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La agricultura capitalista y los

orígenes de la economía-mundo

siglo
veintiuno
editores
historia
Traducción de
ANTONIO RESINES
EL MODERNO SISTEMA
MUNDIAL

La agricultura capitalista y
los orígenes de la
economía-mundo europea
en el siglo XVI

por
IMMANUEL WALLERSTEIN

m
siglo
veintiuno
editores
m _______________________________
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D.F.

siglo xxi editores argentina, s.a.


TUCUMÁN 1621, 7 N. C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA portada
de patricia
reyes baca
primera edición en español, 1979 undécima edición en español, 2005 ©
siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-2178-6
primera edición en inglés, 1974 © academic press, inc., nueva york
título original: the modern world-system, capitalist agriculture and the
origins of the european world-economy in the sixteenth century
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
Para TKH
«Alegoría del comercio», grabado en madera de Jobst Animan (1539-1591),
que vivió en Nuremberg y fue uno de los «Pequeños Maestros». Este
detalle inferior ilustraba la casa de un mercader de Nuremberg, todavía
un floreciente centro del comercio transeuropeo.
INDICE

Págs.

AGRADECIMIENTOS ..................................................................................................................... 1
INTRODUCCIÓN: SOBRE EL ESTUDIO DELCAMBIO SOCIAL ................................................... 7

1. PRELUDIO MEDIEVAL .......................................................................................................... 21

2. LA NUEVA DIVISIÓN EUROPEA DEL TRABAJO: ca. 1450-1640 ........................................ 93


3. LA MONARQUÍA ABSOLUTAY EL ESTATISMO .................................................................... 187

4. DE SEVILLA A AMSTERDAM: ELFRACASO DEL IMPERIO .......................................... 233


5. Los ESTADOS FUERTES DEL CENTRO: FORMACIÓN DE CLASE Y COMERCIO
INTERNACIONAL .............................................................................................................. 319
6. LA ECONOMÍA-MUNDO EUROPEA: LA PERIFERIA FRENTE A LA ARENA
EXTERIOR ........................................................................................................................ 425

7. REPASO TEÓRICO ............................................................................................................. 489

BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................... 503


INDICE DE ILUSTRACIONES ....................................................................................................... 545

INDICE DE NOMBRES ................................................................................................................ 547


AGRADECIMIENTOS

Siempre es difícil enumerar las fuentes inmediatas de ideas y ayuda —de autores,
colegas y estudiantes— en la concepción y redacción de un libro, y especialmente
de un libro que pretende sintetizar el trabajo empírico de otras personas. El gran
riesgo es el olvido.
En el caso de este libro, los dos autores cuyos extensos escritos me inspiraron
más inmediatamente en el camino que finalmente decidí seguir, fueron Fernand
Braudel y Marian Malowist.
Una vez que hube escrito un borrador, Fernand Braudel lo leyó cuidadosamente,
y me dio ánimos en un momento en que necesitaba confianza. Charles Tilly también
lo leyó cuidadosamente, y planteando cuestiones pertinentes me obligó a clarificar
mi argumento. Esto fue así particularmente en lo concerniente al poder estatal y al
«absolutismo» en general, y su contrapunto con el fenómeno del bandidaje en
particular. Douglas Dowd me impuso en Frederic Lañe, lo que le agradezco, ya que
merece la pena imponerse en Frederic Lañe.
En cuanto a Terence Hopkins, mi deuda es de veinte años de discusión y
colaboración intelectual. Ninguna frase puede resumir esta deuda.
Este libro fue escrito durante una estancia de un año en el Center for Advanced
Study in Behavioral Sciences. Incontables autores han cantado sus alabanzas.
Además de unos espléiídidos alrededores, de unos ilimitados recursos en bibliotecas
y secretarias, y de un surtido siempre a punto de investigadores a los que consultar
en cuestión de un momento, lo que el centro ofrece es dejar al investigador a su
propio ingenio, para bien o para mal. Ojalá que todos los hombres tuvieran tal acierto.
La versión final se realizó con una ayuda del Social Sciences Grants Subcommittee
de la Faculty of Graduates Studies and Research de McGill University.
Es a través de una crisis de los ingresos señoriales como se termina la
Edad Media y se abren los tiempos modernos.

MARC BLOCH

Este colapso en la tasa de salarios real [en Europa] fue la contrapartida de


la revolucionaria subida de los precios en el siglo xvi. La operación fue
pagada enteramente por los crecientes afanes, penalidades,
empobrecimiento y extenuación de la mayoría. Los contemporáneos
fueron a menudo conscientes de que este deterioro estaba teniendo lugar.
FERNAND BRAUDEL y FRANK SPOONER

El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el


exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población
aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación
de Africa en un coto resérvado para la caza comercial de pieles-negras,
caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos
idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria.
Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las
naciones europeas, con la redondez de la Tierra como escenario.

KARL MARX

«El Saco de Roma por Carlos V», grabado en madera que ilustraba un libro sobre «Prácticas
y previsión imperiales...», publicado en Estrasburgo hacia 1535. Este grabado conmemora el
acontecimiento que condujo al Santo Padre a depender políticamente del emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico y que convirtió a Carlos en un poder sin rival en Italia.
INTRODUCCION: SOBRE EL ESTUDIO DEL CAMBIO SOCIAL

El cambio es eterno. Nada cambia jamás. Los dos tópicos son «ciertos». Las
estructuras son los arrecifes, de coral de las relaciones humanas, que tienen una
existencia estable durante un período relativamente largo de tiempo. Pero las
estructuras también nacen, se desarrollan y mueren.
A menos que queramos utilizar el estudio del cambio social como un
término sinónimo de la totalidad de la ciencia social, su significado debería
verse restringido al estudio de los cambios en los fenómenos que son más
duraderos, viéndose por supuesto sometida la propia definición de durabilidad
a cambios con respecto al tiempo y lugar históricos.
Una de las principales afirmaciones de la ciencia social mundial es que
existen ciertas grandes divisorias en la historia del hombre. Una de tales
divisorias, reconocida en general, aunque estudiada sólo por una minoría de
científicos sociales, es la llamada revolución neolítica o agrícola. La otra gran
divisoria es la creación del mundo moderno.
Este último evento aparece como centro de la mayor parte de las teorías
de las ciencias sociales contemporáneas, y de hecho, también de las del siglo
xix. Sin duda, existen inmensas discusiones sobre cuáles son las características
que definen los tiempos modernos (y en consecuencia sobre sus. límites
temporales). Es más, existe un gran desacuerdo acerca de los principios
motores de este proceso de cambio, pero parece existir un consenso muy
extendido de que en los últimos cientos de años se dieron de hecho grandes
cambios estructurales en el mundo, cambios que hacen que el mundo de hoy
sea cualitativamente diferente del mundo de ayer. Incluso aquellos que
rechazan los supuestos evolucionistas de un progreso predeterminado, aceptan
no obstante las diferencias de estructuras.
¿Cuáles son las unidades de estudio apropiadas si se desea describir esta
«diferencia» y justificarla? En cierto sentido muchos de los debates históricos
más importantes de nuestro tiempo pueden ser reducidos a planteamientos en
torno a esto. Es la
8 Immanuel Wallerstein
gran búsqueda de las ciencias sociales contemporáneas. Resulta por lo tanto
apropiado comenzar un trabajo que pretende analizar el proceso del cambio
social en el mundo moderno con un itinerario intelectual de la propia búsqueda
conceptual.
Comencé interesándome en las raíces sociales del conflicto político en el
seno de mi propia sociedad. Pensé que, comprendiendo las modalidades de tal
conflicto, podría contribuir como persona racional a la conformación de esta
sociedad. Esto me llevó a dos grandes debates. Uno era el de en qué medida
«toda la historia es la historia de la lucha de clases». Planteado de otra manera,
¿son las clases las únicas unidades operativas en la arena social y política? ¿O,
como planteaba Weber, acaso no son más que una de la trinidad de unidades
—clase, grupo de estatus y partido— que existen, y cuyas interacciones
explican el proceso político? Aunque yo tenía mis prejuicios acerca del asunto,
descubrí, al igual que otros antes que yo, que ni la definición de estos términos
ni la descripción de sus relaciones mutuas eran fáciles de elucidar. Sentí cada
vez con más fuerza que aquél era mucho más un problema conceptual que
empírico, y que para resolver el debate, al menos en mi propia mente, tendría
que plantear las cuestiones en un contexto intelectual más amplio.
El segundo gran debate, ligado al primero, era acerca del grado en el cual
podría existir o existía de hecho un consenso de valores en el seno de una
sociedad dada, y, en la medida en la que tal consenso existiera, sobre el grado
en que su presencia o ausencia pudiera ser de hecho un determinante primordial
de las acciones de los hombres. Este debate está relacionado con el primero,
debido a que sólo si se rechaza el carácter primordial de las luchas sociales en
la sociedad civil puede plantearse siquiera la cuestión.
Los valores son, por supuesto, un objeto de observación extremadamente
elusivo, y empecé a sentirme extraordinariamente a disgusto con una gran parte
de las teorizaciones acerca de los valores, que a menudo parecían combinar la
ausencia de una base empírica rigurosa con una verdadera afrenta al sentido
común. No obstante seguía estando claro que los hombres y los grupos
justificaban de hecho sus acciones con referencia a determinadas ideologías.
Más aún, parecía también estar claro que los grupos se hacían más coherentes
y en consecuencia más eficaces políticamente en la medida en que eran
conscientes de sí mismos, lo que significaba que desarrollaban un lenguaje
común y una Weltanschauung.
Trasladé mi zona de interés empírico desde mi propia sociedad al Africa,
con la esperanza de que o bien vería confirmadas algunas teorías por lo que
pudiera encontrar allí, o de que una ojeada a tierras distantes agudizaría mi
percepción al concentrar mi atención en cuestiones que en caso contrario habría
pasado por alto. Yo esperaba que ocurriera lo primero, pero fue lo último lo
que ocurrió.
Fui por primera vez a Africa durante la era colonial, siendo testigo del
proceso de «descolonización», y después de la independencia de una verdadera
cascada de Estados soberanos. Blanco como era, me vi bombardeado por el
El estudio del cambio social 9
ataque de la mentalidad colonial de los europeos que llevaban largo tiempo
residiendo en Africa. Y, simpatizante de los movimientos nacionalistas como
era, fui testigo de excepción de los iracundos análisis y las optimistas pasiones
de los jóvenes militantes de los movimientos africanos. No tardé mucho en
darme cuenta de que estos grupos no sólo estaban enfrentados en los aspectos
políticos, sino que abordaban la situación con esquemas conceptuales
completamente diferentes.
En general, donde se da un conflicto profundo, los ojos de los oprimidos
disfrutan de mayor agudeza en la percepción de la realidad presente. Ya que
por propio interés, más les vale percibirla correctamente para poder así
denunciar las hipocresías de sus gobernantes. Tienen menor interés en la
deformación ideológica. Así fue en este caso. Los nacionalistas veían la
realidad en la que estaban inmersos como una «situación colonial», es decir,
una situación en la que tanto su acción social como la de los europeos que
vivían con ellos codo con codo como administradores, misioneros, profesores
y comerciantes venían determinadas por las restricciones de una única entidad
legal y social. Más aún, percibían que la maquinaria política estaba basada en
un sistema de castas en el que el rango y, en consecuencia, los beneficios,
venían determinados en base a la raza.
Los nacionalistas africanos estaban empeñados en cambiar las estructuras
políticas en cuyo seno vivían. He contado esta historia en otro lugar y no es
relevante hacer referencia a ella aquí. Lo que aquí es relevante es que así me
hice consciente del grado en que la sociedad como abstracción quedaba
grandemente limitada a sistemas político-jurídicos como realidad empírica. Era
una perspectiva falsa el adoptar una unidad como la «tribu» e intentar analizar
su funcionamiento sin hacer referencia al hecho de que, en una situación
colonial, las instituciones gobernantes de una «tribu», lejos de ser «soberanas»,
estaban seriamente circunscritas por las leyes (y las costumbres) de una entidad
mayor de la cual formaban parte indi- sociable, léase la colonia. De hecho esto
me llevó a la generalización más amplia de que el estudio de la organización
social era en su mayor parte deficiente debido a la muy extendida falta de
consideración del marco legal y político en el que tanto las organizaciones
como sus miembros operan.
Intenté descubrir los atributos generales de una situación colonial y
describir lo que yo consideraba su «historia natural». Pronto quedó claro para
mí que tenía que considerar al menos algunos factores del sistema mundial como
constantes. De modo que me limité a hacer un análisis de cómo operaba el
sistema colonial para aquellos países que eran colonias de potencias europeas
en los siglos xix y xx, y que eran «posesiones ultramarinas» de las citadas
potencias. Dada esta constante, pensé que podría hacer afirmaciones aplicables
en general acerca del impacto de la imposición de la autoridad colonial sobre la
vida social, sobre los motivos y las modalidades de resistencia a esta autoridad,
los mecanismos por medio de los cuales se atrincheraban y buscaban legitimar
su poder los poderes coloniales, la naturaleza contradictoria de las fuerzas que
podían operar en este marco, las razones por las que los hombres se veían
10 Immanuel Wallerstein
llevados a formar organizaciones que se opusieran al gobierno colonial, y los
elementos estructurales que favorecían la expansión y el eventual triunfo
político de los movimientos anticolonialistas. La unidad de análisis en todo esto
era el territorio colonial, tal y como había sido definido legalmente por la
potencia administradora.
Estaba igualmente interesado en lo que pudiera pasar con estos «Estados
nuevos» después de su independencia. Al igual que el estudio de los territorios
nacionales parecía centrarse en las causas del hundimiento del orden político
existente, el estudio del período posterior a la independencia parecía centrarse
exactamente en lo opuesto: cómo se establece una autoridad legítima y se
extiende entre los ciudadanos un sentimiento de pertenencia a la entidad
nacional.
Este último estudio se encontró, no obstante, con problemas. En primer
lugar, el estudiar las políticas posteriores a la independencia de los Estados
afroasiáticos parecía tanto como correr tras las primeras planas de los
periódicos. Por lo tanto podría haber relativamente poca profundidad histórica.
Lo que es más, estaba también la peliaguda cuestión de América Latina. Había
muchos aspectos en los que las situaciones de allí parecían ser paralelas, y cada
vez más gente empezó a considerar a los tres continentes como un «tercer
mundo». Pero los países latinoamericanos eran independientes desde hacía
ciento cincuenta años. Sus culturas estaban mucho más cercanamente ligadas a
la tradición europea que cualquiera de las existentes en Africa o Asia. La
totalidad de mi empresa parecía balancearse sobre un terreno extremadamente
inestable.
En busca de una unidad de análisis apropiada, me dediqué a los «Estados
durante el período posterior a la independencia formal pero anterior al logro de
lo que podríamos llamar integración nacional». Podría considerarse que esta
definición incluye a América Latina durante todo o casi todo el período que
llega hasta hoy en día. Pero evidentemente incluye también otras áreas. Incluía,
por ejemplo, a los Estados Unidos de América, al menos en el período previo a,
digamos, la guerra de sece- ción. Incluía sin duda a la Europa oriental, al menos
hasta el siglo xx, y posiblemente incluso hasta hoy en día. E incluía incluso a la
Europa occidental y del sur, al menos en lo que se refiere a períodos de tiempo
anteriores.
Me vi por lo tanto obligado por esta lógica a dedicar mi atención a la
primera época de la Europa moderna. Esto en primer lugar me llevó a la cuestión
de qué era lo que debía tomar como punto de partida para este proceso, un
proceso que yo formulaba provisionalmente, a falta de mejores herramientas
conceptuales, como el proceso de modernización. Más aún, tenía no sólo que
considerar el tema de los puntos de partida, sino también el de los puntos
terminales, a menos que estuviera dispuesto a incluir como ejemplos de este
mismo proceso social a Gran Bretaña o a la Alemania del siglo xx. Ya que eso
prima facie parecía dudoso, había que pensar acerca de los puntos terminales.
En este momento estaba ya claramente metido en un esquema desarrollista,
El estudio del cambio social 11
y tenía alguna noción implícita acerca de los estadios del desarrollo. Esto a su
vez planteaba dos problemas: criterios para la determinación de etapas, y
comparabilidad de las unidades a lo largo del tiempo histórico.
¿Cuántas etapas había habido? ¿Cuántas podían darse? ¿Es la
industrialización el punto decisivo o la consecuencia de algún giro decisivo en
la política? ¿Cuál sería en este contexto el significado empírico de un término
como «revolución», como en el caso de la revolución francesa o de la
revolución rusa? ¿Eran estas etapas unidireccionales o podía una-unidad
moverse «hacia atrás»? Parecía ser que me había metido en un verdadero
pantano intelectual.
12 lmmanuel Wallerstein
Más aún, salir de aquel pantano intelectual resultó muy difícil debido a la
ausencia de instrumentos de medida razonables. ¿Cómo podía uno decir que la
Francia del siglo xvn era en algún aspecto equivalente a la India del siglo xx?
Los legos podrían considerar tal afirmación absurda. ¿Estarían acaso tan
equivocados? Está muy bien y es muy cómodo eso de apoyarse en las fórmulas
de los libros de texto acerca de las virtudes de la abstracción científica, pero las
dificultades prácticas de la comparación parecían inmensas.
Una forma de manejar la «absurda» idea de comparar unidades tan
dispares era aceptar la legitimidad de aquella objeción y añadir otra variable: el
contexto mundial de cualquier era determinada, o lo que Wolfram Eberhard
llama «tiempo mundial». Esto significaba que mientras que la Francia del siglo
xvn podría haber compartido ciertas características estructurales con la India
del siglo xx, debían de ser consideradas como muy diferentes en las
dimensiones del contexto mundial. Esto fue conceptualmente clarificador, pero
hizo que las mediciones fueran aún más complicadas.
Finalmente, parecía haber otra dificultad. Si determinadas sociedades
atravesaban «etapas», es decir, tenían una «historia natural», ¿qué sucedía
entonces con el propio sistema mundial? ¿Acaso no tenía «etapas», o al menos
una «historia natural»? Si así fuera, ¿no estaríamos estudiando evoluciones
comprendidas dentro de otras evoluciones? Y de ser ese el caso, ¿no se estaría
convirtiendo la teoría en algo ligeramente sobrecargado en epiciclos? ¿No
estaría pidiendo a voces algún toque de simplificación?
Al menos así me lo pareció a mí. Fue en ese momento cuando abandoné
definitivamente la idea de tomar como unidad de análisis tanto el Estado
soberano como ese otro concepto aún más vago, la sociedad nacional. Decidí
que ninguno de los dos era un sistema social y que solamente podía hablarse de
cambios sociales en sistemas sociales. En este esquema el único sistema social
era el sistema mundial.
Esto fue por supuesto muy simplificador. Tenía un único tipo de unidad en
lugar de unidades dentro de otras unidades. Podía explicar los cambios en los
Estados soberanos como consecuencias de la evolución y la interacción del
sistema mundial. Pero también resultaba extraordinariamente complicado.
Probablemente sólo tendría un ejemplo de esta unidad en la era moderna.
Supongamos incluso que yo estaba en lo cierto, que la unidad correcta de
análisis era el sistema mundial y que los Estados soberanos debían ser
considerados tan sólo como un tipo de estructura organizativa entre otras en el
seno de este único sistema social. ¿Podía yo entonces hacer algo más que
limitarme a escribir su historia?
Yo no tenía interés en escribir su historia, ni siquiera tenía ni de lejos los
conocimientos empíricos necesarios para tal tarea. (Y por su propia naturaleza
muy pocos individuos podrían llegar a hacerlo.) Pero, ¿puede haber leyes que
incluyan lo único? En un sentido riguroso, por supuesto que no. Una afirmación
de causalidad o de probabilidad se hace en términos de una serie de fenómenos
semejantes o de casos semejantes. Incluso si incluyéramos en una serie tal
aquellos que probablemente o incluso posiblemente se podrían dar en un futuro,
El estudio del cambio social 13
lo que podría proponerse aquí no sería añadir una serie de posibles casos futuros
a un conjunto de casos presentes y pasados. Sería añadir una serie de casos
posibles en el futuro a un único caso pasado y presente.
Sólo ha habido un «mundo moderno». Tal vez algún día se descubrirán
fenómenos comparables en otros planetas o sistemas mundiales adicionales en
este mismo. Pero, aquí y ahora, la realidad estaba clara: tan sólo uno. Fue aquí
donde me vi inspirado por la analogía con la astronomía que pretende explicar
las leyes que gobiernan el universo aunque (por lo que nosotros sabemos) jamás
ha existido más que un universo.
¿Qué es lo que hacen los astrónomos? Por lo que tengo entendido, la lógica
de sus argumentaciones comprende dos -operaciones distintas. Ellos utilizan las
leyes derivadas del estudio de entidades físicas de menor tamaño, las leyes de
la física, y argumentan que, tal vez con ciertas excepciones específicas, estas
leyes se aplican por analogía a la totalidad del sistema. En segundo lugar
razonan a posteriori. Si la totalidad del sistema ha de estar en un estado
determinado en el momento y, lo más probable es que estuviera en un estado
determinado en el momento x.
Ambos métodos son engañosos, y es por eso por lo que en el campo de la
cosmología, que es el estudio del funcionamiento del sistema como un todo,
existen hipótesis asombrosamente opuestas, mantenidas por astrónomos de
reputación. Al igual que las hay en las explicaciones acerca del sistema mundial
moderno, un estado de cosas que lo más probable es que perviva durante algún
tiempo. De hecho, los estudiosos del funcionamiento del sistema mundial
posiblemente tengan más facilidades que los estudiosos del funcionamiento del
universo, en lo que se refiere a la cantidad de evidencia empírica de la que
disponen.
En cualquier caso, me vi inspirado por el epigrama de T. J. G. Locher: «no
se debe confundir totalidad con completitud. El todo es más que la suma de las
partes, pero también es sin duda menos» *.
Estaba intentando describir el sistema mundial a un cierto nivel de
abstracción, el de la evolución de las estructuras de la totalidad del sistema.
Tenía interés en describir sucesos particulares tan sólo en la medida en la que
iluminaran el sistema como ejemplos típicos de algún mecanismo, o en la
medida en que fuesen puntos decisivos cruciales en algún cambio institucional
de primer orden.
Este tipo de proyecto será abordable en la medida en que exista una buena
cantidad de material empírico, y este material exista al menos parcialmente en
forma de trabajos planteados en controversia. Afortunadamente este parece ser
el caso ya para un gran número de temas de la historia moderna.
Uno de los principales avances de la ciencia social moderna ha sido el
intento de lograr una cuantificación de los hallazgos de la investigación. El
utilizar las descripciones densamente narrativas de la mayor parte de la
investigación histórica no parece prestarse a tal cuantificación. ¿Cuál es
entonces la fiabilidad de tales datos, y en qué medida puede uno sacar
conclusiones seguras del material acerca del funcionamiento de un sistema
14 Immanuel Wallerstein
como tal? Es una tragedia esencial de las ciencias sociales del siglo xx que una
proporción tan grande de científicos sociales, al enfrentarse con este dilema,
hayan tirado ia toalla. Los datos históricos les parecían vagos y sin afinar, y por
lo tanto no merecedores de confianza. Sentían que no había gran cosa que hacer
al respecto y que por lo tanto era mejor el evitar usarlos. Y la mejor forma de
no usarlos era formular los problemas de tal forma que su uso no fuera indicado.
Así, la cuantificabilidad de los datos determinaba la elección de los
problemas para la investigación, que a su vez determinaban los aparatos
conceptuales con los cuales se habían de definir y utilizar los datos empíricos.
A poco que lo pensemos quedará claro que esto es una inversión del proceso
científico. La conceptualización debe determinar la elección de los instrumentos
para la investigación, y no al revés. El grado de cuantificación debería reflejar
simplemente el máximo de precisión posible para problemas y métodos dados
en momentos determinados.

1
Die Vberwindung des europaozentrischen Geschichtsbildes (1954), p. 15, citado por
G. Barraclough en H. P. R. Finberg, comp., Approaches to his- tory: a symposium, Toronto,
Univ. of Toronto Press, 1962, p. 94.
Siempre es más deseable una mayor que una menor cuantifica- ción, en la
medida en la que se refiera a cuestiones que derivan del ejercicio conceptual.
En esta etapa del análisis del sistema mundial, el grado de cuantificación
logrado e inmediatamente realizable es limitado. Hacemos lo más que podemos
y seguimos adelante a partir de ahí.
Finalmente está la cuestión de la objetividad y del compromiso. Yo no creo
que exista ciencia social que no esté comprometida. Eso, no obstante, no
significa que sea imposible ser objetivo. En primer lugar se trata de definir
claramente nuestros términos. En el siglo xix, como rebelión en contra de los
tonos de cuento de hadas de tanta literatura histórica previa, se nos dio el ideal
de contar la historia wie es eigentlich gewesen ist. Pero la realidad social es
distinta. Existe en el presente y desaparece al ir convirtiéndose en pasado. Sólo
se puede narrar verdaderamente el pasado como es, no como era. Ya que el
rememorar el pasado es un acto social del presente hecho por hombres del
presente y que afecta al sistema social del presente.
La «verdad» cambia porque la sociedad cambia. En un momento dado nada
es sucesivo, todo es contemporáneo, incluso aquello que es ya pasado. En el
presente todos somos irremediablemente producto de nuestro medio, nuestra
educación, nuestra personalidad y nuestro papel social, y las presiones
estructuradas en cuyo seno operamos. Eso no quiere decir que no haya opciones.
Más bien todo lo contrario. Un sistema social y todas sus instituciones
constituyentes, incluyendo el Estado soberano del mundo moderno, son el
espacio de una amplia gama de grupos sociales, en contacto, en colusión y, por
encima de todo, en conflicto los unos con los otros. Ya que todos pertenecemos
a múltiples grupos, a menudo tenemos que tomar decisiones en cuanto a las
prioridades que nuestras lealtades exigen. Los estudiosos y los científicos no
están por ningún motivo exentos de este requerimiento. Ni tampoco ese
El estudio del cambio social 15
requerimiento se ve limitado a sus papeles no académicos y directamente
políticos en el seno del sistema social.
Por supuesto, ser un investigador o un científico es cumplir un determinado
papel en el sistema social, un papel bastante diferente del de apologistas de
cualquier grupo en particular. No pretendo denigrar el papel de abogado. Es
esencial y honorable, pero no es el mismo del estudioso o científico. El papel
de este último es el de discernir, en el marco de su compromiso, la realidad
presente de los fenómenos que estudia, y derivar de este estudio unos principios
generales a partir de los cuales se pueden hacer en último término aplicaciones
particulares. En este sentido no existe un área de estudio que no sea «relevante».
Ya que la adecuada comprensión de la dinámica social del presente requiere
una comprensión teórica que sólo puede estar basada en el estudio de la más
amplia gama posible de fenómenos, incluyendo la totalidad del tiempo y el
espacio históricos.
Cuando hablo de la «realidad presente» de los fenómenos, no quiero decir
que por ejemplo un arqueólogo, para fortalecer las afirmaciones políticas de un
gobierno, deba afirmar que los artefactos que descubre pertenezcan a un grupo,
creyendo de hecho que en realidad pertenecen a otro. Quiero decir que la
totalidad de la empresa arqueológica, desde su mismo comienzo —la inversión
social en esta rama de la actividad científica, la orientación de la investigación,
las herramientas conceptuales, los modos de resumir y comunicar los
resultados—, es función del presente social. Pensar lo contrario es en el mejor
de los casos engañarse a sí mismo. La objetividad es la honestidad dentro del
marco en el que uno se mueve.
La objetividad es una función de la totalidad del sistema social. En la
medida en que el sistema sea asimétrico, concentrando ciertos tipos de
actividades de investigación en manos de grupos particulares, los resultados se
«inclinarán» en favor de estos grupos. La objetividad es el vector de una
distribución de la inversión social en una actividad tal que ésta sea realizada
por personas enraizadas en todos los grupos fundamentales del sistema, de una
manera equilibrada. Partiendo de esta definición, hoy en día no gozamos de
unas ciencias sociales objetivas. Por otra parte, éste no es un objetivo
irrealizable dentro de un futuro previsible.
Hemos sugerido ya que el estudio de los sistemas mundiales resulta
particularmente peliagudo debido a la imposibilidad de localizar ejemplos
comparables. También resulta particularmente peliagudo dado que el impacto
social de las afirmaciones acerca del sistema social resulta clara e
inmediatamente evidente para todos los principales actores de la arena política.
De ahí que las presiones sociales ejercidas sobre los estudiosos y los científicos,
bajo la forma de un control social relativamente estrecho sobre sus actividades,
resulten particularmente grandes en este terreno. Esto suministra una
explicación más que añadir a la de los dilemas metodológicos para explicar la
desgana de los investigadores en abordar estudios en este terreno.
Pero, por otra parte, ésta es precisamente la razón por la que es importante
hacerlo. La capacidad del hombre para participar inteligentemente en la
16 Immanuel Wallerstein
evolución de su propio sistema depende de su habilidad para percibirlo en su
totalidad. Cuanto más difícil admitamos que resulta el trabajo, tanto más
urgente es que abordemos el problema mejor antes que después. Por supuesto
no todos los grupos están interesados en que esto ocurra. Aquí es donde aparece
el problema del compromiso. Depende de la imagen que tengamos de una buena
sociedad. En la medida en la que queramos un mundo más igualitario y más
libertario, hemos de comprender las condiciones bajo las cuales estos estados
del ser son realizables. El hacerlo requiere en primer lugar una clara exposición
de la naturaleza y la evolución del sistema mundial moderno hasta hoy, y la
gama de desarrollos posibles en el presente y en el futuro. Tal clase de
conocimiento supondría poder. Y en el marco de mi compromiso sería un poder
que resultaría especialmente útil para aquellos grupos que representan los
intereses de la parte mayor y más oprimida de la población mundial.
Por lo tanto, con estas consideraciones en mente me he embarcado en este
esfuerzo de analizar los elementos determinantes del sistema mundial moderno.
Supondrá varios volúmenes el lograrlo, incluso la forma preliminar que esta
obra necesariamente tendrá.
He dividido el trabajo, al menos inicialmente, en cuatro partes principales,
correspondientes a lo que yo considero cuatro épocas fundamentales, hasta hoy,
del sistema mundial moderno. Este primer volumen se ocupa de los orígenes y
las condiciones primitivas del sistema mundial, hasta entonces tan sólo un
sistema mundial europeo. Las fechas aproximadas de esta etapa son 1450-1640.
El segundo volumen se ocupará de la consolidación de este sistema,
aproximadamente entre 1640 y 1815. El tercero se ocupará de la conversión de
la economía-mundo en una empresa global, hecha posible por la transformación
tecnológica del industrialismo moderno. Esta expansión fue tan repentina y tan
grande que el sistema tuvo de hecho que ser recreado. Este período es
aproximadamente el de 1815-1917. El cuarto volumen tratará de la
consolidación de la citada economía-mundo capitalista desde 1917 hasta el
presente, y las tensiones «revolucionarias» particulares que esta consolidación
ha provocado.
Una gran parte de las ciencias sociales contemporáneas se han convertido
en el estudio de grupos y organizaciones, cuando no en psicología social
disfrazada. Este trabajo, no obstante, no implica el estudio de grupos, sino el de
sistemas sociales. Cuando uno estudia un sistema social las líneas de división
clásicas entre las ciencias sociales carecen de sentido. La antropología, la
economía, las ciencias políticas, la sociología —y la historia— son divisiones
de la disciplina en cuestión, ancladas en una cierta concepción liberal del Estado
y su relación con sectores funcionales y geográficos del orden social. Tienen un
cierto sentido si el centro de nuestro estudio son las organizaciones. No tienen
absolutamente ninguno si lo es el sistema social. No pretendo que se aborde
desde un punto de vista multidisciplinario el estudio de los sistemas sociales,
sino más bien que se haga de forma unidisciplinaria. El contenido sustantivo de
este libro clarificará, espero, lo que quiero decir con esta frase, y hasta qué punto
me la tomo en serio.
«La caza del zorro», de Das Mittelalterliche Hausbuch. Dibujo en tinta
por un artista alemán anónimo, que trabajó entre 1475 y 1490, conocido
como Maestro del Libro Maestro [Hausbuch],
1. PRELUDIO MEDIEVAL

A finales del siglo xv y principios del xvi, nació lo que podríamos llamar una
economía-mundo europea. No era un imperio, pero no obstante era espaciosa
como un gran imperio y compartía con él algunas características. Pero era algo
diferente y nuevo. Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no
había conocido anteriormente, y que constituye el carácter distintivo del
moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al
contrario que' los imperios, las ciuda- des-Estado y las naciones-Estado. De
hecho, precisamente comprende dentro de sus límites (es difícil hablar de
fronteras) imperios, ciudades-Estado, y las emergentes «naciones-Estado». Es
un sistema «mundial», no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque
es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una
«economía-mundo» debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema
es económico, aunque esté reforzado en cierta medida por vínculos culturales y
eventualmente, como veremos, por arreglos políticos e incluso estructuras
confederales.
Por el contrario, un imperio es una unidad política. Por ejemplo, Shmuel
Eisenstadt lo ha definido de la siguiente forma:
El término «imperio» ha sido utilizado para designar un sistema político que
comprende amplios territorios, relativamente muy centralizados, y en el cual el
centro, personificado tanto en la persona del emperador como en las
instituciones políticas centrales, constituye una entidad autónoma. Más aún,
aunque los imperios han estado habitualmente basados en una legitimación
tradicional, han abrazado a menudo una orientación política y cultural más
amplia, potencialmente universal, que iba más allá de cualquiera de sus partes
componentes >.
En este sentido los imperios fueron una característica constante del
panorama mundial a lo largo de cinco mil años. Exis- 1

1
S. N. Eisenstadt, «Empires», International Encyclopedya of the Social Sciences,
Nueva York, Macmillan y Free Press, 1968, v, p. 41.
22 Immanuel Wallerstein
tieron varios imperios en diversas partes del mundo de forma continua en
cualquier momento dado. La centralización política de un imperio constituía al
mismo tiempo su fuerza y su mayor debilidad. Su fuerza se basaba en el hecho
que garantizaba flujos económicos desde la periferia hacia el centro por medio
de la fuerza (tributos e impuestos) y de ventajas monopolísticas en el comercio.
Su debilidad yacía en el hecho de que la burocracia necesaria para su estructura
política tendía a absorber un exceso de los beneficios, especialmente cuando la
represión y la explotación originaban revueltas que aumentaban los gastos
militares2. Los imperios políticos son un medio primitivo de dominación
económica. Si se quiere plantearlo así, el logro social del mundo moderno
consiste en haber inventado la tecnología que hace posible incrementar el flujo
de excedente desde los estratos inferiores a los superiores, de la periferia al
centro, de la mayoría a la minoría, eliminando el «despilfarro» de una
superestructura política excesivamente engorrosa.
He dicho ya que la economía-mundo es un invento del mundo moderno.
Esto no es del todo cierto. Existieron economías- mundo anteriormente. Pero
siempre acabaron transformándose en imperios: China, Persia, Roma. La
economía-mundo moderna podría haber ido en la misma dirección —de hecho
esporádicamente ha dado la impresión de que iba a hacerlo— pero las técnicas
del capitalismo moderno y la tecnología de la ciencia moderna, que como ya
sabemos están un tanto ligadas entre sí, permitieron que esta economía-mundo
creciera, produjera y se expandiera sin la emergencia de una estructura política
unificada 3.
Lo que hace el capitalismo es ofrecer una fuente alternativa y más lucrativa
de apropiación del excedente (al menos más lucrativa a largo plazo). Un
imperio es un mecanismo para recaudar tributos, lo que en la significativa
imagen de Frederic Lañe significa «pagos recibidos a cambio de protección,
pero pagos que superan el costo necesario para producir tal protección»4 5. En

2
Una discusión acerca de las contradicciones internas de los imperios, como explicación
de su decadencia, aparece en S. N. Eisenstadt, «The causes of desintegration and fall of
empires: sociological and historical analyses», Diogenes, 34, verano de 1961, pp. 82-107.
3
Y fue una señal de sabiduría política el darse cuenta de esto. El primer signo de tal
sabiduría fue la negativa de Venecia en el siglo xm a asumir las cargas políticas del imperio
bizantino. Mario Abrate observa:
«El organismo político que emergió de la cuarta cruzada, el imperio latino de Oriente,
depositaba todas sus esperanzas de supervivencia en la continuidad de sus lazos con
Occidente.
»Venecia, la potencia que había apoyado la cruzada y suministrado los medios navales
para llevarla a cabo, no quería echar sobre sus hombros la carga del gobierno político del
imperio (el dogo Énrico Dándolo rechazó de hecho el trono que le fue ofrecido), pero se
aseguró, casi automáticamente, el monopolio de las comunicaciones y mercados marítimos
para todos los territorios controlados por el nuevo dominio latino.» «Creta, colonia vene- ziana
nei secoli xm-xv», Economía e Storia, IV, 3, julio-septiembre de 1957, p. 291.
* Frederic C. Lañe, «The economic meaning of war and protection», en Venice and history,
Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, p. 389.
5
Ferdinand Fried, Le tournant de l'économie mondiale (1942), citado en Fernand
Braudel, La Méditerranée et le monde méditerranéen á l’époque de Philippe II, París, Armand
Colín, 1966, 2.* ed. corregida y aumentada, I, p. 339.
Preludio medieval 23
una economía-mundo capitalista, la energía política se utiliza para asegurarse
derechos monopolísticos (o algo lo más parecido posible). El Estado se
convierte no tanto en la empresa económica central como en el medio de
asegurar ciertos términos de intercambio en otras transacciones económicas. De
esta forma, el funcionamiento del mercado (no su funcionamiento libre, pero
no obstante su funcionamiento) crea incentivos para incrementar la
productividad, y todo el conjunto de rasgos consiguiente que acompaña al
desarrollo económico moderno. La economía-mundo es la arena en la cual
transcurren estos procesos.
Una economía-mundo parece ser limitada en sus dimensiones. Ferdinand
Fried observó que:

Si tomamos en cuenta todos los factores, vemos que el espacio de la economía


«mundial», en la antigüedad romana, podía recorrerse en de cuarenta a sesenta
días, utilizando los mejores medios de transporte [...] En nuestros días (1939),
tardamos también, sobre poco más o menos, de cuarenta a sesenta días en cubrir
todo el espacio de la economía mundial moderna. Esto, suponiendo que se
empleen solamente los medios normales de transporte de mercancías s.
Y Fernand Braudel añade que se podría decir que ésta era también la
extensión temporal del mundo mediterráneo en el siglo XVI6.

