Está en la página 1de 177

Purple Haze Feedback

Una novela de Jojo’s Bizarre Adventure

Por

Kouhei Kadano

Ilustrada y basada
en el manga de Hirohiko Araki

Traducido y editado por Rob Lucci


Purple Haze Feedback
Perdidos en recuerdos distantes,
Días junto a compañeros que quedaron atrás
Embriagados en el honor de la amistad
La certeza de que nunca terminarían
Ahora esfumados como un sueño
Descoloridos, sin ninguna calidez remanente
Cubiertos por una silenciosa y mortal neblina
ÍNDICE
I. vitti ‘na crozza……………………………......7
II. me voglio fa ‘na casa………………………..28
III. ‘a vucchela………………………………….49
IV. tu ca nun chiagne…………………………..71
V. mi votu e mi rivotu…………………………93
VI. fantasia siciliana…………………………..113
VII. luna nova………………………………….141
VIII. ‘o surdato ‘nnammurato…………………..158
Un sueño vacío
Una visión horrorosa y egoísta
Transmitida como el más mortal de los virus
- Rage Against the Machine, Snakecharmer
Había dos siluetas en el Templo de Apolo.
Un hombre y una mujer.
Era de noche; había luna nueva.
La mujer yacía a su lado, apenas visible bajo la tenue luz de las
estrellas; el hombre se levantó mientras la miraba.
Ella gimió de dolor.
“Llámalo,” dijo el hombre, con un tono frío.
Ella gimió nuevamente.
“Llama a Fugo. Llámalo para acá. Grita, y ruégale que venga a salvarte.”
La voz del hombre no demostró la menor señal de piedad. Solamente
hostilidad y asesinatos calcificados en una crueldad oscura.
La chica solamente gemía. No se movía. Sus brazos y piernas estaban
doblados en direcciones en las que no se supondría que lo hicieran. Ella no
podía escapar por sus propios medios.
“No intentes combatirme,” dijo el hombre. No era una amenaza, sino la
afirmación de un hecho. “Manic Depression puede controlarte por completo.
Ya no tienes libre albedrío.”
La mano del hombre voló hacia su garganta. Sus dedos se deslizaron
debajo de su piel, dentro de su carne.
Su grito resonó a través de la oscuridad.

Esta es una historia sobre gente incapaz de tomar acciones.


No tienen planes para el futuro, ni hallan descanso en los recuerdos.
El pasado y el futuro no están hechos para ellos; existen solamente en el
presente, luchando en vano.
¿Luchan para apegarse a algo? ¿Para salir adelante? ¿Para renunciar?
Quién sabe. Ellos no podrían decírtelo. El mundo que los abandonó a su suerte
no les ofrece respuestas.
Ellos sólo saben una cosa con certeza- el suelo bajo sus pies se está
desmoronando, y ya no pueden permanecer quietos.
No tienen un mañana, ni un hogar. ¿Cómo pueden encontrar esperanza?
¿Contra qué pueden arremeter, en su desesperación? Examinemos a un joven,
un joven en este predicamento. Su nombre es Pannacotta Fugo. Están aquellos
que lo llaman traidor, aquellos que no lo bajan de un desvergonzado. Sus
elecciones decidirán su destino.
I. vitti „na crozza……….[Vi una calavera]
Milán, Italia – Estadio Giuseppe Meazza. Uno de los estadios de futbol
más famosos del mundo.
Algo en ese sitio estaba muy mal. No había ruido. Siempre había ruido
allí. Miles de fanáticos festejando, los gritos de los vendedores, policías
intentando mantener el orden. A esta hora del día, el estadio nunca estaba en
silencio.
Especialmente en un día de partido – cuando se suponía que los
favoritos locales jugarían contra su archirrival con estadio lleno. Sin embargo,
todos los 80,018 asientos estaban vacíos. Nadie miraba; nadie jugaba.
No había nadie en absoluto.
Solo una aterradora paz debajo del cielo despejado.
En el cielo había un dirigible – flotando en lo alto, como si filmara el
partido que no se estaba jugando.
En el costado del dirigible, en pequeñas y discretas letras estaba
escrito:”Speedwagon.”
Desde la góndola, el personal del dirigible miraba nerviosamente hacia
el estadio vacío. Se miraron los unos a los otros, y asintieron. Uno de ellos
habló por el transmisor.
“El estadio está despejado. Tiene permiso para proceder.”
“Entendido.”
El hombre en el otro lado de la línea se movió entre los asientos vacíos,
e hizo una señal al dirigible en el cielo. Una luz parpadeó; lo habían visto.
“Mantengan estrecha vigilancia. Como dije, si algo me sucede,
lárguense de aquí.”
“Entendido. Sea cuidadoso, Guido Mista.”
Apagando su receptor, el hombre – Mista – bajó a la cancha y sacó un
revólver de su bota. Con bastante facilidad, apuntó hacia el túnel por donde
salían los jugadores.
“Está bien. Puedes salir, Sheila E.”
Su voz era baja, pero resonante, proyectada como la de un cantante de
ópera.
Durante diez segundos, hubo silencio. Después dos figuras emergieron
desde las sombras, sus movimientos distaban mucho de ser los que los
jugadores del equipo local mostraban normalmente.
Una de las figuras era una joven – Sheila E. Sus facciones eran jóvenes,
indicaban que aún no había madurado por completo, pero sus ojos eran algo
completamente diferente. Eran los ojos de algo salvaje, preparado para
abalanzarse y hundir sus colmillos en la garganta de todo aquello que mirara.
Preparado para rasgarlo en pedazos. Había varias cicatrices en su rostro; pero
no mostraba señales de estar consciente de ellas.
Estaba escoltando a un chico, que se paró en el campo cautelosamente,
bajando la cabeza mientras sus pendientes con forma de fresa se agitaban.
Cuando ambos estuvieron a una distancia de veinte metros enfrente de
Mista, él levantó la voz. “Alto.”
Ambos obedecieron. Sheila E. se detuvo de inmediato, como un soldado
haciendo sus ejercicios, pero el chico se acobardó, y se quedo en su lugar,
tembloroso.
La pistola de Mista apuntaba hacia él. El cañón estaba enfocado directo
hacia su cara, entre la frente y la boca, justo en la parte superior del tabique
nasal. Apuntaba sin vacilar.
“Hmph,” gruñó Mista. Miró al joven de arriba abajo, después abrió sus
y dijo, “Cuanto tiempo sin vernos.”
La cabeza del chico se agitó, mirándolo por primera vez.
La mirada de Mista era fría , como el hielo.
“Dime, Fugo… ¿Cómo has estado?”
El muchacho no respondió. Parecía que se había quedado sin habla.
“Hasta donde escuché, pasaste los últimos seis meses tocando el piano
en un bar. ¿Tocas el piano? No tenía idea. Con todo el tiempo que llevamos de
conocernos…”
“....................”
“Supongo que los niños ricos tienen que aprender toda clase de trucos
elegantes.”
Fugo murmuró algo en voz baja.
“¿Mmh?” Dijo Mista, no dejaría pasar eso. “¿Que fue lo que dijiste?
Tienes algo que decir, escúpelo.”
Fugo torció sus labios hacia un lado.
“No era nada,” alcanzó a decir. No era nada; había negado la
implicación de Mista.
Mista levantó una ceja, pero de inmediato la bajó. “Bien, entonces
dime… ¿Tienes algo que decirme? ¿Algo que quieras saber? Responderé lo
que pueda.”
Fugo permaneció en silencio por un largo momento. Entonces aclaró su
mente.
“¿De verdad está…muerto?”
Un crudo dolor se reflejaba en sus ojos. Al ver eso, Mista frunció el
ceño, y miró a Sheila E.
“Sheila E., cubre tus oídos.”
Ella asintió secamente, y metió sus dedos en sus orejas con tal fuerza
que era increíble que no sangraran. Sellando todos los sonidos del exterior. Su
obediencia era totalmente patológica. A Mista no parecía preocuparle.
Volvió a mirar a Fugo, y dijo, “Entonces, ¿oíste de la muerte de
Buccelati?”
El color abandonó el rostro de Fugo.
Todo su cuerpo comenzó a temblar, y sus dientes comenzaron a
castañear. Era como si de repente lo hubieran lanzado en una ventisca.
“Narancia y Abbacchio también murieron. ¿Recuerdas lo que dijiste?”
Fugo no respondió.
“No están mirando la realidad. No pueden sobrevivir de ideales. No
podemos vivir fuera de este grupo.”
Fugo recordó esas palabras. El nunca las olvidaría. Esas palabras lo
habían llevado a abandonar al hombre a quien le había confiado su vida.
¿Había cometido un error? ¿Había sido el único ignorante de lo que en
verdad estaba ocurriendo?
Había estado lidiando con esa pregunta cada día desde entonces. Y
ahora la respuesta – o parte de ella – estaba ante él. Una de las cinco personas
que abandonó aquel día.
“Mista… ¿es cierto?”
Su voz se quebró. La pregunta no era lo suficientemente específica, pero
Mista sonrió débilmente.
“¿Escuchaste los rumores entonces? ¿Qué fue lo que oíste?”
“Pues…” Fugo paró, y miró a Sheila E., Mista la había hecho cubrir sus
oídos para que no escuchara lo que iban a decir. Le costó demasiado el poder
seguir hablando. “Escuché que el jefe finalmente se había dado a conocer. Y
su nombre…”
“¿Su nombre?”
“Era Giorno Giovanna. Dijeron que el líder de Passione apenas tenía
dieciséis – y su juventud fue la razón por la que mantuvo su identidad en
secreto. Pero aparecieron los traidores, e intentaron descubrir su identidad, lo
cual hizo que una chica inocente se viera involucrada en asuntos de la mafia, y
casi terminó en una guerra interna… Por eso ya no le vio más sentido a
ocultarse, y al final reveló su identidad.”
“Sí. Sabes que es mentira. Estabas con nosotros justo antes de que todo
se viniera abajo.”
La pistola de Mista seguía apuntando directo a la cabeza de Fugo.
“Estabas con nosotros antes de Diavolo – el verdadero jefe – mató a
Buccelati y a los otros.”
La garganta de Fugo estaba seca, pero no se atrevió a pasar saliva.
“Giorno se unió a la banda específicamente para derrotar al jefe y tomar
su lugar. Buccelati lo estuvo ayudando todo el tiempo. Tiene sentido, ¿no? No
pareces sorprendido. Desde el momento en que se unió al equipo, Giorno no
parecía un recluta ordinario. Nunca lució como un novato, y Buccelati siempre
lo trató como un socio confiable, nunca como un subordinado. Incluso Giorno
insiste en que ellos eran socios, pero la verdad es que… Buccelati trabajaba
para Giorno. Bueno, así es como yo lo veía. Él estaba dispuesto a dar su vida
por el sueño de Giorno – y eso hizo. Se llevó a Diavolo consigo.”
“....................”
“Giorno se movilizó rápida y eficientemente, solidificando su poderío.
Era hermoso de observar. Esta parte ya la has escuchado ¿cierto? No nos
hemos estado ocultando exactamente.”
“Sí… el príncipe de la mafia, limpiando la casa en el bajo mundo. Es
una leyenda urbana. Y se dice que tu eres su número dos al mando, Mista.”
“Woah, eso no es cierto. Todos creen que el pistolero es siempre la
mano derecha, pero el verdadero número dos es Polnareff. Yo soy el número
tres. Piénsalo – si tienes dos veces dos, te da cuatro. El cuatro es de mala
suerte. No me acercaré a nada por el estilo. El tres es mucho más seguro.”
El tono de Mista se aligeró un tanto.
“¿Polnareff? Es un nombre francés.”
“Nunca lo conociste. Y su nombre no te hará para nada bien. No
averiguarás nada acerca de él.”
“………………..”
Estaba claro que todo eso era información clasificada. Una vez más
Fugo se encontró preguntándose por qué estaba ahí.
Todo había sido demasiado para él. ¿Asesinar al jefe y tomar el poder?
Era una locura. Entonces dejó el equipo de Buccelati. Luego, la noche anterior,
es encontrado por Sheila E. Enviada por la reformada Passione. Sabía que este
día llegaría… pero no esperaba esto.
Tienen más poder del que el antiguo jefe jamás hubiera soñado.
Hace seis meses, Passione había sido poderoso… siempre y cuando los
sindicatos de crimen organizado lo siguieran. Tenían influencia en los
negocios, la ley, en el gobierno; los sobornos y la extorsión les daba casi todo
lo que quisieran.
Pero no esto.
Llamarlo a un estadio de la UEFA de primera clase como el Giuseppe
Meazza significaba ignorar a decenas de miles de furiosos fanáticos, y
posponer el juego a pesar de los contratos de transmisión con las televisoras
de todo el mundo. Ese poder estaba más allá del de cualquier presidente. Más
allá de todo con lo que la vieja Passione hubiera soñado. Y el dirigible de
arriba pertenecía a la Fundación Speedwagon. Uno de los organismos más
famosos del mundo, que no estaba dispuesto a otorgar favores a líderes
criminales. Fugo no tenía idea de cómo alguien pudiera contactarlos. Pero si
estaban aquí para investigar algo, entonces tenía que ser…
…yo. ¿Quién más si no?
Fugo pudo sentir los ojos de Mista clavándose en él. Sheila E. también
lo estaba mirando.
“¡Fugo! ¿Qué es lo que crees?” preguntó Mista. “¿Te consideras un
traidor? ¿Abandonaste desalmadamente a Buccelati en su hora de necesidad?
¿La culpa te mantiene despierto por las noches?”
“………………..”
“Debo admitir… puedes haber estado en lo correcto. Digo Buccelati
colgó los guantes. No fuiste con él, y sobreviviste. Yo solamente sobreviví
porque soy un tipo suertudo mega genial que nació bajo una buena estrella,
Pero tú no tenías nada de eso a que recurrir. Jamás lo hubieras contado. No
tenías oportunidad de sobrevivir a la intensa pelea que Diavolo y Giorno
tuvieron. Fuiste lo suficientemente listo para ver eso. Siempre lo has sido.”
“…………………”
“Hasta ese punto: estamos bien. El problema es ahora. ¿Qué quieres
hacer?”
“………………..”
“Mientras Fugo seguía sin decir nada, Mista hizo un ademán de sacarse
los dedos de las orejas. Sheila E. siguió el ejemplo con un chasquido audible,
y puso su atención en ambos.”
Lista para pelear en cualquier segundo.
“Fugo,” dijo Mista, tranquilamente. “Saca tu Stand.”
Los ojos de Sheila E. eran como dagas. El rostro de Fugo adquirió un
nuevo tono de paildez.
“Muéstranos a Purple Haze”
“………………..”
Fugo apretó los dientes, pero hizo lo que se le dijo.
El cuerpo de Fugo pareció difuminarse, después duplicarse, como un
espejismo.
Entonces la figura duplicada dio un paso adelante.
Era como si su alma se hubiera liberado de su carne, moviéndose a su
voluntad. Una parte de su personalidad solidificada – se trataba de su „Stand.‟
Un verdadero remiendo, más zombi que hombre, con ojos
completamente abiertos e inyectados en sangre.
Él lo llamaba Purple Haze.
Un aspecto más de Fugo, un poder de su propiedad – uno de los más
temibles de todo el mundo.
“Grrrrrrr…ssslurrrrrr…”
Purple Haze rechinó sus dientes irritablemente, su baba escurría por su
mentón.
Fugo detestaba mirarlo. Era aterrador. Demasiado aterrador.
Pero Mista no desviaba la mirada.
“Y bien, Fugo” dijo calmadamente manteniendo su puntería firme.
“Sabes porque te llamamos a un lugar así, a plena luz del día. ¿Verdad?”
Fugo no dijo nada
“Fugo, tu Stand es ridículamente peligroso. El virus mortal que tu
Purple Haze dispersa descompone todo lo que infecta. Se derriten hasta morir.
No hay defensa contra eso. No hay manera de controlar lo que infecta.
Indiscriminadamente. Malévolo. La muerte encarnada.”
Fugo permaneció en silencio.
“Pero sé que ese virus no es admirador de la luz. Sé que su rango se
extiende a sólo cinco metros. Sabes que lo sé.”
“Lo sé”
“Entonces. Aquí, este lugar, esta distancia, con este clima – tu Purple
Haze no tiene oportunidad contra mi Sex Pistols”
El revólver que cargaba Mista era una pistola ordinaria, cargada con
balas ordinarias… pero Fugo podía ver pequeñas cosas flotando en el aire,
como hadas desagradables.
Este era el Stand de Mista. Las balas que disparara seguirían
trayectorias inesperadas, pasar a través de cualquier defensa, y asestar donde
se pueda infligir el mayor daño.
Fugo podía propagar su virus todo lo que quisiera, pero Mista estaba a
veinte metros de distancia – jamás llegaría hasta él. En un campo abierto, con
el sol en su cenit… el virus moriría en un instante y sería inofensivo.
Nadie más se vería inmiscuido; solamente Fugo moriría.
Y la chica…
Fugo pudo sentir los ojos de Sheila E. taladrando su nuca.
Era un peón de sacrificio. Si él intentaba algo inesperado, era su trabajo
lanzarse contra él. Ella sabía que el virus la infectaría, que la mataría. Pero no
dudaría en botar su vida de ese modo. Fugo sabía que lo haría desde el
momento que cruzó miradas con ella. Parecía esa clase de persona.
No había escapatoria.
“Lo sé, Mista” dijo Fugo. Podía oír su propia voz temblando. Pero se
obligo a sí mismo a hablar. “Sé que si quisieras matarme, lo habrías hecho ya.”
“¿Oh…?”
Mista levantó una ceja.
“Tú no eres así, Fugo. Lo fuiste alguna vez, cuando estabas acorralado,
estallabas y hacías una locura.”
“………………..”
“Debo admitir, que cuando decidiste no seguir a Buccelati, estuve
aliviado. Si estallabas en el momento equivocado, regabas ese virus por todas
partes y todos nos moríamos. Eso sería tonto, ¿no?”
Estaba insultando a Fugo. Estaba claro. Pero aún más claro…
Lo está haciendo a propósito. Intenta provocarme. Quiere que pelee
con él. Dale una excusa para dispararme. Está seguro de que me puede matar
antes de que lastime a Sheila E.
Fugo estaba seguro ahora – seguro de por qué había sido traído aquí.
Exhaló profundamente, y dijo.
“No por todas partes.”
“¿Hunh?”
“No puedo esparcir el virus por todas partes. Sólo seis veces. Sólo hay
seis capsulas de virus en las manos de Purple Haze. Sólo puedo atacar seis
veces en un día. Tú sabes esto.”
Mista entrecerró sus ojos. Fugo sonaba tranquilo. Lo había superado.
“Entonces te preguntaré de nuevo, Fugo. ¿En qué estás pensando ahora
mismo?”
“Nunca he traicionado a Passione. ¿O sí, Mista?”
“Ya veo” Mista apretó sus labios, después suspiró. “Esas palabras
fueron elegidas cuidadosamente. Siempre fuiste listo. Sabes lo que tienes que
hacer, ¿verdad? ¿Cómo puedes probar tu lealtad hacia Giorno?”
“¿Probar…?”
“Para probar que no eres nuestro enemigo, mata a alguien que sí lo es.
Si no puedes, entonces te matamos.”
No había falsedad en su tono. No era una amenaza sin fundamento, o
una valentonada. Simplemente la verdad.
Una orden – una dada con autoridad. Seis meses atrás, cuando ambos
eran miembros de rango inferior, él nunca se hubiera oído así de intimidante.
Había crecido. El abismo que los dividía era inmenso.
Los dientes de Fugo querían temblar, pero los forzó a permanecer
quietos. Se sentía como una rana ante la mirada penetrante de una serpiente,
pero al menos había ganado una suspensión de su ejecución.
Otra vez.
Esto hubiera sido un alivio, pero en lugar de eso, Fugo se encontraba
extremadamente… molesto. La amargura brotaba en su interior, y todo lo que
podía hacer era mantenerla dentro de sí. Era como una bilis corrosiva, que
quemaba como si estuviera ardiendo, y a la vez terriblemente helada.
“Grrrrrraaaaagghhh.”
Purple Haze empezó a gruñir de repente. El sonido desvió la atención de
Fugo.
“Suficiente,” dijo Mista disgustado. “Guárdalo ya.”
Fugo permitió a su stand volver a su interior.
Detrás de él Sheila E. resopló. “¿Ni siquiera puedes mantener quieta a
esa cosa? ¿No tienes ningún autocontrol?”
Fugo no podía discutir eso.
“No empiecen a pelear,” dijo Mista. “Van a trabajar juntos.”
Fugo lo miró con asombro. “¿Juntos?”
“No sólo ustedes dos – tendrán ayuda. Estos no son la clase de tipos de
los que te encargas sólo.”
“¿Tipos?”
“Tu objetivo es un hombre, pero tiene un equipo protegiéndolo. Si no
tienes un equipo, pierdes. Estrategia, lección 1.”
Mista atrapó los ojos de Fugo y los mantuvo así. Su mirada le dijo a
Fugo todo lo que tenía que saber. Este objetivo se trataba de un negocio. Un
escalofrío bajó por su columna.
“Si tiene un equipo, entonces…”
Mista asintió.
“Los restos de la antigua Passione. El equipo de narcoticos.”
*
Aproximadamente al mismo tiempo, en una bodega en los límites de la
Villa San Giovanni – un pequeño pueblo en el Estrecho de Messina – los
planes se estaban poniendo en marcha.
Los sollozos de un hombre resonaban en el cuarto débilmente iluminado.
Un chico se detuvo frente a él.
Mejillas sumidas, ojos impactantemente grandes. Cortes aquí y allá por
todo su cuerpo, incluso en sus párpados y labios.
Estas heridas no eran antiguas. La mayoría aún tenía costras, en toda
clase de colores desagradables.
Incluso ahora, el chico estaba tallando un nuevo corte con una daga.
Abriendo su propia mejilla.
“¡Gigigigigigigigigigigigi!”
El chico ayudaba dando interpretación oral a los efectos de sonido que
él creía que emitía su corte. Él casi parecía con vida, con su mirada perdida.
Una vez que terminó más o menos de rebanar su propia carne, comenzó
a murmurar incoherentemente.
“Hombre moderno,” comenzó, “Está incompleto. Toda esta mierda…
no es suficiente. No me refiero a, nutrición o ejercicio o… digo, en
comparación al hombre primitivo, hay algo en sus vidas, sus vidas diarias
¡algo que está faltando aquí!”
Un crujido se escuchó súbitamente en su garganta, y algo salió volando.
Tosió una costra de una herida en el interior de su garganta.
“Como, dicen que ni siquiera se sienten con vida, no es cierto. En serio,
no te estoy tomando el pelo, esssss verrrrrdaddd.”
La sangre escurría por un lado de su boca, pero el joven no parecía
notarlo.
“¿Entonces qué? Bueno, esta es la parte más seria de veras. Cuando una
forma de vida no tiene la suficiente fuerza para vivir… se extinguen. Sin
excepción. ¡Como los pandas! Están fregaaadooos. Sólo comen bambú. Nada
más. No tienen esperanza. La humanidad no está mucho mejor. ¡Nos
esforzamos tanto por ser civilizados que ocultamos el hecho de que ya no
tenemos un propósito para vivir! No sé quién dijo toda esta porquería, pero
alguien lo hizo, y yo… yo tengo que evitarlo, tengo que sentirme vivo, y
pues...”
Comenzó a cortarse otra vez.
“El dolor hace que todo se sienta real. ¡Llama a la vida en mi interior!
Sin eso me extinguiría y… y… no quiero extinguirme…”
“………………..”
“Um, ¿entonces… qué? ¿Tú… eras Harry? ¿Halley? No, ¿Sale? ¿Algo
así, verdad?
Había ligereza en su tono, era como si hablara con un viejo amigo.
El hombre, cuyo nombre sí era Sale, estaba cubierto en sudor, su frente
estaba arrugada de preocupación. Era un momento de crisis para él. Él
también era un antiguo miembro de Passione; en una ocasión se había
enfrentado con Mista y Giorno mientras buscaban el tesoro de uno le los
líderes de la banda, Polpo. Al igual que Fugo se la había ordenado probar su
lealtad.
“Oye, te estoy hablando” gruñó el chico. “Y cuando Vittorio Cataldi te
habla, mejor no lo ignores. ¿O tal vez… tú… no tienes modales?”
“…………………”
“¿Hola? ¿Quién de los dos tiene la razón aquí? ¿Yo? ¿Siendo súper
amable, hablando claramente, dando sentido a todo? ¿O tú? Sentado ahí en
silencio como una roca maleducada. ¿No dirás una bendita palabra? No
importa cuánto lo pienses, la respuesta soy yo, ¿o no? No tienes argumento
contra eso ¿o sí? No me sorprende.”
“………………..”
“¿O sí lo tienes? Si tienes un problema conmigo, sácalo. Muéstrame tu
Stand. Déjame ver lo que Kraftwerk puede hacer.”
Sale superaba en edad a Vittorio, pero el chico claramente tenía la
ventaja.
“………………..”
Todo en ese chico le ponía a Sale los pelos de punta. Él ya había
superado por mucho su cuota de sustos – incluso luchó contra Mista y vivió
para contarlo.
Pero nunca se había sentido tan atemorizado.
Los ojos como de insecto del joven lo miraban. Ventanas a un alma
ausente.
A juzgar por su discurso de la humanidad y la civilización, los ojos del
chico no reflejaban ningún futuro.
No había ni una luz de esperanza, ni una señal de lo que podría llegar a
ser. Sin sueños, esperanza, ni pasión. Sólo la hostilidad que salía tambaleante
de su boca.
¿E-En verdad es parte del equipo de narcóticos? ¿El grupo de
narcóticos que le trajo tantos beneficios al grupo?
Sale lo encontraba difícil de creer. En la antigua Passione, habían sido
el equipo al que todos soñaban unirse, el equipo que tenía todo lo que quisiera,
que se alimentaba del seno de dios. Eran los reyes del mundo, con todo el
dinero y mujeres que pudieran tener, capaces de hacer lo que les plazca. O era
lo que todos creían.
Pero este chico era ingenuo, ignorante, sin educación, preocupado por
nada más que lo que le molestara en ese segundo. Y…
Erp…
La mirada de Sale fue desviada de Vittorio. Había otra figura en la
habitación, sentada en la esquina, apenas moviéndose para respirar.
Su piel era extremadamente pálida, al igual que sus labios, solo con una
pequeña insinuación de rojo. Su figura se obscurecía en la sombra.
Unos ojos vacíos mirando inmersos a la nada. Estaba tarareando una
canción tan débilmente que apenas se podía oír.
“La, la la la… lalalala, lala, lala ……”
Era una famosa canción siciliana, Vitti ‘na crozza (“Vi una calavera”).
Lo que debería ser una canción rápida y alegre, era casi irreconocible, tan floja
y mal articulada en su interpretación.
Ella era joven, aún una chica.
Su cabello extendido por todo el suelo. Era largo, muy largo, como si se
hubiera olvidado de cortarlo, o incluso de que era una opción.
Sentada lánguida en el suelo, con su complexión marchita y frágil, su
cuello pálido tambaleante bajo el peso de su cabeza, parecía que se partiría en
cualquier instante.
“La, lala, ley lo ley la, ley, la la……”
Su nombre era Angelica Attanasio.
Su stand se llamaba Night Bird Flying. No parecía ser más que una
pequeña ave, revoloteando a su alrededor. Para nada amenazador.
Pero había traído a Sale y a su compañero Zucchero hasta aquí, a este
lugar de muerte.
Sale miró a Angelica con todo su asombro, pero ella lo ignoró. No era
un desplante de valor, ella simplemente no estaba al tanto de su presencia.
Un hilo de baba corrió por su barbilla. Había sangre en él. Estaba
sangrando por la boca.
Obviamente se trataba de una adicta.
Pero este niño ignorante sin planes para el futuro, y esta chica adicta
con una corta esperanza de vida… estos fiascos patéticos habían arrinconado a
Sale, un hecho que lo enardecía.
Mordió su labio tan fuerte que estaba sangrando, pero no sentía el dolor.
Y no porque estuviera tan enojado que no lo podía sentir.
Había sido atrapado por Night Bird Flying, y ya no sentía dolor.
El mundo bajo sus pies se sentía inestable. Todo lo que podía hacer era
permanecer de pie. Se sentía mareado, pero este mareo no se iba, su sentido de
balance no regresaría.
Los movimientos más complejos estaban descartados – ninguno de sus
trucos usuales eran remotamente posibles.
Un ataque directo era su única opción. Se giró hacia Vittorio.
“¡Ki, kikikikikiki, ki kiiiiii!”
El chico se estaba cortando de nuevo. La superficie de la hoja era como
un cuchillo donde sale se podía ver reflejado.
Esa daga…
Sale había estado vigilando la daga. Al igual que Mista era un pistolero,
Vittorio era un especialista en cuchillos. Pero en una batalla entre Stands, una
cuchilla ordinaria sería inútil… ¿Entonces cuál era su función?
El Kraftwerk de Sale tenía la habilidad de hacer que los objetos se
quedaran en su lugar. Le podían disparar, apuñalarlo, y en el momento que las
balas o cuchillas tocaran su piel, el podía fijarlas en un lugar, y salir ileso. Por
eso una daga normalmente no sería una preocupación. Normalmente.
Sí… ¡no tengo nada que temer!
A estas alturas, ya no tenía la capacidad de tomar decisiones racionales.
Había sobrevivido tanto porque respetaba las limitaciones de su Stand, y
huyendo de donde él creía que estaría en riesgo – pero había fallado aquí.
“La, lala, ley la ley la, leylalala…”
Al igual que Angelica, él ya no podía razonar las cosas.
Vittorio dejó de cortarse y le lanzó una fría mirada.
“Vamos. Tu Stand… y mi Dolly Dagger… ¿cuál tiene el derecho de
existir? ¡Averigüémoslo!”
En el momento que la daga dejó la piel del chico, Sale arremetió contra
él.
Si Vittorio iba a intentar apuñalarlo, Sale iba a permitirlo. Detendría la
daga en su lugar, y haría lo mismo con el cuerpo del chico. Pero conforme se
iba acercando, la punta de la navaja jamás apuntó hacia él.
No sólo no hizo ningún movimiento para atacarlo con la cuchilla, no
hizo ni un solo movimiento. Se quedó ahí nada más, esperando, sin siquiera
intentar defenderse. Era extraño, antinatural – pero Sale estaba demasiado
cerca para detenerse ahora. Tenía que seguir… y lo hizo, impactando su puño
en el pecho expuesto de Vittorio.
Detuvo el corazón del joven en su lugar, matándolo instantáneamente.
No había modo de que lo evitara.
Había ganado… o eso es lo que él creía.
El pie del chico se levantó…
y lo pateó,
Sale salió volando, rodando por el piso.
Imposible, pensó. ¡Había golpeado el pecho del muchacho! Miró hacia
arriba, y Vittorio estaba doblado, agarrándose el pecho, obviamente por el
dolor.
“Unh…” gruñó, mientras el sudor bajaba por su rostro. Pero ya debería
de haber muerto.
Cómo – Sale se preguntó, entonces notó algo totalmente bizarro.
Había algo flotando en el aire entre los dos.
Era de un tono rosado, y parecía… pegajoso.
Como la carne. Como un órgano… pequeño, compacto y redondo. Sale
lo reconoció.
Un corazón.
Un corazón, arrancado del pecho de alguien, atrapado en el espacio.
¿…pero…de quién……?
La cabeza de Sale de repente giró hacia abajo. Había perdido la fuerza
para soportarla, y su propio peso la había llevado abajo…proporcionándole un
vistazo al agujero en su pecho.
El ataque de Sale había sido reflejado hacia él. Pero ya no tenía tiempo
de preguntárselo. Sin un corazón que la bombeara, su cuerpo se quedaba sin
sangre y su consciencia se perdía, para no volver a despertar.
El corazón de Sale cayó salpicando al suelo, libre del poder que lo
mantenía suspendido.
“Aauuuuhhh…” Vittorio se retorcía de agonía en el suelo. “¡Massimo!”
gritaba, llamando a alguien afuera de la bodega. “¡Massimo, ayuda!”
La puerta se abrió fuertemente. La luz invadió el lugar, y un hombre
entró.
Iba arrastrando algo – parecía una especie de bolsa de plástico – pero la
tiró en cuanto vio a Vittorio.
“¿Hiciste una locura nuevamente?” dijo, su voz era como el viento
soplando a través de una grieta en la pared.
“¡Rápido! ¡Mi corazón! ¡No está latiendo bien!¡Se detuvo… un treinta
por ciento!”
“Te lo repito, Vittorio, tu Dolly Dagger solo puede reflejar el setenta
por ciento del daño. No puedes dejar que alguien te ataque y esperar salir
ileso.”
Mientras hablaba, el hombre alto se aproximó al joven y lo golpeó con
fuerza en el pecho. Noqueando a Vittorio.
Angelica se carcajeaba histéricamente.
“¡Rayos, tranquilízate!” dijo Vittorio mientras se levantaba. Ya no
sentía dolor. Cuando el hombre lo tocó, todas sus funciones corporales
volvieron a la normalidad.
El hombre lo ignoró, y se acercó a Angelica.
“¿Estos son todos?” preguntó.
Ella afirmó. “No hay nadie más cerca. Absolutamente nadie. Nadie nos
ve.”
Entonces apuntó al objeto de plástico que él había tirado antes.
“Excepto eso.”
“Mm,” dijo él mientras la miraba.
“Oh ¿es él?” dijo Vittorio. “¿Zucchero? Escuché que puede desinflar las
cosas.”
Se acercó a él para echarle un vistazo.
Visto con detalle, eso tenía la forma de un hombre. Como un globo en
forma de hombre totalmente desinflado… y estaba palpitando.
“La mayoría de las veces, no puedes utilizar tu poder en ti mismo, pero
es claro que este tipo sí puede.”
“Sí. Y cuando es así de plano, puede deslizarse por cualquier espacio
angosto, y acercarse a su objetivo. Así fue como él y Sale se aproximaron.”
“¡Ja ja ja, mala suerte! Tenemos a Angelica, nadie nos puede tomar por
sorpresa.”
Vittorio se paró en el hombre desinflado, tallando su pie contra él.
“Ew, qué asco, tiene pulso.”
“Aún desinflado, su corazón sigue latiendo. Pero ahora mi Manic
Depression ha hecho imposible que pueda controlarse.”
El hombre alto miró a su oponente vencido inexpresivo.
Massimo Volpe.
Ese era su nombre, un hombre tan peligroso que estaba en los primeros
de la lista negra de Giorno Giovanna. Su existencia era vista como un
problema al grado que mientras él fuera eliminado, los otros tenían permitido
huir.
Pero al verlo, parecía alguien apacible. No era alguien que tuviera una
fuerte presencia.
Era italiano, pero por su complexión ósea tan robusta podría hacerse
pasar por irlandés. Su nariz era delgada, al igual que sus ojos y cejas.
Vittorio seguía jugando con los restos de Zucchero.
“Entonces, ya no se puede volver a inflar, ¿pero ahora tampoco
podemos torturarlo? ¿Puede hablar estando así?”
“Hombre, tu Manic Depression es nefasto. Una masacre total.”
Un último miembro de su equipo entró al cuarto. Un hombre viejo.
“Maldición, Massimo. Te dije que no pelearas a menos que tuvieras que
hacerlo. Vittorio y yo podemos con incompetentes como estos. Angelica y tú
deberían permitir que los protejamos.”
La cara del anciano estaba cubierta de profundas arrugas, pero su
espalda estaba erguida y sus movimientos eran vivaces.
“¡Oh, Kocaqi!” dijo Angelica felizmente, y se lanzó sobre él. Frotaba su
cara en su muslo como un gato agradeciendo a su dueño. Él palmeó su cabeza
suavemente, pero nunca apartó su mirada de Massimo.
“¿Me oíste, Massimo? Eres el corazón de este equipo. Existimos sólo
para ti.”
“Pero tú eres el líder, Vladimir. Sólo obedezco lo que dices.”
Massimo no parecía decirlo de corazón. Ya habían tenido esta
conversación antes.
“Sé que no lo ves aún,” Vladimir Kocaqi suspiró. “Podrías dominar el
mundo, tú sabes. Con un Stand como el tuyo, podrías ponerte por arriba de
todos.”
“Y tú también. Nadie puede vencer a tu Rainy Day Dream Away.”
“Oooh, ooh, ¿y yo? Dolly Dagger también es bastante bueno, ¿verdad?”
“Ahahahahahahahaha, ¡somos grandiosos!”
Una mente aguda en un cuerpo viejo. Un hombre indiferente. Un joven
ignorante. Una chica adicta. Este era El Grupo de Narcóticos que Passione
buscaba frenéticamente.
Stand: Dolly Dagger
Usuario: Vittorio Cataldi (16)

