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Olinda Macarena T.

El grito de Edvard Munch, manifestación desde adentro

En el grito de Edvard Munch, ese ser (que no parece hombre ni mujer) grita
esperando encontrar uno o varios cuerpos en los cuales rebotar, aunque
definitivamente no se trata de los cuerpos que aparecen al fondo, pues les está
dando la espalda, y aunque no se necesite estar en frente de alguien para que un
grito pueda ser escuchado, en este caso es diferente: no se trata de un grito neto,
pues “el grito admite muchos matices: el aullido, el lamento, el bramido o el grito con
sordina que supone algunas formas de la queja y que dicen del agotamiento del
sistema” el grito también admite formas que no se encuentran con lo sonoro, formas
que Munch plasmó en su pintura, formas que se construyen a partir del silencio, del
lenguaje corporal, de un histrionismo primario que permanece guardado pero que
encuentra su plasticidad con el estallido del grito, que no nace o parte de él pero
que, por medio de este puede hacerse físico. Es así como el grito de este ser con
tintes de humano pero también de ser fantástico (extraterrestre, animal de bestiario
medio gusano, ni mujer, ni niña) encuentra su rebote en el espectador de la obra; es
hasta cuando alguien observa la pintura que el grito como evento plástico y sonoro
surge, revienta… y se hace ruído de verdad, se hace grito. Entra por los ojos pero
se condensa en el oído, y encarna en las voces de quienes observan la obra, y no
las voces propias, en esas voces que tienen matices mitológicos y que habitan
dormidas por dentro, voces de tormento y de angustias, voces con el tono de la voz
de la mamá o del marido.

Dice Ana María Gómez “el grito que apela pidiendo socorro”, el grito de Munch
no se ajusta a esta descripción, aunque sí “sorprende irrita y descontrola al
semejante” no parece pedir socorro, a diferencia de los gritos que han sido
protagonistas en el paro nacional que acaece en Colombia, ese paro que ha
marcado historia ya, en el que las arengas y los cacerolazos son aullidos de
desesperación a veces, de cansancio, de indignación. Gritos hechos percusión en
una olla, o gritos profundos desde el diafragma pasando del alarido impulsivo y
carente de letras a gritos articulados con consonantes y vocales para volverse
canción. Estos gritos en las marchas y protestas son similares a ese primer grito que
damos todos al “percibir” por primera vez la ausencia de un Otro”, porque se trata
justamente de eso, de manifestar la inconformidad y el dolor ante una ausencia que
se está sintiendo cada vez más fuerte, una ausencia que es sustituida por una
presencia densa que tiene inconformes y agobiados a quienes están dispuestos a
reventar en gritos, si es necesario hasta más allá del cansancio.

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