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BARBAR( Se rina yen Semin een eee ee ‘Titulo original: naraanos ‘Sania and their Savages in the Age of Enlightenment iseio dela cubits: Jaime Ferninder Muwtraciin de le cubiena: © Corer/Cotis Realizacion: Ata, SL. ISBN: 97844-8432.8605 Depo legal: M. 3321-2007 Impreso em Espa 2007 -mpreso en Espana por BROsMAC, Pligono Industrial 1, Calle C, Méstoles (Mad) Sélo con la dulzura, desinterés, y buena fe, podemos lograr az, y comercio con los més fieros, y esforzados .. entre to- dos los indios. ‘MIGUEL LastaRRiA, Rio de la Plata, 1804 “Tanta sangre, tanto susto, tanto Hlorar. Una mujer india, recuerdos, Nuevo Santander, c. \79S Capitulo 2 SALVAJES Y ESPANOLES: LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS Las «culturas» no posan para sus retratos. Janes CLIFFORD, antropélogo, 1986 En diciembre de 1785, la fragata espafiola Santa Maria de la Cabe- za llegé al estrecho de Magallanes con el objetivo de cartografiar las cos- tas del extremo sur del continente. Mientras la embarcacin soltaba an- clas en el cabo Virgenes, la tripulacién diviss hogueras en la orilla y el capitiin envié un pequefio bote para investigar. Patagones a lomos de ca- ballo sc habjan acereado a la playa para establecer contacto con los visi- tantes. El lider de los nativos, que hablaba bien espafiol, se present como Francisco Xavier. Como era costumbre entre los indios de la re- ‘gi6n, llevaba una capa hecha con la gruesa pie! beis del guanaco, un ma mifero ungulado suramericano pariente cercano de la lama, y unas , COI lalo un observador, y rechazaron cortésmet i yeel aguardiente debido a sus rancins Xavier s efectos perniciosos.' Francisco Xavi ardent deb \cisco Xavier y s Spain Parecfan estar del todo a gusto. Tal vez no se trataba de oa mera visita a una «casa de mader 5 a ra que viaja sobre el agua»? i as oie los espafioles habfan ampliado y profundizado su conoci- Bee de los indios independientes alo largo de dos siglos y medio, tam ign los indiosindependientes habfanalcanzado una comprensién cada {cz mAs refinada de los espafoes." El indio que se present asf mismo no Francisco Xavier vivia bastante apartado de las regiones controls LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 87 das por Espaiia. En esa costa, el asentamiento espaiiol mas cercano, fue- ra del tamafio que fuese, se encontraba a mas de mil seiscientos kil6- metros hacia el norte, en el Rio de la Plata. No obstante, en 1779-1780, Francisco Xavier habia estado en contacto con los espafioles que habfan establecido varios puestos militares en el norte de Patagonia, a medio ca mino entre Buenos Aires y el estrecho de Magallanes. Resultaba claro que los espafioles habian influido en su vestido y en su forma de hablar, asi como que el caballo que montaba, también introducido por los es- pafioles, habfa alterado su sociedad. Una transformacién similar habia tenido lugar en la costa pacffica de la Patagonia, al sur de Chile: el explo- rador francés La Pérouse sefialé en 1786 que los indios independientes -«ya no son esos americanos de antafto a los que las armas europeas in- fundian terror». Los caballos, el ganado y las ovejas «han transformado estas gentes en verdaderos drabes ... Se desplazan con sus manadas y se alimentan de su carne y su leche y, en ocasiones, de su sangre; se visten con sus pieles, con las que también hacen sombreros, petos y escudos Prdcticamente no conservan ninguna de sus costumbres antiguas, ya no viven de los mismos frutos ni visten las mismas ropas».* Enel siglo xvi, los ocasionales contactos directos con los visitantes espaiioles y la influencia indirecta de las mercanefas, el ganado, los cul- tivos y las enfermedades provenientes de Europa habjan alterado las so- ciedades de los indios independientes que vivian més alla de las fron- teras del Imperio, desde la Patagonia hasta las Grandes Praderas de Norteamérica.® En muchos casos, el conflicto con los espafioles y las en- fermedades que éstos introdujeron tuvieron consecuencias funestas para las sociedades indigenas. Algunos grupos étnicos desaparecieron, tras ser arrasados por las epidemias o haber sido aplastados militarmente y subordinados por los espaffoles o, incluso, por nativos vecinos atin mas poderosos. Otros indios independientes no sélo sobrevivieron sino que se reinventaron y fortalecieron sus sociedades. Algunos se retiraron, otros man- tuvieron su territorio; algunos se aliaron con los espafioles u otros eu- ropeos, otros se expandieron a expensas de los espafioles. Unos cuantos se adaptaron por fisién, al dividirse en unidades més pequefias capaces de eludir a los europeos con mayor facilidad; otros experimentaron un proceso de fusién y absorbieron a los miembros de otras comunidades indigenas, asi como a espafioles y negros que, queriéndolo 0 no, «se con- virtieron en nativos».? Sabemos muy poco acerca de los recorridos que siguieron los grupos tnicos independientes en su camino a la extinci6n o la reinvencién, asi BARBAROS como de los imperativos culturales y medioambientales que los em ron aello. Sin embargo, podemos imaginar que en sus primeros eneue {tos con los espafioles, aquellos nativos que vivian en bandas o en unidae des familiares pequeitas y méviles tenfan més posibilidades de evitar Ia Conquista. La distancia y la dispersi6n les hacia menos susceptibles a hiy enfermedades infecciosas europeas que devastaron a muchas so ‘daden sedentarias.* También podemos imaginar que las fronteras étnicas Y pow Iiicas se definieron y redefinieron con mayor rapidez que en el paside debido a los cambios sin Precedentes causados Por la legada de los es pafioles y en general de los europeos. En muchos lugares que antafio ha» bfan estado poblados Por sociedades organizadas en bandas 0 en redes ims o menos libres de familias no relacionadas entre s, los espatioles del siglo xvi se encontraron con auténticas tribus. Sus lideres, como Fran- cisco Xavier, conocian las ‘costumbres de los espafioles, asi como. Ja for- ma de cooperar con ellos y de oponerles resistencia. LOS ARAUCANOS: «BARBAROS QUE SON SOBRESALIENTES» “Acaso ningtin otro pueblo nativo de América desarrollé una capaci- dad militar para mantener la independencia de forma tan ripida y efi. caz como Ios pueblos de habla araucana del centro-sur de Chile. Los espafioles invadieron su territorio a mediados del siglo Xv1 y redujeron a muchos de ellos a la servidumbre, pero los araucanos oftecieron una feror resistencia. En 1598-1603, en una contraofensiva a gran eacala, destruyeron seis pueblos espatioles de alguna importancia e hicieron prisioneros a cientos de mujeres y nifios. Los espaiioles se retiraron de las demas poblaciones que les quedaban por debajo del rio Biobfo.y solo ‘mantuvieron su presencia en la Isla Grande de Chiloé, frente a la ei chilena. ta Durante los siguientes afios, os araucanos frustraron los repetidos in- tentos de los espaioles por recuperar el control sobre el coraz6n de su te. Mrtorio, Hacia la década de 1640 los araucanos ya habfan ganado lo que {os espafioles lamaron la guerra de Arauco y los habfan obligado a reco. ocet el io Biobio como un confin permanente. Algunos araucanos que habfan permanecido al norte del rio y habjan sucumbido a los espanoles se fueron hispanizando gradualmente. Los que vivian al sur del Biobio los despreciaban. Los llamaban «capatudos», porque llevaban zapatos, 0 reyunos», por servir al tey.? LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS lependientes no sélo perdieron el Al sur del Biobjo, los araucanos ind eee ierman 1 espaol sino que, 0s cados bajo el contrel espaol sino aul mis Se cricap resigulron ganarse el respeto de los espaftes. Un ae Social eben raat ued ar Abe i Giliga, escribié tras su regreso a ico bemoras El valor de los araucanos, tal como sugieren estos im Jos barbaros que son sobresalientes, soberbios cielo y tierra despreciando, ‘clos miembros, de nervios bien fornidos: ‘eile, desenvueltos,alentados, animowos, valientes, alrevidos, dhuros enel trabajo y sufridores de rios mortals, hambres y calores. en toda Europa. La obra a beg jomnal tain de fos aracanos como on pueblo indonabi ee aa cis Ja palabra «araucano». Ercilla empleat ao tos inaligenas de la localidad de TT Semi expresi cnfengv ntvasgieaa azn reds, pron exten era ia desi a que empleaban aa aque ioe ec a a Sen ‘asi como a uno de los grupos étnicos que lo araucano) as 0 : ae que vivia entre los ros Tat Bibi. ae ae Ee daa al rox chi Pes ei cerse de nuevo en tas tierras eo na Hae eerridos indios los obligaron a retirase. En 174s is esse conv después de haber abandonado Val vi os spas a ve consuyeron como pla forticada para tar ene oe ear ee Pers Valdivia se mantuvo como: el Gnico: ate ent enel continente al sur del Biobio hasta 1736 cuando ssp aac eablecieron Osorno, poblado que 10s araucanos Ie fioles resta Saas as para evilar oe asaaipenas d 1s tenfan razones poderosas pal digenas de todas parte * pero pra evita act bare dominio espanol. Enel peor d2 lscass: fog ls ete b Ja esclavitud; en el mejor, el pago- de tril 5 a aaa aa ae Sin embargo, los pueblos de habla araucana t0 dumbre. Sin , La Araucana de Excilla se ley: y puso en circulaci no para referirse a — BARBAROS: excepeional ala hora de r fue consecuencia de una af densidad de su poblacién | los espafioles. La dispersié Paiioles les resultara impos quistarlos como un tnico obrar © mantener su libertad, un logro que {Quusada combinacidn de circunstancias.!* ProPorcionaba una venta numérica sobre lst orzanizacion social hacia que als ug .eeoriar con una autoridad central o con- nomia caracteriada por oa ob edn a captara desu jefe. Su eco- mms de lacara'y lnrecateccy inet de subsistencia mixto que dependia Secon Ta de fo eapatotee dee Ht aericultura, no legs a artcular- tho de que no depenicson ste 108 primeros aos de contacto. El he- ue los espaole vo pecten mlctamente de a gricultura formal hizo Sones desert creat fezatls asentarse ala mesa de negocia- tna estacidn leioe ke coast’ Bl cima de la regién, caracterizado por Tas tropas espanoles ptertagtseSles Proporcionaba una tegua, pues Bc a eon '® Iuchar durante los cuatro meses de la es- erate ee “ue inclufa montafias accidentadas, densas Flas, Ademae te ano es permitia refugiarse de las fuerzas espa- hoctan dle unos sienna pan ban Bor defender un teritorio que co- Centes que no coat ates mal equipados y eon recursos insuf- Sincl apoyo del Feta cepart tones de Tibrar una guerra profongada 208 del siglo AV) ae dee BOYS Ae Ho legs sino hasta comien- ‘entonces serfa modesto. "* Chile, que care- cfa de metales preciosos, e s 8, estala jos ae lejos de encabezar la lista de prioridades Aunque las circuns ricer a thin Renee, favorables ayudaron a los araucanos a provecho de sus ventajas. Su igcaranra Ios ns eons Supieron sacar incomporaron oy Taio essen at os esfuerzos de los ineas por jess habia postoveterea i ites los conoetan como aucas, «salva turibo de lov epanolen © an titidades para la guerra mucho anes del belica como alge fontnanestaratcanes lezaron a ver la controntacién, co. incluso cdstaien Caan pte mantener el equilbrio social, polt- tandly Ips intrusos espaiioles les plantearon un nuevo desafio, k reros a Os guerTeros @Faucanos —al igual que otros grupos indi- genas en las demas fronteras de io strate; is 1 Im A ’ iperio— adoptaron nuevas estrategias 2 feenologfas y las suman tas ticticasy armas que habian ron dela Araucania dejan a © 1008, cuando Tos copaices hijo, a dejando atrésmuchas de sus posesiones, los arauca- nos se habian hecho con un mi si sus caballlos, cascos, con un mimee cx ae ierro, Ue considerable de sus caballos,cascos, ‘acias a la informacién suministrada LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS = buenos ganaderos. Ya antes de la Hegada de los europeos criaban gua nacos y llamas y no tardaron en ampliar el nimero de sus bienes semo~ vvientes con vacas, ovejas, cerdos y caballos provenientes de Europa. Ha- cia 1600, ya posefan grandes manadas de caballos y se habfan convertido tenexcelentes jinetes, as{ que movilizaron a sus unidades de caballerfa li- gra en su lucha contra los nuevos sefiores llegados de la Peninsula.” El hierro espafiol hizo mas mortales y duraderas las armas Iti dicionales de los indigenas (lanzas, garrotes y hachas), A éstas, los arau- ‘canos sumaron las picas, las espadas, los sables y los machetes espatio- les.'* Hasta muy avanzado el perfodo colonial, los araucanos hicieron poco uso de las armas de fuego que cafan en sus manos. No les resulta~ ba ficil obtener municién, y por otro lado sus téeticas y armas propias demostraron ser tan efectivas que posiblemente tuvieron pocos incen- tivos para procurarse pélvora y proyectiles. Adeniis, el aleance, la preci- sidn y la tasa de disparo de las armas de mecha o de chispa europeas no constitufan una ventaja importante. Preparar las armas de fuego para cada disparo era una tarea dificil, y quienes las empleaban quedaban vul- nerables durante los largos intervalos entre un disparo y otro. En 1792, tun pehuenche le dijo a un oficial que a los espafioles «no hay que temer- les pues no ofenden mas, sino con la primera descarga, que al dar ésta se les atropella y quedan vencidos».!” ‘Sin embargo, no era usual que los indigenas desdefiaran Tas armas de fuego y muchos intentaron conseguitlas para aumentar su armamento tradicional, aunque no para remplazarlo. Los nativos que disponfan de armas de fuego tenfan una ventaja respecto a los vecinos que carectan de ellas, Las armas de fuego ofrecfan ventajas psicol6gicas y un mayor poder de penetracién que lus arcos y las flechas. Los guerreras que in tentaban tomar o defender un lugar fortificado encontraban las armas de fuego especialmente eficaces. Algunos funcionarios espafioles, por el contrario, las consideraban inferiores a los arcos y las flechas de los in- jgenas (armas poco utilizadas por los araucanos), pero sus opiniones no eran representativas de la sabidurfa convencional. Hasta finales del pe- riodo colonial, la ley prohibia a los espafioles abastecer a los indigenas ide armas de fuego. No obstante, los constantes requerimientos de los funcionarios coloniales instando a los espafioles a respetar Ia ley sugie- ren que los traficantes siguieron incumpliéndola.? Una vez que los araucanos se familiarizaron con la organizacién, la estrategia y las ticticas militares de los espaiole: plemente a imitarlos, sino que adaptaron su estilo de combate para ha s trae s, no se limitaron sim- 92 BARBAROS ss cai 12. Hepler inact Amc Fs ichays fos easu Voncge othe Sut Sealine 17121718 and coos et Ganon Baa inagen mprofucls ap ete Ania meliendo nate par hacer hangs BT choi icliD no ar estaimagon ddctca de os arcs: ous of hl ad Per in he eas 7c ania de lei og in 10, ops ala. 71), mur ar nin pea nas slosesptles han adptado para cabalgar cl uso del sontospomchcy tear onc, morecbip tices tp LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 93 cerles fremte. Inyentaron un hibrido de caballerfa e infanteria al hacer que cada jinete llevara consigo hasta el escenario de Ia batalla aun soldado dea pie. Quemaban los campos para que los caballos de los espaiioles no pudieran pastar; atrafan a los soldados enemigos hasta terrenos panta- (0sos para neutralizar la efectividad de sus caballos y ar- ‘mas; atacaban bajo la Huvia, cuando los espafioles no podfan encender las mechas de sus mosquetes. A comienzos del siglo xvi, las Fuerzas e: pafiolas entraban précticamente todos Ios afios en la Araucanfa para sa- Tir con las manos vaefas. «Los indios de Chile —escribié un oficial aver- gonzado— se mueren de risa.»?! La prolongada guerra con los espafioles cambi6 algo mas que las Lic ticas y transformé las relaciones sociales a todos los niveles en la socie- dad araucana. A medida que los araucanos, en especial los que vivian mas cerca del rio Biobio, ofrecfan resistencia a un Estado que intentaba dominarlos, las relaciones entre las comunidades nativas se volvieron mas estratificadas. La guerra endémica brindaba a los guerreros més capaces yy agresivos mayores posibilidades de obtener poder, estatus y riqueza, 1o {que en estas sociedades sin dinero se media a través de la posesién de bienes, ganado y mujeres. En la sociedad araucana, poligama y patriar- cal, los combatientes mas exitosos consegufan mas mujeres, ya fuera porque las victimas mortales producto del conflicto alteraban la propor cidn entre hombres y mujeres araucanos 0 porque en st tos capturaban mujeres espaiiolas o de otras tribus. dios que posefan mujeres y bienes europeos adquiridos en la guerra los valoraban tanto por su valor simbélico como por su utilidad. Se trataba de signos ostensibles de su valentfa enrta lucha que aumentaban su pres~ tigio entre sus pares.” El indio del alto Orinoco que le pregunt6 a un frai Je «cudntas mujeres tenia nuestro rey» debié de haber quedado pasmado al enterarse de que s6lo tenfa una.”* Entre aquellos que en la guerra alcanzaron un alto estatus como Ifde- res se encontraban blancos cautivos o fugitivos y sus hijos mes tos, a los que se denominaba indios blancos, posefan un conocimiento ‘especial de la sociedad espafiola, y a menudo aprovecharon ese conoci- miento para obtener poder y se convirtieron en jefes 0 caciques. Un caso destacable es el de los descendientes de Rodrigo de las Cuevas, captura- do en Valdivia alrededor de 1600, que durante dos siglos fueron los princi pales lideres de una comunidad india en la desembocadura del rio Toltén.?