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A D V E N T IS T A S

ES T Á S A Q U Í:   I N I CIO   »   C RE EM O S   »  N U E ST RA S C RE EN CI AS

A continuación presentamos las 28 creencias fundamentales que sostiene la Iglesia Adventista del
Séptimo Día, y sus respectivos textos Bíblicos sobre los que se fundamentan las mismas.

Los Adventistas del Séptimo Día aceptan la Biblia como su única regla de fe y apoyo seguro de las
creencias fundamentales siendo éstas enseñanzas de las Santas Escrituras. Estas creencia, como se
recogen más adelante, constituyen la comprensión de la enseñanza de la Escritura. La revisión de
estas declaraciones pueden ser hechas en el Congreso Mundial de la Asociación General de la
Iglesia Adventista del Séptimo Día, cada cinco años, cuando la Iglesia es dirigida por el Espíritu
Santo a una comprensión más completa de la verdad bíblica o si encuentra una mejor forma de
expresar las enseñanzas de la Santa Palabra de Dios.

Las Santas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, dada por
inspiración divina por intermedio de santos hombres de Dios que hablaron y escribieron al ser
movidos por el Espíritu Santo. En esta Palabra, Dios ha transmitido al ser humano el conocimiento
necesario para la Salvación. Las Santas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina.
Son la norma para el carácter, la prueba de la experiencia, la revelación autorizada de doctrinas, y
el registro confiable de la actuación de Dios en la historia.

2 Pedro 1:20 y 21; 2 Timoteo 3:16 y 17; Salmo 119:105; Proverbios 30:5 y 6; Isaías
8:20;Juan 10:35; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12.

Hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternas. Dios es
inmortal, omnipotente, omnisciente, por encima de todo (trascendente), y siempre presente. Es
infinito y está más allá de la comprensión humana, aunque es conocido por su revelación de sí
mismo. Es eternamente digno de alabanza, adoración y servicio por toda la creación.

Deuteronomio 6:4; Deuteronomio 29:29; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-


6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:6 y 7.

Dios, el Eterno Padre, es el Creador, el Originador, el Sustentador y el Soberano de toda la


creación. Él es justo y santo, misericordioso y clemente, tardo en airarse, y grande en constante
amor y fidelidad. Las cualidades y poderes mostrados en el Hijo y en el Espíritu Santo son, también,
revelaciones del Padre.

Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17:
Éxodo 34:6 y 7; Juan 14:9.
Dios, el Hijo Eterno, se encarnó en Jesucristo. Por medio de Él todas las cosas fueron creadas, se
revela el carácter de Dios, se consuma la salvación de la humanidad y es juzgado el mundo.
Verdadero Dios por siempre, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue
concebido por el Espíritu Santo, y nació de la virgen María. Vivió y experimentó la tentación como
ser humano, y ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. A través de sus milagros
demostró el poder de Dios y fue atestiguado como el Mesías prometido por Dios. Jesús sufrió y
murió voluntariamente en la cruz en nuestro lugar por nuestros pecados, fue resucitado de entre
los muertos y ascendió para ministrar en el santuario celestial en nuestro favor. Vendrá de nuevo
en gloria para la liberación final de Su pueblo y la restauración de todas las cosas.

Juan 1:1-3 y14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; Juan 14:9; Romanos 5:18; Romanos


6:23;2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses 2:5-11; Hebreos 2:9-18; 1
Corintios 15:3 y 4; Hebreos 4:15; Hebreos 7:25; Hebreos 8:1 y 2; Hebreos 9:28; Juan
14:1-3; 1 Pedro 2:21; Apocalipsis 22:20.

Dios, el Espíritu Santo, desempeñó una parte activa con el Padre y el Hijo en la Creación,
encarnación y redención. Inspiró a los escritores de las Escrituras. Llenó la vida de Cristo con
poder. Llama y convence a los seres humanos; y a aquellos que le responden, les renueva y
transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y por el Hijo para permanecer para siempre
con sus hijos, concede dones espirituales a la Iglesia, la capacita para dar testimonio de Cristo, y
en armonía con las Escrituras, la guía a toda verdad.

Génesis 1:1 y 2; Lucas 1:35; Lucas 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios


3:18;Efesios 4:11 y 12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18 y 26; Juan 15:26 y 27; Juan 16:7-13.

Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado en las Escrituras el auténtico relato de Su
actividad creadora. En seis días el Señor hizo “el cielo y la Tierra” y todo lo que tiene vida sobre la
Tierra, y descansó el séptimo día de esa primera semana. De este modo estableció el Sábado como
un memorial permanente de su trabajo creativo completo. El primer hombre y la primera mujer
fueron creados a la imagen de Dios como coronación de la Creación, se les dio dominio sobre el
mundo y se les dio la responsabilidad de cuidarlo. Cuando el mundo fue terminado, era “muy
bueno”, anunciando así la gloria de Dios.

Génesis 1 y 2; Éxodo 20:8-11; Salmo 19:1-6; Salmo 33:6 y 9; Salmo 104; Hebreos
11:3;Juan 1:1-3; Colosenses 1:16 y 17.

El hombre y la mujer fueron formados a imagen de Dios con individualidad, con el poder y la
libertad de pensar y actuar. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad
indivisible de cuerpo, mente y espíritu, dependientes de Dios para la vida, el aliento y todo lo
demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de Él y
cayeron de su elevada posición bajo Dios. La imagen de Dios en ellos fue desfigurada, pasando a
estar sujetos a la muerte. Sus descendientes comparten esa naturaleza caída y sus consecuencias.
Nacen con las debilidades y tendencias al mal. Pero Dios en Cristo reconcilió consigo al mundo y a
través de su Santo Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados
para la gloria de Dios, son llamados a amarle y amarse los unos a los otros, y cuidar del medio
ambiente.

Génesis 1:26-28; Génesis 2:7; Salmo 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmo


51:5;Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19 y 20; Salmo 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11,
20; Génesis 2:15.

Toda la humanidad está involucrada en un gran conflicto entre Cristo y Satanás, en cuanto al
carácter de Dios, su Ley y su soberanía sobre el Universo. Ese conflicto se originó en el Cielo,
cuando un ser creado, dotado de libertad de elección, por exaltación propia se convirtió en Satanás,
el adversario de Dios, y guió a la rebelión a una parte de los ángeles. Él introdujo el espíritu de
rebelión en este mundo cunado indujo a Adán y Eva a pecar. El pecado de la humanidad
distorsionó la imagen de Dios en el ser humano, el desorden en el mundo creado y su eventual
devastación en el momento del diluvio mundial. Observado por toda la Creación, este mundo se
convirtió en el escenario del conflicto universal, del cual será finalmente reivindicado el Dios de
amor. Para asistir a su pueblo en esta controversia, Cristo envía su Santo Espíritu y ángeles leales
para guiar, proteger, y sostenerlos en el camino de la Salvación.

Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-


32;Romanos 5:19-21; Romanos 8:19-22; Génesis 6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios
4:9; Hebreos 1:14.

En la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, en su sufrimiento, muerte y


resurrección, Dios proveyó el único medio de expiación del pecado humano, de modo que los que
aceptan por fe esa expiación, puedan tener vida eterna, y toda la Creación comprenda mejor el
infinito y santo amor del Creador. Esta perfecta expiación vindica la justicia de la ley de Dios y la
gracia de su carácter; ya que a la misma vez, condena nuestros pecados, y hace provisión para
nuestro perdón. La muerte de Cristo es sustitutoria y expiatoria, reconciliando y transformando. La
resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y para aquellos que
aceptan la expiación les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Declara el señorío de
Jesucristo, ante quien se doblará toda rodilla en el cielo y en la Tierra.
Juan 3:16; Isaías 53; 1 Pedro 2:21-22; 1 Corintios 15:3-4, 20-22; 2 Corintios 5:14-
15, 19-21; Romanos 1:4; Romanos 3:25; Romanos 4:25; Romanos 8:3-4; 1 Juan 2:2; 1
Juan 4:10;Colosenses 2:15; Filipenses 2:6-11.

En infinito amor y misericordia, Dios permitió que Cristo, quien no conoció pecado, se convirtiese
en pecado por nosotros, para que en Él fuésemos hechos justicia de Dios. Guiados por el Espíritu
Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de
nuestras transgresiones y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como Sustituto y Ejemplo.
Esta fe que recibe la salvación, viene a través del poder de la Palabra y es el don de la gracia de
Dios. Por medio de Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y libertados del
dominio del pecado. Por medio del Espíritu, nacemos de nuevo y somos justificados.; el Espíritu
renueva nuestra mente, escribe la ley de amor de Dios en nuestro corazón y se nos da el poder de
vivir una vida santa. Permaneciendo en Él, llegamos a ser participantes de la naturaleza divina y
tenemos la seguridad de la salvación, ahora y en el Juicio.

2 Corintios 5:17-21; Juan 3:16; Gálatas 1:4; Gálatas 4:4-7; Tito 3:3-7; Juan


16:8; Gálatas 3:13-14; 1 Pedro 2:21-22; Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23-
24; Efesios 2:5-10;Romanos 3:21-26; Colosenses 1:13-14; Romanos 8:14-17; Gálatas
3:26; Juan 3:3-8; 1 Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2
Pedro 1:3-4; Romanos 8:1-4; Romanos 5:6-10.

Por su muerte en la cruz Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. Aquél que subyugó los espíritus
demoníacos durante su ministerio terrenal ha quebrantado su poder y aseguró su destino final. La
victoria de Jesús nos da victoria sobre las fuerzas del mal que aún buscan controlarnos, mientras
caminamos con él en paz, gozo y la seguridad de su amor. Ahora el Espíritu Santo mora en
nosotros y nos da fortaleza. Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y
Señor, somos liberados de las cargas de nuestros actos pasados. Ya no moramos más en la
oscuridad, miedo de los poderes malignos, ignorancia y el sinsentido de nuestra anterior forma de
vivir. En esta nueva libertad en Jesús, somos llamados a crecer en la semejanza de su carácter,
comunicándonos cada día con Él en oración, alimentándonos de su Palabra, meditando en ella y en
su providencia, cantando alabanzas, reuniéndonos para adorar, y participando en la misión de la
Iglesia. Mientras nos damos a nosotros mismos en amoroso servicio hacia los que nos rodean y
testimoniando acerca de su Salvación, su presencia constante con nosotros a través del Espíritu
transforma cada momento y cada tarea en una experiencia espiritual.

Salmo 1:1-2; Salmo 23:4; Salmo 77:11-12; Colosenses 1:13-14; Colosenses 2:6, 14,


15;Lucas 10:17-20; Efesios 5:19-20; Efesios 6:12-18; 1 Tesalonicenses 5:23; 2 Pedro
2:9; 2 Pedro 3:18; 2 Corintios 3:17-18; Filipenses 3:7-14; 1 Tesalonicenses 5:16-
18; Mateo 20:25-28; Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38-39; 1 Juan
4:4; Hebreos 10:25.

La Iglesia es la comunidad de creyentes que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador. En


continuidad con el pueblo de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento, somos llamados a salir
del mundo; y nos unimos unimos para adorar, en fraternidad, para instrucción en la Palabra, para
celebrar la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad y para la proclamación mundial del
Evangelio. La autoridad de la Iglesia deriva de Cristo, quien es la Palabra encarnada, y de las
Escrituras, que son la Palabra escrita. La Iglesia es la familia de Dios, adoptados por Él como sus
hijos e hijas. Sus miembros viven fundamentados en el nuevo pacto. La Iglesia es el cuerpo de
Cristo, una comunidad de fe de quien Cristo mismo es la cabeza. La iglesia es la esposa por la que
Cristo murió para poder santificarla y limpiarla. En su regreso triunfante, se la presentará a sí
mismo como una iglesia gloriosa, la fiel de todas las épocas, la compra de su sangre, sin mancha ni
arruga, sino santa y sin tacha.

Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; Efesios 3:8-11; Mateo 28:19-20; Mateo


16:13-20; Mateo 18:18; Efesios 2:19-22; Efesios 1:22-23; Efesios 5:23-27; Colosenses
1:17-18.

La Iglesia universal se compone de todos los que verdaderamente creen en Cristo; pero, en los
últimos días, en tiempo de extendida apostasía, ha sido llamado un remanente a fin de guardar los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la llegada de la hora del Juicio,
proclama la salvación por medio de Cristo y anuncia la proximidad de Su segundo advenimiento.
Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la obra de
juicio en el cielo, y trae como resultado el arrepentimiento y reforma sobre la Tierra. Cada creyente
es llamado a tener una parte en esta testificación mundial.

Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 14:6-12; Apocalipsis 18:1-4; 2 Corintios 5:10; Judas


1:3, 14;1 Pedro 1:16-19; 2 Pedro 3:10-14; Apocalipsis 21:1-14.

La Iglesia es un cuerpo con muchos miembros, llamados de toda nación, tribu, lengua y pueblo. En
Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación, y nacionalidad, y las
diferencias entre clases, ricos y pobres, hombre y mujer, no deben ser divisorias entre nosotros.
Todos somos iguales en Cristo., quien a través de un Espíritu nos ha unido en una fraternidad con
Él y los unos con los otros; tenemos que servir y ser servidos imparcialmente y sin reservas.
Mediante la revelación de Jesucristo en las Escrituras, compartimos la misma fe y esperanza y
extendemos un solo testimonio para todos. Esta unidad encuentra su fuente en la unidad del Dios
trino y uno, que nos adoptó como Sus hijos.
Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19-20; Salmo 133:1; 2 Corintios 5:16-
17;Hechos 17:26-27; Gálatas 3:27-29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; Efesios
4:1-6;Juan 17:20-23.

