Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Symphonie Fantastique (1830) de Berliozrespuesta a uno de los impactos más contundentes que
marcaron al compositor una vez instalado en París, en este caso escuchar por primera vez la Sinfonía
Eroica de Beethovenconstituye un manifiesto, no sólo por la cantidad de novedades estructurales y
técnicas que presenta la partitura, las que hasta el día de hoy siguen sorprendiendo, sino también por
constituir la declaración estética personal, la carta de presentación en la sociedad de su tiempo de un
compositor que habría de convertirse en uno de los compositores más importantes del siglo XIX. No en
vano su estreno causó una profunda impresión en otro futuro gran artista de ese siglo, Franz Liszt. El
virtuosismo de la partitura no es casual. En París se encontraba la mejor orquesta de Europa, la de la
compañía de la Opéra; muchos de sus miembros eran docentes del Conservatoire y tocan en la orquesta
de la Société des Concerts du Conservatoire, la que desde 1828 comenzó la difusión de la obra
sinfónica de Beethoven; es esta orquesta la que también estrena la obra de Berlioz.
Las otras dos obras pertenecen al mundo del teatro musical, en formatos realmente grandiosos desde
el punto de vista visual y escenográfico. Sobre la base de la nueva concepción empresarial que entiende
que la ópera es, además de un gran espectáculo artístico, un negocio, la grand opéra lleva la multitud a
escena dentro de argumentos históricos basados en acontecimientos reales en los que los conflictos de
orden político y religioso arrastran y subsumen los individuales. Para ello se vale de un aparato musical
sorprendente en el plano de la composición, que incluye ‘novedades’ de orden histórico al traer del
pasado músicas e instrumentos, como también las nuevas conquistas en el orden vocal, tanto en registro
como en color vocal, ya que para su montaje cuenta con la mejor compañía de ópera de toda Europa, la
de la Opéra, una compañía estable y con permanente entrenamiento, que dispone de una buena cantidad
de ensayos para preparar cada obra.
Por su parte, La sylphide presenta por primera vez la formalización de nuevas técnicas en la danza (la
más importante de ellas, la punta) y el nuevo formato del vestuario femenino (el tutú) que hoy día han
devenido ‘clásicas’, junto con argumentos que, para una parte de su narración, reclaman una resolución
formal que también devendrá en retórica: los actos ‘blancos’ poblados de seres fantásticos y etéreos
que, mediante las tramoyas de la época, aparecen, desaparecen y vuelan. Los dos eventos suceden en el
nuevo edificio construido especialmente para la compañía de la Opéra (Salle Le Peletier), la que cuenta
con el nuevo sistema de iluminación a gas desde su inauguración en 1822. París es la capital de la ópera
y de la danza y de las nuevas tecnologías para el espectáculo.
Pero París también es la capital del nuevo pianismo y del virtuosismo: todos los virtuosos más
importantes de la época, empezando por Paganini y aquellos que lo emularon como Liszt, van o pasan
por París, ciudad cuya intensa actividad artística se desarrolla en sus teatros, salas de concierto y
salones aristocráticos o burgueses.
El piano es el vehículo preferido de la mayoría de los compositores nacidos c1810, muchos de los
cuales eran muy buenos o excepcionales pianistas. Mendelssohn, Chopin y Liszt ya componían en la
década de 1820 (las Primeras 13 Sinfonías para cuerdas de Mendelssohn son de 1821-23) mas, si bien
sus primeras obras se publicaron a mediados de esa década, las más significativas aparecieron c1830.
