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Leonardo Echeverri Barbosa - 22182503915 de agosto de 2019

CRÓNICA ROJA DE UN HIJO AUSENTE: LA ÉPICA GRIEGA EN UNA NUEVA


PERSPECTIVA

Tuve la oportunidad de asistir a un taller sobre la escritura de crónicas, dentro del marco de
la denuncia histórica, donde estas han resultado particularmente útiles para relatar los hechos de
la violencia en Colombia que terminan siendo fácilmente olvidados por la negligencia
gubernamental. Este taller me resultó inspirador, pues me mostró elementos que permiten narrar
estos hechos concretos desde perspectivas subjetivas y embellecerlos de una manera casi poética,
por medio de la narración literaria. El taller se dio mientras me encontraba cursando la asignatura
de Literatura Occidental en mi universidad, curso en el cual leímos los clásicos más importantes
de la literatura universal, entre esos La Odisea. Al momento de analizar este clásico, se me hizo
muy curiosa la percepción que plasmó Homero sobre la venganza, cuando Odiseo (Ulises) llega
a Ítaca, pues aunque Homero, como autor, plantea muchas enseñanzas morales en su obra, con
todas las tragedias que vive Odiseo y que logra superar gracias a la astucia y el culto a Palas
Atenea, esta venganza termina prácticamente sin consecuencias, pues la guerra, que se iba a
desatar por la masacre que cometió Odiseo, asesinando a todos los pretendientes de su esposa
Penélope, es detenida por intervención divina. Es por esto por lo que, inspirado en las crónicas
rojas de la violencia en Colombia, que sigue impune, decidí explorar la historia del regreso de
Odiseo desde la perspectiva de uno de los dolientes de esta masacre, en este caso Pólibo, padre
de Eurímaco, el segundo pretendiente asesinado por el héroe de La Odisea. Mi propósito en esta
empresa es explorar una faceta más compleja de la psiquis de los personajes de la obra, desde el
estilo y vocabulario encontrado en una de las traducciones del libro, es decir, intentar construir
unos personajes más humanos, de acuerdo a las percepciones contemporáneas relativas a la
complejidad de las personas, desde el estilo de Homero, lo que implica alejar al texto de su fin
educador y moralizante, y convertirlo en la mejor muestra posible de la complejidad emocional
de un ciudadano griego del siglo XII a.C.

Teniendo en cuenta la enorme magnitud que implica analizar la mente y las emociones de
una persona, este escrito se centrará en evidenciar lo más fielmente posible el duelo vivido por
un padre al perder a su hijo y ser incapaz de reclamar justicia, teniendo en cuenta el contexto en
el que se desarrolla La Odisea y la forma en la que escribía Homero, además de utilizar las
herramientas y la “fórmula” de la crónica roja.
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Para explorar todos estos aspectos, el texto se planteará como una crónica, en la que el
narrador planteará un primer contexto llegando a Ítaca, y se entrevistará con Pólibo, para que
este nos muestre el contexto social y cultural de la ciudad, guiándonos por ella mientras nos
habla de sus costumbres y del trabajo que desempeña, hasta el punto de la conversación en la que
Pólibo evoque a su hijo y dé los primeros indicios de lo ocurrido, para que finalmente nos cuente
los hechos de una manera cruda. Sin más que decir, empezamos ahora:

“Viajé a Ítaca en verano, inspirado por musas y bendecido por los dioses, los rayos de Helios
me mostraron el camino. Con propósito de conocer la tierra del gran andador de caminos, del
divino sufridor Odiseo, me embarqué con rumbo al sur, atravesando más allá los mares de
Lestrigones, sirenas, lotófagos y bestias insaciables. Llegué a la costa norte de la ciudad, como
todo un desconocido, admirando paisajes impropios, tierras extrañas, pero bañadas por el cálido
Helios y cubiertas de la límpida brisa que corre desde los mares de Poseidón. Desde la costa se
apreciaba en lo alto de los riscos el gran palacio de Odiseo, resplandeciente y bien construido, se
erguía imponente sobre la ciudad de Ítaca. Atravesé las calles blancas de la ciudad y el mercado,
surtido de pescados de todas las especies y frutas de todo tipo, pero de entre todas las tiendas,
una llamo mi atención, en la esquina izquierda del gran mercado se asomaba una pequeña tienda,
que desprendía un penetrante olor a vides, al parecer era un llamado de Dionisio para rendirle
tributo, y como bien me enseñaron mis oráculos, al llamado de los dioses nunca se le puede
renegar. En la tienda de penetrantes vides atendía un viejo de gran barba blanca y mirada de
melancólica tristeza, vendía delicados collares de cobre y coloridas mantas, y atrás de él
reposaban grandes cráteras llenas de vino y de vides aún por machacar. Me presenté a aquel
viejo de gran barba blanca y así me habló: “Forastero, sentid el aire de Ítaca que te recibe con
hospitalidad, mi nombre es Pólibo, padre de Eurímaco, mercader de baratijas y de buen vino,
bebed de esta copa a mi nombre y levantadla por Dionisio y Zeus”. Ante gran hospitalidad,
agradecí al viejo Pólibo y brindé con él en nombre de los dioses.

