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España y México
en el siglo X I X
Ensayos de historia comparada
Manuel Suárcz Cortina
Col-leccio América, 25
EL ÁGUILA Y EL TORO.
ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX.
ENSAYOS DE HISTORIA
COMPARADA
U niversität
j a u m e 'I
2010
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITÄT JAUMEI. Dades catalogràfiques
El Águila y el toro : España y México en el siglo XIX : ensayos de historia comparada / Manuel
Suárez Cortina. — Castelló de la Plana : Pubiicacions de la Universität Jaume I, D.L. 2010
p.; cm. — (América; 25)
Bibliografía.
ISBN 978-84-8021-782-8
1. Espanya - Política i govern - S. XIX. 2. Méxic - Política i govem - S. XEX. I. Universität Jaume I.
Pubiicacions. II.Títol. III. Serie.América (Universität Jaume I) ; 25
32(460)”18”
32(72)”18”
© Ilustración de la cubierta: Fragmento de Alegoría de las artes, F. Corral (águila) y detalle de pintura
mural del Antiguo Palacio Matutano-Daudén de la Iglesuela del Cid (toro).
ISBN: 978-84-8021-782-8
Bibliografía................... .................................................................................................199
índice onomástico........................................................................................................225
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INTRODUCCIÓN: ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
I. DE CENTENARIOS Y COMPARACIONES
A la altura del año 2010 los historiadores estamos ante el desafío de dar satis
facción a la demanda de publicaciones que la sociedad «reclama» cada vez que
en nuestro horizonte aparece un centenario, ya lo sea éste de derrota o, de forma
significativa, de una victoria que, no pocas veces, con el tiempo se torna en logro
efímero e, incluso, en fracaso particular o colectivo. El año 2010 se presenta así
lleno de efemérides nacionales, sobre todo para España y México, una vez que
1810 es el bicentenario de las Cortes de Cádiz y, a su vez, se convierte en doble
fecha de celebración para recordar/rememorar aquel 1 8 1 0 y l9 1 0 que permane
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
1. Una síntesis de ese proceso la ofrece Jaime E. Rodríguez O. La in depen den cia d e la
A m érica esp añ ola, México, cm /fce, 2005; para un balance historiográñco de ese proceso Ma
nuel Chust y José Antonio Serrano (eds.), D ebates sobre las in depen den cias iberoam ericanas,
Madrid-Franfurt, Iberoamericana-AHILA, 2005; A. Avila y V. Guedea (eds.), La in depen den cia
en México: tem as e interpretaciones recientes, México df, unam, 2007; T. Pérez Vejo, Elegía
criolla. Una reinterpretación d e la guerra d e la independencia hispan oam erican a, México
D.F. Tusquets, 2010.
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IN T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA CO MPARADA
servimos para algo. Pero, al mismo tiempo de lamento, porque el centenario, con
su capacidad de distraer de otros problemas, desvía la atención del historiador de
su programa de trabajo, de aquella trayectoria que se había marcado para conocer
y explicar este o aquel fenómeno que demanda estudio para nuestro tiempo. Es
como si de pronto dejáramos una tarea en curso para satisfacer una exigencia que
reclama nuestra atención inmediata. En este sentido los centenarios se presentan
como un elemento de disturbio, como una «agradable» distracción que el orden
político presenta como exigencia en fecha y hora. Porque de eso se trata, de una
exigencia política, de un calendario que las instituciones -Gobierno, Parlamento,
Corporaciones.. establecen como parte de su propio proyecto político. El his
toriador, al fin y al cabo, está para atender esas demandas, ya sociales ya institucio
nales que dan sentido a su actividad, o al menos en el caso español, a la naturaleza
de funcionario público en la que está inserta su tarea. No tiene, pues, el águila y
el toro, la pretensión de sumarse a ese triple elemento conmemorativo que son
las Cortes de Cádiz, la «emancipación» de Nueva España bajo la forma del Estado
nación mexicano, ni tampoco el centenario de la revolución. Mantengo, frente a
estos acontecimientos el escepticismo, la duda y el desamparo que expresaba U1-
rich, el personaje de El hombre sin atributos, que hace poco recordaba Mauricio
Tenorio ante el fenómeno del bicentenario y su celebración.2
Este libro responde, en todo caso, mucho más a las preguntas e inquietudes
que han movido a la historiografía española y mexicana en torno a los elementos
explicativos de la quiebra de la Monarquía Católica, el nacimiento de los Estados
modernos y las estrategias/intereses que llevaron a España a convertirse en una
Monarquía constitucional, en tanto que en la América latina, a excepción de Méxi
co y Brasil en dos momentos dados, se establecieron regímenes nacionales de
carácter republicano. También en cómo repúblicas, de un lado y monarquías,
de otro, más allá de sus tradiciones particulares, tuvieron que hacer frente a pro
blemas semejantes: intervención extranjera, atraso económico, desarticulación
social y territorial, exigencias de representación de nuevos sujetos sociales, etc. y
en definitiva insertarse en un marco internacional geopolítico y socioeconómico,
pero no menos cultural, que los llevó a dar respuesta a múltiples exigencias en
condiciones determinadas por su propia realidad histórica.
No es éste el trabajo de un especialista en historia de México, ni en la transi
ción de la Monarquía Católica al nuevo orden de los Estados nación. Mi campo de
investigación se ha centrado en el estudio de los proyectos políticos democráti
cos en la España liberal, en la cultura republicana y reformista que durante más de
2. Véase Mauricio Tenorio Trillo, Historia y celebración. México y sus Centenarios, México,
Tusquets, 2009, pp. 47-48; sobre el alcance del bicentenario, la historia de México y el peso
del liberalismo véase Manuel Chust y José Antonio Serrano, «Nueva España versus México:
historiografía y propuestas de discusión sobre la Guerra de Independencia y el Liberalismo
doceañista», en Revista Complutense d e Historia d e A m érica (2007), vol. 33, pp. 15-33.
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
3. Marc Bloch defendió la historia comparada en su intervención en Oslo (1928). Véase «Por
une histoire comparée des societés européennes», Revue d e Synthése Historique, diciembre de
1928. Recogido también en Mélanges Historiques, I, París, ehess (1963), pp. 16-40; una valoración
de su propuesta en William H, Sewell Jr, «Marc Bloch and the Logic of Comparative History«,
History a n d Theory■ (1963) vol. 6, n° 2, 208-218; también André Burguiére y Hartmut Atsma
(eds.), Marc Bloch a u jo u d ’h u i: histoire com parée & sciences sociales, Paris, ehes, 1990; tomando
también como punto de partida la obra de Marc Bloch véase la reflexión reciente de Maurice
Aymard, «¿Qué historia comparada hoy?», en Marta Bonaudo, Andrea Reguera y Blanca Ceberio
(coords.), Las escalas d e la historia com parada. Tomo I. D inám icas sociales, p oderes políticos y
sistemas jurídicos, Madrid/Buenos Aires, Miño y Dávila, 2008, pp. 11-25; J. Scriewer y H. Kaeble
(comps.), La com paración en ciencias sociales e históricas, Barcelona, Octaedro, 2010.
4. De especial relieve es la posición de John H. Elliot, N ational a n d Comparative History.
An Inaugural Lecture Delivered before the University o f Oxford on 1 0 h May 1991, Oxford,
Clarendon Press, 1991.
5. La comparación en ciencias sociales tiene también un largo recorrido. Para un análisis
de las propuestas y debates véanse Giovanni Sartori y Leonardo Morlino (comps.), La com
p ara ció n en cien cias sociales, Madrid, Alianza, 1994. Igualmente, Theda Skocpol y Margaret
Somers, «The Uses of Comparative History», en Comparative Studies in Society a n d History, 22
(1978), pp. 174-197; Charles C. Ragin, The Comparative M ethod. Moving B eyond Qualitative
a n d Quantitave Strategies, Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 1989.
6. No se trata aquí de hacer una reflexión sobre las posibilidades y límites epistemoló
gicos y metodológicos de la historia comparada. Varios autores se han ocupado de ello con
aportaciones significativas. Véanse, entre otros, los trabajos recogidos en History a n d Theory;
A. A. Van der Braembussche, «Historical Expanation and Comparative Method: Towards a
Theory of the History of Society», (1989) vol. 28, n° 1, pp. 1-24; Jorn Rüsen, «Some Theoreti
cal Approaches to Intercultural Comparatative Historiography», (1996) vol. 35, n° 3, pp. 5-22;
Chris Lorenz, «Comparative Historiography: Problems and Perspectives», vol. 38, n° 1, (1999),
pp. 25-39Jürgen Kocka, «Comparison and Beyond», (2003) vol. 42, pp. 39-44; Michael Werner
and Bénédicte Zimmermann, «Beyond Comparison: Historie croisée and the Challenge of
Reflexivity», (feb. 2006) vol. 45, pp. 30-50.
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IN T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA CO MPARADA
7. En España las reflexiones sobre la comparación en historia no han sido muy frecuen
tes. Véase, en todo caso, el monográfico de Studia Histórica. Historia C ontem poránea, 10-11
(1992-1993), con trabajos, entre otros, de Ignacio Olavarri, Demetrio Castro y Julián Casanova;
también Bartolomé Yun Casalilla, «Estado, naciones y regiones. Propuesta para una historia
comparada y trasnacional», en A lcores, 2 (2006), pp. 13-35.
8. De esa línea de trabajo en colaboración con historiadores portugueses e italianos se han
publicado tres libros: Silvana Casmirri y Manuel Suárez Cortina (eds.), La Europa d el Sur en la
época liberal. E spaña, Italia y Portugal. Una perspectiva com p arad a, Santander, Universidad
de Cantabria, Universidad de Cassino, 1998; Manuel Suárez Cortina (ed.), La crisis del Estado
liberal en la Europa del Sur, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, y Silvana Casmirri
(a cura di), Intorno a l 1898. Italia e Spagna nella crisi di fin e secolo, Milano, Franco Angelí,
2001; también el monográfico, Estado y nación en la Europa del sur, Alcores 8, (2009).
9. En esa misma dirección se sitúan las reflexiones de Bartolomé Yun Casalilla en «Estado,
naciones y regiones», citado, donde propone la denominación de histoire croisée como his
toria en trelazada. Sobre la historia cruisée véase Michael Werner y Bénédicte Zimmermann
(dirs.) De la com paraison á Vhistoire cruisée, París, Seuil, 2004.
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
10. Jörn Rüsen, «The horror of Ethnocentrism: Westernization Cultural Difference and
Stripe in Understanding Non-Western Pasts in Historical Studies», en History a n d Theory,
(mayo 2008) vol. 47, 261-269.
11. Marcel Detienne, C om p ararlo incom parable. Alegato a fa v o r d e u n a cien cia histórica
com parada, Barcelona, Península, 2001, p. 43.
12. Esa cultura «compartida» entre España y México constituye un buen ingrediente para
establecer campos de comparación, en la línea de lo planteado por Jörn Rüsen, «Some Theo
retical Approaches to Intercultural Comparative Historiography, op. cit., pp. 46 y ss.
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I N T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA CO MPARADA
13. David. A. Brading, La virgen d e G uadalupe. Im agen y tradición, México, Taurus, 2002;
Jacques Lafaye, Q uetzalcóatl y G uadalupe: la fo rm a c ió n d e la con cien cia n acio n a l en Méxi
co . Abismo d e conceptos: iden tidad, nación, m exicano, México, fce, 2002.
14. Jorge Adame, El pen sam ien to político y social d e los católicos m exicanos, 1867-1914,
México, unam, 1981.
15. Manuel Ceballos, El catolicism o social: un tercero en discordia. Rerum Novarum, la
*cuestión so c ia l’y la m ovilización d e los católicos m exicanos (1898-1911), México, df. colmex,
1991.
ló. Brian Connaughton, D im ensiones d e la iden tidad patriótica: religión, p olítica y re
giones en México: siglo xix, México, uam / Miguel Ángel Porrúa, 2001; Alvaro Matute, Evelia
Trejo y Brian Connaughton (coords.), Estado, Iglesia y so cied a d en México. Siglo xix, México,
unam/M. A. Porrúa, 1995. Para un balance de la historiografía reciente, B. Connaughton, «La
nueva historia política y la religiosidad ¿un anacronismo en la transición?», en G. Palacios
(coord.), México, colm ex/ceh, 2007, pp. 171-195.
17. Jean Meyer, Historia d e los cristianos en A m érica Latina. Siglos xixyxx, México, Vuelta,
1989.
18. José Luís Lamadrid Sauza, La larga m arch a a la m od ern id ad religiosa. Una visión de
la m odernización d e México, México df fce, 1994.
19. Para su alcance desde la guerra de los cristeros véase Roberto Blancarte, Historia de
la Iglesia en M éxico, México, fce/E1 Colegio Mexiquense, 1992.
20. La historia de la Iglesia española puede verse a través de W. Callahan, Iglesia, p o d er y
sociedad en España, 1750-1874, Madrid, Nerea, 1989; del mismo autor, La Iglesia católica en
España, 1875-1975, Madrid, Crítica, 2003; P Aubert (ed.), Religión y socied ad en España. Si
glos xix-xx, Madrid, Casa de Velázquez, 2002; los límites a la secularización pueden observarse
en Julio de la Cueva y Feliciano Montero, (eds.), La secu larización conflictiva. España, 1898-
1931, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007; M. Suárez Cortina (ed.), Secularización y laicism o en
la España contem poránea, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 2001.
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
21. Los tipos de modernidad religiosa en Europa y América latina en Jean-Pierre Bastian
(coord.), La m od ern id ad religiosa. Europa latina y A m érica latina en perspectiva com p arad a.
México, fce, 2001; para México véase José Luís Lamadrid Sauza, La larga m arch a a la m oder
n id ad en m ateria religiosa, op. cit.
22. Véase Manuel Ferrer Muñoz, La constitución d e C ádiz y su aplicación en la Nueva
E spaña, México, unam, 1993; Roberto Breña, El p rim er liberalism o español y los procesos de
em an cip ación d e América, 1808-1824. Una revisión historiográfica del liberalism o hispánico,
México, colmex, 2006.
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IN T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
23. Francisco Colom González, «La tutela del ‘bien común’. La cultura política de los li
beralismos hispánicos», en F. Colom González (ed.), M odern idad ib eroam erican a. Cultura,
política y cam bio social, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2009, pp. 290-292.
24. Véase José María Portillo Valdés, Revolución d e nación. Orígenes d e la cultura consti
tucional en E spaña, 1780-1812, Madrid, boe, 2000; del mismo autor «De la Monarquía católica
a la Nación de los católicos», en Historia y Política, 17 (2007), pp. 17-35; José Luis Villacañas,
«La nación católica. El problema del poder constituyente en las Cortes de Cádiz», en F. Colom
González (e d j, Relatos d e n ación. La construcción d e las identidades n acion ales en el m undo
hispánico, Madrid, csic/o e i/ Iberoamericana-Vervuert, 2005, vol. I, pp. 159-178.
25. Para la relación entre nación / monarquía y república en el imaginario mexicano de la
insurgencia y los primeros federales véase Alicia Hernández Chávez, M onarquía-república-
nación-pueblo, México, coNAcrr/Universidad Autónoma de Zacatecas, 2005.
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
26. Véase, en este sentido, los trabajos recogidos en w .a a ./a a .w . La Constitución d e 1824.
La consolidación d e un p a cto mínimo, México, colmex, 2008.
27. Véase el conjunto de textos recogidos en Política y constitución en España (1808-
1978), Madrid, cepc, 2007.
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IN T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
29. El tema de la deuda constituyó un elemento básico para la propia supervivencia del
Estado. Véase Antonia Pi-Suñer Llorens, La d eu d a española en M éxico. D iplom acia y política
en torno a un p roblem a fin an ciero, 1821-1890, México, colmex/unam, 2006. En España, la
quiebra del Antiguo Régimen y la política liberal de las primeras décadas también se llevó a
cabo en medio de una quiebra financiera del Estado. Véanse Josep Fontana, La qu iebra d e
la m on arqu ía absoluta, 1814-1820, Barcelona, Ariel, 1978; para la situación de la hacienda
española en la primera mitad del siglo xek, Francisco Comín, Las cuentas d e la h a cien d a p reli
berai en España, (1800-1855), Madrid, Madrid, Banco de España, 1990; para la quiebra de la
Nueva España, Carlos Marichal, La ban carrota d e Nueva España, México, fce, 2000.
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I N T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
30. Tomás Pérez Vejo ha tratado ambas líneas en «La difícil herencia: hispanofobia e his
panofilia en el proceso de construcción mexicano», en M. Suárez Cortina y Tomás Pérez Vejo
(eds.), Los cam in os d e la c iu d a d a n ía . M éxico y España en Perspectiva co m p a ra d a , Madrid,
Biblioteca Nueva / Publican, 2010 (en prensa). Para analizar la xenofobia en la cultura mexi
cana véase Delia Salazar Anaya (coord.), X en ofobia y x en ofilia en la historia d e México. Siglos
x ix y x x . H om en aje a Moisés G on zález Navarro, México, ine/inah/dge Ediciones, 2006.
31. Angel Miquel, Jesús Nieto, Tomás Pérez Vejo (comp.), Im ágenes cruzadas. México y
España, siglos x jx y xx, Cuernavaca, uaem, 2005; de forma particular Tomás Pérez Vejo, «Bestia
rio mexicano: el gachupín en el imaginario popular de finales del siglo xix», en Suárez Cortina
M. y Pérez Vejo, T. (2010), pp. 29-52; también el conjunto de trabajos recogidos en A. Sánchez
Andrés, T. Pérez Vejo y M. A. Landavazo (eds.), Im ágenes e im aginarios sobre España en
México, siglos x ix y x x , Morelia, 2007,
32. Clara E. Lida (comp.), Una inm igración privilegiada: com erciantes, em presarios y
profesionales españoles en M éxico en los siglos xixyxx, Madrid, Alianza, 1994.
33. La historiografía sobre el exilio es muy abundante y no tiene el componente de his
toria comparada, pero el hecho central de haber estimulado el nacimiento de instituciones
culturales como ateneos -Ateneo Republicano- editoriales -Fondo de Cultura Económica- y
universitarias como el Colegio de México, ha facilitado el desarrollo de universos compartidos
entre ambos países e historiografías.
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
34. Las experiencias que más se acercan son José Varela Ortega y Luis Peña Medina,
Elecciones', altern an cia y d em ocracia. España-México, una reflexión com parativa, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2000; Marco Antonio Landavazo y Agustín Sánchez Andrés (coords.), Expe
riencias repu blican as y m on árqu icas en México, A mérica latin a y España. Siglos xixy xx, Mo-
relia, umsnh/iih, 2008; Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Las nuevas naciones. España y México,
(1800-1850), Madrid, Mapfre, 2008.
35. Josefina Mac Gregor, M éxico y España: del porfiriato a la revolución, México, ineh,
1992.
36. Véanse como muestra dos trabajos: Aimer Granados, D ebates sobre España en México
a fin es del siglo xix, México, colmex/uam-x, 2005; Alfredo Rajo Serventich, Emilio Castelar en
México. Su influencia en la opinión p ú b lica m exican a a través d e El Monitor Republicano,
México, uacm, 2007.
37. Antonia Pi-Suñer Llorens, El gen eral Prim i la qüestió d e Méxic, Barcelona, 1992; Adria
na Gutiérrez Hernández, «Juárez, las relaciones diplomáticas con España y los españoles en
México», en Estudios d e Historia M oderna y Contem poránea d e México, 34 (2007), pp. 29-63.
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I N T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
3. DE ÁGUILAS Y TOROS
El conjunto de ensayos que se recogen aquí ha sido elaborados en los tres úl
timos años y son el producto de trabajos presentados en diversos foros académi
cos. No nacieron inicialmente con una vocación de libro en el sentido de formar
parte de una investigación que tuviera desde su inicio un cometido específico.
Se fueron construyendo a medida que daban respuesta a interrogantes del autor
sobre la historia de ambos países y la posibilidad de trazar marcos de compa
ración entre dos trayectorias históricas que habían «compartido» tres siglos de
experiencia monárquica. El capítulo segundo, ü7 liberalismo revolucionario en
la crisis de la Monarquía Católica, fue presentado en el encuentro «Reforma y
Crisis de España. Las Vísperas de 1808», dirigido por Manuel Artaza en La Coruña
en julio de 2007. En él se traza un panorama del origen del liberalismo español,
de las relaciones que tuvo con la cultura ilustrada y los elementos distintivos
del doceañismo, aquella experiencia que se conforma en los años de la invasión
napoleónica y singulariza la primera fase del liberalismo español, y la que tras
la quiebra de la monarquía absoluta va a caracterizar la experiencia postrevo-
lucionaria. En ese período los constituyentes elaboraron una constitución que
buscaba la formación de una Monarquía a los dos lados del Atlántico, que hacía
del catolicismo la religión de los españoles y que frenaba la aspiración de los
diputados americanos de lograr una autonomía en el marco de una Monarquía
constitucional. En la década de los veinte del siglo xx se culminó el proceso de
la independencia americana al mismo tiempo que el primer liberalismo español
experimentaba una clara mutación, cuando los exiliados españoles vieron como
en Inglaterra y Francia se estaba imponiendo una nueva cultura liberal en la que
las categorías políticas de la ilustración -el iusnaturalismo, la revolución- fueron
gradualmente abandonados en beneficio de una lectura restrictiva de los dere
chos políticos que llevó a la Monarquía constitucional. El nuevo orden político
seguía siendo liberal, pero los conceptos, categorías y horizontes del doceañismo
fueron sustituidos por un orden político más acorde con el ambiente burgués
que dominó la Europa de la década de los treinta.
El capítulo tercero .Libertad, Federación y República en el siglo xix, fue pre
sentado en la mesa coordinada por Marta Bonaudo y Juan Pro sobre «Institucio
nes y culturas políticas entre Europa yAmérica latina: experiencias y modalidades
de circulación trasatlántica (siglos xrx y xx)» en las XII Jornadas Interescuelas-
Departamentos de Historia en Bariloche en octubre de 2009. En él se aborda
la distinta manera en que México y España construyeron su régimen y sistema
político tras la quiebra de la Monarquía Católica. En primer término se hace hin
capié en los factores que llevaron a España a constituirse como una Monarquía
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
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I N T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA COMPARADA
apostaban por la compatibilidad del Estado liberal con una libertad religiosa que
sin desmentir el componente social mayoritario de los católicos españoles, sin
embargo, uniera liberalismo, libertad religiosa y modernidad. Minoritario este nú
cleo, hasta avanzado el siglo xrx, encuentra en su interior a católicos liberales, re
publicanos humanistas, krausistas y demócratas que vieron cómo una exigencia
de su tiempo la secularización del Estado y el mantenimiento de la religión en la
esfera estrictamente individual: la libertad de conciencia, la libertad de cultos, y,
en muchos casos, la separación Iglesia/Estado fue la exigencia de estos sectores
que, políticamente, fueron minoritarios a lo largo del siglo.
El capítulo quinto recoge el texto Novela histórica, socialismo utópico y Re
pública. Una mirada a través de Nicolás Pizarro y Wenceslao Ayguals de Izco
presentado como ponencia a la mesa «Lenguajes, prácticas y representaciones po
líticas: una mirada comparada de las experiencias americanas y españolas (siglo
xrx-mediados del siglo xx» coordinada por Marta Bonaudo y María Sierra en el 53
Congreso Internacional de Americanistas celebrado México d f en julio de 2009-
El objetivo de este ensayo es el de confrontar la experiencia individual de dos
escritores que como autores, editores e ideólogos del republicanismo apostaron
cada uno en su país por lograr el triunfo de la República representativa. Queda
aquí de manifiesto el distinto tempo que el romanticismo y la revolución liberal
tuvieron en México y España y cómo, en cada lugar, el triunfo del liberalismo vino
acompañado de confrontaciones políticas y militares, de las diversas sensibilida
des que acogió el ideal liberal y romántico y finalmente, cómo ambos escritores
apostaron por un reformismo político que mostraba, a su vez, los límites y sin
gularidades de una literatura utópica al servicio de la consolidación republicana.
Una vez que republicanismo no significaba lo mismo en España que en México,
la obra de Ayguals y Pizarro constituía un referente de esa lucha por garantizar el
triunfo de sus ideales.Ambos autores lucharon por una nueva religiosidad, por la
igualdad del hombre y por reivindicar una tradición literaria que los acercó a
la cultura y novela francesa, sobre todo a través de la obra de Eugenio Sue.
El capítulo sexto, El republicanismo conservador de Emilio Castelar y Justo
Sierra, fue presentado al seminario «Cultura Liberal: México y España, 1860-1930»
celebrado en Comillas (España) en septiembre de 2009 bajo la dirección de Au
rora Cano, Evelia Trejo y Manuel Suárez Cortina. En él se lleva acabo una com
paración entre los republicanismos conservadores mexicano y español tras la
República Restaurada y el fracaso de la Primera República Española. Su cometido
es el de determinar las diferencias del sistema político español y mexicano, de sus
fundamentos doctrinales y de sus prácticas. Se lleva a cabo, en primer término
una caracterización de los problemas de ambos Estados para su modernización;
son contrastadas, más tarde, las constituciones republicanas mexicana de 1857 y
la española de 1873 para, finalmente, observar los modos en que en cada país se
produjo un giro conservador que ejemplifican a la perfección Justo Sierra y los
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
4. AGRADECIMIENTOS
A pesar de su sencillez, este libro no hubiera sido posible sin el apoyo que
instituciones y personas me han brindado en los últimos años. Su elaboración se
26
I N T R O D U C C IÓ N : ESPAÑA, MÉXICO Y LA HISTORIA CO MPARADA
3 8 . Esos proyectos, todos bajo la dirección de Manuel Suárez Cortina, son: Las culturas
políticas en España, 1840-1923, (re f b h a 2 0 0 2 -0 2 3 5 4 ), Las culturas políticas en España 1900-
1975 (re f h u m 2 0 0 6 -0 2 7 4 9 ) y La cultura política d el fed eralism o español en la Restauración,
1875-1931 (re f a h r 2 0 0 9 -0 7 7 3 7 ) (Subprogramahis). Igualmente la red temática Historia cultu
ral d e la política ref a h r 2 0 0 8 -0 1 4 5 3 -E , dirigida por Manuel Pérez Ledesma, que agrupa inves
tigadores de las universidades Autónoma de Madrid, Zaragoza, Valencia, Cantabria, Sevilla,
Huelva, Alicante, La Laguna y Rosario (Argentina).
39. M. Suarez Cortina y T. Pérez Vejo (eds.), Los cam in os d e la ciu d a d a n ía. M éxico y Es
p a ñ a en perspectiva com p arad a, Madrid/Santander, Biblioteca Nueva/puBLiCAN, 2 0 1 0 .
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Ochoa Jorge de Hoyos, Cecilia Gutiérrez Lázaro, María Jesús González Hernández,
José María Aguilera y Gonzalo Capellán de Miguel de la Universidad de Cantabria,
me ha facilitado un conocimiento mucho más detallado de las vicisitudes que
México y España han tenido para ofrecer una mirada comparada exenta de per
cepciones etnocéntricas.40Tampoco son ajenos a esta meta las conversaciones y
comentarios que he tenido con Ricardo Pérez Montfort y Jesús Gómez Serrano
a lo largo de estos dos últimos años en Santander y Aguascalientes. La versión
definitiva de este texto ha contado con la lectura de Manuel Chust, Gonzalo Cape
llán de Miguel, Ángeles Barrio, Ivana Frasquet,Tomás Pérez Vejo y Ricardo Pérez
Montfort. A todos les agradezco sus observaciones. Naturalmente, los errores o
limitaciones del libro solamente son atribuibles en exclusiva al autor.
