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El Fascismo en Italia
El Fascismo en Italia
En 1870, se inicia el proceso de unificación italiano, llevado adelante por el reino del
Piamonte, el más poderoso, apoyado por el papado romano. El Piamonte unifica al país
por la fuerza, Italia nace sin tradición parlamentaria y con poca vocación política por
parte de sus ciudadanos debido al alto porcentaje de analfabetismo y la resistencia del
papado.
A lo largo del siglo XIX, las tres principales familias políticas fueron el liberalismo, el
conservadurismo y el socialismo, pero en la última década surgió una nueva derecha
intensamente nacionalista y antisemita que fue capaz de movilizar y ganar la adhesión
de diferentes grupos sociales.
El fascismo se nutrió de las ideas y las actitudes distintivas de la derecha radical de fines
del siglo XIX, en el sentido en que ambas recogían sentimientos de frustración diversos
y al mismo tiempo asumían, de manera violenta, la negación de la primacía de la razón
sostenida hasta entonces por el liberalismo y el socialismo.
Hasta 1925 Mussolini no fue más que el primer ministro de una monarquía
semiparlamentaria, y la vida pública siguió funcionando bajo una cierta apariencia de
normalidad.
Se comenzó a tomar las primeras medidas destinadas a fortalecer al Partido fascista. Por
ejemplo: se creó un Gran Consejo fascista como órgano consultivo paralelo al
parlamento nacional. En 1923 todas las asociaciones y unidades paramilitares fueron
integradas en una milicia voluntaria que quedo a cargo de la seguridad nacional.
En 1924, dos hechos posibilitaron el avance de Mussolini sobre las instituciones del
estado liberal: una nueva ley electoral y las posteriores elecciones en medio de un
ambiente de fraude y coacción. En junio de 1924, cuando el diputado socialista
Giacomo Matteotti denuncio a Mussolini en el parlamento, fue secuestrado y asesinado.
Su economía: tras una primera etapa liberal, desde 1925 la política económica se orientó
cada vez más hacia la intervención estatal y el proteccionismo. En 1927 se aprobó la
carta del trabajo, que instauro un sistema corporativo que propugnaba la armonía entre
las clases sociales mediante un esquema jerárquico de corporaciones nacionales
formadas por representantes de las empresas y los sindicatos fascistas, bajo la
supervisión del estado, el encargado de asegurar la paz social.
La sociedad: fue suprimido el derecho de huelga, los sindicatos libres fueron sustituidos
por corporaciones fascistas obligatorias, se limitó la libertad del movimiento del
trabajador (sobre todo para evitar el éxodo rural) y se aprobó una legislación de
seguridad social con significativos beneficios para los trabajadores.
Dice Rosario Sánchez López, una vez lograda la conquista del Estado Mussolini utilizo
con sentido político de ribetes populistas una estratagema configurada por el elogio y la
adulación del pueblo italiano, la cual fue dirigida con una especial intensidad a los
colectivos sociales, las mujeres y los jóvenes.
Para conseguir ese consenso social Mussolini centro sus elogiosos juegos de artificio
político en dichos colectivos sociales, conocedor de la importancia de sus roles. Pero
puede afirmarse que esta falsa moneda iba destinada a manipular y empobrecer
mentalmente a las mujeres y los jóvenes italianos.
Mujeres: para la ideología fascista las mujeres eran distintas a los hombres y por tanto
implícitamente peores, en una sociedad que exaltaba la virilidad como virtud romana.
Argumentando la incapacidad de las mujeres para manejar sus armas, el fascismo las
consideraba ciudadanos de menor categoría cuestionaba su lugar en la esfera pública y
les adjudicaba como único ámbito de desarrollo el hogar a la sombra del marido. El
papel tradicional femenino incardinado ahora en la superior unidad de intereses
nacionales del Estado, que la particularidad individual de las mujeres debía
subordinarse.
El fascismo pretendía realzar sus funciones privadas dándoles una dimensión política,
puesto que la alta misión a ellas encomendada en bien de la Nación era permanecer en
la esfera doméstica. El fascismo llevo a cabo durante más de veinte años una serie de
actuaciones políticas dirigidas al colectivo femenino en tres direcciones fundamentales:
el trabajo, la familia y la regulación de la participación política.
El objetivo central de las críticas del régimen era la obrera industrial, adicta a la
necesidad de trabajar en fábricas deshumanizas e insalubres que la corrompían y
endurecían emocionalmente. Sin embargo el trabajo de las mujeres rurales en las
granjas no se valoraba tan negativamente, pues al menos le permitía atender
simultáneamente a su familia. Asimismo, el trabajo de las solteras, viudas y divorciadas
se justificaba por el régimen al estar dichas mujeres carentes de hombres que las
protegieran.
Las emisoras de radio y las revistas difundían sin parar la idea de que el trabajo era
inconveniente para la mente y el cuerpo femeninos ya que se masculinizaban, el
régimen llego a entrometerse en un tema tan frívolo como la moda, en cuestiones de
vestido y peinado muchas italianas desoyeron las recomendaciones oficiales, acogiendo
con entusiasmo las innovaciones de los años veinte como el resto de las mujeres
europeas.
