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Conociendo la realidad

El petróleo y la guerra
contra el terrorismo
Fragmento de regalo

Jesús Manuel Bonilla

Colección
Ciencias Políticas

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Dirección General: Marcelo Perazolo
Diseño de cubierta: Daniela Ferrán
Diagramación de interiores:Julieta L. Mariatti

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Primera edición en español en versión digital


© LibrosEnRed, 2011
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Índice

Introducción 9

Capítulo 1 10
El 11 de septiembre de 2001 10
El autor del atentado 14
El motivo de la guerra 15
La oferta rechazada 16
Conocer al enemigo 17

Acerca del autor 130

Editorial LibrosEnRed 131


La realidad es la tiranía más cruel que existe. A ella no se la puede ignorar,
contra ella no se puede luchar, con ella solo se puede trabajar, porque
ella siempre gana.
Introducción

Ha sido siempre mi deseo expresar al mundo mi parecer en asuntos que


conciernen a la guerra contra el terrorismo. Llevo diez años observando,
escuchando, estudiando y escribiendo en privado sobre este y otros
temas, que entiendo afectan la salud política de los Estados Unidos de
Norteamérica.
Me causa gran frustración tener que reconocer la reducida importancia
que le dan los estadounidenses a cuestiones geopolíticas. Temas de esta
índole terminan despachados por medio de discursos populares altamente
errados, donde ingredientes como los existenciales, psicológicos e
ideológicos contaminan la visión de lo que se discute afectando con ello los
mejores intereses de la nación.
Es notoria la prematura y continua decadencia de la influencia estadounidense
en el mundo presente. Decadencia que promete acelerarse, sin que ello
signifique el traslado de esta influencia a otra parte, sino su aumento en
el vacío. Es en este escenario donde grupos, organizaciones y países con
agendas nocivas para el mundo encuentran tierra fértil para sus propósitos.
Con este libro trato de profundizar mi crítica en uno de los pilares de
esta crisis de liderato y de propósito en la política estadounidense: en los
discursos populares más comunes y atractivos. A estos discursos y a quienes
los promulgan, les confiero una condición “clínica”, a la cual he llamado el
PSY Syndrome.
He decidido utilizar para esto, y de manera esporádica, la intervención de
un personaje ficticio denominado Kamil, un supuesto soldado talibán. Con
ello trato, en lo posible, abarcar diferentes interpretaciones y puntos de
vista sobre un mismo tema. Dejo mis opiniones, sugerencias y pensamientos,
y los de mi amigo Kamil, como mi testimonio para quien lo desee.
Espero poder darme a entender y que el lector pueda extraer algún nuevo
conocimiento de los temas que se desarrollan.

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Capítulo 1

En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia,
pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.

Nicolás Maquiavelo

El 11 de septiembre de 2001
En la mañana del 11 de septiembre de 2001, entré a un establecimiento
para ordenar un café y algo de comer. Era una panadería cerca de donde
yo trabajaba, en Guayabo, Puerto Rico. Acudía a diario a este lugar, casi
siempre a la misma hora.
Desde que llegué me percaté de que tenían la radio encendida en una
emisora que no trasmitía música, algo que era inusual. Los empleados
estaban pendientes de la radio, que se encontraba en el área de trabajo,
lejos del lugar donde se atendía al público.
Pregunté:
–¿Pasó algo? ¿Qué? ¿No me quieren atender?
Un empleado me contestó:
–¡Cano!, ¿es que tú no sabes lo que pasó?
Yo le respondí:
–No, dime.
Así fue que me enteré de lo que estaba ocurriendo ese fatídico día.
Yo no permanecí mucho en mi trabajo esa jornada; en realidad, no podía.
Me tuve que ir a mi casa, lo cual no me hizo sentir mejor. El resto del día
lo pasé como la mayoría de los estadounidenses: mirando televisión y
sufriendo de diferentes sensaciones, todas cambiantes, todas extremas.
Sentí rabia, odio, miedo, lástima y confusión, todo en su límite: fue uno de
los peores días de mi vida.

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Poco después de los ataques del 11 de septiembre, se sintió en el ambiente


algo que yo nunca había visto o vivido, y que coincidió con lo experimentado
por los ciudadanos luego del ataque a Pearl Harbor en la Segunda Guerra
Mundial, o con lo padecido en Europa al comienzo de la Primera Guerra
Mundial. Los historiadores llaman a esta sensación el fenómeno del war
fever.
Kamil. –Había celebraciones por todo el mundo musulmán y Per-
sonas que bailaban y festejaban en las calles. ¡Fue un día glorio-
so! Claro está que no faltaron las críticas y condenas en el mundo
árabe. Eran escenas de un ataque contundente. No era bonito,
pero la gran mayoría de los árabes sinceros consigo mismos admi-
tirían que los EE.UU. al fin cosechaban lo que habían sembrado.
Jesús. –Las escenas que se observaban parecían sacadas de una
película de horror. El dolor fue tan grande, y fue compartido por
tantos, que todas las diferencias que existían y que han existido
entre los norteamericanos, como también las diferencias entre
otros países con los EE.UU., se olvidaron por un corto tiempo. Lo
único positivo que puedo extraer de ese fatídico día es que pue-
do decirle a mi futura descendencia que yo sé lo que es ver un
pueblo unido, algo que tal vez ellos en el tiempo que les toque
vivir no puedan conocer.
Kamil. –Los ataques del 11 de septiembre no unieron a nues-
tros hermanos musulmanes como hubiésemos querido. Es más,
nunca estuvimos más divididos. Por un lado, ganamos prestigio
y apoyo entre la gente pero, por otro, perdimos influencias en
círculos de poder. Muy pocos apostaban por nosotros; asociar-
se al talibán o a Al Qaeda era como “bailar con la más fea”.
Jesús. –El presidente de los Estados Unidos, George Bush (hi-
jo), un hombre que no hacía mucho había ganado la presi-
dencia de una manera no muy transparente, que sufría del
estigma de ser “el nene de papi” y al que la prensa ya le hacía
parodias con su personalidad se convierte de la noche a la
mañana en un héroe nacional y en el líder indiscutible del
mundo libre. Bush (hijo) se convierte en “Mi Comandante”,
alguien a quien hay que seguir y obedecer; no solo porque
vengaría la afrenta del 11 de septiembre, sino porque nos lle-
varía a todos a la más dulce victoria militar en la historia de
los Estados Unidos.

