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Introducción
El naciente siglo XXI contempla el amanecer de una Medicina Universal integrada a una omni abarcante
Red de Redes en la que interactúan vigorosamente elementos y entidades antaño consideradas fruto de
la ignorancia y de la superchería.
Con los cada vez más potentes telescopios y microscopios los modernos alquimistas corroboran las
anatemizadas teorías de los antiguos alquimistas, entregados en cuerpo y alma a la Gran Obra en la que
tienen cabida, no sólo los pensamientos, emociones y sentimientos a la hora de modificar los patrones de
miedo seculares incrustados a sangre y fuego a modo de imprimatur indeleble en el código genético, sino
también la influencia vital de las radiaciones que emanan del Núcleo Central de la Tierra, de el Sol, de la
magnética Luna, de los planetas y de las diversas constelaciones consideradas también, hasta hace muy
poco, simples destellos y objetos de curiosidad intelectual para los astrónomos mecanicistas.
Siendo la Red de Redes la denominación asignada a nuestro actual medio de
comunicación más universal, es sólo un pálido reflejo de la inconmensurable macro
y microcósmica Internet que nos mantiene interconectados e intercomunicados con
el denostado AEther, glosado en la Tradición Antigua como el ETERNO o Pater
Omnipotens ahora bautizado con el aséptico nombre científico deCampo Punto
Cero, para mantener a la Ciencia lo suficientemente alejada de la sospechosa
Metafísica, madre/raíz de la Física Cuántica. ¡Qué paradoja!
Fernando Rivera Rojas, médico investigador de los métodos y técnicas de las Terapias Alternativas,
pretende llamar la atención a través del presente trabajo, y a la luz de la Biología Molecular y la Física
Cuántica, la improrrogable necesidad de actualizar los dogmáticos y reduccionistas conceptos con que
aun se define el funcionamiento de nuestros organismos, a pesar de la integral colaboración de disciplinas
científicas que antaño permanecían indiferentes unas de las otras.
La Física Cuántica será nuestro hilo conductor para hilvanar un relato coherente requerido en el diseño de
una Medicina Universal integrada al Todo, que sirve, además, como marco de referencia al trabajo
científico de Rivera Rojas narrado en un lenguaje asequible a profanos en Física Cuántica.
FISICA CUANTICA
Uno de los aspectos más misteriosos y fascinantes de la Física Cuántica ha sido la denominada
Interpretación de Copenhague a través de Niels Bohr. En sus experimentos, Bohr y Werner Heisenberg
pudieron darse cuenta de que un electrón no es una entidad definida sino que existe como un potencial,
una superposición o suma de todas las probabilidades hasta que lo observamos o medimos, momento en
el que se colapsa en un estado particular. Cuando dejamos de mirarlo o medirlo, el electrón vuelve a
disolverse en el Eter /Campo Punto Cero que alberga todas las posibilidades.
A este proceso se le conoce técnicamente como el colapso de la función onda donde función onda significa
el estado abierto a todas las posibilidades.
Desde Bohr y Heisenberg ha transcurrido un
largo trayecto pleno de experiencias
enfocadas en la mente y su plasticidad en
desarrollar infinitas posibilidades, sugiriendo
que el Ser Humano posee más capacidades
de las que se le ha atribuido hasta ahora.
Los físicos cuánticos descubrieron una extraña propiedad del mundo subatómico conocida como no-
localidad que significa la capacidad de una entidad cuántica, un electrón, por ejemplo, de influir
instantáneamente en cualquier otra partícula cuántica a cualquier distancia, a pesar de que no se produzca
ningún intercambio de fuerza o energía. Lo que significa que las partículas cuánticas una vez que han
estado en contacto retienen la conexión aunque se separen, de forma que las acciones de una siempre
influirán en la otra por muy separadas que estén. El propio Einstein se quedó corto ya que descalificó esta
“tenebrosa acción a distancia”.
La no-localidad hizo añicos los cimientos mismos de la física clásica. La materia ya no podía considerarse
separada. El axioma fundamental de Einstein no era correcto. A cierto nivel de la materia los electrones
podían viajar más deprisa que la velocidad de la luz. Y vuelve a surgir el ingrediente más esencial de un
universo interconectado: la conciencia viviente que lo observa. La física clásica consideraba al
experimentador como una entidad separada, un silencioso observador, tratando de comprender un
universo que seguiría adelante tanto si él lo observaba como si nó.
Poco a poco los físicos cuánticos desenredaban, de forma metódica, el galimatías de las partículas
subatómicas incorporando a la ecuación al observador con lo que se postulaba la existencia de una
relación participativa entre el observador y lo observado. Hasta el instante mismo en que las partículas
son “perturbadas” éstas sólo tienen cierta “probabilidad” de existir y el acto de observarlas y medirlas las
obliga a adoptar un estado determinado. Un acto similar a solidificar la GELatina
La visión newtoniana mantuvo nuestra “realidad” de mecano congelado hasta hace muy poco cuando el
Ser Humano, quien ha ido adquiriendo mayor conciencia, cae en la cuenta de que está inmerso en una
gran matriz, que interconecta la parte con el Todo desprendiéndose de las limitaciones impuestas a una
Ciencia centrada en la deformación de sus educandos con la consiguiente separación, aislamiento de los
individuos, impidiéndoles incorporarse al Todo siempre inherente de una Naturaleza demonizada y
estigmatizada por las religiones oficiales que, a sangre y fuego, redujeron a la Humanidad a un patético
despojo incapaz de poder manifestar su Esencia Primordial.
A pesar del férreo control de las fuentes de conocimiento universitarios por parte de las ortodoxas élites
científicas y religiosas, han ido surgiendo investigadores deseosos de explorar mas allá del mundo
considerado como ortodoxo, exploradores dispuestos a rasgar el velo de la terra ignota, aunque ser un
revolucionario en la ciencia actual es sinónimo de suicidio profesional.
En los medios siempre se anuncia y pregona la “libertad” de investigación, aunque la gran jerarquización
de la ciencia, junto al sistema de becas altamente competitivo y a los rígidos protocolos de supervisión de
las publicaciones, deja muy poco margen de expresión a mentes abiertas y brillantes.
MACROCOSMOS
Un Campo, entonces es una matriz o medio que conecta dos o más puntos del espacio, generalmente por
medio de una fuerza como la gravedad o el electromagnetismo.
La fuerza suele estar representada por ondas o por olas del campo. Un campo electromagnético es un
campo eléctrico y un campo magnético que interceptan y envían ondas de energía hacia afuera a la
velocidad de la luz.
Fue James Clark Maxwell quien propuso por primera vez que el Espacio era un éter de luz
electromagnética, teoría que prevaleció hasta 1881 cuando surgió Albert Michelson quien junto a Edward
Morley, profesor de química “demostró”, falseando su experimento con la luz, que supuestamente no
existía materia en una masa de éter. El mismo Einstein apoyó este experimento, constituyéndose en otro
dogma del Vaticano Científico hasta que sus propias teorías tuvieron que vérselas con el denostado Éter
o de lo contrario no tendríamos en el panteón de los dioses al mayor plagiador de la Historia.
Hubo que esperar hasta 1911 para que, gracias a Max Planck,, los físicos comprendieran que el espacio
es un plenum, como ya había dejado sentado Aristóteles, una subestructura de fondo plena de cosas.
Ya Michael Faraday, a mediados del siglo XIX, había introducido el concepto de campo con relación a la
electricidad y al magnetismo, proponiendo que el aspecto más importante de la energía no era su fuente
sino el espacio que la rodea y la influencia de la energía en el espacio a través de algún tipo de fuerza
(Mar de Luz).
