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Regnasco María J.; Hoy, la era del petróleo... ¿y después?

1. El escenario de la guerra de Irak

Estamos asistiendo al desarrollo de una guerra cuyo resultado, según los ana-
listas, será el establecimiento de un nuevo orden mundial, un sistema de poder
basado en dos conceptos estratégicos que implican un cambio radical respecto
de nociones pasadas: el concepto de guerra preventiva, sumado al concepto de
enfrentamiento asimétrico. En otras palabras, una guerra basada en una supe-
rioridad bélica sin precedentes, que no deja dudas acerca de su aplastante peso
para definir la situación. En definitiva, sin embargo, la confrontación asimétrica
consiste en el reemplazo de la estrategia por la tecnología, con grandes bajas
de civiles.

Estamos, como afirma Edgar Morin, en los preliminares de una posible post-
historia, y nadie puede prever si lo que nos espera es una nueva y más elevada
etapa de civilización, o una profundización de la barbarie.

La historia ha culminado en la llamada globalización, que produjo las infraes-


tructuras económicas, financieras e informáticas de un intercambio mundial.
Pero no se han podido consolidar los instrumentos institucionales y jurídicos de
una verdadera sociedad global, una instancia supranacional donde poder plan-
tear y buscar las soluciones vitales para el planeta.

Porque este conflicto es ya la manifestación lacerante de una primera derrota:


la del débil poder efectivo de las Naciones Unidas como espacio del derecho
internacional, espacio que debería, en pleno siglo XXI, permitir superar los en-
frentamientos armados y encontrar vías diplomáticas y civilizadas para dirimir
los conflictos.

Toda guerra, y ésta no es una excepción, obedece a múltiples motivos.

Es cierto que desde el 11/9/2001, Estados Unidos, a pesar de su enorme poderío


económico y militar, se siente amenazado y vulnerable a los ataques del terro-
rismo internacional.

También es cierto que Sadam Hussein utiliza métodos dictatoriales, que por otra
parte no eran ignorados por las grandes potencias que lo ayudaron política y
militarmente no hace tantos años.

Pero nadie duda en absoluto que el petróleo constituye un fuerte determinante


en esta guerra.

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Para poder comprender el significado de este recurso energético, por cuyo con-
trol se genera una guerra, es necesario analizar los caracteres determinantes
de nuestra era: la era del petróleo.

2. La era del petróleo

a - La lógica del proceso

Es indudable que los avances de los dos últimos siglos están conectados, de uno
u otro modo, con el aumento masivo de la energía generada por la quema de
combustibles fósiles.

Para tener una idea de la significación de este proceso, basta considerar que la
mitad de la energía consumida por la humanidad en los 2000 años de la era
cristiana fue consumida en el último siglo.

Las manifestaciones emergentes de esta colosal expansión energética son la


globalización y la aceleración.

La globalización representa no sólo una mayor interconexión de los países, re-


giones e individuos a escala mundial, sino también la mayor concentración de
poder económico, tecnológico y financiero de la historia. Pensemos que no más
de 350 grandes corporaciones internacionales manejan hoy en el mundo no sólo
la economía y los flujos de capitales, sino también en gran parte la política, la
industria cultural y los medios de comunicación.

Esta concentración de poder corporativo convierte a su vez a los Estados nacio-


nales en órganos gerenciales, sin fines y sin política, meros transmisores y eje-
cutores de las decisiones de los grandes centros financieros.

La concentración económica va acompañada, a su vez, de marginalidad y ex-


clusión social. Los analistas se refieren a este fenómeno como la "sociedad
dual", en que los núcleos de riqueza aparecen rodeados por suburbios de mise-
ria.

La aceleración, como afirma Toffler, es una de las fuerzas más importantes y


menos comprendida. Implica avances tecnológicos impresionantes, pero al
mismo tiempo una pérdida de control sobre los procesos y sus efectos en la
sociedad y los ecosistemas.

Globalización y aceleración son dos fenómenos que se realimentan mutua-


mente.

Los grandes costos en infraestructura tecnológica impulsan las megafusiones.


En efecto, la fórmula para lograr competitividad está asociada a grandes eco-
nomías de escala que permitan enfrentar las incertidumbres del mercado. Una
de las metas de las megafusiones es bajar costos y monopolizar el mercado, en

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especial, para hacer frente a la ley de hierro del capitalismo: la disminución de
la tasa de ganancia.

En efecto, las grandes ganancias se realizan con los productos más avanzados,
y solamente al iniciarse una nueva generación de tecnología, después de lo cual
los precios bajan rápidamente.

Bill Gates lo expresa claramente: En la industria de las computadoras persona-


les, la innovación señala el camino al éxito. Es por eso que los fabricantes de
PC, microchips, periféricos, programas y sistemas operativos incorporan nuevos
elementos de manera continua . . . en tanto los precios bajan rápidamente . . .
Cada producto que está hoy en el mercado quedará obsoleto en pocos años . .
. si no nos mantenemos al ritmo impuesto por la tecnología y el mercado, pronto
perderemos toda relevancia . . .

Este proceso se reproduce actualmente cada 18 meses. La consecuencia es una


guerra por el liderazgo que no puede detenerse, una lógica de la aceleración
fuera de control.

Las palabras de Bill Gates expresan crudamente la incondicionalidad bajo la que


las decisiones tecnoeconómicas quedan adheridas a la dinámica de los merca-
dos.

La concentración de poder es la consecuencia de esta dinámica. Los analistas


señalan la tendencia a la concentración como la regla de tres, al advertir que
tres empresas gigantes controlan al menos el 60% del mercado en una línea de
producción.

A su vez, la aceleración productiva necesita ir acompañada por la aparición de


una nueva industria: la producción de demanda.

El ritmo de producción y consumo excede de tal forma la capacidad de los ritmos


naturales para reponer las reservas y reciclar los residuos, que el impacto sobre
los ecosistemas tiende a mostrarse como irreversible.

b - La infraestructura energética

La descomunal dinámica del tecnocapitalismo es a la vez producto y productora


del aumento masivo de energía generada, a partir del siglo XV por el carbón, y
desde fines del siglo XIX, principalmente por el petróleo.

Esta doble dependencia entre la economía y los combustibles fósiles implica una
simple constatación: el sistema económico no puede prescindir del petróleo,
pero las reservas de petróleo no son ilimitadas.

Según la Administración de Información Energética (EIA) del Departamento de


Energía de EEUU, faltan 35 años para que la producción mundial de crudo llegue

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a tocar techo. Pero el resultado de estudios recientes indica que podría tocar
techo entre 2010 y 2020.

¿Qué significa "tocar techo" ? Significa que la mitad de las reservas existentes
hayan sido ya explotadas.

Ahora bien, de acuerdo a la curva de Hubbert, de 1859 a 1969 (durante 110


años) se consumieron 227.000 millones de barriles de petróleo. Pero:

 la mitad de ese petróleo fue extraído en los primeros cien años;

 la segunda mitad, en sólo 10 años.

