Pies de ilustración
LAS CLAVES
DEL NACIONALISMO
Y EL IMPERIALISMO
1848-1914
Planeta
C olección
LAS CLAVES DE LA HISTORIA
E
nueva mentalidad en que la
división del mundo en los fenómenos que ha mantenido una continui
imperios y naciones aparece dad más persistente, desde las guerras napoleó
en una suerte de gran teatro nicas con las que se inició el siglo xtx hasta nuestros días,
visual, donde se ve desde lejos, ha sido, sin lugar a dudas, el nacionalismo, o mejor di
día a día, irse desarrollando
cho, los nacionalismos. Unos movimientos que, desde la
las guerras y los movimientos
perspectiva actual de finales del siglo xx, encontramos
sociales. El mundo se va
haciendo un gran mapa, con extremadamente complejos y diversos, con tipologías di
pequeñas zonas claras —las ferenciadas, con una naturaleza social, política e ideoló
decisivas— y grandes áreas de gica distinta, con objetivos claramente diversificados,
penumbra y aun de tiniebla. con elementos constitutivos cambiantes y también,
3
cómo no, con instrumentos de lucha netamente diferen
ciados.
A lo largo de los siglos XIX y X X se ha podido ser nacio
nalista para reivindicar el autogobierno y la soberanía
nacional, para conseguir la unificación de distintos Esta
dos o para perseguir objetivos anexionistas. Ideológica y
políticamente la reivindicación del nacionalismo se ha
realizado desde la extrema derecha, desde el liberalis
mo, desde posiciones democráticas moderadas o radica
L. FILDES: Esperando la les, desde la izquierda socialista y desde la extrema iz
admisión en el asilo de
quierda. Y para conseguir sus objetivos los nacionalis
pobres. Siglo XIX. Royal
Holloway and Bedford New mos han recurrido a movilizaciones pacíficas, a métodos
Coliege, Londres. parlamentarios y muy a menudo a la lucha armada y a la
En Inglaterra, los pobres ya violencia.
no son asunto, sobre todo, de La diversidad, a lo largo de los últimos doscientos
las parroquias de pueblo: la años, y sin movernos del continente europeo, ha sido
industrialización reúne en las grande. Y aún cuando ha habido momentos en que el
grandes ciudades masas de protagonismo histórico de estos complejos movimientos
pobres desarraigados, que en
parecía que había desaparecido, difícilmente podría com
algunos casos han descendido
prenderse la historia contemporánea de Europa sin ellos.
de la modestia a la miseria. El
gran imperio en ascenso ha de Los nacionalismos han creado Estados, incluso nacio
arreglárselas con masas de nes, han disgregado Imperios, han potenciado guerras
desvalidos en su propio internas y externas y también, en su última expresión,
corazón. Dentro de cada han construido Imperios.
nación rica hay «dos Por todo ello sería imposible meterlos a todos en un
naciones», como señaló mismo saco, incluso resulta difícil encontrar un único
Disraeli: los que tienen y los modelo de interpretación y de análisis que sirva para es
que no tienen.
tudiarlos en su globalidad y para comprender su casuísti
ca histórica. Y por ello mismo hay que estudiarlos en
cada contexto histórico en que aparecen. Como cual
quier otra manifestación social que surge de la acción de
los hombres y de las sociedades, pueden llegar a explicar
la historia, pero no pueden explicarse sin la historia.
Cabe, pues, estudiar los nacionalismos diacrónicamente
y sincrónicamente, en su evolución histórica particular a
lo largo de los años y en sus relaciones horizontales en
marcadas en cada coyuntura histórica. Y aun así se hace
difícil llegar a conclusiones universalmente válidas.
La historia de la Europa del siglo xix es un buen ejem
plo de lo que planteamos, en la medida en que fue en el
siglo xix cuando surgieron los nacionalismos a la par que
se estaban construyendo los nuevos estados liberales,
surgidos de las revoluciones burguesas, y se estaba con
solidando un nuevo sistema de organización social con
la introducción del capitalismo. Fue en el siglo xix cuan
do surgió el concepto moderno de nación, estrechamen
te vinculado a los nuevos estados liberales y, como res
puesta, aparecieron los nacionalismos que cuestionaban
la hegemonía de aquellos Estados. Fue en el siglo xix
4
cuando aparecieron netamente codificadas aquellas ideo
logías que dieron sostén a los distintos posicionamientos
de los nacionalismos. Fue en el siglo xix, en fin, cuando
como prolongación lógica de un determinado naciona
lismo se desarrollaron los imperialismos europeos con el
afán inconfesado de controlar el mundo.
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NACIÓN, NACIONALIDAD,
NACIONALISMO:
LOS CONCEPTOS
A DEBATE
7
J. BERAUD: La salida del las experiencias concretas, históricamente diferenciadas
Liceo Condorcet. Siglo XIX.
según la época y el país, del movimiento nacional. Sería
Museo Camavalet, París.
prolijo y poco útil abundar en todas y cada una de ellas.
Las naciones que primero
habían madurado como tales
Por ello —y en un intento de clarificar el problema-
en Europa se convierten en nos limitaremos a aquellas que han llegado hasta nues
modelos canónicos para los tros días y que aún poseen una importante presencia en
nuevos nacionalismos del las ciencias sociales.
siglo xix: en éstos incluso su En primer lugar, hay que señalar que aún subsisten
mentalidad de autoexaltación aquellas teorías, surgidas directamente de la Revolución
no es otra cosa que lo que francesa, que asimilan la nación con el Estado, como si
precisamente se denominó se tratara de una misma realidad, como si sólo se pudie
con un término francés, se hablar de naciones a partir del Estado. Son aquellas
chauvinisme —al parecer
teorías vinculadas a la tradición del pensamiento liberal
derivado de cierto patriótico
militar, Chauvin, del Imperio
europeo que se halla en la base de numerosas Constitu
y la I República—, ciones que rigen los actuales Estados de derecho. En es
tas teorías se produce un esfuerzo para enumerar toda
una serie de características o elementos constitutivos
—objetivos— que integrarían la nación, y al mismo
tiempo se tiende a diferenciar los conceptos de nación y
nacionalidad.
Marcel Mauss, antropólogo y sociólogo francés, ya en
1920 hablaba de la nación como de «una sociedad mate
rial y moralmente integrada, con un poder estable, per
manente, fronteras determinadas, relativa unidad moral.
8
mental y cultural de los habitantes que se adhieren cons
cientemente al Estado y a sus leyes». La propuesta de M. RODRÍGUEZ DE
M.ircel Mauss es clara: en síntesis, según su concepción, GUZMÁN: La procesión del
tiocío. Mediados siglo XIX.
l.i nación sería una sociedad integrada con fronteras y
Palacio de Riofrío, San
Estado propios.
Ildefonso, Segovia.
Años más tarde, tras las convulsiones sufridas en el Con las nuevas tendencias, las
mundo después de la Segunda Guerra Mundial y del pro tradicionales festividades
ceso de descolonización en África y Asia, se introdujo la religiosas muestran más que
diferenciación apuntada entre los conceptos de nación nunca una vigencia
y nacionalidad, para seguir atribuyendo al primero un independiente de las creencias
■irácter político-jurídico inherente al Estado, mientras mismas, en cuanto que son, al
mismo tiempo, celebraciones
se consignaba a la nacionalidad un carácter histórico-
de la identidad local, de la
social. El historiador y político norteamericano Carl-
provincia, de la región, de la
lun J. H. Hayes, en la década de los años 60, hablaba de nación. Al darse menos por
nacionalidad como de «un grupo cultural de personas supuesto, en el siglo xix, el
que hablan una lengua común (o dialectos íntimamente valor de lo cristiano, se pone
ligados entre sí) y que tienen cierta comunidad de tradi más al descubierto el valor
ciones históricas (religiosas, territoriales, políticas, mili- localista de sus fiestas.
il'l !ti
9
tares, económicas, artísticas e intelectuales)»; y al mis
mo tiempo que apuntaba una casuística muy variada de
nacionalidades repartidas en dos o más Estados, o incor
poradas con otras en un solo Estado, sentenciaba muy
tajantemente que «si vamos a tratar de comprender lo que
es una nacionalidad, tenemos que evitar confundirla con
un país o una nación». Con más contundencia, Karl W.
Deutsch, profesor de ciencia política en la Universidad
de Harvard, afirmaba en 1969 que «la reunión del Estado
y el pueblo hace una nación moderna. Una nación es un
pueblo que ha creado un Estado o que ha desarrollado
capacidades cuasi gubernamentales para formar, apoyar
y fortalecer una voluntad común. Un estado nacional es
un Estado que se ha identificado ampliamente con un
pueblo».
La nación como Estado-nación aparece como lugar
común entre numerosos autores que consciente o in
conscientemente se han adherido a las concepciones li
berales de nación. Pero no en todos ellos la existencia de
una nación presupone la de un Estado. Otro historiador
norteamericano, especialista en el tema de los naciona
lismos, Hans Kohn, utiliza indistintamente las concep
ciones de nación y nacionalidad y define a ésta como «el
producto de las fuerzas vitales de la historia» que, a la
par que posee factores objetivos que la distinguen de
otras nacionalidades —ascendencia, lenguaje, territorio,
entidad política, costumbres, tradiciones y religión co
munes—, precisa, para su existencia, de «una voluntad
colectiva viviente y activa». En Kohn, al conjunto de ele
mentos constitutivos de una nación o nacionalidad se
suma la inevitabilidad de una «voluntad colectiva».
Hasta aquí parece clara, pues, la confusión existente
entre los conceptos de nación y nacionalidad. En unos
autores (Kohn) no se aprecia una diferenciación clara en
su uso ni en su contenido semántico, en otros (especial
mente en Hayes) ambos conceptos responden a realida
des diferentes: la nacionalidad aparecería como la unión
de características nacionales necesarias para que un con
junto social pueda transformarse en nación; una nación
en potencia a la que se negaría la soberanía política y el
derecho a construir un Estado propio, condiciones en
cambio que sí poseería la nación. Como ya dijimos, esta
acepción iría mediatizada por la idea liberal de Estado-
nación.
Paralelamente a esta idea se han ido desarrollando
otras teorías a lo largo del siglo xx que también han ela
borado sus concepciones sobre la nación, presentándose
como alternativas a las liberales. Dentro del marxismo,
ya en 1907, el austríaco Otto Bauer definió la nación
i niño «un conjunto de hombres unidos por la comuni H. PILLE: Cantina municipal
dad de su destino histórico en una comunidad de carée durante el sitio de París.
la . El carácter nacional, entendido como la condensa- Último tercio siglo XIX.
Museo Camavalet, París.
■ion de toda la historia de la nación —la historia de los
Un giro imprevisto: que París
antepasados, las condiciones de su lucha por la existen-
pueda ser sitiado en el
i ia. las fuerzas de producción, etc.— pasaba a ser, en siglo xix. Todavía, sin
llauer, la característica distintiva de la nación. embargo, las guerras entre
Pero dentro del marxismo, la definición destinada a naciones son algo relativo y
hacer mayor fortuna y a perdurar más tiempo, fue la for modesto que se salda con la
mulada por Stalin en 1913, cuando en su estudio de ré pérdida de algún territorio y
plica a Bauer escribió que la nación era «una comunidad unas indemnizaciones: la
humana estable, históricamente formada y surgida sobre población civil puede sufrir
localmente durante una
l,i base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida
temporada. Luego, cuando las
económica y de psicología, manifestada ésta en la comu
guerras nacionales sean
nidad de cultura». Para Stalin todas estas características guerras entre imperios, se
un fundamentales para que exista una nación, y ni una radicalizarán, pero la
nía de ellas es suficiente para definir a la nación, y si tan retaguardia no llegará a ser
vilo falta una ya no puede existir la nación. víctima total hasta la Segunda
En la definición de Stalin —para quien la nación sería Guerra Mundial.
tina categoría histórica que aparecería en la época con
creta del capitalismo ascendente, según acepción clásica
del marxismo— vuelven a aparecer la reunión de una se-
11
rie de características que conformarían una nación, a
través de un modelo extremadamente rígido cuya aplica
ción concreta nos llevaría a hablar de cuasi-naciones,
E . GROW E: La hora de la proto-naciones o pos-naciones, y que, por tanto, sería
comida en Wigan- Segunda muy poco útil para comprender la enorme variedad de
mitad siglo XIX. Galerías de realidades nacionales, muchas de las cuales no entrarían
arte de la Ciudad, Manchester. en su modelo.
13
14
C. D. FRIEDR1CH: Videro
junto a un mar de niebla. LAS IDEOLOGIAS
1818. Galería de Arte,
llamburgo. NACIONALES
Kl espíritu romántico alemán
■la un nuevo sentido a la idea EN LA HISTORIA
de nación, vista ahora como
i iimunidad animada por un CONTEMPORÁNEA
mismo empuje espiritual,
i'xpresado generalmente en la
misma lengua: lo que en
lerminos falangistas, que
recogen ecos de Fichte, se
llamaría «una unidad de
destino en lo universal». El
individuo sólo llega a ser
os movimientos nacionalistas que se desarrolla
L
plenamente lo que está
llamado a ser mediante su ron en Europa a lo largo del siglo xtx se funda
inserción en su nación, mentaron en ideologías que expresaban los prin
entrando en el papel que ésta cipios más esenciales, doctrinarios, de las reivindicacio
tenga en la historia. nes nacionales. Y no es casual, como destacamos en la
Introducción, que las primeras formulaciones ideológi
cas de los nacionalismos se produjeran en la coyuntu
ra histórica de finales del siglo x v i i i y principios del si
glo xtx, unos años extremadamente convulsos en toda
Europa: la crisis del Antiguo Régimen provocada por la
Revolución francesa, la consiguiente expansión napoleó
nica con la larga retalla de guerras de liberación, la pos
terior restauración de las monarquías absolutas, confi
guran un marco histórico del cual inevitablemente sur
gieron las dos ideologías que dieron cuerpo a los movi-
15
mientos nacionalistas del siglo xix y buena parte del XX:
el liberalismo y el romanticismo, dos ideologías enfren
tadas en sus orígenes, con propuestas claramente dife
renciadas y objetivos distintos. Dentro del marxismo
—la tercera gran ideología que aparece en el siglo XPf—
el desarrollo de una teoría nacional es mucho más tardía
y, de hecho, no se produce de forma sistemática y codifi
cada hasta Tíñales del siglo, aunque a partir de la heren
cia legada por Marx y Engels.
17
ciudadanos a ser verdaderamente libres para formar su
voluntad con moralidad, que no existe moralidad fuera
del Estado y que las competencias del Estado son prácti
camente ilimitadas. Un Estado, hay que insistir en eNo,
que aparece como el resultado de la voluntad general, y
de un pacto común entre todos los ciudadanos.