La actividad académica no puede tener solamente como marco de referencia
la investigación y la lectura de libros, capítulos y artículos de revista. Resulta im
prescindible un ambiente de trabajo agradable. Este ha sido posible en el seno
del grupo de investigación Historia y Cultura Contemporánea de Europa del
sur y América Latina que desde hace una década ha dado prioridad al estudio
de las culturas políticas y de la opinión pública en la España liberal y que en es
tos últimos años se ha dedicado con ilusión a la tarea de una historia comparada
con América Latina de la que cabe esperar muchos resultados. A unos y otros mi
gratitud.
40. A. Cano Andaluz, M. Suárez Cortina y E. Trejo Estrada (eds.), Cultura liberal M éxico y
España, 1860-1930, Santander, publican/un am, 2010.
28
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA CATÓLICA
La historia del liberalismo español ha conocido en los últimos años una in
tensa renovación que ha procedido tanto de la historia del pensamiento, como
la de las ideas, la de los conceptos y la historia contemporánea en general.1 El
resultado de esta nueva historiografía, a la que no estuvo ajena la historia de la
economía2y de las instituciones,3ha sido una mirada renovada sobre los orígenes
del liberalismo en España. Una mejor conceptualización,4 un mayor detenimiento
1. Entre esa abundante producción historiográfica aquí vamos resaltar algunos títulos:
Ricardo Robledo, Irene Castells, María Cruz Romeo (eds.), Orígenes del liberalismo. Univer
sidad, política, econom ía, Universidad de Salamanca / Junta de Castilla y León, 2 0 0 3 ; Emilio
La Parra López y Germán Ramírez Aledón (ed sj, El p rim er liberalismo: España y Europa.
Una perspectiva com parada, Foro de debate Valencia 25 a TI de octubre de 2 0 0 1 , Valencia,
Generalitat Valenciana, 2 0 0 3 ; Roberto Breña, El p rim er liberalism o español y los proyectos de
em an cipación d e América. Una revisión historiográfica d el liberalism o hispánico, México, El
Colegio de México, 2 0 0 6 .
2. Véase el conjunto de trabajos recogidos en Enrique Fuentes Quintana (ed.)7 Econom ía
y econom istas españoles, Vol. 4 . La econ om ía clásica, Barcelona, Funcas/Galaxia Gutemberg/
Círculo de Lectores, 1 9 9 9 .
3. J. Várela Suanzes-Carpegna, La teoría del Estado en los orígenes d el constitucionalism o
hispánico. (Las Cortes d e Cádiz), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 19 8 3 .
4 . No entramos aquí en los debates que dominaron la historiografía de los setenta y
ochenta sobre la naturaleza burguesa o no del proceso revolucionario. Remitimos a José Álva-
rez Junco, «A vueltas con la revolución burguesa», en Z ona Abierta, 3 6 /3 7 (1 9 8 5 ) , pp. 8 1 -1 0 6 ;
I. Castells, «La rivoluzione liberale spagnola nel reccente dibattito storiografico» Studi Storici,
año 3 6 ( 1 9 9 5 ) 1, pp. 1 2 7 -1 6 2 ; Pedro Ruiz Torres, «Del Antiguo al Nuevo Régimen: carácter
de la transformación», en w a a Antiguo Régimen y liberalismo. (H om enaje a Miguel Arto la.)
Vol. 1. Visiones generales, Madrid, Alianza/uAM, 1 9 9 4 , pp. 1 5 9 -1 9 2 ; Raquel Sánchez García, «La
revolución liberal en España: estado de la cuestión», en Diego Caro García (ed.), El prim er
29
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
30
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
31
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
32
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
de una soberanía social. Nos lo recuerda Muñoz Torrero en su defensa del artículo
tres de la Constitución gaditana.
No hemos hablado una palabra del origen de las sociedades civiles, ni de las
hipótesis inventadas en la materia por los filósofos antiguos y modernos; solo
hemos tratado de restablecer las antiguas leyes fundamentales de la Monarquía,
y declarar que la nación tiene derecho para renovarlas y hacerlas observar to
mando al mismo tiempo aquellas oportunas providencias y precauciones que
aseguren de un modo estable y permanente su entero cumplimiento para que
no volvamos a caer en los pasados desordenes.11
11. Diego Muñoz Torrero, dscge, 29-VIII-1811, n° 331, p. 1725. Citado por Jean-Baptiste
Bussali, «Les deux faces de la constitution historique de la Monarchie espagnole pendant
la révolution liberale», en Bulletin d ’H istoire C ontem poraine d e l ’E spagne, 37-42, juin 2004-
dècembre 2006, p. 156.
33
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
sus vínculos con el pensamiento ilustrado europeo? ¿Cómo acogieron las nuevas
ideas desarrolladas en la España del siglo x v i i i y cómo vencieron las resistencias
de un tradicionalismo extremadamente activo? ¿La separación en el liberalismo
revolucionario entre un liberalismo más radical y uno más templado respondió a
una evolución normal tras el fin de la guerra o provino de fracturas derivadas de
intereses sociales contrapuestos o culturas políticas y constitucionales crecien
temente diferenciadas? Es por estas interrogaciones que parece necesario hacer
referencia a los distintos elementos que componen la cultura política del libera
lismo revolucionario español. Su cercanía o dependencia de las ideas ilustradas
europeas y nacionales, el alcance de la tradición histórica que tanto Martínez Ma
rina como Lorenzo Villanueva sostuvieron en repetidos escritos, pero no menos
con el modelo constitucional francés de 1791 que denunciaron el Padre Vélez y
los defensores del absolutismo.
Los trabajos de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 establecen, pues,
un doble referente, con la tradición española, de un lado, pero, sobre todo, con
los principios y cultura política del liberalismo revolucionario de finales del siglo
xviii. Un híbrido entre iusnaturalismo racionalista e historicismo que encuentra su
razón de ser en las especiales circunstancias que rodearon los trabajos constitu
cionales y la pretensión de los constituyentes de no ser imputados de copiar los
planteamientos doctrinales de la invasora Francia. Por otro lado, los constituyen
tes debían neutralizar los trabajos desarrollados por la carta de Bayona12 otorgada
por José Bonaparte que había logrado el apoyo de los «afrancesados» y que repre
sentaba una primera ruptura con el Antiguo Régimen. No fueron pocos los que
consideraron con Joaquín Lorenzo Villanueva que era necesario buscar un nuevo
marco de legitimidad al trabajo de las Cortes, ya que la constitución de Bayona
ofrecía a los reformistas una alternativa al viejo orden, al establecer un programa
de abolición de los viejos privilegios aristocráticos y de garantías para la libertad
y seguridad de los individuos, y aunque mantenía la división social por estamen
tos ofrecía una imagen de ruptura con el pasado al presentar la Carta como fruto
de un pacto de nuevo cuño entre el monarca y la nación.
El rechazo de esa legitimidad ofrecida por un rey extranjero reclamaba la re
cuperación de una tradición histórica de la monarquía española y de sus reyes
legítimos con el objetivo de fortalecer una continuidad histórica que se opusiera a
los argumentos de los afrancesados y los condenara no ya como innovadores, sino
como destructores de la autonomía histórica de la nación española. De este modo,
la revolución tomaba formas propias evitando parecer una copia de modelos ex
tranjeros. Los principios sostenidos por los constituyentes fueron así presentados
como expresión de una herencia histórica que facilitó su formulación en términos
34
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
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EL ÁGUILA V EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
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EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
37
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
2. ILUSTRACIÓN Y LIBERALISMO
1ó. Una exposición de estas diferencias con Francia y Alemania en Reyes Mate y Friech
Niewóhner (coords.), La ilustración en E spaña y Alem ania, Barcelona, Anthropos, 1989. Una
síntesis de la ideas de la ilustración española en Antonio Morales Moya, «La ideología de la
Ilustración española», en Revista d e Estudios Políticos, 59 (1988), pp. 65-105.
17. Las limitaciones de las ideas ilustradas en España han sido resaltadas también en los
estudios recientes sobre la penetración y desarrollo del Derecho Natural «Dicho con otras
palabras, -ha escrito Rus Rufino- la ilustración no se puede decir que influyera en España
hasta mediados del siglo xvm, y esto de una manera muy controlada y selectiva, tanto en los
contenidos y en las personas,» Salvador Rus Rufino, «Evolución de la noción de Derecho Na
tural en la ilustración española», C uadernos D ieciochescos, 2 (2001), p. 235.
18. G. Demerson, D. Ju a n M elendez Valdesy su tiempo, Madrid, 1971.
19. José Caso González, «La crítica ilustrada de El Censor y el grupo ilustrado de la Conde
sa de Montijo», en La ilustración en España y A lem ania, op. cit., pp. 175-188.
20. Antonio Mestre, Despotismo e ilustración, Barcelona, Ariel, 1976; «La ilustración católi
ca en España» en Liberalism e chretien et catholicism e liberal en Espagne, Frunce et Italia sans
la P rem iere Moitie du XlXé Siecle, Université de Provence, 1989, pp. 3-19.
38
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
39
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Los ilustrados, sin embargo, nunca dieron el salto definitivo hacia la revolu
ción. Su ideario reformista afectaba a la Iglesia, a las cuestiones económicas y
sociales, pero se mantuvo siempre dentro del orden preliberal. Consideraron las
reformas desde arriba, contemplaron como tarea del Estado y de la Corona el cam
bio pautado en el marco del Antiguo Régimen y para ellos la nación, el pueblo,
eran en todo caso sujetos pasivos de sus acciones. No incorporaron en ningún
momento las ideas de la soberanía de la Nación y la representación al margen de
los cuerpos sociales tradicionales.27 En su horizonte mental los españoles seguían
siendo súbditos, en ningún caso ciudadanos. Como nos recuerda Lluís Roura, el
retraso de una presencia verdaderamente ilustrada en la España del siglo xviil
así como la debilidad de las primeras manifestaciones políticas del liberalismo,
pueden explicar que sea difícil señalar una verdadera solución de continuidad
entre la ilustración y el liberalismo. De manera que no resulta extraño encontrar
formulaciones ilustradas que sorprenden tanto por su pusilanimidad como por
su carácter tardío, a la vez que otras constituyen apuntes precoces del liberalis
mo. Las propuestas políticas más audaces se presentaron a veces bajo la forma de
la sátira, como se refleja en repetidos trabajos publicados en El Censor. De una
manera más o menos directa se apuntaba a planteamientos como la libertad de
opinión y hallamos no sólo el concepto de libertad política, sino una temprana
referencia elíptica al de soberanía nacional.28 «Si algo está fuera de toda duda -ha
escrito Martínez Sospedra- es la profunda continuidad existente entre el libera
lismo y la ilustración, y, por ende, entre dos corrientes políticas tan dispares como
el constitucionalismo liberal y el despotismo ilustrado.»29
La obra de algunos ilustrados como Olavide, Cladera, Cañuelo, León de Arro-
yal, Ibáñez de la Rentería o Foronda, entre otros, apuntan a la presencia de ideas
preliberales, incluso liberales, en el terreno político y constitucional. Las Socieda
des de Amigos del País, y algunos ambientes académicos como la Universidad de
Salamanca (Melendez Valdés, Ramón de Salas, Muñoz Torrero...) constituyeron
un referente en la penetración de las nuevas ideas. La difusión en el último cuar
to del siglo xviii del Derecho natural, la economía política y la filosofía moderna
fueron referencias básicas de ese tránsito de las ideas ilustradas al liberalismo
revolucionario, aunque no todos dieron el paso a las nuevas ideas. Éstas quedan
bien ilustradas en la obra de Ibáñez de la Rentería y León de Arroyal. Ibáñez de
27. Claude Morange en un breve artículo ha puesto de manifiesto los elementos de afi
nidad y tensión entre ilustración y liberalismo, «Sobre la filiación ilustración-liberalismo (pre
guntas para un debate)», en Orígenes del liberalism o, op. c i t pp. 347-353.
28. Lluís Roura i Aulinas, «Jacobinos y jacobinismo en los primeros momentos de la revo
lución liberal españolas», en Lluís Roura i Aulinas e Irene Castells (eds.), Revolución y d em o
c ra c ia . El jacobin ism o europeo, Madrid, Ediciones del Orto, 1995, pp. 76 y ss.
29- Manuel Martínez Sospedra, La constitución española d e 1812. (El constitucionalism o
liberal a principios d el siglo xix), Valencia, Facultad de Derecho, 1978, p. 20.
40
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
Rentería fue un difusor de las ideas ilustradas europeas y su reflexión sobre las
formas de Gobierno sustenta una vindicación de la Monarquía y el pueblo en de
trimento de la aristocracia. Aunque tras la experiencia revolucionaria francesa se
acomodó a un planteamiento contrarrevolucionario, de fuerte crítica a las ideas
liberales, en su juventud mostró una clara apertura a las ideas liberales y aún de
mocráticas en el marco de una concepción realista de la política en línea con el
pensamiento de Maquiavelo,Locke,Montesquieu o Rousseau. En su análisis de las
formas de gobierno evalúa positivamente las ventajas de la Monarquía e incluso
de la democracia en detrimento de la aristocracia, lo que evidencia un rechazo de
los privilegios de la nobleza «La libertad -escribió Ibáñez de la Rentería- se goza
bajo un monarca justo con más tranquilidad que en alguna de las Repúblicas que
abusan demasiado de ese sagrado nombre.»30 Elogio de la Monarquía, inquietud
ante la República a la que considera adecuada en Estados de tamaño reducido,
rechazo de la aristocracia... conforman los ejes de la reflexión de Rentaría sobre
las formas de Gobierno, cuyo principio fundamental en la línea del realismo de
Maquiavelo considera que es la virtud; es decir, el amor a la justicia, a las leyes y a
la patria que las conserva y protege.
Por su parte, León de Arroyal fue el autor de un proyecto de Constitución en
el momento de la guerra de la Convención31 que incorporaba una Declaración
de Derechos y expresaba su deuda con las ideas de los revolucionarios franceses.
Autor de las Cartas político económicas al Conde de Lerena y de las Cartas
económico-políticas a Francisco de Saavedra, Arroyal hace hincapié en la di
mensión política de la decadencia nacional y en el papel que para su superación
le corresponde a la Constitución. Con la exigencia de una moderación del poder
real, («El poder omnímodo de un monarca -señaló- expone la Monarquía a los
daños más terribles») propugna no sólo la libertad económica, sino también la
política, observando con admiración la libertad de pensamiento disfrutada en
Inglaterra. Frente al dominio de la reforma económica que preside gran parte de
la obra de los ilustrados españoles, Arroyal da base a la idea de que la reforma po
lítica es condición necesaria para la económica y por ello la Constitución deviene
en una necesidad básica de la reforma general. «Las leyes -escribe- forman los
ciudadanos y las Constituciones de los reinos forman los Príncipes» El corolario
de ese planteamiento no era otro que el de proponer una perfecta Constitución
capaz de hacer feliz la Monarquía española. «Mi intento -concluye Arroyal- es
delinear una Constitución monárquica, detrayendo en cuanto sea compatible con
30. José A. Ibáñez de la Rentería, «Reflexiones sobre las formas de gobierno», en La ilus
tración política, edición y estudio preliminar de J. Fernández Sebastián, Bilbao, u p v , 1994, p.
167.
31. Para un análisis de la recepción de la revolución francesa en España véase Jean-René
Aymes (ed.), España y la revolución fr a n c e s a , Barcelona, Crítica, 1989; Enrique Moral Sando-
val (coord.), España y la revolución fra n cesa , Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1989.
41
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
42
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
realidad española. Tal vez sea esa la razón de la preferencia creciente por la obra
de Gabriel Monnot de Mably en lugar de Rousseau, en la que se veía una buena
plataforma para la defensa del ideal de la ciudadanía católica. En Mably encontra
ron los ilustrados españoles una mezcla de radicalismo político y moral católica
perfectamente acomodado a las necesidades del momento.
38. El impacto tanto de la ideas ilustradas como del primer liberalismo español en Amé
rica ha tenido tratamientos diversos. Véase el libro ya clásico de José Carlos Chiaramonte,
Pensam iento d e la Ilustración. Econ om ía y socied ad ib eroam erican a en el siglo xvrn, Caracas,
Biblioteca Ayacucho, 1979; para la emancipación de la América hispana, Jaime E. Rodríguez
O., La in depen den cia d e la A m érica española, México df colm ex/fce, 2000; para la relación
entre cultura doceañista y la emancipación americana, Roberto Breña, El p rim er liberalismo
español y los procesos d e em an cip ación d e América, op. cit.
43
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
44
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
Hay dos clases de derechos, unos civiles y otros políticos; los primeros gene
rales y comunes a todos los individuos que componen la nación, son el objeto
de la justicia privada, y de la protección de las leyes civiles; y los segundos per
tenecen exclusivamente al ejercicio de los poderes públicos que constituyen la
soberanía. La Comisión llama españoles a los que gozan de los derechos civiles,
y ciudadanos a los que al mismo tiempo disfrutan de los políticos.41
41. Citado por José María Portillo Valdés, «La libertad entre evangelio y constitución.
Notas para el concepto de libertad política en la cultura española de 1812», en José María
Iñurritegui y José María Portillo (eds.), Constitución en España: orígenes y destinos, Madrid,
cepc, p. 148.
42. La distinción entre los derechos políticos y los civiles, del modelo de ciudadanía ha
sido estudiado por Manuel Pérez Ledesma. Véase una síntesis en «Ciudadanía y revolución li
beral», en J. Má. Portillo, X. R. Veiga y Ma. J. Baz Vicente, (eds.), A guerra d a in depen den cia e o
prim eiro liberalism o en España e América, Santiago de Compostela, use, 2009, pp. 103-128.
43. La tradición republicana en la España del siglo xvm y primeros momentos del xix
puede seguirse a través de Mario Onaindia, La construcción d e la n ación española. Republi
canism o y n acion alism o en la Ilustración, Barcelona, Ediciones B, 2002; J. A. Piqueras y M.
Chust (comps. ), Republicanos y repúblicas en España, Madrid, Siglo xxi, 1996.
45
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
... digamos la verdad con franqueza, pues ya es lícito decirla en España: este
artículo 12, ¿no podría ser reemplazado por otro que dijese sencillamente: todos
los cultos gozarán en España de una igual libertad y protección? Porqué ¿que
quiere decir esto? ¿Que la religión católica es la del rey? El rey no es el estado
¿Qué la religión (católica) es la religión del mayor número de los individuos que
componen la nación? Esto, que es cierto hoy, puede ser falso mañana; porque
de un día a otro muchos católicos pueden hacerse protestantes, supuesta la li
bertad de conciencia. El estado, ente moral que no existe en abstracto, no tiene
religión, y cada individuo podrá elegir la que sea conforme a su conciencia,
supuesta la libertad de cultos.44
44. Ramón de Salas, Lecciones d e D erecho Público Constitucional, Madrid, 1982 (1821),
pp. 175-176. Recogido por Abraham Barrero Ortega, Modelos d e relación entre el Estado y la
Iglesia en la historia constitucional españ ola, Cádiz, Universidad de Cádiz / Fundación de
Centro de Estudios Constitucionales, 2007, p. 17. Una mirada sobre los planteamientos del li
beralismo radical ante la unidad religiosa, a través de José Marchena o Antonio Posse en Juan
Francisco Fuentes, «El liberalismo radical ante la unidad religiosa (1812-1820)», en Liberalism e
chretien et catholicism e liberal en Espagne, F ran ce et Italia sans la Prem iere Moitie du XlXé
Siecle, Université de Provence, 1989, pp. 127-141.
46
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
4. EL LIBERALISMO POSTREVOLUCIONARIO
Que el primer liberalismo constituía una ruptura con el viejo orden jurídico
-político no cabe ninguna duda como marcan las legislaciones de imprenta,
la abolición de los señoríos, de la Inquisición y un conjunto de iniciativas que
buscaban un nuevo horizonte político y social para la España del siglo xix. Era
el tiempo de la guerra y la revolución que marcaba el proyecto de ruptura con
el pasado, pero no dejaba satisfechas las aspiraciones de los diferentes grupos
que desde el liberalismo empezaron a demandar un cambio de cultura política.
El doceañismo se presentaba como una etapa adecuada para acabar con el viejo
orden político, con la afirmación del constitucionalismo liberal, pero sus pre
45. Emilio La Parra, El prim er liberalism o y la Iglesia, Alicante, Inst. Estudios Juan Gil
Albert, 1985.
46. Bartolomé Clavero, «Vocación católica y advocación siciliana de la Constitución de
1812», en Andrea Romano (A cura di), Alie origine del costituzionalism o europeo, Messina,
1991.
47. Ricardo García García, Constitucionalismo español y legislación sobre el fa c to r religio
so durante la p rim era m itad d el siglo xix (1808-1845), Valencia, tiran lo Blanch, 2000.
48. Manuel Morán Ortí, Revolución y reform a religiosa en las Cortes d e C ádiz, Madrid,
Actas, 1994.
49. José Luís Villacañas, «La nación católica. El problema del poder constituyente en las
Cortes de Cádiz», en Francisco Colom González (ed.), Relatos d e nación. La construcción de
las identidades n acion ales en el m undo hispánico, 2005, voL 1, pp. 159-177.
50. José María Portillo, «De la Monarquía católica a la Nación de los católicos» Historia y
Política, 17 (enero-junio 2007), pp. 17-35.
47
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
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EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
5 7 .1. Burdiel, «La consolidación del liberalismo y el punto de fuga de la Monarquía (1843-
1870)» en M. Suárez Cortina (e d j, Las m áscaras d e la libertad. El liberalism o español, 1808-
1950, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 101-133.
58. La división del liberalismo desde el trienio constitucional es el antecedente de un
sistema de partidos que sólo puede configurarse una vez que se abandona la cultura docea
ñista y la división de poderes que impedía a los ministros ser diputados que se modifica en
la constitución de 1837. Para la génesis de los partidos en España véase Ignacio Fernández
Sarasola, Los partidos políticos en el pen sam ien to español. De la Ilustración a nuestros días,
Madrid, Marcial Pons Historia, 2009.
50
EL LIBERALISMO REVOLUCIONARIO EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
ca y que necesita legitimarse por encima ante el invasor, del que recibe el peso
básico del ideario revolucionario. De otro lado, esa cultura de guerra y revolución
que está en la base del doceañismo choca abiertamente con los horizontes del
liberalismo europeo posrevolucionario de modo que los exiliados españoles en
Francia e Inglaterra muy pronto empiezan a acomodarse al nuevo rumbo de un
liberalismo que trata de romper con sus raíces iusnaturalistas y abstractas, para
adaptarse a los vientos de una cultura romántica y positivista que triunfa tras la
revolución.
52
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
54
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
4 . Para una visión de cómo la historiografía ha tratado el Segundo Imperio véase Erika
Pañi, El Segundo Imperio, fce/cide, 2 0 0 4 ; recientemente Tomás Pérez Vejo ha hecho una
relectura del significado y alcance del monarquismo en México. Véase Tomás Pérez Vejo,
«El monarquismo mexicano ¿Una modernidad conservadora?», en Francisco Colom González
(ed.), M odern idad iberoam erian a. Cultura, política y cam bio social, Madrid, Iberocamericna,
Vervuert, csic, 2 0 0 9 , pp. 4 3 9 -6 6 .
5. Marcello Carmagnani, Las fo r m a s del fed eralism o m exicano, México, Conacyt, 20 0 5 .
55
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
6. Agustín Sánchez Andrés y Marco Antonio Landavazo, «La opción monárquica en los
inicios del México independiente», en Experiencias republicanas y m on árqu icas en M éxico,
A m érica Latina y España. Siglos xixy xx, México, umsnh/iih, 2008, pp. 253-274.
7. Ivana Frasquet, Las caras del águila. Del liberalism o g ad itan o a la república fe d e r a l
m exican a (1820-1824), Castellón de la Plana, Universität Jaume I, 2008, pp. 43 y ss.
56
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
57
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
11. Véase el estudio detallado de Horst Pietschmann, Las reform as borbón icas y el sistema
de intendencias en Nueva España, México, fce, 1996.
12. Es ya clásico el libre de Nettie Lee Benson, La diputación prov in cial y el fed eralism o
m exican o, México, colmex, 1955 (hay edición reciente de colmex/unam, 1996). Véase el más
reciente de Alicia Hernández Chávez, La tradición repu blican a y el buen gobiern o, México,
colm ex/fce, 1 9 9 3 .
13. Miriam Galante ha hecho un recorrido por la historiografía reciente sobre la influencia
del proceso gaditano en México, «La revolución hispana a debate: lecturas recientes sobre la
influencia del proceso gaditano en México», en Revista Complutense d e Historia d e A m érica,
(2007), vol. 33, pp. 93-112.
14. José Barragán Barragán, Temas d el liberalism o gaditano, México, unam, 1978.
15. M. Ferrer Muñoz, J. R. Luna Carrasco, Presencia d e doctrinas constitucionales extran
jeras en el prim er liberalism o m exicano, México, u n a m , 1996.
58
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
ló. Raúl Zamorano Farias ha hecho hincapié en los elementos culturales que caracteri
zan la construcción del Estado mexicano y su «dependencia» de la experiencia colonial en
«Democracia y constitucionalismo en América latina. El federalismo mexicano: entre el texto
y el contexto», en F. Fernández Lizcano (coord.), Entre la utopía y la rea lid a d . E nfoque p a r a
una interpretación histórica y conceptual d e la d em ocracia en A m érica latina, México, uaem/
unam, 2006, pp. 199-236.
17. Mauricio Merino, «La formación del Estado nacional mexicano», en F. Colom González
(ed.), Relatos d e nación. La construcción d e las identidades nacion ales en el m undo hispáni
co, Madrid, csic/oEi/Iberoamericana Vervuert, 2005, tomo I, pp. 337 y ss.
18. Alicia Hernández Chávez, «La constitución de la nación mexicana», en A a w La consti
tución d e 1824. La consolidación d e un p a cto mínimo, México, colmex, 2008, p. 61.
19. Fray Servando de Teresa Mier se pronunció a favor del federalismo, pero contenido y
alejado de los presupuestos del federalismo norteamericano. Su propuesta de un federalismo
razonable y moderado quedó perfectamente delimitada en su Discurso d e las P rofecías que,
en calidad de diputado por Nuevo León, pronunció en el Congreso constituyente el 13 de di
ciembre de 1823. Véase Roberto Breña «Pensamiento político e ideología en la emancipación
americana. Fray Servando Teresa de Mier y la Independencia absoluta de la Nueva España»
www.coLMEx.mx/centros/cei/.../Articulos/FraySer.art.RB.doc. Allí criticó la posición de Jalisco,
Zacatecas, Oaxaca, Provincias internas y Yucatán en la medida que éstas podían producir la
fragmentación de México como una unidad política. Véase Mariana Terán Fuentes, Sobera
nía, ciu d a d a n ía y representación en la experiencia confederal. Zacatecas, 1823-1835, p. 14.
