Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
De La Literatura Como Un Oficio Peligros PDF
De La Literatura Como Un Oficio Peligros PDF
Tese de Doutorado
Rio de Janeiro
Fevereiro de 2010
2
Ficha Catalográfica
CDD: 800
4
Agradecimientos
A Capes, Cnpq y Puc-Rio que me brindaron el apoyo necesario para realizar esta
investigación.
A mis amigos de la Libreria Berinjela: Silvia, Daniel, Ana, Doña Nora, Zílio, Mauro,
Rodrigo, Bernardo, Pedro, Eduardo, Filipe y Carlito por todas las conversas, peladas
y cervezas compartidas.
A mi amigo Pedro Amaral por sus lecturas críticas de esta tesis, por el intercambio de
ideas y por su amistad y su compañía en Rio y Brasilia.
Resumo
A tese realiza uma análise das intervenções críticas do escritor chileno Roberto
Bolaño (prólogos, crônicas, resenhas, discursos e entrevistas) ressaltando suas
principais características formais e temáticas e a particular concepção do literário que
se desenha a partir delas. Nesse corpus, identifica-se uma idéia central do
pensamento de Bolaño e uma chave de aproximação à sua própria obra ficcional: a
noção da literatura como um ofício perigoso. Assim, a obra de Bolaño se incorpora a
uma tradição literária que identifica a escrita ficcional como uma prática que põe em
risco a saúde espiritual do escritor e que o aproxima do lado sinistro da existência.
Tanto na sua obra ficcional, a través de seus personagens, como em suas intervenções
críticas e na figura do escritor que Bolaño elabora de si mesmo, coloca-se em cena o
risco que implica, para o artista, o caminho das letras, o pacto faústico que o escritor
deve assumir ao reconhecer plenamente a sua vocação. O texto faz um percorrido
pelas principais características das intervenções críticas dos escritores apresentando
suas transformações em diversos momentos da história literária latino-americana (os
primeiros anos da independência política, o ‘boom’ latino-americano e o momento
presente) com o objetivo de contextualizar a análise do corpus de Bolaño. A
aproximação a estas intervenções críticas mostrou que elas muitas vezes não se
diferenciavam dos textos ficcionais do autor, o que levou ao exame das relações entre
a crítica e a ficção na sua obra e a sua incorporação dentro da tradição da
metaliteratura, evidenciando como o espaço crítico e o ficcional se misturam
permanentemente e se constroem de forma simultânea em seus textos.
Palavras-chave
Roberto Bolaño; literatura latino-americana contemporânea; crítica dos
escritores; crítica ficcional; literatura e mal; metaliteratura.
8
Abstract
Gutiérrez Giraldo, Rafael Eduardo; Schøllhammer, Karl Erik. On literature as
a dangerous trade: critique and fiction in the works of Roberto Bolaño. Rio
de Janeiro, 2010. 182p. PhD Dissertation – Departamento de Letras, Pontifícia
Universidade Católica do Rio de Janeiro.
Keywords
Roberto Bolaño; Latin American contemporary literature; literary critique;
fictional critique; literature and evil; meta-literature.
9
Resumen
Gutiérrez Giraldo, Rafael Eduardo; Schøllhammer, Karl Erik. De la literatura
como un oficio peligroso: crítica y ficción en la obra de Roberto Bolaño.
Rio de Janeiro, 2010. 182p. Tesis de Doctorado – Departamento de Letras,
Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro.
Palabras-clave
Roberto Bolaño; literatura latinoamericana contemporánea; crítica de los
escritores; crítica ficcional; literatura y mal; metaliteratura.
10
Índice
El poeta valiente 14
1. Introducción 16
SIGLAS
Lista de figuras
El poeta valiente
Nació en Santiago a finales de abril de 1953. El mismo año en que murió Stalin
y Dylan Thomas, personajes que aparecían en sus sueños, sentados a una mesa
pequeña y redonda, en un bar de Ciudad de México, luchando para ver cuál de los dos
aguantaba más bebiendo (Dylan Thomas whisky y Stalin vodka).
De niño vivió en Valparaíso, Quilpué, Cáuquenes y Los Ángeles. De esos años
guardaba la imagen de su abuela, llevándolo de la mano por algún desierto iluminado
de Chile.
Aprendió a leer sin ayuda de nadie a los tres años. A los siete escribió sus
primeros cuentos que trataban de pollos y gallinas. Por esa época el médico de la
familia le advirtió a sus padres que el niño era adelantado intelectualmente pero que
corría el riesgo de estancarse a una determinada edad y no avanzar más. Sus padres,
preocupados, le quitaron los lápices, las revistas, los libros, pero él comenzó a escribir
con el dedo en la tierra. Escribía repetidamente la palabra patio.
Su madre era profesora de matemática, su padre era transportista y boxeador.
Tal vez de ahí su espíritu provocador y bélico, aunque en sus últimos años de vida
estuvo prohibido de pelear por recomendación médica.
En 1968 se fue a vivir a México y México nunca lo abandonó, por lo menos el
México mítico e idealizado de su juventud, el México nocturno y marginal que
respira en las páginas de sus novelas, cuentos y poesías.
Comenzó por escribir textos dramáticos pero los quemó todos en una hoguera
improvisada en el centro del DF. Después escribió poesía y nunca dejó de hacerlo.
Siempre se vió a sí mismo como poeta, aunque su fama sea la de novelista. En
realidad, sus novelas y cuentos son una forma de recrear el acto poético.
Fue infrarrealista, comunista, trotskista, pero su espíritu contestario le impedía
ponerse de acuerdo con alguien más que no tuviera la sangre de aquel que escribió
Los detectives salvajes.
Fue a Chile a hacer la revolución, pero se encontró con el horror de la historia.
Se alistó en la resistencia – una resistencia frágil y absurda. Fue preso en una
15
carretera del desierto por la extrañeza de su acento y unos jeans de marca extranjeros.
Dos amigos de infancia lo reconocieron y lo dejaron ir. Volvería a Chile más de 20
años después.
En México se enamoró de una poeta estadounidense que lo dejó con el corazón
destrozado. Buscó la épica en viejas películas de Sam Peckinpah, en los libros de
Borges y de Mark Twain. Como Alejandra Pizarnik escribió todo el tiempo como
quien con un cuchillo alzado en la oscuridad.
De no haber sido poeta hubiera sido detective de homicidios para volver al lugar
del crimen y no asustarse con los fantasmas. Proclamaba el valor de decir las cosas
que otros se callan. Por eso admiraba a Lemebel y a Rey Rosa.
Sabía del infierno que se esconde en la boca negra del florero de los poetas. El
infierno que observaba con melancolía Pedro Garfias en su exilio mexicano.
Viajó por varios continentes, perdió países, mezcló acentos, confundió las
palabras y las frases. A veces hacía hablar a un mexicano como español y a un
español como un chileno. Decía que la patria de un escritor era su lengua, su
biblioteca y sus amigos.
Al sur de España encontró finalmente una casa y ganó una familia a la que
pedía la protección de los dioses de su biblioteca.
Sabía perfectamente que la literatura no sirve para nada y dió su vida por ella.
En las paredes de la ciudad aparecieron grafitis reclamando un hígado para el
poeta. Pero no hubo tiempo. Ahora debe estar escondido debajo de la mesa donde
escribe Cortázar, o espiando atrás de una estante de la biblioteca de Borges o de Bioy
o de Bustos Domecq, esperando a Nicanor Parra para hacer chistes como dos
fantasmas o como la sombra de dos fantasmas por las calles de Santiago.
Murió con los dedos sobre el teclado de un viejo computador blanco, cerca a la
primera o la última piedra de la costa brava.
La última palabra que escribió fue México.
16
1
Introducción
“En tiempo posmodernos, la crítica es sólo una metáfora para el acto de lectura”
Carlos Rincón
I.
principio, estas citas – sin importar que las conociera previamente o no – me han
acompañado todo el tiempo mientras escribo sobre él.
He buscado en la crítica del autor de Los detectives salvajes el espejo secreto de
su obra, sabiendo perfectamente que tal vez no exista un secreto y que quizás
seguimos aferrados, como dice Blanchot “[...] a nuestras antiguas convicciones
románticas que nos inducen a buscar, en el tono del escritor, un no sé qué único, la
expresión de su verdad secreta o de su alma inmutable” (Blanchot, 1969, 131).
Escribo sobre Bolaño, pero soy consciente ahora que escribo, básicamente,
sobre mí mismo.
II.
Comencé a leer a Bolaño una tarde fría de marzo del año 2003 en Bogotá,
cuando mi amiga D. me pusó en las manos un libro grueso de color gris, con la
imagen en la capa de tres hombres jóvenes y misteriosos que usan sombreros de ala
ancha y una ropa oscura y elegante y que caminan por una playa de color rojizo o
anaranjado, mientras al fondo se ve un mar de un azul intenso y una montaña y que
ahora, mientras escribo estas palabras, sentado en mi escritorio en Laranjeiras, me
recuerda un paisaje de Rio o de Niteroi. Al colocar el libro en mis manos, D. me dijo:
“Lee esto. Es lo mejor que he leído en mucho tiempo”. Confiaba en el criterio de mi
amiga que ya me había recomendado otras lecturas reveladoras en un momento en
que parecía no encontrar nada que me inspirara.
Su recomendación no me defraudó y en los días siguientes, o mejor, en las
noches y madrugadas siguientes, pues era el único tiempo disponible para leer que en
ese entonces me dejaba un trabajo burocrático extenuante y aburrido en un oscuro
ministerio colombiano, leí como en éxtasis Los detectives salvajes. A partir de ese
momento seguí buscando y leyendo con ansiedad los demás libros publicados de
Bolaño. Ninguno me pareció tan bueno como éste, hasta leer varios años después su
obra póstuma 2666. Sin embargo, leí con placer novelas como La literatura nazi en
18
América, Nocturno de Chile, Amuleto y Estrella distante, así como sus libros de
cuentos Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible.
Más tarde, cuando ya había decidido – de manera un tanto intempestiva – elegir
a Bolaño como objeto de estudio para mi doctorado en literatura, leí también sus
primeras novelas – para mí de un nivel inferior a las publicadas a partir de 1996 –, sus
libros de poesía que hasta ahora no consiguen tocarme en la misma forma que sus
grandes novelas, y sus textos críticos reunidos y publicados de manera póstuma.
¿Por qué he dicho que elegí a Bolaño de forma un tanto intempestiva? Bueno,
creo que porque su nombre, en principio, hacia parte de un proyecto más amplio en el
que pretendía hacer un estudio comparativo entre varias novelas de escritores
latinoamericanos contemporáneos (La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo,
Eram muitos cavalos de Luiz Ruffato, Texaco de Patrick Chamoiseau y Los
detectives salvajes). Comencé por acercarme de manera más sistemática a la obra de
Bolaño y cuando me dí cuenta ya estaba atrapado en una serie de cuestiones que me
inquietaban y que hicieron que abandonara los otros autores para centrarme
solamente en él. ¿Qué hubiera pasado si en vez de comenzar por Bolaño hubiera
comenzado por Vallejo o por Ruffato? No lo sé. Pero al mismo tiempo siento que lo
que me atraía y continúa atrayendo de la obra de Bolaño era y es mucho más fuerte
que lo que me atrajo inicialmente en las demás, con la excepción de la obra de
Vallejo, que sigo visitando con frecuencia, y en la que encuentro el mismo placer e
inquietud de mis lecturas iniciales.
Una cuestión en particular comenzó a dominar mi lectura de la obra de Bolaño:
la cuestión del mal y de la literatura asociada con el asesinato y la perversión.
Identificaba ese tema desde sus primeras obras, era una cuestión que atravesaba toda
su narrativa y que incluso aparecía también en sus poemas y notas críticas, y que me
inquietaba de manera especial (incluso hasta ahora). Intenté acercarme directamente a
esa problemática pero siempre había algo que me impedía seguir adelante y me
dejaba en un callejón sin salida. Me dí cuenta que era un tema que sobrepasaba mis
posibilidades y que requería constantemente, por lo menos si quería abordar el
problema desde una perspectiva académica, recurrir a otras disciplinas en las que no
me muevo con seguridad.
19
III.
1
Para propósitos del texto uso el término neo-vanguardia para diferenciar los movimientos
latinoamericanos que surgieron de manera posterior a la vanguardia histórica de las primeras décadas
del siglo XX.
21
considerados textos críticos o algo parecido, una mezcla entre crítica, ficción y
autobiografía.
La obra de Bolaño también sufre, como diría Blanchot hablando de Hermann
Broch, “[...] esa impetuosa presión de la literatura que no admite ya la distinción de
los géneros y quiere romper los límites” (Blanchot, 1969, 127). Algo similar a lo que
afirma Susan Sontag en Cuestión de énfasis: “En realidad, los límites de la prosa y la
poesía se han vuelto mucho más difusos, unificados por el ethos maximalista propio
del artista moderno: crear una obra que alcance sus propios extremos” (Sontag, 2007,
18).
Por otro lado, la obra de Bolaño se caracteriza precisamente por ser una obra
sobre la propia literatura. Sus novelas, poemas y relatos están llenos de personajes
poetas, escritores y críticos, una de las razones por las cuales es común encontrar
dentro de su obra ficcional gran cantidad de reflexiones sobre la literatura y el oficio
de escribir. Su obra en conjunto puede ser vista como una descripción y revisión
crítica de una parte importante del campo literario latinoamericano de la segunda
mitad del siglo XX.
Dos razones – aunque pueden existir otras – me han llevado a elegir este recorte
en mi aproximación a Bolaño. Primero porque me parece, después de revisar la
bibliografía crítica sobre su producción2 que, hasta el momento, el corpus de sus
intervenciones críticas es una de las partes menos estudiadas a profundidad de su
obra. Aunque sea citada con bastante frecuencia, muchas veces se hace fuera del
contexto específico en que aparece o es usada de forma selectiva para respaldar
ciertas hipótesis, sin tener en cuenta el carácter dinámico, polémico y contradictorio
de las intervenciones críticas de Bolaño, algo que pretendo mostrar a lo largo de estas
páginas.
Segundo, porque si seguimos la idea de Wilde y de Piglia, sería posible leer en
las notas sobre literatura, discursos y entrevistas de Bolaño, algunas claves centrales
para acercarnos a su propia obra ficcional y a ciertos rasgos específicos de su
personalidad y de su vida como escritor. No quiero decir con esto que los textos
2
Una bibliografía que ha comenzado a multiplicarse de manera exponencial a partir de su muerte,
especialmente en los últimos dos años tanto en América Latina como en Estados Unidos y en Europa,
y que presiento seguirá creciendo de forma abrumadora.
22
críticos de Bolaño se deban leer solamente como pistas para acercarse a su obra
ficcional y no por su propia condición, como parte de su obra. Aunque de un peso
menor si se le compara con su novelística, los textos críticos de Bolaño valen por sí
mismos y su lectura – por lo menos para mí – ha sido siempre placentera, divertida e
inquietante.
Buscando una mayor aproximación con el objeto de estudio elegido para mi
investigación, así como mi propia predilección por un tipo de crítica que se aproxima
de otros géneros literarios y que reconoce su lugar de enunciación así como sus
limitaciones, he tratado de mantener en mi escritura el tono más subjetivo y la
búsqueda constante (con idas y vueltas y repeticiones) que suele caracterizar la
escritura ensayística. Así mismo, he tratado de reducir, en la medida de lo posible, las
citas demasiado técnicas, y el lenguaje especializado – aunque en algunos casos esto
no sea posible, al fin y al cabo se trata de una tesis académica – con la pretensión (tal
vez ingenua) de ampliar el número futuro de lectores posibles del texto, más allá de
los lectores especializados en Bolaño y en los estudios literarios académicos.
IV.
[...] que manipula una y otra vez la perspectiva narrativa, incorporando figuras
históricas actuales o pasadas, poniendo en cuestión la identidad subjetiva,
unificada y jugando continuamente con la diferencia entre realidad y ficción
(Espinosa, 2003, 20).
Diversos enfoques concuerdan en ver su obra como una puesta en escena del
oficio de escribir, especialmente del acto poético, a pesar de que casi nunca aparezcan
las obras y poemas como tal dentro de sus novelas y relatos. Por tal motivo, el
escritor y crítico argentino Alan Pauls la definiría como “[...] un gran tratado de
etnografía poética [...] porque hace brillar a la Obra por su ausencia” (Pauls, 2008,
23
propia obra ficcional. ¿Qué significa para Bolaño que la literatura sea un oficio
peligroso? ¿De qué tipo de peligro se trata? ¿De qué manera aparece la cuestión del
peligro de la literatura en sus personajes ficcionales? ¿Es posible ver en su propia
escritura la cuestión del peligro? ¿Por qué recurre Bolaño a la metáfora bélica
actualmente para referirse a lo literario? Estas son algunas de las preguntas que guían
mi análisis en este capítulo.
En el primer capítulo, titulado Las intervenciones de los escritores, realizo un
recorrido general por las principales características de la crítica de los escritores,
buscando comprender el lugar particular desde donde se lee y se piensa la literatura y
las formas específicas que adquiere la mirada del escritor cuando escribe sobre otros
escritores y obras o sobre algunos aspectos teóricos de la literatura. Así mismo,
intento una aproximación a la figura del escritor como crítico en América Latina,
cuestión que se relaciona con la propia función social de la literatura y del escritor en
la historia latinoamericana y la forma en que esta figura se ha transformado con el
tiempo, pasando de un papel político y de construcción identitaria central para las
sociedades latinoamericanas en algunos momentos claves del pasado, a un papel más
restringido y especializado como aparece en la etapa contemporánea donde se sitúan
las intervenciones críticas de Bolaño. Esta breve contextualización histórica me sirve
como antecedente para analizar en perspectiva el lugar en el cual aparece el discurso
de Bolaño y la forma que en que éste se presenta para los lectores actuales.
El segundo capítulo, titulado Las intervenciones críticas de Bolaño: el escritor
como estratega en el combate literario, está dedicado a describir y analizar en detalle
las características, el contexto en donde aparecen y los medios en los cuales se
difunden las intervenciones críticas de Bolaño. Este capítulo se divide en dos partes.
En la primera analizo las intervenciones correspondientes a la etapa neo-vanguardista
de Bolaño, durante sus años de juventud a mediados de los años 70 en México,
intervenciones que se enmarcan en las actividades del Movimiento Infrarrealista,
fundado por Bolaño y su amigo el poeta Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998) y
que incluyen un Manifiesto, tres artículos periodísticos y su papel como organizador
de una antología de poesía.
25
3
Uso el concepto de metaliteratura para referirme a un tipo de literatura que reflexiona
permanentemente sobre sus propios procesos de producción y recepción, que tematiza el proceso de
escritura así como la vida de escritores, lectores, críticos, editores, y que incorpora la crítica y la teoría
literaria en sus artefactos ficcionales.
