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La Araucana

La Araucana
Alonso de Ercilla y Zuñiga

Literatura

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La Araucana
Alonso de Ercilla y Zuñiga

Literatura

2 3
La Araucana / Alonso de Ercilla y Zuñiga 1a. ed. -- Bogotá : Ministerio de Educación Nacional, 2016
p. : il. (Río de letras. Literatura)
“Edición Digital para la Biblioteca 2.0 del PNLE. Obra seleccionadas por ser representativas de la
tradición literaria latinoamericana”
ISBN 978-958-691-835-0
1. Literatura 2. Retórica

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La Araucana
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y Escritura
Alonso de Ercilla y Zuñiga
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y diagramación
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Edición
Equipo pedagógico del PNLE
Selección de textos y revisión de material
ISBN: 978-958-691-835-0
Tabla de recursos
Encuentra junto a este libro recursos digitales para conocer,
comprender e interpretar la obra literaria.

Índice Antes de la lectura

Tabla de recursos 7 Galería: Narro una aventura 30

Animación: Alonso de Ercilla


Sobre la Colección Literatura 8 soldado y poeta español... 31

Audio: Ercilla describe a Chile 34


Biografía 10

Alonso de Ercilla visto por Voltaire 13 Durante la lectura

Galería: Españoles en Chile 37


Dedicatoria 21
Audio: Aventura en el mar 325
Prólogo de don Alonso de Ercilla 25
Galería: Indígenas araucanos chilenos 330

Declaración 27 Audio: El mago Fitón 462

Parte primera 33
Después de la lectura
Parte segunda 329
Audio: La esperanza de Ercilla 722

Parte tercera 585

Glosario 725

6 7
Sobre la Colección
Literatura

L a manera de representarnos como indivi-


duos y ciudadanos, por medio de la lectura
y escritura, dice mucho de la sociedad en la que
Esta colección de literatura latinoamericana
está en formato digital enriquecido por recur-
sos pedagógicos multimedia. Así, además de
vivimos y a la que aspiramos. Por ello el Plan literatura de alta calidad, ofrecemos contenidos
Nacional de Lectura y Escritura «Leer es mi que permitirán el acceso masivo desde dife-
Cuento», del Ministerio de Educación Nacio- rentes lugares del país, y del mundo, así como
nal, pone a disposición de los lectores colom- una herramienta para el trabajo en el aula y la
bianos 24 títulos de literatura latinoamericana biblioteca escolar, además de una conexión con
que dan cuenta de la riqueza cultural de nuestro las nuevas formas de aprender de niños, niñas
pasado literario y de los rasgos más caracterís- y jóvenes de esta generación.
ticos de la cultura latinoamericana.
La lectura de estos textos ofrece el contexto his-
Se trata de obras seleccionadas por ser represen- tórico, social, político y artístico de cada obra,
tativas de las tradiciones literarias de Argenti- articulado con las particularidades de forma y
na, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, contenido significativas para la interpretación.
Nicaragua, Perú y Uruguay, entre otros. Son Además, el contenido está dispuesto para que
libros que a lo largo de toda la historia latinoa- el lector profundice en cada aspecto relevante
mericana han tenido una influencia decisiva en de la obra a medida que se avanza en la lectura,
la cultura mundial, pues dejan al descubierto con actividades de comprensión y apropiación
situaciones históricas, sociales y culturales pro- en tres etapas: antes de iniciar la lectura, duran-
pias de una época determinada, a través de una te la lectura y después de la lectura.
estética rica en descripciones y en expresiones
propias del lenguaje figurado, del humor, de la Gina Parody d´Echeona
Índice
sátira y de la ironía.

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Ercilla como soldado español, tuvo que participar en diversas batallas y em-
prender varias expediciones militares hacia el inexplorado sur de Chile, con el
fin de conocer y conquistar nuevos territorios entre ellos la isla grande de Chi-
loé, los cuales le permitieron empezar a escribir La Araucana en el transcurso
de su expedición y aventuras militares.

Para el año de 1559 Ercilla tuvo un altercado con Juan de Pineda quien era
parte de la Compañía de Jesús, y fue entonces cuando el gobernador García
Hurtado de Mendoza mandó encarcelarlos y degollarlos, pero gracias a la in-
tervención de una española y una india mapuche el gobernador perdonó la
Biografía vida a los sentenciados y Ercilla fue desterrado a Perú.

Los acontecimientos históricos de 1557 permitieron que Ercilla iniciara su obra


literaria La Araucana, poema épico que escribió en tres partes, la primera parte
la publicó en 1569 en el cual relata los sucesos exactos a su llegada a Chile,
la segunda y tercera parte las publicó en 1578 y 1589 respectivamente, en el
Alonso de Ercilla y Zúñiga nació el 7 de agosto de 1533 y falleció el 29 de cual narra de forma precisa y detallada las constantes guerras del Arauco, las
noviembre de 1594 en Madrid España; sus padres eran Leonor de Zúñiga y injusticias sociales, y la violencia cometida contra los indios, a través de esce-
Fortún García de Ercilla un reconocido jurista del Consejo Real quien falleció nas amorosas, suspensos dramáticos, comparaciones mitológicas que acostum-
cuando Ercilla era apenas un niño, pero gracias a su labor en el Consejo Real braban a practicar los indios mapuches de igual manera relata testimonios de
permitirían que Ercilla empezara a trabajar como paje al servicio del príncipe conquistadores, discusiones políticas, teológicas y vivencias personales.
Don Felipe, futuro Felipe II, rey de España; en su labor tuvo que realizar varios
viajes por Flandes, Barcelona, Milán, Roma, Múnich, Heidelberg, Bruselas e Gracias a su valor histórico, La Araucana fue tomada como guía y referencia
Inglaterra, en donde se enteró de la muerte de Pedro Valdivia, Gobernador de para la elaboración de obras posteriores de grandes autores como Pedro de
Chile, quien fue atacado por indígenas mapuches liderados por Lautaro, uno Oña y Diego Barros Arana, la cual, fue comparada con grandes clásicos como
de sus líderes militares. la Eneida.

Estando en Inglaterra tomó la decisión de partir hacia Chile en 1555 con Je-
rónimo de Alderete y con el nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza,
hijo de Andrés Hurtado de Mendoza quien era II marqués de Cañete y virrey
del Perú.

Para el 26 de junio del mismo año la expedición de soldados españoles del


cual formaba parte Alonso de Ercilla, desembarcaron en Chile en la Isla Qui-
riquina para llegar por tierra a la ciudad de Concepción (actualmente ciudad
Penco) con el fin de construir un fuerte y defenderse de los ataques de los in-
dios araucanos.
Índice

10 11
Alonso de Ercilla visto por Voltaire

HACIA FINALES DEL SIGLO XVI, España produjo un poema épico célebre
tanto por su singular belleza como por la originalidad del tema, y sobre todo
por la personalidad del autor.

Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, gentilhombre de la corte del Emperador


Maximiliano II, se educó en la casa real de Felipe II, y luchó en la batalla de
San Quintín donde los franceses fueron derrotados. Felipe, que no estuvo en
la batalla, menos celoso de aumentar su gloria en el extranjero que de conso-
lidar su poder en el interior, volvió a España. El joven Alonso, animado por
una insaciable avidez de verdadero saber, es decir, de conocer a los hombres y
de ver mundo, viajó por toda Francia, recorrió Italia y Alemania y permaneció
mucho tiempo en Inglaterra. Durante su estancia en Londres, supo que algu-
nas provincias de Chile y Perú se habían sublevado contra los españoles, sus
conquistadores. (Diré, de paso, que esta tentativa de los americanos de conse-
guir la libertad es considerada rebelión por los autores españoles). La pasión
que tenía por la gloria y el deseo de ver y emprender acciones singulares lo
llevaron a aquellos países del Nuevo Mundo.

Fue a Chile a la cabeza de algunas tropas y permaneció allí a lo largo de toda


la guerra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

En las fronteras de Chile por la parte sur, hay una zona montañosa llamada Viene al caso hablar aquí de una parte del CANTO II, que se parece mucho al
Araucana, habitada por una raza de hombres más robustos y más feroces que principio de La Ilíada, y que habiendo sido tratado el tema de forma distinta
todos los demás pueblos de América y que combatieron por la defensa de su merece ser sometida a los lectores para que juzguen con imparcialidad. La pri-
libertad con más valor y durante más tiempo que el resto de los americanos, y mera acción de La Araucana es una lucha entre los jefes de los bárbaros, igual
fueron los últimos en ser sometidos por los españoles. Alonso sostuvo contra como en Homero entre Aquiles y Agamenón. La disputa no es por un cautivo,
ellos una guerra larga y penosa, corrió peligros terribles, vio y realizó las accio- sino por el mando del ejército. Cada uno de estos generales salvajes se vana-
nes más asombrosas, cuya única recompensa fue el honor de haber conquista- gloria de sus méritos y de sus proezas, y la pelea es tan acalorada que están a
do, unas tierras rocosas y de someterlos a la obediencia del Rey de España. punto de llegar a las armas; entonces uno de los caciques llamado Colo Colo
tan viejo como Néstor, pero menos favorablemente dispuesto para con él que
En el transcurso de esta guerra, Alonso concibió el proyecto de inmortalizar a el héroe griego, lanza la siguiente arenga:
sus enemigos inmortalizándose a sí mismo. Fue al mismo tiempo el conquista-
dor y el poeta: empleó los intervalos de tranquilidad que la campaña le dejaba “Caciques, del Estado defensores,
para cantar las acciones de guerra, y a falta de papel, escribió la primera parte codicia de mandar no me convida
en pequeños trozos de cuero que después le dieron buen trabajo para ordenar a pesarme de veros pretensores
y componer. El poema se llama La Araucana por el nombre de aquella zona. de cosa que a mí tanto era debida;
Comienza con una descripción geográfica de Chile, de sus costumbres y de la porque, según mi edad, ya veis, señores,
forma de vivir de sus habitantes. Este principio, que sería insoportable en cual- que estoy al otro mundo de partida;
quier otro poema, se hace aquí necesario, y no disgusta puesto que la acción más el amor que siempre, os he mostrado,
se de esarrolla más allá del otro trópico, donde los héroes son gentes salvajes a bien aconsejamos me ha incitado.
que hubieran sido absolutamente desconocidos para nosotros, si no los hubie-
ra conquistado y celebrado. El tema, que era nuevo, hizo nacer pensamientos “¿Por qué cargos honrosos pretendemos,
nuevos. Voy a presentar uno al lector, como muestra, para poder comprobar la y ser en opinión grandes tenidos,
chispa de fuego que algunas veces animaba al autor. pues que negar al mundo no podemos
haber sido sujetos y vencidos?
“Los araucanos –decía– se quedaron muy sorprendidos al ver criaturas pareci- Y en esto averiguarnos no queremos,
das a los hombres llevando fuego en las manos y montados en monstruos que estando aun de españoles oprimidos:
luchaban debajo de ellos. Al principio los tomaron por dioses descendidos del mejor fuera esa furia ejecutalla,
cielo, armados de truenos y seguidos de destrucción, y entonces se sometieron contra el fiero enemigo en la batalla.
aunque con dificultad; pero al cabo del tiempo, habiéndose familiarizado con
sus conquistadores, conocieron sus pasiones y sus vicios y decidieron que no ¿Qué furor es el vuestro, ¡oh, araucanos!,
eran más que hombres. Entonces, avergonzados de haber sucumbido a seres que a perdición os lleva sin sentillo?
mortales parecidos a ellos mismos, juraron lavar su error con la sangre de ¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
aquellos mismos que la habían provocado, e infligirles una venganza, ejem- y no contra al tirano en resistillo?
plar, terrible y memorable”. Teniendo tan a golpe a los cristianos,
volvéis contra vosotros el cuchillo?
Si gana de morir os ha movido,
no sea en tan bajo estado y abatido.
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Volved las armas y ánimo furioso “En la virtud de vuestro brazo espero
a los pechos de aquellos que os han puesto que puede en breve tiempo remediarse;
en dura sujeción, con afrentoso mas ha de haber un capitán primero,
partido, a todo el mundo manifiesto; que todos por él quieran gobernarse,
lanzad de vos el yugo vergonzoso; este será quien más un gran madero
mostrad vuestro valor y fuerza en esto: sustentare en el hombro sin pararse;
no derraméis la sangre del Estado y pues que sois iguales en la suerte,
que para redimirnos ha quedado. procure cada cual de ser más fuerte.
“No me pesa de ver la lozanía
de vuestra corazón, antes me esfuerza; El anciano propone entonces el ejercicio digno de una nación bárbara: traer
más temo que esta vuestra valentía una inmensa viga y dar el mando a aquel que pueda sostenerla por más tiempo.
por mal gobierno el buen camino tuerza,
que, vuelta entre nosotros la porfía, Como la mejor forma de perfeccionar nuestro gusto es comparar cosas de la
degolléis vuestra patria con su fuerza: misma naturaleza, no hay más que poner el discurso de Néstor al del Colo Colo
cortad, pues, si ha de ser de esa manera, renunciando a esta adoración que nuestros espíritus rinden al gran nombre de
esta vieja garganta la primera. Homero, y sopesar las dos arengas en la balanza de la equidad y de la razón.
“Que esta flaca persona, atormentada
de golpes de fortuna, no procura Después que Aquiles, instruido por Minerva, diosa de la sabiduría, dio a Aga-
sino el agudo filo de una espada, menón los calificativos de borracho y de perro, el Sabio Néstor se levanta para
pues no la acaba tanta desventura. calmar los ánimos irritados de estos dos héroes y habla de esta forma:
Aquella vida es bien afortunada
que la temprana muerte la asegura; “¿Cuál será la satisfacción de los Troyanos
pero a nuestro bien público atendiendo, cuando tengan noticia de vuestras discordias?
quiero decir en esto lo que entiendo. Vuestra juventud debe respetar mis años y
“Pares sois en valor y fortaleza;
el cielo os igualó en el nacimiento; someterse a mis consejos. He conocido anteriormente héroes superiores a vo-
de linaje, de estado y de riqueza, sotros. No, mis ojos ya no verán nunca más hombres parecidos al invencible
hizo a todos igual repartimiento; Pirithou, al valiente Ceneas, al divino Teseo, etc. He hecho la guerra a su
y en singular por ánimo y grandeza lado y, aunque yo era joven, mi elocuencia persuasiva tenía poder sobre ellos.
podéis tener del mundo el regimiento: Oyeron a Néstor, ¡jóvenes guerreros! Escuchad pues los consejos de mi vejez.
que este gracioso don, no, agradecido, Atride, no debes conservar el esclavo de Aquiles; hijo de Tetis no debes tratar
nos ha al presente término traído. con altanería al jefe del ejército. Aquiles es el más grande, el más valiente de
los guerreros, Agamenón es el más grande de los reyes”, etc.

Su arenga fue infructuosa. Agamenón alabó su elocuencia y despreció su


consejo.

16 17
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Considerar por una parte, la habilidad con la que el bárbaro Colo Colo se in- Además no es un defecto mediocre el que su poema se componga de treinta y
sinúa en el ánimo de los caciques, la dulzura respetuosa con la que calma su seis CANTOS muy largos. Se puede suponer con razón que un autor que no
animosidad, la ternura majestuosa de sus palabras, hasta qué punto le anima sabe o no puede detenerse, no es merecedor de una tal carrera.
el amor al país, cómo penetran en su corazón los sentimientos de la verdade-
ra gloria, con qué prudencia ensalza su valor reprimiendo su furor, con qué Tan gran número de defectos no impidió al célebre Miguel de Cervantes decir
arte evita dar la superioridad a ninguno de ellos: es un censor, un panegirista que La Araucana puede compararse con los mejores poemas de Italia. Sin duda
diestro; y por lo tanto todos se someten a sus razones, reconociendo la fuerza el amor ciego a la patria es quien dictó al autor español un juicio tan falso. El
de su elocuencia, no mediante alabanzas vanas sino por la obediencia inme- verdadero y sólido amor a la patria es hacer lo mejor para ella y contribuir a su
diata. De otra parte, juzgad si Néstor es tan sabio al hablar de su sabiduría, si libertad en la mayor medida posible; pero discutir solamente sobre los autores
es tanto una forma segura de atraer la atención de los príncipes griegos, como de nuestra nación y vanagloriarnos de tener entre nosotros mejores poetas que
de rebajarlos y considerarlos por debajo de sus antepasados, si toda la asam- nuestros vecinos, es más amor a nosotros mismos que amor a nuestro país.
blea puede oír con alegría que Néstor diga que Aquiles es el más valiente de
los jefes presentes. Y después de haber comparado el parloteo presuntuoso y VOLTAIRE, en Essai Sur la Poesie Epique, Don Alonso de Ercilla, Capítulo
descortés de Néstor con el discurso mode esto y mesurado de Colo Colo; la VIII. Tomo 10. 1834.
odiosa diferencia de aquel otorga entre el rango de Agamenón, y el mérito de
Aquiles, con esta igualdad de grandeza y de valor atribuidos con parte a todos
los caciques, que el lector se pronuncie. Y si hay un general en el mundo que
soporte de buena gana que se prefiera a un inferior por la valentía; si hay una
asamblea que aguante sin sobresaltos el discurso de un hombre que le habla
con desprecio y cante la gloria de sus antecesores a sus expensas, entonces se
podrá preferir Homero a Alonso, en este caso particular.

Es verdad que si Alonso es superior a Homero en un solo pasaje, está en el


resto por debajo del menor de los poetas. Uno se sorprende al verle caer tan
bajo después de haberle visto volar tan alto. Sin duda hay mucho fuego en sus
batallas, pero ninguna invención, ningún plan, ninguna variedad de las des-
cripciones, ninguna unidad en la narración. Este poema es más salvaje que las
naciones que lo protagonizaron. Hacia el final de la obra, el autor, que es uno
de los principales héroes del poema, hace de noche un largo y aburrido cami-
no seguido de algunos soldados, y para pasar el rato, hace surgir entre ellos
una discusión sobre Virgilio y en especial sobre el episodio de Didon. Alonso
aprovecha la ocasión para hablar con sus soldados de la muerte de Didon, tal
como la cuentan los antiguos historiadores y para mejor desmentir a Virgilio y
restituir su reputación a la reina de Cartago, se divierte discutiendo el asunto
durante dos CANTOS enteros.

Índice

18 19
ALONSO DE ERCILLA Y ZÚÑIGA

Caballero de la orden de santiago


Gentil hombre de la cámara de
Su majestad el emperador

La araucana

Dirigida al
REY DON FELIPE
nuestro señor.

Índice

21
AL REY, NUESTRO SEÑOR

Como todas mis obras desde su


principio, están ofrecidas a V. M., esta, como
necesitada, acude al amparo que ha menester.
Suplico a V.M. sea servido de pasar los ojos
por ella, que con merced tan grande, además
de dejarla V. M. Ufana, quedará autorizada
y segura de que ninguno se le atreva. Guarde
Nuestro Señor la Católica persona de V. M

23
Prólogo
De Don Alonso de Ercilla

Si pensara que el trabajo que he puesto en esta obra me había de quitar tan
poco el miedo de publicarla, sé cierto de mí que no tuviera ánimo para llevarla
al cabo. Pero considerando ser la historia verdadera y de cosas de guerra, a las
cuales hay tantos aficionados, me he resuelto en imprimirla, ayudando a ello
las importunaciones de muchos testigos que en lo de más de ello se hallaron, y
el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en perpetuo
silencio, faltando quien las escriba; no por ser ellas pequeñas, pero porque la
tierra es tan remota y apartada y la postrera que los españoles han pisado por la
parte del Perú, que no se puede tener de ella casi noticia, y por el mal aparejo
y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no da
lugar a ello; y así el que pude hurtar le gasté en este libro, el cual porque fuese
más cierto y verdadero se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y
sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de
cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó
después poco trabajo juntarlos; y por esto, y por la humildad con que va la
obra, como criada en tan pobres pañales, acompañándola el celo y la intención
con que se hizo, espero que será parte para poder sufrir quien la leyere las
faltas que lleva. Y si a alguno le pareciere que me muestro algo inclinado a la
parte de los araucanos, tratando sus cosas y valentías más extendidamente de
lo que para bárbaros se requiere; si queremos mirar su crianza, costumbres,
modos de guerra y ejercicio de ella, veremos que muchos no les han hecho
ventaja, y que son pocos los que con tal constancia y firmeza han defendido su

25
Alonso de Ercilla Zuñiga

tierra contra tan fieros enemigos como son los españoles. Y cierto es cosa de
admiración que, no poseyendo los araucanos más de veinte leguas de término,
sin tener en todo él pueblo formado, ni muro, ni casa fuerte para su reparo, ni
armas, a lo menos defensivas, que la prolija guerra y españoles las han gas-
tado y consumido, y en tierra no áspera, rodeada de tres pueblos españoles y
dos plazas fuertes en medio de ella, con puro valor y porfiada determinación
hayan redimido y sustentado su libertad, derramando en sacrificio de ella tanta Declaración
sangre así suya como de españoles, que con verdad se puede decir haber pocos
lugares que no estén de ella teñidos y poblados de huesos; no faltando a los
muertos quien les suceda en llevar su opinión adelante; pues los hijos, ganosos
de la venganza de sus muertos padres, con la natural rabia que los mueve y el
valor que de ellos heredaron, acelerando el curso de los años, antes de tiempo De algunas dudas que se pueden ofrecer en esta obra
tomando las armas, se ofrecen al rigor de la guerra; y es tanta la falta de gente Porque muchos no entenderán algunos vocablos o nombres que aunque indios
por la mucha que ha muerto en esta demanda, que, para hacer más cuerpo y son ya tan recibidos y usados en aquella tierra de los nuestros, que no los han
henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando mudado en nuestro lenguaje, será bien declararlos aquí, porque como yo, por
algunas veces como varones, se entregan con grande ánimo a la muerte. Todo variar uso alguna vez de ellos, el que leyere este libro no tenga que preguntar.
esto he querido traer para prueba y en abono del valor de estas gentes, digno
de mayor loor del que yo le podré dar con mis versos. Y pues, como dije arri-
ba, hay ahora en España cantidad de personas que se hallaron en muchas cosas
Angol: Se llama el valle donde poblaron una ciudad y le pusieron nombre los
de las que aquí escribo, a ellos remito la defensa de mi obra en esta parte, y a
confines de Angol.
los que la leyeren se la encomiendo.
Apó: Señor o capitán absoluto de los otros.
Arauco (El estado de): Es una provincia pequeña de veinte leguas de largo
y siete de ancho, poco más o menos, que produce la gente más belicosa que
ha habido en las Indias, y por eso es llamado el estado indómito; llámanse los
indios de él araucanos, tomando el nombre de la provincia.
Arcabuco: Espesura grande de árboles altos y boscaje.
Bohío: Es una casa pajiza, grande, de solo una pieza, sin alto.
Cacique: Quiere decir señor de vasallos, que tienen gente a su cargo. Los
caciques toman el nombre del valle de donde son señores, y de la misma ma-
nera los hijos o sucesores que suceden en ellos; declárase esto, porque los que
mueren en la guerra se oirán después nombrar en otra batalla: entiéndase que
son los hijos o sucesores de los muertos.
Índice

26 27
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cachiras: Son unas cuentas muy menudas, a manera de aljófar, que las hallan Mapocho: Es un hermoso valle donde los españoles poblaron la ciudad de
por las marinas, y en cuanto más menuda es más preciada; labran y adornan Santiago, y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
con ellas sus llautos y las mujeres sus hinchos, que son como una cinta angos-
ta que les ciñe la cabeza, por la frente, a manera de vidrios; andan siempre en Mita: Es la carga o tributo que trae el indio tributario.
cabello y suelto por los hombros y espaldas. Mitayo: Es el indio que la lleva o trae.
Caupolicán: Fue hijo de Leocán y Lautaro, hijo de Pillán. Declaro esto por- Pallá: Es lo que llamamos nosotros señora; pero entre ellos no alcanza este
que como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace muchas veces nombre, sino al de noble linaje y señora de muchos vasallos y hacienda.
mención, por no poner tantas veces sus nombres, me aprovecho de los de sus
padres. Penco: Es un valle muy pequeño y no llano, pero porque es puerto de mar po-
blaron en él los españoles una ciudad, la cual llamaron La Concepción.
Cautén: Es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron la
más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía trescientos Puelches: Se llaman los indios serranos, los cuales son fortísimos y ligeros,
mil indios, casados, de servicio; llamáronla imperial porque cuando entraron aunque de menos entendimiento que los otros.
los españoles en aquella provincia hallaron sobre todas las puertas y tejados
Valdivia: Es un pueblo bueno y provechoso: tiene un puerto de mar por un
águilas imperiales de dos cabezas, hechas de palo, a manera de timbre de ar-
río arriba, tan seguro, que varan las naos en tierra, y está fundado no muy lejos
mas, que cierto es extraña cosa y de notar, pues jamás en aquella tierra se ha
de un gran lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su nombre: entiéndese
visto ave con dos cabezas.
que cuando se fundaron estos pueblos era Valdivia capitán general de los es-
Coquimbo: Es el primer valle de Chile, donde pobló el capitán Valdivia un pañoles, y a él se atribuye la gloria del descubrimiento y población de Chile.
pueblo que le llamó la Serena, por ser él natural de la Serena; tiene un muy
Vicuña: Cabra montés que se cría en Indias: no tiene cuernos y es más alta de
buen puerto de mar, y llámase también el pueblo Coquimbo tomando el nom-
cuerpo que una cabra por grande que sea. Su lana es finísima y nunca pierde
bre del valle.
el color.
Chile: Es una provincia grande que contiene en sí otras muchas provincias.
Villa-Rica: Es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un lago
Toma el nombre de Chile toda la provincia por su valle, del cual tuvieron pri-
pequeño cerca de dos volcanes, que lanzan a tiempos tanto fuego y tan alto
mero noticia los españoles por el oro que en él se sacaba, y, como entraron
que acontece llover en el pueblo ceniza.
en su demanda, pusieron nombre de hile a toda la tierra, hasta el estrecho de
Magallanes. Yanacónas: Son indios mozos amigos que sirven a los españoles, andan en
su traje, y algunos muy bien tratados, que se precian mucho de policía en su
Epanomón: Nombre que le dan al demonio, por el cual juran cuando quieren
vestido: pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente,
obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
en especial cuando los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque
Llauto: Es un trocho o rodete redondo, ancho, de dos dedos, que ponen por la en las retiradas los suelen dejar en las manos de los enemigos, que los matan
frente y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y cachira, con muchas piedras cruelísimamente.
y dijes en ellos, en los cuales asientan las plumas o penachos de que ellos son
muy amigos; no los traen en la guerra porque entonces usan celadas.

Índice

28 29
Galería Animación

Narro una aventura Alonso de Ercilla soldado y poeta español…


Observa las siguientes ilustraciones. Luego, narra de forma oral una historia o Observa la siguiente animación.
inventa un poema con tus compañeros.

Tabla de recursos Tabla de recursos


30 31
Parte Primera

Canto I

El cual declara el asiento y descripción de la provincia de chile y estado de


Arauco, con las costumbres y modos de guerra que los naturales tienen; y asi-
mismo trata en suma la entrada y conquista que los españoles hicieron hasta
que Arauco se comenzó a rebelar.

No las damas, amor, no gentilezas


de caballeros canto enamorados;
ni las muestras, regalos ni ternezas
de amorosos afectos y cuidados:
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco, no domada,
pusieron duro yugo por la espada.

Cosas diré también harto notables


de gente que a ningún rey obedecen,
temerarias empresas memorables
que celebrarse con razón merecen;
raras industrias, términos loables
que más los españoles engrandecen;
pues no es el vencedor más estimado
de aquello en que el vencido es reputado.

33
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Suplícoos, gran Felipe, que mirada Es Chile Norte Sur de gran longura,
esta labor, de vos sea recebida, costa del nuevo mar del Sur llamado;
que, de todo favor necesitada, tendrá del Este al Oeste de angostura
queda con darse a vos favorecida: cien millas, por lo más ancho tomado,
es relación sin corromper, sacada bajo del polo Antártico en altura
de la verdad, cortada a su medida; de veinte y siete grados, prolongado
no despreciéis el don, aunque tan pobre, hasta do el mar Océano y Chileno
para que autoridad mi verso cobre. mezclan sus aguas por angosto seno.

Quiero a señor tan alto dedicarlo, Y estos dos anchos mares, que pretenden,
porque este atrevimiento lo sostenga, pasando de sus términos, juntarse,
tomando esta manera de ilustrarlo, baten las rocas y sus olas tienden;
para que quien lo viere en más lo tenga: mas esles impedido el allegarse;
y si esto no bastare a no tacharlo, por esta parte al fin la tierra hienden
a lo menos confuso se detenga, y pueden por aquí comunicarse:
pensando que, pues va a vos dirigido, Magallanes, Señor, fue el primer hombre
que debe de llevar algo escondido. que, abriendo este camino, le dio nombre.

Y haberme en vuestra casa yo criado, Por falta de piloto, o encubierta


que crédito me da por otra parte, causa, quizá importante y no sabida,
hará mi torpe estilo delicado, esta secreta senda descubierta
y lo que va sin orden lleno de arte: quedó para nosotros escondida:
así, de tantas cosas animado, ora sea yerro de la altura cierta,
la pluma entregaré al furor de Marte; ora que alguna isleta removida
dad orejas, Señor, a lo que digo, del tempestuoso mar y viento airado,
que soy de parte de ello buen testigo. encallando en la boca, la ha cerrado.
Digo que Norte Sur corre la tierra,
Audio
y baña la del Oeste la marina;
Chile, fértil provincia, y señalada a la banda del Este va una sierra
en la región antártica famosa, que el mismo rumbo mil leguas camina:
de remotas naciones respetada en medio es donde el punto de la guerra
por fuerte, principal y poderosa, por uso y ejercicio más se afina:
la gente que produce es tan granada, Venus y Amor aquí no alcanzan parte;
tan soberbia, gallarda y belicosa, solo domina el iracundo Marte.
que no ha sido por rey jamás regida,
ni a extranjero dominio sometida.
Tabla de recursos
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Alonso de Ercilla Zuñiga

Pues en este distrito demarcado, Galería


por donde su grandeza es manifiesta,
está a treinta y seis grados el Estado
que tanta sangre extraña y propia cuesta:
este es el fiero pueblo no domado
que tuvo a Chile en tal estrecho puesta,
y aquel que por valor y pura guerra Españoles en Chile
hace en torno temblar toda la tierra.
Observa la siguiente galería de imágenes.

Es Arauco, que basta, el cual sujeto


lo más de este gran término tenía,
con tanta fama, crédito y conceto
que de un polo al otro se extendía:
y puso al español en tal aprieto
cual presto se verá en la carta mía:
veinte leguas contienen sus mojones,
poséenla diez y seis fuertes varones.

De diez y seis caciques y señores


es el soberbio estado poseído,
en militar estudio los mejores
que de bárbaras madres han nacido:
reparo de su patria y defensores,
ninguno en el gobierno preferido;
otros caciques hay, mas por valientes
son éstos en mandar los preeminentes.

Solo al señor de imposición le viene Audio


servicio personal de sus vasallos,
y en cualquiera ocasión cuando conviene
puede por fuerza al débito apreamiallos;
pero así obligación el señor tiene
en las cosas de guerra doctrinallos,
con tal uso, cuidado y disciplina,
que son maestros después de esta doctrina.

Tabla de recursos
36 37
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

En lo que usan los niños, en teniendo


habilidad y fuerza provechosa,
es que un trecho seguido han de ir corriendo
por una áspera cuesta pedregosa;
y al puesto y fin del curso revolviendo
le dan al vencedor alguna cosa:
vienen a ser tan sueltos y alentados
que alcanzan por aliento los venados.

Y desde la niñez al ejercicio


los apremian por fuerza y los incitan,
y en el bélico estudio y duro oficio,
entrando en más edad, los ejercitan:
si alguno de flaqueza da un indicio,
del uso militar lo inhabilitan;
y al que sale en las armas señalado
conforme a su valor le dan el grado.

Los cargos de la guerra y preeminencia


no son por flacos medios proveídos,
ni van por calidad, ni por herencia,
ni por hacienda y ser mejor nacidos;
mas la virtud del brazo y la excelencia,
esta hace los hombres preferidos;
esta ilustra, habilita, perfecciona
y quilata el valor de la persona.

Los que están a la guerra dedicados


no son a otro servicio constreñidos,
del trabajo y labranza reservados
y de la gente baja mantenidos:
pero son por las leyes obligados
de estar a punto de armas proveídos,
y a saber diestramente gobernallas
en las lícitas guerras y batallas.

38 39
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Las armas de ellos más ejercitadas Hacen su campo, y muéstranse en formados


son picas, alabardas y lanzones, escuadrones distintos muy enteros,
con otras puntas largas enastadas cada hila de más de cien soldados,
de la facción y forma de punzones: entre una pica y otra los flecheros,
hachas, martillos, mazas barreadas, que de lejos ofenden desmandados
dardos, sargentas, flechas y bastones, bajo la protección de los piqueros,
lazos de fuertes mimbres y bejucos, que van hombro con hombro, como digo,
tiros arrojadizos y trabucos. hasta medir a pica al enemigo.

Algunas de estas armas han tomado Si el escuadrón primero que acomete


de los cristianos nuevamente ahora, por fuerza viene a ser desbaratado,
que el continuo ejercicio y el cuidado tan presto a socorrerle otro se mete,
enseña y aprovecha cada hora; que casi no da tiempo a ser notado;
y otras, según los tiempos, inventado, si aquel se desbarata, otro arremete,
que es la necesidad grande inventora, y estando ya el primero reformado,
y el trabajo solícito en las cosas, moverse de su término no puede
maestro de invenciones prodigiosas. hasta ver lo que al otro le sucede.

Tienen fuertes y dobles coseletes, De pantanos procuran guarnecerse


arma común a todos los soldados, por el daño y temor de los caballos,
y otros a la manera de sayetes, donde suelen a veces acogerse,
que son, aunque modernos, más usados: si viene a suceder desbaratallos:
grevas, brazales, golas, capacetes allí pueden seguros rehacerse,
de diversas hechuras encajados, ofenden sin que puedan enojallos;
hechos de piel curtida y duro cuero, que el falso sitio y gran inconveniente
que no basta ofenderle el fino acero. impide la llegada a nuestra gente.

Cada soldado una arma solamente Del escuadrón se van adelantando


ha de aprender y en ella ejercitarse, los bárbaros que son sobresalientes,
y es aquella a que más naturalmente soberbios cielo y tierra despreciando,
en la niñez mostrare aficionarse: ganosos de extremarse por valientes;
de esta sola procura diestramente las picas por los cuentos arrastrando,
saberse aprovechar, y no empacharse poniéndose en posturas diferentes,
en jugar de la pica el que es flechero, diciendo: «Si hay valiente algún cristiano
ni de la maza y flechas el piquero. salga luego adelante mano a mano».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Hasta treinta o cuarenta en compañía, En torno de esta plaza poco trecho


ambiciosos de crédito y loores, cercan de espesos hoyos por de fuera:
vienen con grande orgullo y bizarría cual es largo, cual ancho, y cual estrecho;
al son de presurosos atambores: y así van, sin faltar de esta manera,
las armas matizadas a porfía para el incauto mozo que de hecho
con varias y finísimas colores; apresura el caballo en la carrera
de poblados penachos adornados tras el astuto bárbaro engañoso,
saltando acá y allá por todos lados. que le mete en el cerco peligroso.

Hacen fuerzas o fuertes cuando entienden También suelen hacer hoyos mayores
ser el lugar y sitio en su provecho, con estacas agudas en el suelo,
o si ocupar un término pretenden, cubiertos de carrizo, yerba y flores,
o por algún aprieto y grande estrecho, porque puedan picar más sin recelo:
de do más a su salvo se defienden, allí los indiscretos corredores,
y salen de rebato a caso hecho, teniendo solo por remedio el cielo,
recogiéndose a tiempo al sitio fuerte, se sumen dentro y quedan enterrados
que su forma y hechura es de esta suerte. en las agudas puntas estacados.

Señalado el lugar, hecha la traza, De consejo y acuerdo una manera


de poderosos árboles labrados tienen de tiempo antiguo acostumbrada;
cercan una cuadrada y ancha plaza que es hacer un convite y borrachera
en valientes estacas afirmados, cuando sucede cosa señalada:
que a los de fuera impide y embaraza y así cualquier señor que la primera
la entrada y combatir, porque, guardados nueva del tal suceso le es llegada,
del muro los de dentro, fácilmente despacha con presteza embajadores
de mucha se defiende poca gente. a todos los caciques y señores.

Solían antiguamente de tablones Haciéndoles saber cómo se ofrece


hacer dentro del fuerte otro apartado, necesidad y tiempo de juntarse,
puestos de trecho a trecho unos troncones pues a todos les toca y pertenece,
en los cuales el muro iba fijado que es bien con brevedad comunicarse:
con cuatro levantados torreones según el caso, así se lo encarece,
a caballero del primer cercado, y el daño que se sigue dilatarse;
de pequeñas troneras lleno el muro, lo cual, visto que a todos les conviene,
para jugar sin miedo y más seguro. ninguno venir puede que no viene.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Juntos, pues, los caciques del senado Do una fresca y altísima alameda
propóneles el caso nuevamente; por orden y artificio tienen puesta
el cual por ellos visto y ponderado, en torno de la plaza, y ancha rueda
se trata del remedio conveniente; capaz de cualquier junta y grande fiesta,
y resueltos en uno, y decretado, que convida a descanso, y al Sol veda
si alguno de opinión es diferente, la entrada y paso en la enojosa siesta:
no puede en cuanto al débito eximirse, allí se oye la dulce melodía
que allí la mayor voz ha de seguirse. del canto de las aves y armonía.

Después que cosa en contra no se halla, Gente es sin Dios ni ley, aunque respeta
se va el nuevo decreto declarando a aquel que fue del cielo derribado,
por la gente común y de canalla, que como a poderoso y gran profeta
que alguna novedad está aguardando: es siempre en sus cantares celebrado:
si viene a averiguarse por batalla, invocan su furor con falsa seta
con gran rumor lo van manifestando y a todos sus negocios es llamado,
de trompas y atambores altamente, teniendo cuanto dice por seguro
porque a noticia venga de la gente. del próspero suceso o mal futuro.

Tienen un plazo puesto y señalado Y cuando quieren dar una batalla


para ver sobre ello y remirarse, con él lo comunican en su rito,
tres días se han de haber ratificado si no responde bien, dejan de dalla,
en la definición sin retractarse: aunque más les insista el apetito;
y el franco y libre término pasado, caso grave o negocio no se halla
es de ley imposible revocarse; do no sea convocado este maldito;
y así como a forzoso acaecimiento, llámanle Eponamón, y, comúnmente
se disponen al nuevo movimiento. dan este nombre a alguno si es valiente.

Hácese este concilio en un gracioso Usan el falso oficio de hechiceros,


asiento en mil florestas escogido, ciencia a que naturalmente se inclinan,
donde se muestra el campo más hermoso en señales mirando y en agüeros,
de infinidad de flores guarnecido; por las cuales sus cosas determinan:
allí de un viento fresco y amoroso veneran a los necios agoreros
los árboles se mueven con ruido, que los casos futuros adivinan;
cruzando muchas veces por el prado el agüero acrecienta su osadía,
un claro arroyo limpio y sosegado. y les infunde miedo o cobardía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Algunos de estos son predicadores,


tenidos en sagrada reverencia,
que solo se mantienen de loores,
y guardan vida estrecha y abstinencia:
éstos son los que ponen en errores
al liviano común con su elocuencia,
teniendo por tan cierta su locura
como nos la evangélica escritura.

Y éstos que guardan orden algo estrecha


no tienen ley, ni Dios, ni que hay pecados;
mas solo aquel vivir les aprovecha
de ser por sabios hombres reputados:
pero la espada, lanza, el arco y flecha
tienen por mejor ciencia otros soldados;
diciendo que el agüero alegre o triste
en la fuerza y el ánimo consiste.

En fin, el hado y clima de esta tierra,


si su estrella y pronóstico se miran, No ha habido rey jamás que sujetase
es contienda, furor, discordia, guerra, esta soberbia gente libertada,
y a solo esto los ánimos aspiran: ni extranjera nación que se jactase
todo su bien y mal aquí se encierra; de haber dado en sus términos pisada;
son hombres que de súbito se aíran, ni comarcana tierra que se osase
de condiciones feroces, impacientes, mover en contra y levantar espada:
amigos de domar extrañas gentes. siempre fue exenta, indómita, temida,
de leyes libre y de cerviz erguida.
Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos, El potente rey Inga, aventajado
espaldas grandes, pechos levantados, en todas las antárticas regiones,
recios miembros, de nervios bien fornidos; fue un señor en extremo aficionado
ágiles, desenvueltos, alentados, a ver y conquistar nuevas naciones;
animosos, valientes, atrevidos, y por la gran noticia del estado
duros en el trabajo, y sufridores a Chile despachó sus Orejones;
de fríos mortales, hambres y calores. mas la parlera fama de esta gente
la sangre les templó y ánimo ardiente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los Ingas, que la fuerza conocían


Pero los nobles Ingas valerosos que en la provincia indómita se encierra,
los despoblados ásperos rompieron, y cuán poco a los brazos ganarían
y en Chile algunos pueblos belicosos llegada al cabo la empezada guerra;
por fuerza a servidumbre redujeron: visto el errado intento que traían,
a do leyes y edictos trabajosos de esamparando la ganada tierra,
con dura mano armada introdujeron, volvieron a los pueblos que dejaron
haciéndoles con fueros disolutos donde por algún tiempo reposaron.
pagar grandes subsidios y tributos.
Pues don Diego de Almagro, Adelantado,
Dado asiento en la tierra y reformado que en otras mil conquistas se había visto,
el campo con ejército pujante, por sabio en todas ellas reputado,
en demanda del reino deseado animoso, valiente, franco y quisto,
movieron sus escuadras adelante: a Chile caminó determinado
no hubieron muchas millas caminado, de extender y ensanchar la fe de Cristo;
cuando entendieron que era semejante pero en llegando al fin de este camino
el valor a la fama que alcanzada dar en breve la vuelta le convino.
tenía el pueblo araucano por la espada.
A solo el de Valdivia esta victoria
Los Promaucaes de Maule, que supieron con justa y gran razón le fue otorgada,
el vano intento de los Ingas vanos, y es bien que se celebre su memoria,
al paso y duro encuentro les salieron, pues pudo adelantar tanto su espada:
no menos en buen orden que lozanos; este alcanzó en Arauco aquella gloria,
y las cosas de suerte sucedieron que de nadie hasta allí fuera alcanzada;
que, llegando estas gentes a las manos, la altiva gente al grave yugo trujo,
murieron infinitos Orejones, y en opresión la libertad redujo.
perdiendo el campo y todos los pendones.
Con una espada y capa solamente,
Los indios Promaucaes es una gente ayudado de industria que tenía,
que está cien millas antes del estado, hizo con brevedad de buena gente
brava, soberbia, próspera y valiente, una lúcida y gruesa compañía;
que bien los españoles la han probado: y con designio y ánimo valiente
pero con cuanto digo, es diferente toma de Chile la derecha vía,
de la fiera nación, que, cotejado resuelto en acabar de esta salida
el valor de las armas y excelencia, la demanda difícil o la vida.
es grande la ventaja y diferencia.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Viose en el largo y áspero camino Una batalla tuvo aquí sangrienta


por la hambre, sed y frío en gran estrecho; donde a punto llegó de ser perdido:
pero con la constancia que convino pero Dios le acorrió en aquella afrenta;
puso al trabajo el animoso pecho: que en todas las demás le había acorrido:
y el diestro hado y próspero destino otros de ello darán más larga cuenta,
en Chile le metieron, a despecho que les está este cargo cometido;
de cuantos estorbarlo procuraron, allí fue preso el bárbaro Ainavillo,
que en su daño las armas levantaron. honor de los pencones y caudillo.

Tuvo a la entrada con aquellas gentes De allí llegó al famoso Biobío,


batallas y rencuentros peligrosos, el cual divide a Penco del estado,
en tiempos y lugares diferentes, que del Nibequetén, copioso río,
que estuvieron los fines bien dudosos; y de otros viene al mar acompañado;
pero al cabo por fuerza los valientes de donde con presteza y nuevo brío,
españoles, con brazos valerosos, en orden buena y escuadrón formado
siguiendo el hado y con rigor la guerra, pasó de Andalicán la áspera sierra,
ocuparon gran parte de la tierra. pisando la araucana y fértil tierra.

No sin gran riesgo y pérdidas de vidas No quiero detenerme más en esto,


asediados seis años sostuvieron, pues que no es mi intención dar pesadumbre;
y de incultas raíces de esabridas y así pienso pasar por todo presto,
los trabajados cuerpos mantuvieron, huyendo de importunos la costumbre:
do a las bárbaras armas oprimidas digo con tal intento y presupuesto
a la española devoción trujeron, que antes que los de Arauco a servidumbre
por ánimo constante y raras pruebas viniesen, fueron tantas las batallas,
criando en los trabajos fuerzas nuevas. que dejo por prolijas de contallas.

Después entró Valdivia conquistando Ayudó mucho el ignorante engaño


con esfuerzo y espada rigurosa, de ver en animales corregidos
los promaucaes por fuerza sujetando, hombres que por milagro y caso extraño
Curios, Cauquenes, gente belicosa; de la región celeste eran venidos:
y, el Maule y raudo Itata atravesando, y del súbito estruendo y grave daño
llegó al Andalién, do la famosa de los tiros de pólvora sentidos,
ciudad fundó de muros levantada, como a inmortales dioses los temían,
felice en poco tiempo y desdichada. que con ardientes rayos combatían.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los españoles hechos hazañosos Así el ingrato pueblo Castellano,


el error confirmaban de inmortales, en mal y estimación iba creciendo,
afirmando los más supersticiosos, y siguiendo el soberbio intento vano
por los presentes los futuros males: tras su fortuna próspera corriendo:
y así tibios, suspensos y dudosos, pero el Padre del cielo soberano
viendo de su opresión claras señales, atajó este camino, permitiendo
debajo de hermandad y fe jurada que aquel a quien él mismo puso el yugo
dio Arauco la obediencia jamás dada. fuese el cuchillo y áspero verdugo.

Dejando allí el seguro suficiente El estado araucano acostumbrado


adelante los nuestros caminaron; a dar leyes, mandar y ser temido,
pero todas las tierras llanamente, viéndose de su trono derribado,
viendo Arauco sujeta, se entregaron; y de mortales hombres oprimido;
y reduciendo a su opinión gran gente, de adquirir libertad determinado,
siete ciudades prósperas fundaron, reprobando el subsidio padecido,
Coquimbo, Penco, Angol y Santiago, acude al ejercicio de la espada,
La Imperial, Villa-Rica, y la del Lago. ya por la paz ociosa desusada.

El felice suceso, la victoria, Dieron señal primero y nuevo tiento


la fama y posesiones que adquirían (por ver con qué rigor se tomaría)
los trujo a tal soberbia y vanagloria, en dos soldados nuestros, que a tormento
que en mil leguas diez hombres no cabían; mataron sin razón y causa un día:
sin pasarles jamás por la memoria disimulóse aquel atrevimiento,
que en siete pies de tierra al fin habían y con esto crecióles la osadía;
de venir a caber sus hinchazones, no aguardando a más tiempo, abiertamente
su gloria vana y vanas pretensiones. comienzan a llamar y juntar gente.

Crecían los intereses y malicia, Principio fue del daño no pensado


a costa del sudor y daño ajeno, el no tomar Valdivia presta enmienda
y la hambrienta y mísera codicia con ejemplar castigo del estado;
con libertad paciendo iba sin freno: pero nadie castiga en su hacienda:
la ley, derecho, el fuero y la justicia el pueblo sin temor desvergonzado
era lo que Valdivia había por bueno, con nueva libertad rompe la rienda
remiso en graves culpas y piadoso, del homenaje hecho y la promesa,
y en los casos livianos riguroso. como el segundo CANTO aquí lo expresa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto II Del bien perdido al cabo ¿qué nos queda


sino pena, dolor y pesadumbre?
Pónese la discordia que entre los caciques de Arauco hubo sobre la elección de Pensar que en él Fortuna ha de estar queda,
capitán general, y el medio que se tomó por el consejo del cacique colocolo, antes dejara el sol de darnos lumbre:
con la entrada que por engaño los bárbaros hicieron en la casa fuerte de Tuca- que no es su condición fijar la rueda,
pel y la batalla que con los españoles tuvieron. y es malo de mudar vieja costumbre.
El más seguro bien de la Fortuna
Muchos hay en el mundo que han llegado es no haberla tenido vez alguna.
a la engañosa alteza de esta vida,
que Fortuna los ha siempre ayudado Esto verse podrá por esta historia:
y dádoles la mano a la subida, ejemplo de ello aquí puede sacarse,
para, después de haberlos levantado, que no bastó riqueza, honor y gloria,
derribarlos con mísera caida, con todo el bien que puede desearse,
cuando es mayor el golpe y sentimiento a llevar adelante la victoria;
y menos el pensar que hay mudamiento. que el claro cielo al fin vino a turbarse,
mudando la Fortuna en triste estado
No entienden con la próspera bonanza el curso y orden próspera del Hado.
que el contento es principio de tristeza,
ni miran en la súbita mudanza La gente nuestra ingrata se hallaba
del consumidor tiempo y su presteza: en la prosperidad que arriba cuento,
mas con altiva y vana confianza y en otro mayor bien, que me olvidaba,
quieren que en su fortuna haya firmeza; hallado en pocas casas, que es contento:
la cual, de su aspereza no olvidada, de tal manera en él se descuidaba
revuelve con la vuelta acostumbrada. (cierta señal de triste acaecimiento)
que en una hora perdió el honor y estado
Con un revés de todo se desquita, que en mil años de afán había ganado.
que no quiere que nadie se le atreva,
y mucho más que da siempre les quita, Por dioses, como dije, eran tenidos
no perdonando cosa vieja o nueva: de los indios los nuestros; pero olieron
de crédito y de honor los necesita, que de mujer y hombre eran nacidos,
que en el fin de la vida está la prueba, y todas sus flaquezas entendieron:
por el cual han de ser todos juzgados, viéndolos a miserias sometidos,
aunque lleven principios acertados. el error ignorante conocieron,
ardiendo en viva rabia avergonzados
por verse de mortales conquistados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No queriendo a más plazo diferirlo, Cayocupil, cacique bullicioso,


entre ellos comenzó luego a tratarse no fue el postrero que dejó su tierra;
que, para en breve tiempo concluirlo que allí llegó el tercero, deseoso
y dar el modo y orden de vengarse, de hacer a todo el mundo él solo guerra:
se junten a consulta a definirlo, tres mil vasallos tiene este famoso
do venga la sentencia a pronunciarse, usados tras las fieras en la sierra.
dura, ejemplar, cruel, irrevocable, Millarapué, aunque viejo, el cuarto vino,
horrenda a todo el mundo y espantable. que cinco mil gobierna de continuo.

Iban ya los caciques ocupando Paicabí se juntó aquel mismo día,


los campos con la gente que marchaba, tres mil fuertes soldados señorea.
y no fue menester general bando, No lejos Lemolemo de él venía,
que el deseo de guerra los llamaba que tiene seis mil hombres de pelea.
sin promesas, ni pagas, deseando Mareguano, Gualemo y Lebopía
el esperado tiempo, que tardaba, se dan priesa a llegar, porque se vea
para el decreto y áspero castigo, que quieren ser en todo los primeros;
con muerte y destrucción del enemigo. gobiernan estos tres mil guerreros.

De algunos que en la junta se hallaron No se tardó en venir, pues, Elicura


es bien que haya memoria de sus nombres, que al tiempo y plazo puesto había llegado,
que, siendo incultos bárbaros, ganaron de gran cuerpo, robusto en la hechura,
con no poca razón claros renombres: por uno de los fuertes reputado:
pues en tan breve término alcanzaron dice que estar sujeto es gran locura
grandes victorias de notables hombres, quien seis mil hombres tiene a su mandado.
que de ellas darán fe los que vivieren, Luego llegó el anciano Colocolo;
y los muertos allá donde estuvieren. otros tantos y más rige este solo.

Tucapel se llamaba aquel primero Tras este a la consulta Ongolmo viene,


que al plazo señalado había venido; que cuatro mil guerreros gobernaba.
este fue de cristianos carnicero, Purén en arribar no se detiene,
siempre en su enemistad endurecido, seis mil súbditos este administraba.
tiene tres mil vasallos el guerrero, Pasados de seis mil Lincoya tiene,
de todos como rey obedecido. que bravo y orgulloso ya llegaba,
Angol luego llegó, mozo valiente; diestro, gallardo, fiero en el semblante,
gobierna cuatro mil, lucida gente. de proporción y altura de gigante.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Perteguelén, cacique señalado, Así creció el furor, que derribando


que el gran valle de Arauco le obedece las mesas, de manjares ocupadas,
por natural Señor, y así el estado aguijan a las armas, desgajando
este nombre tomó, según parece, las armas al depósito obligadas;
como Venecia, pueblo libertado, y de ellas se aperciben, no cesando
que en todo aquel gobierno más florece: palabras peligrosas y pesadas,
tomando el nombre de él la Señoría, que atizaban la cólera encendida
así guarda el estado el nombre hoy día. con el calor del vino y la comida.

Este no se halló personalmente, El audaz Tucapel claro decía


por estar impedido de cristianos; que el cargo del mandar le pertenece,
pero de seis mil hombres que él valiente pues todo el universo conocía
gobierna, naturales araucanos, que si va por valor que lo merece:
acudió desmandada alguna gente «Ninguno se me iguala en valentía;
a ver si es menester mandar las manos. de mostrarlo estoy presto, si se ofrece,
Caupolicán el fuerte no venía, (añade el jactancioso) a quien quisiere;
que toda Pilmayquén le obedecía. y aquel que esta razón contradijere...»

Tomé y Andalicán también vinieron, Sin dejarle acabar dijo Elicura:


que eran del araucano regimiento, «A mí es dado el gobierno de esta danza,
y otros muchos caciques acudieron, y el simple que intentare otra locura
que por no ser prolijo no los cuento. ha de probar el hierro de esta lanza».
Todos con leda faz se recibieron, Ongolmo, que el primero ser procura,
mostrando en verse juntos gran contento. dice: «Yo no he perdido la esperanza
Después de razonar en su venida en tanto que este brazo sustentare
se comenzó la espléndida comida. y con él la ferrada gobernare».

Al tiempo que el beber furioso andaba, De cólera Lincoya y rabia insano


y mal de las tinajas el partido, responde: «Tratar de eso es devaneo,
de palabra en palabra se llegaba que ser señor del mundo es en mi mano,
a encenderse entre todos gran ruido: si en ella libre este bastón poseo».
la razón uno de otro no escuchaba: «Ninguno, dice Ongol, será tan vano
sabida la ocasión do había nacido, que ponga en igualárseme el deseo,
vino sobre cuál era el más valiente pues es más el temor que pasaría
y digno del gobierno de la gente. que la gloria que el hecho le daría».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cayocupil furioso y arrogante «Caciques, del Estado defensores,


la maza esgrime, haciéndose a lo largo, codicia de mandar no me convida
diciendo: «Yo veré quién es bastante a pesarme de veros pretensores
a dar de lo que ha dicho más descargo: de cosa que a mí tanto era debida:
haceos los pretensores adelante, porque, según mi edad, ya veis, señores,
veremos de cuál de ellos es el cargo; que estoy al otro mundo de partida;
que de probar aquí luego me ofrezco mas el amor que siempre os he mostrado
que más que todos juntos lo merezco». a bien aconsejaros me ha incitado.

»Alto, sus, que yo acepto el de esafío »¿Por qué cargos honrosos pretendemos
(responde Lemolemo), y tengo en nada y ser en opinión grande tenidos,
poner a prueba lo que es mío, pues que negar al mundo no podemos
que más quiero librarlo por la espada: haber sido sujetos y vencidos?
mostraré ser verdad lo que porfío Y en esto averiguarnos no queremos,
a dos, a cuatro, a seis en la estacada; estando aun de españoles oprimidos:
y si todos cuestión queréis conmigo, mejor fuera esa furia ejecutalla
os haré manifiesto lo que digo». contra el fiero enemigo en la batalla.

Purén, que estaba aparte, habiendo oído »¿Qué furor es el vuestro ¡oh araucanos!
la plática enconosa y rumor grande, que a perdición os lleva sin sentido?
diciendo, en medio de ellos se ha metido, ¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
que nadie en su presencia se desmande; y no contra el tirano en resistillo?
y ¿quién imaginar es atrevido ¿Teniendo tan a golpe a los cristianos
que donde está Purén más otro mande? volvéis contra vosotros el cuchillo?
La grita y el furor se multiplica, Si gana de morir os ha movido,
quién esgrime la maza, y quién la pica. no sea en tan bajo estado y abatido.

Tomé y otros caciques se metieron »Volved las armas y ánimo furioso


en medio de estos bárbaros de presto, a los pechos de aquellos que os han puesto
y con dificultad los despartieron, en dura sujeción, con afrentoso
que no hicieron poco en hacer esto: partido, a todo el mundo manifiesto;
de herirse lugar aun no tuvieron, lanzad de vos el yugo vergonzoso;
y en voz airada ya el temor pospuesto, mostrad vuestro valor y fuerza en esto:
Colocolo, el cacique más anciano, no derraméis la sangre del estado
a razonar así tomó la mano. que para redimirnos ha quedado.

60 61
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»No me pesa de ver la lozanía Ningún hombre dejó de estar atento


de vuestro corazón, antes me esfuerza; oyendo del anciano las razones,
mas temo que esta vuestra valentía, y puesto ya silencio al parlamento,
por mal gobierno, el buen camino tuerza: hubo entre ellos diversas opiniones:
que, vuelta entre nosotros la porfía, al fin, de general consentimiento,
degolléis nuestra patria con su fuerza: siguiendo las mejores intenciones,
cortad, pues, si ha de ser de esa manera, por todos los caciques acordado
esta vieja garganta la primera: lo propuesto del viejo fue aceptado.

»Que esta flaca persona, atormentada Podría de alguno ser aquí una cosa
de golpes de fortuna, no procura que parece sin término notada,
sino el agudo filo de una espada, y es que una provincia poderosa,
pues no la acaba tanta desventura. en la milicia tanto ejercitada,
Aquella vida es bien afortunada de leyes y ordenanzas abundosa,
que la temprana muerte la asegura; no hubiese una cabeza señalada
pero, a nuestro bien público atendiendo, a quien tocase el mando y regimiento,
quiero decir en esto lo que entiendo. sin allegar a tanto rompimiento.

»Pares sois en valor y fortaleza; Respondo a esto que nunca sin caudillo
el cielo os igualó en el nacimiento; la tierra estuvo electo del senado;
de linaje, de estado y de riqueza que, como dije, en Penco el Ainavillo
hizo a todos igual repartimiento; fue por nuestra nación desbaratado;
y en singular por ánimo y grandeza y viniendo de paz, en un castillo
podéis tener del mundo el regimiento: se dice, aunque no es cierto, que un bocado
que este precioso don, no agradecido, le dieron de veneno en la comida,
nos ha al presente término traído. donde acabó su cargo con la vida.

»En la virtud de vuestro brazo espero Pues el madero súbito traído,


que puede en breve tiempo remediarse, (no me atrevo a decir lo que pesaba),
mas ha de haber un capitán primero era un macizo líbano fornido,
que todos por él quieran gobernarse: que con dificultad se rodeaba:
este será quien más un gran madero Paicabí le aferró menos sufrido,
sustentare en el hombro sin pararse; y en los valientes hombros le afirmaba;
y pues que sois iguales en la suerte, seis horas lo sostuvo aquel membrudo,
procure cada cual ser el más fuerte». pero llegar a siete jamás pudo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cayocupil al tronco aguija presto, Venía apriesa la noche, aborrecida


de ser el más valiente confiado, por la ausencia del Sol; pero Diana
y encima de los altos hombros puesto, les daba claridad con su salida,
lo deja a las cinco horas de cansado: mostrándose a tal tiempo más lozana;
Gualemo lo probó, joven dispuesto, Lincoya con la carga no convida
mas no pasó de allí; y esto acabado, aunque ya despuntaba la mañana,
Ongol el grueso leño tomó luego: hasta que llegó el Sol al medio cielo,
duró seis horas largas en el juego. que dio con ella entonces en el suelo.

Purén tras él lo trujo medio día, No se vio allí persona en tanta gente
y el esforzado Ongolmo más de medio; que no quedase atónita de espanto,
y cuatro horas y media Lebopía, creyendo no haber hombre tan potente
que de sufrirle más no hubo remedio: que la pesada carga sufra tanto:
Lemolemo siete horas le traía, la ventaja le daban, juntamente
el cual jamás en todo este comedio con el gobierno, mando, y todo cuanto
dejó de andar acá y allá saltando, a digno general era debido,
hasta que ya el vigor le fue faltando. hasta allí justamente merecido.

Elicura a la prueba se previene, Ufano andaba el bárbaro y contento


y en sustentar el líbano trabaja; de haberse más que todos señalado;
a nueve horas dejarle le conviene, cuando Caupolicán a aquel asiento
que no pudiera más si fuera paja. sin gente a la ligera había llegado:
Tucapel o catorce lo sostiene, tenía un ojo sin luz de nacimiento,
encareciendo todos la ventaja. como un fino granate colorado;
Pero en esto Lincoya apercibido pero lo que en la vista le faltaba
mudó en un gran silencio aquel ruido. en la fuerza y esfuerzo le sobraba.

De los hombros el manto derribando Era este noble mozo de alto hecho,
las terribles espaldas descubría, varón de autoridad, grave y severo,
y el duro y grave leño levantando amigo de guardar todo derecho,
sobre el fornido asiento lo ponía: áspero, riguroso, justiciero,
corre ligero aquí y allí, mostrando de cuerpo grande y relevado pecho,
que poco aquella carga le impedía: hábil, diestro, fortísimo y ligero,
Era de Sol a Sol el día pasado, sabio, astuto, sagaz, determinado,
y el peso sustentaba aun no cansado. y en casos de repente reportado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Fue con alegre muestra recibido, El bárbaro sagaz despacio andaba,


aunque no sé si todos se alegraron: y a toda priesa entraba el claro día;
el caso en esta suma referido el Sol las largas sombras acortaba,
por su término y puntos le contaron: mas él nunca descrece en su porfía:
Viendo que Apolo ya se había escondido al ocaso la luz se retiraba,
en el profundo mar, determinaron ni por esto flaqueza en él había:
que la prueba de aquel se dilatase las estrellas se muestran claramente,
hasta que la esperada luz llegase. y no muestra cansancio aquel valiente.

Pasábase la noche en gran porfía Salió la clara Luna a ver la fiesta


que causó esta venida entre la gente; del tenebroso albergue húmido y frío,
cuál se atiene a Lincoya, y cuál decía desocupando el campo y la floresta
que es el Caupolicano más valiente: de un negro velo lóbrego y sombrío:
Apuestas en favor y contra había, Caupolicán no afloja de su apuesta,
otros sin apostar dudosamente antes con nueva fuerza y mayor brío
hacia el oriente vueltos aguardaban se mueve y representa de manera
si los febeos caballos asomaban. como si peso alguno no trajera.

Ya la rosada Aurora comenzaba Por entre dos altísimos ejidos


las nubes a bordar de mil labores, la esposa de Titón ya parecía,
y a la usada labranza despertaba los dorados cabellos esparcidos,
la miserable gente y labradores: que de la fresca helada sacudía,
y a los marchitos campos restauraba con que a los mustios prados florecidos
la frescura perdida y sus colores, con el húmido humor reverdecía,
aclarando aquel valle la luz nueva, y quedaba engastado así en las flores
cuando Caupolicán viene a la prueba. cual perlas entre piedras de colores.

Con un desdén y muestra confiada El carro de Faetón sale corriendo


asiendo del tronco duro y nudoso, del mar por el camino acostumbrado:
como si fuera vara delicada, sus sombras van los montes recogiendo
se le pone en el hombro poderoso: de la vista del Sol, y el esforzado
La gente enmudeció, maravillada varón, el grave peso sosteniendo,
de ver el fuerte cuerpo tan nervoso; acá y allá se mueve no cansado;
la color a Lincoya se le muda, aunque otra vez la negra sombra espesa
poniendo en su victoria mucha duda. tornaba a parecer corriendo apriesa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La Luna su salida provechosa Es cosa en que mil gentes han parado,


por un espacio largo dilataba: y están en duda muchos hoy en día,
al fin turbia, encendida y perezosa, pareciéndoles que esto que he contado
de rostro y luz escasa se mostraba: es alguna ficción y poesía:
paróse al medio curso más hermosa pues en razón no cabe, que un senado
a ver la extraña prueba en qué paraba; de tan gran disciplina y policía
y viéndola en el punto y ser primero pusiese una elección de tanto peso
se derribó en el ártico hemisferio. en la robusta fuerza y no en el seso.

Y el bárbaro en el hombro la gran viga, Sabed que fue artificio, fue prudencia
sin muestra de mudanza y pesadumbre, del sabio Colocolo, que miraba
venciendo con esfuerzo la fatiga, la dañosa discordia y diferencia
y creciendo la fuerza por costumbre. y el gran peligro en que su patria andaba,
Apolo en seguimiento de su amiga conociendo el valor y suficiencia
tendido había los rayos de su lumbre; de este Caupolicán que ausente estaba,
y el hijo de Leocán en el semblante varón en cuerpo y fuerzas extremado,
más firme que al principio y más constante. de rara industria y ánimo dotado.

Era salido el Sol, cuando el enorme Así propuso astuta y sabiamente,


peso de las espaldas despedía, para que la elección se dilatase,
y un salto dio en lanzándole disforme, la prueba al parecer impertinente
mostrando que aun más ánimo tenía: en que Caupolicán se señalase,
el circunstante pueblo en voz conforme y en esta dilación secretamente
pronunció la sentencia, y le decía: dándole aviso, a la elección llegase,
«Sobre tan firmes hombros descargamos trayendo así el negocio por rodeo
el peso y grande carga que tomamos». a conseguir su fin y buen deseo.

El nuevo juego y pleito definido, Celebraba con pompa allí el senado


con las más ceremonias que supieron de la justa elección la fiesta honrosa,
por sumo capitán fue recibido, y el nuevo capitán, ya con cuidado
y a su gobernación se sometieron. de dar principio a alguna grande cosa,
Creció en reputación, fue tan temido, manda a Palta sargento que, callado,
y en opinión tan grande le tuvieron, de la gente más presta y animosa
que ausentes muchas leguas de él temblaban, ochenta diestros hombres aperciba,
y casi como a rey le respetaban. y a su cargo apartados los reciba.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Fueron pues escogidos los ochenta Para entrar al castillo fácilmente


de más esfuerzo y menos conocidos; les da industria y manera disfrazada,
entre ellos dos soldados de gran cuenta con expresa instrucción que plaza y gente
por quien fuesen mandados y regidos, metan a fuego y a rigor de espada:
hombres diestros, usados en afrenta, porque él luego tras ellos diligente
a cualquiera peligro apercibidos, ocupará los pasos y la entrada:
el uno se llamaba Cayeguano después de haberlos bien amonestado
el otro Alcatipay de Talcahuano. pusieron en efecto lo tratado.

Tres castillos los nuestros ocupados Era en aquella plaza y edificio


tenían para el seguro de la tierra, la entrada a los de Arauco defendida,
de fuertes y anchos muros fabricados, salvo los necesarios al servicio
con foso que los ciñe en torno y cierra de la gente española, estatuida
guarnecidos de prácticos soldados, a la defensa de ella y ejercicio
usados al trabajo de la guerra, de la fiera Belona embravecida;
caballos, bastimento, artillería y así los cautos bárbaros soldados
que en espesas troneras asistía. de feno, yerba y leña iban cargados.

Estaba el uno cerca del asiento Sordos a las demandas y preguntas,


adonde era la fiesta celebrada; siguen su intento y el camino usado,
y el araucano ejército contento, las cargas en hilera y orden juntas,
mostrando no tener al mundo en nada: habiendo entre los haces sepultado
que con discurso vano y movimiento astas fornidas de ferradas puntas;
quería llevarlo todo a pura espada; y así contra el castillo, descuidado
pero Caupolicán más cuerdamente del encubierto engaño, caminaban,
trataba del remedio conveniente. y en los vedados límites entraban.

Había entre ellos algunas opiniones El puente, muro y puerta atravesando,


de cercar el castillo más vecino; miserables, los gestos afligidos,
otros, que con formados escuadrones algunos de cansados cojeando,
a Penco enderezasen el camino: mostrándose marchitos y encogidos;
dadas de cada parte sus razones, pero dentro las cargas de desatando,
Caupolicán en nada de esto vino, arrebatan las armas atrevidos,
antes al pabellón se retiraba con amenaza, orgullo y confianza
y a los ochenta bárbaros llamaba. de la esperada y súbita venganza.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los fuertes españoles salteados, Siempre los españoles mejoraban,


viendo la airada muerte tan vecina, haciendo fiero estrago y tan sangriento
corren presto a las armas, aterrados en los osados indios, que pagaban
de la extraña cautela repentina; el poco seso y mucho atrevimiento:
y, a vencer o morir determinados, Casi defensa en ellos no hallaban:
cuál con celada, cuál con coracina, pierden la plaza y cobran escarmiento:
salen a resistir la furia insana al fin de tal manera los trataron
de la brava y audaz gente araucana. que a fuerza de los muros los lanzaron.

Asáltanse con ímpetu furioso, Apenas Cayeguán y Talcahuano


suenan los hierros de una y otra parte; salían, cuando con paso apresurado
allí muestra su fuerza el sanguinoso asomó el escuadrón caupolicano
y más que nunca embravecido Marte: teniendo el hecho ya por acabado;
de vencer cada uno deseoso, mas viendo el esperado efecto vano,
buscaba nuevo modo, industria y arte y el puente del castillo levantado,
de encaminar el golpe de la espada pone cerco sobre él, con juramento
por do diese a la muerte franca entrada. de no dejarle piedra en el cimiento.

La saña y el coraje se renueva Sintiendo un español mozo que había


con la sangre que saca el hierro duro, demasiado temor en nuestra gente,
y la española gente a la india lleva más de temeridad que de osadía,
a dar de las espaldas en el muro. cala sin miedo y sin ayuda el puente,
ya el infiel escuadrón con fuerza nueva y puesto en medio de él alto decía:
cobra el perdido campo mal seguro, «Salga adelante, salga el más valiente;
que estaba de los golpes esforzados uno por uno a treinta desafío,
cubierto de armas, y ellos desarmados y a mil no negaré este cuerpo mío».

Viéndose en tanto estrecho los cristianos, No tan presto las fieras acudieron
de temor y vergüenza constreñidos, al bramar de la res desamparada,
las espadas aprietan en las manos, que de lejos sin orden conocieron
en ira envueltos y en furor metidos: del pueblo y moradores apartada,
cargan sobre los fieros araucanos, como los araucanos cuando oyeron
por el ímpetu nuevo enflaquecidos; del valiente español la voz osada,
entran en ellos, hieren y derriban, partiendo más de ciento presurosos,
y a muchos de cuidado y vida privan. del lance y cierta presa codiciosos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No porque tantos vengan temor tiene Andaba la victoria así igualmente;


el gallardo español, ni esto le espanta, mas gran ventaja y diferencia había
antes al escuadrón que espeso viene en el número y copia de la gente,
por mejor recibirle se adelanta: aunque el valor de España lo suplía:
El curso enfrena, el ímpetu detiene pero el soberbio bárbaro impaciente,
de los fieros contrarios, que con tanta viendo que un nuestro a ciento resistía,
furia se arroja entre ellos sin recelo, con diabólica furia y movimiento
que rodaron algunos por el suelo. arranca a los cristianos del asiento.

De dos golpes a dos tendió por tierra, Los españoles sin poder sufrillo
la espada revolviendo a todos lados: dejan el campo y, de tropel corriendo
aquí esparce una junta, y allí cierra se lanzan por las puertas del castillo,
a donde ve los más amontonados: al bárbaro la entrada resistiendo,
igual andaba la desigual guerra levan el puente, calan el rastrillo,
cuando los españoles bien armados, reparos y defensas previniendo,
abriendo con presteza un gran postigo suben tiros y fuegos a lo alto,
salen a la defensa del amigo. temiendo el enemigo y fiero asalto.

Acuden los contrarios de otra parte, Pero viendo ser todo perdimiento,
y en medio de aquel campo y ancho llano y aprovecharles poco o casi nada,
al ejercicio del sangriento Marte de voto y de común consentimiento
viene el bando español y araucano: su clara destruición considerada,
la primera batalla se desparte, acuerdan de dejar el fuerte asiento;
que era de ciento a un solo castellano, y así en la escura noche deseada,
vuelven el crudo hierro no teñido cuando se muestra el mundo más quieto
contra los que del fuerte habían salido. la partida pusieron en efecto.

Arrójense con furia, no dudando, A punto estaban y a caballo, cuando


en las agudas armas por juntarse, abren las puertas, derribando el puente,
y con las duras puntas van tentando y a los prestos caballos aguijando
las partes por do más pueden dañarse: el escuadrón embisten de la frente;
cual los cíclopes suelen martillando rompen por él hiriendo y tropellando,
en las vulcanas yunques fatigarse, y sin hombre perder dichosamente
así martillan, baten y cercenan, arriban a Purén, plaza segura,
y las cavernas cóncavas atruenan. cubiertos de la noche y sombra escura.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mientras esto en Arauco sucedía, Pero dejó el camino provechoso,


en el pueblo de Penco más vecino, y, descuidado de él, torció la vía,
que a la sazón en Chile florecía, metiéndose por otro, codicioso,
fértil de ricas minas de oro fino, que era donde una mina de oro había:
el capitán Valdivia residía; y de ver el tributo y don hermoso,
donde la nueva por el aire vino, que de sus ricas venas ofrecía,
que afirmaba con término asignado paró de la codicia embarazado,
la alteración y junta del Estado. cortando el hilo próspero del hado.

El común, siempre amigo de ruido, A partir (como dije) antes, llegaba


la libertad y guerra deseando, al concierto en el tiempo prometido:
por su parte alterado y removido, mas el metal goloso que sacaba
se va con este son desentonando: le tuvo a tal sazón embebecido:
al servicio no acude prometido, después salió de allí, y se apresuraba
sacudiendo la carga y levantando cuando fuera mejor no haber salido.
la soberbia cerviz desvergonzada, Quiero dar fin al canto, porque pueda
negando la obediencia a Carlos dada. decir de la codicia lo que queda.

Valdivia, perezoso y negligente,


incrédulo, remiso y descuidado,
hizo en la Concepción copia de gente,
más que en ella, en su dicha confiado:
el cual, si fuera un poco diligente,
hallaba en pie el castillo arruinado,
con soldados, con armas, municiones,
seis piezas de campaña y dos cañones.

Tenía con la Imperial concierto hecho


que alguna gente armada le enviase,
la cual a Tucapel fuese en derecho,
donde con él a tiempo se juntase:
resoluto en hacer allí de hecho
un ejemplar castigo, que sonase
en todos los confines de la tierra,
porque jamás moviesen otra guerra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto III Ésta fue quien halló los apartados


indios de las antárticas regiones;
por esta eran sin orden trabajados
Valdivia con pocos españoles y algunos indios amigos camina a la casa de
con dura imposición y vejaciones:
Tucapel para hacer el castigo, mátanle los araucanos a los corredores en el
pero rotas las cinchas de apretados,
camino en un paso estrecho y dánle después la batalla, en la cual fue muerto él
buscaron modo y nuevas invenciones
y toda su gente por el gran esfuerzo y valentía de Lautaro.
de libertad, con áspera venganza,
levantando el trabajo la esperanza.
¡Oh incurable mal! ¡oh gran fatiga
con tanta diligencia alimentada!
¡Cuán cierto es, cómo claro conocemos,
Vicio común y pegajosa liga,
que al doliente en salud consejos damos,
voluntad sin razón desenfrenada;
y aprovecharnos de ellos no sabemos;
del provecho y bien público enemiga;
pero de predicarlos nos preciamos.
sedienta bestia, hidrópica hinchada,
Cuando en la sosegada paz nos vemos,
principio y fin de todos nuestros males.
¡qué bien la dura guerra platicamos!
¡Oh insaciable codicia de mortales!
¡Qué bien damos consejos y razones
lejos de los peligros y ocasiones!
No en el pomposo estado a los señores
contentos en el alto asiento vemos,
¡Cómo de los que yerran abominan
ni a pobrecillos bajos labradores
los que están libres en seguro puerto!
libres de esta dolencia conocemos:
¡Qué bien de allí las cosas encaminan,
ni el deseo y ambición de ser mayores
y dan en todo un medio y buen concierto!
que tenga fin y límite sabemos:
¡Con qué facilidad se determinan,
el fausto, la riqueza y el estado,
visto el suceso y daño descubierto!
hincha, pero no harta, al más templado.
Dios sabe aquel que la derecha vía,
metido en la ocasión, acertaría.
A Valdivia mirad, de pobre infante
si era poco el estado que tenía,
Valdivia iba siguiendo su jornada,
cincuenta mil vasallos que delante
y el duro disponer del hado duro,
le ofrecen doce marcos de oro al día:
no con la furia y priesa acostumbrada,
esto y aun mucho más no era bastante,
présago y con temor de mal futuro:
y así la hambre allí lo detenía;
sospechoso de bárbara emboscada,
codicia fue ocasión de tanta guerra,
por hacer el camino más seguro,
y perdición total de aquesta tierra.
echó algunos delante para prueba,
pero jamás volvieron con la nueva.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Viendo los nuestros ya que al plazo puesto »Bien conocéis la fuerza del estado;
los tardos corredores no volvían, con tanto daño nuestro autorizada:
unos juzgan el daño manifiesto, mirad lo que Fortuna os ha ayudado
otros impedimentos les ponían: guiando con su mano vuestra espada;
hubo consejo y parecer sobre esto; el trabajo y la sangre que ha costado,
al cabo en caminar se resolvían, que de ella está la tierra alimentada;
ofreciéndose todos a una suerte, y pues tenemos tiempo y aparejo,
a un mismo caso y a una misma muerte. será bueno tomar nuevo consejo.

Aunque el temor allí tras esto vino, »Quien éstos son tendréis en la memoria,
en sus valientes brazos se atrevieron, pues hay tanta razón de conocellos,
y a su próspera suerte y buen destino que si de ellos no hubiésemos vitoria
el dudoso suceso cometieron: y en campo no pudiésemos vencellos,
no dos leguas andadas del camino, será tal su arrogancia y vanagloria,
las amigas cabezas conocieron, que el mundo no podrá después con ellos;
de los sangrientos cuerpos apartadas, dudoso estoy, no sé, no sé qué haga
y en empinados troncos levantadas. que a nuestro honor y causa satisfaga».

No el horrendo espectáculo presente La poca edad y menos experiencia


causó en los firmes ánimos mudanza; de los mozos livianos que allí había,
antes con ira y cólera impaciente descubrió con la usada inadvertencia
se encienden más, sedientos de venganza: a tal tiempo su necia valentía,
y de rabia incitados nuevamente diciendo: «¡Oh capitán! danos licencia
maldicen y murmuran la tardanza: que solos diez sin otra compañía
solo Valdivia calla y teme el punto; el bando asolaremos araucano,
pero rompió el silencio y pena junto y haremos el camino y paso llano.

diciendo: «¡Oh compañeros! do se encierra »Lo que jamás hicimos en estrecho,


todo esfuerzo, valor y entendimiento: no es bien por nuestro honor que lo hagamos,
ya veis la desvergüenza de la tierra, pues cierto es, que cuanto habemos hecho,
que en nuestro daño da bandera al viento: volviendo atrás un paso, lo manchamos:
veis quebrada la fe, rota la guerra, mostremos al peligro osado pecho,
los pactos van del todo en rompimiento: que en él está la gloria que buscamos».
siento la áspera trompa en el oído, Valdivia, de la réplica sentido,
y veo un fuego diabólico encendido. enmudeció de rabia y de corrido.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

¡Oh, Valdivia, varón acreditado! Valdivia aquí paró, y dijo: «¡Oh constante
¡Cuánto la verde plática sentiste! española nación de confianza!
No solías tú temer como soldado; Por tierra está el castillo tan pujante,
mas de buen capitán ahora temiste: que en él solo estribaba mi esperanza:
vas a precisa muerte condenado, el pérfido enemigo veis delante;
que como diestro y sabio la entendiste; ya os amenaza la contraria lanza:
pero quieres perder antes la vida en esto más no tengo que avisaros,
que sea en ti una flaqueza conocida. pues solo el pelear puede salvaros».

En esto acaso llega un indio amigo, Estaba como digo así hablando,
y a sus pies en voz alta arrodillado que aun no acababa bien estas razones,
le dice: «¡Oh capitán! mira que digo cuando por todas partes rodeando
que no pases el término vedado: los iban con espesos escuadrones,
veinte mil conjurados, yo testigo, las astas de anchos hierros blandeando,
en Tucapel te esperan, protestado gritando: «¡Engañadores y ladrones!
de pasar sin temor la muerte honrosa La tierra dejaréis hoy con la vida,
antes que vivir vida vergonzosa». pagándonos la deuda tan debida».

Alguna turbación dio de repente Viendo Valdivia serle ya forzoso


lo que el amigo bárbaro propuso: que la fuerza y fortuna se probase,
discurre un miedo helado por la gente; mandó que al escuadrón menos copioso
la triste muerte en medio se les puso: y más vecino, a fin que no cerrase,
pero el gobernador osadamente, saliese Bobadilla, el cual furioso,
que también hasta allí estuvo confuso, sin que Valdivia más le amonestase,
les dice: «Caballeros, ¿qué dudamos? con poca gente y con esfuerzo grande,
¿Sin ver los enemigos nos turbamos?» asalta el escuadrón de Mareande.

Al caballo con ánimo hiriendo, La piquería del bárbaro calada,


sin más les persuadir, rompe la vía, a los pocos soldados atendía;
de los miembros el miedo sacudiendo, pero al tiempo del golpe levantada,
le sigue la esforzada compañía: abriendo un gran portillo, se desvía;
y en breve espacio el valle descubriendo dales sin resistir franca la entrada,
de Tucapel bien lejos parecía y en medio el escuadrón los recogía;
el muro, antes vistoso levantado, las hileras abiertas se cerraron,
por los anchos cimientos asolado. y dentro a los cristianos sepultaron.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como el caimán hambriento, cuando siente Y los nueve después también cayeron,
el escuadrón de peces, que cortando haciendo tales hechos señalados,
viene con gran bullicio la corriente, que digna y justamente merecieron
el agua clara en torno alborotando, ser de la eterna fama levantados:
que, abriendo la gran boca, cautamente hechos pedazos todos diez murieron,
recoge allí el pescado, y apretando quedando de su muerte antes vengados:
las cóncavas quijadas lo deshace, en esto la española trompa oída
y al insaciable vientre satisface: dio la postrer señal de arremetida.

pues de aquella manera recogido Salen los españoles de tal suerte


fue el pequeño escuadrón del homicida, los dientes y las lanzas apretando,
y en un espacio breve consumido, que de cuatro escuadrones, al más fuerte
sin escapar cristiano con la vida: le van un largo trecho retirando:
ya el araucano ejército movido hieren, dañan, tropellan, dan la muerte,
por la ronca trompeta obedecida, piernas, brazos, cabezas cercenando:
con gran estruendo y pasos ordenados los bárbaros por esto no se admiran,
cerraba sin temor por todos lados. antes cobran el campo y los retiran.

La escuadra de Mareande encarnizada Sobre la vida y muerte se contiende,


tendía el paso con más atrevimiento; perdone Dios a aquel que allí cayere;
viéndola así Valdivia adelantada, del un bando y del otro así se ofende,
no escarmentado, manda a su sargento, que de ambas partes mucha gente muere:
que, escogiendo la gente más granada, bien se estima la plaza y se defiende;
dé sobre ella con recio movimiento; volver un paso atrás ninguno quiere:
pero diez españoles solamente cubre la roja sangre todo el prado,
pusieron a la muerte osada frente. tornándole, de verde, colorado.

Contra el escuadrón bárbaro importuno, Del rigor de las armas homicidas


ir se dejan sin miedo a rienda floja, los templados arneses reteñían,
y en el encuentro de los diez, ninguno y las vivas entrañas escondidas
dejó allí de sacar la lanza roja: con carniceros golpes descubrían:
desocupó la silla solo uno, cabezas de los cuerpos divididas,
que con la basca y última congoja que aun el vital espíritu tenían,
de la rabiosa muerte el pecho abierto, por el sangriento campo iban rodando,
sobre la llaga en tierra cayó muerto. vueltos los ojos ya paladeando.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El enemigo hierro riguroso Mancháis la clara estirpe y descendencia,


todo en color de sangre lo convierte; y engerís en el tronco generoso
siempre el acometer es más furioso, una incurable plaga, una dolencia,
pero ya el combatir es menos fuerte; un deshonor perpetuo, ignominioso:
ninguno allí pretende otro reposo mirad de los contrarios la impotencia,
que el último reposo de la muerte: la falta del aliento, y el fogoso
el más medroso atiende con cuidado latir de los caballos, las ijadas
a solo procurar morir vengado. llenas de sangre y de sudor bañadas.

La rabia de la muerte y fin presente »No os desnudéis del hábito y costumbre


crió en los nuestros fuerza tan extraña, que de nuestros abuelos mantenemos,
que con deshonra y daño de la gente ni el araucano nombre de la cumbre
pierden los araucanos la campaña: a estado tan infame derribemos:
al fin dan las espaldas, claramente huid el grave yugo y servidumbre;
suenan voces: «¡Vitoria! ¡España! ¡España!» al duro hierro osado pecho demos;
Mas el incontrastable y duro hado ¿por qué mostráis espaldas esforzadas
dio un extraño principio a lo ordenado. que son de los peligros reservadas?

Un hijo de un cacique conocido, »Fijad esto que digo en la memoria,


que a Valdivia de paje le servía, que el ciego y torpe miedo os va turbando;
acariciado de él y favorido, dejad de vos al mundo eterna historia,
en su servicio a la sazón venía; vuestra sujeta patria libertando:
del amor de su patria conmovido, volved, no rehuséis tan gran vitoria,
viendo que a más andar se retraía, que os está el hado próspero llamando:
comienza a grandes voces a animarla, a lo menos firmad el pie ligero,
y con tales razones a incitarla: veréis cómo en defensa vuestra muero».

«¡Oh ciega gente, del temor guiada! En esto una nervosa y gruesa lanza
¿A dó volvéis los temerosos pechos? contra Valdivia, su señor, blandía:
Que la fama en mil años alcanzada dando de sí gran muestra y esperanza,
aquí perece y todos vuestros hechos: por más los persuadir arremetía;
la fuerza pierden hoy, jamás violada, y entre el hierro español así se lanza
vuestras leyes, los fueros y derechos: como con gran calor en agua fría
de señores, de libres, de temidos, se arroja el ciervo en el caliente estío,
quedáis siervos, sujetos y abatidos.» para templar el sol con algún frío.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De solo el primer bote uno atraviesa, Decidme: estos famosos, ¿qué hicieron
otro apunta por medio del costado, que al hecho de este bárbaro igual fuese?
y aunque la dura lanza era muy gruesa ¿Qué empresa o qué batalla acometieron
salió el hierro sangriento al otro lado: que a lo menos en duda no estuviese?
salta, vuelve, revuelve con gran priesa ¿A qué riesgo y peligro se pusieron
y barrenando el muslo a otro soldado, que la sed del reinar no los moviese;
en él la fuerte pica fue rompida, y de intereses grandes insistidos
quedando un grueso troncoen la herida. que a los tímidos hacen atrevidos?

Rota la asta dañosa, luego aferra Muchos emprenden hechos hazañosos


del suelo una pesada y dura maza; y se ofrecen con ánimo a la muerte,
mata, hiere, destroza y echa a tierra, de fama y vanagloria codiciosos,
haciendo en breve espacio larga plaza: que no saben sufrir un golpe fuerte;
en él se resumió toda la guerra; mostrándose constantes y animosos,
cesa el alcance y dan en él la caza; hasta que ven ya declinar su suerte,
mas él aquí y allí va tan liviano, faltándoles valor y esfuerzo a una,
que hieren por herirle el aire vano. roto el crédito frágil de fortuna.

¿De quién prueba se oyó tan espantosa, Este el decreto y la fatal sentencia,
ni en antigua escritura se ha leído, en contra de su patria declarada,
que estando de la parte victoriosa turbó y redujo a nueva diferencia,
se pase a la contraria del vencido? y al fin bastó a que fuese revocada:
¿Y que solo valor, y no otra cosa, hizo a Fortuna y Hados resistencia,
de un bárbaro muchacho, haya podido forzó su voluntad determinada,
arrebatar por fuerza a los cristianos y contrastó el furor del victorioso,
una tan gran vitoria de las manos? sacando vencedor al temeroso.

No los dos Publios Decios, que las vidas Estaba el suelo de armas ocupado,
sacrificaron por la patria amada, y el desigual combate más revuelto,
ni Curcio, Horacio, Scevola y Leonidas cuando Caupolicano reportado,
dieron muestra de sí tan señalada: a las amigas voces había vuelto:
ni aquellos que en las guerras más reñidas también habían sus gentes reparado,
alcanzaron gran fama por la espada, con vergonzoso ardor en ira envuelto,
Furio, Marcelo, Fulvio, Cincinato, de ver que un solo mozo resistía
Marco Sergio, Filón, Sceva y Dentato. a lo que tanta gente no podía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cual suele acontecer a los de honrosos Pasa recio Valdivia, y va furioso,


ánimos, de repente inadvertidos, que con Ongolmo más no se detiene,
o cuando en los lugares sospechosos y adonde Leucotón, mozo animoso,
piensan otros que van desconocidos, estaba en una gran pendencia, viene:
que en pendencias y encuentros peligrosos que contra Juan de Lamas y Reinoso
huyen; pero si ven que conocidos solo su parte y opinión mantiene;
fueron de quien los sigue, avergonzados el cual con su destreza y mucho seso
vuelven furiosos, del honor forzados, la guerra sustentaba en igual peso.

así los araucanos revolviendo Partióse esta batalla, porque, cuando


contra los vencedores arremeten; Valdivia llegó adonde combatía,
y las rendidas armas esgrimiendo, parte acudió del araucano bando,
a voces de morir todos prometen: que en su ayuda y defensa se metía:
treme y gime la tierra del horrendo fuese el daño y destrozo renovando;
furor con que ambas partes se acometen, de un cabo y de otro gente concurría:
derramando con rabia y fuerza brava sube el alto rumor a las estrellas,
aquella poca sangre que quedaba. sacando de los hierros mil centellas.

Diego Oro allí derriba a Paynaguala, Gran rato anduvo en término dudoso
que de una punta le atraviesa el pecho; la confusa vitoria de esta guerra,
pero Caupolicano le señala, lleno el aire de estruendo sonoroso,
dejándole gozar poco del hecho. roja de sangre y húmida la tierra:
Al sesgo la ferrada maza cala, quién busca y solo quiere un fin honroso,
aunque el furioso golpe fue al derecho; quién a los brazos con el otro cierra,
pues quedó por de dentro la celada y por darle más presto cruda muerte
de los bullentes sesos rociada. tienta con el puñal lo menos fuerte.

Tras este otro tendió desfigurado, A Juan de Gudiel no le fue sano


tanto que nunca más fue conocido; el tenerse en la lucha por maestro,
que la armada cabeza y todo el lado porque sin tiempo y con esfuerzo vano
donde el golpe alcanzó quedó molido. cerró con Guaticol, no menos diestro:
Valdivia con Ongolmo se ha topado, y en aquella sazón Purén, su hermano,
y hanse el uno al otro acometido, que estaba cerca de él, en el siniestro
hiere Valdivia a Ongolmo en una mano, lado le abrió con daga una herida,
haciendo el araucano el golpe en vano. por do la muerte entró y salió la vida.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Andrés de Villarroel, ya enflaquecido De dos en dos, de tres en tres cayendo


por la falta de sangre derramada, iba la desangrada y poca gente,
andaba entre los bárbaros metido siempre el ímpetu bárbaro creciendo,
procurando la muerte más honrada. con el ya declarado fin presente:
También Juan de las Peñas, mal herido, fuese el número flaco resumiendo
rompiendo por la espesa gente armada, en catorce soldados solamente,
se puso junto a él; y así la suerte que constantes rendir no se quisieron
los hizo a un tiempo iguales en la muerte. hasta que al crudo hierro se rindieron.

Era la diferencia incomparable Solo quedó Valdivia acompañado


del número infiel al bautizado: de un clérigo, que acaso allí venía;
es el un escuadrón innumerable, y viendo así su campo destrozado,
el otro hasta sesenta numerado: el mal remedio y poca compañía,
ya incierta la Fortuna variable, dijo: «Pues pelear es excusado,
que dudosa hasta entonces había estado, procuremos vivir por otra vía».
aprobó la maldad, y dio por justa Pica en esto al caballo a toda prisa,
la causa y opinión hasta allí injusta. tras él corriendo el clérigo de misa.

Dos mil amigos bárbaros soldados, Cual suelen escapar de los monteros
que el bando de Valdivia sustentaban, dos grandes jabalís fieros, cerdosos,
en el flechar del arco ejercitados, seguidos de solícitos rastreros
el sangriento destrozo acrecentaban de la campestre sangre codiciosos:
derramando más sangre, y esforzados y salen en su alcance los ligeros
en la muerte también acompañaban lebreles irlandeses generosos;
a la española gente, no vencida con no menor codicia y pies livianos
en cuanto sustentar pudo la vida. arrancan tras los míseros cristianos.

Cuando de aqueste y cuando de aquel canto Tal tempestad de tiros, Señor, lanzan,
mostraba el buen Valdivia esfuerzo y arte, cual el turbión que granizando viene:
haciendo por la espada todo cuanto en fin, a poco trecho los alcanzan,
pudiera hacer el poderoso Marte: que un paso cenagoso los detiene:
no basta a reparar él solo tanto, los bárbaros sobre ellos se abalanzan:
que falta de los suyos la más parte: por valiente el postrero no se tiene:
los otros, aunque ven su fin tan cierto, murió el clérigo luego, y maltratado
ningún medio pretenden ni concierto. trajeron a Valdivia ante el senado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Caupolicán, gozoso en verle vivo Llamábase este bárbaro Leocato,


y en el estado y término presente, y el gran Caupolicán de ello enojado,
con voz de vencedor y gesto altivo quiso enmendar el libre desacato,
le amenaza y pregunta juntamente. pero fue del ejército rogado;
Valdivia, como mísero cautivo, salió el viejo de aquello al fin barato,
responde y pide humilde y obediente y el destrozo del todo fue acabado,
que no le dé la muerte, y que le jura que no escapó cristiano de esta prueba
dejar libre la tierra en paz segura. para poder llevar la triste nueva.

Cuentan que estuvo de tomar movido Dos bárbaros quedaron con la vida
del contrito Valdivia aquel consejo; solos de los tres mil; que como vieron
mas un pariente suyo empedernido, la gente nuestra rota y de vencida,
a quien él respetaba por ser viejo, en un jaral espeso se escondieron:
le dice: «¿Por dar crédito a un rendido de allí vieron el fin de la reñida
quieres perder tal tiempo y aparejo?» guerra, y puestos en salvo lo dijeron,
Y apuntando a Valdivia en el celebro que como las estrellas se mostraron,
descarga un gran bastón de duro enebro. sin ser de nadie vistos se escaparon.

Como el furioso toro, que apremiado La escura noche en esto se subía


con fuerte amarra al palo, está bramando, a más andar a la mitad del cielo,
de la tímida gente rodeado, y con las alas lóbregas cubría
que con admiración le está mirando; el orbe y redondez del ancho suelo:
y el diestro carnicero ejercitado, cuando la vencedora compañía,
el grave y duro mazo levantando, arrimadas las armas sin recelo,
recio al cogote cóncavo desciende, danzas en anchos cercos ordenaban,
y muerto estremeciéndose le tiende: donde la gran vitoria celebraban.

así el determinado viejo cano, Fue la nueva en un punto discurriendo


que a Valdivia escuchaba con mal ceño, por todo el araucano regimiento,
ayudándose de una y otra mano, y antes que el Sol se fuese descubriendo
en alto levantó el ferrado leño: el campo se cubrió de bastimento;
no hizo el crudo viejo golpe en vano, gran multitud de gente concurriendo,
que a Valdivia entregó al eterno sueño, se forma un general ayuntamiento
y en el suelo con súbita caída, de mozos, viejos, niños y mujeres,
estremeciendo el cuerpo, dio la vida. partícipes en todos los placeres.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cuando la luz las aves anunciaban, El hijo de Leocano bien entiende


y alegres sus cantares repetían, el vano intento, y quiere desviarlo,
un sitio de altos árboles cercaban, que como diestro y sabio, otro pretende,
que una espaciosa plaza contenían: y por mejor camino enderezarlo:
y en ellos las cabezas empalaban el tiempo espera y la sazón atiende
que de españoles cuerpos dividían: que estén mejor dispuestos a tratarlo:
los troncos, de sus ramas despojados, la fiesta era acabada y borrachera,
eran de los despojos adornados; cuando a todos los habla en tal manera:

y dentro de aquel círculo y asiento, «Menos que vos, señores, no pretendo


cercado de una amena y gran floresta, la dulce libertad tan estimada,
en memoria y honor del vencimiento, ni que sea nuestra patria, yo defiendo,
celebran de beber la alegre fiesta: en el sublime trono restaurada;
el vino así aumentó el atrevimiento mas hase de atender a que, pudiendo
que España en gran peligro estaba puesta; ganar, no se aventure a perder nada;
pues que promete el mínimo soldado y así, con este celo y fin, procuro
de no dejar cimiento levantado. no poner en peligro lo seguro.

Era allí la opinión generalmente »Tomad con discreción los pareceres


que sin tardar, doblando las jornadas, que van a la razón más arrimados,
partiese un grueso número de gente pues cobrar vuestros hijos y mujeres
a dar en las ciudades descuidadas: está en ir los principios acertados:
que tomadas de salto y de repente, vuestra fama, el honor, tierra y haberes,
serían con solo el miedo arruinadas; a punto están de ser recuperados;
y la patria en su honor restituida, que el tiempo, que es el padre del consejo,
no dejando cristiano con la vida. en las manos nos pone el aparejo.

Y dado orden bastante, y esto hecho, »A Valdivia y los suyos habéis muerto,
para acabar de ejecutar su saña y una importante plaza destruido:
con gran poder y ejército, de hecho venir a la venganza será cierto
querían pasar la vuelta de la España: luego que en las ciudades sea sabido:
pensándola poner en tanto estrecho, demos al enemigo el paso abierto:
por fuerza de armas, puestos en campaña, esto asegura más nuestro partido:
que fuesen cultivadas las iberas vengan, vengan con furia a rienda suelta,
tierras de las naciones extranjeras. que difícil será después la vuelta.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»La vitoria tenemos en las manos, »Y señores, pues es tan manifiesto


y pasos en la tierra mil seguros, (esto dijo volviéndose al senado)
de ciénagas, lagunas y pantanos, el punto en que Lautaro nos ha puesto,
espesos montes ásperos y duros: (que así el valiente mozo era llamado):
mejor pelean aquí los araucanos: yo por remuneralle en algo de esto,
españoles mejor dentro en sus muros: con vuestra autoridad que me habéis dado
cualquier hombre, en su casa acometido, por paga, aunque a tal deuda insuficiente,
es más sabio, más fuerte y atrevido. le hago capitán y mi teniente.

»Esto os vengo a decir, porque se entienda »Con la gente de guerra que escogiere,
cuanto con más seguro acertaremos, pues que ya de sus obras sois testigos,
para poder tomar la justa enmienda, en el sitio que más le pareciere
que en sitios escogidos esperemos, se ponga a recibir los enemigos,
donde no habrá en el mundo quien defienda adonde hasta que vengan los espere;
la razón y derecho que tenemos: porque yo con la resta y mis amigos
cuando temor tuviesen de buscarnos, ocuparé la entrada de Elicura,
a sus casas iremos a alojarnos». aguardando la misma coyuntura».

Con atención de todos escuchada Del grato mozo el cargo fue aceptado
fue la oración que el general hacía, con el favor que el general le daba:
siendo de los más de ellos aprobada, aproboló el común aficionado;
por ver que a su remedio convenía; si a alguno le pesó no lo mostraba:
la gente ya del todo sosegada, y por el orden y uso acostumbrado
Caupolicán al joven se volvía el gran Caupolicán le trasquilaba,
por quien fue la vitoria, ya perdida, dejándole el copete en trenza largo
con milagrosa prueba conseguida. insignia verdadera de aquel cargo.

Por darle más favor, lo tenía asido Fue Lautaro industrioso, sabio, presto,
con la siniestra de la diestra mano, de gran consejo, término y cordura,
diciéndole: «¡Oh varón, que has extendido manso de condición y hermoso gesto,
el claro nombre y límite araucano! ni grande ni pequeño de estatura;
Por ti ha sido el estado redimido, el ánimo en las cosas grandes puesto,
tú le sacaste del poder tirano: de fuerte trabazón y compostura,
a ti solo se debe esta vitoria, duros los miembros, recios y nervosos,
digna de premio y de inmortal memoria. anchas espaldas, pechos espaciosos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Por él las fiestas fueron alargadas, Lautaro, en lo aceptar no perezoso,


ejercitando siempre nuevos juegos escogiendo una escuadra suficiente,
de saltos, luchas, pruebas nunca usadas, marcha con tanta priesa, codicioso
danzas de noche en torno de los fuegos: de ganar opinión entre la gente...
había precios y joyas señaladas, Mas de Marte el estruendo sonoroso
que nunca los troyanos ni los griegos, me llama, que me tardo injustamente:
cuando los juegos más continuaron, de los catorce es tiempo que se trate,
tan ricas y estimadas las sacaron. y del sangriento y áspero combate.