Por el bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y en la resurrección de Jesucristo y


testimoniamos nuestra muerte al pecado y nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este
modo aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, llegamos a pertenecer a su pueblo, y
somos aceptados como miembros por Su Iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con
Cristo, el perdón de nuestros pecados y nuestra recepción del Espíritu Santo. Es por inmersión en
agua y es contingente sobre una afirmación de fe en Jesús y evidencia de arrepentimiento del
pecado. Tiene lugar tras la instrucción en las Santas Escrituras y la aceptación de sus enseñanzas.

Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12-13; Hechos 16:30-33; Hechos 22:16; Hechos


2:38; Mateo 28:19-20.

La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y de la sangre de Jesús, como
expresión de fe en Él, nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión Cristo está
presente para fortalecer su pueblo. Al participar, gozosamente proclamamos la muerte del Señor
hasta que regrese de nuevo. La preparación para la Cena incluye el examen de conciencia,
arrepentimiento y confesión. El Maestro instituyó la ceremonia del lavamiento de pies para
representar una limpieza renovada, para expresar la disposición de servir unos a otros en humildad
semejante a la de Cristo, y para unir nuestros corazones en amor. El servicio de Comunión o Santa
Cena está abierto a todos los cristianos creyentes.

1 Corintios 10:16-17; 1 Corintios 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; Juan


6:48-63; Juan 13:1-17.

Dios confiere a todos los miembros de su Iglesia, en todas las épocas, dones espirituales que cada
miembro debe emplear en amante ministerio por el bien común de la Iglesia y de la humanidad.
Siendo otorgados por la actuación del Espíritu Santo, el cual distribuye a cada miembro como
quiere, los dones proveen todas las aptitudes y ministerios que la Iglesia necesita para cumplir sus
funciones divinamente ordenadas. De acuerdo con las Escrituras incluye tales ministerios como la
fe, sanación, profecía, proclamación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, servicio
abnegado, caridad para ayudar, y exhortación y aliento a las personas. Algunos miembros son
llamados por Dios y dotados por el Espíritu para funciones reconocidas por la Iglesia en ministerios
pastorales, evangélicos, apostólicos y de enseñanza. particularmente necesarios para capacitar a
los miembros para el servicio, edificar a la iglesia para una madurez espiritual y fomentar la unidad
de fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean esos dones espirituales como fieles
mayordomos de la variada gracia de Dios, la iglesia es protegida de la destructiva influencia de la
falsa doctrina, tiene un crecimiento que proviene de Dios y es edificada con fe y amor.

Romanos 12:4-8; 1 Corintios 12:9-11, 27-28; Efesios 4:8, 11-16; Hechos 6:1-7; 1


Timoteo 3:1-13; 1 Pedro 4:10-11.

Uno de los dones del Espíritu Santo es el de profecía. Este don es una característica distintiva de la
Iglesia remanente y fue manifestado en el ministerio de Ellen G. White. Como mensajera del Señor,
sus escritos son una continua y autorizada fuente de verdad y proporcionan consuelo, guía,
instrucción y corrección a la Iglesia. Sus escritos también dejan claro que la Biblia es la regla por la
que debe ser probada toda enseñanza y experiencia.

Joel 2:28-29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 19:10.

Los grandes principios de la Ley de Dios están incluidos en los Diez Mandamientos y ejemplificados
en la vida de Cristo. Expresan el amor, la voluntad y los propósitos de Dios respecto la conducta y
relaciones humanas, y son vinculantes a todas las personas de todas las épocas. Esos preceptos
constituyen la base del pacto de Dios con su pueblo y la norma en el juicio de Dios. A través de la
intervención del Espíritu Santo, los Mandamientos señalan el pecado y despiertan el sentido de
necesidad de un Salvador. La Salvación es completamente por gracia y no por obras, pero el fruto
de ella es la obediencia a los Mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter cristiano y
resulta en un sentido de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor por el Señor y de nuestra
preocupación por el prójimo. La obediencia de fe demuestra el poder de Cristo para transformar
vidas, y por lo tanto fortalece el testimonio cristiano.

Éxodo 20:1-17; Salmo 40:7-8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-


20;Hebreos 8:8-19; Juan 15:7-10; Efesios 2:8-10; 1 Juan 5:3; Romanos 8:3-4; Salmo
19:7-14.

El bondadoso Creador, después de los seis días de la Creación, descansó el séptimo día e instituyó
el Sábado para todo el mundo como recordativo de la Creación. El cuarto mandamiento de la
inmutable Ley de Dios requiere la observancia de este séptimo día sábado como día de descanso,
adoración y ministerio en armonía con las enseñanzas y prácticas de Jesús, el Señor del Sábado. El
sábado es un día de agradable comunión con Dios y unos con otros. También es un símbolo de
nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una demostración de nuestra
lealtad, y un anticipo de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es una señal perpetua
de su pacto eterno entre Él y su pueblo. La observancia gozosa de este santo tiempo de puesta de
sol a puesta de sol o de tarde a tarde, es una celebración de los actos creativo y redentor de Dios.
Génesis 2:1-3; Éxodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5-6; Isaías 58:13-14; Mateo 12:1-
12;Marcos 2:27-28; Éxodo 31:13-17; Ezequiel 20:12, 20; Deuteronomio 5:12-
15; Hebreos 4:1-11; Levítico 23:32; Marcos 1:32.

Somos mayordomos de Dios, quien nos ha encomendado el tiempo y las oportunidades,


capacidades y posesiones, y las bendiciones de la Tierra y sus recursos. Reconocemos la propiedad
divina por medio del fiel servicio a Él y a nuestros semejantes, y devolviendo diezmos y dando
ofrendas para la proclamación de su Evangelio y para la manutención y el crecimiento de su iglesia.
La mayordomía es un privilegio que nos ha dado Dios para crecer en amor y en victoria sobre el
egoísmo y la codicia. El mayordomo se regocija en las bendiciones que sobrevienen a los demás
como resultado de su fidelidad.

Génesis 1:26-28; Génesis 2:15; 1 Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1


Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; 2 Corintios 8:1-15; Romanos 15:26-27.

