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Psiconeuroinmunología

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Marina Roustan
3.66 · Autonomous University of Barcel…

Abstract

Para comprender parte de los aspectos relacionados


con la etiología de los trastornos psíquicos, una
característica de la psiquiatría actual es tratar de
encontrar las bases para entender los aspectos
clínicos y etiopatogénicos del enfermo mental. Con
este objetivo se desarrolla la psiconeuroinmunología.
Este escrito presenta una breve sinopsis de su
historia, que refleja la evolución de los intentos de las
neurociencias en aras de investigar las interacciones
entre el cerebro y el sistema inmune; el tratado
continúa con un recorrido sobre algunos mecanismos
neuroinmunopatológicos relacionados con ciertas
enfermedades mentales como el autismo y la
depresión, así como con otras patologías
indirectamente psiquiátricas como el cáncer y las
asociadas al envejecimiento, y acaba con posibles
aplicaciones terapéuticas y la visión de futuras vías
de investigación o de nuevos conceptos de la salud
mental. Los pacientes que sufren pueden conceptuar
sus patologías y caminos hacia la salud de maneras
diferentes, y así, la psiconeuroinmunología podrá
otorgar una base científica para la práctica de la
medicina psiquiátrica, humanística e integradora.

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Publicado en: Full Informatiu, COPC, 2004, 171, pp.2-12

PSICONEUROINMUNOLOGÍA

Emotions are at the nexus between matter and mind, going back and forth between the two and influencing both.
Candace Pert

RESUMEN

Para comprender parte de los aspectos relacionados con la etiología de los trastornos
psíquicos, una característica de la psiquiatría actual es tratar de encontrar las bases
para entender los aspectos clínicos y etiopatogénicos del enfermo mental. Con este
objetivo se desarrolla la psiconeuroinmunología. Este escrito presenta una breve
sinopsis de su historia, que refleja la evolución de los intentos de las neurociencias en
aras de investigar las interacciones entre el cerebro y el sistema inmune; el tratado
continúa con un recorrido sobre algunos mecanismos neuroinmunopatológicos
relacionados con ciertas enfermedades mentales como el autismo y la depresión, así
como con otras patologías indirectamente psiquiátricas como el cáncer y las asociadas
al envejecimiento, y acaba con posibles aplicaciones terapéuticas y la visión de futuras
vías de investigación o de nuevos conceptos de la salud mental. Los pacientes que
sufren pueden conceptuar sus patologías y caminos hacia la salud de maneras
diferentes, y así, la psiconeuroinmunología podrá otorgar una base científica para la
práctica de la medicina psiquiátrica, humanística e integradora.

DEFINICIÓN

Comúnmente conocida por el nombre de psiconeuroinmunología, calificativo que le


otorgó el psicólogo R. Ader, también se conoce a esta disciplina como
neuroinmunomodulación, neuroinmunoendocrinología, inmunología conductual y

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.1/35

neuroinmunología. Se define como la ciencia interdisciplinaria que investiga las


interacciones entre la mente y el sistema inmune, con las consecuencias clínicas
derivadas.

En los últimos 40 años, se han ido acumulando las investigaciones y evidencias clínicas
y experimentales, in vitro e in vivo, para sostener que el sistema nervioso y varios
procesos inmunológicos mantienen una comunicación bi-direccional, disolviéndose el
dualismo cuerpo-mente o mente-ambiente. Hace muchos años ya que un inmunólogo
ingles estableció que la sugestión hipnótica puede anular las manifestaciones
vasculares de la prueba de Mantoux, que consiste en una inyección intradérmica de
tuberculina, un extracto del bacilo de la tuberculosis, y que se emplea para evaluar las
respuestas del cuerpo ante una infección tuberculosa. La reacción de la tuberculina de
Mantoux constituye una respuesta corporal que los inmunólogos denominan inmunidad
por mediación celular. Esta demostración del poder de la mente sobre el cuerpo da una
buena razón para creer que el estado mental afecta el desarrollo patológico que en
condiciones normales debería implicar una reacción inmunológica. De igual modo, el
proceso bioquímico de la digestión está afectado por el estado anímico.

Todos los estudios llevados a cabo en este tema están contribuyendo de una manera
muy eficaz al desarrollo de nuestros conocimientos respecto a las consecuencias de las
alteraciones estructurales y funcionales del cerebro en el enfermo mental.

La psiconeuroinmunología nos aporta la base de apoyo científica para considerar a la


salud como una armonización biopsicólogica, lo que supone potenciar la capacidad vital
humana para apropiarse de su cuerpo, mente y entorno. En consecuencia, la
promoción de la salud es responsabilidad de todos los profesionales que consideran a
la persona como eje central de su actividad, es decir, su tarea consiste básicamente en
asegurar las condiciones internas y externas que facilitarán la expresión de la salud y
del bienestar.

