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Universidad de Santiago de Chile

Facultad de Humanidades
Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales
Identidad, raza y género: claves del movimiento afrolatinoamericano en el Cono Sur.

Control II:
Colonialismo, raza y movimientos afrolatinoamericanos

Estudiante: Cristóbal Fuenzalida Pinto

Profesor: María Elena Oliva Oliva.

Santiago de Chile, 4 de enero de 2019


I.- ANALICE EL VÍNCULO ENTRE RAZA Y COLONIALISMO EN AMÉRICA
LATINA.

Para entender el colonialismo en América Latina, debemos entenderlo como un


proceso en conjunto con el imperialismo, en donde las ansias de expansión imperial a
través de la conquista y dominación de nuevos territorios. Una de las principales
motivaciones que los imperios europeos dieron a entender para expandir su dominio fue la
civilización, una categorización entre las configuraciones culturales de las sociedades a
nivel del mundo los llevo a determinar que los países fuera de Europa necesitaban ser
civilizados, ya que poseían categorías culturales inferiores a ellos y por ende las personas
que los habitaban eran inferiores.

Es así como los países europeos justifican la invasión a otros territorios, en el caso
de África fue aún peor que en el caso americano, esto debido a que los habitantes de la
África subsahariana fueron esclavizados y vendidos. ¿Pero cómo surge esta idea de que los
africanos, solo por el hecho de serlo, son inferiores? Aquí es donde entran en juego dos
conceptos esenciales para entender esto: Raza y Etnia. Uno comúnmente asocia el concepto
de raza al color de la piel y los elementos fenotípicos de las personas, pero la idea de raza
ha ido mutando con el paso del tiempo (Wade, 2000). No podemos entender la idea de
cómo fue dotada en sus principios en el siglo XVI (Wade, 2000: 12) a como la entendemos
el día de hoy y tampoco podemos disociar los elementos culturales, normalmente asociados
a lo étnico, de la idea de raza.

La idea de raza en un principio la veíamos como un sinónimo de linaje, como


elementos comunes de un grupo de personas que compartían un ancestro común y
compartían características transmitidas por la sangre. Es por esto por lo que no solo los
elementos fenotípicos son los que se transmiten por herencia, sino que elementos culturales
y hasta psicológicos, “lo que denominaríamos como facetas culturales y físicas se
presentaban juntas, pues no se veían necesariamente como muy diferentes, sino que lo que
ahora llamaríamos rasgos culturales se veían como ‘naturales’. Tales diferencias se
naturalizaban sin biologizarse” (Wade, 2000: 13).

De esta forma vemos como la idea de raza en un principio no se veía como algo
desde la discriminación, pero si selectivo, es decir, la idea de raza en un principio era más
utilizada para seleccionar rasgos comunes que para discriminar entre elementos biológico-
sociales entre diferentes sociedades/culturas/fenotipos físicos. Para llegar a la actual
concepción de raza, hay que aproximarse a la idea de civilización y características
culturales de lo europeo a partir de su moralidad. ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Qué
es lo civilizado? ¿Qué es lo incivilizado? A partir de este proceso dialectico podemos llegar
a determinar una asociación entre la idea de raza y la discriminación racial. Normalmente
lo bueno está asociado a la luz, a lo claro, a lo blanco, esto también adoptado desde una
moral judeo-cristiana, asociado a la paz, a lo divino. Por otro lado, lo malo esta asociado a
lo oscuro, a las penumbras, a lo negro, y nuevamente desde la moralidad judeo-cristiana, lo
malo esta asociado a la muerte, a lo demoniaco, lo pagano, todo lo no cristiano. Wade
(2000) nos otorga elementos para aseverar esto, ya que “en la teología medieval, lo negro
se vinculaba a menudo con el demonio y el pecado, y los africanos frecuentemente se
tenían por inferiores” (p. 14)

Europa y sus componentes, al considerarse la mayor civilización del mundo


conocido (y desconocido también) y ser los portavoces de la única religión que puede
aceptarse (la religión cristiana), se asocia a la civilización como un símbolo de lo bueno,
todo lo no civilizado es malo, tiende a ser vicioso, salvaje, inmoral. De esta manera los
elementos afro, tanto culturalmente como físicamente pasan a ser la representación de lo
inmoral, lo negro, lo no civilizado ni cristiano, y deben ser sometidos, y pueden ser
esclavizados ya que se está librando una “guerra justa” (Wade, 2000:36), cuyo fin es la
civilización de ellos.