* Para mantener a raya a sus adversarios espaioles, los Iideres milita- res araucanos también desarrollaron nuevas estructuras politicas. Antes BARBAROS de la Hegada de los penii peninsulares, la unidad sociopoliti delallegad es, sociopolitica mas “i bio an mos era la Pequefia banda, una agrupacién on “ Ts familia exendis y presi por un caciqe ania 9 respeia- lon ulmen). Estas unidades, llamadas - don tm Hamada lebos 0 rehue - br det copaciosagrad de cada eb, se nin pra ‘orm us al ica «nueve>, el niimero de reh verfan i ues i Par formar un aia). Sin embar, parse ser qu hata median al un oe cme de coordinar un mayor némero de counties uesta militar conjunta a los espa i “a — ; ta a los espafioles empujé a lon a formar entdades edavia mas grandes Los lideres aint esse) Bicbfo hacia el sur hasta el Toté,onganizaronredes de comun ms seas © bsingpic an palabra rnin s I, habia tres butalme il " An lel f tapus que iban de on rsa rane el Bibi y el Tots. Cada uno comesponds apro~ Ximadament, a una rep sop: a cost, a cordiller ie lees. zeal cenual (os lans»). Al rene de cada bulma hia = Ine de gue. 0 fo, que al parecer coordinaba la estrategia militar Ganfuntamente con sus omlogs de sos futalnapus Estas conte -xibles carecian de limites claros, i a ‘ 7 rae a ios, cambiaban con el i ites funcionaban como unidades de comunicacién ee — aie eae su resistencia contra los espafioles o nes fates ban con ellos. or su pate, los espafioles vieron en los locas i Sauivalent do sgoboros Provinciales y les dieron la bienvenida por s administrativas ti A podsian controlar a los araucanos, eo eee eal OS i ft a se ae producidos por Ja guerra con los espaiio- s lieron a. lentidad misima de los a cal ig ae le los araucanos. Al igua co otros grupos vos, I poblacin gc lo expules conan Gem raucanos se Humaa a sfmiam che (a eget> 0s tombe} orec los « ai - ra o rece serdar hombrs) Loe puntos cardinales eran ae stinguirse de sus vecinos. Se referian a s mo huilliches. En un c¢ i dos oul mienzo, estos nombres denot saiament la posi eativade cada uno, olen el fe Sale dependan deen qué lugar se encontraba la persona que utilizaba ltée, meee eseriptvo. Con el paso del tiempo, los espaoles Sine apc ests tiquetas posicionaes a indios que vivian en regiones, 7 ots. ato Jos mismos indigenas adoptaron esos eats si mismos como pertenecientes a un grupo més grande LA TRANSFORMACION DB LOS NATIVOS {que su familia inmediata 0 su clan, Aunque estos términos enmasearaban el grado de diversidad cultural dentro de cada grupo y ocultaban la exis tencia de profundas divisiones politicas, servian para distinguir a deter- minados indios de los espaiioles y de los dems indios.”” El término «pi- ‘cunches» pasé a designar a todos los indios de lengua araucana que vivian al norte del Biobjo, que eran los que, hacia el siglo xvi, habfan sido ab- sorbidos por la sociedad espaiola y desaparecido como grupo étnico. Por su parte, el término La mayoria de los che, sin embargo, se adapts de tal modo que su capacidad para mantener la independencia frente a los espafioles se vio fortalecida. En una fecha tan tarda como 1780, Antonio Sors, un franciscano, calcu. Funte Fuerte ymin a | —Caminos espace Mars 4. La Araucanfa, la pampa y la Patagonia, 1781. Adaptado de Villalobos R., 1989, p. 177; Marfany, 1940, p. 329, 98 BARBAROS laba que dos terceras partes de los indios chilenos «no reconocen a nues- ‘ro Soberano».* Tenia en mente a los mapuches, que eran cerca de ochen- tamil, alos pehuenches, cuya poblacién facilmente excedia los diez mil a los huilliches, mas remotos y dificiles de contar, que serian en total aed veinte mil. Esto en una época en la que la poblaci6n total de Chile al nor- te de la Araucania estaba alrededor de los trescientos diez mil habitants.” Si hubiera mirado hacia el este, al otro lado de los Andes, fray Antonio habrfa encontrado més indios «chilenos» que no reconoefan la soberania expaiiola, Tras haber asimilado aspectos de la cultura de lo wasores de Chile, los indios de habla araucana se habjan desperdigado por los pasos de montafia hacia tierras que luego pasarian a formar parte de Argentina, donde dejaron una profunda huella en la cultura de sus pueblos indigenas. LA ARAUCANIZACION DE LOS PAMPAS Y LOS PATAGONES La ladera oriental de los Andes habja atraido a los araucanos antes de la llegada de los europeos, pero los caballos, que reducfan el espacio y el tiempo de los viajeros, facilitaron los desplazamientos transandinos a las antiguas rutas de comercio.** Los caballos y el ganado introducidos por los espaiioles se habian extendido con rapidez por la pampa argen- tina, rica en pastos, y ello daba a los araucanos un motivo adicionales aay jajar necieel este. Los caballos habian sido introducidos en Bue- 0s Aires en 1537 y hacia 1580 ya podia encontrrselos en el estrecho de Magallanes; hacia mediados del siglo xvi, un observador omens ase «estin las campaiias inundadas de tales caballos, como si fuera una ha- cienda, 0 estancia».” En el siglo xvi, con los pehuenches a la vanguar- dia, los indios chilenos comenzaron a sacar provecho del pate ig caballos asilvestrados que habia en la pampa. Tras capturarlos, los hat. genas volvian a cruzar los Andes Ievando las bestias consigo r 1 coal nos trillados (a los que se conocia con el nombre de acacia vs los que atravesaban la pampa hiimeda hasta el rfo Colorado el rio Ne- gro. Desde alli, las rastrilladas los conducian hacia el oeste, a través de la Pampa seca, a mayor altura, y por los antiguos pasos de montafia, En el Chile espaol, décadas de guerra continua habfan hecho que el ganado fuera escaso, ¢ incluso después, en tiempos de paz, la demanda en Chile y la Araucania continuaria superando las existencias. A comienzos del s ‘glo XVin, un observador informaba de que la mayorfa del ganado que se consumia en Chile provenia del otro lado de los Andes. “on LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 99 En el siglo xvi, las incursiones de los araucanos en Ta pampa los hi cieron entrar en conflicto con los espafioles, pues la caza excesiva habfa llevado a que el nimero de caballos salvajes disminuyera mientras que, al mismo tiempo, la poblacién espafiola aumentaba. En las ciudades ubi- cadas a lo largo del lado oriental de la cordillera, desde Tucuman hasta Salta, en las minas de Perti y en el mismo Chile, la fuerte demanda de came, pieles y sebo fomentaron la sobreexplotaci6n. En 1715, el ayunta miento de Buenos Aires anuncié que el ganado salvaje de la provincia pricticamente se habia extinguido, Al no poder seguir acorralando ani- ‘males salvajes, los rancheros espaiioles comenzaron a domesticar sus propias manadas.*' ‘Los indios de Chile respondieron a la disminucién de animales salva- jes aumentando los asaltos a las manadas domésticas de los espafioles y ‘los espaiioles mismos. A finales del siglo Xvi, los pehuenches habfan co- menzado a atacar estancias en las fridas tierras que habfa cerca de las ciu- dades oasis de Mendoza y San Luis, en la provincia de Cuyo. Hacia 1711, qos asaltantes araucanos habjan Hegado incluso a las ricas praderas de la provincia de Buenos Aires. Los indios de lengua araucana no cruzaron los Andes buscando de~ rrotar a un enemigo, sino que lo hicieron en expediciones de eaza y s {queo a las que se unian los indios locales. A comienzos de siglo se esta- blecié un patrén. Los predadores indios viajaban a lomo de caballo en grupos pequeios y Hevaban a cabo ataques sorpresa a las estancias espa folas, en las cuales no s6lo se apoderahan del ganado y los caballos, sino también de las mujeres, los nifios y aquellos productos europeos que Po dian llevar consigo, desde herramientas hasta joyas. En Argentina, los es- paioles se referian a estos asaltantes con el nombre de «aucas», tna pa- Jabra que los incas habjan utilizado para describir a estos «salvajes». Los argentinos, como explicé Azara, entendian que los aucas eran «una divi si6n o parcialidad de los famosos araucanos de Chile». Hacia mediados del siglo xvil, a medida que se intensificaron los asaltos aucas, las pala- bras araucanas para designar a los asaltantes (maloqueros) y los asaltos (malocas y malones) ingresaron en el vocabulario de los espaftoles de Buenos Aires, donde inspiraban terror." ‘Mientras que algunos de los maloqueros araucanos que realizaban incursiones en el lado oriental de los Andes regresaban luego con las ma- nadas robadas, otros araucanos eruzaron al lado argentino de los Andes para no retornar nunca, A mediadlos del siglo xvi, los pehuenches de las montafias, a los que en ocasiones se sumaban los mapuches, se habian 100 BARBAROS 14. Un tage sorresa o man. Grado asd cn un le del atta hao Johann Moritz Rugendss ue vis os etoron eacanos dba del Ho Boo en1835.en , 1854. Una reproduccién a color dela pintura puede verse en Bindi, 1989, p46. Cortesfa de la Biblioteca John Carter Brown de la Universi i" de Brown, ‘expandido hacia cl noreste hasta el rio Diamante, hacia el este hasta el tio Salado, y hacia el sureste hasta el rio Neuquén. Los pehuenches, ue se habfan convertido en excelentes jinetes, habrian podido avanzar mis hacia el este hasta Ia pampa hiimeda, pero otros indios de habla arauca. ‘a, en particular los huilliches, les cerraron el paso. Atraidos a la pa argentina por sus caballos y ganadbo, los predadores huilliches avanzaren hacia el noreste desde sus tierras, debajo del rfo Toltén, en el lado paci- fico de los Andes, hasta extender su influencia sobre el norte de la Patago- ia y la pampa, desde el golfo de San Matfas hasta la provincia de Buenos Aires. En 1765, durante una reunién de la junta de guerra espatiola en Concepeién, se caracteriz6 a los huilliches como «la Nacién més rebelde ¥ obstinada que habita la otra parte de la Cordillera Nevada {los Andes] haciendo continuas hostilidades, muertes Y robos a los espafioles que vi p {jan desde Chile para Buenos Aires» 5 awa A través de la pampa argentina, al sur del camino que iba de Buenos Aires a Mendoza, los araucanos se adentraron en tierras que, de hecho, Jos espafioles nunca habfan conquistado. Bi fecha tan tardia como a LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 101 década de 1780, las estancias espafiolas se concentraban al norte del rio Salado, a menos de ciento sesenta kil6metros de Buenos Aires. A finales del siglo xvi, no habfa ninguna otra capital de virreinato que estuviera tan cerca de las tierras de los indios independientes. Mas alli del Salado se hallaba lo que los espaiioles llamaron «tierra adentro» o «tierra del ene- migo». Para los observadores ocasionales, ajenos a la variedad de nichos ecolégicos en la pampa, la regiGn parecfa, al mismo tiempo, inhabitable ¥, practicamente, deshabitada. A comienzos del siglo XIX, los argentinos consideraban a la regin un desierto, del mismo modo en que los norte- americanos Hamaron inicialmente «Gran Desierto Americano» a lo que hoy se conoce como las Grandes Praderas."* Enel siglo xvinl, las tierras al sur del rfo Salado hasta el rfo Negro es- taban habitadas por indios a los que los espafioles conoefan por diversos nombres, el mas comiin de los cuales era el de pampas; los patagones dominaban la regién que iba desde el rfo Negro hasta el estrecho de Ma- gallanes. (Los araucanos se referfan tanto a los pampas como a los pa- lagones como «tehuelches», «gente salvaje», una palabra que también adoptaron los espafioles y que en la actualidad siguen usando algunos et- nélogos.)*” Los pampas y patagones, moradores de unas tierras en las que las condiciones de vida eran dificiles, migraban de acuerdo con las esta~ ciones y construfan sus viviendas a orillas de lagos y riachuelos donde encontraban lefia y agua. Con la llegada de los espafioles, los pampas y los patagones se con- virtieron en cazadores montados de ganado y caballos y sus sociedades se transformaron, y al igual que los araucanos, se volvieron guerreros formidables. Los caballos aumentaron su alcance, facilitaron la consoli- dacién de pequeios grupos familiares en bandas y tribus més grandes, y permiticron a sus lideres comandar fuerzas mas numerosas que en el pa- sado. Los caballos y el ganado vacuno y bovino les proporcionaron una fuente estable de proteinas, y la dieta enriquecida probablemente contri buy6 a aumentar la poblacién de estos nativos, que hasta entonces habian tenido que cazar a pie guanacos y fiandtis, Con la Iegada del ganado europeo, los pampas y los patagones dejaron de estar obligados a des- plazarse con las estaciones para seguir a sus presas. Quienes posefan ‘animales europeos también podian utilizarlos en el comercio, por lo que habia motivos adicionales para intentar hacerse con ellos. A cambio de caballos o pieles, por ejemplo, los pampas obtenfan mantas tejidas y jo- yas de plata de los huilliches, y pifiones, ponchos, chicha de manzana y licores espaiioles de los pehuenches, productos que éstos habian obteni- " 102 BARBAROS: Sees ‘comercio con los espaiioles en Chile y la provincia andi- Los pampas y los patagones establecidos més al norte experimenta- ron los cambios inducidos por los espaiioles antes que los patazones que vivian al sur, Los, Pueblos mas septentrionales vivian debajo del Rio de la Pata, en una zona templadia en la que abundaban los caballos y donde te, nfan un acceso més directo al ganado y las mercancias espaiiolas, Los Patagones del sur habitaban estepasdridas, donde el ganado y los cabs los asilvestrados no se multiplicaron con igual rapidez, y es posible que ne iconv cn jinetes en un mimero significativo hasta mediados Independientemente de las variaciones de tiempo y lugar, las verdes Dlanicies de Argentina se convirtieron en el escenario de una competencia intensa entre los distintos indfgenas asi como entre éstos y los espaiioles. Algunos grupos étnicos pequefios, cuyo nimero ya habia disminuide de forma considerable debido a las enfermedades y la demanla de mans de obra de los espafoles, aparentemente desaparecieron, tal fue el caso de los huarpes (un subgrupo de los pampas que vivia en las montafias, en el frea de Mendoza), Otros, como los puelches, siguieron siendo identifica. bles como grupo, a pesar de que hacia mediados del siglo xv comen. zaron a hablar araucano (mapudungiin) ademés de su propio idioma (los nativos americanos por lo general eran bilinguies 0 multlingues en éreos en las que vivian cerca de miembros de otros grupos linglfstcos), > ‘A medida que competian con los araueanos que aavesaban los Andes, los pampas y los patagones se ataucunizaron en diferentes grados, De manera progresiva se fueron apropiando de muchos de los rasgos cul, turales de los araueanos, que eran mis numerosos y tenfan mayor expe. Tiencia militar. Adoptaron los tejidos, el trabajo del metal, las ereencias religiosas e incluso el idioma. Los pampas, por ejemplo, comenzaton ate. ferirse a quienes no eran indios como «giincas», la misma palabra que empleaban los araucanos en Chile.*! El fenémeno de la araucanizacién es bastante conocido, pero el proceso en sf atin no se comprende plenaimen. fe, acaso porque asumi distintas formas, En algunos niveles, los cam. bios culturales y Sociales se produjeron de modo pacifico a medida que tos pumpas, los patagones, los huilliches, los mapuches y los pehuenches formaron alianzas y se casaron entre ellos; en otros niveles, In violencia © la fuerza fueron las que generaron los cambios sociales a medida que bandas de grupos étnicos diferentes se enfrentaron entre sf por los recun, ‘sos y el poder,” A finales del siglo Xvi, el araucano se habia convertido LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 103 en la lengua franca de la pampa y la influencia de los araucanos sobre in- digenas argentinos era visible en un territorio diez veces mas grande que la regiGn de Chile de la que provenian. La araucanizacién de la pampa ‘continué durante la primera mitad del siglo x1X, mientras indios de habla araucana siguieron migrando a través de los Andes.** ‘Ahora bien, adiferencia de lo que sugiere la palabra «araucanizacion», lo cierto es que la transmisién de rasgos culturales no se dio en un nico sentido. Los araucanos también recibieron la influencia de los tehuelches, (el nombre que ellos daban a los pampas y los patagones). Asi, por ejem- plo, los araucanos que vivian en ka pampa adoptaron de los nativos sus, «toldos», las tiendas portétiles elaboradas con cuetos de animales, y las botas de montar, hechas con piel de Ia pierna del caballo, ¢ igualmente in- trodujeron en su vocabulario palabras tehuelches, el idioma de los pam- pas y los patagones.%* En términos econémicos, la araucanizacién se dio de forma més gra- dual y experimenté més variaciones segiin el lugar de lo que los expertos pensaban en un primer momento.“ No todos los pampas y los patagones araucanizados se convirtieron en cazadores montados a caballo dedica- dos a acosar a los espaiioles y su ganado. Por el contrario, a medida que Jas manadas de animales salvajes fueron disminuyendo y los araucanos introdujeron la cria de animales, la agricultura y cultivos europeos como l trigo y la cebada, algunos tehuelches «salvajes» se pasaron a la agri- cultura y la ganaderfa, Entre los pampas, al igual que entre los araucanos, la agricultura, la erfa de las ovejas y el tejido se convirtieron en tareas principalmente a cargo de las mujeres, cuyas vidas también se vieron tra _/formadas por la propagacisn de las ovejas, el crecimiento de los mer dos para los textiles y la demanda de produecién especializada para ese mereado.