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El Señor de los Anillos fue desarrollado por su autor como una exploración personal de sus
intereses en filosofía, religión (particularmente el catolicismo), cuentos de hadas y
mitología, especialmente la nórdica, pero también fue decisiva la influencia de los efectos
de su servicio militar durante la Primera Guerra Mundial.44 J. R. R. Tolkien creó un
completo y detallado universo de ficción (Eä) en el que fue establecido El Señor de los
Anillos y muchas partes de dicho mundo están influenciadas por otras fuentes, como él
admitió abiertamente.45 Tolkien, así como importantes figuras de la Iglesia católica como
el Cardenal Newman, consideraban que la mitología es totalmente compatible con el
cristianismo, como si se tratara de una precuela del mismo modo que lo es el Antiguo
Testamento.
Tolkien describió El Señor de los Anillos a su amigo, el jesuita inglés Robert Murray, como
un trabajo fundamentalmente religioso y católico, de manera inconsciente al principio, pero
de forma consciente durante la revisión.46 Hay muchos temas teológicos subyacentes a la
narrativa, incluyendo la batalla del bien contra el mal, el triunfo de la humildad sobre el
orgullo y la intervención de la gracia divina. La novela incluye también temas en los que se
incorporan la muerte y la inmortalidad, la misericordia y la piedad, la resurrección, la
salvación, el arrepentimiento, el sacrificio, la voluntad, la justicia, el compañerismo, la
autoridad y la curación. Además, la oración del Padre nuestro «No nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal» estuvo presente en la mente de Tolkien cuando describió la
lucha de Frodo contra el poder del Anillo Único.47 Sin embargo, el propio autor afirmó que
durante la revisión de la obra eliminó toda referencia a la religión, ya que quería que los
elementos religiosos quedaran absorbidos en la historia y el simbolismo.46
Además varios de sus personajes están inspirados en personajes históricos cristianos, como
Galadriel por la Virgen María48, los Eorlingas como caballeros cruzados católicos de la
Edad Media, o Aragorn asociado a la figura de Cristo rey como elegido para acabar con el
maligno Sauron que representa a Lucifer. A su vez Gandalf también es identificado con el
misionerio anglosajón San Bonifacio defendiendo la civilización frente a los bárbaros del
Este.49
Odín, de la mitología nórdica, y Väinämöinen, de la mitología finesa, fueron dos de las
principales inspiraciones que J. R. R. Tolkien tomó para crear al mago Gandalf.4050
Los temas religiosos no cristianos también tienen fuertes influencias en la Tierra Media,
siendo las mitologías del norte de Europa las influencias más conocidas. Sus enanos están
basados en aquellos que aparecen en la mitología nórdica y muchos personajes recibieron
nombres de ella misma: Thorin Escudo de Roble, Dwalin, Balin, Kíli, Fíli, Bifur, Bofur,
Bombur, Dori, Nori, Ori, Óin, Glóin, Thráin, Thrór, Dáin, Náin y Durin fueron tomados por
Tolkien de Edda poética, una colección de poemas escritos en nórdico antiguo, y más
concretamente de Völuspá, el primero de ellos.5152 También el nombre de Gandalf está
tomado de dicha obra, pero su figura está particularmente influida por la deidad Odín, en su
encarnación como Vegtamr, un anciano de larga barba blanca, con un sombrero de ala
ancha y un bastón de caminante; Tolkien afirmó que concibió a Gandalf como un
«caminante odínico».4052
La mitología finesa, y más concretamente la epopeya Kalevala, fue reconocida por Tolkien
como influencia en la Tierra Media.53 De forma similar a El Señor de los Anillos, el tema
del Kalevala se centra en torno a un objeto mágico de gran poder, el Sampo, que otorga
gran fortuna a su propietario, pero nunca se hace evidente su naturaleza exacta. Al igual
que el Anillo Único, el Sampo es combatido por las fuerzas del bien y del mal, y acaba
siendo destruido al final de la historia. Otro paralelismo es el mago del Kalevala,
Väinämöinen, que tiene muchas similitudes a Gandalf en sus orígenes inmortales y en su
sabia naturaleza, y, en ambas obras, los magos parten al final en un barco a las tierras
situadas más allá del mundo mortal.50 Tolkien también basa el quenya, una de las lenguas
élficas, en el finés.54 Por el contrario, la otra lengua élfica, el sindarin, está basada en el
galés, siendo la estructura fonética de ambas muy similar.55
No obstante, el tópico del anillo de poder tiene similitudes con una obra más antigua. El
filósofo griego Platón en La República, Libro II cuenta en un breve pasaje la leyenda de
Giges, un pastor que encuentra un anillo que le permite volverse invisible y desencadena su
ambición de usurpar el trono de Lidia.
