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Interrupciones divinas

Por Wil Julio


Domingo 19 de abril del 2020 (culto virtual)

Introducción
El accidente en Valdivia, cuando íbamos de vacaciones para el eje cafetero, en el año 2007.
Lucas 24.13-27

I. El forastero y los desconsolados. (13-24)


El mismo día de la resurrección cuando se esperaba que todos estuvieran
alegres; dos de sus discípulos caminan a casa desconsolados por todo lo que ha
ocurrido recientemente en Jerusalén. La expectativa de redención de Israel la
habían visto colgar de una cruz; y este hecho, los tiene confundidos, golpeados
en su fe y con la moral por el piso. Mientras discuten entre sí, de vuelta a casa,
su conversación es interrumpida por un forastero que parece no estar al tanto de
lo ocurrido.

Y les dijo: ¿Qué discusión es esta que tienen entre ustedes mientras caminan, y
por qué están tristes? Aunque la pregunta que Jesús hace, desconcierta a los
viajeros, debido a que lo que ha ocurrido es un hecho tan notorio en Jerusalén,
Jesús pone de relieve el estado emocional de ellos. Lucas nos va decir que
cuando Jesús resucita encontró a un pueblo desorientado en sus emociones, una
fe por el piso y sin esperanza redentora; realmente sus discípulos estaban
desmoralizados.

La pregunta, ¿porqué están tristes?, evidencia el interés que Jesús tiene de


restaurar a sus discípulos golpeados en su fe. En la respuesta de sus discípulos,
Lucas nos va mostrar que la desilusión que ellos tienen es resultado de un deseo
frustrado. Ellos tenían la expectativa que él redimiera a Israel a la manera de los
reyes de la tierra; es decir, a sangre y espada; pero terminó colgado en una cruz
como vil delincuente; esto no tiene sentido.

Lo anterior es mas que entendible, ¿Quién quiere ver a su líder colgado en una
cruz a mano de sus enemigos? Realmente, había mas que razones para estar
desconsolados en todo sentido. Pero Jesús es sensible a este dolor. Jesús se
involucra directamente con lo que están sintiendo, les toca la fibra, es sensible al
dolor y sufrimiento evidente que se les nota. Lucas nos muestra un Jesús que
camina con sus discípulos en medio de sus debilidades, y desaciertos. Un Jesús
interesado en dialogar de los sin sabores de la vida y de la fe. Un Jesús
interesado en las problemáticas humanas. Jesús llega e interrumpe la ruta del
desconsuelo, que los llevaba a casa desesperanzados.

Estimado amigo y hermano, con Dios se puede hablar, y se vale hablar de


nuestras emociones, a Dios le interesa saber cómo estas, a Dios le gusta que le
hables de ti, es en ese dialogo que Dios nos fortalece la fe, y nos devuelve la
confianza en su voluntad a través de su palabra. Es necesario expresar lo que
queremos, porque en ese diálogo, Dios nos va a reorientar en lo que es
necesario, lo que es de su voluntad, conforme a su propósito. Su voluntad es
siempre lo mejor para nuestras vidas. Cuando nuestras expectativas son
diferentes a las expectativas de Dios, siempre vamos a caer en el desánimo. Es
por eso que, en medio de la frustración, nos preguntemos, cuál es el origen de
nuestra tristeza o desánimo, y llevemos todo en oración a Dios, para que cambie
nuestro llanto en risa y nuestra tristeza en alegría.

II. El consejero y los desorientados (25-27)


la conversación fue entrando en calor, y Jesús se hace el desorientado y les
pregunta ¿Qué cosas? (v19), Y ellos muy bien informados, le cuentan los
sucesos: “De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en
palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los
principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le
crucificaron.” (19-20). Ahora, note usted estimado hermano y amigo, que estos
caminantes, hablaban de Jesús, hablaban de sus palabras y de sus poderosas
obras, pero no entendían como encajaba la cruz en todo esto. Y es que los
caminos del Señor no son como nuestros caminos.

Ahora los roles se cambian: Jesús, pasa de desorientado a consejero; y los que se
suponían que lo sabían todo, ahora están desorientados. Lo primero que Jesús
confronta en ellos, es su incredulidad hacia las escrituras. “Entonces él les
dijo: !Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara
en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas,
les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.”

Los discípulos tuvieron una clase de teología bíblica, enseñada por el mismo
autor de la biblia. Jesús se tomó el trabajo de mostrarles con biblia en mano,
todo lo que ella decía acerca de él y la forma como se llevaría a cabo su plan de
redención. Sin embargo, los caminantes no era que no lo sabían, sino que, según
Jesús, no lo creían. Había dureza en el corazón, Jesús los llama insensatos.

Amados hermanos y amigos, cuantas veces hemos leído y escuchado la palabra


de Dios, y sin embargo persistimos en nuestras propias teologías, es decir,
nuestras propias maneras de pensar la fe y nuestro concepto de Dios; teologías
que justifican nuestra manera de vivir, a veces sin compromiso con la santidad.
Teologías que, aunque hablan de Dios, están lejos de llegar a conocerle en el
transitar diario de la vida. Preguntémonos, ¿realmente creemos lo que hemos
oído o leído? Lucas nos muestra que, si los discípulos hubieran creído las
profecías acerca de Jesús, nunca habrían caído en la desilusión que les causó la
muerte en la cruz.

La palabra dada a los caminantes de Emaús, también nos reorienta a nosotros.