26
V.
nuevo que un tipo de reflexión crítica y teórica aparezca al interior de textos que se
presentan como ficcionales (novelas y relatos). Como mostraré a lo largo de la tesis
este es un fenómeno que se puede rastrear desde hace bastante tiempo en la tradición
literaria de occidente, si bien es cierto que su ocurrencia más sistemática podría
situarse a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la invención del poema-crítico
de Mallarmé como uno de sus hitos fundacionales.
Poco a poco sin embargo esta tendencia autoreflexiva se va a afianzando con el
tiempo hasta llegar a textos (poemas, cuentos y novelas) que se vuelcan totalmente
sobre la propia literatura y sobre el acto de la escritura, una tendencia que finalmente
se vuelve predominante a partir de los años 60 del siglo XX y que se mantiene hasta
el presente en ficciones que usan la literatura y los propios escritores como tema y
personajes de la trama o que mezclan permanentemente diversos registros
discursivos, jugando con las fronteras de los géneros tradicionales y con los límites
entre lo real y lo ficcional.
Aunque esa mezcla de géneros, así como el carácter autoreflexivo de la
literatura posee antecedentes muy antiguos en la tradición literaria de occidente, lo
que es relativamente más reciente (a partir de los años 60 y 70 del siglo XX) es la
transformación del discurso crítico desde los estudios literarios (por lo menos de una
parte importante de este discurso) que al abandonar las pretensiones de objetividad y
al reconocer plenamente el papel de la subjetividad del investigador o crítico de la
literatura, tiende a asumir y aprovechar de manera consciente la calidad de discurso,
de escritura y de creación de la propia elaboración crítica y teórica.
En este sentido es la crítica y la teoría también la que ha venido acercándose a
ciertas estrategias ficcionales y ensayísticas que sin abandonar su función de reflexión
teórica sobre el objeto literario (y también otros objetos culturales) incorporan en su
proceso escritural estrategias antes reservadas al campo más amplio y menos riguroso
(me refiero a la rigurosidad académica) de lo literario como por ejemplo extractos de
diarios, incursión de la propia subjetividad y conflictos íntimos del crítico,
reconocimiento de las relaciones entre el investigador y su objeto de estudio, técnicas
autobiográficas, el uso de descripciones y técnicas narrativas en sus escritos, etc.
28
4
Digo recientemente en cuanto a ser una tendencia mayoritariamente aceptada por los estudiosos de la
literatura, aunque la necesidad de tener en cuenta las condiciones de recepción de los textos para
definir su estatuto literario ya aparecía desde los análisis de los Formalistas rusos, como por ejemplo
en “De la evolución literaria” de Tynianov publicado en 1927 (apud Todorov, 1984, 35).
29
VI.
asesinos de Sonora, aún sin fecha definida de publicación. Es probable que este
material no altere sustancialmente mi aproximación a su obra, pero podría quizás
aportar nuevas luces o datos interesantes para el análisis. En cuanto a las
intervenciones críticas como tal, creo que he consultado la gran mayoría de ellas,
aunque como el mismo Ignacio Echevarría advierte en el prólogo de Entre paréntesis,
es posible que existan algunas más que no han sido debidamente identificadas hasta el
momento. Sin embargo, creo que en este caso es poco probable que textos inéditos
modifiquen de manera importante las observaciones que he realizado en este trabajo
sobre las características generales de sus intervenciones. A no ser en el caso de temas
o referencias muy específicas a autores u obras que no hubiesen sido mencionadas en
el material analizado.
Tercera advertencia: como ocurre siempre que se estudia un autor, obra o
fenómeno contemporáneo, no contamos con la distancia temporal que permite de
mejor manera situar el análisis en su particular contexto histórico, lo que le otorga al
investigador la posibilidad de observarlo desde una perspectiva más incluyente y
compleja y al mismo tiempo menos comprometida. Por otro lado, sin embargo, esa
cercanía con el objeto de estudio nos permite tener informaciones, fuentes, reacciones
de primera mano, así como experimentar el fenómeno en su propio presente mexendo
con las emociones, afectos, ideologías y sensaciones del investigador. A este respecto
debo confesar que mis primeros acercamientos a la obra de Bolaño tenían más de
seguidor fanático que de un verdadero estudioso y crítico literario. Aunque esta tesis
no deja de ser en ningún momento un homenaje de un lector agradecido (y así espero
que se interprete) con el pasar de mis lecturas y el desarrollo de la investigación creo
que fuí capaz de distanciarme, por lo menos un poco, de mis afectos, para encarar de
forma crítica mi objeto de estudio. Así que la crítica, en este caso, puede ser también
una forma de homenaje, como le escuché decir alguna vez a Silviano Santiago.
Cuarta y última advertencia: generalmente la crítica, especialmente la
académica, suele sospechar a priori de fenómenos mediáticos, masivos y de éxito de
mercado. Si tanta gente está de acuerdo en algo, piensa el crítico, si todos los medios
y suplementos culturales dicen lo mismo a coro, es de suponer que algo debe estar
mal, que alguna estrategia mercadológica o política debe estar detrás de la jugada. La
32
VII.
2
Las intervenciones de los escritores
“Leer desde donde se escribió no define al lector ideal como el que mejor lee
sino como el que lee desde una posición cercana a la composición misma”
Ricardo Piglia
“[N]o hay que olvidar que, mientras uno escribe al mismo tiempo lee.
No hay que olvidar que el escritor (hablo del buen escritor, por supuesto) es su primer lector”
Roberto Bolaño
2.1.
El lugar desde donde se piensa la literatura
buscar de forma individual sus razones para escribir y el modo particular de encarar
su práctica literaria. Como afirma Leyla Perrone-Moisés: “[e]screvendo sobre as
obras de seus predecessores e contemporâneos, os escritores buscam esclarecer sua
própria atividade e orientar os rumos da escrita subseqüente” (Perrone-Moisés, 1998,
11).
Esta crítica particular de los escritores generalmente no tiene como objetivo
central servir en la orientación del lector o analizar el marco socio-histórico de una
determinada obra y sus relaciones con la tradición literaria, funciones comúnmente
asociadas con la crítica institucional, sino que busca orientar su propio camino de
escritura, por lo tanto es una crítica que confirma y que crea valores, a diferencia de
la crítica académica que tiende a ser más analítica y menos enjuiciadora. Como
veremos, los escritores no se preocupan tanto por ocultar sus criterios de valoración
estética, al contrario, suelen exponerlos de manera explícita al elaborar sus listas de
preferencias literarias – algo evidente, por ejemplo, en el caso de Bolaño.
Lo que está en juego en este contexto es la posición desde donde se piensa y se
escribe sobre la literatura. La posición del escritor no es una posición externa y
pretendidamente neutral, al contrario, el escritor piensa la literatura desde el lugar de
la propia creación, razón por la cual es común encontrar un tipo de acercamiento
relacionado con las técnicas, estrategias de escritura y modos de funcionamiento de
las obras, antes que con análisis sobre el contexto social o político o factores externos
a lo puramente literario. El escritor interviene en el campo literario como un sujeto
que está en medio de la lucha por definir ciertos canones y por establecer su propio
lugar en ellos. Su lectura de los autores que lo preceden y de sus contemporáneos está
relacionada comúnmente con su propia práctica artística y funciona como una manera
de justificarla y de trazar rutas para el futuro.
Quienes se han acercado al estudio de este corpus – los ensayos e
intervenciones críticas de escritores – han podido identificar algunos aspectos
característicos de este tipo de textos. La mirada del escritor sobre la literatura y sobre
otros escritores no es la misma mirada del crítico, del estudioso de la literatura o del
periodista cultural. Generalmente, el escritor interviene a la manera de “[...] un
estratega en el combate literario: renueva el canon, cuestiona las jerarquías
36
[...] para presentar una palabra suplementaria que, despojada aquí de las
instancias mediadoras del narrador o del personaje, le permite interrogarse
acerca de las motivaciones que incitan su práctica, de las singularidades
poéticas que la definen o de la peculiar inserción en el devenir histórico que
asume, sea con relación a una tradición literaria específica o en el contexto de
procesos culturales y sociales más amplios (Olmos, 2006, 4).
presupuestos de su propia práctica ficcional. Hay sin embargo textos y autores para
los cuales estos límites no operan con la misma eficacia, como veremos más adelante,
en los que aparece una evidente estrategia de mezcla y diálogo permanente entre el
resgistro ficcional y el crítico y ensayístico problematizando esa supuesta toma
directa de la palabra por parte del escritor en sus textos aparentemente no-ficcionales.
Por otro lado, Ricardo Piglia coincide con el tipo de lectura estratégica como
una de las características centrales de la lectura de los escritores:
Piglia, que en América Latina es un buen ejemplo de la figura del escritor como
crítico, ha pensado ampliamente la cuestión llegando a definir varias características
de la práctica crítica de los escritores. El acercamiento de los escritores a la literatura,
plantea Piglia, es inverso al que realiza la crítica tradicional (la de las grandes
tradiciones: formalismo ruso, marxismo, psicoanálisis, etc.) Mientras para la crítica el
campo de la literatura suele ser un campo experimental para comprobar ciertas
hipótesis que le son previas, los escritores toman la literatura como un laboratorio
para, a partir de ella, entender no solamente el funcionamiento de la propia literatura,
sino también lo real, el lenguaje, las pasiones, la sociedad.
Con frecuencia las intervenciones de los escritores poseen una posición
pedagógica y tratan de modificar un cierto estereotipo vigente. Alberto Giordano
(2005, 36) identifica ese gesto de confrontación frente a estereotipos críticos vigentes,
en las intervenciones de Borges, en las cuales sería posible identificar, no una poética
borgiana, sino “poéticas de combate”. Por eso también los escritores en muchos casos
estarían más interesados en hacer manuales, decálogos de escritura, consejos para
escribir cuentos, etc. Algo que se relaciona directamente además con el lugar desde
donde se piensa lo literario, que en este caso, es el lugar de la propia creación, de la
propia práctica artística. En este sentido, el escritor aparece con frecuencia como un
38
artesano de las palabras, dando consejos sobre sus prácticas y técnicas de elaboración
poética y narrativa.
Generalmente, cuando el escritor escribe sobre literatura está más interesado en
la construcción de las obras que en su interpretación. Suele desarmar un libro como
un relojero desarmaría un reloj para revisar sus mecanismos internos y en el caso del
escritor está pensando en como imitarlos o mejorarlos o construir algo semejante pero
desde su propio punto de vista o estilo particular - la metáfora del relojero se la
escuché alguna vez a García Márquez en una entrevista, en relación a lo que él mismo
hacía con los libros de William Faulkner.
Cuenta Piglia (2005, 4) que una vez Manuel Puig le habría dicho que no podía
leer las novelas de los otros, porque cuando las leía las corregía. De ahí Piglia infiere
otra característica particular de la lectura de los escritores, la idea de que un libro
nunca está terminado, que siempre se puede encontrar algo para ser modificado. En
este sentido la literatura en su conjunto sería un gran work in progress, lo que llevaría
a no tomarse demasiado en serio los textos, a no hacer “un acto de contrición” ante
ellos, ni siquiera por los supuestamente más perfectos. Para Piglia un buen ejemplo
de esta actitud desacralizadora que practican los escritores frente a las grandes obras
es el de Gombrowicz al arriesgarse a re-escribir trechos de la Divina Comedia5; yo
recordé el análisis demoledor de Nabokov sobre la obra de Dostoievski en su Curso
de Literatura Rusa. Escuchemos lo que dice Nabokov del gran Fiódor Mijáilovich:
En todos mis cursos abordo la literatura desde el único punto de vista en que la
literatura me interesa, esto es, el punto de vista del arte perdurable y el genio
individual. Desde ese punto de vista, Dostoievski no es un gran escritor, sino un
escritor bastante mediocre; con destellos de excelente humor, separados
desgraciadamente, por desiertos de vulgaridad literaria (Nabokov, 1997, 194).
5
En su texto A propósito de Dante de 1966, Gombrowicz critica irónicamente algunos versos de la
Divina Comedia y propone una nueva versión.
39
aparecer con frecuencia en estos ensayos de escritores. Es común, sin embargo, que
eviten la incorporación de la terminología técnica y teórica que suele usarse por parte
de la crítica académica. Los escritores parecen estar más preocupados con que su
discurso pueda ser leído y recibido por una gama ampliada de lectores, no
necesariamente por aquellos lectores especializados.
En algunos casos, su forma de escritura puede acercarse a géneros narrativos y
poéticos, usando imágenes, personajes, descripciones y metáforas en sus textos
críticos. Osman Lins (1976), por ejemplo, comienza su estudio crítico sobre la obra
de Lima Barreto, con una extensa descripción de un personaje (el propio escritor
estudiado) observando el mar a través de la ventana del hospicio donde se encuentra
internado en Rio de Janeiro en diciembre de 1920. Como veremos en el próximo
capítulo, Bolaño es uno de estos escritores que suele usar de manera frecuente las
metáforas y un tipo de escritura más descriptiva y narrativa en sus textos críticos. En
algunos casos estos textos se caracterizan precisamente por crear un espacio de
indeterminación entre crítica, ficción y una especie de autobiografía de lecturas. Lo
que complica un poco la aparente separación entre una voz discursiva distinta en los
ensayos e intervenciones críticas de la que comúnmente aparece en sus ficciones a
través de sus personajes o narradores.
Es común en este tipo de textos que los escritores analizados por otros escritores
se conviertan casi en personajes ficcionales y que la crítica y la teoría literaria
aparezca íntimamente ligada con la vida de los autores, con algunos aspectos
centrales de su biografía, características de su personalidad o conflictos íntimos y
privados. En este sentido, géneros como el epistolar y los diarios se convierten en
fuentes privilegiadas – antes incluso que las propias obras ficcionales – para los
análisis que los escritores-críticos elaboran. Es el caso por ejemplo del propio Piglia o
de Bolaño o el de algunos de los ensayos de Blanchot.
En un texo titulado Modos de Leer, Walter Giacomelli se pregunta: ¿cuál es el
saber, cuál es la verdad que esperamos encontrar en estos textos [los ensayos de
narradores]?” (Giacomelli, 2007, 23). Su pregunta apunta hacia una cierta
desconfianza hacia este tipo de ensayos si comparados con las posibilidades de la
crítica profesional y una construcción teórica más sólida y sistemática. La respuesta
40
6
En un movimiento de signo contrario aunque relacionado con el que trato de definir aquí, Todorov
(1984, 55 y ss.) ya identificaba algunos casos ejemplares de críticos-escritores (Sartre, Blanchot y
Barthes), en que la crítica se convierte ella misma en literatura.
41
2.2.
Las intervenciones del escritor en América Latina
2.2.1.
Escritores-pensadores-políticos y élites ilustradas
En las primeras décadas del siglo XIX, después que las colonias
latinoamericanas consiguieron su independencia de las potencias europeas, el gesto
crítico y de intervención inicial de los escritores y escritoras estuvo vinculado, antes
que al campo propiamente estético y formal de la literatura y el arte, al campo más
amplio de las ideas políticas y sociales.
En estos años el arte y la literatura fueron concebidos y practicados en gran
medida como formas de contribuir para transformaciones sociales y políticas y como
elementos indispensables para construir los nuevos estados e identidades nacionales y
regionales. En sociedades marcadas por grandes desigualdades económicas y
políticas, y por un estado permanente de caos y revolución, los pocos intelectuales y
artistas tendían a ver y usar la literatura como un elemento más en la lucha por
alcanzar transformaciones sociales.
En este sentido apuntan las palabras del escritor mexicano Carlos Fuentes en su
ensayo La nueva novela hispanoamericana:
7
En el prólogo del libro de cuentos McOndo (1996).
44
2.2.2.
El boom: escritores-intelectuales-críticos
Uno de los aspectos centrales del fenómeno del boom es que sus principales
obras, que quizás bajo otras circunstancias hubieran tenido que esperar algunos años
para tener una recepción masiva, se encontraron inmediatamente con la valoración
positiva, no sólo de gran parte de la crítica especializada, sino también con la
valoración positiva y masiva del público lector muy por encima del tradicional
público culto acostumbrado. La explicación de este hecho puede plantearse en
términos del horizonte de expectativa de los lectores de la época que, de manera
excepcional y por motivos diversos, coincide con las propuestas estéticas de los
escritores más innovadores de la narrativa latinoamericana del momento.
48
Rueda (2001) realiza un interesante recorrido para identificar los procesos que
hicieron posible el surgimiento de estos nuevos lectores latinoamericanos del boom.
La autora plantea como entre 1900 y 1950 disminuyen las tasas de analfabetismo,
pero además se incrementa de manera considerable el número de jóvenes que
ingresan a las universidades. Ya no son solamente los jóvenes provenientes de las
clases altas de la sociedad los que consiguen estudiar en la universidad, sino también
los hijos de las crecientes clases medias urbanas. Este fenómeno se relaciona también
con transformaciones importantes al interior mismo de las universidades donde
comenzaron a tener fuerte influencia las ideas socialistas y humanistas. De este modo,
[...] compuesto por jóvenes de clase media con niveles relativamente altos de
instrucción, que se veían excluidos de los círculos sociales elitistas a través de
los cuales se difundía anteriormente la alta literatura, pero buscaban obras con
planteamientos diferentes a los de los libros que leían sus padres” (ibid, 71).
Hay que destacar, igualmente, que las nuevas producciones literarias se van a
encontrar con unas empresas editoriales (tanto en América Latina como en España)
con la infraestructura y las estrategias necesarias para viabilizarlas en el mercado, así
como con el surgimiento de las revistas de variedades, destacadas por Rama (1985),
que servirán como un instrumento ideal de publicidad y marketing y de espacio de
intervención de los escritores ante un público ampliado. Cada uno de estos elementos,
aliado por supuesto a la calidad literaria de sus producciones, es fundamental para
comprender el fenómeno del boom que será posible solamente por su interacción y
confluencia en un momento histórico determinado.
Es en este contexto particular en que el escritor vuelve con fuerza a ser un
personaje público central y donde las cuestiones relacionadas con la identidad
latinoamericana y la integración regional adquieren una importancia renovada.
8
El autor se refiere a la famosa declaración del escritor Julio Cortázar: “¿Qué es el ‘boom’ sino la más
extraordinaria toma de conciencia por parte del pueblo latinoamericano de una parte de su propia
identidad?” (apud Subercaseaux, 2002, 181).
50
Durante los años del boom asistimos a un resurgimiento de la figura del escritor-
intelectual-crítico, que en ese momento se incorpora de manera más intensa a los
medios masivos de comunicación, lo que le permite posibilidades de difusión masiva.
Además, el escritor se beneficia de un nuevo clima social de curiosidad pública que
se interesa más por las cuestiones personales e íntimas de autores y autoras que por
sus propias obras y que se refleja en el auge del género de las entrevistas a escritores.
