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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEON

FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS


AREA BASICA PROFESIONAL (LINGÜÍSTICA APLICADA A LA ENSEÑANZA Y TRADUCCION
DEL INGLES)

CULTURA DE GENERO
MAESTRO RICARDO MARTINEZ
PIA
ENSAYO SOBRE LA MUJER COMO PROCREADORA Y LA MUTILACIÓN GENITAL
FEMENINA: UNA PROBLEMÁTICA SOCIOCULTURAL

INTEGRANTES:
Cassandra Laureano Cuéllar 193175

Sebastian Saldaña Barrientos 1904974

A partir del 28 de mayo del 2020, Pedro de Alba S/N, Niños Héroes, Ciudad Universitaria, San Nicolás
de los Garza, N.L.
INTRODUCCION:
En este ensayo se busca generar un interés o propiciar información acerca de nuestras
sociedades y su correlación con otras muy distintas, alejadas geográficamente y a menudo
rezagadas de nuestro pensamiento y consideración. Las investigaciones antropológicas son
hechas a partir de viajes de investigadores, por lo que la perspectiva que ellos tienen del lugar
muchas veces no se puede traducir a nuestra realidad factual. Siempre se aproxima a otra
sociedad utilizando nuestros criterios y conceptos, elaborados en distintos ambientes
científicos en todos los ámbitos del conocimiento, por lo que la visión objetiva puede estar
trastornada debido a estos factores. Lo que se propone entonces es una reflexión sobre nuestra
perspectiva del sexo y genero a través de una visión amplia que abarca distintas imágenes
sobre la sexualidad reproductiva de las sociedades. Tomando en cuenta que el concepto de
género en las ciencias sociales se define constantemente como un elemento que fue formado a
través de las relaciones sociales que se basan en diferencias remarcadas entre los sexos. Es
decir, nuestra sociedad tiene una concepción preestablecida de lo que una persona hace
basando solamente en el concepto del sexo, sin embargo, su rasgo de la diferencia sexual
aparece como una categoría social, universal, casi como una categoría biológica y natural, que
está ligada a nuestra reproducción como especie humana.
Es así como el género se forma como una construcción social que crea y se recrea en las
relaciones sociales, al mismo tiempo produce e incorpora desigualdades sociales que se
transforman y poseen una clara visión histórica. El sexo aparece como nuestra directiva
biológica, de una diferencia significativa. Ciertas antropólogas feministas desde hace tiempo
cuestionan este planteamiento y lo señalan como el origen teocéntrico de una distinción
dicotómica sexual, basada en nuestra perspectiva biológica sobre la reproducción. Siendo así,
para estas antropólogas este concepto se vuelve problemático y hace difícil una elaboración del
concepto del género que parta de ese irreductible principio de la reproducción sexual.
Partiendo de esto, con este ensayo como propósito final se tomará en cuenta los procesos
sociales biológicos de la mujer, y los culturales, así como se abarcará el rol de la mujer como
procreadora y las distintas problemáticas que surgen a partir de esta, como sería la mutilación
genital femenina, práctica que tiene severos efectos psicológicos y físicos en una mujer, por lo
que se intentara llegar a una resolución sobre cómo se debería intentar reaccionar a estos
eventos antropológicos en una sociedad que ha arraigado perspectivas sobre el sexo y el
género de un entorno distinto al actual. Por último, también se tomará en cuenta las distintas
perspectivas psicosociales de nuestra sociedad en general, para poder variar en cuanto a los
distintos análisis que se vayan formulando en este ensayo, mismos que servirán para
fundamentar nuestros argumentos que intentar percibir el aspecto sociocultural existente en
nuestras comunidades, así como el aspecto que forma la mujer en esta, basándonos
enteramente en nuestra cultura de género.
El rol de la mujer como procreadora
Ya ha existido desde hace tiempo una ideología que buscara ofrecer condiciones equitativas
entre hombre y mujeres, se puede tomar en referencia el comunismo primitivo que buscaba
estos mismos ideales donde no existía una distinción entre las tareas que ambos géneros
debían realizar, por lo que cuando existía una etapa de embarazo o maternidad, se solía
frecuentar interrupciones en labores de caza y recolección de alimento. No obstante, estas
mismas diferencias entre sexos empiezan a mostrar rasgos característicos cuando surge la
agricultura. Estas diferencias surgen conforme la raíz de imposición de roles que divide el
trabajo va aumentando, la cual atribuye a las mujeres tareas relacionadas con la maternidad,
habilidades aprendidas desde el nacimiento de un individuo al formar parte de esta misma
cultura. Es así como la cultura forma un sistema de patrones aprendidos a través de la
conducta, patrones que pertenecen a distintos miembros de una sociedad, de manera que la
maternidad y otras conductas iguales son adquiridas a partir de que las mujeres forman parte
de una sociedad. Podemos ver entonces que, la maternidad es formado por un constructo
social determinante en el rol de la feminidad.
Es por eso que las tareas que una persona debe hacer suelen estar seleccionadas a partir del
sexo de la misma, por lo que influye lo impuesto culturalmente de una manera significativa.
Para este ensayo buscamos resaltar el contexto en el cual la maternidad es solamente un
patrón de conducta a seguir que se le atribuyo a toda mujer desde los inicios de la sociedad
primitiva, dándosele este mencionado patrón de una conducta característica especifica según lo
impuesto por la cultura, la sociedad y el contexto histórico en el que surge. Respecto a esto, se
debe recalcar que estas características son parte de los elementos que conforman la
organización social. Esta labor maternal que se le asignó a las mujeres marco las diferencias
entre los sexos y con esto, los trabajos que debía realizar cada individuo, pues se tenía claro
que el trabajo de la mujer iba a ser lo referente a la maternidad, excluyendo a los hombres de
esta asignación laboral y tomando otras obligaciones impuestas. También hay que mencionar
que no solamente las diferencias se encuentran entre las labores que realizan ambos sexos, se
pueden ver igualmente en las características representativas que establecen para la mujer a
partir del rol que asumen.
Un claro ejemplo de esto es que se vea a una mujer como procreadora, siendo esto
representativo del rol de madre y no característico de lo que debería hacer un hombre. No solo
eso, la división de trabajos atribuye al hombre la sola misión de caza, y la mujer se delega a lo
maternal y referente. Y es así como la sociedad y la cultura fueron los influyentes en el rol de la
mujer como una madre, no fue de otra manera que algo construido meramente por una
comunidad que paso a ser un patrón en cada individuo y generación que seguía, siguiendo así
una continua y extensa creencia de ver a la mujer como procreadora, cuando ya se pudo
observar que no es así, aunque este mismo constructo social está desarrollado, por lo que los
ideales de esta prevalecerán en los individuos de las sociedades.
Como la perspectiva social afecta el concepto del género de la mujer