En la mayoría de esa copiosa producción ya se observan signos de una poética personal, las marcas de
un proceso de individuación sobre los géneros con tradición y la formulación de otros nuevos en los
que el mundo subjetivo del autor se siente cómodo involucrándose e incrustándose simbólicamente en
el discurso musical. Estas obras también ejemplifican los géneros en los que se despliega efusivamente
la música que circula y consume la sociedad burguesa desde 1830 en adelante, plenamente
representada por las obras para piano de Franz Liszt. Sus primeras obras señalan la tendencia del nuevo
pianismo, virtuoso y fantástico, parafraseando las melodías de moda de las óperas más recientes para el
placer del oído burgués: el Improntu brillante sobre temas de Rossini y Spontini, el Allegro y Rondo de
bravura son obras de 1824. Pero 1830 encuentra a Liszt en París recluido en la lectura de todo lo que le
permita paliar su defectuosa formación cultural; es el año en que comienza a relacionarse con los
círculos intelectuales, artísticos y musicales de París; es el año en que hace amistad con Berlioz. En
parte producto de esta recepción, unos pocos años después aparecen obras que ponen de manifiesto
parte esencial de la poética lisztiana: Harmonies poétiques et religieses (1834 y publ. en 1835, la pieza
que dará origen a la colección del mismo título compuesta entre 1845-52, con citas de las poesías de
Lamartine precediendo a las piezas) y las obras que permiten la difusión de obras orquestales de sus
colegas y amigos, sea a través de transcripciones (Episode de la vie d’un artiste. Grande symphonie
fantastique. Partition du piano, de la Sinfonía de Berlioz, 1833, la que emplearía Schumann para su
crítica a falta de la partitura), fantasías o géneros equivalentes, como es el caso de la Gran fantasía
sinfónica sobre temas de ‘Lelio’ de Berlioz (1834), piezas construidas sobre temas básicos de esas
obras que funcionan como ‘propaganda’ a las mismas (L´dée fixe. Andante amoroso, sobre la ‘idea fija’
de la Symphonie fantastique de Berlioz, c1833).
En 1830 se publica el primer volumen de los Lieder ohne Worte Op.19 (Melodies for the pianoforte es
el título de la edición londinense) y el Octeto para cuerdas en Mi Bemol Mayor Op. 20 de
Mendelssohn. También se publica el famoso Opus 2 de Chopin, las Variaciones en Si Bemol Mayor
sobre ‘Là ci darem’, para piano y orquesta (compuesto en 1827 y sobre la cual Schumann escribe su
famosa crítica) y es el año de la composición de su Concierto No.1 en mi menor Op. 11 que, al igual
que los doce Estudios Op.10 para piano (compuesto entre 1829 y 1832), se publicarán en 1833. Los dos
primeros opus de Schumann fueron publicadas en 1831: Théme sur le nom Abegg varié pour le
pianoforte op.1 y Papillon op.2 (compuesta en parte sobre material de obras de 1829-30). Papillon
representa de modo ejemplar la concepción romántica de basar la composición musical en una obra
literaria, la idea de la música programática, el formato del ciclo y con éste, la idea de ‘fragmento’ junto
al empleo de la técnica cíclica. Los primeros tres opus para piano de Valentin Alkan, el único pianista
de nivel internacional nacido en París, se publican entre 1828 y 1830; la primera serie de cantos
religiosos sansimonianos para coro masculino con acompañamiento de piano de Félicien David
aparecen en 1832-33, y las Piezas sobre temas árabes, para metales hoy perdidas (1833), señalan el
placer por lo exótico que se observa en la música y en las producciones en diferentes disciplinas
artísticas de esas décadas.
Una serie de acontecimientos relacionados al pasado histórico musical, como la recuperación de la
Pasión según San Mateo de J. S. Bach presentada en concierto según la recomposición de Mendelssohn
(1829); el empleo de material históricohimnos protestantes del siglo XVIe instrumentos antiguos,
la viola d’amore, que se emplean por primera vez en la composición en Les Huguenots de Meyerbeer
(1836), denotan la visión historicista que caracterizará el resto del siglo.
La acumulación de eventos significativos sobre c1830 es suficientemente elocuente como para validar
esta articulación en términos de la propia historia de la música.
12
Citado en Friedrich Lippmann, Vincenzo Bellini (1981), p. 457.
