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para mostrar la urbe incluían en su repertorio una parada en la
esquina contraria a la que hospedaba la casona. Buen cuidado ponía
la persona responsable del recorrido en resaltar que los arquitectos
e ingenieros del diseño y de la construcción habían egresado de la
Universidad de Sinaloa.
3
La gente se hacía también preguntas sobre la persona o el
consorcio que la hubiera adquirido. La baraja en este caso era muy
variada. La ciudad vivía una vorágine constructora y ya no resultaba
extraño que casas o edificios viejos cayeran bajo la picota para dar
espacio a una plaza comercial o a una unidad habitacional. Y en esa
turbulencia competían particulares y empresas constructoras, todos
unidos por la denominación puesta de moda: desarrolladores
urbanos.
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puso su nombre y apellido, aunque años después borró el primero y
conservó el segundo, decisión que creó la razón social que
identificaría a la empresa desde entonces: Casa Li.
José Li innovó.
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propios. Y del negocio original surgió un esplendoroso y robusto
árbol económico que extendió sus ramas hacia el comercio de
mayoreo, medio mayoreo y menudeo, la producción, la banca y
diversos servicios. Todo en el lapso de tres generaciones.
6
El flamante diplomático construyó puentes de entendimiento
entre los dos países. Fomentó el comercio, en especial el que
beneficiaba a su núcleo familiar. Desde la agregaduría comercial
estimuló la importación de mercancías que producía el emporio
sinaloense y la exportación de otros que la familia comercializaba en
sus centros mercantiles o proveía a otros comerciantes tanto de
Sinaloa como de otras entidades federativas.
7
Por tales razones, cuando pasó a retiro, decidió hacer realidad
un viejo sueño: crear en Culiacán un centro cultural dedicado a
difundir la cultura de aquel país. Discreta y pacientemente, buscó un
lugar para establecer los espacios materiales que darían vida a su
proyecto. Por eso, cuando supo del deseo de los herederos de la
finca Rioja de enajenar el inmueble, entró en contacto con ellos y
cerró el trato.
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contribuiría al mantenimiento de la empresa. Se contaría
adicionalmente con los recursos que generaría el centro mismo. En
su momento, tanto el gobernador del estado como el presidente
municipal de Culiacán fueron informados; ambos, aunque en forma
imprecisa, como suelen hacerlo algunos funcionarios mexicanos,
dieron su aprobación y expresaron su voluntad de apoyar la idea.
9
tiempos contemplados para su desarrollo. Asimismo, fijó el día y la
hora de inicio de los trabajos.
Fue por este último dato que, en dicha fecha, una amplia
concurrencia se apersonó ante la casa Rioja. Fueron testigos mudos
de la llegada de las máquinas y del personal y, con el ánimo
acongojado, observaron que siguiendo un plan perfectamente
armado y orquestado se dieron a la tarea de desmontar la cerca,
arrancar puertas y ventanas, tirar paredes, tumbar árboles y plantas.
Las amapas fueron segadas a ras del suelo. Los troncos y las ramas
fueron troceadas y las raíces arrancadas de cuajo por máquinas
excavadoras que hurgaron hasta lo más profundo del suelo. Y todos
los restos fueron subidos a camiones Torton que los llevaron con
rumbo desconocido por la mayoría de los observadores.
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una larga lista de curiosos que acudían a conocer los pormenores de
la obra cuya construcción empezaría en un momento cualquiera.
Personal debidamente entrenado atendía las preguntas de los
curiosos.
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con cada menú, las actividades académicas harían énfasis en las
particularidades de la región en turno.
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fuera concluida y que la apertura fuera anunciada, como se dice, con
bombos y platillos.
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jardineros chinos sembraron siguiendo las concepciones
floricultoras de su país.
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a escuchar la conferencia inaugural, que dictaría el señor Deng,
agregado cultural de la embajada. La plática se deslizó sobre las
relaciones entre México y China. El diplomático, doctorado en
historia por El Colegio de México, según se había anunciado, navegó
con soltura y buen cuidado puso en soslayar los vergonzosos
capítulos que ensombrecían la festinada buena relación.
