Está en la página 1de 24

Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

JOSÉ BLEGER Y LOS INICIOS DE UNA “PSICOLOGÍA


PSICOANALÍTICA” EN LA ARGENTINA DE LOS AÑOS ’60
Alejandro Dagfal
UNLP/UBA

Regresar al Índice de Autores

Regresar al Índice de Títulos

Introducción

En 1958, José Bleger, un todavía no muy conocido psiquiatra santigueño,


miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y del Partido Comunista
Argentino (PCA), publicaba a través de la editorial Paidós el libro Psicoanálisis y
dialéctica materialista. Allí intentaba examinar el psicoanálisis para depurarlo de sus
imperfecciones teóricas y fundar en él una nueva psicología. Su operación iba en
sentido contrario de la de Wilhelm Reich, que treinta años antes había tratado de
sexualizar la política valiéndose del psicoanálisis. Bleger, en cambio, siguiendo las
huellas de Politzer, se proponía des-sexualizar el psicoanálisis para construir una
psicología que fuera compatible con el materialismo dialéctico.[1] Si bien esa tarea
recién se completaría en Psicología de la conducta, publicada en 1963, su obra anterior
permite apreciar mejor el proceso de construcción y legitimación de la trama
discursiva que implicaría el proyecto blegeriano, de la cual en su trabajo posterior
sólo puede verse el resultado final, de una manera más apretada y con el estilo de
un manual. En Psicoanálisis y dialéctica materialista ya se encontraban esbozadas tres
preguntas que muy claramente atravesarían la obra de nuestro autor: qué es la
psicología, qué es un psicólogo, y cómo se articulan la teoría y la praxis psicológica,
la disciplina y la profesión. Las tres preguntas las respondería incluyendo de
manera central al psicoanálisis e influido por su ideología marxista. Si bien su
propósito explícito era el de brindar la posibilidad de nuevos caminos “a los que se
inician en la psicología y la psiquiatría” (p. 10), a lo largo de poco menos de
doscientas páginas no se terminaba de identificar categóricamente como psiquiatra,
como psicoanalista ni como marxista. Lo verdaderamente llamativo es que para
enunciar su discurso se posicionaba claramente dentro de la psicología, apostando a
un campo académico incipiente en el marco del cual sería una figura casi excluyente
durante cerca de dos décadas. En tal sentido, nos interesa explorar los efectos que
tuvo esta obra en la conformación de ese campo, cuya pluralidad inicial aparece hoy
empañada por la hegemonía que más tarde logró el psicoanálisis, que se impuso de
una forma tan rápida como generalizada. Con ese fin, seguiremos algunos de los
múltiples debates que tuvieron lugar después de la publicación del libro, poniendo
el énfasis en sus implicancias para la construcción de esa nueva psicología “de base
psicoanalítica” más que en los aspectos ideológicos de las disputas que, en gran
medida, se situaron en el seno del marxismo vernáculo.
En definitiva, examinaremos las circunstancias que posibilitaron que Bleger no
llegara en 1959 a la carrera de psicología de la UBA como un cuasi ignoto psiquiatra
santiagueño que daba clases en Rosario, sino como un miembro de la APA que
había adquirido relevancia y visibilidad, entre otras cosas, a través de una serie de

1 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

polémicas de carácter público, que llegaron incluso a trascender más allá del
Atlántico. Por otra parte, ese libro que traía bajo el brazo (su carta de presentación a
la hora de hacerse cargo de la cátedra de Introducción a la Psicología en 1959), fue lo
que le valió, además de un progresivo alejamiento del PCA y el recelo de la APA, la
adhesión de los estudiantes de las flamantes carreras de psicología, que nunca
fueron afines a las ortodoxias institucionalizadas. Ellos estuvieron más que
dispuestos a recibir con los brazos abiertos a alguien que, de manera carismática, les
ofrecía una versión del psicoanálisis articulable con otros saberes en boga y, por
sobre todo, con un claro compromiso político.
Este trabajo va en la misma dirección de otros en los que ya hemos postulado
que, en el corto período entre la creación de las carreras de psicología, a fines de los
‘50, y mediados de los años ’60 se produjeron en nuestro país diversas
confrontaciones y disputas (no sólo teóricas) en el campo de la psicología, cuyo
resultado sería determinante para el desarrollo de la disciplina y la profesión hasta
nuestros días (Dagfal, 1998).

Psicoanálisis y dialéctica materialista


El libro de Bleger, publicado por la editorial Paidós en 1958 y reeditado en
1963, fue recibido con fría indiferencia por la comunidad psicoanalítica, pero generó
un profundo malestar en el seno de la izquierda ortodoxa, lo cual señalaría el inicio
de un camino sin retorno que, años más tarde, culminaría con la expulsión de su
autor de las filas del Partido Comunista (Vezzetti, 1991 y 1998; Ulloa, 1992; L. Bleger,
1992).[2] Al igual que Bleger con Freud, no nos proponemos hacer un análisis
ideológico del libro, sino un estudio histórico de los elementos discursivos que
empezaron a definir esta particular concepción de una “psicología psicoanalítica”,
cuya pregnancia en el medio académico argentino llega hasta nuestros días. Ya
desde el prólogo, Bleger dejaba en claro tanto su carácter de discípulo de Enrique
Pichon Rivière como la importancia de “la ideología personal” en la escritura de una
obra que definía como introductoria al psicoanálisis. A su vez la concebía, en tono
autobiográfico, como el fruto de “seis o siete años dedicados totalmente a estudiar,
investigar, aprender y utilizar el psicoanálisis en todas las direcciones de la práctica
más exigente: libros, clases, seminarios, tarea terapéutica, enseñanza y el propio
psicoanálisis.” (p. 9). Esta cita aporta datos de no poca importancia, ya que marca
desde un principio el lugar que asignaba Bleger a la práctica analítica (ya sea en el
rol de analista o en el de paciente) como algo indisociable de la enseñanza, el estudio
y la investigación del psicoanálisis, del mismo modo que, en consonancia con sus
ideas marxistas, la teoría no podía permanecer separada de la praxis. En la
introducción, titulada “Epistemología y psicoanálisis”, nuestro autor se proponía
examinar los “a priori conceptuales” con los que trabajó Freud, la estructura de los
supuestos con los que elaboró su teoría, lo que definía, en términos pichonianos,
como su “esquema referencial”. Esta tarea no era emprendida como una
especulación in abstracto, sino “como exigencia del trabajo en el campo operacional
concreto”, que reclamaba la utilización del materialismo dialéctico para hacer “más
lúcida la experiencia misma” (p. 20). Considerando que la dialéctica ya estaba
presente en los hechos del campo operacional del psicoanálisis, Bleger pretendía
utilizar el materialismo dialéctico como herramienta de abordaje. No obstante, su
objetivo no era interrogarlo en tanto fenómeno social e ideológico, según una
tradición de larga data en el marxismo, sino estudiarlo como campo específico de
conocimiento que incluía aspectos epistemológicos que le eran inherentes. Para él, el
psicoanálisis era “básica y fundamentalmente una psicología” que debía “ser
estudiada como tal y en la práctica concreta.” (p. 26). Como toda teoría –y en
particular como toda teoría psicológica– implicaba un trasfondo ideológico, con

2 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

cuya crítica podía quedar satisfecho el marxista, a condición de que no fuera


psicólogo. Sin embargo, apoyándose en citas de Marx, Engels, Lenin y Mao,
consideraba que el “psicólogo marxista” debía ir más allá de esa posición de
observador externo: estaba obligado a “entrar” en la psicología psicoanalítica, ya
que “el psicoanálisis no se supera declarándolo falso, negativo, irracional o idealista;
sólo puede ser superado dialécticamente con el ‘Aufhebung’ hegeliano” (p. 27). De
este modo, no alcanzaba con negarlo redondamente, sino que era menester
asimilarlo de manera crítica para poder llegar finalmente a una síntesis superior, y a
esta tarea dedicaría Bleger gran parte de su vida.
En el primer capítulo de su libro, dedicado al filósofo húngaro-francés –y héroe
de la resistencia– Georges Politzer, de manera un tanto forzada lo ubicaba como
psicólogo, pese a que sería difícil referirse a él en esos términos, ya que sólo se
dedicó específicamente a la psicología en los primeros años de su obra (1924-1929).

Psicólogo no fue en él nunca sinónimo de gabinete o de tejedor de


especulaciones. Tampoco fue el psicólogo de técnica o de profesión, sino más
bien el crítico de la psicología y el psicólogo de una vida vivida con plenitud
(p. 30).

En todo caso, si algo lo autorizaba a calificar a Politzer de “psicólogo”, era su


profunda crítica del psicoanálisis y las psicologías de su época, que en su obra
temprana había estado destinada a fundamentar el proyecto de una psicología
científica concreta (que sugestivamente dejaría inconcluso luego de su adscripción al
comunismo). Bleger trató de condensar estas dos etapas haciendo de él,
retrospectivamente, un ejemplo de “psicólogo y militante”, cuando en rigor de
verdad ambos roles no se habían dado de manera simultánea sino sucesiva, y
difícilmente podían conciliarse sin caer en una contradicción histórica. Para Bleger,
empero, no había contradicción sino continuidad a lo largo de la obra politzeriana.
En la primera etapa se había enfrentado con “la psicología que encierra, inaugura y
desarrolla el psicoanálisis”, mientras que en la segunda, su trabajo se había centrado
en la “ubicación filosófica y política del psicoanálisis, con la crítica a su sociología y
a su contenido ideológico” (p. 31). De este modo, entre el Politzer de 1928 y el de
1939, entre la Critique des fondements de la psychologie y “Le fin de la psychanalyse”,
no había contradicción sino continuidad de enfoques complementarios. En todo
caso, la segunda etapa no era más que una superación dialéctica de la primera, una
“negación constructiva”.[3]
Curiosamente, nuestro autor también se definía a sí mismo como psicólogo, un
tanto elípticamente y de manera impersonal:

Es fácil negar todo en la psicología, pero no se es psicólogo estando fuera del


trabajo concreto en la psicología, ni se es tampoco psicólogo porque se tenga
razón en lo que se rechaza o se niega; se es psicólogo en lo que se afirma y
sostiene en una tarea desarrollada prácticamente dentro del terreno mismo de
la psicología. (p. 100).