[Ejemplo musical]
Estos ornamentos se deben cantar lentamente y con una expresión sutilmente matizada: ellos
reemplazan la agilidad de la coloratura rossiniana con un estilo spianato [‘nivelado, llano, liso’], el
libre, uniformemente sostenido, suave fluctuar de la línea vocal. Esta técnica spianato es el vehículo
básico del lirismo italiano. Para Mozart, el spianato era el estilo opuesto al parlando, este último sería
un estilo de canto que sugiere el habla, y que, como Mozart lo señaló, es básico para los números de
conjuntos. La naturaleza radical de la aproximación de Bellini fue aplicar el estilo lírico incluso al
conjunto y al recitativo. La aproximación fue reconocida a la vez por Rossini, quien admiraba Il Pirata,
pero agregó que esta era “muy filosófica como, a veces, carente de brillantez”. La apreciación más
destacada de Bellini de la obra de Rossini, fue reservada básicamente para Guillaime Tell, en la cual el
viejo maestro, en deferencia al estilo francés, había renunciado a la mayoría de su brillante coloratura
italiana.
La Straniera, la próxima ópera de Bellini después de Il Pirata, iba a ser aún más “filosófica”, más
dogmática en su búsqueda por “hacer un nuevo tipo de música que estrictamente exprese las palabras,
para formar un único objeto de canto y drama”. 13 Estos son los ideales explícitos de casi cada
compositor original de ópera, pero ahora Bellini trataba de introducir un estilo puramente declamatorio
en el aria y en el conjunto. ¿Qué sería del cantábile del cuarteto “Che far vuoi tu”? (“¿Qué quieres
hacer?”), en el último acto, no tiene melodía en el sentido estricto, pero opera sólo si no se canta
parlando pero como si fuera una melodía.
[Ejemplo musical: 13 c.]
Incluso esto no es un arioso, sino un recitativo intensamente lírico, y permite a Bellini una nueva
libertad armónica cuando la música parece dirigirse hacia si bemol menor y súbitamente se desplaza en
el último minuto a sol menor. Estructuralmente el cuarteto es muy experimental. La extensa sección
declamatoria es seguida por un genuino cantábile (Larghetto) pero luego, después de un breve y nuevo
tempo más rápido, la declamación lírica retorna para concluir antes de un Presto puramente
instrumental.
Más sorprendente todavía es el terzettino en el finale del Primer Acto:
[Ejemplo musical: 50 compases]
Las partes vocales son un recitativo lírico, medido. Lo que no tiene precedente es la urgencia expresiva
concentrada en el acompañamiento monofónico orquestal. El impacto del desplazamiento armónico
descendiendo a Mi Bemol Mayor introduce una simple frase arioso como un bello efecto, pero la
intensidad elegíaca depende del motivo de la orquesta del comienzo, tan sorprendente es que Bellini lo
trae de vuelta como un motto al comienzo del dúo del Segundo Acto (en esa época, un efecto más
característico de la ópera francesa que de la italiana).
El aria-finale de La Straniera demuestra cómo la preferencia de Bellini por la decoración expresiva
por encima de lo brillante lo capacitó para entender sus líneas melódicas:
[Ejemplo musical]
La cadenza debe ser lenta y expresiva, y para ser efectiva requiere que las frases previas sean
ejecutadas casi completamente sin orgamentos agregados, Los significados por los cuales la cadenza
demora la resolución final, escencilamente, no es diferente del modo en el que Bellini retardará la
resolución en las melodías más famosas de Norma e I Puritani.
El experimento con la declamación lírica pura u líneas monódicas desnudas de La Straniera nunca fue
repetido tan dogmáticamente por Bellini, pero le dieron la técnica que produjo la simple intensidad
13
Afirmaciones atribuida a Bellini en Francesco Florimo, Bellini: memorie e lettere (1882), pp- 16-17.
lírica de las óperas que siguieron, sobre todo la escena final de I Capuletti ed i Montecchi. El recitativo
que abre el dúo final de Romeo y Julieta, ambos heridos, al principio está desprovisto de prácticamente
todo acompañamiento.
