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LICEUS
ISBN: 84-9822-058-0.
Autoras: Mª Jesús Barrios Castro y Mª José Barrios Castro.
Extensión: 23 págs.
THESAURUS:
Psicoanálisis, Mitos Greco-romanos, Complejo de Edipo, Freud, Jung, el héroe, Aristóteles, Platón,
Interpretación de los sueños.
ISBN 84-9822-058-0
1.INTRODUCCIÓN
2. MITOLOGÍA CLÁSICA Y PSICOANÁLISIS
3. LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS Y LOS MITOS GRECO-ROMANOS
4. DE HÉROES A COMPLEJOS
4.1. DEL MITO DE EDIPO REY AL COMPLEJO DE EDIPO
5. CONCLUSION
6. BIBLIOGRAFÍA
1. INTRODUCCIÓN
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La evolución del pensamiento científico es una constante búsqueda de la
ocurrencia de un hecho mediante el descubrimiento de su causa, tomando ésta como
la condición necesaria para que se llegue a dar el factor desencadenante, o efecto.
Como ya señaló Bunge (1981,1983), parte del sentido común de hoy es el resultado
de la investigación científica de ayer. Cuando se plantea el hecho de cómo se
adquiere el conocimiento desde el aspecto meramente fisiológico de la aprehensión
hasta su posterior elaboración cognitiva, se plantean preguntas tanto de orden
fisiológico -cuál es el órgano encargado de captar aquellos elementos que nos van a
servir para llegar al conocimiento-, como cognitivos -referentes al modo como se
forman imágenes mentales del mundo, como se estructura dicho conocimiento, el
grado de implicación de las emociones, y su posterior codificación y almacenamiento-
(Barrios, 1992).
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Jung, cita a Aristóleles como representante máximo de los universalia in re,
donde forma y materia coexisten, presentándolo como exponente de la concepción
realista moderada, frente a Platón:
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“Sobre base idéntica a la de Edipo rey se halla construida otra de las
grandes creaciones trágicas: el Hamlet shakesperiano” (Freud, S. 1988a, pp.
508-509)
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deja de ser un sistema de creencias, ideas y ritos basado en los mitos, propio de
sociedades que se hallan en estadios de desarrollo sociocultural no avanzados.
Sin embargo, entre los mitos y los cuentos no sólo se dan semejanzas, sino
también diferencias inherentes, en este sentido Bettelheim (2003) señala que aunque
en ambos encontremos los mismos personajes y situaciones ejemplares y ocurran
hechos similares, existe una diferencia básica en el modo de transmitirlas, de modo
que el sentimiento principal que nos comunica un mito es que lo que sucede es
absolutamente único, que no podría haberle ocurrido a ninguna otra persona, porque
tales eventos son grandiosos, inspiran temor y no podrían haberle sucedido a ningún
vulgar mortal. La razón de que sea así no es por el hecho de que lo que sucede sea
milagroso, sino porque se describe como tal. Por el contrario, aunque los hechos y las
situaciones que ocurren en los cuentos sean a menudo improbables e insólitos, éstos
son descritos como susceptibles de sucederle a cualquier mortal, de modo que hasta
los encuentros más extraordinarios se describen de un modo casual y casi cotidiano.
“Un simple mortal es demasiado débil para hacerle frente a los desafíos
de los dioses. Paris, que cumple el mandato de Zeus, tal como se lo transmite
Hermes, y obedece a la petición de las tres diosas para que elija cuál de ellas
obtendrá la manzana, es destruido precisamente por haber realizado estas
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órdenes, puesto que los otros mortales desconocen conscientemente esta fatal
decisión.”(Bettelheim, B., 2003, p. 44).
Pero para Bettelheim, lo que más diferencia al mito del cuento es el final, pues
mientras que en el mito suele ser trágico en los cuentos es un final feliz. El mito es
pesimista frente al optimismo del cuento. Este mismo hecho es señalado por Vasse
(1985), al ejemplificar la fascinación que por la muerte poseemos los humanos, con el
mito de Narciso, quien fascinado por su imagen se ahoga. Vasse alega que el
sufrimiento nace de la pérdida de la propia imagen, donde el Yo (moi) se confunde con
el sujeto y con el objeto, donde un significante determinado es el objeto de la fijación
del sujeto que lo fija, sin que el Yo del mismo sea capaz de distinguirse del primero.
