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Panzeri, A; Dirección y lógica del capitalismo. Buenos Aires. UAI,


2006. Basado en el texto de Heilbroner, R.; El capitalismo del siglo
XXI. Barcelona, Edit. Península, 1996, Cap. II, Cap. III y Cap. IV.

La característica más llamativa del capitalismo es su extraordinaria propensión


al cambio autónomamente generado. El capitalismo es sobre todo un orden
social en cambio constante; el cambio parece tener, además, una dirección, un
principio y una lógica que constituyen la base de su movimiento: “... la ambición
de progresar, de ganar dinero y de acumular capital.” 1. Al rastrear las
diferencias entre el mundo occidental de los siglos XVIII y IX y el momento
presente, todos advertimos la acción de una especie de impulso evolutivo.

El capitalismo genera energía, como una batería genera electricidad, todos


conocemos la fuente de este singular voltaje social.

Capital no es lo mismo que riqueza. La riqueza es una faceta muy antigua de la


civilización humana, pero la ambición de amasarla, nunca se había convertido
en fuerza de cambio continuo y profundo.

¿Qué es la riqueza?

Las sociedades primitivas crearon también monumentos que requerían


esfuerzos prolongados y arduos. ¿Era aquello riqueza? Creo que no. Llamaría a
esas creaciones objetos de la virtud. Fueron la encarnación de la vida espiritual
de la comunidad.

La riqueza no es un propósito virtuoso; es un símbolo del poder y del prestigio


que suelen corresponder a la persona que la posee y, en menor medida, a la
sociedad donde se encuentra. La palabra <pertenece> nos dice que la riqueza
está inextrictamente asociada a la desigualdad. Existen dos ventajas otorgadas
por la riqueza. La primera era la estima, basada en la desigualdad de rango. El
rico se siente más dichoso de su riqueza que todos los beneficios que le
proporciona. La segunda razón es que la riqueza en sí misma es poder. El poder
otorgado por la riqueza no es político ni militar, aunque pueda constituir un
escalón que lleve hacia ellos. Se trata del poder de comprar; de cierto dominio
sobre todo el trabajo o todos los productos del trabajo.

El componente de desigualdad queda revelado aquí por el término domini. La


falta de riqueza puede forzar a un individuo en circunstancias menos favorables
a establecer una relación de mercado con alguien en situación más favorecida,
debido, sin más, a las diferencias de sus situaciones. Los ricos se hallan en
condiciones de disfrutar de una porción desmesuradamente amplia de los bienes

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y servicios de la sociedad. Lo que sí puede ser infrecuente es la idea de que el
concepto mismo de riqueza implique esa desigualdad.

Hay desigualdad entre los poseedores de los medios de producción y quienes


trabajan con dichos medios, es decir, entre los capitalistas y sus obreros. Un
individuo carente de capital es perfectamente libre para trabajar como desee y,
de hecho, puede llegar a obtener un gran éxito utilizando únicamente la
propiedad de su cuerpo. Quien no posea esos dotes personales deberá pagar
por el privilegio de utilizar la riqueza perteneciente a otro. Esta realidad ilustra
de manera peculiar la institución del trabajo asalariado, que es el modo en que
se organiza y remunera el trabajo individual en el capitalismo.

¿El capital es riqueza?

Sí y no. El capital es, sin duda, riqueza. Quien posee capital es, por lo general,
una persona que disfruta de la estima y ejerce poder. Por tanto la cuestión
reside en saber si la riqueza es capital.

La diferencia reside en la naturaleza peculiar del capital. “El capital es una


riqueza cuyo valor no es inherente a sus características físicas sino a su utilidad
para crear cantidad mayor de capital”2. El dinero se convierte en materias
primas, estas se transforman en materias elaboradas que se venden en el
mercado con el fin de comprar más materias primas e iniciar el ciclo de nuevo.
El capital difiere de la riqueza por su carácter intrínsecamente dinámico, es
decir, que implica un cambio continuo de forma, pasando de bien a dinero una
y otra vez.

Proceso de expansión sin fin

Los economistas hablan del proceso de expansión sin fin como un reflejo de la
ambición de maximizar las utilidades. Somos criaturas de un deseo de mejorar
nuestra situación.