Somos llamados para ser un pueblo piadoso, que piensa, siente y actúa de acuerdo con los
principios del Cielo. Para que el Espíritu recree en nosotros el carácter de nuestro Señor, nos
involucramos sólo en aquellas cosas que producirán en nuestra vida pureza, salud y alegría
semejantes a las de Cristo. Esto quiere decir que nuestra diversión y entretenimiento deberían
cumplir la más alta norma del gusto y belleza cristianos. A la vez que reconocemos las diferencias
culturales, nuestro vestido tiene que ser sencillo, modesto y pulcro, adecuándose aquellos cuya
auténtica belleza no consiste en adorno externo sino en el incorruptible adorno de un espíritu
tranquilo y afable. También significa que, dado que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
debemos cuidarlo de forma inteligente. Con ejercicio y descanso adecuados, debemos adoptar la
dieta más saludable posible y abstenernos de alimentos inmundos identificados en las Escrituras.
Dado que el uso del bebidas alcohólicas, el tabaco, y el uso irresponsable de drogas y narcóticos
son dañinos para nuestra salud, debemos de abstenernos de ellos. En su lugar, debemos participar
en cualquier cosa que eleve nuestros pensamientos y cuerpos a la disciplina de Cristo, quien desea
nuestra salud completa, gozo y bienestar.

Romanos 12:1-2; 1 Juan 2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2 Corintios 10:5; 2


Corintios 6:14-7:1; 1 Pedro 3:1-4; 1 Corintios 6:19-20; 1 Corintios 10:31; Levítico 11:1-
47; 3 Juan 1:2.

El matrimonio fue divinamente establecido en el Edén y confirmado por Jesús como unión vitalicia
entre un hombre y una mujer, en amoroso compañerismo. Para el cristiano, el compromiso
matrimonial es con Dios así como con el cónyuge, y solamente debe ser asumido entre parejas que
comparten la misma fe. El amor mutuo, honor, respeto y responsabilidad son los elementos que
edifican esta relación, que tiene que reflejar el amor, santidad, proximidad y permanencia de la
relación entre Cristo y su Iglesia. Respecto al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia
del cónyuge, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otro, comete adulterio. A pesar de
que algunas relaciones familiares puedan no llegar al ideal, los cónyuges que se comprometen
plenamente el uno al otro en Cristo, deben alcanzar la amorosa unidad con la guía del Espíritu
Santo y los cuidados de la Iglesia. Dios bendice la familia y quiere que sus miembros se ayuden
unos a otros hasta alcanzar completa madurez. Los padres deben educar sus hijos paraa amar al
Señor y obedecerle. Por su ejemplo y sus palabras tienen que enseñarles que Cristo disciplina con
amor, siempre tierno y cariñoso, quien desea que se conviertan en miembros de su cuerpo, la
familia de Dios. Incrementar la unión familiar es uno de los cometidos de l mensaje final del
Evangelio.

Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; Juan 2:1-11; 2 Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo


5:31-32; Marcos 10:11-12; Lucas 16:18; 1 Corintios 7:10-11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-
4;Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquías 4:5-6.

Hay un santuario en el Cielo, el tabernáculo verdadero que levantó el Señor y no el hombre. En él,
Cristo intercede en nuestro favor, haciendo accesibles a los creyentes los beneficios de su sacrificio
expiatorio ofrecido una vez para todos en la cruz. Él es nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su
ministerio intercesor en ocasión de su ascensión. En 1844, a final del período profético de los 2.300
días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Es una labor de juicio investigador
que forma parte de la disposición final de todo pecado, tipificado por la purificación del antiguo
santuario hebreo en el día de la Expiación. En aquel servicio tipo el santuario era purificado con la
sangre de sacrificios animales, pero las cosas celestiales son purificadas con el sacrificio perfecto de
la sangre de Jesús. El juicio investigador revela a las inteligencias celestiales quiénes de entre los
muertos que duermen en Cristo y por lo tanto, en Él, son juzgados dignos de tener parte en la
primera resurrección. También se hace manifiesto quiénes, de entre los vivos, están morando en
Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y en Él, por lo tanto, están
preparados para ser trasladados a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a
aquellos que creen en Jesús. Declara que aquellos que han permanecido fieles a Dios recibirán su
reino. La culminación de este ministerio de Cristo señalará el fin del tiempo de gracia para los seres
humanos, antes del segundo advenimiento.

Hebreos 8:1-5; Hebreos 4:14-16; Hebreos 9:11-28; Hebreos 10:19-22; Hebreos


1:3;Hebreos 2:16-17; Daniel 7:9-27; Daniel 8:13-14; Daniel 9:24-27; Números
14:34; Ezequiel 4:6; Levítico 16; Apocalipsis 14:6-7; Apocalipsis 20:12; Apocalipsis
14:12; Apocalipsis 22:12.

La segunda venida de Cristo es la bendita esperanza de la Iglesia, el gran clímax del Evangelio. La
venida del Salvador será literal, personal, visible y global. Cuando Él regrese, los muertos justos
resucitarán, y junto a los vivos justos serán glorificados y tomados a los cielos, pero los injustos
morirán. El casi completo cumplimiento de la mayoría de profecías, junto con la presente condición
del mundo, indican que la venida de Cristo es inminente. El momento de ese evento no ha sido
revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar preparados en todo momento.

Tito 2:13; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14; Apocalipsis


1:7; Mateo 24:43-44; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-54; 2 Tesalonicenses
1:7-10; 2 Tesalonicenses 2:8; Apocalipsis 14:14-20; Apocalipsis 19:11-21; Mateo
24; Marcos 13;Lucas 21; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6.

La paga del pecado es la muerte. Pero Dios, el único que es inmortal, concederá vida eterna a sus
redimidos. Hasta aquel día, la muerte es un estado inconsciente para todas las personas. Cuando
Cristo, quien es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y
tomados para encontrarse con su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los injustos,
tendrá lugar mil años después.

Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:5-6; Salmo 146:3-4; Juan 11:11-


14;Colosenses 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-
29; Apocalipsis 20:1-10.

El milenio es el reinado de mil años de Cristo con sus santos en el Cielo entre la primera y la
segunda resurrección. Durante este tiempo serán juzgados los impíos muertos; la Tierra estará
completamente desolada, sin habitantes humanos vivos, aunque estará ocupada por Satanás y sus
ángeles. Al fin de ese período, Cristo con sus Santos y la Santa Ciudad descenderán del cielo a la
Tierra. Los impíos muertos serán entonces resucitados y, con Satanás y sus ángeles, cercarán la
ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la Tierra. El Universo será liberado para
siempre del pecado y de los pecadores.

Apocalipsis 20; 1 Corintios 6:2-3; 2 Pedro 3:7; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-


5;Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18-19.

En la Nueva Tierra, en que habita la justicia, Dios proveerá un hogar eterno para los redimidos y un
medio ambiente perfecto para la vida eterna, amor, gozo y aprendizaje en su presencia. Porque allí
mismo morará Dios con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte ya habrán pasado. La gran
controversia habrá llegado a su fin, y no habrá más pecado. Todas las cosas, animadas e
inanimadas, declararán que Dios es amor; y Él reinará para siempre. Amén.

