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EL ORDEN DE LAS VERDADES CATÓLICAS

CAPÍTULO 1:
LA VERDAD DE LOS MISTERIOS CRISTIANOS
1. «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y
manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1,9): por Cristo, la Palabra
hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el
Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Ef 2,18; 2 Pe 1,4). En esta
revelación, Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido de amor,
habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15,14-15), trata con
ellos (cf. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía. El plan
de la Revelación se realiza por obras y palabras íntimamente ligadas [...]
La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite
dicha Revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda
la Revelación» (Dei Verbum 2).
2. Con el párrafo citado la constitución Dei Verbum ofrece una visión
de conjunto de lo que es la Revelación. Es preciso ahora ir detallando
algunos de sus elementos y de sus presupuestos: sin la posibilidad de
llegar a conocer y hablar de Dios con nuestro lenguaje el párrafo citado
carecería de sentido. Al mismo tiempo la Iglesia también recordó que
en esta comunicación con Dios que nos ofrece Jesucristo llegamos a
conocer el misterio de Dios en un nivel que supera las posibilidades
de la razón. Por otra parte hoy resulta particularmente urgente insistir
en que la plenitud de la Revelación se encuentra en Jesucristo, sin
que deba ser complementada por otras religiones, y en este sentido es necesario
determinar bien la manera de acceder a esta Revelación y de
profundizar en ella.

a) Un lenguaje sobre Dios limitado pero verdadero (CEC 27-49)


3. En la Sagrada Escritura aparece en varias ocasiones explícitamente,
y siempre como presupuesto, que el lenguaje humano, aun con muchas
limitaciones, puede hablar de Dios con verdad. Esta enseñanza
la explicitó con particular claridad el Concilio Vaticano I (1870), ya
que condenó la a5rmación siguiente: «Dios vivo y verdadero, creador y
señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la
razón humana por medio de las cosas que han sido hechas» (DH 3026).
Se trata de un conocimiento bastante limitado, pues, como recordaba
en la Edad media el Concilio de Letrán IV (1215) «no puede a5rmarse
tanta semejanza entre el Creador y la criatura sin que haya de a5rmarse
mayor desemejanza» (DH 806).
4. La razón de lo dicho antes es que la criatura participa del ser de
Dios, pero de una manera muy lejana de su plenitud. Por eso podemos
conocer a Dios partir de la creación pero de una manera denominada,
en lenguaje técnico, análoga. Esto, en pocas palabras, quiere decir que
sobre Dios podemos hacer a5rmaciones verdaderas, pero muy limitadas,
por ejemplo, podemos decir de Dios que es bueno, pero su bondad
es muy superior a cualquier bondad que encontremos en las criaturas.

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