Llegó a Caupolicán estando en esto Extiéndase su fama y sea notoria,


un bárbaro turbado sin aliento, pues que tanto su espada resplandece,
perdida la color, mudado el gesto, y de ellos se eternice la memoria
cubierto de sudor y polvoriento, si valor en las armas lo merece:
diciéndole: «Señor, socorre presto, testimonio dará de ello la historia;
tu campo es roto y cierto el perdimiento; pero acabar el canto me parece;
que la gente que estaba en la emboscada que a decir tan gran cosa no me atrevo,
es muerta la más de ella y destrozada. si no es con nuevo aliento y canto nuevo.

»Por tierra de Elicura son bajados


catorce valentísimos guerreros,
de corazas finísimas armados,
sobre caballos prestos y ligeros:
por estos solos son desbaratados
dos escuadrones tuyos de piqueros;
y visto el gran estrago, al improviso
partí corriendo a darte de ello aviso».

Caupolicán, con muestra no alterada,


hizo que del temor se asegurase,
diciendo que tan poca gente armada
al cabo era imposible que escapase;
y con la diligencia acostumbrada
mandó al nuevo teniente que guiase
con la más presta gente por la vía,
que luego con el resto le seguía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto IV Mas no se ha de entender, como el liviano


que se entrega al primero movimiento,
que por ser justiciero es inhumano,
Vienen catorce españoles por concierto a juntarse con Valdivia en la fuerza de
y por alcanzar crédito es sangriento;
Tucapel : hallan los indios en una emboscada, con los cuales tuvieron un por-
y como aquel que con injusta mano,
fiado recuentro: llega Lautaro con gente de refresco: mueren siete españoles y
sin término, sin causa y fundamento,
todos los amigos que llevan: escapanse los otros por una gran ventura.
por solo liviandad y vanagloria,
quiere dejar de su maldad memoria.
¡Cuán buena es la justicia y qué importante!
por ella son mil males atajados,
No faltara materia y coyuntura
que si el rebelde Arauco está pujante
para mostrar la pluma aquí curiosa;
con todos sus vecinos alterados,
mas no quiero meterme en tal hondura,
y pasa su furor tan adelante,
que es cosa no importante y peligrosa:
fue por no ser a tiempo castigados:
el tiempo lo dirá, y no mi escritura,
la llaga que al principio no se cura
que quizá la tendrán por sospechosa:
requiere al fin más áspera la cura.
solo diré que es opinión de sabios,
que donde falta el rey sobran agravios.
Que no es virtud, mas vicio y negligencia,
cuando de un daño otro mayor se espera,
Pero a nuestro propósito tornando,
el no curar con hierro la dolencia,
dejaré de tratar de sinrazones,
si del mal lo requiere la manera:
que es trabajar en vano, derramando
mas no con tal rigor que la clemencia
al viento en el desierto las razones:
pierda su fuerza y la virtud entera;
de los nuestros diré, que peleando
Clemente es y piadoso el que sin miedo
estaban con los fieros escuadrones,
por escapar el brazo corta el dedo.
ganando fama y prez, honor y gloria,
haciendo cosas dignas de memoria.
No quiero yo decir que a cada paso
traiga el hierro en la mano la justicia,
Fue hecho tan notable, que requiere
sino según la gravedad del caso,
mucha atención, y autorizada pluma:
y la importancia y fin de la malicia:
y así digo que aquel que le leyere,
pues vemos claro en el presente paso,
en que fue de los grandes se resuma:
que al cabo, corrompida de avaricia,
diré cuanto en mi estilo yo pudiere,
dio a la maldad lugar que se arraigase,
aunque toda será una breve suma;
y en los ánimos más se apoderase.
y los nombres también de los soldados,
que con razón merecen ser loados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Almagro, Cortés, Córdova, Nereda, Los catorce españoles abajaban


Morán, Gonzalo Hernández, Maldonado, por un repecho, al valle enderezando,
Peñalosa, Vergara, Castañeda, donde ocultos los bárbaros estaban
Diego García Herrero el arriscado, cubiertos de los ramos aguardando:
Pero Niño, Escalona, y otro queda los nuestros con el bosque aun no igualaban
con el cual es el número acabado; cuando los indios, súbito sonando
don Leonardo Manrique es el postrero, bárbaras trompas, roncos tamborinos,
igual en el valor siempre al primero. los pasos ocuparon y caminos.

Estos catorce son los que venían En cazador no entró tanta alegría,
a verse con Valdivia en el concierto, cuando más sin pensar la liebre echada
que del pueblo Imperial partido habían de súbito por medio de la vía
sin saber que Valdivia fuese muerto: salta de entre los pies alborotada;
por la alta cuesta de Purén subían, cuanto causó la muestra y vocería
y en el más alto asiento y descubierto del vecino escuadrón de la emboscada
los caminos de rama ven sembrados, a nuestros españoles, que al instante
señal de paga y junta de soldados. arrojan los caballos adelante.

Conocen que la tierra está alterada, En un punto los bárbaros formaron


y que de gentes hacen llamamiento; de puntas de diamante una muralla;
no torcieron por esto la jornada, pero los españoles no pararon
ni les mudó el temor el firme intento: hasta de parte a parte atravesalla:
la fresca y nueva aurora colorada hombres, picas y mazas tropellaron,
daba con su venida gran contento, revuelven, por dar fin a la batalla,
y las sombras del Sol se retraían, con más valor y esfuerzo que esperanza,
cuando el licúreo valle descubrían. vista de los contrarios la pujanza.

Aquí estaban los indios emboscados De tres dos escuadrones desviados


esperando a los nuestros si viniesen el paso les cercaron y huida:
por cogerlos sin orden descuidados viéndose así de bárbaros cercados,
antes que del peligro se advirtiesen: piensan abrir por ellos la salida:
de un bosque a mano hecho rodeados, otra vez arremeten apiñados,
para que más cubiertos estuviesen, y aunque una escuadra de ellos fue rompida
hasta que, inadvertidos del engaño, volvieron a sus puestos recogidos,
pudiesen a su salvo hacer el daño. quedando de esta vuelta mal heridos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Dos veces embistieron de esta suerte, Era el sitio de lomas rodeado,


las cerradas escuadras tropellando; aunque por esta senda y paso abierto,
mas viéndose cercanos a la muerte, del Este, Norte, Oeste está abrigado,
prosiguen su derrota, enderezando y el Sur le hiere casi en descubierto,
al desolado sitio y casa fuerte, por do seguido va el camino usado,
a diestro y a siniestro derribando, de los ligeros bárbaros cubierto
que los indios entre ellos van mezclados, en espaciosa hila prolongada,
hiriéndoles también por todos lados. sedientos de la sangre bautizada.

Estréchase el camino de Elicura Tras los nuestros los bárbaros saliendo,


por la pequeña falda de una sierra: en el llano asimismo repararon,
la causa y la razón de esta angostura y la gente esparcida recogiendo,
es un lago que el valle abajo cierra: dos gruesos escuadrones reformaron:
Para los nuestros esto fue ventura, los catorce españoles, conociendo
pues siguen su jornada haciendo guerra, que era mejor romper, se aparejaron;
que solo un español que atrás venía mueven los escuadrones concertados
la bárbara arrogancia resistía. por el fuerte Lincoya gobernados.

Ellos, que iban así por una espesa Con flautas, cuernos, roncos instrumentos,
mata, al calar de un áspero collado alto estruendo, alaridos desdeñosos,
ven un indio salir a toda priesa, salen los fieros bárbaros sangrientos
el vestido y el rostro demudado, contra los españoles valerosos,
el cual en el camino se atraviesa, que convertir esperan en lamentos
y del seno sacó un papel cerrado los arrogantes gritos orgullosos:
que Juan Gómez de Almagro el propio día, tanto el esfuerzo y ánimo les crece,
dando aviso a Valdivia escrito había. que poca gente en contra les parece.

El mismo mensajero ven lloroso, Aunque allí un español desfigurado,


que de ellos adelante había partido: que yo no digo aquí cuál de ellos era,
de Valdivia el suceso lastimoso dijo, viendo tan poca gente al lado:
les dijo, y lo demás acontecido: «¡Oh si nuestro escuadrón de ciento fuera!»
y que el castillo el bárbaro furioso Pero Gonzalo Hernández animado,
le había por los cimientos destruido. vuelto al cielo, responde; «A Dios pluguiera
Viendo el remedio y presupuesto vano, fuéramos solos doce y dos faltaran,
tomaron a la diestra un sitio llano. que doce de la fama nos llamaran».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los caballos en esto apercibiendo, El buen Gonzalo Hernández, presumiendo


firmes y recogidos en las sillas, imitar al de Córdova famoso,
sueltan las riendas, y los pies batiendo, iba por el ejército rompiendo,
parten contra las bárbaras cuadrillas: no menos diestro y fuerte que animoso;
las poderosas lanzas requiriendo, Peñalosa y Vergara, conociendo
afiladas en sangre las cuchillas, que vencer o morir era forzoso,
llamando en alta voz a Dios del cielo, hacen de sus personas arriscadas
hacen gemir y retemblar el suelo. de esfuerzo y fuerzas pruebas señaladas:

Calan de fuerte fresno como vigas El valiente soldado de Escalona,


los bárbaros las picas al momento, la rigurosa espada ejercitando,
de la suerte que suelen las espigas aventura y señala su persona
derribarse al furor del recio viento: mil bárbaros valientes señalando:
no bastaron las armas enemigas don Leonardo Manrique no perdona
al ímpetu español y movimiento, los golpes que recibe, antes doblando
que los nuestros rompieron por un lado, los suyos con gran priesa y mayor ira,
dejando el escuadrón aportillado. los castiga, maltrata y los retira.

A un tiempo los caballos volteando, Otro, pues, que de Córdova se llama,


lejos las rotas lanzas arrojadas, mozo de grande esfuerzo y valentía,
vuelven al enemigo y fiero bando, tanta sangre araucana allí derrama,
en alto ya desnudas las espadas: que hizo cien viudas aquel día:
otra vez arremeten, no bastando por una que venganza al cielo clama,
infinidad de puntas enastadas, saltan todas las otras de alegría;
puestas en contra de la airada gente, que al fin son las mujeres variables,
a que no se mezclasen igualmente. amigas de mudanzas y mudables.

Los unos, que no saben ser vencidos, Cortés y Pero Niño por un lado
los otros a vencer acostumbrados hacen un fiero estrago y cruda guerra;
son causa que se aumenten los heridos, Morán, Gómez de Almagro y Maldonado
y que bajen los brazos más pesados: siembran de cuerpos bárbaros la tierra:
de llamas los arneses encendidos, el Herrero, como hombre acostumbrado
con gran fuerza y presteza golpeados, y diestro en golpear, mata y atierra:
formaban un rumor, que el alto cielo pues Nereda también, que era maestro,
del todo parecía venir al suelo. hiere, derriba a diestro y a siniestro.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como si fueran a morir desnudos, Con el cuello inclinado, adormecido


las rabiosas espadas así cortan; acá y allá el caballo le traía;
con tanta fuerza bajan golpes crudos, pero tornando luego en su sentido,
que poco fuertes armas les importan: vergonzoso las riendas recogía:
lo que sufrir no pueden los escudos, vuelve a buscar aquel que le ha herido,
los insensibles cuerpos lo comportan y al punto que miró le conocía,
en furor encendidos, de tal suerte, que al mayor araucano que allí andaba
que no sienten los golpes ni aun la muerte. de los hombros arriba le llevaba.

Antes de rabia y cólera abrasados, Conócele también en la braveza


con poderosos golpes los martillan, que mostraba, animando allí su gente,
y de muchos con fuerza redoblados y en la facilidad y ligereza
los cargados caballos arrodillan: con que esgrime la maza diestramente.
abollan los arneses relevados, Como el suelto lebrel, por la maleza
abren, desclavan, rompen, deshebillan: se arroja al jabalí fiero y valiente,
ruedan las rotas piezas y celadas, así asalta Cortés al araucano,
y el aire atruena el son de las espadas. la adarga al pecho, el duro hierro en mano.

Lincoya combatiendo y derribando Al través le hirió por un costado,


anima con hervor los escuadrones, no le valiendo el coselete duro:
contra su fuerza y maza no bastando mas de aquella manera le ha mudado
de crestas altas fuertes morriones. que mudara un peñasco o fuerte muro:
Cortés un golpe suyo reparando, pasa recio el caballo espoleado,
la cabeza inclinó entre los arzones, y Cortés, de Lincoya ya seguro,
llevándole el caballo medio muerto, por medio de la espesa escuadra hiende,
suelto el freno, corriendo a campo abierto. y al un lado y al otro muchos tiende.

Almagro cuerpo a cuerpo combatía


con el joven Guacón, soldado fuerte;
pero presto la lid se decidía,
que poco se mostró neutral la suerte;
de un golpe Almagro al bárbaro hería,
por donde una ancha puerta abrió a la muerte,
sale de ella de sangre roja un río,
y ocupa el desangrado cuerpo el frío.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Airado Castañeda en la batalla los dos puestos así se retiraron,


mata, tropella, daña, hiere, ofende; sin sangre y sin vigor desalentados,
acaso a Narpo a la derecha halla, que jamás las espadas se mostraron,
y allí la rigurosa espada tiende: mas siempre frente a frente careados,
no le valió el jubón de fina malla, ambos a un mismo tiempo repararon,
ni un peto de dos cueros le defiende a un punto hicieron alto, y desviados
que la furiosa punta no calase, los unos de los otros tanto estaban,
y el cuerpo del espíritu privase. que aun un tiro de flecha no distaban.

La gente una con otra se embravece, Mirábanse del uno y otro bando
crece el hervor, coraje y la revuelta, en el sitio y contrario alojamiento,
y el río de la corriente sangre crece, cubiertos de agua y sangre y jadeando,
bárbara y española toda envuelta: que no pueden hartarse del aliento:
del grueso aliento el aire se escurece, los fatigados miembros regalando,
alguna infernal furia andaba suelta, el pecho y boca abierta al fresco viento,
que por llevar a tantos en un día que con templados soplos respiraba,
diabólico furor les infundía. mitigando del Sol la fuerza brava.

Tanto el tesón entre ellos ha durado, Y desde allí con lenguas injuriosas
que espanta cómo alzar pueden los brazos; a falta de las manos se ofendían:
estaban por el uno y otro lado diciéndose palabras afrentosas
de amontonados cuerpos los ribazos. la muerte con rigor se prometían;
El Sol había en su curso declinado, y a vueltas de esto, flechas peligrosas
cuando ya sin vigor hechos pedazos, los enemigos arcos despedían,
de manera igualmente enflaquecían, que aunque el aliento y fuerza les faltaba
que moverse adelante no podían. el rabioso rencor las arrojaba.

Como el aliento y fuerza van faltando Yo no sé de cuál brazo descansado


a dos valientes toros animosos, una flecha con ímpetu saliendo,
cuando en la fiera lucha porfiando a manera de rayo arrebatado,
se muestran igualmente poderosos, el aire con rumor iba rompiendo:
que se van poco a poco retirando tocó en soslayo a Córdova en un lado,
rostro a rostro con pasos perezosos, y la furiosa punta no prendiendo,
cubiertos de un humor y espeso aliento, torció a Morán el curso, y encarnada
y esparcen con los pies la arena al viento; por el ojo derecho abrió la entrada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El buen Morán con mano cruda y fuerte Cuatro mil sobrevienen victoriosos,
sacó la flecha y ojo en ella asido; apiñados los nuestros los esperan,
Gonzalo, al duro paso de la muerte no de ver tanta gente temerosos,
le apercibe y esfuerza condolido; porque aun morir con más honor quisieran;
pero Morán gritó: «No estoy de suerte los fieros enemigos orgullosos
que me sienta de esfuerzo enflaquecido; en alta voz gritaban: «¡Mueran! ¡Mueran!»,
que solo, así herido, soy bastante y el Lincoyano ejército animado,
a vencer cuantos veis que están delante». también acometió por otro lado.

Pica el caballo temerariamente, Lanzaron los caballos los cristianos,


que galopear no puede de cansado, batiendo bien de espacio el hueco suelo
contra todo aquel número de gente, contra los descansados araucanos
que en escuadrón estaba reformado: que fieros amenazan tierra y cielo:
pero Gonzalo Hernández diligente vienen con tardos pies a prestas manos,
se le puso delante acelerado, y del primer encuentro hecho un hielo
que ya Lincoya al paso le salía, Pero Niño tocó la blanca arena,
y al puesto, aunque por fuerza, le volvía. bañándola de sangre en larga vena.

Con grande alarde, estruendo y movimiento, Atravesóle el cuerpo la herida,


sobre la cumbre de una verde loma, aunque en atribuirla hay desconcierto:
tendidas las banderas por el viento, unos dicen que Angol fue el homicida,
Lautaro con la presta gente asoma. otros que Leucotón, y esto es más cierto:
Como cuando de lejos el hambriento cualquier de ellos que fue, de gran caída
león, viendo la presa, placer toma, pero Niño quedó en el campo muerto
y mira acá y allá, feroz rugiendo, con un trozo de pica atravesado,
el vedijoso cuello sacudiendo. donde fue del tropel despedazado.

Lautaro así veloz por un repecho También el de Manrique volteando


bajaba, enderezando a los de España, a los pies de Lautaro muerto vino;
pensando él solo dar fin a aquel hecho, rompen los otros doce, enderezando
si no le desamparan la campaña. por las espesas armas al camino:
Delante de su gente va gran trecho: pero Ongolmo, los pies apresurando,
digna es de celebrarse tal hazaña; de un golpe derribó fuera de tino
solos catorce esperan, hechos piezas, a Nereda, que en guerras era experto;
rotos los brazos, piernas y cabezas. Cortés de muy herido cayó muerto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tras él al suelo fue Diego García, Con el jinete estribo en el derecho


de una llaga mortal abierto el pecho; lado al bárbaro encuentra de pasada,
de otro golpe Escalona se tendía y cuatro cinco pasos o más trecho
que Tucapel le acierta por derecho: lo lleva hacia adelante por la estrada:
los demás españoles en la vía brama el bárbaro ardiendo de despecho;
(considere quien ya se vio en estrecho) víbora no se vio más enconada,
con cuánta priesa baten las ijadas ni pisado escorpión vuelve tan presto,
de los lasos caballos desangradas. como el indio volvió el airado gesto.

El fiero Tucapel haciendo guerra Muda el intento, muda la sentencia


a todos con audacia los asalta, que contra Juan de Almagro dado había,
y en viendo que estos dos baten la tierra, y la furiosa maza e impaciencia
gallardo por encima de ellos salta: al triste Maldonado revolvía:
topa a Almagro y con él ligero cierra, cala un golpe con toda su potencia,
en los pies levantado y la maza alta, mas el presto caballo se desvía;
que sobre él derribándola venía Tucapel de furioso el tiro yerra,
con toda la pujanza que tenía. y el ferrado troncón metió por tierra.

O fue mal tiento, o furia que llevaba, No escapó Maldonado de la muerte,


o que el Sumo Señor quiso librallo, que al punto llega el bravo Lemolemo
que el tiro a la cabeza señalaba, con un largo bastón nudoso y fuerte,
y a dar vino en las ancas del caballo: a manera le corvo y grueso remo;
con tanta fuerza el golpe le cargaba, y un golpe le señala de tal suerte,
que Almagro más no pudo meneallo, que no le erró el ferrado y duro extremo,
quedando derrengado de manera ni la celada prestó de estofa llena,
que si fuera de masa o blanda cera. que los sesos saltaron por la arena.

Almagro con presteza por un lado, En esto una gran nube tenebrosa,
viendo el caballo cojo, se derriba, el aire y cielo súbito turbando,
ora fue su ventura y diestro hado, con una obscuridad triste y medrosa
ora siniestro del que tras él iba, del Sol la luz escasa fue ocupando:
el cual era el valiente Maldonado, salta Aquilón con furia procelosa
que envuelto en sangre y polvo al punto arriba los árboles y plantas inclinando,
que el golpe segundaba Tucapel o, envuelto en raras gotas de agua gruesas,
y por poco con él diera en el suelo. que luego descargaron más espesas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como el diestro atambor, que apercibiendo Estaban del camino desviados,


al duro asalto y fiera batería, y uno de los caballos relinchando,
va con los tardos golpes previniendo el español con pasos sosegados
la presta y animosa compañía, al alegre rumor se fue acercando:
pero el punto y señal última oyendo, llegó adonde los seis amedrentados
suena la horrenda y áspera armonía: con baja voz estaban de él tratando,
así el negro nublado turbulento y en aquella sazón se les presenta,
lanza un diluvio súbito y violento. dándoles del suceso entera cuenta.

En escura tiniebla el cielo vuelto, Con espanto fue luego conocido,


la furiosa tormenta se esforzaba, que entre ellos ya por muerto se tenía,
agua, piedras y rayos todo envuelto y cada uno de lástima movido,
en espesos relámpagos lanzaba: a morir en su ayuda se ofrecía;
el araucano ejército revuelto mas él como animoso y entendido,
por acá y por allá se derramaba: viendo que aprovechar no le podía,
crece la tempestad horrenda, tanto dice: «De mí, señores, nadie cure,
que a los más esforzados puso espanto. la vida el que pudiere la asegure».

De Juan Gómez la próspera ventura Esto no dijo bien, cuando esforzado


hizo que al punto el cielo se cerrase, por el bosque tomó una senda incierta,
y la tiniebla de la noche escura y aquella más usada deja a un lado,
gran rato en su favor se anticipase: de gente y pueblos bárbaros cubierta:
turbado se metió en una espesura otro trance mayor le está guardado;
hasta tanto que el ímpetu pasase pero pues hay de Chile historia cierta,
de aquella gente bárbara furiosa, allí lo podrá ver el que quisiere,
de la española sangre codiciosa. si gana de saberlo le viniere.

Cuando vio en su violencia el torbellino El coronista Estrella escribe al justo


y que él podía salir más encubierto, de Chile y del Perú en latín la historia,
el bosque deja y toma su camino, con tanta erudición, que será justo
que el temor se le muestra bien abierto: que dure eternamente su memoria;
cayendo y levantando al cabo vino, y la vida de Carlos Quinto Augusto,
de sangre, lodo y de sudor cubierto, y en verso los encomios y la gloria
junto donde los nuestros esperaban de varones ilustres en milicia,
si las furiosas aguas aplacaban. gobernación, en letras y justicia.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Vuelvo a los seis guerreros, que sintiendo La sangre les cuajó un temor helado,
la desgracia de Almagro, lo mostraban: gran turbación les puso a todos, cuando
pero ayudalle en ella no pudiendo, el caso de Valdivia de esastrado
a la Imperial ciudad enderezaban: les fueron por sus términos narrando:
la tempestad furiosa iba creciendo, y así viendo el castillo mal parado,
relámpagos y truenos no cesaban, de consejo común, considerando
hasta que salió el Sol y el claro día la pujanza que el bárbaro traía,
la plaza de Purén les descubría. le dejaron desierto el mismo día.

Era un castillo, el cual con poca gente Hacia Cautén tomaron la jornada,
le había Juan Gómez antes sustentado, llevando a Almagro acaso de camino,
hallándose una noche de repente que por venir la noche tan cerrada
de multitud de bárbaros cercado: libre salió del campo lautarino:
repelidos al fin gallardamente, la fuerza fue por tierra derribada,
fue por su industria el cerco levantado: que luego el enemigo pueblo vino
No escribo esta batalla, aunque famosa, talando municiones y comidas,
por no tardarme tanto en cada cosa. que en el castillo estaban recogidas.

Allí los seis guerreros arribados Dieron vuelta los bárbaros gozosos
fueron con tierna muestra recibidos hacia donde su ejército venía,
de los caros amigos admirados retumbando en los montes cavernosos
de verlos a tal término traídos; el alegre rumor y vocería;
míseros, afligidos, demudados, y por aquellos prados espaciosos,
flacos, roncos, deshechos, consumidos, con la alegre vitoria de aquel día,
corriendo sangre y lodo, sin celadas, tales cantosy juegos inventaban
las armas con las carnes destrozadas. que el cansancio con ellos engañaban.

Casi veinticuatro horas sustentaron Juntos, el general con grave muestra


las armas defendiendo su partido, los habla y los recibe alegremente;
que nunca en este tiempo descansaron, y asiendo blandamente de la diestra
haciendo lo que habéis, Señor, oído: al valiente Lautaro, su teniente,
un rato en el castillo reposaron, una escuadra le entrega de maestra,
del cual la noche atrás habían salido, escogida, gallarda y buena gente,
no con poco temor de los de casa, en armas y trabajo ejercitada,
y más cuando supieron lo que pasa. para cualquier empresa y gran jornada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

A Lautaro dejemos pues en esto, No con menor estruendo los varones


que mucho su proceso me detiene: de la edad más robusta juntamente
forzoso a tratar de él volveré presto, daban de su dolor demostraciones,
que llegar hasta Penco me conviene, pero con otro modo diferente:
pues hace tanto a nuestro presupuesto suenan las armas, suenan municiones,
decir cómo a la guerra se previene suena el nuevo aparato de la gente;
que sangrienta y mortal se aparejaba, y la ronca trompeta del dios Marte
y el justo sentimiento que mostraba. a guerra incita ya por toda parte.

Ya la fama, ligera embajadora Unas botas espadas afilaban,


de tristes nuevas y de grandes males, otros petos mohosos enlucían,
a Penco atormentaba de hora en hora, otros las viejas cotas remallaban,
esforzando su voz ruines señales: hierros otros en astas engerían,
cuando llegan los indios a deshora, cañones reforzados apuntaban,
los dos que ya conté que en los jarales, al viento las banderas descogían,
viendo a Valdivia roto, se escondieron, y en alardosa muestra los soldados
y estos el triste caso refirieron. iban por todas partes ocupados.

Por mensajeros ciertos entendiendo Caudillo era y cabeza de la gente


el duro y desdichado acaecimiento, Francisco Villagrán, varón tenido
viejos, mujeres, niños concurriendo, por sabio en la milicia y suficiente,
se forma un triste y general lamento: con suma diligencia prevenido:
el cielo con aguda voz rompiendo, de Pedro de Valdivia fue teniente,
hinchen de tristes lástimas el viento después de su persona obedecido:
nuevas viudas, huérfanas, doncellas; sentido del suceso y caso fuerte
era una dolorosa cosa vellas. brama por la venganza de su muerte.

Los blancos rostros, más que flores bellos, Las mujeres de nuevos alaridos
eran de crudos puños ofendidos, hieren el alto cóncavo del cielo,
y manojos dorados de cabellos viendo al peligro puestos los maridos
andaban por los suelos esparcidos; y ellas en tal trabajo y desconsuelo:
vieran pechos de nieve y tersos cuellos con lagrimosos ojos y gemidos,
de sangre y vivas lágrimas teñidos; echadas de rodillas por el suelo,
y rotos por mil partes y arrojados les ponen los hijuelos por delante;
ricos vestidos, joyas y tocados. pero cosa a moverlos no es bastante.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ya de lo necesario aparejados Esta cuesta Lautaro había elegido


en demanda del bárbaro salían, para dar la batalla, y por concierto
de arneses lucidísimos armados, tenía todo su ejército tendido
que vistosos de lejos parecían: en lo más alto de ella y descubierto:
las mujeres por torres y tejados viendo que a pie en lo llano es mal partido
con fijos ojos tiernos los seguían; seguir a los caballos campo abierto,
y echándoles de allí mil bendiciones, el alto y primer cerro deja exento,
vuelven a Dios el ruego y peticiones. pensando allí alcanzarlos por aliento.

Del tropel se despiden ciudadano, Porque se tome bien del sitio el tino
que del pueblo saliera a acompañallos, quiero aquí figurarle por entero:
y en busca del ejército araucano la subida no es mala del camino,
pican a toda priesa los caballos: mas todo lo demás despeñadero:
dejan a la siniestra a Mareguano, tiene al Poniente al bravo mar vecino,
y a la diestra de Talca los vasallos, que bate al pie de un gran derrumbadero,
hijo de Talcahuano, que su tierra y en la cumbre y más alto de la cuesta
la ciñe casi en torno el mar y sierra. se allana cuanto un tiro de ballesta.

De los seguros límites pasando, Estaba el alto cerro coronado


pisan de Andalicán la enjuta arena, del poderoso ejército enemigo,
y el espacioso llano atravesando, y el camino al entrar desocupado,
suben las lomas, y el rumor no suena; sin defensa ni estorbo, como digo:
y al pie del cerro andálico llegando, pasado el primer monte, había llegado
sin entender lo que Lautaro ordena, al pie de este segundo bando amigo;
solo el miedo de entrar por el estado pero aquí Villagrán confuso estuvo,
les mitigó el furor demasiado. que el peligroso trance le detuvo.

Un paso peligroso, agrio y estrecho, Como el romano César, receloso


de la banda del Norte está a la entrada el pie en el Rubicón fijó a la entrada,
por un monte asperísimo y derecho, pensando allí de nuevo el peligroso
la cumbre hasta los cielos levantada: hecho que acometía y gran jornada;
está tras este un llano a poco trecho, Al fin soltó las riendas animoso;
y luego otra menor cuesta tajada, diciendo: «¡Sús!, ¡la suerte ya es echada!...»
que divide el distrito andalicano Así nuestro español rompió el camino,
del fértil valle y límite araucano. dando libre la rienda a su destino.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Apenas el primer paso había dado, Canto V


cuando luego tras él osadamente
por el fragoso monte levantado Contiénese la reñida batalla que entre los españoles y araucanos hubo en la
alegre comenzó a subir la gente: cuesta de Andalicán, donde por la astucia de Lautaro y el demasiado trabajo
Lautaro sin moverse, arrinconado, de los españoles, fueron los nuestros desbaratados, y muertos más de la mitad
franca les da la entrada llanamente; de ellos, juntamente con tres mil indios amigos.
diez mil hombres gobierna, gente usada Siempre el benigno Dios, por su clemencia,
en el duro ejercicio de la espada. nos dilata el castigo merecido,
hasta ver sin enmienda la insolencia
Tenía su campo en torno de la cuesta, y el corazón rebelde endurecido:
y mandado que nadie se moviese y es tanta la dañosa inadvertencia,
un paso a comenzar la dura fiesta, que aunque vemos el término cumplido
hasta que el son de arremeter se oyese, y ejemplo del castigo en el vecino,
con una irremisible pena puesta no queremos dejar el mal camino.
para aquel que del término saliese;
que estaban así quedos y callados Dígolo, porque viene muy contenta
cual si fueran en mármoles mudados. nuestra gente española a las espadas,
que en el fin de Valdivia no escarmienta,
Pues la española gente, deseando ni mira haber seguido sus pisadas:
ejercitar la vencedora diestra, presto la veréis dar estrecha cuenta
se va a los enemigos acercando de las culpas presentes y pasadas;
por la banda del bárbaro siniestra: que el verdugo Lautaro, ardiendo en saña
Lautaro al puesto término llegando, se muestra con su gente en la campaña.
presenta la batalla en bella muestra,
con gran rumor de bárbaras trompetas, Villagrán con la suya a punto puesto,
atambores, bocinas y cornetas. en el estrecho llano se detiene;
plantando seis cañones en buen puesto,
Paréceme, Señor, que será justo ordena aquí y allí lo que conviene:
dar fin al largo canto en este paso, estuvo sin moverse un rato en esto
porque el deseo del otro mueva el gusto, por ver el orden que Lautaro tiene,
y porque de cantar me siento laso; que ocupaba su gente tanto trecho
suplícoos que el tardar no os dé disgusto, que mitigó el ardor de más de un pecho.
pareciéndoos que voy tan paso a paso,
que aun de gentes agravio una gran suma,
atento a no llevar prolija pluma.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De muchos fue esta guerra deseada; El campo con ligeros pies batiendo,
pero sabe ora Dios sus intenciones, salen con gran tropel y movimiento;
viendo toda la cuesta rodeada Rauco se estremeció del son horrendo,
de gente en concertados escuadrones: y la mar hizo extraño sentimiento.
la sangre, del temor ya resfriada, Los corregidos bárbaros temiendo
con presteza acudió a los corazones; de Lautaro el expreso mandamiento,
los miembros, del calor desamparados, aunque por los herir se deshacían,
fueron luego de esfuerzo reformados. el paso hacia delante no movían.

Con nuevo encendimiento están bramando, Con el concierto y orden que en Castilla
porque la trompa del partir no suena; juegan las cañas en solemne fiesta,
tanto el trance y batalla deseando que parte y desembraza una cuadrilla,
que cualquiera tardanza les da pena. revolviendo la adarga al pecho puesta:
De la otra parte el araucano bando, así los nuestros firmes en la silla,
sujeto a lo que su caudillo ordena, llegan hasta el remate de la cuesta,
rabiaba por cerrar; mas la obediencia y vuelven casi en cerco a retirarse,
le pone duro freno y resistencia. por no poder romper sin despeñarse.

Como el feroz caballo, que impaciente, Toman al retirar la vuelta larga,


cuando el competidor ve ya cercano, y de esta suerte muchas vueltas prueban;
bufa, relincha, y con soberbia frente pero todas las veces una carga
hiere la tierra de una y otra mano; de flecha, dardo y piedra espesa llevan:
así el bárbaro ejército obediente, a algunos vale allí la buena adarga;
viendo tan cerca el campo castellano las celadas y grebas bien aprueban,
gime por ver el juego comenzado, que no pueden venir al corto hierro
mas no pasa del término asignado. por ser peinado en torno el alto cerro.

De esta manera, pues, la cosa estaba, Firme estaba Lautaro sin mudarse,
ganosos de ambas partes por juntarse; y cercada de gente la montaña;
pero ya Villagrán consideraba algunos que pretenden señalarse
que era dalles más ánimo el tardarse: salen con su licencia a la campaña:
tres bandas de jinetes apartaba quieren uno por uno ejercitarse
de aquellos codiciosos de probarse, de la pica y bastón con los de España;
que a la seña, sin más amonestallos, o dos a dos, o tres a tres soldados,
ponen las piernas recio a los caballos. a la franca elección de los llamados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Usando de mudanzas y ademanes Había siete españoles ya herido,


vienen con muestra airosa y contoneo, mas nadie se atraviesa a la venganza,
más bizarros que bravos alemanes, que era el valiente bárbaro temido
haciendo aquí y allí gentil paseo: por su esfuerzo, destreza y gran pujanza:
como los diestros y ágiles galanes en esto Villagrán algo corrido,
en público ejercicio del torneo, viéndole despedir la octava lanza,
así llegan gallardos a juntarse dijo con voz airada: «¿No hay alguno
y con las duras puntas a tentarse. que castigue este bárbaro importuno?»

Quien piensa de la pica ser maestro Diciendo esto, miraba a Diego Cano,
sale a probar la fuerza y el destino, el cual de osado crédito tenía,
tentando el lado diestro y el siniestro, que, una asta gruesa en la derecha mano,
buscando lo mejor con sabio tino: su rabicán preciado apercibía;
cuál acomete, vence y hurta presto, y al tiempo cuando el bárbaro lozano
hallando para entrar franco el camino; con fuerza extrema el brazo sacudía,
cuál hace el golpe vano, y cuál tan cierto en la silla los muslos enclavados
que da con su enemigo en tierra muerto. hiere al caballo a un tiempo entrambos lados.

Otros de estas posturas no se curan, Con menudo tropel y gran ruido


ni paran en el aire y gentileza; sale el presto caballo desenvuelto
que el golpe sea mortal solo procuran, hacia el gallardo bárbaro atrevido,
y en el cuerpo y los pies llevar firmeza: que en esto las espaldas había vuelto;
con ánimo arrojado se aventuran, pero el fuerte español, embebecido
llevados de la cólera y braveza; en que no se le fuese, el freno suelto,
esta a veces los golpes hace vanos, bate al caballo a priesa los talones
y ellos venir más juntos a las manos. hasta los enemigos escuadrones.

Pero por más veloz en la corrida No el araucano y fiero ayuntamiento


el mozo Curiomán se señalaba, con las espesas picas derribadas,
que con gallarda muestra y atrevida ni el presuroso y recio movimiento
larga carrera sin temor tomaba: de mazas y de bárbaras espadas
y blandiendo una lanza muy fornida pudieron resistir el duro intento
en medio de la furia la arrojaba, del airado español, que las pisadas
que nunca la ballesta al torno armada del ligero araucano iba siguiendo,
jara con tal presteza fue enviada. la espesa turba y multitud rompiendo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Donde a pesar de tantos y a despecho, Visto Lautaro serle conveniente


con grande esfuerzo y valerosa mano quitar y deshacer aquel nublado,
rompe por ellos, y la lanza al pecho que lanzaba los rayos en su gente
de aquel que dilató su muerte en vano: y había gran parte de ella destrozado;
y glorioso del bravo y alto hecho, al escuadrón que a Leucotón valiente
al caballo picó a la diestra mano, por su valor le estaba encomendado
abriendo con esfuerzo y diestro tino le manda arremeter con furia presta
por medio de las armas el camino. y en alta voz diciendo le amonesta.

Luego se arroja el escuadrón jinete «¡Oh fieles compañeros victoriosos


al araucano ejército llamando, a quien fortuna llama a tales hechos!
que a esperarle parece que acomete, ¡Ya es tiempo que los brazos valerosos
y vase luego al borde retirando: nuestras causas aprueben y derechos!
una, cuatro y diez veces arremete, ¡Sus, sus, calad las lanzas animosos!
poco el arremeter aprovechando; ¡Rompan los hierros los contrarios pechos,
que en aquella sazón ninguna espada y por ellos abrid roja corriente
había de sangre bárbara manchada. sin respetar a amigo ni a pariente!

Los cansados caballos trabajaban, »A las plazas guiad, que si ganadas


mas poco del trabajo se aprovecha, por vuestro esfuerzo son, con tal vitoria
que los nuestros en vano les picaban, célebres quedarán vuestras espadas,
heridos y hostigados de la flecha: y eterna al mundo de ellas la memoria:
las bravezas de algunos aplacaban el campo seguirá vuestras pisadas,
viéndose en aquel punto y cuenta estrecha, siendo vos los autores de esta gloria».
ellos lasos, los otros descansados, Y con esto la gente envanecida
los pasos y caminos ya cerrados. hizo la temeraria arremetida.

La presta y temerosa artillería Por infame se tiene allí el postrero,


a toda furia y priesa disparaba, que es la cosa que entre ellos más se nota;
y así en el escuadrón indio batía, el más medroso quiere ser primero
que cuanto topa enhiesto lo allanaba: al probar si la lanza lleva bota:
de fuego y humo el cerro se cubría, no espanta ver morir al compañero,
el aire cerca y lejos retumbaba: ni llevar quince o veinte una pelota,
parece con estruendo abrirse el suelo volando por los aires hechos piezas,
y respirar un nuevo Mongibelo. ni el ver quedar los cuerpos sin cabezas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No los perturba y pone allí embarazo, No quieren que atrás vuelva el estandarte
ni punto los detiene el temor ciego; de Carlos Quinto, Máximo, glorioso,
antes si el tiro a alguno lleva el brazo, mas que, a pesar del contrapuesto Marte,
con el otro la espada esgrime luego: vaya siempre adelante victorioso:
llegan sin reparar hasta el ribazo el cual, terrible y fiero a cada parte,
donde estaba la máquina del fuego; envuelto en ira y polvo sanguinoso,
viéranse allí las balas escupidas daba nuevo vigor a las espadas,
por la bárbara furia detenidas. de tanto combatir aun no cansadas.

Los demás arremeten luego en rueda, Remuévase el furor y la braveza


y de tiros la tierra y sol cubrían: según es el herir apresurado,
pluma no basta, lengua no hay que pueda con aquel mismo esfuerzo y entereza
figurar el furor con que venían: que si entonces la hubieran comenzado:
de voces, fuego, humo y polvareda las muertes, el rigor y la crudeza,
no se entienden allí ni conocían; esto no puede ser significado,
mas poco aprovechó este impedimento, que la espesa y menuda yerba verde
que ciegos se juntaban por el tiento. en sangre convertida el color pierde.

Tardaron poco espacio en concertarse Villagrán la batalla en peso tiene,


las enemigas haces ya mezcladas: que no pierde una mínima su puesto;
lo que allí se vio más para notarse de todo lo importante se previene,
era el presto batir de las espadas: aquí va y allí acude, y vuelve presto:
procuran ambas partes señalarse, hace de capitán lo que conviene
y así vieran cabezas y celadas con usada experiencia; y fuera de esto,
en cantidad y número partidas, como usado soldado y buen guerrero
y piernas de sus troncos divididas. se arroja a los peligros el primero.

Unos por defender la artillería, Andando envuelto en sangre a Torbo mira


con tal ímpetu y furia acometida; que en los cristianos hace gran matanza;
otros por dar remate a su porfía lleva el caballo, y él llevado de ira
traban una batalla bien reñida: requiere en la derecha bien la lanza:
para un solo español cincuenta había, en los estribos firme al pecho tira;
la ventaja era fuera de medida; mas la codicia y sobra de pujanza
mas cada cual por sí tanto trabaja, desatentó la presurosa mano,
que iguala con valor a la ventaja. haciendo antes de tiempo el golpe en vano.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Hiende el caballo desapoderado Diego Cano a dos manos, sin escudo,


por la canalla bárbara enemiga; no deja lanza enhiesta ni armadura,
revuelve a Torbo el español airado, que todo por rigor de filo agudo
y en bajo el brazo la jineta abriga; hecho pedazos viene a la llanura:
pásale un fuerte peto tresdoblado pues Peña, aunque de lengua tartamudo,
y el jubón de algodón, y en la barriga se revuelve con tal desenvoltura
le abrió una gran herida por do al punto cual Cesio entre las armas de Pompeo,
vertió de sangre un lago y la alma junto. o en Troya el fiero hijo de Peleo.

Saca entera la lanza, y derribando Por otra parte el español Reinoso,


el brazo atrás, con ira la arrojaba: de ponzoñosa rabia estimulado,
vuelve la furiosa asta rechinando con la espada sangrienta va furioso
del ímpetu y pujanza que llevaba, hiriendo por el uno y otro lado;
y a Corpillan que estaba descansando mata de un golpe a Palta, y riguroso
por entre el brazo y cuerpo le pasaba, la punta enderezó contra el costado
y al suelo penetró sin dañar nada, del fuerte Ron, y así acertó la vena,
quedando media braza en él fijada. que la espada de sangre sacó llena.

Y luego Villagrán, la espada fuera, Bernal, Pedro de Aguayo, Castañeda,


por medio de la hueste va a gran priesa; Ruiz, Gonzalo Hernández, y Pantoja
haciendo con rigor ancha carrera tienen hecha de muertos una rueda
a donde va la turba más espesa. y la tierra de sangre toda roja:
No menos Pedro de Olmos de Aguilera no hay quien ganar del campo un paso pueda
en todos los peligros se atraviesa, ni el espeso herir un punto afloja,
habiendo él solo muerto por su mano haciendo los cristianos tales cosas
a Guancho, Canio, Pillo y Titaguano. que las harán los tiempos milagrosas.

Hernando y Juan, entrambos de Alvarado, Mas eran los contrarios tanta gente,
daban de su valor notoria muestra, y tan poco el remedio y confianza,
y el viejo gran jinete Maldonado que a muchos les faltaba juntamente
voltea el caballo allí con mano diestra, la sangre, aliento, fuerza y la esperanza:
ejercitando con valor usado llevados, pues, al fin de la corriente,
la espada que en herir era maestra, sin poder resistir la gran pujanza,
aunque la débil fuerza envejecida pierden un largo trecho la montaña
hace pequeño el golpe y la herida. con todas las seis piezas de campaña.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Del antiguo valor y fortaleza »¿A dó volvéis sin orden y sin tiento,
sin aflojar los nuestros siempre usaron; que los pasos tenemos impedidos?
no se vio en español jamás flaqueza ¿Con cuánto deshonor y abatimiento
hasta que el campo y sitio les ganaron: seremos de los nuestros acogidos?
mas viéndose a tal hora en estrecheza, La vida y honra está en el vencimiento,
que pasaba de cinco que empezaron, la muerte y deshonor en ser vencidos:
comienzan a dudar ya la batalla mirad esto, y veréis huyendo cierta
perdiendo la esperanza de ganalla. vuestra deshonra y más la vida incierta».

Dudan por ver al bárbaro tan fuerte, De la plaza no ganan cuanto un dedo
cuando ellos en la fuerza iban menguando; por esto y otras cosas que decía,
represéntales el temor la muerte, según era el terror y extraño miedo
las heridas y sangre resfriando: en que el peligro puesto los había.
algunos desaniman de tal suerte «¿Dónde quedar mejor que aquí yo puedo?»
que se van al camino retirando, diciendo Villagrán, con osadía
no del todo, Señor, desbaratados, temeraria arremete a tanta gente,
mas haciéndoles rostro y ordenados. solo para morir honradamente.

Pero el buen Villagrán, haciendo fuerza, La vida ofrece de acabar contenta,


se arroja y contrapone al paso airado, por no estar al rigor de ser juzgado;
y con sabias razones los esfuerza, teme más que a la muerte alguna afrenta
como de capitán escarmentado, y el verse con el dedo señalado:
diciendo: «Caballeros, nadie tuerza no quiere andar a todos dando cuenta
de aquello que a su honor es obligado; si a volver las espaldas fue forzado;
no os entreguéis al miedo, que es, yo os digo, que por dolencia o mancha se reputa
de todo nuestro bien gran enemigo. tener hombre el honor puesto en disputa.

»Sacudidle de vos, y veréis luego Cuán bien de esto salió, que del caballo
la deshonra y afrenta manifiesta: al suelo le trajeron aturdido;
mirad que el miedo infame, torpe y ciego cuál procura prende ello, cuál matallo;
más que el hierro enemigo aquí os molesta: pero las buenas armas le han valido;
no os turbéis, reportaos, tened sosiego, otros dicen a voces: «¡Desarmallo!»
que en este solo punto tenéis puesta Acude allí la gente y el ruido...
vuestra fama, el honor, vida y hacienda, Mas quien saber el fin de esto quisiere
y es cosa que después no tiene enmienda. al otro canto pido que me espere. 

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto VI Todos a un tiempo quieren ser primeros


en esta presa y suerte señalada,
Prosigue la comenzada batalla, con las extrañas y diversas muertes que los y estaban como lobos carniceros
araucanos ejecutaron en los vencidos, y la poca piedad que con los niños y sobre la mansa oveja desmandada,
mujeres usaron, pasándolos todos a cuchillo. cuando discordes con aullidos fieros
forman música en voz desentonada;
Al valeroso espíritu, ni suerte, y en esto los mastines del ejido
ni revolver de hado riguroso llegan con gran presteza a aquel ruido;
le pueden presentar caso tan fuerte,
que le traigan a estado vergonzoso; Así los enemigos apiñados,
como ahora a Villagrán, que con su muerte, en medio al triste Villagrán tenían,
no siendo de otro modo poderoso, que por darle la muerte, embarazados,
piensa atajar el áspero camino los unos a los otros se impedían:
adonde le tiraba su destino. mas los trece españoles esforzados,
rompiendo a la sazón, sobrevenían
Sus soldados, el paso apresurando, de roja y fresca sangre ya cubiertos
en confuso montón se retrajeron, de aquellos que dejaban atrás muertos.
cuando en el nuevo y gran rumor mirando
a su buen capitán en tierra vieron: Con gran presteza, del amor movidos,
solos trece, la vida despreciando, adonde a Villagrán ven se arrojaban,
los rostros y las riendas revolvieron; y los agudos hierros atrevidos
rasgando a los caballos los ijares de nuevo en sangre nueva remojaban:
se arrojan a embestir tantos millares. desamparan el cerco los heridos,
acá y allá medrosos se apartaban:
Con más valor que yo sabré decillo algunos sustentaban con más suerte
el pequeño escuadrón ligero cierra, su parte y opinión hasta la muerte.
abriendo en los contrarios un portillo,
que casi puso en condición la guerra: Si un espeso montón se deshacía;
rompen hasta do el mísero caudillo desocupando el campo escarmentados,
de golpes aturdido estaba en tierra, otra junta mayor luego nacía,
sin ayuda y favor desamparado, y estaban sus lugares ocupados:
de la enemiga turba rodeado. del sueño Villagrán aun no volvía;
mas tal maña se dieron sus soldados,
y así las prestas armas revolvieron,
que en su acuerdo a caballo lo pusieron.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

A tardarse más tiempo fuera muerto, Viendo bravo y gallardo al araucano,


y a bien librar salió tan mal parado del todo de vencer desconfiados,
que, aunque estaba de planchas bien cubierto, y los caballos sin aliento, en vano
tenía el cuerpo molido y magullado: de importunas espuelas fatigados;
pero del sueño súbito despierto, a grandes voces dicen: «¡A lo llano!
viendo trece españoles a su lado, No estemos de esta suerte arrinconados»;
olvidando el peligro en que aun estaba, y con nuevo temor y desatino
entre los duros hierros se lanzaba. toman algunos de ellos el camino.

Por medio del ejército enemigo Cual de cabras montesas la manada,


sin escarmiento ni temor hendía, cuando a lugar estrecho es reducida,
llevando en su defensa al bando amigo, de diestros cazadores rodeada
que destrozando bárbaros venía: y de importunos tiros perseguida;
trillan, derriban, hacen tal castigo que viéndose ofendida y apretada,
que duran las reliquias hoy en día, una rompe el camino y la huida,
y durará en Arauco muchos años siguiendo las demás a la primera;
el estrago y memoria de los daños. así abrieron los nuestros la carrera.

Bernal hiere a Mailongo de pasada Uno, dos, diez y veinte, desmandados


de un valiente altibajo a fil derecho; corren a la bajada de la cuesta,
no le valió de acero la celada, sin orden y atención apresurados,
que los filos corrieron hasta el pecho: como si al palio fueran sobre apuesta:
Aguilera al través tendió la espada, aunque algunos valientes ocupados
y al dispuesto Guamán dejó mal trecho; con firme rostro y con espada presta,
haciendo ya el temor tan ancha senda combatiendo animosos, no miraban
que bien pueden correr a toda rienda. cómo así los amigos los dejaban.

Salen, pues, los catorce victoriosos No atienden al huir, ni se previenen


donde los otros de su bando estaban, de remedio tan flaco y vergonzoso;
que turbados, sin orden, temerosos antes en su batalla se mantienen,
de ver su muerte ya remolinaban: trayendo el fin a término dudoso
no bastaron ni fueron poderosos y con heroicos ánimos detienen
Villagrán y los otros que llegaban de los indios el ímpetu furioso,
a estorbar el camino comenzado, y la disposición del duro hado
que ya el temor gran fuerza había cobrado. en daño suyo y contra declarado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y así resisten, matan y destruyen, El cual siempre les iba caza dando,
contrastando al destino, que parece con mano presta y pies en la corrida,
que el valor araucano disminuyen, hiriendo sin respeto y derribando
y el suyo con difícil prueba crece: la inútil gente, mísera, impedida,
mas viendo a los amigos cómo huyen, que a la amiga nación iba invocando
que a más correr la gente desparece, la ayuda en vano a la amistad debida,
hubieron de seguir la misma vía, poniéndole delante con razones
que ya fuera locura y no osadía. la deuda, el interés y obligaciones.

Quiero mudar en lloro amargo el canto, Y aunque más las razones obligaban,
que será a la sazón más conveniente, si alguno a defenderlos revolvía,
pues me suena en la oreja el triste llanto viendo cuanto los otros se alargaban,
del pueblo amigo y género inocente. alargarse también le convenía.
No siento el ser vencidos, tanto cuanto Ni a los que por amigos se trataban,
ver pasar las espadas crudamente ni a las que por amigas se debía,
por vírgenes, mujeres, servidores, con quien había amistad y cuenta estrecha,
que penetran los cielos sus clamores. llamar, gemir, llorar les aprovecha.

La infantería española sin pereza Que ya los nuestros sin parar en nada
y gente de servicio iban camino, por la carrera de su sangre roja
que el miedo les prestaba ligereza, dan siempre nueva furia en su jornada,
y más de la que a algunos les convino; y a los caballos priesa y rienda floja:
pues con la turbación y gran torpeza que ni la voz de virgen delicada,
muchos perdieron de la cuesta el tino, ni obligación de amigos los congoja:
ruedan unos, los lomos quebrantados, la pena y la fatiga que llevaban
otros hechos pedazos despeñados. era que los caballos no volaban.

Quedan por el camino mil tendidos, Sordos a aquel clamor y endurecidos,


los arroyos de sangre el llano riegan, miden con sueltos pies el verde llano;
rompiendo el aire el planto y alaridos pero algunos de lástima movidos,
que en son desentonado al cielo llegan: viendo el fiero espectáculo inhumano,
y las lástimas tristes y gemidos, de una rabiosa cólera encendidos,
puestas las manos altas, con que ruegan vuelven contra el ejército araucano
y piden de la vida gracia en vano que corre por el campo derramado,
al inclemente bárbaro inhumano. la más parte en la presa embarazado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Determinados de morir, revuelven La de los bárbaros creciendo,


haciendo al sexo tímido reparo, crece el son de las armas y refriega,
y de suerte en los bárbaros se envuelven, y los nuestros se van disminuyendo,
que a más de diez la vuelta costó caro: que en su ayuda y socorro nadie llega:
por esto los primeros aun no vuelven, pero con grande esfuerzo combatiendo
que quieren que el partido sea más claro, ninguno la persona a ciento niega,
y no poner la vida en aventura, ni allí se vio español que se notase
cuanto lejos de allí tanto segura. que a su deuda una mínima faltase.

Torna la lid de nuevo a refrescarse; Mas de la suerte, como si del cielo


de un lado y otro andaba igual trabada: tuvieran el seguro de las vidas,
pecho con pecho vienen a juntarse, se meten y se arrojan sin recelo
lanza con lanza, espada con espada; por las furiosas armas homicidas:
pueden los españoles sustentarse, caen por tierra, y echan por el suelo,
que la gente araucana derramada dan y reciben ásperas heridas,
el alcance sin orden proseguía que el número dispar y aventajado
haciendo todo el daño que podía. suple el valor y el ánimo sobrado.

Cual banda de cornejas esparcidas Y así se contraponen, no temiendo


que por el aire claro el vuelo tienden, la muerte y furia bárbara importuna,
que de la compañera condolidas, el ímpetu y pujanza resistiendo
por los chirridos la prisión entienden, de la gente, del hado y la fortuna:
las batidoras alas recogidas mas contrastar a tantos no pudiendo
a darle ayuda en círculo descienden; sin socorro, favor ni ayuda alguna,
el bárbaro escuadrón de esta manera dilatando el morir, les fue forzoso
al rumor endereza la carrera. volver a su camino trabajoso.

La gente que de acá y allá discurre, Parece el esperar más desatino,


viendo el tumulto y aire polvoroso que van los delanteros como el viento;
deja el alcance, y de tropel concurre usar de aquel remedio les convino
al son de las espadas sonoroso: y no del temerario atrevimiento:
cada araucano con presteza ocurre muchos mueren en medio del camino
adonde era el favor más provechoso, por falta de caballos y de aliento,
y los sangrientos hierros en las manos, y de sangre también, que el verde prado
cercan el escuadrón de los cristianos. quedaba de su rastro colorado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Flojos ya los caballos y encalmados,


los bárbaros por pies los alcanzaban,
y en los rendidos dueños derribados
las fuerzas de los brazos ensayaban:
otros de los peones empachados,
digo, de los cristianos que a pie andaban,
casi moverse al trote no podían,
que con solo el temor los detenían.

Los cansados peones se contentan


con las colas o acciones aferradas,
y en vano lastimosos representan
estrechas amistades olvidadas:
de sí los de a caballo los ausentan,
si no pueden a ruego, a cuchilladas,
como a los más odiosos enemigos;
que no era a la sazón tiempo de amigos.

Atruena todo el valle el gran bullicio, Y a las tristes mujeres delicadas


armas, grita, clamor triste se oía el debido respeto no guardaban,
de la gente española y de servicio antes con más rigor por las espadas
que a manos de los indios perecía: sin escuchar sus ruegos las pasaban:
no se vio tan sangriento sacrificio, no tienen miramiento a las preñadas,
ni tan extraña y cruda anatomía mas los golpes al vientre encaminaban,
como los fieros bárbaros hicieron y aconteció salir por las heridas
en dos mil y quinientos que murieron. las tiernas pernezuelas no nacidas.

Unos vienen al suelo mal heridos, Suben por la gran cuesta al que más puede,
de los lomos al vientre atravesados; y paga el perezoso y negligente,
por medio de la frente otros hendidos, que a ninguno más vida se concede
otros mueren con honra degollados: de cuanto puede andar ligeramente:
otros, que piden medios y partidos, y aquel torpe es forzoso que se quede
de los cascos los ojos arrancados, que no es en la carrera diligente;
los fuerzan a correr por peligrosos que la muerte que airada atrás venía,
peñascos sin parar precipitosos. en afirmando el pie le sacudía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Aunque la cuesta es áspera y derecha, Estaba en un caballo derivado


muchos a la alta cumbre han arribado, de la española raza poderoso,
adonde una albarrada hallaron hecha, ancho de cuadra, espeso, bien trabado,
y el paso con maderos ocupado: castaño de color, presto, animoso,
no tiene aquel camino otra deshecha, veloz en la carrera y alentado,
que el cerro casi en torno era tajado; de grande fuerza y de ímpetu furioso,
de un lado le bate la marina, y la furia sujeta y corregida
del otro un gran peñón con él confina. por un débil bocado y blanda brida.

Era de gruesos troncos mal pulidos El rostro le endereza, y al momento


el nuevo muro en breve tiempo hecho, bate el presto español recio la ijada,
con arte unos en otros engeridos que sale con furioso movimiento
que cerraban la senda y paso estrecho: y encuentra con los pechos la albarrada:
dentro estaban los indios prevenidos, no hace en el romper más sentimiento
las armas sobre el muro y antepecho, que si fuera en carrera acostumbrada,
que según orgullosos se mostraban, abriendo tal camino, que pasaron
al cielo, no a la gente amenazaban. todos los que de abajo se escaparon.

Viendo los españoles ya cerrados Los bárbaros airados defendían


los pasos y cerrada la esperanza, el paso, pero al cabo no pudieron,
a pasar o morir determinados, que por más que las armas esgrimían
poniendo en Dios la firme confianza, los fuertes españoles los rompieron:
de la albarrada un trecho desviados unos hacia la mano diestra guían,
prueban de los caballos la pujanza, otros tan buen camino no supieron,
corriendo un golpe de ellos a romperla, tomando a la siniestra un mal sendero
y los bárbaros dentro a defenderla. que a dar iba en un gran despeñadero.

Así la gente estaba detenida, A la siniestra mano hacia el Poniente


que todo su trabajo no importaba, estaban dos caminos mal usados;
ni al peligro hallaba la salida, estos debían de ser antiguamente
hasta que el viejo Villagrán llegaba: por do al agua bajaban los venados:
que vista la excusada arremetida Digo en tiempos pasados, que al presente
cuán poco en el remedio aprovechaba, por mil partes estaban derrumbados,
sin temor de morir ni muestra alguna y el remate tajado con un salto
dio aquí el último tiento a la fortuna. de más de ciento y veinte brazas de alto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Por orden de Natura no sabida, Sueltos iban caballos por el prado,


o por gran sequedad de aquella tierra, que muertos lo señores han caído;
o algún diluvio grande y avenida, otros desocuparlos fue forzado
fue causa de tajarse aquella sierra: que por flojos la silla habían perdido:
pues por allí la gente mal regida cuál ligero cabalga y cuál turbado,
ocupada del miedo de la guerra, del temor de la muerte ya impedido,
huyendo de la muerte ya sin tino atinar al estribo no podía,
a dar derechamente en ella vino. y el caballo y sazón se le huía.

La inadvertida gente iba rodando No aguardaban por esto, mas corriendo


que repararse un paso no podía, juegan a mucha priesa los talones,
el segundo al primero tropellando, al delantero sin parar siguiendo,
y el tercero al segundo recio envía; que no le alcanzarán a dos tirones:
el número se va multiplicando, votos, promesas entre sí haciendo
un cuerpo mil pedazos se hacía, de ayunos, romerías, oraciones,
siempre rodando con furor violento y aun otros reservados solo al Papa,
hasta parar en el más bajo asiento. si Dios de este peligro los escapa.

Como el fiero Tifeo, presumiendo Venían ya los caballos por el llano


lanzar de sí el gran monte y pesadumbre, las orejas tremiendo derramadas:
cuando el terrible cuerpo estremeciendo quiérenlos aguijar, mas es en vano,
sacude los peñascos de la cumbre, aunque recio les abren las ijadas:
que vienen con gran ímpetu y estruendo El hermano no escucha al caro hermano;
hechos piezas abajo en muchedumbre; las lástimas allí son excusadas:
así la triste gente mal guiada quien dos pasos del otro se aventaja,
rodando al llano va despedazada. por ganar otros dos muere y trabaja.

Pero aquella que el buen camino tiene, Como el que sueña que en el ancho coso
de verle con presteza el fin procura: siente al furioso toro avecinarse,
ninguno por el otro se detiene, que piensa atribulado y temeroso
que detenerse ya fuera locura: huyendo de aquel ímpetu salvarse,
rodar también alguno le conviene, y se aflige y congoja presuroso
que más de lo posible se apresura: por correr, y no puede menearse;
A caballo y a pie y aun de cabeza así estos a gran priesa a los caballos
llegaron a lo bajo en poca pieza. no pueden, aunque quieren, aguijallos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Haciendo el enemigo gran matanza Canto VII


sigue el alcance y siempre los aqueja:
dichoso aquel que buen caballo alcanza, Llegan los españoles a la ciudad de la concepción hechos pedazos, cuentan el
que de su furia un poco más se aleja: destrozo y pérdida de nuestra gente, y vista la poca que para resistir tan gran
quién la adarga abandona, quién la lanza, pujanza de enemigos en la ciudad había, y las muchas mujeres, niños y viejos
quién de cansado el propio cuerpo deja; que dentro estaban, se retiran en la ciudad de Santiago. Asimismo en este can-
y así la vencedora gente brava to se contiene el saco, incendio y ruina de la ciudad de la concepción.
la fiera sed con sangre mitigaba.
Tener en mucho un pecho se debría
A aquel que por desdicha atrás venía, a dó el temor jamás halló posada,
ninguno, aunque sea amigo, le socorre, temor que honrosa muerte nos desvía
despacio el más ligero se movía, por una vida infame y deshonrada:
quien el caballo trota mucho corre: En los peligros grandes, la osadía
el cansancio y la sed los afligía: merece ser de todos estimada:
mas Dios, que en el mayor peligro acorre, el miedo es natural en el prudente,
frenó el ímpetu y curso al enemigo, y el saberlo vencer, es ser valiente.
según en el siguiente canto digo.
Esto podrán decir los que picaban
los cansados caballos aguijando;
pues tanto de temor se apresuraban
que les daremos crédito aun callando;
con los prestos calcaños lo afirmaban,
con piernas, brazos, cuerpo ijadeando;
también los araucanos sin aliento
la furia iban perdiendo y movimiento.

Que del grande trabajo fatigados


en el largo y veloz curso aflojaron,
y por el gran tesón de esalentados
a seis leguas de alcance los dejaron.
Los nuestros, del temor más aguijados,
al entrar de la noche se hallaron
en la extrema ribera de Biobío,
adonde pierde el nombre y ser de río.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y a la orilla un gran barco asido vieron De casa en casa corren publicando


de una gruesa cadena a un viejo pino: las voces y clamores esforzados
los más heridos dentro se metieron, los muertos que murieron peleando
abriendo por las aguas el camino; y aquellos infelices despeñados:
y los demás con ánimo atendieron mozas, casadas, viudas lamentando,
hasta que el esperado barco vino, puestas las manos y ojos levantados,
y con la diligencia comenzada piden a Dios para dolor tan fuerte,
a la ciudad arriban deseada. el último remedio de la muerte.

Puédese imaginar cuál llegarían La amarga noche sin dormir pasaban


del trabajo y heridas maltratados, al son de dolorosos instrumentos;
algunos casi rostros no traían, mas el día venido, se atajaban
otros los traen de golpes levantados: con otro mayor mal estos lamentos;
del infierno parece que salían: diciendo que a gran furia se acercaban
no hablan ni responden elevados: los araucanos bárbaros sangrientos,
a todos con los ojos rodeaban; en una mano hierro, en otra fuego,
y más callando el daño declaraban. sobre el pueblo español, de temor ciego.

Después que dio el cansancio y torpe espanto Ya la parlera Fama pregonando


licencia de decir lo que pasaba, torpes y rudas lenguas desataba:
dejando el pueblo atónito ya cuanto, las cosas de Lautaro acrecentando,
súbito en triste tono levantaba los enemigos ánimos menguaba:
un alboroto y doloroso llanto, que ya cada español casi temblando,
que el gran desastre más solemnizaba; dando fuerza a la Fama, levantaba
y al son discorde y áspera armonía al más flaco araucano hasta el cielo,
la casa más vecina respondía. derramando en los ánimos un hielo.

Quién llora el muerto padre, quién marido, Levántase un rumor de retirarse,


quién hijos, quién sobrinos, quién hermanos; y la triste ciudad desamparalla,
mujeres como locas sin sentido diciendo que no pueden sustentarse
ansiosas tuercen las hermosas manos: contra los enemigos en batalla:
con el fresco dolor crece el gemido, corrillos comenzaban a formarse:
y los protestos de accidentes vanos: la voz común aprueba el despoblalla:
los niños abrazados con las madres algunos con razones importantes
preguntaban llorando por sus padres. reprobaban las causas no bastantes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Dos varias partes eran admitidas, De rato en rato se renueva y crece


del temor y el amor de la hacienda; el llanto, la aflicción y el alarido:
la poca gente, muertes y heridas, tal voz hay que de súbito enmudece,
dicen que la ciudad no se defienda: reduciendo el sentir solo al oído:
las haciendas y rentas adquiridas, cualquier sombra, Lautaro les parece,
al liberal temor cogen la rienda: su rigurosa voz cualquier ruido,
mas luego se esforzó y creció de modo, alzan la grita y corren, no sabiendo
que al fin se apoderó de todo en todo. más de ver a los otros ir corriendo.

La gente principal claro pretende Era cosa de oír bien lastimosa


desamparar el pueblo y propio nido: los suspiros, clamores y lamento,
el temeroso vulgo aun no lo entiende, haciéndoles mayores cualquier cosa
mas tiende oreja atenta a aquel ruido, que trae de nuevo el miedo por el viento:
visto el público trato, más no atiende; desampara la turba temerosa
que súbito, alterado y removido, sus casas, posesión y heredamiento,
de nuevo esfuerza el llanto y las querellas, sedas, tapices, camas, recamados,
poniendo un alarido en las estrellas. tejos de oro y de plata atesorados.

Quién a su casa corre pregonando Si alguno hace protestos, requiriendo


la venida del bárbaro guerrero; que no sea la ciudad desamparada,
quién aguija a la silla, procurando responde el principal: «Yo no lo entiendo
cincharla en el caballo más ligero: ni de mi voluntad soy parte en nada».
las encerradas vírgenes llorando Pero el temor un viejo posponiendo,
por las calles sin manto ni escudero, les dice: «¡Gente vil, acobardada,
atónitas, de acá y de allá perdidas, deshonra del honor y ser de España!
a las madres buscaban desvalidas. ¿Qué es esto, dónde vais, quién os engaña?»

Como las corderillas temerosas No fue esta corrección de algún provecho


de las queridas madres apartadas, ni otras cosas que el viejo les decía;
balando van perdidas presurosas, muestran todos hacerse a su despecho
haciendo en poco espacio mil paradas, y van al que más corre ya la vía.
ponen atenta oreja a todas cosas, Es justo que la fama cante un hecho
corren aquí y allí desatinadas; digno de celebrarse hasta el día,
así las tiernas vírgenes llorando, que cese la memoria por la pluma
a voces a las madres van llamando. y todo pierda el ser y se consuma.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Doña Mencía de Nidos, una dama »¡Oh cuántas veces fuistes imputados
noble, discreta, valerosa, osada, de impacientes, altivos, temerarios,
es aquella que alcanza tanta fama en los casos dudosos arrojados,
en tiempo que a los hombres es negada: sin atender a medios necesarios:
estando enferma y flaca en una cama, y os vimos en el yugo traer domados
siente el grande alboroto, y esforzada, tan gran número y copia de adversarios,
asiendo de una espada y un escudo, y emprender y acabar empresas tales
salió tras los vecinos como pudo. que distes a entender ser inmortales!

Ya por el monte arriba caminaban, »¡Volved a vuestro pueblo ojos piadosos,


volviendo atrás los rostros afligidos por vos de sus cimientos levantado;
a las casas y tierras que dejaban, mirad los campos fértiles viciosos
oyendo de gallinas mil graznidos: que os tienen su tributo aparejado;
los gatos con voz hórrida maullaban, las ricas minas, y los caudalosos
perros daban tristísimos aullidos, ríos de arenas de oro, y el ganado,
Progne con la turbada Filomena que ya de cerro en cerro anda perdido,
mostraban en sus cantos grave pena. buscando a su pastor desconocido.

Pero con más dolor doña Mencía, »Hasta los animales, que carecen
que de ello daba indicio y muestra clara, de vuestro racional entendimiento,
con la espada desnuda lo impedía, usando de razón se condolecen,
y en medio de la cuesta y de ellos para. y muestran doloroso sentimiento:
El rostro a la ciudad vuelto decía: los duros corazones se enternecen,
«¡Oh valiente nación, a quien tan cara no usados a sentir, y por el viento
cuesta la tierra y opinión ganada las fieras la gran lástima derraman,
por el rigor y filo de la espada! y en voz casi formada nos infaman.

»Decidme ¿qué es de aquella fortaleza »Dejáis quietud, hacienda y vida honrosa,


que contra los que así teméis mostrastes? de vuestro esfuerzo y brazos adquirida,
¿Qué es de aquel alto punto y la grandeza por ir a casa ajena embarazosa
de la inmortalidad a que aspirastes? a do tendremos mísera acogida:
¿Qué es del esfuerzo, orgullo, la braveza ¿Qué cosa puede haber más afrentosa,
y el natural valor de que os preciastes? que ser huéspedes toda nuestra vida?
¿Adónde vais, cuitados de vosotros ¡Volved, que a los honrados vida honrada
que no viene ninguno tras nosotros? les conviene, o la muerte acelerada!

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»¡Volved, no vais así de esa manera, No es bien que tanto de él nos descuidemos,
ni del temor os deis tan por amigos; pues él no se descuida en nuestro daño,
que yo me ofrezco aquí, que la primera y adonde le dejamos volveremos,
me arrojaré en los hierros enemigos! que fue donde dejó el alcance extraño:
¡Haré yo esta palabra verdadera En muy poco papel resumiremos
y vosotros seréis de ello testigos! un gran proceso y término tamaño:
«¡Volved, volved!» gritaba, pero en vano, que fuera necesario larga historia
que a nadie pareció el consejo sano. para ponerlo extenso por memoria.

Como el honrado padre recatado, Mas con la brevedad ya profesada


que piensa reducir con persuasiones me detendré lo menos que pudiere,
al hijo, del propósito dañado, y las cosas menudas, de pasada
y está alegando en vano mil razones, tocaré lo mejor que yo supiere:
que al hijo incorregible y obstinado pido que atenta oreja me sea dada,
le importunan y cansan los sermones: que el cuento es grave y atención requiere,
así al temor la gente ya entregada, para que con curiosa y fácil pluma
no sufre ser en esto aconsejada. los hechos de estos bárbaros resuma;

Ni a Paulo le pasó con tal presteza que luego que el alcance hubo cesado
por las sienes la Jáculo serpiente, volviendo al hijo de Pillán gozoso,
sin perder de su vuelo ligereza, que atrás un largo trecho había quedado,
llevándole la vida juntamente, más por autoridad que de medroso,
como la odiosa plática y braveza al general despachan un soldado,
de la dama de Nidos por la gente, alojándose el campo en el gracioso
pues apenas entró por un oído valle de Talcamábida importante,
cuando ya por el otro había salido. de pastos y comidas abundante.

Sin escuchar la plática, del todo Un bárbaro valiente que tenía


llevados de su antojo caminaban: la estancia y heredad en aquel valle,
mujeres sin chapines por el lodo halló un indio cristiano por la vía;
a gran priesa las faldas arrastraban: pero no se preciando de matalle,
fueron doce jornadas de este modo, prisionero a su casa le traía,
y a Mapochó al fin de ellas arribaban: y comienza en tal modo a razonalle:
Lautaro, que se siente descansado, «La vida, ¡oh miserable! quiero darte,
me da priesa, que mucho me he tardado. aunque no la mereces por tu parte.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Pues que ya a la guerra tú venías, »Que el cuidoso Lautaro apercibido,


gozando del honor de los guerreros, por hacer desear vuestra llegada,
¿por qué con las mujeres te escondías la gente en escuadrones ha tenido
viendo a hierro morir tus compañeros? con tal orden y tasa castigada,
Mujer debes de ser, pues que temías que aun el sentarnos era defendido
tanto de alguna espada los aceros; en acabando Apolo su jornada,
y así quiero que tengas el oficio hasta que ya los rayos de su lumbre
en todo lo que toca a mi servicio». nos daban de la vuelta certidumbre.

Mandó que del oficio se encargase »Si alguno de su puesto se movía,


que a la mujer honesta es permitido, sin esperar descargo le empalaba,
y la posada y cena concertase, y aquel que de cansado se dormía
en tanto que del sueño convencido en medio de dos picas le colgaba:
los fatigados miembros recrease: quien cortaba una espiga, allí moría,
y habiéndose a su cama recogido, de más de la ración que se le daba:
al mundo el Sol dos vueltas había dado, con órdenes estrechas y preceptos
y no había el araucano despertado: nos tuvo, como digo, así sujetos.

sepultado en un sueño tan profundo »De esta suerte estuvimos los soldados
como si de mil años fuera muerto, más de catorce noches aguardando,
hasta que el claro Sol dio luz al mundo las picas altas, a ellas arrimados,
a la vuelta tercera; que despierto vuestra tarda venida deseando:
pidió la usada ropa, y lo segundo del sueño y del cansancio quebrantados,
si estaba la comida ya en concierto: pasando gran trabajo, hasta cuando
el diligente siervo respondía supimos que llegábades ya junto,
que después de guisada estaba fría: que nos quitó el cansancio en aquel punto».

diciéndole también cómo había estado Viendo el silencio que en el valle había,
cincuenta horas de término en el lecho, le pregunta si el campo era partido
del trabajo y manjares olvidado, el mozo dice: «Ayer antes del día
con todo lo demás que se había hecho; salió de aquí con súbito ruido;
y que el comer estaba aparejado, afirmarte la causa no sabría;
si del sueño se hallaba satisfecho. aunque por claras muestras he entendido
El bárbaro responde: «No me espanto que la ciudad de Penco torreada
de haber sin despertar dormido tanto; era del español desamparada».

164 165
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así era la verdad, que caminado No con tanto rigor el pueblo griego
habían los escuadrones vencedores entró por el troyano alojamiento,
hacia el pueblo español, desamparado sembrando frigia sangre y vivo fuego,
de los inadvertidos moradores. talando hasta en el último cimiento;
La codicia del robo y el cuidado cuanto de ira, venganza y furor ciego,
les puso espuelas y ánimos mayores: el bárbaro, del robo no contento,
siete leguas del valle a Penco había arruina, destroza, desperdicia,
y arribaron en solo medio día. y así aun no satisface su malicia.

A vista de las casas, ya la gente Quién sube la escalera y quién abaja,


se reparte por todos los caminos, quién a la ropa y quién al cofre aguija,
porque el saco del pueblo sea igualmente quién abre, quién desquicia y desencaja,
lleno de ropa y falto de vecinos: quién no deja fardel ni baratija;
apenas la señal del partir siente, quién contiende, quién riñe, quién baraja,
cuando cual negra banda de estorninos quién alega y se mete a la partija:
que se abate al montón del blanco trigo, por las torres, desvanes y tejados
baja al pueblo el ejército enemigo. aparecen los bárbaros cargados.

La ciudad yerma en gran silencio atiende No en colmenas de abejas la frecuencia,


el presto asalto y fiera arremetida priesa y solicitud, cuando fabrican
de la bárbara furia, que desciende en el panal la miel con providencia,
con alto estruendo y con veloz corrida: que a los hombres jamás lo comunican;
el menos codicioso allí pretende ni aquel salir, entrar y diligencia
la casa más copiosa y bastecida: con que las tiernas flores melifican,
vienen de gran tropel hacia las puertas, se puede comparar, ni ser figura
todas de par en par francas y abiertas. de lo que aquella gente se apresura

Corren toda la casa en el momento, alguno de robar no se contenta


y en un punto escudriñan los rincones; la casa que le da cierta ventura;
muchos por no engañarse por el tiento que la insaciable voluntad sedienta
rompen y descerrajan los cajones; otra de mayor presa le figura:
baten tapices, rimas y ornamento, haciendo codiciosa y necia cuenta
camas de seda y ricos pabellones, busca la incierta y deja la segura;
y cuanto descubrir pueden de vista, y llegando, el Sol puesto, a la posada,
que no hay quien los impida ni resista. se queda por buscar mucho sin nada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

También se roba entre ellos lo robado, Piérdese la ciudad más fértil de oro
que poca cuenta y amistad había, que estaba en lo poblado de la tierra,
si no se pone en salvo a buen recado, y adonde más riquezas y tesoro,
que allí el mayor ladrón más adquiría; según fama, en sus términos se encierra:
cuál lo saca arrastrando, cuál cargado ¡Oh, cuántos vivirán en triste lloro,
va, que del propio hermano no se fía: que les fuera mejor continua guerra!
más parte a ningún hombre se concede Pues es mayor miseria la pobreza
de aquello que llevar consigo puede. para quien se vio en próspera riqueza.

Como para el invierno se previenen A quién diez, a quién veinte, y a quién treinta
las guardosas hormigas avisadas, mil ducados por año les rentara:
que a la abundante troje van y vienen el más pobre tuviera mil de renta,
y andan en acarretos ocupadas, de aquí ninguno de ellos abajara:
no se impiden, estorban, ni detienen, la parte de Valdivia era sin cuenta,
dan las vacías paso a las cargadas; si la ciudad en paz se sustentara,
así los araucanos codiciosos que en torno la cercaban ricas venas
entran, salen y vuelven presurosos. fáciles de labrar y de oro llenas.
Cien mil casados súbditos servían
Quien buena parte tiene, más no espera, a los de la ciudad desamparada,
que presto pone fuego al aposento; sacar tanto oro en cantidad podían
no aguarda que los otros salgan fuera, que a tenerse viniera casi en nada:
ni tiene al edificio miramiento: Esto que digo y la opinión perdían
la codiciosa llama de manera por aflojar el brazo de la espada,
iba en tanto furor y crecimiento, ganados, heredades, ricas casas,
que todo el pueblo mísero se abrasa, que ya se van tornando en vivas brasas.
corriendo el fuego ya de casa en casa.
La grita de los bárbaros se entona,
Por alto y bajo el fuego se derrama, no cabe el gozo dentro de sus pechos,
los cielos amenaza el son horrendo, viendo que el fuego horrible no perdona
de negro humo espeso y viva llama hermosas cuadras ni labrados techos:
la infelice ciudad se va cubriendo: en tanta multitud no hay tal persona
treme la Tierra en torno, el fuego brama, que de verlos se duela así deshechos;
de subir a su esfera presumiendo: antes suspiran, gimen y se ofenden
caen de rica labor maderamientos porque tanto del fuego se defienden.
resumidos en polvos cenicientos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Paréceles que es lento y espacioso, Llegado al fin el último contento


pues tanto en abrasarlos se tardaba, de aquella fiera gente vengativa,
y maldicen al Tracio proceloso aun no parando en esto el mal intento,
porque la flaca llama no esforzaba: ni planta en pie, ni cosa dejan viva.
al caer de las casas sonoroso El incendio acabado, como cuento,
un terrible alarido resonaba, un mensajero con gran priesa arriba
que junto con el humo y las centellas, del hijo de Leocán, y su embajada
subiendo amenazaba las estrellas. será en el otro canto declarada.

Crece la fiera llama en tanto grado


que las más altas nubes encendía;
Tracio con movimiento arrebatado
sacudiendo los árboles venía;
y Vulcano al rumor, sucio y tiznado,
con los herreros fuelles acudía,
que ayudaron su parte al presto fuego,
y así se apoderó de todo luego.

Nunca fue de Nerón el gozo tanto


de ver en la gran Roma poderosa
prendido el fuego ya por cada canto,
vista sola a tal hombre deleitosa;
ni aquello tan gran gusto le dio, cuanto
gusta la gente bárbara dañosa
de ver cómo la llama se extendía,
y la triste ciudad se consumía.

Era cosa de oír dura y terrible


de estallidos el son y grande estruendo;
el negro humo espeso e insufrible,
cual nube en aire, así se va imprimiendo:
no hay cosa reservada al fuego horrible,
todo en sí lo convierte, resumiendo
los ricos edificios levantados
en antiguos corrales derribados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto VIII Si no es disculpa y causa lo que digo,


se puede atribuir este suceso
Júntanse los caciques y señores principales a consejo general en el valle de a que fue del Señor justo castigo,
Arauco. Mata Tucapel al cacique Puchecalco, y Caupolicán viene con pode- visto de su soberbia el gran exceso:
roso ejército sobre la ciudad imperial, fundada en el valle de Cautén. permitiendo que el bárbaro enemigo,
aquel que fue su súbdito y opreso,
Un limpio honor del ánimo ofendido los eche de su tierra y posesiones,
jamás puede olvidar aquella afrenta, y les ponga el honor en opiniones.
trayendo al hombre siempre así encogido
que de ello sin hablar da larga cuenta: Bien que en la Concepción copia de gente
y en el mayor contento, desabrido estaba a la sazón, pero gran parte
se le pone delante, y representa de barba blanca y arrugada frente,
la dura y grave afrenta, con un miedo inútil en la dura y bélica arte,
que todos le señalan con el dedo. y poca de la edad más suficiente
a resistir el gran rigor de Marte
Si bien esto los nuestros lo miraran y a la parcial fortuna, que se muestra
y al temor con esfuerzo resistieran, en todos los sucesos ya siniestra.
sus haciendas y casas sustentaran,
y en la justa demanda fenecieran: ¿Quién podrá con el bando lautarino,
de mil desabrimientos no gustaran, viendo que su opinión tanto crecía,
ni al terrero del vulgo se pusieran; y la fortuna próspera el camino
del vulgo, que jamás dice lo bueno, en nuestro daño y su provecho abría?
ni en decir los defectos tiene freno. No piensa reparar hasta el divino
cielo y arruinar su monarquía,
Pero de un bando y de otro contemplada haciendo aquellos bárbaros bizarros,
la diferencia en número de gentes, grandes fieros, bravezas y desgarros.
la ciudad sin reparos, descercada,
con otra infinidad de inconvenientes: Pues el pueblo de Penco desolado
y el ver puestas al filo de la espada y de la fiera llama consumido,
las gargantas de tantos inocentes, dije como a gran priesa había llegado
niños, mujeres, vírgenes sin culpa, un indio mensajero, conocido,
será bastante y lícita disculpa. que por Caupolicán era enviado;
y habiendo de su parte encarecido
la gran batalla, digna de memoria,
las gracias les rindió de la vitoria.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Dijo también, sin alargar razones, Algún tiempo pasaron después de esto
que el general mandaba que partiese antes que el gran senado fuese junto,
Lautaro con los prestos escuadrones, tratando en su jornada y presupuesto
y en el valle de Arauco se metiese, desde el principio al fin sin faltar punto:
donde el senado y junta de varones pero al término justo y plazo puesto
tratase lo que más les conviniese; llegó la demás gente, y todo a punto,
pues en fértil valle hay aparejo los principales hombres de la tierra
para la junta y general consejo. entraron en consulta a uso de guerra.

En oyendo Lautaro aquel mandato, Llevaba el general aquel vestido


levanta el campo, sin parar camina, con que Valdivia ante él fue presentado;
deja gran tierra atrás, y en poco rato era de verde y púrpura, tejido
al monte Andalicano se avecina: con rica plata y oro recamado,
y por llegar con súbito rebato un peto fuerte, en buena guerra habido,
el camino torció por la marina, de fina pasta y temple relevado,
ganoso de burlar al bando amigo, la celada de claro y limpio acero,
tomando el nombre y voz del enemigo. y un mundo de esmeralda por cimero.

Tanto marchó, que al asomar del día Todos los capitanes señalados
dio sobre el general súbitamente, a la española usanza se vestían,
con una baraunda y vocería la gente del común y los soldados
que puso en arma y alteró la gente: se visten del despojo que traían;
mas vuelto el alboroto en alegría, calzas, jubones, cueros desgarrados,
conocida la burla claramente, en gran estima y precio se tenían;
los unos y los otros sin firmarse por inútil y bajo se juzgaba
sueltas las armas corren a abrazarse. el que español despojo no llevaba.

Caupolicán alegre, humano y grave, A manera de triunfos, ordenaron


los recibe, abrazando al buen Lautaro, el venir a la junta así vestidos
y con regalo y plática suave y en el consejo, como digo, entraron
le da prendas y honor de hermano caro: ciento y treinta caciques escogidos:
la gente, que de gozo en sí no cabe, por su costumbre antigua se sentaron,
por la ribera de un arroyo claro, según que por la espada eran tenidos.
en juntas y corrillos derramada, Estando en gran silencio el pueblo ufano,
celebra de beber la fiesta usada. así soltó la voz Caupolicano.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

—«Bien entendido tengo yo, varones, »En fin, fuertes guerreros, como digo,
para que nuestra fama se acreciente, no puede mi intención más declararse.
que no es menester fuerza de razones, Aquel que me quisiere por amigo,
mas solo el apuntarlo brevemente; a tiempo está que puede señalarse:
que, según vuestros fuertes corazones, ténganme desde aquí por enemigo
entrar la España pienso fácilmente, el que quisiere a paces arrimarse».—
y el gran Emperador, invicto Carlo Aquí dio fin y su intención propuesta,
al dominio araucano sujetarlo. esperaba sereno la respuesta.

»Los españoles vemos que ya entienden Ceja no se movió, y aun el aliento


el peso de las mazas barreadas, apenas al espíritu halló vía
pues ni en campo ni en muro nos atienden: mientras duró el soberbio parlamento,
sabemos cómo cortan sus espadas, que el gran Caupolicano les hacía.
y cuán poco las mallas los defienden Hubo en el responder el cumplimiento
del corte de las hachas aceradas; y ceremonia usada en cortesía;
si sus picas son largas y fornidas, a Lautaro tocaba, y excusado,
con las vuestras han sido ya medidas. Lincoya así responde levantado.

»De vuestro intento asegurarme quiero, «Señor, yo no me he visto tan gozoso


pues estoy del valor tan satisfecho, después que en este triste mundo vivo,
que gruesos muros de templado acero como en ver manifiesto el valeroso
allanaréis poniéndoles el pecho: intento tuyo, el ánimo y motivo:
con esta confianza, yo el primero y así, por pensamiento tan glorioso,
seguiré vuestro bando y el derecho me ofrezco por tu siervo y tu cautivo:
que tenéis de ganar la fuerte España que no quiero ser rey del cielo y tierra
y conquistar del mundo la campaña. si hubiese de acabarse aquí la guerra.

»La deidad de esta gente entenderemos »Y en testimonio de esto, yo te juro


y si del alto cielo cristalino de te seguir y acompañar de hecho;
desciende, como dicen, abriremos ni por áspero caso, adverso y duro
a puro hierro anchísimo camino; a la patria volver jamás el pecho:
su género y linaje asolaremos: de esto puedes, señor, estar seguro;
que no bastará ejército divino, y todo faltará y será deshecho
ni divino poder, esfuerzo y arte, antes que la palabra acreditada
si todos nos hacemos a una parte. de un hombre como yo por prenda dada».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así dijo; y tras él, aunque rogado, »Pues lanzarlos de Chile y destruirlos
el buen Peteguelén, Curaca anciano, no será para mí bastante guerra;
de condición muy áspera enojado, que pienso, si me esperan, confundirlos
pero afable en la paz, fácil y humano; en el profundo centro de la tierra;
viejo, enjuto, dispuesto, bien trazado, y si huyen, mi maza ha de seguirlos,
señor de aquel hermoso y fértil llano, que es la que de este mundo los destierra:
con espaciosa voz y grave gesto por eso no nos ponga nadie miedo,
propuso en sus razones sabias esto. que aun no haré en hacerlo lo que puedo.

«Fuerte varón y capitán perfecto, »Y por mi diestro brazo os aseguro,


no dejaré de ser el delantero si la maza dos años me sustenta,
a probar la fineza de este peto a despecho del cielo, a hierro puro
y si mi hacha rompe el fino acero; de dar de esto descargo y buena cuenta,
mas, como quien lo entiende, te prometo y no dejar de España enhiesto muro;
que falta por hacer mucho primero y aun el ánimo a más se me acrecienta,
que salgan españoles de esta tierra, que después que allanare el ancho suelo,
cuanto más ir a España a mover guerra. a guerra incitaré al supremo cielo.

»Bien será que, señor, nos contentemos »Que no son hados, es pura flaqueza
con lo que nos dejaron los pasados, la que nos pone estorbos y embarazos:
y a nuestros enemigos de desterremos, pensar que haya fortuna, es gran simpleza,
que están en lo más de ello apoderados: la fortuna es la fuerza de los brazos:
después, por el suceso entenderemos la máquina del cielo y fortaleza
mejor el disponer de nuestros hados. vendrá primero abajo hecha pedazos,
Esto a mí me parece; y quien quisiere que Tucapel en esta y otra empresa
proponga otra razón si mejor fuere».— falte un mínimo punto en su promesa».

Callando este cacique, se adelanta Peteguelén, la vieja sangre fría


Tucapel o, de cólera encendido, se le encendió de rabia, y levantado
y sin respeto así la voz levanta le dice: «¡Oh arrogante! La osadía
con un tono soberbio y atrevido, sin discreción jamás fue de esforzado...»
diciendo: «A mí la España no me espanta, Pero Caupolicán, que conocía
y no quiero por hombre ser tenido del viejo a tiempo el ánimo arrojado,
si solo no arruino a los cristianos, con discreción le ataja las razones,
ora sean divinos, ora humanos. haciendo proponer a otros varones.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Purén se ofrece allí, y Angol se ofrece »Debemos procurar con seso y arte
no con menor braveza y desatiento: redimir nuestra patria, y libertarnos,
Ongolmo no quedó, según parece, dando a vuestras bravezas menos parte,
de mostrar su soberbio pensamiento: pues más pueden dañar que aprovecharnos.
del uno en otro multiplica y crece ¡Oh hijo de Leocán!, quiero avisarte,
el número en el mismo ofrecimiento. si quieres como sabio gobernarnos,
Colocolo, que atento estaba a todo, que temples esta furia, y con maduro
sacó la voz, diciendo de este modo. seso pongas remedio en lo futuro.

«La verde edad os lleva a ser furiosos, »El consejo más sano y conveniente
¡oh hijos!, y nosotros los ancianos es que el campo en tres bandas repartido,
no somos en el mundo provechosos a un tiempo, aunque por parte diferente,
más de para decir consejos sanos; dé sobre el Cautén, pueblo aborrecido:
que no nos ciegan humos vaporosos bien que esté en su defensa buena gente,
del juvenil hervor y años lozanos: es poca; y este asiento destruido,
y así, como más libres, entendemos Valdivia de allanar fácil sería,
lo que siendo mancebos no podemos. pues no alcanza arcabuz ni artillería.

»Vosotros, capitanes esforzados, »Solo a mí Santiago me da pena;


de sola una vitoria envanecidos, pero modo a su tiempo buscaremos
estáis de tal manera levantados, para poderla entrar, y La Serena
que os parecen ya pocos los nacidos: fácilmente después la allanaremos.
templad, templad los pechos alterados Aunque sujeto a lo que el hado ordena,
y esos vanos esfuerzos mal regidos; es el mejor camino que tenemos».
no hagáis de españoles tal desprecio, Acabando con esto el sabio viejo,
que no venden sus vidas a mal precio. a muchos pareció bien su consejo.

»Si dos veces, por dicha, los vencistes, Tras este otro Curaca, hechicero,
mirad cuando primero aquí vinieron de la vejez decrépita impedido,
que resistir su fuerza no pudistes, Puchecalco se llama el agorero,
pues más de cinco veces os vencieron: por sabio en los pronósticos tenido,
En el licúreo campo ya lo vistes con profundo suspiro, íntimo y fiero,
lo que solos catorce allí hicieron: comienza así a decir entristecido:
no será poco hecho y buen partido «Al negro Eponamón doy por testigo
cobrar la tierra y crédito perdido. de lo que siempre he dicho y ahora digo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Por un término breve se os concede Tucapel , que de rabia reventando


la libertad, y habéis lo más gozado: estaba oyendo al viejo, más no atiende,
mudarse esta sentencia ya no puede, que dice: «Yo veré si adivinando
que está por las estrellas ordenado, de mi maza este necio se defiende».
y que fortuna en vuestro daño ruede: Diciendo esto, y la maza levantando,
mirad que os llama ya el preciso hado la derriba sobre él, y así lo tiende,
a dura sujeción y trances fuertes: que jamás mudó curso de planeta
repárense a lo menos tantas muertes. ni fue más adivino ni profeta.

»El aire de señales anda lleno, Quédele de esto el brazo tan sabroso,
y las nocturnas aves van turbando según la muestra, que movido estuvo
con sordo vuelo el claro día sereno, de dar tras el senado religioso,
mil prodigios funestos anunciando: y no sé la razón que lo detuvo.
las plantas con sobrado humor terreno Caupolicán, atónito y rabioso
se van, sin producir fruto, secando: trasportada la mente un rato estuvo;
las estrellas, la luna, el sol lo afirman; mas vuelto en sí, con voz horrible y fiera
cien mil agüeros tristes lo confirman. gritaba: «¡Capitanes, muera! ¡Muera!»

»Mírolo todo, y todo contemplado, No le dio tanto gusto a aquella gente


no sé en qué pueda yo esperar consuelo, lo que Caupolicano le decía,
que de su espada el Orión armado cuanto al soberbio bárbaro impaciente
con gran ruina ya amenaza el suelo: viendo que ocasión tal se le ofrecía:
Júpiter se ha al Ocaso retirado; era alto el tribunal, pero el valiente
solo Marte sangriento posee el cielo, los hace saltar de él tan a porfía,
que, denotando la futura guerra, que ciento y treinta que eran, en un punto
enciende un fuego bélico en la tierra. saltan los ciento y él tras ellos junto.

»Ya la furiosa Muerte irreparable, Los que en el alto tribunal quedaron


viene a nosotros con airada diestra; son los en esta historia señalados,
y la amiga Fortuna favorable que jamás de su asiento se mudaron,
con diferente rostro se nos muestra; de donde lo miraban sosegados:
y Eponamón horrendo y espantable, que de ver uno solo no curaron
envuelto en la caliente sangre nuestra, mostrarse por tan poco alborotados,
la corva garra tiende, el cerro yerto, aunque los que saltaron de tan alto
llevándonos al no sabido puerto». en menos estimaron aquel salto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cubierto Tucapel de fina malla Las armas eran solo en defenderle


saltó como un ligero y suelto pardo de la canalla bárbara araucana,
en medio de la tímida canalla, que en montón trabajaba de ofenderle;
haciendo plaza el bárbaro gallardo: mas el temor la ofensa hacía liviana.
con silbos, grita, en desigual batalla, Era, cierto, admirable cosa verle
con piedra, palo, flecha, lanza y dardo saltar y acometer con furia insana,
le persigue la gente de manera desmembrando la gente, sin poderse
como si fuera toro o brava fiera. de su maza y presteza defenderse.

Según suele jugar por gran destreza Caupolicán, del caso no pensado
el liviano montante un buen maestro, en tal furor y cólera se enciende,
hiriendo con extraña ligereza que estaba de bajar determinado
delante, atrás, a diestro y a siniestro; aunque su gravedad se lo defiende:
con más desenvoltura y más presteza, pero Lautaro alegre y admirado
mostrándose en los golpes fuerte y diestro, miraba cómo solo así contiende
el fiero Tucapel en la pelea un hombre contra tanto barbarismo,
con la pesada maza se rodea. incrédulo y dudoso de sí mismo.

De tullir y mancar no se contenta, Y en esto al general, con el debido


ni para contentarse esto le basta; respeto y ojos bajos en el suelo
solo de aquellos tristes hace cuenta le dice: «Una merced, señor, te pido,
que su maza los hace torta o pasta: si algo merecen mi intención y celo,
rompe, magulla, muele y atormenta, y es, que el gran desacato cometido,
desgobierna, destroza, estropea y gasta: perdones francamente a Tucapel o,
tiros llueven sobre él arrojadizos pues ha mostrado en campo claramente
cual tempestad furiosa de granizos. valer él más que toda aquella gente».

Pero sin miedo el bárbaro sangriento Perplejo el General estaba en duda;


por las espesas armas discurría; pero mirando al fin quién lo pedía,
brazos, cabezas y ánimos sin cuento luego el ejecutivo intento muda,
soberbios quebrantó en solo aquel día; y con el rostro alegre respondía:
y cual menuda lluvia por el viento «Él ha tenido en vos bastante ayuda,
la sangre y frescos sesos esparcía: por la cual le perdono», y más decía,
no discierne al pariente del extraño, que fuese a las escuadras, y mandase
haciéndolos iguales en el daño. que el combatirle más luego cesase.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Baja Lautaro al campo, y prestamente «Invicto capitán, yo he estado atento


el rico cuerno a retirar tocaba, a lo que estos varones han propuesto,
al son del cual se recogió la gente, y no sé figurarte el gran contento
que recogerse a nadie le pesaba: que me da ver su esfuerzo manifiesto:
solo lo siente el bárbaro valiente, si de servirte tengo sano intento,
que satisfecho a su labor no estaba; mis obras por las tuyas dirán esto;
y volviendo a Lautaro el fiero gesto, pues para ser del todo agradecidas
en alta y libre voz le dijo aquesto: será poco perder por ti mil vidas.

«¿Cómo, buen capitán, has estorbado »Estos fuertes guerreros ayudarte


el tomar de esta vil canalla enmienda, quieren a restaurar la propia tierra,
y verme de estos rústicos vengado porque en ello les va también su parte,
para que mi valor mejor se entienda?» y por el vicio grande de la guerra:
Lautaro le responde: «Es excusado no puedo yo dejar de aconsejarte,
quien viniere contigo a la contienda aunque todo el consejo en ti se encierra,
que se pueda valer contra tu diestra, aquello que mejor me pareciere
según que de ello has dado aquí la muestra. y más bien al bien público viniere.

»Conmigo puedes ir, que te aseguro »Es mi voto que debes atenerte
que ningún daño y mal te sobrevenga». al consejo, con término discreto,
Tucapel le responde: «Yo te juro del sabio Colocolo; que por suerte
que un paso ese temor no me detenga: le cupo ser en todo tan perfecto:
mi maza es la que a mí me da el seguro; así que, gran señor, sin detenerte,
lo demás como quiera vaya y venga: cumple que esto se ponga por efecto
que el miedo es de los niños y mujeres. antes que los cristianos se aperciban,
Sus, alto, vamos luego a do quisieres». porque más flacamente nos reciban.

Juntos los dos al tribunal llegando, »Y pues que Mapochó solo es temido,
Tucapel de Lautaro adelantado después que lo demás esté allanado,
subió por la escalera, no mostrando por el potente Eponamón te pido
punto de alteración por lo pasado: que el cargo de asolarle me sea dado:
el sagaz General disimulando la tierra palmo a palmo la he medido,
con graciosa apariencia le ha tratado; con españoles siempre he militado:
y de la rota plática el estilo entiendo sus astucias e invenciones,
Lautaro así diciendo añudó el hilo: el modo, el arte, el tiempo y ocasiones.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Quinientos araucanos solamente Canto IX


quiero para la empresa que yo digo,
escogidos en toda nuestra gente: Llegan los araucanos a tres leguas de la imperial con grueso ejército: no ha
un soldado de más no ha de ir conmigo. efecto su intención por permisión divina. Dan vuelta a sus tierras, adonde les
Aquí lo digo, estando tú presente vino nueva que los españoles estaban en el asiento de penco reedificando la
y estos sabios caciques, que me obligo ciudad de la concepción; vienen sobre los españoles, y hubo entre ellos una
de darte la ciudad puesta en las manos recia batalla.
con cien cabezas nobles de cristianos».
Si los hombres no ven milagros tantos
Aquí se cerró el bárbaro orgulloso como se vieron en la edad pasada,
y gran rato sobre ello platicaron: es causa haber ahora pocos santos,
pareciéndoles modo provechoso, y estar la ley cristiana autorizada:
todos en este acuerdo concordaron: y así de cualquier cosa hacen espantos
después do estaba el pueblo deseoso que sobre el natural uso es obrada;
de saber novedades, se bajaron, y no solo al Autor no dan creencia,
donde lo definido y decretado mas ponen en su crédito dolencia.
con general pregón fue declarado.
Que si al enfermo quiere Dios sanarle,
Estuvieron allí catorce días por su costumbre y tiempo convalece:
en grande regocijo y mucha fiesta, si al bajo miserable levantarle,
ocupados en juegos y alegrías, por modos ordinarios le engrandece,
y en quién más veces bebe sobre apuesta: si al soberbio hinchado derribarle,
después contra los pueblos del Mesías por naturales términos se ofrece:
la alborozada gente en orden puesta, de suerte que las cosas de esta vida
marcha Caupolicán con la vanguardia, van por su natural curso y medida.
quedando Lemolemo en retaguardia.
Por do vemos que Dios quiere y procura
Cerca llegó el ejército furioso hacer su voluntad naturalmente,
de la Imperial, fundada en sitio fuerte, sirviendo de instrumento la Natura,
donde el fiero enemigo victorioso sobre la cual él solo es el potente;
la pensaba entregar presto a la muerte: y así los que creyeron por fe pura
mas el Eterno Padre poderoso merecen más que si palpablemente
lo dispone y ordena de otra suerte, viesen lo que, después de ya visible,
dilatando el azote merecido, sacarlos de que fue sería imposible.
como veréis, prestando atento oído.