Esta posición privilegiada que tenía la mujer a nivel económico y social se perdió a partir de la
presencia de crecimientos de tribus donde la mujer ya tenía el rol de madre asignado,
generando así distintas generaciones donde se le empezaron a asignar más tareas domésticas a
la mujer, pasando a ser subordinada y el hombre toma el lugar principal dentro de la tribu. La
maternidad se forma como un constructo social determinante en el rol de la feminidad y ocupa
un lugar secundario en la sociedad. A raíz de esta situación, el papel fundamental de la mujer
pasa a ser la procreación, ignorando los otros labores y actividades que ellas realizaban.

La maternidad va cambiando respecto a la época, por ello actualmente se hacen presentes


distintos cambios tales como el de que la mujer pueda reflexionar acerca de su propia vida,
definir por si mismas las oportunidades, peligros y practicas con respecto a la maternidad,
además se encargan de dar forma y organizar los vínculos con sus hijos, así como decidir acerca
de su crianza. De esta manera, estas dan dirección a las experiencias relacionadas con la
maternidad a pesar de que esta se forma a través de la influencia social, política y económica. El
contexto histórico y el sistema social en el que se encuentre la madre es el determinante para
las características que esta asume desde ese rol, es por ello que la entrada de la mujer en el
ámbito labora implico unas transformaciones en las actividades y actitudes que estas tenían, lo
cual a su vez tuvo incidencia en cómo se asume lo referente a la maternidad. Es así como para
nuestros días, las mujeres pueden tomar elecciones con respecto a la maternidad, como lo es
decidir si desea tener progenitores o no, elegir cuantos y cuando, a pesar de ser influidas y
responder a los requerimientos del sistema vigente. Es por eso cuando las mujeres comienzan a
desenvolverse individualmente, como lo es por medio de una profesión, lo cual refleja no solo
el deseo de superación, sino también la necesidad de poder responder a las exigencias que el
sistema económico y social solicitan. Este cambio en la condición de la mujer relacionado con la
inserción en el ámbito laboral tiene ciertas implicaciones en cómo se asume y se visualiza la
maternidad, este deja de ser excluyente y exclusiva de las mujeres, dándose también
responsabilidad a los padres, algo que no sucedía años atrás. Estos cambios igualmente tienen
una relación con el ingreso de las mujeres en cuanto a trabajos realizados fuera del hogar con
un objetivo lucrativo, teniendo esto también incidencia en el hecho de que las madres deban
solicitar ayuda a sus familiares o recurrir a instituciones de cuidado infantil para la educación y
atención de sus hijos, lo cual refleja una variante en relación con una época más antigua. Es de
esta forma que la perspectiva social va determinada a su época. No obstante, estos cambios
considerables a la sociedad y a la subjetividad de la maternidad han hecho que probablemente
exista un distinto balance entre ambas concepciones del sexo y género, ya que como se había
observado anteriormente, la perspectiva cultural y social puede afectar estos patrones
recurrentes en los roles que tiene un individuo en la sociedad.
El cuerpo de las mujeres y la sexualidad patriarcal