Como afirma Ángel Rama, los escritores
[...] fueron los primeros analistas de sus obras, pesquisaron la evolución que
para ellos seguía el mundo contemporáneo, aspiraron a ser guías del
movimiento intelectual. Fueron, sobre todo, teorizadores de la cultura [...]
grandes mediadores entre su público literario y la problemática global de la
época (Rama, 1985, 302).
efectos se mantienen hasta hoy donde los autores consagrados continúan teniendo
ventas masivas de sus libros y sus intervenciones son ampliamente difundidas en todo
el mundo a través de los medios masivos (prensa escrita, televisión, internet).
2.2.3.
El escritor-crítico literario y la crítica ficcional en el presente
9
Ver por ejemplo: Luz Mery Giraldo (2000), Jorge Fornet (2005), Beatriz Resende (2005), Cassiano
Machado (2003).
53
Quem vai compor com o João Gilberto Noll uma mesma cena literária nos anos
80? Ninguém, pois essa cena comum não existe, não havia nada que agregasse.
Nos anos 60 e 70, o espaço literário havia crescido, mas não estimulado pela
própria literatura, mas sim pela necessidade política. Quando conquistamos a
liberdade, descobre-se que há um vazio. Não há nada em comum (Santiago,
2009, 3).
pese a que la tensión entre las exigencias de la vida pública y el papel social atribuido
a los escritores y las pulsiones más íntimas de lo literario continúen manifestándose
en las intervenciones y en la propia obra de estos escritores, como intentaré mostrar
en el caso de Bolaño.
Por otra parte, esto no quiere decir que escritores y escritoras hayan dejado de
intervenir activamente en el campo intelectual y literario de sus respectivos países. Lo
que ha cambiado es, por un lado, las condiciones de recepción de su discurso, que ha
perdido el impacto central de otros momentos del pasado y, por otro, sus objetos de
interés en los cuales se percibe un desplazamiento de temas directamente políticos o
relativos a la identidad y la integración latinoamericana hacia una amplia diversidad
de temáticas donde se imponen generalmente cuestiones propiamente literarias
(ensayos monográficos sobre otros escritores, anotaciones sobre aspectos de la
historia literaria latinoamericana, biografías de escritores) o textos sobre arte, cine y
televisión, sobre viajes, o ensayos y crónicas sobre temas de actualidad (que
ocasionalmente pueden referirse a cuestiones políticas).
A partir de los años 80 y 90 encontramos predominantemente intervenciones
aisladas de escritores y escritoras en un campo amplio y diverso de tendencias, en un
intento individual de luchar por exponer e imponer (en el caso de los más agresivos
como Bolaño) sus poéticas particulares y las razones (éticas y estéticas) que justifican
su práctica literaria; por rescatar algunos predecesores y difundir algunos de sus
contemporáneos; y en algunos casos, por hacerle frente con sus intervenciones a los
criterios literarios impuestos por la cultura oficial, la gran industria editorial y los
medios masivos.
Esas intervenciones aparecen en forma de libros de ensayos o antologías de
notas sobre literatura, comúnmente con tirajes medios de entre 1.000 y 3.000
ejemplares, lo que es común en el actual panorama editorial, nunca como los tirajes
alcanzados en la época del boom, o a través de artículos, reseñas y entrevistas en
periódicos y revistas, algunas veces de circulación masiva (como los suplementos
culturales y literarios de los diarios de circulación nacional o las revistas semanales
de actualidad), y también en revistas impresas y digitales, y blogs especializados en
arte y literatura y de público más restringido.
56
10
Debo aclarar que en todo momento me estoy refiriendo a lo que se entiende generalmente como
literatura culta o alta literatura (términos siempre problemáticos) y no a los best-sellers o literatura
de masa (folletines, novela popular, novela pornográfica, etc.) que a lo largo de la historia de la
literatura latinoamericana han mantenido siempre su público masivo.
57
3
Las intervenciones críticas de Bolaño: el escritor como
estratega en el combate literario
“Si uno se toma en serio una cosa, o todas, de las que dice un escritor,
es inevitable que lo malentienda y no pueda tomárselo en serio en bloque”
César Aira
3.1.
Los primeros textos, el gesto neo-vanguardista
11
Ver por ejemplo Javier Campo (2004), Patricia Espinosa (2005), Cecilia García Huidobro (2008),
Andrea Cobas Carral (s/f).
63
Como anota Cecilia García (2008), Bolaño publica en Plural, justamente el año
en que se presenta la renuncia de la dirección de Octavio Paz, quien había creado y
dirigido la revista, ligada al diario El Excelsior de México, desde octubre de 1971. En
el año 76 el gobierno mexicano de Luis Echeverría interviene para sacar de la
64
dirección del diario a Julio Scherer, quien había invitado a Paz a fundar la revista, lo
que causó revuelo entre la opinión mexicana e internacional12. En solidaridad con
Scherer, Paz renunciaría a la dirección de la revista y posteriormente crearía la
Revista Vuelta, que comenzaría a circular en diciembre de 1976. Para el propio Paz
con esa maniobra habían destruido el diario que “[...] se había convertido en el centro
de convergencia de las opiniones libres y disidentes de México” (apud García
Huidobro, 2008).
Parece paradójico que un autor supuestamente contestario como Bolaño
publicara en la revista justamente en ese momento de ruptura y de censura por parte
del gobierno mexicano. García Huidobro (2008), sin embargo, interpreta ese acto
como parte del gesto renovador de los infrarrealistas en contra de las figuras
consagradas, como el mismo Paz. Aunque no comparto del todo esta interpretación
(¿dónde quedaría el gesto contestario si se va contra una figura consagrada pero al
mismo tiempo se pasan por alto las maniobras de censura de un determinado
gobierno?), falta información suficiente para comprender a fondo el fenómeno pues
no se conocen, hasta el momento, las razones y el contexto específico en que se
produce la colaboración de Bolaño en la revista Plural y si esta colaboración estuvo
relacionada o no con la salida de Octavio Paz y el nuevo rumbo de la publicación.
Pasando al análisis de los textos propiamente, podemos decir que este primer
conjunto de artículos críticos de Bolaño está enmarcado por un gesto neo-
vanguardista tanto en la forma como en los contenidos – pienso en el caso específico
del Manifiesto Infrarrealista, pero también en el lenguaje y argumentos de su artículo
sobre la nueva poesía latinoamericana – y marca el origen de la actitud rebelde e
irónica que vamos a encontrar en sus textos críticos posteriores.
En la búsqueda del joven escritor por unos posibles maestros y modelos a
seguir, Bolaño no apunta su mirada para autores que desde los años 30 habían
comenzado a realizar una renovación narrativa en América Latina (como Arlt, Onetti
o Rulfo) ni a poetas consagrados e innovadores como Nicanor Parra o Neruda.
Tampoco hacia los autores que en ese momento protagonizaban el llamado boom
12
Algunas de las reacciones sobre el proceso que terminó con la salida de Scherer y la renuncia de
Octavio Paz a la dirección de Plural pueden ser consultadas en el primer número de la Revista Vuelta,
disponible en www.letraslibres.com.
65
A pesar del poco impacto que pudo haber tenido efectivamente el Movimiento
Infrarrealista, lo que me interesa destacar es que Bolaño evidencia desde el inicio de
su actuación como escritor una fuerte voluntad de intervención en el panorama
literario latinoamericano, voluntad de influir en el rumbo estético y político de una
literatura, de marcar tendencias, de polemizar, de derrumbar canones oficiales y de
proponer canones alternativos. Un tipo de intervención además que nace enmarcada
en un gesto neo-vanguardista en el cual se imponen estrategias panfletarias y de
humor crítico antes que un tono reflexivo, académico o teórico. Este gesto es
importante porque es el que se va a mantener con algunas variaciones en sus
intervenciones críticas posteriores.
A la manera de los protagonistas de Los detectives salvajes (y a la manera de
Rimbaud invocada por ellos), el Bolaño crítico también se pierde después de su corto
pero intenso paso por el Movimiento Infrarrealista. Luego de algunos premios y
publicaciones que no tuvieron gran repercusión, será a partir de La literatura nazi en
América, Llamadas telefónicas, y definitivamente a partir de 1998 con Los detectives
salvajes, que Bolaño reaparece con fuerza en la escena de la literatura en lengua
española. Después de esos años de relativo silencio, el poeta de vanguardia vuelve
convertido en el narrador-historiador de la vanguardia. Y a su regreso como narrador
consagrado le sigue nuevamente un corto pero intenso periodo de intervenciones
críticas en diarios, revistas, ciclos de conferencias y debates que intentaré analizar a
continuación.
3.2.
A partir de 1998, el escritor consagrado
13
Debido a las pocas ventas de La literatura nazi..., la editorial Seix Barral tuvo que destruir el stock
acumulado. Algo que entristeció enormemente a Bolaño, como cuenta su editor en Anagrama Jorge
Herralde (2005, 45).
70
viajes, consejos para escribir cuentos y discursos sobre el exilio y sobre la literatura
latinoamericana.
Textos, como las notas sobre literatura o los prólogos, permiten pensar más
directamente la cuestión del escritor como crítico o el escritor como lector, y
muestran la manera particular en que un escritor se aproxima de otros textos
ficcionales y cómo se va definiendo, por un lado su idea de literatura y, relacionado
con esto, su propio mito de escritor o el problema de la autofiguración, algo que
también aparece de manera evidente a través de sus entrevistas. En sus intervenciones
críticas, lecturas sobre otros escritores o entrevistas particularmente, el escritor va
dibujando la imagen con la que quiere que se le recuerde para la posteridad.
Recurriendo a ciertos detalles autobiográficos y a ciertas torsiones ficcionales de la
experiencia vivida, el escritor genera, construye su propia imagen de escritor: sus
gustos, sus preferencias estéticas y políticas, define a sus aliados y a sus enemigos,
las razones por las cuales decidió hacerse escritor, los inicios de su carrera o de su
arte, su visión de lo que debe ser la literatura, etc.
En relación a la forma de estos textos críticos bolanianos, es posible identificar
en ellos varios “modos del ensayo” (Sarlo, 2001), gestos y movimientos que los
acercan a las particularidades del ensayo literario, entendido éste como búsqueda14 y
como “ensayo de lecturas” (Giordano, 2001, 71), es decir, cuando la escritura crítica
toma la forma del recuerdo. Varios recursos particulares usados comúnmente en el
ensayo como la polémica, la metáfora y el aforismo hacen parte en mayor o menor
medida de los textos críticos publicados por Bolaño, al mismo tiempo que muchos de
ellos poseen la huella de otros géneros como el autobiográfico y el profético.
Con relación al género autobiográfico, puede decirse que los textos de Bolaño
se acercan a una “autobiografía de lecturas” tal como la define Eduardo Grüner:
14
“El ensayo escribe (y describe) una búsqueda [...] En el ensayo se dibuja un movimiento más que un
lugar alcanzado” (Sarlo, 2001, 18).
71
práctica literaria relacionado con la innovación formal, por un lado, y con “no cerrar
los ojos ante el horror”; generalmente Bolaño se refiere con esto al horror de las
dictaduras latinoamericanas, pero también a la violencia urbana y más ampliamente al
mal, uno de los temas que atraviesa toda su obra.
Con sus intervenciones críticas, Bolaño intenta influir en la configuración o una
posible re-configuración del canon literario latinoamericano, reafirmando algunos
clásicos – como Borges, Bioy y Cortázar, por ejemplo – según él desplazados por los
autores de mercado en la literatura en español; rescatando otros menos conocidos –
como Wilcock, o Felisberto Hernández – y definiendo los autores contemporáneos
que deberían pasar a formar parte de ese canon – como Piglia, Aira, Fernando Vallejo
y Sergio Pitol. Así mismo, hay en las intervenciones de Bolaño, una preocupación
permanente por leer y reseñar a los más jóvenes escritores de latinoamérica y de
España, autores poco conocidos o que apenas comenzaban a publicar sus primeros
textos. A veces de forma bastante elogiosa, como cuando habla de Alan Pauls, Daniel
Sada, Carmen Boullosa o Rodrigo Rey Rosa, y a veces simplemente nombrándolos
en sus escritos como una forma de homenaje o de llamado de atención para que los
lectores se fijen en ellos – una muestra destacada de esta enumeración aparece en uno
de sus discursos titulado Sevilla me mata.
La intención de tratar la literatura americana en su conjunto – incluyendo Brasil,
Norteamérica y las islas del caribe no hispánico – que Bolaño realiza en un texto
ficcional como La literatura nazi en América, no se repite en sus intervenciones
críticas. Especialmente se percibe en Bolaño la ausencia casi total de referencias a la
literatura brasilera, una constante histórica por parte de los escritores
hispanoamericanos, que tiene claro, algunas excepciones famosas. Aparte de algunos
comentarios negativos contra Nélida Piñón y Paulo Coelho (símbolo del escritor best-
seller contra el que se enfrenta Bolaño en sus intervenciones), no hay referencias a la
literatura brasilera en sus textos críticos. En sus intervenciones, en su lucha constante
por reordenar el canon latinoamericano no hay ninguna referencia a los escritores y
escritoras brasileras. En este sentido, sería más exacto hablar del canon literario
hispanoamericano, pese a que Bolaño siempre se refiera a Latinoamérica, es éste
canon el que tiene en mente cada vez que realiza sus intervenciones críticas.
74
15
Un listado amplio con la procedencia de los textos críticos de Bolaño se encuentra en Entre
paréntesis (2004, 345-355). Puede consultarse una lista con la procedencia de sus entrevistas en
Braithwaite (2006, 127-130).
75
3.2.1.
Los discursos o el neopanfleto literario
16
Cuando habla mal de Soriano, por ejemplo, después dice: “No quiero decir que Soriano sea malo.
Ya lo he dicho: es bueno, es divertido, es, básicamente, un autor de novelas policiales o vagamente
policiales, cuya principal virtud, alabada con largueza por la crítica española, siempre tan perspicaz,
fue su parquedad a la hora de adjetivar, parquedad que por otra parte perdió a partir de su cuarto o
quinto libro” (EP, 25).
77
con más cuidado) y por el otro, los escritores que se rinden ante cualquier forma de
poder político establecido.
Como veíamos antes, desde sus primeros textos críticos, a mediados de los años
70, Bolaño pone en escena una posición neo-vanguardista identificando por un lado,
el aparato oficial de la literatura, y por el otro un movimiento marginal identificado
con la verdadera literatura. En este segundo momento de sus intervenciones críticas,
el ataque de Bolaño parece encaminarse principalmente hacia los autores de éxito de
mercado (Coelho, Pérez Reverte, Isabel Allende, etc.), a los que se opone una
tradición de verdaderos escritores (Borges, Cortázar, Wilcock, Fernando Vallejo,
Sergio Pitol).
El peso de las intervenciones bolanianas recae sobre la figura del escritor y del
poeta, más que en sus obras, aunque se desprende de su posición que esa determinada
figura de escritor (el escritor oficial, o el escritor de éxito comercial) no puede
producir obras que valgan la pena. También se puede leer este gesto en su ficción,
donde no aparecen las obras de los escritores-personajes, sino la puesta en escena del
acto poético, la vida del escritor. Parece como si esa vida y un cierto compromiso
ético, fueran determinantes para juzgar la calidad de una determinada obra.
Aquí el compromiso ético no tiene que ver necesariamente con una cierta
concepción del bien y del mal. Bolaño afirma en varias ocasiones que el escritor
puede ser un infame y aún así escribir grandes obras literarias (precisamente la
relación entre la belleza y la perversión es uno de los temas que atraviesan toda su
obra). El compromiso ético al que se refiere Bolaño tiene que ver principalmente con
una actitud del escritor ante la página en blanco: el salto en el vacío y la innovación
formal – aunque se pueda cuestionar, como en efecto ha ocurrido, que la obra de
Bolaño sea precisamente de una gran innovación formal, este es un criterio que él
juzgaba central para valorar la calidad de una obra literaria, más allá de haberlo
conseguido siempre en sus propios textos.
Una de las cuestiones centrales de los panfletos bolanianos es la lucha entre la
buena y la mala literatura. Pareciera como si Bolaño y junto a él otros autores como
Pitol o Vila-Matas, por ejemplo, que también evidencian en sus escritos esa lucha por
salvar la literatura (lo que para ellos es la verdadera literatura), estuvieran en un
78
Me parece que la crítica de Bolaño apunta a que autores de una evidente calidad
literaria estén siendo olvidados o relegados del campo literario contemporáneo por
autores que ceden de manera intencional y programática a las expectativas del
mercado, es decir, del público masivo, haciendo juego con la gran industria editorial.
Es este tipo de escritor, que se apropia de una determinada fórmula del best-seller, el
que ataca Bolaño de forma más agresiva en sus discursos (pese a elogiar, en una de
sus columnas, un libro como Hannibal de Thomas Harris). No deja de ser un tanto
paradójico el hecho de que Bolaño se haya convertido en los últimos años
relativamente en un escritor de éxito de ventas, no a un nivel de best-sellers como
Paulo Coelho o Pérez-Reverte, pero sí con niveles de aceptación de mercado más
altos que muchos de sus contemporáneos. Quizás la escritura de Bolaño no se aleja
tanto como tal vez él mismo quisiera y como admiraba en otros escritores, de las
expectativas del mercado, lo cual, unido a su muerte prematura, al boom publicitario
sobre su figura de escritor outsider y a la calidad de su obra, le han permitido ocupar
lugares destacados en el campo literario contemporáneo tanto a niveles de ventas de
sus libros como en los juicios valorativos de la crítica especializada.
¿Qué buscaba Bolaño con la actitud agresiva y polémica de sus discursos? ¿Por
qué ahora, en una época en la que asistimos a una cierta predominancia de relativismo
estético, Bolaño intenta revivir el juicio valorativo y agresivo de lo literario, de lo que
es buena o mala literatura? Varias respuestas son posibles. Si pensamos en la figura
del escritor como crítico como la de un estratega en el combate literario, podemos
entender este tipo de intervenciones como una apuesta agresiva por reorganizar el
canon y por establecer su propia posición en él. Bolaño lanza sus ataques contra una
literatura de mercado o submisa, que para él ha ocupado el lugar que le corresponde a
la verdadera literatura. Y mediante esa defensa es claro que también defiende su
propio lugar en el campo literario latinoamericano, el lugar de su propia obra, que
antes de su consagración y de su muerte prematura, tenía poca visibilidad. Su visión
obsesiva de la literatura entendida como un oficio peligroso, también la lleva a la
práctica en sus intervenciones críticas, apareciendo como el defensor (un general en
el campo de batalla organizando sus tropas, tal vez) de la buena literatura, la que
hacen Bolaño y sus aliados.
80
veo que todo el mundo anatematiza algo a coro, hay algo a flor de piel que me hace
rechazarlo” (Braithwaite, 2006, 37).