188 189
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

En contar una cosa estoy dudoso, Cuando el campo de allí quería mudarse,
que soy de poner dudas enemigo, que ya la trompa a caminar tocaba,
y es un extraño caso milagroso, súbito comenzó el aire a turbarse,
que fue todo un ejército testigo: y de prodigios triste se espesaba:
aunque yo soy en esto escrupuloso, nubes con nubes vienen a cerrarse,
por lo que de ello arriba, Señor, digo, turbulento rumor se levantaba;
no dejaré en efecto de contarlo, que con airados ímpetus violentos
pues los indios no dejan de afirmarlo. mostraban su furor los cuatro vientos.

Y manifiesto vemos hoy en día Agua recia, granizo, piedra espesa


que, porque la Ley sacra se extendiese, las intricadas nubes despedían:
nuestro Dios los milagros permitía rayos, truenos, relámpagos a priesa
y que el natural orden se excediese: rompen los cielos y la tierra abrían:
presumirse podrá por esta vía hacen los vientos ásperos represa,
que, para que a la fe se redujese que en su entera violencia competían:
la bárbara costumbre y ciega gente, cuanto topa arrebata el torbellino,
usase de milagros claramente. alzándolo en furioso remolino.

Ya dije que el ejército araucano Un miedo igual a todos atormenta:


de la Imperial tres leguas se alojaba, no hay corazón, no hay ánimo así entero
en un dispuesto asiento y campo llano que en tanta confusión, furia y tormenta
y que Caupolicán determinaba no temblase, aunque más fuese de acero.
entrar el pueblo con armada mano: En esto Eponamón se les presenta
también como el castigo dilataba en forma de un dragón horrible y fiero,
Dios a su pueblo ingrato y sin enmienda, con enroscada cola, envuelto en fuego,
usando de clemencia y larga rienda. y en ronca y torpe voz les habló luego.

Estaba la Imperial desbastecida Diciéndoles: que apriesa caminasen


de armas, de munición y vitualla; sobre el pueblo español amedrentado;
bien que la gente de ella era escogida, que por cualquiera banda que llegasen
pero muy poca para dar batalla; con gran facilidad sería tomado;
fuera por los cimientos destruida, y que al cuchillo y fuego la entregasen
cualquier fuerza bastara a arruinalla; sin dejar hombre a vida y muro alzado.
y persona de dentro no escapara Esto dicho, que todos lo entendieron,
si a vista el pueblo bárbaro llegara. en humo se deshizo, y no lo vieron.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Al punto los confusos elementos Los araucanos la visión gloriosa


fueron sus movimientos aplacando, de aquel velo blanquísimo cubierta
y los desenfrenados cuatro vientos siguen con vista fija y codiciosa,
se van a sus cavernas retirando: casi sin alentar la boca abierta:
las nubes se retraen a sus asientos, ya que despareció fue extraña cosa
el cielo y claro sol desocupando: que, como quien atónito despierta,
solo el miedo en el pecho más osado los unos a los otros se miraban
no dejó su lugar desocupado. y ninguna palabra se hablaban.

La tempestad cesada, el raso cielo Todos de un corazón y pensamiento,


vistió el húmido campo de alegría; sin esperar mandato ni otro ruego,
cuando con claro y presuroso vuelo como si solo aquel fuera su intento,
en una nube una mujer venía el camino de Arauco toman luego;
cubierta de un hermoso y limpio velo, Van sin orden, ligeros como el viento,
con tanto resplandor, que al mediodía paréceles que de un sensible fuego
la claridad del sol delante de ella por detrás las espaldas se encendían,
es la que cerca de él tiene una estrella. y así con mayor ímpetu corrían.

Desterrando el temor la faz sagrada Heme, Señor, de muchos informado,


a todos confortó con su venida: para no lo escribir confusamente:
venía de un viejo cano acompañada, a veintitrés de abril, que hoy es mediado,
al parecer de grave y santa vida: hará cuatro años cierta y justamente
con una blanda voz y delicada que el caso milagroso aquí contado
les dice: «¿Adónde andáis gente perdida? aconteció, presente tanta gente,
Volved, volved el paso a vuestra tierra, el año de quinientos y cincuenta
no vais a la Imperial a mover guerra. y cuatro sobre mil por cierta cuenta.

»Que Dios quiere ayudar a sus cristianos Ya la verdad en suma declarada,


y darles sobre vos mando y potencia; según que de los bárbaros se sabe,
pues ingratos, rebeldes e inhumanos y no de fingimientos adornada,
así le habéis negado la obediencia: que es cosa que en materia tal no cabe;
mirad, no vais allá, porque en sus manos tienen ellos por cosa averiguada
pondrá Dios el cuchillo y la sentencia». (que no es en prueba de esto poco grave)
Diciendo esto, y dejando el bajo suelo, que por esta visión hubo en dos años
por el aire espacioso subió al cielo. hambres, dolencias, muertes y otros daños.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Que la mar, reprimiendo sus vapores, en este tiempo el bullicioso Marte


faltó la agua y vertientes de la sierra, saca su carro con horrible estruendo,
talando el sol en tierna edad las flores, y ardiendo en ira belicosa parte
ayudado del fuego de la guerra: por el dispuesto Arauco discurriendo:
como creció la seca y las calores, hace temblar la tierra a cada parte,
por falta de humidad la árida tierra los ferrados caballos impeliendo,
rompió banco y alzóse con los frutos y en la diestra el sangriento hierro agudo
dejando de acudir con sus tributos. bate con la siniestra el fuerte escudo.

Causó que una maldad se introdujese Luego a furor movidos los guerreros
en el distrito y término araucano, toman las armas, dejan el reposo;
y fue que carne humana se comiese, acuden los remotos forasteros
(¡enorme introducción, caso inhumano!) al cebo de la guerra codicioso:
y en parricidio error se convirtiese de los hierros renuevan los aceros;
el hermano en sustancia del hermano: templan la cuerda al arco vigoroso;
tal madre hubo, que al hijo muy querido el peso de las mazas acrecientan,
al vientre le volvió do había salido. y el duro fresno de las astas tientan.

Digo, pues, que los bárbaros llegando La gente andaba ya de esta manera,
al valle de Purén, paterno suelo, con el son de las armas y bullicio,
las armas por entonces arrimando, que codiciosa comenzar espera
dieron lugar al tempestuoso cielo. el deseado bélico ejercicio:
En este tiempo, en estas partes, cuando juntáronse a la usada borrachera
el encogido invierno con su hielo (orden antigua y detestable vicio)
del todo apoderándose en la tierra la más ilustre gente y señalada
pone punto al discurso de la guerra. a dar definición en la jornada.

Espárcese y derrámase la gente, Tratando en general concilio estaban


dejan el campo y buscan los poblados, del bien y aumentación de aquel estado,
cesa el fiero ejercicio comúnmente, cuando cuatro soldados arribaban
la tierra cubren húmidos nublados. con triste muestra y paso apresurado,
Mas cuando enciende a Escorpio el sol ardiente haciéndoles saber cómo ya andaban
y la frígida nieve los collados en el sitio de Penco arruinado
sacuden de sus cimas levantadas cantidad de españoles trabajando,
ya de la nueva yerba coronadas, un grueso y fuerte muro levantando;

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

diciéndoles: «Venimos, oh guerreros, No se puede decir el gran contento


de parte de los pueblos comarcanos que les dio a los caciques la embajada:
con facultad bastante a prometeros, de todos desde allí en el pensamiento,
si desterráis de nuevo a los cristianos antes que se acabase fue aceptada:
que pagarán con suma de dineros pero tuvieron freno y sufrimiento,
el trabajo y labor de vuestras manos; que la primera voz estaba dada
y no habiendo el efecto deseado, al hijo de Leocán, que, consultado,
la tercia parte hayáis de lo asentado. así responde en nombre del senado:

»Viendo el poco reparo y resistencia «Estamos con razón maravillados


que sin vuestro favor todos tenemos, de lo que en este caso hemos oído,
les dimos llanamente la obediencia ¿y es verdad que hay cristianos tan osados
que en el tiempo infelice dar solemos. que quieren con nosotros más ruido?
No fue por opresión, no fue violencia; Sus, Sus, que estos varones esforzados
pues, aunque desdichados, entendemos aceptan la promesa y el partido:
cuán breve es el suspiro de la muerte, no dando entero fin a la jornada,
que pone fin y límite a la suerte: del trabajo no quieren llevar nada.

»mas, porque estando Arauco tan vecino, »Bien os podéis volver luego con esto,
y fija en su favor la instable rueda, que sin duda en efecto lo pondremos,
la paz nos pareció mejor camino y sobre los cristianos, lo más presto
para que remediar todo se pueda; que se pueda dar orden, llegaremos;
ya que lo estrague el áspero destino, donde se mostrará bien manifiesto
tiempo para morir después nos queda; lo poco en que nosotros los tenemos;
pues no estarán los brazos tan cansados pero habéis de advertir con sabio modo
que no puedan abrir nuestros costados. que aviso se nos dé siempre de todo».

»Y pues os es patente y manifiesta Muy alegres los cuatro se partieron


la embajada y gran priesa que traemos, por llevar tal respuesta; y caminando
en ella hora tratada, que la respuesta en breve a sus señores se volvieron,
con la resolución esperaremos: que estaban por momentos aguardando:
brevedad os pedimos, que con esta y visto el buen despacho que trajeron,
podrá ser que sin riesgo derribemos el contento y traición disimulando,
la soberbia española y confianza, sufrían con discreción las vejaciones
antes que les dé esfuerzo la tardanza». encubriendo las falsas intenciones.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Domésticos se muestran en el trato; Al yermo Penco herboso habían llegado;


nadie toma la causa y la defiende, y un sitio, que en mitad del pueblo había,
conociendo que el medio más barato le tenían de tapión fortificado,
del araucano ejército depende; que en recogido cuadro le ceñía,
y con doble y solícito contrato de dos fuertes bastiones abrigado,
la esperada venganza se pretende que cada uno dos frentes descubría;
debajo de humildad y gran secreto, y a cada frente asiste una bombarda
para que su intención viniese a efecto. que con maciza bala el paso guarda.

De nuestra gente y pueblo destrozado La gente comarcana, con fingida


gran descuido en hablar he yo tenido; muestra, la paz malvada aseguraba,
mas como es en el mundo acostumbrado esperando la ayuda prometida
desamparar la parte del vencido, que a cencerros tapados caminaba;
así yo tras el bando afortunado pero no fue secreta esta partida,
he llevado camino tan seguido; pues entre los cristianos se trataba
y si aquí la ocasión no me avisara que el valiente Lautaro había pasado
jamás pienso que de ella me acordara. las lomas con ejército formado.

Conté de la ciudad la despoblada Suénase que Purén allí venía,


y de sus ciudadanos el camino; Tomé, Pillolco, Angol y Cayeguano;
púselos en el fin de la jornada, Tucapel , que con orgullo y bizarría
do forzoso dejarlos me convino: no le igualaba bárbaro araucano,
pues volviendo a la historia comenzada Ongolmo, Lemolemo y Lebopía,
y al duro proceder de su destino, Caniomangue, Elicura, Mareguano,
estuvieron el tiempo en Santiago Cayocupil, Lincoya, Lepomande,
que yo de ellos mención aquí no hago. Chilcano, Leucotón y Mareande.

Retirados allí, se reformaron


de todo el aparato conveniente,
donde por los más votos acordaron
reedificar a Penco nuevamente.
Con gran trabajo y gasto levantaron
pequeña copia y número de gente:
afirmar la ocasión de esto no puedo,
si fue la poca paga o mucho miedo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Todos estos varones señalados Que al punto, apercebidos los soldados,


fueron para esta guerra apercebidos, en su lugar cada uno de ellos puesto,
con otros dos mil prácticos soldados manda a nueve guerreros más cursados
en el copioso ejército escogidos. que salgan a correr la tierra presto:
Venían de fuertes petos arreados, y en la cerrada noche confiados
gruesas picas de hierros muy fornidos, llegan al campo bárbaro, y en esto
ferradas mazas, hachas aceradas, del callado escuadrón fueron sentidos,
armas arrojadizas y enastadas. levantando terribles alaridos.

De esta manera el escuadrón camina La grita, el sobresalto, los rumores,


en la callada noche y sombra escura, el súbito alboroto de la guerra,
debajo del gobierno y disciplina las sonorosas trompas y atambores
del cuidoso Lautaro, que procura hacen gemir y estremecer la tierra:
llegar cuando la estrella matutina en esto los astutos corredores,
alegra el mustio campo y la verdura; atravesando una pequeña sierra,
antes que por aviso y doble trato toman la vuelta por más corta vía,
de su venida hubiese algún recato. dando aviso a la amiga compañía.

Pero los españoles, de un amigo Juan de Alvarado con ingenio y arte


bárbaro que con ellos contrataba, de la fuerza lo flaco fortifica,
saben cómo el ejército enemigo y en lo más necesario, allí reparte
con riguroso intento se acercaba: gente del arcabuz y de la pica:
pues avisados de esto, como digo, proveído recaudo en toda parte,
y de cuanto en secreto se trataba, a recibir al araucano pica
al trance se aparejan y batalla, con la ligera escuadra de caballo,
requiriendo los fosos y muralla. por no mostrar temor en esperallo.

Era caudillo y capitán de España La nueva claridad del día siguiente


el noble montañés Juan de Alvarado, sobre el claro horizonte se mostraba,
hombre sagaz, solícito y de maña, y el sol por el dorado y fresco Oriente
de gran esfuerzo y discreción dotado; de rojo ya las nubes coloraba;
el cual con orden y presteza extraña, a tal hora Alvarado con su gente
del presente peligro recatado, del prevenido fuerte se alejaba
sazón no pierde, tiempo y coyuntura, en busca de la escuadra lautarina,
antes las prevenciones apresura. que a más andar también se le avecina.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los nuestros media legua aun no se habían Apretándolos iban reciamente,


de aquel su muro lejos alongado, los nuestros resistiendo y peleando,
cuando al calar de un monte descubrían hasta el estrecho paso de una puente,
el araucano ejército ordenado. que allí Lautaro, al cuerno aliento dando,
Allí las limpias armas relucían el araucano ejército obediente
más que el claro cristal del sol tocado, se va al son conocido reparando;
cubiertas de altas plumas las celadas, del fuerte tanto trecho esto sería
verdes, azules, blancas, encarnadas. cuanto tira un cañón de puntería.

¿Quién pintaros podrá el contento, cuando Detúvose Lautaro, con intento


sienten los araucanos el ruido, de esperar al caliente medio día,
que, las diestras en alto levantando, porque de la mañana el fresco viento
pusieron en el cielo un alarido? los caballos y gente alentaría:
Mil instrumentos bárbaros tocando reforma su escuadrón, haciendo asiento
con grande orgullo y paso más tendido a vista de los nuestros, que a porfía
se vienen acercando a los de España, se habían al sitio fuerte recogido,
sonando en torno toda la campaña. teniendo por mejor aquel partido.

Quieren los españoles responderlos Cuando el sol en el medio cielo estaba


con el horrible son de armada mano: no declinando a parte un solo punto,
calan el monte a fin de acometerlos, y la aguda chicharra se entonaba
teniendo por mejor el sitio llano: con un desapacible contrapunto,
bajas las lanzas vienen a romperlos; el astuto Lautaro levantaba
pero la osada muestra salió en vano, su campo en escuadrón cerrado y junto,
que los bárbaros ya disciplinados con grande estruendo y paso concertado,
del todo se cerraron apiñados. hacia el sitio español fortificado.

Tan espesas las picas derribaron Con audacia, desdén y confianza


con pie y con rostro firme hacia delante, Lautaro contra el fuerte caminaba:
que no solo el encuentro repararon, síguele atrás la gente en ordenanza,
pero a desbaratarlos fue bastante: y él con gracioso término arrastraba
los nuestros sin romper se retiraron, una larga, nudosa y gruesa lanza,
y ellos gloriosos con furor pujante, que airoso poco a poco la terciaba,
por dar remate al venturoso lance, y tanto por el cuento la blandía,
siguen con pies ligeros el alcance. que juntar los extremos parecía.

202 203
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Los pocos españoles salen fuera, Algunos españoles castigados


que encerrados no quieren esperallos; recogerse en la fuerza no quisieron,
de arcabuces delante una hilera, que eran de corazones congojados
otra de picas luego, y los caballos y de verse en estrecho rehuyeron:
a los lados: y así de esta manera quieren el campo abierto, y por los lados
con fiera muestra vienen a buscallos: del turbado montón se dividieron;
llegados a do ya podían herirse pero los de más ser, con mano osada
los unos a los otros dejan irse. procuran amparar la plaza entrada.

Y de rencor intrínseco aguijados Allí quieren morir o defenderse:


los movidos ejércitos venían: la carrera más larga otros tomaron,
suenan los arcabuces asestados, que acordaron con tiempo guarecerse:
del humo, fuego y polvo se cubrían: otros a la marina se llegaron
los corvos arcos con vigor flechados metiéndose en un barco, sin poderse
gran número de tiros despedían: sufrir, las corvas áncoras alzaron;
vuelan nubadas de armas enastadas satisfaciendo al miedo y bajo intento,
por los valientes brazos arrojadas. las velas con presteza dan al viento.

Cuales contrarias aguas a toparse Quien en llegar es algo perezoso,


van con rauda corriente sonorosa, viendo levar el áncora a la nave,
que, resistiendo al tiempo del mezclarse, no duda en arrojarse al mar furioso,
aquella más violenta y poderosa teniendo aquel morir por menos grave.
a la menos pujante sin pararse Quién antes no nadaba, de medroso
volverla contra el curso es cierta cosa: las olas rompe ahora y nadar sabe:
así a nuestro escuadrón forzosamente mirad, pues, el temor a qué ha llegado,
le arrebató la bárbara corriente. que viene a ser de miedo el hombre osado.

No pudiendo sufrir la fuerza brava Los que están en la fuerza retraídos,


del número de gente y movimiento, como buenos guerreros se defienden;
al español el bárbaro llevaba muertos quieren quedar y no vencidos,
como a liviana paja el recio viento. que ya solo un honrado fin pretenden:
Entran sin orden, que ya rota andaba, y con tal presupuesto embravecidos,
todos mezclados en el fuerte asiento, sin esperanza de vivir ofenden,
y dentro del cuadrado y ancho muro haciendo en los contrarios tal estrago
comienzan pie con pie un combate duro. que la plaza de sangre era ya lago.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Lautaro, gente y armas contrastando, Contra Ortiz revolvió con muestra airada,
en la fuerza el primero entrado había, que había muerto a Torquín, mozo animoso,
y muerto a dos soldados en entrando la maza alta, y la vista en él clavada,
que en suerte le cupieron aquel día. rompe por el tropel de armas furioso:
Lincoya iba hiriendo y derribando: no sé cuál fue la espada señalada
mas ¿quién podrá decir la bravería ni aquel brazo pujante y provechoso,
de Tucapel , que el cielo acometiera, que el mástil cercenó del araucano
si hallara algún camino o escalera? y dos dedos con él de la una mano.

No entró el fuerte por puerta ni por puente, Con el encendimiento que llevaba
antes con desenvuelto y diestro salto, no sintió la herida de repente;
libre el foso saltó ligeramente, mas cuando el brazo y golpe descargaba,
y estaba en un momento en lo más alto: que los dedos y maza faltar siente,
no le pudo seguir por allí gente, herida tigre hircana no es tan brava,
él solo de aquel lado dio el asalto; ni acosado león tan impaciente
mas, como si de mil fuera guardado, como el indio, que lleno de postema,
se arroja luego en medio del cercado. del cielo, infierno, tierra y mar blasfema.

Apenas puso el pie firme en la plaza,


cuando el furioso bárbaro esgrimiendo
la ejercitada, dura y gruesa maza,
iba los enemigos esparciendo:
no vale malla fina ni coraza;
y las celadas fuertes, no pudiendo
sufrir los recios golpes que bajaban,
machucando los sesos se abollaban.

Unos deja tullidos y contrechos,


otros para en su vida lastimados,
a quién hunde el pescuezo por los pechos,
a quién rompe los lomos y costados
cual si fueran de blanda cera hechos:
magulla, muele y deja derrengados,
y en el mayor peligro osadamente
se arroja sin temor de armas y gente.

206 207
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Sobre las puntas de los pies estriba, El grave Leucotón, no menos fuerte,
y en ellas la persona más levanta: con el valor que el cielo le concede,
el brazo cuanto puede atrás derriba, hiere, aturde, derriba y da la muerte,
y el trozo impele con violencia tanta que nadie en fuerza y ánimo le excede:
que a Ortiz, que alta la espada sobre él iba. no sé cómo a escribirlo todo acierte,
La celada y los cascos le quebranta, que mi cansada mano ya no puede
y del grave dolor desvanecido por tanta confusión llevar la pluma,
dio en el suelo de manos sin sentido. y así reduce mucho a breve suma.

El bárbaro, con esto no vengado, También Angol, soberbio y esforzado,


viene sobre él con furia acelerada, su corvo y gran cuchillo en torno esgrime,
y con la diestra, aun no medrosa, airado, hiere al joven Diego Oro, y del pesado
a Ortiz arrebató la aguda espada; golpe en la dura tierra el cuerpo imprime:
alzándole la cota por un lado, pero en esta sazón Juan de Alvarado,
le atravesó de la una a la otra ijada, la furia de una punta le reprime,
y la alma del corpóreo alojamiento que al tiempo que el furioso alfanje alzaba
hizo el duro y forzoso apartamiento. por debajo del brazo le calaba.

La espada a la siniestra el indio trueca, No halló defensa la enemiga espada;


sintiéndose tullido de la diestra, lanzándose por parte descubierta,
y del golpe primero otro derrueca, derecho al corazón hizo la entrada,
que también en herir era maestra: abriendo una sangrienta y ancha puerta
como suele segar la paja seca la cara antes del joven colorada
el presto segador con mano diestra, se vio de amarillez mustia cubierta;
así aquel Tucapel con fuerza brava descoyuntole el brazo un mortal hielo,
brazos, piernas y cuello cercenaba. batiendo el cuerpo helado el duro suelo.

Dejándose guiar por do la ira El corpulento mozo Mareguano,


le llevaba furioso, discurriendo, que airado a todas partes discurría,
unos hiere, maltrata, otros retira, llegó al tiempo que Angol por diestra mano
la espesa selva de astas deshaciendo: al riguroso hierro se rendía:
acaso al Padre Lobo un golpe tira, era su íntimo amigo y primo hermano,
que contra cuatro estaba combatiendo; de estrecho trato antiguo y compañía;
el cual sin ver el fin de aquella guerra «pues fue siempre en la vida igual la suerte,
dio el alma a Dios y el cuerpo dio a la tierra. quiero, dijo, también que sea en la muerte».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y contra el matador con repentina Alvarado con ánimo y cordura


rabia, que el pecho y venas le abrasaba, los anima y esfuerza, y no aprovecha;
un macizo y fornido tronco empina que la turbada gente en tal rotura
y con fuerza sobre él lo derribaba; huye la muerte y plaza tan estrecha:
mas temiendo del golpe la ruina cuál encamina al monte, y cuál procura
Alvarado, que el ojo alerto estaba, de Mapochó la senda más derecha,
saca presto el caballo apercebido, y cuál y cuál constante todavía,
y en el suelo el troncón quedó metido. animoso con Átropos porfía.

Chilcán, Ongolmo, Cayeguán de un lado, Estos, honrosa muerte deseando,


Lepomande y Purén en compañía, despreciaban la vida deshonrada,
habían así a los nuestros apretado, aquel forzoso punto dilatando
que ganaron gran crédito aquel día: con raro esfuerzo y valerosa espada:
Tomé, Cayocupín y el esforzado presto quedó la plaza sin un bando,
Pillolco, Caniomangue y Lebopía, de almas vacía y de cuerpos ocupada,
Mareande, Elicura y Lemolemo que animosos los pocos que quedaban
de su valor mostraron el extremo. a las armas y muerte se entregaban.

En esto un rumor súbito se siente Unos por los costados caen abiertos;
que los cóncavos cielos atronaba, otros de parte a parte atravesados;
y era que la vitoria abiertamente otros, que de su sangre están cubiertos,
por el bárbaro infiel se declaraba: se rinden a la muerte desangrados:
ya la española destrozada gente al fin, todos quedaron allí muertos,
al camino de Itata enderezaba, del riguroso hierro apedazados.
desamparando el suelo desdichado, Vamos tras los que aguijan los caballos,
de sangre y enemigos ocupado. que no haremos poco en alcanzallos.

Del todo a toda furia comenzando Quién por camino incierto, quién por senda
iban los españoles la huida, áspera, peligrosa y desusada,
siempre más el temor apresurando bate al caballo y dale suelta rienda,
con agudas espuelas la corrida; que el miedo es grande y grande la jornada:
sigue el alcance y valos aquejando el bárbaro escuadrón con grita horrenda
la bárbara canalla embravecida, por sierra, monte, llano y por cañada
envuelta en una espesa polvareda, las espaldas les iba calentando,
matando al que por flojo atrás se queda. hiriendo, dando muerte y derribando.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Había de la comarca concurrido Juan y Hernando Alvarados la jornada


gente armada por uno y otro lado, con el valiente Ibarra apresuraban,
que a la mira imparcial había asistido animando la gente desmayada,
hasta ver el derecho declarado: mas no por esto el paso moderaban:
en esto alzando un súbito alarido, abren por la carrera embarazada,
con el orgullo a vencedores dado, que ligeros caballos gobernaban,
baja las armas, hasta allí neutrales, y aunque con viva espuela los batían,
en daño de las señas imperiales. alargarse de un indio no podían.

Salen en codicioso seguimiento Delante largo trecho de la gente,


de la española gente, que corría a los tres les da caza y atormenta
con furia y ligereza más que el viento. un espaldudo bárbaro valiente,
Sin hacerse uno a otro compañía: Rengo llamado, mozo de gran cuenta:
la mucha turbación y desatiento, este solo los sigue osadamente
que a los nuestros el miedo les ponía, y a voces con palabras los afrenta;
los lleva sin caminos, esparcidos y los aprieta y corre a campo raso,
por sierras, valles, montes, por ejidos. sin poderle ganar un solo paso.

Los que tienen caballos más ligeros «¡Jo!, ¡Jo! (les va gritando) espera!, espera!»
¡oh cuán de corazón son envidiados! Que más en castellano no sabía;
¡Qué poco se conocen compañeros pero en su natural lengua primera
de largo tiempo y amistad tratados! atrevidas injurias les decía.
No aprovechan promesas de dineros, Tres leguas los corrió de esta manera,
ni de bienes allí representados: que jamás de las colas se partía
Tanto el miedo ocupado los había por mucho que aguijasen los rocines,
que lugar la codicia aun no tenía; llamándolos infames y ruines.

antes, los intereses despreciando, Llevaba una arma en alto levantada,


se muestran allí poco codiciosos, que no hay quien su facción y forma diga:
tras las ricas celadas arrojando era una gruesa haya mal labrada,
petos de fina plata embarazosos: de la grandeza y peso de una viga,
y así de las promesas no curando; de metal la cabeza barreada:
jugaban los talones presurosos: y esgrímela el garzón sin más fatiga
solo las alas de Ícaro quisieran, que el presto esgrimidor suelto y liviano
aunque pasando el mar se derritieran. juega el fácil bastón con diestra mano.

212 213
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Si alguna vez con el troncón pesado El bárbaro escuadrón parado había;


los caballos el bárbaro alcanzaba, solo el contumaz Rengo porfiando,
era de fuerza el golpe tan cargado desistir de la empresa no quería,
que casi derrengados los dejaba; aunque no ve persona de su bando:
así cada caballo escarmentado los tres lasos cristianos a porfía
sin espuelas el curso apresuraba, iban el ancho vado atravesando,
que jamás fue baqueta en la corrida cuando Rengo cargó de una pesada
como el bastón del bárbaro temida. piedra la presta honda de él usada.

Aunque gran trecho aquel follón se aleja El tronco en el suelo húmido fijado,
del seguro montón y amigo bando, rodea el brazo dos veces, despidiendo
no por esto la dura empresa deja, el tosco y gran guijarro así arrojado,
antes más los persigue y va afrentando: que el monte retumbó del sordo estruendo;
con prestos pies y maza los aqueja, las ninfas por lo más sesgo del vado,
la nación española profazando las cristalinas aguas revolviendo,
en lenguaje araucano, que entendían sus doradas cabezas levantaron
los tres, que a más correr de él se desvían. y a ver el caso atentas se pararon.

Veinte veces revuelven los cristianos, El importuno bárbaro no cesa


dando sobre él con súbita presteza; ni afloja de la empresa que pretende;
a todos tres les da llenas las manos antes con silbos, grita y piedra espesa,
con su diabólica arma y ligereza: la agua a más de la cinta, los ofende;
entretanto llegaban los ufanos y dándoles en esto mucho priesa,
indios en el alcance sin pereza, el beber los caballos les defiende,
y volviendo los tres a su carrera diciendo: «¡Sus, salid, salid afuera,
el bárbaro y bastón sobre ellos era. que yo os manterné campo en la ribera!»

No por áspero monte ni agria cuesta Viendo Alvarado a Rengo así orgulloso,
afloja el curso y animoso brío; de la soberbia tema ya impaciente,
antes cual correr suele sobre apuesta dice a los dos: «¡Oh caso vergonzoso,
tras las fieras el Puelche en desafío, que a tres nos siga un indio solamente
los corre, aflige, aprieta y los molesta; y triunfe de nosotros victorioso!
y a diez millas de alcance, por do un río No es bien que de españoles tal se cuente:
el camino atraviesa al mar corriendo, volvamos, y de aquí jamás pasemos
se fue en la húmida orilla deteniendo. si primero morir no le hacemos».

214 215
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así dijo, y las riendas revolviendo, Había dejado el campo lautarino


segunda vez el vado atravesaban; de seguir el alcance grande rato;
de morir o matarle proponiendo, iban los españoles sin camino,
los caballos cansados aguijaban; como ovejas que van fuera de hato.
en esto el araucano, conociendo De no seguirlos más me determino,
la cólera y furor con que tornaban, que por lo que adelante de ellos trato,
olvidando la maza y presupuesto, dejarlos por ahora me es forzado
las voladoras plantas mueve presto. donde otras veces ya los he dejado.

Una larga carrera por la arena Con la gente araucana quiero andarme,
los tres a toda furia le siguieron, dichosa a la sazón y afortunada;
aunque en balde tomaron esta pena, y, como se acostumbra, desviarme
que el indio más corrió que ellos corrieron: de la parte vencida y desdichada:
faltos, no de intención, pero de lena, por donde tantos van quiero guiarme,
de cansados las riendas recogieron; siguiendo la carrera tan usada,
y en un áspero sitio y peligroso pues la costumbre y tiempo me convence,
les hizo rostro el bárbaro animoso. y todo el mundo es ya ¡viva quien vence!

Por espaldas tomó una gran quebrada, ¡Cuán usado es huir los abatidos
revolviendo a los tres con osadía, y seguir los soberbios levantados,
y a falta de la maza acostumbrada, de la instable Fortuna favoridos
a menudo la honda sacudía: para solo después ser derribados!
de allí con mofa, silbos y pedrada, Al cabo de estos favores, reducidos
sin poderle ofender, los ofendía, a su valor, son bienes emprestados
por ser aquel lugar despeñadero, que habremos de pagar con siete tanto,
y más que ellos el bárbaro ligero. como claro nos muestra el nuevo cnto.

Visto Alvarado serle así excusado
el fin de lo que tanto deseaba,
dejando libre al bárbaro esforzado,
que bien de mala gana se quedaba,
pasa otra vez el ya seguro vado,
y al usado camino se tornaba,
triste en ver que Fortuna por tal modo
se le mostraba adversa y dura en todo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto X Estas mujeres digo que estuvieron


en un monte escondidas, esperando
Ufanos los araucanos de las vitorias habidas, ordenan unas fiestas generales, de la batalla el fin; y cuando vieron
donde concurrieron diversas gentes así extranjeras como naturales, entre los que iba de rota el castellano bando,
cuales hubo grandes pruebas y diferencias. hiriendo el cielo a gritos descendieron,
el mujeril temor de sí lanzando;
Cuando la varia diosa favorece y de ajeno valor y esfuerzo armadas,
y las dádivas prósperas reparte, toman de los ya muertos las espadas.
¡cómo al ánimo flaco fortalece,
que de triste mujer se vuelve un Marte, Y a vueltas del estruendo y muchedumbre,
y derriba, acobarda y enflaquece también en la vitoria embebecidas,
el esfuerzo viril en la otra parte, de medrosas y blandas de costumbre
haciendo cuesta arriba lo que es llano se vuelven temerarias homicidas:
y un gran cerro la palma de la mano! no sienten ni les daba pesadumbre
los pechos al correr, ni las crecidas
¡Quién vio los españoles colocados barrigas de ocho meses ocupadas,
sobre el más alto cuerno de la luna antes corren mejor las más preñadas.
de sus famosos hechos rodeados,
sin punto y muestra de mudanza alguna! Llamábase infelice la postrera,
¡Quién los ve en breve tiempo derribados! y con ruegos al cielo se volvía,
¡Quién ve en miseria vuelta su fortuna, porque a tal coyuntura en la carrera
seguidos, no de Marte, dios sanguino, mover más presto el paso no podía.
mas del tímido sexo femenino! Si las mujeres van de esta manera,
¿la bárbara canalla cuál iría?
Mirad aquí la suerte tan trocada, De aquí tuvo principio en esta tierra
pues aquellos que al cielo no temían, venir también mujeres a la guerra.
las mujeres, a quien la rueca es dada,
con varonil esfuerzo los seguían; Vienen acompañando a sus maridos,
y con la diestra a la labor usada y en el dudoso trance están paradas;
las atrevidas lanzas esgrimían, pero, si los contrarios son vencidos,
que, por el hado próspero impelidas, salen a perseguirlos esforzadas:
hacían crudos efectos y heridas. prueban la flaca fuerza en los rendidos
y si cortan en ellos sus espadas,
haciéndolos morir de mil maneras,
que la mujer cruel eslo de veras.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así a los nuestros esta vez siguieron Los juegos y ejercicios acabados,
hasta donde el alcance había cesado, para el valle de Arauco caminaron,
y desde allí la vuelta al pueblo dieron, do a las usadas fiestas los soldados
ya de los enemigos saqueado. de toda la provincia convocaron;
Que cuando hacer más daño no pudieron, fueron bastantes plazos señalados,
subiendo en los caballos que en el prado joyas de gran valor se pregonaron,
sueltos sin orden y gobierno andaban, de los que en ellas fuesen vencedores,
a sus dueños por juego remedaban. premios dignos de haber competidores.

Quién hace que combate, y quién huía, La fama de la fiesta iba corriendo
y quién tras el que huye va corriendo: más que los diligentes mensajeros,
quién finge que está muerto, y se tendía, en un término breve apercibiendo
quién correr procuraba no pudiendo: naturales, vecinos y extranjeros:
la alegre gente así se entretenía, gran multitud de gente concurriendo,
el trabajo importuno despidiendo, creció el número tanto de guerreros,
hasta que el sol rayaba los collados que ocupaban las tiendas forasteras
que el general llegó y los más soldados. los valles, montes, llanos y riberas.

Los unos y los otros aguijaban Ya el esperado catorceno día,


con gran priesa a abrazarse estrechamente; que tanta gente estaba deseando,
pero algunos, por más que se esforzaban, al campo su color restituía,
la envidia les hacía arrugar la frente: las importunas sombras desterrando;
francos los vencedores se mostraban, cuando la bulliciosa compañía
repartiendo la presa alegremente; de los briosos jóvenes, mostrando
que aun en el pecho vil contra natura el juvenil hervor y sangre nueva,
puede tanto la próspera ventura. en campo estaban, prestos a la prueba.

Una solemne fiesta en este asiento Fue con solemne pompa referido
quiso Caupolicán que se hiciese, el orden de los precios, y el primero
donde del araucano ayuntamiento era un lustroso alfanje, guarnecido
la gente militar sola estuviese; por mano artificiosa de platero:
y con alegre muestra y gran contento, este premio fue allí constituido
sin que la popular se entremetiese, para aquel que con brazo más entero
en danzas, juegos, vicio y pasatiempo tirase una fornida y gruesa lanza,
allí se detuvieron algún tiempo. sobrando a los demás en la pujanza.

220 221
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y de cendrada plata una celada, No bien sonó la alegre trompa, cuando


cubierta de altas plumas de colores, el joven Orompello, ya en el puesto,
de un cerco de oro puro rodeada, airosamente el manto derribando,
esmaltadas en él varias labores, mostró el hermoso cuerpo bien dispuesto
fue la preciada joya señalada y en la valiente diestra blandeando
para aquel que, entre diestros luchadores, una maciza lanza. Luego en esto
en la difícil prueba se extremase se ponen asimismo Lepomande,
y por señor del campo en pie quedase. Crino, Pillolco, Guambo y Mareande.

Un lebrel animoso, remendado, Estos seis en igual hila corriendo,


que el collar remataba una venera las lanzas por los fieles igualadas,
de agudas puntas de metal herrado, a un tiempo las derechas sacudiendo,
era el precio de aquel que en la carrera, fueron con seis gemidos arrojadas:
de todas armas y presteza armado, salen la astas con rumor crujiendo,
arribase más presto a la bandera de aquella fuerza e ímpetu llevadas,
que una gran milla lejos tremolaba rompen el aire, suben hasta el cielo,
y el trecho señalado limitaba. bajando con la misma furia al suelo.

Y de niervos un arco, hecho por arte, La de Pillolco fue la asta primera


con su dorada aljaba que pendía que falta de vigor a tierra vino,
de un ancho y bien labrado talabarte tras ella la de Guambo, y la tercera
con dos gruesas hebillas de taujía, de Lepomande, y cuarta la de Crino,
este se señaló y se puso aparte la quinta de Mareande, y la postrera,
para aquel que con flecha a puntería, haciendo por más fuerza más camino,
ganando por destreza el precio rico, la de Orompello fue, mozo pujante,
llevase al papagayo el corvo pico. pasando cinco brazas adelante.

Un caballo morcillo, rabicano, Tras éstos otros seis lanzas tomaron,


tascando el freno estaba de cabestro, de los que por más fuertes se estimaban,
precio del que con suelta y presta mano y aunque con fuerza extrema procuraron
esgrimiese el bastón como más diestro. sobrepujar el tiro, no llegaban:
Por juez se señaló a Caupolicano, otros tras éstos, y otros seis probaron,
de todos ejercicios gran maestro. mas todos con vergüenza atrás quedaban;
Ya la trompeta con sonada nueva y por no detenerme en este cuento,
llamaba opositores a la prueba. digo que lo probaron más de ciento.

222 223
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ninguno con seis brazas llegar pudo Salta Orompello, y por la turba hiende.
al tiro de Orompello señalado, Y aquel rumor, colérico, baraja,
hasta que Leucotón, varón membrudo, diciendo: «Aun no he perdido, ni se entiende
viendo que ya el probar había aflojado, de solo el primer tiro la ventaja».
dijo en voz alta: «De perder no dudo, Caupolicán la vara en esto tiende,
mas porque todos ya me habéis mirado, y a tiempo un encendido fuego ataja,
quiero ver de este brazo lo que puede que Tucapel al primo había acudido,
y a dó llegar mi estrella me concede». y otros con Leucotón se habían metido.

Esto dicho, la lanza requerida, Caupolicán, que estaba por juez puesto,
en ponerse en el puesto poco tarda; mostrándose imparcial, discretamente
y dando una ligera arremetida, la furia de Orompello aplaca presto
hizo muestra de sí fuerte y gallarda: con sabrosas palabras blandamente:
la lanza por los aires impelida y así, no se altercando más sobre esto,
sale cual gruesa bala de bombarda, conforme a la postura, justamente
o cual furioso trueno que, corriendo, a Leucotón, por más aventajado,
por las espesas nubes va rompiendo. le fue ceñido el corvo alfanje al lado.

Cuatro brazas pasó con raudo vuelo Acabada con esto la porfía,
de la señal y raya delantera; y Leucotón quedando victorioso,
rompiendo el hierro por el duro suelo, Orompello a una parte se desvía,
tiembla por largo espacio la asta fuera: del caso algo corrido y vergonzoso;
alza la turba un alarido al cielo, mas como sabio mozo lo encubría,
y de tropel con súbita carrera de verse en ocasiones deseoso
muchos a ver el tiro van corriendo, por do con Leucotón, y causa nueva,
la fuerza y tirador engrandeciendo. venir pudiese a más estrecha prueba.

Unos el largo trecho a pies medían Era Orompello mozo asaz valido,
y examinan el peso de la lanza, que desde su niñez fue muy brioso,
otros por maravilla encarecían manso, tratable, fácil, corregido,
del esforzado brazo la pujanza: y en ocasión metido, valeroso;
otros van por el precio, otros hacían de muchos en asiento preferido
al vencedor cantares de alabanza; por su esfuerzo y linaje generoso,
de Leucotón el nombre levantando hijo del venerable Mauropande,
le van en alta voz solemnizando. primo de Tucapel y amigo grande.

224 225
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Puesto nuevo silencio y despejado Tras este el fuerte Rengo se presenta,


el campo do la prueba se hacía, el cual, lanzando fuera los vestidos,
el diestro Cayeguán, mozo esforzado, descubre la persona corpulenta,
a mantener la lucha se metía: brazos robustos, músculos fornidos:
no pasó mucho, cuando de otro lado mírale la confusa turba atenta,
con gran disposición Torquín salía que de cuatro entre todos escogidos
de haber en él pujanza y ligereza; este valiente bárbaro era el uno,
ambos en el luchar de gran destreza. jamás sobrepujado de ninguno.

Dada señal, con pasos ordenados Con gran fuerza los hombros sacudiendo
los dos gallardos bárbaros se mueven; se apareja a la lucha y desafío,
ya los viérades juntos, ya apartados, y al vencedor contrario apercibiendo
ora tienden el cuerpo, ora le embeben: le va a buscar con animoso brío:
por un lado y por otro recatados de la otra parte Cayeguán saliendo
se inquieren, cercan, buscan y remueven, en medio de aquel campo a su albedrío,
tientan, vuelven, revuelven y se apuntan, vienen los dos gallardos a juntarse,
y al cabo con gran ímpetu se juntan. procurando en la presa aventajarse.

Hechas las presas y ellos recogidos, Un rato los juzgaron igualmente,


en su fuerza procuran conocerse; y anduvo en duda la vitoria incierta;
pero de ardor colérico encendidos mas luego Rengo dio señal patente
comienzan por el campo a revolverse: con que fue su pujanza descubierta:
cíñanse pies con pies, y entretejidos que entre los duros brazos reciamente
cargan a un lado y otro, sin poderse al triste Cayeguán, la boca abierta,
llevar cuanto una mínima ventaja, sin dejarle alentar, le retraía,
por más que el uno y otro se trabaja. y acá y allá con él se revolvía.

Andando así, en un tiempo, cauteloso Alzole de la tierra, y apretado,


metió la pierna diestra Cayeguano; en el aire gran pieza le suspende;
quiso Torquín ceñirla codicioso Cayeguán sin color, desalentado,
cargando con gran fuerza a aquella mano: abre los brazos y las piernas tiende:
sácala a tiempo Cayeguán mañoso, viéndolo así rendido, el esforzado
y el cuerpo de Torquín quedando en vano, Rengo que a la vitoria solo atiende,
del mismo peso y fuerza que traía dejándole bajar, con poca pena
a los pies enemigos se tendía. le estampa de gran golpe en el arena.

226 227
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Sacáronle del campo sin sentido, De esta manera Rengo a Talco aferra,
y a su tienda en los hombros le llevaron: y, antes que a la defensa se prevenga,
todos la fuerza grande y el partido tan recio le apretó contra la tierra,
de Rengo en alta voz solemnizaron: que el lomo quebrantado lo derrenga:
pero cesando en esto aquel ruido, viéndolo pues así lo desaferra,
a sus asientos luego se tornaron, y a su puesto, esperando que otro venga,
porque vieron que Talco aparejado vuelve, dejando el campo con tal hecho
el puesto de la lucha había tomado. de su extremada fuerza satisfecho.

Fue este Talco de pruebas gran maestro, Mas no hubo en hombre allí tal osadía
de recios miembros y feroz semblante, que a contrastar al bárbaro se atreva;
diestro en la lucha y en las armas diestro, y así, porque la noche ya venía,
ligero y esforzado aunque arrogante; se difirió la comenzada prueba
y con todas las partes que aquí muestro, hasta que el carro del siguiente día
era Rengo más suelto y más pujante, alegrase los campos con luz nueva:
usado en los robustos ejercicios, sonando luego varios instrumentos,
que de ello su persona daba indicios. de las mesas hinchieron los asientos.

Talco se mueve y sale con presteza; Pues otro día, saliendo de su tienda
Rengo espaciosamente se movía; el hijo de Leocán, acompañado
fíase mucho el uno en la destreza, de gran gente, al lugar de la contienda
el otro en su vigor solo se fía: con altos instrumentos fue llevado:
en esto con extraña ligereza, Rengo, porque su fama más se extienda,
cuando menos cuidado en Talco había, dando una vuelta en torno del cercado
un gran salto dio Rengo no pensado, entró dentro con una bella muestra,
cogiendo al enemigo descuidado. y a mantener se puso la palestra.

De la suerte que el tigre cauteloso, Bien por dos horas Rengo tuvo el puesto
viendo venir lozano al suelto pardo, sin que nadie la plaza le pisase,
el cuello bajo, lerdo y perezoso, que no se vio soldado tan dispuesto
con ronco son se mueve a paso tardo, que, viéndole, el lugar vacío ocupase:
y en un instante súbito y furioso pero ya Leucotón mirando en esto,
salta sobre él con ímpetu gallardo, que, porque su valor más se notase,
y echándole la garra, así le aprieta, hasta ver el más fuerte había esperado,
que le oprime, le rinde y le sujeta: con grave paso entró en el estacado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego un rumor confuso y grande estruendo De sudor grueso y engrosado aliento


entre el parlero vulgo se levanta cubiertos los dos bárbaros andaban,
de ver estos dos juntos, conociendo y del fogoso y recio movimiento
en ambos igualmente fuerza tanta. roncos los pechos dentro resonaban:
Leucotón, la persona recogiendo, ellos siempre con más encendimiento,
a recibir a Rengo se adelanta, sacando nuevas fuerzas, procuraban
que con gallardo paso se venía llegar la empresa al cabo comenzada
de esfuerzo acompañado y lozanía. por ganar el honor y la celada.

Vienen al paragón dos animosos Pero ventaja entre ellos conocida


que en esfuerzo y pujanza par no tienen: no se vio allí, ni de flaqueza indicio;
unas veces aguijan presurosos ambos jóvenes son de edad florida,
otras frenan el paso y lo detienen: iguales en la fuerza y ejercicio:
andan en torno y miran cautelosos, mas la suerte de Rengo enflaquecida,
y a todos los engaños se previenen; y el hado, que hasta allí le fue propicio,
pero no tardó mucho que cerraron, hicieron que perdiese a su despecho
y con estrechos ñudos se abrazaron. del precio y del honor todo el derecho.

Juntándose los dos pechos con pechos, Había en la plaza un hoyo hacia el un lado,
van las últimas fuerzas apurando: engaste de un guijarro, y nuevamente
ya se afirman y tienden muy estrechos, estaba de su encaje levantado
ya se arrojan en torno volteando, por el concurso y huella de la gente:
ya los izquierdos, ya los pies derechos de esto el cansado Rengo no avisado,
se enclavijan y enredan, no bastando metió el pie dentro, y desgraciadamente,
cuanta fuerza se pone, estudio y arte, cual cae de la segur herido el pino,
a poder mejorarse alguna parte. con no menos estruendo a tierra vino.

Acá y allá furiosos se rodean, No la pelota con tan presto salto


la fuerza uno del otro resistiendo; resurte arriba del macizo suelo,
tanto forcejan, gimen, ijadean, ni la águila, que al robo cala de alto,
que los miembros se van entorpeciendo: sube en el aire con tan recio vuelo;
tiemblan de la fatiga y titubean como de corrimiento el seso falto,
las cansadas rodillas, no pudiendo Rengo rabioso, amenazando al cielo,
comportar el tesón y furia insana, se puso en pie, que aun bien no tocó en tierra,
que al fin eran de hueso y carne humana. y contra Leucotón furioso cierra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como en la fiera lucha Anteo temido Canto XI


por el furioso Alcides derribado,
que de la Tierra madre recogido, Acábanse las fiestas y diferencias, y caminando Lautaro sobre la ciudad de
cobraba fuerza y ánimo doblado; Santiago, antes de llegar a ella hace un fuerte, en el cual metido, vienen los
así el airado Rengo embravecido, españoles sobre él, donde tuvieron una recia batalla.
que apenas en la arena había tocado,
sobre el contrario arriba de tal suerte, Cuando los corazones nunca usados
que al extremo llegó de honrado y fuerte. a dar señal y muestra de flaqueza
se ven en lugar público afrentados,
Tanta afrenta, vergüenza y dolor siente, entonces manifiestan su grandeza,
el público lugar considerando, fortalecen los miembros fatigados,
que, abrasado de fuego y rabia ardiente, despiden el cansancio y la torpeza,
se le fueron las fuerzas aumentando; y salen fácilmente con las cosas
y furioso, colérico, impaciente, que eran antes, Señor, dificultosas.
de suerte a Leucotón va retirando,
que apenas le resiste; y el suceso Así le avino a Rengo, que, en cayendo,
oiréis en el siguiente canto expreso. tanto esfuerzo le puso el corrimiento,
  que, lleno de furor y en ira ardiendo,
se le dobló la fuerza y el aliento:
y al enemigo fuerte, no pudiendo
ganarle antes un paso, ahora ciento
alzado de la tierra lo llevaba,
que aun afirmar los pies no le dejaba.

Adelante la cólera pasara


y hubiera alguna brega en aquel llano,
si, receloso de esto, no bajara
presto de arriba el hijo de Pillano,
que de Caupolicán traía la vara,
y él propio los aparta de su mano:
que no fue poco, en tanto encendimiento
tenerle este respeto y miramiento.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Siendo de esta manera sin ruido Juzgan ser desconformes los presentes
despartida la lucha ya enconada, las fuerzas de estos dos por la apariencia;
le fue a Rengo su honor restituido, viendo del uno el talle y los valientes
mas quedó sin derecho a la celada: niervos, edad perfecta y experiencia;
aun no estaba del todo definido, y del otro los miembros diferentes,
ni la plaza de gente despejada, la tierna edad y grata adolescencia;
cuando el mozo Orompello dijo presto: aunque a tal opinión contradecía
Mi vez ahora me toca, mío es el puesto. la muestra de Orompello y osadía:

Que bramando entre sí se deshacía que, puesto en su lugar, ufano espera


esperando aquel tiempo deseado, el son de la trompeta, como cuando
viendo que Leucotón ya mantenía, el fogoso caballo en la carrera
del tiro de la lanza no olvidado: la seña del partir está aguardando;
con gran desenvoltura y gallardía y cual halcón, que en la húmida ribera
salta el palenque y entra el estacado, ve la garza de lejos blanqueando,
y en medio de la plaza, como digo, que se alegra y se pule ya lozano,
llamaba cuerpo a cuerpo al enemigo. y está para arrojarse de la mano.

La trápala y murmurio en el momento El gallardo Orompello así esperaba


creció, porque parando el pueblo en ello, aquel alegre son para moverse,
conoce por allí cuán descontento que, de ver la tardanza, imaginaba
del fuerte Leucotón está Orompello: que habían impedimentos de ofrecerse.
témese que vendrán a rompimiento, Visto que tanto ya se dilataba,
mas nadie se atraviesa a defendello, queriendo a su sabor satisfacerse,
antes la plaza libre les dejaron derecho a Leucotón sale animoso,
y los vacíos lugares ocuparon. que no fue en recibirle perezoso.

El pueblo, de la lucha deseoso, En gran silencio vuelto el rumor vano,


la más parte a Orompello se inclinaba; quedando mudos todos los presentes,
mira los bellos miembros y el airoso en medio de la plaza, mano a mano,
cuerpo que a la sazón se desnudaba, salen a se probar los dos valientes.
la gracia, el pelo crespo y el hermoso Como cuando el lebrel y fiero alano,
rostro, donde su poca edad mostraba, mostrándose con ronco son los dientes,
que veinte años cumplidos no tenía, yertos los cerros y ojos encendidos,
y a Leucotón a fuerzas desafía. se vienen a morder embravecidos;

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

de tal modo los dos amordazados, En esto los padrinos se metieron,


sin esperar trompeta ni padrino, y a cada lado el suyo retirando,
de coraje y rencor estimulados, en disputa la lucha resumieron,
de medio a medio parten el camino, sus puntos y razones alegando:
y en un instante iguales, aferrados, de entrambas partes gentes acudieron,
con extremada fuerza y diestro tino la porfía y rumor multiplicando;
se ciñeron los brazos poderosos, quién daba al uno el precio, honor y gloria;
echándose a los pies lazos nudosos. quién cantaba del otro la vitoria.

Las desconformes fuerzas, aunque iguales, Tucapel o, que estaba en un asiento


los lleva, arroja y vuelve a todos lados, a la diestra del hijo de Pillano,
viéranlos sin mudarse a veces tales visto lo que pasaba, en el momento
que parecen en tierra estar clavados: salta en la plaza, la ferrada en mano;
donde ponen los pies, dejan señales, y con aquel usado atrevimiento
cavan el duro suelo, y apretados, dice: «El precio ganó mi primo hermano,
juntándose rodillas con rodillas, y si alguno esta causa me defiende,
hacen crujir los huesos y costillas. haréle yo entender que no lo entiende:

Cada cual del valor, destreza y maña «La joya es de Orompello, y quien bastante
usaba que en tal tiempo usar podía, se halle a reprobar el voto mío,
viendo el duro tesón y fuerza extraña en campo estamos, hágase adelante,
que en su recio adversario conocía: que en suma le desmiento y desafío».
revuélvanse los dos por la campaña, Leucotón con un término arrogante
sin conocerse en nadie mejoría; dice: «Yo amansaré tu loco brío
pero tanto de acá y de allá anduvieron y el vano orgullo y necio devaneo,
que ambos juntos a un tiempo en tierra dieron. que mucho tiempo ha ya que lo deseo».

Fue tan presto el caer, y en el momento «Conmigo lo has de haber, que comenzado
tan presto el levantarse, por manera, juego tenemos ya», dijo Orompello.
que se puede decir que el más atento, Responde Leucotón fiero y airado:
a mover la pestaña, no lo viera: «Contigo y con tu primo quiero habello».
ventaja ni señal de vencimiento Caupolicán en esto era llegado,
juzgarse por entonces no pudiera, que del supremo asiento, viendo aquello,
que Leucotón arrodilló en el llano había bajado a la sazón confuso,
y Orompello tocó sola una mano. y allí su autoridad toda interpuso.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Leucotón y Orompello, conociendo Caupolicán, perdida la paciencia,


que el gran Caupolicán allí venía, se mueve a Tucapel determinado;
las enconosas voces reprimiendo mas Colocolo, viejo de experiencia,
cada cual por su parte se desvía: que con temor le andaba siempre al lado,
mas Tucapel , la maza revolviendo, le hizo una acatada resistencia
que otro acuerdo y concierto no quería, diciendo: «¿Estás, señor, tan olvidado
lleno de ira diabólica, no calla, de ti y tu autoridad y salud nuestra
llamando a todo el mundo a la batalla. que lo pongas en solo alzar la diestra?

Ruego y medios con él no valen nada «Mira, señor, que todo se aventura:
del hijo de Leocán ni de otra gente, mira que están los más ya diferentes:
diciendo que a Orompello la celada de Tucapel conoces la locura
le den por vencedor y más valiente: y la fuerza que tiene de parientes;
después, que en plaza franca y estacada lo que enmendar puede con cordura
con Leucotón le dejen libremente, no lo enmiendes con sangre de inocentes:
donde aquella disputa se decida, dale a Orompello el contendido precio,
perdiendo de los dos uno la vida. y otro al competidor de igual aprecio.

Puesto Caupolicán en este aprieto, »Si por rigor y término sangriento


lleno de rabia y de furor movido, quieres poner en riesgo lo que queda,
le dice: «Haré que guardes el respeto puesto que sobre fijo fundamento
que a mi persona y cargo le es debido». Fortuna a tu sabor mueva la rueda,
Tucapel le responde: «Yo prometo y el juvenil furor y atrevimiento
que por temor no baje del partido; castigar a tu salvo te conceda,
y aquel que en lo que digo no viniere, queda tu fuerza más disminuida,
haga a su voluntad lo que pudiere. y al fin tu autoridad menos temida.

«Guardarete respeto, si derecho »Pierdes dos hombres, pierdes dos espadas


en lo que justo pido me guardares, que el límite araucano han extendido,
y mientras que con recto y sano pecho y en las fieras naciones apartadas
la causa sin pasión de esto mirares: hacen que sea tu nombre tan temido:
mas si, contra razón, solo de hecho, si ahora han sido aquí desacatada,
torciendo la justicia lo llevares, mira lo que otras veces han servido
por ti y tu cargo, y todo el mundo junto, en trances peligrosos, derramando
no perderé de mi derecho un punto». la sangre propia y del contrario bando».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Imprimieron así en Caupolicano Cuando la noche el horizonte cierra,


las razones y celo de aquel viejo, y con la negra sombra el mundo abraza,
que, frenando el furor, dijo: «En tu mano los principales hombres de la tierra
lo dejo todo y tomo ese consejo». se juntaron en una antigua plaza
Con tal resolución, el sabio anciano, a tratar de las cosas de la guerra,
viendo abierto camino y aparejo, y en el discurso de ellas dar la traza,
habló con Leucotón que vino en todo, diciendo que el subsidio padecido
y a los primos después del mismo modo. había de ser con sangre redimido.

Y así el viejo eficaz los persuadiera, Salieron con que al hijo de Pillano
que en tal discordia y caso tan diviso, se cometiese el cargo deseado,
lo que el mundo universo no pudiera y el número de gente por su mano
pudo su discreción y buen aviso: fuese absolutamente señalado:
fuelos, pues, reduciendo de manera tal era la opinión del araucano
que vinieron a todo lo que quiso; y tal crédito y fama había alcanzado,
pero con condición que la celada que si asolar el cielo prometiera
por precio al Orompello fuese dada. crédito a la promesa se le diera.

Pues la rica celada allí traída Y entre la gente joven más granada
al ufano Orompello le fue puesta; fueron por él quinientos escogidos,
y una cuera de malla guarnecida mozos gallardos, de la vida airada,
de fino oro a la par vino con esta, por más bravos que prácticos tenidos:
y al mismo tiempo a Leucotón vestida. y hubo de otros por ir esta jornada
Todos conformes, en alegre fiesta tantos ruegos, protestos y partidos,
a las copiosas mesas se sentaron, que excusa no bastó ni impedimento
donde más la amistad confederaron. a no exceder la copia en otros ciento.

Acabado el comer, lo que del día Los que Lautaro escoge son soldados
les quedaba, las mesas levantadas, amigos de inquietud, facinerosos,
se pasó en regocijo y alegría, en el duro trabajo ejercitados,
tegiendo en corros danzas siempre usadas, perversos, disolutos, sediciosos,
donde un número grande intervenía a cualquiera maldad determinados,
de mozos y mujeres festejadas; de presas y ganancias codiciosos,
que las pruebas cesaron y ocasiones homicidas, sangrientos, temerarios,
atento a no mover nuevas cuestiones. ladrones, bandoleros y cosarios.

240 241
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Con esta buena gente caminaba Votos hay que saliesen al camino,
hasta Maule de paz atravesando, éstos son de los jóvenes briosos;
y las tierras, después, por do pasaba otros que era imprudencia y desatino,
iba a fuego y a sangre sujetando: por los pasos y sitios peligrosos:
todo sin resistir se le allanaba, a todo con presteza se previno,
poniéndose debajo de su mando; que de grandes reparos ingeniosos
los caciques le ofrecen francamente el pueblo fortalecen, y en un punto
servicio, armas, comida, ropa y gente. despachan corredores todo junto;

Así que por los pueblos y ciudades debajo de un caudillo diligente,


la comarca los bárbaros destruyen. que verdadera relación trújese
Talan comidas, casas y heredades, del número y designio de la gente;
que los indios de miedo al pueblo huyen: con comisión, si lance le saliese
estupros, adulterios y maldades a su honor y defensa conveniente,
por violencia sin término concluyen, que al bárbaro escuadrón acometiese,
no reservando edad, estado y tierra, volviendo a rienda suelta dos soldados
que a todo riesgo y trance era la guerra. para que de ello fuesen avisados.

No paran, con la gana que tenían Por no haber caso en esto señalado,
de venir con los nuestros a la prueba, abrevio con decir que se partieron,
los indios comarcanos que huían y al cuarto día con ánimo esforzado,
llevan a la ciudad la triste nueva: sobre el campo enemigo amanecieron:
rumores y alborotos se movían, trabóse el juego y no duró trabado,
el bélico bullicio se renueva, que los bárbaros luego les rompieron;
aunque algunos que el caso contemplaban y todos con cuidado y pies ligeros
a tales nuevas crédito no daban. revolvieron a ser los mensajeros.

Dicen que era locura claramente Sin aliento, cansados y afligidos


pensar que así una escuadra desmandada vuelven con testimonio asaz bastante,
de tan pequeño número de gente de cómo fueron rotos y vencidos
se atreviese a emprender esta jornada, por la fuerza del bárbaro pujante,
y más contra ciudad tan eminente, lasos, llenos de sangre, mal heridos,
y lejos de su tierra y apartada; con pérdida de un hombre, el cual delante
pero los que de Penco habían salido y en medio de los campos desmandado,
tienen por más el daño que el ruido. a manos de Lautaro había expirado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cuentan que levantado un muro había Media legua pequeña elige un puesto,
adonde con sus bárbaros se acoge, de donde estaba el bárbaro alojado,
y que infinita gente le acudía, en el lugar mejor y más dispuesto,
de la cual la más diestra y fuerte escoge: y allí por ver la noche ha reparado:
también que bastimentos cada día estaba a cualquier trance y rumor presto,
y cantidad de munición recoge, de guardia y centinelas rodeado,
afirmando por cierto, fuera de esto, cuando, sin entender la cosa cierta,
que sobre la ciudad llegará presto. gritaban: «¡Arma!, ¡arma!; ¡alerta!, ¡alerta!»

Quien incrédulo de ello antes estaba, Esto fue que Lautaro había sabido
teniendo allí el venir por desvarío, como allí nuestra gente era llegada,
a tan clara señal crédito daba, que después de la haber reconocido
helándole la sangre un miedo frío: por su misma persona y numerada,
Quién de pura congoja trasudaba, volvióse sin de nadie ser sentido;
que de Lautaro ya conoce el brío; y mostrando estimarlo todo en nada,
quién con ardiente y animoso pecho hizo de los caballos que tenía
bramaba por venir más presto al hecho. soltar el de más furia y lozanía.

Villagrán enfermado acaso había, Diciendo en alta voz: «Si no me engaño,


no puede a la sazón seguir la guerra, no deben de saber que soy Lautaro
mas con ruegos y dádivas movía de quien han recibido tanto daño,
la gente más gallarda de la tierra: daño que no tendrá jamás reparo:
y por caudillo en su lugar ponía mas, porque no me tengan por extraño,
un caro primo suyo, en quien se encierra y el ser yo aquí venido sea más claro,
todo lo que conviene a buen soldado, sabiendo con quien vienen a la prueba,
Pedro de Villagrán era llamado. quiero que este rocín lleve la nueva».

Este, sin más tardar, tomó el camino Diez caballos, Señor, había ganado
en demanda del bárbaro Lautaro, en la refriega y última revuelta:
y el cargo que tan loco desatino el mejor ensillado y enfrenado,
como es venir allí le cueste caro: porque diese el aviso cierto, suelta:
diose tal prisa a andar que presto vino siendo el feroz caballo amenazado,
a la corva ribera del río claro, hacia el campo español toma la vuelta
que vuelve atrás en círculo gran trecho; al rastro y al olor de los caballos,
después hasta la mar corre derecho. y esta fue la ocasión de alborotallos.

244 245
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Venía con un rumor y furia tanta, Era el orden así, que acometiendo
que dio más fuerza al arma y mayor fuego; la plaza, al tiempo del herir volviesen
la gente recatada se levanta las espaldas los bárbaros huyendo,
con sobresalto y gran desasosiego: porque dentro los nuestros se metiesen:
el escándalo tanto no fue cuanta y algunos por de fuera revolviendo,
era después la burla, risa y juego, antes que los cristianos se advirtiesen,
de ver que un animal de tal manera ocuparles las puertas del cercado,
en arma y alboroto los pusiera. y combatir allí a campo cerrado.

Pasaron sin dormir la noche en esto, Con tal ardid los indios aguardaban
hasta el nuevo apuntar de la mañana, a la gente española que venía;
que, con ánimo y firme presupuesto y en viéndola asomar, la saludaban
de vencer o morir de buena gana, alzando una terrible vocería:
salen del sitio y alojado puesto soberbios desde allí la amenazaban
contra la gente bárbara araucana; con audacia, desprecio y bizarría,
que no menos estaba acodiciada quién la fornida pica blandeando,
del venir al efecto de la espada. quién la maza ferrada levantando.

Un edicto Lautaro puesto había Como toros que van a ser lidiados,
que quien fuera del muro un paso diese, cuando aquellos que cerca los desean,
como por crimen grave y rebeldía, con silbos y rumor de los tablados,
sin otra información luego muriese: seguros del peligro, los torean,
así, el temor frenando a la osadía, y en su daño los hierros amolados
por más que la ocasión la conmoviese sin miedo amenazándolos blandean;
las riendas no rompió de la obediencia así la gente bárbara araucana
ni el ímpetu pasó de su licencia. del muro amenazaba a la cristiana.

Del muro estaba el bárbaro cubierto, Los españoles, siempre con semblante
no dejando salir soldado fuera; de parecerles poca aquella caza,
quiere que su partido sea más cierto, paso a paso caminan adelante,
encerrando a los nuestros, de manera pensando de allanar la fuerte plaza,
que no les aproveche en campo abierto en alta voz diciendo: «No es bastante
de ligeros caballos la carrera, el muro, ni la pica y dura maza
mas solo ánimo, esfuerzo y entereza, a estorbaros la muerte merecida
y la virtud del brazo y fortaleza. por la gran desvergüenza cometida».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Llegados de la fuerza poco trecho, Como por sesgo mar del manso viento
reconocida bien por cada parte, siguen las graves olas el camino
pónenle el rostro, y sin torcer, derecho y con furioso y recio movimiento
asaltan el fosado baluarte: salta el contrario Coro repentino,
por acabado tienen aquel hecho: que las arenas del profundo asiento
de los bárbaros huye la más parte, las saca arriba en turbio remolino,
ganan las puertas francas con gran gloria; y, las hinchadas olas revolviendo,
cantando en altas voces la vitoria. al tempestuoso Coro van siguiendo.

No hubiera relación de este contento, De la misma manera a nuestra gente,


si los primeros indios aguardaran que el alcance sin término seguía,
tanto espacio y sazón cuanto un momento la súbita mudanza de repente
que las puertas los últimos tomaran: le turbó la vitoria y alegría:
mas viéndolos entrar, sin sufrimiento, que, sin se reparar, violentamente
ni poderse abstener, luego reparan: por el mismo camino revolvía,
haciendo la señal que no debían, resistiendo con ánimo esforzado
hicieron revolver los que huían. el número de gente aventajado.

Como corre el caballo cuando ha olido Mas como un caudaloso río de fama,
las yeguas que atrás quedan y querencia, la presa y palizada desatando,
que allí el intento inclina y el sentido, por inculto camino se derrama,
gime y relincha con celosa ausencia, los arraigados troncos arrancando;
afloja el curso, atrás tiende el oído, cuando con desfrenado curso brama,
alerto a si el señor le da licencia, cuanto topa delante arrebatando,
que a dar la vuelta aun no le ha señalado, y los duros peñascos enterrados
cuando sobre los pies ha volteado; por las furiosas aguas son llevados;

de aquel modo los bárbaros huyendo, con ímpetu y violencia semejante


con muestra de temor, aunque fingida, los indios a los nuestros arrancaron,
firman el paso presuroso oyendo y, sin pararles cosa por delante,
la alegre y cierta seña conocida: en furiosa corriente los llevaron:
y en contra de los nuestros esgrimiendo hasta que con veloz furor pujante
la cruda espada, al parecer rendida, de la cerrada plaza los lanzaron,
vuelven con una furia tan terrible que el miedo de perder allí la vida
que el suelo retembló del son horrible. les hizo el paso llano a la salida.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De más priesa y con pies más desenvueltos Estaba así impaciente y enojado,
los sueltos españoles que a la entrada, que mirarle a la cara nadie osaba,
en una polvorosa nube envueltos y al pabellón él solo retirado
salen del cerco estrecho y palizada: un nuevo edicto publicar mandaba,
entre ellos van los bárbaros revueltos, que guerrero ninguno fuese osado
una gente con otra amontonada, salir un paso fuera de la cava,
que sin perder un punto se herían aunque los españoles revolviesen
de manos y de pies como podían. y mil veces el fuerte acometiesen.

No el alzado antepecho y agujeros Después llamando a junta a los soldados,


que fuera de él en torno había cavados, aunque ardiendo en furor, templadamente
ni la fagina y suma de maderos les dice: «Amigos, vamos engañados
con los fuertes bejucos amarrados, si con tan poco número de gente
detuvieron el curso a los ligeros pensamos allanar los levantados
caballos, de los hierros hostigados; muros de una ciudad así eminente:
que, como si volaran por el viento, la industria tiene aquí más fuerza y parte
salieron a lo llano en salvamento. que la temeridad del fiero Marte.

Los españoles sin parar corriendo »Esta los fieros ánimos reprime,
libre la plaza a los contrarios dejan, y a los flacos y débiles esfuerza:
que la fortuna próspera siguiendo las cervices indómitas oprime
con prestos pies y manos los aquejan: y las hace domésticas por fuerza:
pero los nuestros, el morir temiendo, esta el honor y pérdidas redime,
siempre alargan el paso y más se alejan, y la sazón a usar de ella nos fuerza;
deteniendo a las veces flojamente que la industria solícita y fortuna
la gran furia y pujanza de la gente. tienen conformidad y andan a una.

Bien una legua larga habían corrido »Cumple partir de aquí, muestras haciendo
a toda furia por la seca arena; que solo de temor nos retiramos,
solo Lautaro no los ha seguido, y asegurar los españoles, viendo
lleno de enojo y de rabiosa pena: cómo el honor y campo les dejamos;
viendo el poco sostén del mal regido que después a su tiempo revolviendo
campo, tan recio el rico cuerno suena, haremos lo que así dificultamos,
que los más delanteros los sintieron, teniendo ellos el llano, y por guarida
y al son, sin más correr, se retrujeron. vecina la ciudad fortalecida».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El hijo de Pillán esto decía, Por las puertas y frente y por los lados
cuando asomaba el bando castellano, el muro se combate y se defiende;
que con esfuerzo nuevo y osadía allí corren con priesa amontonados
quiere probar segunda vez la mano. adonde más peligro haber se entiende:
Fue tanto el alborozo y alegría allí con prestos golpes esforzados
de los bárbaros viendo por el llano a su enemigo cada cual ofende
aparecer los nuestros, que al momento con furia tan terrible y fuerza dura
gritan y baten palmas de contento. que poco importa escudo ni armadura.

En esto los cristianos acercando Los nuestros hacia atrás se retrujeron,


poco a poco se van a la batalla, de los tiros y golpes impelidos,
y al justo tiempo del partir llegando, tres veces, y otras tantas revolvieron
dejan irse a la bárbara canalla: de vergonzosa cólera movidos:
que uno la maza en alto, otro bajando gran pieza a la fortuna resistieron;
la pica, el cuerpo exento en la muralla, mas ya todos andaban mal heridos,
con animoso esfuerzo se mostraban, flacos, sin fuerza, lasos, desangrados,
y al ejercicio bélico incitaban. y de sangre los hierros colorados.

Unos acuden a las anchas puertas El coraje y la cólera es de suerte,


y comienzan allí el combate duro; que va en aumento el daño y la crueza;
de escudos las cabezas bien cubiertas hallan los españoles siempre el fuerte
se llegan otros al guardado muro; más fuerte y en los golpes más dureza:
otros buscan por partes descubiertas sin temor acometen de la muerte;
la subida y el paso más seguro: pero poco aprovecha esta braveza,
hinche el bando español la cava honda, que el que menos herido y flaco andaba
y el araucano el muro a la redonda. por seis partes la sangre derramaba.

Pero el pueblo español con osadía, Hasta la gente bárbara se espanta


cubierto de fortísimos escudos, de ver lo que los nuestros han sufrido
la lluvia de los tiros resistía de espesos golpes, flecha y piedra tanta,
y los botes de lanzas muy agudos. que sin cesar sobre ellos ha llovido,
Era tanta la grita y armonía, y cuán determinados y con cuánta
y el espeso batir de golpes crudos, furia tres veces han acometido;
que Maule el raudo curso refrenaba de esto los enemigos impacientes
confuso al son que en torno rimbombaba. apretaban los puños y los dientes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y como tempestad que jamás cesa, Canto XII


antes que va en furioso crecimiento,
cuando la congelada piedra espesa Recogido Lautaro en su fuerte, no quiere seguir la vitoria por entretener a los
hiere los techos y se esfuerza el viento: españoles. Pasa ciertas razones con él Marco Veaz, por las cuales Pedro de Vi-
así los duros bárbaros, apriesa, llagrán viene a entender el peligroso punto en que estaba, y levantando su cam-
movidos de vergüenza y corrimiento, po se retira. Viene el marqués de Cañete a la ciudad de Los Reyes en el Perú.
con lanzas, dardos, piedras arrojadas,
baten dargas, rodelas y celadas. Virtud difícil y difícil prueba
es guardar el secreto peligroso,
Los cansados cristianos, no pudiendo que la dificultad bien clara prueba
sufrir el gran trabajo incomportable, cuánto es sano, seguro y provechoso;
se van forzosamente retrayendo y el poco fruto y mucho mal que lleva
del vano intento y plaza inexpugnable; el vicio inútil del hablar dañoso:
y el destrozado campo recogiendo, ejemplo los de Líbico homicidas,
vista su suerte y hado miserable, y otros que les costó el hablar las vidas.
por el mismo camino que vinieron,
aunque con menos furia, se volvieron. Veránse por los ojos y escrituras
en los presentes tiempos y pasados
Aquella noche al pie de una montaña crueldades, ruinas, desventuras,
vinieron a tener su alojamiento, infamias, puniciones de pecados,
segura de enemigos la campaña, grandes yerros en grandes coyunturas,
que ninguno salió en su seguimiento. pérdidas de personas y de estados:
Decir prometo la cautela extraña todo por no sufrir el indiscreto
de Lautaro después, que ahora me siento la peligrosa carga del secreto.
flaco, cansado, ronco; y entretanto
esforzaré la voz al nuevo canto. De los vicios el menos de provecho
  y por donde más daño a veces viene,
es el no retener el fácil pecho
el secreto hasta el tiempo que conviene:
rompe y deshace al fin todo lo hecho,
quita la fuerza que la industria tiene,
guerra, furor, discordia, fuego enciende:
al propio dueño y al amigo vende.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Por esto el sabio hijo de Pillano Estaba de un lustroso peto armado


la causa a sus soldados encubría con sobrevista de oro guarnecida,
de no dejar salir gente a lo llano, en una gruesa pica recostado
siguiendo la vitoria de aquel día: por el ferrado regatón asida:
y el retirado campo castellano, el ancho y duro hierro colorado
seguro a paso largo por la vía, y de sangre la media asta teñida;
como dije, la furia quebrantada, puesta de limpio acero una celada
toma de la ciudad la vuelta usada. abierta por mil partes y abollada.

Usar Lautaro de esta maña, entiendo Llegado el español donde podía


que fuese para algún sagaz intento, hablarle y entenderle claramente,
el cual, por conjeturas, comprehendo el bizarro Lautaro le decía:
ser de gran importancia y fundamento. «Marcos, de ti me espanto extrañamente
Dejado esto a su tiempo y revolviendo y de esa tu ignorante compañía,
a los nuestros, que así del fuerte asiento que sin razón y seso, ciegamente
se alejan, a tres leguas otro día penséis así de mi opinión mudarme
hicieron alto, asiento y ranchería. y ser bastantes todos a enojarme.

Dos días los españoles estuvieron »¿Qué intento os mueve o qué furor insano,
haciendo de los bravos aguardando; que así queréis tiranizar la tierra?
pero jamás los bárbaros vinieron, ¿No veis que todo ahora está en mi mano,
ni gente pareció del otro bando: el bien vuestro y el mal, la paz, la guerra?
al fin dos de los nuestros se atrevieron ¿No veis que el nombre y crédito araucano
a ver el fuerte y cerca de él llegando, los levantados ánimos atierra?
oyeron una voz alta del muro ¿Que solo el son al mundo pone miedo
diciéndoles: «Llegaos, que os doy seguro». y quebranta las fuerzas y el denuedo?

Al uno por su nombre lo llamaba, »En los pueblos no fuistes poderosos


con el cierto seguro prometido, de defender las propias posesiones,
el cual, dejando al otro, se llegaba que es cosa que aun los pájaros medrosos
por conocer quién era el atrevido: hacen rostro en su nido a los leones:
Llegado el español junto a la cava, ¿y en los desiertos campos pedregosos
el de la voz fue luego conocido, pensáis de sustentar los pabellones,
que era el gallardo hijo de Pillano, en tiempo que estáis más amedrentados,
tratado de él un tiempo como hermano. y más vuestros contrarios animados?

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Es, a mi parecer, loca osadía Atento el castellano le escuchaba,


querer contra nosotros sustentaros, estando de la plática gustoso;
pues ni por arte, maña ni otra vía mas cuando a estas razones allegaba
podéis en nuestro daño aprovecharos: no pudo aquí tener ya más reposo:
si lo queréis llevar por valentía, así impaciente al bárbaro atajaba,
baste el presente estrago a escarmentaros; diciéndole: «No estés tan orgulloso,
que fresca sangre aun vierten las heridas, que las parias qué pides, ¡oh Lautaro!
y de ella aquí las yerbas veo teñidas. te costarán, si esperas, presto caro.

»Pues dejar yo jamás de perseguiros, »En pago de tu loco atrevimiento


según que lo juré, será excusado; te darán españoles por tributo
hasta dentro de España he de seguiros, cruda muerte, con áspero tormento,
que así lo he prometido al gran senado; y Arauco cubrirán de eterno luto».
mas si queréis en tiempo reduciros, Lautaro dijo: «Es eso hablar al viento;
haciendo lo que aquí os será mandado, sobre ello, Marcos, más yo no disputo;
saldré de la promesa y juramento, las armas, no la lengua, han de tratarlo
y vosotros saldréis de perdimiento. y la fuerza y valor determinarlo.

»Treinta mujeres vírgenes apuestas »Libre puedes decir lo que quisieres,


por tal concierto habéis de dar cada año, como aquel que seguro le está dado;
blancas, rubias, hermosas, bien dispuestas, que tú después harás lo que pudieres,
de quince años a veinte, sin engaño: y yo podré hacer lo que he jurado:
Han de ser españolas; y tras estas, tratemos de otras cosas de placeres,
treinta capas de verde y fino paño, quede para su tiempo comenzado;
y otras treinta de púrpura, tejidas y quiérote mostrar, pues tiempo hallo,
con fino hilo de oro guarnecidas. una lúcida escuadra de caballo.

»También doce caballos poderosos »Que, para que no andéis tan al seguro,
nuevos y ricamente enjaezados, acuerdo de tener también caballos,
domésticos, ligeros y furiosos, y de imponer mis súbditos procuro
debajo de la rienda concertados: a saberlos tratar y gobernallos».
y seis diestros lebreles animosos Esto dijo Lautaro y desde el muro
en la caza me habéis de dar cebados: a seis dispuestos mozos sus vasallos
este solo tributo estorbaría mandó que en seis caballos cabalgasen,
lo que estorbar el mundo no podría». y por delante de él los paseasen.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Por las dos puentes, a la vez caladas, El español le dijo: «Yo te digo
salieron a caballo seis chilcanos, que mi honor en tal caso no consiente
pintadas y anchas dargas embrazadas, darles uno por uno su castigo,
gruesas lanzas terciadas en las manos; porque jamás se diga entre la gente
vestidas fuertes cotas, y tocadas que cuerpo a cuerpo bárbaro conmigo
las cabezas al modo de africanos, en campo osase entrar singularmente:
mantos por las caderas derribados, por tanto, si no quieres lo que pido,
los brazos hasta el codo arremangados: no quiero yo aceptar otro partido».

y con airosa muestra, por delante No vinieron en esto a concertarse:


del atento español dos vueltas dieron; después por otras cosas discurrieron;
pero ni de su puesto y buen semblante, pero, llegado el tiempo de apartarse,
punto que se notase le movieron: del bárbaro los dos se despidieron.
antes con muestra y ánimo arrogante, Vueltos a su camino, oyen llamarse,
en alta voz, que todos lo entendieron, y a la voz conocida revolvieron,
(que el muro estaba ya lleno de gente), que era el mismo Lautaro quien llamaba,
habló así con Lautaro libremente. diciendo: «Una razón se me olvidaba.

«En vano, ¡oh capitán! cierto trabaja »Tengo mi gente triste y afligida,
quien pretende con fieros espantarme; con gran necesidad de bastimento,
no estimo lo que ves en una paja, que me falta del todo la comida
ni alardes pueden punto amedrentarme: por orden mala y poco regimiento:
y por mostrar si temo la ventaja, pues la tenéis de sobra recogida,
yo solo con los seis quiero probarme, haced un liberal repartimiento
do verás que a seis mil seré bastante: proveyéndonos de ella, que a mi cuenta
vengan luego a la prueba aquí delante». más la gloria y honor vuestro acrecienta:

Lautaro respondió: «Marcos, si mueres »Que en el ínclito Estado es uso antiguo,


tanto por nos mostrar tu fuerza y brío, y entre buenos soldados ley guardada,
el mínimo que de ellos escogieres alimentar la fuerza al enemigo
a pie vendrá contigo en desafío para solo oprimirle por la espada:
del modo y la manera que quisieres: Estad, Marcos, atento a lo que digo,
elige armas y campo a tu albedrío, y entended que será cosa loada,
ora con ellas, ora desarmados, que digan que las fuerzas sojuzgastes
a puños, coces, uñas y a bocados». que para mayor triunfo alimentastes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Que se llame vitoria yo lo dudo y en el presto remedio resoluto,


cuando el contrario a tal extremo viene, cuando el mundo se muestra más escuro,
que, en aquello que nunca el valor pudo, sin tocar trompa, del peligro instruto,
la hambre miserable poder tiene, toma el camino a la ciudad seguro,
y al fuerte brazo indómito y membrudo maravillado del ardid astuto;
lo debilita, doma y lo detiene, pero de nuestra gente ahora no curo,
y así por bajo modo y estrecheza, que quiero antes decir el modo extraño
viene a parecer fuerte la flaqueza». de la ingeniosa astucia y nuevo engaño.

Era, Señor, su intento que pensase Aun no era bien la nueva luz llegada,
ser la necesidad, fingida, cierta, cuando luego los bárbaros supieron
para que nuestra gente se animase, la súbita partida y retirada,
de industria abriendo aquella falsa puerta; que no con poca muestra lo sintieron,
y con esto inducirla a que esperase, viendo claro que al fin de la jornada
teniendo así su astucia más cubierta, por un espacio breve no pudieron
hasta que el fin llegase deseado hacer en los cristianos tal matanza
del cauteloso engaño fabricado. que nadie de ellos más tomara lanza.

Marcos, de las palabras conmovido, Que aquel sitio cercado de montaña,


le dice: «Yo prometo de intentallo que es en un bajo y recogido llano,
por solo esas razones que has movido, de acequias copiosísimas se baña
y hacer todo el poder en procurallo». por zanjas con industria hechas a mano:
Habiéndose con esto despedido, Rotas al nacimiento, la campaña
revolviendo las riendas al caballo, se hace en breve un lago y gran pantano;
él y su compañero caminaron la tierra es honda, floja, anegadiza,
hasta que al español campo llegaron. hueca, falsa, esponjada y movediza.

De todo al punto Villagrá informado Quedaran, si las zanjas se rompieran,


cuanto a Marcos, Lautaro dicho había, en agua aquellos campos empapados;
sospechoso, confuso y admirado moverse los caballos no pudieran
de ver que bastimentos le pedía: en pegajosos lodos atascados,
era sagaz, celoso y recatado, adonde, si aguardaran, los cogieran
revolviendo la presta fantasía, como en liga a los pájaros cebados:
los secretos designios comprehende, que ya Lautaro, con despacho presto,
y el peligroso estado y trance entiende; había en ejecución el ardid puesto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Triste por la partida y con despecho »Yo juro al infernal poder eterno,
la fuerza desampara el mismo día, si la muerte en un año no me atierra,
y el camino de Arauco más derecho, de echar de Chile el español gobierno,
marcha con su escuadrón de infantería: y de sangre empapar toda la tierra:
Revuelve y traza en el cuidoso pecho ni mudanza, calor, ni crudo invierno
diversas cosas, y en ninguna había podrán romper el hilo de la guerra,
el consuelo y disculpa que buscaba, y dentro del profundo reino escuro
y entre sí razonando suspiraba. no se verá español de mí seguro».

diciendo: «¿Qué color puede bastarme Hizo también solemne juramento


para ser de esta culpa reservado? de no volver jamás al nido caro,
¿No pretendí yo mucho de encargarme ni del agua, del sol, sereno y viento
de cosa que me deja bien cargado? ponerse a la defensa ni al reparo:
¿De quién sino de mí puedo quejarme, ni de tratar en cosas de contento
pues todo por mi mano se ha guiado? hasta que el mundo entienda de Lautaro
¿Soy yo quien prometió en un año solo que cosa no emprendió dificultosa
de conquistar del uno al otro polo? sin darla, con valor, salida honrosa.

»Mientras que yo con tan lucida gente En esto le parece que aflojaba
ver el muro español aun no he podido, la cuerda del dolor, que a veces tanto
la luna ya tres veces frente a frente con grave y dura afrenta le apretaba
ha visto nuestro campo mal regido: que de perder el seso estuvo a CANTO:
y el carro de Faetón resplandeciente así el feroz Lautaro caminaba,
del Escorpio al Acuario ha discurrido; y al fin de tres jornadas entretanto
y al fin damos la vuelta maltratados que esperado tiempo se avecina,
con pérdida de más de cien soldados. se aloja en una vega a la marina;

»Si con morir tuviese confianza junto adonde con recio movimiento
que una vergüenza tal se colorase, baja de un monte Itata caudaloso,
haría a mi inútil brazo que esta lanza atravesando aquel umbroso asiento
el débil corazón me atravesase; con sesgo curso, grave y espacioso:
pero daría de mí mayor venganza los árboles provocan a contento,
y gloria al enemigo, si pensase el viento sopla allí más amoroso,
que temí más su brazo poderoso burlando con las tiernas florecillas,
que el flaco mío cobarde y temeroso. rojas, azules, blancas y amarillas.

264 265
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Siete leguas de Penco justamente «Amigos, si entendiese que el deseo


es esta deleitosa y fértil tierra, de combatir, sin otro miramiento,
abundante, capaz y suficiente y la fogosa gana, que en vos veo,
para poder sufrir gente de guerra: fuese de la victoria el fundamento,
tiene cerca de la banda del Oriente hágoos saber de mí que cierto creo
la grande cordillera y alta sierra, estar en vuestra mano el vencimiento:
de donde el raudo Itata apresurado y un paso atrás volver no me hiciera,
baja a dar su tributo al mar salado. si el mundo sobre mí todo viniera.

Fue un tiempo de españoles; pero había »Mas no es solo con ánimo adquirida
la prometida fe ya quebrantado, una cosa difícil y pesada:
viendo que la fortuna parecía ¿qué aprovecha el esfuerzo sin medida,
declarada de parte del Estado; si tenemos la fuerza limitada?
el cual veinte y dos leguas contenía, Mas esta, aunque con límite, regida
este era su distrito señalado; por industrioso ingenio y gobernada,
pero tan grande crédito alcanzaba de duras y de muy dificultosas
que toda la nación le respetaba. hace llanas y fáciles las cosas.

Los españoles ánimos briosos »¿Cuántos vemos el crédito perdido


este los puso humildes por el suelo; en afrentoso y mísero destierro
este los bajos, tristes y medrosos por solo haber sin término ofrecido
hace que se levanten contra el cielo, el pecho osado al enemigo hierro?
y los extraños pueblos poderosos Que no es valor, mas antes es tenido
de miedo de este viven con recelo; por loco, temerario y torpe yerro;
los remotos, vecinos y extranjeros valor es ser al orden obediente,
se rinden y someten a sus fueros. y locura sin orden ser valiente.

Pues la flor del Estado deseando »Como en este negocio y gran jornada
estaba al tardo tiempo en esta vega, con tanto esfuerzo así nos destruimos,
tardo para quien gusto está esperando; fue porque no miramos jamás nada
que al que no espera bien, bien presto llega: sino al ciego apetito a quién seguimos:
pero, el tiempo y sazón apresurando, que a no perder, por furia anticipada,
a sus valientes bárbaros congrega, el tiempo y coyuntura que tuvimos,
y antes que se metiesen en la vía, no quedara español ni cosa alguna
estas breves razones les decía. a la disposición de la fortuna.

266 267
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

»Si al entrar de la fuerza reportados Este les afirmó con juramento


allí algún sufrimiento se tuviera, que en Mapochó se sabe su venida,
fueran vuestros esfuerzos celebrados, ora les dio la nueva de ella el viento,
pues ningún enemigo se nos fuera: ora de espías solícitas sabida:
en la ciudad estaban descuidados: también que de copioso bastimento
con la gente que andaba por de fuera estaba la ciudad ya prevenida,
hiciéramos un hecho y una suerte con defensas, reparos, provisiones,
que no la consumieran tiempo y muerte. pertrechos, aparatos, municiones.

»Pero quiero poneros advertencia Certificado bien Lautaro de esto,


que habéis por la razón de gobernaros, muda el primer intento que traía,
haciendo al movimiento resistencia viendo ser temerario presupuesto
hasta que la sazón venga a llamaros: seguirle con tan poca compañía:
y no salirme un punto de obediencia, piensa juntar más gentes, y de presto
ni a lo que no os mandare adelantaros; un fuerte asiento, que en el valle había,
que en el inobediente y atrevido con ingenio y cuidado diligente
haré ejemplar castigo nunca oído. comienza a reforzarle nuevamente.

»Y, pues volvemos ya donde se muestra Con la priesa que dio, dentro metido,
nuestro poco valor, por mal regidos, y ser dispuesto el sitio y reparado,
en fe que habéis de ser, alzo la diestra, fue en breve aquel lugar fortalecido,
en el primer honor restituidos, de foso y fuerte muro rodeado:
o el campo regará la sangre nuestra, Gente a la fama de esto había acudido,
y habemos de quedar en él tendidos codiciosa del robo deseado:
por pasto de las brutas bestias fieras, forzoso me es pasar de aquí corriendo
y de las sucias aves carniceras». que siento en nuestro pueblo un gran estruendo.

Con esto fue la plática acabada Sábese en la ciudad por cosa cierta
y la trompeta a levantar tocando, que a toda furia el hijo de Pillano,
dieron nuevo principio a su jornada, guiando un escuadrón de gente experta,
con la usada presteza caminando: viene sobre ella con armada mano:
yendo así, al descubrir de una ensenada, el súbito temor puso en alerta
por Mataquito a la derecha entrando, y confusión al pueblo castellano;
un bárbaro encontraron por la vía, mas la sangre, que el miedo helado había,
que del pueblo les dijo que venía. de un ardiente coraje se encendía.

268 269
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

A las armas acuden los briosos, Villagrán le pregunta si podría


y aquellos que los años agravaban, ganar al araucano la albarrada:
con industrias y avisos provechosos sonriéndose el indio respondía
la tierra y partes flacas reparaban: ser cosa de intentar bien excusada,
tras estos, treinta mozos animosos por el reparo y sitio que tenía,
y un astuto caudillo se aprestaban, y estar por las espaldas abrigada
que con algunos bárbaros amigos de una tajada y peñascosa sierra,
fuesen a descubrir los enemigos. que por aquella parte el fuerte cierra.

Villagrá a la sazón no residía Díjole Villagrán: «Yo determino


en el pueblo español alborotado, por esa relación tuya guiarme,
que para la Imperial partido había y abrir por la montaña alta el camino,
por camino de Arauco desviado: que quiero a cualquier cosa aventurarme;
mas ya con nueva gente revolvía, y si donde está el campo lautarino
y junto de do el bárbaro cercado en una noche puedes tú llevarme,
de gruesos troncos y fajina estaba, del trabajo serás gratificado
sin saberlo una noche se alojaba. y al fuego, si me mientes, entregado».

Cuando la alegre y fresca aurora vino, Sin temor dice el bárbaro: «Yo juro
y él la nueva jornada comenzaba, en menos de una noche de llevarte
al calar de una loma, en el camino por difícil camino, aunque seguro;
un comarcano bárbaro encontraba, de esta palabra puedes confiarte:
el cual le dio la nueva del vecino de Lautaro después no te aseguro,
campo y razón de cuanto en él pasaba; ni tu gente y amigos serán parte
que todo bien el mozo lo sabía, a que, si vais allá, no os coja a todos
como aquel que a robar de allá venía. y os dé civiles muertes de mil modos».

Entendió el español del indio cuanto No le movió el temor que le ponía


el bárbaro enemigo determina, a Villagrán el bárbaro guerrero
y cómo allega gentes, entretanto que, visto cuán sin miedo se ofrecía,
que el oportuno tiempo se avecina: le pareció de trato verdadero;
no puso a los Cautenes esto espanto, y a la gente del pueblo, que venía,
y más cuando supieron que vecina despacha un diligente mensajero,
venía también la gente nuestra armada, para que con la priesa conveniente
que de ellos aun no estaba una jornada. con él venga a juntarse brevemente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pues otro día allí juntos, se dejaron Si causa me incitó a que yo escribiese
ir por do quiso el bárbaro guiallos, con mi pobre talento y torpe pluma,
y en la cerrada noche no cesaron fue que tanto valor no pereciese,
de afligir con espuelas los caballos. ni el tiempo injustamente lo consuma:
Después se contará lo que pasaron, que el mostrarme yo sabio me moviese,
que cumple por ahora aquí dejallos ninguno que lo fuere lo presuma;
por decir la venida en esta tierra que, cierto, bien entiendo mi pobreza,
de quien dio nuevas fuerzas a la guerra. y de las flacas sienes la estrecha.

Hasta aquí lo que en suma he referido De mi poco caudal bastante indicio


yo no estuve, Señor, presente a ello, y testimonio aquí patente queda;
y así, de sospechoso, no he querido va la verdad desnuda de artificio,
de parciales intérpretes sabello; para que más segura pasar pueda;
de ambas las mismas partes lo he aprendido, pero, si fuera de esto lleva vicio,
y pongo justamente solo aquello pido que por merced se me conceda
en que todos concuerdan y confieren, se mire en esta parte el buen intento,
y en lo que en general menos difieren. que es solo de acertar y dar contento.

Pues que, en autoridad de lo que digo, Que aunque la barba el rostro no ha ocupado,
vemos que hay tanta sangre derramada, y la pluma a escribir tanto se atreve
prosiguiendo adelante, yo me obligo, que de crédito estoy necesitado,
que irá la historia más autorizada; pues tan poco a mis años se le debe;
podré ya discurrir como testigo, espero que será, Señor, mirado
que fui presente a toda la jornada, el celo justo y causa que me mueve:
sin cegarme pasión, de la cual huyo, y esto y la voluntad se tome en cuenta
ni quitar a ninguno lo que es suyo. para que algún error se me consienta.

Pisada en esta tierra no han pisado Quiero dejar a Arauco por un rato;
que no haya por mis pies sido medida; que para mi discurso es importante
golpe ni cuchillada no se ha dado, lo que forzado aquí del Perú trato,
que no diga de quién es la herida; aunque de su comarca es bien distante:
de las pocas que di estoy disculpado, y para que se entienda más barato,
pues tanto por mirar embebecida y con facilidad lo de adelante,
truje la mente en esto y ocupada, si Lautaro me deja, diré en breve
que se olvidaba el brazo de la espada. la gente que en su daño ahora se mueve.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El marqués de Cañete era llegado, Entretenía la gente y sustentaba


a la ciudad insigne de Los Reyes, con son de un general repartimiento,
de Carlos Quinto Máximo enviado y el más culpado más premio esperaba,
a la guarda y reparo de sus leyes: fundado en el pasado regimiento.
este fue por sus partes señalado El marqués entretanto se informaba,
para virrey, de donde dos virreyes llevando de este error diverso intento,
por los rebeldes brazos atrevidos que no solo dio pena a los culpados;
habían sido a la muerte conducidos. mas renovó los yerros perdonados;

Oliendo el virrey nuevo las pasiones pues cuando con el tiempo ya pensaron
y maldades por uso introducidas, que estaban sus insultos encubiertos,
el ánimo dispuesto a alteraciones, en público pregón se renovaron,
en leal apariencia entretejidas; y fueron con castigo descubiertos:
los agravios, insultos y traiciones, que casi en los más pueblos que pecaron
con tanta desvergüenza cometidas; amanecieron en un tiempo muertos
viendo, que aun el tirano no hedía, aquellos que con más poder y mano
que, aunque muerto, de fresco se bullía; habían seguido el bando del tirano.

entró como sagaz y receloso, No condeno, Señor, los que murieron,


no mostrando el cuchillo y duro hierro, pues fueron perdonados y admitidos,
que fuera en aquel tiempo peligroso, cuando a vuestro servicio en sazón fueron
y dar con hierro en un notable yerro: y en importante tiempo reducidos,
mostrándose benigno y amoroso, quedando los errores que tuvieron
trayéndoles la mano por el cerro, a vuestra gran clemencia remitidos,
hasta tomar el paso a la malicia, de vos solo, Señor, es el juzgarlos,
y dar más fuerza y mano a la justicia. y el poderlos salvar o condenarlos.

En tanto que las cosas disponía, Dar mi decreto en esto yo no puedo,


para limpiar del todo las maldades, que siempre en casos de honra lo rehúso:
quitando las justicias, las ponía solo digo el terror y extraño miedo
de su mano por todas las ciudades; que en la gente soberbia el marqués puso
estas eran personas que entendía con el castigo, a la sazón acedo,
haber en ellas justas calidades, dejando el reino atónito y confuso,
de Dios, del Rey, del mundo temerosas, del temerario hecho tan dudoso,
en semejantes cargos provechosas. que aun era imaginarlo peligroso.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

A quien hallaba culpa conocida, Fue hecho tan sagaz, grande y osado,
del Perú le destierra en penitencia, que pocos con razón le van delante,
que es entre ellos la afrenta más sentida asaz en estos tiempos celebrado,
y que más examina la paciencia: y a los ánimos sueltos importante;
el justo de ejemplar y llana vida, por él quedó el Perú atemorizado,
temeroso escudriña la conciencia, temerario, rebelde y arrogante,
viendo el rigor de la justicia airada, y a la justicia el paso más seguro,
que ya desenvainado había la espada. con mayor esperanza en lo futuro.

Y algunos capitanes y soldados, Así enfrenó el Perú con un bocado,


que con lustre sirvieron en la guerra que no le romperá jamás la rienda,
y esperaban de ser gratificados, haciendo al ambicioso y alterado
conforme a los humores de la tierra, contentarse con sola su hacienda;
recelando tenerlos agraviados, y el bullicio y deseo desordenado,
del reino en son de presos los destierra, le redujo a quietud y nueva enmienda:
remitiendo las pagas a la mano que poco lo mal puesto permanece,
de rey tan poderoso y soberano. como por la experiencia al fin parece.

Esto puso suspensa más la gente; Quien antes no pensaba estar contento
la causa del destierro no sabiendo, con veinte o treinta mil pesos de renta,
no entiende si es injusta o justamente; enfrena de tal suerte el pensamiento
solo sabe callar y estar tremiendo: que solo con la vida se contenta:
teme la furia y el rigor presente después hizo el marqués repartimiento
y a inquirir la razón no se atreviendo, entre los beneméritos de cuenta,
tiende a cualquier rumor atento oído; para esforzar los ánimos caídos
mas no puede sentir más del ruido. y dar mayor tormento a los perdidos.

