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“PARA UN MATRIMONIO FELIZ”

RETIRO

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Retiro: Para un Matrimonio Feliz, Talleres de Oración y Vida

CUARTO DÍA
COMUNICACIÓN

Oración: LO HACEN ENTRE LA PAREJA Y LUEGO DEJAN UN RATO A SOLAS


CADA UNO PARA INTERIORIZAR LO QUE LE DICEN A JESÚS.
LA GRACIA DE COMUNICARSE
Señor Jesús, encerrarse es muerte y abrirse es
llamaste "amigos" a los discípulos vida, libertad, madurez.
porque les abriste tu intimidad.
Pero, ¡qué difícil es abrirse, Señor! Señor Jesucristo, rey de la
fraternidad;
¡Cuánto cuesta rasgar el velo del dame la convicción y el coraje de
propio misterio! ¡Cuántas trabas se abrirme; enséñame el arte de
interponen en el camino! Pero sé abrirme.
bien, Señor, que sin comunicación Rompe en mí los retraimientos y
no hay amor y que el miedos,
misterio esencial de la fraternidad bloqueos y timideces que
consiste en ese juego de abrirse y obstaculizan
acogerse unos a otros. la corriente de la comunicación.

Hazme comprender, Señor, que fui Dame la generosidad para


creado no como un ser acabado y lanzarme sin miedo en ese juego
encerrado sino como una tensión y enriquecedor de abrirme y acoger.
movimiento hacia los demás;
que debo participar de la riqueza Danos la gracia de la
de los demás y dejar que los demás comunicación, Señor, Jesús.
participen de mi riqueza; y que
encerrarse es muerte y abrirse es
vida, libertad, madurez.

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Comunicación no significa conversación, intercambio de frases, preguntas


y respuestas. Ni siquiera significa, exactamente, diálogo.

Comunicarse encierra un sentido entrañable y personal: entregar algo


sustancialmente mío, algo que es de la esencia de mi ser, y esto de manera
recíproca en la pareja.

Este es el síntoma de la madurez conyugal: la entrega de su riqueza interior


y al mismo tiempo participar de la riqueza del otro.

*** *** ***

En una conversación se puede hablar mucho y no decir nada: Hablamos


mucho y nos comunicamos poco.

Incluso, a veces, las palabras se pueden transformar en disfraces para


encubrir problemas, para continuar fingiendo, como quien dice: “todo
marcha bien, aquí no pasa nada”. No existe comunicación.

Aún más: con frecuencia los esposos hablan apasionadamente de temas


políticos, inquietudes familiares, la marcha de los negocios, problemas con
los hijos adolescentes… Pero rehúyen sistemáticamente entrar a fondo en
la intimidad de sus vidas, una vida a dos.

¿Temor de abrir viejas heridas? Puede ser que las heridas estén debajo, sin
curarse. Pero los esposos permanecen con los ojos cerrados porque
presienten que podrían encontrarse con zonas peligrosas.

Nos cuesta escuchar cuando tenemos miedo. Pero solo cuando los esposos
puedan hablar con franqueza, y solo entonces, pueden sentirse libres y
seguros.

En suma, la comunicación en el matrimonio implica compartir sentimientos


y sueños, descubrir sin miedos las profundas zonas de sí mismo, dialogar de
dentro a dentro, abrir las puertas sin temor.

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No hay tragedia mayor que la incomunicación con aquella persona que


elegimos para compartir la vida.

Acaso ¿existe soledad más angustiante para un ser humano que acostarse
y despertar al lado del cónyuge, día tras día, sin ser capaz de decirle “buenos
días” o “buenas noches”?

Este esposo recorrió el mundo para encontrar una mujer y esta mujer
recorrió el mundo (es un modo de hablar) para encontrar un hombre. Al fin
se encontraron, se comprometieron y juraron compartir a fondo sus vidas
hasta el final. Y ahora sucede que conviven en una misma casa como
extraños, distantes, ausentes. ¿Cabe mayor desgracia?

Nunca podemos olvidar que las personas son más importantes que las
cosas. Y el mayor enemigo de la comunicación es el individualismo.

*** *** ***


Algunas veces necesitamos de consolación, pero antes de recibirla
necesitamos manifestar nuestros temores. El silencio y suponer que el otro
nos comprende sin que le digamos lo que nos sucede, nunca resolverá
ningún problema.

Si alguien nos ha inferido un daño, necesitamos exteriorizar nuestra pena.


De otra manera, la pena tiende a transformarse en irritación que, más tarde
deriva en rencor, sentimiento que lucha por salir, y cuando sale, lo hace de
una manera violenta y desproporcionada.

Así, cuando las penas no se exteriorizan se convierten en veneno que


transforma a los esposos en personas resentidas, que no rara vez proyectan
su agresividad sobre seres inocentes, sus hijos.