Junto a esta exaltación del Estado en el pensamiento
de Rousseau aparece también la exaltación del patriotis
mo y de las tradiciones nacionales, como medio para fo
mentar e intensificar la solidaridad entre los ciudadanos.
El patriotismo —contrario a un cosmopolitismo que
sólo sirve como excusa para evitar los deberes hacia la
propia nación— debía reforzarse con la configuración
del carácter nacional de cada pueblo, constituido funda
mentalmente por sus instituciones nacionales. 'Cuando
escribe sus Consideraciones sobre el Gobierno de Polo
nia no duda en afirmar que uno de los medios más im
portantes para incrementar el patriotismo es la educa
ción nacional: «Al despertar a la vida —escribe con mu
cha contundencia— el niño debe ver la patria, y hasta su
muerte no debe ver otra. Todo verdadero republicano
mama, con la leche materna, el amor a su patria, es de
cir, a las leyes y a la libertad.»
Cuando en 1789 se inicia el proceso revolucionario
francés, el tema de la nación y del patriotismo deja de
ser un problema de definición abstracta de un concepto
y entra masivamente en las luchas sociales y políticas. Ya
en el mismo año 1789 el abate Siyés publica su famoso
panfleto ¿Qué es el Tercer Estado?, donde deja muy claro
que los Estados privilegiados del Antiguo Régimen eran
«extranjeros a la nación», y que sólo el Tercer Estado
— la burguesía— constituía la nación. A medida que se
profundizaron las luchas revolucionarias y que se incre
mentó en ellas la participación de las clases populares, la
nación tendió a identificarse con el pueblo revoluciona
rio que había abatido a la monarquía. La idea de sobera
nía nacional pasaba a convertirse en soberanía nacional
de todo el pueblo. Y la nueva nación francesa, como
fuerza histórica, pasaba a estar constituida por un nuevo
bloque de clases sociales, del que estaban explícitamente
excluidos los estamentos del Antiguo Régimen. El ar
tículo tercero de la Declaración de los derechos del hom
bre y del ciudadano, que elaboró la Asamblea Constitu
yente francesa el 26 de agosto de 1789, recogía, en buena
medida, esta idea y los principios rousseaunianos al res
pecto al afirmar que «el principio de toda soberanía resi
de esencialmente en la nación; ningún cuerpo, ningún
individuo, no puede ejercer una autoridad que no emane
expresamente de ella».
ANÓNIMO: Alianza de
España e Inglaterra contra
Napoleón. Siglo XIX. Museo
Romántico, Madrid.
La nación es una entidad
soberana y egoísta que, por
definición, puede cambiar de
relaciones con otras, en el
famoso «renversement des
alliances». Contra Napoleón,
Inglaterra es aliada de España
aunque siga en Cibraltar: más
adelante, Francia e Inglaterra
serán, por antonomasia, los
«aliados» en el siglo xx, cuyas
dos guerras mundiales verán a
diversos países cambiar de
bando entre una y otra.
Idealistas y románticos:
la nación como expresión
de una conciencia colectiva
Pero este nacionalismo —que consideraba a la nación
como el resultado de un contrato voluntario y del libre
consentimiento de los individuos— no fue compartido
en toda Europa, donde la problemática nacional, a co
mienzos del siglo xix, se hallaba a la orden del día. En
buena medida como reacción contra estas ideas de la Re-
20
vnliición francesa apareció una ideología nacionalista,
i límpidamente contrapuesta, que surgida de Alemania,
inuv pronto entroncó con el romanticismo. Un nuevo
o,k mnalismo que, en sus orígenes, tuvo una vertiente
luíiiI.orientalmente cultural, ajeno a los intereses políti-
i ni y hasta una etapa posterior no se vinculó a proyectos
I»ilil icos concretos.
22
SEMPER y HASENAUER: El
Burgtheater. 1874-1888.
Viena.
El imperio austríaco sería el
ejemplo más notorio de cómo
la pluralidad de naciones
puede hundir una entidad
histórica de larga tradición.
Numerosas comunidades, con
sus respectivas pretensiones
de ser nacionalidades, las más
variadas lenguas y razas
formaron parte, de modo
cambiante, de'lo que llegó a
ser Austria-Hungría, para
derrumbarse en la primera
Idos. Buena parte de su producción, en efecto, está desti guerra mundial.
nada al estudio del origen de las lenguas y de sus mani-
ii siaciones populares. Un estudio, sin embargo, que no
•■ i limitaba a las lenguas literarias o escritas, sino que
lusladó a todo tipo de lenguas. Es cierto que, como ale
mán que era, manifestó una gran veneración por la len
gua y la cultura alemanas, pero no es menos cierto que
mostró un gran respeto por todas las lenguas nacionales,
hasta el punto que afirmó la igualdad y la dignidad de to
das las lenguas, incluidas aquellas que no poseían una
i «presión escrita. Al afirmar la igualdad de derechos de
Indas las lenguas afirmaba también la igualdad de dere
chos de todos los pueblos.
c-stas concepciones herderianas se inscribían en una
incepción del mundo que pasaba, necesariamente, por
l.i idea de una humanidad que conviviera en paz y armo
nía. No le fue difícil a Herder en el contexto de su tiempo
jiribuir a las naciones y a las patrias la causa de la paz
romo principal objetivo, al tiempo que consideraba que
las guerras eran patrimonio de príncipes y Estados. Así
llerder no sólo no identificaba la nación con el Estado,
sino que de manera explícita presentaba ambos concep
tos como realidades históricas diferentes y netamente se
paradas.
La semilla ideológica inspirada por Herder impregnó
lodo el movimiento romántico del siglo xtx y fue un po-
23
deroso estimulante para todo el pensamiento nacionalis
ta de la Europa central y oriental de principios de siglo,
y en particular para los jóvenes intelectuales eslavos, en
cuyo pueblo Herder había centrado toda su admiración.
Los estudios de Herder —y más en concreto la publica
ción de sus Cantos populares— iniciaron también una
oleada general de interés por las canciones populares y
por el folclore de los pueblos.
El romanticismo posterior comportó, como es bien
conocido, un renacimiento lingüístico sin precedentes
en la historia europea, pero comportó también un rena
cimiento en muchos otros campos de las ciencias huma
J. M. MAHQUÉS PU1C: Prat nas. Surgió, por una parte, una nueva escuela histórica
de la Riba. Principios del
interesada en buscar en el pasado las señas de identidad
siglo XX. Diputación de
nacional colectiva. En todas partes se recopilaban y edi
Barcelona.
La muerte de Prat de la Riba,
taban documentos del pasado; el pueblo empezó a sentir
en 1917, fue un golpe para el un renovado interés por su propia historia y ésta se con
ideal esbozado virtió también en un instrumento cultural de exaltación
institucionalmente en la nacionalista. Cuando en 1819, el que fuera primer mi
Mancomunitat catalana, nistro prusiano, Karl Stein, creó la Sociedad para el Es
donde tenía especial tudio de la Historia Alemana Antigua, se propuso «esti
importancia la tarea de la mular el gusto por la historia alemana y facilitar su estu
cultura como articulación dio, contribuyendo de este modo a conservar el amor ha
espiritual de la nación
cia la patria común y a nuestros grandes antepasados».
catalana: Xénius —Eugeni
d’Ors— intentó ser el ministro
No es casual que la publicación más importante que pro
Goethe de su Gran Duque del dujo esta Sociedad, los Monumenta Cerrrtaniae Histórica,
Weimar catalán, fomentando llevaran como lema Sanctus amor patriae dat animus.
bibliotecas y escuelas. Junto con la historia surgió una nueva escuela jurídi
ca romántica, interesada en estudiar el Derecho especifi
co de cada pueblo. El Derecho era considerado como fru
to de la conciencia de cada pueblo, que lo creaba a su
semblanza y según sus necesidades. Aún en 1906 el ideó
logo y político nacionalista catalán, Enric Prat de la
Riba, siguiendo esta conceptualización, escribía que el
Derecho «es un producto del espíritu nacional, fuente de
toda la vida del pueblo, principio y raíz de todas las ma
nifestaciones». La consecuencia lógica de este razona
miento suponía buscar las diferenciaciones nacionales
en sistemas jurídicos diferentes y considerar que la na
ción era también un sentimiento jurídico original.
Coetáneo a Herder, el filósofo alemán J. Gottlieb Fich-
te dio un paso importante en la consolidación de la ideo
logía nacionalista romántica y la adscribió ya en el con
texto histórico concreto de Alemania, hasta el punto que
en más de una ocasión, pero sin razón, ha sido conside
rado como el precursor más importante del nacionalis
mo alemán contemporáneo. A diferencia de Herder, el
discurso nacionalista de Fichte se inició por razones his
tóricas muy precisas y representó una ruptura con su
24
Fichte. Grabado según
pintura de Buiy.
En 1810, en Berlín, mientras
las tropas napoleónicas
patrullaban por las calles, el
filósofo Fichte lanzaba con
gTan éxito desde su cátedra
universitaria sus Discursos a
la nación alemana,
propugnando esa patria
soñada que tardaría sesenta
años en ser una nación
unitaria. El Yo soberano de
Fichte tenía en la nación el
ámbito más evidente para su
destino moral de soberanía
sobre el No-Yo.
27
la patria es la fe en la patria», y sólo podrán disponer de
patria quienes posean esta fe y estén dispuestos a verter
su sangre por ella.
Mazzini culmina, así, un pensamiento nacionalista de
raíz marcadamente naturalista que concibe a la nación
como un todo orgánico preexistente a los hombres y casi
—como lo era el Estado en Rousseau— anterior a ellos.
El pensamiento nacional
entre los marxistas
Si las ideologías nacionalistas surgidas de la Revolu
ción francesa y del romanticismo animaron la mayoría
de los nacionalismos que aparecieron en la Europa del
siglo XIX, a partir de mediados de siglo se fue configuran
do una nueva ideología, el marxismo, vinculada estre
chamente al nuevo movimiento obrero que aparecía con
inusitada fuerza en las nuevas ciudades industriales. Una
ideología destinada a desempeñar un papel trascendental
en la historia contemporánea, y cuyos principales men
tores, Marx y Engels, a la par que iban sistematizando las
-características fundamentales de su pensamiento, se
convirtieron en críticos radicales de la realidad europea,
para ir ofreciendo alternativas políticas frente a las
numerosas situaciones de conflicto existentes en su
tiempo.
Es cierto que ni Marx ni Engels dejaron ninguna obra
sistemática sobre la cuestión nacional y los nacionalis
mos, pero a lo largo de su producción, sobre todo cuan
do se centraron en el análisis de casos concretos, fueron
desgranando los elementos teóricos e ideológicos claves
de sus posiciones, que tanta influencia tuvieron entre los
marxistas posteriores.' En primer lugar, en lo que podría
mos denominar su pensamiento nacional, destaca una
teoría sobre la nación, basada en el desarrollo histórico
europeo, de la que sobresalen las siguientes característi
cas: en primer lugar, la nación aparece como una condi
ción objetiva producto de un largo desarrollo histórico
condicionado por circunstancias preexistentes diversas
—el medio ambiente, el clima, el suelo, etc.— y por la
acción de la colectividad humana, que se traduce en la
historia, la economía y la cultura de las comunidades.
En segundo lugar, la nación moderna es una categoría
histórica vinculada a una época determinada y a un
modo de producción específico: la del capitalismo ascen
dente; en cuanto a tal se constituye en la lucha por la
creación de las condiciones de desarrollo de la sociedad
burguesa, a la que corresponde la forma política de un R. KOEHLER: La huelga.
estado nacional centralizado. La nación, finalmente, en 1886. Colección privada.
cuanto es una entidad histórica orgánica, dotada de una Las huelgas, aunque iban sólo
dirigidas contra los patronos
Kintinuidad histórica, no constituye un todo homogé
industriales, eran
neo, sino que es la sede de los intereses y de las luchas de inmediatamente
( lases. En este sentido, la reivindicación nacional siem «nacionalizadas» por los
pre posee un contenido de clase y sirve intereses distin- gobiernos, con empleo de la
íos en función de la clase a la que concierne y del mo fuerza pública y aun, si hacía
mento en que se plantea. falta, de los ejércitos,
A partir de esta caracterización genérica, Marx y En- poniendo en evidencia el
gels elaboraron unas posiciones políticas y estratégicas carácter clasista de la nación-
frente a las distintas problemáticas nacionales de su Estado. Por supuesto, nunca
liempo, que se fundamentaban en la primacía absoluta faltan justificaciones para tal
'política, en nombre de la
que otorgaban a la clase obrera frente a cualquier otra economía supuestamente «de
categoría, histórica. Presentaban, así, la cuestión nacio todos».
nal como un problema subalterno y subordinado a las
exigencias de la lucha de clases. La clase obrera debía
adoptar unas posiciones u otras frente a las reivindica
ciones nacionalistas de acuerdo a los intereses generales
del progreso social y de su lucha de emancipación, cuyo
norte y objetivo era la revolución proletaria en Europa.
Ni que decir tiene que, a partir de estos parámetros, de
fendieron sólo aquellos movimientos nacionalistas que,
como el alemán, el polaco o el irlandés, podían benefi
ciar la estrategia de la lucha de la clase obrera; mientras
el resto —y en especial los movimientos nacionalistas de
los pueblos eslavos— eran considerados como contrarre
volucionarios y, por tanto, cabía combatirlos como a
tales.
29
J. ENSOR: La entrada de El internacionalismo proletario como principio de ac
Cristo en Bruselas. 1888. tuación frente a cualquier tipo de solidaridad nacional,
Museos Reales de Bellas la existencia del proletariado como clase fundamental
Artes, Amberes. mente internacional y la profunda convicción de que en
El efluvio cristiano que hubo
la futura sociedad comunista, con la desaparición del Es
en el arranque del socialismo,
por obra de algunos autores tado, desaparecerán las diferencias nacionales y las na
franceses, queda ciones, representan otros elementos claves en las con
transfigurado por la fantasía cepciones de Marx y Engels sobre la nación y los nacio
del belga Ensor, en esta nalismos.
entrada de Jesús en Bruselas Durante muchos años los marxistas europeos del si
bajo la pancarta de Vive la glo xix vivieron de estos axiomas doctrinarios elaborados
sociale: para entonces, el por los fundadores del marxismo de forma sectorial y
cristianismo ya no conservaba poco sistemática. El agravamiento de los conflictos na
nada de esa posible afinidad,
cionalistas a finales de siglo y principios del siglo xx,
ni tampoco contribuía al
internacionalismo hasta la Gran Guerra, y la aparición de tendencias neta
originalmente asociado a esa mente nacionalistas en el seno de distintas organizacio
tendencia política. nes socialistas, obligaron a nuevas tomas de postura y a
nuevas reflexiones que se concretaron en posiciona-
mientos diferentes y a veces antagónicos, aunque la he
rencia de Marx y Engels estuviera presente en todos
ellos. Así, surgieron tres grandes tendencias que se fue
ron configurando como ideologías alternativas para la
resolución de los problemas nacionales: los llamados
«marxistas occidentales», que despreciaban los movi
mientos nacionalistas; los llamados «marxistas orienta
les», que habían descubierto el peso y potencia cada vez
mayor de las luchas nacionales; y, en pugna con ambas,
las posiciones nacionalitarias de Lenin, centradas en la
teorización y defensa del derecho a la autodeterminación.