Es así como vamos avanzando a una nueva concepción de raza, en donde los
elementos físicos pasan a conformar características psicológicas y morales, los “negros”
son menos civilizados, son inmorales, no son cristianos y estas concepciones se comienzan
a mezclar con el racismo científico, en donde mediante estudios de medición de cráneos se
determina que entre mayor capacidad craneal, mayor capacidad de raciocinio, lo cual viene
a “confirmar” las teorías de que los elementos caucásicos se imponen racionalmente y
civilizatoriamente a las características geneticas fenotípicas de las personas afro. Con los
años esto fue totalmente desmentido, pero durante mucho tiempo el racismo científico
(Wade, 2000) tuvo un peso importante en la legitimización de la hegemonía racional de los
componentes caucásicos de todas las sociedades occidentales.

De esta manera se justificaba en las colonias el uso de elementos afro como


esclavos, ya que solamente eran utilizados como elementos de trabajo forzado, en donde
sus capacidades psicológicas y culturales eran invisibilizadas. Es así como el racismo y la
idea de raza contribuye a un proceso colonizador, pero no solo desde una perspectiva de
justificarlo, sino que se construye a través de un proceso dialógico, en donde a partir de los
procesos de colonización imperial, se fue construyendo la idea de “el otro”, el “no blanco”
como elementos inferiores en todos sentidos. Aquí es donde los elementos culturales y
biológicos se comienzan a entremezclar. Normalmente asociamos el concepto de etnia con
las características culturales de una sociedad determinada, geolocalizada de manera
específica. En este sentido Wade viene a definir etnia como la geocultura de los pueblos
(Wade, 2000:26), pero al igual que la idea de raza, viene asociada a categorías de poder, en
donde una etnia es definida comúnmente como algo inferior, con un nivel de civilización y
extensión menor a la otorgada a un estado-nación.

En este sentido no podemos disociar la conexión existente entre la idea de raza y


etnia, sobretodo al analizarlo desde una perspectiva racista, en donde las características
biológicas de raza están asociadas a elementos culturales de las personas. En este sentido
durante el periodo colonial, la idea de raza y etnia se vio asociada de tal manera, que al
momento de desarrollarse la “conquista” de nuevos territorios, se asoció las características
biológicas asociadas a la raza con su nivel de desarrollo cultural (asociado a lo étnico) y por
ende civilizatorio. En el caso de América, los esclavos traídos desde África, despojados de
su condición humana, y entendidos dentro de una condición de salvajes que debían ser
dominados, se contrapone con la concepción de los indígenas, ya que los componentes
europeos al encontrarse con “civilizaciones” como la Azteca o la Inca, cuestionaron la
categoría de los indígenas como seres no racionales (Wade, 2000:37) (si bien en un
principio se consideraba a todo indígena que se resistiera al dominio español como
elementos a esclavizar (Wade, 2000: 36)). Para los africanos y sus descendientes “había
poco que cuestionar respecto a la legitimidad de la esclavización. Existía una provisión
legal para la manumisión (la libertad individual), que se reflejaba en el concepto de
esclavitud como una condición temporal … Pero no fue sino hasta que la esclavitud fue
cuestionada como institución y desmantelada al principio del siglo XIX que se empezó a
liberar negros” (Wade, 2000:37).