La consecuencia “del intento de todo capitalista por expandir su terreno de


operaciones lleva pronto a un choque entre capitalistas que llamamos
competencia”3. En palabras de Marx se dice que un capitalista “mata” siempre
a muchos otros. Encontramos, entonces, un componente del espíritu bélico, en
parte agresivo y en parte defensivo sumado al de la mera expansión. En la
sociedad, la búsqueda del capital satisface algunos de los objetivos
inconscientes que procuraban en otras épocas la gloria militar y la majestad
personal.

Acumulación de capital

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La acumulación de capital exigía algo más que el enriquecimiento de algunos
generales de éxito. En primer lugar, la vida económica debía elevarse de la baja
consideración en que era tenida hasta alcanzar algo parecido a la respetabilidad.
Una parte de este proceso consistía en liberar una economía semi-independiente
del estado que la envolvía y debía extenderse una trama de transacciones hasta
penetrar en los mismos procesos vitales de la sociedad. Mientras las actividades
más fundamentales de la producción no entrasen en el circuito de
transformación del dinero en bienes y de los bienes, a su vez, en más dinero,
era imposible que arraigara un orden social capitalista. Solo entonces podía
heredar la acumulación del capital las fantasías de poder que estuvieron
firmemente unidas a las hazañas de gloria y aventura. “La ambición del capital
era accesible a un número mucho mayor de la población que la oportunidad de
distinción militar o política, en teoría era accesible a todos.”4

Caída del Imperio Romano

El acontecimiento catalizador fue la caída del Imperio Romano, un suceso


catastrófico que se prolongó a lo largo de unos cuatrocientos años.

“La desaparición del imperio dejó a Europa sin una ley, una moneda y un
gobierno unificador, rota en un mosaico de ciudades aisladas y autónomas,
fincas señoriales y feudos insignificantes, una catástrofe parecida al
hundimiento de la Unión Soviética, multiplicado por cien. Esa misma
fragmentación característica de la vida feudal fue la que abrió el camino a la
transformación subsiguiente.

En el siglo IX caravanas de mercaderes acompañados de un séquito armado se


defendían de los ataques de los señores salteadores. Poco a poco estos
mercaderes se introdujeron en los asuntos de las granjas y de las ciudades en
particular, de manera que en el siglo XIV los descendentes burgueses se habían
convertido en las autoridades de burgo. Aquí desempeñaron una función que
era indispensable para el despliegue del orden feudal (porque los señores
feudales solicitaban préstamos a los burgueses), pero lo subvertía en última
instancia (porque el tipo de vida comercial defendido por los prestamistas era,
en última instancia, incompatible con el dominio feudal). A finales del siglo XVII,
cierta clase burguesa constituía en Inglaterra un poder político; al concluir el
siglo XVIII era la dueña de Francia y al finalizar el siglo XIX era la fuerza política
dominante del mundo.”5

Diferencia entre mercado de trabajo y servidumbre

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Con esto apareció un nuevo orden social en el que nuevos valores, definidos por
dinero, fueron el aspecto más visible pero no el más importante que consistió
en una nueva forma de vida económica. En las áreas rurales, la institución de
la servidumbre (el siervo entregaba a su señor una parte de sus cosechas y se
quedaba con el resto) dio paso a otra diferente en la que el granjero capitalista
pagaba un salario a sus trabajadores pero se quedaba con toda la producción.
En la ciudad, bajo la supervisión de estrictas reglas gremiales, la relación
maestro y aprendiz se transformó en la de patrón y obrero. En las grandes
ciudades, el lucro pasó de ocupar un sospechoso lugar periférico en la vida a
convertirse en su centro y en objeto de estima.

Adam Smith. División del trabajo y mecanización

Así las instituciones del feudalismo desaparecieron y su lugar fue ocupado por
las de un orden que Adam Smith denominó la Sociedad de la Libertad Perfecta.
El nombre aludía a la libertad económica, y bajo esta sociedad los trabajadores
tenían la posibilidad de trasladarse libremente de un lugar o un empleo a otro,
a diferencia de los siervos o los aprendices. La palabra capitalismo no existía
todavía en tiempos de Smith y el mismo Marx sólo la empleó en su
correspondencia. Se introdujo en la lengua inglesa quizá en la gran obra de
Arnold Toynbee sobre la Revolución Industrial, y su variado pasado y
problemático futuro llevan a algunos a preferir la expresión de <<sistema libre
de empresa privada>>, de connotación más optimista.