Poder: A Velocidad: A Rango: C


Duración: A Precisión: B Potencial: C
Habilidad: El 70% del daño recibido es transferido a quien sea que
se vea reflejado en la hoja de la daga. (El 30% restante es recibido
normalmente.) El Stand ha poseído una espada corta antigua de la
era napoleónica. Rechaza toda clase de daños, incluyendo las balas y
ataques virales. Un Stand nacido del fuerte deseo de probar la
inocencia propia y pasar la culpa y la responsabilidad a otros.
II. me voglio fa 'na casa……[Amor de marinero]
Cuando el miembro del Grupo de asesinato, Illuso hacía su
investigación previa a su pelea con Fugo, el reporte que recibió decía lo
siguiente:
“Nacido en 1985 en una adinerada familia napolitana. Extremadamente
inteligente, con in CI de 152; fue aceptado en la universidad a los trece años.
Sin embargo… demostró haber tenido un temperamento sorprendentemente
explosivo, discutía con varios profesores, eventualmente golpeando a uno con
un diccionario de 4 kilos. Después de ser expulsado, esta espiral descendente
continuó hasta que Buccelati lo encontró.”
Este resumen no estaba erróneo, pero no era la historia completa. Había
sido admitido en la universidad no por reconocimiento a su mente superior,
sino a cambio de una sustanciosa suma.
La fortuna de la familia Fugo no era antigua. Habían adquirido su
fortuna a través de un trato legalmente cuestionable, e incentivando a
inversiones riesgosas en África poco después de la segunda guerra mundial
arruinó a sus acreedores, pero llenó sus bolsillos.
“¡Debemos obtener un título!” era el mantra que repetía el abuelo de
Fugo.
Para lograr esta meta, arregló el matrimonio del padre de Fugo con la
hija de un noble en bancarrota, y el tercer hijo de ese matrimonio era
Pannacotta Fugo.
Sus hermanos mayores eran ordinarios, con nada sobresaliente en sus
logros o habilidades. Sólo Fugo mostró ser prometedor desde temprana edad.
Su abuelo lo favoreció, seguramente el construiría la reputación de la
familia… de este modo lo presionaba para tener éxito.
Se le enseñó todo lo que se le podía enseñar, demostrando ser un genio
en virtualmente todos los ámbitos. Su educación había sido acelerada, pero
correspondida.
Era increíblemente habilidoso, y dominaba casi todo lo que se le
ensañaba, pero tal excelencia conllevaba ver límites que solo él percibía.
Como para todos nosotros, había límites para sus talentos… pero lo más
importante para él eran los límites que encontraba en las artes y el área
académica.
La música llegó a la cima con Mach y Mozart. La escultura y la pintura
con Miguel Ángel y Da Vinci. La arquitectura lo hizo con Scamozzi y Bernini.
Las matemáticas con Gauss y Hegel.
Si lo mejor de lo mejor ya vivió hace cientos de años, ¿qué me queda
por hacer a mí?
Siendo solamente un niño, encontró esto desmoralizante. Pero si
intentaba expresar este pensamiento a sus tutores, se mostraban
condescendientes y hostiles.
Fugo se sentía sin amigos y aborrecido. Todos a su alrededor habían
nacido en la alta sociedad, y para alguien cuya familia compró su título para
ser obviamente superior era intolerable.
Su única fuente de consuelo era su abuela.
“No te preocupes Panni. Las cosas pueden ser difíciles ahora, pero el
Señor e protegerá.”
Ella le decía esto una y otra vez, siempre con un pastel en el horno. Ella
era la única persona que lo dejaba relajarse. Pero el resto de la familia la
consideraba una vergüenza. Era la hija de un granjero, unida al abuelo de
Fugo antes de que se volviera rico, atrapada en sus viejas costumbres se
esmeraba por verse mejor. Si Italia no fuese un país Católico, si el divorcio no
fuese un pecado, hubiera sido hecha a un lado hace un largo tiempo.
Pero ella era el único miembro de la familia que le hablaba a Pannacotta
Fugo desde el corazón. Todos los demás veían en él sólo lo que necesitaban.
Apenas hablaba con sus padres; sus hermanos envidiaban la atención que
recibía y lo molestaban cada vez que veían una oportunidad. Pero la sonrisa de
su abuela lo hacía aguantable todo.
Y después murió.
Para ese entonces, Fugo ya vivía lejos de casa, estudiando en la
Universitá di Bologna.
Él quiso tomar un vuelo enseguida, y asistir a su funeral, pero su abuelo
se lo prohibió. No había necesidad. Fugo no podía creer lo que escuchaba.
Presentó un examen el día de su muerte. Lo reprobó. Fue llamado a la
oficina del profesor.
En el momento que puso un pie dentro de la oficina el profesor se
enfureció. Él creía que los resultados que Fugo tuvo eran porque no lo tomaba
en serio; era muy bueno en todas las demás clases, ¿por qué más podría ser tan
malo?
“¿En qué estás pensando? ¡Esta es una materia fundamental! ¡Tómalo
en serio! ¡Cómo te atreves a mirarme de ese modo!”
Acorralado por esto, Fugo admitió que su abuela había fallecido. Esto
sólo hizo enojar más al profesor.
“¡No seas ridículos! Tu familia no dijo nada al respecto. Incluso si fuera
verdad, es una excusa ridícula e infantil. ¿Tu abuela? ¡Madura! No puedes
estar agarrado de su mandil por siempre.”
A estas alturas Fugo ya no estaba escuchando. Lo siguiente que supo
fue que había tomado el diccionario en el escritorio del profesor, y estaba
golpeándolo en la cabeza con él. Ni siquiera sentía ira. No sentía odio; ni
deseo de matar al hombre. Su corazón estaba invadido con una sólida e
implacable certeza de que este hombre no podía ser perdonado. No existían
otras acciones por tomar.
A partir de ese día, Fugo ya no pertenecía a la alta sociedad.
Golpeó a los guardias de seguridad que corrieron hacia él, y fue
arrestado. En el cuarto de interrogación, la policía confundida le explicó,
“Contactamos a tu familia, pero dijeron no conocerte. Nadie pagará tu fianza.
Si no cambian de opinión serás enviado a un orfanato.”
Fugo no respondió nada. Se quedó en silencio en su celda durante todo
el tiempo que lo pudieron mantener… hasta que un hombre vino a verlo.
Nunca lo había visto antes, pero era joven, cuando preguntó, el hombre
dijo que apenas tenía diecisiete.
“Mi nombre es Bruno Buccelati. He investigado sobre ti. Parecía que
valía la pena visitarte.”
Fugo supo lo que era con un vistazo.
“¿Eres un mafioso? Preguntó.”
Buccelati asintió. “Lo soy. ¿Cómo lo supiste?”
“Vas bien vestido, pero no pareces de clase alta. Te mueves demasiado
bien para ser un estudiante, pero no tienes la postura de un soldado. ¿Qué más
podrías ser?”
“Veo que eres tan bueno como dicen, al igual que audaz. No pareces
tener miedo de mí. ¿Por qué?”
“No es que no tenga miedo…”
“No es sólo eso, la situación en la que te encuentras también debería ser
bastante aterradora. Tus padres te abandonaron.”
Fugo se rió amargamente. “No – tienen miedo de mí ahora.”
“¿?”
“Ellos creen que si lo que hice se llega a saber, arruinaré la reputación
de la familia. Su única opción es desheredarme, insistir en que no tienen
conexión conmigo. Están aterrados.”
Buccelati frunció el seño. “Te ves demasiado tranquilo por esto.
¿Golpeaste a ese hombre para lastimar a tus padres?”
“No, nunca me pasaron por la mente. Simplemente no podía perdonarlo.
Nada más.”
“Hmm…” Buccelati puso su mano sobre su barbilla, pensativo. “Si
terminas en el orfanato, ¿qué será de ti?”
“No mucho,” Fugo se encogió de hombros. “Me darán la educación
mínima requerida, luego me echarán a la calle.”
“¿Entonces no tienes intenciones de ir a casa?”
“¿Casa?”
Por un segundo Fugo no sabía de lo que le hablaba.
Al ver eso, Buccelati señaló. “Si no tienes nada mejor que hacer, ¿Qué
opinas de ayudarme con mi trabajo?”
Al final, Fugo se dio cuenta de que el joven pandillero lo había estado
entrevistando.
“¿Quieres que… me una a tu banda?”
No es mía. Aún soy de rango bajo. Ni siquiera puedo decir que tenga
hombres a mi cargo. Como dijiste, soy de origen humilde – Soy el hijo de un
pescador. Mi padre estaba orgulloso de su trabajo, y no me avergüenzo de ello
– pero no estoy exactamente bien educado. Necesito amigos con conocimiento
e ingenio. Amigos como tú.
Buccelati lo miró directo a los ojos. Fugo sostuvo su mirada.
Era una extraña sensación.
Le habían pedido unirse a una organización criminal, y estar debajo de
un matón de baja categoría.
Aún así, él le recordaba a su abuela.
¿Era porque no estaba mintiendo? ¿Por qué simplemente le decía lo que
sentía verdaderamente?
“¿Me necesitas?”
“Sí.”
“¿Qué tienes que decir?”
“Cuando hablaste de tus padres, no vi deseos de vengarte. Debes
odiarlos, pero no obsesivamente. Yo me exalto fácilmente. Me serviría alguien
con la cabeza fría.”
“¿La cabeza fría? Mi temperamento es tan volátil que le pegué a un
profesor en la cabeza con un diccionario.”
Los ojos de Buccelati se entrecerraron. “Tuvo suerte.”
“¿Hunh?”
“Tuvo suerte de que no lo mataras. Perdiste el control. Nunca te
detuviste a pensar que podría pensar.”
Fugo estaba sin palabras
“Vine a verte porque quería mirarte a los ojos,” Buccelati continuó
“Quería ver qué clase de sujeto eras.”
“....................”
“Tienes los mismos ojos que yo cuando tenía doce. Los ojos de un
asesino. Por cualquiera que sea la razón, tienes los ojos de alguien que podría
matar sin pensarlo dos veces.”
Buccelati hizo una pausa para ver el efecto de sus palabras. “No tienes
arreglo. Por eso te hago esta invitación. Ya no puedes vivir en su mundo.”
*
Fugo descansaba incómodamente en la cama de un hotel barato,
mirando al techo.
Si Buccelati no hubiera ido a verlo, ¿que hubiera sido de él?
Nunca habría sobrevivido en el mundo normal, pero ser un miembro de
la mafia desde el inicio había sido tan enorme ventaja que era difícil imaginar
que otro curso pudo haber tomado su vida.
No… lo vi con mis propios ojos
Fugo había visto a un chico cuya vida había sido muy parecida a lo que
hubiera sido el destino de Fugo. Narancia Ghirga.
Si no hubiera…
Un golpeteo en la puerta interrumpió su reflexión. La puerta estaba
abierta, pero Sheila E. tocó de todos modos.
“Hola, estaba llamando a tu puerta,” dijo ella.
Fugo se sentó en la cama, y la miró. Ella le hizo una seña con la barbilla.
“Ven. Enviaron refuerzos.”
Fugo se puso de pie, y se dirigió al pasillo. Sheila E. lo seguía, le
permitía ir adelante.
“¿Por qué dejaste la puerta abierta? Cualquiera pudo haber entrado.”
“No puedo oír si alguien se acerca si la cierro.”
“¿Eres claustrofóbico?”
“………………..”
“Escuché que tu Stand te puede matar si eres infectado. ¿Cómo puedes
saber eso?”
“Buccelati me ayudó. Infecté una parte de mi carne, y comenzó a
derretirse. Después él cortó ese pedazo, salvando al resto de mí.”
“Bruno Buccelati, ¿el que murió? Dicen que era muy bueno. Giorno
confiaba totalmente en él. Estabas siendo desperdiciado a sus órdenes.”
La historia que ella había oído era un poco diferente, pero…
“Sí,” dijo Fugo, sin tener argumentos contra eso.
“Tu poder sólo funciona dentro de cinco metros,” Sheila E. prosiguió.
“Pero puedes infectarte, entonces debes estar al menos a un metro de distancia
de él. Necesitas quedarte cerca, pero no demasiado. Que Stand tan difícil de
usar.”
“....................”
“Puedo entender por qué prefieres los espacios abiertos. Pero los
enemigos no serán tan comprensivos.”
“Lo sé.”
Sheila E. parecía no escucharlo. Ella miró con seriedad y bajó la voz.
“Y… este tipo al que enviaron a ayudar. Murolo. ¿Has oído de él?”
“No. Su nombre no me suena.”
“Tal vez no debería decirlo esto… pero encuentro difícil confiar en él.
Mejor seamos precavidos.”
“¿A qué te refieres?”
“Lo sabrás cuando lo veas,” dijo con molestia.
Al final de ese piso había una puerta. Al acercarse a ella una voz
malhumorada provino de su interior.
“¡Ahhhh, ah, ah, ah, deténganse! ¡No toquen! ¡Las vibraciones me
vuelven loco! ¡Sé que están ahí, no toquen!”
Las palabras salieron disparadas de él. Fugo miró a Sheila E., pero ella
solamente frunció el seño, y se quedó en silencio. Él se encogió de hombros, e
intentó entrar sin tocar la puerta. Pero esta estaba cerrada, y no se abría.
“Um… ¿te importaría abrirla?” solicitó amablemente.
“Eso no pasará,” la voz sonaba aún más malhumorada.
“Um… ¿Qué...?”
“Lo que oíste. ¿Cuál es?”
“¿Cuál qué?”
“¿Fuiste cortés porque en el fondo sabes que no eres rival para el Sr.
Murolo, y deseabas mostrar tu respeto? ¿O sólo hacías un desplante de
cortesía hacia alguien de quien no tienes opinión alguna? ¡Sé claro!”
Fugo se giró y miró a Sheila E. nuevamente. Su labio inferior se movió,
pero ella no dijo nada.
“Um,” Fugo habló, “Si eres el hombre que Mista envió, entonces creo
que estamos aquí para seguir tus instrucciones.”
Eso había sonado bastante seguro. Hubo un largo silencio, pero al fin
pudo escuchar el sonido de la cerradura abriéndose. Esperó a que la puerta se
abriera, pero esto no sucedió, eventualmente él mismo se acercó a abrirla.
La habitación era mucho más grande que la de Fugo, pero era un hotel
barato, y… no era notablemente grande. Había un hombre sentado en una silla
al centro de esta.
Un… hombre anticuado.
Parecía salido de una película de mafiosos de los años 30, vistiendo
ropas que advertían de su posición en la mafia. Estaba usando un sombrero
Borsalino… incluso aunque estaba bajo techo. Una bufanda descansaba sobre
sus hombros. La primera impresión que daba que al intentar lucir perspicaz
termino siendo cómico.
Fugo intentó no notarlo, pero este hombre le recordaba a la primera
persona a la que Polpo le había ordenado matar con Purple Haze. Su objetivo
era un hombre exitoso de otro sindicato, responsable por la venta de drogas en
la ciudad. Lucía como vestido para matar, pero terminó rogando por su vida y
vendiendo a su propia gente. Este hombre tenía la misma esencia que él.
“Entonces…” inició el hombre, mirando a Fugo de arriba abajo. “¿Eres
ese del Stand terriblemente peligroso? ¿Pannacotta Fugo?”
“Sí, lo soy.”
“Bueno, luces bastante débil. Un niño inmaduro, sólo educado con la
teoría, sin experiencia en las calles. ¡Creí que serías un asesino experto! Como
sea. Mi nombre es Cannolo Murolo. Soy un miembro regular de Passione. Me
encargo del equipo de análisis de información.”
“No te adornes tanto. Eres el único miembro,” interrumpió Sheila E.
Murolo la miró molesto. “Cierra la boca Sheila E. Sé que eras el
contacto entre los guardaespaldas del jefe y esos traidores del Grupo de
asesinato. No confían en ti, te asignaron en esta misión para limpiar tu
nombre.”
Sheila E. no se inmutó.
“Estás en la misma situación, Murolo. Mista me contó. Le diste
información a Risotto después de convertirse en traidor.”
Murolo se pusotan pálido como una hoja de papel, después cambio a
rojo brillante. Se levantó de golpe, casi tirando su silla.
“¡N-no! ¡No seas ridícula! ¡Yo… no sabía que se había vuelto un
traidor! ¡Y no es que le haya dado información crítica! Yo sólo… reconstruí
una fotografía quemada que me trajeron. No había otra cosa en la foto más
que una imagen de la estación de Santa Lucia, en Venecia. La de los leones –
hay fotos de ella en todas partes. ¿¡A quién le interesa!? ¡No pudo haber sido
reelevante!”
“No sé, Mista lo hizo sonar como que lo arruinaste en serio.”
“¡Aaaaaaaaaaaagh, deja de inventar cosas! No le estuviste mintiendo
sobre mí, ¿¡o sí?!”
“Tan sólo dije la verdad.”
“¿¡La verdad según quién?!”
Ambos parecían preparados para lanzar golpes. Molesto, Fugo
interrumpió. “Si no les importa, me gustaría hablar sobre el trabajo. Está claro
que nos tienen a todos en la mira, y no creo que este sea el momento de riñas
patéticas.”
Murolo cerró la boca, malhumorado, y se sentó de nuevo en su silla.
Sheila E. seguía imperturbable, pero resopló desafiantemente.
Murolo tosió, recuperando la compostura, después comenzó a poner
documentos sobre la mesa.
Una de las fotografías hizo estremecer a Fugo. Reconocía a la persona
en ella.
“¿Él es...?”
“¿Mm? ¿Lo conoces? ¡Sospechoso!”
“¿Él formaba parte de Passione?”
“¡Yo hago las preguntas aquí! ¿Cómo es que conoces a este hombre?
¡La existencia de Massimo Volpe es clasificada! ¡Nadie sabe de él!”
“¿Clasificada?”
Fugo no podía ocultar su confusión. ¿Qué estaba pasando?
Él conocía al hombre. Pero antes de que se lanzara a este bajo mundo
con olor a sangre.
“Volpe es… un viejo amigo mío,” expresó.
Murolo y Sheila E. le lanzaron una profunda mirada de sospecha.
“¿De qué hablas? ¡Es diez años mayor que tú!”
“Entré al colegio a los trece. Universitá di Bologna. Volpe estaba en la
misma clase que yo.”
Fugo levantó la foto, y la miró con detalle.
Las mismas ojeras bajo sus ojos, sus ojos como de vidrio ahumado.
Apenas ha cambiado.
*
Passione, en sus primeros días, se había ganado la confianza de la gente
al combatir los abusos de las organizaciones más antiguas. Todo esto era un
montaje; el fundador, Diavolo, simplemente lo vio como un modo efectivo de
expandir su poder rápidamente. Una vez que tenía un área en sus manos, el
tráfico de drogas que clamaba combatir se convertía en un mercado abierto
para sus propias drogas.
Pero traficar drogas requiere contactos en los países donde se produce la
materia prima, e importarlas no es asunto fácil. Existen demasiadas trabas para
iniciar una organización criminal desde cero.
Pero así como un joven hombre de color llamado Frank Lucas había
usado la Guerra de Vietnam para introducir heroína a América utilizando el
transporte militar libre de inspecciones, haciendo tratos con las granjas de la
jungla por medio de los soldados enlistados; el negocio de las drogas de
Passione despegó con éxito, gracias a un engaño especial.
El nombre de este engaño… era Manic Depression. El Stand de
Massimo Volpe.
“La manera más simple de explicarlo es que su Stand le permite crear
drogas,” explicó Murolo. Les estaba contando a Fugo y a Sheila E. lo poco
que había escuchado. “Incluso Giorno no sabía que existía, pero después de
que Buccelati mató a Diavolo todo lo que ocultaba comenzó a salir a la luz.
Incluida la naturaleza de su negocio de narcóticos. Te dirán que lo que hay en
las calles es un acto de magia. Porque eso es. Volpe utiliza su Stand para
transformar agua salada o sal de grano en drogas.”
“Escuché rumores de que las drogas de Passione no eran iguales a las
otras – estas eran „frescas‟ y expiraban rápidamente.”
“Ese rumor podría ser cierto. Una vez que el efecto del Stand expira, las
drogas regresan a ser sal ordinaria. Y ese tiempo límite era perfecto para
mantener el negocio bajo control. Si alguien intentaba almacenarlas, o
rebajarla con agua, sería obvio. Parte de la razón por la que Diavolo ganó
tanto poder rápidamente fue porque tenía la costumbre de averiguar quién lo
iba a traicionar, y tomar acciones contra ellos.”
“Al menos hasta que Giorno lo descubrió.”
“El grupo de Risotto intentó eliminar a Diavolo, asumiendo que podrían
obtener su ruta de importación y monopolizar su negocio. Esos idiotas no
tenían idea de lo que pasaba. ¡No había ruta! ¡Incluso aunque ganaran, no
tenían nada que reclamar!”
“Todos eran escoria. Qué bien que desaparecieron,” Sheila E.
refunfuñó. Fugo alzó una ceja. Sonaba ligeramente irritada. Murolo también lo
percibió.
“¿Qué, tienes algo contra ellos? preguntó”
Por un segundo, los ojos de Sheila E. se helaron. “Me uní a Passione
para asesinar a alguien de ese grupo.”
“¿Eh?”
“Me tomó mucho tiempo localizarlo, pero sé que él era parte de ese
equipo. Un hombre llamado Illuso – más que un hombre, era una porquería
asquerosa del maldito infierno.”
“¿Illuso? ¿Qué pudo haberte hecho él?” Expresó Murolo sonriente.
“Él mató a mi hermana,” la sonrisa de Murolo desapareció. Sheila E. le
devolvió una desagradable sonrisa. “Mi único familiar con vida. Clara me crió
después de que nuestros padres murieron. Luego de que él la asesinó, fui en su
búsqueda. Lista para morir con él. Pero él murió antes de que lo encontrara.
Todo fue para nada. ¿Pero sabes lo que me dijo Giorno?”
“Illuso murió de la peor manera imaginable. Sufrió más de lo que te
imaginas. No sé si eso ayuda en algo, pero durante los treinta segundos que le
tomó morir, lamentó todas y cada una de sus decisiones en la vida. Incluída el
matar a tu hermana. Fui testigo de su muerte.”
“Sentí como si el sol hubiera salido de entre las nubes y brillara sobre
mí. Todos esos años que había pasado en busca de venganza, diciéndome a mí
misma que si mataba a Illuso, mi hermana descansaría en paz… pero
preguntándome en secreto si en realidad lo hacía por mí. Si era mi pequeña
vendetta egoísta. Ese pensamiento me invadió. Pero Illuso pagó por haber
matado a Clara. La justicia ganó. Y le debo todo a Giorno. Haría lo que fuera
para recompensárselo. Ya no tengo que preocuparme más por ello.”
Había luz en su mirada, como si estuviera hechizada. Más que sentirse
agradecida, era como si el espíritu de su difunta hermana la hubiera poseído.
“Espera. Espera espera espera espera,” dijo Murolo, malhumorado.
“¿Entonces te nos uniste por venganza? ¿Por eso trabajabas como mensajera
del Grupo de asesinato? Entonces… ¡básicamente te uniste a nosotros para
traicionarnos! ¿Crees que podemos confiar en ti después de contarnos algo
así?”
“Tenía la total intención de conseguir el permiso del jefe antes de matar
a Illuso. No lo considero una traición.”
“¡Pero jamás hablaste con Giorno en ese momento! ¡Ni siquiera sabías
que Diavolo no era el jefe!”
“Bueno…”
“Esto está mal. ¡Eres una carga! Como un caballo con anteojeras. No
puedes ver el panorama completo. No podemos arriesgarnos con estos tipos.”
Sheila E. se mostraba resentida. “Soy más útil que tú,” murmuró.
Murolo ignoró esto, y solamente la miró con sospecha.
Ante todo esto, Fugo no dijo una palabra.
No tenía idea de que decir.
Diavolo le ordenó a él y sus camaradas combatir al grupo de asesinos
de Passione. Fugo mismo había peleado contra Illuso, al lado de Abbacchio y
Giorno.
Si dijera tal cosa, ella no lo creería. Además Giorno y Abbacchio
hicieron la mayor parte del trabajo; yo sólo lo rematé. No sabía realmente
cuán bueno era yo.
Se sentía impotente. No necesitaba que Sheila E. se lo señalara.
“Entonces… ¿Sabemos dónde está Volpe?” preguntó, intentando
cambiar el tema.
Murolo le lanzó una mirada.
“Esto jamás funcionará”, dijo.
“¿…Um?”
“Simplemente no funcionará. ¡Ustedes simplemente no me muestran el
respeto que merezco! Mista me dijo que hiciera lo que pudiera. Los altos
mandos me pusieron a cargo y tal vez debería pasar esto por alto… pero esto
me irrita. Creo que mejor les doy una lección.”
Murolo sacó algo del interior del bolsillo de su traje. Era un mazo de
cartas. Sin caja, únicamente las cartas. Comenzó a barajarlas – con maestría.
Cortó la baraja como si se tratara de un mago. Las colocó en su hombro y las
deslizó hacia su mano, entonces las desplegó sobre la mesa y las volteó todas
en un sólo movimiento.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó Fugo.
Murolo lo ignoró y continuó barajando. Después de un rato se wuitó su
sombrero, y lanzó las cartas adentro.
Entonces lo volteó sobre la mesa, con las cartas aún dentro.
Murolo comenzó a imitar un redoble de tambores con su boca, poniendo
expectantes a los dos. Ellos sólo lo miraban perplejos.
“¡Aplaudan!” murmuró. “¡Si no aplauden, no responderán!”
Incómodamente, Fugo comenzó a aplaudir. Sheila E. no lo hizo. Murolo
le arrojó una mirada retadora, pero lo dejó pasar.
Empezó a hacer el sonido de los tambores, y lentamente levantó su
sombrero.
Las cartas estaban debajo. Pero, como por acto de magia, se habían
acomodado como una torre.
Una torre siete veces más alta que el sombrero.
Murolo regresó el sombrero a su cabeza, y la torre se cobró vida propia.
A cada carta le salieron pequeños brazos y piernas, y empezaron a girar.
“¡Nosotros somos la compañía de la Torre del Reloj!”
Las cartas cantaron como en la escena de un programa infantil. All
along the Watchtower – este era el Stand de Cannolo Murolo.
*
“¡Damas y caballeros bienvenidos a este espectáculo! ¡Aquí hay
cincuenta y tres de nosotros, listos para entretenerlos! Yo soy el comodín, y
seré su anfitrión esta noche.”
“Ah, comodín, comodín. ¡Siempre te gustó andar bromeando!”
“¡Estas son las espadas!¡Si las sacas de quicio, no hay nada que puedan
hacer! ¡Son tan subordinadas como mortales!”
“Oh, espadas, espadas, o lo que sea que ese símbolo signifique.”
“¡Y ahí están los corazones! Sus corazones inspiran envidia y su envidia
inspira miedo.”
“Ha ha, corazones, corazones, de hecho son bastante asquerosos si lo
piensan bien.”
“Y estos deben de ser los tréboles – parecen tréboles verdaderos, y
confían en su suerte. Que sólo es un cincuenta-cincuenta.”
“¡Ho ho, tréboles, tréboles, todos tienen tres hojas, aunque los de cuatro
son muy comunes!”
“¡Y al final pero no menos importantes, los diamantes! Están seguros de
que el dinero hace girar al mundo, y ellos son los más valiosos.”
“¡Pfft, diamantes! ¡La piedras de fantasía son todo lo que necesitas para
impresionar!”
Las cartas bailaron y cantaron durante toda esta rutina.
“¿Qué dem…?” Fugo murmuró.
“Cállate y mira,” siseó Murolo.
Las cartas continuaron con su número
“Hoy estamos tras Vladimir Kocaqi y su equipo de narcóticos. ¿Dónde,
oh, dónde podrán estar?”
“Ugh, Kocaqi, mantengan a ese viejo decrépito alejado de mí”
“Él era un mafioso desde mucho antes de Passione, un hombre tranquilo
hasta que te topabas con él. Entonces te matará a ti y a todos los que conoces.”
“Solía ayudar a Diavolo, pero cuando murió, él y su equipo se
ocultaron.”
“Ellos tres están completamente locos.”
“¡Volpe!”
“¡Vittorio!”
“¡Angelica!”
“¡Todos y cada uno son adictos a sus propias drogas!”
“¿Y?”
“¡Y!”
“¡No conocen el dolor! ¡Puede golpearlos, pero no funcionará!”
“¡Carajo, carajo, carajo, carajo, carajo! ¡Estos tipos son maaaalas
noticias! ¡Las peores noticias!”
“¿Entonces… es una especie de… clarividencia?” dijo Sheila E.
señalando las cartas “He oído de Stands que pueden ver objetos muy lejanos.
¿En tu caso, estas cartas funcionan como una clase de ouija, diciéndote lo que
quieres saber?”
“No son tan poco fiables. Mis cartas dicen la verdad. Y nada más.”
“¿De verdad? No son muy específicas…” farfulló Sheila E.
“El show, mientras tanto, se estaba saliendo de control.”
“¡Los locos son unos idiotas!”
“¡No tan idiota como tú!”
“¡Cállate, siete de diamantes! ¡Vuelve al centro del mazo, donde
perteneces!”
“¿¡Qué!? ¡Tan sólo eres el seis de espadas! ¡Valgo uno más que tú!”
“Al menos no soy una porquería como tú.”
“¿¡A quién llamas porquería!?”
“Dejen de pelear, los dos son unos idiotas”
“¡Sí que tienes valor!”
“¿Quién te crees que eres?”
“¡Nadie como tú! ¡Sintiéndome superior sin razón!”
“¡Tú fuiste el que interrumpió cuando estaba por decir mi línea!”
“¡Métete en tus propios asuntos!”
“¿¡Algún problema!?”

Ahora estaban peleando. Golpeándose las unas a las otras, sacándose de


combate entre ellas. Si todos los números de una carta eran golpeados, la carta
se ponía en blanco y se desplomaba. Los reyes y reinas se estrangulaban los
unos a los otros, mientras las sotas corrían ansiosas de un lado a otro, y
eventualmente atropelladas por los demás números. Carta tras carta fueron
cayendo de la torre, agitándose por toda la mesa. Pronto todo se vendría abajo.
El cuatro de corazones se tambaleó hasta la cima de la pila de cartas,
murmuró, “¡Taormina!” y cayó. Murolo aplaudió.
Luego les hizo un ademán a los demás para que lo siguieran. Fugo lo
siguió renuentemente, Sheila E. no lo hizo.
Sin levantarse, las cartas se deslizaron por la mesa hasta el interior del
bolsillo de Murolo. El show había terminado.
“¿Qué carajo?” dijo Sheila E. “Nuestros Stands reflejan nuestra propia
mente… muy obvio en tu caso. Tan obsesionado con una jerarquía sin sentido
que la adivinación fue un fiasco.”
“¡No fue un fiasco! ¡Nos dijo donde están! ¡Sabemos donde se oculta
Kocaqi!”
Murolo sacó el pecho enaltecido.
Fugo puso su mentón en su mano, analizando esto.
“Taormina está en Sicilia,” dijo. Esto podría ser un problema. Sicilia
siempre lo ha sido.
*
“¿Fugo?” Sentado en la oscuridad Massimo Volpe no pudo evitar
preguntar nuevamente. “¿Pannacotta Fugo?”
Mario Zucchero estaba colgado en la silla frente a él como una camisa
mojada dejada a secar. Desinflado de tal modo apenas podía producir sonidos
audibles, y ninguno de ellos formaban palabras reconocibles.
Afortunadamente, Massimo tenía experiencia interpretando los más sutiles
cambios en el cuerpo, y podía entender lo que Zucchero decía basado
solamente en la forma en que sus labios se movían débilmente.
“Suficiente sobre el momento en el que peleaste contra el equipo de
Buccelati. El punto es, ¿un hombre llamado Fugo era parte de este equipo?”
Zucchero balbuceó algo.
“Aproximadamente de la misma edad, entonces. No puedo decir que no
me pasó por la mente pensar en él desde que lo expulsaron, pero… puedo
imaginármelo terminando en la mafia.”
Emitió otro leve gemido.
“Viste a los Stands de Narancia y Fugo como las mayores amenazas, ¿y
los atacaste primero?”
“Ese chico Narancia ya está muerto,” dijo Kocaqi. “Giorno Giovanna
hizo una generosa donación en su nombre a una iglesia en Nápoles. La misma
iglesia donde hicieron su funeral. Pero no escuché nada como eso para Fugo.”
“Supongo que eso significa que de verdad él es nuestro enemigo.”
“¿Entonces, ustedes dos eran amigos?” preguntó Angelica.
“Él no tenía amigos” Massimo rió. “Era engreído, presumido, tan
confiado en sí mismo, y tenía un carácter terrible.”
“¿Ah sí?” dijo Vittorio. “¿Peor que el mío?”
“Casi. No puedo creer que alguien como él formara parte de algún
equipo.”
“Buccelati ascendió al ganarse el apoyo de Polpo,” explicó Kocaqi. “Y
una de las razones de eso fue que tenía a un hombre que podía matar a muchos
hombres rápidamente. Esto según algunos rumores bastante creíbles. La gente
tenía miedo de ir tras él, y tomó ventaja de eso.”
“¿Y ese era Fugo? Puedo imaginármelo. De algún modo parecía de ese
tipo. Pretendiendo ser estudioso, pero ocultando sus verdaderas intenciones.”
“¿Qué se siente pelear con tu amigo?” preguntó Angelica.
“Como dije, él no tenía amigos.”
Angelica llegó meciéndose hacia él, poniendo los brazos alrededor de él.
“¡Ah, Massimo! ¿Por qué siempre estás enojado? ¿Estás hambriento?”
“No estoy enojado.”
“Me estuve preguntando algo durante un laaaargo tiempo. Creo que te
verías lindo si sonrieras. ¿Puedes intentarlo? ¿Por mí?”
“Estoy sonriendo. ¿Ves?”
“No, me refiero a una sonrisa de verdad.”
Ella tomó las esquinas de su sonrisa fingida, y trató de estirarla más.
“Nop,” murmuró. Un hilillo de sangre escapó de su boca.
Massimo lo limpió en silencio. Llamó a Manic Depression, y lo hizo
apuñalar su espalda.
Angelica Attanasio había nacido con una horrible enfermedad
sanguínea. La hacía sentir como si pequeñas agujas corrieran por sus venas.
No había medicina, ni Stand que pudiera curarla.
Sólo Massimo Volpe había sido capaz de liberarla de ese dolor, de
desacelerar el avance de su enfermedad.
Kocaqi y Vittorio miraban a ambos en silencio.
Luego Kocaqi se giró hacia Zucchero.
“Si estos tipos nos encontraron, debemos asumir que hay un equipo más
poderoso en camino. Podríamos ser incapaces de escapar.”
“¡Entonces llevemos la pelea a ellos! ¡Yo protegeré a todos!” Proclamó
Vittorio, agitando su daga.
“No,” dijo Kocaqi, con un tono calmado. “Tu quédate con Angelica y
Massimo. Yo iré. Si la especialidad de Fugo son las masacres indiscriminadas,
entonces yo soy la mejor elección para hacer el trabajo.”
Stand: Manic Depression
Usuario: Massimo Volpe (25)

Poder: C Velocidad: A Rango: E


Duración: B Precisión: B Potencial: C
Las drogas duran 2 semanas
Habilidad: Aceleración extrema de la energía vital. Si se usa para alterar la sal,
fundida e inyectada en el torrente sanguíneo, provoca una poderosa reacción
narcótica en el cerebro, tan efectiva o incluso más que otras drogas ilegales
existentes. Esta alteración permanece temporalmente cuando es removida del
Stand. Si la espinas del Stand apuñalan a alguien directamente su cuerpo
reacciona; su corazón podría explotar, sus órganos derretirse los efectos son
demasiados – haciendo a este Stand impredecible
III. „a vucchella………..........……[Labios tentadores]
Los viajeros en Italia deben estar preparados para encontrarse con
huelgas – o sciopero como los locales las llaman.