Texto original mecanografiado. Agradezco a la autora la consulta del mismo.
59
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
20. Para un análisis detallado del proceso de construcción de federalismo véase Josefina
Zoraida Vázquez (coord.), El establecim iento del fed eralism o en M éxico (1821-1827), México,
co lm e x , 2 0 0 3 .
21. Se publicó en Cádiz entre 1811 y 1812 por el médico Pedro Pascasio Fernández Sar-
dino.
22. Alberto Gil Novales da cuenta de ello en Las sociedades patrióticas: 1820-1823. Ma
drid, Tecnos, 1975.
23. Las relaciones entre España y México en el período de 1810 a 1836 han sido objeto de
varios estudios. Para una visión sintética véase Agustín Sánchez Andrés, «De la independencia
al reconocimiento. Las relaciones hispano-mexicanas entre 1820 y 1836», en A. Sánchez An
drés y R. Figueroa Esquer (coords.), M éxico y España en el siglo xix. Diplom acia, relaciones
triangulares e im aginarios nacionales, México, u m s n h /ita m , 2003, pp. 23-52.
60
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
24. José María Jover, Prólogo al vol. xxxiv de la Historia d e E spaña Menéndez Pidal, Ma
drid, Espasa-Calpe, 1981, pp. lv ii y ss.
25. Para ver como el liberalismo contempla la relación entre nación y provincia véase el
conjunto de ensayos recogidos en Carlos Forcadell y María Cruz Romeo (eds.), Provincia y n a
ción. Los territorios del liberalismo, Zaragoza, Institución «Fernando el Católico» (csic), 2006.
26. Véase Joaquín Varela Suanzes-Carpegna, Política y constitución en España, 1808-
1978, Madrid, c e p c , 2007.
27. Véase el trabajo sintético de Pedro Ruiz Torres, «Del Antiguo al Nuevo Régimen: ca
rácter de una transformación», en Antiguo régimen y liberalismo. H om enaje a Miguel Artola.
Vol. I. Visiones generales, Madrid, Alianza Ed., 1994, pp. 159-192.
61
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
2. LIBERALISMO Y REPUBLICANISMO
28. Concepción de Castro ha estudiado en detalle las diversas concepciones que sobre el
municipio tuvieron los liberales españoles, La revolución liberal y los municipios españoles,
Madrid, Alianza, 1979-
29. Recogido en Roberto Breña, El p rim er liberalismo españ ol y los procesos d e em an cip a
ción d e América, 1808-1814. Una revisión historiográfica del liberalism o hispánico, México,
c o l m e x , 2005, pp. 168-169.
62
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
meros liberales españoles. Como nos recuerda Manuel Chust,30 con ello se preten
día acentuar el componente historicista y alejarse del modelo francés, republicano
y jacobino, al mismo tiempo que se «britanizaba» la revolución liberal. En el caso
español la construcción del Estado y la nación se hizo, pues, desde presupuestos
antirrepublicanos y antifederales. Si la revolución liberal en España se conformó
desde la alianza entre la nobleza y la burguesía, se postuló como declaradamente
antidemocrática, centralizadora y confesional, el republicanismo, por su parte, se
hizo portavoz de las aspiraciones populares, se declaró democrático, laicista y
descentralizados La República federal representa en España una articulación del
Estado y la nación muy distinta de aquella que expresa en México el federalismo
de 1824. De otro lado, cuando en México se lleva a cabo la revolución liberal, a
partir de la constitución de 1857 y las leyes de reforma, en España el republica
nismo es ya reconocible como la aspiración democrática de amplios sectores de
la población. Una democracia que, tras la revolución Gloriosa de 1868, se escinde
en dos líneas, monárquica y republicana, pero que, más tarde, tras el fracaso de la
Monarquía de Amadeo de Saboya, deviene en la Primera República en 1873.31 Para
entonces liberalismo y republicanismo en España ya han confrontado reiterada
mente, conociendo cada una de las partes sus propios procesos de decantación,
pero mostrando uno y otro que responden a aspiraciones sociales, propuestas po
líticas e imaginarios no sólo bien delimitados, sino declaradamente antagónicos.
Constituyen, en definitiva, culturas políticas distintas.32
Tradicionalmente la historiografía ha hecho en el caso mexicano una casi iden
tificación entre liberalismo y federalismo, por más que una y otra pertenezcan a
tradiciones y culturas políticas bien diferentes. Alicia Tecuanhuey33 ha mostrado
cómo la historiografía reciente ha abordado la relación entre republicanismo,
liberalismo e independencia por parte de la historiografía, la Ciencia Política y
el Derecho. Y por su parte, Ambrosio Velasco Gómez, desde la filosofía política,
30. Manuel Chust, «América y el problema federal en las Cortes de Cádiz», en J. A. Pique
ras y M. Chust (comps,), R epublicanos y repúblicas en España, Madrid, Siglo xxi, 1996, pp.
60-61; también en «Nación y federación: cuestiones del federalismo hispano», en M. Chust
(ed.), Federalism o y cuestión fed era l, Castellón de la Plana, Universität Jaume I, 2004, pp. 11-
45; «Federalismo avant la lettre en las Cortes hispanas, 1810-1821», en El establecim iento del
federalism o en M éxico (1821-1827), op. cit., pp. 77-114.
31. Para una visión de conjunto del Sexenio democrático véase R. Serrano García (dir.),
España, 1868-1874. Nuevos enfoques sobre el Sexenio Democrático, Valladolid, Junta de Cas
tilla y León, 2002.
32. La cultura política republicana ha sido objeto de varios trabajos recientes. Véanse
Román Miguel González, La p asió n revolucionaria. Culturas políticas republicanas y movili
zación p op u lar en la España d el siglo xix, Madrid, c e p c , 2007; Florencia Peyrou, Tribunos del
pueblo. D em ócratas y republicanos durante el rein ado d e Isabel II, Madrid, c e p c , 2008; Javier
de Diego, Im a g in a rla República. La cultura política del republicanism o español, 1876-1908,
Madrid, c e p c , 2008.
33. Alicia Tecuanhuey, «En los orígenes del federalismo mexicano. Problemas historiográ-
ficos recientes», en Revista Complutense d e Historia d e América, (2007), vol. 33, pp. 71-91.
63
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
64
LIBERTAD. FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
39* Véase Michael T. Ducey, «Hijos del pueblo y ciudadanos. Identidades políticas entre
los rebeldes indios del siglo xix», en B. Connaugthon, C. Illades y S. Pérez Toledo (coords.),
Construcción d e la legitim idad p olítica en M éxico en el siglo xix, México, El Colegio de Mi-
choacán, u a m / u n a x /c o l m e x , 1999, pp. 127-152.
40. Véase The Time o f Liberty: P opular Political Culture in O axaca, 1750-1850, Durhan
N.C. London, Duke University, 2005.
41. Eric Van Young, «Etnia, política e insurgencia en México, 1810-1821», en Manuel Chust
e Ivana Frasquet (eds.), Los colores d e las independencias iberoam ericanas. Liberalismo, etnia
y ra z a , Madrid, csic, 2009, pp. 143-169.
42. Antonio Annino, «El Jano bifronte mexicano: una aproximación tentativa», en Antonio
Annino y Raymond Buve (coords.), El liberalism o en México, Hamburgo, a h í l a , Lit Verlag,
1993, pp. 176 y ss.
43. Alicia Hernández Chávez, «La Guardia Nacional en la construcción del orden republi
cano» en Manuel Chust (ed.), Las arm as d e la n ación : independencia y c iu d a d a n ía en hispa-
noa?nérica (1750-1850), Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008, pp. 221-246.
65
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
44. Para un estado de la cuestión sobre el porfiriato véase Mauricio Tenorio Trillo y Au
rora Gómez Galvarriato, El porfiriato, c i d e / f c e , 2006.
45. Fernando Escalante Gonzalbo, «La dificultad del liberalismo mexicano», en Revista
In tern acion al d e Filosofía Política, 18 (2001) pp. 83-97; de una forma más sistemática, del
mismo autor C iudadanos im aginarios. M em orial d e los afan es y desventuras d e la virtud y
apología del vicio triunfante en la república m exicana, México c o l m e x , 1993.
66
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
67
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
habría que considerar la diversidad del liberalismo mexicano que, al igual que
sus referentes europeos, mostró una pluralidad de registros. Los conservadores,
como el caso de Lucas Alamán, no son ya ubicados en el terreno del monarquis
mo reaccionario sin más, sino que se sitúan en un campo de mayor contención
de sus ideales liberales y en la apreciación de una república centralizada, como
habría de pronunciarse en la década de los treinta. No hay que olvidar que tan
to Mora como Alamán pertenecieron al clan de los escoceses y que el mismo
Mora podría ser identificado con un liberalismo moderado, no con posiciones
extremas. En la segunda mitad del siglo xix, el mismo Hale49 ha resaltado cómo el
porfirismo no constituye una ruptura con la tradición liberal, sino un ajuste de
carácter conservador, bajo el impacto de las ideas positivistas que representaron,
entre otros, Justo Sierra, F. Bulnes o F. Cosmes. Un liberalismo postrevoluciona
rio que reclama para el caso mexicano la necesaria distinción entre liberalismo
iusnaturalista o revolucionario y positivista o postrevolucionario. En la historia
mexicana la experiencia de las tres repúblicas (confederal, 1824), federal (1857)
y social (1917) sugiere una reformulación del liberalismo para observar no sólo
sus modulaciones internas, sino las potenciales correspondencias que tiene su
devenir histórico con el liberalismo europeo de su tiempo50. En su estudio de
la retórica política mexicana, recientemente Elias Palti desde la historia de los
conceptos ha temporalizado los discursos políticos del siglo xix distinguiendo un
momento maquiavélico (1824-1836), otro hobbessiano (1836-1848) y, finalmente
otro rousseaniano (1848-1853)-51
El problema de la relación en España entre Estado moderno y liberalismo pre
senta una fisonomía distinta. Comparte con el caso mexicano el uso de fórmulas
complementarias de las leyes, como el fraude electoral52 y el recurso a la violen
cia, pero no tiene el carácter crítico que presenta en el caso mexicano. Aunque
en menor grado en la España del siglo xix existe también una clara desarticula
ción social, alimentada además por la persistencia de marcos jurídicos plurales
(fueros) provenientes del Antiguo Régimen que no fueron superados hasta muy
avanzado el siglo xix. El resultado es que la capacidad del Estado para dirigir la so
49. Charles Hale, La transform ación d el liberalism o en M éxico a fin es d el siglo xix, México,
Vuelta, 1991. Hay edición reciente de c o l m e x , 2005.
50. Para un análisis del liberalismo contenido en la Constitución de 1857 y las leyes de
reforma véase el ya clásico de Jacqueline Covo, Las ideas d e la R eform a en M éxico (1855-
1861), México, u n am , 1981; para el caso español M. Suárez Cortina (ed.), Las m áscaras d e la
Libertad. El liberalism o español, 1808-1950} Madrid, Marcial Pons/Fundación Sagasta, 2003-
51. Elias José Palti, «El liberalismo mexicano del siglo xix: transcendencia e inmanencia»,
en Metapolüica, VII, 31, pp. 62-74. Con más detalle en La invención d e una legitimidad: ra
zón y retórica en el pen sam ien to m exican o del siglo xix, México, f c e , 2005.
52. La política clientelar y caciquil constituye un elemento decisivo del desarrollo política
de la España liberal, al menos desde el régimen isabelino. Véase A. Robles Egea (comp.),
Política en p en u m bra: patron azg o y clientelismo políticos en la España contem poránea, Ma
drid, Siglo xxi, 1996.
68
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
53. Las dificultades del proceso codificador han sido estudiadas por Juan Baró Pazos, La
codificación d el derecho civil en España, 1808-1889, Santander, Universidad de Cantabria,
1992.
54. Una perspectiva comparada de México y España en Jaime Rodríguez O. (coord.), Las
nuevas naciones. España y México, 1800-1850, Madrid, Mapfre/Instituto de Cultura, 2008;
también M. Suárez Cortina y T. Pérez Vejo (eds.), Los cam in os d e ciu d ad an ía. M éxico y Espa
ña en perspectiva com p a ra d a, Madrid, Biblioteca Nueva/Publican, 2010.
55. Para una caracterización histórica del federalismo mexicano véase Ricardo Monreal
Ávila, Origen, evolución y perspectivas del fed eralism o m exicano, México, Porrúa/Facultad
de Derecho, 2004; Jacinto Faya Viesca, El fed eralism o m exicano. Régimen constitucional del
sistema fed eral, México, Porrúa, 2004; Alicia Hernández Chávez (coord.), ¿Hacia un nuevo
federalism o?, México, f c e /c m , 1996.
69
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
dencia de Tejas- y más tarde con el enfrentamiento con los eeuu , que llevó a gran
crisis nacional.
El nacimiento y consolidación del Estado moderno en España se desarrolló
también en medio de fuertes tensiones, como muestra la guerra carlista y la ines
tabilidad constitucional, pero a diferencia de México no tuvo alteraciones terri
toriales56 una vez que la pérdida de las colonias americanas -excepción de Cuba
y Puerto Rico- situó en el ámbito peninsular el horizonte de futuro de la España
liberal.57 De otro lado, aunque en España se dio una pugna entre aquellas concep
ciones doctrinarias que establecían la soberanía compartida entre rey y cortes y
las liberales más radicales que no renunciaban a la Soberanía Nacional, la cuestión
de la soberanía no alcanzó la fuerza y repercusiones que muestra el caso mexica
no. No es que en España el federalismo no presentara una concepción alternativa,
establecida sobre la base de la soberanía popular, pero su fuerza fue muy reducida
hasta los años del Sexenio Democrático (1868-1874). En México, por el contrario,
la propia conformación de la Independencia y de la Constitución de 1824 se en
contraba con una fuerte pugna entre: a) aquellos sectores que sostenían que la
soberanía del pueblo mexicano era una e indivisible y llevaba a una concepción
centralista, en su versión más extrema, b) aquella otra del federalismo de los sec
tores del liberalismo moderado, c) en el caso de los radicales, que interpretaban
que los estados representaban la soberanía de su población dentro de la nación
mexicana, d) en su versión más extrema, la de un sector confederalista planteaba
que la soberanía solamente podía ser representada por los poderes de los estados.
Para ellos el Gobierno nacional representaría a los estados con poderes electos
de sus gobiernos, y sus facultades debían limitarse a dirigir la política exterior co
mún de la República. En este sentido los gobiernos estatales serían completamen
te autónomos entre sí, sin subordinación alguna a las autoridades nacionales.58
La Constitución mexicana de 1824 reconoció el principio de la doble sobera
nía y dio autonomía a los estados para resolver sus problemas domésticos, pero
desde 1830, los federales moderados fueron limando ese planteamiento hasta
que en 1836 la República federal se convirtió en centralista en un proceso que
56. Véanse, en este sentido, los trabajos de Juan Pro Ruiz, «Controlar los territorios, extraer
los recursos: la construcción del Estado nacional en México y España» y de Juan Pan-Montojo,
«La construcción del Estado en España y México: la definición de los límites políticos y eco
nómicos», en Los cam inos d e la ciu d ad an ía, op. cit.
57. Para un análisis del tratamiento dado por la historiografía reciente al tema de la cons
trucción y desarrollo del Estado liberal, véase S. Calatayud, J. Millán y M. C. Romeo (eds.),
Estado y periferias en la España del siglo xix. Nuevos enfoques, Valencia, puv, 2009.
58. Catherine Andrews, «¿Reformar o reconstituir? El debate en torno al destino de la
constitución Federal y el sistema de gobierno (1830-1835)», en Landavazo, M. A. y Sánchez
Andrés, A. (coords.), Experiencias republicanas y m on árqu icas en México, A m érica Latina y
España. Siglos XIX y XX, México, m sn h /iih , 2008, pp. 15-43.
70
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
71
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
no del intento por conformar una nación española a los dos lados del Atlántico,
pero rechazando la pretensión de los diputados americanos para establecer un
régimen autonómico, como se observó en el debate constitucional sobre el Go
bierno interior de las provincias y los pueblos. La posición del primer liberalismo
español -en especial, Toreno,Argüelles y Muñoz Torrero- vino determinada por
su doble propósito de unificar la dispersión señorial del Antiguo Régimen y de
neutralizar las aspiraciones autonómicas de los americanos.Ante la acusación de
proponer un modelo federal, los diputados americanos -Leiva, Mendiola, Guridi y
Alcocer y Ramos Arízpe- sustentaban la idea de que su propuesta de garantizar la
potestad representativa de los ayuntamientos y diputaciones provinciales no era
caer en el federalismo. El problema habría de suscitarse de nuevo en las Cortes
de 1820 tras seis años de absolutismo y restauración colonial cuando Ramos Ari-
zpe planteó que en «los países de Ultramar» se separaran las intendencias de los
mandos militares, deslindado la administración político-económica de la militar.
Como continuación de la estrategia los diputados mexicanos propusieron que se
creara en cada intendencia una diputación provincial, un debate que fue alterado
por las noticias del Plan de Iguala. A la altura de junio de 1821 los diputados ame
ricanos reclamaban desde el constitucionalismo una descentralización de los tres
poderes de Madrid: unas Cortes propias, un Gobierno propio, un poder judicial
propio y, en consecuencia, igualmente una hacienda propia.
Bajo el liderazgo de los diputados mexicanos -Michelena y Alamán- los ame
ricanos propusieron que hubiera tres secciones de las Cortes en América: una
en Nueva España, otra en el Reino de Nueva Granada y una tercera en Perú, con
capitales respectivamente en México, Santa Fe y Lima. Esas secciones de Cortes
tendrían las mismas competencias que las generales en su territorio, a excepción
de la política exterior. Y junto al Legislativo se contemplaba la creación de un Eje
cutivo que actuara por delegación del rey. Estas reivindicaciones, firmadas por la
mayor parte de la diputación americana, fueron aceptadas por las Cortes, aunque
el 30 de junio se cerraban las sesiones de la legislatura y no se abrirían hasta el 22
de septiembre de 1821. Para entonces ya se habían firmado los Tratados de Cór
doba y el 21 de septiembre se promulgaba la declaración de Independencia de
México. Como ha resaltado Manuel Chust,61 en aquellas propuestas, malogradas
en sus términos efectivos, quedaba el vínculo de unión, el símbolo de la Monar
quía como forma de Gobierno, pero no ya el modelo de Estado que concibieron
los diputados liberales españoles.
Cuando en 1833, tras la muerte de Fernando VII se consolida la revolución
liberal en España -ya aceptada, que no reconocida la independencia americana-
la construcción del nuevo Estado discurre por unos cauces crecientemente cen-
61. Manuel Chust, «Nación y federación: cuestiones del federalismo hispano», op. cit
pp. 42-43.
12
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
62. Para un análisis de cómo el aparato del Estado se fue conformando a lo largo del siglo
xix véase J. Del Moral Ruiz, J. Pro Ruiz, F. Suárez Bilbao, Estado y territorio en España, 1820-
1930. La fo r m a c ió n del p a isa je nacional, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2007.
63. Sobre la Milicia Nacional véase J. S. Pérez Garzón, M ilicia N acional y revolución bur
guesa: el prototipo madrileño, 1808-1874, Madrid, csic, 1978.
73
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
74
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
75
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
76
LIBERTAD, FEDERACIÓN Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
73. Sobre el sistema político de la Restauración en España véase, Javier Tusell, Florentino
Portero (eds.), Antonio C ánovas d el Castillo y el sistema político d e la Restauración, Madrid,
Biblioteca Nueva, 1998; M. Suárez Cortina (ed.), La restauración, entre el liberalism o y la
dem ocracia, Madrid, Alianza Ed. 1997; José Miguel Delgado y José Luis Ollero (eds.), El libe
ralismo europeo en la época d e Sagasta, Madrid, Biblioteca Nueva/Fundación Sagasta, 2009-
74. Aunque la cuestión nacional se había presentado con anterioridad, la pérdida de las
colonias tras la guerra con Cuba (1895-1898) y con los e e u u (1898) acentuó la crisis del Estado
liberal. Véase J. L. Pan-Montojo (coord.), Más se p erd ió en Cuba. España, 1 8 9 8 y la crisis de
fin de siglo, Madrid, Alianza, 1998.
75. Una síntesis de su proceso y propuestas en José Luís de la Granja, Justo Beramendi
y Pere Anguera, La España d e los nacionalism os y las au ton om ías, Madrid, Síntesis, 2001;
Jean-Louis Guereña y Manuel Morales Muñoz (eds.), Los nacionalism os en la España con
tem poránea. Ideologías, movimientos y símbolos, Málaga, Diputación, 2006; el componente
dual de la cultura política desarrollada en Cataluña a lo largo del siglo xix en Borja de Riquer,
Escola, Espanya: la cuestión ca ta la n a en la época liberal, Madrid, Marcial Pons, 2001; Josep
María Fradera, Cultura n a cio n a l en una socied ad dividida. Cataluña, 1838-1868, Madrid,
Marcial Pons Historia, 2003.
77
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
nación para sustentar desde las primeras décadas del siglo xix un proyecto de
Estado descentralizado que en unos casos tuvo un componente autonomista y
en otros, de forma creciente la exigencia de un Estado plurinacional. En cualquier
caso, el federalismo español del siglo xdí tuvo siempre como referente España
como nación, eso sí una nación conformada a partir de tradiciones, culturas, len
guas y modos de vida plurales que para su reconocimiento exigía la formación
de un Estado descentralizado, ya como Estado federal o como un Estado regional,
pero declarado adversario del modelo centralizado que desarrolló el liberalismo
español decimonónico.76
78
CATOLICISMO E IDENTIDAD NACIONAL
79
EL ÁGUILA Y EL TORO, ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Nuestra historia, -ha escrito Torrubiano Ripoll- nuestra literatura, nuestras leyes,
nuestra vida social, nuestra psicología están plasmadas por la Iglesia Católica;
es una realidad innegable, y lo es también que funciona de presente en la vida
80
CATOLICI SM O E IDENTIDAD NA CIONA L
española una compleja red de intereses creados, tejida por los intereses eclesiás
ticos, en todos los órdenes de la actividad, cuya ruptura violenta podría poner
tropiezo insuperable a los avances eficaces de la Revolución».4
4. Jaime Torrubiano Ripoll, Política religiosa d e la d em ocracia españ ola, 1931, pp- 2-3.
5. Es el caso del protestantismo. Véase Juan Bautista Vilar, Intolerancia y libertad en la
España contem poránea: los orígenes del protestantism o español actual, Madrid, Istmo. 1994.
6. Aunque el cometido de este trabajo es determinar las líneas maestras de la relación
entre catolicismo y nación en la España liberal, no hay que olvidar que los nacionalismos
catalán y vasco, cada uno con sus peculiares rasgos e identidad política y religiosa, también
se caracterizaron por su fuertes componentes religiosos. Véase Víctor Reina, «Iglesia y cata
lanismo», en A nuario d e D erecho Eclesiástico del Estado, 7 (1991), pp. 133-188; Ludger Mees,
81
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
82
CA TOLICISM O E IDEN TIDAD NACIONAL
El peso del catolicismo se dejó sentir con fuerza igualmente en los países que
se forjaron tras la quiebra de la Monarquía católica. El factor religioso, el catolicis
mo como elemento esencial a la hispanidad, no fue puesto en ningún momento
en cuestión, ni en el entorno de las Cortes de Cádiz, ni menos aún en el imagi
nario de los líderes de la insurgencia mexicana. Basta recordar en este caso la
proclama del cura Hidalgo en 1810 que señalaba como única religión la católica,
apostólica, romana que tomaban de su herencia cristiana:
No. “Señaló Hidalgo- Los americanos jamás se apartarán un punto de las máxi
mas cristianas, heredadas de sus hogares mayores, nosotros no conocemos otra
religión que la católica, apostólica y romana, y por conservarla pura e ilesa en
83
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
9. El impacto de las ideas constitucionales del doceañismo ha sido objeto de atención por
numerosos historiadores. Una síntesis de esa influencia en Manuel Ferrer Muñoz y Juan Rober
84
CATOLICISM O E IDEN TI DAD NA CIONA L
En las primeras décadas del siglo xix el catolicismo ha sido, tanto en España
como en México,10 un factor determinante de la construcción de la nación. La
asociación entre identidad religiosa e identidad nacional parece estar en la base
de los intentos de articular un Estado nación que no puede prescindir de su ca
rácter católico, apostólico y romano y que ve en la religión un elemento esencial
a su propia ciudadanía. Un elemento previo y superior que reclamaba no sólo
garantías, sino la exclusión a perpetuidad de cualquier otra, estableciendo una
intolerancia religiosa que habría de ser objeto de fuertes controversias, mostran
do que los liberalismos español y mexicano11 hacían omisión de sus principios
básicos en lo referente a la religión de sus ciudadanos.12
Es así un hecho reconocido que el problema del catolicismo y la religión del Es
tado y de los ciudadanos no fue en ningún caso objeto de debate desde el momen
to en que Napoleón invadió la península Ibérica y Fernando VII abdicó en Bayona.
La cuestión que se planteó en todo caso fue la del alcance que aquello tenía para el
nuevo orden sociopolítico. Para un sector de la Iglesia, aquel que representaron los
sectores más vinculados al absolutismo, la guerra tenía su sentido en tanto en cuan
to se luchaba por la religión y por el rey, pero no así la defensa de un componente
nacional que habría de ser el que adquiera todo su sentido en las Cortes gaditanas y
en la Constitución de 1812. Como mostraría José de Mazarrasa en su discurso de las
Cortes de 14 de enero de 1811, lo fundamental no era la nación, sino la restauración
del viejo orden social y la Monarquía e Iglesia tradicionales:
85
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
La guerra antinapoleónica para los absolutistas era una guerra por el rey y la
religión, pero no por la emancipación nacional, entendida ésta como expresión
de una nación libre y soberana. Para Mazarrasa, como para el filosofo Rancio, el
padre Vélez o el obispo de Orense, el liberal era el masón, el sectario y el ateo,
cuando no el republicano y el demócrata que deseaba acabar con la religión. «No
sotros -insistía el diputado realista Simón Pérez- hemos venido para conservar
la religión católica, no para ultrajarla [...] Señoreantes es la religión que la patria,
y sin religión, la patria no vale nada. Deben conservarse aquí los derechos de la
Iglesia más que en otra parte».14 Para los realistas la guerra era un enfrentamiento
entre la España católica y la Francia atea, masona y sacrilega. La contrarrevolución
se vestía con el ropaje de la religión, en la que la nación no aparecía como un ele
mento sustancial de la lucha antinapoleónica. Esta realidad se dejaba sentir con
fuerza mostrando una clara fisura entre los que se enfrentaron a Napoleón. No se
trataba de que la religión apareciera o no como un elemento básico de la identi
dad española. El problema se presentaba en si era la nación o la religión la razón
última de la resistencia a Napoleón y de cómo habría de resolverse el dilema en
el marco de la nueva legislación de Cádiz. He ahí la doble respuesta que liberales
y realistas dieron a la regulación de la religión en el proceso revolucionario. No
se planteó nunca el problema de la unidad católica, ya que los liberales no la pu
sieron en cuestión, sino cómo la Constitución de Cádiz reconocía el catolicismo
oficial contemplado en su artículo 12.