El rol femenino privilegiado por el régimen , el de ama de casa, no solo tenia la función
de favorecer el desarrollo demográfico y conservar la estructura familiar autoritaria sino
de hacer indoloro el proceso de marginación del mundo del trabajo y de ofrecer a las
mujeres la alternativa de una misión maternal como posibilidad de integración social.
Las mujeres fueron exaltadas por el fascismo como elemento nuclear del hogar pero no
por ellas mismas, sino por el papel socializador de la institución familiar. Se palpitaba el
desprecio por la mujer y las esposas italianas estaban absolutamente subordinadas al
marido.
La familia era para la dictadura una célula del estado daba vertebración moral y
proyección en el futuro a la patria a través de la formación de sus hijos. Para lograrlo el
régimen utilizo tantos procedimientos indirectos como directos.
Entre métodos indirectos el régimen instauro la jornada del sábado como no laboral. En
ese día los chicos y chicas desde las 14:30 a las 16 horas de la tarde desaparecían de la
casa., pues que para ellos el sábado fascista era el día en que se tenían que reunir en los
patios de los colegios o en las sedes de las organizaciones juveniles para aprender tablas
de gimnasia, entonar himnos y canciones o ensayar las marchas militares.
La sección femenina del partido fascista fue fundada por Elisa Mayer Rizzioli en 1922.
A partir de 1923 aumentaron las inscritas aunque más las mujeres de clase media y alta
que las campesinas y obreras y se fue configurando su estructura rígidamente jerárquica
y subordinada al partido, que tenía derecho de control sobre el directorio que gobernaba
la organización femenina.
El PNF apenas dio poder real a sus propias mujeres y las relego a actividades que eran
extensión de las tareas del hogar: confeccionar las banderas de las organizaciones
juveniles. No obstante la presencia estética de mujeres fascistas en uniforme blanco y
negro era indispensable en cualquier acto público.
De hecho, la única forma de protagonismo público oficial a que podía aspirar la mujer
era a lograr un cargo directivo en alguna de las numerosas asociaciones femeninas que
organizaban actividades educativas, recreativas o de asistencia social. No existían
secciones dedicadas a resolver los problemas laborales de la mujer en los sindicatos.
Es evidente que ni el fascismo ni ningún otro régimen, por dictatorail que sea, ha podido
moldear absolutamente a las mujeres a su conveniencia. Por supuesto que siguieron
existiendo obreras y prostitutas junto a mujres que simpatizaban con un feminismo
social de gran tradición reinvindicativa y con ideologías socialistas, anarquistas y
marxistas. Quizá esta sea la razón que ha llevado a notables estudiosos del fascismo a
afirmar que la dictadura no modifico los comportamientos o formas de pensar de las
mujeres.
Aun siendo cierto que el fascismo fracaaso en alcanzar sus objetivos respecto a las
mujeres, no lo es menos que para entender el régimen hay que considerar no solo los
resultados que alcanzo sino también los que pretendio sonseguir y estudiar
detenidamente los medios utilizados para imponer su ideología a las italianas, que
provocaron efectos contrarios a los cálculos.
Los jóvenes: tanto en Alemania como en Italia, los años que siguieron a la primera
Guerra Mundial fueron cruciales para el posterior surgimiento de regímenes
dictatoriales. Las condiciones de derrota militar, la depresión económica, la debilidad
coyuntural de los gobiernos y en cuento al contexto histórico, su experiencia bélica
desarrollasen un activismo basado en la violencia y el desprecio por una sociedad
corrupta.
La importancia del control de la juventud, el dictador puso de inmediato los medios para
conseguirlo. la QNB, fundada en 1926 con Renato Ricci como presidente, fue la
primera organización juvenil creada por el régimen y su cometido era encuadrar a los
jóvenes en edad escolar. Quedo fuera de la jurisdicción del partido y se convirtió en un
organismo semiautónomo del Estado en 1929. En 1930 se crearon los fasci Giovanili di
combattimento para los jóvenes que ya no estaban en el colegio.
Su objetivo era constituir una reserva para las filas y los cuadros jerárquicos del PNF y
pronto se iba a convertir en la organización juvenil por excelencia del régimen. Ambas
organizaciones permanecieron distanciadas e incluso rivalizaron entre si hasta que el
1937 fueron refundidas en la GIL.
El centro de las actividades de la GIL era la reunión semanal obligatoria que desde junio
de 1935 quedo establecida el sábado por la tarde durante el curso lectivo.
Los jóvenes fueron elogiados hasta el límite de exaltación por el dictador pero también
utilizados sin escrúpulos por un régimen que los consideraba sin capacidad de decisión
ni de reflexión.
Pero el aspecto más destacado de la socialización de los jóvenes por el fascismo fue la
militarización. Mussolini valoraba a los niños y jóvenes como a potenciales embriones
de su futuro. De la trinidad soldado-virilidad-patria.
Los mensajes dirigidos a los jóvenes por el fascismo aludían constantemente a la guerra,
al uso de la violencia al servicio de la grandeza nacional de Italia.
En líneas generales, la masa del pueblo italiano acepto el nuevo régimen. Para muchos,
la paz pública, el relativo bienestar económico y una política exterior que satisfacía el
orgullo nacionalista compensaban la perdida de libertades y las arbitrariedades fascistas.