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ENEMIGO A PROMETIDO
MULTIMILLONARIO
UN FALSO ROMANCE DE OFICINA QUE CONVERTIRÁ A LOS
ENEMIGOS EN AMANTES
L.A. PEPPER
ÍNDICE
R
¿no?
achel Rothenberg, mi jefa, bajó sus terriblemente elegantes gafas de
montura negra para mirarme fijamente. —Chloe Beckett, si quieres
tener éxito en esta revista, debes aprender a jugar. Quieres tener éxito,
B ueno, eso estuvo bien —dijo Rachel, su tono seco decía mucho más.
Me encontré de pronto mirando la puerta cerrada. Parecía vibrar
todavía del fuerte portazo que había dado Chloe. —No necesito tu
ayuda, Rachel.
—¿Estás seguro? Porque nunca te había visto reaccionar así ante un nuevo
empleado.
—¿Por qué la contrataste a ella? Es claro que no pertenece aquí. Es una
gruñona. No tiene visión. No entiende el mercado del lujo. ¿Viste cómo estaba
vestida?
—Es un vestido camisero. Perfectamente aceptable para una oficina, te lo
aseguro.
—Perfectamente desaliñado. Mercado de lujo, Rachel.
Rachel puso los ojos en blanco. —¿No te gusta su vestido, o no te gusta que
escribió sobre tu novia adolescente?
—Era legalmente adulta.
—Todos escribieron sobre tu novia adolescente, Nick. Fue un GRAN
escándalo. Hubiera sido negligente no mencionarlo cuando trabajaba en esa
revista de chismes.
—No deberías contratar escritores de revistas de chismes.
—Solo tú tendrías problemas con el primer trabajo de alguien. Ella acababa
de salir de Princeton e hizo un trabajo fabuloso.
—¡En una revista de chismes!
Rachel se rio. —¿Eso te molestó? No lo entiendo. Tú mismo me dijiste que te
arrepentías de salir con ella. Que te había dicho que era mayor y que si lo
hubieras sabido nunca te habrías involucrado.
—Ese no es el punto.
—Y tu nueva empleada fue la que te expuso.
—Ese no es el punto.
—Ella estuvo en lo correcto. Y está en lo correcto sobre los viajes nacionales.
Dijiste que querías hacer una sección en casa. Precisamente por eso la contraté,
porque querías entrar en el mercado de lujo nacional y devolver algo a las
comunidades en los Estados Unidos. Ya hablamos de esto, ¿cuál es el proble…?
Oh.
—¿Oh qué?
—Piensas que es linda.
—No seas ridícula. Es una empleada.
—Mmm. Una que te llamó: chico lindo que usa su estatus de celebridad para
vender revistas.
—Cualquiera estaría ofendido.
—Sabes que eres un chico lindo que usa su estatus de celebridad para vender
revistas. Lo haces a propósito.
—Ese no es el punto.
—No, Nick. Ella es buena. Entiende el trabajo y no se anda con tonterías.
Solo porque tú entras en el juego y te la pasas tomando ventaja, no significa que
ella lo haga. Solo dijo lo que estás haciendo y… Oh. —Ella rio de nuevo.
—¿Qué es tan gracioso?
—Ella te impresionó, ¡pero no puedes usar tu encanto! Hicimos un trato y no
puedes salir con uno de nuestros empleados. Sé exactamente lo que pasa. Leíste
su trabajo sobre Adirondack, su pueblo natal, y caíste enamorado a sus pies.
—Eres una persona absolutamente ridícula. Nunca la había visto antes.
—Entraste en el juego, Nick Meryton, el juego de la fama, el juego del
multimillonario playboy, pero lo que quieres es otra cosa. El sentido de
pertenencia, de hogar. Siempre lo quisiste. Escribiste sobre eso por todo el
mundo, cómo otras personas aman sus ciudades, su tierra. Su hogar. Dices que lo
compartes con el mundo, pero realmente lo quieres para ti mismo y Chloe… ella
lo tiene. Lo conoce. Tú huiste de casa en busca de alguna clase de verdad y
Chloe sabe lo que es eso, lo que es pertenecer, ser alguien de adentro.
Definitivamente leíste su trabajo. Y lo quieres. La quieres.
—Podría despedirte.
—Pero no lo harás, porque eso significaría que tendrías que quedarte aquí y
cuidar del negocio en vez de huir y buscar tus respuestas.
—No tengo por qué sentarme y escuchar más. Hay una revista que manejar.
Soy un hombre importante. —Me levanté para irme. —Debería despedirte.
—También te amo, Nick —me dijo, pero su tono no era en absoluto de amor.
Lo mejor que podía hacer era salir de ahí. Me alejé de ella antes de que pudiera
ver la forma en que mi corazón se aceleró al conocer a esa chica. Chloe. Su
nombre era Chloe.
Me agaché por el borde del cubículo de Chloe y chasqueé los dedos hacia ella,
solo porque sabía que lo odiaría. Ella dejó de tipear. Tenía que ser cortés y lo
hice, pero ambos estábamos al límite. Ya llevábamos muchos gritos y
discusiones que terminaron cuando Rachel intervino y nos prohibió ser todo
menos corteses el uno con el otro. Ambos aceptamos. Seríamos buenos. Yo
dejaría de ser pesado, palabras de Chloe, y ella dejaría de ser una amargada, mis
palabras. Pero chasquear los dedos no estaba dentro de la lista de
comportamiento grosero.
—¡Chloe! —Dije. No de forma pesada. Solo su nombre. Su columna
vertebral se puso rígida y reprimí mi sonrisa. Miró fijamente a la mesa y no se
dio la vuelta. Oficialmente los llamábamos cápsulas, no cubículos. Eran lo
último en diseño de oficinas abiertas, pero ninguno de nosotros se engañaba con
los elegantes detalles modernos y los pequeños rincones de tecnología. Eran
cubículos. Y no tenían puertas, lo que significaba que Chloe no podía dejarme
fuera.
Pero, ¿por qué querría hacerlo? Yo era el jefe. No quité la sonrisa de mi
rostro, pero la convertí en una sonrisa profesional adecuada antes de que,
finalmente, ella se diera la vuelta.
—Sí, señor Meryton. ¿Necesita algo? —Lo dijo de forma alegre. Y falsa.
Miró su engrapadora. Estoy seguro de que pensó engrapar algo a mi pecho. Y
me senté en la orilla de su escritorio.
—Vamos, vamos Chloe, sabes que nos hablamos por nuestro nombre en la
revista Wordly. Es mejor para la moral que nos tratemos como familia. —Ella
sonrió. Era una muy mala sonrisa. Casi me reí por eso.
—Muy bien, Nick. —Amé la forma en que dijo mi nombre, como si quisiera
morderlo entre sus dientes de tener oportunidad. Me encantó cómo podía hacerla
reaccionar solo por ser encantador. Ella no se lo creía. Estaba en lo correcto al no
hacerlo. Pero yo conocía el juego y ella conocía el juego. Y era muy mala
jugadora. Había encontrado un sinfín de entretenimiento al molestarla durante
las últimas dos semanas, en parte porque Rachel tenía razón. Sus historias eran
de primera categoría. Su investigación, impecable. Su instinto sobre lugares y
eventos interesantes daba justo en el blanco. Y trabajaba más duro que nadie en
la oficina, con excepción mía y de Rachel. Ella era un activo valioso para mi
revista y tenía la posibilidad de convertirse en una verdadera estrella.
Pero era la persona más severa, más seria, más sincera e implacablemente
prosaica que había conocido. Con excepción de su escritura. Sus escritos eran
poesía pura. ¿Su persona? Bueno, digamos que la vi esta mañana, perfectamente
presentable, pero ahora que eran casi las cinco, su chaqueta había desaparecido,
su cabello estaba recogido hacia atrás en un nudo que empezaba a deshacerse.
Había una mancha en su blusa que parecía café, y su lápiz labial se había
desgastado por completo. Sus labios habían sido de color rojo brillante esta
mañana, a juego con su falda, y ahora eran de color pétalos de rosa. ¿No le
prestaba atención a su apariencia o habría hecho algo divertido para quitarse la
pintura de los labios? El pensamiento envió una sacudida a través de mí cuerpo.
No pude decir si fue agradable o inoportuno.
—¿Necesitas algo, Nick? —Preguntó. Lo había olvidado.
Pareció destrozar mi nombre entre sus incisivos al pronunciarlo.
Me aclaré la garganta. —Cierto. —La razón por la que había venido a
molestarla. Dejé caer el archivo en su escritorio. —Necesito que investigues este
complejo turístico.
Ella lanzó un suspiro. Un mechón de cabello le cayó en la cara y se lo puso
detrás de la oreja. Era adorable. —¿No pudiste enviarles un correo electrónico y
ya?
Se hacía cada vez más difícil evitar sonreírle. Sacudí mi cabeza. —No. No
está en línea. Es muy exclusivo. Incluso secreto.
Ella frunció el ceño, pero revisó el archivo rápidamente. ¿Eso era
entusiasmo? Se volvió a acomodar un mechón rebelde y dio vuelta a las páginas.
—Este no es un complejo turístico, es un retiro. Un retiro espiritual. —Su rostro
estaba confuso cuando volteó a verme. —En el desierto de Mojave.
Gruñí un asentimiento. Nunca había notado el profundo azul de sus ojos. —
Exclusivo —repetí.
—¿Qué tratas de hacer, Nick?
Justo como dijo Rachel. Ella era genial: nada más que honestidad. Muy real.
Nunca tiraba ningún golpe. 100% auténtica. Era agotador. Me levanté de su
escritorio. —¿Quieres la historia o no?
Ella me miró entrecerrando esos ojos azules. —Por supuesto que quiero la
historia —y entonces se centró en el archivo como si yo ya no estuviera ahí.
Parecía que había terminado de hablar conmigo, aunque aún esperaba alguna
señal de su parte. Pero ella ya estaba trabajando y yo bien podría no haber estado
allí nunca.
Chloe se quitó la cinta de su cabello y se pasó los dedos por los mechones
color chocolate. El olor a flores de manzano flotaba hacia donde estaba
congelado, observándola. Un sentimiento de anhelo me llenó, como cuando me
llegaban las ganas de viajar. La sensación de que mis deseos estaban, fuera de mi
alcance. De que, si pudiera llegar allí, podría vivir mis sueños.
Luego se recogió el pelo y se encorvó sobre la carpeta, absorta. No notó en
absoluto el momento en que me alejé.
CAPÍTULO TRES: ATRAPADOS
C hloe se puso blanca como el papel, esa fue mi primera pista. Debió
haber sido su griterío sobre los edificios, pero no, fue cuando su rostro
se drenó de color, cuando sus ojos empezaron a cerrarse. En realidad,
yo estaba preparado.
Ella se desmayó y la atrapé entre mis brazos. Me acomodé con ella en el piso,
la puse en mi regazo. Quité algunos mechones de su rostro, que habían caído de
su coleta. Estaba fría y pegajosa. —Cielos, Chloe —susurré a la mujer
inconsciente, sorprendido por mi instinto de protegerla. Aún olía a flores de
manzano. El anhelo apretó de nuevo mis entrañas.
Sus ojos se abrieron unos segundos después, algo que agradecí. Preferiría
pensar en una mujer que tiene un ataque de pánico en mis brazos, a pensar en lo
que siento por la mujer que tiene un ataque de pánico en mis brazos.
—¿Estás bien?
Se tensó en mis brazos, se puso rígida. Su garganta se convulsionó. —No
puedo respirar —susurró y sus dedos se clavaron en mi camisa. —No hay aire…
—Sus ojos se movieron como si estuviera enfocando las paredes, pero tenía el
presentimiento de que no estaba viendo nada.
—Hey, hey —le dije, sin saber en verdad qué hacer, solo intentando ganar su
atención y hacer que olvidara que estábamos atascados en un ascensor. —El aire
está bien, ¿ves? Estoy respirando también.
—Lo sé, lo sé. Pero no puedo… —La observé abrir y cerrar la boca con
desesperación.
—No, hey, Chloe. Yo puedo respirar. Respira conmigo. —Llevé su mano a mi
pecho, la presioné contra mí para que sintiera mis latidos. —Dentro. —Dije
mientras llenaba mis pulmones de aire. —Fuera. —Exhalé.
Ella no me seguía. Puse mi mano en su pecho, sobando en círculos. —Respira
conmigo. Dentro… Fuera. —Entonces, sus ojos se cruzaron con los míos. Al
principio estaban abiertos con pánico, pero no la dejé ir. Su respiración empezó
despacio. Ella asintió. Dios, sus ojos eran tan azules. Azul como el mar Egeo.
Poco a poco comenzó a volver en sí. La vi recordar quién era yo. Recordar en
dónde estaba. Para ser honesto, yo también lo había olvidado. Había olvidado
por qué ella se sentía suave y cálida en mi regazo mientras que estaba sobando
círculos en su pecho. Tres botones se habían abierto en su blusa y yo no
recordaba haberlo hecho.