Esto significa que, de continuar esta tendencia, las reservas restantes se estarán
explotando con una velocidad de extracción tal, que en el momento de tocar
techo, quedará muy poco margen de tiempo hasta el agotamiento cuasi total de
las reservas.

Cuando se toque techo, prácticamente la totalidad de las reservas sin explotar


(las dos terceras partes) se hallarán en los países árabes de Medio Oriente. Esta
situación presenta un fenómeno geo-político que cambiará el actual sistema de
poder en el mundo.

Los posibles sustitutos del petróleo (carbón, crudos pesados y arenas asfálti-
cas), no sólo son más difíciles y costosos de extraer, también significan una
mayor emisión de dióxido de carbono, con las consecuencias ambientales que
ello supone.

Arabia Saudita posee 262.000 millones de barriles de reserva, Irak, 112.000


millones, Irán, 99.000 millones, Kuwait, 96.000 millones, Rusia, 200.000 millo-
nes, EE.UU, 25.000 millones. (Hay otros estudios que estiman las reservas en
cifras menores, pero estas cifras pueden darnos una idea aproximada de las
reservas mundiales y de su situación geográfica).

Según estudios geológicos de EE.UU., el descubrimiento de nuevos yacimientos


en todo el mundo alcanzó su punto culminante en 1962, y desde entonces no
ha cesado de bajar. Creció el 45% entre 1981-91, pero sólo el 5 % entre 1991-
2001.

La demanda mundial de petróleo es aproximadamente de 24.000 millones de


barriles por año, y se descubren menos de 12.000 millones de barriles por año.

Es decir, consumimos dos barriles por cada nuevo barril que descubrimos!

A diario se producen en el mundo 77 millones de barriles. EE.UU. gasta 20 mi-


llones de barriles diarios y produce sólo 10 millones.

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Con sólo el 5% de la población mundial, EE.UU. consume el 26% del petróleo
mundial.

China necesitaría 81 millones de barriles por día si quisiera tener el nivel de vida
de los EE.UU., y si se le suma India, ambas necesitarían 119.000 millones de
barriles por día, o sea, el 50% más que el total de la demanda mundial del año
2000.

Las reservas de EE.UU. son sólo el 3% de las reservas mundiales, mientras


Arabia Saudita posee el 70%, (2/3 partes de las reservas mundiales), y el 79%
los 11 miembros de la OPEP.

La política energética de la administración Bush está basada en el consumo cre-


ciente de petróleo, y presiona para explotar las reservas del mar del Norte y de
Alaska, lugar de un Refugio Nacional de Vida Salvaje, legalmente protegido de
la explotación comercial.

c - Aceleración de los procesos y concentración de poder

Durante la Edad Media, la madera era no sólo la principal fuente de energía: las
herramientas, los carros, los baldes y zapatos, los telares, las presas de aceite,
y hasta la primera imprenta, eran construidos con madera. Y también, por su-
puesto, los barcos. Las crecientes necesidades de la Armada Británica generaron
una deforestación. El precio cada vez más caro de la madera condujo al uso del
carbón.

Hacia el siglo XVI, el carbón fue ocupando el lugar de la madera como fuente
de energía.

A principios del siglo XX el petróleo desplaza al carbón en la lista de combustibles


fósiles empleados como fuente de energía. Este traspaso en las fuentes de ener-
gía fue más acelerado que ningún otro cambio de régimen energético en la his-
toria del mundo.

Hace sólo treinta años, 3/4 partes del combustible usado en EE.UU. para los
ferrocarriles, la calefacción o los barcos de vapor era madera. La industria tam-
bién contaba con molinos de viento y de agua.

En 1890, se consumen 9 millones de toneladas de petróleo en el mundo. A


principios del siglo XX el petróleo generaba menos del 4 % de la energía mun-
dial. Pero sólo 70 años más tarde, se consumen 2.270 millones de toneladas
por año (200 veces más). Y para el 2000, el petróleo representa el 40% de la
energía gastada en el mundo (23 % gas natural, 22 % carbón, 1 % energía
solar, 7 % energía nuclear e hidráulica).

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El carbón era más sucio, contaminante, y sobre todo, difícil de extraer. La pro-
fundidad de los yacimientos alcanzaba las capas freáticas, y el drenaje se con-
virtió en un serio obstáculo para sacar el carbón a la superficie. Con este fin, en
1698 Sarvey patentó la primera bomba a vapor.

A su vez, el transporte del carbón presentaba un problema debido a su peso. La


locomotora a vapor, sobre vías de hierro, dio respuesta a este problema.

El petróleo, a su vez, es más difícil de encontrar, extraer, procesar y transportar


que el carbón y la madera.

Por consiguiente, las infraestructuras tecnológicas, económicas y las superes-


tructuras sociales y políticas se hacen necesariamente más complejas, jerarqui-
zadas y centralizadas.

La civilización del petróleo es así la organización social más compleja y centra-


lizada de la historia. Estas características que definen su poderío hacen simul-
táneamente al organismo social cada vez más vulnerable.

Para tener una idea de esta enorme concentración de poder tecnoeconómico,


podemos observar que en 1930 ya se habían creado las principales empresas
petroleras: 26 compañías controlaban 2/3 partes de la estructura del capital de
la industria, el 60 % de las perforaciones y el 80 % de las actividades de mar-
keting.

Cincuenta años más tarde, se habían reducido a ocho corporaciones que últi-
mamente se fusionaron, reduciéndose a cuatro: Exxon se fusionó con Mobil,
Chevron con Texaco, Royal Dutch con Shell y British Petroleum con Amoco y
Arco. Hay algunas otras grandes empresas de capital francés, que también se
fusionaron: Total Fina con Elf.

La industria del petróleo, con ganancias de 2 a 5 billones de dólares anuales, es


la más poderosa del mundo. Con dimensiones colosales, comprende no sólo los
yacimientos, oleoductos, barcos petroleros, refinerías, estaciones de servicio,
sino también productos petroquímicos, plásticos y fibras sintéticas, lubricantes,
fertilizantes y medicinas.

Por los enormes costos de capital, la estructura industrial y comercial que de-
pende del petróleo tiende a configurar economías de escala, con tendencia a la
concentración de poder.

Las grandes corporaciones transnacionales que hegemonizan el escenario eco-


nómico no pasan de 350. Las megafusiones entre ellas reducen este número
continuamente. La llamada "globalización" no es sino la manifestación más vi-
sible de la era del petróleo.

En 1990, el valor de las fusiones y adquisiciones alcanzó 3,4 billones de dólares,


superando el PNB de 182 países, y en 2000, llegó a 15 billones de dólares.

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Para tener una idea de esta colosal concentración, tomemos sólo un ejemplo:
la fusión de America On Line y Time Warner representa un capital de 165.000
millones de dólares.

A su vez, esta enorme concentración de poder genera enormes tensiones eco-


nómicas, políticas, sociales y ambientales.

3. La evolución de las civilizaciones y la ley de entropía

Es indudable que en el curso de la historia las sociedades humanas no han ce-


sado de incrementar el flujo de energía en la vida individual y social.