Una huelga nacional, detiene el sistema de transporte, cierra los museos,


y deja a los visitantes incapaces de ver muchos sitios. Los trabajadores de los
puertos cercanos al estrecho de Messina resultaron estar en sciopero ese día,
clausurando todos los ferris, y convirtiendo el bullicioso puerto en un pueblo
fantasma.

“¿Esta sciopero es obra nuestra?” Preguntó Fugo.

Murolo sólo le hizo una mueca, pero no contestó. Passione podría muy
bien haberla ordenado. Usualmente había cierta influencia del bajo mundo
detrás de muchas huelgas. La escena de hacer que hombres infiltrados entre
los obreros en huelga, discutiendo los términos de negocios ilegales era algo
habitual en Italia.

“Bien. El almacén donde encontraron las manchas de sangre está por


acá,” dijo Sheila E., yendo a la cabeza. Los demás la siguieron. La puerta del
almacén tenía colgado un letrero de no cruzar. Sheila E. le dio un tirón, y
cuando notó que estaba cerrada, llamó a su Stand.

“Voodoo Child…” susurró, y la puerta explotó hacia el interior. Un


poderoso impacto que los ojos ordinarios no hubieran visto jamás.

“Tenía la llave,” dijo Murolo, pero Sheila E. lo ignoró.

Sheila E. entró, su Stand la seguía. Voodoo Child era un Stand de corto


alcance, esa sombra cubierta de púas nunca se alejaba de su lado.

Cuando Sheila E. llegó a la mancha oscurecida en el piso, Voodoo


Child compensó a golpearlo repetidamente con sus puños como de acero.

“¡Erierierierierierierierierieri…!”

Gritaba a todo pulmón, golpeando el suelo…. como un niño haciendo


una rabieta.

El piso de concreto pronto empezó a romperse, se formaban incontables


grietas por todos lados.
Un momento después, esas grietas comenzaron a cambiar.

Cada una de las cuarteaduras se transformaron en un par de labios, los


labios se movieron por sí solos, y comenzaron a hablar a la vez.

“Ese imbécil ya tiene a otra chica con él.” “Ellos no saben cuánto he
perdido apostando.” “De alguna manera tengo que culparlo por mi error.”
“¡Lo detesto tanto! Debo inventar otro rumor sobre él.”

No había conexión, ni contexto, ni el sentido de que fuera una


conversación, solo…

Oh, pensó Fugo. Estas son todas las cosas que la gente que ha trabajado
en este almacén dijo. Las cosas que no querían que nadie más escuchara –
pensamientos y sentimientos filtrados en la tierra, su culpa y aborrecimiento
propios los atrapaban aquí, atormentando el lugar hasta que el Stand de
Sheila E. los sacaba a la superficie.

Ella había dicho que buscaba al hombre que mató a su hermana; esta
búsqueda estaba reflejada en la habilidad de su Stand. Le permitía buscar
pistas, descubrir pecados y cobrar venganza. Una personalidad tan clara y
determinada como esa era.

Tan distinta de la mía…

Fugo cortó esa línea de pensamiento. No lo llevaría a nada bueno.


Prefería no profundizar en lo que el virus asesino de Purple Haze decía sobre
su propio estado mental.

Sheila E. descartó una voz incoherente tras otra, hasta que solo quedó
una.

“Te obedezco. Obedezco. Obedezco. Obedezco.”

“¡Es él!” dijo Fugo. “¡Es la voz de Volpe!”

“Entonces pelearon aquí,” afirmó Murolo. “No somos los primeros a los
que mandaron tras ellos – el último equipo fue despachado aquí. Los cuerpos
ya deben estar durmiendo con los peces.”
“¿Pero eso qué significa?” Preguntó Sheila E. “¿Acaso Volpe se siente
culpable de seguir las ordenes de Kocaqi? No lo entiendo, si él quisiera estar a
cargo, y lo ocultara, Voodoo Child me lo habría mostrado.”

Volteó a ver a Fugo.

“No lo sé,” dijo. “No es como si lo conociera bien.”

Murolo agitó una mano despectivamente. “No es como si necesitáramos


un perfil completo de él. Lo importante es que esto prueba que la profecía de
mi Watchtower era correcta. ¡Dejaron esta bahía, cruzaron el estrecho y se
dirigen hacia Taormina!”

Su pecho se llenó de orgullo. Sheila E. le lanzó una mirada, después


resopló.

“Supongo que tienes razón.”

“Vinimos aquí para estar seguros, y ya lo estamos. Vamos.”

Se dirigieron al yate que los esperaba en la bahía. El único camino a


Sicilia durante una huelga era usar una embarcación privada.

Cuando miró el yate que les había sido provisto, Fugo tragó saliva. Era
el mismo modelo que el Lagoon que Buccelati tenía…

“¡Maldicion! ¡Es genial! ¿¡En serio es de Buccelati!?” Narancia se


encontraba bailando de emoción. Tenía diecisiete años, pero sus ojos brillaban
como si tuviera seis.

“Eso es lo que dijo,” respondió Fugo. Él estaba seguro de que Buccelati


los había invitado al yate por alguna misión secreta, y estaba demasiado tenso
como para disfrutarlo. Pero estaba claro que esa idea no había entrado en la
cabeza de Narancia – era capaz de simplemente disfrutar de la experiencia de
una expedición den yate.

Fugo sacudió la cabeza. “¿Qué opinas tú, Abbacchio?”


Abbacchio permaneció en silencio por un rato, y no dijo nada como
respuesta. Alguna vez había sido un policía, y su silencio cargaba peso. Fugo
había crecido acostumbrado, pero había visto a Abbacchio hacer llorar a los
niños sólo con su silencio… para después lanzarles una mirada aterradora, sin
una pizca de culpa. Él era esa clase de hombre.

“Me pregunto si eso es todo,” dijo Fugo.

“……………”

“No sé de que sea capaz Giorno, pero si traemos a alguien nuevo a


bordo, entonces es momento.”

“…………..”

“Estoy seguro de que ascenderán a Buccelati a capo,” dijo Fugo,


emocionado. “Tiene los resultados. Tiene el apoyo. Ya debería haber sido
promovido, pero…”

“No especules,” murmuró Abbacchio. “Es una debilidad tuya, Fugo.


Piensas demasiado. Piensas en cosas que es mejor dejarlas sin pensarse.”

Fugo se mordió la lengua.

“Nuestra labor es hacer lo que Buccelati nos diga. Pon tu fe en él. Eso
es todo ¿O me equivoco? Confía en él… no en este sujeto nuevo. Mantén tu
guardia con él.”

“¿De verdad? Pero Buccelati lo trajo. Confiar en Buccelatti, ¿pero no en


el hombre en el que él confía? ¿No es contradictorio?”

“Calla. Son diferentes y lo sabes.”

Narancia regresó corriendo hasta ellos.

“¡Tomemos una foto! ¡Todos pónganse en frente del yate!” Fugo no


pudo evitar sonreir.

“Buena idea,” dijo Mista, detrás de él. “Buccelati, tú también. Chico


nuevo, tú toma la foto.”
Le lanzó una cámara a Giorno, y se paró frente al yate. Buccelati movió
la cabeza, pero los siguió sin dudar.

“Muy bien, todos miren para acá,” dijo Giorno, como si hubiera hecho
esto cientos de veces. Alineó a los cinco en el objetivo, con el Lagoon detrás
de ellos, y tomó la foto. El cielo estaba azul y despejado detrás de ellos.

Pero el cielo de hoy estaba gris y nublado.

Me pregunto qué habrá pasado con esa foto…

Se había olvidado de eso completamente. Habían llevado el yate a


Marina Grande, en Capri. Buccelati se convirtió en capo, pero a cambio fue
puesto a cargo del cuidado de la hija del jefe que era blanco de la Scuadra di
Esecuzione. Nadie había tenido oportunidad de revelar el rollo. Podría seguir
dentro de la cámara. Podría no estar en ninguna parte.

Para cuando Fugo salió de su propia mente, la tierra estaba a la vista, y


Murolo los llevaba cerca de la costa.

Sicilia.

La isla había sido conquistada por fenicios, griegos, árabes, normandos,


y más, pero hasta la fecha los habitantes se hacían llamar sicilianos – no
italianos. Pero su cultura asimiló tantas influencias que ya no era posible decir
que era auténticamente siciliano. Más de una iglesia tenía grabados de estilos
arábigos y nórdicos. Como un centro de comercio en medio del mar, ha
formado parte de toda la historia. Uno de los más grandes filósofos griegos,
Arquímedes, hizo de Sicilia su hogar, eligiéndolo como el lugar para legar su
conocimiento… antes de ser destruida a manos de los invasores.

El lugar albergaba oscuridad y luz en igual proporción. “El gran


espectáculo humano, comedia y tragedia en la misma medida” escribió el
autor Giuseppe Fava, antes de ser asesinado por la mafia contra la que
conspiraba.
Cuando las fuerzas Aliadas arribaron aquí durante la segunda guerra
mundial, la derrota del Eje se volvió un hecho, y la historia nunca volvió a ser
la misma.

Esa era la clase de lugar al que habían llegado.

Fugo se puso de pie, mirando a los riscos acercándose.

“¿La Tierra a Fugo?” Dijo Sheila E., justo detrás de él.

Fugo saltó de la impresión. “Um, hola,” dijo, incomodado.

“Por favor dime que no te estás acobardando solo porque tú y Volpe


solían conocerse.”

“No, nada de eso.”

“Él es la raíz de todos los males. No puede seguir con vida.”

“Sí, sí, las drogas son malas.”

“No lo comprendes,” dijo Sheila E. “Sé lo que piensas. „Si quieren


drogarse, adelante. Es su decisión. Si quieren morir, ¿a quién le importa cómo
lo hagan?‟ ¿Cierto?”

“……………”

“Ese es un error. No es la carne lo que las drogas devoran – es el alma.


El cuerpo humano produce narcóticos naturalmente en respuesta al
sufrimiento – ayudándonos a superarlo. Pero si nos suministramos narcóticos
nosotros mismos, eso no da por sentada la causa de dicho sufrimiento. En
lugar de eso, lo multiplica. Pero la persona tomando las drogas está cada vez
menos y menos consciente de ello. El sufrimiento se extiende hacia sus
familias, a los inocentes a su alrededor. Tomando ventaja de sus debilidades.
Aquellos que venden drogas insultan al mundo y a todos en él. Insultan a la
humanidad, insultan la dignidad, insultan el futuro, insultan la vida misma.
Merecen lo que les sucederá.”
Sheila E. habló como si leyera un guion. Como si hubiera memorizado
un discurso que alguien más le dio, y lo repitiera en automático. Alguien en
cuyas palabras confiaba implícitamente.

Giorno Giovanna.

Ella lo seguía ciegamente. Si le ordenaba morir, ella no titubearía.


Dejaría que el virus de Fugo tomara su vida. Es por eso que ella había sido
enviada a su encuentro.

Fugo había visto a gente confiando en otros de esa manera antes –


confiando en otros más que en ellos mismos. Reconocía la desesperación que
yacía detrás. Recordó lo que ese chico había dicho.

“Buccelati… ¿Qué debo hacer? ¿Debería ir? Estoy asustado. Pero si


me ordenas ir, si dices, „¡Ven conmigo!‟ entonces encontraré el valor. No me
asusta nada si me dices que lo haga.”

Los ojos de Sheila E. eran los mismos que los de Narancia.

Narancia…

Él no había sido así siempre. Su fe en Buccelati no nació de la noche a


la mañana. Narancia había llevado su propia vida antes de Buccelati, había
sufrido a su manera, buscado sus propias batallas. Fugo lo sabía mejor que
nadie. Después de todo…

Yo fui quien presentó a Narancia ante Buccelati.

Fugo Había sido llamado al restaurante favorito de Buccelati para


discutir un trabajo. Se le hacía tarde y llevaba prisa cuando vio a un chico.

Estaba husmeando entre los botes de basura, comiendo restos de


vegetales y sacando la carne de los huesos para la sopa.

Lucía como cualquier otro chico de la calle. La economía era un


desastre, y había gente como él en cada esquina. Normalmente Fugo habría
pasado de largo sin mirarlo dos veces.
¿Pero por qué se detuvo a mirar? Porque cuando el joven vio a Fugo
observándolo, él no lucía culpable, arrepentido, ni siquiera enojado. Había un
aire de resignación en él, como si supiera desde hace mucho que nada de lo
que le dijeran y nada de lo que él dijera cambiaría algo. Fugo después se
enteraría de que la infección en los ojos del chico había avanzado tanto que se
le había dicho que moriría. Pero lo que Fugo percibió no fue esa clase de
resignación. Demasiado común para Fugo como para compadecerlo, o para
verlo con desprecio.

El nombre del chico era Narancia Ghirga.

Sus ojos se encontraron – y por razones que ni él mismo entiende –


Fugo se acercó al chico, lo tomó del brazo, y lo arrastró al restaurante. El
muchacho no se resistió, solo se dejó guiar. Fugo no se detuvo a ver cómo
reaccionó. En el momento que puso un pie dentro del restaurante, llamó a
Buccelati, “Quiero darle algo de spaguetti. No te importa, ¿verdad?”

El dueño del restaurante lucía sorprendido, pero Buccelati ni siquiera


parpadeó. Les hizo señas a ambos para acercarse, y empujó su propio plato
hacia Narancia. Sin siquiera voltear a ver a Fugo.

Fugo sabía que él haría eso. Buccelati tenía una debilidad por los niños.
En especial por aquellos con problemas. Fugo se preguntó más tarde si solo
había traído a Narancia para cubrir su retraso, pero solo porque estaba muy
inseguro de la situación real.

Se sentía sin apetito, empujando distraídamente la comida por todo el


plato.

La mirada de Narancia lo aterró. Sentía como si ya lo hubiera visto


antes. Sentía como si ya conociera el vacío en los ojos del chico.

“Odio decirlo señor Fugo,” dijo el dueño del restaurante. Este era el
territorio de Buccelati y era parte del trabajo de Fugo proteger a los negocios
en él. “Pero no puede traer niños así como así. Si se extiende la noticia,
podríamos tener una multitud de ellos reuniéndose afuera.”

Lo dijo lo más delicadamente posible.


“No te preocupes,” dijo Fugo abruptamente. “Él no tiene amigos.”

¿Por qué estaba tan seguro? No lo estaba, pero sabía que era un hecho.

“Aún así…”

“Te oí. No lo haré de nuevo, y me aseguraré de que Buccelati reciba el


mensaje.”

El dueño resopló. “Buccelati puede ser bastante flexible. Supongo que


es por eso que mi madre es fanática suya, pero honestamente… preferiría
pagarle un poco más por la protección a cambio de que haga del lado la ley en
estos asuntos.”

“Nadie te está causando problemas, ¿o sí? Déjalo ser.”

“Me gustaría una mejor clase de clientes. Con bolsillos más grandes.
Con toda esa gente pobre viniendo…”

Las palabras del dueño hicieron hervir la sangre de Fugo súbitamente.


Clavó su puño en su plato con comida caliente, rompiendo el plato.

Había perdido el control.

Cuando esos violentos ataques de ira lo asaltaban, no podía detenerse.


No tenía idea de lo que haría.

El dueño saltó de susto. Inexpresivo, sin siquiera mirarlo, Fugo sacó su


billetera. Mientras pedazos de plato caían de su mano quemada y sangrante.
La tiró la billetera al dueño.

“Por el plato y el alboroto. Quédate con el cambio.”

Y con esto, salió del restaurante.

No podía molestarse en preguntarse por qué se había enojado tanto.

Seis meses después, se cruzó con Narancia en la calle. El chico se


acercó corriendo hacia él.

“¡H-hey! Eres tú, ¿verdad? Tú me ayudaste.”


La enfermedad de los ojos de Narancia se había curado, y estaba de
nuevo saludable. Fugo casi lo lamentaba. Le disgustaba cuando los extraños
eran tan amigables.

Pero Narancia hablaba con evidente desesperación. “Te estaba buscando.


No sé quién más podría ayudarme.”

Cuando miró los ojos del chico, Fugo se detuvo. Eran diferentes. No
eran los mismos ojos que había visto antes.

“Eres un mafioso, ¿verdad? En la calle dicen que eres la mano derecha


de Buccelati. Todos acuden a ti.”

“Narancia, ¿cierto? ¿Qué es lo que quieres?”

“Um, en serio necesito un favor. Estoy agradecido por todo lo que


hicieron, por supuesto. Quiero recompensárselos. ¿Puedo unirme a su banda?”

“¿Qué te dijo Buccelati?”

Fugo sabía exactamente lo que le había dicho. Narancia miraba sus pies,
apesadumbrado. “Vete a casa niño. Ve a la escuela”

“Entonces hazlo.”

“¡No digas eso! B… Bueno, este… um…” Narancia balbuceó, incapaz


de protestar coherentemente. Pero de alguna forma Fugo entendió lo que el
chico trataba de decir.

“No puedes confiar en tus padres y en la escuela no te enseñan nada


más que mentiras, ¿cierto?”

Narancia lucía sorprendido. “S-sí… ¿Cómo supiste?”

“Olvídalo, niño. Simplemente así es el mundo.”

“Dame una oportunidad, hombre. Sabes cómo es. Lo ves, lo sientes…en


el pecho, justo aquí, todo se siente en paz. Te fuerte para enfrentar lo que sea.
La forma en la que él se enojó con un sucio chiquillo como yo me irrita. Mis
padres, esos maestros – ellos solamente se enojaban porque era su trabajo
regañarme. Pero él…”
Había lágrimas en los ojos de Narancia. Pero no podían opacar su brillo.

La resignación se había ido. La desesperanza en sus ojos arraigada en el


basurero había desaparecido. Conocer a Buccelati le había dado un futuro.

Le había dado un sueño… de cómo deseaba vivir.

Al final Fugo entendió porque ayudó a Narancia aquél día.

Él es justo como yo solía ser. Como yo estaba, solo en la estación de


policía antes de que Buccelati me salvara.

Estaba claro de que nadie lo iba a ayudar, había renunciado a todo.


Cuando él vio eso, Fugo llegó en su ayuda.

Pero él era diferente ahora.

Sus ojos no eran para nada como los de Fugo. Ni como el viejo Fugo,
un como el nuevo Fugo – la luz en sus ojos era algo enteramente diferente.

“Por favor, hombre. Te prometo que no le diré a Buccelati…”

Estaba prácticamente rogándole. Colgado de la manga de Fugo. Si Fugo


lo rechazaba, él no se daría por vencido. Pero si iba por ahí pidiendo unirse a
Passione podrían matarlo.

“Fugo tomo un hondo respiro y suspiró.”

“Date vuelta Narancia,” dijo tranquilamente.

“¿Mm? ¿Por qué?”

“Sólo hazlo.”

Confundido, Narancia giró su cabeza confundido… después saltó de


susto.

“¿Q-Qué diablos es eso? Como un fantasma o… ¡Puedo ver a través de


él!”

Fugo asintió. “Si puedes ver a Purple Haze, tienes el potencial.”

“¿Huh? ¿Qué?”
“Deberías ser capaz de pasar la prueba de Polpo sin problemas. No te
matará.”

Fugo guardó a Purple Haze.

Narancia lo miró. “¿Eso es un sí, entonces? ¿Me dejarás unirme?”

“Haré las presentaciones. Después depende de ti. Cuando conozcas al


capo, intenta no actuar como un idiota.”

Narancia protestó. “¡No soy un idiota!”

“Decir eso es una gran manera de describirte, niño.”

“¿Por qué tienes que hablarme de así?”

“¿Hablarte cómo?”

“Llamándome niño. Sabes que soy un año mayor que tú, ¿verdad?”

“¿Y qué? He sido todo un hombre durante más de un año.”

“Sí, pero…”

Narancia no parecía feliz sobre eso. Fugo sabía por qué. Él no quería
rendir cuentas a nadie más que a Buccellati – no le interesaba la jerarquía de
Passione.

“Bien, prometo que no te llamaré niño.”

“¿Te estás burlando?”

“Puedes llamarme Fugo. Estamos a mano.”

“¿Seguro que no puedo hacer que me llames „señor‟?”

“Demonios, no. Jamás llamaría „señor‟ a un idiota. Además, ni siquiera


Buccelati nos permite llamarlo así.”

“¿Oh? Espera, ¿acabas de llamarme idiota?”

“Buccellati odia a los idiotas.”


“Oh-oh.”

… en ese entonces, Fugo y Narancia estaban en territorio agreste.


Buccellati los salvó a ambos. Ambos trabajaban para retribuírselo. Había poca
diferencia entre los dos.

¿Pero ahora? Narancia estaba muerto. Y Fugo tenía que matar al equipo
de narcóticos para probar que no era un traidor.

¿Quién de los dos era superior? Narancia estaba convencido de que la


edad era lo más importante ¿Qué pensaría ahora?

No importaba. Narancia ya no existía. Fugo tendría que encontrar la


respuesta por sí mismo.

¿A qué te referías, Narancia? ¿Con lo que dijiste en San Giorgio


Maggiore? Lo último que te escuché decir.

Perdido en el pensamiento, Fugo notó vagamente las costas de Sicilia


acercándose.

“Está comenzando a llover,” dijo Sheila E., mirando al cielo. Con las
gotas chocando contra sus mejillas.

Murolo había decidido que era mejor evitar los puertos, así que tiraron
anclas en la costa rocosa y recalaron en un bote salvavidas. La costa de la isla
estaba delineada por peñascos rocosos que hacían imposible el desembarco,
pero utilizaron la fuerza de sus Stands. Para ascender por el empinado
acantilado. Así, Fugo y Sheila E. usaron a Purple Haze y Voodoo Child para
cargarlos a ellos y a Murolo, cuyo Stand no era adecuado para desplieges de
fuerza. Fugo tenía que ser muy cuidadoso de no liberar su virus.

“¿El yate estará bien?”

“Hay un sistema de seguridad a bordo. Si alguien intenta abordar, lo


sabremos. Si las cámaras captan a Volpe o los demás, el navío explotará.”

“¿Y si algún espectador inocente aborda con ellos?”


“Detalles, detalles. Odiaría ser ellos.”

Sheila E. observó el yate por un momento, entonces hizo que Voodoo


Child levantara una gran roca y la lanzara hacia el yate.

“¡Eriiiiiii!”

Golpeó al yate a tan alta velocidad que pasó de lado a lado, y el barco se
hundió.

“Por dios,” dijo Murolo.

Sheila E. lo ignoró. “Vamos,” dijo, y se adelantó, los demás la siguieron.

Ningún camino llevaba al acantilado, y se vieron forzados a abrirse paso


entre sus peligrosas pendientes. Esta brumosa lluvia no mostraba señales de
convertirse en un chaparrón, pero tampoco parecía querer parar. Fugo miró
hacia arriba, pero no pudo ver ni una abertura en el muro de nubes en el cielo.
El clima era malo en la costa en estas fechas del año, pero…

Nos ayudó desembarcar sin ser detectados, pero de alguna forma,


parece demasiado sencillo.

Después de todo, el equipo de narcóticos se las había arreglado para


escapar de las redes de Giorno y llegar a Sicilia. ¿Quién sabe de que eran
capaces?

Fugo se estremeció. Cada vez que pensaba en Giorno, un escalofrío


bajaba por su espina.

No había trabajado con Giorno por mucho tiempo, pero cuando lo


recordaba, no se le ocurría una sola vez en la que el joven rubio haya cometido
un error. Cada movimiento que hacía era el correcto, cada acción daba paso a
un objetivo más grande. Cada vez que Fugo estaba convencido de que no
había nada más que hacer, Giorno arreglaba las cosas sin esforzarse.

¿Por qué Giorno me envió tras el Grupo de narcóticos?


Ese chico no hacía nada sin propósito alguno. Debe haber una clara
razón detrás de su plan. Simplemente no veía a Giorno lanzando a presuntos
traidores tras verdaderos traidores con la esperanza de despejar la cubierta.

Debe haber una razón – algún motivo oculto, implícito.

En ese punto había notado que Sheila E. lo miraba.

“¿Q-qué?” preguntó.

Sheila E. mantenía los ojos sobre él, sin siquiera mirar de reojo al frente,
y sin tropezar. Un paso en falso sobre este terreno rocoso y caerías, pero ella
nunca pisó en falso. Era como ver a un gato montés o a un ninja.

“Estabas pensando en Giorno, ¿no?” dijo.

Fugo tragó saliva.

“¡No era nada malo!” respondió. “Tan solo me preguntaba si realmente


esperaba que su estrategia funcionara.”

“Cuando conociste a Giorno, ¿qué pensaste?”

“¿Pensar?”

“Sentir.”

“Um,” Fugo titubeó. Los ojos de Sheila E. parecían ver a través de él.
Se darían cuanta si mentía. Así que dijo la verdad. “No sabíamos quién era en
realidad, así que nunca… nos formamos un juicio de él exactamente. Pensé…
por la manera en la que presentó podía haber sido confundida con debilidad.
Pero parecía que tenía el potencial de ser mucho más”

“……………”

“Como sea, eso es lo que pensé en el momento. Todos creíamos que era
un nuevo recluta que Buccelati había encontrado.”

Sheila E. lucía dudosa.

A la larga, dijo, “Giorno me dijo esto. „Me tomas por un hombre


honesto porque tú misma eres honesta.‟”
“¿Huh?”

“Le hice a Mista la misma pregunta. El dijo que creía que Giorno tenía
suerte, alguien que traería suerte al equipo. ¿Ves a lo que me refiero?”

“Um…”

“Mista es el suertudo, ¿o no? Cuando la gente ve a Giorno, ellos ven


algo tan enigmático que se ven a sí mismos reflejados en él. Son absorbidos
por si potencial, y terminan solamente viéndose a ellos mismos.”

Ella no tenía forma de saberlo, pero un joven llamado Koichi Hirose lo


describió una vez como “Un alma gentil. Algo raro de decir, considerando que
se robó mi equipaje.” Koichi mismo era un alma gentil, alguien que inspiraba
devoción en el menos esperado de los amigos.

Fugo estaba sin palabras.

“Siguiendo esa lógica, aquel con el potencial oculto… eres tú,” dijo
Sheila E., escépticamente. “Al final, eres tú quien debe creerlo, dentro de ti.
Pero cuando veo a tu Stand, al virus mortal que Purple Haze disemina… veo
fatalidad. El final del camino. ¿Dónde está el potencial ahí?”

Fugo no tenía la respuesta. “En realidad no lo sé,” dijo.

“¡Dejen de reñir, los dos!” Murolo vociferó. Estaba esforzándose para


poder seguirlos. “Mista y Giorno son nuestros superiores! ¡No estamos
autorizados para hablar así de ellos. ¡Qué irrespetuosos!”

Sheila E. No miró atrás. En vez de eso comenzó a olfatear el aire.

“Ese olor…”

“¿Qué?”

“Huele como a vomito. Pero si los ácidos estomacales están tan


descompuestos, pero no fermentando… debe ser…” murmuró, después
empezó a correr a toda marcha, sus pies danzaban sobre las puntas de las rocas.

“¡Oye!” gritó Fugo.


“Esperenme en el pueblo ¡Debo ir a confirmar algo!” gritó, sin reducir
su paso. Un momento más tarde estaba fuera de la vista.

“¿Confirmar qué?”

“No sé.”

Murolo y Fugo la miraron irse, confundidos.

Los caminos en los pueblos sicilianos al pie del acantilado generalmente


son bastante estrechos. Ya que las colinas son empinadas, la gente aprovecha
la tierra sobre la que se puede construir, y hace el uso más eficiente de ella,
agrupando las casas. Muchos „caminos‟ son demasiado pequeños para los
autos, tan pequeños que la gente apenas puede pasar sin rozarse los hombros.
De este modo, el espacio es motivo de lujo, y los muros de los edificios dan
directamente hacia el camino.

Si miras hacia el mar, tendrás una vista gloriosa, pero en todas las otras
direcciones el ambiente se pone claustrofóbico.

El contraste resulta una fuente de gran interés para los turistas, pero para
los residentes… bueno, tendrías que vivir ahí para saberlo.

Sheila E. se llegó a una calle como estas. La población que envejecía


había dejado esta área sin habitantes, un consejo intentaba decidir si las casas
abandonadas serían demolidas o preservadas por su valor histórico.

El pavimento estaba mojado por la lluvia. Ella se inclinó, mirando la


mancha. Se aproximó y la olfateó.

No la tocó, mantuvo los ojos abiertos. Con la guardia arriba, al tanto de


sus alrededores. Sin acercarse más de lo necesario a la mancha. La revisó una
y otra vez, entonces giró la cabeza.

“Un hombre… bebedor, pero que no consume drogas habitualmente.


¿No es miembro del Grupo, entonces?”
Su sentido del olfato era tan bueno que podía decir si el vómito de
alguien había sido provocado bajo la influencia de Manic Depression. Este no
era un talento proporcionado por su Stand, sino algo con lo que había nacido.
Un sentido que había afinado corriendo por los bosques con su perro. Ese
perro había sido su mejor amigo, hasta el día en que unos matones locales lo
golpearon hasta la muerte, riendo mientras lo hacían. La ira que sentía
entonces jamás la abandonó. Esta era una de las principales razones por las
que detestaba a la humanidad. Una de las razones por la que juzgaba tan
rápido. Parte de ella seguía convencida de que bajo la superficie, todos eran
como los bastardos que habían matado a Toto. El asesinato de su hermana
solamente cementó ese estado mental; había poca oportunidad de cambiarlo
nuevamente.

“Pero la reacción es demasiado poderosa… demasiado violenta. No lo


ingirió como una droga.”

Mientras murmuraba, algo bizarro sucedía en la pared detrás de ella.

Se movió. La superficie plana y sólida… ondeó, como la superficie de


un estanque.

Las ondas se movían hacia ella, por la pared, y por el suelo, hacia sus
pies. Entonces algo salió del espacio entre las grietas del pavimento.

Una mano, tan delgada como una hoja de papel.

La mano sostenía una aguja, cuya punta estaba preparada para pinchar a
Sheila E. en la espalda.

Pero ella ya no estaba ahí.

Había saltado.

Como una cabra de la montaña, había pateado el suelo, aferrándose a la


pared con las puntas de sus dedos, y colgada como una araña.

La aplanada mano se dio cuenta de que había falladom y se ocultó.

“Ese era…”
Sheila E. tenía una buena ide de quién era su enemigo.

“Soft Machine… el poder para remover el grosor de todas las cosas. Se


supone que estás de nuestro lado, ¡Mario Zucchero!”

Mientras hablaba, sus ojos miraban de aquí para allá. Checando las
grietas en el pavimento, las cuarteaduras de la pared, cada espacio
microscópico donde Soft Machine pudiera ocultarse. Tenía que estar en
movimiento.

“Zucchero, te enviaron tras Volpe antes que nosotros… ¿nos


traicionaste? ¿O te llenaron de drogas, convirtiéndote en su marioneta?”

Sheila E. se alejó de la pared, moviéndose a espacio abierto, cerca del


pararrayos de un edificio.

Desde aquí ella tenía una buena vista del pueblo – de los estrechos y
torcidos caminos.

“Ya veo – Soft Machine es inútil en lugares abiertos, pero Taormina


está lleno de escondites. El campo de cacería perfecto.”

Sheila E. olfateó en aire, pero la esencia del vomito era muy fuerte,
ocultando la esencia del cuerpo de Zucchero. La lluvia estaba cubriendo su
esencia también.

Y cuando llueve, puede esconderse en el espacio entre el pavimento y el


agua. El clima ideal para él.

Estaba en problemas... su expresión denotaba otra cosa.

A decir verdad, la expresión era más bien de condescendencia

“¿Sabes quién soy Zucchero?” proclamó. “Trabajaste para un grupo en


Roma, así que debes haber oído el nombre de Sheila E. Soy una de los que
aplastaron la operación de apuestas de Milanze, dejando a Passione moverse
en su territorio… lo hice cuando apenas tenía diez años. Es por eso que me
promovieron a la guardia personal del jefe.”

No había reacción. Ella continuó hablando.


“La E. es por Erinni – las Furias. Ese nombre es en promesa para
mostrar piedad ante ningún enemigo. ¿Y bien, Zucchero? ¿Tienes las pelotas
para levantar tu mano contra mi nombre?”

No importaba cuanto lo provocara, Zucchero no respondía.

Había un reflejo en la esquina de una pared.

Sheila E. Entró en acción.

Voodoo Child arremetió hacia ella, estrellando su puño en el muro.