Considerando la trayectoria de Bleger, que él mismo se había encargado de


destacar en el prólogo, y la tarea que se proponía desarrollar en este libro, más que
una identidad profesional parecía estar definiendo su propio lugar de enunciación,
legitimándose para hablar de la psicología desde una posición que no implicara
extraterritorialidad. De otro modo, resultaría difícil de explicar este interés
prematuro por la definición del psicólogo, si se tiene en cuenta que en el momento
en que escribía estas líneas recién estaban ingresando los primeros estudiantes en la

3 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

carrera de psicología de Rosario (la primera en crearse en el país, en 1956), por lo


que el debate sobre esa cuestión recién se iba a plantear cuatro o cinco años más
tarde. De cualquier manera, sería precisamente ese tema el que generaría el mayor
rechazo de psiquiatras como Lértora y Cabral, que se opondrían taxativamente a
esta necesidad de “meterse” en el campo operacional de la psicología y el
psicoanálisis para poder criticarlos. Sin embargo, Bleger se refería a Politzer como
psicólogo, pese a que, según vimos, nunca había ejercido la psicología de manera
práctica sino que la había criticado desde el plano teórico, lo cual deja en claro que,
en ese momento, su utilización del término “psicólogo” respondía más a una
estrategia discursiva que a una clara concepción profesional.
La tarea emprendida por Politzer en la Critique implicaba para nuestro autor
extraer lo que había de real en el psicoanálisis, más allá del idealismo de sus
supuestos teóricos. En cierto modo, así como Lenin, siguiendo a Marx, había
planteado que era necesario “poner a Hegel de pie” (ya que en virtud de su
idealismo y sus postulados clasistas estaba “patas para arriba”), el filósofo
húngaro-francés había iniciado un enderezamiento de Freud que era necesario
completar. Esa rectificación del psicoanálisis había comenzado por poner de
manifiesto lo que tenía de concreto, rechazando la realidad ontológica de entidades
tales como “la vida interior” o “el inconsciente”. Históricamente, el saber
psicológico clásico se había diferenciado del saber práctico por haber ignorado la
realidad concreta, suplantándola por una segunda realidad compuesta por
funciones psíquicas que se constituían en herederas del alma. Esta trasposición del
plano de lo real al de lo espiritual se había dado a través del “realismo, la
abstracción y el formalismo”, que triplemente traicionaban la realidad concreta. El
realismo daba un ser a las entidades constitutivas de la supuesta “vida interior”; la
abstracción sustituía “la realidad por actores impersonales”, y el formalismo retenía
la forma, pero la vaciaba “de contenido individual”. (p. 45). No obstante, Politzer
veía en la psicología moderna un abandono de esos vicios; en particular, en el
psicoanálisis, el conductismo y la Gestalttheorie (a los que Bleger agregaba, un poco
tímidamente y casi por compromiso, la reflexología), por lo que, para fundamentar
su proyecto, pretendía dedicar un tomo a la crítica de cada una de esas corrientes.
En el tomo dedicado al psicoanálisis –el único que llegaría a escribir–, propuso el
drama como objeto concreto para una psicología científica, en reemplazo de la
conducta, que “descarnada de todo lo humano” y “considerada mecánicamente”
había derivado en una fisiología (p. 37). Más allá de sus resonancias románticas, en
su acepción politzeriana (no del todo precisa) el concepto de drama englobaba tanto
la conducta como la vida interior, e implicaba tomar los hechos psicológicos en
primera persona, como segmentos de la vida de un individuo particular, que, como
tales, eran inseparables de aquélla. Este concepto venía a responder de manera
afirmativa a una pregunta fundamental por la necesidad de la existencia de la
psicología misma: “¿Hay un conjunto de hechos reales que justifican la introducción
de una ciencia psicológica en el conjunto de las ciencias que se ocupan del hombre?”
(pp. 38-39). A su vez, rechazaba todo “animismo” que pudiera leerse detrás de esta
definición. Lo verdaderamente relevante no eran los datos de la conciencia
(mediatos o inmediatos) ni una original forma de la percepción (interna o externa)
sino los hechos reales y concretos. Sin embargo, también era necesario situar el
drama en su determinación estructural, ya que según Politzer,

la psicología toda no es posible sino enclavada en la economía, y es por ello


que la psicología presupone los conocimientos adquiridos por el materialismo
dialéctico y debe constantemente apoyarse sobre ellos. Es entonces el
materialismo dialéctico la verdadera base ideológica de la psicología positiva

4 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

(Politzer, 1929)[4].

Esta aseveración contundente merecía una aclaración adicional de parte de


Bleger, particularmente interesado en resguardar el lugar de la subjetividad: que la
psicología estuviera “enclavada en la economía” no implicaba que la estructura
determinase de manera directa y causal a la superestructura, ya que entre las
relaciones de producción y los hechos psicológicos de un sujeto había que
considerar todo un escalonamiento de “intermediarios dialécticos” recíprocamente
interactuantes, cuya omisión desembocaría en una explicación mecanicista (p.
40-41). Era precisamente esta preocupación por conciliar marxismo y subjetividad la
que llevaba a Bleger a la obra de Politzer, quien a su vez había utilizado el
psicoanálisis como “vía regia” para acceder al drama de lo humano. En particular, la
Traumdeutung le había permitido estudiar el sueño “como un hecho del sujeto” (p.
48) cuyo análisis, al igual que el de los síntomas, no podía sino realizarse en primera
persona. En tal sentido, interpretar no era más que “hallar el significado”, lo cual
implicaba explicar –tanto el sueño como el síntoma– “en función de la vida concreta
del sujeto” (p. 49). Así, el psicoanálisis, poniendo de manifiesto la vida dramática del
individuo, había operado una ruptura con la psicología clásica, que sólo concebía
abstracciones en tercera persona bajo la forma de funciones anímicas y causas
impersonales. Sin embargo, en sus elaboraciones metapsicológicas posteriores,
Freud había vuelto a caer en esos mismos errores. Había tomado el contenido
manifiesto, el relato significativo inherente a una dialéctica individual, como el
resultado de la acción de entidades ontológicamente preexistentes en un supuesto
aparato psíquico. Pero, para Bleger, justamente aquí residía el mérito de Politzer:

[...] es el de haber señalado el punto crucial del psicoanálisis en el cual sus


descubrimientos se mistifican y el hallar en las teorías idealistas los hechos en
los cuales las mismas se basan. Los errores de Freud sobrepasan, por otra
parte, la explicación en el plano estrictamente individual; con sus errores,
Freud representa una etapa necesaria en la psicología (p. 53).[5]

En resumen, más allá de la simple crítica ideológica, Politzer había comenzado


a extraer del psicoanálisis el saber concreto que su práctica traía aparejado. Las
teorizaciones idealistas de Freud, que no eran más que un momento histórico en el
progreso de lo real, no invalidaban su aporte para una psicología verdaderamente
científica. La clínica del psicoanálisis, cuyos descubrimientos habían sido
confirmados más tarde por la reflexología, había introducido por primera vez a la
dialéctica en el campo de la psicología, permitiéndole apropiarse de su objeto de
estudio: la dramática. Restaba entonces culminar la revisión del psicoanálisis y en
eso consistía el legado politzeriano que Bleger se aprestaba a retomar en los
siguientes términos:

Esta tarea tiene que ser teórica y práctica; práctica detallada volviendo a
recorrer los caminos que recorrió Freud, volver a sus experiencias, fundir este
trabajo parcial en la teoría y práctica de la dialéctica materialista; volver a
plantear, de retorno, la tarea teórica y práctica en la psicología (p. 62).

Claramente, el programa blegeriano seguía los pasos del de Politzer, con un


recorrido que pasaba por el psicoanálisis para desembocar en la psicología, de modo
tal que la revisión y crítica del psicoanálisis sólo tenían sentido en relación con la
construcción de una nueva psicología, cuyos fundamentos teóricos recién iba a
terminar de sistematizar en su obra más destacada, Psicología de la conducta,

5 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

publicada en 1963.[6]
En los capítulos subsiguientes, Bleger se dedicaría en primer lugar a examinar
con mayor detenimiento los esquemas referenciales utilizados por Freud,
básicamente, la física mecanicista y el evolucionismo, extrayendo las consecuencias
que la utilización de esos marcos teóricos había tenido para el psicoanálisis, a saber,
la “reducción de los fenómenos a términos de materia y fuerza” (p. 67) y el empleo
del método histórico-genético, que implicaba “el estudio de la conducta en cuanto
proceso, en su origen, desarrollo y transformación” (p. 84). Llegaba de este modo al
estudio de lo que denominaría “psicología dinámica”, término que encerraba una
ambivalencia: por un lado, tenía un significado ligado al evolucionismo, que
comprendía el estudio de los fenómenos psicológicos como procesos, y, por el otro,
un sentido que remitía al estudio de las fuerzas que determinaban los hechos
psicológicos. Entre estas dos acepciones se encontraba “el abismo” que separaba a la
dialéctica de la lógica formal. Mientras que la comprensión de la conducta como
proceso permitía un adelanto en el campo operacional, en el manejo de los hechos,
su reducción a un interjuego de fuerzas (las pulsiones) implicaba una transposición
teórica que se apartaba de lo concreto basándose en un realismo ontológico que no
era más que una de las formas del idealismo. La revolución freudiana radicaba para
él en esa primera acepción de la psicología dinámica, que delimitaba el fenómeno
psicológico como proceso, separando psicología de metafísica a través del concepto
de conducta. En este punto, la operación de lectura que Bleger realizó con Freud
parece más lagacheana que politzeriana, aunque las citas a Lagache no tengan en
este texto el lugar de privilegio que sí ocuparían en la Psicología de la conducta.
Precisamente, esta interpretación del psicoanálisis en términos comportamentales
venía siendo elaborada en Francia por Lagache desde 1948, diciendo que era
necesario desplazar su objeto de exploración, reemplazando el estudio del
inconsciente por el análisis de la conducta (Lagache, 1948). Un año después, llegaría
incluso a sostener que la unidad de la psicología sólo podría alcanzarse planteando
a la conducta como su único objeto, más allá de las diferencias metodológicas que
pudieran existir entre los distintos abordajes psicológicos (Lagache, 1949). Pero
Lagache, a diferencia de Politzer, no tenía ninguna relación con el marxismo ni
proponía una epistemología realista basada en el materialismo dialéctico.
Para Bleger, la teoría psicoanalítica se había apartado de las bondades de su
práctica merced a una “desarticulación de la dialéctica”, que básicamente podía
explicarse a partir de la utilización, por parte de Freud, de la lógica formal para dar
cuenta de lo real, lo que a su vez había resultado en teorizaciones basadas en la
separación y el aislamiento de términos antinómicos que en los hechos
correspondían a procesos dialécticos. El problema había sido que el maestro vienés
se había topado con la dialéctica de lo real sin contar con los elementos conceptuales
“apropiados” para abordarla. Así fue que en sus primeros tiempos descubrió la
alienación, la contradicción y el conflicto inherentes a la conducta, pero no pudo
más que teorizarlos en términos de fuerzas y energías, desarticulando todo
movimiento dialéctico de acuerdo con el materialismo mecanicista imperante en su
época. La unidad de la conducta fue fragmentada en conceptos antitéticos
separados, que a su vez fueron transformados en elementos formales constituyentes
de un supuesto aparato psíquico. De tal modo, la disyuntiva no sólo se daba –como
habitualmente se sostenía– entre materialismo e idealismo, sino entre materialismo
dialéctico y materialismo mecanicista. No obstante, sobre el final de su obra, Freud
se había percatado de su error y había vuelto a abordar la conducta a partir de lo
concreto, en clave dramática, retornando a la consideración de la persona total a
partir de una psicología del yo.
En el caso de la teoría de las pulsiones, la meta de nuestro autor era “reelaborar