Dentro de ese espíritu de singularidad también podrían leerse algunas
características de su obra: el regreso al relato, al contar una historia, la vuelta de los
grandes temas y de la épica, el intento por devolverle a lo literario un papel central, su
insistencia en lanzar juicios de valor definitivos sobre obras y escritores. Todos esos
aspectos que bien podrían contraponerse a algunas de las variantes más practicadas
por la ficción y la crítica contemporánea, por lo menos en América Latina:
predilección por temas banales y por el detalle; narraciones que giran sobre un mismo
punto sin contar aparentemente nada; un cierto menosprecio de la tradición literaria;
una predilección en los escritores más jóvenes por alejarse de lo literario y acercarse a
otras artes, como la música, el cine, el performance; y un relativismo estético en la
crítica que afirma la imposibilidad de juzgar el valor de lo literario (veáse por
ejemplo la idea de Josefina Ludmer (2006) en Literaturas posautónomas).
Contrario a estas tendencias, Bolaño construye su imagen a través del mito del
escritor de culto, el más literario de los escritores y de la idea romántica de la
literatura como un oficio peligroso. En este sentido, tal vez a fuerza de querer ser
diferente, Bolaño en realidad sea más tradicional, recuperando el gesto de los grandes
modernos (aunque se apropie de estrategias propias de la ficción posmoderna).
En un ambiente literario dominado mayoritariamente por la figura del escritor-
crítico-académico, o por el escritor-de-éxito (best-seller), Bolaño intenta revivir la
figura del vanguardista, el escritor-excéntrico que busca chocar con su discurso y su
postura vital, agresiva e irreverente. Aunque la efectividad de esa estrategia sea
relativa en el contexto contemporáneo, donde el gesto transgresivo parece ser
rápidamente apropiado por el mercado, me parece que la actitud irreverente de
Bolaño contribuyó a sacudir un poco el campo literario latinoamericano de los
últimos años. Más allá de imponer o no su propia visión de la literatura y la política,
el polemista consigue su objetivo: el público no puede quedarse indiferente17.
17
Algo similar me parece que intenta hacer Fernando Vallejo con sus intervenciones performáticas y
declaraciones explosivas: sacudir el mundo de los bien-pensantes, generar el debate, provocar. Las
reacciones fanáticas que suscita por parte de sus detractores, especialmente en Colombia, son una
muestra clara de que la estrategia cumple en principio su objetivo central.
82
3.2.2.
Las notas sobre literatura o la autobiografía del escritor como lector
18
Su posición positiva respecto a Aira cambiaría unos años después. En su discurso Derivas de la
pesada, juzgaría la mayor parte de su obra como “acrítica” y “aburrida”. En este sentido, las notas del
escritor permiten observar los cambios en su gusto personal, funcionando como una especie de
autobiografía de lecturas.
19
Encuentro una gran afinidad de gusto con muchos de los escritores elegidos por Bolaño para hacer
parte de sus homenajes. Otros los he leído a partir de sus comentarios elogiosos y la mayoría de las
veces no me ha defraudado, aunque, como siempre, hay algunas excepciones (me parece difícil
compartir su excesiva valoración de una novela como Mantra de Rodrigo Fresán, por ejemplo). Mi
acercamiento progresivo a la obra de Bolaño me ha permitido también ampliar como lector mi propia
familia de afinidades literarias y seguramente esta coincidencia de afinidades se relaciona con las
razones por las cuales me aproximé y decidí estudiar la obra de Bolaño.
84
notas, muchas veces terminamos sabiendo más sobre el propio Bolaño, sobre su
formación, sobre sus gustos, que sobre el autor o la obra en cuestión. Precisamente,
un cierto carácter autobiográfico que permea su escritura ficcional (aunque no se trate
de la autobiografía tradicional como se verá más adelante en el texto), también es
posible observarlo en sus intervenciones críticas. A pesar de que Bolaño mostró
siempre cierto recelo sobre el género autobiográfico como tal, al que consideraba sólo
digno de ejercer por personalidades singulares (EP, 28), la huella autobiográfica se
filtra en toda su obra, incluyendo sus notas e intervenciones. “Su escritura posee dos
direcciones encontradas”, dice José Promis, “nace en un ámbito próximo a su
experiencia vivida para ingresar desde allí al territorio de lo imaginario y desde éste
regresa a subvertir sus propios fundamentos en una especie de círculo borgeano”
(Promis, 2003, 51).
A través de estos textos podemos trazar un mapa de las lecturas de formación
del escritor. No sólo de lo que lee en el momento en que escribe sus notas, sino
también de sus lecturas de juventud, de los libros que robaba, de los libros que
marcaron su vida y que posiblemente influenciaron su propia práctica ficcional.
Libros como La caída de Camus y más tarde la Obra gruesa y Artefactos de Nicanor
Parra, así como los libros de poesía de Enrique Lihn y de Jorge Teillier. A través de
esas pistas es posible rastrear algunas influencias: el impacto positivo que le produjo
La sinagoga de los iconoclastas de Wilcock, por ejemplo, que Bolaño relacionaba en
sus notas con antecedentes famosos como las Vidas imaginarias de Schwob, los
Retratos reales e imaginarios de Alfonso Reyes y la Historia Universal de la Infamia
de Borges, está detrás de la construcción de una novela como La literatura nazi en
América. Su preferencia por la épica y la insistencia en el valor y la valentía pueden
relacionarse con la influencia marcante de la obra de Borges, así como el humor y la
irreverencia de su postura con las lecturas de Nicanor Parra, Julio Cortázar o Augusto
Monterroso.
A través de sus notas es posible identificar los autores que más admira Bolaño,
entre los principales podemos citar a Phillip K. Dick, Burroughs, Borges, Cortázar,
Mark Twain y Nicanor Parra, diversas influencias y tradiciones que se mezclan en su
propia obra ficcional. No parece alejado pensar que gran parte de la obra de Bolaño
85
se caracteriza por una mezcla singular de una tradición vitalista y de aventuras (tipo
beatnik) y una tradición más meta-literaria como la de Borges y en parte, Cortázar. La
propuesta de Bolaño seria la siguiente: en vez de escribir sobre libros y lecturas –
aunque también lo haga –, escribir sobre la vida peligrosa de los poetas, sobre la
cercanía de la literatura con el mal y lo perverso. Contrasta un poco esa amplitud y
generosidad de Bolaño con ciertos autores y su tendencia a incorporar diversos
registros literarios a lo largo de su obra, con la postura radical y excluyente que
caracteriza sus intervenciones panfletarias. A veces parece que se tratara de dos
personalidades distintas y antagónicas en una misma persona (una especie de Dr.
Jekill y Mr. Hyde).
Si tuviera que comparar estas notas sobre literatura (y asuntos variados) con las
de algún otro escritor latinoamericano anterior, creo que estarían más cerca del
Cortázar misceláneo de Último Round o de La vuelta al día en ochenta mundos. A
pesar que los textos de Bolaño no fueron pensados como un todo estructurado,
comparten con los de Cortázar su carácter de informalidad e irreverencia, así como la
intimidad de su tono, aunque son menos lúdicos que los del autor de Rayuela. Son
textos así mismo que se niegan a convertirse en ensayos y que rehuyen la teoría y la
sistematización. Las ideas, en las notas sobre literatura de Bolaño, rápidamente se
transforman en imágenes, en visiones o en vivencias.
Al igual que en muchos de sus discursos, también en las notas hay un impulso
narrativo muy fuerte que desplaza la interrogación o la inquisición propia del ensayo,
hacia la descripción y la narración, o incluso la poesía – muchos de sus textos suelen
terminar con frases que bien podrían haber hecho parte de uno de sus poemas
narrativos. Tal vez por esa razón, estas notas se acerquen más al artículo y a la
crónica que al ensayo propiamente dicho, aunque como en el ensayo, dejen el camino
abierto para nuevas incursiones en el tema.
Generalmente la estructura de estas notas sobre literatura se construye con los
mismos elementos: un detalle autobiográfico sobre el momento en que Bolaño leyó el
libro sobre el que quiere hablar; una breve referencia a los datos biográficos y
bibliográficos del autor, cuando éste no es tan famoso; un resumen del argumento de
la novela o la descripción del personaje central; algunas frases cortas para definir el
86
estilo del autor o para definir la obra en su conjunto; y el concepto de Bolaño, casi
siempre favorable y categórico, sobre la obra y sobre el autor. El orden de estos
elementos se modifica pero su presencia se mantiene en casi todas sus notas sobre
literatura.
El tono predominante en estos textos, como lo anota D’Ors (2005, 198 y ss.) es
el tono digresivo e informal. Bolaño pasa de un tema a otro con facilidad, recuerda un
sueño, cuenta una anécdota y luego vuelve al tema central, dando vueltas y
desviándose continuamente. Tal como construye algunos de sus relatos. Con
frecuencia se detiene más en estas digresiones, que en el propio tema que se había
propuesto discutir. Algunas veces el tema es sólo una excusa para contar una historia,
como en la nota dedicada al escritor Rodrigo Rey Rosa (EP, 199-200). Bolaño dice en
el primer párrafo que sería conveniente hablar de sus últimos libros, pero después de
clasificarlo como “el escritor más riguroso de mi generación”, prefiere contar una
historia que Rosa le contó a él. A partir de ese momento, el texto se vuelve un cuento,
un pequeño relato de la aventura de Rey Rosa en Mali.
También, como en la mayor parte de su ficción, predomina en las notas de
Bolaño el tono conjetural. Abundan los adverbios: “tal vez”, “quizás”, y frases que
comienzan con: “si mal no recuerdo”, “creo que fue así, pero pudo ser de otro modo”.
Así como hay ciertos olvidos – un nombre, una fecha exacta – o displicencias que el
autor se permite – como no consultar de nuevo un libro sobre el que está hablando en
ese momento. Ese tono conjetural contrasta con sus afirmaciones categóricas pero no
las anula, al contrario, parece jugar con la credibilidad del lector, que tiende a confiar
más en un autor-narrador que aparentemente está siendo sincero.
A pesar de un cierto tono grandilocuente que recorre sus notas sobre literatura,
Bolaño conserva el humor y la ironía que caracteriza sus discursos y del cual hace
gala en sus entrevistas. Característica que también aparece en sus novelas y relatos (y
menos en su poesía donde predomina el tono melancólico). Vistas en su conjunto, el
movimiento entre las afirmaciones categóricas y definitivas, el tono conjetural y la
ironía que recorren estas notas, me hace preguntarme constantemente sobre la
seriedad y coherencia de las ideas que Bolaño expone. La sensación final no es del
todo clara, por lo menos para mí. ¿Está bromeando?, me pregunto. A veces parece
87
que sí, otras veces no. ¿Realmente Bolaño cree firmemente en lo que dice o se trata
nuevamente del carácter polémico y provocador de sus discursos, que en este caso se
manifiesta a través de la figura de un crítico casi divino, encargado de decidir en
forma categórica quién es un verdadero escritor y cuál es la verdadera literatura?
Es en este sentido, por ejemplo, que en una conferencia en Buenos Aires20
Alberto Fuguet comparaba a Bolaño con la figura de un árbitro, preocupado todo el
tiempo por juzgar a los escritores y por clasificarlos; o el crítico mexicano
Christopher Domínguez en tono de broma, decía que Bolaño tenía “[...] una seria
alma de caquice araucano”21. En el mismo evento en el que intervenía Fuguet, el
escritor Gonzalo Gárces afirmaba que los textos de Bolaño no serían textos de crítica
propiamente, pues no hay argumentos en ellos, sino que estariamos en presencia de
otra de sus voces narrativas, la voz de un personaje ficcional: un escritor que escribe
sobre literatura.
Creo que a eso también se refiere Villoro cuando advierte sobre el error de
acercarse a las opiniones de Bolaño como si fueran verdades absolutas – a pesar del
tono de verdades absolutas con el que las enuncia. Entre el ataque sin misericordia de
sus discursos y el elogio excesivo de sus notas sobre escritores y obras que admira,
antes que nada está el provocador nato, el que se preocupa más por la intensidad con
que puede sacudir un cierto estado de cosas, que con la coherencia y consistencia de
lo que afirma.
Otro elemento que llama la atención de estas notas es la recusa a la
interpretación. Como ocurre casi siempre que son escritores los que escriben sobre
literatura, Bolaño no parece preocupado por interpretar los textos. En el camino que
plantea Susan Sontag (1987, 23) en Contra la interpretación, el acercamiento de
Bolaño es el de una “erótica del arte” más que el de una hermenéutica. También en
este sentido sus notas sobre literatura se acercan a una especie de autobiografía pues
lo que vemos muchas veces es el contexto de lectura del escritor. Buena parte de los
textos de bolaño son recuerdos de sus lecturas: quién le regaló el primer libro y por
qué, cuáles eran los libros que robaba en su juventud, cuáles fueron sus primeras
20
En el Homenaje a Bolaño, realizado en el marco del Festival Internacional de Literatura del
MALBA, noviembre 15 de 2008.
21
En correspondencia con el autor vía correo electrónico en agosto de 2009.
88
lecturas, así como las sensaciones que le despertaba la lectura de esos libros, el
impacto que tuvieron en su propia formación como lector y como escritor, etc.
Bolaño no se preocupa por mostrar qué significa el texto, aunque acostumbra
enunciar brevemente sus temas. Sobre Bomarzo de Mujica Láinez dice por ejemplo
que “[...] es una novela sobre el arte y es una novela sobre la decadencia, es una
novela sobre el lujo de novelar y es una novela sobre la exquisita inutilidad de la
novela” (EP, 294). La mayoría de las veces su lectura apunta a revelar ciertos gestos o
características de los personajes, por un lado, o de la estructura formal del texto por
otro. En esas elecciones particulares es posible leer pistas que nos acercan a su propia
obra ficcional. Cuando reseña libros como Soldados de Salamina de Javier Cercas o
Bartleby & Co. de Vila-Matas, por ejemplo, la característica en la que Bolaño hace
énfasis es la de su carácter híbrido, una mezcla entre ficción, crítica y autobiografía,
algo que identifica como lo que será la “novela del siglo XXI” (EP, 287). ¿No está
viendo Bolaño uno de los trazos formales que caracterizan también su propia obra? Y
cuando escribe sobre Las aventuras de Huckleberry Finn, lo que más le interesa
destacar es la cuestión de la amistad y de la aventura, así como la cuestión del valor y
de la épica, temas centrales que atraviesan su propia ficción22. Estas observaciones
parecen corroborar las hipótesis que apuntan a identificar en las lecturas del escritor
pistas para acercarse a su propia obra ficcional.
Más que explicar un determinado texto usando teorías literarias o de otros
campos del saber o recurriendo al contexto histórico en el que aparecen o fueron
creados, la estrategia del Bolaño crítico apunta a identificar las influencias y a situar
al autor(a) y a la obra en una determinada tradición literaria. De esta forma, es
frecuente que los acercamientos de Bolaño a un escritor pasen por las lecturas y por
los gustos literarios de éste, como si sus elecciones determinaran las características y
la calidad de su obra. En la mayoría de estas notas aparecen dos cuestiones centrales,
por un lado la importancia de las lecturas del escritor y el juicio valorativo de Bolaño
a partir de esas preferencias literarias, por otro, la relación vida-obra, cuestión central,
como hemos visto, en los análisis del escritor chileno.
22
El propio Bolaño afirma que Los detectives salvajes es “[...] una más de las tantas [lecturas] que se
han hecho en la estela del Huckleberry Finn de Mark Twain” (EP, 327).
89
Es cierto que todos los poetas americanos, para bien o para mal, tarde o
temprano tienen que enfrentarse a Whitman. Neruda lo hace, siempre, como el
hijo obediente. Vallejo lo hace como el hijo desobediente o como el hijo
pródigo. Borges, y aquí radica su originalidad y su pulso que jamás tiembla, lo
hace como un sobrino, ni siquiera muy cercano, un sobrino cuya curiosidad
oscila entre la frialdad del entomólogo y el resignado ardor del amante (idem).
Para mí el Duque es la poesía chilena y tengo la vaga sospecha de que para los
chilenos la poesía chilena es un perro o las diversas figuras del perro: a veces
una manada salvaje de lobos, a veces un aullido solitario oído entre dos sueños,
a veces, sobre todo últimamente, un perro faldero en la peluquería de perros
(EP, 88).
90
Es como si fuera imposible, por lo menos para él, describir de manera directa su
experiencia de lectura, su experiencia estética y para hacerlo fuera necesario recurrir a
los mismos mecanismos que usa la literatura. Hablar de literatura haciendo literatura,
parece ser la consigna bolaniana. Me parece que Bolaño quiere transmitir con sus
notas sobre literatura la misma sensación que tiene cuando lee literatura. Es una
experiencia de lectura más que una determinada idea lo que al final y en conjunto se
desprende de estos textos. Tal vez por eso Bolaño consideraba la crítica como un
género literario más: “Para mí”, dice en una entrevista, “la crítica literaria es una
disciplina más de la literatura. La literatura es la prosa, novela y cuento, la
dramaturgia, la poesía, y el ensayo literario y la crítica literaria” (Braithwaite, 2006,
43).
3.2.3.
Las entrevistas o la construcción del mito personal del escritor
23
Amigos del escritor como Bruno Montané, Antoni García Porta e Ignacio Echavarría se
pronunciaron contra esta información en el Periódico de Barcelona en noviembre del 2008. En una
carta de enero del 2009, Sarah Kerr pidió disculpas, afirmando que había simplemente seguido la
información de segunda mano publicada anteriormente sobre Bolaño en los Estados Unidos.
91
Pero, ¿cuáles son las características de ese mito personal del escritor que Bolaño
elabora? La imagen que Bolaño construye de sí mismo a través de sus intervenciones
críticas es la imagen de un escritor irreverente, polémico, rebelde, valiente,
inteligente, solitario, irónico, que vivió intensamente su vida y que parece haberlo
leído todo. El carácter contradictorio y polémico de muchos de sus artículos,
discursos y notas sobre literatura, así como las respuestas provocadoras que suele dar
en sus entrevistas contribuye a crear la imagen del escritor-rebelde más preocupado
por desafiar un cierto estado de cosas que por elaborar un pensamiento crítico
coherente y profundo sobre la literatura o el campo literario (lo que no quiere decir
que Bolaño no tuviera un conocimiento especializado en literatura).
La figura que Bolaño construye de sí mismo, le debe mucho a su espíritu
vanguardista inicial, a su visión de la literatura como un combate y a la importancia
que Bolaño le atribuye a la fusión vida-obra. En este sentido, es evidente, aunque
muchas veces aparezca de forma velada, su intención de destacar los aspectos de su
biografía que más se ajustan a la figura del escritor outsider y no a la del escritor-
intelectual o profesional.