Temor, silencio y confusión andaba, Con ejemplos así y acaecimientos,


atónita la gente discurría, ¿cómo vemos que tantos van errados,
nadie la oculta causa preguntaba, que sobre arena y frágiles cimientos
que aun preguntar error le parecía: fabrican edificios levantados?
por saber, uno a otro se miraba, Bien se muestran sus flacos fundamentos;
y el más sabio los hombros encogía, pues por tierra tan presto derribados
temiendo el golpe del furor presente, con afrentoso nombre y voz los vemos,
movido al parecer por accidente. huyendo su infección cuanto podemos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

¡Oh vano error! ¡Oh necio desconcierto, Cualquier rumor, cualquiera voz le espanta,
del torpe que con ánimo ignorante cualquier secreto piensa que es negarle:
no mira en el peligro y paso incierto si el brazo mueve alguno y lo levanta
las pisadas de aquel que va delante, piensa el triste que fue para matarle:
teniendo, a costa ajena, ejemplo cierto, la soga arrastra, el lazo a la garganta:
que el brazo del amigo más constante ¿qué confianza puede asegurarle?
ha de esparcir su sangre en su disculpa, pues mal el que negar al rey procura
lavando allí la espada de la culpa! tendrá con un tirano fe segura.

Quiero que esté algún tiempo falsamente Si no bastare verlos acabados


sobre traidores hombros sostenido, tan presto, y que ninguno permanece,
que el viento que se mueva de repente y los rollos y términos poblados
le aflige, altera y turba aquel ruido: de quien tan justamente lo merece;
pues que cuando la voz del rey se siente, bandos, casas, linajes estragados,
no hay son tan duro y áspero al oído; con nombre que los mancha y escurece;
que tiene solo el nombre fuerza tanta baste la obligación con que nacemos,
que los huesos le oprime y le quebranta: que a nuestro rey y príncipe tenemos.

que le asome fortuna algún contento, De un paso en otro paso voy saliendo
¡con cuántos sinsabores va mezclado! del discurso y materia que seguía;
aquel recelo, aquel desabrimiento, pero aunque vaya ciego discurriendo
aquel triste vivir tan recatado: por caminos más ásperos sin guía,
traga el duro morir cada momento, del encendido Marte el son horrendo
témese del que está más confiado: me hará que atine a la derecha vía;
que la vida antes libre y amparada y así seguro de esto y confiado
está sujeta ya a cualquiera espada. me atrevo a reposar, que estoy cansado.

Negando al rey la deuda y obediencia,
se somete al más mínimo soldado,
poniendo en contentarle diligencia,
con gran miedo y solícito cuidado;
y aquellos más amigos en presencia,
las lanzas le enderezan al costado,
y sobre la cabeza aparejadas
le están amenazando mil espadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XIII Fraguan la guerra, atizan disensiones


en hábito leal, aunque engañoso,
Hecho el Marqués de Cañete el castigo en el Perú, llegan mensajeros de Chile pensando de subir más escalones
a pedirle socorro; el cual, vista ser su demanda importante y justa, se le envía por un áspero atajo y tropezoso:
grande por mar y por tierra. También contiene al cabo este CANTO como al cabo las malvadas intenciones
Francisco de Villagrán, guiado por un indio, viene sobre Lautaro. vienen a fin tan malo y afrentoso,
como veréis, si bien miráis la guerra
Dichoso con razón puede llamarse civil y alteraciones de esta tierra.
aquel que en los peligros arrojado
de ellos sabe salir sin ensuciarse, Deshechos, pues, del todo los nublados
y libre de poder ser imputado: por el audaz marqués y su prudencia,
pero quien de estos puede desviarse curando con rigor los alterados,
le tengo por más bienaventurado: como quien entendió bien la dolencia:
aunque el peligro afina lo perfecto, en nombre de su rey, a otros tocados
aquel que de él se aparta es el discreto: de aquel olor, descubre la clemencia,
que hasta allí del rigor cubierta estaba,
que muchas veces da la fantasía con general perdón que los lavaba.
en cosas que seguro nos promete,
y un ánimo a salir con ellas cría No el atrevido caso y espantoso,
que con temeridad las acomete: en el Perú jamás acontecido,
después en el peligro desvaría, ni el ejemplar castigo riguroso
y no acierta a salir de a do se mete: que amansó el fiero pueblo embravecido,
que la señora al siervo sometida, fue en tal tiempo bastante y poderoso
pierde la fuerza y tino a la salida. de ensordecer el bárbaro ruido,
y la voz araucana y clara fama
Veréis en el Perú que han procurado que en aquellas provincias se derrama.
levantar el tirano y ayudarle,
para solo mostrar, después de alzado, Nuevas por mar y tierra eran llegadas
la traidora lealtad en derribarle: del daño y perdición de nuestra gente,
y con designio y ánimo dañado por las vitorias grandes y jornadas
le dan fuerza, y después viene a matarle del araucano bárbaro potente:
la espada infiel, de la maldad autora, pidiendo las ciudades apretadas
al rey y amigos pérfida y traidora. presuroso socorro y suficiente,
haciendo relación de cómo estaban
y de todas las cosas que pasaban.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Jerónimo Alderete, Adelantado, diciendo: «Varón claro y excelente,


a quien era el gobierno cometido, nuestra necesidad te es manifiesta,
hombre en estas provincias señalado, y la fuerza del bárbaro potente
y en gran figura y crédito tenido, que tiene a Chile en tanto estrecho puesta:
donde como animoso y buen soldado el más fuerte remedio es llevar gente,
había grandes trabajos padecido; esta ya puedes ver cuán cara cuesta.
(no pongo su proceso en esta historia, De parte de tu rey te requerimos
que de él la general hará memoria) nos concedas aquí lo que pedimos.

presente no se halla a tanta guerra A tu hijo, ¡oh marqués!, te demandamos,


y a tales desventuras y contrastes; en quien tanta virtud y gracia cabe,
mas con vos, gran Felipe, en Inglaterra, porque con su persona confiamos
cuando la fe de nuevo allí plantastes: que nuestra desventura y mal se acabe:
allí le distes cargo de esta tierra, de sus partes, señor, nos contentamos,
de allí con gran favor le despachastes; pues que por natural cosa se sabe,
pero cortóle el áspero destino y aun acá en el común es habla vieja,
el hilo de la vida en el camino. que nunca del león nació la oveja.

Fue su llorada muerte asaz sentida, »Y pues hay tanta falta de guerreros,
y más el sentimiento acrecentaba haciendo esta jornada don García,
ver el gobierno y tierra tan perdida se moverá el común y caballeros,
que cada uno por sí se gobernaba: alegres de llevar tan buena guía:
andaba la discordia ya encendida, y lo que no podrán muchos dineros
la ambición del mandar se desmandaba; podrá el amor y buena compañía,
al fin, es imposible que acaezca o la vergüenza y miedo de enojarte,
que un cuerpo sin cabeza permanezca. o su propio interés en agradarte».

Aquellos que de Chile habían venido El marqués de Cañete, respondiendo


a pedir el socorro necesario, a la justa demanda alegremente,
viendo a su Adelantado fallecido vino en ella de grado, conociendo
y todo a su propósito contrario, ser cosa necesaria y conveniente:
con un semblante triste y afligido, y el hijo, hacienda y deudos ofreciendo,
de parecer de todos voluntario, al punto derramó en toda la gente
piden a don Hurtado que se vea, gran gana de pasar a aquella tierra,
y de remedio presto los provea, a ejercitar las armas en tal guerra.

282 283
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Uno se ofrece allí y otro se ofrece, Cosa de estas yo pienso que ninguna
así gran gente en número se mueve, os puede derribar de vuestro estado;
y aquel que no lo hace, le parece mas tiéndeme dudoso sola una,
que falta y no responde a lo que debe: que nadie de ella ha sido reservado:
hasta en cansados viejos reverdece ésta es la usada vuelta de fortuna,
el ardor juvenil, y se remueve que siempre alegre rostro os ha mostrado,
el flaco humor y sangre casi helada y es inconstante, falsa y variable,
con el alegre son de esta jornada. en el mal firme, y en el bien mudable.

¡Oh valientes soldados araucanos, Que si la guerra el español procura,


las armas prevenid y corazones, haciendo de su espada ufana muestra,
y aquel raro valor de vuestras manos querríale preguntar si por ventura
temido en las antárticas regiones! corta por más lugares que la vuestra;
Que gran copia de jóvenes lozanos si la fuerza del brazo le asegura
descoge en vuestro daño sus pendones; del poder vuestro y vencedora diestra;
pensando entrar por toda vuestra tierra verá, si mira bien en lo pasado,
haciendo fiero estrago y cruda guerra; el campo de sus huesos ocupado.

no con los hierros botos y mohosos No sé; pero soberbio y encendido


de los que las paredes hermosean, en bélico furor el pueblo veo,
ni brazos del torpe ocio perezosos y al más triste español apercibido
que con gran pesadumbre se rodean, de armas, rico aparato y buen deseo.
ni los ánimos hechos a reposos, ¡Oh Arauco! yo te juzgo por perdido;
que cualquiera mudanza en que se vean si las obras igualan al arreo
los altera, los turba y entorpece y no templa el camino esta braveza,
y el desusado son los desvanece; ¡ay de tu presunción y fortaleza!

mas hierros templadísimos y agudos, Del apartado Quito se movieron


en sangre de tiranos afilados, gentes para hallarse en esta guerra:
fuertes brazos, robustos y membrudos, de Loja, Piura, de Jaén salieron:
en dar golpes de muerte ejercitados; de Trujillo, de Guánuco y su tierra,
ánimos libres de temor desnudos, de Guamanga, Arequipa concurrieron
en los peligros siempre habituados, gran copia; y de los pueblos de la sierra,
que el son horrendo, que a otros atormenta, La Paz, Cuzco y las Charcas bien armados
los alegra, despierta y alimenta. bajaron muchos prácticos soldados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Treme la tierra, brama el mar hinchado La gente principal, todo aprestado,


del estruendo, tumultos y rumores y reliquias del campo que quedaban,
que suenan por el aire alborotado para romper el mar alborotado
de pífanos, trompetas y atambores otra cosa que tiempo no aguardaban:
contra el rebelde pueblo libertado, mas viendo el cielo ya desocupado,
amenazando ya sus defensores y que las bravas olas aplacaban,
con gruesa y reforzada artillería, con ordenada muestra y rico alarde
que dentro del Estado el son se oía. salieron de Los Reyes una tarde.

De aparatos, jaeces, guarniciones Yo con ellos también, que en el servicio


los gallardos soldados se arreaban; vuestro empecé y acabaré la vida,
sobrevistas y galas, invenciones que, estando en Inglaterra en el oficio
nuevas y costosísimas sacaban: que aun la espada no me era permitida,
estandartes, enseñas y pendones llegó allí la maldad en deservicio
al viento en cada calle tremolaban: vuestro, por los de Arauco cometida,
vieran sastres y obreros ocupados y la gran desvergüenza de la gente
en hechuras, recamos y bordados. a la real corona inobediente.

Con el concurso y junta de guerreros Y con vuestra licencia, en compañía


el grande estruendo y trápala crecía, del nuevo capitán y Adelantado,
y los prestos martillos de herreros caminé desde Londres hasta el día
formaban dura y áspera armonía: que le dejé en Taboga sepultado;
el rumor de solícitos armeros de donde, con trabajos y porfía,
todo el ancho contorno ensordecía; de la fortuna y vientos arrojado,
los celosos caballos, de lozanos llegué a tiempo que pude juntamente
relinchando, triscaban con las manos. salir con tan lucida y buena gente.

Andaba así la gente embarazada Otro escuadrón de amigos se me olvida,


con el nuevo bullicio de la guerra; no menos que nosotros necesarios,
mas ya de lo importante aparejada, gente templada, mansa y recogida,
un caudillo salió luego por tierra: de frailes, provisores, comisarios,
llevando copia de ella encomendada teólogos de honesta y santa vida,
atravesó a Atacama y la alta sierra franciscos, dominicos, mercenarios,
con la desierta costa y despoblados, para evitar insultos de la guerra,
de osamenta de bárbaros sembrados. usados más allí que en otra tierra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De varias profesiones y colores Las naos por el contrario mar rompiendo


sale de Lima una lucida banda, la blanca espuma en torno levantaban
y en el puerto tendidas por las flores y a la furia del Austro resistiendo,
estaban mesas llenas de vianda, por fuerza, a su pesar, tierra ganaban
con vinos de odoríferos sabores, pero sobre el Garbino revolviendo,
donde luego por una y otra banda de la gran cordillera se apartaban;
sobre la verde hierba reclinados y de sola una vuelta que viraron
gustamos los manjares delicados. el Guarco, al Est-Norde este se hallaron.

Alegres los estómagos, contentos Mas presto por la popa el Guarco vimos,
fuimos a la marina conducidos, con Chinca de otro bordo emparejando;
a do de verdes ramos y ornamentos en alta mar tras éstos nos metimos
estaban los bateles prevenidos; sobre la Nasca fértil arribando;
y al son de varios y altos instrumentos, y al esforzado Noto resistimos,
de los caros amigos despedidos, su furia y bravas olas contrastando,
en los ligeros barcos nos metemos, no bastando los recios movimientos
dando a un tiempo con fuerza al mar los remos. de dos tan poderosos elementos.

Los bateles de tierra se alargaban, ¿Qué haya en Perú, no es caso soberano,


dejando con penosa envidia a aquellos tanta mudanza en tres leguas de tierra,
que en la arenosa playa se quedaban, que cuando es en los llanos el verano,
sin apartar los ojos jamás de ellos : los montes el lluvioso invierno cierra;
sobre diez galeones arribaban Y cuando espesa niebla cubre el llano
los prestos barcos, y saltando en ellos, en descubierto hiere el sol la sierra,
tiempo los marineros no perdieron, y por esta razón van más crecientes
que las velas al viento descogieron. en el verano abajo las vertientes?

De estandartes, banderas, gallardetes De los vientos, el Austro es el que manda


estaban las diez naves adornadas; que deshace los húmidos nublados,
hiriendo el fresco viento en los trinquetes y por todo aquel mar discurre y anda,
comienzan a moverse sosegadas: del cual son para siempre desterrados:
suenan cañones, sacres, falconetes, los otros vientos reinan a la banda
y al doblar de la Isleta embarazadas, de Atacama, y allí son libertados,
del Austro cargan a babor la escota, que bajar al Perú ninguno puede
tomando al Sudoeste la derrota. ni por natural orden se concede.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pues las naves, del Austro combatidas, Estaba el araucano despojado


las espumosas olas van cortando, del vestido de Marte embarazoso,
que de valientes soplos impelidas que aquella sola noche el duro hado
rompen la furia en ellas, azotando le dio aparejo y gana de reposo:
las levantadas proas guarnecidas los ojos le cerró un sueño pesado,
de planchas de metal... Pero mirando del cual luego despierta congojoso,
al español del bárbaro vecino, y la bella Guacolda sin aliento
habré de andar más presto este camino. la causa le pregunta y sentimiento.

Correré a Villagrán, el cual por tierra Lautaro le responde: «Amiga mía,


también en su jornada se apresura, sabrás que yo soñaba en este instante
atravesando la fragosa sierra que un soberbio español se me ponía
que iguala con las nubes su estatura: con muestra ferocísima delante,
diré lo que sucede en esta guerra, y con violenta mano me oprimía
y qué rostro le muestra la ventura. la fuerza y corazón, sin ser bastante
Mas, porque todo venga a ser más claro, de poderme valer; y en aquel punto
quiero tratar un poco de Lautaro: me despertó la rabia y pena junto».

que estaba con su escuadra de guerreros Ella en esto soltó la voz turbada,
en el sitio que dije recogido, diciendo: «¡Ay, que he soñado también cuanto
y de foso, fajina y de maderos de mi dicha temí, y es ya llegada
le había en breve sazón fortalecido. la fin tuya y principio de mi llanto!
Tenía dentro soldados forasteros Mas no podré ya ser tan desdichada,
que a fama de la guerra habían venido, ni fortuna conmigo podrá tanto,
reparos, bastimentos, y otras cosas que no corte y ataje con la muerte
para el lugar y tiempo provechosas. el áspero camino de mi suerte.

Sola una senda este lugar tenía »Trabaje por mostrárseme terrible
de alertas centinelas ocupada; y del tálamo alegre derribarme,
otra ni rastro alguno no lo había, que, si revuelve y hace lo posible,
por ser casi la tierra despoblada: de ti no es poderosa de apartarme:
aquella noche el bárbaro dormía aunque el golpe que espero es insufrible,
con la bella Guacolda enamorada, podré con otro luego remediarme,
a quien él de encendido amor amaba, que no caerá tu cuerpo en tierra frío
y ella por él no menos se abrazaba. cuando estará en el suelo muerto el mío».

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El hijo de Pillán con lazo estrecho Ella menos segura y más llorosa
los brazos por el cuello le ceñía: del cuello de Lautaro se colgaba,
de lágrimas bañando el blanco pecho, y con piadosos ojos lastimosa
en nuevo amor ardiendo respondía: boca con boca así le conjuraba:
«No lo tengáis, señora, por tan hecho, «Si aquella voluntad pura, amorosa,
ni turbéis con agüeros mi alegría que libre os di cuando más libre estaba,
y aquel gozoso estado en que me veo, y de ello el alto cielo es buen testigo,
pues libre en estos brazos os poseo. algo puede, señor, y dulce amigo;

»Siento el veros así imaginativa, »por ella os juro y por aquel tormento
no porque yo me juzgue peligroso; que sentí cuando vos de mí os partistes,
mas la llaga de amor está tan viva, y por la fe, si no la llevo el viento,
que estoy de lo imposible receloso: que allí con tantas lágrimas me distes,
si vos queréis, señora, que yo viva, que a lo menos me deis este contento,
¿quién a darme la muerte es poderoso? si alguna vez de mí ya lo tuvistes,
Mi vida está sujeta a vuestras manos y es que os vistáis las armas prestamente,
y no a todo el poder de los humanos. y al muro asista en orden vuestra gente».

»¿Quién el pueblo araucano ha restaurado El bárbaro responde: «Harto claro


en su reputación que se perdía, mi poca estimación por vos se muestra.
pues el soberbio cuello no domado ¿En tan flaca opinión está Lautaro,
ya doméstico al yugo sometía? y en tan poco tenéis la fuerte diestra
Yo soy quien de los hombros le ha quitado que, por la redención del pueblo caro,
el español dominio y tiranía: ha dado ya de sí bastante muestra?
mi nombre basta solo en esta tierra, ¡Buen crédito con vos tengo por cierto,
sin levantar espada, a hacer la guerra. pues me lloráis de miedo ya por muerto!»

»Cuanto más que, teniéndoos a mi lado, «¡Ay de mí! que de vos yo satisfecha,
no tengo que temer ni daño espero: dice Guacolda, estoy, más no segura;
no os dé un sueño, señora, tal cuidado, ¿ser vuestro brazo fuerte qué aprovecha
pues no os lo puede dar lo verdadero: si es más fuerte y mayor mi desventura?
que ya a poner estoy acostumbrado Mas ya que salga cierta mi sospecha,
mi fortuna a mayor despeñadero; el mismo amor que os tengo me asegura
en más peligros que este me he metido, que la espada que hará el apartamiento,
y de ellos con honor siempre he salido». hará que vaya en vuestro seguimiento.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pues ya el preciso hado y dura suerte Canto XIV


me amenazan con áspera caída,
y forzoso he de ver un mal tan fuerte, Llega Francisco de Villagrán de noche sobre el fuerte de los enemigos sin ser
un mal como es de vos verme partida: de ellos sentido: da al amanecer súbito en ellos, y a la primera refriega muere
dejadme llorar antes de mi muerte Lautaro. Trábase la batalla con harta sangre de una parte y de otra.
esto poco que queda de mi vida:
que quien no siente el mal, es argumento ¿Cuál será aquella lengua desmandada
que tuvo con el bien poco contento». que a ofender las mujeres ya se atreva,
pues vemos que es pasión averiguada
Tras esto tantas lágrimas vertía la que a bajeza tal y error las lleva;
que mueve a compasión el contemplalla, si una bárbara moza no obligada
y así el tierno Lautaro no podía hace de puro amor tan alta prueba,
dejar en tal sazón de acompañalla. con razones y lágrimas, salidas
Pero ya la turbada pluma mía, de las vivas entrañas encendidas?
que en las cosas de amor nueva se halla,
confusa, tarda y con temor se mueve, Que ni la confianza, ni el seguro
y a pasar adelante no se atreve. de su amigo le daba algún consuelo,
ni el fuerte sitio, ni el fosado muro
le basta asegurar de su recelo:
que el gran temor nacido de amor puro
todo lo allana y pone por el suelo;
solo halla el reparo de su suerte
en el mismo peligro de la muerte.

Así los dos unidos corazones


conformes en amor desconformaban,
y dando de ello allí demostraciones,
más el dulce veneno alimentaban:
los soldados en torno los tizones,
ya de parlar cansados reposaban,
teniendo centinelas, como digo,
y el cerro a las espaldas por abrigo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Villagrán con silencio y paso presto El español, que ve tiempo oportuno,


había el áspero monte atravesado, se acerca poco a poco más al fuerte,
no sin grave trabajo, que sin esto, sin estorbo de bárbaro ninguno,
hacer mucha labor es excusado: que sordos los tenía su triste suerte:
Llegado junto al fuerte, en un buen puesto, bien descuidado duerme cada uno
viendo que el cielo estaba aun estrellado, de la cercana inexorable muerte;
paró, esperando el claro y nuevo día, cierta señal que cerca de ella estamos
que ya por el Oriente descubría. cuando más apartados nos juzgamos.

De ninguno fue visto ni sentido; No esperaron los nuestros más, que en viendo
la causa era la noche ser escura, ser ya tiempo de darles el asalto,
y haber las centinelas desmentido de súbito levantan un estruendo
por parte descuidada por segura: con soberbio alarido horrendo y alto;
caballo no relincha, ni hay ruido, y en tropel ordenado arremetiendo
que está ya de su parte la ventura; al fuerte van a dar de sobresalto;
esta hace las bestias avisadas, al fuerte más de sueño bastecido
y a las personas bestias descuidadas. que al presente peligro apercibido.

Cuando ya las tinieblas y aire escuro Como los malhechores que en su oficio
con la esperada luz se adelgazaban, jamás pueden hallar parte segura,
las centinelas puestas por el muro por ser la condición propia del vicio
al nuevo día de lejos saludaban: temer cualquier fortuna y desventura,
y pensando tener campo seguro que no sienten tan presto algún bullicio
también a descansar se retiraban; cuando el castigo y mal se les figura,
quedando mudo el fuerte, y los soldados y corren a las armas y defensa,
en vino y dulce sueño sepultados. según que cada cual valerse piensa;

Era llegada al mundo aquella hora Así medio dormidos y despiertos


que la escura tiniebla, no pudiendo saltan los araucanos alterados,
sufrir la clara vista de la aurora, y del peligro y sobresalto ciertos,
se va en el Occidente retrayendo: baten toldos y ranchos levantados:
cuando la mustia Clicie se mejora por verse de corazas descubiertos
el rostro al rojo Oriente revolviendo, no dejan de mostrar pechos airados:
mirando tras las sombras ir la estrella, mas con presteza y ánimo seguro
y al rubio Apolo Délfico tras ella. acuden al reparo de su muro.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Sacudiendo el pesado y torpe sueño, Cuatrocientos amigos comarcanos


y cobrando la furia acostumbrada, por un lado la fuerza acometieron,
quién el arco arrebata, quién un leño, que en ayuda y favor de los cristianos
quién del fuego un tizón, y quién la espada; con sus pintados arcos acudieron,
quién aguija al bastón de ajeno dueño, que con extrema fuerza y prestas manos
quién por salir más presto va sin nada, gran número de tiros despidieron:
pensando averiguarlo desarmados, del toldo el hijo de Pillán salía,
si no pueden a puños, a bocados. y una flecha a buscarle que venía.

Lautaro a la sazón, según se entiende, Por el siniestro lado, ¡oh dura suerte!
con la gentil Guacolda razonaba; rompe la cruda punta, y tan derecho,
asegúrala, esfuerza y reprehende que pasa el corazón más bravo y fuerte
de la desconfianza que mostraba: que jamás se encerró en humano pecho;
ella razón no admite y más se ofende, de tal tiro quedó ufana la muerte,
que aquello mayor pena le causaba, viendo de un solo golpe tan gran hecho;
rompiendo el tierno punto en sus amores y, usurpando la gloria al homicida,
el duro son de trompas y atambores. se atribuye a la muerte está herida.

Mas no salta con tanta ligereza Tanto rigor la aguda flecha trujo
el mísero avariento enriquecido, que al bárbaro tendió sobre la arena,
que siempre está pensando en su riqueza, abriendo puerta a un abundante flujo
si siente de ladrón algún ruido, de negra sangre por copiosa vena:
ni madre así acudió con tal presteza del rostro la color se le retrujo,
al grito de su hijo muy querido, los ojos tuerce, y con rabiosa pena
temiéndole de alguna bestia fiera, la alma, del mortal cuerpo desatada,
como Lautaro al son y voz primera. bajó furiosa a la infernal morada.

Revuelto el manto al brazo, en el instante Ganan los nuestros foso y baluarte,


con un desnudo estoque, y él desnudo, que nadie los impide ni embaraza,
corre a la puerta el bárbaro arrogante, y así por veinte lados la más parte
que armarse así tan súbito no pudo. pisaba de la fuerza ya la plaza:
¡Oh pérfida fortuna, oh inconstante, los bárbaros con ánimo y sin arte,
cómo llevas tu fin por punto crudo, sin celada, ni escudo, y sin coraza,
que el bien de tantos años en un punto comienzan la batalla peligrosa,
de un golpe lo arrebatas todo junto! cruda, fiera, reñida y sanguinosa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

En oyendo los indios extranjeros Que el joven Corpillán, no desmayado


que con Lautaro estaban recogidos porque su espada y mano vino a tierra,
el súbito rumor, salen ligeros, antes en ira súbita abrasado
del miedo y sobresalto apercibidos: contra la parte del contrario cierra;
mas sintiendo los golpes carniceros, y habiendo ya la espada recobrado,
el ánimo turbado y los sentidos, la diestra, que aun bullendo el puño aferra,
con atentas orejas acechaban lejos con gran desdén y furia lanza,
adónde con menor rigor sonaban. ofreciendo la izquierda a la venganza.

Como tímidos gamos, que el ruido Flaqueza en Millapol no fue sentida,


sienten del cazador, y quietamente, viéndole atravesado por la ijada
altos los cuellos, tienden el oído y la cabeza de un revés hendida,
hacia la parte que el rumor se siente, ni por pasalle el pecho una lanzada;
y el balar de la gama conocido, que de espumosa sangre a la salida
que apedazan los perros, y la gente, vino la media lanza acompañada,
con furioso tropel toman la vía dejando aquel lugar de ella vacío,
que más de aquel peligro se desvía; aunque lleno de rabia y nuevo brío:

la baja y vil canalla, acostumbrada que a dos manos la maza aprieta fuerte,
a rendirse al temor de aquella suerte, y con furia mayor la gobernaba:
por ciega senda, inculta y desusada, bien se puede llamar de triste suerte
rompe el camino y desampara el fuerte, aquel que el fiero bárbaro alcanzaba:
acá y allá corriendo derramada; con la rabia postrera de la muerte,
y era tan grande el miedo de la muerte, una vez el ferrado leño alzaba;
que al más valiente y bravo se le antoja mas faltole la vida en aquel punto,
ver un fiero español tras cada hoja. cayendo cuerpo y maza todo junto.

Pero aquellos que nunca el miedo pudo Aunque la muerte en medio del camino
hacerlos con peligros de su bando, le quebrantó el furor con que venía,
poniendo osado pecho por escudo, un valiente español a tierra vino
están la antigua riña averiguando. del peso y movimiento que traía:
La desnuda cabeza del agudo mas luego puesto en pie, con desatino
cuchillo no se ve estar rehusando, hacia el lugar del dañador volvía,
ni rehúsa la espada la siniestra, y viendo el cuerpo muerto dar en tierra
ejercitando el uso de la diestra; pensando que era vivo con él cierra:

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

y encima del cadáver arrojado, Usadas las espadas al acero,


de dar la muerte al muerto deseoso, topando la desnuda carne blanda,
recio por uno y por el otro lado, ayudadas de un ímpetu ligero
hiere y ofende el cuerpo sanguinoso, dan con piernas y brazos a la banda:
hasta tanto que, ya desalentado, No rehúsa el segundo ser primero,
se firma recatado y sospechoso, antes todos siguiendo una demanda,
y vio a aquel que aferrado así tenía como olas, que creciendo van, crecían,
vueltos los ojos y la cara fría. y a la muerte animosos se ofrecían.

Traía la espada en esto Diego Cano La gente una con otra así se cierra,
tinta de sangre, y con Picol se junta: que aun no daban lugar a las espadas,
haciendo atrás la rigurosa mano apenas los mortales van a tierra,
el pecho le barrena de una punta: cuando estaban sus plazas ocupadas:
turbado de la muerte el araucano Unos por cima de otros se dan guerra,
cayó en tierra, la cara ya difunta, enhiestas las personas y empinadas;
bascoso, revolviéndose en el lodo, y de modo a las veces se apretaban,
hasta que la alma despidió del todo. que a meter por la espada se ayudaban.

De dos golpes Hernando de Alvarado Las armas con tal rabia y fuerza esgrimen,
dio con el suelto Talco en tierra muerto; que los más de los golpes son mortales,
pero fue mal herido por un lado y los que no lo son, así se imprimen
del gallardo Guacoldo en descubierto: que dejan para siempre las señales:
estuvo el español algo atronado; todos al descargar los brazos gimen;
mas del atronamiento ya despierto, mas salen los efectos desiguales;
corriendo al fuerte bárbaro derecho que los unos topaban duro acero,
la espada le escondió dentro del pecho. los otros al desnudo y blando cuero.

El viejo Villagrán, con la sangrienta Como parten la carne en los tajones


espada por los bárbaros rompiendo, con los corvos cuchillos carniceros,
mata, hiere, tropella y atormenta, y cual de fuerte hierro los planchones
a tiempo a todas partes revolviendo: baten en dura yunque los herreros;
un golpe a Nico en la cabeza asienta, así es la diferencia de los sones
el cual los turbios ojos revolviendo que forman con sus golpes los guerreros,
a tierra vino muerto; y de otro a Polo quién la carne y los huesos quebrantado,
le deja con el brazo izquierdo solo. quién templados arneses abollando.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pues Juan de Villagrán firme en la silla Y con venganza tal no satisfecho


contra Guarcondo a toda furia parte, del caso desastrado del hermano,
y la lanza le echó por la tetilla antes con nueva rabia y más despecho,
con una braza de asta a la otra parte: hiere de tal manera a Diego Cano,
el bárbaro, la cara ya amarilla, que, la barba inclinada sobre el pecho,
se arrima desmayado al baluarte; se le cayó la rienda de la mano;
dando en el suelo súbita caída, y sin ningún sentido, casi frío,
el alma vomitó por la herida. el caballo lo lleva a su albedrío.

Pero Rengo, su hermano, que en el suelo En medio de la turba embravecido


el cuerpo vio caer descolorido, esgrime en torno la ferrada maza;
cuajósele la sangre, y hecho un hielo, a cuál deja contrecho, a cuál tullido,
del súbito dolor perdió el sentido; cuál el pescuezo del caballo abraza;
mas vuelto en sí, se vuelve contra el cielo, quién se tiende en las ancas aturdido;
blasfemado el soberbio y descreído; quién, forzado, el arzón desembaraza;
y el nudoso bastón alzando en alto, que todo a su pujanza y furia insana
a Juan de Villagrán llegó de un salto. se le bate, derriba y se le allana.

Mas antes Pon con una flecha presta Por partes más de diez le iba manando
hirió al caballo en medio de la frente; la sangre, de la cual cubierto andaba;
empínase el caballo, el cuello enhiesta, pero no desfallece, antes bramando,
al freno y a la espuela inobediente; con más fuerza y rigor los golpes daba:
y entre los brazos la cabeza puesta, ligero corre acá y allá saltando,
sacude el lomo y piernas impaciente: arneses y celadas abollaba;
rendido Villagrán al duro hado, hunde las altas crestas, rompe sesos,
desocupó el arzón y ocupó el prado. muele los nervios, carne y duros huesos.

Apenas en el suelo había caído En esto un gran rumor iba creciendo


cuando la presta maza descendía de espadas, lanzas, grita y vocería,
con una extraña fuerza y un ruido, al cual confusamente, no sabiendo
que rayo o terremoto parecía; la causa, mucha gente allí acudía:
del golpe el español quedó adormido, y era un gallardo mozo que, esgrimiendo
y el bárbaro con otro revolvía, un fornido cuchillo, discurría
bajando a la cabeza de manera, por medio de las bárbaras espadas,
que sesos, ojos y alma le echó fuera. haciendo en armas cosas extremadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Venía el valiente mozo belicoso A Colca de los hombros arrebata


de una furia diabólica movido, la cabeza de un tajo, y luego tiende
el rostro fiero, sucio y polvoroso, la espada hacia Maulén, señor de Itata,
lleno de sangre y de sudor teñido, y de alto a bajo de un revés le hiende:
como el potente Marte sanguinoso, lanzas, hachas y mazas desbarata,
cuando de furor bélico encendido, que todo el pueblo bárbaro le ofende.
bate el ferrado escudo de Vulcano, Llevando muchos tiros enclavados
blandiendo la asta en la derecha mano. en los pechos, espaldas y en los lados.

Con un diestro y prestísimo gobierno Como la osa valiente perseguida,


el pesado cuchillo rodeaba, cuando le van monteros dando caza,
y a Cron, como si fuera junco tierno, que con rabia y dolor de la herida
en dos partes de un golpe lo tajaba: los nudosos venablos despedaza:
tras este al diestro Pon envía al infierno, y furiosa, impaciente, embravecida,
y tras de Pon a Lauco despachaba: la senda y callejón desembaraza,
no hallando defensa en armadura, que los heridos perros lastimados
descuartiza, desmiembra y desfigura. le dan ancho lugar escarmentados;

Llamábase este Andrea, que en grandeza de la misma manera el fiero Andrea,


y proporción de cuerpo era gigante, cercado de los bárbaros venía,
de estirpe humilde, y su naturaleza pero de tal manera se rodea,
era arriba de Génova al Levante: que gran camino con la espada abría:
pues con aquella fuerza y ligereza crece el hervor, la grita y la pelea,
a los robustos miembros semejante, tanto que la más gente allí acudía;
el gran cuchillo esgrime de tal suerte, he aquí a Rengo también ensangrentado
que a todos los que alcanza da la muerte. que llega a la sazón por aquel lado.

De un tiro a Guaticol por la cintura Y como dos mastines rodeados


le divide en dos trozos en la arena, de gozques importunos, que, en llegando
y de otro al desdichado Quilacura a verse, con los cerros erizados
limpio el derecho muslo le cercena: se van el uno al otro regañando:
pues de golpes así de esta hechura así los dos guerreros señalados,
la gran plaza de muertos deja llena, las inhumanas armas levantando,
que su espada a ninguno allí perdona, se vienen a herir... Pero el combate
y unos cuerpos sobre otros amontona. quiero que al otro canto se dilate.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XV Quíselo aquí dejar, considerado


ser escritura larga y trabajosa,
En este quinceno y último canto se acaba la batalla en la cual fueron muertos por ir a la verdad tan arrimado
todos los araucanos, sin querer alguno de ellos rendirse. Y se cuenta la nave- y haber de tratar siempre de una cosa;
gación que las naos del Perú hicieron hasta llegar a Chile; y la grande tormenta que no hay tan dulce estilo y delicado,
que entre el río Maule y el puerto de la Concepción pasaron. ni pluma tan cortada y sonorosa,
que en un largo discurso no se estrague,
ni gusto que un manjar no le empalague.
¿Qué cosa puede haber sin amor buena? Que si a mi discreción dado me fuera
¿Qué verso sin amor dará contento? salir al campo y escoger las flores,
¿Dónde jamás se ha visto rica vena quizá el cansado gusto removiera
que no tenga de amor el nacimiento? la usada variedad de los sabores:
No se puede llamar materia llena pues como otros han hecho, yo pudiera
la que de amor no tiene el fundamento; entretejer mil fábulas y amores;
los contentos, los gustos, los cuidados, mas, ya que tan adentro estoy metido,
son, si no son de amor, como pintados. habré de proseguir lo prometido.

Amor de un juicio rústico y grosero Al lombardo dejé y al araucano


rompe la dura y áspera corteza; donde la guerra andaba más trabada,
produce ingenio y gusto verdadero, que vienen a juntarse mano a mano,
y pone cualquier cosa en más fineza: la espada alta y la maza levantada:
Dante, Ariosto, Petrarca y el Ibero, de malla está cubierto el italiano,
amor los trujo a tanta delgadeza; el indio la persona desarmada,
que la lengua más rica y más copiosa, y así como más suelto y más ligero,
si no trata de amor, es disgustosa. en descargar el golpe fue el primero.

Pues yo, de amor desnudo y ornamento, El membrudo italiano, como vido


con un inculto ingenio y rudo estilo, la maza y el rigor con que bajaba,
¿cómo he tenido tanto atrevimiento, alzó el escudo en alto, y recogido
que me ponga al rigor del crudo filo? debajo de él, el golpe reparaba:
Pero mi celo bueno y sano intento, por medio el fuerte escudo fue rompido,
esto me hace a mí añudar el hilo, y en modo la cabeza le cargaba,
que ya con el temor cortado había, que, batiendo los dientes, vio en el suelo
pensando remediar esta osadía. las estrellas más mínimas del cielo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El brazo descargó, que alto tenía, El araucano con mañoso brío,


sobre el valiente bárbaro el lombardo, baja la maza, firme lo esperaba,
pensando que dos piezas le haría, mas el cuerpo hurtó con un desvío
según era del ánimo gallardo: al tiempo que el cuchillo derribaba:
pero Rengo, que punto no perdía, así que el brazo y golpe dio en vacío,
como una onza ligera y suelto pardo, y de la fuerza inmensa que llevaba,
un presto salto dio a la diestra mano, el gran cuchillo sustentar no pudo,
de suerte que el cuchillo bajó en vano. quedando allí con solo medio escudo.

Tras esto el diestro bárbaro rodea Pues como tal lo vio, suelta la maza,
la poderosa maza, de manera cerrando el presto bárbaro de hecho,
que acertarle de lleno, no al Andrea, y cuerpo a cuerpo así con él se abraza,
pero un duro peñasco deshiciera. que le imprime las mallas en el pecho;
Igual andaba entre ellos la pelea, no por esto el lombardo se embaraza,
aunque temo yo a Rengo a la primera mas piensa de él así haber más derecho,
vez que el cuchillo baje, si le halla, y con brazos durísimos lo aferra,
que habrá fin con su muerte la batalla. creyendo levantarlo de la tierra.

Mas con destreza y gran reportamiento, Lo que el valiente Alcides hizo a Anteo
desnudo de armas y de esfuerzo armado, quiso el nuestro hacer del araucano;
entra, sale y revuelve como el viento, mas no salió fortuna a su deseo,
que en maña y ligereza era extremado: y así el deseado efecto salió en vano:
hace siempre su golpe, y al momento que el esforzado Rengo de un rodeo
le halla el enemigo así apartado, lo lleva largo trecho por el llano,
que aunque el cuchillo de dos brazas fuera, sobre los cuerpos muertos tropezando,
alcanzar a herirle no pudiera. siempre con más furor sobre él cargando.

Mil golpes por el aire arroja en vano Andrea, de empacho ardiendo en rabia viva,
el furioso italiano embravecido, sintiéndose de un hombre así apurado,
viendo cómo desnudo un araucano firme en el suelo con los pies estriba,
y él armado, le tiene en tal partido: cobrando esfuerzo del honor sacado,
la izquierda junta a la derecha mano, y de manera sobre Rengo arriba
y apretando la espada, de corrido que de tierra lo lleva levantado,
al bárbaro arremete, altos los brazos, que era de fuerza grande y de gran prueba,
pensando dividirle en dos pedazos. bastante a comportar la carga nueva.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Yo vi, entre muchos jóvenes valientes A Rengo aquí también sobrepujaba,


sobre pruebas de fuerza porfiando, que no fue de su fuerza menor prueba;
trabar él una cuerda con los dientes, pero Rengo, que en ira se abrazaba,
asiendo cuatro de ella, y estribando viendo que sin firmarse alto lo lleva,
todos a un tiempo a parte diferentes, hizo por fuerza pie y sobre él tornaba,
a su pesar llevarlos arrastrando; sacando la vergüenza fuerza nueva;
y de solos los dientes se valía, pero al cabo los dos se desasieron,
que las manos atrás presas tenía. y otra vez a las armas acudieron.

Y con facilidad y poca pena, Y comienzan de nuevo el fiero asalto


la mayor bota o pipa que hallaba, como si descansaran todo el día,
capaz de veinte arrobas, de agua llena, ora presto por bajo, ora por alto,
de tierra un codo y más la levantaba; sin miedo el uno al otro acometía:
y suspendida sin verter, serena, Rengo, que de armadura estaba falto,
la sed por largo espacio mitigaba, con tal destreza y maña se regía,
bajándola después al suelo llano que sostiene en un peso aquella guerra,
como si fuera un cántaro liviano. no perdiendo una mínima de tierra.

Aconteció otras veces, barqueando Con presteza una vez tal golpe asienta
ríos en esta tierra caudalosos, al valiente cristiano por un lado,
ir la corriente el ímpetu esforzando que toda la persona le atormenta,
a desbravar en riscos peñascosos, según que fue de fuerza muy cargado:
arrebatando el barco, no bastando otro redobla, y otro, y a mi cuenta
la fuerza de los remos presurosos, al cuarto, que bajaba más pesado,
y él, cubierto de malla como estaba, el astuto italiano se desvía,
luego animoso al agua se arrojaba; y de una punta al bárbaro hería.

y una cuerda en la boca, revolviendo La espada le atraviesa el brazo fuerte


al furioso raudal el duro pecho, abriéndole en el lado una herida;
los pies y fuertes brazos sacudiendo, mas fue tal su ventura y diestra suerte
rompía por la canal casi derecho, que no le privó el golpe de la vida:
remolcando la barca y resistiendo el bárbaro en ponzoña se convierte,
el ímpetu del agua, del estrecho y con braveza fuera de medida,
la sacaba a la orilla en salvamento, con el fiero enemigo fue en un punto,
haciendo otras mil cosas que no cuento. descargando la maza todo junto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El italiano en alto el medio escudo Fue este golpe terrible y peligroso,


alzó, por recoger el golpe extraño; por do una roja fuente manó luego,
pero del todo resistir no pudo, y anduvo por caer Rengo dudoso,
aunque se reparó parte del daño; atónito y de sangre casi ciego:
batiole la cabeza el golpe crudo, el italiano allí no perezoso,
y cual si el morrión fuera de estaño viendo que no era tiempo de sosiego,
y no de fuerte pasta bien templado, baja otra vez el gran cuchillo agudo
así de aquella vez quedó abollado. con todo aquel vigor que dalle pudo.

Dos o tres pasos dio desvanecido En medio de la frente en descubierto


del golpe el italiano, vacilando, hiere al turbado Rengo el italiano,
perdida la memoria y el sentido, y hubiérale de arriba a abajo abierto,
y anduvo por caer titubeando: si no torciera al descargar la mano:
la sangre por el uno y otro oído el golpe fue de llano y como muerto
le reventó en gran flujo, como cuando vino al suelo tendido el araucano;
revienta de abundancia alguna fuente, y el cuchillo del golpe atormentado
y en pie se tuvo bien difícilmente. por tres o cuatro partes fue quebrado.

Pero vuelto en su acuerdo, que se mira Crino, que volvió el rostro al gran ruido
lleno de sangre y puesto en tal estado, del poderoso golpe y la caída,
más furioso que nunca, ardiendo en ira viendo al valiente Rengo así tendido,
de verse así de un bárbaro tratado, pensó que era pasado de esta vida:
el brazo con el pie diestro retira y, de amistad y deudo conmovido,
para tomar más fuerza, y el pesado la espada de su propio amo homicida,
cuchillo derribó con tal ruido que en Penco Tucapel ganado había,
que revocó en los montes del sonido. en venganza del bárbaro esgrimía.

Rengo, que el gran cuchillo bajar siente Pasa al Andrea de un golpe el estofado
y el ímpetu y furor con que venía, no reparando en él la cruda espada,
cruzando la alta maza osadamente, que, rompiendo la malla por el lado,
al reparo debajo se metía: le penetró hasta el hueso la estocada:
no fue la asta defensa suficiente vuelve con un mandoble, y recatado
por más barras de acero que tenía, Andrea, viendo venir la cuchillada,
que a tierra vino de ella una gran pieza, fue tan presto con él por resistirle,
y el furioso cuchillo a la cabeza. que no le dejó tiempo de herirle.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Sin darle más lugar, con él se aferra, Gabriel de Villagrán no estaba ocioso,
donde en satisfacción de la herida, que a Cinga y a Pillolco había tendido,
alzándole bien alto de la tierra, y andaba revolviéndose animoso
de espaldas le tendió con gran caída; entre los hierros bárbaros metido.
y por dar presto fin a aquella guerra El rumor de las armas sonoroso,
la espada le quitó y luego la vida; los varios apellidos y el ruido,
metiéndose tras esto por la parte a las aves confusas y turbadas
que andaba más sangriento el fiero Marte. hacen estar mirándolas paradas.

Hiende por do el montón ve más estrecho; Crece la rabia y el furor se enciende,


¡triste de aquel que allí con él se junta! la gente por juntarse se apiñaba,
Uno parte al través, otro al derecho, que ya ninguno más lugar pretende
otro al sesgo, otro ensarta de una punta; del que para morir en pie bastaba:
otros que tiende, aun no bien satisfecho, Quién corta, quién barrena, rompe, hiende;
a coces los quebranta y descoyunta: y era el estrecho tal y priesa brava,
brazos, cabezas por el aire avienta que, sin caer los muertos, de apretados
sin término, sin número, ni cuenta. quedaban a los vivos arrimados.

El buen Lasarte con la diestra airada La soberbia, furor, desdén, denuedo,


en medio del furor se desenvuelve, la priesa de los golpes y dureza,
pasa el pecho a Talcuen de una estocada, figurarla del todo aquí no puedo
y sobre Titaguan furioso vuelve: ni la pluma llevar con tal presteza:
abriole la cabeza de esarmada; De la muerte ninguno tiene miedo,
mas el rabioso bárbaro revuelve, antes, si vuelve el rostro, más tristeza
y antes que la alma diese, le da un tajo, mostraban, porque claro conocían
que se tuvo al arzón con gran trabajo. que vencidos quedaban si vivían.

Pacheco a Norpa abrió por el costado, Mas aunque de vivir desconfiaban,


y a Longoval derriba tras él, muerto: perdida de vencer ya la esperanza,
pues Juan Gómez también por aquel lado, el punto de la muerte dilataban
de fresca sangre bárbara cubierto, por morir con alguna más venganza:
había de un golpe a Colca derribado y no por esto el paso retiraban,
y a Galvo el de esarmado vientre abierto: ni el pecho rehusaban de la lanza,
el bárbaro mortal, la color vuelta, si por mover un paso, como digo,
dio en el postrer suspiro la alma envuelta. dejasen de ofender al enemigo.

316 317
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cuatro aquí, seis allí, por todos lados Los ojos contra el cielo vueltos braman,
vienen sin detenerse a tierra muertos, «¡morir! ¡morir!», no dicen otra cosa,
unos de mil heridas desangrados, morir quieren, y así la muerte llaman
de la cabeza al pecho otros abiertos; gritando: «¡afuera vida vergonzosa!»
otros por las espadas y costados Ésta fue su respuesta y esto claman;
los bravos corazones descubiertos, y a dar fin a la guerra sanguinosa
así dentro en los pechos palpitaban, se disponen con ánimo y braveza,
que bien el gran coraje declaraban. sacando nuevas fuerzas de flaqueza.

Quién en sus mismas tripas tropezando Espaldas con espaldas se juntaban,


al odioso enemigo arremetía, algunos de rodillas combatiendo,
quién por veinte heridas resollando que las tullidas piernas les faltaban,
las cubiertas entrañas descubría: sostenerse sobre ellas no pudiendo:
allí se vio la vida estar dudando y aun así las espadas rodeaban;
por qué puerta de súbito saldría; otros, que ya en el suelo retorciendo
al fin salía por todas y a un momento se andaban, por dañar lo que podían
faltaba fuerza, vida, sangre, aliento. a los contrarios pies se revolvían.

Ya pues, no estaba en pie la octava parte Viéranse vivos cuerpos desmembrados


de los bárbaros muertos, no rendidos; con la furiosa muerte porfiando,
Villagrán, que miraba esto de aparte, en el lodo y sangraza derribados,
viendo los que quedaban tan heridos, que rabiosos se andaban revolcando:
les envió dos indios de su parte de la suerte que vemos los pescados
a decir que se entreguen por vencidos cuando se va algún lago desaguando,
sometiéndose al yugo y obediencia, que entre dos elementos se estremecen,
y que usará con ellos de clemencia. y en ellos revolcándose perecen.

Todos los españoles retrajeron Si el crudo Sila, si Nerón sangriento,


las espadas y el paso en el momento, (por más sed que de sangre ellos mostraran),
y los dos mensajeros propusieron de ella vieran aquí el derramamiento,
el pacto, condición y ofrecimiento; yo tengo para mí que se hartaran,
pero los araucanos, cuando oyeron pues con mayor rigor, a su contento
aquel partido infame, el corrimiento en viva sangre humana se bañaran,
fue tanto y su coraje, que respuesta que en Campo Marcio Sila carnicero,
no dieron a la plática propuesta. y en el foro de Roma el bestial Nero.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Quedaron por igual todos tendidos »Cobarde corazón, por cierto indigno
aquellos que rendir no se quisieron, de algún golpe de espada valerosa,
que ya al fin de la vida conducidos, pues fue por elección y no destino
a la forzosa muerte se rindieron: perder una sazón tan venturosa;
los lasos españoles mal heridos tú me apartaste, ¡oh flaco! del camino
de la cercada plaza se salieron, de un eterno vivir, y a vergonzosa
de armas y cuerpos bárbaros tan llena, muerte he venido ya con mengua tuya,
que sobre ellos andaban a gran pena. por más que la mi diestra lo rehúya.

Ningún bárbaro en pie quedó en el fuerte »Si a mi sangre con esta del estado
ni brazo que mover pudiese espada; mezclarse aquí le fuere concedido,
solo Mallén, que al punto de la muerte viendo mi cuerpo entre éstos arrojado,
le dio de vivir gana acelerada: aunque de brazo débil ofendido,
y rendido al temor y baja suerte, quizá seré en el número contado
viéndose de una fiera cuchillada de los que así su patria han defendido:
en el siniestro brazo mal herido, mas, ¡ay triste de mí!, que en la herida
detrás de un paredón se había escondido. será mi flaca mano conocida.

No sintiendo el rumor que antes se oía, »¿Qué indicios bastarán, qué recompensa,
que en torno retumbaba todo el llano, qué enmienda puedo dar de parte mía,
que, como dije, ya la muerte había que yo satisfacer pueda a la ofensa
puesto silencio con airada mano; hecha a mi honor y patria y compañía?
dejó aquel paredón, y a ver salía Yo turbo el claro honor y fama inmensa
si hallaba por allí algún araucano, de tantos, pues podrán decir que había
a quien se encomendar que le salvase, entre ellos quien de miedo, bajamente,
y la sensible llaga le apretase. del enemigo apenas vio la frente.

Mas cuando vio la plaza cuál estaba, «¿Por qué al temor doy fuerzas dilatando
y en sus amigos tal carnicería, con prolijas razones mi jornada?
que aunque la muerte los desfiguraba, Arrepentirme ¿qué aprovecha cuando
la envidia conocidos los hacía; ya el arrepentimiento vale nada?»
con ira vergonzosa, presentaba Aquí cerró la voz, y no dudando
la espalda al corazón, y así decía: entrega el cuello a la homicida espada:
«¡cómo! ¿yo solo quedo por testigo corriendo con presteza el crudo filo,
de la muerte y valor de tanto amigo? sin sazón de la vida cortó el hilo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cese el furor del fiero Marte airado, Menguan allí las aguas, crece el día
y descansen un poco las espadas, al revés de la Europa, porque es cuando
entretanto que vuelvo al comenzado el Sol del Equinoccio se desvía,
camino de las naves derramadas: y al Capricornio más se va acercando.
que contra el recio Noto porfiado, Pues desde allí las naves, que a porfía
de Neptuno las olas levantadas, corren, al mar y al Austro contrastando,
proejando por fuerza iban rompiendo, de Bóreas ayudadas luego fueron,
del viento y agua el ímpetu venciendo. y en el puerto coquímbico surgieron.

Por entre aquellas islas navegaron Apenas en la deseada arena,


de Sangallán, do nunca habita gente, salidos de las naos el pie firmamos,
y las otras ignotas se dejaron cuando el prolijo mar, peligro y pena
a la diestra de parte del Poniente; de tan largos caminos olvidamos:
a Chaule a la siniestra, y arribaron y a la nueva ciudad de La Serena,
en Arica, y después difícilmente que es dos leguas del puerto, caminamos
vimos a Copiapó, valle primero en lozanos caballos guarnecidos,
del distrito de Chile verdadero. al esperado tiempo prevenidos:

Allí con libertad soplan los vientos, Donde un caricioso acogimiento


de sus cavernas cóncavas saliendo, a todos nos hicieron y hospedaje,
y furiosos, indómitos, violentos, estimando con grato cumplimiento
todo aquel ancho mar van discurriendo: el socorro y larguísimo viaje,
rompiendo la prisión y mandamientos y de dulce refresco y bastimento
de Eolo su rey, el cual temiendo al punto se aprestó el matalotaje,
que el mundo no arruinen, los encierra con que se reparó la hambrienta armada,
echándoles encima una gran sierra. del largo navegar necesitada.

No con esto su furia corregida, A la gente y caballos aguardaban,


viéndose en sus cavernas apremiados, que, por áspera tierra y despoblados
buscan con gran estruendo la salida rompiendo, con esfuerzo caminaban,
por los huecos y cóncavos cerrados: de hambres y trabajos fatigados;
y así la firme tierra removida pero a cualquier fortuna contrastaban,
tiembla, y hay terremotos tan usados, y desde poco a la ciudad llegados,
derribando en los pueblos y montañas un mes en mucho vicio reposaron
hombres, ganados, casas y cabañas. hasta que los caballos reformaron.

322 323
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Al fin del cual, sin esperar la flota, Bóreas furioso aquí tomó la mano
reparados del áspero camino, con presurosos soplos esforzados,
toman de su demanda la derrota, y súbito en el mar tranquilo y llano
llevando a la derecha el mar vecino: se alzaron grandes montes y collados:
pasan la fértil Ligua y a Quillota los españoles, que el furor insano
la dejaron a un lado, que convino vieron del agua y viento, atribulados
entrar en Mapochó, que es do pararon tomaron por partido estar en tierra,
las reliquias de Penco que escaparon. aunque del todo hubiera fin la guerra.

El sol del común Géminis salía


trayendo nuevo tiempo a los mortales, De mi nave podré solo dar cuenta,
y del Solsticio por Zenit hería que era la capitana de la armada,
las partes y región septentrionales, que arrojada de la áspera tormenta
cuando es mayor la sombra al medio día andaba sin gobierno derramada;
por este apartamiento en las australes, pero ¿quién será aquel que en tal afrenta
y los vientos en más libre ejercicio estará tan en sí que falte en nada?
soplan con gran rigor del austral quicio. Que el general temor apoderado
no me dejó aun para esto reservado.
Nosotros, sin temor de los airados
vientos, que entonces con mayor licencia Con tal furia a la nave el viento asalta,
andan en esta parte derramados y fue tan recio y presto el terremoto,
mostrando más entera su violencia, que la cogió la vela mayor alta,
a las usadas naves retirados, y estaba en punto el mástil de ser roto:
con un alegre alarde y apariencia mas, viendo el tiempo así turbado, salta
las aferradas áncoras alzamos, diciendo a grandes voces el piloto:
y al Noroeste las velas entregamos. «¡larga la triza en banda! ¡larga! ¡larga!
Larga presto, ¡ay de mí! ¡que el viento carga!»
La mar era bonanza, el tiempo bueno,
el viento largo, fresco y favorable, La braveza del mar, el recio viento
desocupado el cielo y muy sereno, el clamor, alboroto, las promesas,
con muestra y parecer de ser durable: el cerrarse la noche en un momento
seis días fuimos así; pero al seteno, de negras nubes, lóbregas y espesas;
Fortuna, que en el bien jamás fue estable, los truenos, los relámpagos sin cuento,
turbó el cielo de nubes, mudó el viento, las voces de pilotos y las priesas,
revolviendo la mar desde el asiento. hacen un son tan triste y armonía,
que parece que el mundo perecía.
Tabla de recursos
324 325
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

«¡Amaina! ¡amaina!» gritan marineros, Eolo, o ya fue acaso, o se doliendo


«¡amaina la mayor! ¡iza trinquete!» del afligido pueblo castellano,
Esfuerzan esta voz los pasajeros, iba al valiente Bóreas recogiendo,
y a la triza un gran número arremete: queriendo él encerrarle por su mano:
los otros de tropel corren ligeros y abriendo la caverna, no advirtiendo
a la escota, a la braza, al chafaldete, al Céfiro que estaba más cercano,
mas del viento la fuerza era tan brava, rotas ya las cadenas a la puerta,
que ningún aparejo gobernaba. salió bramando al mar, viéndola abierta.

Ábrese el cielo, el mar brama alterado Y con violento soplo, arrebatando


gime el soberbio viento embravecido; cuantas nubes halló por el camino,
en esto un monte de agua levantado se arroja al levantado mar, cerrando
sobre las nubes con un gran ruido más la noche con negro torbellino:
embistió el galeón por un costado, y las valientes olas reparando,
llevándolo un gran rato sumergido, que del furioso Cierzo repentino
y la gente tragó del temor fuerte iban la vía siguiendo, las airaba,
a vueltas de agua la esperada muerte. y el removido mar más alteraba.

Mas quiso Dios que de la suerte como Súbito la borrasca y travesía


la gran ballena, el cuerpo sacudiendo y un turbión de granizo sacudieron
rompe con el furioso hocico romo, por un lado a la nao, y así pendía,
de las olas el ímpetu venciendo, que al mar las altas gavias descendieron:
descubre y saca el espacioso lomo, fue la furia tan presta, que aun no había
en anchos cercos la agua revolviendo, amainado la gente; y cuando vieron
así debajo el mar salió el navío, los pilotos la costa y viento airado,
vertiendo a cada banda un grueso río. rindieron la esperanza al duro hado.

El proceloso Bóreas más crecido La nao, del mar y viento contrastada,


la mar hasta los cielos levantaba, andaba con la quilla descubierta,
y aunque era un mangle el mástil muy fornido, ya sobre sierras de agua levantada,
sobre la proa la alta gavia estaba: ya debajo del mar toda cubierta:
la gente con gran fuerza y alarido, vino en esto de viento una grupada,
en amainar la vela porfiaba, que abrió a la agua furiosa una ancha puerta,
que en forma de arco al mástil oprimía, rompiendo del trinquete la una escota,
y así la racamenta no corría. y la mura mayor fue casi rota.
Interactivo
Tabla de recursos
326 327
Alonso de Ercilla Zuñiga

Alzóse un alarido entre la gente,


pensando haber del todo zozobrado,
miran al gran piloto atentamente,
que no sabe mandar de atribulado:
unos dicen «¡Zaborda!»; otros «¡Detente;
cierra el timón en banda!», y cuál turbado
buscaba escotillón, tabla o madero, Parte Segunda
para tentar el medio postrimero. Prólogo al lector
Crece el miedo, el clamor se multiplica,
uno dice «¡A la mar!»; otro «¡Arribemos!»;
otro da grita «¡Amaina!»; otro replica;
«¡A orza, no amainar, que nos perdemos!»; Por haber prometido de proseguir esta historia, no con poca dificultad y pe-
otro dice «¡Herramientas, pica, pica! sadumbre le he continuado, y aunque esta segunda parte de La Araucana no
¡Mástiles y obras muertas derribemos!» muestra el trabajo que me cuesta, todavía quien la leyere podrá considerar el
Atónita de acá y de allá la gente, que se habrá pasado en escribir dos libros de materia tan áspera y de poca va-
corre en montón confuso diligente. riedad, pues desde el principio hasta el fin, no contiene sino una misma cosa,
y haber de caminar siempre por el rigor de una verdad y camino tan desierto y
Las gúmenas y jarcias rechinaban estéril, paréceme que no habrá gusto que no se canse de seguirme. Así, teme-
del turbulento Céfiro estiradas, roso de esto, quisiera mil veces mezclar algunas cosas diferentes; pero acordé
y las hinchadas olas rebramaban de no mudar estilo, porque lo que digo se me tomase en descuento de las fal-
en las vecinas rocas quebrantadas, tas que el libro lleva; autorizándole con escribir en él el alto principio que el
que la escura tiniebla penetraban, rey nuestro señor dio a sus obras con el asalto y entrada de San Quintín, por
y cerrazón de nubes intricadas; habernos dado aquel mismo día los araucanos en el fuerte de la Concepción.
y así en las peñas ásperas batían, Así mismo, trato el rompimiento de la batalla naval que el señor don Juan de
que blancas hasta el cielo resurtían. Austria venció en Lepanto. Y no es poco atrevimiento querer poner dos cosas
tan grandes en lugar tan humilde; pero todo lo merecen los araucanos, pues ha
Travesía era el viento y por vecina de treinta años que sustentan su opinión, sin jamás habérseles caído las armas
la brava costa de arrecifes llena, de las manos, no defendiendo grandes ciudades y riquezas, pues de su volun-
que del grande reflujo en la marina tad ellos mismos han abrasado las casas y haciendas que tenían, por no dejar
hervía la agua mezclada con la arena: de gozar al enemigo; mas solo defienden unos terrenos secos (aunque muchas
rota la escota, larga la bolina, veces humedecidos con nuestra sangre) y campos incultos y pedregosos. Y,
suelto el trinquete, sin calar la entena siempre permaneciendo en su firme propósito y entereza, dan materia larga a
y la poca esperanza quebrantada los escritores. Yo dejo mucho, y aun lo más principal por escribir, para el que
por el furioso viento arrebatada. quisiere tomar el trabajo de hacerlo, que el mío lo doy por bien empleado, si
se recibe con la voluntad que a todos lo ofrezco.
Índice

328 329
La Araucana

Galería Canto XVI


En este canto se acaba la tormenta. Contienese la entrada de los españoles en
el puerto de la concepción e isla de Talcahuano; el consejo general que los
indios en el valle de Ongolmo tuvieron; la diferencia que entre Petegulen y
Tucapel hubo, así mismo el acuerdo que sobre ella se tomó.
Indígenas araucanos chilenos
Observa la siguiente galería de imágenes.
Salga mi trabajada voz y rompa
el son confuso y mísero lamento
con eficacia y fuerza, que interrompa
el celeste y terrestre movimiento;
la fama, con sonora y clara trompa,
dando más furia a mi cansado aliento,
derrame en todo el orbe de la tierra
las armas, el furor y nueva guerra.

Dadme, ¡oh sacro Señor!, favor, que creo


que es lo que más aquí puede ayudarme,
pues en tan gran peligro yo no veo
sino nuestra fortuna en que salvarme;
mirad dónde me ha puesto el buen deseo;
favoreced mi voz con escucharme,
que luego el bravo mar, viéndoos atento,
aplacará su furia y movimiento.

Y a vuestra nave, el rostro revolviendo,


la socorred en este grande aprieto,
Los araucanos o indios mapuches eran guerreros por ancestral que, si decirse es lícito, yo entiendo
herencia, bárbaros, fieros, sangrientos, valientes; estaban que a vuestra voluntad todo es sujeto;
acostumbrados a dar leyes y mandar. Conocían las ciénagas, las aunque el soberbio mar, contraviniendo
lagunas, los pantanos, y los espesos montes chilenos. de los hados el áspero decreto,
arrancando las peñas de su suelo,
mezcle sus altas olas con el cielo.

Tabla de recursos
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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Espero que la rota nave mía


ha de arribar al puerto deseado,
a pesar de los hados y porfía
del contrapuesto mar y viento airado;
que procuran así impedir la vía
y diferir el término llegado
en que la antigua causa tan reñida
por vuestra parte había de ser vencida.
Los cuatro poderosos elementos,
contra la flaca nave conjurados,
traspasando sus términos y asientos,
iban del todo ya desordenados,
indómitos, airados y violentos,
removidos, revueltos y mezclados,
en su antigua discordia y fuerza entera,
como en el caos y confusión primera.

Pues de tantos contrarios combatida,


El uno con el otro se atraviesa,
la quebrantada nave, forcejeando,
y así, turbado del temor, se impide;
iba casi de un lado sumergida,
quién a públicas voces se confiesa
las poderosas olas contrastando;
y a Dios perdón de sus errores pide;
mas ya el furioso viento y mar rendida,
quién hace voto expreso, quién promesa,
sin poder resistir, se va acercando
quién de la ausente madre se despide,
a los yertos peñascos levantados,
haciendo el gran temor siempre mayores
de las violentas olas azotados.
los lamentos, plegarias y clamores.
Con la congoja del morir presente,
Por otra parte el cielo riguroso
las voces y las lástimas crecían,
del todo parecía venir al suelo,
que llevadas del Céfiro inclemente,
y el levantado mar tempestuoso
lejos las rocas cóncavas herían
con soberbia hinchazón subir al cielo.
pilotos, marineros y la gente,
¿Qué es esto, Eterno Padre poderoso?
como locos, sin orden discurrían.
¿Tanto importa anegar un navichuelo,
Unos dicen: “¡Alarga!” Y otros: “¡Iza!”
que el mar, el viento y cielo, de tal modo,
Quién por ir a la escota va a la triza.
pongan su fuerza extrema y poder todo?

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No la barca de Amiclas asaltada La vela se fijó y, en el momento,


fue del viento y del mar con tal porfía, gobernó el galeón rumbo derecho
que, aunque de leños frágiles armada, y a despecho del mar y recio viento,
el peso y ser del mundo sostenía; botando a orza el timón salió al lebecho:
ni la nave de Ulises, ni la armada fue tanto nuestro súbito contento,
que de Troya escapó el último día, que el temeroso inadvertido pecho
vieron con tal furor el viento airado, pudo sufrir difícilmente a un punto
ni el removido mar tan levantado. el extremo de pena y gozo junto.

La confianza y ánimo más fuerte Luego, pues que la súbita alegría,


al temor se entregaban importuno, lanzó fuera al temor desconfiado
que la espantosa imagen de la muerte y a su lugar volvió la sangre fría
se le imprimió en el rostro a cada uno; que había los miembros ya desamparado;
del todo ya rendidos a su suerte, la esforzada y contrita compañía,
sin esperanza de remedio alguno, el rostro al cielo en lágrimas bañado,
el gobierno dejaban a los hados, con oración devota y sacrificio
corriendo acá y allá desatinados. dio las gracias a Dios del beneficio.

Cuando un golpe de mar incontrastable, Mas el hinchado mar embravecido,


bramando en un turbión de viento envuelto, y el indómito viento rebramando,
rompió de la gran mura un grueso cable, al bajel acometen con ruido,
cubriendo el galeón ya todo vuelto; en vano, aunque se esfuerza, porfiando;
pero aquí sucedió un caso notable, que la fortuna de Felipe asido
y fue que el puño del trinquete suelto, a jorro le llevaba remolcando
trabó del gran vaivén a la pasada sobre las altas olas espumosas,
en un diente de la áncora amarrada. aun de anegar los cielos deseosas.

Y cual si fuera estaca mal asida En esto la cerrada niebla oscura


la arranca de su asiento y la arrebata, por el furioso viento derramada,
y acá y allá del viento sacudida descubrimos al Este la Herradura
todo lo abate, rompe y desbarata; y al Sur la isla de Talca levantada;
mas Dios, que de los suyos no se olvida reconocida ya nuestra ventura,
(aunque a veces su favor dilata), y la araucana tierra deseada,
hizo que en el bauprés dichosamente viendo el morro de Penco descubierto,
el áncora aferrase el corvo diente. arribamos a popa sobre el puerto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El cual está amparado de una isleta Con recobrado aliento y nuevo brío
que resiste al furor del Norte airado, corrimos al batel, de la manera
y los continuos golpes de mareta que si lejos de tierra, en un bajío,
que le baten furiosos de aquel lado: encallada la nave ya estuviera
la corva y larga punta una caleta y por los anchos lados el navío
hace, y seno tranquilo y sosegado, sus dos grandes bateles echó fuera,
do las cansadas naves, como digo, en los cuales saltamos tanta gente,
hallan seguro albergue y dulce abrigo. cuanta pudo caber estrechamente.

La nave sin gobierno destrozada No es poético adorno fabuloso,


surgió al alto reparo de una sierra, mas cierta historia y verdadero cuento,
en gruesa amarra y áncora afirmada, ora fuese algún caso prodigioso,
que con tenace diente aferró tierra; o extraño agüero y triste anunciamiento;
apenas la alta vela fue amainada, ora violencia de astro riguroso,
cuando el alegre estruendo de la guerra ora inusado y rapto movimiento,
nos extendió (tocando en los oídos) ora el andar el mundo (y es más cierto),
los ánimos y nervios encogidos. fuera de todo término y concierto.

La isleta es habitada de una gente Que el viento ya calmaba, y, en poniendo


esforzado, robusta y belicosa, el pie los españoles en el suelo,
la cual, viendo una nave solamente cayó un rayo de súbito volviendo
venida allí por suerte venturosa, en viva llama aquel nudoso velo,
gritando: “¡Guerra! ¡Guerra!”, alegremente y en forma de lagarto discurriendo
toma las fieras armas y, furiosa, se vio hender una cometa el cielo;
con gran rebato y prisa repentina, el mar bramó, y la tierra, resentida
corre en tropel confuso a la marina. del gran peso, gimió como oprimida.

En la falda de un áspero recuesto Cortó súbito allí un temor helado


en formado escuadrón se representa, la fuerza a los turbados naturales,
y nosotros, con ánimo dispuesto por siniestro pronóstico tomado
a cualquiera peligro y grande afrenta, de su ruina y venideros males,
arremetimos a las armas presto, viendo aquel movimiento desusado
que el trabajo pasado y la tormenta y los prodigios tristes y señales
nos hizo a todos estimar en nada que su destrozo y pérdida anunciaban
cualquiera otro peligro y gran jornada. y a perpetua opresión amenazaban.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De esto medrosos aguardar no osaron, Pero que si quisiesen convertirse


que soltando las armas ya rendidas, a la cristiana ley que antes tenían
del cerrado escuadrón se derramaron, y a la fe quebrantada reducirse,
procurando salvar las tristes vidas; que al grande Carlos Quinto dado habían,
el patrio nido al fin desampararon, en todas las más cosas convertirse
y con mujeres, hijos y comidas, a su provecho y cómo podrían,
por secretos caminos y senderos haciéndoles con prendas, firme y cierto
se escaparon en balsas y maderos. cualquier partido lícito y concierto.

Luego los nuestros, sin parar corriendo, Luego los instrumentos convenientes
las casas yermas, chozas y moradas al uso militar y a la vivienda,
iban en todas partes descubriendo, sacamos en las partes competentes,
las rústicas viandas levantadas; que no hay quien lo impida, ni defienda;
y con gran diligencia previniendo donde todos a un tiempo diligentes,
los caminos, las sendas y paradas, cuál arma un pabellón, cuál toldo o tienda,
por cavernas y espesos matorrales, quién fuego enciende y en el casco usado
buscaban los ausentes naturales. tuesta el húmedo trigo mareado.

Donde en breve sazón fueron hallados La negra noche horrenda y espantosa,


algunos pobres indios escondidos, cubriendo tierra y mar cayó del cielo,
otros en poblezuelos salteados, dejando antes de tiempo presurosa,
que aun no estaban del miedo apercibidos; envuelto el mundo en tenebroso vuelo;
mas con buen tratamiento asegurados, no quedó pabellón, tienda ni cosa
dándoles jotas, llautos y vestidos que el viento allí no la abatiese al suelo,
y palabras de amor los aquietaban, pareciendo con nuevo movimiento
y a sus casas de paz los enviaban. desencajar la isleta de su asiento.

Dándoles a entender que nuestro intento Hasta que el tardo y deseado día
y causa principal de la jornada las nubes desterró y dejó sereno
era la religión y salvamento el cielo, revistiendo de alegría
de la rebelde gente bautizada; el aire oscuro y húmedo terreno;
que en desprecio del Santo Sacramento, luego la trabajada compañía,
la recibida ley y fe jurada, conociendo el instable tiempo bueno,
habían pérfidamente quebrantado procura reparar con diligencia
y las armas ilícitas tomado. del riguroso invierno la violencia.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Unos prestos destechan los pajizos Sintióse en el Estado la estampida


albergues de los indios ausentados; y algunos tan atónitos quedaron,
otros con tablas, ramas y carrizos, que la dura cerviz, nunca oprimida,
al nuevo alojamiento van cargados sobre los yertos pechos inclinaron;
y sobre troncos de árboles rollizos, así avisados ya de la venida
en las hondas arenas afirmados, los instrumentos bélicos tocaron,
gran número de ranchos levantamos descosiendo por todas las riberas
y, en breve espacio, un pueblo fabricamos. sus lucidos pendones y banderas.
Del modo que se ven los pajarillos
de la necesidad misma instruidos, En el valle de Ongolmo congregados
por techos y apartados rinconcillos los dieciséis caciques araucanos
tejer y fabricar los pobres nidos: y algunos capitanes señalados
que de pajas, de plumas y ramillos de los interesados comarcanos,
van y vienen los picos impedidos, todos en general deliberados
así en el yermo y descubierto asiento de venir con nosotros a las manos;
fabrica cada cual su alojamiento. sobre el lugar, el tiempo y aparejo,
entraron los caciques en consejo.
Ya que todos, Señor, nos alojamos
en el húmedo sitio pantanoso, Rengo también con ellos, que admitido
y con industria y arte reparamos fue al consejo de guerra por valiente,
la furia del invierno riguroso, que, si ya os acordáis, quedó aturdido
las necesarias armas aprestamos, en Mataquito entre la muerta gente:
soltando con estrépito espantoso pero volvió después de su sentido
la gruesa y reforzada artillería, y al cabo se escapó dichosamente;
que en torno, tierra y mar temblar hacía. que, aunque falto de sangre, tuvo suerte
contra la furia de la airada muerte.
En las remotas bárbaras naciones,
el grande estruendo y novedad sintieron; Caupolicán, en medio de ellos puesto,
pacos, vicuñas, tigres y leones a todos con los ojos rodeando,
acá y allá medrosos discurrieron; que, con silencio y ánimo dispuesto,
los delfines, nereidas y tritones estaban sus razones aguardando;
en sus hondas cavernas se escondieron, con sesgo pecho y con sereno gesto,
deteniendo confusos sus corrientes la voz en tono grave levantando,
los presurosos ríos y las fuentes. rompió el mudo silencio y echó fuera
la soberbia intención de esta manera:

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Esforzados varones, ya es venido A la plática fin con esto puso,


(según vemos las muestras y señales) y el buen Peteguelén, viejo severo,
aquel felice tiempo prometido por más antiguo su razón propuso,
en que habemos de hacernos inmortales; como soldado y sabio consejero,
que la Fortuna próspera ha traído diciendo-. “¡Oh capitanes!, no rehusó
de las últimas partes orientales de derramar mi sangre yo el primero,
tantas gentes en una compañía que, aunque por mi vejez parezca helada,
para que la venzáis en solo un día. en el pecho me hierve alborotada.

“Y a costa y precio de su sangre y vidas “Pero sola una cosa me detiene,


del todo eternicéis vuestras espadas, haciéndome dudar el rompimiento,
y nuestras viejas leyes oprimidas y es la cierta noticia que se tiene
sean en su libre fuerza restauradas; que es mucha gente y mucho el regimiento;
que por remotos reinos extendidas así que claro vemos que conviene
han de ser inviolables y sagradas, gran resistencia y grande movimiento;
viviendo en igualdad debajo de ellas, que siempre de estimar poco las cosas,
cuantos viven debajo las estrellas. suceden las dolencias peligrosas.

“Y pues que con tan loco pensamiento “Que pues el sitio y puesto que han tomado
estas gentes se os han desvergonzado, es por natura fuerte y recogido,
y en vuestra tierra y defendido asiento del mar y altos peñascos rodeado,
las banderas tendidas han entrado, por todas partes libre y defendido;
es bien que el insolente atrevimiento será de más provecho y acertado
quede con nuevo ejemplo castigado, que a su plática y trato deis oídos,
antes que, dando cuerda a su esperanza y que no se les niegue y contradiga,
les dé fuerza y consejo la tardanza. pues que solo el oír a nadie obliga.

“Así, en resolución, me determino “Que no podrá dañar, y en el comedio


(si, señores, también os pareciere) podréis apercibir y juntar gente,
que demos con asalto repentino y en secreto aprestar para el remedio
sobre ellos lo mejor que se pudiere; todo lo necesario y conveniente;
y nadie piense que hay otro camino en las cosas difíciles dar medio,
sino el que con su fuerza y brazo abriere; proveer a cualquier inconveniente,
que las rabiosas armas en las manos, atajar y romper los pasos llanos
los han de dar por justos o tiranos”. y al cabo remitirnos a las manos”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No pudo decir más, que ardiendo en ira, Peteguelén responde: Pues no halla
el bravo Tucapel , con voz furiosa nunca en ti la razón acogimiento,
diciendo (la atajó). “Quien tanto mira yo solo, viejo, quiero la batalla
jamás emprenderá jornada honrosa; y castigar tu loco atrevimiento;
y si todo el Estado se retira, de piel curtida, armados o de malla,
por parecerle que esta es peligrosa, con lanza, espada o maza a tu contento,
yo solo tomaré, sin compañía, para mostrar que en justas ocasiones
las armas, causa y cargo a cuenta mía. tengo más largas manos que razones”.

“Por ventura, ¿tenéis desconfianza ¡Quién pudiera pintar el rostro esquivo


de vuestras propias fuerzas tan probadas? que Tucapel mostraba contra el cielo,
Pues, en cuanto arrojar pueden la lanza lanzando por los ojos fuego vivo,
y rodear los brazos las espadas, no se dignando de mirar al suelo!
dais causa que se note en vos mudanza, Dijo: “Al fin pensamiento tan altivo
y que vuestras victorias mancilladas ya es digno del furor de Tucapel o;
queden con bajo y mísero partido, mas por mi honor y por tu edad quería
y nuestro honor y crédito ofendido. que metieses contigo compañía”.

“Pues entended que, mientras yo tuviere El viejo respondió: “Jamás de ajenas


fuerza en el brazo y voz en el senado, fuerzas en ningún tiempo me ha ayudado,
diga Peteguelén lo que quisiere, ni de sangre aun están vacías mis venas,
que esto ha de ser por armas sentenciado; ni siento el brazo así debilitado,
y quien otro camino pretendiere, que no te piense dar las manos llenas”.
primero le abrirá por mi costado; Mas Rengo, su sobrino, levantado,
que esta ferrada maza y no oraciones, se atravesó, diciendo: “El desafió
les ha de dar las causas y razones. acepto yo, si quieres, por mi tío”.

“Si los que aquí os preciáis de bien hablados, “Quiérolo, pido y soy de ello contento
el ánimo os bastare y el denuedo (gritaba Tucapel ), y a diez contigo”.
de combatir sobre esto, en campo armados Mas saltando Orompello de su asiento,
os probaré más claro lo que puedo; dijo: “Tú lo has de haber, Rengo, conmigo”.
mas queréis os mostrar tan concertados, “También enmendaré tu atrevimiento”,
que, llamando prudencia a lo que es miedo, responde el fiero Rengo. “Y más, te digo,
por no poner en riesgo vuestra vida, que en poco tu amenaza y campo estimo
a todo, con parlar, daréis salida”. después que haya acabado el de tu primo”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tucapel o le dijo: “Castigarte “Generosos caciques, si licencia


pienso de tal manera yo primero, tenemos de decir lo que alcanzamos
que le cabrá a Orompello poca parte, los que por largos años y experiencia
que, a bien librar, serás mi prisionero. los futuros sucesos rastreamos;
Afuera, afuera, ¡sus!, haceos aparte, vemos que nuestras fuerzas y potencia
que dilatar el término no quiero, en solo destruirnos las gastamos,
pues armas, tiempo y voluntad tenemos, y el tirado cuchillo apoderado
sino que luego aquí lo averigüemos”. sobre nuestras gargantas levantado.

Rengo y Peteguelén le respondieran “Y lo que da señal clara que sea


a un tiempo con las armas y razones, cierta vuestra caída y mi recelo,
si en medio a la sazón no se pusieran es que ya la Fortuna titubea
muchos caciques nobles y varones, y comienza a turbarse nuestro cielo;
pidiendo que suspendan y difieran cuando un gran edificio se ladea,
aquellas amenazas y cuestiones, no está muy lejos de venir al suelo;
hasta que la Fortuna declarada la máquina que en falso asiento estriba,
diese próspero fin a la jornada. su misma pesadumbre la derriba.

Caupolicán estaba ya impaciente “Por lo cual ya, si mi opinión no yerra,


de ver que Tucapel o cada día, según el proceder y los indicios,
en guerra, en paz, injusta o justamente, temo, y con gran razón de ver por tierra
sin ninguna atención los revolvía; nuestros mal cimentados edificios;
mas hubo de llevarlo blandamente, y convertido el uso de la guerra
que el tiempo y la sazón lo requería, en serviles y bajos ejercicios,
y así, con gravedad y manso ruego, quebrantándose al fin vuestra protervia,
la furia mitigó y apagó el fuego. fundada en una vana y gran soberbia.

Quedando entre ellos puesto y aceptado “Muerto a Lautaro vemos y perdidas


que, luego que la guerra concluyesen, con gran deshonra nuestras tres banderas,
el viejo y Tucapel , en estacado, rotas nuestras escuadras y tendidas
francos de solo a solo, combatiesen; al viento y sol por pasto de las fieras,
después que Tucapel y Rengo armado las fuerzas y opiniones divididas,
así mismo su causa definiesen. lleno el campo de gentes extranjeras,
El rumor aplacado, Colocolo y las furiosas armas alteradas
les comenzó a decir, hablando solo: contra sus mismos pechos declaradas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mirad que así, por ciega inadvertencia, “Que es cierto falta de ánimo y bastante,
la patria muere y libertad perece, indicio de flaqueza disfrazada,
pues con sus mismas armas y potencia teniendo al enemigo tan delante,
al derecho enemigo favorece; revolver contra sí la propia espada,
incurable y mortal es la dolencia por no esperar con ánimo constante
cuando a la medicina no obedece los duros golpes de fortuna airada
y bestial la pasión y detestable a los cuales resiste el pecho fuerte
que no sufre el consejo saludable. que no quiere acabarlo con la muerte.

“¿Por qué con tanta saña procuramos “Pero, pues tanto esfuerzo en vos se encierra
ir nuestra sangre y fuerzas apocando que a veces, por ser tanto, lo condeno,
y envueltos en civiles armas damos y de vuestras hazañas no esta tierra
fuerza y derecho al enemigo bando? mas todo el universo anda ya lleno;
¿Por qué con tal furor despedazamos cese, cese el furor y civil guerra,
esta unión invencible, condenando y por el bien común tener por bueno
nuestra causa aprobada y armas justas, no romper la hermandad con torpes modos,
justificando en todo las injustas? pues que miembros de un cuerpo somos todos.

“¿Qué rabia o qué rencor desatinado “Si a la cansada edad y largos días
habéis contra vosotros concebido algún respeto y crédito se debe,
que así queréis que el araucano Estado mirad a estas antiguas canas mías
venga a ser por sus manos destruido y al bien público y celo que me mueve,
y en su virtud y fuerzas ahogado, para que difiráis vuestras porfías
quede con nombre infame sometido por alguna sazón y tiempo breve,
a las extrañas leyes y gobierno hasta que el español furor decline
en dura servidumbre y yugo eterno? y la causa común se determine.

“Volved sobre vosotros, que sin tiento “Y pues de vuestra discreción espero
corréis a toda prisa a despeñaros; que os pondrá en el camino que conviene,
refrenad esa furia y movimiento traer otras razones más no quiero,
que es la que puede en esto más dañaros. pues con la voz la razón tal fuerza tiene;
¿Sufrís al enemigo en vuestro asiento dejadas, pues, aparte, lo primero
que quiere como a brutos conquistaros, que venir a las manos nos detiene
y no podéis sufrir aquí impacientes y pone freno y límite al deseo
los consejos y avisos convenientes? es el poco aparejo que aquí veo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Que por todas las partes nos divide A su habla dio fin el sabio anciano
este brazo de mar que veis en medio y hubo allí pareceres diferentes,
y nuestra pretensión y paso impide diciendo que el peligro era liviano
sin tener de pasaje algún remedio; para tanto temor e inconvenientes;
y pues el enemigo se comide pero Purén, Lincoya y Talcahuano
a tratar de concierto y nuevo medio Lemolemo, Elicura, más prudentes,
aunque nunca pensemos aceptarlos, al parecer del viejo se arrimaron
no nos podrá dañar el escucharlos. y así a los más los menos se allanaron.

“Pues por este camino tomaremos Despachado de allí con diligencia


lengua de su intención y fundamento al joven Millalauco generoso,
que cuando no sea lícita podremos hombre de gran lenguaje y experiencia,
venir de todo en todo rompimiento; cauto, sagaz, solícito y mañoso;
también en este término haremos que con fingida muestra y apariencia
de armas y munición preparamento, de algún partido honesto y medio honroso,
que estas serán, al fin, las que de hecho nuestro intento y designio penetrase
habrán de declarar este derecho. y el sitio, gente y número notase.

“Mas conviene advertir, claros varones, El cual por los caciques instruido
para llevar las cosas bien guiadas, (según el tiempo) en lo que más convino,
que nuestras exteriores intenciones en una larga góndola metido,
vayan siempre a la paz enderezadas, sin más que detener tomó el camino
mostrándonos de flacos corazones y, de los prestos remos impelido,
las fuerzas y esperanzas quebrantadas en breve a nuestro alojamiento vino,
y la tierra de minas de oro rica, adonde sin estorbo, libremente,
cebo goloso en que esta gente pica. saltó luego seguro con su gente.

“Quizá por este término sacalla Al puerto habían también con fresco viento
podremos del isleño sitio fuerte tres naves de las nuestras arribado,
y con fingida paz aseguralla, llenas de armas, de gente y bastimento
trayéndola por mañas a la muerte; con que fue nuestro campo reforzado;
y sin rumor, ni muestra, ni batalla; era tanto el rubor y movimiento
abramos la carrera de tal suerte, del bélico aparato, que admirado
que venga a tierra firme, confiada el cauteloso Millalauco estuvo
en el seguro paso y franca entrada”. y así confuso un rato se detuvo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas sin darlo a entender, disimulando, Canto XVII


por medio del bullicio atravesaba,
los judiciosos ojos, rodeando Hace Millalauco su embajada. Salen los españoles de la isla, Levantando un
las armas, gente y ánimos notaba fuerte en el cerro de penco: vienen los araucanos a darles el asalto. Cuentase
y el negocio entre sí considerando lo que en aquel mismo tiempo pasara sobre la plaza fuerte de san quintín.
el deseado fin dificultaba,
viendo cubierto el mar, llena la tierra Nunca negarse deben los oídos
de gente armada y máquinas de guerra. a enemigos ni amigos sospechosos,
que tanto os dejan más apercibidos
Llegando al pabellón de don García, cuanto vos los tenéis por cautelosos;
hallándome con otros yo presente, escuchados serán más entendidos,
con una moderada cortesía ora sean verdaderos o engañosos,
nos saludó a su modo alegremente, que siempre por señales y razones
levantando la voz; pero la mía, se suelen descubrir las intenciones.
que fatigada de cantar se siente,
no puede ya llevar un tono tanto Cuando piensan que más os desatinan
y así es fuerza de dar fin a este canto. con su máscara falsa y trato extraño,
os despiertan, avisan, encaminan
y, encubriendo descubren el engaño;
veis el blanco y el fin adonde atinan,
el pro y el contra, el interés y el daño;
no hay plática tan doble y cautelosa
que de ella no se infiera alguna cosa.

Y no hay pecho tan lleno de artificio


que no se le penetre algún conceto,
que las lenguas al fin hacen su oficio
y más si el que oye sabe ser discreto;
nunca el hablar dejó de dar indicio,
ni el callar descubrió jamás secreto;
no hay cosa más difícil, bien mirado,
que conocer un necio, si es callado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y es importante punto y necesario “Siendo, pues, esto así, como la muestra


tener el capitán conocimiento que habéis dado hasta aquí lo verifica,
del arte y condición del adversario, y la buena opinión y fama vuestra
de la intención, designio y fundamento, con claras y altas voces lo publica;
si es cuerdo y reportado o temerario, yo os vengo a asegurar de parte nuestra,
de pesado o ligero movimiento, y así a todos por mí se os certifica,
remiso o diligente, incauto, astuto, que la ofrecida paz tan deseada
vario, indeterminable o resoluto. será por los caciques aceptada.

Así vemos que el bárbaro senado, “Que el ínclito senadó habiendo oído
por saber la intención del enemigo, de vuestra parte algunas relaciones,
al cauto Millalauco había enviado con sabio acuerdo y parecer, movido
debajo de figura y voz de amigo; por legítimas causas y razones,
que, con semblante y ánimo doblado, quiere aceptar la paz, quiere partido
mostrándose cortés, como atrás digo, de lícitas y honestas condiciones,
el rostro a todas partes revolviendo, para que no padezca tanta gente
alzó recio la voz, así diciendo: del pueblo simple y género inocente.

“Dichoso capitán y compañía, “Que si la fe inviolable y juramento


a quien por bien de paz soy enviado de vuestra parte con amor pedido,
del araucano estado y señoría, y el gracioso y seguro acogimiento
con voz y autoridad del gran senado: de nuestra voluntad libre ofrecido,
no penséis que el temor y cobardía pueden dar en las cosas firme asiento
jamás nos haya a término cegado, con honra igual y lícito partido,
de usar (necesitados de remedio) sin que los nuestros súbditos Estados
de algún partido infame y torpe medio. vengan por tiempo a ser menoscabados.

“Pues notorio os será lo que se extiende “A Carlos, sin defensa y resistencia,


el nombre y grande crédito araucano, por amigo y señor le admitiremos,
que los extraños términos defiende y el servicio indebido y obediencia
y asegura debajo de su mano; de nuestra voluntad le ofreceremos;
y también de vosotros ya se entiende mas si queréis llevarlo por violencia,
que, movidos de celo y fin cristiano, antes los propios hijos comeremos,
con gran moderación y disciplina y veréis con valor nuestras espadas
venís a derramar vuestra doctrina. por nuestro mismo pecho atravesadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Pero por trato llano, sin recelo Así que con semblante y apariencia
podréis por vuestro rey alzar bandera, de amigo agradecido y obligado,
que el Estado, las armas por el suelo, pidiendo al despedir grata licencia,
con los brazos abiertos os espera, a la barca volvió que había dejado,
reconociendo que el benigno cielo y con la acostumbrada diligencia,
le llama a paz segura y duradera, al tramontar del sol, llegó al Estado,
quedando para siempre lo pasado do recibido fue con alegría
en perpetuo silencio sepultado”. de toda aquella noble compañía.

Aquí dio fin al razonar, haciendo Visto el despacho y la ocasión presente,


a su modo y usanza una caricia, los caciques la junta dividieron,
siempre en su proceder satisfaciendo y, dando muestra de esparcir la gente,
a nuestra voluntad y a su malicia; a sus casas de paz se retrujeron,
y el bárbaro poder, disminuyendo, adonde, sin rumor, secretamente,
nos aumentaba el ánimo y codicia, las engañosas armas previnieron,
dándonos a entender que había flaqueza moviendo del común las voluntades,
y abundancia de bienes y riqueza. aparejadas siempre a novedades.

Oída la embajada, don García, Nosotros, no sin causa sospechosos,


haciéndole gracioso acogimiento, allí más de dos meses estuvimos,
en suma respondió que agradecía y a las lluvias y vientos rigurosos
la propuesta amistad y ofrecimiento, del implacable invierno desistimos;
y que en nombre del rey satisfaría mas, pasado este tiempo, deseosos
su buena voluntad con tratamiento; de saber su intención, nos resolvimos
que no solo no fuesen agraviados, en dejar el isleño alojamiento,
mas de muchos trabajos relevados. haciendo en tierra firme nuestro asiento.

Hizo luego sacar a dos sirvientes, Ciento treinta mancebos florecientes


por más confirmación, algunos dones, fueron en nuestro campo apercibidos,
ropas de mil colores diferentes, hombres trabajadores y valientes
jotas, llantos, chaquiras y listones, entre los más robustos escogidos,
insignias y vestidos competentes de armas y de instrumentos convenientes
a nobles capitales y varones, secreta y sordamente prevenidos;
siendo de Millalauco recibido yo con ellos, también, que vez ninguna
con palabras y término cumplido. dejé de dar un tiento a la Fortuna.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Para que en un pequeño cerro exento, Cuáles con barras, picos y azadones
sobre la mar vecina relevado, abren los fosos hondos y señales;
levantasen un muro de cimiento, cuáles con corvos y anchos cuchillones,
de fondo y ancho foso rodeado; hachas, sierras, segures y destrales,
donde pudiese estar sin detrimento cortan maderos gruesos y troncones,
nuestro pequeño ejército alojado, y, fijados en tierra con tapiales
en cuanto los caballos arribaban, y trabazón de leños y fajinas,
que ya teníamos nueva que marchaban. levantan los traveses y cortinas.

Pues, salidos a tierra, entenderían No con tanto hervor la tiria gente,


la intención de los bárbaros dañada, en la labor de la ciudad famosa,
que en secreto las armas prevenían solícita, oficiosa y diligente,
con falso rostro y amistad doblada; andaba en todas partes presurosa,
de do, si se moviesen, les darían ni César levantó tan de repente
algún asalto y súbita ruciada, en Dirrachio la cerca milagrosa
que, quebrantando el ánimo y denuedo, con que cercó el ejército esparcido,
viniesen a la paz de puro miedo. del enemigo yerno inadvertido.

Era imaginación fuera de tino Cuanto fue de nosotros coronada


pensar que los soberbios araucanos de una gruesa muralla la montaña,
quisiesen de concordia algún camino, de hondo y ancho foso rodeada,
viéndose con las armas en las manos; con ocho gruesas piezas de campaña,
pero con la presteza que convino, siendo a vista de Arauco levantada
los ciento y treinta jóvenes lozanos bandera por Felipe, rey de España,
pasaron a la tierra sin ayuda, tomando posesión de aquel Estado
más que al amparo de la noche muda. con lo demás del padre renunciado.

Y aunque era en esta tierra el tiempo cuando Túvose por un caso nunca oído,
Virgo alargaba aprisa el corto día, de tanto atrevimiento y osadía,
las variables horas restaurando, entre la gente práctica tenido
que usurpadas la noche le tenía; más por temeridad que valentía;
antes que la alba fuese desterrando que en el soberbio Estado así temido,
las nocturnas estrellas, parecía los ciento y treinta, en poco más de un día,
la cumbre del collado levantada, pudiésemos salir con una cosa
de gente y animales ocupada. tanto cuanto difícil peligrosa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Nuestra gente del todo recogida, “Y porque a ti, señor, y a todos quiero
la cual luego segura al fuerte vino, haceros de mis obras satisfechos,
que el alto sitio y pólvora temida con esta usada lanza me prefiero
hizo fácil y llano aquel camino; de abrir lugar por los contrarios pechos
por las anchas cortinas repartida, y que será mi brazo el que primero
según y por el orden que convino, baraúste las armas y pertrechos,
nos pusimos allí, todos a una, aunque más dificulten la subida,
debajo del amparo de Fortuna. y todo el universo me lo impida”.

La pregonera fama, ya volando Así dijo, y los bárbaros en esto,


por el distrito y término araucano, porque ya las estrellas se mostraban,
iba de legua en legua acrecentando al fuerte en escuadrón, con paso presto,
el abreviado ejército cristiano; cubiertos de la noche se acercaban,
la gente popular amedrentando y en una gran barraca, oculto puesto,
con un hueco rumor y estruendo vano, al pie de la montaña reparaban,
que lo incierto a veces certifica aguardando en silencio aquella hora
y lo cierto si es mal lo multiplica. que suele aparecer la clara aurora.

Llegada, pues, la voz a los oídos Aquella noche yo, mal sosegado,
de nuestros enemigos conjurados, reposar un momento no podía,
no mirando a los tratos y partidos o ya fuese el peligro o ya el cuidado
por una parte y otra asegurados; que de atribuir entonces yo tenía;
con súbita presteza apercibidos así, imaginativo y desvelado,
de municiones, armas y soldados, revolviendo la inquieta fantasía,
sin aguardar a más, trataron luego quise de algunas cosas de esta historia
de darnos el asalto a sangre y fuego. descargar con la pluma la memoria.

Juntos para el efecto en Talcahuano, En el silencio de la noche oscura,


dos millas poco más del fuerte asiento, en medio del reposo de la gente,
el esforzado mozo Gracolano, queriendo proseguir con mi escritura,
de gran disposición y atrevimiento, me sobrevino un súbito accidente;
dijo en voz alta: “¡Oh gran Caupolicano!, cortóme un hielo cada coyuntura,
si en algo es de estimar mi ofrecimiento, turbóseme la vista de repente,
prometo que mañana en el asalto y, procurando de esforzarme en vano,
arbolaré mi enseña en lo más alto. se me cayó la pluma de la mano.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Quisiérame quejar, mas fue imposible, La cual me dijo: “¡Oh mozo temeroso!,
del accidente súbito impedido, el ánimo levanta y confianza,
que el agudo dolor y mal sensible reconociendo el tierno venturoso
me privó del esfuerzo y del sentido; que te ofrece tu dicha y buena andanza;
pero, pasado el término terrible, huye del ocio torpe y perezoso,
y en mi primero ser restituido, ensancha el corazón y la esperanza
del tormento quedé de tal manera y aspira a más de aquello que pretendes,
cual si de larga enfermedad saliera. que el cielo te es propicio si lo entiendes.

Luego que con suspiros trabajados, “Que, viéndote a escribir aficionado,


Deshogando, las ansias aflojaron, como se muestra bien por el indicio,
mis decaídos ojos, agravados pues nunca te han la pluma de estemplado
del gran quebrantamiento se cerraron; las fieras armas y áspero ejercicio;
así los laxos miembros relajados tu trabajo tan fiel considerado,
al agradable sueño se entregaron, solo movida de mi mismo oficio,
quedando por entonces el sentido te quiero yo llevar en una parte
en la más noble parte recogido. donde podrás sin límite ensancharte.

No bien al dulce sueño y al reposo “En campo fértil, lleno de mil flores,
dejado el quebrantado cuerpo había, en el cual hallarás materia llena
cuando, oyendo un estruendo sonoroso, de guerras más famosas y mayores
que estremecer la tierra parecía donde podáis alimentar la vena;
con gesto altivo y término furioso y si quieres de damas y de amores
delante una mujer se me ponía, en verso celebrar la dulce pena,
que luego vi en su talle y gran persona tendrás mayor sujeto y hermosura,
ser la robusta y áspera Belona. que en la pasada edad y en la futura.

Vestida de los pies a la cintura, “Sígueme”, dijo al fin, y yo admirado,


de la cintura a la cabeza armada viéndola revolver por donde vino,
de una escamosa y lúcida armadura, con paso largo y corazón osado,
su escudo al brazo, al lado la ancha espada, comencé de seguir aquel camino,
blandiendo en la derecha la asta dura, dejando del siniestro y diestro lado
de las horribles Furias rodeada, dos montes, que el Atlante y Apenino
el rostro airado, la color teñida, con gran parte no son de tal grandeza,
toda de fuego bélico encendida. ni de tanta espesura y aspereza.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Salimos a un gran campo, a do natura Quién, el ciervo herido rastreando,


con mano liberal y artificioso, de la llanura al monte atravesaba;
mostraba su caudal y hermosura quién, el cerdoso puerco fatigando,
en la varia labor maravillosa, los osados lebreles ayudaba;
mezclando entre las hojas y verdura quién, con templados pájaros volando,
el blanco lirio y encarnada rosa, las altaneras aves remontaba;
junquillos, azahares y mosquetes, acá matan la garza, allá la cuerva,
azucenas, jazmines y violetas. aquí el celoso gamo, allí la cierva.