Se está desarrollando un cuerpo de evidencias experimentales aplicables tanto a la


prevención como al tratamiento de las patologías. Mediante el rescate de las
dimensiones humanas se pretende demostrar con fiabilidad la conexión entre la psique,

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.2/35

el cerebro, el sistema endocrino y el sistema inmunológico, para permitir que los


aportes de esta disciplina integradora redunden en beneficio de la humanidad y la
salud. La enfermedad no es un sinsentido, sino que implica la participación del ser vital
como totalidad compleja.

HISTORIA

Desde Aristóteles, se relacionan la psique (alma) y el cuerpo con una interacción


bidireccional: un cambio en la estructura o estado de uno provoca o induce un cambio
en la estructura del otro, y viceversa. En los años 40 algunas observaciones
psicosomáticas fueron destacadas respecto a ciertas enfermedades autoinmunes como
la artritis, sugiriendo que el bienestar emocional podría tener un efecto protector ante
una vulnerabilidad genética. Desde la otra vertiente, el lupus eritematoso sistémico, otra
enfermedad autoinmune, puede producir síntomas psiquiátricos (Solomon, 2001). En
los años 50 y 60, experimentos con animales demostraron que el estrés afectaba a la
inmunidad humoral y celular, y que a una reducción del nivel de un anticuerpo
respondía la liberación de un antígeno como resultado de la tensión. Se demostró,
incluso, que esa capacidad en los primeros años de la vida podría afectar a la
respuesta del anticuerpo en la vida adulta. En los años 70-75, unos trabajos muy
críticos de Ader y Cohen establecieron la credibilidad de la interacción cerebro-
inmunidad, demostrando que un sabor repugnante condicionaba la inmunosupresión.
Otros trabajos de Besedov y Sorkin mostraron que la estimulación antigénica o
activación inmune desencadena la respuesta del eje hipotálamo-hipofiso-suprarrenal en
su rol inmunológico. Otro hallazgo muy polémico fue realizado por Blalock, confirmando
que hay células inmunológicamente competentes, los linfocitos, que pueden sintetizar
las hormonas ACTH y neuropéptidos como las beta-endorfinas, cuando se pensaba
anteriormente que esta síntesis sólo podía ser producida por células neuroendocrinas.
Blalock se ha referido al sistema inmunológico como un sexto sentido, traduciendo
información sobre el ambiente al cerebro (Blalock, 1984).

Las evidencias de la interacción del SNC incluyen la posibilidad de una lesión directa
de la región de control del cerebro, el rasgo y estado psicológico en el curso de una

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enfermedad neoplásica, alérgica o autoinmune, las influencias de las hormonas del


estrés en la inmunidad, los efectos de los neurotransmisores y neuropéptidos en la
inmunidad, los efectos de drogas psicoactivas en la inmunidad, y la aparición de
anormalidades inmunológicas asociadas a enfermedades mentales como la depresión
mayor y la esquizofrenia.

Sin embargo, dicha asociación de procesos inmunológicos a enfermedades de etiología


mental es muy problemática, y desde luego diferente a la de algunos desordenes
neurológicos, como la esclerosis múltiple. Eso es debido a la complejidad de las
variables que entran en juego; no obstante, esa dificultad no debería desanimar a los
profesionales de la salud.

El peligro está en acentuar excesivamente unos datos en detrimento de otros.


Aplicando la medicina basada en la evidencia eso se debería evitar. Sackett et al
definen esta disciplina como el uso consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia
disponible para tomar decisiones clínicas en individuos enfermos. Practicar medicina
basada en la evidencia significa integrar en la destreza clínica individual del médico la
mejor evidencia disponible a partir de la exploración sistemática de la literatura (Abel i
Fabre, 2001). Esta tarea implica una recogida meticulosa de la historia del paciente,
una exploración detallada, así como un aprendizaje continuo por parte del profesional.

Los nexos entre el cerebro y la conducta y entre la psiquiatría y la medicina se ilustran


bastante bien en el caso de la enfermedad del SIDA o síndrome de inmunodeficiencia
adquirida. Los supervivientes al SIDA y aquéllos infectados que permanecen largo
tiempo asintomáticos muestran valores bajos de CD4 y más capacidad para hacer
frente a la enfermedad. En cuanto a la demencia asociada al SIDA, es reversible en las
fases tempranas y parece estar relacionada con la acción de las citoquinas en los
procesos inflamatorios, particularmente las TNF en las neuronas. Los síntomas
psiquiátricos, como el deterioro cognoscitivo, la apatía y el aislamiento, el
comportamiento regresivo y algunos aspectos psicóticos, son otros síntomas asociados
al virus.