Aunque a veces Bolaño parece restarle importancia en sus entrevistas a su vida
errante, o a su breve experiencia en la resistencia y su estadía en prisión durante los
primeros días de la dictadura militar chilena, por ejemplo, constantemente desliza
algunos detalles particulares para establecer su diferencia con cierto tipo de escritor-
intelectual o de escritor aliado con el poder político o económico dominante,
ubicándose siempre al margen del sistema. Bolaño se ve a sí mismo, y es la imagen
que nos quiere transmitir a través de sus intervenciones, como un valeroso guerrero
solitario que se enfrenta a todos y a todo con la única arma de su escritura y de su
compromiso radical con la literatura.
Por otro lado, Bolaño se presenta siempre como un gran conocedor de la
tradición literaria y respetuoso de los escritores que admira: Kafka, Borges, Enrique
Lihn, Parra. En ese sentido se diferencia el Bolaño maduro del gesto neovanguardista
inicial que tiende a borrar de un solo golpe gran parte de la tradición literaria
precedente para instaurar un nuevo orden.
93
aparece también a los ojos del escritor maduro como un compromiso pasional,
valeroso y muchas veces demasiado ingenuo. Tanto en sus diversas intervenciones
críticas como en su obra ficcional, lo que impera con relación al compromiso político
de la izquierda revolucionaria es un clima de melancolía por el arrojo sin matices de
la juventud hacia unos ideales generosos y utópicos – la juventud sacrificada en las
luchas revolucionarias latinoamericanas es una de las obsesiones bolanianas y la
época de la juventud es una de las pocas cuestiones mitificadas por Bolaño en su obra
– y de frustración, fracaso y desengaño ante las formas dogmáticas, intolerantes y
contra-revolucionarias que adquirieron algunos regímenes de izquierda que se alzaron
con el poder o que hicieron del asesinato, la prisión y la tortura un método de control
político.
Aunque nunca dejó de denunciar las atrocidades cometidas por la ultra-derecha
en América Latina, la sensación que deja la lectura de los textos de Bolaño es que se
sentía más decepcionado con el rumbo que habían tomado los movimientos
revolucionarios y con la incompetencia de los líderes y partidos de izquierda de la
región. Como afirmó alguna vez hablando de La literatura nazi en América, lo que
más le obsesionaba era la proximidad escandalosa en la infamia que podía existir
entre los extremos del espectro político. De ahí también quizás ese juego permanente
con lo políticamente incorrecto y con la cercanía entre la literatura y lo perverso,
entre lo bello y lo infame. Con esa postura crítica permanente ante los desmanes de la
derecha y de la izquierda, el escritor aparece como un sujeto independiente, que
puede decir lo que quiere sin tener que rendirle cuentas a ningún bando o a ninguna
ideología. En este sentido se reafirma la imagen del escritor-rebelde que se enfrenta a
todas las formas de poder.
Ahora bien, después de pasar en su juventud por la militancia trotskista y
defender los ideales revolucionarios de la izquierda en América Latina, la decepción
y la percepción de la derrota y del sacrificio impune de tantos jóvenes en las “guerras
floridas latinoamericanas” parecen haber minado los ímpetus revolucionarios del
escritor maduro que muestra, en algunas ocasiones, una postura cercana a la ideología
liberal burguesa. En una entrevista publicada en el Diario El Mostrador de Santiago,
de febrero de 2002, Bolaño dice:
96
Sin embargo, en otra entrevista de enero del 2003 (ibid, 108) afirma que no se
considera un desencantado de la política y que sigue siendo de izquierda, aunque siga
creyendo que la izquierda mantiene desde hace más de sesenta años un discurso
vacío.
La propia figura que construye Bolaño (voluntaria o involuntariamente) es
ambigua en relación a las relaciones entre literatura y política. En algunas ocasiones,
la postura de Bolaño no se aleja tanto del carácter del escritor-intelectual-político
comprometido del pasado, algo que se evidencia en muchos de sus artículos,
discursos y entrevistas y en su propia actitud performática de intervención pública.
Sin embargo, Bolaño también defiende con frecuencia la separación de las esferas
(literatura y política), re-afirmando que el compromiso del escritor debe juzgarse
solamente en relación a su propia práctica literaria y artística, independiente de sus
posturas y compromisos éticos y políticos individuales: “El único deber de los
escritores”, afirma Bolaño en otra entrevista,
es escribir bien y, si puede ser, algo mejor que bien; intentar la excelencia.
Después como individuos que hagan lo que quieran; a mí eso me importa poco.
Que sean coleccionistas de latas de cerveza o aficionados al fútbol, perritos
falderos de la primera dama o heroinómanos (Braithwaite, 2006, 26).
siglo XX, alrededor del fenómeno del boom y los distintos procesos revolucionarios
que intentaron alzarse con el poder en varios países de la región en esa época. El
canon al que Bolaño se enfrenta y con el que discute y problematiza es el canon
hispanoamericano (como decía antes Brasil no está muy presente en su concepción de
la tradición literaria latinoamericana). En este sentido, no es fácil ubicar a Bolaño en
una sola tradición nacional específica: chilena, mexicana o argentina. Algunos
estudios críticos recientes por ejemplo, como el Diccionario de escritores mexicanos
de Christoper Domínguez Michael (2007), incluyen a Bolaño en la tradición literaria
mexicana. Pero tampoco parece descabellado ubicarlo en una línea de tradición
argentina post-Borges, metaliteraria, en diálogo, por ejemplo, con la literatura de
Piglia. Paradójicamente me parece más difícil incorporarlo a la tradición narrativa
chilena donde no abundan precisamente grandes novelistas. Inclusive, creo que hay
alguna intención de su parte de dialogar permanentemente con la literatura española,
tanto con los autores canónicos como con los contemporáneos a quienes les dedica un
espacio considerable en sus notas y reseñas.
En fin, hay un claro deseo de Bolaño, que es posible identificarlo a través de sus
intervenciones críticas, por mostrar su conocimiento y por establecer su lugar dentro
de una tradición que tal vez incluso transborda lo hispanoamericano para incorporar
también la literatura española (algo parecido ocurrió en la época del boom con la
incorporación de Goytisolo a la familia latinoamericana, tal como actualmente suele
asociarse el nombre de Enrique Vila-Matas al de autores latinoamericanos como
Bolaño, Pitol o Ricardo Piglia).
Sin embargo y pese a ese deseo por construir una identidad transnacional
latinoamericana, la imagen de Bolaño muestra diferencias con la típica imagen del
intelectual latinoamericano comprometido que prevaleció en los autores más
reconocidos del boom. No vemos nunca en Bolaño declaraciones como las de
Cortázar donde se asocia literatura, identidad y política revolucionaria. Separándose
de esa imagen de escritor e intelectual comprometido políticamente, Bolaño parece
apuntar a una ética de la escritura donde el único compromiso del escritor se
encuentra en su propia práctica literaria: “Los escritores no sirven para nada. La
literatura no sirve para nada”, dice en una entrevista del año 2000, “[l]a literatura sólo
99
sirve para la literatura. Para mí eso es suficiente” (Braithwaite, 2006, 92). Esa postura
es común encontrarla en sus intervenciones críticas y es posible también rastrearla en
su obra ficcional donde se problematizan permanentemente las relaciones entre ética
y estética, mostrando que los monstruos (los escritores nazis por ejemplo, o el infame
Ramírez Hoffman) pueden ser también creadores de obras bellas.
La postura de Bolaño en relación a la cuestión nacional y la construcción de su
imagen como latinoamericano, también se observa en su concepción del exilio.
Bolaño afirma en varias de sus intervenciones (discursos y entrevistas) que no cree en
el exilio, especialmente cuando está asociado con la idea de literatura. Para él, todo
escritor es un exiliado desde el mismo momento en que decide ser un escritor. La
literatura entonces lleva en sí misma el exilio, sin importar que el escritor recorra el
mundo o nunca salga de su casa. A pesar de su experiencia de errancia, Bolaño nunca
se consideró un exiliado e incluso le molestaba – como afirma en diversas ocasiones
– cierto tono lastimero de muchos artistas e intelectuales latinoamericanos sobre el
exilio. No es éste el lugar para volver a una discusión sobre la experiencia del
exiliado, sólo quiero reafirmar este aspecto central en la construcción del mito del
escritor que Bolaño elabora: la ausencia de unas raízes nacionales concretas, la
afirmación de su patria como su lenguaje, su biblioteca y sus amigos.
Una de las características centrales que he venido resaltando en estas páginas
también se observa en las entrevistas que Bolaño concedió – casi todas ellas
respondidas por escrito – y que contribuye a afianzar su imagen de escritor total, de
enfermo de literatura. Me refiero a que también en sus entrevistas aparece claramente
el deseo de hacer literatura. Algunas respuestas de Bolaño parecen ficciones, prosa
literaria o poemas, como ya lo destacaba Juan Villoro (2006, 11). Al ser preguntado
en una entrevista en qué persona o cosa le gustaría volver a la tierra después de morir,
Bolaño responde: “Un colibrí, que es el más pequeño de los pájaros y cuyo peso, en
ocasiones, no llega a los dos gramos. La mesa de un escritor suizo. Un reptil del
desierto de sonora” (Braithwaite, 2006, 46). De igual manera, antes que revelar
aspectos concretos de su biografía, lo que aparece en las respuestas de Bolaño
relacionadas con su vida personal son autofabulaciones, pequeñas historias donde
100
4
La crítica ficcional
4.1.
Algunos antecedentes en el contexto latinoamericano
24
Sobre el tema de la metaficción ver por ejemplo: Hutcheon (1984, 1991), Federman (1993). Para
Linda Hutcheon, por ejemplo, la metaficción “[...] es una ficción que incluye en sí misma un
comentario sobre su propia identidad narrativa y/o lingüística” (1984, 1) (traducción propia).
103
actitud vital de Macedonio (que aún hoy en día es ejemplo para muchos pensadores y
escritores) marcaron un hito central en relación a la autoreflexión y autoconciencia
narrativa, así como a la incorporación de la reflexión teórica dentro de la ficción y
también del uso de recursos ficcionales en los ensayos más teóricos y críticos.
Así como en novelas como Museo de la novela de la eterna (1967) – que
Macedonio comenzaría a escribir en los años treinta – o Adriana Buenos Aires (1974)
se puede constatar la “ingerencia masiva del ensayo” (Camblong, 2001, 36), y en
toda su narrativa se mezclan postulados filosóficos y sobre teoría del arte y de la
novela, así mismo en sus ensayos críticos y teóricos a menudo interfiere la ficción, lo
narrativo y lo poético. Desde sus primeros textos, como No toda es vigilia la de los
ojos abiertos (1928) aparecen notas al pie, paréntesis y digresiones que rompen la
continuidad del texto de forma frecuentemente humorística. Ese gesto de ruptura, de
reflexión permanente y de autoconciencia narrativa se hará más programático en sus
textos posteriores como el propio Museo de la novela de la eterna.
Lo más destacado de la producción literaria de Macedonio será precisamente
esa interrelación permanente y simultánea – en textos que no respetan fronteras
genéricas – entre la actividad creadora y el gesto teorizador. Una actitud que se
enmarca en el gesto vanguardista de ruptura con las convenciones tradicionales de la
novela y que se contrapone a las tendencias realistas que dominaban el panorama
literario del momento.
Borges continúa algunos de los caminos abiertos por Macedonio. Para el autor
de Ficciones y de la Historia universal de la infamia “[...] não há práticamente
diferença entre ensaio e literatura de imaginação” (Campos, 1979, 298). Así como
Macedonio pretendía a todo momento mostrarle al lector (de manera irónica y
humorística) que lo que leía era un artificio ficcional y no una contemplación del
‘vivir’, con la obra de Borges, la literatura se vuelca totalmente sobre si misma, sus
referencias ya no se encuentran en una supuesta realidad objetiva, sino en las propias
representaciones literarias: es el libro que se vuelve realidad y no la realidad
transformada en un libro. Toda la obra de Borges está marcada por el gesto
metaliterario, la intertextualidad, por la reflexión sobre la propia literatura y por hacer
de la escritura, del libro y del escritor una metáfora de la realidad y del ser.
104
Con Borges la crítica se convierte en un género literario entre otros, tal como lo
pensaba Bolaño (Braithwaite, 2006, 43). Para Borges, según Emir Rodríguez
Monegal “[...] todo julgamento é relativo, e crítica é também uma atividade tão
imaginária quanto a ficção e a poesia” (Rodríguez Monegal, 1980, 80). Así, Borges
inventa reseñas de libros que nunca existieron, o biografías y estudios críticos de
escritores imaginarios, haciendo de la crítica un género fantástico. Pero también hace
que en sus textos crítico-ficcionales se perfile una teoría y una crítica literaria que, sin
ser sistemática, ilumina y revela aspectos y detalles centrales de la historia de la
literatura y del arte de escribir, mostrando nuevas formas de comprender e interpretar
el acto de la escritura, así como ensayando lecturas innovadoras de los clásicos de la
literatura universal.
La influencia de Borges es decisiva para los rumbos de la literatura – sobre todo
la hispanoamericana – y su legado es evidente en las obras de escritores
contemporáneos como Bolaño, Piglia, y todos aquellos que hacen del gesto
metaliterario un rasgo central de sus propuestas narrativas y poéticas.
Después de Borges, la narrativa latinoamericana se caracteriza por incluir, de
manera cada vez más frecuente entre sus estrategias de composición, el examinar y
problematizar dentro del relato el propio acto de escribir y las posibilidades de la
escritura, la autoconciencia narrativa, las relaciones entre ficción y realidad, así como
la mezcla de diversos géneros, entre ellos el ensayo y la reflexión crítica con la
ficción y la poesía. Rastros de estas estrategias y problemas aparecen en las obras de
autores latinoamericanos que comienzan a publicar a partir de los años cuarenta y
cincuenta como Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, García Márquez o José Lezama
Lima.
La reflexión en torno al propio acto de escritura es central, por ejemplo, en La
vida breve (1959) de Juan Carlos Onetti y será un tema recurrente en toda la saga
posterior de Santa María que incluye las novelas El astillero (1961) y Juntacadáveres
(1964). En La vida breve, como afirma Josefina Ludmer, se configura el universo de
Onetti, la exploración de la propia escritura y de las fronteras entre realidad y ficción,
“[...] la posibilidad de existencia de la ficción en la realidad, la posibilidad de
105
evidente en libros como La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round
(1969), que anticipan, la mayoría de los casos en clave humorística, algunos de los
caminos que tomará la narrativa contemporánea latinoamericana al realizar una
mezcla particular de crítica, ficción y autobiografía.
El movimiento que incorpora la reflexión crítica sobre la propia literatura en sus
artefactos ficcionales puede también ser rastreado en la poesía latinoamericana, como
lo muestra Haroldo de Campos (1979), en una tradición que incluye poetas como
Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade, João Cabral de Melo Neto,
Vicente Huidobro, Octavio Paz y Nicanor Parra. Autores de una línea poética
caracterizada por ser poema sobre y/o contra el poema. Ya sea de forma paródica y
humorística, como en Oswald de Andrade y Nicanor Parra o de forma seria como en
Cabral o Paz, el poema latinoamericano también evidencia ese gesto autoconciente de
búsqueda reflexiva sobre el propio poema y el acto de hacer poesía.
A partir de los años ochenta, aproximadamente, pero sobre todo desde los años
noventa hasta el presente, ese gesto crítico-ficcional toma proporciones de tendencia
amplia en América Latina y es posible encontrarlo de forma diferenciada en
escritores representativos de varios países: Silviano Santiago en Brasil, Ricardo Piglia
y Sergio Chefjec en Argentina, Sergio Pitol en México, y R. H. Moreno Durán en
Colombia, son algunos nombres significativos entre una gama amplia de escritores y
escritoras que usan algunos de los recursos metaficcionales en sus obras, entre ellos la
reflexión teórica y crítica sobre la propia literatura.
Como hemos visto, esta tendencia no es exclusiva de autores latinoamericanos y
es posible encontrarla en obras de escritores contemporáneos de otras latitudes como
el español Enrique Vila-Matas en libros como Historia abreviada de la literatura
portátil (1985), y Bartleby & Co. (2000) o del inglés Julian Barnes en El loro de
Flaubert (1984), libros que se situán entre la ficción, la autobiografía, el ensayo y la
historia literaria.
Aunque su tema no sea principalmente la literatura y lo literario, esta mezcla de
géneros aparece también en obras contemporáneas como las del alemán W.G. Sebald
que combina elementos de la crónica, la autobiografía, la ficción y el ensayo en libros
como Los anillos de saturno (1999) y Austerlitz (2001); o las del triestino Claudio
107
Magris, que usa formas del ensayo, la narración y la autobiografía en libros como
Danubio (1986) y Microcosmos (1997). Esto nos lleva a pensar que se trata de un
movimiento más amplio relacionado con cambios en diversos campos estéticos y del
conocimiento, que intentaré abordar con más detalle al final de este capítulo.
Para escritores contemporáneos como Piglia, Santiago y el propio Bolaño, el
mundo de la literatura se convierte en el tema central de sus obras. La reflexión
crítica sobre el propio proceso de creación literaria, así como cuestiones teóricas
relacionadas con la literatura de un modo general aparece, ya sea a través de sus
personajes ficcionales (que suelen ser también escritores, poetas o críticos) o de
manera directa en textos que no trazan límites evidentes entre la crítica, la ficción y la
autobiografía.
Es en este contexto amplio donde podemos inserir la crítica-ficcional que
aparece en la obra de Bolaño. Como veíamos en el segundo capítulo de este ensayo,
muchos de los textos críticos de Bolaño no se diferencian formalmente de algunos de
sus escritos ficcionales. En sus últimos libros de cuentos (Putas asesinas y El gaucho
insufrible) es posible percibir una intención de Bolaño por colocar textos con
apariencia de crítica al mismo nivel de sus relatos sin ninguna marca de
diferenciación.
Ignacio Echevarría le da continuidad a este gesto en la edición póstuma de El
secreto del mal (2007), colocando relatos, algunos claramente autobiográficos, al
mismo nivel de discursos como Derivas de la pesada y Sevilla me mata. Así como
sus textos críticos con frecuencia tienen aspecto de ficción, del mismo modo es
frecuente encontrar a lo largo de su obra ficcional, tanto en su narrativa como en su
poesía, una forma particular de crítica literaria.
Aunque gestos de autoconciencia narrativa y la tematización de la propia
escritura ya aparecen desde sus primeras novelas (Amberes, Consejos...), es a partir
de La literatura nazi en América donde se evidencia de manera más nítida la cuestión
de la crítica ficional en la obra de Bolaño. Pero, ¿cuáles son las principales
características de ese tipo de crítica ficcional?
108
4.2.
La crítica ficcional en la obra de Bolaño
4.2.1.
La etnografía del campo literario
canones, sino también las relaciones de los artistas con editores, directores de
revistas, periodistas culturales, funcionarios públicos, medios de comunicación,
lectores, etc., que confluyen para el funcionamiento del campo literario.
