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La importancia de la nueva retórica en el desarrollo de habilidades argumentativas

Los plagios, las lecturas mediocres, los textos mal redactados son una problemática notoriamente extendida en el

campo de la educación universitaria; son producto de malos hábitos de lecto-escritura, herencia de procesos

educativos anteriores que no podemos desconocer ni desatender. Las causas de estos hábitos son múltiples. Una

de las causas más evidentes consiste en tomar la lectura como un simple proceso de desciframiento de códigos

estandarizados, lo cual repercute hondamente en el empobrecimiento de la competencias interpretativas y, por lo

tanto, comunicativas de los estudiantes. Así, un mal lector es un lector que no va más allá del texto, que se limita a

repetirlo, a veces ni siquiera satisfactoriamente. El estudiante no ve los problemas que el texto plantea y por ello,

no ve las soluciones o, dicho en otras palabras, no ve los argumentos y por lo tanto, no sabe a qué cuestiones

responde el autor. Esto se refleja claramente en los seminarios, en los que precisamente se busca desarrollar el

juego de dar y pedir razones, de leer críticamente y escribir argumentativamente. Pero, los resultados no siempre

son satisfactorios. Entonces, la pregunta es: ¿queremos graduar profesionales analfabetas? Asumo que la

respuesta es negativa.

El propósito de este brevísimo ensayo es hallar una posible salida acerca al problema mismo de qué significa

saber leer o en qué consiste ser un buen lector-escritor. Para ello, es necesario desarrollar mecanismos que

permitan la enseñanza y el desarrollo de habilidades comunicativas basadas en el modelo de la lectura

argumentativa, lo mismo que para el caso de la producción de textos. Pienso que los nuevos desarrollos en la

teoría de la argumentación son herramientas útiles a la hora de enfrentar la mala lecto-escritura. Tales desarrollos

se conocen como la nueva retórica, desarrollada por Perelman y Olbrechts Tyteca. Tal propuesta permite

establecer y reevaluar el papel de la retórica a lo largo de la historia, pues tradicionalmente se veía el arte de la

retórica como el arte de engañar y de mentir. Ambos autores muestran las diferencias entre argumentación y

demostración formalmente correcta, aunque Aristóteles mismo ya diferenciaba ambos tipos de discursos: el

argumentativo y el demostrativo. Tradicionalmente se ha supuesto que los cursos de lógica simbólica o lógica

formal pueden dar cuenta de dicho problema. Pues simplemente con formalizar los argumentos y ver las

conexiones lógicas entre las premisas y la conclusión, es suficiente para comprender la riqueza semántica y

pragmática de un texto. Lo erróneo de este enfoque tradicional es que no tiene en cuenta los diversos contextos

de enunciación, las intenciones del hablante-escritor, las intenciones del lector-receptor y toda una serie de

relaciones pragmáticas, no reguladas por normas fijas y que condicionan el significado de las palabras, que hacen

posible la comunicación de forma plena. No es posible comprender un texto si no se lo lee argumentativamente

desde una mirada hermenéutica complementaria: la retórica siempre será el arte de argumentar con el fin de
persuadir a un auditorio de que una creencia es mejor que otra, mientras que la hermenéutica le permitirá al

estudiante desarrollar el arte de interpretar textos en un contexto distinto al del autor y al del auditorio original al

que iba dirigido.

El objetivo de la nueva retórica, tal y como lo expresa Perelman en El imperio retórico, es recuperar el sentido

original de la retórica antigua: desarrollar una serie de tópicos o lugares comunes a partir de los cuales es posible

argumentar y convencer a un auditorio. El estudio de dichos tópicos enriquece las capacidades argumentativas e

interpretativas del lector al mostrarle que el objetivo de todo discurso es persuadir. Incluso, la lógica misma

presupone la noción de persuasión, pues sin ella no habría demostración al no haber acuerdo acerca de los

axiomas. El olvido de la retórica trajo como consecuencia que el estudio de los recursos expresivos de un lenguaje

se dejara de lado y, por lo tanto, la lectura crítica y profunda de un texto fuera una imposibilidad Al carecer de las

herramientas que la retórica proporciona, el lector no puede sino hacer una lectura limitada y pobre del texto.

Pues, no conoce los matices, las técnicas y las figuras retóricas con las que fue exquisitamente escrito, que son

condición de posibilidad para su interpretación y hallazgo de sus argumentos que no están basados estrictamente

sobre los cánones de la lógica tradicional. Ello también permitirá al estudiante ver la inmensa riqueza que la

literatura representa en el ámbito argumentativo y comprenderá que Los hermanos Karamazov, además de ser

una excelente novela, es una obra de argumentación moral que expresa las profundas y polémicas reflexiones

éticas y religiosas del siglo XIX.

Lo verdaderamente importante de la nueva retórica, es la capacidad que tiene los estudiantes de poder influir

sobre los demás (su auditorio), poder modificar sus convicciones y poder lograr, sin necesidad de coacción, la

adhesión a ciertas opiniones suyas o el rechazo a ellas. Con ello, habrá aprendido una de las cualidades más

valiosas que definen la vida en comunidad: la capacidad de dar razón de sus actos como de escuchar las razones

del actuar del otro. Habrá aprendido que la verdad es un asunto más de consenso que de correspondencia con la

realidad, sobretodo cuando se discuten temas morales, religiosos y políticos: en dichos ámbitos no hay verdades

gravadas en piedra que sean anteriores a la argumentación y a la libre discusión. Sin tales elementos privaremos

al estudiante de la única manera de averiguar la validez de sus creencias a la luz de la discusión sin coacciones y

del diálogo. Lo privaremos de ser una voz crítica, de ser un ciudadano.

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