® Algunos araucanos y pueblos araucanizados abandonaron la agricul- tura para dedicarse a la eria de ganado destinado a abastecer los merca- dos espaioles, sin importarles que, de acuerdo con las teorfas de ciertos pensadores europeos de la época, con este cambio estuvieran retroce- diendo en la escala evolutiva, pues segiin ellos los pueblos agricolas se encontraban por delante de los ganaderos. Los pehuenches que habit ban las faldas orientales de los Andes al sur de Mendoza, en lo que en la actualidad es la provincia argentina de Neuquén, por ejemplo, dejaron la agricultura en favor de la ganaderfa, mucho més rentable. Domestica- ‘ban manadas y rebaios, los mantenfan en corrales, rotaban las pasturas y practicaban la trashumancia, Luego atravesaban los Andes con los caba- BARBAROS sae utilizaban indistintamente ambas palabras), et ™ eee ¥ Sus ticndas, vistas desde Bahia Blanca, con la dead a indienne est po pan x1 © auca (en Buenos Aires los "va unos enormes pendientes de Hlos, las ovejas y el ganado vacuno que habfan engordado y los cambia- bban por cereales y otros productos en los mercados chilenos.’” ° Con todo, independientemente de las yariaciones: econémi “as loci les, el patr6n de las transformaciones sociopoliticas mas significativa de la pampa y la Patagonia parece claro, De la misma forma que ie 1os araucanos, las bandas de los patagones del norte y los pampas, que tambign eran grupacioespequetas bass en fai we anon en unidades politicas mas grandes.** Esta reestructuracién jerdnyuiea hi Posterior a la que tuvo lugar en el lado chileno de los Andes, ee es diados del siglo xvin ya estaba en marcha y continué desarrollindose LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 105 16, Cangapol y su esposa, Huennee, en un dibujo del jesuita inglés Thomas Falkner, ‘quien se esfor76 por reiratarlos de memoria, segin confesién propia, lo mejor que puco. Falkner calcul6 que Cangapol media més de dos metros, «porque, puesto yo de punti Tas, no podta legar a su coronilla». Tomado de Falkner, 1935, p. 26, hasta mediados del siglo X1X, cuando la militarizacién de las sociedades nativas de la regién alcanz6 su apogeo. Al igual que los Iideres arauc: nos, los caciques 0 conos que n las tribus, 0 1o que los espafioles Ilamaban cacicatos, posefan mas riqueza, estatus, poder y mujeres que sus predecesores. Los nuevos ricos, fueran hombres 0 mujeres, mostra- ban su riqueza con ornamentos, decorando sus ponchos con piezas de cobre redondas y finas, sus botas con clavos también de cobre, y sus bri- das y espuelas con chapas de plata. Incluso los dogales de sus caballos relucian con sus adornos de plata. Azara, que viajé bastante y conocié varios pueblos en el litoral del Rio de la Plata, sefialé que «en ninguna otra nacién silvestre he notado esta desigualdad en riquezas, ni semejan- te lujo en vestidos y adomos»., aunque imagin6, correctamente, que los aucas 0 araucanos présperos que él no habfa visitado hacfan una osten- taci6n similar. Los nuevos arist6cratas adquirieron autoridad sobre un gran territo- rio y sobre muchisimos de sus congéneres, autoridad que los espaiioles con frecuencia reconocieron, En 1806, Luis de la Cruz, que viajaba des- 106 BARBAROS de Chile en bisqueda de una nueva ruta por tierra entre Concepeién y Buenos Aires, se acercé al territorio de Carripilin, un poderoso cacique de los ranqueles, un grupo disidente de los pehuenches, pero antes de avanzar dijo a los caciques de los territorios vecinos, «yo sé que Carripi- lin es el gobernador de estas tierras ... y que serfa imprudente entrarme a su casa, sin primero anunciarle mi legada a sus tierras». Cuatro aiios después, Carripilin reprendié a Pedro Andrés Garcfa, un ingeniero mi: Titar espafiol, por no haberle avisado de su expedicién a las Salinas Gran- des, en la pampa profunda, al suroeste de Buenos Aires, en tertitorio in: dio. Carripiltin le explicé a Garefa que é! era «el sefior, el virrey y el rey de todos los pampas», a lo que éste replicé que «no ibs rreinato, ni la legitimidad de sus propiedades».*! En ocasiones, los lideres de varios cacicatos se unfan bajo un tinico lider, a pesar de lo cual, como observ6 un jesuita, «las diferentes nacio- nes discrepan constantemente unas de otras». Incluso las alianzas tem- porales les otorgaban un enorme poder a los caciques. En 1739, por ejem- plo, Cacapol, un aneiano cacique pampa, enfurecido por la masacre de tun grupo de indios desarmados perpetrada por los espafioles, reunié ban- «das de pampas y huilliches para formar una fuerza de combate de mas de mil hombres. Cacapol dirigié a sus fuerzas hasta la provincia de Buenos Aires y leg6 a acercarse a menos de dieciséis kildmetros de la capital. Segiin se informé, capturé un gran mimero de mujeres y nifios, veinte mil cabezas de ganado y varias manadas de caballos, dejando a su paso tun buen mimero de esparioles muertos. Su tinica baja, se dijo, habia sido un guerrero que se separé de sus comparieros y fue hecho prisionero. Al afio siguiente, el hijo de Cacapol, Cangapol, un indio gigantesco al que los es- Pafioles conocfan como Cacique Bravo, reunié un ejército de, segtin se decfa, cuatro mil hombres. Temiendo otra carniceria, los espaiioles pre: firieron negociar antes que enfrentarse a él." La ofensiva de Cacapol de 1739 dio pas6 a una guerra intermitente en la pampa que se prolong6 durante cerca de medio siglo, una guerra que puso en gran medida a los espaiioles a la defensiva. A lo largo del ca- mino que se extendfa hacia el oeste desde Buenos Aires y que pasaba por Lujan, San Luis y Mendoza antes de descender por los Andes hasta San- tiago, asaltantes indios montados a caballo, conocidos por los espafioles por una variedad de nombres locales, hacfan que la vida de los ranche- +08, los viajeros y los habitantes de las ciudades fuera insegura. Los in- ‘d{genas frustreron los intentos de Ide jesuitas:de-constrait misionas'al eur a disputarle su vi- LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS. 107 a cen Ia que defendfan la regi6n de lo que un oficial denominé «las Ncdee IV Los asaltantes indios, escribié el gobernador de Bue- nos Aires en 1770, habjan dejado a los residentes del campo «en el ma- yor desconsuelo, lorando muchos la pérdida de sus familias, el cautive- rio de otras, y los mas la destrucci6n y robo de sus haciendas». JINETES INDOMABLES: EL CHACO, L.A COMANCHERIA, LA APACHERIA Y LOS BOSQUES DEL SURESTE DE NORTEAMERICA Las sociedades reestructuradas de araucanos y jinetes araucanizados 4que controlaban gran parte del Cono Sur hacia mediados del sigho xvut tuvieron su equivalente en distintos puntos del hemisferio. Donde los ex- ploradores espaitoles del siglo Xv1 habjan utilizado 1a novedad de las ar- s de fuego y los se enfrentaron a sociedades nativas inteligentes y formidables que los in- timidaban. Transformadas por la adopcién de los caballos y las merean- cfas espaitolas, estas sociedades controlaban muchas de las tierras bajas de las priferas del Impero dee Suramérica hasta Norteamérica y con- inuaban sin someterse a los espafioles. T Aizmos de los indios mds indomables vivian en el Gran Chaco, una Hlanura de cerca de més de doscientos cincuenta mil kilémetros euadra- dos, la mitad del tamaiio de Espafia. El Chaco, que comprende gran par- tede lo que en la actualidad es el norte de Argentina, el oeste de Paraguay y el sureste de Bolivia, deriva su nombre de la palabra quechua checw Gque para los incassignificaba «erritorio de exza>. Bl Chaco, con sus den- 0s bosques de matorrales y espinas,alternados por sabanas verdes y rs innavegables, y con sus inviernos resecos y sus veranos calientes y Tluvio- 508, no tenfa un gran atractivo para los incas 0 para los espafoles. Sin em- bargo, los nativos dedicados a la caza, la reeolecei6n, la pesca 0 a ag cultura de rozas lo consideraban una tierra de promisi6n en la que, de acuerdo con los drésticos cambios estacionales, podfan desplazarse de un nicho ecoldgico en el que encontraban abundante comida a otro igual ‘mente rico. En palabras de un jesuita, estos indios hicieron del Chaco «stt Palestina, su Eliseo», un «tefugio de la libertad y el valladar contra servi dumbren, «los cerros més altos les sirvieron de atalayas, los bosques in- transitables en vez de una muralla, los rfos y pantanos a guisa de fosas, los iballos para intimidar a las pequefias bandas de in- atio rend Mone Ata PER ae a S| Sie throne Yuen conse * a22ears ere I> tata ccxmmmettenenee hte, BRASIL ~ am) ee nod lat\e Peat /* g i eae sunset | > bre Mana 5. EI Chaco, Paraguay y el Alto Peri, 1794, Realizado a partir de Saeger, 1999, p. 259, del «Mapa del Chaco» de 1774 de Antonio Josef del Castillo, en Saignes, 1974, yide Brown, 1979,p. 13, LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 109 LLos espafioles se referfan a los residentes del Chaco en general como ‘guaycurtes, una palabra guarani para los habitantes del Chaco oriental que los espaiioles aplicaron colectivamente a los diferentes pueblos ecues- tres de todo el Chaco. También conocfan a los pueblos de lengua guay- cunt de la regi6n por los nombres de sus naciones especificas, como los abipones, los mbayiis, los mocobies y los tobas. Al igual que los arauca- nos y los pampas, estos grupos perdieron con rapidez el miedo a los es- pafioles y sus armas de fuego. Como seffal6 un observador: «Comenzaban a considerar inofensivos y poco peligrosos aquellos cafios fulminantes de los fusiles, pues sabian que con frecuencia no sonaban, y si acaso dis- paraban, producfan un ruido inofensivo». A finales del siglo xv1, los guaycunies comenzaron a conseguir caballos y a dominar a sus vecinos indios que no disponfan de ellos, asf como a grupos de otras lenguas, como los lules, los vilelas, los matacos y los mataguayos. Los guaycunties mejoraron su dicta gracias al ganado vacuno y bovino que robaban en Jas misiones, ranchos y poblados espaiioles ubicados en el perimetro del Chaco, cuando la temporada anual de sequfa los empujaba a irse lejos en busca de caza.” A diferencia de los araucanos y los pampas, ninguno de los grupos guaycurtes desarrollaron estructuras politicas o de liderazgo centralizadas més allé del nivel de la banda. No obstante, una vez adop- taron el caballo, sus bandas y grupos de asalto crecieron y obligaron a los. espaiioles a ponerse a la defensiva. Empleando «grandes soldados que ciertamente a su modo compiten con los de Flandes», jesuita, los guaycuriies, que lucfan temibles con sus cicatrices y tatuajes, consiguieron frenar el, avance de los misioneros y ganaderos espafioles hasta bien entrada la década de 1720.7! En tas faldas de los Andes, en el limite occidental del Chaco, los jinetes guaycunties, especialmente mocobies y tobas, saquea- ron estancias cercanas a Cérdoba, Santiago del Estero, Tucumén, Salta y Jujuy, con lo que forzaron a los espafioles a retirarse a comienzos del si- glo Xvi. Estos indios también transtornaron el comercio por el camino que unia estas comunidades con Potosf y otros mercados del Alto Perit (la actual Bolivia).” En la parte oriental del Chaco, los abipones, los, mbayés y los omnipresentes tobas ocasionaron problemas similares. Por todo el Chaco, los guaycuntes frustraron los primeros esfuerzos de los jjesuitas por convertirlos y eludieron a los cazadores de esclavos portu- gueses, los bandeirantes, que intentaban capturarlos. Los mbayés, que estaban acostumbrados a tener sus propios esclavos indios (los guands ‘© chanés, relativamente déciles), respondieron a la sugerencia del gober~ an0: BARBAROS nador portugués de Mato Grosso de que se establecieran y volvieran a dedicarse a la agricultura preguntando cusintos esclavos iba a enviar Su Excelencia para ayudarles.”’ Sin embargo, el poderio guaycurt aleanz6 su punto mas alto en la década de 1720, cuando las enfermedades, las guerras intestinas y una crisis ambiental se combinaron para disminuir considerablemente la poblacién y debilitar a los supervivientes, Los otro- Ta numerosos guaycuries, que posiblemente ascendfan a quinientos mil en tiempos de su primer contacto con los europeos, habfan quedado re- ducidos a treinta y cinco o cuarenta y cinco mil individuos a mediados del siglo xv." Encl extremo noroeste del Chaco, otro grupo étnico, los chiriguanos, ‘opusieron resistencia a los esfuerzos de los espafioles por avasallatlos y expandirse en su territorio,’ Algunos se sometieron a las misiones y otros encontraron la forma de coexistir con los nuevos vecinos Hegados de la Peninsula, pero la mayoria, segiin escribi6 un jesuita en 1767, «son hoy dia los mas decididos enemigos de tos espaiioles y son temidos en la re~ 2iGn entera en todas partes».’* Los chiriguanos tenfan su origen en ki oleadas de inmigrantes guaranfes que cruzaron el Chaco desde el este y se establecieron en lo que pasarfa a llamarse la cordillera de los Chiti- guanos (estribaciGn de los Andes entre Tarija, al sur, y Santa Cruz de la Sierra, al norte). Los inmigrantes guaranies, la mayoria de ellos hombres, conquistaron y absorbieron miembros de tribus més numerosas de las tierras altas, en especial a los chaneses, agricultores de lengua arawak a los cuales esclavizaron. Los guaranies también incorporaron a negros, mu- latos y espafivles cautivos en sus pequeitas bandas familiares. De este mestizaje étnico surgié un pueblo cuyos miembros se llamaban a sf mis- mo los avas, «los hombres por excelencia», pero cuyos vecinos comen- zaron a llamar despectivamente «chiriguanos», una palabra que al parecer significa «mierda fria» en quechua.”” El ntimero de chiriguanos siguié aumentando gracias al crecimiento natural de la poblaciGn asi como por la absorcién continua de guands y otros pueblos, y pese a las pérdidas que sufrieron al verse involucrados en ciclos de asaltos y represalias con los asentamientos espaftoles de la provincia del Alto Peri, al oeste. Hacia mediados del siglo xvi, aleanz6 Su apogeo con una poblacién de cerca de doscientos mil habitantes, el doble que a finales del siglo xvu.7* Montados a lomos de caballo, con sus cuerpos pintados de rojo con rayas negras y sus dientes teftidos de azul, 'os guerreros chiriguanos controlaban una franja de terreno montaiioso entre el Alto Peri y el Chaco que abarcaba unos cuatrocientos ochenta LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 1 kil6metros desde el rio Grande (0 rio Guapay), en el norte, hasta el rio jo, al sur.” pe ‘am continente de distancia, a lo largo y ancho del vastisimo norte de Nueva Espafia, los espaiioles también se enfrentaban a un gran niime- 10 de asaltantes y saqueadores indios montados a caballo. Después de dos siglos, muchos indigenas habjan sido forzados a trabajar en minas 0 habfan sido reunidos en misiones. Algunos, como los yaquis en Sonora, se habjan acomodado a la sociedad espafiola, mientras que otros, como Jos tarahumaras en Chihuahua, se habfan retirado pacificamente a regio- nes montafiosas. Sin embargo, a mediados del siglo xvm, buena parte del norte de Nueva Espaiia estaba controlado por indios independientes cu- yas incursiones hacfan dificil la vida de los rancheros, mineros y misio- heros espafioles. Estas poblaciones indfgenas inclufan a los remanentes dde muchos grupos pequeiios, como los serisy los pimas en Sonora y los chichimecas en Coahuila, pero también inclufan a comanches y apaches, cuyo niimero habfa aumentado en proporciones formidables y cuyas sociedades habfan experimentado transformaciones similares a las vivi- $s por los araucanos, los pampas y los guaycunties.®° 3 ‘Los comanches tenfan su origen en los pequetios grupos de cazado- tes y recolectores de habla shoshone que, a finales del siglo xvi, habfan salido de la Gran Cuenca y, de forma intermitente, habjan avanzado ha- cia el este a través de las montafias Rocosas. Los caballos, los bisontes y os esclavos indios los atrajeron a las planicies centrales, y la posibilidad de apropiarse del sana y os bienes manufacturados de os asentamieny tos espafioles atrajeron a algunos de ellos hacia el sur, a Jas planicies de Nuevo México y Texas. Estos indios montados de habla shoshone se Ika- maban a si mismos los nemenu, esto es, «la gente», pero los espaiioles se referian a ellos como comanches, por la palabra ute komdntcia, que sig- nifica «el enemigo».** Hacia la década de 1760, los dominios de los co- ‘manches se extendian unos novecientos sesenta kilémetros desde el rio ‘Arkansas hacia el sur, hasta las afueras de San Antonio, y unos seiscien- tos cincuenta kilémetros desde las montafas Sangre de Cristo, al norte de Nuevo México, hacia el este, hasta Cross Timbers, en lo que actual- mente es el centro de Texas. Alli, en una tegi6n de inviernos suaves y abundantes praderas, estos indios criaron mulas y caballos magnon, Comereiaban los excedentes con los pueblos agricultores que vivian al este y al oeste (incluidos los espaiioles establecidos en Nuevo México) y con los habitantes de las planicies septentrionales, donde los duros in- viernos se cobraban la vida de muchos caballos. El pats de los coman- 12 BARBAROS del oeste, compuestos por pes y yamparicas,y los comanches del este, neo abe Pot Kotsotekas y oriemtales. Dentro de estas grandes ven nes habia grupos de familias, con vinculos tenues que los unfan en bandas. La poblacién Comanche crecié a lo largo de todo el siglo xvi debido a {eabsorcin de miembros de otras trius incluyenda inches paches, cad- dos, osages, ban i 10 exigtan, las distintas bandas y divisiones Comanches coopera ban entre sf. Las cuatro divisiones, observé un gobernador de Nuevo México en 1794, «se aman entre sf Perfectamente ... los intereses son co- munes, y corren en ellos una igual suerte». Figs Apaches habfan experimentado migraciones y transformaciones similares, pero los comanches los habian obligado a dispersarse por gran Psa rte de Nueva Espata, donde se convinieron er an poderoso Pstdculo para la expansion espaiola, Los apaches, una oblacién de ha- bla atapascana vinculada linguisticamente con Ine Pueblos nativos de Alaska y Canad, al parecer se habfan establecido et at norte de Arizo- nna y Nuevo México hacia el siglo xv, sino antes." Al igual que los co- Imanches, mientras ellos se lamaban asf mismos ala genton re espaiio- ra Espata, los espafioles y sus aliados in- de indios inde alia, 1776. En las regiones més septentrionales de Nuev: ia respondié & as seculiares neces Pueblo, ccupaban asertamientos insulares en un mar Jos comanches. En 1776, Es spa Mapa 6, Norte de Nueva Es; dios, como los pimas y los Moore y Beene, 1971, p.275, y tar Adaptado en parte de zndndole el control directo a un comandante mi ‘Nueva Expatiay asig PP. 2-3 y 90-91, Weber, 1982, M4 BARBAROS les los designaban con una palabra que significa «enemigo», en este caso el término zuni apachi, al que aplicaban numerosos adjetivos para deno- minar las bandas individuales.