6 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

las abstracciones” elucidando los movimientos reales y concretos que se escondían


detrás de las formulaciones animistas o idealistas (p. 99). Con ese propósito, Bleger
plantearía la necesidad de estudiar el concepto de fuerza. Por más que Freud las
hubiera hecho depender del soma, las pulsiones no remitían al materialismo sino al
animismo. El concepto de fuerza, tomado de la física –de la cual derivaba su
presunta objetividad– había sido utilizado bajo el nombre de instinto [pulsión] como
explicación causal y no para una descripción fenoménica. De este modo se ubicaba a
una abstracción derivada de una sensación subjetiva en el lugar de una causa
objetiva pero intrapsíquica. En este punto, siguiendo a Pichon Rivière, Bleger se
valía de la teoría del campo de Kurt Lewin para corregir a Freud: la conducta ya no
dependía de fuerzas interiores, sino de la estructura de un campo en el que el objeto
se hallaba en relación con su medio. Aproximándose al final, Bleger retomaría en
detalle la teoría de las pulsiones como un caso particular de la transposición del
movimiento dialéctico de la conducta en movimiento mecánico. Alegaba que Freud
trasponía las contradicciones y oposiciones que había descubierto en la conducta
(sadismo-masoquismo, activo-pasivo, placer-displacer, sujeto-objeto) explicándolas
a partir de un cierto número de fuerzas elementales. En consecuencia, la tarea que
proponía realizar era la de una reducción de esa trasposición para volver a la
dramática. No se trataba de una reducción eidética, como en el caso de la
fenomenología, sino de algo así como una epoché dialéctica que aspiraba a
reencontrar los distintos términos de la estructura de la conducta allí donde Freud
había interpuesto el artificio de un aparato psíquico.
Para dar cuenta del divorcio entre la teoría y la práctica psicoanalíticas, Bleger
apelaba a la categoría politzeriana de dramática, que oponía a la dinámica que ya
hemos examinado. Sin embargo, la dramática tal como era definida por nuestro
autor no era exactamente la dramática de Politzer, que, según mencionáramos, era
un concepto bastante impreciso. En este punto Bleger apelaba a su propio arsenal de
referencias teóricas, construyendo una noción compleja a través de una Aufhebung
que combinaba el psicoanálisis con la fenomenología y la psicología contemporánea.
En principio, la dramática era “la descripción, comprensión y explicación de la
conducta en función de la vida del paciente, en función de toda su conducta” (p.
113). Era lo que, de hecho, hacían los psicoanalistas en su práctica al comprender e
interpretar, “reduciendo la conducta a motivaciones, hechos y situaciones, en
términos concretos de vida humana” (p. 113). No obstante, la teoría se había
apartado de ese camino, adoptando explicaciones abstractas de tipo dinámico, que
reemplazaban la dialéctica de lo real por conceptos como el de pulsión, de tipo
mecánico. Para Bleger, la dramática podía admitir diversas teorías, siendo la
pulsional la menos apropiada. Tomando al primer Freud (en Ana O., por ejemplo)
deducía que los síntomas podían explicarse claramente como el emergente de una
situación, apelando para ello a la teoría de las relaciones objetales. En este sentido, el
Freud de la teoría de las pulsiones iba a ser corregido, por un lado, por el Freud
decimonónico de las neurosis actuales y por los postfreudianos que pusieron de
relieve la relación de objeto (Klein, Balint, Spitz, etc.). Por otro lado, Kurt Lewin
aportaba la teoría del campo, que servía para dar aún mayor importancia al punto
de vista actual por sobre los enfoques histórico-genético y dinámico privilegiados
por Freud. Bleger destacaba también la importancia del “aquí-ahora-conmigo” como
situación concreta en la que transcurría la sesión analítica y que daba su sentido a
los síntomas, por oposición a las explicaciones que se basaban de manera excluyente
en las fantasías y fijaciones de la historia del sujeto.
En definitiva, la dramática blegeriana terminaba acercándose más a una
versión aggiornada de la lectura pichoniana de los conceptos de vínculo y campo
psicológico que a la categoría de Politzer, que estaba más ligada a la descripción de

7 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

la experiencia vivida de la fenomenología y la psicología comprensiva. Este


deslizamiento entre dramática y campo, que se producía en el plano de la teoría,
también se acompañaba de una redefinición de la praxis psicoanalítica en términos
pichonianos.[7] En este sentido, la relación entre analista y analizando se planteaba
como una relación dialéctica en espiral, siendo el analista un “agente activo en forma
inevitable”, y no un “puro observador”, como en las ciencias naturales (p. 134-135).[8]
Paralelamente, este cambio de posición implicaba una reducción de la importancia
del método histórico-genético, ya que los síntomas comenzaban a aparecer más
como “emergentes situacionales” que como resultantes del pasado del sujeto. Así,
las interpretaciones debían basarse en “los hechos concretos tal como son dados en
la conducta”, prescindiendo de términos técnicos o construcciones abstractas (p.
138). Estas modificaciones, explicadas por nuestro autor como parte de un proceso
evolutivo en la historia del psicoanálisis, venían a evidenciar que se había producido
un cierto divorcio entre la teoría y la práctica. Mientras la práctica se manejaba cada
vez más en el plano de la dramática, la teoría se seguía formulando en términos
dinámicos. En consecuencia, se hacía necesario adecuar la teoría a las exigencias de
la práctica, introduciendo la dimensión social que implicaba la sesión psicoanalítica
entendida como una relación bipersonal, como “una totalidad o configuración
dinámica” inserta en una situación. Aquí las referencias se multiplicaban, y Bleger
apelaba tanto a Dewey como a Ortega y Gasset y a von Uexküll para forjar el
concepto de “análisis situacional”, según el cual eran las condiciones operantes en
cada momento de una situación dada las que hacían que las conductas del paciente
y del terapeuta “emergieran” como necesarias. De este modo, el emergente
situacional se presentaba como algo nuevo y original, y no como exteriorización de
algo ya dado. Una vez más, la referencia a Pichon Rivière era explícita: siguiendo su
concepción sobre las “áreas de la conducta”, para nuestro autor la historia del
psicoanálisis había empezado por centrarse, de manera sucesiva, en la mente y el
cuerpo, para terminar por incluir al mundo externo, es decir, a la dimensión social.
En cuanto a la ortodoxia marxista, Bleger rompía osadamente con sus
postulados, ya que sus trabajos sobre psicología se quedaban

[...] en el plano de las declaraciones doctrinales, repitiendo las frases de Marx y


Engels sobre la función del cerebro como base material del fenómeno
psicológico, sin poder entrar realmente a elaborar una psicología (p. 156).

Si bien admitía los progresos de la neurofisiología, para nuestro autor, la


psicología dialéctica y materialista debía asentarse sobre el fenómeno de la
alienación. Puede leerse entre líneas que de aquí se deducía un rechazo de la
pertinencia de la reflexología (que ni siquiera era mencionada) para dar cuenta de
este fenómeno, tarea para la que el psicoanálisis parecía mucho mejor posicionado.
En esa dirección, Bleger examinaría al primer Freud, y en una rara combinación de
kleinismo y materialismo dialéctico tomaría la conversión histérica como
“enajenación de una parte del cuerpo”, una escisión del yo, fenómeno que asociaba
con la división esquizoide (p. 164). Luego, ilustraría de manera abundante la
trasposición mecanicista que implicaron la primera y segunda tópica y la teoría de
las pulsiones, para volver finalmente al tema de la alienación y la escisión del yo,
pero en el “Compendio de psicoanálisis”, de 1938. Planteaba que allí la neurosis
operaba como la lógica formal, solucionando una contradicción (de la conducta) por
medio de una escisión (del yo), proceso que se complementaba con la represión (es
decir, la alienación) de uno de los términos antagónicos.
Finalmente, Bleger terminaba proponiendo una psicopatología basada en el
fenómeno social de la alienación, cuyos efectos sobre el hombre describía como

8 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

aislamiento, incomunicación, sensación de vacío, despersonalización y


automatización. A partir de allí, siguiendo una vez más a Melanie Klein y a Pichon
Rivière, planteaba que la división esquizoide, subyacente en la estructura de toda
conducta, era la contrapartida psicológica de la alienación. En ella el sujeto
proyectaba determinadas cualidades en ciertos objetos, que a su vez se enajenaban,
pudiendo referirse la psicopatología a la modalidad de los vínculos del sujeto
alienado con los objetos enajenados (p. 192). Así, el estudio psicopatológico no era
más que “una reducción fenomenológica del proceso de la alienación”, ya que todas
las neurosis se asentaban en su equivalente psicológico: la división esquizoide (p.
194). Hasta aquí, el libro de Bleger.

La polémica recepción de Psicoanálisis y dialéctica materialista: Freud, Marx


y Pavlov en la Argentina
En 1959, en la sección “Correspondencia” de la revista Acta Neuropsiquiátrica
Argentina (de cuyo comité de redacción Bleger era miembro), se produjo uno de los
debates a los que dio lugar el libro que acabamos de comentar. El psiquiatra Adolfo
Lértora, también miembro del PCA, profesor en la Facultad de Medicina de la
UNLP y futuro profesor de la Carrera de Psicología de la misma Universidad, en
una carta dirigida a los directores de la publicación, rechazaba de plano las ideas de
nuestro autor, apoyándose también en los escritos de Politzer. No obstante, se
basaba en los escritos posteriores a su adscripción al comunismo en 1929, tanto para
criticar al primer Politzer como para descalificar a Bleger, quien, según él, no era
más que otro de los profetas del “freudo-marxismo”, que desconocía que entre Marx
y Freud no podía haber jamás una conjunción sino una disyunción excluyente.
Detrás de un “contenido aparente marxista” se escondía un “contenido latente”: el
“arsenal ideológico de la reacción” que buscaba vaciar al marxismo “de su carácter
materialista y revolucionario” (Lértora, 1959: 334). El psicoanálisis no sólo no era
“un pensamiento de vanguardia”, “una conquista progresiva de la humanidad”, “la
verdadera revolución efectuada por Freud”, como pretendía Bleger, sino que
tampoco era una psicología. Y aquí radicaba el núcleo más virulento de la crítica de
Lértora al psiquiatra santiagueño:

Ignora que la psicología no es la recíproca masturbación mental psicoanalítica,


sino ¡la teoría y práctica de la ingeniería del alma infanto-juvenil progresista!
(p. 334).

Más allá de la reducción del psicoanálisis al estatuto de onanismo intelectual,


llama la atención la definición de la psicología en términos que habrían sido más
dignos del período stalinista. De cualquier modo, la disputa se centraba en dónde
debía fundarse una psicología verdaderamente materialista y dialéctica, a lo que el
psiquiatra platense respondía según los lineamientos de la ortodoxia del partido, es
decir, postulando la necesariedad de la reflexología. En tal sentido, reclamaba para
Pavlov el lugar de “héroe positivo” que Bleger había dado al primer Politzer, a
quién a su vez desechaba acusándolo de existencialista. Para él, al tirar por la borda
las teorías del inconsciente y la libido sexual, Bleger había reducido el psicoanálisis a
un “psicoanalismo dramalógico”, que no era freudismo sino existencialismo (p. 339).
En sus comienzos, Politzer se había basado en la trascendencia y el “subjetivismo
intuicionista” de Dilthey, Spranger, Husserl y Heidegger; Pavlov, por el contrario,
encarnaba el materialismo dialéctico en materia de psicología (p. 338). Por lo tanto,
la personalidad debía definirse como “conjunto sistemático de estereotipos
dinámicos”, es decir, como un conjunto de reflejos condicionados adquiridos a
través de la experiencia concreta o con la ayuda del lenguaje entendido como un