Publicación
Publicación en inglés
La novela como tal fue encargada en 1939 por Stanley Unwin, presidente de la editorial
George Allen & Unwin por esa época, que, con el deseo de aprovechar el éxito que había
tenido El hobbit, le pidió a Tolkien una continuación.66 Una vez acabada, El Señor de los
Anillos fue juzgada por la editorial y le dieron el visto bueno, aunque no estaban
convencidos de que fuera a gustar al público debido a que su composición tenía un estilo
mucho más adulto y maduro que El hobbit.67 Tolkien trató de aprovechar la publicación de
El Señor de los Anillos para que El Silmarillion, obra en la que llevaba muchos años
trabajando y que ya fue rechazada anteriormente por la editorial,66 fuera publicada
también; sin embargo, George Allen & Unwin no estaba dispuesta a hacerlo y Tolkien
ofreció las obras a HarperCollins en 1950.41 Milton Waldman, miembro directivo de dicha
editorial, se mostró interesado por ambas, pero en la primavera de 1952 decidió rechazarlas
debido a su extensión y a las presiones de Tolkien, que empezaba a perder la paciencia ante
las demoras de la publicación.42
Finalmente George Allen & Unwin fue la encargada de publicar El Señor de los Anillos.
Debido a la gran carestía de papel como consecuencia de la postguerra, la editorial propuso
a Tolkien dividir la novela en tres tomos con el objetivo publicarlos con al menos un año de
separación y así abaratar los costes de su publicación.22 El autor nunca estuvo muy de
acuerdo con esta decisión y su terquedad le costó vivir contando cada centavo durante más
tiempo. A pesar de ello y aún sin los apéndices y los mapas, los libros fueron publicados:
La Comunidad del Anillo el 29 de julio de 1954, Las dos torres el 11 de noviembre del
mismo año, y El retorno del Rey casi un año después, el 20 de octubre de 1955. Más tarde,
en 1966 se agregó a El retorno del Rey un volumen con los apéndices.68
Publicación en español
Los artistas Alan Lee y John Howe, dos de los principales ilustradores de las obras de J. R.
R. Tolkien, cuyos dibujos han aparecido en varias de las ediciones publicadas de El Señor
de los Anillos.
El libro tardó más de veinte años en traducirse al español. El responsable de ello fue un
editor llamado Francisco Porrúa, quien a principios de la década de 1970 dirigía en
Argentina una pequeña editorial de literatura fantástica llamada Minotauro, fundada por él
mismo en 195469 y que, por ese entonces, era un apéndice de la editorial Sudamericana.
Porrúa, conociendo la importancia de la obra en el mundo anglosajón, no dudó en tratar de
conseguir los derechos y para ello contactó con la familia Muchnik, quien tenía en su poder
los derechos de la obra en español y que ya había publicado El hobbit, pero que no así El
Señor de los Anillos por falta de dinero. Fue así como en 1973 y por una suma cercana a los
1.500 dólares, Porrúa le compró los derechos a la familia y se puso manos a la obra para
publicarla.70
En esos años la situación económica y social de Argentina era muy compleja y, junto con la
demora de la editorial Sudamericana, Porrúa decidió trasladar Minotauro a España.70 De
esta forma consiguió publicar la primera edición en español de La Comunidad del Anillo en
junio de 1977, la de Las dos torres en noviembre de 1979 y la de El retorno del Rey en abril
de 1980, todas con ilustraciones de Tolkien en la portada.71 Los encargados de la
traducción fueron el propio Porrúa, quien firmó con su seudónimo Luis Domènech y
tradujo el primer volumen él solo, y Matilde Horne.72 Los apéndices, sin embargo, no se
editaron hasta 1987 y fueron traducidos por Rubén Masera.71
Recepción
Artículo principal: Recepción de El Señor de los Anillos
Antes de que se publicara El Señor de los Anillos, la editorial George Allen & Unwin e
incluso el propio Tolkien temían una avalancha de críticas en contra de la novela;73 no
obstante, recibió comentarios tanto malos como buenos, que iban desde terrible a excelente.