Las formas de representar la experiencia sexual de la mujer en los medios de comunicación, y


en particular en los que se analizan en este artículo, ha transitado por lugares opuestos: uno en
el que se niega la sexualidad femenina, se privilegia la reproducción en detrimento del placer, el
sexo de la mujer se subordina al hombre y se suele tipificar a la mujer como objeto sexual, y
otro más libre o emancipado en el que la mujer es más activa sexualmente, en el que se le
reivindica su derecho al placer y al erotismo, se favorece la desinhibición sexual y disminuyen
las restricciones hacia sus expresiones sexuales. Diversas investigaciones nacionales e
internacionales muestran estos resultados a partir del análisis de contenido, y en menor
medida del análisis del discurso, en productos mediáticos particulares como series de ficción,
telenovelas y contenidos editoriales y publicitarios de la prensa popular.

Desde la infancia, y cada vez desde edades más tempranas, las mujeres aprenden que deben
ser atractivas. Pero se parte de la idea generalizada de que se tiene un cuerpo imperfecto que
necesita ser arreglado. Este es el principal mandato de género sobre el cuerpo de las mujeres. Y
se interioriza hasta tal punto de que agota ante el intento, siempre frustrado, de cumplir las
exigencias de la belleza patriarcal. La belleza de las mujeres se asocia con el prestigio social, el
ser triunfadora, tener una alta autoestima, ser elegante, ser conquistadora, estar en forma… Se
ensalzan la figura, la delgadez y la juventud como criterio de belleza de las mujeres. Algo que,
además, tiene fecha de caducidad, porque al no ser joven, al envejecer, dejas de ser atractiva.
El resultado de la interiorización de estas creencias es que la inmensa mayoría de las mujeres,
por no decir todas, se tiene una insatisfacción corporal. Las mujeres valoran negativamente sus
cuerpos y sus características físicas, lo que genera grandes malestares. No se tiene una
autoestima sana centrada en una visión de ellas mismas, sino que la enfocan en su cuerpo, en
cómo las ven las personas del entorno. Lo que es llamado falsa autoestima. Muy relacionado
con esta insatisfacción corporal se encuentra la construcción de la sexualidad femenina.

Indudablemente, uno de los pilares del patriarcado es el control de la sexualidad de las


mujeres. El patriarcado se forma y sostiene desde dos ejes fundamentales: la división sexual del
trabajo, en la cual las mujeres tienen una posición de subordinación, y la imposición de un
modelo de familia tradicional que, como principal agente socializador, mantiene todos los
mandatos de género femeninos y masculinos, además, de que también nosotras, las mujeres,
somos las transmisoras de ese modelo que nos perjudica.
Los diferentes modelos de la sexualidad de las mujeres

Basándonos en nuestra experiencia en el Espacio de Salud Entre Nosotras hemos observado


que, en función de la generación de cada mujer, vivimos de una manera diferenciada nuestra
sexualidad. En base a esto establecemos tres modelos diferenciados:

1. El modelo conservador tradicional patriarcal, que viven las mujeres más mayores y que
equipara la sexualidad con la reproducción. Se establece un modelo monogámico, en el
que el divorcio no tiene cabida, heterosexual y falocrático. El hombre tiene todo el
dominio sobre la mujer y los deseos de ella no importan en absoluto, es un ser pasivo
que debe conservar su pureza.
2. El modelo liberal, correspondiente a las mujeres de mediana edad, que vivieron los años
de la (supuesta) revolución sexual y que comenzaron a observar sus derechos sexuales,
como los métodos anticonceptivos. El sexo para ellas es reproducción, pero también
placer, si bien siempre está unido a los mitos del amor romántico.
3. El modelo posmoderno o progresista, atribuido a las mujeres más jóvenes, que separan
su sexualidad del sentimiento amoroso, tienen múltiples parejas sexuales y valoran la
transgresión, dentro de la cual todo vale. Continúa en ellas el modelo de dominación y
sumisión, incluso dentro del lesbianismo. El pene y la sexualidad masculina sigue siendo
sobrevalorizada, es un negocio falocéntrico en el que se negocia y mercantiliza con el
sexo. Estas mujeres combinan en ellas los mandatos tradicionales (el sexo destinado a
formar una familia, la sumisión, la conservación de la virginidad…) con los mandatos
modernos (la promiscuidad), lo que genera grandes conflictos sobre su psique.