6
Véase Braudel, La Méditerranée, I, pp. 339-340. En cuanto a Europa en el siglo
xv, Garrett Mattingly argumenta que requería aún unidades de menor escala: «A principios
del siglo xv la sociedad occidental carecía aun de recursos para organizar Estados estables a
escala nacional. Podía hacerlo a escala de la ciudad-Estado italiana. Internamente, las menores
distancias a superar hicieron resolubles en la práctica los problemas del transporte y de la
comunicación, y consiguientemente los problemas de la recolección de impuestos y del
mantenimiento de la autoridad central». Renaissance diplomacy, Londres, Jonathan Cape,
1955, p. 59.
Pero, dice Mattingly, esto cambia para el siglo siguiente: «[En] térmi-
nos de relaciones comerciales, o de logística militar, o incluso de comunicación diplomática,
las distancias en Europa eran perceptiblemente mayores en el siglo xiv que en el xvi» (ibid.,
p. 60).

2
24 Immanuel Wallerstein
Los orígenes y el funcionamiento de la citada economía-mundo europea
de sesenta días, en el siglo xvi, es lo que nos ocupa ahora7. No obstante es vital
recordar que Europa no era la única economía-mundo en aquellos tiempos.
Había otras8. Pero sólo Europa se embarcó en el camino del desarrollo
capitalista que la capacitó para desbancar a las otras. ¿Cómo y por qué ocurrió
esto? Empecemos viendo lo que pasó en el mundo a lo largo de los tres siglos
anteriores a 1450. En el siglo xn el hemisferio oriental contenía una serie de
imperios y pequeños mundos, muchos de los cuales estaban mutuamente
entrelazados en sus límites. En aquellos tiempos el Mediterráneo era un foco
comercial donde se encontraban Bizancio, las ciudades- Estado italianas, y en
cierta medida partes del norte de Africa. El complejo océano Indico-mar Rojo
formaba otro foco semejante. La región de China era un tercer foco. La masa
de tierra del Asia central, desde Mongolia hasta Rusia, un cuarto. El área báltica
estaba a punto de convertirse en un quinto foco. No obstante el noroeste de
Europa era un área muy marginal en términos económicos. El principal modo
social u organización era lo que ha venido a llamarse feudalismo.
Debemos tener muy claro lo que nch.era el feudalismo. No era una
«economía natural», es decir una economía de auto- subsistencia. El feudalismo
de Europa occidental surgió de la desintegración de un imperio, desintegración
que en realidad jamás fue total, ni siquiera de jure9. El mito del imperio romano
suministraba aún una cierta coherencia cultural e incluso legal al área. La
cristiandad servía como un conjunto de parámetros en el seno de los cuales tenía
lugar la actividad social. La Europa feudal era una «civilización», pero no un
sistema mundial.
No tendría ningún sentido concebir las áreas en las que existía el
feudalismo como poseedoras de dos economías, una economía de mercado en
las ciudades y una economía de subsistencia en los señoríos rurales. En el siglo
xx, con referencia al llamado mundo subdesarrollado, este enfoque ha sido
planteado bajo la etiqueta de teoría de la «economía dual». Más bien, como
sugiere Daniel Thorner:

7
«Cuando uno dice "mundo”, refiriéndose al siglo xvi [...] de hecho, uno se refiere
habitualmente a Europa [...] A escala mundial, hablando geográficamente, la economía del
Renacimiento es un aspecto regional sin duda primordial, pero no obstante regional.» Michel
Mollat, «Y a-t-il une économie de la Renaissance?», en Actes du colloque sur la Renai- ssance,
París, Vrin, 1958, p. 40.
8
«Antes de la constitución de una verdadera economía mundial (aun incompleta en
el siglo xx), cada núcleo de población aparece en el centro de una red de comunicaciones [...]
Cada uno de estos mundos corresponde [...] a un núcleo con una elevada densidad de
población. Está limitado por desiertos, por mares, por tierras vírgenes. El caso de Europa y el
de China son particularmente claros.» Pierre Chaunu, Vexpansión européenne du XIII‘ au XV‘
siécle, París, Presses Universi- taires de France, 1969, p. 255.
9
Marc Bloch atacó frontalmente la confusión básica: «Claramente, del hecho de que
una transacción estipule un precio en equivalentes monetarios o en especie, no se puede
deducir legítimamente, sin evidencia más precisa, que el pago fuera hecho o no realmente en
metálico [...].
Preludio medieval 25
Sin duda nos estaremos engañando a nosotros mismos si pensamos que las
economías campesinas están orientadas exclusivamente hacia su propia
subsistencia, y consideramos «capitalista» toda orientación hacia el «mercado».
Es más razonable partir del supuesto de que, durante muchos siglos, las
economías campesinas han participado de ambas orientaciones 10.
¿Durante muchos siglos? ¿Cuántos? B. H. Slicher van Bath, en su
importante trabajo acerca de la historia agraria europea, fija el punto culminante
en torno al 1150 d.C. Incluso antes de eso, no cree que Europa occidental
estuviera inmersa en la

»A1 igual que las instituciones políticas del feudalismo, caracterizadas por un profundo
debilitamiento del Estado, no obstante suponían el recuerdo y mostraban las huellas de un
pasado en el que el Estado había sido fuerte, igualmente la economía, incluso cuando el
intercambio llegó a ser mínimo, nunca perdió su vinculación a un esquema monetario, cuyos
principios habían sido heredados de civilizaciones precedentes.» «Economie-nature ou
économie-argent: un pseudo-dilemme», Anuales d’Histoire Sociale, I, 1939, pp. 13-14. Bloch
afirma ulteriormente: «_E1 feudalismo europeo debería por tanto ser considerado como el
resultado de lá disolución violenta de sociedades más antiguas. Sería de hecho ininteligible sin
el gran cataclismo de las invasiones germánicas, las cuales, al unir por la fuerza dos sociedades
que estaban originalmente en etapas de desarrollo muy diferentes, destrozaron a las dos».
Feudal society, Chicago (Illinois), Univ. of Chicago Press, 1961, p. 443.
Sobre la cuestión de la «economía monetaria», véase también M. M. Postan: «Así, desde
el punto de vista de la historia inglesa, e incluso de la historia medieval y anglosajona el
nacimiento de la economía monetaria, en el sentido de su primera aparición, carece de
significado histórico. El dinero ya estaba en uso cuando comenzó la historia documentada, y
su aparición no puede ser aducida como explicación de ningún fenómeno posterior». «The rise
of a money economy», Economic History Review, xiv, 2, 1944, p. 127.
10
Daniel Thorner, «L’économie paysan: concept pour Thistoire éco- nomique», Anuales
ESC, xix, 3, mayo-junio de 1964, p. 422.
agricultura de subsistencia, sino más bien que desde el año 500 d.C. hasta 1150
d.C. estaba inmersa en lo que él llama «consumo agrícola directo», es decir, en
un sistema de autosuficiencia parcial en el que, aunque la mayor parte de la
gente produce su propia comida, también la suministra a modo de trueque a la
población no agrícola. Desde 1150 en adelante, él considera que Europa
occidental había llegado a una etapa de «consumo agrícola indirecto», un estado
en el que aún estamos hoy en día
Lo que debemos visualizar entonces, cuando hablamos de feudalismo en
Europa occidental, es una serie de minúsculos nodulos económicos cuyas
poblaciones y productividad estaban en lento crecimiento, y en los que los
mecanismos legales garantizaban que el grueso del excedente fuera a parar a los
terratenientes que tenían estatus de nobleza y poseían el control de la
maquinaria jurídica. Dado que una buena parte de este excedente estaba en
especie, resultaba escasamente beneficioso a menos que pudiera ser vendido.
Aparecieron ciudades y con ellas artesanos que compraban el excedente y lo
cambiaban por sus productos. Una clase mercantil surgió de dos fuentes
distintas. Por una parte de los agentes de los terratenientes, que a veces se
independizaban, así como de los campesinos de tamaño intermedio que después
26 Immanuel Wallerstein
de los pagos al señor retenían suficiente excedente para venderlo en el mercado
10 11
. Por otra parte, de los
agentes residentes de mercaderes a larga distancia (frecuentemente basados en
las ciudades-Estado del norte de Italia, y más tarde en las ciudades hanseáticas),
que capitalizaban las defectuosas comunicaciones y en consecuencia las grandes
disparidades entre los precios de un área a otra, especialmente cuando ciertas
áreas sufrían calamidades naturales 12. Por supuesto, al crecer las ciudades

" B. H. Slicher van Bath, The agrarian history of Western Europe, A. D. 500-1850, Nueva
York, St. Martin’s, 1963, p. 24. El autor señala que alrededor de 1850 comienza una segunda
fase de producción agrícola indirecta, en la que la mayoría de la población no está ya ocupada
en la producción agrícola.
11
Karl Bücher nos avisa de la confusión que la palabra «comerciante» produce en un
contexto medieval: «Los estudios recientes que tratan acerca del origen de la constitución de
las ciudades alemanas han pasado por alto el gran significado de la palabra Kaufmann e
imaginado que las innumerables ciudades existentes en el seno del imperio alemán a finales de
la Edad Media, desde Colonia y Augsburgo hasta Medebach y Radolfzell, estaban habitadas
por comerciantes en el sentido moderno del término, esto es, por una clase especializada de
hombres de comercio profesionales, a los que como regla general se representa además como
mayoristas. Toda la historia económica se rebela contra tal concepción. ¿Con qué trataban estas
personas y en qué pagaban sus productos? Además, los mismos términos utilizados se oponen
a ella. La característica más predominante del comerciante profesional en su relación con el
público no es su costumbre de comprar, sino la de vender. Sin embargo, el mercader
[Kaufmann] de la Edad Media obtiene su nombre de la palabra comprar [kaufen]. En los
archivos de Estado de
Otón III, referentes a Dortmund entre 990 y 1000 d. C., se habla de los emptores Trotmanniae
(cuyas leyes municipales, como las de Colonia y Mainz, se dice que sirven como modelo para
otras ciudades), en relación con la misma cuestión, como mercatores o negotiatores en otros
archivos. Si el abad de Reichenau, en el año 1075, puede de un plumazo transformar a los
campesinos de Allensbach y a sus descendientes en comerciantes [ttí ipsi et eorum posteri sint
mercatores], ninguna posible interpretación ingeniosa puede explicar esto si tenemos en mente
a los comerciantes profesionales. Que de hecho comerciante significaba cualquier persona que
vendiera productos en los mercados, sin importar si los había producido ella misma o había
comprado la mayor parte de ellos, resulta evidente, por ejemplo, de una declaración no impresa
del Consejo de Francfort en 1420, respecto al tributo llamado Marktrecht (en el libro número
3 de los archivos municipales, fol. 80). Al comienzo de ella encontramos que este tributo ha de
ser pagado por "todo comerciante que se aposenta en la calle con su mercancía, sea ésta la que
sea”. Después figuran, especificados detalladamente, los "mercaderes" o "mercancías"
individuales afectados por estos tributos. De la larga lista se pueden tomar los siguientes
ejemplos: negociantes de ropas viejas, pasteleros, vendedores de comida, cordeleros,
vendedores de avellanas, vendedores de huevos y de queso con sus carros, vendedores de aves
de corral que lleven sus cestas a la espalda, extranjeros que tengan en su posesión más de una
pieza de queso, zapateros remendones, cambistas de dinero, panaderos que utilicen los puestos
de mercado, forasteros con carros de pan, gansos, carros de forraje, paja, heno, coles, todos los
vendedores de lino, lienzo, cáñamo, hilaza, que vendan sus productos en la calle. Aquí nos
encontramos con un confuso batiburrillo de pequeños comerciantes de la ciudad, artesanos y
campesinos. Que tanto quienes compraban como quienes vendían en el mercado eran
designados como Kaufleute (comerciantes) es evidente en numerosos documentos; de hecho,
se pueden citar pasajes en los cuales cuando se habla del mercader parece estarse haciendo
referencia fundamentalmente al comprador». Industrial evolution, Nueva York, Holt, 1901, pp.
117-118, n. 23.
12
Había un comercio «a larga distancia» y un comercio muy local, pero no existía
ningún comercio «intermedio». Cario Cipolla da esta explicación: «una curiosa mezcla de
Preludio medieval 27
ofrecieron un refugio y un lugar de empleo potencial a los campesinos, con lo
cual empezaron a cambiar algunos términos de las relaciones en los señoríos 13.
El feudalismo como un sistema no debe ser considerado como algo
antitético del comercio. Por el contrario, hasta cierto punto, el feudalismo y la
expansión del comercio van unidos. Claude Cahen sugiere que, si bien los
estudiosos han observado a menudo este fenómeno en áreas exteriores a Europa
occidental 14, tal vez no han reparado en el mismo fenómeno en el caso del
feudalismo occidental debido a sus anteojeras ideológicas. «Habiendo señalado
así la posibilidad de la convergencia, tan sólo hasta una cierta etapa de
desarrollo, del desarrollo del feudalismo y el comercio, deberíamos
reconsiderar, desde este punto de vista, la propia historia del Occidente» 15.

universalismo y particularismo dominaba la escena. Resultaba conveniente económicamente


obtener la preciosa seda de la China o las valiosas alfombras del Oriente Próximo, pero
habitualmente no resultaba conveniente obtener mercancías más pobres a unas pocas millas de
distancia. Dado que el transporte masivo era imposible por razones técnicas, los costos de flete
se mantenían relativamente altos. Particularmente, cuando el transporte por vía acuática era
imposible el comercio a larga distancia tenía que apoyarse, fundamentalmente si no
exclusivamente, en los objetos preciosos. Para sus necesidades básicas diarias toda la
comunidad tenía que ser siempre tan autosuficiente y automantenida como fuera posible. La
división interlocal del trabajo tenía que basarse fundamentalmente en objetos preciosos, o en
otras cosas que por ningún medio pudieran ser producidas localmente o que no fueran
susceptibles de ser sustituidas fácilmente. Y el comercio tenía que apoyarse marcadamente
sobre el consumo aristocrático de bienes de lujo». Money, prices and civilisation in the
Mediterranean world: fifth to seventeenth century, Nueva York, Gordian Press, 1967 b, p. 57.
13
Véase Paul Sweezy: «El auge de las ciudades, que fue bastante general en toda
Europa occidental, hizo mucho más que ofrecer meramente un puerto de refugio a aquellos
siervos que huían del señorío: también cambió la posición de aquellos que se quedaban [...] Al
igual que los salarios tienen que aumentar en un área de bajos salarios, así hubo que hacer
concesiones a los siervos cuando tuvieron la posibilidad de mudarse a las ciudades». «The
transition from feudalism to ca- pitalism», Science and Society, xiv, 2, primavera de 1950, p.
145. Se podría señalar que en el transcurso de este largo debate entre Sweezy y Maurice Dobb,
en el que están en desacuerdo en una larga lista de cosas, Dobb señala: «Incideritalmente,' estoy
totalmente de acuerdo con la importante observación, subrayada por Sweezy, de que no era
tanto la magnitud de la huida a las ciudades lo que resultaba significativo, sino la amenaza de
hacerlo (acompañada tal vez por poco más que un pequeño movimiento) que podía ser
suficiente para obligar a los señores a hacer concesiones, que resultaban severamente
debilitadoras para el feudalismo». «Reply by Maurice Dobb», Science and Society, xiv, 2,
primavera de 1950, p. 160.
14
«No existe duda de que formas muy cercanas al feudalismo aparecieron con toda
fuerza, tanto en Bizancio como en el mundo musulmán, en los momentos de expansión
comercial y no en los de declinación. La misma afirmación es probablemente válida para los
mundos ruso o polaco, con la característica particular de que los hombres que organizaron
materialmente el comercio internacional eran en gran medida extranjeros (comerciantes
hanseáticos), mientras los terratenientes indígenas se ocupaban de producir y reunir los objetos
de comercio. Las ganancias se repartían entre los dos grupos, ayudando así al ascenso de la
clase señorial, al permitirle adquirir los medios para dominar a los campesinos». Claude Cahen,
«A propos de la discussion sur la féodalité», La Pensée, 68, julio-agosto de 1956, pp. 95-96.
15
Cahen, ibid., p. 96. A. D. Hibbert argumenta, de forma similar, que «tanto' los
hechos como la teoría sugieren que en más tempranos tiempos medievales el comercio no fue
en absoluto un disolvente de la sociedad feudal, sino un producto natural de ésta, y que los
comerciantes feudales hasta cierto punto favorecían su crecimiento [...] El feudalismo jamás
28 Immanuel Wallerstein
No obstante, un sistema feudal sólo podía mantener un cierto volumen de
comercio a larga distancia en oposición al comercio local. Esto era debido a que
el comercio a larga distancia era un comercio de bienes de lujo, no de bienes
masivos. Era un comercio que se beneficiaba de las disparidades de precio y
dependía de la indulgencia política y de las posibilidades económicas de los
realmente ricos. Sólo con la expansión de la producción en el marco de una
economía-mundo moderna podría convertirse el comercio a larga distancia, en
parte, en un comercio masivo que, a su vez, alimentaría un proceso de
producción ampliada. Hasta entonces, como señala Owen Latti- more, no era
en realidad lo que hoy en día llamamos comercio:

Incluso hasta los tiempos de Marco Polo (por lo menos), el comercio del mercader que se
aventuraba más allá de su propio distrito dependía de forma delicada de los caprichos de los
potentados [...] La empresa comercial a distancia implicaba menos la venta de bienes masivos
que el transporte de curiosidades, rarezas y lujos [...] El mercader buscaba aquellos que
pudieran proporcionarle favor y protección [...] Si tenía mala suerte podía ser saqueado o
sometido a impuestos ruinosos; pero si tenía suerte, recibía por sus bienes no tanto un precio
económico como una generosa largueza [...] La estructura • del comercio de la seda y
la de otros muchos comercios era más una estructura tributaria que una
estructura comercial16.
Así, el nivel de actividad comercial era limitado. La actividad económica
principal siguió siendo la producción de alimentos y la artesanía,
intercambiados en el seno de regiones económicas pequeñas. No obstante la
escala de esa actividad económica iba expandiéndose lentamente. Y en
consecuencia se expandieron los diversos núcleos económicos. Fueron
cultivadas nuevas tierras fronterizas. Fueron fundadas nuevas ciudades. La
población creció. Las cruzadas suministraron algunas de las ventajas del pillaje
colonial. Y entonces, en algún momento a lo largo del siglo xiv, esta expansión

pudo prescindir de los mercaderes [...] Había dos razones para esto [...] Tenían que mantener
grandes rentas, privadas y públicas, y deseaban obtener ganancias del comercio y de la
industria, bien convirtiéndose en comerciantes ellos mismos o absorbiendo la riqueza
producida por el comercio y la industria a través de impuestos y cargas sobre los bienes o
sobre aquellos que los producían y los distribuían». «The origins of the medieval town
patriciate», Past and Present, 3, febrero de 1953, p. 17.
Hibbert discute ulteriormente las dos fuentes de los estratos dominantes en las ciudades:
«Hay dos procesos implicados en la formación de un patriciado, la transformación interna
de una antigua clase dominante y el reclutamiento de nuevas familias entre los comerciantes
y artesanos más prósperos, que eran a menudo inmigrantes y descendientes de inmigrantes»
(p. 23).
«[Esta explicación] deja margen para otra fuente de capital mercantil además de las
inesperadas ganancias de pequeños buhoneros y porteadores. Finalmente deja margen a la idea
de que las técnicas nuevas o los nuevos mercados podrían ser explotados en primer lugar por
hombres nuevos que para conseguir expansionarse se apoyaban en la asociación con hombres
ricos de más antigua posición, de forma que el capital pasaba gradualmente de un uso más
antiguo a uno nuevo» (página 26).
16
Owen Lattimore, «The frontier in history», en Relazioni del X Con- gresso de
Scienze Storiche, i; Metodología; problemi generali; scienze ausiliare della storia, Florencia,
Sansoni, 1955, pp. 124-125.
Preludio medieval 29
se detuvo. Las áreas cultivadas se redujeron. Disminuyó la población. Y á lo
largo de toda la Europa feudal y más allá, apareció una «crisis», marcada por la
guerra, las enfermedades y las dificultades económicas. ¿De dónde surgió esta
«crisis» y cuáles fueron sus consecuencias?
En primer lugar, ¿en qué sentido hubo una crisis? Aquí existe cierta
disparidad de opiniones, no tanto en cuanto a la descripción del proceso como
en cuanto al énfasis puesto en la explicación causal. Edouard Perroy considera
la cuestión simplemente como una consecuencia de haberse alcanzado un punto
óptimo en un proceso de expansión, una saturación de población, «una densidad
enorme dado el estado aún primitivo de la tecnología agraria y artesanal» 17. Y,
a falta de mejores arados y fertilizantes, poco se podía hacer para mejorar la
situación. Esto llevó a la escasez de comida, que a su vez llevó a la aparición de
epidemias. Con un suministro de moneda estable, se dio una moderada subida
de precios, lo que perjudicó a los perceptores de rentas. El lento deterioro de la
situación se hizo entonces agudo a causa del comienzo de la guerra de los Cien
Años, en 1335-1345, que hizo que los sistemas estatales de la Europa occidental
pasaran a una economía de guerra, con el resultado particular de que hubiera
una mayor necesidad de impuestos. Los impuestos, que caían sobre unos
tributos feudales ya considerables, fueron demasiado para los productores,
creando una crisis de liquidez que, a su vez, llevó a una vuelta a los impuestos
indirectos y a los impuestos en especie. Así empezó un ciclo descendente: la
carga fiscal llevó a una reducción en el consumo, que condujo a una reducción
en la producción y en la circulación de moneda, la cual incrementó aún más las
dificultades de liquidez, llevando a los reyes a buscar préstamos, y
eventualmente a la insolvencia de los limitados tesoros reales, lo que a su vez
creó una crisis de crédito que condujo al atesoramiento, lo cual a su vez alteró
el esquema del comercio internacional. Se dio un rápido crecimiento de los
precios reduciendo aún más el margen de subsistencia, y esto empezó a hacerse
sentir sobre la población. El terrateniente perdió a sus proveedores y
arrendatarios. El artesano perdió clientes. Se pasó de los terrenos arables a los
pastos, porque requerían menos mano de obra. Pero existía un problema en
encontrar clientes para la lana. Los salarios crecieron, lo cual supuso una carga
particularmente fuerte para los pequeños y medios propietarios de tierras, que
se volvieron al Estado en busca de protección contra las alzas de los salarios.
«La descomposición de la producción en los señoríos, que se hace aún más
severa a partir de 1350, es prueba de una continua depresión [de] moderado

17 Edouard Perroy, «A Torigine d’une économie contractée: les crises du xiv' siécle»,
Anuales ESC, iv, 2, abril-junio de 1949, p. 168. Una prueba de que Perroy puede estar en lo
cierto acerca de la saturación de población es el hecho de que los archivos ingleses indican
que en la Edad Media un dia de trabajo en la agricultura significaba de hecho «desde el alba
hasta el mediodía». Véase Slicher van Bath, Agrarian history, página 183. De hecho Ester
Boserup deduce de este hecho la conclusión. de que un aspecto significativo del desarrollo
agrícola moderno es «un alargamiento gradual de las horas de trabajo en la agricultura». The
conditions of economic growth, Chicago (Illinois), Aldine, 1965, p. 53.
30 Immanuel Wallerstein
estancamiento.»18.
El estancamiento es a primera vista una curiosa consecuencia. Uno podría
haber esperado encontrarse ante la siguiente secuencia. Una población reducida
lleva a mayores salarios, lo cual, con la relativa inelasticidad de las rentas,
supondría un cambio en la composición de la demanda, trasladando parte del
excedente del señor al campesino, y asegurando por lo tanto que una menor
parte de él sería atesorada. Más aún, una reducción de población en una
economía que era en gran medida agrícola debería haber llevado a reducciones
paralelas en la demanda y la oferta. Pero, dado que típicamente un productor
reduce su producción normalmente eliminando las parcelas menos fértiles,
debería haber habido una tasa superior de productividad, lo cual debería haber
reducido los precios. Estos dos desarrollos deberían haber impulsado, y no
desalentado al comercio. No obstante, de hecho, el comercio se «estancó».
Lo que falló en este cálculo es el supuesto implícito de la elasticidad de la
demanda. North y Thomas nos recuerdan que, dada la situación de la tecnología
y la extensión y el volumen del comercio internacional, los costos de las
transacciones eran muy elevados, y cualquier reducción en volumen (debida a
una declinación de la población) pondría en marcha un proceso de elevación de
costos que llevaría a una ulterior reducción en el comercio. Ellos describen el
proceso de la siguiente forma:
[Previamente] los mercaderes consideraban rentable reducir los costos de
transacción estableciendo agentes en una ciudad distante para adquirir
información acerca de los precios y de las posibles oportunidades comerciales;
al disminuir el volumen del comercio, esto dejó de ser útil. Las corrientes de
información se secaron, y el volumen de comercio se vio reducido aún más. Por
tanto, no es sorprendente que los historiadores económicos hayan encontrado
depresiones (que para ellos significan un volumen total de actividad económica
menor) incluso en este mundo donde presumiblemente el incremento relativo
de los salarios reales que el campesino y el trabajador debían estar
experimentando debería haber venido seguido por unos mayores ingresos per
cápita19.

18
Perroy, ibid., p. 182.
19
Douglass C. North y Robert Paul Thomas, «An economic theory of the growth of
the western world», Economic History Review, 2‘ serie, xxin, 1, abril de 1970, pp. 12-13. B.
H. Slicher van Bath señala una presión similar hacia el «estancamiento». Dice: «A pesar de la
disminución del área cultivada y de una reducción en los factores de producción —que tiene
que haber indicado una gran disminución en la producción total de cereales—, el precio de los
cereales no creció en relación con otras mercancías. Incluso mostraron una cierta tendencia a
bajar. Lo que indica que el consumo sufrió una regresión aún mayor que la producción». «Les
problémes fondamentaux de la société pré-industrielle en Europe occidentale», Afdeling
Agrarische Geschiedenis Bijdragen, 12, 1965, p. 40.
La gravedad del «estancamiento» es de por sí una cuestión discutida. Eugen A.
Kosminsky duda de que la descripción sea válida excepto para Inglaterra y, en cierta medida,
Francia. Véase «Peut-on considérer le xive et le xv' siécles comme l’époque de la décadence
de l’économie européenne?», Studi in onore di Armando Sapori, Milán, Istitufo Edit.
Cisalpino, 1957, i, pp. 562-563.
Preludio medieval 31
R. H. Hilton acepta la descripción que Perroy hace de los hechos 20. Pero
no acepta la forma de análisis que hace a la crisis comparable a una de las crisis
recurrentes de un sistema capitalista desarrollado, exagerando así el grado en el
que los dilemas financieros y monetarios afectan a un sistema feudal, en el cual
el elemento del flujo de moneda es una parte mucho menor de la interacción
humana que en una sociedad capitalista21. Más aún, sugiere que Perroy omite la
discusión de otro fenómeno que surgió de los sucesos que él mismo describe, y
que para Hilton es esencial, el desusado grado de conflicto social, el «clima
endémico de descontento», las insurrecciones de los campesinos que adoptaron
la forma de una «revuelta contra el sistema social como tal» 22. Para Hilton, no
se trataba, por lo tanto, de una crisis coyuntural, un punto en los altos y bajos
de las tendencias cíclicas. Era más bien la culminación de mil años de
desarrollo, la crisis decisiva de un sistema. «Durante los últimos siglos del
imperio romano, al igual que durante la Edad Media, la sociedad se vio
paralizada por el gasto creciente de una superestructura social y política, gasto
al que no correspondía un incremento compensador en los recursos productivos
de la sociedad» 23. Hilton está de acuerdo con Perroy en que la causa inmediata
del dilema estaba en las limitaciones tecnológicas, la falta de fertilizantes y la
incapacidad para expandir el suministro de fertilizantes por medio de la
expansión del número de vacas, debido a que el clima limitaba la cantidad de
forraje de invierno para éstas. Pero «lo que debemos subrayar es que no había
ninguna gran reinversión de beneficios en la agricultura que pudiera
incrementar la productividad significativamente»24. Esto obedecía a las
limitaciones inherentes del sistema de incentivos de la organización social
feudal.
Lo que nos ofrece el hincapié de Hilton en la crisis general del feudalismo,
pór encima del sentido de lo coyuntural de Perroy, es que puede explicar las
transformaciones sociales que estos desarrollos supusieron. Ya que si se había
superado el grado óptimo de productividad de un sistema y la recesión

20
La descripción de Michael Postan está también próxima a la de
Perroy. Véase M. M. Postan, «Some economic evidence of declining population in the later
Middle Ages», Economic History Review, 2.* serie, ii, 3, 1950, pp. 221-246. /
21
Marc Bloch apoya el argumento de Hilton al prevenirnos contra la exageración de
la caída de los ingresos señoriales que proviene de sobrevalorar el papel del flujo de moneda.
Es verdad que, en la medida en que las rentas eran fijas, una devaluación de la plata significaría
de hecho una ventaja para el arrendatario, en el supuesto que éste pagase en plata. Pero estos
supuestos son engañosos. Bloch nos recuerda que en esta época había una «terrible escasez de
moneda metálica (hasta tal punto que en Inglaterra algunos campesinos, incapaces de
conseguir la plata necesaria para pagar sus rentas, solicitaron ellos mismos pagarlas en
especie)». Seigneurie jrangaise et manoir anglais, París, Armand Colin, 1960, p. 110. Por lo
tanto, dice Bloch, el resultado fue «un límite inferior [palier] de precios ventajoso,
obviamente, para aquellos que ganaban rentas fijas».
22
R. H. Hilton, «Y eut-il une crise générale de la féodalité?», Anuales ESC, vi, 1, enero-
marzo de 1951, p. 25.
23
Ibid., p. 27.
24
Ibid., p. 28.
32 Immanuel Wallerstein
económica estaba llevando a una guerra de clases generalizada entre señores y
campesinos, así como a luchas ruinosas en el seno de las clases señoriales,
entonces la única solución que podría sacar a Europa occidental de verse
estancada y diezmada sería la expansión de la tarta económica a repartir,
solución que requería, dada la tecnología existente en aquel tiempo, una
expansión de los territorios y de la base de población para su explotación. Esto
es lo que de hecho ocurrió en los siglos xv y xvi.
Que las revueltas campesinas se extendieron en la Europa occidental,
desde el siglo xm hasta el xv, parece ser indudable. Hilton considera como
explicación inmediata, en el caso de Inglaterra, el hecho de que «en el siglo xm
la mayor parte de los grandes terratenientes, laicos y eclesiásticos, expandieron
la producción de sus reservas señoriales [ demesnes] para vender productos
agrícolas en el mercado [como resultado], se incrementaron las prestaciones de
trabajo, incluso se duplicaron»25. Similarmente, Kosminsky considera este
período como uno de los «de más intensa explotación del campesinado
inglés...»26. En el continente, hubo una serie de rebeliones campesinas: en el
norte de Italia, y después en las costas de Flandes, a principios del siglo xiv; en
Dinamarca en 1340; en Mallorca en 1351; la jacquerie en Francia en 1358;
rebeliones dispersas en Alemania, muy anteriores a la gran guerra campesina de
1525. Surgieron repúblicas campesinas en Frisia en los siglos xn y xm y en Suiza
en el siglo xm. Para B. H. Slicher van Bath, «las rebeliones campesinas
acompañaban a la recesión económica»27 28. Dobb sugiere que cuando tal

25
R. H. Hilton, «Peasant movements in England before 1381», en E. M. Carus-
Wilson, comp., Essays in economic history, Nueva York, St. Mar- tin’s, 1966, II, p. 79. Hilton
señala que los aumentos de rentas, en el caso de los campesinos pobres, podía costarles sus
reservas para el invierno. Para los campesinos ricos, el resultado era diferente: «Más irritantes
para ellos deben haber sido las trabas a la acumulación que el miedo al hambre» (p. 86). Más
aún, la legislación para mantener los costos bajos congelando los salarios benefició más a los
grandes terratenientes que a los campesinos ricos. «Ahora bien, una granja grande es inútil sin
manos que la cultiven, de modo que el arrendatario estaba dispuesto a pagar altos precios por
la mano de obra que no hubiera podido conseguir de otra forma. Al hacer esto tendería también
a aumentar el precio de la mano de obra para los señores. Pero no había necesidad de que los
señores sufrieran los mecanismos de las leyes económicas, ya que tenían a su disposición el
poder político que les capacitaba para eludirlos. Tenían aún reservas de mano de obra servil, y
controlaban la distribución de la mano de obra asalariada disponible, en su capacidad de jueces
de los trabajadores o de paz» (p. 88).
26
Eugen A. Kosminsky, «The evolution of feudal rent in England from the xith to the
xvth centuries», Past and Present, 7, abril de 1955, p. 32. Continúa diciendo: «El crecimiento
de la explotación feudal empezó a agotar la agricultura de los campesinos, erosionando al
mismo tiempo las fuerzas productivas de la sociedad feudal, destruyendo las condiciones para
la reproducción de la fuerza de trabajo [...] Esta prolongada lucha [...], encontró su más clara
expresión en el alzamiento de 1381».
“ Slicher van Bath, AAGB, 12, p. 190, describe el mecanismo de la siguiente forma: «Los
campesinos se sentían descontentos al ver los bajos precios obtenidos por la producción
agrícola, contrastándolos con los elevados precios y los salarios relativamente altos que se
obtenían en la industria. A menudo una nueva subida de los impuestos, que el gobierno o el
terrateniente consideraban aun tolerable, suponía la chispa que avivaba la brasa de un
resentimiento largamente reprimido».
28
Maurice Dobb, Papers on capitalism, development and. planning, Nueva York,
Preludio medieval 33
recesión ocurría golpeaba con particular fuerza no a los estratos más inferiores
de los trabajadores, que probablemente nunca hubieran estado demasiado bien,
sino a los «estratos superiores de los campesinos prósperos, que estaban en
situación de extender sus cultivos a nuevas tierras y mejorarlos, y que en
consecuencia tendían a ser la punta de lanza de la revuelta»
La súbita disminución de la prosperidad supuso algo más que el
descontento campesino. La despoblación que la acompañó —causada por
guerras, epidemias y hambres— condujo a la Wüstungen, la reducción de los
asentamientos en tierras marginales, en ocasiones a la desaparición de pueblos
enteros. El abandono de los pueblos no debe ser considerado exclusivamente
como un signo de recesión. Porque hay al menos otras dos razones
fundamentales para esa deserción. Una, que era continua, era la búsqueda de
seguridad física siempre que la guerra envolvía una región29. Una segunda
razón, menos «accidental» y más estructural, era un cambio en la estructura
social agraria, el «cercamiento» [enclosure] o «acaparamiento» [en-
grossing'] de las tierras. Parece claro que este proceso estaba también en
marcha a finales de la Edad Media30. Y resulta un tanto difícil en nuestra etapa
actual de conocimiento separar estas tres razones.
Hay dos cosas que parecen claras acerca de la detención del desmonte y la
reducción de los asentamientos. Fue, como señala Karl Helleiner, un «proceso
selectivo con respecto a la dimensión de las parcelas. El porcentaje de pequeñas
parcelas abandonadas en el transcurso de la Baja Edad Media parece haber sido
mayor que el de las granjas de buen tamaño»31. También fue selectiva respecto
a la región. La Wüstungen parece haber afectado no solamente a Alemania y
Europa central32, sino también a Inglaterra 33; por otra parte fue mucho más

International Publ., 1967, p. 11.