Pero había sido solo un escurrimiento de agua. Nada más. Aun así,
Sheila E. lanzó una ráfaga de golpes en todas direcciones. Los muros y es
suelo comenzaron a crujir, pero Zucchero no estaba por ninguna parte. Su
ráfaga continuaba.

“¡Erierierierierierierierierierierierierierierieri!”

Las vibraciones llegaron hasta donde Zucchero se ocultaba… pero a


menos que asestara un golpe directo, no importaba.

Todo lo que sentía era calor, como si se quemara desde dentro. La


sensación lo forzaba a permanecer aplanado. Atacaba a cualquiera que se
aproximara – se había convertido en una mina terrestre. Los instintos y
técnicas que había dominado escalando desde la miseria a una posición de
cierta influencia en la mafia reducida a respuestas reflejas. Un robot,
ejecutando un programa – no, menos que eso. Él era poco más que un sensor
que controla la apertura de una puerta.

Mezclado con los impactos estaba el sonido del murmuro de Sheila E.

“¡Zucchero, Zucchero, Zucchero…!”

Llamándolo por su nombre. Sonaba como loca, pero Zucchero estaba


más allá de distinguirlo.

Él simplemente se dirigió hacia la voz, intentando instintivamente de


ponerse detrás de ella. Su cuerpo recordaba la distancia justa para atacar. Sin
un razonamiento consciente, flotó hacia adelante y la aguja de Soft Machine
apuñaló su espalda…

O más bien apuñaló al aire.

El instinto de Zucchero había fallado. Privado de un objetivo claro, cayó


en pánico.

Sheila E. estaba ahí, pero no lo estaba.

Deslizo su cabeza aplanada fuera del espacio entre las piedras,


confirmando su incomprensible situación con sus propios ojos. Pero lo que vio
fue…

¿Labios? ¿Sólo… labios?

Las grietas que había hecho en el pavimento habían formado un par de


labios. Los labios estaban repitiendo su nombre.

El poder de Voodoo Child hacía resonar las palabras de Sheila E. Su


discurso no era para provocarlo o darse ánimos a ella misma, sino para tender
esta trampa.

Y un momento más tarde, esa trampa se cerró.

La grieta de la que se estaba asomando, y todas las grietas alrededor de


él, se transformaron en un par gigante de labios.

Los labios se abrieron, y dieron un mordisco.

El cuerpo plano como el papel de Zucchero fue apresado por los dientes,
como alguien que intenta abrir una bolsa de plástico. No se podía mover. Los
labios comenzaron a deslizarse por el suelo, estirándolo. Como un cazador
desollando un animal para hacer una alfombra.

“Creí que te estirarías más,” dijo Sheila E., caminando hacia él.

Ella había planeado todo esto – en el momento en que él se esfumó, ella


supuso que debía estar usando el sonido para navegar, y usó eso a su favor.
Siempre planeó capturarlo, no matarlo. Era una pista valiosa.
“Creía que te estirarías como goma de mascar, pero parece que no. Eres
plano, pero eso es todo.”

Los labios de Zucchero revolotearon, incapaces de hablar claramente.

“Oh, ¿no puedes hablar? No te preocupes. Sé leer labios. Di lo que sea


que necesites decir. ¿Qué? „Debo… debo…‟ ¿Debo qué? Dilo claro.”

Tomó su cara con ambas manos, y la estiró, intentando darle forma. La


conducta de Zucchero no cambió en lo más mínimo. Sus labios seguían
repitiendo la misma cosa.

Sus labios apenas se movían, como si se dijera la misma idea a sí mismo


una y otra y otra vez. Sheila E. sólo pudo interpretar un poco.

“Um… „Debo ir, debo ir, debo ir, ir, ir…‟ Debo ir… ¿o qué?” Antes de
que pudiera descifrarlo, su cuerpo se arrugó, y luego se rasgó.

Toda la sangre en sus venas salió volando, salpicando en todas


direcciones. Sus funciones corporales habían sido amplificadas tanto que sus
músculos no pudieron aguantar la fuerza de su propia presión sanguínea.

Sheila E. dio un salto atrás. El cuerpo de Zucchero se infló – al morir,


su Soft Machine ya no tenía efecto. Cada parte de su cuerpo había sido
destruida, con sus huesos convertidos en polvo, al punto que su cuerpo parecía
menos humano que una sábana húmeda enrollada.

“¡Por dios!”

Sheila E. hizo un gesto de desagrado. Zucchero no había sido


transformado en un títere – había sido asesinado. Su enemigo había sido
mucho más fuerte que él… pero eso significaba que…

“¡Mierda!”

Sheila E. se giró, y se fue corriendo de vuelta por donde había llegado.

¡Zucchero era un señuelo, para comprar tiempo!

Un señuelo para alejarla de Fugo y Murolo. El enemigo los había estado


esperando.
Stand: Voodoo Child
Usuario: Sheila Capezzuto (15)

Poder: B Velocidad: A Rango: E


Duración: E Precisión: B Potencial: B
Habilidad: Cuando golpea un objeto, a ese objeto le crecen labios, que repiten
las palabras dichas en secreto en la cercanía. Palabras cuyo dueño sabe que harán
que la gente que los desprecia tengan poder sobre ellos, apesadumbrando el
ambiente a su alrededor. Todos los humanos ocultan algo, y Voodoo Child puede
adivinar lo que es. Una habilidad de rango corto, también puede golpear a la gente,
creando labios que cuentan los secretos más profundos de esa persona. Esto causa
que la mayoría muera de la impresión.
IV. tu can un chiagne………..........……[Tú, que no lloras]
El antiguo compañero de equipo de Pannacotta Fugo, Leone Abbacchio
había descrito su poder de esta manera:
“¡Es brutal! Los ataques salen como una explosión, después se
desvanecen como una lluvia de verano.”
Él había peleado junto a Fugo un sinnúmero de veces. Siempre
Abacchio investigaba el crimen, y Fugo ejecutaba al culpable. Algunas veces
se encargaban de encubrir escándalos de negocios con el fin de “protección”,
o eliminaban a aquellos que intentaban desfalcar a la mafia, o ejecutaban a una
pequeña cantidad de miembros de Passione, suficientes para contener los
conflictos internos; nada en lo que la policía se viera involucrada, sólo
problemas de los que hiciera falta hacerse cargo. Gran parte de estas
peticiones venían de Buccelati, pero algunas venían de Polpo, y estas eran
mantenidas en secreto de Buccelati. Su capo tenía que realizar su trabajo, pero
ellos sabían, por ejemplo, que su líder no sería capaz de digerir el asesinato de
un niño.
Si Fugo decidía que un trabajo en particular remordería la consciencia
de Buccelati, lo mantenía en secreto. Abbacchio estaba de acuerdo con esto,
nunca decía una palabra. La gente a su alrededor los veía como compañeros,
pero Fugo nunca le preguntó a Abbacchio sobre su pasado, y Abbacchio
nunca preguntó sobre el suyo. Tampoco se entendieron mutuamente. Si
hubieran estado en una situación en la que solamente uno pudiera sobrevivir,
Fugo estaba seguro de que Abbacchio lo abandonaría a su suerte, y él se sentía
seguro de que haría lo mismo.
Confiaban el uno en el otro, pero no eran cercanos. Había tanta relación
entre ellos como el día en que se conocieron.
Abbacchio había sido un policía. Cuando su corrupción fue descubierta,
y fue enjuiciado, Fugo fue a verlo a prisión. Aceptaba sobornos de uno de los
matones de Passione, y Fugo buscaba información. El matón había muerto
bajo la custodia de la policía – de hipotermia. En mitad del verano: En otras
palabras, sus superiores se habían hecho cargo – y solamente Abbacchio sabía
algo más.
El alcohol y las mujeres lo habían convertido en el caparazón de un
hombre, con profundas ojeras bajo sus ojos. Él lanzó a Fugo una mirada como
de reptil, y no dijo una palabra.
“Sé razonable, Abbacchio. Cuando un hombre como tú va a prisión,
termina muerto. Sabes lo que les pasa a los ex policías aquí. Los custodios no
te ayudarán. Te odian más que a nadie.”
“……………”
“¿Qué era exactamente lo que querían que pasara por alto? Escuché que
dudaste cuando tuviste que dispararle a ese sospechoso. ¿Era porque tenía algo
que ver contigo?
“……………”
“¿Eran drogas? ¿Ese hombre traficaba drogas? ¿Y lo dejaste hacerlo?”
“……………”
“¿Me estás dando la ley del hielo?”
Fugo frunció el ceño. Estaba empezando a sospechar que la reciente
inundación de narcóticos en el mercado provenía de Passione, y quería
pruebas.
Hemos desmantelado el negocio de otras familias, pero hay más drogas
que nunca. Debe de ser porque nuestro jefe misterioso está vendiendo las
mismas drogas que ha estado prohibiendo.
Si ese era el caso, Buccellati se vería pronto atrapado entre la espada y
la pared. Buccelatti se había ganado su reputación como un gangster
honorable en gran parte por su postura hacia las drogas. Si eso resultara ser
una vil mentira, él estaría acabado.
¿Qué debo hacer?
Mientras le daba vueltas a esa idea, Abbacchio habló de repente.
“¿Por qué?” dijo.
“¿Huh?”
“¿Qué hace que un mocoso tan superficial como tú se vea tan serio?”
Rezongó, las líneas en su frente se profundizaron. Miraba a todo el mundo
como si buscara pelea, pero algo no encajaba.
“Um… ¿Qué?”
“Tú y yo no somos distintos. Ambos somos escoria. ¿Así que qué te
hace estar tan seguro de ti mismo?”
“Um, Abbacchio, yo…”
“Yo sé que eres como yo. Sé que eres un fracaso. Puedo ver la
putrefacción en tus ojos. ¿Pero de dónde sacas esa confianza?”
“Siento que debería sentirme insultado…”
“Dime porqué, y te diré lo que sé.”
“¿Decirte qué exactamente?”
“Tu razón para vivir. Dime lo que te permite seguir adelante.”
“Simplemente le juré lealtad a mi organización.”
“Entonces dime cómo hacer lo mismo”, dijo Abbacchio.
Fugó parpadeó sorprendido. “¿Quieres… unirte?”
“Si esa razón es suficiente para ti, vale la pena intentarlo.”
“Eres un ex policía. Jamás te promoverán. Jamás te darán un territorio
propio. Serás el secuaz de alguien toda tu vida. ¿Estás listo para eso? Y si no
lo aceptas te apuñalarán por la espalda. La familia no te protegerá, para nada.
Es mejor si aceptas el dinero, te mudas lejos, y vives tu vida.”
“……………”
Abbacchio sólo lo observó. La oscuridad en sus ojos era aterradora.
Fueron las drogas lo que juntó a él y a Abbacchio. Y ahora estaba a
punto de conocer su origen – Massimo Volpe y su equipo – y combatirlo hasta
la muerte.
*
Al este de Taormina existe un teatro antiguo que data del siglo VII A.C.
El Teatro Greco, construido al estilo griego, con el escenario rodeado por un
semicírculo de asientos. Reconstruido por los romanos, ellos y el imperio
helénico habían desaparecido hace mucho, sin embargo los vestigios del teatro
estaban notablemente preservados. Aunque es considerado una atracción
turística, raramente se encuentra concurrido, y los visitantes pueden disfrutar
de un relajante paseo por sus alrededores.
Fugo y Murolo estaban en el Teatro Greco.
La lluvia chocaba contra las piedras. El teatro estaba desierto.
“Bueno, maldición”, dijo Murolo. “Esperaba mezclarme con los turistas
y atraer menos la atención en nuestro camino al pueblo, pero creo que eso no
pasará. Estúpida lluvia.”
“Ya llegamos hasta aquí. No hay opción más que continuar, sea o no
peligroso.”
“Algunas veces suenas cuidadoso, otras veces suenas como si te
importara un carajo lo que te pase. Diría que eres adaptable, pero es más como
si dejaras de pensar sobre las cosas una vez que se tomó una decisión. A pesar
de que cuestionar todas tus decisiones puede ser una herramienta de
supervivencia primordial…”
“O puede ser tiempo desperdiciado yendo en círculos. A menos que
hayamos sabido de algo nuevo que cambie las cosas, el plan que teníamos
antes es aún el único que tenemos.”
“Eso es a lo que me refiero, mira – te has encerrado a ti mismo. Siempre
lo haces, Sheila E. lo hace – necesitas ser más flexible. Estar dispuesto a
cambiar de idea.”
Murolo hablaba como si predicara su conocimiento, pero tenía muy
poco con qué respaldar sus opiniones. Parecía que sólo quería hacerse sonar
importante. Le recordaba a Fugo al profesor que puso de cabeza su vida.
“Ten cuidado”, replicó Fugo.
Murolo volteó a verlo. “¿O qué?”
“Tú no quieres tratarme del modo incorrecto. Una vez que pierdo el
control, no tengo idea de lo que haré.”
Esto no era una amenaza. Él tenía un temperamento terrible, propenso a
explotar a la menor provocación – una vez le clavó un tenedor en la mejilla a
Narancia por responder mal una simple operación matemática. Había
asesorado a Narancia por un tiempo, y siempre hacía las cosas mal, pero por
alguna razón, esa vez perdió los cabales. No tenía idea de por qué lo hizo.
Murolo selló sus labios.
“¡Diablos, eres todo un caso! „Frágil – Manéjese con cuidado‟. „No
molestar‟ Deberían de ponerte letreros. O deberías irte a meditar en alguna
montaña lejana. Por una cosa…”
De repente se apagó, mirando no a Fugo, sino a los asientos que
rodeaban el escenario. Su cara de había puesto pálida, y parecía que no podía
creer lo que estaba viendo.
Había un hombre solo sentado en los asientos. Llevaba una sombrilla
negra que lo cubría de la lluvia. De alguna me había mezclado con el entorno
– haciéndolo parecer que siempre había estado allí.
Era un hombre viejo, con arrugas profundas, pero su espalda estaba
recta y su cuerpo en forma.
Había un semblante amable en su cara, pero sus ojos eran demasiado
afilados. Fugo lo había visto antes – en las fotografías que Murolo le había
mostrado.
“¿Es ese…?” balbuceó
Murolo complementó, “Lo es. Ese es el líder del Grupo de Narcóticos –
Vladimir Kocaqi.”
Su vista estaba puesta directamente en ellos.
Los había estado esperando – no había forma en la que estuviera ahí por
casualidad. Pero él solo…
Murolo volteó de un lado a otro, viendo aquí y allá, pero no había nadie
más a su alrededor. Ni un rastro del equipo de Kocaqi.
“M-Mierda…creo que deberíamos…” Murolo se giró para sugerir que
huyeran, pero no había nadie a su lado.
Fugo caminaba en dirección a Kocaqi.
“¡E-Espera…!”
“Hay que hacerlo. Es muy tarde para correr.”
La voz de Fugo no mostraba duda alguna. Pero…
¡E-Espera! ¡Él no es un viejo cualquiera! Incluso Diavolo decidió que
era mejor negociar una alianza que usar su Stand para mantenerlo bajo control.
¡Tiene mucha experiencia! ¡Es un veterano! ¡Sobrevivió a muchas más peleas
que tú!”
Los gritos de Murolo no hicieron nada que redujera el paso de Fugo.
Kocaqi sonrió débilmente, como un anciano mirando a su nieto.
Fugo lo miró de vuelta, pensando furiosamente.
Está confiado. Si está aquí solo, ya debe tener una buena comprensión
de nuestros Stands… y está seguro de poder ganar. Si se encuentra a cinco
metros de Purple Haze, estará acabado, no importa qué – Dudo que su Stand
pueda hacer alguna diferencia, y no imagino que sea su plan. Así que se debe
estar preparando para un ataque a distancia. Lo que tengo que hacer es de
algún modo acercarme a ese espacio, y ponerlo dentro del rango.
Con eso en mente, había empezado a caminar.
Esta es una trampa de algún tipo. De alguna manera tengo que sortear
esa trampa, y hacer que Purple Haze la atraviese y lo atrape.
Esto era lo más cercano a un plan que tenía.
Kocaqi le sonreía complacientemente, entonces dijo, “Escuché que
tomaste clases con mi muchacho Massimo en la Universitá di Bologna.”
“……………”
“Honestamente, él no tenía muchas cosas buenas que decir de ti,
Pannacotta Fugo. Suena como si tu vida fuera una serie de equivocaciones.”
“¿… a qué te refieres?
“Estoy seguro de que intentas hacer las elecciones „correctas‟. Pero
incluso intentarlo es prueba de que estás equivocado.”
Sonaba como un profesor, explicándole pacientemente a un estudiante
confundido.
“Todos los sicilianos saben lo que es la vida. Esto podría ser difícil de
entender para un niño rico de Nápoles, pero la vida… es inherentemente
injusta.”
“…………..”
“Nada en la vida resulta como lo planeas. Debes aceptar eso. Nunca
llegarás a ninguna parte si no lo haces. Incluso si nadie te comprende, incluso
si las cosas no salen del modo que esperabas, acéptalas. Perder la compostura
y desquitarte con todo a tu alrededor es inexcusable. Te priva de hacer algo de
ti mismo. Te lleva directo a la ruina.”
“……………”
“Nosotros los sicilianos guardamos especial valor en el silencio.
Silencio y paciencia. Esas dos cosas llevan a la esperanza. Tratar de forjar una
vida sólo con tu voluntad es imposible. La fortuna jamás es así de amable. No
hay elección “correcta”, Fugo. Cada vez que tomas una decisión así cometes
un error. No importa cuánto niegues tus ideales e intentes ser realista, lo único
que puedes hacer es actuar relativamente así. Los sueños y la realidad no son
tan diferentes – la realidad en la que crees es sólo otra ilusión.”
Cuando Kocaqi terminó de hablar, Fugo estaba a cinco metros de él.
Casi dentro del rango de Purple Haze. Tenía que dar un simple paso, y estaría
lo suficientemente cerca para matar al viejo de un solo golpe.
Pero aún a esta distancia, Kocaqi no hizo nada.
Si su Stand estuviera activo, Fugo sería capaz de verlo. Kocaqi era un
anciano – era casi seguro que Fugo sería más veloz en reaccionar y golpearía
primero si intentaba algo. A menos que… no lo fuera.
¿Qué está pasando?
Fugo dejó de avanzar. Estaba listo para actuar en cualquier momento,
pero dudoso de hacerlo.
Los pensamientos inundaron su mente. Tal vez no debería de matar a
Kocaqi. Si no se iba a resistir, tal vez deberían capturarlo para interrogarlo.
Tal vez estaba ganando tiempo para que su equipo escapara. Cada una de esas
ideas pasaban flotando, y se esfumaban.
Él sabía perfectamente bien… que todas eran mentiras.
Sabía que Kocaqi estaba aquí para matarlo, sabía que no tenía intención
de lanzarse a la batalla. Podía verlo en sus ojos. Pero Fugo no podía ver lo que
había detrás, y estaba confundido sobre cómo proceder.
¿Por qué estoy dudando?
Al ver que Fugo no se movía, Kocaqi meneó lentamente la cabeza.
“Sabes tan poco, Fugo. Todo lo que crees es conocimiento superficial,
sólo arañando la superficie. No sabes nada sobre el coraje. Nada de la fuerza
que encuentran los hombres cuando hacen del lado su ego, para vivir. Los
hombres sin coraje son como pulgas, condenados a morir aplastados cuando
tratan de chupar la sangre de los humanos.”
Kocaqi sonreía burlonamente. Estaba insultando a Fugo…pero Fugo no
sentía indicios de ira. ¿Por qué no estaba furioso? Si Narancia hubiera estado
aquí, él ya hubiera perdido los estribos y atacado ya. Fugo estaba seguro.
Narancia…
No estaba enojado, ni molesto. Una extraña clase de desagrado lo
impulsaba. Siguió adelante, y comenzó a moverse entre las filas de los
asientos.
Tropezó. El suelo bajo sus pies se había desmoronado. Se incorporó
rápidamente, pero…
“¡Urp...!”
Trató de bajar el pie, pero se resbaló… y no naturalmente. Era como si
hubiera tratado de pararse en algo que no existía. Pero ya había mirado abajo,
y pisado firmemente. Antes de que averiguara que había pasado, su pie cayó
pesadamente, y volvió a perder el balance.
“¿¡Que dem…!?”
No tenía idea de lo que estaba haciendo. Era como si estuviera atrapado
en algún baile incontrolable, sus pies pisaban salvajemente en todas
direcciones.
“E-esto tiene que ser un…”
Su cuerpo completo se sentía como si flotara. Como si la sensación de
ese mal paso nunca hubiera terminado… no, había aumentado, resonando a
través de todo su cuerpo.
“¿Es este su…?”
Fugo se alejaba cada vez más de Kocaqi, como si corriera en reversa.
¡Su Stand! Debe serlo – ¡Estoy atrapado en el poder de su Stand!
¿Cuándo atacó? No vi nada – ¡No sentí nada en absoluto! No sentí nada
excepto… excepto…
Fugo miró hacia arriba.
La lluvia, una ligera brisa que mojaba su cuerpo.
Mierda…
La había visto. La había sentido. Había estado al tanto de ella todo el
tiempo… Estuvo bajo ataque todo el tiempo.
“Sí,” dijo Kocaqi. “Este es Rainy Day Dream Away. ¿Ves como
tropiezas perpetuamente? No es mi Stand el que te saca de balance. Eres tú.
Tus propios sentidos están fuera de control, y desesperadamente tratas de
recuperar el equilibrio. Por un breve instante te saliste de balance – y yo fijé
esa sensación en ese momento.”
Mientras más intentaba Fugo frenar su danza tambaleante, más
violentamente se sacudían sus extremidades.
“Mi Stand tiene la habilidad de fijar cualquier sensación. Los humanos
siempre perciben cosas. No importa cuánto intenten evitarlo, siempre están
alerta. Tomo cualquier instante, y lo hago durar por siempre. Pasarás el resto
de tu vida tratando de recuperar el equilibrio. Estás atrapado – nunca más te
liberarás de esa sensación.”
“¡Ah…augghhhh!”
“Exacto. Estás cayendo. Estás atrapado en la sensación de comenzar a
caer. Y el único lugar al que conduce esa sensación es a…”
Fugo no oyó el resto de lo que dijo Kocaqi. Sus piernas comenzaron a
pisotear más y más fuerte, y más y más lo llevaban en la misma dirección.
Estaba cayendo hacia un lado, propulsado por su propia fuerza. Sus pies
tocaban el piso, pero indudablemente estaba cayendo, moviéndose más rápido
de lo que alguna vez corrió, volando a través del suelo. Como si desafiara los
límites de la física.
“¡AAAAAAAAAaaaaaaaaaahhh!”
Su grito se desvanecía a la vez que dejaba el Teatro Greco.
¿Qué tan lejos lo llevarían sus piernas? ¿Al mar? ¿A una pared?
De cualquier forma, lo llevaban a la muerte.
“Uno menos,” dijo Kocaqi, y se puso de pie, procurando mantener la
sombrilla sobre él.
*
Sheila E. escuchó gritar a Fugo.
“¡Mierda!” dijo, al instante empezó a correr.
Pero el grito se alejaba de ella, más rápido de lo que podía desplazarse.
Mientras corría, se encontró en el Teatro Greco.
Se detuvo. Un viejo bajaba por las escalinatas de los asientos, mirándola
directamente. La había estado esperando.
“¿¡Kocaqi?!” dijo ahogadamente. Murolo llegó corriendo, y se ocultó
detrás de ella.
“¿Q-qué te retrasó?” reclamó, acusatoriamente.
“¿D-Donde está Fugo?” preguntó ella.
Kocaqi respondió. “Me encargué de él.”
Sheila E. lucía sombría. La situación era mala. Pero si estuviera
dispuesta a darse por vencida así de fácil, jamás habría venido.
“¡Voodoo Child!”
Saltó hacia adelante, con su Stand abalanzándose a su lado hacia el
viejo.
Kocaqi no se movió. A diferencia de Fugo, Sheila E. no dudó en
absoluto. No pensaba en más que estrellar su puño contra la cabeza del viejo.
Ella ocupó el espacio entre ambos en un momento, arrojándose hacia su
cara… y él se inclinó un poco hacia atrás, evadiéndola completamente.
Se movía como una espiga de trigo al viento, como un maestro de Tai
Chi, caminando ligeramente hacia los lados mientras Sheila E. arremetía
contra él.
Ella se dio la vuelta, encarándolo de nuevo.
Kocaqi no había recibido daño del golpe, pero cuando ella pasó de largo,
la uña de Voodoo Child alcanzó a rasguñar el costado de su cara.
Era una herida pequeña, como si se hubiera cortado al afeitarse… pero
lo suficientemente grande para que se formaran un par de pequeños labios
femeninos.
Los labios resoplaron y después, suspiraron.
“¿Qué es esto?”
“Las heridas que Voodoo Child toca se transforman en labios, que
cuentan todos tus secretos.” Sheila E. señaló directo a él. “Sacarán palabras de
lo más profundo de tu corazón, palabras que te volverán loco. Gané.”
Los labios en la mejilla de Kocaqi se retorcieron algunas veces, después
empezaron a hablar – pero la voz que emergía no era la de Vladimir Kocaqi.
“Tuve una buena vida, Vladimir. He sido tan, tan feliz.”
Una lúcida y alegre voz. Llena con el placer de su experiencia, la
emoción genuina. No era una voz que pudiera considerarse insultante o
indiscreta.
Sheila E. miró confundida. Kocaqi inclinó la cabeza hacia un lado,
mirándola.
“Ya veo”, dijo, bastante calmado. “Tu Stand saca a flote la fuente de la
culpabilidad de la gente, y la usas para desconcertarlos. Qué mal.”
Pasó sus dedos a lo largo de los labios, y estos fueron absorbidos en su
interior, desvaneciéndose por completo – a pesar de que Sheila E. no había
desactivado su poder.
“¿C-cómo?”
“Mientras la culpa exista en el corazón de un hombre, tu poder no podrá
ser removido, ¿cierto? Mientras exista culpa. Pero yo no la poseo. Mi corazón
sólo lidia con los hechos, como siempre lo ha hecho. Puedes sacar todas las
voces que quieras – Las oigo todo el tiempo.”
Una amable sonrisa se esparció por su rostro.
“Esa voz era de mi hermana Amelia. Sus últimas palabras para mí. Ella
murió en mis brazos, y me dejó con eso.”
“…………..”
“1943. El 6 de agosto. El día que ella murió. ¿Conoces el significado de
esa fecha?”
“…………..”
“Ese día, Sicilia era un campo de batalla. Las fuerzas aliadas habían
desembarcado en territorio controlado por los fascistas y los nazis. Había
combate por todas partes. Los nazis nunca intentaron seriamente conservar la
isla. Solamente pelearon para cubrir su retirada. Los habitantes estaban
agradecidos por ello, pero… mientras se retiraban, fueron contra incontables
inocentes de los que sospechaban de espionaje. Mi familia estaba en la mira.
Fusilaron a mis padres. Corrí por mi vida, cargando a Amelia en mi espalda.”
Hablaba sin nostalgia, como si fuera algo que había pasado el día
anterior, y simplemente reportara lo sucedido.
“Mientras corría, creí haberme orinado encima. Estaba tan asustado,
asumí que la humedad era por mi culpa. No dejé de correr… pero no era orina.
Era sangre, de las heridas de Amelia. La había impactado dado una bala
perdida…no.”
Kocaqi sacudió su cabeza negando.
“Probablemente no. Tal vez un soldado le disparó en la espalda
mientras escapaba. Ella recibió la bala por mí. Porque yo la cargaba, ella me
protegió.”
“……………”
Traté de atender sus heridas, pero era demasiado tarde. Había perdido
demasiada sangre, y ella era demasiado joven… no tenía la fuerza para
sobrevivir. Mientras se desvanecía, comenzó a balbucear. Contándome cuán
feliz había sido su vida.”
“……………”
“Tenía alucinaciones de haber escapado con vida. En su delirio, ella
seguía preguntándome si yo también era feliz. Ella ya no podía verme, pero yo
no podía hablar. Todo lo que hice fue asentir.”
“……………”
“Fue entonces cuando mi Stand se manifestó por primera vez. Fui capaz
de fijar su ilusión, asegurando que jamás terminara. Escapó a ese futuro
inventado, vivió para crecer, y envejecer, rodeada de nietos. La ilusión jamás
terminó.”
“…………..”
“Una hora después de su muerte, las tropas del General Patton pasaron a
mi lado. Si hubieran llegado un poco antes, ella pudo haber sobrevivido. Pero
ese no era su destino. Amelia había muerto con una sonrisa en su cara. Ella
sonrió por sólo uno o dos minutos, pero… eran como ochenta años de alegría.
¿Qué diferencia existe entre su sueño y la realidad?”
La mirada pacífica en sus ojos enervó a Sheila E. Le recordaba a los
ojos de su difunta hermana.
Pero eso no cambió nada. Este hombre seguía siendo su enemigo.
Apretó los dientes, e intentó atacarlo.
Esta vez, él no se movió. Ni siquiera lo intentó. Simplemente dejó que
ella atacara lo que quisiera… pero todos los golpes fallaron.
“¿Hunh?”
No importaba que tan duro tratara, no podía atinarle.
Ella estaba bajo su poder. Cuando Kocaqi vio su expresión, movió su
cabeza negatoriamente.
“Por una fracción de segundo, sentiste como si no pudieras golpearme.
Fijé esa sensación para toda la eternidad. Puedes tratar de atacarme, tratar de
resistir, pero no serás capaz. Así es como funciona Rainy Day Dream Away.”
“¡Aaaaaaugh!”
“¿Puedes liberarte? ¿Tienes la fortaleza mental para superarlo? Esto no
es obra de mi Stand. Es el peso de los ochenta años de felicidad de Amelia.
Nesesitas algo sólido, algo que te lleve a través de cualquier cosa.”
“¡…nnnnnaaaaagh!
“No te preocupes Sheila E. No te mataré. No tengo razones para hacerlo.
Escóndete en alguna parte hasta que nuestra pelea con Giorno Giovanna haya
acabado. Sin embargo…”
Kocaqi dio media vuelta.
“No aplica lo mismo contigo, Cannolo Murolo.”
Murolo retrocedió, acobardado.
*
Por alguna razón, viejos recuerdos invadieron su mente.
Recuerdos de cuando Mista se había unido, su equipo estaba completo,
y comenzaron a ganarse una reputación en la organización.
Un día, Fugo fue llamado solo a la casa de Buccellatti.
“¿Hola?”
Fugo dio un paso dentro de la habitación, y se congeló. El ambiente de
la habitación tenía algo mal. Estaba demasiado tranquilo. Las cortinas estaban
cerradas, y afuera estaba oscuro… pero las luces estaban apagadas.
Buccellati estaba sentado en el sofá de la sala. Fugo se acercó
temerosamente.
“¿Um… Buccellati?”
Buccellati sólo movió un dedo, señalando que se sentara del otro lado.
Fugo lo hizo. Cruzo las manos sobre sus piernas, esperando a que hablara.
Pero él no dijo nada.
En el silencio, el vago tictac de un viejo reloj sonaba horriblemente
fuerte.
¿…Qué está pasando?
Fugo empezó a entrar en pánico. Buccellati siempre era muy directo. No
era su estilo retrasar las cosas.
Al fin, Buccellati habló.
“¿Lo sabías, Fugo?”
Por un momento Fugo estaba confundido… entonces supo a lo que
Buccellati se refería.
“¿...sobre las drogas?”
“……………”
“Sabía que pasaba algo. Abbachio y yo lo investigamos.”
Hizo una pausa para ver cómo reaccionaba Buccellati, pero ni un
músculo de su cara se movió.
“La evidencia sugiere que el jefe inició su propio tráfico de drogas.
Fuimos contra los miembros de bandas que habíamos desmantelado
asumiendo que estaban traficando nuevamente… pero sólo se reían. Decían
que había un nuevo juego en el pueblo.”
“…………...”
“Cuando le contamos esto a Polpo, su gran cara se puso pálida como el
papel, y empezó a temblar. „Quédense fuera de esto‟ dijo. Era claro que el jefe
no le había contado nada. Supongo que el jefe no dejaría entrar a Polpo al
negocio de las drogas para evitar que ganara más poder del que ya tiene. Y
Polpo se dio cuenta de esto. Lo asustó – no quería que el jefe lo viera como
una amenaza.”
“…………..”
“Es por eso que Polpo no te dijo nada. No quería que nos
involucraramos. Así que yo…”
Fugo trató de seguir explicando, pero Buccellatti levantó una mano.
“Suficiente.”
Había una frialdad glaciar en su voz. Fugo se estremeció.
¿…va a matarme?
Por un segundo estaba seguro de que lo haría. Él simplemente se quedo
sentado, inmóvil, en su sofá.
Su cara parecía de mármol, sin rastro de emoción. Como la cara de una
muñeca de porcelana.
Fugo miró a la pared.
Había una red colgada ahí. Era la red de pesca que el padre de Buccelati
usaba. Estaba rasgada, inutilizable… pero servía como símbolo de la promesa
que Buccellati le hizo a su padre. Buccellati les había dicho esto una vez.
El padre de Buccellati murió cuando se inmiscuyó por accidente en un
negocio de drogas, y le dispararon. La herida fue fatal. Por eso Buccelati
detesta tanto las drogas…
“Fugo,” dijo Buccellati finalmente. “Pon un disco.”
Fugo se puso de pie. Esta era la señal; de cuando Buccelati quería que lo
dejaran solo, él pedía a sus hombres que pusieran un disco. Ellos se iban tan
pronto empezara a reproducirse.
“¿Bitches Brew?”
Este era el favorito de Buccellati.
Pero Buccellati meneó la cabeza.
“No. Pon Elevator to the Gallows.”
Fugo estaba sorprendido. Miles Davis era uno de los favoritos de
Buccellati, pero una vez dijo que no era fanático de ese álbum en particular.
Tomó el disco del estante, lo sacó de su estuche, y lo puso en el
tornamesa. Bajó la aguja, y los sonidos melancólicos de una trompeta
emergieron de las bocinas.
Era una ejecución excepcional, con una resonancia como el rechinar de
los dientes tan intensa que podía mezclarse con las notas como suspiros
interminables componiendo una tonada trágicamente cautivadora.
Fugo volteó a ver a Buccellati y casi suspiraba en voz alta. Nunca había
visto a Buccellati así. Era como si estuviera llorando, pero las lágrimas no
salían. Como si se hubieran secado hace mucho. Sus labios estaban secos y
descoloridos, su tez pálida. Todo el brillo había abandonado sus ojos, como un
estanque sin fondo.
¿… por qué estaba recordando esto ahora?
En ese momento, Fugo había sentido que Buccellati sufría, pero
encontraría la fuerza para superarlo. Y no se había equivocado. Buccellati
continuó solidificando su posición en la organización, mejorando más y más al
lidiar con las contradicciones implicadas.
No era necesario preocuparse
¿Entonces por qué estaba recordando su mirada?
Porque lo sabía.
Sabía que Buccellati no estaba bien.
La mirada en sus ojos era la de un hombre que siente que su alma
misma está muriendo. Y las drogas lo hicieron de ese modo.
Esa cara, era…
Como si cayera por siempre, Fugo sintió la urgencia de levantarse con
él. Una sólida y férrea urgencia, plantada en su corazón, impidiendo que otra
cosa entrara. Llenando su alma.
La misma urgencia que lo llevó a golpear en la cabeza al profesor que
se burló de la muerte de su abuela con un diccionario de 4 Kg.
*
“Tú, te mataré, Cannolo Murolo. Un hombre como tú no tiene permitido
seguir con vida.”
Con su paraguas mantenido en alto, Kocaqi comenzó a caminar hacia
Murolo.
Murolo trastabilló hacia atrás. Estaba demasiado asustado para darse
vuelta y huir. Demasiado asustado para arriesgarse a un ataque fatal por la
espalda, incluso si eso reducía en absoluto sus posibilidades de escapar.
“Lo sabías, ¿no? Sabías que Risotto y los asesinos eran traidores. Los
echaste a pelear contra Diavolo, y no te importó quién de ellos ganara.”
Casi había llegado hasta él.
“La única razón por la que fueron tras Diavolo fue por venganza por el
castigo que recibieron sus camaradas cuando trataron de descubrir la identidad
del jefe. Pero el que filtró esa información a Sorbet y Gelato en primer lugar…
fuiste tú, Murolo. Lo sé.”
“Augh…”
“Pones a otros en riesgo, y observas en calma desde un territorio seguro.
Disfrutas de la participación, juegas con las fortunas de otros, pero jamás
aceptas la responsabilidad.”
“Aaaaaugh…”
“Hombres como tú retuercen este mundo. Pero tu pequeña y retorcida
vida está por terminar. Voy a darle fin por ti.”
Señaló al sombrero de Murolo.
“¿Entonces? Llevas un arma allí, ¿no? Puedo decir por la manera en que
tratas de ocultarte que tienes algo escondido debajo. ¿Una pistola? ¿Un
cuchillo? ¿Una botella con ácido? Lo que sea. Has el intento y úsalo.”
La cara de Murolo se retorció de dolor. Sabía lo que pasaría. Cuando la
gente trata de usar un arma, siempre son cuidadosos. Cuidadosos de que no se
les dispare el arma, cuidadosos de no cortarse con el cuchillo – y en el
momento en que él pensara eso, Kocaqi ganaría.
Si intentara atacar, se destruiría a sí mismo… ¿así que como podría
pelear?
Kocaqi volvió inútil a una peleadora experta como Sheila E… Murolo
no tenía oportunidad. Estaba seguro de que su misión terminaba aquí. Pero
luego…
Un trueno, a la distancia. Una débil vibración, de muy lejos. Pero las
nubes sobre ellos no eran de tormenta, y esta brisa era el poder de Kocaqi, no
un fenómeno natural.
Kocaqi lo notó también.
El trueno… se estaba aproximando.
Los ojos de Kocaqi se dilataron de sorpresa.
“¡N-no!” dijo, mirando hacia arriba.
Sonaba como un trueno, pero el sonido no cesaba – sólo se intensificaba.
“¡No puede haber…!
Y no sólo más intenso.
Más cerca.
Lo que fuese que hiciera ese ruido se acercaba a ellos a alta velocidad, a
una velocidad terminal de 9.8 metros por segundo.
La velocidad de un objeto en caída libre.
En el momento que el objeto era visible, era demasiado tarde.
Utilizó su Stand… ¿para lanzarse hacia el cielo?
Kocaqi se preguntaba si había fallado en algo. No tenía tiempo para
considerar lo que fue.
Por un instante, sus miradas se cruzaron – sus ojos, y los de Pannacotta
Fugo, mientras éste caía del cielo.
El único momento en el que la sensación de caer dejó de ejercerse fue
cuando en realidad estaba cayendo – desde cientos de metros de altura. La
única forma de escapar de esa atrapante sensación– La misma velocidad a la
que caían las gotas de lluvia.
Kocaqi abrió la boca, pero no hubo el suficiente tiempo para que gritara.
El Stand de Fugo estaba enfrente de él, y aterrizó primero. El ruido provino de
él – el trueno era un rugido de ira incontrolable.
“¡Baaaasssshhaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”
El puño del Stand impactó a Kocaqi, y el virus se liberó. El frágil cuello
del anciano se quebró del impacto al instante, pero al virus no le importó – lo
infectó al instante, incubó, se multiplicó y devoró.
Brutal.
El ataque explotó, después se desvaneció como una lluvia de verano.
Un toque de Purple Haze significaba la muerte.
Este era el Stand de Pannacotta Fugo.
*
Sheila E. dio un salto adelante, y Voodoo Child atrapó a Fugo mientras
caía. Él no había planeado cómo frenar su caída, simplemente se lanzó en un
ataque suicida, por esto el impacto la aturdió.
Ella trastabilló, pero encontró fuerzas. Aliviada se levantó… y una
mano se sujetó alrededor de su garganta.
Él la estaba estrangulando, como si quisiera matarla. Sheila E. entró en
pánico.
“¡Para! Es suficiente”
Murolo. Ella lo miraba buscando ayuda, pero él movió la cabeza de un
lado a otro.
“No es él – eres tú, Sheila E. Guarda tu Stand y deja ir a Fugo.”
Sheila E. observó – Voodoo Child seguía sosteniendo a Fugo, sus
brazos lo sujetaban tan fuerte alrededor de su columna que se quebraría en
cualquier momento.
Ella retiró a su Stand, liberando el cuerpo de Fugo, y él soltó su
garganta.
Se puso de pie sin decir nada. Una sombra de… algo… permanecía en
su rostro. No había duda en su mirada. La mirada que Buccellati había dicho
que lo marcaba como alguien que ya no podía vivir en su mundo.
Sheila E. lo miró fieramente por un largo tiempo, pero después volteó a
otra parte. Volteó a buscar al enemigo que acababa de eliminar.
Pero no había rastro de él por ninguna parte. Se había derretido sin dejar
pista alguna.
Lo mató instantáneamente sólo con el golpe, pero mientras sus
funciones corporales continuaban, la infección se esparció, cada célula en su
cuerpo se pudrió y se vaporizó.
Un escalofrío bajó por su espalda. Él los había salvado, pero no podía
sentirse agradecida.
Murolo se acercó a ellos y les dijo algo, pero Sheila E. no tenía la
energía para escuchar.
La lluvia había parado, y el hermoso cielo siciliano emergió de entre las
nubes. Pero en su interior, ella sólo sentía tristeza.
Stand: Rainy Day Dream Away
Usuario: Vladimir Kocaqi (70)