—Oh —dijo, y la palabra fue muy pequeña. Ella quitó su mano de mi pecho y
yo hice lo mismo con la mía. —Señor Meryton —habló y mi estómago se
apretó.
—Nick.
—Nick. —Ella se levantó de mi regazo y de repente tuve frío. —Lo siento.
Lo siento mucho. —Su rostro, que antes había sido blanco como el hueso, ahora
estaba totalmente rojo.
—No tienes que disculparte. Sé cómo es un ataque de pánico. Yo lamento que
te quedaras atrapada en el ascensor.
—No me gustan los espacios pequeños —dijo con una voz muy débil.
Se palmeó el cuello con dedos flojos. —Mi garganta está muy seca. Esto es
horrible. Lo siento, no había sucedido en mucho tiempo. No quise decirte….
—Dije que no te disculparas. —Me acerqué a mi bolso y saqué la botella de
agua que siempre llevaba conmigo. Abrí la tapa y se la acerqué. —Ten. Bebe.
—Tú no eres mi jefe —murmuró y yo sonreí, si ya estaba haciendo bromas
sarcásticas, entonces estaba mejor. La sostuve más cerca de ella para que la
tomara. —Mi héroe —dijo, con la cara aún sonrojada, pero volviendo a mirarme
a los ojos.
—Es solo una botella de agua, Chloe.
El silencio cayó entre nosotros. Ella no habló más sobre el agua. Me pregunto
si eso es lo más cerca que estaré de un agradecimiento de su parte.
Probablemente no debería presionarla. No aún. Me puse a pensar que tal vez
estos eran los primeros pasos para ponerla de mi lado. Probablemente me
gustaría tenerla a mi lado. —Saldremos del ascensor en una hora más o menos.
¿Crees que lo logres?
Ella dio un profundo trago. —No.
Suspiré. —Bueno, podrías desmayarte de nuevo por hiperventilar o, no lo sé,
podríamos buscar otra manera de mantener tu mente ocupada.
Sus ojos se centraron sospechosamente en los míos, como si pensara que
estaba diciendo algo inapropiado, algo que a los de Recursos Humanos no les
gustaría, que no les gustaría para nada. Pretendí no entender lo que pensaba. —
¿Tienes algo qué hacer dentro de esa bolsa? Puede que nos mantenga ocupados.
—Oh, sí. Traje el archivo. —Ella cerró el agua de golpe y yo arrastré su bolso
desde donde había caído al suelo. Sacamos los papeles y nos pusimos a trabajar.
Ni quince minutos después ya estaba leyendo el artículo que ella había
iniciado y era bueno, diablos, sí que lo era. Rachel estaba en lo correcto. Chloe
tenía lo que se necesitaba.
—¿Estás seguro de que el ascensor no se está quedando sin aire? —Preguntó
Chloe, la ansiedad regresaba a su voz. ¿Se había ido antes? Ella revolvía papeles
alrededor sin hacer nada realmente. Yo me había quedado atrapado en su escrito,
pero ella apenas si lograba mantenerse bien.
—Positivo.
—Entonces, ¿por qué hace tanto calor?
—No hace calor.
—No. Definitivamente hace calor. —Comenzó a abanicarse con las hojas. El
sudor se acumulaba en la línea de su cabello. —Oh por Dios, voy a arder.
—No empieces a hiperventilar de nuevo.
—No lo haré. Me voy a derretir y a formar un charco.
—Toma algo de agua. —Alcancé la botella.
—No. Estoy demasiado caliente —dijo ella, lo que no tenía sentido, entonces
la vi alcanzar los botones de su blusa, que nunca se abotonó tras desmayarse. De
pronto empezó a quitársela.
—¿Qué diablos estás haciendo? —En esos momentos también sentí que
faltaba el aire en el... ascensor.
—Hace mucho calor, voy a morir. Y tú has visto suficientes mujeres desnudas
con anterioridad.
Bueno, sí, pero esto es diferente. No sabía por qué era diferente, pero lo era,
encerrado en este ascensor con una mujer que me odiaba con fervor. Estaba
perdiendo la batalla, no podía odiarla después de los largos minutos que estuvo
en mis brazos, presionada contra mí, cálida, pesada y con necesidad de mi
contacto.
Inmediatamente mi temperatura se elevó. Su rostro estaba sonrojado y
sudoroso, y la piel de su pecho brillaba. —Chloe… —Comencé, aunque no sabía
qué decir después de eso. La visión de su cremosa piel de olivo me abrumaba.
Nada de lo que traía era sexy. Vestía un sostén azul sencillo, una prenda del día a
día con solo un poco de encaje, que cubría sus senos redondos y llenos. No
tendría que desear ahuecar mis manos en ellos y sentir su peso. No tendría que
desear mover mi cabeza hacia abajo y dejar que mi lengua tocara su piel. Ella se
retorció a mi lado, incómoda. Yo también me ponía más y más incómodo.
De pronto gimió y el sonido pegó como un disparo a través de mí. —El
aire… —dijo. —Hace mucho calor. No puedo respirar.
—No, sí puedes, Chloe —mi voz estaba tensa. Me aclaré la garganta y
empujé el agua hacia su cara. —Bebe, maldita sea.
Hizo un sonido de frustración y tomó un sorbo, luego alejó la botella y su
mano se curveó a la izquierda. —Ugh, no está ayudando.
Tomé su descartada blusa y la rocié con agua. No era el movimiento más
brillante, posiblemente porque no podría ponérsela de nuevo. En cambio, le
limpié la frente con la tela húmeda, la pasé por la cara y el cuello. Ella suspiró y
cerró los ojos. Se apoyó en mí. —Sí… —Cuando ella tragaba, yo seguía el
movimiento bajando por su garganta, bajando la compresa a través de las suaves
curvas de su pecho. Iba a irme al infierno.
—Distráeme, Nick —dijo y casi salté fuera de mi piel porque sabía
exactamente cómo quería distraerla, y no solo estábamos en el lugar y momento
equivocado, no solo la veía vulnerable, no solo me odiaría y nunca me dejaría
tocarla así si no fuera claustrofóbica, además, era mi empleada y no había
manera de que esto terminara bien. Me congelé en donde estaba, mi mano entre
sus senos con la blusa húmeda, intentaba tranquilizarla, pero solo lograba
desesperarme.
—Háblame de tu vida, por favor. Tu llevas una vida muy excitante. —Me reí
por lo bajo.
—Mi vida no es tan excitante, Chloe. —Mi voz era más profunda y ronca de
lo que quería. Subí mi mano a su cuello. —Inclínate hacia adelante —dije, y ella
apoyó sus antebrazos en sus muslos. Presioné la tela mojada en la parte posterior
de su cuello y ella respiró hondo. Y lo hizo de nuevo.
—Eso está mejor, gracias. Pero tu vida es muy interesante. Has ido a todas
partes. Has hecho de todo.
Sacudí mi cabeza, a pesar de que no podía verme, y dejé la blusa mojada en la
parte posterior de su cuello, haciendo que los extremos cayeran hacia el frente
por sus hombros. Vertí un poco más de agua sobre ella para mantenerla fresca y
busqué la liga de la coleta para quitarla porque, de todas formas, había dejado de
hacer su trabajo. Liberé su cabello, que cayó sobre su cuello y hombros.
—Oh no. —Ella intentó jalar aire. —Es horrible. Hace demasiado calor.
—Relájate —le susurré al oído, luego pasé los dedos por los mechones
perfumados con aroma a flor de manzano y los retorcí, formando un nudo en la
parte superior de su cabeza, asegurándome de obtener todos los mechones que
estaban húmedos con su sudor. Ella dejó caer la cabeza sobre mi cuello y
suspiró. Maldita sea, me gustó eso. —Ya sabes todo sobre mí, cariño. —Ella
respiró con asombro ante el ‘cariño’. ¿Por qué usé esa palabra? —Escribiste un
informe completo sobre mi vida traviesa, ¿recuerdas?
—Ese no eras tú. Esa era solo tu personalidad pública. —Parpadeé,
sorprendido de que pensara de esa manera sobre mí, de que intuyera que yo era
otra persona bajo el playboy multimillonario, algo más que una cara bonita y
vacía que servía para vender revistas. —Háblame del verdadero tú.
Sus palabras tocaron algo en mi interior y de repente me puse muy tenso.
Necesitaba algo de ella que no tenía nada que ver con toda esa piel deliciosa que
estaba luchando por ignorar. Gruñí. —No. No de mí —el pensamiento me
aterrorizó y emocionó al mismo tiempo. —Tú. —Ese pensamiento me dio miedo
y me emocionó también, pero la idea de aprender algo sobre ella me puso
ansioso. —Háblame sobre ti. No sé nada con excepción de que tienes un
currículo excelente y que me odias.
—No te odio —susurró, y esperé las siguientes palabras con las que podría
cambiar mi vida, pero lo que llegó no fue lo que esperaba. —Soy del campo.
Estaba a medio camino entre el alivio y la desilusión, porque ella había
evitado hablar sobre sus sentimientos. —¿Entonces eres una chica de granja?
"No. Quiero decir, mis padres crían abejas y siembran flores, tienen algunos
árboles frutales y un jardín con cabañas, pero no, no una granja. Mi papá es
poeta y mi mamá escribe libros de cocina. También hace algo de edición. Pero
no. No hay granja. Crecí en las montañas, a veinte minutos del pueblo más
cercano. Con una población de seiscientas personas.
Tuve que reír. —Una verdadera metrópoli.
—Sí —dijo ella, y nunca escuché su voz más llena de humor, así, sin esa
tensión que cortaba y que siempre la envolvía.
—Suena a que tuviste una infancia perfecta. —No supe si escuchó la envidia
en mi voz.
—Supongo que lo fue. Era hermoso allá arriba. Sé que querían que sentara
cabeza con mi amor de la infancia, Leif.
—¿Leif? ¿Qué clase de nombre es Leif?
Esta vez ella se rio. —Leif. Leif Erikson, el explorador nórdico. Oh, era
perfecto también. Alto, rubio y fuerte. Todas las chicas del pueblo estaban
enamoradas de él.
—Pero no te quedaste. Estás aquí, en la tierra de los edificios con trampas en
forma de ascensor. ¿Cómo pasó eso?
—Supongo que nada de eso era perfecto para mí. Yo quería viajar por el
mundo. Dejar mi huella. Enfrentar los ascensores peligrosos. Realmente vivir.
Como tú.
—¿Cómo yo? —Retrocedí, solo entonces me di cuenta de que había
deslizado mis dedos entre sus cabellos y le estaba dando un masaje.
—Deslumbrante, rico, cosmopolita. Has estado en aventuras sobre las que yo
solo escribiré.
—Tú tienes un hogar como el que yo solo he soñado.
Ella levantó la cabeza y me miró por el rabillo del ojo. Por un segundo pensé
que había un destello de fuego azul en su mirada, pero volvió a bajar la cabeza.
—Sí, y supongo que me podría haber quedado para escribir poesía, cosechar
miel y casarme con Leif.
Ella ya era dulce como la miel, pero no iba a decirle eso. —¿Escribes poesía?
—No —dijo, y la risa salió de las profundidades de su alma. —Yo no.
Escribo artículos. Has leído lo que escribo.
—Sí, lo hice. Y parecía poesía. Tus palabras me hablaron.
—¿Es eso un cumplido, señor Meryton?
—Llámame Nick, Chloe —eso se había sentido oscuro y amenazante. No
podía dejar que fuera tan formal conmigo.
—Oh, supongo que después de que me has visto medio desnuda es una
tontería no hablarte por tu nombre.
Me merecía una medalla por no comentar sobre su semidesnudez y sobre
cuánto me gustaría que estuviera completamente desnuda.
Ella se estremeció contra mí. —Oh, querido —dijo. —Realmente no hace
calor en este ascensor, ¿verdad? Oh, Dios mío, se está congelando. —Los
temblores se intensificaron. —Bueno, Nick, hiciste tu trabajo demasiado bien.
Puedo respirar y ya no me sofoco. Ahora estoy cubierta de un sudor frío.
Él le quitó la tela mojada del cuello y la sacudió. —¡Maldita sea! Lo siento.
He empapado tu camisa. No tienes nada que ponerte.
—No, hiciste lo necesario.
Me incliné hacia adelante y me quité la chaqueta. —Aquí, toma esto.
Ella no discutió conmigo, solo deslizó sus brazos dentro de la chaqueta y se
envolvió. Esta vez me miró por completo. —Gracias, Nick. No eres para nada
como pensé que serías.
Sus ojos eran muy azules. Tan azules como los mares que bañan la costa de
las islas griegas. Podría ahogarme en ellos. Quería hacerlo.
CAPÍTULO CINCO: LIBERTAD
Llegué allí temprano, como pidió Rachel. Me tomé el día libre, me peiné y me
maquillé en un elegante salón de belleza y me puse el vestido.
—Te ves increíble —dijo Rachel cuando me vio. —Sabía que ese vestido se
vería fabuloso en ti.
