En el jardín, hay un árbol que todavía tiene hojas amarillentas en sus ramas, que se resisten a caer en el rastrillo del jardinero. En una de esas ramas se encuentra una solitaria hoja, con la mirada triste y con lágrimas en los ojos miraba hacia el cielo, esperando que llegara el viento que de su rama la arrancaría. Dijo para sí misma: “recuerdo esa primavera luminosa, cuando en un pequeño brote en el árbol aparecí, y crecía primorosa, de un bello traje verde me vestí. Se llenaba mi alma de los colores de las mariposas, mis oídos del trinar de los pájaros que entre las ramas sus nidos construían, cobijados por mi sombra y las de mis hermanas. Hago memoria de cuando el verano, de caricias cálidas nos envolvía y a otros brotes en flores de todos colores convertía. Ellas llamaban a las abejas, que en un arrullador zumbido venían a llevar el polen de sus capullos y una dulce miel fabricar. Cuantos lindos momentos llenos de alegría, niños que jugaban, abuelos que la tarde pasaban.”
Y ahora, la hoja se lamentaba: “mi tiempo ha llegado y el frio viento con mi
vida acabará”
Y de pronto, una suave brisa la envolvió y a su oído le susurro “vamos juntas
hacia el cielo a volar”
La hoja se empezó a elevar, danzando entre las nubes, su sonrisa se hacía
escuchar. Y el árbol orgulloso, a la nueva primavera se dispuso esperar, para contemplar nuevas hojas y flores nacer y nuevamente la vida alegrar. MORALEJA: la vida nunca termina y en otra generación su ser podrá continuar.