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.4/35

UN ENFOQUE PSICOINMUNOENDOCRINOLÓGICO

Un patrón nocivo de relación vincular altera parámetros endocrinos e inmunológicos. En


esta órbita, si confirmamos la hipótesis de que las emociones negativas tienen poder
para enfermar a las personas, se puede también confirmar la fuerza de un gesto, una
caricia, una amistad, una sonrisa, en suma, una “palabra”, para contribuir al bienestar.

Los neuropéptidos son sustancias químicas fabricadas mayoritariamente por células del
cerebro y se comunican con el cuerpo viajando a través de los fluidos corporales. De
este modo se establece un sistema de comunicación en el cual los neuropéptidos
transmiten información que los receptores correspondientes reciben. Este circuito tan
específico constituye la bioquímica de las emociones que están expresadas a través de
las moléculas neuropéptidas, poniendo en gran medida las bases para explicar las
enfermedades partiendo de las emociones. Candace Pert, neurocientífica del NIH,
bióloga y farmacóloga, ahora investigando desde Washington, llama a los
neuropéptidos y a sus receptores “moléculas de emociones”, ya que regulan cada
aspecto de la fisiología humana. Su identificación en 1972 del neuropéptido beta-
endorfina, el equivalente orgánico de la sustancia opiácea, confirma la especificad de
los receptores. Si los opiáceos ingeridos van directamente a unos receptores
específicos, entonces esos receptores lógicamente están diseñados para recibir
neuropéptidos formados dentro del cuerpo, como las beta-endorfinas. La información
del SNC no está sólo distribuida en la sinapsis, sino que viaja por todo el cuerpo, a
través de la regulación de los receptores específicos, que la filtran. El sistema límbico
está identificado como la sede de las emociones en el cerebro, particularmente a través
de la amígdala y el hipotálamo. El hipotálamo controla la acción de la glándula pituitaria
(normalmente considerada la glándula master del cuerpo) y de las hormonas que
secreta, cuya función es regular la secreción de otras hormonas involucradas en la
variabilidad de los estados emocionales. Eso confirma que los receptores de los
neuropéptidos son la clave en la bioquímica de las emociones. Wider Penfield colaboró
con otros neurólogos para llevar a cabo los primeros experimentos con seres humanos
demostrando la conexión entre el sistema límbico y las emociones, y consiguió

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.5/35

identificar el sistema límbico a través de experiencias psicológicas. Más tarde, en 1972,


Candace Pert, investigando en farmacología para la John Hopkins University School of
Medicine, empezó a identificar los loci de los receptores del opio, y descubrió que el
sistema límbico (la amígdala y el hipotálamo) contenían 40 veces más receptores
opiáceos que otras áreas del cerebro. Esos puntos son los máximos responsables de
los procesos del apetito sexual, el hambre y el balance del agua en el cuerpo,
circunscribiendo ahí la mayoría de los procesos psicológicos.

Muchos otros neuropéptidos constituyen el análogo natural de muchos fármacos


psicoactivos. Igualmente, otra fuente son las hormonas producidas por las glándulas
(no por las células nerviosas). Por ejemplo, la insulina no es sólo una hormona, también
es un neuropéptido fabricado y almacenado en el cerebro, y tiene sus receptores en el
cerebro, especialmente en la amígdala y el hipotálamo, punto focal de las emociones.
La angiotensina es otra hormona que regula la ingesta de agua y también es un
neuropéptido. La oxitocina, compuesta de nueve aminoácidos, regula la conducta
sexual y reproductiva, y, junto a la vasopresina, ayuda a conciliar el sueño REM. La
mayoría de sus receptores no están sólo en el punto focal del cerebro, sino también en
el resto del cuerpo.

La distribución de los receptores de los neuropéptidos en áreas reguladoras del ánimo,


y su rol en la comunicación a través del organismo, hace de ellos el mejor candidato
para la mediación bioquímica de la emoción.

Faur (2003) investigó el efecto de la codependencia y el estrés marital desde un


enfoque psicoinmunoendocrinológico, y comparó los resultados entre el sexo masculino
y femenino. Demostró que el estrés surgido de una relación interpersonal disfuncional
provoca serias consecuencias en el sistema inmune y endocrino (también afecta
parámetros cardiovasculares). Estas consecuencias indican igualmente que el impacto
del estrés marital es más perjudicial para las mujeres que para los hombres. Entre el
grupo de esposas que compartían unos rasgos caracteriales muy similares en la
codependencia, se elevaban los niveles de activación autonómica aumentando la
adrenalina, noradrenalina y la ACTH, y tanto más si las interacciones eran más hostiles.
También hubo cambios en la hormona de crecimiento y en la prolactina. En cuanto al

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sistema inmune, las conductas hostiles se relacionaron con una baja actividad de las
células NK o natural killer y con una respuesta linfoproliferativa disminuida frente a
mitógenos. Estos cambios se mantenían horas después, más en las mujeres ya que
ellas tenían recuerdos más vívidos y detallados de las discusiones, pensando en ellas y
reviviéndolas a lo largo de todo el día. También las mujeres demostraron más afán en
solucionar el enfrentamiento, mientras los hombres demostraban una conducta más
evitativa, provocando más frustración para ellas y de ese modo más estrés.