[Ejemplo musical; ]
Sería un error pensar que aquí todo ha sido dejado a los cantantes. Bellini ha realizado la mayor parte
de su obra para ellos. La expresión es intrínseco a las líneas desnudas, y los cantantes sólo deben
recurrir a la producción de un bello sonido y a las convenciones de fraseo más simples, más
tradicionales.
El estilo declamatorio es introducido incluso en la última sección concertada. Romeo comienza un
tema tipo-cabaletta, pero las intervenciones de Giuletta (‘ciel crudel’) son sorprendentemente simples.
El peso expresivo dado aquí a una frase de este tipo no se había escuchado en la escena operística
desde las obras de Mozart, e incluso era rara ahí.
[Ejemplo musical; 9 compases]
Gradualmente la forma concertada da lugar otra vez a una declamación y luego a una secuencia
ascendente que alcanza un clímax.
[Ejemplo musical; 17 compases]
El clímax está marcada con abbandono, típicamente belliniano: en efecto, el poder de este momento
extraordinario depende de los cantantes. La muerte real de Romeo, una vez más, es declamación
interrumpida en el medio del canto [en el momento de] la pronunciación del nombre de Julieta
[‘Gulie…’]. El pasaje despliega un patrón, probablemente derivado del stretto rossiniano, que Bellini lo
volvió personal en la segunda mitad de una melodía: una secuencia ascendente con un agitado
accelerando y un ritenuto en el clímax. El empleo más grande de esta forma, ciertamente son las
páginas finales de Norma.
Podemos resumir las maneras con las cuales Bellini impone una intensidad lírica sobre cada tipo de
textura y transforma las estructuras del aria y el conjunto tradicional rossiniano en una forma más
personal. Introduce cantábiles puramente instrumentales en la scena inicial de un aria o un conjunto
siguiendo algún procedimiento notable de Rossini, pero las de Bellini tienen una densidad ausente en
las obras de los maestros más antiguos. La scena antes del dúo del Primer Acto de Il Pirata (‘Tu
sciagurato’) tiene un extraordinario movimiento fluyente.
[Ejemplo musical; 24 compases]
Y también hay arias formales completas para instrumentos solistas, como en la scena del comienzo del
finale de Il Pirata, una melodía que preanuncia “Una furtiva lagrima” de Donizetti. Aquí el lirismo
sobrepasa los ejemplos que Bellini había aprendido de las ‘arias’ instrumentales de Rossini, incluso el
impresionante solo de corno en Otello antes del dúo de Desdémona y Emilia. Sobre todo, el solo
instrumental de Bellini tiene una función dramática sorprendente.
[Ejemplo musical; 18 compases]
Aquí, esta aria sin palabras acompaña los signos de la locura de la heroína; es menos una ilustración
de su delirio que un triste comentario sobre éste. A la estrategia de otorgar intensidad a las secciones de
acción y recitativo se debieron agregar muchos ariosi – fragmentos de melodía vocal que
informalmente rompen los pasajes de diálogo, las interrupciones líricas del drama.
En otra dirección, Bellini introduce pasajes tipo-recitativo en las formas cerradas del aria y el
conjunto. Hemos visto esto muy radicalmente planteado en La Straniera y, anteriormente, la cavatina
de Imoge (aria de entrada) en Il Pirata ya tenía un semi-recitativo o una textura declamatoria para su
sección lenta principal (Andante assai mosso). Esta innovación aquí tiene su lugar en la estructura
formal, la cual demanda que esta línea declamatoria se cante cantábile.