Mutilación genital femenina: una problemática que surge a través de los aspectos
socioculturales relacionados a la mujer como procreadora

La mutilación genital femenina está reconocida internacionalmente como una violación de los
derechos humanos de las niñas y las mujeres que refleja una desigualdad entre los sexos muy
arraigada. Como la mutilación genital femenina casi siempre se practica en menores, constituye
también una violación de los derechos de las niñas

La mutilación genital femenina comprende todos los procedimientos que implican la resección
parcial o total de los genitales externos femeninos u otras lesiones de los órganos genitales
femeninos por razones no médicas.

Tipo 1 – Clitoridectomía: resección parcial o total del clítoris (órgano pequeño, sensible y eréctil
de los genitales femeninos) y, solo en casos muy raros, del prepucio (pliegue de piel que rodea
el clítoris).

Tipo 2 – Escisión: resección parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de
los labios mayores (labios vulvares que rodean la vagina).
Tipo 3 – Infibulación: reducción de la abertura vaginal mediante una cobertura a modo de sello
formada cortando y recolocando los labios menores o mayores, con o sin resección del clítoris.

Tipo 4 – Otros: todo otro procedimiento lesivo de los genitales femeninos realizado con fines no
médicos, como pinchazos, perforaciones, incisiones, raspados o cauterizaciones de la zona
genital.

Las familias, las comunidades y las culturas en las cuales se realiza la mutilación genital
femenina tienen diferentes motivos para hacerlo. Una motivación principal es que se cree que
la práctica garantiza que la niña acate normas sociales clave, como las relacionadas con la
restricción de la actividad sexual, la feminidad, la respetabilidad y la madurez. La mutilación
genital femenina también difiere de la mayoría de las otras formas de violencia contra la mujer
en que, en las comunidades donde se practica, se lleva a cabo sistemáticamente en casi todas
las niñas, por lo general menores de edad, y se promueve como una práctica cultural y una
norma social sumamente valoradas. La mutilación genital femenina no aporta ningún beneficio
para la salud. Consiste en la resección y el daño de tejido genital femenino normal y sano e
interfiere con las funciones naturales del organismo de las niñas y las mujeres. Para realizar la
mutilación genital femenina las “circuncisoras” tradicionales usan una variedad de
herramientas, como hojas de afeitar y cuchillos, y generalmente no emplean anestésicos. Un
18% del total de mutilaciones genitales femeninas son practicadas por prestadores de servicios
de salud que usan tijeras quirúrgicas y anestésicos. Todas las formas de mutilación genital
femenina pueden causar hemorragias y dolor inmediatos y están asociadas con el riesgo de
infección; el riesgo de complicaciones tanto inmediatas como a largo plazo aumenta con la
magnitud de la ablación. Las investigaciones sobre los efectos para la salud que tiene la
mutilación genital femenina han progresado en los últimos años. Según un estudio de más de
28.000 embarazadas coordinado por la OMS en seis países africanos, las mujeres que habían
sufrido una mutilación genital corrían un riesgo considerablemente mayor de tener
complicaciones en el parto, necesitar una cesárea o padecer una hemorragia posparto, en
comparación con las mujeres no sometidas a mutilación genital. Además, la tasa de mortalidad
neonatal durante el nacimiento e inmediatamente después fue mayor si las madres habían
sufrido mutilación genital, en comparación con las no sometidas a ese procedimiento. Los
riesgos de complicaciones durante el parto y de mortalidad neonatal aumentan según la
gravedad del tipo de mutilación genital femenina. Los problemas sexuales son también más
comunes en las mujeres sometidas a mutilación genital: hay una probabilidad 1,5 veces mayor
de que sufran dolor durante las relaciones sexuales y experimenten una satisfacción sexual
considerablemente menor y es dos veces más probable que informen falta de deseo sexual.
CONCLUSION GENERAL:

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