Por otro lado, la lateralización funcional cerebral puede ser comprendida con sus
consecuencias en la salud individual ya que posibilita el surgimiento de patologías
mentales por excesiva valoración del plano mental. Por ejemplo, la aparición de
cuadros de estrés y crisis de pánico, que son, como dice Fidyka (2003), una buena
muestra, pese a las distintas variantes en intensidad de la alienación mente-cuerpo, de
que el paciente convive en un estado de hiperactividad mental, así que las
desvinculaciones máximas llegarían al llamado brote psicótico. En otros términos, la
revalorización de las funciones cerebrales del hemisferio derecho, es decir, las
correspondientes a la intuición, percepción y sensibilidad, ayudará a bajar el
hiperfuncionamiento del hemisferio izquierdo, responsable de la lógica y racionalidad,
con visibles consecuencias positivas para la salud.

Ciertos órganos y células inmunes contienen receptores para hormonas liberadas en la


hipófisis, lo cual favorece la regulación conjunta. Así mismo se han encontrado
receptores en los linfocitos B para una hormona de la hipófisis, que es la hormona de
crecimiento o GH. Además, se observó cómo disminuciones en la GH se asocian con
anormalidades en distintas medidas inmunes: células de la médula y el timo, función de
las células T, actividad de las NK y respuestas de los anticuerpos. Otra hormona de la
hipófisis, la prolactina, está vinculada con la regulación de los linfocitos T.

La IL-1, IL-6 y el factor de necrosis tumoral alfa activan el eje hipotálamo-hipófisis-


adrenal HPA en respuesta a diferentes amenazas a la homeostasis.

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.7/35

Los receptores de estas citoquinas están presentes en los tejidos asociados con el eje
HPA. Algunos de estos tejidos son capaces de sintetizarlas. Por consiguiente, los
caminos que median la influencia de las citoquinas sobre el eje HPA son diversos.

La activación del eje HPA interviene de forma decisiva en la respuesta antiinflamatoria


sistémica. La liberación de la hormona adrenocorticotropa ACTH incrementa la salida
de glucocorticoides. Este aumento de glucocorticoides produce acciones
inmunosupresivas y respuestas antiinflamatorias. Además, los glucocorticoides
suprimen el número de monocitos en circulación, la actividad de las células NK y la
producción de citoquinas. La IL-2 estimula la secreción de la hormona liberadora de
corticotropina CRH. Esta asociación es potenciada por la acción conjunta de la IL-1 y la
IL-2. El efecto, en ambos casos, es inhibida por los glucocorticoides (Vargas, 2002).

COMUNICACIÓN CON EL SISTEMA INMUNE

Como vimos anteriormente, la endocrinología, la neurociencia y el sistema inmune son


tres aspectos del mismo proceso. Las células del sistema inmune son viajeras,
decidiendo su camino gracias a la información química. Los monocitos reconocen y
digieren los cuerpos extraños, y también reparan los tejidos dañados. Conectan con los
neuropéptidos porque poseen los receptores adecuados para hacerlo. Pero también
fabrican algunos neuropéptidos. Por ejemplo, algunas células inmunitarias fabrican la
beta-endorfina y los péptidos opiáceos, que son los mismos componentes que controlan
el ánimo en el SNC. De hecho, tiene lógica que el sistema inmunológico y el SNC estén
unidos: ambos relacionan al organismo con el mundo exterior, evalúan sus peligros;
ambos poseen memoria y aprenden por la experiencia; ambas defensas contribuyen a
la homeostasis, y los errores en las defensas pueden producir enfermedades, como por
ejemplo las alergias por un lado, o la autoinmunidad y el desarrollo de pánico o fobias
por el otro.

Los órganos inmunes, incluso el timo, el bazo o la médula ósea, reciben la inervación
simpática con sinapsis de las uniones entre los terminales nerviosos y los inmunocitos.

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.8/35

La inmunidad se regula cerebrocortical y lateralmente de forma específica en la corteza


cerebral izquierda con la influencia de la maduración y función de células T.