30
Ciertamente, los «marxistas occidentales», con Rosa
I uxemburg a la cabeza, fueron quienes siguieron más al
pie de la letra los preceptos clásicos de Marx y Engels.
Rosa Luxemburg, desde la experiencia de su Polonia na-
l,iI, integrada en el imperio zarista, y más tarde como
una de tas dirigentes más radicales de la socialdemocra- VLADÍMIROV: Fusilamiento
i ia alemana de principios del siglo xx, mantuvo con ex- de trabajadores ante el
I I cmada rigidez la primacía absoluta de la lucha de cla Palacio de Invierno de San
ses frente a cualquier tipo de lucha, y polemizó dura Petersburgo. Primer tercio
mente con las tendencias nacionalistas del Partido So- siglo XX. Museo de la Gran
Revolución Socialista de
i lalista Polaco. No sólo se opuso a la formulación del de-
octubre, Leningrado.
n cho de autodeterminación de las naciones, sino que in-
«¡Proletarios de todos los
i luso consideró claramente excluyentes los conceptos de países, unios!» había
patriota» y «socialista», y defendió con tesón que en exhortado Marx, y ese sentido
ningún caso las fuerzas del proletariado debían aceptar internacional no hacía sino
en su seno movimiento de independencia nacional algu- agravar la reacción de los
iiii. Sin embargo, no negaba el oprobio de la opresión na- poderes establecidos: la
i mnal, simplemente consideraba que esta opresión de militancia por «los parias de
bía considerarse como una cuestión de «clase», inserta la tierra» era algo siempre
en el programa de emancipación global que, de forma considerado extranjero,
traidor a la patria; una
.lutónoma e independiente, debía seguir la clase obrera.
negación de los valores
Frente a estas posiciones surgieron por la misma épo- propios a favor de poderes
i.i las que formularon los «marxistas orientales», en es exóticos. No cabía moral si no
pecial la escuela austríaca, encabezada por Otto Bauer y era con respeto a la forma
Karl Renner. En 1907 Bauer publicó La cuestión de las tradicional de vivir del país en
nacionalidades y la socialdemocracia, la primera obra de que se había nacido.
31
un marxista que ofrecía una sistematización de los pro
blemas nacionales. Un libro denso que, a la vez que in
tentaba ofrecer un modelo de solución para las naciona
lidades integradas en el Imperio austro-húngaro, formu
laba un esquema teórico y metodológico para el análisis
tic l.i cuestión nacional. Se trata, sin ninguna duda, de la
elaboración más original realizada desde el marxismo y
l.imbién la m is apartada de las posiciones de Marx y Kn-
• Su teoría de la nación se sintetizaba, como ya vi
mos, en una definición que, en su aparente simplismo,
J. F. MILLET: El Ángelus.
1857-1859. Museo del
Louvre, París.
El mundo de la agricultura,
por lo mismo que era más
idílico y tradicional en el
orden social que el mundo de
la industria, tenía mayor
afinidad con lo nacional,
incluso en su sentido más
regional y local. El terruño
era algo inmediato a que
sentirse vinculado, aun sin ser
propietario, incluso como
parte de la naturaleza, a
diferencia de la máquina y la
fábrica.
33
incluía un complejo postulado metodológico. Y la de
mostración histórica de este postulado le llevó a dos im
portantes conclusiones históricas que le enfrentaban con
L. FRÉDÉR1C: Las edades Marx y Engels: la primera preveía el resurgimiento de
det trabajador. 1895. Museo los pueblos eslavos, a quienes Engels, siguiendo a Hegel,
de Arte Moderno, París.
había pronosticado su desaparición; la segunda postula
Es una visión idílica del
ba el desarrollo y la acentuación de las diferencias nacio
mundo del trabajo industrial,
en exaltación de su propio
nales en la sociedad comunista del futuro, como conse
valor, casi como si fuera cuencia del acceso a la cultura de las clases inferiores.
autónomo, con un resultado El punto más débil de la teoría de Bauer se centraba
ambiguo: no se sabe si esta en la solución que ofrecía para el problema nacional en
exaltación de la clase obrera el Imperio austro-húngaro. Partiendo de la conservación
quiere reforzarle su del Estado multinacional defendía una solución consti
conciencia de sí misma con tucional a partir de la aplicación de lo que él denominó
vistas a la lucha, o, al la autonomía nacional-cultural de carácter personal, y
contrario, desviar su que pasaba por garantizar a cada nacionalidad el pleno
insatisfacción ante las clases desarrollo de su cultura nacional y proteger los derechos
propietarias. Con análoga de las minorías nacionales por medio de disposiciones le
ambigüedad, en la nueva
gales.
nación alemana, Bismarck
En polémica con Rosa Luxemburg y con Bauer, Lenin
ofrece a los trabajadores
desarrolló un discurso propio sobre las nacionalidades y
seguros y alivios para su
los nacionalismos, pensado fundamentalmente para so-
suerte.
34
luímnar la cuestión de las nacionalidades en el Imperio I. E. REP1N: Los bateleros
•arista, y a tal efecto creó un modelo de solución que delVolga. 1870-1873.
li ascendió el espacio y el tiempo hasta convertirse en Galería Tretyakov, Moscú.
una doctrina de valor universal. Al mismo tiempo, y por Los cantos de la sirga
ayudaban a ritmar los
primera vez en la historia del pensamiento marxista, las
esfuerzos en el arrastre, y
Inulas nacionales de Lenin se aplicaron en la práctica y eran cantos sin duda
i nnfiguraron la organización del primer Estado socialis populares y muy queridos: así,
ta existente en la historia. El «modelo soviético» se con modificando el
virtió durante mucho tiempo en punto de referencia internacionalismo de Marx, se
obligado para plantear la solución de conflictos naciona puede pensar que la comunión
les en Estados multinacionales. con la patria puede servir
El aspecto fundamental de las posiciones nacionales también para dar ánimos en
de Lenin se centra en la defensa que realizó del derecho los esfuerzos de la
transformación de la sociedad.
i la autodeterminación nacional, junto a la creencia en
Pero también esos cantos
el principio marxista clásico de la prioridad absoluta de
pueden ayudar a la
l.i lucha de clases sobre la lucha de las naciones. A partir resignación en la
de 1903, fécha en que, a instancias de Lenin, el progra servidumbre.
ma del Partido Socialdemócrata Obrero Ruso, incluyó
el derecho de autodeterminación de todas las naciones
que entraban en la composición del Estado», el futuro
dirigente comunista ruso demostró un interés específico
a las exigencias nacionales, y tras rechazar cualquier po
sibilidad de resolver la cuestión nacional a través de so
luciones constitucionales, se mostró partidario de cola
borar estrechamente con los movimientos nacionalistas
para propiciar la destrucción del imperio.
Pero esta colaboración sólo sería posible a través de la
defensa del principio de la autodeterminación nacional,
un principio que Lenin formulaba como «el derecho a la
'■ccesion y a la formación de un Estado independiente».
Defendía así las posiciones más radicales’, claramente di
ferenciadas de aquellas que contemplaban la secesión
como una de las múltiples posibilidades de la autodeter-
35
minación. Para Lenin defender esta interpretación de la
autodeterminación nacional representaba no sólo defen
der un derecho democrático, sino también reivindicar
un derecho específico de la clase obrera, en la medida en
que el proletariado, enemigo de toda forma de opresión,
debía luchar también por la emancipación nacional.
A. N . GUERASIMOV: Lenin
en la tribuna. Galería
Tretyakov, Moscú.
El comunismo nació como
intemacionalista: para Lenin,
podía aliarse con el
patriotismo nacionalista. Tras
la revolución, en la guerra
civil, los rebeldes cosacos y
«blancos» parecían más
nacionalistas que los
bolcheviques, pero no
tuvieron reparo en aceptar la
ayuda de los ejércitos
expedicionarios extranjeros.
En la segunda guerra
mundial, la patria <rodina)
pudo identificarse con lo que
defendían los comunistas
frente a Hitler.
P. L. DELANCE: La torre
Eiffel en construcción. 1889.
Museo Carnavalel, París.
Con el tiempo, la torre Eiífel
llegaría a ser símbolo de París
y aun de Francia entera ante
el mundo: sin embargo,
mientras se construía, fueron
numerosos los escritores y
artistas que protestaron
contra tal armatoste,
tachándolo de feo e
incongruente con el «espíritu
francés» —sin que les
tranquilizara la idea de que se
dad de los soberanos y en la necesidad de sentar las bases
pensaba desmontar después
de la Exposición Universal—.
de un equilibrio europeo entre las grandes potencias,
que no tuvo en cuenta ni el principio nacional, creado
por la Revolución francesa, ni las aspiraciones a la inde-
pendencia y a la unidad nacional que se habían manifes
tado durante las guerras. De esta manera, las grandes
potencias vencedoras de Napoleón configuraron un
mapa estatal europeo, completamente antinacional que
si, por una parte, se fue modificando a lo largo del si
glo xix, en la medida en que los movimientos nacionalis
tas conseguían sus objetivos, por otra, mantuvo su es
tructura básica fundamental hasta la Primera Guerra
Mundial, ya entrado el siglo xx.
■ y s g ip
íE n a a a
Gran Bretaña (18401 Francia (18491 "Ceres negro Reino de Bavlera (1849)
i .unpesinos oprimidos por una aristocracia feudal autóc Algunos de los primeros
tona, profundamente germanizada, y que ejercía su do sellos emitidos en el mundo.
minio en connivencia con la aristocracia austríaca. Inte La filatelia es un bello registro
de nacionalismos, con todas
graban el Imperio austríaco, además de la población ale
las variedades entre
mana, los checos de Bohemia y Moravia, los eslovacos,
metrópolis, colonias,
los polacos de la Calitzia, una parte de los llamados esla protectorados y países bajo
vo ■del sur —eslovenos, croatas y servios—. A finales del dominación ajena. El hecho
d i g l o x v i i i había arrebatado al Imperio turco Hungría, de que una carta fuera
donde los Austrias aplicaron una política profundamente transportada con un
iinl¡magiar, y donde habitaban numerosos servios exilia determinado sello a otro país,
dos. escapados de la dominación turca. Por último exis garantiza un status para la
tían, aunque el derecho histórico los ignorase como pue entidad que imprimiera el
blo, los rumanos de Transilvania, que constituían la po sello. En un álbum de sellos se
ven aparecer y desaparecer
blación campesina más explotada dentro del Imperio y
naciones, aparte de regímenes
que durante siglos habían sido dominados por príncipes políticos —y para no hablar de
húngaros. las inflaciones de precios —.
A partir de las guerras napoleónicas, Austria había am
pliado sus dominios con la incorporación de la [liria en
los Balcanes y del reino lombardo-véneto (Milán-Vene-
cia) en el norte de Italia, donde, además de haber con
vertido en vasallos a todos los ducados al sur del Po, con
cedió el ducado de Parma a la princesa austríaca M.' Lui
sa. Italia, pues, con un poder político fragmentado en
7 listados, se hallaba sometida a la aplastante influencia
di Austria. Y sólo uno de estos Estados, el reino de Cer-
deña, había ampliado sus territorios con la anexión de
Ciénova y Saboya.
Alemania, por su parte, salió de las guerras napoleóni
cas dividida políticamente, como lo había estado siem
pre, a pesar de los sentimientos de unidad que habían
surgido durante las guerras. En el Congreso de Viena
sólo se llegó a una federación de los 39 Estados alemanes
incluida Austria— con la creación de la Confederación
Germánica, cuya presidencia fue confiada al emperador
austríaco, pero de hecho cada Estado mantenía su propia
soberanía. Uno de estos Estados, Prusia —que desde fi
nales del siglo x v i i i tenía anexionada una parte de Polo
nia— salió enormemente beneficiada de las guerras,
41
pues amplió sus territorios con una parte del Reino de
Sajonia y con la totalidad de la Renania alemana que,
desde 1793, había sido francesa.
Al sur de Alemania, Suiza —con los cuatro grupos ét-
nico-lingüísticos claramente definidos: el alemán, el
francés, el italiano y el reto-románico— se convirtió en
una federación de cantones, si bien la idea de un Estado
unitario había tomado cuerpo en la República helvética
de 1798. La reacción contra las teorías revolucionarias
francesas y contra Napoleón permitió que los cantones,
dirigidos por oligarquías patricias, recobrasen toda su
autoridad.
El Imperio turco, cuyo territorio europeo ocupaba
fundamentalmente la Península de los Balcanes, presen
taba una gran complejidad étnica. Además de población
turca, integraba a griegos, búlgaros, eslavos del sur, ma-
cedonios, albanos y rumanos. Los griegos, que poseían el
pasado histórico más ilustre de todos los pueblos de la
42
Península de los Balcanes, al iniciarse el siglo X IX dispo
nían de un enorme desarrollo intelectual, cultural y eco
nómico, lo cual les permitirá afrontar su independencia
muy pronto. Al noreste de Grecia, Bulgaria había sido
incorporada al Imperio turco ya en el siglo xiv, lo cual
bahía supuesto que los búlgaros fuesen uno de los pue
blos eslavos más islamizados y más sometido a los
turcos.
Ix>s pueblos de origen eslavo más numerosos habita
ban en los territorios de la actual Yugoslavia. Además de ANÓNIMO: Warner y su
eslovenos y croatas, mayoritariamente ubicados en el esposa Cosima coa Franz
Imperio austríaco, los eslavos del Sur más importantes Liszt. Siglo XIX. Museo
eran los bosnios, los montenegrinos y sobre todo los ser Wagner, Basilea.
vios. Todos ellos habían sido sometidos también a un Nietzsche rompió con
Wagner, entre otros motivos,
anudo proceso de islamización como consecuencia del
porque éste se convirtió en el
exterminio sufrido desde el siglo xv por la nobleza autóc
gran genio de la nueva
tona. Únicamente los grandes terratenientes bosnios se nacionalidad alemana,
•alvaron de este exterminio cuando a partir del siglo XVI estableciendo en Bayreuth el
se islamizaron para conservar sus privilegios y ello supu- santuario de un sentido
0 que la Bosnia fuese el territorio eslavo más islamizado sagrado de lo germánico, que
de todo el Imperio turco europeo. sería la única religión personal
Kepartidos entre los actuales territorios de Yugoslavia, de Hitler. Nietzsche, en
(¡recia y Bulgaria, cabe situar a los macedonios, que des cambio, tuvo la coquetería de
de la Antigüedad clásica no habían poseído jamás inde declararse infiel a lo alemán:
según él, incluso su apellido
pendencia ni Estado propio. Los macedonios, sin embar-
era de origen polaco.
i. poseían un idioma propio, de la familia lingüística
eslava, pero con gran influencia del griego.