Allí las claras fuentes murmurando Estaba medio a medio de este asiento
el deleitoso asiento atravesaban, en forma de pirámide un collado,
y los templados vientos respirando redondo en igual círculo y exento,
la verde hierba y flores alegraban; sobre todas las tierras empinado;
pues los pintados pájaros volando y, sin saber yo cómo, en un momento,
por los copados árboles cruzaban, de la fiera Belona arrebatado,
formando con su canto y melodía en la más alta cumbre de él me puso,
una acorde y dulcísima armonía. quedando de ello atónito y confuso.
Estuve tal un rato de repente,
Por mil partes en corros derramadas viéndome arriba, que mirar no osaba,
vi gran copia de Ninfas muy hermosas, tanto que acá y allá medrosamente
unas en varios juegos ocupadas, los temerosos ojos rodeaba;
otras cogiendo flores olorosas allí el templado céfiro clemente,
otras suavemente y acordadas, lleno de olores varios respiraba,
cantaban dulces letras amorosas, hasta la cumbre altísima el collado
con cítaras y liras en las manos, de verde hierba y flores coronado.
diestros sátiros, faunos y silvanos.
Era de altura tal que no podría
Era el fresco lugar aparejado un liviano neblí subir a vuelo,
a todo pasatiempo y ejercicio; y así no sin temor me parecía,
quién sigue ya de aquel, ya de este lado, mirando abajo, estar cerca del cielo,
de la casta Diana el duro oficio; de donde con la vista descubría
ora atraviesa el puerco, ora el venado, la grande redondez del ancho suelo,
ora salta la liebre y, con el vicio, con los términos bárbaros ignotos,
gamuzas, capriolas y corcillas hasta los más ocultos y remotos.
retozan con la hierba y florecillas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Viéndome, pues, Belona allí subido, “Aquella es San Quintín, que ves delante,
me dijo: “El poco tiempo que te queda que en vano contraviene a su ruina,
para que puedas ver lo prometido, presidio principal, plaza importante,
hace que detenerme más no pueda; y del furor del gran Felipe dina;
mira aquel grueso ejército movido, hállase dentro de ella el almirante,
el negro humo espeso y polvareda, debajo cuyo mando y disciplina
en el confín de Flandes y de Francia está gran gente práctica de guerra
sobre una plaza fuerte de importancia. a la defensa y guarda de la tierra.

“Después que Carlos Quinto hubo triunfado “En tres partes allí, como se muestra,
de tantos enemigos y naciones, el enemigo campo se reparte;
y como invicto príncipe hollado Cáceres con su tercio, a mano diestra,
las árticas y antárticas regiones, donde está de Felipe el estandarte;
triunfó de la fortuna y vano estado, el pronto Navarrete, a la siniestra,
y asegura su fin y pretensiones con el conde de Mega, y de la parte
dejando la imperial investidura del burgo, Julián con tres naciones,
en dichosa ocasión y coyuntura. españoles, tudescos y valones.

“Y movido de pío y santo celo “Llegamos, pues, a tiempo que seguro


que del gobierno y público tenía, podrás ver la contienda porfiada,
pareciéndole poco lo del suelo, y sin escalas por el roto muro
según lo que en el pecho concebía, entrar los de Felipe a pura espada;
vuelta la mira y pretensión al cielo, verás el fiero asalto y trance duro,
el peso que en los hombros sostenía y, al fin, la fuerte Francia aportillada;
le puso en los del hijo, renunciados que al riguroso hado incontrastable
todos sus reinos, títulos y estados. no hay defensa ni plaza inexpugnable.

“Viendo el hijo la próspera carrera “Conviéneme partir de aquí al momento


del victorioso padre retirado, a meterme entre aquellos escuadrones
por hacer la esperanza verdadera y remover con nuevo encendimiento
que siempre de sus obras había dado, los unos y los otros corazones;
por el principio y ocasión primera tú, desde aquí, podrás mirar atento
aquel copioso ejército ha juntado, las diferentes armas y naciones,
para bajar de la enemiga Francia y escribir de una y otra la fortuna,
la presunción, orgullo y arrogancia. dando su justa parte a cada una”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego la diosa airada y compañía Canto XVIII


por el aire en tropel se deslizaron,
y, en un instante, sin torcer la vía Da el rey don Felipe el asalto a san quintín; entra en ella Victorioso: vienen los
(cual presto rayo), a San Quintín bajaron; araucanos sobre el fuerte de los españoles.
donde, atizando el fuego ya que ardía,
con la amiga Discordia se juntaron, ¿Cuál será el atrevido que presuma
que andaba entre las huestes y compañas reducir el valor vuestro y grandeza
infundiéndoles ira en las entrañas. a término pequeño y breve suma
y tan humilde estilo y tanta alteza?
En esto el fiero ejército furioso, Que aunque por campo próspero la pluma
por la señal postrera ya movido, corra con fértil vena y ligereza,
en un turbión espeso y polvoroso, tanto el sujeto y la materia arguye,
corre al batido muro defendido; que todo la deshace y disminuye.
¿quién fuera de lenguaje tan copioso,
que pudiera explicar lo que aquí vido? Y el querer atreverme a tanto creo
Mas, aunque mi caudal no llegue a tanto, que me será juzgado a desatino,
haré lo que pudiere en otro canto. pues llegado a razón yo mismo veo
que salgo de los términos a tino;
mas de serviros siempre el gran deseo,
que siempre me ha tirado a este camino,
quizá adelgazará mi pluma ruda
y la torpeza de la lengua muda.

Y así vuestro favor, del cual procede


esta mi presunción y atrevimiento,
es el que ahora pido y el que puede
enriquecer mi pobre entendimiento;
que si por vos, señor, se me concede
lo que a nadie negáis, soltaré al viento
con ánimo la ronca voz medrosa,
indigna de contar tan grande cosa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y de vuestra largueza confiado La plaza se expugnaba y defendía


por la justa razón con que lo pido, con esfuerzo y valor por todos lados,
espero que, señor, seré escuchado, era cosa de ver la herrería
que basta para ser favorecido. de las armas y arneses golpeados;
Volviendo a proseguir lo comenzado, la espantosa y horrenda artillería,
dije en el canto atrás que arremetido las bombas y artificios arrojados
había el furioso campo por tres vías de pólvora, alquitrán, pez y resina,
a las aportilladas baterías. aceite, plomo, azufre y trementina.

Y en la veloz corrida contrastando Y a vueltas un granizo y lluvia espesa


los tiros y defensas contrapuestas, de lanzas y saetas arrojaban,
lo va todo rompiendo y tropellando peñas, tablas, maderos que a gran priesa
con animoso pecho y manos prestas de los muros y techos arrancaban;
y a los batidos muros arribando, la fiera rabia y gran tesón no cesa,
por los lados y partes más dispuestas, hieren, matan, derriban y así andaban
los unos y los otros se afrentaron los unos y los otros tan revueltos,
y los ánimos y armas se tentaron. en horror, fuego, sangre y humo envueltos.

Los franceses con muestra valerosa, Unos la entrada sin temor defienden
armas y defensivos instrumentos con libre y animosa confianza;
resisten la llegada impetuosa otros de miedo por vivir ofenden,
y los contrarios ánimos sangrientos; poniéndoles esfuerzo la esperanza:
mas la gente española más furiosa otros que ya la vida no pretenden,
cuando topaba más impedimento, procuran de su muerte la venganza
con temoso coraje y porfiado y que caigan sus cuerpos de manera
rompe lo más difícil y cerrado. que al enemigo cierran la carrera.

Vieran en las entradas defendidas Como el furor indómito y violencia


gran contienda, revuelta y embarazos, de una corriente y súbita avenida
muertes extrañas, golpes y heridas que si halla reparo y resistencia
de poderosos y gallardos brazos; hierve y crece allí la agua detenida;
cabezas hasta el cuello y más hendidas al fin con mayor ímpetu y potencia
y cuerpos divididos en pedazos, bramando abre el camino y la salida,
que no bastaban petos ni celadas que la defensa rompe y desbarata
contra el bruto rigor de las espadas. y en violento furor las arrebata.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

De tal manera la francesa gente, Cortó luego un temor y frío hielo


sin bastar resistencia y fuerza alguna, los ánimos del pueblo enflaquecido
la arrebató la próspera corriente rompiendo el aire espeso y alto cielo
del hado de Felipe y su fortuna, un general lamento y alarido;
que ya sin poder más forzadamente las armas arrojadas por el suelo,
a la furia rendida, por la una escogiendo el vivir ya por partido,
parte que estaba Cáceres dio entrada acordaron con mísera huida
a su enemiga gente encarnizada. perder la plaza y guarecer la vida.

Y aunque por esta parte el almirante Pero los vencedores cuando vieron
el golpe de la gente resistía, su gran temor y poco impedimento,
no fue ni pudo al cabo ser bastante los brazos altos y armas suspendieron,
a la pujanza y furia que venía; por no manchar con sangre el vencimiento,
quedó en prisión con otros y adelante y sin hacer más golpe arremetieron,
la victoriosa y fiera compañía, vuelto en codicia aquel furor sangriento,
dejando eterna lástima y memoria, al esperado saco de la tierra,
iba siguiendo el hado y la victoria. premio de la común gente de guerra.

Pues en esta sazón, por la otra parte Quién las herradas puertas golpeando
que el diestro Navarrete peleaba, quebranta los cerrojos reforzados,
sin ser ya la francesa gente parte, quién por picas y gúmenas trepando
a puro hierro la española entraba; entra por las ventanas y tejados;
y a despecho y pesar del fiero Marte, acá y allá rompiendo y desquiciando,
que los franceses brazos esforzaba, sin reservar lugares reservados,
haciendo gran destrozo y cruda guerra las casas de alto a bajo escudriñaban
de rota a más andar ganaban tierra. y a tiento sin parar corriendo andaban.

Fue presto allí Andalot, que encomendada Como el furioso fuego de repente
le estaba la defensa de aquel lado; cuando en un barrio o vecindad se enciende,
he aquí también por la tercera entrada, que con rebato súbito la gente
que Julián Romero había asaltado, corre con prisa y al remedio atiende,
la suspensa fortuna declarada, y, por todas las partes francamente,
abriendo paso al detenido hado, quién entra, sale, sube, quién desciende,
la mano a don Felipe dio de modo, sacando uno arrastrando, otro cargado
que vencedor en Francia entró del todo. el mueble de las llamas escapado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así la fiera gente victoriosa Las mujeres que acá y allá perdidas,
con prestas manos y con pies ligeros llevadas del temor sin tiento andaban,
de la golosa presa codiciosa, por orden de Felipe recogidas
abre puertas, ventanas y agujeros, en seguro lugar las retiraban,
sacando diligente y presurosa donde de fieles guardas defendidas,
cofres, tapices, camas y rimeros, del bélico furor las amparaban,
y lo de más y menos importancia, que aunque fueron sus casas saqueadas,
sin dejar una mínima ganancia. las honras les quedaron reservadas.

No los ruegos, clamores y querellas Que los fieros soldados obedientes


que los distantes cielos penetraban, al cristiano y expreso mandamiento,
de viudas y huérfanas doncellas; se mostraban en esto continentes
la insaciable codicia moderaban; frenando aun el primero movimiento:
antes, rompiendo sin piedad por ellas, la revuelta y la mezcla de las gentes,
a lo más defendido se arrojaban, la mucha confusión y poco tiento,
creyendo que mayor ganancia había hizo que el daño en la ciudad creciese
donde más resistencia se hacía. y un repentino fuego se encendiese.

Viéranse ya las vírgenes corriendo Súbito allí la llama alimentada,


por las calles, sin guarda, a la ventura, arrojando espesísimas centellas,
los bellos rostros con rigor batiendo, del fresco viento céfiro ayudada,
lamentando su hado y suerte dura, procuraba subir a las estrellas;
y las míseras monjas, que rompiendo la miserable gente afortunada,
sus estatutos, límite y clausura, con dolorosas voces y querellas,
de aquel temor atónito llevadas, fijos los tiernos ojos en el cielo
van acá y allá descarriadas. desmayando, esforzaban más el duelo.

Mas el pío Felipe, antes que entrasen, A todas partes gritos lastimosos
había mandado a todas las naciones en vano por el aire resonaban
que con grande cuidado reservasen y los tristes franceses temerosos
las mujeres y casas de oraciones; en las contrarias armas se arrojaban,
y amigos y conformes evitasen eligiendo por fuerza vergonzosos
pendencias peligrosas y cuestiones, el modo de morir que rehusaban,
que del saco y la presa a cada una antes que, como flacos encerrados,
diese su parte franca la Fortuna. ser en llamas ardientes abrasados.

374 375
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas del piadoso rey la gran clemencia “Y para que más quede asegurada
había las fieras armas embotado, la paz con hermandad y firme asiento,
que, con remedio puesto y diligencia, con la prenda de Enrico más amada
todo el furor y fuego fue apagado; contraerá don Felipe casamiento;
al fin, sin más defensa y resistencia, pero la cruda muerte acelerada
dentro de San Quintín quedó alojado, temprano deshará este ayuntamiento;
con la llave de Francia ya en la mano, que el alto cielo así lo determina
hasta París abierto el paso llano. y el decreto fatal y orden divina.

El sol ya poco a poco declinaba “En este tiempo Francia corrompida,


al hemisferio antártico encendido, la católica ley adulterando,
cuando yo, que alegrísimo miraba negará la obediencia al rey debida,
todo lo que en mi canto habéis oído, las sacrílegas armas levantando;
vi cerca una mujer que me hablaba, y con el cebo de la suelta vida
más blanco que la nieve su vestido, cobrará la maldad fuerza, juntando
grave, muy venerable en el aspecto, de gente infiel ejército formado
persona al parecer de gran respeto. contra la Iglesia y propio rey jurado.

Diciendo: “Si las cosas que dijere “Por insolencias viejas y pecados
por cierta y verdadera profecía, vendrá el reino a ser casi destruido,
dificultosa alguna pareciere, y Carlos de sus pérfidos soldados
créeme, que no es ficción ni fantasía; a término dudoso reducido;
mas lo que el Padre Eterno ordena y quiere serán con desacato derribados
allá en su excelso trono y jerarquía, los suntuosos templos y ofendido
al cual está sujeto lo más fuerte, el mismo sumo Dios y Sacramento,
el hado, la Fortuna, el tiempo y muerte. sobrando a la maldad su sufrimiento.

“De esta guerra y rencores encendidos “Mas vuestro rey con presta providencia,
entre la España y Francia así arraigados, previniendo al futuro daño luego,
resultarán conciertos y partidos, atajará en España esta dolencia
por una y otra parte procurados; con rigor necesario, a puro fuego;
en los cuales serán restituidos curada la perversa pestilencia,
al duque de Saboya sus estados, las armas enemigas del sosiego,
con otros muchos medios provechosos, con furia moverá contra el Oriente,
en bien de Francia y a la España honrosos. enviando al Peñón su armada gente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Aunque no pueda de la vez primera “Donde el grande maestre y caballeros


conseguir el efecto deseado, que dentro asistirán en este medio,
volverá la segunda de manera con otros capitanes forasteros,
que el áspero Peñón será expurgado; ofrecerán las vidas al remedio;
y, dejando segura la carrera y siempre constantísimos y enteros
y el morisco contorno amedrentado, resistirán gran tiempo el fuerte asedio,
por causa de los puertos e invernada, haciendo en la defensa tales cosas,
retirará la victoriosa armada. que se podrán tener por milagrosas.

“Vendrán a España, a la sazón, de Hungría “Serán batidos de uno y otro lado


dos príncipes de alteza soberana, por la tierra, por mar, por bajo y alto,
hijos de César Máximo y María, y el fuerte de Santelmo aportillado,
de Carlos hija y de Felipe hermana entrando a hierro en el noveno asalto;
que acrecentando el gozo y la alegría el cual suceso al pueblo bautizado
harán aquella corte y era ufana; pondrá en grande peligro y sobresalto:
el mayor es Rodolfo; el otro, Ernesto, porque en el puerto la turquesca armada
que a la fama darán material presto. tendrá por las bocas franca entrada.

“Y de sus altas obras prometiendo “Allí se verán hechos señalados,


en su pequeña edad grande esperanza, difíciles empresas peligrosas,
en años y virtud irán creciendo, ánimos temerarios arrojados,
virtud y años muy dignos de alabanza; cuando las esperanzas más dudosas;
en quienes se verá resplandeciendo postas, muros y fosos arrasados,
un excelso valor y la crianza crudas heridas, muertes lastimosas,
del barón Dietristán, persona dina. casos grandes, sucesos infinitos,
de dar a tales príncipes doctrina. dignos de ser para en eterno escritos.

“Luego en el año próximo siguiente “Mas, cuando ya no baste esfuerzo humano


toda la Cristiandad amenazando, y la fuerza al trabajo se rindiere,
la gruesa armada del infiel potente el muro está ya raso, el foso llano
irá contra el Poniente navegando; y la esperanza al suelo se viniere;
con tan gran aparato y tanta gente, cuando el sangriento bárbaro inhumano
que temblarán las costas, y, arribando el cuchillo sobre ellos esgrimiere,
a la isla de Malta, dará fondo, será entonces de todos conocido
que boja veinte leguas en redondo. lo que puede Felipe y es temido.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Pues con solo una parte de su armada “También con pretensión de libertarse,
y número pequeño de soldados, en el próspero reino de Granada,
de su Fortuna y crédito guiada, los moriscos vendrán a levantarse
rebatirá los otomanos hados, y a negar la obediencia al rey jurada:
y la afligida Malta restaurada, la cual alteración por no estimarse
serán los enemigos retirados, ni ser a los principios remediada,
las fatigadas velas dando al viento será de grandes daños y costosa
con pérdida increíble y escarmiento. de sangre ilustre y gente valerosa.

“Luego, el año después, con poderoso “Irá a esta guerra un mozo que escondido
ejército, en persona Solimano anda en humildes paños y figura,
por tierra moverá contra el famoso que su imperial linaje esclarecido
César Augusto emperador romano, difíciles empresas le asegura;
y por la gran Panonia presuroso, a quien tienen los hados prometido
dejando a la derecha al Transilvano, una famosa y súbita ventura:
y atrás la ancha provincia de Dalmacia, este es hijo de Carlos, que aun se cría,
bajará a los confines de Croacia. y encubierto estará por algún día.

“A Siguet, plaza fuerte y recogida, “Andará, como digo, disfrazado,


cuatro semanas la tendrá asediada, hasta que el padre, al tiempo de la muerte,
y al cabo, sin poder ser socorrida, le dejará por hijo declarado,
del fiero Solimán será ocupada; subiéndole en un punto a tanta suerte;
mas la empresa difícil y la vida será de todos con razón amado,
acabará en un tiempo, que la airada franco, esforzado, valeroso y fuerte;
muerte, arribando el limitado curso, en su nombre don Juan, y, en esta parte,
pondrá término y punto a su discurso. no puedo decir más ni revelarte.

“Por otra parte, en Flandes los estados, “Baste que a los moriscos alterados
desasidos de Dios en estos días, en su primera edad hará la guerra,
turbarán el sosiego, inficionados y los presidios rotos y ocupados
de perversos errores y herejías; los vendrá a retirar dentro en la sierra;
y contra el rey Felipe conspirados, adonde los tendrá tan apretados,
tentarán de maldad diversas vías, que al fin reducirá la alzada tierra,
trayendo a estado y condición las cosas trasplantando en provincias diferentes
que durarán gran término dudosas. las raíces malvadas y simientes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Esta guerra acabada, de Alemaña “Quedarán, pues, tan arrogantes de esto,


(de damas y gran gente acompañada) que, la armada de gente reformando,
la infanta Ana vendrá a reina de España, con soberbio designio y presupuesto
con el rey don Felipe desposada; irán la vía de Italia navegando,
donde, con pompa y majestad extraña, despreciando del mundo todo el resto,
será la insigne boda celebrada y aun el poder del cielo despreciando,
en la antigua Segovia, un tiempo silla tanto será su orgullo y fuera muestra
de los famosos reyes de Castilla. nacido del pecado y culpa vuestra.

“Serán, pues, los dos príncipes llamados “Mas el alto Señor que otro dispone,
del padre emperador, que ya aquel día y en vuestro bien con su piedad lo ordena,
querrá dar nuevo asiento en sus estados, que cuando faltan méritos compone
y hacer rey a Rodolfo de la Hungría; con su sangre y pasión la deuda ajena,
así que para Génova embarcados, y por solo un gemir luego repone
arribarán, pasando a Lombardía, la punición y merecida pena:
por la ribera del Danubio amena, quebrantará con golpe riguroso
a su ciudad famosa de Viena. la soberbia del bárbaro ambicioso.

“Cuando ya la revuelta y turbaciones “Que, doliéndose ya de la fatiga


de los tiempos den muestra de acabarse, del pueblo pecador, pero cristiano,
y el bélico furor y alteraciones contra la gente pérfida enemiga
parezcan declinar y sosegarse, esgrimirá la poderosa mano;
entonces, en las bárbaras regiones así de inspiración habrá una liga,
comenzarán de nuevo a levantarse donde el Papa y Senado veneciano
las armas de los turcos inhumanos juntarán su poder, su fuerza y gente
contra los poderosos venecianos. con la del rey católico potente.

“Y, sacando una armada poderosa, “Será en gracia de todos elegido


de todas sus provincias allegada general de la liga el floreciente
en la vecina Cipro, isla famosa, mozo que, en su niñez desconocido,
descargará la furia represada; anda en hábito humilde entre la gente;
y con espada cruda y rigurosa pero no me es a mí ya concedido
será la tierra de ellos ocupada, revelar lo futuro abiertamente;
entrando a Famagusta ya batida hasta que lo verás, pues te asegura
sobre palabra falsa y fementida. más larga vida el hado que ventura.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mas, si quieres saber de esta jornada “Mas si el furor de Marte y la braveza


el futuro suceso nunca oído te tuvieren la pluma destemplada,
y la cosa más grande señalada y quisieras mezclar con su aspereza
que jamás en historia se ha leído; otra materia blanda y regalada,
cuando acaso pasares la cañada vuelve los ojos, mira la belleza
por donde corre Rauco más ceñido, de las damas de España, que, admirada
verás, al pie de un líbano en la orilla, estoy, según el bien que allí se encierra,
una mansa y doméstica corcilla. cómo no abrasa amor toda la tierra.

“Conviénete seguirla con cuidado “Mas tente, que me importa a mí primero


hasta salir en una gran llanura, que de los ojos fáciles te fíes,
al cabo de la cual verás a un lado prevenir al peligro venidero
una fragosa entrada y selva oscura; para que de él con tiempo te desvíes;
y, tras la corza, tímido emboscado, y no aguardes al término postrero,
hallarás en mitad de la espesura, ni en tu fuerza y mi ayuda te confíes,
debajo de una tosca y hueca peña, que, aunque quiera después contraponerme,
una oculta morada muy pequeña. tú cerrarás los ojos por no verme.”

“Allí, por ser lugar inhabitable, ¡Oh condición humana! Que al instante
sin rastro de persona ni sendero, que me privó que el rostro no volviese,
vive un anciano viejo venerable, solo aquel impedirme fue bastante
que famoso soldado fue primero; a que pronto apetito se encendiese;
de quien sabrás do habita el intratable y así, sin esperar más adelante
Fitón mágico, grande y hechicero, en el sano consejo procediese,
el cual te informará de muchas cosas volví los ojos luego, y, de improviso,
que están aun por venir maravillosas. vi, si decirse puede, un paraíso.

“No quiero decir más en lo tocante En un asiento fértil y sabroso,


a las cosas futuras, pues parece de alegres plantas y árboles cercado,
que habrá materia y campo asaz bastante do el cielo se mostraba más hermoso
en lo que de presente se te ofrece, y el suelo de mil flores varado,
para llevar tus obras adelante, cerca de un claro arroyo sonoroso,
pues la grande ocasión te favorece, que atravesaba el fresco y verde prado,
que a mí solo hasta aquí me es concedido vi junta toda cuanta hermosura
el poderte decir lo que has oído. supo y pudo formar acá Natura.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Eran las damas del cercado aquellas Y, deseoso luego de ocuparme


que en la dichosa España florecían, en obras y canciones amorosas,
el claro sol, la luna y las estrellas y mudar el estilo y no curarme
en su respeto oscuras parecían, de las ásperas guerras sanguinosas,
y sobre sus cabezas todas ellas con gran gana y codicia de informarme
olorosas guirnaldas sostenían de aquel asiento y damas tan hermosas,
de mil varias maneras rodeadas en especial y sobre todo una,
de rubias trenzas, nudos y lazadas. que vi a sus pies rendida mi fortuna.

Andaban por acá y allá esparcidos, Era de tierna edad, pero mostraba
gran copia de galanes estimados, en su sosiego discreción madura,
al regalado y blando amor rendidos, y a mirarme parece la inclinaba
corriendo tras sus fines y cuidados; su estrella, su destino y mi ventura;
unos, en esperanza sostenidos; yo, que saber su nombre deseaba,
otros, en sus riquezas confiados; rendido y entregado a su hermosura,
todos gozando alegres y contentos vi a sus pies una letra que decía:
de sus lozanos y altos pensamientos. del tronco de Bazán doña María.

En esto, con presteza y furia extraña, Y por saber más de ella, revolviendo
arrebatado por el aire vano, el rostro y voz a la prudente guía,
la alta cumbre dejó de la montaña, súbito el alboroto y fiero estruendo
bajando al deleitoso y fértil llano, de las bárbaras armas y armonía
donde, si la memoria no me engaña, me despertó del dulce sueño, oyendo:
vi la mi guía, a la derecha mano, “¡Arma, arma! ¡Presto, presto!” Y parecía
algo medroso, y con turbado gesto romper el alto cielo los acentos
de haberme en tanto riesgo y trance puesto. de las diversas voces e instrumentos.

Que luego que los pies puse en el suelo, En esta confusión medio dormido,
los codiciosos ojos ya cebando, a las vecinas armas corrí presto,
libres del torpe y del grosero velo poniéndome en un punto apercibido
que la vista hasta allí me iba ocupando, en mi lugar y señalado puesto;
un amoroso fuego y blando hielo cuando, con ferocísimo alarido,
se me fue por las venas regalando, por la áspera ladera del recuesto,
y el brío rebelde y pecho endurecido apareció gran número de gente
quedó al amor sujeto y sometido. y la rosada aurora en el Oriente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego también, por una y otra parte, Canto XIX


con no menores voces y denuedo,
tanta gente asomó, que el fiero Marte Refierese el asalto que los araucanos dieron a los españoles en el fuerte de
con su temeridad pusiera miedo; penco; la arremetida de Gracolano a la muralla; la batalla que los marinos y
mas, para proceder parte por parte, soldados, que habían quedado en guarda de los navíos, tuvieron en la marina
según estoy cansado, ya no puedo: con los enemigos.
en el siguiente y nuevo canto pienso
de declararlo todo por extenso. Hermosas damas, si mi débil canto
no comienza a esparcir vuestros loores
y si mis bajos versos no levanto
a concepto de amor y obras de amores,
mi prisa es grande y que decir hay tanto,
que a mil desocupados escritores,
que en ello trabajasen noche y día,
para todos materia y campo habría.

Y, aunque apartado a mi pesar me veo


de esta materia y presupuesto nuevo,
me sacará al camino el gran deseo
que tengo de cumplir con lo que os debo;
y si el adorno y conveniente arreo
me faltan, baste la intención que llevo,
que es hacer lo que puedo de mi parte,
supliendo vos lo que faltare en la arte.

Mas la española gente que se queja


con causa justa y con razón bastante,
dándome mucha prisa, no me deja
lugar para que de otras cosas cante;
que el ejército bárbaro la aqueja,
cercando en torno el fuerte en un instante
con terrible amenaza y alarido,
cómo en el canto atrás lo habéis oído.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego que en la montaña en lo más alto Donde sueltas las armas empachadas,
tres gruesos escuadrones parecieron, que aprovecharse de ellas no podía,
juntos a un mismo tiempo hicieron alto a bocados a coces y a puñadas
y el sitio desde allí reconocieron; ganar la plaza él solo pretendía;
visto el foso y el muro, el fiero asalto, los tiros, golpes, botes y estocadas
dada la seña, todos tres movieron, con gran destreza y maña rebatía
esgrimiendo las armas del tal suerte poniendo pecho y hombro suficiente
que a nadie reservaban de la muerte. al ímpetu y furor de tanta gente.

El mozo Gracolano, no olvidado En medio de las armas, a pie quedo,


de la arrogante oferta y gran promesa, sin ellas su promesa sustentaba,
de varias y altas plumas rodeado, y con gran pertinacia y poco miedo,
blandiendo una tostada pica gruesa, de morir más adentro procuraba;
venía de ello gran trecho adelantado, y en el vano propósito y denuedo,
rompiendo por el humo y lluvia espesa herido ya en mil partes porfiaba,
de las balas y tiros arrojados que su loca fortuna y diestra suerte
por brazos y cañones reforzados. tenían suspenso el golpe de la muerte.

Llegado al justo término, terciando Así que en la demanda necia instando,


la larga pica, arremetió furioso se arroja entre los hierros y se mete
y en tierra el firme regatón fijando, cual perro espumajoso, que rabiando,
atravesó de un salto el ancho foso. a donde más le hieren arremete;
y por la misma pica gateando, y el peligro y la vida despreciando
arriba sobre el muro victorioso, lo más dudoso y áspero acomete,
a pesar de las armas contrapuestas, desbaratando en torno mil espadas
lanzas, picas, espadas y ballestas. al obstinado pecho encaminadas.

No agarrochado toro embravecido Viéndose en tal lugar solo y tratado


la barrera embistió tan impaciente, según la temeraria confianza,
ni fue con tanta fuerza resistido no de su pretensión desconfiado,
de espesas armas y apiñada gente, mas con alguna menos esperanza,
como el gallardo bárbaro atrevido, a los brazos cerró con un soldado
que temeraria y venturosamente, y de las manos le sacó la lanza,
rompiendo al parecer lo más seguro, sobre la cual, echándose en un punto,
sube por fuerza al defendido muro. pensó salvar el foso y vida junto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas la instable Fortuna, ya cansada Mas como no haya maña ni destreza


de serle curadora de la vida, contra el hado preciso y dura suerte,
dio paso en aquel tiempo a una pedrada ni bastan prestos pies, ni ligereza
de algún gallardo brazo despedida, a escapar de las manos de la muerte,
que en la cóncava sien la arrebatada que al que piensa huir con más presteza
piedra gran parte le quedó sumida, le alcanza de su brazo el golpe fuerte,
trabucándole luego de lo alto, como al ligero bárbaro le avino
yendo en el aire en la mitad del salto. en mundano propósito y camino.

Como el troyano Euricio, que volando Que apenas cuatro pasos había dado,
la tímida paloma por el cielo, cuando dos gruesas balas le cogieron
con gran presteza el torvo arco flechando, y, de la espalda al pecho atravesado
la atravesó en la furia de su vuelo, a un tiempo por dos partes le tendieron;
que retorciendo el cuerpo y revelando no dio la alma tan presto, que un soldado
como redondo ovillo vino al suelo, de dos que a socorrerle arremetieron,
así el herido mozo en descubierto, de la costosa lanza no trabase
dentro del hondo foso cayó muerto. y con peligro suyo la salvase.

De treinta y dos heridas justamente Luego, de trompas gran rumor sonando,


cayó el mísero cuerpo atravesado, la gruesa pica en alto levantaron,
sin el último golpe de la frente y a toda furia en hila igual cerrando,
que el número cerró ya rematado; al foso con gran ímpetu llegaron;
y la pica que el bárbaro valiente donde, forzosamente reparando,
de franca y buena guerra había ganado, la munición y flechas descargaron
quedó arrimada al foso de manera en tanta multitud que parecían
que un trozo descubierto estaba fuera. que la espaciosa tierra y sol cubrían.

Pero el joven Pinol, que prometido Pues en esta sazón Martín de Elvira,
había de acompañarle en el asalto que así nuestro español era llamado,
y con el asta el foso arremetido, de lejos la perdida lanza mira
aunque no se atrevió a tan grande salto que el muerto Gracolán le había ganado:
como al valiente amigo vio tendido con loable vergüenza, ardiendo en ira,
y descubrir la pica por lo alto, de recobrar su honor deliberado,
la arrebató tomando por remedio por una angosta puerta que allí había
poner con pies ligeros tierra en medio. solo y sin lanza a combatir salía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Con un osado joven que delante Que el indio con destreza y gran soltura,
venía la tierra y cielo despreciando, saltó ligero atrás cobrando tierra
de proporción y miembros de gigante, y blandiendo la gruesa pica dura
un asta de dos costas blandeando, quiso con otro rematar la guerra;
que acá y allá con término galante mas el pronto español, que entrar procura
la gruesa y larga pica floreando, dándole lado, de la pica aferra,
ora de un lado y de otro, ora derecho, y aguijando por ella a su despecho
quiso tentar del enemigo el pecho. cerró presto con él pecho con pecho.

Tirando un recio bote, que cebado Y habiendo con presteza arrebatado


le retrujo seis pasos de tal suerte, una secreta daga que traía,
que el gallardo español desatinado cinco veces o seis por el costado
se vio casi en las manos de la muerte; del bravo corazón tentó la vía;
pero, como animoso y reportado, el bárbaro mortal, ya desangrado,
haciendo recio pie, se tuvo fuerte por todas la furiosa alma rendía,
pensando asir la pica con la mano; cayendo el cuerpo inmenso en tierra frío,
mas este pensamiento salió vano. ya de sangre y espíritu vacío.

El valiente español, que vio tendido


a su enemigo, y la victoria cierta,
cobró la pica y crédito perdido
retrayendose ufano hacia la puerta;
donde por los amigos conocido,
fue sin contraste en un momento abierta
y dentro recibido alegremente,
con grande aplauso y grita de la gente.

En este tiempo ya por todos lados


la plaza los contrarios expugnaban,
que a vencer o morir determinados
por los fuegos y tiros se lanzaban;
y encima de los muros hacinados
los vivos a tirar se levantaban,
de donde más la cierta puntería
el encubierto blanco descubría.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Unos, con ramas, tierra y con maderos Unos así tras otros procediendo,
ciegan el hondo foso presurosos; ganosos de honra y de temor desnudos,
otros, que más presumen de ligeros, siempre la prisa y multitud creciendo
hacen pruebas y saltos peligrosos; crece la furia de los golpes crudos;
y los que les tocaba ser postreros, los defendidos términos rompiendo,
de llegar a las manos deseosos, cubiertos de sus cóncavos escudos,
tanto el ir adelante procuraban, nos pusieron en punto y apretura
que dentro a los primeros arrojaban. que estuvo lo imposible en aventura.

Mas de los muchos muertos y heridos En este tiempo Tucapel furioso


de nuestros arcabuces de mampuesto apareció gallardo en la muralla,
y de otros arrojados y caídos, esgrimiendo un bastón fuerte y nudoso
el foso se cegó y allanó presto; todo cubierto de luciente malla,
por do los enemigos atrevidos como el león de Libia vedijoso,
arremetieron, el temor pospuesto, que abriendo de la tímida canalla
llegando por las partes más guardadas el tejido escuadrón, con furia horrenda
a medir con nosotros las espadas. desembaraza la impedida senda.

Y prosiguiendo en el osado intento Así el furioso bárbaro arrogante


de nuevo empiezan un combate duro; discurre por el muro, derribando
mas otros con mayor atrevimiento cuanto allí se le opone y ve delante,
trepaban por las picas sobre el muro, su misma gente y armas tropellando;
que al bárbaro furor y movimiento quisiera tener lengua y voz bastante
ningún alto lugar había seguro, para poder en suma ir relatando
ni parte, por más áspera que fuese, el singular esfuerzo y valentía
donde no se escalase y combatiese. que el bravo Tucapel mostró aquel día.

Los nuestros, sobre el muro amontonados, No las espesas picas, ni pertrechos


los rebaten, impelen y maltratan, bastan puestos en contra a resistirle,
y con lanzas y tiros arrojados ni fuertes brazos, ni robustos pechos
los derriban abajo y desbaratan; pueden acometiéndole impedirle
mas poco los demás escarmentados que montones de gente y armas hechos
la difícil subida no dilatan, rompe y derriba sin poder sufrirle,
antes procuran luego embravecidos y aun no contento de esto, osadamente
ocupar el lugar de los caídos. se arroja dentro, en medio de la gente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y al peligro las fuerzas añadiendo, Así a nado y a remo, con gran pena
la poderosa maza rodeaba, el molesto y prolijo mar cortaron,
unos desbaratando, otros rompiendo; y en la ribera y deseada arena
siempre más tierra y opinión ganaba; casi todos a un tiempo pie tomaron;
al fin, los duros golpes resistiendo, donde, con disciplina y orden buena,
por las armas y gente atravesaba, un cerrado escuadrón luego formaron,
hiriendo siempre a diestro y a siniestro marchando a socorrer a los amigos
con grande riesgo suyo y daño nuestro. por medio de las armas y enemigos.

También hacia la banda del Poniente Del mar no habían sacado los pies, cuando,
había Peteguelén arremetido, por la parte de abajo, con ruido
y, a despecho y pesar de nuestra gente, les sale un escuadrón en contra, dando
en lo más alto del bastión subido; una furiosa carga y alarido:
que el valeroso corazón ardiente venía el primero, el paso apresurando,
le había por las entrañas esparcido el suelto Fenistón, mozo atrevido,
un belicoso ardor, como si fuera que de los otros quiso adelantarse
en la verde y robusta edad primera. con gana y presunción de señalarse.

Mucho no le duró, que, a poca pieza, Nuestra gente con orden y osadía,
le arrebató una bala desmandada siguiendo su derrota y firme intento,
de los dispuestos hombros la cabeza, a la enemiga opuesta arremetía,
rematando su próspera jornada; que aun de esperar no tuvo sufrimiento;
tras esta disparó luego otra pieza, y a recibir a Fenistón salía,
hacia la misma parte encaminada, con paso no menor y atrevimiento,
llevando a Guampicol que le seguía, el diestro Julián de Valenzuela,
y a Surco, Longomilla y Lebopía. la espada en mano, al pecho la rodela.

Las gentes que en las naos habían quedado Fue allí el primero que empezó el asalto
viendo el rumor y prisa repentina, el presto Fenistón anticipado
cuál salta luego arriba desarmado, dando un ligero y no pensado salto,
cuál con rodela, cuál con coracina; con el cual descargó un bastón pesado;
quién se arroja al batel y quién a nado mas Valenzuela, la rodela en alto,
piensa arribar más presto a la marina, a dos manos el golpe ha reparado,
llamando cada cual a quien debía dejándole atronado de manera
y ninguno aguardaba compañía. como si encima un monte le cayera.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Bajó la ancha rodela a la cabeza, Por otra parte, arriba en la muralla,


tanto fue el golpe recio y desmedido, siempre con rabia y priesa hervoroso
y el transportado joven una pieza andaba muy reñida la batalla,
fue rodando de manos aturdido; y la victoria en confusión, dudosa;
mas luego, aunque atronado se endereza, vuela en el aire la cortada malla,
y volviendo del todo su sentido, y de sangre caliente y espumosa
pudo al través, hurtándose de un salto, tantos arroyos en el foso entraban,
huir la maza que calaba de alto. que los cuerpos en ella ya nadaban.

Entró el leño por tierra un gran pedazo Así de acá y de allá gallardamente
con el gran peso y fuerza que traía, por la plaza y honor se contendía;
que, visto Valenzuela el embarazo quién sobre el muerto sube diligente,
del bárbaro y el tiempo que él tenía, quién muerto sobre el vivo allí caía;
metiendo con presteza el pie y el brazo, don Gárcía de Mendoza, entre su gente,
el pecho con la espada le cosía, su cuartel con esfuerzo defendía,
y, al sacar la caliente y roja espada, al gran furor y bárbara violencia
le llevó de revés media quijada. haciendo suficiente resistencia.

El araucano ya con desatino Don Felipe Hurtado a la otra mano;


le echó los brazos sin saber por dónde; don Francisco de Andía y Espinosa
mas el joven, tentando otro camino, y don Simón Pereira, lusitano,
arrancada la daga, le responde; don Alonso Pacheco y Ortigosa,
que con la prisa y fuerza que convino, contrapuestos, al ímpetu araucano,
tres veces en el cuerpo se la esconde, hacían prueba de esfuerzo milagrosa,
haciéndole extender ya casi helados resistiendo a gran número la entrada,
los pies y fuertes brazos anudados. a pura fuerza y valerosa espada.

Ya en aquella sazón ninguno había Vasco Juárez también por otra parte,
que solo un punto allí estuviese ocioso; Carrillo y don Antonio de Cabrera,
mas cada cual solícito corría Arias Pardo, Riberos y Lasarte,
a lo más necesario y peligroso; Córdoba y Pedro de Olmos de Aguilera,
era el estruendo tal, que parecía subidos sobre el alto balüarte,
el batir de las armas presuroso herían en los contrarios de manera
que de sus fijos quicios todo el cielo que, aunque eran infinitos, bien seguro
desencajado se viniese al suelo. por toda aquella banda estaba el muro.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No menos se mostraba peleando Canto XX


Juan de Torres, Garnica y Campofrío,
don Martín de Guzmán y don Hernando Retiranse los araucanos con pérdida de mucha gente; escapase Tucapel muy
Pacheco, Gutierréz, Zúñiga y Berrío, herido, rompiendo por los enemigos, cuenta Tegualda a don Alonso de Ercilla
Ronquillo, Lira, Osorio, Vaca, Ovando, el extraño y lastimoso proceso de su historia.
haciendo cosas que el ingenio mío,
aunque libre de estorbos estuviera, Nadie prometa sin mirar primero
contarlos por extenso no pudiera. lo que de su caudal y fuerza siente,
que quien en prometer es muy ligero,
Tanto el daño creció, que, de aquel lado, proverbio es que despacio se arrepiente,
los fieros araucanos aflojaron, la palabra es empeño verdadero
y, rostro a rostro, en paso concertado, que habemos de quitar forzosamente,
quebrantando el furor, se retiraron; y es derecho común y ley expresa
los otros, visto el daño no pensado, guardar al enemigo la promesa.
también del loco intento se apartaron,
quedando Tucapel dentro del fuerte, Bien fuera de estas leyes va la usanza
hiriendo, derribando y dando muerte. que de este tiempo mísero se tiene,
promesas que os ensanchan la esperanza
No desmayó por esto, antes ardía y ninguna se cumple ni mantiene;
en cólera rabiosa y viva saña, así la vana y necia confianza,
y aquí y allí furioso discurría, que estribando en el aire nos sostiene,
haciendo en todas partes riza extraña; se viene al suelo y llega al desengaño
tropella a Bustamante y a Mejía, cuando es mayor que la esperanza el daño.
derriba a Diego Pérez y a Saldaña.
Mas ya es razón, pues he cantado tanto, De mí sabré decir cuán trabajada
dar fin al gran destrozo y largo canto. me tiene la memoria y con cuidado
la palabra que di bien excusada
de acabar este libro comenzado;
que la seca materia, desgustada,
tan desierta y estéril, que he tomado,
me promete hasta el fin trabajo sumo,
y es malo de sacar de un terrón zumo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

¿Quién me metió entre abrojos y por cuestas, Pero viéndose solo y malherido
tras las roncas trompetas y atambores, y el ejército bárbaro deshecho,
pudiendo ir por jardines y florestas y todo el fiero hierro convertido
cogiendo varias y olorosas flores, contra su fuerte y animoso pecho,
mezclando, en las empresas y recuestas, se retrujo a una parte en la cual vido
cuentos, ficciones, fábulas y amores, que el cerro era peinado y muy derecho,
donde correr sin límite pudiera, y, sin muro de aquel lado, donde un salto
dando gusto, yo le recibiera? había de más de veinte brazas de alto.

¿Todo ha de ser batallas y asperezas Como si en tal sazón alas tuviera


discordia, fuego, sangre, enemistades, más seguras que Dédalo las tuvo,
odios, rencores, sañas y bravezas, se arroja desde arriba de manera
desatino, furor, temeridades, que parece que en ellas se sostuvo;
rabias, iras, venganzas y fierezas, hizo prueba de sí fuerte y ligera,
muertes, destrozos, risas, crueldades, que el salto, aunque mortal, en poco tuvo,
que al mismo Marte ya pondrán hastío cayendo abajo el bárbaro gallardo
agotando un caudal mayor que el mío? como una onza ligera o suelto pardo.

Mas a mí me es forzado ser paciente, Mas bien no se lanzó, que en seguimiento


pues de mi voluntad quise obligarme infinidad de tiros le arrojaron,
y así os pido, Señor, humildemente, que, aunque no le alcanzara el pensamiento,
que no os dé pesadumbre el escucharme; antes que fuese abajo le alcanzaron;
que el atrevido bárbaro valiente fue tanto el descargar que, en un momento,
aun no me da lugar de disculparme; en más de diez lugares le llagaron;
tal es la furia y prisa con que viene, pero no de manera que cayese,
que apresurar la mano me conviene. ni un solo paso y pie descompusiese.

El cual, como encerrada bestia fiera, Viéndose abajo y tan herido, luego
ora de aquella y ora de esta parte del propósito y salto arrepentido,
abre sangrienta y áspera carrera, abrasado en rabioso y vivo fuego,
y por todas el daño igual reparte; terrible y más que nunca embravecido
con un orgullo tal que cometiera, quisiera revolver de nuevo al juego
allá en su quinto trono al fiero Marte, y vengarse del daño recibido;
si viera modo de subir al cielo, mas era imaginario desatino,
según era gallardo de cerbelo. que el cerro era tajado y sin camino.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cinco o seis veces la difícil vía Quién queda allí estropeado, quién tullido,
y de fortuna el crédito tentaba, quién se duele, quién gime, quién se queja,
que fácil lo imposible le hacía quién cae acá, quién cae allá, aturdido,
el coraje y humor que le incitaba; quién haciéndole plaza de él se aleja,
por un lado y por otro discurría, y en el largo escuadrón de armas tejido
todo de acá y de allá lo rodeaba, un gran portillo y ancha calle deja,
como el hambriento lobo encarnizado con el furor que el fiero rayo apriesa
rodea de los corderos el cercado. rompe el aire apretado y nube espesa.

Mas viendo, al fin, que era designio vano De tal manera Tucapel , abriendo
y de tiros sobre él la lluvia espesa, de parte a parte el escuadrón cristiano,
retirándose a un lado, vio en el llano arriba a los amigos, que siguiendo
la trabada batalla y fiera priesa; iban la retirada a paso llano,
y como el levantado halcón lozano, con el concierto y orden procediendo
que yendo alta la garza, se atraviesa que vemos ir las grullas el verano,
el cobarde milano, y desde el cielo cuando de su tendida y negra banda
cala a la presa con furioso vuelo: ninguna se adelanta ni desmanda.

así el gallardo Tucapel , dejado Nosotros, aunque pocos, cuando vimos


el temerario intento infructuoso, que a espaldas vueltas iban ya marchando,
revuelve a la otra banda, encaminado de nuestro fuerte en gran tropel salimos,
al reñido combate sanguinoso; en la campaña un escuadrón formando,
en esto el bando infiel desconfiado, y a paso moderado los seguimos,
de mucha gente y sangre perdidoso, de la victoria enteramente usando;
se retiró, siguiendo las banderas pero dimos la vuelta apresurada
que iban marchando ya por las laderas. temiendo alguna bárbara emboscada.

No por eso torció de su demanda Duró, pues, el redido asalto tanto,


un solo paso el bárbaro valiente, que el sol en lo más alto levantado,
antes recio embistió por una banda, distaba del Poniente en punto cuanto
tropellando de golpe mucha gente; estaba del Oriente desviado;
y dándoles terrible escurribanda, nosotros ya seguros, entre tanto
pasó de un cabo a otro francamente, que remataba el curso acostumbrado,
hiriendo y derribando de manera dando lugar a las nocturnas horas
que dejó bien abierta la carrera. del personal trabajo aliviadoras.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El ciego foso alrededor limpiamos, Y a veces la ración se convertía


sin descansar un punto diligentes, en dos tasados puños de cebada,
y en muchas partes de él desbaratamos que cocida con hierbas nos servía
anchas traviesas y formadas puentes; por la falta de sal la agua salada;
los lugares más flacos reparamos la regalada cama en que dormía
con industria y defensa suficientes, era la húmeda tierra empantanada,
fortificando el sitio de manera armado siempre y siempre en ordenanza,
que resistir un gran furor pudiera. la pluma ora en la mano, ora la lanza.

La negra noche a más andar cubriendo Andando, pues, así con el molesto
la tierra, que la luz desamparaba, sueño que me aquejaba porfiando,
se fue toda la gente recogiendo, y en gran silencio el encargado puesto
según y en el lugar que le tocaba, de un canto al otro canto paseando,
la guardia y centinela repartiendo, vi que estaba el un lado del recuesto
que el tiempo estrecho a nadie reservaba, lleno de cuerpos muertos blanqueando,
me cupo el cuarto de la prima en suerte que nuestros arcabuces aquel día
en un bajo recuesto junto al fuerte. habían hecho gran riza y batería.

Donde con el trabajo de aquel día No mucho después de esto, yo, que estaba
y no me haber en quince desarmado, con ojo abierto y con atento oído,
el importuno sueño me afligía, sentí de rato en rato que sonaba
hallándome molido y quebrantado; hacia los cuerpos muertos un ruido
mas con nuevo ejercicio resistía, que siempre al acabar se remataba
paseándome de este y de aquel lado, con un triste suspiro sostenido,
sin parar un momento: tal estaba, y tornaba a sentirse, pareciendo
que de mis propios pies no me fiaba. que iba de cuerpo en cuerpo discurriendo.

No el manjar de sustancia vaporoso, La noche era tan lóbrega y oscura


ni vino muchas veces trasegado, que divisar lo cierto no podía;
ni el hábito y costumbre de reposo y así por ver el fin de esta aventura
me habían el grave sueño acarreado; (aunque más por cumplir lo que debía)
que bizcocho negrísimo y mohoso, me vine, agazapado en la verdura
por medida de escasa mano dado, hacia la parte que el rumor se oía,
y la agua llovediza desabrida donde vi entre los muertos ir oculto
era el mantenimiento de mi vida. andando a cuatro pies un negro bulto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Yo, de aquella visión mal satisfecho, “Que no sé mal que ya dañarme pueda,
con un temor que ahora aun no lo niego, no hay bien mayor que no le haber tenido,
la espada en mano y la rodela al pecho, acábese y fenezca lo que queda,
llamando a Dios, sobre él aguijé luego; pues que mi dulce amigo ha fenecido;
mas el bulto se puso en pie derecho que, aunque el cielo cruel no me conceda
y con medrosa voz y humilde ruego morir mi cuerpo con el suyo unido,
dijo: “Señor, señor, merced te pido, no estorbará por más que me persiga,
que soy mujer y nunca te he ofendido. que mi afligido espíritu le siga”.

“Si mi dolor y desventura extraña En esto con instancia me rogaba


a lástima y piedad no te inclinaren, que su dolor de un golpe rematase;
y tu sangrienta espada y fiera saña mas yo, que en duda y confusión estaba,
de los términos lícitos pasaren, aun teniendo temor que me engañase,
¿qué gloria adquirirás de tal hazaña, del verdadero indicio no fiaba
cuando los justos cielos publicaren hasta que un poco más me asegurase,
que se empleó en una mujer tu espada, sospechando que fuese alguna espía
viuda, mísera, triste y desdichada? que a saber cómo estábamos venía.

“Ruégote, pues, señor, si por ventura Bien que estuve dudoso, pero luego,
o desventura, como fue la mía, aunque la noche el rostro le encubría,
con amor verdadero y con fe pura en su poco temor y gran sosiego
amaste tiernamente en algún día, vi que verdad en todo me decía,
me dejes dar a un muerto sepultura, y que el pérfido amor ingrato y ciego
que yace entre esta muerta compañía; en busca del marido le traía,
mira que aquel que niega lo que es justo, el cual en la primera arremetida,
lo malo aprueba ya y se hace injusto. queriendo señalarse dio la vida.

“No quieras impedir obra tan pía, Movido, pues, a compasión de vella,
que aun en bárbara guerra se concede, firme en su casto y amoroso intento,
que es especie y señal de tiranía de allí salido me volví con ella
usar de todo aquello que se puede; a mi lugar y señalado asiento:
deja buscar su cuerpo a esta alma mía; donde yo le rogué que su querella
después furioso con rigor procede, con ánimo seguro y sufrimiento
que ya el dolor me ha puesto en tal extremo, desde el principio al cabo me contase
que más la vida que la muerte temo. y deshogando la ansia descansase.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ella dijo: “¡Ay de mí!, que es imposible “Muy presto, pues, llegó el postrero día
tener jamás descanso hasta la muerte, de esta mi libertad y señorío,
que es sin remedio mi pasión terrible, ¡oh, si lo fuera de la vida mía!,
y más que todo sufrimiento fuerte; pero no pudo ser, que era bien mío.
mas, aunque me será cosa insufrible, En un lugar que junto al pueblo había,
diré el discurso de mi amarga suerte, donde el claro Gualebo, manso río,
quizá que mi dolor, según es grave, después que sus viciosos campos riega,
podrá ser que esforzándose me acabe. el nombre y agua al ancho Itata entrega.

“Yo soy Tegualda, hija desdichada “Allí, para castigo de mi engaño,


del cacique Brancol desventurado, que fuese a ver sus fiestas me rogaron,
de muchos por hermosa en vano amada, y, como había de ser para mi daño,
libre un tiempo de amor y de cuidado; fácilmente conmigo lo acabaron;
pero muy presto la Fortuna airada luego, por orden y artificio extraño,
de ver mi libertad y alegre estado, la larga senda y pasos enramaron,
turbó de tal manera mi alegría, pareciéndoles malo el buen camino,
que al fin me muero del mal que no temía. y que el sol de tocarme no era dino.

“De muchos fui pedida en casamiento, “Llegué por varios arcos donde estaba
y a todos igualmente despreciaba, un bien compuesto y levantado asiento,
de lo cual mi buen padre descontento hecho de tal manera que ayudaba
que yo aceptase alguno me rogaba; la maestra natural al ornamento;
pero con franco y libre pensamiento el agua clara en torno murmuraba,
de su importuno ruego me excusaba, los árboles movidos por el viento
que era pensar mudarme desvarío hacían un movimiento y un ruido
y martillar sin fruto en hierro frío. que alegraban la vista y el oído.

“No por mis libres y ásperas respuestas “Apenas, pues, en él me había sentado,
los firmes pretensores aflojaron, cuando un alto y solemne bando echaron,
antes con nuevas pruebas y recuestas y del ancho palenque y estacado
en su vana demanda más instaron, la embarazoso gente despejaron;
y con danzas, con juegos y otras fiestas cada cual a su puesto retirado,
mudar mi firme intento procuraron, la acostumbrada lucha comenzaron
no les bastando maña ni artificio con un silencio tal, que los presentes
a sacar mi propósito de quicio. juzgaron ser pinturas más que gentes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Aunque había muchos jóvenes lucidos, “aquel gallardo mozo, bien dispuesto,
todos al parecer competidores, del vestido de verde y encarnado,
de diferentes suertes y vestidos con gran facilidad le ha en tierra puesto,
y de un fin engañoso pretensores, llevándole el honor que había ganado;
no estaba en cuáles eran los vencidos, y el fácil y liviano pueblo de esto
ni cuáles habían sido vencedores, como de novedad maravillado,
buscando acá y allá entretenimiento ha levantado aquel confuso estruendo,
con un ocioso y libre pensamiento. la fuerza del mancebo encareciendo.

“Yo que en cosa de aquellas no paraba, “Y también Mareguano, que procura


el fin de sus contiendas deseando; de volver a luchar, el cual alega
ora los altos árboles miraba, que fue siniestro acaso y desventura,
de Natura las obras contemplando, que en fuerza y maña el otro no le llega;
ora el agua que el prado atravesaba, pero la condición y la postura
las varias pedrezuelas numerando, del expreso cartel se lo deniega,
libre a mi parecer y muy segura aunque el joven con ánimo valiente
de cuidado de amor y desventura. da voces, que es contento y lo consiente.

“Cuando un gran alboroto y vocería “Pero los jueces por razón no admiten
(cosa muy cierta en semejante juego) del uno ni del otro pedimento,
se levantó entre aquella compañía, ni en modo alguno quieren ni permiten
que me sacó de seso y de sosiego; innovación en esto y movimiento;
yo, queriendo entender lo que sería, mas que de su propósito se quiten,
al más cerca de mí pregunté luego si entrambos de común consentimiento
la causa de la grita ocasionada, pareciendo primero en tu presencia
que me fuera mejor no saber nada. no alcanzaron de ti franca licencia”.

“El cual dijo: “Señora, ¿no has mirado “En esto, a mi lugar enderezando
cómo el robusto joven Mareguano de aquella gente un gran tropel venía,
con todos cuantos mozos ha luchado que como junto a mí llegó, cesando
lo ha puesto de espaldas en el llano? el discorde alboroto y vocería,
Y cuando yo esperaba, confiado, el mozo vencedor la voz alzando,
que la bella guirnalda de tu mano con una humilde y baja cortesía,
lo ciñera la ufana y leda frente dijo: “Señora, una merced te pido
en premio y en señal de más valiente, sin haberla mis obras merecido:

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Que si soy extranjero y no merezco “Juntáronse en un punto, y porfiando


hagas por mí lo que es tan de tu oficio, por el campo anduvieron un gran trecho,
como tu siervo natural te ofrezco ora volviendo en torno y volteando,
de vivir y morir en tu servicio; ora yendo al través, ora al derecho,
que, aunque el agravio aquí yo le padezco, ora alzándose en alto, ora bajando,
por dar de esta mi oferta algún indicio, ora en sí recogidos pecho a pecho,
quiero, si ello fueres tú servida, tan estrechos, gimiendo se tenían
luchar con Mareguano otra caída. que recibir aliento aun no podían,

“Y otra, y otra, y aun más, si él quiere, quiero, “Volvían a forcejear con un ruido,
hasta dejarte en todo satisfecho; que era de ver y oírlos cosa extraña;
y consiento que al punto y ser primero pero el mozo extranjero ya corrido
se reduzca la prueba y el derecho; de su poca pujanza y mala maña,
que siendo en tu presencia, cierto espero alzó de tierra al otro y de un gemido
salir con mayor gloria de este hecho; de espaldas le trabuca en la campaña,
danos licencia, rompe el estatuto con tal golpe que al triste Mareguano
con tu poder sin límite absoluto”. no le quedó sentido y hueso sano.

“Esto dicho, con baja reverencia, “Luego, de mucha gente acompañado,


la respuesta mirándome esperaba; a mi asiento los jueces le trujeron,
mas yo, que sin recato y advertencia el cual ante mis pies arrodillado,
escuchándole atenta le miraba, que yo le diese el premio me dijeron;
no solo concederle la licencia, no sé si fue su estrella o fue mi hado,
pero ya que venciese deseaba, en las causas que en esto concurrieron,
y así le respondí: “Si yo algo puedo, que comencé a temblar y un fuego ardiendo
libre y graciosamente lo concedo”. fue por todos mis huesos discurriendo.

“Luego, con un gallardo continente, “Halléme tan confusa y alterada


ambos juntos de mí se despidieron, de aquella nueva causa y accidente,
y con grande alborozo de la gente que estuve un rato atónita y turbada
en la cerrada plaza los metieron, en medio del peligro y tanta gente;
adonde los padrinos igualmente pero volviendo en mí más reportada,
el sol ya bajo y campo les partieron; al vencedor en todo dignamente,
y, dejándolos solos en el puesto, que estaba allí inclinado ya en mi falda,
el uno para el otro movió presto. le puse en la cabeza la guirnalda.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Pero bajé los ojos al momento “Más de cuarenta mozos en el puesto


de la honesta vergüenza reprimidos, a pretender el precio parecieron,
y el mozo con un largo ofrecimiento donde en la raya el pie cada cual puesto,
inclinó a sus razones mis oídos; prontos y apercibidos atendieron;
al fin se fue, llevándome el contento que no sintieron la señal tan presto,
y dejando turbados mis sentidos, cuando todos en hila igual partieron
pues que llegué de amor y pena junto con tal velocidad, que casi apenas
de solo el primer paso al postrer punto. señalaban la planta en las arenas.

“Sentí una novedad que me apremiaba “Pero Crepino, el joven extranjero,


la libre fuerza y el rebelde brío, que así de nombre propio se llamaba,
a la cual sometida se entregaba venía con tanta furia el delantero,
la razón, libertad y el albedrió; que al presuroso viento atrás dejaba;
yo, que, cuando acordé, ya me hallaba el rojo palio al fin tocó el primero,
ardiendo en vivo fuego el pecho frío, que la larga carrera remataba,
alcé los ojos tímidos cebados dejando con su término agraciado
que la vergüenza allí tenía abajados. al circunstante pueblo aficionado.

“Roto con fuerza súbita y furiosa “Y con solemne triunfo rodeando


de la vergüenza y continencia el freno, la llena y ancha plaza le llevaron;
le seguí con la vista deseosa, pero después a mi lugar tornando
cebando más la llaga y el veneno; que le diese el anillo me rogaron;
que solo allí mirarle y no otra cosa yo, un medroso temblor disimulando,
para mi mal hallaba que era bueno; que atentamente todos me miraron,
así que adondequiera que pasaba del empacho y temor pasado el punto
tras sí los ojos y alma me llevaba. le di mi libertad y anillo junto.

“Vile que a la sazón se apercibía “Él me dijo: “Señora, te suplico


para correr el palio acostumbrado, le recibas de mí, que aunque parece
que una milla del trecho y más tenía pobre y pequeño el don, te certifico
el término del curso señalado; que es grande la afición con que se ofrece;
y al suelo vencedor se prometía que con este favor quedaré rico
un anillo de esmaltes rodeado y así el ánimo y fuerzas me engrandece,
y una gruesa esmeralda bien labrada, que no habrá empresa grande ni habrá cosa
dado por esta mano desdichada. que ya me pueda ser dificultosa”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Yo, por usar de toda cortesía, “Ya que con voluntad y mandamiento
que es lo que a las mujeres perfecciona, a mi honor y deseo satisfizo
le dije que el anillo recibía y la vana contienda y fundamento
y más la voluntad de la persona; de los presentes jóvenes deshizo,
en esto toda aquella compañía, el infelice y triste casamiento
hecha en torno de mi espesa corona, en forma y acto público se hizo,
del ya agradable asiento me bajaron hoy hace justo un mes, ¡oh suerte dura,
y a casa de mi padre me llevaron. qué cerca está del bien la desventura!

“No con pequeña fuerza y resistencia “Ayer me vi contenta de mi suerte,


por dar satisfacción de mí a la gente, sin temor de contraste ni recelo;
encubrí tres semanas mi dolencia, hoy la sangrienta y rigurosa muerte
siempre creciendo al daño y fuego ardiente todo lo ha derribado por el suelo.
y mostrando venir a la obediencia ¿Qué consuelo ha de haber a mal tan fuerte?
de mi padre y señor, mañosamente ¿Qué recompensa puede darme el Cielo
le di a entender por señas y rodeo adonde ya ningún remedio vale
querer cumplir su ruego y mi deseo. ni hay bien que con tan grande mal se iguale?

“Diciendo que, pues él me persuadía “Este es, pues, el proceso, esta es la historia,
que tomase parientes y marido y el fin tan cierto de la dulce vida,
al parecer según me convenía, he aquí mi libertad y breve gloria
yo por le obedecer le había elegido, en eterna amargura convertida;
el cual era Crepino, que tenía y pues que por tu causa la memoria
valor, suerte y linaje conocido, mi llaga ha renovado encrudecida,
junto con ser discreto, honesto, afable, en recompensa del dolor te pido
de condición y término loable. me dejes enterrar a mi marido.

“Mi padre, que con sesgo y ledo gesto “Que no es bien que las aves carniceras
hasta el fin escuchó el parecer mío, despedacen el cuerpo miserable,
besándome en la frente dijo: “En esto ni los perros y brutas bestias fieras
y en todo me remito a tu albedrío; satisfagan su estómago insaciable;
pues de tu discreción e intento honesto mas cuando empedernido ya no quieras
que elegirás lo que conviene fío, hacer cosa tan justa y razonable,
y bien muestra Crepino en su crianza haznos con esa espada y mano dura
ser de buenos respetos y esperanza”. iguales en la muerte y sepultura”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Aquí acabó su historia y comenzaba Canto XXI


un llanto tal que el monte enternecía,
con un ansia y dolor que me obligaba Halla tegualda el cuerpo del marido y haciendo un llanto sobre Él le lleva a su
a tenerle en el duelo compañía; tierra; llegan a penco los españoles y caballos Que venían de Santiago y de la
que ya el asegurarle no bastaba imperial por tierra; hace Caupolicán Muestra general de su gente.
de cuanto prometer yo le podía:
solo pedía la muerte y sacrificio Quién de amor hizo prueba tan bastante?
por último remedio y beneficio. ¿Quién vio tal muestra y obra tan piadosa
como la que tenemos hoy delante
En gran congoja y confusión me viera de esta infelice bárbara hermosa?
si don Simón Pereyra, que a otro lado La fama engrandeciéndola levante
hacía también la guardia, no viniera mi baja voz en alta y sonorosa;
a decirme que el tiempo era acabado; dando noticia de ella eternamente,
y espantado también de lo que oyera, corra de lengua en lengua, y gente en gente.
que un poco desde aparte había escuchado,
me ayudó a consolarla, haciendo ciertas Cese el uso dañoso y ejercicio
con nuevo ofrecimiento mis ofertas. de las mordaces lenguas ponzoñosas,
que tienen de costumbre y por oficio
Ya el presuroso cielo volteando ofender las mujeres virtuosas;
en el mar las estrellas trastornaba pues mirándolo bien solo este indicio,
y el crucero las horas señalando sin haber en contrario tantas cosas,
entre el Sur y Sude este declinaba confunde su malicia y las condena
en mitad del silencio y noche, cuando a duro freno y vergonzosa pena.
visto cuánto la oferta la obligaba,
reprimiendo Tegualda su lamento, Cuántas y cuántas vemos que han subido
la llevamos a nuestro alojamiento. a la difícil cumbre de la fama;
Judith, Camila, la fenicia Dido,
Donde en honesta guarda y compañía a quien Virgilio injustamente infama;
de mujeres casadas quedó, en tanto Penélope, Lucrecia, que al marido
que el esperado ya vecino día lavó con sangre la violada cama;
quitase de la noche el negro manto; Hipo, Tucia, Virginia, Fulvia, Clelia,
entre tanto también razón sería, Porcia, Sulpicia, Alcestes y Cornelia.
pues que todos descansan y yo canto,
dejarlo hasta mañana en este estado,
que de reposo estoy necesitado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Bien puede ser entre estas colocada La mísera Tegualda, que delante
la hermosa Tegualda, pues parece vio la marchita faz desfigurada,
en la rara hazaña señalada con horrendo furor en un instante
cuanto por el piadoso amor merece; sobre ella se arrojó de esatinada,
así, sobre sus obras levantada, y junta con la suya en abundante
entre las más famosas resplandece flujo de vivas lágrimas bañada,
y el nombre será siempre celebrado, la boca le besaba y la herida,
a la inmortalidad ya consagrado. por ver si le podía infundir la vida.

Quedó, pues, como dije, recogida “¡Ay cuitada de mí! –decía–. ¿Qué hago
en parte honesta y compañía segura, entre tanto dolor y desventura?
del poco beneficio agradecida, ¿Cómo el injusto amor no satisfago
según lo que esperaba en su ventura; en esta aparejada coyuntura?
pero la aurora y nueva luz venida, ¿Por qué ya, pusilánime, de un trago
aunque el sabroso sueño con dulzura no acabo de pasar tanta amargura?
me había los laxos miembros ya trabado, ¿Qué es esto, la injusticia adónde llega
me despertó el aquejador cuidado. que aun el morir forzoso se me niega?”

Viniendo a toda priesa a donde estaba Así furiosa por morir echaba
firme en el triste llanto y sentimiento, la rigurosa mano al blanco cuello;
que solo un breve punto no aflojaba y, no pudiendo más, no perdonaba
la dolorosa pena y el lamento; al afligido rostro, ni al cabello;
yo con gran compasión la consolaba, y aunque yo de estorbarle procuraba,
haciéndole seguro ofrecimiento apenas era parte a defende ello,
de entregarle el marido y darle gente tan grande era la basca y ansia fuerte
con que salir pudiese libremente. de la rabiosa gana de la muerte.

Ella, del bien incrédula, llorando, Después que algo las ansias aplacaron
los brazos extendidos me pedía por la gran persuasión y ruego mío,
firme seguridad, y así llamando y sus promesas ya me aseguraron
los indios de servicio que tenía, del gentílico intento y desvarío,
salí con ella acá y allá buscando; los prestos yanaconas levantaron
al fin, entre los muertos que allí había, sobre un tablón el yerto cuerpo frío,
hallamos el sangriento cuerpo helado, llevándole en los hombros suficientes
de una redonda bala atravesado. a donde le aguardaban sus sirvientes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas, porque estando así rota la guerra, El mismo aviso trajo al mediodía
no padeciese agravio y demasía, un amigo cacique de la sierra,
hasta pasar una vecina sierra afirmando por cierto que venía
le tuve con mi gente compañía; todo el poder y fuerza de la tierra
pero llegando a la segura tierra con soberbio aparato, donde había,
encaminada en la derecha vía, instrumentos y máquinas de guerra,
se despidió de mí reconocida puentes, traviesas, árboles, tablones
del beneficio y obra recibida. y otras artificiosas prevenciones.

Vuelto al asiento, digo que estuvimos No desmayó por esto nuestra gente;
toda aquella semana trabajando, antes venir al punto deseaba,
en la cual lo deshecho rehicimos que el menos animoso osadamente
el foso y roto muro reparando; el lugar de más riesgo procuraba;
de industria y fuerza al fin nos prevenimos y con presteza y orden conveniente
con buen ánimo y orden aguardando todo lo necesario se aprestaba,
al enemigo campo cada día, esperando con muestra apercibida
que era pública fama que venía. el día amenazador de tanta vida.

También tuvimos nueva que partidos Fuimos también por indios avisados
eran de Mapochó nuestros guerreros, de nuestros espiones, que sin duda
de armas y municiones bastecidos, nos darían el asalto por tres lados,
con mil caballos y dos mil flecheros; al postrer cuarto de la noche muda;
mas del lluvioso invierno los crecidos así que, cuando más desconfiados
raudales y las ciénagas y esteros no de divina, mas de humana ayuda,
llevándoles ganado, ropa y gente por la cumbre de un monte de repente
los hacían detener forzosamente. apareció en buen orden nuestra gente.

Estando como digo, una mañana ¡Quién pudiera pintar el gran contento,
llegó un indio a gran priesa a nuestro fuerte, el alborozo de una y otra parte,
diciendo: “¡Oh temeraria gente insana! el ordenado alarde, el movimiento,
Huid, huid la ya vecina muerte, el ronco estruendo del furioso Marte,
que la potencia indómita araucana tanta bandera descosida al viento,
viene sobre vosotros de tal suerte, tanto perdón, divisa y estandarte,
que no bastarán muros, ni reparos, trompas, clarines, vices, apellidos,
ni sé lugar donde podáis salvaros”. relinchos de caballos y bufidos!

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ya que los unos y otros con razones Reformado el bagaje brevemente


de amor y cumplimiento nos hablamos, de la jornada larga y desabrida,
y para los caballos y peones la bulliciosa y esforzado gente,
lugar cómodo y sitio señalamos; ganosa de honra y de valor movida,
tiendas labradas, toldos, pabellones murmurando el reposo impertinente,
en la estrecha campaña levantamos pide que se acelere la partida,
en tanta multitud, que parecía y el día de todos tanto deseado
que una ciudad allí nacido había. que fue de aquel en cinco señalado.

Fue causa la venida de esta gente Venido el aplazado alegre día,


que el ejército bárbaro vecino, al comenzar de la primer jornada,
con nuevo acuerdo y parecer prudente, llegó de la Imperial gran compañía
mudase de propósito y camino; de caballeros y de gente armada,
que Colocolo, astuta y sabiamente, que en aquella ocasión partido había
al consejo de muchos contravino, por tierra, aunque rebelde y alterada,
discurriendo por términos y modos con gran chusma y bagaje, bastecida
que redujo a su voto los de todos. de municiones, armas y comida.

Aunque, como ya digo, antes tuvieron Ya, pues, en aquel sitio recogidos
gran contienda sobre ello y diferencia; tantos soldados, armas, municiones,
pero, al fin, por entonces difirieron todos los instrumentos prevenidos,
la ejecución de la áspera sentencia; hechas las necesarias provisiones,
y el poderoso campo retrujeron fueron por igual orden repartidos
hasta tener más cierta inteligencia los lugares, cuarteles y escuadrones,
del español ejército arribado, para que en el rebato y voz primera
que ya le había la fama acrecentado. cada cual acudiese a su bandera.

Pero los nuestros, de mostrar ganosos Caupolicán también, por otra parte,
aquel valor que en la nación se encierra, con no menor cuidado y providencia,
enemigos del ocio y deseosos la gente de su ejército reparte
de entrar talando la enemiga tierra, por los hombres de suerte y suficiencia;
procuran con afectos hervorosos que en el duro ejercicio y bélica arte
apresurar la deseada guerra, era de mayor prueba y experiencia,
haciendo diligencia y gran instancia y todo puesto a punto quiso un día
en prevenir las cosas de importancia. ver la gente y las armas que tenía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Era el primero que pasó la muestra Iba siguiendo la postrera hilera


el cacique Pillolco, el cual armado Millalarmo, mancebo floreciente,
iba de fuertes armas, en la diestra con sus pintadas armas, el cual era
un gran bastón de acero barreado, del famoso Picoldo descendiente,
delante de su escuadra, gran maestra rigiendo los que habitan las riberas
de arrojar el certero dardo usado, del gran Nibequetén, que su corriente
procediendo en buen orden y manera, no deja a la pasada fuente y río,
de trece en trece iguales por hilera. que todos no los traiga al Biobío.

Luego pasó detrás de los postreros Pasó luego la muestra Mareande,


el fuerte Leucotón, a quien siguiendo con una cimitarra y ancho escudo,
iba una espesa banda de flecheros, mozo de presunción y orgullo grande,
gran número de tiros esparciendo; alto de cuerpo, en proporción membrudo;
venía Rengo tras él con sus maceros iba con él su primo Lepomande,
en paso igual y grave, procediendo desnudo al hombro un gran cuchillo agudo,
arrogante, fantástico, lozano, ambos de una divisa, rodeados
con un entero líbano en la mano. de gente armada y prácticos soldados.

Tras él con fiero término seguía Seguía el orden tras estos Lemolemo,
el áspero y robusto Tulcomara, arrastrando una pica poderosa,
que vestido en lugar de arnés traía delante de su escuadra, por extremo
la piel de un fiero tigre que matara; lucida entre las otras y vistosa;
cuya espantosa boca le ceñía un poco atrás del cual iba Gualemo,
por la frente y quijadas la ancha cara, cubierto de una piel dura y pelosa
con dos espesas órdenes de dientes de un caballo marino, que su padre
blancos, agudos, lisos y lucientes. había muerto en defensa de su madre.

Al cual en gran tropel acompañaban Cuentan, no sé si es fábula, que estando


su gente agreste y ásperos soldados, bañándose en la mar algo apartada,
que en apiñada muela le cercaban, un caballo marino allí arribando,
de pieles de animales rodeados; fue de él súbitamente arrebatada,
luego los talcamávidas pasaban, y el marido a las voces aguijando
que son más aparentes que esforzados, de la cara mujer, del pez robada,
debajo del gobierno y del amparo con el dolor y pena de perde ella
del jactancioso mozo Caniotaro. al agua se arrojó luego tras ella.

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Pudo tanto el amor, que el mozo osado Pasó tras este luego Talcahuano,
al pescado alcanzó que se alargaba, que ciñe el mar su tierra y la rodea,
y, abrazado con él por maña a nado, un mástil grueso en la derecha mano,
a la vecina orilla le acercaba, que como un tierno junco le blandea,
donde el marino monstruo sobreaguado cubierto de altas plumas muy lozano,
(que también el amor ya le cegaba) siguiéndole su gente de pelea,
dio recio en seco, al tiempo que el reflujo por los pechos al sesgo atravesadas,
de las huidoras olas se retrujo. bandas azules, blancas y encarnadas.

Soltó la presa libre y, sacudiendo Venía tras él Tomé, que sus pisadas
la dura cola, el suelo deshacía, seguían los puelches, gentes banderizas,
y aquí y allí el gran cuerpo retorciendo, cuyas armas son puntas enastadas
contra el mozo animoso se volvía; de una gran braza, largas y rollizas;
el cual, sazón y punto no perdiendo, y los trulos también, que usan espadas,
a las cercanas armas acudía, de fe mudable y casas movedizas,
comenzando los dos una batalla hombres de poco efecto, alharaquientos,
que el mar calmó y el sol paró a miralla. de fuerza grande y chicos pensamientos.

Mas con destreza el bárbaro valiente, No faltó Andalicán con su lucida


de fuerza y ligereza acompañada, y ejercitada gente en ordenanza,
al monstruo, de voraz, hería en la frente una cota finísima vestida,
con una porra de metal herrada; vibrando la fornida y gruesa lanza;
al cabo el indio valerosamente y Orompello, de edad aun no cumplida,
dio felice remate a la jornada, pero de grande muestra y esperanza,
dejando al gran pescado allí tendido, otra escuadra de prácticos regía,
que más de treinta pies tenía medido. llevando al diestro Ongolmo en compañía.

Y en memoria del hecho hazañoso, Elicura pasó luego tras estos.


digno de lo poner en escritura, armado ricamente, el cual traía
del pellejo del pez duro y peloso una banda de jóvenes dispuestos,
hizo una fuerte y fácil armadura; de grande presunción y gallardía;
muerto Guacol, Gualemo valeroso seguían los llaucos de almagrados gestos,
las armas heredó y a Quilacura, robusta y esforzado compañía,
que es un valle extendido y muy poblado llevando en medio de ellos por caudillo
de gente rica de oro y de ganado. al sucesor del ínclito Ainavillo.

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Seguía después Cayocupil, mostrando El gran Caupolicán con la otra parte


la dispuesta persona y buen deseo, y resto del ejército araucano,
su veterana gente gobernando más encendido que el airado Marte,
con paso grave y con vistoso arreo: iba con un bastón corto en la mano;
tras él venía Purén, también guiando bajo de cuya sombra y estandarte
con no menor donaire y contoneo venía el valiente Curgo y Mareguano
una bizarra escuadra de soldados, y el grave y elocuente Colocolo,
en la dura milicia ejercitados. Millo, Teguán, Lambecho y Guampicolo.

Lincoya iba tras él, casi gigante, Seguían, luego, detrás sus piemaiquenes,
la cresta sobre todos levantada, tuncos, renoguelones y pencones,
armado un fuerte peto rutilante, los itatas, mauleses y cauquenes
de penachos cubierta la celada; de pintadas divisas y pendones;
con desdeñoso término delante nibequetenses, pueches y cautenes
de su lustrosa escuadra bien cerrada, con una espesa escuadra de peones
el mozo Peicaví luego guiaba y multitud confusa de guerreros,
otro espeso escuadrón de gente brava. amigos, comarcanos y extranjeros.

Venía en esta reseña en buen concierto Según el mar las olas tiende y crece,
el grave Caniomangue, entristecido así crece la fiera gente armada,
por el insigne viejo padre muerto, tiembla en torno la tierra y se estremece
a quien había en el cargo sucedido, en tantos pies batida y golpeada;
todo de negro el blanco arnés cubierto lleno el aire de estruendo se oscurece
y su escuadrón de aquel color vestido, con la gran polvareda levantada,
al tardo son y paso los soldados que en ancho remolino al cielo sube,
de roncos atambores de estemplados. cual ciega niebla espesa o parda nube.

Fue allí el postrero que pasó la lista Pues nuestro campo en orden semejante,
(primero en todo) Tucapel gallardo, según que dije arriba, don García
cubierta una lúcida sobrevista al tiempo del partir puesto delante
de unos anchos escaques de oro y pardo; de aquella valerosa compañía,
grande en el cuerpo y áspero en la vista, con un alegre término y semblante
con un huello lozano y paso tardo, que dichoso suceso prometía,
detrás del cual iba un tropel de gente moviendo los dispuestos corazones
arrogante, fantástica y valiente. les empezó a decir estas razones:

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“Valientes caballeros, a quien solo “Poned a todo en la razón la mira


el valor natural de la persona porque las armas siempre habéis tomado,
os trajo a descubrir el Austral polo, que pasando los términos la ira
pasando la solar tórrida zona pierde fuerza el derecho ya violado;
y los distantes trópicos, que Apolo pues cuando la razón nos frena y tira
por más que cerca el cielo y lo corona, el ímpetu y furor demasiado,
jamás en ningún tiempo pasar puede, el rigor excesivo en el castigo
ni el soberano Autor se lo concede. justifica la causa al enemigo.

“Ya que con tanto afán habéis seguido “No sé si tengo más cerca de esto
hasta aquí las católicas banderas que decir, ni advertimos con razones,
y al español dominio sometido que en detener ya tanto soy molesto
innumerables gentes extranjeras, la furia de esos vuestros corazones;
el fuerte pecho y ánimo sufrido ¡sus, sus!, pues, derribad y allanad presto
poned contra estos bárbaros de veras, las palizadas, tiendas, pabellones,
que vencido esto poco veréis llano y vámonos de aquí todos a una
todo el mundo debajo de la mano. a donde ya nos llama la Fortuna”.

“Y en cuanto dilatamos este hecho Súbito las escuadras presurosas,


y de llegar al fin lo comenzado, con grande alarde y con gallardo brío,
poca o ninguna cosa habemos hecho, marchan a las riberas arenosas
ni aun es vuestro el honor que habéis ganado; del ancho y caudaloso Biobío;
que la causa indecisa, igual derecho y, en esquifadas barcas espaciosas,
tiene el fiero enemigo en campo armado atravesaron luego el ancho río,
a todas vuestras glorias y fortuna, entrando con ejército formado
pues las puede ganar con sola una. por el distrito y término vedado.

“Lo que yo os pido de mi parte y digo Mas, según el trabajo se me ofrece,


es que en estas batallas y revueltas, que tengo de pasar forzosamente,
aunque os haya ofendido el enemigo, reposar algún tanto me parece
jamás vos le ofendáis a espaldas vueltas; para cobrar aliento suficiente;
antes le defended como al amigo, que la cansada voz me desfallece
si volviéndose a vos las armas sueltas y siento ya acabárseme el torrente;
rehuyere el morir en la batalla, mas yo me esforzaré si puedo tanto,
pues es más dar la vida que quitalla. que os venga a contentar el otro canto.

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Canto XXII Déjame ya, que la trompeta horrenda


del enemigo bárbaro vecino
Entran los españoles en el estado de Arauco; traban los araucanos con ellos no da lugar a que otra cosa atienda,
una reñida batalla; hace rengo de su persona gran prueba; cortan las manos por que me tiene tomado ya el camino;
justicia a Galvarino, indio valeroso. donde siento fraguada una contienda,
que el más fértil ingenio y peregrino,
en tal revolución embarazado,
Pérfido amor tirano, ¿qué provecho no le diera lugar desocupado.
piensas sacar de mi de esasosiego?
¿No estás de mi promesa satisfecho ¿Qué puedo, pues, hacer, si ya metido
que quieres afligirme desde luego? dentro del campo y ocasión me veo,
¡Ay!, que ya siento en mi cuidoso pecho sino al cabo cumplir lo prometido,
labrarme poco a poco un vivo fuego aunque tire a otra parte mi deseo?
y desde allí con movimiento blando Pero a término breve reducido,
ir por venas y huesos penetrando. por la más corta senda sin rodeo,
pienso seguir el comenzado oficio
¿Tanto, traidor, te va que yo no siga desnudo de ornamento y artificio.
el duro estilo del sangriento Marte,
que así de tal manera me fatiga Vuelto a la historia, digo que marchaba
tu importuna memoria en cada parte? nuestro ordenado campo de manera
Déjame ya, no quieras que se diga que gran espacio en breve se alejaba
que porque nadie quiere celebrarle del Talcahuano término y ribera;
al último rincón vas a buscarme, mas, cuando el alto sol ya declinaba
y allí pones tu fuerza en aquejarme. cerca de un agua al pie de una ladera,
en cómodo lugar y llano asiento
¿No ves que es mengua tuya y gran bajeza, hicimos el primero alojamiento.
habiendo tantos célebres varones,
venir a mendigar a mi pobreza, Estábamos apenas alojados
tan falta de conceptos y razones, en el tendido llano a la marina,
y en medio de las armas y aspereza, cuando se oyó gritar por todos lados,
sumido en mil forzosas ocasiones, “¡Arma, arma, enfrena, enfrena, aína, aína!”
me cargas por un sueño quizá vano luego de acá y de allá los derramados,
con tanta pesadumbre ya la mano? siguiendo la ordenanza y disciplina,
corren a sus banderas y pendones
formando las hileras y escuadrones.

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Nuestros descubridores, que la tierra Pero por más que allí los aguijaban
iban corriendo por el largo llano, con voces, cuerpos, brazos y talones,
al remate del cual está una sierra los bárbaros por pies los alcanzaban,
cerca del alto monte Andalicano, haciéndoles bajar de los arzones;
vieron de allí calar gente de guerra, al fin necesitados peleaban,
cerrando el paso a la siniestra mano, cual los heridos osos y leones
diciendo: “¡Espera, espera; tente, tente; cuando de los lebreles aquejados
veremos quién hoy es aquí el valiente!” ven la guarida y pasos ocupados.

Los nuestros, al amparo de un repecho, Como el airado viento repentino,


en forma de escuadrón se recogieron, que en lóbrego turbión, con gran estruendo,
donde con muestra y animoso pecho el polvoroso campo y el camino
al ventajoso número atendieron; va con violencia indómita barriendo,
pero los fieros bárbaros de hecho, y en ancho y presuroso remolino
sin punto reparar los embistieron, todo lo coge, lleva y va esparciendo,
haciéndoles tomar luego la vuelta y arranca aquel furioso movimiento
sin orden ni camino, a rienda suelta. los arraigados troncos de su asiento.

Aunque a veces en parte recogidos, Con tal facilidad arrebatados


haciendo cuerpo y rostro, revolvían de aquel furor y bárbara violencia
y con mayor valor que de vencidos iban los españoles fatigados,
al vencedor soberbio acometían; sin poderse poner en resistencia;
pero, con mayor furia compelidos, algunos, del honor avergonzados,
el camino empezado proseguían, vuelven haciendo rostro y apariencia;
dejando a veces muerta y tropellada mas otra ola de gente que llegaba,
alguna de la gente desmandada. con más presteza y daño los llevaba.

Los presurosos indios desenvueltos, Así los iban siempre maltratando,


siempre con mayor furia y crecimiento, siguiendo el hado y próspera fortuna,
en una espesa polvareda envueltos, el rabioso furor ejecutando
iban en el alcance y seguimiento; en los rendidos, sin clemencia alguna;
los nuestros a calcaño y frenos sueltos, por el tendido valle resonando
a la sazón con más temor que tiento, la trulla y grita bárbara importuna,
ayudan los caballos desbocados, que, arrebatada del ligero viento,
arrimándoles hierro a los costados. llevó presto la nueva a nuestro asiento.

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En esto, por la parte del Poniente, Por el lado derecho encaminado


con gran presteza y no menor ruido, hizo el agudo hierro gran herida,
Juan Ramón arribó con mucha gente, pasando el escaupil doble estofado
que el aviso primero había tenido; y una cota de malla muy tejida;
y, en furioso tropel, gallardamente, el ancho y duro hierro ensangrentado
alzando un ferocísimo alarido, abrió por las espaldas la salida,
embistió la enemiga gente airada, quedando el cuerpo ya descolorido
en la victoria y sangre ya cebada. fuera de los arzones suspendido.

Mas un cerrado muro y baluarte Tucapel o gallardo, que al camino


de duras puntas al romper hallaron, salió al valiente Osorio, que corriendo
que con estrago de una y otra parte, venía con mayor ánimo que tino,
hecho un hermoso choque, repararon; los herrados talones sacudiendo,
unos pasados van de parte a parte; mostrando el cuerpo, al tiempo que convino
otros muy lejos del arzón volaron, le dio lado, y, la maza revolviendo,
otros heridos, otros estropeados, con tanta fuerza le cargó la mano,
otros de los cabellos tropellados. que no le dejó miembro y hueso sano.

No es bien pasar tan presto, ¡oh pluma mía!, A Cáceres, que un poco atrás venía,
las memorables cosas señaladas de otro golpe también le puso en tierra,
y los crudos efectos de este día el cual, con gran esfuerzo y valentía,
de valerosas lanzas y de espadas; la adarga embraza y de la espada aferra,
que, aunque ingenio mayor no bastaría y contra la enemiga compañía
a poderlas llevar continuadas, se puso él solo a mantener la guerra,
es justo se celebre alguna parte haciendo rostro y pie con tal denuedo,
de muchas en que puedes emplearte. que a los más atrevidos puso miedo.

El gallardo Lincoya, que arrogante Y, aunque con gran esfuerzo se sustenta,


el primero escuadrón iba guiando, la fuerza contra tantos no bastaba,
con muestra airada y con feroz semblante, que ya la espesa turba alharaquienta
el firme y largo paso apresurando, en confuso montón le rodeaba;
cala la gruesa pica en un instante, pero, en esta sazón, más de cincuenta
y el cuento entre la tierra y pie afirmando caballos que Reinoso gobernaba,
recibe en el cruel hierro fornido que de refresco a tiempo habían llegado,
el cuerpo de Hernán Pérez atrevido. vinieron a romper por aquel lado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tan recio se embistió que, aunque hallaron Iban los araucanos tan cebados,
de gruesas astas un tejido muro, que por las picas nuestras se metieron;
el cerrado escuadrón aportillaron, pero, vueltos en sí, más reportados,
probando más de diez el suelo duro; el suelto paso y furia detuvieron;
y al esforzado Cáceres cobraron, y al punto recogidos y ordenados,
que, cercado de gente, mal seguro. la campaña al través se retrujeron
con ánimo feroz se sustentaba, al pie de un cerro a la derecha mano,
y, matando, la muerte dilataba. cerca de una laguna y gran pantano.

Don Miguel y don Pedro de Avendaño, Donde de nuestro cuerpo arremetimos


Escobar, Juan Jufré, Cortés y Aranda, un gran tropel a pie de gente armada,
sin mirar el peligro y riesgo extraño, que con presteza al arribar les dimos
sustentan todo el peso de su banda; espesa carga y súbita rociada;
también hacen efecto y mucho daño y, al cieno retirados, nos metimos
Losada, Peña, Córdoba y Miranda, tras ellos por venir espada a espada,
Bernal, Lasarte, Castañeda, Ulloa, probando allí las fuerzas y el denuedo
Martín Ruiz y Juan López de Gamboa. con rostro firme y ánimo a pie quedo.

Pero muy presto a la araucana gente, Jamás los alemanes combatieron


en la española sangre ya cebada, así de firme a firme y frente a frente,
los hizo revolver forzosamente ni mano a mano dando, recibieron
y seguir la carrera comenzada: golpes sin descansar a manteniente;
tras estos, otra escuadra de repente como el un bando y otro que vinieron
en ellos se estrelló de esatinada; a estar así en el cieno estrechamente,
mas sin ganar un paso de camino, que echar atrás un paso no podían,
volver rostros y riendas les convino. y dando aprisa, aprisa recibían.

Y, aunque a veces con súbita represa, Quién el húmedo cieno a la cintura,


Juan Ramón y los otros revolvían, con dos y tres a veces peleaba;
luego con nueva pérdida y más priesa quién, por mostrar mayor desenvoltura,
la primera derrota proseguían; queriéndose mover, más se atascaba;
y en una polvoroso nube espesa quién, probando las fuerzas y ventura,
envueltos unos y otros ya venían, al vecino enemigo se aferraba,
cuando fue nuestro campo descubierto mordiéndole y cegándole con lodo,
en orden de batalla y buen concierto. buscando de vencer en cualquier modo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La furia del herirse y golpearse Mas a Juan, yanacona, que una pieza
andaba igual y en duda la Fortuna, de los otros osado se adelanta,
sin muestra ni señal de declararse le machuca de un golpe la cabeza,
mínima de ventaja en parte alguna; y de otro a Chilca el cuerpo le quebranta;
ya parecían aquellos mejorarse, y contra el joven Zúñiga endereza
ya ganaban aquestos la laguna, el tercero, con saña y furia tanta,
y la sangre de todos derramada que como clavo en húmedo terreno,
tornaba el agua turbia, colorada. le sume hasta los pechos en el cieno.

Rengo, que el odio y encendida ira Pero de tiros una lluvia espesa
te había llevado ciego tanto trecho, al animoso pecho encaminados,
luego que nuestro campo vio a la mira turbando el aire claro a mucha priesa
y que a dar en la muerte iba derecho, descargaron sobre él de todos lados;
al vecino pantano se retira, por esto el fiero bárbaro no cesa,
y el fiero rostro y animoso pecho antes con furia y golpes redoblados,
contra todo el ejército volvía, el lodo a la cintura osadamente
y en voz amenazándole decía: estaba por muralla de su gente.

“Venid, venid a mí, gente plebea, Cual el cerdoso jabalí herido


en mí sea vuestra saña convertida, al cenagoso estrecho retirado,
que soy quien os persigue y quien desea de animosos sabuesos perseguido
más vuestra muerte que su propia vida; y de diestros monteros rodeado,
no quiero ya descanso hasta que vea ronca, bufa y rebufa embravecido,
la nación española destruida, vuelve y revuelve de este y de aquel lado,
y en esa vuestra carne y sangre odiosa rompe, encuentra, atropella, hiere y mata
pienso hartar mi hambre y sed rabiosa”. y los espesos tiros desbarata.

Así la tierra y cielo amenazando, El bárbaro esforzado, de aquel modo


en medio del pantano se presenta, ardiendo en ira y furor insano,
y la sangrienta maza floreando, cubierto de sudor, de sangre y lodo,
la gente de poco ánimo amedrenta; estaba solo en medio del pantano,
no fue bien conocido en la voz, cuando, resistiendo la furia y golpe todo
haciendo de sus fieros poca cuenta, de los tiros que, de una y otra mano,
algunos españoles más cercanos cubriendo el sol, sin número salían
aguijamos sobre él con prestas manos. y como tempestad sobre él llovían.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ya el esparcido ejército obediente, Por la falda del monte levantado


que el porfiado alcance había seguido, iban los fieros bárbaros saliendo.
descubriendo en el llano a nuestra gente, Rengo, bruto, sangriento y enlodado,
se había tirado atrás y recogido; los lleva en retaguardia recogiendo;
solo Rengo, feroz y osadamente, como el celoso toro madrigado
sustenta igual el desigual partido, que la tarda vacada va siguiendo,
a causa que la ciénaga era honda volviendo acá y allá espaciosamente
y llena de espesura a la redonda. el duro cerviguillo y la alta frente.

Viendo el fruto dudoso y daño cierto, Nuestro campo por orden recogido,
según la mucha gente que cargaba, retirado del todo el enemigo,
que a grande priesa, en orden y concierto, fue entre algunos un bárbaro cogido,
de esta y de aquella parte le cercaba, que mucho se alargó del bando amigo;
por un inculto paso y encubierto, el cual acaso a mi cuartel traído
que la fragosa sierra le amparaba, hubo de ser para ejemplar castigo
le pareció con tiempo retirarse de los rebeldes pueblos comarcanos,
y salvar sus soldados y él salvarse. mandándole cortar ambas las manos.

Diciéndoles: “Amigos, no gastemos Donde sobre una rama destroncada


la fuerza en tiempo y acto infructuoso; puso la diestra mano (yo presente),
la sangre que nos queda conservemos la cual de un golpe con rigor cortada,
para venderla en precio más costoso; sacó luego la izquierda alegremente,
conviene que de aquí nos retiremos que del tronco también saltó apartada,
antes que en este sitio cenagoso, sin torcer ceja ni arrugar la frente,
del enemigo puestos en aprieto, y con desdén y menosprecio de ello,
perdamos la opinión y él el respeto”. alargó la cabeza y tendió el cuello.

Luego, la voz de Rengo obedecida, Diciendo así: “Segad esa garganta


los presurosos brazos detuvieron, siempre sedienta de la sangre vuestra,
y por la parte estrecha y más tejida que no temo la muerte ni me espanta
al son del atambor se retrujeron; vuestra amenaza y rigurosa muestra;
era áspero el lugar y la salida, y la importancia y pérdida no es tanta
y así seguir los nuestros no pudieron, que haga falta mi cortada diestra,
quedando algunos de ellos tan sumidos, pues quedan otras muchas esforzadas
que fue bien menester ser socorridos. que saben gobernar bien sus espadas.

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“Y si pensáis sacar algún provecho El bárbaro infernal, con atrevida


de no llegar mi vida al fin postrero, voz, en pie puesto, dijo: “Pues me queda
aquí, pues, moriré a vuestro despecho, alguna fuerza y sangre retenida
que si queréis que viva yo no quiero; con que ofender a los cristianos pueda
al fin iré algún tanto satisfecho quiero aceptar a mi pesar la vida,
de que a vuestro pesar alegre muero, aunque por modo vil se me conceda,
que quiero con mi muerte desplacemos, que yo espero sin manos desquitarme,
pues solo en esto puedo ya ofendemos”. que no me faltarán para vengarme.

Así que contumaz y porfiado, “Quedaos, quedaos malditos, que yo os digo


la muerte con injurias procuraba, que en mí tendréis con odio y sed rabiosa
y siempre más rabioso y obstinado torcedor y solícito enemigo,
sobre el sangriento suelo se arrojaba; cuando dañar no pueda en otra cosa;
donde en su misma sangre revolcado muy presto entenderéis cómo os persigo
acabar ya la vida deseaba, y que os fuera mi muerte provechosa”.
mordiéndose con muestras impacientes Diciendo así otras cosas que no cuento,
los desangrados troncos con los dientes. partió de allí ligero como el viento.

Estando pertinaz de esta manera, No es bien que así dejemos el olvido


templándonos la lástima el enojo, el nombre de este bárbaro obstinado,
vio un esclavo bajar por la ladera que por ser animoso y atrevido
cargado con un bárbaro despojo, el audaz Galvarino era llamado.
y como encarnizada bestia fiera Mas por tanta aspereza he discurrido,
que ve la desmandada presa al ojo, que la fuerza y la voz se me ha acabado
así con una furia arrebatada y así habré de parar, porque me siento
le sale de través a la parada. ya sin fuerza, sin voz y sin aliento.

Y en él los pies y brazos anudados


sobre el húmedo suelo le tendía,
y con los duros troncos desangrados
en las narices y ojos le batía;
al fin, junto a nosotros, a bocados,
sin poderse valer, se le comía,
si no fuera con tiempo socorrido,
quedando (aunque fue presto) mal herido.

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Canto XXIII El cual, aunque herido y desangrado,


tanto el coraje y rabia le inducía,
Llega Galvarino a donde estaba el senado araucano; hace en el consejo una ha- que llegó a Andalicán donde alojado
bla con la cual desbarata los pareceres de algunos; salen los españoles en busca Caupolicán su ejército tenía;
del enemigo; pintase la cueva del hechicero Fitón y las cosas que en ella había. era el tiempo que el ínlicito senado
en secreto consejo preveía
Jamás debe, Señor, menospreciarse las cosas de la guerra y menesteres,
el enemigo vivo, pues sabemos dando y tomando en ello pareceres.
puede de una centella levantarse
fuego, con que después nos abrasemos; Cuál con justo temor dificultaba
y entonces es cordura recelarse la pretensión de algunos imprudente;
cuando en mayor felicidad nos vemos, cuál por mostrar valor, facilitaba
pues los que gozan próspera bonanza cualquier dificultoso inconveniente;
están aun más sujetos a mudanza. cuál un concierto lícito aprobaba,
cuál era de este voto diferente,
Solo la muerte próspera asegura procurando unos y otros con razones
el breve curso del felice hado, esforzar sus discursos y opiniones.
que mientras que la incierta vida dura
nunca hay cosa que dure en un estado; En esta confusión y diferencia
así, pues, quien jamás tuvo ventura Galvarino arribó apenas con vida,
podrá llamarse bienaventurado el cual, pidiendo para entrar licencia,
y sin prosperidad vivir contento, le fue graciosamente concedida;
pues no teme infelice acaecimiento. donde con la debida reverencia,
esforzando la voz enflaquecida,
Y pues que ya tenemos certidumbre falto de sangre y muy cubierto de ella,
que nunca hay bien seguro ni reposo, comenzó de esta suerte su querella:
que es ley usada, es orden y costumbre
por donde ha de pasar el más dichoso, “Si solíades vengar, sacros varones,
gastar el tiempo en esto es pesadumbre las ajenas injurias tan de veras
y así, por no ser largo y enojoso, y en las extrañas tierras y naciones
solo quiero contar a lo que vino hicieron sombra ya vuestras banderas,
el despreciar al mozo Galvarino. ¿cómo ahora en las propias posesiones
unas bastardas gentes extranjeras
os vienen a oprimir y a conquistamos
y tan tibios estáis en el vengaros?

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mirad mi cuerpo aquí despedazado, “Volved, volved en vos, no deis oído


miembro del vuestro, que por más afrenta a sus embustes, tratos y marañas,
me envían lleno de injurias al senado, pues todas se enderezan a un partido
para que de ella sepa daros cuenta: que viene a deslustrar vuestras hazañas;
mirad vuestro valor vituperado, que la ocasión que aquí los ha traído,
y lo que en mí el tirano os representa por mares y por tierras tan extrañas,
jurando no dejar cacique alguno es el oro goloso que se encierra
sin desmembrarlos todos, uno a uno. en las fértiles venas de esta tierra.

“Por cierto bien en vano han adquirido “Y es un color, es apariencia vana


tanta gloria y honor vuestro abuelos querer mostrar que el principal intento
y el araucano crédito subido fue el extender la religión cristiana,
en su misma virtud hasta los cielos; siendo el puro interés su fundamento;
si ahora infame, hollado y abatido su pretensión de la codicia mana,
anda de lengua en lengua por los suelos que todo lo demás es fingimiento,
y vuestra ilustre sangre resfriada pues los vemos que son más que otras gentes
en los sucios rincones derramada. adúlteros, ladrones, insolentes.