Las biografías de artistas en Bolaño, sean o no apócrifas, o tomando la forma de
la autoficción, se incorporan a este movimiento de descripción y revisión del campo
literario y a la lucha por el canon que realizan los escritores. Un movimiento que
también es posible encontrar en otros autores latinoamericanos contemporáneos como
Silviano Santiago, que escribe sobre el paso de Artaud por México en Viagem ao
México (1995) y sobre la vida supuesta de Graciliano Ramos al salir de prisión en Em
liberdade (1981); Ana Miranda que usa a Gregorio Matos como personaje ficcional
en Boca do inferno (1989), y al poeta Augusto dos Anjos en A última quimera
(1995); y Fernando Vallejo con sus biografías de los poetas José Asunción Silva,
Almas en pena, chapolas negras (1995) y de Porfirio Barba-Jacob, El mensajero
(1984). Como afirma Celina Manzoni, esta sería “[...] otra inflexión del movimiento
tendiente a desarticular un canon agotado, y por el cual una nueva sensibilidad
reinterpreta formas menospreciadas, o a veces directamente desconocidas” (Manzoni,
2005, 30-31).
Si La literatura nazi en América, por ejemplo, juega con la forma de una
antología y la construcción de un canon imaginario americano, parodiando el tono y
el estilo de un manual de historia literaria, Nocturno de Chile, nos presenta en detalle
la voz, la vida y los conflictos éticos que se esconden detrás de un crítico literario
chileno que contribuye decididamente a la construcción de ese canon. La parte de los
críticos, típica novela de campo académico, frecuente sobre todo en el mundo
anglosajón contemporáneo (un ejemplo de este tipo de narrativa es El mundo es un
pañuelo (1996) de David Lodge), retrata los pormenores de la crítica, sus procesos de
escritura, los viajes y encuentros en seminarios y congresos académicos, la manera en
que se fabrican las alianzas y los conflictos entre los grupos de críticos con diferentes
posturas interpretativas, así como la amistad y el amor que surge entre ellos.
En cuentos como Sensini, de Llamadas telefónicas, se describe la lucha de
escritores desconocidos o aún poco reconocidos por el mercado, para conseguir su
sustento económico a través de la escritura, los trucos a los que recurren los escritores
110
(como mandar el mismo cuento con distinto título a varios concursos) así como la
amistad entre un joven escritor y un posible maestro.
Ejemplos de este tipo abundan en la obra de Bolaño, aunque hay que anotar que
la mirada de Bolaño generalmente se realiza desde un mismo lugar (su lugar) el del
poeta-escritor outsider. En este sentido, la mirada de Bolaño es una mirada crítica, no
es condescendiente ni autoelogiosa del oficio. Aunque destaca algunos aspectos
positivos de la vida literaria como la amistad entre algunos poetas o el placer, la
alegría y la resistencia que por momentos puede brindar la labor poética y la lectura,
en general su visión es pesimista y desilusionada: el campo literario es representado
como “un campo minado” (PA, 218) lleno de trampas y conspiraciones, o como un
“ejercicio de cortesanos” (Braithwaite, 2006, 92) que suele ser ridículo y en no pocas
ocasiones también perverso. De ahí que Bolaño se interese particularmente por las
cuestiones éticas que rodean a escritores y críticos y por los criterios éticos que rigen
la elaboración de ciertos canones literarios.
Aunque incorporado a la corriente de la literatura sobre la propia literatura, en el
caso de Bolaño me parece que su estrategia se aparta de la reflexión sobre el proceso
de escritura de la propia obra mientras se escribe, hacia la descripción más
panorámica de un observador de lo literario, la mirada de un observador participante
que retrata desde adentro las relaciones de un campo específico. Aunque lo literario
sea su tema predilecto, sus obras no giran en torno únicamente a la reflexión sobre el
proceso de escritura de la obra en particular que está siendo escrita en ese momento,
sino sobre las condiciones generales de vida que rodean a los actores que intervienen
en el campo literario. De este modo, su literatura trasciende el juego cerrado del
propio proceso escritural y se acerca a los conflictos más generales de la vida de los
poetas, escritores y críticos (funcionando también como una posible metáfora de la
vida, en especial, en el contexto latinoamericano contemporáneo de post-dictadura).
Por otro lado, me parece que Bolaño se aleja de lo hiper-literario al mezclar
varias tradiciones en su obra, inclusive consideradas generalmente como antagónicas:
la erudita y metaliteraria en la línea de Borges, con una tradición más vitalista a lo
beatnik, y también con una tradición de la novela policial y de aventuras, creando
textos que parecen una especie de género policial-literario (semejante quizás al que
111
4.2.2.
La teoría y la crítica de los personajes ficcionales
Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para
cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una
literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre.
Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una
literatura para cuando estás desesperado (LDS, 201).
Rayuela de Cortázar o un Emilio Renzi como en los textos de Piglia, personajes que
parecen centralizar el pensamiento crítico del autor, funcionando como un alter ego
crítico y teórico en la narrativa. En el caso de Bolaño prima la multiplicidad de
perspectivas, diversas voces teóricas y críticas que se enfrentan en un campo lleno de
tensiones y conflictos entre diversos modos de entender y ejercer la literatura.
Darío hubiera aprendido más, y hubiera sido capaz de poner fin al modernismo e
iniciar algo nuevo que no hubiera sido la vanguardia pero sí una cosa cercana a
la vanguardia, digamos una isla entre el modernismo y la vanguardia, una isla
que ahora llamamos la isla inexistente [...] y el propio Huidobro tras su fructífero
encuentro con Darío hubiera sido capaz de fundar una vanguardia más vigorosa
aún, una vanguardia que ahora llamamos la vanguardia inexistente y que de
haber existido nos hubiera hecho distintos, nos hubiera cambiado la vida (A, 57-
58).
Este es otro ejemplo del tipo de crítica literaria que realizan los personajes
bolanianos. Argumentos relativos a posibilidades imaginarias en la historia de la
literatura latinoamericana. El típico ¿qué hubiera pasado sí...? En su discurso Derivas
de la pesada, Bolaño se pregunta irónicamente:
Cinco años después, en el 2007, Piglia recupera este aparte del discurso
bolaniano en su conferencia de la Cátedra Roberto Bolaño de la Universidad Diego
Portales de Santiago. Usando precisamente la figura de Gombrowicz como eje
114
discursivo para analizar la cuestión del “escritor como lector”, Piglia propone también
esta idea como un modo de definir la perspectiva y la obra de Bolaño. Para Piglia un
escritor no puede hablar de su propia obra pero si puede hablar, como lo haría Bolaño
y Gombrowicz, de su relación con la literatura. Así, la mirada de Bolaño, es decir, el
modo en que lee y observa el mundo estaría para Piglia en sincronía con la mirada de
Gombrowicz.
En el caso de este tipo de crítica profética me parece que Bolaño juega un poco
con el género de la ficción científica, aunque, como en el caso del policial, lo
transforma para sus propósitos particulares. Si se sistemarizaran estos comentarios
tendríamos posiblemente un interesante libro de crítica y teoría literaria de ficción
científica, que podría ser tan absurdo y contradictorio como revelador. En todo caso el
procedimiento funciona como un pequeño mecanismo explosivo que estalla en la
imaginación del lector haciéndolo reflexionar sobre las posibilidades de re-
articulación de un canon y finalmente sobre el carácter construido del mismo.
La crítica futurista, profética aparece también en las listas que más adelante
elabora Auxilio en la misma novela (A, 133 y ss.) donde la calidad de autores y obras
parece estar medida por lo que les espera en el futuro: ser leído en los túneles de las
ciudades latinoamericanas en el año 2045 (Borges y César Vallejo); convertirse en un
poeta de masas en el 2045 (Huidobro); ver toda su obra llevada al cine en el año 2102
(Arlt); tener una estatua en una plaza de Chile en el 2059 (Nicanor Parra) o en México
en el 2020 (Octavio Paz); perder a su última lectora en el 2100 (Alejandra Pizarnik).
este modo Bolaño propone una crítica parcial, apasionada, burlona, política y de un
punto de vista exclusivo.
En este tipo de crítica ficcional, lo que aparece es el gesto del escritor como
crítico, el del estratega en el campo literario, que está más preocupado por establecer
un canon y derribar otros y por incorporar su nombre a una determinada familia de
escritores que él mismo define a partir de su gusto y elecciones estéticas. Ciertos
nombres que se deslizan en las listas de autores elaboradas por Bolaño, parecen
deslocar la formación de un canon regido por ciertas características comunes hacia los
caprichos de los gustos literarios del autor (como el de Alice Sheldon, por ejemplo, o
el de Phillip K. Dick) evidenciando un gusto particular, precisamente el de la ficción
científica, que lo diferencia de los canones literarios tradicionales, especialmente
latinoamericanos, donde no ha habido una tradición fuerte de este tipo de literatura y
no es común encontrar que los autores cultos se interesen por ella.
mejor, me parece que se impone otra inflexión de este movimiento, estamos con
Bolaño en presencia del poema que habla de otros poetas, el poema que reflexiona
sobre una determinada poesía: la chilena o la latinoamericana, especialmente, el
poema-lectura, el poema-homenaje. Se trata como afirma Pere Gimferrer en el prólogo
a Los perros románticos de “palabra que, reflejándose a sí misma, refleja al lector y al
acto de leer” (Gimferrer, 2000, 10). En este sentido volvemos a la perspectiva
propuesta por Piglia para entender la obra de Bolaño como la del “escritor como
lector”.
4.2.3.
Autobiografía, crítica y ficción
parriano, le sirve a Bolaño para estructurar su historia de vida, su pasado familiar, sus
gustos literarios, su militancia política. Así, sus abuelos paternos serían “nerudianos en
el paisaje y en la laboriosa lentitud” o el propio Bolaño al mencionar su participación
en la construcción del socialismo en la época de Allende sería “parriano en la
ingenuidad”.
59. Preguntas para antes de dormir. ¿Por qué a Neruda no le gustaba Kafka? ¿Por
qué a Neruda no le gustaba Rilke? ¿Por qué a Neruda no le gustaba De Rokha?
60. ¿Barbuse le gustaba? Todo hace pensar que sí. Y Shólojov. Y Alberti. Y
Octavio Paz. Extraña compañía para viajar por el purgatorio. 61. Pero también le
gustaba Éluard, que escribía poemas de amor. 62. Si Neruda hubiera sido
cocainómano, heroinómano, si lo hubiera matado un cascote en el Madrid sitiado
del 36, si hubiera sido amante de Lorca y se hubiera suicidado tras la muerte de
éste, otra sería la historia (PA, 215).
Neruda se realiza, o mejor, se insinúa a partir de sus propios gustos literarios y a partir
de las opciones de vida del poeta: si Neruda hubiera sido cocainómano, o si se hubiera
suicidado, otra sería la historia. Pero, ¿cómo sería esa otra historia? La reflexión de
Bolaño, que generalmente está influenciada por el mito romántico del escritor y del
artista, deja más preguntas que respuestas.
[no hay] amigos, ni mucho menos maestros, ni hay nadie que te tienda la mano,
las publicaciones, los premios, las becas son para los otros [...] Estaba en la
inopia [...] Nadie me conocía y yo no estaba dispuesto ni a dar ni a pedir cuartel
(PA, 218).
literarias. Algo que aparece por ejemplo de manera frecuente en la obra de Bolaño y
de escritores brasileros como Sergio Sant’Anna y Rubem Fonseca. Como afirma Edu
Otsuka:
Volviendo al texto Encuentros con Enrique Lihn, vemos que una buena parte del
mismo se detiene en las cartas que Lihn le envía a Bolaño y en sus comentarios sobre
120
los que serían los seis tigres de la poesía chilena del año 2000: Bertoni, Maquieira,
Gonzalo Muñoz, Martínez, Rodrigo Lira y el propio Bolaño. A través de la sanción
del maestro, Bolaño se incorpora de este modo a una familia de poetas con la que se
siente identificado, pese a que el destino del grupo, tal como Bolaño lo cuenta, sea
desolador. Los poetas parecen perderse por destinos trágicos o poéticos: vivir como
un hippie a orillas del mar, dedicarse a la bebida, perderse en México (pero no como el
cónsul de Lowry sino como ejecutivo de publicidad) o suicidarse.
Un poco antes del final del relato, para explicar la excitación de los invitados a la
fiesta en la casa de Enrique Lihn, volvemos a las referencias librescas, como si el
mundo de la literatura no fuera solamente un tema sino el referente central para
explicar el mundo y el comportamiento de los personajes. Dice el narrador:
[...] sólo veía desconocidos que comían o bebían y que, sobre todo, se movían de
mesa en mesa, de reservado en reservado, o de una punta a otra de la barra, todos
presa de una excitación febril, como se leía en las novelas de la primera mitad
del siglo XX (PA, 223-224).
Aparte del autor de Una casa para Mr. Biswas, otros escritores son citados en el
relato: Borges, Bioy Casares y Rodrigo Fresán. Los dos primeros como personajes que
se encuentran con Naipaul en Buenos Aires, el último como personaje que conversa
con el narrador sobre la crónica de Naipaul. La constante citación de nombres de
escritores y escritoras, la presencia de personajes reales en sus relatos, así como
ciertos momentos y acontecimientos históricos que Bolaño elige para situar sus
narraciones, colocan sus textos en un espacio indeterminado entre ficción y realidad.
Ese juego permanente con lo verificable, en este caso la visita de Naipaul a Buenos
Aires en 1972, contribuye a situar sus relatos en unas fronteras difusas entre lo real y
lo ficcional.
4.3.
Crítica y ficción o todo es literatura
Literatura sobre la propia literatura, ficción que se escribe como historia literaria,
crítica ficcional, mezcla de géneros: ¿de dónde viene y a qué obedece este
procedimiento estético usado por Bolaño y por otros escritores contemporáneos? Me
parece que varias respuestas y líneas de análisis son posibles para responder a estos
interrogantes. Como veíamos al inicio de este capítulo, dentro de la propia tradición
literaria podemos encontrar múltiples antecedentes de obras que mezclan diversos
géneros y que incluyen un tipo de reflexión sobre la propia literatura, así como
narrativas que tematizan el propio proceso de escritura a través de sus personajes
ficcionales.
25
Para una discusión detallada sobre la literatura híbrida en el contexto español contemporáneo ver
Martín-Estudillo y Bagué Quílez (2008).
124
original de la novela moderna. Como afirma Luiz Costa Lima: “O espaço do ficcional
em Cervantes supõe a atualização do exercício crítico no próprio ato de criação. Para
tanto, lhe é capital o recurso do distanciamento, a capacidade de o autor ver-se de fora
do que relata” (Costa Lima, 1986, 58).
Don Quijote aparece también como la marca del fin de una forma de interpretar
la realidad: la episteme renacentista analizada por Foucalt en Las palabras y las cosas.
Si hasta el final del siglo XVI la interpretación de la realidad estaba basada en la idea
de la semejanza y la representación se daba como repetición, teatro de la vida o espejo
del mundo, “[c]om suas voltas e reviravoltas, as aventuras de Dom Quixote traçam o
limite: nelas terminam os jogos antigos da semelhança e dos signos; nelas já se travam
novas relações” (Foucault, 2002, 63).
Por otro lado, el lenguaje ha dejado de ser representacional, lo que seria la base
de una transmisión precisa de los mensajes, un vehículo para comunicar alguna cosa
que estaba fuera: el objeto de la ciencia. Actualmente, el lenguaje se comprende de
128
en las fronteras entre los géneros: mezcla de ficción, ensayo, crítica literaria y de
géneros documentales como diarios, cartas y testimonios. Así mismo ayuda a
entender la estrategia de la auto-ficción, textos donde el autor real aparece dentro de
la narrativa como narrador y/o personaje, efectuando una dramatización de sí mismo,
pero dejando marcas evidentes de relación con su biografía. Ejemplos de este tipo de
textos son relatos de Bolaño como Carnet de Baile y Encuentros con Enrique Lihn,
analizados en este capítulo, así como las obras de Fernando Vallejo, algunos textos de
César Aira y las últimas novelas de João Gilberto Noll, Lord (2004) y Berkeley em
Bellagio (2002)26.
El fenómeno también puede ser identificado en formas híbridas de otras
expresiones artísticas, como en el cine contemporáneo. Pienso en películas que
manipulan permanentemente las perspectivas narrativas, incorporan figuras y
personajes históricos actuales o del pasado, y mezclan diversos registros: imágenes en
directo y testimonios, argumentación académica, fragmentación, técnicas de
videoclipe y de publicidad, collage y video arte, como en la película Un tigre de
papel (2007) del director colombiano Luis Ospina.
Por un lado se cuestiona la supuesta autenticidad del documental, reconociendo
plenamente que lo que se pretendia documental es también un texto impuro y
arbitrario, que depende de la mediación de la subjetividad. Así, estas películas buscan
colocar en evidencia el propio proceso de representación y el papel del director y de
la perspectiva narrativa en la construcción de la película, como en la filmografía de
Eduardo Coutinho en Brasil. Por otro lado, películas que se presentan como
ficcionales usan estrategias propias de representación del documental, buscando
constantemente crear un efecto de verdad en sus narrativas.
En algunos casos haciendo una revisión de acontecimientos centrales de la
historia social y política latinoamericana, estas formas narrativas actuales, tanto en la
literatura como en el cine, cuestionan el estatuto de lo real y de lo fictício
desestabilizando los criterios de verdad únicos, revelando también el carácter de
26
Para una discusión detallada del concepto de auto-ficción y el retorno del autor en la narrativa
latinoamericana contemporánea, ver Klinger (2007). Sobre el giro autobiográfico en la literatura
argentina actual, ver Giordano (2008).
130
5
De la literatura como un oficio peligroso:
La idea de literatura en la crítica y la obra de Bolaño
“El poeta está siempre en peligro porque lucha con las fuerzas que no conocen el freno.
La poesía es un reto al destino, es devoción y es valentía”
La lucha contra el demonio, Stefan Zweig
5.1.
La literatura como peligro en sus intervenciones críticas
[p]ues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al
vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el
borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que
uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la
comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la losa que
132
cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una
folklórica andaluza, es un peligro (EP, 36-37).
sumerge en su obra en la investigación de los mecanismos del horror como una forma
de conocerlos para poder combatirlos. Pese a cierta obsesión y atracción por lo
perverso, en su obra salta a la vista una valoración positiva de aquellos personajes
reales y ficcionales que se oponen activamente al terror. Por eso también la cuestión
del valor y la valentía es central en el pensamiento bolaniano.