Albania, ocupada también por los turcos en el siglo XV,
llegó al siglo xix en una situación de gran aislamiento
cultural y social. Los albanos, que hasta entonces habían
dispuesto de instituciones propias, eran un pueblo ¡lírico
indoeuropeo que pobló la Península de los Balcanes an
tes que los griegos y los eslavos y lingüística y cultu-
i.límente se diferenciaban de unos y otros. Finalmente,
los rumanos integrados en el Imperio turco habitaban los
principados de Moldavia y Valaquia, y aunque eran tribu-
t,n ios del sultán, conservaban una cierta autonomía, por
el hecho de que las tierras rumanas fueron las únicas
que el Estado otomano dejó bajo el dominio de su propia
clase dirigente —la nobleza de los boyardos— cuando
las invadió en el siglo xvi. Este hecho posibilitó que el
1ampo rumano viviese en pleno feudalismo hasta la Pri
mera Guerra Mundial.
Por último, el Imperio de los zares rusos, poderoso y
en ascenso, se había ido forjando durante la época mo
derna a partir de la progresiva expansión del pequeño
principado de Moscú, pero la progresión territorial más
importante en Europa la había conseguido a finales del
„,glo xvi ti, en épocas de la zarina Catalina II, y durante
43
S. BIHARI: Discurso los primeros años del siglo xix, en el marco de las gue
programático para las rras contra los turcos y contra Napoleón. Así, en épocas
elecciones. 1830. Calería del Congreso de Viena, Rusia ocupaba, hacia el norte,
Nacional, Budapest.
Finlandia, incorporada a partir de 1808, y los tres países
La diferencia lingüística es,
bálticos de Letonia, Estonia y Lituania; en dirección al
probablemente, el mayor
estímulo para los oeste, centro y sur de Europa, Ucrania, anexionada a fi
nacionalismos. En el caso nales del siglo precedente, Bielorrusia, una parte de Po
húngaro, la radical lonia, Georgia, que ocupó en 1801, y Besarabia, incorpo
diferenciación de su idioma rada en 1812. En dirección hacia los Balcanes aspiraba,
respecto a las lenguas en pugna con el Imperio turco, a ejercer el protectorado
circundantes, sin que queda sobre los pueblos eslavos de la Península. Además, im
apenas encontrarle portantes minorías judías y turcas, de difícil adscripción
parentescos en el mundo, era
territorial, poblaban amplias zonas del Imperio. Entre
suficiente para abrir un
abismo entre magiares,
esta amplia variedad de países y grupos étnicos y nacio
eslavos y germanos: en la nales sólo fineses y polacos figuraban integrados en el
¿poca del Imperio Imperio con un régimen de autonomía.
austrohúngaro, el reino de
Hungría dominaba
directamente —y con
dureza— variadas
El nacionalismo en las revoluciones
nacionalidades de la liberales y burguesas (1 8 1 5 -1 8 4 8 )
Transleithania.
A partir de la situación en que quedó Europa después
de las guerras napoleónicas se pone de relieve las enor
mes contradicciones que, potencialmente, podía generar
44
la cuestión de las nacionalidades y que, de hecho, apare lí. FANT1N-LATOUR:
cieron muy pronto, como respuesta a la insatisfacción El rincón de la mesa. 1872.
general creada por el carácter antinacional del Congreso Museo del Juego de Pelota,
París.
de Viena. Este hecho, junto al triunfo de la reacción y al
El «niño malo» de la poesía
mantenimiento de las monarquías absolutas tuvo la vir
francesa, Kimhaud, decía que
tud de posibilitar una alianza entre las frustradas aspira le había alegrado mucho ver a
ciones nacionalistas y la derrotada idea liberal, de tal los prusianos invadiendo su
manera que a menudo los nacionalismos aparecieron país. En cuanto a su gran
bajo la forma de liberalismo, confundiéndose ambos mo amigo Verlaine, un año
vimientos en su oposición a las monarquías absolutas y después, en la Commune de
al sistema estatal que éstas habían creado. París, tomaría partido por la
Entre 1815 y 1830 se produjo, pues, una clara alianza rebelión roja, aunque pudo
escapar a la dura represión
entre ambos movimientos, y si bien es cierto que el re
subsiguiente. La poesía
surgimiento de los nacionalismos adoptó distintas mo moderna, evidentemente,
dalidades y que las relaciones entre el liberalismo y el abandonaba el tradicional
nacionalismo no se efectuaron siempre de la misma ma patriotismo.
ñera, no es menos cierto que los triunfos conseguidos
por el nacionalismo en esta etapa hallaron el apoyo de
los liberales de toda Europa y, consiguientemente, el re
chazo del poder establecido. Tras las revoluciones libera
les de 1830 los nacionalismos europeos sufrieron un
proceso de radicalización política e ideológica que les lle
varon a defender posiciones democráticas y republica
nas, y desde esta nueva óptica política intervinieron en el
complejo proceso de las revoluciones de 1848, donde
participaron como una de las fuerzas más activas.
Sin embargo, la complejidad de situaciones en que vi
vía Europa provocaba que el desarrollo histórico de los
nacionalismos fuese muy diferente, tanto por la diversi
dad de objetivos que perseguían, como por el apoyo so
cial que hallaban e incluso por los sectores sociales que
lo encabezaban y la política de alianzas que propug
naban.
L * % En la Europa occidental los primeros nacionalismos
que se manifestaron fueron, además del irlandés —que
F. HAYEZ: Alessandro estudiamos más adelante— los que en Italia y Alemania
Manzoni. 1860. Pinacoteca perseguían la unificación de los distintos Estados. En
Brera, Milán. Italia, donde la presencia austríaca convertía la lucha na
Manzoni, milanes. fue a cional en una lucha contra una potencia extranjera, las
Florencia para revisar la primeras manifestaciones nacionalistas se inscribieron
primera edición de su novela en el marco de las sociedades secretas que, como la Car
Los novios, ajustándola más a bonería, intentaban conseguir sus objetivos a través de
la lengua toscana como canon
golpes de mano e insurrecciones militares que siste
modélico de la lengua
máticamente fracasaban tanto por su debilidad militar
italiana, la lengua de la nueva
nación. En efecto, Los novios —frente al poderío de los Estados— como por su carác
se iba a convertir en la novela ter minoritario, al no conseguir atraerse a la mayoría de
nacional, el clásico leído en la población ni convertirse en movimientos de masas.
todas las escuelas, no sin Así sucedió en las insurrecciones de 1821 que tuvieron
cierta paradoja: la nueva Italia lugar en Nápoles y en el Piamonte, y así volvió a suceder
nacía bajo signo laico y aun cuando como reflejo de las revoluciones de 1830 en fe
masónico, pero Manzoni era brero de 1831 estalló una insurrección en los ducados
un católico devoto.
papales de Parma, Módena y Romagna. En este caso los
insurrectos llegaron a proclamar las Provincias Unidas
de Italia, pero la intervención de las tropas austríacas,
llamadas por el Papa, hizo fracasar el movimiento que
supuso, además, el fracaso definitivo de la Carbonería.
A partir de 1831 el movimiento nacionalista italiano
—que seguía confiando en la insurrección del pueblo en
armas para conseguir sus objetivos— estuvo representa
do por los republicanos de Giusseppe Mazzini y su Joven
Italia, que prosiguieron con la táctica anterior de recu
rrir a los métodos conspirativos, los complots y los in
tentos putschistas, sin mucho más éxito que en la etapa
anterior. Con estos métodos participaron en la revolu
ción de 1848, promoviendo una insurrección democráti-
46
i .i en Nápoles y otra claramente antiaustríaca en el Lom S . DE ALBERTIS:
bardo-Véneto, y participando junto a la monarquía libe Campamento piamontés a las
ral piamontesa en una auténtica guerra patriótica contra puertas de Milán. Segunda
los austríacos, que acabó fracasando. mitad siglo XIX. Museo
del Risorgimento, Milán.
Paralelamente, entre los círculos intelectuales de Ale
El nacionalismo italiano
mania, y más en concreto en Jena, en cuya Universidad
recorre un penoso y
I ichte había impartido docencia, en 1815 se constituyó complicado camino hasta
una primera organización que pretendía agrupar a todos 1870, por la variedad de
los alemanes de origen, fuese cual fuese su estado de pueblos y fuerzas sociales que
procedencia, y cuyo objetivo era conseguir la creación de va abarcando, aparte de los
una Cran Patria alemana. La persecución a que fue so numerosos dialectos,
metida esta organización en 1817 colapso el movimiento incomprensibles entre sí a
liberal y nacionalista alemán durante varios años, y ello menudo: el gran obstáculo es
la Roma papal, también por su
explica que las revoluciones de 1830 sólo se manifesta
enfrentamiento ante las
ran en los Estados noroccidentales de Brunswick, Hes-
ideologías liberales y los
sel, Hannover y Sajonia, que llegaron a proclamar la for sentimientos populistas que
mación de unos Estados Unidos de Alemania, sin que el animaban ese movimiento.
movimiento llegase a prosperar.
47
Tras el fracaso de 1830 los objetivos nacionalistas-uni-
taristas pronto cuajaron entre sectores importantes de la
burguesía industrial renana —en la parte más occidental
e industrializada de Prusia—, que se manifestó partida
ria de que el liderazgo de la unificación fuese asumido
por Prusia, siempre que ésta se convirtiese en un Estado
constitucional. A su izquierda, entre los discípulos de
Hegel, los llamados hegelianos de izquierda, se constitu
yó un ala radical, republicana y revolucionaria, reducida
a pequeños círculos intelectuales, y partidaria tanto de
un Estado unitario como del conjunto de ideas democrá
ticas, del sufragio universal, la soberanía popular, etc.
Cuando estallaron las revoluciones de 1848 el proceso
unitario fue encabezado por un Parlamento reunido
en Frankfort que fracasó cuando el monarca de Prusia
—el estado más poderoso y militarizado de Alemania—
presidió la contrarrevolución y reinstauró el antiguo ré
gimen.
Durante esta etapa el único movimiento nacionalista
que triunfó en la Europa occidental fue el belga, que en
el marco de las revoluciones de 1830 inició una revolu
ción, nacional y popular al mismo tiempo, que de forma
muy rápida culminó con la segregación de la corona ho
landesa y con la proclamación de la independencia de
Bélgica en noviembre de 1830. A partir de estos momen
tos las confrontaciones nacionales en el seno del nuevo
Estado belga cambiaron de marco y se manifestaron en
tre la comunidad valona, de origen francés, y que ense
guida ocupó las responsabilidades del poder, y la flamen
ca que estuvo marginada tanto en el terreno político
como en el social y religioso. Sin embargo, el nacionalis
mo flamenco, bien estructurado y coherente, tardó aún
varias décadas en manifestarse.
Antes de la independencia de Bélgica, los nacionalis
mos habían conseguido ya éxitos importantes en la Pe
nínsula de los Balcanes, donde el Imperio turco tuvo que
enfrentarse muy pronto a los nacionalismos más activos,
el servio y el griego. Los primeros ya en 1804 habían ini
ciado una rebelión nacional que culminó con la obten
ción de un gobierno autónomo en 1817. Los griegos, por
su parte, iniciaron su guerra de independencia en 1821,
una guerra que poseía al mismo tiempo un carácter libe
ral y nacional, en la que participaron todos los sectores
de la sociedad griega —desde la floreciente burguesía
mercantil que encabezó la rebelión, hasta los clanes de
campesinos-pastores de la península de Morea, pasando
por el patriarca griego de Constantinopla—, y que cons
tituyó un auténtico mito entre la izquierda europea del
momento y, por ello mismo, halló muy poco apoyo de
YUGOSLAVIA v M NEGRO
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M/os' W 1 « &<&■ L * la Grecia clásica y también al
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moderno espíritu
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d o d ec am nacionalista. Gran deportista,
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• iiii'.h Minos I *j*•-• i —hoy, el Bósforo— para
H S ra k lió n
• U M a 1881 repetir la hazaña de l^eandro
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|aluir; I89fl/Tg13 cuando iba a visitar a su
• batallas amada Hero, al otro lado de la
+ ll.lt-MlOS □ logwnt» ocupadas jxwlo! orilla —tema predilecto de la
griegos do 1920 n 1923
t, |«I4 / ® congresos
- ■liodiofas aciualos poesía renacentista y
barroca—.
D IN A M A RC A Copenhague
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Monche!jWr^-^ Sliell'fllri Hr r * 'f e - A - r .
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Varsovia
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M ARRUECO S ) 1 T U N I C IA llilia G B
tos nacionalistas.
Suiza
En vísperas de las revoluciones de 1848 las contradic
ciones nacionales más graves en Hungría enfrentaban a □ cantones liberales
movilizó ante la nueva situación fueron los checos, que revolución húngara
m 1848 1849
exigieron desde el primer momento su igualdad frente a
los alemanes. No sólo reclamaron la restauración del an
tiguo reino de Bohemia, sino que se negaron a participar la reaci
en las elecciones del Parlamento de Frankfurt e inicia 1849
ron una campaña contra todo símbolo de identidad ale
1849
mana. La celebración de un Congreso eslavo en Praga, sitio do Roma por Oudtnol
en junio de 1848, fue un antecedente importante de O 4 |umo 3 julio 1849
51
B. EMLER: La batalla de Las revoluciones de 1848 propiciaron también la
Taborbrucke en Leopoldstadl. irrupción histórica de los rumanos de Transilvania. Los
1848. campesinos rumanos, directamente sometidos a la ex
En Viena, la calma plotación de grandes terratenientes magiares y alema
conformista impuesta por
nes, iniciaron su movimiento nacionalista con un carác
Mettemich desde el Congreso
a que dio nombre esa ciudad,
ter abiertamente antimagiar: en mayo de 1848, en una
se rompió en 1848 con magna asamblea celebrada en el «Campo de la Liber
revueltas sociales en que tad», cerca de Blaj, 40 000 campesinos protestaban con
asumió el protagonismo la tra la unión de Transilvania a Hungría, y al tiempo que
Universidad: en las reclamaban su liberación social, exigían el reconoci
nacionalidades del Imperio, la miento de la «nación rumana» y la creación de escuelas
inquietud social se tiñó del en su propia lengua, declarándose en guerra contra la
correspondiente color nueva Hungría.
nacionalista.