** Aligual que otros nativos americanos que adquirieron caballos y hu- bieron de enfrentarse a nuevos enemigos externos, los apaches se fusiona- ron, al menos inicialmente, en unidades politicas més grandes. A mediados del siglo xvi, apaches @ los que los espaiioles identificaban como navajos, chiricahuas, gilefios y mimbreiios, entre otros, dominaban ciertas partes, de lo que en la actualidad es el oeste de Nuevo México y el sur de Arizona. Otros, conocidos por los espatioles como jicarillas, mescaleros y lipanes, prosperaban al este del rio Grande. Alli cazaban biifalos en las planici altas y alternaban las incursiones violentas con el comercio con los espa- fioles y los indios pueblo, asentados en el valle del rio Grande, en Nuevo ‘México. Los espaiioles advirtieron que, aunque hablaban todas el mismo joma, estas bandas apaches no constitufan entonces «una nacién unifor- me en sus costumbres, usos y gustos». De hecho, los apaches continua- ron organizéindose en pequefias bandas, cada una liderada por un jefe que no reconocia la superioridad de los demas, pero que podfa llegar a unir- Se a otros para llevar a cabo incursiones o enfrentarse a los espafioles. La estructura politica apache, al igual que la de otros pueblos ecuestres, po- dia ser centralizada descentralizada segtin las exigencias del momento.” Aunque el caballo los convirti¢ en guerreros y asaltantes mas fuertes, a comienzos del siglo xvi, los apaches que cazaban bifalos en las pla- nicies mas meridionales fueron perdiendo terreno frente al avance dle los ‘comanches que Ilegaban desde el norte. Las planicies de lo que en la ac- tualidad son el este de Colorado, el este de Nuevo México, Kansas y Te- xas Oeste podrfan parecer lo suficientemente amplias como para acoger ‘ambos grupos, pero en épocas de invierno cada uno dependia de los es- trechos valles de los rios para conseguir agua, madera y cobijo. En vera- no, los agricultores apaches necesitaban esos valles para cultivar sus co- sechas; los comanches, que no practicaban la agricultura, los necesitaban Por su agua. Y ademés, los dos competfan en los mismos mercados por ‘mereancias y mafz. Al final, los comanches ganaron. Tenfan mas movili- dad que los semisedentarios apaches de las planicies y posefan manadas de caballos més grandes, asf que los empujaron hacia el sur y hacia el oes- tape Jos asentamientos espaiioles que habia en Coahuila, Chihuahua y Sonora.§* Los comanches también prevalecieron sobre los apaches debido a que tenfan mayor acceso a las armas de fuego europeas, que obtenfan de los LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 115 franceses a través de los kansas, los wichitas y otros pueblos indios inter- medios, y a que se interponfan entre los apaches y sus principales pro- veedores de armas de fuego al este. Serfa fécil pensar que las armas y la municién no podian difundirse lejos de sus fuentes porque los indios de- pendian de los europeos para contar con un suministro constante de pél- vora y municién de plomo. Sin embargo, los indios que vivian a alguna distancia de los europeos podian obtener armas y munici6n a través de intermediarios nativos. A mediados de siglo, el gobernador de Nuevo Mé- xico advirti6, de forma profética, de que los comanches estaban adqui- riendo tal cantidad de armas de fuego, pélvora y municién que «serdn temidos sobremanera en esta provincia». Pronto lo fueron, Hacia la dé- cada de 1760, este armamento habia inclinado la balanza de poder en las planicies del sur a favor de los bien armados comanches y sus aliados wichitas. «Los antiguos conquistadores —observ6 en 1780 el oficial mi- litar al mando del norte de Nueva Espafia— pelearon con gentes que no habfan visto caballos ni armas de fuego, pero los Apaches, los Coman- ches, y los demés Indios del Norte, manejan aquéllos con destreza.»” Los apaches, obligados por los comanches a desplazarse a zonas éri- das de Sonora, Nueva Vizeaya y Coahuila, donde otros pueblos ya contro- aban las mejores tierras de pastoreo y las fuentes de agua imprescindibles para la vida agraria, optaron por ganarse el sustento apropisindose de los, aballos, el ganado y las cosechas de sus vecinos sedentarios, tanto in- dios como espafioles. De forma muy similar a lo ocurrido en el Cono Sur, donde Jos araucanos robaban caballos en la pampa para Hevarlos a los ‘mercados chilenos, los apaches se convirtieron en proveedores de una red ‘comercial a larga distancia. Robaban caballos o los cambiaban por otros productos en Nueva Vizcaya y Coahuila, por ejemplo, y los llevaban a los ‘mercados de Nuevo México, Texas y Luisiana; 0 consegufan caballos en Sonora y comerciaban con ellos en Chihuahua. A medida que se adentra- ban cada vez mas en el norte de Nueva Espafia, los apaches continuaron absorbiendo miembros de otros grupos étnicos, como llevaban décadas haciendo, Para entonces se trataba de los restos de grupos a los que la ex- posicién a las armas y las enfermedades espafiolas habia reducido consi derablemente: janos, jocomes, mansos, pelones, sumas, sobaipuris y to- bosos. De hecho, una especialista ha sugerido que la absorcién de estos pueblos y el que se los rebautizara como apaches fue tan importante para la didspora apache como la expansi6n de los apaches mismos." Asi como los indios de habla araucana araucanizaron la pampa, los in- dios de habla atapascana extendieron su influencia por el norte de Nueva 116 BARBAROS Espaita. Lo que habia sido una regién de gran heterogeneidad tribal se convirti6, en Ia mente de los espaitoles, en la Gran Apacherfa, territorio que comprendia desde lo que en la actualidad son el norte de Sonora y el sur de Arizona hasta Texas Oeste y Coahuila (mil doscientos kilémetros de este a oeste y mas de ochocientos ochenta de norte a sur). «Su campo de accién —escribi6 un jesuita en 1764— es mucho mas grande y se extien- de sobre un ‘rea més amplia que la de muchos de los reinos europeos.»”” «Bajo el nombre de apache —informé en 1772 el virrey Antonio Marfa de Bucareli y Urstia—, son infinitas las naciones que se cuentan, con ningu- nna tienen verdadera amistad, y no hay paraje libre de sus irrupciones.»°* Con algunas excepciones, como los apaches jicarilla, que se despla- zaron al lado espatiol en Nuevo México, a mediados de siglo los apaches formaban una barrera que bloqueaba el avance hacia el norte de los espa- fioles. Aislaron Nuevo México del norte de Sonora y Chihuahua e hicie- ron que viajar por todo el norte de Nueva Espafta fuera peligroso. En al- _gunas dreas, como el noreste de Sonora, la frontera espaiiola retrocedié a medida que la Apacheria avanzaba, «Los apaches y otras naciones pér- fidas y belicosas», informé un investigador espafiol en 1750, habfan de- Jado Sonora en un estado de «deplorable destruccién y decadencia». Uno de cada cuatro espafioles habia dejado la provincia después de que los asaltos de los apaches los forzaron a abandonar ranchos y minas.”* Desde Texas Este hasta la Florida espafiola, los bosques del sureste de Norteamérica también fueron testigos del surgimiento de sociedades po- derosas de indios independientes, a las que los europeos del siglo xvut Ila- ‘maban los chickasaw, los choctaw, los cherokees, los creek y los semino- las (véase mapa 2). Estos nuevos grupos de indios surgieron de las cenizas de sociedades precolombinas més grandes y estratificadas con una orga nizaci6n jerdirquica; los antropélogos denominan a tales sociedades jefa- turas y las asocian con una tradicién del Misisipi. Los nuevos grupos sur- gieron después de que los europeos y sus microbios desencadenaran el colapso de los anteriores. Aunque los caballos nunca se volvieron centra- les en sus economias, estos agricultores del sureste dependian en alto gra do de los caballos introducidos por los espaiioles y de los mercados euro- peos para dedicarse a la caza orientada al comercio. Sin embargo, el modo en que reconstruyeron sus sociedades varié segiin su ubicacion geogriifi- carespecto a otros grupos, tanto indios como no indios, y segain la forma cen que cada cultura buscé adaptarse u oponerse al cambio.% Algunas naciones indias se habian hecho poderosas recientemente a través de la incorporacién de otros pueblos desplazados. Los creek, que LA TRANSEORMACION DE LOS NATIVOS uy glo xvi habjan sido devastados por las enfermedades europeas, asimilaron a indios alabamas, apalaches, hitchitis, chickasaw, shawnees, natchez, uchis y yamasees, y hacia mediados del siglo xvi, ya conver- Jos en un pueblo éinicamente mestizo, eran quiz4 unos trece mil, y su niimero continuaba aumentando gracias al crecimiento natural y a la in- corporacién adicional de los restos de otras sociedades indias asi como de negros y blancos. Hacia la década de 1790, los creek tenfan una po- blacién de mas de veinticinco mil individuos, lo que incluia entre cuatro mil y cinco mil hombres con armas de fuego.” Para entonces, lo que des- de fuera se describié como la Confederacién Creek habia comenzado a emerger. Antes de la década de 1780, los creek se identificaban a sf mis- ‘mos con sus ciudades o clanes, pero la presiGn del vecino Estados Unidos en las décadas de 1780 y 1790 animé a algunos Iideres indigenas, mu- cchos de ellos mestizos, a intentar centralizar el poder con el fin de contro- lar a los individuos y proteger la propiedad. A finales del siglo xvut, los creek confederados se habjan convertido en la sociedad mas poderosa del sureste de Norteamérica y controlaban una extensa franja de Alaba- ma y Georgia, desde el rfo Tombigbee hasta los asentamientos espaiioles cen el norte de Florida, No obstante, la nueva estructura de gobierno con- federada se top6 con la resistencia acérrima de aquellos creek que defen- dian los valores tradicionales; las tensiones condujeron a la guerra civil a comienzos del siglo x1x.° En contraste con los creek, que aumentaron y modificaron su socie- dad absorbiendo grupos mas pequefios, lo que hicieron otros pueblos independientes de los bosques fue formar una unidad social y politica nueva, una mezcla de distintos grupos étnicos a la que todos contribuan con algunos ingredientes. Ese fue el caso de los choctaw, que surgieron en Misisipi a partir de los restos de varias sociedades a las que el ataque de los microbios europeos habfa mermado considerablemente en una épo- can la cual, como recordaban los ancianos de uno de esos grupos, «la tierra devord a sus hijos». Hasta las tiltimas décadas del siglo xvi, no ha- bia ningtin pueblo al que los europeos reconocieran como choctaw, Peto nel siglo xvi, los choctaw dominaban la regién que habia entre las tie- rras de los creek y el territorio caddo de Luisiana y Texas Este. Al igual que los creek, los distintos grupos choctaw, cada uno con sus propias preo- cupaciones y estrategias, se organizaron en una confederaci6n abierta en. respuesta a las amenazas de los europeos. Sus contemporiineos calculaban, que habfa unos treinta mil choctaw hacia 1775.” Hg BARBAROS DE «LADRONES RATEROS» 4 «ASTUTOS GUERREROS» Los indios conocfan el arte de la guerra mucho antes de la Hegada de los europeos, y habian desarrollado sus habilidades luchando entre si por ticrra, agua, privilegios de caza, rutas comerciales, mujeres, esclavos y beneficios intangibles como el prestigio masculino, la venganza y las re- compensas espirituales, Sin embargo, es probable que las sociedades iis militarizadas hayan sido las que perfeecionaron sus habilidades ofre- ciendo resistencia a los intentos de conquista de las sociedades-Estado precolombinas. Este parece haber sido el caso de los pueblos que se opu- sieron a la expansién inca (los araucanos, los chiriguanos y los guay- cunties) y de los chichimecas, que desafiaron a los aztecas y tal vez a los Estados predecesores de los aztecas.! Algunos estudiosos han sostenido que las sociedades precolombinas basadas en el parentesco eran, por definicién, belicosas y violentas, y que el chombre primitivo es, en tanto hombre, un guerrero». Estos inves- tigadores ven la guerra misma como una expresi6n de la cultura, si no de Ja biologia humana.""' Al otro lado del espectro se ubican quienes ven la guerra en el hemisferio occidental como el resultado de la expansién europea. No niegan la existencia de conflictos violentos en la América precolombina. Pero sostienen que los Hamados pueblos primitivos reali- zaban incursiones unos contra otros por objetivo concretos y limitados: ‘obtener estatus, mujeres, recursos o venganza. No luchaban por lograr la hegemonfa sobre sus enemigos ni por destruirlos, pues sin enemigos no podrfa haber nuevas incursiones en las cuales los hombres jévenes pu- dieran conseguir estatus como guerreros. A través de las incursiones (0 guerras limitadas de carécter ritual), prosigue este argumento, las socie- dades amerindias, pequefias e igualitarias, se controlaban entre sf. Luego Hlegaron los europeos y, con ellos, una auténtica «guerra en la zona tri- balp. La guerra, desde este punto de vista, no es una expresién de la cul- tura sino, mas bien, una respuesta a las condiciones materiales en gene- ral y a la influencia europea en particular.! ‘Tenemos bastantes pruebas para descartar la nociGn roméntica de que la violencia organizada en la América precolombina era poco més que un Jucgo ritualista letal. Esa violencia produjo desplazamientos y suftimien- tos a gran escala, algo que cualquier persona razonable describirfa como guerra. Ahora bien, no necesitamos explicar las guerras previas a la lle- gada de los europeos con el argumento reduccionista de que el hombre /o» estaba predispuesto a la confrontacién.!® LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 119 No obstante, cualquiera que fuera el nivel de la guerra precolombi- 1a, no es dificil imaginar que los espaioles, del mismo modo que otros ‘europeos, impulsaron los conflictos indfgenas a niveles nuevos, en oca- siones hasta el punto de que la guerra se convirtié en un fin en si mis- mo. De forma indirecta ¢ involuntaria, los espafioles alteraron el equilibrio de poder entre los pueblos nativos y aumentaron el nivel de violencia al introducir caballos y herramientas de metal que los indios codiciaron hasta el punto de estar dispuestos a Tuchar contra los espaiio- les, o entre ellos mismos, con tal de conseguirlos. De forma directa e in- tencionada, los espafioles también condujeron a los indios hacia la gue- a al identificarlos como sus aliados o enemigos o al entrometerse en st. espacio, A medida que el conflicto se convirti6 en un lugar comin, éste con frecuencia alteré las sociedades indias en formas que aumentaron sus habilidades para resistir a los espaiioles. Ese hecho no pas6 desaper- cibido para los contemporaneos. «De ladrones rateros, que eran en los principios, los vemos convertidos en astutos guerreros y a proporciGn de Jo que dure nuestro empeiio de hacerles la guerra», dijo en 1779 el minis- tro de Indias, José de Galve7, refiriéndose a los «indios barbaros» del norte de Nueva Espaita.'° Los motivos iniciales para el estallido de las hostilidades entre espa- jioles ¢ indios normalmente cayeron en el olvido, pero no hay duda al- guna de que los espafioles desencadenaron conflictos cuando intentaron hacerse con el control de los recursos, incluyendo a los mismos indios, alos que los espafioles consideraban una mano de obra que tenfan dere- cho a explotar.!% Cuando los espafoles impusieron gravimenes a los ex- cedentes de la produccién de los agricultores nativos, dejaron a éstos sin nada con qué comerciar con los némadas. Con ello, dieron razones a los ‘némadas para que pasaran a apropiarse mediante incursiones de lo que ‘ya no podian conseguir por medio del comercio y le dieron motivos a los, agricultores para volverse en su contra. Indios como os tobosos, en Nue~ va Vizcaya, a quienes los espafioles describieron en un primer momento ‘como agricultores pacificos, respondieron a las provocaciones espafiolas convirtiéndose en «indios de guerra».!"” A medida que los espaiioles fue- ron ocupando las tierras en las que los indios solian cazar, pescar, reco- lectar frutos y cortar madera, privaron a los cazadores y recolectores de Jos recursos de los que dependfan. Desde la pampa argentina hasta las planicies costeras de Texas, los indios modificaron sus estrategias de sub- sistencia y optaron por asaltar a sus vecinos agricultores o «azar» gana- do espaitol.! 