Por otra parte, no debemos olvidar que la peor violencia es la del silencio.
Efectivamente, el silencio resentido es una de las venganzas más
demoledoras.

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Cuando un cónyuge pregunta al otro: “¿qué te pasa?” y el otro responde


secamente: “¡Nada!”, puede ser y suele ser una manera altanera de dar
portazos como quien dice: “¿qué tienes que ver conmigo?”, “no te metas
conmigo”.

Problemas no resueltos

Y así, avanzando por la vía de la incomunicación, nos encontramos con los


problemas no resueltos.

Estos problemas, si no se abordan rápida y resueltamente, vuelven a


aparecer en el camino una y otra vez.

En la mayoría de los matrimonios hay temas “tabúes” que respiran dentro,


como quien dice: “de esto no se habla”.

Como el avestruz que esconde la cabeza debajo de las alas para no ver al
cazador, nosotros nos engañamos compartiendo noticias agradables,
charlando alegremente sobre cosas que van bien, hablando copiosamente
sobre puntos en los cuales estamos de acuerdo, y evitando tercamente ni
siquiera mencionar problemas no resueltos que se arrastran por años y
años.

He aquí la fórmula mágica: el simple hecho de comunicar un problema


equivale a ponerse en la dirección correcta de la solución. El hecho de
colocar sobre la mesa los temas “tabú”, y comentarlos tranquilamente, con
tal que se haga con sosiego y control, significa que estamos a medio camino
de la solución.

Oración

Señor Jesús, un día, juntos, iniciamos este largo camino de amor, que es nuestro
matrimonio.

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Ayúdanos a vivirlo plenamente, conociéndonos cada día más profundamente,


aceptándonos como somos, con nuestras virtudes y defectos, acogiéndonos
mutuamente y siendo un apoyo el uno para el otro.

¡Y te pedimos, también Jesús, que recorras siempre este camino con nosotros!

Serás el gran aliento para perseverar, Tu fuerza nos sostendrá, Tu palabra nos
guiará, Tu gracia nos permitirá alcanzar la meta.

Queremos ser siempre fieles al propósito de construir la felicidad.


Contigo, Jesús, lo conseguiremos.
Amén.
*** *** ***
Y ahora, con Jesús vívido en nuestros corazones, enfrentaremos nuestros
problemas.

• ¿Cómo abordar aquellas actitudes y comportamientos que nos


disgustan?
• ¿Cómo enfrentar las diferencias o divergencias?
• ¿Qué hacer con los problemas no resueltos?

¡No todo lo que enfrentamos puede ser resuelto, pero nada se resolverá
si no lo enfrentamos!

El error consiste en acumular, de forma silenciosa, amargura sobre


amargura, rumiando y dando vueltas en la mente y corazón, removiendo
una y otra vez, los recuerdos venenosos, hasta que se desencadena la crisis
y, en un momento desafortunado, explotamos y soltamos todo el veneno,
en medio de recriminaciones y amenazas, abriendo heridas incurables.

¡No puede ser!

No hay derecho de abortar de una manera tan lamentable el sueño de toda


una vida. Es hora de abrir las puertas de la sinceridad y abordar los puntos
que nos disgustan, los problemas que nos ensombrecen y las divergencias
que distancian nuestros corazones.

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¿Cómo hacerlo?

En primer lugar, se necesita una resolución ciega, una voluntad de acero,


para tomar en las manos los problemas difíciles y tratar de solucionarlos.

Hay que buscar un lugar y el momento oportunos. Por ejemplo: un fin de


semana en un hotel, en un lugar distante y solitario, o ahora que estamos
aislados y trabajando en estos temas, terminada la lectura.

*** *** ***

Una vez aislados, he aquí las condiciones imprescindibles para que haya
afectos positivos:

• De antemano, no imponer condiciones diciendo, por ejemplo: “con


tal de no tocar aquel punto”.
• Control absoluto del sistema nervioso, evitando exteriorizar el
nerviosismo en la voz, en los ojos, en el modo de hablar. Todo con
gran calma.
• Una paciencia infinita.
• Permitir al otro cónyuge expresarse libremente, sin interrupciones,
aun cuando no se esté de acuerdo con lo que el otro dice.
• No enojarse ni sentirse amenazado en ningún momento.
• Advertir y tomar conciencia en todo momento de que también el
cónyuge interlocutor dispone de una excelente voluntad y habla con
el deseo de solucionar el problema.
• No hacer una cerrada y agresiva defensa de su posición,
demostrando que usted tenía la razón y el otro estaba equivocado.
• Para evitar el tono recriminatorio, usar las siguientes expresiones:
- “Me gustaría” (que procedieras de esta manera, evitaras aquello, me
ayudaras en esta oportunidad…)

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- “Necesito de ti” (en esta edad difícil de los niños, en esta delicada
situación de los negocios, ahora que estamos atravesando por este mal
momento...)
• Formular, uno al otro, preguntas como estas:
- ¿Qué cosas mías te disgustan?
- ¿En qué te he decepcionado?
- ¿Qué te desilusiona en nuestra relación?
- ¿Hay alguna pena o decepción que no te atreves a contarme?
- ¿Qué es lo que más desearías de mí?
- Si, como hipótesis, pudiéramos retroceder en el tiempo y volver al día
de nuestra boda, ¿qué capítulo de nuestra historia borraríamos? ¿En
qué pondríamos más empeño? ¿Qué evitaríamos?