™ Véase, por ejemplo, el análisis de Jean-Marie Pesez y Emmanuel Le Roy Ladurie
sobre la Francia de los siglos xiv y xv. «Le cas franqais: vue d’ensemble», Villages désertés
et histoire économique, XI’-XVIIP siécles, París, SEVPEN, 1965, p. 155. Señalan también que la
búsqueda de seguridad puede a veces ser impuesta por ciudades cercanas por consideraciones
estratégicas (véase p. 156). Véase Cario Cipolla, Clocks and culture, 1300-1700, Nueva York,
Walker and Co., 1967, p. 115.
30
Véase el análisis de Georges Duby en «Démographie et villages désertés», Villages
désertés et histoire economique, XI'-XVIII' siécles, París, SEVPEN, 1965, pp. 18-23.
31
Karl Helleiner, «The population of Europe from the Black Death to the eve of the
Vital Revolution», en Cambridge Economic History of Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson,
comps., The economy of expanding Europe in the 16th and 11 th centuries, Londres y Nueva
York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 15. Véase Duby, Viüages désertés, pp. 14, 16; Pesez y
Le Roy Ladurie, Villages désertés, pp. 181-183.
32
Véase Wilhelm Abel, Die Wüstungen des ausgehenden MittelaUers, 2.” ed.,
Stuttgart, Fisher Verlag, 1955, pp. 5-12.
33
Véase Maurice W. Beresford, The lost villages of England, Londres, Lutterworth
Press, 1954. Beresford fija el punto álgido de la despoblación (tanto el abandono total de los
pueblos como la reducción de su población) entre 1440 y 1520 (véase p. 166). Considera que
el cercamiento es la mayor explicación única de este fenómeno que ve como un proceso que
se desarrolla gradualmente: «La despoblación llegó a pueblos en los que ya había una buena
parte de tierra de pastos junto con un número cada vez menor de tierras de grano; [...]
cercamiento y despoblación [son] un objetivo al que sólo se llega lentamente» (p. 210).
34 Immanuel Wallerstein
limitada en Francia34. Sin duda esto se explica en parte por el hecho de que
Francia tenía una mayor densidad de asentamientos y había sido sometida a
desmonte muy anteriormente que otras áreas de Europa, por razones tanto
históricas como pedológicas.
En esta época de contracción de la demanda de productos agrícolas, los
salarios urbanos y por lo tanto los precios industríales estaban creciendo, debido
a la escasez de mano de obra producida por la disminución de la población. Esto
a su vez elevó el costo de la mano de obra agrícola, reduciendo al tiempo las
rentas (en la medida en que éstas eran fijas, mientras que los precios nominales
crecían). Esto llevó a lo que Marc Bloch ha llamado el «empobrecimiento
momentáneo de la clase señorial» 35. No sólo disminuyeron las ganancias, sino
que crecieron los costos de explotación, como siempre sucede en tiempos
difíciles 36, llevando a los propietarios a considerar la posibilidad de ceder la
explotación directa. La recesión económica llevó a un incremento de las
exacciones sobre el campesinado, que resultaron entonces contraproductivas y
tuvieron como consecuencia la huida de los campesinos37. Un camino para la
restauración de los ingresos de la nobleza, que fue a menudo eficaz para el
estrato más acomodado, fue el buscar nuevos y remunerativos empleos al lado
de los príncipes38. No obstante, esto no fue suficiente para contrarrestar los

34
Pesez y Le Roy Ladurie ofrecen una cifra de un 5 a un 7 por 100 de pueblos del
Languedoc oriental abandonados entre 1328 y nuestros días. Como ellos mismos señalan:
«Estas cifras no son insignificantes, pero nos hallamos muy lejos de la tasa del 40 por 100
observada por Abel en Alemania y también de las cifras calculadas por Beresford». Villages
désertés, p. 129. La diferencia entre las tasas tiende a confirmar la idea de una reorganización
agraria más bien que la de una despoblación. Sabemos que hubo considerable diferencia en la
reorganización agraria, y que Francia, por ejemplo, vio la creación de muchos menos grandes
dominios que Inglaterra o Alemania. Por supuesto, puede haber habido diferencias en la tasa
de declinación de la población en los siglos xiv y xv, pero aquí nos encontramos en un terreno
más débil, en la medida en que gran parte de la evidencia ha sido inferida precisamente a partir
de datos tales como los pueblos abandonados. Por lo tanto, no podemos utilizar esta evidencia,
o nos veríamos sumidos en un razonamiento circular.
35
Marc Bloch, Les caracteres originaux de l’histoire rurale frangaise, París,
Armand Colín, 1964, i, p. 122.
36
Henri Lefebvre, «Une discussion historique: du féodalisme au ca- pitalisme:
observations», La Pensée, 65, enero-febrero de 1956, p. 22.
37
«El resultado de este aumento de presión no fue sólo agotar la gallina que ponía sus
huevos de oro para el castillo, sino provocar, de pura desesperación, un movimiento de
emigración ilegal de los señoríos [...] [Tan] considerable llegó a ser el problema de los
fugitivos y tan grande el hambre de mano de obra, que, a pesar de los tratados y las promesas
mutuas, se llegó a una competencia de hecho para atraerse y robar los siervos de los dominios
del vecino, competencia que [...] supuso la aparición de una serie de concesiones, y cuya
existencia impuso sus propios límites al ulterior aumento de la explotación feudal». Mau- rice
Dobb, Studies in the development of capitalism, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1946,
pp. 46-47.
35
«De hecho, la caída en los pagos fijos, junto con la declinación del control directo y la
necesidad de gastar dinero en reparaciones, afectó significativamente el estatus financiero de
todos los señores durante [los siglos xiv y xv]. Por doquiera parecían andar escasos de dinero
y a la caza de ganancias exteriores, y por esta razón a menudo se embarcaban en empresas o
aventuras que les ale;aban de sus posesiones. No obstante, las diversas formas de
complementar sus ingresos, tales como emplearse al servicio de los príncipes más poderosos
Preludio medieval 35
efectos de la recesión y por lo tanto para detener la decadencia de la reserva
señorial39.
E incidentalmente, al apartar a los señores de su residencia puede haber
favorecido su desinterés por la administración de sus tierras.
¿Qué pasó entonces con las grandes propiedades? Fueron vendidas o
arrendadas a cambio de dinero al principal grupo capaz y dispuesto para
semejante transacción, los campesinos más prósperos, que estaban en situación
de obtener unos términos favorables40 41.
Debemos recordar no obstante que la organización social de la producción
agrícola no era idéntica en todas partes. Las grandes reservas señoriales eran
más abundantes en Europa occidental, en parte debido a que su mayor densidad
de población había requerido la relativa eficiencia de mayores unidades. En
Europa central, los efectos de la recesión económica llevaron a la misma
deserción de las tierras marginales, pero el análisis de esta Wüstungen se ve
complicado por el hecho de que en parte representaba tanto abandono como
cercamien- tos n. Más al este, en Brandemburgo y Polonia, como veremos más

que andaban en busca de aliados, o el azaroso camino de la intriga política y la alianza


matrimonial, garantizaron el mantenimiento de prácticamente todas las grandes fortunas
aristocráticas». Georges Duby, Rural economy and country lije un the medieval West,
Columbia, Univ. of South Carolina Press, 1968, p. 330.
,0
«[La] cada vez más pronunciada declinación del precio del grano comparado con los
salarios rurales, que se mantenían a niveles tan elevados por la competencia de los oficios de
las ciudades y la extensión de los trabajadores textiles por muchos distritos campesinos de
Europa, selló la suerte de todas las empresas agrícolas excesivamente grandes. Parece, de
hecho, como si el eclipse de la reserva señorial y la gran declinación en el cultivo directo de
los señoríos ocurrieran en los años posteriores a 1380, al menos en Francia e Inglaterra.»
Duby, ibid., p. 311.
Una afirmación anterior de Duby le mostraba más cauteloso: «Parece probable, en
consecuencia [...], que en el transcurso de la segunda mitad del siglo xiv y durante el siglo xv,
las grandes posesiones, si no se vieron notablemente reducidas en tamaño y a veces, por el
contrario, crecieron, perdieron al menos su cohesión». «Le grand domaine de la fin du Moyen
Age en France», Premiére Conférence Internationale d’Históire Economique (Estocolmo,
agosto de 1960), Contributions, París, Mouton, 1960, p. 338.
40
«El establecimiento definitivo de la renta monetaria tuvo lugar en circunstancias poco
provechosas para aquellos que la recibían. En gran medida les fue impuesta, dado que fue el
ascenso del movimiento popular lo que obligó a los señores a ser más complacientes.»
Kosminsky, Past and Present, 7, p. 33.
41
Véase Duby: «No debemos considerar el abandono y reagrupamiento en los siglos xiv
y xv de todas (el subrayado es mío, I. W.) las parcelas en algunos bloques compactos
sometidos a estrictas obligaciones colectivas, como signos de un malestar económico, de un
fracaso, y de un declive progresivo de la población. Por el contrario, este desplazamiento
traduce una crisis de crecimiento de la economía de cereales, posterior en uno o dos siglos,
pero comparable en su desarrollo y en su naturaleza a la que tuvo lugar ern Ile-de-France en
el siglo xm. Así pues, en el noroeste de Alemania, los señores cercaron sus bosques, cuyo
valor no cesaba de aumentar, los rodearon de setos, impidieron que entraran en ellos las piaras
de los campesinos, y prohibieron que se hicieran en ellos rozas periódicas. El poder señorial,
con esta actitud, obligó a abandonar estas regiones a las familias que antes obtenían la mayor
parte de su subsistencia del bosque, de la ganadería y ocasionalmente de algunos cultivos. Las
obligó a modificar su género de vida: el Waldbauer se transformó en Ackermann, verdadero
campesino establecido en campos permanentes». Rural economy, p. 309.
36 Immanuel Wallerstein
adelante, donde la densidad de población era aún menor, los señores que
previamente poseían en conjunto menos tierras que los campesinos «vieron a
sus posesiones adquirir todas las tierras que habían quedado desiertas por el
súbito colapso demográfico» 42. Hasta qué punto esto podría resultar rentable
en el siglo xvi, cuán profundamente alteraría la estructura social de la Europa
del este, hasta qué punto esto resultaría importante para el desarrollo de la
Europa occidental: todo ello evidentemente estaba fuera de la percepción de
los participantes en este proceso en los siglos xiv y xv. Pero en las áreas de
terreno arable no marginales de Europa occidental, la reserva señorial
excesivamente grande cede su puesto a propiedades menores. Así,
simultáneamente surge un campesinado medio en la tierra arable de Europa
occidental, y comienzan los cerca- mientos de las tierras menos arables en
Europa occidental (que serían la base de un incremento de la ganadería), y la
concentración de la propiedad en grandes posesiones en Europa del este (que
vendrían a tener una nueva función como áreas de exportación de grano).
Este período de «colapso» o «estancamiento» económico ¿fue bueno o
malo para el desarrollo de una economía-mundo capitalista? Depende de la
longitud de la perspectiva que uno adopte. Michael Postan considera al siglo xv
como una regresión respecto a los desarrollos del xiv43, un paso atrás que fue
por supuesto superado más adelante. Eugen Kosminsky lo ve como parte de la
liquidación del feudalismo, y por lo tanto como un paso necesario en el
desarrollo de una economía capitalista44 45. Los hechos son los mismos. La
perspectiva teórica es diferente.

42
Ibid., p. 315.
43
«La gran época de crianza del capitalismo inglés tuvo lugar en las primeras fases de la
guerra de los Cien Años, cuando las exigencias de las finanzas reales, los nuevos experimentos
impositivos, las empresas especulativas con la lana, el hundimiento de las finanzas italianas y
el surgir de la nueva industria textil, se combinaron para dar a luz una nueva raza de
financieros de guerra y especuladores comerciales, proveedores de los ejércitos y
monopolistas de la lana. Pero esta raza resultó tan efímera como nueva. Las grandes fortunas
se perdieron con la misma facilidad con que se lograron, y el período de financiaciones
desmesuradas y de gigantescos experimentos fiscales pasó con la primera etapa de la guerra
[...]
»La clase mercantil inglesa respondió a la estabilidad y a la recesión del comercio igual
que todos los comerciantes. Adoptaron una política de regulación y restricción, impidiendo la
entrada de nuevos miembros en el comercio e intentando compartir el comercio disponible
[...] Lo qüe a veces se considera como evidencia de una típica regulación medieval no es, de
hecho, sino muestra del alejamiento de siglo xv de las condiciones de mayor libertad y más
especulativas de los siglos precedentes.» M. M. Postan, «The fifteenth century», Economic
History Re- view, ix, 2, mayo de 1939, pp. 165-166.
44
«Creemos que no fue la despoblación, sino más bien la liquidación de la economía
de los señoríos, la conmutación y la disminución de las rentas feudales, lo que trajo consigo la
mejora de la situación de los campesinos y la expansión de la producción comercial simple, lo
que preparó el camino para las relaciones capitalistas. Una reducción moderada de la población
[...] sólo podía intensificar y modificar [...] el progreso de este desarrollo.» Eugen A.
Kosminsky, Studi in onore di Armando Sapori, I, p. 567.
45
Marc Bloch, «The rise of dependent cultivation and seigniorial ins- titutions», en
M. M. Postan, comp., Cambridge Economic History of Europe, i, The agrarian Ufe of the
Middle Ages, Londres y Nueva York, Cambridge University Press, 1966, p. 269.
Preludio medieval 37
Hasta aquí, en esta discusión, prácticamente no hemos mencionado los
desarrollos en la esfera política, en particular el lento surgimiento de la
burocracia centralizada del Estado. En el auge del feudalismo occidental,
cuando el Estado era más débil, prosperaban el terrateniente, el señor feudal.
Por mucho que pudiera ser utilizado el aparato de Estado por los nobles, en una
época posterior, para favorecer sus intereses, se veían sin duda mejor servidos
aún por la debilidad de los reyes y los emperadores. No solamente se veían
personalmente más libres de control e impuestos sino que además tenían mayor
libertad para controlar y cargar de impuestos a los campesinos. En tales
sociedades, en las que no existe un eslabón efectivo entre la autoridad central
con su orden legal y las masas, el efecto de la violencia era doble, ya que como
percibió Bloch, «a través de la costumbre un abuso podía siempre convertirse
en un precedente, y un precedente en un derecho»4é.
Por lo tanto los señores feudales jamás hubieran dado la bienvenida a un
fortalecimiento de la maquinaria central si no hubieran estado en una situación
de debilidad en la que vieron más difícil el resistir las exigencias de la autoridad
central y más útil el dar la bienvenida a los beneficios de un orden impuesto.
Tal situación fue la planteada por las dificultades económicas de los siglos xiv
y xv, y por la disminución de los beneficios señoriales.
Junto con los problemas económicos se dio un cambio tecnológico en el
arte de la guerra, del arco al cañón y las pistolas, de la guerra de caballería a una
guerra en la que cargaba la infantería, y en la que, por lo tanto, se precisaban
mayor disciplina y un mayor grado de entrenamiento. Todo esto significaba que
el costo de la guerra iba en aumento, al igual que el número de hombres
necesarios, y que se iba haciendo cada vez más clara la conveniencia de un
ejército regular sobre las formaciones ad hoc. Dados estos nuevos
requerimientos, ni los señores feudales individualmente, ni las ciudades-Estado
podían en realidad sostener o reclutar la fuerza humana necesaria,
especialmente en una era de despoblación46. De hecho, incluso los Estados
territoriales lo estaban pasando mal intentando mantener el orden, como
demuestra la frecuencia de las revueltas campesinas 47.

46
«El rival de la ciudad-Estado, el Estado territorial, rico en espacio y en hombres, se
mostró más capaz de enfrentarse a los costos de la guerra moderna; mantenía ejércitos
mercenarios, se procuraba el oneroso material de artillería; pronto se permitiría el gran lujo
de la guerra marítima a gran escala. Su ascenso había sido desde hacía tiempo un fenómeno
irreversible.» Braudel, La Méditerranée, n, p. 8.
Por supuesto debemos tener cuidado de no anticipar las cosas. Sir Charles Omán fecha la
ruptura histórica en el arte de la guerra a partir de 1494. Véase A history of the art of ivar in
the sixteenth century, Londres, Methuen, 1937, p. 30. Para Ornan las dos «tendencias» claves
(obsérvese bien, no obstante, esta palabra) fueron «la progresiva importancia de las armas de
fuego, y (en parte como consecuencia de este progreso) la utilización de las trincheras, que
harían cada vez menos practicables las cargas de caballería» (p. 33). De hecho, algunos
autores van aún más lejos y sugieren que el impacto social de la nueva tecnología militar ha
sido exagerado incluso para el siglo xvi. Véase, por ejemplo, H. M. Colvin, «Castles and
government in Tudor England», English Historical Review, LXXXIII, 1968, p. 226. No obstante,
si recordamos que estamos describiendo tendencias o direcciones de desarrollo, podemos
afirmar la existencia de un impacto acumulativo y continuo que comienza ya en el siglo xiv.
38 Immanuel Wallerstein
No obstante, el siglo xv fue testigo del advenimiento de los grandes
restauradores de la faz interna de la Europa occidental: Luis XI en Francia,
Enrique VII de Inglaterra, y Fernando de Aragón e Isabel de Castilla en
España. Los principales mecanismos que tenían a su disposición para realizar
esta tarea, que fueron los mismos que tuvieron sus menos afortunados
predecesores, eran financieros: por medio de la ardua creación de una
burocracia (civil y armada) suficientemente fuerte para imponer impuestos y
por lo tanto para financiar una estructura burocrática aún más fuerte. Este
proceso se había puesto en marcha ya en los siglos xn y xm. Con el cese de
las invasiones, que habían absorbido y agotado a los príncipes, el crecimiento
de la población, el resurgimiento del comercio, y como consecuencia una
circulación más abundante de moneda, existía una base para fijar impuestos
capaces de pagar tropas y funcionarios asalariados48. Esto era cierto no sólo
en Francia, Inglaterra, y España, sino también en los principados de Alemania.
Los impuestos son sin duda el problema fundamental. Y no es fácil emprender
el ciclo ascendente49. Los obstáculos a un

“ «Los últimos dos siglos de la Edad Media, en toda la Europa occidental y central, fueron
una era de malestar rural y despoblación [...] Las grandes construcciones políticas del período
precedente [...] parecieron provisionalmente incapaces de llevar a cabo la misión de policía
y de orden que era la propia razón de su existencia.» Bloch, Caracteres origi- naux, i, pp.
117-118.
” «Así, el Estado empezó a adquirir a partir de este momento el elemento esencial de su
supremacía: recursos financieros incomparablemente mayores que los de cualquier individuo
privado o comunidad.» Bloch, Feudal society, p. 422.
49
David Lockwood ha señalado el problema teórico que aparece aquí: «La relación que
existe entre la burocracia y los impuestos es de gran interdependencia. La eficiencia de la
burocracia depende de la efectividad de su sistema impositivo; y la efectividad de su sistema
impositivo depende de la eficacia del aparato burocrático. Así, por las razones que sean,
cualquier incremento en la carga burocrática o decrecimiento de su capacidad impositiva
puede generar un círculo vicioso de descentralización del poder. De hecho, puede
argumentarse que la "crisis impositiva” de la burocracia patrimonial es esencialmente
análoga a las crisis de "producción” del capitalismo. [...] Los puntos de tensión son aquellos
que representan una actualización del potencial de "feudalización”: la tendencia de los
funcionarios a "apropiarse” de los recursos económicos y políticos del cargo; la lucha de los
grandes terratenientes por obtener inmunidad ante los impuestos y/o a usurpar las funciones
fiscales y políticas; y la dependencia económica y política a la que se ven forzados los
campesinos en busca de protección contra la carga impositiva del centro burocrático. Estas
tendencias "centrífugas” pueden ser consideradas a la vez como causa y consecuencia del
posible fracaso de los mecanismos para mantener una capacidad de imposición efectiva y un
control central». «Social integration and system integration», en George K. Zollschan y
Walter Hirsch, comps. Explorations in social change, Boston, Massachusetts, Houghton,
1964, p. 254.
La formulación de Gabriel Ardant de este dilema hace más hincapié en las opciones de
política fiscal del Estado conducentes a un cambio estructural que en las opuestas, aunque es
difícil separarlas. Ardant dice: «Aparte de la confiscación, que en todas las épocas tentó a los
gobiernos incapaces de resolver sus problemas fiscales, pero que no les daba más que
recursos limitados en el tiempo y a menudo desperdiciados (ya estemos hablando de las
ganancias de conquista, de la expropiación de las propiedades de la Iglesia o de la persecución
sistemática de ciertas categorías sociales), había dos tipos de solución al alcance de las
Preludio medieval 39
sistema de impuestos efectivo en la Baja Edad Media parecen
retrospectivamente insuperables. La imposición en realidad sólo puede
realizarse sobre la producción neta, y la producción neta era escasa, al igual
que la cantidad de moneda y su circulación. Era extraordinariamente difícil
verificar los impuestos, tanto por falta de personal como por la escasez de
archivos cuanti- ficados. No es de extrañar que los gobernantes recurrieran de
continuo a alternativas a los impuestos como fuentes de ingresos: a la
confiscación, a los préstamos, a la venta de cargos oficiales, a la devaluación
de la moneda. Pero cada una de estas alternativas, aunque puede que resolviera
algunos problemas financieros, tenía unos efectos negativos a largo plazo
sobre la fuerza político-económica del rey50. Aún así, sería falso subrayar las
dificultades. Lo que resulta impresionante es la magnitud del logro. Los
muchos compromisos pueden ser vistos como pasos esenciales en el camino
del éxito. El arrendamiento de impuestos51 y la venta de cargos oficiales52
pueden verse precisamente bajo el punto de vista de ser dos de los citados
compromisos útiles. Más aún, el incremento del flujo de fondos al rey no
solamente atacaba a la nobleza fortaleciendo al Estado, sino también
debilitando las propias fuentes de ingresos de la nobleza, especialmente en la
estrecha economía de los siglos xiv y xv, y sobre todo para aquellos no ligados

autoridades:
»E1 primer tipo, la solución feudal, a menudo precedida por una economía señorial y la
venta de cargos, tendía a conducir, en un número significativo de casos, al desmembramiento
de hecho del Estado.
»A estas fórmulas podemos oponer los préstamos y la inflación, factores financieros que,
como veremos, dependen fambién de la estructura de la economía.
«Estamos sin duda haciendo abstracción de las políticas, de diferentes dimensiones, por
medio de las cuales el Estado transforma la organización social de la sociedad». Théorie
sociologique de l’impót, París, SEVPEN, 1965, i, pp. 541 ss.
50
Por ejemplo, Ardant señala que: «Para obtener créditos considerados necesarios en el
marco de una situación financiera desfavorable, un Estado se puede ver obligado a
empeñarse en el sentido más amplio de la palabra, que significa una restricción de su
soberanía: una fuente específica de ingresos puede ser traspasada a' los acreedores
extranjeros; un cierto grado de supervisión de la administración financiera, extendida
después a la administración política, puede ser ejercida por los acreedores, o por el Estado
que los respalda, etc.», (ibid., I, pp. 549-550).
51
Max Weber, al comparar Europa occidental con la India, afirma: «También en los
Estados occidentales, al comienzo de los tiempos modernos, apareció el arrendamiento de
impuestos y el comisionamiento de empresarios para la recluta del ejército, empresarios a
los que se tenían que confiar en gran medida las finanzas. En la India, no obstante, bajo los
grandes reinos no lograron desarrollarse aquellas instituciones centrales que en Occidente
permitieron a los príncipes volver a tomar las riendas de la administración militar y
financiera». The religión of India, Nueva York, Free Press, 1958, p. 69.
52
«La venta de cargos, a pesar de sus graves inconvenientes, tuvo entonces la
consecuencia política [de fortalecer el Estado]. Esto es, para la administración civil, el
equivalente al sistema de tropas militares a sueldo, o "mercenarios”, un sistema denunciado
con igual vigor [...], pero no obstante ligado a la enorme y creciente fortuna del poder real,
que así no dependía ya tan sólo de las fuerzas militares de la nobleza feudal.» F. Chabod, «Y
a-t-il un état de la Renaissance?», en Actes du Colloque sur la Renaissance, París. J. Vrin,
1958, p. 66.
40 Immanuel Wallerstein
a las nuevas burocracias. Como plantea Duby: «Una gran parte de las rentas
extraídas del suelo por los campesinos seguía llegando a manos de su señor,
pero el ininterrumpido progreso de la imposición había aumentado
grandemente la parte apropiada por los agentes del Estado» M.
Y al irse haciendo cada vez más fuerte el Estado, la manipulación
monetaria se hizo cada vez más rentable. Cuando la crisis financiera de los
Estados sumidos en la guerra en los siglos xiv y xv se vio multiplicada por
unos bajos márgenes de ganancia en el campo a los que se pudiera someter a
impuestos, los Estados tuvieron que buscar otras fuentes de ingreso,
especialmente considerando que la despoblación significaba que los príncipes
estaban ofreciendo exenciones de impuestos a aquellos que estuvieran
dispuestos a recolonizar las áreas devastadas. Por lo tanto la manipulación
monetaria tenía muchas ventajas. Léopold Génicot señala que existen tres
posibles explicaciones para las frecuentes devaluaciones del período: la
reducción de las deudas del Estado (aunque la devaluación también reducía en
consecuencia los ingresos fijos, que constituían el grueso de los ingresos de
los dominios reales); la escasez de medios de pago, en un momento en el que
el comercio crecía más que las reservas de plata y en el cual el desorden
público favorecía el atesoramiento; o una política económica deliberada de
rebajar la tasa de intercambio para detener la deflación, combatir a los
acaparadores, facilitar las exportaciones y revivir así el comercio. Cualquiera
que sea la explicación de las devaluaciones, eran «en gran medida
inflacionarias» y «reducían así el valor real de las rentas fijas»53 54. Los
principales perceptores de ingresos fijos eran las clases señoriales y, en
consecuencia, se vieron debilitadas frente al Estado.
¿El Estado? ¿Qué era el Estado? En esta época era el príncipe, el príncipe
cuya reputación era alabada, cuya majestad era preservada, y que poco a poco
fue siendo apartado de sus súbditos55. Y era la burocracia, que emergía ahora
como un grupo social diferenciado, con características e intereses especiales,
el principal aliado del príncipe56, y no obstante un aliado siempre. Y eran los

53
Duby, Rural economy, p. 331.
54
Léopold Génicot, «Crisis: from the Middle Ages to modern times», en Cambridge
Economic History of Europe, I, The agrarian Ufe of the Middle Ages, 2‘ ed., Londres y Nueva
York, Cambridge Univ. Press, 1966, p. 699.

«La importancia concedida a la reputación del príncipe, tanto por parte de los teóricos como
por los hombres de acción (por ejemplo,
Richelieu), va aparejada con la atención cada vez mayor prestada a la «Majestad»: todo lo
cual fue creando poco a poco una mayor distancia entre el príncipe y su súbdito, colocando
al primero en un plano en el que uno ya no podía atraverse a familiaridades.» Chabod, Actes,
p. 72.
56
«Si bien el poder del príncipe iba en aumento, otro poder crecía también: el del
"cuerpo” burocrático. Así se creó el esprit de corps, que los unía entre sí, a pesar de todas las
disputas personales y privadas, y no sólo entre los officiers de justice, los burócratas más
antiguos, sino también entre los demás '[...]
«Este poder creciente del "cuarto estado”, el aliado —en términos políticos— del poder
del príncipe, que había ido simultáneamente en aumento (yendo así de la mano la
Preludio medieval 41
diversos cuerpos parlamentarios creados por los soberanos como mecanismos
auxiliares en la legislación de los impuestos, cuerpos compuestos en gran
medida por nobles, que los reyes trataban de utilizar contra la nobleza y la
nobleza contra el rey57.
Este Estado era una creación que no procedía del siglo xvi sino del siglo
xxn en Europa occidental. Yves Renouard ha reconstruido la forma en que los
límites que determinan hasta hoy en día las fronteras de Francia, Inglaterra y
España habían sido más o menos establecidos definitivamente en una serie de
batallas que ocurrieron entre 1212 y 1214 58. Fue sobre la base de estos límites
y no de otros (por ejemplo, un Estado occitano mediterráneo que incluía
Provenza y Cataluña; o un Estado atlántico que incluía la Francia occidental
de los angevinos como parte de Inglaterra) sobre la que los sentimientos
nacionalistas posteriores se construyeron. En primer lugar las fronteras,
posteriormente las pasiones: es algo que se aplica tanto a los comienzos de la
Europa moderna como, por ejemplo, al Africa del siglo xx. Fue en este período
cuando no sólo se decidieron las fronteras de las naciones, sino que también,
lo que es incluso más importante, se decidió que estos límites debían existir.
Esto es lo que Edouard Perroy llama el «cambio fundamental» en la estructura
política de Europa occidentalm. Según su punto de vista, podemos fechar la
transformación de Europa entre mediados del siglo xn y principios del xiv, es
decir, en el cénit de la prosperidad comercial y agrícola de la Edad Media.
¿Por qué naciones-Estado y no imperios? Aquí debemos ser prudentes en
la forma de utilizar la terminología. Tal vez podríamos considerar a la Francia
de los siglos xm y xiv como una nación-Estado, a la Francia del siglo xv y xvi
como un imperio, y a la del siglo xvn de nuevo como una nación-Estado. Esto
es lo que parece pensar Fernand Braudel59 60. ¿Por qué este esquema de

centralización administrativa y el absolutismo político), es de hecho el elemento fundamental


al que debemos dirigir nuestra atención» (ibid., pp. 68-69, 72).
57
Edward Miller tiene una breve discusión de cómo esta interacción de intereses, ahora
mucho más compleja, empezó a tomar forma durante la Baja Edad Media en los diversos
Estados europeos. Véase «Government and economic policies and public finances, 900-
1500», Fontana Economic History of Europe, I, 8, 1970, pp. 3440.
55
Véase Yves Renouard, «1212-1216: Comment les traits durables de l’Europe
occidentale moderne se sont définis au début du xme siécle», Annales de l'Université de París,
xxvni, 1, enero-marzo de 1958, pp. 5-21.
59
«Un cuerpo grande y unificado, más o menos congruente con la cristiandad latina, y
compuesto de una multitud de pequeñas células autónomas, los señoríos, cedió el puesto a
una yuxtaposición de vastas soberanías territoriales, bastante distintivas, los primeros
comienzos de los Estados de la Europa moderna.» Edouard Perroy et al., Le Moyen Age, vol.
III de la Histoire Générale des Civilisations, París, Presses Universi- taires de France, 1955,
pp. 369-370.
60
«De hecho, la rueda había girado. El siglo xvi fue favorable en su comienzo a los
grandes Estados [España, el imperio otomano], que eran, como dirían los economistas, la
empresa de dimensiones óptimas. Al seguir el transcurso del siglo, y por razones que no
podemos explicar adecuadamente, estos grandes cuerpos fueron traicionados poco a poco por
las circunstancias. ¿Era una crisis transicional o estructural? ¿Debilidad o decadencia? En
cualquier caso, a principios del siglo xvn sólo aparecían como vigorosos los Estados de
42 Immanuel Wallerstein
alternancia? Braudel sugiere que «el auge económico de los siglos xv y xvi
trae consigo una coyuntura tenazmente favorable a los grandes y aun a los
grandísimos Estados, a esos “extensos Estados” [...] En realidad, la historia es,
por turnos, favorable o desfavorable a las vastas formaciones políticas» 61. Fritz
Hartung y R. Mousnier sugieren la necesidad de una dimensión mínima
(¿acaso también de una máxima?) para el establecimiento de una monarquía
absoluta, una forma política, que no tuvo éxito en los Estados pequeños. «Sin
duda, éstos no podían constituir unidades militares y económicas
suficientemente grandes para sostener una monarquía absoluta» 62. Estas no
son más que sugerencias para responder a un problema merecedor de una
considerable atención teórica. Tal vez lo que más nos ayude sea la siguiente
clasificación conceptual de V. G. Kiernan:
Ninguna dinastía se propuso construir una nación Estado; todas pretendían una extensión
ilimitada [...] y cuanto más prosperaba tanto más el resultado era un variopinto imperio
manqué. Tenía que ser suficientemente grande para sobrevivir y afilar sus garras sobre sus
vecinos, pero suficientemente pequeño para poder ser organizado desde un centro y
considerarse a sí mismo una entidad. En el atestado borde occidental de Europa, cualquier
hinchazón excesiva del territorio se vería detenida por la competencia y los límites
geográficos 63 64.
A menos, por supuesto, que se extendieran los imperios a ultramar.
Lo que sucedería a estos imperios manquis sería que desarrollarían
raisons d'état diferentes de las de los imperios, diferentes ideologías. Una
nación-Estado es una unidad territorial cuyos gobernantes aspiran (a veces,
frecuentemente pero desde luego no siempre) a hacer de ella una sociedad
nacional, por razones que discutiremos más adelante. El asunto resulta aún
más confuso cuando recordamos que a partir del siglo xvi las naciones-Estado
de Europa occidental pretendían crear sociedades nacionales relativamente
homogéneas en el centro de los imperios, utilizando como ayuda, tal vez
indispensable para la creación de la sociedad nacional, la aventura imperial.
Hemos discutido la crisis del feudalismo occidental en los siglos xiv y xv

tamaño medio. Así, la Francia de Enrique IV, con su súbito esplendor, o la Inglaterra de
Isabel, luchadora y radiante; u Holanda, organizada en torno a Amsterdam; o aquella
Alemania invadida de una tranquilidad material desde 1555 hasta los años anteriores a la
guerra de los Treinta Años, en la que se iría a pique en cuerpo y alma. En el Mediterráneo,
tal es el caso de Marruecos, de nuevo rico en oro, y de la regencia de Argel, la historia de una
ciudad que se convierte en un Estado territorial. Este es también el caso de Venecia la
radiante, esplendorosa y refulgente de lujos, de belleza, de inteligencia; o de la Toscana del
gran duque Ferdinando [...]
»En otras palabras, los imperios deben haber sufrido en mayor medida que los Estados de
tamaño medio, las consecuencias de la regresión de 1959-1621». Braudel, La Méditerranée,
II, p. 47.
61
Ibid., II, p. 10.
62
Fr. Hartung y R. Mousnier, «Quelques problémes concernant la mo- narchie absolue»,
en Relazioni del X Congresso Internazionale di Science Storiche, iv, Storia moderna,
Florencia, Sansoni, 1955, p. 47.
63
V. G. Kiernan, «State and nations in Western Europe», Past and
Present, 31, julio de 1965, pp. 35-36.
Preludio medieval 43
como el fondo, el preludio de la expansión de Europa y su transformación
económica a partir del siglo xvi. Hasta aquí la discusión y las explicaciones se
han basado en gran medida en términos de la estructura social (la organización
de la producción, el aparato de Estado, las relaciones entre varios grupos
sociales). Aún así, muchos sentirán que la «crisis» del siglo xiv y la
«expansión» del xvi podrían ser justificadas, digamos que en buena parte, por
factores relativos al entorno físico: clima, epidemiología, condiciones del
suelo. Estos argumentos no pueden ser pasados por alto frívolamente, y se
debe valorar estos factores y asignarles su peso debido en la justificación del
cambio social que de hecho se dio.
El planteamiento climático ha sido apoyado por Gustaf Utterstrom con
gran fuerza. En resumen, su planteamiento es este:
Gracias al industrialismo, y gracias también al progreso técnico, en nuestros
días el hombre se ve menos expuesto a los caprichos de la naturaleza de lo que
lo estuvo en siglos precedentes. Pero, ¿con qué frecuencia se toma en
consideración el hecho de que otro factor es que estamos viviendo en una era
en la cual el clima, especialmente en el norte de Europa, es desusadamente
suave? Durante los últimos mil años [...] los períodos de prosperidad en las
actividades humanas, en términos generales, aunque con importantes
excepciones, se han dado durante los intervalos templados entre las grandes
glaciaciones. Es precisamente en estos intervalos cuando tanto la vida
económica como el tamaño de la población han realizado sus mayores
adelantos65.
Para fortalecer su planteamiento, Utterstrom nos recuerda que el cambio
climático puede haber tenido particular importancia en los períodos primitivos
en la transformación de Europa. «La primitiva agricultura de la Edad Media
debe haber sido mucho más dependiente de un clima favorable de lo que es la
agricultura moderna con su elevado nivel técnico»65.
Utterstrom señala, por ejemplo, los severos inviernos de los siglos xiv y
principios del xv, los suaves inviernos desde 1460 hasta mediados del siglo
xvi, los severos inviernos de la segunda mitad del siglo xvn 66, que
corresponden grosso modo con períodos de recesión, expansión y recesión
económica.
El considerar la presión de la población como factor decisivo no nos da una
explicación satisfactoria de estos desarrollos económicos. El hecho de que la
población creciera de la forma en que lo hizo plantea una cuestión que hasta el
momento nadie se ha planteado: ¿por qué creció la población? [...] El gran
incremento de población fue [...] general a todo lo largo y lo ancho de Europa.
En el norte y centro de Europa comenzó durante el período en que el clima era
desusadamente suave. Difícilmente podemos considerar esto como una
coincidencia casual: tiene que haber una conexión causal67.