120 BARBAROS Aquellos indios que posefan una fuerte tradicién como cazadores aplicaron con rapidez su talento al robo de caballos, vacas y ovejas. En tierras secas 0 tierras sometidas a sequias periédicas, los rancheros espa- fioles no podian mantener a su ganado en corrales y tenfan que dejar que se moviera por todas partes. Es bastante improbable que los cazadores indios se detuvieran a diferenciar entre los animales salvajes y los ani- ‘males desatendidos propiedad de los espaiioles. Los caballos, las vacas y las ovejas debieron de parecerles indistinguibles de otra amplia gama de animales grandes, aunque las vacas y ovejas, al ser mas lentas, eran ob- |jetivos més faciles. Algunos indios simplemente se negaron a reconocer a los espafioles como propietarios del ganado. Los animales espafioles, dijo un grupo de abipones a un sacerdote, «les perteneefan» porque ha- bian nacido en tierras que sus antepasados habfan ocupado y que los es- Pafioles habian tomado «sin ningiin derecho». Otros indios, como los ‘guajiros, tras haber reunido sus propias manadas, probablemente se apo- deraban del ganado de los espafioles como una forma de defender sus pastos y su agua de la invasién espafiola." Incluso los miembros de sociedades indias que posefan lo que un es- tudioso denomina un «sistema de valores contrarios a la violencia»! po- dfan acudir al ganado espaiiol durante épocas de escasez 0 atacar a los. ‘espafioles que amenazaban con castigarlos o esclavizarlos. También so- Ifan hacerse con botines de guerra, que era lo que hacfan los espafioles. Los apaches y los comanches al parecer consideraban que apoderarse de las propiedades de extranos 0 personas hostiles a ellos era una accién jus- tificable e incluso admirable. En el lenguaje neutral ¢ incruento de la antro- pologfa, estos asaltantes indios eran «unidades de produccién» que parti- Cipan en actos de «intercambio negativo» o de reciprocidad negativa».!" Una vez comenzaron, las guerras se perpetuaron a s{ mismas. Cada bando busc6 venganza y demonizé al otro. Al volverse endémico, el con- flicto fortalecié a los Ifderes de ambos lados, indios y espaiioles, cuyo es- tatus dependia de la continuacién de la guerra y, por tanto, tenfan interés ‘en promoverla.'!? Las perspectivas de obtener botin y estatus aumentaron las expectativas de los varones jévenes, que por lo comin abandonaban ‘los lideres conciliadores o indecisos y ofrecian su apoyo a los mas be- licosos entre ellos. A medida que 1a cultura del guerrero se hacia més fuerte en una sociedad, mas dificil se hacfa mantener relaciones pacificas con sus vecinos, fueran éstos espaiioles o indios.'!® Es posible que ciertas sociedades hubieran venerado a los guerreros mucho tiempo antes de entrar en contacto con los europeos, pero el he- LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 121 cho es que las fuentes posteriores al descubrimiento manifiestan con cla- ridad que algunos indios independientes otorgaban un alto valor espiri- tual a la valentia marcial. Los comanches, segiin un espafiol que vivié entre ellos, crefan que un guerrero que morfa en la batalla iba aun «parat 0» como «hijo del sol y que va a gozarle para siempre lleno de fel dads.!"* Los cunas, que dominaban el Darién (Ia parte oriental del istmo de Panamd), pensaban que aquellos a los que derrotaban en combate se convertirian en los esclavos que habrian de servirles por toda la eterni- dad. Como sefialé mordazmente un historiador: «Era el equivalente indi- zgena a las misas que los catéticos pagaban a la Iglesia por el suftagio de sus almas para gozar de felicidad eterna». Cuando los guerreros tenfan semejantes incentivos espirituales para luchar, los conciliadores tenfan poco que ofrecer que pudiera disuaditlos. Con o sin una cultura de exaltacién del guerrero, las poblaciones in- digenas que se fusionaron para formar tribus y que adoptaron una Estruc- tura de mando jerdrquica aumentaron su capacidad para organizar hom- bres y recursos con el fin de oponer resistencia a las fuerzas del Estado ‘espafiol y realizar incursiones en los tertitorios de sus vecinos espaiioles. De forma muy parecida a como los mongoles némadas de las estepas del interior de Asia constituyeron sociedades-Estado para hacer frente a sus sedentarios vecinos chinos de forma més eficaz, algunos natives ameri- ‘anos como los araucanos, los pampas, los comanches y los apaches se consolidaron conformando bandas més grandes o tribus, o bien encon- turn nuevos mecanismos para cooperar cuando Ia ocasién lo exigfa. La unién, asf fuera temporal, podia hacerlos mds efectivos a la hora de de- fenderse de la invasién espafiola, de apoderarse de las propiedades de los espafioles 0 de negociar los términos del comercio o de la paz.!"® Es posible que los espafioles fomentaran la unidad intratribal, si no intertribal, al convertirse en el evidente enemigo comiin de los indigenas, pero también hubo fuerzas internas dentro de las sociedades determinaron si se fusionaban o segufan fragmentadas. En el Chaco, una cultura politica indisciplinada impidié que los abipones, los mbayas, los mocobies y los tobas crearan estructuras de gobierno mis alla del nivel de la banda, En un primer momento, carecer de un liderazgo centralizado les fue titil contra los espafioles, pero la fragmentacién los dejé en desven- ja cuando sus adversarios se fortalecieron. En algunas de las organizaciones sociales indias reestructuradas, 1a autoridad se concentraba en manos de un pequeiio mimero de lideres tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra. En esos casos, las que 122 BARRAROS, hhasta entonces habfan sido tribus (agrupaciones dle bandas sin una jerar~ quia politica centralizada permanente) se encaminaron a convertirse en Jefaturas a medida que un jefe superior ascendia a la posicién de lider permanente y su sociedad se volvia més estratificada. Entre pueblos tan dis- tintos como los araucanos, los pampas, los mocobies y los comanches, algunos lideres posefan la autoridad suficiente para legar su posiciGn a sus herederos Anteriormente, las bandas se unian de modo temporal bajo un lider “nico para hacer la paz 0 la guerra, algo que entendieron bien los espa- fioles. «Eligen un jefe que les dirija en la guerra; de lo contrario, cada fa- milia es gobemnada por su cabeza», escribié un de los apaches.'"* Con frecuencia, los lideres de estas sociedades tribals, carecfan de un gran poder de coercién aun en tiempos de guerra. En lu- gar de ello, su autoridad se derivaba de su capacidad para mantener la ar~ monia y el consenso dentro del grupo gracias a la elocuencia ret6rica y la generosidad.""” Como explic6 el cacique ranguel Carripiltin; «No tengo por qué ser soberbio, pues ni poseo mas bienes que mis vasallos, ni ten- 20 otro caudal ni defensa que ellos; raz6n que me precisa a consultarlos para proceder con firmeza en cualquiera materia de Estado». Sin em- bargo, un estado de guerra permanente empujaba a los pueblos tribales aaceptar lideres permanentes.""! Ninguna de las nuevas organizaciones sociales de los indios indepen- dientes en América lleg6 a convertirse en un Estado-nacién oa contar con las estructuras politicas y la burocracia profesional que asociamos con los Estados. Por tanto, aunque los indios aumentaron sus probabilidades de ‘poner resistencia al dominio espaiiol al fusionarse en unidades més gran- des, no pudieron vencer a Espafia cuando ésta emple6 todos sus recursos para luchar contra ellos. «Para vencer a un Estado», ha sugerido un estu- dioso, hay que utilizar «una organizacién que funcione a su nivel». Al parecer, dentro de algunas poblaciones indigenas no surgié un Gni- 0 lider poderoso. En su lugar, fuerzas culturales, como un sentido de la competencia entre los guerreros especialmente intenso, 0 limitaciones fi- sicas, como unas condiciones medioambientales severas, fomentaron la dispersién y la fragmentacién de ciertos pueblos. No obstante, la divi- siGn en facciones no necesariamente debilité estas sociedades hasta el punto de que los espaiioles pudieran yencerlas, incluso cuando ello las condujo al extremo de una guerra interna fratricida. Algunos grupos ét- nicos profundamente divididos, como los chiriguanos, los guaycurties y los apaches, frustraron los intentos de los espaiioles por conquistarlos 0 LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 123 ponerlos de su parte precisamente porque carecfan de una figura de auto- ridad Gnica con la cual éstos pudieran negociar o a la cual pudieran obli- gar a rendirse.'* No menos que a otras sociedades-Estado del mundo entero, a Espafia le result6 dificil controlar a los pueblos ndmadas 0 se- minémadas en apariencia carentes de lideres, pueblos que, como en 1778 Jament6 una junta militar en Argentina, «forman unos cuerpos errantes, sin poblaci6n ni habitacién determinada»,' Los espaiioles no podian vencer con facilidad a los indios independientes, y los indios indepen- dientes no podian vencer al Estado espaol. Sin embargo, en todos los médrgenes del Imperio, los indios se causa ron estragos entre sf en guerras intratribales e intertribales cada vez encamizadas, guerras que los espaftoles fomentaron o desalentaron segtin sus intereses. Algunos de esos conflictos internos fueron horizontales, en. tales casos unos lideres luchaban contra otros lideres. Otros, en cambio, fueron verticales, y enfrentaron a guerreros j6venes contra jefes mayores, que intentaban preservar el orden tradicional en contra de los advenedizos que pretendian concentrar y personalizar el poder en lugar de gobernar mediante el consenso. A medida que las rivalidades personales y las lu- cchas por el poder los separaron en facciones, algunos lideres reforzaron su posicién alidindose con los espafioles 0 con los Iideres de otros grupos €inicos, con lo que el alcance de la guerra se hacfa atin més amplio, Podia ocurrir que a los Lideres de las facciones perdedoras se les matara, que a sus. mujeres ¢ hijos se les esclavizara y que se destruyeran sus asentamientos.!* Parece ser que los grupos nativos que evitaron las guerras fratricidas, como Jos comanches, gozaron de una ventaja sobre sus vecinos mas rebeldes.'*" En los Iugares en los que la Ilegada de intrusos espafioles empujé a los pueblos indigenas a fusionarse en unidades politicas mas grandes y mas belicosas, los caballos hicieron que éste proceso fuera enormemen- te mas facil. Habfa un gran niimero de cabullos salvajes a disposicién del ‘que los capturara, en especial en las praderas de las zonas templadas, don- de se reproducian con profusién, También abundaban en los bosques de matorrales del Chaco y en medio de los pinos, cipreses y encinas de lo que en la actualidad es el sureste de Estados Unidos. Si en un principio los indios temieron a los caballos, pronto comenzaron a codiciarlos y ad- quirirlos como fuente de alimento, medio de transporte, articulo para el comercio y simbolo de estatus y poder. Cuando moria un guerrero, in- dios tan diferentes entre sf como los abipones en el Chaco y los pies ne- _gros, los crow y otros pueblos de las praderas norteamericanas sacrifica- ban sus caballos para que le acompaiaran en la otra vida." 124 BARBAROS Los espafioles eran conscientes de que los «indios de a caballo» te- fan una gran ventaja sobre los demas indigenas, la «gente de a pie». ‘Temerosos del peligro que supontan los indios montados y ansiosos por mantenerlos en una posici6n subordinada, la corona habfa prohibido a los indigenas viajar a caballo (al igual que se lo habia prohibido a los musulmanes vencidos en la peninsula Ibérica). Sin embargo, a medida que los caballos empezaron a proliferar en distintas partes del continen- te, los espatioles fueron testigos de cémo sus peores temores se hacian rea- lidad. «Pizarro y Cortés —seial6 un misionero a mediados del siglo xvi1— sometieron a innumerables indios, 1os mataron o pusieron en fuga; pero se trataba de indios pedestres. Si hoy volvieran esos mismos héroes a en- frentarse con los abipones, mocobies, tobas, guaycurties, serranos, chiqui- tos y otros pueblos ecuestres de Paracuaria, no me atreveria a asegurarles Ja misma gloria.»™ De hecho, es posible que a mediados del siglo xvi, en algunas regiones, los indios independientes poseyeran ms y mejores caballos que los espafioles que los habfan introducido." En ciertos aspectos, el caballo transformé a los araucanos, los pam- pas, los guaycurties, los chiriguanos, los guajiros, los apaches, los co- manches y otros pueblos indios de forma notablemente similar. «Tan pronto tuvieron caballos —ha sostenido un historiador—, pueblos enteros vieron un potencial completamente nuevo, tanto en las tierras por las que cabalgaban como en ellos mismos.» De forma indirecta, los caballos per- miitieron que los indios obtuvieran energfa de las praderas, una fuente que parecia inagotable y que previamente no habian tenido a su dispo- sicién." Con Ta fuerza de caballos alimentados con pasto, los indios se convirtieron en cazadores mas eficaces; la infanterfa se convirtié en una caballeria que tenfa la posibilidad de realizar incursiones més profundas enel territorio enemigo; los asaltantes podian dejar a las mujeres y nifios, ‘una distancia segura del escenario del combate; el éxito de los asaltos a los pueblos sedentarios parecia asegurado y el saqueo se convirtié en un medio de subsistencia fundamental, sino lo habia sido antes. Los indios montados también ampliaron su radio de accién a territorios en los que tradicionalmente cazaban otros nativos, y los conflictos intertribales se imtensificaron, Al hacerlo, las instituciones de la guerra experimentaron un desarrollo pleno y los lideres militares adquirieron prestigio y auto- ridad suficientes para unir pequefias bandas basadas en la fa dades més grandes para realizar asaltos o hacer la guerra.!® Por tanto, los indios que construyeron economias de comercio 0 caza basadas en el caballo se vieron empujados hacia la descentralizacién re- jaen uni- LA TRANSFORMACION DE LOS NATIVOS 125 sidencial y la centralizacién politica, Como los caballos agotaban con ra- pidez todas las pasturas cercanas, los indios que posefan grandes mana- das no tenfan otra eleccién que vivir en bandas pequefias y dispersas y mantenerse en constante movimiento, Aun asf, aunque los caballos es- timularon la dispersi6n, los contictos con los europeos 0 con otros pue- blos nativos obligaron a estas sociedades indigenas a luchar de forma mis eficaz, a constituir estructuras politicas mas centralizadas y a conce- der a los lideres militares una mayor autoridad."™ Por otro lado, los mis- mos caballos que aceleraron el conflicto intertribal también ampliaron Jos contactos intertribales y ayudaron a difundir los rasgos culturales que fomentaron avin mas el proceso que reuni6 lo que hasta entonces habfan sido pequefias bandas dispersas en los apaches 0 los araucanos. Las caracteristicas que las «culturas ecuestres» militarizadas tenfan en comin han tendido a ocultar sus diferencias. El impacto de los caba- Hos en las sociedades indias dependié en parte de la economia y la cultu- ra que tenfa cada grupo antes de la llegada de estos animales, del nicho ecolégico que el grupo ocupaba, de la forma en que interactuaba con los, pueblos vecinos (indios 0 espafioles) y del grado en el que abrazaron la Hegada del caballo." Los paiutes, en la Gran Cuenca norteamericana, utilizaron a los caballos mas como alimento que como medio de trans porte. Los pampas los empleaban como medio de transporte, pero tam- bién se los comfan y utilizaban sus pieles como abrigo: para renovar sus reservas de caballos recurrian al saqueo o a la captura de caballos salva- jes. Los guaycunties del Chaco ni se comian los caballos ni se abrigaban ‘con sus pieles."® Los apaches, que continuaron cultivando, tuvieron que Jimitar el tamaiio de sus manadas segtin la cantidad de pasto que tenfan cerca, Ademis, al permanecer en un lugar fijo, eran vulnerables a los ata- ques de los comanches, un grupo completamente ecuestre, que mantenia manadas més grandes y tenfa un radio de acci6n més amplio."*° En algu- nas de las sociedades que adoptaron el caballo, los papeles en funcién de sexo parecieron sufrir cambios profundos, como entre los araucanos y, ‘en menor medida, entre los creek, donde los animales reemplazaron a las mujeres como portadores de equipaje. Entre los cherokees, por el contra- tio, los papeles de los sexos se mantuvieron précticamente iguales.!"” No todos los indios independientes que adoptaron el caballo en Nor- teamérica y en Suramérica se convirtieron en saqueadores 0 némadas. En el centro-norte de Arizona, los apaches, que se llamaban a sf mismos diné, la «gente», y que los espaiioles conocfan como navajos, adoptaron 1a oveja ademas del caballo; y aunque realizaban incursiones montadas, 126 BARBAROS. no desarrollaron un culto a la guerra, En lugar de ello, en parte por la in- fluencia de los cercanos indios pueblo, algunos se convirtieron en ga- naderos y diversificaron sus cultivos para incluir el algodén. Hacia fina- les del siglo xvill, vivian en ricas comunidades agricolas en medio de grandes manadas de ovejas, cabras y caballos. Segtin un gobernador de Nuevo México, «trabajan sus lanas con més delicadeza y gusto que los Espafioles», y tanto los hombres como las mujeres iban «decente- mente vestidos», adomados con joyas elaboradas con plata introducida por los espafioles,!"* Por tanto, la adopcién del caballo por parte de los indjgenas ameri- canos no se tradujo en el surgimiento de una cultura ecuestre tinica, sino que mas bien propici la emergencia de una variedad de culturas que continuaron cambiando con el paso del tiempo, a medida que compe ‘fan y chocaban con los espafioles o entre sf. Cualquiera que fuera el caso, las sociedades indias que adoptaron el caballo perdieron a la vez que ganaron. Los caballos, como ha sefialado un historiador muy agudo, ayudaron a los indios a «moverse, cazar, comerciar y librar guerras», pero en algunas sociedades nativas la incorporacién de estos animales también «trastorn las economias de subsistencia, estrope6 las ecologias de las praderas y del bisonte, creé nuevas desigualdades sociales, tras. 06 las relaciones entre sexos, socavé las jerarquias politicas tradicio- nales ¢ intensificé la competencia por los recursos y la guerra».' Asi como el caballo fue un poderoso agente de cambio en las socie~ EL acceso a los productos europeos no siempre se tradujo en traicién y miseria. Bajo ciertas condiciones pudo fomentar un comercio inter itibal estable y relaciones con frecuencia amistosas entre pueblos con economfas complementarias. En diversos momentos, por ejemplo, los kio- was, los cheyenes y los arapahoes, que tenian acceso a armas de fuego, las ‘comereiaban con los comanches a cambio de caballos, que éstos tenfan cen abundancia." 