[Ejemplo musical; 12 compases]
La penúltima ópera de Bellini, Beatrice di Tenda, es una obra maestra insatisfactoria que fue un
desastre en su estreno y raramente es producida. Tanto la heroína como el héroe son poco atractivos,
pero la obra contiene alguno de los momentos musicales más sorprendente del compositor. Tenemos
aquí dos de los ejemplos más finos del ideal de integración de lo lírico y lo dramático de Bellini. El dúo
que abre el final del Primer Acto presenta una única melodía maravillosamente balanceada como
diálogo entre la Duquesa, Beatrice, y Orombello, el cortesano que ella ama.
[Ejemplo musical; 18 (19) compases]
La técnica no es original de Bellini, pero la dulzura lírica de la melodía gana tensión extraordinaria
cuando se separa en este diálogo antifonal.
Más impresionante, y más innovador, es el empleo en el medio de la scena, de un arioso instrumental
que es interrumpido y finalizado por el cantante. El aria del Duque de Milán, Filippo, en el segundo
acto, comienza con una scena de gran riqueza y variedad. Filippo medita sobre la sentencia de muerte
acerca de pasarla a su esposa. Su recitativo se convierte en una arioso lírico y, luego, se dirige a un solo
puramente instrumental, sobre el cual el Duque primero comenta y luego lo toma y finaliza,
volviéndose una sola la línea vocal e instrumental.
Mucho del poder emocional de la música de Bellini deriva de la tensión generada por los extensos y
sostenidos arabescos trazados por sus melodías y la manera en que las disonancias expresivas están
puestas en relieve con la máxima simplicidad. En la famosa escena de locura de I Puritani, primero
escuchamos la voz de Elvira detrás de escena en una frase que fue la invención más poderosa del
compositor.
[Ejemplo musical; 8 (9) compases]
El do bemol [4] del compás 3 es resuelto en el si bemol [4] sólo después de un salto ascendente al fa
[5], y su fuerza expresiva es magnificada por la postergación. A su vez, el fa nunca resuelve del todo, y
este rechazo coloca a Bellini lejos de sus predecesoresla disonancia (una appoggiatura a un mi bemol
que nunca aparece) pertenece al acorde junto con el do bemol y le permite a esta resonancia detenerse
cuando la frase se dirige hacia nuevas armonías.
La principal melodía de la escena de locura revela el arte de posponer la inevitable resolución y
cadencia de Bellini:
[Ejemplo musical; 11 (12) compases]
La melodía es atípica ya que algunas de las notas (como en el compás 3) están presente sólo en la
orquesta, pero la aparente incapacidad del cantante para realizar la línea melódica completa es símbolo
de la aflicción y angustia de la heroína ahora trastornada. La manera en la que Bellini impide a la
melodía la pausa incluso en la semicadencia es bellamente evidente en el compás 5. La breve pausa
vocal dos compases después es un momento de disonancia cromática sobre un acorde de séptima
disminuida que conduce a la cadencia, y esto es realizado como un descenso lento y prolongado que
súbitamente se elevad expresivamente una vez más justo antes del final. Hoy día podemos alegrarnos
de la cualidad simple, casi primitiva del acompañamiento de Bellini, la cual a menudo fue deplorado:
como él lo proclamó, cualquier cosa desviaría la intensidad dela escucha demandada por sus melodías.