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La posición en términos políticos a la que esos ataques terroristas colocan la


figura de George Bush es envidiable. Bush prácticamente podía hacer lo que
quisiera y el pueblo americano lo iba a seguir. Comienza este nuevo súper
héroe a tomar decisiones en lo que, nadie negaba, iba a ser una guerra a
gran escala. Su gabinete, compuesto por Dick Cheney, Donald Rumsfeld
y Colin Powell, parecía ser un gabinete de ensueño para un trabajo como
el que se esperaba. Todos estos funcionarios conocían de guerras y todos
tenían experiencias en asuntos de Oriente Medio. Al parecer, teníamos
en el poder a las personas correctas, en el lugar correcto y en el tiempo
correcto: ¿qué podía salir mal?
En el momento en que se supo que lo ocurrido ese día era un ataque
terrorista, todos los americanos sabíamos que estábamos en guerra, y
muy pocos dudábamos de que el servicio militar obligatorio no se fuera a
implementar. Pero, para sorpresa de muchos, no fue así, y la pregunta que
hay que hacerse es: ¿por qué?
Tal vez nadie se hace esa pregunta por ser una de tipo técnico–militar,
y son muy pocos los capacitados para responderla en forma responsable.
El presidente Bush reconoció públicamente que esta guerra era confusa,
no convencional, diferente a otras que habíamos librado. También admitió
que podría extenderse por varios países que protegían, entrenaban y, en
muchos casos, armaban a estos combatientes enemigos.
Bush fue a los extremos al señalar que los Estados Unidos estaban
dispuestos a utilizar cualquier arma del arsenal estadounidense en este
conflicto, así que las preguntas continúan: ¿por qué no se usó el servicio
militar obligatorio y se armó así un enorme ejército? Si el empleo de las
armas nucleares no fue descartado, ¿por qué sí se desechó el servicio
militar obligatorio?
Esta guerra era la guerra de los ciudadanos estadounidenses contra los
extremistas islámicos. Era la guerra de un pueblo que había sido vilmente
atacado y que ahora se dirigía a su payback. Pero el presidente de los
Estados Unidos y su séquito tenían otros planes para esta guerra. Ellos
convertirán la guerra del pueblo americano en la guerra del Gobierno
de Bush.
Con esta trágica y calculada decisión el war fever se acabó. Ahora todos
tenemos que seguir los acontecimientos por los contaminados canales
informativos y mantener la fe en nuestro Comandante en jefe y sus sabias
decisiones. Bush enajena al pueblo de una posible y gloriosa victoria militar
para tener él su propia guerra, usarla para ayudarlo a tener una victoria
electoral y pasar a la historia como el “Salvador de América”.

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La supuesta guerra del pueblo pasa a ser la guerra de la administración


gubernamental de turno, ellos pondrán sobre los hombros de varios cientos
de miles de familias estadounidenses (ciudadanos reservistas y activos) la
tarea confusamente asignada de pelear para proteger a los 300 millones de
compatriotas más el resto del mundo libre.
Las cosas en casa se vuelven más confusas que en el mismo frente de batalla.
Allí todos cuidan la espalda de todos, pero aquí unos pelean con otros para
saber quién tiene la razón. Allí en el frente, tú conoces quién es tu enemigo
o, por lo menos, sabes quién es tu amigo; aquí es todo diferente. El país
se polariza y se vuelve más importante ganar el argumento en casa que
ganar la guerra fuera de casa. Todo lo que puede ayudar a la causa del
enemigo se materializa, y lo peor que nos podía pasar nos pasó. La guerra
se convirtió en un asunto electoral, en un “balón político”.

Comentarios:
En 1898, el presidente William McKinley se dirigió a la nación para informar
que necesitaba voluntarios para librar una guerra contra el Imperio español.
Al otro día, un millón de ciudadanos americanos atendieron el reclamo de
su presidente. Esto no empecé a que la mayoría no sabía de qué se trataba,
nunca habían tenido un problema con ningún español, y España no había
atacado a los EE.UU.
1. Traigo este tema a escena porque entiendo que si George Bush
hubiese realizado el mismo reclamo, habrían sido millones de
voluntarios los que hubiesen respondido. Aun hoy día, después de
todo lo que ha sucedido con el asunto de la guerra, si el presidente
Barack Obama hiciera el mismo llamado, se podría igualar o superar
la cifra de 1898.
2. Entiendo que el abuso al que se ha sometido a nuestros activos y
reservistas ha sido injusto. Nuestras tropas han estado más tiempo en
servicio en estos casi 10 años que cualquier ejército norteamericano en
el pasado. Ellos están cansados mental y físicamente.
3. Esto no tenía que haber sido así. El presidente Bush, conociendo el
problema que tenía entre manos y con la popularidad de los primeros
años de su administración, unido al nivel de patriotismo reinante; pudo
haber creado el ejército adecuado para esta operación.
4. Los soldados que vuelven a casa no tienen que regresar en la rotación
una y otra vez. A esto hay que añadirle las regiones que nuestras tropas
han recuperado de terroristas e insurgentes que, luego de haberlas