Poder: E Velocidad: B Rango: A


Tan rápido como la lluvia
Duración: A Precisión: E Potencial: E
Habilidad: Fija una idea, emoción o sensación. Cubre el área en forma de una
ligera llovizna y puede atacar a cualquiera en ese rango. Una vez atrapados, nadie
puede escapar. Alguien con una enfermedad menor podría vagamente pensar si eso
lo matará; si ese pensamiento es capturado, así será. Utiliza la propia mente del
oponente contra él mismo, y ninguna distancia entre Kocaqi y sus objetivos los
liberará.
IV. mi votu e mi rivotu………..........…[Giro y vuelvo a girar]
Su nombre era Gianluca Pericolo.
Cuando era pequeño, estuvo muy enfermo. Justo cuando los doctores
habían abandonado las esperanzas, Passione intervino y lo salvó. Él y su padre,
Nunzio Pericolo, se unieron a la organización para pagar esa deuda.
Seis meses atrás, se enteró de la muerte de su padre. Se había puesto
una pistola en la sien y jalado del gatillo.
La mayoría de los hombres lo verían como un suicidio. Gianluca no era
como la mayoría de los hombres.
Papá dio su vida por mi jefe.
Él sabía que esta tenía que ser la verdad. Su padre había estado en una
misión tan secreta que no le había dicho ni una sola palabra a su propio hijo.
Seguro de que habría un levantamiento dentro de Passione, juntó a sus
hombres y se preparó para lo peor. Menos de una semana después, el jefe
reveló su identidad a todos. Todos estaban impactados… todos menos
Pericolo. Visitó a todos los capos en turno, desarmado, disipando sus
sospechas.
“Jurar lealtad incondicional hacia Giorno es la opción correcta” les dijo.
Su padre había dado su vida para mantener Passione estable; ahora era
su turno. En recompensa por sus esfuerzos, le fue dado todo el territorio que
su padre había administrado, y ascendido rápidamente a una posición a la
mano del jefe, trabajando directamente bajo el mando de Guido Mista.
Pero no se volvió arrogante por eso. Este era el trabajo de su padre; el
únicamente lo realizaba en su lugar. Se mantuvo con modestia y a una
distancia respetable.
Tan pronto Pericolo recibió el mensaje, fue a reportar su contenido con
el jefe.
“Discúlpeme,” dijo.
El jefe estaba en una biblioteca en Neápolis, que atendía a la secundaria,
preparatoria y universidad. El jefe era oficialmente un estudiante ahí.
Raramente acudía a clases, pero cuando deseaba estar a solas con sus
pensamientos, a menudo visitaba este lugar – al menos durante la noche,
cuando no había estudiantes.
La biblioteca todavía no abría, por lo que las luces estaban apagadas.
Pericolo se encaminó a través de la oscuridad. Los bibliotecarios sabían bien
que era intervenir con los asuntos de la mafia y se hacían los desentendidos
cuando él estaba aquí.
No había ni un sonido. Ningún sonido salvo el eco de sus pisadas.
Mientras más profundo iba, más antiguos se volvían los libros, hasta
que todos estaban escritos en Latin.
Un joven estaba en la sección de historia del arte, sentado en un banco
alto para alcanzar los estantes más altos, hojeando un libro. Politicita di
Michelangelo, de Giorgio Spini.
“¿Lo estoy molestando?”
El chico movió un dedo, indicando que podía proceder, Pericolo asintió
y comenzó, “Hemos recibido un reporte de Cannolo Murolo, de inteligencia.
Han derrotado al líder del equipo de narcóticos, Vladimir Kocaqi. Sólo quedan
tres”
“Una lástima,” dijo el chico. “Era un buen hombre.”
Él mismo había emitido esa orden, aún así le guardaba respeto.
Y como siempre lo hizo, Pericolo admiraba el timbre de voz del joven;
tenía la solemne dignidad de un órgano tocado en la iglesia.
“Esto está aún lejos de terminar,” añadió el muchacho.
Pericolo se animó a responder.
“Sí, eso me temo. El mensaje no decía nada de Massimo Volpe. Kocaqi
debió haber atacado por su cuenta para ganar tiempo para que su equipo
huyera. Aún no han sido localizados.”
El chico asintió y regresó su mirada al libro. Había una elegancia tal en
la forma en la que cambiaba de páginas que era una maravilla de contemplar.
“¿Alguna instrucción adicional?”
El chico movió un dedo. No hacía falta nada.
“¿Está seguro de que no quiere a mis hombres y a mí en esto? Dada la
fuerza de los objetivos, pienso que enviamos a muy pocos tras ellos…”
Él ya le había sugerido esto antes. El chico ni siquiera se dignó a dar
una respuesta. Repetírselo era inútil.
“¿Le podría preguntar algo…?” Dijo Pericolo reuniendo todo su valor.
El joven asintió.
“¿Usted confía en Fugo? Encuentro difícil poner mi fe en él. Mi padre
dio su vida por la misión que eligió tomar. Abandonar a sus compañeros y a
una chica inocente para salvarse a él mismo. Asignar a un hombre como ese
una misión tan importante… me parece errado.”
Estaba completamente preparado para ser reprendido por su declaración,
pero el joven no estaba molesto en lo más mínimo.
“Sé a lo que te refieres,” le dijo.
“Entonces… ¿por qué?”
No llegó la respuesta. Pericolo se vio obligado a abandonar el tema.
“¿Debería poner en acción a la policía siciliana, para que busquen a Volpe?”
Nuevamente, el chico movió su dedo.
Lo que dijo a continuación hizo que los ojos de Pericolo saltaran de sus
cuencas.
“¿¡Qué!? ¿A qué se refiere con que ellos nos dirán dónde están?”

“¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH! ¡Augh!¡Aaaaaauuuugh!
¡Aaaaaauuuugh!”
Los gritos que emanaban de la garganta de Vittorio Cataldi eran como si
la pena tratara de matarlo.
“¡AAAAAAAH!¡Esto es culpa mía!¡Debería haber sido yo el que
peleara… Kocaqi no hubiera muerto si hubiera ido!”
Mordió su labio tan fuerte, cortándose. La sangre bajaba por su barbilla.
La habitación en la que estaba era algo desconcertante.
Había marcas de mordidas por todas las paredes.
Aún ahora, una marca de mordedura nueva se hacía presente en la pared.
El cuchillo de Vittorio colgaba de su cintura, su hoja desnuda reflejaba la
pared, transfiriendo el setenta por ciento del daño que se estaba infligiendo.
Vittorio empezó a golpear su cabeza contra la pared. Las marcas
estaban apareciendo en una pared totalmente diferente. Los muros eran más
duros que su cráneo – cualquiera de esos impactos era lo suficientemente
fuerte como para matarlo al instante, si no fuera por su Stand. Estaba
azotándose a sí mismo contra la pared con toda su fuerza, sin consideración
por su propia seguridad.
Tal vez su falta de autocontrol había llevado parte de su mente centrada
en la auto conservación a dar nacimiento a un Stand que transfiriera el daño…
o posiblemente tantos años bajo la protección de su Stand habían causado su
imprudencia. Nadie lo sabía con seguridad, y a nadie se le había ocurrido
preguntarle jamás.
Treinta por ciento del daño le era hecho, por lo que su cabeza estaba
cubierta de sangre… pero esto no lo desanimaba de seguir.
Angelica estaba en la esquina, sollozando. Vittorio había tratado de
reconfortarla repetidas ocasiones, pero sin éxito. Cada fallo lo llevaba a
herirse más.
La puerta se abrió lentamente, y Massimo Volpe ingresó. Ninguno de
los otros lo volteó a ver. Estaban demasiado absortos en su propia pena. Volpe
no dijo nada. Caminó hacia el centro de la habitación y colapsó.
Hubo un largo silencio, roto solamente por los suspiros y el golpeteo
rítmico de la cabeza contra el muro. Por fin, éste último se detuvo.
“No tenemos opción ya,” dijo Vittorio. “Tenemos que ir por esa cosa.
Como dijo Kocaqi.”
“Pero eso…” dijo Volpe. “Él lo llamaba un último recurso. Ni siquiera
sabemos que es lo que hará.”
“¿Tienes alguna otra idea? ¡Derrotaron a Kocaqi! Ni siquiera sé si
puedo llevarme a alguien así conmigo. Necesitamos lanzarles todo lo que
tenemos.”
“¿Crees que funcionará?”
“Bueno… incluso Kocaqi parecía bastante dubitativo.”
“La razón por la que decidí traer la pelea a Sicilia no es sólo porque es
mi hogar y conozco el terreno, o porque la influencia de Passione no es tan
fuerte. Hay otra razón. Una razón que data de la época de la ocupación nazi.”
“Durante la ocupación, ellos se ocuparon en cierto proyecto de
investigación. Su mayor atención estaba en Roma, pero también había un
equipo aquí en Sicilia.”
“Los nazis estaban escudriñando por todo el mundo, buscando algo que
muchos emperadores antiguos anhelaban – ese führer estúpido también lo
quería.”
“Vida eterna.”
“Los nazis soñaban con un poderoso ejército de tropas que no pudieran
morir. Invirtieron muchos recursos en la búsqueda. Pero el hombre a cargo, un
coronel de las SS llamado Rudol von Stroheim, fue asesinado en Stalingrado,
y las fuerzas aliadas reclamaron Sicilia antes de que su descubrimiento
pudiera ser removido. Yace enterrado aquí hasta la fecha.”
“Qué encontraron exactamente, no lo sé. Todo lo que encontré fueron
palabras, instrucciones de su uso.”
“La sangre es vida.”
Recordando esto, Volpe se estremeció.
“¿Guerreros invencibles, inmortales…?”
“¡Esa es la única forma para ganar!” Vittorio sonaba desesperado.
Los ojos de Volpe se tornaron sombríos. “¿La necesitamos para vengar
a Kocaqi…?” murmuró.
De repente Angelica dejó salir un sollozo particularmente fuerte.
Mirando a la nada, con furia en su rostro, rugió, “¡Deben pagar… deben
pagar… debemos hacerlos pagar!¡Deben pagar, pagar, pagar, pagar, pagar!”
Vittorio asintió. “¡Debemos hacerlo! ¡Es lo único que podemos hacer!”
Dio un salto y salió corriendo de su habitación. Angelica caminó con
suavidad detrás de él.
Solo en la habitación, Volpe se sentó por un momento… después
levantó sus pies y siguió el ejemplo de los mismos.
Dejando atrás un horror vacío.
Cada esquina del cuarto estaba cubierta de sangre humana. Pedazos de
sangre estaban pegados en cada superficie. Huesos quebrados clavados en las
paredes, pegados a parte de lo que estaban unidos antes. Una mandíbula
solitaria colgaba del techo.
Los restos de veite hombres, destruidos más allá de lo reconocible, sus
partes estaban esparcidos por todo el cuarto.
Este era el trabajo del Stand de Massimo Volpe en estado descontrolado.
Mientras se abría paso entre la carnicería, murmuró algo para sí mismo.
“¿Pero qué es exactamente esta „máscara de piedra‟?”

*
“Esto es… asqueroso,” dijo Murolo al entrar en la habitación manchada
con sangre.
“¿Qué diablos?” dijo Sheila E., con un gesto de desagrado
“Estos son locales. Mafiosos sicilianos. Deslindados de Passione.
Amigos de Kocaqi… cuando murió, decidieron que no valía la pena ocultar a
Volpe y sus subordinados. Al volverse en su contra, se eliminaron a sí
mismos.”
“¿Hicieron esto a tipos que habían sido sus aliados un instante antes?”
preguntó Fugo. Estaba más confundido que aterrado. “Si se pusieron en su
contra, pudieron haber huido. Pudieron haber escapado fácilmente. No había
necesidad de… masacrarlos.”
Escenas de crueldad como esta usualmente tienen la intención de
advertir quienes las encuentran, pero esto va más allá. Hay un rompimiento
aquí, uno definitivo.
Sheila E. lo miró. “Ellos nunca fueron aliados,” le dijo abruptamente.
“¿Huh?”
“Nunca hubo confianza, ni solidaridad. No tenían compañeros ni apoyo.
El grupo de narcóticos nunca trabajó para nadie más que para ellos mismos.”
Ella miraba a los cadáveres desapasionadamente.
Fugo casi se cuestionaba si también se estaba describiendo a ella misma,
pero decidió descartarlo.
Sintió que su actitud había cambiado recientemente. Al principio se la
pasaba reprendiéndolo, pero ahora parecía esforzarse por ni siquiera mirarlo a
los ojos. Posiblemente porque él la había estrangulado durante su pelea contra
Kocaqi.
Pero no tenía idea si ella estaba bajo el control de su Stand o no. No
tenía opción… pero puedo sentir como me guarda rencor.
El ánimo de Fugo estaba decayendo cada vez más. Se sentía acorralado
en una esquina, sin salida.
Pero Murolo, obviando la tensión que había entre ellos, anunció
animadamente, “¡Ya ni siquiera tenemos que buscarlos! ¡Irán directo a su
destino, dejando un montón de cadáveres a su paso e ignorando las
consecuencias! ¡Nos dirán exactamente a dónde se dirigen!”
Bufó y abandonó la habitación. Un minuto después lo escucharon
aplaudiendo. Estaba utilizando su Stand. Fugo y Sheila E. lo siguieron,
llegando justo cuando la torre de cartas colapsaba.
“Ortigia.” Dijo el As de Espadas.
La carta cayó sobre su cara. Murolo aplaudió, y las cartas se pusieron de
pie, hicieron una reverencia y regresaron a su sombrero.
“¿Entonces…?”
“Así es. Ortigia. Están siguiendo la costa de Sicilia hacia Siracusa.”
“Ortigia es una isla en el centro de Siracusa, ¿cierto?” Sheila E. dijo,
con dudas. “Pero ni hay nada más que ruinas y sitios históricos. ¿Qué harían
en un lugar como ese?”
“Podemos preguntar eso una vez que los capturemos. Si sobreviven,”
dijo Murolo mientras sacaba su teléfono. Marcó rápidamente, y habló con
alguien en el otro lado “Soy yo. Sí, tráelo para acá. Se dirigen a Siracusa.
Asegúrate de que tenga suficiente combustible.”
“¿Combustible? ¿Qué fue lo que pediste?” preguntó Sheila E.
“Un helicóptero obviamente,” dijo Murolo mientras guardaba su
teléfono. “Nos llevará a Siracusa, llegaremos antes que ellos. Esta vez
nosotros los estaremos esperando.”
Fugo se incomodó.
Casi había subido a un helicóptero una vez.
Narancia lo había encontrado.
“¡Es la llave de un helicóptero! ¡Si lo usamos nunca nos atraparán!
¡Podemos ir a dónde sea!”
Nunca utilizaron el helicóptero, pero si lo hubieran hecho, Fugo se
preguntaba si Narancia habría estado tan emocionado como lo estuvo en el
yate. ¿O la gravedad de su misión habría evitado eso?
Nunca fue alguien que se estresara por las cosas. Siempre era el primero
en romper la tensión. Simplemente no se podía concentrar, supongo.
Demasiado simple por naturaleza.
¿Eso lo habrá matado al final? Fugo apretó los dientes. No tenía idea de
lo que le había pasado. No había forma de saberlo.
Él no se fue con los demás. Por eso estaba aquí.
*
Trish Una
Protegerla iba a ser el último trabajo de Buccellati para Passione. La
hija de Diavolo, criada en ignorancia de este hecho, enviada a encontrarse con
su padre tras la muerte de su madre, solo para enterarse de que planeaba
asesinarla. La vida de la chica era una tragedia.
Pero…
Fugo no sentía compasión por ella.
Sólo estuvo dos días con ella, pero se la pasó todo el tiempo con una
expresión de piedra, sin dar pista de de lo que pasaba por su mente. Cuando se
dignaba a abrir la boca, era solo para exigir que hicieran sus compras –
arriesgarse a comprar cosas que eran difícilmente necesarias. O pedir que uno
se quitara la camisa para reemplazar su pañuelo. Era difícil sentir deseo de
protegerla.
Fugo despreciaba a su propia madre, y raramente tuvo una buena
opinión de las mujeres en general. Especialmente odiaba a las mujeres
temperamentales, lo cual Trish era claramente.
¿Por qué arriesgar todo por ella?
Hasta este día, él no podía entender la decisión de Buccellati.
“Regresar con Trish significa que ahora he traicionado al jefe. Él
solamente nos pidió escoltarla para que pudiera matarla con sus propias
manos… porque al ser su pariente directo, ella sabía su verdadera identidad.
Yo no puedo irme a casa y lavarme las manos por todo este asunto. ¡Elijo ser
un traidor!”
Estaba amaneciendo. El mundo estaba callado. El aire fresco.
Fugo no podía creer lo que estaba oyendo, pero era la verdad. Trish
estaba frente a él, sangrando. Todo lo que le habían contado había sido una
mentira.
“¿Te has vuelto loco Buccellati?” dijo Mista, igualmente impactado.
“Sabes lo que le pasa a los traidores,” dijo Abbacchio. “Y a ti más que a
nadie. El jefe no te dejará huir.”
Se sintió incómodo. El mismo Abbacchio había sido el encargado de
despachar a los traidores. Acababan de eliminar a la Grupo de asesinatos por
esa misma razón.
“A estas alturas, los guardaespaldas del jefe ya deben tener Venecia
rodeada.”
Buccellati estaba impasible. Detrás de él, Giorno igual de imperturbable.
“Necesito ayuda,” dijo Buccellati. “Si alguno de ustedes va a venir
conmigo, que baje las escaleras y entre al bote.”
Apuntó al pequeño bote que flotaba en el canal detrás suyo.
Trish ya estaba a bordo, sangrando por la muñeca.
“Pero no les ordenaré que vengan conmigo. Ni siquiera pienso en
hacerlo. Esta fue mi decisión. No tienen que sentirse obligados conmigo. Sólo
diré esto – hice lo que creí que era lo correcto. No me arrepiento. Con las
cosas como están, todo lo que puedo hacer es ser fiel a mis ideas. Todo el
mundo tiene debilidades. Por ahora solo puedo huir… pero un día
derrotaremos al jefe. ¡Descubriremos su debilidad!”
De cara a la fuerza de voluntad de Buccellati y la fuerza atrás de sus
palabras, Fugo no sintió otra cosa más que confusión.
Él no tenía idea de lo que Buccellati quería decir con „correcto‟. Esa era
un concepto que nunca antes había encontrado en ninguna etapa de su vida.
Era como si todo su mundo le hubiera sido arrebatado. Abandonado sin
rumbo, sin metas, sin ningún fundamento para basar sus acciones. Nada que le
diera dirección.
Había puesto su fe en Buccellati. Sabía que sus decisiones eran
generalmente acertadas, y creía que lo que era bueno para Buccellati era
bueno para él.
Eso ya no era cierto.
Cuando Buccellati encontró a Fugo, le había dicho que no tenía
oportunidad de rehabilitación.
Aun así Buccellati estaba tomando una decisión moral tonta y sin
fundamento como si valiera la pena pelear por ella – incluso si esa pelea
llevara irremediablemente hacia su destrucción.
Abbacchio se sentó pesadamente.
Mista volteó a otra dirección, mirando al horizonte.
Narancia estaba temblando incontrolablemente.
¿Nadie le iba a decir nada? ¿Nadie de ellos iba a hacer algo? ¿No había
nada que pudiera hacerse para arreglar este desastre?
Él apretó los dientes y se forzó a sí mismo para hablar.
“Entiendo lo que estás diciendo, Buccellati. Que lo que estás haciendo
es lo „correcto‟.”
Fugo no estaba convencido en lo más mínimo de nada de lo que
Buccellati había dicho, pero intentaba ser diplomático, aunque no funcionara,
tenía que asegurarse. “Pero… déjame ser claro. Me temo que ninguno de
nosotros entrará en ese bote. Dejaste que las emociones nublaran tu juicio.
Todos te debemos algo… pero no iremos. No estás mirando la realidad. No
puedes sobrevivir solo con tus ideales. No podemos vivir fuera de Passione.”
Dio un notorio paso hacia atrás.
En ese momento, Fugo sintió que había una oportunidad.
Una oportunidad de que pudiera salvar la situación. Una vaga esperanza
de que Buccellati cambiara de parecer. De que pudiera salvarlo entregando a
Trish ante el jefe.
Desesperadamente deseaba creer esto.
Esperaba que sus palabras lo hicieran recapacitar sobre las cosas.
“Fugo tiene razón, Buccellati,” dijo Abbacchio. “Lo que estás haciendo
es suicida. No importa a donde huyas, ningún lugar será seguro.”
Sí, pensó Fugo. Sigue hablando así, quizá cambie de parecer. Todos
confiamos el uno en el otro. Esa confianza debe valer para algo. No podemos
simplemente ignorar todo eso.
“Yo juré lealtad a Passione. No a ti,” añadió Abbacchio. “Pero…”
Se puso de pie.
“Yo era un hombre sin un lugar a dónde ir. Apartado de la sociedad. El
único momento en el que me siento en casa… es cuando estoy contigo
Buccellati.”
Sin desperdiciar un instante, entró a la embarcación y se sentó.
Fugo no lo podía creer.
“¿¡Q-qué!? ¡Abbacchio!”
¿En qué estaba pensando? Fugo estaba aquí, haciendo lo mejor que
podía para reparar las cosas, ¡y Abbacchio acababa de derrumbar todo su
argumento!
“Si derrotamos al jefe,” dijo Mista, “Entonces eso me convierte en el
próximo capo, ¿cierto?”
Dio un salto a bordo del bote también. Como si no fuera gran cosa.
Fugo podía sentir la ira edificándose en su interior. ¿Qué tan estúpidos
podían llegar a ser?
“¡Todos se volvieron locos! ¡No hay nadie que los ayude! ¿¡A dónde
irán al menos!? ¡Ni siquiera van a lograr salir de Venecia!”
Su voz era un estruendo, pero nadie de ellos volteó siquiera hacia su
dirección.
Giorno, por mucho la persona más tranquila ahí, habló calmadamente.
“Narancia,” dijo. “¿Qué es lo que harás?”
Fugo dio un sobresalto. Se dio la vuelta y miró a Narancia.
Narancia era un desastre. Temblando como un niño perdido. Su boca
balbuceaba sin decir nada. Miró a Buccellati en busca de ayuda.
“¿Qué debo hacer? Buccellati… yo, no sé qué hacer. ¿Debería…
debería ir contigo?”
“¿Estás asustado?” dijo Buccellati.
Narancia asintió. “Sí. Aterrado.” Un escalofrío recorrió su cuerpo. Su
voz chillaba. “Si… si me dices… ¡si me ordenas ir contigo…! Entonces
encontraré el valor. Nada de lo que me digas que haga será aterrador nunca.”
“No,” dijo Buccellati tajantemente. “No te puedo ordenar esto. Tú debes
decidirlo. Decide tu propio camino.”
“Yo… yo no sé. No sé qué hacer.”
“Te daré un consejo, Narancia. „No vengas.‟ Este camino no es para ti.”
Narancia prensó su cabeza entre sus dos manos.
Buccellati se dio la vuelta y comenzaron a zarpar.
“¡Nos vamos! ¡Una vez que el bote se empiece a mover, ustedes me
habrán traicionado!”
Fugo estaba abrumado con la desesperanza. La miseria lo carcomía.
¿Por qué no había hallado la cordura? Era exasperante.
“¿Por qué… están dementes? ¿Qué rayos les pasa? ¡La conocimos hace
dos días! ¡Apenas hemos hablado con esta chica! ¡No la conocemos! ¡Ni
siquiera sabemos qué tipo de música le gusta a Trish!
Su voz era un lamento. Los quejidos de un perdedor afligido. Nada de lo
que él dijera cambiaría las cosas, pero no podía detenerse a sí mismo de
vociferar.
Reprendía funestamente hacia el bote hasta que una débil voz detrás de
él habló.
“Trish… fue abandonada por alguien en quien confiaba,” suspiró
Narancia.
Fugo apenas podía escucharlo, pero estaba demasiado enojado para que
le importara. “Da igual. Ella es su hija, puede hacerle lo que quiera. Él tiene
sus razones, estoy seguro. No tiene nada que ver con nosotros. ¡Todo lo que
teníamos que hacer era cerrar los ojos! No veo por qué carajos es tan difícil.”
Mientras renegaba, Narancia murmuraba debajo de su aliento.
“Yo también fui abandonado. Mi padre… mis amigos. Todos me
abandonaron. Somos iguales. Trish y yo… somos iguales.”
Fugo se giró y lo miró. Pero Narancia ya estaba en movimiento.
Antes de que Fugo se volteara por completo, lo había pasado de largo,
saltando hacia el canal.
Empezó a nadar detrás del bote.
Fugo lo miraba, impactado. Incapaz de reaccionar en absoluto. Narancia
nunca fue un gran nadador, y apenas se podía mantener a flote.
“¡Buccellatiiiiiiiiii! gritó. “¡Ire con ustedes! ¡Esperenmeeeeeeeeee!
Mientras su voz se perdía a la distancia, Fugo se paró firme en ese lugar.
Todo lo que podía hacer era observar. Observar a Narancia batallar, escuchar
sus gritos.
“¡No me digan que no vaya! ¡Trish es yo! ¡Ella es igual a mí! ¡Las
heridas en su brazo son mis heridas!”
El bote se detuvo para recogerlo. Después de eso se fueron. Él nunca
miró atrás a Fugo. Ninguno de ellos lo hizo. Y así como así… estaba
completamente solo.
La ira lo había abandonado completamente. Le tomó un momento
notarlo.
No estaba molesto por la traición. Ni aliviado de seguir con vida.
Su corazón estaba vacío, desprovisto de todo sentimiento.
Estaba abandonado… ¿pero por qué?
¿No fue él el que los abandonó? ¿Entonces por qué se sentía como si él
fuera quien hubiera sido abandonado?
Se quedó completamente quieto mientras el sol se alzaba en el cielo, y
el mundo comenzaba a brillar a su alrededor.
Podía sentir su piel empezando a arder bajo el sol. Era doloroso. Todo
dolía. Dolía – pero lo que era „eso‟, Fugo no lo sabía.
¿Por qué? Pensó.
¿Por qué no estaba enojado?
Nada de lo que había pasado era lógico, nada de eso tenía sentido,
¿entonces por qué no había perdido la calma? ¿Por qué no estaba destruyendo
todo a la vista? No podía deducirlo.
*
El helicóptero sobrevolaba la el mar Jónico, a lo largo de la costa donde
yacía Mégara Hiblea.
Mirando la tierra pasar debajo de ellos, Fugo se preguntaba por qué
Narancia había dicho eso.
„Trish es yo‟ ¿Qué podía significar eso? ¿Una expresión de mera
compasión? Narancia y Trish no se habían conocido lo suficientemente bien
como para dar pie a emociones como esas. Realmente ellos no se conocían en
lo absoluto.
Narancia no tenía la conexión emocional con Trish requerida para
arriesgar su vida por ella. Fugo estaba seguro de eso, pero no tenía idea de por
qué Buccellati había querido salvarla tanto como para incluso botar su vida.
Comprendía a Abbacchio. Fugo sabía que el hombre sentía culpa sobre
sus días como un policía corrupto. En mayor o menor medida se había unido a
Passione buscando un lugar para sacrificarse. No estaba interesado en proteger
a Trish; simplemente se apegó a lo que Buccellati había dicho sobre que era lo
correcto por hacer. No importaba lo que fuera.
Mista era igual de simple. Debió haber decidido ir con Buccellati al
instante. Tal vez esperando poner sus manos en el tesoro del jefe o alguna otra
ambición simplona. La única razón por la que no saltó en el bote al instante
debió ser porque esto lo haría la cuarta persona a bordo. Esperó a Abbachio, lo
que lo hizo el quinto. La convicción de Mista de que la suerte siempre estaría
de su lado mientras evitara el número cuatro había sobrepasado de la
superstición a la base de una especie de religión personal; no tenía caso tratar
de comprender.
Y Giorno…
Fugo sintió un escalofrío recorrer su espina.
Si algún error había cometido Fugo en el pasado, era su suposición de
que Buccellati llevaba las riendas… cuando de hecho había sido Giorno todo
el tiempo. Tenía que haber hecho cambiar de parecer al chico, no a Buccellati.
Giorno Giovanna estaba determinado a derrocar al jefe, y tomar control de su
poder. Buccellati simplemente seguía su mando.
Pensándolo ahora, Giorno se ofreció a llevar a Trish ante el jefe.
Abbacchio se rehusó, y Buccellati acabó por llevarla… tal vez debimos dejar
ir a Giorno. Si se las hubiera arreglado para ganar, tal vez nada de esto
hubiera pasado nunca.
Quizás Giorno debió dejar morir a Trish. Sacrificarla por una pista de la
identidad del jefe, permitiéndole formular un plan mejor y más seguro – uno
con menos muertes en su bando.
Él no deseaba exactamente que eso fuera lo que hubiera pasado, pero si
así fuera… Fugo jamás se hubiera ido. Si solo Abbacchio hubiera mantenido
su… no, no tenía sentido insistir con hipótesis.
Ultimadamente, todos ellos fueron atrapados en la batalla entre Giorno
y Diavolo nada más – como las batallas en los mitos, dos leyendas tratando de
probar quién de ellos era el verdadero emperador. Si huían o la batalla los
mataba, ninguno de ellos era responsable – todos ellos eran víctimas.
¿En qué estabas pensando, Narancia?
Esa pregunta seguía punzando su corazón como una espina de pescado
en su garganta.
Había tratado de convencerse a sí mismo de que había tomado la opción
correcta, que su decisión había sido inteligente. Pero no pudo.
Narancia se fue con ellos. Yo… no pude.
Esa era la verdad y nada la cambiaría jamás.
¿Por qué “Trish es yo”, Narancia? ¿Qué sentías?
El helicóptero volaba hacia Siracusa.
Un piloto de Passione lo volaba. Murolo estaba sentado en el asiento del
copiloto y Sheila E. al lado de Fugo, con los brazos cruzados, y su silencio
glacial.
Fugo la miró. Ella no hablaba mucho. Ella y Trish tenían eso en común
al menos.
“Si tú…” comenzó.
“¿Qué?” Sheila E. le soltó, sin siquiera mirarlo.
“Um, bueno… si de repente te encontraras con un montón de tipos
desconocidos, ¿cómo actuarías?
“¿Por qué lo dices?”
“Sólo preguntaba.”
“No sé. ¿Aseguraría que no me jodieran?”
“¿O sea…?”
“Los ignoraría por completo,” dijo encogiéndose de hombros.
Fugo se asombró.
¿Era por eso que Trish había sido tan hostil? ¿Estaba tratando de
mantener cierto nivel de control – un intento desesperado para protegerse a sí
misma? ¿No estaba actuando tan arrogante por ser hija del jefe, sino porque
trataba de mantenerse a salvo?
Aun así…
Recordando la manera en la que Trish se había comportado, no podía
sentir simpatía por ella. No querer ser herido no es excusa para herir a otras
personas. No podía convencerse a sí mismo de no juzgarla mal.
¿Es porque me hirió?
El pensamiento no le sentó bien. ¿En serio la odiaba porque
efectivamente lo había forzado a partir con Buccellati? ¿Inconscientemente
buscaba venganza? ¿Le guardaba rencor?
Sabía que difícilmente eso era justo. Pero mientras más pensaba en ello,
más se apropiaban de él esos pensamientos.
Con Fugo perdido en sus pensamientos, un silencio se asentó en la
cabina nuevamente. Bueno… no un silencio. Las aspas del helicóptero eran
extremadamente ruidosas.
“Fugo,” dijo Sheila E. de repente. “Estás…”
Sus palabras se desvanecieron. Fugo la miró, pero parecía que no
planeaba terminar esa oración. No indagó.
Su silencio parecía poner incómodo a Murolo, y comenzó a importunar
al piloto con preguntas.
“¿Piloto, no estamos volando demasiado alto? Bájanos un poco para
poder ver.”
“Mientras más alto vuelas, menos te nota la gente. Somos muy
pequeños para que nos vean desde abajo. ¿Nunca hiciste esto antes?”
“No importa si nos vemos grandes o pequeños, ellos sabrán hacia dónde
nos dirigimos.”
“Si bajamos más, no podemos volar tan rápido. Tú eres el que tiene
prisa.”
“¡Está bien! ¡Todavía es más veloz que un auto o un tren! ¡Solo has lo
que te…”
Se detuvo.
Mirando algo más allá del piloto, afuera de la ventana.
Era un ave pequeña volando junto a ellos.
Manteniendo el paso con el helicóptero.
“¿Qué tan rápido vamos?”
“¿Mmm? Dijiste que teníamos prisa, así que la estoy forzando. Esta es
una máquina veloz, fácilmente vamos a más de 250 k/h.”
“¿Entonces… qué pasa con ese pájaro?
Murolo señaló hacia la ventana.
Ni siquiera parecía esforzarse mucho para mantenerse a un lado.
Ningún ave normal podría acercarse a un helicóptero. Los álabes
rotatorios rompían las corrientes de aire. Pero el ave no perecía inmutarse en
lo más mínimo, como si volara en un día tranquilo. Y se estaba acercando a
ellos.
“Um…”
“¡No! ¡No es un pájaro! ¡Es un Sta –¡” gritó Murolo.
Demasiado tarde.
El helicóptero se desplomó como una roca hacia el mar debajo.
La chica que solo podía sobrevivir con drogas había desatado toda su ira
reprimida, infundada e inquebrantable sobre ellos.
Stand: Night Bird Flying
Usuario: Angelica Attanasio (14)