Las hormonas responden al estrés, incluyendo (aunque no exclusivamente) a la


adrenalina, a corticosteroides y a catecolaminas, tienen efectos sobre varios aspectos
de la respuesta inmune en ambos sentidos de regulación. A menudo las hormonas
afectan la inmunidad en una U invertida de forma supresiva en valores anormales altos
o bajos.

El eje HPA, como se explicó anteriormente, se activa sea inmunológicamente, sea por
eventos psíquicos, y libera corticotrofina CRF y la hormona ACTH. Tiene efectos
directos en la inmunidad además de aquellas vías de inducción de descarga de cortisol.

La hormona GH aumenta las funciones de las NK y las células T en animales viejos.

La prolactina se opone a la supresión inmune por inducción de glucocorticoides.

Las hormonas gonadales afectan a la inmunidad. La actividad de las NK es más alta en


la fase luteal del ciclo menstrual. La inmunidad celular está deprimida durante el
embarazo.

Las hormonas tiroideas pueden estimular la actividad de NK y afectar el desarrollo


celular de T y modular los efectos de las citoquinas en las células inmunes. Las beta-
endorfinas son un estimulante de la actividad de las NK.

Los neurotransmisores simpáticos, la norepinefrina (también una hormona) moviliza las


NK en la circulación.

Las catecolaminas cerebrales y las endolaminas (por ejemplo, la serotonina) se liberan


por la actividad inmune (comprobado por Solomon, 2001).

El sistema inmunológico afecta el cerebro y la conducta, sobre todo por la vía de los
efectos inmunes de las citoquinas en el SNC. Aunque las citoquinas son moléculas

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relativamente grandes, pueden cruzar la barrera hematoencefálica vía transporte activo.


Hay receptores de citoquinas en el cerebro. Las citoquinas juegan un papel en el
desarrollo y regeneración de los oligodentrocitos en la producción de mielina. También
juegan un papel dominante en los mecanismos inmunes regulados por el cerebro, e
incluso en la infección e inflamación del cerebro. Las citoquinas intervienen en la
programación de esclerosis, gliomas y demencias asociadas al HIV, lesiones en el
cerebro y probablemente en la enfermedad de Alzheimer. La citoquina pro-inflamatoria
es la responsable de inducir fiebre, sueño, anorexia y fatiga en la enfermedad. Los
microbios crecen menos a altas temperaturas corporales. El síndrome de fatiga crónica
está asociado con niveles bajos de cortisol (contrariamente a la depresión) (Jasmin
2003 y Michalsen 2003).

El uso terapéutico de citoquinas, particularmente interferón, puede producir síntomas


psiquiátricos, psicopatías y estados de ánimo ansiosos. El mantenimiento de un estado
de ánimo depresivo, las esperanzas negativas o el desamparo, se asocian con el
declive más rápido de CD4 y células T helper y a un aumento en otros marcadores de
progresión, como la falta abierta de reconocimiento de orientación sexual.

FACTORES PSICOSOCIALES Y SISTEMA INMUNE

Las evidencias empíricas asocian, en términos generales, el estrés con un deterioro de


la función inmune, sobre todo el estrés crónico, no tanto el agudo. Sin embargo, la
influencia que ejerce el estrés sobre el sistema inmune no es homogénea debido a
varios factores psicosociales. Entre esos factores, destacan el modo personal de
afrontamiento y el apoyo social, que determinan el resultado de la función inmune que
se pone en marcha ante una infección o una enfermedad inmunodepresiva.

La idea de que las personas poseen o carecen de ciertas disposiciones personales y


que eso implica una tendencia a adquirir una patología determinada, ha sido la principal
base teórica que explica las enfermedades idiopáticas. Algunas de estas disposiciones
personales investigadas en las últimas décadas se han considerado moderadoras del
efecto del estrés en la salud en relación con variables de corte inmunológico. Se ve que

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las disposiciones de una personalidad “resistente” son el compromiso, el control y el


desafío. Lo que se definió como motivación de poder (tener impacto sobre otros, sea
con pelea, sea con persuasión) se asoció con una mayor susceptibilidad a
enfermedades; en cambio, la motivación de afiliación (deseo de establecer o mantener
relaciones cálidas como un fin en sí mismo) se asoció con una disminución en la
susceptibilidad a las enfermedades, así como bajas concentraciones de IgA y menor
actividad de la células NK (revisado en Vargas Pecino, 2002).

La tendencia a la preocupación también se estudió en relación con el estrés y la función


inmune. La preocupación es una actividad cognitiva en la cual los problemas
potenciales se anticipan en un intento de controlar el futuro; personas estudiadas que
han sido consideradas como muy preocupadas presentan un menor número de NK que
personas menos preocupadas.