Miré hacia abajo. Se veía fabuloso. El vestido se sujetaba por un hombro y
caía largo y elegante, con una abertura que terminaba en lo alto de mi muslo. El
rojo intenso hizo que mi piel clara oliva brillara y mi cabello oscuro también. —
Es un vestido hermoso, Rachel. Gracias. Señálame a la gente de dinero con la
que quieres que charle. Estoy lista para el juego. Lo prometo.
Se rio y le quitó un par de copas de champaña rosa a un camarero que pasaba.
—No, no tienes que trabajar esta noche. De hecho, solo quería que te divirtieras.
Trabajas demasiado duro y necesitas salir. Adelante —se despidió con la mano
hacia el salón de baile que aún estaba vacío. —Bebe champán, baila, encuentra a
alguien con quien coquetear. Diviértete.
—¿Qué? Creí que era un evento de trabajo.
Ella se encogió de hombros y se rio entre dientes. —Nop. El personal odia
estas cosas. Es un requerimiento de equilibrio entre trabajo y vida. Oh, creo que
veo a alguien que tengo que… —Rachel ya se había ido antes de terminar de
poner una excusa. La miré furiosa mientras cruzaba el piso de parquet hacia un
grupo de personas que conversaban bajo los altos candelabros.
—Me trajeron aquí con falsas pretensiones. —El vestido. El día de spa.
¿Todo? Un grupo de personas riendo entró en la habitación y decidí que
necesitaría más champaña para lidiar con toda esta socialización. Aún era
temprano. Había tiempo de sobra para hacer que esto fuera lo menos doloroso
posible.
La música comenzó y decidí que me iba a divertir. Esto era parte de lo que
quería, ¿no? Quería la oportunidad de vivir y no estar atrapada en las montañas,
atendiendo a las abejas y las flores, donde nunca sucedió nada porque estuvo
nevando todo el invierno. Aquí estaba, codeándome con multimillonarios que no
eran mi jefe, que no me habían ignorado durante semanas y que no habían
aparecido en mis sueños para volverme loca.
De hecho, fue bueno que Rachel me hubiera traído aquí con falsos pretextos,
engañoso, pero bueno. Ella tenía razón. Debería empezar a salir. Seguir adelante.
Encontrar a alguien más en quien pensar, que no sea el totalmente inadecuado e
imposible Nick Meryton.
Y eso fue lo que hice. Había tantas bandejas de champaña yendo y viniendo a
través de la fiesta, que perdí la cuenta de lo que había bebido, mareada por los
candelabros de cristal, los hermosos vestidos y lo poco que me gustaba mi vida
comparada con esta gala. Cuando un hombre con brillantes ojos color miel me
pidió que bailara, dije que sí e ignoré el hecho de que la cara de Nick vino a mi
mente.
Este hombre no era Nick Meryton, él ni siquiera estaba aquí. Este era alguien
completamente diferente. Y quería bailar conmigo, a diferencia de Nick, que ni
siquiera podía estar en la misma habitación conmigo. Me gustó estar en esos
brazos, aunque no eran los brazos de Nick. Me gustó cómo parecía estar
pendiente de cada una de mis palabras y me gustó la forma en que se reía cuando
hacía bromas, a pesar de que su risa llegó un segundo después de la de Nick,
porque por alguna razón, Nick siempre parecía entender mis bromas antes de
que las terminara. Por alguna razón, Nick parecía entenderme, incluso antes de
que las palabras salieran de mi boca.
Pero aparté los pensamientos de él y miré a este hombre, que realmente me
prestó atención, a diferencia de Nick, y cuando se inclinó hacia mí, lo dejé. Y
cuando sonrió con esa peculiaridad en la comisura de su boca que me recordó a
Nick, casi me hizo enojar. Porque este NO era Nick y tenía que recordarlo.
Dije su nombre tantas veces como pude para no confundirlo. —David —le
dije. —David… —y le hice preguntas tontas solo para seguir hablando. Sin
embargo, no pareció darse cuenta de que eran preguntas tontas. Nick lo habría
hecho y se habría burlado de mí sin piedad, habría respondido con fuego. Pero
no, David solo quería meterme en su cama. Fue simple y obvio. Probablemente
no iba a funcionar, pero lo estaba considerando. Sabía que necesitaba superar a
Nick. Aunque no pensaba que David pudiera ayudarme a hacerlo.
CAPÍTULO SIETE: COMPROMETIDO
N ick sonrió y posó para las cámaras mientras los flashes parpadeaban a
nuestro alrededor, yo hice todo lo posible para no parecer un ciervo
atrapado por los faros de un auto. Nada tenía sentido, pero estaba
tratando de ir con la corriente, seguir el juego, como Rachel quería que hiciera.
No pensé que este era el juego que ella quería que yo jugara. La pillé
boquiabierta un momento, entre la multitud, pero luego la perdí en el vertiginoso
giro de todo.
—Nick —lo atraje hacia mí y le susurré al oído. —Necesito, necesito
sentarme.
La máscara de la perfección se deslizó y sus cejas se estrecharon con
preocupación. —¿Estás bien? ¿Es esto demasiado? —Su mano se alzó para
hacer círculos suaves contra mi piel desnuda entre los omóplatos y me recordó la
forma en que me tocó en el ascensor. Se me ocurrió que podría estar
perdiéndome de nuevo. No, eso sería lo peor.
"No. No me está dando un ataque de pánico. Pero he bebido demasiado y tú
acabas de decirle al mundo que estamos comprometidos y ni siquiera me
preguntaron al respecto ".
Se mordió el labio para ocultar una sonrisa. Quería golpearlo, pero todos
estaban mirando mientras fingían no estar mirando. —¿Entonces quieres que me
quede solo? —Se inclinó para otro beso falso y lo detuve.
—Nick, tenemos que hablar sobre esto. Necesito saber qué va a pasar ahora.
Se rio de nuevo, pero esta vez pude escuchar la tensión debajo de su máscara.
—Nick —dije—, necesitamos hablar.
Pasó su mano por mi brazo desnudo y me estremecí, ni siquiera pude
ocultarlo, pero cuando unió sus dedos con los míos y luego los acercó a sus
labios para besarlos, no tuve palabras. No había forma de que pudiera resistirme.
Él inclinó su cabeza sobre la mía. —Gracias por jugar conmigo. Creo que he
estado aquí el tiempo suficiente y he dejado una impresión lo suficientemente
grande como para que podamos escapar antes de que mis padres vengan a
buscarme.
—¡Tus padres! —Miré a través de la multitud que fingía no mirarnos y
fallaba miserablemente para ver si podía encontrarlos. Había hecho el artículo
sobre Nick. Sabía cómo se veían. Y no quería enfrentarlos cara a cara.
¡Especialmente no como su supuesta nuera!
—Lo siento —susurró, quitando mi cabello de mi oreja. —Vamos, salgamos
de aquí.
Dejó que sus dedos bajaran por mi cuello hasta mi clavícula e intenté no
temblar. Traté de no derretirme bajo la perfección de su toque, pero no pude
evitarlo. No sabía si era todo por espectáculo, solo parte del juego en el que
estábamos. No sabía si el juego era conmigo o si yo era solo una especie de peón
en un juego más grande que no tenía nada que ver conmigo, pero sabía que
quería que me siguiera tocando. Finalmente estaba liberando el aliento que había
estado conteniendo desde esa noche en el ascensor. Nada se había sentido bien,
hasta ahora que estaba de vuelta en sus brazos. Lo que estaba sucediendo no lo
entendía, pero lo quería.
Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me condujo de regreso a través
de la multitud, hacia las puertas arqueadas, donde recogió mi abrigo y me
condujo por los amplios escalones. El valet fue a buscar su auto.
Había silencio aquí afuera. El aire fresco se sentía bien en mis mejillas
calientes. —¿Qué está pasando, Nick? Estoy realmente confundida.
—Todavía no —dijo y miró hacia la calle. Pensé que estaba vacío, pero
cuando volví a mirar, vi sombras, personas de pie sin razón alguna.
Me incliné hacia él.
—¿Son acosadores? —dije en voz baja.
—Paparazzi. No los llamamos acosadores.
—¿Entonces lo son?
—Sí.
Resoplé. —Entonces, ¿esto es con lo que me voy a casar?
Él se rio y colocó su brazo alrededor de mi cintura. —Me temo que sí. —No
había olvidado cuánto me gustaba la forma en que sentía su brazo a mi
alrededor, así que me deleité con el calor y la fuerza de él hasta que su auto se
detuvo enfrente. Era un auto mucho menos llamativo de lo que pensaba. Un jeep
negro Nada especial.
—Lindo auto —le dije.
—Se adapta a mis necesidades.
Me abrió la puerta y la cerró, y luego nos fuimos, conduciendo por las calles
de Manhattan, pasando las luces de la ciudad, mientras permanecíamos sentados
y en silencio. —¿A dónde me llevas? —pregunté finalmente.
—A mi casa. No te preocupes, no te voy a violar, solo necesito un lugar fuera
del ojo público. Podríamos ir a tu casa, si lo prefieres.
Pensé en mi departamento lleno de gente con tres compañeras de cuarto. —
¿No tienes una casita en Greenwich Village? ¿Con vistas al río Hudson?
Él sonrió, pero no me miró, siguió navegando por el tráfico de la ciudad. —
¿Eres una de mis acosadoras, Chloe?
—Escribí un artículo exponiendo tu vida escandalosa, ¿recuerdas?
—Ah, sí, ¿cómo podría olvidarlo?
—Nunca lo olvidaste, ¿verdad? ¿Es esta tu venganza contra mí? Sé que mi
artículo terminó haciendo que rompieras con tu enamorada adolescente.
Él se burló, aún sin mirarme. —De ningún modo. Solo nos estábamos
divirtiendo. Era, como dices, demasiado joven para mí y habría terminado tarde
o temprano.
—Pero lo terminé antes. Así que ahora me estás arrastrando a tu sórdida vida
amorosa, tu supuesta sórdida vida amorosa, con este ridículo compromiso falso.
Esto se siente como una telenovela, Nick. No tengo tiempo para una telenovela.
Tengo cosas reales de las que preocuparme.
—¿Como tu carrera?
—¡Sí, como mi carrera! —Lo dijo como si fuera una acusación, sus ojos
sobre mí con una mirada calculadora. Él tenía un plan. Y me puso nerviosa. Nick
Meryton podría haber sido un infame multimillonario playboy con el tipo de
atractivo sexual que hacía que las mujeres cayeran a sus pies, incluida yo, pero
detrás de esa máscara de niño bonito había una mente aguda con objetivos que
siempre me habían parecido opacos.
Se me ocurrió que esa era, en parte, la razón por la que siempre me había
cautivado el mito de Nick Meryton, porque sentí que había capas debajo que él
escondía de todos. Y me encantó la idea de desenterrar esas historias y traerlas a
la luz. Con él mirándome ahora, sentí la agitación de esa historia, sentí que
podría perderme en ella, y una sacudida de... ¿miedo?, ¿nervios?, ¿emoción? No
estaba segura de qué, pero lo sentí.
—¡Ojos al frente, Nick! Nos vas a estrellar y luego los titulares de la mañana
serán sobre cómo nuestro romance épico se truncó por un trágico y mortal
accidente.
—Poético —dijo, su tono rezumaba sarcasmo, pero se estaba deteniendo, fue
hacia una calle lateral donde se estacionó, apagó el motor y se volvió hacia mí.
Mi corazón latía tan fuerte que me sorprendió que no pudiera escucharlo en el
interior del repentinamente silencioso jeep.
—¿Quieres saber lo que provocó que me expusieras, Chloe?
No debí contestarle, no podía llevar a nada bueno. —Sí.
Se quitó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre la consola y volteó a
verme. Yo me recosté hacia atrás, hasta que me presioné contra el frío cristal de
la ventana. Me señaló con el dedo. —Tu artículo hizo que rompiera con mi
pequeña novia, cierto. Tienes razón. Pero también puso en el foco público mi
vida personal y también todos los patrones de acción que ni yo no sabía que
tenía. No se trataba solo de paparazzi tratando de vender fotos mías con la última
chica en la lista. Eran personas analizando toda mi vida y señalando todos mis
defectos para que el mundo los pudiera ver. Eso es lo que hiciste.
—Yo… Yo no quería.
—Tú no querías. Trabajaste en esa terrible revistucha de chismes a la que
nunca le importó si sus historias eran ciertas, y cavaste en MI historia, la
diseccionaste y me dejaste desnudo sobre la mesa. Y desde entonces no he
podido ir a ninguna parte sin una docena de mujeres tratando de ser quien me
salve de mi vida triste y solitaria, buscando amor.
—Sólo intentaba decir la verdad. Entenderla.
—Pero soy una persona, Chloe, no una historia. Y usaste tu talento,
inteligencia, perspicacia, integridad y todo lo demás; me examinaste como a un
objeto.