Poder: E Velocidad: A Rango: A


Iguala la velocidad del
objetivo
Duración: A Precisión: E Potencial: E
Mientras dure su
enfermedad
Habilidad: Localiza y persigue almas e inflige las etapas finales de la
adicción a las drogas en ellos. Los ataques están tan enfocados como las memorias
de Angelica, pero ya que es una drogadicta, tiende a atacar indiscriminadamente. Un
Stand semi-automático nacido de la tristeza de ser malentendido. Luce como una
pequeña ave en busca de calor humano.
VI. fantasia siciliana………..........……[Fantasía Siciliana]
Podía escuchar cantar a alguien.
La, lala…lalalala, lala la…
La canción resonaba incesantemente en sus oídos, pero era tan débil,
como un murmullo del viento. No podía saber por cuánto tiempo la había
estado oyendo.
“¿…Hunh?”
Fugo miró hacia arriba.
Se encontraba en una habitación repleta con estantes llenos de libros
viejos.
Un salón de clase.
En la Universitá di Bologna.
Había un profesor molesto enfrente de él reprendiéndolo.
“¿En qué estás pensando? ¿Crees que puedes salirte con la tuya
desatendiendo las clases fundamentales? ¡No voltees a otro lado! ¡Te estoy
hablando!”
Fugo lo vio a los ojos y el profesor sacudió la cabeza.
“Espero más de ti, Fugo. Tienes el mal hábito de actuar como si sólo
estuvieras aquí porque tus padres lo quisieron así. Pero tus padres no son tú, y
tú no eres tus padres. No estás aprendiendo a mejorar la posición de tus padres,
sino para desbloquear tu propio potencial.”
La puerta se abrió, y el asistente del profesor entró.
“Te tengo malas noticias, Fugo. Tu abuela ha enfermado. Deberías ir a
verla.”
El profesor le ayudó a conseguir un boleto para el tren expreso, y estuvo
en casa antes de que terminara el día.
“Oh… mi pequeño Panni. Me siento mucho mejor contigo aquí.”
Su abuela se recuperó completamente. Fugo estaba aliviado. Toda su
familia había venido a verla, y lucían tan felices de verla sana nuevamente,
Fugo estaba muy feliz. Eran una familia después de todo. En serio se querían
los unos a los otros.
Casi llegaban las vacaciones de la escuela; la universidad aceptó dejarlo
quedarse en casa siempre y cuando enviara sus trabajos finales. Así lo hizo, y
fue de pesca con sus hermanos.
Cuando llegaron a la bahía vieron que el bote de pesca que habían
reservado se había averiado, y estaba varado en el muelle. Mientras pensaban
qué hacer, otro capitán les ofreció llevarlos en su embarcación. Pero los
clientes que ya habían reservado se negaron.
“¡Te dijimos que no llevaras a nadie más!”
“Hay suficiente espacio para todos.”
“¡Dije que no! ¡Haz lo que digo!”
“Bien, bájese entonces. Cuando otra nave tiene problemas, la ayudamos.
Es la ley del mar.”
“¿Queeeeé?”
El maleducado cliente notó que una multitud se estaba reuniendo, y dejó
de pelear, refunfuñando para sí mismo. El capitán llamó a Fugo y sus
hermanos para abordar.
“Mi hijo estará feliz de ayudarlos, niños. ¡Bruno!”
“¿Sí, papá?”
Un joven de aspecto radiante salió de la cabina.

Lala lela relalala la…

El nombre del joven era Bruno Buccellati. Era como tres años mayor
que Fugo.
“¿Vas a la universidad? Vaya.”
“No es la gran cosa.”
“Trato de aprender por mi cuenta con libros, pero es bastante lento.”
“¿Qué estás leyendo?”
“Maquiavelo.”
“¿El Príncipe?”
“Supongo que ya lo leíste. Soy bastante bueno en historia. Sé que está
basado en Cesare Borgia, pero no creo que Maquiavelo sea tan maquiavélico
como nos lo ha hecho creer. Era más bien un pensador realista adelantado.
Advirtió acerca de pensar demasiado las cosas, y le aconsejó a la gente hacer
lo que pudieran con lo que estuviera a su alcance.”
“Esa es toda una teoría.”
“¿Es algo que esperabas del hijo de un pescador?”
“No lo esperaba precisamente, pero no suena extraño viniendo de ti.”
“Si lo pones así, tampoco eres exactamente el típico aristócrata. No eres
altanero en absoluto.”
“Claro…”
“¡No es algo malo!”
“¿Puedo pedirte un consejo sobre algo?”
Algo en este chico puso a Fugo a su disposición, y pronto se encontró
contándole todos sus problemas. Buccellati lo escuchaba atentamente.
Se hicieron cercanos y se convirtieron en buenos amigos. Siempre que
Fugo volvía a casa desde la universidad, visitaba a Buccellati.
Un día el padre de Buccellati acudió a ver a Fugo.
“Últimamente la policía me ha estado haciendo preguntas. Creen que de
alguna forma, estoy involucrado con drogas.”
“¿Cómo?”
“No quiero decir nada malo sobre los otros capitanes, pero al menos
unos cuantos botes pesqueros están ayudando a contrabandear. ¿Debería
contarle lo que sé a los policías?”
“Suena peligroso para mí. Si la mafia se entera que los delató le traerán
problemas.”
“Eso es lo que mi hijo dice. Tú sabes mucho sobre leyes y esas cosas,
¿no? ¿Podrías ayudarlo?”
“Haré lo mejor que pueda.”

Lelala lala, lalalele lala…

Así fue como Fugo se vio entrando al bajo mundo. Buccelatti siempre
había sido popular. Y pronto trajo a otros a su lado. Salvó a un chico llamado
Narancia de ser enviado a prisión de ser enviado a prisión por un crimen del
que había sido acusado erróneamente; y persuadió a un policía llamado
Abbacchio de que estaba mejor permaneciendo limpio que aceptando
sobornos. Ambos se unieron a su grupo.
Se volvieron un equipo, de clase; todo el mundo los conocía. No eran
parte de ninguna organización, y los habitantes del pueblo confiaban en ellos
completamente. Los mafiosos decidieron que era más fácil dejarlos actuar.
“Fugo, deberías de ser más aventurado”, dijo Narancia.
Mista se rió. “¡Mira quién lo dice! Ni siquiera pruebas nada que crees
que no te gustará. ¡La otra noche fuimos a comer pescado y no comiste nada
más que fruta!”
“Callate, me gusta la fruta.”
“Ser caprichoso para comer es señal de que sigues siendo un niño.”
“¡No soy un niño!”
Abbacchio alisó su uniforme. “Deberías de comer mejor, Narancia.
Estás demasiado flaco. ¡Pasta, pizza, lo que sea, tan sólo come más! Y deja de
ordenar queso con champiñones. ¡Necesitas carne! ¡Res o cerdo! ¡Te ayudarán
a crecer!”
“Mira, no soy pequeño. Tú eres estúpidamente alto, Abbacchio. Y
aterrador.”
“Soy un policía.”
“¡No tanto! ¡Siempre estás evitando tus labores para estar con nosotros!
Si pasas todo tu tiempo aquí jamás te promoverán.”
“Cómo si quisiera eso. Te promueven basado en la calificación de un
examen, y los exámenes están arreglados. Hago más apoyando a Buccellati.
Estar aquí es mejor que estar de patrulla.”
“¿Exámenes? ¿Te estás burlando de Fugo?”
“Eres el mejor en todos tus exámenes, ¿cierto?”
“Solamente estudio tanto porque ayuda a Buccellati. Cuando la gente se
burla de él por no haber ido a la escuela, él puede decir que soy el primero de
mi clase en Bologna.”
“Siempre lo arruinas todo.”
“Narancia, tú también eres el primero de tu clase, ¿no?”
“Sí, si cuentas desde abajo.”
“¡Oye!”
“No, en serio, escuché que te dieron un premio por trabajo comunitario.
Salió en el periódico”
“¡No fue intencional!”
Una conversación ordinaria, una comida ordinaria.
¿Entonces por qué se sentía tan preciado?
¿Por qué solo las personas cuyas vidas están tan llenas pueden
experimentar esta felicidad? Fugo daba gracias al cielo que todos ellos habían
tomado las decisiones correctas.
Mientras todos reían, Buccellati salió de su habitación.
“Oh, todos están aquí.”
“¿Qué pasa Buccellati? ¿Por qué nos llamaste aquí?”
“Bien,” dijo Buccellati. “Hay alguien a quien me gustaría que
conocieran.”
Abrió la puerta, y los invitó a pasar.
Era una chica. Había fiereza en su semblante, pero con una sonrisa en
sus labios.
“Ella me ha estado ayudando últimamente.”
“Qué gusto conocerlos. Me llamo Trish Una.”
Miró a cada uno de ellos, e inclinó su cabeza cortésmente.
“Trish… ¿la hija del líder de la fundación Passione?”
“Si has oído de ella, no tengo que explicar. Vamos a trabajar con la
fundación.”
“¿O sea que…?” dijo Narancia, con sus ojos brillando.
Abbacchio puso su mano sobre la boca de Narancia para evitar que
siguiera diciendo más.
“No puedes soltar palabras así como así frente a los desconocidos.”
“Buccellati me ha contado todo sobre ustedes. Dice que confía
totalmente en ustedes.”
Trish tomó una canasta detrás de ella.
“Como muestra de nuestra conexión, horneé un pastel para todos.”
Narancia tomó la primera rebanada, emocionado. Abbacchio y Fugo
también se sirvieron.
“Oh, se ve bien,” dijo Mista, y se estiró para tomar una rebanada.
¿Huhh?
Fugo lo miró.
“¿Mista…?”
“¿Qué?”
“¿Estás… estás seguro de que eso no te molesta?”
“¿Por qué debería?”
“Pues… fuiste la cuarta persona en tomar un pedazo de pastel. Tú
siempre evitas el número 4.”
La expresión se esfumó de la cara de Mista. Parecía un muñeco.
Fugo miró rápidamente a su alrededor. Narancia y Abbacchio también
se habían transformado en muñecos. Sin vida, cascarones vacíos, sentados
inmóviles en una sola posición.
“¿Qué dem…?
“Estás atrapado,” dijo Buccellati tranquilamente. Pero no era la voz de
Buccellati. Era la voz de un viejo.
“Eres… ¿Vladimir Kocaqi?”
“Estás en un sueño. Un sueño del que jamás despertarás.”
En el rostro de Buccellati empezaron a aparecer arrugas. Estaba
envejeciendo rápidamente.
Fugo trató de alcanzarlo, pero Buccellati se alejaba rápidamente. El
pastel cayó de los dedos de Fugo. Cuando tocó el piso, el terreno bajo sus pues
se quebró como cristal, y cayó… hacia la nada.
“Nunca escaparás. Caerás para siempre,” escuchó a Kocaqi reir.
En el fondo, el canto seguía,

Lalala, lelala, lelelalala…

Sonaba como Vitti ‘na Crozza, cantada pobremente. Fugo no reconoció


la voz. La estridente risa de Kocaqi resonaba, como si tratara de ahogarla,
rodeándolo.
¿Todavía estoy… he estado bajo su efecto todo el tiempo? ¿Desde el
Teatro Greco?
¿Sólo había imaginado haberlo derrotado? Si eso era cierto, estaba
acabado. No había salida. Pero…
¡No! ¡No es verdad!
Fugo se concentró en la sensación de estar cayendo. No estaba
simplemente cayendo.
Estaba girando. Como en un tirabuzón. Esto era diferente – no era la
misma sensación que Kocaqi había fijado en él. Podía sentirlo cambiando,
moviéndose.
¡Entonces debe ser…!
Estaba cayendo en realidad. Al igual que los muñecos de sus amigos.
Incluyendo a Trish.
Ella debe ser…
Mientras caía, Fugo se aproximó a ella. Como lo había en los videos de
paracaidistas tomándose por las manos. Sus dedos rozaron su mejilla… y la
sujetaron, pellizcándola fuerte
*
El dolor en la mejilla despertó a Sheila E.
El helicóptero estaba fuera de control, cayendo en picada hacia el suelo.
Fugo estaba en el asiento de al lado, con su brazo estirado, pellizcando
su mejilla. Seguía bajo el efecto – el estímulo externo ni fue suficiente para
despertarlo. La había pellizcado en su sueño.
“¡M-Maldición!” Sheila E. saltó hacia adelanta – liberando su mejilla
del agarre de Fugo – se asomó a la cabina.
Era demasiado tarde.
El piloto se había mordido la lengua, ya estaba muerto. Cualquiera que
fuera la ilusión que vio había sido tan aterradora que se suicidó para escapar
de ella sin siquiera despertar.
Murolo sacaba espuma por la boca, con sus ojos girados hacia atrás.
¡No hay tiempo!
El mar se acercaba hacia ellos.
Se acercó a la cabina, tomó la palanca, y tiró de ella, pero apenas se
movió – no había manera de salvar el helicóptero.
“¡Mierda!”
Llamó a Voodoo Child, y lo hizo echar a Fugo por la puerta.
La puerta se soltó violentamente, y Fugo salió volando después,
estrellándose en el mar debajo de él. Todavía seguían terriblemente alto.
Si despertaba, probablemente sobreviviría, si no… Sheila E. se lanzó
después de él.
Apenas lo logró. Un momento después el helicóptero impactó con el
agua, destrozándose. Un instante más tarde, escuchó explotar al motor.
El agua se elevó por los aires.
Sheila E. salió a la superficie, en busca de aire.
“¿¡F- Fugo!?” buscaba a su alrededor.
Estaba flotando cerca. ¿Despierto? ¿Dormido? Ella intentó nadar hacia
él.
Pero él estaba atrapado en una intensa corriente, y era arrastrado lejos
de ella.
Sheila E. nadó más rápido. Ella podía hacerlo. Había nadado en ríos
caudalosos desde niña, se recordó a sí misma. Puedes hacerlo, repetía,
enfocando su mente, manteniendo su curso recto, nadando tan rápido como
podía. Finalmente lo alcanzó.
Lo tomó por el cuello y lo arrastró hasta unas rocas cercanas.
Su corazón estaba latiendo, pero no respiraba. Intentó hacer RCP. Le
tapó la nariz, puso sus labios sobre los suyos, y sopló.
Al cuarto intento, él tosió, escupió agua, y comenzó a respirar
nuevamente. Sus ojos se abrieron.
“Unnh… ¿lo logramos?”
Miró a su alrededor.
“¿Murolo y el piloto?”
Ella negó con la cabeza. Fugo apretó los dientes y gimió. Sacudió la
cabeza, dos, tres veces, e hizo sus emociones a un lado.
“¿Ahora qué?” dijo Sheila E. “¿Pedimos ayuda? ¿Esperamos a que
lleguen aquí?”
Fugo negó con la cabeza.
“No hay tiempo. Si nos atacaron así, entonces…”
“Significa que… Murolo dijo que estaban en Ortigia. Si fueron ahí por
una razón, si tenían alguna razón para dejarnos fuera…”
Fugo asintió.
“Exacto. Si sabían que nos dirigíamos hacia allá antes, todo lo que
tenían que hacer era ir a cualquier otra parte.”
“Kocaqi era de Sicilia. Él ocultó algo en Ortigia o sabía de algo
escondido allí… algo que nuestros enemigos buscan desesperadamente tener
en sus manos.”
La luz se desvanecía del cielo. Casi era de noche
*
“¡Bien! ¡Helicóptero derribado!”
Vittorio levantó su puño en alto.
“No todos están muertos,” dijo Volpe. “El impacto estuvo mal.
Demasiado disperso. La puerta se abrió antes de estrellarse. Alguien saltó.”
Angelica asintió. “Night Bird Flying es de largo alcance, y hace lo que
quiere, así que no sé exactamente que pasó, pero sólo sentí a uno o dos de
ellos morir. Definitivamente al menos uno de ellos sobrevivió.”
“Asumamos que fueron dos – Fugo y Sheila E.”
“Pero los retrasamos. Es suficiente. Yo terminaré el resto,” Dijo Vittorio,
golpeando sus palmas una contra otra.
“¡Espera!” interrumpió Volpe. “Vittorio, debes dirigirte a ese sitio.
Ahora.”
“¿Eh? ¿Por qué?”
“Pudimos haberlos retrasado, pero Passione sabe ahora que estamos
buscando algo. Uno de nosotros tiene que hacerse con la máscara antes de que
la encuentren. De nosotros tres, eres quien mejor trabaja solo, tienes la mejor
defensa. Esperaremos aquí y los emboscaremos.”
“Déjenme hacer eso, mientras ustedes dos…”
“No, Vittorio. No puedo moverme tan rápido,” dijo Angelica.
Vittorio hizo una mueca. Ella era muy débil para correr. Para pelear. Él
lo sabía.
Y Volpe no podía separarse de su lado – tenía que vigilarla de cerca en
caso de que su condición empeorara. Tenía que ser Vittorio.
“No te preocupes, Vittorio,” dijo ella poniendo sus manos sobre sus
mejillas. Acercó más su rostro, y lo besó por todas partes. “Pondremos
nuestras esperanzas en ti. Eres fuerte. Puedes hacerlo. Sé que puedes.”
Sonaba como una madre hablando con un niño llorón.
Vittorio asintió.
“Sí. Si me muevo lo suficientemente rápido, no estarás en peligro
alguno. Pero Volpe, sigan moviéndose mientras esperan.”
“¿Para que podamos reunirnos tan pronto como sea posible después de
que la encuentres? Lo sé.”
“¡Bien! ¡Hagámoslo!”
Él salió corriendo.
*
Encontraron un estacionamiento cerca de la costa, robaron un auto y se
dirigieron hacia la isla de Ortigia.
Sheila E. manejaba. Fugo sentía un agudo dolor en su costado. Se había
roto algunas costillas por el impacto.
“¿Qué podrían estar buscando? ¿Información? ¿O algo físico?”
Fugo trató de pensar, pero sabía bien que no tenía la respuesta.
Si esto fuera como la tortuga que Diavolo le había dado a Buccellati,
una forma de ocultarse completamente de sus perseguidores…estaban
acabados. Jamás los capturarían. Sin las cartas de Murolo, no tenían ningún
indicio.
Lo que sea menos eso… Habré comprobado que soy inútil. No me
darán otra oportunidad. Mista me matará.
Passione seguramente tenía otros asesinos para enviar tras estos tipos.
Esta era su última oportunidad. Esa era la verdadera razón por la que se había
negado a pedir ayuda. Había dicho algo que sonaba convincente, pero la
verdad era, que sólo estaba asustado.
Cualquier refuerzo que envíen vendrá con órdenes de matarme. Este no
es un mundo donde los incompetentes sobrevivan. Sin excepciónes.
Sheila E. estaría bien. No tenía fracasos previos. No había
traicionado a nadie, no había huido al encontrarse en peligro. Mista
confiaba en ella. Sería reconocida por seguir a Volpe tan lejos. Eso sería
suficiente para salvarla, y si jugaba bien sus cartas, incluso podrían
promoverla. Toda la culpa caería sobre Fugo, todo el crédito sería para
ella.
Maldición. TENGO QUE detenerlos. ¿Pero qué si no puedo?
No tenía sentido pensarlo, pero lo hacía de todos modos. ¿Podía
escapar de esto? Había escapado de Diavolo, sabiendo que no tenía
oportunidad. Pero Giorno Giovanna había derrotado a Diavolo. ¿Podía
escapar de él?
Maté a Kocaqi. No puedo cambiar de bando y unirme al equipo
de Volpe ahora… ¡no, no, no, no, no, no, no, no! ¿Por qué estoy
siquiera considerándolo? Es estúpido. Es lo mismo que hice la última
vez. Pienso demasiado… ¡es por eso que no pude subir al bote!
El pensamiento lo sorprendió.
Él no pudo subir al bote.
No sólo no lo hizo, sino que no pudo.
¿Era verdad? ¿En realidad quería abordar el bote? ¿Quería ir con
los demás? ¿En su interior lo deseaba?
Pero si eso es verdad…
No sonaba como él en absoluto. Buccellati lo había reconocido,
contaba con que mantuviera la calma, que eligiera la opción correcta,
que minimizara las bajas.
No, espera… espera…
Las ruedas estaban girando ahora. ¿Por qué no había sido capaz
de subir al bote? Porque nadie esperaba que lo hiciera. ¿Quién no lo
esperaba? Buccellati. Pero él le había dicho que se subiera al bote…
No. No, no dijo eso.
“No les ordenaré venir conmigo. Ni siquiera deseo que lo hagan”
Esas fueron sus palabras. Es por eso que Narancia le había
rogado que le ordenara abordar.
Entonces yo… ¿escuché sus palabras? Ya que no era una orden,
yo…
Sin órdenes directas, se esperaba que tomara el camino con
menor riesgo. No realizar ninguna acción innecesaria hasta que la
próxima oportunidad fuera clara. ¿Es por eso que se había paralizado en
ese lugar?
Él sentía como si hubiera tomado una decisión, ¿pero realmente
se había entregado a seguir el sentido común insertado en su cabeza
desde que nació?
Yo…
Fugo se encontraba encogido de hombros, temblando como una
hoja a punto de caer. Estaba pálido, y sus dientes castañeaban.
Sheila E. lo miró.
“¿Estás asustado?”
Fugo levantó la vista, sorprendido.
“¿Huh?”
“¿Estás asustado de Volpe?”
“No, yo…um…”
“A decir verdad, no estoy tan asustada de ellos,” dijo con
franqueza.
Fugo no se esperaba esto.
No sonaba confiada… sonaba como si no le importara.
“Tengo miedo de lo que pase después,” añadió.
“¿Después?” preguntó Fugo, mirando a sus manos.
Ella no respondió.
En vez de eso, preguntó, “¿Fuiste tú, verdad?”
“¿Hunh?”
“¿Tú lo mataste, no? Al que mató a mi hermana. Illuso. Con tu
Purple Haze.”
“……………”
“Cuando vi morir a Kocaqi, lo supe. Era justo como Giorno dijo.
Es la peor manera de morir que me puedo imaginar. La más dolorosa y
horrible. Su carne se podría y se derretía. Murió al instante que su cuello
se rompió, pero los pocos segundos de consciencia que le quedaron
debieron haber sido lo suficientemente dolorosos para hacerlo
lamentarse incluso de haber nacido.”
“…………..”
“Sé que no tratabas de castigar a Illuso. Pero lo hiciste. Te debo a
ti y a Giorno más de lo que vale mi vida. Eso lo sé. Pero…”
Una expresión de dolor se atravesó en su rostro.
“Me asustó. Verte pelear con Kocaqi… todo lo que pude hacer
fue quedarme ahí y mirar. En serio me llevó hasta mis propios límites.
La verdad es…” Sheila E. suspiró. “Creí que estaba en lo correcto.
Estuve de acuerdo con las cosas que decía. Y supe que jamás lo podría
derrotar.”
“Eso era su Stand.”
“No. No lo era. Su Stand sólo funcionó en mí porque ese
pensamiento pasó por mi mente. No puedo pelear con alguien si sé que
son más „justos‟ que yo. Ese es mi límite. Pero hay tantas cosas en este
mundo que no se pueden catalogar como justo o injusto. Si estuviera en
una posición en la que tuviera que decidir traicionar a alguien o no
hacerlo… No creo que pudiera continuar.”
Los ojos de Fugo se abrieron.
“¿Qué? ¿Qué dijiste?”
Ella lo ignoró.
“Ese momento llegará. He jurado vivir mi vida por Giorno. Sé
que él es más „justo‟ que Dios. Pero en algún punto voy a tener que
encararlo. Y no seré capaz de hacerlo. No podré cruzar esa línea. Todo
lo qué podré hacer es huir.”
Parecía estar a punto de llorar.
“Sheila E… tú eres…” dijo Fugo, pero antes de que pudiera decir
más…
El auto frente a ellos giró súbitamente.
Ni siquiera trató de frenar. Sólo salió del camino y cayó directo al
acantilado hacia el mar.
Claramente no era un accidente. Y no estaba sólo – auto tras auto caía al
mar, o se estrellaba contra un muro.
El auto que conducía Sheila E. comenzó a patinarse. Un auto los
embistió por detrás, después giró hacia una pared y explotó.
Más autos estaban detrás de ellos; uno tras otro los golpeaban. Los que
estaban al frente daban vueltas en U y se ponían de frente, rozando con sus
costados mientras Sheila E. los esquivaba desesperadamente. Su auto se
abollaba más y más mientras resistían la tormenta de colisiones
descontroladas.
Era como si cada conductor en el área hubiera perdido la cordura – no,
„como‟ – habían perdido la cordura.
“¡Es obra suya!”
Este tenía que ser el Night Bird Flying de Angelica Attanasio. ¿Los
había localizado? No, el efecto cubría un área demasiado grande, demasiado
indiscreto. No estaba enfocado en ellos para nada.
¡Está lista para enviar a todo el pueblo contra nosotros! ¡No le interesa
si cientos de personas mueren mientras nos retrasen!
La inmensa profundidad de la oscuridad en la mente de sus enemigos
aterró a Fugo.
“El poder del enemigo también debe estar afectándonos,” dijo Sheila E.
“Ambos fuimos heridos en el accidente del helicóptero – las endorfinas en
nuestro cerebro están retardando el efecto o contrarrestándolo temporalmente,
pero de cualquier manera… es sólo cuestión de tiempo.”
Fugo estimuló el dolor en su costado. Dolía, pero era reconfortante.
“Si dejamos de sentir dolor, estaremos en serios problemas,” dijo.
“Entonces… ¿qué hacemos?” Mientras más nos acerquemos a Ortigia,
encontraremos menos gente cuerda. Podrán atraparnos con facilidad… pero
supongo que no hay opción. Tenemos que actuar rápido, hacer un ataque
frontal.”
Sheila E. pisó el freno.
El auto se detuvo tan rápido que Fugo casi se estrellaba contra el tablero.
Su puerta se abrió.
Voodoo Child estaba afuera, sosteniendo la puerta abierta. Tomó a Fugo
por el cuello y lo lanzó al pavimento.
Él salió trastabillante. La puerta se cerró de golpe.
“¡E-Espera! ¿Sheila E.?”
“No puedo hacerlo. El resto depende de ti. Haz lo que puedas por
Giorno, incluso si no es lo correcto.”
Aceleró y el auto se fue rugiendo.
Hacia Ortigia.
“¡N-No! ¿Sheila E… intentas hacer un ataque suicida?”
*