El modo de afrontamiento es otra variable que resultó significativa. Se define como los
esfuerzos cognoscitivos y conductuales que se desarrollan y adaptan a las demandas
específicas, externas o internas, que son evaluadas por el individuo como
desbordantes, es decir, como excesivas para sus recursos. Las estrategias de
afrontamiento que se clasifican como “orientadas al problema”, o sea, “de abordaje
activo”, suelen ir asociadas a un menor número de síntomas físicos. En cambio, las de
“evitación” y las orientadas al “manejo de las emociones” se relacionan con un mayor
número de afecciones.

En cuanto al apoyo social (o su falta), se ve que las personas clasificadas más solitarias
presentan niveles más bajos de actividad en las NK y niveles superiores de títulos de
anticuerpo al virus Epstein-Barr (Sarid, 2001). Las personas que gozan de más apoyo
social presentan concentraciones más elevadas de inmunoglobulina A. En la misma
línea, en muchos estudios se asocia la pérdida de un cónyuge a un detrimento de la
función inmune. De igual modo, se confirmó que aumentar un punto la satisfacción por
el apoyo social recibido disminuye el riesgo de SIDA. Otros autores consideran que el
estrés puede contribuir a la activación de la neoplasia latente o deteriorar la vigilancia
inmune durante una fase crítica de la vida. Así que, ante el mismo riesgo biológico, es
estrés emocional podría aumentar el riesgo general de cáncer.

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.11/35

Hans Selye fue quien definió en los años 60, en su clásico libro The stress of life, el
estrés como la respuesta general del organismo ante cualquier estímulo o situación
estresante. Denominó esta respuesta como “Síndrome General de Adaptación”.
Posteriormente el término estrés se ha utilizado con múltiples significados: se abordó
desde la perspectiva ambiental, psicológica e incluso biológica. No obstante, el modelo
transaccional de estrés y afrontamiento es el habitualmente empleado hoy en día. Este
modelo no considera el estrés como estímulo ni como respuesta, sino como resultado
de la relación dinámica entre el individuo, su entorno, y la evaluación personal del
individuo de aquel entorno concreto. En este escrito se hará referencia sólo a este
modelo.

En los estudios de campo o de laboratorio, prevalecen los estresores de carácter


psicológico siguientes: situación de duelo, divorcio, cuidado de familiares con
enfermedades crónicas, estrés académico, situaciones traumáticas y desastres
naturales.

A modo de ejemplo de los estudios realizados, en ellos se observa que los sujetos que
mejor afrontan el duelo tras el fallecimiento de un ser querido manifiestan aspectos
inmunes más positivos, presentando un menor declive de las células T CD4 en el
periodo de 2 a 3 años siguientes (Santiago, 2001) y un promedio menor de mortalidad
relativa al SIDA en el periodo de 4 a 9 semanas siguientes (Kemeny, 1995).

Igualmente, examinando las consecuencias de conflictos matrimoniales y divorcios, se


descubrió una movilización selectiva de subtipos específicos de linfocitos T CD8 +, NK,
CD62L- NK y aumento en la citotoxicidad de las NK frente a otros subtipos que
permanecen inamovibles, concretamente CD62L + NK y CD4 (Kiecolt-Glaser, 2001 y
Faur 2003 ).

El divorcio, principalmente en las mujeres, genera un grado mayor de inhibición de la


respuesta inmunológica. En la depresión y ansiedad crónica, en la cual se ha señalado
el efecto inmunosupresor de estas situaciones, se han reportado menor cantidad de

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monocitos y mayor cantidad de eosinófilos así como una menor actividad de las NK.
(Kiegolt 2003, y Wik 1998)

Esas condiciones cursan con alteración de la respuesta inmune. Así mismo, el apoyo
central produce cambios positivos tanto a nivel psicológico como a nivel inmunológico
(Canelones, 2001).

En cuanto a los cuidadores de enfermos crónicos, suelen mostrar porcentajes más


bajos en varios parámetros inmunes. Por ejemplo, en linfocitos T totales, Th, cocientes
de T4:T8 y elevados títulos de anticuerpos al EBV (Bauer, 2000).

En referencia al estrés académico, encontré relevante la disminución de las


concentraciones de s-IgA. (Sarid, 2001 y Jemmott, 1988).