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liberado a sangre y fuego, se tienen que abandonar para el enemigo


porque no hay suficientes tropas para custodiarlas.
5. Reconozco que tropas compuestas por voluntarios no tendrían la misma
calidad y profesionalismo que poseen nuestras tropas en la actualidad,
pero podrían realizar cualquier trabajo que se les asignara. Esto se ha
hecho en el pasado con eficiencia y se puede hacer en un futuro.
Kamil. –La realidad es que la mayoría del territorio, incluyendo
pueblos y ciudades en Afganistán y en Irak, estaban (y siguen
estando) libres de tropas estadounidenses o aliadas. Incluso, la
táctica de defender una posición o atacarla hasta la muerte no es
usada por nosotros hace mucho tiempo. Es más práctica la retira-
da temporal.

El autor del atentado


Jesús. –El cabecilla de la organización terrorista Al Qaeda se lla-
ma Osama Bin Laden, un ingeniero saudita perteneciente a una
de las familias más adineradas del reino. Este hombre adquirió
popularidad en los años ochenta, cuando la Unión Soviética in-
vadió Afganistán el 24 diciembre de 1979.
Osama decide renunciar a sus comodidades en su país natal y se dirige con
su dinero y conocimientos al hermano país árabe. La razón de la llegada
de Osama a Afganistán es para librar una guerra santa contra los infieles
invasores soviéticos.
Kamil. –Los americanos no saben, pero en el Oriente Medio no
identificamos la desintegración de la Unión Soviética con Ronald
Reagan ni con el papa Juan Pablo II, sino con el gran Osama “Sol-
dado de Alá”, que de la misma manera que acabó con los soviéti-
cos, acabará con los americanos.
Jesús. –Osama, además de ser una persona adinerada y rodea-
da de lujos, era un gran conocedor del Corán (libro sagrado
del islam). En su tiempo libre, Osama presumía de sus conoci-
mientos coránicos con sus allegados e, inclusive, le encantaba
retar a todo el que conocía a ver quién descifraba mejor las
enseñanzas bíblicas.

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El motivo de la guerra
La razón que motivó a Bin Laden y a Al Qaeda a declararle la guerra a los
Estados Unidos fue la presencia de tropas y bases militares estadounidenses
en territorio saudita. Estas tropas fueron ubicadas allí para garantizar que
Saddam Hussein (presidente de Irak desde el 16 de julio de 1979 hasta el 9
de abril de 2003) no invadiese el reino de Arabia Saudita y para sacar a las
fuerzas invasoras iraquíes del emirato de Kuwait, esto durante la Primera
Guerra del Golfo de 1991.
Luego de que finalizara la Primera Guerra del Golfo, la presencia militar
estadounidense permaneció en territorio saudita. Esta presencia militar
era para hacer valer una resolución de las Naciones Unidas (ONU), que
prohibía al régimen de Saddam Hussein realizar excursiones aéreas en
ciertas zonas iraquíes (resolución de la ONU número 688 del 5 de abril
de 1991) .
Esta resolución tenía como propósito proteger a la población civil que se
había rebelado contra el régimen durante la guerra y que en el pasado
había sido víctima de ataques aéreos con armas químicas por parte de
Saddam Hussein y su régimen del terror.
Estas bases militares se encontraban allí con el permiso de las autoridades
sauditas y con el conocimiento y aceptación de las Naciones Unidas,
quienes a su vez autorizaban las misiones que se realizaban en estas
bases.
Estas bases aéreas en territorio saudita servían también como protección
al reino. Es muy conocido que, aun después de enormes gastos militares
por parte del reino saudí, las fuerzas armadas sauditas son una de las más
vulnerables en la región.
El presupuesto militar saudí se utiliza, en su mayoría, en la fuerza aérea
y en el campo de la inteligencia militar (servicios secretos), no tanto en el
ejército convencional. La familia real saudí no confía mucho en ejércitos
grandes; tal vez temen ser derrocados por estos, práctica muy común en
Oriente Medio.
Los Estados Unidos siempre han protegido a la familia real (dinastía
Saúl), desde la época del presidente estadounidense Dwight David “Ike”
Eisenhower. La amistad americana-saudita siempre ha sido altamente
productiva para ambas naciones.
Los Estados Unidos han obtenido el petróleo a un menor costo, a
diferencia de Europa o Canadá, donde la gasolina es más cara. La

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familia real, a cambio, ha tenido la protección necesaria para seguir


gobernando en las tierras más sagradas y cotizadas de todo el mundo
árabe y musulmán.