Siracusa.
Fundada por los griegos, conquistada por los romanos. Cicerón
alguna vez la describió de esta forma:
“Es verdad el dicho de que Siracusa es la ciudad griega más
grande y hermosa. Se sitúa en un fuerte natural, poseyendo una gran
vista de los enemigos que se aproximan por mar o por tierra, con no
menos de dos puertos. El corazón de la ciudad es una isla, separado de
la masa continental de Sicilia salvo por los puentes que conmutan con
esta.”
En su auge, la población era de más de un millón, pero la
Siracusa moderna se ha vuelto un pueblo tranquilo, con apenas poco
más de cien ciudadanos. La isla de Ortigia es tan bella como siempre.
Pequeña, con una circunferencia de cerca de 4 km, alberga una gran
cantidad de sitios históricos, romanos y barrocos, que se encuentran
junto a los hoteles modernos.
Cuando cae la noche, el cielo rojizo y las lámparas de las calles
iluminan el pueblo como ningún otro lugar en la tierra.
Vittorio Cataldi corría por estas calles.
Si tomo la Via della Maestranza y cruzo el parque por algunas
cuadras, debería ver el Duomo al sur.
Se movía con rapidez. Nadie se metía en su camino, nada lo
retrasaba. Todos en el pueblo estaban infectados.
Iban tambaleantes por las calles, sin luz en sus miradas, babeando
sus barbillas. Ricos, pobres, policías, ladrones, hombres, mujeres, niños
y viejos por igual, sus mentes estaban demasiado lejos para preocuparse
de que Vittorio pasara a su lado. Ni siquiera lo notaban. No veían nada,
no sentían nada, atrapados en una ilusión creada por su propia mente,
incapaces de percibir el mundo a su alrededor.
Era como si el pueblo hubiera sido tomado por zombis, y Vittorio
se desplazaba entre las hordas.
Bien hecho Angélica. Los atrapaste. Ahora depende de mí.
Mientras daba vuelta por el camino costero en la Via della
Maestranza, el oleaje arrastraba algo consigo. Era un sombrero
Borsalino, empapado después de horas de flotar en las corrientes, pero
tan bien hecho que seguía conservando su forma. Como algo que James
Cagney o Humphrey Bogart usarían en una película de mafiosos de los
30 – no era un sombrero que un hombre ordinario usaría.
La siguiente ola trató de devolver el sombrero al mar… pero una
mano lo alcanzó y lo recogió.
Con relativa facilidad, el hombre puso el sombrero sobre su
cabeza, sin importarle en lo más mínimo cuán mojado estuviera.
Entonces se dio vuelta y se dirigió en la dirección que Vittorio
había tomado.
Sus calcetines mojados chapoteaban suavemente en la noche.
*
“…parece ser mi turno.”
Agachado en la oscuridad, Massimo Volpe sintió a sus enemigos
aproximándose. Se levantó para enfrentarlos.
Detrás de él, Angélica miraba vagamente al cielo, con la mirada
perdida. Su Stand estaba activo, pero su mente no parecía estar
conectada con él para nada. Volpe revisó su pulso.
“Estarás bien. Quédate aquí mientras no estoy, Angelica.” No
daba señas de haber escuchado, pero Volpe no lo intentó de nuevo. Se
dio la vuelta y salió de la habitación.
De vez en vez el sonido de una explosión o el crujido del metal
resonaban a la distancia, pero su expresión nunca cambiaba.
Al final, una pequeña ave llegó volando a ella, piando. Aterrizó
en su dedo, y ella acercó su pequeño pico a su oído. Habló con ella con
un ruido similar a una pequeña campana tintineando.
Un ligero rubor inundó a su pálido rostro. Un fuego oscuro
destelló en sus ojos.
“…pagarás por esto, Fugo. ¡Pagarás!”
Temblorosa, trató de ponerse de pie, pero tropezó, sus piernas no
la soportaban. Se vio forzada a apoyarse contra la pared para sostenerse,
casi arrastrándose fuera de la oscuridad, fuera del cuerto.
*
Sheila E. estaba manejando.
El suyo era el único automóvil en movimiento. Si intentaras
llegar a Ortigia rápidamente, había solo un camino. Por Corso Umbeto I,
por la Via Malta, y sobre el puente de piedra.
Al final del puente había un hombre, bloqueando su camino.
Massimo Volpe.
Su mirada punzante como navaja la atravesó. Sus ojos se
encontraron. Él no mostraba señas de duda. Ella tampoco. Ambos
ponían sus vidas en juego.
Ella lanzó un largo rugido y aceleró a fondo, apuntando el carro
directo a él.
El Stand de Volpe es para crear drogas. El Stand en sí no es
fuerte. ¡Mi mejor opción es pasarle por encima!
Sheila E. se lanzó en línea recta hacia su presa.
Volpe no hizo ni un intento para esquivarla. Una sonrisa se
extendió por sus labios.
Su Stand apareció frente a él.
Manic Depression era enclenque y de baja estatura, como la
momia de un infante desnutrido, por su huesuda complexión envuelta
en vendajes. Los dos agujeros enfrente de su cara como de cráneo era
todo lo que se podía considerar como sus ojos. No lucía poderoso
físicamente en lo absoluto.
Pero el hombre detrás del enfermizo Stand se veía
aturdidoramente confiado.
¿Vienes directo hacia mí, tonta? Pronto aprenderás.
Kocaqi había dicho que el Stand de Volpe le daba el poder de
dominar el mundo.
Te demostraré por qué. ¡Mi Stand tiene el poder de hacerme más
que un humano!
Manic Depression dejó salir un agudo chirrido, y arrojó sus
brazos alrededor de Volpe.
Incontables agujas brotaron de su cuerpo.
Agujas hipodérmicas.
Sus puntas pinchaban a Volpe por donde fuera que sus cuerpos se
encontraran.
Se escuchaba un chapoteo. El sonido de algo rasgándose.
El sonido de un cuerpo siendo liberado de sus límites físicos.
Volpe abrió la boca, pero el sonido emitido era inhumano. Dio un
paso hacia el auto que se aproximaba a él.
Pero el parachoques se detuvo cerca de su torso.
Antes de que lo impactara, sus brazos se movieron demasiado
rápido para la vista humana. Había estrellado sus puños contra el cofre,
y el automóvil dio vueltas en el aire.
Con sus propias manos.
Con su propio cuerpo.
Había levantado de la tierra un auto de una tonelada como si
botara una pelota de tenis.
El carro danzaba por los aires, girando. Sólo cuando tocó el suelo
recordó cuanto pesaba. Un crujido estremeció la tierra.
El impacto que destruyó el auto fue tan fuerte que ni siquiera
explotó. Simplemente lo trituró, convirtiendo al vehículo en una masa
metálica.
Volpe se apróximo a éste, envuelto en el abrazo de Manic
Depresion.
Arrancó el techo del auto con el mismo esfuerzo que le tomaría
levantar una sábana de la cama.
Adentro se encontraba Sheila E., cubierta de sangre.
Miró al monstruo frente a ella como negándose a creer que todo
esto había sucedido.
“Hay un problema con este poder,” dijo Volpe. “No puedo usarlo
por mucho tiempo. Pero Vittorio fue a conseguir el medio para retirar
esa restricción. Un tesoro que les otorga la eternidad a los humanos.
¿Sabes lo que significa eso?”
“……………”
“Significa que tu última esperanza se acaba de desmoronar.”
*
La catedral de Siracusa – El Duomo – posee una de las más
imponentes fachadas de Ortigia, una isla en la que éstas no escasean.
Después de que el tirano Gelón conquistara Siracusa en el sigloV,
reconstruyó el templo de Atenea como un edificio dórico postmoderno;
las paredes del edificio actual muestran prominentemente las columnas
dóricas. Remodelado varias veces, el interior y el exterior parecen
pertenecer a dos construcciones diferentes. El diseño interior es simple,
con una monotonía moderna que traiciona a su construcción
postmoderna.
La humedad del aire de afuera se desvanece hasta convertirse en
un frío estancado una vez que uno entra.
Respirando agitadamente, Vittorio entró al Duomo.
Su mirada estaba fija en la parte más profunda de la catedral,
donde las reliquias de Santa Lucía eran veneradas.
No era este altar lo que visualizaba, sino los ladrillos de la pared
de junto.
“7, 3, 4…”
Contó los bloques en la secuencia que su contacto sugería. Esto lo
llevó a un ladrillo que parecía no ser diferente de los demás a su
alrededor.
Utilizó la hoja de Dolly Dager para demoler la pared, y
desenterrar aquello confinado dentro – un objeto no más grande que un
rostro humano.
Era pesado. La cara grabada en la piedra no mostraba indicios de
ser del imperio griego o romano; era claro que se trataba de algo azteca.
Una máscara de piedra.
Así es como inteligencia militar la llamaba. Nadie sabía cómo se
llamaba realmente. Los nazis habían tratado de averiguarlo, pero jamás
lograron averiguarlo.
“¡Esta es!” Dijo Vittorio, sintiendo su peso en su mano. Tragó
saliva pesadamente.
Sentía que los ojos ausentes de la máscara lo observaban.
“¿Pero cómo funciona?”
Le dio vuelta. Había palabras talladas detrás, pero él no podía leer
los caracteres aztecas.
Con la máscara asegurada, era momento de reunirse con Volpe.
Dio la media vuelta…
…y escuchó a alguien aplaudiendo.
¿Qué dem…?
Todos en la isla habían perdido los cabales.
Pero este aplaudir no parecía ser síntoma de esa locura.
Vittorio entró en pánico entonces.
La máscara se había esfumando justo de su mano.
Estaba en el suelo – pero no la había oído caer.
Se agachó para recogerla, pero escapó rápidamente de él,
corriendo por el piso como una criatura viva.
Se movía como una cucaracha. Demasiado rápido, y crujía. Él fue
tras la máscara.
Se movía hacia el salón principal del Duomo.
Había un hombre de pie allí. Aplaudiendo. La máscara se acercó
a sus pies y se detuvo.
Era algo así como un dandy, con un sombrero Borsalino – era
Cannolo Murolo.
Antes de que Vittorio pudiera sorprenderse de que Murolo seguía
con vida, levantó la máscara con una mano mientras mordía el índice de
su otra mano lo suficientemente fuerte para abrir su piel.
Entonces sostuvo su dedo sangrante sobre la máscara. La sangre
cayó sobre esta. Las grietas en la máscara condujeron la sangre.
Y la máscara reaccionó.
Docenas de espinas curveadas brotaron del borde.
Si alguien la estuviera usando, sus finas puntas habrían
atravesado su cráneo, empalando su cerebro.
Este mecanismo servía para „impulsar‟ al cerebro, „despertar‟ su
verdadero potencial. Observando su reacción, Murolo asintió para sí
mismo.
“Es real”, murmuró, entonces sacó una pistola de su saco, puso el
cañón sobre la máscara y tiró del gatillo.
Se había movido tan rápido, con tanta suavidad que Vittorio ni
siquiera notó que pasaba hasta que la máscara estaba convertida en
miles de pedazos.
El disparó resonó por toda la catedral.
“¡C-carajo!” gimió Vittorio. “¡No… no acabas de hacer eso!”
Murolo le lanzó una fría mirada. “Eternidad, ¿no? ¿Sabes lo que
Giorno me dijo? Dijo, „Nada en este mundo es eterno, o absoluto. Todo
lo que aparenta serlo es meramente una ilusión.”
Mientras hablaba, su voz se volvió más fuerte.
“Destruir esta máscara era mi verdadero propósito. Es por eso que
intencionalmente te dejamos huir hasta acá. Necesitábamos que nos
llevaras al escondite.”
“¿¡Q-Quéeeeee!?”
“Giorno en persona no puede acercarse a la máscara – debido a su
historia, hacerlo sería una declaración de guerra para Jotaro Kujo y la
Fundación Speedwagon. Así que vine aquí en su representación, como
sus manos y ojos.”
Puso su mirada fija en Vittorio.
“Bien hecho. Has cumplido con tu trabajo.”
“¡Come mierda y muérete!” Rugió Vittorio, levantando su daga.
La cara de Murolo se reflejaba claramente en la navaja.
“¡Mi Dolly Dagger te acabará!”
Vittorio rebanó su propia garganta. La sangre brotó, pero el
setenta por ciento del daño se transferiría a quien se viera reflejado en la
hoja. El quedaría sólo con un pequeño rasguño. Tomaría apenas el 30
por ciento del daño… a cambio de que su Stand garantizara que la
herida llegara a su oponente. Esto es lo que hacía tan poderoso a Dolly
Dagger.
No había excepciones. Nada podría protegerte del efecto del
Stand. Cualquiera que fuera la herida que Vittorio sufriera, sería sufrida
por su objetivo en cuestión. Su Stand podría cortar el diamante como si
fuera goma. La garganta de Murolo estaba rebanada.
O debería estarla.
Pero pasó un segundo, otro más – y Murolo seguía ahí
tranquilamente, su cuello no sangraba.
“¿Eh?” Vittorio dijo, con su preocupación creciendo. Algo cayó
revoloteando desde arriba.
Un delgado pedazo de papel – un naipe.
La jota de tréboles. Cayó al piso. Había un corte a través de ella
casi partiéndola por completo.
El príncipe dibujado en la carta tenía la garganta cortada.
“¿Qué cara…?”
Vittorio miró arriba… y se sorprendió.
El alto techo del Duomo estaba cubierto de ellas.
Un mazo de naipes, cada uno con pequeños brazos y piernas,
colgando de las paredes y ventanas sucias.
“¿Qué… qué son?”
“La Compañía de la Torre del Reloj – es sólo un nombre artístico.
Una fachada. Son asesinos disfrazados. Cincuenta y tres cartas, un
Stand – mi All Along the Watchtower.”
“Uhh…”
Estas cartas habían arrebatado la máscara de su mano. Eran tan
pequeñas y delgadas que podían deslizarse donde sea sin ser notadas,
ocultándose, e investigando todo. La habilidad perfecta para un espía.
“De acuerdo a los investigadores de la Fundación Speedwagon,
cuando un Stand se manifiesta en grupo como este, es una seña de que
el usuario lleva un vacío dentro. El Metallica de Risotto era del mismo
tipo, al igual que dos Stand en un pequeño pueblo llamado Morioh
cuyos nombres eran Bad Company y Harvest. Todos los usuarios tenían
algo fundamental carente en su estructura mental. Habrían hecho lo que
sea por lograr sus ambiciones, traicionar a sus amigos o por simple
avaricia – ese tipo de cosas. Yo soy igual,” Dijo Murolo. “No confío en
mí mismo. Es por eso que mi Stand está dividido. No creo que haya
algo en la vida o en el mundo que sea remotamente permanente.”
A sus pies, una carta solitaria bailaba. Era el comodín.
“La la, la la la, le la la, le la le la…”
Estaba cantando Vitti ‘na Crozza. Era la enfermedad esparcida
por Night Bird Flying.
“E-Eso significa…” Vittorio miró el paquete de cartas, después a
Murolo.
“Exacto,” afirmó Murolo. “Tu Stand, y el de Angelica Attanasio
– no es que no me afecten. Pero ese efecto se divide entre cincuenta y
tres. Cuando un Stand me ataca, debe pasar por cada carta, una a una, y
solo una fracción me alcanza. ¿Entiendes lo que esto significa?”
“Oh dios…”
“Con cada ataque que hagas, el treinta por ciento te afectará a ti.
Pero yo sólo recibiré 1/ 53 del daño. No hay comparación. 30% contra
1.3% – es una diferencia que jamás superarás. Soy tu depredador natural.
No importa lo que intentes, no puedes ganarme.”
“¡Aaaaaaaugh!”
“Así que, Vittorio Cataldi. ¿Sabes por qué te estoy explicando
esto con tanta paciencia?
“Uggghhh…”
“Porque sé cómo te sientes. Eres justo como yo. Tienes un vacío
en tu corazón. Naciste y creciste en el fondo de la sociedad, te trataron
como basura, no te dieron esperanza. No sentiste nada por robar o
asesinar. Nunca sentiste la angustia de tu consciencia. Sonaría bien
decir que no tienes temores, pero lo que de verdad significa es que
nunca has tenido nada lo suficientemente preciado que te preocupe
perder. Pasaste tu vida arremetiendo contra cualquiera que te molestara
o te hiciera enojar. Así es como yo viví mi vida también. Hasta que lo
conocí.”
“Guh…”
“Creía que era invencible. Estaba seguro de que podía matar a
cualquiera que quisiera. Cuando puse a Risotto y a Diavolo uno contra
el otro, no sentí ningún placer. Eran sólo negocios, todo para mi
beneficio. Era un desperdicio estresarme por alguno de ellos. Nunca me
permití desvivirme por alguien en toda mi vida. Pero entonces…”
Murolo observaba la distancia, como mirando al horizonte.
“Por primera vez, pensé en serio, „Aquí hay un hombre al que no
quiero decepcionar.‟ La primera vez que lo vi, ¿Sabes lo que me dijo?”
„No has traicionado a nadie. Nadie te ha dejado hacerlo. No
confías en nadie, así que nadie confía en ti. Tu invencibilidad es inútil.
Podrás ser fuerte, pero no hay un futuro en el que puedas encontrar tu
propósito. Inútil. Inútil.‟
“Estaba mortificado. Había visto a través de mi superficialidad, y
me hizo sentir profundamente avergonzado. Nunca me había sentido así
antes. Jamás conocí la vergüenza. Esa fue la primer „calidez‟ que entró
en mi vida. Hasta que esa emoción me golpeó, no había estado más que
atado a una vida sin sentido.”
“……………”
“Jamás confié en nadie, bueno o malo. Jamás sentí culpa por
traicionarlos. Jamás distinguí entre el bien y el mal. Jamás entendí la
diferencia entre dios y el diablo. Pero mientras me sienta avergonzado,
no haré nada que lo decepcione. No importa quién me escupa en la cara.
¿Qué hay de ti?”
“…………..”
“Volpe está acabado. Es demasiado peligroso. No hay lugar a
negociaciones. Angelica fue demasiado lejos. No vivirá mucho tiempo.
¿Pero tú?” Murolo le dio una larga y severa mirada a Vittorio. Y asintió.
“Eres diferente, Vittorio Cataldi. Tú, nosotros tenemos salvación.”
“……………”
“Seamos amigos Vittorio. Eres fuerte. Puedes serle de utilidad.
No confío en ti, y dudo que alguno de los dos alguna vez confíe en el
otro, pero no importa. No más de lo que importa nuestro conflicto actual.
Tienes el poder de crear un futuro, de trabajar por un propósito. ¿Usarás
tu talento para volver su sueño una realidad?”
Hablaba con tono controlado, para nada como su manera usual de
expresarse. Como si repitiera palabra por palabra algo que le había
dicho alguien más. Este tranquilo y mesurado tono se esparcía por el
mundo, de persona a persona.
“…………..”
La cara de Vittorio se retorcía. Como si los músculos en su rostro
pelearan uno contra el otro, cada uno intentando expresar las emociones
en su interior a su manera.
Al final tomó su decisión, levantó la cabeza, y gritó.
“¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!”
Mientras gritaba, levantó su daga, la apuntó hacia sí mismo, y se
apuñaló. En la garganta, en el pecho, en el rosto, en el brazo, en la
pierna, en el ojo, en la nariz, en los labios, en la oreja, en el estómago,
cortando cada centímetro de su cuerpo.
Una lluvia de cartas caía desde el techo. Cada corte que se hacía
destruía un naipe. Si tan sólo podía dañar a una de cincuenta y tres
entonces seguiría cortando hasta que todas fueran dañadas. Vittorio
nunca dudaba.
Murolo lo observaba inexpresivo. A la espera, un pequeño hilo de
sangre salió del un lado de su boca.
El daño lo había alcanzado. La cara de Vittorio se iluminó. ¡Lo
hice, Angelica! ¡Massimo, Kocaqi, lo hice! ¡Gané! ¡La victoria es mía!
Pensó. Sus manos se detuvieron
Sus brazos cayeron, su cabeza giró, y sus rodillas se doblaron a la
vez.
La sangre brotaba de cada parte de su frágil y maltrecho ser, las
heridas le robaron la fuerza para ponerse de pie.
La daga cayó de su mano. La ilusión que su Stand tenía en ésta se
desvaneció, dejando sólo una vieja daga oxidada, que al tocar el suelo
se quebró. Su cuerpo cayó entre los fragmentos, y no se volvió a mover.
Ya estaba muerto.
Su cara había sido cortada tantas veces que ya no era posible
reconocerlo.
Murolo sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió la pequeña gota
de sangre de sus labios. El pañuelo estaba empapado con agua de mar, y
no limpiaba bien, pero era tan poca sangre que fue diluida fácilmente.
Se quitó el sombrero, lo puso sobre su pecho, y rindió honores al
cadáver.
Después volteó su mirada hacia la entrada y susurró, “Me
pregunto cómo les irá a Fugo y Sheila E.”
Stand: All Along the Watch Tower
Usuario: Cannolo Murolo (32)
Poder: C Velocidad: B Rango: A
Duración: A Precisión: A Potencial: E
Habilidad: Este Stand se compone de un mazo de cartas. Cuando forman una torre, a
las cartas les salen brazos y piernas, y ejecutan una presentación para decirle al
usuario lo que quiere saber. Se dice que esta adivinación es mentira; de hecho, cada
una de las cincuenta y tres cartas se trata de un Stand independiente y funcional para
asesinatos a larga distancia, y en las presentaciones simplemente reportan a Murolo
la información que han recolectado. Él ha mantenido esto en secreto a sus aliados, y
el jefe le ordenó ejecutar a los traidores desde las sombras.
VII. luna nova………..........…………………..…[Luna Nueva]
Esa noche, el cielo sobre el Mediterraneo era oscuro. Las estrellas
brillaban arrepentidamente, pero el orbe brillante de la luna no se
encontraba por ninguna parte.
En la oscuridad de una luna nueva, los amantes no pueden verse
las caras, todas las cosas están ocultas, nunca son reveladas. La verdad y
la falsedad son igualmente misteriosas, abandonadas a la oscuridad.
Esta letal lucha está casi en su final.
Pero así como esta batalla está erigida sobre las batallas que la
precedieron, también llevará a nuevas batallas por venir. El mundo
siempre está cambiando, y en su momento, una necesidad surgirá para
más luchas. El vencedor de hoy será derrotado mañana; quien una vez
fue superior es pronto dejado atrás, todo se pierde ante la agitación de la
historia.
Nadie sabe lo que esas personas pensaron, resolvieron, o
sacrificaron – esas cosas simplemente son añadidas a la pila de los
misterios eternos.
Como la máscara enterrada en las ruinas de una civilización
perdida y olvidada, quizás llegará un día cuando el significado de todo
eso será cuestionado. Hasta ese momento esos secretos descansarán en
secreto silenciosamente, esperando…
*
Cuando Massimo Volpe nació, la fortuna de su familia ya había
colapsado hace tiempo.
La mayoría de su extensa familia había vendido sus títulos por
fuertes sumas a mercaderes burgueses, dejándolo con innumerables tíos
y tías sin relación sanguínea. Creció viendo a su padre haciendo
demostraciones de respeto hacia esos familiares en público, pero
rebajándolos desdeñosamente como dinero nuevo en privado. Su
hermano mayor debería haber heredado todo, pero se marchó
abruptamente para convertirse en chef… dejando a Massimo como el
siguiente en la línea. Antonio era un gran chef, pero su padre, atrapado
en los anticuados ideales de las clases, no podía soportar ver a un noble
comprometido en un oficio básico como ese. Cuando no podía ser
disuadido, era rechazado.
“Lo lamento, Massimo,” dijo Antonio, muy triste. Había venido a
dar despedidas. “He echado todo esto sobre tus hombros. Perdona a
padre. Él no puede aceptar que simplemente los tiempos cambiaron.
Esto no será fácil para ti, pero has lo que puedas.”+
“¿Qué vas a hacer tú?”
“Entrenar. Por un tiempo, al menos. No hay futuro para un
antiguo aristócrata en Italia; los chefs de aquí jamás me aceptarían.
Tendré que viajar por el mundo. Un día encontraré un país donde iniciar
un pequeño negocio, cocinar comida de la que pueda estar orgulloso.
Utilizaría el apellido de soltera de nuestra madre por supuesto – no
podría tener esa mancha en el apellido Volpe. Me llamaré Trussardi.”
“¿A quién le importa cómo te llames?”
“A nuestro padre.”
“Tú lo odias. Lo suficiente para irte. ¿Por qué molestarte en lo
que él piense?”
“Esto te concierte, lo sabes,” dijo Antonio, luciendo preocupado.
“Tú eres el que tendrá que llevar el apellido Volpe, y la carga que viene
con él.”
“Yo digo que pase lo que sea,” dijo Massimo, una delgada sonrisa
cruzaba sus labios. “Pero nada pasará. Lo sabes.”
“Massimo… tú…” Su hermano lucía incomodado, como si
Massimo lo hubiera provocado. “¿Tú no tienes un sueño propio?”
“¿Un sueño?” Se burló. “¿Cómo ser feliz? ¿Tu cocina va a hacer
a todos felices, Tonio?”
Él jamás había llamado a su hermano con ese apodo.
Eso desconcertó a Antonio, pero al final, lo dejó pasar.
“Esto podría sonar suntuoso viniendo de mí pero, realmente
necesitas procurarte primero algunas veces. Desearía poder pensar en
una mejor forma de explicarlo, pero…”
“Entiendo.”
“No, no lo haces. No lo haces y papá tampoco. Él al menos
lamenta el estado del mundo… tú simplemente lo ignoras.”
Esa fue la última cosa que su hermano dijo la última vez que lo
vio. Unos años más tarde las deudas acumuladas de su familia habían
rebasado el borde, y se vendió a sí mismo y su título a Passione. Su
padre envejeció de la noche a la mañana, y era ahora un completo adicto.
Adicto a las drogas que hacía su hijo.
A veces se preguntaba si el poder que Passione había despertado
en él le había otorgado a su hermano en el otro lado del mundo un poder
similar. Esa clase de cosas ocurría a menudo con los parientes.
Conociéndolo, su poder sería como el mío, pero con algo más de
„fantasía.‟ Es casi seguro que estimula las funciones de un organismo
vivo, pero más bien en forma de una „comida sana.‟ Qué ironía. Un
hermano hace más drogadictos, el otro hace más gente sana. No es que
importe realmente
La personalidad de Massimo Volpe inició y terminó en una
lánguida apatía, pero hubo un momento de su vida en el que se
encontraba resentido con su propia falta de pasión.
Esto fue en el colegio, cuando vio a un mucho más joven
compañero de estudio llamado Pannacotta Fugo.
Desagradarle le tomó un instante.
Donde Massimo apenas se presentaba en clase, Fugo al menos
pretendía ser un estudiante modelo, siempre bien portado… pero Volpe
lo sabía.
Sabía que a Fugo le importaban un carajo sus alrededores igual
que a él.
No estuvo para nada sorprendido cuando Fugo se autodestruyó y
se hizo expulsar. Él sabía que sucedería, y así fue.
Pero ese sentimiento poco placentero permaneció. Tenía esa débil
sensación de que ese chiquillo horrible aparecería ante él, y lo
lamentaría. Esa profética noción permaneció. Y ahora estaba por
volverse realidad.
“Fugo no está aquí. ¿Dónde está?” preguntó Volpe.
Había arrancado el toldo del auto, y miraba hacia su interior.
Sheila E. yacía dentro, las convulsiones sacudían su cuerpo.
“Unh…”
Ella no respondió, o no pudo; Volpe no podía asegurar cuál era.
El impacto la había herido severamente.
“¿Acaso me excedí? Eso te ganas por tratar de arrollarme.
Supongo que todavía sirves como una rehén decente.”
La tomó bruscamente y la lanzó de los restos del carro.
Ella cayó lánguida, como un pequeño gato sostenido desde la
parte trasera de su cuello.
“Uhh…¡Voodoo Child!”
Sheila E. reunió toda su fuerza, y produjo su Stand. Voodoo Child
lanzó sus puños, pero cada impacto era suavemente desviado por las
manos desnudas de Volpe. Su carne se había fortalecido tanto por
Manic Depression que el poder y velocidad de su Stand no eran rival
para él.
Volpe bloqueó un puñetazo con más fuerza, rompiendo el brazo
de Voodoo Child. El brazo de Sheila E. se dobló de tal manera que el
hueso se quebró. Antes de que pudiera intentar patearlo, ambas piernas
también estaban rotas.
“¡Uno más!”
Volpe impactó su cabeza contra la de ella, partiendo la piel de su
frente
“¡Aagh!”
La sangre entró en sus ojos, cegándola. Su cuello latigueó hacia
atrás, y no lo levantó de nuevo.
Era incapaz de moverse en absoluto – había usado menos del
20% de toda su fuerza, y la había incapacitado completamente.
“Bien,” dijo Volpe dándose la vuelta, aún con Sheila E. colgando
a Sheila E. de un brazo. “Parece que las cosas están en orden aquí.
Angelica, ya puedes salir. Ve a ver si alguien viene, por favor.”
No hubo respuesta. Angelica no se apareció.
“¿Angelica?”
Volpe sintió una pesada sensación en su pecho. Lanzó el cuerpo
inmóvil de Sheila E. a un lado e irrumpió en el cuarto donde Angelica
se había estado escondiendo.
Estaba vacío.
“Angelica… ¿fuiste tras Fugo tú sola? ¿Intentando vengar a
Kocaqi?”
*
“¿¡Qué!?” Fugo detuvo su paso.
Había estado corriendo tras de Sheila E., hacia Ortigia, cuando
notó algunas personas tambaleándose hacia él.
Una horda de ellos, arremetiendo.
Dirigida hacia él.
El color de sus ojos había cambiado… o más precisamente, sus
ojos ya no tenían color. Ojos en blanco en rostros sin expresión
apuntando a nada en particular, sus cuerpos se propulsaban hacia
adelante sin voluntad propia. Corriendo sin mirar a dónde iban,
tropezando con sus propios pies y tumbándose en el piso, solo para ser
pisoteados por la gente detrás de ellos. Implacables. Como si estuvieran
brotando del infierno, pero sin los gritos que se esperaría escuchar.
Esta gente no sentía nada de esto.
No quedaba nada en sus mentes más que la sed de sangre con la
que habían sido infectados.
Fugo se estremeció.
Esto era provocado por la droga que Manic Depression había
creado. Night Bird Flying solamente llevaba los efectos a todos. Hizo
que todos los pensamientos, personalidades y estados mentales fueran
irrelevantes, dejando atrás una horda vacante que respondía
instintivamente ante cualquier estímulo.
Giorno Giovanna estaba en lo cierto al decidir que él era muy
peligroso. ¡Con él, todos los caminos llevan a la negrura en las
profundidades de un glacial!
La horda cargó hacia él.
“¡Mierda!”
Fugo se empujó desesperadamente a través de ellos. No podía
atacar ciegamente. Si usaba su virus letal, podía eliminar fácilmente a la
multitud… y eso era malo.
Solo tengo seis cápsulas de virus… si las uso aquí jamás venceré
a Volpe
Bajó la cabeza y forzó su avance. No podía permitirse la retirada
En el momento en el que giró la cabeza la horda estaba sobre él como
zombies. Tenía que pasar por ellos.
Sus uñas lo cortaban. Un hombre mayor calvo rasgó su glúteo.
Fugo lo pateó a un lado, entonces sintió algo bajando por su
muslo.
Sangre. No del hombre que pateó – era su propia sangre. El corte
era más profundo de lo que pensaba.
Pero… ¡no me duele!
Eso significaba que Night Bird Flying estaba empezando a tomar
el control. El poder del Stand estaba aumentando. Lo que significaba
que…
Debe estar cerca.
Mientras el pensamiento cruzaba su mente, alguien lo golpeó
desde un lado.
No trataban de agarrarlo, solo lo golpeaban y se quitaban. Fugo
giró su cabeza para ver, y encontró al mundo puesto del lado.
Había perdido el balance, sus piernas se tambaleaban debajo suyo.
Su costado lo estaba molestando y miró.
Un cuchillo estaba encajado en su costado.
Trató de levantarse, pero el cuchillo había cortado el músculo y el
tendón, no podía moverse. La pequeña sombra que lo había apuñalado
se estaba alejando.
“Ugh… ¡Purple Haze!” gritó Fugo, forzando salir a su Stand.
No podía dejarla escapar. Si no la eliminaba aquí y ahora, solo
crearía más víctimas, matando no solo a Ortigia, sino a toda Sicilia.
Ahora que se había detenido, la horda comenzó a apilarse, se
aferraban a él, lo rasguñaban, lo mordían.
Él se los permitía.
Permanecía quieto. La horda totalmente concentrada en él,
intentando alcanzarlo. Pero la chica que lo había apuñalado se movía en
la dirección opuesta, segura de que había ganado. Fácil de rastrear.
“¡Grrrraaaaaaaaughhh!”
El rugido de Purple Haze desgarró la noche. Fugo no podía ver,
no podía saber si su ataque había impactado su objetivo. Todo lo que
podía hacer era quedarse bajo la pila de personas sin mente, esperando.
Al menos sintió un terrible dolor punzando en su costado. Lo sintió tan
fuerte que no pudo evitar gritar. Pero este dolor, la sensación de que le
arrancaran las entrañas, como plomo hirviendo vertido en su
abdomen… significaba solo una cosa.
“¡La droga está desapareciendo!”
La influencia del Stand enemigo se había desvanecido. La
multitud a su alrededor cayó al suelo, uno tras otro. Liberados del
hechizo, cayeron inconscientes. No podía estar seguro de si alguna vez
volverían a estar cuerdos.
“Uhh…aagh…”
Con el cuchillo aún clavado en su costado, Fugo trastabilló para
pararse. No podía arriesgarse a sacarlo. Si lo hacía, la sangre brotaría, y
se desangraría hasta la muerte. Tenía que seguir. Tenía que hallar a
Massimo Volpe… y acabar con esto.
*
“¿¡Angelica!?” Se quejó Volpe.
A su alrededor la muchedumbre colapsaba. Algo debió haberle
sucedido.
Preocupado, se dirigió al puente de la plaza siciliana. Las
luminarias en el puente parpadeaban intermitentemente, la red eléctrica
estaba en caos y dañada. Una luz encendió solo lo suficiente para
proveer un vistazo de una pálida figura, una luz apenas divisable en la
oscuridad.
Solo Angelica Attanassio era así de pálida.
“Estoy aquí, Massimo,” murmuró. La vio dar un paso hacia él,
luego trastabillar contra la luminaria.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados.
“¡Angelica! ¿Estás bien? Gracias…”
Dio un paso hacia ella.
“¡Así!” dijo, señalándolo. “Te ves mucho mejor así.”
“¿Huh?”
“Cuando sonríes así… eres realmente lindo. Muy, muy lindo.”
Ella le sonrió.
Y después cayó al piso, como si le hubieran cortado los hilos. Su
cuerpo estaba destruido por el virus asesino de Purple Haze, la vida se
le fue como un globo reventado con una aguja.
Sheila E. se estremeció.
Había creído que estaba oyendo el sonido de una explosión, una
fuga de gas subterránea estallando… pero no. Este sonido provino de
una garganta humana.
Era el sonido del grito de Volpe.
Rugió como un fuego que quemaba el aire a su alrededor. Aulló
como una ventisca, congelando todo a la vista.
“¡…….aaaaaah!”
Como las trompetas anunciando la llegada de los jueces
descendiendo del cielo al día del juicio, el sonido resonaba desde todas
direcciones.
Y luego se detuvo.
Silencio.
El cuerpo de Volpe se irguió perfectamente quieto, luego se
tambaleó a la izquierda, a la derecha, y giró lentamente hacia ella.
Inclinó su cabeza hacia adelante, con sus ojos fijos en Sheila E.
Esos ojos tan carentes de expresión que tenían menos vida que las
cuentas de vidrio de la cara de una muñeca antigua.
Esos eran ojos despiadados, sin nada dentro de su alma.
Ella parpadeó, y Volpe ya había aparecido ante ella.
Los dedos de su pie se encajaban en su abdomen. La había
pateado… aunque la palabra difícilmente le hace justicia.
Fue más bien un lanzamiento.
Pateó su cuerpo hacia el aire como si sus piernas tuvieran motores
acoplados.
Ella giró en el aire, después cayó… y el esperaba debajo.
Con un solo brazo, atrapó a Sheila E. justo antes de que tocara el
suelo. Entonces la giró en lo alto y la azotó contra el piso.
Estaban en un claro.
Un área vacía, apartada de los caminos sobre ella, con una fila de
palmeras a un lado.
Este era el lugar más antiguo de Ortigia, las ruinas de un templo
de piedra. Alguna vez la gente creyó que las ruinas estaban dedicadas a
Artemisa, pero teorías más recientes sostienen que era un altar al dios
del sol.
El templo de Apolo.
Todos lo conocían por ese nombre.
“Unh…”
Sheila E. intentaba desesperadamente hacer mover a su cuerpo,
levantarse. Un pie se plantó sobre ella.