9 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

“segundo sistema de señalación”. El comportamiento implicaba una continuidad


entre la ontopsicogénesis, es decir, la formación de los reflejos condicionados, y la
filogénesis, ya que aquélla se asentaba sobre los reflejos absolutos comunes a la
especie. Entre psicología y fisiología no había “ninguna muralla china”, cosa que
Bleger había ignorado al excluir a la reflexología del campo de la psicología,
definiéndola como una mera neurofisiología. Sin embargo, había dejado una puerta
abierta a una articulación posible, diciendo que así como la reflexología había
confirmado la clínica aportada por el psicoanálisis, por otra parte, debía
completarse con la psicología y la psicoterapia “para ser consecuente consigo
misma” (Bleger, 1958: 121). Lértora se encargaría de cerrar esa puerta, negando de
manera categórica toda relación posible entre pavlovismo y psicoanálisis, y
pidiendo a los psicoanalistas que desecharan “su psicología y su psicopatología sin
cerebro”.
En este punto, Lértora se situaba en una “línea dura” en lo que respecta a la
relación entre reflexología y psicoanálisis en nuestro país, a diferencia de muchos
psiquiatras que, desde ambos bandos, lo habían precedido en una posición más
dialoguista. Ya en 1942, Ángel Garma, poco antes de fundar la Asociación
Psicoanalítica Argentina, había dedicado un capítulo de su libro El psicoanálisis,
presente y perspectivas, a la exploración de las vinculaciones entre las dos teorías.[9]
En 1944, Konstantin Gavrilov, profesor de psicología en la Universidad de Tucumán
e inmigrante ruso, había publicado El problema de las neurosis en el dominio de la
reflexología, donde se acentuaba el paralelismo entre Freud y Pavlov a través de una
interpretación reflexológica de las neurosis y las psicosis. Como muestra irrefutable
de acercamiento, el prólogo había sido escrito por el mismo Pichon Rivière, quien
daba cuenta de que, a través de sus ensayos psiquiátricos, la reflexología se había
acercado a los problemas de la “psicología profunda”. Si bien entre psicoanálisis y
reflexología había “discordancias filosóficas”, Pichon consideraba que las
resistencias mutuas debían ser vencidas, tanto las de carácter ideológico (de los
psicoanalistas hacia los reflexólogos) como las de tipo emocional (de los reflexólogos
hacia los psicoanalistas). En 1952, en Teoría y práctica del narcoanálisis, el joven Bleger
había tratado de fundamentar ciertos puntos de la teoría del narcoanálisis en
términos de la fisiología del sistema nervioso, explicando, por ejemplo, la catarsis
como un caso de “reactividad ultraparadojal”. En 1953, Gavrilov –citado por el
mismo Lértora–, había publicado El psicoanálisis a la luz de la reflexología, como un
intento de fundamentar desde el pavlovismo los descubrimientos del psicoanálisis,
y de correlacionar ambas doctrinas con los conceptos biológicos de la época.
Finalmente, Gregorio Bermann, el ilustre psiquiatra cordobés que se vanagloriaba
de haber sido “el primero que en el país, desde 1920, ha practicado el psicoanálisis”,
tanto como de haberlo abandonado y objetado públicamente, terminaría terciando
en la disputa entre Bleger y Lértora (Bermann, 1960: 108). Si bien agradecía la crítica
de Lértora y compartía la mayor parte de sus reparos ideológicos (según veremos
más adelante), consideraba que había que “salir al paso de los pavlovistas
dogmáticos que afirman que la psicología comienza y termina con la fisiología del
sistema nervioso superior” (p. 117). Luego de rescatar los descubrimientos de
Pavlov y considerar la reflexología como una auténtica revolución científica,
valiéndose de la obra de Shakespeare, no dejaba de señalar que aunque la fisiología
del sistema nervioso pudiera dar cuenta del sonambulismo y la ceguera de la mujer
de Macbeth, no podía “seguir las infinitas y complejísimas peripecias del acontecer
humano” (p. 120). No obstante, esto no quería decir que Bermann rescatara la
dramática, sino tan solo que pensaba que la fisiología no podía reemplazar a la
psicología. El psicoanálisis, por su parte, era todavía para él la psicoterapia más
estructurada y, por ende, la más enseñada. Sin embargo, había llegado el tiempo de

10 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

una nueva psicoterapia racional, que utilizara tanto los hallazgos psicoanalíticos
como los descubrimientos de Pavlov, por lo que se lamentaba de que Bleger sólo se
hubiera perdido “en las calles ciegas del psicoanálisis” en vez de sumarse a “las filas
de los arquitectos de los tiempos nuevos” (p. 116).
En su respuesta a Lértora, Bleger volvía a insistir sobre la importancia de la
práctica concreta por oposición a la esterilidad de las discusiones teóricas,
desembocando nuevamente en una definición del psicólogo y la psicología:

La psicología exige conocimientos muy vastos, pero no se es psicólogo por lo


que se sabe de filosofía, epistemología, antropología, etcétera, sino que se es
psicólogo cuando se trabaja en un campo definido con la psicología. La
dicotomía entre lo que se hace y las teorías y conocimientos que se esgrimen es
flagrante [...] Me interesa insistir frente a los jóvenes que se sienten atraídos
por la psicología que sólo serán psicólogos haciendo de la psicología un oficio [...]
(Bleger, 1959: 478).

Una vez más, con su estrategia retórica, hábilmente Bleger se autodefinía como
psicólogo en razón de su práctica, mientras que dejaba a su contrincante el lugar del
crítico puro que sólo se empeñaba en un debate teórico, pero nada decía acerca de
su accionar. Incluso, instaba a los jóvenes a apropiarse de la psicología haciendo de
ella un oficio, cosa que seguramente provocaba mayor adhesión que la definición
lertoriana de la psicología como “teoría y práctica de la ingeniería del alma
infanto-juvenil progresista”. De hecho, Lértora apenas pasaría fugazmente por la
Carrera de Psicología de La Plata, siendo su alejamiento una consecuencia directa
del rechazo que generó en los estudiantes de las primeras promociones, que lo
calificaban de “psiquiatrón” (Delucca, 1998). Cuando en 1963 publicó su libro
Refundamentación de la psiquiatría, debió hacerlo por cuenta propia, ya que,
probablemente, ninguna editorial estuvo dispuesta a aceptarlo. Con expresiones
tales como “el anticientismo reaccionario psicoanalista” (p. 11), “el nazi Heidegger”
(p. 7) y “dualismo antirracionalista de lo más burdo y ramplón” (p. 7), trataba de
desechar las teorías que, a su entender, habían florecido a causa de la crisis de la
psiquiatría, haciendo reverdecer “actitudes mentales medievales” (p.6). La
dicotomía era clara: por un lado –en su vertiente psicoanalítica o existencial– había
un antirracionalismo instistivista, inconscientista, emocionalista, afectivista y
subjetivista. Por el otro, Pavlov había construido una nueva teoría del hombre,
objetiva y racional, que lo definía como “un ser vivo cortical con segundo sistema de
señalación” (p.9), un animal con una estructura dinámica (compuesta por reflejos
condicionados) que había desarrollado la facultad de conocerse a sí misma. Si lo
psíquico se definía en términos córtico-cerebrales, el psicoanálisis, que era un
método de estudio del diencéfalo, no podía ser su vía de acceso. Más bien por el
contrario, el único camino apropiado era el de la fisiología experimental
reflexológica. A tal punto eran extremas las apreciaciones contenidas en el libro,
que, Guillermo Vidal, el director de Acta, que en 1959 había publicado su debate con
Bleger, hizo una reseña profundamente negativa, que daba cuenta del aislamiento
en que había quedado una posición tan intransigente como la de Lértora. Calificaba
su lucha “contra los molinos de viento del psicoanálisis y el existencialismo” como
una faena “tan esforzada como inútil” (p. 89), que no dejaba salvación posible a
excepción de la reflexología pavloviana. Para Vidal, su falta de respeto por las ideas
del otro (cosa que Bleger había denominado más académicamente como “la
estructura de su crítica”), lo dejaba fuera de la ciencia.

Bleger y la psicoterapia en la cultura de izquierda

11 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

Desde principios de los años ’30, el tema de la “psicoterapia”, es decir, de “la


cura por medios verbales” había pasado a ser el denominador común de los intentos
de renovación del campo psiquiátrico en nuestro país. El paradigma
heredo-degenerativo, que en diferente grado había orientado a Ingenieros, Ponce y
Mouchet, por caso, ya hacía varios lustros que había comenzado a tambalear a partir
de la crisis del positivismo, por lo que la fijeza que había caracterizado a las
enfermedades mentales de antaño iba dando paso una concepción más funcional, en
la que el medio y la biografía tenían un lugar preponderante. En ese entonces,
surgieron desde los intelectuales de izquierda de la medicina diversas iniciativas
que, en nombre de la psicoterapia, tendían a conjugar múltiples corrientes (como el
psicoanálisis –que ya se transformaba en la cura verbal por antonomasia–, la
reflexología, la fenomenología existencial, la caracterología y la psicología social) en
la búsqueda de una recomposición de la unidad del campo que cada vez parecía
más lejana.[10] En ese marco ecléctico, Jorge Thénon y Gregorio Bermann fueron dos
de los primeros cultores del freudismo en la izquierda vernácula. Jorge Thénon ya
desde 1928 había retomado el olvidado tema de la hipnosis a partir de su práctica
clínica hospitalaria. Discípulo de Arturo Ameghino, José Borda y Christofredo
Jakob, rompió con sus predecesores al apartarse de la locura centrando su interés en
las neurosis y, por consiguiente, en el psicoanálisis. No obstante, a partir de 1935
iniciaría un derrotero que, en virtud de su compromiso político con el marxismo, lo
alejaría cada vez más de Freud y lo acercaría a la reflexología. En 1963, en una obra
de madurez titulada Psicología dialéctica, terminaría desechando por completo las
tesis psicoanalíticas por “falaces e imaginarias” (Thénon, 1963: 14). Al mismo
tiempo, intentaría sintetizar una psicología general en clave reflexológica, para
terminar proponiendo una psicoterapia racional bastante ecléctica, que si bien
incluía dentro de la psicología aplicada la concebía como una rama de la medicina.
Más adelante veremos el lugar de Thénon en la recepción de la obra de Bleger en el
seno del PC.
Por su parte, Gregorio Bermann, a quien ya hemos mencionado, había sido
uno de los pocos argentinos en conocer a Freud personalmente, además de Nerio
Rojas y Víctor Mercante.[11] Discípulo de Ingenieros y fundador de la revista
Psicoterapia, Bermann había tenido una trayectoria en parte equiparable a la de
Politzer: su temprana afinidad con las teorías freudianas, notoria en los contenidos
de la revista, se había visto opacada a partir de su compromiso militante, que lo
llevaría a España a defender el régimen republicano. A su regreso, seguiría un
derrotero parecido al de Thénon, cada vez más crítico respecto del psicoanálisis y
más cercano a la reflexología, en virtud de su proximidad con el Partido Comunista.
Ya en 1948, consecuente con su compromiso con el materialismo dialéctico, Bermann
iba a prologar los Principios elementales de filosofía de Politzer (Vezzetti, 1996). Un año
después, se iba a hacer eco de la crítica del psicoanálisis que en Francia había
emprendido un notorio grupo de jóvenes psiquiatras pertenecientes a la izquierda
intelectual (afines a la revista La Pensée, de la cual Politzer había sido co-fundador en
1939), que cobró estado público a través de un documento titulado “La
psychanalyse, idéologie réactionnaire”, publicado en La Nouvelle Critique, órgano de
los intelectuales comunistas. En realidad, dicho documento, que retomaremos más
adelante, había sido más bien una “autocrítica” realizada a instancias de la dirección
del Partido Comunista Francés, que por esos tiempos, con acciones de ese tipo
mostraba su alineamiento con el stalinismo del PCUS (Roudinesco, 1993). Pocas
semanas después, Bermann comentaría de manera entusiasta esta empresa que
desde el materialismo dialéctico e histórico, a su juicio, evidenciaba la crisis del
psicoanálisis, poniendo el énfasis en su naturaleza individualista y clasista. Para ello,
ya en esa época, se basaba en la obra del último Politzer (Bermann, 1949).