L a oferta rechazada
Cuando tropas iraquíes invadieron el emirato de Kuwait el 2 de agosto
1990, el reino de Arabia Saudita se sintió amenazado, en especial cuando se
percataron de que el ejército de Saddam Hussein se estaba concentrando
en la frontera con su país.
El rey de arabia Saudita Fahd bin Abd Aziz (16/2/23 al 1/8/05) había recibido
una oferta de parte del presidente Bush (padre) para el envío de un fuerte
contingente militar estadounidense. Esta le llegó al rey vía los generales
Colin Powell y H. Norman Schwarzkopf, quienes habían viajado hasta Arabia
Saudita para tratar de convencer al rey de que su país necesitaba la ayuda
estadounidense para defender su reino.
Más tarde, Osama Bin Laden se acerca al rey de Arabia Saudita y le ofrece
traer su ejército de muyahidín para proteger el reino en caso de un ataque
y para sacar por la fuerza a las tropas de Saddam Hussein del emirato de
Kuwait. El rey decide aceptar la oferta de los Estados Unidos y rechaza la
de Bin Laden.
Esto enfureció a Osama que, hasta ese momento, era tratado como el
hijo pródigo en Arabia Saudita. Osama rompió su relación con la realeza
saudí y le declaró la Guerra Santa a los infieles americanos y a los traidores
monarcas saudíes.
No es casualidad que Osama (y solo Osama) decidiera que doce de los
diecinueve atacantes suicidas que participaron en los ataques del 11 de
septiembre fueran sauditas. Esto era parte del mensaje dirigido a los
Estados Unidos y a la realeza saudí ese fatídico día de septiembre de 2001.
Kamil. –No se puede aceptar que ejércitos infieles acampen y vi-
van en tierras santas, como parte de un negocio de la familia
real con los americanos. Tropas americanas en tierras del profeta
Mahoma sólo pueden significar una cosa: declaración de guerra.
Si los musulmanes carecemos de gobiernos valientes que den a respe-
tar nuestros principios y nuestra fe por temor a perder el poder, pues
tienen entonces que surgir figuras como Osama para que cubran ese
vacío ético.

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Conocer al enemigo
Jesús. –La operación militar realizada por Al Qaeda el 11 de
septiembre de 2001 nos da una imagen de la realidad a la
que nos enfrentamos; nos muestra el rostro del enemigo. Un
enemigo que desafía y supera todo lo que nos hemos enfren-
tado antes.
Podemos decir que quienes nos atacaron eran unos asesinos cobardes,
sin ninguna consideración a la vida, pero lo que debemos concientizar
para beneficio en nuestra lucha es que son individuos pacientes y
calculadores, que están determinados a continuar con la misión que se
les ha asignado.
Los enemigos de América pelean y se sacrifican, no por los hombres o por
una nación, una filosofía o una manera material de ver la vida (el sueño
americano). Pelean por Dios, por lo que Dios ha profetizado en un libro
sagrado. Esa es la doctrina que les enseñan; eso es exactamente lo que
creen; esa es la verdad en sus cabezas.
Nada que tú o yo digamos o escribamos cambiará eso. Ante esto me
pregunto: ¿qué se puede hacer? ¿Cómo se combate a un ejército así? ¿Puede
haber una causa más justa que la causa de Dios?
No es casualidad que el presidente Bush definiera la causa antiextremista
como la lucha entre el bien y el mal. Esta retórica no salió de la cabeza
de Bush, sino de una oficina dedicada a estrategia militar. “Si tu enemigo
posee un buen discurso, tú tienes que inventarte uno igual o mejor”.
Kamil. –¿Qué es eso del sueño americano? ¿Dedicar la mayor par-
te de la vida a trabajar para tener productos materiales? Una ca-
sa, un carro… Tener que someterse mientras uno viva a bancos,
aseguradoras y organismos recaudadores de impuestos. ¿De eso
se trata la felicidad en América? Sabrán los americanos que exis-
ten millones de personas que no quieren ese estilo de vida, al que
consideran superficial y patético.

El atacante suicida
Jesús. – El prototipo de un atacante suicida es el de una persona
orgullosa, familiar, pobre, religiosa, con una vida y un futuro mi-
serable. Al decidir integrarse a esta legión de atacantes suicidas

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y esperar su turno para ser inmolado, se le garantiza la canoniza-


ción dentro de su fe y dentro del grupo de camaradas en armas.
Esta decisión le asegura al atacante que su familia será cuidada para
siempre, algo que probablemente él no podrá hacer en vida. Los familiares
de un atacante suicida deben ser respetados y recibir la ayuda del resto de
la población. Si esto se trata solo de asesinos salvajes, ¿por qué poseen un
código moral tan elevado?
Kamil. –No dejar a la familia de un camarada atrás y no olvidar a
un camarada caído es parte de nuestro código de conducta. Esto
crea lazos de unidad familiar entre los camaradas. Lazos que un
árabe musulmán promedio difícilmente experimentará en algún
otro lugar o en algún otro momento de su vida.
Jesús. –Durante la guerra, el potencial suicida será alguien, un
yihadista (yihad: guerra santa para el islam). Antes de la guerra,
posiblemente no era nadie. Su vida y su futuro no tenían ningún
significado. ¡Hasta ahora!
El tener algo por qué nacer y morir no es tan trivial como se pue-
de pensar. Cuando sabes que tu vida va a transcurrir de manera
tan insignificante y no conoces cuándo ni de qué miserable for-
ma vas a morir; la opción dada por estas agrupaciones terroristas
(de ser creída) es atractiva.
El saber que algo que yo haga en la Tierra puede cambiar el
curso de la historia, aunque me cueste la vida, es tentador, pro-
fundo y trascendental. Esta opción puede competir directamen-
te con el hipotecado sueño americano. “Todo se reduce a creer
o no creer”
Kamil. –Ser parte de algo más grande que uno mismo: esa es la
verdadera respuesta.
Jesús. – Tú estás hablando del US Army.
Kamil. –¡No! Hablo de los yihadistas islámicos.
Jesús. –Esta realidad se opone a la percepción que se tie-
ne de estos atacantes suicidas como personas desquiciadas
o víctimas que sufrieron un lavado de cerebro. No vamos a
vencer al enemigo insultándolo o ignorando su realidad. Para
vencer a un terrorista hay que pensar como terrorista. Quie-
nes tengan una imposibilidad moral para hacerlo deberían
marginarse de la guerra contra el extremismo islámico por el
bien de la nación.