Las sociedades de cazadores-recolectores captaban la energía solar almacenada


en plantas y animales. No requerían instituciones complejas para controlar el
proceso.

A partir del neolítico, mediante la domesticación de animales, el cultivo de ce-


reales, los sistemas de irrigación, se produce un excedente de energía que a su
vez implica, para su control, instituciones sociales y políticas cada vez más com-
plejas, y división en clases sociales. Se desarrollan también refinadas culturas,
con manifestaciones arquitectónicas, esculturas, literatura, de un gran valor ar-
tístico. También surge la cerámica, la metalurgia, y las ciencias matemáticas y
astronomía.

Pero a su vez, esos sistemas generan guerras por el control de territorios y para
el suministro de esclavos. Se requieren redes de transporte, maquinaria bélica
y el mantenimiento de costosos ejércitos. Hay una mayor explotación del medio
ambiente y las sociedades se transforman en estructuras altamente estratifica-
das y jerarquizadas.

Las sociedades agrícolas utilizan sobre todo la madera como combustible. A


partir del siglo XVI, con el surgimiento de la industria, se sustituye paulatina-
mente la energía animal y humana por las máquinas. Pero las máquinas generan
rápidamente una exigencia de nuevas energías, primero el carbón, luego el pe-
tróleo.

La necesidad de complejos sistemas de administración para controlar el proceso


del flujo energético, su producción, transporte, distribución, genera costosas
burocracias y una enorme concentración de poder.

A su vez, la competitividad del sistema capitalista requiere producciones masi-


vas y nuevos mercados, lo que implica una exigencia energética implacable.
Sólo con economías de escala es posible enfrentar los enormes costos de capital
que implica este proceso. El desarrollo económico y tecnológico implica también
formas cada vez más intensivas de explotación del entorno natural.

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Ahora bien, el mayor consumo de energía por la sociedad se había interpretado
hasta ahora en la dirección de una más elevada evolución, mayor desarrollo,
culturas más ricas, mayor bienestar, democracia y justicia. Con la sociedad in-
dustrial surge la idea de progreso: el desarrollo tecnoeconómico se interpreta
como una línea ascendente ininterrumplida, acompañada de un avance social,
cultural e institucional sin limitaciones.

Pero durante el siglo XX, las dos guerras mundiales, que dejaron un saldo de 60
millones de muertos, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaky en
1945, la constatación de los desórdenes ambientales y sociales en continuo au-
mento, provocan la crisis de la idea de progreso ininterrumpido.

También cambia la percepción de los desórdenes que acompañaron el avance


de las innovaciones tecnológicas y el auge de la era de la productividad y el
consumismo. Para la visión tradicional, se trataba simplemente de "daños cola-
terales", de "efectos secundarios", que podrían ser controlados con sólo propo-
nérselo. Pero, lejos de ser controlados, los problemas ambientales, económicos,
sociales fueron en constante aumento durante el siglo XX.

El fracaso de esta perspectiva abre otras vías de interpretación de este fenó-


meno, en que el avance civilizatorio fue acompañado por su sombra, el avance
de la barbarie.

Rifkin propone, para analizar el movimiento contradictorio de las civilizaciones,


la perspectiva de las leyes de la termodinámica.

1ra. ley; La primera es la ley de conservación de la energía: la energía del


universo es constante. No se crea nueva energía, ni disminuye. La energía se
transforma.

2da. ley: Pero en esta transformación, la energía pasa de disponible a no dis-


ponible. En el proceso de transformación se disipa energía. Este es el enunciado
de la segunda ley, la ley de entropía.

Según la ley de entropía, cada vez que se crea una isla de orden en el universo,
esto sucede a costa de crear un desorden mayor en el ambiente circundante.
Esta energía disipada ya no es susceptible de ser reutilizada, a menos que se
gaste más energía adicional que la que se quiere recuperar.

Desde este punto de vista, las grandes transformaciones históricas son un re-
flejo de la ley de entropía: cada vez hace falta más energía para sostener a la
sociedad humana, con la consiguiente pérdida entrópica en forma de calor y
crecientes desórdenes.

Para los seres vivos, la gran fuente de energía es el sol. Las plantas absorben
la energía solar por medio de la fotosíntesis, y los animales reciclan su energía
mediante el consumo de vegetales o de animales herbívoros. Pero en el proceso
de alimentación, gran parte de la energía se disipa.

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En el proceso de devorar una presa, el 80 % de la energía se pierde como calor
en el entorno. Así, los seres vivos pueden ser vistos como transformadores de
energía, pero también como grandes disipadores de energía.

En los ecosistemas naturales existen procesos de reciclaje orgánico, que recu-


peran gran parte de la energía disipada y la vuelven a utilizar en un nuevo
proceso. Así, por ejemplo, los insectos, larvas y microorganismos que aceleran
la desintegración de los residuos orgánicos, permitiendo realimentar al sistema,
actúan como grandes reductores de entropía, permitiendo reequilibrar el eco-
sistema y hacerlo más perdurable. Se ha dado el nombre de neguentropía a
esta autoorganización de nuevo orden a partir del desorden. Sin embargo, la
recuperación del reciclaje de energía nunca es completa: siempre se necesita
energía adicional en el proceso, y, por consiguiente, si bien es posible retardar
y disminuir, es imposible eliminar la entropía.

Cuando un sector de un sistema crece desmedidamente, requiriendo un flujo


mayor y más acelerado de energía, lo hará a costa de restar energía al sistema,
e impidiendo su recuperación.

También las tecnologías son transformadoras de energía. La energía contenida


en la gasolina para hacer funcionar un automóvil, pieza clave del sistema indus-
trial, se convierte en: 1) trabajo del motor, 2) calor general disipado, 3) energía
disipada en los gases de escape (efectos de contaminación). Es verdad que la
eficiencia del motor se puede optimizar, pero no es posible eliminar totalmente
la disipación de energía.

Al equiparar fenómenos como el de este ejemplo con una externalidad econó-


mica marginal, o efecto "secundario" y por lo tanto fácilmente subsanable, la
economía clásica ignoró la segunda ley de entropía. El resultado es que la teoría
económica no puede dar cuenta de los desórdenes del mundo contemporáneo:
¿por qué no pueden solucionarse los problemas ambientales? ¿por qué au-
menta, correlativamente con una enorme productividad, el hambre, la margi-
nalidad y el desempleo? ¿Por qué el mundo tecnológico, que prometía un mayor
control, una mayor seguridad, se vuelve cada vez más vulnerable? . . .

4. El proceso entrópico y el enmascaramiento ideológico

Desde la perspectiva entrópica, cuanto más energía consume una sociedad, más
compleja debe ser la infraestructura tecnoeconómica generada para producir,
transformar, transportar y distribuir el flujo energético y, por consiguiente, más
compleja y centralizada será a su vez la superestructura burocrática, institucio-
nal, política, jurídica y bélica para controlar y dominar el creciente poder acu-
mulado.