“ Gustaf Utterstrom, «Climatic fluctuations and population problems in early modern


history», Scandinavian Economic Review, III, 1, 1965, p. 47.
“ Ibid., p. 5.
66
Ibid., p. 24.
“ Ibid., p. 39.
44 Immanuel Wallerstein
Además, Utterstrom considera los factores epidemiológicos como
variables que también intervinieron. Explica la peste negra por medio de los
veranos calurosos que llevaron a la multiplicación de la rata negra,
hospedadora de la pulga de la rata, que es uno de los dos portadores de la
peste68.
Georges Duby acepta que esta hipótesis debe ser tomada en serio. Sin
duda, algunos de los abandonos de cultivos en el siglo xiv (los cereales en
Islandia, las colonias escandinavas de Groenlandia, la disminución del límite
forestal en los Sudetes, el fin de la viticultura en Inglaterra y su regresión en
Alemania) quedan explicados plausiblemente por el cambio climático. Pero
existen otras explicaciones plausibles. Lo más importante, Duby nos recuerda,
es que «la recesión agraria, al igual que el colapso demográfico, comenzaron
antes del principio del siglo xiv»69, por lo tanto antes de los supuestos cambios
climáticos. Por el contrario, Duby consideraría los factores climáticos y
posteriormente la epidemiología como desgracias acumulativas que en el siglo
xiv «supusieron un golpe aplastante a la ya frágil estructura demográfica» 70.
También han expresado un escepticismo similar, acerca de la primacía
temporal del cambio climático como explicación de los altos y bajos,
Helleiner71, Slicher van Bath72, y Emmanuel Le Roy Ladurie 73.
Evidentemente, en la medida en que hubiera un cambio climático, afectaría
al funcionamiento de un sistema social. No obstante, también evidentemente,
afectaría a sistemas diferentes de forma diferente. Aunque las opiniones son
diversas, es probable que la glaciación en cuestión se extendiera sobre la
totalidad del hemisferio norte, y no obstante, los desarrollos sociales en Asia
y Norteamérica fueron claramente divergentes de los de Europa. Sería útil, por
tanto, volver al factor crónico de la tensión de recursos implicada en el sistema
feudal de organización social, es decir, el sobreconsumo por parte de una

68
Véase ibid., pp. 14-15. No obstante, Karl Helleiner, haciendo referencia a los trabajos
de Ernst Rodenwaldt, sugiere que, aunque la pulga humana es menos importante que la de la
rata, como portadora de la peste bubónica, puede haber sido más significativa en el transcurso
de la Edad Media, reduciendo así la importancia de la hipótesis de Utters- tróm. Véase
Helleiner, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 7.
69
Duby, Rural economy, p. 307.
70
Ibid., p. 308.
11
Helleiner, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 76.
72
«No parece probable que los altibajos periódicos observados en la vida económica de
la Europa occidental a partir de 1200 sean el resultado de cambios de clima.» Slicher van
Bath, AAGB, 12, p. 8.
73
Después de señalar que parte de las evidencias presentadas por Utterstrom no son
totalmente climáticas, señala algunos fallos metodológicos en la utilización de los datos
meteorológicos. Sugiere que Utterstrom no ha proporcionado suficientes datos de tendencias
a largo plazo como para apoyar sus generalizaciones. «Imaginémonos a un historiador o a un
economista que se atreviera a afirmar que podía demostrar un alza larga y duradera en los
precios partiendo como base para tal afirmación de tan sólo algunos puntos "cíclicos”
excepcionales de la curva que desea interpretar, dejando de lado, tal vez desconociendo
incluso la forma general de la curva en cuestión.» Emmanuel le Roy Ladurie, Histoire du
climat depuis Van mil, París, Flammarion, 1967, p. 17.
Preludio medieval 45
minoría en medio de un bajo nivel general de productividad. Norman Pounds
nos recuerda «cuán pequeño era el margen de seguridad para el campesino
medieval, incluso bajo condiciones que podrían ser consideradas normales o
medias...»74. Slicher van Bath tiende a corroborar esta hipótesis de
subalimentación prolongada, observando que fue precisamente en las regiones
productoras de proteínas donde los hombres fueron más resistentes a la peste75.
No obstante, si a pesar de todo hubo una primera recesión económica
debida a la sobreexplotación crónica y a las consiguientes rebeliones discutidas
anteriormente, y posteriormente los factores climáticos sirvieron para acentuar
tanto la escasez de comida como las plagas, es fácil ver cómo la coyuntura
socio- física pudo llegar a proporciones de «crisis». A su vez, esta crisis se
hubiera visto agravada por el factor de que la peste, una vez extendida, se hacía
endémica76. Más aún, aunque un número menor de hombres debía haber
supuesto una mayor cantidad de comida, dado que la masa de territorio
permanecía constante, también significó un paso de los cultivos a los pastos, y
en consecuencia una reducción de la producción de calorías. La disminución
demográfica se hizo por lo tanto también endémica 77. Pierre Chaunu añade que

74
Norman J. G. Pounds, «Overpopulation in France and the Low Countries in the later
Middle Ages», Journal of Social History, III, 3, primavera de 1970, p. 245. Pounds habla de
una «permanente situación de subalimentación». Fernand Braudel adopta una posición
similar: «[En una economía fundamentalmente agrícola], el ritmo, la calidad, la inadecuación
de las cosechas determinan la totalidad de la vida material. De ellas puede resultar un daño
súbito, como una mordedura en la albura de los árboles o en la carne de los hombres.»
Civilisation matérielle et capitalisme, París, Armand Colín, 1967, pp. 32-33.
75
«La gente de las áreas costeras holandesas, que vivía en gran medida de la pesca y de
la ganadería, y en consecuencia consumía más productos animales y grasas que la gente
dedicada al labrantío, tal vez por eso no sucumbió ante las epidemias del siglo xiv en grado
ni remotamente similar [al de otros europeos].» Slicher van Bath, AAGB, 12, páginas 89-90.
76
«Ya que la plaga, una vez introducida [en 1347-1351], no desapareció de Europa hasta
unos trescientos cincuenta años más tarde de su primer brote. En forma endémica o epidémica
continuó ejerciendo una profunda influencia tanto en la media a largo plazo como en las
fluctuaciones a corto plazo de la tasa de mortalidad.» Helleiner, Cambridge Economic History
of Europe, IV, p. 5.
Karl Helleiner plantea la siguiente hipótesis: «[Las] propias mejoras en la posición
económica de las clases inferiores [consiguientes a la despoblación causada por la peste
negra] pueden haber militado en contra de una rápida recuperación demográfica. Ha de
asumirse a priori y existen algunas pruebas para apoyar este punto de vista, que aquellas
mejoras llevaron a una revisión ascendente del nivel de vida, incluyendo un desplazamiento
del consumo medio de cereales hacia el consumo de carne. Este cambio en las preferencias
de los consumidores se ve reflejado en el movimiento de los precios relativos de la carne y
el grano, que debe haber intensificado [el] proceso de Wüstung [...] un aspecto del cual fue
la "descerealización” parcial de Europa a favor de la ganadería. No obstante, dado un cierto
nivel de tecnología agraria, se requieren cinco a seis veces más tierras para producir una
caloría de alimento animal que las necesarias para la producción de una caloría de alimento
vegetal. De lo que se sigue que, fuera cual fuese el grado de alivio de la presión de la
población sobre las tierras producido por el hundimiento demográfico inicial, debe haberse
visto parcialmente contrarrestado por ese cambio en el esquema de consumo y producción.
Esta hipótesis sirve para explicar otro hecho por lo demás desconcertante, a saber, que la Baja
Edad Media debió sufrir escasamente menos que los siglos precedentes en lo que a hambre
y muertes se refiere, a pesar de que la disponibilidad per cápita de tierras fértiles fue sin duda
46 Immanuel Wallerstein
«el hundimiento de la renta, la disminución de las ganancias y el agravamiento
de las cargas señoriales» puede haber empeorado la situación aún más,
apartando de la tierra la inversión de capital78. Y Dobb sugiere que el fenómeno
resultante de la conmutación puede haber incrementado aún más las cargas de
los campesinos, en lugar de mitigarlas como se asume habitualmente,
aumentando por tanto el problema79. Por consiguiente, la incorporación de las
variables del entorno físico no desautoriza nuestro análisis anterior. Lo
enriquece al añadir un elemento más a la explicación de una coyuntura
histórica con tantas repercusiones en la historia futura del mundo, un ejemplo
más en el que las estabilidades a largo plazo y los lentos cambios seculares
pueden explicar coyunturas que tienen la capacidad de cambiar unas
estructuras sociales intermedias desde el punto de vista de su duración
temporal.
El análisis hasta aquí es como sigue. En Europa, a finales de la Edad
Media, existía una «civilización» cristiana, pero no un imperio-mundo ni una
economía-mundo. La mayor parte de Europa era feudal, es decir, consistía en
nodulos económicos relativamente pequeños y relativamente autosuficientes,
basados en una forma de explotación que suponía la apropiación relativamente
directa del pequeño excedente agrícola producido en el seno de una economía
señorial por una pequeña clase de nobles. Dentro de Europa, existían al menos
dos economías- mundo menores, una de tamaño medio basada en las ciudades-
Estado del norte de Italia y una más pequeña basada en las ciudades-Estado de
Flandes y el norte de Alemania. La mayor parte de Europa no estaba
involucrada directamente en estas redes.
Aproximadamente del año 1150 al 1300, se vio una expansión en Europa en
el marco del modo de producción feudal, una expansión simultáneamente
geográfica, comercial y demográfica. Desde aproximadamente el 1300 hasta
el 1450, lo que se había expandido se contrajo de nuevo en los tres niveles de
la geografía, el comercio y la demografía.
Esta contracción, tras la expansión, causó una «crisis», una crisis que fue
visible no sólo en la esfera económica sino también en la esfera política (las

mucho mayor durante este período» (ibid., pp. 68-69).


78
«La regresión de la población en los siglos xiv y xv agravó más que resolvió la escasez
de espacio. Por lo tanto, no hizo disminuir la presión que había venido existiendo desde el
siglo xm. Puede incluso haberla aumentado, por medio de la caída de las rentas, la
disminución de las ganancias y el agravamiento de la carga señorial. Capitales que podrían
haberse visto tentados a volcarse en la tierra fueron atraídos en cierto grado por otros
horizontes.» Chaunu, L'expansión européenne, página 349.
79
«Pero hubo también abundantes casos en los que la conmutación no supuso una
mitigación sino un aumento de las cargas feudales. Aquí no era más que una alternativa a la
imposición directa de servicios adicionales. Lo más probable es que la conmutación tuviera
este carácter cuando el recurrir a ella fuera en gran medida cuestión de propia iniciativa del
señor; el intento de aumentar los ingresos feudales probablemente tomara esta forma debido
a una relativa abundancia de mano de obra [...] Probablemente fuera la presión de la población
sobre la tierra disponible en la aldea lo que dificultara al aldeano el asegurar su subsistencia,
haciendo por lo tanto que la mano de obra asalariada fuera barata y relativamente abundante
[...] esto acentuó aún más la tendencia a esta conmutación.» Dobb, Studies, pp. 63-64.
Preludio medieval 47
guerras internas de la nobleza y las revueltas campesinas pueden ser
consideradas como los dos síntomas fundamentales). También se hizo visible
en la cultura. La síntesis cristiana medieval se vio sometida a un ataque
multitudinario en todas las formas que posteriormente serían consideradas
como primeros pasos del pensamiento occidental «moderno».
Existen tres explicaciones fundamentales de la crisis. Una es que fue
esencialmente el producto de tendencias económicas cíclicas. Habiendo sido
alcanzado el punto óptimo de expansión, dada la tecnología existente, vino
seguido de una contracción. La segunda es que fue esencialmente el producto
de una tendencia secular. Después de mil años de apropiación de excedente
bajo el modo feudal, se había llegado a un punto de disminución de las
ganancias. Mientras que la productividad permanecía estable (o incluso es
posible que declinara como consecuencia del agotamiento del suelo), debido
a la ausencia de motivaciones estructuradas para el avance tecnológico, la
carga que caía sobre los productores del excedente había ido aumentando
constantemente, por el creciente volumen de los gastos de la clase dominante.
Ya no se podía exprimir más jugo. La tercera explicación es climatológica. El
cambio en las condiciones meteorológicas europeas fue tal que redujo la
productividad del suelo, incrementando simultáneamente las epidemias.
La primera y la tercera explicaciones se resienten del hecho de que
ocurrieron cambios cíclicos y climatológicos semejantes en otros tiempos y
otros lugares sin producir la consecuencia de la creación de una economía-
mundo capitalista como solución a los problemas. La explicación secular de la
crisis bien podría ser correcta, pero es inherentemente difícil crear el tipo de
análisis estadístico serio que pudiera demostrar que ésta es una explicación
suficiente de la transformación social. Creo que es más plausible operar sobre
el supuesto de que la «crisis del feudalismo» representaba una coyuntura de
tendencias seculares, una crisis cíclica inmediata, y una declinación
climatológica.
Fueron precisamente las inmensas presiones de esta coyuntura lo que hizo
posible la enormidad del cambio social. Porque lo que Europa iba a desarrollar
y sostener a partir de entonces era una nueva forma de apropiación del
excedente, una economía-mundo capitalista. No iba a estar basada en la
apropiación directa del excedente agrícola, en forma de tributo (como había
sido el caso en los imperios-mundo) o de rentas feudales (como había sido el
sistema del feudalismo europeo). En su lugar, lo que iba a desarrollarse ahora
era la apropiación de un excedente basado en una productividad más eficiente
y ampliada (en primer lugar en la agricultura y posteriormente en la industria),
por medio del mecanismo de un mercado mundial, con la asistencia «artificial»
(es decir, ajena al mercado) de los aparatos de Estado, ninguno de los cuales
controlaba en su totalidad el mercado mundial.
El argumento de este libro será que para el establecimiento de tal
economía-mundo capitalista fueron esenciales tres cosas: una expansión del
volumen geográfico del mundo en cuestión, el desarrollo de variados métodos
48 Immanuel Wallerstein
de control del trabajo para diferentes productos y zonas de la economía-
mundo, y la creación de aparatos de Estado relativamente fuertes en lo que
posteriormente se convertirían en Estados del centro de esta economía-mundo
capitalista.
El segundo y tercer aspecto dependían en gran parte del éxito del primero.
Por tanto, la expansión territorial de Europa era teóricamente un prerrequisito
clave para una solución de la «crisis del feudalismo». Sin ella, la situación
europea podría haberse hundido en una anarquía relativamente constante y una
aún mayor contracción. ¿Cómo entonces adoptó Europa la alternativa que
había de salvarla? La respuesta es que no fue Europa la que lo hizo, sino
Portugal, o al menos fue Portugal el que estuvo en cabeza.
Veamos ahora qué es lo que, en su situación social, puede justificar el
empuje hacia la exploración en ultramar que Portugal puso en práctica justo en
mitad de la «crisis». Para comprender este fenómeno debemos comenzar
recordando que la expansión geográfica Europea empezó, como ya hemos
sugerido, anteriormente. Archibald Lewis argumenta que «a partir del siglo xi
hasta mediados del xm la Europa occidental siguió un desarrollo fronterizo
casi clásico»80. Se refiere a la reconquista gradual de España a los moros, la
recuperación por parte de la Europa cristiana de las islas Baleares, Cerdeña y
Córcega, la conquista normanda de la Italia del sur y de Sicilia. Hace referencia
a las cruzadas, con su anexión en primer lugar de Chipre, Palestina y Siria,
posteriormente de Creta y las islas del Egeo. En el noroeste de Europa se dio
la expansión inglesa hacia Gales, Escocia e Irlanda. Y en el este de Europa, los
alemanes y los escandinavos penetraron, conquistaron y convirtieron al
cristianismo las tierras de los bálticos y los eslavos. No obstante, «la frontera
más importante era una frontera interna de bosques, pantanos, marismas,
páramos y marjales. Fue en estos territorios donde se aposentaron los
campesinos europeos, cultivándolos en gran medida, entre los años 1000 y
1250» 81. Después, como ya hemos visto, esta expansión y esta prosperidad
llegaron a su fin a causa de una «crisis» que supuso también una contracción.
En términos políticos, esto supuso el reagrupamiento de los moros en Granada,
la expulsión de los cruzados del Levante, la reconquista de Constantinopla por
los bizantinos en 1261, la conquista por parte de los mongoles de las llanuras
rusas. Internamente, en Europa se produjo la Wiistungen.
Las grandes exploraciones, la expansión atlántica, no fueron, por tanto, el
primero, sino el segundo empujón de Europa, que tuvo éxito debido a que el
impulso era mayor, la base social y tecnológica más sólida, y las motivaciones
más intensas. No obstante, ¿por qué un empujón cuyo centro inicial fuera
Portugal? En 1250 o incluso en 1350 pocas personas hubieran pensado que
Portugal pudiera ser un candidato probable para cubrir este papel. Y

80
Archibald R. Lewis, «The closing of the European frontier», Spe- culum, xxxiu, 4,
octubre de 1958, p. 475.
81
Ibid., p. 476.
Preludio medieval 49
retrospectivamente, desde el siglo xx, choca con nuestro sentido de la
probabilidad, con nuestro prejuicio contra la pequeña potencia que Portugal
ha sido en tiempos modernos y de hecho a lo largo de la historia.
Intentaremos contestar a esta cuestión en términos de motivación y de
capacidades. Las motivaciones tenían un alcance europeo, aunque algunas de
ellas pueden haber sido sentidas con mayor agudeza en Portugal. ¿Qué era lo
que buscaban los exploradores? Metales preciosos y especias, según nos
cuentan los libros de texto escolares. Y esto es cierto, hasta cierto punto.
En la Edad Media, la Europa cristiana y el mundo árabe mantenían una
relación simbiótica en términos de oro y plata. Utilizando la frase de Andrew
Watson, «en materias monetarias [...] las dos regiones deberían ser
consideradas como un todo» 82. La primera acuñaba plata; la otra, oro. Como
resultado de un largo período de desequilibrio en los precios, cuyos orígenes
son complejos y no necesitamos abordar aquí, la plata fluyó hacia el este,
llevando a una abundancia de ella en el mundo árabe. Las exportaciones de
plata ya no hacían posibles las importaciones de oro. En 1252, Florencia y
Génova lanzaron, por tanto, nuevas monedas de oro. El motivo estaba allí. Un
hecho que lo hizo posible fue la expansión del comercio de oro transahariano
en el siglo xm 83. Watson piensa que es poco plausible, por tanto, el hablar de
una falta de escasez de oro en Europa occidental entre 1250 y 1500, dado que
aquélla fue una época de suministro creciente. No obstante, seguía existiendo
un constante flujo de metales preciosos, de Europa a la India y China, pasando
por Bizancio y el mundo árabe, aunque el desequilibrio era cada vez menor.
Watson habla, un tanto misteriosamente, del «gran poder de la India y China
para atraer metales preciosos del resto del mundo»84. La demanda de oro y

8J
Andrew M. Watson, «Back to gold—and silver», Economic Hislory Review, 2.“ serie,
xx, 1, 1967, p. 1.
J
* «Olvidamos que, en la Antigüedad y durante la Edad Media, lo que hoy en día
consideraríamos unas minas paupérrimas eran consideradas de primera categoría. El Sudán
occidental fue, desde el siglo vm hasta el descubrimiento de América, el principal
suministrador de oro para el mundo occidental; el comercio, organizado en primer lugar por
Ghana, llegó bajo ese nombre al Mediterráneo y ensalzó el prestigio de los reyes que poseían
semejante fuente de riqueza.» R. A. Mauny, «The ques- tion of Ghana», Africa, xxiv, 3, julio
de 1954, p. 209.
Marian Malowist , argumenta que fue la demanda norteafricana de oro (para vendérselo
a los europeos), más que la necesidad del Sudán occidental de la sal que recibía a cambio, el
estímulo fundamental de esta expansión. Véase «Quelques observations sur le commerce de
l’or
dans le Sudan occidental au Moyen Age», Armales ESC, xxv, 6, noviembre- diciembre de
1970, pp. 1630-1636.
,s
Watson, Economic History Review, xx, p. 34. Véase el notable artículo colaboración de
R. S. López, H. A. Miskimin y Abraham Udovitcb en el que argumentan con gran
credibilidad que los años 1300-1500 son testigos de un flujo constante de metales preciosos
desde el noroeste de Europa hacia Italia, el Levante y la India:
«Tanto el consumo de artículos de lujo por la población no agrícola [de Inglaterra] como
las inversiones extensivas en la ornamentación de las iglesias [...] exacerbaron la ya existente
escasez de artesanos cualificados que siguió a la peste negra, al crear un incremento relativo
50 Immanuel Wallerstein
plata seguía siendo, por tanto, elevada. Entre 1350 y 1450 las minas de plata
de Servia y Bosnia empezaron a desarrollarse 85, y se convirtieron en una

en la demanda de sus servicios. Como resultado, los salarios de los artesanos cualificados se
vieron considerablemente aumentados, y parte de la demanda de lujo, no satisfecha
domésticamente, se vio desviada hacia áreas fuera del norte de Europa, tanto por necesidades
económicas como por la búsqueda de lo exótico; el resultado inevitable de esta demanda fue
un incremento en la exportación de dinero. Más aún, dado que el uso de una mano de obra
escasa en la producción de lujos para uso doméstico proscribe su utilización en la fabricación
de artículos para la exportación, las ganancias potenciales en el extranjero de las economías
del norte se vieron reducidas [...]
»¿Dónde había ido a parar [el dinero]? [...] El papado fue sin duda un sumidero de primera
magnitud de los metales de la Europa del norte. Además de las transferencias directas de
dinero, no obstante, los canales comerciales más convencionales tendían, a través del
consumo de artículos de lujo, a producir el mismo resultado [...] Los puntos de llegada
continentales de [la] ruta norte-sur [procedente de las ciudades de la Hansa] eran Milán,
Génova y Venecia [...] da la impresión de que había un comercio activo y probablemente
unilateral que conectaba la economía del norte con la del sur de-tal forma que canalizaba los
meta les preciosos hacia el sur.
»En Francia, también, encontramos un extendido incremento en el consumo de artículos
de lujo procedentes del sur durante el siglo xrv y principios del xv [...]
«Inglaterra y Francia se quejaban amargamente del acaparamiento de metales preciosos
por Italia, pero en gran medida ésta era la contrapartida del flujo desde Italia hacia Levante
[...] A pesar de las importaciones de oro desde la Europa del noroeste, de una moderada
producción de las minas de Europa central, y de las cantidades más sustanciales procedentes,
del Senega!, hay abundantes indicios de que el suministro de oro era, en el mejor de los casos,
apenas suficiente, y a menudo escaso. Admitiendo que el hambre de oro en el hombre es
crónicamente insaciable, es seguro que el comercio con el Levante durante
los siglos xiv y xv absorbió de Italia una cantidad creciente de oro [...] La importancia
comparativa del comercio de artículos de lujo hizo a Italia más dependiente del Levante y
aumentó el drenaje de metales preciosos en aquella dirección [...]
»[Existe] una contracción absoluta de la economía egipcia a finales del siglo xiv y [...]
una declinación cuantitativa absoluta de todos sus sectores [...] La crisis económica de Egipto
se vio acompañada de un hundimiento de su sistema monetario. La moneda de oro y plata se
hizo cada vez más escasa, y las monedas de cobre predominaban en la circulación interna y
a todos los niveles de transacción [...]
»Entre los numerosos factores que contribuyen a la escasez de numerario en Egipto a
finales del siglo xiv y en el xv, el más central era su persistentemente desfavorable balanza
de pagos en el comercio internacional. Al llegar el siglo xm sus minas nubias estaban
agotadas hasta el punto de que el oro extraído sólo a duras penas lograba cubrir los gastos.
Un vivaz y rentable comercio con el Sudán occidental mantuvo a Egipto con suministros de
oro hasta finales del siglo xiv, momento en que el citado comercio empezó a declinar y el
oro africano fue succionado hacia Europa [...] Mientras que el suministro de oro de Egipto
se iba contrayendo, no hay muestras de una declinación correspondientemente significativa
en el consumo de productos foráneos y bienes de lujo, o una reducción paralela de los gastos
del Estado en importaciones [...]
»A todo lo largo del siglo xv, Europa fue la única área con la que Egipto mantuvo una
balanza de pagos favorable [...] Egipto, a comienzos del siglo xv, vivía virtualmente de las
ganancias del comercio de especias con Europa [...] pero sólo una fracción de esta suma
permanecía en el país. El comercio de especias era un comercio de tránsito. Por añadidura,
Egipto estaba contribuyendo también [al] flujo [de oro hacia la India] por medio de su
consumo interno de especias y otros productos importados del Oriente Lejano [...]
»Así, al menos una buena proporción del oro que empezaba su largo viaje hacia el sur a
partir del norte de Europa en busca de artículos de lujo, viajando a través de Italia y Egipto,
encontraba su lugar de reposo final en forma de incremento de la ya increíble acumulación
Preludio medieval 51
fuente importante hasta que la invasión turca del siglo xv las aisló de Europa
occidental. De forma semejante, a partir de 1460 hubo un súbito aumento en
la minería de plata en la Europa central, gracias a las mejoras tecnológicas que
permitían la explotación de lo que hasta entonces habían sido minas
marginales. Perroy estima que entre 1430 y 1530 la producción de plata se
quintuplicó en Europa central86. No obstante, el suministro no conseguía
mantenerse paralelo a la demanda, y la búsqueda de oro por vía marítima (así,
para el oro del Sudán burlando a los intermediarios norte- africanos) era sin
duda algo que se planteaban los navegantes portugueses primitivos 87. Cuando,
por tanto, el descubrimiento de las Américas suministrara a Europa una fuente
de oro más rica que el Sudán, y en especial una fuente de plata infinitamente
más rica que Europa central, las consecuencias económicas serían enormes 88.
Los metales preciosos se perseguían en busca de una base monetaria para
la circulación en el seno de Europa, pero aún más para exportarlos al Oriente.
¿A cambio de qué? Una vez más, cualquier colegial lo sabe: a cambio de
especias y joyas. ¿Para quién? Para los ricos, que las utilizaban como símbolos
de consumo ostentoso. Las especias se convertían en afrodisíacos, como si la
aristocracia no pudiera hacer el amor de otra manera. En esta época las
relaciones entre Europa y Asia podían resumirse en un intercambio de objetos
preciosos. El oro y la plata fluían hacia el este para decorar los templos, los
palacios y las ropas de las clases aristocráticas asiáticas, y las joyas y las
especias fluían hacia el oeste. Los accidentes de la historia cultural (quizá tan
sólo la escasez física) determinaron estas preferencias complementarias. Henri
Pirenne, y más tarde Paul Sweezy, conceden a esta demanda de objetos de lujo
un

de oro de la India.» «England to Egypt, 1350-1500; long-term trends and long-distance


trade», en M. A. Cook, comp., Studies in the economic history of the Middle East from the
rise of Islam to the present day, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press, 1970, pp. 101,
102, 103, 104, 105, 109, 110, 114, 117, 123, 126, 127-128.
“ Véase Desanka Kovacevic, «Dans la Serbie et la Bosnie médiévales: les mines d'or et
d’argent», Annales ESC, xv, 2, marzo-abril de 1960, páginas 248-258.
86
«[Hubo] un súbito incremento de la producción mineral allá por 1460, principalmente
en la Europa central. En este terreno, la tecnología se hizo cicntííica. La invención de mejores
métodos de perforación, drenaje y ventilación hizo posible la explotación de las minas de
Sajonia, Bohemia y Hungría hasta profundidades de 180 metros; el uso cada vez mayor de la
fuerza hidráulica aumentó el poder de los fuelles y de los taladros, de tal manera que los
hornos pudieron desplazarse de las laderas de las montañas para localizarse en los valles. La
construcción de los primeros altos hornos, de una altura de tres metros, triplicó la capacidad
productiva de los antiguos hornos. No es imposible que entre 1460 y 1530 se quintuplicara
la extracción de mineral en la Europa central.» Perroy, Le Moyen Age, lll, pp. 559-562.
Véase V. M. Godinho, «Création et dynamisme économique du monde atlantique
(1420-1670)», Anuales ESC, v, 1, enero-marzo de 1950, página 33; Pierre Chaunu, Séville
et VAtlantique (1504-1650), vm (1), París, SEVPEN, 1959, p. 57.
” «América, que tomó el relevo en el Mediterráneo de las fuentes de. oro de Africa, fue
aún más importante como sustituto de las minas de plata alemanas.» Braudel, La
Méditerranée, i, p. 433.
52 Immanuel Wallerstein
lugar de honor en la expansión del comercio europeo89. No obstante, yo soy
escéptico en cuanto a que el intercambio de objetos preciosos, por grande que
pareciera al pensamiento consciente de las clases elevadas europeas, pueda
haber sostenido una empresa tan colosal como la expansión del mundo
atlántico, y mucho menos aún explicar la creación de una economía-mundo
europea.
Los artículos de primera necesidad justifican a largo plazo los empujes del
hombre en mucha mayor medida que los lujos. Lo que necesitaba Europa
occidental en los siglos xiv y xv era comida (más calorías y una mejor
distribución de los valores alimenticios) y combustible. La expansión a las
islas del Mediterráneo y el Atlántico, después a Africa del norte y del oeste y
al otro lado del Atlántico, al igual que la expansión a Europa oriental, las
estepas rusas y eventualmente al Asia central, suministraron comida y
combustible. Expandieron la base territorial del consumo europeo
construyendo una economía política en la que esta base de recursos era
consumida desigualmente, desproporcionadamente por Europa occidental.
Este no fue el único camino. Existió también una innovación tecnológica que
incrementó el rendimiento de la agricultura, innovación que comenzó en
Flandes ya desde el siglo xm, y se extendió a Inglaterra tan sólo en el siglo
xvi90. Pero tales innovaciones tecnológicas era lógico que ocurrieran
precisamente en lugares donde se daban una población densa y un crecimiento

89
«En cada dirección en que se extendía el comercio, creaba el deseo de los nuevos
artículos de consumo que traía consigo. Como pasa siempre, la aristocracia deseaba rodearse
de los lujos o al menos del confort correspondiente a su rango.» Henri Pirenne, Economic and
social history of medieval Europe, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1936, p. 81.
«Cuando tomamos en consideración el hecho de que la guerra se cobraba sus derechos
fundamentalmente entre los órdenes superiores (dado que eran los únicos a los que se les
permitía llevar armas) bien podemos poner en duda que hubiera un crecimiento relativo
significativo en el volumen de la clase parásita [...] Por otra parte, no hay razón para dudar
de la realidad de la creciente extravagancia de la clase dominante feudal [...] ¿Pero era esta
creciente extravagancia una tendencia explicable por la naturaleza del sistema feudal, o
refleja acaso algo que estaba pasando fuera del sistema feudal? [...] La rápida expansión del
comercio desde el siglo xi en adelante puso a su alcance una cantidad y una variedad de bienes
en crecimiento constante.» Paul Sweezy, Science and Society, xiv, pp. 139-140.
Maurice Dobb, no obstante, argumenta: «El paso de la extracción coercitiva de plustrabajo
por los propietarios de tierras al uso de mano de obra asalariada libre debe de haber dependido
de la existencia de una mano de obra barata para contratar (es decir, elementos proletarios o
semiproletarios). Creo que esto ha sido un factor mucho más fundamental que la proximidad
de los mercados en la determinación de la supervivencia o disolución de las viejas relaciones
sociales.» Science and Society, xiv, p. 161.
R. H. Hilton se pone del lado de Dobb: «El progreso económico que era inseparable de la
anterior lucha por las rentas y de la estabilización política del feudalismo, vino caracterizado
por un incremento en el excedente social total de la producción sobre las necesidades de
subsistencia. Esto, y no el llamado renacimiento del comercio internacional en sedas y
especias, fue la base para el desarrollo de la producción de mercancías.» «The transition from
feudalism to capitalism», Science and Society, xvii, 4, otoño de 1953, p. 347.
90
Véase Slicher van Bath, «The rise of intensive animal husbandry in the Low
Countries», en J. S. Bromley y E. H. Kossman, comps., Bri- tain and the Netherlands,
Londres, Chatto, 1960, pp. 130-153.
Preludio medieval 53
industrial, como el Flandes medieval, que eran precisamente los lugares donde
resultaba más rentable la utilización de la tierra para cultivos comerciales, la
cría de ganado y la horticultura, que, consecuentemente, «requerían la
importación de grano [trigo] en grandes cantidades. Sólo entonces podía
funcionar con el máximo de ventajas el complicado sistema de interrelaciones
entre la agricultura y la industria»91. Por tanto, el proceso de innovación
agrícola cebó más que impidió la necesidad de expansión.
El trigo era un foco central de la nueva producción y el nuevo comercio en
los siglos xv y xvi. Al principio, Europa encontró en los bosques del norte y
las planicies mediterráneas sus «Américas internas», utilizando la perceptiva
frase de Fer- nand Braudel92. Pero las Américas internas no eran suficiente.
Había expansión en los bordes, en primer lugar hacia las islas. Vitorino
Magalháes Godinho ha planteado como hipótesis de trabajo que la agricultura
fue la motivación fundamental de la colonización portuguesa de las islas
atlánticas, una hipótesis secundada por Joél Serráo, que señaló que el
desarrollo de estas islas fue rápido y en términos de «la tetralogía de cereales,
azúcar, tintes y vino [...] [Hubo] siempre una tendencia al monocultivo, siendo
preferido uno u otro de los cuatro productos»93 94. El nuevo trigo cultivado
empezó a fluir a través del continente europeo, desde el área báltica a los Países
Bajos, a partir del
siglo xiv95, y hasta Portugal en el xv95, del Mediterráneo a Inglaterra y los
Países Bajos en los siglos xiv y xv96.
Podemos plantear una jerarquía de alimentos en términos de su costo por
cada mil calorías. M. K. Bennett encuentra esta jerarquía razonablemente
estable en el tiempo y en el espacio. Los productos de grano molido y los
tubérculos y raíces feculentos se encuentran en la base de sus ocho estratos, es

91
Ibid., p. 137.
92
«Estos movimientos de mejora [bonification] fueron la respuesta
ante los requerimientos de las ciudades, cuya población no dejó de crecer durante los siglos
xv y xvi. La urgente necesidad de aprovisionar a estas ciudades les llevó a desarrollar la
producción agrícola en sus inmediaciones, bien cultivando nuevos terrenos o por medio de
la práctica de la irrigación.» Braudel, La Méditerranée, i, p. 62.
M
Joél Serraó, «Le blé des lies atlantiques: Madére et Azores aux xv1' et xvie siécles»,
Anuales ESC, ix, 3, julio-septiembre de 1954, p. 338.
55
Véase J. A. van Houtte, «L’approvissionnement des villes dans les Pays-Bas (Moyen
Age et Temps Modernes)», Third International Confe- rence of Economic History (Munich,
1965), París, Mouton, 1968, pp. 73-77.
56
«En el siglo xv, Portugal empezó a estar cada vez más abierto a los comerciantes
hanseáticos y a los bretones que suministraban al país trigo y madera, la importación de los
cuales era ya en aquella época indispensable.» Marian Malowist, «Les aspects sociaux de la
premiére phase de l'expansion coloniale», Africana Bulletin, 1, 1964, p. 12.
96
Véase Ruggiero Romano, «A propos du commerce de blé dans la Méditerranée des xiv'
et xv' siécles», en Eventail de l’histoire vivante: hommage a Luden Febvre, París, Armand
Colin, 1953, pp. 149-161.
54 Immanuel Wallerstein
decir, son los más baratos, los productos más básicos 97 98. Pero no se consigue
una dieta adecuada sólo a base de grano. Uno de los más importantes
complementos en la dieta europea es el azúcar, útil como fuente de calorías y
como sustitutivo de las grasas. Más aún, también puede ser utilizado para la
elaboración de bebidas alcohólicas (en particular ron). Y más adelante sería
utilizada para la elaboración del chocolate, uso que los españoles aprendieron
de los aztecas y que se convertiría en una bebida extraordinariamente
apreciada, al menos en la España del siglo xvn ".
El azúcar fue también una motivación principal para la expansión a las
islas. Y, debido a su modo de producción, junto con el azúcar surgió la
esclavitud. Esto comenzó en el Mediterráneo oriental en el siglo xn, y después
fue desplazándose hacia el oeste 10°. La expansión atlántica no fue más que su
continuación lógica. De hecho, E. E. Rich localiza en Portugal la esclavitud
africana en el año 1000 d.C., siendo adquiridos los esclavos por medio del
comercio con traficantes mahometanos 99 100. El azúcar era un producto muy
lucrativo y exigente, que expulsaba al trigo 101 pero agotaba después el suelo,
de modo que requería continuamente nuevas tierras (por no hablar de la fuerza

“ Los ocho estratos que contabiliza Bennett son: 1) productos de grano molido y raíces y
tubérculos feculentos, incluyendo el plátano; 2) grasas y aceites vegetales; 3) legumbres secas
(judías, garbanzos, lentejas); 4) azúcar; 5) leche y sus derivados; posiblemente pescado; 6)
carne de cerdo; 7) vacuno, carnero, cabra, búfalo, aves de corral y huevos; 8) frutas y
verduras. Véase M. K. Bennett, The world's food, Nueva York, Harper, 1954, pp. 127-128.
«¿Por qué había de existir la jerarquía general? Es sin duda el reflejo de los costos relativos
de producción y las cualidades calóricas inherentes de los distintos alimentos» (p. 128).
” Véase G. B. Masefield, «Crops and livestock», Cambridge Economic History of
Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The economy of expanding Europe in the 16th
and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 295.
Anthony Luttrell ha trazado el cuadro anterior a 1500: «Los latinos estaban produciendo
azúcar con esclavos musulmanes y de otras proce-
dencias, en Siria, Chipre y otras colonias del Mediterráneo oriental, desde el siglo XII, y en
1404, cuando Giovanni della Padua, de Génova, recibió licencia real para establecer una
plantación en el Algarve, los geno- veses la habían transferido aparentemente de Sicilia al
sur de Portugal. Fueron en gran medida los genoveses los que suministraron la iniciativa, el
capital, las técnicas de molienda e irrigación para la introducción del azúcar en las Azores y
Madeira, y los que la exportaban de las islas a lugares tan lejanos como Flandes y
Constantinopla. También ayudaron a conseguir la mano de obra necesaria; Antonio da Noli,
por ejemplo, llevó guiñéanos a las islas de Cabo Verde en la década de 1640.» «Slavery and
slaving in the portuguese Atlantic (to about 1500)», en Centre of African Studies, The
transatlantic slave tra.de from West Africa, Edimburgo, Univ. of Edinburgh, multicopiado,
1965, p. 76.
100
Véase E. E. Rich, «Colonial settlement and its labour problems», en Cambridge
Economic llistory of Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The economy of
expanding Europe in the 16th and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge Univ.
Press, 1967, p. 308.
101
Por ejemplo, Serraó nos dice de Madeira; «Alrededor de 1475 finalizó el ciclo del
trigo [...] El azúcar había liquidado al trigo.» Anuales ESC, IX, p. 340. Serraó señala que,
cuando ocurrió esto, las Azores se convirtieron en el área triguera de Portugal, suplantando
fundamentalmente a Madeira. Este esquema cíclico era «cierto en el siglo xvi, al igual que
en el xvn, y se mantenía aún en el xvm» (ibid., p. 341).
Preludio medieval 55
de trabajo consumida en su cultivo).
El pescado y la carne tienen un puesto más elevado en la lista de categorías
de Bennett. Pero se buscaban como fuentes de proteínas. Godinho cita la
expansión de las áreas de pesca como una de las dinámicas claves de la
exploración portuguesa primitiva102. Sin duda la carne era menos importante
que el grano, y se vio considerable y continuamente reducida en importancia
en el período que va de 1400 a 1750 103, lo que prueba un punto sobre el que
volveremos, que los trabajadores europeos pagaron parte de los costos del
desarrollo económico europeo 104. No obstante, el deseo de carne era una de
las motivaciones del comercio de especias, no de las especias asiáticas para
los afrodisíacos de los ricos, sino de los granos del paraíso (Amomum
Melegueta) de Africa occidental, utilizados como sus- titutivo de la pimienta,
así como del vino especiado conocido como hipocrás 105. Estas especias
servían «simplemente para hacer aceptables unas gachas aguadas» 106.
Si las necesidades alimenticias dictaron la expansión geográfica de
Europa, los beneficios resultaron ser incluso mayores de lo que se pudiera
haber anticipado. La ecología mundial se vio alterada, y esto de una forma tal
que, debido a la organización social de la emergente economía-mundo
europea, beneficiaría primariamente a Europa 10S. Además del alimento la otra

102
Véase Godinho, Anuales ESC, v, p. 33.
'M «De lo que la gente menos se da generalmente cuenta es de que la situación trazada a
grandes rasgos en 1750 —mucho pan y poca carne— [...] era por su parte el resultado de un
deterioro y no se puede aplicar cuando nos remontamos a la Edad Media.» Fernand Braudel
y Frank C. Spooner, «Prices in Europe from 1450 to 1750», en Cambridge Economic History
of Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The economy of expanding Europe in the
16th and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 414.
10s
«De 1400 a 1750, Europa fue una gran consumidora de pan, y en más de la mitad
vegetariana [...] Sólo esta "atrasada” dieta permitió a Europa cargar con el peso de una
población en continuo crecimiento [...] El consumo de pan relegó cada vez más al de carne
hasta mediados dél siglo xix.» Ibid., p. 413. Véase también W. Abel, «Wandlungen des
Fleisch- verbrauchs und der Fleischversorgung in Deutschland», Bericht über
Landwirtschaft, n. s„ vol. 22, 1938, pp. 411-452, citado en Slicher van Bath, Agrarian
history, p. 204.
105
«Las primeras exploraciones de los portugueses a lo largo de la costa occidental de
Africa tuvieron como fruto tan sólo una planta de interés inmediato, los granos del paraíso
[...] Podían ser obtenidos ahora más baratos que por la ruta terrestre a través del Sáhara, y su
comercio dio nombre a la "Costa del Grano"; pero no pudieron ser aclimatadas las plantas a
Europa.» Masefield, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 276.
106
Chaunu, L'expansion européenne, p. 354.
,0
® G. B. Masefield señala cómo cambió el mapa agrario del mundo la relación entre las
Américas y el hemisferio oriental: «La dispersión de cosechas y ganado que siguió al
establecimiento de estos lazos fue la más importante de la historia de la humanidad, y tal vez
tuviera efectos más trascendentales que cualquier otro resultado de los descubrimientos. Sin
las cosechas americanas, posiblemente Europa no hubiera sido capaz de sostener una
población tan densa como la que sostuvo más adelante, y los trópicos del Viejo Mundo no se
hubieran desarrollado tan rápidamente. Sin el ganado europeo, y en especial sin caballos y
muías para el transporte y el cultivo, el continente americano no podría haberse desarrollado
al ritmo al que lo hizo.» Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 276.
56 Immanuel Wallerstein
gran necesidad básica era la madera, madera para leña, y madera para la
construcción de barcos (y de casas). El desarrollo económico de la Edad
Media, y se debe asumir que también sus crudas técnicas forestales, habían
llevado a una lenta pero constante deforestación de Europa occidental, Italia y
España, así como también de las islas mediterráneas. El roble se hizo
particularmente escaso 107 108 109 110 111. Al llegar el siglo xvi, el área báltica había
empezado a exportar madera en grandes cantidades a Holanda, Inglaterra y la
península Ibérica.
Debemos mencionar otra necesidad de aprovisionamiento, la necesidad de
vestido. Existía por supuesto el comercio de lujo, la demanda de sedas, cuya
antigua historia estaba ligada a la demanda de joyas y especias. La creciente
industria textil, la primera industria importante del desarrollo industrial
europeo, era no obstante algo más que un comercio de lujo, y requería
materiales: tintes para los tejidos de algodón y lana, y goma para endurecer la
seda en el proceso de acabado 112.
El oro y la plata eran buscados como objetos preciosos, para su consumo
en Europa y más aún para el comercio con Asia, pero eran también una
necesidad para la expansión de la economía europea. Hemos de preguntarnos
por qué. Después de todo, el dinero como medio de pago puede hacerse con
cualquier cosa, en el supuesto de que la gente esté dispuesta a aceptarlo. Y de
hecho hoy en día utilizamos casi exclusivamente medios de pago distintos de
los metales preciosos. Más aún, Europa estaba empezando a hacerlo a finales
de la Edad Media, con el desarrollo de la «moneda de cuenta», a veces
engañosamente llamada «moneda imaginaria».
No obstante pasarían siglos antes de que la moneda metálica se aproximara
al estatuto de moneda simbólicam. No hemos llegado totalmente a ello ni
siquiera hoy en día. Como resultado Europa estaba continuamente sitiada por