“El lugar que ocupa la acumulación de capital como fuerza motriz del nuevo
orden social explica por qué el capitalismo revolucionó la vida material y
social,[...] y la razón es que la ambición de capital se dirige a los cimientos de
la sociedad, no a su vértice”6. La transformación constante de productos en
dinero se consigue con máxima facilidad a través del amplio abanico de la
producción, donde actúa como una poderosa fuerza para aumentar la cantidad
y cambiar la calidad de los productos.

Adam Smith consideró esta expansión de la producción uno de los rasgos


esenciales de la Sociedad de Libertad Perfecta. Esta expansión comienza cuando
el capitalista guarda parte de sus beneficios y los invierte en equipamiento
adicional con fin de aumentar la posible producción de su empresa. En “La
riqueza de las naciones”, Smith describe cómo funciona este proceso en una
pequeña manufactura de alfileres, explicando también el incremento por la
estimulación de la destreza del obrero, el ahorro de tiempo y la mecanización
del trabajo dividido. Actualmente, los economistas hacen hincapié en los
aspectos más innovadores de la tecnología como fuente de crecimiento y no
tanto en la división de trabajo, cuanto en la introducción de productos o
procesos nuevos. Podemos imaginar una sociedad en la que la producción crece
pero el producto sigue siendo el mismo, derivando en un mercado saturado y
teniendo así que descubrir otros medios para expandir el capital variando el

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producto, por ejemplo que el trabajador de la empresa de Smith produzca
alfileres con cabeza colorada. Luego, su hijo inventa el imperdible, su nieto pasa
a fabricar clips para papel y sus descendientes dan el salto a las cremalleras y
al velcro. El ejemplo se basa en la imagen victoriana del capitalismo de familia,
pero el medio más formidable de acumulación del capital consistía en que un
proceso o producto desplazara a otros por obra de la empresa gigante. Este
proceso recibe el nombre de <<destrucción creativa>> y sigue siendo el medio
fundamental de cambio en todas las economías capitalistas avanzadas.

Efectos de capitalismo

La acumulación modifica de dos maneras la sociedad en general, la más


importante es el aumento de los niveles de vida. Para ello el demógrafo “Bairoch
comparó los cambios en el PNB per. cápita en los países denominados
desarrollados y no desarrollados (capitalistas y no capitalistas). Observando los
logros comparativos de los dos grupos de países, vemos que, si bien los niveles
medios de vida de ambos mundos eran muy similares en la década de 1750 al
cabo de los siguientes 230 años el habitante medio del mundo capitalista acabó
siendo 8 veces más rico que el del no capitalista.”7 Una razón de la
extraordinaria diferencia en los logros es el rápido movimiento hacia la
estabilización de la población el los países avanzados, en comparación con su
crecimiento descontrolado en el mundo subdesarrollado. Una parte de la
divergencia en los ingresos es, sin duda, resultado de los efectos secundarios
del capitalismo, más que de su superior capacidad productiva. Otra razón más
importante ha sido el traspaso de riquezas desde la periferia subdesarrollada al
centro desarrollado, versión capitalista de una explotación imperialista mucho
más antigua de los débiles por los fuertes. La brecha cada vez mayor entre
naciones ricas y pobres no es sólo, indudablemente, una medida de la superior
capacidad del mundo capitalista, sino, también, un índice de su poder de
explotación.

Creación simultánea de riqueza y miseria

Tan inconfundible como el aumento del bienestar, a consecuencia del desarrollo


del capitalismo, ha sido la aparición de una nueva forma de miseria social. Ésta
surgió por primera vez en la forma de cercamiento de tierra, en Inglaterra. Estos
cercamientos suponían que la tierra pasaba entonces a propiedad de sus dueños
legales, en su mayoría nobleza rural, destinándose al uso exclusivo de pastos
para el ganado lanar. Los cercamientos fueron aprobados por el Parlamento,
junto con pequeñas liquidaciones a los campesinos desposeídos. La causa de las
miserias se hallaba en la introducción de procesos capitalistas en una sociedad
que, en buen medida, seguía siendo aún feudal. Los cercamientos se llevaron a
cabo porque la venta de lana se había convertido en una actividad rentable. Este
efecto puede analizarse como la tendencia del proceso de crecimiento que
genera simultáneamente riqueza y miseria, como parte del funcionamiento de
proceso mismo de acumulación.