Al mismo tiempo, toda civilización necesita generar una cosmovisión, es decir,


organizar las creencias, principios organizativos y modelos de comportamiento
que canalicen la energía colectiva.

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El aspecto más interesante de la visión del mundo de una sociedad determinada
consiste en que sus componentes individuales no son conscientes, en su mayo-
ría, de cómo esta visión afecta su forma de hacer las cosas y de percibir la
realidad que los rodea. En este sentido, una visión del mundo tiene éxito, en la
medida en que se halla tan internalizada desde la infancia, que no es puesta en
tela de juicio.

Una cosmovisión configura un poder tan importante como el poder político o


militar. Según Toffler, una cosmovisión no sólo organiza los marcos perceptua-
les y valorativos de acuerdo con los cuales se interpretan y explican los datos
del mundo que nos rodea, sino que legitima tal organización.

¿Qué diferencia hay entre organizar, interpretar, explicar y legitimar? Es una dife-
rencia fundamental. Explicar, organizar, interpretar los datos perceptuales configura
un conocimiento invalorable para establecer nuestra conexión con el mundo natural
y el espacio social. Da cuenta del por qué de los fenómenos, permite hasta cierto
punto prever las consecuencias de los hechos y las acciones humanas, y establece
un marco normativo para canalizar las acciones individuales y sociales. Todas las
sociedades han organizado estos marcos conceptuales y valorativos en cuerpos de
conocimiento y sabiduría sumamente valiosos.

Pero la legitimación es de otra índole: presenta los espacios de poder bajo el aspecto
de espacios de derecho, y por lo tanto, bajo el manto de lo incuestionable.

En el curso de la historia los procesos de legitimación tomaron distintos aspec-


tos: legitimación divina en el caso de los antiguos imperios y monarquías, legi-
timación natural y racional a partir de la modernidad. Para dar un ejemplo, la
explotación colonial se legitimó durante mucho tiempo bajo la justificación de la
necesidad de civilizar, esto es, de llevar los principios de la economía, del dere-
cho, la política y la racionalidad moderna a las comunidades aborígenes, consi-
deradas bajo la adjetivación de la barbarie, o, en el mejor de los casos, de una
niñez de la humanidad a la que había que educar. La devaluación y la destruc-
ción de su cultura, su religión, arte y tradiciones fue una consecuencia de esta
política colonial que muchas veces derivó en el genocidio.

Ningún poder puede desplegar todo su potencial de dominio si no se legitima,


y, en consecuencia, cuando sus dispositivos de legitimación comienzan a debi-
litarse, a ser cuestionados, a no ser creíbles, es signo de que ese poderío co-
mienza su rápido descenso.

En otros términos, la legitimación permite a los poderes disimular la entropía


que generan los sistemas civilizatorios, es decir, enmascarar, disfrazar enormes
desórdenes entrópicos mediante un discurso ideológico.

Al Gore se refiere a este proceso en su libro La tierra en juego, al señalar que el


sistema económico, como cualquier otra tecnología, proporciona poderes enormes
al precio de enmascarar los gastos ambientales y los desórdenes derivados.

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Esta distorsión perceptual justifica, afirma Gore, la "externalización de gastos"
que tanto países como empresas realizan al desplazar los desórdenes entrópicos
fuera de sus áreas, y en especial, de su contabilidad.

Esto es visible, por ejemplo, cuando se consideran los criterios para calcular el
indicador fundamental del crecimiento económico de un país por medio del Pro-
ducto Nacional Bruto. Al calcularlo, los efectos devastadores de la industria so-
bre el medio ambiente no se contabilizan como gastos. En cambio, sí se calcula
el deterioro de máquinas y camiones, de edificios y fábricas. Este enmascara-
miento se agrava, observa Al Gore, por el hecho de que la definición del PNB y
los criterios para calcularlo son revisados por la comunidad internacional, bajo
la supervisión de la ONU, cada veinte años.

Al Gore no duda en calificar de "arrogancia intelectual" la incapacidad de la teo-


ría económica para incorporar en los costos la pérdida de los recursos naturales,
y evalúa como ciego, irracional, distorsionante, absurdo, obtuso, los criterios de
productividad vigentes.

Este enmascaramiento significa que la teoría económica legitima la productivi-


dad del sistema económico soslayando la ley de entropía, e ignorando delibera-
damente en sus cálculos los desórdenes entrópicos.

5. Los procesos entrópicos en la historia - La desintegración del Imperio


Romano

El colapso de una civilización se produce cuando llega al punto de verse forzada


a destinar un porcentaje cada vez mayor de sus reservas de energía simple-
mente para mantener su compleja estructura, al mismo tiempo que experi-
menta un descenso en el rendimiento de la energía consumida per cápita.

Así, la caída del Imperio Romano, vista desde las leyes de la termodinámica,
puede resumirse en los siguientes pasos: en un comienzo, las lucrativas con-
quistas militares aumentan el botín, el número de esclavos y los tributos que
sostienen el crecimiento del Imperio. Pero poco a poco, la extensión y comple-
jidad del Imperio exige el mantenimiento de tropas a lo largo de las fronteras,
la conservación de carreteras, la administración de los territorios anexados. El
rédito obtenido comienza a disminuir en relación a los costos. Se genera enton-
ces un proceso recursivo en que, para reparar los desórdenes, se gasta más
energía y se produce mayor entropía. Por ejemplo, la sobreexplotación agrícola
y la pérdida de bosques, el pastoreo excesivo, aumentan la erosión de los cam-
pos. Los campesinos deben vender sus tierras que pasan a manos de terrate-
nientes, y emigran a Roma, donde deben ser auxiliados por la asistencia pública.

Las hordas bárbaras comienzan a hostigar a un Imperio debilitado. La decaden-


cia ha comenzado: en 313 d.C. Constantino promulgó el edicto de "servicio mi-
litar hereditario", signo de las dificultades para mantener un ejército cada vez
más exigido.

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Comienza la desintegración, que a su vez marca el origen de una nueva re-
estructuración socio-económica: el sistema feudal. Roma pasa de un millón a
30.000 habitantes.

6. El control de los flujos energéticos en las dos guerras mundiales

En 1911, por iniciativa de W. Churchill, la marina británica, la más poderosa del


mundo en ese momento, sustituye el carbón por el petróleo como combustible.
Esto significa la necesidad de garantizar un suministro de petróleo seguro y
constante.

La intervención de Inglaterra en Medio Oriente en 1918 tuvo como resultado el


desmembramiento del Imperio Otomano, con el surgimiento de los actuales paí-
ses de Irak, Irán, etc. Inglaterra se retira, pero en la zona queda la British
Petroleum.

Las dos guerras mundiales del siglo XX tuvieron entre sus motivaciones princi-
pales la competencia por el control de los flujos del petróleo.

La falta de petróleo condicionó en gran medida la derrota alemana en la primera


guerra mundial. Alemania tenía ricas reservas de carbón, pero no de petróleo.