Bolaño valora profundamente la lealtad, algo que ve representado en los
guerreros y el valor de decir lo obvio cuando todos se callan. Autores como Pedro
Lemebel, Rodrigo Rey Rosa, o James Ellroy, a quienes dedica algunas de sus notas
sobre literatura, representan modelos de escritores valientes porque saben mantener
los ojos abiertos en el fondo del abismo, en la pesadilla, o el horror (figuras
frecuentes en los textos críticos de Bolaño). Leyendo, tanto sus obras ficcionales
como sus textos críticos, me parece que ese horror puede significar varias cosas:
puede tratarse del vacío y la angustia de la existencia, puede ser el horror de las
dictaduras latinoamericanas, puede ser el mal y la violencia en un sentido más
general. Internarse por esos caminos y mantener los ojos abiertos representa para
Bolaño uno de los valores más altos de la verdadera literatura. Llegados a este punto
se hace evidente que Bolaño valora en forma positiva lo que él mismo persigue en su
escritura ficcional, en la exploración del mal y el horror que aparece en obras como
Estrella distante, Nocturno de Chile, 2666 y muchos de sus relatos dedicados a
explorar las consecuencias de la represión dictatorial y las posibles causas de la
violencia, tanto la violencia política asociada al ideario nazi-fascista, como la
violencia urbana, asociada en algunos casos con prácticas del capitalismo salvaje, tal
como aparece sugerido en 2666.
Según Maurice Blanchot cuando el autor encuentra el “movimiento de escribir
que le será propio” (Blanchot, 1969, 234) quien escribe no es el autor, es la exigencia
misma de escribir y el peligro de la literatura estaría precisamente en el límite al que
ese movimiento nos acerca, a “la gran agonía”, “el terror de la soledad”, “el espanto
de contemplar el fondo de la botella” (ibid, 115). Así como Blanchot recurre a la
figura del fondo de la botella, en la obra de Bolaño encontramos en diversas
ocasiones la imagen del fondo negro de un florero como metáfora del infierno que les
134
he dado contemplar a los poetas27. Los poetas-personajes de Bolaño poseen esa doble
condición: tienen el privilegio de acercarse al otro lado, al abismo, pero por esa
misma capacidad corren el riesgo permanente de ser castigados. Por eso también la
literatura es considerada un oficio peligroso.
Por otro lado, para Michel Leiris28 el peligro de lo literario está relacionado con
el grado de sinceridad con que el escritor se enfrenta con los aspectos más oscuros de
su propia vida y su pasado. Leiris buscaba un camino para la literatura que no se
restringiera solamente al campo de lo estético, algo que le diera un valor a la obra
literaria equivalente al riesgo del torero frente a los cuernos afilados del toro (la
imagen y metáfora de la tauromaquia es recurrente en su obra). El camino propuesto
por Leiris consiste, básicamente, en “[p]ôr a descoberto certas obsessões de ordem
sentimental ou sexual, confessar publicamente algumas das deficiências ou covardias
que mais o envergonham” (Leiris, 2003, 16). La regla de composición de su
confesión debía rechazar cualquier fabulación y solamente admitir los hechos
verídicos. Esta regla extrema de sinceridad (decir toda la verdad y nada más que la
verdad) debía ser también abordada con firmeza y sin artificios.
Pese al título de unos de los primeros libros críticos sobre la obra de Bolaño, la
selección de artículos Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia, organizado
por Celina Manzoni en 2002, no veo en ningún momento en su obra el tipo de riesgo
al que se refería Leiris. Al contrario, como veíamos en el capítulo anterior, tanto su
obra como la propia figura pública del escritor Bolaño (su mito personal) recusan
permanentemente la confesión y la autobiografía sincera, prefiriendo de manera
evidente la opción por la autofabulación. Es cierto que algunos trazos autobiográficos
aparecen en sus relatos y novelas, así como en sus textos críticos, pero no tienen el
sentido del gesto confesional que propone Leiris y que en su opinión, harían de la
literatura un oficio de riesgo semejante a la tauromaquia.
Al contrario y de manera general, se destaca en sus intervenciones críticas la
poca valoración que Bolaño le daba al género de la autobiografía: “Siempre me
27
Este aspecto de su obra ha sido estudiado en detalle por María Martha Gigena (2003) en La negra
boca de un florero: metáfora y memoria en Amuleto.
28
Las ideas de Leiris se encuentran principalmente en el famoso prólogo a su libro Edad de hombre
titulado De la literatura como tauromaquia, publicado originalmente en 1946. Ver también Espelho da
tauromaquia, 2001.
135
Bolaño, es una de las que más y mejor obliga –me atrevo a afirmar que es la
más poderosa en este sentido dentro de las letras latinoamericanas– a una casi
irrefrenable necesidad de leer y de escribir y de entender al oficio como un
combate postrero, un viaje definitivo, una aventura de la que no hay regreso
porque sólo concluye cuando se exhala el último aliento y se registra la última
palabra (2008, 294-295).
Y tal vez esto explique, en parte, el éxito de Bolaño, el culto a Bolaño, sobre
todo por esas legiones de jóvenes latinoamericanos, lectores y escritores o aspirantes
a escritores, que lo leen y lo comparten y se sienten integrantes de una secta, como si
ellos mismos hicieran parte de una de sus novelas y Bolaño fuera ese escritor
desconocido que buscan frenéticamente. A lo mejor no hemos dejado de ser
románticos del todo, en el mejor sentido de la palabra, como decía Fresán.
La idea de la literatura como riesgo ya aparece desde los primeros textos
críticos de la Revista Plural en 1976, donde Bolaño hablando del Movimiento
Estridentista mexicano, afirma que el vanguardista es el primero en arriesgarse, el
primero en tirarse al agua. En esa valoración positiva que hace Bolaño de la
vanguardia mexicana se destacan dos aspectos centrales para la comprensión de su
idea de la verdadera literatura: 1) la innovación formal y 2) la relación arte-vida. Para
crear es necesario subvertir, experimentar, pensar nuevas formas de acción e intuir
nuevas sensaciones, esto era lo que Bolaño veía como positivo en el Estridentismo e
intentó promover con su Movimiento Infrarrealista en los años 70. El verdadero poeta
debe tener una disposición permanente a arriesgarse en mundos desconocidos. Pero
esa renovación no se da únicamente en el campo formal, también debe ser una
apuesta de vida y de experiencia. El poeta debe hacer de su propia vida una obra de
arte. Debe ser rebelde, debe rechazar las situaciones culturales establecidas. Y debe
también rechazar o luchar contra el status de escritor.
Resumiendo: para Bolaño la literatura es un peligro si el escritor/poeta pone su
vida al servicio de la escritura, si destruye las fronteras que separan vida y literatura,
si corre riesgos, si busca una ruptura con lo establecido, si mantiene los ojos abiertos
en medio del abismo, si no se rinde ante las tentaciones del poder político y el poder
literario, si consigue huir de la condición estancada de escritor. Entre más se acerque
el escritor/poeta de cumplir estas condiciones más peligroso será su oficio, pero
138
también más valiente, más elevado será su arte y más alto será su lugar en el nivel de
valoración bolaniano.
Al entender la cuestión del valor también desde el punto de vista de la
innovación y del riesgo formal y no solamente del “vivir peligrosamente” – como
suele entenderse en muchos casos la cuestión del peligro de la literatura – se entiende
que Bolaño titule una de sus notas sobre Borges, El bibliotecario valiente o que
defina a Sergio Pitol como un hombre valiente. Esos riesgos formales, por otro lado,
no se refieren exclusivamente a lo que se entiende por una literatura experimental,
como el mismo Bolaño aclara en una entrevista (Brathwaite, 2006, 77), también
implican principalmente un riesgo ético que no podría expresarse, según él, sin la
asunción de un riesgo formal. El verdadero escritor debería buscar siempre escribir
obras maestras. Por eso Bolaño lanza sus ataques frecuentes contra la figura del
escritor de éxito de mercado que solamente escribe lo que el público, en cuanto
consumidor, quiere leer, o del escritor-funcionario que escribe lo que el poder quiere
escuchar. Esos escritores son cobardes para Bolaño, son aquellos que sólo buscan
respetabilidad, son aquellos que no corren riesgos y que rápidamente se instalan en el
status de escritor.
Dice Susan Sontag que, “[o]s românticos consideravam a arte uma forma de
heroísmo, de ruptura ou de superação. Coerentes com este princípio, os adeptos do
moderno exigiam que as obras de arte fossem, em cada caso, algo extremo – terminal
ou profético ou ambas as coisas” (Sontag, 1986, 105). Me parece que es en este
sentido del arte como una forma de heroísmo, como lo entienden y experimentan
Bolaño y sus personajes. Cuando Bolaño cita a Alonso de Ercilla, autor del poema
épico La Araucana, en sus notas sobre literatura, dice:
Una especie de valor, que puede adquirir las formas “más extremas y bizarras”
parece ser la mayor cualidad del poeta para Bolaño. No es suficiente con ser poeta, no
es suficiente con ser un buen poeta, la cuestión no es escribir bien, debe haber algo
más, aunque ese algo más a veces sea difícil de definir. Cuesta trabajo encontrar
rasgos comunes entre los autores valientes que a veces conforman las listas
elaboradas por Bolaño a lo largo de sus intervenciones. En todo caso tenemos la
sensación de que esos autores (algunos más que otros) así como sus personajes, la
propia figura del narrador-personaje (Bolaño, B., Arturo Belano) y el mito de Bolaño-
escritor, corresponden a la figura del artista heróico que sacrifica todo por el arte, que
pone su propia vida en riesgo en búsqueda de algo que en realidad no llega a
comprender completamente.
La valentía para mantener los ojos abiertos en medio del abismo, en conjunto
con variables como la innovación, la originalidad y la condena del plagio, confluyen
para la configuración de lo que Bolaño define como verdadera literatura. Una
literatura además que debe ser realizada en la intemperie, es decir fuera de los
canones institucionales, lejos del poder político y de las demandas del mercado.
Bolaño lo deja claro, por ejemplo, cuando escribe sobre el Premio Nacional de
Literatura de Chile en 200229 (EP, 102-105). Para él poetas como Armando Uribe,
Claudio Bertoni o Diego Maquieira tendrían una obra con mayores méritos que la de
Isabel Allende (modelo de escritora de mercado), Antonio Skármeta o Teitelboim
(modelos de escritores-funcionarios del poder para Bolaño). Serán los “poetas, los
narradores, los dramaturgos,” escribe Bolaño,
[...] los críticos literarios que trabajan a la intemperie, en la oscuridad; ellos los
que ahora no son nada o son poca cosa al lado de los pavos hinchados, se
enfrentarán al reto de hacer de esa posible literatura chilena algo más decente,
más radical, más libre de componendas (EP, 104-105) (Cursivas mías).
29
Ese año el Premio lo ganó Teitelboim.
140
kamikaze (como serían en ese momento Mario Santiago y Rodrigo Pimentel). Los
primeros harían una poesía de “cubículo universitario”, los segundos harían una
poesía como “experiencia viva”.
Una comparación semejante aparece en la respuesta de Bolaño a una entrevista
sobre las diferencias entre una verdadera escritora y una escribidora, donde afirma
que “[u]na escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora es Marcela Serrano” (EP,
331). Durante la misma entrevista, ante la pregunta de si hubiera cambiado su parecer
sobre sus libros si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta,
Bolaño dice: “[...] ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un
sentido de la prosodia y el ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el
silencio” (idem).
Si comparamos este texto sobre La nueva poesía... y las declaraciones citadas
de la entrevista sobre Silvina Ocampo y Marcela Serrano con, por ejemplo, uno de los
discursos de Bolaño, Derivas de la pesada del año 2002, podemos encontrar ciertos
rasgos comunes. En este caso Bolaño contrapone la literatura de Oswaldo Soriano
que sería de “fácil acceso a las masas de lectores” y lo define como el modelo de
escritor para ganar dinero, con la figura de Cortázar que tiene “originalidad”, escribe
“novelas totales” y “cuentos perfectos”. El ataque se desplaza ahora del cubículo
universitario hacia un cierto autor de éxito de mercado. Como veíamos en el capítulo
sobre las intervenciones críticas de Bolaño, es principalmente contra esta figura que
el autor construye el mito del verdadero escritor.
La cuestión relacionada con el “fácil acceso a las masas de lectores” aparece
también en otro de sus discursos, Los mitos de Cthulhu, sobre la literatura
contemporánea en lengua española, leído en la Cátedra de las Américas en Barcelona
en noviembre del año 2002. En este irónico discurso la crítica de Bolaño parece
apuntar hacia la ecuación: legibilidad = más leído = más vendido. Con este rótulo de
legibilidad Bolaño sitúa a autores como Arturo Pérez Reverte y Vásquez Figueroa.
Aunque Bolaño afirma que en principo no tendría nada contra la claridad y la
amenidad, su crítica corrosiva apunta hacia las “historias que se entienden” que son
las que venden y gozan del favor del público. Nuevamente realiza sus listas
contrapuestas, de un lado lo que sería la literatura latinoamericana en ese momento,
141
asociada a los autores más vendidos: Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ángeles
Mastretta, Sergio Ramírez, Tomás Eloy; del otro lado los autores que verdaderamente
deberían ser o representar la literatura latinoamericana, pero que estarían fatalmente
olvidados en la actualidad, según Bolaño: Borges, Macedonio, Onetti, Bioy, Cortázar,
Rulfo, Reinaldo Arenas, Puig, Copi, Arlt.
Aunque Bolaño realiza esta crítica con bastante frecuencia e intensidad, es
posible afirmar que también su propia obra es bastante legible. La prosa de Bolaño no
es una prosa complicada, no se trata de una escritura difícil – como podría ser
caracterizada, por ejemplo, la de Oswaldo Lamborghini, o incluso la de Macedonio
Fernández. Al contrario, la escritura de Bolaño se caracteriza por una aparente
simplicidad. Bolaño reivindica, desde sus primeros escritos, la vieja tarea del
contador de historias. Lejos de las experimentaciones formales y juegos con el
lenguaje que caracterizaron buena parte de la literatura latinoamericana de la
vanguardia y de los años 60 y 70, Bolaño parece recuperar la esencia del relato, el
contar una historia. Con un lenguaje simple, sin muchos adornos, poca adjetivación y
poca exploración de la subjetividad de los personajes, Bolaño escoge el camino de la
acción, de la narración de acontecimentos, sin detenerse demasiado tiempo en la
mente de los personajes30. Y es en parte por su estilo narrativo que ha recibido
críticas de otros escritores como las realizadas por Fernando Vallejo y Darío
Jaramillo31.
En realidad, la prosa de Bolaño se desliza con facilidad en cualquier género
(cuento, novela corta, novela, crónica) y su escritura apunta, por lo menos en
principio, a la posibilidad de comunicación con cualquier lector – exceptuando quizás
su novela corta Amberes que podría ser considerada como la más difícil de sus
novelas, por su fragmentación y saturación de imágenes poéticas – y pese a la
frecuente citación de títulos, nombres de escritores y escritoras y a los juegos
intertextuales que aparecen en casi todos sus escritos y que requieren del lector ciertas
30
Lo que concuerda con la visión de Roberto Contreras (2003) para quien toda la obra de Bolaño,
inclusive su obra poética, estaría fundada principalmente en el argumento.
31
Fernando Vallejo (apud Cercas, 2007) afirma que la prosa de Bolaño es pedestre, plana, elemental
("del tipo yo Tarzán, tú Chita"). Darío Jaramillo (2007) afirma que “[t]iene pocos recursos y los repite
sin variar [...] Bolaño es mago de un solo truco, retorcido (como un remolino), adornado truco, pero
siempre igual a sí mismo”.
142
¿Qué pueden hacer Sergio Pitol, Fernando Vallejo y Ricardo Piglia contra la
avalancha de glamour? Poca cosa. Literatura. Pero la literatura no vale nada si
no va acompañada de algo más refulgente que el mero acto de sobrevivir. La
literatura, sobre todo en Latinoamérica, y sospecho también en España, es éxito,
éxito social, claro, es decir es grandes tirajes, traducciones a más de treinta
idiomas [...] casa en Nueva York o Los Ángeles, cenas con grandes magnatarios
[...] portadas en Newsweek y anticipos millonarios (EGI, 171-172).
143
5.2.
La crítica como espejo secreto de la obra
Quisiera usar ahora los criterios planteados por Bolaño al caracterizar una
verdadera literatura en sus intervenciones para aproximarme a su propia obra
ficcional y ver allí la relación entre sus planteamientos críticos y su práctica narrativa.
Como veíamos Bolaño retoma una tradición de la noción del poeta como héroe,
como un ser que desafía a los dioses, un sacrílego, una de las figuras recurrentes en la
literatura occidental. Esta es una de las cuestiones centrales en la obra de Bolaño: la
idea de que el poeta es un ser privilegiado para acercarse al límite, al borde del
abismo, el único que puede ver o presentir lo que está más allá del lenguaje, aunque
esa capacidad, ese privilegio constituya también una amenaza, razón por la cual la
literatura sería considerada como un oficio peligroso. Así comienza, por ejemplo, el
cuento Enrique Martin de Llamadas telefónicas: “Un poeta lo puede soportar todo.
Lo que equivale a decir que un hombre lo puede soportar todo. Pero no es verdad: son
pocas las cosas que un hombre puede soportar. Soportar de verdad. Un poeta en
cambio lo puede soportar todo” (LT, 37).
Lo que está implícito en esta noción es el peligro que le aguarda al poeta, al
escritor, por acercarse demasiado a los límites de la palabra humana. ¿Qué encuentra
el escritor en esos límites? ¿Qué hay más allá de la imposibilidad de la palabra
humana? Según Steiner (1988), en el límite de la palabra una tradición encuentra la
luz (como en Dante o San Juan de la Cruz); otra encuentra la música (la mayor
expresión de esta tradición estaría en el romanticismo alemán, con Novalis o E.T.A
Hoffman); y la tercera tradición encuentra el silencio: “[...] nela a linguagem
simplesmente cessa, e o movimento do espírito não produz nenhuma manifestação
exterior de sua existência” (ibid, 66). Esta última tradición es más reciente y estaría
ejemplificada en la actitud inaugural de Hölderlin y de Rimbaud.
Esta parece ser también la opción de muchos de los personajes bolanianos que
manifiestan una imposibilidad de poner en palabras su experiencia del límite, ya sea
de la belleza de la creación poética o del horror y la violencia a la que asisten. Esto lo
vemos, por ejemplo, en el silencio del narrador y su amigo dentista después de leer la
146
[...] que poco era lo que podíamos decir sobre nuestra experiencia de aquella
noche. Ambos nos sentíamos felices, pero supimos sin asomo de duda – y sin
necesidad de decírnoslo – que no éramos capaces de reflexionar o de discernir
sobre la naturaleza de lo que habíamos vivido (PA, 195).
[...] lo que sucede del otro lado, no se cuenta, sólo puede volver a contarse.
Perdido el referente, la lengua se ve obligada a reponer, perder la ficción del
origen, del original [...] En los límites del relato (sin precisión, con verdades
provisorias, pasibles de nuevas versiones) Bolaño propone una novela infinita
en la que la repetición es el único mecanismo que puede dar cuenta del horror
(De Rosso, 2002, 60) (Cursiva del original).
llanto incontrolable del Ojo Silva, al final de su relato en Putas Asesinas, o como el
enigma que se esconde detrás de la ventana con que se cierra Los detectives salvajes.