Los huracanes y los eventos bélicos provocan numerosos estragos. No encontré datos
relevantes en referencia a la guerra de Irak, pero se ve que, en líneas generales, los
afectados de desastres bélicos o naturales, así como los que los atienden, manifiestan
medidas inmunes más deficientes, en particular bajos niveles de células NK, niveles
elevados de células blancas, disminución de las subpoblaciones celulares CD4 y CD8,
y una disminución de la respuesta a mitógenos PHA y PWM que evalúa la actividad de
las células T. Dichas alteraciones pueden permanecer por un periodo de hasta dos
años después del desastre, y se han relacionado con la activación fisiológica del estrés
en forma crónica, que es capaz de modular el aumento o disminución de diferentes
patologías orgánicas, entre ellas el cáncer, los problemas cardiovasculares,
autoinmunes, digestivos y otros (varios:ver bibliografía).

Algunos estudios han destacado la importancia de los acontecimientos traumáticos


infantiles en la etiología del trastorno límite de la personalidad. Sugieren que las
alteraciones en los mecanismos de respuesta al estrés y en el funcionamiento del eje
hipotálamo-hipofisario-adrenal HPA pudieran tener efecto en la fisiopatología del
trastorno límite de la personalidad. Algunos hallazgos al respeto sugieren que el TLP, al
igual que el trastorno por estrés postraumático, presentan un estado de hiperactividad

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.13/35

del eje HPA con un aumento de la sensibilidad a la dexametasona (Carrasco et al,


2003).

También la percepción subjetiva del dolor está modulada por unos elementos
psicosociales y neurotransmisores. Jasmin et al (2003) abordan este tema en la revista
Nature, y postulan que la percepción del dolor está alterada por el humor, la atención y
la cognición, o también por la estimulación directa del córtex cerebral encargado de
recibir el mismo, siendo la actividad del neurotransmisor GABA el encargado de su
inhibición. Abordaron los cambios en la neurotransmisión del neurotransmisor GABA
para demostrar cómo esos cambios aumentan y disminuyen el efecto analgésico.

Como último punto de este apartado, quisiera mencionar que los estudios demuestran
que la educación (ergo, un factor social o socioambiental) produce una multiplicación de
las sinapsis corticales. Un menor aumento en la densidad sináptica se asociaría con
una educación deficiente, y el descenso sináptico llevaría al paciente más fácilmente,
por ejemplo, al umbral de la demencia (revisado por Mora, 2002).

INTERACCIÓN ENTRE LOS SISTEMAS NERVIOSO E INMUNE

Empleando la tomografía por emisión de positrones (PET) se han obtenido


correlaciones entre el flujo sanguíneo en ciertas regiones del cerebro y distintos
parámetros inmunes. La actividad de las células NK correlacionan negativamente con la
actividad bilateral en la corteza sensorial secundaria. Las respuestas al mitógeno
concanavalina correlacionan positivamente con actividad bilateral en la corteza
sensorial, motora y visual secundaria, el tálamo, el pujamen y el hipocampo izquierdo
(Wik, 1998). Además, se ha encontrado una fuerte asociación entre parámetros
inmunes implicados en la fibromialgia y actividad en las áreas sensorio-motoras; estas
áreas están relacionadas con la percepción del dolor, emoción y atención (Lekander,
2000).

Al parecer las vías de conexión más relevantes en esta comunicación están


relacionadas con la inervación directa de los tejidos linfoides primario y secundario por

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.14/35

fibras nerviosas autonómicas y sensoriales. Otra vía está mediada por hormonas de la
pituitaria (Felten, 1991).

Las células inmunes poseen receptores para neuropéptidos como ya se mencionó


anteriormente, según los trabajos de Pert, por ejemplo para la sustancia P,
somatostatina y péptido intestinal vasoactivo. Las catecolaminas inducen la linfocitosis y
pueden alterar los patrones de migración de los linfocitos. El incremento de subtipos de
linfocitos afecta particularmente a las NK: la estimulación de los adrenorreceptores
altera la circulación y adhesión de las NK.

El SNC juega un papel importante en la respuesta antiinflamatoria sistémica, la cual


surge como consecuencia de la circulación de citocinas y procesos inflamatorios en el
cerebro. Las citocinas son células inmunes que comunican el SNC con el sistema
inmune a través de diferentes mecanismos de interacción. Poseen receptores en el
cerebro y, además, pueden ser segregadas por células cerebrales como astrocitos y/o
microglías (Netter, 1997).

En el hipocampo, los receptores de la IL-1 son abundantes. Una estimulación periférica


de la función inmune incrementa el numero de IL-1 en el hipocampo (Maier, 1998). Por
otro lado, una administración central de IL-1ra (antagonista de la IL-1) atenúa la
respuesta del SNC ante una inflamación periférica (Licinio, 2000).

INTERVENCIONES PSICOTERAPÉUTICAS Y SISTEMA INMUNE

Así como el estrés puede influir en el sistema inmune, aquellas intervenciones dirigidas
a manipular el estrés también deberían asociarse a cambios inmunes. Sin embargo,
hay tantos factores que entran en juego que la relación no puede ser directa. Los
procesos subyacentes a dichas asociaciones forman un complejo entramado que refleja
la complejidad de la integridad del ser humano.