107
Braudel habla de un «hambre de madera» con referencia a varias partes de Italia. «Las
flotas mediterráneas se fueron acostumbrando poco a poco a ir buscando cada vez más lejos
lo que no lograban encontrar en sus propios bosques. En el siglo xvi, llegaba a Sevilla madera
nórdica cargada en barcos rebosantes de planchas y vigas.» La Médi-
terranée, I, p. 131.
Véase Frederic Lañe: «Cuando este agotamiento de los bosques de robles fue percibido
claramente por primera vez —en la última mitad del siglo xv— la escasez parece haber sido
peculiar de Venecia. Al menos los ragusanos y los vascos tenían un suministro
suficientemente abundante como para que su competencia fuera severamente sentida. A
finales del siglo xvi la escasez de madera de roble parece haber sido general en todos los
países mediterráneos.» «Venetian shipping during the com- mercial revolution», en Venice
and history, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, p. 21.
H. C. Darby señala el mismo punto para Inglaterra: «El crecimiento de la marina mercantil
de Inglaterra y el desarrollo de la armada inglesa, desde la época de los Tudor en adelante,
dependía de un suministro adecuado de robles para los cascos de los barcos; abetos para los
mástiles, junto con "pertrechos navales” como brea y alquitrán, eran importados de las tierras
bálticas.» «The clearing of the woodland in Euro-
pe», en William L. Thomas, jr., comp., Man's role in changing the face of the Earth,
Chicago (Illinois), Univ. of Chicago Press, 1956, p. 200.
112
Véase Godinho, Annales ESC, v, p. 33.
Preludio medieval 57
mutaciones constantes del valor a través de la devaluación, tan constantes que
Marc Bloch lo llama «el hilo universal de la historia monetaria» m. Aún así
nadie sugirió seriamente entonces el prescindir del oro y la plata.
Existieron varias razones para que esto no ocurriera. Aquellos que
aconsejaban a los gobiernos tenían intereses propios en el sistema 113 114 115. No
debemos olvidar que, a finales de la Edad Media, las acuñaciones seguían
siendo proposiciones comerciales que servían intereses privados 116. Pero más
fundamental que el interés propio era la psicología colectiva del miedo, basada
en la realidad estructural de un sistema económico débilmente articulado. La
moneda de cuenta estaba siempre a punto de hundirse. Evidentemente no
estaba en manos de nadie, por rico que fuera, el controlarla bien
individualmente, bien en colusión con otros. De hecho —¿quién podía
saberlo?— ¿no se hundiría de nuevo la totalidad de la economía monetaria?
Ya lo había hecho antes. El metal precioso era un tope, una protección. El
dinero de los pagos siempre podía ser utilizado como una mercancía, contando
sólo con que las dos utilizaciones del dinero, como medida de valor y medio
de pago, no se apartaran demasiado 117.
Para esto, resultaba esencial la utilización de metales preciosos. Y por lo tanto,
sin ellos, Europa hubiera carecido de la confianza colectiva para desarrollar un
sistema capitalista, en el cual la ganancia se basa en diversos aplazamientos
del valor realizado. Esto es verdad a fortiori dado el sistema de una economía-
mundo no imperial, sistema que, por otras razones, era esencial. Dado este
fenómeno de psicología colectiva, elemento integral de la estructura social de
esta época, el metal precioso debe ser considerado como un ingrediente

113
El elemento clave para hacer simbólico el dinero en metálico es hacer las monedas
con un valor de mercancía menor (preferiblemente mucho menor) que su valor monetario.
Y, no obstante, Cario Cipolla señala que esto no fue adoptado para monedas pequeñas en
Inglaterra hasta 1816 y en los Estados Unidos hasta 1853. Véase Money, prices, p. 27.
114
Marc Bloch, Esquisse d’une histoire monétaire de l’Europe, París, Armand Colin,
1954, p. 50.
112
«La mayoría, si no la totalidad de los expertos consultados por los últimos Capetos [de
Francia] eran comerciantes, generalmente italianos, a la vez comerciantes a larga distancia y
prestamistas de dinero a los reyes y los notables; frecuentemente arrendadores de acuñación
de moneda y vendedores de metales preciosos.» Bloch, ibid., p. 52.
116
«En la mayor parte de los casos las acuñaciones no eran realizadas directamente por el
Estado, sino que eran arrendadas a particulares que acuñaban dinero a partir del metal que
otros particulares les suministraban. El interés que guiaba a estos arrendadores de la
acuñación de moneda era naturalmente el de la ganancia personal, no el de la utilidad pública.
En los casos en que un rey se encargaba de la acuñación por su cuenta, actuaba también más
a menudo como empresario privado que como cabeza de un Estado.» Cipolla, Money, prices,
p. 28.
11!
Marc Bloch cita el sorprendente ejemplo del siglo xv de la Chambre des Comptes
francesa que, «cuando calculaba las transferencias de una cuenta real a otra, en lugar de
inscribir simplemente la suma transferida en livres, sous y deniers, se tomaba mucho cuidado
en añadir un coeficiente pensado para compensar las modificaciones que entre tanto pudiera
haber habido en el valor en metálico de tales unidades. "Deuda de la cuenta precedente 416
livres 19 sous tournois de moneda débil [...] que en moneda fuerte [es decir, corriente] valen
319 livres 19 sous tournois".» Esquisse d’une histoire, p. 49.
58 Immanuel Wallerstein
esencial de una economía-mundo próspera.
Los motivos de la exploración aparecen no sólo en los productos que
Europa deseaba obtener, sino también en los requerimientos de trabajo de
varios grupos en Europa. Como nos recuerda H. V. Livermore, fueron los
cronistas ibéricos de aquellos tiempos y un poco posteriores los primeros en
señalar que «la idea de continuar la reconquista en el norte de Africa fue
sugerida por la necesidad de encontrar empleo útil para aquellos que habían
vivido a base de expediciones fronterizas durante un cuarto de siglo» 118.
Debemos recordar el problema clave de la declinación de los ingresos
señoriales en los siglos xiv y xv. M. M. Postan ha calificado de «gangsterismo»
el comportamiento consecuente de la nobleza inglesa, la utilización de una
violencia ilegal para recuperar un nivel de ingresos perdido. Fenómenos
similares se dieron en Suecia, Dinamarca y Alemania. Una de las formas de
esta violencia fue sin duda la expansión 119. El principio general que podría
invocarse es que si los nobles feudales obtenían menos renta de sus tierras
intentaran activamente conseguir más tierras de las que extraer rentas,
devolviendo así sus ingresos reales al nivel de las expectativas sociales. Si
entonces nos preguntamos por qué Portugal se expandió por ultramar y otras
naciones europeas no, una respuesta sencilla es que los nobles de otros países
tenían mejor suerte. Podían abordar expansiones más fáciles, más cercanas a
sus lugares de origen, utilizando caballos en lugar de barcos. Portugal, debido
a su geografía, no tuvo otra opción.
Sin duda la expansión ultramarina ha estado ligada tradicionalmente a los
intereses de los comerciantes, que podían obtener beneficios por la expansión
del comercio, y con los monarcas que buscaban conseguir a la vez gloria y
rentas para el trono. Pero bien podría haber sido que la motivación inicial de
las exploraciones ibéricas surgiera primariamente de los intereses de la
nobleza, en particular de los notorios «hijos menores», que carecían de tierras,
y que sólo una vez que empezaba a funcionar la red de comercio se animaban
los comerciantes más prudentes (a menudo menos lanzados que los nobles que
sufrían la amenaza del desclasamiento) "8. 120

118
H. V. Livermore, «Portuguese history», en H. V. Livermore, comp., Portugal and
Brazil, an introduction, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press (Clarendon), 1953, p. 59.
Vitorino Magalháes Godinho ve una relación directa entre el cese de la violenta lucha
social en Portugal (1383-1385) y la expedición a Ceuta en 1415. Véase L'économie de
l'empire portugais aux XV‘ et XVI‘ siécles, París, SEVPEN, 1969, p. 40.
119
«Los historiadores ven una conexión entre las grandes guerras de los siglos xiv y xv
(incluyendo el descenso francés a Italia) y el debilitamiento del nivel de ingresos de la
nobleza [...] ¿Acaso no pertenece el comienzo de los grandes movimientos de expansión en
el siglo xv (incluso en el xiv con la colonización de las islas atlánticas) al mismo grupo de
sucesos, y no fue provocado por idénticas causas? Podríamos considerar como paralelas la
expansión en la Europa del este y las intentonas de la nobleza danesa y germana de conquistar
Escandinavia.» Ma- rian Malowist, «Un essai d’histoire comparée: les mouvements d’expan-
sion en Europe au xv* et xvi' siécles», Armales ESC, xvn, 5, septiembre- octubre de 1962,
p. 924.
*" Véase Malowist: «Parece claro que en la primera fase de la expansión colonial
Preludio medieval 59
¿Fue acaso la sobrepoblación la causa de la expansión? Esta es una de esas
preguntas que complican la cuestión. Braudel nos dice que por supuesto había
sobrepoblación en el Mediterráneo occidental, y como prueba cita la repetida
expulsión de los judíos, y más tarde los moriscos, de diversos países 121. Pero
E. E. Rich nos asegura que, como motivo de la expansión de los siglos xv y
xvi, «el desbordamiento a causa de un exceso de población puede descartarse
[...] lo probable (porque no se puede decir otra cosa) es que la creciente
población fuera a las guerras o a las ciudades»122 123. Si, tal vez, pero ¿cómo
eran alimentados, y vestidos y alojados aquellos que iban a las ciudades (o a
las guerras)? Había sitio, físicamente hablando, para la población, incluso para
la creciente población en Europa. De hecho aquello era parte del problema que
originó la expansión. El espacio físico era un elemento en la fuerza del
campesinado frente a la nobleza, y por lo tanto un factor de la declinación de
las rentas señoriales, en la crisis del feudalismo. Las sociedades europeas
podían haber respondido de varias formas. Una de ellas era el definirse a sí
mismas (al menos implícitamente) como sobrepobladas, y por lo tanto
necesitadas de una base territorial mayor 12‘. De hecho, lo que la nobleza (y la
burguesía) necesitaban, y lo que conseguirían, era una fuerza de trabajo más

portuguesa [...] el elemento de la nobleza juega un papel dominante [...] Al seguir adelante
el proceso de desarrollo del imperio colonial portugués, la participación de los comerciantes
en el comercio ultramarino fue en aumento [...] Parece que el proceso de la colonización
española de América fue análogo.» Africana Bulletin, 1, pp. 32-34. De manera similar,
Chaunu, citando como autoridad a Godinho, distingue dos tipos de expansión portuguesa:
«una expansión que era fundamentalmente terrestre, realizada por lo tanto por la nobleza y
política en cuanto a su forma, representada por la captura de Ceuta y la extensión de la
Reconquista a Marruecos; y una expansión esencialmente mercantil, realizada por lo tanto
fundamentalmente por la burguesía, a lo largo de la costa de Africa.» L’expansion
européenne, p. 363. Chaunu añade, como lo había hecho Malowist, que se siente tentado a
extender esta explicación a la conquista española de América.
Luis Vitale está dispuesto a ir más lejos en la valoración del papel de la burguesía.
Argumenta: «Portugal, en 1381, fue testigo de la primera revolución burguesa, anterior en
cuatro siglos a la de Francia. La burguesía comercial de Lisboa, conectada a través del
comercio con Flan- des, alejó del poder a los señores feudales. El fracaso último de la
revolución mostró que las condiciones no estaban maduras para el triunfo de la burguesía,
pero su ascenso se vio reflejado en el comercio con el Atlántico norte, en los planes de
Enrique el Navegante, y sobre todo en los descubrimientos del siglo xv.» «Latin America:
feudal or capitalist?», en James Petras y Maurice Zeitlin, comps., Latin America: reform or
revolution?, Greenwich (Connecticut), Fawcett, 1968, p. 34.
121
«La religión era tanto el pretexto como la causa de estas persecuciones [...] Aún más
adelante, como señaló hace mucho tiempo Georges Pariset, [la ley de los números también
operaba] contra los protestantes franceses en la era de Luis XIV.» Braudel, La Méditerranée,
i, página 380.
Rich, Cambridge Economic History of Europe, iv, pp. 302-303.
,!1
Esta autodefinición tenía detrás, por supuesto, mucha historia en la península Ibérica.
Véase Charles Julián Bishko: «Aquellos ocho siglos de avance rápido o lento hacia el sur
contra los moros no fueron meramente una Ilíada de combate militar y político, sino, por
encima de todo, una repoblación medieval, o recolonización, de la península Ibérica.» «The
Castilian as plainsman: the medieval ranching frontier in.La Mancha and Extremadura», en
Archibald R. Lewis y Thomas F. McGann, comps., The New World looks at its history,
Austin, Univ. of Texas Press, 1969, p. 47.
60 Immanuel Wallerstein
tratable. El tamaño de la población no era el problema; lo eran las relaciones
sociales que gobernaban la interacción de las clases altas y bajas.
Finalmente, ¿puede explicarse la expansión por ultramar por medio del
«espíritu de cruzada», la necesidad de evangelizar? Una vez más la pregunta
oscurece el problema. Sin duda la cristiandad adoptó una forma
particularmente militante en la península Ibérica, donde las luchas nacionales
habían sido definidas en términos religiosos durante tanto tiempo. Sin duda
esta era una era de derrota cristiana por parte de los turcos y musulmanes en
el sudeste de Europa (hasta las mismísimas puertas de Viena). Y la expansión
atlántica bien podría haber reflejado una reacción psicológica a estos hechos,
«un fenómeno de compensación, una especie de fuga hacia delante», como
sugiere Chaunu 124 125. Sin duda las pasiones de la cristiandad explican muchas
de las decisiones particulares tomadas por los portugueses y los españoles, tal
vez en parte la intensidad del compromiso o el exceso de compromiso. Pero
parece más plausible considerar este entusiasmo religioso como una
racionalización, sin duda internalizada por muchos de los actores, y en
consecuencia como un factor de sostenimiento y fortalecimiento, y
económicamente distorsionador. Pero la historia ha visto la pasión convertirse
en cinismo con demasiada regularidad para que no se sospeche de las
invocaciones a tales creencias como factores primarios en la explicación de la
génesis y persistencia a largo plazo de acciones sociales a gran escala.
Todo lo que hemos dicho acerca de las motivaciones no responde de una
manera concluyente a la pregunta: ¿por qué los portugueses? Hemos hablado
de las necesidades materiales de Europa, de una crisis general en los ingresos
señoriales. Sin duda, hemos señalado el particular interés de Portugal en
resolver este problema por medio de la exploración atlántica. Pero esto no es
suficiente como para resultar convincente. Debemos por lo tanto apartarnos
de la cuestión de las motivaciones para abordar la de las capacidades. ¿Por
qué fue Portugal, de entre todas las naciones europeas, la más capaz de dar el
empujón inicial? Una respuesta obvia se puede hallar en cualquier mapa.
Portugal está en el Atlántico, justo al lado de Africa. En términos de la
colonización de las islas atlánticas y la exploración de la costa occidental de
Africa, era la que evidentemente estaba más cerca. Más aún, las corrientes
oceánicas son tales que era más fácil, especialmente dada la tecnología de

U1
Chaunu, Séville, vm (1), p. 60.
125
«No existe, en todo el Atlántico norte, un lugar más idealmente adecuado para la
navegación hacia las aguas cálidas que la línea costera que va desde el norte de Lisboa a
Gibraltar o posiblemente desde Lisboa al extremo norte de Marruecos. Solamente allí se
pueden encontrar alternativamente, un viento seguro para salir de la costa a alta mar, en pleno
corazón del océano, en el punto más bajo [racine] de los vientos alisios, en el momento del
solsticio de verano, y un viento para volver, el contraflujo de las latitudes medias, desde
otoño hasta principios de la primavera Ipetit printemps].» Pierre Chaunu, Séville, vm (1), p.
52. Un mapa útil aparece en Charles R. Boxer, The Portuguese seaborne empire, 1415-1825,
Nueva York, Knopf, 1969 pp. 54-55. Véase Braudel, Ci- vilisation matérielle et capitalisme,
pp. 310-312.
Preludio medieval 61
aquella época, partir de puertos portugueses (así como de los del sudoeste de
España) que de cualquier otro lugar 1B.
Por añadido, Portugal tenía ya mucha experiencia en el comercio a larga
distancia. En este campo, si bien Portugal no puede compararse a los
venecianos o a los genoveses, investigaciones recientes han demostrado que
su experiencia era significativa, y probablemente equivalente a la de las
ciudades del norte de Europa 126.
Un tercer factor fue la disponibilidad de capital. Los genoveses, los
grandes rivales de los venecianos, decidieron tempranamente invertir en las
empresas comerciales ibéricas, y favorecer sus esfuerzos de cara a la
expansión ultramarina127 128. A finales del siglo xv, los genoveses hubieran
preferido a los españoles antes que a los portugueses, pero esto obedece en
gran medida a que estos últimos podían para entonces permitirse el prescindir
de la tutela y el patrocinio genoveses, y de la disminución de sus ganancias.
Verlinden llama a Italia «la única nación realmente colonizadora de la Edad
Media» 12fi. En el siglo xn, cuando los genoveses y los pisanos aparecen por
vez primera en Cataluña 129 130 131 132 133 134 135, en el siglo xm cuando llegan por
primera vez a Portugal 12S, los italianos se esfuerzan por atraer a los pueblos
ibéricos al comercio internacional. Pero una vez allí, los italianos procederían

126
«Es incontestable que el prodigioso desarrollo colonial y comercial de los países
ibéricos en el amanecer de los tiempos modernos fue hecho posible en gran medida por un
crecimiento gradual en su comercio exterior durante los siglos finales de la Edad Media.»
Charles Verlinden, «Deux aspects de l’expansion commerciale du Portugal au moyen
áge». Revista Portuguesa de Historia, IV, 1949, p. 170. Véase también Charles Verlinden,
«The rise of Spanish trade in the Middle Ages», Economic History Review, x, 1, 1940, pp.
44-59. Un punto similar es señalado por Michel Mollat en «L’économie européenne aux
deux derniéres siécles du Moyen-Age», Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze
Stori- che, Florencia, G. B. Sansoni, 1955, ni, Storia del medioevo, p. 755.
Antonio H. de Oliveira Marques nos detalla la naturaleza del comercio portugués con
Flandes en los siglos xm y xiv en «Notas para a historia da feitoria portuguesa na Flandres
no sáculo xv», Studi in onore de Amihtore Fanfani, u, Medioevo, Milán, Dott. A. Giuffré
Ed., 1962, páginas 437-476. Señala que ya en 1308 había una «nación» portuguesa en Brujas
y que se transportaban los productos en barcos portugueses (véase p. 451). Véase Godinho,
L’économie portugaise, p. 37.
127
K. M. Pannikkar señala el deseo de Génova de apoderarse del comercio con la India
a partir del siglo xm. «Finalmente, a través de España y Portugal, los genoveses fueron
capaces de romper el monopolio veneciano y el bloqueo musulmán.» Asia and western
dominance, Londres, Alien and Unwin, 1953, pp. 26-27. Mientras que su narración de la
declinación de la dominación veneciana está sobresimplificada, como veremos en el capítulo
6, Pannikkar está en lo cierto al señalar este deseo largamente acariciado por Génova.
128
Charles Verlinden, «Italian influence in Iberian colonization», Híspame American
Historical Review, xxxin, 2, mayo de 1953, p. 199.
129
Ibid., p. 200.
I2!
Véase Virginia Rau, «A family of Italian merchants in Portugal in
the fifteenth century: the Lomellini», Studi in onore di Armando Sapori,
Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, i, p. 718.
Verlinden, Hispanic American Historical Review, p. 205. Véase tam
bién Charles Verlinden, «La colonie italienne de Lisbonne et le déve- loppement de
l’économie métropolitaine et coloniale portugaise», Studi
in onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, i, pá
62 Immanuel Wallerstein
a jugar un papel de iniciadores en los esfuerzos colonizadores ibéricos, dado
que, habiendo llegado tan temprano, «fueron capaces de conquistar posiciones
claves en la propia península Ibérica»136. Para 1317, según Virginia Rau, «la
ciudad y el puerto de Lisboa serían el gran centro del comercio geno-
vés...»137. Sin duda, a finales del siglo xxv y principios del xv los mercaderes
portugueses empezaban a quejarse acerca de la «injustificada intervención [de
los italianos] en el comercio minorista del reino, que amenazaba la posición
dominante de los mercaderes nacionales en aquella rama del comercio» * 138'.
La solución fue simple, y en cierta medida clásica. Los italianos fueron
absorbidos a través del matrimonio, y se convirtieron en aristócratas
terratenientes tanto en Portugal como en Ma- deira.
Hubo otro aspecto de la economía comercial que contribuyó al
aventurerismo portugués, comparado con Francia o Inglaterra, por ejemplo.
Irónicamente, fue el hecho de que fuera la menos absorbida en la zona que
acabaría siendo la economía- mundo europea, estando más bien ligada en un
grado significativo a la zona islámica mediterránea. Como consecuencia, su
economía estaba relativamente más monetarizada, y su población
relativamente más urbanizada 139.

ginas 615-28.
137
Rau, Studi in onore di Armando Sapori, p. 718.
138
Ibid., p. 719. El subrayado es mío.
139
«La creación del mercado interior [en Portugal] llegó a su culminación y sintió las
primeras brutales limitaciones en el siglo xiv. Probablemente por pertenecer a la rica zona
islámica Portugal había mantenido el intercambio a un nivel relativamente alto de actividad,
mayor que el de la Europa occidental, con un predominio de los pagos monetarios [...] Fue
así como el campesinado, desarraigado, en rebelión contra la creciente violencia de la
explotación señorial, arruinado por la caída del poder adquisitivo de la moneda, atraído por
las grandes ciudades de la costa, contribuyó al enriquecimiento de estas ciudades mercantiles
y a la extensión del comercio.» J.-G. da Silva, «L’autocon- sommation au Portugal (xiv'-xx'
siécles)», Annales ESC, xxiv, 2, marzo- abril de 1969, p. 252. El subrayado es mío.
63 Immanuel Wállerstein
No obstante no sólo la geografía y el poder mercantil justifican la ventaja
de Portugal. Interviene también la fuerza de su aparato de Estado. En este
aspecto Portugal era, durante el siglo xv, muy diferente de otros Estados
europeos occidentales. Conoció la paz mientras los demás conocían la guerra
interna 133. La estabilidad del Estado fue importante, no sólo porque creó un
clima en el que los empresarios pudieran florecer y porque animó a la nobleza
a buscar salidas para sus energías fuera de la guerra interna o intereuropea. La
estabilidad del Estado resultó también crucial porque el propio Estado era en
muchos aspectos el principal empresario134. Si el Estado era estable podía
dedicar sus energías a aventuras comerciales rentables. Para Portugal, como
hemos visto, la lógica de su geohistoria planteaba la expansión atlántica como
la aventura comercial más sensata para el Estado.
¿Por qué Portugal? Porque sólo ella de entre los Estados europeos
maximizaba la voluntad y la posibilidad. Europa necesitaba una base territorial
mayor sobre la que apoyar la expansión de su economía, que pudiera
compensar la crítica declinación de las rentas señoriales y que pudiera cortar
por lo sano la naciente y potencialmente muy violenta guerra de clases que
implicaba la crisis del feudalismo. Europa necesitaba muchas cosas: oro y
plata, materias primas, proteínas, medios para conservar las proteínas,
alimentos, madera, materiales para procesar los textiles. Y necesitaba una
fuerza de trabajo más tratable.
Pero «Europa» no debe ser reificada. No existía ninguna agencia central
que actuara en términos de estos objetivos a 140 141 largo plazo. Las verdaderas
decisiones eran tomadas por grupos de hombres que actuaban en términos de
sus intereses inmediatos. En el caso de Portugal, parecía haber ventajas en el
«negocio de los descubrimientos» para muchos grupos: para el Estado, para la
nobleza, para la burguesía comercial (indígena y foránea), incluso para el
semiproletariado de las ciudades.
Para el Estado, un Estado pequeño, la ventaja era obvia. La expansión era
la ruta más probable para lograr la expansión de las rentas y la acumulación
de gloria. Y el Estado portugués, prácticamente el único entre los Estados de
la Europa de aquellos tiempos, no se veía distraído por conflictos internos.

,3!
«Un importante factor que contribuyó [a que Portugal fuera en cabeza] fue que durante
la totalidad del siglo xv Portugal fue un reino unido, virtualmente libre de luchas civiles;
mientras que Francia estaba absorbida por las etapas finales de la guerra de los Cien Años —
1415 fue la fecha de la batalla de Agincourt y la de la captura de Ceuta [por los
portugueses]— y por su rivalidad con Borgoña; Inglaterra por su lucha contra Francia y por
la guerra de las Rosas; y España e Italia por convulsiones dinásticas y otras de carácter
interno.» C. R. Boxer, Four centuries of Portuguese expansión, 1415-1825, Johannesburgo,
Witswa- tersrand Univ. Press, 1961, p. 6.
141
«Bajo el feudalismo un Estado era en cierto sentido propiedad privada de un príncipe,
en el mismo sentido en que el feudo era propiedad privada de un vasallo [...] Los príncipes
y los vasallos extendían la jurisdicción de sus tribunales, el cultivo de sus campos y las
conquistas de sus ejércitos como empresas que buscaban un beneficio. Más adelante, gran
parte del espíritu y de las formas legales del feudalismo fueron aplicadas a la expansión
oceánica.» Frederic C. Lañe, «Forcé and enterprise in the creation of oceanic commerce», en
Ventee in history, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, pp. 401-402.
64 Immanuel Wallerstein
Había logrado una estabilidad política moderada, al menos un siglo antes que
España, Francia e Inglaterra.
Fue precisamente esta estabilidad lo que proporcionó un impulso para la
nobleza. Frente a la misma reducción financiera que los nobles europeos de
otros lugares, se vieron privados del potencial anestésico y financiero (en caso
de victoria) de las guerras internas. Tampoco podían esperar recuperar su
posición financiera por medio de la colonización interna. Portugal carecía del
territorio necesario. De modo que miraban con simpatía el concepto de
expansión oceánica, y ofrecieron a sus «hijos menores» para dar el necesario
encabezamiento a las expediciones.
Los intereses de la burguesía, por una vez, no entraban en conflicto con
los de la nobleza. Preparados para el capitalismo moderno por un largo
aprendizaje en el comercio a larga distancia y por la experiencia de vivir en
una de las áreas más marcadamente monetizadas de Europa (debido a su
implicación económica con el mundo islámico mediterráneo) la burguesía
también buscaba escapar a los confines del pequeño mercado portugués. En la
medida en que les faltaba el capital lo encontraron disponible en los genoveses,
que, por motivos propios relacionados con su rivalidad con Venecia, estaban
dispuestos a financiar a los portugueses. Y el conflicto potencial entre la
burguesía indígena y la foránea se vio enmudecido por el deseo de los
genoveses de incorporarse a la cultura portuguesa con el tiempo.
Finalmente, la exploración y las consiguientes corrientes de comercio
proporcionaron puestos de trabajo para el semiproletariado urbano, gran parte
del cual había huido a las ciudades debido al aumento de la explotación
consiguiente a la crisis señorial. Una vez más, una posibilidad de desorden
interno se vio minimizada por la expansión externa.
Y por si estas coyunturas de voluntad y posibilidad no fueran suficientes,
Portugal tenía la bendición de estar en la mejor localización geográfica posible
para la empresa, la mejor posible tanto porque se proyecta en el Atlántico y
hacia el sur como por la convergencia de corrientes oceánicas favorables. Así,
no resulta sorprendente, visto desde ahora, que Portugal se lanzara a la
aventura.
Existe un último asunto que debemos confrontar antes de llegar a la parte
fundamental del libro. Hasta aquí nos hemos concentrado en explicar qué fue
lo que llevó a Europa al borde de crear una economía-mundo capitalista. Dado
que haremos hincapié en señalar cómo el capitalismo sólo es posible en el
marco de una economía-mundo, y no en el seno de un imperio- mundo,
debemos explorar sucintamente las razones de que esto sea así. La
comparación más adecuada es la de Europa y China, que tenían
aproximadamente la misma población total entre los siglos xm y xvi 142. Como
afirma elegantemente Pierre Chaunu:

142
Véase Fernand Braudel, Civilisation matérielle et capitalisme, p. 24.
Preludio medieval 65
Que Cristóbal Colón y Vasco de Gama [...] no fueran chinos [...] es algo que
merece [...] unos momentos de reflexión. Después de todo, a finales del siglo
xv, en la medida en que ia literatura histórica nos permite comprenderlo, el
Oriente Lejano como entidad comparable al Mediterráneo [...] no resulta bajo
ningún aspecto inferior, al menos superficialmente, al occidente lejano del
continente euroasiá- tico 143.
¿Bajo ningún aspecto inferior? Esto requiere la comparación tradicional de
tecnologías, y en esto los investigadores discrepan. Para Lynn White, jr.,
Europa se expandió en el siglo xvi porque había superado al resto del mundo
en tecnología agrícola en una fecha tan temprana como el siglo ix d.C.:

Entre la primera mitad del siglo vi y finales del siglo ix, Europa del norte creó
o recibió una serie de inventos que rápidamente se aglutinaron en un sistema
de agricultura totalmente nuevo. En términos del trabajo de un campesino, este
sistema era con mucho el más productivo que el mundo había visto. [White se
refiere al arado de desfonde, el sistema de triple rotación de los campos, los
campos abiertos para el ganado, la moderna guarnición y la herradura] [...] Al
irse perfeccionando y difundiendo los diversos elementos de este nuevo
sistema, hubo más comida disponible, y la población creció [...] la nueva
productividad de cada campesino del norte permitió a un número cada vez
mayor de ellos abandonar el campo en beneficio de las ciudades, la industria
y el comercio144 145.
White plantea también que la Europa del norte se adelantó en tecnología
militar en el siglo vm y en producción industrial en el siglo xi. Si uno se
pregunta por qué, White lo atribuye al profundo trastorno producido por las
invasiones bárbaras, ante las cuales se supone que el Occidente tuvo una
reacción creativa toynbeeana 13S.
Otros estudiosos, no obstante, difieren en esta afirmación factual.
Tomemos por ejemplo la tecnología militar. Según Cario Cipolla:

Resulta probable que las armas de fuego chinas fueran al menos igual de
buenas que las occidentales, si no mejores, hasta principios del siglo xv. No
obstante, en el transcurso del siglo xv la tecnología europea se desarrolló
notablemente [...] La artillería europea era incomparablemente más poderosa
que cualquier tipo de cañón que jamás fuera fabricado en Asia, y no resulta
difícil encontrar en los textos [del siglo xvi] ecos de la mezcla de terror y

143
Chaunu, Séville, vm (1), p. 50.
144
Lynn White, jr., «What accelerated technological progress in the western Middle
Ages?», en A. C. Crombie, comp., Scientific change, Nueva York, Basic Books, 1963, p. 227.
131
«El factor fundamental que favorece las innovaciones en una comunidad son las
innovaciones previas. Aplicando esta hipótesis a la Edad Media como un todo, parecería que
en alguna medida la mayor originalidad de Occidente estuviera relacionada con el hecho de
que la cristiandad latina se vio mucho más profundamente sacudida que jamás lo fuera
Oriente [Bizancio y el Islam] por sucesivas oleadas de invasores bárbaros, que se extienden
con interrupciones, desde el siglo m hasta el x [...] Occidente [...] era una sociedad fluida,
lista para adoptar nuevos moldes. Resultaba singularmente abierta a los cambios, y favorable
a ellos» (ibid., p. 282).
66 Immanuel Wallerstein
sorpresa provocada por la aparición de la artillería europea 146 147.
De forma similar, Joseph Needham, que está todavía embarcado en su
monumental relato de la historia de la tecnología y la ciencia chinas, fecha el
momento del adelanto tecnológico e industrial de Europa sobre China nada
menos que en el año 1450 d.C. 14°. ¿Qué es lo que justifica el salto europeo
hacia adelante? No una sola cosa, dice Needham, sino «un todo orgánico, un
verdadero conjunto de cambios».
El hecho es que en el desarrollo espontáneo autóctono de la sociedad china no
se produjo ningún cambio drástico paralelo al Renacimiento y a la «revolución
científica» en Occidente. Frecuentemente me gusta trazar a grandes rasgos la
evolución china como representada por una curva creciente a un ritmo
relativamente lento, situada a un nivel mucho más elevado que Europa entre,
digamos, los siglos II y xv d. C. Pero entonces, después de que hubiera
empezado el renacimiento científico en Occidente con la revolución de
Galileo, con lo que se podría llamar el descubrimiento de la técnica básica de
los propios descubrimientos científicos, entonces, la curva de la ciencia y la
tecnología en Europa empieza a crecer de forma violenta, casi exponencial,
sobrepasando el nivel de las sociedades asiáticas. [...] Esta violenta alteración
está empezando ya a corregirse 148.
Algunos investigadores insisten en el papel crucial del desarrollo del timón
en el siglo xv en Europa 149. Pero Needham plantea la existencia del timón en
China desde más o menos el siglo i d.C., una invención probablemente
difundida de China a Europa en el siglo xn d.C.150 151 152.
Si es correcta la narración de Needham acerca de la competencia y
superioridad tecnológica chinas sobre Occidente hasta que este último dio su
repentino salto hacia adelante, entonces es aún más sorprendente que la
exploración ultramarina china y portuguesa empezaran prácticamente de
manera simultánea, pero que al cabo de sólo veintiocho años los chinos
retrocedieran encerrándose en una especie de concha continental,

146
Cario Cipolla, Guns and sails in the early phase of European expansión, 1400-1700,
Londres, Collins, 1965, pp. 106-107.
147
Véase Joseph Needham, «Commentary» a Lynn White, jr., «What accelerated
technological changó in western Middle Ages?», en A. C. Crombie, comp., Scientific change,
Nueva York, Basic Books, 1963, página 32.
148
Joseph Needham, «Poverties and triumphs of Chínese scientific tradition», en
Crombie, comp., Scientific change, Nueva York, Basic Books, 1963, p. 139. El subrayado es
mío.
149
Véase Boies Penrose, Travel and discovery in the Renaissance,
1420-1620, Cambridge (Massachusetts), Harvard Univ. Press, 1952, pági
ñas 269-270.
152
Véase Joseph Needham, «The Chínese contribution to vessel control», Scientía, xcvi,
99, mayo de 1961, pp. 165-167. Cuando Needham presentó su texto en el V Coloquio
Internacional de Historia Marítima, W. G. L. Randles le preguntó específicamente acerca de
la posibilidad de una invención independiente. Needham respondió afirmando sus dudas,
aunque, como dijo, existe una dificultad intrínseca para demostrar una respuesta negativa.
Véase «Discussion de la communication de M. Needham», en Joseph Needham, «Les
contributions chinoises á l’art de gouverner les navires», V‘ Colloque Internationale
d'Histoire Maritime (Lisboa, 1960), París, 1966, pp. 129-131.
Preludio medieval 67
abandonando todo posterior intento. Y tampoco por falta de éxito. Los siete
viajes del almirante eunuco Cheng Ho entre 1405 y 1433 fueron un gran éxito.
Recorrió todo el océano Indico desde Java hasta Ceilán y el Africa oriental en
sus siete viajes, trayendo de vuelta tributos y productos exóticos a la corte
China, que los apreció sobremanera. Los viajes cesaron al morir Cheng
Ho en 1434. Más aún, cuando en 1479 Wang Chin, también eunuco, interesado
en enviar una expedición militar a Annam, solicitó consultar los archivos para
estudiar los papeles de Ho sobre Annam, le fue negado el acceso. Los
documentos fueron suprimidos, como si se pretendiera borrar la misma
memoria de Cheng Ho 144.
Los orígenes de las expediciones y las causas de su suspensión son
igualmente poco claros. Parece ser que contaban con la continua oposición de
la burocracia oficial de los mandarines confucianos 145. La cuestión es por qué.
Por el contrario, parecen haber sido apoyadas por el emperador. ¿Cómo si no
podrían haber sido llevadas a cabo? T'ien-Tsé Chang encuentra más pruebas
en el hecho de que, a principios del siglo xv la función de la Oficina de Juncos
de Comercio, una institución del Estado desde el siglo vm d.C., pasara de la
recaudación de derechos de aduana (que se convirtió en una función
provincial) a la de transmitir los tributos, que sin duda serían de considerable
importancia en la era de Cheng Ho. Chang se pregunta acerca de la
descentralización aduanera, que presumiblemente permitiría reducir barreras
en algunas regiones: ¿No se propondría el emperador «favorecer el comercio
exterior, cuya importancia para China era demasiado evidente?» 14í.
Demasiado evidente, y no obstante, el intento cesó pronto. ¿Por qué? Para
William Willetts, esto está relacionado con la 153 154 155
Weltanschauung de los chinos. Les faltaba, argumenta, una especie de misión
colonizadora debido precisamente a que, en su arrogancia, eran ya la totalidad