“¿Qué provincia hubo ya que no temiese “Cuando el siniestro hado y dura suerte
de vuestra voz en todo el mundo oída, nos amanecen cierto en lo futuro,
ni nación que las armas no rindiese podemos elegir honrada muerte,
por temor o por fuerza compelida? remedio breve, fácil y seguro;
Arribando a la cumbre, porque fuese poned a la Fortuna el hombro fuerte,
tanto de allí mayor vuestra caída a dura adversidad corazón duro,
y al término llegase el menosprecio que el pecho firme y ánimo invencible
donde de los pasados llegó el precio. allana y facilita aun lo imposible”.

“Pues unos extranjeros enemigos, No pudo decir más de desmayado


con título y con nombre de clemencia, por la infinita sangre que perdía,
ofrecen de aceptarnos por amigos, que el laxo cuello ya debilitado
queriéndoos reducir a su obediencia, sostener la cabeza aun no podía;
y si no os sometéis, que con castigos así el rostro mortal desfigurado
prometen oprimir vuestra insolencia, en el sangriento suelo se tendía,
sin quedar del cuchillo reservado género, dejando aun los más endurecidos,
religión, edad ni estado. de su esperada muerte condolidos.

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Mas como no tuviese tal herida Mas cuando el esperado sol salía,
que pudiese hallar la muerte entrada, la gente de a caballo en orden puesta
retuvo luego la dudosa vida marchó, quedando atrás la infantería,
en siéndole la sangre restañada; y del campo después toda la resta
y la virtud con tiempo socorrida con tal velocidad, que a mediodía
fue de tantos remedios confortada subimos la temida y agria cuesta
y el mozo se ayudó de tal manera de blancos huesos de cristianos llena,
que recobró su sanidad primera. que despertó el cuidado y nos dio pena.

Fueron de tanta fuerza sus razones Al araucano valle, pues, bajamos,


y el odio que a los nuestros concibieron, que el mar le bate al lado del Poniente,
que los más entibiados corazones donde en llano lugar nos alojamos
de cólera rabiosa se encendieron; de comidas y pastos suficientes
así las diferentes opiniones y luego con promesas enviamos
a un fin y parecer se redujeron, de aquella vecindad alguna gente
quedando para siempre allí excluido a requerir la tierra comarcana
quien tratase de medio y de partido. con la segura paz y ley cristiana.

Los impacientes mozos, deseosos Mas, como al tiempo puesto no volviesen


de venir a las armas, braveaban, y pasasen después algunos días,
y con muestras y afectos hervorosos, ni por astucia y maña no supiesen
el espacioso tiempo apresuraban; de su resolución nuestros espías,
pero los más maduros y espaciosos fue acordado que algunos se partiesen
aquella ardiente cólera templaban por los vecinos pueblos y alquerías,
y el término de algunos indiscreto, al salir tardo de la escasa luna,
no reprobando el general decreto. a tomar relación y lengua alguna.

Dejémoslos un rato, pues, tratando Así yo, apercibido sordamente


de dar no una batalla, sino ciento, en medio del silencio y noche oscura,
del orden, la manera, dónde y cuándo, di sobre algunos pueblos de repente
con varios pareceres y un intento; por un gran arcabuco y espesura,
que me voy poco a poco descuidando donde la miserable y triste gente
de nuestro alborotado alojamiento, vivía por su pobreza en paz segura,
donde estuvimos todos recogidos que el rumor y alboroto de la guerra
con buena guardia y bien apercibidos. aun no la había sacado de su tierra.

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Viniendo, pues, a dar al Challacano, Ocurrió luego a la memoria mía


que es donde nuestro campo se alojaba, que la razón en suefíos me dijera
vi en una loma al rematar de un llano, cómo había de topar acaso un día
por una angosta senda que cruzaba, una simple corcilla en la ribera,
un indio laxo, flaco y tan anciano, y así yo, con grandísima alegría,
que apenas en los pies se sustentaba, comencé de bajar por la ladera,
corvo, espacioso, débil, descarnado, paso a paso siguiendo el un camino,
cual de raíces de árboles formado. hasta que de ella vine a estar vecino.

Espantado del talle y la torpeza Púdelo bien hacer, que en las quebradas
de aquel retrato de vejez tardía, era grande el rumor de la corriente
llegué por ayudarle en su pereza, y con pasos y orejas descuidadas
y tomar lengua de él si algo sabía; pacía la tierna hierba libremente,
mas no sale con tanta ligereza pero cuando sintió ya mis pisadas
sintiendo los lebreles por la vía y al rumor levantó la altiva frente,
la temerosa gama fugitiva, dejó el sabroso pasto y arboleda
como el viejo salió la cuesta arriba. por una estrecha y áspera vereda.

Yo, sin más atención y advertimiento, Comencéla a seguir a toda prisa,


arrimando las piernas al caballo, labrando a mi caballo los costados,
a más correr seguí en su seguimiento, mas tomando otra senda que atraviesa
pensando, aunque volaba, de alcanzallo; se entró por unos ásperos collados;
mas el viejo, dejando atrás el viento, al cabo enderezó a una selva espesa
me fue forzoso a mi pesar dejallo, de matorrales y árboles cerrados,
perdiéndole de vista en un instante adonde se lanzó por una senda
sin poderle seguir más adelante. y yo también tras ella a toda rienda.

Halléme a la bajada de un repecho Perdí el rastro y cerróseme el camino,


cerca de dos caminos desusados, sobreviniendo un aire turbulento,
por donde corre Rauco más estrecho y así, de acá y de allá fuera de tino,
que le ciñen dos cerros los costados, de una espesura en otra andaba a tiento;
y mirando a lo bajo y más derecho, vista, pues, mi torpeza y de esatino,
en una selva de árboles copados, arrepentido del primer intento,
vi una mansa corcilla junto al río sin pasar adelante me volviera,
gustando de las hierbas y rocío. si alguna senda o rastro yo supiera.

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Gran rato anduve así descarriado, “Mi tierra es en Arauco y soy llamado
que la oculta salida no acertaba, el desdichado viejo Guaticolo,
cuando sentí por el siniestro lado que en los robustos años fui soldado
un arroyo que cerca murmuraba; en cargo antecesor de Colocolo;
y al vecino rumor encaminado, y antes por mi persona en estacado
al pie de un roble que a la orilla estaba siete campos vencí de solo a solo
vi una pequeña y mísera casilla y mil veces de ramos fue ceñida
y, junto a un hombre anciano, la corcilla. esta mi calva frente envejecida.

El cual dijo: “¿Qué hado o desventura “Mas, como en esta vida el bien no dura
tan fuera de camino te ha traído y todo está sujeto a desvarío,
por este inculto bosque y espesura, mudóse mi fortuna en desventura,
donde jamás ninguno he conocido? y en deshonor perpetuo el honor mío,
Que si por caso adverso y suerte dura que por extraño caso y suerte dura
andas de tus banderas forajido perdí con Ainavillo en de esafío
haré cuanto pudiere de mi parte la gloria en tantos años adquirida,
en buscarte el remedio y escaparte”. quitándome el honor y no la vida.

Viendo el ofrecimiento y acogida “Viéndome, pues, con vida y deshonrado,


de aquel extraño y agradable viejo, que mil veces quisiera antes ser muerto,
más alegre que nunca fui en mi vida de cobrar el honor desesperado
por hallar tal ayuda y aparejo; me vine, como ves, a este desierto,
le dije la ocasión de mi venida, donde más de veinte años he morado
pidiéndole me diese algún consejo sin ser jamás de nadie descubierto,
para saber la cueva do habitaba sino ahora por ti que ha sido cosa
el mágico Fitón, a quien buscaba. no poco para mí maravillosa.

El venerable viejo y padre anciano “Así que tantos, tiempos he vivido


con un suspiro y tierno sentimiento, en este solitario apartamiento,
me tomó blandamente por la mano y pues que la Fortuna te ha traído
aliendo de su frágil aposento; a mi triste y humilde alojamiento,
y por ser a la entrada del verano haré de voluntad la que has pedido,
buscamos a la sombra un fresco que tengo con Fitón conocimiento,
asiento en una pedregosa y fresca fuente, que aunque intratable y áspero es mi tío,
do comenzó a decirme lo siguiente: hermano de Guarcolo, padre mío.

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“Al pie de una espesísima montaña, “Los otros poderosos elementos


pocas veces de humano pie pisada, a las palabras de este están sujetos,
hace su habitación y vida extraña y a las causas de arriba y movimientos
en una oculta y lóbrega morada, hace perder la fuerza y los efectos;
que jamás el alegre sol la baña, al fin por su saber y encantamientos
y es a su condición acomodada, escudriña y entiende los secretos,
por ser fuera de término inhumano, y alcanza por los astros influyentes
enemigo mortal del trato humano. los destinos y hados de las gentes.

“No sé, pues, cómo puede encarecerte


“Mas su saber y su poder es tanto el poder de este mágico adivino;
sobre las piedras, plantas y animales, solo en tu menester quiero ofrecerte
que alcanza por su ciencia y arte cuanto lo que ofrecerte puede un su sobrino;
pueden todas las causas naturales; mas, para que mejor esto se acierte,
y en el oscuro reino del espanto será bien que tomemos el camino,
apremia a los caballos infernales pues es la hora y sazón desocupada
a que digan por áspero conjuro que podemos tener mejor entrada”.
lo pasado, presente y lo futuro.
Luego de allí los dos nos levantamos
“En la furia del sol y luz serena y, atando a mi caballo de la rienda,
de nocturnas tinieblas cubre el suelo, a paso apresurado caminamos
y sin fuerza de vientos llueve y truena por una estrecha e intrincada senda;
fuera de tiempo el sosegado cielo; la cual seguida un trecho nos hallamos
el raudo curso de los ríos enfrena, en una selva de árboles horrenda,
y las aves en medio de su vuelo que los rayos del sol y claro cielo
vienen de golpe abajo amodorridas, nunca allí vieron el umbroso suelo.
por sus fuertes palabras compelidas.
Debajo de una peña socavada,
“Las hierbas en su agosto reverdece de espesas ramas y árboles cubierta,
y entiende la virtud de cada una, vimos un callejón y angosta entrada,
el mar revuelve, el viento le obedece y más adentro una pequeña puerta
contra la fuerza y orden de la luna; de cabezas de fieras rodeada,
tiembla la firme tierra y se estremece la cual de par en par estaba abierta,
a su voz eficaz sin causa alguna por donde se lanzó el robusto anciano
que la altere y renueva por de dentro, llevándome trabado de la mano.
apretándose recio con su centro.
Tabla de recursos
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Bien por ella cien pasos anduvimos, Vello de cuantos monstruos prodigiosos
no sin algún temor de parte mía, la superflua Natura ha producido,
cuando a una grande bóveda salimos escupidos de sierpes venenosos;
do una perpetua luz en medio ardía; las dos alas del jáculo temido
y cada banda en torno de ella vimos y de la seps los dientes ponzoñosos,
poyos puestos por orden, en que había que el hombre o animal de ella mordido,
multitud de redomas sobrescritos de súbito hinchado como un odre,
de ungüentos, hierbas y aguas infinitas. huesos y carne se convierte en podre.

Vimos allí del lince preparados Estaba en un gran vaso transparente


los penetrantes ojos virtuosos, visto por mi apacible compañero
en cierto tiempo y conjunción sacados, el corazón del grifo atravesado,
y los del basilisco ponzoñosos; y ceniza del fénix que en Oriente,
sangre de hombres bermejos, enojados, se quema él mismo de vivir cansado;
espumajos de perros que, rabiosos, el unto de la scítala serpiente,
van huyendo del agua y el pellejo y el pescado echineis, que en mar airado
del pecoso chersidros cuando es viejo. al curso de las naves contraviene
y, a pesar de los vientos, las detiene.
También en otra parte parecía
la coyuntura de la dura hiena, No faltaban cabezas de escorpiones
y el meollo del cencris, que se cría y mortíferas sierpes enconadas,
dentro de Libia en la caliente arena; alacranes y colas de dragones
y un pedazo de ala de una arpía, y las piedras del águila preñadas;
la hiel de la biforme anfisibena, buches de los hambrientos tiburones,
y la cola del áspide revuelta, menstruo y leche de hembras azotadas,
que da la muerte en dulce sueño envuelta. landres, pestes, venenos, cuantas cosas
produce la Natura ponzoñosas.
Moho de calavera destroncado
del cuerpo que no alcanza sepultura, Yo, que con atención mirando andaba
carne de niña por nacer sacada la copiosa botica embebecido,
no por donde la llama la Natura; por una puerta que a un rincón estaba
y la espina también descoyuntada vi salir a un anciano consumido
de la sierpe cerastes, y la dura que sobre un corvo junco se arrimaba:
lengua de la emorrois, que aquel que hiere el cual luego de mí fue conocido
suda toda la sangre hasta que muere. ser el que había corrido por la cuesta,
que apenas le alcanzara una ballesta.

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Diciéndome: “No es poco atrevimiento “Sabrás que a este mancebo le ha traído


el que siendo tan mozo has hoy tomado de tu espantoso nombre la gran fama,
de venir a mi oculto alojamiento, que en las indias regiones extendido
do sin mi voluntad nadie ha llegado; hasta el Artico Polo se derrama;
mas porque sé que algún honrado intento el cual por mil peligros ha rompido
tan lejos a buscarme te ha obligado tras su deseo corriendo que le llama
quiero por esta vez hacer contigo a celebrar las cosas de la guerra
lo que nunca pensé acabar conmigo”. y el sangriento destrozo de esta tierra.

Visto por mi apacible compañero “Que estando así una noche retirado,
la coyuntura y tiempo favorable, escribiendo el suceso de aquel día,
pues el viejo, tan áspero y severo, súbito fue en un sueiío arrebatado,
se mostraba doméstico y tratable, viendo cuanto en la Europa sucedía;
se detuvo mirándome primero donde le fue asimismo revelado
con un comedimiento y muestra afable, que en tu escondida cueva entendería
por ver si responderle yo quería: extraños casos dignos de memoria
mas, viéndome callar, le respondía: con que ilustrar pudiese más su historia.

Diciendo: “Oh gran Fitón, a quien es dado “Y que noticias le darías de cosas
penetrar de los cielos los secretos ya pasadas, presentes y futuras,
que del eterno curso arrebatado hazañas y conquistas milagrosas,
no obedecen la ley a ti sujetos; peregrinos sucesos y aventuras,
tú, que de la Fortuna, y fiero hado temerarias empresas espantosas,
revocas cuando quieres los decretos, hechos que no se han visto en escrituras;
y el orden natural turbas y alteras este encarecimiento le molesta
alcanzando las cosas venideras, y nos tiene suspensos tu respuesta”.

“Y por mágica ciencia y saber puro, Holgó el mago de oír cuán extendida
rompiendo el cavernoso y duro suelo, por aquella región su fama andaba,
puedes en el profundo reino oscuro y, vuelta a mí la cara envejecida,
meter la claridad y luz del cielo; todo de arriba abajo me miraba;
y atormentar con áspero conjuro al fin con voz pujante y expedida,
la caterva infernal que con recelo que poco con las canas conformaba,
tiembla de tu eficaz fuerza que es tanta, y aspecto grave y muestra algo severa,
que sus eternas leyes le quebranta. la respuesta me dio de esta manera:

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“Aunque, en razón, es cosa prohibida En medio de esta cámara espaciosa,


profetizar los casos no llegados, que media milla en cuadro contenía,
y es menos alargar a uno la vida estaba una gran poma milagrosa,
contra los estatutos de los hados; que una luciente esfera la ceñía,
ya que ha sido a mi casa tu venida que por arte y labor maravillosa
por incultos caminos desusados, en el aire por sí se sostenía,
te quiero complacer, pues mi sobrino que el gran círculo y máquina de dentro
viene aquí por tu intérprete y padrino”. parece que estribaban en su centro.

Diciendo así, con paso tardo y lento, Después de haber un rato satisfecho
por la pequeña puerta cavernosa, la codiciosa vista en las pinturas,
me metió de la mano a otro aposento, mirando de los muros, suelo y techo,
y luego, en una cámara hermosa, la gran riqueza y varias esculturas,
que su fábrica extraña y ornamento el mago me llevó al globo derecho,
era de tal labor y tan costosa, y, vuelto allí de rostro a las figuras,
que no sé lengua que contarlo pueda, con el corvo cayado señalando,
ni habrá imaginación a que no exceda. comenzó de enseñarme así hablando:

Tenía el suelo por orden ladrillado “Habrás de saber, hijo, que estos hombres
de cristalinas losas transparentes son los más de esta vida ya pasados,
que el color contrapuesto y variado que por grandes hazañas sus renombres
hacía labor y visos diferentes; han sido y serán siempre celebrados;
el cielo alto, diáfano, estrellado, y algunos que de baja estirpe y nombres
de innumerables piedras relucientes, sobre sus altos hechos levantados
que toda la gran cámara alegraba los ha puesto su próspera fortuna
la varia luz que de ellas revocaba. en el más alto cuerno de la luna.

Sobre columnas de oro sustentadas “Y esta bola que ves y compostura


cien figuras de bulto en torno estaban, es del mundo el gran término abreviado,
por arte tan al vivo trasladadas, que su dificilísima hechura
que un sordo bien pensara que hablaban; cuarenta años de estudio me ha costado;
y de ellas las hazañas figuradas mas no habrá en larga edad cosa futura,
por las anchas paredes se mostraban ni oculto disponer de inmóvil hado
donde se vía el extremo y excelencia que muy claro y patente no me sea
de armas, letras, virtud y continencia. y tenga aquí su muestra y viva idea.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mas, pues tus apariencias generosas Yo, con mayor codicia por un lado
son de escribir los actos de la guerra, llegué el rostro a la bola transparente,
y por fuerza de estrellas rigurosas donde vi dentro un mundo fabricado,
tendrás materia larga en esta tierra, tan grande como el nuestro y tan patente;
dejaré de aclararte algunas cosas, como en redondo espejo relevado,
que la presente poma y mundo encierra, llegando junto el rostro claramente,
mostrándote una sola que te espante, vemos dentro un anchísimo palacio,
para lo que pretendes importante. y en muy pequeña forma grande espacio.

“Que, pues, que en nuestro Arauco ya se halla Y por aquel lugar se descubría
materia a tu propósito cortada, el turbado y revuelto mar Ausonio,
donde la espada y defensiva malla donde se definió la gran porfía
es más que en otra parte frecuentada; entre César Augusto y Marco Antonio;
solo te falta una naval batalla así en la misma forma parecía
con que será tu historia autorizada, por la banda de Lepanto y Favonio,
y escribirás las cosas de la guerra junto a las Curchulares, hacia el puerto
así de mar, también como de tierra. de galeras el ancho mar cubierto.

“La cual verá aquí tal, que te juro Mas, viendo las divisas señaladas
que vista la tendremos por dudosa, del Papa, de Felipe y venecianos,
y en el pasado tiempo y el futuro luego reconocí ser las armadas
no se vio ni verá tan espantosa; de los infieles turcos y cristianos,
y el gran Mediterráneo mar seguro que en orden de batalla aparejadas,
quedará por la gente victoriosa, para venir estaban a las manos,
y la parte vencida y destrozada aunque a mi parecer no se movían,
la marítima fuerza quebrantada. ni más que figuradas parecían.

Por tanto, a mis palabras no te alteres, Pero el mago Fitón me dijo: “Presto
ni te espante el horrísono conjuro, verás una naval batalla extraña,
que si atento con ánimo estuvieres donde se mostrará bien manifiesto
verás aquí presente lo futuro; el supremo valor de vuestra España”.
todo punto por punto lo que vieres, Y luego, con airado y fiero gesto,
lo disponen los hados, y seguro hiriendo el ancho globo con la caña,
que podrás, como digo, ser de vista una vez al través, otra al derecho,
testigo y verdadero coronista”. sacó una horrible voz del ronco pecho.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Diciendo: “Orco amarillo, Cancerbero, Mirando, aunque espantado, atentamente


¡oh gran Plutón!, rector del bajo infierno, la multitud de gente que allí había,
¡oh cansado Catón!, viejo barquero, vi que escrito de letras en la frente
y vos, laguna Estigia y lago Averno; su nombre y cargo cada cual tenía;
¡oh Demogorgon!, tú, que lo postrero y mucho me admiró los que al presente
habitas del tartáreo reino eterno, en la primera edad yo conocía.
y las hirvientes aguas de Aqueronte, verlos en su vigor y años lozanos,
de Leteo, Cocito y Flegetonte. y otros floridos jóvenes ya canos.

“Y vos, Furias, que así con crueldades Luego, pues, los cristianos dispararon
atormentáis las ánimas dañadas, una pieza en señal de rompimiento,
que aun temen ver las ínferas deidades y en alto un crucifijo enarbolaron,
vuestras frentes de víboras crinadas; que acrecentó el hervor y encendimiento;
y vosotras, gorgóneas potestades, todos humildemente le salvaron
por mis fuertes palabras apremiadas, con grande devoción y acatamiento,
haced que claramente aquí se vea, bajo del cual estaban a los lados
aunque futura, esta naval pelea. las armas de los fieles coligados,

“Y tú, Hécate, ahumada y mal compuesta, En esto, con rumor de varios sones,
nos muestra lo que pido aquí visible. acercándose siempre, caminaban;
¡Hola! ¿A quién digo? ¿Qué tardanza es esta, estandarte, banderas y pendones
que no hace temblar mi voz terrible? sobre las altas popas tremolaban;
Mirad que romperé la tierra opuesta, las ordenadas bandas y escuadrones,
y os heriré con luz aborrecible, esgrimiendo las armas, se mostraban
y por fuerza absoluta y poder nuevo en torno las galeras rodeadas
quebrantaré las leyes del Erebo”. de cañones de bronce y pavesadas.

No acabó de decir bien esto, cuando Mas en el bajo tono que ahora llevo
las aguas en el mar se alborotaron, no es bien que de tan grave cosa cante,
y el seco lesnorde este respirando, que cierto es menester aliento nuevo,
las cuerdas y anchas velas se estiraron, lengua más expedida y voz pujante.
y aquellas gentes súbito anhelando Así, medroso de esto, no me atrevo
poco a poco a moverse comenzaron, a proseguir, Señor, más adelante;
haciendo de aquel modo en los objetos en el siguiente y nuevo canto os pido
todas las demás causas sus efectos. me deis vuestro favor y atento oído.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXIV Vi croatos, dalmacios, esclavones,


búlgaros, albaneses, transilvanos,
Dase la noticia de la gran batalla naval, del desbarate y rota de la armada tur- tártaros, tracios, griegos, macedones,
quesca, con la huida de ochalí. turcos, lidios, armenios, georgianos,
sirios, árabes, licios, licaones,
La sazón, gran Felipe, es ya llegada númidas, sarracenos, africanos,
en que mi voz, de vos favorecida, jenízaros, sanjacos, capitanes,
cante la universal y gran jornada chauces, reherlebeyes y bajanes.
en las ausonias olas definida;
la soberbia otomana derrocada, Vi allí también de la nación de España
su marítima fuerza destruida, la flor de juventud y gallardía,
los varios hados, diferentes suertes, la nobleza de Italia y Alemaña,
el sangriento destrozo y crudas muertes. una audaz y bizarra compañía;
todos ornados de riqueza extraña,
Abridme, ¡oh sacras musas!, vuestra fuente con animosa muestra y lozanía:
y dadme nuevo espíritu y aliento, y en las popas, carceses y trinquetes,
con estilo y lenguaje conveniente flámulas, banderolas, gallardetes.
a mi arrojado y grande atrevimiento
para decir extensa y claramente Así las dos armadas, pues, venían
de este naval conflicto el rompimiento, en tal manera y orden navegando,
y las gentes que están juntas a una que dos espesos bosques parecían
debajo de este golpe de fortuna. que poco a poco se iban allegando.
Las cicaladas armas relucían
¿Quién bastará a contar los escuadrones en el inquieto mar reverberando,
y el número copioso de galeras, ofendiendo la vista desde lejos
la multitud y mezcla de naciones, las agudas vislumbres y reflejos.
estandartes, enseñas y banderas,
las defensas, pertrechos, municiones, Por nuestra armada al uno y otro lado
las diferencias de armas y maneras, una presta fragata discurría,
máquinas, artificios e instrumentos, donde venían un mancebo levantado
aparatos, divisas y ornamentos? de gallarda apariencia y bizarría,
un riquísimo y fuerte peto armado,
con tanta autoridad que parecía
en su disposición figura y arte,
hijo de la Fortuna y del dios Marte.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Yo, codicioso de saber quién era, “Que quien volver de aquí vivo desea
aficionado al talle y apostura, al patrio nido y casa conocida,
mirando atentamente la manera, por medio de esa armada gente crea
el aire, el ademán y compostura, que ha de abrir con la espada la salida;
en la fuerte celada, en la testera, así cada cual mire que pelea
vi escrito en el relieve y grabadora por su Dios, por su rey y por la vida,
de letras de oro, el campo en sangre tinto, que no puede salvarla de otra suerte
Don Juan, hijo del César Carlos Quinto. sino en trayendo al enemigo a muerte.

El cual acá y allá siempre corría “Mirad que del valor y espada vuestra
por medio del bullicio y alboroto, hoy el gran peso y ser del mundo pende,
y en la fragata cerca de él venía y entienda cada cual que está en su diestra
el viejo secretario Juan de Soto, toda la gloria y premio que pretende;
de quien el mago anciano me decía apresuremos la fortuna nuestra,
ser en todas las cosas de gran voto, que la larga tardanza nos ofende;
persona de discurso y experiencia, pues no estáis de cumplir vuestro deseo,
de mucha experiencia y suficiencia. mas del poco de mar que en medio veo.

Don Juan, a la sazón, los exhortaba “Vamos, pues, a vencer; no detengamos


a la batalla y trance peligroso nuestra buena Fortuna que nos llama;
con ánimo y valor que aseguraba del hado el curso, próspero sigamos,
por cierta la victoria y fin dudoso; dando materia y fuerzas a la fama;
y su gran corazón facilitaba que solo de este golpe derribamos
lo que el temor hacía dificultoso, la bárbara arrogancia, y se derrama
derramando por toda aquella gente el sonoroso estruendo de la guerra
un bélico furor y fuego ardiente. por todos los confines de la tierra.

Diciendo: “¡Oh valerosa campañía, “Mirad por ese mal alegremente,


muralla de la Iglesia inexpugnable!, cuánta gloria os está ya aparejada,
llegada es la ocasión, este es el día que Dios aquí ha juntado tanta gente
que dejáis vuestro nombre memorable; para que a nuestros pies sea derrocada,
calad armas y remos a porfía, y someta hoy aquí todo el Oriente
y la invencible fuerza y fe inviolable a nuestro yugo la cerviz domada,
mostrad contra estos pérfidos paganos, y a sus potentes príncipes y reyes
que vienen a morir a vuestras manos. los podemos quitar y poner leyes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Hoy con su perdición establecemos El valeroso joven, pues, loando


en todo el mundo el crédito cristiano, aquella voluntad asegurada,
que quiere nuestro Dios que quebrantemos con súbita presteza el mar cortando,
el orgullo y furor mahometanos; atravesó por medio de la armada,
¿qué peligro, ¡oh varones!, temeremos de blanca espuma el rastro levantando,
militando debajo de tal mano? cual luciente cometa arrebatada,
¿Y quién resistirá vuestras espadas cuando veloz, rompiendo el aire espeso,
por la divina mano gobernadas? le suele así dejar gran rato impreso.

“Solo os ruego que en Cristo confiando, Así que, brevemente habiendo puesto
que a la muerte de cruz por vos se ofrece, en orden las galeras y la gente,
combata cada cual por él, mostrando a la suya real se acostó presto,
que llamarse su mílite merece; donde fue saludado alegremente;
con propósito firme protestando y, señalando a cada cual su puesto,
de vencer o morir, que si parece con el concierto y modo conveniente,
la victoria de premio y gloria llena, la artillería bien puesta y alistada,
la muerte por tal Dios no es menos buena. iba la vuelta de la turca armada.

”Y pues en este fin nos dispusimos Llevaba el cuerno de la diestra mano


al peligro y rigor de esta jornada, el sucesor del ínclito Andrea Doria,
y en la defensa de su ley venimos de quien el largo mar Mediterrano
contra esa gente infiel y renegada, hará perpetua y célebre memoria;
la justísima causa que seguimos y Agustín Barbarigo, veneciano,
nos tiene la victoria asegurada; proveedor de la armada senatoria,
así que, ya del cielo prometido, llevaba el otro cuerno a la siniestra
os puedo yo afirmar que habéis vencido”. con orden no menor y bella muestra.

Súbito allí los pechos más helados Pues, los cuernos iguales y ordenados,
de furor generoso se encendieron, la batalla guiaba el hijo dino
y de los torpes miembros resfriados del gran Carlos, cerrando los dos lados
el temor vergonzoso sacudieron; las galeras de Malta y Lomelino;
todos los diestros brazos levantados, la del Papa y Venecia a los costados
la victoria o morir le prometieron, así continuaban su camino,
teniendo en poco ya desde aquel punto cargando con igual compás y extremos
el contrario poder del mundo junto. las anchas palas de los largos remos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Iban seis galeazas delanteras “No será menester, soldados, creo,


bastecidas de gente y artilladas, moveros ni incitaros con razones,
puestas de dos en dos por las fronteras que ya por las señales que en vos veo
que a manera de luna iban cerradas; se muestran bien las fieras intenciones;
seguían luego detrás treinta galeras, echad fuera la ira y el deseo
al general socorro señaladas, de esos vuestros fogosos corazones,
donde el marqués de Santa Cruz venía y las armas tomad, en cuyo hecho
con una valerosa compañía. los hados ponen hoy vuestro derecho.

Por el orden y término que cuento “Que jamás la Fortuna a nuestros ojos
la católica armada caminaba se mostró tan alegre y descubierta,
la vuelta del infiel que, a sobreviento, pues cargada de gloria y de despojos
ganándole la mar se aventajaba; se viene ya a meter por nuestra puerta;
pero luego a deshora calmó el viento rematad el trabajo y los enojos
y el alto mar sus olas allanaba, de esta prolija guerra, haciendo cierta
remitiendo Fortuna la sentencia la esperanza y el crédito estimado
al valor de los brazos y excelencia. que de vuestro valor siempre habéis dado.

Opuesto al Barbarigo, al cuerno diestro “No os altere la muestra y el ruido


va Siroco, virrey de Alejandría, con que se acerca la enemiga armada,
con Mehemet, bey, corsario y gran maestro que sabed que ese ejército movido
que a Negroponto a la sazón regía; y gente de mil reinos allegada,
Ochali, renegado, iba al siniestro Fortuna a una cerviz la ha reducido,
con Carabey, su hijo, en compañía, porque pueda de un golpe ser cortada
y, en medio, en la batalla bien cerrada, y deis por vuestra mano en solo un día
Alí, gran general de aquella armada. del mundo al gran señor la monarquía.

El cual, reconociendo el duro hado “Que esas gentes sin orden que allí vienen
y de su perdición la hora postrera, en el valor y número inferiores,
como prudente capitán y osado, son las que nos impiden y detienen
de la alta popa en la real galera, el ser de todo el mundo vencedores;
con un semblante alegre y confiado muestren las armas el poder que tienen,
que mostraba fingido por defuera, tomad de esos indignos poseeedores
el cristiano poder disminuyendo, las provincias y reinos del Poniente
hizo esta breve plática diciendo: que os vienen a entregar tan ciegamente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Que ese su capitán envanecido “Ya me parece ver gloriosamente


es de muy poca edad y suficiencia, la riza y mortandad de vuestra mano,
indignamente al cargo promovido, y ese interpuso mar con más creciente,
sin curso, disciplina ni experiencia; teñido en roja sangre el color cano;
y así, presuntuoso y atrevido, abrid, pues, y romped por esas gente,
con ardor juvenil e inadvertencia, echad a fondo ya el poder cristiano,
trae a toda esa gente condenada tomando posesión de un golpe solo
a la furia y rigor de vuestra espada. del Gange a Chile y de uno al otro polo”.

“No penséis que nos venden muy costosa Así el bajá en el limitado trecho
los hados la victoria de este día, los dispuestos soldados animaba,
que lo más de esa armada temerosa y de la heroica empresa y alto hecho,
es de la veneciana señoría: el próspero suceso aseguraba;
gente no ejercitada ni industriosa, pero, en lo hondo del secreto pecho,
dada más al regalo y policía siempre el negocio más dificultaba,
y a las blandas delicias de su tierra tomando por agüero ya contrario
que al robusto ejercicio de la guerra. la gran resolución del adversario.

“Y esa otra turbamulta congregada Y más cuando un jenízaro forzado,


es pueblo oez, bárbara canalla, que iba sobre la gavia descubriendo,
de diversas naciones amasada, después de haberse bien certificado,
en quien conformidad jamás se halla: las galeras de allí reconociendo,
gente que nunca supo qué es espada, dijo : “El cuerpo de en medio y diestro lado,
que antes que se comience la batalla y el socorro que atrás viene siguiendo,
y el espantoso son de artillería, si mi vista de aquí no desatina,
la romperá su misma vocería. es de la ramada y gente ponentina.

“Mas vosotros, varones invencibles, Sintió el bajá no menos que la muerte


entre las armas ásperas criados lo que el cristiano cierto le afirmaba;
y en guerras y trabajos insufribles, pero, mostrando esfuerzo y pecho fuerte,
tantas y tantas veces aprobados, el secreto dolor disimulaba;
¿qué peligros habrá ya tan terribles, y así el cuerpo de en medio, que por suerte,
ni contrarios ejércitos ligados según orden de guerra le tocaba,
que basten a ponernos algún miedo, enderezó su escuadra aventajada,
ni a resfriar vuestro ánimo y denuedo? de sus tendidos cuernos abrigada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Llegado el punto ya del rompimiento No estando las reales aferradas,


que los precisos hados señalaron, cuando de gran tropel sobrevinieron
con una furia igual y movimiento siete galeras turcas bien armadas,
las potentes armadas se juntaron; que en la cristiana súbito embistieron;
donde por todas partes a un momento pero de no menor furia llevadas,
los cargados cañones dispararon al socorro sobre ellas acudieron
con un terrible estrépito, de modo de la derecha y de la izquierda mano
que parecía temblar el mundo todo. la general del Papa y veneciano.

El humo, el fuego, el espantoso estruendo Do con segunda autoridad venía


de los furiosos tiros escupidos, por general del Sumo Quinto Pío,
el recio destroncar y encuentro horrendo Marco Antonio Coloma, a quien seguía
de las proas y mástiles rompidos, una escuadra de mozos de gran brío;
el rumor de las armas estupendo, tras la cual al socorro arremetía
las varias voces, gritos y apellidos, por el camino y paso más vacío,
todo en revuelta confusión hacía la Patrona de España y capitana
espectaculo horrible y armonía. rompiendo el golpe y multitud pagana.

No la ciudad de Príamo asolada El príncipe de Parma, valeroso,


por tantas partes sin cesar ardía, que iba en la capitana genovesa,
ni el crudo efecto de la griega espada hendiendo el mar revuelto y espumoso,
con tal rigor y estrépito se oía se arroja en medio de la escuadra a priesa;
como la turca y la cristiana armada, la confusión y revolver furioso
que envuelta en humo y fuego, parecía, y del humo la negra nube espesa
no solo arder el mar, hundirse el suelo, la codiciosa vista me impedía
pero venirse abajo el alto cielo. y así a muchos allí desconocía.

El gallardo don Juan, reconocida Mons de Leñí, con su galera presto,


la enemiga real que iba en la frente, por su parte embistió y cerró el camino,
hendiendo recio el agua rebatida, donde llegó de los primeros puesto
rompe por medio de la llama ardiente; el valeroso príncipe de Urbino,
mas la turca, con ímpetu impelida, que, a la bárbara furia contrapuesto,
le sale a recibir, donde igualmente con ánimo y esfuerzo peregrino,
se embisten con furiosos encontrones gallarda y singular prueba hacía
rompiendo los herrados espolones. de su valor virtud y valentía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego con igual ímpetu y denuedo ¿Cuál será aquel que no temblase viendo
llegan unas con otras a abordarse, el fin del mundo y la total ruina,
cerrándose tan juntas que a pie quedo tantas gentes a un tiempo pereciendo,
pueden con las espadas golpearse; tanto cañón, bombarda y culebrina?
no bastaba la muerte a poner miedo, El sol, los claros rayos recogiendo,
ni allí se vio peligro rehusarse, con faz turbada de color sanguina,
aunque al arremeter viesen derechos entre las negras nubes se escondía,
disparar los cañones a los pechos. por no ver el destrozo de aquel día.

Así la airada gente deseosa, Acá y allá con pecho y rostro airado
de ejecutar sus golpes se juntaban sobre el rodante carro presuroso,
y cual violenta tempestad furiosa de Tesifón y Aleto acompañado,
los tiros y altos brazos descargaban; discurre el fiero Marte sanguinoso;
era de ver la prisa hervorosa ora sacude el fuerte brazo armado,
con que las fieras armas meneaban; ora bate el escudo fulminoso,
la mar de sangre súbito cubierta infundiendo en la fiera y brava gente,
comenzó a recibir la gente muerta. ira, saña, furor y rabia ardiente.

Quién faltándoles tiros luego aferra


Por las proas, por popas y costados del pedazo del remo o de la entena;
se acometen y ofenden sin sosiego, quién trabuca al forzado y los deshierra
unos cayendo mueren ahogados, arrebatando el grillo o la cadena;
otros a puro hierro, otros a fuego; no hay cosa de metal, de leño y tierra,
no faltan en los puestos desdichados que allí para tirar no fuese buena:
quien a los muertos sucediesen luego, rotos bancos, postizas, batayolas,
que muerte ni rigor de artillería barriles, escotillas, portañolas.
jamás bastó a dejar plaza vacía.
Y las lanzas y tiros que arrojaban
Quién por saltar en el bajel contrario (aunque del duro acero resurtiesen)
era en medio del salto atravesado, en las sangrientas olas ya hallaban
quién por herir sin tiempo al adversario enemigos que en sí los recibiesen;
caía en el mar de su furor llevado, y ardiendo en el agua fría peleaban
quién con bestial designio temerario, sin que al adverso hado se rindiesen,
en su nadar y fuerzas confiado, hasta el forzado y postrimero punto
al odioso enemigo se abrazaba que faltaba la fuerza y vida junto.
y en las revueltas olas se arrojaba.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Cuáles su propia sangre revolviendo Crece el furor y el áspero ruido


andan agonizando sobreagudos, del continuo batir apresurado,
cuáles tablas y gúmenas asiendo el mar de todas partes rebatido
quedan rindiendo el alma enclavijados; hierve y regüelda cuerpos de apretado,
cuáles hacen más daño no pudiendo y sangriento, alterado y removido,
a los menos heridos abrazados, cual de contrarios vientos arrojado,
se dejan ir al fondo forcejeando, todo revuelto en una espuma espesa
contentos de morir allí matando. las herradas galeras bate apriesa.

No es posible contar la gran revuelta En la alta popa, junto al estandarte,


y el confuso tumulto y son horrendo; el ínclito don Juan resplandecía,
vuela la estopa en vivo fuego envuelta, más encendido que el airado Marte,
alquitrán y resina y pez ardiendo; cercado de una ilustre compañía;
la presta llama con la brea revuelta de allí provee remedio a toda parte,
por la seca madera discurriendo, acá de prisa, allá socorro envía,
con fieros estallidos y centellas, asegurando a todos su persona
creciendo amenazaba las estrellas. soberbio triunfo y la naval corona.

Unos al mar se arrojaban por salvarse Don Luis de Requeséns, de la otra banda
del crudo hierro y llamas perseguidos, provoca, exhorta, anima, mueve, incita,
otros que habían probado el ahogarse, corre, vuelve, revuelve, torna y anda
se abrasan a los leños encendidos, donde el peligro más lo necesita;
así que con la gana de escaparse, provee, remedia, acude, ordena, manda,
a cualquiera remedio vano asidos, insta, da prisa, induce y solicita
dentro del agua mueren abrasados a la diestra, siniestra, a popa, a proa,
y en medio de las llamas ahogados. ganando estimación y eterna loa.

Muchos ya con la muerte porfiando, Pues el conde de Priego, don Fernando,


su opinión aun muriendo sostenían, diligente, solícito y cuidoso,
los tiros y las lanzas apañando acude a todas partes, remediando
que las fuertes armas resurtían, lo de menos remedio y más dudoso;
y en las huidoras olas estribando así, pues, del cristiano y turco bando,
los ya cansados brazos sacudían, cada cual inquiriendo un fin honroso,
empleando en aquellos que topaban procuraban matando, como digo,
la rabia y pocas fuerzas que quedaban. morir en el bajel del enemigo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Era tanta la furia y tal la priesa, Don Juan, en esto, airado e impaciente,
que el fin y día postrero parecía; la espaciosa fortuna apresuraba,
de los tiros la recia lluvia espesa poniendo espuelas y ánimo a su gente,
el aire claro y rojo mar cubría; que envuelta en sangre ajena y propia andaba;
crece la rabia, el disipar no cesa Alí Bajá, no menos diligente,
de la presta y continua batería, con gran hervor los suyos esforzaba,
atronando el rumor de las espadas trayéndoles continuo a la memoria
las marítimas costas apartadas. el gran premio y honor de la victoria.

El buen marqués de Santa Cruz, que estaba Mas la real cristiana, aventajada
al socorro común apercibido, por el grande valor de su caudillo,
visto el trabajo juego cual andaba a puros brazos y a rigor de espada,
y desigual en partes el partido, abre recio en la turca un gran portillo,
sin aguardar más tiempo se arrojaba por do un grueso tropel de gente armada,
en medio de la priesa y gran ruido, sin poder los contrarios resistillo,
embistiendo con ímpetu furioso entra con un rumor y furia extraña
todo lo más revuelto y peligroso. gritando: “¡Cierra, cierra, España, España!”

Viendo, pues, de enemigos rodeada Los turcos, viendo entrada su galera,


la galera real con gran porfía del temor y peligros compelidos,
y que otra de refresco, bien armada, revuelven sobre sí de tal manera,
a embestirla con ímpetu venía que fueron los cristianos rebatidos;
saltóle de través, boga arrancada, pero, añadiendo furia a la primera,
y al encuentro y defensa se oponía, los fuertes españoles ofendidos,
atajando con presto movimiento venciendo el nuevo golpe de la gente,
el bárbaro furor y fiero intento. los vuelven a llevar forzosamente.

Después rabioso, sin parar, corriendo Hasta el árbol mayor, donde afirmando
por la áspera batalla discurría, el rostro y pie con nueva confianza,
entra, sale y revuelve socorriendo, renuevan la batalla, refrescando
y a tres y a cuatro veces resistía; el fiero estrago y bárbara matanza;
¿quién podrá punto a punto ir refiriendo carga socorro de uno y de otro bando,
las gallardas espadas que este día fatígales y aqueja la tardanza,
en medio del furor se señalaron de vencer o morir desesperados,
y el mar con turca sangre acrecentaron? dando gran prisa a los furiosos hados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La grande multitud de los heridos Pero el virrey de Argel, corsario experto,


que a la batida proa recudían, que a la mira hasta entonces había estado,
causaban que a las veces detenidos hallando al cuerno diestro el paso abierto,
los unos a los otros se impedían; que del todo no estaban bien cerrado,
pero, de medicinas proveídos, antes que se pusiesen en concierto,
luego de combatir volvían, furiosos se lanzó por aquel lado,
las enemigas fuerzas reprimiendo, echándole de nuevo tres bajeles
que iban al parecer convaleciendo. con infinito números de infieles.

En esta gran revuelta y de esatino, Los fuertes caballeros peleando


que allí cargaba más que en otro lado, resisten aquel ímpetu y motivo;
viniendo a socorrer don Benardino pero al cabo, señor, sobrepujando
(más que de vista, de ánimo dotado), a las fuerzas el número excesivo,
fue con súbita furia en el camino los entran con gran furia degollando,
de un fuerte esmerilazo derribado, sin tomar a rescate un hombre vivo,
cortándole con golpe riguroso vertiendo en el revuelto mar furioso
los pasos y designio valeroso. de bautizada sangre un río espumoso.

Fue el poderoso golpe de tal suerte, Las galeras de Malta, que miraron
de más de la pesada y gran caída, con tal rigor su capitana entrada,
que resistir no pudo el peto fuerte los fieros enemigos despreciaron
ni la rodela a prueba guarnecida: con quien tenían batalla comenzada;
al fin el joven con honrada muerte y batiendo los remos se lanzaron
del todo aseguró la inquieta vida, con nueva rabia y prisa acelerada
envainando en España mil espadas, sobre la multitud de los paganos
en contra y daño suyo declaradas. verdugos de los mártires cristianos.

En esto, por tres partes fue embestida Tanto fue el sentimiento en los soldados
la famosa de Malta capitana, y la sed de venganza de manera
y apretada de todas y batida que, embistiendo a los turcos por los lados,
con vieja enemistad y furia insana; entran haciendo riza carnicera;
mas la fuerza y virtud tan conocida así que, victoriosos y vengados,
de aquella audaz caballería cristiana, recobraron su honor y la galera,
la multitud pagana contrastando, hallando solos vivos los primeros
iba de punto en punto mejorando. al general y cuatro caballeros.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Marco Antonio Coloma, despreciando Bien que con muestra y ánimo esforzado
el ímpetu enemigo y la braveza, contrastaba la furia sarracina,
combate animosísimo, igualando no pudo contrastar al duro hado,
con la honrosa ambición la fortaleza; o, por mejor decir, orden divina;
pues Sebastián Veniero, contrastando que ya el último término llegado,
la turca fuerza y bárbara fiereza, de una furiosa flecha repentina
vengada allí con ira y rabia justa fue acertado en el ojo descubierto,
la injuria recibida en Famagusta. donde de a poco de rato cayó muerto.

La capitana de Sicilia en tanto Aunque fue grande el daño y sentimiento


también Portau Bajá la combatía, de ver tal capitán así caído,
la cual ya por el uno y otro canto no por eso turbó el osado intento
cercada de galeras la tenía. del veneciano pueblo embravecido;
Era el valor de los cristianos tanto, antes con más furor y encendimiento,
que la ventaja desigual suplía, a la venganza lícita movido,
no solo sustentando igual la guerra, hiere en los matadores de tal suerte,
pero dentro del mar ganando tierra. que fue recompensada bien su muerte.

Que don Juan, de la sangre de Cardona, En este tiempo andaba la pelea


ejercitando allí su viejo oficio, bien ceñida del lado y cuerno diestro,
ofrece a los peligrios la persona donde el sagaz y astuto Juan Andrea
dando de su valor notable indicio; se mostraba muy práctico y maestro;
y la fiera nación de Barcelona también Héctor Spínola pelea
hace en los enemigos sacrificio, con uno y otro a diestro y a siniestro,
trayendo hasta los puños las espadas señalándose en medio de la furia
todas en sangre bárbara bañadas. la experta y diestra gente de Liguria.

No, pues, con menos ánimo y pujanza Bien dos horas y media y más había
el sabio Barbarigo combatía, que duraba el combate porfiado,
igualando el valor a la esperanza sin conocer en parte mejoría
que de su claro esfuerzo se tenía; ni haberse la victoria declarado;
ora oprime la turca confianza, cuando el bravo don Juan, que en saña ardía,
ora a la misma muerte rebatía, casi quejoso del suspenso hado,
haciendo suspender la flecha airada comenzó a mejorar sin duda alguna,
que ya derecho en él tenía asestada. declarada del todo su fortuna.

494 495
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

En esto, con gran ímpetu y ruido, Pero el hijo de Carlos, conociendo


por el valor de la cristiana espada del traidor renegado el bajo intento,
el furor mahomético oprimido, con gran furia el movido mar rompiendo,
y la turca real del todo entrada, carga, dándole caza en seguimiento;
do el estandarte bárbaro abatido iba tras ellos al través saliendo,
la cruz del redentor fue enarbolada el de Bazán y el de Oria a sotavento
con un triunfo solemne y grande gloria, con una escuadra de galeras junta,
cantando abiertamente la victoria. procurando ganarles una punta.

Súbito un miedo helado discurriendo Mas la triste canalla viendo angosta


por los míseros turcos ya turbados, la senda y ancho mar según temía,
les fue los brazos luego entorpeciendo, vuelta la proa a la vecina costa
dejándolos sin fuerzas desmayados, en tierra con gran ímpetu embestía:
y las espadas y ánimos rindiendo, y cual se ve tal vez saltar langosta
a su fortuna mísera entregados, en multitud confusa, así a porfía
dieron la entrada franca, como cuento, salta la gente al mar embravecido,
al ímpetu enemigo y movimiento. huyendo del peligro más temido.

Ya, pues, del cuerno izquierdo y del derecho Cuál con brazos, con hombros, rostro y pecho
de la victoria sanguinosa usando, el gran reflujo de las olas hiende;
con furia inexorable todo a hecho, cuál sin mirar al fondo y largo trecho,
los van por todas partes degollando; no sabiendo nadar así lo aprende;
quién al agua se arroja, abierto el pecho, no hay parentesco, no hay amigo estrecho,
quién se entrega a las llamas, rehusando ni el mismo padre el caro hijo atiende;
el agudo cuchillo riguroso, que el miedo de respetos enemigo
teniendo el fuego allí por más piadoso. jamás en el peligro tuvo amigo.

El astuto Ochalí, viendo su gente Así que del temor mismos forzados
por la cristiana fuerza destruida en la arenosa playa pie tomaron,
y la deshecha armada totalmente y por las peñas y árboles cerrados
al hierro, fuego y agua ya rendida, a más correr huyendo se escaparon;
la derrota tomó por el Poniente deshechos, pues, del todo y destrozados
siguiéndole con mísera huida los miserables bárbaros quedaron,
las bárbaras reliquias destrozadas, habiendo fuerza a fuerza y mano a mano
del hierro y fuego apenas escapadas. rendido el nombre de Austria al otomano.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Estaba yo con gran contento viendo Una tarde que el sol ya declinaba,
el próspero suceso y prometido, arribamos aun valle muy poblado,
cuando en el globo el mágico hiriendo por donde un grande arroyo atravesaba,
con el potente junco retorcido, de cultivadas lomas rodeado;
se fue el aire ofuscando y revolviendo y en la más llana, que a la entrada estaba,
y cesó de repente el gran ruido, por ser lugar y sitio acomodado,
quedando en gran quietud la mar segura la gente se alojó por escuadrones,
cubierta de una niebla y sombra oscura. las tiendas levantando y pabellones.

Luego, Fitón, con plática sabrosa, Estaba el campo apenas alojado,


me llevó por la sala paseando cuando de entre unos árboles salía
y, sin dejar figura cada cosa, un bizarro araucano bien armado,
me fue parte por parte declarando; buscando el pabellón de don García;
mas teniendo temor que os sea enojosa y a su presencia el bárbaro llegado,
la relación prolija, iré dejando sin muestra ni señal de cortesía
todo aquello, aunque digno de memoria, le comenzó a decir; pero, entre tanto,
que no importa ni toca a nuestra historia. será bien rematar mi largo canto.

Solo diré que con muy gran contento


del mago y Guaticolo despedido,
aunque tarde, llegué a mi alojamiento,
donde ya me juzgaban por perdido.
Volviendo, pues, la pluma a nuestro cuento
que en larga digresión me ha divertido,
digo que allí estuvimos dos semanas
con falsas armas y esperanzas vanas.

Pero en resolución nunca supimos


de nuestros enemigos cautelosos,
ni su designio y ánimo entendimos,
que nos tuvo suspensos y dudosos;
lo cual considerados nos partimos,
desmintiendo los pasos peligrosos,
en su demanda entrando por la tierra
con gana y fin de rematar la guerra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXV Y sobre todo debe ser loado


el silencio en la guerra y obediencia,
Asientan los españoles su campo en Millarapue; llega a desafiarlos un indio que nunca fue secreto revelado
de parte de Caupolicán; vienen a la batalla muy reñida y sangrienta; señalan- por dávida, amenaza ni violencia,
se Tucapel y rengo; cuentase también el valor que los españoles mostraron como ya en lo que de ellos he contado
aquel día. vemos abiertamente la experiencia,
pues por maña jamás ni por espías
Cosa es digna de ser considerada de ellos tuvimos nueva en tantos días.
y no pasar por ella fácilmente,
que gente tan ignota y desviada Aunque en los pueblos comarcanos fueron
de la frecuencia y trato de otra gente, presas de sobresalto muchas gentes,
de innavegables golfos rodeada, que al rigor del tormento resistieron
alcance lo que así difícilmente con gran constancia y firmes continentes;
alcanzaron por curso de la guerra tanto, que muchas veces nos hicieron
los más famosos hombres de la tierra. andar en los discursos diferentes,
que pudiera causar notable daño
Dejen de encarecer los escritores creciendo su cautela y nuestro engaño.
a los que el arte militar hallaron,
ni más celebren ya los inventores Pero, como ya dije arriba, estando
que el duro acero y el metal forjaron, apenas nuestro ejército alojado,
pues los últimos indios moradores vino un gallardo mozo preguntando
del araucano Estado así alcanzaron do estaba el capitán aposentado,
el orden de la guerra y disciplina, y a su presencia el bárbaro llegando,
que podemos tomar de ellos doctrina. con tono sin respeto levantado,
habiéndose juntado mucha gente,
¿Quién los mostró a formar los escuadrones, soltó la voz, diciendo libremente:
representar en orden la batalla,
levantar caballeros y bastiones, “¡Oh capitán cristiano! Si ambicioso
hacer defensas, fosos y murallas, eres de honor con título adquirido,
trincheas, nuevos reparos, invenciones al oportuno tiempo venturoso
y cuanto en uso militar se halla? tu próspera fortuna te ha traído;
Que todo es un bastante y claro indicio que el gran Caupolicano, deseoso
del valor de esta gente y ejercicio. de probar tu valor encarecido,
si tal virtud Y esfuerzo en ti se halla,
pide de solo a solo la batalla.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Que siendo de personas informado “Esto es a lo que vengo, y asi pido


que eres mancebo noble floreciente te resuelvas en breve a tu albedrío,
en la arte militar ejercitado, si quieres por el término ofrecido
capitán y cabeza de esta gente, rehusar o aceptar el desafío,
dándote por ventaja de su grado que aunque el peligro es grande o conocido
la elección de las armas francamente, de tu altiveza y ánimo confío,
sin excepción de condición alguna, que al fin satisfarás con osadía
quiere probar tu fuerza y su fortuna. a tu estimado honor y al que me envía”.

“Y así, por entender que muestras gana Don García le responde: ”Soy contento
de encontrar al ejército araucano, de aceptar el combate, y le aseguro
te avisa que al romper de la mañana que al plazo puesto y señalado asiento
se vendrá a presentar en este llano, podrá a su voluntad venir seguro”.
do con firmeza de ambas partes llana, El indio, que escuchando estaba atento,
en medio de los campos mano a mano, muy alegre le dijo: “Yo te juro
si quieres combatir sobre este hecho, que esta osada respuesta eternamente
remitirá a las armas el derecho. te dejará famoso entre la gente”.

“Con pacto y condición que si vencieres Con esto sin pasar más adelante
someterá la tierra a tu obediencia, las espaldas volvió y tomó la vía,
y de él podrás decir lo que quisieres mostrando por su término arrogante
sin usar de respeto ni clemencia; en la poca opinión que nos tenía;
y cuando tú por él vencido fueres, algunos hubo allí que en el semblante
libre te dejará en tu preeminencia, juzgaron ser mañosa y doble espía,
que no quiere otro premio ni otra gloria que iba a reconocer con este intento
sino solo el honor de la victoria. la gente y pertrechado alojamiento.

“Mira que solo en que esta voz se extienda Venida, pues, la noche, los soldados
consigues nombre y fama de valiente, en orden de batalla nos pusimos,
y en cuanto el claro sol sus rayos tienda y a las derechas picas arrimados
durará tu memoria entre la gente, contando las estrellas estuvimos
pues al fin se dirá que por contienda del sueño y graves armas fatigados,
entraste valerosa y dignamente aunque crédito entero nunca dimos
en campo con el gran Caupolicano, al indio, por pensar que solo vino
persona por persona y mano a mano. a tomar lengua y descubrir camino.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ya la espaciosa noche declinando Unos sin alas con ligero vuelo


trastornaba al ocaso sus estrellas desocupan atónitos las sillas;
y la aurora al Oriente despuntando otros; vueltas las plantas hacia el cielo,
deslustrada la luz de todas ellas, imprimen en la tierra las costillas;
las flores con su fresco humor rociando, y los que no probaron allí el suelo
restituyendo en su color aquellas por apretar más recio las rodillas,
que la tiniebla lóbrega importuna aunque más se mostraron esforzados,
las había reducido a solo una. quedaron del encuentro maltratados.

Cuando con alto y súbito alarido De sus golpes los nuestros no faltaron,
apareció por uno y otro lado, que todos sin errar fueron derechos,
en tres distintas partes dividido cuáles de banda a banda atravesaron,
el ejército bárbaro ordenado, cuáles atropellaron con los pechos;
cada escuadrón de gente muy fornido, todos en un instante se mezclaron
que con gran muestra y paso apresurado viniendo a las espadas más estrechos
iban en igual orden como cuento, con tal prisa y rumor, que parecía
cercando nuestro estrecho alojamiento. la espantosa vulcánea herrería.

La gente de caballo aparejada El bravo general Caupolicano,


sobre las riendas, la enemiga espera; rota la pica, de la maza aferra,
mas antes que llegase anticipada y a la derecha y a la izquierda mano
se arroja por una áspera ladera, hiere, destroza, mata y echa a tierra;
y al escuadrón siniestro encaminada hallándose muy junto a Berzocano,
le acomete furiosa, de manera los dientes y el furioso puño cierra,
que un terrapleno y muro poderoso descargándole encima tal puñada,
no resistiera el ímpetu furioso. que le abolló en los cascos la celada.

Pero Caupolicán, que gobernando


iba aquel escuadrón algo adelante,
el paso hasta su gente retirando
hizo calar las picas a un instante;
donde los pies y brazos afirmando
en las agudas puntas de diamante,
reciben el furor y encuentro extraño
haciendo en los primeros mucho daño.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tras este otro derriba y otro mata, Pues don Luis de Toledo peleando,
que fue por su desdicha el más vecino; Carranza, Aguayo, Zúñiga y Castillo,
abre, destroza, rompe y desbarata, resisten al furor del indio bando
haciendo llano el áspero camino, con Diego Cano, Pérez y Ronquillo;
y al yanacona Tambo así arrebata, los primos Alvarado, Juan y Hernando,
que como halcón al pollo o palomino, Pedro de Olmo, Paredes y Carrillo,
sin poderle valer los más cercanos derriban a sus pies gallardamente,
le ahoga y despedaza entre las manos. aunque a costa de sangre, mucha gente.

Bernal y Leucotón, que deseando El escuadrón de en medio, viendo asida


andaban de encontrarse en esta danza, por el cuerno derecho la contienda,
se acometen furiosos, descargando acelerando el tiempo y la corrida,
los brazos con igual ira y pujanza, acude a socorrer la furia horrenda;
y las altas cabezas inclinando, mas nuestra gente, en tercios repartida,
a su pesar usaron de crianza, le sale a recibir a toda rienda,
hincando a un tiempo entrambos las rodillas y del terrible estruendo y fiero encuentro
con un batir de dientes y ternillas. la tierra se apretó contra su centro.

Mas cada cual de presto se endereza, Hubo muchas caídas señaladas,


comenzando un combate fiero y duro; grandes golpes de mazas y picazos,
ya tiran a los pies, ya a la cabeza, lanzas, gorguces y armas enastadas
ya abollan la celada, ya el escudo: volaron hasta el cielo en mil pedazos;
así, pues, anduvieron una pieza, vienen en un momento a las espadas
mas pasar adelante esto no pudo, y aun otros más coléricos a brazos,
que un gran tropel de gentes embistieron, dándose con las dagas y puñales
por fuerza, a su pesar, los despartieron. heridas penetrables y mortales.

Don Miguel y don Pedro de Avendaño, El fiero Tucapel , habiendo hecho


Rodrigo de Quiroga, Aguirre, Aranda, su encuentro en lleno y muerto un buen, soldado
Cortés y Juan Jufré, con riesgo extraño, poco del diestro golpe satisfecho,
sustentan todo el peso de su banda; le arrebató un estoque acicalado
también hacen efecto y mucho daño con el cual barrenó a Guillermo el pecho
Reinoso, Peña, Córdoba, Miranda, y de un revés y tajo arrebatado
Monguía, Lasarte, Castañeda, Ulloa, arrojó dos cabezas con celadas
Martín Ruiz y Juan López de Gamboa. muy lejos de sus troncos apartadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mata de un golpe a Torbo fácilmente Delante de esta escuadra, pues, venía


y dio a Juan de Inarauna tal herida, el mozo Galvarino sargenteando,
que la armada cabeza por la frente que sus trancados brazos descubría,
cayó sobre los hombros dividida; las llagas aun sangrientas amostrando;
tira una punta y a Picol valiente de un canto al otro aprisa discurría
le echó fuera las tripas y la vida; el daño general representando,
pero en esta sazón inadvertido, encendido en furor los corazones
de más de diez espadas fue herido. con muestras eficaces y razones.

Carga sobre él la gente forastera Diciendo: “¡Oh valentísimos soldados,


al rumor del estrago que sonaba, tan dignos de este nombre en cuya mano
y cercándole en torno como fiera hoy la Fortuna y favorables hados
en confuso montón le fatigaba; han puesto el ser y crédito araucano!
mas él con gran desprecio, de manera Estad de la victoria confiados,
el esforzado brazo rodeaba, que ese tumulto y aparato vano
que a muchos con castigo y escarmiento es todo él remanente y son las heces
les reprimió el furor y atrevimiento. de los que habéis vencido tantas veces.

Tanto en más ira y más furor se enciende, “Y esta postrer batalla fenecida
cuanto el trabajo y el peligro crece, de vosotros así tan deseada,
que allí la gloria y el honor pretende no queda cosa ya que nos impida,
donde mayor dificultad se ofrece; ni lanza enhiesta, ni contraria espada;
lo más dudoso y de más riesgo emprende mirad la muerte, infame o triste vida
y poco lo posible le parece; que está para el vecino aparejada,
que el pecho grande y ánimo invencible los ásperos tormentos excesivos
le allana y facilita lo imposible. que el vencedor promete hoy a los vivos.

El último escuadrón y más copioso, “Que, si en esta batalla sois vencidos,


su derrota y designio prosiguiendo, la ley perece y libertad se aterra,
con paso aunque ordenado presuroso, quedando al duro yugo sometidos
por la tendida loma iba subiendo; inhábiles del uso de la guerra,
y en el dispuesto llano y espacioso pues con las brutas bestias siempre unidos
nuestro escuadrón del todo descubriendo, habéis de arar y cultivar la tierra,
se detuvo algún tanto astutamente haciendo los oficios más serviles
reconociendo el sitio y nuestra gente. y bajos ejercicios mujeriles.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Tened, varones, siempre en la memoria No duraron las picas mucho enteras,


y que perpetuamente esta vitoria que en rajas por los aires discurrieron;
que la deshonra eternamente dura, las extendidas mangas e hileras
todas vuestras hazañas asegura; de golpe unas con otras se rompieron:
considerad, soldados, pues, la gloria hubo muertes allí de mil maneras,
que os tiene aparejada la ventura que muchos sin heridas perecieron
y el gran premio y honor que, como digo, del polvo y de las armas ahogados,
un tan breve trabajo trae consigo. otros de encuentros fuertes estrellados.

“Que aquel que se mostrare buen soldado Trábase entre ellos un combate horrendo,
tendrá en su mano ser lo que quisiere, con hervoroso prisa y rabia extraña,
que todo lo que habemos deseado todos en un tesón igual poniendo
la Fortuna con ello hoy nos requiere; la extrema industria, la pujanza y maña;
también piense que queda condenado sube a los cielos el furioso estruendo,
por rebelde y traidor quien no venciere, retumba en torno toda la campaña,
que no hay vencido justo y sin castigo cubriendo los lugares descubiertos
quedando por jüez el enemigo”. la espesa lluvia de los cuerpos muertos.

De tal manera el bárbaro valiente Hierve el coraje, crece la contienda


despertaba la ira y la esperanza, y el batir sin cesar, siempre más fuerte;
que el escuadrón apenas obediente, no hay malla y pasta fina que defienda
podía sufrir el orden y tardanza; la entrada y paso a la furiosa muerte
mas ya que la señal última siente, que con irreparable furia horrenda
con gran resolución y confianza, todo ya en su figura lo convierte,
derribando las picas bien cerrado haciendo del mortal y fiero estrago
irse dejó de su furor llevado. de espesa y negra sangre un ancho lago.

En el exento y pedregoso llano Rengo, orgulloso, que al siniestro lado


que más de un tiro de arco se extendía, iba siempre avivando la pelea,
nuestro escuadrón a un tiempo mano a mano, de la roedora afrenta estimulando
asimismo al encuentro le salía; que en Mataquito recibió de Andrea,
donde, con muestra y término inhumano el ronco tono y brazo levantado,
y el gran furor que cada cual traía, discurre todo el campo y lo rodea,
se embisten los airados escuadrones acá y allá por una y otra mano llamando
cayendo cuerpos muertos a montones. el enemigo nombre en vano.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Andrea, pues, asimismo procurando Redobla otro el gallardo mozo luego


fenecer la cuestión, le deseaba; con más furor y menos bien guiado,
mas lo que uno y otro iban buscando que a no ser a soslayo el fiero juego
la dicha de los dos lo desviaba; del todo entre los dos fuera acabado;
que el italiano mozo peleando el genovés, desatinado y ciego,
en el otro escuadrón distante andaba fue un poco de través, mas, recobrado,
haciendo por su extraña fuerza cosas se puso en pie con prisa no pensada
que aunque lícitas eran lastimosas. levantando en dos manos la ancha espada.

Mata de un golpe a Trulo, y endereza Y con la extrema rabia y fuerza rara


la dura punta y a Pinol barrena sobre el joven la cala de manera
y sin brazo a Teguán una gran pieza que, si el ferrado leiío no cruzara,
le arroja dando vueltas por la arena; de arriba abajo en dos le dividiera;
lleva de un golpe a Changle la cabeza tajó el tronco cual junco o tierna vara
y por medio del cuerpo a Pon cercena, y, si la espada el filo no torciera,
hiende a Narpo hasta el pecho y a Brancolo penetrara tan honda la herida
como grulla le deja en un pie solo. que privara al mancebo de la vida.

Veis, pues, aquí Orompello, el cual haciendo Viéndose el araucano, pues, sin maza,
venía por esta parte mortal guerra, no por eso amainó al furor la vela,
que, al gran tumulto y voces acudiendo, antes con gran presteza de la plaza
vio cubierta de muertos la ancha tierra; arrebata un pedazo de rodela;
y al genovés gallardo, conociendo, y, al punto, sin perder tiempo, lo embraza
como cebado tigre con él cierra, y, como aquel que daño no recela,
alta la maza y encendido el gesto, con solo el trozo del bastón cortado
sobre las puntas de los pies enhiesto. aguija al enemigo confiado.

Fue de la maza el genovés cogido Hirióle en la cabeza y a una mano


en el alto crestón de la celada, saltó con ligereza y cierto brío,
que todo lo abolló y quedó sumido hurtando el cuerpo así, que el italiano
sobre la estofa de algodón colchada; con la espada azotó el aire vacío;
estuvo el italiano adormecido, quiso hacello otra vez, mas salió en vano
vomita sangre, la color mudada, que, entrando recio al punto del desvío,
y vio, dando de manos por el suelo, fue el genovés tan presto, que no pudo
vislumbres y relámpagos del cielo. sino cubrirse con su roto escudo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Echó por tierra la furiosa espada Pasáronlo, pues, mal al otro lado,
del defensivo escudo una gran pieza, según la mucha gente que acudía,
bajando con rigor a la celada si don Felipe, don Simón y Prado,
que defender no pudo la cabeza: don Francisco Arias, Pardo y Alegría,
hasta el casco caló la cuchillada, Barrios, Diego de Lira, Coronado
quedando el mozo atónito una pieza, y don Juan de Pineda en compañía,
pero, en sí vuelto, viéndose tan junto, con valeroso esfuerzo combatiendo,
le echó los fuertes brazos en un punto. no fueran los contrarios reprimiendo.

El bravo genovés, que al fiero Marte También acrecentaban el estrago


pensara desmembrar, recio le asía; Florencio de Esquivel y Altamirano,
pero salió engañado, que en este arte Villarroel, Morán, Vergara, Lago,
ninguno al diestro joven excedía; Godoy, Gonzalo, Hernández y Andicano.
revuélvanse por una y otra parte, Si de todos aquí mención no hago,
el uno al pie del otro rebatía, no culpen la intención, sino la mano,
intrincando las piernas y rodillas que no puede escribir lo que hacían
con diestras y engañosas zancadillas. tantas como allí a un tiempo combatían.

Don García de Mendoza no paraba; Sonaba a la sazón un gran ruido


antes, como animoso y diligente, en el otro escuadrón de mediodía,
unas veces airado peleaba, y era que el fiero Rengo, embravecido,
otras iba esforzando allí la gente; llevado de su esfuerzo y valentía,
tampoco Juan Remón ocioso estaba, se había por la batalla allí metido,
que de soldado y capitán prudente que volver a los suyos no podía,
con igual disciplina y ejercicio y, de menuda gente rodeado,
usaba en sus lugares el oficio. andaba muy herido y acosado.

Santillán y don Pedro de Navarra, Aunque se envuelve entre ellos de manera


Avalos, Biezma, Cáceres, Bastida, al un lado y al otro golpeando,
Galdames, don Francisco Ponce, Ibarra, que en rueda los hacía tener afuera,
dando muerte defienden bien su vida; muchos en daño ajeno escarmentando;
el factor Vega y contador Segarra pero la turba acá y allá ligera
habían echado aparte una partida, le va por todas partes aquejando
siguiéndoles Velázquez y Cabrera, con tiros, palos y armas enastadas,
Verdugos, Ruiz, Riberos y Ribera. como a fieras de lejos arrojadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Uno deja tullido y otro muerto, así el famoso Rengo, ya en el suelo


sin valerles defensa ni armadura, hincada una rodilla, combatía
a quien acierta el golpe en descubierto en medio del montón que sin recelo
del todo le deshace y desfigura, poco a poco cerrándole venía;
y el de menos efecto y más incierto cuando el sangriento y bravo Tucapel o,
quebranta brazo, pierna o coyuntura: que por allí la grita le traía,
vieran arneses rotos y celadas viéndole así tratar, sin poner duda,
junto con las cabezas machucadas. rompe por el tropel a darle ayuda.

Mas, aunque, como digo, combatiendo Dejó por tierra cuatro o seis tendidos,
mostraba esfuerzo y ánimo invencible, que estrecha plaza y paso le dejaron,
le van a tanto estrecho reduciendo y los otros en círculo esparcidos
que poder escapar era imposible; del fatigado Rengo se arredraron,
y por más que se esfuerza resistiendo, y contra Tucapel embravecidos
al fin era de carne, era sensible, las armas y la grita enderezaron;
y el furioso y continuo movimiento mas él daba de sí tan buen descargo
la fuerza le ahogaba y el aliento. que les hacía tener bien a lo largo.

Estaba ya en el suelo una rodilla Llegóse a Rengo y dijo: “Aunque enemigo


que aun apenas así se sustentaba, esfuerza, esfuerza, Rengo, y ten hoy fuerte,
y la gente solícita en cuadrilla que el impar Tucapel está contigo
sin dejarle alentar le fatigaba, y no puedes tener siniestra suerte;
cuando de la otra parte por la orilla que el favorable cielo y hado amigo
de la alta loma Tucapel llegaba, te tiene aparejada mejor muerte,
haciendo con la usada y fuerte maza, pues está cometida al brazo mío,
por dondequiera que iba, larga plaza, si cumples a su tiempo el de esafío”.

como el toro feroz desjarretado, Rengo le respondió: “Si ya no fuera


cuando brama la lengua ya sacada, por ingrato en tal tiempo reputado,
que de la turbamulta rodeado contigo y con mi débito cumpliera,
procura cada cual probar su espada; que no estoy como piensas tan cansado”.
y, en esto, de repente al otro lado, En esto, más ligero que si hubiera
la cerviz yerta y frente levantada, diez horas en el lecho reposado
asoma otro famoso de jarama, se puso en pie y a nuestra gente asalta
que deshace la junta y la derrama, firme el membrudo cuerpo y la maza alta.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tucapel replicó: “Sería bajeza Pues de aquella manera y más furiosas


y cosa entre varones condenada las homicidas armas descargaban,
acometerle, vista tu flaqueza, y con hondas heridas rigurosas
con fuerza y en razón aventajada; los sanguinosos cuerpos desangraban;
cobra, cobra tu fuerza y entereza, el gran rumor y voces espantosas
que el tiempo llegará que esta ferrada en los vecinos montes resonaban;
te dé la pena y muerte merecida, el mar confuso al fiero son retrujo
como hoy te ha dado claro aquí la vida”. de sus hinchadas olas el reflujo.

No se dijeron más; y por la vía Pero la parte que a la izquierda mano


los dos competidores araucanos, la batalla primero había trabado,
haciéndose amistad y compañía, donde por su valor Caupolicano
iban como si fueran dos hermanos; contrastaba al furor del duro hado,
guardaba el uno al otro y defendía; a pura fuerza el escuadrón cristiano,
y así con diligencia y prestas manos, del contrario tesón sobrepujado,
abriendo el escuadrón gallardamente, comenzó poco a poco a perder tierra
llegaron a juntarse con su gente. hacia la espesa falda de la sierra.

En esto, a todas partes la batalla Fue tan grande la prisa de esta hora
andaba muy reñida y sanguinosa, y el ímpetu del bárbaro violento
con tal furia y rigor que no se halla que por el araucano en voz sonora
persona sin herida ni arma ociosa; se cantó la victoria y vencimiento;
cubre la tierra la menuda malla, mas la misma Fortuna burladora
y en la remota Turcia, cavernosa, dio la vuelta a la rueda en un momento
por fuerza arrebatados de los vientos, en contra de la parte mejorada,
hieren los duros y ásperos acentos. barajando la suerte declarada.

Era el rumor del uno y otro bando Que el último escuadrón, donde estribaba
y de golpes la furia apresurada, nuestro postrer remedio y esperanza,
como ventosa y negra nube, cuando metido en el contrario peleaba,
del Vulturno o del Céfiro arrojada haciendo fiero estrago y gran matanza;
lanza una piedra súbita, dejando que ni el valor de Ongolmo allí bastaba,
la rama de sus hojas despojada, ni del fuerte Lincoya la pujanza;
y los muros, los techos y tejados ni yo basto a contar de una vez tanto,
son con prisa terrible golpeados. que es fuerza diferirlo al otro canto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXVI Por una espesa y áspera quebrada,


que en medio de dos lomas se hacía,
Dase noticia del fin de la batalla y retirada de los araucanos; la obstinación y la bárbara canalla quebrantada
pertinacia de Galvarino y su muerte. Asimismo se pinta el jardín y estancia del la dañosa soberbia y osadía,
mago Fitón ya del torpe temor señoreada,
esforzadas espaldas revolvía,
Nadie puede llamarse venturoso huyendo de la muerte el rostro airado,
hasta ver de la vida el fin incierto, que clara a todo ya se había mostrado.
ni está libre del mar tempestuoso
quien surto no se ve dentro del puerto; Siguen los nuestros la victoria apriesa,
venir un bien tras otro es muy dudoso, que aun no quieren venir en el partido,
y un mal tras otro mal es siempre cierto: y de la inculta breña y selva espesa
jamás próspero tiempo fue durable, inquieren lo secreto y escondido;
ni dejó de durar el miserable. el gran estrago y mortandad no cesa,
suena el destrozo y áspero ruido,
El ejemplo tenemos en las manos, tirando a tiento golpes y estocadas
y nos muestra bien claro aquí la historia por la espesura y matas intrincadas.
cuán poco les duró a los araucanos
el nuevo gozo, y engañosa gloria; Jamás de los monteros en ojeo
pues, llevando de rota a los cristianos fue caza tan buscada y perseguida,
y habiendo ya cantado la victoria, cuando con ancho círculo y rodeo
de los contrarios hados rebatidos, es a término estrecho reducida,
quedaron vencedores los vencidos. que con impacientísimo deseo,
atajados los pasos y huida,
Que, como os dije, el escuadrón postrero, arrojan en las fieras montesinas
adonde por testigo yo venía, lanzas, dardos, venablos, jabalinas.
ganando tierra siempre más entero
al bárbaro enemigo retraía; Como los nuestros, hasta allí cristianos
que, aunque el fuerte Lincoya el delantero que, los términos lícitos pasando,
a la adversa Fortuna resistía, con crueles armas y actos inhumanos
no pudo resistir últimamente iban la gran victoria deslustrando;
el ímpetu y la furia de la gente. que ni el rendirse, puestas ya las manos,
la obediencia y servicio protestando,
bastaba a aquella gente desalmada
a reprimir la furia de la espada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Así el entendimiento y pluma mía, Donde ya dela gente destrozada


aunque usada al destrozo de la guerra, había el temor algunos escondido,
huye del grande estrago que este día pero, viendo de Rengo la llegada,
hubo en los defensores de su tierra: cobrando luego el ánimo perdido,
la sangre, que en arroyos ya corría con nuevo esfuerzo y muestra confiada,
por las abiertas grietas de la sierra, en escuadrón formado y recogido,
las lástimas, las voces y gemidos vuelven el rostro y pechos esforzados
de los míseros bárbaros rendidos. a la corriente de los duros hados.

Los de la izquierda mano, que miraron Yo, que de aquella parte discurriendo
su mayor escuadrón desbaratado, a vueltas del rumor también andaba
perdieron todo el ánimo, dejaron la grita y nuevo estrépito sintiendo,
la tierra y el honor que habían ganado; que en el vecino bosque resonaba,
así la trompa a retirar tocaron, apresuré los pasos acudiendo
y con paso, aunque largo, concertado, hacía donde el rumor me encaminaba,
altas y campeando las banderas viendo al entrar del bosque detenidos
se dejaron calar por las laderas. algunos españoles conocidos.

No será bien pasar calladamente Estaba a un lado Juan Ramón gritando:


la bravura de Rengo sin medida, “Caballeros, entrad, que todo es nada”.
pues que, desbaratada ya su gente Mas ellos el peligro ponderando
y puesta en rota y mísera huida, dificultaban la dudosa entrada;
fiero, arrogante, indómito, impaciente, yo, pues, a la sazón a pie arribando
sin mirar al peligro de la vida, donde estaba la gente recatada,
dando más furia a la ferrada maza, Juan Remón, que me vio luego de frente,
solo sustenta la ganada plaza. quiso obligarme allí públicamente.

Y allí, como invencible y valeroso, Diciendo: “¡Oh don Alonso! Quien procura
solo estuvo gran rato peleando, ganar estimación y aventajarse,
pero viendo el trabajo infructuoso este es el tiempo y esta es coyuntura
y gente ya ninguna de su bando, en que puede con honra señalarse;
con paso tardo, grave y espacioso, no impida vuestra suerte esta espesura
volviendo el rostro atrás de cuando en cuando, donde quieren los indios entregarse,
tomó a la mano diestra una vereda que al que abriere la entrada defendida
hasta entrar en un bosque y arboleda. le será la victoria atribuida”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Oyendo, pues, mi nombre conocido Pero la muerte, allí definidora


y que todos volvieron a mirarme, de la cruda batalla porfiada,
del honor y vergüenza compelido, ayudando a la parte vencedora,
no pudiendo del trance ya excusarme, remató la contienda y gran jornada;
por lo espeso del bosque y más temido que la gente araucana en poca de hora,
comencé de romper y aventurarme, en aquel sitio estrecho destrozada,
siguiéndome Arias, Pardo, Maldonado, quiso rendir al hierro antes la vida,
Manrique, don Simón y Coronado. que al odioso español quedar rendida.

Los cuales de vivir desesperados Tendidos por el campo amontonados


los obstinados indios embistieron, los indómitos bárbaros quedaron,
que en una espesa muela bien cerrados y los demás con pasos ordenados,
las españolas armas atendieron; como ya dije atrás, se retiraron,
en esto, ya el rumor por todos lados de manera que ya nuestros soldados
de nuestra gente muchos acudieron, recogiendo el despojo que hallaron
comenzando con furia presurosa y un número copioso de prisiones,
una guerra sangrienta y peligrosa. volvieron a su asiento y pabellones.

Renuévase el destrozo reduciendo Fueron entre estos presos escogidos


a término dudoso el vencimiento, doce, los más dispuestos y valientes,
el menos animoso acometiendo que en las nobles insignias y vestidos
el más dificultoso impedimento. mostraban ser personas preeminentes:
¿Cuál será aquel que pueda ir escribiendo estos fueron allí constituidos
de los brazos la furia y movimiento para amenaza y miedo de las gentes,
y de este y de aquel otro la herida quedando por ejemplo y escarmiento
y quién a cuál allí quitó la vida? colgados de los árboles al viento.

Unos hienden por medio, otros barrenan Yo, a la sazón, al señalar llegando
de parte a parte los airados pechos, de la cruda sentencia condolido,
por los muslos y cuerpo otros cercenan, salvar quise uno de ellos, alegando
otros, miembro por miembro, caen deshechos; haberse a nuestro ejército venido;
los duros golpes todo el bosque atruenan, mas él luego los brazos levantando,
andando de ambas partes tan estrechos que debajo del peto había escondido,
que vinieron algunos de impacientes mostró en alto la falta de las manos
a los brazos, a puños y a los dientes. por los cortados troncos aun no sanos.

524 525
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Era, pues, Galvarino este que cuento, De tal manera el bárbaro esforzado
de quien el canto atrás os dio noticia, la muerte en alta voz solicitaba,
que porque fuese ejemplo y escarmiento de la infelice vida ya cansado,
le cortaron las manos por justicia; que largo espacio a su pesar duraba;
el cual, con el usado atrevimiento, y en el gentil propósito obstinado,
mostrando la encubierta inimicicia, diciéndonos injurias procuraba
sin respeto ni miedo de la muerte, un fin honroso de una honrosa espada
habló mirando a todos de esta suerte: y rematar la mísera jornada.

“¡Oh gentes fementidas, detestables, Yo que estaba a par de él considerando


indignas de la gloria de este día! el propósito firme y osadía,
Hartad vuestras gargantas insaciables me opuse contra algunos procurando
en esta aborrecida sangre mía, dar la vida a quien ya la aborrecía;
que aunque los fieros hados variables pero, al fin, los ministros porfiando
trastornen la araucana monarquía, que a la salud de todos convenía,
muertos podremos ser, mas no vencidos, forzado me aparté y él fue llevado
ni los ánimos libres oprimidos. a ser con los caciques justiciado.

“No penséis que la muerte rehusamos, A la entrada de un monte, que vecino


que en ella estriba ya nuestra esperanza, está de aquel asiento, en un repecho
que si la odiosa vida dilatamos por el cual atraviesa un gran camino
es por hacer mayor nuestra venganza; que al valle de Lincoya va derecho,
que cuando el justo fin no consigamos, con gran solicitud y desatino
tenemos en la espada confianza fue el insulto y castigo injusto hecho,
que os quitará en nosotros convertida, pagando allí la deuda con la vida
la gloria de poder darnos la vida. en muchas opiniones no debida.

“¡Sus!, pues; ya ¿qué esperáis o qué os detiene Por falta de verdugo, que no había
de no me dar mi premio y justo pago? quien el oficio hubiese acostumbrado,
La muerte y no la vida me conviene, quedó casi por uso de aquel día
pues con ella a mi deuda satisfago; un modo de matar jamás usado:
pero, si algún disgusto y pena tiene que a cada indio de aquella compañía
este importante y deseado trago, un bastante cordel le fue entregado,
en no veros primero hechos pedazos diciéndole que el árbol eligiese,
con estos dientes y trancados brazos”. donde a su voluntad se suspendiese.

526 527
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No tan presto los prácticos guerreros Quisiera proseguir, si Galvarino


del cierto asalto la señal tocando que le miraba con airada cara,
por escalas, por picas y maderos de súbito saliéndose al camino
suben a la muralla gateando, la doméstica voz no le atajara,
cuanto aquellos caciques, que ligeros diciéndole: “Pusilánime, mezquino,
por los más grandes árboles trepando, deslustrador de la progenie clara,
en un punto a las cimas arribaron ¿por qué a tan gran bajeza así te mueve
y de las altas ramas se colgaron. el miedo torpe de una muerte breve?

Mas de uno ellos, algo arrepentido “Dime, infame traidor, de fe mudable:


de su ligera prisa y diligencia, ¿tienes por más partido y mejor suerte
a nuestra devoción ya reducido el vivir en estado miserable
vuelto pidió para hablar licencia: que el morir como debe un varón fuerte?
y habiéndosela todos concedido, Sigue el hado aunque adverso tolerable,
con voz algo turbada y apariencia, que el fin de los trabajos es la muerte
los ánimos cristianos conmoviendo, y es poquedad que un afrentoso medio
habló contritamente así diciendo: te saque de la mano este remedio”.

“Valerosa nación, invicta gente, Apenas la razón había acabado,


donde el extremo de virtud se encierra, cuando el noble cacique arrepentido,
sabed que soy cacique y descendiente al cuello el corredizo lazo echado,
del tronco más antiguo de esta tierra; quedó de una alta rama suspendido;
no tengo padre, hermano ni pariente, tras él fue el audaz bárbaro obstinado
que todos son ya muertos en la guerra aun a la misma muerte no rendido,
y pues se acaba en mí la descendencia, y los robustos robles de esta prueba
os ruego uséis conmigo de clemencia”. llevaron aquel año fruta nueva.

Habida la victoria como cuento


y el enemigo roto retirado,
dejando el infelice alojamiento
todo de cuerpos bárbaros sembrado,
llegamos sin desmán ni impedimento
a la bajada y sitio desdichado
do Valdivia fundó la casa fuerte
y le dieron después infame muerte.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Levantamos un muro brevemente “Que es orden de los cielos que padezca


que el sitio de la casa circundaba, esta indómita gente su castigo,
donde el bagaje, chusma y remanente y antes que contra Dios se ensoberbezca
con menos daño y más seguro estaba; le abaje la soberbia el enemigo;
de allí el contorno y tierra inobediente, y aunque vuestra ventura ahora crezca,
sin poderlo estorbar, se salteaba, no durará gran tiempo, porque os digo
haciendo siempre instancia y diligencia que, como a las demás, el duro hado
de traerla sin sangre a la obediencia. os tiene su descuento aparejado.

Una mañana, al comenzar el día, “Si la Fortuna así a pedir de boca


saliendo yo a correr aquella tierra, os abre el paso próspero a la entrada,
donde por cierto aviso se tenía grandes trabajos y ganancia poca
que andaba gente bárbara de guerra, al cabo sacaréis de esta jornada;
dejando un trecho atrás la compañía, y porque a mí decir más no me toca,
cerca de un bosque espeso y alta sierra, me quiero retirar a mi morada,
sentí cerca una voz envejecida, que también de esta banda tiene puerta,
diciendo: “¿Dónde vais, que no hay salida?” pero a todos oculta y encubierta”.

Volví el rostro y las riendas hacia el lado Yo, de le ver así maravillado,
donde la extraña voz había salido, y más de la siniestra profecía,
y vi a Fitón el mágico, arrimado mi caballo en un líbano arrendado,
al tronco de un gran roble carcomido, le quise hacer un rato compañía;
sobre el herrado junco recostado, y al fin de muchos ruegos acetado,
que, como fue de mí reconocido, siendo el viejo decrépito la guía,
del caballo salté ligeramente, hendimos la espesura y breña extraña
saludándole alegre y cortésmente. hasta llegar al pie de la montaña.

Él me dijo: “Por cierto, bien pudiera En un lado secreto y escondido


tomar de vos legítima venganza donde no había resquicio ni abertura,
y en esa vuestra gente que anda fuera con el potente báculo torcido
que habéis hecho en los nuestros tal matanza; blandamente tocó en la peña dura;
pero, aunque más razón y causa hubiera, y luego, con horrísono ruido,
haciendo vos de mí tal confianza, se abrió una estrecha puerta y boca oscura,
no quiero, ni será justo dañaros, por do tras él entré, erizado el pelo,
antes en lo que es lícito ayudaros. pisando a tiento el peñascoso suelo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Salimos a un hermoso verde prado Quisiera ver la bola, más no osaba


que recreaba el ánimo y la vista, sin licencia del mago avecinarme;
do estaba en ancho cuadro fabricado más él, que mis designios penetraba,
un muro de belleza nunca vista, teniendo voluntad de contentarme,
de varia jaspe y pórfido escacado, asido por la mano me acercaba
y al fin de cada escaque una amatista; y, comenzando el mismo a señalarme,
en las puertas de cedro barreadas el mundo me mostró como si fuera
mil sabrosas historias entalladas. en su forma réal y verdadera.

Abriéronse, en llegando el mago al punto Pero para decir por orden cuanto
y en un jardín entramos espacioso vi dentro de la gran poma lucida,
do se puede decir que estaba junto es cierto menester un nuevo canto
todo lo natural y artificioso; y tener memoria recogida;
hoja no discrepaba de otra un punto, así, Señor, os ruego que, entre tanto,
haciendo cuadro o círculo hermoso, que refuerzo la voz enflaquecida,
en medio un claro estanque do las fuentes perdonéis si lo dejo en este punto
murmurando enviaban sus corrientes. que no puedo deciros tanto junto.

No produce Natura tantas flores,


cuando más rica primavera envía
ni tantas variedades de colores
como en aquel jardín vicioso había;
los frescos y suavísimos olores,
las aves y su acorde melodía,
dejaban las potencias y sentidos
de un ajeno descuido poseídos.

De mi fin y camino me olvidara,


según suspenso estuve una gran pieza,
si el anciano Fitón no me llamara
haciéndome seiíal con la cabeza;
metióme por la mano en una clara
bóveda de alabastro, que a la pieza
del milagroso globo respondía,
adonde ya otra vez estado había.

532 533
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXVII Era en grandeza tal, que no podrían


veinte abrazar el círculo luciente,
Ponese la descripción de muchas provincias, montes, ciudades famosas por donde todas las cosas parecían
natura y por guerras; cuentase también como los españoles levantaron un en su forma distinta y claramente;
fuerte en el valle de Tucapel , y como don Alonso de Ercilla halñló a la her- los campos y ciudades se veían,
mosas Glaura. el tráfago y bullicio de la gente,
las aves, animales, lagartijas,
Siempre la brevedad es una cosa hasta las más menudas sabandijas.
con gran razón de todos alabada,
y vemos que una plática es gustosa El mágico me dijo: “Pues en este
cuanto más breve y menos afectada; lugar nadie nos turba y embaraza,
y aunque sea la prolija provechosa sin que un mínimo punto oculto reste,
nos importuna, cansa y nos enfada, verás del universo la gran traza;
que el manjar más sabroso y sazonado lo que hay del Norte al Sur, del Este
os deja, cuando es mucho, empalagado. al Oeste, y cuanto ciñe el mar y el aire abraza,
ríos, montes, lagunas, mares, tierras
Pues yo que en un peligro tal me veo, famosas por natura y por las guerras.
de la larga carrera arrepentido,
¿cómo podré llevar tan gran rodeo “Mira al principio de Asia a Calcedonia;
y ser sabroso al gusto y al oído? junto al Bósforo enfrente de la Tracia,
Pero, aunque de agradar es mi deseo, a Liria, Caria, Licia y Licaonia,
estoy ya dentro en la ocasión metido, a Panfilia, Batinia y a Galacia,
que no se puede andar mucho en un paso y junto al Ponto Euxino, a Paflagonia,
ni encerrar gran materia en chico vaso. la llama Capadocia y la Farnacia
y la corriente del Eufrates famoso,
Cuando a alguno, Señor, le pareciere que entra en el mar de Persia caudaloso.
que me voy en el curso deteniendo,
el extraño camino considere “Mira la Siria, ves allí la indina
y que más que una posta voy corriendo: tierra de promisión de Dios privada,
en todo abreviaré lo que pudiere, y a Nazareth dichosa en Palestina,
y así, a nuestro propósito volviendo, do a María Gabriel dio la embajada;
os dije cómo el indio mago anciano ves las sacras reliquias y rutina
señalaba la poma con la mano. de la ciudad de Tito desolada,
do el Autor de la vida, escarnecido,
a vergonzosa muerte fue traído.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mira el tendido mar Mediterrano “Ves el revuelto Cirro caudaloso,


que la Europa del Africa separa, que la Iberia y Albania así rodea,
y el mar Bermejo, en punta, a la otra mano, y el alto monte Cáucaso, fragoso,
que abrió Moisés sus aguas con la vara; que su cumbre gran tierra señorea;
mira el golfo de Ormuz y mar persiano, mira el reino de Colcos tan famoso
y aunque a partes la tierra no está clara, por la isla celebrada de Medea,
verás hacia la banda descubierta adonde el trabajado lasón vino
las dos Arabias, feliz y desierta. en busca del dorado vellocino.

“Mira a Persia y Carmenia, que confina “Mira la grande Armenia, memorable


con Susiana, al lado del Poniente, por su ciudad de Tauris señalada,
donde el forjado acero se fulmina y al Sur la religiosa y venerable
de pasta y temple fino y excelente; Soltonio sin respeto arruinada
Drangiana y Gedrosia, que camina por la tártara furia irreparable
hasta el mar de India y ferias del Oriente; del grande Taborlán, que de pasada
y adelante, siguiendo aquella vía, cuanto encontró lo puso por el suelo,
verás la calurosa Aracosía. cual ira o rayo súbito del cielo.

“Dentro y fuera del Gange mira tanta “Mira a Tigris y Eufrates, que poniendo
tierra de India, al Levante prolongada; punto a Mesopotamia en compañía,
ves el Catay y su ciudad de Canta, hasta el golfo de Persia van corriendo,
que sobre el indo mar está fundada; dejando a un lado Egipto y a Suría:
la China y el Maluco y toda cuanta ves la Partia y la Media, que, torciendo
mar se extiende del Este y la apartada su corva costa, abraza al Mediodía;
Trapobana famosa, antiguamente el Caspio mar, por otro nombre Hircano
término y fin postrero del Oriente. que en forma oval se extiende al subsolano.

“Ves la Hircania, Tartaria y los Albanos “Mira la Siria y su ciudad famosa,


hacia la Trapisonda dilatados, donde la confusión de lenguas vino,
y otros reinos pequeños comarcanos, que sus muros, labor maravillosa,
tributarios de Persia y aliados; hizo Semíramis, madre de Nino;
los iberos que llaman gorgianos, donde la acelerada y presurosa
y los pobres circasos derramados, muerte a Alejandro le salió al camino,
que su lunada tierra en parte angosta cortándole en su próspera corrida
toma del mar mayor toda la costa. el hilo de los hados y la vida.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mira en Africa al Sur los extendidos “Hasta un angosto paso peñascoso


reinos del preste Juan, donde parece que la va los costados estrechando,
que entre los más insignes y escogidos de donde con estrépito furioso
Sceva en sus edificios resplandece; se va en las cataratas embocando;
tres frutos da en el año repartidos, después, más ancho, grave y espacioso,
y tres veces se agosta y reverdece, llega a Meroé, gran isla, costeando,
tiene en veintidós grados su postura que contiene tres reinos eminentes,
el antártico polo por la altura. en leyes y costumbres diferentes.

“Ves a Gogia y sus montes levantados, “Mira al Cairo, que incluye tres ciudades,
que a todos sobrepujan en grandeza, y el palacio réal de Dultibea,
canos siempre de nieve los collados, las torres, los jardines y heredades
y abajo peñascales y aspereza, que su espacioso círculo rodea;
que forman un gran muelle, rodeados las pirámides mira y vanidades
de breñales espesos y maleza, que los ciegos antiguos, que aunque sea
moradas de osos, puercos y leones, señal de sus riquezas la hechura,
tigres, panteras, grifos y dragones. fue más que el edificio la locura.

“De estos peñascos ásperos pendientes, “Mira los despoblados arenosos


llamados hoy el monte de la Luna, de la desierta y seca Líbia ardiente,
nacen del Nilo las famosas fuentes Garamanta y los pueblos calurosos
y de ellos ríos sin nombre y fama alguna, donde habita la bruta y negra gente;
que, aunque tuercen y apartan sus corrientes, mira los trogloditas belicosos
se vienen a juntar a una laguna y los que baña Gambra en su corriente;
tan grande que sus senos y laderas mandingos, monicongos y los feos
baten de tres provincias las riberas. zapes, biafras, gelofos y guineos.

“A Gogia y Beguemedros al Oriente, “Ves en la costa de Africa el gran trecho,


y a Damuaya al Poniente; del cual lado los puertos señalados y lugares
hay islas donde habita varia gente, de las bocas del Nilo hasta el estrecho
y todo el ancho círculo es poblado. por do se comunican los dos mares:
De aquí el famoso Nilo mansamente Apolonia, las Sirtes y, derecho,
nace, y después más grande y reforzado Trípol, Túnez y junto, si mirares,
parte a Gogia de Amara, y va tendido verás aun las reliquias y el estrago
sin ser de las riberas restringido. de la ciudad famosa de Cartago.

538 539
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mira a Sicilia, fértil y abundosa, “Mira al Norte a Moscovia, que es tenida


a Cerdeña y a Córcega de frente, por última región de lo poblado,
y en la costa de Italia, la viciosa que rematan su término y medida
tierra que va corriendo hacia el Poniente, las Rifeas montañas por un lado;
mira la ilustre Nápoles famosa, y de las fuentes del Tanais tendida
y a Roma, que gran tiempo antiguamente llega al monte Hiperbóreo y mar Helado;
se vio del universo apoderada confina con Sarmacia y Tartaría
y de cada nación después hollada. y corre por el austro hasta Rusía.

“Mira en Toscana a Siena y a Florencia, “Mira a Livonia, Prusia y Litüania,


y dejando la costa al Mediodía, Samegicia, Podolia y a Suría,
a Bolonia, Ferrara y la eminencia a Polonia, Silesia y a Germania,
de la isleña ciudad y señoría; Malaquia, Bulgaria, Esclavonía,
Padua, Mantua, Cremona y a Placencia, a Croacia, Moldavia, Transilvania,
Milán, la tierra y parque de Pavía, Malaquia, Bulgaria, Esclavonia,
adonde en una rota de importancia a Macedonia, Grecia, la Morea,
Carlos prendió a Francisco, rey de Francia. a Candia, Chipre, Rodas y ludea.

“Ve a Alejandría, y por Liguria entrando “Mira al Poniente a España y la aspereza


a la soberbia Génova y Saona; de la antigua Vizcaya, de do es fama
y el Piamonte y Saboya atravesando, que depende y procede la nobleza
a León, a Tolosa y a Bayona; que en aquellas provincias se derrama;
y sobre el viento coro volteando, ves a Bermeo, cercado de maleza, cabeza
Burdeos, Poitiers, Orleáns, París, Perona, y primer tronco de esta rama,
Flandes, Brabante, Güeldres, Frisia, Holanda, y su torre de Ercilla sobre el puerto,
Inglaterra, Escocia, Hibernia o Irlanda. de las montañas altas encubierto.

“A Dinamarca, Dacia y a Noruega “Ves a Burgos, Logroño y a Pamplona,


hacia el mar de Dantisco y costa helada, y, bajando al Poniente, a la siniestra,
y a Suecia, que al confín de Gocia llega, Zaragoza, Valencia, Barcelona,
que está en torno del mar fortificada, a León y a Galicia, de la diestra;
de donde a la Zelandia se navega; ves la ciudad famosa de Lisbona,
y mira allá a Grolandia, desviada; Coimbra y Salamanca que se muestra
del solar curso y la zodíaca vía, feliz en todas ciencias, do solía
do hay seis meses de noche y seis de día. enseñarse también nigromancía.

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La Araucana

“Será un famoso templo incomparable,


de suntuosa fábrica y grandeza,
la máquina del cual hará notable
su religioso celo y gran riqueza;
será edificio eterno y memorable,
de inmensa majestad y gran belleza,
obra al fin de un tal rey, tan gran cristiano
y de tan larga y poderosa mano.

“Mira luego a Madrid, que buena suerte


le tiene el alto cielo aparejada,
y a Toledo, fundada en sitio fuerte,
sobre el dorado Tajo levantada;
mira adelante a Córdoba, y la muerte
que airada amenazando está a Granada,
esgrimiendo el cuchillo sobre tantas
principales cabezas y gargantas.

“Mira a Valladolid, que en llama ardiente “Mira a Sevilla, ves la realeza


se irá como la fénix renovando, de templos, edificios y moradas,
y a Medina del Campo casi enfrente, el concurso de gente y la grandeza
que las ferias la van más ilustrando. del trato de las Indias apartadas,
Mira a Segovia y su famosa puente, que de oro, plata, perlas y riqueza
y el bosque y la Fonfrida atravesando, dos flotas en un año entran cargadas,
al Pardo y Aranjuez, donde Natura y salen otros dos de mercancía
vertió todas sus flores y verdura. con gente, munición y artillería.