No obstante, hay que señalar que si bien las creencias de casi todos los
pueblos poseen una serie de rasgos comunes y coherentes entre sí, al mismo tiempo
poseen otros que les son propios y específicos, que los hacen diferentes de otros
pueblos, marcando su propia idiosincrasia, estos hechos que fueron estudiados más
profundamente por Jung en sus obras “Psicología y Alquimia”, “El secreto de la Flor de
Oro”, entre otras.
Aunque sería muy interesante analizar las diferentes corrientes por las que el
estudio de la mitología ha pasado desde la Antigüedad hasta nuestros días, este
trabajo no se va a centrar en ello, y sólo se darán unos breves apuntes sobre la
importancia que su estudio tuvo en el siglo XIX en toda Europa, con especial atención
en Alemania. Es en este país donde se vive una verdadera admiración por la antigua
Grecia, y por todo aquello que hiciera referencia a los clásicos, destacando los
movimientos prerromántico y romántico, que aportaron una apasionada reivindicación
de lo irracional, lo subjetivo y lo patético que subyace muchas veces en el fondo de lo
mitos. Hay que destacar la aportación de filósofos como J. G. von Herder (1744-
1803), primer abanderado del prerromanticismo alemán, para quien los mitos eran la
expresión de las preocupaciones y actitudes básicas de los pueblos primitivos frente a
la naturaleza, o como Friedrich von Schelling (1775-1854), que elaboró profundas
teorías acerca de la filosofía de los mitos, defendiendo que eran formas de expresión
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características de un estadio de desarrollo cultural arcaico que ponían en relación al
hombre con lo absoluto. Es en este contexto cultural donde se asienta la base teórica
en la que se formó el joven Freud, y posteriormente Jung, que tendrá posteriormente
su reflejo en sus teorías psicoanalistas. Para Freud, como para los psicoanalistas
freudianos, los mitos ofrecen la posibilidad de mostrar el material reprimido o
inconsciente que subyace en ellos, y cómo éstos están íntimamente relacionados con
los sueños y las fantasías:
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supersticiones y los tabúes modernos, destacando figuras como Géza Róheim (1891-
1951), George Devereux (1908-1985) y Bruno Bettelheim (1903-1990):
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antropólogos y estudiosos de los mitos que, o bien permanecieron indiferentes o bien
rechazaron de plano el método psicoanálitico. Uno de ellos fue el francés Marcel
Mauss (1872-1950), que consideraba los símbolos religiosos y los mitos como "hechos
sociales totales" que venían a expresar de una forma conciliadora conceptos
religiosos, jurídicos, morales y económicos de un pueblo. La influencia de Mauss fue
determinante en las teorías del antropólogo B. Malinowski (1884-1942), representante
máximo de la escuela funcionalista, quien criticó la postura excesivamente psicologista
de Freud, frente a una postura más sociológica.
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Cuando Freud concibe sus "mitos endopsíquicos", cree haber descubierto la
clave de su trabajo de pensamiento, ya que estos mitos son descritos como la oscura
percepción interna del propio aparato psíquico que incita a ilusiones de pensamiento
que naturalmente son proyectadas hacia fuera, y de manera característica al futuro y a
un más allá, a la inmortalidad, por lo que el más allá no son sino figuraciones de
nuestro interior psíquico. Freud ha descubierto la dimensión del mito, ya que para
dicho autor, la gran parte de la concepción mitológica del mundo, que se extiende
hasta las religiones más modernas, no es otra cosa que psicología proyectada hacia el
mundo exterior (Laplanche- Pontalis, 1974) .
Freud, va más allá al indicar si son estos deseos siempre alertas, por así decir
inmortales, de nuestro inconsciente, los que nos recuerdan a modo de símil la
descripción que se realiza en la saga de la Teogonía de Hesíodo, de la lucha de los
titanes (entiéndase los deseos), quienes una vez que son sepultados desde los
tiempos primigenios bajo las pesadas masas rocosas (el inconsciente), que una vez
les arrojaron los dioses triunfantes y que todavía ahora, de tiempo en tiempo, son
sacudidos por las convulsiones de sus miembros. Estos deseos que se encuentran en
estado de represión, son ellos mismos de procedencia infantil, tal como se muestra en
el estudio psicológico de las neurosis.