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Los terroristas islámicos pueden tener sus razones para ser como son,
pero esto no cambia nada, hay que vencerlos. No porque los odiemos o
porque creamos que son malas personas, sino porque son una amenaza a
la civilización. Ellos cruzaron una línea imaginaria y llegaron a los extremos,
esto hace que los terroristas y la civilización no puedan coexistir en un
mismo mundo. ¡No es algo personal!
Todos odiamos la civilización por algo y todos tenemos nuestras razones, pero
la civilización tiene derecho a defenderse si es atacada. Una superpotencia
tiene el derecho a defenderse y una nación tiene el deber de defender a sus
ciudadanos de la manera que sea más efectiva.
¡Claro está! Si los terroristas renunciaran a las armas y decidieran integrarse
a esta imperfecta y odiada civilización, se les podría perdonar. Pero yo estoy
seguro de que no lo harán.
Kamil. –Nosotros no vamos a desarmarnos por varias razones. Pri-
mero, Alá está con nosotros en este conflicto. Segundo, estamos
ganando la guerra, ¿por qué desarmarnos? Y tercero, tenemos
muchos enemigos en todos lados, si nos desarmamos nos matan.
Los americanos no nos van a proteger de aquellos que busquen
represalias. Ya no se puede parar. Aunque queramos... Ya es tar-
de; no se puede echar el reloj hacia atrás.
Jesús. – Muchos americanos tenemos la tendencia de interpretar
las acciones de los atacantes suicidas como antinaturales; accio-
nes que solo responden a mentes desquiciadas. Tendemos a ridi-
culizar los actos de estos suicidas con esas esperanzas de las siete
vírgenes que los esperan en el paraíso una vez que se inmolen.
La realidad es que en las vírgenes es en lo menos que piensan estos suicidas
cuando están efectuando sus ataques. Por lo general van concentrados en
su misión; tienen más miedo a fracasar que a la muerte en sí. Se consideran
soldados con un deber que cumplir, y esto convierte los últimos segundos
de sus vidas en un todo.
Kamil. –¿Qué religión es esa que cuando uno se muere y va al
paraíso no se encuentra con vírgenes? ¿Con quién se supone que
vamos a fornicar?
¡Con los ángeles! Tal vez por eso es que los americanos tienen dilemas
con el sexo, tienen que tener todo el sexo que puedan en la Tierra
porque, cuando se mueren, en su paraíso no hay nada de eso; se
tienen que conformar con la presencia de Jesús. ¿Eso es un paraíso?
¡Qué aburrido!

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El ataque
Jesús. –En los Estados Unidos se hablaba y escribía mucho sobre
el peligro de ataques terroristas en suelo estadounidense mucho
antes de que ocurrieran los atentados de septiembre de 2001. Los
servicios de inteligencia estadounidenses reconocían que era la
nueva guerra tanto del presente como del futuro.
La población estadounidense había experimentado ataques terroristas
dentro de los Estados Unidos dentro y fuera de ellos con anterioridad a esa
fecha; incluso los estudios cinematográficos lograban grandes dividendos
haciendo películas que atendían las consecuencias catastróficas de esta
amenaza.
El pueblo norteamericano y su gobierno estaban a la espera de la era del
terrorismo pero, cuando esta llegó, la realidad fue tan escalofriante que
todos nos comportamos como si fuera algo que nunca nos hubiésemos
imaginado. Yo comparo esto a las poblaciones que se encuentran en zonas
de gran incidencia telúrica o zonas susceptibles a catástrofes climáticas.
“No importa cuánto uno crea que se ha preparado para lo que viene;
cuando llega, descubres que nada te prepara para lo que presencias”.
Si comparamos el daño psicológico que dicho ataque dejó en la mente de
los estadounidenses, con los ataques previos que han sufrido los Estados
Unidos, ninguno tuvo el impacto que tuvo este, ni siquiera podemos
compararlo con el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941.
Kamil. –Nuestros yihadistas completaron su misión con valentía y
humildad; lograron hacerle a los Estados Unidos lo que imperios
como el japonés, el nazi y el soviético no pudieron: ponerlos de
rodillas. “Con poco esfuerzo se puede hacer mucho daño, y con
mucho daño se puede cambiar el mundo” Se buscaba una nueva
era y se logró el objetivo. Por ese lado: misión cumplida.
Jesús. –América fue atacada de esa forma tan terrible por te-
ner un sistema de defensa deficiente. El sistema de defensa esta-
dounidense, en especial el de los servicios de inteligencia, fueron
confeccionados para defenderse de otros países, como la antigua
Unión Soviética.
Durante la Guerra Fría, la CIA (Agencia Central de Inteligencia, por sus siglas
en inglés) y el FBI (Oficina Federal de Investigaciones, por sus siglas en inglés)
efectuaban tareas de inteligencia fuera de lugares religiosos. Cuando llega

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la era del terrorismo, esa falta de costumbre limitó la efectividad en poder


prevenir ataques.
Kamil –Que los centros de reclutamiento y comando sean los lu-
gares de oración. Esto dejó a los organismos de inteligencia nor-
teamericanos en la total oscuridad. Todavía, al día de hoy, no han
podido ser efectivos en esos particulares escenarios. Hemos en-
contrado una debilidad en el enemigo y hay que seguir explotán-
dola hasta que deje de ser efectiva.