En este marco histórico todos comparten el hecho irrebatible de la acepta
ción de la unidad católica como una propuesta singular del primer liberalismo,15
13. José de Mazarrasa, «Triunfo o ruina infalible de las Cortes Generales y extraordinarias:
discurso presentado á las mismas Cortes el día 14 de enero de 1811 para la elección de su
futura suerte: por D. J. de M». Recogido en José de Mazarrasa, Ideario apostólico, Edición y
estudio preliminar de Ramón Maruri Villanueva, Santander, p u b lic a n , 2004, p. 73.
14. D iario d e Sesiones, Vol. VI, Sesión de 15-1-1811. Recogido en Emilio La Parra López,
El prim er liberalism o y la Iglesia, 1985, pp. 42-43.
15. Para un análisis global del primer liberalismo en España véanse, Ricardo Robledo,
Irene Castells, María Cruz Romeo (eds.), Orígenes del liberalismo. Universidad, política, eco
nomía, Universidad de Salamanca 2003; Emilio La Parra, Germán Ramírez (eds.), El prim er
liberalismo: España y Europa. Una perspectiva com p arad a, Alicante, 2003.
86
CATOLICI SM O E IDEN TIDAD NACIONAL
87
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
ción de subordinación efectiva ante el Estado. Para Rafael de Vélez esa situación
constituía una herejía toda vez que resultaba incuestionable la superioridad de la
religión y la Monarquía.16 Esa habría de ser la línea argumental desarrollada por el
realismo, mostrada más tarde en el Manifiesto de los Persas y sustentada a lo largo
de todo el siglo por el sector más reactivo del tradicionalismo.
Por el contrario, en el catolicismo que apoyaba la redacción del artículo 12,
por aquel sector que se insertaba dentro de la nación católica, se interpretaba
que libertad, nación y religión se correspondían con los valores e intereses de
una cultura religiosa y política donde la libertad pertenecía a la nación, no al in
dividuo. Esto es, una nación super omnia que encontraba su última ratio en una
teología católica que sustentó la figura del jansenista Joaquín Lorenzo Villanueva,
y que encuentra complemento en el comunitarismo de Juan Antonio Posse o el
monarquismo constitucional de Martínez Marina.17
La historiografía reciente ha debatido con intensidad el alcance de la confe-
sionalidad del Estado de la Constitución de 1812. Ya desde la historia política18
(Emilio La Parra, José María Portillo, Gregorio Alonso), desde la historia consti
tucional19 (Joaquín Várela, Ignacio Fernández Sarasola,Abraham Barrero Ortega),
desde la historia del derecho20 (Bartolomé Clavero, Alicia Fiestas Loza) desde
el Derecho Eclesiástico del Estado21 (Ricardo García García), desde la historia
de los movimientos sociales y políticos22 (José Álvarez Junco), desde la historia de
la Iglesia23 (Manuel Revuelta González J. M. Laboa, Manuel Morán Ortí) o desde la
16. Rafael de Vélez, Apología del Altar y del Trono, 1825, tomo I, p. 209.
17. Un análisis de los debates y características que preside la configuración de la nación
católica en las Cortes de Cádiz en J. Ma Portillo Valdés, Revolución d e nación, pp. 398-491; del
mismo autor, «De la Monarquía Católica a la Nación de los Católicos», en Historia y Política,
17 (2007), pp. 17-35.
18. Emilio La Parra, El p rim er liberalism o y la Iglesia citado; José María Portillo, Revolución
de nación, op. cit.; Gregorio Alonso, ciudadanía católica y ciudadanía laica en la experiencia
liberal», en Manuel Pérez Ledesma (ed.), De súbditos a ciu dadan os. Una historia d e la ciu d a
d an ía en España, Madrid, c e p c , 2007.
19. Joaquín Varela Suances-Carpegna, La teoría del Estado en los orígenes del constitu
cionalism o hispánico. Las Cortes d e C ádiz, Madrid, c e c , 1983; Ignacio Fernández Sarasola,
Proyectos constitucionales en España (1786-1824), c e p c , 2004; Abraham Barrero Ortega, Mo
delos de relación entre el Estado y la Iglesia en la historia constitucional española, Cádiz,
Universidad, 2007.
20. Bartolomé Clavero, R azón d e individuo, razón d e Estado, razón d e Historia, Madrid,
c e c , 1991; Alicia Fiestas Loza, Los delitos políticos (1808-1936), Salamanca, Librería Cervantes,
1994.
21. Ricardo García García, Constitucionalismo español y legislación sobre el fa c to r religio
so durante la p rim era m itad d el siglo xix (1808-1845), Valencia, 2000.
22. José Álvarez Junco, M ater Dolor osa. La idea d e España en el siglo xix, Madrid, Taurus,
2004.
23. Manuel Revuelta González, «La Iglesia en España ante la crisis del Antiguo Régimen»,
en R. García Villoslada (dir.), Historia d e la Iglesia en España, Vol. V, 1979; José María Laboa,
»La libertad religiosa en la historia constitucional española», en Revista d e Estudios Políticos,
88
CATOLICI SM O E IDENTIDAD NACIONAL
30 (1982), pp. 157-174; Manuel Moran Ortí, Revolución y reform a religiosa en las Cortes de
Cádiz, 1994.
24. José Luis Villacañas, «La nación católica. El problema del poder constituyente en las
Cortes de Cádiz», en Francisco Colom González (ed.), Relatos d e nación. La construcción d e
las identidades n acionales en el m undo hispán ico, Madrid, cAsic/oEi/Iberoamericana Vervuert,
2005, voL 1, pp. 159-177; Antonio Rivera García, «Catolicismo y revolución: el mito de la na
ción católica en las Cortes de Cádiz», en A raucaria, año 3, núm. 6 (2001).
25. José María Portillo, «De la Monarquía Católica a la Nación de ciudadanos», op. cit
pp. 20 y ss.
26. José Luis Villacañas, «La nación católica...» op. cit., p. 166.
89
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
90
CATOLICISMO E IDEN TIDAD NACIONAL
vo horizonte donde una modernidad contenida debía ser el referente del nuevo
tratamiento de la religión. No era ya viable la intolerancia religiosa, pero tampoco
resultaba aceptable el indiferentismo que caracterizaba el nuevo orden social.
91
EL ÁGUILA V EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
aún no había reconocido el régimen liberal como consecuencia del proceso des-
amortizador iniciado tras la revolución.32
Ingredientes sociológicos, argumentos historicistas, bases jurídicas de la con-
fesionalidad establecida tras el Concordato, todo apuntaba a que en España se
iba gestando un nuevo horizonte de nacionalcatolicismo que es perfectamente
visible desde la década de los treinta.Ya en 1831 fray Manuel Amado en Dios y Es
paña33 resaltaba el nexo entre tradición católica y monarquía, pero no menos el
componente cultural y sociológico de un pueblo español fuertemente arraigado
en las creencias religiosas. Bajo el impacto de la cultura romántica ese pueblo de
vino en nación, para construir un armazón simbólico de catolicismo, monarquía
y nación que en las décadas siguientes encontrará diversas formulaciones hasta
cristalizar en el más elaborado de los discursos con Marcelino Menéndez y Pela-
yo. En Amado, como enAparisi y Guijarro o en Cándido Nocedal, ese sentimiento
católico, la identificación de España, religión católica y patriotismo, sin embargo,
nunca llegó a conformar un ideal nacional, no pasó de ser un patriotismo ya que
la idea de nación conllevaba elementos laicos, de cultura y representación libe
ral, que ninguno de ellos estaba dispuesto a admitir.34 Menos aún el catolicismo
intransigente de Donoso Cortés cuya afirmación de la religión como valor último
de la sociedad alcanzaba a un rechazo abierto de toda realidad moderna, incluida
la nación. Donoso Cortés se instala en la línea del antiliberalismo más intransigen
te que había dominado el pensamiento del filosofo Rancio y del Padre Vélez. Su
imaginario no era otro que el de una sociedad regida por el imperio de la teología
católica
32. Para una valoración del alcance del Concordato véase W. J. Callahan, Iglesia, p o d er y
socied ad en España, 1750-1874, Madrid 1989. Un estudio detallado en Juan Pérez Alhama, La
Iglesia y el Estado español: estudio histórico-jurídico a través d el C oncordato d e 1851, Madrid,
IEP, 1967.
33. Manuel Amado, Dios y España, Ensayo sobre un a dem ostración histórica d e lo que
debe España a la religión católica, Madrid, Imp. De Eusebio Aguado, 1831, 3 vols. José Álva-
rez Junco ha recogido las líneas maestras de su discurso en M ater Dolorosa, op. cit.
34. Ese proceso lo he señalado en «Catolicismo, identidad nacional y libertad religiosa
en la España liberal», en Justo Beramendi y María Jesús Baz (eds.), Identidades y m em oria
im aginada, Valencia, upv, 2008, pp. 223-262.
92
CATOLICI SM O E IDEN TI DAD NA CIONA L
35. Juan Donoso Cortés, Ensayo sobre el catolicismo, el liberalism o y el socialism o, Gra
nada, Comares, 2006.
36. A ello se ha hecho referencia en M. Suárez Cortina, «José María de Pereda. Tradición,
regionalismo y crítica de la modernidad», en A. Montesino González (ed.), Estudios sobre la
socied ad tradicion al cán tabra. Continuidad, Cambios y Procesos Adaptativos, Santander, uc,
1995, pp. 317-334.
37. Véase, en este sentido, Alfonso Botti, Cielo y dinero: el n acion al catolicism o en Espa
ña (1881-1975), Madrid, Alianza, 1992; Antonio Santoveña, M enéndez Pelayo y las derechas
en España, Santander, uc, 1994; José Álvarez Junco, «La difícil nacionalización de la derecha
en el siglo xix», en Hispania, vol. 61, (2001) n° 209, pp. 831-858.
93
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
38. Félis Sardá y Salvany, «La gran tesis española», en El Correo Catalán, 6-VII-1883. Re
cogido por Alfonso Botti, Cielo y dinero, p. 39. Sobre la obra de Sardá véase Antonio Moliner
Prada, Félix S ardá y Salvany i el integrismo en la R estauración, Barcelona, u a b , 2000.
94
CATOLICI SM O E IDENTIDAD NA CIONA L
39. «La religión católica, -establecía el artículo once de la constitución de 1876- apostó
lica, romana es la del Estado. La nación se obliga a mantener el culto y sus ministros. Nadie
será molestado en el territorio español por sus opiniones religiosas ni por el ejercicio de su
respectivo culto, salvo el debido respeto a la moral cristiana. No se permitirán, sin embargo,
otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado.» Sobre el mis
mo, véase Remedio Sánchez Férriz, «El artículo 11 de la Constitución de 1876», en Revista de
Estudios Políticos, (1980) vol. 15, n° 80, pp. 119-146.
40. El ejemplo más elaborado es la obra de Gabino Tejado, El catolicismo liberal, Madrid 1875.
41. Bases constitutivas d e la Unión Católica, Recogidas en La Unión C atólica. Datos p a r a
su historia (Sección d e P ropagan da), 1881, p. 19.
95
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
42. Joaquín Sánchez de Toca, «¿Por qué se ha formado la Unión Católica?» Revista d e M a
drid, n° 5 (marzo 1881), pp. 218-227; 318-326.
43. Damián Isern, «Los puntos negros del integrismo moderno», La Voz d e la Verdad, tomo
1, n° (20-V-1888), pp. 19-21; «El catolicismo y a libertad», en La Voz d e la Verdad, tomo 1, n°
5 (20-VI-1888), pp. 65-68;
44. Marcelino Menéndez Pelayo, Epílogo a Historia d e los H eterodoxos Españoles, Madrid,
b a c , 1978, p . 1037.
96
CATOLICISMO E IDEN TIDAD NACIONAL
Pau y Ordinas en 1883: «La ley de la vida nacional española es bien patente, con
siste en su adhesión al catolicismo. Grande y poderosa la España cuando católica;
débil y oprimida cuando sus costumbres no se han correspondido enteramente
con su fe, o se han introducido perturbaciones en su culto religioso.»45 En este
nuevo horizonte de fortalecimiento nacionalcatóüco, la Iglesia y su entorno aso
ciativo dieron apoyo a un conjunto de iniciativas que encontraron en los aniver
sarios de Calderón (1881) y de Recaredo (1889),46 en los Congresos católicos y el
apoyo del Partido Conservador su mejor recurso. El nacionalcatolicismo operaba
así como una frontera frente al integrismo, pero no menos como un intento de
frenar cualquier tentativa de que el régimen evolucionara hacia la libertad religio
sa, como presionaban desde los ambientes de la liberaldemocracia. La restaura
ción vino, pues, a reforzar la posición de la Iglesia, a través de una protección que
venía determinada por el Concordato y la Constitución, pero que, además, contó
con el apoyo decidido del Partido Conservador, contribuyendo a perfilar un terri
torio de clericalismo47 que, a su vez, fue respondido con un abierto anticlerialis-
mo. En la España de fin de siglo recristianización y secularización pugnaron por
determinar la naturaleza del orden político y social. Los católicos conformando
un movimiento social que encontró en la Rerum Novarum un fuerte estímulo;
los secularizadores movilizando las masas frente a la amenaza del clericalismo.48
Resulta evidente que por la tradición histórica nacional, por la manera que
nuestros liberales abordaron la cuestión religiosa a lo largo del siglo xix, por el
peso sociológico e institucional de la propia Iglesia, el problema de la libertad re
ligiosa y de la compatibilidad de ésta con la tradición católica presentaba muchos
problemas. Dada la intransigencia liberal de la Iglesia católica y el componente
tradicionalista que dominó en gran parte del catolicismo resulta difícil encontrar
45. Antonio Pou y Ordinas, «Influencia de la unidad religiosa en nuestra historia nacional»,
en La Ciencia C atólica, voi. III, 30-VI- 1883, pp. 492-493.
46. Para una interpretación del centenario de Recaredo como celebración carlista véase
Jordi Canal, «Recaredo contra la revolución: el carlismo y la conmemoración del ‘XIII Cen
tenario de la Unidad Católica’ (1889)», en C. P. Boyd (ed.), Religión y política en la España
contem poránea, op. cit., pp. 231-248.
47. Sobre la Iglesia de la restauración véase Cristóbal Robles, Insurrección o legalidad. Los
católicos y la Restauración, Madrid, csic, 1988.
48. Sobre la confrontación entre secularización y confesionalidad en la España de entre si
glos véase Julio de la Cueva Merino y Feliciano Montero «Clericalismo y anticlericalismo entre
dos siglos: percepciones reciprocas», en Julio de la Cueva y Feliciano Montero (eds.), La secu
larización conflictiva, España (1898-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp. 101-120.
97
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
49. Para una perspectiva del catolicismo liberal en su dimensión europea véase Manuel
Álvarez Tardío, «Deiu et liberté: la alternativa del catolicismo liberal en el ochocientos», en
Historia y Política, 3 (2000) 1, pp. 7-30.
50. Sobre su vida y obra véanse María del Carmen Sánchez Real, C oncepción A renal en su
tiempo: estudio biográfico y doctrinal, La Coama, 1999; Plutarco Marsa Vancells, Concepción
A renal y la Institución Libre d e E nseñanza, 1992; María José Lacalzada de Mateo, Concepción
Arenal: vida, cien cia y virtud, 1997.
98
CATOLICI SM O E IDENTIDAD NACIONAL
51. Concepción Arenal, Dios y Libertad, 1996, (1858). Estudio prelim inar, revisión y notas
de Ma José Lacalzada de Mateo.
52. Juan Valera, «La revolución y la libertad religiosa», en Revista d e España, tomo VIH
(1869), p. 210.
53. Véase Luis Esteve Ibáñez, El pensam iento d e Emilio Castelar, microforma, 1991; Car
men Llorca, Emilio Castelar: p recu rsor d e la d em ocracia cristiana, Madrid, Bibioteca Nueva,
1966; Lorenzo Martín-Retortillo Baquer, «Discurso de don Emilio Castelar en defensa de la
Libertad religiosa», en Revista A ragonesa d e A dm inistración Pública, 16 (2000), pp. 507-526.
54. Eugenio García Ruiz, Dios y el hombre, Madrid, 1863.
55- Véanse José Luis Abellán, F ern an do d e Castro y el p roblem a religioso d e su tiempo,
Madrid, 1976; Ramón Chacón Godás, F ern an do d e Castro y el catolicism o liberal español, Ma
drid, 1996; Máximo Carracedo Sancha, F ern an do d e Castro: católico, krausista y heterodoxo,
Madrid, uc, 2003.
99
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
lidad entre filosofía krausista y catolicismo se hizo inviable tras la Quanta Cura
y el Syllabus. «La fe, como la religión, -escribió Francisco de Paula Canalejas-
descansa en principios y en razón, y a ésta debe conformarse... La fe ciega, sin
regla y sin motivos, es una negación del pensamiento y de la libertad; esto es, la
degradación del espíritu humano.»56 La expresión más elaborada de esta línea de
pensamiento la tenemos en la obra de Francisco Giner de los Ríos57 y de Gumer
sindo de Azcárate.58 El primero a partir de una reflexión de las relaciones entre
conocimiento científico y religión; el segundo, desde una obra donde la moral
religiosa fue vista a la luz de la razón y del derecho.
Más allá de la dimensión moral del fenómeno religioso, los krausistas hicieron
hincapié en el tema de la libertad religiosa desde la perspectiva tanto individual
como colectiva, en lo relativo a las relaciones Iglesia/Estado. En el primer caso,
la libertad religiosa se presenta como una consecuencia inevitable de la libertad
de conciencia, del carácter racional e íntimo que posee la propia religión. En el
segundo, dada la necesaria neutralidad del Estado en temas de conciencia, la úni
ca fórmula viable era la separación entre ambas instancias. Como en el caso de
Montalembert, Giner, Azcárate o Salmerón, plantearon la fórmula de la libertad de
la Iglesia y el Estado, la necesaria separación de poderes y el respeto a la libertad
y autonomía de cada institución en su esfera de acción.
Los católicos liberales,59 los republicanos humanistas, los krausistas, y más
tarde, un minúsculo sector de católicos adscritos al modernismo religioso60 se
encontraron con la oposición frontal de una Iglesia católica dominada por un
antiliberalismo que, aunque no aceptaba los principios y dogmas del integris-
mo, sin embargo, estaba firmemente comprometida con la confesionalidad del
Estado y los valores del nacional catolicismo. La apertura al liberalismo y la
democracia, la aceptación de una vía racionalista ajena a la dogmática impues
ta por la Iglesia o el intento de acomodar el mensaje religioso a los logros del
56. «Programa del racionalismo armónico» (1857, recogido en F. De Paula Canalejas, «La
escuela krausista en España», en sus Ensayos críticos d e filo so fía , política y literatura, 1872,
p. 154-156).
57. Véanse sus Escritos filosóficos y religiosos, Madrid, s a 1922; sobre su pensamiento Juan
López Morillas, R acionalism o pragm ático: el pensam iento d e Francisco G iner d e los Ríos,
19 8 8 .
58. Véase Gonzalo Capellán de Miguel, Gumersisndo d e A zcárate. Una biografía intelec
tual, Valladolid, j c l , 2005, pp. 156-251; del mismo autor, «El problema religioso en la España
contemporánea: krausismo y catolicismo liberal», en Ayer, 39 (2000), pp. 207-241.
59. Eamon Rodgers, «El fracaso del catolicismo liberal en España. El caso de Fernando
de Castro», en Letras Peninsulares, primavera de 1991, pp. 81-97; igualmente en «Religious
Freedom and The Rule of Law in Nineteenth-Century Spain», The Irish fu rist 22 (1987), pp.
112-124.
60. Sobre el modernismo religioso en España véase Alfonso Botti, La Spagna e la crisi
m odernista: cultura, società civile e religiosa tra Otto e Novecento, Brescia, Morcelliana,
1987.
100
CATOLICI SM O E IDEN TI DAD NACIONAL
61. Luis de Zulueta, «Reformarse en vivir», en La oración del incrédulo. Ensayos sobre el
p roblem a religioso, s.a. s.d. [1915] pp. 68-69.
101
ral. Así la apertura a la razón, a la ciencia, a una nueva espiritualidad confrontaba
abiertamente con el clericalismo potencias que traía consigo el nacionalcatoli-
cismo. Como buen institucionista Zulueta se ubicaba en una democracia liberal
perfectamente compatible con la secularización del Estado, la libertad religiosa y
la reforma de la Iglesia62
62. Una síntesis de estos planteamientos en M. Suárez Cortina, «Religión, Iglesia y estado
en la cultura institucionista De Francisco Giner a Manuel Azaña», en La secu larización con
flictiva, op. cit., pp- 73-99-
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO:
UNA MIRADA A TRAVÉS DE NICOLÁS PIZARRO Y WENCESLAO AYGUALS DE IZCO
10 3
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
1. Véase M arc B loch a u jo u rd ’hui: histoire com parée &sciences sociales. Textes réunis et
présentés par Hartsmut Atsma et Anfré Burguière, París, eh e s , 1990.
2. Marcel Detienne, C om parar lo incom parable. Alegato a fa v o r d e una cien cia histórica
com parada, Barcelona, Península/ncs, 2001, p. 44.
104
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
105
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
lia en España y México en las décadas que siguen la revolución liberal y la inde
pendencia respectivamente. En España en las décadas de los cuarenta y cincuen
ta, en México en las décadas de los cincuenta y sesenta, una vez que la Constitu
ción de 1857 y las Leyes de Reforma acometieron el proceso de «consolidación»
de una revolución liberal que no había sido culminada desde la independencia.
Ninguno de los dos fue el máximo representante ni de la literatura romántica en
su país, ni tampoco fueron quienes mejor formularon los proyectos de sociedad
y Estado liberales, pero se les debe, sin embargo, el reto de haber elaborado su
propuesta tanto desde el frente personal del compromiso político, como a través
de las letras, de la escritura, ya fuera ésta el ensayo político o la novela.Tampoco
ninguno de ellos ha sido objeto preferente de la historiografía, ni en su dimensión
literaria ni política. Esa limitación es más acusada en el caso de Nicolás Pizarro
que apenas ha sido objeto de interés por la historia de la literatura mexicana.
Cuando en 1957 Luis Reyes de la Maza4 resaltaba que Pizarro había sido ignorado
tanto por la mayoría de los investigadores literarios como por los críticos de su
tiempo no exageraba, pues medio siglo más tarde aún se pueden contar con los
dedos de las manos los trabajos que centran su interés en la novelística de Pizarro
o en sus ensayos políticos.5
Ha sido desde la historia de la cultura,6 con especial atención a su dimensión
de socialista utópico, donde se ha puesto interés en su obra literaria. Es este el
caso de Carlos Illades y Adriana Sandoval7 que han recogido sus trabajos en tres
volúmenes y han facilitado un acercamiento a los componentes románticos, ex
presados a través de un universo de ideas donde el liberalismo y el socialismo
utópico se cruzaron para construir un imaginario social que fuera soporte de
los ideales de la Reforma. De Fourier a Lamennais, las ideas de Pizarro marcan
4. Luis Reyes de la Maza, «Nicolás Pizarro, novelista y pensador liberal», en Historia Mexi
can a, 3-4 (1957), pp. 572-587.
5. Un ejemplo de esa escasa atención a su obra es la ausencia de Pizarro entre los au
tores recogidos en Belem Clark de Lara y Elisa Spekman Guerra (coords.), La R epública de
las Letras. Asomos a la cultura escrita d el M éxico decim onónico, México d f , unam 2005, 3
vols. Tampoco aparece Pizarro entre los autores seleccionados de la novela corta del primer
romanticismo mexicano. Véase A a w La novela corta en el p rim er rom anticism o mexicano,
México d f , u n am 1998, con un estudio preliminar de Celia Miranda Cárabes. Tampoco Brian
Hamnett lo incorpora en sus trabajos sobre la novela histórica en el siglo xix. Véase «Historias
ficticias: el dilema de los hechos y la imaginación en la novela histórica del siglo xix, en His
torias 69, enero-abril 2008, pp. 97-120, donde únicamente contempla a Galdós como autor
de novela histórica en el mundo hispano.
ó. En el terreno filológico Juan Manuel Lope Blanch se ha acercado al uso de la lengua
española. Véase «Nicolás Pizarro y la lengua ‘española’, que no ‘castellana’», en Bulletin His-
pan iqu e, vol. 104, n° 2, pp. 873-882.
7. Véase su Estudio P relim inar a Nicolás Pizarro. Obras, I, unam , México d f , 2005, pp.
v ii-x li; recogido con algunas variantes en Carlos Illades y Adriana Sandoval, Espacio social y
representación literaria en el siglo xix, Universidad Autónoma Metropolitana / Olaza y Valdés,
2000, pp. 15-42.
106
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
con intensidad una reflexión política y social que, siguiendo a Illades y Sandoval,
cabe sintetizar en tres corrientes: la cooperación, fundamentada en los principios
asociativos, y condición de posibilidad de la regeneración futura; el orden liberal,
formalizado en la constitución de 1857, marco general en el que, según Pizarro,
se inscribían la libertad, la igualdad y la justicia; y la reforma moral, a la que le
corresponde establecer la convivencia futura sobre nuevas bases. Carlos Illades8
ha integrado a Pizarro en la generación romántica que se desarrolla en torno a
los círculos literarios que en la Academia de San Juan de Letrán, primero, y en el
Liceo Hidalgo, más tarde, cubren el periplo del romanticismo mexicano.9 En la
primera encontramos también a Manuel Tossiat Ferrer, José María y Juan Nopo-
muceno Lacunza, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez y Andrés Quintana Roo, nom
brado su presidente perpetuo poco después de su fundación. En el Liceo Hidalgo,
bajo la inicial presidencia de Francisco Granados Maldonado, se ubicó la segunda
generación del romanticismo literario representada por Guillermo Prieto, Ignacio
Ramírez, José María Roa Bárcena, Francisco Zarco, Vicente Riva Palacio, Ignacio
Manuel Altamirano y José MaríaVigil, entre otros. Fueron ellos quienes, en línea con
el universo mental y los planteamientos morales, estéticos y políticos, conformaron
los ideales de una nación mexicana que se encontraba en plena construcción.10
No disponemos, que yo conozca, de muchos estudios monográficos de sus obras
literarias, aunque Alejandro Cortázar le ha prestado atención al destacar el com
ponente reformista de su obra y atendiendo a la metáfora de la nación mexicana
que representa La Coqueta.n
En el terreno directamente historiográfico, Pizarro ha merecido una atención
también muy escasa. Han sido muy pocos los historiadores sociales y de la política
8. Carlos Illades, Nación, socied a d y utopia en el rom anticism o m exicano, México d f , Co-
naculta, 2005, pp. 54 y ss.; también del mismo autor «Pizarro: república y utopía social», en Las
otras ideas. Estudios sobre el p rim er socialism o en México, 1840-1935, Universidad Autónoma
Metropolitana / Era, 2008, pp. 78-98.
9. El ambiente literario y los liceos, tertulias, etc. que dominaron la cultura mexicana en el
siglo xix puede seguirse a través de los tres volúmenes de La República d e las Letras, op. cit
en especial el volumen I: Ambientes, A sociaciones y Grupos. Movimientos, temas y géneros.
