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Las religiones, durante varios siglos, intentaron establecer códigos morales con
el objetivo de mantener a raya los vicios, como la codicia, la avaricia, el
egoísmo, y la sed ilimitada de ganancias.
Como la riqueza en los tiempos de la época feudal debía ser obtenida por medio
de la fuerza, era necesario el “poder” para poseerla. Podemos afirmar que el
poder originaba la riqueza. Esto fue modificado radicalmente a partir de la
Revolución Industrial debido a que la obtención de recursos parte del trabajo y
no de la conquista de territorios. Esto implica que en nuestra época pasó a ser
la riqueza la que origina el poder.
Ahora ya no son las virtudes que combaten a los vicios sino que unas pasiones
se enfrentan a otras. De esta manera, se pretende frenar las pasiones como la
ambición, el ansia de poder y el deseo sexual utilizando otras pasiones, como la
codicia o amor por el lucro.
Adam Smith realizó grandes contribuciones a esta nueva corriente. Por un lado,
sustituyó los términos “pasión” y “vicio” por “ventaja” o “interés”, lo cual suavizó
el escándalo moral. Y además planteó la posible conciliación entre los intereses
privados y los generales en un plano social. El creía que el individuo actuando
egoístamente favorece también, sin quererlo, al bien común.
Aunque Adam Smith fue el mayor exponente de esta corriente filosófica, quienes
siguieron sus teorías modificaron su planteo corrompiéndolo. El mensaje de
estas personas convierte a los vicios en virtudes, creyendo que ellos son lo único
capaz de llevarlos a la prosperidad.