En el Imperio austríaco, pues, las revoluciones de
1848 se manifestaron con toda su carga nacional entre
las distintas nacionalidades, entre las cuales se produ
cían no pocas contradicciones. Ello explica que el triun
fo de la contrarrevolución y la reinstauración del poder
imperial absoluto fuese posible no sólo merced a la in
tervención militar de la Rusia de los zares, a favor de la
casa imperial austríaca, sino también por la alianza que
croatas y rumanos establecieron con el Imperio, para
52
frenar el asentamiento del nuevo Estado magiar. Con el
triunfo de la contrarrevolución el Imperio austríaco re
forzó su centralismo, y a través de una dura represión
i ontra los magiares, Hungría quedó reducida a una es
tricta unidad administrativa dentro del Imperio, per
diendo incluso las conquistas que había alcanzado antes
de la revolución. Pero los eslavos y los rumanos se vie
ron libres de la opresión magiar —al menos, momentá
neamente—, adquirieron su libertad lingüística, y, en el
ANÓNIMO: Últimos
terreno social, aunque la aristocracia siguió conservando
momentos de la vida del
su poder económico, quedaron definitivamente abolidas
compositor Federico Chopin.
la servidumbre y las obligaciones señoriales. Chopin, errante por Europa,
Como dijimos, durante este período que culmina en era la expresión viva de la
las revoluciones de 1848, Polonia también contempló la tragedia de su nación,
aparición del nacionalismo. Pero la situación en que se repartida entre grandes
hallaban los polacos era muy particular. En primer lu potencias: sus «polonesas» y
gar, porque en el Congreso de Viena de 1815 se reafirma «mazurcas» tenían un efluvio
ron las particiones que había sufrido el antiguo reino de de exilio, una alusión a tierras
Polonia a finales del siglo x v i i i , y el territorio polaco se perdidas y a danzas locales,
mezclado con la gracia de sus
mantuvo repartido entre Prusia, Rusia y Austria. El úni
notas. La música servía más
co territorio polaco que permanecía independiente era la que ninguna propaganda
pequeña República de Cracovia, anclada en la Polonia verbal para protestar en
austríaca. En segundo lugar, Polonia era la única nación nombre de su país ante
sin Estado de Europa a quien el derecho internacional Europa.
53
reconocía su existencia jurídica como nacionalidad, y a
tal efecto el Congreso de Viena se había declarado parti
dario de que los distintos Estados implicados concedie
sen regímenes de autonomía a los polacos. En la prácti
ca, sin embargo, sólo el Imperio ruso —donde la ane
xión de una parte de Polonia comportó, además, la in
corporación de Lituania anexionada a Polonia desde fina
les del siglo XVII— les otorgó un estatus autonómico, y
más por las presiones inglesas, que se habían manifesta
A. F. CERNYSEN: do a favor de la independencia de Polonia, que por con
La partida. Eladios del oficial vicción propia.
a su fam ilia. 1850. En este contexto era lógico que las reivindicaciones
Las tropas del Zar aplastaron, nacionalistas de los polacos apareciesen muy pronto,
con ayuda prusiana y aunque se manifestaran en momentos distintos en cada
austríaca, las rebeliones una de las Polonias y con diferentes características. Por
nacionalistas polacas que, de
otra parte, las reivindicaciones nacionalistas polacas es
hecho, no interesaron a las
masas campesinas, para las
tuvieron mediatizadas por el tema candente de la eman
cuales la independencia cipación campesina, presente en la conflictividad social
nacional era un concepto de todo el centro y este europeo. La opresión feudal a la
abstracto, si la burguesía y la que estaban sometidos los campesinos polacos por su
nobleza iban a seguir siendo propia nobleza no sólo les apartó del movimiento nacio
los propietarios del país en las nalista, sino que en más de una ocasión les situó frente
mismas condiciones. a la reivindicación nacional cuando ésta fue asumida por
la aristocracia polaca.
Donde apareció por primera vez el nacionalismo fue
en la Polonia rusa, y se manifestó tanto en el marco legal
de la Dieta polaca como en el seno de las sociedades se
cretas. La creación de una Sociedad nacional patriótica
reivindicó muy pronto la libertad de las tres Polonias. En
el marco de las revoluciones de 1830, durante el mes de
noviembre un grupo de suboficiales se sublevaron contra
el dominio ruso e iniciaron un movimiento insurreccio
nal, encabezado por la burguesía liberal y aceptado por
la nobleza polaca, pero que no fue seguido por la gran
masa de campesinos. La insurrección polaca inició una
auténtica guerra, de diez meses de duración, que convir
tió el conflicto polaco en un auténtico conflicto interna
cional: la ayuda de la Francia liberal a los polacos insu
rrectos fue rápidamente contrarrestada por la interven
ción de Austria y Prusia junto al nuevo zar Nicolás I. En
estas condiciones la revuelta fue derrotada militarmente
y Polonia perdió su autonomía, quedando reducida a una
simple provincia rusa. La intensa represión que el zaris
mo impuso en Polonia comportó el inicio de un extenso
exilio político que permitió que a partir de 1831 se ha
blase de una quinta Polonia, la del exilio, esparcida por
toda Europa.
La frustrada rebelión de 1830-1831 puso de relieve las
dificultades con que en el futuro se encontraría el movi-
54
miento nacionalista polaco, en una coyuntura social en
la que las contradicciones existentes en el campo interfe
rían netamente con las reivindicaciones nacionales. La
oposición de la nobleza nacionalista polaca a otorgar la
■mancipación a los campesinos no sólo apartó a éstos del
movimiento, sino que en más de una ocasión provocó
auténticas insurrecciones de los campesinos polacos
contra su nobleza. Y esto fue lo que sucedió en 1846,
cuando en Galitzia, la Polonia austríaca, se desarrolló
una insurrección nacionalista encabezada por la noble
za. En esta ocasión, el Imperio austríaco aprovechó los
antagonismos sociales para abortar el movimiento y lle
gó a ofrecer 10 florines por cada noble sedicioso que se
les entregara vivo o muerto. En este contexto la insu
rrección de 1846 fue acompañada de numerosas matan
zas de nobles y aristócratas por parte de los campesinos.
Iras el fracaso del movimiento la República indepen
diente de Cracovia, fue suprimida y asimilada a Austria.
Junto al conjunto de nacionalismos europeos que se
manifestaron durante la primera mitad del siglo xix,
cabe destacar el nacionalismo irlandés que, además de
ser el único movimiento nacionalista de la Europa occi-
55
J. LINELL: La luna de la dental que se presentaba organizado de forma coherente
cosecha. Siglo XIX. Museo como un auténtico movimiento de masas, ya durante
Victoria y Alberto, Londres. esta etapa, se fundamentaba en una casuística muy com
Irlanda, en el siglo xvi, había
pleja que incluía aspectos políticos, sociales y religiosos.
tenido tanta población como
A partir de 1801, merced al Acta de Unión, Irlanda ha
Inglaterra: en el siglo xx
tendría menos que entonces, bía perdido el Parlamento autonómico de que disponía
debido a la explotación en Dublín y había sido integrada a la Corona británica en
inglesa, contra la que Swift una situación en que la mayoría de la población —católi
escribió terribles sarcasmos. ca y de origen céltico— se hallaba en claras condiciones
La parte católica del país, más de subordinación política y social. Por una parte, políti
pobre que la anglicana, sería camente, los católicos, por el hecho de serlo, tenían
la nacionalista: en los prohibida su participación en la vida política y estaban
condados del Norte, que no se
sometidos a innumerables excepciones y, evidentemen
separarían nunca de
te, excluidos del derecho de voto. El predominio de la
Inglaterra, sería además
minoritaria. Iglesia protestante en Irlanda se manifestaba también en
el terreno social: los católicos, mayoritariamente campe
sinos, pequeños arrendatarios de unas tierras propiedad
de terratenientes ingleses, se veían obligados no sólo a
pagar los correspondientes tributos a los propietarios in
gleses, sino que habían de pagar, además, el diezmo a la
Iglesia protestante. Ser católico irlandés, en Irlanda, sig
nificaba estar sometido política, social y religiosamente.
Los campesinos católicos no sólo vivían en una situación
56
di- miseria generalizada —en la medida en que las rentas
que debían pagar les absorbía una gran parte del produc
to de la tierra— sino que además estaban expuestos a ser
expulsados de sus tierras en cualquier momento.
En estas condiciones no debe sorprender que el movi
miento nacionalista irlandés fuese vertebrado en sus
orígenes por aquella institución más arraigada entre las
masas campesinas —la Iglesia— y que fuese el clero ca
tólico quien encuadrase y organizase un movimiento en
el que se mezclaban y confundían reivindicaciones polí
ticas, sociales y religiosas. El nacionalismo irlandés con
temporáneo surgió de la mano de un abogado de origen
campesino, Daniel O’Connell, que con su Asociación Ca B. MllLRENIN: Daniel
tólica, identificando claramente nacionalismo y catoli O'Connell. Galería Nacional
cismo, inició a partir de 1823 una amplia campaña de de retratos, Londres.
mítines y movilizaciones entre el campesinado más po Tras O'Connell, que unió
bre, que además de convertirle en un auténtico líder ca- nacionalismo y catolicismo,
rismático, consiguió despertar la conciencia política de vendría la «Joven Irlanda»
numerosos sectores de la población irlandesa católica. con un espíritu más amplio en
el orden religioso: unos y
IvOS primeros éxitos de las campañas nacionalistas se
otros fracasaron en sus
consiguieron en 1829, con la emancipación de los católi
movimientos, pero la primera
cos, que permitió que diputados católicos irlandeses se guerra mundial daría la
sentasen en el Parlamento de Westminster, e inmediata coyuntura oportuna para
mente la Asociación Católica de O’Connell planteó la de lanzarse a la lucha definitiva
rogación del Acta de Unión y la supresión del diezmo a la por la independencia.
Iglesia protestante. A finales de los años 30, principios de
los 40 el campo irlandés vivía en una situación de agita
ción generalizada y sólo esperaba la orden de O’Connell
para lanzarse a la insurrección. Fue en esta coyuntura
que O’Connell moderó sus planteamientos. Su rechazo a
conseguir las reivindicaciones por una vía que no fuese
l.i legal le llevó, en 1843, a claudicaciones frente al go
bierno inglés que, a la postre, le comportaron un enor
me desprestigio entre el campesinado irlandés.
Ello permitió el despegue de un nuevo nacionalismo
surgido unos años antes como consecuencia de la radica-
lización que habían sufrido los nacionalismos europeos y
que modificaba sustancialmente las bases programáticas
del nacionalismo irlandés: se trata de la Joven Irlanda,
nriginariamente formada por grupos intelectuales que
rompieron con el exclusivismo católico de O’Connell
para plantear la independencia de Irlanda sobre la base
de una unión entre católicos y protestantes. A partir de
IK43 los jóvenes irlandeses —entre quienes empezaron a
.urgir partidarios de la lucha armada— capitalizaron la
agitación en que estaba inmerso el campo irlandés y que
xr agravó aún más cuando a partir de 1845 hizo su apari
ción la gran hambre motivada por la enfermedad de la pa
tata, el producto fundamental del campo irlandés.
57
W. TINDALE: El sermón. La crisis social que vivió Irlanda a mediados de siglo y
1888. Colección particular. que los irlandeses atribuían a los ingleses —«la provi
Londres. dencia envió la roya de la patata, pero Inglaterra creó el
En principio, el nacionalismo hambre»— provocó una enorme mortalidad en toda Ir
irlandés tenia una base de
landa y propició un flujo continuado de inmigración ir
campesinos católicos, cuya
supervivencia dependía de la
landesa hacia Estados Unidos, que se prolongó hasta fi
patata: una plaga que casi nales de siglo. En plena crisis del hambre, las revolucio
acabó con su cultivo nes europeas del 1848 fomentaron un ambiente insu
determinó un fuerte aumento rreccional en Irlanda que pudo ser dominado por los in
de la emigración a Estados gleses cuando, a pesar de los numerosos conatos que se
Unidos, en los llamados produjeron, los dirigentes de la Joven Irlanda tampoco
«barcos-ataúd». Desde la se decidieron a dar la orden general y a encabezar la su
nueva tierra, los emigrados blevación.
ayudarían decisivamente al
independentismo en su patria
de origen.
La consagración del principio
nacional (1 8 4 8 -1 8 7 0 )
Como hemos podido observar en cada caso, las revolu
ciones nacionales de 1848 acabaron con un rotundo fra
caso y ni uno sólo de los movimientos consiguió sus ob
jetivos. La derrota de las revoluciones de 1848 comportó,
pues, la consiguiente restauración de la Europa del Con
greso de Viena, pero no impidió que en las décadas si
guientes algunos de los movimientos nacionalistas desa
rrollados en la primera mitad de siglo, y el propio nacio
nalismo como movimiento político obtuvieran éxitos es-
58
pectacularés. Ello fue posible, en buena medida, merced
a los importantes cambios históricos que tuvieron lugar
en Europa y que afectaron, evidentemente, a los nacio
nalismos.
Algunos historiadores, como el británico Eric J. Hobs-
bawm, han puesto de relieve que durante esta nueva
fase, que llega hasta 1870, se produjo una modificación
profunda en la naturaleza de determinados movimientos
nacionalistas, puesto que se estableció una diferencia
fundamental entre los movimientos que perseguían la
creación de naciones-Estado y los nacionalismos como
movimientos populares. La diferencia estriba en que ya
no se precisa ser nacionalista —liberal, demócrata y re
volucionario— para pretender construir un estado unifi
cado. Y en los dos ejemplos más importantes, las unifica
J. H. HENSHALL: En el bar.
ciones italiana y alemana, quienes hegemonizaron el Calería Crístopher Wood,
proceso de unificación, lo hicieron desde presupuestos Londres.
claramente antidemocráticos, aunque se apoyasen y uti- Los «dublineses» que describe
,./asen los movimientos nacionalistas preexistentes. Joyce, a fin de siglo, además
I^s revoluciones de 1848, por otra parte, habían pues- de la pasión por la música, el
lo de relieve el peligro que comportaba el recurso a la in- alcohol y el amor, tenían la
urrección popular como medio para conseguir los obje pasión del nacionalismo
tivos nacionalistas. El mito romántico que partía de la irlandés. Sin embargo, falló el
interés por la lengua local, el
insurrección del pueblo en armas, del levantamiento es-
gaélico, y aun el más ardiente
ontáneo del pueblo, había abierto la puerta a las reivin independentismo se expresó
dicaciones socialistas claramente planteadas también en en inglés, con apenas algunas
1848. El nuevo «peligro rojo» que asomó por toda Euro palabras sueltas del antiguo
pa decidió a las burguesías liberales y nacionalistas a re idioma, hoy en
currir a instrumentos mucho más clásicos, como la gue denominaciones oficiales.
rra convencional, la diplomacia y las alianzas exteriores,
que evitaban el riesgo de la subversión del orden social.