“Llámalo,” siseó una voz fría.
“¿Huh?”
“Llama a Fugo. Llamálo para acá. Grita, y ruégale que venga a
salvarte.”
“Uhhhh…”
“No trates de combatirme. Manic Depression puede controlarte
por completo. Ya no tienes libre albedrío.”
Las puntas de los dedos de Volpe se clavaron en su garganta.
La habían cortado, pero no sangraban. En vez de eso, las heridas
alrededor de sus dedos empezaron a sanar. Él movía sus dedos
lentamente, y de repente se encontraba gritando sin decir nada, el sonido
era impactantemente alto. Se podía comparar con el de una cantante de
ópera. El giraba sus dedos como si moviera la perilla del volumen, y su
voz aumentó, como si fuera una máquina que él controlaba.
Ella gritaba tan fuerte que desgarró sus cuerdad bucales, y la
sangre brotó de su boca. Pero esas heridas también sanaban solas.
Gritaba aún más fuerte.
Podía sentir su corazón latiendo más rápido. Su cuerpo no podía
soportar la tensión. La sangre se estaba acumulando en su garganta y
pulmones, y ya no podía sentir el dolor de sus miembros rotos.
E-esto es malo… me voy a desmayar…
La falta de sangre apareció puntos brillantes ante sus ojos,
revoloteando en el cielo como luciérnagas.
Adiós, Clara. Sé que me estás viendo desde el cielo, pero yo me
dirijo directo al infierno. No te volveré a ver…
Antes de que pudiera pensar más, el grito terminó, como si
alguien presionara el botón de paro.
La mano de Volpe se había ido.
Ya no estaba mirando a Sheila E. Había perdido todo su interés
en ella. Sus ojos estaban enfocados en otra parte.
Una figura parada a la entrada del Templo de Apolo.
Las piernas de la figura estaban temblando. Había un cuchillo
clavado en su costado, y apenas se podía mantener de pie. Debió
haberse exigido a sí mismo para venir aquí a pesar de su herida.
“Volpe… soy yo al que quieres,” dijo Pannacotta Fugo
calmadamente. Como si hablara con un compañero de clase que no
había visto en años.
*
Sheila E. lo miraba sorprendida. Como si no pudiera entender por
qué estaba aquí. A su lado, Volpe se levantó y se abalanzó contra él,
buscando venganza.
Él vio todo esto, sus ojos lo registraron todo, pero la mente de
Fugo estaba en otro lugar por completo.
Ya lo entiendo. Todo de repente tuvo sentido. Aquello que lo
había estado molestando todo este tiempo de repente era transparente.
Es por esto ¿verdad, Narancia?
Nunca había entendido por qué Narancia había dicho lo que dijo,
por qué había hecho lo que hizo. ¿Por qué había traicionado a Passione
por una chica que ni siquiera le agradaba? ¿Que a duras penas conocía?
¿Qué lo llevó a clamar con tanta seguridad que ella era él, que sus
heridas eran las de él?
Fugo jamás lo había entendido
Pero ya entiendo.
Miró al enemigo arremeter contra él, y a Sheila E. tendida en el
piso. Se plantó con las piernas que no deberían de poder soportarlo,
observó con ojos que no podían enfocar.
“No puedo hacer esto,” dijo ella. Yo he dicho lo mismo antes.
Él sabía lo que se sentía. Impaciencia y frustración y una tristeza
vacía royendo su cuerpo.
Conozco ese sentimiento. Sé de qué forma ella es como yo.
Una débil sonrisa apareció en sus labios. Tenía un toque de auto-
repudio en ella. Todo el tiempo que había pasado desdeñoso hacia la
inteligencia de Narancia y confiado de la suya, y esta vez le tomó seis
meses entender lo que Narancia comprendió en un momento.
Sheila E… es yo. ¡Su ira es mi ira!
El enemigo se estaba aproximando. Casi sobre él. Sin titubear. El
Stand de Fugo tenía un rango de cinco metros. El momento en el que el
enemigo entrara, uno de ellos moriría.
Fugo se plantó firme, y dejó a Volpe venir a él.
Siete metros. Seis. Y…cinco. Purple Haze Surgió, la furia
demente de su Stand se desató sobre el enemigo de Fugo.
Sheila E. no podía creerlo. Ella estaba segura de que se había
sacrificado para salvarlo.
¿¡Entonces por qué está aquí!?
¿Pensaba que podría ganar? Seguro, un toque de ese virus y
Volpe estaba muerto, pero si ese mismo virus se liberaba muy cerca de
él, Fugo también se mataría a sí mismo.
Tenía que infectar a Volpe mientras todavía estuviera lo
suficientemente lejos como para afectarlo. Si fallaba en asestar el golpe
en un rango cerrado, la súper velocidad e Volpe lo destrozaría. Incluso
si se decidiera a llevarse a Volpe con él, si éste esquivaba el ataque
estaría acaabado. El virus lo destruiría mientras Volpe se mantendría a
una distancia segura, riendo y mirando cómo moría como un perro.
¿Qué debo hacer?
Ella vio a Fugo sacar a Purple Haze. Volpe estaba en rango. Si
arruinaba esta chance, estaría muerto… y en ese instante, Sheila E. vio
algo imposible volar a su lado.
¿Qu-qué?
Contra la oscuridad de un cielo sin luna, vio una luz en el suelo
reflejándose.
“Chirp, chirp, chirp.”
Un ave pequeña revoloteando. Night Bird Flying.
¡Pero la chica que lo controlaba murió! ¡El virus la atacó! ¡No
hay manera de que haya sobrevivido!
¿El Manic Depression de Volpe la mantuvo viva de alguna
forma? ¿Aún si sus huesos se han derretido? ¿El virus se detuvo cuando
estaba muerta al 90%?
No hay manera en que sea capaz de razonar. No queda nada de
ella más que su Stand automático, esa pequeña ave…
¿Por qué lo haría? Solo había una razón en la que podía pensar.
Oh no… esa ave no está operando a su total capacidad, pero con
esta distancia tan crítica, el menor error de cálculo…
Fugo y Volpe estaban uno frente al otro.
Purple Haze dio un salto al frente y asestó un golpe a su
oponente…
O debería haberlo hecho.
Pero saltó en la dirección opuesta. Su puño solo impactó en el
aire.
Volpe se acercó los cinco metros entre él y Fugo, y estaba justo
frente a él, cruzando el límite.
Entonces… justo cuando estaba segura de que Fugo estaba
condenado, se dio cuenta de algo.
¿Huh?
Algo extraño. Algo que no tenía ningún sentido en absoluto.
¿Qu-Qué? Su puño… el puño de Purple Haze…
Las cápsulas llenas del virus letal, que debían estar pegadas a sus
nudillos…
¡…las cápsulas no están!
“¡Se acabó, Fugooooo!” rugió Volpe, seguro de haberlo logrado.
Estaba a unos centímetros. Todo lo que tenía que hacer era agitar su
mano y cortaría a Fugo por la mitad. Estaba tan cerca que podía ver el
blanco en los ojos de Fugo.
Pudo ver a Fugo mirándolo directamente.
Se sorprendió.
Nunca había visto a nadie lucir así. Estos no eran los ojos del
mocoso compañerito de clase malhumorado y engreído. No eran los
ojos del matón seguro en su rol de hacer lo que la mafia le ordenara.
Esos ojos mostraban determinación.
Eran los ojos de un hombre que había tomado su decisión, y
estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella.
Escuchó algo reventarse. Justo enfrente de él. En el momento que
su mano se movía a atacarlo, algo reventó en la boca de Fugo.
Oh, mierda…
Incluso con sus reflejos híper desarrollados, no pudo reaccionar a
tiempo. La sangre salpicó desde la boca de Fugo, cubriendo el cuerpo
de Volpe.
Fugo había mordido una cápsula.
Volpe saltó hacia atrás, pero era muy tarde.
No había nada que pudiera hacer para pararlo. Era brutal. Atacaba
explosivamente.
Volpe abrió su boca, pero no brotaron palabras. Se habían abierto
agujeros en sus pulmones y el aire se fugaba. Dio un paso adelante, y
sus piernas colapsaron, sus músculos se destejían. Miró hacia arriba,
pero no pudo ver nada. Sus ojos se fundían en sus cuencas. Trató de
lamentarlo todo, pero no pudo. Su cerebro se había consumido.
En un instante, la vida de Massimo Volpe terminó. Se fue, como
una hoja seca arrastrada por el viento.
*
Sheila E. no podía creer lo que veía.
El cuerpo de Volpe se derritió y se evaporó.
Pero Fugo seguía ahí, colapsado en el suelo. Incluso después de
que había roto la cápsula.
Tosió violentamente, la sangre bajaba por su mentón.
…pero no estaba muerto.
“¿¡C-Cómo!?” suspiró Sheila E.
“Los Stands reflejan la personalidad de sus dueños,” dijo una voz
justo detrás de ella. Miró hacia arriba y vio a Murolo. “Cuando hay un
cambio en la psique, el Stand también cambia.”
Se preguntaba cómo era que había sobrevivido. Cuando él vio su
aspecto movió la cabeza.
“No me pidas que vaya a ayudarlo justo ahora. Es casi seguro que
el virus de Fugo es tan letal como antes. Cuando mordió la cápsula, los
virus se multiplicaron en su boca y se atacaron mutuamente antes de ir
por él. No quiero acercarme a nada como eso, ¿y tú?”
Se hincó y le echó un vistazo.
“Tú también eres un hueso duro de roer. Tienes unos huesos rotos,
pero ninguna herida interna. Vivirás. Creo que ya veo por qué Mista
estaba tan seguro de que podrías manejarlo.”
Murolo parecía ser diferente de antes. Confiable.
¿Estaba…?
Se sentía demasiado cansada para pensar. Sheila E. cerró sus ojos,
y dejó salir un largo suspiro.
…se encontraba frente a él.
Mirándolo hacia abajo. El Stand más aterrador de todos. El
cuerpo desgarbado, esos dementes ojos inyectados en sangre, la boca
torcida, siempre rechinando los dientes y gruñiendo.
Purple Haze.
Su propio alter ego. Un reflejo de su propia mente. Otro
Pannacotta Fugo.
Lo estaba mirando.
Y por primera vez, Fugo lo miró de vuelta. ¿Sus ojos siempre se
habían visto así? Sentía que sus ojos eran más solitarios antes.
¿O era esa una emoción que había olvidado en alguna parte en su
camino?
Como las bacterias que llenan nuestro mundo, que existen sin
nuestra ayuda, rechazando todos los intentos de deshacerse de ellas.
Algo que no querías pero que, por alguna razón, estabas seguro
de que jamás te liberarías de ello.
Una sobra de emoción en conflicto.
Lo miró a él, y él lo miro de vuelta.
Cuando ya no podía creer en nada, y no tenía ninguna parte a
dónde ir, Purple Haze siempre estaría a su lado.
Ninguno de los dos dijo nada.
Un ave pequeña voló sobre su cabeza.
Voló hacia el cielo sin luna, y se desvaneció, tragado por la
oscuridad.
Misión cumplida.
Stand: Purple Haze Distortion
Usuario: Pannacotta Fugo (16)
Poder: A Velocidad: B Rango: C E
Duración: E Precisión: E C Potencial: B ¿?
Habilidad: Esparce un virus letal. Ha evolucionado en una forma más infecciosa; las
células del virus ahora atacan a otras células del mismo virus. Mientras más fuerte
sea el ataque de Fugo, menor será el daño a su oponente; el virus simplemente se
consume a sí mismo. Fugo ahora tiene que usar sus puños para asegurar una muerte.
Una naturaleza algo confusa. Aunque aún Fugo puede morir si el virus lo infecta, el
Stand mismo parece ser inmune. El por qué sigue siendo un misterio.
VIII. „o surdato „nnammurato…………........…… [El Soldado Enamorado]
Hace seis meses, un hombre conocido como Ojo lloroso Luka murió, y
llegaron órdenes a Buccellati de investigar. Luka era miembro de Passione, y
presuntamente, se había golpeado a sí mismo con su propia pala. Su muerte se
había catalogado como accidental, debido a los efectos de la adicción a las
drogas, pero por si acaso… una investigación.
Esto parecía un trabajo poco merecedor del tiempo de Buccellati; estaba
cerca de convertirse en capo. Fugo se ofreció a tomar su lugar, pero Buccellati
acató las órdenes seriamente, y decidió llevar a cabo la investigación
personalmente.
Fugo recordaría esto en los días subsecuentes; después de todo, la
historia no tuvo final. Fugo no supo nada más; ni siquiera estaba seguro de
que Buccellati hubiera investigado algo. Unos días después su capo, Polpo, se
había suicidado en su celda de prisión. Buccellati fue promovido para tomar
su lugar, y se les asignó el trabajo de proteger a Trish – detalles como los de
Luka se resbalaron por un lado.
Pero pensándolo bien…
Buccellati había salido a investigar, y volvió hablando de un chico que
jamás había mencionado antes, diciendo que pronto podría ser uno de ellos.
Fugo y los otros no fueron capaces de ocultar su sorpresa.
“¿Qué diablos? ¿Quién es este tipo?” Exclamó Narancia.
Buccellati le restó importancia a sus palabras. “Sólo alguien que creí
que sería digno de confianza. Si tienes problema con eso, únete al equipo de
alguien más.”
Eso caló en la piel de todos.
“¡Oye!” protestó Abbacchio. “Eso está fuera de lugar. Confiamos en ti.
No sabemos qué pensar de un chiquillo que nunca hemos visto antes.”
Buccellati permaneció inmóvil.
“Si confían en mí, entonces deberían confiar en él.”
“¿Entonces qué tal si nos dejas probarlo antes de que se una al equipo?”
“No es necesario.”
“Maldición, estás empeñado en esto, ¿entonces?” Soltó Mista,
disgustado.
Todos protestaron, pero Buccellati lo tenía muy en claro.
“Esto va a suceder. No cambiarán mi decisión.”
Se vieron forzados a desistir. Este comportamiento no era típico de su
forma de ser.
Pensándolo bien, nuestros destinos fueron decididos ese día.
El momento en el que Buccellati lo conoció, ya había tomado su
decisión. Justo como Fugo lo hizo cuando conoció a Buccellati.
Extraño.
En cierta forma, Buccellati fue el último en hacerlo. Todos los demás en
el equipo habían cambiado sus vidas cuando lo conocieron, pero el mismo
Buccellati no había tenido ningún cambio… hasta que conoció a ese
muchacho.
Ellos habían confiado en él. Creído en él. Seguros de que podía hacer
cualquier cosa.
Y él no había conocido lo que eso se sentía.
Nunca supo lo que era admirar a alguien más, confiarle tus sueños y tu
futuro.
*
Ha pasado una semana desde la batalla en Sicilia.
El sonido de la tos de Fugo resonaba por el restaurante tenuemente
iluminado.
Era muy temprano, antes de que el lugar abriera, así que no había
clientes. El hombre que lo había llevado a su asiento se había esfumado,
dejándolo solo.
La luz del sol se colaba por las aberturas en las cortinas, pero no había
otras luces.
Había una radio encendida; sintonizada en un programa llamado Dentro
de la Música Clásica, tocaban la dulce canzone de Ti Voglio Bene Assaje de
Donizetti.
Tosió nuevamente.
Este era un restaurante, pero era incapaz de comer algo.
El virus había muerto en un instante, pero había arrasado por toda su
boca, dañándola gravemente, y la capa interna de su tracto respiratorio había
sido deshecha, hecha trizas. Era incapaz de tragar algo, y había comido vía
intravenosa durante la semana pasada. Los puntos que cerraban la herida en su
costado todavía debían ser removidos.
Incluso en esta condición, Passione había visto apropiado convocarlo.
Finalmente iba a ser atendido. Había al menos cumplido con sus órdenes
satisfactoriamente, pero cómo verían ellos esos resultados, no estaba en su
juicio. No le dijeron a quién vería. Posiblemente nadie vendría, y simplemente
recibiría un mensaje.
Trató de reprimir su tos, pero no lo logró completamente. Había tosido
sangre y trató de limpiarse con su pañuelo, pero sus dedos temblaban tanto
que lo tiró.
Maldición…
Se agachó para recogerlo.
Entonces… por encima del sonido de la radio, escuchó un pequeño
ruido metálico. El sonido de un tenedor tocando un plato.
Volteó para ver. Sin notarlo, otro cliente había llegado, tenía un plato
frente a él y su tenedor estaba clavado en la comida.
Era un chico con cabello rubio y rizado, y un broche en forma de
mariquita.
Fugo lo conocía. No lo conocía muy bien. Solamente había trabajado
con el chico por tres días.
Pero este joven no era de esos de los que cualquiera se olvidara. Había
un aura en él, una mezcla de luz y oscuridad que creaban una impresión
perdurable.
El chico miró a Fugo, congelado a medio camino hacia el pañuelo.
“Es una molestia,” gruñó. “El chef aquí es increíble, pero por alguna
razón, insiste en servirme pollo y pato. Nunca he sido aficionado de las aves.
Pero él sigue diciendo que no he vivido hasta que haya probado esta suculenta
carne. Incluso aunque su ensalada de pulpo es para morirse.”
Jugó con la comida por todo su plato con el tenedor.
“Yo no pedí este plato de pollo rostizado con papas, pero él insistió en
servirlo de todos modos. Y si no me lo como se pondrá furioso.”
“…………..”
“Huele bien, ¿no crees? A ti siempre te ha gustado el pollo.”
Fugo parpadeó.
Hace unos segundos, la sangre en su garganta obstruía todas las demás
esencias, pero ahora podía distinguir la deliciosa esencia del ajo y la cebolla
salteados en aceite de oliva.
Se puso la mano en la boca. El intenso dolor de hace unos instantes se
había ido completamente. Incluso los dientes que había perdido estaban de
vuelta en su lugar.
E- este es…
El pañuelo a sus pies estaba arrugado. Lo levantó y lo estiró, y encontró
hilos cafés en él.
Las puntadas que habían mantenido unido su costado.
Todas las dolencias y heridas en su cuerpo se habían ido. Había sido
completamente curado.
Este… es su Stand.
Control sobre la vida.
Ese era el poder del Gold Experience del muchacho.
Él no tenía idea de qué había hecho o cuándo. El abismo entre sus
poderes era tan inmenso que apenas existían en el mismo mundo.
Aturdido, levantó la mirada. El joven llevó el tenedor hasta su boca y
masticó un par de veces, haciendo una mueca.
“Supongo que sabe bien, pero simplemente no soy fanático. Las malas
experiencias de la niñez, supongo. Recuerdo que mi madre nunca servía nada
para cenar más que yakitori. ¿Sabes lo que es el yakitori? Comida japonesa,
cocinada como brochetas, designada como bocadillos o mientras bebes
cerveza. Atraviesas la carne con pequeños palos puntiagudos. No es
exactamente para niños pequeños, ¿verdad? Recuerdos dolorosos, te lo digo.
Me ayudaron a crecer, pero es difícil de imaginar. ¿Puedes entenderme?”
“…………….”
“Y simplemente no me gusta la comida grasosa. Es como si comieras
una esponja remojada en aceite.”
Durante todas sus protestas, el chico echaba la comida fuera de su plato.
“Gio…” comenzó Fugo, después se detuvo. No estaba seguro de cómo
llamarlo. ¿Jefe?
“Oh, cierto… hazme un favor, y llámame Giogio,” dijo el chico.
“Jefe… era el título de Diavolo, y estamos intentando cambiar las cosas por
aquí. Giogio se te graba con facilidad, ¿no crees?”
Pero eso sonaba mucho más… familiar que incluso llamarlo por su
nombre. Fugo no estaba seguro de qué hacer.
Giorno Giovanna.
No podía descifrar a este chico.
“Entonces, Fugo, debes tener muchas preguntas,” dijo Giorno, poniendo
su tenedor abajo y limpiando su boca con una servilleta. “Y es mi trabajo
responderlas. Así que pregunta.”
“Bueno, um…” balbuceó.
La canción en la radio cambió. La melodía de Donizetti había terminado,
y una nueva voz sonó. La voz de una mujer.
“¿…hunh?” interrumpió. Conocía esa voz. Esta voz era la que
maleducadamente le dijo, “No es que quiera verte desnudo ni nada,” la
primera vez que la conoció.
La canción era El Soldado Enamorado, una canción basada en los
pensamientos de un joven soldado durante la primera guerra mundial hacia su
amada que estaba en casa. Era un poco triste, aunque con cierto optimismo,
con la fuerza como de una marcha. Interpretada por una joven voz femenina,
le añadía una hermosa pureza, que se realzaba sobre los acompañamientos.
Cuando la canción terminó, el conductor empezó a entrevistarla.
“Permíteme presentarte a nuestros radioescuchas. Ella es Trish Una, una
prometedora nueva estrella.”
“Hola a todos.”
“Bueno, Trish, tu gira ha sido todo un éxito, y escuché que tenías un
álbum en camino.”
“No podría haberlo logrado sin mis fans.”
“Has pasado toda tu vida en los escenarios, según sé. Tu madre y tú”
“Sí. Ella falleció recientemente, lo cual fue duro. Pero finalmente estoy
reponiéndome.”
“Desapareciste por un momento, ¿no es así? Tu representante se debió
llevar un terrible susto.”
“No puedo acabar de disculparme por eso. Estaba de viaje. Fui a
conocer Sardinia y Roma. Simplemente a conocer los rumbos.”
“¿Fue así como pasaste tu duelo?”
“Sí. Y con la ayuda de unos buenos amigos, fui capaz de salir adelante.”
“Gracias al cielo por los buenos amigos.”
“Estaría perdida sin ellos. Les debo tanto que nunca podré
compensárselos.”
“Y espero que nuestros oyentes te apoyen de igual manera. A
continuación…”
Otra canción comenzó a sonar, pero Fugo no escuchó nada de esta.
Mientras se quedaba de pie, anonadado, Giorno alcanzó la jarra de agua,
y comenzó a rellenar su vaso.
“En Venecia, dijiste que ni siquiera sabíamos qué música le gustaba.
Ahora lo sabes.”
Llevó el vaso hasta sus labios, dio un sorbo, y lo puso de vuelta en la
mesa.
“Nosotros no le ayudamos con esto, lo sabes. Ya no hacemos eso. Ella
obtuvo el contrato de grabación por sus propios méritos.”
Fugo se giró hacia él, pero mantuvo la cabeza abajo, sin mirar a Giorno
a los ojos.
“Um…”
“¿Sí?”
“¿Por qué yo?”
“.…………..”
“Esa misión era algo crítico. Sheila E. y Murolo eran una cosa, ¿pero
qué razón había para enviarme a mí? Yo…” Fugo dudó. “Soy un traidor. No
puedes confiar en mí.”
Giorno dio otro trago. “Ese es tu peor rasgo,” dijo.
Fugo se tensó.
Giorno negó con la cabeza. “No crees lo que acabas de decir. Ni por un
segundo. No crees que hayas traicionado a nadie. De hecho, estás bastante
seguro de que Buccellati fue el que te traicionó. ¿Cierto?”
“……………”
“Imaginas que te vemos como un traidor, y apoyas esa moción
preventivamente – incluso aunque no la crees.”
“Eso fue lo que hiciste ese día también. Todo lo que decías era un
simple reflejo de lo que en la cultura de la mafia se consideraba sentido común.
Nada de eso reflejaba tus verdaderas emociones. Simplemente repetías como
un loro el consenso general. Pero…” Giorno lo miraba directamente. Su
mirada estaba llena de dolor. “Dentro de ti, aborreces ese „sentido común‟.
¿Por qué otra razón si no, golpearías a un profesor con un diccionario? En el
fondo de tu corazón, el hecho de que otras personas no crean lo mismo que tú
te enfurece. Es por eso que explotas contra la gente de repente. Esa es tu
naturaleza.”
“……………”
Sin darse cuenta, Fugo se encontraba temblando. Como si alguien
pusiera hielo en contacto directo con cada centímetro de su piel. Giorno seguía
hablando.
“Una vez nos enfrentamos a un enemigo llamado Notorious B.I.G. Esto
fue después de que dejaras el equipo, así que no lo supiste… pero era alguien
único.”
Giorno se cruzó de brazos, con un ceño pensativo.
“Este era un enemigo cuyo verdadero poder se activaba después de que
el dueño del Stand moría. Era impulsado por el odio que sentía su dueño al
momento de su muerte, y no necesitaba de un humano para poder pensar. Ya
que estaba muerto, no podía ser asesinado, y todos los ataques eran inútiles.
Después de combatirlo, pensé… que ya había visto eso antes.”
“……………”
“Exacto. Purple Haze. Tu Stand también es impulsado por el odio. Pero
tu virus también puede matarte – sin importar lo que quieras que pase. Fuiste
increíblemente afortunado de no morir la primera vez que usaste tu Stand. La
mayoría ya habría muerto hace mucho.”
“…………..”
“Hablabas como si no tuviera razón alguna para buscarte. Pero es todo
lo contrario. Tú eras mi problema; el resto era secundario. Lidiar contigo era
la prioridad.”
“……………”
“Hubiera sido fácil asesinarte. ¿Pero si te matábamos y Purple Haze no
moría? ¿Si tu Stand fuera liberado por el planeta? No tendríamos forma de
combatirlo. Sería el fin del mundo.”
Era un pensamiento aterrador, y Fugo escuchaba, paralizado. Aún así, el
tono de Giorno seguía perfectamente calmado.
“Sólo una persona podría hacer algo sobre esto. Tú. Pannacotta Fugo –
eres el único que puede hacer algo con esta amenaza. La única persona que
puede cambiar a su Stand eres tú.”
“……………”
“¿Podrás superar tu propio miedo y odio hacia tu propio virus? Yo
aposté todo por eso. No podía forzarlo. Tenías que hacerlo por ti mismo,
tomar tu propia decisión. Lo único que me preocupaba era si podrías hacerlo.
Pero no me angustié demasiado”
“¿… por qué no?” Dijo Fugo, levantando la mirada.
“No te conocí bien” respondió Giorno. “Así que era difícil juzgar para
mí. Pero Buccellati confiaba en ti. Y yo confiaba en Buccellati. Así que no
había razón para preocuparse.”
Giorno lo miraba directamente a los ojos. Fugo no podía desviar la
mirada.
“Yo… yo…”
“Lo otro sobre lo que estaba preocupado era sobre Sheila E. Trabajando
con ella, seguro lo notaste… pero tiene la tendencia de castigarse sola.
Eligiendo ponerse a sí misma en peligro, intentando sacrificarse por una buena
causa. Pero eso no es la verdadera determinación. Requiere del coraje para
retirarse. Esperaba que ella aprendiera eso de un hombre tan cuidadoso como
tú. Si lo hizo o no, aún está por verse.”
“Coraje…”
Recordaba que Kocaqi había usado esa palabra
“Sabes tan poco, Fugo. Todo lo que crees es conocimiento superficial,
sólo arañando la superficie. No sabes nada sobre el coraje. Nada de la fuerza
que encuentran los hombres cuando hacen del lado su ego, para vivir. Los
hombres sin coraje son como pulgas, condenados a morir aplastados cuando
tratan de chupar la sangre de los humanos.”
El hombre estaba en lo cierto. Él no sabía nada. Mirando al semblante
en su rostro, Giorno afirmó.
“Esa es una meta que todos los humanos compartimos. Aprender lo que
el coraje significa para ti… es nuestro rol como seres humanos buscar esa
respuesta a lo largo de nuestras vidas. Es como una puerta. Mientras no la
abras jamás encontrarás tu camino. Te encuentras frente a esa puerta.
Finalmente llegaste a ella. El resto depende de ti.”
“Yo…”
“Hay algo que tengo que devolverte. Mira la mesa.”
Giorno señaló. Fugo lo siguió con la mirada, y vio un sobre. Lo abrió.
Había una fotografía dentro.
Se le hizo un nudo en la garganta. Era la foto que habían tomado frente
al Lagoon, el yate de Buccellati. Una fotografía de todo el equipo, bajo la luz
del sol. La expresión indecisa de Fugo, Buccellati un poco avergonzado, Mista
y Narancia sonriendo de oreja a oreja y un Abbacchio estoico. Todos estaban
tan llenos de esperanza ese día.
“……………”
Mirando la foto, Fugo se encontraba temblando nuevamente. Perdió el
agarre y tiró la foto. Giorno eligió ese momento para hablar.
“¿Qué dices, Pannacotta Fugo? ¿Me prestarás tus talentos nuevamente?
Tengo un sueño. Y necesito amigos para que me ayuden con ese sueño.”
Giorno le tendió la mano.
Esa mano parecía un símbolo de esperanza. Como si todos sus pecados
fueran a ser perdonados si la tomaba.
“Yo…”
Todo el cuerpo de Fugo temblaba.
Esta era su tercera decisión. La primera vez, se unió. La segunda, se
marchó. Y ahora…
Ahora…
Estaba callado. Se quedó sentado en silencio por un momento, con la
cabeza baja. Entonces las gotas comenzaron a caer sobre su regazo.
Estaba llorando.
Las lágrimas fluían de sus ojos.
No podía parar.
No podía moverse.
No podía dar ni un paso.
Estaba sollozando.
“¿Qué pasa?” preguntó Giorno amablemente.
Fugo no podía levantar la mirada.
“Yo… tan sólo pensé… ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué no Buccellati?
¿Por qué soy yo el que te está jurando lealtad en vez de él?”
Si Buccellati le estuviera jurando lealtad, y él estuviera a su lado,
observando, todo sería muy simple.
Estaba seguro de que todos tendrían algo que decir. Casi podía oírlos.
“¿Huh? ¿¡Qué pasa!? ¡Giorno es más joven que tú! Pero espera,
Buccellati es mayor que yo, entonces… ¡Ah, al diablo! ¡Está bien!”
“No puedo decir que estoy completamente de acuerdo, pero si
Buccellati está bien con eso, lo seguiré. Y le partiré la cara a cualquiera que
diga lo contrario.”
“De una vez lo digo – no seré el cuarto al mando.”
Todos reían. Fugo casi podía verlos. Parecían mucho más reales de lo
que eran.
Sin embargo ninguno de ellos estaba aquí. Sólo él. Y no podía aceptar
eso.
No podía detener sus lágrimas. ¿Por qué? ¿Por qué lloraba de repente,
después de todo este tiempo? Si iba a estar llorando ahora, ¿por qué no se fue
con ellos en ese entonces? Esto estaba más allá del arrepentimiento. Lo que
extrañaba era demasiado grande, y jamás regresaría.
Giorno estaba parado frente a él.
Su sombra cayó sobre Fugo. Él miró hacia arriba.
Giorno lo miró directamente a los ojos.
“Medio paso,” dijo. “Si no puedes dar un paso adelante, entonces yo
daré medio paso hacia ti.”
“……………”
“Todo depende de tu decisión, pero si la pena apesanta tus pies,
entonces déjame compartirla.”
“…………..”
Fugo sintió como si lo acabara de comprender por primera vez, por qué
Buccellati había decidido poner su vida en las manos de este joven. No lo
había sentido en su cabeza, sino en su corazón.
“Gio…”
Sus piernas temblaban, casi colapsándose, se inclinó hacia adelante.
Cayó sobre una rodilla, pero se sostuvo de la mano de Giorno.
Giorno habló suavemente, “Todo lo que podemos hacer por aquellos
que hemos perdido es seguir adelante. Ese es nuestro deber. No destruir todo
lo que no nos importe como un dios patético, sino caminar dolorosamente
hacia adelante, confiando en lo que sea que creamos – incluso en la débil luz
de una estrella.”
Fugo había dejado de temblar. Acercó su rostro hacia la mano que
estaba sosteniendo, puso sus labios sobre ella, y habló.
“Mientras esté vivo, serviré a tu sueño. Por favor acepta mi cuerpo, mi
corazón y mi alma. Esa es mi esperanza, y ese es mi futuro.”
“Su rostro estaba iluminado. Su juramento era sincero.”
“Soy tuyo. Giogio nostro…”
En el fondo, la luz del sol se colaba por las cortinas, las campanas
resonaban, señalando el inicio del día.
“Purple Haze Feedback” cerrada.
Epílogo – Sobre el coraje y los sentimientos sin salida
El verdadero jefe de la mafia Lucky Luciano – probablemente lo
viste en un par de películas – trabajó con el ejército estadounidense en la
segunda guerra mundial, y cuando desembarcaron en Sicilia, hizo contacto
con los jefes de las mafias locales, y los convenció de ayudar. Cuando las
fuerzas aliadas liberaron Sicilia de la ocupación nazi, la mafia trabajaba en las
sombras para que sucediera – este es un hecho histórico. Luciano estaba en
prisión en esas fechas, pero fue puesto en libertad como recompensa por su
cooperación. Comparada con la enorme importancia de la guerra, sus crímenes
eran de poca importancia. Pero esta serie de eventos desembocó directamente
en el poder del crimen organizado en la Italia de la post-guerra, y las drogas
que vendían cobraron innumerables víctimas. La gente a menudo dice que un
mal menor justifica un bien más grande, pero para aquellos afectados por ese
mal, el bien no les importa. Ese bien mayor se convierte en el mal en lo que
concierne a las víctimas. Y resistirlo sólo lleva a más derramamiento de
sangre. El problema ya no es sobre el bien o el mal, sino de rencores
guardados.
Para plantear un ejemplo ordinario, imagina que un amigo escoge una
canción en el karaoke que tenías pensado cantar. Y lo hace repetidamente,
hasta que pierdes el control y dices le algo… y después todos tus amigos te
ven como si estuvieras loco por molestarte por nada. Las cosas se ponen
incómodas contigo, y pronto te encuentras odiándolos a todos. Todo el mundo
se estaba divirtiendo, así que existe cierta presión para ignorar los problemas
insignificantes, pero para la persona a quién le robaban sus canciones una y
otra vez., aquellos problemas ya no son insignificantes, y esa presión se
vuelve una fuente de frustración. Están demasiado enojados para que les
importe lo que está bien o mal.
Todos están de acuerdo en que lo que el consenso general considere
correcto debe ser prioritario sobre tus preferencias personales, y diría eso
como muchos otros, pero si fueran mis preferencias las que causan conflicto,
encontraría mucho más difícil mantenerme equilibrado. ¿Qué hace la gente
entonces cuando encuentran que el mundo entero se ha vuelto en su contra?
¿Cuando todo lo que creían correcto es rechazado por todos? ¿Deberían
asumir que se han equivocado y unirse tranquilamente al consenso? ¿O apretar
los dientes y seguir sus corazonadas? ¿O llevar más allá su ira por verse en
este predicamento, sin dar salida real a sus emociones?
Obviamente todos cometemos errores. Hay bastantes ocasiones en las
que simplemente estás equivocado y todos los demás acertados. En estas
situaciones, eres tú quien tiene que ceder, pero otras veces te encuentras
obstinadamente parado en tu postura. Esperas por el coraje para admitir tu
error, pero nunca llega. Estás atascado. Y ni siquiera sabes por qué. Pero sabes
que entregarte a la presión social te provocaría la pérdida de algo importante.
Peleas, pero aún así, al final, el consenso prevalece, y estás condenado a
perder. Lo que sea que haya parecido tan importante se esfuma, y analizando,
no puedes ni recordar lo que era. La gente a menudo se arrepiente de las
decisiones que tomaron, pero quizás lo que deberían lamentar realmente – las
pérdidas que más importan – son aquellas tan efímeras que son olvidadas.
El coraje de admitir un error y el coraje de permanecer fiel a ti mismo –
ambas son formas de coraje, pero es imposible asegurar cual es la correcta.
Las circunstancias de la elección cuentan, así como la naturaleza del conflicto.
Lo que cuenta no es la satisfacción de haber sido valeroso, sino la habilidad de
determinar con precisión lo que se ha perdido como resultado. Dicen que las
acciones sinceras basadas en la verdad nunca fallarán, pero nuestras vidas van
de la mano con la derrota, y no hay nada inmune al fracaso. Simplemente
tienes que saber dónde te sitúas. Es una conclusión que no resuelve nada, pero
tal vez ese sea el punto de este cuestionamiento. Es, después de todo un tema
en el que toda una vida es poco para aclarar. Aunque yo no poseo el coraje
para admitir eso.
Hay un dicho japonés que se traduce literalmente como “Excava las
raíces, excava las hojas.” Es una expresión usada a menudo para describir la
persistencia y minuciosidad, pero hay algunos que se complican con las
palabras – después de todo, puedes excavar las raíces, pero no las hojas. Creo
que esta queja se puede resolver saliendo a campo abierto. Hay hojas caídas
enterradas donde sea; remueve la tierra en un bosque y enterrarás todas las
hojas que aún no se han podrido en el suelo. Puedes excavar tantas hojas como
necesites. El problema es resuelto con una pequeña acción racional. Esta es
una situación donde probablemente deberías de admitir tu error, creo. Fin.
(¿…debería decir algo acerca de Jojo?)
(¡Demasiado tarde!)

BGM “Machine Gun” por Jimi Hendrix

También podría gustarte