Necesitamos ir a las escrituras con un corazón creyente, una mente dispuesta a
ser transformada por el poder de la palabra de Dios. Dejemos que sea la palabra
la que nos diga lo que debemos hacer, o como debemos vivir. El apóstol Pablo
nos enseña acerca de la utilidad de las Escrituras para cada ocasión de nuestra
vida. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para
reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra. (2 Timoteo
3.16-17).

III. El huésped y los anfitriones (28-35)


Los caminantes han llegado a casa, y su compañero de camino que, primero fue
un forastero que pasó a ser consejero, ahora es invitado a entrar a la casa, se ha
convertido en huésped. Jesús es parte de la intimidad del hogar de Cleofas. Jesús
no solo ha estado presente en el desconsuelo de los caminantes sino, que ahora
también está en la mesa. ¿pero en esta travesía con el Señor, que ha pasado con
los caminantes? Lucas ha dejado para el final hacernos saber lo que sentían los
caminantes mientras hablaban con Jesús. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía
nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos
abría las Escrituras?

Amigos y hermanos, es imposible escuchar a Jesús hablándonos y no sentir


nada. Sin embargo, hay que tener cuidado con lo que pasa en nuestros
corazones; porque Lucas nos muestra que, podemos tener el corazón ardiente a
razón de oír la palabra de Dios y tener nuestros ojos cegados completamente, al
punto que no podemos ver la gloria de Dios manifestada en nosotros.

El salmo 23, toma una relevancia en este episodio de los caminantes. Jesús
como buen pastor, ahora ha reconfortado el alma, ha tranquilizado el espíritu de
los caminantes de Emaús, un espíritu agobiado por las sombras de la muerte;
ellos han sido pastoreados mientras caminan por el valle del desconsuelo. Pero a
diferencia del salmo, donde el Señor prepara la mesa y atiende a la oveja ahora
convertida en huésped, con copa rebosante, recibiéndola con dignidad y honores
y haciéndonos parte de su casa. Los caminantes, son ahora los anfitriones, y
Jesús el huésped, que ha sido recibido con el pan en la mesa, Jesús ahora está en
la casa, muy probablemente humilde y sencilla de sus discípulos, bendiciéndola
y llenándola con su presencia. Jesús no solo se ha sentado en la mesa y ha
bendecido el pan; sino que, ha abierto los ojos de sus discípulos para que lo
vean, y su gozo sea completo.

Los que salieron tristes y desconsolados de Jerusalén, ahora vuelven gozosos y


esperanzados. Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y
hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha
resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. Entonces ellos
contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían
reconocido al partir el pan. Y es que no se puede estar con el Señor, caminar
con él, hablar con él, y sentarse a comer con él y seguir siendo los mismos. Los
caminantes experimentaron un cambio radical en sus vidas. Su fe fue
fortalecida, al ver de nuevo al resucitado, su esperanza de redención, ahora está
más viva que nunca, han sido reorientados en su manera de pensar la fe y su
relación con Dios.
Conclusiones
1. Cuando Jesús se cruza en nuestro camino y pregunta como estamos, o
porque estamos como estamos; no lo hace porque ignore nuestra condición,
el lo hace porque nos invita a dialogar sobre lo que nos pasa, nos invita a
que reflexionemos acerca de las causas que han generado nuestro desánimo.
Pero el no nos deja en medio de la discusión del problema; con su palabra, el
nos confronta y nos reorienta en nuestra manera de pensar y actuar; para
llevarnos de la tristeza al gozo y de la desilusión a la esperanza. En el
dialogo con el Señor somos transformados completamente en nuestra fe y
ministerio.
2. Revisemos nuestras expectativas a la luz de su palabra, muchas veces
deseamos cosas que no son parte del propósito divino. Cuando estos deseos
no se cumplen, caemos en la frustración y el desánimo. Fíjese que mientras
los discípulos esperaban que el se sentara en el trono y redimiera a su pueblo
con sangre y espada, el se sentó en la cruz y redimió a la humanidad con la
humildad de un cordero. Para evitar el desaliento, preguntémosle al Señor en
oración cual es su voluntad y que cosas son necesarias que pasen, porque
finalmente si impondrá su voluntad en nuestras vidas.
3. Invitemos al Señor que sea huésped de nuestra casa, que se siente en nuestra
mesa, que bendiga el pan y la familia. Abramos espacio para la presencia de
Dios en medio de nuestro hogar, permitamos que su presencia nos abra los
ojos y podamos ver su gloria en medio nuestro. Recuerde que somos casa
del Señor, que su Espíritu vive en nosotros, y que desde ahí nos puede
transformar. Puede fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza, puede llenarnos
de gozo y de amor. Con Jesús sentado en nuestro corazón y en el seno de
nuestra familia, tendremos familias restauradas, que viven iluminadas por su
Espíritu.
4. Quiero terminar con un fragmento del poema Peregrinos, de un teólogo
conocido por todos. Yan Carlos Mora, quien también reflexiona acerca de
los caminantes de Emaús.

Dónde estás, que no logro verte


Qué hay de ti, te escondes frente a mi;
Miro al fin y estás desde el principio,
Ciego estoy, me llamas y no voy.

Pero al fin te descubrí,


Sucedió al caminar contigo por la tarde;
al abrir y al abrirme a tu Palabra,
y cómo quién no sabe, allí te descubrí.
posando aquí en mi casa,
alrededor de la mesa;
al compartir y al partir el pan,
te descubrí.

Al fin te pude ver, Asomándote en mis dudas, despejándola;


rejuveneciendo mi fe desgastada,
Te descubrí, se abrieron mis ojos,
Y ellos hablaron, hay esperanza.

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