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Los países del centro son aquellos que dominan el sistema-mundo a nivel
político y económico, y en ellos los niveles de eficiencia en la producción
agroindustrial y de acumulación de capital son los más altos. De esta forma,
los Estados del “centro” están especializados en la producción de bienes
fabricados mediante altos niveles de tecnología y mecanización, y que,
debido precisamente a esto, tienen un mayor precio en los mercados
internacionales. Europa Occidental, Estados Unidos y Japón son las zonas
económicas consideradas “centrales”.
La pregunta lógica que todos nos haríamos en este punto sería: ¿y cómo es
posible que estos pueblos explotados no reclamen sus derechos y derriben
a sus explotadores?. Según Wallerstein, hay tres mecanismos
fundamentales que permiten al sistema-mundo gozar de una relativa
estabilidad política: la concentración de la fuerza militar en las áreas
céntricas, la difusión entre la población de los Estados del centro de la
convicción de que su propio bienestar depende de la supervivencia del
sistema como tal y, finalmente, la división de los explotados en un gran
estrato inferior y un estrato intermedio más pequeño. Este estrato
intermedio es lo que se conoce como semiperiferia, cuya función principal
es, pues, dividir a los explotados para que no hagan frente común contra
los privilegiados del centro del sistema mundo. Para ello se le da un papel
en la división del trabajo que hace que las economías de estos Estados estén
basadas en sistemas de producción que mezclan componentes de las otras
dos zonas económicas y que les permiten desempeñar, al mismo tiempo,
un papel de explotado (por el centro) y explotador (de la periferia).
Ejemplos de Estados semiperiféricos serían Brasil o Argentina. Dentro del
esquema de intercambio comercial que se da entre centro y periferia
(bienes de capital intensivo por materias primas y productos agrícolas) los
países semiperiféricos intervienen en el mercado mundial exportando al
centro bienes procedentes de sectores deslocalizados (por ejemplo, la
industria del automóvil) y, al mismo tiempo, vendiendo a las áreas
periféricas productos semejantes a los del centro (pero con un menor nivel
de capital intensivo).
Una vez divididos los Estados miembros del sistema interestatal en zonas
económicas y señaladas las interacciones económicas que se dan entre
ellos, ahora se impone la necesidad de averiguar cómo se relacionan estos
Estados a nivel político en el sistema-mundo. Estas relaciones políticas se
desarrollan en un marco de competencia permanente por aumentar el
poder propio en un juego de suma cero, en un intento por conseguir las
mejores condiciones para el desarrollo de las industrias y empresas
nacionales. En este contexto la guerra juega un papel fundamental, puesto
que permite a los Estados ascender posiciones en el sistema-mundo
(pasando, por ejemplo, de país semiperiférico a país central), para
reestructurar las relaciones de poder entre “centro” y “periferia” (mediante
la creación, por ejemplo de clientelas) y, finalmente, reestructurar las
relaciones de poder entre los países del “centro”, de tal forma que ninguno
de ellos pueda dominar en solitario el conjunto del sistema mundo.