138 BARBAROS Hacia mediados del siglo xvii, un ntimero considerable de socieda- des indias independientes habfan experimentado profundas transforma- ciones politicas, sociales y culturales en respuesta a los curopeos y a los elementos que éstos habfan introducido en sus mundos. Esas transforma- ciones adoptaron diferentes formas dependiendo de variables como 1a ecologfa, la geografia, las rivalidades intertribales, la fragmentacién in- tratribal, 1a proximidad a otras potencias europeas y los valores cultura les de cada grupo nativo. En las fronteras estratégicas del Imperio, indios. como los misquitos no sélo tenfan acceso a las armas de fuego y Ia mu- nicidn de los rivales de Espafta, sino que proporcionaban armas a indios que vivian en el interior. En las fronteras internas del Imperio, desde la ‘Araucanfa hasta la Apacherfa, algunos indios ecuestres desarrollaron unidades de combate de gran movilidad que se reunfan en tiempos de guerra, pero que se dispersaban en tiempos de paz 0 cuando los espaiio- les los persegufan. En otras fronteras internas, indios ecuestres y no ecues- tres por igual entablaron relaciones comerciales con los espaiioles y pre firieron la paz al conflicto. Estas sociedades transformadas de supuestos salvajes planteaban serios desafios y oportunidades para los administra dores borbénicos espafioles cuando, durante el reinado de Carlos II, cen- traron toda su atencién en las colonias americanas. ;Podfan lo. oles Capitulo 3 LA CIENCIA DE CRIAR HOMBRES El arte de hacer cristianos es la ciencia de criar hombres. Vieney Castenruerte, Lima, 1736 “Aunque nuestros misioneros a menudo hacen cristianos, nun cca hacen de ellos hombres civilizados. Jean-JacavEs Rousseau, 1755* % En 1776, cuando Carlos IIT nombré a Teodoro de Croix al frente de Ja Comandancia General de las Provincias Internas de Nueva Espafia, un organismo autGnomo de reciente creaci6n, le ordend que hiciera de la cconversién de las numerosas naciones de indios gentiles» su principal prioridad, Siguiendo la formula tradicional de los monarcas espafioles, Carlos Ill orden6 a Croix que velara porque los indios fueran Tlevados al cristianismo con «los suaves y eficaces medios que previenen las Leyes de Indias, del halago, buen trato, persuasion de los misioneros, dadivas y seguras ofertas de mi soberana proteccién».! . Después de hacet un reconocimiento de Ia vasta jurisdiecion de su ‘cunsivirreinato, que inclufa gran parte de lo que hoy es el norte de Mex! co y el suroeste de Estados Unidos, Croix concluy6 que las conver thes no eran ni suaves ni eficaces, En Texas, informé a la corona, Tos soldados forzaban a los indios a unirse a las misiones, y los misioneros francisca- + Manyués de Castelfuenea su sucesor,citado en Tibesa, 1983, p. 149: y Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres Capitulo 4 {UNA BUENA GUERRA O UNA MALA PAZ? Los indios salvajes, que a manera de un torrente impetuoso cada dia inundan estos campos, Hevandose tras si innumerable ganado caballar y vacuno, asolando las tristes habitaciones de los vecinos fronterizos a esta capital, haciendo que los camiinos no sean seguros, y victimas de su furor a muchos desgraciados, que perecen inhumanamente cada dfa a sus manos, de un modo horri- ble y espantoso. FRANcIsco Dk ViepMa, Buenos Aires, I de mayo de 1784 Nos seri més fructuosa una mala paz con todas las naciones Lindias] que la soliciten, que los esfuerzos de una buena guerra Brxvabo DE GALVEZ, México, 1786" En 1800, el barcelonés Francisco de Serra y Canals se basé en mas de tres décadas de experiencia en la provincia argentina de Cuyo para de- cirle a ta corona espafiola cémo debia fomentarse el crecimiento de su Provincia y, por extensiGn, de toda Suramérica meridional. El progreso, argument, requerfa someter de forma contundente a los pampas y los araucanos, Serra y Canals se inspiraba en su experiencia ditecta. Los pam- ‘pas, a quienes describia como salvajes y asesinos («infieles parricidas»), hhacian que el transporte a lo largo de la ruta entre Buenos Aires y Men- doza, la capital de Cuyo, fuera inseguro. Sus depredaciones elevaban los * Viedima, 1969¢-1972c, vo. 3, pp. 683-684; Gaver, 1951, art. 29, 208 BARBAROS, costos de la extraccién de plata y mercurio en las minas que manejaba en el cercano valle de Uspallata, en los Andes.! En lugar de pretender que podfa dar consejos a la corona directamen- te, Serra y Canals compuso un didlogo ficcional, acogiéndose a una con- vencién literaria de la época que le permitia criticar al gobierno de forma indirecta y segura. Sus dos personajes, un espaitol nacido en América, el indiano, y otro nacido en la Peninsula, el espafol, miran con nostalgia al siglo XVI, cuando, como seitala el indiano, unos cuantos espafioles con- quistaron «todo la inmensidad de este Nuevo Mundo». En la actualidad, se quejaba este mismo personaje, la situacién se habia invertido. Los es- parioles se habian convertido en las victimas de un pequefio nimero de indios: «Ellos se nos roban nuestras mujeres, con las que se aumentan, y nuestras fronteras se destituyen y aniquitan». En su opinién, se habfa «lle~ gado al extremo de poner los ratones el eascabel al gato»? El espaol y el indiano estaban de acuerdo en Ia necesidad de una guerra ofensiva que librara a Argentina y Chile de los molestos pampas y arauicanos, como alguien se libra de «sabandijas».* Segtin pensaban, la pélvora y las balas triunfarian alli donde afios de predicacién habfan fra- casado. Los indios que se capturaran en la guerra que proponian debi ser puestos en misiones o destinados a trabajar en las minas, donde «con, el trabajo y sus salarios aprendiesen de racionalidad».* Los indios que opusiers deberfan ser pasados a cuchillo y sus hijos distri- buidos entre las familias espafiolas, que los criariam hasta la edad de 10s, cuando va estarian en condiciones de diferenciar el bien Aunque los dos personajes de Serra y Canals eran ambos partidarios de la confrontacién bélica, sus opiniones en materia de estrategia eran di- ferentes. B1 indiano proponfa una campafa militar a gran escala que em- pujara a los indios némadas hacia el sur, al cabo de Hornos, desde donde. «estos indémitos no tienen por donde escapar».‘ El espafiol, cuyas pala- bras encarnan las opiniones del Serra y Canals oriundo de Barcelona, ob- jjetaba que para cubrir un terreno tan vasto serfan necesarios demasiados hombres, caballos y provisiones. Las tropas se agotarfan persiguiendo a indios que no tenfan residencia fija y no se quedarfan quietos para luchar. En lugar de encomendar la direccién de la campaiia al ejército o la mili- cia, el espafiol sugerfa que fueran los hombres mismos de la frontera los que se encargaran de hacer el trabajo. Los espafioles que se habjan cria- do en las fronteras con los indios se habfan vuelto «tales o peores que los indios infieles».* Estos hombres endurecidos sabfan cémo vivir y pelear {BUNA GUERRA 0 MALA PAZ? 209 como los indios y no requerian de un gran apoyo del gobierno. Podfan vi- vir de la caza de animales salvajes y del botin que capturaran a los indios, del que su capitén recibiria una décima parte. Equiparlos, argumentaba el espafol, le costaria al gobierno menos de lo que gastaba manteniendo Jos fuertes y las tropas a lo largo de la actual frontera, y los resultados se- rian mucho mejores. Desde el este y el oeste de los Andes, los hombres. de las fronteras empujarian hacia el sura los pampas, los aucas y los arau~ ‘canos, hasta el estrecho de Magallanes. En este sentido, lo que el espaiiol estaba proponiendo en realidad era un retorno al siglo XVI, cuando gru- pos semiautGnomos de conquistadores barrieron kas Americas en bisqueda de todo aquello que pudieran saquear, prestando un servicio a los intere~ ses de la corona al mismo tiempo que se beneficiaban a sf mismos. Serra y Canals sabia que su plan de una «guerra ofensivay iba contra~ cortiente de la politica de la corona, por lo que su personaje ficcional aborda el tema con cautela. La tnica raz6n por la que los espaiioles no habian eliminado todavia a los indios hostiles, hace Serra y Canals decir ‘su indiano, era que «cl amor y piedad del Soberano no permite el que se les haga la guerra ofensiva y si slo defensiva». A lo que el espaol respon de en la ficci6n que él no puede creer que el rey desee proteger a unos salvajes que no profesan religién alguna y que son incapaces de seguir «la ley natural que les prescribe la raz6n». La deshonestidad de los in- dios y el mal consejo de algunos de sus asesores habsan torpedeado las intenciones nobles y pfas del rey.” LA GUERRA OFENSIVA Y EL DESARROLLO ECONOMICO En esa era de eproyectistas» (ensayistas que inundaban al gobierno con planes de posibles reformas), Serra y Canals no fue el nico que su- iris que la conquista de los indios independientes beneficiarfa a la eo~ rona y a los indios mismos. En 1777, Felipe de Haedo, un mineralogista nacido en Espafta, que como oficial de alta graduaci6n prestaba servicio en Cérdoba, explicé al virrey en Buenos Aires que la conquista de los in- dios independientes acabarfa con Ia posibilidad de «ue éstos se aliaran con los extranjeros, aumentarfa el ntimero de vasallos contribuyentes y con- vertirfa a innumerables paganos. A los indios cautivos, argilfa, podia sen- tencidrselos a diez afios de servidumbre, durante los que aprenderian off- cios titiles antes de que se les concediera la libertad y se les otorgaran ticrras y animales, La distribucién de cautivos en los hogares espafioles 210 BARRAROS| también permitiria hacer de ellos buenos catdlicos porque «casi no se ha- lard casa alguna en las nominadas provincias en que diariamente no se reza el rosario de nuestra sefiora y que no s¢ ejerciten otros actos de re ligion». Haedo pensaba que la piedad individual de los espaftoles triun- faria alli donde los misioneros habian fracasado.* Ademis de proponer planes para conquistar y redimir a los indios in- dependientes, la mayoria de Ios proyectistas buscaba su propio bene- ficio, un hecho que no se le escapaba a las autoridades borbénicas. En 1767, cuando Gerénimo Matorras, un rico comerciante espafiol que se habia establecido en Buenos Aires, se ofrecié a conquistar a los indio: del Chaco y correr con los gastos, pidié que a cambio se le concediera la gobernacién de la provincia de Tucumn. Famoso en Buenos Aires por su falta de escnipulos, es posible que la intencién de Matorras fuera abrir una ruta segura para el contrabando de plata desde Perti hasta Buenos Aires a través del rio Bermejo.” En 1776, cuando un capitan de milicias ,'* En el siglo xvi, Espaiia intent6 extender su autoridad a dreas que con anterioridad habia desatendido y a las que un ministro describié como «terrenos desproveidos de oro o plata... totalmente abandonados» (los indigenas que residian en ellos no contaban)."* Primero, los administra- dores borbénicos dividieron el viejo virreinato de Pert. En 1739 (tras un imtento fallido en 1717), respondieron i las amenazas de ingleses y ho» _ BARBAROS landeses en el Caribe creando un tercer virreinato en Bogotd, el virrei nato de Nueva Granada, con jurisdiccién sobre la Suramérica septen- trional. En 1776, la corona creé un cuarto virreinato, el del Rio de la Plata, con sede principal en Buenos Aires, para contener las pérdidas ocasionadas por la plata que salfa de contrabando por ese puerto y res- ponder a la amenaza territorial que planteaban Portugal y Gran Bretafa. El virreinato del Rfo de la Plata abarcaba la mayor parte de lo que en la actualidad son Argentina, Uruguay, Paraguay y el drea rica en minerales de Charcas, 0 Alto Pert (Ia actual Bolivia). En Bogoté y Buenos Aires, los eneargados de gobemar los nuevos virreinatos fueron por lo general oficia- les militares, que actuaban al mismo tiempo como virreyes y capitanes generales. Los Borbones también elevaron algunas areas en peligro a la condicién de capitanias generales, como fue el caso de Venezuela (1777) y Chile (1778), y ascendieron todo el norte de Nueva Espaiia a la catego- ra de comandancia general, conocida como las Provincias Internas de Nueva Espaita (176). Favorecieran o no la guerra ofensiva, los administradores militares bor- bonicos de esta burocracia en expansién habrian coincidido con Serra y Canals en que el desarrollo econémico requeria la pacificacién de los in- dios («facilitar y conseguir la paz»). En relacién a las dreas que padecéan 10s ataques de los indios, el brigadier Felipe de Neve, comandante en jefe de las Provincias Internas de Nueva Espaiia de 1783 a 1784, observé que «.** Sin embargo, de acuerdo al reglamento de 1772, incluso la «piadosa maxima» del rey dejaba de aplicarse a los apaches, al menos en teorfa. En la préctica, del mismo modo en que algunos comandantes de las fronteras habfan violado las 6rdenes previas al negarse a aceptar las solicitudes de paz de los indios, algunos violaron las nuevas 6rdenes y aceptaron las peticiones de tos, apaches que se rendian.® Al ordenar a los comandantes de la frontera que rechazaran las pro- puestas de paz de los apaches, el reglamento de 1772 representaba un giro de ciento ochenta grados respecto de las anteriores reglas militares apli- cadas en el norte de Nueva Espafa."" En este sentido, el reglamento re- flejaba el creciente sentimiento de que era contraproducente que un co- ‘mandante llegara con el enemigo aun acuerdo de paz aparte en medio de tuna guerra general. Los oficiales que adoptaban esta postura s relaciones con un presidio a -ursiones en dreas vecinas y luego regresaban a ese presidio para disponer de st botin.”! Ademds, dondequiera que los espa- fioles se enfrentaban a los indios, a los oficiales les preocupaba que una tregua les diera tiempo para reagruparse antes de cometer nuevas depre- daciones. Por Gitimo, los oficiales reconocian que incluso cuando los Iideres indios querfan la paz, éstos no estaban en condiciones de garanti- zar la conducta de todos sus guerreros. Esto, se quejé el virrey del Rio de la Plata, Juan José de Vértiz. y Salcedo, ponfa a los espaftoles en desven- {aja porque ellos no podfan distinguir a los indios que estaban de acuerdo con la paz de los que no. Todos parecfan iguales «por su fisonomfa, ves~ tuario, o otros accidentes exteriores».”? 224 BARBAROS Con el fin de mejorar el modo de Hevar a cabo la guerra contra los apaches, el reglamento de 1772 también simplificaba la estructura ad- ministrativa de la frontera septentrional de Nueva Espafia, fomentaba la profesionalizacién de las fuerzas militares de la zona e impulsaba un uso ‘ms racional de los presidios. Antes de la inspeccién de Rub, las guarni ciones de los presidios patrullaban y defendfan sus alrededores inmedit tos. El nuevo reglamento creaba el cargo de «comandante inspector» para la coordinacién de las maniobras de las distintas guarniciones y de a guerra contra los indios. El primero en ocupar el cargo de comandante inspector fue el teniente coronel Hugo O' Conor, uno de los muchos ca- {Glicos irlandeses que huyeron de la opresién inglesa en su pafs natal para hacer carrera en el ejército espaiiol. O’ Conor, que habfa destacado pelean- do contra los briténicos en Portugal durante la guerra de los Siete Afios, habia sido nombrado caballero de la Orden de Calatrava y enviado a Nueva Espaiia. Convencido del caricter pérfido de los apaches después de haber ejercido durante un tiempo el cargo de gobernador de Texas, el comandante inspector O’Conor aprobaba la nueva guerra ofensiva. Su plan era «abrazar a un mismo tiempo todo el terreno que ocupan los pér- fidos apaches de oriente a poniente, y de sur a norte». ‘Una guerra total contra los apaches implicaria inevitablemente cap- turar a algunos de estos «declaradamente enemigos». El reglamento de 1772 respaldaba la recomendacién de Rubi de que los apaches cap- turados en combate recibieran un buen tratamiento. Rubi acusaba a los, oficiales de la frontera de entregar los indios prisioneros a los colonos es- pafioles, que los trataban como esclavos ¢ incluso los vendfan: «Una oe sin de abuso contra toda humanidad y derecho de las gentes».”" El nue- vo reglamento prohibfa abusos de este tipo y ordenaba que algunos de Jos indios capturados se devolvieran a su pueblo en intercambios de pri- sioneros. La corona esperaba que los intercambios de prisioneros pudie- ran impulsar un cambio de actitud en los apaches que tuvieran ocasién de participar en ellos, pues consideraba «muy posible que desterrada por cl interés la crueldad con que tantas veces los han asesinado [a los prisio- neros}, vayan despertndose en esos indios los sentimientos de humani- dad." No obstante, el reglamento s6lo autorizaba a los oficiales de las, fronteras a intercambiar apaches cautivos en circunstancias extraordi- narias. La corona todavia se mantenfa fiel a un requerimiento més ant U0, que exigfa a los oficiales enviar a los apaches cautivos al exilio en lugar de aceptarlos en las misiones o en la defensa de las plazas militares © permitir que 10s locales los esclavizaran. Los apaches habjan de ser en- UBUENA GUERRA © MALA PAZ? 225 viados lejos de su tierra natal, a lugares en los que las mujeres y nifios re- cibirian ensefianza religiosa, usualmente en hogares privados, y los hom- bres serfan destinados a la realizaci6n de trabajos forzados. Sin embargo, bajo las leyes espafiolas de esta era, los prisioneros de guerra no eran esclavos y la corona ordené que se los tratara bien.” Los administradores militares de finales de la era borbénica quiz ha- yan desterrado a los apaches cautivos de forma més eficaz que sus prede~ ‘cesores, Para finales de la década de 1780, las autoridades habfan empe- ‘ado a enviar apaches a lugares tan apartados como Cuba para impedirles regresar a casa si lograban escaparse. En 1790, la corona misma preciso que Cuba se convirtiera en el destino final de los prisioneros apaches. Com todo, a pesar de que el rey habfa ordenado que se tratara bien a los indios prisioneros, un gran nimero de ellos murieron antes de llegar a La Haba na. La confusién, las enfermedades y las penalidades del viaje en cadenas se cobraron un gran ntimero de vidas.” ¥ lo mismo puede decirse de los soldados vengativos. $i algunos encerraron a los apaches capturados «a sangre firia en las cérceles de Durango y Plaza de Chihuahua», como inform6 el obispo de Durango, otros debieron de haberlo hecho en luga- res menos piblicos.”” ; Los apaches, al parecer, fueron deportados a istas distantes mas que ‘cualquier otro de los grupos indgenas que se negaban a doblegarse. Los funcionarios aluden a envios de karankawas, misquitos y guajiros a luga- res remotos, pero éstos nunca se cumplieron cabalmente.