10. El papel de la literatura como un ingrediente central en la construcción de la nación
ha sido resaltado para el caso mexicano en la obra de J. S. Brushwood, M éxico en su novela:
una n ación en busca d e su identidad, México, f c e , 1973; para el caso hispanoamericano, en
su conjunto, Beatriz González-Stephan, Fundaciones: can on , historia y cultura nacional. La
historiografía literaria d el liberalism o h ispan oam erican o del siglo xix, Iberoamericana-Ver-
vuert, 2002.
11. Alejandro Cortázar, Reforma, novela y n ación : México en el siglo xix, Puebla, Bene
mérita Universidad Autónoma de Puebla / Dirección de Fomento Editorial, 2006.; del mismo
autor, «Nicolás Pizarro Suárez y La coqueta metáfora de la nación», en Ángeles Encinar, Eva
Lófqist, Cármen Valcárcel (eds.), Género y gén eros. Escritura y escritoras iberoam erican as,
vol, 2, Madrid, unam , 200ó, p p . 11-22.
1 07
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
12. Ricardo Pérez Montfort, Apuntes sobre Nicolás P izarro y la Constitución d e 1857. Tex
to mecanografiado inédito (9 folios). Agradezco al autor la consulta del original.
13. Erika Pañi, «Para halagar la imaginación, Las Repúblicas de Nicolás Pizarro», en J. A.
Aguilar y R. Rojas (coords.), El republicanism o en H ispan oam érica, México, d f , c i d e / f c e , 2002,
pp. 424-446.
14. Ya fue objeto de una biografía encomiástica por parte de Blas María Araque, B iografía
deD . W. A. D. I. Madrid, Imp. De la Sociedad literaria, 1851.
15. Joaquín Marco, «Sobre los orígenes de la novela folletinesca en España (Wenceslao
Ayguals de Izco)», en Ejercicios literarios, Barcelona, Táber, 1969, pp. 73-95.
16. Juan Ignacio Ferreras, La novela p o r entregas, 1840-1900, Madrid,Taurus, 1972.
17. Leonardo Romero Tobar, La novela p op u lar española del siglo xix, Barcelona, Fun
dación Juan March/Editorial Ariel, 1976.; del mismo autor, «Forma y contenido en la novela
popular: Ayguals de Izco», en P roem io, III, Barcelona, abril 1972, pp. 45-90.
18. Rubén Benítez, Ideología del folletín esp añ ol Wenceslao Ayguals d e Izco, Madrid, José
Porrúa Turanzas, 1979.
19- Sylvie Baulo, La trilogie R om anesque d e Ayguals d e Izco, Le rom ain p op u laire en Es-
p a g n e au millieu du xixe siecle, Lille, 2003.
20. J. L. Calvo Carilla, El sueño sostenible. Estudios sobre la utopía literaria en E spaña,
Madrid, Marcial Pons Historia, 2008, pp. 105-150.
21. Russell P. Sebold, En el prin cipio del movimiento realista. Credo y novelística d e Ay
guals de Izco, Madrid, Cátedra, 2007.
108
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
22. La caracterización que Ayguals hace en el Epílogo de M aría, la hija d e un jorn a lero ,
para señalar que ha intentado crear un nuevo género, la historia novela, no debe ser con
fundida en ningún caso con la novela histórica, al estilo de las publicadas en España en la
década de los treinta y cuarenta bajo la influencia de W. Scott. La historiografía de la literatura
nunca la incorpora a ese género. Véase como ejemplo Juan Ignacio Ferreras, El triunfo del
liberalism o y la novela histórica 1830-1870, Madrid, Taurus, 1976, donde Ayguals sólo figura
en su condición de editor.
23. Víctor Carrillo, «Marketing et édition au xixe siècle. La Sociedad Literaria de Madrid»,
en J. Maurice (éd.), Vinfra-littèrature en Espagne a u x xixe et Xxe siècles. Du rom an - feuilleton
au R om ancero d e la gu erre dEspagne, Grenoble, p u g , pp. 7-101; Sylvie Baulo, «Prensa y pub
licidad en el siglo xix. El caso de la Sociedad Literaria de Madrid (1845-1846)», en Jean-Michel
Desvois (ed J , Prensa, im presos y lectura en el m undo hispánico contem poráneo, H om enaje
a f. F. Botrel, Bourdeux, U. E. I. I., 2005, pp. 61-71.
24. José Luis Pascua Pía, Ayguals y su época. Las ideas educativas d e un liberal del siglo
xix, Vinarós, Associació Cultural Amics de Vinarós, 2005.
25. Carlos Reyero, «Gusto y libertad. El arte en M aría, la hija d e un jorn alero, de Ayguals
de Izco», en Anales d e Historia d el Arte, 2008, Volumen Extraordinario, pp. 475-488.
26. Iris M. Zavala, Rom ánticos y periodistas. Prensa española del xix, Madrid, Siglo xxi,
1972.
27. Véase Antonio Elorza, Federalism o y R eform a Social en E spaña (1840-1870), Madrid,
Seminarios y Ediciones, 1975.
28. Pedro Rújula, «Historia y literatura. El Tigre del Maestrazgo, de Ayguals e Izco», en
Rolde, n° 79-80, 1997, pp. 36-42.
29. F. A. Martínez Gallego, «Democracia y República en la España isabelina, El caso de
Ayguals de Izco», en M. Chust (ed.), Federalism o y cuestión fe d e r a l en España, Castellón de
la Plana, uji, 2002, pp. 45-90.
30. Florencia Peyrou, Tribunos del pueblo. D em ócratas y republicanos du ran te el rein ado
de Isabel II, Madrid, c e p c , 2008.
31. Román Miguel González, La p asión revolucionaria. Culturas políticas republicanas y
m ovilización p op u lar en la España del siglo xix, Madrid, c e p c , 2007.
109
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
32. Sobe el papel del catecismo político como un instrumento de educación política en
México véase Alicia Salmerón Castro, «De la instrucción en Verdades políticas’ a los rudimen
tos legales. Los manuales políticos en el México el siglo xix», en La República d e las Letras.
Vol. II, P ublicaciones periód icas y otros impresos, unam, 2005, pp. 287-312; Anne Staples, «El
catecismo como libro de texto durante el siglo xix» en Roderic A. Camp, y otros (ed.), Los
intelectuales y el p o d er en México. M em orias d e la VI C onferencia d e Historiadores M exicanos
y Estadounidenses, 1991, pp. 491-505; para el caso del republicanismo español véase Manuel
Morales Muñoz, El republicanism o m alagueño en el siglo xix. P ropagan da doctrinal, p racticas
políticas y fo r m a s d e sociabilidad, Málaga, 1999, pp. 27-42.
33- Una síntesis de sus planteamientos y obra en Carlos Illades, Las otras ideas, op. cit.,
pp. 75-97.
I 10
NOVELA HISTÓRICA. SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
34. Entre 1842 y 1859 Ayguals de Izco dirigió la Sociedad Literaria Madrileña en la que
se rodeó de un grupo de autores como J. Zorrilla, M. Bretón de los Herreros, C. Aribau, J. E.
Hartszembusch, J. Martínez Villergas o A. Gil y Zárate. Véase Sylvie Baulo, «Prensa y publici
dad en el siglo xix», op. cit., p. 62.
35. Para un acercamiento a la historia comparada de la construcción del Estado y la
nación en España y México véase Manuel Suárez Cortina y Tomás Pérez Vejo (eds.), Los
cam inos d e la ciu d ad an ía. M éxico y España en perspectiva com parada, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2010.
36. En un ensayo reciente, Antonio Elorza ha resaltado los componentes retardatarios de
la modernización en los dos países. Véase «España y México: modernizaciones frustradas», en
Letras Libres, Noviembre 2006, pp. 36-39.
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
en medio de una dura disputa entre los nostálgicos del Antiguo Régimen y los
liberales que, en su fracción moderada, dominaron el proceso de consolidación
del Estado liberal. En México, la ecuación independencia y formación del Estado
nacional se llevó a cabo también en medio de una dual tentativa de construcción
del nuevo orden nacional bajo la forma de República y Monarquía. Tras la inde
pendencia y la experiencia de Iturbide, la monarquía pasó a un segundo plano
y en las décadas siguientes la confrontación básica no recayó en las formas de
gobierno, sino en el mantenimiento o superación de la sociedad corporativa; esto
es, en la implantación de un orden social liberal, y en el enfrentamiento entre
centralización y federalismo. En este marco Monarquía, liberalismo y República
adquirieron un sentido distinto en los dos países.
En España, la asociación entre liberalismo y monarquía se desarrolló bajo los
planteamientos de la Monarquía constitucional, y la República como proyecto na
cional vino dado por sus componentes populares y democráticos. La Monarquía
fue así la expresión de los intereses de las clases medias y altas, la que propug
nó un modelo de Estado centralizado a semejanza del modelo francés, y apostó
por una ciudadanía de propietarios y por un Estado confesional tras la firma del
Concordato de 1851. Frente a ese proyecto, el republicanismo al que se asoció
Ayguals de Izco, se mostraba como portavoz de las clases populares, como decla
radamente descentralizado y el portaestandarte de los ideales democráticos. En
México, por el contrario, una vez que la cuestión de las formas de Gobierno se
inclinaba abiertamente por la República desde la Constitución de 1824, el proble
ma se planteaba entre la persistencia del viejo orden social y el liberalismo, de un
lado, pero, como han resaltado recientemente Alicia Hernández Chávez y Marce-
11o Carmagnani, ese análisis conviene orientarlo hacia aquel otro que contrapone
a centralistas y federales.37
El federalismo mexicano se presenta así como la garantía del triunfo del
liberalismo,38 en tanto que en España, dado el componente centralista del libera
37. La obra de ambos es muy amplia en este sentido. Véanse, entre otros, Alicia Her
nández Chávez, «Las tensiones internas del federalismo mexicano», en A. Hernández Chávez
(coord.), ¿Hacia un nuevo fed eralism o?, México d f , f c e / c o l m e x , 1996, pp. 15-33; Marcello Car
magnani, Alicia Hernández Chávez, «La ciudadanía orgánica mexicana, 1850-1910», en Hilda
Sabato (coord.), C iu dadan ía p olítica y fo rm a ció n d e las naciones. Perspectivas históricas de
A m érica Latina, México d f , f c e / c o l m e x , 1999, pp- 371-404; Marcello Carmagnani, Las fo rm a s
del fed eralism o m exicano, coLMEx/Universidad de Turín, 2005; también en «El federalismo
liberal mexicano», en Marcello Carmagnani (coord.), Federalism os latinoam ericanos: Méxi
co/Brasil/Argentina, México d f , f c e / c o l m e x , 1993, pp. 135-179. Para una valoración de este
proceso véase Luis Barrón, «Republicanismo, liberalismo y conflicto ideológico en la primera
mitad del siglo xix en América latina», en Aguilar J. A. y Rojas, R. (coords.), El republicanism o
en H ispanoam érica, pp. 118-137.
38. La relación entre republicanismo, liberalismo y federalismo, muy clara desde las leyes
de Reforma está, sin embargo, muy lejos de constituir un nexo permanente desde la inde
pendencia. Véase en este sentido, Roberto Breña, «En torno al liberalismo hispánico: aspectos
I 12
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
í 13
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
I 14
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
pero sólo se organiza políticamente desde 1849 cuando se forma el Partido De
mócrata. Previamente, el federalismo solo había aparecido en la política española
en el momento de las constituyentes de Cádiz y en el Trienio constitucional, cuan
do se planteaba la construcción de una nación a los dos lados del Atlántico que
exigía la articulación de un Estado federal.42 Pero ese modelo de Estado federal,
de Monarquía federal, en todo caso, estaba lejos de ser viable en las circunstancias
que abrió la invasión napoleónica en España y al otro lado del Atlántico. Roto
el vínculo con el Imperio americano, en la España constitucional y peninsular
de los años treinta y cuarenta, el federalismo se presenta como una exigencia de
reconocimiento de la ciudadanía universal que desde el iusnaturalismo y el repu
blicanismo humanitario se opuso con fuerza a los componentes dominantes del
doctrinarismo liberal. Este primer republicanismo tuvo sus nexos con el progre
sismo y con diversas sociedades obreras que en Madrid y Cataluña buscaron pro
fundizar el carácter liberal de la revolución. Apostaron por la soberanía nacional,
el mantenimiento de la Milicia Nacional y una Ley de Ayuntamientos que diera
garantías de que el poder municipal se abría a la democracia. Frente a la nación
de propietarios que estaba construyendo la revolución liberal, los republicanos
buscaron una nación de ciudadanos, universal, que reformulara un modelo de
revolución liberal realizado hasta entonces en beneficio de las clases medias y
altas. El pueblo, ese sujeto de referencia para el republicanismo, se oponía así a la
nación, esa concepción abstracta que finalmente hacía del sufragio no un dere
cho sino una función social.
El republicanismo en España era, pues, democracia y federalismo, no liberalis
mo. En México, por el contrario, dada la persistencia de elementos corporativos
en la sociedad y Estados postindependencia, fue necesario fundir liberalismo y
federalismo para cumplir un proceso de modernización que encontró fuertes
resistencias hasta muy avanzado el siglo xix.43 La inserción de la obra de Nicolás
Pizarro y Ayguals de Izco, para su justa comprensión, ha de ubicarse en ese pro
ceso distinto que siguieron los dos países.
La propuesta social y política de Ayguals de Izco se ubica en el terreno de la
democracia liberal y, por ello, en el campo de la militancia republicana que pre
tendía ampliar los derechos políticos a toda la población. Con la implantación del
sufragio universal directo, Ayguals de Izco trataba de asegurar la universalidad de
42. Manuel Chust ha analizado las diversas propuestas que, sobre todo, desde el lado
americano, desarrollaron los diputados de las Cortes de Cádiz. Véase de este autor, La cues
tión n acion a l am erican a en las Cortes d e C ádiz (1810-1814), Valencia, u n e d , 1999. La cues
tión federal en el tiempo largo en M. Chust (ed.), Federalism o y cuestión fe d e r a l en España,
Castellón de la Plana, u ji , 2004.
43. Para una visión detallada del proceso de formación del primer federalismo mexicano
véase Josefina Zoraida Vázquez (coord.), El establecim iento del fed eralism o en M éxico (1821-
1827), México df, colmex, 2003.
I 15
El ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Que convencido el pueblo de que con ella será feliz porque no se le agobiará
con incesantes contribuciones, porque se respetarán las propiedades de los ricos
y se socorrería la indigencia de los pobres, porque se protegería la religión y sus
ministros y, en fin, porque se premiaría el mérito, la virtud, la inocencia, al paso
que se castigaría toda suerte de maldades, se decida a quererla y dé a conocer
legalmente, sin asonadas, ni motines ni desordenes, a que nunca debe apelar un
buen republicano, su soberana voluntad, eligiendo ayuntamientos, diputaciones
provinciales y diputados a Cortes que profesen ideas democráticas.44
116
NOVELA HISTÓRICA. SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
45. Sobre el cambio que representa la sustitución de la Milicia Nacional por la Guardia
Civil véase Diego López Garrido, La G uardia Civil y los orígenes del Estado centralista, Bar
celona, Crítica, 1982; sobre la Milicia Nacional, Juan Sisinio Pérez Garzón, M ilicia N acional y
revolución burguesa: el prototipo m adrileño, 1808-1874, Madrid, csic, 1978.
46. M arquesa d e B ellaflor o el niño d e la inclusa, Io edición mexicana, Veracruz, Oficina
de J. M. Blanco, 2 vols. 1849, pp. 356 y 540 resp. También en, M anual d el cocin ero y cocin era
tom ado del p eriód ico literario La Risa se d ed ica a l bello secso d e Puebla, Puebla, Imp. De José
Ma Macías, 1849.
47. La influencia de Eugenio Sue en México es un común denominador de los llamados
novelistas sociales de mediados del siglo xix: José Rivera y Río, Pantaleón Tovar, Juan Díaz
Covarrubias y el propio Nicolás Pizarro. La relación entre ellos, tanto en el plano literario
como en el personal es intensa. A menudo se incorporaban unos a otros en sus novelas. Así
Nicolás Pizarro hace aparecer a Díaz Covarrubias en su novela La Coqueta fl8 6 l). Jacqueline
Covo ha resaltado esa influencia de Sue en estos autores, en especial en Manuel Payno y en
Pantaleón Tovar, Las ideas d e la R eform a en México, 1855-1861, México, unam, 1983, p. 318.
í 17
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Los liberales -señalaba en La Coqueta Andrés Iturbide- son y deben ser así, tole
rantes y sinceramente piadosos, siquiera porque la obra que han emprendido de
regenerar a todo un pueblo es tan grande, que sin el auxilio del Todopoderoso
nunca llegarían a darle cima; más por algunos ignorantes que hacen gala de su
impiedad por parecer espíritus privilegiados, nuestros enemigos tienen ocasión
de desacreditarnos, suponiendo en nosotros las más perversas intenciones.48
I 18
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
En este punto medio entre dos frentes abiertamente afrontardos, el del libera
lismo más democrático, y el del conservadurismo reaccionario, Pizarro apostaba
por una tercera vía que diera garantías a la construcción de un nuevo sistema libe
ral que conciliara armónicamente los extremos. No se trataba de un krausista,pero
su horizonte era una sociedad armónica que, bajo la propuesta de una república
representativa, diera solución a la necesaria modernización del país. Esta debía
hacerse desde el liberalismo, pero desde una propuesta integradora de todos los
sectores de la nación. El nacionalismo liberal de Pizarro descansaba sobre la idea
de libertad, pero compatible con un gobierno fuerte, de ahí que preconizara con
insistencia la necesaria combinación de la ley y el orden.
Este inicial componente «aristocratizante»51 del pensamiento de Pizarro se sua
vizó en los años de las Leyes de Reforma. Cuando en 1861 escribe su Catecismo
político constitucional (1861), abandona la idea de un Senado conservador que
reunía al presidente de la Cámara de Diputados, al jefe militar de mayor grado, a las
«cabezas» de las partes más respetables de la sociedad desde entonces se centraba
en la defensa de una República democrática, representativa y popular, asentada
ahora sobre un legislativo unicameral, la condena del veto ejecutivo y el sufragio
universal masculino, sin más restricciones que un «modo honesto de vivir».
Para Nicolás Pizarro todo orden social debía constituirse sobre la base de la
propiedad, la familia y la libertad. Si éstas están rectamente establecida^ está
asegurado el orden social y cumplido el designio de la Providencia, respecto de
los seres racionales que pueblan la tierra. El hombre, para Pizarro nace con los
mismos derechos, pero la diferencia que presenta en sus aptitudes es la base de la
igualdad ante la Ley e, igualmente, de la desigualdad social. Como republicano, sin
embargo, esa desigualdad debía derivar del mérito individual, no de la existencia
de privilegios toda vez que debían quedar prohibidos los títulos de nobleza y los
honores hereditarios. Como buen liberal buscaba el establecimiento de un orden
50. Nicolás Pizarro, «La política del general Comonfort y la situación actual de México»
(octubre de 1857), en Obras I, Catecismos, México d f , u n am , 2005, p. 164.
51. Estos componentes están presentes en su Catecismo político d el p u eblo (1851). Véase
Obras I, Catecismos, pp. 19-20.
I 19
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
52. Nicolás Pizarro, Catecismo político constitucional\ en Obras I, Catecismos, op. cit., p. 211.
120
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO U T Ó P IC O Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
121
el Aguila y el t o r o , e s p a ñ a y Mé x i c o en el s ig l o xix
«La religión es la creencia que cada uno tiene respecto de la divinidad, y del
modo con que debe honrarse y venerarse, mientras que los sacerdotes son úni
camente los ministros del culto público que tal creencia produce. La religión,
en sí misma, es siempre buena y necesaria para la sociedad, mientras que los
ministros son buenos o malos según sus pasiones, y conforme cumplen o no
con lo que enseñan, y es claro, que sin son malos, por cualquiera causa, debe
estorbárseles que hagan el mal.»54
54. Nicolás Pizarro, La Coqueta, op. cit., p. 53. La intención moralizadora está presente en
toda la obra de Pizarro. En el caso de La Coqueta, él resaltó: «Desde luego advertimos que el
fondo de nuestra novela se dirige a demostrar que la gracia, la seducción, la coquetería con
que Dios ha dotado a la mujer para que atraiga, encante y fije de un modo durable el cora
zón del que se siente dispuesto para el amor, si se apartan de todo deber y consecuencia, si
únicamente sirven para dar pábulo y entretenimiento a una especie de Venus vaga, espiritual,
si se reduce a un canto como el de la chicharra, y a una volubilidad como la de la mariposa,
separarán lo que debe unirse, debilitarán lo que debe ser fuerte, harán estéril, en fin, lo que
Dios ha querido que fuere fecundo...» La coqu eta, op. cit., pp. 88-89.
55. Nicolás Pizarro, Catecismo político constitucional, op. cit., p. 227.
122
N OVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
123
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
sobre estas cosas; y, por lo mismo, resulta la obligación más absoluta de respetar
el modo que cada uno tenga de mostrar su veneración, mientras no cause daño
a otro.»58 Ecléctico en sus reflexiones religiosas, lo mismo se sirve de Renán, de
Voltaire, de Jules Simón que de los Evangelios o de Jaime Balmes. Fue la suya una
religión de libertad, no una religión establecida sobre formas de culto rígidas y
sobre el acatamiento a estructuras religiosas ya caducas, sino del establecimiento
de la fe como una instancia -no la única- básica para muchos hombres, pero
ajena a todo fanatismo. Kantiano en sus presupuestos filosóficos y morales, Piza
rra observa que sólo una religión establecida sobre bases racionales puede dar
satisfacción a las exigencias de una moral universal. Rechaza, en consecuencia, la
revelación como fundamento de la religión, ya que la pluralidad de revelaciones
y las contradicciones entre unas y otras no pueden ofrecer garantías suficientes
al hombre. «La moral -resaltó- es por su naturaleza común a todos los hombres;
cuantos participan de razón tienen parte igualmente en la moral, es decir, en el
derecho y en la obligación, en la virtud y en la recompensa. La revelación, si bien
aspira siempre a esa universalidad, nunca la logra, aunque solo sea por la diferen
cia y aun oposición de las varias revelaciones.»59 El proyecto político que podía
dar cumplimiento a esas exigencias no era otro que la República laica establecida
por la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma.
En España, Ayguals de Izco también trató de garantizar un Estado liberal y
democrático que se alejara de los presupuestos jurídicos y sociológicos del con-
fesionalismo. Monarquía e Iglesia constituyen los dos extremos contra los que ha
luchar el republicanismo. Antimonárquico, antimilitarista, anticlerical vio en la
Iglesia un soporte del carlismo. En sus ensayos y novelas, la Iglesia siempre consti
tuye un ingrediente central del antiliberalismo, de una manera directa las órdenes
religiosas, en general, y los jesuitas, en particular. La figura de fray Patricio y el pa
pel estelar que le concede a la organización antiliberal El ángel Exterminadof60
124
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
reflejan bien ese componente duramente anticlerical que preside toda su obra. El
rechazo dé las órdenes religiosas tenía paraAyguals de Izco una doble dimensión;
como soporte de la contrarrevolución, de un lado, pero no menos por su carácter
improductivo, porque en el universo mental deAyuguals de Izco, sólo las clases
productivas tenían sentido en el nuevo orden económico.
Lo que ellos querían -los frailes- era fascinar a los pueblos con su infernal
gazmoñería, como iban alcanzándolo ya, para afianzar el trono del despotismo
teocrático... despotismo espantoso, basado en las torturas de la Humanidad.,.
Despotismo horrible, ejercido por religiosos verdugos, por frailes asesinos, que
se reunían en una caverna, jamás suficientemente execrada, para condenar al
inocente, al sabio, al filósofo, a morir en la hoguera ó en el cadalso, víctima de
tremebundos martirios... despotismo degradante, que calificaba esta homicida
institución de Santo Oficio... despotismo brutal, únicamente comparado con
la tiranía militar, que no reconoce más leyes que el capricho de un general, ni
acata más soberanía que el sable de un general,61
medidas de perdición. Esta voz era el eco de El Ángel Exterm inados» M añ a o la hija d e un
jo rn a lero , op. c i t pp. 106- 107 .
61. M aría o la hija d e un jorn alero, op. cit., Madrid, 1869, p. 11.
62. Recogido en Rubén Benítez, Ideología d el folletín español, op. c i t p. 126.
125
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
126
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
En efecto, en todo caso una historia-novela que tiene mucho de historia, sin
más, o de geografía histórica, ya que la narración de los hechos históricos muy
a menudo posee un componente descriptivo en el que el espacio, la geografía
urbana, tiene tanto o más peso que los componentes puramente históricos. Vin
dicación política e ilustración histórica constituyen el entramado básico al que
Ayguals de Izco adhiere una narrativa amorosa de tipo folletón que a menudo
contrasta con el estilo puramente realista que da a las descripciones y narración
de los sucesos que, como ha resaltado Russell P. Sebold, contienen un estilo des
criptivo, detallista, enumerativo, abierto y objetivo, dimensiones características
del realismo moderno.70
Esa escuela de la Naturaleza, afín a la que el propio Pizarro desarrolló en su
literatura, le ubica en la línea del republicanismo humanista que tiene en Lamen-
68. Fernando del Paso considera que, en cierto modo, toda novela es histórica. Véase
«Novela e historia», en Conrado Hernández López (coord.), Historia y novela histórica, El
Colegio de Michoacán, 2004, p. 91.
69. Epilogo a María, la hija d e un jorn alero, op. cit., p. 448.
70. Russell P. Sebold, En el prin cipio del movimiento realista. Credo y novelística d e Ay
guals de Izco, Madrid, Cátedra, p. 47.
12 7
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
nais y en Fourier dos referentes, pero que igualmente contiene elementos del
pensamiento de Saint Simón y de otros utópicos de la primera mitad del siglo xix.
Libertad, justicia y asociación constituyen elementos comunes a los dos autores.
Populistas ambos ven la sociedad de una manera dual, enfrentando el pueblo a
la oligarquía que lo explota.Tienen como común denominador la exaltación del
trabajo productivo y conciben la democracia no sólo como una forma de justicia,
sino como la expresión del bien moral en la sociedad política. Los dos imaginan
un futuro nacional desde una exaltación patriótica con el pueblo como sujeto y
con la democracia representativa bajo una república como el gobierno ideal de
la nación. Si en Pizarro la fe cristiana preside su pensamiento social, en Ayguals
de Izco el cristianismo constituye la base central de su idea de moral, de justicia
y de caridad. Los dos diseñan un orden social donde la justicia, la distribución
equitativa de los bienes y la moralidad están presentes en toda su obra, y junto a
ellos el ideal armónico, la solidaridad y el trabajo, que en su planteamiento gene
ral recuerdan los ideales saintsimoniamos.
Creemos haber indicado en el curso de nuestra historia los medios aún tiene un
gobierno ilustrado para moralizar al pueblo. No se persiga a la inocencia, no se
deje en cruel abandono á los pobres artesanos, á los honrados jornaleros; proté
jase la agricultura y el comercio aligerando los insoportables impuestos que les
abruman, aliéntense las ciencias y las artes, prodigúense recompensas al mérito
y a la virtud, y desaparecerá de este modo la miseria, semillero de vicios y de
crímenes, causa de la desesperación que conduce muchos infelices al suicidio.