En este sentido vemos como la categoría de raza se constituyó como un elemento


central en las relaciones de poder a través de la conexión entre el color de la piel, los
elementos biológicos y la características culturales de las personas durante la época
colonial, pero a la vez, la idea de raza y la inferioridad de la raza negra, ayudo a que luego
de que se aboliera la esclavitud, una vez superada la época colonia, la idea de raza
perdurara, y a su vez perdurara la idea de inferioridad de las razas no caucásicas, de esta
manera manteniendo una relación jerarquizada de las sociedades latinoamericanas y en
donde los componentes afro seguían destinados a ser mano de obra barata, manteniendo las
relaciones coloniales de dominación a través de la idea de raza. De esta manera en América
Latina, el principal vínculo que hay entre raza y colonialismo, es la concepción y
vinculación de la idea de raza a través de las relaciones de poder asimétricas, jerárquicas
que derivan en lo que es el racismo y la inferioridad de la raza negra por sobre las demás,
para legitimar en un principio y luego, como aparato de continuación de la dominación por
las elites caucásicas dominantes.
II.- ANALICE LOS PRINCIPALES ANTECEDENTES DE LOS MOVIMIENTOS
AFROLATINOAMERICANOS EN EL SIGLO XX, CONSIDERANDO LAS
DIFERENCIAS Y CONTINUIDADES DE LOS DOS PERIODOS REVISADOS.

Los movimientos afrodescendientes en América tienen su génesis antes del S.XX y


se dan principalmente como movimientos de liberación de sus amos imperiales, “las
comunidades cimarronas son uno de los más claros y antiguos ejemplos de
insubordinación, resistencia y rebeldía ante el sistema colonial, y por extensión a la cultura
y vida en sociedad impuesta por Europa” (Oliva, 2014: 37-38). Ya para el S.XX la mayoría
de los países de latinoamérica estaba por celebrar su centenario de independencia, el caribe
aún se encontraba en condiciones de colonias europeas, a excepción de Haití (1804) y
República Dominicana (1844).

En este sentido, vemos como en una primera instancia, los movimientos


afrodescendientes estaban ligados a una idea de colonialismo y de relaciones de poder amo-
dominado, por lo cual apuntaban con miras a una independencia. Desde un punto de vista,
se puede ver como los esclavos buscan liberarse del yugo del esclavista, un claro ejemplo
de esto es como se mencionó anteriormente, las comunidades cimarronas y quilombos
significaban un punto de resistencia en contra de la institución esclavista, al ser
comunidades que participaban como concentraciones de afrodescendientes que escapaban
de su condición de esclavo.

Así, los movimientos afrodescendientes antes del S.XX se definían en torno a la


rebeldía a la esclavitud, ya sea vista al sistema esclavista en si, como al sistema
imperialista, como es el caso de la rebelión afrodescendiente en contra del imperio Frances
en Saint-Domingue, lo cual culminó en 1804 con la independencia de Haití.

Es por esto que podemos ver como las transformaciones durante el S.XX giran en
torno a la creación de los estados-naciones, pero más sencillamente, “en el intento de
esbozar una identidad nacional distintiva, se podría hacer referencia (o no podría evitarse
hacerla) a las raíces históricas de la nación. Desde los años 20 del presente siglo, los
indígenas se convirtieron en un símbolo fundamental de la identidad nacional” (Wade,
2000: 43), en este sentido, los movimientos afro en América Latina (principalmente en el
caribe) se enfocaron en encontrar una identidad propia, mediante el reconocimiento y
búsqueda de sus raíces en África.

En este sentido, los movimientos afrodescendientes a principio del siglo XX,


principalmente a nivel académico, buscaban, como en el caso de Price Mars, el cual
“apelaba a la necesidad de sostener una mirada histórica y sociológica propiamente
haitiana, deprendida de los ojos coloniales franceses” (Oliva, 2014: 39). En este sentido,
podemos ver como la identidad es tomada principalmente desde una perspectiva
esencialista (Briones, 2007), en donde si bien, se intenta la construcción y delimitación de
una perspectiva identitaria propia, se busca a través de la definición de lo que no es el otro,
siguiendo las lógicas del pensamiento moderno, pero desde una mirada de los ahora,
“insubordinados” (viéndolo desde una perspectiva de su independencia del imperio
Frances).

Por otro lado, vemos que la configuración identitaria también se hace desde adentro,
ya que François Duvalier “reivindicó al negro como un sujeto histórico portador de una
cultura propia e igualmente legitima, y particularmente a los haitianos como una
comunidad conformada por una doble herencia: francesa y africana” (Oliva, 2014: 40). Lo
cual nos lleva a ver como la configuración de una identidad en el caso de Haití, va de la
mano con un análisis de lo que es la cultura africana y una introspección de lo que
significaba ser haitiano, no solo desde una perspectiva que mira hacia África, sino también
a su herencia occidental en Francia.

