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Ingenieria Constitucional Comparada
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MORELOS
SISTEMAS ELECTORALES
Pero por qué son tan importantes los sistemas electorales, a esta pregunta
Sartori responde en el capítulo III.2 Los efectos de los sistemas electorales, donde
indica que el efecto que los sistemas electorales tienen sobre sus partidos es
un efecto reductor, pues o bien reduce su número, o el sistema electoral no es
efectivo. Esta reducción puede ser fuerte o débil.
Para este fin propone dos reglas, que se resumen en lo siguiente: los partidos
que cuentan deben tener potencial para formar coaliciones, o bien, potencial para
presionar. Los partidos que carecen de ambos no importan y no debe contárseles.
Una vez, aclarado que es lo que entiende por bipartidismo y que son partidos políticos
estructurados, establece las siguientes reglas:
A continuación, Sartori relaciona los formatos que presiden las cuatro reglas anteriores
con las características sistémicas, y establece tres patrones sistémicos importantes:
1) la mecánica bipartidista, o sea, la alternación de dos partidos en el poder;
2) el multipartidismo moderado, es decir, cambios bipolares en los gobiernos de
coalición y
3) el multipartidismo polarizado, esto es, los sistemas caracterizados por la
competencia multipolar, las coaliciones localizadas en el centro que reciben votos en la
periferia, y los partidos opuestos al sistema.
En esta tipología la variable decisiva es la polarización sistémica, definida como la
distancia (ideológica o de otra clase) entre los partidos importantes más alejados entre
sí.
Sin embargo, ¿qué tan abierto o qué tan cerrado debe ser el acceso a la segunda
votación? A este respecto Sartori propone una solución semiabierta o semicerrada que
permita el acceso a tres o cuatro candidatos, por dos razones. Primero, si la segunda
votación admite más de cuatro finalistas, entonces alienta a los contendientes
“chantajistas” que no tienen ninguna oportunidad de triunfar, pero que pueden hacer
que otro de los candidatos pierda. Simultáneamente, y, en segundo lugar, tres o cuatro
finalistas bastan para permitir el grado de negociación entre los partidos, suficiente para
moderar la política y disminuir las divisiones acentuadas artificialmente.
d) Por otra parte, el sistema de doble vuelta castiga gravemente a los partidos que
se oponen al sistema establecido. Los llamados partidos opuestos al sistema o partidos
antisistema son muy variados, y se les puede dividir en extremistas, de extremo o
radicales y/o partidos aislados. Los partidos extremistas son los que realmente están
contra el sistema: proponen la conquista revolucionaria del poder, rechazan y no
reconocen su sistema político, y actúan siguiendo un modelo activista. Los partidos de
extremo o radicales siguen una política caracterizada por una vasta gama de
posiciones políticas, y son los partidos que se encuentran en uno de los extremos de
esa política. Por tanto, un partido de extremo no necesariamente es un partido
extremista. Por último, los partidos aislados son, simple y sencillamente, los partidos no
aceptados, los rechazados por la opinión prevaleciente (en especial por su diferencia
de valores). Los partidos extremistas o aislados están en el límite de la intransferencia
en términos de flexibilidad de la votación. En la segunda elección sus votos pueden
seguir a otros partidos (para combatir males mayores, o para castigar a sus rivales más
cercanos), pero ellos no recibirán votos adicionales. Por esto se desmoronan.
No obstante, Sartori se olvida de analizar las desventajas del sistema electoral de doble
ronda. Una de las principales desventajas de este sistema electoral es que una
segunda votación, además de su coste económico, en muchas ocasiones es
innecesaria y genera un gran cansancio y apatía en los ciudadanos, quienes deben
afrontar una extensión indeseada del período de propaganda política.
En este sentido, el profesor Pérez-Liñan sostiene que "... la experiencia
(latinoamericana) de los últimos 23 años sugiere que el sistema de doble vuelta
electoral ha resultado, en una mayor parte de los casos, o bien innecesario o peligroso.
En aquellos casos en los que el presidente podría ser electo por mayoría simple sin
alterar el resultado final, la realización de una segunda elección (con el costo adicional
que ello implica) aparece como innecesaria. Por otro lado, en aquellas circunstancias
en las que el electorado está dispuesto a utilizar la segunda vuelta para formar una
'mayoría negativa', la utilización de este procedimiento se ha mostrado inconveniente,
potencialmente peligroso para la gobernabilidad democrática a menos que exista un
sistema de partidos históricamente institucionalizado y capaz de encapsular el conflicto
político."
Una vez, que Sartori llega a la conclusión de cuál es el mejor sistema electoral, trata de
determinar cuál es la mejor forma de gobierno y en la segunda parte del libro, titulada
presidencialismo y parlamentarismo, Sartori analiza las principales características de
los tres sistemas políticos democráticos:
A) El Presidencialismo.
B) El Parlamentarismo.
C) El Semipresidencialismo.
A) El Presidencialismo. El primer criterio definitorio de un sistema presidencial es la
elección popular directa o casi directa del jefe de Estado por un tiempo determinado. El
segundo criterio definitorio es que en los sistemas presidenciales el gobierno, o el
Ejecutivo, no es designado o desbancado mediante el voto parlamentario. Los
gobiernos son una prerrogativa presidencial: es el presidente el que a su discreción
nombra o sustituye a los miembros del gobierno. El tercer criterio es que el presidente
dirige el Ejecutivo. Cuando se cumplen estas tres condiciones conjuntamente, tenemos
sin duda un sistema presidencial puro.
Dentro de los sistemas mayoritarios Sartori analiza el caso de los Estados Unidos y los
casos de Latino América. Por lo que se refiere al sistema estadounidense, este
funciona (a su manera) porque los estadounidenses están decididos a hacerlo
funcionar. Es tan sencillo como eso, y por lo mismo, tan difícil. Porque los
estadounidenses tienen una maquinaria constitucional diseñada para la parálisis
gubernamental, defecto que surge con toda su fuerza cuando se exporta su
presidencialismo. El hecho de que el sistema estadounidense durante mucho tiempo ha
logrado resolver sus problemas no puede ocultar que una estructura de poder dividida
genera parálisis y estancamientos más que cualquier otra. En la medida en que puede
seguir funcionado requiere, para destrabarse, de tres factores:
Por lo que se refiere al caso de Latino América, en ella se encuentra la mayoría de los
sistemas presidenciales. Y también es aquí donde éstos tienen un impresionante
historial de fragilidad e inestabilidad. ¿Qué es lo que está mal en el presidencialismo
latinoamericano?
Juan Linz ha llegado a la conclusión de que el remedio no es –en América Latina-
mejorar el presidencialismo sino eliminarlo del todo, y adoptar en su lugar una forma
parlamentaria de gobierno. El argumento de Linz se formuló en 1985 y su punto capital
es que el presidencialismo probablemente es menos capaz que el parlamentarismo de
sostener regímenes democráticos estables.