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abarcaba historia, cultura, economía y política poblacional. El
programa había sido diseñado exclusivamente para alumnos
avanzados de la Escuela de Estudios Orientales.
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la Cocina Min o Fujian, la Cocina Su, Jiangsu o Huaiyang, la Cocina
Xiang, Hunan o Mandarín y la Cocina Jing o Zhejiang. Ay la Olla
caliente ó Huo Guo, el Pollo Kung Pao, la Carpa Agridulce, el Buda
salta sobre la pared, las Almejas en caldo de pollo, las Costillas
borrachas o estofadas, el Guiso de pollo con champiñones y setas, la
Carpa plateada al vapor, el Pato a la cerveza, la Sopa Li Hongzhang,
la Oca imperial Wushan, el Pescado en vinagre, el Pato laqueado a la
pekinesa, … ¿Quién, amante de la cocina oriental, podía resistirse al
embrujo de una minuta que pusiera antes su gula platillos como
esos?
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En un cruce de calles, una camioneta Chevrolet, tipo suburban,
había impactado a un Volkswagen Passat, dejando sin vida a sus dos
ocupantes, una pareja de profesores jubilados. Ninguna persona
estaba al volante de aquella; al parecer, tras el percance, el
conductor había escapado. No se sabía en qué condiciones, es decir,
si sano o herido. Esto no tenía tampoco nada de extraordinario,
porque era común que, en accidentes graves, como el de marras, el
chofer huyera del lugar a fin de evitar ser detenido, más si conducía
en condiciones penadas por la ley. No había por tanto nada grave en
esa aparente conducta. Aunque cabía la posibilidad de que de haber
resultado herido de gravedad alguien lo hubiera rescatado o
ayudado a escapar. En todo caso, tampoco aquí habría nada de
extraordinario, porque se sabía de casos así. Que hubiera ocurrido
frente al “Jardín Li” podría ser mera coincidencia.
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que se tratara de un secuestro y que los raptores los habían
abandonado tras percatarse de que estaban muertos.
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Era evidente que se refería al “Jardín Li”, porque era
indudablemente el único restaurant de moda. Lo otro era mera
retórica.
21
Cuando el escándalo llegó al despacho del gobernador, el
funcionario hizo acudir a su presencia a Eulogio España.
― Nada, señor.
― ¿Por qué?
― ¿Cuáles diligencias?
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persona. ¿Comprendes el lío en que estamos metidos? Ponte a
trabajar de inmediato. Haz uso de los recursos que creas necesarios.
Voy a instruir al secretario de gobierno para que ordene que todos
te den el apoyo que requieras.
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Con las copias de los informes de las partes que habían tomado
nota de los diversos asuntos relacionados con el accidente, se
reanudó la reunión.
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al restaurante, cancelación de reservaciones y cursos. Y la exigencia
de que la autoridad resuelva el caso y que la tranquilidad regrese a
la ciudad. También apuntó a la posibilidad de que los niños hubieran
estado destinados a algún rito satánico.
― Que sería…
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― Copiado ― dijeron los detectives al unísono, con el
laconismo y disciplina profesional que los caracterizaba.
― Te escucho. Cuéntame.
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― ¿Qué cosa podría contarle, profesor? ―repuso queriendo
ignorar lo que bien sabía lo tenía en ese lugar.
― ¿Se refiere a…
― Carajo. ¿Por qué otra razón crees que te hice venir? ¿Quién
meció esa cuna? ¿Fue iniciativa personal o alguien la pagó? Eso no
salió porque sí.
El hombre se dobló.
27
― Publicidad. Decir cosas buenas en su columna del centro
cultural y del restaurante.
― ¿Es todo?
― Sí, jefe.
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Esa misma tarde, Mario Pérez Valdovinos se apersonó en el
“Jardín Li”. Quedó deslumbrado y se hizo la promesa de que resuelto
el caso haría una reservación para él y Genoveva Rentería, su esposa.
Iba al frente de un sólido equipo de forenses, especializados en
analizar productos de origen animal. El personal estaba de brazos
caídos. Algunos, en el salón comedor; otros, en la cocina, o bien en
la alacena. En fin, donde encontraran descanso y paz.