Las ideas raciales por otro lado permearon fuertemente en otros países como
Jamaica, en donde la sociedad de la época “se encontraba aun fuertemente marcada por las
diferencias sociales según la raza, a pesar de que no existía una raza blanca dominante y
una negra dominada, sino un abanico de categorías” (Oliva, 2014: 41). Dentro de este
panorama Marcus Garvey intenta desarrollar su movimiento migracionista marcadamente
afrocentrista, el cual se basaba principalmente en una visión de regreso al África, cuna de
sus ancestros y lugar al que pertenecen, donde deben crear su propia nación (imperio)
negra.

A partir de estas ideas es que se comienza a dar luces de lo que posteriormente se


conocería como el movimiento literario negrista, en donde se “incorpora como tema y
material de inspiración para sus creaciones el mundo cultural del negro como nunca antes
se había hecho” (Oliva, 2014: 43). Integrando de esta manera, elementos culturales afro al
mundo literario en donde se comunicaba de una u otra manera se describe el mundo de las
colonias en que se vive, en donde se entremezcla los elementos afro con los europeos,
dándose de esta manera una expresión de la cultura afrodescendiente, sus problemas y
visiones, diferentes de lo que es la cultura europea y norteamericana, una visión cultural y
de vida mestiza.

Así es como podemos ver que los movimientos afrodescendientes desde sus
antecedentes como movimientos insurreccionales antiimperiales, y por, sobre todo,
antiesclavistas, configurándose como movimientos descomunicados entre sí en las colonias
de los imperios europeos. Pero esta evolución, desde las características de los movimientos
“independentistas” tanto hacia los imperios como a los amos, pasan a tener una connotación
de buscar una identidad propia, de sentirse diferentes a indígenas y europeos, y necesitar
una identificación como sujetos, respondiendo principalmente a la pregunta de ¿cuál es la
historia de mi pueblo? ¿qué es mi pueblo? A partir de estas interrogantes los movimientos
afro, busca responder a la idea de que somos, de dónde venimos históricamente, porque
somos lo que somos. Para ello debieron mirar a una de sus cunas culturales, África. En este
sentido vemos un desarrollo desde el solo hecho de combatir la privación de su libertad, a
una reasoción de si mismo como humanos civilizados, para ello debieron reconstruir su
identidad cultural, buscando los elementos desde sus bases culturales y practicas cotidianas,
identificándose de esta forma como afrodescendientes.

Pero hay un hecho transversal, una estructura que va más allá de la esclavitud, y
como se dijo en el escrito anterior, tiene una base colonial: el racismo. A partir de la
relacion dialéctica que propone el racismo de superior-inferior, de civilizado-incivilizado,
de blanco-otros, de bueno-malo, es que los movimientos afrodescendientes se identificaron
a su vez desde la otredad y buscaron identificarse desde esta perspectiva, desde una visión
no blanca, desde una visión negra, lo cual se tradujo con el tiempo en el orgullo negro. En
el caso de los movimientos afrodescendientes, se tradujo en una cosmovisión mestiza y en
algunos casos, afrocentrista, viéndose como el elemento a destacar dentro de sus
características culturales el legado africano.

Es así como dentro de los movimientos afro podemos ver que hay una definición
identitaria, no solo desde los elementos culturales, sino que, desde una perspectiva
académica, que busca apartarse de una visión europea, “una redefinición de la modernidad
alejada de lo blanco y en dirección a lo hibrido, un movimiento que anuncia los debates
más posmodernos, abiertos también a la naturaleza hibrida de latinoamérica” (Wade, 2000:
45)

Referencias:
- Briones, C. (2007). “Teorías performativas de la identidad y performatividad de las
teorías”. Tabula rasa 6. p. 55-83.

- Oliva, E. (2014). “El Caribe de raíces africanas”. La negritud, el indianismo y sus


intelectuales: Aimé Césaire y Fausta Reinaga. Santiago de Chile. Editorial
Universitaria. p. 36-49.

- Wade, P. (2000). Raza y etnicidad en Latinoamérica. Quito, Ecuador. Ediciones


Abya-Yala. Capítulo 1 y 2.

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