Werner Heisenberg, con el principio de incertidumbre, implica que ninguna partícula está en completo
reposo, sino en un estado de constante movimiento debido a un campo de energía básico que interactúa
constantemente con la materia subatómica.
Las partículas subatómicas interactúan unas con otras, intercambiando energía a través de otras partículas
cuánticas que aparecen de la “nada”, combinándose y aniquilándose mutuamente en menos de un
instante, “partículas virtuales” que a diferencia de las “partículas reales” ´solo existen durante ese
intercambio (que define el principio de incertidumbre).
Es el resultado de esta “danza” subatómica del universo el que da lugar a una inconmensurable energía
contenida en nuestro mundo material. Intentar asir conceptualmente el “vacío”, tras el tupido velo impuesto
por una época oscura del intelecto humano, requiere de un gran esfuerzo mental para colocar en su sitio
al demonizado Éter/Vacio, hoy elevado a los altares de la nueva religión científica.
El Vacío o Campo Punto Cero recibió el nombre de “cero” porque sus fluctuaciones siguen siendo
detectables en temperaturas de cero absoluto, el estado energético mas bajo posible donde toda la energía
se ha retirado y supuestamente no queda nada que realice movimiento alguno.
La energía punto cero es la energía presente en el estado mas vacío del espacio al nivel energético mas
bajo posible del que no se puede retirar más energía. Las partículas no pueden ser separadas del “espacio
vacio” que las rodea.
En el Campo Punto Cero están contenidos todos los campos: un campo de campos. La comprobación
de su existencia implica que toda la materia del universo está interconectada por ondas/cuerdas que se
extienden por el espacio y el tiempo.
Las fluctuaciones de las ondas Campo Punto Cero impulsan el movimiento de las partículas subatómicas
generando a su vez el Campo Punto Cero, una especie de retroalimentación (feedback), autogenerado
que se extiende por la totalidad del Cosmos, un gran estado básico auto generador del universo, lo que
puede significar que todos nosotros y toda la materia del universo estamos conectados a los mas distantes
confines del cosmos a través de ondas del Campo Punto Cero de enormes dimensiones.
“Oh Dios mío, creo que acabo de derivar la ecuación F =
m a”.
Su descubrimiento traería serias consecuencia a la ecuación de Einstein E = mc2 que siempre ha implicado
que la energía se convierte en masa.
Llegaron a la conclusión de que la relación de la masa con la energía es en realidad una descripción de la
energía de los quarks o partones y de los electrones que aún se denomina materia causada por la
interacción con las fluctuaciones delCampo Punto Cero, por lo que la ecuación de Einstein es
sencillamente una receta que expresa la cantidad necesaria de energía para crear la apariencia de masa.
El famoso escritor, especializado en temas científicos, Arthur C. Clark predijo que el trabajo de Haisch –
Rueda –Puthoff seria algún día considerado un hito, rindiéndoles homenaje en “3001 The Final
Odyssey” creando una nave espacial impulsada por un dispositivo cancelador de la inercia llamado
SHARP (acrónimo de Sakharov, Haish, Rueda y Puthoff)
Poco después, Haisch, Rueda y Daniel
Cole de IBM publicaron otro trabajo en el
que planteaban que el Universo debe su
estructura al Campo Punto Cero. De
acuerdo a esta hipótesis, el vacío permite
que las partículas se aceleren y a su vez
que se aglutinen en una energía
concentrada a la que denominamos
materia.
MICROCOSMOS
BIOFOTONES
Es hora de que legos y no legos conozcan las fabulosas, sí, fabulosas cualidades como persona y como
científico ya que a pesar de sus notables compañeros de fatigas, quienes le introducían trabas en su rueda
intelectual, logró destacar admirablemente por encima de sus consagrados y mezquinos colegas que
intentaron arrojarlo del Paraíso científico.
Fritz Albert Popp se doctoró como Biofísico Teórico en la Universidad de Marburg en un tiempo record,
y también realizó el postgrado en menos de tres años cuando la mayoría tardan cinco. Recibió el premio
Roentgen por su trabajo de fin de carrera que consistió en la construcción de un pequeño acelerador de
partículas.
Otra hazaña de F. Popp poco valorada por una ciencia de marketing pero de excepcional importancia para
la medicina fue el descubrimiento sobre el comportamiento de un hidrocarburo policíclico, el benzopireno-
a, un letal carcinógeno.
Popp trataba de determinar qué efecto se conseguiría excitando este compuesto mortífero con luz
ultravioleta (UV). El benzopireno absorbió la luz pero la remitía a una frecuencia completamente diferente.
Popp realizó la misma prueba sobre el benzopireno-e, otro hidrocarburo policíclico prácticamente igual al
benzopireno-a, excepto por una pequeña alteración en su estructura molecular.
Esta pequeña diferencia en uno de los anillos compuestos era crítica ya que hacía que el benzopireno-e
fuera nuevo para los seres humanos. En ese producto la luz atravesaba la sustancia sin alteración.
Realizó pruebas sobre otros treinta y siete productos, algunos cancerígenos y otros no. En todos los casos,
los carcinógenos tomaban la luz ultravioleta, la absorbían y cambiaban su frecuencia.
También poseían otra curiosa propiedad. Cada carcinógeno reaccionaba sólo a la luz de una longitud de
onda específica 380 nanómetros. La pregunta en la cabeza de Popp: por qué la sustancia cancerígena
alteraría la frecuencia luminosa hasta toparse con el fenómeno conocido como “foto-reparación”.
“Si puedes bombardear una célula con luz ultravioleta de manera que el 99% de la
célula, incluyendo su ADN, sea destruido, podrá reparar el daño casi completamente
en un solo día simplemente iluminando la célula con luz de la misma longitud de onda
pero de una intensidad muy débil.”
Figura/ Fotomultiplicador
Popp, se dio cuenta de que era imposible que el efecto tuviera que ver con la fotosíntesis. Estaba
observando el nivel más alto de orden cuántico, o coherencia cuántica posible en un sistema
viviente.
Popp inicia una profunda reflexión sobre la luz natural. Cuando comemos verduras debemos tomar los
fotones y almacenarlos, cuando digerimos por ejemplo, un brócoli es metabolizado en dióxido de carbono
(CO2) y agua (H2O), además de la luz solar almacenada y presente en la fotosíntesis. Extraemos el CO2
y eliminamos el agua, pero la luz, una onda electromagnética, debe de quedar almacenada.
Cuando es asimilada por el cuerpo la energía de estos fotones se disipa, de tal forma que finalmente se
distribuye igualmente por todo el espectro de frecuencias electromagnéticas, de la más baja a la más alta.
Esta energía se convierte en la fuerza que impulsa todas las moléculas del cuerpo.
Estas “emisiones de fotones” podían proporcionar el sistema de comunicación perfecto para transferir
información a las células del organismo. Surgía de nuevo la pregunta : ¿De donde proviene la emisión de
fotones? Continuaba sin respuesta.
Gracias a un alumno de Popp quien sugirió añadir bromuro de etidio a una muestra de ADN que se instala
en los pares básicos de la doble hélice haciendo que se desplieguen y luego medir la luz que emitía la
muestra tras aplicar el producto, Popp descubrió que cuanto mas aumentaba la concentración del
producto, más se desplegaba el ADN y mayor era la intensidad de la luz. Cuanto menos se aplicaba el
producto menor era la emisión de luz.
La experiencia también le permitió a Popp descubrir que el ADN era capaz de emitir un amplio rango de
frecuencias pudiendo llegar a la conclusión que el ADN es una de las fuentes esenciales de emisión de
biofotones y a continuación surge el otro gran misterio de la vida, aún insoluble para la comunidad
científica: ¿Quién es el director del proceso genético para orquestar el proceso celular y decidir que ciertas
células crezcan como una mano?