2 Pedro 3:13; Isaías 35; Isaías 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; Apocalipsis


22:1-5; Apocalipsis: 11:15
Jesús... "Les habló diciendo: Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo".Mateo 28:18-19
Una doctrina trascendental. El tema es, en efecto, sumamente
importante y constituye uno de los fundamentos básicos de nuestra fe.
Puede decirse que sin la Trinidad de Dios, resultaría incomprensible,
por no decir imposible, cuanto las Escrituras nos enseñan acerca de
nuestra salvación. Pero este no es un tema para especular, sino para
adorar.

La doctrina de la Trinidad se halla claramente contenida en la Biblia.


Es cierto que no aparece ni una sola vez la palabra "Trinidad" en los
textos sagrados; pero la Trinidad Divina esta presente en las páginas
de la Biblia. Las Sagradas Escrituras no demuestran la Trinidad: la
muestran.

Esta doctrina ha sido enseñada y sostenida por la Iglesia cristiana


desde los primeros tiempos, siendo normalmente expresada en la
siguiente fórmula: Dios es uno en esencia, pero subsiste en tres
personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. O dicho de otra manera:
Dios es único, pero existe eternamente con tres distinciones bajo la
figura de personas.

Debe admitirse que la palabra «persona», en ese sentido trinitario, no


esta enteramente libre de objeción, pero parece cosa entendida por los
escritores ortodoxos que no hay una palabra mejor.

La objeción es que no puede aplicarse en su acepción común, esto es


como se aplica a los seres humanos. Por ejemplo, persona, en el uso
ordinario del término, significa un ser distinto e independiente; así es
que una persona es un ser, y cien personas son cien seres. Pero en la
Divinidad hay tres personas y UN SOLO SER.

Además, el vocablo «persona», para nosotros expresa solamente —por


lo general— la idea de personalidad o individuo, pero la palabra
griega para persona, significa simplemente apariencia, aspecto
exterior visible de un ser humano, animal o cosa.

Es decir, no se trata del ser mismo, sino de la apariencia o aspecto


exterior visible de ese ser. Dicho de otro modo: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son tres manifestaciones o revelaciones que Dios hace
de Sí mismo al mundo y por medio de las cuales el mundo puede ver
y conocer a Dios.

Es verdad que el hecho —lo tenemos que confesar— sobrepasa a


nuestra comprensión, pues no se conoce nada comparable en el
mundo de nuestra experiencia. Por eso es muy fácil caer en ideas
confusas y errores. Pero el hecho de que la doctrina de la Trinidad este
por encima de nuestra comprensión, no quiere significar que este en
contra de nuestra razón.

Todas las ilustraciones para explicar racionalmente la Trinidad se


prestan a establecer conceptos pobres e inadecuados. Sólo como
ejemplo de la posibilidad de combinar las ideas de unidad y
pluralidad, pensemos en el rayo de luz, único, que al atravesar el
prisma de cristal se descompone en los siete colores del arco iris.

La Trinidad y las ciencias exactas


Consideremos ahora el Universo físico que debería reflejar a su
Creador, como es lógico, de una manera muy íntima, y descubriremos
que toda la Naturaleza parece haber sido diseñada para revelarnos la
Trinidad. Todo la conocido del Universo puede ser clasificado bajo los
títulos de espacio, materia y tiempo.

Ahora bien, el espacio, por lo menos en la medida en que lo


comprendemos, consiste exactamente de tres dimensiones, cada una
igualmente importante y absolutamente esencial. No habría espacio,
ni realidad alguna, si hubiera solamente dos dimensiones. Existen tres
dimensiones distintas, y con todo cada una de ellas abarca la totalidad
del espacio.

Sin embargo, hay un solo espacio. Notemos que para calcular el


contenido cúbico de cualquier espacio limitado no se suma la longitud
mas el ancho y mas la profundidad, sino que se multiplican esas
medidas. De modo análogo, la matemática de la Trinidad no es 1 + 1 +
1 = 1, como pretenden burlonamente los: Testigos de Jehová, sino 1 x 1
x 1 = 1.

El Dr. Nathan Wood, antiguo presidente del Colegio Gordon, ha


demostrado que la doctrina de la Trinidad no sólo es
matemáticamente cierta, sino que esta reflejada en toda ciencia exacta
de una manera maravillosa, y con un espíritu científico libre de las
restricciones del átomo materia, él propuso lo que llamó la ley de la
trinidad universal.

Se trata de un estudio muy interesante. La ley que propone, reconoce


que existe una estructura básica en la creación universal. Se ve
obligado a aceptar el ente físico y el espiritual y a establecer entre
ambos una estructura común obvia. La ciencia, anteriormente, había
insistido en la existencia de una sustancia común, pasando por alto la
posibilidad de que esa estructura común fuera la clave más segura
para la exploración de lo desconocido. Sin dejar de ser simple ni
universal, la ley de la triunidad satisface cualquier demanda
intelectual. He aquí en su expresión más simple:

Concepto: 1 x 1 x 1 = 1

Aplicación:
Largo x Ancho x Alto = Espacio
Energía x Movimiento x Fenómeno = Materia
Futuro x Presente x Pasado = Tiempo
Espacio x Materia x Tiempo = Universo
Padre x Hijo x Espíritu Santo = Dios

Como puede verse, cada unidad es absoluta en sí misma, pero


ninguna podría existir por sí misma. Esta es la ley de la triunidad
absoluta. Así como Dios es Tres en Uno, El ha implantado esta
uniformidad en sus creaciones. No cabe duda de que esta estructura
es la huella de DIOS".

Apelando a la Biblia
Pero para descubrir claramente el hecho de la Trinidad Divina hemos
de recurrir a la Biblia. En el Antiguo Testamento se enfatiza mucho la
idea de un Dios único, en contraste con los múltiples dioses falsos de
los paganos. Y el Nuevo Testamento corrobora este aspecto de la
unicidad de Dios. El énfasis de la Biblia en este punto ha llevado a los
«Testigos de Jehová» a rechazar la idea de la Trinidad; sin embargo,
esta aparece en la Biblia con la misma claridad que la anterior. Y
estudiando el asunto a la luz de las Sagradas Escrituras, encontramos
lo siguiente:

Que desde el principio de la Biblia, Dios se revela como un Ser único


pero múltiple a la vez. Es innegable para todo conocedor de la lengua
hebrea, que Elohim, el primer nombre con que se designa a la
Divinidad, es un plural.

Esta palabra, que, en efecto, aparece ya en el primer versículo del


Génesis, es ciertamente la forma plural del término Elohim. La mayor
parte de los teólogos, eminentes por su piedad y por su saber, han
visto en este vocablo un indicio de pluralidad de personas en la
naturaleza divina.