Todo esto es una cirugía dolorosa. ¡Pero vale la pena!

Es preciso detenerse en medio del camino. Los grandes bienes exigen


costosos remedios.

¿O ustedes piensan que el amor está condenado a desgastarse y morir?


¿Es la pareja y solamente ella, quien debe tener el deseo de salvarse?
Por eso estamos hoy aquí, porque queremos que el amor no muera.
Buscamos mantener un amor eternamente renovado. Recreado a cada
instante, un amor que cada mañana amanezca con una cara nueva.

Y el método que vamos a utilizar para alcanzar este prodigio es el de los


Pequeños Detalles, sobre los cuales ya se hizo referencia en la primera
conferencia.

* * *

Pequeños Detalles

En cualquier momento podemos dejar de lado las ocupaciones y sentarnos


junto a nuestro cónyuge, sin propósito alguno. Es tan fácil. No es necesario
decir nada especial. El detalle es en sí mismo un gesto elocuente.

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En el momento menos pensado poner sorpresivamente aquella música que


al otro tanto le fascina. Sin hacer comentarios. El gesto, en sí mismo, es
suficientemente elocuente.

Un día cualquiera llegar a casa con un hermoso ramillete de flores, sin decir
palabra. El gesto le está diciendo al cónyuge: “Eres para mí la persona más
importante de este mundo”.

Hoy es el aniversario de matrimonio y para celebrar esta fecha tan


significativa van los dos con alegría, a un buen restaurante. Celebrar es
recordar. Recordar es revivir. Y la llama del amor alcanza una altura cada
vez más alta. Detalles. Pequeños detalles.

A este método de Pequeños Detalles se le puede llamar de otra manera:


Ser cariñosos; que no significa necesariamente hacer caricias, sino
conducirse con un corazón afectuoso. Lo importante es que el esposo o la
esposa, a partir de una mirada, una modulación de voz, … sienta que el otro
“está conmigo”.

No hay recetas para ser cariñoso. Hay gestos y actitudes que, de manera
inequívoca, son portadores de cariño: una mirada especial, una sonrisa,
tomarse de las manos, dedicar unos minutos, sin un por qué ni un para qué,
un detenerse por un instante para preguntar: “¿cómo estás?” “¿Necesitas
algo?” “¿Ya pasó el dolor de cabeza?”

Esto es como si le dijera: “Eres para mí la persona más importante”, “No


tengo otra felicidad que hacerte feliz”.

¡Es tan fácil hacer feliz al cónyuge! Podemos pasar la vida ofreciendo sorbos
de alegría, estímulos de aliento, instantes de felicidad. Basta con llamar por
teléfono para saber de su salud: “¿Cómo están los niños?”, “¿hay alguna
novedad?”, “¿Necesitas algo?” No lo ha hecho feliz, pero le ha ofrecido una
copa de felicidad, un vaso de alegría. ¡Y es tan fácil! Y así el amor está
ascendiendo a las alturas, y de paso, estamos librando la batalla contra la
rutina.

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* * *

El negocio no va bien; sufrió un revés en lo profesional; el ánimo está por


los suelos. Tome el teléfono para decirle al cónyuge deprimido: “Estoy
contigo más que nunca. Todo pasará. Mañana será mejor. Vamos adelante.
Todo acabará bien”. No lo ha hecho feliz, pero le ha entregado un vaso de
aliento y de estímulo.

El cónyuge está con mucha fiebre. Ese día no debe parar el teléfono:
“¿Cómo te estás sintiendo?”, “¿Qué dijo el médico?”, “Voy a salir antes del
trabajo para llegar pronto a la casa y permanecer a tu lado”. No lo ha hecho
feliz, pero le ha infundido más salud que las recetas médicas.

Surgen buenas noticias: “¿Sabes?, llegaron noticias maravillosas a casa.


Dicen que estuviste magnífico. Estamos orgullosos de ti”. No lo hiciste feliz,
pero le entregaste un vaso de autoestima.

Esta es la manera de recrear, a cada instante, el amor, y de darle la batalla


y vencer a esa insidiosa serpiente que es la rutina.

Conclusión: Los esposos necesitan alimentar el amor con pequeños


detalles.

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