Impelidos por el deseo de despertar en España ese humanitario espíritu de
fraternidad que moraliza las naciones, nos lamentábamos en las primera pági
nas de nuestra historia de la casi absoluta falta de empresas filantrópicas, que
conciliando el interés de sus individuos, proporcionan beneficios a las masas
populares.71
128
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
72. Véase Ma Luisa Burguera Nadal, Wenceslao Ayguals d e Izco. Análisis d e p obres y ricos
o la bruja d e Madrid, Vinarós, Antinea, 1998.
129
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
mejorar la condición de sus trabajadores. Esto causa vicios muy profundos, muy
generalizados, ante los cuales son impotentes las buenas intenciones de algunos
pocos ricos, que quisieran poner en armonía su interés natural y debido con la
caridad cristiana de que deben dar muestra, si es que quieren salvarse.
Pobres siempre hemos de tener entre nosotros; pero nada impide que se pro
cure instruir, moralizar, mejorar el alma y el cuerpo de los que tenemos, dismi
nuyendo en lo posible su crecido número, sin herir los derechos de nadie, sin
anunciar ninguna doctrina que alarme, sin otro resorte que la aplicación genui-
na del Evangelio, tal como lo comprendieron los primeros cristianos, que en
vida común con los apóstoles, y puede decirse con el Espíritu Santo, enseñaron
a su posteridad con las obras, la verdadera, la exacta, la única significación de
las palabras que oyeron de la misma boca del hijo de Dios.73
Unir a las familias con lazos íntimos de amor, de justicia y de mutuos intereses
para que formen municipalidades patrióticas, ricas, poderosas, he aquí el fun
damento más seguro de la reforma política. Por último, reunir, es decir, abrazar
con cuanta fuerza es posible a estas municipalidades en un centro común, que
las dirija con energía, con alta inteligencia, y constante previsión en sus intere
ses generales, y que en todas las empresas grandiosas, en todo lo justo sea, el
primero, el iniciador, o cuando menos es sostenedor, que nunca se doblegue
ante la fuerza, que sólo aplique ésta para castigar las grandes ofensas contra el
derecho, reconociendo amplísimamente el de los pueblos; he aquí lo que para
mi patria, tan abatida ahora, pueden llegar a producir /unidas la verdadera re
ligión, la santa libertad?4
Ese era el ideal social cristiano que Pizarro pone en la propuesta del padre
Luis y Fernando Henkel y que da base al proyecto de La Nueva Füadelfta. En ella
no hay relaciones de explotación, sino la amistad fraternal «La Nueva Filadelfia
-establecía el reglamento de la colonia- se compone de familias cuyos indivi
duos quieran trabajar, auxiliándose mutuamente en todas las necesidades de la
130
NOVELA HISTÓRICA, SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
131
EL ÁGUILA V EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
un espacio comunitario de ocio. Todo estaba pensado para que, siguiendo las
directrices de la donación que hizo posible su fundación, las familias «seguras
de que no les faltará lo necesario para la subsistencia, vivan como los primeros
cristianos entre quienes eran los bienes comunes».76 En su idealización la función
del nuevo orden social de La Nueva Filadelfta tenía el cometido de regenerar al
hombre, de invertir las pasiones que le llevaron a explotarse entre sí, producto
de la pasión y el poder, para reconvertirlo, mediante el uso de la razón, en un ser
benéfico y reparador.
Llama la atención en Nicolás Pizarro el desdoblamiento conceptual que de
sarrolla en sus escritos políticos y en la idealización utópica de La Nueva Fi
ladelfta. En los primeros es un autor moderado en sus concepciones políticas,
defensor de una república representativa nada radical, se podría decir que es el
portaestandarte de unas Leyes de Reforma que no sustenta en su versión más
extrema, sino que en el afán por lograr la estabilidad de la República, mantiene un
término medio entre la línea moderada de Comonfort y la más extrema de libe
rales como Ramírez, Altamirano o Vigil. De otro lado, en sus escritos políticos, el
nutriente religioso es el del catolicismo liberal que desde Lamennais a Renán está
muy presente en sus textos. En el terreno novelesco, sin embargo, el peso del cris
tianismo primitivo, de los Evangelios y de un ideal comunitario primitivo, es muy
palpable. Ese recurso al primer cristianismo acentúa el componente religioso de
La Nueva Filadelfta y el papel predominante que concede a los ideales religiosos
como elemento informante del ideal utópico de convivencia social.
La utopía de Ayguals de Izco presenta no obstante otras características. Des
de muy joven ya conocía los trabajos del socialismo utópico europeo, pues leía
en sus lenguas desde escritos políticos y económicos de autores como Cobden,
Peel o Bastiat, a los socialistas utópicos Owen, Proudhon, Cabet o Blanqui. Sus
concepciones, también cercanas a las ideas de los católicos liberales, sin embar
go, no están teñidas de la exaltación del cristianismo primitivo que alienta a los
personajes de Pizarro. Exalta al pueblo, a la democracia y rechaza la Iglesia oficial,
pero su imaginario de futuro se centra en una democracia republicana y federal
compatible con el desarrollo industrial. En La maravilla del siglo muestra su
apuesta por la civilización del futuro a través de una síntesis entre los ideales hu
manitarios de los que parte con las aportaciones de un nuevo mundo, industrial,
que contiene en sí mismo los dos elementos básicos de su ideario: una idea de
progreso humano establecido sobre el trabajo honesto y una fe en el futuro que
contempla la armonía entre las clases, la quiebra definitiva de todo privilegio. La
utopía de Ayguals de Izco se asienta en la convicción de que es posible una espe
cie de capitalismo responsable, éticamente recto y que distribuya la riqueza de
una manera equitativa entre los merecimientos del trabajo y el talento.
132
NOVELA HISTÓRICA. SOCIALISMO UTÓPICO Y REPÚBLICA EN ESPAÑA Y MÉXICO
77. Véase Neus Campillo, R azón y utopía en la socied ad industrial. Un estudio sobre
Saint-Simon, Valencia, Universidad de Valencia, 1992.
133
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XiX
dece menos a los pueblos la esteva del labrador, el buril y el pincel del artista,
la brújula del marino, que la pluma del togado.78
1 34
EL REPUBLICANISMO CONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA*
135
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Han sido numerosos los historiadores y los investigadores de las diversas cien
cias sociales y humanas que han mostrado tanto las reservas como las ventajas del
método comparado en historia. A favor de ambas propuestas se pueden argüir
múltiples razones. El que niega la comparación puede reclamar el carácter parti
cular de cada cultura y las experiencias singulares de la historia local o nacional,
pero no es menos cierto que la caracterización de una sociedad o cultura sólo
puede ser medida en el marco, siquiera aproximado, de la comparación. A dife
rencia de otras disciplinas humanísticas como la Antropología, o las ciencias so
ciales, la historia tuvo un origen nacional, nació para explicar y legitimar la nación
y es en este marco donde mejor ha desenvuelto sus cometidos hasta época muy
reciente. Sin embargo, una caracterización de este a aquel fenómeno histórico re
clama la observación externa, la necesaria confrontación con otras experiencias,
sistemas o procesos que permitan una caracterización más completa que aquella
que se asienta en una mirada en lo propio, limitada con frecuencia por un compo
nente etnocèntrico. Una historia comprensiva necesariamente reclama un grado
mínimo de comparación que permita contrastar el hecho, fenómeno o proceso
estudiado desde una pluralidad de registros, cuya caracterización lleva en mayor
o mejor grado, de manera implícita o directa, el contraste con otras experiencias
históricas. La cuestión es, por tanto, qué y cómo comparar.1 En todo caso, nada
más lejos de la intención de estas páginas que tratar de desentrañar historias
patrias; la comparación, vista desde esta perspectiva, no viene sino a fortalecer
la idea de que la mejor manera de desmitificar la historia nacional es su salida
al terreno de la comparación.2 En este sentido México y España son dos buenos
modelos, pero también ni mejores y peores que otros muchos posibles.3
1 36
EL REPUBLICANISMO CONSERVADOR DE EMILIO C A S TE L A R Y JUSTO SIERRA
la mexicana M. Ferrer Muñoz, Roberto Breña y Virginia Guedea, entre otros, han estudiado
las conexiones e influencias de la historia y doctrinas políticas españolas en México. Virginia
Guedea ha hecho un recorrido por la historiografía que se ha ocupado del proceso de la
independencia novohispana, «Representación, legitimidad y soberanía. El proceso de inde
pendencia novohispano», en Ivana Frasquet (coord.), Bastillas, cetros y blasones. La indepen
d en cia en Iberoam érica, Madrid, Mapfre/Instituto de Cultura, 2006, pp. 21-38. Sobre la mirada
recíproca que se ha cruzado entre ambos países A. Miguel, J. Nieto Sotelo y T. Pérez Vejo
(comp.), Im ágenes cruzadas. M éxico y España, siglos xixy xx, Morelos, Universidad Autónoma
del Estado de Morelos, 2005; A. Sánchez Andrés y R. Figueroa Esquer (coords.), M éxico y
España en el siglo xix. D iplom acia, relaciones triangulares e im aginarios nacionales, México,
Instituto Tecnológico Autónomo de México, 2003. sobre la comparación sobre la transición
del liberalismo a la democracia véase José Varela Ortega y Luis Medina Peña, Elecciones,
altern an cia y dem ocracia. España-México, u n a reflexión com parativa, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2000. Para un acercamiento comparativo en el tiempo largo, siglos xix y xx, véase M.
Suárez Cortina y Tomás Pérez Vejo (eds.), Los cam in os d e la ciu d ad an ía. M éxico y España en
perspectiva com p arad a, Madrid, Biblioteca Nueva/PUbliCan, 2009.
4. Francois-Xavier Guerra, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, México, fce ,
1985.
5. Fernando Escalante Gonzalbo, C iudadanos imaginarios, México, El Colegio de Méxi
co, 1998, 3a reimp.
6. Luis Medina Peña, Invención del sistema político m exicano. Form a d e g obiern o y gober-
n abilid ad en M éxico en el siglo xix, México, f c e , 2004.
7. María Luna Argudín, El Congreso y la política m exicana, 1857-1911, México, fce/ cm,
2006 .
13 7
EL ÁGUILA Y EL TOitO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
8. Para el caso mexicano véase Brian F. Connaughton (coord.), P oder y legitim idad en
México en el siglo xix. Instituciones y cultura política, México, uam , 2003; Elias José Palti, La
invención d e una legitimidad. R azón y retórica en el pen sam ien to m exican o d el siglo xix. (Un
estudio sobre las fo r m a s d el discurso político), México, f c e , 2005.
9. La confrontación entre tradición y modernidad en Hispanoamérica ha constituido uno de
los ejes de reflexión de la historiografía reciente. Véase Francisco Colom González (ed.), Mo
dern id ad iberoam ericana. Cultura, política y cam bio social, Madrid, Iberoamericana-Vervuert,
2009; Alfredo Ávila ha hecho un análisis detallado de las características que presiden la historio
grafía mexicana del liberalismo. Véase Alfredo Ávila, «Liberalismos decimonónicos: de la historia
de las ideas a la historia cultural e intelectual», en Ensayos sobre la nueva historia política de
América latina, siglo xm, México, El Colegio de México, 2007, op. cit., pp. 111-145.
10. Francisco Tomás y Valiente, Códigos y constituciones (1808-1978), Madrid, Alianza,
1989; Bartolomé Clavero, Evolución histórica d el constitucionalism o español, Madrid, Tecnos,
1984; sobre el problema de las formas de Gobierno, Ángeles Lario (ed.), M onarquía y Repú
blica en la España contem poránea, Madrid, UNED/Biblioteca Nueva, 2007.
11. Sobre la diferencia del concepto de corporación entre el Antiguo Régimen y el libe
ralismo véase Annick Lempériére, «Reflexiones sobre la terminología política del liberalismo»,
en B. Connaughton, C. Illades, y S. Pérez Toledo (eds.), Construcción d e la legitim idad p o lí
tica en México, México, 1999, pp. 35-56.
12. Una visión sintética de estos problemas en Rafael Rojas, «La frustración del primer
republicanismo mexicano», en J. A. Aguilar y R. Rojas (coords.), El Republicanism o en Hispa
noam érica. Ensayos d e historia intelectual y política, México, f c e / c i d e , 2002, pp. 388-423.
138
EL REPUBLICANISMO C ONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
(39
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
17. Una visión de conjunto puede encontrarse en las dos obras de William Callahan, Igle
sia, p o d er y socied a d en España, 1754-1875, Madrid, Nereaf 1989; del mismo autor, La Iglesia
católica en España (1875-2002), Barcelona, Crítica, 2002; también en Carolyn P. Boyd (ed.),
Religión y política en la España con tem porán ea, Madrid, c e p c , 2007.
18. Para el caso mexicano véase la síntesis de José Luis Lamadrid Sauza, La larga m arch a
de la m od ern id ad en m ateria religiosa. Una Visión d e la M odernización en México, México,
fc h , 1994; Alvaro Matute, Evelia Trejo, Brian Connaughton (coord.), Estado, Iglesia y S ociedad
en México. Siglo xix, México, u nam . 1995; Roberto Blancarte, Historia d e la Iglesia católica en
México, México, f c e , 1992. Brian Connaughton ha puesto de manifiesto el papel de la Iglesia
en la conformación de la nación mexicana desde el análisis regional de las iglesias de Puebla
y Jalisco, D imensiones d e la iden tidad patriótica. Religión, p olítica y regiones en México. Siglo
xix, u a m / Porrúa, 2001; María Martha Pacheco (coord.) Religión y socied ad en M éxico durante
el siglo xix, México d f , i n e h r n , 2007. Para un balance de cómo trató el tema de la religiosidad la
historiografía mexicana véase Brian Connaughton, «La nueva historia política y la religiosidad
¿Un anacronismo en la transición?», en Guillermo Palacios (coord.), Ensayos sobre la nueva
historiografía política d e A m érica latina. Siglo xix, op. cit., pp. 171-195.
19. Véase este doble proceso en Aimer Granados, D ebates sobre España. El h ispan oam e
ricanism o en M éxico a fin es d el siglo xix, México, Colmex, 2005; Ricardo Pérez Montfort «El
pueblo y la cultura. Del porfiriato a la revolución», en Raúl Bejar y Héctor Rosales (coords.),
La iden tidad n acio n a l m ex ican a com o p roblem a político y cultural. Nuevas m iradas, México,
2005 c rim , pp. 57-80.
140
EL REPUBLICANISMO CO NSERVADO R DE EMILIO CASTELAR Y jUSTO SIERRA
existía una vida política, ciertamente manipulada, pero infinitamente más esta
ble y constitucional que en la de México,20
20. México: del Antiguo Régimen a la Revolución, tomo I, p. 184. Mauricio Merino ha
resaltado también el vínculo que tuvieron las instituciones mexicanas tras la independencia
con el liberalismo español en «La formación del Estado nacional mexicano. Pasado colonial,
ideas liberales y gobiernos locales», en Francisco Colom González (ed.), Relatos d e n ación. La
constm cción d e las identidades n acion ales en el m undo hispánico, Madrid, Iberoamericana-
Vervuert, 2005, pp. 333-350.
21. Sobre el impacto de la guerra con los e e u u en la construcción de una identidad nacio
nal mexicana, y la reacción de liberales y conservadores véase Ana Rosa Suárez Argüello, «
«Una punzante visión de los Estados Unidos (la prensa mexicana después del 47)» en Roberto
Blancarte (comp,), Cultura e iden tidad nacional, México, Conaeulta/FeE, 1994, pp. 73-106.
Andrés Reséndez Fuentes considera que la guerra sentó las bases de donde surgiría un ver
dadero estado nacional y una verdadera nación, «Guerra e identidad nacional», en Historia
M exicana 186, x lv ii, 2 (1997), pp. 410-439-
22. Para el caso español M. Suárez Cortina, «Las culturas políticas del liberalismo español,
1808-1931», en José Miguel Delgado Idarreta y José Luis Ollero (eds.), El liberalism o europeo
en la época d e Sagasta, Madrid, Biblioteca Nueva/Fundación P. M. Sagasta, 2009, pp. 34-61.
1 41
EL ÁGUILA V EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
23. Para los debates sobre el primer liberalismo mexicano y sus características, en especial
en lo relativo al «liberalismo de los pueblos» Roberto Breña, El p rim er liberalism o español, op.
cit., pp. 491 y ss.
24. La historiografía reciente ha resaltado que junto a la contraposición entre Juárez y
Maximiliano cabe encontrar puntos de continuidad, dado el carácter liberal y anticlerical de
ambos. Para una caracterización de Maximiliano véase K. Ratz, Tras las huellas d e un desco
nocido, México, Conaculta/iNAH, 2008. Una valoración de la historiografía sobre el segundo
imperio en Erika Pañi, El Segundo Imperio. P asados d e usos múltiples, México d f f c e /c i d e ,
2004.
25. Charles Hale ha analizado el papel del liberalismo y la revolución como elementos
unificadores, como mitos políticos en México, «Los mitos políticos de la nación mexicana: el
liberalismo y la revolución», en Historia M exicana, x lv i, 4 (1996), pp. 821-837.
26. Véase el conjunto de trabajos recogidos en Marco Antonio Landavazo y Agustín Sán
chez Andrés (coords.), E xperiencias republicanas y m on árqu icas en México, A m érica Latina
142
EL REPUBLICANISMO C O NSERVADO R DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
143
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
144
EL REPUBLICANISMO C ONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
sociedad, sobre todo, con la desamortización, pero ésta no llegó a disolver las
comunidades ni logró integrar a los indígenas en la sociedad nacional individua
lista.38 La Ley, la Constitución y sus valores políticos no fueron suficientes para
establecer un cauce adecuado entre realidad social y representación política. Esa
cultura política constitucional, por lo demás proveniente del liberalismo revolu
cionario, ya había sido abandonada en muchos países y constituía un referente
normativo que difícilmente podía ser llevado a la práctica, como muy bien vie
ron sus propios protagonistas. La realidad social, y así habría de demostrarse en
las décadas siguientes, era de otra naturaleza; resultaba imprescindible aplicar
medidas especiales destinadas, unas a corregir el equilibrio entre los poderes
que establecía la Constitución -en la línea de fortalecer el Ejecutivo y el Poder
federal- otras planteadas en términos de pragmatismo político, ya que si bien
se afirmaban derechos inalienables en el texto constitucional fue necesaria una
«mediación» política entre el Poder federal y los poderes locales y estables y entre
la realidad abstracta de la nación soberana y una sociedad real a menudo anclada
en el pasado. El resultado fue una exaltación del texto y valores proclamados por
la constitución y la práctica política clientelar, de un lado, o la formación de régi
men autoritario, de otro, cuando no de los dos al mismo tiempo como expresaría
el régimen de Porfirio Díaz.39
La práctica de la «utopía» constitucional junto a una dosis de realismo la ex
presó la propia legislación electoral al establecer un sistema que en su base pro
clamaba la soberanía popular, pero la neutralizaba con un sufragio indirecto que
corregía al anterior. El resultado, como han resaltado hace décadas Daniel Cosío
Villegas, y más recientemente Marcello Carmagnani, Luis Medina Peña y Fernan
do Escalante Gonzalbo, entre otros, fue una simultánea extensión y restricción de
los derechos políticos. De un lado se hacía coincidir la nacionalidad con la sobe
ranía; de otro, se acentuaba la distinción entre ciudadanos y electores.40
38. Andrés Lira, «La Nación contra los agentes colectivos en México, 1821-1859“, en Anto
nio Annino, Luis Castro Leiva y F. X. Guerra (eds.), De los imperios a las naciones: Iberoam é
rica, Zaragoza, Ibercaja, 1994, pp. 329 y ss.
39. Para un estado de la cuestión sobre el porfiriato véase, Mauricio Tenorio Trillo y Au
rora Gómez Galvarriato, El porfiriato, México d f c id e /f a e , 2006.
40. Marcello Carmagnani, «La libertad, el poder y el estado en la segunda mitad del siglo
xix», en Historias, 15 (1986), pp. 54-63.
145
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
41. Daniel Cosío Villegas, La Constitución d e 1 8 5 7 y sus críticos, México, Hermes, 1957,
p. 41.
42. Brian Hamnett ha señalado ese desfase temporal entre el momento de escribir la ley y
la propia evolución del régimen considerando que la constitución de 1857 respondía a las ne
cesidades que sus ponentes identificaban con las décadas posteriores a la independencia, Brian
Hamnett, Ju árez. El benemérito d e lasAm éricas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, p. 205.
43. Entre los constitucionalistas es una referencia frecuente resaltar el vínculo del texto de
1812 con la constitución de 1824, sobre todo, en los aspectos que se refieren a la cuestión reli
giosa. Véase Manuel Ferrer Muñoz y Juan Roberto Luna Carrasco, Presencia d e doctrinas consti
tucionales extranjeras en el prim er liberalismo mexicano, 1996; también La constitución d e Cá
diz y su aplicación en la Nueva España (Pugna entre Antiguo y Nuevo Régimen en el virreinato,
1810-1821), México, 1993; del mismo autor, La form ación d e un Estado n acion al en México.
El imperio y la república federal, 1821-1835\México, 1995; igualmente Doctor Ignacio Burgoa
Orihuela, «Conferencia sobre el federalismo mexicano», jorge Carpizo (coord.), La experiencia
del proceso político constitucional en M éxico y España, México, u nam , 1979, pp. 269-285.
44. Una caracterización detallada de la cultura política del republicanismo y de su com
ponente plural se puede encontrar en dos monografías muy recientes: Román Miguel Gon
zález, La p asión revolucionaría. Culturas políticas repu blican as y m ovilización p o p u la r en la
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EL REPUBLICANISMO CO NSERVADO R DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
España del siglo xix, Madrid, c e p c , 2007; Florencia Peyrou, Tribunos del Pueblo. D em ócratas y
republicanos durante el rein ad o d e Isabel II, Madrid, c e p c , 2008.
45. F. J. Enériz Olaechea, «El proyecto de constitución federal de la Primera República
Española (1873)», en Revista Ju ríd ica d e Navarra, 37 (2004), pp. 113-146.
14 7
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
148
EL REPUBLICANISMO C O NSERVADO R DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
se imponían desde la segunda mitad del siglo xix, respondieron tanto el siste
ma de la Restauración en España y el porfiriato en México. Cada uno diseñando
modelos adecuados a la situación social, económica y política de su momento
histórico. Como ha recordado Reyes Heroles, el liberalismo mexicano acusa en su
haber un significado fundamentalmente político: libertades, secularización, fede
ralismo, igualdad ante la Ley50 Pero cristalizó en una situación donde predomina
ban los poderes locales, los intermediarios políticos, y donde el Estado tenía una
existencia precaria, con escasos recursos y una autoridad débil. En estas circuns
tancias, como nos ha recordado Escalante Gonzalbo,51 el liberalismo tuvo que ser
revolucionario: estatista, republicano, nacionalista y anticlerical, pero era también
una aspiración minoritaria. En el caso español esa debilidad no fue tan manifiesta,
pero, tras el Sexenio se configuró, a semejanza del modelo inglés como un siste
ma bipartidista que Cánovas diseñó como una superación del exclusivismo de
partido del período isabelino.52 En México, ante la imposibilidad de fraccionar el
proyecto liberal en dos partidos, con un régimen autoritario que se legitimó por
el desarrollo económico.53
149
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
y crecido en condiciones tan impropias para la vida social, lo que los pueblos
mejor dotados piden hoy, no siempre con buen éxito, a una larga experiencia y
a la difusión de la instrucción científica.
Nuestra existencia ha gravitado hacia dos extremos. El sistema colonial basado so-
bre el aislamiento es un extremo; es el otro el régimen constitucional basado sobre
este dogma: el individuo es un soberano absoluto. Nos daba el primero una rea
lidad sin ideal; el segundo nos ofrece un ideal sin realidad; y éste es un error,
porque es preciso preocuparse a un tiempo de la fuerza de atracción que ejerce
una idea sobre un pueblo, y de las condiciones en que ese pueblo vive y hasta
qué punto ellas le permiten acercarse a ese ideal.»
Justo Sierra, «Liberales-conservadores», La Libertad, 10-V-1878.
150
EL REPUBLICANISMO C ONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
Castelar fue heredero de Hegel57y en todo caso de la cultura republicana del 48,
en tanto que Sierra,58 más impregnado de los ideales positivistas de filiación france
sa, apuesta por una verificación y acomodación positiva de la vida pública. Como
expuso Castelar en La fórmula del progreso (1858), cada época tenía su propia
idea de progreso y la del siglo xix era la de la democracia, vinos planteamientos que
fundían el ideal de libertad con el de igualdad, pero también el de orden.
«¿Y qué es el hombre? Un ser racional y libre. La razón y la libertad son las dos
grandes leyes de su naturaleza. Como ser racional tiene inteligencia, juicio, con
ciencia. Como ser libre, tiene voluntad. La sociedad, pues, para ser justa ha de
respetar la naturaleza del hombre, ha de corresponder con grandes instituciones
a sus grandes facultades. El pensamiento del hombre debe encarnarse en la
tribuna y en la prensa; su conciencia debe ser inviolable y respetada; su juicio,
poseedor de las nociones de lo bueno y lo malo, debe reflejarse en el jurado,
su voluntad en los comicios, en la libre asociación, y todas estas instituciones,
a las cuales tiene derecho el hombre, debe consagrar su personalidad, cúspide
hermosísima de la naturaleza, último esfuerzo de la creación.59
57. Juan F. García Casanova, Hegel y el republicanism o en la España d el siglo xix, Granada,
Universidad, 1982.
58. A pesar de representar una de las figuras del positivismo mexicano Sierra nunca rom
pió del todo con los antecedentes románticos como nos recuerdan Alvaro Matute y Cande
laria Arceo Konrad. Alvaro Matute, «Justo Sierra, el positivista romántico», en Belem Clark de
Lara y Elisa Speckman Guerra (eds.), La R epública d e las Letras. Asomos a la cultura escrita
del M éxico decim onónico, México, unam , 2005, pp. 428-444; Candelaria Arceo de Konrad, Ju s
to Sierra Méndez. Sus cuentos rom ánticos y la influencia fra n cesa , México, unam , 1985.
59. Emilio Castelar, La fó rm u la del progreso, Madrid, J. Casas y Cía. 1858, p. 61.
151
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
152
EL REPUBLICANISMO CONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
El triunfo físico y moral de las instituciones que nos rigen, obtenido por el en
tusiasmo, primero, y consolidado después por el patriotismo, necesita el apoyo
del porvenir. No sólo es este un deber impuesto por los principios democráti
cos, sino también por una sabia previsión. Necesita el partido liberal hacer, por
medio de la educación, la conquista pacífica del pueblo mexicano. Ninguno de
los dos partidos puede jactarse de ser la nación todavía. Lo que sí es evidente es
que el partido reaccionario fue un día, no la nación, porque precisamente estaba
identificado con la negación de nuestra nacionalidad, pero sí este grupo social
que antes de ser México fue Nueva España.