El rabino judío Simeón-ben-Joachi, en su comentario sobre la sexta


sección del Levítico, explica el valor de esta palabra, en estos notables
términos: «Observemos el misterio de la palabra Elohim; encierra tres
grados tres partes; cada una de estas partes es distinta y es una por sí
misma, y, no obstante, son inseparables la una de la otra; están unidas
juntamente y forman un solo todo.»

Análisis de un texto revelador


En Deuteronomio 6:4, hallamos estas palabras notables que cada judío
temeroso de Dios está obligado a repetir cada día: "Oye, Israel: el
Señor nuestro Dios, el Señor uno es.". Estas palabras son citadas, tanto
por los judíos como por los «Unitarios» y los «Testigos de Jehová»,
como prueba más absoluta contra los Trinitarios. Pero precisamente
estas mismas palabras, leídas en hebreo, constituyen toda una
revelación y contienen la más segura y clara prueba que pueda
hallarse en toda la Biblia a favor de la Trinidad: "SCHEMA, ISRAEL:
ADONAI ELOHENU, ADONAI EJAD".

En efecto, al analizar por vía de exégesis el texto original descubrimos


tres partículas claves importantísimas que arrojan una luz
deslumbradora para captar el profundo sentido de esta solemne
declaración, lo cual —¡maravillosa prueba filológica de inspiración
verbal!—nos demuestra que Dios sabía lo que hacía cuando inspiró a
Moisés a escribir estas palabras y no
otras. Veamos:

ADONAI: literalmente significa: «Mis Señores (de «Adon»: Señor, y


«ai»: Mis).

ELOHENU: es conjunción posesiva del pronombre de la primera


persona del plural que se designa, significando. «Nuestros Dioses».

EJAD: expresa la idea de unidad colectiva.

En hebreo se usan dos palabras para indicar el significado de uno. La


palabra uno, en el sentido de único, es decir, que se emplea para
designar una unidad absoluta; es «JACHID» (Jueces 11:34). Este
término nunca es usado para designar la unidad divina.
En cambio, cuando dos o varias cosas se convierten en una por una
íntima unión o identificación, el vocablo hebreo que se emplea en la
Sagrada Escritura es «EJAD», que significa una unidad compuesta de
varios (Gen. 2:24; Jue. 20:8). Esta palabra es la que siempre se use para
designar la unidad divina.

Por lo tanto, nuestro texto, literalmente vertido del original hebreo,


quedaría traducido correctamente así: «ESCUCHA, ISRAEL: MIS
SEÑORES NUESTROS DIOSES, MIS SEÑORES UNO COMPUESTO
ES.

Símbolos y figures de la Trinidad

Hallamos en casi toda la Biblia la idea de la pluralidad de personas


divinas, lo cual significa que la doctrine de la Santísima Trinidad tiene
su apoyo en las Sagradas Escrituras desde el Génesis hasta el
Apocalipsis.
Tres veces —nada menos que tres veces— se usa en los once primeros
capítulos de la Biblia el plural NOS para designar a la Divinidad. La
primera vez se habla de la pluralidad de personas divinas en relación
con la creación del hombre: Gen. 1:26; la segunda vez, en relación con
el pecado del hombre: Gen. 3:22; y la tercera vez, en relación con el
juicio de los hombres: Gen. 11:7.

Resulta curioso e instructivo notar que las tres grandes fiestas


religiosas celebradas tres veces al año por el pueblo judío muestran
también un símbolo de la gloriosa Trinidad: la Fiesta de los
Tabernáculos: Dios Padre; la Fiesta de la Pascua: Dios Hijo; y la Fiesta
de Pentecostés: Dios Espíritu Santo.

Veamos aquí algunos textos que nos iluminan y son muy convincentes
en los que se mencionan claramente a las tres divinas personas juntas:
Gen. 1:1-3; Sal. 33:6; Isa. 48:16 (comparado con 1Cor. 12:3-6 y Efes. 4:4-
6); Isa. 61:1-2 con Lucas 4:16-21; 61:1-2 con Luc. 4:16-21, Mat. 3:13- 17;
28:19; 2Cor. 13:14; Efes. 2:18; Apoc. 1:4-5. Curiosa la experiencia de
Jacob en aquel combate que sostuvo cuerpo a cuerpo con Dios. Jacob
vio al Señor cara cara en una Theofanía bajo la apariencia de un ángel,
y habló con El.

Pero lo que no dice un escritor lo agrega otro y arroja más luz sobre un
pasaje. Así, Oseas nos muestra el contexto del episodio de la lucha de
Jacob con Jehová, y nos dice: "Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le
rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros" (12:4). Notemos el
extraño plural. No nos sugiere otra vez la pluralidad de personas
divinas en la Trinidad?

La Trinidad en acción
El Padre es toda la plenitud de la divinidad invisible: Juan 1:18; el Hijo
es toda la plenitud de la divinidad manifestada: Juan 1:14-18 y Col.
2:9; el Espíritu Santo es toda la plenitud de la divinidad obrando
directamente sobre la criatura: 2.8 Cor. 2: 9-16.

En Efesios 1:3 al 14 vemos a la Trinidad actuando para el hombre:

La obra del Padre: bendice (v. 3), escoge (v. 4), predestina (v. 5). ¿Para
que? Para alabanza de su gloria (v. 6).

La obra del Hijo: redime por su sangre (v. 7), perdona los pecados (v.
7), descubre el secreto de su voluntad (v. 9), reune todas las cosas en
El (v. 10). ¿Para que? Para alabanza de su gloria (v. 12).

La obra del Espíritu Santo: sella (v. 13). ¿Para que? Para alabanza de
su gloria (v. 14).

Por lo tanto, el Padre ejerce la soberanía y decreta los consejos


determinados por la Trinidad: 1Cor. 15:24-28 y Efes. 1:3-6, el Hijo
ejecuta los consejos divinos: Hebreos 10:7; y el Espíritu Santo los
desarrolla y aplica. Lo expuesto se pone de manifiesto tanto en la
Creación como en la Redención.

Considerando un texto clave


Se impone aquí un pequeño comentario en torno al texto de Mat.
28:19: "Bautizandolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Santo
Espíritu". Notemos que el bautismo cristiano esta conectado con el
nombre de cada persona de la Divinidad. No hay una interpretación
propia de este lenguaje que no coloque en igualdad al Padre, al Hijo y
al Espíritu Santo.

Si se reconoce la Deidad de una de estas personas, queda reconocida


la de las tres. Es imposible hacer una distinción válida con respecto a
la igualdad y semejanza. Si la Deidad del Padre es reconocida por
todos los que creen que hay un Dios, con respecto al Hijo y al Espíritu,
quien podría oír sin horrorizarse que el nombre de un profeta o un
ángel sustituía al de uno de ellos? ¿Por qué?

