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Como la mayoría de las obras de Neo Rauch, la pintura cuenta con una saturación de
elementos y personajes, pero esta pieza me llamó la atención sobre todo por el dinamismo y el
juego de las miradas. El dinamismo es causado primero por la cantidad de líneas rectas y
diagonales: los palos en los carteles, la correa del perro, el árbol, las ramas, el palo atado al
árbol, el hueso, las líneas del edificio y las sombras. En segundo lugar, sin que esto signifique
una jerarquía, las miradas de los personajes, la mujer que mira en dirección al perro, el perro
que mira hacia la esquina inferior izquiera, el hombre desnudo perdido en un horizonte
imaginario, el hombre que camina hacia la derecha, el hombre de verde que ve hacia la figura
de azul pero señala al espectador y finalmente, esa figura de azul que nos mira fijamente de
manera que nos incomoda. Esa figura que nos mira y la otra que nos señala entre los demás
elementos indiferentes, le da un toque a la pieza que la distingue de otras pinturas de Neo. A la
izquierda están escritas unas letras sobre figuras redondas que forman la palabra demos, que
corresponde al título de la obra, en griego δήμος, que significa habitantes de un pueblo, masa
de pueblo o ciudadanos. Aunque desconozco el contexto exacto, imagino que la escena
sucede en algún pueblo pequeño en Europa del este. Recuerda a las revueltas de obreros en
la época comunista y parece que el pueblo está siendo guiado por el hombre que se asoma
por la ventana, lo cual también me recuerda a las escenas ilustradas por los muralistas
mexicanos en donde Miguel Hidalgo guía al pueblo.