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LIDERAZGO ORGANIZACIONAL
Considerada la situación, planteo hablar seriamente con él, advirtiéndole que debe reaccionar
integrándose en el equipo, favoreciendo la comunicación con sus compañeros y tiene que pasar a
jugar un papel más dinámico en su trabajo.
Su difícil carácter le hace poco accesible, el diálogo es tenso inicialmente, y trato de que me
explique cómo ve la situación del grupo. Muy a la defensiva en todo momento, acepta limar las
asperezas que tiene con los otros compañeros.
El siguiente paso que le planteo es que valore los aspectos positivos y negativos de su trabajo, y su
predisposición a participar de las labores comunes del departamento, resaltando en todo
momento la importancia de ser el más veterano del grupo, el valor de su experiencia y de su
conocimiento del mundo comercial, que en todo momento debería ser guía para el equipo.
Se establece un diálogo que se va relajando, pero sus opiniones son cortas. Me cuesta hacerle
reflexionar, y él considera en todo momento que lleva a cabo bien su trabajo, que no puede hacer
más y que son los demás los que se quedan «cortos» en cuanto a productividad, si bien él está
dispuesto a ayudarles.
Le hago ver sus facultades para influir positivamente en los demás e incluso para formar a sus
propios compañeros.
Finalmente, se le indica que no es ésta la línea de trabajo que se quiere de él y que este mensaje
ya se le ha transmitido otras veces. Su reacción no es buena, y no acepta la valoración.
Después de hora y media de conversación, pienso que él obtuvo las siguientes conclusiones:
No entiende qué se quiere de él, pues considera que cumple todas las funciones del puesto que
desempeña, y, además, los resultados son buenos.
¿Hasta qué punto los resultados personales de alguien son suficientes para justificar un
comportamiento deficiente?