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les llevó uno, al que llamaron Pedro. La cigüeña les llevó otro bebé al año
siguiente, al que llamaron Perico, y otro más un año más tarde, al que
llamaron Pedrín.
Desde chiquillo Pedro era ya muy pendenciero, como debe ser todo
bandido. También era muy travieso. Su testarudez y mal carácter se
manifestaron un día en el vestido de seda nuevo de la madre.
-¡Pedro, no des contra la mesa del café! -le había dicho su madre-. Podrías
tirar algo y mancharme el vestido de seda.
Pero Pedro cogió el café y lo vertió en el regazo de mamá. Ésta dijo, por
todo comentario:
-¡Ay, pero qué atolondrado eres, corderillo mío! Pero lo que es voluntad, el
niño la tenía, y su madre lo reconocía. Voluntad demuestra carácter, y para
una madre esto es muy prometedor.
Pedrín era blanco y rojo, menudo y ordinario. Nunca se defendía cuando los
demás chicos le pegaba, pues decía que era el más juicioso, y el juicioso
siempre cede. Pedrín tenía aptitudes para la Ciencia y ojo para la
Naturaleza, lo cual gustaba mucho a sus padres. Pedrín refería ir al bosque
antes que a la escuela y pronto supo más de los animales que de las
personas. Observando la naturaleza decidió no casarse nunca, ni dar ni
recibir un beso, pues ello habría podido tomarse por el primer paso
conducente al matrimonio. Así que de su intención de se padre no quedó
nada