No podía ver su rostro, no en la oscuridad del automóvil, con solo las luces de
la calle brillando. No podía ver sus ojos y quería hacerlo. Quería romper esas
defensas y saber, realmente saber qué es lo que había hecho. Podía escucharlo en
su voz: el dolor que había causado. Solo estaba tratando de ser inteligente, de
hacerme un nombre como escritora. Mi objetivo eran personas poco profundas
sobre las que se solía chismear. Quería exponer una verdad y lo olvidé. Olvidé
que no se trataba solo de mí. —Nick —no podía borrar la emoción de mi voz, tal
vez no merecía sentirme por encima de esta situación. —Lo siento. Esa no era
mi intención. No quise lastimarte. ¿Aceptarías mis disculpas?
Él gruñó y se dio la vuelta; sin su atención centrada en mí, la intensidad del
momento se desvaneció. Era solo un auto oscuro. Se encogió de hombros
casualmente. —Bueno, digamos que hiciste más difícil mi trabajo, porque ahora
no solo estoy luchando contra los paparazzi, sino también contra las mujeres que
han decidido que soy un gran premio.
—Lamento haberte llamado un gran premio.
—Demasiado tarde. Pero puedes hacer algo para compensarlo.
Su voz había vuelto a ser la de esa encantadora celebridad superficial. Me
libré del hechizo al que me había sometido. —¿Supongo que crees que fingir ser
tu prometida compensará el artículo que escribí?
—Creo —dijo lentamente, como si estuviera midiendo sus palabras—, que
pretender ser mi prometida me permitirá volver al trabajo y detener a las mujeres
depredadoras que están tratando de cazar el próximo gran premio.
—De verdad lamento haberte llamado...
—Sí, me llamaste así —se giró para mirarme y colocó su brazo sobre el
respaldo de mi asiento. Todavía estaba presionada contra la ventana, pero sentía
como si fuera una jaula. —Si realmente lo sientes, puedes ser mi escudo contra
estas mujeres y podemos hacer nuestro trabajo sin hostigamiento. Y me quitará a
mis padres de la espalda, para empezar. —La luz de la calle captó su sonrisa
torcida y mi respiración se cortó. —Porque, por supuesto, leyeron tu artículo y
decidieron que lo único que podría arreglarme sería que me casara. Es por eso
que mi hermano creyó en tu pequeña broma tan rápido. Porque pensó que
finalmente podría vencerme en algo.
—Mi broma.
—Esa, sobre ponerte mi anillo de compromiso. Se podría decir que todo este
desastre es tu culpa.
Me encontré sacudiendo la cabeza, a pesar de que parte de esto fue mi culpa,
no, no lo fue, no todo y no quería asumirlo. No hice todo esto sola y él tuvo la
oportunidad perfecta para decirle a David que no estábamos comprometidos. —
Podrías haberle dicho que no había nada entre nosotros y que era una broma.
Quiero decir, vamos Nick, me odias.
Eso lo mandó de nuevo a su asiento. —No te odio". Hablaba abiertamente en
la oscuridad.
Todo lo que pude hacer fue recordar cómo me había evitado desde el
ascensor. —Así no se sentía. —No me gustó lo vulnerable que soné. Había algo
sobre sentarse en la oscuridad así, con la ciudad pasando a nuestro alrededor,
pero solo nosotros, aquí, juntos. Me recordó a la forma en que estábamos en el
ascensor y, a pesar de mi pánico, cómo me trató, como si quisiera decir algo,
como si fuera importante.
—Chloe. Soy tu jefe No debería haberte besado. Estaba tratando de… —Sus
palabras se desvanecieron.
—Tú no me besaste, Nick. Yo lo hice. Solo intentabas ayudarme en mi ataque
de pánico. Yo soy quien no debería haberlo hecho.
Él expulsó el aire con fuerza. Eso dejó en claro alguna emoción que lo
atravesaba, pero no estaba claro cuál. —Debería haberte hablado sobre esto en
lugar de evitarte.
Sí, debería haberlo hecho. —Bueno, estamos hablando de eso ahora. —
Quería decirle que deseaba besarlo nuevamente. Pero no se supone que lo
deseara. Él era mi jefe y todo sonaba a una muy mala idea.
—No es algo que debiera pasar entre nosotros.
—Tendré la reputación de ascender de cama en cama.
Él rio. —No te imagino tomando alguna vez el camino fácil. Nunca he visto a
nadie trabajar tan duro como tú. Y no juegas, nunca te andas con tonterías.
—¿No es eso en lo que caímos, Nick? ¿En un juego?
—Chloe, no —dijo casi decepcionado.
Sacudí mi cabeza. Esto era imposible. —Ni siquiera sé cómo haría para fingir
ser tu prometida. No soy alguien a quien los paparazzi amen. Quiero decir,
¡mírame!
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo. Él ladeó la cabeza. "Créeme,
te he estado mirando Te ves… —la pausa se hizo pesada. —Magnífica.
—Bueno, Rachel me forzó a usar este vestido y me hizo pasar un día en su
tonto spa. ¿Crees que me veo así todos los días?
—Me gusta cómo luces.
Las palabras me sorprendieron. —¿Te estás burlando de mí? Sé
perfectamente que no estoy elegante ni a la moda.
—No, en verdad me gustas. Eres adorable. Tan sincera. Trabajas muy duro.
Nunca puedes mantener tu cabello recogido, o tus blusas bien puestas. Y te
quitas el lápiz labial a las diez de la mañana porque estás pensando mucho.
—¿Cómo…, cómo sabes eso? —Me pasé la mano por el pelo
conscientemente. ¿Me estuvo observando?
—Está bien, ¿sabes? Entiendo que es diferente estar en el ojo público. Yo he
estado ahí prácticamente toda mi vida. Pero acaba de ocurrirte a ti. —Sus ojos
brillaron. —Dame un segundo y lo resolveré.
Sacó su teléfono y apenas tuve la oportunidad de pensar en cómo sería estar
comprometida con Nick, antes de que dejara de hablar.
—Todo listo —dijo. —Mañana, antes del trabajo, irás a ver a mi estilista, ella
te conseguirá un guardarropa listo para la cámara.
—¿Tienes una estilista?
—Por supuesto que tengo una estilista. ¿Crees que puedo manejarme como la
cara bonita de la revista Wordly sin alguien a cargo de mi estilo? Chloe, esto es
un negocio, y es parte de mi negocio.
—Y yo sería parte de tu negocio. Quiero decir, como tu prometida, haciendo
mi papel.
El asintió. —Sí. Mantendremos el secreto en el trabajo.
—No es un secreto, es una mentira.
—Sin embargo, está fuera. Así que no tenemos que escondernos allí.
—Tenemos que mentir. No estamos comprometidos.
Él apretó los labios con fastidio. —Míralo de esta manera. Tú y yo tenemos
un acuerdo en el que estamos aliados personal y económicamente para satisfacer
nuestras necesidades. Es igual que estar comprometidos, si lo miras de la manera
correcta.
—No, no es igual. No, a menos que le des la vuelta.
—Entonces démosle la vuelta. Tenemos que hacer nuestra propia historia,
Chloe. Eso es lo que no entiendes de jugar así. Todos juegan. Y estás tan
ocupado tratando de ganarte un lugar en la mesa siendo el mejor o el más
inteligente, que no te das cuenta de que nadie más está tratando de serlo, solo
intentan aprovechar cualquier ventaja que tengan. Esta es tu oportunidad de
aprovechar. Ahora. Esto no es bueno solamente para mí. También lo es para ti.
—No creo ser mejor que cualquier otra persona.
—¡Pues deberías, maldita sea! —espetó. —Eres mejor. Y más inteligente. Y
más talentosa. Y tan condenadamente hermosa. —Se detuvo por un segundo y
me miró, su respiración era pesada. —Escucha Chloe, has dejado en claro que no
crees que me haya ganado mi lugar, que crees que simplemente nací en él. Dado
tu pensamiento, déjame darte algo de eso
—Creo que lo has ganado —dije escarmentada. Sí lo había dicho, pero ahora
lo conocía mejor.
—No importa, eso es lo que estoy tratando de decirte. Hacemos esto, este
compromiso falso, y me aseguraré de que tu carrera avance. Podrás hacer lo que
quieras. Podrás dejar tu huella en el mundo. Te daré esa sección en la revista. La
que querías sobre viajes nacionales, preocupaciones indígenas, intereses
ecológicos.
Me quedé impactada. Habíamos estado peleando por eso durante meses.
Bueno, no meses, siendo honesta, solo semanas. Dejó de pelear conmigo
después de lo del ascensor. Dejó de discutir conmigo y Rachel comenzó a darme
tareas que se ajustaban mejor a mis solicitudes. —¿No es eso hacer trampa?
—¿No estás escuchando? Todos hacen trampa. Todos aprovechan su ventaja
cuando la obtienen. Tómala. Te lo has ganado. Eres brillante, Chloe, y quiero tu
voz en mi revista, no solo algunos artículos. Quiero que te hagas cargo de toda la
sección. Te daré un equipo. Te haré editora nacional.
Por un momento dejé de respirar. —No puedes. Acabo de empezar a trabajar
allí. Todos me odiarán.
—Nadie te odiará. Todos te aman, ¿lo sabías? Te están apoyando. Y, si estás
comprometida conmigo, nadie pensará que estás usando tu cuerpo para salir
adelante. El nepotismo es una honrosa tradición. Seguirás con tu avance.
Parecerá natural. Puede que se quejen, pero también creerán que es mejor que
seas tú a que sea alguna modelo sin cerebro que se cree escritora. Y si te
conviertes en mi esposa, será tu derecho.
—¡Tu esposa!
—O prometida, es lo mismo. Mira. Es algo falso. Una actuación. Podemos
tener un compromiso todo el tiempo que quieras. No tenemos que casarnos.
Eventualmente el foco público se alejará de mí y mientras tanto tú encontrarás
oportunidades en tu carrera que no alcanzarías nunca si no estuvieras
comprometida conmigo.
—Nick… —Esto parecía una mala idea. Iba en contra de todo lo que había
pensado sobre mí y sobre mi vida y, sin embargo…, quería más de él. Su sola
presencia a mi lado me hacía girar cada vez más fuerte. Solo quería estar a su
lado y no me había dado cuenta de cuánto lo había extrañado durante el tiempo
en que no me habló. Lo miré fijamente, tratando de descifrarlo en las sombras
proyectadas por la noche. Si no hago esto, ¿me ignoraría de nuevo? ¿Lo perdería
otra vez?
Oh, este era un juego peligroso. Estaba preocupada de que no solo estuviera
en juego mi carrera, sino que también lo estuviera mi corazón.
No consideró este arreglo como una propuesta romántica. No me miraba
como si me quisiera, y eso me dolió, aunque era difícil admitirlo. Me miró como
quien propone un negocio. Esto era algo que facilitaría su vida, su negocio y
simplificaría las complicaciones que había agregado a su vida con mi artículo. Y
con mi broma del anillo.
—Esta es una terrible idea, Nick.
Me miró, frío como un témpano, y se encogió de hombros. —No es algo real,
Chloe. Nos proponemos un acto. Fingir que salimos. Digamos que estamos
comprometidos y luego, cuando ya no funcione, decimos que nos separamos.
Una división amistosa. Seguimos nuestros caminos alegres. Tú sigues con tu
carrera y yo vuelvo a ser el soltero más elegible en la ciudad de Nueva York.
¿Qué puede salir mal? —Y dejó salir esa sonrisa devastadora que hacía que
cualquiera hiciese lo que Nick deseara.
—Está bien. —Lo dije y no podía creer que lo hubiera hecho. —Lo haré. —
¿Qué puede salir mal? Tenía miedo de que esas fueran sus famosas últimas
palabras.
CAPÍTULO NUEVE: CONSTRUCCIÓN
Fui a trabajar temprano el lunes, quería entrar antes que los demás y adelantarme
a esta historia del compromiso, desafortunadamente, no me adelanté lo
suficiente.
—¡Oh, Nick! —Rachel me llamó tan pronto como salí del ascensor. —
¿Puedo hablar contigo? —Su voz era una canción y un signo de interrogación
estaba al final de sus palabras, pero no por eso estaba preguntando. Era una
orden.
Técnicamente era mi empleada y no debería ordenarme así, pero en verdad
era mi compañera. Ella era el cerebro detrás de la revista, mientras que yo era el
dinero y la cara. Y ella tendría cosas que decirme. Puse una sonrisa agradable en
mi rostro y fui a su oficina, cerrando la puerta detrás de mí.
La puerta se cerró con un clic. Ella estaba parada frente a su escritorio, no
gritaba, sino que exclamaba. Ruidosamente. Si quisiera sentirme generoso. Y
como había dejado caer esta bomba en su regazo, estaba dispuesto a ser un poco
generoso.
—¡¿Qué demonios es lo que planeas, Nicholas Meryton?!
—Buenos días a ti también Rachel —le dije alegremente, a un volumen
normal y me senté en su sofá.
—No me vengas con eso. ¿Qué demonios intentas con Chloe? Lo juro por
Dios, Nick, si estás jugando con ella, te voy a matar.
—Es bueno que mi vieja amiga, Rachel, confíe en mí.