Mientras la Nicte llegaba y el mercado se iba apagando, brindaba una vez más con el viejo
Pólibo, alzaba la copa con dejos de tristeza, aunque el vino lo animaba a hablar más y más: “Oh
forastero, bajo el calor embriagante de las vides de Dionisio y la Nicte oscura y estrellada se pasa
mejor la vida, venid conmigo forastero a mis aposentos, para que podáis pasar la fría noche bajo
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el calor del hogar y podáis comer, aunque solo humildes platillos os puedo ofrecer”. Con grande
agradecimiento acepté y acompañé al viejo Pólibo a su hogar.

Su casa se erguía marchita en el centro de la ciudad, parecía solo la sombra de lo que antaño
fueron prósperos aposentos de nobles y valientes. La fachada de la casa era melancólica y vieja,
como el mismo Pólibo, se hallaba ya raída y descansaba exhausta en el suelo, muriendo
lentamente. Entramos a la triste morada, Pólibo me condujo al amplio comedor, donde solos los
dos comimos queso, pan de centeno con suero de cabra y un poco de la carne que le quedaba a
mi anfitrión. Tras reposar la cena Pólibo sirvió vino y brindó con voz de alegría, pero con sus
mismos ojos melancólicos: “Levanto por ti esta copa Zeus, aunque tratos injustos haya recibido,
por ti Zeus sigo brindando, con lo último que me queda, con lo poco que ahora tengo, pero con
una buena compañía esta noche, que se apiadó de este pobre viejo y levanta conmigo esta copa
hacia ti, Olimpo cruel y despiadado”. Pólibo acabó rápido su copa, me indicó donde podía
dormir y se fue a su lecho, con el cuerpo pesado y paso lento. Comprendí que el viejo no quería
hablar más sino hasta el Eos, así que dormí acompañado de Morfeo.

Al salir Eos desperté, el viejo Pólibo ya se había vestido y me esperaba para desayunar, me
compartió un trozo de pan de cebada humedecido en vino y un par de higos que le quedaban.
Tras el desayuno me contó un poco sobre los quehaceres en su tienda y el como aprendió a tejer
los telares cuando su esposa falleció. Después me preguntó: “Perdonad forastero si resulto
impertinente, pero debo preguntaros que buscáis en Ítaca”. Mi respuesta fue sencilla, pues solo
quería conocer la tierra del divino sufridor Odiseo, del que pesan numerosas historias de
increíbles hazañas y batallas legendarias, pero a mi respuesta la mirada melancólica de Pólibo se
amargó. Me dijo: “Forastero, las leyendas construyen grandes guerreros, pero también ocultan
verdades, y sobre Ítaca pesan muchas y muy grandes leyendas… Pero este pobre viejo no desea
seros misterioso ni menospreciaros vuestros deseos, si no os importa hacerle compañía a este
pobre viejo, con gusto os enseñaré la ciudad, os mostraré las calles, os instruiré en la fabricación
del vino”. Frente a esa petición me resulto imposible negarme y salí junto al viejo a conocer la
Ítaca de las leyendas y de los extraordinarios relatos. La primera parada fue la plaza de la ciudad,
lugar de sabios, de política, de educación y de verdades, donde me explicó que era el lugar donde
los maestros de la lengua se reúnen para discutir las cuestiones del estado y de la educación.
Luego Pólibo me llevo al teatro, lugar de fiesta, de culto y de catarsis; me explicó cómo se
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representa al teatro y como los hombres usan diversas máscaras para distorsionar su persona y
ser poseídos por diferentes seres. Después me llevó a unos riscos donde pude apreciar todo el
blanco esplendor de Ítaca, brillando como perlas de Afrodita y adornando el reino de Poseidón.