Entre las críticas dominaban aquellas que tachaban la obra de infantil: el crítico
estadounidense Edmund Wilson calificó la obra en el periódico The Nation como «basura
adolescente»,74 mientras que el escritor Edwin Muir decía que todos los personajes eran
como niños que nunca llegarían a la pubertad.75 Otras críticas se debieron a la relación que
Tolkien tenía con el escritor C. S. Lewis, que por aquella época era bastante impopular
entre los críticos debido al tratamiento que daba a la religión en sus novelas.75 El autor le
pidió a Lewis que escribiera un comentario sobre El Señor de los Anillos para su
sobrecubierta y muchos lo vieron como propio de un bufón, debido a la comparación que
hacía entre Tolkien y el poeta Ludovico Ariosto.74
«Jamás ha sido proyectado ningún mundo que a la vez sea tan variado y tan comprometido
con sus propias leyes internas. Si Ariosto rivalizase en invención (que de hecho no lo
consigue) todavía le faltaría su seriedad heroica».
C. S. Lewis74
A pesar de ello, para Tolkien la recepción de la novela fue mejor de lo esperado78 por
opiniones como la de Herbert Dingle, que le elogiaba en The Guardian: «Haber creado una
épica romántica tan emocionante, con su propia mitología y diversidad de personajes y
paisajes, con esa enormidad de imaginación para la invención y descripción, y tal sentido
sobrenatural subyaciendo a la abundancia de incidentes, es un hecho más que
remarcable»;74 o la del periódico The Sunday Times que afirmaba que «El mundo se
divide entre aquellos que han leído El hobbit y El Señor de los Anillos y aquellos que están
a punto de leerlos»,79 Además, las ventas de la novela vencieron a las críticas, ya que
cosechó un enorme e inesperado éxito.
Años después de la publicación de la novela comenzaron a aparecer algunas críticas que la
calificaban, e incluso al propio Tolkien, de racista y fascista,75 principalmente debido a que
las razas del bando bueno eran blancas, mientras que aquellas que estaban del lado de
Sauron eran de piel morena. El escritor Fred Inglis intentó demostrar en uno de sus ensayos
que El Señor de los Anillos era un mito protofascista.75 Sin embargo, las declaraciones
hechas por Tolkien durante su vida contradicen estas acusaciones; durante la Segunda
Guerra Mundial el autor expuso en varias ocasiones su desacuerdo con las ideas del
fascismo,80 mientras que en una carta escrita tras una entrevista que le habían hecho, el
autor expresaba su ofensa ante la sugerencia de que la Tierra Media correspondía con la
Europa nórdica, ya que el término «nórdica», de origen francés, estaba asociado a teorías
racistas.81
«Guardo en esta guerra un ardiente rencor privado contra ese cabal ignorante, Adolf Hitler.
Arruina, pervierte, aplica erradamente y vuelve por siempre maldecible ese noble espíritu
nórdico, suprema contribución a Europa, que siempre amé e intenté presentar en su
verdadera luz».
J. R. R. Tolkien en una carta a su hijo Michael (9 de junio de 1941)80
En España e Hispanoamérica, los diarios y suplementos literarios ignoraron la publicación
de El Señor de los Anillos y la novela no obtuvo casi críticas; algunos medios se centraron
simplemente en comentar el éxito de la novela en Inglaterra y los Estados Unidos.82 Sin
embargo, a pesar de ello, se venden una media de 50.000 ejemplares anuales y la versión
cinematográfica del director Peter Jackson aumentó considerablemente estas cifras.70