—Oh, yo confío en ti. En lo que no confío es en tu libido. Sé que es
adorable…
—Es hermosa.
Ella me observó un momento. —Pero es inocente. No es tu clase de persona.
—¿Mi clase de persona? ¿Qué se supone que quiere decir eso?
—Sabes a lo que me refiero. Rico, harto del mundo y manipulador.
—Yo no la estoy manipulando.
—Más te vale no hacerlo. La contraté porque ella tiene algo, algo grandioso,
y no me va a ayudar que le rompas el corazón, le sueltes los tornillos y arruines
su…
—Me gusta Chloe.
—¿Te gusta la mujer con la que estás comprometido? —Su voz era seca y
cortante.
—Yo… Yo —¿por qué las palabras no fluían cuando se trataba de Chloe? —
Yo la amo, ¿de acuerdo? Sabes que no es algo que pueda decir fácilmente.
—Oh, ¿pero fue sencillo pedirle que se casara contigo, Nick?
—Lo fue… Yo… Nosotros… —Era el momento de sacar a la luz la historia
que acordamos. Respiré hondo y enderecé los hombros. —Nos quedamos
atrapados en el ascensor y ella tuvo un ataque de pánico. Yo la cuidé y cuando
nos liberaron, no pude dejarla ir. Y simplemente no lo hice.
Se sentó en el borde de su escritorio con los brazos cruzados y me miró. —Lo
sé —dijo.
—¿Lo sabes?
—Sí, lo sé. Hablo con todos. Y hablé con los custodios.
De repente me quedé observándola. —¿Viste la cinta de vigilancia? —No
pude mantener el tono amenazante fuera de mi pregunta. Se suponía que nadie
vería esa cinta. No quería que saliera a la luz el episodio de Chloe, y mucho
menos lo que pasó entre nosotros.
Se bajó las gafas y me miró por encima de los marcos, evaluándome, como si
ella viera más de lo que quería mostrar. Parpadeó lentamente antes de hablar. —
No, no vi ninguna cinta de vigilancia, aunque si hubiera habido una, supongo
que habría algo que ver.
Recordé ese día con ella en mis brazos y mi respiración se volvió irregular. —
Ella me necesitaba, ¿de acuerdo?
Rachel asintió. —Y te gustó que te necesitaran, ¿verdad?
—Por favor, no me psicoanalices, Rachel. Sucedió, está bien. Traté de no
hacerlo pero, no funcionó. No pude evitarlo. Yo solo… —¿Cuál era la palabra
correcta? —Caí.
—Pobre bastardo. No es de extrañar que estuvieras tan mal estas últimas
semanas.
—Intentábamos mantenerlo en secreto. —Esa fue nuestra explicación para la
ley del hielo que le había hecho a Chloe mientras intentaba fingir que lo
sucedido no había sucedido. Ni siquiera era una mentira. Simplemente
decidimos contarle a la gente más cosas de las que realmente ocurrieron.
Rachel me señaló con un dedo afilado. Su uña estaba pintada de rojo. —Si
esto sale mal, tú eres quien tendrá que aguantar. Tendrás que hacer otro viaje a,
no sé, Tombuctú o algún otro lugar. No la voy a despedir. Ella es mi protegida.
Yo la contraté y la quiero para esta revista.
La idea me ofendió. —¿Por qué saldría mal? Estamos enamorados. Vamos a
casarnos.
—¿Tan rápido? Es una mala idea. —Ella sacudió la cabeza y volvió a su
escritorio. —¿Nunca antes has estado enamorado y luego te has desmoronado?
Siempre parece que es para siempre al principio, hasta que ya no lo es.
—Eso no va a pasar aquí.
Ella lo miró de nuevo. —¿Nunca te has enamorado antes? ¿Nunca habías
pasado por esto?
—¿Qué? ¿Qué tipo de…? ¿Sabes qué, Rachel? Hablaré con los de Recursos
Humanos y nos encargaremos del desorden. No estoy jugando con Chloe. Esto
es…, esto es real. Y agradecería si pudiera contar con tu apoyo.
Rachel estalló. —¡Ella tiene mi apoyo! ¡A ti te voy a matar si la lastimas!
Mi temperamento amenazó con salir, pero lo aplasté. —Voy a cuidarla. Ella
es mi…
—¿Tu qué, Nick? Si ni siquiera puedes decirlo, ¿qué tan real será?
Estreché mis ojos al mirarla. Podría decirlo incluso aunque no fuera real. —
Ella es mi prometido y mi responsabilidad. No voy a lastimarla.
—Más te vale.
—Asumo que esta reunión terminó. —Lo dije no como pregunta, sino como
aseveración.
Nos observamos fijamente hasta que di media vuelta y salí de ahí.
La puerta se cerró de golpe detrás de mí y me alegré de que la oficina aún
estuviera vacía, porque mi corazón latía con fuerza y tenía problemas para
mantener la calma. Entré en mi oficina y me enterré en el trabajo.
CAPÍTULO DIEZ: LLEGAR LEJOS
Todos los días, me llevaba a almorzar a relucientes restaurantes en los que era
terriblemente difícil entrar. Nunca tuvimos que esperar y siempre nos sentamos
en las mejores mesas con el mejor servicio, ya que todos sonreían a Nick
Meryton y a su prometida. Sería el caballero perfecto, el hombre perfecto, el
novio perfecto, mientras nos tomaban fotos. Todas las noches me llevaba a casa.
Nos reunimos un par de veces para tomar un café antes del trabajo, para
mantener la ilusión de que estábamos juntos fuera del trabajo. Durante la
primera parte de la semana, la oficina era un hervidero de gente, pero se calmó
bastante rápido. Los paparazzi, sin embargo, eran una historia diferente. Nos
seguían a todas partes.
—¿Cómo lo haces? —Estábamos aturdidos por millonésima vez por los
extraños que colocan cámaras en nuestras caras, por las luces intermitentes y por
escuchar cómo gritan el nombre de Nick. Incluso empezaron a llamarme por mi
nombre también.
Él se encogió de hombros—, Te acostumbras. Pero sí, puede ser un poco
molesto. Cuando se den cuenta de que no somos tan emocionantes, la atención
se extinguirá.
Excepto que no se calmó. Quizás lo haría, pero me estaba poniendo nerviosa
y no se estaba muriendo lo suficientemente rápido. Alguien se había acercado a
una de mis compañeras de departamento, ¿cuál?, no sabía, tal vez a todas. Se
estaban dando detalles sobre mí y nuestra relación y, como realmente no había
nada que decir, estaban inventando cosas, con la verdad suficiente para que me
diera cuenta de que tenía que ser una de mis compañeras.
—Ya fue suficiente —dijo Nick cuando me llevó a casa esa noche. —Te
vienes conmigo.
—¿Qué?
—No puedes vivir con esta gente. No te gusta vivir con ellas. Además, este
vecindario no es muy seguro.
No era un barrio elegante como el suyo, pero estaba perfectamente bien. —
No estamos realmente comprometidos, Nick. Vivir juntos haría todo demasiado
real.
—Estás viviendo con unas traidoras y tampoco estás comprometida con ellas.
Puedes quedarte en mi habitación de invitados, donde no hay espías, no tendré
que llevarte a casa todas las noches ni verte por la mañana para planear nuestros
movimientos. Puedo mantener a los paparazzi fuera de tu espalda y enfocarme
en donde debo. Y, si siempre estamos juntos, comenzarán a aburrirse porque no
hay historia. Di que sí, Chloe. Haría todo mucho más simple.
—Si digo que sí ", planteé con cautela, porque no creía que esto simplificara
nada, mi pulso se aceleró ante la idea, pero su rostro se iluminó, esperanzado. —
Si digo que sí, eso significa que cuando esto termine no tendré nada en absoluto.
Si vivo contigo, trabajo contigo y paso todo mi tiempo contigo, cuando
termine…
—No, Chloe, porque no es real, ¿ves? Tu trabajo está seguro. Tu jefa es
Rachel, no yo. Todas tus tareas pasan por ella. Los de Recursos Humanos está a
bordo. Puedes quedarte conmigo, pero mantener tu lugar en este departamento,
guarda tus cosas aquí si quieres, pero no tienes que quedarte mientras estamos en
esto. No te haré pagar el alquiler de mi casa ni nada. Y bueno, somos amigos.
Cuando todo termine, seguiremos siendo amigos.
—¿Somos amigos, Nick?
Me miró bruscamente antes de volver a mirar la carretera.
—Sí, soy tu amigo —soltó, un poco más fuerte de lo que esperaba. ¿Se sintió
insultado? No me lo creo. —Y no voy a dejar de ser tu amigo cuando termine
nuestro pequeño arreglo.
—Arreglo.
—Compromiso falso. Es solo un acto. Solo vamos. Quédate conmigo. Está
mucho más cerca del trabajo. Mi casa es mejor que la tuya y no hay compañeros
de cuarto espeluznantes.
Así que Nick me llevó a mi departamento, donde mis tres compañeras de
cuarto nos observaron boquiabiertas mientras el glorioso Nicholas Meryton
hacía bromas y las sorprendía a todas con su belleza. Yo hice mis maletas. Y así,
mi compromiso se convirtió en algo que era difícil creer que no fuera real.
Lo peor fue que sí FUE más fácil. Fue muy fácil. Nick no tuvo ningún
acercamiento extraño conmigo, alejado de la reputación de mujeriego que lo
perseguía. Mantuvo sus besos casuales y públicos, en la mejilla o en los labios, y
la delicia de estar fuera de mi departamento, solos, mientras 'practicábamos' los
besos, nunca se repitió.
Nunca.
Hablamos de todo: mi ciudad natal, mis estudios en Princeton y el olor de la
primavera cuando finalmente se terminaba el invierno en las montañas; de su
rivalidad con su hermano, sus años salvajes en la preparatoria y Harvard y,
después, de cuando estaba descubriendo lo que quería hacer y sus viajes para
encontrarse a sí mismo. Cuanto más hablaba, más me gustaba. Era divertido
estar con él en público, pero cuando comenzamos a compartir la casa, sin
testigos, me encontré con ganas de hacerme un espacio dentro de él y vivir allí.
Nunca quería irme a dormir, porque no quería darle las buenas noches.
Me encontré buscando razones para pasar tiempo con él. Incluso cuando era
demasiado tarde para salir a cenar, pedíamos en los elegantes restaurantes que
amaba y comíamos nuestras exóticas comidas gourmet del Hawaiian Poke o una
harissa tunecina. Estaba empezando a volverme adicta. No había forma de
conseguir esas comidas en mi antiguo vecindario. Lo forzaba a comer conmigo y
él se reía y fingía resistirse, luego encendía velas para crear ambiente, a pesar de
que me burlaba de eso. Pero burlarse estaba bien, siempre que estuviéramos
juntos.
Hacía cualquier cosa para acercarlo a mí, a pesar de que esta relación era falsa
y de que él nunca me había demostrado que sentía algo como lo que yo sentía.
Era el caballero perfecto, siempre me cuidaba y se aseguraba de que estuviera
bien. Se había negado a que ayudara en la casa, haciendo que su sirvienta
limpiara detrás de mí e incluso lavando la ropa y limpiando en seco.
Yo no quería acostumbrarme, pero me encantaba.
Lo obligué a ver un documental sobre los océanos, porque le dije que era
bueno que su revista fuera consciente de la ecología, y se quejó, pero se sentó
conmigo después de que nuestra cena gourmet a la luz de las velas terminara. Lo
observé sentado en el sofá, a mi lado, su perfecta mandíbula se veía aún más
nítida, tenía el cabello oscuro despeinado por tanto pasarse los dedos mientras se
recostaba en los cojines con un vaso de whisky frente a él. Debería servirle otro.
Este era el segundo y todo el hielo ya se había derretido.
—¿Te sirvo otra bebida? —Ofrecí, alcanzando la botella en la esquina de la
mesa.
Él se rio, divertido. —¿Estás tratando de emborracharme? —Yo solo me le
quedé viendo. —Claro que no —dijo entre dientes con una risita. —De todas
formas, no más para mí. Mañana hay trabajo. Después de este episodio será
mejor que me vaya a la cama.
Se reclinó contra el sofá, con un brazo a lo largo del respaldo, la manga de su
camiseta extendida sobre su bíceps. Podría pasar mi mano por sus músculos y
ver qué pasaba.
—Tienes razón —le dije y agoté lo último de mi cerveza. —Viejo —dejé caer
la botella de cerveza sobre la mesa de café. Él se sentó y se volvió hacia mí.
—Disculpa, ¿cómo me llamaste?
—Dije ‘viejo’, ‘abuelo’, ‘antigüedad’. —Ladeé la cabeza como un desafío. —
Es un día de trabajo, tengo que dormir temprano. No puedo quedarme despierto
para otro episodio de este documental y tomar otra bebida. —Me incliné hacia
él. Si mi camiseta sin mangas era lo suficientemente corta como para darle un
vistazo a mi escote, ¿sería tan malo dejar que lo hiciera? —¿Pensé que eras un
chico malo, Nick?