153
Véase William Willetts, «The maritime adventures of the great eu- nuch Ho», en Colin
Jack-Hinton, comp., Papers on early south-east Asían history, Singapur, Journal of South
East Asian History, 1964, p. 38.
154
«Aproximadamente en 1405, el almirante eunuco Cheng Ho partió con una flota de
63 juncos de navegación de altura, que visitaron muchas partes de los mares del sur [...]
Durante los siguientes treinta años se llevaron a cabo siete de tales expediciones, regresando
todas ellas con abundante información geográfica y sobre rutas marítimas, así como con
grandes cantidades de los productos de las islas y de la India [...] Las razones de tales
expediciones son desconocidas; podrían haber pretendido compensar el comercio exterior
que se había ido agostando por las rutas terrestres, o incrementar la grandeza de la corte
imperial, o incluso, como decían los anales oficiales, buscar al predecesor y sobrino del
emperador (que, de hecho, había desaparecido de la vida pública como monje budista, y fue
encontrado muchos años después durante un régimen posterior). En cualquier caso, acabaron
tan súbitamente como empezaron, una vez más por razones que hoy resultan oscuras. Tanto
si el asunto incluía alguna lucha entre los eunucos y los burócratas confucianos, como si no,
el resultado fue que el comercio del océano Indico quedó en poder de los árabes y los
portuguesas.» Joseph Needham Science and civilization in China, i, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1954, pp. 143-144.
144
T'ien-Tsé Chang, Sino-Portuguese trade from 1514 to 1644, Leiden, Brill, 1934, p.
30.
68 Immanuel Wallerstein
del mundo 156. Además, Willetts ve dos explicaciones inmediatas para la
suspensión de la exploración: el «odio patológico que sentían los funcionarios
confu- cianos contra los eunucos» 157 y el «agotamiento de los fondos del
tesoro ocasionado por el equipamiento de las misiones ultramarinas» 158. Esta
última razón resulta un tanto extraña, dado que ese desgaste se vería
presumiblemente compensado por los ingresos que podrían haber generado las
empresas coloniales. Al menos eso fue lo que aparentemente sucedió con los
tesoros europeos en aquella misma época.
Existen otras explicaciones que razonan en términos de focos alternativos
de atención política que desviarían el interés original en la exploración del
océano Indico. Por ejemplo, G. F. Hud- son plantea que el desplazamiento
hacia el norte de la capital, de Nanking a Pekín, en 1421, a consecuencia de la
creciente amenaza de los bárbaros nómadas mongoles, podría haber
desplazado la atención imperial 159°. Boxer considera la distracción procedente
de la amenaza desde el este por parte de los wako o bandas de piratas japoneses
que se dedicaban al pillaje en las costas de China 160. M. A. P. Meilink-

156
«Se puede plantear la cuestión de cuáles fueron los resultados de estas asombrosas
expediciones, en las cuales se utilizaron cientos de juncos de navegación de altura y varias
decenas de miles de hombres. Una respuesta corta sería que absolutamente ninguno. Los
chinos Ming no eran constructores de imperios. Sus eruditos políticos no tenían concepción
alguna de los horrores de la realpolitik inseparable de un régimen colonial. No tenían ningún
sentimiento de tener una misión que cumplir, ni ideas de Sturm und Drang. Teóricamente el
Hijo del Cielo gobernaba el mundo entero, t’ien lisia, "todo bajo el cielo", y sus enviados
consideraban suficiente el mostrarse ante los bárbaros vulgares de los márgenes de! mundo
civilizado para dar entrada a un milenio activado por la serena presencia del Hijo del Cielo
en su trono.» Willetts, Paper s on early soüth-east Asían history, pp. 30-31.
,4
* Ibid., p. 37.
115
Ibid., p. 38.
159
Véase G. F. Hudson, Europe and China, Londres, Arnold, 1931, página 197. ¿Podría
acaso haber sido también el resultado de un trasvase de población hacia el norte? «Este
análisis regional muestra que la pérdida de población por parte del sur de China [durante la
dinastía Ming] (12 millones, excluyendo Nanking) se vio casi exactamente equilibrada por
el aumento en el norte de China (9 millones) y el oeste y sudoeste (3 millones).» Otto B. van
der Sprenkel, «Population statistics of Ming China», Bulletin of the SOAS, xv, parte 2, 1953,
p. 306.
160
«El trabajo de fortificar la costa entre los ríos Yangtsé y de la Perla fue comparado
por los historiadores chinos de la época con la construcción de la Gran Muralla contra los
invasores tártaros procedentes del norte. Esto era obviamente una exageración, pero la
necesidad de mantener costosas defensas costeras para oponerse a estas incursiones crónicas
constituyó sin duda una severa tensión en la tesorería de los Ming, y puede [...] haber
contribuido al abandono de las grandes expediciones marítimas chinas al océano Indico» (p.
126). C. R. Boxer, The Christian century in Japan, Berkeley, Univ. of California Press, 1967,
página 7.
George Sansom, observando este fenómeno desde el punto de vista de los japoneses, ve
un sugestivo paralelo en Europa. «No hay duda de que tanto China como Corea sufrieron las
depredaciones de los wako [...] La culpa era en parte de los chinos, ya que estaban en contra
del comercio extranjero, mientras que las autoridades japonesas hubieran acogido con alegría
un comercio legítimo. Pero estas eran también las razones por las que el Bakufu [autoridades
centrales japonesas] sentía renuencia a adoptar medidas extremas con el fin de suprimir la
piratería. No estaba totalmente convencido de las pacíficas intenciones de los chinos, y
probablemente consideraba a los jefes piratas como la reina Isabel consideraba a sir Francis
Preludio medieval 69
Roelofsz sugiere que la

Drake, como a un saqueador o un capitán de navio según las circunstancias. Más aún, la
acción contra los piratas dependía del control del Bakufu sobre los señores guerreros del
oeste, y antes del año 1400 Yoshimitsu no estaba aún firmemente asentado en el poder.» A
history, of Japan, vol. ll, 1334-1615, Stanford (California), Stanford Univ. Press, 1961, pp.
177-178.
Preludio medieval 70
retirada podría haber sido favorecida por el empuje de la expulsión a
manos de los comerciantes musulmanes del océano Indico 161.
Incluso aunque todo esto fuera cierto, no parece suficiente. ¿Por qué no
existió una motivación interna que tratara estas dificultades externas como
problemas en vez de como obstáculos definitivos? ¿Acaso, como han sugerido
algunos escritores, China simplemente no quería expandirse? 162. Pierre
Chaunu nos da una pista cuando sugiere que una de las cosas que faltaban en
China eran «grupos con voluntades convergentes» de expansión 163. Esto es
más significativo, ya que recordamos que en Portugal lo que llama la atención
son los intereses paralelos en la exploración y expansión ultramarinas que
presentan grupos sociales diversos. Repasemos por lo tanto en qué forma
diferían el mundo europeo y el chino.
En primer lugar existe una diferencia significativa en la agronomía.
Discutimos la importancia del consumo de carne en
Europa, importancia que se incrementó con la «crisis» del siglo xiv. Mientras
que el consumo de carne para la masa de la población declinaría más tarde del
siglo xvi al xix, esto no supuso necesariamente una declinación del uso de la
tierra para ganado en lugar de para grano. Al aumentar el tamaño absoluto de
las clases altas en Europa, a partir del siglo xvi, debido al dramático
crecimiento de la población, se podría haber utilizado la misma área de tierra
para carne. Esto no estaría en contradicción con una disminución relativa del
consumo de carne por las clases bajas, que obtendrían su grano por medio de
la importación desde las áreas periféricas, así como a través de un cultivo más
intensivo en Europa occidental, como resultado de los adelantos tecnológicos.
Por contraste, China buscaba una base agrícola más fuerte desarrollando la
producción de arroz en el sudeste del país. El acentuamiento del ganado en
Europa llevó al uso extensivo de la fuerza muscular de los animales como
motor de la producción. El arroz es mucho más rico en calorías por unidad de
superficie, pero exige mucha más fuerza de trabajo.
Así, señala Chaunu, la utilización por parte de los europeos de la fuerza
animal significa que «el europeo poseía en el siglo xv un motor cinco veces
aproximadamente más poderoso que el poseído por los chinos, el segundo
pueblo más favorecido del mundo en la época de los descubrimientos» ,55.
Pero incluso más importante para nuestro problema que este adelanto
tecnológico es la implicación de esta relación distinta del hombre con la tierra.

161
«[Uno] se ve sorprendido por el importante papel desempeñado por los chinos en el
archipiélago [indonesio] en el siglo xiv [...] Al ir pasando la hegemonía del comercio en este
océano a manos de los musulmanes, los barcos chinos comenzaron a desaparecer.
Probablemente exista alguna conexión.» M. A. Meilink-Roelofsz, Asían trade and Euro-
pean influence in the Indonesian archipelago between 1500 and about 1630, La Haya,
Nijhoff, 1962, pp. 25, 74.
162
Véase R. Servoise, «Les relations entre la Chine et l'Afrique ai’ xv' siécle», Le mois
en Afrique, 6, junio de 1966, pp. 30-45.
163
Chaunu, Vexpansión européenne, p. 335.
Preludio medieval 71
Como plantea Chaunu:

El europeo desperdicia espacio. Incluso en los momentos bajos,


demográficamente hablando, de principios del siglo xv, a Europa le faltaba
espacio [...] Pero si a Europa le faltaba espacio, a China le faltaban hombres.
El «despegue» occidental tiene lugar aparentemente en la misma fecha (de
los siglos xi al xm) que el «despegue» chino en la producción de arroz, pero es
infinitamente más revolucionario, en la medida en que condena a la gran área
mediterránea a la conquista de la Tierra [...]
En todos ios aspectos, el problema chino en el siglo xv no es tanto una
escasez de medios como de motivaciones. La motivación principal sigue
siendo la necesidad, a menudo subconsciente, de espacio 164 165.
Aquí, al menos, tenemos una explicación plausible de por qué China no
querría expandirse por ultramar. China había estado expandiéndose de hecho,
pero internamente, extendiendo su producción de arroz en el interior de sus
fronteras. Las «Amé- ricas internas» de Europa en el siglo xv fueron
rápidamente agotadas, dada una agronomía que dependía de un mayor espacio.
Ni los hombres ni las sociedades abordan empresas dificultosas gratuitamente.
La exploración y la colonización son empresas dificultosas.
Una última consideración podría ser que, por alguna razón, el siglo xv
supuso para China lo que Van der Sprenkel llama «una contracolonización»,
un desplazamiento de la población al exterior de las áreas productoras de
arroz166. Aunque esto podría haber aliviado la «sobrepoblación», término que
es siempre relativo a su definición social, podría haber debilitado el potencial
de industrialización chino, sin las ventajas compensadoras de un imperio
colonial. Así, es posible que el «despegue» se hundiera.
Existe una segunda gran diferencia entre Europa y China. En esta época
China es un vasto imperio, al igual que el mundo turco-musulmán. Europa no
lo es. Es una economía-mundo naciente, compuesta de pequeños imperios,
naciones-Estado y ciu- dades-Estado. Existen muchos motivos por los cuales
esta diferencia fue importante.
Empecemos con los argumentos de Weber acerca de las implicaciones de
las dos formas de desintegración de u.i imperio: la feudalización, como en
Europa occidental y la preben- dalización, como en China167. Argumenta que

164
Ibid., p. 336.
165
Ibid„ pp. 338-339.
166
«El período Ming, una- vez que el poder de los mongoles fue quebrado, parece haber
sido testigo de una fuerte reacción contra estas condiciones compresivas por parte del
sobrepoblado sur.» Van der Sprenkel, Bulletin of the SOAS, xv, p. 308. Obsérvese que Van
der Sprenkel, en contraste con Hudson, ofrece la disminución de la amenaza de los mongoles
como explicación del desplazamiento hacia el norte.
167
En su comentario al libro de Max Weber. The religión of China (Nueva York, Free
Press, 1951), Hans Gerth escribe: «Prebenda: derecho de un funcionario a beneficiarse de las
tierras del Estado o la Iglesia o de otro ingreso público.» Weber califica a tales funcionarios
de «prebendados». Un sistema sociopolítico basado en una nómina de prebéndanos es lo que
Weber llama «prebendalismo» (p. 305. Eric Wolf discute las diferencias entre un dominio
patrimonial (o «feudal») y un dominio prebendal desde la perspectiva de su significado para
72 Immanuel Wallerstein
es más fácil que surja un Estado centralizado a partir de un sistema feudal que
de uno prebendal. El planteamiento de Weber es el siguiente:
El señorío occidental, como el indio oriental, se desarrolló por la
desintegración de la autoridad central del poder del Estado patrimonial: la
desintegración del imperio carolingio en Occidente, la desintegración de los
Califas y los Majarajás o Grandes Mogoles en la India. En el imperio
carolingio, no obstante, el nuevo estrato se desarrolló sobre la base de una
economía de subsistencia rural. [Por tanto, presumiblemente estaba a un nivel
de desarrollo económico menor que sus contrapartidas orientales.] Por medio
de un juramento de vasallaje, que quedó estructurado tras la guerra siguiente,
el estrato de los señores se unía al rey y se interponía entre los hombres libres
y el rey. También existían en la India relaciones feudales, pero no fueron
decisivas para la formación de una nobleza ni para la de señores terratenientes.
En la India, como en general en el Oriente, se desarrolló un señorío
característico más bien a partir del arrendamiento de impuestos
[presumiblemente debido a que el poder central era aún suficientemente fuerte
para insistir en los impuestos, y la economía suficientemente desarrollada y
con una circulación monetaria suficiente para suministrar el excedente básico
para la imposición; en comparación con el presumiblemente menos
desarrollado Occidente de principios de la Edad Media] y de las prebendas
militares e impositivas de un Estado mucho más burocrático. El señorío
oriental siguió siendo, por tanto, en esencia una «prebenda», y no se convirtió
en un «feudo»; ni tampoco se dio una feudalización, sino una prebendalización
del Estado patrimonial. Aunque no desarrollado, el paralelo occidental
comparable no es el feudo medieval, sino la compra de cargos y prebendas
durante el seicento papal o durante los días de la noblesse de robe francesa...
[También] es importante un factor puramente militar para la explicación del
diferente desarrollo de Oriente y Occidente. En Europa el hombre a caballo era
técnicamente una fuerza fundamental del feudalismo. En la India, a pesar de
su número, los hombres a caballo eran relativamente menos importantes y
eficientes que los soldados de a pie, que tenían un papel fundamental en los
ejércitos desde Alejandro a los mogoles 168.
La lógica del argumento de Weber es algo parecido a esto: un factor técnico
(la importancia de los hombres a caballo) conduce al fortalecimiento del
estrato intermedio de guerreros frente al centro del imperio durante el proceso
de desintegración de éste. De aquí que la nueva fuerza social que emerge sea
el feudalismo más bien que un Estado de prebendas. (Pero, ¿es esto una causa
o una consecuencia? En Weber no queda claro.) A corto plazo, la feudalización
es evidentemente mejor desde el punto de vista de los señores terratenientes,
ya que les da más poder (¿y mayores ingresos?). A largo plazo, no obstante,
una clase prebendal controladora de la tierra puede resistir mejor el
crecimiento de una monarquía realmente centralizada que una clase feudal
terrateniente, debido a que el sistema de valores feudal puede ser utilizado por
el rey, en la medida en que puede convertirse a sí mismo en vértice de un único
sistema jerárquico de relaciones feudales (los Capetos tardaron varios siglos
en conseguirlo), para construir un sistema de lealtad a él, que, una vez

el campesino, en Peasants, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), Prentice-Hall, 1966, pp. 50-52.
168
Weber, Religión of India, pp. 70-71.
Preludio medieval 73
construido, puede prescindir simplemente del elemento personal y
transformarse en lealtad a una nación cuya encarnación es el rey. El
prebendalismo, siendo un sistema realmente mucho más contractual que el
feudalismo, no puede ser burlado por tales lazos místicos. (En cuyo caso,
incidentalmente y de pasada, podríamos ver el creciente prebendalismo de la
Francia del siglo XVXII como regresivo, y la revolución francesa como un
intento de compensar la regresión.)
Joseph Levenson, en un libro dedicado a esta cuestión (¿por qué no
China?), nos ofrece una respuesta no demasiado distinta a la de Weber:

Ideal y lógicamente, el feudalismo como «tipo ideal» sociológico es totalmente opuesto al


capitalismo. Pero histórica y cronológicamente lo estimuló. La misma ausencia de
restricciones feudales en China planteó un mayor obstáculo en el camino de la expansión del
capitalismo (y de la expansión mundial capitalista) que su presencia en Europa. Pues la
sociedad burocrática no feudal de China, una sociedad persistente, que se autorrecargaba en
la misma medida en la que era idealmente más favorable que la sociedad feudal a formas
elementales capitalistas, acomodó y recubrió el capitalismo en su embrión, arruinando su
potencial revolucionario. ¿Resulta entonces sorprendente que, incluso en Portugal, una de las
más pequeñas de las potencias capitalistas, a fin de cuentas, un proceso social en gran medida
el inverso al de China dejara libre la fuerza de expansión en vez de constreñirla? En Portugal,
y en Europa occidental en general, hubo un proceso de superación protocapitalista del
feudalismo, y de erosión del mismo. Y éste fue un proceso muy diferente de la persistencia
en China de una sociedad no feudal y burocrática, un obstáculo para el feudalismo, y también
para el capitalismo l6°.

Aquí nos encontramos con un planteamiento que veremos a menudo: la


receptividad inicial de un sistema a las nuevas formas no lleva a un cambio
continuo y gradual, sino más bien a la asfixia del cambio, mientras que la
resistencia inicial lleva a menudo a un posterior adelanto.
La feudalización trajo consigo el desmantelamiento de la estructura
imperial, mientras que la prebendalización la mantuvo. El poder y los ingresos
se distribuían en uno de los casos a terratenientes cada vez más autónomos,
enraizados en un área y ligados a un campesinado dado, y en el otro a un estrato
con las dimensiones del imperio, no ligado deliberadamente al área local,
semiuniversal en su recluta pero en consecuencia 169 dependiente del favor del
centro. Fortalecer el centro de un imperio era una labor colosal, una labor sólo
abordada en el siglo xx bajo el partido comunista en China. Crear unidades
centralizadas efi áreas menores era imposible en tanto que el centro
mantuviera alguna coherencia, lo que hizo bajo la dinastía Ming y bajo su
sucesora la dinastía Manchó; mientras que la creación de unidades
centralizadas en un sistema feudal era, como sabemos, factible si bien difícil.
Weber explicó a grandes rasgos las razones con bastante claridad:

Un resultado general del patrimonialismo oriental, con sus prebendas pecuniarias, fue que,
típicamente, sólo una conquista militar o revoluciones religiosas podían deshacer la firme

Joseph R. Levenson, comp., European expansión and the counter- expansion of Asia,
1300-1600, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), Prentice- Hall, 1967, pp. 131-132.
74 Immanuel Wallerstein
estructura de los intereses prebéndanos, creando así nuevas distribuciones de poder y a su vez
nuevas condiciones económicas. Sin embargo, cualquier intento de innovación interna
naufragaba por culpa de los obstáculos previamente mencionados. Como hemos señalado, la
Europa moderna es una gran excepción histórica a esto, debido, sobre todo, a que le faltaba
la pacificación de un imperio unificado. Podemos recordar que, en los Estados guerreros, el
propio estrato de prebéndanos del Estado que bloqueaban la racionalización administrativa
en el imperio-mundo fueron en un tiempo sus más poderosos promotores. Después, el
estímulo desapareció. Al igual que la competencia por los mercados obligó a
la racionalización de la empresa privada, igualmente la competencia por
el poder político obligó a la racionalización de la economía del Estado y
de la política económica, tanto en el Occidente como en la China de los Estados
guerreros. En la economía privada la cartelización debilita el cálculo racional que es el alma
del capitalismo; entre Estados, el monopolio del poder destruye la gerencia racional en la
administración, las finanzas y la economía política. [...] Además de la diferencia previamente
mencionada, en Occidente había fuerzas poderosas e independientes. Con éstas el poder de
los príncipes podía aliarse para destruir los grilletes tradicionales; o, bajo condiciones muy
especiales, estas fuerzas podían utilizar su propia fuerza militar para librarse de las ataduras
del poder patrimonial16!.

Existe otro factor a considerar para comparar la relación entre el centro


regional o el punto más avanzado de un sistema con la periferia en una
economía-mundo y en un imperio. Un imperio es responsable de la
administración y la defensa de una enorme masa de tierra y población. Esto
absorbe atención, energía y beneficios que podrían haber sido invertidos en el
desarrollo del capital. Tomemos, por ejemplo, la cuestión de los wako
japoneses y su supuesto impacto sobre la expansión china. En principio los
wako fueron menos problema para la China que los turcos para Europa. Pero
cuando los turcos avan- 170 zaron en el este, no había ningún emperador
europeo que pudiera hacer volver a las expediciones portuguesas. Portugal no
se vio apartada de sus aventuras ultramarinas para defender Vie- na, porque
Portugal no tenía ninguna obligación política de hacerlo, y no había ningún
mecanismo por medio del cual hubiera podido ser inducida a hacerlo, ni ningún
grupo social de dimensiones europeas cuyos intereses estuvieran de acuerdo
con ello.
Ni tampoco la expansión hubiera parecido tan inmediatamente beneficiosa
a un emperador europeo como le pareció a un rey portugués. Hemos discutido
cómo el emperador chino pudo considerar —y la burocracia, de hecho,
consideró— las expediciones de Cheng Ho como un sumidero para el tesoro,
mientras que la necesidad de incrementar las finanzas del Estado era
precisamente uno de los motivos de la expansión de Europa. Un imperio no
puede ser concebido como un empresario, a diferencia de un Estado en una
economía-mundo. Ya que un imperio pretende ser una totalidad. No puede
enriquecer su economía a expensas de otras economías, dado que él es la única
economía. (Esta era sin duda la ideología china, y probablemente su creencia.)
Se puede, por supuesto, incrementar la participación del emperador en la
distribución de la economía. Pero esto quiere decir que el Estado busca no
beneficios empresariales, sino un mayor tributo, y la misma forma de tributo

170
Weber, Religión of China, pp. 61-62. El subrayado es mío.
Preludio medieval 75
puede resultar económicamente autodestructiva, en cuanto la fuerza política
del centro disminuya, debido a que, bajo tales circunstancias, el pago de
«tributo» puede ser una forma disfrazada de comercio desventajosa para el
imperio 171 172.
Existe también un lazo entre la tecnología militar y la existencia de un
marco imperial. Cario Cipolla plantea la cuestión de por qué los chinos no
adoptaron los adelantos tecnológicos militares que pudieron ver en los
portugueses. Sugiere la si- guíente explicación: «temiendo a los bandidos
internos no menos que a los enemigos foráneos, y a los alzamientos internos
no menos que a la invasión extranjera, la corte imperial hizo todo lo posible
por limitar tanto la extensión del conocimiento de la fabricación de armamento
como la proliferación de artesanos versados en este arte» 163. En Europa, con
su multiplicidad de soberanías, no había esperanza de limitar la extensión de
las armas. En China, aparentemente, resultaba aún posible, y por lo tanto el
sistema centralizado rechazó un adelanto tecnológico esencial a largo plazo
para el mantenimiento de su poder. Una vez más, la forma imperial puede
haber servido como una constricción estructural, esta vez en cuanto al
desarrollo tecnológico.
Queda un último rompecabezas. En esta época surgió en China una
ideología de individualismo, la de la escuela de Wang Yang-ming, que
William T. de Bary considera comparable a las doctrinas humanistas de
Occidente, y a la que llama una «cuasi revolución en el pensamiento», que, no
obstante, no fue capaz de «desarrollarse por completo» 173. El individualismo
como ideología, ¿no señalaba la fuerza de úna burguesía emergente,
sosteniéndola contra las fuerzas tradicionalistas?
Todo lo contrario, al parecer, según Roland Mousnier. Su análisis de los

171
Owen Lattimore muestra, precisamente, cómo funcionaba tal tipo de relación tributaria
de Manchuria con relación a la China de los Ming en el siglo xvi: «En el período de la
decadencia Ming, las "misiones tributarias” recibidas en la corte se convirtieron en un método
de aprovecharse de los chinos. Los "portadores de tributo” llegaban con séquitos de cientos
de personas, con los gastos pagados por las autoridades chinas, lo que inflaba su importancia
política. Al mismo tiempo, traían bienes ”no tributarios” para comerciar, lo que disminuía
los beneficios de los comerciantes fronterizos chinos.» Inner Asían frontiers of China,
segunda edición, Irvington-on-Hüdson, Nueva York, Capítol Publishing Co. American
Geographical Society, 1940, p. 124. Compárese este autodestruc- tivo sistema con el franco
colonialismo que Portugal y otros países europeos practicaron sobre los bárbaros de ultramar,
lo que Weber llamó
«capitalismo de botín». Ibid., p. 135.
165
Cipolla, Guns and sails, p. 117.
IM
William Theodore de Bary, comp., «Introduction», en Self and society in Ming thought,
Nueva York, Columbia Univ. Press, 1970, p. 24. Desarrolla aún*más este tema en un ensayo
del mismo volumen, titulado «Individualism and humanism in late Ming thought»: «Un tipo
de pensamiento individualista con características llamativamente modernas surgió de hecho,
en conjunción con importantes fuerzas sociales y culturales, a partir de un movimiento liberal
y humanitario formado en el seno de la escuela de Wang Yang-ming, en el siglo xvi. Así, el
confucianismo, a pesar de ser la tradición dominante, y, para los ojos modernos, un sistema
autoritario, resultó ser capaz de ejercer en cierto modo la misma función que [...] el
cristianismo medieval en el ascenso del individualismo occidental» (p. 233).
76 Immanuel Wallerstein
conflictos sociales de la China de los Ming plantea que el individualismo fue
el arma de los mandarines confu- cianos, la clase burocrática que era tan
«moderna» en sus miras, contra los eunucos, que eran «empresariales» y
«feudales» al mismo tiempo, y que representaban el empuje «nacionalista» de
la China de los Ming174. Mousnier plantea lo siguiente:
Para progresar [en la China de los Ming], una gran parte de las clases educadas
de origen medio se convertían voluntariamente en castrados. Debido a su
educación, eran capaces de jugar un papel preponderante, y en realidad el
imperio era gobernado por estos eunucos.
Una vez que habían obtenido cargos elevados, ayudaban a sus familias,
creaban para sí una clientela distribuyendo cargos y feudos, y se convertían
en verdaderas potencias en el seno del propio imperio. El gran papel jugado
por los eunucos parece ser, por tanto, una función del ascenso de la burguesía.
Los príncipes de sangre azul y los hombres importantes \les grands]
intentaron defenderse creando una clientela constituida también de hombres
educados surgidos de la clase media a los que ayudaban a subir en el servicio
civil [...] [Este último grupo] eran a veces discípulos de Wang Yang-ming, e
invocaban sus preceptos para oponerse a los eunucos que estaban establecidos
en el poder. Los eunucos estaban a favor de Chu Hi, defensor de la tradición
y de la autoridad [a la que los eunucos tenían, en este momento, principal
acceso]. Estas luchas eran tanto más serias en cuanto que los príncipes de
sangre azul, los hombres importantes y los eunucos tenían todos una base de
poder como controladores de tierra [maitres du sol]. Los Ming habían
intentado defender su posición creando una especie de feudalismo de parientes
y seguidores [...] La víctima de este estado de cosas era el campesino. Los
gastos del Estado crecían sin cesar16é.
Por supuesto, también en Europa crecían, pero en Europa estos gastos
apoyaban a una burguesía naciente y a una aristocracia que buscaba en última
instancia, como veremos, salvarse convirtiéndose en burguesa, del mismo
modo que los burgueses empezaban a hacerse aristocráticos. En la China de
los Ming, la ideología que sirvió a la burguesía occidental para lograr su
conquista final del poder estaba dirigida contra esta misma burguesía que
(¿habiendo logrado conseguir algo de poder demasiado pronto?) se veía en el
papel de defensora de la tradición y la autoridad. Es mucho lo que queda por
dilucidar en esto, pero se abre la duda sobre una correlación excesivamente
simple entre la ideología del individualismo y el nacimiento del capitalismo.
Desde luego se abre la duda sobre cualquier afirmación causal que convirtiera
en primaria la emergencia de tal ideología.
La discusión sobre China se reduce a lo siguiente. Resulta dudoso que
existiera alguna diferencia significativa entre Europa y China en el siglo xv en
cuanto a ciertos puntos básicos: población, superficie, estado de la tecnología
(tanto en la agricultura como en la ingeniería naval). En la medida en que
hubiera diferencias sería difícil utilizarlas para justificar la magnitud de ía

174
«La insurrección que expulsó del trono a la dinastía mongol de Yuan, en 1368, y el
ascenso al poder de la dinastía Ming, fueron reacciones nacionales chinas contra los
bárbaros.» Roland Mousnier, Les XVL et XVIV siécles, vol. iv de Histoire Générale des
Civilisations, París, Presses Universitaires de France, 1954, p. 520.
Preludio medieval 77
disimilitud del desarrollo en los siglos siguientés. Más

Ibid., pp. 527-528.


aún, las diferencias en los sistemas de valores parecen haber sido muy
exagerados, y en la medida en que existieran tampoco parecen justificar las
diferentes consecuencias. Ya que, como intentamos ilustrar, los sistemas de
ideas pueden ser usados al servicio de intereses contrarios, pueden ser
asociados con impulsos estructurales bastante diferentes. Los que sostienen la
primacía de los valores, en su ansiedad por refutar los argumentos
materialistas, parecen por su parte culpables de asumir una correspondencia
mucho más literal entre la ideología y la estructura social (aunque invierten el
orden causal) de lo que jamás lo hiciera el marxismo clásico.
La diferencia esencial entre China y Europa refleja de nuevo la coyuntura
de una tendencia secular con un ciclo económico más inmediato. La tendencia
secular a largo plazo se remonta a los antiguos imperios de Roma y China, a
las formas y el grado en que se desintegraron. Mientras que el marco romano
quedó como una tenue memoria cuya realidad medieval venía mediada en gran
medida por una Iglesia común, los chinos se las arreglaron para mantener una
estructura política imperial, si bien debilitada. Esta era la diferencia entre un
sistema feudal y un imperio-mundo basado en una burocracia prebendad
China podía mantener en muchos aspectos una economía más avanzada que
Europa como resultado de esto. Y muy posiblemente el grado de explotación
del campesinado a lo largo de un millar de años fue menor.
A lo dado debemos añadir los cambios agronómicos más recientes en cada
caso, en el de Europa hacia el ganado y el trigo, y en el de China hacia el arroz.
Ya que este último requería menos espacio pero más hombres, la depresión
secular golpeó a los dos sistemas de formas diferentes. Europa necesitaba
expandirse geográficamente más de lo que lo necesitaba China. Y en la medida
en la que algunos grupos en China podían haber encontrado compensación en
la expansión, se vieron restringidos por el hecho de que las decisiones
cruciales estaban centralizadas en un marco imperial, que tenía que
preocuparse en primer lugar, y por encima de todo, del mantenimiento a corto
plazo del equilibrio político de su sistema mundial.
De modo que China, en todo caso aparentemente mejor situada prima
facie para avanzar hacia el capitalismo, al tener ya una burocracia estatal
extensiva, estar más adelantada en términos de la monetización de la economía
y, posiblemente también, de la tecnología, estaba no obstante peor situada en
último término. Tenía el lastre de una estructura política imperial. Tenía el
lastre de la «racionalidad» de su sistema de valores, que negaba al Estado el
punto de apoyo para el cambio (en el caso de que lo hubiera deseado usar) que
los monarcas europeos encontraron en la mística de las lealtades feudales
europeas.
Estamos ahora preparados para continuar nuestra argumentación. En 1450,
el escenario en Europa, pero no en otros lugares, estaba presto para la creación
de una economía-mundo capitalista. Este sistema estaba basado en dos
78 Immanuel Wallerstein
instituciones claves, una división «mundial» del trabajo y en ciertas áreas un
aparato de Estado burocrático. Las examinaremos sucesiva y globalmente.
Después echaremos un vistazo a las tres zonas de la economía-mundo por
separado: lo que llamaremos la semi- periferia, el centro y la periferia. Las
estudiaremos en este orden, en gran medida, por razones de secuencia histórica
que quedarán claras en la exposición del argumento. Entonces será posible
revisar la totalidad del razonamiento a un nivel más abstracto. Hemos elegido
hacer esto al final, en vez de hacerlo al principio, no sólo por creer que la
argumentación resultará más convincente una vez que el material empírico
haya sido presentado, sino también por la convicción de que la formulación
final de la teoría debería resultar del encuentro con la realidad empírica, en el
supuesto de que el encuentro haya sido informado por una perspectiva básica
que haga posible percibir esta realidad.
NIGRITJE EXHAVSTIS VENIS METALLICIS II
confiriendo íáccharo operam darc debent.

Igritarum ergo opera vfi funt Hiípani ¡nido inícrutandis venís metallicís: verumpoft- quam illae
fuerunt exhauífor, horum minifterio vd cceperunt ad molas trufadles quz íác- chariferas cannas
comminuunt, ad íaccharum coqucndum 5c cogcndum : in quo mini- fterio cdamnum hodie magna ex
parte occupantur. Nam cüm ca Infula húmida fít 5c calida, mínimo negocio facchariferar cannx fiuc
arundines fuccrcícunt ; exquibus contufis, deinde in lebetes comedís , 5c dccodis , poftrcmum rite
repurgads 5c in faccharum concrcus, magnum quxítum facere íolent. Vtuntur prartcrca iftorum Nigritarum
opera in pafeendis armenris , 5c rcliquis rebus adminiftrandis quz ncccflariz funt ad fuosvfus.
A3 Nigritx
«Habiéndose agotado las vetas metálicas, se debió dar trabajo a los negros en la fabricación
de azúcar.» Este grabado de un ingenio azucarero en La Española se hizo en 1595, como parte
de una serie comenzada por el grabador flamento Theodore de Bry, y titulada Collectiones
Peregrinatio- num, que celebraba los «descubrimientos» de las Indias Occidentales y
Orientales. Reproducido por autorización de la Rare Books Collection de la New York Public
Library, y de las fundaciones Astor, Lenox y Tilden.
2. LA NUEVA DIVISION EUROPEA DEL
TRABAJO: CA. 1450-1640

Fue en el siglo xvi cuando apareció una economía-mundo europea basada en el


modo de producción capitalista. El aspecto más curioso de este período
primitivo es que los capitalistas no exhibían sus colores ante el mundo. La
ideología reinante no era la de la libre empresa, ni siquiera el individualismo,
la ciencia, el naturalismo o el nacionalismo. Hasta el siglo xvin ó xix estos
puntos de vista no madurarían para convertirse en mundiales. En la medida en
que parecía prevalecer una ideología, ésta era la del estatismo, la raison d’État.
¿Por qué el capitalismo, un fenómeno que no conocía fronteras, habría sido
sustentado por el desarrollo de Estados fuertes? Esta es una cuestión que carece
de una respuesta única. Pero no es una paradoja; todo lo contrario. La
característica distintiva de una economía-mundo capitalista es que las
decisiones económicas están orientadas primariamente hacia la arena de la
economía- mundo, mientras que las decisiones políticas están orientadas
principalmente hacia las estructuras menores que tienen control legal, los
Estados (naciones-Estado, ciudades-Estado, imperios), en el seno de la
economía-mundo.
Esta doble orientación, esta «distinción», si se quiere, entre lo económico
y lo político, es la fuente de la confusión y la mistificación concernientes a la
identificación apropiada de los grupos, a las manifestaciones razonables y
razonadas de los intereses de grupo. Como, no obstante, las decisiones
económicas y políticas no pueden ser disociadas significativamente ni
discutidas por separado, esto plantea agudos problemas analíticos. Nos
enfrentaremos a ellos intentando tratarlos consecutivamente, aludiendo a sus
vinculaciones, y rogando al lector que suspenda sus juicios hasta que pueda ver
la síntesis de todos los datos. Sin duda, voluntaria e involuntariamente,
violaremos nuestra propia regla de narración consecutiva en muchas ocasiones,
pero al menos éste es el principio organizativo de nuestra presentación. Si puede
parecer que tratamos el sistema más grande como una expresión del capitalismo
y los sistemas me-
94 Immanuel Wallerstein
ñores como expresiones de estatismo (o, para utilizar la terminología de moda,
de desarrollo nacional), jamás negamos la unidad del desarrollo histórico
concreto. Los Estados no se desarrollan y no pueden ser comprendidos excepto
en el contexto del desarrollo del sistema mundial.
Lo mismo se aplica tanto a las clases sociales como a los agrupamientos
étnicos (nacionales, religiosos). Ellos también adquirieron la existencia social en
el seno de los Estados y del sistema mundial, simultáneamente y a veces de
maneras contradictorias. Son una función de la organización social del momento.
El moderno sistema de clases empezó a tomar forma en el siglo xvi.
Pero, ¿cuándo fue el siglo xvi? No es una cuestión tan sencilla, si recordamos
que los siglos históricos no son necesariamente cronológicos. Aquí me limitaré a
aceptar el juicio de Fernand Braudel, tanto por la solidez de los conocimientos
en los que se basa como porque parece encajar magníficamente con los datos tal
y como yo los veo. Braudel dice:

Soy escéptico [...] acerca de un siglo xvi del que no se especifique si fue uno o
varios, del que se dé a entender que es una unidad. Yo veo a «nuestro» siglo
dividido en dos, al igual que Lucien Febvre y mi notable profesor Henri Hauser:
un primer siglo que empezó en torno a 1450 y terminó alrededor de 1550, y un
segundo siglo que empezaría en ese momento y duraría hasta 1620 ó 1640 *.
Los puntos de partida y los finales varían de acuerdo con la perspectiva
nacional desde la que uno vea el siglo. No obstante, para la economía-mundo
europea en su totalidad consideraremos a 1450-1640 la unidad de tiempo
significativa, durante la cual se creó una economía-mundo capitalista, que sin
duda era, como dice Braudel, «vasta pero débil»175 176 177.
¿Y dónde estaba esta economía-mundo europea? Eso es también difícil de
contestar. Los continentes históricos no son necesariamente geográficos. A
finales del siglo xvi la economía- mundo europea incluía no sólo el noroeste de
Europa y el Mediterráneo cristiano (comprendida la península Ibérica) sino
también Europa central y la región báltica. Incluía también ciertas regiones de
las Américas: Nueva España, las Antillas, Tierra Firme, Perú, Chile, Brasil; o,
mejor dicho, aquellas partes de estas regiones que estaban sometidas a un control
administrativo efectivo por parte de los españoles o de los portugueses. Las islas
atlánticas y tal vez algunos enclaves en la costa africana podrían ser incluidos,
pero no las áreas del océano Indico, ni tampoco el Oriente Lejano, excepto
durante un cierto tiempo parte de las Filipinas; el imperio otomano, no; y
tampoco Rusia, o en el mejor de los casos, estuvo incluida marginalmente durante
un breve espacio de tiempo. No existen líneas de demarcación claras y sencillas,
pero considero que lo más fructífero es considerar el mundo europeo del siglo