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interrogadores adoptarían tonos mucho más duros que los modales
que él estaba siguiendo.
― ¿Descartado el canibalismo?
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despecho del reportero por no haber obtenido de Valerio ningún
moche.
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presentido que conocido, en el que pululaba gente que buscaba
alivio a problemas que escapaban al dominio de la ciencia y gente
que sabía cómo solucionarlos. Gente que buscaba comunicarse con
algún ser querido muerto o sanar de un mal de amores o conocer los
derroteros futuros. Y gente dispuesta a prestarles ayuda. Que para
eso contaban con conocimientos secretos y ostentaban el dominio
de instrumentos poderosos.
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Genoveva visitó ese universo. Conoció a adivinos, chamanes,
brujos, lectores de cartas, constructores de cartas astrales. Conoció
sus consultorios. Y sus instrumentos de trabajo: esferas de vidrio,
cartas, palillos, huesos, pollos y gallos, piedras, caracoles, música,
plantas, animales vivos, animales disecados, piedras medicinales,
ungüentos, yerbas milagrosas.
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― La religión yoruba procede de la Guinea Oriental, asiento
actual de Nigeria, Benín y Togo. La practican millones de personas. A
América llegó con los esclavos negros traídos a Cuba y otras islas del
Caribe. Desde ahí se extendió a otras áreas y naciones, como Brasil,
Venezuela y Centroamérica. Como otras religiones, tiene una
cosmogonía propia. Es una religión politeísta. Existe un Dios único,
Oloddumare, que se comunica con los seres humanos a través de
otras divinidades llamadas orishás. Éstas velan porque cada
individuo cumpla en la vida el papel que le fue asignado, desde antes
del nacimiento, en la casa de Dios en el cielo llamada Ile-Olofi. Los
que no cumplen su destino son castigados por los orishás y obligados
a reencarnase hasta que cumplan su misión. Como es sabido, la
Corona Española prohibió en sus dominios cualquier religión que no
fuera la católica. Sin embargo, no pudo eliminar la religión yoruba. A
pesar de la prohibición, ésta subsistió. Más aún, penetró las
poblaciones blanca y mestiza, logrando tal grado de aceptación entre
estas que actualmente en Cuba coexisten las dos religiones. La clave
fue el mimetismo. La religión yoruba encontró en el panteón católico
deidades parecidas a las suyas y las adoptó. Hizo corresponder a una
deidad africana un santo cristiano. Elegguá fue San Antonio de
Padua; Osun, San Juan Bautista; Oshosi, San Norberto; Yemayá, la
Virgen de Regla; Oshún, la Virgen de la Caridad; Oggún, San Pedro;
34
Obbatalá, la Virgen de las Mercedes y Shangó, Santa Bárbara.
Pusieron los yorubas tanta devoción en sus santos que para burlarse
de ellos los españoles los llamaban santeros. De ahí el apelativo
santería, con que se conoce ahora y desde hace siglos a la religión
yoruba en Cuba y en otros lugares. Aunque en otro tiempo también
se la conoció como religión lucumí. Esta religión está fuertemente
arraigada en muchas partes del mundo. En Estados Unidos, en
Europa, en Brasil, en Argentina, en Venezuela y en México. Ha ido
por el mundo en las alforjas de la diáspora cubana. En su música, de
manera especial. Y en la literatura, como en la obra del poeta Nicolás
Guillén, quien dio a la negritud el nivel que los escritores
latinoamericanos daban a la población indígena autóctona.
yo,
tú.
he de malquererte, tú;
yo,
tú,
a dónde vamos yo y tú Y
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Recordó también el poema “Soldado, aprende a tirar”, que el
profesor declamaba con un tono grave y pausando el ritmo de la voz:
Tú no me vayas a herir,
si no me quieres herir!
soldado amigo.
sobre el lodo.
Tú no me vayas a herir,
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que hay mucho que caminar.
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Nada que ver con los templos de otras religiones. Como las
catedrales católicas.
― ¿Sacrificios?
El aludido informó.
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averiguación. Hubo retraso en la comunicación del reporte del
atraco.
― Nada, señor.
― ¿Por qué?
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― Podría apuntar al origen de los chicos. Ropa buena suele
compaginar con buen ambiente familiar. Solo eso.