El me miró, boquiabierto.
—Supongo que no lo eres —me encogí de hombros y me recosté. Chasquee
mi lengua. —Estoy tan decepcionada de que nuestra reputación no esté a la
altura de la realidad. Corre a la cama, Nick, me quedaré despierta y me divertiré
mucho con David Attenborough. —Alcancé el control remoto y presioné para
iniciar el próximo episodio.
Me miró atónito. —¿Qué estás haciendo, Chloe?
Me tuve que reír. Se veía tan escandalizado. Como si la pequeña e inocente
Chloe nunca pudiera bromear, frustrarse o dejar de trabajar en algún momento.
Agité mis pestañas. —Te estoy molestando, Nick.
Me miró estrechando sus ojos.
Dios, todo lo hacía sospechar. "¡Molestando!" Lo piqué a un costado y él
saltó hacia atrás, retorciéndose un poco.
—¡Chloe! —gritó conmocionado.
—¡Por Dios, Nick! ¿Tienes cosquillas?
—¡No! —Respondió tan rápido que supe que era mentira.
—¡Sí tienes!. —No pude evitarlo, antes de que pudiera pensar en otra cosa
que no fuera cuánto quería estar en su regazo, me subí encima de él y deslicé mis
dedos debajo de su camisa para poder hacerle cosquillas y verlo retorcerse. Era
tan cálido y firme y estaba logrando lo que me proponía. Era delicioso.
—¡Chloe, no! —Pero ya estaba allí, y él trataba de alejarse. Yo lo torturé tal
como me había estado torturando estas últimas semanas solo por estar vivo y tan
cerca de mí, y casi mío, pero realmente no. Era mi novio falso, pero ahí, de
repente, me di cuenta de que quería que fuera real.
Con apenas un esfuerzo, ya no estaba en el regazo de Nick; él me dio la
vuelta y me aprisionó contra el sofá, sus manos capturaron mis muñecas y las
llevaron sobre mi cabeza, su pesado cuerpo sobre el mío.
Estaba respirando pesadamente. También él.
No pude hacer nada más que moverme debajo de él, tratando de quitarlo o…
algo.
Sus ojos quemaban al mirarme y yo lo necesitaba tanto.
Me besó vorazmente, como si se hubiera estado muriendo por hacerlo, y sabía
al whisky que había estado bebiendo y a algo que no pude descifrar, sabía a
Nick. Sentí el aroma que flotaba fuera de mi alcance todas las noches cuando me
iba a acostar pensando en él, una esquiva esencia de pino, sal, humo y hombre
que me hizo sentir segura, al mismo tiempo que me hizo añorar algo que nunca
tuve, algo que me pertenecía.
¿Cuándo me soltó las muñecas? Todo lo que sabía era que mis manos se
deslizaban por su piel, hambrientas por su toque. Podía sentir el duro acero de
sus músculos debajo de la seda caliente de su piel. Me aferré a sus hombros y lo
atraje más hacia mi beso, su lengua acariciaba la mía. Yo lo quería todo.
Tiré de su camisa y se la quité, dejando que mi palma recorriera su torso antes
de enredar mis dedos en el cabello de su nuca y tirar de él hacia mi boca. Era
mío.
—Espera —dijo, y me alejó.
—No —respondí y traté de acercarlo de nuevo.
No funcionó. Me miró con su mano izquierda debajo de mi cabeza, envuelta
en mi cabello, y su brazo derecho abrazándome. —Chloe, no quiero
aprovecharme de ti.
—No lo haces —quise acercarme, sedienta de sus labios. —Hablo en serio,
Chloe. Por favor.
Él todavía me estaba cuidando. —Está bien, está bien —dije, lamiendo los
rastros de su beso de mis labios. —Pero, Nick, solo porque este compromiso sea
falso no significa que no podamos tener esto también. Los dos somos adultos.
No necesito que me salves de mí misma.
—Pero yo tengo todo el poder aquí, no es justo, estás vulnerable.
Me reí profundamente y sus pupilas se dilataron. —No soy vulnerable, Nick.
Te deseo. Sabes cómo te ves. Todas te desean. Y estás aquí todo el tiempo.
Besándome para fingir. Podemos hacer esto y nadie tiene que salir lastimado. ¿O
es que tú ...? —Me alejé de él tanto como pude en esa posición cuando se me
ocurrió una idea. —¿O es que tú no me deseas?
Él parpadeó. —Dios, no. Digo, sí. Sí. Te deseo. Dios, Chloe, me he estado
muriendo de ganas por besarte de nuevo, de verdad, por poner mis manos sobre
ti. Pero pensé que no confiabas en mí. O que querías mantenerlo todo como un
acuerdo de trabajo. Estaba tratando de ser respetuoso.
Gruñí. —Bueno, olvídalo. —Saqué mi camiseta sobre mi cabeza y él dejó
escapar un gemido bajo, aplastándome contra su cuerpo y quitándome el aliento
con su beso.
CAPÍTULO ONCE: DESEO
E lla entrelazó sus brazos alrededor de mi cuello y nunca sentí nada tan
intoxicante como su dulce piel presionada contra la mía. Antes de darme
cuenta de lo que estaba haciendo, no me quedó otra opción, mi cuerpo
reaccionó y la levanté del sofá.
—¿Estás segura? —Pregunté porque tenía que saberlo.
Ella pestañeó. —Oh, sí —dijo mientras lamía un camino hacia mi cuello y me
daba una ligera mordida junto a donde me latía el pulso.
La llevé a mi habitación mientras ella se reía. Pensé que eso era genial, hasta
que la arrojé a mi cama y me sonrió abiertamente, con sus ojos azules brillando.
Entonces supe que ESO era genial. Se recostó sobre los codos y me miró, con
nada más que un sostén y los pantalones de su pijama de franela. —No tienes
idea de cuánto tiempo he querido esto —le dije.
Su sonrisa se suavizó en algo tierno. —Y yo. Desde que te conocí, Nick
—¿En serio? Pero me odiabas.
—Claro que te odiaba, tenía que odiarte o me la hubiera pasado deseándote
todo el tiempo, sin esperanza de tenerte.
—Oh, yo creo que tenías esperanzas.
—Entonces ven por mí —dijo, su voz apenas un leve gruñido. Se sentó y tiró
de mí por la cintura de mis pantalones.
Sin perder tiempo, me los quité y, por si acaso, le quité los suyos, junto con su
ropa interior, todo de un tirón. Ella estaba allí, riendo en la cama mientras me
arrastraba sobre su cuerpo casi desnudo.
—Esto va a ser divertido —dije sorprendido por mi propia sorpresa. ¿Cuándo
había empezado a disfrutar tanto estar con ella? ¿Cómo pasamos de disputas
constantes a esta risa fácil?
—Sí, lo será. —Me pasó las manos por las costillas y por la espalda,
volviéndome loco.
—Esto debe irse —dije señalando el sostén.
—Tus deseos son órdenes —ella alcanzó su espalda y se desabrochó. Yo lo
quité rápidamente.
—Nunca pensé que te escucharía decir eso.
—Nunca pensé que lo diría y, sin embargo, aquí estamos. —Su risa se
desvaneció y su rostro se puso serio, sus ojos se oscurecieron totalmente. —
¿Qué quieres, Nick? Todo lo que quieras.
Sus ojos eran tan grandes y profundos. Olía a flores de manzano y a calidez.
Su piel era de seda bajo mis manos, tan suave, tan perfecta, caliente, mía. —A ti
—dije en un susurro. —Te quiero a ti.
Bajé la cabeza para besar sus suaves labios, la sostuve y se aferró a mí, no me
dejaba ir. Pero yo no quería ir a ningún lado. Justo aquí, solo quería estar con
ella. Guie mis labios por su cuello, mientras sus dedos se enredaban en mi
cabello.
—¿Me quieres? —preguntó, la emoción en su voz golpeándome. —Soy tuya.
Besé sus senos, llenos y redondos, y ella arqueó la espalda pidiendo más, así
que le di más. Con la lengua, los labios y los dientes, mordí y tiré un poco y ella
se retorció debajo de mí, como un animal indómito. Se encontraba indefensa. La
besé de nuevo y ella me agarró, presionándose contra mí. Deslicé mis manos por
su cuerpo hasta ese lugar que ya estaba resbaladizo y húmedo, solo para mí. Ella
gimió en mi boca, una vibración que me tocó más profundamente de lo que
pensé que sería posible. —¿Esto es lo que quieres? —pregunté. Ella no encontró
palabras.
Asintió frenéticamente y se agarró a mi espalda. Sus uñas rasgaron mi piel y
la punzada de dolor hizo que el placer fuera aún mayor. La abracé y jugué con
sus sentidos, rompiendo nuestro beso para poder ver el éxtasis en su rostro
mientras se elevaba más y más, hasta que había dejado atrás sus ingeniosas
palabras. Su mente en constante ebullición había sido silenciada, dejó ese
impulso siempre presente en las arrugadas sábanas de algodón, retorciéndose
debajo de su pasión. Tan dulce. Tan caliente. Tan hambrienta.
—Por favor… —Suplicó.
Estaba complacido. Oh, tan complacido. Me envolvió con las piernas
mientras me deslizaba dentro de ella, yo estaba llegando a casa.
CAPÍTULO DOCE: ASÍ FUNCIONA EL MUNDO
Estaba de mal humor. Y no me llevó mucho tiempo estallar. No ayudó que todos
en la oficina fueran unos imbéciles. Cada uno de ellos.
El quinto día después de Chloe, entré en la oficina y me burlé de la
recepcionista. Era encantadora, con grandes ojos y una sonrisa para todos, justo
el tipo de chica que querías que saludara a los visitantes. En lugar de sonreírme,
frunció el ceño.
—Hasta aquí, señor Meryton —me dijo con ese tono que usaban las mujeres
cuando estaban a punto de intervenir en mi vida privada. Oh, Dios. —Se acabó.
Necesita contentarse con Chloe, porque cuando están peleados usted es el mayor
gruñón del mundo, y hemos decidido que ella es quien lo hace feliz. Así que es
tiempo de que se reconcilien.
Retrocedí un paso y di la vuelta para enfrentar a la recepcionista. —Jennifer,
has estado leyendo mucho las revistas de chismes. Mi relación con Chloe
Beckett no es un cuento de hadas.
Ella plantó sus puños en sus caderas y frunció el ceño otra vez. —Sabemos
que no es un cuento de hadas. También vemos que lo hace feliz y que la extraña.
Esa felicidad también es nuestra. Ella es de las buenas. Y usted la ama. Necesita
resolver las cosas.
—No hay nada que resolver. Ella tiene una asignación. Es su trabajo.
—Entonces vaya a visitar a su prometida, porque la extraña tanto que está
haciendo que todos a su alrededor sean miserables.
—¿Te eligieron los empleados para decirme esto?
—De hecho, sí.
—Y te sentiste tan segura que no pensaste que podría despedirte de inmediato
por meterte en donde no te llaman.
—No puede despedirme por nada. Los de Recursos Humanos lo dijeron.
—Oh, así que ellos también votaron por ti.
Ella levantó la barbilla. —Sí. Vaya a ver a Chloe, señor Meryton. Nos lo
agradecerá después.
—No sabes de lo que estás hablando —gruñí y me alejé furioso.
Ella estaba equivocada. Irrumpí en el salón de los cubículos, perfectamente
consciente de las miradas cautelosas desde todas las direcciones. Todos estaban
equivocados. No estaba furioso porque extrañaba a Chloe. Estaba furioso porque
ella me había dejado. Porque ella me traicionó y rompió nuestro acuerdo para ir
a cenar con ex novios granjeros en su mundo perfecto de flor de manzano en las
montañas.
Ella me había dejado.
Y no me hice ilusiones de que no era porque habíamos dormido juntos. No
era, de hecho, ingenuo o estúpido. Claramente se había sentido amenazada por la
forma en que habíamos dado el siguiente paso en nuestra relación. Claramente.
Las cosas se habían vuelto demasiado reales para ella. Prácticamente lo admitió
al teléfono. Ya no quería participar en nuestro acuerdo y, en lugar de enfrentarme
como una persona honorable, me dejó y huyó de regreso a donde era seguro y
nadie la desafiaba. Huyó a casa.
Ella me había dejado.
La idea me dejó con la respiración agitada. Hirviendo. Finalmente
exploramos nuestra atracción mutua, como adultos. ¡Como adultos que
consienten, y ella había reaccionado como una mocosa malcriada!
Por eso estaba enojado. Ella no mantuvo su palabra. Y luego me dejó, con las
revistas de chismes y los paparazzi que contarían la historia de que no podía
mantener una relación seria. Asumirían que había hecho algo mal, algo que haría
un guapo playboy sin profundidad emocional. Las especulaciones ya corrían
desenfrenadas.
Chloe nunca dejó de probarme. No podía evitarlo. Tenía que desafiarme en
cada paso del camino y no iba a detenerse.
Me di la vuelta, atravesé el salón y me detuve en la recepción.