En 1930, el petróleo era ya la principal fuerza energética en EE.UU. En cambio,


en Alemania, el carbón significaba el 90 % de la energía, de donde extraían un
combustible sintético, que no podía competir con el petróleo. Para 1940, Ale-
mania cubre el 46 % de sus necesidades energéticas con carbón.

Sin petróleo, el proyecto expansivo de Hitler era imposible. Por este motivo,
Alemania invade Rusia el 22 de junio de 1941. Pero los rusos hacen volar los
pozos y las refinerías del Cáucaso.

Para la finalización de la segunda guerra mundial, los aliados controlan el 86 %


de las reservas mundiales de petróleo.

7. La factura entrópica de la civilización del petróleo

La industria petrolera mueve hoy de 2 a 5 billones de dólares anuales, siendo la


más importante del mundo. No sólo comprende yacimientos, oleoductos, bar-
cos, refinerías, fertilizantes, plásticos, medicamentos, transporte, luz y calefac-
ción. El confort, la sociedad de consumo, la cultura mediática no serían posibles
sin este flujo de energía.

La civilización en base a combustibles fósiles ha producido resultados admira-


bles: avances científicos y tecnológicos, manifestaciones artísticas y culturales,
fenómenos inéditos como el cine y la televisión, una red de transporte y comu-
nicaciones inigualable. El hombre llegó a la luna y explora el universo.

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Pero la civilización construida en base a este sistema energético hace ya tiempo
que comenzó a pasar la factura entrópica.

El calentamiento global es quizás el resultado más significativo. La humanidad siem-


pre alteró el medio ambiente, pero por primera vez en la historia, en menos de un
siglo hemos comenzado a modificar la biósfera y la bioquímica de la tierra.

En 2000 hay 30 % más dióxido de carbono en la atmósfera que en 1750 (co-


mienzo de la era de los combustibles fósiles), y más de 151 % de metano,
responsable del 24 % del calentamiento global. El dióxido de carbono es res-
ponsable del 70 % del calentamiento global.

Estas cifras podrían no parecer preocupantes si las modificaciones fueran gra-


duales. Pero cuando un sistema se halla cerca del umbral, pequeñas fluctuacio-
nes pueden provocar grandes cambios abruptos. Se producen "efectos en cas-
cada" , como cuando se deshiela una heladera: al principio caen gotas, pero
poco más tarde se desprenden bloques de hielo.

Por ejemplo, se estima que si la temperatura en Groenlandia aumenta a 20


grados centígrados, el deshielo progresivo puede hacer subir hasta siete metros
el nivel de los mares.

Estos efectos no son circunstanciales: dependen de un modelo civilizatorio que


exige grandes flujos de energía. En términos de Al Gore, los problemas me-
dioambientales tienen su origen en el choque del sistema civilizatorio sobre los
ecosistemas de la tierra.

Además de los problemas ambientales, el proceso entrópico se manifiesta en


los enormes costos para mantener el flujo de energía.

Por ejemplo, sólo el mantenimiento de la infraestructura ya existente de EE.UU.


necesitaría una inversión de 1,3 billones de dólares durante cinco años.

El 29 % de los puentes presenta deficiencias estructurales, a lo que debe su-


marse deficiencias en aeropuertos, escuelas, plantas de agua potable, sistemas
de alcantarillado.

Hay que añadir también el costo humano: sólo en las carreteras de EE.UU. mue-
ren 13.800 personas por año.

Pero el sistema energético también necesita invertir cada vez más en equipa-
miento militar para proteger y controlar el suministro de petróleo.

Durante la Guerra del Golfo por primera vez EE.UU. comenzó a gastar más di-
nero en asegurar sus intereses energéticos en Medio Oriente del que percibía
en términos del valor del petróleo importado.

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Se estima que EE.UU gastó unos 70.000 millones de dólares en las operaciones
y equipamiento militar, más 54.000 millones de dólares que provenían de las
contribuciones de los aliados, además del costo de la presencia militar perma-
nente, de cientos de aviones de guerra patrullando la región, lo que representa
un gasto anual que oscila entre los 30 y los 60.000 millones de dólares.

Según datos de M. Castells, en 1986 el Departamento de Defensa de EE.UU.


absorbió el 90 % del presupuesto de investigación aplicada en ingeniería elec-
trónica, y el 88 % de la investigación en informática, empleó el 30 % de los
matemáticos, el 24 % de los físicos y el 18 % de los ingenieros electrónicos.

Si bien hubo una reducción presupuestaria en 1988, desde 2002 el presupuesto


militar de EE.UU. se aumentará en 400.000 millones de dólares adicionales en
cuatro años.

La política de defensa es la política industrial más importante en Estados Unidos,


y constituye el núcleo de la investigación de alta tecnología con fuertes cone-
xiones con universidades líderes y laboratorios de grandes empresas.

Para costear la actual guerra contra Irak, en la cual se llevan ya gastados más
de 100.000 millones de dólares, ya se solicitaron 70.000 millones de dólares
adicionales al Parlamento de los EE. UU.

Se podría argumentar que, dado que el comercio de armas en el mundo repre-


senta más de 900.000 millones de dólares anuales, la industria bélica es suma-
mente redituable, aún con la destrucción que conlleva. En este sentido, las ar-
mas que mostraron su performance exitosa en una guerra son las más
requeridas, por lo que los noticieros de la CNN se convierten indirectamente en
su instrumento de marketing.

Pero una civilización cuya mayor capacidad industrial está dirigida a la guerra y
la destrucción demuestra hasta qué punto está desvinculada de los principios
éticos, hasta qué punto la irracionalidad se ha apoderado de los criterios de
productividad, hasta qué punto se enmascara como ganancia la entropía gene-
rada.

8. La etapa de las "ganancias marginales"

Cuando los desórdenes entrópicos se multiplican, crecen a su vez las respuestas


tecnoeconómicas para reparar los daños. Pero estas respuestas generan a su
vez un consumo adicional de energía cada vez más fuerte, lo que genera a su
vez más desórdenes, ...etc. ...

Cuando las respuestas a una crisis se suceden en la misma dirección de las


causas que generaron la crisis, se produce un proceso de realimentación
(feedback), que agrava los problemas en vez de solucionarlos. (Si no cambias
de dirección... llegarás a donde te diriges [Ricardo Barbetti, ecologista]). En
otras palabras, si en vez de comprender el origen causal, tratamos de incidir

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meramente sobre las consecuencias de los problemas, si no cambiamos nuestra
perspectiva, se lograrán sólo soluciones transitorias a corto plazo, pero que a
largo plazo agravarán la situación.

El gasto energético genera gastos adicionales para reparar los daños. Se co-
mienza entonces la etapa de las "ganancias marginales", paso previo a la ace-
leración de los efectos entrópicos en que los impactos negativos comienzan a
ser irreversibles.

Veamos algunas cifras (cfr. Rifkin, La economía del hidrógeno, pgs. 191 y ss.)

No sólo el transporte o la electricidad dependen del petróleo. La producción ali-


mentaria depende casi exclusivamente del petróleo: tractores, petroquímicos,
fertilizantes, insecticidas, herbicidas, transporte, distribución en el mercado,
además de envases, publicidad, etc.