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“El proceso de indigencia adoptó un aspecto distinto un siglo después. Los centros
de la actividad de acumulación se habían trasladado a las manufacturas [...] y
beneficiaron a los consumidores de clase media que los compraban y los lucros
obtenidos con toda la seguridad de sus propietarios.”8 Pero ya no es seguro que
esos beneficios supusieran una ganancia para los obreros. Fue el mismo Smith
quien identificó dicho problema como el deterioro provocado por las tareas
repetitivas y necias derivadas de la división del trabajo.

Empobrecimiento del obrero. Deshumanización y explotación

A comienzos de siglo XIX, aparecieron las <<tenebrosas factorías de Satanás>>


denominando la Inglaterra dickensiana, y si bien no se suele señalar que las
mismas fábricas que horrorizaron a los observadores más sensibles de momento
fueron también centros de acumulación a gran escala, así como las primeras
fuentes de su expansión colonial.

Fue Marx quien vinculó los dos aspectos del capitalismo. Marx no era de ninguna
manera ciego para los éxitos materiales derivados del capitalismo, sino que
contiene un auténtico panegírico a los poderes del proceso de acumulación. Los
imperativos de la acumulación imponían a la organización del trabajo una lógica
tan impersonal como la de las tácticas militares.

La indigencia reaparecerá en parte en la cuestión sobre la explotación y los


daños ecológicos, que bastan para señalar que estamos lejos de haber acabado
con los trastornos que puede infligir ese impulso que constituye la fuerza oculta
tras el aumento de los niveles de vida. Este primer planteamiento del problema
expone una segunda forma en que se comprueba esa espada de doble filo, se
trata de vincular la acumulación con la tendencia recurrente de la totalidad de
la economía a perder su impulso hacia delante e, incluso, a retroceder.

Crisis cíclicas

“El mismo Smith pronosticó ya que el empuje expansivo de una Sociedad de


Libertad Perfecta entraría en decadencia una vez que la sociedad hubiera
construido todas las manufacturas necesarias...”9, siendo este el resultado de
la concepción del crecimiento económico de Smith que es más cuantitativo que
cualitativo. Algunos economistas han propuesto una versión más dinámica de
sus temores debidos a la preocupación de que el desarrollo del potencial
productivo fuera acompañado por una superación de la demanda.

Marx, por ejemplo, creía que la acumulación conduciría a algún tipo de crisis
debida a la sustitución del trabajo por las máquinas con lo que se mataría el
<<valor añadido>>, al desequilibrio entre la oferta y la demanda, que

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conduciría a que se dieran crisis de <<desproporción>>, o bien como resultado
de la lucha entre las organizaciones industriales.

Inestabilidad del sistema. Generación simultánea de éxito y fracaso

Actualmente el interés no se dirige ya a encontrar una explicación a estos ciclos


de prosperidad y depresión sino a intentar esclarecer la marcha irregular del
impulso del crecimiento a largo plazo[...] Alvin Hanses, el primer apóstol de
Keynes [...] que dio con la idea de las fluctuaciones en la tasa de crecimiento y
no en su modelo cíclico, considerándolas el problema fundamental de la
inestabilidad del sistema.”10

Hoy en día, muchos economistas han asumido esta idea y descubren sus
razones principales en dos explicaciones generales: una tecnológica, la otra
política. La primera da razón de las variaciones de la vitalidad económica en
función de la aparición irregular de avances tecnológicos o institucionales que
abren horizontes amplios a la inversión. La otra explicación apunta más al
entorno político e incluso cultural e ideológico haciendo hincapié en las
oscilaciones entre los programas políticos y sociales de apoyo y retraimiento.
Estas dos grandes fuerzas pueden, a su vez, vincularse, aunque sin demasiado
rigor, con la disposición cambiante de la forma global de capitalismo en su paso
de un sistema de base mercantil a otro de base estructural industrial, y
actualmente, quizá, postindustrial y multinacional.