12 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

Curiosamente, la única respuesta al artículo de Bermann provendría del campo


literario. Arturo Capdevila, cuya fe en el ilustre vienés se había cimentado en el
medio artístico (e incluso lo había llevado a dedicarle un libro titulado Consumación
de Sigmund Freud, un poema dramático en el cual lo comparaba con Colón, por ser
un verdadero héroe que había descubierto los misterios del Yo), le recordaba a
Bermann su carácter de precursor del psicoanálisis, de “sacerdote y apóstol de este
nuevo Dios” (Capdevila, 1949). Bermann, en su respuesta, no renegaba de su pasado
freudiano ni de los méritos de su viejo maestro, cuyo método decía seguir utilizando
en parte; no obstante, había logrado “rectificarse”, adoptando “la posición natural a
través de un largo y fatigoso camino” (Bermann, 1949).
Esta apretada síntesis sobre la psicoterapia en la cultura de izquierda viene al
caso para resaltar dos cuestiones. Por un lado, resulta evidente que los problemas
que Bleger abordó en su libro de 1958 ya tenían una larga historia en nuestro país.
Tanto la articulación crítica entre psicoanálisis y marxismo como la referencia a
Politzer no eran de suyo originales, así como tampoco lo era su interés por la
psicoterapia. Por otra parte, se hace evidente la histórica estrechez de los lazos de la
intelectualidad argentina con el pensamiento francés, en particular, en esa franja de
la izquierda comprometida con la renovación del campo psiquiátrico. No obstante,
el libro de Bleger sí tuvo un aspecto poco común: logró insertarse en los debates que
en Francia tenían lugar en torno de esas cuestiones, contrariando la dirección
tradicional en materia de transmisión de ideas, que usualmente se realizaba desde el
centro hacia la periferia. A fines de los ’50, parte del grupo de jóvenes psiquiatras
que en los ’40 publicaba en La Pensée (como Bonaffé y Follin), se había nucleado en
torno de la revista La Raison, dirigida por Henri Wallon, quien, junto con Louis Le
Guilland había sido su co-fundador en 1950. Si bien la revista pretendía consagrarse
a una “psicopatología científica”, es decir, de base reflexológica, tenía una línea
editorial menos dogmática que la Nouvelle Critique y cada vez menos antifreudiana.
Por iniciativa de ese grupo, durante 1959 y 1960 tuvieron lugar una serie de debates
sobre el tema de la psicoterapia desde la perspectiva del materialismo dialéctico,
para lo cual la referencia a autores como Politzer, el mismo Wallon y René Zazzo era
casi obligada. No obstante, que en esos debates se tuviera en cuenta el libro de
Bleger no deja de llamar la atención.
En uno de los dos trabajos principales, “Problemas de psicoterapia”, Béquart y
Muldworf buscaban elaborar las bases teóricas y las modalidades prácticas de una
psicoterapia concreta. A diferencia de Bleger, su lugar de enunciación se situaba
enteramente dentro del campo de la psiquiatría, y no se proponían construir una
nueva psicología. Sin embargo, al igual que él, desde el materialismo dialéctico se
basaban en la obra de Politzer para rescatar el psicoanálisis, al que consideraban
como método terapéutico y doctrina psicológica antes que como antropología o
ideología (p. 20). Definían la psicoterapia en términos janetianos, como una
aplicación de la ciencia psicológica, como “una utilización terapéutica de nuestro
conocimiento psicológico del hombre” (Béquart y Muldworf, 1961: 22). Al mismo
tiempo, narraban una historia de la psicoterapia que comenzaba en el “nivel del
sentido común”, en el que la práctica se fundaba en la intuición y el conocimiento
adquirido de manera espontánea, en la observación “no mediatizada por la
reflexión” que sólo revelaba significaciones convencionales. A esa etapa le había
seguido, como superación dialéctica, una fase de psicoterapia empírica, que de
manera ecléctica se esforzaba por introducir el determinismo de las ciencias.
Haciendo uso de diversos aportes (de la psicología aplicada, la sociología y la
fisiología, por ejemplo), ponía el énfasis en la eficacia sintomática, siendo Pierre
Janet uno de sus más fieles exponentes. Finalmente, la síntesis mayor se había
logrado a través de las “psicoterapias regidas por la situación terapéutica”, a saber,

13 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

el psicoanálisis freudiano y la analítica existencial, caracterizados por la


investigación de una relación intersubjetiva entre el médico y el paciente. Siguiendo
a Politzer, afirmaban que el psicoanálisis había servido para brindar a la
psicoterapia un abordaje directo de la dramática, y, coincidiendo nuevamente con
Bleger, señalaban la brecha entre una práctica analítica concreta que destacaban y la
degradación teórica a que había sido sometida. Una vez más, la sustantivación de
los hechos psíquicos y la cosificación del drama habían apartado al psicoanálisis del
plano de lo concreto. Con una actitud pragmática se habían adoptado diversos
conceptos abstractos por su pretendido valor operativo más que por su contenido o
su valor de verdad. Por lo tanto, se hacía para ellos necesario un esfuerzo de
renovación que apuntara en la dirección de una psicoterapia realmente concreta. En
ese sentido, juzgaban que la esencia de la psicoterapia era la situación
psicoterapéutica, núcleo irreductible que daba fundamento a la unidad “por encima
de la diversidad de formas y apariencias”. El psicoanálisis había cometido el error
de transformar esta dialéctica intersubjetiva en una realidad intrasubjetiva, aislando
al enfermo de sus determinaciones sociales, básicamente económicas e ideológicas.
La enfermedad debía entenderse como una desorganización de la función de
relación que regulaba las distintas modalidades de interacción del individuo con su
medio. Por lo tanto, los síntomas tenían una significación que podía y debía
interpretarse a partir de esa función particular, en términos de la vida cotidiana,
adecuados a la situación dramática y no a especulaciones teóricas. Colocar el énfasis
en la función de relación conducía a una psicología en primera persona del plural
más que en la tercera del singular, a una psicología del “nosotros” más que a una del
“Ello”. La psicoterapia implicaba a su vez una “reeducación relacional”, una
readaptación del individuo a su medio, y una toma de conciencia progresiva, “una
superación de lo emocional por lo relacional”. La situación terapéutica era un campo
de significaciones que el terapeuta debía ser capaz de reorganizar, elaborando un
proyecto en el cual el paciente a lo largo del tratamiento tenía que tomar parte cada
vez más. Y aquí la referencia al existencialismo (y a Sartre en particular) era
absolutamente explícita.
Hasta aquí el trabajo de Béquart y Muldworf, cuyo parecido con el de Bleger
resultaría llamativo si no fuera porque el psiquiatra santiagueño había dejado en
claro que estaba muy al tanto de lo que se publicaba en La Raison, al punto de que en
su libro mencionaba detalladamente una reunión de 1956 “en la que se dispuso
retomar y reconsiderar la crítica del psicoanálisis y la fenomenología” (p. 33-34),
justo en el momento en que Kruschev había denunciado las atrocidades del
stalinismo en el XX Congreso del PCUS y el Partido Comunista Francés se veía
obligado a rever sus posiciones científicas (Roudinesco, 1993). Lo novedoso, según
apuntamos, era que el grupo de La Raison hubiera tomado nota del libro de Bleger,
que fue comentado (y criticado) por A. Fernandez-Zoila, quien lo catalogaría como
una muestra de otro “sincretismo freudo-marxista” (Fernández-Zoila, 1961: 145).
Luego de hacer una breve reseña de la obra Politzeriana (en el marco del freudismo
de izquierda en Francia) y del libro de Bleger, cuestionaba el concepto de “lo
concreto”, porque no respondía a una experiencia directa ni inmediata, sino que era
el resultado de un recorte, del análisis y la interpretación, “de un proceso de
abstracción que le da valor y significación” (p. 158). Por lo tanto, el psicoanálisis
supuestamente enriquecido por el estudio de lo concreto así definido no podía
aspirar a un carácter científico. Algo similar ocurría con la noción de drama: la
estructura dramática de los hechos sólo respondía a una proyección del sujeto, pero
no era un dato originario. En consecuencia, oponía al hombre concreto el hombre
total como objeto de una psicología verdaderamente objetiva, y a la situación
psicoterapéutica entendida por Bleger como síntesis dialéctica la redefinía como

14 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

“situación global”. El sincretismo blegeriano, “esfuerzo inútil y superfluo” (p. 163),


“sediento de subjetividad” (p. 162), unía falsamente psicoanálisis, marxismo y
psicología social lewiniana, por lo que no constituía una verdadera síntesis. La
psicopatología y la psicoterapia científicas debían abordar una materia de estudio
objetiva siguiendo un método también objetivo. La interpretación del inconsciente o
de la vivencia individual no podía aspirar a ese estatuto, al que sí lograban acceder
las objetivaciones del espíritu humano, mediatizadas por los símbolos de la cultura
(y aquí, extrañamente, la referencia era a Lacan). No había que privilegiar lo afectivo
o lo emocional sino también lo cognoscitivo y perceptivo para lograr una
aprehensión de la conducta global, de los actos que daban lugar a realizaciones y
obras de carácter material.

[...] estamos ‘condenados’ a la aprehensión del hombre total y al estudio de


sus funciones psicológicas, a través de sus etapas de elaboración, objetivadas
en sus manifestaciones en el mundo humano (p. 169).

El psicoterapeuta tenía que agregar al análisis retrospectivo una síntesis


prospectiva que permitiera al paciente una toma de conciencia activa, y no
meramente contemplativa. En esta dirección, la referencia principal era la psicología
objetiva, histórica y comparada del poco conocido Meyerson, que a su vez tenía
como perspectiva el esclarecimiento del “hombre total”, que Fernandez-Zoila
oponía al “hombre concreto” de Politzer y Bleger. No obstante, esta postura
antipsicoanalítica no era del todo compartida por Béquart, quien acudiría en auxilio
de Bleger a través de una carta a Fernandez-Zoila, mostrando que el grupo de La
Raison era más heterogéneo de lo que podía suponerse. Béquart, si bien daba la
bienvenida a la concepción de la significación desprendida de lo afectivo y lo
emocional, y enclavada en la historia, disentía en la valoración del libro de Bleger.
Para él, era necesario detenerse

en esa obra escrita en Buenos Aires en 1958, pues ella se une totalmente a las
reflexiones que, con Muldworf, nos esforzábamos en formular para la misma
época. El parentesco marxista no lo explica todo [...] pero el parentesco
materialista dialéctico es aquí, de todas maneras, esencial (Béquart, 1961: 334).

En general, Béquart acordaba con Bleger prácticamente en todo, salvo en el


reemplazo de la dinámica freudiana por la concepción lewiniana, que no terminaba
de aceptar. En cambio, disentía con Fernandez-Zoila en su crítica de lo concreto y el
drama. Más allá de los detalles del debate, este grupo, a fines de los ’50, parecía estar
más empapado de la fenomenología existencial de Sartre y Merleau-Ponty y de la
epistemología de Bachelard que de la reflexología pavloviana o las ideas biológicas
de Mitchourin y Lyssenko. Bleger, por su parte, parecía estar más cerca del
pensamiento de ese grupo que del de gran parte sus propios pares en la Argentina,
según veremos a continuación.