RUPERT SHELDRAKE
Aparece en escena un joven biólogo británico, Rupert Sheldrake ante el teatro de variedades fijadas por
la ortodoxia de una ciencia acomodada en el último paradigma para dar respuesta a una interrogante que
oscilaba sobre sus cabezas coronadas.
Sheldrake siempre había planteado que la activación genética y las proteínas no explican el desarrollo de
las formas del mismo modo que el transporte de los materiales de construcción de una obra no da
respuesta sobre la estructura del edificio que se va a construir. La teoría genética actual tampoco explica
cómo un sistema en desarrollo puede auto-regularse o crecer normalmente si se añade o retira una parte
del sistema y tampoco explica cómo se regenera un organismo y reemplaza las estructuras ausentes o
dañadas.
Sheldrake estando en un ashram en la India experimentó una epifanía tras años de hacerse no solo la
pregunta qué fue primero, el huevo o la gallina, sino también de donde surgen las cosas que conocemos
pero no comprendemos porqué se organizan, cómo se organizan.
En su hipótesis plantea la causación formativa que afirma que las formas de los seres vivos auto-
organizados –desde moléculas, organismos, sociedades, hasta galaxias- son conformadas por los campos
mórficos. Dichos campos poseen una resonancia mórfica o memoria acumulativa –de sistemas
similares a lo largo de las edades de modo que las especies animales y vegetales “recuerdan” no solo qué
aspecto han de tener sino también cómo actuar.
Rupert Sheldrake conformó alrededor de su hipótesis un nuevo lenguaje cuyo vocabulario describe
propiedades auto-organizativas de los sistemas biológicos.
La “resonancia mórfica” es algo así
como la influencia de lo parecido en lo
parecido, a través del espacio y el
tiempo. Estos campos reverberan a lo
largo de las generaciones con una
memoria inherente de la forma y el
contorno correctos.
Burr descubrió que la salamandra poseía un campo eléctrico con la forma de una salamandra adulta y
esta impronta también la halló en el óvulo no fertilizado. En los brotes o germinados que surgen de las
semillas descubrió campos eléctricos que se parecían a la planta adulta.
También en los años 20, Elmer Lund, investigador de la Universidad de Texas experimentó con hidras,
un minúsculo ser acuático que posee hasta doce cabezas y con capacidad de regenerarlas.
Utilizando una corriente eléctrica lo suficientemente fuerte cómo para superar la del organismo, Lund logró
la regeneración de una cabeza donde debería estar la cola.
Popp continuaba transitando la solitaria senda propia de los pioneros con su teoría de la radiación del ADN
a cuestas y gracias a su terquedad teutona continuaba experimentando y aprendiendo con la esquiva y
supuesta propiedad lumínica de los seres vivos.
Había logrado comprobar que el número de fotones emitidos parecía estar vinculado con el nivel del
organismo en su escala evolutiva: cuanto más complejo era el organismo menos fotones emitía. Animales
y plantas rudimentarias tendían a emitir cien fotones por centímetro cuadrado/segundo con una longitud
de onda entre 200 y 800 nanómetros, que corresponde a una onda electromagnética de muy alta
frecuencia dentro del rango de luz visible, mientras que los seres humanos sólo emitimos 10 fotones en la
misma superficie, tiempo y frecuencia.
Las emisiones también parecían seguir otros ritmos biológicos como ciertos patrones según fuera de día
o de noche, también semanas o meses como si el cuerpo siguiera los biorritmos del medio ambiente
además de los propios.
En una serie de experimentos con los biofotones, introdujo a uno de los sujetos en un cuarto oscuro y
midió cada día durante 9 meses las emisiones fotónicas de una pequeña zona de una de las manos y
también de su frente. Al analizar los datos descubrió que las emisiones de luz seguían ciertos patrones:
ritmos biológicos de 7 – 14 – 32 – 80 y 270 días, en que las emisiones eran idénticas, incluso después de
un año.
Los estudios llevados a cabo por Popp habían sido
realizados en individuos sanos, encontrando una absoluta
coherencia cuántica. ¿Qué tipo de luz emitiría una
persona enferma? Con un grupo de enfermos de cáncer
los examinó con su fotomultiplicador. Las emisiones de los
pacientes de cáncer habían perdido los ritmos periódicos
naturales y su coherencia.
Al hacer públicas sus investigaciones también se inicia el clásico malestar de los sumos sacerdotes del
Sanedrín quienes deciden lo que es o no correcto y de ello la denominación de ciencia ortodoxa (orto:
correcto) y la campaña de acoso y derribo de un ser coherente en pensamiento, palabra y obra, la trinidad
a la que tanto temen los detractores de la verdad.
En 1980 al expirar su contrato como profesor adjunto, la Universidad aprovechó para darle el finiquito. Dos
días antes del final del trimestre, empleados de la Universidad entraron en su laboratorio para que les
hiciera entrega de todos sus equipos. Afortunadamente tuvo un aviso que le permitió dos días antes del
allanamiento de su laboratorio ocultar su fotomultiplicador en el sótano de la casa de un alumno.
La Universidad de Marburg trató a Popp como un criminal. Teniendo derecho a una compensación
económica por sus años de servicio la Universidad se negó a reconocerle sus derechos viéndose obligado
a demandar a la universidad para que le abonaran los 40.000 marcos que le adeudaba. Ganó la demanda
pero su carrera profesional había quedada segada, sin contemplaciones. Trabajó dos años en la industria
privada con los laboratorios homeopáticos Roedler.
Walter Nagl, profesor de la Universidad de Kaiserlautern le pidió que trabajara con él. De nuevo, y como
siempre, surgió el veneno corrosivo de la envidia entre el profesorado de la Universidad que argumentaba
que el trabajo de Popp minaba la reputación de la Universidad. Logró conseguir un trabajo en el Centro de
Tecnología de Kaiserlautern y más tarde se creó el Instituto Internacional de Biofísica, integrado por
quince grupos de científicos procedente de centros de todo el mundo.
Popp encontró unas instalaciones adecuadas para éste Instituto en Neuss, cerca de Düsseldorf. Se habían
reunido el hermano del premio Nobel, el nieto de Alexander Gurwitsch, un físico nuclear de la Universidad
de Boston y del Laboratorio de Investigación Nuclear CERN en Ginebra, dos biofísicos chinos. La honesta
y siempre actitud coherente de Popp dio sus frutos. Empezó a recibir ofertas y contratos de trabajo de
reconocidas Universidades de todo el mundo.
Popp y sus nuevos colegas siguieron estudiando las emisiones de luz de diversos organismos de la misma
especie en particular con un tipo de pulga de agua llamada Daphnia. El fotomultiplicador comprobó que
las pulgas de agua absorbían la luz emitida por otras pulgas. Popp repitió el mismo experimento con
pequeños peces y descubrió el mismo fenómeno. Intuyó que estas emisiones tenían un propósito externo
al cuerpo.
Este intercambio podría desvelar el secreto de algunos de los enigmas del comportamiento en el
desplazamiento de los animales. Su capacidad para orientarse hacia el lugar de donde provienen o donde
han nacido. Si podemos absorber los fotones de otros seres vivos, también podremos utilizar la información
contenida en ellos para corregir nuestra propia luz cuando abandona la coherencia, por lo que Popp inició
una serie de experimentos: Si algunos tóxicos cancerígenos pueden alterar las emisiones corporales de
biofotones podría suceder que a su vez otras sustancias recondujeran una comunicación coherente.