59
Finalmente, después de 1848 el principio de las nacio
nalidades fue admitido, a instancias de Napoleón III y del
Segundo Imperio francés, como un principio de derecho
internacional, y aunque ello no significó la obligatorie
dad de aplicarlo en todos y cada uno de los casos en que
se planteaban reivindicaciones nacionalistas, sí que sig
nificaba un profundo cambio en la mentalidad de los Es
tados. No en vano las revoluciones de 1848 pasaron a
la historia como «la primavera de los pueblos», en una
E. MASSE: Vuelta de las clara referencia a la aparición histórica de pueblos que
tropas de la guerra de Crimea. hasta entonces habían sido claramente marginados y ol
1855. Museo Camavalet, vidados.
París.
Entre las naciones se
producen curiosas carambolas
bélicas: Inglaterra y Francia La Guerra de Crimea y la primera
defienden al Imperio turco
frente a Rusia, pero para
independencia de Rumania
luego hacerle dejar lo que se
llamará Rumania. De los que El primer triunfo de un movimiento nacionalista du
volvieron de la durísima rante esta etapa tuvo lugar en el Imperio otomano, don
guerra de Crimea, serían los de, aunque desde la independencia de Grecia no se había
ingleses quienes la producido otro éxito de relieve, en cambio no había cesa
convirtieran en tradición do la agitación nacionalista. En este caso el avance na
heroica, con la «carga de la cionalista afectó a los Principados rumanos de Valaquia y
brigada ligera», por obra de Moldavia, que ya gozaban de autonomía dentro del Im
un poema de Tennyson.
perio, y sobre los cuales habían pesado desde comienzos
de siglo las apetencias imperiales de los rusos, materiali
zadas tanto en la incorporación de la Besarabia (1812),
como en las repetidas ocupaciones territoriales que ha
bían realizado durante la primera mitad de siglo, en pug
na con los turcos.
El nuevo episodio de la lucha ruso-turca fue la Guerra
de Crimea (1853-1856), motivada por las aspiraciones
rusas de establecer un protectorado entre los eslavos or
todoxos de la Península de los Balcanes. La ocupación
militar de Valaquia y Moldavia por parte de las tropas ru
sas provocó el estallido de una guerra, que en esta oca
sión se planteó a escala internacional: los turcos conta
ron con la colaboración de franceses, ingleses e italianos
del Piamonte, opuestos al expansionismo ruso, mientras
Austria y Prusia, en quien Rusia confiaba, decidieron
mantenerse neutrales.
La derrota rusa y la celebración de un Congreso de
Paz, reunido en París en 1856, posibilitó el surgimiento
de una nueva nación autónoma, prácticamente indepen
diente: Rumania. Es cierto que aún no se reconoció la
existencia de una unidad política de los Principados, y
que la nueva nación, denominada Principados Unidos de
Valaquia y Moldavia, siguió siendo tributaria de Turquía.
60
Pero en 1861, merced al apoyo de Napoleón III, el go
bierno turco aceptó la unidad de ambos principados que,
con el nuevo nombre de Rumania, pasaron a disponer de
un solo príncipe, de un solo gobierno y de una única
Asamblea nacional. La ruptura total del vínculo de de
pendencia con el Imperio turco no se conseguiría hasta
la etapa posterior, cuando después de la nueva guerra
ruso-turca de 1877-1878, el Congreso de Berlín (1878)
reconoció a nivel internacional la independencia absolu
ta de Rumania, aunque, eso sí, aún sin los rumanos de
Transilvania.
La unificación italiana
Si la Guerra de Crimea había permitido la aparición de
una nueva nación, prácticamente independiente, como
era Rumania, también tuvo sus efectos positivos para la
unificación italiana, pues la intervención piamontesa en
la guerra —que los austríacos intentaron evitar— per
mitió al reino de Cerdeña-Piamonte participar en el Con
greso de Paz de París, y plantear desde esta plataforma
61
( o r in o 18b 9
o V o n e c ia
IT rara ! M PE RIO
la n ía
OTOMANO
^flotttncta0
VTO SCAN A C a s t e lf id a r d o
t 1860
La unidad de Italia de 1860
a 1870.
La cabeza conductora del
independentismo italiano
estaba en la burguesía 'i
f
A
do G nela
11 Ñ áp e le s
piamontesa. En el Sur, como • 1»» 11*01 %
se dice en E l Gatopardo, hubo CERD EÑ A
que cambiarlo todo para que DOS &I CI LI AS
no cambiara nada. El Papa,
por su parte, se encerró en el
Vaticano, hasta que Mussolini f^ lorrr o
La unificación alemana
1.a unificación italiana estimuló la revitalización del
nacionalismo alemán. Pero en Alemania la situación se
presentaba bastante complicada. Por una parte, sin que
ningún poder extranjero desempeñase papel decisivo al
guno en Alemania, existía una multiplicidad de Estado,
producto de situaciones y de tradiciones históricas dife
rentes: los Estados del norte, mayoritariamente protes
tantes y que conocían ya los efectos de la industrializa
ción, contrastaban con los Estados agrarios y católicos
del sur. En segundo lugar, no quedaba claro cuáles eran
los Estados susceptibles de ser unificados: si todos los de
lengua y cultura germánicos integrados en la Confedera
ción de 1815 —que incluía, por tanto, Austria—, o sólo
los Estados pequeño-alemanes, Austria excluida, y que
desde 1833 disponían ya de una unidad aduanera. Exis
tía, por último, el problema de la forma de Estado con
que se debía construir la unificación.
Erente a esta situación, en las dos décadas posteriores
a la revolución de 1848 iba a imponerse la alternativa de
Prusia, el Estado más industrializado de Alemania y tam-
P. S. VON LENBACH: E l
Príncipe Otto van Bism arck.
Pinacoteca antigua, Munich.
Bismarck es el artífice de la
moderna nacionalidad
alemana, el Segundo Keich,
cortando por lo sano en la
relación con el Imperio
austríaco, que podría haber
sido también parte de una más
amplia unidad política, pero
que sin duda fue más acertado
dejar a un lado como lastre
problemático, enredado en el
mundo eslavo. El nuevo
Imperio se proclama en París,
trasderrotaraFranciaen 1870.
70
una Dieta propia y el desarrollo de su propio idioma. La
progresiva identificación con Austria de la aristocracia
polaca de la Galitzia —profundamente conservadora e
implicada directamente en la nueva institucionalización
imperial— explican esta tolerancia. Por contraste, la si
tuación de los polacos en Rusia y en Prusia empeoró. En
Rusia el pretexto fue una nueva insurrección militar en
cabezada por la nobleza en 1863, una insurrección que,
como las precedentes, fracasó. La dura represión subsi
guiente amplió aún más el exilio polaco. En Prusia, la I. R EV ESZ : Cíngaros ante el
política de germanización emprendida por Bismarck se juez. Galería Nacional,
Budapest.
incrementó a partir de la creación del Imperio alemán y
Los tziganos, o cíngaros, los
gitanos de la rama húngara,
difundirían una imagen
folklórica de un país en que
eran forasteros ellos mismos,
considerados con recelo aún
mayor que el que pudieran
sufrir los pueblos que
quedaron en órbita magiar
tras el Ausgleich de 1867 con
Austria. El rigor, el águila
bicéfala austrohúngara debía
haber tenido las cahezas de
diferente tamaño: por el lado
austríaco, se llamaba imperial:
por el lado húngaro, era real.
71
tTsKiiv
S a
ciones del canal (1878) para, cuatro años más tarde, ocu
par militarmente Egipto y, más tarde, Kenia y Sudán. En
África del sur, el descubrimiento y explotación de las ri
cas minas de oro fueron el incentivo que llevó a los bri
tánicos a adentrarse en el interior del continente hasta
controlar, a principios de siglo, el extenso territorio de la
Unión Sudafricana. Mientras, había asegurado su pre
sencia en la costa occidental, ocupando Cambia, Sierra
Leona, Costa de Oro y Nigeria.
A distancia de franceses e ingleses, también penetra
ron en el continente africano Alemania —que controló
las colonias de Togo, el Camerún, África del sudoeste y
Tanganica—, Bélgica —con una empresa personal del
monarca Leopoldo II que le llevó a ocupar el Congo—,
Portugal —asegurando sus dominios en Guinea, Angola
y Mozambique—, Italia —que ocupaba Libia, Somalia y
Eritrea— y España —que se estableció en una parte de
Marruecos, del Sahara occidental y de Guinea. En víspe
ras de la guerra mundial, sólo el pequeño estado de Libe-
83
ria, en la costa atlántica, creado artificialmente a princi
pios del siglo xix por negros norteamericanos bajo los
auspicios de Estados Unidos, y el territorio de Etiopía,
que más tarde acabaría siendo ocupado por los italianos,
escaparon del control europeo.
En Asia, el asentamiento y la ocupación europea había
sido anterior que en África. Mientras el Imperio ruso
consolidaba sus posesiones en Asia central y Siberia, los
ingleses —primera potencia occidental en el sur y en el
W. L. WYLLIE: Comercio y sudeste asiático, consagraban su total control en la India
poder marítimo. Fines —donde ya a mediados del siglo xvni la compañía co
siglo XIX. Galería de arte mercial inglesa East India Company había adquirido el
Guildhall, Londres. dominio de Bengala— y en 1877 la reina de Inglaterra
El final del siglo xtx y los años pasaba a convertirse en emperatriz de la India. En etapas
hasta 1918 son un giro de
sucesivas, antes de fin de siglo, Inglaterra incorporaba a
imperios que suben o bajan,
sus dominios coloniales en Asia, la isla de Ceilán, el Be-
hundiéndose algunos de ellos:
Inglaterra es «la reina de los luchistán, Birmania, la península de Malasia y el norte
mares», no sólo por su de la isla de Borneo, mientras mantenía importantes in
imperio nominal, sino por tereses comerciales en China.
áreas de dominio que Franceses, holandeses y alemanes completaban la do
íormalmente no se llaman minación- europea en Asia. Los primeros se ampararon
colonias. Pero, entre los en la Península de Indochina, a partir de la ocupación de
imperios que suben, otro la Saigón en 1858: respetando la independencia de Siam
hace replegarse hacia el Cono (Tailandia), fueron incorporando progresivamente Cam-
Sur americano. «América
boya, Ammán, Laos y Tonkín. Los holandeses; instalados
para los americanos», habían
proclamado ya hacía tiempo en Insulindia, las islas del sudeste asiático, merced a la
los norteamericanos: o sea, presencia anterior de la Compañía Holandesa de las In
toda América para ellos. dias Orientales, constituyeron un imperio que integraba
las islas de Java, Sumatra, la mayor parte de Borneo, las
islas Célebes y la mitad de Nueva Guinea. Los alemanes,
los últimos en llegar, en las postrimerías del siglo xix,
conquistaron algunas posesiones en la costa china y dis
tintos conjuntos de islas en el Pacífico: las islas Maria
nas, las islas Carolinas y las islas Marshall.
De esta manera, en poco más de veinte años, África en
casi su totalidad y una buena parte de Asia pasó al con
trol de las primeras potencias europeas. Pero, como ya
apuntamos, este reparto del mundo se realizó con no
pocas fricciones entre los Estados que participaron en
él. Las rivalidades interimperialistas fueron continuas
mientras duró la ocupación, a pesar de que se intentaron
arbitrar soluciones para que la paz y la estabilidad no se
vieran amenazadas en Europa. Fruto de estas intencio
nes fue la celebración de la Conferencia de Berlín, en
1885, poco después de iniciada la penetración europea
en África, cuyo objetivo fue establecer las respectivas zo
nas de influencia europea en África —de donde surgirían
las nuevas fronteras políticas que más tarde constituye
ron las fronteras de los nuevos Estados africanos— y de-
84
finir la filosofía que, a partir de estos momentos, debía
regir la acción imperialista: sólo la ocupación efectiva de
un territorio daba derecho a su posesión. A pesar de es
tos acuerdos y de tratados bilaterales firmados entre dos
o varias potencias imperialistas, no se puso fin a las riva
lidades y a los conflictos que, a la postre, continuaron
hasta el estallido final de la Gran Guerra de 1914-1918.
87
fuertes, así sucedía con los pueblos y las naciones: sólo
las naciones victoriosas que habían sobrevivido podían
considerarse como las más aptas y, por ello mismo, eran
las únicas con derecho a existir. Muy pronto se «descu
brió» que las aptitudes que hacían a unas naciones fuer
tes y poderosas procedían de caracteres congénitos y bio
lógicos. Eran los caracteres raciales —rasgos físicos e in
telectuales— los que establecían la existencia de razas
superiores o inferiores.
Asesinato de misioneros y de En toda Europa estas concepciones tuvieron un éxito
otros europeos por fanáticos enorme. El aristócrata francés Arthur de Gobineau, en
chinos en 1891. su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas,
Los chinos se rebelaron muy publicado ya a mediados de siglo, había establecido la
justamente contra las teoría general de la desigualdad de las distintas razas, al
potencias extranjeras que les tiempo que situaba a la raza germánica como la raza su
habían impuesto unos perior por excelencia. Era el nacimiento de uno de los
ehclaves comerciales donde, mitos más importantes de la primera mitad del siglo XX:
entre otras cosas, los ingleses
el mito de la superioridad de la raza aria que en Alema
les obligaban a dejar entrar el
opio de la India. La rebelión
nia y Austria empezó a tener sus apologetas en el aus-
fue aplastada en nombre de
los valores occidentales y la
libertad de comercio: el
Kaiser Cuillermo II. que no
llegó a tiempo con sus
soldados, lanzó la consigna:
«¡Abrid el camino a la cultura
de una vez para siempre!»
88
tríaco Georg von Schónerer y los alemanes Adolf Stocker
y Adolf Wagner. Pero en Inglaterra sir John Seeley tam
bién estableció en su libro Expansión de Inglaterra
(1883) el principio según el cual el Imperio británico ha
bía sido fruto de la superioridad de la raza anglosajona.
Le Petit Journal
-■ 11.1.1 sriu, Portada de «Le petit joumal»:
El capitán Dreyfus ante el
consejo de guerra. 23 de
diciembre de 1894. Biblioteca
Nacional, París.
El antisemitismo era parte y
recurso del nacionalismo más
tradicionalista y conservador:
en Francia, el affaire Dreyfus,
en que se condenó a un
militar judío por un delito de
espionaje que luego resultó
obra de gente de sangre más
pura, dividió al país en dos.
Los judíos, como gente «sin
tierra», siempre han servido
de chivos expiatorios para los
demasiado arraigados.
E. VALLDEPERAS: Tropas
sublevadas alternan con los Los nuevos nacionalismos europeos
del «Batalló de la Brusa», en
la bajada de la Uibreteria. A pesar de estas nuevas tendencias, o quizás a causa de
1845. Museo Histórico de la ellas, durante los años inmediatamente anteriores y pos
Ciudad, Barcelona.
teriores al cambio de siglo en toda Europa se estructura
Al menos hasta muy entrado
ron nuevos movimientos nacionalistas, surgidos en «I
el siglo xix, los disturbios
sociales en Barcelona no seno de naciones sin estado, que desde todas las ópticas
tienen carácter propiamente ideológicas plantearon el reconocimiento de sus dere-
catalanista, esto es,
nacionalista catalán, con ese
espíritu que tendrá en la
Renaixenga su expresión
cultural, más como
mentalidad de clase media y
alta que como ánimo
obrerista.