― Y la carretera a Imala.
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― Di lo que traigas. Lo que sea. Todo puede ayudar. Aunque
sea para ponernos en movimiento.
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dio paso a la frustración porque el sistema de vigilancia alcanzaba en
ese punto su límite. No más cámaras.
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servicios de gasolina, repartidores de agua embotellada, paleteros,
agentes de tránsito desplegados en las esquinas, señoras que barrían
el frente de su casa o regaban el jardín.
― ¿Cómo lo sabes?
47
― Me queda de paso. Vengo a entrenar todos los días. Mañana
y tarde. A veces me quedo hasta entrada la noche, sobre todo
cuando amarramos careadas.
La casa era tal como el chico había dicho: grande y sin enjarrar.
Pero, era algo más: una mansión en toda la forma, que no conoció
los detalles finales. Los más costosos, a juzgar por lo que cuentan los
que han construido casa alguna vez. Según se supo después, no había
48
llegado a su culminación porque quien la ordenara se hallaba en
prisión cumpliendo una condena muy larga. A corta edad se embarcó
en el trasiego de drogas hacia Estados Unidos y en poco tiempo
acumuló una considerable fortuna. Se ensoberbeció. Bajo la guardia.
Y fue pescado in fraganti en un operativo que lo puso ante un juez
que no sólo le dio varios años de cárcel, sino que incautó sus bienes,
cuentas bancarias entre ellos. No así la casona, porque estaba a
nombre de la esposa. Agotados los recursos en dinero que habían
escapado a la disposición judicial, la señora la puso a la venta. A un
precio suficientemente atractivo como para concretar la operación
en poco tiempo.
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A doble E le sorprendió que lo hubiera reconocido porque no
se había anunciado y nunca se habían visto, pero le llamó más la
atención el acento del español con que lo había saludado. Un
español al que faltaban ciertos rasgos ásperos del habla local, de los
que hasta ese momento tomó conciencia.
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estos lares, y muy moreno de piel. La frente se había extendido hacia
atrás, como abonando a la calvicie, que ya lucía ostensible. A Eulogio
le pareció que aparentaba más años de los que su currículo
confesaba.
― ¿China?
51
después, el mesero puso ante cada uno sendas botellas de color
verde, más grandes que una caguama de las que conocía tan bien, y
un vaso de cristal para cada uno.
― ¿Cómo es eso?
― Correcto.
52
― Gracias por venir. Y por lo que hiciste para aclarar el enredo
en que nos metió el periodista.
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― Es verdad. Empecemos de cero. Soy lector de periódicos y
de seguido me encuentro con noticias que hablan del papel que
México juega en el medio internacional. Pero lo cierto es que no sé
nada de eso que genéricamente se conoce como servicio exterior.
54
Valerio estaba sereno. Convencido de lo que decía. Orgulloso
de la casa donde había servido toda su vida profesional. Desde abajo.
Escalando paso a paso. Aprendiendo siempre.
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eso. Mucho más. Son verdaderos ángeles guardianes en
circunstancias difíciles. Como la prensa diaria lo acredita. ¡Cuánta
gente, por la intervención de nuestros diplomáticos, conservó la
libertad, y aún la vida, en la época de los regímenes castrenses que
ensombrecieron a América? Nuestros cónsules y embajadores en
esos países, especialmente en Chile, dejaron constancia de valentía,
humanismo y extraordinaria habilidad negociadora, como lo registra
la historia universal.
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caso parecido: el sueldo asciende a 11 300 dólares y la población
mexicana a 18. Cualquiera, con todo derecho, se pregunta: ¿Está
bien? En el otro extremo se encuentra Japón, donde el embajador
percibe más de 15 mil dólares y la población de mexicanos suma algo
más de 2000.
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prensa, administradores y guardias de seguridad, y gastos fácilmente
comprensibles como renta de inmuebles, servicios de comunicación,
energía, agua, papelería y contando. Las rentas son un renglón de
gasto importante. La más cara es la de Inglaterra: cuesta más de un
millón de dólares al año y está ubicada en Londres.