Eligió una serie de sustancias no tóxicas a las que se atribuía ciertas propiedades benéficas en el
tratamiento del cáncer. Observó en todos los casos, excepto uno, las sustancias solo incrementaron los
fotones de las células cancerígenas potenciando su capacidad letal.
El único producto que funcionó con éxito fue el viscum álbum (muérdago) cuyo comportamiento fue el de
reordenar la emisión de fotones que emitían incoherentemente las células cancerígenas, restaurándoles
la coherencia. Aplicó el extracto de muérdago a unas muestras de tejido neoplasico de una mujer con
cáncer de mama y cuello uterino, descubriendo que el extracto devolvía la coherencia en el tejido.
La paciente fue tratada con extracto de muérdago y transcurrido un año las pruebas de laboratorio dieron
unos resultados favorables. Una enferma considerada terminal había recuperado la frecuencia de luz
adecuada con una sustancia vegetal.
MEMBRANA CELULAR
Esa nueva visión de la naturaleza de la vida fue toda una conmoción, ya que durante aproximadamente
dos décadas había estado inculcando el dogma central de la biología - la creencia de que la vida está
controlada por los genes - en las mentes de mis alumnos de medicina.
Dieciocho años trabajando en una investigación subvencionada por el gobierno sobre la clonación de
células madre me había suscitado bastantes dudas sobre la certeza del dogma central de la biología.
El hecho de reconocer por fin la importancia del medio ambiente me proporcionó una base para la ciencia
y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias (modernas y
antiguas) y para la medicina alopática. Es obvio que los seres humanos poseen una gran capacidad para
aferrarse a las falsas creencias con fanatismo y tenacidad, y los científicos racionalistas no son ninguna
excepción.
Han pasado veinte años desde aquella mágica noche caribeña en la que mi vida sufrió un cambio radical.
Durante esos años, las investigaciones biológicas han corroborado una y otra vez lo que yo comprendí
aquella madrugada en el Caribe. Estamos viviendo una época apasionante, ya que la ciencia está a punto
de desintegrar los viejos mitos y de reescribir una creencia básica de la civilización humana. La creencia
de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas controladas por genes está dando paso a la
comprensión de que somos artífices de nuestras propias vidas y del mundo en el que vivimos.
En los últimos veinte años se ha podido observar la aparición paulatina, al comienzo y luego de forma
exponencial, de un gran número de investigaciones científicas casi todas enfocadas en temas antes
considerados tabúes por el Sanedrín de la Ciencia.
La densa oscuridad tejida alrededor de la luz-información presenta amplias grietas gracias a la presión
firme y sostenida de una pléyade de seres deseosos de desgarrar el viejo odre rebosante de paradigmas
obsoletos.
En 1985, Bruce Lipton se encontraba en la caribeña isla de Granada como docente de su facultad de
medicina. Una noche repasaba las notas de años de estudio e investigación de biología, química y física
de la membrana celular, revisaba sus mecanismos con el objeto de comprender su función como sistema
de procesamiento de la información.
“A esa hora temprana me encontré redefiniendo lo que sabía de la organización estructural de la
membrana. Observando la forma de chupa-chups, o caramelos con palito, de las moléculas de fosfolípidos
caí en la cuenta de que estas moléculas están dispuestas en la membrana como un regimiento de soldados
desfilando en perfecta formación.
Por definición una estructura cuyas moléculas se disponen siguiendo un patrón regular y repetido se
considera un cristal. Como sucede con los diamantes, rubíes, e incluso la sal. Existen los cristales “fluidos”
o líquidos como están conformadas las pantallas de los relojes digitales y de los ordenadores portátiles.
Para comprender mejor la naturaleza de un cristal líquido observemos a nuestros soldados desfilando.
Cuando doblan una esquina conservan su alineamiento de regimiento. Los fosfolípidos de la membrana
se comportan de un modo similar. Su organización de cristal líquido permite a la membrana alterar su
forma de manera dinámica sin perder su integridad.
Esta cualidad de la membrana se añade a la conferida por MIPs –proteínas receptoras y efectoras que
proporcionan a la célula los medios necesarios para permitir el paso al interior de nutrientes y la salida de
los materiales de deshecho-:
Volvió a redefinir las proteínas receptoras como Entrada (gate) y a las proteínas efectoras como Canal
(channel) completando su definición de la membrana así:
Habiendo tomado una guía de bolsillo sobre las instrucciones de funcionamiento de su portátil recién
adquirido encontró la definición de chip : “cristal semiconductor con entradas y canales”.
¡La membrana celular era sin duda el equivalente estructural y funcional de un chip de sílice!
Doce años después un centro de investigación australiano dirigido por B. A. Cornell publicó un artículo en
Nature confirmando la hipótesis de Lipton:
Los investigadores aislaron una membrana celular colocando una lámina de oro en su cara interna. Luego
rellenaron el espacio existente entre la lámina de oro y la membrana con una solución especial de
electrolitos. Al estimular los receptores de membrana con una señal adicional, los canales se abrieron
permitiendo el paso de la solución electrolítica a través de los canales de la membrana.
La lámina de oro fue utilizada como transductor, un dispositivo eléctrico que convirtió la actividad eléctrica
del canal en una lectura digital sobre una pantalla.
Cornell y sus colaboradores habían convertido una membrana celular biológica en un chip
computarizado con pantalla digital.
De lo anterior, Lipton dedujo que las funciones de la membrana celular deberían compararse con las de
un ordenador portátil. La primera idea fundamental que se deduce es que los ordenadores y las células
son “programables”. La segunda es que el programador se encuentra fuera del ordenador y fuera también
de la célula.
Lipton continuaba ajustando las piezas del rompecabezas que representaba su nueva visión de la
estructura y función de la membrana celular. En la mente de Lipton surgió la imagen respecto al verdadero
papel del núcleo de la célula, una unidad de memoria o disco duro de la doble hélice que contiene un
indefinido número de programas especializados. Una vez descargado un programa a la memoria activa se
puede retirar el disco del ordenador sin alterar el funcionamiento del programa.
Lipton pertenecía a la comunidad de científicos
encorsetados por el reduccionismo dogmático
que aún impera en el Alma Mater de las
universidades. Le enseñaron una biología cuyo
centro es el núcleo del mismo modo que a
Copérnico le enseñaron una astronomía cuyo
centro era la Tierra. Para Lipton fue impactante
descubrir que el núcleo, que contiene los genes,
no programa la célula. Los datos penetran en la
célula/ordenador a través de los receptores de
membrana que representan el “teclado celular”.
Lipton recuerda con humor aquella noche cuando se topó con uno de sus alumnos y a pleno pulmón le
gritaba “¡tienes que escuchar esto! ¡es alucinante!”
Recuperando la flema anglosajona se percató: “mi alumno, del primer semestre de carrera, no poseía los
conocimientos científicos suficientes ni el vocabulario necesario para extraer algo en claro de mi aparente
delirio.”
La epifanía experimentada por Lipton se puede resumir con sus propias palabras: “Ese momento en el
Caribe no sólo me transformó en un biólogo centrado en la membrana. También me transformó de un
científico agnóstico en un místico convencido de la existencia en la vida eterna mas allá de la muerte
física”.
Ahora es mas fácil comprender el porqué los médicos alternativos o nó prefieren permanecer en la senda
trillada antes que aventurarse en la terra ignota que conforman las nuevas disciplinas, incluidas las del
nanomundo y sus misterioso lenguaje que poco o nada dice a quienes poco o nada quieren aprender.
Lipton tras su conversión al Campo de Energía o Campo Punto Cero reconoce la actitud petulante y
arrogante de los científicos. “Tanto a mis colegas como a mi nos habían enseñado a desdeñar las
curaciones atribuidas a la acupuntura, a la homeopatía, a la quiropraxis. Considerábamos esas prácticas
charlatanería barata, ya que estábamos apegados a nuestra fe en la anticuada física de Newton”.