Pero a pesar de esta imposibilidad, el escritor no se detiene. Acabé de escribir
esto pensando en Bolaño, aunque es claro que otros escritores se detuvieron,
rindiéndose (aunque rendirse no creo que sea la palabra apropiada) a la tentación del
silencio, como Rimbaud, como Hölderlin, como Rulfo, como Campos de Carvalho o
Raduan Nassar. Esa es al fin y al cabo la lucha que han trabado todos los escritores
modernos. Como dice George Steiner: “[...] tão importante como o próprio trabalho é
a persistente sobrevivência de Hölderlin e de Rimbaud na mitologia e nas metáforas
ativas da situação literária moderna. Além dos poemas, quase mais forte do que eles,
há o fato da renúncia, a escolha do silêncio”. (1988, 67)
A pesar del intento de Bolaño, de hablar de esa experiencia del límite, de
enfrentarse al vacío, al abismo, a través de grandes novelas como Los detectives
salvajes y 2666, un solo libro no será suficiente, y tal vez todos los libros jamás serán
suficientes. En sus ensayos sobre la obra de Artaud y Beckett, Blanchot (2005) hace
notar la necesidad del escritor de continuar hablando, escribiendo, a pesar de no tener
nada más que decir, a pesar de la imposibilidad que representa la propia escritura. Las
fórmulas clásicas sobre la capacidad liberadora de la poesía y del poder de la
sublimación, parecen no ser suficientes para explicar los procesos más complejos del
devenir poético. El escritor no se libera después de escribir una obra: el peligro nunca
lo abandona. Por eso, para continuar sano, el escritor tiene que seguir escribiendo. Por
eso, como afirma Deleuze, “[a] literatura é uma saúde” (Deleuze, 1997, 9). Algo
similar dice Bolaño en el Post Scriptum de su novela Amberes: “De lo perdido, de lo
irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi
escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no
quiera aguantar más” (AM, 119).
Sin embargo, aunque el gesto de sus personajes apunte hacia el silencio y el de
sus obras hacia la inconclusión, la estrategia formal de Bolaño, la forma que se le
impone, su estilo32, está más del lado de la multiplicidad y su figura predilecta es la
32
Entiendo estilo a la manera de Barthes en El grado cero de la escritura: “[...] el estilo siempre tiene
algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, no de una intención, es como la
dimensión vertical y solitaria del pensamiento” (Barthes, 1980, 19).
148
Lo que parece importar más en una novela como Los detectives salvajes, no es
la calidad de los poemas de los real-visceralistas, sino las condiciones que rodean el
proceso de creación de la obra, en este caso, el ambiente bohemio, errabundo,
juvenilmente apasionado del grupo de poetas que se considera a sí mismo como la
vanguardia literaria de la época. Vemos como esta estrategia se asemeja también a la
forma en que Bolaño valora un escritor en sus textos críticos, teniendo en cuenta
antes ciertos rasgos de su personalidad que por el análisis de su obra en particular. A
Bolaño, más que las obras en sí mismas, parece importarle principalmente el destino
de los autores, y si este destino es trágico mucho mejor.
Bolaño aprovecha varios recursos formales característicos de otros autores
contemporáneos, como el juego con las perspectivas narrativas, la multiplicidad de
voces, el uso intensivo del discurso conjetural, el tema de la propia literatura o de la
creación artística como tema central de sus narrativas, y la inclusión de él mismo – o
de un cierto Roberto Bolaño – como personaje en sus ficciones. Pero me parece que
Bolaño usa esas estrategias formales para seguir hablando de temas como la guerra, el
mal, la valentía, la amistad, la muerte y no solamente del propio proceso de escritura
(tema recurrente en una gran parte de las que se han denominado escrituras
posmodernas). Lo que le interesa a Bolaño son los riesgos y los peligros de la
literatura y su proximidad con el mal y lo perverso. Por eso, como dice Gonzalo
Aguilar, “[...] el tema de las novelas de Bolaño es, más que la literatura, sus bordes
perversos y espantosos” (Aguilar, 2002, 146). Por eso también, Borges es el centro de
su canon – tal como lo reitera frecuentemente en sus intervenciones críticas – porque
como Borges, Bolaño admira la épica y quiere seguir contando historias donde se
juega la vida, donde la literatura continúa siendo un oficio peligroso, donde los
150
33
Aura Estrada (2007) analiza el tema en su artículo, Borges, Bolaño and the return of the epic.
151
Y para estos poetas valientes la propia literatura aparece como su única arma y
escudo. La literatura, para Bolaño, es el único medio posible para hacerle frente a
esos peligros. En El gaucho insufrible, Bolaño escribe:
Kafka comprendía que los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan
a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse
y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo, lo que sea, un libro,
un gesto, un objeto perdido, para encontrar cualquier cosa, tal vez un método,
con suerte: lo nuevo, lo que siempre ha estado allí (EGI, 158) (Cursivas del
original).
34
Bolaño afirma en el prólogo a La senda de los elefantes, que escribió esa novela entre 1981 y 1982,
aunque se publicaría primero La pista de hielo en 1993. También había comenzado a escribir Amberes
– posiblemente en 1980 – y la seguiría escribiendo por varios años, aunque solamente saldrá publicada
en el año 2002.
152
35
No obstante, Bataille aclara que la literatura supondría un peligro si no fuera expresión (en conjunto
y cuando es auténtica) de “aquellos en quienes los valores éticos están más profundamente anclados”
(Bataille, 2000, 43), por eso para el autor no se trataría de una ausencia de moral sino de una
hipermoral.
153
Poesía y dolor serían para Bolaño los únicos caminos posibles para encontrar
fórmulas maravillosas, pero al mismo tiempo ambos caminos a lo largo de su obra
comúnmente conducen a la ruina, al silencio o a la muerte. Según esta idea, la poesía
y la literatura expondrían al escritor al peligro de los límites de lo humano y lo
aproximarían del espacio del mal y la perversión.
En este sentido, gran parte de la obra de Bolaño cuestiona el presupuesto que
asocia la belleza como símbolo de moralidad. Las relaciones entre el bien y la belleza
constituyen un tópico problemático central de la tradición filosófica occidental desde
sus propios orígenes (Valcárcel, 2005, 1-2). No es este el espacio para profundizar en
una discusión detallada del problema. Sin embargo, quisiera solamente destacar que
es más frecuente encontrar en los diversos idearios filosóficos la identidad entre el
154
bien y la belleza antes que su divergencia. Kant en su Crítica del Juicio, por ejemplo,
concluye que lo bello es símbolo del bien moral y esta perspectiva aparece con
diversas connotaciones en gran parte de la tradición filosófica de occidente.
Pero a pesar de la fuerza de la tradición filosófica que tiende a identificar bien y
belleza, existe otra tradición paralela que insiste en su oposición e inclusive en la idea
de que detrás de la belleza puede ocultarse el mal:
Desde sus comienzos narrativos aparece una de las pistas centrales de la obra de
Bolaño, la idea que él ataca con insistencia desde sus primeros textos: que un hombre
de letras, un artista, no puede ser al mismo tiempo un ser vil, un criminal y un
asesino. Gran parte de su obra parece escrita para demostrar lo contrario: que un
artista puede ser también un asesino y que el ideal de la belleza de la creación
artística no implica necesariamente un compromiso con el bien moral.
En la propuesta de Bolaño encontramos siempre que el espacio que separa al
escritor del criminal es muy sutil, como si todos los escritores compartieran una
esencia maldita o por lo menos peligrosa, como si siempre detrás de las palabras se
ocultara el horror y el vacío y bastara un simple movimiento para pasar al lado
siniestro. Muchos de los personajes escritores de Bolaño, dejan la sensación de que
basta un pequeño movimiento para pasar de la belleza de la poesía a la violencia
extrema. “Para Bolaño”, escribe Álvaro Bisama,
[...] todos viven y mueren por la escritura que al final, resulta ser la única patria
y causa, y ésta a su vez, es el reflejo terrible de la condición de simulacro del
oficio. Todos los escritores mienten. Todos los escritores son héroes. Todos los
escritores son monstruos y detrás de cualquier epifanía siempre acecha la sangre
(Bisama, 2003, 86).
enfrenta el escritor. La escritura es como el fuego – Wieder llama a las poetisas que
asesina en la novela “aprendices del fuego” (ED, 43) – algo que atrae con mucha
fuerza pero que también atemoriza y espanta. De ahí que Wieder como el narrador
(llamado Bolaño en La literatura nazi... y Arturo B. (alter ego de Bolaño) en Estrella
distante) comparen los escritores a monstruos: “Ésta es mi última transmisión desde
el planeta de los monstruos”, escribe el narrador, “[n]o me sumergiré nunca más en el
mar de mierda de la literatura” (ED, 138). Y Wieder escribe: “Todos los escritores
son grotescos [...] Todos los escritores son Miserables, incluso los que nacen en el
seno de familias acomodadas, incluso los que ganan el Premio Nobel” (ED, 106).
Es como si fuera la propia literatura la culpable, como afirma Bataille en el
prólogo a La literatura y el mal y Borges, por ejemplo, en un texto como Nathaniel
Hawthorne de Otras inquisiciones, sin importar el uso que de ella se haga. Borges
escribe: “Como Stevenson, también hijo de puritanos, Hawthorne no dejó de sentir
nunca que la tarea de escritor era frívola o, lo que es peor, culpable” (Borges, 1996,
58). Para Borges la reflexión de Hawthorne, contenida en el prólogo a La letra
escarlata, corresponde también al viejo pleito entre la ética y la estética o como él
afirma, de la “teología y la estética”. Al parecer los escritores más conscientes de su
oficio sienten esta culpabilidad y con frecuencia la problematizan tanto en sus
novelas y cuentos como en sus intervenciones críticas.
Para Derrida hay algo maldito, violento en el origen mismo de la escritura,
como intentó mostrar en La gramatología. La escritura sería la adición de una
técnica, una astucia artificial por hacer presente al habla cuando en verdad está
ausente. “El suplemento es la imagen y la representación de la naturaleza”, escribe
Derrida, “[a]hora bien, la imagen no está ni dentro ni fuera de la naturaleza. Por tanto,
el suplemento también es peligroso para la razón, para la salud natural de la razón”
(Derrida, 1971, 191). Al estudiar la obra del escritor uruguayo Horacio Quiroga, Noé
Jitrik también advierte sobre este peligro de la escritura de ficción:
la experiencia del artista, para el que la promesse de bonheur del arte se convierte en
el veneno que contamina y destruye su existencia” (Agamben, 1998, 15).
Esa conciencia de la peligrosidad de la escritura se manifiesta también en la
valoración superior que hace Bolaño de la lectura, como un acto más civilizado y más
feliz que la escritura. Al igual que su maestro Borges, ambos son enfáticos en
declarar su preferencia por la lectura sobre la escritura en diversas ocasiones. Borges
por ejemplo, en el prólogo a la Historia universal de la infamia dice que “[l]eer, por
lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más
intelectual” (Borges, 1996, 289). Bolaño en su Autorretrato afirma que es “mucho
más feliz leyendo que escribiendo” (EP, 20) y en una entrevista dice que “escribir,
por otra parte, no es lo más importante; lo más importante es leer” (Braithwaite, 2006,
33). La lectura es una actividad más feliz que la escritura, nos dice Bolaño, y en esa
valoración superior de la lectura está implícita una visión de la escritura, no como
placer y alegría, sino como una actividad siniestra que puede poner en riesgo la
existencia y la salud espiritual del artista.
***
Al contrario de antecedentes literarios famosos del dandy del horror, como los
asesinos de Marcel Schwob, Mr. Burke y Mr. Hare, o los personajes infames de
Borges, el tratamiento de Bolaño hacia sus personajes siniestros – los escritores nazis
de América, Carlos Wieder en Estrella distante o Urrutia Lacroix en Nocturno de
Chile – no evidencia rastros de cariño o afecto. Aunque en la mayoría de los casos el
autor presente una postura fría y distanciada con relación a los hechos y a los
personajes, me parece que hay en sus obras una condena moral hacia las figuras
perversas, que se ve un tanto matizada por la tensión que subyace a la comunión de
una misma práctica: la literatura. Pero la ambigüedad que se presenta en los textos de
Bolaño, la relación entre fascinación y repulsa por lo perverso, no permite liberar al
autor completamente de su parte de culpa. Bolaño deja en abierto la posibilidad de
pensar en ambos – el escritor y el criminal – como culpables y en la práctica de la
159
literatura, más allá de las particularidades éticas de cada individuo, como una
actividad que posee por si misma un alto grado de proximidad con lo perverso.
Creo que esta es una de las principales paradojas que Bolaño enfrenta en su
obra, pues a pesar de reconocer y de insistir, tanto en sus ficciones como en sus
intervenciones críticas, sobre el peligro que representa la práctica de la literatura, se
trata al mismo tiempo de algo que es vital para él, indispensable, casi como una
adicción contra la cual no es posible luchar, o un destino oscuro al cual “nunca se
llega por azar” (Braithwaite, 2006, 91). Es como si el escritor no pudiera controlar
fuerzas que lo sobrepasan. En este sentido, la literatura sería un espacio donde la ética
escapa al dominio del escritor. Como afirma el propio Bolaño en un texto de 2001
titulado Un narrador en la intimidad:
Bolaño nunca dejó de escribir, a pesar de esa conciencia sobre los peligros
éticos de la literatura, por más que hasta el último momento continuara investigando
sobre las relaciones entre la literatura y lo perverso, y por más que pensara e
insistiera, como ningún otro escritor latinoamericano reciente, en que la literatura es
un oficio peligroso.
160
6
Consideraciones finales
“[...] tudo está para ser deslindado, mas nada para ser decifrado [...]
o espaço da escritura deve ser percorrido, e não penetrado”
Roland Barthes
36
“Consejos sobre el arte de escribir cuentos”, publicado originalmente en la revista Quimera de
Barcelona en febrero de 1998 con el título de “Números”, republicado en la selección de Entre
paréntesis (324-325).
162
Con relación a este punto, sin embargo, me parece que hay algunas líneas de
análisis que merecen mayor profundidad. Por un lado, y aunque algunos aspectos
centrales han sido mencionados en mi análisis, sería interesante intentar una mayor
sistematización del pensamiento teórico sobre la literatura que Bolaño expone en sus
intervenciones y a través de sus personajes ficcionales. Aunque no es un trabajo
simple debido a la gran cantidad de material que tendría que ser analizado y a las
características heterogéneas del mismo, serviría para organizar las ideas y sugerencias
teóricas y críticas de uno de los autores contemporáneos latinoamericanos que quizás
más pueda estar influenciando las prácticas escriturales y los caminos de las nuevas
generaciones de escritores, por lo menos en América Latina.
Por otro lado, creo necesario hacer un estudio comparativo más detallado para
identificar las rupturas y continuidades de la obra de Bolaño y de otros autores
contemporáneos con una tradición híbrida y de registro de realidad-ficción que ya se
percibe desde los propios inicios de la tradición literaria moderna occidental (incluida
la tradición latinoamericana). Valdría la pena detenerse un poco más en la
historización de estos géneros híbridos comparando de manera detallada la obra de
varios escritores en diversos momentos de la historia literaria de América Latina con
el objetivo de identificar las posibles diferencias y las semejanzas con los textos
actuales.
Así mismo, sería interesante comparar los textos crítico-ficcionales de Bolaño
con los de otros autores contemporáneos con los que traté de asociarlos: como los de
Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Fenando Vallejo, Silviano Santiago, Enrique Vila-Matas
o W. G. Sebald. Una lectura detallada y comparada de algunas de sus obras permitiría
observar realmente cuáles son sus puntos en común y los aspectos específicos de cada
uno de ellos. Sería clave profundizar en el análisis comparativo de la tradición
metaliteraria latinoamericana con la de otras latitudes con el objeto de revisar si
existen o no particularidades que las diferencien y si los contextos históricos
específicos influyen en las configuraciones de este tipo de práctica textual.
Aunque intenté una aproximación al tema de la literatura o escritura híbrida,
especialmente en el capítulo tres de este ensayo, creo que es un tema que aún precisa
de mayor investigación y análisis. ¿Habría alguna especificidad en estos nuevos
167
37
Ver entre otros: Miller (1987, 1990), Harpham (1992), Booth (2005), González (2001), Buell
(1999), Eaglestone (1997), Newton (1995), Parker (1994).
168
Referencias Bibliográficas
De Bolaño
Sobre Bolaño
____. Nota preliminar. In: BOLAÑO, Roberto. El secreto del mal. Barcelona:
Anagrama, 2007.
____. Por uma nova mitologia literária (entrevista). Prosa & Verso, O Globo, 12 de
maio, 2007, p. 3.
____. Presentación. In: BOLAÑO, Roberto. Entre paréntesis. Barcelona: Anagrama,
2004, pp. 7-16.
ELMORE, Peter. 2666: la autoría en el tiempo del límite. In: PAZ SOLDÁN,
Edmundo y FAVERÓN PATRIAU, Gustavo (eds.). Bolaño Salvaje. Barcelona:
Candaya, 2008, pp. 259-292.
ESPINOZA, Patricia. Bolaño y el Manifiesto Infrarrealista. Rocinante, n. 84, octubre
2005. Disponible en: http://www.letras.s5.com/rb2710051.htm Acceso en:
28/07/2009.
____. Estudio Preliminar. In: ____. Territorios en fuga: Estudios críticos sobre la
obra de Roberto Bolaño. Santiago: Frasis, 2003, pp. 13-32.
ESTRADA, Aura. Borges, Bolaño and the return of the epic. Word without
borders, The online magazine for international literature, 2007. Disponible en:
http://www.wordswithoutborders.org/?lab=BorgesAndBolano Acceso en:
17/09/2008.
FRANZ, Carlos. Huibodolabroño. El malpensante, n. 96, abril, 2009, pp. 32-39.
FREITAS, Guilherme. Realismo visceral. Prosa & Verso, O Globo, 12 de maio,
2007, pp. 1-2.
FRESÁN, Rodrigo. El samurai romántico. In: PAZ SOLDÁN, Edmundo y
FAVERÓN PATRIAU, Gustavo (eds.). Bolaño Salvaje. Barcelona: Candaya, 2008,
pp. 293-304.
GAMBOA, Santiago. 2666. Cambio, n. 595, noviembre, 2004, p. 76.
____. Un año sin Bolaño. Cambio, n. 576, julio, 2004, p. 66.
GARCÉS, Gonzalo. El viaje salvaje. Revista Gatopardo, diciembre, 2006, pp. 169-
176.
GARCÍA HUIDOBRO, Cecilia. Bolaño, el estridentismo y Cesárea Tinajero o
como hacer una literatura con sombra. Conferencia Universidad de Salamanca, De
Huidobro a Bolaño: un siglo de vanguardias chilenas en España, 3 y 4 de junio, 2008.
173
Generales