Lo singular del sistema capitalista que emerge a finales del siglo XVIII se centra
en dos cuestiones: El espíritu que anima respecto de los bienes y el poder de
quienes posean dichos bienes de capital.
Esto abre una nueva posibilidad: los ricos pueden “invertir” sus bienes en pro-
cesos productivos permitiendo así acrecentar sus riquezas.
Esta preocupación por la pacífica convivencia social son las bases que sostienen
y constituyen las normas morales.
Estas normas tienden también a ordenar por ejemplo la conducta social. Por
otro lado también ordenan los excesos que pueden derivar por la pasión ilimi-
tada por la riqueza.
Estas normas éticas y morales que versan sobre múltiples temas han sido san-
cionadas por las religiones en un antagonismo: los vicios versus las virtudes.
Surge así una versión: no puede ya confiarse en los preceptos morales y reli-
giosos para frenar las pasiones humanas que afectaban la convivencia. Dado
que la simple represión externa no alcanzaba aparece la idea de usar alguna de
las pasiones relativamente nocivas para contrarrestar las otras más peligrosas
y destructivas.
Adam Smith realizó dos contribuciones a esta nueva corriente: por un lado,
suavizó el escándalo moral empleando en vez de “pasión y vicios privados” otros
términos como “ventaja o interés”. Pero también superó y planteó en su lugar
la posible conciliación entre los intereses privados y los generales en el plano
social. La clave: cada uno piensa en su propia ganancia; lo que promovía el
interés de la sociedad de un modo más efectivo que “ si esto entrara en los
designios”.
Esta afirmación se considera desde hace dos siglos como la piedra fundamental
del liberalismo económico: el individuo egoísta favorece también al bien común
sin quererlo.
Es importante destacar que Smith no cree que el egoísmo sea una virtud, pero
si sostiene que puede aprovecharse en favor del bien general si se logra oponer
entre sí los intereses privados por medio de la competencia del mercado.
Werner Lombart sostiene que “el empresario de los nuevos tiempos siente la
liberación de numerosas barreras que limitaban la acción del sujeto económico
de los siglos precedentes”. El dirigente moderno está libre de las tradiciones
familiares o del negocio. Agrega además que “esta secularización del espíritu
capitalista.... es la primera que ha abierto al infierno de las pasiones desatadas
que han hecho irrupción en la vida económica”.
Se llega así a la libertad total sin restricciones, a la autonomía del individuo, que
busca su fin con la guía de la razón en procura de su propio interés. El indivi-
dualismo y el racionalismo son las nuevas normas de conductas humanas, com-
ponentes de la filosofía de la Ilustración.
Las religiones, durante varios siglos, intentaron establecer códigos morales con
el objetivo de mantener a raya los vicios, como la codicia, la avaricia, el
egoísmo, y la sed ilimitada de ganancias.
Como la riqueza en los tiempos de la época feudal debía ser obtenida por medio
de la fuerza, era necesario el “poder” para poseerla. Podemos afirmar que el
poder originaba la riqueza. Esto fue modificado radicalmente a partir de la Re-
volución Industrial debido a que la obtención de recursos parte del trabajo y no
de la conquista de territorios. Esto implica que en nuestra época pasó a ser la
riqueza la que origina el poder.
Todo cambio histórico va acompañado de una ética que legitima las innovacio-
nes, entonces, las normas morales que limitan la conducta humana también
cambiaron fuertemente, y las normas tradicionales fueron debilitándose. La Re-
forma Protestante defendió el examen libre de cada individuo para interpretar
las normas de su religión. Entonces surgió la noción de que ya no eran confiables
los preceptos morales de la religión. “Dado que la simple represión externa no
podía ser la solución, apareció la idea de que se podrían utilizar algunas pasiones
relativamente inocuas para contrarrestar otras más peligrosas y destructivas”
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Ahora ya no son las virtudes que combaten a los vicios sino que unas pasiones
se enfrentan a otras. De esta manera, se pretende frenar las pasiones como la
ambición, el ansia de poder y el deseo sexual utilizando otras pasiones, como la
codicia o amor por el lucro.
Adam Smith realizó grandes contribuciones a esta nueva corriente. Por un lado,
sustituyó los términos “pasión” y “vicio” por “ventaja” o “interés”, lo cual suavizó
el escándalo moral. Y además planteó la posible conciliación entre los intereses
privados y los generales en un plano social. El creía que el individuo actuando
egoístamente favorece también, sin quererlo, al bien común.
De cualquier forma, Adam Smith no creía al egoísmo como una virtud, por el
contrario, le causaba mucha desconfianza, pero pensaba que “(...) el egoísmo
Aunque Adam Smith fue el mayor exponente de esta corriente filosófica, quienes
siguieron sus teorías modificaron su planteo corrompiéndolo. El mensaje de es-
tas personas convierte a los vicios en virtudes, creyendo que ellos son lo único
capaz de llevarlos a la prosperidad.