*” En el Rio de la Plata, el virrey Vértiz envi a Licon Pagni, un cacique pampa, a las islas Malvinas, pero todo indica que el suyo fue un caso excepcional. Licon Pagni habya legado al fuerte de Lujan en 1779 para pedir una tregua, pero \Vértiz.consideraba que él no era digno de confianza y, por tanto, le «pa- recié justo sorprenderle» hacigndolo prisionero, una sorpresa que acaso le demostré a Licon Pagni que Vértiz.no era digno de confianza. La corona probs que Licon Pagni fuera enviado al exilio en las Malvinas. algo que probablemente consider un asunto rutinario, pues las autoridades argen- tinas también enviaban allf al exilio a los desertores espafioles. El cacique pampa nunca regresé.*" Al menos en una ocasidn, la idea de exiliar a los indios independientes caus6 asombro entre los juristas. Al rechazar un plan para desterrar a los chimilas, el gobernador de Santa Marta, en Nueva Granada, Antonio de Narvaez, puso en duda que «fuese Icito y justo ex- patriar asf a unos hombres que jamés han reconocido el vasallaje>." Cuando los funcionarios borbénicos hablaban de exterminar 0 ani- {quilar a los apaches (0 a otros indios como los osages, los karankawas, 226 BARBAROS los seris y las tribus ecuestres del Chaco), no necesariamente querfan de- cir que se proponian matar a cada uno de ellos.* En 1780, el capitan ge~ neral de Venezuela orden6 que los espaiioles que participaran en penden- cias y rifas durante las noches fueran perseguidos y castigados «hasta stu total exterminio», pero es improbable que pretendiera ejecutarlos a todos ¥.a cada uno por su comportamiento indisciplinado.* De manera similar, al proponer el exterminio de un grupo de indios, funcionarios como José de Galvez estaban siendo hiperbélicos.®* En una guerra para exterminar a los indios independientes, los oficiales espafioles ciertamente trataban de matar a los combatientes enemigos, pero de igual modo capturaban pri- sioneros de guerra y los enviaban al exilio en minas, plantaciones e islas cercanas a la costa. Con frecuencia respetaban a las mujeres, los nifios y Jos varones que no participaban en la contienda. Por tanto, las autoridades borbénicas usaron la palabra «exterminio» en el sentido de guerra total contra los indios, algo muy parecido a lo que sus predecesores, los Aus- trias, entendfan por guerra a «sangre y fuego».* En contra de lo que ha sostenido un estudioso, el exterminio ni fue una innovacién borbsnica, ni el modo preferido para poner fin a la resistencia india." Durante ambas dinastias, la corona buse6 de forma constante conver- tir a os indios en espaiioles y borrar sus identidades étnicas, pero inde- pendientemente de con cudnto ardor hubiera fomentado el etnocidio, nunca aprobé el genocidio. Donde los espafioles necesitaban la mano de obra indfgena o haban establecido un comercio lucrativo con la pobla- ci6n india, como en la pampa al sur y al oeste de Buenos Aires, el exter~ ninio de los indios carecfa de sentido para los locales." Por el contrario, los funcionarios con frecuencia consideraron que proteger y fortalecer a iertas sociedades indias beneficiaba sus intereses. Si los pehuenches de- sapareefan, por ejemplo, nada se interpondsia entre el Chile espaol y los huilliches, y por ende, desde la década de 1760, las autoridades borbs- nicas trabajaron para poner fin a las guerras intestinas entre los pehuen- ches y aliarse con ellos.” Algunos espaiioles, por supuesto, sf apoyaron o promovieron la com- pleta aniquilacién de grupos indfgenas. El ayuntamiento de Tarija, por ejemplo, era partidario de una guerra que eliminara a los chiriguanos en lugar de permitirles practicar sus escandalosas relaciones poligamas y, Jo que era atin mas importante, seguir ocupando las ricas tierras que la poblacién espafiola codiciaba.® En 1780, comentando una epidemia de viruela, el gobernador de Texas, Domingo Cabello, le dijo a Teodoro de Croix que «es posible desear, sin ofender a la decencia, que ni un solo {BUENA GUERRA © MALA PAZ? 227 apache lipan sobreviva a ella, pues a pesar de aparentar ser pacificos y amistoso® estos indios son pemiciosos». Cabello, que como gobernador ‘de Nicaragua habfa tenido que lidiar con las incursiones de los misquitos antes de irse a Texas, probablemente tenfa una opinién demasiado mala de los indios no hispanizados." En cualquier caso, su esperanza de que Ja viruela eliminara por accidente a los apaches palidece al lado del uso intencional que hizo de esta misma enfermedad un gobernador de Para- guay. El miedo que este funcionario tenfa a los salvajes era tal, que cuan- do un grupo de mbayés de las misiones Hleg6 a Asuncién para ofrecerse acolaborar en la defensa de la ciudad contra los indios hostiles, acabé con los voluntatios mbay‘s enviando a su campamento a un portador de la viruela.” Los espafioles particulares que deseaban aniquilar a los in- dios por cualquier medio posible tenan sus equivalentes en todas las de- mas potencias coloniales. El comandante en jefe del ejército britinico en ‘América es tristemente célebre por haber propuesto, en 1763, infectar a Jos indios del valle del Ohio con virucla «ademas de emplear cualquier otro método que pueda servir para extirpar a esta raza execrable». EL RECHAZO A UNA GUERRA OFENSIVA: LOS MAPUCHES ‘Aunque la corona respalds la recomendacién del marqués de Rubi de emprender una guerra ofensiva para exterminar a los apaches, continu prohibiendo las guerras ofensivas contra los indios no conquistados. Al igual que los Austrias, los Borbones mantuvieron el principio vigente pero realizaron excepciones particulares segtin el caso, como ocurrié con los, apaches. La guerra defensiva continuo siendo la norma, como quedé ‘de manifiesto en la Araucanfa, donde la corona rechaz6 una propuesta de uucrra ofensiva contra los mapuches. a Com hemos visto, los mapaches se habfan «rebelado> en 1766, cuan- do el gobernador de Chile, Antonio de Guill y Gonzaga, intents obligarlos aestablecerse en pueblos. Guill, un brigadier del ejército real que habia Megado a Chile en 1762 tras desempeitar algtin tiempo el puesto de gober nador de Panama, respondié al desafio de los mapuches proponiendo una ‘guerra ofensiva a gran escala, Su idea era atacar a los araucanos a ambos Iados de los Andes, haciendo convergir sobre ellos las fuerzas espatiolas tanto desde Buenos Aires como desde Concepcién y Valdivia. Su meta era « T su oposici6n por principio a las auerras fensivas contra fos indo independiente, como en Chile, hi cio de este tipo cuando los beneficios Ppareciar " -ostos. Para tomar este tipo de deci s, ‘ rae 2 ip lecisiones, Madrid se ba- wih 2 aba Eyer bien informados cercanos a los he- s, como sugieren los casos del mi és de Rt ' a : ; arqués Ue Rubs y del virrey Amat tac en una era de burdcratas eficientes y déspotas ilustrados, if Lom a a la no flufa en una tnica direccién del gobierno a los g0- ae i % lel centro a. Ja periferia. Los arquitectos de la politica espa- fol también responan con praginatismo a as presione de fs Tideres an s. En io see a las relaciones con los «indios barbaros», los ionarios y las oligarquias locales en oca ort siones se mostrabat fancionsrios yas oi raban partida- ae so Sima ‘ocasiones eran favorables a la paz y en eo vi laba ¢ ambas alternativas, En tales ida ce auanie oportunidades, la corona titu- La int i san Linluensa de as atordades coloniates en los encargais de ise aan Ee is imperiales en Madrid no resulta en ningtn lugar mas ue en sus planes para expulsar a los indios de la pampa al sur y al {BUENA GUERRA © MALA PAZ? at ‘oeste del Rio de la Plata, Al cabo de unas cuantas semanas de su llegada ‘4 Buenos Aires en el otofio de 1777, el primer virrey del R/o de la Plata, Pedro de Cevallos, inst6 al ministro de Indias, José de Galvez, a aprobar tuna invasién a gran escala, 0 «entrada general», en los territorios de los indios pampas. Dado su extraordinario alcance, el plan se asemejaba a la ofensiva que el gobernador Guill habia propuesto una década antes. Ce- vallos, que tenia setenta y dos afios, era uno de los oficiales mas distin- guidos del ejército espatiol, como brigadier general acababa de dirigit « Jas tropas que expulsaron a los portugueses de Colonia de Sacramento, en la orilla oriental del Rio de La Plata, e imaginaba que podia conseguir tun triunfo similar sobre Jos fastidiosos indgenas de la pampa, un triunfo gue terminaria con su «extincidn». Los esfuerzos por someter a los pam pas en lugar de aniquilarlos, explicé al ministro Galvez, habfan sido va nos «y no hay esperanza alguna ni la mds remota de convertirlos, ni que ‘se reduzcan a vivir a puesto fijo».! Cevallos planeaba reunir a hombres de Cérdoba, Mendoza, San Luis y Buenos Aires ¢ invitar también a Chi- Je aque enviara tropas.'” Segtin predecfa, entre diez y doce mil hombres podrfan de la recién creada comandancia ge- neral de las Provincias Internas de Nueva Espaiia, Teodoro de Croix, que ‘ocupé el cargo de 1776 a 1783, = En 1776, Carlos III habfa seguido la recomendacién de Galvez, quien proponja separar el norte de Nueva Espaiia de la supervisi6n inmediata del virrey y ponerlo a érdenes de un oficial que combinara los poderes de tun gobemnador y de un comandante en jefe y que tendria que informar di- Fectamente al rey asf como al virrey. El comandante inspector, un pues- to que ocups por primera vez O’Conor, se convirtié en subordinado de un comandante general, el responsable de llevar a la prictica el reglamen- to de 1772. Con algunos cambios, esta organizacién perduré hasta el fi- nal de la era colonial. Cuando recibié su nombramiento como coman- dante general en 1776, Croix contaba con trina afios de experiencia en el cereio espatiol, cinco de ellos en América. Habia completado un pe- riodo de servicio en Nueva Espaiia cuando ic és an aia cuando su tio, e] marqués de Croix, Inicialmente Galvez ordené a Croix que defendiera las provinei temas de los apaches de la forma tradicional, esto es, fomentando las mi- siones y los asentamientos, reforzando la miliciay forjando alianzas con Jos indios amigos. El ministro también encarg6 a Croix aplicar el regla- mento de 1772, que exigfa la reforma de las plazas militares y una ‘aim {BUENA GUERRA O MALA PAZ? 235 ¢ incesante guerra» contra los apaches y demds indios enemigos. Sin em- ‘argo, en sus instrucciones a Croix, Galvez no llegé a impulsarlo a la gue~ fra total. En lugar de ello, inst6 a Croix a «contener y escarmentar los indios enemigos que las hostilizan [las provincias internas], haciendo a teste fin frecuentes salidas contra ellos».""® De hecho, lo que el ministro recomendaba era una guerra defensiva. Las salidas contra los indios be- acos, alas que se denominaba «correrias» o «mariscadas», eran una tée- tica de la guerra defensiva que contaba con Ia aprobaci6n de la corona.” ‘Al empezar a inspeccionar sus vastos dominios, que inclufan las Ca- lifornias, Sonora, Sinaloa, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Coahuila y Texas, Croix decidié que necesitaba hacer algo mas que castigar y con- tener alos apaches. Reunidos en un gabinete de guerra, él y sus princi- pales oficiales concluyeron, como habfan hecho Rubf, O'Conor y otros més antes que ellos, que los apaches eran desteales. Los obsequios, las diversiones, el buen trato y los acuerdos eran un desperdicio con ellos.!?! Croix tenfa una opinién bastante mala de todos los indios, incluso de aque- Tos que se habfan sometido al dominio espafiol, en los que, seein dijo a Galvez, no se podfa confiar porque la «absoluta libertad de los barbaros, les incita a buscar la propia» y estaban inclinados como ellos «al robo y ala alevosia», tal era «el cardcter de todo indio». Croix calculaba que necesitarfa duplicar los dos mil hombres que te- nia a su disposicién. Requerfa efectivos para defender los ranchos, las iinas y los asentamientos mientras los demés se encontraban en campa~ fia, Sus consejeros militares consideraban que los apaches podfan reunir unos cinco mil guerreros ¢ «igual niimero de mujeres, las cuales aunque no hacen la guerra del mismo modo que los hombres, colaboran en cual quier accién que los apaches acometen ... habitualmente conforma un cuerpo de reserva [y] acorralan a los caballos mientras los hombres atacan ‘a nuestras tropas».'™ (Los espafoles erefan que kas mujeres comanches ‘desempeftaban un papel similar.)!** Croix era consciente de que los apaches no se enfrentarfan a sus hom- bres directamente, pero argumenté que, no obstante, una guerra ofensiva a gran escala conducirfa al «exterminio» de los indios. Sus soldados los perseguirfan «incesantemente obligndoles a vivir sin sosiego a arrastrar la penosa carga de sus hijos y mujeres y a perecer de hambre».'® Tenia ‘en mente una guerra de desgaste muy similar a la que Blizondo habfa li- brado contra los seris, La solicitud de tropas adicionales de Croix fue recibida con frialdad por el virrey Bucareli. Su predecesor, O’Conor, habia convencido all vi 236 BARBAROS rrey de que habfa conseguido un gran progreso en la lucha contra los apaches, y Bucareli acus6 a Croix de estar inflando sus informes sobre los ataques de los indios. Pero, ademas, el virrey carecia de dos mil hom- bres extra.'** Como buen burécrata, Croix replicé con un flujo incesante de memorandos que dirigia al mismo tiempo a Gélvez y Bucareli. Croix describié los datios infligidos por las incursiones indias y sostuvo que lo nico que entenderian los apaches, los seris y demas salvajes de su mis- ma indole era la fuerza y s6lo la fuerza. Hacia finales de 177, habia con- vencido a Galvez de que ordenara al virrey enviarle mas tropas.!27 No obstante, antes de la legada de tas tropas prometidas, Giilver dejé at6nito a Croix al ordenarle que cambiara de estrategia, Escaso de recur- Sos en un momento en el que se preparaba para ir a la guerra con Gran Bretafa, Galvez. no podia permitirse dedicar hombres y suministros a la lucha contra los apaches. Sin embargo, el ministro explicé a Croix que la decisién de abandonar la ofensiva habfa sido dictada «por la religion, por la raz6n natural y por la verdadera politica». En una orden real fe chada el 20 de febrero de 1779, Galvez informé a Croix de que el rey ‘crefa que «la clase de enemigo que infesta estas regiones no puede exter- minarse, ni reducirse con un golpe decisivo, ni por medio de aquella se- rie metédica de acciones sabiamente dirigidas, que hace gloriosas las ‘campaiias en la guerra entre naciones cultas». Los numerosos indios bi baros estaban en una posicién ventajosa. Arriesgaban muy poco en sus incursiones y podfan huir con facilidad a sus tierras, que eran inhdspitas, vastus ¢ impenetrables, y donde las tropas espafiolas no podfan hallar sus. tento; «su terreno, su desnudez, su agilidad, su pobreza misma, y atin su desorden, y cobardia» neutralizaban las técticas y las armas europeas, La Solucién, sostenia Galvez, era una guerra defensiva en la que las tropas espaitolas protegieran los pueblos y las haciendas y se ganaran el respe- to de los indios de manera que «soliciten sinceramente nuestra amistad». Una defensa fuerte, que demostrara a los indigenas el «poder y firme- za» de Espatia, abrirfa el camino que permitiia realizar los «piadosos deseos del Rey». A Carlos II, sefial6 el ministro, le resultarfan «infinita- mente més gratas las conquistas aunque lentas, y sin aparatos, que se hagan con la dulzura, el buen trato, y 1a beneficencia, que las més gran- des, ruidosas, répidas, que se consigan derramando sangre humana, aun- que sea de los mas barbaros enemigos». El rey preferia que los indios vieran las ventajas de la vida espafiola y se adaptaran a ella voluntaria- ‘mente, no por la fuerza. De este modo se lograrfan «més lentas, pero més Seguras conquistas, que los ejércitos més numerosos, y bien ordenados»,!2% {BUENA GUERRA 0 MALA PA 237 Croix acepi6 sin protestar la sabidurfa real, que le instaba a ofrecer a paz.a los mismos enemigos a los que el reglamento de 1772 le exigia combatir, y se concentré en la preparacién de una buena defensa. Tomé medidas para conseguir un uso més eficaz de los recursos y las topes y ‘mejorar la disciplina y el entrenamiento de sus hombres, que conside~ raba lamentable, Haciéndose eco de la frmula de Galvez, declaré que los resultados de sus reformas serian lentos, pero seguros. No obstante, a pesar de clogiar la sagacidad de la nueva politica de la corona de emplear medios «piadosos, prudentes y suaves», Croix no po- dia ocultar la impaciencia que todo ello le producta. Algunos indios no se merecfan un trato amable y no responderian positivamente a él. Aaa alos apaches lipanes de no ser dignos «de la soberana piedad que a espiritu catolico les otorga en Ia orden real de! 20 de febrero de 1779». La meta de Croix continué siendo la «reducci6n 0 exterminio» forzo- so de los lipanes y otros apaches orientales. Compensaria la escase7 de tropas espafiolas, dijo a Galvez, incitando a los salvajes a pelearse entre Si.Con todo, pronto renov6 sus solicitudes de tropas ara ganarse mane tener el respeto de sus aliados indios y recurrr a ella («los medios de rigor») en caso de que «la dulzura» se revelara insuficiente.'