A finales del siglo XIX (1893) el jefe del
Departamento de Física de la Universidad de
Harvard sentó cátedra y levantó un
monumento a la necedad humana al advertir
a sus alumnos que no se requerían mas
licenciados en Física. Alardeaba que la
ciencia había establecido que el Universo es
una “máquina material” constituida por
átomos físicos e individuales que siguen
exactamente la mecánica de las leyes
newtonianas.
Para ilustrar a nuestros lectores no versados en el modelo reduccionista, éste sugiere que si existe un
problema en el sistema -enfermedad/disfunción- el origen del problema es achacado a una alteración en
alguno de los pasos de la cadena de montaje químico.
Sobre esta falacia se ha construido el gran Moloc de la industria farmacéutica que estableció la razón de
ser de su existencia: Tras tocar la perfección del orden implícito de los organismos vivos mediante el
recambio de un elemento supuestamente defectuoso en la supuesta cadena de montaje química en la que
convirtieron la vida: campos de energía interdependientes inmersos en una complicada red de
interacciones.
Llegados a este nivel podemos afirmar que la visión reduccionista del flujo lineal de información es una
característica del universo newtoniano, a diferencia del flujo de información en el universo cuántico que es
holístico, omniabarcante y en perpetua retroalimentación (feedback).
Ahora bien, ¿qué grandes y maravillosos avances en las ciencias sanitarias podemos atribuir a la
revolución cuántica? ¡Ninguno.!
V. Pophristic y L. Goodman publicaron en el 2000 un artículo en la revista Nature en el que quedó reflejado
que eran las leyes de la física cuántica y no las de la newtoniana, las que controlaban los movimientos
moleculares que posibilitan la vida. Al revisar este revolucionario estudio de Nature, el biofísico F. Weinhold
concluyó: “¿Cuándo serán los textos de química una ayuda en lugar de un estorbo para esta enriquecedora
visión de la mecánica cuántica sobre los movimientos moleculares proteicos? ¿Cuáles son las fuerzas que
controlan el giro y el plegamiento de las moléculas que adoptan formas complejas? No busques las
respuestas en tu libro de química orgánica. (Weinhold, 2001).
No obstante, la química orgánica es la que proporciona las bases mecánicas de las ciencias médicas y,
como señala Weinhold, esa rama de la ciencia es tan obsoleta que en sus libros de texto aún no se
menciona la física cuántica. Los investigadores médicos tradicionales todavía no han comprendido los
mecanismos moleculares que posibilitan la vida. Los últimos cuarenta años han generado centenares de
estudios científicos que aportan pruebas consistentes de que las “fuerzas invisibles” del espectro
electromagnético afectan profundamente a todas y cada una de las facetas de la bioregulación.
Hace treinta años una investigación realizada por C. W. F. McClare, biofísico de la Universidad de
Oxford: “La resonancia en bioenergética” en el que se establecía un estudio comparativo de la eficacia
de la información transferida mediante señales de energía y señales químicas en los sistemas biológicos.
“La resonancia en bioenergética” publicado en Annals of the New York Academy of Science revelaba que
los mecanismos de las señales energéticas tales como las frecuencias electromagnéticas son miles de
veces mas eficaces a la hora de transmitir la información del entorno, que las señales físicas como las
hormonas, los neurotransmisores, factores de crecimiento (McClare, 1974).
La velocidad de las señales electromagnéticas es de unos 300.000 Km/seg., mientras que la velocidad de
difusión de una sustancia química se reduce a menos de 1 cm/seg.
LENGUAJE DE LA ENERGÍA
Aunque la medicina académica aun no ha aceptado el papel que juega la energía como medio de
“información” en los sistemas biológicos, sí que ha admitido, por irónico que parezca, las técnicas
exploratorias no invasivas que interpretan este tipo de campos de energía. Ni las mentes mas
calenturientas de los médicos podría imaginar el paso gigantesco que se ha producido en la investigación
del espectro de las frecuencias o espectro electromagnético y su aplicación en los mas diversos campos
del conocimiento humano, específicamente en lo que concierne al cerebro y su extraordinaria capacidad
de danzar en el vasto océano del espectro.
La teoría del Big Brain suscitó en su momento un gran entusiasmo en la comunidad científica que
consideraba el tamaño del cerebro como el factor mas importante para determinar la inteligencia humana.
En 1980 apareció en la revista Science un artículo del neurólogo británico John Lorber, titulado ¿De
verdad es necesario tu cerebro? Lorber estudió muchos pacientes con hidrocefalia llegando a la
conclusión de que a pesar de la ausencia de la mayor parte de la corteza cerebral los pacientes eran
capaces de llevar una vida normal.
En Science citaba Roger Lewin el caso de un joven estudiante de la Universidad de Sheffield con un
coeficiente intelectual de 126, con matricula de honor en matemáticas y con una vida social completamente
normal. Hasta aquí todo es normal, salvo que… el chico no tiene cerebro.
En un scanner cerebral se apreció una capa muy fina de manto que apenas si alcanzaba el milímetro de
espesor a diferencia de los 4,5 centímetros de grosor de tejido cerebral entre los ventrículos y la superficie
de la corteza. La mayor parte de su bóveda craneal estaba llena de líquido cefalorraquídeo.
Los impactantes descubrimientos de Lorber sugieren que es necesario reconsiderar nuestras viejas
creencias sobre el funcionamiento del cerebro y la base física de la inteligencia.
La historia de la ciencia siempre se ha visto salpicada por el impacto creado por mentes libres y valientes
que rompen las anquilosadas ataduras de los paradigmas vigentes, con el riesgo de sufrir los iracundos
arrebatosdel sacrosanto colegio de científicos, cuyas testas coronadas de soberbia pontifican sobre lo que
es o no ortodoxo en la expresión intelectual de sus colegiados.
Bruce H. Lipton se considera un privilegiado desde el mismo instante
en que experimentó lo que él acertadamente describió como “la
epifanía científica que hizo añicos mis creencias acerca de la
naturaleza de la vida. Ese momento crucial de cambio tuvo lugar
mientras revisaba la investigación sobre los mecanismos que
controlan la fisiología y el comportamiento celular. De pronto me dí
cuenta que la vida de una célula está regida por el entorno físico
y energético y no por sus genes.
Por un lado, esa nueva visión de la naturaleza de la vida fue toda una conmoción, ya que durante dos
décadas había estado inculcando el dogma central de la biología- la creencia de que la vida está controlada
por los genes-en las mentes de mis alumnos de medicina. Por otro lado, tenía la sensación de que ese
nuevo concepto no me resultaba del todo nuevo. Siempre había albergado molesta dudas sobre el
determinismo genético. Algunas de esas dudas provenían de los dieciocho años que había trabajado en
una investigación subvencionada por el gobierno sobre la clonación de células madre.
Mi nueva visión de la naturaleza de la vida no sólo corroboraba el resultado de la investigación sino que
también refutaba otra de las creencias de la ciencia tradicional que las había estado enseñando a mis
alumnos: la creencia de que la medicina alopática era la única clase de medicina que merece
consideración en una facultad de medicina.
El hecho de reconocer por fin la importancia del entorno energético me proporcionó una base para la
ciencia y la filosofía de las medicinas alternativas, para la sabiduría espiritual de las creencias-tanto
antiguas como modernas- y para la medicina alopática
Es obvio que los seres humanos poseen una gran capacidad para aferrarse a las falsas creencias con
fanatismo y tenacidad y los científicos racionalistas no son ninguna excepción. Me sentí rebosante de
alegría al darme cuenta de que podía cambiar el curso de mi vida mediante el simple hecho de cambiar
mis creencias.