175
Fernand Braudel, «Qu’est-ce que le xvi' siécle?», Anuales ESC, vm, 1, enero-marzo
de 1953, p. 73. B. H. Slicher van Bath distingue los períodos de 1450-1550 y 1550-1650 en
términos de los niveles de precios de los cereales: «ligeramente crecientes» y «marcadamente
crecientes». Agrarian history, p. 113.
176
Fernand Braudel, «European expansión and capitalism: 1450-1650»,
en Chapters in western civilization, I, 3.* ed., Nueva York, Columbia Univ. Press, 1961, p. 260.
La nueva división europea del trabajo 95
xvi como construido a partir del entrelazamiento de dos sistemas primitivamente
más separados, el sistema mediterráneo cristiano3 centrado en las ciudades del
norte de Italia, y la red de comercio entre Flandes y la Hansa en el norte y el
noroeste de Europa, y la adición a este nuevo conjunto del este del Elba, Polonia
y algunas otras áreas de Europa oriental, por una parte, y por la otra de las islas
atlánticas y de partes del Nuevo Mundo.
En cuestión de espacio, esto constituyó una notable expansión. Sólo
tomando en cuenta las colonias ultramarinas formales de las potencias europeas,
Chaunu señala que, en los cinco años que van de 1535 a 1540, España logró el
control de más de la mitad de la población del hemisferio occidental y desde
entonces hasta 1670-1680, el área bajo control europeo pasó de
aproximadamente tres millones de kilómetros cuadrados a aproximadamente
siete (estabilizándose en este punto hasta finales del siglo XVIII178). No obstante,
la expansión del espacio no significaba expansión de la población. Ghaunu habla
de un «movimiento de tijera demográfico» por el cual el crecimiento
demográfico en Europa «se ve en gran medida anulado a nivel planetario por la
disminución en inmensos sectores extraeuropeos»179. Por lo tanto, la relación
tierra/mano de obra en la economía-mundo europea se vio inmensamente
incrementada, un factor fundamental en la capacidad de Europa para mantener
un crecimiento económico continuado en este crítico período primitivo de la era
moderna. Pero la expansión suponía algo más que una mejor relación
tierra/trabajo. Hizo posible la acumulación a gran escala de capital básico, que
fue utilizado para financiar la racionalización de la producción agrícola. Una de
las características más obvias de esta economía-mundo europea del siglo xvi fue
una inflación secular, la llamada revolución de los precios. La conexión entre
esta inflación particular y el proceso de acumulación de capital ha sido un tema
central de la historiografía moderna. Nos proponemos intentar tamizar las
complejidades de este debate para, a la luz de los patrones observados, ser
capaces de explicar la particular división del trabajo a la que llegó la economía-
mundo europea a finales de esta época.
El esquema cíclico de los precios europeos tiene tras de sí una voluminosa
historia, y aunque los investigadores difieran acerca de sus fechas y más aún
acerca de sus causas, la realidad del fenómeno es un hecho admitido. Si unimos
dos recientes resúmenes180 sobre los precios del grano, obtenemos la siguiente
imagen:
1160-1260: rápida subida

5
Para una discusión de la naturaleza y extensión del área cristiana mediterránea, véase Jaime
Vicens Vives, An economic history of Spain, Princeton (Nueva Jersey), Princeton Univ. Press,
1961, p. 260. [Historia económica de España, Barcelona, Vicens Vives, 1977, pp. 247-248.]
* Chaunu, Séville, vm (1), p. 148.
179
Pierre Chaunu, «Réflexions sur le tournant des années 1630-1650», Cahiers d’Histoire,
XII, 3, 1967, p. 257.
180
Eugen A. Kosminsky, Past and Present, 7, p. 18; B. H. Slicher van Bath, Britain
and the Netherlands, p. 150.
96 Immanuel Wallerstein
1260-1310 (1330, 1380): firmemente altos
1310 (1330, 1380)4480: caída gradual
1480-1620 (1650): altos
1620 (1650)4734 (1755): recesión
1734 (1755)4817: subida
Si tomamos el segmento más estrecho con el que ahora estamos ocupados,
el siglo xvi, que aparece en la lista anterior como «alto», existieron por supuesto
fluctuaciones económicas en su seno. Pierre Chaunu ha puesto al descubierto el
siguiente ciclo, basado en su monumental estudio de los registros de la Casa de
Contratación de Sevilla, el puerto clave del comercio transatlántico. Utilizando
medidas de volumen (tanto generales, como para mercancías específicas) y de
valor, Chaunu observa cuatro períodos:
1504-1550: subida estable 1550-1562/63: recesión
relativamente menor 1562/63-1610: expansión 1610-
1650: recesión181
Las medidas de volumen y de valor, por supuesto, no son idénticas. «El
índice de flujo se asemeja, de manera exagerada, a la fluctuación de los precios.
La curva peculiar de los precios es más plana que la del flujo comercial» 182 183 184
185 186
. Chaunu considera que su punto.de ruptura en 1610 encaja con los de Elsas
para Alemania (1627) y Posthumus para los Países Bajos (1637), ya que, como
veremos, la declinación surgió en momentos diferentes para diferentes partes de
Europa187.
Estas discrepancias en el tiempo nos recuerdan que la economía-mundo
estaba tan sólo en proceso de emergencia. Chaunu señala que en el siglo xv las
tres áreas de comercio europeas (la mediterránea cristiana, el noroeste y la
Europa oriental) estaban en tres niveles de precios diferentes, que iban
respectivamente de caros a baratos. La creación de una economía-mundo se

181
Véase Pierre Chaunu, Séville et l'Atlantique (1504-1650), vm (2), La conjoncture
(1504-1592), París, SEVPEN, 1959, pp. 14-25.
Jordi Nadal se manifiesta escéptico ante la posibilidad de hacer afirmaciones sobre los
precios españoles a partir del volumen de comercio
que pasaba por Sevilla, porque no existe manera de determinar qué volumen estaba en tránsito.
«En definitiva, creo que, al sobreponer la curva del tonelaje sobre la de los precios, Chaunu ha
incurrido en el mismo error en que incurriera Hamilton al sobreponer sobre la última la de los
envíos de metal noble. En ambos casos se compara, un fenómeno auténticamente español —el
movimiento de los precios de los artículos de consumo— con otros sólo tángenciales a la
economía del país (unas mercancías en gran parte de procedencia extranjera, y unas partidas de
plata también en gran parte consignadas al exterior).» «La revolución de los precios españoles
en el siglo xvi: estado actual de la cuestión», Hispania, xix, 77, octubre-diciembre de 1959, pp.
519-520, n. 55.
“ Chaunu, Séville, vm (2), p. 19.
183
«A grandes rasgos, en 1600 el cambio en la curva se produjo en
España, Italia y el sur de Francia. Sólo en 1650 alcanzó a los países del
norte, particularmente a los Países Bajos, donde Amsterdam habría de
afirmar su predominio en la escena mundial.» Braudel, en Chapters, I,
página 263.
La nueva división europea del trabajo 97
puede medir, precisamente, por la «fantástica dispersión de los precios al
principio [del siglo], y la desaparición a largo plazo de la discrepancia» 188 189.
Aunque este largo plazo es más largo que el siglo xvi, se puede apreciar cierto
progreso en la disminución de la discrepancia. Si en el 1500 la diferencia de
precios entre el Mediterráneo cristiano y la Europa oriental era del orden de 6 a
1, para el 1600 era tan sólo de 4 a 1 ", y a partir de 1750 no era más que de 2 a 1.
Henryk Samsonowicz dice que, desde principios del siglo xvi en adelante, los
salarios y los precios en Prusia empezaron a ser «cada vez más cercanos» a los
de Europa occidental, «a pesar de las direcciones diametralmente opuestas de su
desarrollo social y económico» n. ¿A pesar de? ¿Acaso no debería decir «a causa
de»?
Una explicación básica del aumento de los precios en el siglo xvx ha sido la
de Earl J. Hamilton. La planteó en primer lugar en relación con los precios
andaluces del siglo xvi, aplicándola más tarde de manera más general a Europa
occidental:

A lo largo de todo el período investigado existió una estrecha conexión entre las
importaciones de oro y plata americanos y los precios andaluces [...]
Comenzando en el período 1503-1505, hubo una tendencia al ascenso en las
llegadas de tesoros hasta 1595, mientras que de 1503 a 1595 hubo una subida
continua de los precios andaluces. Los mayores aumentos en los precios
coinciden con los máximos incrementos en las importaciones de oro y plata. La
correlación entre importaciones de tesoros y precios persiste después de 1600,
cuando ambos están en declive190 191 192.
Hasta 1960 la teoría de Hamilton había sido sometida a numerosos ataques,
tanto empíricos como teóricos. No obstante se reafirmó en ella incluso más
vigorosamente:

[El incremento del suministro de metales preciosos desde 1500] fue


probablemente mucho mayor desde el punto de vista del porcentaje que el

188
Chaunu, L'expansion européenne, p. 343.
189
«A finales del siglo xv, las tres Europas se mantenían en una relación relativa [de
precios] de 100, 77 y lo; a finales del xvi, la razón era de 100, 76 y 25. El movimiento hacia el
cierre había empezado, pero sólo afectaba a la Europa periférica. La distancia entre la Europa
mediterránea y la media siguió siendo la misma a lo largo de todo el siglo» (ibid., página 343).
Las distancias para áreas más periféricas podían no obstante seguir siendo muy grandes,
como señala Braudel: «Cuanto más cerradas en sí mismas eran estas economías arcaicas, tanto
más altamente eran esti-
mados el oro y la plata en sus raras apariciones. La vida en Cerdeña, anota un veneciano en
1558, es cuatro o cinco veces menos cara que en Italia, evidentemente para quien cuenta con
una bolsa bien provista.» La Méditerranée, I, p. 352.
191
Henryk Samsonowicz, «Salaires et Services dans les finances citadi- nes de la Prusse
au xv' siécle et dans la premiére moitié du xvp siécle», Third International Conference of
Economic History (Munich, 1965), París, Mouton, 1968, p. 550.
192
Earl J. Hamilton, «American treasure and Andalusian prices, 1503- 1660», Journal
of Economic and Business History, I, 1, noviembre de 1928, pp. 34-35. Para una bibliografía
que contiene los elementos fundamentales sobre este tema, véase Braudel y Spooner, en
Cambridge Economic History of Europe, iv, pp. 605-615.
98 Immanuel Wallerstein
incremento de los precios. De modo que en vez de buscar causas dependientes o
auxiliares para la revolución de los precios [...] lo que se necesita es explicar la
incapacidad de los precios para mantenerse al nivel del incremento del fondo de
metales preciosos. El incremento de la utilización del oro y la plata para
chapados, ornamentación, joyería y otros propósitos no monetarios, al irse
convirtiendo en relativamente más baratos frente a los crecientes precios de las
mercancías, neutralizó parte del nuevo metal precioso [...] La liquidación de la
desfavorable balanza comercial [con el
Oriente] absorbió grandes cantidades de metálico [...] El paso de las rentas en
especie a los pagos en dinero y de los salarios parcialmente en especie a la
remuneración monetaria, y una disminución del intercambio tendían también a
contrarrestar el aumento del suministro de oro y plata 193 194 195 196.
Como muchos de sus críticos han observado, Hamilton trabaja con la teoría
cuantitativa de la moneda de Fisher, que afirma que PQ = MV e implícitamente
asume que V y Q permanecen constantes (P son los precios; Q es la cantidad de
bienes y servicios; M es la cantidad de dinero; y V es la velocidad de circulación).
Han puesto en duda ese supuesto y reclamado una investigación empírica.
En un importante ataque contra Hamilton, Ingrid Ham- marstróm planteaba
que Hamilton había invertido la secuencia, siendo el incremento de la actividad
económica lo que llevó a un incremento en los precios, que a su vez justifica las
actividades mineras que produjeron el incremento en el suministro de metales
preciosos. A lo que Hamilton responde:

Evidentemente, el «aumento en los precios» que habitualmente resulta de la


«actividad económica que de alguna manera se pone en marcha» [...] no
incrementaría, sino que disminuiría la extracción de metal precioso, a través del
aumento de los costos de producción en conjunción con los precios fijos de
acuñación de los metales preciosos. Más aún, el aumento en los precios no haría
crecer, sino decrecer, la conversión en moneda del metal precioso existente,
abaratándolo relativamente para su uso no monetario 197.
Pero ¿por qué tendrían que ser fijos los precios de acuñación? Esta era una
decisión política y malamente podría haber convenido a aquellos que se
beneficiarían por el flujo de metales preciosos en tiempos de expansión (lo que
incluye a la Corona de España) el desanimar su producción cuando súbitamente
había disponible tal cantidad a tan bajo costo real (dada la forma de trabajo).
Como señala Hammarstróm, la cuestión fundamental es explicar el uso que se
hacía del metal precioso:

¿Por qué necesitaba Europa occidental el metal precioso americano, no para


acumularlo como tesoro, ni para usarlo como ornamento en lugares sagrados (la
utilización que se le daba en Asia y entre los nativos de América), sino para aumentar

193
Earl J. Hamilton, «The history of prices before 1750», en Interna
tional Congress of Historical Sciences (Estocolmo, 1960), Rapports, I,
Méthodologie, histoire des universités, histoire des prix avant 1750, Go-
temburgo, Almqvist & Wiksell, 1960, p. 156.
ls
Ibid., p. 157. El subrayado es mío.
La nueva división europea del trabajo 99
198
en medida importante su cuerpo de moneda circulante, es decir, como medio de pago? .

Y. S. Brenner sostiene que un examen de los datos ingleses confirma la


visión de Hammarstrom. Considera que los cambios en el nivel de precios de las
mercancías eran consecuencia «menos de un incremento, o falta de incremento,
en el fondo europeo de metal, que de la manera en que se empleaba ese fondo»
199
. Señala que el aumento de precios es anterior a la llegada del tesoro americano
200
. Brenner afirma que se debería percibir que todos los factores de la ecuación
de Fisher eran variables en aquel momento:

En conclusión, el aumento de los precios en la primera mitad del siglo xvi era debido a la
combinación de una mayor velocidad y volumen de moneda en circulación con un suministro
relativamente disminuido de productos agrícolas, y una tensión intensificada de la demanda de
éstos [...]
La velocidad (V) de la circulación se vio incrementada por el desarrollo de la industria y
la expansión del comercio; el marcado aumento de la especulación de la tierra y en el mercado
legalizado de fondos, y por la transición de la mayor parte de la sociedad desde la autosuficiencia
rural a las comunidades urbanizadas dependientes de los mercados (de los recursos monetarios)
para alimentación 201.
Por lo tanto, plantea Brenner, es el aumento general de la actividad
capitalista lo que justifica el uso dado a los metales preciosos.
La teoría monetaria de la expansión económica supone, si no velocidades
fijas (V) y cantidades fijas de bienes (Q), al menos unos límites superiores.
¿Existe acaso alguna evidencia que apoye esto? Acerca de las cantidades de
bienes y servicios, no parece demasiado plausible. Por una parte al menos,
implica, como nos recuerda Jordi Nadal, la hipótesis del pleno empleo:

Sólo entonces, cuando el volumen de los bienes producidos no puede mejorar, cualquier
aumento de los gastos (equivalente al de la masa monetaria en circulación) se traducirá en un

198
Docent Ingrid Hammarstrom, «The "pnce revolution” of the six- teenth century:
some Swedish evidence», ScancLinavian Economic History Review, v, 1, 1957, p. 131.
199
Y. S. Brenner, «The inflation of prices in sixteenth-century England», Economic
History Review, 2.‘ serie, xiv, 2, 1961, p. 231.
H. A. Miskimin, comentando a Brenner, dice: «Yo iría aún más lejos, e insistiría en que la
distribución de la población y su relación con una disponibilidad fija de tierra tenía mucho que
ver con la propensión de un país a retener todo el oro y la plata que atravesaban sus fronteras,
dado que cuanto mayor era la presión de población que se ejercía sobre la tierra productora de
alimentos, mayor era la porción relativa de las provisiones monetarias que se dirigía hacia bienes
agrícolas producidos domésticamente.» «Agenda for early modern economic history», Journal
of Economic History, xxxi, 1, marzo de 1971, p. 179.
I!
Y. S. Brenner, Economic History Review, xiv, p. 229.
Fernand Braudel señala el mismo punto: «Si las minas del Nuevo Mundo entran en el juego,
se debe a que Europa cuenta con los medios requeridos para su aprovechamiento.» La
Méditerranée, II, p. 27. R. S. López y H. A. Miskimin subrayan, no obstante, que el crecimiento
económico desde aproximadamente 1465 hasta la «Reforma» fue un proceso de «lenta
recuperación». Así, el rápido ascenso posterior a 1520 es compatible con los argumentos de
Hamilton. «The economic depression of the Renaissance», Economic History Review, 2.‘ serie,
xiv, 3, 1962, p. 417.
15
Brenner, Economic History Review, pp. 238-339. Braudel y Spooner también sostienen
que se da un incremento de la velocidad: «Esta aceleración [de la velocidad], este aumento del
coste de la vida son el as-
100 Immanuel Wallerstein
202
incremento proporcionado de los precios .

No asumamos entonces que un incremento de los metales preciosos llevó


directamente a un incremento en los precios, sino supongamos que lo hizo por su
capacidad de incrementar el empleo. Por ejemplo, Miskimin argumenta que la
«primitiva obsesión mercantilista por el flujo de oro y plata» tenía sentido en
cuanto que:

Las entradas de metales preciosos presumiblemente hubieran puesto a trabajar a hombres y


recursos, y, simultáneamente, hubieran tendido a incrementar los fondos disponibles para la
financiación del gobierno, rebajando así el costo de las guerras.

En cuyo caso podemos analizar qué países utilizaron el oro y la plata con
mayor efectividad,

en términos de la habilidad de cada país, ya fuera determinada institucionalmente o físicamente,


para alcanzar el pleno empleo con el fin de convertir la entrada de oro y plata en crecimiento
económico real203.

¿Y qué hay acerca de los límites de la velocidad? W. C. Ro- binson, en su


debate con Michael Postan, plantea la cuestión de si los flujos de oro y plata son
capaces de explicar la depresión del siglo xiv. Argumenta que en una economía
con mecanismos primitivos de crédito, «la V está relativamente cerca de la
rotación física efectiva por moneda y período de tiempo...». De aquí que la
expansión del siglo xm, que estuvo estimulada por la disminución del
atesoramiento y el incremento de la velocidad, estuviera sujeta a límites
inherentes:
Eventualmente [...] el suministro de moneda llegó a su límite superior, fuera de
modestos incrementos anuales, y la velocidad no podía crecer más. En este
momento disminuyó el comercio, y se dejó sentir una presión hacia abajo en los
precios. El boyante optimismo y las elevadas ganancias del período anterior se
vieron reemplazados por el pesimismo y el ahorro. El atesoramiento de moneda
empezó como barrera contra la disminución de los precios. En suma, la depresión
llegaría a autorreforzarse204.
Postan, en su respuesta, argumenta que Robinson está equivocado de hecho
al pensar que se hubiera llegado a un límite, dado que seguía disminuyendo el
atesoramiento, que los mecanismos de crédito eran más flexibles de lo que
sugiere Robinson, y que las actitudes psicológicas de los hombres de negocios

pecto más digno de atención del Renacimiento o, mejor, del siglo xvi en comparación con otros
tiempos anteriores [...] aunque había una diferencia de proporciones [...] [Hubo] en Europa un
poderoso brote de "crecimiento” [...] Pero este "crecimiento" empujó a la totalidad del mundo
hasta los límites de lo posible y lo imposible, es decir, lo puso al borde de la catástrofe.» «Les
métaux monétaires et l’économie du xvi' siécle», en Relazioni del X Congresso Internazionale
de Scienze Stori- che, iv, Storia moderna, Florencia, Sansoni, 1955, pp. 245-246.
20
Nadal, Hispania, xix, p. 517.
21
Miskimin, Journal of Economic History, xxxi, p. 183.
204
W. C. Robinson, «Money, population and economic change in late medieval
Europe», Economic History Review, 2.a serie, xil, 1, 1959, p. 67.
La nueva división europea del trabajo 101
205
eran una variable económica de segundo orden en aquella época . Pero
básicamente no pone en duda el concepto de un límite. Miskimin lo hace, y en
mi opinión eficazmente:
Es también cierto con toda probabilidad que, dado el nivel de desarrollo de las
instituciones crediticias hubiera un límite físico superior para la velocidad de
circulación de cualquier cantidad dada de oro y plata una vez que estuviera
convertida en un número finito de monedas. No obstante, una devaluación,
reduciendo el tamaño de las unidades en las que circulaban el oro y la plata,
hubiera tenido el efecto de elevar los límites superiores físicos o institucionales
impuestos a la velocidad de circulación del metal precioso. Bajo las presiones
combinadas surgidas de las migraciones interiores, la urbanización y la
especialización, parecía posible, y de hecho probable, que cuando la devaluación
elevó los límites técnicos de la velocidad, esa nueva libertad fuera usada, y que
las muchas devaluaciones europeas del siglo xvi actuaran a través del término
velocidad para incrementar los precios más que proporcionalmente, en relación
con el nivel de la propia devaluación206.
Por lo tanto volvemos al hecho de que es el sistema en su conjunto, con sus
presiones estructuradas hacia determinado tipo de decisiones políticas (por
ejemplo, la devaluación), lo que resulta crucial para explicar la expansión. No
fueron sólo el oro y la plata, sino el oro y la plata en el contexto de una economía-
mundo capitalista, lo que resultó crucial. Para Charles Verlinden, son
específicamente las formas monopolísticas del capitalismo en esta etapa
primitiva las que explican en gran medida la continua inflación de los precios:
En la explicación de las crisis cíclicas, debemos reservar un amplio lugar a la
especulación. El «monopolio» no regulaba los movimientos de los precios. A
corto plazo, excepto para ciertos productos de lujo (vino), los «desregulaba». Es
responsable del aspecto catastrófico de estos movimientos. Indirectamente afectó
sin duda al movimiento peculiar. Después de cada alza, parcialmente artificial,
los precios no volvían al nivel previo a la crisis. Así, el monopolio contribuyó,
en cierto grado, a la intensificación y aceleración del alza a largo plazo 207.
Entonces ¿fue buena o mala la entrada de metales preciosos? No estamos
planteando una especie de moral abstracta. Más bien nos planteamos si las
consecuencias de la entrada de oro y plata fueron saludables para la creación de
la nueva economía- mundo capitalista. Hamilton, desde luego, parece decir que
sí. Joseph Schumpeter, no obstante, piensa todo lo contrario:
El incremento en el suministro de metales monetarios no produce, al igual que
tampoco lo hace, un incremento autónomo en la cantidad de cualquier otro tipo
de moneda, efectos económicamente determinados. Resulta obvio que éstos
dependerán totalmente del uso al que estas nuevas cantidades se apliquen [...] La
primera cosa a observar [acerca del siglo xvi] es que, en lo que concierne a la
propia España, la nueva riqueza [...] sirvió para financiar la política de los
Habsburgo [...] La entrada [de metales preciosos] proporcionó [...] una
alternativa a la devaluación de la moneda, a la que en caso contrario hubiera

205
Véase M. M. Postan, «Note», Economic History Review, 2.a serie, xil, 1, 1959, pp.
78-79.
v
Miskimin, Journal of Economic History, xxxi, p. 177.
207
Charles Verlinden et al, «Mouvements des prix et des salaires en Belgique au xvi'
siécle», Armales ESC, x, 2, abril-junio de 1955, p. 198.
102 Immanuel Wallerstein
habido que recurrir mucho antes, y se convirtió, por tanto, en el instrumento de
la inflación de guerra y en el vehículo del familiar proceso de empobrecimiento
y organización social actuante en lo sucesivo. El espectacular aumento de los
precios que siguió a esto fue un eslabón no menos familiar en esta cadena de
acontecimientos [...]
En todos estos aspectos se vio influenciada la evolución del capitalismo, pero
al final se vio retardada mas que acelerada por esa expansión del medio
circulante. Los casos de Francia e Inglaterra fueron diferentes, pero sólo porque
los efectos quedaron más diluidos [...] Todos los logros duraderos de la industria
inglesa y de su comercio pueden ser explicados sin referencia a la plétora de
metales preciosos [... ]208.
Este argumento surge de la firme convicción de Schumpeter de que «la
influencia inflacionaria —que, según este autor, ha sido exagerada ccmo tema
histórico y teórico, pero que él no niega— fue casi totalmente destructiva» 209 210.
Sin aceptar la inclinación de Schumpeter a favor de lo racionalmente controlado
y contra las consecuencias posiblemente impulsivas y a veces imprevisibles de
la inflación, su andanada sí que nos impone una conciencia de que los efectos
globales de la inflación fueron mucho menos significativos que los efectos
diferenciales2S.
Veamos en primer lugar el suministro de alimentos. ¿Por qué, dada una
expansión económica general, se dio un suministro decreciente de productos
agrícolas? Bien, en primer lugar esto no ocurrió en un sentido absoluto 211. Sólo
aparece un suministro decreciente en relación con el aumento de población si se
consideran las cifras de países como Inglaterra y España por separado, en vez de
considerar la economía-mundo europea como una entidad. En aquellos países
donde la industria se expandió fue necesario ceder una mayor proporción de la
tierra para cubrir las necesidades de los caballos212. Pero los hombres seguían

“ Joseph A. Schumpeter, Business cycles, i, Nueva York, McGraw-Hill, 1939, pp. 231-
232.
209
Ibid., i, p. 233, n. 1.
210
Miskimin, Journal of Economic History, xxxi, sugiere posibles líneas de desarrollo
de esta cuestión: «Al considerar la estructura de la industria y los cambios en los procesos de
producción en el curso del siglo xvi desgarrado por las guerras, bien podemos preguntarnos qué
papel jugó la existencia de dinero más abundante y quizá más barato. ¿Resultaba más fácil la
acumulación privada de capital industrial al poder satisfacer los gobiernos sus necesidades a
tasas de interés relativamente más bajas, sin competir con la industria privada, desalentar la
reinversión de las ganancias ni crear una clase rentista? ¿Permitieron a su vez los bajos costos
de capital que industrias tales como los astilleros holandeses mantuvieran amplias existencias
de madera y materias primas, o que la industria del curtido inglesa economizase mano de obra
manteniendo más pieles en los pozos de curtido, elevando así la productividad del trabajo? Quizá
este análisis pueda proporcionar pistas fecundas sobre las causas del éxito económico
comparativo de Inglaterra y los Países Bajos y el fracaso comparativo de España y Francia,
transformando en este proceso el término "inflación de ganancia” de un error analítico en una
herramienta mucho más útil» (p. 183).
25
¿Ocurrió siquiera en un sentido relativo? Robinson sostiene que la nueva tierra despejada
no es necesariamente marginal en el sentido de ser menos productiva o fértil. Véase Economic
History Review, p. 68. Postan contesta que, independientemente de la teoría, el hecho es que los
nuevos asentamientos tendían a realizarse en «tierras inferiores». Economic History Review, xn,
p. 81.
212
«Un factor secundario que puede haber contribuido al alza en el precio de los cereales
La nueva división europea del trabajo 103
estando allí; sólo que ahora se alimentaban cada vez más de grano procedente del
Báltico31. Era no obstante un grano más caro, a causa de la aparente escasez, el
transporte y los beneficios de los intermediarios.
¿Fue entonces irrelevante el aumento en el suministro de oro y plata? En
absoluto. Ya que realizó funciones importantes para la economía-mundo europea
en expansión. Sustentó el impulso de la expansión, protegiendo aquel sistema
aún débil contra los asaltos de la naturaleza. Michel Morineau señala que en la
Europa medieval los precios del trigo subían y bajaban en respuesta directa a las
cosechas. Lo que ocurrió en el siglo xvi no fue tanto que los metales preciosos
elevaran los precios como que evitaron su caída n. De hecho, Cario Cipolla una
mayor demanda de forraje. Evidentemente la tierra usada para cultivar forraje ya no se puede
utilizar para cultivar alimentos para los hombres.» Slicher van Bath, Agravian history, p. 195.
!1
Véase Josef Petráñ, «A propos de la formation des régions de la productivité specialisée
en Europe Céntrale», en Deuxiéme Conférence Internationale d’Histoire Economique (Aix-en-
Provence, 1962), II, Middle Ages and Modern Times, París, Mouton, 1965, pp. 219-220.
Se dice a veces que el grano del Báltico no pudo ser tan importante desde el momento en
que sólo representaba un pequeño porcentaje del consumo total. Hay dos respuestas a esto. Para
ciertas áreas de Europa, el grano báltico era una fuente fundamental de suministro. «Ese uno o
dos por ciento [del consumo europeo total] fue sin embargo excepcionalmente importante,
porque trajo la fortuna a navegantes como los holandeses y porque representaba el margen de
supervivencia para capitales como Lisboa.» Charles Tilly, «Food supply and public order in
modern Europe», multicopiado, p. 45. Véase Pierre Jeannin, «Les comp- tes du Sund comme
source pour la construction d’indices généraux de l’activité économique en Europe (xvi'-xvnP
siécles)», Revue Historique, ccxxxi, enero-marzo de 1964, p. 62. Jeannin cita que, según E.
Scholliers, entre 1562 y 1569 el grano báltico proporcionó el 23 por 100 del consumo holandés.
La segunda respuesta es que fue crucial marginalmente para la economía-mundo en su
conjunto: «El tráfico local e internacional de grano está inextricablemente entrelazado. Sería un
error, en el caso de una mercancía, como el grano, pensar en términos de una economía dual con
dos sectores mutuamente distintos. Si este argumento es sólido, los suministros del Báltico eran
marginales en relación con la demanda y la oferta totales. De aquí se sigue que cambios
relativamente ligeros en las cantidades totales suministradas y/o requeridas podían producir
cambios relativamente grandes en ese sector marginal en el que debía hallarse el grano báltico.»
Glamann, «European trade, 1500-1700», Fontana Economía History of Europe, II, 6, 1971, p.
44.
32
«En el siglo xvi, la llegada de metales preciosos "sostiene" la moneda, conduciendo a la
devaluación del metal en vez de a la de la moneda. Los metales preciosos son responsables del
aumento de los precios en plata [prix-argent], pero no del aumento de los precios reales.» Michel
Morineau, «D’Amsterdam á Séville; de quelle réalité l’histoire des

[en el siglo xvi] fue el creciente número de caballos [en Europa occidental]. La gran expansión
del comercio y de la industria, con su correspondiente transporte, exigieron más tracción y
potencia, en buena medida mediante caballos. Más caballos significó
104 Immanuel Wállerstein
se muestra escéptico acerca de que hubiera un aumento real de los precios213
214
. Cree más bien que lo que resulta verdaderamente significativo acerca de la
estructura financiera del siglo xvi no fue el aumento de los precios, sino la caída
de la tasa de interés. Argumenta que a finales de la Edad Media la tasa de interés
era del orden del 4-5 por 100, creciendo entre 1520 y 1570 a un punto más alto
del 5,5 por 100, y descendiendo también súbitamente entre 1570 y 1620 a una
media del 2 por 100. El metal precioso abarató el dinero215.
Lo que esto parece indicar es que el factor crítico fue la emergencia de un
sistema capitalista; con palabras de Marx, «el comercio y el mercado mundiales
inauguran en el siglo xvi la biografía moderna del capital»216. La variable clave
fue la emergencia del capitalismo como modo dominante de organización social
de la economía. Probablemente podríamos decir como único modo, en el sentido
de que, una vez establecido él, los otros «modos de producción», sobrevivieron
en función de su capacidad de ajuste con el marco político y social derivado del
capitalismo. No obstante resulta saludable recordar que, al menos en este punto,
«no había un solo capitalismo, sino varios capitalismos europeos, cada uno con
su zona y sus circuitos» 217. De hecho, es precisamente esta existencia de varios
capitalismos lo que dio importancia al incrementado fondo de oro y plata, dado
que la velocidad de su circulación fue precisamente menor al principio en el
noroeste de Europa que en la Europa mediterránea. Como concluyen Braudel y
Spooner, «la teoría cuantitativa de la moneda tiene significado cuando se
considera junto con la velocidad de circulación y en el contexto de las

prix est-elle le miroir?». Anuales ESC, xxm, 1, enero-febrero de 1968, página 195.
Ruggiero Romano señala que las crisis aparecen y desaparecen según calculemos los
incrementos de los precios en términos de los precios del oro y la plata o en términos de la
moneda de cuenta: «[Los resultados de la investigación sobre los precios en el siglo xvi] son en
buena medida el fruto de una transformación arbitraria en precios metálicos de precios
expresados originalmente en moneda de cuenta: estos, por consiguiente, no son precios, sino
precios-plata o precios-oro, y no expresan, para ser exactos, aspectos de la historia monetaria,
sino de la historia "metálica” [...] [En lo que se refiere a los argumentos sobre si hubo o no una
depresión en el siglo xv], las razones para las interpretaciones opuestas se deben, en gran
medida, precisamente a las diferentes construcciones de las curvas de precios. ¿Precios en plata?
Crisis del siglo xv. ¿Precios en moneda de cuenta? La crisis se disuelve.» «Tra xvi e xvu secolo.
Una crisi económica: 1619-1622», Rivista Storica Italiana, LXXIV, 3, septiembre de 1962, pp. 481-
482.
214
«[Los metales preciosos americanos] crearon un umbral por debajo del cual los
precios ya no podían caer en el curso de las largas fases de depresión. Su papel fue el de
intensificar o aminorar tendencias generales. Por descontado que éste era un papel importante,
pero un papel que sólo existe y puede ser explicado a través de otras tendencias: tendencias de
la inversión, por ejemplo. Estas son las que verdaderamente reflejan [el cambio]. No es posible
ignorarlas, ni relegarlas a un papel secundario.» Cario M. Cipolla, «La prétendue "révolution
des prix”», Anuales ESC, x, 4, octubre-diciembre de 1955, p. 515.
215
«Por consiguiente, si se toma en su totalidad el período 1570-1620, un período al que
se considera inflacionario en su conjunto —hasta el punto de que los historiadores le han llamado
"revolución de los precios”— se tiene la ilusión óptica de una paradójica caída de la tasa de
interés durante una fase inflacionaria.» Cario M. Cipolla, «Note sulla storia del sagio d’interesse.
Corso, dividendi, e sconto dei dividendi del Banco di S. Giorgio nel secolo xvi», Economía
Internazionale, v, 2, mayo de 1952, p. 266.
216
Karl Marx, Capital, Nueva York, International Publishers, 1967, i, cap. 4, p. 146.
[El capital, Madrid, Siglo XXI, 1975-1979, I, vol. 1, p. 179.]
217
Braudel, en Chapters, I, p. 286.
La nueva división europea del trabajo 105
218
disparidades de la economía europea» .
Esto nos lleva a la segunda parte del argumento de Hamil- ton. No sólo hubo
un aumento de los precios, sino un retraso de los salarios. Aquí también es grande
la controversia sobre su existencia y sus causas219. Hamilton argumentaba que, al
crecer los precios, los salarios y las rentas no consiguieron mantenerse por
delante de los precios, a causa de rigideces institucionales, en Francia y en
Inglaterra, aunque sí en España220. Esto creó una separación, una especie de
superganancia [wind- falV], que fue la principal fuente de acumulación de
capital en el siglo xvi:
En Inglaterra y en Francia, la enorme discrepancia entre precios y salarios, nacida
de la revolución de los precios, privó a los trabajadores de una gran parte de los
ingresos que hasta entonces habían disfrutado, y desvió esta riqueza a los
recipientes de otras participaciones distributivas [...]. Las rentas, al igual que los
salarios, quedaron detrás de los precios; de modo que los terratenientes no
sacaron nada de la pérdida de los trabajadores [...]
Las superganancias así recibidas, junto con las ganancias del comercio con
las Indias Orientales, suministraron los medios para construir equipo de capital,
y los asombrosos beneficios obtenibles suministraron un incentivo para la febril
prosecusión de la empresa capitalista
La afirmación de que las rentas iban por detrás de los precios, ha sido objeto
de críticas particularmente duras, especialmente por parte de Eric Kerridge con

218
Braudel y Spooner, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 449.
31
Pierluigi Ciocca dice, al finalizar sus dos muy largos artículos sobre la hipótesis del retraso
de los salarios, que la cuestión del retraso de los salarios es menos difícil de resolver que la de
explicar las causas de la inflación en el siglo xvi. Véase «L’ipotesi del "ritardo” dei salari rispetto
ai prezzi in periodi di inflazione: alcune considerazioni gene- rali», Bancaria, xxv, 5, mayo de
1969, p. 583.
220
Jordi Nadal niega la veracidad empírica de esta afirmación de Hamilton, arguyendo que
las cifras de Hamilton tienen una base metodológica defectuosa, pues usa cifras ponderadas para
Inglaterra y Francia, y cifras sin ponderar para España. Señala que cuando Phelps-Brown y
Hopkins tomaron las únicas cifras publicadas disponibles para comparar los salarios de los
albañiles, ponderadas todas de la misma forma, el análisis cambió fundamentalmente. «La
enseñanza de estas cifras es tan clara como insospechada: a medida que fue transcurriendo el
siglo xvx, el poder adquisitivo del salario nominal cobrado por el albañil valenciano (único
español computable) habría sufrido una pérdida progresiva muy acentuada, dentro de la misma
línea que la del salario del albañil inglés o francés.» Hispania, xxx, pp. 523-524.
106 Immanuel Wallerstein
221 222
respecto a la Inglaterra del siglo xvi , así como también por otros con
respecto a otros lugares y épocas223. Hacia 1960, Hamilton había dado marcha
atrás con respecto a las rentas, pero afirmaba que esto no afectaba para nada la
fuerza de su argumento:
Uno puede asumir que al principio de la revolución de los precios, los pagos por
salarios representaban tres quintos de los costos de producción [...] Supongo que
en 1500 las rentas de la tierra pueden haber supuesto un quinto del ingreso
nacional en Inglaterra y en Francia, y que, contrarrestándose la tendencia a
aumentar las rentas por el aumento de los precios agrícolas y la infrecuente
ruptura de los contratos de arrendamiento para bajar las rentas, éstas crecieron
con la misma velocidad que los precios durante la revolución de los precios. El
quinto restante del ingreso nacional correspondía a las ganancias, incluyendo los
intereses. Con tres quintos de los costos yendo muy por detrás de los precios
disparados [...] las ganancias deben haber llegado a niveles elevados en Inglaterra
y en Francia en el siglo xvi, continuado en una elevada meseta durante cuatro o
cinco décadas, y haberse mantenido alta en el grande, aunque declinante, margen

