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TRABAJO
PPSICION
GEOGRAFICA Y
ASTRONOMICA DE
En Venezuela hay claramente una disputa internacional por la gestión del extractivismo –el cual se avizora
como el más salvaje desde los tiempos de la dictadura gomecista de principios del siglo XX–, pero debe
también tomarse en cuenta que, con la debacle de la economía rentista, la disputa social y política por la
apropiación de la renta petrolera ha ido perdiendo centralidad y se ha propiciado la multiplicación de las
economías informales de extracción, en buena medida dirigidas a la apropiación directa de recursos (oro,
diamantes, coltán, madera, especies protegidas, etc), tierras y el control de territorios, lo que intensifica y
potencia exponencialmente las disputas e impactos sobre la naturaleza, y por ende, crea nuevos conflictos.
Al mismo tiempo, el colapso de la economía petrolera deja más vulnerable al Petro-Estado venezolano, lo que
no sólo facilita las diversas formas de intervención imperial/neo-colonial –principalmente de los Estados
Unidos– en su búsqueda por la apropiación de recursos naturales del país, sino también socava los históricos
mecanismos de gobernabilidad estatal basados en la distribución selectiva de la renta petrolera, haciendo que
en cambio dicha gobernabilidad sea cada vez más violenta.
Así que, se cruzan con gran intensidad los conflictos geopolíticos, los económicos locales con los conflictos
ambientales. Por mencionar ejemplos ilustrativos, las sanciones del Gobierno de los Estados Unidos contra el
petróleo venezolano contribuyen enormemente al impulso que el Gobierno bolivariano le ha dado a la minería
de oro, la cual, ante la ausencia de inversiones privadas y públicas, se está realizando en alianza con la
minería informal, que existe en un campo muy gris entre la legalidad y la ilegalidad, y que opera además con
mercurio y prácticas ambientalmente devastadoras; la hiper-inflación, que pulveriza el valor del bolívar,
impulsa también el crecimiento de la minería ilegal de oro, recurso que se convierte en moneda de cambio en
varias partes del país; el colapso de la renta ha afectado las inversiones y mantenimiento al sistema de
distribución del agua nacional, generando muy severos problemas de acceso al agua de millones de
personas; la crisis hegemónica que se provoca con la muerte de Chávez en 2013, y que estimula
dramáticamente la competencia de intereses particulares y la corrupción, ha sido factor para la aparición de
minas no metálicas de sectores corruptos del Estado, que afectan ecosistemas y generan micro-despojos; el
desarrollo del conflicto colombiano en el período de “acuerdos de paz” y post-acuerdo ha impulsado el
crecimiento de la movilización de sectores de las guerrillas de este país a Venezuela, incidiendo estos en las
disputas territoriales por los recursos naturales; los efectos del cambio climático van intensificando las
afectaciones a las cuencas hidrográficas y por ende, el acceso al agua de numerosas comunidades del país.
La lista de ejemplos puede ser verdaderamente extensa.
Nuestro argumento es que hoy más que nunca, no tiene sentido tratar de comprender estos conflictos
ambientales localizados sin tomar en cuenta que hacen parte de una red de conflictos de mucha mayor
escala. Pero tampoco tiene mucho sentido sólo poner el ojo en las disputas geopolíticas interestatales
protagonizada por los Estados Unidos, invisibilizando todas las otras formas de operación neo-colonial, el
entramado de sujetos, territorios, contradicciones, resistencias y valoraciones que, hacia abajo, conforman
este entramado de conflictos. Ni mucho menos conviene desconocer o menospreciar los efectos derivados de
la crisis de este particular petro-capitalismo, que es la matriz del conjunto de conflictos que vivimos en la
actualidad. Esta mirada multi-escalar e integrada es lo que entendemos como la geo-ecopolítica del petróleo.
¿Hay espacios para la utopía de una democracia ecológica radical?
La intensidad de las disputas y las lógicas de sobrevivencia que están prevaleciendo en Venezuela, van
creando un escenario que acota y arrincona las posibilidades de una transformación popular, soberana y
ecológica. El escenario está abierto y crea también opciones para la emergencia de nuevas subjetividades y
procesos. Pero conviene no sobreponer innegociablemente una mirada romántica y conectarse más con los
motivos, pulsiones y razones de estas luchas que, desde abajo, defienden, a su manera, su
autodeterminación, sus medios de vida y sus propias perspectivas de la naturaleza.
Los desafíos son enormes, más si tomamos en cuenta la estrecha relación que existe entre petróleo y
violencia. No nos bastará señalar y denunciar al imperialismo, que planea ávido, desde los aires, sobre
nuestras vidas, si no advertimos lo que también se incuba ahí, en nuestros territorios. Lo que se ramifica, lo
que se articula, a nuestro costado, adoptando la forma más próxima del neo-colonialismo, que es global,
nacional y local a la vez. Es una tarea fundamental para defender la Vida.