“Mira aquel sitio inculto y montruoso, “Mira a Cádiz, donde Hércules famoso,
al pie del alto puerto algo apartado, sobre sus hados próspero corriendo
que, aunque lo ves desierto y pedregoso, fijó las dos columnas victorioso,
ha de venir en breve a ser poblado; Nihil Ultra en el mármol escribiendo;
ahí el rey don Felipe, victorioso, mas Fernando Católico, glorioso,
habiendo al franco en San Quintín domado, los mojonados términos rompiendo,
en testimonio de su buen deseo, del ancho y nuevo mundo abrió la vía,
levantará un católico trofeo. porque en un mundo solo no cabía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mira por el Océano bajando, “A Panamá y al Nombre de Dios mira,


entre el númedo Noto y el Poniente, que sus estrechos términos defienden
las islas de Canaria, reparando a dos contrarios mares que con ira
en aquella del Hierro especialmente; romper la tierra y anegar pretenden;
que, falta de agua la Natura obrando, ves la fragosa sierra de Capira,
las aves, animales y la gente Cartagena y las tierras que se extienden
beben la que de un árbol se destila de Santa Marta y cabo de la Vela
en una bien labrada y ancha pila. hasta el lago y ciudad de Venezuela.

“Mira a la banda diestra las Terceras, “A Bogotá y Cartama, que confina


que están de portugueses ocupadas, con Arma y Cal¡, tierra prolongada,
y corriendo al Sudoeste las primeras Popayán, Pasto y Quito, que vecina
islas que descubrió Colón, pobladas está a la equinoccial línea templada;
de gentes nunca vistas, extranjeras, mira allá a Puerto Viejo, do la mina
entre las cuales son más señaladas de ricas esmeraldas fue hallada,
los Lucayos, San Juan, la Dominica, y las tierras que corren por la vía
Santo Domingo, Cuba y Jamaíca. del Euro y del Volturno y Mediodía.

“Ves de Bahama, la canal angosta “Ves Guayaquil que abunda de madera,


y, siguiendo al Poniente, la Florida, por sus espesos montes y sombríos,
la tierra inútil y lucida costa Tumbez, Paita y su puerto, que es primera
hasta la nueva España proseguida, escala donde surgen los navíos;
donde Cortés, con no pequeña costa Piura, Loja, la Zarza y cordillera
y gran trabajo y riesgo de la vida, de do nacen y bajan tantos ríos,
sin término ensanchó por su persona que riegan bien dos mil millas de suelo,
los límites de España y su corona. donde jamás cayó lluvia del cielo.

“Mira a Jalisco y Mechoacán famosa, “Mira los grandes montes y altas sierras
por la raíz medicinal que tiene, bajo la zona tórrida nevadas,
y a Méjico abundante y populosa, los mojos, bracamoros y las tierras
que el indio nombre antiguo aun hoy retiene; de incultos chachapoyas habitadas;
ves al Sur la poblada y montuosa Cajamarca y Trujillo, que en las guerras
tierra que en punta a prolongarse viene, fueron famosas siempre y señaladas,
que los dos anchos mares por los lados y la ciudad insigne de los Reyes,
le van adelgazando los costados. silla de las audiencias y virreyes.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Y a Guánuco, Guamanga y el templado “Ves la ciudad de Penco y el pujante


terreno de Arequipa, y los mojones Arauco, Estado libre y poderoso,
del Cuzco, antiguo pueblo y señalado Cañete, la Imperial y hacia el Levante
asiento de los incas y orejones. la Villarrica y el volcán fogoso;
Mira el solsticio y trópico pasado, Valdivia, Osorno, el lago y adelante
del austral Capricornio las regiones las islas y archipiélago famoso,
de varias gentes bárbaras y extrañas, y, siguiendo la costa al Sur derecho,
los ríos, lagunas, valles y montañas. Chiloé, Coronados y el estrecho,

“Mira allá a Chuquiabo, que metido “por donde Magallanes con su gente
está a un lado, la tierra al Sur marcada, al Mar del Sur salió desembocando
y adelante el riquísimo y crecido y tomando la vuelta del Poniente
cerro de Potosí, que de cendrada al Maluco guió noroesteando;
plata de ley de valor subido ves las islas de Acaca y Zabú enfrente,
tiene la tierra envuelta y amasada, y a Mactán do murió al fin peleando;
pues de un quintal de tierra de la mina Brunei, Bohol, Gilolo, Terrenate,
las dos arrobas son de plata fina. Macián, Mutir, Madan, Tidore y Mate.

“Ves la villa de Plata, la postrera “Ves las manchas de tierras tan cubiertas,
por el Levante a la siniestra mano, que pueden ser apenas divisadas,
y atravesando la alta cordillera, son las que nunca han sido descubiertas
Calchaquí, Pilcomayo y Tucamano; ni de extranjeros pies jamás pisadas,
los jurres, los diaguitas y ribera las cuales estarán siempre encubiertas
de los comechingones, y el gran llano y de aquellos celajes ocupadas,
y fructífero término remoto hasta que Dios permita que parezcan,
hasta la fortaleza de Gaboto. porque más sus secretos se engrandezcan.

“Ves, volviendo a la costa, los collados “Y como ves en forma verdadera


que corren por la banda de Atacama, de la tierra la gran circunferencia,
y la desierta costa y despoblados pudieras entender, si tiempo hubiera,
do no hay ave, animal, hierba ni rama; de los celestes cuerpos la excelencia;
ves los copayapós, indios granados, la máquina y concierto de la esfera,
que de grandes flecheros tienen fama; la virtud de los astros e influencia,
Coquimbo, Mapochó, Cauquén y el río varias revoluciones, movimientos,
de Maule, y el Itata y Biobío. los cursos naturales y violentos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mas, aunque quiero yo de parte mía Aunque con riesgo, sin contraste alguno
dejarte más contento y satisfecho, los peligrosos términos pasamos,
ha mucho rato que declina el día y en tiempo aparejado y oportuno
y tienes hasta el sitio largo trecho”. a la Imperial ciudad salvos llegamos,
Así haciéndome el mago compañía, donde a los moradores de uno a uno
me trajo hasta ponerme en el derecho con palabras de amor los obligamos,
camino do encontré luego mi gente, no solo a dar graciosa la comida,
que me andaba a buscar confusamente. pero a ofrecer también hacienda y vida.

Llegamos al asiento en punto, cuando Así que alegres, sin rumor de guerra,
entraban a la guardia los amigos, con pan, frutas, semillas y ganados
donde gastamos tiempo procurando dimos presto la vuelta por la tierra
reducir a la paz los enemigos; de pacíficos indios y alterados;
unas veces por bien acariciando, y, al descubrir de la purena sierra,
otras por amenazas y castigos, hallamos una escolta de soldados,
haciendo sin parar corredurías digo, de nuestra gente que venía
con los vecinos pueblos y alquerías. a asegurar la peligrosa vía.

Mas no bastando diligencia en esto, El sol, ya derribado al Occidente,


ni las promesas, medios y partidos, había en el, mar los rayos zambullido,
que en su protervo intento y presupuesto dando la noche alivio a nuestra gente
estaban siempre más endurecidos; del cansancio y trabajo padecido;
vista, pues, la importancia de aquel puesto pero, al romper del alba, alertamente
por estar en la tierra más metidos, se comenzó a marchar con gran ruido,
con maduro consejo fue acordado el cargado bagaje y el ganado,
sustentar el lugar fortificado. de todas las escuadras rodeado.

Y proveyendo al esperado daño Iba yo en la vanguardia, descubriendo


de algunos basamentos que faltaban, por medio de una espesa y gran quebrada,
que, aunque era fértil y abundante el año, cuando vi de través salir corriendo
los campos en cogollo y berza estaban; una mujer al parecer turbada:
don Miguel de Velasco y Avendaño, yo tras ella los prestos pies batiendo,
con los que más a punto se hallaban, luego de mi caballo fue alcanzada;
haciéndoles yo escolta y compañía, el que saber el fin de esto desea,
tomamos de Cautén la recta vía. atentamente el otro canto lea.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXVIII
Cuenta Glaura sus desdichas y la causa de su venida; asaltan los araucanos a
los españoles en la quebrada de Purén; pasa entre ellos una recia batalla; sa-
quean los enemigos el bagaje; retiranse alegres, aunque desbaratados.

Quien tiene libre y sosegada vida


le conviene vivir más recatado,
que siempre es peligrosa la caída
del que está del peligro descuidado;
y vemos muchas veces convertida
la alegre suerte en miserable estado,
en dura sujeción las libertades,
y tras prosperidad adversidades.

Es Fortuna tan varia, tan incierta,


ya que se muestra alguna vez amiga,
que no ha llamado el bien a nuestra puerta
cuando el mal dentro en casa nos fatiga;
y pues sabemos ya por cosa cierta
que nunca hay bien a quien un mal no siga,
roguemos que no venga y, si viniere,
que sea pequeño el mal que le siguiere.

Que yo de acuchillado en esto siento


que es de temer en parte la ventura;
el tiempo alegre pasa en un momento
y el triste hasta la muerte siempre dura,
y porque viene bien a nuestro cuento,
a la bárbara oíd, que en la espesura
alcancé como dije, que en su traje
mostraba ser persona de linaje.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Era muchacha grande, bien formada, “En casa de mi padre a mi contento


de frente alegre y ojos extremados, como única heredera yo vivía,
nariz perfecta, boca colorada, que su felicidad y pensamiento
los dientes en coral fino engastados, en solo darme gusto lo ponía;
espaciosa de pecho y relevada, mi voluntad en todo y mandamiento
hermosas manos, brazos bien sacados, como inviolable ley se obedecía,
acrecentando más su hermosura no habiendo de contento y gusto
un natural donaire y apostura. cosa que fuese para mí dificultosa.

Yo, queriendo saber a qué venía “Mas presto el envidioso amor tirano,
sola por aquel bosque y aspereza, turbador del sosiego adredemente,
con más seguridad que prometía trajo a mi tierra y casa a Fresolano,
su bello rostro y rara gentileza, mozo de fuerza y ánimo valiente;
la aseguré del miedo que traía, de mi infelice padre primo hermano
la cual dando un suspiro, que a terneza y mucho más amigo que pariente,
al más rebelde corazón moviera, a quien la voluntad tenía rendida
comenzó su razón de tal manera: no habiendo entre los dos cosa partida.

“No sé si ya me queje desdichada “Mi padre como amigo aficionado


o agradezca a los hados ya mi suerte, que yo le regalase me mandaba
que me abren puerta y que me dan entrada y así yo con llaneza y gran cuidado
para que pueda recibir la muerte; por hacerle placer lo procuraba;
pero si ya la historia de esastrada mas él luego, el propósito estragado,
quieres saber y mi dolor tan fuerte, cuya fidelidad ya vacilaba,
que aun le agravia mi poco sentimiento, corrompió la amistad, salió de tino
te ruego que al proceso estés atento. echando por ilícito camino.

“Mi nombre es Glaura, en fuerte hora nacida, “O fue el trato que tuvo allí conmigo,
hija del buen cacique Quilacura, o por mejor decir mi desventura,
de la sangre de Friso esclarecida, que esta sería más cierta como digo,
rica de hacienda, pobre de ventura; que no la mal juzgada hermosura,
respetada de muchos y servida que ingrato al hospedaje del amigo,
por mi linaje y vana hermosura; del deudo y deuda haciendo poca cura,
mas ¡ay de mí!, cuánto mejor me fuera me comenzó a amar y buscar medio
ser una simple y pobre ganadera. de dar a su cuidado algún remedio.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Visto ya que por muestras y rodeo “Viéndole al parecer determinado


muchas veces su pena descubría, a cualquier violencia y desacato,
conocí que su intento y mal deseo disimuladamente por un lado
de los honestos límites salía; salí de él sin mostrar algún recato,
mas ¡ay!, que en lo que yo padezco veo diciéndole de lejos: “¡Oh malvado,
lo que el mísero entonces padecía, incestuoso, desleal, ingrato,
que a término he llegado al pie del palo corrompedor de la amistad jurada
que aun no puedo decir mal de lo malo. y ley de parentesco conservada! “

“Hallábale mil veces suspirando, “Iba estas cosas y otras yo diciendo


en mí los engañados ojos puestos, que el repentino enojo me mostraba,
otras andaba tímido tentando cuando con prisa súbita y estruendo
entrada a sus osados presupuestos: un cristiano escuadrón nos salteaba,
yo la ocasión dañosa desviando que en cerrado tropel arremetiendo,
con gravedad y términos honestos nuestra alta casa en torno rodeaba,
(que es lo que más refrena la osadía) saltando Fresolano en mi presencia
sus erradas quimeras deshacía. a la debida y justa resistencia,

“Estando sola en mi aposento un día “diciendo: “¡Oh fiera tigre endurecida,


temerosa de algún atrevimiento, inhumana y cruel con los humanos!,
ante mí de rodillas se ponía vuelve, acaba de ser tú la homicida,
con grande turbación y desatiento, no dejes qué hacer a los cristianos,
diciéndome temblando: “¡Oh Glaura mía!, vuelve, verás que acabo aquí la vida
ya no basta razón ni sufrimiento, (pues no puedo a las tuyas) a sus manos,
ni de fuerza una mínima me queda que aunque no sea la muerte tan honrosa,
que a la del fuerte amor resistir pueda. a lo menos será la más piadosa”.

“Tú, señora, sabrás que el día primero “Así furioso, sin mirar en nada,
de mi infelice y próspera venida se arroja en medio de la armada gente,
me trujo amor al término postrero donde luego una bala arrebatada
de esta penosa y desdichada vida; le atravesó el desnudo pecho ardiente;
mas ya que por tu amor y causa muero, cayó, ya la color y voz turbada,
quiero saber si de ello eres servida, diciendo: “Glaura, Glaura, últimamente
porque siéndolo tú no siento cosa recibe allá mi espíritu cansado
que pueda para mí ser tan dichosa”. de dar vida a este cuerpo desdichado”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Llegó mi padre en esto al gran ruido, “Fui de ellos prestamente despojada


solo armado de esfuerzo y confianza, de todo cuanto allí venía vestida,
mas luego en el costado fue herido aunque yo, triste, no estimaba en nada
de una furiosa y atrevida lanza: el perder los vestidos y la vida;
cayó el cuerpo mortal descolorido, pero el honor y castidad preciada
y vista mi fortuna y malandanza, estuvo a punto ya de ser perdida,
por el postigo de una falsa puerta, mas mis voces y quejas fueron tantas,
salí a mi parecer más que ellos muerta. que a lástima y piedad movía las plantas.

“Acá y allá turbada, al fin, por una “Usó el cielo conmigo de clemencia
montaña comencé luego a emboscarme guiando a Cariolán a mis clamores,
dejándome llevar de mi Fortuna, que visto el acto enorme y la insolencia
que siempre me ha guiado a despeñarme; de aquellos enemigos violadores
así que ya sin tino y senda alguna corrió con provechosa diligencia,
procuraba cuitada de alejarme, diciendo: “Perros, bárbaros, traidores,
que con el gran temor me parecía dejad, dejad al punto la doncella;
que yendo a más correr, no me movía. si no, la vida dejaréis con ella”.

“Mas como suele acontecer contino, “Fueron sobre él los dos incontinente,
que huyendo el peligro y mal presente mas él flechando el arco que traía,
se suele ir a parar en un camino al más adelantado y diligente,
que nos coge y anega la creciente, la flecha hasta las plumas le escondía;
así a mí, desdichada, pues me avino, hízose atrás dos pasos diestramente
que por salvar la vida impertinente, y al otro la segunda flecha envía
de un mal en otro mal, de lance en lance con brújula tan cierta y diestro tino,
vine a mayor peligro y mayor trance. que al bruto corazón halló el camino.

“Iba, pues, siempre mísera corriendo “Cayó muerto, y el otro malherido,


por espinas, por zarzas, por abrojos, cerró con él furioso y emperrado;
aquí y allí, acá y allá, volviendo mas Cariolán valiente y prevenido,
a cada paso los atentos ojos, en la arte de la lucha ejercitado,
cuando por unos árboles saliendo aunque el negro era grande y muy fornido,
vi dos negros cargados de despojos, de su destreza y fuerzas ayudado,
que luego en el instante que me vieron alzándole los brazos hacia el cielo
a la mísera presa arremetieron. le trabucó de espaldas en el suelo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Y sacando una daga acicalada, “Luego el temor, a trastornar bastante


queriendo a hierro rematar la cuenta, una flaca mujer inadvertida,
por el desnudo vientre y por la ijada me persuadió poniéndome delante
tres veces la metió y sacó sangrienta; la honrada muerte y la estimada vida;
huyó por allí la alma acelerada así cobarde, tímida, inconstante,
y libre Cariolán de aquella afrenta, a los primeros ímpetus rendida,
se vino para mí con gran crianza, me entré viéndolos cerca a toda priesa
pidiéndome perdón de la tardanza. por lo más agrio de la senda espesa.

“Supo decir allí tantas razones, “Y en lo hueco de un tronco, que tejido


haciendo amor conmigo así el oficio, de zarzas y maleza en torno estaba,
que medrosa de andar en opiniones, me escondí sin aliento ni sentido,
que es ya dolencia de honra y ruin indicio, que aun apenas de miedo resollaba;
por evitar al fin murmuraciones de donde escuché luego un gran ruido
y no mostrarme ingrata al beneficio que el bosque cerca y lejos atronaba,
en tal sazón y tiempo recibido, de espadas, lanzas y tropel de gente
la tomé por mi guarda y mi marido. como que combatían fuertemente.

“Y temiendo que gente acudiría, “Fue poco a poco al parecer cesando


por el espeso monte nos metimos, aquel rumor y grita que se oía,
donde sin rastro ni señal de vía cuando la obligación ya calentando
un gran rato perdidos anduvimos; la sangre que temor helado había,
pero, señor, al declinar del día revolví sobre mí considerando
a la ribera de Lauquén salimos, la maldad y traición que cometía
por do venía una escuadra de cristianos en no correr con mi marido a una
con diez indios atrás, presas las manos. un peligro, una muerte, una fortuna.

“Descubriéronnos súbito en saliendo, “Salí de aquel lugar, que a Dios pluguiera


que en todo al fin nos perseguía la suerte, que en él quedara viva sepultada,
sobre nosotros de tropel corriendo: corriendo con presteza a la ribera
“Aguarda, aguarda, ten”, gritando fuerte; adonde le dejé desatinada;
pero mi nuevo esposo allí temiendo mas cuando no vi rostro ni manera
mucho más mi deshonra que su muerte, de le poder hallar sola y cuitada,
me rogó que en el bosque me escondiese podrás ver que sentí, pues era cierto
mientras que él con morir los detuviese. que no pudo escapar de preso o muerto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Solté ya sin temor la voz; en vano “¿Qué remedio me queda, ya cautiva,


llamando al sordo cielo injusto y crudo sujeta al mando y voluntad ajena?
preguntaba: “¿Dó está mi Cariolano?”, Que para que mayor pena reciba
y todo al responder lo hallaba mudo; aun la muerte no viene porque es buena;
ya entraba en la espesura, ya a lo llano pero aunque el cielo cruel quiera que viva,
salía corriendo, que el dolor agudo al fin me ha de acabar ya tanta pena,
en mis entrañas siempre más furioso, bien que el estado en que me toma es fuerte;
no me daba momento de reposo. mas nadie escoge el tiempo de su muerte”.

“No te quiero cansar ni lastimarme Así la bella joven lastimada


en decirte las bascas que sentía; iba sus desventuras recontando,
no sabiendo qué hacer ni aconsejarme, cuando una gruesa bárbara emboscada,
frenética y furiosa discurría; que estaba a los dos lados aguardando,
muchas veces propuse de matarme, alzó al cielo una súbita algarada,
mas por torpeza y gran maldad tenía las salidas y pasos ocupando,
que aquel dolor en mí tan poco obrase creciendo indios así, que parecían
que a quitarme la vida no bastase. que de las hierbas bárbaros nacían.

“En tanta pena y confusión envuelta, Llegó al instante un yanacona mío,


de contrarios y dudas combatida, ganado no había un mes en buena guerra,
al cabo ya de le buscar resuelta, diciéndome: “Señor, échate al río,
pues no daba el dolor fin a mi vida, que yo te salvaré que sé la tierra;
hacia el campo español he dado vuelta que pensar resistir es desvarío
de noche y desde lejos escondida a la gente que cala de la sierra;
por el honor, que mal me le asegura bien puedes, ¡oh señor!, de mí fiarte,
mi poca edad y mucha desventura. que me verás morir por escaparte”.

“Y teniendo noticia que esta gente Yo que al mancebo el rostro revolvía


era la vuelta de Cautén pasada, a agradecer la oferta y buen deseo,
también que había de ser forzosamente vi a Glaura que sin tiento arremetía,
por este paso estrecho la tornada, diciendo: “¡Oh justo Dios!, ¿qué es lo que veo?
quise venir en traje diferente, ¿Eres mi dulce esposo? ¡Ay vida mía!,
pensando que entre tantos disfrazada en mis brazos te tengo y no lo creo.
alguna nueva o rostro hallaría ¿Qué es esto? ¿Estoy soñando o estoy despierta?
de este que la Fortuna me desvía. ¡Ay, que tan grande bien no es cosa cierta!”

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Yo, atónito de tal acaecimiento, Tanta fue la destreza, tanto el arte


alegre tanto de él como admirado, del temerario bárbaro araucano,
visto de Glaura el mísero lamento que no fue el gran tropel de gente parte
en felice suceso rematado, a que dejase un solo paso el llano;
no habiendo allí lugar de cumplimiento que saltando de aquella y de esta parte
por ser revuelto el tiempo y limitado, todos los golpes hizo dar en vano,
dije: “Amigos, adiós, y lo que puedo, unos hurtando el cuerpo desmentidos,
que es daros libertad, yo os la concedo”. otros del manto y daga rebatidos.

Sin otro ofrecimiento ni promesa Yo que ver tal batalla no quisiera


piqué el caballo, que salió ligero; al animoso mozo aficionado,
pero aunque más los indios me den priesa en medio me lancé, diciendo: “Afuera,
quiero, Señor, que aquí sepáis primero caballeros, afuera, haceos a un lado,
como a la entrada de la selva espesa que no es bien que el valiente mozo muera,
Cariolán vino a ser mi prisionero, antes merece ser remunerado
cuando medrosa de perder la vida, y darle así la muerte ya sería
en el tronco quedó Glaura escondida. no esfuerzo ni valor, mas villanía”.

Sabed, sacro Señor, que yo venía Todos se detuvieron conociendo


con algunos amigos y soldados, cuán mal el acto infame les estaba;
después de haber andado todo el día solo el indio no cesa, pareciendo
en busca de enemigos desmandados; que de alargar la vida le pesaba;
mas ya que a nuestro asiento me volvía al fin la daga y paso recogiendo,
con diez prisiones bárbaros atados, pues ya la cortesía le obligaba,
a la entrada de un monte y fin de un llano, revuelto a mí me dijo: “¿Qué te importa
descubrimos muy cerca a Cariolano. que sea mi vida larga o que sea corta?

Corrió luego sobre él toda la gente “Pero de mí será reconocida


pensando que alas le prestase el miedo; la obra pía y voluntad humana,
pero con gran desprecio y alta frente pía por la intención, pero entendida
apercibiendo el arco estuvo quedo; se puede decir impía e inhumana,
llegando, pues, a tiro diestramente que a quien ha de vivir mísera vida
hirió a Francisco Osorio y a Acevedo, no le puede estar mal muerte temprana,
arrancando una daga desenvuelto, así que en no matarme, como digo,
el largo manto al brazo ya revuelto. cruel misericordia usas conmigo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mas porque no me digan que ya niego Unos al suelo van descalabrados,


haber de ti la vida recibido, sin poder en las sillas sostenerse,
me pongo en tu poder y así me entrego otros cual rana o sapo aporreados
a mi fortuna misero rendido”. no pueden, aunque quieren, removerse;
Esto dicho, la daga arrojó luego otros a gatas, otros derrengados,
doméstico el que indómito había sido, arrastrando procuran acogerse
quedando desde allí siempre conmigo, a algún reparo o hueco de la senda
no en figura de siervo, mas de amigo. que de aquel torbellino los defienda.

Ya el ejercicio y belicoso estruendo En este paso estrecho el enemigo,


de las armas y voces resonaban, la gente y munición en orden puesta,
unos van en montón allá corriendo, tenía a nuestros soldados, como digo,
otros acá socorro demandaban; de ventaja las piedras y la cuesta,
era la senda estrecha y no pudiendo donde puedo afirmar como testigo
ir atrás ni adelante, reparaban que era la lluvia tan espesa y presta
que el bagaje, la chusma y el ganado de las piedras, que cierto parecía
tenía impedido el paso y ocupado. que el cerro abajo en piezas se venía.

Es el camino de Purén derecho Como cuando se ve el airado cielo


hacia la entrada y paso del Estado, de espesas nubes lóbregas cerrado
después ya en forma oblicua largo trecho querer hundir y arruinar el suelo
de dos ásperos cerros apretado; de rayos, piedra y tempestad cargado:
y vienen a ceñirle en tanto estrecho las aves mata en medio de su vuelo,
que apenas pueden ir dos lado a lado, la gente, bestias, fieras y ganado
haciendo aun más angosta aquella vía buscan corriendo acá y allá perdidas
un arroyo que lleva en compañía. los reparos, defensas y guaridas.

Así a trechos en partes del camino Así los españoles constreñidos


revueltos unos y otros voceando de aquel granizo y tempestad furiosa,
andaban en confuso remolino, buscan por todas partes malheridos
la tempestad de tiros reparando; algún árbol o peña cavernosa
no basta de la pasta el temple fino, do reparado algo y defendidos
grebas, petos, celadas abollando, con la virtud antigua generosa,
la furia que zumbaba a la redonda cobrando nuevo esfuerzo y esperanza
de galga, lanza, dardo, flecha y honda. a la victoria aspiran y venganza.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y desde allí con la presteza usada, Diciéndoles el punto en que la guerra


las apuntadas miras asestando, andaba de ambas partes tan reñida,
les comienzan a dar una rociada, que ganada la cumbre de la sierra
muchos en poco tiempo derribando; la victoria era muestra conocida;
ya por la áspera cuesta derrumbada porque toda la gente de la tierra
venían cuerpos y peñas volteando andaba ya en el saco embebecido,
con un furor terrible y tan extraño, y solo en ver así ganado el alto
que muertos aun hacían notable daño. los bastaba vencer el sobresalto.

Así andaba la cosa y entre tanto Luego, resueltos a morir de hecho


que en esta estrecha plaza peleaban, todos los once juntos en cuadrilla,
con no menor revuelta al otro CANTO los caballos lanzamos al repecho,
donde mayores voces resonaban, cada cual solevado alto en la silla;
se habían los indios desmandado tanto, y, aunque el fragoso cerro era derecho,
que ya el bagaje y cargas saqueaban, por la tendida y áspera cuchilla
haciendo grande riza y sacrificio llegamos a la cumbre deseada,
en la gente de guardia y de servicio. de breña espesa y árboles poblada.

Quién con carne, con pan, fruta o pescado Saltamos a pie todos al momento,
sube ligeramente a la alta cumbre; que ya allí los caballos no prestaban,
quién de petaca o de fardel cargado que llenos de sudor, faltos de aliento,
corre sin embarazo y pesadumbre; no pudiendo moverse, jadeaban;
del alto y bajo, de uno y otro lado donde, sin dilación ni impedimento
al saco acude allí la muchedumbre, al lado que los indios más cargaban,
cual banda de palomas al verano en un derecho y gran derrumbadero
suele acudir al derramado grano. nos pusimos a vista y caballero.

Viéndonos ya vencidos sin remedio Dándoles una carga de repente


por la gran multitud que concurría, de arcabuces y piedras, que os prometo
procuré de tentar el postrer medio que, aunque llevó de golpe mucha gente,
que en nuestra vida y salvación había; hizo el súbito miedo más efecto;
y así, rompiendo súbito por medio y así, remolinando torpemente,
de la revuelta y empachado vía, les pareció, según el grande aprieto,
llegué do estaban hasta diez soldados moverse en contra de ellos cielo y tierra,
en un hueco del monte arrinconados. viendo por alto y bajo tanta guerra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego, con animosa confianza, Y habiendo en Talcamávida juntado


en nuestra ayuda algunos arribaron, del destrozado campo el remanente,
que, deseosos de áspera venganza, a consultar las cosas del Estado
el daño y miedo en ellos aumentaron; llamó a la principal y digna gente;
tanto que, ya perdida la esperanza, donde, después de haber allí tratado
a retirarse algunos comenzaron, de lo más importante y conveniente,
poniendo prestos pies en la huida, les dijo libremente todo cuanto
remedio de escapar la ropa y vida. podrá ver quien leyera el otro canto.

Cuál por aquella parte, cuál por esta,


cargado de fardel o saco guía,
cuál por lo más espeso de la cuesta
arrastrando el ganado se metía;
cuál con hambre y codicia deshonesta
por solo llevar más se detenía,
costando a más de diez allí la vida
la carga y la codicia desmedida.

Así la fiesta se acabó quedando


saqueados en parte y vencedores,
la victoria y honor solemnizando,
con trompetas, clarines y atambores;
al rumor de las cuales, caminando
con buena guardia y diestros corredores,
llegamos al real todos heridos,
donde fuimos con salva recibidos.

Los bárbaros, a un tiempo retirados


por un áspero risco y monte espeso,
se fueron a gran paso consolados
con el sabroso robo del suceso;
y a donde estaba el general llegados,
que, sabido el desorden y el exceso
que rindió la victoria al enemigo,
hizo de algunos ejemplar castigo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXIX Que habiendo en solo tres meses perdido


Cuatro grandes batallas de importancia,
Entran los araucanos en nuevo consejo; tratan de quemar sus haciendas; pide no con ánimo triste ni abatido,
Tucapel que se cumpla el campo que tiene aplazado con rengo; combaten los mas con valor grandísimo y constancia,
dos en estacada brava y animosamente. estaban, como atrás habéis oído,
en consejo de guerra, haciendo instancia
¡Oh, cuánta fuerza tiene, oh cuánto incita en darnos otro asalto, mas la mano
el amor de la patria! Pues hallamos tomó, diciendo así Caupolicano:
que en razón nos obliga y necesita
a que todo por él lo pospongamos; “Conviene, ¡oh gran senado religioso!,
cualquier peligro y muerte facilita, que vencer o morir determinemos,
al padre, al hijo, a la mujer dejamos y en solo nuestro brazo valeroso
cuando en trabajo a nuestra patria vemos, como último remedio confiemos;
y como a más parienta la acorremos. las casas, ropa y mueble infructuoso,
que al descanso nos llaman, abrasemos,
Buen testimonio de esto nos han sido que habiendo de morir todo nos sobra
las hazañas de antiguos señaladas, y todo con vencer después se cobra.
que por la cara patria han convertido
en sus mismas entrañas las espadas; “Es necesario y justo que se entienda
y su gloriosa fama han extendido la gran utilidad que de esto viene,
las plumas de escritores celebradas: que no es bien que haya asiento en la hacienda
Mario, Casio, Filón, Codro Ateniense, cuando el honor aun su lugar no tiene;
Régulo, Agesilao y el Uticense. ni es razón que soldado alguno atienda
a más de aquello que a vencer conviene,
Entrar, pues, en el número merece ni entibie las ardientes voluntades
esta araucana gente, que con tanta el amor de las casas y heredades.
muestra de su valor y ánimo ofrece
por la patria al cuchillo la garganta; “Así que en esta guerra tan reñida
y en el firme propósito parece quien pretende descanso, como digo,
que ni el rigor del hado y toda cuanta piense que no hay más honra, hacienda y vida
fuerza pone en sus golpes la Fortuna, que aquella que quitare al enemigo;
en los ánimos hace mella alguna. que la virtud del brazo conocida
será el rescate y verdadero amigo,
pues no ha de haber partido ni concierto,
sino solo matar o quedar muerto”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Oído allí por los caciques esto, Diciendo: “Capitanes, yo el primero


muchos suspensos sin hablar quedaron, en lo que el general propone vengo,
y algunos de ellos con turbado gesto, por parecerme justo, y así quiero
enarcando las cejas, se miraron; que se abrase y asuele cuanto tengo;
pero, rompiendo aquel silencio puesto, en lo demás al brazo me refiero,
sobre ello un rato dieron y tomaron, que si un mes en su fuerza le sostengo,
hallando en su favor tantas razones, pienso escoger después a mi contento
que se llevó tras sí las opiniones. el mayor y mejor repartimiento.

Así el valiente Ongolmo, no esperando “Y si algún miserable no concede


que otro en tal ocasión le precediese, lo que tan justamente le es pedido,
aprueba a veces la demanda, instando por enemigo de la patria quede
en que por obra luego se pusiese; y del militar orden excluido;
siguió este parecer Purén, jurando que ya por nuestra parte no se puede
de no entrar en poblado hasta que viese venir a ningún medio ni partido,
sin miedo, ni concierto, a fuerza pura, sin dejar de perder, pues la contienda
su patria en libertad y paz segura. es sobre nuestra libertad y hacienda.

Lincoya y Caniomangue, pues, no fueron Así que, yo también determinado


en jurar el decreto perezosos, de seguir vuestros votos y opiniones,
que aun más de lo posible prometieron, aunque parece en tiempo tan turbado
según eran gallardos y animosos; que muevo nuevas causas y cuestiones,
también Rengo y Gualemo se ofrecieron, del natural honor estimulado
y los demás caciques orgullosos, y por otras legítimas razones,
Talcaguán, Lemolemo y Orompello, no puedo ya dejar por ningún arte
hasta el buen Colocolo vino en ello. de echar del todo un gran negocio aparte.

Resueltos, pues, en esto y decretado, “Ya tendréis en memoria el desafío


según que aquí lo habemos referido, que Rengo y yo tenemos aplazado,
Tucapel o, que a todo había callado asimismo el que tuve con su tío,
con gran sosiego y con atento oído, que quiso más morir desesperado;
después del alboroto sosegado viendo el gran deshonor y agravio mío,
y aquel arduo negocio definido, y cuanto a mi pesar se ha dilatado,
puesto en pie, levantó la voz ardiente, quiero, sin esperar a más rodeo,
que jamás hablar pudo blandamente. cumplir la obligación y mi deseo.

572 573
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Que asaz gloria y honor Rengo ha ganado Arremetiera Tucapel , si en esto


entre todas las gentes, pues se trata Caupolicán, que a tiempo se previno,
que conmigo ha de entrar en estacado, con presta diligencia en medio puesto,
y así vanaglorioso lo dilata; la voz no le atajara y el camino;
mas yo, de tanta dilación cansado, y con severa muestra y grave gesto
pues que cada ocasión lo desbarata, reprehendiendo el loco desatino,
pido que nuestro campo se fenezca, por rematar entre ellos la porfía,
que no es bien que mi crédito padezca. concedió a Tucapel lo que pedía.

“Que ya Peteguelén, astutamente, Pues el campo y el plazo señalado,


con apariencia de ánimo engañosa, que fue para de aquel en cuatro días,
a morir se arrojó entre tanta gente, nacieron en el pueblo alborozado
por parecerle muerte más piadosa; sobre el dudoso fin muchas porfías:
y así se me escapó mañosamente, quién apostaba ropa, quién ganado,
que fue puro temor y no otra cosa, quién tierras de labor, quién granjerías;
pues, si ambición de gloria le moviera, algunos que ganar no deseaban,
de mi brazo la muerte pretendiera. las usadas mujeres apostaban.

“También Rengo, de industria cauteloso, Cercaron una plaza de tablones


anda en los enemigos muy metido, en un exento y descubierto llano,
buscando algún estorbo o modo honroso donde los dos indómitos varones
que le excuse cumplir lo prometido; armados combatiesen mano a mano;
y debajo de muestra de animoso publicando en pregón las condiciones
procura de quedar manco o tullido, por el estilo y término araucano,
y para combatir no habilitado, para que a todos manifiesto fuese
glorioso con me haber desafiado”. y ninguno ignorancia pretendiese.

Así hablaba el bárbaro arrogante, Llegado el plazo, al despuntar del día


cuando el airado Rengo, echando fuego, con gran gozo de muchos esperado,
sin guardar atención, se hizo adelante, luego la bulliciosa compañía
diciendo: “La batalla quiero luego, comenzó a rodear el estacado.
que ni tu muestra y fanfarrón semblante Era tal el aprieto, que no había
me puede a mí causar desasosiego; árbol, pared, ventana ni tejado
las armas lo dirán y no razones de donde descubrirse algo pudiese,
que son de jactanciosos baladrones”. que cubierto de gente no estuviese.

574 575
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El sol, algo encendido y perezoso, Luego los dos famosos combatientes,


apenas del Oriente había salido, que la tarda señal solo atendían,
cuando por una parte el animoso con bizarros y airosos continentes
Tucapel asomó con gran ruido: en paso igual a combatir movían;
por otra, pues, no menos orgulloso y descargando a un tiempo los valientes
al mismo tiempo aparecer se vido brazos, de tales golpes se herían
al fantástico Rengo muy gallardo, que estuvo cada cual por una pieza
ambos con fiera muestra y paso tardo. sobre el pecho inclinada la cabeza.

Las robustas personas adornadas Redoblan los segundos, de manera


de fuertes petos dobles relevados, que aunque fueron pasados los primeros
encarcelas, brazales y celadas, si tal reparo y prevención no hubiera,
hasta el empeine de los pies armados; no llegara el combate a los terceros.
mazas cortas de acero barreadas, ¿Quién por estilo igual decir pudiera
gruesos escudos de metal herrados, el furor de estos bárbaros guerreros,
y al lado izquierdo cada cual ceñido viendo el valor del mundo en ellos junto,
un corvo y ancho alfanje guarnecido. y la encendida cólera en su punto?

Tenía, señor, la plaza a cada parte Fue de tal golpe Tucapel cargado
puertas como palenque de torneo, sobre el escudo en medio de la frente,
por las cuales el uno y otro Marte que quedó por un rato embelesado,
entran en ancho círculo y rodeo. suspensos los sentidos y la mente;
Después que con vistoso y gentil arte llegó Rengo con otro apresurado,
su término acabaron y paseo, pero salió el efecto diferente,
airoso cada cual quedó a su lado que el estruendo del golpe y dolor fiero
dentro de la gran plaza y estacado. le despertó del sueño del primero.

Hecho por los padrinos el oficio Serpiente no se vio tan venenoso


cual se requiere en actos semejantes, defendiendo a los hijos en su nido,
quitando todo escrúpulo e indicio como el airado bárbaro furioso
de ventaja y cautelas importantes, más del honor que del dolor sentido;
cesó luego el estrépito y bullicio así, fuera de término rabioso,
en todos los atentos circunstantes, de soberbia diabólica movido,
oyendo el son de la trompeta en esto, sobre el gallardo Rengo fue en un punto,
que robó la color de más de un gesto. descargando la maza y rabia junto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Salióle al fiero Rengo favorable Dio el fuerte Rengo un golpe a Tucapel o


aquel furor y acelerado brío, batiéndole de suerte la celada,
que la ferrada maza irreparable que vio lleno de estrellas todo el suelo
el grueso extremo descargó en vacío; y la cabeza le quedó atronada;
fue el golpe, aunque furioso, tolerable, pero en sí vuelto, blasfemando al cielo,
quitándole la fuerza el desvarío, con aquella pujanza aventajada
que a cogerle de lleno yo creyera, hirió tan presto a Rengo al desviarse,
que con él el combate feneciera. que no tuvo lugar de repararse.

Mas aunque fue al soslayo el araucano Cayó el pesado golpe en descubierto


se fue un poco al través desvaneciendo, cargando a Rengo tanto la cabeza,
al fin puso en el suelo la una mano, que todos le tuvieron ya por muerto
sostener la gran carga no pudiendo; y estuvo adormecido una gran pieza;
pero, viendo el peligro no liviano mas del peligro y del dolor despierto
sobre el fuerte contrario, revolviendo la abollada celada se endereza
con su desenvoltura y maza presta y sobre Tucapel furioso aguija,
le vuelve aun más pesada la respuesta. que la maza rompió por la manija.

Era cosa admirable la fiereza Mas viéndole sin maza en esta guerra,
de los dos en valor al mundo raros, que en dos trozos saltó lejos quebrada,
la providencia, el arte, la destreza, la suya con desprecio arroja en tierra
las entradas, heridas y reparos; poniendo mano a la fornida espada;
tanto, que temo ya de mi torpeza en esto Tucapel otra vez cierra
no poder por sus términos contaros la suya fuera en alto levantada;
la más reñida y singular batalla mas Rengo, hurtando el cuerpo a la una mano,
que en relación de bárbaros se halla. hizo que descargase el golpe en vano.

Así el fiero combate igual andaba Llegó el cuchillo al suelo y gran pedazo,
y el golpear de un lado y de otro espeso, aunque era duro, en él quedó enterrado,
que el más templado golpe no dejaba y en este impedimento y embarazo
de magullar la carne o romper hueso; fue Tucapel herido por un lado,
el aire cerca y lejos retumbaba de suerte que el siniestro guardabrazo
lleno de estruendo y de un aliento grueso, con la carne al través cayó cortado
que era tanto el rumor y batería, y procurando segundar no pudo,
que un ejército grande parecía. que vio calar el gran cuchillo agudo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Debajo del escudo recogido Así que pecho a pecho forcejando


Rengo el desaforado golpe espera, andaban con furioso movimiento,
el cual fue en dos pedazos dividido tanto los duros brazos anudando,
con la cresta de acero y la mollera; que apenas recibir pueden aliento;
el bárbaro quedó desvanecido, y el arte nuevas fuerzas ayuntando
y por poco en el suelo se tendiera, aspira cada cual al vencimiento,
mas el esfuerzo raro y ardimiento procurando por fuerza, como digo,
venció al grave dolor y desatiento. de poner en el suelo al enemigo.

No por esto medroso se retira, Era cierto espectáculo espantoso


antes hacer cruda venganza piensa, verlos tan recia y duramente asidos,
y así, lleno de rabia, ardiendo en ira, llenos de sangre y de sudor copioso
acrecentada por la nueva ofensa, los rostros y los ojos encendidos,
furioso de revés un golpe tira el aliento ya grueso y presuroso,
con la extrema pujanza y fuerza inmensa, el forcejar, gemir y los ronquidos,
que a no topar tan fuerte la armadura sin descansar un punto en todo el día,
le dividiera en dos por la cintura. ni haber ventaja alguna o mejoría.

Metióse tan adentro que no pudo Mas Tucapel , ardiendo en viva saña,
salir del enemigo ya vecino, tendiéndose por flojo y afrentado,
por lo cual, arrojando el roto escudo, ara y revuelve toda la campaña
valerse de los brazos le convino; cargando recio de este y de aquel lado;
Tucapel , que robusto era y membrudo, Rengo, con gran destreza y cauta maña,
al mismo tiempo le salió al camino, recogido en su fuerza y reportado,
echándole los suyos de manera su opinión y propósito sostiene
que un grueso y duro roble deshiciera. y en igual esperanza se mantiene.

Pero topó con Rengo, que ninguno Viendo, pues, al contrario algo metido
le llevaba ventaja en la braveza, le quiso rebatir el pie derecho;
de diez, de seis, de dos él era el uno mas Tucapel , a tiempo recogido,
de más agilidad y fortaleza; lo suspende de tierra sobre el pecho,
llegados a las presas cada uno, y entre los duros músculos ceñido
con viva fuerza y con igual destreza, le estremece, sacude y tiene estrecho,
tientan y buscan de una y otra parte tanto que con el recio apretamiento
el modo de vencer la industria y arte. no le deja tomar tierra ni aliento.

580 581
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Creyendo de aquel modo fácilmente No se vio corazón tan sosegado


dar fin al hecho y rematar la guerra, que no diese en el pecho algún latido,
Rengo, que era diestrísimo y valiente, viendo la horrenda muestra y rostro airado
hizo con fuerza pie, cobrando tierra, del impaciente bárbaro ofendido,
y de rabiosa cólera impaciente, que el roto escudo lejos arrojado,
de un fuerte rodeón se desaferra, de un furor infernal ya poseído,
llevándose en las manos apretado de suerte alzó la espada, que yo os juro
cuanto en la dura presa había agarrado. que nadie allí pensó quedar seguro.

Fue Tucapel un rato descompuesto ¡Guarte, Rengo, que baja, aguarda, aguarda
dando al un lado y otro zancadillas, con gran rigor y furia acelerada
y Rengo, de la fuerza que había puesto, el golpe de la mano más gallarda
hincó en el suelo entrambas las rodillas; que jamás gobernó bárbara espada;
ambos corrieron a las armas presto, mas quien el fin de este combate aguarda
rajando los escudos en astillas, me perdone si dejo destroncado la historia
con tempestad de golpes presurosos, en este punto, porque creo
más fuertes que al principio y más furiosos. que así me esperará con gran deseo.

Estaban los presentes admirados


de aquel duro tesón y valentía,
viéndoles en mil partes ya llagados
y la sangre que el suelo humedecía;
los arneses y escudos destrozados
y que ningún partido y medio había,
sino solo quedar el uno muerto,
aunque morir los dos era más cierto.

Dio Rengo a Tucapel una herida


cogiéndole al soslayo la rodela,
que aunque de gruesos cercos guarnecida
entró como si fuera blanda suela;
no quedó allí la espada detenida,
que gran parte cortó de la escarcela
y un doble zaragüel de nudo grueso
penetrando la carne hasta el hueso.

Índice

582 583
Parte Tercera

Canto XXX
Contiene este canto el fin que tuvo el combate de Tucapel y rengo; asimismo
lo que Pran, araucano, pasó con el indio Andresillo, yanacona de los españoles.
Cualquiera desafío es reprobado
por ley divina y natural derecho,
cuando no va el designio enderezado
al bien común y universal provecho;
y no por causa propia y fin privado,
mas por autoridad pública y hecho,
que es la que en los combates y estacadas
justifica las armas condenadas.

Muchos querrán decir que el desafío


es de derecho y de costumbre usada,
pues con el ser del hombre y albedrío
juntamente la ira fue criada;
pero sujeta al freno y señorío
de la razón, a quien encomendada
quedó para que así la corrigiese,
que los términos justos no excediese.

585
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y el Profeta nos da por documento, Tenemos hoy la prueba aquí en la mano


que en ocasión y a tiempo nos airemos; de Rengo y Tucapel , que peleando
pero con tal templanza y regimiento, por solo presunción y orgullo vano,
que de la raya y punto no pasemos; como fieras se están despedazando,
pues, dejados llevar del movimiento, y, con protervia y ánimo inhumano
el ser y la razón de hombres perdemos, de llegarse a la muerte, trabajando,
y es visto que difieren en muy poco estaban ya los dos tan cerca de ella,
el hombre airado y el furioso loco. cuanto lejos de justa su querella.

Y aunque se diga y es verdad que sea Digo que los combates, aunque usados
ímpetu natural el que nos lleva, por corrupción del tiempo introducidos,
y por la alteración de ira se vea, son de todas las leyes condenados
que a combatir la voluntad se mueva, y en razón militar no permitidos;
la ejecución, el acto, la pelea salvo en algunos casos reservados,
es lo que se condena y se reprueba, que serán a su tiempo referidos,
cuando aquella pasión que nos induce materia a los soldados importante,
al yugo de razón no se reduce. según que lo veremos adelante.

Por donde claramente, si se mira, Déjolo aquí indeciso, porque viendo


parece como parte conveniente el brazo en alto a Tucapel alzado
ser en el hombre natural la ira, me culpo, me castigo y reprehendo
en cuanto a la razón fuere obediente; de haberlo tanto tiempo así dejado;
y en la causa común puesta la mira pero a la historia y narración volviendo,
puede contar campeón, el combatiente me oíste ya gritar a Rengo airado
usar de ella en el tiempo necesario, que bajaba sobre él la fiera espada
como contra legítimo adversario. por el gallardo brazo gobernada.

Mas si es el combatir por gallardía, El cual, viéndose junto, y que no pudo


o por jactancia vana, o alabanza, huir del grave golpe la caída,
o por mostrar la fuerza y valentía, alzó con ambas manos el escudo,
o por rencor, por odio, o por venganza; la persona debajo recogida;
si es por declaración de la porfía, no se detuvo en él el filo agudo,
remitiendo a las armas la probanza, ni bastó la celada, aunque fornida,
es el combate injusto, es prohibido, que todo lo cortó y llegó a la frente
aunque está en la costumbre recibido. abriendo una abundante y roja fuente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Quedó por grande rato adormecido Pero con rabia nueva y mayor fuego
y en pie difícilmente se detuvo, comienzan por el campo a revolcarse,
que del recio dolor desvanecido, y con puños de tierra a un tiempo luego
fuera de acuerdo vacilando anduvo; procuran y trabajan por cegarse;
pero, volviendo a tiempo en su sentido, tanto que al fin el uno y otro ciego,
visto el último término en que estuvo, no pudiendo del hierro aprovecharse,
de manera cerró con Tucapel o con las agudas uñas y los dientes
que estuvo en punto de batirle al suelo. se muerden y apedazan impacientes.

Hallóle tan vecino y descompuesto Así fieros, sangrientos y furiosos,


que por poco le hubiera trabucado, cuál ya debajo, cuál ya encima andaban,
que de la gran pujanza que había puesto, y los roncos aceros presurosos
anduvo de los pies desbaratado; del apretado pecho resonaban;
pero, volviendo a recobrarse presto, mas no por esto un punto vigorosos
viéndose del contrario así aferrado, en la rabia y el ímpetu aflojaban,
le echó los fuertes y nudosos brazos, mostrando en el tesón y larga prueba
pensando deshacerle en mil pedazos. criar aliento nuevo y fuerza nueva.

Y con aquella fuerza sin medida Eran pasadas ya tres horas cuando
le suspende, sacude y le rodea; los dos campeones, de valor iguales,
mas Rengo, la persona recogida, en la creciente furia declinando,
la suya a tiempo y la destreza emplea; dieron muestra y señal de ser mortales,
no la falta de sangre allí vertida, que las últimas fuerzas apurando,
ni el largo y gran tesón en la pelea sin poderse vencer quedaron tales,
les menguaba la fuerza y ardimiento, que ya en parte ninguna se movían
antes iba el furor en crecimiento. y más muertos que vivos parecían.

En esto, Rengo, a tiempo el pie trocado, Estaban par a par desacordados,


del firme Tucapel ciñó el derecho, faltos de sangre, de vigor y aliento,
y entre los duros brazos apretado los pechos garleando levantados,
cargó sobre él con fuerza el duro pecho; llenos de polvo y de sudor sangriento;
fue tanto el forcejar, que ambos de lado, los brazos y los pies enclavijados,
sin poderlo excusar a su despecho, sin muestra ni señal de sentimiento,
dieron a un tiempo en tierra de manera aunque de Tucapel pudo notarse haber
como si un muro o torreón cayera. más porfiado a levantarse.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La pierna diestra y diestro brazo echado Quedó entre ellos la paz establecida
sobre el contrario a la sazón tenía, y con solemnidad capitulado,
lo cual de sus amigos fue juzgado que en todo lo restante de la vida
ser notoria ventaja y mejoría; no se tratase más de lo pasado;
y aunque esto es hoy de muchos disputado, ni por cosa de nuevo sucedida,
ninguno de los dos se rebullía, en público lugar ni reservado
mostrando ambos de vivos solamente pudiesen combatir ni armar cuestiones,
el ronco acento y corazón latiente. ni atravesar en dichos ni en razones.

El gran Caupolicano, que asistiendo Mas siempre como amigos generosos


como jüez de la batalla estaba, en todas ocasiones se tratasen,
el grave caso y pérdida sintiendo y en los casos y trances peligrosos
aprisa en la estacada plaza entraba, se acudiesen a tiempo y ayudasen;
la cual sin detenerse un punto, viendo contenidos así los dos famosos,
que alguna sangre y vida les quedaba, porque más los conciertos se afirmasen,
los hizo levantar en dos tablones comieron y bebieron juntamente
a doce los más ínclitos varones. con grande aplauso y fiesta de la gente,

Y siguiendo detrás con todo el resto Dejarélos aquí de esta manera


de la nobleza y gente más preciada, en su conformidad y ayuntamiento,
fue con honra solemne y pompa puesto que me importa volver a la ribera
cada cual en su tienda señalada; del río, que muda nombre en cada asiento;
donde, acudiendo a los remedios presto pues ha mucho que falto y ando fuera
y la sangre con tiempo restañada, de nuestro molestado alojamiento,
la cura fue de suerte que la vida para decir el punto en que se halla
les fue en breve sazón restituida. después del trance y última batalla.

Pasado el punto y término temido, Luego que la victoria conseguimos


iban los dos a un tiempo mejorando, con más pérdida y daño que ganancia,
aunque del casco Tucapel sentido al fuerte a más andar nos recogimos,
no dejaba curarse braveando; que estaba del lugar larga distancia;
pero el valiente general sufrido, y, aunque poco después, Señor, tuvimos
con blandura la cólera templando, otros muchos reencuentros de importancia,
así de poco en poco le redujo, no sin costa de sangre y gran trabajo,
que a la razón doméstico le trujo. iré, por no cansaros, al atajo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y pasando en silencio otra batalla, Puso el gobernador luego en llegando,


sangrienta de ambas partes y reñida, en libertad las leyes oprimidas,
que, aunque por no ser largo aquí se calla, la justicia y costumbres reformando,
será de otro escritor encarecida. por los turbados tiempos corrompidas;
Vista de munición y vitualla y el exceso y desórdenes quitando
la plaza por dos meses bastecida, de la nueva codicia introducidas,
pareció por entonces provechoso en todo lo demás por buen camino
dejar por capitán allí a Reinoso. dio la traza y asiento que convino.

Que las demás ciudades trabajadas No habíamos aun los cuerpos satisfecho
de las pasadas guerras nos llamaban, del sueño y hambre mísera transida,
y las leyes sin fuerza arrinconadas, cuando tuvimos nueva que de hecho
aunque mudas de lejos voceaban; toda la tierra en torno removida,
las cosas de su asiento desquiciadas, rota la tregua y el contrato hecho,
todos sin gobernar se gobernaban, viendo así nuestra fuerza dividida,
estando de perderse el reino a canto ayuntaban la suya con motivo
por falta de gobierno, habiendo tanto. de no dejar presidio ni hombre vivo.

Mas viendo la comarca tan poblada, Luego, pues, hasta treinta apercibidos
fértil de todas cosas y abundante, de los que más en orden nos hallamos,
para fundar un pueblo aparejada por la espesura de Tirú metidos,
y el sitio a la sazón muy importante, la barrancosa tierra atravesamos
quedó primero la ciudad trazada, y los tomados pasos desmentidos,
de la cual hablaremos adelante, no con pocos rebatos arribamos
que aunque de buen principio y fundamento sin parar ni dormir noche ni día
mudó después el nombre y el asiento. al presidio español y compañía.

Dejando, pues, en guarda de la tierra Donde ya nuestra gente había tenido


los más diestros y prácticos soldados, nueva del trato y tierra rebelada,
en orden de batalla y son de guerra que por extraiío caso acontecido
rompimos por los términos vedados de la junta y designio fue avisada,
y atravesando de Purén la sierra, y, habiendo alegremente agradecido
de la hambre y las armas fatigados, el socorro y ayuda no pensada,
a la Imperial llegamos salvamente, nos dio del caso relación entera,
donde hospedada fue toda la gente. el cual pasa, Señor, de esta manera:

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

El araucano ejército, entendiendo No dando, pues, lugar con la tardanza


que su próspera suerte declinaba a que el miedo el peligro examinase,
y que Caupolicán iba perdiendo y algún suceso y súbita mudanza
la gran figura en que primero estaba, los ánimos del todo resfriase,
en secretos concilios discurriendo, con animosa muestra y confianza,
del capitán ya odioso murmuraba, mandó que de la guerra se aprestase
diciendo que la guerra iba a lo largo al tiempo y hora del silencio mudo
por conservar la dignidad del cargo. el más copioso ejército que pudo.

No con tan suelta voz y atrevimiento Hizo una larga plática al senado,
que el más libre y osado no temiese, en la cual resolvió que convenía
y del menor edicto y mandamiento dar el asalto al fuerte por el lado
cuanto una sola mínima excediese; de la posta de Ongolmo a mediodía;
que era tanto el castigo y escarmiento que de cierto espión era avisado
que no se vio jamás quien se atreviese cómo la gente que en defensa había,
a reprobar el orden por él dado, demás de estar segura y descuidada,
según era temido y respetado. era poca, bisoña y de esarmada.

Pero temiendo al fin como prudente Que el capitán ausente había llevado
el revolver del hado incontrastable la práctica en la guerra y escogida,
y la poca obediencia de su gente, de no volver atrás determinado,
viéndole ya en estado miserable, hasta dejar la tierra reducida;
que la buena Fortuna fácilmente y en las nuevas conquistas ocupado,
lleva siempre tras sí la fe mudable, sin poder ser la plaza socorrida,
y un mal suceso y otro cada día en breve por asalto fácilmente
la más ardiente devoción resfría. podían entrarla y degollar la gente.

Quiso, dando otro tiempo a la Fortuna, Fue tan grave y severo en sus razones
que del todo con él se declarase y tal la autoridad de su presencia,
y no dejar remedio y cosa alguna que se llevó los votos y opiniones
que para su descargo no intentase; en gran conformidad sin diferencia;
entre muchas al fin resuelto en una, y con ánimo y firmes intenciones
antes que su intención comunicase, le juraron de nuevo la obediencia
con la presteza y orden que convino y de seguir hasta morir de veras
de municiones y armas se previno. en entrambas fortunas sus banderas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Debajo de la cual miraba atento


sin mostrar atención, lo que pasaba,
y con disimulado advertimiento
los ocultos designios penetraba:
tal vez entrando en el guardado asiento,
en la figura rústica notaba
la gente, armas, el orden, sitio y traza,
lo más fuerte y lo flaco de la plaza.

Por otra parte oyendo y preguntando


a las personas menos recatadas,
iba mañosamente escudriñando
los secretos y cosas reservadas;
y aquí y allí los ánimos tentando
buscaba con razones disfrazadas,
vaso capaz y suficiente seno
donde vaciar pudiese el pecho lleno.

Tentando, pues, los vados y el camino


Luego Caupolicano, resoluto, por donde el trato fuese más cubierto,
habló con Pran, soldado artificioso, de tiento en tiento y lance en lance vino
simple en la muestra, en el aspecto bruto, a dar consigo en peligroso puerto;
pero agudo, sutil y cauteloso, que engañado de un bárbaro ladino,
prevenido, sagaz, maiíoso, astuto, Andresillo llamado, de concierto
falso, disimulado, malicioso, salieron juntos a buscar comida,
lenguaz, ladino práctico, discreto, cosa a los yanaconas permitida.
cauto, pronto, solícito y secreto.
Y con dobles y equívocas razones
El cual en puridad bien instruido que Pran a su propósito traía,
en lo que el arduo caso requería, vino el otro a decir las vejaciones
de pobre ropa y parecer vestido, que el araucano estado padecía,
del presidio español tomó la vía; los insultos, agravios, sinrazones,
y fingiendo ser indio forajido las muertes, robos, fuerza y tiranía,
se entró por la cristiana ranchería trayendo a la memoria lastimada
entre los indios mozos de servicio, el bien perdido y libertad pasada.
dando en la simple muestra de ello indicio.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Visto el crédulo Pran que había salido “Pues a ti libremente cometido


tan presto el falso amigo a la parada puede suceso próspero esperarse
hallando voluntad y grato oído y a tu dichosa y buena suerte asido
y el tiempo y la ocasión aparejada, quiere llevado de ella aventurarse;
de la engañosa muestra persuadido, y así en figura humilde revestido,
el disfrace y la máscara quitada, porque de mí no puedan recatarse,
abrió el secreto pecho y echó fuera vengo cual ves, para que de este modo,
la encubierta intención de esta manera. te dé yo parte de ello y seas el todo.

Diciéndole: “Si sientes, ¡oh soldado!, “Haciéndote saber cómo querría


la pérdida de Arauco lamentable (si no es de algún oculto inconveniente)
y el infelice término y estado dar el asalto al fuerte al mediodía,
de nuestra opresa patria miserable, con furia grande y número de gente,
hoy la Fortuna y poderoso hado por haberle avisado cierto espía
mostrándonos el rostro favorable, que en aquella sazón seguramente
ponen solo en tu mano libremente descansan en sus lechos los soldados
la vida y salvación de tanta gente. de la molesta noche trabajados.

“Que el gran Caupolicano que en la tierra “Y sin recato la ferrada puerta


nunca ha sufrido igual ni competencia (no siendo a nadie entonces reservada)
y en paz ociosa y en sangrienta guerra franca, de par en par siempre está abierta
tiene el primer lugar y la obediencia, y la gente durmiendo descuidada;
quiere, viendo el valor que en ti se encierra, la cual de salto fácilmente muerta
tu industria grande y grande suficiencia, y la plaza después desmantelada,
fiar en ocasión tan oportuna en la región antártico no queda
el estado común de tu fortuna. quien resistir nuestra pujanza pueda.

“Y que a ti como a causa se atribuya “Así que de tu ayuda confiado


el principio y el fin de tan gran hecho, que todo se lo allana y asegura,
siendo toda la gloria y honra tuya, cerca de aquí tres leguas ha llegado,
tuya la autoridad, tuyo el provecho; cubierto de la noche y sombra oscura;
sola una cosa quiere que sea suya, a donde de su ejército apartado
con la cual queda ufano y satisfecho, debajo de palabra y fe segura,
que es haber elegido tal sujeto quiere comunicar solo contigo
para tan grande e importante efecto. lo que sumariamente aquí te digo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Ensancha, ensancha el pecho, que si quieres “Que sufrir no se puede la insolencia


gozar de esta ventura prometida, de esta ambiciosa gente desfrenada,
demás del grande honor que consiguieres ni el disoluto imperio y la violencia
siendo por ti la patria redimida, con que la libertad tiene usurpada;
solo a ti deberás lo que tuvieres por lo cual la divina Providencia
y a ti te deberán todos la vida, tiene ya la sentencia declarada
siendo siempre de nos reconocido y el ejemplar castigo merecido
haberla de tu mano recibido. al araucano brazo cometido.

“Mira, pues, lo que de esto te parece, “Vuelve a Caupolicán y de mi parte


conoce el tiempo y la ocasión dichosa, mi pronta voluntad le ofrece cierta,
no seas ingrato al cielo que te ofrece que cuanto en esto quieras alargarte
por solo que la aceptes tan gran cosa; te sacaré yo a salvo de la oferta;
da la mano a tu patria, que perece y mañana, sin duda, por la parte
en dura servidumbre vergonzosa, de la inculta marina más desierta,
y pide aquello que pedir se puede seré con él, do trataremos largo
que todo desde aquí se te concede”. de esto que desde aquí tomo a mi cargo.

Dio fin con esto a su razón, atento “Por la sospecha que nacer podría,
al semblante del indio sosegado, será bien que los dos nos apartemos
que sin alteración y movimiento y deshecha por hoy la compañía
hasta acabar la plática había estado; a donde nos aguardan arribemos;
el cual con rostro y parecer contento, que mañana despacio al mediodía,
aunque con pecho y ánimo doblado, con mayor libertad nos hablaremos,
a las ofertas y razón propuesta, y de mí quedarás más satisfecho;
dio sin más detenerse esta respuesta: adiós, que es tarde; adiós, que es largo el trecho”.

“Quien pudiera aquí dar bastante indicio Así, luego partieron el camino,
de mi intrínseco gozo y alegría llevándole diverso y diferente,
de ver que está en mi mano el beneficio que el uno al araucano campo vino
de la cara y amada patria mía, y el otro a donde estaba nuestra gente,
que ni riqueza, honor, cargo ni oficio, el cual con gozo y ánimo malino
ni el gobierno del mundo y monarquía hablando al capitán secretamente,
podrán tanto conmigo en este hecho, le dijo punto a punto todo cuanto
cuanto el común y general provecho. oirá quien escuchara el otro canto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXXI Guardarse puede el sabio recatado


del público enemigo conocido,
Cuenta Andresillo a reinoso lo que con Pran dejaba concertado; habla con del perverso, insolente, del malvado,
Caupolicán cautelosamente, el cual, engañado, viene sobre el fuerte, pensando pero no del traidor nunca ofendido,
hallar a los españoles durmiendo. que en hábito de amigo disfrazado,
el desnudo puñal lleva escondido;
La más fea maldad y condenada, no hay contra el desleal seguro puerto,
que más ofende la bondad divina, ni enemigo mayor que el encubierto.
es la traición sobre amistad forjada,
que al cielo, tierra y al infierno indina; La prueba es Andresillo, que dejaba
que aunque el señor de la traición al amigo engañado y satisfecho,
se agrada quiere mal al traidor y la abomina; el cual, con la gran prisa que llevaba,
tal es este nefasto maleficio en poco espacio atravesó gran trecho,
que indigna al que recibe el beneficio. y puesto ante Reinoso, el cual estaba
seguro y descuidado de aquel hecho,
Raras veces veréis que el alevoso preciándose el traidor de su malicia,
en estado seguro permanece, de ella y de la traición le dio noticia,
de nadie amado, a todo el mundo odioso,
que el mismo interesado le aborrece; diciéndole: “Sabrás que usando el hado
amigo en todo tiempo sospechoso, hoy de piadoso término contigo,
aunque trate verdad, no lo parece, las cosas de manera ha rodeado,
y al cabo no se escapa del castigo que puedo serte provechoso amigo,
que la misma maldad lleva consigo. pues en mi voluntad libre ha dejado
la muerte o salvación de tu enemigo,
Si en ley de guerra es pérfido el que ofende remitiendo a las manos de Andresillo
debajo de seguro al enemigo, la arbitraria sentencia y el cuchillo.
¿qué será aquel que al enemigo vende
la libertad y sangre del amigo, “Mas negando la deuda y fe debida
y que él con rostro de leal pretende a mi tierra y nación por tu respeto,
ser traidor a su patria como digo, quiero, señor, sacrificar la vida
poniéndole con odio y rabia tanta por escapar la tuya de este aprieto,
el agudo cuchillo a la garganta? y en contra de mi patria aborrecida
volver las armas y áspero decreto,
desviando gran número de espadas
que están a tu costado enderezadas”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Tras esto allí le dijo todo cuanto diciendo: “¡Oh capitán!, hoy por el cielo
con Pran le sucedió y habéis oído, en esta dignidad constituido,
que si me acuerdo, en el pasadocanto, a quien la redención del patrio suelo
lo tengo largamente referido; justa y meritamente ha cometido;
quedó Reinoso atónito de espanto, bien sé que solo con honrado celo,
y con ánimo y rostro agradecido, de virtud propia y de valor movido,
los brazos amorosos le echó al cuello, aspiras arribar do ningún hombre
dándole encarecidas gracias de ello. tendrá puesto adelante más su nombre.

Y alabando la astucia y artificio “Y habiendo de tu pecho penetrado


con que del trato doble usado había, el intento y designio valeroso,
exageró el famoso y gran servicio de tu Fortuna próspera guiado,
que a todo el reino y cristiandad hacía, que promete suceso venturoso,
diciendo que tan grande beneficio estoy resuelto, estoy determinado
siempre en nuestra memoria duraría, que con golpe de gente numeroso,
y con honroso premio de presente demos, siendo tú solo nuestro guía,
sería remunerado largamente. sobre el fuerte español a mediodía.

Quedaron, pues, de acuerdo que otro día, “Para lo cual ha sido mi venida
sin que noticia de ello a nadie diese, sorda y secretamente en esta parte,
en el tiempo y lugar que puesto había, donde siendo tu boca la medida
con el vecino capitán se viese, quiero del justo premio asegurarte
que de la vista y habla entendería y ver si a ti esta empresa cometida,
lo que más al negocio conviniese, quieres de ella y nosotros encargarte,
trayéndole por mañas y rodeo dando como cabeza y dueño en todo
al esperado fin de su deseo. el orden, la instrucción, la traza y modo.

Hízolo, pues, así; pero antes de esto, “Que demás de las honras te asegura
a la salida de un espeso valle de parte del senado un señorío,
halló al amigo en centinela puesto, y por el fuerte Eponomón te juro
esperándole ya para guialle, que esto será escogido a tu albedrío;
donde Caupolicán con ledo gesto en tus manos me pongo y aventuro
saliendo algunos pasos a encontralle, y a tu buen parecer remito el mío,
adelantado un trecho de su gente para que des el orden que convenga
le recibió amorosa y cortésmente, y el esperado bien no se detenga.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Pues con tu ayuda y mi esperanza cierta, Visto por Andresillo cuán barato
que me prometen próspera jornada, podía salir con el malvado hecho,
en una parte oculta y encubierta teniendo en su traición y doble trato
tengo cerca de aquí mi gente armada andado en poco tiempo tanto trecho,
y antes que sea de algunos descubierta, con alegre semblante y rostro grato,
y la plaza enemiga preparada, aunque con doble y engañoso pecho,
que es el peligro solo que esto tiene, hincando ambas rodillas en el llano,
apresurar la ejecución conviene. tal respuesta volvió a Caupolicano:

“Resuélvete, ¡oh varón!, y determina “¡Oh gran Apó! No pienses que movido
como de ti se espera, brevemente, por honra, por riqueza o por estado
que detrás de este monte a la marina a tus pies y obediencia soy venido
está el copioso ejército obediente, a servirte y morir determinado,
y porque puedas ver la disciplina, que todo lo que aquí me has ofrecido
los ánimos, las armas y la gente, y lo que puede más ser deseado
podrás llegar allá, que aquí te aguardo no me provoca tanto ni me instiga
con esperanza y ánimo gallardo”. cuanto la gran razón que a ello me obliga.

El traidor pertinaz, que atento estaba “Gracias al cielo doy, pues mi esperanza
a cuanto el general le prometía, en tu prudencia y gravedad fundada,
no la oferta ni el premio le mudaba la siento ya con próspera bonanza
de la fea maldad que cometía; ir al derecho puerto encaminada;
bien que algún tanto tímido dudaba y porque no nos dañe la tardanza,
viendo de aquel varón la valentía, será bien que apresures la jornada,
el ser gallardo, y el feroz semblante, siguiendo la Fortuna que se muestra
la proporción y miembros de gigante. declarada en favor de parte nuestra.

Venía el robusto y grande cuerpo armado “Que nuestros enemigos sin recelo
de una fuerte coraza barreada, a las armas de noche acostumbrados
y un dragón escamoso y relevado cuando va el sol en la mitad del cielo
sobre el alto crestón de la celada, descansan en sus toldos desarmados;
en la derecha su bastón ferrado, y desnudos y echados por el suelo
ceñida al lado una tajante espada, en vino y dulce sueño sepultados,
representando el talle y apostura pasan la ardiente siesta en gran reposo,
del furibundo Marte la figura. hasta que el sol declina caluroso.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Y si estás, como dices, prevenido “Quiero ver, pues, que de ello eres servido,
y la gente vecina en ordenanza, por ir del todo alegre y satisfecho,
que goces luego la ocasión te pido tu dichoso escuadrón constituido,
no dejando pasar esta bonanza, para tan alto y señalado hecho,
que el tiempo es malo de cobrar perdido, por quien Arauco ya restituido
mayormente si daría la tardanza, en sus primeras fuerzas y derecho,
y pues no te detiene cosa alguna, echada la española tiranía
no detengas tus hados y Fortuna. extenderá su nombre y monarquía”.

“Que a darte la victoria yo me obligo, Quedó Caupolicano de manera


no por el galardón que de ello espero, que tuvo el trato y hecho por seguro,
que la virtud la paga trae consigo diciéndole razones que moviera
y ella misma es el premio verdadero; no un corazón movible, pero un muro;
basta lo que en servirte yo consigo y en señal de firmeza verdadera
y así graciosamente me prefiero le dio un lucido llanto de oro puro
de ponerte sin pérdida en la mano y un grueso mazo de cachira prima,
la desnuda garganta del tirano. cosa entre ellos tenida en gran estima.

“Mañana, disfrazado al tiempo cuando Y del alegre Pran acompañado,


vaya el sol en mitad de su jornada, al pie de un alto cerro montuoso,
vendrá a mi estancia Pran, donde aguardando vio el araucano ejército emboscado,
staré su venida deseada; de brava gente y número copioso;
y en el presidio y franca plaza entrando, quedó el traidor de verlo algo turbado
verá la gente entonces entregada y en la falsa y mudable fe dudoso,
al ordinario y descuidado sueño, que en el ánimo vario y movedizo
sin prevención y, al parecer, sin dueño. hace el temor lo que virtud no hizo.

“Esta noche callada y quietamente Pero ya la maldad apoderada,


desviada a la izquierda del camino, dándole espuelas y ánimo bastante,
venga a ponerse en escuadrón la duda atropelló representada
la gente una milla del fuerte y más vecino; llevando el mal propósito adelante;
y cuando asome el sol por el Oriente, y así encubriendo la intención dañada,
echada en recogido remolino, con mentirosas muestras y semblante,
bajas las armas por la luz del día, loó el traidor encarecidamente
aguarde allí el aviso y orden mía. el sitio, el orden, armas y la gente.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y después de inquirir y haber notado Hecha la prevención en confianza


lo que notar entonces convenía, por una y otra parte ocultamente,
visto el grande aparato y tanteado con iguales designios y esperanza,
la gente armada y cantidad que había, aunque con hado y suerte diferente;
advertido de todo y enterado, veis aquí a Pran, que solo y a la usanza
llegó al presidio al rematar del día, de los mitayos indios diligente,
adonde le esperaba ya Reinoso cargado con un haz de blanco trigo
de su larga tardanza sospechoso. viene a buscar al alevoso amigo.

Hizo con singular advertimiento Que a la salida de su rancho estaba


de su jornada relación copiosa, mirando a los caminos ocupado,
dándole mayor ánimo y aliento pareciéndole ya que se pasaba
nuestra llegada a tiempo y provechosa, el tiempo del concierto aun no llegado;
que si estuvisteis a mi canto atento, tanto ya la maldad le aceleraba,
por la montaña y costa montuosa, de una furia maligna espoleado,
al socorro llegué aquel mismo día que siempre en lo que mucho se desea
con los treinta que dije en compañía. no hay brevedad que dilación no sea.

Gastóse aquella noche previniendo Llegado Pran, le aseguró de cierto


las armas e instrumentos militares, que la gente en dos tercios dividida
el foso, muro y plaza requiriendo, había el murado sitio descubierto
señalando a la gente sus lugares, sin ser de nadie vista ni sentida;
hasta que fue la aurora descubriendo y con paso callado y gran concierto,
con turbia luz los hondos valladares, doméstica, ordenada y recogida,
donde triste señal del día esperado los pechos y las armas arrastrando
por tanta sangre y muerte señalado. venía derecha al fuerte caminando.

Jamás se vio en los términos australes Con muestra del designio diferente
salir el sol tan tardo a su jornada, dio Andresillo señal de su alegría,
rehusando de dar a los mortales diciendo que sin duda nuestra gente
la claridad y luz acostumbrada; ya, según su costumbre, dormiría;
al fin salió cercado de señales luego disimulada y quietamente,
y la luna delante de él menguada, sin más se detener de compañía,
vuelto el mudable y blanco rostro al cielo entraron en el fuerte preparado
por no mirar al araucano suelo. el falso engañador y el engañado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Vieron en sus estancias recogidos Quién al usado peto arremetía,


todos los oficiales y soldados, quién encaja la gola y la celada,
sobre sus lechos sin dormir dormidos, quién ensilla el caballo y quién salía
con aviso y cuidado descuidados; con arcabuz, con lanza o con espada;
los arneses acá desguarnecidos, fue en un punto la gruesa artillería
los caballos allá desensillados, a las abiertas puertas asestada,
todo de industria al parecer revuelto, llenos de tiros mil de mil maneras
en un mudo silencio y sueño envuelto. los traveses, cortinas y troneras.

Visto el reposo, Pran, visto el sosiego Puesta en orden la plaza, y encargando


y poca guardia que en el fuerte había, según el puesto a cada cual su oficio,
alegre de ello tanto, cuanto ciego el silencio importante encomendando,
en no ver la sospecha que traía, trabó las lenguas y aquietó el bullicio
sin detener un solo punto luego, quedando aquel presidio tan callando,
por una corta senda que él sabía, que la gente extramuros de servicio,
haciendo de sus pies y aliento prueba, visto el sosiego y gran quietud, juzgaba
fue a dar al campo la esperada nueva. que todo en igual sueño reposaba.

Apenas había el bárbaro traspuesto, No fue Pran en el curso negligente,


cuando Andresillo, en tono levantado pues apenas estábamos armados,
dijo: “¡Oh fuertes soldados, en quien puesto cuando los enemigos de repente
está el fin de la guerra deseado!, se descubrieron cerca por dos lados:
tomad las vencedoras armas presto venían tan escondida y sordamente,
y romped el silencio ya excusado, bajas las armas y ellos inclinados,
saliendo a toda prisa, porque os digo que entraran, si la vista ya no fuera
que a las puertas tenéis el enemigo”. más presta que el oído y más ligera.

Marinero jamás tan diligente Como el cursado cazador, que tiene


de entre la vedijosa bernia salta la caza y el lugar reconocido,
cuando los gritos del piloto siente que poco a poco el cuerpo bajo viene
y la borrasca súbita le asalta, entre la hierba y matas escondido;
como nosotros, que ligeramente, ya apresura el andar, ya le detiene,
oyendo de Andresillo la voz alta, mueve y asienta el paso sin ruido,
de los toldos con ímpetu salimos hasta ponerse cerca y encubierto,
y a las vecinas armas acudimos. donde pueda hacer el tiro cierto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Con no menor silencio y mayor tiento Canto XXXII


los encubiertos indios parecieron,
y sobre nuestro fuerte en un momento Arrementen los araucanos el fuerte; son rebatidos con miserables estrago de
a treinta y menos pasos se pusieron, su parte; Caupolicán se retira a la sierra deshaciendo el campo. CueNta don
de do sin son de trompa, ni instrumento Alonso de Ercilla, a ruego de ciertos soldados, la verdadera historia y vida
en callado tropel arremetieron de Dido.
más de dos mil en número a las puertas,
con más cuidado que descuido abiertas. Excelente virtud, loable cosa
de todos dignamente celebrada,
No sé con qué palabras, con qué gusto es la clemencia ilustre y generosa,
este sangriento y crudo asalto cuente, jamás en bajo pecho aposentada;
y la lástima justa y odio justo, por ella Roma fue tan poderosa,
que ambas cosas concurren juntamente; y más gentes venció que por la espada,
el ánimo, ahora humano, ahora robusto, domó y puso debajo de sus leyes
me suspende y me tiene diferente, la indómita cerviz de grandes reyes.
que si al piadoso celo satisfago,
condeno y doy por malo lo que hago. No consiste en vencer solo la gloria,
ni está allí la grandeza y excelencia,
Si del asalto y ocasión me alejo, sino en saber usar de la victoria,
dentro de ella y del fuerte estoy metido, ilustrándola más con la clemencia;
si en este punto y término lo dejo, el vencedor es digno de memoria;
hago y cumplo muy mal lo prometido; que en la ira se hace resistencia,
así, dudoso el ánimo y perplejo y es mayor la victoria del clemente,
de estos juntos contrarios combatido, pues los ánimos vence juntamente.
lo dejo al otro canto reservado,
que de consejo estoy necesitado. Y así no es el vencer tan glorioso
del capitán cruel, inexorable,
que cuanto fuere menos sanguinoso,
tanto será mayor y más loable;
y el correr del cuchillo riguroso,
mientras dura la furia, es disculpable;
mas, pasado después a sangre fría,
es venganza, crueldad y tiranía.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La mucha sangre derramada ha sido Unos vieran de claro atravesados,


(si mi juicio y parecer no yerra) otros llevados la cabeza y brazos,
la que de todo en todo ha destruido otros sin forma alguna machucados
el esperado fruto de esta tierra; y muchos barrenados de picazos;
pues, con modo inhumano han excedido miembros sin cuerpos, cuerpos desmembrados,
de las leyes y términos de guerra, lloviendo lejos trozos y pedazos,
haciendo en las entradas y conquistas hígados, intestinos, rotos huesos,
crueldades enormes nunca vistas. entrañas vivas y bullentes sesos.

Y aunque esta en mi opinión de ellas es una, Como la estrecha bien cebada mina
la voz común en contra me convence, cuando con gran estrépito revienta,
que al fin en ley de mundo y de fortuna que la furia del fuego repentina
todo le es justo y lícito al que vence; las torres vuela y máquinas avienta;
mas, dejada esta plática importuna, con más estruendo y con mayor ruina,
me parece ya tiempo que comience la fuerza de la pólvora violenta
el crudo estrago y excesivo modo, voló e hizo pedazos en un punto
en parte justo y lastimoso en todo. cuanto del escuadrón alcanzó junto.

Dejé el bárbaro campo sobre el fuerte, La mudable, sin ley, cruda Fortuna
en medio del furor y arremetida, despedazó el ejército araucano,
y la callada y encubierta muerte no habiendo un solo tiro ni arma alguna
de mil géneros de armas prevenida; que errase el golpe ni cayese en vano;
llevado, pues, del hado y dura suerte, nunca se vio morir tantos a una,
con presto paso y con fatal corrida y así, aunque yo apresurase más la mano,
emboca por la puerta y falsa entrada no puedo proseguir, que me divierte
el gran tropel de gente amontonada. tanto golpe, herida, tanta muerte.

¡Dios sempiterno, qué fracaso extraño; Aun no eran los tiros disparados
qué riza, qué destrozo y batería cuando, por verse fuera en campo raso,
hubo en la triste gente, que al engaño los caballos a un tiempo espoleados
ciega, pensando de engaiñar, venía! rompen la entrada y ocupado paso;
¿Quién podrá referir el grave daño, y en los segundos indios, que ovillados
la espantosa y tremenda artillería, estaban como atónitos del caso,
el nublado de tiros turbulento, hacen riza y mayor carnicería
que descargó de golpe en un momento? que pudiera hacer la artillería.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Quién aqueste y aquel alanceando Mas los últimos indios venturosos,


abre sangrienta y ancha la salida; a los cuales llegó solo el estruendo,
quién a diestro y siniestro golpeando volviendo las espaldas presurosos
priva aquestos y aquellos de la vida; muestran las plantas de los pies huyendo;
no hay ánimo ni brazo allí tan blando los nuestros, del alcance deseosos,
que no cale y ahonde la herida; en carrera veloz los van siguiendo,
ni espada de tan grueso, y bote filo hiriendo y derribando en los postreros
que no destile sangre hilo a hilo. los menos diligentes y ligeros.

Quisiera aquí despacio figurallos Pero algunos valientes que estimaban


y figurar las formas de los muertos; la ganada opinión más que la vida,
unos atropellados de caballos, volviendo el pecho y armas refrenaban
otros los pechos y cabeza abiertos, el ímpetu de muchos y corrida;
otros que era gran lástima mirallos y aunque con grande esfuerzo peleaban
las entrañas y sesos descubiertos, era presto la guerra definida,
vieran otros deshechos y hechos piezas, que la furiosa muerte allí su espada
otros cuerpos enteros sin cabezas. traía de entrambos cortes afilada.

Las voces, los lamentos, los gemidos, Como en el ya revuelto cielo, cuando
el miserable y lastimoso duelo, se forman por mil partes los nublados,
el rumor de las armas y alaridos que van unos creciendo, otros menguando
hinchen el aire y cóncavo del cielo; otros luego de nuevo levantados;
luchando con la muerte los caídos mas al Noroeste frígido soplando
se tuercen y revuelcan por el suelo, los impele y arroja amontonados,
saliendo a un mismo tiempo tantas vidas hasta buscar del ábrego el reparo,
por diversos lugares y heridas. dejando el cielo raso y aire claro.

Ya que libre dejó el súbito espanto Así la gente atónita turbada


al embaucado Pran que estaba fuera, en partes dividida se esparcía,
visto el destrozo cierto y falso cuanto y a las veces juntándose, esforzada,
el traidor de Andresillo le dijera, haciendo cuerpo y rostro, revolvía;
la pena y sentimiento pudo tanto, pero de la violencia arrebatada,
que aunque escaparse el mísero pudiera, dejó el campo y banderas aquel día,
en medio de las armas desarmado quedando de los rotos escuadrones
a morir se arrojó desesperado. gran número de muertos y prisiones.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Deshechos, pues, de todo y destruidos, Quedó aupolicán de esta jornada


y acabado el alcance y seguimiento, roto, deshecho y falto de pujanza,
los presos y despojos repartidos, que fue mucha la sangre derramada,
volvimos al dejado alojamiento y poca de su parte la venganza;
donde trece caciques elegidos el cual, viendo la turba amedrentada
para ejemplar castigo y escarmiento, y el ardor resfriado y la esperanza,
a la boca de un grueso tiro atados, deshizo el campo, entonces conveniente,
fueron, dándole fuego, ajusticiados. dando licencia a la cansada gente.

Muchos habrá de preguntar ganosos Quísose entretener mientras pasaba


si en el montón y número de gente de los contrarios hados la corrida,
algunos de los indios valerosos conociendo de sí que peleaba
fueron muertos allí confusamente; con cansada Fortuna envejecida;
pues en todos los hechos peligrosos así la gente en partes derramaba,
Rengo, Orompello y Tucapel valiente con orden que estuviese apercibida
iban delante en la primera hilera, en cualquier ocasión o movimiento,
abriendo siempre el paso y la carrera. para el primer aviso y mandamiento.

Respondo a esto, señor, que no venía Y con solo diez hombres retirado
capitán ni cacique señalado, gente de confianza y valentía,
visto que el general usado había ora en el monte inculto, ora en poblado,
de fraude y trato, entre ellos reprobado, desmintiendo los rastros parecía;
diciendo ser vileza y cobardía y en lugares ocultos alojado,
tomar al enemigo descuidado, jamás gran tiempo en uno resistía,
y victoria sin gloria ni alabanza usando de su bárbara insolencia
la que por bajo término se alcanza. por tenerlos en miedo y obediencia.

Así que una arrogancia generosa Nosotros, en su incierto rastro a tino,


los escapó del trance y muerte cruda, andábamos haciendo mil jornadas,
que ninguno por ruego ni otra cosa, no dejando lugar circunvecino
quiso en ello venir ni dar ayuda; que no diésemos asalto y trasnochadas;
teniendo por hazaña vergonzosa y en lo más apartado del camino
vencer gentes sin armas y desnuda hallábamos las cosas ocupadas
que el peligro en la guerra es el que honra, de gente forajida de la tierra,
y el que vence sin él vence sin honra. que ya andaba huyendo de la guerra.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Diciendo que de grado volvería Sobre un haz de arrancada hierba estaba


a sus yermos, estancias y heredades, en la cabeza una mujer herida,
pero que el general los compelía, moza que de quince años no pasaba,
usando de inhumanas crueldades; de noble traje y parecer vestida;
y si en esto remedio se ponía, y en la color quebrada se mostraba
llanas estaban ya las voluntades la falta de la sangre que, esparcida
para dejar las armas los soldados, por la delgada y blanca vestidura,
de la prolija guerra quebrantados. la lástima aumentaba y la hermosura.

Y aunque esto era fingido, gran cuidado Pregunté qué ocasión la había traído
se puso en inquirir toda la tierra, a lugar tan extraño y apartado,
no quedando lugar inhabitado, cómo y por qué razón la habían herido
monte, valle, ribera, llano y sierra y de inhumana crueldad usado;
donde no fuese el bárbaro buscado; ella, con rostro y ánimo caído
mas por bien ni por mal, por paz ni guerra, y el tono del hablar debilitado,
aunque todo con todos lo probamos, me dijo: “Es cosa cierta y prometida
jamás señal ni lengua de él hallamos. la muerte triste tras la alegre vida.

No amenaza, castigo ni tormento “Porque entiendas el dejo y desvarío


pudo sacar noticia o rastro alguno, que el humano contento trae consigo,
ni caricia, interés ni ofrecimiento aun no es cumplido un mes que el padre mío,
jamás a corromper bastó a ninguno; usando de privado amor conmigo,
andábamos atónitos y a tiento, me dio esposo elegido a mi albedrío,
según la variedad de cada uno, esposo y juntamente grande amigo,
de día, de noche, acá y allá perdidos, tal y de tantas partes, que yo creo
del sueño y de las armas afligidos. que en él hallara término el deseo.

Saliendo yo a correr la tierra un día “Pero su esfuerzo raro y valentía,


por caminos y pasos desusados, que de ella por extremo era dotado
llevando por escolta y compañía le trajo a la temprana muerte el día
una escuadra de prácticos soldados, que fue nuestro escuadrón despedazado;
dimos en una oculta ranchería donde cerca de mí, que le seguía,
de domésticos indios ausentados, un tiro le pasó por el costado,
que por ser grande el bosque y la distancia que fuera menos crudo y más derecho
tomaron por segura aquella estancia. si abriera antes el paso por mi pecho.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Cayó muerto quedando yo con vida; Así la triste joven luego luego
vida más enojosa que la muerte; demandaba la muerte de manera,
mas viéndome un soldado así afligida que algún simple de lástima a su ruego
(en parte condolido de mi suerte) con bárbara piedad condescendiera;
me dio por acabarme esta herida mas yo, que un tiempo aquel rabioso fuego
con brazo, aunque piadoso, no tan fuerte labró en mi inculto pecho, viendo que era
que mi espíritu suelto le siguiese más cruel el amor que la herida,
y un bien tras tanto mal me sucediese. corrí presto al remedio de la vida.

“Dio conmigo en el suelo fácilmente, Y habiéndole algún tanto consolado


aunque no me privó de mi sentido, y traído a que viese claramente
pasando el golpe y furia de la gente que era el morir remedio condenado
en confuso tropel con gran ruido; y para el muerto esposo impertinente,
pero luego un cacique, mi pariente, con el zumo de hierbas aplicado
que en un hoyo al pasar quedó escondido, (medicina ordinaria de esta gente)
en brazos me sacó del gran tumulto le apreté la herida lastimosa,
trayéndome a este bosque y sitio oculto, no tanto cuanto grande, peligrosa.

“donde espero morir cada momento, Dejando, pues, un práctico ladino


mas ya como esperado bien se tarda, para que poco a poco la llevase
que es costumbre ordinaria del contento y en los tomados pasos y camino
no acabar de llegar a quien le aguarda; del peligro al pasar la asegurase,
y aunque ya de mi vida al fin me siento, partir a mi jornada me convino;
conmigo el cielo término no guarda, mas primero que de ella me apartase
ni la llamada muerte a tiempo viene, supe que se llamaba Lauca, y que era
que mi deseo la impide y la detiene. hija de Millalauco y heredera.

“La vida así me cansa y aborrece La vuelta del presidio caminando


viendo muerto a mi esposo y dulce amigo, sin hallar otra cosa de importancia,
que cada hora que vivo me parece iba con los soldados platicando,
que cometo maldad, pues no le sigo; de la fe de las Indias y constancia,
y pues el tiempo esta ocasión me ofrece, de muchas aunque bárbaras loando
usa tú de piedad, señor, conmigo, el firme amor y gran perseverancia,
acabando hoy aquí lo que el soldado pues no guardó la casta Elisa Dido
dejó por flojo brazo comenzado”. la fe con más rigor a su marido.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas un soldado joven que venía Cuento una vida casta, una fe pura
escuchando la plática movida, de la fama y voz pública ofendida,
diciendo, me atajó, que no tenía en esta no pensada coyuntura
a Dido por tan casta y recogida, por raro ejemplo y ocasión traída;
pues en la Eneida de Marón vería y una falsa opinión que tanto dura
que del amor libídino encendida, no se puede mudar tan de corrida,
siguiendo el torpe fin de su deseo ni del rudo común mal informado
rompió la fe y promesa a su Siqueo.. arrancar un error tan arraigado.

Visto, pues, el agravio tan notable Y pues de aquí al presidio yo no hallo


y la objeción siniestra del soldado cosa que sea de gusto ni contento,
por el gran testimonio incompensable sin dejar de picar siempre el caballo,
a la casa fenicia levantado, ni del tiempo perder solo un momento,
pareciéndome cosa razonable no pudiendo eximirme ni excusarlo
mostrarle que en aquello andaba errado por ser historia y agradable el cuento,
él y todos los más que me escuchaban quiero gastar en él, si no os enfada,
que en la misma opinión también estaban, este rato y sazón desocupada.

les dije que queriendo el Mantüano Que el áspero sujeto desabrido,


hermosear su Eneas floreciente, tan seco, tan estéril y desierto
porque César Augusto Octaviano y el estrecho camino que he seguido
se preciaba de ser su descendiente, a puros brazos del trabajo abierto,
con Dido usó de término inhumano, a término me tienen reducido
infamándole injusta y falsamente, que busco anchura y campo descubierto,
pues vemos por los tiempos haber sido donde con libertad, sin fatigarme,
Eneas cien años antes que fue Dido. os pueda recrear y recrearme.

Quedaron admirados en oírme Viendo que os tienen sordo y atronado


que así Virgilio a Dido difamase, el rumor de las armas inquieto,
haciendo instancia todos en pedirme siempre en un mismo ser continuado
que su vida y discurso les contase; sin mudar son ni variar sujeto,
yo, pensando también en divertirme, por esparcir el ánimo cansado
que la cuerda al trabajo algo aflojase y ser el tiempo cómodo y quieto,
los quise complacer y también quiero hago esta digresión, que acaso vino
daros aquí razón de mí primero. cortada a la medida del camino.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y pues una ficción impertinente Dejó Belo dos hijos herederos,


que destruye una honra es bien oída, uno Pigmalión y el otro Dido,
y a la reina de Tiro injustamente a quien en los consejos postrimeros
infama y culpa su inculpable vida, encargó la hermandad y amor unido,
la verdad que es la ley de toda gente, lo cual aunque duró los días primeros,
por quien es en su honor restituida, de codicia el hermano corrompido,
¿por qué no debe ser, siendo cantada, por haber los tesoros del cuñado,
en cualquier sazón bien escuchada? le dio la muerte envuelta en un bocado.

Que la causa mayor que me ha movido Sintió, pues, la mujer su muerte tanto
demás de ser cual veis importunado, que no bastando a resistir la pena,
es el honor de la constante Dido, soltó con doloroso y fiero llanto
inadvertidamente condenado; de lágrimas un flujo y ancha vena;
preste, pues, atención y grato oído y cubriendo de triste y negro manto
quien a oír la verdad es inclinado, los bellos miembros y la faz serena
que el mal ofende aun dicho en pasatiempo con pompa funeral ceremoniosa,
y para decir bien, siempre es buen tiempo. dio al cuerpo sepultura suntuosa.

Cartago antes que Roma fue fundada Y aunque del casto amor notable indicio
setenta años contados comúnmente, fue el soberbio sepulcro y monumento,
por Dido, ilustre reina venerada no igualó en la grandeza el edificio
por diosa un tiempo de la tiria gente; al dolor de la reina y sentimiento;
del rey Belo, su padre, fue casada que siempre con devoto sacrificio
con el sumo pontífice, asistente y continuos sollozos y lamento,
del gran templo de Alcides, el cual era llamando al sordo espíritu hacía
después del rey la dignidad primera. a las frías cenizas compañía.

Este es aquel Siqueo ya nombrado Diciendo: “¿Es justo, dioses, que yo quede
a quien Dido guardó la fe inviolable, en este solitario apartamiento?
varón sabio en sus ritos y abastado ¡Ay!, que de tibia fe y amor procede
de bienes y tesoro inestimable; no acabar de matarme el sentimiento;
mas lo que para alivio había llegado el mal no es grande que sufrir se puede,
fue causa de su muerte miserable, y corto al que no basta sufrimiento;
que en fin lo que codicia mucha gente mas quiere el Cielo dilatar mi muerte
ninguno lo posee urgentemente. porque dure el dolor más que ella fuerte”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Aunque el odio y rencor disimulaba “¿Por qué fiero enemigo así quisiste
contra el pérfido hermano y poderoso, dejarte arrebatar de tu deseo,
venganza al Cielo sin cesar clamaba, tan ciego de codicia, que no viste
con ira muda y con gemir rabioso; que matabas a Dido con Siqueo?
y cuando sola a ratos se hallaba, Materia de maldad al mundo diste
desfogando aquel ímpetu bascoso, con un hecho atrocísimo y tan feo,
soltaba con un bajo son gimiendo que durará en los siglos por memoria
la reprimida rabia y voz diciendo: de tu traición la abominable historia.

“Traidor, dime: ¿qué caso irremediable “¿Cabe en razón, es cosa permitida


debajo de hermandad y ley fingida que siendo tú traidor, siendo tirano,
a maldad te movió tan detestable perverso, atroz, sacrílego, homicida,
contra tu misma sangre cometida? tengas con estos nombres el de hermano?
Si fue sed de riquezas insaciable, Y, viéndome contigo convenida,
quitárasle el tesoro y no la vida, mi crédito andará de mano en mano,
templando tu impiedad y furia insana padeciendo mi honor agravio injusto,
el amor y respeto de tu hermana. que no dice la fama cosa al justo.

“Si no miraste, ingrato, al beneficio, “Mas si huyo de ti, fiero enemigo,


que de él como cuiíado recibías, te irrito a que me sigas, pues que huyo;
miraras al nefasto sacrificio si a mi marido en la fortuna sigo,
que del hermano de tu madre hacías todo lo que pretendes queda tuyo;
y al malvado y horrendo maleficio si habiéndole tú muerto estoy contigo,
en tu pecho forjado tantos días, mancho la fama y mi opinión destruyo,
pues no podrás decir que fue accidente, que en parte ya parece que consiente
que nunca nadie es malo de repente. quien perdona ligera y fácilmente.

“Si de tu enorme intento y desatino “¿Qué medio he de buscar a mal tan fuerte
me hubieras con indicios advertido, que el cielo ni la tierra no lo tiene
no por tan duro y áspero camino y aquel forzoso y último mi suerte
el tesoro alcanzaras pretendido; porque padezca más me le detiene?
mas el mal cuando viene por destino ¡Ay! Que si es malo desear la muerte,
no puede ser a tiempo prevenido. es peor el temerla si conviene,
¡Ay! ¿Qué aprovecha el lamentarme ahora? que no es pena el morir a los cuitados,
Que siempre es tarde ya cuando se llora. sino fin de las penas y cuidados.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Mas ya que el ser tú rey y recatado Llegada, pues, la nueva al ambicioso


la venganza legítima me impida, rey de aquello que tanto deseaba,
procuraré atajar tu fin dañado viendo que al fin y puerto venturoso
con muestra doble y hermandad fingida; sus cosas la Fortuna encaminaba,
y cuando pienses verte apoderado, alegre más que nunca y codicioso,
quedarán con mi súbita partida luego una gruesa flota despachaba
sin hermana, tesoro y sin derecho de naves y galeras, bastecida
y con la infamia del enorme hecho”. de gente, de regalos y comida.

Así la triste reina dolorosa, Llegó al puerto la flota deseada


sobre el rico sepulcro lamentando con presta y no pensada diligencia,
pasaba vida triste y soledosa, do la gente del rey desembarcada
la venganza del tiempo deseando; fue luego a dar a Dido la obediencia,
pero de alguna fuerza recelosa, que mostrando placer de su llegada,
de su prudencia y discreción usando, con loable cuidado y providencia
doméstica, amorosa y blandamente hizo luego hospedar toda la gente
al hermano escribió, que estaba ausente, espléndida, cumplida y largamente.

haciéndole entender que, ya cansada En siendo tiempo, la cuidosa Dido


del llanto y soledad que padecía, a su gente mandó que se aprestase,
en aquellos palacios y morada y con alarde y público ruido
do tuvo un tiempo alegre compañía, los empacados muebles embarcase;
de la triste memoria lastimada, haciendo que de noche y escondido
dando algún vado a su dolor, quería en su nave el tesoro se cargase
irse con él poniendo fin al lloro, con tan grande secreto, que ninguno
con todas sus riquezas y tesoro. tuvo de ello noticia o rastro alguno.

Para lo cual secreta y prestamente Tenía sesenta cajas prevenidas,


una fornida flota le enviase, llenas de gruesa arena y aplomadas,
donde con todo su tesoro y gente de fuertes cerraduras guarnecidas,
en arribando al puerto se embarcase; con dobles planchas de metal herradas;
porque, con el seguro conveniente, estas fueron en público traídas
el mar que estaba en medio atravesase, donde a vista de todos embarcadas,
que era solo el temido impedimento daban muestra que en ellas iba el oro,
de su esperado y último contento. las joyas, las riquezas y el tesoro.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego Elisa, con tierno sentimiento Y pues que sus riquezas habían sido
del lastimado pueblo, se embarcaba, la causa de su dafío y perdimiento,
dando presta la vela al manso viento, matándole por ellas el marido,
que favorable en popa respiraba; y lo serían quizá del seguimiento,
la nave con sereno movimiento todas consigo las había traído,
el llano y sosegado mar cortaba, con voluntad y resoluto intento
comenzando a seguir toda la flota de echarlas en el mar do pereciesen,
de la alta capitana la derrota. porque jamás a su poder viniesen.

Aquella noche y el siguiente día Hizo luego sacar allí tras esto
corrió como viento próspero la armada, los cofres del arena barreados,
mas ya que el mar las costas encubría, y con alarde y auto manifiesto
y del todo se vio Dido engolfada, en el profundo mar fueron lanzados;
la noble y obediente compañía, los ministros del rey, con triste gesto,
al borde de su nave congregada, atónitos, confusos y turbados
hizo en torno a llegar la demás gente, se miraban, teniendo por extraña
que a la vista también fuese presente. de la animosa reina la hazaña.