El partido liberal es la nación futura, porque dispone de todos los elementos de
educación y con ellos habrá de asimilarse todo lo que en la masa de la Repúbli
ca tenga aptitud para la vida...63
62. Esa dicotomía entre revolución y reacción, entre liberales y conservadores que dominó
el discurso historiográfico del siglo xrx mexicano ha sido revisada en las últimas décadas. Ya a
comienzos de los setenta Charles Hale mostró cómo entre Mora y Alamán había confrontación,
pero también muchas ideas compartidas y cómo la influencia de Burke había alcanzado al
primero pero también aunque en menor medida, al mismo Mora. Véase Charles Hale, El libe
ralismo m exicano en la época d e Mora, 1821-1853, México, Siglo xxi, 1972. Para un análisis de
su obra véase Josefina Zoraida Vázquez (coord.), Recepción y transform ación del liberalismo
en M éxico. H om enaje a l profesor Charles H ale, México, El Colegio de México, 1999- Una revi
sión reciente de la tradición conservadora en Renée de la Torre, Marta Eugenia García Ugarte
y Juan Manuel Ramírez Sáiz (comp.), Los rostros del conservadurismo m exican o, México, c ie sa s,
Publicaciones de la Casa Chata, 2005; el impacto del nuevo liberalismo europeo, en ruptura con
el pensamiento liberal ilustrado es perceptible también por la influencia de B. Constant. Véase
José Antonio Aguilar Rivera, El manto liberal: los poderes d e em ergencia en México, México,
UNAM, 2001.
63. Justo Sierra, «Concordia», El Federalista, 20-1-1875. Recogido en Obras Completas, IV,
Periodism o Político, México, u n am , 1991, p. 62.
64. Brígida Von Mentz, «Nación, Estado e Identidad. Reflexiones sobre las bases sociales
del estado nacional en el México del Siglo xix», en Brígida Von Mentz (coord.), Identidades,
Estado n acio n a l y globalidad. México, siglos xix y xx, México, c ie s a s , 2000, pp. 33-93.
1 53
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
65. Francisco Bulnes había comenzado como un jacobino, pero la lectura de Comte,
Spencer y Taine le habían llevado al positivismo y a la posterior defensa del porfiriato. Véase
David A. Brading, «Francisco Bulnes y la verdad acerca del México del siglo xix», en Historia
Mexicana, 175, x l v , 3 (1996), pp. 621-651.
66. Véase en este sentido los capítulos V y VI de C. Hale, La transform ación del libera
lism o..., op. c i t pp. 221-319; Patricia Ducoing, «Origen de la Escuela Normal Superior de
México», en R hela, vol. 6. (2004), pp. 39-56.
67. Para un perfil biográfico y político de José María Vigil véase Evelia Trejo, «José María
Vigil. Una aproximación al ‘santo laico’», en La República d e las Letras, op. cit., pp. 284-299;
también <Jose María Vigil. Dos momentos en defensa del liberalismo» en Cultura liberal, Méxi
co y España, 1860-1930, Santander/México d f , p u b lic a n /u n a m , 2010, pp. 149-180.
154
EL REPUBLICANISMO C ONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
68. Justo Sierra, «Sobre las elecciones», en La Libertad, 24-V-1878. Recogido en Leopoldo
Zea, op. cit., pp. 185-186.
69- Justo Sierra, «Nuestro programa de combate», en La Libertad, 16-V-1879, Recogido en
L. Zea, op. cit., p. 195.
1 55
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Es, pues, un corolario de toda nuestra filosofía, esta invencible repugnancia por
las revoluciones, [...] desde el día en que aliando sin cuidarse de los aspavientos
de los miopes y de los cándidos, el vocablo «liberal» con el vocablo «conserva
dor», trató de aparecer como el decidido campeón de la conciliación desorden
y el progreso, fórmula a que lleva irremisiblemente toda aplicación del método
científico al estudio de los fenómenos sociales.72
156
EL REPUBLICANISMO CO NSERVADO R DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
tarde. Aunque Cánovas utilizó el mismo sistema para las Constituyentes de 1876,
poco después, a través de la ley de 1878, se volvería a uno restringido, hasta que
en 1890 fue aprobado el sufragio universal masculino.73 Una legislación electo
ral que formalmente recuperaba el símbolo democrático pero que no modificó
el doctrinarismo constitucional, la prerrogativa regia, el Senado no plenamente
electivo y, menos aún, un fraude electoral que desvirtuaba el sentido democrático
que podía conllevar la ley Todo apunta que el sistema de Monarquía constitu
cional en la España de entre siglos no podía en modo alguno ser homologable
a una democracia, pero no es menos cierto que fue un sistema que trataba de
acomodarse formalmente a sus instituciones, como muestra la legislación liberal
del quinquenio 1885-1890. Al menos eso es lo que consideraba Emilio Castelar
cuando tras la aprobación del sufragio universal en 1890, disolvió el Partido Po-
sibilista y dejó libertad a sus seguidores para incorporarse el Partido Liberal. El
antagonismo entre la vida oficial -sufragio universal- y la real se resolvió con un
fraude sistemático de las elecciones y por ello con una cámara cuya representati-
vidad dejaba mucho que desear.74
En este recorrido, desde la presidencia de la República a finales de 1873 a la
disolución del Partido Posibilista, Emilio Castelar experimentó una inclinación
creciente hacia una lectura republicana acorde con un alto espíritu patriótico y
una animadversión al universo de la izquierda social que lo llevó al terreno del
conservadurismo. Ajeno a los ideales del krausoinstitucionismo y declaradamente
enfrentado al pactismo pigmargalliano, el republicanismo castelarino fue un pro
yecto de clases medias, de democracia liberal que aspiraba a restaurar los valores
políticos de la revolución de 1868 en su versión democrático republicana. Tras
el fracaso de la República de 1873, no renunció a su republicanismo y demo
cratismo, pero lo hizo dentro de una inclinación declaradamente conservadora,
donde los valores de orden y libertad debían ser compatibles con la autoridad y
un gobierno fuerte.
73. Una síntesis de estos procesos en Aurora Garrido Martín, «Estrategias políticas y re
formas electorales España, Italia y Portugal en la época liberal», en Carlos Malamud y Carlos
Dardé (eds.), Violencia y legitimidad. Política y revoluciones en España y A mérica latina,
1840-1910, Santander, Universidad de Cantabria, 2004, pp. 93-111; véase también Teresa
Camero Arbat, «Ciudadanía política y democratización. Un paso adelante, dos pasos atrás», en
M. Pérez Ledesma (dir.), De súbditos a ciudadanos. Una historia d e la ciu d a d an ía en España,
Madrid, cepc, 2007, pp. 223-250.
74. Véase Javier Moreno Luzón, «El poder público hecho cisco. Clientelismo e institucio
nes políticas en la España de la Restauración», en Antonio Robles Egea (comp.), Política en
Penum bra. P atronazgo y clientelismo políticos en la España contem poránea, Madrid, Siglo
xxi, 1996, pp. 169-190; sobre el alcance de la representatividad del sistema de la Restauración
véase Mercedes Cabrera y Fernando del Rey Reguillo, «De la oligarquía y el caciquismo a la
política de intereses. Por una relectura de la Restauración», en M. Suárez Cortina (ed.), Las
m áscaras d e la libertad. El liberalism o español, 1808-1951, Madrid, Marcial Pons/Fundación
P. M. Sagasta, 2003, pp. 289-325.
15 7
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Cumplidos sus cometidos, tras 1890 la disolución del Partido Posibilista dio
lugar a tres ramas, de las cuales aquella que seguía a Buenaventura Abarzuza y
Melchor Almagro se integró en el sistema a través del Partido Liberal encabezado
por Sagasta. La República, pensó Castelar, habría de llegar pacíficamente porque
el sufragio universal significaba la fusión de la voluntad nacional y el liberalismo,
y adquiriría así un sentido conservador y unitario, la única posible en la España
de fin de siglo. Sus esperanzas, como sabemos, no se cumplieron.
El desarrollo de disposiciones de mediación y clientelares constituye el verda
dero sentido de la política en los dos países. Más allá sus componentes formales,
de los textos constitucionales, lo que realmente caracterizó el funcionamiento
del sistema de turno de la Restauración y del porfirismo fue la gran diferencia
entre lo oficial y lo real. En España, el caciquismo constituyó la verdadera esencia
del sistema. En México, aunque Porfirio Díaz mantuvo la constitución y la mitificó,
no es menos cierto que su política autoritaria se asentaba sobre la participación y
representación de los propietarios, tal y como establecía la ley electoral de 1857.
Se ha hecho hincapié en que la ley electoral estaba pensada para dar garantías a
ios propietarios, a los que se identificaba con la sociedad política. Como resalta
Marcello Carmagnani,76 el significado de esta identificación entre clase propieta
ria y sociedad política se entiende muy bien si se observa que los electores que
eligieron efectivamente a los constituyentes fueron 608 sobre un total de 12.000
electores primarios potenciales, mientras que en las primeras elecciones hechas
según la Constitución y la ley electoral de 1857, votaron 8.723 propietarios. Se
dio así un impulso a la representación de los propietarios, pero en las décadas
siguientes ese cupo no se amplió, de modo que las elecciones se caracterizaban
por su componente especialmente restrictivo. El porfiriato no vendría a cortar un
sistema de representación que expresaba la verdadera soberanía nacional, sino
75. Emilio Castelar, DSC\ Legislatura 1881-1882, núm. 47, p. 980. Recogido por C. Dardé,
«Los partidos republicanos en la primera etapa de la Restauración», en J. Ma Jover (dir.), El
siglo xix en España. D oce Estudios, Barcelona, Planeta, 1973, pp. 439-440.
76. Marcello Carmagnani, «La libertad, el poder y el Estado en la segunda mitad del siglo
xix», op. cit., pp. 57-58.
1 58
EL REPUBLICANISMO CONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
una fórmula que afectaba a una pequeña parte de la población y que, además se
circunscribía a ese complejo equilibrio entre los poderes, sobre todo, entre el
Federal y el de los estados. La tesis de Reyes Heroles de una posible ruptura de
la tradición liberal en los tiempos del porfiriato, desde esta perspectiva no sería
tal. Estaríamos, en la línea ya expuesta por Cosío Villegas,77 primero, más tarde
por Arnaldo Córdova78 y Charles Hale79 y la más reciente de Fernando Escalante
Gonzalbo, Luis Medina Peña y María Luna Argudín,80 entre otros, de considerar
una línea de continuidad en el liberalismo mexicano.
Más allá de su dimensión autoritaria, de hacer hincapié en los aspectos de
desarrollo económico por encima de los derechos, el porfiriato no tendría ese
componente de ruptura que se vislumbra en sus dimensiones formales. Junto a
estrategias destinadas a confirmar su dominio sobre los diversos jefes del Ejército,
y a buscar siempre un fortalecimiento del poder federal frente a los Estados, la na
turaleza última del sistema político descansaba sobre el dominio de los goberna
dores sobre su distrito. Una vez que desde 1867 había desaparecido la vecindad
como un requisito para ser candidato, se hizo de las designaciones un instrumen
to básico para controlar la representación parlamentaria. Así pudo Díaz, desde la
extensión de reglas informales regular, y equilibrar la representación según inte
reses y necesidades. De acuerdo con estas reglas informales, se estableció un sis
tema regulatorio de la representación caracterizado por una limitada circulación
de elites entre los Estados y la Federación. La rigidez principal del modelo del
porfiriato, como señala Luis Medina Peña, se derivó no tanto de la distribución de
candidaturas como del principio constitucional de la reelección consecutiva.81
Así, -concluye Anne Staples- en vez de que este régimen presidendalista utili
zara procedimientos institucionales para regular su difícil relación con los regio
nales, recayó en métodos más tradicionales y lealtades antiguas: su capacidad
soterrada para dar, condicionar y vetar los cargos político-administrativos. Las
gubernaturas, jefaturas políticas, diputaciones, magistraturas, alcaldías y demás
cargos acabaron por convertirse en premios y castigos en el arsenal del anciano
dictador. Igualmente decisiva en su relación con las regiones fue la capacidad de
77. Véase D. Cosío Villegas, «El porfiriato, era de consolidación», en Historia M exicana,
1963, 13 (1) pp. 76-88.
78. Arnaldo Córdova, La ideología d e la revolución m exicana, México, Era, 1973. Sobre
el alcance de su interpretación véase Leonardo Lomelí Vanegas, «El proyecto histórico del
México moderno. Continuidad y matices», en Evelia Trejo y Alvaro Matute (eds.), Escribir la
historia en el siglo xx. Treinta lecturas, México, unam , 2005, pp. 371-388.
79- Charles Hale fue de los historiadores que más hincapié hizo en rechazar ese compo
nente de ruptura. Véase Charles Hale, La transform ación del liberalism o en M éxico a fin es
del siglo xix, México, f c e 1991; del mismo autor, «Continuidad, ruptura y transformación del
liberalismo mexicano», Vuelta, 225 (agosto 1995), pp. 31-35.
80. María Luna Argudín, El Congreso y la p olítica m ex ican a (1857-1911), op. cit.
81. Luis Medina Peña, Invención del sistema político mexicano, op. cit., pp. 297-298.
1 59
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Díaz y sus agentes para promover, garantizar o liquidar los intereses económicos
de las elites locales.
En suma, en los casos en que Díaz logró concentrar el poder, el aceite que
hacía funcionar los mecanismos centralizadores era esa red clientelística, esta
manipulación de cacicazgos y camarillas a los que, a cambio de un cierto grado
de sumisión, se les permitía enriquecerse así como manejar, en ocasiones en
calidad de amos y señores, los diversos rincones de la nación.82
82. Anne Staples, «Introducción» a El dom inio d e las m inorías. R epública restaurada y
porfiriato, México, El Colegio de México, 1989, p- 13.
83. María Luna Argudín ha resaltado el conjunto de equilibrios que caracterizó la política
mexicana desde los ochenta, resaltando cómo ese modelo político representaba un nuevo
federalismo, que bajo la denominación de «hegemónico» se fusionó con un liberalismo oligár
quico, en el que la resolución de los conflictos se llevaba a cabo por medio de la conciliación
entre intereses encontrados. Véase las conclusiones de El Congreso y la política m exican a,
op. cit., pp. 488-521.
84. Raymond Buve ha analizado las transformaciones experimentadas por el patronaz
go desde la República restaurada, «Transformación y padrinazgo político en el medio rural:
continuidad y cambio entre 1867 y 1920», en A. Annino y R. Buve (coords.), El liberalism o en
México, Münster/Hamburgo, ahíla, 1 (1995), pp. 143-176; para las relaciones entre pensamien
to y práctica política véase Laurens Barllard Perry, «El modelo liberal y la política práctica en
la República Restaurada», en Historia M exicana, 92 (1974), pp. 646-699.
85. Recogido en Charles Hale, La transform ación, op. cit., p. 79.
86. Una mirada sobre el sistema electoral en la Restauración en A. Garrido, op. cit., Teresa
Carnero Arbat, «Ciudadanía política y democratización. Un paso adelante, dos pasos atrás»,
160
EL REPUBLICANISMO C ONSERVADOR DE EMILIO CASTELAR Y JUSTO SIERRA
Más allá del imperativo moral que expresan las líneas de Octavio Paz, tanto
en España como en México la transición hacia un régimen democrático estuvo
cargada de limitaciones que no provinieron de un modo prioritario del territorio
de las ideas, sino de la necesidad de regular una sociedad cargada de desequili
brios, con estructuras productivas diversas y con culturas políticas de carácter
deferencial y clientelar que se prolongaron a lo largo de todo el siglo xix. La polí
161
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
tica constituyó un ingrediente básico de una política que estuvo por encima de
las formas de Gobierno y que hubo de someterse a las bases reales de la política
antes que a un sistema de principios. En este escenario las concepciones de Sie
rra y Castelar conformaron propuestas «afines» adaptadas a dos sistemas políticos
distintos -canovismo y porfiriato- que buscaron la superación del antagonismo
entre reacción y revolución y que desde posiciones evolucionistas expresaron
su particular fórmula de republicanismo conservador. En el caso mexicano, esa
propuesta fue viable en el marco de las instituciones republicanas, en el español,
por el contrario, fue la tarea que desarrolló la monarquía constitucional y parla
mentaria que inició su trayectoria con el sistema canovista.
62
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL EN LA ESPAÑA
DE LA RESTAURACIÓN
Desde que triunfó la revolución liberal en la década de los treinta del siglo
xix hasta que fue posible el establecimiento de un sistema político democrático
ya en el siglo xx, España ha conocido un desarrollo histórico cargado de convul
siones. La estabilización del sistema liberal en la primera mitad del siglo xix solo
fue posible tras una dura guerra civil entre carlistas y liberales y se caracterizó
en las décadas siguientes por la confrontación entre tres modelos de sociedad y
de Estado que representaron sucesivamente el tradicionalismo, el liberalismo y la
democracia republicana. Aunque resulta evidente que el liberalismo constituye el
elemento central de la vida política del siglo xix no es menos cierto que tradicio
nalistas, de un lado, y republicanos, de otro, representaron dos propuestas alterna
tivas y excluyentes del proyecto liberal triunfante. Éste contó con el apoyo decla
rado de la burguesía y la mayor parte de la nobleza, mientras que tradicionalistas
y republicanos encontraron acomodo en las clases populares. Los tradicionalistas
hallaron apoyo en un sector del campesinado y núcleos del artesanado, en la
Iglesia y en estratos medios de la nobleza asociados a los intereses del Antiguo
Régimen, sobre todo en aquellos lugares como el País Vasco que disfrutaron de
un régimen especial bajo el sistema foral.1 Los republicanos, por su parte, vieron
1. Para una visión del carlismo en la época contemporánea véase Jordi Canal, El carlismo:
dos siglos de contrarrevolución en E spaña, Alianza, Madrid, 2000; - «El carlismo en España:
interpretaciones, problemas, propuestas», en X. R. Barreiro Fernández (coord.), O liberalismo
nos seus contextos. Un estado d e la cuestión, Universidade Santiago de Compostela, 2008, pp.
35-54.
1 63
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
2. Sobre los modelos de ciudadanía y su evolución véase Manuel Pérez Ledesma (dir.), De
súbditos a ciudadan os. Una historia d e la ciu d ad an ía en España, Madrid, c e p c , 2007.
3. La evolución de las ideas y proyectos políticos del liberalismo en Ricardo Robledo,
Irene Castells y María Cruz Romeo (eds.)f Orígenes d el liberalismo: universidad, política y
universidad, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2003; Emilio La Parra y Germán Remírez
(eds.), El prim er liberalismo: España y Europa, una perspectiva com parada, Valencia, Biblio
teca Valenciana, 2003; Manuel Suárez Cortina, (ed.), Las m áscaras d e la libertad. El liberalis
mo español, 1808-1950, Marcial Pons / Fundación Sagasta, 2003.
4. Un análisis reciente sobre el tema de las formas de gobierno se encuentra en el con
junto de textos recogidos por Ángeles Lario en M onarquía y R epública en la España contem
p o r á n e a , Madrid, Biblioteca Nueva / u n e d , 2008.
164
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
los liberales un territorio común para garantizar una estabilidad política y una
potencial ampliación de los derechos ciudadanos.5 Como se nos ha recordado
recientemente, no es posible analizar el triunfo de la revolución liberal y el pos
terior establecimiento de un orden social y político burgués únicamente a la luz
de la experiencia francesa y británica.6 Es necesario ajustar las reflexiones sobre
la historia de la España liberal en función de un conjunto de variables que no son
asimilables a otras experiencias europeas. Ni el caso británico, ni el francés, ni
los países del norte constituyen referentes adecuados para percibir el alcance
de los problemas que España como sociedad y Estado tuvo a lo largo del siglo
xix. Menos aún para determinar qué caminos había que establecer en una poten
cial transición a la democracia representativa. El territorio más acomodado para
explicar la evolución española desde el liberalismo temprano a la democracia
habría de ser, en todo caso, el de sus vecinos de la Europa del sur, por más que
en el caso italiano se acentúe su peculiariedad por el Risorgimento y la unidad
italiana,7 frente a una España que ya había conocido tres siglos de vida unitaria.
Cierto que, en todo caso, esa asimetría lo es en la medida que la península italiana
vio culminada su aspiración unitaria, frente a la tentativa frustrada de la península
ibérica, una vez que el iberismo sólo fue apoyado por una parte de las fuerzas
sociales y políticas de España y Portugal.8
En este ambiente y marco geohistórico, la transición a la democracia fue un
reto que con desigual compromiso abordaron en España las diversas corrientes
del republicanismo y el propio monarquismo que, en su dimensión democrá
tica, tuvo que ajustar su programa revolucionario de 1868 y la constitución de
1869 a un nuevo registro sociopolítico marcado por el peso del conservadu
rismo canovista, pero también, por las propias exigencias del sistema que para
su consolidación reclamaba neutralizar por la derecha a los carlistas y por la
izquierda a los republicanos. De la primera tarea se ocupó en propio Cánovas,
de la segunda habría de hacerlo Práxedes Mateo Sagasta que desde los prime
1 65
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
166
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
11. Véase Manuel Morales Muñoz, «Cultura política y sociabilidad en la democracia re
publicana», en Rafael Serrano (ed.), España, 1868-1874. Nuevos enfoques sobre el Sexenio,
Valladolid, Junta de Castilla y León, 2002, pp. 211-234.
12. Román Miguel González, «Democracia y progreso en el movimiento federal del Sexe
nio. La ‘construcción desde arriba’ de una nueva legalidad española», en M. Suárez Cortina
(ed.), La reden ción d el p u eblo. La cultura progresista en la España liberal, Santander, uc,
2006, pp. 371-402.
167
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
esa diversa concepción de la nación, del Estado y de la libertad viene dada por la
existencia de varios proyectos constitucionales que redactaron, de un lado, Chao
y Salmerón (1872) desde una perspectiva krausista, y más tarde Castelar (1873)
para la Asamblea constituyente.13 Frente a una y otra, los jacobinos se inclinaron,
hacia una propuesta más radical que acabó en la experiencia cantonal del verano
de 1873.14 Para entonces, el arco político del federalismo español se expresaba
en términos de una pluralidad de registros que hicieron inviable desde entonces
la existencia de un único partido republicano. La Restauración vio así nacer no
sólo un proyecto monárquico constitucional que declaraba ilegales a los partidos
republicanos, sino que éstos tuvieron que formalizar propuestas distintas y optar
por una vía revolucionaria que, en realidad, no se correspondía con sus propósi
tos políticos.
i 68
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
1 69
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
bases sociales de apoyo. Vemos así cómo Pi y Margall a través del Partido Federal
pactista definió de una manera más nítida su diseño de pacto federal y cómo con
formó un partido asimilado plenamente a sus ideales demosocialistas, con una
propuesta de constitución federal (1883) y un programa del partido (1894) que
dejaba ver las distancias que tanto en lo económico y social como en el modelo
de Estado tenía respecto de la democracia liberal republicana. Ésta tuvo que refor-
mular sus planteamientos y articular partidos y propuestas acomodados al nuevo
orden político y de acuerdo con sus postulados democráticos, secularizadores y
descentralizadores, pero ya en modo alguno federales.
Vemos así cómo el republicanismo no federal se recompuso a partir de tres
propuestas políticas diferenciadas. Los progresistas, que seguían a Manuel Ruiz
Zorrilla,19 buscaron una alianza con los krausoinstitucionistas20 para articular
una propuesta de república de orden, democrática y descentralizada, pero que
atendiera a las necesidades de las clases medias y populares no radicalizadas so
cialmente. Durante años progresistas e institucionistas buscaron una acción uni
taria para neutralizar la política doctrinaria de Cánovas y su planteamiento de
partidos legales e ilegales. Durante un tiempo esa estrategia llevó a una propuesta
unitaria de república y revolución que habría de ser abandonada por los institucio
nistas a mediados de la década de los ochenta. De otro lado, el republicanismo con-
servador, liderado por Emilio Castelar,21 refutaba tanto el federalismo de Pi como el
modelo descentralizador de los institucionistas, y mucho más el procedimiento
revolucionario que durante años alineó a los krausistas con el radicalismo formal
de Ruiz Zorrilla. Su propuesta de una República de orden, de inspiración cristiana
y claramente individualista, le ubicaba en la frontera del sistema de Cánovas, al
que acabó incorporándose tras la implantación del sufragio universal por Sagasta
en 1890.
La confrontación de Castelar con el federalismo de Pi era manifiesta desde la
década de los sesenta del siglo xix al oponer su individualismo con la tentación
social de Pi y Margall pero ¿eran tan grandes las distancias que le separaban del
progresismo de Ruiz Zorrilla y, sobre todo, del institucionismo de los republi
canos de cátedra? El proyecto político de la democracia liberal castelarina se
sustentaba sobre una idea de progreso de base doble, hegeliana y de naturalismo
evolucionista, era socialmente conservadora, unitaria en la organización territo
19. Sobre Manuel Ruiz Zorrilla véase Jordi Canal, «Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895): de
hombre de Estado a conspirador convulsivo», en Isabel Burdiel y M. Pérez Ledesma (coords.),
Liberales, agitadores y conspiradores. B iografías heterodoxas del siglo xix, Madrid, Espasa-
Calpe, 2000, pp. 267-300.
20. Sobre los planteamientos y práctica política del institucionismo véase M. Suárez Cor
tina, El gorro frigio. Liberalismo, d em ocracia y republicanism o en la Restauración, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2000.
21. Véase Jorge Vilches García, Emilio Castelar. La P atria y la República, Madrid, Biblio
teca Nueva, 2001.
170
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
22. Carmen Llorca, Emilio Castelar. Precursor d e la D em ocracia Cristiana, Madrid, Biblio
teca Nueva, 1966
23. Una mirada plural sobre los planteamientos políticos del doctrinarismo canovista y las
instituciones de la Restauración en Javier Tusell y Florentino Portero (e d sj, Antonio Cánovas
y el sistema político d e la R estauración, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998.
171
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
172
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
173
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EH EL SIGLO XIX
28. Véase Vicente Santamaría de Paredes, El concepto d e organism o social' Madrid, Imp.
del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1896.
29. Como proyecto educativo la Institución Libre de Enseñanza cuenta con una amplísima
bibliografía. Véanse, entre otros, Vicente Cacho Viu, La Institución Libre d e E n señ an za, Ma
drid, Rialp, 1962; Antonio Molero Pintado, La Institución Libre d e Enseñanza: un proyecto de
reform a p ed ag óg ica , Madrid, Biblioteca Nueva, 2000; Fernando Millán Sánchez, La revolución
laica: d e la Institución Libre d e En señ an za a la Escuela d e la R epública, Valencia, Femando
Torres, 1983; Antonio Jiménez Landi, La Institución Libre d e Enseñanza y su am bien te, Ma
drid, 1996, 4 vols.
30. Véase la recopilación de textos y estudio preliminar de José Luis Malo Guillén, El
krausism o econ óm ico español, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. 2005.
174
REPÚBLICA, MONARQUÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
Las leyes llamadas obreras ó sociales -escribió Azcárate en 1893- son expresión,
más ó menos afortunada, de la aspiración, del deseo de resolver la antítesis exis
tente entre el derecho privado y el público; de concertar las manifestaciones de
estos dos elementos esenciales de nuestra naturaleza, el individual ó autónomo,
y el social ó de subordinación; de restablecer la armonía entre el derecho sus
tantivo y las condiciones de la vida económica moderna; de emprender, en fin,
el lento camino de las reformas para evitar el violento de las revoluciones,34
31. Véase el conjunto de trabajos recogidos en Jorge Uría (coord.), Institucionismo y re
fo r m a social en España. El grupo d e Oviedo, Madrid, Talasa, 2000.