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La interpretación que aporta P. Diel (1974) es diferente, ya que para este
autor las figuras más representativas de la mitología griega representan cada una de
ellas de modo particular una función de la psique, y es en las relaciones que se dan
entre ellas donde se viene a expresar la vida intrapsíquica de los hombres, que a
modo de escala bipolar, se ven repartidas entre tendencias opuestas hacia la
sublimación o hacia la perversión ( como indicara Freud entre el Eros y Thánatos,
entre el Principio de la Realidad y el principio del Placer). Así las cosas, el reinado del
espíritu se simboliza en Zeus (Júpiter), descubriendo en él actitudes de jefe,
pudiéndose hablar de “complejo de Zeus”, donde se monopolizaría tanto su autoridad
como la tendencia a destruir en los demás cualquier signo de autonomía (Chevalier
1964). Apolo es la inspiración intuitiva, Atenea es el rechazo a las tinieblas (Diel,
1974).
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utiliza la visión de lo anímico inconsciente agitado por pasiones mediante un símil en el
que los titanes mal domeñados no dejan de amenazar el orden del mundo; y lo mental
se refiere más a lo intelectivo, a lo que tiene forma y organización. Por ello, el
supuesto de lo anímico inconsciente es una continuación del animismo primitivo,
entendido, evidentemente, en el sentido del evolucionismo antropológico. Jung, sin
embargo si llega a la distinción entre alma y psyque, entendiendo por psyque a la
totalidad de los fenómenos psíquicos, tanto de la conciencia como del inconsciente,
mientras que por alma entiende un delimitado complejo de funciones que como mejor
lo caracteriza es con el término personalidad.
Freud quería demostrar de modo inductivo que los mitos y sagas de la antigua
Hélade tienen su principal raíz en fantasmas de la ensoñación, en fenómenos oníricos
y también en delirios (como en la Odisea). Como ejemplificación de lo indicado
anteriormente señala la cuestión infantil sobre el origen de los hijos, anudado las más
de las veces a la indeseada aparición de un nuevo hermanito o hermanita, la cual
viene a ser para aquel que sepa interpretar mitos y tradiciones, una evocación del
enigma que la esfinge de Tebas planteó a Edipo. Con respecto a la doctrina del
pecado original ésta es claramente, para Freud, de origen órfico, se la recibía en los
misterios, y desde ahí penetró en las escuelas filosóficas de la Antigüedad griega.
Pero Freud va más allá del mito y observa que, a veces, el desenlace de un
mito como el de Edipo (el padre muere a manos del hijo) no coincide con otro del cual
guarda grandes similitudes; como cuando hace referencia al hecho de interpretar el
origen de los hombres como descendientes de aquellos titanes que habían dado
muerte y despedazado al joven Dionisos-Zagreus, pesando sobre ellos la carga de
este crimen. Freud acude a un fragmento del presocrático Anaximandro donde se dice
que la unidad del mundo ha sido destruida por un crimen de los tiempos primordiales y
que todo cuanto de ahí surgió tiene que soportar la pena por ello. Si bien la hazaña de
los titanes, por sus rasgos de amotinamiento, asesinato y desgarramiento, nos
recuerda con bastante nitidez al sacrificio del animal (lo mismo hallamos en muchos
mitos de la Antigüedad, por ejemplo en la muerte del propio Orfeo), la historia se
complica, según Freud, al quedar modificada, dado que el parricidio se consuma en un
dios joven.
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mientras que para Jung es necesario enfrentarse a la represión o rechazo defensivo
del universo arquetípico-espiritual, representado en los valores culturales, como ley del
espíritu contrapuesta y autorreguladora de la instintividad animal (Vázquez, 1986).
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a pueblos enteros o a épocas determinadas, de forma que probablemente los motivos
mitológicos cardinales son comunes a todas las razas y a todos los tiempos.
De esta misma concepción teórica es Jacobi (1983), para quien las grandes
mitologías tradicionales con sus mitologemas (unidades expresivas y configuradoras
de la estructura mítica), y arquetipos, vienen a condensarse en la psique individual
hasta constituir lo que denomina esta autora “mitología Individual” con sus símbolos
propios, los cuales se hallan en íntima acción recíproca y primordialmente
emparentados.
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se le ha hecho frente y es aceptado por el Ego, está transformada en algo que
beneficia y agranda el sentido.
“la vida onírica es, como ya Aristóteles lo dijo, la manera en que nuestra
alma trabaja mientras dormimos” (Freud, 1988g, p. 3107).
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La interpretación de los sueños, es diferente si partimos desde la concepción
freudiana o de una concepción junguiana, sin olvidarnos que existen perspectivas
teóricas psicoanalistas verdaderamente interesantes y que dada la finalidad de este
capítulo no se van a poder abordar aquí, como son las posturas de Adler, Lacan,
Silberer o Bion entre otros.