Diciéndoles con pecho valeroso, Y por el grave caso discurriendo,


que su designio y pretensión no era que mudos y espantados los tenía,
ir al injusto hermano cauteloso, la furia del rey mozo conociendo
de quien era enemiga verdadera, que el perdido tesoro aumentaría,
porque con trato y término alevoso suspensos y medrosos, no sabiendo
debajo de hermandad y fe sincera qué razón o descargo bastaría
movido de sacrílego deseo a que el airado rey no los culpase
había dado la muerte a su Siqueo. y en ellos su furor no ejecutase.

Por donde ella también no asegurada Pues como la entendida reina viese
de sus secretos, fraudes y traiciones, camino y coyuntura aparejada
quería dejar la cara patria armada, por do a su devoción se redujese
su reino, su morada y posesiones; la gente del hermano amedrentada:
y al mar dudoso y vientos entregada antes que el tiempo y la tardanza diese
buscar nuevas provincias y regiones lugar a alguna novedad pensada,
adonde con seguro viviría haciendo sosegar toda la gente,
lejos de su dominio y tiranía. les dijo, prosiguiendo, lo siguiente:

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Amigos, que del firme intento mío, “Las muertes figurad y crueldades
habéis visto a los ojos ya la prueba, que en vosotros habrán de ejecutarse;
y cómo la Fortuna a su albedrío no miréis a las casas y heredades,
errando por el ancho mar me lleva, que todo por la vida es bien dejarse,
podéis volver, si ya no es desvarío, que en fortunas y grandes tempestades
a dar al rey la desabrida nueva solo en lo que se escapa ha de pensarse,
del tesoro anegado, y mi huida conociendo que están todos los bienes
a tierra y a región no conocida. sujetos a peligros y vaivenes”.

“Pero ya conocéis por experiencia A las razones de la reina atentos


su irreparable furia acelerada, los turbados ministros estuvieron,
que viendo que volvéis a su presencia y en la perpleja mente y pensamientos
sin el tesoro y preida deseada, mil cosas en un punto resolvieron;
descargará con bárbara impaciencia al cabo, aunque diversos los intentos,
sobre vuestra cerviz la mano airada, todos de un parecer se resolvieron
sin escuchar descargo ni disculpa, de seguirla hasta el fin en su viaje,
añadiendo maldad y culpa a culpa. dándole la obediencia y vasallaje.

“Y pues el de temer la tiranía La fe con juramento establecida


y el ímpetu de un mozo rey airado, sin que ninguno de ellos rehusase,
que así del caro reino y patria mía dando vela a la flota detenida,
a buscar nuevas tierras me ha sacado; mandó Dido que a Cipro enderezase,
quien quisiere seguir mi compañía donde graciosamente recibida,
no se verá de mí dEsamparado; como allí su designio declarase,
mas de todo el provecho y bien que espero llevó del ciprioto pueblo amigo
será participante y compañero. ochenta mozas vírgenes consigo.

“El lugar y aparejo es oportuno, Para a tiempo casarlas con la gente


y para haber consejo me remueve; que en su servicio y devoción llevaba,
así que, pues sois sabios, cada uno buscando alguna tierra conveniente
elija de los males el más leve: donde fundar un pueblo deseaba;
si al rey volvéis no ha de escapar ninguno, así la vía de Africa al Poniente
y este dolor y lástima me mueve con favorable viento navegaba.
a quereros rogar que vais conmigo Mas forzoso será, según me siento,
por no ser yo la causa del castigo. dividir en dos partes este cuento.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXXIII Esta no le salió como pensaba,


sino a contrario en todo y diferente,
Prosigue don Alonso la navegación de Dido hasta que llegó a Bizerta; cuenta pues no solo no vio lo que esperaba,
como fundó a Cartago y la causa por que se mató; también se contiene en este pero perdió las naves y la gente:
canto la prisión de Caupolicán. la reina viento en popa navegaba
como dije la vuelta del Poniente,
Muchos entran con ímpetu y corrida tocando con sus naves y galeras
por la carrera de virtud fragosa en algunas comarcas y riberas.
y dan en la del vicio más seguida Torció el curso a la diestra bordeando,
de donde es el volver difícil cosa; de las vadosas Sirtes recelosa,
el paso es llano y fácil la salida y, a vista de Licudia, atravesando,
de la vida reglada a la anchurosa corrió la costa de Africa arenosa;
y más agrio el camino y ejercicio y siempre tierra a tierra navegando,
del vicio a la virtud que de ella al vicio. pasó por entre el Ciervo y Lampadosa,
llegando en salvo a Túnez con la armada
Así Pigmalión había tenido por el fatal decreto allí guiada.
señales de virtud en su crianza
y con grandes principios prometido Donde viendo el capaz y fértil suelo
de justo y liberal buena esperanza; de fructíferas plantas adornado
pero de la codicia pervertido, y el aire claro y el sereno cielo,
hizo en breve sazón tan gran mudanza, clemente al parecer y muy templado,
que no solo de bienes fue avariento, perdido del hermano ya el recelo
pero inhumano, pérfido y sangriento. por verle tan distante y apartado,
quiso fundar un pueblo de cimiento
Lo cual nos dice bien la alevosía haciendo en él su habitación y asiento.
de la secreta muerte del cuñado,
que alegre y contentísimo vivía Para lo cual trató luego de hecho
en la ley de hermandad asegurado; con los vecinos que en el sitio había,
mayormente que entonces parecía le vendiesen de tierra tanto trecho
el rey a la virtud aficionado, cuanto un cuero de buey circundaría;
que no hay maldad más falsa y engañosa los moradores, viendo qué provecho
que la que trae a nuestra virtuosa. de su contratación se les seguía,
con la reina en el precio convenidos
hicieron sus asientos y partidos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Hecha la paga, el sitio señalado, Y por el gran valor y entendimiento


mandó Dido buscar con diligencia con que el pueblo obediente gobernaba,
un grande y grueso buey, que desollado iba siempre el concurso en crecimiento
hizo estirar el cuero en su presencia y los términos cortos dilataba;
y en tiras sutilísimas cortado así que el trato y agradable asiento
tanto trecho tomó, que a la prudencia los ánimos y gustos provocaba,
de la reina sagaz y aviso extraño viniendo a avecindarse muchas gentes
le quisieron poner nombre de engaño. de tierras y lugares diferentes.

Pero recompensó la demasía Y como en estos tiempos aun no había


dejándolos contentos y pagados, la invención del papel después hallada,
descubriendo a los suyos que traía que en pieles de animales se escribía
los ocultos tesoros escapados; y era cualquiera piel carta llamada,
que usando del ardid y astucia del cual nombre aun usamos hoy en día,
había de los cofres de arena al mar lanzados, así aquella ciudad edificada
porque cuando el hermano lo supiese, en el lugar por una piel medido,
faltando la ocasión no la siguiese. de carta le llamó Cartago Dido.

Corregidas las faltas y defectos Hízose en poco tiempo tan famosa


al orden de vivir perjudiciales, y de tanta grandeza y eminencia,
fueron por la prudente reina electos que era cosa de ver maravillosa
cónsules, magistrados y oficiales: el trato de las gentes y frecuencia;
y traídos maestros arquitectos, mostrando aquella reina valerosa
juntos los necesarios materiales, en gobernar el pueblo tal prudencia
dio principio la reina valerosa que muchos otros príncipes y reyes
a la labor de la ciudad famosa. de su nueva ciudad tomaron leyes.

Fue la ciudad por orden fabricada Y aunque era tal su ser, tal su cordura
mostrándose los hados más propicios, que por diosa vinieron a tenella,
en breve ennoblecida e ilustrada ninguna de su tiempo en hermosura,
de suntuosos y altos edificios; pudo ponerse al parangón con ella;
y la nueva república ordenada así que por milagro de natura
leyes instituyó creando oficios como cosa no vista iban a vélla,
con que el pueblo en razón se mantuviese que no sé en las idólatras del suelo
y paz y orden política viviese. a quién mayores partes diese el Cielo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Grandes matronas hubo que animosas Luego que los ancianos entendieron
por la fama a la muerte se entregaron, la demanda de Yarbas arrogante,
otras que por hazañas milagrosas llevar por artificio pretendieron
las opresas repúblicas libraron; el negocio difícil adelante;
pero todas perfectas, tantas cosas así que ante la reina parecieron
como en Dido en ninguna se juntaron; con triste rostro y tímido semblante,
fue rica, fue hermosa, fue castísima, bajo los ojos, la color turbada,
sabia, sagaz, constante y prudentísima. mostrando desplacer con la embajada.

Llegó luego la voz de esto al oído Diciéndole: “Sabrás que habiendo oído
del franco Yarbas, rey musilitano, Yarbas tu buen gobierno y regimiento
mozo brioso y de valor, temido por la parlera fama encarecido,
en todo el ancho término africano; y de esta tu ciudad el crecimiento,
el cual, con juvenil furia movido de una loable pretensión movido,
de un impaciente y nuevo amor lozano, pide que sin algún detenimiento
a la reina despacha embajadores, veinte de tu consejo más instrutos
de su consejo y reino los mejores. vayan a reformar sus estatutos.

Pidiéndole que en pago del tormento “Y siendo de sufrir áspera cosa,


que por ella pasaba cada hora, impropia a nuestra edad y profesiones,
quisiese con felice casamiento dejar la patria cara y paz sabrosa
de su persona y reino ser señora; por ir a incultas tierras y naciones
donde no, que con justo sentimiento a corregir de gente sediciosa
como de tan gran rey despreciadora las costumbres y viejas condiciones,
sobre ella con ejército vendría todos tus consejeros lo rehúsan
y su gente y ciudad asolaría. y con causas legítimas se excusan.

Hecha, pues, la embajada en el senado, “Viendo que el caro y último sosiego


que no quiso la reina estar presente, sin esperanza de volver perdemos;
les fue a los senadores intimado y no condescendiendo al impío ruego,
el ruego y la amenaza juntamente; en gran peligro la ciudad ponemos,
causóles turbación considerando pues con grueso poder y armada luego
el casto voto y vida continente al indignado joven rey tendremos
que la constante reina profesaba, para asolar a hierro y fiera llama
que al intento de Yarbas repugnaba. tu pueblo insigne y celebrada fama.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Esto es, en suma, lo que Yarbas pide Diciendo: “Amigos caros, que a los hados
con ruegos de amenaza acompañados; jamás os vi rendidos vez alguna,
pero nuestra cansada edad lo impide y en los grandes peligros esforzados
y las leyes nos hacen jubilados; hicisteis siempre rostro a la Fortuna,
pues no es razón, si por razón se mide, ¿cómo de tantas prendas olvidados,
que de largos trabajos quebrantados, en tan justa ocasión por solo una
dejemos nuestras casas y manida breve incomodidad de una jornada
en el último tercio de la vida. queréis ver a vuestra patria arruinada?

“Si a los peligros en edad primera “Es a todos común, a todos llano,
por adquirir honor nos arrojamos, que debe como miembro y parte unida
es bien que en la cansada postrimera poner por su ciudad el ciudadano
gocemos del descanso que ganamos, no solo su descanso, mas la vida,
y a nuestra abandonada cabecera y por razón y por derecho humano
al tiempo incierto del morir tengamos de justa deuda natural debida,
quien nos cierre los ojos con ternura a posponer el hombre está obligado
y dé a nuestras cenizas sepultura. por el sosiego público el privado.

“Y pues tiene de ser en tu presencia “Al alto y grande Júpiter plugiera


esta perjudicial demanda puesta, que bastara ofrecer la vida mía
conviene que con mlaiía y advertencia que presto el judicioso mundo viera
te prevengas de medios y respuesta, cuán voluntariamente la ofrecía;
atajando tu seso y providencia y pues habéis pasado la carrera
el mal que el mauritano rey protesta, por tan estrecha y trabajosa vía,
del modo que la paz y amor conserves no es bien que al rematar tan largo trecho
y de nuevos trabajos nos reserves”. borréis y deshagáis cuanto habéis hecho”.

Estuvo atenta allí la reina Elisa Visto los senadores cómo Dido,
a la compuesta habla artificiosa por el camino de razón llevada,
y con alegre rostro y grave risa, en el armado lazo había caído
aunque sentía en el ánimo otra cosa, en sus mismas palabras enredada,
a todos los trató y miró de guisa cambiando en rostro alegre el afligido,
tan agradable, blanda y amorosa, las manos altas y la voz alzada,
que si en verdad la relación pasara, le dicen todos juntos: “Como estamos
de sus casas y quicios los sacara. tus urgentes razones aprobamos.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Justamente, señora, sentenciaste “Cuando a seguir estés determinada


sacándonos de duda y grande aprieto, el casto infructuoso presupuesto,
que no hay razón tan eficaz que baste mira a tus pies esta ciudad postrada
contra la autoridad de tu decreto; y al inocente cuello el lazo puesto;
y porque tiempo en esto no se gaste, que por ti renunció la patria amada
es bien que te aclaremos el secreto, debajo de promesa y de protesto,
pues por ningún respeto ni avenencia que al descanso y quietud oue pretendías
puedes contravenir a tu sentencia. el sosiego común antepondrías”.

“Sabrás, reina, que Yarbas no te envía Sintió la reina tanto al improviso


por tus ancianos viejos impedidos la gran demanda y condición propuesta
que en todo buen gobierno y policía que por más que encubrir la pena quiso
tiene su reino y pueblos corregidos; de ella el rostro señal dio manifiesta;
solo quiere tu gracia y compañía, mas con su discreción y grande aviso,
ofreciéndote en dote mil partidos suspendiendo algún tanto la respuesta,
con útiles y honrosas condiciones soltó la voz serena y sosegada,
y un infinito número de dones. que la gran turbación tenía trabada,

“Advierte que, si acaso no aceptares diciéndoles: “Amigos, yo quisiera,


el santo conyugal ayuntamiento, para que todo escándalo se evite,
y con errado acuerdo despreciares que respondemos luego yo pudiera
su larga voluntad y ofrecimiento, antes que Yarbas más nos necesite;
harás que el hierro y llamas militares pero el negocio y caso es de manera
asuelen a Cartago de cimiento; que mi estado y grandeza no permite
así que en tu elección y a tu escogida que me resuelva a responder tan presto,
queda la guerra o paz comprometida. aunque os parezca a todos que es honesto.

“Que si el buen ciudadano alegremente “Que es mostrar liviandad, y demás de eso


debe ofrecerse por la patria amiga, falto a la obligación y fe que debo,
con más razón y fuerza más urgente si del intento casto y voto expreso
como cabeza a ti la ley te obliga; a la primera persuasión me muevo,
y no puedes con causa suficiente borrando el inviolable sello impreso
dejar de redimir nuestra fatiga de mi primero amor con otro nuevo;
dándonos con el tiempo prosperado así que combatida de contrarios
la sucesión y fruto deseado. son el tiempo y consejo necesarios.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Tres meses pido, amigos, solamente, Llegado aquel funesto último día,
para acordar lo que se debe en esto el pueblo en la ancha plaza congregado,
y dar satisfacción de mí a la gente ricamente la reina se vestía,
en no determinarme así tan presto; subiendo en un exento y alto estrado,
que el libertado vulgo maldiciente al pie del cual una hoguera había
aun quiere calumniar lo que es honesto, para la inmola y sacrificio usado,
y, como instituidores de las leyes, de donde a los atentos circunstantes
tienen más ojos sobre sí los reyes. les dijo las palabras semejantes:

“Yarbas no se dará por enemigo “¡Oh fieles compañeros, que contino


en cuanto el fin de los tres meses llega, en todos los trabajos los mostrastes,
y pasado este término me obligo que por seguir mis hados y camino
de responderle grata a lo que ruega vuestras casas y patria renunciastes!
tomar, pues menos plazo del que digo Hoy la Fortuna, y áspero Destino,
mi honestidad y estimación lo niega; por el último fin de sus contrastes,
y no conviene a Dido dar disculpa, me fuerzan a dejar a costa mía
que es indicio de error y arguye culpa”. vuestra cara y amable compañía.

Cerróse aquí la reina, y fue forzado “Si apartarme de amigos tan leales
hacer con los de Yarbas nuevo asiento, hace esta mi partida dolorosa,
que aguardasen el tiempo señalado los consultados dioses celestiales
para determinar el casamiento; no disponen ni pueden otra cosa;
los cuales, por el ruego del senado y así por desviar los grandes males
y el gracioso hospedaje y tratamiento, que tiene a Cartago temerosa,
quedaron en Cartago aquellos días pues ponen en mis manos el remedio,
con grandes regocijos y alegrías. quiero quitar la causa de por medio.

Y aunque el senado en la demanda instaba “Que pues del cielo el áspero decreto
por el provecho y general sosiego, de poder tener bien me inhabilita,
la reina la respuesta dilataba; y el ver a mi ciudad puesta en aprieto
dando gratos oídos a su ruego; a quebrantar la fe me necesita;
y entre tanto en secreto aparejaba quiero cortar a Yarbas el sujeto
lo que tenía pensado, desde luego, del engañado amor que así le incita,
que era acabar la vida miserable dando a mi vida fin, pues de este modo
primero que mudar la fe inmudable. faltando la ocasión cesará todo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Esto será con darme yo la muerte, Fue su muerte sentida en tanto grado,
y, aunque os parezca este remedio extraño, que gran tiempo en Cartago la lloraron,
es más fácil, más breve y menos fuerte y en memoria del caso señalado
y, en fin, particular y poco el daño; un suntuoso templo le fundaron,
pues, sin peligro vuestro de esta suerte donde con sacrificio y culto usado,
saldrá el errado Yarbas de su engaño, mientras las cosas prósperas duraron,
y yo conservaré con más pureza de aquella su ciudad ennoblecida
del casto y viudo lecho la limpieza. por diosa de la patria fue tenida.

“Hoy por el precio de una corta vida Y aborreciendo el nombre de señores,


la vejación redimo en Cartago, muerta la memorable reina Dido,
dejando ejemplo y ley establecida por cien sabios ancianos senadores
que os obligue a hacer lo que yo hago; de allí adelante el pueblo fue regido;
y con mi limpia sangre aquí esparcida y creciendo el concurso y moradores
al cielo y a la tierra satisfago; vino a ser poderoso y tan temido,
pues muero por mi pueblo y guardo entera que un tiempo a Roma en su mayor grandeza
con inviolable amor la fe primera. le puso en gran trabajo y estrecheza.

“No lamentéis mi muerte anticipada, Este es el cierto y verdadero cuento


pues el cielo la aprueba y solemniza; de la famosa Dido difamada,
que una breve fatiga y muerte honrada que Virgilio Marón sin miramiento
asegura la vida y la eterniza; falseó su historia y castidad preciada
que si el cuchillo de la Parca airada por dar a sus ficciones ornamento,
al que quiere vivir le atemoriza, pues vemos que esta reina importunada,
no os debe de pesar si Dido muere, pudiéndose casar y no quemarse,
pues vive el que se mata cuando quiere. antes quemarse quiso que casarse.

“Adiós, adiós, amigos, que ya os veo Iban todos atentos escuchando


libres y a mi marido satisfecho”. el extraño suceso peregrino,
Y no les dijo más con el deseo cuando al fuerte llegamos, acabando
que tenía de acabar el fiero hecho; la historia juntamente y el camino,
así, llamando el nombre de Siqueo, y en él aquella noche reposando
se abrió con un puñal el casto pecho, venida la mañana nos convino
dejándose caer de golpe luego procurar de tener con diligencia
sobre las llamas del ardiente fuego. del buscado enemigo inteligencia.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas un indio que acabo inadvertido Por una senda angosta e intrincada,
fue de una escolta nuestro prisionero, subiendo grandes cuestas y bajando,
hombre en las muestras de ánimo atrevido, del solícito bárbaro guiada
suelto de manos y de pies ligero, iba a paso tirado caminando;
con promesas y dádivas vencido, mas la oscura tiniebla adelgazada
dijo: «Yo me resuelvo y me prefiero por la vecina aurora, reparando
de daros llanamente hoy en la mano junto a un arroyo y pedregosa fuente,
al gralde general Caupolicano. volvió el indio dicieido a nuestra gente:

“En un áspero bosque y espesura, “Yo no paso adelante, ni es posible


nueve millas de Ongolmo desviado, seguir este camino comenzado,
está un sitio muy fuerte por natura, que el hecho es grande y el temor terrible,
de ciénagas y fosos rodeado, que me detiene el paso acobardado,
donde, por ser la tierra tan segura, imaginando aquel aspecto horrible
anda de solos diez acompañado, del gran Caupolicán contra mí airado,
hasta que nuestra próspera creciente cuando venga a saber que solo he sido
aplaque el gran furor de su corriente. el soldado traidor que le ha vendido.

“Por una estrecha y desusada vía, “Por este arroyo arriba, que es la guía,
sin que pueda haber de ello sentimiento, aunque sin rastro alguno ni vereda,
seré en la noche oscura yo la guía, daréis presto en el sitio y ranchería
levando vuestra gente en salvamento; que está en medio de un bosque y arboleda;
y, antes que se descubra el claro día, y antes que aclare ya el vecino día,
daréis en el oculto alojamiento, os dad prisa a llegar, porque no pueda
donde a cumplir del todo yo me obligo la centinela descubrir del cerro
pena de la cabeza lo que digo”. vuestra venida oculta y mi gran yerro.

Fue la razón del mozo bien oída, “Yo me vuelvo de aquí, pues he cumplido
viéndole en su promesa tan constante; dejándoos como os dejo en este puesto,
y así luego una escuadra prevenida adonde salvamento os he traído,
de gente experta y número bastante, poniéndome a peligro manifiesto;
para toda sospecha apercibida, y pues al punto justo habéis venido,
llevando al indio amigo por delante, os conviene dar prisa y llegar presto,
salió a la prima noche en gran secreto, que es irrecuperable y peligrosa
con paso largo y caminar quieto. la pérdida del tiempo en toda cosa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Y si sienten rumor de esta venida, Mas viendo el paso en torno embarazado


el sitio es ocupado y peñascoso, y el presente peligro de la vida,
fácil y sin peligro la huida con un martillo fuerte y acerado
por un derrumbadero montuoso; quiso abrir a su modo la salida;
mirad que os daña ya la detenida, y, alzándolo a dos manos, empinado,
seguid hoy vuestro hado venturoso, por darle mayor fuerza a la caída,
que menos de una legua de camino topó una viga arriba atravesada
tenéis al enemigo ya vecino”. do la punta encarnó y quedó trabada.

No por caricia, oferta ni promesa Pero un soldado a tiempo atravesando


quiso al indio mover el pie adelante, por delante, acercándose a la puerta,
ni amenaza de muerte, o vida, o presa, le dio un golpe en el brazo, penetrando
a sacarle del tema fue bastante; los músculos y carne descubierta;
y, viendo el tiempo corto y que la priesa en esto el paso el indio retirando,
les era a la sazón tan importante, visto el remedio y la defensa incierta,
dejándole amarrado a un grueso pino amonestó a los suyos que se diesen
la relación siguieron y camino. y en ninguna manera resistiesen.

Al cabo de una milla y a la entrada Salió fuera sin armas, requiriendo


de un arcabuco lóbrego y sombrío, que entrasen en la estancia, asegurados
sobre una espesa y áspera quebrada que eran pobres soldados, que huyendo
dieron en un pajizo gran bohío; andaban de la guerra amedrentados;
la plaza en rededor fortificada y así con prisa y turbación temiendo
con un despeñadero sobre el río, ser de los forajidos salteados,
y cerca de él, cubiertas de espadañas, a la ocupada puerta había salido
chozas, casillas, ranchos y cabañas. de las usadas armas prevenido.

La centinela en esto descubriendo Entraron de tropel, donde hallaron


de la punta de un cerro nuestra gente, ocho o nueve soldados de importancia,
dio la voz y señal apercibiendo que, rendidas las armas, se entregaron
al descuidado general valiente; con muestras aparentes de ignorancia;
pero los nuestros, en tropel corriendo, todos atrás las manos los ataron,
le cercaron la casa de repente, repartiendo el despojo y la ganancia,
saltando el fiero bárbaro a la puerta guardando al capitán disimulado
que ya a aquella sazón estaba abierta. con dobladas prisiones y cuidado.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Que aseguraba con sereno gesto No reventó con llanto la gran pena
ser un bajo soldado de linaje, ni de flaca mujer dio allí la muestra,
pero en su talle y cuerpo bien dispuesto antes de furia y viva rabia llena,
daba muestra de ser gran personaje; con el hijo delante se le muestra,
gastóse algún espacio y tiempo en esto, diciendo: “La robusta mano ajena,
tomando de los otros más lenguaje, que así ligó tu afeminada diestra,
que todos contestaban que era un hombre más clemencia y piedad contigo usara
de estimación común y poco nombre. si ese cobarde pecho atravesara.

Ya entre los nuestros a gran furia andaba “¿Eres tú el varón que en pocos días
el permitido robo y grita usada, hinchó la redondez de tus hazañas,
que rancho, casa y choza no quedaba, que con solo la voz temblar hacías
que no fuese deshecha y saqueada; las remotas naciones más extrañas?
cuando de un toldo que vecino estaba ¿Eres tú el capitán que prometías
sobre la punta de la gran quebrada de conquistar en breve las Españas
se arroja una mujer, huyendo apriesa y someter el ártico hemisferio
por lo más agrio de la breña espesa. al yugo y ley del araucano Imperio?

Pero alcanzóla un negro a poco trecho, “¡Ay de mí! Cómo andaba yo engañada
que tras ella se echó por la ladera, con mi altiveza y pensamiento ufano,
que era intrincado el paso y muy estrecho viendo que en todo el mundo era llamada
y ella no bien usada en la carrera; Fresia, la mujer del gran Caupolicano;
llevaba un mal envuelto niño al pecho y, ahora, miserable y desdichada,
de edad de quince meses, el cual era todo en un punto me ha salido en vano,
prenda del preso padre desdichado, viéndote prisionero en un desierto,
con grande extremo de él y de ella amado. pudiendo haber honradamente muerto.

Trújola el negro, suelta, no entendiendo “¿Qué son de aquellas pruebas peligrosas,


que era presa y mujer tan importante; que así costaron tanta sangre y vidas?
en esto ya la gente iba saliendo ¿Las empresas difíciles dudosas
al tino del arroyo resonante, por ti con tanto esfuerzo acometidas?
cuando la triste Palla descubriendo ¿Qué es de aquellas victorias gloriosas
al marido, que preso iba adelante, de esos atados brazos adquiridas?
de sus insignias y armas despojado, Todo al fin se ha parado y se ha resuelto
en el montón de la canalla atado. en ir con esa gente infame envuelto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Dime: ¿faltóte esfuerzo, faltó espada Hízose con los indios diligencia,
para triunfar de la mudable diosa? porque con más certeza se supiese
¿No sabes que una breve muerte honrada si era Caupolicán, que su apariencia
hace inmortal la vida y gloriosa? daba claros indicios que lo fuese;
Mirarás a esta prenda desdichada, pero ni ausente de él ni en su presencia
pues que de ti no queda ya otra cosa; hubo entre tantos uno que dijese
que yo, apenas la nueva me viniera que era más que un incógnito soldado
cuando muriendo alegre te siguiera. de baja estofa y sueldo moderado.

“Toma, toma tu hijo, que era el nudo Aunque algunos, después, más animados
con que el lícito amor me había ligado, cuando en particular los apartaban,
que el sensible dolor y golpe agudo de su cercana muerte asegurados,
estos fértiles pechos ha secado; el sospechado engaño declaraban;
cría, críale tú, que ese membrudo pero luego, delante de él llevados,
cuerpo en sexo de hembra se ha trocado, con medroso temblor se retractaban,
que yo no quiero título de madre negando la verdad ya comprobada,
del hijo infame del infame padre”. por ellos en ausencia confesada.

Diciendo esto, colérica y rabiosa, Mas viéndose apretado y peligroso,


el tierno niño le arrojó delante, y que encubriese al cabo no podía,
y con ira frenética y furiosa dejando aquel remedio infructuoso,
se fue por otra parte en el instante; quiso tentar el último que había;
en fin, por abreviar, ninguna cosa y así, llamando al capitán Reinoso,
de ruegos ni amenazas fue bastante que luego vino a ver lo que quería,
a que la madre ya crüel volviese, le dijo con sereno y buen semblante
y el inocente niño recibiese. lo que dirán mis versos adelante.

Diéronle nueva madre, y comenzaron


a dar la vuelta y a seguir la vía,
por la cual a gran prisa caminaron,
recobrando al pasar la fida guía
que atada al tronco por temor dejaron,
y en larga escuadra al declinar el día
entraron en la plaza embanderada,
con gran aplauso y alardosa entrada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXXIV El cual, reconociendo que su gente


vacilando en la fe titubeaba,
Habla Caupolicán a reinoso y , sabiendo que ha de morir, se vuelve cristiano; viendo que ya la próspera creciente
muere de miserable muerte, aunque con ánimo esforzado; los araucanos se de su fortuna aprisa declinaba,
juntan a la elección del nuevo general; manda el rey don Felipe levantar gente hablar quiso a Reinoso claramente;
para entrar en Portugal. que venido a saber lo que pasaba,
presente el congregado pueblo todo
¡Oh vida miserable y trabajosa habló el bárbaro grave de este modo:
a tantas desventuras sometida!
Prosperidad humana sospechosa, “Si a vergonzoso estado reducido
pues nunca hubo ninguna sin caída, me hubiera el duro y áspero Destino
¿qué cosa habrá tan dulce y tan sabrosa y si esta mi caída hubiera sido
que no sea amarga al cabo y de esabrida? debajo de hombre y capitán indino,
No hay gusto, no hay placer sin su descuento, no tuviera el brazo así desfallecido,
que el dejo del deleite es el tormento. que no abriera a la muerte yo camino
por este propio pecho con mi espada
Hombres famosos en el siglo ha habido cumpliendo el curso y mísera jornada.
a quien la vida larga ha deslustrado,
que el mundo los hubiera preferido “Mas, juzgándote digno y de quien puedo
si la muerte se hubiera anticipado: recibir sin vergüenza yo la vida,
Aníbal de esto buen ejemplo ha sido lo que de mí pretendes te concedo
y el cónsul que en Farsalia derrocado, luego que a mí me fuere concedida;
perdió por vivir mucho, no el segundo, ni pienses que a la muerte tengo miedo,
mas el lugar primero de este mundo. que aquesa es de los prósperos temida
y en mí por experiencia he ya probado
Esto confirma bien Caupolicano, cuán mal le está el vivir a un desdichado.
famoso capitán y gran guerrero,
que en el término américo-indiano, “Yo soy Caupolicán, que el hado mío
tuvo en las armas el lugar primero; por tierra derrocó mi fundamento
mas cargóle Fortuna así la mano y quien del araucano señorío
dilatándole el término postrero, tiene el mando absoluto y regimiento;
qué fue mucho mayor que la subida la paz está en mi mano y albedrío
la miserable y súbita caída. y el hacer y firmar cualquier asiento,
pues tengo por mi cargo y providencia
toda la tierra en freno y obediencia.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Soy quien mató a Valdivia en Tucapel o “Aspira a más y a mayor gloria atiende,
y quien dejó a Purén desmantelado, no quieras en poca agua así anegarte,
soy el que puso a Penco por el suelo que lo que la Fortuna aquí pretende
y el que tantas batallas ha ganado; solo es que quieras de ella aprovecharte;
pero el revuelto ya contrario cielo, conoce el tiempo y tu ventura entiende,
de victorias y triunfos rodeado, que estoy en tu poder ya de tu parte
me ponen a tus pies a que te pida y muerto no tendrás de cuanto has hecho
por un muy breve término la vida. sino un cuerpo de un hombre sin provecho.

“Cuando mi causa no sea justa, mira “Que si esta mi cabeza desdichada


que el que perdona más es más clemente pudiera, ¡oh capitán!, satisfacerte,
y si a venganza la pasión te tira, tendiera el cuello a que con esa espada
pedirte yo la vida es suficiente; remataras aquí mi triste suerte;
aplaca el pecho airado, que la ira pero deja la vida condenada
es en el poderoso impertinente el que procura apresurar su muerte
y si en darme la muerte estás ya puesto, y más en este tiempo, que la mía
especie de piedad es darla presto. la paz universal enturbiaría.

No pienses que aunque muera aquí a tus manos “Y, pues, por la experiencia claro has visto,
ha de faltar cabeza en el Estado, que libre y preso, en público y secreto,
que luego habrá otros mil Caupolicanos, de mis soldados soy temido y quisto,
mas como yo ninguno desdichado; y está a mi voluntad todo sujeto,
y pues conoces ya a los araucanos, haré yo establecer la ley de Cristo
que de ellos soy el mínimo soldado, y que sueltas las armas te prometo
tentar nueva fortuna error sería vendrá toda la tierra en mi presencia
yendo tan cuesta abajo ya la mía. a dar al rey Felipe la obediencia.

“Mira que a muchas vences en vencerte, “Tenme en prisión segura retirado


frena ímpetu y la cólera dañosa, hasta que cumpla aquí lo que pusiere,
que la ira examina al varón fuerte que yo sé que el Ejército y Senado
y el perdonar venganza es generosa, en todo aprobarán lo que hiciere,
la paz común destruyes con mi muerte; y el plazo puesto y término pasado
suspende ahora la espada rigurosa podré también morir si no cumpliere:
debajo de la cual están a una escoge lo que más te agrade de esto,
mi desnuda garganta y tu fortuna. que para ambas fortunas estoy presto”.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No dijo el indio más, y la respuesta


sin turbación mirándole atendía,
y la importante vida o muerte presta,
callando con igual rostro pedía;
que por más que Fortuna contrapuesta
procuraba abatirle, no podía,
guardando, aunque vencido y preso en todo,
cierto término libre y grave modo.

Hecha la confesión, como lo he escrito,


con más rigor y prisa que advertencia,
luego a empalar y asaetarle vivo
fue condenado en pública sentencia;
no la muerte y el término excesivo
causó en su gran semblante diferencia,
que nunca por mudanza vez alguna
pudo mudarle el rostro la Fortuna.

Pero mudóle Dios en un momento


obrando en él su poderosa mano,
pues con lumbre de fe y conocimiento
se quiso bautizar y ser cristiano;
causó lástima y junto gran contento
al circunstante pueblo castellano,
con grande admiración de todas gentes
y espanto de los bárbaros presentes.

Luego, aquel triste, aunque felice día


que con solemnidad le bautizaron
y en lo que el tiempo escaso permitía
en la fe verdadera le informaron
cercado de una gruesa compañía
de bien armada gente le sacaron
a padecer la muerte consentida
con esperanza ya de mejor vida.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Descalzo, de estacado, a pie, desnudo, Luego llegó el verdugo, diligente,


dos pesadas cadenas arrastrando, que era un negro gelofo, mal vestido,
con una soga al cuello y grueso nudo el cual, viéndole al bárbaro presente
de la cual el verdugo iba tirando, para darle la muerte prevenido,
cercado en torno de armas y el menudo bien que con rostro y ánimo paciente
pueblo detrás mirando y remirando las afrentas demás había sufrido,
si era posible aquello que pasaba, sufrir no pudo aquella, aunque postrera,
que visto por los ojos aun dudaba. diciendo en alta voz de esta manera:

De esta manera, pues, llegó al tablado “¿Cómo? ¿Qué? ¿En cristiandad y pecho honrado
que estaba un tiro de arco del asiento, cabe cosa tan fuera de medida,
media pica del suelo levantado que a un hombre como yo, tan señalado,
de todas partes a la vista exento, le dé muerte una mano así abatida?
donde con el esfuerzo acostumbrado, Basta, basta morir al más culpado,
sin mudanza y señal de sentimiento, que al fin todo se paga con la vida,
por la escala subió tan desenvuelto y es usar de este término conmigo
como si de prisiones fuera suelto. inhumana venganza y no castigo.

Puesto ya en lo más alto, revolviendo “¿No hubiera alguna espada aquí de cuantas
a un lado y otro la serena frente, contra mí se arrancaron a porfía,
estuvo allí parado un rato viendo que, usada a nuestras míseras gargantas,
el gran concurso y multitud de gente, cercenara de un golpe aquesta mía?
que el increíble caso y estupendo Que aunque ensaye su fuerza en mí de tantas
atónita miraba atentamente, maneras la Fortuna en este día,
teniendo a maravilla y gran espanto acabar no podrá, que bruta mano
haber podido la Fortuna tanto. toque al gran general Caupolicano”.

Llegóse él mismo al palo, donde había Esto dicho, y alzando el pie derecho,
de ser la atroz sentencia ejecutada, aunque de las cadenas impedido,
con un semblante tal, que parecía dio tal coz al verdugo, que gran trecho
tener aquel terrible trance en nada, le echó rodando abajo malherido;
dicienclo: “Pues el hado y suerte mía reprehendido el impaciente hecho,
me tienen esta suerte aparejada, y del súbito enojo reducido,
venga, que yo la pido, yo la quiero, le sentaron después con poca ayuda
que ningún mal hay grande si es postrero”. sobre la punta de la estaca aguda.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No el aguzado palo penetrante, Quedó abiertos los ojos, y de suerte


por más que las entrañas le rompiese que por vivo llegaban a mirarle,
barrenándole el cuerpo, fue bastante que la amarilla y afeada muerte
a que al dolor intenso se rindiese; no pudo a un puesto allí desfigurarle;
que con sereno término y semblante, era el miedo en los bárbaros tan fuerte,
sin que labio ni ceja retorciese, que no osaban dejar de respetarle,
sosegado quedó de la manera ni allí se vio en alguno tal denuedo
que si asentado en tálamo estuviera. que puesto cerca de él no hubiese miedo.

En esto seis flecheros señalados, La voladora Fama presurosa


que prevenidos para aquello estaban, derramó por la tierra en un momento
treinta pasos de trecho desviados la no pensada muerte ignominiosa
por orden y despacio le tiraban; causando alteración y movimiento;
y, aunque en toda maldad ejercitados, luego la turba incrédula y dudosa,
al despedir la flecha vacilaban, con nueva turbación y de esaliento
temiendo poner mano en un tal hombre corre con prisa y corazón incierto
de tanta autoridad y tan gran nombre. a ver si era verdad que fuese muerto.

Mas Fortuna crüel, que ya tenía Era el número tanto que bajaba
tan poco por hacer y tanto hecho, del contorno y distrito comarcano,
si tiro alguno avieso allí salía, que en ancha y apiñada rueda estaba
forzado el curso le traía derecho, siempre cubierto el espacioso llano;
y en breve, sin dejar parte vacía, crédito allí a la vista no se daba,
de cien flechas quedó pasado el pecho, si ya no le tocaban con la mano,
por do aquel grande espíritu echó fuera. y, aun tocado, después les parecía
que por menos heridas no cupiera. que era cosa de sueño o fantasía.

Paréceme que siendo enternecido No la afrentosa muerte impertinente


al más crüel y endurecido oyente para temor del pueblo ejecutada,
de este bárbaro caso referido, ni la falta de un hombre así eminente,
al cual, Seiíor, no estuve yo presente, en que nuestra esperanza iba fundada,
que a la nueva conquista había partido amedrentó ni acobardó la gente;
de la remota y nunca vista gente; antes de aquella injuria provocada
que si yo a la sazón allí estuviera a la crüel satisfacción aspira
la cruda ejecución se suspendiera. llena de nueva sabia y mayor ira.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Unos con sed rabiosa de venganza Fue entre ellos acordado que viniesen
por la afrenta y oprobio recibido, solos a la ligera, sin bullicio,
otros con la codicia y esperanza porque los enemigos no tuviesen
del oficio y bastón ya pretendido, de aquella nueva junta algún indicio,
antes que sosegase la tardanza haciendo que de todas partes fuesen
el ánimo del pueblo removido, indios que, con industria y artificio,
daban calor y fuerzas a la guerra, instasen en la paz siempre ofrecida
incitando a furor toda la tierra. con muestra humilde y contrición fingida.

Si hubiese de escribir la bravería El plazo puesto y sitio señalado,


de Tucapel , de Rengo y Lepomande, en un cómodo valle y escondido,
Orompello, Lincoya y Lebopía, la convocada gente del senado
Purén y Cayopil y Mareande, al término llegó constituido,
en un espacio largo no podría, y entre ellos Tucapel , determinado
y fuera menester libro más grande, do por bien o por mal ser elegido
que cada cual con hervoroso afecto y otros que con menores fundamentos
pretende allí y aspira a ser electo. mostraban sus preiíados pensamientos.

Pero el cacique Colocolo, viendo Siento fraguarse nuevas disensiones,


el daño de los muchos pretendientes, moverse gran discordia y diferencia,
como prudente y sabio, conociendo hervir con ambición los corazones,
pocos para el gran cargo suficientes, brotar el odio antiguo y competencia,
su anciana autoridad interponiendo, variar los designios y opiniones
les hizo mensajeros diligentes sin manera o señal de conveniencia,
para que se juntasen a consulta fundando cada cual su desvarío
en lugar apartado y parte oculta. en la fuerza del brazo y albedrío.

Los que abreviar el tiempo deseaban, Entrados como digo, en el consejo


luego para la junta se aprestaron, los caciques y nobles congregados,
y muchos, recelando que tardaban, todos con sus insignias y aparejo,
la diligencia y paso apresuraron; según su antigua preeminencia armados,
otros, que a otro camino enderezaban, Colocolo, sagaz y cauto viejo,
por no se declarar no rehusaron, viéndolos en los rostros demudados,
siguiendo sin faltar un hombre solo aunque aguardaba a la sazón postrera,
el sabio parecer de Colocolo. adelantó la voz de esta manera...

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pero si no os cansáis, señor, primero Que, arrebatado del ligero viento


que os diga lo que dijo Colocolo, y por la fama lejos esparcido,
tomar otro camino largo quiero hirió el de esapacible y duro acento
y volver el designio a nuestro polo; de los remotos indios el oído:
que, aunque deciros mucho me prefiero, los cuales, con turbado sentimiento,
el sujeto que tomo basta solo huyen del nuevo y fiero son temido,
a levantar mi baja voz cansada, cual medrosas ovejas derramadas,
de materia hasta aquí necesitada. del aullido del lobo amedrentadas.

Mas, si me dais licencia, yo querría Nunca el oscuro y tenebroso velo


para que más a tiempo esto refiera, de nubes congregadas de repente,
alcanzar si pudiese a don García, ni presto rayo que rasgando el cielo
aunque es diversa y larga la carrera: baja tronando, envuelto en llama ardiente,
el cual en el turbado reino había ni terremoto cuando tiembla el suelo
reformado los pueblos de manera turba y atemoriza así la gente,
que puso con solícito cuidado como el horrible estruendo de la guerra
la justicia y gobierno en buen estado. turbó y amedrentó toda la tierra.

Pasó de Villarica el fértil llano, Quién, sin duda publica que ya entraban
que tiene al Sur el gran volcán vecino, destruyendo ganados y comidas;
fragua, según afirman, de Vulcano, quién, que la tierra y pueblos saqueaban,
que regoldando fuego está contino; privando a los caciques de las vidas;
de allí, volviendo por la diestra mano quién, que a las nobles dueiías deshonraban
visitando la tierra, al cabo vino y forzaban las hijas recogidas,
al ancho lago y gran de esaguadero haciendo otros insultos y maldades
término de Valdivia y fin postrero. sin reservar lugar, sexo ni edades.

Donde también llegué, que sus pisadas Crece el desorden, crece el desconcierto
sin descansar un punto voy siguiendo con cada cosa, que la fama aumenta,
y de las más ciudades convocadas teniendo y afirmando por muy cierto
iban gentes en número acudiendo cuanto el triste terror les representa;
prácticas en conquistas y en jornadas; solo el salvarse les parece incierto,
y así el tumulto bélico creciendo, y esto los atribula y atormenta;
en sordo son confuso rimbombaba allá corren gritando, acá revuelven,
y el vecino contorno amedrentaba. todo lo creen y en nada se resuelven.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Mas luego que el temor de esatinado “¿A qué osado muro o antepecho,
que la gente llevaba derramada, a qué fuerza o ciudad, a qué castillo
dejó en ella lugar desocupado os podréis retirar en este estrecho,
por donde la razón hallase entrada, que basta sola una hora a resistillo?
el atónito pueblo reportado, Si queréis hacer rostro y mostrar pecho,
su total perdición consideraba, desnudo le ofrecemos al cuchillo,
se junta a consultar en este medio pues nos coge esta furia repentina
las cosas importantes al remedio. sin armas, capitán ni disciplina.

Hallóse en este vario ayuntamiento “Que estos barbudos crueles y terribles,


Tunconabala, práctico soldado, del bien universal usurpadores,
persona de valor y entendimiento, son fuertes, poderosos, invencibles,
en la araucana escuela doctrinario y en todas sus empresas vencedores;
que por cierta cuestión y acaecimiento arrojan rayos con estruendo horribles,
de su tierra y parientes de esterrado, pelean sobre animales corredores,
se redujo a doméstico ejercicio, grandes, bravos, feroces y alentados,
huyendo el trato bélico y bullicio. de solo el pensamiento gobernados.

El cual, viendo en el pueblo diferente “Y pues contra sus armas y fiereza


el miedo grande y confusión que había, defensa no tenéis de fuerza o muro,
pues sin oír trompeta ni ver gente la industria ha de suplir nuestra flaqueza,
le espantaba su misma vocería; y prevenir con tiempo el mal futuro:
en un lugar capaz y conveniente que mostrando doméstica llaneza
junta toda la noble compañía, les podéis prometer paso seguro
sosegando el rumor y alteraciones, como a nación vecina y gente amiga,
les comenzó a decir estas razones: que la promesa en dafío a nadie obliga.

“Excusado es, amigos, que yo os diga “Haciendo, en este tiempo limitado,


el peligroso punto en que nos vemos retirar con silencio y buena maña
por esta gente pérfida enemiga, la ropa, provisiones y ganado
que ya cierto a las puertas las tenemos; al último rincón de la montaña,
pues el temor, que a todos nos fatiga, dejando el alimento tan tasado,
nos apremia y constriñe a que entreguemos que vengan a entender que esta campaña
la libertad y casas al tirano, es estéril, es seca y mal templada,
dándole entrada libre y paso llano. de gente pobre y mísera habitada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Porque estos insaciables avarientos, “Quizá viendo el trabajo y poco fruto


viendo la tierra pobre y poca presa, que se puede esperar de la pobreza,
sin duda mudarán los pensamientos, la estéril tierra y mísero tributo,
dejando por inútil esta empresa, el linaje de gente y rustiqueza,
y la falta de gente y bastimentos mudarán el intento resoluto,
los echará de este distrito apriesa, que es de buscar haciendas y riqueza,
guiados por la breña y gran recuesto, haciéndoles volver con maña y arte
de do quizá no volverán tan presto. las armas y designios a otra parte”.

“Tenéis de Ancud el paso y estrecheza, No acabó su razón el indio, cuando


cerrado de peñascos y jarales, se levantó un rumor entre la gente,
por do quiso impedir Naturaleza el parecer a voces aprobando,
el trato a los vecinos naturales, sin mostrarse ninguno diferente;
cuya espesura grande y aspereza y así, la ejecución apresurando
aun no pueden romper los animales, en lo ya consultado conveniente,
y las aves alígeras del cielo corrieron al efecto, retirados
sienten trabajo en el pasarle a vuelo. los muebles, vituallas y ganados.

“Llevados por aquí, sin duda creo Ya el español con la presteza usada
que, viendo el alto monte peligroso, al último confín había venido
corregirán el ímpetu y deseo, dando remate a la postrer jornada
volviendo atrás el paso presuroso, del límite hasta allí constituido;
y si quieren buscar algún rodeo, y puesto el pie en la raya señalada,
desviarse de aquí será forzoso, el presuroso paso suspendido,
dejando esta región por miserable, dijo, si ya escucharlo no os enoja,
libre de su insolencia intolerable. lo que el canto dirá vuelta la hoja.

“Y aunque la libertad y vida mía


sé que corre peligro en el viaje,
con rústica y desnuda compañía
salir quiero a encontrarlos al pasaje:
y fingiendo ignorancia y alegría,
vestido de grosero y pobre traje,
ofrecerles he en don una miseria,
que arguya y dé a entender nuestra lacería.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXXV Dije que don García había arribado


con práctica y lucida compañía
Entran los españoles en demanda de la nueva tierra; saleles al paso Tuncona- al término de Chile señalado,
bala; persuádeles a que se vuelvan, pero, viendo que no aprovecha, les ofrece en do nadie jamás pasado había;
un guía que los lleva por grandes despeñaderos, donde pasan terribles trabajos. y en medio de la raya el pie afirmado,
que los dos nuevos mundos dividía,
¿Qué cerros hay que el interés no allana, presente yo y atento a las señales,
y qué dificultad que no le rompa? las palabras que dijo fueron tales:
¿Qué pecho fiel, qué voluntad tan sana
que este no la inficione y la corrompa? “Nación, a cuyos pechos invencibles
Destruye el trato de la vida humana, no pudieron poner impedimentos,
no hay orden que no altere y la interrumpa, peligros y trabajos insufribles
ni estrecha entrada, ni cerrada puerta ni airados mares, ni contrarios vientos,
que no la facilite y deje abierta. ni otros mil contrapuestos imposibles,
ni la fuerza de estrellas, ni elementos;
Este de parentesco y hermandades que rompiendo por todo habéis llegado
de esata el nudo y vínculo más fuerte, al término del orbe limitado.
vuelve en enemistad las amistades,
y el grato amor en de esamor convierte; “Veis otro nuevo mundo que encubierto
inventor de de esastres y maldades, los cielos hasta ahora le han tenido,
tropelía a la razón, cambia la suerte, el difícil camino y paso abierto
hace al hielo caliente, al fuego frío, a solo vuestros brazos concedido;
y hará subir por una cuesta un río. veis de tanto trabajo el premio cierto
y cuanto os ha, Fortuna, prometido,
Así por mil peligros y derrotas, que siendo de tan grande empresa autores
golfos profundos, mares no surcados, habéis de ser sin límite señores.
hasta las partes últimas ignotas
trujo sin descansar tantos soldados, “Y la parlera Fama discurriendo
y por vías estériles remotas, hasta el extremo y término postrero,
del interés incitador llevados, las antiguas hazaiías refiriendo,
piensan escudriñar cuanto se encierra pondrá esta vuestra en el lugar primero;
en el círculo inmenso de la tierra. pues, en dos largos mundos no cabiendo,
venís a conquistar otro tercero,
donde podrán mejor sin estrecharse
vuestros ánimos grandes ensancharse.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Y, pues, es la sazón tan oportuna Ya del móvil primero arrebatado


y poco necesarias las razones, contra su curso el, sol hacia el Poniente
no quiero detener vuestra Fortuna, al mundo cuatro vueltas había dado
ni gastar más el tiempo en oraciones; calentando del pez la húmeda frente,
¡sus!, tomad posesión todos a una cuando al bajar de un áspero collado
de esas nuevas provincias y regiones, vimos salir diez indios de repente
donde os tienen los hados a la entrada por entre un arcabuco y breña espesa,
tanta gloria y riqueza aparejada”. desnudos, en montón, trotando apriesa.

Luego, pues, de tropel toda la gente Del aire, de la lluvia y sol curtidos
a la plática apenas detenida, cubiertos de un espeso y largo vello,
pisó la nueva tierra libremente, pañetes cortos de cordel ceñidos,
jamás del extranjero pie batida; altos de pecho y de fornido cuello,
y con orden y paso diligente, la color y los ojos encendidos,
por una angosta senda mal seguida, las uñas sin cortar, largo el cabello,
en larga retahíla y ordenada brutos campestres, rústicos salvajes
dimos principio a la primer jornada. de fieras cataduras y visajes.

Caminamos sin rastro algunos días Venía un robusto y viejo el delantero,


de solo el tino por el sol guiados, al cual el medio cuerpo le cubría
abriendo pasos y cerradas vías un roto manto de sayal grosero,
rematadas en riscos despeñados. que mísera promesa prometía;
Las mentirosas fugitivas guías este, pues, como dije allá, primero
nos llevaron por partes engañados, era Tunconabal, que pretendía
que parecía imposible al más gigante mudar nuestros designios y opiniones
poder volver atrás ni ir adelante. con fingidos consejos y razones.

Fuimos luego sobre ellos, recelando


ser gente de montaña fugitiva,
mas ellos, nuestros pasos atajando,
venían a más andar la cuesta arriba;
y al pie de una alta peña reparando,
por do un quebrado arroyo se derriba,
todos nos aguardaron sin recelo,
puestas sus flechas y arcos en el suelo.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Luego el anciano a voces y en extraña “Que estas yermas campañas y espesuras


lengua de nuestro intérprete entendida, hasta el frígido Sur continuadas,
dijo: “¡Oh gente infeliz, a esta montaña han de ser el remate y sepulturas
por falso engaño y relación traída, de todas vuestras prósperas jornadas;
do la serpiente y áspera alimaña mirad de estos salvajes las figuras,
apenas sustentar pueden la vida, de quien son (como fieras) habitadas,
y donde el hijo bárbaro nacido y el fruto que nos dan escasamente
es de incultas raíces mantenido! del cual os traigo un mísero presente”.

“¿Qué información siniestra, qué noticia En esto, de fardel de ovas marinas,


incita así vuestro ánimo invencible? a la manera de una red tejidas,
¿Qué dañado consejo o qué malicia sacó diversas frutas montecinas,
os ha facilitado lo imposible? duras, verdes, agrestes, de esabridas,
Frenad, aunque loable, esa codicia, carne seca de fieras salvajinas
que la empresa es difícil y terrible, y otras silvestres rústicas comidas:
y vais sin duda todos engañados, langosta al sol, curada, y lagartijas,
a miserable muerte condenados. con mil varias inmundas sabandijas.

“Que cuando no encontréis gente de guerra Admirónos la forma y la extrañeza


el que os ponga en el pasaje impedimento, de aquella gente bárbara notable,
hallaréis una sierra y otra sierra, la gran selvatiquez y rustiqueza,
y una espesura y otra, y otras ciento, el fiero aspecto y término intratable;
tanto que la aspereza de la tierra, la espesura de montes y aspereza
por la falta de hierba y nutrimiento y el fruto de aquel suelo miserable,
y contagio del aire no consiente tierra yerma, desierta y despoblada,
en su esterilidad cosa viviente. de trato y vecindad tan apartada.

“Y, aunque me veis en bruto transformado Preguntámosle allí, si prosiguiendo


a la silvestre vida reducido, la tierra era adelante montuosa;
sabed que ya en un tiempo fui soldado respondiónos el viejo sonriendo,
y que también las armas he vestido; ser más áspera y dura y más fragosa;
así que, por la ley que he profesado, y que así la montaña iba creciendo,
viendo que va este ejército perdido, que era imposible y temeraria cosa
la lástima me mueve a aconsejaros, romper tanta maleza y espesura
que sin pasar de aquí queráis tornaros. puesta allí por secreto de Natura.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pero visto nuestro ánimo ambicioso, La cual nos iba siempre asegurando
que era de proseguir siempre adelante, gran riqueza, ganado y poblaciones,
y que el fingido aviso malicioso los ánimos estrechos ensanchando
a volvernos atrás no era bastante, con falsas y engañosas relaciones,
con un afecto tierno y amoroso, diciendo: “Cuando Febo, volteando
mostrando en lo exterior triste semblante, seis veces alumbraré estas regiones,
puesto un rato a pensar, afirmó cierto os prometo so pena de la vida
haber cerca otro paso más abierto. henchir del apetito la medida”.

Que por la banda diestra del Poniente, No sabré encarecer nuestra altiveza,
dejando el monte del siniestro lado, los ánimos briosos y lozanos,
había un rastro cursado antiguamente la esperanza de bienes y riqueza,
por la nacida hierba ya borrado, las vanas trazas y discursos vanos;
por do podía pasar salva la gente, el cerro, el monte, el risco y la aspereza
aunque era el trecho largo y despoblado, eran caminos fáciles y llanos,
para lo cual él mismo nos daría y el peligro y trabajo exorbitante
una práctica lengua y fida guía. no osaban ya ponérselo delante.

Fue de nosotros esto bien oído, Ibamos sin cuidar de bastimentos


que alguna gente estaba ya dudosa, por cumbres, valles hondos, cordilleras,
y el donoso presente recibido, fabricando en los llanos pensamientos,
también la recompensa fue donosa: máquinas levantadas y quimeras;
un manto de algodón rojo teñido, así ufanos, alegres y contentos pasamos
y una poblada cola de raposa, tres jornadas, las primeras,
quince cuentas de vidrio de colores, pero a la cuarta, al tramontar del día,
con doce cascabeles senadores. se nos huyó la temerosa guía.

La dádiva del viejo agradecida El mal indicio, la sospecha cierta,


por ser joyas entre ellos estimadas, los ánimos turbó más esforzados
y la guía solícita venida viendo la falsa trama descubierta
con todas las más cosas aprestadas, y los trabajos ásperos doblados;
pusimos en efecto la partida, mas aunque sin camino y en desierta
siguiéndonos los indios dos jornadas, tierra, del gran peligro amenazados
dando vuelta después por otra senda, y la hambre y fatiga, todo junto
dejándonos el indio en encomienda. no pudo detenernos solo un punto.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Pasamos adelante descubriendo Era lástima oír los alaridos,


siempre más arcabucos y breñales, ver los impedimentos y embarazos,
la cerrada espesura y paso abriendo los caballos sin ánimo caídos,
con hachas, con machetes y destrales; destroncados los pies, rotos los brazos:
otros con pico y azadón rompiendo nuestros sencillos débiles vestidos
las perlas y arraigados materiales, quedaban por las zarzas a pedazos,
do el caballo hostigado y receloso descalzos, desnudos, solo armados,
afirmase seguro el pie medroso. en sangre, lodo y en sudor bañados.

Nunca con tanto estorbo a los humanos Y demás del trabajo incomportable,
quiso impedir el paso la Natura faltando ya el refresco y bastimento,
y que así de los cielos soberanos la aquejadora hambre miserable
los árboles midiesen el altura; las cuerdas apretaba del tormento,
ni entre tantos peñascos y pantanos y el bien dudoso y daño indubitable
mezcló tanta maleza y espesura, desmayaba la fuerza y el aliento,
como en este camino defendido cortando un dejativo sudor frío
de zarzas, breñas y árboles tejido. de los cansados miembros todo el brío.

También el cielo en contra conjurado Pero luego también considerando


la escasa y turbia luz nos encubría la gloria que el trabajo aseguraba,
de espesas nubes lóbregas cerrado, el corazón los miembros reforzando
volviendo en tenebrosa noche el día cualquier dificultad menospreciada;
y de granizo y tempestad cargado, y los fuertes opuestos contrastando
con tal furor el paso defendía, todo lo por venir facilitaba,
que era mayor del cielo ya la guerra que el valor más se muestra y se parece
que el trabajo y peligro de la tierra. cuando la fuerza de contrarios crece.

Unos presto socorro demandaban Así, pues, nuestro ejército rompiendo,


en las hondas malezas sepultados; de solo la esperanza alimentado,
otros, ¡ayuda, ayuda!, voceaban pasaba a puros brazos descubriendo
en húmedos pantanos atascados; el encubierto cielo deseado;
otros iban trepando; otros rodaban íbanse ya las breñas de estejiendo
los pies, manos y rostros desollados, y el bosque de los árboles cerrado,
oyendo aquí y allí voces en vano desviando sus ramas intrincadas
sin poderse ayudar ni dar la mano. nos daban paso y fáciles entradas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ya por aquella parte, ya por esta El enfermo, el herido, el estropeado,


la entrada de la luz desocupando, el cojo, el manco, el débil, el tullido,
el yerto risco y empinada cuesta el desnudo, el descalzo, el desgarrado,
iban sus altas cumbres allanando; el desmayado, el flaco, el deshambrido
la espesa y congelada niebla opuesta quedó sano, gallardo y alentado
el grueso vapor húmedo exhalando, de nuevo esfuerzo y de valor vestido,
así se adelgazaba y esparcía pareciéndole poco todo el suelo
que penetrar la vista ya podía. y fácil cosa conquistar el cielo.

Siete días perdidos anduvimos Mas con todo este esfuerzo a la bajada
abriendo a hierro el impedido paso, de la ribera, en parte montuosa,
que en todo aquel discurso no tuvimos hallamos la frutilla coronada
do poder reclinar el cuerpo laxo; que produce la murta virtuosa,
al fin una mañana descubrimos y aunque agreste, montés, no sazonada,
de Ancud el espacioso y fértil raso fue a tan buena sazón y tan sabrosa,
y, al pie del monte y áspera ladera, que el celeste maná y ollas de Egito
un extendido lago y gran ribera. no movieran mejor nuestro apetito.

Era un ancho archipiélago poblado Cual bandas de langostas enviadas


de innumerables islas deleitosas, por plaga a veces del linaje humano,
cruzando por el uno y otro lado que en las espigas fértiles granadas
góndolas y piraguas presurosas; con un sordo rozar no dejan grano,
marinero jamás desesperado así, pues, en cuadrillas derramadas,
en medio de las olas fluctuosas suelta la gente por el ancho llano,
con tanto gozo vio el vecino puerto dejaba los murtales más copados,
como nosotros el camino abierto. de fruta, rama y hoja despojados.

Luego, pues, en un tiempo arrodillados, A puñados la fruta unos comían


llenos de nuevo gozo y de ternura de la hambre aquejados importuna,
dimos gracias a Dios que así escapados otros ramos y hojas engullían,
nos vimos del peligro y desventura; no aguardando a cogerla una por una;
y de tantas fatigas olvidados, quién huye al repartir la compañía,
siguiendo el buen suceso y la ventura, buscando en lo escondido parte alguna
con esperanza y ánimo lozano, donde comer la rama desgajada,
salimos presto al agradable llano. de las rapaces uñas escapada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como el montón de las gallinas cuando Canto XXXVI


salen al campo del corral cerrado,
aquí y allí solícitas buscando Sale el cacique de la barca a tierra, ofrece a los españoles todo lo necesario
el trigo de la troj desperdiciado, para su viaje y prosiguen ellos su derrota; les ataja el camino el desaguadero
que con los pies y picos escarbando del archipielago; atraviesale don Alonso en una piragua con diez soldados;
halla alguna el regojo sepultado vuelven al alojamiento y de allí, por otro camino, a la ciudad imperial.
y alzándose con él puesta en huida
es de las otras luego perseguida, Quien muchas tierras ve, muchas cosas
que las juzga por fábula la gente,
así aquel que arrebata buena parte, y tanto cuanto son maravillosas
de este y de aquel, aquí y allí seguido, el que menos las cuenta es más prudente;
huyendo se retira luego en parte y aunque es bien que se callen las dudosas
donde pueda comer más escondido; y no ponerme en riesgo así evidente,
ninguno si algo alcanza lo reparte, digo que la verdad hallé en el suelo,
que no era tiempo aquel de ser partido, por más que afirmen que es subida al cielo.
ni allí la caridad, aunque la había,
extenderse a los próximos podía. Estaba retirada en esta parte
de todas nuestras tierras excluida,
Estando con sabor de esta manera que la falsa cautela, engaño y arte
gustando aquella rústica comida, aun nunca habían hallado aquí acogida,
llegó una curva góndola ligera pero dejada esta materia aparte,
de doce largos remos impelida, volveré con la prisa prometida
que zabordando recio en la ribera, a la barca de chusma y gente llena,
la chusma diestra y gente apercibida, que bogando embistió recio en la arena.
saltaron luego en tierra sin recato
con muestra de amistad y llano trato. Donde un gracioso mozo bien dispuesto
con hasta quince en número venía,
Mas si queréis saber quién es la gente crespo de pelo negro y blanco gesto,
y la causa de haber así arribado, que el principal de todos parecía,
no puedo aquí decíroslo al presente el cual, con grave término mode esto
que estoy del gran camino quebrantado; junto a nuestra esparcida compañía,
así, para sazón más conveniente, nos saludó cortés y alegremente,
será bien que lo deje en este estado, diciendo en lengua extraña lo siguiente:
porque pueda entre tanto repararme
y os dé menos fastidio al escucharme.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

“Hombres o dioses rústicos, nacidos La cabeza cubierta y adornada


en estos sacros bosques y montañas, con un capelo en punta rematado,
por celeste influencia producidos pendiente atrás la punta y derribada,
de sus cerradas y ásperas entrañas, a las ceñidas sienes ajustado
¿por cuál caso o fortuna sois venidos de fina lana de vellón rizada
por caminos y sendas tan extrañas y el rizo de colores variado,
a nuestros pobres y últimos rincones, que lozano y vistoso parecía,
libres de confusión y alteraciones? señal de ser el clima y tierra fría.

“Si vuestra pretensión y pensamiento Las gracias le rendimos de la oferta


es de buscar región más espaciosa y voluntad graciosa que mostraba,
y en la prosecución de vuestro intento ofreciendo también la nuestra cierta,
tenéis necesidad de alguna cosa, que a su provecho y bien se enderezaba;
toda comodidad y avivamiento pero al fin nuestra falta descubierta
con mano larga y voluntad graciosa, y lo mal que la hambre nos trataba,
hallaréis francamente en el camino le pedimos refresco y vitualla
por todo el rededor circunvecino. debajo de promesa de pagalla.

“Y si queréis morar en esta tierra, Luego con voz y prisa diligente,


tierra donde moréis aquí os daremos; vista la gran necesidad que había,
si os place y os agrada más la sierra, mandó a su prevenida y pronta gente
allá seguramente os llevaremos; sacar cuanto en la góndola traía,
si queréis amistad, si queréis guerra repartiéndolo todo francamente
todo con ley igual os lo ofrecemos: por aquella hambrienta compañía
escoged lo mejor, que a elección mía y sin de nadie aceptar solo un cabello,
la paz y la amistad escogería”. ni aun querer recibir las gracias de ello.

Mucho agradó la suerte, el garbo, el traje Esforzados así de esta manera


del gallardo mancebo floreciente, y también esforzado la esperanza,
el expedido término y lenguaje se comenzó a marchar por la ribera,
con que así nos habló bizarramente, según nuestra costumbre de ordenanza;
el franco ofrecimiento y hospedaje, y andaba una gran legua, en la primera
la buena traza y talle de la gente, tierra que pareció cómoda estanza,
blanca, dispuesta, en proporción fornida, cerca del agua en reparado asiento
de mano y floja túnica vestida. hicimos el primer alojamiento.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

No estaba nuestro campo aun asentado, Quedábanse suspensos y admirados


ni puestas en lugar las demás cosas, de ver hombres así desconocidos,
cuando de aquella parte y de este lado, blancos, rubios, espesos y barbados,
hendiendo por las aguas espumosas, de lenguas diferentes y vestidos;
cargadas de maíz, fruta, pescado, miraban los caballos alentados
arribaron piraguas presurosas, en medio de la furia corregidos
refrescando la gente desvalida y más los espantaba el fiero estruendo
sin rescate, sin cuenta ni medida. del tiro de la pólvora estupendo.

La sincera bondad y la caricia Llevábamos el rumbo al Sur derecho,


de la sencilla gente de estas tierras, la torcida ribera costeando,
daban bien a entender que la codicia siguiendo la derrota del estrecho,
aun no había penetrado aquellas sierras; por los grados la tierra demarcando;
ni la maldad, el robo y la injusticia, pero cuanto ganábamos de trecho
alimento ordinario de las guerras, iba el gran archipiélago ensanchando,
entrada en esta parte habían hallado, descubriendo a distancias desviadas
ni la ley natural inficionado. islas en grande número y pobladas.

Pero luego nosotros destruyendo Salían muchos caciques al camino


todo lo que tocamos de pasada, a vernos como a cosa milagrosa,
con la usada insolencia el paso abriendo pero ninguno tan escaso vino
les dimos lugar ancho y ancha entrada; que no trajese en don alguna cosa:
y la antigua costumbre corrompiendo quién, el vaso tallado en nácar fino;
de los nuevos insultos estragada, quién, la piel del carnero vedijosa;
plantó allí la codicia su estandarte quién, el arco y carcaj; quién, la bocina;
con más seguridad que en otra parte. quién, la pintada concha peregrina.

Pasada aquella noche, al día siguiente Yo, que fui siempre amigo e inclinado
la nueva por las islas extendida, a inquirir y saber lo no sabido,
llegaron dos caciques juntamente que por tantos trabajos arrastrado
a dar el parabién de la venida, la fuerza de mi estrella me ha traído,
con un largo y espléndido presente de alguna gente moza acompañado,
de refrescos y cosas de comida en una presta góndola metido,
y una lanuda oveja y dos vicuñas pasé a la principal isla cercana
cazadas en la sierra a puras uñas. al parecer de tierra y gente llana.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Vi los indios y casas fabricadas Y volver, pues, atrás, visto el terrible


de paredes humildes y techumbres, trabajo intolerable y excesivo,
los árboles y plantas cultivadas, tenían según razón por imposible
las frutas, las semillas y legumbres; poder llegar en salvo un hombre vivo;
noté de ellos las cosas señaladas, quedar allí era cosa incompatible,
los ritos, ceremonias y costumbres, y temerario el ánimo y motivo
el trato y ejercicio que tenían de proseguir el comenzado curso
y la ley y obediencia en que vivían. contra toda opinión y buen discurso.

Entré en otras dos islas paseando Viendo nuestra congoja y agonía,


sus pobladas y fértiles orillas, un joven indio, al parecer ladino,
otras fui torno a torno rodeando alegre se ofreció que nos daría
cercado de domésticas barquillas; para volver otro mejor camino;
de quien me iba por puntos informando fue excesiva en algunos la alegría,
de algunas nunca vistas maravillas, y así dar vuelta luego nos convino,
hasta que ya la noche y fresco viento que ya el rígido invierno a los australes
me trajo a la ribera en salvamento. comenzaba a enviar claras señales.

Pues otro día que el campo caminaba, Mas yo, que mis designios verdaderos
que de nuestro viaje fue el tercero, eran de ver el fin de esta jornada,
habiendo ya tres horas que marchaba, con hasta diez amigos compañeros,
hallamos por remate y fin postrero, gente gallarda, brava y arriscada,
que el gran lago en el mar se desaguaba reforzando una barca de remeros,
por un hondo y veloz desaguadero, pasé el gran brazo y agua arrebatada,
que su corriente y ancha travesía llegando a zabordar hechos pedazos,
el paso por allí nos impedía. a puro remo y fuerza de los brazos.

Cayó una gran tristeza, un gran nublado Entramos en la tierra algo arenosa
en el ánimo y rostro de la gente, sin lengua y sin noticia, a la ventura,
viendo nuestro camino así atajado áspera al caminar y pedregosa,
por el ancho raudal de la creciente; a trechos ocupada de espesura;
que los caballos de cabestro a nado mas, visto que la empresa era dudosa
no pudieran romper la gran corriente, y que pasar de allí sería locura,
ni la angosta piragua era bastante dimos la vuelta luego a la piragua,
a comportar un peso semejante. volviendo a atravesar la furiosa agua.

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La Araucana

Llegado, pues, al campo, que aguardando


para partir nuestra venida estaba,
que el riguroso invierno comenzando
la desierta campaña amenazaba;
el indio amigo práctico guiando,
la gente alegre el paso apresuraba,
pareciendo el camino, aunque cerrado,
fácil con la memoria del pasado.

Cumplió el bárbaro isleño la promesa,


que siempre en su opinión estuvo fijo,
y por una encubierta selva espesa
nos sacó de la tierra como dijo.
Voy pasando por esto a toda priesa,
huyendo cuanto puedo el ser prolijo,
que, aunque lo fueron mucho los trabajos,
es menester echar por los atajos.

Pero yo, por cumplir el apetito, A la Impierial llegamos, do hospedados


que era poner el pie más adelante, fuimos de los vecinos generosos,
fingiendo que marcaba aquel distrito, y de varios manjares regalados
cosa al descubridor siempre importante, hartamos los estómagos golosos.
corrí una media milla, do un escrito Visto, pues, en el pueblo así ayuntados
quise dejar para señal bastante; tantos gallardos jóvenes briosos,
y en el tronco que vi de más grandeza se concertó una justa y desafío,
escribí con cuchillo en la corteza: donde mostrase cada cual su brío.

“Aquí llegó, donde otro no ha llegado, Turbó la fiesta un caso no pensado,


don Alonso de Ercilla, que el primero, y la celeridad del juez fue tanta
en un pequeño barco deslastrado, que estuve en el tapete ya entregado
con solo diez pasó el desaguadero, al agudo cuchillo la garganta;
el año de cincuenta y ocho entrado el enorme delito exagerado
sobre mil quinientos, por febrero, la voz y fama pública le canta,
a las dos de la tarde, al postrer día, que fue solo poner mano a la espada,
volviendo a la dejada compañía”. nunca sin gran razón desenvainada.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Este acontecimiento, este suceso Estuve allí hasta tanto que la entrada
fue forzosa ocasión de mi destierro, por el gran Marañón hizo la gente,
teniéndome después, gran tiempo preso, donde Lope de Aguirre en la jornada,
por remediar con este el primer yerro; más que Nerón y Herodes inclemente,
mas, aunque así agraviado, no por eso pasó tantos amigos por la espada
(armado de paciencia y fiero hierro) y a la querida hija juntamente,
falté en alguna lucha y correría, no por otra razón y causa alguna,
sirviendo en la frontera noche y día. mas de para morir juntos a una.

Hubo allí escaramuzas sanguinosas, Y, aunque más de dos mil millas había
ordinarios rebatos y emboscadas, de camino por parte despoblado,
encuentros y refriegas peligrosas, luego de allí por mar tomé la vía,
asaltos y batallas aplazadas, a más larga carrera acostumbrado;
raras estratagemas engañosas, y a Panamá llegué, do el mismo día
astucias y cautelas nunca usadas, la nueva por el aire había llegado
que, aunque fueron en parte de provecho, del desbarate y muerte del tirano,
algunas nos pusieron en estrecho. saliendo mi trabajo y prisa en vano.

Mas, después del asalto y gran batalla Estuve en tierra firme detenido
de la albarrada de Quipeo, temida, por una enfermedad larga y extraña;
donde fue destrozada tanta malla mas luego que me vi convalecido,
y tanta sangre bárbara vertida; tocando en las Terceras, vine a España,
fortificado el sitio y la muralla, donde no mucho tiempo detenido
aceleré mi súbita partida, corrí la Francia, Italia y Alemaña,
que el agravio, más fresco cada día, a Silesia, a Moravia, hasta Posonia,
me estimulaba siempre y me roía. ciudad sobre el Danubio, de Panonia.

Y en un grueso barcón, bajel de trato, Pasé y volví a pasar estas regiones,


que velas altas de partida estaba, y otras y otras por ásperos caminos,
salí de aquella tierra y reino ingrato, traté y comuniqué varias naciones,
que tanto afán y sangre me costaba: viendo cosas y casos peregrinos;
y sin contraste alguno y sin rebato, diferentes y extrañas condiciones,
con el austro que en popa nos soplaba, animales terrestres y marinos,
costa a costa y a veces engolfado tierras jamás del cielo rociadas
llegué a Callao de Lima celebrado. y otras a eterna lluvia condenadas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

¿Cómo me he divertido y voy apriesa Para decir tan grande movimiento


del camino primero desviado? y el estrépito bélico y ruido
¿Por qué así me olvidé de la promesa es menester esfuerzo y nuevo aliento,
y discurso de Arauco comenzado? y ser de vos, Señor, favorecido:
Quiero volver a la dejada empresa, mas ya que el temerario atrevimiento
si no tenéis el gusto ya estragado; en este grande golfo me ha metido,
mas yo procuraré deciros cosas ayudado de vos, espero cierto
que valga por disculpa el ser gustosas. llegar con mi cansada nave al puerto.

Volveré a la consulta comenzada Que si mi humilde estilo y compostura


de aquellos capitanes señalados, me suspende la voz amedrentada,
que, en la parte que dije disputada, la materia promete y me asegura
estaban diferentes y encontrados; que con grata atención será escuchada;
contaré la elección tan porfiada, y, entre tanto, señor, será cordura,
y cómo al fin quedaron conformados, pues he de comenzar tan gran jornada,
os asaltos, encuentros y batallas, recoger el espíritu inquieto
que es menester lugar para contallas. hasta que saque fuerzas del sujeto.

¿Qué hago, en qué me ocupo, fatigando


la trabajada mente y los sentidos,
por las regiones últimas buscando
guerras de ignotos indios escondidos;
y voy aquí en las armas tropezando,
sintiendo retumbar en los oídos
un áspero rumor y son de guerra
y abrasarse en furor toda la tierra?

Veo toda la España alborotada,


envuelta entre sus armas victoriosas,
y la inquieta Francia ocasionada
descoger sus banderas sospechosas;
en la Italia y Germanía desviada
siento tocar las cajas sonorosas,
anegándose en todas las naciones
gentes, pertrechos, armas, municiones.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Canto XXXVII Pero será la guerra injusta luego


que del fin de la paz se desviare,
En Este Último Canto Se Trata Como La Guerra Es De Derecho De Las Gen- o cuando por venganza o furor ciego,
tes, Y Se Declara El Que El Rey Don Felipe Tuvo Al Reino De Portugal, Jun- o fin particular se comenzare;
tamente Con Los Requerimientos Que Hizo A Los Portugueses, Para Justificar pues ha de ser, si es público el sosiego,
Más Sus Armas. pública la razón que le turbare:
no puede un miembro solo en ningún modo
CANTO el furor del pueblo castellano romper la paz y unión del cuerpo todo.
con ira justa y pretensión movido
y el derecho del reino lusitano Que así como tenemos profesada
a las sangrientas armas remitido: una hermandad en Dios y ayuntamiento,
la paz, la unión, el vínculo cristiano, tanto del mismo Cristo encomendada
en rabiosa discordia convertido, en el último eterno Testamento,
las lanzas de una parte y otra airadas no puede ser de alguno desatada
a los parientes pechos arrojadas. esta paz general y ligamiento,
si no es por causa pública o querella
La guerra fue del cielo derivada y autoridad del rey defensor de ella.
y en el linaje humano transferida,
cuando fue por la fruta reservada Entonces como un ángel sin pecado,
nuestra naturaleza corrompida; puesta en la causa universal la mira,
por la guerra la paz es conservada puede tomar las armas el soldado
y la insolencia humana reprimida; y en su enemigo ejecutar la ira;
por ella a veces Dios el mundo aflige, y cuando algún respeto o fin privado
le castiga, le enmienda y le corrige. le templa el brazo, encoge y le retira,
demás de que en peligro pone el hecho,
Por ella a los rebeldes insolentes peca y ofende al público derecho.
oprime la soberbia y los inclina,
desbarata y derriba a los potentes Por donde en justa guerra permitida
y la ambición sin término termina: puede la airada vencedora gente
la guerra es de derecho de las gentes herir, prender, matar en la rendida
y el orden militar y disciplina y hacer al libre esclavo y obediente;
conserva la república y sostiene que el que es señor y dueño de la vida,
y las leyes políticas mantiene. lo es ya de la persona y justamente
hará lo que quisiere del vencido,
que todo al vencedor le es concedido.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Y los cristianos príncipes no deben


favorecer jamás ni dar licencia
a condenadas armas que se mueven
por odio, por venganza o competencia:
ni decidan las causas ni se prueben
remitiendo a las fuerzas la sentencia,
pues por razón oculta a veces veo
que sale vencedor el que fue reo.

Y el juicio de las armas sanguinoso


justa y derechamente se condena,
pues vemos el incierto fin dudoso,
según la suma Providencia ordena,
que el suceso, ora triste, ora dichoso,
no es quien hace la causa mala o buena,
ni jamás la justicia en cosa alguna
está sujeta a caso ni a fortuna.

Y pues en todos tiempos y ocasiones Digo también que obligación no tiene


por la causa común sin cargo alguno, de inquirir el soldado diligente
en batallas formadas y escuadrones, si es lícita la guerra y si conviene
puede usar de las armas cada uno, o si se mueve injusta o justamente;
por las mismas legítimas razones que solo al rey, que por razón le viene
es lícito el combate de uno a uno, la obediencia y servicio de su gente,
a pie, a caballo, armado, desarmado, como gobernador de la república,
ora sea en campo abierto, ora estacado. le toca examinar la causa pública.

En guerra justa es justo el desafío Y pues del rey como cabeza pende
la autoridad del príncipe interpuesta, el peso de la guerra y grave carga;
bajo de cuya mano y señorío y cuanto daño y mal de ello depende,
la ordenada república está puesta; todo sobre sus hombros solo carga;
mas si por caso propio o albedrío, debe mucho mirar lo que pretende,
se denuncia el combate y se protesta, y antes que dé al furor la rienda larga,
o sea provocador o provocado, justificar sus armas prevenidas,
es ilícito, injusto y condenado. no por codicia y ambición movidas.

706 707
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Como Felipe en la ocasión presente, No manchará esta sangre su clemencia,


que de precisa obligación forzado, sangre de gente pérfida enemiga,
en favor de las leyes justamente que si el delito es grave y la insolencia
las permitidas armas ha tomado, clemente es y piadoso el que castiga;
no fundando el derecho en ser potente, perdonar la maldad es dar licencia
ni de codicia de reinar llevado, para que luego otra mayor se siga,
pues se extiende su cetro y monarquía cruel es quien perdona a todos todo,
hasta adonde remata el sol su vía. como el que no perdone en ningún modo.

Mas de ambición desnudo y avaricia Que no está en perdonar el ser clemente


que a los sanos corrompe e inficiona, si conviene el rigor y es importante,
llamado del derecho y la justicia, que el que ataja y castiga el mal presente,
contra el rebelde reino va en persona; huye de ser cruel para adelante;
y a despecho y pesar de la malicia quien la maldad no evita, la consiente
que le niega e impide la corona, y se puede llamar participante,
quiere abrir y allanar con mano armada y el que a los malos públicos perdona
a la razón la defendida entrada. la república estraga e inficiona.

Y aunque con justa indignación movido, No quiero yo decir que no es gran cosa
sus fuerzas y poder disimulando, la clemencia, virtud inestimable,
detiene el brazo en alto suspendido, que el perdonar victoria es gloriosa
el remedio de sangre dilatando; y en el más poderoso más loable:
y con prudencia y ánimo sufrido, pero la paz común tan provechosa
su espada y pretensión justificando, no puede sin justicia ser durable,
quebrantará después con aspereza que el premio y el castigo a tiempo usados
del contumaz rebelde la dureza. sustentan las repúblicas y estados.

Oprimirá con fuerza y mano airada Y no todo el exceso y mal que hubiere
la soberbia cerviz de los traidores, se puede remediar, ni se castiga,
despedazando la pujante armada que el tiempo a veces y ocasión requiere
de los galos piratas valedores; que todo no se apure ni se siga:
y con rigor y furia disculpada, príncipe que saberlo todo quiere,
como hombres de la paz perturbadores, sepa que a perdonar mucho se obliga,
muerto Felipe Strozi, su caudillo, que es medicina fuerte y rigurosa
serán todos pasados a cuchillo. descarnar hasta el hueso cualquier cosa.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

La clemencia a los mismos enemigos Voime de punto en punto divirtiendo


aplaca el odio y ánimo indignado, y el tiempo es corto y la materia larga,
engendra devoción, produce amigos en lugar de aliviarme, recibiendo
y atrae el amor del pueblo aficionado; en mis cansados hombros mucha carga;
con el continuo rigor en los castigos así de aquí adelante resumiendo
hace al príncipe odioso y de esamado. lo que menos importa y más me carga,
Oficio es propio y propio de los reyes quiero volver a Portugal la pluma,
embotar el cuchillo de las leyes. haciendo aquí un compendio y breve suma.

Y se puede decir que no importara ¿Qué es esto, ¡oh lusitanos!, que engañados
disimular los males ya pasados, contraponéis el obstinado pecho
si de ello ánimo el malo no tomara y con armas y brazos condenados
para nuevos insultos y pecados; queréis violar las leyes y el derecho?
el miedo y el castigo es cosa clara Qué, ¿no mueve esos ánimos dañados
que reprime los ánimos dañados la paz común y público provecho,
y el ver al malhechor puesto en el palo el deudo, religión, naturaleza,
corrige la maldad y enmienda al malo. el poder de Felipe y la grandeza?

Mas también el castigo no se haga Mirad con qué largueza os ha ofrecido


como el indocto y crudo cirujano, haciendas, libertades y exenciones,
que siendo leve el mal, poca la llaga, no a término forzoso reducido,
mete los filos mucho por lo sano mas con formado campo y escuadrones;
y con el enconoso hierro estraga y casi murmurando ha detenido
lo que sanara sin tocar la mano: las armas convenciéndoos con razones,
que no es buena la cura y experiencia, cual padre que reduce por clemencia
si es más recia y peor que la dolencia. al hijo inobediente a la obediencia.

Quiérome declarar, que algún curioso ¿Qué ciega pretensión, qué embaucamiento,
dirá que aquí y allí me contradigo: qué pasión pertinaz desafinada
virtud es castigar cuando es forzoso saca así la razón tan de su asiento
y necesario el público castigo; y tiene vuestra mente trastornada?
virtud es perdonar el poderoso ¡Que una unida nación por sacramento
la ofensa del ingrato y enemigo y con la cruz de Cristo señalada,
cuando es particular, o que se entienda envuelta en crueles armas homicidas,
que puede sin castigo haber enmienda. dé en sus propias entrañas las heridas!

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

¡Y unas mismas divisas y banderas Mas el rey don Felipe que al sobrino
salgan de alojamientos diferentes, vio moverse a la empresa tan ligero,
trayendo mil naciones extranjeras, al errado designio contravino
que derraman la sangre de inocentes! con consejo de padre verdadero:
E introducen errores y maneras y pensando apartarle del camino
de pegajosos vicios insolentes, que iba a dar a tan gran despeñadero,
dejando con su peste derramada hizo que en Guadalupe se juntasen
la católica Espaiía inficionada. para que allí sobre ello platicasen.

A Vos, Eterno Padre soberano, No bastaron razones suficientes


el favor necesario y gracia pido ni el ruego y persuasión del grave tío,
y os suplico queráis mover mi mano, ni una gran multitud de inconvenientes
pues en Vos y por Vos todo es movido, que pudieran volver atrás un río,
para que al portugués y al castellano ni el poner la cerviz de tantas gentes
dé justamente lo que le es debido, bajo un solo golpe al albedrío
sin que me tuerza y saque de lo justo de la inconstante y variable diosa,
particular respeto ni otro gusto. de revolver el mundo deseosa.

Y pues Vos conocéis los corazones Que el orgulloso mozo prometiendo


y el justo celo con que el mío se mueve, lo que el justo temor dificultaba,
y en los buenos propósitos y acciones los prudentes discursos rebatiendo,
el principio tenéis y el fin se os debe, todos los contrapuestos tropellaba;
dadme espíritu igual, dadme razones y tras la libre voluntad corriendo
con que informe mi pluma que se atreve su muerte y perdición apresuraba;
a emprender temeraria y arrojada que no basta consejo ni advertencia
con tan poco caudal tan gran jornada. contra el decreto y la fatal sentencia.

Queriendo Sebastián, rey lusitano, ¿Quién cantará el suceso lamentable,


con ardor juvenil y movimiento aunque tenga la voz más expedida,
romper el ancho término africano y aquel sangriento fin tan miserable
y oprimir el pagano atrevimiento, de la jornada y gente mal regida,
prometiéndole entrada y paso llano la ruina de un reino irreparable,
su altivo y levantado pensamiento, la fama antigua en solo un día perdida,
allegó de aquel reino brevemente todo por voluntad de un mozo ardiente,
la riqueza, poder, la fuerza y gente. movido sin razón por accidente?

712 713
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Otro refiera el aciago día, con celosa y loable providencia


que a los más tristes en miseria excede, hizo juntar doctísimos varones
que, aunque sangrienta está la pluma mía, de grande cristiandad y suficiencia,
correr por tantas lástimas no puede; desnudos de interés y pretensiones,
quiero seguir la comenzada vía que conforme a derecho y a conciencia,
si el alto cielo aliento me concede, no por torcidas vias y razones
que ya de aquesta parte también siento mirasen en el grado que él estaba,
armarse un gran nublado turbulento. si el pretendido reino le tocaba.

Después que el mozo rey voluntarioso, Que doña Catalina, como parte,
al africano ejército asaltando, duquesa de Braganza, pretendía,
en el ciego tumulto polvoroso por hija del infante don Duarte,
murió en montón confuso peleando, que de derecho el reino le venía;
y la Fortuna de un vaivén furioso y también don Antonio, de otra parte,
derrocó cuatro reyes, ahogando a la corona y cetro se oponía;
la fama y opinión de tanta gente, mas, aunque del común favorecido,
revolviendo las armas del Poniente, era por no legítimo excluido.

fue luego en Portugal por rey jurado Y que de hecho el examen cada uno
don Enrique, el hermano del abuelo, a tan arduo negocio conveniente,
cardenal y presbítero ordenado, sin miramiento ni respeto alguno
persona religiosa y de gran celo, diesen sus pareceres libremente;
de años y enfermedades agravado, porque en tiempo quieto y oportuno,
más que para este mundo para el cielo, prevenido al mayor inconveniente,
ofreciéndole el reino la Fortuna si el reino a la razón no se allanase,
con poca vida y sucesión ninguna. sus armas y poder justificase.

El gran Felipe, en lo íntimo sintiendo Todos los cuales claramente viendo


del reino y muerto rey la desventura, que el transversal por ley y fuero llano
y del enfermo don Enrique viendo no representa al padre, sucediendo
la mucha edad y vida mal segura, el legítimo deudo más cercano,
como sobrino y sucesor queriendo el varón a la hembra prefiriendo
aclarar su derecho en coyuntura, y al de menos edad el más anciano,
que por la transversal propincua vía yendo la sucesión y precedencia
a los reyes y títulos tenía, por decreto de sangre y no de herencia.

714 715
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Don Antonio excluido y apartado Para lo cual fue de él luego elegido


por ley humana y por razón divina, don Cristóbal de Mora, en quien había
y el derecho igualmente examinado tantas y tales partes conocido,
de don Felipe y doña Catalina, cuales el gran negocio requería,
descendientes del tronco en igual grado, de ilustre sangre, en Portugal nacido,
él sobrino de Enrique, ella sobrina, de quien como vasallo el rey podría
él varón, ella hembra, él rey temido, con ánimo seguro y esperanza
mayor de edad y de mayor nacido. hacer también la misma confianza.

Atento al fuero, a la costumbre, al hecho Y enterarse del celo y sano intento


y otras muchas razones que juntaron, tantas veces por él representado,
con recto, justo, igual y sano pecho, entendiendo la fuerza y fundamento
sin discrepar, conformes declararon de su causa y derecho declarado,
ser don Felipe sucesor derecho, no traído por término violento,
y el reino por la ley le adjudicaron, ni deseo de reinar desordenado;
con tierras, mares, títulos y estados más por rigor, de la justicia pura,
bajo de la corona conquistados. por ley, razón, por fuero y por natura.

Vista, pues, don Felipe la justicia Así que, esto por él reconocido,
por tan bastantes hombres declarada, como de rey tan justo se esperaba,
sospechoso del odio y la malicia mirase el gran peligro en que metido
de la plebeya gente libertada, el patrio reino y cristiandad estaba,
y la intrínseca y vieja inimicicia y tuviese por bien fuese servido
en los pechos de, muchos arraigada, de sosegar la alteración que andaba,
quiso tentar en estas novedades declarándole en forma conveniente
el ánimo del pueblo y voluntades. por sucesor derecha y justamente.

Y con piadoso celo deseando Con que en el suelto pueblo cesaría


el bien del reino y público sosiego, el tumulto y escándalo extraños,
en la mente perpleja iba trazando y su declaración atajaría
cómo echar agua al encendido fuego, grandes insultos y esperados daños;
por todos los caminos procurando haciendo que en la forma que solía,
aquietar el común desasosiego, para después de sus felices años,
que ya con libertad, sin corregirse, el reino le jurase según fuero
comenzaba en el pueblo a descubrirse. por legítimo príncipe heredero.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Hecha por don Cristóbal la embajada, Uno Rodríguez Vázquez, que en prudencia,
y de Felipe la intención propuesta, en rectitud, estudio y disciplina,
tibiamente de Enrique fue escuchada, era de grande prueba y experiencia,
dando una ambigua y frívola respuesta, de claro juicio y singular dotrina:
que, por más que le fue representada el otro, de no menos suficiencia,
la justicia del rey tan manifiesta, famoso en letras, el doctor Molina,
procuraba con causas excusarse, ambos varones raros escogidos,
sin quererla aclarar ni declararse. en gran figura y opinión tenidos.

Visto, pues, dilatar el cumplimiento Para que Enrique, de ellos informado


de negocio tan arduo e importante, y de todas las dudas satisfecho,
por donde el popular atrevimiento a las Cortes que ya se habían juntado
iba cobrando fuerzas adelante, informase también en su derecho,
don Felipe envió con nuevo asiento, y al pueblo contumaz y apasionado,
largo poder y comisión bastante puesto delante el general provecho,
para sacar resolución alguna fueros y libertades prometiesen
a don Pedro Girón, duque de Osuna. con que a su devoción le redujesen.

Y al docto Guardiola, juntamente, Y aunque entendiese el viejo rey prudente


porque con más instancia y diligencia, ser esto lo que a todos convenía,
vista de la tardanza el daño urgente, pues por la expresa ley derechamente
contra la paz común y conveniencia el reino a su sobrino le venía;
diesen claro a entender cuán conveniente con larga dilación impertinente
era tan gran discordia y diferencia el negocio suspenso entretenía,
que el rey se declarase por decreto a fin que aquellos súbditos y estados
cortando a mil designios el sujeto. fuesen con más ventaja aprovechados.

Y porque cosa alguna no quedase Pues como hubiese el tardo rey dudoso
por hacer, y tentar todos los vados, el término y respuesta diferido,
y la ciega pasión no perturbase llegó aquel de la muerte presuroso,
el sosiego y quietud de los estados, del autor de la vida estatuido:
antes que el odio oculto reventase, por donde al sucesor le fue forzoso,
dos eminentes hombres señalados viendo al rebelde pueblo endurecido,
de los que en su Real Consejo había juntar contra sus fines y malicia
últimamente a don Enrique envía. las armas y el poder con la justicia.

718 719
Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Habiendo antes con todos procurado ¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
muchos medios de paz por él movidos, hacia el helado Norte atravesando
provocando al temoso y porfiado y en las bajas antárticas regiones
con dádivas, promesas y partidos; el antípoda ignoto conquistando!
mas el poblacho terco y obstinado, Climas pasé, mudé constelaciones,
no estimando los bienes ofrecidos, golfos innavegables navegando,
la enemistad del todo descubierta extendiendo, Señor, vuestra corona
al derecho y razón cerró la puerta. hasta casi la austral frígida zona.

¿Quién pudiera deciros tantas cosas ¿Qué jornadas también por mar y tierra
como aquí se me van representando, habéis hecho que deje de seguiros,
tanto rumor de trompas sonorosas, a Italia, Austria, a Flandes, a Inglaterra,
tanto estandarte al viento tremolando, cuando el reino por rey vino a pediros?
las prevenidas armas sanguinosas De allí el furioso estruendo de la guerra
del portugués y castellano bando, al Perú me llevó por más serviros,
el aparato y máquinas de guerra, do con suelto furor tantas espadas
las batallas de mar y las de tierra? estaban contra vos desenvainadas.

Viéranse entre las armas y fiereza Y el rebelde indiano castigado


materias de derecho y de justicia, y el reino a la obediencia reducido,
ejemplos de clemencia y de grandeza, pasé al remoto Arauco, que, alterado,
proterva y contumaz inimicicia, había del cuello el yugo sacudido,
liberal y magnánima largueza, y con prolija guerra sojuzgado
que los sacos hinchó de la codicia, y al odioso dominio sometido,
y otros matices vivos y colores seguí luego adelante las conquistas
que fáciles harán los escritores. de las últimas tierras nunca vistas.

Canten de hoy más los que tuvieren vena Dejo por no cansaros y ser míos
y enriquezcan su verbo numeroso, los inmensos trabajos padecidos,
pues Felipe les da materia llena la sed, hambre, calores y los fríos,
y un campo abierto, fértil y espacioso; la falta irremediable de vestidos,
que la ocasión dichosa y suerte buena los montes que pasé, los grandes ríos,
vale más que el trabajo infructuoso, los yermos despoblados no rompidos,
trabajo infructuoso como el mío, riesgos, peligros, trances y fortunas,
que siempre ha dado en seco y en vacío. que aun son para contadas importunas.

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Alonso de Ercilla Zuñiga La Araucana

Ni digo cómo al fin, por accidente, Y pues del fin y término postrero
del mozo capitán acelerado no puede andar muy lejos ya mi nave
fui sacado a la plaza injustamente y el tímido y dudoso paradero
a ser públicamente degollado, el más sabio piloto no lo sabe;
ni la larga prisión impertinente, considerando el corto plazo quiero
do estuve tan sin culpa molestado, acabar de vivir, antes que acabe
ni mil otras miserias de otra suerte el curso incierto de la incierta vida,
de comportar más graves que la muerte. tantos años errada y distraída.
Que aunque esto haya tardado de mi parte
Y aunque la voluntad nunca cansada y reducirme a lo postrero aguarde,
está para serviros hoy más viva, sé bien que en todo tiempo y toda parte
desmaya la esperanza quebrantada para volverse a Dios jamás es tarde,
viéndome proejar siempre agua arriba, que nunca su clemencia usó de arte;
y, al cabo de tan larga y gran jornada, y así el gran pecador no se acobarde,
hallo que mi cansado barco arriba pues tiene un Dios tan bueno, cuyo oficio
de la Fortuna adverso contrastado es olvidar la ofensa y no el servicio.
lejos del fin y puerto deseado.
Y yo que tan sin rienda al mundo he dado
el tiempo de mi vida más florido,
Mas ya que de mi estrella la porfía y siempre por camino despeñado
me tenga así arrojado y abatido, mis vanas esperanzas he seguido,
verán al fin que por derecha vía visto ya el poco fruto que he sacado
la carrera difícil he corrido; y lo mucho que a Dios tengo ofendido,
y aunque más inste la desdicha mía, conociendo mi error, de aquí adelante
el premio está en haberle merecido será razón que llore y que no cante.
y las honras consisten no en tenerlas,
sino en solo arribar a merecerlas.
Fin de “La Araucana”
Que el disfavor cobarde que me tiene
arrinconado en la miseria suma,
me suspende la mano y la detiene
haciéndome que pare aquí la pluma;
así doy punto en esto, pues conviene
para la grande innumerable suma
de vuestros hechos y altos pensamientos
otro ingenio, otra voz y otros acentos.
Tabla de recursos Índice

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Glosario
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Parte primera
Gran ventaja Diferencia.
Copia Tropa, reunión.
Treme Tiembla.
Coronistas Cronista
Vellas Verlas.
Unas botas Sin punta.
Laxo Fatigado.
Planto Llanto.
Copia Tropa, abundancia.
Debría Debería.
Terrero Terreno
Pardo Leopardo
Coloraba Coloraba, encendía
de color.
Instable Inestable.
De rota En derrota.
Precio Premio.
Protestos Protestas
Fuerza Fuerte.
Crueza Crueldad.
Incorpotable Insoportable.
Puniciones Castigo.
Instruto Instruido.
Acedo Acido, amargo.

724 725
Parte segunda Coronista Cronista.
Lebecho Viento sudeste. Inferas Infernales.
Libre Exento. Rota Derrota.
Mar marea (rima con «caleta»). Resistillo Resistirlo.
Ojotas especie de sandalias de cuero. Gorguces Dardos, venablos o lanzas cortas.
Trigo mareado Mojado por el mar Prisiones Prisioneros.
Instable Inestable. Inimicicia Enemistad, odio.
Baraúste Desviar. Escacaco Escaqueado, ajedrezado.
Deshogando Desahogando. Gorgianos Georgianos
Vi gran copia Abundancia. Iberia Georgia antigua.
Capriola Cabras. Taborlán Tamerlán
Dina Digna Suría Suraj.
Vido Vio Subsolano Este.
Boja Mide de perímetro. Señoría Venecia.
Punición Castigo. Rota Derrota.
Costas Filos. Grolandia Groenlandia.
Derrota Ruta, camino, derrotero. Tanais Antiguo Don.
Desgustada Insípida. Sarmacia. Antiguo imperio desaparecido,
Celbelo Cerebro, imaginación. en la región entre el Vístula y el
Escurribanda Desconcierto. Volga.
Pedimento Petición. Podolia Antiguo gobierno de Rusia.
Miralla Mirarla. Lisbona Lisboa.
Escaques Cuadro o casilla de escudo. Fonfrida Fuenfría (Sierra de Guadarrama).
Quitalla Quitarla. Trofeo El Monasterio de San Lorenzo del
Trulla Turba, bulla. Escorial.
Escaupil Sayo de armas acolchado de Garganta Se refiere a la sublevación de los
algodón, para defenderse de las moriscos.
fieras. Noto Movimiento del mar en que sus
Plebea Plebeya. aguas se mueven del Austro hacia
el Septentrión, o al contrario; esto
Arcabuco Monte espeso y cerrado.
es, del nacimiento del viento norte
Alcanzallo Alcanzarlo.
hacia el Bóreas, o al contrario.
Vía Veía.

726 727
Pasto ¿Paseo?
Tucamano Tucumán.
Copayapós De Copiapó.
Pero Sino.
Contino A menuda.
Saco Saqueo.
Pieza Rato.
Guarte Guárdate.

Parte tercera
Guialle Guiarle.
Encontralle Encontrarle.
Luego Inmediatamente.
Presidio Fortaleza, fuerte.
Empacados Embolados.
Vélla Verla.
Fida Fiel.
Deshambrino Hambriento
Inimicicia Enemistad.
Temoso Testarudo, pertinaz.
Proejar Remar contra corrientes.

Índice

728
Alonso de Ercilla Zuñiga

730

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