Por causa de la inconsecuencia impía de exaltar a una criatura hasta


igualarla con Dios. ¿Cómo sonaría, por ejemplo, esta fórmula
bautismal?: «Bautizad en el nombre del Padre, y de Moisés, y de una
fuerza activa» ¿No sería esto peor que una blasfemia grosera?

Pero el nombre del Hijo y el nombre del Espíritu Santo están juntos
con el del Padre, y la unión es tan importante que la validez del
bautismo es inseparable de ella. Si el Padre es Dios, el Hijo y el
Espíritu deben ser Dios también, porque de lo contrario el texto pierde
su sentido natural.

Asimismo, si el Padre y el Hijo tienen personalidad, debe igualmente


tenerla el Espíritu, pues sería absurdo bautizarse en el nombre (?) de
una <:fuerza> o de una simple «influencia», en conexión con el
nombre del Padre y del Hijo.

Esta clarísimo que, en la ultima comisión de Cristo, la referencia al


Padre, al Hijo y al Espíritu Santo es a personas y no a «energías
activas», puesto que las influencias, por carecer de personalidad, no
pueden tener nombre propio.

Que el Espíritu Santo tiene atributos de personalidad propia, es una


verdad irrefutable a la luz de los textos bíblicos, pues lo que hace el
Espíritu no puede hacerlo una mere influencia impersonal.

Al Espíritu Santo se le atribuye una mente: Rom. 8:7, 27; habla y


comisiona: Hech. 10:19-20 y Apoc. 2:7; intercede y ayuda: Rom. 8:26 y
Heb. 7:25; llama, selecciona y da ordenes: Hech. 13:2,4; aprueba
decisiones: Hech. 15:28; Prohibe y cuida: Hech. 16:6-7; dirige: Hech.
20:28; enseña y recuerda: Juan 14:26; redarguye al mundo de pecado:
Juan 1 distribuye dones según su voluntad: 1Cor. 12:11; puede ser
entristecido: Efes. 4:30; resistido: Hech. 7:51; insultado: Heb. 10:29;
mentido: Hech. 5:3; blasfemado y ofendido: Mat. 12:31-32. Ahora bien,
si el Espíritu Santo puede expresarse hablando, es porque tiene
personalidad; si distribuye dones como El quiere, denota voluntad; si
enseña indica que posee inteligencia; si consuela, denota emociones; si
recuerda, indica conocimiento; si redarguye, es porque tiene
discernimiento de las cosas; y si esta dotado de la capacidad de amar
(Rom. 15:30), es porque posee, sentimientos. ¿Puede una fuerza
impersonal tener todas estas facultades?

Comparando las tres Divinas Personas a un nivel de


común igualdad.
Finalmente, consideremos algunos de los títulos, personales, obras y
hechos atribuidos igualmente a cada una de las tres personas de la
Trinidad Divina. Creemos que con ello la evidencia trinitaria se hace
irrefutable a la luz la Palabra de Dios.

Los cristianos tenemos un Padre que es llamado Dios, Rom. 1:7, Efes.
4.6. Un Hijo que es llamado Dios: Rom. 9: 5; Tito 2:13; Heb. 1:8. Un
Espíritu Santo que es llamado Dios: Hech. 5:3- 4; 28:25-27 comparado
con Isa. 6:8-10. Y si son llamados Dios es porque los tres conforman el
mismo Dios, teniendo diferentes personalidades,

El nombre de Dios el Padre es Jehová: Neh. 9:6. El es llamado también


Jehová: Jer. 23:5-6. Y el Espíritu Santo igualmente es identificado con
el nombre de Jehová Heb. 3:7-9 comparado con Ex. 17:7.

El Padre como Jehová Dios: 2Sam. 7:22; Oseas. 1. El Hijo como Jehová
Dios: Juan 20:28. (Al dirigirse a Cristo con esta reverente expresión, el
apóstol Tomas le está aplicando el titulo y el nombre sagrados que
únicamente pertenecen a Jehová Dios: Isa. 41:13.) El Espíritu Santo
como Jehová Dios: Hech. 7:51 comparado con 2Rey. 17:14.

El Padre es el Dios de Israel: Salm. 72:18. El Hijo es el Dios de Israel:


Luc. 1:1-17 (los pecadores se convertían a Cristo); v.68 comparado con
Zac. 2:10 y Juan 1:14. El Espíritu Santo es el Dios de Israel: 2Sam. 23:2-
3.

En efecto, los judíos ya creían en Jehová Dios, pero no creían en


Jesucristo; por lo tanto, necesitaban convertirse al Mesías. Notemos
como en el v. 17 de Luc. 1, se observa una identidad entre Jesús-
Mesías y Jehová. Lo que en la profecía se dice de Jehová, aquí Lucas lo
aplica al Mesías.

El Padre es nuestro Señor: Gén. 15:2; Mar. 12:29. El Hijo es nuestro


Señor: Hech. 10:36, 1Cor. 8:6; Fil. 2:11. El Espíritu Santo es nuestro
Señor: 2Cor. 3:16-17.0 Entonces, cuantos Señores tenemos los
creyentes? Mat. 4:10; 6:24; Efes. 4:5.

El Padre es eterno: Sal. 90:2; 93:2; Heb. 1:10-12. El Hijo es eterno: Prov.
8:22-23, Juan 1:1, 8:58; Heb. 7:3, 13:8. El Espíritu Santo es eterno: Heb. 9
14.

El Padre es omnipotente: Gen. 17:1; 2Cron. 20:6 Efes. 1:19. El Hijo es


omnipotente: Mat. 28:18; Efes. 1. 20-23; Apoc. 1:8 (comparar con v. 7 y
vs. 11, 17 y 18), 3:7 (comparado con Hech. 3:14 y Apoc. 19:11-13). El
Espíritu Santo es omnipotente: Isa. 30:27-28, Zac. 4:6; Rom. 15: 13-19.

El Padre es omnipresente: Jer. 23:23-24, Heb. 4:13. El Hijo es


omnipresente: Mat. 18:20; 28:20; Juan 3:13. El Espíritu Santo es
omnipresente: Sal. 139:7-12, Juan 14:17; 1Cor. 3:16.

El Padre es omnisciente: Sal. 139:1-6, Dan. 2:20-22. El Hijo es


omnisciente: Juan 16:30; 21:17; Col. 2:2~3. El Espíritu Santo es
omnisciente: Juan 14:26, 1Cor. 2:10-11. a Juan 2:20-27.

El Padre es la vida: Sal. 36:9; Hech. 17:25-28. El Hijo es la vida: Juan


1:4; 11:25; 1Juan 5:12. El Espíritu Santo es la vida: Job 33:4; Rom. 8:2-11.