L a guerra contra el terrorismo


Jesús. –La guerra contra el terrorismo llevaba librándose años an-
tes de los ataques del 11 de septiembre. Desde 1996 para ser exac-
tos. Los extremistas islámicos habían declarado la Guerra Santa
cinco años antes de los sucesos en Nueva York.
Los Estados Unidos nunca habían peleado una guerra de esta naturaleza
y, aunque no subestimaron la declaración de guerra pública hecha por Bin
Laden, no entendían cómo lidiar con ella.
No se le dio a Al Qaeda el estatus que se le daría a algún país que le declarara
la guerra a otro. Esto por la sencilla razón de que Al Qaeda no es una nación
y, según el derecho internacional, no tiene la capacidad de declararle la
guerra a ningún país.
Los Estados Unidos decidieron atender esta guerra, que Osama y Al Qaeda
acababan de declarar, de manera policíaca y no de manera militar, como se
debió hacer desde un principio.
Kamil. –Los norteamericanos perdieron mucho tiempo usando a
la CIA y al FBI para ir tras nosotros; nos hubieran atacado mili-
tarmente en ese momento y nos hubieran destruido. Nosotros
estábamos organizándonos. ¡Nos subestimaron! Perdieron cinco
importantes años, esos son errores que nosotros nunca comete-
mos.

Ataques terroristas con anterioridad al 11 de septiembre


Jesús. –Ciertos objetivos en los Estados Unidos habían sido ata-
cados con anterioridad a los sucesos en Nueva York. Las mismas

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Torres Gemelas fueron atacadas el 26 de febrero de 1993 y dejaron


6 muertos y 1.000 heridos. Además, se conocía que seguían siendo
un blanco de ataque para los grupos terroristas en todo el mundo.
Hubo ataques a las embajadas norteamericanas en Tanzania y en Kenia el
7 de agosto de 1998, con un saldo de 223 muertos y 4.000 heridos. También
fue atacado el buque militar US Cole el 12 de octubre de 2000, donde
murieron 17 marinos norteamericanos.
En 1993, 18 soldados norteamericanos fueron asesinados en Somalia y 84
sufrieron heridas. El presidente Bill Clinton ordenó la retirada de las tropas
que se encontraban sirviendo una misión humanitaria de las Naciones
Unidas en dicho país.
A pesar de que el Gobierno de Clinton (1993-2001) nunca ligó el ataque
de Somalia a Bin Laden y a Al Qaeda, este último cantó victoria, asumió la
responsabilidad y alardeó de haber hecho correr al gran Satán.
Kamil –Osama primero advierte a los infieles y les pide que sa-
quen sus tropas de tierras santas, luego les da un ultimátum. Al
ser ignorado, les declara la guerra. No hubo sorpresas.
Osama fue a la ofensiva de inmediato, como es su estilo. No pierde tiempo
y sus ataques tienen que ser los mejores. O son los mejores o simplemente
no los realiza. No es suficiente atacar por atacar, esa táctica se la deja a
otras células libertadoras.
Al Qaeda es la “crema” de las agrupaciones libertadoras y, cuando esta
organización actúa, el mundo tiene que temblar. En eso consiste su imagen,
esa es su carta de presentación.
Con cada espectacular atentado se adelanta la causa. Se consigue más prestigio,
se consigue más dinero, se consiguen más reclutas. El poder aumenta.
Jesús. –Luego de múltiples ataques por parte de Al Qaeda a ob-
jetivos norteamericanos, el presidente Clinton ordena (en 1998)
ataques aéreos a instalaciones vacías en Afganistán y en Somalia.
Estas instalaciones se usaban para el entrenamiento militar de la
red terrorista de Al Qaeda.
Los ataques fueron la primera reacción militar de los Estados Unidos en
esta guerra, de la que los estadounidenses solo se concientizaran a partir
del 11 de septiembre de 2001. Bill Clinton trató de eliminar a Bin Laden con
esos ataques aéreos o, por lo menos, quiso enviarle un mensaje.
Muchos estadounidenses entendieron que los ataques fueron autorizados
por el presidente Clinton con el único propósito de desviar la atención pública