El Partido Comunista Argentino y Psicoanálisis y dialéctica materialista: el


“juicio” y la expulsión de Bleger
Para finalizar, haremos un breve repaso de los avatares de la recepción del
libro de Bleger en el seno del PCA con el fin de destacar las coordenadas ideológicas
que signaron su proyecto. No obstante, este análisis no podría realizarse sin una
previa reseña de la situación del comunismo criollo en esos momentos. La fractura
del partido ya se vislumbraba como inminente y desembocaría poco tiempo después
en la pérdida de buena parte de su militancia juvenil por el desmembramiento del

15 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

Partido Comunista Revolucionario. Esto implicaba una situación de retroceso y


repliegue, en la cual era necesario trazar límites ideológicos claros para impedir
males mayores, reforzando la autoridad de la dirección y previniendo eventuales
disidencias. Por otra parte, a principios de 1959, la revolución cubana (que hasta
1961 rechazaría toda vinculación con el marxismo) aparecía como un fenómeno
disruptivo. Por un lado, no podía negarse que los barbudos de la Sierra Maestra
habían ganado una “heroica batalla contra el imperialismo” en las mismas puertas
del imperio. Por el otro, esta gesta ocurrida en Latinoamérica, que concitaba una
adhesión rotunda de parte de la nueva izquierda (más identificada con Gramsci y
Sartre que con Lenin), aún no daba muestras de su compatibilidad con la doctrina
del partido, por lo que amenazaba con abrir otro frente conflictivo. En ese marco, las
ideas de Bleger, expresamente dirigidas a la juventud, parecían abonar las
“desviaciones” de la franja denuncialista del marxismo que venía creciendo tanto
dentro como fuera del partido (fundando luego revistas como Pasado y presente, en
Córdoba, o Contorno, en Buenos Aires) y propiciaba la necesidad de incorporar al
marxismo los aportes del psicoanálisis y la psicología, así como los de la sociología y
la antropología (Terán, 1991). Esta nueva izquierda, además, parecía ser cada vez
más popular en el estudiantado universitario, a la vez que el Che Guevara, “rebelde
con causa” ajeno a toda ortodoxia, se erigía en el ejemplo de joven revolucionario, y
Sartre en el modelo de intelectual comprometido. La rigidez del PCA, pese a su
prosovietismo acérrimo, había implicado una marcada lentitud para asimilar los
cambios en las posturas científico-filosóficas que, como señaláramos, el PCF ya venía
introduciendo desde 1956. Más bien por el contrario, el PCA aún parecía sostener
posiciones más comprometidas con el stalinismo que primaba antes del XX
Congreso del PCUS que con los nuevos tiempos. De este modo, no es de extrañar
que el tratamiento que se dio al libro de Bleger transitara menos por los carriles de
un debate científico que por los de un juicio ideológico.
Según dijimos, en 1949, la “autocrítica” de los psiquiatras aparecida en La
Nouvelle Critique había venido “de arriba”, a instancias del PCF que, en tiempos de
la guerra fría, seguía a pie juntillas los dictámenes del PCUS. En esos momentos, en
la Unión Soviética se había producido una reactualización de la teoría de “las dos
ciencias”, elaborada a principios de siglo por Alexander Bogdanov (y criticada por
Lenin), según la cual la ciencia sólo podía ser burguesa o proletaria, dependiendo de
su naturaleza, su origen, sus métodos y su finalidad (Roudinesco, 1993: 182).
Después de la segunda guerra mundial, esta teoría había servido para apoyar las
tesis de Trofime Lyssenko en el campo de la biología y las de Andrei Jdanov en el de
la cultura. En la perspectiva de este último, el mundo se dividía en dos campos en
pugna: el imperialista, bajo dominio norteamericano, y el socialista, iluminado por
la Unión Soviética. Del mismo modo, la ciencia y la cultura obedecían a esta misma
disyunción excluyente: o bien eran burguesas o eran proletarias. Mientras tanto, en
Francia, aparecían artículos de neto corte jdanoviano, juzgando el psicoanálisis a la
luz de esas premisas:

Ofensiva general de un imperialismo acosado que intenta quebrar el auge del


movimiento obrero en todo el mundo. Éste es el hecho psicoanalítico en 1949. [...]
¿Es usted socialista? Entonces usted está a favor del socialismo soviético. ¿Está
usted a favor del psicoanálisis? Entonces está usted a favor del psicoanálisis
estilo yanqui. Porque usted debe elegir entre cosas reales y no entre la idea que
usted se hace de las cosas (Leclerc, 1949).[12]

Fue en este clima de ideas que se produjo el “pedido” de la dirección del PCF a
psicoanalistas y psiquiatras como Lebovici, Bonnafé, Kestemberg y Follin. A pesar

16 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

de que en Francia eran numerosos los grupos que se oponían a la proliferación de


las versiones más adaptativas del psicoanálisis representadas por la ego psychology,
según los principios enunciados por Jdanov, era imposible separar la doctrina
psicoanalítica de su rápida expansión en Estados Unidos, ya que esta última no era
más que la expresión de su naturaleza de clase. Otra vez, la revista L’Humanité
confirmaba el papel tutelar jugado por la dirección del partido en la confección de
aquel famoso documento:

Los signatarios [...] tuvieron que centrar su vigilancia en estos problemas por la
ofensiva de la reacción. En esto los ayudó el Partido. [...] Analizaron primero el
contenido de clase de la doctrina y la práctica psicoanalítica y terminaron
reconociendo que el psicoanálisis, encarado en todos sus aspectos, es un arma
de la burguesía, y que sería falso distinguir, como lo hicieron algunos
camaradas en la primera parte de la discusión, entre la teoría y la técnica
psicoanalíticas (Anónimo, 1949).[13]

Cuando en 1959 el PCA emprendió su tarea de demolición con el libro de


Bleger, lo hizo en total consonancia con el accionar que había tenido el PCF diez
años antes, por lo que el contenido de los párrafos que acabamos de citar sería de la
mayor aplicabilidad. La única diferencia es que, como ya hemos visto, en esa década
habían ocurrido profundos cambios en el campo socialista cuya repercusión en
nuestro medio se demoraría un poco más de lo acostumbrado. En tal sentido, Bleger
debió pagar el precio por su anticipación, que a la vez que lo unía a sus colegas
franceses lo separaba de sus camaradas en Argentina. Las primeras escaramuzas
fueron con algunos psiquiatras como César Cabral (en los Anales de Medicina) y
Adolfo Lértora (en Acta Neuropsiquiátrica, según vimos). Los ejes de la discusión,
otra vez, pasaban por las antinomias idealismo-materialismo,
irracionalismo-racionalismo, burgués-proletario. No obstante, al igual que en la
Francia de 1949, debido a las razones expuestas, la separación que Bleger había
planteado entre la práctica y la teoría psicoanalíticas, solidaria de la diferenciación
entre forma y contenido, dramática y dinámica resultaba inadmisible: una disciplina
burguesa no podía dar lugar a una práctica revolucionaria. De este modo, mientras
Cabral “atacaba” a Bleger apoyándose en fragmentos escogidos del documento de
La Nouvelle Critique, Bleger se defendía citando trabajos posteriores de algunos de
sus mismos autores, a quienes, dicho sea de paso, se jactaba de conocer
personalmente (Cabral, 1959; Bleger y Cabral, 1959). En 1959, Cabral todavía se
apoyaba en Stalin (repudiado por el PCUS y el PCF) para dar primacía al contenido
(la teoría) sobre la forma (la praxis). En cierto modo, en esa misma clave, podría
decirse que en el PCA el “contenido” del nuevo marxismo parecía no haber logrado
romper con la “forma” del viejo stalinismo.[14] Esa brecha implicaba una asincronía
en los discursos que determinaba a su vez un profundo desencuentro en el plano
ideológico. Por otra parte, al igual que en el debate con Lértora, Bleger sostenía que
sus discrepancias con Cabral surgían de que él trabajaba “dentro del campo de la
psicología” por su interés en la investigación científica, mientras que Cabral sólo
sostenía una posición filosófica (Bleger y Cabral, 1959). A su vez, la crítica de Cabral
terminaba como la de Bermann: lamentándose porque Bleger se dedicase al
psicoanálisis en vez de “desarrollar un sistema psicológico teórico práctico
auténticamente científico” (Cabral, 1959: 111).
Pocas semanas después, el debate llegaría a la “Comisión Nacional de Asuntos
Culturales del PCA”, convocada expresamente en virtud de que el libro había
generado “numerosas críticas” que habían sido recibidas por la dirección de
Cuadernos de Cultura (órgano del PCA). Como tales críticas “se referían a problemas

17 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

relativos a la orientación política e ideológica del camarada Bleger, y no meramente


a aspectos técnicos o profesionales”, la Comisión estimó necesario “concederle el
derecho a la discusión previa” (Espectador, 1959: 79). En este caso, el papel que en
París les había tocado desempeñar a La Nouvelle Critique y a L’Humanité, recaía sobre
los Cuadernos de Cultura. Una vez más, un autor anónimo (que firmaba como
“Espectador”) daba cuenta de los pormenores de una “autocrítica” que se había
producido con la ayuda del Partido.[15] En la reunión, además de César Cabral,
participaron, entre otros, Héctor Agosti (prominente miembro del partido, de
orientación nacionalista),[16] Jorge Thénon, José Itzigsohn (psiquiatra reflexólogo
que sucedería a Bleger en Introducción a la Psicología, y a E. Butelman en la dirección
de la carrera) y otros “camaradas especializados en psiquiatría”.[17]
La discusión transcurrió por los carriles previsibles, con Cabral repitiendo en
gran parte los argumentos publicados en los Anales, junto con Thénon y Agosti
impugnando la empresa blegeriana. Más allá de los remanidos argumentos sobre el
carácter reaccionario del psicoanálisis a partir de su utilización en pro de “la política
cultural del adversario” (p. 87) y la diatriba sobre el hombre aislado, recostado en un
diván, por oposición al “hombre concreto, visible y audible, que vive y trabaja” (p.
86), se planteaba una cuestión doctrinaria más profunda en torno de los conceptos
de dialéctica y alienación. Para Cabral, en el freudismo no había dialéctica, sólo
conflictos estáticos que carecían de dinámica y desarrollo, presuponiendo una
“confrontación mecánica entre dos fuerzas opuestas y nunca una unidad dialéctica
de contradicciones” (p. 80). Para Thénon, si Bleger encontraba la dialéctica en el
campo restringido de la práctica analítica, era porque había aplicado el método
dialéctico dejando de lado la concepción del mundo inherente al marxismo, es decir,
el materialismo histórico. En resumen, concluía Agosti, Bleger adoptaba la dialéctica
pero abandonaba el materialismo marxista, acercándose a posiciones como la de
Merleau-Ponty (o la de Sartre, agregamos nosotros, teniendo en cuenta sus
desarrollos posteriores). En este sentido, lo que estaba en juego era la “pureza
filosófica” de la doctrina marxista, que estaba siendo amenazada por esos cruces,
cada vez más frecuentes, con el “idealismo” de la fenomenología existencial. Para
colmo de males, seguía Agosti, Bleger había hecho hincapié en el concepto de
alienación, que era la clave de la revisión humanista del marxismo que por vías
diversas habían emprendido figuras como Erich Fromm y el mismo Merleau-Ponty,
rescatando los escritos tempranos de Marx. Ese camino desembocaba para él en “el
hombre y su circunstancia” de Ortega y Gasset (citado por Bleger) y no “en el
hombre concreto en las condiciones concretas de la explotación capitalista” (p. 92).
Frente a todo esto, había acuerdo unánime en que no cabía más que desechar el
psicoanálisis (por más que estuviera de moda en Europa y Estados Unidos) y
adoptar la reflexología como base segura para una psicología materialista y
dialéctica. Sin embargo, había diferentes matices; mientras que Cabral, Thénon y
Agosti sostenían la posición más dura, Itzigsohn se conformaba con cuestionar, no
muy categóricamente, la referencia acrítica al concepto de campo operacional de
Kurt Lewin y a la teoría de las relaciones objetales para “reemplazar los aspectos
criticados de Freud” (p. 81).
Aunque las intervenciones de Bleger en todos estos debates (tanto en los Anales
como en Acta y en la “Comisión de Asuntos Culturales”) parecen no haber sido
demasiado complacientes con la ortodoxia de sus rivales, “el espectador” Cabral se
empeñaba en mostrarlo sumiso y autocrítico, reconociendo que

[...] una militancia más activa en el Partido ayudará al autor a superar


debilidades ideológicas y a encontrar una salida correcta en el campo concreto
de la psicología (Espectador, 1959: 78).