Han pasado veinte años desde aquella mágica noche caribeña en la que mi vida sufrió un cambio radical.
Durante estos años, las investigaciones biológicas han corroborado una y otra vez lo que yo comprendí
aquella madrugada en el Caribe. La creencia de que no somos más que frágiles máquinas bioquímicas
controladas por genes está dando paso a la comprensión de que somos poderosos artífices de nuestras
propias vidas y del mundo en el que vivimos”
La conmoción que tuvo lugar en la vida de Lipton le motivó lo suficiente para desafiar las creencias
sagradas y básicas de la biología, incluso a criticar abiertamente a Charles Darwin cuya teoría abocó a la
sociedad humana a creer que el único propósito de la existencia es la inevitable lucha por la sobrevivencia
con lo que se inculcó en la memoria colectiva la ley de la jungla. La ley del más fuerte.
Lipton recuerda con humor los sarcásticos comentarios de sus colegas respecto a su comportamiento
comparable al de un monje que irrumpe en el Vaticano para afirmar que el Papa es un fraude.
“Mi abierto desafío al dogma central hizo que consideraran aun más un hereje de la ciencia. No sólo era
aspirante a la excomunión ¡sino que era candidato a ser quemado en la hoguera!
Durante una conferencia que ofrecí mientras estaba en Stanford, acusé a los facultativos allí reunidos,
muchos de ellos genetistas de prestigio internacional, de no ser mejores que los fundamentalistas
religiosos por aferrarse al dogma central a pesar de las evidencias que demostraban que era errónea. Tras
mis sacrílegos comentarios la sala de conferencia se convirtió en un hervidero de gritos de indignación
que creí daría al traste con mi posibilidad de conseguir empleo.
Con el apoyo de ciertas eminencias científicas de Stanford me alentaron a profundizar en mis ideas y a
aplicarlas a las investigaciones sobre células humanas clonadas. Para sorpresa de todos los que me
rodeaban, los experimentos apoyaron por completo la visión alternativa de la biología que yo postulaba.
Publiqué dos artículos basados en esa investigación y abandoné el mundo académico, en esta ocasión,
para siempre. Lipton et al., 1991-1992)
LA MEMORIA
Han sido numerosos los intentos fallidos por parte de los científicos de hallar el lugar específico del cerebro
en el que se almacenan nuestros recuerdos. Desde comienzos del siglo XX neurólogos y anatomistas
diseccionaron el cerebro de millares de conejillos de indias, salamandras en busca del lugar exacto del
cerebro donde se almacena la memoria.
En los años veinte, Wilder Penfield acuñó el nombre de engrama a dicho lugar que en un comienzo creyó
haber encontrado. Su investigación se centró en pacientes epilépticos a los que anestesiaba el cerebro y
mientras permanecían conscientes al estimular ciertas partes del cerebro con electrodos, ellos podían
evocar escenas específicas de su pasado en vivos colores y con todo detalle. Cuando estimulaba el mismo
punto del cerebro suscitaba el mismo recuerdo y el mismo nivel de detalle.
Karl Pribram, neurocirujano, formó parte del
personal docente de la Universidad de Yale, en la que
estudió las funciones del cortex frontal de los
primates para comprender los efectos de las
lobotomías frontales que se realizaban a miles de
pacientes.
En cuanto a la memoria, mas que estar localizada con exactitud en alguna región del cerebro, ésta se
distribuiría por todas las partes de tal forma que en cada parte estuviese contenida la totalidad.
Pribram conoció a Dennis Gabor, ingeniero, ganador de Premio Nobel en los años 40 por su
descubrimiento de laholografía. Gabor había trabajado sobre las matemáticas de los rayos de luz y las
longitudes de onda. Para sus cálculos matemáticos utilizó una serie de ecuaciones de cálculo llamadas
transformaciones de Fourier, matemático francés que las desarrolló a comienzos del siglo XIX.
Gabor descubrió que el método de Fourier era capaz de dividir y describir con precisión patrones de
cualquier complejidad en un lenguaje matemático que captaba las relaciones entre las ondas cuánticas.
Cualquier imagen óptica podía ser convertida en su equivalente matemático de patrones de interferencia,
la información resultante cuando las ondas se superponen unas sobre otras. Mediante ésta técnica
transfieres algo que existe en tiempo y espacio al “dominio espectral”: Una especie de código in-espacial
e intemporal de las relaciones entre ondas medidas como energía.
La óptica del ojo toma ciertos patrones de interferencia y los convierte en imágenes tridimensionales. Esta
breve descripción nos retrotrae a la Antigua Tradición con su definición del mundo que conocemos como
real es simplemente una ilusión (maya): Si estamos proyectando imágenes en el espacio constantemente,
nuestra imagen del mundo es, en realidad, una creación virtual.
Almacenar recuerdos en patrones de interferencia de ondas es
notablemente eficiente explicando así la vastedad de la memoria
humana. Las ondas pueden contener cantidades inimaginables de datos,
mas de 280 quintillones (280.000.000.000.000.000.000) de bits de
información que presuntamente constituyen la memoria humana
acumulada a lo largo de una vida.
Como sucede con los pioneros cuando desbrozan nuevos caminos y sufren la soledad del corredor de
fondo, Karl Pribram tuvo que soportar durante varias décadas la soledad del científico adelantado a su
época y a sus colegas. Durante algunos años parecía que su teoría se desvanecía ante la ausencia de
mentes como la de Pribram.
Afortunadamente para su teoría surgió otra mente brillante, la del alemán Walter Schempp, profesor de
matemáticas de la Universidad de Siegen, especializándose en matemáticas del análisis armónico -
frecuencia y fase de las ondas sonoras- y como le sucede a todos aquellos que van en busca de su propio
Grial, estando sentado en el jardín de su casa, mientras cuidaba a su hijo enfermo en ese momento– se
le ocurrió la posibilidad de extraer imágenes tridimensionales de las ondas sonoras.
Desconociendo los trabajos del premio Nobel, Gabor, elaboró su propia teoría holográfica construyendo
una teoría matemática. Tras examinar lo que se había hecho en teoría óptica, se topó con los trabajos de
Gabor.
En 1986, Schempp publicó un libro que probaba
matemáticamente cómo se podía conseguir un holograma
con los ecos de ondas de radio captadas por un radar.
También empezó a reflexionar que los mismos principios
de la holografía de ondas podrían aplicarse a las
imágenes de resonancia magnética (MRI) un dispositivo
médico que aún estaba en pañales y era utilizado para
visualizar los tejidos corporales blandos.
A medida que las moléculas se ralentizan, emiten radiación. Walter Schempp descubrió que esta radiación
contiene información sobre el cuerpo codificada en ondas que la máquina puede captar y utilizar para
reconstruir una imagen tridimensional. La información que extrae es un holograma codificado de una
sección del cerebro o del cuerpo que es desencriptado o decodificado en una imagen óptica.
El trabajo de Schempp sobre radiología de las imágenes por resonancia magnética recortó drásticamente
el tiempo que debía permanecer el paciente inmovilizado de cuatro horas ¡veinte minutos!.
Holografía Cuántica es el nombre que Schempp le asignó a su teoría. Había
descubierto que las fluctuaciones cuánticas del Campo Punto Cero
transportan todo tipo de información respecto a los objetos, incluyendo su
forma tridimensional pudiendo esta información ser recuperada y
ensamblada en una imagen tridimensional. Schempp descubrió que el
Campo Punto Cero es una gigantesca base de datos o memoria.