32. Para un análisis sintético de la reforma social en España véase Juan Ignacio Palacio
Morena, La reform a social en España: en el centenario del Instituto d e R eform as Sociales, Ma
drid, c e s , 2004.
33- Gumersindo de Azcárate ya había elaborado desde finales de los setenta sus ideas bá
sicas sobre la cuestión social. Véase Resumen d e un debate sobre el p roblem a social, Madrid,
Gras y Cía, 1881.
34. G. de Azcárate, «Leyes obreras, sociales ó del trabajo», Revista d e España, 1894 pp.
157-158.
175
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
35. Véase Gonzalo Capellán de Miguel, Gumersindo d e Azcárate. Una biografía intelec
tual, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2005.
36. Sobre la diversidad de posiciones religiosas de los institucionistas Manuel Suárez
Cortina, «Religión, Iglesia y Estado en la cultura institucionista. De Francisco Giner a Manuel
Azaña», en Julio de la Cueva y Feliciano Montero (eds. ), La secu larización conflictiva. España
(1898-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 73-99; también en «Intelectuales, religión
y política en el krausoinstitucionismo español», en Carolyn P. Boyd (ed.), Religión y política
en la España con tem porán ea, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007,
pp. 107-137.
176
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
177
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
ción de la sociedad, sino también porque unos y otros tuvieron una concepción
de la organización del Estado claramente diferenciada. Allí donde los segundos
sustentaron la necesidad de articular el Estado desde una perspectiva declarada
mente federal, los institucionistas buscaron compatibilizar la defensa de un Esta
do-nación español con una descentralización que puede ser caracterizada como
la propia de un Estado regional Ése es el propósito del proyecto constitucional
de Chao y Salmerón de 1872, al mismo criterio respondió la posición de Nicolás
Salmerón en 1906 cuando se formó Solidaridad Catalana y, finalmente, ese fue el
móvil que llevó a los institucionistas a apoyar la constitución de 1931 y el mo
delo de Estado integral. Los institucionistas fueron así descentralizadores, pero
no defensores de un Estado federal, sino de uno que compatibiüzara la unidad de
España con el selfgoverment, el reconocimiento de la autonomía para regiones y
municipios en el marco de un Estado regional
Este modelo de organización del Estado se correspondía con la dimensión
historicista y orgánica del pensamiento krausista e institucionista, donde la con
cepción de España como nación única le separaba de los nacionalismos catalán y
vasco, pero no menos del modelo centralista de la Restauración. La posición del
republicanismo de cátedra podía resumirse en el rechazo doble del federalismo
y del centralismo y la exigencia de compatibilidad entre la unidad de la nación y
la descentralización del Estado. El reconocimiento de las personas sociales, de los
derechos al autogobierno de municipios y regiones, se complementaba con una
idea historicista de la construcción de las naciones que facilitaba la apertura ha
cia un horizonte de futuro donde se acogía la posibilidad de una nación ibérica y
la gestación de un nuevo modelo colonial con la posibilidad de ofrecer a las colo
nias del Caribe un nuevo estatuto político. Estos dos proyectos que encontraron
acomodo en el programa institucionista de los años setenta y ochenta del siglo
xix habría de ser abandonado más tarde por la inviabilidad de la nación ibérica de
un lado, y por la quiebra del sistema colonial tras 1898, de otro.
178
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
cada vez más un lugar predominante, fue gradual y se acomodó a las exigencias
que los republicanos tuvieron que cumplir para modernizar su oferta política.
El común denominador del republicanismo español en la Restauración fue
el de buscar soluciones a las tensiones internas ya establecidas, la de acomodar
su cultura y práctica política a una sociedad crecientemente desarrollada y a la
búsqueda de una oferta alternativa al sistema clientelar que representaba el turno
de liberales y conservadores. Una mirada a esa realidad podía hacer pensar que el
republicanismo ya en los años de fin de siglo era una fuerza decreciente y débil,
pero esa impresión, obtenida de unos resultados electorales manipulados, era
sólo una parte de la realidad histórica. El republicanismo, en su conjunto, expe
rimentó una clara mutación, estuvo presente en amplias capas de la sociedad de
su tiempo y su propuesta política iba mucho más allá de lo que representaron
sus resultados electorales. Con todo, su presencia evidente en el universo obrero
y campesino y en algunos núcleos urbanos de clase media, no permitió al repu
blicanismo representar una alternativa eficiente a los partidos del sistema. En el
máximo de su potencial parlamentario no alcanzó los cuarenta diputados y su vida
partidista se movió entre los intentos frustrados de unidad y la búsqueda de ocasio
nales alianzas electorales para evitar la derrota ante los partidos dinásticos.
Siempre en la oposición, sin embargo, la evolución del republicanismo, de un
lado, y de la propia dinámica de los partidos del sistema, de otra, hacen imposible
una caracterización conjunta de la política española de la Restauración. Es cierto
que el sistema de turno no se vio alterado durante tres décadas, ni siquiera por la
crisis de fin de siglo, pero la sociedad española de 1880 era ya muy distinta de la
de 1914 y el desgaste político, de un lado, junto a la recepción de nuevas ideas, de
otro, hicieron mella también en las culturas y planteamientos de la oposición
republicana. En ella, el republicanismo de cátedra experimentó su propia muta
ción para dar respuesta a las exigencias de cada momento político. Una mirada
de alcance medio sobre sus planteamientos y propuestas políticas permiten dis
tinguir tres fases o momentos desde la derrota de la Primera República en 1874
a la crisis de la Monarquía parlamentaria en 1923. La primera vino marcada por
la doble afirmación de la República como forma de Gobierno y la revolución
como procedimiento de acceso al poder y su cronología alcanza desde la llegada
al gobierno de Cánovas hasta el golpe de Estado del general Villacampa en 1886.
La segunda recorre la década final del siglo, la formación del Partido Centralista,
la experiencia de la Unión República de 1903 bajo la dirección de Nicolás Salme
rón y se diluye en los momentos en que la Conjunción Republicano socialista ha
mostrado sus límites como proyecto político.39 Su identidad se recoge en las pro
39. Para una valoración del significado histórico y político de la conjunción véase Antonio
Robles Egea, «La conjunción republicano-socialista: una síntesis de liberalismo y socialismo,»
Ayer, 54 (2004), pp. 97-127.
179
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
i 80
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMO CRACIA LIBERAL
18
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
casi dos décadas los institucionistas hicieron del discurso regenerador y del par
lamentarismo el referente central de su política. Defensores acérrimos de los
gobiernos asentados sobre la opinión pública y de la democracia parlamentaria,
el cometido de la década final del siglo xrx fue la superación de la revolución y el
intento de lograr el poder a partir del triunfo electoral, una vez que desde 1890
se había establecido el sufragio universal en España.
Parlamentarismo y regeneración, republicanismo de cátedra y democracia,
evolucionismo y reforma social esos fueron los referentes centrales que movie
ron al institucionismo en las décadas de entre siglos. Desde el Partido Centralista,
Salmerón, Azcárate, Piernas Hurtado, Posada, los Machado, los hermanos Calde
rón y el núcleo básico de la Institución Libre de Enseñanza, desarrollaron una
intensa actividad política para ofrecer a la sociedad una alternativa reformista
desde el republicanismo, desde la idea de que era ya imprescindible superar el
marco institucional de la Monarquía constitucional y facilitar la creación de un
régimen verdaderamente representativo. No fue otra cosa el Partido Centralista,
que el portavoz de un republicanismo de cátedra formado por intelectuales que
creyeron en la utopía de que la razón de la palabra y la calidad científica eran
soporte suficiente para garantizar el tránsito a un nuevo orden político, el de la
democracia parlamentaria. A lo largo de la década final del siglo xix intentaron
aglutinar el centro republicano, pero fracasaron en la misma medida que fracasó
el republicanismo en su conjunto. Pasada la crisis del 98 tuvieron que reagrupar-
se en un nuevo proyecto unitario que constituyó la Unión Republicana de 1903*
La Unión Republicana, bajo la dirección de Nicolás Salmerón, representó la
última propuesta unitaria del republicanismo histórico para intentar cambiar el
régimen desde presupuestos no revolucionarios, desde la convicción de que sólo
con regeneración y reforma legal, con el triunfo electoral, era viable el cambio
a un nuevo orden político. En ella estuvieron progresistas, radicales, centralistas,
unitarios y varios grupos autónomos que vieron en la acción unitaria la última
posibilidad de una alternativa republicana. La Unión desarrolló de una manera
intensa un discurso regenerador en el que la acción violencia del Ejército y el
motín popular quedaron definitivamente arrumbados de la acción política. In
tentó agrupar las fuerzas dispersas del republicanismo y hacer de la movilización
electoral el resorte mágico desde el que desplazar al monarquismo.42 Pura utopía.
En poco tiempo se percibió la falta de fuerza del proyecto y la emergencia de dos
corrientes internas llamadas a configurar dos proyectos distintos y complemen
tarios del nuevo republicanismo: el radicalismo, dirigido por Alejandro Lerroux,y
el sector gubernamental que representaba la parte directamente instituicionista
182
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
43. Para un análisis de la biografía política y el alcance del lerrouxismo, José Álvarez Jun
co, El E m perador del Paralelo. Lerroux y la dem agogia populista, Madrid, Alianza, 1990.
44. El impacto social, económico y político de la Primera Guerra Mundial en España
ha sido objeto de varios estudios. Véanse Gerard Meaker, La izqu ierda revolucionaria en
España, 1914-1923, Barcelona, Ariel, 1978; Santiago Roldán y José Luís García Delgado, La
fo r m a ció n d e la socied ad capitalista en España, Madrid, c e c a , 1973; F. J. Romero Salvado,
España, 1914-1918: entre la guerra y la revolución, Barcelona, Crítica, 2002.
18 3
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
la democracia. Ese fue el cometido central del proyecto reformista que iniciaron
en 1912 Gumersindo de Azcárate, Benito Pérez Galdós y Melquíades Álvarez y
que al año siguiente señaló su disponibilidad para gobernar con la monarquía,
tras proclamar el principio ya establecido de la cultura política institucionista
de la accidentalidad de las formas de Gobierno. Lo relevante de esta posición en
1913 fue que el sistema de turno había quebrado, que el viejo republicanismo
ya no constituía una oferta sugestiva para las clases populares y medias, y que la
Conjunción Republicano socialista había mostrado ya sus propias limitaciones
para coadyuvar al advenimiento de la República.
De otro lado, el Partido Reformista se presentaba como una oferta que venía
avalada por la presencia de un grupo de intelectuales de filiación liberal que
aportaron savia nueva al proyecto, y que presentaban un programa de refor
ma que constituía una verdadera esperanza para el liberalismo democrático.45
No resultaba fácil incorporar al proyecto a figuras como Ortega y Gasset, Luis
de Zulueta, Ramón Pérez de Ayala, Manuel García Morente,Adolfo Posada, Luis de
Hoyos Sainz, Américo Castro, Pedro Salinas, Federico de Onís o Gustavo Pittaluga.
Cuando en 1913 el reformismo ya había mostrado su inclinación a una transac
ción con el régimen monárquico, la oferta de un cambio suave, sin revolución,
a la democracia, en el marco de las instituciones vigentes, se encontró con el
proyecto liderado por Ortega y Gasset de una Liga de Educación Política de
España cuya tarea cívica y de pedagogía política tenía como cometido fortalecer
la ciudadanía en España e impulsar el liberalismo social, como expresión de una
nueva generación de intelectuales y políticos, la generación de 1914.46 Ortega y
su entorno, ya en abierta ruptura con el regeneracionismo costista, interpretaba
el problema de España no como el resultado del dominio de esta o aquella oli
garquía que sometía la energía de la sociedad española, sino como un problema
de etnia, de raza, que demandaba una activa pedagogía política. El reformismo in
corporó así el universo de la pedagogía política, aquel que Ortega veía como una
exigencia para lograr una modernización efectiva de España, y que se insertaba
de pleno con los conceptos e ideas de la tradición institucionista. Ajeno tanto al
ambiente obrero del socialismo español y a las clases medias conservadoras de
los partidos del sistema, el reformismo optó por una vía pedagógica que trataba
de acercarse a los sectores medios de las ciudades y del campo de espíritu pro
gresista. El Prospecto de Ortega hacía así hincapié en el doble rechazo del obreris
mo y del conservadurismo, resaltando el papel que le correspondía a una minoría
de intelectuales en la dirección de los intereses nacionales. No era la masa la que
45. La naturaleza del proyecto reformista y de sus efectos tanto dentro del sistema como
en el republicanismo en Manuel Suárez Cortina, El reform ism o en España. R epublicanos y
reformistas bajo la m on arqu ía d e Alfonso xrn, Madrid, Siglo xxi, 1986.
46. Para un análisis de la generación de 1914 véase Manuel Menéndez Alzamora, La g e
neración d el 14. Una aventura intelectual, Madrid, Siglo xxi, 2005.
184
REPÚBLICA. M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
tenía que emanciparse a sí misma, sino que debía seguir las directrices estableci
das por una minoría selecta que tenía los conocimientos adecuados para conocer
y resolver los problemas nacionales.
47. José Ortega y Gasset, «Prospecto de la Liga de Educación Política Española», en Vieja
y Nueva Política, Escritos Políticos (1908-1918), Madrid, El Arquero, 1973, p. 180.
48. Sobre Ortega véase Javier Zamora Bonilla, Ortega y Gasset, Barcelona, Plaza y Janés,
2002 .
49. José Ortega y Gasset, op. cit., p. 183-
50. La posición de la Corona y las ideas de Alfonso x iii han sido objeto de atención
reciente. Véase Javier Moreno Luzón (coord.), Alfonso XIII. Un político en el trono, Madrid,
Marcial Pons, 2003; Morgan C. Hall, Alfonso X JH y el ocaso d e la m on arqu ía liberal, 1902-
1913, Madrid, Alianza, 2005; Javier Tusell, Genoveva G. Queipo de Llano, Alfonso XIII. El rey
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
186
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
51. Sobre el sentido y alcance del sufragio universal de 1890 véase Teresa Carnero, ciu
dadanía política y democratización. Un paso delante, dos pasos atrás», en M. Pérez Ledesma
(dir.), D e súbditos a ciu d ad an os, Una historia d e la ciu d a d a n ía en E spañ a, Madrid, c e p c ,
2008, pp. 223-250.
52. El papel de la Corona como eje de la vida política y constitucional lo ha examinado
en detalle Ángeles Lario, El Rey, piloto sin brújula: la Corona y el sistema político d e la Restau
ración (1875-1902), Madrid, Biblioteca Nueva, 2009.
18 7
EL ÁGUILA Y EL TORO* ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
53. Recogido en José Cepeda Adán, Sagasta el político d e las horas difíciles, Madrid, f u e ,
1995, p. 69.
54. José Ramón Milán, «Orden y progreso. Los límites el liberalismo sagastino», en M.
Suárez Cortina (ed.), Las m áscaras d e la libertad. El liberalism o español, 1808-1950, Madrid,
Marcial Pons / Fundación Sagasta, 2003, pp. 229-264.
188
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMO CRACIA LIBERAL
189
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
Ahora hay que llegar al momento armónico, porque nos han enseñado las ex
pansiones de las sociedades obreras que el individuo no deja de ser un átomo,
y cuando hay una conciencia, el individuo no es un ente atómico, sino un ente
autonómico; no se puede tejer una Asociación como una corona de flores,
porque ellas son inertes; no se quejan si se las lastima por la presión que en
ellas se ejerzan, sino que las Asociaciones se tejen con un yo individual, una
conciencia libre, un ser que tiene necesidad de expansión. Es preciso defender
al individuo en el seno de la sociedad; por eso quiero traer el Código armónico
que comprenda á todas las Asociaciones humanas, pero con respeto á la perso
na individual, porque no nos podemos entregar al individualismo hasta llegar al
anarquismo, que es la suprema forma de la individualidad; ni á la Asociación en
el orden económico, sino que hay que ver que el hombre es un ser sociable que
necesita de otros para vivir, que no puede estar fuera de la sociedad.59
190
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
talismo potencial le llevó a la idea de que era posible una democratización dando
todo su sentido a las instituciones monárquicas, que la República no constituía
un avance efectivo y que sus políticas eran perfectamente compatibles con la
Monarquía.
La democracia compatible con la Monarquía en Canalejas era necesariamente
neutra en las relaciones económicas, en la religión y en la educación. Si en países
como Inglaterra, Bélgica e Italia, los principios de la liberal democracia habían
fortalecido el desarrollo de un nuevo liberalismo social y democrático, España,
a pesar de la imputación republicana y socialista, podría desarrollar políticas en
la misma dirección. Si en el Gobierno largo de Sagasta se había recuperado un
conjunto de principios proveniente del 68, (jurado, reforma del Ejército, sufragio
universal, legislación civil, etc.), era el momento de avanzar hacia una democracia
plenamente compatible con la reforma social.
¿Cuáles eran para Canalejas los problemas centrales del país para avanzar ha
cia su democratización? A diferencia de la posición del republicanismo histórico,
Canalejas no consideraba necesario el cambio de régimen, ni siquiera la reforma
constitucional, sino la resolución de los problemas religioso, social y económi
co. Para el primero debía ser liquidado el clericalismo. «Defiéndase la religión y
defiéndase la Monarquía; pero al hablar de religión no troquemos la devoción
religiosa por la careta de Tartufo, y al hablar de la monarquía no troquemos el
uniforme de Ministro por la librea del cortesano.»60 En el terreno religioso se
planteó un triple cometido: llegar a la libertad de cultos y de conciencia, no por
reforma constitucional, sino aplicando una lectura progresiva al artículo 11 de la
Constitución de 1876; la defensa de la escuela neutra a través de la sustracción
del sistema educativo a cualquier tipo de dogmatismo; finalmente, la regulación,
dentro de una ley común de asociaciones, de las órdenes religiosas con, o sin, el
consentimiento del Vaticano.61 Es bien conocida la dificultad de desarrollar una
política religiosa en los términos establecidos por Canalejas, la diferente posición
que dentro del Partido Liberal tuvieron en este tema Moret, Montero Ríos y, sobre
todo, Romanones,62 y de un modo especial, la inviabilidad de su ley del Cándado,
que quedó arrumbada dos años después de su propuesta de vincularla a una nue
va Ley de Asociaciones que nunca fue aprobada.63 «En definitiva, -podía concluir
Canalejas- una política democrática es principalmente una política social y una
191
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA ¥ MÉXICO EN EL SIGLO XIX
192
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
Es cierto que, para aquellos que sienten el fetichismo de las palabras, decir Mo
narquía, como decir República, contiene siempre una misma idea, sin ponerse
a pensar que las palabras han llegado, por evoluciones históricas, á significar
mil cosas diferentes, y que cuando se dice Monarquía con el recuerdo fijo en
los vetustos Estados orientales, se dice rey absoluto, superior y exterior al Esta
do mismo, representante de Dios sobre la tierra, en tanto que cuando se dice
monarquía pensando en la actual Inglaterra, se da a entender lo que lo que los
tratadistas han denominado una República coronada. Por eso ha podido afirmar
el gran tratadista del derecho jurídico Jorge Jellinek, que ha alcanzado la Mo
narquía una tal adaptabilidad á diferentes condiciones históricas y sociales que
las más radicales diferencias en la efectividad el poder político del monarca, son
compatibles con el concepto y sustancia de la Monarquía; y llega Sigogne, en
un libro moderno, Monarquía y socialismo, á la conclusión de que la institución
real es una forma política que puede amoldarse, por su plasticidad constante, á
todas las necesidades sociales y a la evolución económica de los pueblos.68
66. Discurso en el Parlamento 23-XI-1889, citado por D. Sevilla Andrés, op. cit., p. 1Ó2.
67. Una visión sintética del ideario de Canalejas en Javier Moreno Luzón, «José Canalejas.
La democracia, el Estado y la nación», en Progresistas. B iografías d e progresistas españoles
(1808-1939), Madrid, Taurus/Fundadón Pablo Iglesias, 2005, pp. 160-193.
68. José Canalejas y Méndez, «Prólogo» a Melchor de Almagro San Martín, El nuevo libe
ralismo. Ensayo leído la n och e d el 31 d e m ayo d e 1910, Madrid, Imprenta Artística, 1910, pp.
5-6.
193
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
5. Y LOS FEDERALES
69. Véase en este sentido el ya citado trabajo de Práxedes Zancada, M onarquía y dem o
cracia, Madrid, González y Jiménez, 1913. También José Canalejas, El Partido Liberal. Conver
saciones con Jo s é Canalejas, Madrid, 1912. Hay edición reciente de Analecta, 2004.
70. Sobre su obra y pensamiento véase A. Jutglar Besnaus, P iy M argally el fed eralism o
español, Madrid, Taurus, 1975, 2 vol.; también el dossier Pi y M argall y el fed eralism o en Es
p añ a, Historia y Política, 6 (2001) 2.
71. Véanse, en este sentido, el conjunto de trabajos recogidos por J. Zoraida Vázquez
(coord.) Ju árez . Historia y Mito, México d f , c o lm e x , 2010.
194
REPÚBLICA, M O N A R Q U IA Y DEMOCRACIA LIBERAL
72. En los primeros momentos de la Segunda República el federalismo vivió una división
muy clara en su interior; de un lado, el sector más moderado dirigido por Franchy Roca, y el
más radical, representado por Eduardo Barriobero. Véase Agustín Millares Cantero, Franchy
Roca y los fed era les en e l «B ienio Azañista», Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran
Canaria, 1997.
195
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
i 96
REPÚBLICA, M O N A R Q U ÍA Y DEMOCRACIA LIBERAL
esta línea, Vallés i Ribot, como ha mostrado Pere Gabriel73 constituye un buen re
ferente de cómo el federalismo catalán hubo de gestionar su proyecto en medio
de las fuertes presiones del nacionalismo catalán, de un lado, y del anarquismo,
de otro, toda vez que los federales fueron los que mantuvieron una clara osmosis
con las aspiraciones del obrerismo. El republicanismo confederal encontraría a
principios de siglo su espacio político, cuando se formó en Cataluña la Unión
Federal Nacional Republicana ( ufnr ) , más tarde, el Partít República Catalá y, so
bre todo, en los años de la Segunda República, cuando Esquerra Republicana de
Catalunya es la verdadera protagonista de la política republicana catalana en el
primer bienio. Para entonces, el proyecto federal construido por Pi y Margall en
la década de los ochenta del siglo xix, constituía ya una fuerza menor, sobre todo,
una vez que la constitución de 1931 se proclamó contraria al federalismo en su
formulación de Estado integral. El federalismo se mantuvo como una fuerza viva
en múltiples núcleos urbanos y aún rurales, pero ya no fue capaz de representar
el horizonte descentralizador que lo había caracterizado en las primeras décadas
de la Restauración, ya que ahora debía competir con las propuestas federales y
confederales de los representantes de los nacionalismos periféricos.
En definitiva, el proyecto federal no se asemeja en ninguna forma a aquel fede
ralismo mexicano que en 1824 mantuvo las corporaciones del Antiguo Régimen,
ni tampoco al federalismo liberal que en 1857 apostó definitivamente por el libe
ralismo y la desamortización de las tierras eclesiásticas. El federalismo mexicano,
en todo caso, puede ser asociado al proyecto social y político liberal español,
excepto en lo referente a la organización territorial y el sistema de sufragio indi
recto, aunque debemos esperar a la constitución de 1917 para ver un proyecto
que solo entonces apostó por la lectura de un liberalismo social que se acogió
bajo el emblema de la revolución.
73. Véase Pere Gabriel, El catalanism o i la cultura fed eral. Historia i p olítica del républi
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
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EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
228
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Guerra, F-X. 22, 54, 137, 139, 140, Iturbide, A. De. 135
141, 144, 145 Iturbide, Andres, 118
Guerrero, V. 57,113,135
Guillen, C. 105 Jaume, L. 48
Guizot, F. 48 Jiménez J. R. 101
Guriri y Alcocer, J. M. 17, 18, 55, 57, Jiménez Landi, A. 174
72 Jovellanos, M. G. 35, 49
Gutiérrez Hernández, A. 22 Jover Zamora, J. Ma. 39, 61, 158, 169
Gutiérrez Lázaro, C. 28 Juárez, B. 22, 140, 144, 146, 148, 194
Guzmán, R. De, 99 Jutglar Besnaus, J. 194
229
EL ÁGUILA Y EL TORO. ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
230
ÍNDICE ONOMÁSTICO
231
EL ÁGUILA Y EL TORO, ESPAÑA Y MÉXICO EN EL SIGLO XIX
119, 120, 121, 122, 123, 124, 126, Reyes Heroles, J. 64, 85, 149, 159
127, 128, 130, 131, 132, 133, 134 Ridolfi, M. 26
Portero, F. 77, 171 Riquer, B. de. 77
Portillo Valdés, J. Ma. , 17, 22, 32, 42, Riva Palacio, V. 107
45, 47, 53, 83, 88, 89 Rivera Castro, F. 149
Posada Herrera, J. 189 Rivera García, A. 89, 90
Posada, A. 173, 175, 182, 185 Rivera y Río, J. 117
Posse, A. 46 Roa Barcena, J. Ma. 107
Posse, J. A. 88 Roberpierre, M. 60
Pou y Ordinas, A. 97 Robledo, R. 29, 44, 139
Preston. P. 30 Robles Egea, A.68, 157, 179
Prieto, G. 107 Roca, F. 195
Primo de Rivera, M. 178, 186 Rocamora, J. A. 165
Pro Ruiz, J. 23, 27, 70, 73 Rodgers, E. 100
Proudhon, R J. 132 Rodríguez O, J. E. 10, 22, 43, 67, 69,
Pufendorf, S, F. 36, 44 139
Roeder, R. 149
Quintana Roo, A. 107 Rojas, R. 53, 54, 65, 108, 112, 113,
Quintana, M. J. 43 138
Quitarte, V. 27 Roldan, S. 183
Romano, A. 47
Ragin, Ch. C. 12 Romanones, conde de (Alvaro de
Rajo Serventich, A. 22, 152 Figueroa y Torres) 191
Ramírez Saiz, J. M. 153 Romeo Mateo, Ma. C. 29, 30, 6l, 70,
Ramírez, I. 107, 118, 132 86, 139, 164, 165
Ramos Arizpe, M. 7, 18, 55, 56, 57, Romero Girón, V. 189
59, 72 Romero Salvado, F. J. 183
Ramos Santana, A. 32 Romero Tobar, L. 108
Rancio, filósofo (Francisco Alvarado) Rosales, H. 140
24, 82, 93 Rosenzweig, G. 152
Ratz, K. 142 Roura I Aulinas, Ll. 39, 40
Reguera, A. Rousseau, J. J, 41, 44
Reina, V. 81 Ruiz Torres, P. 29, 61
Remírez Alerón, G. 29, 86, 139, 164 Ruiz Zorrilla, M. 170, 171, 181
Remond, R, 79 Rújula, P. 109
Renán, E. 123, 124, 132 Rus Rufino, S. 38
Reséndez Fuentes, A. 141 Rüsen, J. 12, 14
Revuelta González, M. 88
Rey Reguillo, F. Del, 157 Saavedra, F. de. 41
Reyero, C. 109 Sàbato, H. 76, 112
Reyes de la Maza, L. 106 Sáenz, V. 124
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
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