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de otros asuntos embarazosos que estaban afectando la imagen pública del


primer mandatario del país. Estos escándalos eran de carácter amoroso y se
conocen históricamente como “el escándalo de Mónica Lewinsky”.
La hipótesis de desviar la atención pública tiene mucho fundamento. Si
algo distinguía a la gestión de Clinton era su evidente incomodidad y sus
posturas inseguras en lo que a política internacional se refieren.
No estoy diciendo que el presidente planeó el ataque para desviar la
atención pública, lo que quiero decir es que entre las alternativas que la
CIA le puso sobre el escritorio estaba la del ataque aéreo. En situaciones
normales Clinton no hubiese escogido el ataque aéreo como primera
alternativa. Debemos tener presentes sus decisiones referentes a Somalia,
Bosnia y Ruanda, donde rehusó tomar acciones militares.
En la memoria de muchos estadounidenses, Bill Clinton pasó a la historia
como un buen presidente. Sin duda ha sido el mejor “fisco responsable”
que ha tenido la nación, ese fue su corto legado. Pero lo que desconocen
esos mismos ciudadanos es que Clinton no poseyó nunca un buen olfato en
lo concerniente a la política en Oriente Medio.
Las malas decisiones en Oriente Medio podrían llevar a un presidente a no
ser reelecto (como Jimmy Carter), y buenas decisiones en Oriente Medio
no necesariamente ayudarían a un presidente a ser reelecto, como George
Bush (padre).
Esto le podría dar cierta justificación a Clinton pero, cuando observamos
los sucesos del 11 de septiembre, pensamos diferente. En lo que a la guerra
contra el terrorismo corresponde, se desperdició mucho tiempo valioso. Tal
vez se hubiese podido detener el ataque a las Torres Gemelas.
El ex presidente Clinton fue el responsable de la tímida reacción de su
gobierno hacia la amenaza terrorista. Incluso, su decisión de atacar las
bases desiertas de Al Qaeda fue equivocada, ya que le brindó a este grupo
terrorista información que revelaba cuán cerca estaban los estadounidenses
de conseguir su objetivo.
Para el ex presidente los temas de Oriente Medio no tenían prioridad en su
agenda. Clinton pudo haber tenido la opinión de que a Osama lo mataría
otro gobierno o alguna otra agrupación rival. Osama tenía (y tiene) enemigos
en todo el mundo. Matar al líder de Al Qaeda detonaría una respuesta de
todas las agrupaciones terroristas en el planeta, con represalias a los Estados
Unidos en general y a la familia Clinton en particular.

L a lógica del terrorismo


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Conociendo la realidad

Los talibanes y Al Qaeda tienen millones de seguidores en el mundo


entero, pero solo cuentan con varios miles de militantes. La razón
de esta diferencia tan desproporcionada es sencilla de explicar y de
entender.
Los seguidores de Osama quieren derrotar a los americanos, pero quieren
vivir y no morir, quieren ganar y no perder. ¡No son tontos! Los seguidores de
Osama, Al Qaeda y los talibanes no ven en ellos ninguna esperanza de victoria.
Si Osama, Al Qaeda y los talibanes pueden cambiar la percepción de sus
seguidores con sus espectaculares atentados terroristas, entonces no solo
tendrán más seguidores, sino más militantes. ¿Cuántos más? De eso se trata
su estrategia, es ahí donde el terror toma sentido estratégico y donde todo
tiene lógica racional. Si no entendemos esto, no entendemos nada.
Muchas personas dirán que son patrañas del que escribe pero, a los que
piensan así, yo les pregunto:
¿Cómo puede razonar alguien que estrella un avión lleno de pasajeros en
un edificio lleno de personas?
¿A quién se le ocurre declararle la guerra a la potencia más poderosa del
mundo?
Si todavía usamos nuestra lógica para querer entender todo esto del
terrorismo, no vamos a poder derrotar a tan formidables adversarios.

Clinton
En el verano de 1999, el presidente Clinton les concede un indulto a dieciséis
terroristas puertorriqueños que conformaban una agrupación terrorista
llamada FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional) “Los macheteros”.
Era, hasta el 11 de septiembre, la agrupación terrorista que más lejos había
llegado, con el ataque directo al Congreso de los Estados Unidos. Este fue el
último mensaje que Bill Clinton le envía al resto de los grupos terroristas en el
mundo.
Es un mensaje extendido también a los familiares de las víctimas de este
grupo terrorista, que se opusieron en vano al indulto. Aunque le suplicaron
a su presidente que no lo concediera, Clinton decidió dejar en libertad a
militantes de la organización terrorista que más atentados había perpetrado
en los Estados Unidos después de Al Qaeda y el KKK (Ku Klux Klan).

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Con el indulto a los terroristas de FALN, se selló la candidatura y posterior


victoria (seis meses después) de la senadora por Nueva York, Hillary Clinton.
Una victoria en la ciudad que alberga a más de un millón de puertorriqueños.
Kamil. –Si al Presidente no le importa la opinión de los familiares
de las supuestas víctimas, ¿por qué nos debe importar a nosotros?
Jesús. –Los Clinton consiguieron lo que querían: postular y lograr
la elección de la senadora Clinton en la ciudad que más puer-
torriqueños tiene. Además, el presidente Bill Clinton no podía
postularse para un tercer término. Los votos de los familiares de
las víctimas ya no importaban.
Kamil. –Bill Clinton nos enseñó que, si se ponía presión pa-
ra la retirada de bases militares, estas se retiraban. Esto lo
aprendimos con las bases militares en la isla de Vieques, en
Puerto Rico.