Hameroff intuía que los anestésicos podían interferir en la actividad eléctrica/plasmática del interior de los
microtúbulos y a la inversa, la actividad eléctrica de los microtúbulos que conforman el interior de las
dendritas y neuronas del cerebro, tendría que ver con el núcleo de la conciencia.
La lectura del libro “La Nueva Mente del Emperador” del físico y matemático británico, Roger Penrose le
sirvió a Hameroff para sugerirle los microtúbulos como buenos candidatos de mecanismos cuánticos en el
cerebro. A partir de 1992 inician una mutua colaboración.
Penrose se interesó por las matemáticas características del entramado en malla que forman los
microtúbulos. La idea de que los microtúbulos podrían ser el lugar ideal para que se produjera un auto-
colapso de la función de onda (una reducción objetiva) fue considerada por primera vez en el libro “Las
sombras de la mente” que Penrose escribió tras iniciarse la colaboración con Hameroff, en el que además
se supone que la reducción objetiva (OR) es “guiada” y “sintonizada” (“orquestada”, término que eligió
Penrose) por conexiones con las proteínas asociadas a los microtúbulos.
El modelo Penrose-Hameroff supone que la información física del medio queda registrada cuánticamente
en las tubulinas.
El entrelazamiento cuántico entre las tubulinas del microtúbulo permite la formación de estados
macroscópicos de coherencia cuántica. Al procesar la información cada microtúbulo incrementa su nivel
de coherencia, suficientemente protegido de las perturbaciones del entorno, hasta que media la transición
cuántico-clásica descrita por el proceso de reducción objetiva.
La pieza clave de este complejo entramado
de física, matemáticas y biología es una
estructura citoplasmática tubular de 25
nanómetros de diámetro y una longitud que
alcanza el milímetro, presente en todas las
células eucariotas (células provistas de
núcleo). Se agrupan formando haces unidas
mediante puentes. Cada microtúbulo es una
proteína polimérica constituida por
subunidades llamadas tubulinas, que son
dímeros, constituidos, cada uno, por unos
450 aminoácidos.
El concepto de coherencia implica oscilaciones de igual longitud de onda y coincidentes en fase, es decir
con superposición de picos y valles de la onda. Las ondas de un campo coherente se comportan de la
misma manera pudiendo unir en un todo, células, tejidos y órganos. Dichos estados se presentan en los
fenómenos desuperconductividad y superfluidez. Por lo tanto, este tipo de fenómeno podría explicar la
unidad de las funciones biológicas de una célula viva y de la conciencia como fenómeno unitario.
Yasue junto a su colega Mari Jibu del Departamento de Anestesiología de la Universidad de Okayama
plantean que los mensajes cuánticos deben de transmitirse a través del cerebro mediante campos
vibracionales en los microtúbulos de las células.
Ezio Insinna, físico italiano de la Biolectronics Research Association descubrió que los microtúbulos
poseen un mecanismo de emisión de señales asociado con la transferencia de electrones
Karl Pribram, Yasue, Hameroff y Scott Hagan del Departamento de Fisica de la Universidad McGill
decidieron colaborar ensamblando una teoría global sobre la naturaleza de la conciencia humana y el
papel central de los microtúbulos como la micro-red de redes o “internet” corporal en la que cada neurona
puede conectarse al mismo tiempo e intercomunicarse con todas las demás simultáneamente.
Los microtúbulos, entre sus variadas operaciones, tienen a su cargo el control de la energía discordante,
incoherente, de los fotones “dislocados” que “chapotean” en el ambiente acuoso del bioplasma contenido
en el interior o “luz” de los microtúbulos.
Superposición Cuántica
MATRIZ VIVIENTE
Para introducirnos en lo que actualmente se conoce como matrix viviente es justo reconocer la aportación
de las terapias alternativas alemanas, mejor conocida como Medicina Biológica en la forma de comprender
verdaderamente cómo funciona el organismo y las vías de abordaje para llevarlo o mantenerlo en el estado
conocido como Salud.
Oschman define como matriz viviente “una red molecular permanentemente interconectada conformada
por los tejidos conectivos (matriz extracelular), los citoesqueletos (matriz intracelular) los núcleos
celulares, (matriz nuclear) de todo el organismo y toda ella, en su conjunto, constituye una Web, una red
de redes, que entrega y recibe información, a la velocidad de la luz.
Mediante esta matriz todas las células del organismo comparten la información de forma simultánea: a
nivel extracelular, intracelular e intranuclear.
Para comprender como se produce la transferencia de información a través de las diversas estructuras del
organismo hay que situar en lugar preferente al tejido conectivo, que desde hace varias décadas ha sido
considerado por la Medicina Biológica como el mayor “órgano” del cuerpo, ya que no sólo forma parte de
todas las estructuras del cuerpo sino que facilita un “instantáneo flujo” de información coherente gracias a
su ubicuidad.
Además hay que añadir que las células del tejido conectivo se ordenan de acuerdo a un patrón
sumamente regular propio de los cristales, tanto si se encuentra en forma líquida o sólida.
La de comportarse como un semiconductor que puede conducir no sólo electricidad sino también
información. Además posee otras propiedades propias de un “moderno” microchip:
• Almacenando energía
• Amplificando señales
• Filtrando y procesando información
Rivera Rojas, considera la propiedad piezoeléctrica del tejido
conectivo la piedra angular de la gran mayoría de los métodos de
sanación y a la piel el teclado omnipresente mediante el que se
puede acceder al bioplasma “desordenado” de los
microtúbulos cuyo estado incoherente produce y mantiene la
alteración “enfermante” que en Neuralterapia se conoce
como campo interferente. Este puede tratarse de una cicatriz
lejana a la dolencia como la que afectaba a la paciente del Dr.
Ferdinad Huneke quien sufría de una dolorosa artritis
escapulohumeral. La aplicación de los cristales de procaina a
lo largo de la cicatriz, dejada por una escabrosa osteomielitis del
peroné, desencadenó de forma instantánea lo que luego se ha
conocido como fenómeno en segundos.
James Oschman
“Las señales químicas del sistema nervioso se comunican a una velocidad que oscila entre 10 y 100 metros
por segundo. Las frecuencias electromagnéticas son miles de veces más eficaces que las señales
químicas de las hormonas y los neurotransmisores en el momento de retransmitir información dentro de
los sistemas biológicos”
Los últimos hallazgos de la Física Cuántica han dado lugar al surgimiento de un nuevo paradigma con la
comunicación energética del organismo a nivel atómico y cuántico, compatible con los incontables
fenómenos observados que no se pueden explicar dentro del marco del viejo modelo químico/molecular
ya que son excesivamente instantáneos como para ser consecuentes con el modelo llave/cerradura de
comunicación y con las Leyes de la Termodinámica que actúan en el intercambio calórico. Sin embargo,
son comprensibles dentro del marco de la Física Cuántica y de un sistema de señalización energética o
electromagnética interna y externa.
En determinados umbrales de energía las moléculas empiezan a vibrar al unísono hasta alcanzar un alto
nivel de coherencia adquiriendo entonces ciertas cualidades de la mecánica cuántica, incluida la de no
localidad, pudiendo operar conjuntamente.
Cuando la coherencia alcanza cierto nivel crítico el organismo se comporta como un único cristal,
alcanzando un umbral en el que todos los átomos oscilan a la vez, en fase, lanzando un haz de luz
gigantesco, un millón de veces más potente que el emitido por los átomos a nivel individual.
El tejido conectivo y el entramado intracelular constituido por los microtubulos conforman un continuum
estructural, funcional y energético.
El carácter resonante de la matriz viviente sugiere que el sistema conectivo se comporte como
un resonador cuántico que conduce señales desde el campo cuántico del universo hasta el interior del
cuerpo y desde el cuerpo al campo.