La inestabilidad del sistema no debería en realidad entenderse como un fracaso de


éste, de igual manera que su crecimiento no se habría de interpretar como un éxito.
Si adoptamos una perspectiva destinada a revelarnos lo que es capitalismo y cómo
funciona, podremos ver que los términos de éxito y fracaso no nos sirven. Quizá sería
mejor decir que la acumulación genera tanto éxito como fracaso, éxito porque es
indispensable para el bienestar material, y fracaso porque es inseparable de ciertos
efectos sociales adversos, entre los que se incluye la inestabilidad. Desde este mismo
momento ha quedado claro que mientras el capitalismo sea tal (mientras la
acumulación de capital constituya su principio vital) no tendremos uno sino el otro.

En la actualidad se acostumbra a hablar de capitalismo y de mercado como


sinónimos. Los mercados constituyen una parte del capitalismo. “Los mercados
son conductos por donde se pueden concretar las transacciones según un
modelo capitalista.”11. “Los mercados funcionan incluso aunque no seamos en
absoluto consiente de su existencia, es entonces cuando mejor funcionan. En la
medida en que los mercados proporcionan coherencia y orden somos
inconscientes de su existencia.[...] los mercados no se comportan siempre de
ese modo ordenado e invisible...”12, a veces actúan de manera llamativa.

Los problemas planteados por el mercado residen en las nuevas características


de unas economías cuyas unidades típicas de actuación no son ya empresas

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pequeñas y adaptables sino consorcios tecnológicamente <<fijos>> y de gran
tamaño.

Smith consideraba que el proceso competitivo garantizaba y mantenía de


manera esencial una igualdad de recompensas. Esta teoría fue disminuyendo
con el paso del tiempo cuando las empresas en competencia se transformaron
en industrias textiles y de gran tamaño y seguidamente en empresas gigantes.
Tales empresas requerían costosas estructuras de capital y a su vez grandes
costos fijos. El resultado fue la aparición de una competencia asesina que dejó
estancada a muchas empresas más débiles. Cuando esa competencia asesina
resultó costosa se condujo a la unión por fusión y a la formación de trusts.

La dinámica de la competencia pasó a ser una causa mayor de la transformación


de una economía atomista en otra de firmeza y debilidad estructuradas. Alfred
Chandler ha mostrado cómo los distintos capitalismos nacionales se han
enfrentado a la consiguiente amenaza para la estabilidad: unos realizando
acuerdos tácticos y otros recurriendo a caracteres. En nuestros días el problema
se ha hecho aún más complejo debido a que la interconexión de la economía
mundial amplía el campo de la competencia más allá de las fronteras nacionales.
La condición de impotencia que nos hallamos es muy similar a la de la década
del 30 con respecto al mantenimiento de flujo de la producción doméstica.

Los desórdenes del mercado no derivan de la estructura de producción; tienen


un fundamento más bien psicológico que tecnológico u organizativo.

Siempre que las expectativas apunten hacia un empeoramiento de las


condiciones existentes, los efectos del mercado no producirán equilibrio sino
desequilibrio. Un desemparejamiento entre oferta y demanda se convertirá en
otro peor. Durante la década del 30, cuando los precios se hundieron debido a
las prisas por vender, los compradores se quedaban con las manos en los
bolsillos, un proceso similar se da durante las inflaciones. Este último fenómeno
nos lleva de la circunstancia de un microdesorden a los problemas de escala
mayor del macrodesorden. Algunos economistas han creído que los mercados
regularían el nivel general de empleo igual que regularon el de la producción, al
haber menos empleo, menor iba a ser el sueldo y estos descenderían en la
medida que los trabajadores sin empleo compitieran para encontrar trabajo. De
este modo el mercado encontraría una cura para el desequilibrio entre la oferta
y la demanda de trabajo con igual eficacia que para cualquier producto
particular. Se suponía que el mercado guiaba todos los ahorros hacia la
inversión, la tasa de interés cumpliría en los mercados de capital la misma
función que el nivel de salarios en el mercado laboral.