18 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

No obstante, el mismo Bleger, a diferencia de Lebovici y Bonaffé en 1949, se


encargaría de dejar en claro, tanto con sus escritos como con sus actos, que no estaba
dispuesto a acatar pasivamente ese tipo de directivas.

[...] se me hace aparecer [en Cuadernos de Cultura] argumentando en forma


infantil y sugiriendo cosas que yo no he dicho. Incluso dando a creer que estoy
en vías de retractarme de mi libro y de mi posición. “Espectador”, que firma
dicho comentario, hace muy poco honor a la verdad, reduciendo un debate de
alto vuelo intelectual al nivel de una amonestación digna de la escuela
primaria (Bleger, 1959: 479).

La suerte de Bleger dentro del PCA estaba echada. En 1962, cuando publicó su
artículo “Psicoanálisis y marxismo” en Cuestiones de Filosofía, no sólo no se retractó
de las ideas vertidas en su libro sino que las profundizó respondiendo
puntualmente a las objeciones de sus críticos (Bleger, 1962). Así, retomaría en
distintos planos las relaciones posibles entre psicoanálisis y marxismo y trataría de
situar su propia obra. El suyo no había sido otro intento “freudo-marxista”, según
alegaban sus camaradas, ya que él reservaba ese apelativo para los casos en que se
trataba de convertir el psicoanálisis en una concepción del mundo o en una
ideología, integrándolas dentro del marxismo. Pero esta extensión indebida de una
teoría científica no había sido privativa del psicoanálisis. Del mismo modo, el
darwinismo había sido aplicado al campo de las relaciones sociales, lo cual no
invalidaba su valor científico. También cuestionaba la “crítica confusa” y
contradictoria que desde el marxismo se había formulado contra el psicoanálisis y la
psicología en general, tratando a esta última de “ciencia idealista” (por la falta de
materialidad de los procesos psicológicos) y de disciplina reaccionaria (por sus
aplicaciones en el comercio, la industria y la represión política). Por último,
declaraba que “el marxismo, como método y como ideología,” no sólo no
reemplazaba la psicología sino que la exigía. No obstante, esta psicología no podía
construirse sin el respaldo de las condiciones histórico-sociales, lo cual habría
implicado “una utopía y un salto al vacío”. Debía basarse en el psicoanálisis, “una
etapa histórica necesaria que no se puede pasar ni por encima ni por debajo, sino
por dentro (p. 34-35). Esta era una crítica directa a sus camaradas psiquiatras, cuyo
intento por fundar una psicología dialéctica en la reflexología carecía de la inserción
cultural y de la tradición académica que en occidente ostentaba el psicoanálisis. En
cuanto a sus colegas franceses, reafirmaba su defensa de la psicología concreta y la
dramática politzerianas, calificando la crítica de Fernandez-Zoila de “empirismo
grosero” y resaltando sus propias coincidencias con las posiciones de Béquart y
Muldworf. En definitiva, consideraba que las relaciones entre psicología,
psicoanálisis y dialéctica materialista constituían un problema aún abierto, que
debía encararse por distintos caminos.

De ninguna manera la variedad y la divergencia son nocivas y peligrosas, ni


dentro de la ciencia ni dentro del marxismo, sino que más aún, son
imprescindibles dentro de ambos (p. 36-37).

Ese mismo año, un viaje a la Unión Soviética lo llevaría a presenciar la


persecución racial de la que eran víctima los judíos. A su regreso, la publicación de
un artículo sobre el tema le permitiría terminar de constatar que para el PCA la
variedad y la divergencia dentro del marxismo sí eran “nocivas y peligrosas”. Tras
un enconado debate, Bleger sería expulsado del partido (Ulloa, 1992; L. Bleger,

19 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

1992).[18]

Comentarios finales
En 1963 Bleger publicaría Psicología de la conducta, su obra “consagratoria”,
donde plasmaría el proyecto de una nueva psicología que sus “maestros” (Politzer y
Pichon Rivière) apenas habían logrado esbozar. Este libro tendría un destino muy
distinto del que, según vimos, tuvo su libro anterior. Bleger ya no estaba sujeto a los
cuestionamientos del PCA y era el profesor más reconocido de la Carrera de
Psicología de la UBA –al menos por los estudiantes– a la que había llegado en 1959.
Durante varios lustros, Psicología de la conducta se transformaría en el texto canónico
para el estudio de las asignaturas teóricas, y la obra de Bleger en referencia obligada
para muchos psicólogos egresados de las carreras argentinas y de otros países de
Latinoamérica. En ese trabajo, Bleger proporcionaba una síntesis ecléctica en la que
Daniel Lagache (y no Politzer) era su principal referencia. Por consiguiente, el objeto
de la psicología era la conducta (y ya no el drama), según el proyecto de unidad
concebido por el psicólogo y psicoanalista francés, que ya anteriormente había sido
adoptado por Pichon Rivière. A través de Lagache, el conductismo y el
neoconductismo hacían su aparición, pero contrapesados por la versión del
comportamiento elaborada por Janet y Piéron.[19] Merleau-Ponty y el primer
Foucault podían ser citados sin temor a represalias ideológicas, al igual que decenas
de autores de la más diversa extracción, como Skinner y Bergson, Sartre, Piaget y
Fromm. No obstante, hemos mostrado cómo, ya en su libro anterior, la obra de
Politzer y las enseñanzas de Pichon Rivière –básicamente las referencias a Melanie
Klein y Kurt Lewin– habían dado a Bleger un bagaje conceptual que funcionaría
como subsuelo teórico para su obra posterior. La “conducta” de 1963 tendría mucho
del “drama” de 1958. Sería la conducta de un “hombre concreto”, mucho más
permeada por las ideas del marxismo y la fenomenología existencial que lo que
Lagache hubiera deseado. El psicoanálisis y la dialéctica materialista seguirían
siendo la matriz del pensamiento blegeriano, moldeando su concepciones sobre la
teoría, la práctica y la epistemología psicológicas.
En 1958, al escribir Psicoanálisis y dialéctica materialista, nuestro autor se había
apropiado por adelantado de un campo que lograría conquistar años más tarde, no
sin antes tener que pagar el precio de su osadía a través de varias disputas con sus
colegas y camaradas. El análisis de esa obra permite empezar a dar cuenta del viraje
que se produjo en nuestro país entre 1957 y mediados de los ‘60, período durante el
cual el psicoanálisis adquirió el lugar de privilegio que, hasta hoy en día detenta en
amplias franjas del ámbito académico universitario de la Argentina. En los debates
que hemos comentado, el psicoanálisis, la fenomenología existencial y la
reflexología ya se perfilaban como las tres corrientes teóricas que dominarían el
espectro de la psicología argentina en los años ‘60. La historia individual y la
sexualidad infantil, la experiencia vivida y el reflejo condicionado se constituían en
claves interpretativas que no necesariamente se excluían entre sí. Sin embargo, el
componente ideológico aparecía como un organizador metateórico privilegiado, que
daba un valor agregado a determinadas concepciones por sobre las demás y
reclamaba, para algunos (como Pichon y Bleger), aportes de la antropología cultural
y la psiquiatría social norteamericanas o, para otros, la adopción de la reflexología
pavloviana. Bleger, que había leído a Lenin en francés, tampoco podía ocultar su
afinidad y su cercanía con la intelectualidad parisina, protagonizando una disputa
entre un comunismo pro-ruso esclerosado, que se resistía a desprenderse de su
lastre stalinista y un marxismo renovado a la francesa, que se apresuraba en abrazar
la razón dialéctica de Sartre y no se esforzaba en disimular sus coqueteos con el
existencialismo. En medio de todos estos avatares, construía una versión de la

20 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

psicología que, según lo que parecía ser en Francia y Estados Unidos “el espíritu de
los tiempos”, debía basarse en el psicoanálisis pero no podía conformarse con él si
quería tener algún impacto en el plano social. De todos modos, cabe preguntarse
qué quedaba del psicoanálisis “freudiano” en esa psicología “de base psicoanalítica”
que tan rápidamente se impondría en nuestro medio, dejando de lado el
inconsciente y la teoría pulsional. Tampoco parecía quedar demasiado del
kleinismo, al concebirse las fantasías, en clave vincular, como “interiorizaciones” de
relaciones sociales à la Mead o à la Lewin. Lo cierto es que ya en 1958 Bleger se
posicionaba como psicólogo y se dirigía a los futuros psicólogos. Podría haberse
contentado con permanecer en el campo de la psiquiatría y desde allí pensar en una
nueva psicoterapia, como sus colegas franceses. Sin embargo, decidió proponer una
nueva psicología en la que la teoría y la práctica se articularan de tal manera que
poco tuvieran que ver con el campo médico. Años más tarde, en Psicohigiene y
psicología institucional (1965), establecería los principios de un proyecto profesional
para los psicólogos, según el cual la juventud (que ya en 1958 había descripto como
más atraída por el psicoanálisis que por ninguna otra corriente psicológica) sólo
debía utilizar el “psicoanálisis operativo” al servicio de una práctica comunitaria
inspirada en la higiene mental, y no ejercitarlo de manera individual en la clínica
privada. Completaría de esta manera una tarea que, siete años antes, había definido
en términos dialécticos como de una estrecha vinculación de la teoría con la práctica.
Marcos Victoria, su antecesor en Introducción a la Psicología y primer director de la
carrera, era un férreo defensor de las incumbencias profesionales de los médicos en
el campo de la psicoterapia, y concebía un rol profesional para el psicólogo
absolutamente dependiente del del médico. En esas circunstancias, en que las ideas
de Victoria eran compartidas por no pocos profesores y autoridades de las nuevas
carreras, no resulta difícil comprender por qué el discurso blegeriano fue
rápidamente incorporado por los estudiantes. Implicaba a la vez una delimitación
de la disciplina y la posibilidad de adquirir una identidad profesional no
subordinada.
En 1963 Jorge Thénon completaría su Psicología dialéctica, al tiempo que Bleger
publicaba su Psicología de la conducta y Lértora su Refundamentación de la psiquiatría.
Los tres libros implicaban síntesis teóricas que definían líneas cuyo éxito sería muy
dispar: Thénon nunca entró en las carreras de psicología y tendría cada vez menor
influencia dentro de la psiquiatría. Lértora debió irse de la Carrera de Psicología de
La Plata ante el rechazo de los estudiantes, terminando su carrera profesional en el
hospital neuropsiquiátrico de Melchor Romero y su carrera académica en la
Facultad de Ciencias Médicas. Bleger, por su parte, se erigió en referencia obligada
para más de una generación de psicólogos. Tres años después, en 1966, José
Itzigsohn, que había tenido un rol menor en la “reprimenda ideológica” del ’59,
sería director de la Carrera de Psicología y se permitiría prologar elogiosamente el
libro que contenía la traducción de los debates del grupo de La Raison, en los que
Béquart y Muldworf ensalzaban al mismo Bleger que él había criticado (Itzigsohn,
1966). Respetando la tradicional década de demora, así como la Francia del ’56 no
había sido la misma que la del ’49, la Argentina del ’66 ya no sería la misma que la
del ’59.