90
chos nacionales. En unos casos, las reivindicaciones se
centraban en los derechos lingüísticos de unas minorías
que acababan de despertar en su conciencia nacional; en
otros minorías nacionales crearon unos movimientos
que inmediatamente se plantearon como objetivo la au
tonomía nacional o incluso la independencia; en unos
terceros casos minorías que ya gozaban de regímenes
autonómicos reivindicaron asimismo su derecho a cons
tituir un Estado propio. Y es que, como ha escrito re
cientemente el historiador británico Eric J. Hobsbawm,
durante este período al tiempo que se produjo la crecien
te tendencia a definir el concepto de nación en términos
étnico-lingüísticos, apareció con fuerza la identificación
entre el derecho a la autodeterminación y el derecho a la
independencia nacional.
Los nuevos nacionalismos que aparecieron durante
este período adoptaron una amplia diversidad de formas
y de contenidos e incluso su influencia social y política
fue diferente. En primer lugar, en el extremo occidental
de Europa, cabe situar la aparición en la Península Ibéri
ca, de los nacionalismos catalán y vasco. En Cataluña,
donde a lo largo del siglo xix se habían manifestado ya
tendencias políticas contrarias al centralismo del Estado
liberal español, representadas por el republicanismo fe
deral y por el carlismo, y donde desde 1833 se había pro
ducido el amplio renacimiento literario y cultural cono
cido con el nombre de la Renaixenqa, el nacionalismo se
organizó después del fracaso de la I República española
(1873-1874), para reivindicar la autonomía nacional
dentro del Estado español. A pesar de la aparición de co
rrientes muy minoritarias y exiguas partidarias de la in
dependencia de Cataluña, y de los intentos de vertebrar
un nacionalismo catalán por parte del republicanismo de
izquierda, la hegemonía del movimiento corrió a cargo
de la Lliga Regionalista de Cataluña, una organización
política, fundada en 1901, representante de sectores de
la burguesía catalana, y que en muy poco tiempo pasó a
ser la fuerza política mayoritaria en Cataluña.
En el País Vasco los orígenes del nacionalismo cabe
buscarlos también en la opción carlista que se manifestó
a lo largo del siglo xix como un movimiento de defensa
de la sociedad tradicional vasca frente a las tendencias
disolventes del liberalismo y del capitalismo. La deroga
ción definitiva de los fueros vascos en 1876 posibilitó el
surgimiento del moderno nacionalismo vasco, encabeza
do por sectores burgueses medios que se hallaban en
una aguda crisis económica, como consecuencia de la
formación de los grandes monopolios sidero-metalúrgi-
cos. La fundación del Partido Nacionalista Vasco en 1897
representó el punto de arranque de un nacionalismo
que, a diferencia del catalán, reivindicó en sus inicios la
independencia nacional y la reunificación de Euskadi.
En el Estado francés, aunque más tímidamente que en
el Estado español, por el hecho de que la acción desna
cional izadora en Francia había sido mucho más eficaz y
contundente, aparecieron también distintos movimien
tos nacionalistas. La implantación del servicio militar y
de la escolarización obligatoria durante la década de
1870-1880, que acrecentó las tendencias centralizadoras
del Estado —en la escuela sólo se enseñaba en francés—
permitió la aparición de estos nacionalismos.
En Occitania el surgimiento del Félibrige reivindicó
tanto el derecho al uso de un idioma propio como la res
tauración de la antigua Constitución provenzal. Junto a
un Félibrige de izquierdas, republicano y laico pero mi
noritario, apareció un Félibrige de derechas, anclado en
el pasado y netamente conservador. En Bretaña, la ini
ciativa nacionalista correspondió también a las derechas
del bloque agrario tradicional que en 1898 constituyeron
la Unión Regionalista Bretona y reivindicaron la vieja y
abolida Constitución bretona. La fundación en 1911 del
Partido Nacionalista Bretón permitió la aparición de una
primera tendencia que reclamaba la independencia de
Bretaña. En la isla de Córcega el nacionalismo se mani
festó en primera instancia en el terreno de la recupe
ración lingüística: en 1896 se fundó A Tramontana, el
primer periódico en lengua corsa, y en 1914, poco an
tes del estallido de la guerra mundial, la revista A Cispra
proclamaba el derecho a la existencia de la nación
corsa.
En Bélgica los años precedentes a la Primera Guerra
Mundial conocieron también el inicio de la toma de con
ciencia nacional de la marginada comunidad flamenca.
Los flamencos intentaron salir de la marginación en que
cayeron desde la independencia de Bélgica reivindicando
en primer lugar sus derechos lingüísticos. Durante esta
primera fase de su existencia las reivindicaciones lin
güísticas flamencas consiguieron éxitos importantes: en
1898 el idioma flamenco se convirtió en la segunda len
gua oficial de Bélgica, en 1910 se concedieron escuelas
secundarias totalmente flamencas y un año antes de la
guerra una nueva ley reconocía a los soldados el derecho
de hablar en flamenco en el ejército.
En Alsacia-Lerena, anexionada al nuevo Imperio ale
mán desde 1871, los alsacianos protagonizaron numero
sas acciones de resistencia contra la integración forzada
a Alemania y en 1911 consiguieron la concesión de un
estatuto de autonomía y Parlamento propio.
P. SÉRUSIER: La lucha
bretona. 1895. Museo del
Louvre, París.
Todavía en nuestros días,
Bretaña es una de las regiones
francesas que más resiste al
espíritu unificador y
centralizador de su Estado,
llegando a lanzar manifiestos
independentistas: la derecha
campesina y una fuerte
diferenciación lingüística son
parte de esa situación, que de
hecho perturba poco el bien
trabado organismo francés.
101
do de movilización en los años que precedieron a la gue
rra: la represión que desencadenaron los magiares a par
tir de 1911 —con las supresiones del derecho de huelga,
de la libertad de idioma y de la autonomía constitucio
nal— provocaron de parte de los croatas numerosos
atentados, violencias y manifestaciones nacionalistas.
La situación de las nacionalidades tampoco era mejor
en el Imperio alemán. Mientras Bismarck fue canciller
—hasta 1890— desarrolló una política agresiva —la
Portada de la revista Kulturkampf— contra el catolicismo y, a partir de su
«Jugend». 1 de febrero de destitución el nuevo emperador Cuillermo II inauguró
1896. Biblioteca Nacional,
una etapa de ofensiva generalizada, potenciando aún
París.
El empuje del nuevo Imperio
más la germanización e iniciando una política colonial
germánico incluye el vitalismo agresiva que pronto le enfrentó a Gran Bretaña.
de movimientos estéticos Uno de los fenómenos característicos de este período,
como el Jugendstil y el y que pronto se desarrolló rápidamente por Alemania y
expresionismo. Con el tiempo por Austria, fue precisamente el pangermanismo, un
y con una guerra perdida, ese movimiento racial antieslavo —que en Austria se justifi
ánimo ¡ría a afluir al có por la emergencia progresiva de los pueblos eslavos,
nacionalsocialismo con su en especial el checo— y antisemita, que no sólo sirvió
lema de Blut und Boden,
«sangre y suelo», un
casticismo patriotero que
excitaba a las masas contra los
judíos para hacerles creer en
la nobleza de una pura sangre
aria.
102
para fomentar la alianza entre los imperios alemán y
austro-húngaro —una vez Austria abandonó todo resen
timiento y ganas de revanchismo contra Alemania, por
su derrota en la guerra de 1866—, sino que pronto recla
mó un espacio vital más amplio para Alemania, y llegó a
reivindicar una hermandad racial nórdica que incorpora
se en un mismo Estado incluso a los pueblos escandina
vos. Era el sueño de la Gran Alemania, dominadora del
mundo, que años más tarde pretendió hacer realidad un
austríaco de nombre Adolf Hitler.
La réplica al pangermanismo fue, qué duda cabe, el
paneslavismo, un movimiento que, a semejanza del pan-
germanismo, pretendía la expansión del gran poder ruso
con la incorporación en un solo Estado universal de to
dos los pueblos eslavos. El paneslavismo, surgido entre
los eslavos austríacos —recordemos que fue en Praga
donde en 1848 se celebró el primer Congreso Panesla-
vo— cobró fuerza en esta etapa, con la celebración en
Moscú del Segundo Congreso Paneslavo de 1867, que ya
proclamó, definitivamente, el liderazgo ruso en el mun
do eslavo. Y aunque el paneslavismo olvidaba, o no tenía
en cuenta, las enormes diversidades existentes entre los
distintos pueblos eslavos, de lengua, de religión, pero
también de situación histórica —los eslavos polacos es
taban duramente reprimidos por los eslavos rusos— el
paneslavismo pronto halló su razón de ser en su pugna
con el pangermanismo, sobre todo a propósito de la con
flictiva situación que se vivió en la Península de los Bal
canes.
La crisis balcánica:
hacia el estallido final
La Península de los Balcanes, el territorio europeo
donde los nacionalismos habían avanzado más a lo largo
del siglo, estaba destinado a convertirse durante este pe
ríodo en un auténtico polvorín que concentró la mayor
parte de las contradicciones interimperialistas existentes
en Europa, al tiempo que puso de relieve los antagonis
mos que existían entre los distintos nacionalismos. Con
una mayoría de población eslava, pero con significativos
grupos nacionales claramente diferenciados de ellos
—rumanos, griegos y albaneses—, la Península de los
Balcanes iba a concentrar las tensiones internacionales
entre el Imperio otomano y Rusia y entre el Imperio za
rista y Austria, al tiempo que entre los pueblos eslavos,
especialmente entre servios y búlgaros, se producía una
dura pugna por el control de la hegemonía política de la
zona.
El inicio de las desavenencias y tensiones se produjo
en 1875 con el estallido de diversas revueltas nacionalis
tas en dos zonas del Imperio otomano: la Bosnia y Her
zegovina y, posteriormente, Bulgaria. La intervención de
servios y montenegrinos al lado de los bosnios no evitó
la derrota militar de éstos, mientras en Bulgaria la su
blevación era duramente reprimida por los turcos,
negativa del sultán a perder un ápice de su influencia en
los Balcanes motivó que en abril de 1877 Rusia declarase
la guerra a Turquía, quien en muy pocos meses fue de
rrotada. Las pretensiones territoriales búlgaras —conse
guidas, en primera instancia, en el Tratado de San Stefa-
no de enero de 1878— que suponían una drástica reduc
ción del Imperio otomano en los Balcanes a favor de los
búlgaros, provocaron la intervención de Gran Bretaña y
Austria que impusieron en el Congreso de Berlín (1878)
una nueva remodelación del mapa de la Península: Ru
mania, Montenegro y Servia pasaban a convertirse en es
tados plenamente independientes, pero Austria se intro
ducía en los Balcanes, asumiendo la administración pro-
104
W. CAUSE: Baile anual en
Viena. 1904. Museos Der
Stadt Wien, Viena.
«El alegre apocalipsis»: el
Imperio en tomo a Viena era
incapaz de mantener unidas
las nacionalidades que
entraban en su ámbito. Los
militares usaban una pequeña
lista de órdenes en alemán,
para superar el plurilingüismo
de sus fuerzas: el himno se
cantaba en trece lenguas.
Pero el alcalde de Viena, el
«bello Lueger». antisemita y
populista, ofrecía un baile
anual que rivalizaba con el de
la Corte, porque los vieneses
olvidaban sus problemas con
valses.
visional de la Bosnia y Herzegovina y ejerciendo un es
trecho control sobre Servia. Bulgaria se convertía en un
principado autónomo bajo soberanía turca, perdiendo
los territorios reivindicados de la Rumelia, Tracia y Ma-
cedonia, que siguieron en el Imperio otomano.
Muy pronto se puso de manifiesto que la solución de
Berlín era un parche provisional. El irredentismo búlga
ro provocó la incorporación de la Rumelia a Bulgaria en
1885, que fue aceptada como un hecho consumado por
todas las potencias europeas, a excepción de Rusia y Ser
via. La derrota de los servios en una nueva guerra servo-
búlgara. permitió a Bulgaria —que se desembarazó defi
nitivamente del tutelaje ruso— conservar la Rumelia y
en 1908, aprovechándose de la debilidad del Imperio oto
mano a causa de la revolución de los Jóvenes turcos, de
claró su independencia definitiva. En el mismo año 1908
Francisco José 1 de Austria convirtió la administración
provisional que Austria ejercía sobre la Bosnia y Herze
govina en anexión definitiva al Imperio, lo cual provocó
un incremento de las tensiones con Servia, que en estos
momentos había asumido ya su papel protagonista en la
unificación de los distintos pueblos sud-eslavos.
105
La última etapa de las luchas nacionales en los Balca
nes constituyó ya el preludio final de la Primera Guerra
Mundial. Las llamadas guerras balcánicas de los años
1912-1913 tuvieron como motivo la definitiva acometida
de las nacionalidades balcánicas contra los turcos y las
divergencias mutuas a la hora de establecer el reparto te
rritorial.
Una alianza inicial entre servios y búlgaros, constitui
da bajo patronazgo ruso en marzo de 1912, y a la que
más tarde se adhirieron griegos y montenegrinos, fue la
base utilizada para declarar la guerra a Turquía, que aca
bó derrotada en muy poco tiempo. Las desavenencias te
rritoriales entre los vencedores, en un momento en que
Bulgaria pretendió volver a hacer efectiva su reivindica
ción de una Cran Bulgaria, motivaron la segunda guerra
balcánica, que alió a griegos, servios, rumanos y turcos
contra Bulgaria.
Esta nueva guerra, también muy breve, acabó con el
triunfo de los aliados, y en el Tratado de Bucarest (1913)
quedó definitivamente configurada, o casi, la Península
de los Balcanes: el Imperio turco pudo conservar el con
trol de los estrechos y la Tracia oriental, pero de hecho
quedaba reducida a Asia; surgió Albania como nuevo es
tado independiente; Grecia amplió considerablemente
sus territorios con la incorporación del sur de Macedo-
nia, el litoral del Egeo con Salónica, la Tracia occidental,
el sur del Epiro y las islas de Tasos, Samotracia y Lem-
nos; Bulgaria cedió a Rumania la Dobrudja meridional y
se incorporó una parte de Tracia. Mientras Servia, la
gran vencedora, se engrandeció considerablemente hacia
el este y el sur, doblando casi su territorio.