*! Los dias cen que los conquistadores podian dominar a indios que carecfan Dra mas de fuego y caballos habian pasado hacfa mucho tiempo, coment6 al ministro, Ahora, «las ventajas estén de parte de los indios».'* En octubre de 1781, Croix empez6 a criticar la orden al del 2) Ee ee ee 7s, ‘«sabios y pfos principios», sostuvo, le impedfan «usar con prude ciales tropas alo ‘mi mando... como exige el método de hacer la guerra Fos». ‘ Pas Beats Gaver se enterd a través del virrey Bucareli de que las hostilidades de los indios en las Provincias Internas habjan empeza- do aafectar el centro de Nueva Espaiia. Los asaltos de los apaches ha- ban reducido el comercio y ralentizado la extracciGn de oro y plata en Chihuahua. Los indios habian matado a tantos trabajadores de los ran- chos y robado tanto ganado que a lo largo y ancho de Nueva Espaiia, las ciudades, incluida Ciudad de México, sufrian escasez de carne. Los te- rratenientes ricos estaban a punto de abandonar sus haciendas, En un principio, las suplicas de Croix y los alarmantes informes de Bucareli sobre la destruccién que los apaches estaban realizando tuvie~ ron poco efecto en Gélvez, que se limit6 a repetir su orden de «contener, y castigar a los birbaros».!"° Sin embargo, el ministro cambi6 su cancion- cilla cuando dos acaudalados residentes de Ciudad de México se queja- BS BARBAROS ron directamente al rey, En junio de 1782, un mes después de conocer el informe del virrey, Galvez. recibié una peticidn de Juan Lucas de Lasa- gay el marqués de San Miguel de Aguayo. Ambos vivian en Ciudad de México, pero poseian grandes ranchos ganaderos cerca de Paras, en Coa- huila. Lasaga, caballero de la Real Orden de Carlos III, un titulo que se otorgaba a los nobles por servicios destacados a la corona, era el admi- nistrador general de mineria de Nueva Espafia. El marqués de Aguayo, Por su parte, descendfa de una de las familias ganaderas més ricas de Coahuila. Los dos presentaron un vivido retrato de las «calamidades» que estaban padeciendo, de la pérdida de ganado y del sufrimiento de sus empleados: «La insolencia de los indios ha llegado al extremo nunca vis- to. Los espafioles ya no protegian la frontera. En lugar de eso, ellos y SuS esposas ¢ hijos servian de «cebo» a los salvajes.! Culpaban a Croix or haber deteriorado las relaciones con los indios y elogiaban a O°Conor, del que citaban el informe en el que proclamaba, para promoverse a si mismo, haber aleanzado «una superioridad invencible sobre los barba- Fos». Ambos personajes no s¢ sintieron obligados a explicar que los dos se beneficiarfan si el Estado asumfa los costos de la defensa de la frontera y libraba de esa carga a ciudadanos particulares, como ellos mismos.'7 Cuando 1a peticion de Aguayo y Lasaga lleg6 a sus manos, Galvez cambié de rumbo. En épocas normales, la opinién de dos oligarcas pode- rosos le habria importado, pero en los precarios tiempos que corrian te- nia todavia mas motivos para preocuparse. Francisco de Saavedra, un diseipulo digno de confianza al que Galvez habia enviado a Nueva Espa- ‘ha, habja concluido que la élite criolla estaba desilusionada con el go- No y podiat intentar seguir el ejemplo de los rebeldes colonos angloa- mericanus. BI ministro, por tanto, tenta razones tanto politicas como econémicas para aplacar a Aguayo y Lasaga. Se apresur6 a remitir una copia de su peticién a Croix y le ordené en nombre del rey que tomara medidas de inmediato para acabar con las «invasiones, horrores, muer~ tes, y robos» obra de los indios.'** Mientras antes habfa insistido en la guerra defensiva y habia asegurado que las maniobras ofensivas de Croix eran las causantes de la beligerancia de los apaches, Galvez sefialé aho- a al comandante general que las «repetidas experiencias» habian de- mostrado que la guerra defensiva no consegufa contener a los indios ene- migos y le orden6 «buscarlos, y hacerles una continuada guerrilla sin estrépito». Otros comandantes habjan logrado mas con menos tropas."” Amonestado por no haber adoptado las medidas que se le habia prohibi- do adoptar, Croix debié de haber hecho rechinar sus dientes. No obs {BUENA GUERRA 0 MALA PAZ? 239 habfa terminado, Croix no espe- {e, sabiendo que la guerra con Inglaterra c ? 16a que el ministro viera la situaciGn desde su punto de vista. Meses an- tes de recibir las nuevas drdenes de Galvez, Croix ya le habia enviado un plan detallado para una guerra ofensiva.!® Los LIMITES DE LA GUERRA OFENSIVA Un historiador ha considerado que la orden real del 20 de febrero de 1779, que habia suspendido la guerra ofensiva en las Provineias Inter- nas de Nueva Espaiia, representaba «una reafirmacién y una ampliacion ‘ca consistente de la monarquia que buscaba conciliar con los sy tratarlos como seres humanos».""' Sin embargo, como Jas fluctuaciones de José de Galvez sugieren, la coherencia cedia el paso ‘aun anilisis de costos y beneficios cuando las autoridades espafiolas so- ppesaban el principio de la guerra defensiva teniendo en cuenta las ventajas de la guerra ofensiva. ¥ sobre la ecuacién siempre gravitaba la euestién de silas fuerzas espafiolas tenian posibilidades de emerger vietoriosas de una ‘guerra ofensiva contra los indios independientes. ; Algunos oficiales, como los que aconsejaron no emprende la ofensi- va contra los pampas, erefan que no podian derrotar a unos indios que no vivian de la tierra y carecfan de asentamientos permanentes." Resal- taron el hecho de que los grupos némadas y seminmadas manejaban los caballos con destreza admirable, se desplazaban a gran velocidad, tenfan un gran aguante y peleaban con diseiplina, corajee inteligencia, y ade- ris podfan soportar adversidades extraordinarias. Los pehuenches, es- cribi6 un admirado Manuel de Amat, parectan haber sido wcriados entre rocas».Y allo habia que sumar que los indios no obedecfan las reglas de la guerra europea. Avanzaban con siglo, al amparo de la noche, ata caban antes del amanecer y realizaban emboscadas. Como anot6 en Nue~ -va Espatia un observador que no se dej6 impresionar: «La guerra de los indios més bien consiste en ardid, alevosfa y traieidn, que en el arrojo, valor y fuerza». Tales pueblos podian pelear, y de hecho peleaban, in- definidamente, determinando el ritmo y el escenario del conflicto. Pusie- ron a los esparioles a la defensiva y socavaron la moral de los soldados y ia, que ya era baja. " " pea de ee al sohierno increment6 su gasto militar y a pesar de los esfuerzos por profesionalizar el ejército, muchas guarniciones fronteri- zas continuaban sin contar con el personal y los suministros necesatios y BARBAROS Seguian llenas de soldados y oficiales ineficaces. Ante su incapacidad alos aaa te hombres de primera clase a puestos fronterizos peligrosos en los que la paga era mala (y a menudo no llegaba) y habia que realizar trabajo manual arduo, los oficiales, que con frecuencia no estaban ellnn mismos libres de reproches, acogi Prisioneros y otros inaduptados sociales, No es de extrafiar entonees que ¢l ejército demostrara poco entusiasmo por la idea de Perseguir a los in- dios. La milicia, a laque no se remuneraba y que peleaba en cl tiempo que estaba a otras actividades, con sus propii En algunas ocasiones las fuerzas espanolas se enfrentaron asus adversarios indios con efectos devastadores. Los mejores hombres det Frontera peleaban como lo indios, usando caballos ylanzas con aaa ha bilidad de la que, segtin afirmaban sus oficiales, carecian los soldados for- mados en Europa. Sin embargo, teniendo las probabilidades en su con- tra, las fuerzasespatiolas normalmente regresaban asus plazas oxhoaeg ' manos vacias después de perseguir infructuosamente a indios negaban a plantarles cara, En lugar de tener que sulrir las pena- lidades de la sed, el hambre y la €Xposicién alos elementos en campafias cuyos fitiles resultados habrian podide predecirse, algunos espaiioles op- tutu simplemente por desertar. En 1774, cuando Gerénimo Matorras ol Bobemador de Tucumén, dirigio una expedicién al Chaco, ung quinta Parte de su milicia (ciento treinta hombres) se esfumé antes incluso ce que empezaran las hostlidades. Las deserciones continuaron lastrands han Pedicidn. Después de un mes fuera, Matorrasdejé alr ds un propo de Clento cincuenta hombres «por su cobardia y mala voluntads, ya que se- se revel6 intl, Soldados y los milicianos que no desertaban, cuando entraban en Hees o indio preferian la seguridad que les daba su gran némero, yeso dlaba una ventaja a sus adversarios. Oficiales como Galver entendieron Punitivas compuestas de una gran cantidad de tro- Bas eran ineficaces «porque los indios las descubren y evitan més facil, Imente».° Auin as en la préctica, como observé el gobernador de Pana {BUENA GUERRA 0 MALA PAz? 241 £uay, los combatientes sin experiencia se adentraban en territorio enemigo ‘en grandes grupos «por el terror pénico que tenian concebido de la fu zade los barbaros», y esto, sostuvo, garantizaba el que «se malograban las més de las acciones», Los indios, sin embargo, no las tenfan todas consigo. Gracias a los sistemas de distribucién y las tecnologias que s6lo los Estados poseen, Espafia podfa derrotar a pueblos tribales destruyendo la base de su sus- tento, Eso, no obstante, requerfa condiciones especiales. Los espaiioles hecesitaban tener hombres, material y motivacisn suficientes. Igual- ‘mente necesitaban adversarios indios cuya tierra natal los espatioles y sus aliados ind{genas pudieran rodear. Inicialmente, por ejemplo, las fuer- ‘248 espaiolas no consiguieron someter a los chimilas que habitaban en lo ‘que la actualidad es el norte de Colombia (véase el mapa 7). Los chimi- Jas, que practicaban la agricultura de roza y quema, nunca construyeron Aasentamientos permanentes o centros poblacionales més grandes que una familia extendida, y parectan inconquistables. A principios del siglo xvii ‘cuando los rancheros y mineros espafioles procedentes de Santa Marta entraron en su territorio, los chimilas se resistieron. Atacaron a los ran- heros y a quienes viajaban por el rio Magdalena, con lo que volvieron inseguro el transporte entre la costa y el interior. Y bloquearon el flujo de cereales y care de la rica drea alrededor de Valledupar hacia los centros turbanos de las provincias de Cartagena y Santa Marta.""" Sin embargo, POCO a poco, los asentamientos de colonos rodearon el territotio chimila, Jo que les dej6 poco espacio para huir en 1764, cuando los espafioles em- Prendieron una campaiia para quemar sus cosechas, capturarlos y ence- marlos en misiones. Los espafioles y sus alindas indigenas que pelearon en esta guerra de desgaste no eran soldados mal pagados esforzindose Por defender el honor de la corona, sino habitantes locales interesados en hacerse con las tierras y la mano de obra de los chimilas. Los miem- bros de la élite local compitieron por conseguir el titulo de «capitiin de ka ‘conquista de los indios chimila» y el salario que conllevaba. Después de la década de 1770, los chimilas dejaron de constituir un obsticulo serio para la expansién espafiola, aunque a comienzos del siglo xix, tras haber aumentado su poblacién, cada vez més reducida, acogiendo negros y mes- tizos, continuaban acosando a los espaiioles.'*? Los espafioles podian derrotar a grupos pequefios como los chimilas en ciertas circunstancias, pero no tenfan forma de quebrar con igual faci- lidad la resistencia de pueblos como los araucanos, los pampas y los apa- ches s6lo a través de medios militares. Conquistar a cualquiera de ellos 242 BARBAROS ‘inicamente mediante la fuerza de las armas habria sido ciertamente im- posible, como un oficial chileno anot6 a propésito de los araucanos."" Intentar conquistar a todos los pueblos independientes que habfa en los bordes del Imperio habria llevado los recursos de los espaftoles més alld de sus limites. Solo en Sonora, Espaiia carecfa de fuerzas suficientes para vencer a los seris y los apaches.'** A finales del siglo xvi, Espafia tenta otras exigencias para sus recur- sos militares. Desde 1779 hasta 1783, Espaifa luché contra Inglaterra, en el bando vencedor. Entre 1792 y 1795, peled contra Francia y tropas de la Repablica francesa invadieron la Peninsula y forzaron a Espafia a pe- dir la paz. Desde 1796 hasta 1808, Inglaterra volvi6 a ser el adversario de Espaita y logré imponer un bloqueo que de forma eficaz separara la Pe- ninsula de su Imperio, con apenas unos breves periodos de respiro. Du- ante un momento de calma en estas guerras europeas, la masiva rebelién de 1780-1781 encabezada por Tipac Amaru en el virreinato de Peri y la revuelta de los comuneros de 1781 en el virreinato de Nueva Granada desviaron recursos militares hacia los Andes. Sélo en sus colonias ame- ricanas, Espaita vio multiplicados los costos de su defensa por lo menos siete veces, Habiendo superado en exceso sus propios recursos, lat coro- nna tuvo que dirigirse cada vez. més a ciudadanos particulares en biisque- da de préstamos que le permitieran financiar las operaciones militares en sus colonias.'* Las tropas, que siempre escaseaban en las Américas, fueron todavia mas escasas durante estas guerras europeas.'™ No es de extrafiar entonces que Galvez no lograra satisfacer las exigencias de oficia~ les como Croix, que le pedfan mds hombres, o que la corona con frecuencia aprobara iniciativas militares con la condicién de que se las Hevara a cabo «con el menor gravamen posible de! Real erario». "5? Proveer a Es- paiia y sus colonias de todas las tropas, suministros militares y fortifi- caciones que parecfan requerir, escribié Galvez en 1779, «seria una em- presa imposible atin cuando el Rey de Espaiia tuviese a su disposicién todos os tesoros, los ejércitos y los almacenes de Europay.!** Si los espafioles carecfan de suficiente fuerza para ganar en una gue- rma ofensiva contra los araucanos, los pampas y los apaches y demas pue- blos que combatian principalmente con armas tradicionales, todavia tenia ‘menos esperanzas de derrotar a los indios que tenian aliados extranjeros yuna buena provisién de armas de fuego y municién.'"* Tales pueblos in- lun a tos comanches, armados en un principio por los franceses y lue- {20 por los briténicos, los angloamericanos y varios intermediarios nati- vos; los cherokees, los chickasaw, los creek y otras naciones del sureste BUENA GUERRA O MALA PAZ 243 de Norteamérica, armados primero por los briténicos y luego por los an- ‘gloamericanos; los misquitos y los cunas en Centroamérica, abastecidos, por los mercaderes ingleses; los guajiros y los caribes a lo largo de la cos- {a septentrional de Suramérica, armados por los briténicos y los holande- ses; y los tobas y los mbayés, aprovisionados por los portugueses. For- talecidos por su alianza con los extranjeros, la mayorfa de estos indios despreciaban a los misioneros espaiioles. Las tentativas de los Borbones, por someter a estos grupos indigenas por lo general fracasaron, En 1771, el virrey de Nueva Granada, Pedro Messfa de la Cerda, or- dené la invasisn de la peninsula de la Guajira, un territorio ardiente y seco del tamafio de Massachusetts, unos veinte mil kilémetros cuadrados, que a pesar de haber atraido a pocos espafioles tenfa un valor estratégico. Los guajiros supuestamente se habfan rebelado dos afios antes, habfan prendido fuego a media docena de misiones y expulsado a los espafioles de su territorio. En realidad, la verdad es que Espaiia nunca tuvo un do- minio efectivo sobre los guajiros ecuestres. Algunos de estos indigenas habian tolerado a los misioneros, pero pocos habfan adaptado el cristia- nismo o vivian como los catdlicos espafioles.'*! La mayoria, como obser- ¥6 un oficial, vivian «con entera libertad» como «duefios absolutos» de ka peninsula y no ocultaban su desprecio por los militares espafioles."® En una ocasién, un grupo de guajiros capturd y desarmé a un destacamento de catorce soldados, aunque luego les devolvieron sus armas, sefialan- do que podian obtener unas mejores de los ingleses.'® Los espaiioles sa- bian que los guajiros obtenian sus armas de fuego de los ingleses a cam- bio del ganado que robaban a los espafioles y de los cautivos cocinas, que endian como esclavos. Ya en la década de 1720, los funcionarios discu- tieron la posibilidad de acabar el acceso de los guajiros a los traficantes, ingleses deportando a los indios a Cuba y Santo Domingo." Esa idea, en. absoluto practica, nunca prosperé més alld de las conversaciones, pero desde la década de 1760, las autoridades espafiolas adoptaron una actitud mas agresiva, decididas a hacerse con el control de la peninsula de la Guajira. Esperaban detener el flujo de contrabando que Hegaba a las ciu- dades espafiolas a través de los indios y obtener acceso a las pesquerias de perlas que los guajiros controlaban. En sus incursiones, los espaiioles, destruyeron cultivos, quemaron casas y capturaron prisioneros. Los gua- jiros, un pueblo de pastores, defendieron su territorio, y en 1769-1770, cuando Ia resistencia guajira se intensific6, los funcionarios espafioles, definieron lo ocurrido como un levantamiento y planearon la invasién a gran escala de 171.' BARBAROS En opinion del fiscal protector de indios Francisco Moreno y Escan-

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