La mayor productividad de las cosechas requiere un constante aumento de la


cantidad de petróleo consumida en el proceso, pero en términos entrópicos, el
resultado no es tan positivo como parece a simple vista.

En 1910 había 25.000 tractores de gasolina en EE.UU.; en 1960 ya había 4,7


millones.

El uso de fertilizantes aumentó de 13 millones de toneladas en 1950 a 130


millones de toneladas en 1989. El uso de pesticidas pasó de 90.000 kilos a 2.900
millones de kg. en el mismo período.

Puede causar sorpresa advertir que, desde la perspectiva termodinámica, la


agricultura moderna es la menos productiva de la historia.

Rifkin da el ejemplo de una lata de cereales de 270 calorías, cuya producción


requiere el consumo de 2.790 calorías gastadas en maquinaria, fertilizantes,
pesticidas, sin considerar el transporte y la distribución.

Haciendo una comparación: un campesino tradicional produce 10 calorías por


cada caloría gastada. La agricultura actual, produce 1 caloría por cada 10 calo-
rías gastadas en el proceso: consume más energía, por unidad de energía pro-
ducida.

Entre 1943 y 1970 los productores elevaron un 400 % el consumo energético,


pero sólo elevaron la producción un 140 %.

Los rendimientos marginales se manifiestan también en el mayor agotamiento


del suelo, la contaminación del agua por nitratos y residuos químicos, pérdida
de las bacterias microscópicas, protozoos, lombrices, que son las encargadas
del reciclaje natural del suelo. Esta situación conduce a mayor uso de fertilizan-
tes, pesticidas, etc., soluciones transitorias que en definitiva agravan la situa-
ción.

Problemática del mundo actual / Pág. 15


Otro efecto entrópico es la concentración económica: sólo los grandes em-
prendimientos pueden hacer frente a los enormes costos en maquinarias,
tecnologías, petroquímicos, fertilizantes, requeridos en la actual industria
agrícola[1].

Cuando la producción de petróleo toque techo, la humanidad deberá decidir


entre invertir gasolina para el transporte o para la producción de alimentos (un
automóvil que consume 4 litros cada 50 km., en 10 km. quema la cantidad de
gasolina necesaria para producir una pieza de pan).

La industria automovilística es una de las que impulsaron el crecimiento de EE.UU:


en 1916 había 23.000 coches, pero ya en 1930, el número creció a 3,4 millones.

Para 1970, la industria del automóvil absorbía el 43 % de la energía de EE.UU.

El Congreso de EE.UU. estipuló un índice de rendimiento por galón de nafta


hacia 1985. En la última década una demanda de autos más grande hizo dispa-
rar el consumo de nafta a razón de un 2% por año.

La etapa de las "ganancias marginales" se manifiesta igualmente en el creci-


miento de la deuda mundial. Según el economista Frederic F. Clairmont, entre
1980 y 2003 la deuda pública mundial pasó de 3,6 billones de dólares a 30
billones de dólares, en tanto la deuda financiera interna de las empresas pasó
de 53.000 millones de dólares a 7,6 billones de dólares (el 72 % del PBI de
EE.UU.). Una de las causas de este aumento ha sido, según Clairmont, el frenesí
de las fusiones y adquisiciones, financiadas con préstamos.

EE.UU. pasó de un superávit fiscal de 127.000 millones de dólares en 2001 a un


déficit fiscal de 159.000 millones de dólares (una caída de alrededor de 300.000
millones de dólares en un año).

También aumentó la deuda en los hogares: el consumidor estadounidense vive


a crédito. En 1985 la deuda privada representaba el 26% del ingreso individual,
en 2002, el 40%.

Entre febrero y marzo de 2003, en EE.UU. se perdieron 465.000 puestos de


trabajo.

9. La cosmovisión de la era de los combustibles fósiles

El calentamiento debido al efecto invernadero es la primera crisis verdadera-


mente planetaria. Refleja los valores según los cuales hemos elegido vivir desde
la época moderna. Estos valores expresan a su vez las exigencias de las máqui-
nas: precisión, velocidad, exactitud, calculabilidad.

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Deslumbrados por los progresos de las innovaciones técnicas y su aplicación
industrial, los pensadores del siglo XVII concibieron el mundo como una gran
máquina, y a Dios como el ingeniero supremo. Más tarde, la misma idea de Dios
es eliminada.

La visión mecanicista invadió rápidamente todos los aspectos de la vida y la sociedad:


Descartes concebía a los animales como máquinas animadas. La naturaleza fue in-
terpretada, en términos de Heidegger, como una gran "estación de servicio", o, como
observa Al Gore, como un gran banco de datos a explotar.

El progreso, a su vez, se concebía como un subproducto del avance técnico-


industrial y del crecimiento de capital.

A diferencia de las fuerzas de energía renovables, vinculadas más directamente


a los ciclos vitales de la naturaleza, el carbón y el petróleo son cantidades sin
vida. Pueden dividirse y subdividirse.

Los ciclos de nacimiento, vida, muerte y renacimiento de la naturaleza son procesos


cualitativos. Las fuentes de energía renovables estaban ligadas a la vida.

Los recursos no-renovables representan un depósito fijo, fácilmente cuantifica-


ble. Los recursos renovables, en cambio, son cambiantes y fluyentes. Es difícil
someterlos a mediciones exactas, que por otra parte no eran relevantes en una
cultura ligada a la tierra y los ciclos de las estaciones.

El paradigma galileo-newtoniano del mundo mecánico, con sus fórmulas matemá-


ticas, exactas, su énfasis en la medición y el cálculo, estaba hecho a la medida para
dominar eficazmente una base energética de recursos no renovables.

Disponíamos de "sol almacenado", que podía extraerse de la tierra y manipu-


larse a voluntad.

La humanidad llegó a convencerse de que ya no dependía de la naturaleza, y


que podía ordenar, controlar y explotar el mundo según sus deseos.

El paradigma newtoniano-mecanicista ha creado el espejismo de que el tiempo


es un proceso autónomo e independiente del funcionamiento de la naturaleza,
que podemos controlar a voluntad. La verdadera relación entre la vida y el
tiempo quedó eliminada de la conciencia humana. El resultado fue una cuasi-
completa separación del hombre con respecto a la naturaleza. El hombre mo-
derno ya no se concibe como formando parte de la naturaleza, sino como su
"dueño y señor", según la aspiración cartesiana, y destinado a dominarla.

El tiempo perdió su relación con el despliegue natural de las cosas y pasó a ser
una medida de la rapidez con que podíamos aprovechar la energía solar acumu-
lada en las minas de carbón y los yacimientos de petróleo, y de su transforma-
ción por el ritmo mecánico de la industria automatizada.

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El tiempo mecánico del reloj, medible, calculable, divisible, suplantó a los ritmos
y ciclos naturales. Las mismas características son atribuibles al espacio, la ma-
teria y la sociedad.

