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EN TORNO AL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA.

1- La filosofía no surge por un simple entretenimiento de los hombres libres de la sociedad


esclavista antigua, sino como respuesta a una aguda e imperiosa necesidad social: la
necesidad de una nueva concepción del mundo, de un nuevo modo de producción de ideas
que, en contraposición a las concepciones mitológicas inherentes al modo primitivo de
producción material, constituyera un reflejo de las relaciones de dominio y subordinación
(relaciones de explotación) esclavistas y un vehículo adecuado para su realización. La
Filosofía surge precisamente como un momento de este nuevo modo de producción de
ideas propio de las sociedades que se desarrollan bajo el signo de la propiedad privada
sobre los medios de producción.

2- Contra la vieja ”verdad” de la mitología, los primeros filósofos revelaron la verdad de un


mundo que se engendraba y reproducía en la lucha entre los hombres, entre clases y
capas sociales de un mundo de hostilidad y discordia, donde ya nada de lo tradicional era
sagrado. La filosofía surge en apasionado diálogo polémico con el sistema de
representaciones mitológicas del mundo. Sus tesis positivas propias se formaron
directamente, en el curso de la reevaluación crítica de dicha concepción del mundo,
heredadas del estadio procedente del desarrollo social y que ya no respondía a las nuevas
exigencias de la vida espiritual de una sociedad radicalmente diferentes a la que antecedió.
Es natural que en sus orígenes la filosofía se encontrase estrechamente vinculada a las
propias concepciones mitológicas, mantuviese una fuerte dependencia de ella, aunque
fuese en forma de negación de la misma.

3- Precisamente por eso la filosofía no se presenta inicialmente como una ciencia especial,
como una rama específica del conocimiento humano, que delimita con exactitud su propio
objeto de investigación, el conjunto de sus problemas especiales, sino que se presenta,
como “amor a la sabiduría”, como “sabiduría en general”, e investiga todo aquello que cae
en el campo visual del pensamiento humano. Su objeto coincide con el objeto del
pensamiento humano en general: “el mundo como un todo” único y concatenado, “la
concatenación universal”, el cosmos. La filosofía es entonces sinónimo de concepción
teórica del mundo en general. Todo lo que hay en la tierra, en los mares y en el cielo es
objeto de aquella filosofía: desde la construcción de los instrumentos musicales hasta el
estudio de los meteoritos, desde el origen de los peces hasta las causas de los eclipses
lunares y solares, desde el problema de la inconmensurabilidad de la diagonal del
cuadrado a partir de sus lados hasta el problema de la dependencia existente entre la
estación invernal y la cosecha otoñal del olivo...Todo esto se llama “Filosofía”, o sea, todo
el pensamiento acerca del mundo en general. Tal representación de la filosofía amorfa e
indivisible, adquiriría en lo sucesivo fuerza de tradición. Incluso Hegel, 2000 mil años
después, conservó esta comprensión de la filosofía como la más abstracta y general de sus
definiciones: “La filosofía puede ser definida, en general, como la consideración reflexiva de
los objetos”.

4- En éste estadio de su desarrollo, no puede hablarse aún de la filosofía como de una ciencia
específica, ya que no existen ciencias en sentido estricto. Sólo existen los gérmenes de los
conocimientos astronómicos, matemáticos y médicos surgidos directamente de la
experiencia práctica con una orientación completamente pragmática. No es extraño que la
filosofía “incluya en su seno, desde un principio, a aquellos débiles y poco numerosos
gérmenes del conocimiento científico” y los ayude a desarrollarse en su propio terreno,
despojándolas de su envoltura mágico mística con la que se encubrían en los marcos de la
mitología. En este sentido, el desarrollo de la filosofía coincide entonces plenamente con el
desarrollo de la cognición teórica del mundo circundante.

5- Sin embargo, justamente por eso, en el contenido de las reflexiones “filosóficas” se incluían
desde entonces todo lo que luego, conformaría el objeto específico de la filosofía, todo
aquello que quedaría bajo su responsabilidad; La investigación de las regularidades de la
existencia y el desarrollo del “ser” y del “pensar”, del “cosmos”, y del “alma” es, para los
grandes antiguos, algo tan evidente y comprensible como la existencia misma del mundo
circundante.
Para los primeros filósofos la representación inicial natural es la de que el hombre es tan
sólo uno de los muchos seres del cosmos y que esta por eso sometido a las mismas leyes
que éste. Esto es puro materialismo, aunque espontáneo, ingenuo, primitivo. Un
materialismo que avizora que la suprema conquista del “ser racional” no esta en su
capacidad de actuar en contraposición con las fuerzas de la naturaleza, sino justamente en
su capacidad de comprenderlas, de tomarlas en cuenta, de hacer concordar sus acciones
con las regularidades del “cosmos”, con su “logos”. Este es el primer axioma, la primera
“regla de oro” del pensamiento teórico en general...Como señalará F. Engels: “...el hecho
de que nuestro pensamiento subjetivo y el mundo objetivo estén sometidos a las mismas
leyes y que, por ende, en definitiva, uno y otro no puedan contradecirse en sus resultados,
domina absolutamente nuestro pensamiento teórico. Esta es una premisa inconsciente e
incondicional de éste”. La filosofía adopta esta premisa como condición necesaria de sí
misma, como condición “incondicional” de la posibilidad misma del pensamiento teórico.

6- Podría parecer que la filosofía no se ocupaba desde entonces de aquellos problemas que
luego conformarían su objeto específico y, ante todo, del problema de la relación del
pensamiento con el ser, de la conciencia con la materia, de lo ideal con lo material, sin
embargo este problema estaba ya desde entonces en el centro de su atención, constituía
su problema fundamental. Y es que la filosofía de esta época no simplemente investiga el
mundo exterior aunque, presentándose como sinónimo de pensamiento teórico en general,
ella realmente lo investigaba. Pero lo hacía en el curso de la superación crítica de la
concepción mitológica del mundo, de esa determinada forma de la conciencia del mundo.
Por consiguiente la investigación filosófica del mundo se inicia con la confrontación de dos
esferas exactamente delimitadas: por una parte, el mundo exterior, tal como la comenzaba
a concientizar la propia filosofía y, por otra, el mundo tal y como estaba representado el
mundo en la conciencia mitológica. Es más, las tesis filosóficas positivas se formaron
inicialmente como antítesis de las representaciones mitológicas refutadas por aquellas. El
primer paso dado por la filosofía fue el de la interpretación crítica de la relación real del
mundo existente fuera e independientemente de la conciencia, que aparecía deformada en
la mitología.

7- En forma de filosofía, el hombre comienza por primera vez a examinar críticamente su


propia conciencia, su actividad creadora de imágenes de la realidad, el proceso de
concientización de los hechos reales acerca de los cuales surgen diversas opiniones, dando
lugar a la polémica. Engendrándose como órgano crítico de la conciencia social, la filosofía se
vio obligada desde sus orígenes a buscar el camino que conduce a la verdad, a través del
examen crítico de las opiniones existentes, contrapuestas entre sí. En otras palabras, las
representaciones generales y los conceptos, las formas del pensamiento, sobre las que se
fundamentan las opiniones existentes, devienen objeto de especial reflexión. El objeto del
pensamiento es no sólo el mundo exterior como tal, sino también el propio pensamiento, la
relación contradictoria del pensamiento con el mundo exterior.

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