Parte de esta intensidad es creada no solo por la extensión sino por el modo en el que la melodía es
conducida más allá de su rango esperado. En la más celebrada de las arias de Bellini, “Casta Diva”
(‘Casta deidad’), de Norma, la segunda parte del período de apertura se eleva con efecto extraordinario
desde el rango limitado del comienzo, y también opone la ornamentación convencional de los primeros
compases con un movimiento más lento, más extenso y un contorno más urgente:
[Ejemplo musical; 16 compases]
El incremento de tensión es sutil y depende de los detalles más simples, sobre todo el modo en que los
compases 5 a 8 casi repiten los compases 1 a cuatro, pero con la altura y la armonía ascendida de la
tónica mayor a la súper-tónica menor [Fa Mayor sol menor]. Típico de la economía de Bellini es el
modo por el cual el giro cadencial del compás dos es alterado bellamente en el compás 6:
[Dos ejemplos musicales]
Esto puede ser mínimo, pero es exactamente suficiente para incrementar el pathos. En contraste entre la
primera mitad estática de la melodía y la segunda mitad más dinámica ya se encuentra, a una escala
más pequeña, entre los dos primeros compases y los dos siguientes. El arte de Bellini yace, en el modo
de proceder desde el compás 9 en adelante, en que el incremento de rango y pasión no es súbito y sin
preparación sino gradual y, sobre todo, incesante. No hay un salto a un sonido agudo sino un
movimiento firme impulsado por la armonía hacia el si bemol [5] agudo con una súbita aceleración
hacia el final del compás 11 que es impresionante. Ninguna pérdida de intensidad aparece después del
clímax; más bien, hay un lento descenso controlado. Cada pulso en los compases finales comienza con
una disonancia melódica, por el poder expresivo es sostenido hasta el sonido de la tónica final.
El logro supremo de Bellini es la escena final de Norma, donde su habilidad por sostener una
extendida línea ahora está aplicada al stretto completo:
[Ejemplo musical; 16 (17) compases]
Se dice que Wagner, escuchando estas páginas admirativamente proclamó: “¡Esto, Richard Wagner,
no podrías haberlo hecho!”. En efecto, fue el único aspecto del arte de Bellini que Wagner jamás
aprendió a dominar, y la escena final de Norma permaneció como el modelo para mucha de su música,
hasta alcanzar Tristan und Isolde.
Uno de los mayores problemas en la ópera desde su comienzo se suspende en las obras más logradas
de Bellini: el problema de la acción en música. No salva el problema; lo ignora o lo evade. La música
en Norma, por ejemplo, incluso en coros como el de la procesión de los Druidas y el llamado a la
guerra (‘Guerra, guerra’) son una sucesión de estados de sentimientos, líricos y de intensidad
suspendidos. Existen en el tiempo musical, pero parecen tener poco que ver con el tiempo dramático, o
el tiempo de acción. En un cierto sentido, esto es necesariamente una verdad de toda ópera, donde la
acción momentáneamente se suspende para existir como forma musical consumada en sí misma, pero
raramente la realización del incidente dramático en música desciende tan cerca del nivel cero como lo
hace en Bellini. No es porque su prosa es incompetente, sino porque los momentos poéticos están
vertidos con tal pasión que quita importancia al marco dramático que lo rodea. Incluso en un pasaje de
una ferocidad tal como el anuncio de la venganza de Norma, “In mia man al fin tu sei” (‘¿Al fin, tú
estás e más manos!’), el lirismo sobrepasa cualquier sentido de desarrollo dramático.
[Ejemplo musical; 16 (17) compases]
Es por esto que parece que sucede tan poco en Norma, y casi todo lo que acontece en el acto final. Es
como una obra de Racine, Bérénice sobre todo, en la cual la acción está implícita en la expresión de la
pasión y el sentimiento. En un sentido, este es el estilo operístico ideal de comienzos del siglo XIX,
pero no es uno que el resto del siglo buscó, y la melodía elegíaca de Bellini no será
reproducidaexcepto, por supuesto, por Chopin. Tanto Wagner como Verdi fueron profundamente
influidos por él, pero lograron una fusión de expresión lírica y drama en términos muy diferentes de los
que estableció Bellini. Su obra no fue un fin muerto, sino un monumento aislado.