De hecho Servia fue el estado más favorecido en el
proceso de las guerras balcánicas y su triunfo en la se
gunda guerra le permitió cosechar un gran prestigio en
tre los distintos pueblos eslavos, un prestigio que se pro
ducía en un momento de gran agitación paneslava y yu
goslava y que, por tanto, provocaba grandes recelos por
parte del Imperio austro-húngaro. Y en efecto, la crisis
—el casus belli inmediato— que llevó al estallido de la
Primera Guerra Mundial tuvo como pretexto los antago
nismos entre Servia y Austria-Hungría. En junio de 1914
se produjo el asesinato del heredero a la Corona austría
ca, el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, en
Sarajevo, la capital de Bosnia, a manos de un nacionalis
ta servio. Las inculpaciones austríacas contra las autori
dades servias culminaron en el ultimátum que Austria-
Hungría, apoyada por Alemania y Turquía, envió a Ser
via. Con él se iniciaba oficialmente la Primera Guerra
Mundial.
106
EPILOGO:
HACIA UN NUEVO
MAPA EUROPEO
110
CULTURA ARTE
111
POLÍTICA CIENCIA
Conferencia de Berlín: reparto de África 1880 Dunlop: neumáticos (1888)
(1885) Peral: submarino (1889)
Francia crea la Unión Indochina (1887)
Alemania: Cuillermo II (1888)
España: fundación de la UCT (1888)
II Internacional (1889)
Alemania: caída de Bismarck (1890) 1890 Primera fibra sintética: el rayón (1892)
Cecil Rhodes conquista Rhodesia (1891) Henry Ford: primeros automóviles (1893)
Alianza franco-rusa (1893) Behring: suero antidiftérico (1893)
Rusia: Nicolás II (1894) Kitasato: bacilo de la peste (1894)
Guerra ruso-japonesa (1894) Hermanos Lumiére: cinematógrafo
Italia: derrota en Etiopía (1896) (1895)
España: Cánovas muere asesinado Róntgen: rayos X (1895)
(1897) Primer motor diesel (1897)
España pierde Cuba, Puerto Rico Ramón y Cajal: textura del sistema
y Filipinas (1898) . nervioso (1897)
África del Sur: guerra anglo-boer (1899) Curie: radio y polonio (1898)
112
CULTURA ARTE
Oscar Wilde: E l retrato de [lorian Cray 1890 Van Cogh: Campo de trigo con cuervos
(1890) (1890)
l.eón X III: Encíclica Rerum Novarum Gauguin: Calle de Tahití(1891)
(1891) Cézanne: Los jugadores de cartas (1892)
D'Annunzio: Poema paradisiaco (1893) Munch: E l grí/o (1893)
Cheiov: /-agaviota (1896) So rolla: V aún dicen que el pescado
Rostand: Cyrano de Bergerac (1897) es caro(1894)
Kipling: E l libro de la selva (1894) Toulouse-Lautrec: E l baile de la Goulue
Wells: ¿a guerra de los mundos (1898) (1895)
Yeats: E l viento entre los juncos ( 1899) Puccini: La Bohéme (1896)
Rousseau: La gitana dormida (1897)
113
ÍNDICE TEMÁTICO
A______________________ ______ Congreso de Paz, de París, 60, 61, 107.
A Cispra, 92. Congreso de Praga, 51.
A Tramontana, 92. Congreso de Viena, 25, 26, 37, 39, 41, 44, 45.
Acta de Unión, 56, 57. 53. 54, 58, 107.
Amin, S., 13. Consejo Nacional, de Checoslovaquia, 100.
Antiguo Régimen, 15, 16, 18, 37. Consideraciones sobre el Gobierno de Polonia
antisemitismo, 78, 89, 95, 102. (Rousseau), 18.
antropología, 7, 86. Constitución, 8, 62, 64, 69, 92.
aristocracia, 16, 41, 53, 54, 55, 71, 101. Contrato Social. E l (Rousseau), 16.
Aristóteles, 17. cosmopolitismo, 18, 20.
Asamblea Constituyente, de Francia, 18. Cuestión de las nacionalidades y la socialdemo-
Asamblea Nacional cracia, La (Bauer), 31.
de Grecia, 49.
de Noruega, 93. D _
de Rumania, 61. Declaración de los derechos del hombre y del
Asociación Católica, 57. ciudadano (Asamblea Constituyente france
Austrias, 41. sa), 18.
autocracia, 50, 94. Deutsch, K. W „ 10.
autonomía, 34, 44,48, 91, 92, 94, 98-100, 102. Dieta. 50, 51, 54, 71, 73, 93. 94.
Azeglio, M. d’, 65. Discursos a la nación alemana (Fichte), 25.
Dreyfus, A., 89, 95.
B____
Bauer, O.. 10, 11. 31. 34. E ___ ____
Bemstein, E., 87. «East India Company», 84.
Bismarck, O. von, 66-69. 71, 102. Edad Media, 80.
Bund, 95. Engels, F.. 16. 28-31, 33, 34. 36.
burguesía, 4, 16, 18, 29, 44, 48. 54, 59. 62. 64. Ensayo sobre la desigualdad de las razas huma
66, 74, 81,91. nas (Gobineau), 88.
Estado, 4, 8-10, 13. 16-20, 23. 28-30, 34-36.
c _ _ _ _ _ 38-43. 46-49, 51, 53, 54, 59, 60, 64. 65, 67
campesinado, 41, 51, 52, 54-57, 95, 100, 101. 69. 73, 74, 77, 81, 84-87, 89-92, 101, 103,
Canal de Suez, 82, 83. 104, 106, 108, 109.
Cantos populares (llerder), 24. Estado judio. E l (Herzl), 95.
capitalismo, 4, 11. 16, 20, 28, 78, 81. 91. 96. Estados Unidos de Alemania, 47.
Carbonería, 46. etnología, 7. 12, 13. 40, 42. 44. 86, 91, 93, 99.
Catalina II, de Rusia, 43. Expansión de Inglaterra (Seeley), 89.
Cavour, C. B. conde de, 62-65, 69.
clero. 57. 74, 95.
F
colonialismo, 38, 78, 79, 81-84, 95. 108. Félibrige, 92.
comercio, 78, 80, 82, 84. fenianismo, 73, 74, 99.
Compañía Holandesa de las Indias Orientales, feudalismo, 43, 51.
84. Fichte. J. G., 24, 25.
Compañía de las Indias Orientales inglesa, véa Fondo Nacional Judío, 95.
se «East India Company». Francisco Fernando, archiduque de Austria,
comunismo, 30, 34, 36. 106.
Confederación Germánica, 41, 65, 68. Francisco José I, emperador de Austria, 105.
Conferencia de Berlín, 84.
Congreso Paneslavo, G
primero, 103. Garibaldi, G., 65.
segundo, 103. Gobineau, A. de, 88.
Congreso de Berlín, 61, 104. Gran Guerra, véase Guerra Mundial, I.
114
Criffilh, A., 99. Imperio otomano, 60, 77, 80, 95, 99, 103,
guerra. 3-5. 9, 15, 20. 23, 25, 30, 37-41,43, 44. 105.
47-49, 54, 59-64, 67. 68, 73, 74, 77, 78, 82. Imperio ruso, 54, 77, 84, 93.
83, 85, 90, 92, 96, 99. 100, 102-109. Imperio turco, 40-44, 48, 49, 61.
austro-prusiana, 67, 68. Imperio zarista, 35, 40, 43, 49, 94, 99. 100,
balcánicas. 106. 103, 109.
de Crimea, 60, 61, 63.
de Francia y Cerdeña contra Austria, 64. J ___________________________________
de Independencia griega, 48. 49. Joven Europa, 26.
de secesión, 73. Joven Irlanda, 57, 58.
franco-prusiana, 68. Joven Italia, 26, 46.
mundial, I, 5. 30, 38, 43, 78, 82, 83. 85, 90. Jóvenes checos, 100.
92. 96. 99, 100, 102, 106, 107-109. Jóvenes Fineses, 94.
mundial. II, 9, 77, 109. Jóvenes turcos, 105.
napoleónicas, 3, 15, 20, 25, 37, 38, 40, 41, Joyce, J.. 97.
44.
ruso-turcas, 41, 61, 100, 104. K _________________
serva-búlgara, 105.
Kohn, H.. 10, 13.
Guillermo II, emperador de Alemania, 102.
Kossuth, L., 51.
«Kulturkampf», 102.
H __________________________________
Hayes. C. J. H „ 9. 10. L___________________________________
llegel, G. W. F.. 34, 48.
Lengua, 9-11, 13, 20-25, 42, 43, 49, 51-53, 65.
Herder, J. G.. 21-24.
70, 71, 91, 92, 94, 103.
Hermandad Feniana, 73, 74, 99.
Lenin, N.. 30, 34-36.
Hermandad Republicana Irlandesa, véase Her
l,eopoldo II, de Bélgica, 83.
mandad Feniana.
Liberalismo, 4, 8, 10, 13, 16, 20, 26. 44-47. 50,
Ilerzl, T., 95.
51,54, 60, 86,91,96,98.
historia. 3. 4. 5, 7, 10. 11, 13, 15. 20, 21. 24,
Liga Agraria, 96.
28. 49, 51. 78. 80.
Liga Gaélica, 96, 97.
Hitler, A., 103, 109.
Luis XIV, de Francia, 16.
Hobsbawn, E. J., 59, 91.
Luis XVIII, de Francia, 39.
«Home Rule», ley, 96, 98.
Luxemburg, R., 31, 34.
Hyde, D.. 96.
I _______________ M _____________
Ideas sobre la filosofía de la historia de la hu M." Luisa, 41.
manidad (Herder), 21. Marx, K „ 16, 28-31, 33, 34. 36, 74, 95.
marxismo, 10, 11, 16, 28, 30, 33, 35.
Iglesia
católica. 39. 56. 57. 65. 74. 102. Mauss, M., 8, 9.
Mazzini, C., 26. 28, 46. 63-65.
protestante, 39, 56, 57, 65, 74, 98.
minoría nacional, 7, 91, 108.
Ilustración, 16, 21.
imperialismo, 4, 5.31,32,34,35,37,38,40-44, Mirabeau, G. H. V. R. conde de, 20.
48, 49, 51-54, 60, 61, 68, 69, 71, 73, 77. 78, monarquía, 15. 16, 18. 20, 26, 37, 39. 45. 47.
80. 84, 85. 87, 89, 92-95, 99-106, 108, 109. 48. 62, 64, 67. 69.
Imperio alemán, 68, 69, 71, 92, 99, 102, 103. Montesquieu, Ch. L. de S. barón de, 16.
Imperio americano, 38. «Monumenta Germaniae Histórica», 24.
Imperio austríaco, 40. 41, 43, 49, 51-53, 59,
73. N _ _ _
Imperio austro-húngaro, 32. 34, 69, 77, 99, nación, 4, 7-10,12,13,16-18, 20-25, 27-31,33,
103, 106. 38, 52, 53, 59-61, 70, 88, 90-92, 99, 100.
Imperio británico, 89. nacionalidad, 7-10, 13, 22. 26, 27, 32, 34-36,
Imperio francés, Segundo, 60, 68. 39, 45. 52, 60, 69. 70. 72. 83, 99. 102, 106,
Imperio Napoleónico, Gran, 37. 107.
115
nacionalismo. 3-5. 7, 8. 11-13, 15-21, 23-30, de 1848. 26. 46. 48. 51-53. 58-60. 62. 65. 72.
33-38. 44-60, 62-66, 69-70. 73, 74, 77, 85, 73.
86. 89-92, 94-96. 98-101, 103. 104, 106-109. revolución francesa, 8, 15, 16, 18-21, 37, 38,
Napoleón I, emperador de Francia, 25, 37, 38, 90.
42,44. revolución industrial, 78.
Napoleón III. emperador de Francia, 60, 61, revolución rusa, 94, 104.
64. Risorgimento, 62
Nicolás I. de Rusia. 54. romanticismo, 16, 20-26, 28.
Nicolás II. de Rusia, 93, 94. Rousseau, J. J „ 16-18, 21, 28.
nobleza, 43. 54, 55, 66, 71. 95.
S ___________________________________
O Schevchenko, 95.
O'Connell, I).. 57, 73. Schónerer, C. von, 89.
Orange, G. de. 98. Seeley, J., 89.
Orange-Nasau, 39. «Sinn Fein», 99, 109.
Sieyés, abate, 18.
P soberanía nacional. 4, 17, 18, 39.
paneslavismo, 77, 103. sociología, 7, 8, 24, 86.
pangermanismo, 77, 102, 103. socialdemocracia, 31. 35.
Parlamento socialismo, 4. 30, 31, 59. 74, 87. 95.
de Dublín, 56. Sociedad para el Estudio de la Historia Alema
de Frankfurt, 48, 51. na Antigua, 24.
de Viena, 100. Sociedad Nacional Italiana, 63.
de Westminster, 57, 96. Stalin, 11. 109.
Cámara de los Comunes. 96. Stein. K „ 24.
Cámara de los Lores, 96. Stócker, A., 89.
Pamell, Ch. S., 96.
Partido Nacionalista Bretón, 92. T
Partido Nacionalista Vasco, 91. Teatro Abbey, en Dublín, 96, 97.
Partido Socialdemócrata Obrero Ruso, 35, 95. Teatro Nacional de Praga, 70.
Partido Socialista Polaco, 31, 95. teoría política, 7, 8, 10, 12, 16, 21. 28. 35,
patria, 7, 18, 23, 24, 27, 28, 31. 47, 90. 42, 86.
Península de los Balcanes, 48, 103. Tercer Estado, véase burguesía.
Platón. 17. Termes, J., 13.
Plombiéres, acuerdos, 64. Tratado
Prat de la Riba, E., 24. de Bucarest, 106.
Principados Unidos de Valaquia y Moldavia, 60. de Saint Germain, 107, 108.
proletariado, 30, 3 1. 36. de San Stefano, 104.
Provincias Unidas de Italia, 46. de Trianón, 107, 108.
pueblo, 7, 10, 16. 18. 20. 22-25. 29. 34. 37. 41- de Versalles, 107, 108.
44, 46. 49, 50, 56, 57, 59, 60. 65. 69, 74, 77,
81,85-88, 100-103, 108. U
Unión
R _________ Checo-Eslovaca. 100.
racismo, 87-89. Regionalista Bretona, 92.
raza. 21, 90. Universidad
Renacimiento. 86. de Harvard. 10.
«Renaixeni;a», 91. de Jena, 47.
Renner, K., 31. de Praga. 100.
República, 55. 63-65. 68. 91, 109.
revoluciones. 8. 15. 16. 18-21, 25, 26. 28. 36 V
38, 46-49, 51-54, 58 60. 62, 63. 65, 72, 73, Víctor Manuel II, de Italia, 62, 64, 65.
78. 90, 94, 105, 109. Volksgeist, 22.
de 1830, 26. 46 49, 54. Voltaire. 16.
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ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
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