Transcurrida la mañana, Pólibo me llevó a su tienda, donde me explicó de qué manera


aplasta y machaca las vides, para extraer su glorioso néctar y poder crear delicioso vino para los
simposios, me enseñó a calentarlo, a combinarlo con especias y a verterlo en las cráteras. De
nuevo brindamos con cálices de bronce, pero la voz del viejo Pólibo se notaba más melancólica y
triste que antes: “Conque me atormentas Zeus aún en los momentos felices, aún en grata
compañía me envías a la Mnemosine de mi querido hijo Eurímaco, a quien enseñé el arte de las
vides, el arte de la espada, a quien crecí con fortaleza de guerrero y valentía itacense, a quien no
pude dar justicia por los designios de tu hija Zeus y su protección al tirano sufridor que gobierna
estas tierras”. Pólibo tragó rápido su vino, y se sirvió más, turbado, abatido, amargado y en
cólera, tragó rápido y se sirvió más, mientras se lamentaba así: “Vino del Leteo, dulce néctar de
las vides, hazme olvidar esta pena, pues ya no la puedo cargar más”. Y así siguió el pobre viejo
Pólibo, tragando rápido y sirviéndose más néctar de vides, abatido hasta la llegada de Nicte,
cuando cayó dormido, en el letargo embriagante de Dionisio. Cargué al pobre viejo hasta sus
aposentos, mientras meditaba sus palabras y recordaba aquella historia de la batalla legendaria de
Odiseo contra los pretendientes de Penélope. Dejé al viejo descansar y me acosté en otro lecho
de aquella casa melancólica y vacía, que ahora me evocaba las mnemosinas del propio Pólibo.

A la llegada de Eos el viejo Pólibo despertó, lo ayudé a levantarse, a lavarse la cara en la


pileta y le di un poco de pan con suero de cabra, un par de horas después el viejo se incorporó y
me pidió que lo acompañara: “Forastero amigo, compañía de este pobre viejo, venid conmigo
que os mostraré esa legendaria historia de esta Ítaca maldita, acompañadme con energías que el
viaje es fatigoso y triste”. Acompañé al viejo Pólibo sin hablar, salimos de la ciudad, dejando
atrás ese límpido blanco ilusorio de la ciudad de extraordinarias historias, nos adentramos en el
verde bosque, que servía de sombra contra los fuertes rayos de Helios y caminamos un par de
estadios más dentro de este. Llegamos entonces a un claro, que guardaba en su centro una gran
roca adornada con dijes de bronce y bellas flores, caminamos hacia ella y el viejo Pólibo se
arrodilló: “Oh Eurímaco hijo mío, promesa de Ítaca, la venganza de sangre aún no te llega, por
maldición de los dioses estás condenado hijo mío, por designio de Palas Atenea aún no puedo
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honrarte”. El viejo se levantó con la mirada baja y me extendió la mano para que me acercara,
caminó hacia la izquierda del claro y entre los árboles me señaló con amargura hacia los riscos,
donde se levantaba imponente el gran palacio de Odiseo, y el viejo Pólibo me dijo así: “En ese
risco, forastero amigo, descansa la leyenda, el divino, el grande Odiseo, el tirano, quien al volver
a Ítaca reclamó con derecho su hogar, tomando la vida de inocentes, el tirano no escuchó a mi
hijo, no escuchó sus disculpas, sus palabras de expiación, atravesó su pecho con una lanza,
derramando su sangre como se derrama el jugo de las vides para hacer el néctar, haciendo nublar
sus ojos como se nublan los míos al embriagarme para olvidar, en ese risco descansa el tirano,
que guardó el cuerpo de mi hijo, negándome el darle descanso, y al que Palas Atenea protege
para que no podamos vengar la sangre de nuestra sangre, en ese risco, forastero amigo, descansa
quien solo muriendo le dará paz a este viejo y limpiará por fin los pecados que pesan sobre la
legendaria Ítaca”.
Leonardo Echeverri Barbosa - 22182503915 de agosto de 2019

REFERENCIAS

Homero, (Siglo VIII a.C.). La Odisea, Grecia Antigua, Adaptación y Traducción de: Biblioteca
Digital ILCE.

Ortíz, A., (2015). Viaje a la Antigua Dieta Griega. España: Comer o no comer. Recuperado de:
https://comeronocomer.es/entrevistas-mitologicas/viaje-la-antigua-dieta-griega

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