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A quienes estén en la casa escuchando lo que Jesús dice o a los

Doce que viven con él en la misma casa (casa no tanto como


espacio, sino como “cercanía con Jesús) les estará dedicadas las
parábolas del Reino que invitan a acercarse al núcleo de su
predicación. En todas ellas, Jesús usará la imagen de una pequeña
semilla y la fuerza de vida que lleva dentro. La primera de ellas
es la que conocemos como “parábola del sembrador” que
reflejas las Actitudes frente a la predicación del Reino. El
anuncio del Evangelio es la Palabra. ¿qué es esta Buena Noticia o
evangelio? es la llegada del Reino de Dios y la invitación a entrar
en él cambiado el modo en que nos relacionamos con Dios, con
los demás y con las cosas.
Estas actitudes son los tipos de terrenos en donde el sembrador,
Jesús tira las semillas (el Evangelio). Todos estos “terrenos” serán
personas o grupos que aparecen en el evangelio de Mc: a los que
se Satanás le arrebata la semilla serán sus adversarios que se
cierran al Evangelio; el terreno pedregoso que hace que falte raíz
serán los Doce que, cuando aparezca la persecución y la Cruz (Mc
14, 27 y 50), abandonaran a Jesús. La tierra con espinas será
representada por el rico que decide no seguir a Jesús (Mc 10, 17-
22). La tierra que da fruto serán las mujeres que perseveran hasta
el fin, están junto a la Cruz, reciben el anuncio de la Resurrección
y se convierten en “apóstoles de los apóstoles”.
También hoy nosotros podemos preguntarnos en qué clase de
terreno caen las semillas del Evangelio y ayudar “abonándonos”.

El Reino tiene fuerza para crecer lentamente, pero sin


detenerse: La parábola de la semilla que crece por sí misma (Mc
4, 26-29) también está dirigida a “los de dentro de la casa”. En
ella, el Reino es presentado algo que ya está presente, que está
viviéndose, y que va creciendo, sin que sepamos cómo, tiene la
fuerza para continuar avanzando en la historia. Jesús invita a los
de “adentro de la casa” a la confianza en el reinado de Dios ante
las dificultades y problemas de la propia vida. Ante la falta de
respuesta a la pregunta ¿dónde está Dios en medio de mis
problemas, dolores, del mal del mundo? Jesús nos invita a la
confianza de que el Reino se va construyendo allí donde cada
hombre o mujer elige el bien antes que el mal, la verdad antes que
la mentira, elige mirar y tratar a los demás como hermanos y no
como enemigos, cuando cada uno hace del servicio su estilo de
vida y deja de poner en el centro a las cosas, las apariencias, el
poder, la plata y tantas otras cosas que nos hacen ciegos y sordos
al clamor de los que más necesitan.

Un arbusto que cobija a todos: la última parábola, la del grano


de mostaza (Mc 4, 30-32), habla del Reino como algo que
comienza siendo pequeño y se vuelve grande y capaz ser el hogar
de todos. Esta parábola nos recuerda el modo habitual que tiene
Dios de obrar: elige lo pequeño, lo frágil, lo débil para hacer
cosas grandes. Dios huye de las apariencias, del “yo puedo solo”,
de las armaduras que podamos ponernos para parecer fuertes.
Dios ama lo sencillo y humilde, cuida lo frágil, no quiebra la caña
quebrada ni apaga la mecha que humea.
Es que el Reino pone todo de cabezas: elige el silencio, la falta de
propaganda y marketing, el pasar desapercibido como una
pequeña semilla para hacer su obra: ser la casa donde todos los
hijos de Dios y hermanos se reúnan, sin distinciones, sin
mascaras, donde podremos vernos y ver a los demás tal cual Dios
nos ve, auténticamente.

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