Meyerbeer
Meyerbeer no tiene nada de la exquisita sensibilidad de Bellini o su arte de crear un sentido de pasión
sólo a través de la melodía, y tenía poco de la pasión de Donizetti por inventar melodías que parecían
una expresión natural o directa del texto: pero tenía un sentido para el ritmo operístico a gran escala
que no fue superado en su época hasta las obras de Wagner y Verdi de fines de 1840, y una
comprensión de la construcción musical de grandes unidadesescenas, actos y óperas completasque
establecieron el modelo para las obras tempranas y tardías de Wagner y para las óperas que Verdi
escribió para la escena francesa. No era simplemente que Meyerbeer conocía cómo sacar provecho de
la obra, sino que tenía un instinto maravilloso para sostener el poder dramático. Su dominio de la
relación de la música a la acción escénica nunca titubeó: siempre pareció darse cuenta que la
efectividad de un número musical depende tanto del modo en que éste está ubicado como de su
contenido.
A pesar de ser el compositor más famoso de su tiempo, Meyerbeer nunca recuperará algo más que una
insignificante fracción de su gloria anterior. No es tanto que él ha caído tan bajo que alguna vez sea
capaz de recuperarse como que cualquier reevaluación es muy costosa. Les Huguenots, por ejemplo,
requiere al menos seis cantantes con el tipo de autoridad que otorga la experiencia internacional,
incluyendo tres sopranos capaces de ejecutar los pasajes más brillantes y sofisticados: frecuentes
cambios de escenas, decorados elaborados, una gran orquesta, y la necesidad de numerosos ensayos
para las escenas multitudinarias completan los requerimientos. Una ópera como La mujer sin sombra
de Richard Strauss requiere menor presupuesto. Además, Meyerbeer ya no es tomado seriamente. A mi
entender, las escasas y recientes representaciones han sido una oportunidad para que los directores de
escena se pierdan en los efectos más absurdos que ellos, por lejos, deberían evitar realizarlos, o una
superficial representación para que una cantante-estrella exhiba sus talentos, acompañada por un elenco
mediocre y una orquesta indiferentemente preparada.
Los cargos contra Meyerbeer son duros: sus melodías son indistinguibles, su armonía común, su ritmo
repetitivo. Ninguna de estas aseveraciones es falsa, y aunque para cada caso se pueden encontrar
muchas excepciones honorables, maravilla cómo esos medios despreciables lo capacitaron para
construir extensas secuencias de extraordinaria efectividad en las óperas de 1830 en adelante. Se deja
aparte la orquestación, a menudo muy admirada, y con justicia, ya que Meyerbeer a veces era capaz de
alcanzar el nivel de maestría e invención de Berlioz. En sus obras más importantes estuvo en una
situación ventajosa respecto de los logros anteriores de Berliozy Berlioz también venía de la vital
tradición francesa, subestimada en su conjunto, la cual experimentaba con las nuevas sonoridades, una
tradición que incluía a Le Sueur y Méhul, y que Rossini explotó en sus obras escénicas francesas. Sin
embargo, hay momentos en Meyerbeer que combina una sensibilidad por el sonido instrumental con
maravillosa originalidad. El aria de Raoul del Acto Primero de Les Huguenots un acompañamiento
realizado al comienzo por una viola solista que dibuja líneas arriba y debajo de la voz:
[Ejemplo musical; 11 (12) compases]
Aquí no se puede distinguir entre orquestación y concepción musical. Es notable que este obbligato,
nuevo en la sonoridad y en la invención contrapuntística, pone en relieve una de las más bellas
melodías de Meyerbeer.
Lo que otorgó a Meyerbeer su supremacía, no fue la orquestación sino el impacto dramático: sabía
cómo adaptar la música a la acciónsobre todo, como ajustarla a las complicadas peripecias del
argumento del melodrama histórico francés. Las melodías de sus arias, a menudo no son más que
útiles: la armonía, relativamente, carece de inventiva sino hasta su última obra, L’Africaine, donde él
fue capaz de asimilar algunas de las lecciones de Wagner. Pero la adecuación de la música a la acción
dramática es impecablelúcida, económica, efectiva, y profundamente original. Siguiendo a Auber,
pero con una lógica mucho más grande, adaptó el movimiento rápido de la ópera cómica a la escena
trágica. En un sentido, degradó y vulgarizó la ópera seria francesa, la cual se había vuelto con
Cherubini y Spontini, intolerantemente noble y de accionar lento. Meyerbeer destruyó la dignidad y
retuvo la grandeza y las pretensiones hacia lo sublime. Los incidentes se producen rápidamente en su
música, exactamente tal como se necesita para la comprensión sin debilidad, incoherencia o
ambigüedad.