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Igualmente, disfrutó la charla del embajador. Fuera motu
proprio o respondiendo a preguntas de bote pronto, Valerio Li puso
en sus oídos un listado largo de piezas informativas sobre China. La
Gran Muralla China, desde luego, los Guerreros de Terracota, el Gran
Timonel, la Ciudad Prohibida de Pekín, la Ruta de la Seda, la
Revolución Cultural, el Partido Comunista Chino, la visita de Richard
Nixon, la participación de Kissinger en el acercamiento con Estados
Unidos, la visita de Luis Echeverría, la adopción del sistema
capitalista en lo económico y la preservación del sistema comunista
en lo político, el control de la vida privada, la Guerra del Opio, la
diversidad étnica, las lenguas y dialectos en uso, la opresión de las
minorías, sus diferencias con India, el Tíbet. Eso y más en las casi tres
horas que permanecieron ante la mesa, en la que tras el segundo
vaso habían renunciado a la cerveza y pasado al té verde, tan
aromático y a propósito.
60
obsecuentemente y con ostensible temor, lo recibió de pie y una
amistosa sonrisa. El joven le sonrió nerviosamente. Temblaba de
miedo. Porque no sabía la razón de que lo hubieran llevado ahí. Ni
siquiera sabía la identidad de aquella persona. Se había dejado
conducir y esperaba lo peor. Porque había sido advertido de lo que
podría esperar una vez dentro de ese lugar donde el desamparo era
la regla. El hombre lo abrazó, le dio palabras de bienvenida y le
ofreció una silla. Ordenó que le llevaran café y un platón de galletas,
que el joven aceptó con sumisión. Sin dejar de sonreír, el sujeto lo
miró a los ojos con sus ojos color de cielo nublado. Tas unos
segundos, le dijo, adoptando un tono serio, casi paternal.
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No le preguntó si quería hacerlo. Le estaba informando.
Tampoco sabía qué se esperaba que hiciera.
― Sé las cosas que te tienen aquí. Ahora las vas a hacer, desde
aquí y para mí.
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― Y un lugar para trabajar.
― Desde aquí, dirijo mi tropa. Desde aquí les indico qué deben
hacer. Trabajamos en todo el estado. Y aún más allá. Somos una
banda grande y bien organizada. Con la información que nos vas a
proporcionar, haremos mucho dinero. Vas a hacer, pero a lo grande,
lo que le hiciste al suegro de tu profesor. Yo te voy a dar nombres y
tú te encargarás de meterte en sus secretos para convertirlos en
dinero. Los investigarás hasta desnudarlos. Sus finanzas, sus vínculos
políticos, sus secretos de alcoba, sus filiaciones políticas, sus
inclinaciones sexuales. Todo hasta encontrar en cada uno la veta que
nos permita exprimirlos.
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El jefe cumplió su palabra. Porque tenía dentro del penal
verdadero poder. Antes de una semana, a la celda que sería su
despacho, y que fungía ya como su recámara exclusiva, fueron
introducidas cajas selladas con las máquinas y otros equipos que
había pedido. Y con un módem exclusivo para los servicios de
Internet. Tras la instalación del equipo, llegó la primera orden de
trabajo. Un empresario del sur de la entidad, avecindado en
Mazatlán, que había hecho fortuna en la administración pública
municipal, estatal y federal. Se sabía que en los fondos públicos que
había administrado se hallaba la fuente primigenia de su fortuna,
aunque la biografía oficial mostrara el rostro de un hombre de
trabajo tesonero y honesto.
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impedido concretar su proyecto. Quería conocerlo. Platicar con él. Y
quizá proponerle un negocio. Por eso le dijo a su joven cibernauta:
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pudiera significarles un beneficio, pero no de las miradas, porque lo
harían a la vista de los reclusos y sus visitantes.
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este reclusorio, no me será posible seguir haciendo las cosas que
hasta ahora he hecho sin que nadie me estorbe. Necesito sacar la
operación de la cárcel y ponerla fuera, en otra locación. ¿Me sigues?
Lo miró a los ojos con una mirada dura, tan severa que el
maestro no la pudo sostener y parpadeó rápidamente.
