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El héroe embaucador

“La civilización democrática se salvará únicamente si


hace del lenguaje de la imagen una provocación a la
reflexión crítica, y no una invitación a la hipnosis”,
Umberto Eco

Si no lo vemos con detenimiento, se nos escapa. Es una impostura. Engaña con su apariencia de
verdad. Parece estar ahí, pero se trata de una ficción que adquiere dos formas expresivas: la
fantasía de lo hecho y la simulación. Me refiero a una de las prácticas culturales nocivas cuyo
camuflaje la hace digna de elogio por medio de la propaganda, y sin embargo es una impostura:
el hacer ficcional. Parece como si, pero no es, o digamos que existe en tanto narrativa
propagandística. Su fuerza deriva de su propia impostura; es un tipo de hacer para no hacer lo
que se requiere. Actúa como una niebla retórica que brinda confianza pues se presenta siempre
como afirmación de acción. ¡Cuántas veces se repite: “eso ya está atendido”! Los políticos no
cesan de adularse con el: “Estamos trabajando arduamente”. Conmueve lo laborioso, afanoso,
intricado de la gestión reclamada casi con heroicidad, aunque sea una nimiedad o algo sin
consecuencias, que no sea su propia justificación.

Forma parte del arsenal de recursos de difusión, no solamente de la maquinaria política sino de
los circuitos institucionales administrativos. Sorprende la cantidad de autoestudios que son
verdaderas piezas fantasiosas destinadas a cumplir con requisitos creando la falsedad de que se
ha resuelto o se está en vías de resolverse una situación adversa. Tiene la forma de tramitar
información que asegure un orden de cosas en forma de justificación. Se trata de un mensaje
destinado a apuntalar lo existente, a crear receptores e influir en conductas.

Los candidatos a puestos, en muchas instituciones, pasan por el falso filtro de consultas que
“aseguran la participación” cuando ya están designados y forman parte de los “nombrables”
por sus compromisos políticos. Esto ocurre en todo el espectro ideológico. El mensaje de
participación es una emboscada pues sirve, con la propia intervención de los interesados en
revertir el principio mismo de la consulta. Esta alquimia de la falsedad transita ampliamente por
nuestra cotidianidad y se vuelve algo normal.

Si la ética inmediatista, como vimos en el pasado artículo, con su “acción correctiva inmediata”
y el “parcho”, enfrentan la situación adversa sin entenderla como proceso ni ubicarla en el
contexto de una totalidad mayor y significativa del cual forma parte, el hacer ficcional es un
montaje fabulado que intenta convertir lo no existente en real. Su terreno es el de la pura
política en que la realidad es la percepción. En la ética inmediatista, si la Central produce
energía, no hay problema, aunque esté en terreno inestable, sus mecanismos sean obsoletos,
genere alta contaminación, presente una gran probabilidad de dejar de funcionar y cuando
ocurra algo, se “brega”. En esta modalidad se generan estudios, vistas, comisiones
-subcomisiones con informes- para luego terminar el informe mayor que se declara como
“material de trabajo” (eso es siempre un salvoconducto), y se contratan compañías asesoras
-de todo tipo—y consultores para finalmente reivindicar una acción, que al ser examinada se
trata de una farsa política. Hay veces que se anuncian “políticas”, como la de energía renovable
y desarrollo sustentable cuando la acción se dirige a abrazar la dependencia y tomar el rumbo
contrario. Se crean escenarios triunfalistas totalmente fantasiosos y claro, dañinos pues nublan
el entendimiento. Definitivamente hay una cierta estafa discursiva.

La fantasía de lo “hecho” es una imagen de la acción, y claro, en términos de significación, la


imagen se valida en sí misma, no tiene otro referente sino ella misma. Esto es así porque la
imagen se impone completa como veracidad. En muchas ocasiones se esgrime que una
situación ya ha sido atendida cuando en realidad no se ha pasado del simulacro, de una
intención o una promesa. El “se hará” se convierte en lo “hecho”. Las largas listas de logros son
muchas veces piezas propagandísticas, mensajes estratégicos para producir una percepción.
Preguntados sobre situaciones particulares a atender se indica, en una ingenuidad
sorprendente, “ya esto está en camino”, o “eso ya está hecho, lo que falta es …” o “eso va
adelantado”.

La simulación es uno de sus recursos. Aquí se ejecuta una acción que constituye un simulacro,
disponiendo de materiales, servicios y operaciones que no existen en realidad pero que indican,
como signos indéxicos, que se está haciendo lo requerido. Se representa una cosa fingiendo o
imitando lo que no es. Muchas obras públicas simulan ser una cosa, cuando en realidad son
parte de un andamiaje publicitario. El arquetipo de este entrampamiento es el famoso molino
de viento en San Juan que estaba ahí creando de forma deliberada una falsa impresión. ¡Se
parece tanto a la misma formulación semántica del Estado Libre Asociado!

La mitología nos deja la advertencia del dios Hermes, ladrón desde niño, encargado de
condiciones de paso e intercambio, mensajero y timador. Es un héroe seductor, ágil,
maquinador. Con su lira alucinante fue capaz de persuadir a Apolo de condonar el hurto. Ese
embaucador divino se mueve entre ámbitos diversos. El espejismo del hacer ficcional tiene una
musicalidad capaz de transportarnos desde el mundo real al del Hades donde habitan las almas
de los muertos.

Prof. Rubén Dávila Santiago

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