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Panzeri, A; Estructura del capitalismo global. Buenos Aires. UAI,


2006. Basado en el texto de Soros, G.; La crisis del capitalismo
global. Buenos Aires, Sudamericana, 1998.

Vivimos en una economía global que se caracteriza no sólo por el libre comercio
de bienes y servicios sino más aún por la libre circulación de capitales. Las
economías de los países están íntimamente interrelacionadas. Esto favorece al
capital financiero, que puede ir donde se obtengan mejores recompensas. Como
resultado tenemos un “(...) gigantesco sistema circulatorio, que toma capital en
los mercados financieros y las instituciones financieras del centro y después lo
bombea a la periferia directamente en forma de créditos e inversiones de cartera
o indirectamente a través de corporaciones multinacionales.” 1

El capital es muy beneficioso, tanto para el aumento de la productividad como


para mejorar los métodos de producción y otras innovaciones. Representa, de
esta forma, un aumento de la libertad además del aumento en la riqueza.

Siendo el capital un ideal tan preciado, los países compiten por obtener y retener
el capital poniendo a éste como prioridad frente a otros objetivos sociales
desbaratando los mecanismos sociales y políticos.

La búsqueda de dinero anula las demás consideraciones sociales. Esto


demuestra que el desarrollo económico global y el desarrollo de una sociedad
global no ha sido pareja, por el contrario, la economía cada vez más parece
ingresar en los ámbitos que antes no se consideraban económicos.

El sistema capitalista global presenta muchas deficiencias:


Por un lado, están los que el autor llama “defectos del mecanismo del mercado”.
Esto está relacionado con las inestabilidades incorporadas a los mercados
financieros internacionales.

Por otro lado, están las “deficiencias del sector no mercado”, donde se trata el
fracaso de la política, tanto en el nivel nacional como en el internacional.

Junto con los defectos del mecanismo del mercado, se reconocen la ausencia de
mecanismos reguladores y políticos adecuados.

El autor propone una interpretación basada en el análisis expansión/depresión,


donde es identificado un sesgo dominante, el fundamentalismo del mercado, y
una tendencia dominante, la competencia internacional por el capital.

1 Soros, G.; La crisis del capitalismo global. Buenos Aires, Sudamericana,

1998.Capítulo 6, página 133.

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Ahora bien, con respecto a este sistema capitalista global se debe aclarar que
si bien existe es sólo un concepto abstracto. En un intento de acercarlo a la vida
real no debe ser confundido con una “cosa”, pues está lejos de serlo y este
mecanismo puede traducirse en consecuencias no deseadas.

Es necesario mantener al concepto de sistema capitalista global dentro de la


esfera de lo abstracto, pues la representación concreta de la realidad resulta
demasiado compleja como para poder entenderla y asimilarla en su totalidad.
En este sentido, las ideas abstractas son importantes para comprender la
historia. Y en la actualidad, momento en que la información fluye a velocidades
inimaginables, las ideas son más importantes que nunca.

El sistema capitalista global, si bien es una idea, gobierna nuestras vidas como
si fuera un imperio. Un imperio cuya cobertura global es mayor que la de
cualquier imperio anterior. No es un imperio territorial, carece de soberanía, y
es casi invisible pues carece de estructura formal. La mayor parte de sus
súbditos no saben que están sometidos a él, aunque reconocen que están
sometidos a fuerzas impersonales.

El sistema capitalista global, en lugar de conformarse en el equilibrio, está


empeñado en buscar la expansión (en términos de influencia sobre la vida de
las personas).

No es territorial, pues los territorios son gobernados por los estados, y estos a
menudo plantean obstáculos para la expansión.

Tiene un carácter pura y exclusivamente funcional, y esta función es económica:


la producción, el consumo y el intercambio de bienes, servicios y también
factores de producción.

El sistema capitalista global domina la vida de las personas y las sociedades


penetrando en áreas como la cultura, la política y las profesiones, áreas que
antes se consideraban no económicas.

Aunque no es territorial posee un centro y una periferia, y la relación entre ellos


es de beneficio para el centro a costa de la periferia. El centro suministra el
capital y la periferia es usuraria del capital. Como el sistema no es territorial no
podemos definir un centro físico específico, ya que el centro es donde se
encuentran los grandes flujos de capitales.

Dice Soros: “La analogía del imperio está justificada porque el sistema
capitalista global gobierna efectivamente a quienes pertenecen a él, y no es fácil
abandonarlo. [...] No puede descansar el tanto en cuanto exista algún mercado
o recurso que permanezca sin incorporar. En este sentido, presenta escasas
diferencias con respecto a Alejandro Magno o Atila el huno, y sus tendencias
expansionistas bien podrían dar como resultado su propio desmembramiento.