—Recibe todas mis llamadas y dile a Rachel que fui a encargarme de unos
negocios en las Adirondacks.
Jennifer dejó salir un gran suspiro. —¡Oh, gracias a Dios!
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que al fin va por su chica.
—Eres terriblemente descarada, ¿lo sabías?
Ella asintió. —Ahora, por favor, vaya por Chloe para que ya no tengamos que
lidiar con su humor.
No fue hasta que estuve en el ascensor, dirigiéndome a mi jeep, que se me
ocurrió una idea. ¿Qué pasaría si acostarse conmigo hubiera sido el impulso para
que ella me dejara después de todo, pero no de la forma en que pensaba? ¿Y si
no es que fuera demasiado real o demasiado bueno? ¿Y si era porque dormir
conmigo la hizo comprender que nunca podría ser el tipo de hombre que ella
quería? Tal vez se dio cuenta de que no era lo suficientemente especial, y lo que
realmente necesitaba hacer era volver a su verdadero amor, Leif, y a sus
montañas. Ella no quería quedarse conmigo, con una farsa.
CAPÍTULO CATORCE: LUGAR DE ORIGEN
S e acercaba una tormenta. Podría ser la primera vez en toda mi vida que
esperaba con ganas una gran tormenta y que un manto de nieve cubriera
todo alrededor de mi casa en medio de la nada, en las montañas.
Significaba que no podría ceder a mi anhelo de subir a mi auto arrendado
(pagado por la revista) y volver corriendo a casa con Nick. Diablos, era tan
estúpida.
Necesitaba un acto de Dios en forma de la primera tormenta de nieve de la
temporada para evitar sucumbir a las artimañas de Nick.
Sabía que tenía sus trucos. Lo supe todo el tiempo, y los había atribuido a
chismes de celebridades, a pesar de haberlo conocido. Lo conocía y sabía que
era irresistible para las mujeres. Pensé que era más inteligente. Pensé que sabía
lo que estaba haciendo, y me equivoqué.
—Te ves muy enojada con esas papas.
Salté al escuchar la voz y viré para ver al dueño de la misma. —Oh. —Alto,
de hombros anchos y un rubio brillante. —Leif.
—¿Te lastimaron?
Parpadeé. —¿Qué?
—Las papas. Parece que quisieras aplastarlas o algo así. —Se rio de su
broma.
Me reí con él, sin sentirlo realmente, pero aún feliz de verlo. Había olvidado
que estaba parada en la tienda de comestibles Swift. —No es eso, me quedé
atrapada en mis pensamientos.
Él asintió sabiamente. —Es porque nos dejaste aquí, en un rincón del mundo,
para ser una gran chica de ciudad, Chloe. Has olvidado cómo abastecerte para
una nevada.
—¡No lo he olvidado! —Grité ofendida.
—Está bien, Chloe —le guiñó un ojo—, yo te cubro. Vamos, déjame ayudarte
a buscar lo que necesitas. Sé que los suministros de emergencia de tus padres
están almacenados porque los ayudé a prepararse antes de que fueran a visitar a
tu hermana en Tampa. Por suerte para ellos, se perderán la primera tormenta.
—Me gusta la primera tormenta —dije, sintiéndome disgustada.
Dio un paso atrás. "¿Te gusta? Has cambiado. Siempre odiaste quedar
atrapada en la casa. Pero ya no quedarás atrapada así. Ahora tengo un
quitanieves y siempre me aseguro de despejar el camino principal hacia la
ciudad, y también me ocupo del camino de tus padres.
—Siempre has sido un hombre muy considerado, Leif. Me alegra que sigas
aquí, a pesar de que todos nos fuimos de casa.
—Bueno, tus padres eran como mis segundos padres mientras crecía. No iba
a olvidarlo. Incluso cuando sus hijos se fueron.
Eso me puso un poco triste. Pero a mis padres siempre les gustó el
aislamiento, la oportunidad de trabajar en sus libros, en sus abejas y cestería. —
Estoy ansiosa por que neve. Es bueno no tener a dónde ir. Nada que hacer. Es
bueno hacer que el vertiginoso mundo se detenga por un minuto para poder
recuperar el aliento.
Entonces se detuvo y la miró más de cerca. —¿Estás bien, Chloe? Sé que
dijiste que estabas escribiendo algo grande para tu periódico, pero…
—Revista.
—Revista. Pero, ¿está todo bien con tu vida en la ciudad?
Sonreí y sacudí la cabeza hasta que me di cuenta de que estaba negando. —
Sí. Sí. Es genial en realidad. Me están dando mucha más responsabilidad en el
trabajo y mi jefe… —Los ojos ámbar de Nick y su amplia sonrisa brillaron ante
mis ojos por un minuto. —Mi jefa, Rachel, dice que trabajo demasiado y que
necesito tomar un descanso, así que me envió aquí.
—Pero te envió aquí a trabajar. ¿Cómo es eso un descanso?
Bajé mis pestañas y recogí una bolsa de papas. —Porque lo es.
—Muy bien, vamos por tus suministros. ¿Todavía te gustan los dulces de
arce?
Me burlé. —¿Y a quién no? —Y así, fue fácil. Caminamos por la pequeña
tienda apilando lo que él me pasaba en mi canasta, escogiendo dulces y
golosinas como lo hubiéramos hecho cuando éramos niños.
Observé a la empleada de la tienda de comestibles, una chica pelirroja de cara
dulce que nos veía mientras paseábamos por la tienda. La recordaba de cuando
era niña. La hija del tendero. —Hola, Laura —le dije. —¿Cómo has estado?
—Hola Chloe. Es bueno verte de vuelta. —Sus enormes ojos azules
parpadearon de un lado a otro entre Leif y yo. —Te ves tan hermosa —dijo. —
Muy glamorosa. Nunca podría ser una chica de ciudad como tú.
—Oh —exclamé sobresaltada y volteé a ver mis ropas: jeans, botas y un
cuello de tortuga negro debajo de mi abrigo de invierno. No pensé que hubiera
elegido algo particularmente glamoroso. Aunque la mayor parte de mi ropa la
había comprado con la estilista de Nick. Supongo que ya no parecía una chica de
campo.
—Gracias, eres muy dulce. Aunque no entiendo por qué querrías ser como
yo.
—Oh, por favor, Chloe. Eres la chica del pequeño pueblo que triunfó en la
gran ciudad con su trabajo millonario. —Leif la miró con orgullo.
—Sí..., no creo que sea como dices. —Ellos no sabían nada de cómo había
enredado las cosas.
—Aun así. —Laura suspiró tristemente, sus ojos gigantes se nublaron.
—Vamos chica de la ciudad, terminemos tu suministro. Esa tormenta se
acerca.
—No te preocupes, Chloe, Leif te ayudará. Él es el héroe de todos.
Otro cliente se acercó al mostrador para que le cobrara y ella le sonrió, dulce
y amigable, pero cuando Leif se fue para ocuparse de mis suministros, vi que sus
ojos lo seguían, llenos de anhelo por algo que no pensaba que alguna vez pudiera
tener.
Conocía esa mirada. La había sentido desde adentro, así era como miraba a
Nick. Un sentimiento que me hizo volverme mordaz y antagónica. Pero a Nick
le había gustado eso. Le había gustado como era. Me rompió el corazón el
enamorarme de su encanto y de la atracción que sentíamos, y que para él todo
fuera un juego.
—Vamos, soñadora —grito Leif mientras estaba recogiendo lana. Envolvió
un brazo alrededor de mi cintura para que me moviera. Los ojos de Laura se
abrieron y se llenaron de lágrimas antes de seguir cobrando a su cliente. —
Vamos a terminar aquí antes de que la nieve comience a caer en serio. —Señaló
la ventana delantera y cómo flotaban las primeras hojuelas de hielo.
Laura tenía razón. Leif era un héroe. Sin embargo, no era mi héroe.
Necesitaba a alguien tan dulce y genuino como él, alguien que apreciara sus
papas y su quitanieves, que no siempre estuviera buscando una salida o un
mundo mucho más grande para dejar su huella, sino alguien a quien le gustara
este mundo, su mundo. Alguien como Laura.
Finalmente terminamos mis compras y Laura las estaba registrando; ella
mantuvo los ojos bajos, esos bonitos ojos azul claro, y respondió a mis preguntas
irrelevantes con cortesías.
Leif ni lo notó. Estaba ocupado prestándome toda su atención. Y Lauta notó
que él me estaba poniendo atención.
Leif me ayudó a llevar las cosas a mi auto y cerró la puerta tras guardar las
últimas bolsas. Se detuvo allí, apoyado en el capó. —¿Estás segura de que no
quieres que me quede contigo mientras neva, Chloe? Ha pasado mucho tiempo
desde que estuviste aquí durante el invierno. Quizá olvidaste lo solitario que es.
Me detuve. Le di un beso en la mejilla. No iba a empezar ningún juego. No
podría. —Leif, no vamos a regresar. No podría hacerte feliz y tú no podrías
hacerme feliz.
—Sus cejas rubias se juntaron, sintiéndose en un apuro. —Eso no es lo que
quise decir, solo quería…
—Eso es lo que quisiste decir. Estoy en casa y estás recordando cosas del
pasado que fueron maravillosas, en su tiempo. Eso fuimos. Fue nuestra infancia.
Pero ya no somos esos niños. No me voy a quedar aquí, Leif. Y tú no vas a irte.
—Pero, Chloe, estás aquí ahora. —Él tampoco iba a jugar. Él me quería. Tal
vez incluso se imaginó que estaba enamorado de mí, pero era una fantasía del
pasado y deseos que nunca se harían realidad.
—Necesitaba un descanso. Regresaré a Nueva York tan pronto como mi
cerebro vuelva a funcionar. Tengo una casa y, aunque soy de aquí, este lugar ya
no es mi hogar. Y tú y yo ya no estamos juntos. Ya no.
—Nunca te he olvidado —dijo, y su voz era suave. De cualquier otro me
hubiera sorprendido escucharla viniendo de un gran cuerpo fornido. Pero Leif
era la persona más gentil que conocía, la más hogareña, más con flores y frutas
que con aventuras, jet set, paparazzi y personas inteligentes que podían hacerte
reír o llorar con sus palabras.
—Espero que no. Éramos muy felices cuando niños. Nunca te olvidaré
tampoco. Pero tienes a alguien aquí que te mira como yo veo a… —Me detuve.
No estaba lista para admitir en voz alta que había huido porque mi corazón se
había roto.
—Ah —dijo. Y vi cómo la comprensión llegó a sus ojos azules. —Estás
enamorada. Por eso escapaste y volviste a casa.
Moví mi cabeza para negarlo. —Yo no hui.
Levantó un dedo y lo movió frente a mí. —No me mientras Chloe. Te
conozco. Te sentiste atrapada y huiste.
Ah, sí. Lo había olvidado. Leif era un chico de pueblo pequeño que apreciaba
las cosas simples de la vida, pero no era un hombre simple.
—Es mi jefe —dije en voz baja.
—¿El de los periódicos? ¿El gran premio de cara bonita?
—No lo llames así.
—Pero tú lo dijiste. Leo todos tus artículos, Chloe. No somos tan ignorantes
aquí arriba como para no entrar a Internet y suscribirnos a las revistas.
—Estaba equivocada. Y fui injusta. Él es mucho más que eso.
—Así que es en serio.
Sacudí la cabeza. —No para él.
Él frunció el ceño. —Eso no es bueno. Debería saber que vales mucho la
pena.
Me encogí de hombres. —No siempre obtenemos lo que queremos.
—Supongo que no.
Él caminó al asiento del copiloto y yo subí al otro lado, pero antes de dejarlo
ir, estiré el brazo y agarré su muñeca. —¿Sabes quién más vale la pena y no la
reconocen? —Él negó con la cabeza, algo de tristeza aún permanecía en su
rostro. —La preciosa Laura Swift.
—¿Laura?.
Asentí. —No podía quitarte la vista de encima.
—¿A mí?
Sonreí. —Oh, sí. Y creo que piensa que nunca te podrías interesar en ella.
—¿En Laura? —Asentí de nuevo. —Pero la conozco desde que era una niña
pequeñita. ¡Conozco a su papá!
—Así es como conoces a todos. ¿Ya notaste que no es una niñita? ¿Te diste
cuenta de que ahora es una mujer muy guapa?
Su rostro de inmediato se puso rojo, probando que sí lo había notado.
—Deberías invitarla a pasar la nevada contigo, Leif.
Ya no me estaba prestando atención, miraba por encima del techo del
automóvil, justo hacia la ventana delantera de la tienda de comestibles Swift,
donde la bella Laura estaba siendo amable y trabajando para ayudar a las
personas a pasar la primera nevada.
—Adiós, Leif —dije.
—Adiós —respondió distraído. Y conduje a casa de mis padres, hacia arriba
de la montaña, sintiendo que al menos había hecho algo bueno en el mundo.