Por ejemplo, los estudios empíricos demuestran que, en general, las intervenciones con
pacientes oncológicos tienen por resultado un efecto positivo. Por mi experiencia clínica

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.15/35

personal en este sector, aunque los datos empíricos me falten aún, los grupos de
enfermos de cáncer así como sus familiares se benefician de la terapia grupal,
aprenden a manejar el estrés, a desafiar a la muerte y convivir con su proximidad, y a
adecuar su vida emocional para lograr un ajuste más conforme a sus deseos
inconscientes.

Estudios con hombres homosexuales con HIV que participaron en programas para
manejar el estrés mostraron un mayor numero de CD3 + CD8, hasta doce meses
después de la intervención (Vargas, 2002).

La salud y la enfermedad forman parte de la cultura humana e influyen en su calidad de


vida y su manejo del estrés cotidiano. El Dr. Ornish, del Instituto de Investigación en
Medicina Preventiva de la Universidad de California, ha demostrado que es posible
revertir la enfermedad coronaria sin drogas ni cirugía. En la misma línea, los Dres
Simenton dese EEUU y la Dra. Shuzenberger desde Francia, han logrado no sólo
mejorar la calidad de vida de los enfermos de cáncer, sino también revertir algunas
neoplasias, y parar la evolución de muchas otras, abriendo espacios humanizados y
preparados para fomentar la expresión de la salud, y mediante el aprendizaje de
mejores modos de manejar la vida y sus afectos, propiciando así una lucha simbólica
entre los deseos de la psique y la realidad, con el fin de disminuir la lucha somática del
cuerpo enfermo. Se trata de trascender los límites de la patología física para incluir
otras disciplinas y enriquecer así la aproximación somática.

La posibilidad de modificar el sistema inmune mediante intervenciones terapéuticas


destinadas a tratar el estrés presenta las dificultades propias de la investigación en
psiconeuroinmunología, como son la diversidad de los parámetros a analizar y la
heterogeneidad de las intervenciones terapéuticas utilizadas. Sin embargo, las
investigaciones realizadas demuestran resultados bastante consistentes, permitiendo
contemplar la posibilidad de concretar las bases para futuras intervenciones
psicoinmunológicas. La investigación en psicoterapia se vuelve cada día más compleja,
pero se puede decir que sigue siendo válido el viejo paradigma según el cual
determinado tratamiento, realizado por quien sea el más eficaz para ese individuo, con

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.16/35

su problema específico, y bajo unas circunstancias concretas, para saber en cada caso
qué variables se pueden considerar.

Kandel, neurobiólogo y psiquiatra, premio Nobel 2000 de fisiología y medicina, nos dejó
cinco principios para relacionar la bioquímica y la cognición, o lo que en este caso sería
lo mismo, el efecto de una intervención psicológica. Dice al respecto: “Cambios en la
expresión genética producidos por el aprendizaje dan lugar a nuevos patrones de
conexiones neuronales”. Añade que “en tanto que la psicoterapia es efectiva para
producir cambios a largo plazo en la conducta de los pacientes y los producen
presumiblemente a través del aprendizaje, ello debe generar modificaciones en la
expresión de genes que cambian la fuerza de las conexiones sinápticas y cambios
estructurales neuronales que, a su vez, cambian los patrones anatómicos de
interconexiones entre neuronas del cerebro” (Mora, 2002, p. 174-175).

EVIDENCIAS DE LA ACTIVIDAD ANTITUMORAL DEL SISTEMA INMUNE

Las evidencias de la existencia de una actividad antitumoral del sistema inmune son
varias. En el ámbito de este escrito, he escogido algunas resumidas por Castés (2002):

- La presencia de un infiltrado linfocitario en los exámenes histológicos de algunos


tumores sugiere que la reacción inflamatoria puede influir en el crecimiento tumoral.
- Se han observado regresiones “espontáneas” de tumores en pacientes con
melanomas malignos, carcinoma renal y coriocarcinoma, implicando la existencia de
una presión inmunológica efectiva.
- Individuos inmunosuprimidos tienen un mayor riesgo de desarrollar algunos tipos de
neoplasias. El riesgo de cáncer en pacientes alo-transplantados es al menos 100 veces
mayor que en la población en general, sobre todo por lo que se refiere a los cánceres
de origen linforreticular.
- Manipulaciones efectivas del sistema inmunológico pueden inducir una regresión del
tumor, como en el caso de los melanomas y del carcinoma de células renales.

Marina Roustan. Psiconeurinmunología.Julio 2003- P.17/35

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