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Antítesis 1: Toda historia está motorizada por el principio del amor fraterno, en
que a todo hombre se le manda ser guardián de su hermano. Y la década del
70 en Argentina, por detrás y por debajo del odio homicida, impera el amor al
prójimo como a sí mismo. Es la historia de la otra Argentina, la Argentina del
otro; ciudad del amor a sí mismo bueno, amando a Dios y al prójimo como a sí
mismo (Principio Fraternidad) y despreciando el odio al otro.
Tesis 2: Es bien sabido que desde que la Iglesia se unió al Imperio, durante las
últimas épocas del Imperio Romano, ha sido la encargada de mantener el
orden y la civilización en el hemisferio occidental. Y ello no fue diferente aquí
en Argentina. La Iglesia siempre tuvo un papel político que permitió salvar y
resguardar los bienes de la cristiandad y el catolicismo. Durante el mismo
proceso militar argentino, en base a la reorganización religiosa del país, la
cúpula superior de la Iglesia dio su aval al proceso. No se opondrían a un golpe
que permitiría que la palabra del Evangelio se hiciera conocida para un mayor
número de personas que por las circunstancias del país habían sido alejadas,
cada vez más, de la palabra de Dios. Así mismo el proceso reeducaría a los
ateos y paganos en la verdadera fe oficial del país, evitando prácticas que no
permitieran la vida y salvación de las personas. Este accionar era necesario
para afrontar a las fuerzas del mal que se dirigían a conquistar nuestras
sociedades con palabras cautivantes pero viles, pues proclamaban un ateísmo
que desdibujaba el límite entre lo bueno y lo malo. Para tal idea nada era
mejor, lo que llevaba a un nihilismo sumamente peligroso para el país. De este
modo lo expresaba Adolfo Servando Tortolo, quien había anunciado un
inminente “proceso de purificación”. Después del golpe de Estado, advirtió que
“los principios que rigen la conducta del general Videla son los de la moral
cristiana”. Cuando el país era un gran campo de concentración, defendió la
tortura ante sus pares con argumentos de teólogos medievales. Cuenta uno de
los “subversivos” encarcelados que, en una de sus visitas a las cárceles, donde
Tortolo les permitía hablar con él, le comento a este la situación y le pregunto
porque mataban a la gente, Tortolo le respondió: “Si ellos matan gente, las
armas están bendecidas. Ustedes matan con armas sin bendecir”.