Recursos del enemigo


Jesús. –En esta guerra contra el terrorismo, solo una victoria ro-
tunda e incuestionable de nosotros, unida a una concluyente
derrota de ellos, podrá cambiar la situación. Hasta que ellos no
sean vencidos, sentirán que están ganando.
Se supone que en una verdadera guerra santa, donde Alá protege a los
fieles, no se puede perder. Si se pierde es porque Alá así lo quiso. Si existe
una guerra en la que los Estados Unidos no pueden darse el lujo de perder
es esta. Una derrota estadounidense en este conflicto tendrá repercusiones
mayores que cualquier otro conflicto pasado.
Kamil. –Los que peleamos una guerra santa sabemos que no po-
demos perder porque Dios está de nuestro lado. Cuanto dure la
guerra, y cuantos malos momentos nos toquen vivir, es irrelevan-
te ahora. Habrá muchas pruebas, pero la derrota no es una op-
ción nunca, bajo ninguna circunstancia.
Jesús. –Los americanos les hemos dado, y seguimos dándoles, he-
rramientas a los enemigos cuando tratamos de vernos superio-
res moralmente a ellos. Ellos explotan estas situaciones todos los
días, durante todo el año, y esto lo observamos en cada instante
y en cada lugar del mundo.

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Conociendo la realidad

Vemos en los noticieros a personas de todas partes reprocharles a los


americanos algo de la guerra. Algo que los Estados Unidos no pudieron
hacer a la perfección, un error real o imaginario; es como si tuviesen la
obligación de no equivocarse y, si lo hacen, merecen lo peor.
Una guerra es una guerra, una invasión es una invasión, una ocupación es
una ocupación y una liberación es una liberación. Ese es el orden y esas son
las etapas. Cada una de esas fases posee sus propios demonios. El asociar
una etapa como la ocupación con la liberación solo causa situaciones
confusas. Una liberación cuenta con elementos que no se pueden apreciar
en una ocupación.
Lo que debía buscar el alto mando militar era acelerar el fin de una de las
etapas para llegar lo antes posible a la otra. Esto terminaría con la angustia
de dicha fase. En vez de eso, lo que se hacía era defender las etapas,
justificarlas e, incluso, mentir sobre ellas. Se trataba de vender dicha fase
como algo placentero.
¿Cuándo una guerra, una ocupación o una invasión han sido buenas,
justas o placenteras? ¡No tienen que serlo! Ese es el principal argumento
que existe para evitar las guerras. La guerra contra el terrorismo debe
ser una no diferente a otra. Esto serviría para que los países hicieran
todo lo que estuviera a su alcance para deshacerse de los terroristas o
extremistas.
Estos países solo eliminarán la educación de odio a América cuando
experimenten en carne propia el fruto de ese odio. La retirada de tropas de
EE.UU no ayudará en nada a eliminar dicha educación, tampoco se retirarán
los terroristas de un país porque nuestras tropas se vayan.
Si cometemos el error de lavarle el rostro al ejercicio bélico y tratamos de
darle un buen nombre, atentamos contra su misma efectividad utilitaria.
¡Imagínense si le perdemos el miedo a la guerra!

L as armas y estrategias
Jesús. –El enemigo que enfrentamos es uno que aparenta care-
cer de los recursos para librar una guerra, en especial con una
superpotencia como los Estados Unidos. Pero para sorpresa de
muchos, este enemigo trae al escenario de guerra armas y estra-
tegias que están diseñadas para luchar y vencer en este tipo de
conflicto.

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Jesús Manuel Bonilla

Los Estados Unidos poseen un arsenal militar como ningún otro país en la
historia de la humanidad. Se trata de bombas inteligentes que reducen la
posibilidad de errar a un objetivo. No obstante; por más impresionante que
esta tecnología pueda parecer, no existen en el arsenal estadounidense
bombas más inteligentes que un atacante suicida.
Esta bomba inteligente puede usar todas las neuronas de un cerebro
humano para decidir dónde, cómo y cuándo activarse. Los Estados Unidos
no poseen nada en su arsenal que se asemeje a esto.
Los Estados Unidos poseen un discurso de libertad y democracia que motiva
a sus tropas y les ayuda a ganar adeptos a su causa, aun en el terreno
enemigo; pero el enemigo responde con discursos coránicos arraigados en
la fe y la devoción religiosa para lograr el mismo propósito. El alto mando
militar norteamericano no puede traer nada que compita con el mismo
nivel de pasión y entrega a una causa como lo que traen estos extremistas
islámicos.
En el campo de batalla, los extremistas musulmanes solo escuchan un
discurso, un grito de guerra: “¡Yihad!”, y su misión es clara y fácil. “Even a
caveman can do it”.
En los Estados Unidos la historia es muy diferente, uno escucha cientos
de discursos que van de lo patriótico a lo apocalíptico, hasta llegar a las
disparatadas, pero superentretenidas, paranoias conspirativas.
Kamil. – Nuestro campo de batalla es donde esté el enemigo. El
campo de batalla de los americanos es prolífico y complicado.
Ellos pelean en la prensa, en la televisión, en Hollywood, en los
hogares, en las calles y en las universidades.
Cada uno de esos campos de batalla es diferente y conlleva una estrategia
diferente, pero son estos campos de batalla los que nosotros no conocemos
y no nos importa.
Nuestra lucha es sencilla, se puede resumir en pocas palabras: donde veas
al enemigo mátalo; si se esconde, búscalo; si huye, síguelo; y si viene con
fuerza, corre y encuentra refugio. Pero ¿cuál era la estrategia militar de los
norteamericanos? ¿Existe algún norteamericano que me lo pueda explicar?

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Acerca del autor

Jesús Manuel Bonilla


E-mail: Jesús Manuel Bonilla

Nació en 1967. Estudió ciencias políticas en la Universidad Interamericana


de Puerto Rico. Le apasionan las ciencias, la política y la historia.
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