Heilbroner cita a Keynes, quien señaló que el mecanismo del mercado no guiaría
necesariamente a la economía hacia el pleno empleo. La economía intentará
equilibrar la oferta y la demanda de trabajo y de fondos de préstamos, pero el
punto de equilibrio no será probablemente el mismo que cuando las
expectativas eran boyantes. Al cambiar las expectativas, cambia al resultado al
que conducirá el comportamiento maximizador.

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En consecuencia, el microorden producido por el mercado es siempre
moralmente atacable. Por lo que respecta al macroorden, existe un problema
derivado de consideraciones de mercado. En este caso, el elemento ausente no
es la moralidad, existe una vulnerabilidad de tipo operacional. El mercado
producirá una inflación por alza de costes, como si estuviera bajo influencia de
aquellas expectativas descritas por Keynes como causa del desempleo.

El sistema de mercado se rige por el microorden, que es la ambición


inconsciente de los integrantes de la sociedad. Sin esta fuerza motriz propia del
ser humano, el sistema de mercado no podría funcionar.

El sistema de mercado se rige según tres modelos específicos de acción:

1) El trabajador tiende a encontrar los trabajos mejores pagados para los que
está capacitado, llegando a renunciar a un buen patrono o cambiando de
región por un mayor salario.

2) Los patronos movidos por su propio interés aumentarían la producción de


aquellos bienes y servicios con mayor demanda, y reducirán la producción
de aquellos con baja demanda.

3) Es el autocontrol que se genera a partir del conflicto interno que afecta a


la actividad de las dos partes del mercado al desarrollarse la competencia,
tanto entre suministradores como entre demandantes.
El suministrador que no quiera bajar los precios perderá la porción del
poder adquisitivo de las personas y el comprador que no desee pagar el
precio corriente del mercado no conseguirá lo que consigue su competidor.
Por lo tanto, el autocontrol está dado también por el interés propio.

La política del Capitalismo

Los siguientes conceptos son claves en la comprensión de la política de


capitalismo: efectos secundarios y externalización de costos, cultura del
capitalismo, propaganda política y publicidad comercial, la transformación
universal en mercancía y alienación.

El sistema de mercado ejerce una influencia de características desconcertantes


sobre el capitalismo. Se trata de un efecto, que el mercado impone siempre,
que a veces desconocemos por completo, denominado fallo del mercado.

Uno de los aspectos más relacionados con el mercado es la externalidad . El


mecanismo del mercado no cumple con uno de los objetivos que pretende
satisfacer, como ofrecer a la sociedad una devaluación exacta de los costos
relacionados con la producción de objetos.

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Existen dos maneras de producir, una es muy limpia pero costosa, y la otra es
sucia y barata. En consecuencia, las externalidades habrán guiado a la sociedad
en una dirección equivocada, llevándola a hacer elecciones menos eficientes.

No hay prácticamente ningún acto de producción que no tenga efecto externo.


El crecimiento transformador es una cuestión de externalidades favorables
donde una nación disfruta de un fuerte crecimiento económico y acelera la
aparición del calentamiento global teniendo en cuenta todos los costos y
beneficios de la producción.

En la economía budista el trabajo no se consideraría un insumo sino una salida


o producto en el proceso de producción.

El segundo aspecto del mercado influye sobre la cultura del capitalismo.

La ética del cada uno para sí refleja la mentalidad del mercado. La tendencia a
pensar en la producción, sólo en término de bienes vendibles, desfigura nuestra
visión de la economía.

La propaganda es el producto de una intención concertada y deliberada para


imbuir cierto tipo de patriotismo cultural. La publicidad capitalista es solo el
producto de un esfuerzo descoordinado dirigido a la venta de bienes y servicios.
Por eso decimos que la publicidad es la propaganda de un sistema de mercado
y la propaganda es una publicidad de un sistema centralizado.

La transformación universal en mercancía es una ampliación de nuestro terreno


personal, en el que la democratización de ciertos refinamientos ofrece un bien
adquirible.

Como sucede con las externalidades, la transformación universal en mercancía


impone costos que pueden aminorarse en gran medida y el consumo se
considera medida de la vida misma. Entonces, la alienación genera la
incapacidad de los individuos para comprender la naturaleza del orden social en
que viven, por estar sometidos a las exigencias de la mercantilización de la vida
y de su correlato en la sociedad de consumo.

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