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La mente del profesor había entrado en sintonía con la de su
interlocutor y funcionaba ya a gran velocidad, tanto que rebasaba las
ideas del maleante. Oyó que en voz baja y sin ningún tono de
apremio le preguntaba:
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le cayó el gobierno y le dieron un mundo de años de prisión. Su
mujer, la dueña legal, me la vendió. Voy a darte las llaves para que
pases a ocuparla. La cuida gente mía. Los voy a enterar para que te
permitan el acceso y se pongan a tus órdenes.
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Eulogio España conoció la casona sólo un poco después de que
le fuera notificado que era el domicilio donde la camioneta suburban
buscada habría parado alguna vez. A fin de no llamar la atención,
utilizó un vehículo utilitario de una compañía refresquera cuyo
chofer, no sin orgullo al percatarse de que estaba sirviendo a un
importante jefe policíaco, accedió a pasarlo frente al inmueble, con
conveniente lentitud, para que pudiera observarlo sin llamar la
atención de sus ocupantes.
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de su abuelo. La simple idea de deshacerse de ellas le producía un
sentimiento de traición a la memoria de sus viejos.
Pero murió.
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EE no sabía de arquitectura, pero sí sabía reconocer una casa
bella. Allá cuando noviaba, y aun en sus primeros años de casado,
gustaba de recorrer los desarrollos residenciales que surgían para
gente de altos recursos, simplemente para gratificarse viendo
construcciones que sabía que tal vez nunca podría adquirir.
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El propietario de un edificio situado a trescientos metros de la
casona, único lugar donde se podía poner una barraca de
observación, puso a disposición del cuerpo policíaco la azotea del
inmueble. Se ordenó vigilancia 24X1, es decir, las veinticuatro horas
del día.
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domicilio de los dueños, y luego conocer sus profesiones y
ocupaciones. Dicha información permitió a los investigadores
elaborar las más diversas hipótesis sobre lo que ocurría entre las
paredes de la casa. ¿Prostitución? ¿Juegos de azar? ¿Consumo de
drogas? ¿Apuestas? En vía de mientras, se ordenó ponerlos bajo
vigilancia estricta.
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Cuando EE, Mario Pérez Valdovinos y Genoveva Rentería
conocieron la identidad de los visitantes nocturnos de la casa, se
miraron sorprendidos.
― Tiene que haber otras cosas. Para hacer lo que saben hacer,
y les salió tan bien en el pasado, no se requiere de una armazón tan
complicada como la que tenemos enfrente ― insistió Pérez
Valdovinos.
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archivos del dueño del embarque robado y puesto en juego un
operativo que les había permitido apoderarse del cargamento. Para
eso no habían requerido de mayores instalaciones. Les había sido
suficiente un equipo de cómputo y un buen técnico informático. El
trabajo había sido preparado desde la mesa de trabajo que el
competente cibernético tenía en su recámara. En la casona tenían
que estarse realizando cosas para las que las instalaciones de esta
fueran indispensables.
― Sí ― aprobó Mario.
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EE la miró a la cara con seriedad aparente porque sabía que
Genoveva Rentería había interpretado su sentir y el de Pérez
Valdovinos.
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Rentería, dicho como para completar una oración, se cumplió
ampliamente: los policías encontraron cosas que iban mucho más
que lo buscado.
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los dos niveles, al tiempo que con la algazara propia en esos
operativos anunciaban su presencia.
― A la orden, señor.
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Con un movimiento de cabeza, Pérez Valdovinos giró la
instrucción y un oficial inició el traslado de los prisioneros. España no
se dignó volver la vista para constatar su identidad. Sabía quiénes
eran.
― ¿Qué encontraste?
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Cuando recobró el control, Eulogio España se incorporó: se
dirigió a la policía y la abrazó hasta que recobró la calma. Miró
despaciosamente. Y fue tomando conciencia en toda su magnitud
del drama que sus ojos le habían descubierto.
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― Vamos afuera. Salgamos ― les dijo EE a los detectives. Antes
de retirarse, le ordenó a Genoveva Rentería―: Registren todo.
Minuciosamente. Asegúrate de que no quede nada sin revisar.
Incauta lo que sea necesario.