REFERENCIAS

AAVV (1966) [1961] Psicoterapia y materialismo dialéctico. Buenos Aires: Ediciones


Nuestro Tiempo.
Béquart, P. y Muldworf, B. (1966) [1961] Problemas de psicoterapia. En AAVV,
Psicoterapia y materialismo dialéctico (pp. 19-55), Buenos Aires: Ediciones Nuestro
Tiempo.

21 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

Béquart, P. (1966) [1961] Correspondencias: P. Béquart a A. Fernandez-Zoila. En


AAVV, Psicoterapia y materialismo dialéctico (pp. 333-339), Buenos Aires: Ediciones
Nuestro Tiempo.
Bermann, Gregorio (1949) El psicoanálisis enjuiciado. Nueva Gaceta. Reproducido en
1960 en G. Bermann, Nuestra psiquiatría (pp. 88-91), Buenos Aires: Paidós.
Bermann, Gregorio [1949] (1960) Las falacias del psicoanálisis. En G. Bermann,
Nuestra psiquiatría (pp. 107-126), Buenos Aires: Paidós.
Bermann, Gregorio (1960) Psicoanálisis y materialismo dialéctico. En G. Bermann,
Nuestra psiquiatría (pp. 107-126), Buenos Aires: Paidós.
Bermann, Gregorio (1960) Nuestra psiquiatría. Buenos Aires: Paidós.
Bleger, José (1952) Teoría y práctica del narcoanálisis. Buenos Aires: El Ateneo.
Bleger, José (1958) Psicoanálisis y dialéctica materialista. Buenos Aires: Paidós.
Bleger, José (1959) Estructura de la crítica científica. Acta Neuropsiquiátrica Argentina,
5, 478-483.
Bleger, José (1962) Psicoanálisis y marxismo. Cuestiones de Filosofía, 1 (2/3) 478-483.
Reproducido en AAVV (1971) Cuestionamos (pp. 23-42). Buenos Aires: Granica.
Bleger, José (1963) Psicología de la conducta. Buenos Aires: Eudeba.
Bleger, José (1965) Psicohigiene y psicología institucional. Buenos Aires: Paidós.
Bleger, José (1966) Apéndice. En G. Politzer, El fin de la psicología concreta (pp. 53-84)
Bs. As.: J. Álvarez.
Bleger, José y Cabral, César (1959) Algo más sobre materialismo dialéctico y
psicoanálisis. Anales Argentinos de Medicina, 4 (4) 104-111.
Bleger, Leopoldo (1992) Recorrido y huellas de José Bleger. Diarios Clínicos, 5,
109-115.
Cabral, César (1959) Algo sobre psicoanálisis y materialismo dialéctico. Anales
Argentinos de Medicina, 4 (2/3) 108-111.
Capdevila, Arturo [1949] (1960) El Dios Freud. En G. Bermann, Nuestra psiquiatría
(pp. 92-94) Bs. As.: Paidós.
Dagfal, Alejandro (1997) El concepto de conducta en la psicología francesa
contemporánea. En Informe final parcial de beca de iniciación (pp. 21-36) UNLP.
Dagfal, Alejandro (1998) La creación de la carrera de psicología en la Universidad
Nacional de La Plata: el pasaje del campo de la educación al predominio de la
clínica. El lugar del psicoanálisis (1957-1966). En Informe final de beca de iniciación.
UNLP.
Delucca, Norma (1998) Comunicación personal (alumna de la primera promoción de
la Carrera de Psicología de la UNLP).
Espectador (1959) Un debate sobre marxismo y psicoanálisis. Cuadernos de Cultura,
43, 78-93.
Fernandez-Zoila, A. (1966) [1961] Psicoterapia y materialismo dialéctico. En AAVV,
Psicoterapia y materialismo dialéctico (pp. 155-171), Buenos Aires: Ediciones Nuestro
Tiempo.
Garma, Ángel (1942) El psicoanálisis, presente y perspectivas. Buenos Aires: López.
Gavrilov, Konstantin (1944) El problema de las neurosis en el dominio de la reflexología.
Buenos Aires: Vásquez.
Gavrilov, Konstantin (1953) El psicoanálisis a la luz de la reflexología: enfoques biológicos
de la psicología profunda. Buenos Aires: Paidós.
Gavrilov, Konstantin (1960) La psicología reflexológica: Pavlov. En E. Heidbreder,
Psicologías del siglo XX (pp. 399-448) Bs. As.: Paidós.
Itzigsohn, José (1959) Las aportaciones de I. Pavlov y su escuela a la psiquiatría. Acta
Neuropsiquiátrica Argentina, 5, 321-325.

22 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

Itzigsohn, José (1966) [1961] Prólogo. En AAVV, Psicoterapia y materialismo dialéctico


(pp. 7-9), Buenos Aires: Ediciones Nuestro Tiempo.
Lagache, Daniel (1982) [1948] Del psicoanálisis al análisis de la conducta. En D.
Lagache, Obras III: De la homosexualidad a los celos. Psicología y método clínicos. Otros
estudios (pp. 119-129). Buenos Aires: Paidós.
Lagache, Daniel (1980) [1949] La unidad de la psicología. Buenos Aires: Paidós.
Leclerc, Guy (1949) La psychanalyse, idéologie de basse police et d’espionage.
L’Humanité (citado por Roudinesco, 1993:185)
Lértora, Adolfo (1959) Psicoanálisis y dialéctica materialista. Acta Neuropsiquiátrica
Argentina, 5, 334-339.
Lértora, Adolfo (1963) Re-fundamentación de la psiquiatría.La Plata: edición de autor.
Mercante, Víctor (1927) La paidología. Buenos Aires: M. Gleizer.
Pichon Rivière, Enrique (1944) Prólogo. En K. Gavrilov El problema de las neurosis en
el dominio de la reflexología (9-10). Buenos Aires: Vásquez.
Politzer, Georges (1964) [1929] Crítica de los fundamentos de la psicología y el
psicoanálisis. Bs. As.: Dávalos/Hernández Editores.
Politzer, Georges (1965) Psicología concreta. Bs. As.: J. Álvarez.
Politzer, Georges (1966) [1939] El fin de la psicología concreta. Bs. As.: J. Álvarez.
Roudinesco, Elisabeth (1993) La batalla de cien años (tomo II). Madrid: Editorial
Fundamentos.
Terán, Oscar (1991) Nuestros años sesentas. Buenos Aires: Puntosur.
Thénon, Jorge (1963) Psicología dialéctica. Buenos Aires: Platina.
Ulloa, Fernando (1959) Libros. Bleger José, Psicoanálisis y dialéctica materialista.
Acta Neuropsiquiátrica Argentina, 5, 95-97.
Ulloa, Fernando (1992) Recordando a José Bleger. Diarios Clínicos, 5, 103-107.
Vezzetti, Hugo (1991) Psicoanálisis y cultura comunista: la querella de José Bleger.
La Ciudad Futura (27) 21-22.
Vezzetti, Hugo (1996) Aventuras de Freud en el país de los argentinos. Buenos Aires:
Paidós.
[1] “Este cambio en el psicoanálisis implica explicar la sexualidad por la vida y no la vida por el sexo”, según una
Vezzetti, Hugo
nota al pie en (1998)
la página 49. Applied psychology in Argentina: “psycho-hygiene” in the
early days
[2] Salvo su of its professionalization.
amigo Fernando Ulloa (1959),Trabajo
que le presentado en el XXIV
dedicó una reseña elogiosaInternational
en las páginas de Acta
Congress of Applied
Neuropsiquiátrica, Psychology.
el resto de la comunidad psicoanalítica no se molestó en comentar el libro de Bleger.
[3] No obstante,
Vidal, Guillermoaños después,
(1963) diría que el
Libros. Politzer C.
Adolfo de 1928-1929
Lértora, yaRefundamentación
era marxista, mientras de
que en
la 1939 había
psiquiatría. Acta Psiquiátrica y Psicológica Argentina, 9, 89.
devenido stalinista (Bleger, 1966).
[4] Citado (y traducido) por Bleger (1958) 39-40.
[5] La italización es de Bleger.
[6] En ese libro, que hacía las veces de manual (destinado en principio a cubrir las necesidades surgidas de la
enseñanza en la cátedra de Introducción a la Psicología, en la carrera de psicología de la UBA), retomaba el
programa planteado en 1958. En particular, se afianzaba allí la referencia a Daniel Lagache y a su búsqueda de la
unidad de la psicología, postulando (a diferencia de Politzer) a la conducta como objeto, pero manteniendo no
obstante su epistemología realista. Véase Vezzetti (1998).

[7] Este deslizamiento sería objetado tanto por sus críticos como por los que comulgaban con sus ideas, según
veremos más adelante.
[8] La italización es de Bleger.
[9] Para una buena síntesis de este tema, véase Gavrilov (1960).
[10] Para un completo tratamiento de este tema véase Vezzetti (1996).
[11] Bermann y Rojas visitaron a Freud en 1930, según indica Vezzetti (1996). La fecha de su encuentro casual con
Mercante, si bien es anterior, resulta difícil de precisar, ya que él mismo no la menciona en su propio relato de los
hechos, en su libro La paidología, de 1927.
[12] Citado por Roudinesco (1993) 185.
[13] Citado por Roudinesco (1993) 188-189

23 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.


Jose Bleger y los inicios de una psicologia psicoanalitica en la Argenti... http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/Dagfal_Bleger_psicologia_p...

[14] Curiosamente, sin nombrarlo, Cabral citaba también al primer Lacan, tomando su comparación del análisis
con una “paranoia dirigida” para reafirmar su crítica sobre la mistificación a la que conducía (Bleger y Cabral,
1959).
[15] Hugo Vezzetti pudo constatar en una comunicación personal que ese “Espectador” no había sido otro que
César Cabral (Vezzetti, 1991).
[16] Ese mismo año Agosti había publicado dos libros: El mito liberal y Nación y cultura, en los que trataba de
rescatar una tradición democrática nacional (encarnada por Moreno, Echeverría y Sarmiento) diferenciándola de
la tradición liberal oligárquica (Terán, 1991: 64-65).
[17] Itzigsohn también sería profesor en la Carrera de Psicología de la UNLP durante varios años.
[18] Si bien Leopoldo Bleger, hijo de nuestro autor, sitúa la fecha de la expulsión en 1962, Vezzetti (1991) la ubica
en 1961. De todos modos, es muy probable que el artículo publicado en 1962 en Cuestiones de Filosofía haya sido
escrito antes de ese suceso y haya contribuido en esa dirección.
[19] Para un tratamiento de la tradición comportamental francesa véase Dagfal, 1997.

24 de 24 26/11/2006 11:50 a.m.

También podría gustarte