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Company: el español tiene más palabras para designar el mal que el bien

La Diaria

En la conferencia inaugural del V Coloquio de Historia del Español, celebrado en el


Uruguay, la española Concepción Company Company, lingüista e investigadora de la
Universidad Nacional Autónoma de México, disertó sobre «Léxico y cultura: dos caras de
una misma moneda en la diacronía del español».

Company compartió una investigación en la que está trabajando actualmente, cuyo


punto de partida es la interesantísima constatación de que el idioma español cuenta con
muchas más palabras para referirse a los aspectos negativos de la vida que para referirse
a los positivos.

Raíces latinas

En español hay cuatro raíces para expresar contenidos del polo positivo; éstas son «bien-»
(«bienaventurado»), «ben-» («benevolencia», «beneficio», «benévolo»), «bon-» («bonanza»,
«bondad») y «buen-» («bueno»), derivadas del latín «bene» («bien») y «bonus» («bueno»).
Para el polo negativo hay solamente una, «mal», del latín «male» («mal») y «malus»
(«malo»). Esto hace aún más significativo que la proliferación léxica en el polo negativo
sea tanto mayor. De hecho, en la 22a edición del Diccionario de la Real Academia
Española las palabras con estas raíces positivas son 29%, mientras que la raíz negativa
genera 71%. En el Diccionario de Autoridades, del siglo XVIII, el léxico positivo ocupaba
60%, y el negativo, 40%. Además del aspecto cuantitativo, la relación entre el polo
positivo y el polo negativo es asimétrica en otro punto. El léxico negativo (palabras con la
raíz «mal-» o que son consideradas negativas en términos generales) posee mayor
capacidad de recrearse y de crear metáforas para el polo positivo; así, «morirse de la risa»,
«está de puta madre», «me gusta horrores». El polo positivo, por el contrario, carece, en
principio, de esta capacidad. Ahora bien, en latín no existe polarización: el léxico positivo
y el léxico negativo están relativamente equilibrados. La pregunta, entonces, es «¿por
dónde entró el mal?». ¿Patrón español o patrón romance?

Intentando dilucidar si la polarización hacia los aspectos negativos es exclusiva del


español o es un fenómeno que afecta a todas las lenguas romances, Company hizo un
relevamiento del léxico positivo y del léxico negativo en español, catalán, portugués,
italiano y francés. El léxico positivo en español es 29%, y el negativo, 71%; en catalán,
38% y 62%, respectivamente; en portugués, 38% y 62%; en italiano, 37% y 63%; y en
francés, 43% y 57%. De este relevamiento se desprende que, efectivamente, hay mayor
negatividad en las lenguas romances que la que había en latín, considerando la falta de
polarización latina en este aspecto, ya referida.

Ahora bien, respecto del latín, el léxico negativo aumentó más en español que en las otras
lenguas romances: el incremento de la negatividad en la lengua de Cervantes es de 20%,
mientras que en italiano es de 12%; en catalán y portugués, de 11%; y en francés, de
apenas 8%. ¿Y por qué? Company sostiene que la causa de este fenómeno no está en la
lengua sino en el mundo, y plantea tres hipótesis, aunque aún no ha arribado a ninguna
respuesta definitiva.

La primera de las hipótesis atañe a las expectativas sociales. A grandes rasgos,


podemos decir que se espera que las cosas salgan bien y que las personas actúen
correctamente. La no confirmación de esas expectativas es marcada y se busca un código
para referirla. De este modo, el patrón de mayor lexicalización negativa se debería a la
codificación de contraexpectativas sociales.

Otra posibilidad planteada por la investigadora tiene que ver con la naturaleza de los
seres humanos: las personas hablamos más de lo malo que de lo bueno, por lo que se
necesitan más palabras para nombrar lo negativo. La tercera hipótesis es presentada de
manera más cautelosa por Company, dado que requiere de mayor investigación. En esta,
la explicación estaría relacionada con que la cultura católica es bastante flexible con la
transgresión social, lo que permite que surjan fenómenos negativos que es necesario
nombrar. El mundo de la transgresión está vedado, por ejemplo, en la cultura protestante
ortodoxa, afirma Company.

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