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cuando hablaban de cosas que de alguna manera conocía. Con esa
confianza, atendió la solicitud del jefe.
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la utilización de criaturas para realizar actividades productivas
impropias de su edad o violatorias de la ley. Figuran aquí la
mendicidad controlada, el halconeo, la pizca de productos
prohibidos, y aun en los campos agrícolas, la mensajería hamponil,
la servidumbre doméstica y el chalaneo en talleres mecánicos y
construcciones, entre otras. Otra es la explotación sexual, que tiene
varios rostros, como el voyerismo y la utilización física de los
cuerpos. Hay una tercera modalidad, poco conocida: la tortura.
Lugar especial ocupa la extracción de órganos con propósitos
mercantiles. Finalmente, el asesinato y el desmembramiento,
seguidos de la desaparición de los cuerpos. Este listado de
posibilidades, que tal vez no sea exhaustivo, debe tenerse en cuenta
para describir lo que se hacía en la casona. Se hacía pornografía de
distintos tipos, porque el abanico de consumidores es también muy
vario pinto. Los hay contemplativos, refinados, detallistas; les gusta
el voyerismo. Gustan de contemplar cuerpos inmóviles. Recorrer con
la vista la frente, los ojos, los labios, el cuello, los pies. El cuerpo
vestido, pero las prendas recogidas en forma tal que se vean los
principios de las partes pudendas. Sean de niñas o de niños. Los
consumidores de esos materiales se encuentran principalmente
entre viejos que vieron pasar muchos años atrás los vigores del sexo.
La casona acondicionó una habitación en las que se los videogrababa
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y fotografiaba en condiciones propicias para obtener esas imágenes.
Otro grupo de usuarios se halla en un polo extremo: los que
prefieren mirar el ultraje brutal de pequeños de uno y otro sexo. Las
penetraciones violentas es lo que más los excita. En otra habitación
se realizaba este tipo de actos bestiales. Se disponía aquí también de
los equipos que registraban imágenes y sonidos. Había una tercera
habitación. Insonorizada. Era la de la tortura. Se infligía a los
pequeños diversos tipos de sufrimientos físicos. Hasta hacerlos gritar
de dolor. Ahogamientos, quemaduras, mutilaciones, aplicación de
irritantes en ojos y heridas son algunos ejemplos. Todo grabado.
Para los sádicos de todo el mundo. La estación siguiente era la
extracción de órganos y el asesinato de los chicos. La última era su
eliminación física, su desaparición, que incluía el desmembramiento
de los cuerpos y su inmersión en ácidos corrosivos. También
grabado, porque también hay mercado para ello. Al final, nada. Sólo
las imágenes que mostraban cada etapa del proceso a que era
sometido cada pequeño, que eran subidas al Internet profundo
donde pululan los compradores de dichos productos.
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― Aquí la intervención del joven informático es crucial. Sin él,
la correa de trasmisión no podría correr. Él detectaba los mercados;
los mercados de todo tipo. Identificaba los universos de pedófilos y
les ofrecía su producto. Lo mismo que a las familias necesitadas de
órganos para un trasplante. Gente pudiente que estaría dispuesta a
pagar cualquier fortuna para obtener un órgano, sin reparar en su
procedencia, si en ello le iba la sobrevivencia de un ser querido,
como un hijo o un nieto. Llegaba a esos posibles compradores y les
ofrecía el órgano que requirieran. Su mercado principal estaba en
Estados Unidos y México.
― ¿Cómo cobraban?
― Bitcoins.
― Un terreno de expertos.
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probablemente de forma fraudulenta, y los hacía llegar a donde
fuera necesario.
― Y cobraban en bitcoins.
― Positivo.
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autobuses, la estación del tren, caminos y carreteras en busca de
niños que atrapar y secuestrar.
― Había protección.
― ¿Y el exterminador?
―Éste, no.
― Ni más ni menos.
― Jefe de jefes.
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― Tal vez sea mejor dejarlo como está. Mucho poder. Mucho
dinero. Mucha corrupción. Y, en general, parece que la gente tiene
pocas ganas de portarse bien.
― ¿Una amnistía?
―Podría ser.
La muñeca rota
Queríamos su dolor
La revancha de la acacia.
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