Esta concepción del tiempo mecánico era factible de introducirse en el proceso


de producción, no así los tiempos naturales.

Los tiempos mecánicos permiten la división del trabajo, la cronometrización y


segmentación de los movimientos de los obreros hasta la décima de segundo.
A fines del siglo XIX Taylor diseña sobre estas bases la administración empre-
saria cuantificada, cronometrizada, según los principios de "eficiencia".

Esta visión mecanicista, lineal, reduccionista, va impregnando el concepto de


razón, invadida por la obsesión del cálculo y la eficiencia productiva.

El concepto de productividad tiene en cuenta la velocidad y el ahorro de capital


por unidad de producción. Pero no considera la entropía causada en el proceso.
La economía deberá reformular este concepto.

Los tiempos se aceleran en búsqueda de mayor eficiencia, mayor productividad.


La aceleración productiva excedió los ciclos de reciclaje natural, y los problemas
ambientales no tardaron en manifestarse.

El paradigma mecanicista resultó irresistible: explicaba cómo funcionaba el


mundo, era sencillo, predecible, daba resultados.

Faltaba extenderlo a la concepción de la vida humana y a la sociedad, y eso se hizo.

Adam Smith concibe a la sociedad y la economía de acuerdo a los principios


newtonianos y las leyes del mercado. Su metáfora de la "mano invisible" incor-
pora la visión mecanicista al espacio social y económico: así como la materia se
concibe compuesta por átomos en movimiento, y fuerzas regidas por leyes, la
sociedad se interpreta como una suma de átomos: los individuos, movidos por
una fuerza: el "egoísmo natural". Según la teoría de la "mano invisible", los
individuos, persiguiendo el interés personal, promueven el beneficio de la so-
ciedad.

La abundancia y el progreso serían la consecuencia de la competencia entre


individuos naturalmente ambiciosos. El único límite reconocido para la ambición
individual es el choque con la ambición de otros individuos.

La ética es gradualmente suprimida de la economía, pues se supone que el


proceso económico, regido por las leyes mecánicas de la oferta y la demanda,
no necesitaría regulaciones morales.

Se suponía que la política del "laissez faire" - mínima intervención regulativa -


en economía, era la clave de la prosperidad económica, el bienestar y el pro-
greso.

Problemática del mundo actual / Pág. 18


El progreso ilimitado se descontaba en este modelo como algo incuestionable.

Resulta sorprendente que estas ideas, surgidas hace más de trescientos años,
aún sigan vigentes. Rifkin ha observado que "cada vez que un hombre de ne-
gocios, un político o un científico habla en público sobre alguna cuestión impor-
tante, es como si su discurso lo hubieran escrito los pensadores del siglo XVII"
(pg. 54).

Sin embargo, no sólo se han multiplicado los cuestionamientos teóricos al para-


digma mecanicista. La crisis de este modelo es hoy evidente, y han surgido
alternativas para explicar los fenómenos.

Los métodos derivados del paradigma mecanicista fueron la linealidad, la hiper


especialización, la fragmentación, que impedían ubicar los problemas en su con-
texto, establecer las articulaciones entre fenómenos encuadrados en disciplinas
aisladas.

La "visión de túnel" encasilló a los decisores políticos y económicos, a los cien-


tíficos y a los educadores, incapaces de poder apreciar la recursividad de los
fenómenos, en que cada elemento de un sistema es al mismo tiempo producto
y productor de los demás.

Se aislaban para su estudio los hechos particulares, en vez de analizar los pro-
cesos, y se ignoraba la visión hologramática (holos: totalidad, grama: gráfico),
en que cada elemento de un sistema tiene incorporada la información de la
totalidad. De acuerdo con el concepto de holograma, "la parte está en el todo,
pero el todo está presente también en cada parte".

La perspectiva hologramática permite ver cada objeto como una red: este bolí-
grafo con el que escribo está compuesto por plástico, un derivado del petróleo,
que a su vez me remite a la industria química, tiene un tanque de metal, que
ha sido extraído de una mina, fue transportado en camiones (vinculación con el
sistema de transporte), por una carretera (sistema vial), fue vendido en una
librería . . . etc.

El más insignificante objeto es un holograma del sistema al que pertenece. Po-


demos decir, entonces, que no sólo cada cosa es lo que es - principio de identi-
dad- , sino que cada cosa es más de lo que es - principio hologramático.

Es así como, de acuerdo al paradigma teórico que adoptemos - el analítico-


mecanicista o el complejo-hologramático -, el planteo y la resolución de los pro-
blemas cambiará radicalmente.

A esta alternativa de análisis desde la complejidad, Rifkin ha incorporado la visión


de la teoría de la termodinámica, a la que nos hemos referido, y en especial la
segunda ley de entropía (cada vez que la energía pasa de un estado a otro hay que
pagar un precio), que no fue considerada por la teoría newtoniana.

Problemática del mundo actual / Pág. 19


El pensamiento de la complejidad y la visión entrópica cambian fundamental-
mente la ubicación, la valoración y planteos de resolución de los problemas,
como también la evaluación de su alcance.

Conducen al intento de incidir sobre las condiciones de los problemas, en vez


de actuar meramente sobre las consecuencias, plantean analizar procesos y no
hechos aislados, considerar los problemas como un sistema en red, en vez de
instancias cerradas con "efectos secundarios" o "colaterales". No hay "efectos
secundarios" para la visión hologramática o la perspectiva entrópica. Los llama-
dos "efectos secundarios" son en verdad bien "primarios", inherentes al sistema
que los produce.

La civilización en base al petróleo ha logrado éxitos enormes, pero el costo que


estamos pagando es abrumador.

Pero ya no se trata de una elección deliberada. Los estudios geológicos anuncian


en un plazo históricamente muy breve ( de 10 a 20 años) el momento en que
la producción de petróleo tocará techo. Luego, habrá unas décadas en que aún
habrá petróleo de esquisto, petróleos asfálticos y otras fuentes no-renovables
de energía. Pero su costo será cada vez mayor.

Se impone, por consiguiente, pensar en alternativas viables para remontar esta


etapa civilizatoria que, en forma inevitable, está culminando.

10. Buscando alternativas

Consideremos las distintas direcciones que se abren para remontar esta crisis
civilizatoria.

1 - En primer lugar, habría que situar a quienes aún no han tomado conciencia
de la gravedad de esta situación. Con asombro, constatamos que en este nivel
se sitúa la casi totalidad de los principales decisores políticos, económicos y
tecnológicos. La teoría económica no registra el problema.

Los políticos desconocen o soslayan la información, y proyectan el futuro como


si las energías no-renovables fueran ilimitadas.

Esto es preocupante, porque no se tomarán a tiempo los recaudos necesarios


para realizar un tránsito ordenado hacia un nuevo paradigma energético.

2 - En segundo lugar, encontramos a los que, tomando una parcial conciencia


de la situación, proponen una mayor eficiencia en los transformadores de ener-
gía de la era del petróleo: sistemas de iluminación de menos consumo eléctrico,
combustibles más eficientes, motores que ahorren más energía. Esta respuesta
es necesaria, pero no suficiente.