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Cuando hablo de expansión no me refiero a términos geográficos sino a
influencia sobre la vida de las personas.”2

La palabra “imperio” arrastra connotaciones históricas que vinculan los grandes


momentos imperiales (Imperio Romano, Imperio británico, etc.) con conquistas
territoriales.

El imperialismo fue caracterizado por Vladimir Illich Lenin como la última etapa
del capitalismo y vinculado a la explotación y al colonialismo.

Por oposición, los ideólogos neo-liberales vinculan la globalización, como


fenómeno ligado al desarrollo de los medios de comunicación, a la red
informática y a la apertura de los mercados, por lo que la describen como un
modelo democratizante.

Por ello, es interesante observar cómo un operador del sistema financiero


internacional, George Soros, que conoce desde adentro los resortes del poder,
no duda en comparar el sistema capitalista global con un imperio.

En La crisis del capitalismo global 3, Soros afirma que, como un imperio, este
sistema gobierna toda una civilización, pero no es un imperio territorial, y carece
de los símbolos y rituales de la soberanía. La soberanía de los estados que
pertenecen a él son un resabio y un estorbo a su poder e influencia. Esto, señala
Soros, se cumple aún en el caso de Estados Unidos.

Este imperio, sin embargo:

 No es territorial. Su expansión no es geográfica. La versión actual


del sistema capitalista global tiene un carácter casi totalmente
extraterritorial

 Es casi invisible. La mayoría de sus súbditos ni siquiera saben que


están sometidos a él, si bien reconocen que están sometidos a
fuerzas impersonales que no comprenden.

 Su función es económica, pero a medida que se expande penetra


en otras áreas que antes se consideraban ajenas a la economía,
como la cultura, la política y la educación.

 Sin embargo, para Soros, a pesar de su no territorialidad, el


sistema tiene un centro y una periferia. Hacia el centro fluyen los
capitales, y las reglas del juego benefician al centro.

2 Soros, G.; La crisis del capitalismo global. Buenos Aires, Sudamericana,

1998.Capítulo 6, páginas 135 y 136.

3Cfr. Soros, G., La crisis del capitalismo global, Buenos Aires, Sudamericana, 1999,
cap. 6, pgs. 133-137

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 Pero ese centro no está delimitado geográficamente. Podría se
Nueva York, o Londres, o Tokio, pero también cualquier paraíso
fiscal.
 Para Soros, por lo tanto, el imperio tiene un centro.

Imperio, pero sin centro

¿En qué sentido puede hablarse, sin embargo, de un imperio sin centro?

 En primer lugar, por la configuración de las empresas


transnacionales, que utiliza todo el planeta como un solo lugar de
producción y circulación del capital financiero. En estas empresas,
los capitales provienen de diferentes países. Puede asombrarnos
saber que empresas con capitales argentinos también configuran
grupos trasnacionales poderosos (Grupo Pescarmona, por ejemplo,
Grupo Arcor)

 Pero, en general, las fuerzas de esta colosal expansión


transnacional son en gran medida anónimas y difíciles de
identificar, y su dinámica expansiva se despliega fuera del alcance
de la capacidad de planificación y de control de cualquier persona,
institución o Estado nacional.

 Al hablar de falta de centro, me quiero referir a la carencia de un


centro desde donde se tomen decisiones deliberadas y autónomas.

 En este sentido, ni los políticos, ni los altos ejecutivos de las


grandes transnacionales poseen un real poder de decisión, sino un
“simulacro de poder”. De hecho, su gestión es exitosa sólo si se
pliega a esta dinámica y la promueve, pero no podemos hablar de
actos que provengan de un centro de poder. El verdadero poder
recae en la lógica del sistema. No hay un centro desde donde
emergan decisiones autónomas.

 La política no conduce los acontecimientos.

 Soros ha acuñado la expresión “fundamentalismo de mercado”,


para referirse a esta prepotencia de un sistema que no admite
regulaciones nacionales ni internacionales que puedan frenar su
expansión. Para Soros esta situación es tan grave, que no duda en
pronosticar: “lo que predigo es la desintegración inminente del
sistema capitalista global”.4

 Los estados, los políticos, los altos ejecutivos, son rehenes de un


engranaje cada vez más implacable y de su poder de coacción.

4 Soros, G., Op.Cit. pg. 134.

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Quienes detentan el poder de decisión no hacen más que plegarse
a esta dinámica y reproducirla.

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