El Cuarto Acto de Les Huguenots no fue superado, incluso igualado, en la grand opéra francesa hasta
antes del Cuarto Acto de Don Carlos de Verdi, también escrita para París. En este acto, los nobles
católicos y conspiradores se reúnen para recibir las dagas bendecidas por dos monjes con las que
matarán a los protestantes es noche. El héroe protestante, Raoul, escondido por la heroína católica,
Valentine, Condesa de Nevers, escucha el plan y, a punto de irse para prevenir y unirse a las víctimas,
es demorado por la declaración de amor de Valentine hacia él. La demora será fatal.
Aún los detractores más implacables de Meyerbeer, incluido Schumann, admiraban este acto, uno de
los más espléndidamente construidos y uno de las creaciones más dinámicas de la escena romántica. El
coro de los conspiradores, modelados sobre la “Marsellesa” (como observó Schumann), es
maravillosamente vigorozo, sin embargo, sin mucha calidad o refinamiento. Cualquier refinamiento
belliniano estaría fuera de lugar: Meyerbeer describe a los aristócratas como una vulgar pandilla. Con
el próximo número, la bendición de las dagas, el refinamiento sería igualmente absurdo. Es un coral,
con el acompañamiento puntillado del estilo barroco, entonces considerado apropiado para la música
religiosa, con un efecto sin precedentes en su salvajismo:
[Ejemplo musical: Poco andante; 10 (11) compases]
Después de la conspiración, el dúo de amor expone un simple motivo que se volvería, unos años más
tarde, en expresión verdiana.
[Ejemplo musical; sección en fa menor Le danger presse…; 16 (17) compases]
El clímax del dúo, la comprensión de Raoul del significado de la confesión involuntaria de amor de
Valentine, es una invención de Meyerbeer que se volvió una de las concepciones más importantes para
los compositores de ópera, el modelo para la mayoría de los gritos conmovedores del corazón con los
que Verdi, Puccini y otros cerrarás sus escenas apasionadas.
[Ejemplo musical; sección en Sol Bemol Mayor]
Este pasaje fue recordado por décadas: el trémolo de las cuerdas, la melodía del cello, la conducción
hacia el registro agudo y, sobre todo, la curva expresiva de la melodía que combina una maravillosa
suavidad con un perfil disonante de una novena y un tritono enfatizandouna de las cinco
inspiraciones más bellas de Meyerbeer. *** Este pasaje pone una inolvidable forma lírica a un
momento de acción que, de otra manera, habría sido destinado a un recitativo acompañado. Este
momento es el antecedente del maravilloso llanto de Violeta “Amami, Alfredo” de La Traviata, y
también el modelo para la escena para Il Ballo in Maschera, donde la situación de Les Huguenots es
casi literalmente repetido.
Meyerbeer conocía cómo componer la mayoría de esos coup de théâtre [‘teatrazo’], y cómo hacerlo
en el centro de una elaborada forma musical. Le dio al melodrama histórico una extraordinaria vitalidad
musical. Con mayor claridad que Rossini y Auber, produjo un modelo para la grand opéra romántica de
la que los demás compositores aprenderían. No ennobleció la forma como Bellini lo había hecho con el
modelo italiano. En sus manos, permaneció como una forma degradada pero efectiva con momentos de
gran poder.
Charles Rosen: “Romantic Opera: Politics, Trash, and High Art”,
en The Generation Romantic, Chapter Eleven, pp. 549-645.
Traducción de cátedra.
Revisado y (casi) completado en junio de 2015.