
Una vez libre de su padre desayuno y se salio a caminar. El día era hermoso.