CAPÍTULO QUINCE: ENCANTADOR
A la mañana siguiente no quería hacer nada más que dormir con Chloe
en mis brazos, el calor de su cuerpo presionado contra el mío me
aseguró que nunca querría estar en otro lugar que no fuera con ella. No
tenía a dónde ir, nada que necesitara hacer era más importante que besarle la
nuca y acariciar las curvas de su suave vientre, los valles de su cintura, el suave
arco de su cadera.
—Nick —dijo ella adormilada y se dio la vuelta para poder presionar sus
labios aterciopelados contra los míos.
—Ven a casa. Vuelve conmigo —susurré. No pude evitar decirlo. La quería
de vuelta. —Podemos resolverlo, lo prometo.
Ella se acurrucó en mi pecho y tarareó, deslizando ambos brazos alrededor de
mí para agarrarme, mi alma se iluminó. La acerqué aún más. Sabía que ella
vendría conmigo. Sabía que ella quería estar conmigo. Anoche no habría sido así
si ella no lo quisiera.
—Yo… —ella comenzó.
Fue interrumpida por un tremendo golpe en la puerta.
Los dos saltamos.
—¡Chloe! ¡Chloe! —Más golpes.
—Mierda —dijo. —Leif. —Y luego rodó fuera de mis brazos, metió las
piernas en un par de pantalones de chándal y se puso un suéter sobre la cabeza.
Me dejó allí, desnudo, en la cama, teniendo frío sin ella, y se fue con Leif.
El agujero en mi estómago se abrió y caí dentro. No había nada más que
furioso, rugiente y ardiente frío. Ella me dejó. Y fue con él. Tiré las mantas y
agarré la pila de ropa que me había traído. La de su hermano, que olía un poco a
moho. No me quedaba del todo bien, pero, ¿qué importaba? Salí para
enfrentarlo.
Pero no pude. Ellos hablaban. —No es lo que crees, Leif —decía. —No
somos eso.
Y dentro de mí, me preguntaba: —Oh, en serio, ¿entonces qué somos Chloe?
—recordando la forma en que se aferró a mí y suspiró contra mi piel, feliz,
contenta, completa. La forma en que nuestros cuerpos se hablaban entre sí, como
si ni siquiera necesitáramos palabras. La forma en la que se sentía en mis brazos,
preciosa, querida. En casa.
—Tenemos un acuerdo —dijo ella y mi ira aumentó.
—Apuesto que sí. Supongo que ese arreglo es lo que lo hizo conducir hasta
aquí en una tormenta de nieve arriesgando su vida. Un arreglo.
—Es por un asunto de trabajo —dijo en voz baja, pero pude escucharlo. ¿Qué
tan cerca estaban el uno del otro? ¿Cuán íntima fue esta pequeña confrontación?
¿Por qué le estaba diciendo que solo teníamos un asunto de trabajo?
Entré en la sala de estar para ver a ese enorme montón de carne parado muy
cerca de Chloe.
Él me vio primero, por supuesto. —Es bueno saber que no eres una paleta de
carne —dijo con una sonrisa peligrosa, mostrando los dientes. —No estaba
seguro cuando vi tu auto vacío. Debí saber que Chloe podría encargarse. Ella
siempre puede.
Asentí con la cabeza, apenas un reconocimiento. Ella se volvió hacia mí y
tragó tan fuerte que pude ver su cuello trabajar. Probablemente no podía soportar
dormir conmigo anoche y enfrentar a su novio esta mañana.
Apreté los dientes. ¿Cómo pudo hacerlo? —Lo sé.
—Mmm. Sí. Bueno, ahora tengo que hacer mis rondas y terminar de quitar la
nieve. Solo estoy cuidando a la gente de la ciudad —dijo y me miró.
—Leif —Chloe subió el tono. Quería verla regañarlo como me regañaba todo
el tiempo, pero no lo hizo. Ella lo besó en la mejilla.
Ella lo besó en la mejilla.
Pude sentir mi corazón romperse. Se giró para mirarme y parpadeó
sorprendida mientras la miraba fijamente.
—Nick…
Me di la vuelta mientras se despedían y saludaban a medias. Puse leña en la
chimenea y encendí el fuego mientras Chloe hablaba con él en voz tan baja que
no podía escuchar. Estaba furioso. Lleno de rabia. No. Herido. Herido porque
ella podía apartarse de mí, de lo que significábamos el uno para el otro, e irse
con él.
Estaba celoso.
No. Fue solo un arreglo. Me gustaba. Por supuesto. Me volvía loco. Estaba
loco por ella y quería tocarla todo el tiempo, pero si ella quería a Leif, ¿quién era
yo para entrometerme? Solo un arreglo. Sin daño, sin problemas.
Apuñalé el tronco y desencadené una lluvia de chispas. Él no era lo
suficientemente bueno para ella. No lo era. Había estado mirando a la linda
pelirroja y Chloe debería ser la única a la que le prestara atención. La única que
importara. Ella era la única que me importaba. Si Chloe lo había escogido, yo
quería que fuera feliz, la dejaría ir porque su felicidad era más importante que la
mía, no importaba cuánto quisiera que viniese a casa conmigo. Pero él no la
haría feliz. Él no podía amarla como yo la amaba.
La chispa en la chimenea se encendió, se levantó y caí de espaldas. Yo amaba
a Chloe. La quería en mis brazos, en mi casa, de nuevo a mi lado, mi amiga, mi
amor. Oh, Dios mío. Estaba enamorado de Chloe. No quería que esto fuera falso.
Quería que fuera real. Estaba enamorado de ella.
Fingí que no les estaba prestando atención, pero supe de inmediato cuando
finalmente le cerró la puerta al gran montón de carne.
—Él limpió el camino entre la casa y el pueblo, y de paso sacó tu auto de la
zanja.
—¡Genial! —dije, lleno de falsa alegría. —Entonces volveré a la ciudad y te
dejaré en paz.
Ella dio un paso atrás. —No puedes irte, las carreteras todavía están
bloqueadas fuera de las montañas. Solo despejó el camino al pueblo.
—Bueno, entonces debería conseguir una habitación en la posada.
Claramente no debería estar aquí. Has elegido a quién quieres.
—¿A quién quiero?
Tuve que reír y no pude evitar la amargura de mi voz. —Leif. —Su rostro
estaba conmocionado, tal vez pensó que no me daría cuenta de que ella elegiría
al mejor hombre. Pero él no era el mejor. —Él no es lo suficientemente bueno
para ti, por cierto.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué? ¿Porque es un granjero?
Me burlé. —No. Porque… —No debería decirlo. Pero no podía dejar que se
metiera con alguien que no era tan honesto como ella. —Porque estaba
coqueteando con otra mujer cuando lo conocí en el pueblo. Claramente no está
interesado. Tú deberías ser adorada. Él debería entregarte el mundo, no
engañarte.
—¿En serio? ¿Con quién? —Ella no parecía tan molesta como debería.
Solté un suspiro exasperado. —¿Importa?
Ella asintió ansiosamente.
—Una pelirroja en la tienda.
Su rostro se iluminó. —¡Oh! ¡Laura! Eso es genial. Oh Dios mío.
—Espera, ¿qué?
Se volvió hacia mí y sonrió, casi depredadoramente. —Estaba tratando de
juntarlos. Más o menos. Ella es una buena chica. Perfecta para él. Simple, dulce,
honesta y buena.
—Tú también lo eres. Y mereces a alguien que sea digno de ti.
—¿Yo?
—¡Sí! Y él no es lo suficientemente buen... Espera. ¿Tú los juntaste? —Esto
no tenía sentido, ella no jugaba con la gente.
Ella rio. —No estoy interesada en Leif, Nick.
—¿No?
Ella sacudió su cabeza. —De ningún modo. ¿Estabas celoso?
Mi cabeza daba vueltas. —No.
—Mientes.
—No. —Mentí.
Ella dio un paso hacia mí y agarró la sudadera holgada cerca de mi cintura.
—Te gusto, Nick.
—No. —Mentí nuevamente.
—Sí. ¿Sabes cómo lo sé? —Preguntó, tirando de la sudadera y acercándome a
ella. No me resistí.
—¿Cómo?
—Porque me miraste con los mismos ojos de anhelo con que la pequeña y
linda Laura miraba a Leif en la tienda. ¿Es también la forma en la que te miro
yo?
De pronto pude volver a respirar. —¿Sí?
Ella asintió y se inclinó, besando el punto del pulso en mi cuello, y los latidos
de mi corazón comenzaron a acelerarse.
—No… no me gustas Chloe. —Dije con alivio, debilitando mi voz.
—Nick… —Ella sonó decepcionada. —Di la verdad.
—Eso intento.
Ella debió escuchar algo porque dio un paso atrás. —¿Nick?
Tragué saliva. —No solo me gustas. Te… te amo.
Ella jadeó. —¿Me amas?
—Estoy enamorado de ti.
—¿De verdad? ¿No estás fingiendo? —Una lágrima apareció en su ojo.
Extendí la mano para limpiarla.
—De ningún modo. Chloe. Dios. Te amo. No debiste dejarme.
—Tuve que hacerlo —sus ojos estaban llenos de sombras de aguas profundas.
—Rompí nuestras reglas.
—¿Teníamos reglas?
—Se suponía que todo era falso. Solo un acuerdo. Y me enamoré de ti. No
pude…, tuve que irme. Ya no podía seguir con el juego.
—Sin juegos, Chloe, se acabaron los juegos. Solo nosotros. ¿De acuerdo?
Esto es real. Te adoro. Te daré lo que quieras.
—Nunca quise nada, Nick. Solo te quería a ti. —Sus lágrimas se convirtieron
en alegría. —Nos iremos a casa. No más huidas.
La envolví en mis brazos y la besé, llevándola a la alfombra frente al fuego.
Aparté el delicioso cabello de chocolate de su rostro. —Donde quiera que estés
es mi hogar. Eres tú. Tú eres mi hogar.
Sonrió y me abrazó fuerte. —Tú también eres mi hogar.
—Creo que estamos en casa cuando estamos juntos. —Le quité su fea
sudadera y ella me quitó la mía, y me encantó sentir los latidos de su corazón
presionados contra los míos, sin nada entre nosotros.
Ella sonrió e hizo un trazo con su dedo índice en mi labio inferior. —
Entonces deberíamos estar juntos siempre.
—Buena idea —dije, y nos besamos, con el fuego crepitando, las montañas
cubiertas de nieve y el silencio, y comenzamos nuestra aventura juntos.
EPÍLOGO
S alí del avión privado y miré los cielos griegos que se arqueaban sobre mí.
Las montañas antiguas salpicaban el azul del mar Egeo, y el estuco
blanco puro de las aldeas caía por la orilla en un sorprendente contraste
con todos los tonos de azul.
—¿Cumple con tus expectativas después de todo lo que has leído, señora
Meryton? Este es mi mar favorito en el mundo, porque me recuerda a tus ojos.
Me reí alegremente cuando Nick vino detrás de mí y puso su brazo alrededor
de mi cintura. —No puedo creer que estemos realmente en Grecia.
—Es una de las ventajas de ser mi esposa, flor de manzano. Y una de las
ventajas de ser tu esposo es evitar una boda con la alta sociedad neoyorkina y
casarnos en el huerto de manzanas de tus padres. Fue la boda más perfecta y
significativa de la historia.
—No puedo creer que Rachel haya publicado un número especial con nuestra
boda.
—¿No puedes? —Se rio entre dientes. —A ella le gustó tanto que está
planeando comprar una pequeña granja. Tantas cosas orgánicas, tanta libertad y
pureza hacen que muera de alegría. Se ha enamorado de las montañas.
—Bueno. Ella trabaja muy duro. Necesita un poco de equilibrio entre vivir y
trabajar.
—Yo encontré el mío —dijo y presionó un beso en mi cuello mientras nos
quedábamos de pie, solo un minuto más, en la puerta del avión. —¿Estás lista
para la aventura?
—Contigo a mi lado estoy lista. Te quiero mucho, Nick. Me has dado el
mundo.
Me besó y nunca me acostumbraré a la forma en que su besó me llenó de
amor, calidez y un sentimiento de felicidad, de pertenencia.
—El mundo siempre estuvo ahí, esperándote. Pero tú, flor de manzano, tú me
has dado un hogar.
El calor de su amor tomó mi aliento, en lugar de eso yo tomé su mano y
juntos bajamos los escalones que llevaban hacia el resto de nuestras vidas,
juntos.
SOBRE L.A. PEPPER
Al igual que usted, L.A. ama las historias románticas contemporáneas y es una ávida lectora.
Su corazón ha sido roto por el verdadero amor, sin embargo, ¡todavía es adicta a los finales
felices!
Cuando L.A. no está escribiendo sobre la próxima novela romántica contemporánea del chico
malo multimillonario, disfruta de una copa de Chianti, de raclette con sus amigas, de clases de
spinning y de ver el amanecer cada mañana.
Es una ama de casa desesperada autoproclamada y vive en un callejón sin salida de historias
emocionantes, dramáticas y románticas. Muchas de sus ideas están inspiradas aquí.
L.A. recibió su apodo de una de sus hijas adolescentes, ¡y lo acuñaron amigos y familiares!
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