El Padre es el Creador: Gen. 1:1, 26; 2:7; Isa. 45:12-18; 48:12-13; Neh.
9:6. El Hijo es el Creador: 1:3; Col. 1:15-17; Sal. 33:4; Heb. 1:2; 11:3
(comparemos Gén. 1:3 —Y dijo Dios— la Palabra, el Verbo eterno y
con 1:26 también de (Gén.). El Espíritu Santo es el Creador: Gen. 1:2,
26; 2:7; Mal 2:15; Job 33:4; 26:13; Sal 104:27-30. Así pues, en el gran
escenario de la Creación a Dios creando: el Padre. A Dios hablando: el
Hijo Dios actuando: el Espíritu Santo.

El Padre es el Salvador: Isa. 43:3, 11; 45:21; Luc. Tito 3:4. El Hijo es el
Salvador: Mat. 1:21; Luc. 2:11 2:13. El Espíritu Santo es el Salvador: 1.8
Cor. 6:11 parado con 1.8 Juan 1:7; Heb. 9:14; Tito 3:5. (La salvación es,
pues, atribuida a cada una de las personas de la Deidad: 2Cor. 1:21-
22.)

El Padre es el Pastor: Sal. 23:1; Eze. 34:11-12; el es el Pastor: Juan 10:11,


14-16; el Espíritu Santo es Pastor: Isa. 63:14. (Podrá pastorear una
fuerza impersonal.

El Padre es el autor de la regeneración: Juan 1:12,13; El Hijo es el autor


de la regeneración: 1Juan 2:29; el Espíritu Santo es el autor de la
regeneración: Juan 3:5,6; (En la operación del nuevo nacimiento
espiritual interviene, por tanto, la Trinidad: Tito 3:4-6.)

El Padre obró la resurrección de Jesucristo: 1Cor. 6:14. El Hijo obró su


propia resurrección: Juan 2:19-22; 10:17-18. El Espíritu Santo obro la
resurrección de Cristo: Rom. 8:11; 1Ped. 3:18

Los hijos de Dios tenemos comunión con cada una de las personas de
la Trinidad: nuestra comunión es con el Padre y el Hijo (lJuan 1:3); y
con el Espíritu (Fil. 2:1 y 2Cor. 13:14).

El Padre y el Hijo habitan en los creyentes, y nuestro cuerpo es templo


de Dios y de Cristo: Juan 14:23; Apocalipsis 3:20; 1Cor. 3:16; 2Cor. 6:16;
Gál. 2:20; Efes. 3:17. El Espíritu Santo habita en los creyentes y nuestro
cuerpo es su templo: Juan 14:16-17; Rom. 8:9; 1Cor. 3:16; 6:19; 2Tim.
1:14.

A modo de conclusión final


Quiera el Espíritu Santo, que vive en la persona de cada creyente
nacido de nuevo, y que se halla presente en la tierra para glorificar a
nuestro Señor Jesucristo, iluminar con este estudio a esas almas
extraviadas en los errores perniciosos de los sectarios de Brooklyn,
para que puedan así participar del verdadero conocimiento de Dios y
gozar de la posesión de la vida eterna por la fe que es en Cristo Jesús.

Como conclusión: "¿Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el


Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es
el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, quien hace
todas las cosas en todos, es el mismo" (lCor. 12:4-6).

Nota del autor: Es muy interesante saber que uno de los libros
sagrados de los judíos, El Zohar (<Esplendor>), libro escrito por
Moisés de León, base de la Qabbalah («Tradición»), hace el siguiente
comentario acerca de Deuteronomio 6:4.

"¿Por que hay necesidad de mencionar el nombre de Dios por tres


veces en este versículo? La primera vez, Jehová, porque es el Padre de
los cielos; la segunda vez, Dios, porque es un título del Mesías, la vara
del tronco de Isaí que ha de venir por David, de la familia de Isaí; y la
tercera vez, Jehová, porque es el que nos enseña a caminar aquí en la
tierra. <<Y estos tres son uno>>.

***
 

EL ESPÍRITU
CUALIDAD EL PADRE EL HIJO
SANTO
DIVINA
OMNIPRESENT Jeremías 23:24;  1 Mateo 28:20; 18:20;
Salmo 139:7
E Reyes 8:27 Juan 1:48
Salmo 147:5; 1 Juan 1 Corintios 2:10-
OMNISCIENTE Juan 16:30; 2:24-25
3:20; 1 Reyes 8:39 11
Jeremías 32:17,27;
Mateo 19:26;  Mateo 28:18; Juan
OMNIPOTENTE Romanos 15:19
Lucas 1:37; Salmo 16:15; Hebreos 1:3
135:6
SANTIDAD Apocalipsis 15:4 Hechos 3:14 Romanos 1:4
Salmo 90:2; Romanos Hebreos 7:3; Isaías
ETERNIDAD Hebreos 9:14
16:26 9:6; Juan 8:58
Cada uno
Juan 8:32,36; 14:6; Juan 16:13; 1
definido como la Juan 7:28
Apocalipsis 3:7 Juan 5:6-7
VERDAD
Romanos 10:9;
SEÑOR Lucas 1:32; 10:21 2 Corintios 3:17
Filipenses 2:11
2 Pedro 1:1; Tito Hechos 5:3-4; 1
1 Pedro 1:2;
DIOS 2:13; Juan 1:1; Corintios 3:16-
Filipenses 2:11
20:28; Hebreos 1:8 17
TODO Apocalipsis 1:8;
Génesis 17:1 Zacarías 4:6
PODEROSO 22:12-13, 20
 

EL ESPÍRITU
TRABAJO EL PADRE EL HIJO
SANTO
DIVINO
Juan 1:3; Génesis 1:2; Job
Génesis 2:7; Salmo
CREACIÓN Colosenses 1:16; 33:4; Salmo.
102:25; Isaías 44:24
Hebreos 1:2 104:30
Hebreos 2:14; Lucas 1:35;
ENCARNACIÓN Hebreos 10:5
Filipenses 2:7 Mateo 1:18
 RESURRECCIÓ 1 Tesalonicenses
Juan 10:17-18; Romanos 1:4;
N 1:10; Romanos 6:4;
Juan 2:18-22 8:11
DE JESUCRISTO Efesios 1:20
ELLOS Hebreos 2:11;
Éxodo 31:13; Judas 1 1 Pedro 1:2
SANTIFICAN 10:10
ELLOS SON Colosenses 3:4;
Deuteronomio 30:20 Romanos 8:10
VIDA Juan 14:6
DAN VIDA
Romanos 6:23 Juan 10:28 Gálatas 6:8
ETERNA
RESUCITAN LOS Juan 5:21a;
Juan 5:21b Romanos 8:11
MUERTOS Deuteronomio 32:39
INSPIRAN Marcos 13:11;
Hebreos 1:1 2 Corintios 13:3
PROFETAS Hechos 28:25-27

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