Problemática del mundo actual / Pág. 20


3 - También están quienes, tomando conciencia no sólo del próximo agota-
miento del petróleo, sino de su efecto contaminante, promueven el uso de ener-
gías alternativas renovables (energías solar, eólica, hidráulica y recientemente,
de hidrógeno).

También se propone el reciclaje. Esta alternativa toma una conciencia mayor


del problema que las anteriores, pero, en general, no profundiza sobre todas las
implicaciones de este cambio.

La mayoría de las personas creen que la nueva era en base a las energías re-
novables será igual a la actual, sólo que más limpia. Nada más alejado de la
realidad.

En primer lugar, las tecnologías a base de energías alternativas son en gran


medida parásitas de las energías no renovables. Los paneles solares, los molinos
eólicos, se producen en las fábricas a base de petróleo. El hidrógeno, energía
con la que General Motors lanzó ya un primer automóvil experimental, se extrae
todavía del petróleo (aunque hay otras formas de obtenerlo, pero más caras).
Por otra parte, no se encuentra en estado puro, y requiere energía eléctrica para
su separación y almacenamiento.

En segundo lugar, las energías renovables son difusas, no centralizadas, no ap-


tas para economías de escala. La infraestructura económica, industrial y tecno-
lógica actual es altamente centralizada, a escalas gigantescas. Pensemos en un
solo ejemplo: el edificio Sears, de Chicago, consume diariamente tanta energía
como una ciudad de 140.000 habitantes.

Estados Unidos, con el 5% de la población mundial consume el 30% de la energía


del planeta. No es posible mantener un flujo de energía tan impresionante sobre la
base de energías renovables. El mundo deberá ser más austero.

En tercer lugar, si bien es necesario ir incorporando cada vez más sistemas en


base a energía no renovable, y fomentar el reciclaje, hay que tener en cuenta
que también el reciclaje requiere un gasto adicional de energía para la recolec-
ción, transporte y tratamiento de los residuos, lo que necesariamente genera
más entropía. Actualmente la eficiencia del reciclaje es de un 30 % para la ma-
yoría de los metales de uso corriente.

Rifkin considera que muchos promotores de las energías alternativas poseen


todavía una mentalidad anclada en el paradigma de la era del petróleo.

4 - Hay que comenzar a tomar conciencia acerca de que, aunque es necesario


ahorrar energía, reemplazar paulatinamente las energías no renovables por
energías renovables, estas medidas en sí mismas no son suficientes, si no mo-
dificamos nuestra visión del mundo, nuestra percepción de los problemas y de
sus verdaderos alcances.

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Aún siendo sumamente importante un recambio del sistema energético, lo más
urgente es un cambio radical de nuestro sistema de valores.

Como afirma Al Gore, "para responder enérgicamente a una crisis se requiere


un profundo replanteo de las ideas".

a - Es necesario re-definir el concepto de progreso, que debe medir no sola-


mente los parámetros tecnoeconómicos, sino también los índices de salud, edu-
cación, armonía social, equidad y justicia.

El ideal de progreso ilimitado deberá ser reemplazado por una conciencia de la


necesidad de límites, tanto en las proyecciones tecno-económicas como en las
metas humanas. No todo lo técnicamente posible es humanamente deseable.
Los límites se refieren no sólo a las reservas naturales, sino también al consumo
desmedido, el cultivo de las necesidades y el despilfarro de recursos.

b - Esto significa también profundizar en el concepto de libertad. Hay un falso


concepto, muy difundido, y que hasta se enseña en las escuelas, que define la
libertad como la posibilidad de actuar como se quiera. El único límite sería el
choque con la libertad de los demás. Este concepto define la libertad humana
en términos de los mecanismos competitivos del mercado.

No sólo hay que vincular la libertad con la responsabilidad individual y social,


sino también con la nueva conciencia de la necesidad de límites.

c - Es necesaria una re-formulación de la ética. Actualmente hay una grave


confusión de la ética con las regulaciones meramente legales, que conduce a
una banalización de los principios éticos.

Podemos distinguir tres dimensiones en la formulación de los criterios de etici-


dad:

La ética de la intención, nos hace responsables por nuestras acciones concientes


y deliberadas. Este encuadre está implícito en nuestro sistema jurídico.

La ética de la responsabilidad nos pide hacernos cargo de las consecuencias


negativas de nuestros actos, aún si no tuvimos la intención de que se produzcan.

Ambas éticas vinculan nuestra responsabilidad primordialmente con referencia


a acciones ya realizadas.

A estos encuadres podemos agregar la ética de la precaución, que nos pide


prudencia con respecto a avances tecnológicos cuyas consecuencias son incier-
tas, y cuyos efectos a largo plazo son difíciles de evaluar.

El principio de precaución admite la complejidad de la realidad, de los efectos


de la praxis tecno-científica y de las bifurcaciones de las acciones humanas.
Implica un llamado a nuestra prudencia, a la responsabilidad sobre el futuro.

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Se trata de tomar conciencia de los límites de nuestra condición humana.

d - es también urgente superar la racionalidad reduccionista y lineal por una


razón que abarque la complejidad, capaz de cambiar los análisis hipersimplifi-
cantes que aíslan los fenómenos, por una mirada abarcadora de los procesos y
las redes, y la interrelación de todos los sectores del universo.

e - Será necesario elaborar una nueva antropología, en que el hombre no se


considere dueño, sino parte de la naturaleza, superar el individualismo extremo
por una conciencia del "nosotros" y del destino común de la humanidad.

f - Todas estas re-formulaciones deberían canalizar en un re-planteo de la edu-


cación, que deberá estar enfocada con más énfasis en la formación que en la
información.

Estos criterios no configuran un programa ni son exhaustivos. Simplemente,


muestran que las transformaciones que se avecinan no se limitarán a un recam-
bio energético y tecnológico. Implican cambios muy profundos, que modificarán
totalmente nuestra manera de percibir el mundo, la sociedad, la economía y la
política.

La transición a la era de energías renovables significará una tarea monumental


de re-planteos para toda la civilización.

Esta transición no será fácil. Los paradigmas poseen una gran inercia, lo que
significa que se tiende a plantear y resolver los problemas según los criterios y
valores en vigencia.

Pero la humanidad sólo tiene dos opciones: tomar conciencia de la urgencia de


los cambios, y hacer algo al respecto, o ser tomada de improviso, cuando el
margen para reaccionar sea ya muy reducido.

Bibliografía

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Restivo, N., Las reservas del fluido y sus dueños, en Clarín, 23/3/2003.

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[1] Podría argumentarse que sólo con una agricultura intensiva es posible alimentar a
una población mundial en creciente aumento. Pero también es verdad que las economías
de escala necesitan una población masiva para consumir su producción. Leemos en el
diario Clarín, (12/10/01) (Fuente: Financial Times): "La población crece poco y complica
a la economía"..."Los economistas se preocupan porque la población mundial no crezca
a una velocidad suficiente para consumir todo lo que se produce."...

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