“Debido a la piezoelectricidad cualquier movimiento del cuerpo, cualquier presión y cualquier tensión en
cualquier localización genera diversas señales oscilatorias o microcorrientes. Si las diferentes partes del
organismo desempeñan su función de manera cooperativa y coordinada y todas las células saben lo que
están haciendo las demás células, se debe a las propiedades de continuidad y de señalización del tejido
conectivo”
James Oschman
Tanto Oschman como Lipton en sus obras han trazado un elegante diseño de la tridimensionalidad en la
que se debate la vida surgiendo un nuevo paradigma con la consiguiente expansión de conciencia del
colectivo humano
Definitivamente las investigaciones de estos dos científicos dejaría para el baúl de los recuerdos el
gigantesco y laberintico entramado tejido alrededor de la medicina química por parte del Cartel
Farmacéutico, el mayor emporio de la historia dedicado, en exclusiva, a mantener las Unidades
Bioeléctrónicas, o Seres Humanos, en continua incoherencia cuántica biológica (enfermedad) ya que su
leiv motiv es acallar sólo los síntomas mientras que la Medicina Biológica, las Terapias Alternativas, las
medicinas aborígenes, todas ellas, siempre han actuado a nivel holístico, a nivel holográfico: toman la
parte (el paciente fractal)) teniendo en cuenta que está integrado a un Todo compuesto por la Tierra (Gaia)
y su interactuación perpetua con los seres vivos, por el Sol (campos de plasma solar), por la Luna (campos
de fuerza magnética), por los planetas del sistema solar y sus respectivos masas magnéticas, por la
Galaxia en la que estamos sumergidos y su Gran Agujero Negro.
Todas las medidas holísticas e integradoras recuperan la perdida coherencia cuántica biológica de la
unidad de la vida, la célula. En términos más sencillos, significa que se ha recuperado la información
distorsionada producida por multitud de factores estresantes para las vías informáticas primarias y básicas
como son la membrana celular, el citoesqueleto y según Rivera Rojas los microtubulos cual dispositivos
de ingeniería bioinformática prestos a recuperar la coherencia cuántica perdida del bioplasma
intramicrotubular, cuyos fotones se encuentran en un estado “desorganizado” impidiendo el coherente e
instantáneo tráfico multidireccional de la información.
Estados Gel/Sol del Citoplasma
Para comprender la acción del altísimo microvoltaje que manejan los cristales de clorhidrato de procaína
sobre el bioplasma de los microtúbulos es imprescindible enfocar nuestra atención en los estados Sol/Gel
que experimenta el “agua” (bioplasma) intracelular.
Sólido ordenado (Gel= gelatinoso) determinado por la polimerización del filamento actina
Los ciclos de transformación Sol/Gel son importantes en el proceso fundamental de las células
(movimiento, crecimiento, mitosis, formación de sinapsas)
El estado Gel despolimeriza a la fase Sol (líquida) por medio de iones de calcio que activan la proteína
gelsolin.
Se debe tener en cuenta que los ciclos de transformación Sol/Gel en las células vivas corresponden a los
ciclos de dispersión (Sol) y concentración (Gel) de la coherencia cuántica de los microtúbulos y del
citoplasma.
MICROTUBULOS
Los estados de
conformación de las
tubulinas dipolares de la
estructura del microtubulo
presentan estados
dipolares que permite la
cooperación de
interactuar con los
vecinos
confiriéndoles propiedad
es piezoeléctricas,
común en elementos
ferroeléctricos, muy
importantes en el
comportamiento de la
señalización,
comunicación,
ensamblaje y
desacoplamiento de los
microtubulos.
El autoensamblaje y el
desacoplamiento
depende de la
temperatura y la
concentración de iones de
calcio.
En un sistema coherente
cuántico que permanezca
aislado de su medio
ambiente sus
componentes
espacialmente
distribuidos pueden
coexistir en una
superposición de
múltiples estados..
SUPER RADIANCIA
Los japoneses Jibu y Yasue observaron que los fotones creados por la super radiancia penetran a
lo largo del interior del microtubulo como si el medio óptico se volviera transparente por la
propagación misma de fotones “ordenados”, coherentes.
Stuart Hameroff y Watt,(1982). Hameroff, (1987) han sugerido que estas dos conformaciones tienen
un comportamiento “activo” e “inactivo” correspondientes a los bits “1” y “0”; esto ofrecería una
propagación de señales complejas a lo largo de los microtúbulos, análogo a un autómata celular.
Se posibilita así una capacidad de computación con una potencia virtual enormemente mayor que
la considerada en las redes neuronales, en que se establece la neurona como unidad
computacional. Los cambios de conformación de las tubulinas se propagan cerca de un millón de
veces más rápido que las señales neuronales.
Para valorar el alcance de este hecho es conveniente saber que existen por neurona unos diez
millones de unidades de tubulina, y se calcula que existen cien mil millones de neuronas en el
cerebro, por lo que el campo interactivo de tubulinas debe de generar múltiples espacios
topológicos, auto semejanzas fractales y holográficas.
El resultado es un supercomputador cuántico (Deutsch, 1997) cuyas unidades ya no son bits sino
qubits o bits cuánticos con muchos estados posibles. Cada qubit es un dímero de tubulina.
La razón áurea o el número áureo que crea las espirales de las galaxias, las espirales logarítmicas
de los nautilos y de los caracoles; es el primer fractal descrito por Nicómaco de Gerasa en el siglo
I (D’Arcy Thomsom, 1961).
Es sobretodo una disposición de transducción de máxima eficacia que permite un fenómeno insólito: un
fenómeno cuántico macroscópico de transmisión de información o, como lo describe Penrose,
una reducción objetiva orquestadade la función de onda, gracias a un fenómeno de coherencia cuántica
que actúa como superconductor. Dicho fenómeno se da en el tejido nervioso, pues los microtúbulos se
extienden por el interior de los axones y las dentritas de las neuronas prolongándose hasta la cercanía de
las sinapsis, donde se da la conexión interneuronal.
El estado de cada tubulina está influido por los estados de polarización de cada uno de sus seis vecinos,
debido a interacciones de Van der Wals entre ellos, resultando determinadas reglas específicas que
gobiernan la conformación de cada dímero en función de sus vecinos. Esto permitiría que cada mensaje
fuese propagado y procesado a lo largo de cada microtúbulo.
Estas señales que se propagan son relevantes para el modo en que los microtúbulos transportan
determinadas moléculas a través de ellos, y las múltiples interconexiones entre microtúbulos vecinos.
Dichas proteínas conectivas de tipo puente son las conocidas como proteínas asociadas a los microtúbulos
o MAP’s.
Koruga 1974) defiende una efectividad especial en el caso de una estructura relacionada con los números
de Fibonacci del tipo que realmente se observa para los microtúbulos.
Los cilindros están llenos de plasma de baja
densidad. Sería posible así que la
multiplicidad de formas de los filamentos
estuviera relacionada con la comunicación
fotónica junto al centriolo, con su forma
tubular y la obturación en un extremo, igual
que un telescopio de reflexión. Las otras
estructuras tubulares y filiformes pueden ser
traducidas como elementos conductores
huecos, semejante a la fibra óptica de vidrio.
Sería de esperar que los intersticios entre las
fibrillas poseyeran la propiedad de conducir
impulsos ópticos.
Figura/ Desmosoma
Hameroff sugirió dos conceptos importantes en la comprensión de la actividad citoesquelética cerebral
desde el punto de vista de la física cuántica:
los microtúbulos actúan como guías de ondas para fotones y como procesadores de información
holográficos.
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