El punto común tanto de Freud como de Jung es la referencia a los mitos. Para
Freud, todo sueño es la satisfacción de un deseo inconsciente, y la misión de la
interpretación de los sueños es el desciframiento del significado más profundo del
sueño o del síntoma. Es interesante traer hasta este punto posturas como la de
investigadores de la talla de Mircea Eliade, para quien todo mito, independientemente
de su naturaleza, enuncia un acontecimiento que tuvo lugar in illo tempore y constituye
por este hecho un precedente ejemplar para todas las acciones y situaciones que, más
tarde, repetirán ese acontecimiento. Con el tiempo, el mito puede degradarse en
leyenda épica, en balada o en novela, o también sobrevivir bajo la forma disminuida de
supersticiones, de costumbres, de nostalgias, etc., a lo que añadiría Freud que
también en forma de sueños, como luego veremos.
De tal modo, para Freud, los mismos símbolos oníricos, cuando éstos
adquieren su significado, lo hacen tomando elementos de otros lugares, entre los que
se encuentran la mitología, el folklore y el ritual. De esta forma, quizás el producto
mitológico de la cabeza de Medusa ha de referirse al mismo motivo del miedo a la
castración (Freud, 1988). Pero Freud va más allá al indicar que en el contenido
manifiesto de los sueños aparecen muy frecuentemente imágenes y situaciones que
recuerdan temas conocidos de las leyendas y de los mitos. Freud entiende que la
interpretación de tales sueños ilumina los intereses originales que crearon esos temas,
sin olvidar el cambio de significación que el material correspondiente ha
experimentado en el curso del tiempo; incluso, para Freud, muy a menudo los temas
mitológicos encontraban su aclaración por medio de la interpretación de los sueños:
“(...) así, la leyenda del laberinto revela ser la representación de un parto anal,
los caminos intrincados son los intestinos, y el hilo de Ariadna, el cordón
umbilical” (Freud, 1988, Vol.18, p.3113)
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señala no parece tarea fácil sustraerse de la fantasía cuando se intenta explicar el
sueño. Para este autor, cuando se desea “leer” de modo significativo un texto de un
sueño o de un síntoma neurótico de un delirio psicótico, es preciso conocer la
codificación semántica, sintáctica e incluso a veces fonética de carácter personal
intimo y profundo.
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“Un bello símbolo de la función trascendente es el caduceo, la vara
mágica del dios griego Hermes con sus dos serpientes entrelazadas. Mediante
su caduceo, Hermes (Mercurio), el mediador entre el mundo superior y el
inferior, hacía dormir a los hombres y les enviaba los sueños” (Jacobi, J.,1983,
p. 94)
A todos nos suenan nombres como Edipo, Antígona o Electra, entre otros.
Estos nos evocan de un modo inmediato hacia los mitos clásicos, relatos que han
perdido parte de sí mismos para ser constitutivos de cada uno de nosotros. De esta
forma, nos podemos preguntar qué relación existe entre el Edipo Rey de Sófocles y la
estructura de la personalidad que elaboró Freud posteriormente, la respuesta la
encontramos en dicho analista cuando escribió que:
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particular politeísmo grecorromano, una divinidad estaba definida tanto por su
significación abstracta, como por su contraste con otros dioses/as. Un claro ejemplo de
ello lo tenemos en la figura de Atenea, que encarna la figura de la guerrera frente a las
otras diosas (Artemisa, Hera, Afrodita, etc.), pero su figura queda perfilada cuando se
la enfrenta al dios de la guerra Ares; frente a éste, que representa la violencia
guerrera, Atenea es la diosa de la estrategia y la astucia militar.
Los héroes se caracterizan por tener un mayor poderío, fuerza y audacia que el
resto de los hombres; sin embargo, comparten con ellos su naturaleza mortal, aunque
algunos hayan sido inmortalizados y convertidos en divinidad tras su muerte de
humano, como Heracles. El héroe, a pesar de permanecer al margen de los dioses,
está en contacto con ellos, pues las distintas deidades participan en numerosas
ocasiones en las vidas de los mortales, bien para favorecerlos o bien para
perseguirlos.
Para Bettelheim (2003), los héroes míticos brindan excelentes imágenes para
el desarrollo del Superyó, pero las exigencias que comportan son tan rigurosas que
desaniman al infante en sus primeros empeños en conseguir la integración de su
personalidad. De modo que si bien el héroe mítico logra la vida eterna en el cielo, el
protagonista del cuento de hadas vive feliz en la tierra, de ahí la preferencia infantil por
los cuentos, que aunque terminen de una manera un poco más “vulgar” que los mitos,
son más asequibles para la comprensión del niño, disminuyendo en sumo grado el
nivel de ansiedad provocado por el escenario planteado en el mito.
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Lo característico del héroe es su trágico final, recompensado en el otro mundo
o no, lo que hace recordar que, como se ha indicado anteriormente, el mito implica
fuertes demandas del Superyó en claro conflicto con las exigencias del Ello y con la
autoprotección del Yo. El héroe se enfrenta a los dioses, a monstruos sobrenaturales
y, como señaló Freud, a su propio”destino”. Así pues, por más que lo intente el héroe,
es incapaz de vivir totalmente conforme a los mandatos de los dioses (Superyó), ya
que cuanto más busca complacerlos, tanto más implacables serán en sus demandas.
Aunque el héroe ignore que cedió a los impulsos de su Ello, sufrirá horriblemente por
ello:
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tres aparece también a plena luz el motivo del hecho; la rivalidad sexual por
una mujer” (Freud, 1988e, p. 3011)
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con su plena significación afectiva. La fatalidad y el oráculo no eran sino
materializaciones de la necesidad inferior. El hecho de que el héroe peque sin
saberlo y contra su intención, constituye la exacta expresión de la naturaleza
inconsciente de sus tendencias criminales” (Freud, 1988d, p. 2793)
Autores como Bettelheim (2003), ven la figura de Edipo, desde sus acciones,
sus sufrimientos, como una imagen que aporta al adulto una comprensión madura de
sus propias ansiedades infantiles, conservadas intactas en el inconsciente. Pero
contemplando siempre esta posibilidad como referente a hechos de un pasado muy
lejano (al igual que los deseos y ansiedades edípicas del adulto), ya que para
Bettelheim (2003), si el significado subyacente en un mito se describiera y presentara
como un hecho susceptible de ocurrir en la vida consciente y adulta de una persona,
aumentarían considerablemente las viejas ansiedades y se terminaría en una
represión aún más profunda:
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actitud ambivalente y una elección de objeto amoroso dirigida hacia su madre, sino
que al mismo tiempo se comporta como una niña mostrando una actitud femenina y
tierna hacia su padre, con la correspondiente actitud de celos hostiles hacia la madre.
5. CONCLUSION
A modo de conclusión, hay que indicar que el objeto de este capítulo no es otro
que acercar al lector al complejo mundo del Psicoanálísis, y más concretamente a la
visión que los autores psicoanalistas tuvieron de los clásicos y del mito grecorromano.
El objetivo planteado no es, por tanto, fácil de abordar en sí mismo, ya que el material
psicoanalítico utilizado, por su singularidad, es muy difícil de exponer de un modo
escueto y lo es aun más, si lo que tratamos de llevar a cabo es un estudio comparativo
de la influencia que pudieron tener los clásicos en una doctrina científico-teórica,
orientada a explicar no sólo la naturaleza psíquica del hombre, sino también de una
forma más plural los aspectos sociales, culturales, artísticos y místicos que configuran
en sí mismo la naturaleza del ser humano. A ello que se añade que la ciencia
psicoanalista conlleva una concepción dinámica en constante evolución y
remodelación, donde los criterios lejos de ser inamovibles o rígidos están sometidos
a un constante cambio y reformulación, dependiendo de la vertiente teórico-práctica en
la que se postule. Por ello, y a pesar de lo laborioso y complejo del trabajo
desarrollado en este capítulo, sólo nos hemos centrado en las vertientes freudianas y
Junguianas, pilares fundamentales a la vez que imprescindibles de la ciencia
psicoanalista. Asimismo, el lector habrá echado en falta en este trabajo la trascripción
de citas clásicas, pero la cuestión no se centraba en el análisis de los autores clásicos,
sino en la visión que de ellos tuvieron unos teóricos del siglo diecinueve, imbuidos en
la elaboración y construcción de una forma novedosa de estudiar la mente humana.
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Es a través de la interpretación y análisis de los sueños, de los actos fallidos,
los delirios y las fantasías tanto sistematizadas como no (de mentes tanto normales,
como patológicamente enfermas), y su relación con los mitos clásicos, como se llega
no sólo a establecer la base de la estructura de la personalidad individual de un sujeto;
sino que se va más allá al intentar comprender la estructura de la sociedad, de la
cultura, de las religiones..., en resumen de lo que hace particular al ser humano dentro
de la diversidad biológica de nuestro mundo.
BIBLIOGRAFÍA
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VAZQUEZ , A. (1986), Freud y Jung: exploradores del inconsciente, Editorial Cincel,
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