,0
Earl J. Hamilton, «American treasure and the rise of capitalism», Económica, ix, 27,
noviembre de 1929, pp. 355-356.
Walter Prescott Webb introduce la útil distinción conceptual de diferenciar entre
superganancias primarias y secundarias, ambas como resultado de la conquista europea de las
Américas. «Además de la tierra —la mayor de todas las ganancias—, consideremos el oro y la
plata, los productos forestales, las pieles y el ámbar gris, dentro de una primera categoría [...].
Las superganancias primarias eran aquellas rápidamente obtenibles, cosas que podían ser
conseguidas con un mínimo de inversión y poco trabajo preliminar. Las superganancias
secundarias implicaban un elemento de largo tiempo de espera, y a menudo grandes gastos,
excesivos para la resistencia de un lejano e impaciente inversor. Las superganancias primarias
fueron las que dieron impulso al capitalismo en los siglos xvi y xvu, y las superganancias
secundarias las que mantuvieron al capitalismo en marcha a través de los siglos xvm y xix.» The
great frontier, Boston (Massachusetts), Houghton, 1952, páginas 181-182.
Fritz Redlich nos recuerda que el botín resultante de las guerras europeas, una antigua forma
de superganancia, siguió siendo una importante fuente de formación de capital en el siglo xvi.
«De praeda militari: looting and booty, 1500-1815», Vierteljahrschrift für Sozial- und
Wirtschaftsgeschichte, suplemento núm. 39, 1956, pp. 54-57. La diferencia es que ese botín
representaba una redistribución de la riqueza existente en Europa, no una incorporación de
nuevos recursos.
222
Véase Eric Kerridge, «The movements in rent, 1540-1640», en E. M. Carus-Wilson,
comp., Essays in economic history, n, pp. 208-226. Véase también Ian Blanchard: «La
información impresa de la que se dispone hasta ahora para el estudio de los cambios en las rentas
durante el período 1485-1547 no carece de ambigüedad, y en ninguna parte resulta esto tan claro
como en [Joan Thirsk, comp., Agrarian History of England and Wales, vol. iv], donde en la [p.
204] se declara que a partir de la década de 1470 hubo un marcado incremento de las rentas de
las tierras cultivables, mientras que en la [p. 690] se señala que no hubo un movimiento
ascendente agudo hasta bien entrado el siglo xvi. Para resolver esta aparente contradicción se
deben consultar estudios de fincas concretas, pero son pocos los que existen». «Population
change, enclosures,
and the early Tudor economy», Economic History Review, 2.* serie, XXIXI, 3, diciembre de 1970,
p. 443.
44
Pierre Vilar, «Problems on the formation of capitalism», Past and Present, 10, noviembre
de 1956, p. 25. Respecto a España, Nadal dice también: «habremos de concluir, en contra de
Hamilton, que la etapa inflacionista no fue desfavorable a los grandes señores territoriales
españoles». Hispania, xix, p. 526.
La nueva división europea del trabajo 107
224 225
entre precios y salarios, hasta finales del siglo xvn .
Ha habido otras críticas de la hipótesis de Hamilton sobre el retraso de los
salarios Una importante línea de argumentación fue aportada por John Nef, que
sugirió que los salarios monetarios registrados no eran equivalentes a los salarios
totales, ya que existían salarios en especie que podrían haber crecido
suficientemente, para cubrir la separación, y también que los aumentos en los
precios del trigo podían no haberse visto igualados por aumentos equivalentes en
todos los precios de mercancías básicas:
En primer lugar, los índices aquí recopilados exageran el incremento del costo
de la subsistencia durante la revolución de los precios. En segundo lugar, el
incremento en el costo de la dieta de los trabajadores fue soportado en alguna
medida no por ellos, sino por sus patronos. En tercer lugar, muchos trabajadores
tenían pequeñas parcelas de tierra de las que obtenían parte de los suministros
necesarios. De aquí se sigue que probablemente pudieran gastar una porción no
despreciable del salario monetario en mercancías distintas de los alimentos 226.
Phelps-Brown y Hopkins están de acuerdo en que el deterioro de los salarios
podría haber sido menos grave de lo que parecía, dado que los precios del grano
crecían más rápidamente que los de los productos manufacturados. De aquí que
los productos alimenticios procesados, cada vez más importantes, crecieran
menos en precio que los granos básicos, y que las mejoras en la manufactura
redujeran aún más el costo de tales materias procesadas 46. No obstante,
evidencias más recientes (1968), basadas en mejores datos que los usados
originalmente por Hamilton, incluyendo investigaciones realizadas por Phelps-
Brown y Hopkins, tienden a confirmar la hipótesis general de que hubo una caída
en los salarios reales en la Europa occidental del siglo xvi47.
La caída de los salarios reales queda ejemplificada de manera llamativa en
el cuadro 1, tomado de Slicher van Bath4®. Presenta los salarios reales por día
de un carpintero inglés, expresados en kilogramos de trigo. 227 228

224
Hamilton, International Congress, I, p. 160.
225
Ciocca las resume en Bancaria, xxv, 4, abril de 1969, pp. 425426 (n. 13).
45
John U. Nef, «Prices and industrial capitalism in France and England», en The
conquest of the material world, Chicago, Illinois,
Univ. of Chicago Press, 1964, p. 254. Hamilton rechaza el argumento de Nef en «Prices and
progress», Journal of Economic History, XII, 4, otoño de 1952, pp. 333-334. Pero Ciocca
comenta: «La [anterior] observación de Hamilton, de que la importancia de los dos factores en
cuestión es menor en la fase histórica de la comercialización creciente y del nacimiento del
proletariado, nos parece válida y alentadora. Sin embargo, [se] requiere la mayor prudencia».
Bancada, xxv, p. 428.
228
Véase E. H. Phelps-Brown y Sheila V. Hopkins, «Wage-rates and prices: evidence for
population pressure in the sixteenth century», Económica, xxiv, 96, noviembre de 1957, p. 293.
Sobre los precios en Roma, véase Jean Delumeau: «Más en general, el índice decenal del trigo
fue siempre más alto que el de todos los demás productos [diversos artículos alimenticios, vino,
leña, cera] a lo largo de los cuarenta años que van de 1590 a 1629, con una sola posible
excepción: la de las pasas entre 1610 y 1619. E incluso en este caso se trata de una excepción
que confirma la regla, porque el precio de las pasas fue excepcionalmente alto a finales del siglo
xvi y comienzos del XVII». Vie économique et sociale de Rome dans la seconde moitié du XVI'
siécle, París, Boccard, 1957, II, pp. 741-742.
" Phelps-Brown y Hopkins ofrecen pruebas de la disminución de los salarios reales en el
108 Immanuel Wallerstein
CUADRO 1. SALARIO
REAL DE UN CARPINTERO
INGLÉS *
1251-1300 81,0
1300-1350 94,6
1351-1400 121,8
1401-1450 155,1
1451-1450 143,5
1501-1500 122,4
1551-1600 83,0
1601-1650 48,3
1651-1700 74,1
1701-1750 94,6
1751-1800 79,6
1801-1850 94,6

* 1721-45 = 100.

De este cuadro se derivan tres hechos. El salario real de un carpintero inglés no


resulta llamativamente diferente en 1850 respecto al de 1251. El punto más alto
de los salarios (155,1) fue inmediatamente anterior al «largo» siglo xvi, y el punto
mínimo (48,3) ocurrió a su final. La caída durante el siglo xvi fue inmensa. Esta
caída es tanto más significativa si nos damos cuenta de que los salarios ingleses
en el período de 1601-1650 no estaban en absoluto en el extremo inferior de la
escala europea de salarios urbanos.
Esta dramática disminución de los salarios era en sí misma consecuencia de
tres factores estructurales, restos de los rasgos de una economía precapitalista no
eliminados aún en el siglo xvi. Pierluigi Ciocca describe con cuidadoso detalle
cómo operaban estas estructuras para reducir los salarios reales en una era de
marcada inflación, y por qué cada uno de estos factores estructurales se vio en
gran medida eliminado en siglos posteriores. Los tres factores son: ilusiones
monetarias, y discontinuidad de las demandas salariales; fijación de los salarios
por costumbre, contrato o estatuto; y retrasos en su pago. Al hablar de ilusiones
monetarias Ciocca se refiere a la incapacidad para percibir con precisión los
aumentos inflacionarios graduales, excepto en puntos temporales discontinuos.

siglo xvi para la Inglaterra meridional. Francia, Alsacia, Münster, Augsburgo, Valencia y Viena,
en su cuadro 2, de «Buil- ders wage-rates, prices and population: some further evidence»,
Económica, xxvi, 101, febrero de 1959, p. 21. Jean Fourastié y René Grandamy no están seguros
de en qué medida fue real la caída de los niveles de vida entre los siglos xv y xvi, pero señalan
que el precio real del trigo se cuadruplicó entre el siglo xv y los siglos xvii y xvm. «Remarques
sur les prix salariaux des céréales et la productivité du travailleur agricole en Europe du xv' et
xvi* siécles», Third International Conference of Economic History (Munich, 1965), París,
Mouton, 1968, p. 650.
* Slicher van Bath, Agradan history, cuadro 1, p. 327.
La nueva división europea del trabajo 109
Incluso si eran percibidos tales aumentos, los salarios sólo podían ser negociados
con ciertos intervalos. Más aun, en el siglo xvi a menudo intervenía el Estado,
allá donde la costumbre o los contratos se rompían, para prohibir los aumentos
salariales. Finalmente, en aquellos tiempos muchos trabajadores cobraban sólo
una vez al año, lo que en una era inflacionaria significaba dinero depreciado. En
el siglo xx, las ilusiones monetarias se verían contrarrestadas por la organización
de los sindicatos, la extensión de la educación, la existencia de índices de precios,
y la acumulación de experiencia sobre la inflación. Más aún, la organización
política de los trabajadores hace más difícil para el Estado el restringir los
salarios. Y por supuesto la frecuencia en el pago de los salarios es un derecho
hace largo tiempo adquirido. Pero en aquella primitiva era capitalista, los
trabajadores no tenían la misma capacidad de maniobra229 230.
Lo que fortalece la plausibilidad de este análisis —según el cual hubo un
desfase de los salarios debido a factores estructurales de la economía-mundo
europea del siglo xvi, basada en formas primitivas de capitalismo mundial—, no
son sólo los datos empíricos que lo confirman, sino las dos excepciones empíricas
conocidas: las ciudades del centro y del norte de Italia, y las de Flandes. Cario
Cipolla señala que a finales del siglo xvi y principios del xvil, «los costos del
trabajo parecen haber sido excesivamente altos en Italia, en relación con los
niveles de salarios de las naciones competidoras». La razón, según Cipolla, fue
que «las organizaciones de los trabajadores tuvieron éxito en imponer niveles de
salarios desproporcionados a la propia productividad del trabajo» M. De manera
semejante. Charles Verlinden encuentra que, en las ciudades belgas, los salarios
siguieron el precio de los productos del trigo muy de cerca en el siglo xvi231. ¿Por
qué estas dos excepciones? Precisamente porque eran los «antiguos» centros de
comercio232, y por lo tanto los trabajadores eran relativamente fuertes como
fuerza político-económica. Por este motivo, estos trabajadores podían resistir
mejor la galopante carrera de los beneficios. Además, el «avance» del
capitalismo había quebrado parcialmente las antiguas estructuras. No obstante,
fue la «fuerza» de los trabajadores y el progreso del capitalismo lo que originó
que tanto las ciudades del norte de Italia como las de Flandes declinaran como
centros industriales en el siglo xvi, dejando paso a los recién llegados que serían

229
Ciocca, Bancaria, xxv, pp. 518-579.
230
Cario Cipolla, «The economic decline of Italy», en Brian Pulían, comp.. Crisis and
change in the Venetian economy in the sixteenth and seventeenth centuries, Londres, Methuen,
1968, pp. 139, 140. Véase Brian Pulían, «Wage-earners and the Venetian economy, 1550-1630»,
Economic History Review, 2.a serie, xvi, 3, 1964, pp. 407-426; Domenico Sella, «Les
mouvements longs de l’industrie lainiére á Venise aux xvi' et XVIII' siécles», Annales ESC, XII, 1,
enero-marzo de 1957, especialmente pp. 40- 45. Sella llama a Venecia «rica ciudad», en la que
el alto costo de la vida se debía a las «pesadas rentas y altos salarios».
231
Véase Verlinden et al., Annales ESC, x, p. 198. Véase Hermán van der Wee: «Por
eso Brabante no experimentó un catastrófico colapso de los ingresos reales de las masas
asalariadas, como fue el caso en otros países europeos durante el siglo xvi». The growth of the
Antwerp market and the European economy, La Haya, Nijhoff, 1963, II, p. 386.
232
Esto nos lleva de nuevo a la cuestión de por qué fueron centros los «antiguos» centros de
comercio. Este es un problema completamente
110 Immanuel Wallerstein
los triunfadores finales: Holanda, Inglaterra y, en menor medida, Francia.
La idea de que algunos trabajadores (precisamente aquellos pertenecientes a
los sectores más «adelantados») pudieran resistir el deterioro de los salarios
mejor que otros, nos lleva a considerar cuáles fueron las diferencias en las
pérdidas53 ocasionadas por la inflación a largo plazo. Pierre Vilar sugiere una
simple distinción centro-periferia54. No obstante, ésta es una dicotomía
excesivamente simple. Porque no fueron sólo los trabajadores de la periferia,
quienes trabajaban, como veremos, en la América española y en Europa oriental
en el siglo xvi, los que perdieron. Simultáneamente los trabajadores asalaria-
distinto. Sylvia Thrupp ofrece esta breve explicación: - «Flandes y el norte de Italia son, con
mucho, las zonas más interesantes, porque la fertilidad de su suelo y la facilidad con la que
podían importan más alimento de las regiones "granero” cercanas favoreció una alta densidad
de población. Esto les dio no sólo una amplia reserva de trabajo campesino a tiempo parcial
disponible para el trabajo industrial en el campo, sino también la posibilidad de urbanizar una
proporción mayor de su población». «Medieval industry, 1000-1500», Fontana Economic
History of Europa, i, 6, 1971, p. 47.
5!
Nos referimos a diferencias entre países. También hubo, por supuesto, diferencias dentro
de cada país entre los grupos sociales, diferencias que están reflejadas en nuestra discusión de
la relación entre rentas, ganancias y tasas salariales. Entre las diferentes categorías de
asalariados, sin embargo, no parece haber habido tales diferencias. O al menos éste parece ser
el caso para el pago relativo de maestros y peones en la industria de la construcción en Inglaterra,
donde «la tasa de los peones de la construcción [cambió] en la misma proporción que la de los
maestros, con gran conformidad, desde la peste negra hasta la primera guerra mundial». E. H.
Phelps-Brown y Sheila V. Hopkins, «Seven centuries of the prices of consumables, compared
with builder’s wage-rates», en E. M. Carus-Wilson, comp., Essays in economic history, Nueva
York, St. Martin's Press, 1966, ll, p. 189.
54
«Pero, recordando la frase profundamente sugestiva de Marx, ”la esclavitud disfrazada
de los asalariados en Europa exigía, a modo de pedestal, la esclavitud sans phrase en el Nuevo
Mundo”, ¿podríamos dejar de ver [las "ondas largas” de los precios y las actividades
económicas] en términos de una alternancia histórica entre un aumento de la explotación del
trabajo colonial y del trabajo europeo?». Vilar, Past and Present, 10, p. 34.
dos en la mayor parte de la Europa occidental perdieron también, aunque quizás
no tanto (¿acaso lo sabemos?) como los trabajadores de Europa oriental (es
imposible de medir la «pérdida» para los trabajadores de la América española,
dado que previamente no habían estado en absoluto en el mismo sistema
económico). Y J. H. Elliott argumenta que la posición del trabajador español en
esta declinación se aproxima más a la del trabajador de la Europa del este que a
la del inglés55.
Así, si en algún tipo de continuidad el trabajador polaco era el que menos
ganaba, y después el español, y digamos el que ganaba más era el veneciano,
¿dónde estaba exactamente el trabajador inglés, representando las áreas
semiperiféricas que estaban en pleno proceso de convertirse en áreas centrales?
Phelps- Brown y Hopkins sugieren que una forma de pensar en lo que estaba
pasando en estos países es ver que «la contracción de la cesta de la compra del
asalariado [inglés] era fundamentalmente debida al cambio de los términos de
intercambio entre el taller y la granja»56. Por una parte, la transformación de los
términos de intercambio cae con máximo peso sobre el asalariado (ya fuera
carente de tierra o cuyos ingresos procedentes de la tierra fueran subsidiarios).
La nueva división europea del trabajo 111
Phelps-Brown y Hopkins estiman que el número de tales asalariados era ya un
tercio de la población activa en Inglaterra en la primera mitad del siglo xvi. Como
ellos dicen, «la otra cara de la medalla [del empobrecimiento del asalariado] es
el enriquecimiento de aquellos que vendían productos de granja o arrendaban
granjas con arreglo
s5
«La hipótesis [de Hamilton] de que los salarios españoles permanecieron por delante de
los precios parece hasta este punto bastante infundada. De hecho, nuevas investigaciones bien
pueden mostrar un marcado deterioro del nivel de vida de la masa de la población castellana
durante la primera mitad del siglo. Tal deterioro, combinado con el alto nivel de los precios
castellanos en relación con los de otros Estados europeos, nos aproximaría mucho a una
explicación de la peculiar estructura de la economía de Castilla a finales del siglo: una economía
más próxima en muchos sentidos a la de un Estado de Europa oriental, como Polonia,
exportadora de materias primas e importadora de productos de lujo, que a las economías de los
Estados europeos occidentales. En la medida en que la industria sobrevivía en Castilla, tendía a
ser una industria de lujo, al servicio de las necesidades de los pocos acomodados, y sometida a
creciente competencia extranjera.» J. H. Elliott: «The decline of Spain», Past and Present, 20,
noviembre de 1961, p. 62. El subrayado es mío. En Cataluña el proceso fue análogo. Véanse los
comentarios de Jaime Vicens Vives al «Rapport de M. Malowist», en IX‘ Congrés Internationale
des Sciences Historiques, II, Actes, París, Armand Colin, 1951, en los que Vicens compara el
«segundo feudalismo» en Cataluña y Polonia.
56
Phelps-Brown y Hopkins, Económica, xxiv, p. 298.
a unas rentas que podían ir elevando»S1. Esto proyecta algunas dudas sobre la
argumentación de Hamilton de que el desfase de los salarios era una fuente
directa de acumulación de capital, o al menos nos previene del hecho de que el
terrateniente en Europa occidental era un intermediario clave para la acumulación
de capital.
No obstante, el punto fundamental del razonamiento de Hamilton,
respaldado por John Maynard Keynes, está bien planteado. La inflación creó una
redistribución de ingresos, una redistribución complicada, debido a las múltiples
capas de la economía-mundo europea. Fue, no obstante, un método de cargar a
los sectores políticamente más débiles para proveer un fondo de acumulación de
capital que pudiera entonces ser invertido por alguien233 234. Los terratenientes,

233
Ibid., p. 299. El subrayado es mío.
Este análisis es muy similar al de Dobb: «Se puede preguntar: en estas circunstancias, si el
consumo real de las masas cayó, ¿cómo pudo subir el nivel de precios y hacer posible la
realización de las grandes ganancias de este período (dependientes esencialmente del margen
entre precios y salarios monetarios, multiplicado por la rotación de la mercancía)? En otras
palabras, ¿de dónde surgió una demanda en expansión? La respuesta se encuentra aparentemente
en el hecho de que fue el gasto de los ricos y medio acomodados (es decir, la nueva burguesía y
la Corona, y también la clase ascendente de capitalistas de provincias y grandes granjeros
yeomen) lo que proporcionó un mercado en expansión; creando el incrementado gasto de esta
parte, en cierto sentido, las condiciones para la realización de las ganancias. Muchas de las
industrias en auge en este período estaban al servicio del consumo de lujo de los más
acomodados. Hubo también una inversión ampliada en navios, en la construcción y (en muy
pequeña medida) en maquinaria y herramientas, también en armas y equipo militar. A esto se
debe añadir el importante efecto del comercio exterior, un comercio exterior realizado en
términos altamente favorables y compensado por la entrada en el reino de una apreciable
cantidad de metales preciosos». Studies, p. 120.
Braudel aporta un análisis de la razón por la cual los terratenientes no se vieron
necesariamente afectados por la inflación de precios en la forma inicialmente supuesta por
112 Immanuel Wallerstein
en particular siguieron hallando nuevas formas de sacar dinero a los
campesinos235 236. El argumento, recordemos, no es sólo que hubo un inesperado
beneficio, sino que la inflación favorecía la inversión 237.
Esto nos lleva a una ulterior objeción a la hipótesis del desfase de salarios,
la de John Nef, quien afirma que el argumento se viene abajo debido al caso de
Francia, donde, aunque existía el mismo retraso de los salarios que en Inglaterra,
no se realizó ningún progreso significativo en la industria en aquel tiempo 238.
Más aún, Nef señala que no se trata simplemente de una comparación Francia-
Inglaterra, dado que en términos de desarrollo industrial la situación de Francia
era, según él, comparable a la del sur de Alemania y los Países Bajos españoles,
mientras que Inglaterra era comparable a Holanda, Escocia, Suecia y Lieja. Es
decir, los primeros estaban todos retrasados en comparación con la «era del
Renacimiento» y los últimos adelantados. Y no obstante, la madera y el trabajo
eran más baratos, y no más caros, en Francia que en Inglaterra. Posiblemente el
problema fuera que eran demasiado baratos 239.

Hamilton: «Esa revolución de los precios [...] no ha sido, como por arte de magia,
obstinadamente democrática. Ha aligerado las cargas y deudas campesinas pagaderas en moneda
y fijadas bastante antes de que se descubriese América. En la práctica, los derechos feudales
sobre las tenencias de tierra campesinas son con frecuencia muy leves, a veces poco menos que
nada. Pero no siempre, desde luego. Y, cosa importante, el señor percibe también rentas en
natura valoradas de acuerdo con el curso de los precios en el mercado [...]. Además, tanto en el
Mediterráneo como en Europa, la partición de las tierras no se hizo de una vez para siempre».
La Méditerranée, II, p. 51.
51
«El capitalismo requiere capital, y no sería fácil imaginar un instrumento más poderoso
para proporcionarlo que el del ahorro forzado a través de un cociente precios/salarios altamente
favorable.» EarI J.
Hamilton, Journal of Economic History, xn, p. 338. Véase J. M. Keynes: «Así es casi seguro
que una inflación de beneficios traiga consigo una más desigual distribución de la riqueza, a
menos que sus efectos sean compensados mediante impuestos directos del tipo que caracteriza
a la Inglaterra moderna [1930], pero no a ningún otro lugar o período». A treatise on money,
Londres, Macmillan, 1950, II, p. 162.
236
«Si este mundo señorial y terrateniente domina a Europa a comienzos del siglo xvn
es porque su férula se ha aflojado mucho menos de lo que generalmente se piensa. La tierra
había sido, una vez más, para quienes supieron aprovecharla, una fuente de riqueza. No andaban,
pues, descaminados los mercaderes y los ricos de las ciudades que compraban con sus ganancias
tierras o señoríos.» Braudel, La Méditerranée, I, p. 479.
237
«La subida de los precios castigaba los retrasos en la inversión, y al disminuir la tasa
de interés efectivo fomentaba la obtención de préstamos para invertir por adelantado las
ganancias. En suma, la subida de los precios y el retraso de los salarios proporcionaron capital
y fuertes incentivos para utilizarlo según pautas capitalistas.» Hamilton, Journal of Economic
History, xn, p. 339.
238
«Lo que tenemos que explicar en el caso de Francia no es, como en el de Inglaterra,
por qué el capitalismo industrial progresó tanto en la era de la revolución de los precios, sino
por qué progresó tan poco.» Nef, The conquest of the material world, p. 242.
239
«La historia de Francia sugiere que una prolongada caída de los salarios reales de los
trabajadores, aun siendo sin duda un incentivo para emprender negocios, no es por sí misma un
factor suficientemente poderoso para causar una gran aceleración en la tasa de crecimiento
industrial. Es posible que durante el último cuarto del siglo xvi la caída del nivel de vida del
trabajador fuera tan grande que impidiera el crecimiento de la demanda de algunos productos
industriales, y que la
La nueva división europea del trabajo 113
Pero esta comparación de Nef sólo rebate la tesis de Hamil- ton si se
comparan Inglaterra y Francia in vacuo. Pero si se toman en el contexto de la
economía-mundo europea, esta comparación coloca simplemente el nivel de
salarios reales de Francia en algún lugar entre el de España y el de Inglaterra. Lo
que podríamos entonces argumentar es que en el seno de la economía-mundo
como un todo se dio una aguda reducción en la distribución de ingresos
producidos a los trabajadores. Las tasas variaban con arreglo a los países. La
situación óptima para una clase inversora local sería la de tener acceso a los
beneficios procedentes de salarios bajos en la periferia y a beneficios adicionales
procedentes de salarios medios (en contraposición con los salarios altos) en su
propia área. Un nivel de salarios medio era lo óptimo, ya que mientras que por
una parte un nivel de salarios excesivamente alto (Venecia) suponía un bocado
excesivo en el margen de beneficios, por otra parte un nivel de salarios
excesivamente bajo (Francia y España a fortiori) reducía las dimensiones del
mercado local para nuevas industrias. Los que más se acercaban a esta situación
óptima en el sistema europeo eran Inglaterra y Holanda. El hecho de que fuera
una economía-mundo, no obstante, era la condición sine qua non para que las
ganancias inflacionarias pudieran ser invertidas rentablemente en nuevas
industrias.
La inflación fue por tanto importante, tanto porque era un mecanismo de
ahorro forzoso, y en consecuencia de acumulación de capital, como porque servía
para distribuir estas ganancias desigualmente en el interior del sistema,
favoreciendo a lo que hemos venido llamando el centro emergente de la
economía- mundo y perjudicando a su periferia y semiperiferia de «antiguas»
áreas desarrolladas.
La otra cara de este cuadro, como posiblemente haya intuido el lector a partir
de la discusión sobre el impacto de la inflación, es que en el seno de la economía-
mundo emergió una división del trabajo no sólo entre labores agrícolas e
industriales, sino también dentro de las propias labores agrícolas. Y junto con
esta especialización surgieron diferentes formas de control del trabajo, y
diferentes esquemas de estratificación, miseria de los pobres supusiera más un obstáculo
que una ayuda para el desarrollo de la industria durante las guerras de religión.» Nef, ibid., p.
267.
Nef se ve respaldado también por David Félix, «Profit inflation and industrial growth: the
historie record and contemporary analogies», Quarterly Journal of Economics, LXX, 3, agosto de
1956. Véanse especialmente pp. 443-451.
que a su vez tuvieron diferentes consecuencias políticas para los «Estados», es
decir, las arenas de la acción política.
Hasta aquí hemos intentado explicar por qué fue Europa la que se expandió
(en lugar de, por ejemplo, China), por qué en el seno de Europa fue Portugal la
que se puso a la cabeza, y por qué esta expansión vino acompañada de inflación.
No nos hemos encarado en realidad a la cuestión de por qué esa expansión fue
tan significativa. Es decir, ¿por qué la creación de esta economía-mundo fue un
heraldo del moderno desarrollo industrial, mientras que las creaciones imperiales
previas de la historia del mundo, basadas aparentemente en un sector agrícola
relativamente productivo y un aparato político burocrático relativamente fuerte,
114 Immanuel Wallerstein
no consiguieron ir en esta dirección? Decir que a causa de la tecnología sólo nos
lleva a preguntar qué tipo de sistema fue el que favoreció tanto el adelanto
tecnológico. (Recordemos la metáfora de Needham acerca del súbito brote de
tecnología occidental). E. L. Jones y S. J. Woolf consideran un factor distintivo
del siglo xvi precisamente el hecho de que, por primera vez en la historia, una
expansión de la productividad agrícola abriera el camino a una expansión del
ingreso real:

Una de las lecciones menos agradables de la historia es que las agriculturas


técnicamente adelantadas y físicamente productivas no traen, inevitablemente,
un crecimiento sostenido de los ingresos reales per cápita, y mucho menos aún
promueven la industrialización. Las civilizaciones de la Antigüedad, con sus
elaboradas agriculturas, suministran un punto de partida. Ninguna de ellas, en el
Oriente Medio, Roma, China, Mesoamérica [...] llevó a una economía industrial.
Técnicamente su organización agrícola era soberbia [...] Igualmente, el volumen
físico del grano que producían era impresionante. Y aun así, sus historias sociales
son terribles historias de ciclos de producción sin un aumento duradero en los
ingresos reales para la masa del pueblo, tanto en las expansiones como en las
recesiones [...]
El factor común, notablemente en los imperios con agriculturas de irrigación,
era el inmenso poder de un aparato de Estado basado en una burocracia
preocupada por la defensa contra las amenazas exteriores y el mantenimiento
interno de su propia posición. Adoptando una visión general de la historia, se
podría concluir que estas burocracias pretendían y consiguieron mantener vastas
sociedades campesinas, durante largas eras y con todas las densidades de población, en un
estado de virtual homeostasis 240.

Los autores argumentan que, en un sistema tal, un incremento en la


producción bruta no tiene más resultado que una «expansión estática» 241, es decir,
un incremento de la población sostenible con un mantenimiento de la misma
distribución absoluta de bienes en las mismas proporciones relativas a las
diferentes clases de la sociedad.
¿Qué tenía la economía-mundo del siglo xvi que justifique una
transformación social de tipo distinto, que difícilmente podría ser considerada
una homeostasis? Sin duda las burocracias del siglo xvi no tenían motivaciones
demasiado diferentes de las que Jones y Woolf adjudican a otras anteriores. Si el
resultado fue diferente, debe ser porque la economía-mundo estaba organizada
de manera diferente que los imperios anteriores, y de tal forma que existían
presiones sociales de diferente tipo. Específicamente, podríamos examinar los
tipos de tensiones que tal sistema generaba entre las clases dominantes, y
consiguientemente los tipos de oportunidades que proporcionaba a la masa de la
población.
Hemos señalado ya a grandes rasgos lo que consideramos como presiones
existentes sobre Europa para la expansión. La expansión supone sus propios

“ E. L. Jones y S. J. Woolf, «The historie role of agrarian change in economic developrnent»,


en Jones y Woolf, comps., Agrarian change and economic developrnent, Londres, Methuen,
1969, p. T. El subrayado es mío.
M
Ibid., p. 2.
La nueva división europea del trabajo 115
imperativos. La capacidad de expandirse con éxito es función de la habilidad para
mantener una relativa solidaridad social interior (a su vez en función de los
mecanismos de distribución de recompensas) y de los arreglos que se pueden
hacer para utilizar lejos mano de obra barata (siendo tanto más importante que
lo sea cuanto más lejos esté, debido a los costos de transporte).
La expansión supone también un desarrollo desigual y por lo tanto
recompensas diferenciales, y un desarrollo desigual en un formato de múltiples
capas dentro de otras capas, polarizada cada una de ellas en términos de una
distribución bimodal de recompensas. Así, concretamente, en el siglo xvi existían
oposiciones entre el centro de la economía-mundo europea y sus áreas
periféricas, en el seno del centro europeo entre los Estados, en el interior de los
Estados entre las distintas regiones y estratos, en el seno de las regiones entre la
ciudad y el campo, y en último término en el seno de unidades más locales 242.
La solidaridad del sistema se basaba en última instancia en este fenómeno de
desarrollo desigual, ya que la complejidad multiestratificada proporcionaba la
posibilidad de una identificación multiestratificada y de un realineamiento
constante de

“ Véase la discusión en Frédéric Mauro, Le XVI’ siécle européen: aspeéis économiques,


París, Presses Universitaires de France, 1966, pp. 285- 286.

5
116 Immanuel Wállerstein
las fuerzas políticas, que proveían por otra parte y ál mismo tiempo la
turbulencia subyacente que permitía el desarrollo tecnológico y las
transformaciones políticas, y también la confusión ideológica que reprimía las
rebeliones, ya fueran rebeliones de retroceso, de avance o de huida. Un sistema
tal de múltiples estratos de estatus y de recompensa social se relaciona a grandes
rasgos con un complejo sistema de distribución de las tareas productivas: en
general, aquellos que producen fuerza de trabajo mantienen a los que producen
comida, que mantienen a los que producen otras materias primas, que a su vez
mantienen a los implicados en la producción industrial (y por supuesto, al
progresar el industrialismo esta jerarquía de servicios productivos se hace más
compleja según, se va haciendo cada vez más refinada esta última categoría).
La economía-mundo en esta época tenía varios tipos de trabajadores: había
esclavos que trabajaban en plantaciones de azúcar y en operaciones mineras de
excavación en la superficie. Estaban los «siervos» que trabajaban en grandes
dominios donde se cultivaba el grano y se cosechaba madera. Había granjeros
«arrendatarios» [íenanís], dedicados a varios tipos de cultivos para el mercado
(incluyendo el grano), y trabajadores asalariados en algunas producciones
agrícolas. Esto daba cuenta del 90 al 95 por 100 de la población de la economía-
mundo europea. Había una nueva clase de «pequeños propietarios libres» [yeo-
men]. Además, había una pequeña capa de personal intermedio —capataces,
artesanos independientes, y unos pocos trabajadores especializados— y una
delgada capa de clases dominantes, ocupadas en supervisar las grandes
propiedades, manejando las instituciones fundamentales del orden social, y en
alguna medida dedicadas a su propio disfrute. Este último grupo incluía tanto a
la nobleza existente como a la burguesía patricia (al igual que, por supuesto, el
clero cristiano y la burocracia de Estado).
Por poco que se repare en ello, se verá que estas categorías ocupacionales no
estaban distribuidas al azar, ni geográfica ni étnicamente, en el seno de la
floreciente economía-mundo. Después de algunas arrancadas en falso, la imagen
pasó a ser la de una clase esclava, de orígenes africanos, localizada en el
hemisferio occidental; una clase «servil» dividida en dos segmentos: uno
principal en Europa oriental, y otro menor de indios americanos en el hemisferio
occidental. Los campesinos de la Europa occidental y meridional eran en su
mayor parte «arrendatarios». Los trabajadores asalariados eran prácticamente en
su totalidad europeos occidentales. Los yeomen estaban en gran medida
concentrados incluso de forma más estrecha, principalmente en el noroeste de
Europa. Las clases intermedias eran de origen paneuropeo (más mestizos y
mulatos) y estaban distribuidos geográficamente por toda la arena. Las clases
dominantes eran también de origen paneuropeo, pero creo que se puede
demostrar que desproporcionadamente procedentes de Europa occidental.
¿Por qué diferentes modos de organizar el trabajo —esclavitud,
«feudalismo», trabajo asalariado, autoempleo— en el mismo punto temporal en
el seno de la economía-mundo? Porque cada modo de control del trabajo es el
más adecuado para tipos particulares de producción. ¿Y por qué estaban
concentrados estos modos en diferentes zonas de la economía-mundo —la
La nueva división europea del trabajo 117
esclavitud y el «feudalismo» en la periferia, el trabajo asalariado y el autoempleo
en el centro, y, como veremos, la aparcería en la semiperiferia—? Porque los
modos de control del trabajo afectan grandemente al sistema político (en
particular a la fuerza del aparato de. Estado) y a las posibilidades de florecimiento
de una burguesía indígena. La economía-mundo estaba basada precisamente
sobre el supuesto de que existían de hecho estas tres zonas, y tenían de hecho
diferentes modos de control del trabajo. De no haber sido así, no hubiera sido
posible garantizar el tipo de flujo de excedente que hizo posible que apareciera
el sistema capitalista.
Revisemos los modos de control del trabajo y veamos su relación con el
producto y la productividad. Podremos ver entonces cómo esto afecta a la
aparición de elementos capitalistas. Comenzamos con la esclavitud. La
esclavitud no resultaba desconocida en la Europa de la Edad Media “, pero
resultaba carente de importancia en comparación con su papel en la economía-
mundo europea del siglo xvi al xvm. Una razón fue la debilidad militar previa de
Europa. Como ha planteado Marc Bloch:

La experiencia lo ha demostrado. De todos los tipos de crianza, la del ganado


humano es la más dura. Para que la esclavitud sea rentable aplicada a empresas
a gran escala, tiene que haber abundancia de carne humana barata en el mercado.
Esto sólo puede conseguirle por medio de la guerra o de las incursiones en busca
de esclavos. De modo que una sociedad difícilmente puede basar buena parte de
su economía en seres humanos domesticados, a menos que 243 tenga a mano
sociedades más débiles a las que vencer o a las que arrasar244 245 246.
Tan inferior modo de producción sólo es rentable si el mercado es grande,
de modo que la pequeña ganancia per cápita se vea compensada por la gran
cantidad de producción. Por esto la esclavitud pudo florecer en el imperio
romano, y por esto es preeminentemente una institución capitalista, vinculada a
las primitivas etapas preindustriales de una economía-mundo capitalista 6i.
No obstante, los esclavos no son útiles en empresas a gran escala desde el
momento en que se requiera cierta habilidad. No se puede esperar que los

243
Véase Charles Verlinden, L'esclavage dans l’Europe médiévale, Brujas, De
Tempel, 1955, 2. vols.
244
Bloch, Cambridge Economic History of Europe, I, p. 247. Véase también Marc
Bloch, «Medieval "inventions”», en Land and work in medieval Europe, Berkeley, Univ. of
California Press, 1967, p. 180.
245
La exposición clásica de este punto de vista es Eric Williams, Ca- pitalism and
slavery, Londres, Deutsch, 1964. Un planteamiento más reciente que lo respalda es Sergio Bagú,
«La economía de la sociedad colonial», Pensamiento Crítico, TI, abril de 1969, pp. 53-61.
246
Eric Wolf señala que la minería y el cultivo de la caña a pequeña escala se revelaron
antieconómicos en América Central por razones tecnológicas, dando paso rápidamente a
empresas capitalistas a gran escala. En el caso de la minería, el avance tecnológico fue la
introducción en 1557 del proceso de amalgamación, en el cual la plata se separa de la ganga con
ayuda de mercurio, y que requería maquinaria costosa, especialmente desde el momento en que
el nuevo proceso hizo rentable la minería en profundidad. En la producción de azúcar era el
molino a gran escala, o ingenio, lo que requería grandes desembolsos de capital. Exigencias
tecnológicas similares tuvieron consecuencias sociales análogas para la producción del añil.
Véase Sons of the shaking earth, Chicago (Illinois), Univ. of Chicago Press, 1959, pp. 177-180.
118 Immanuel Wallerstein
esclavos hagan más de lo que se vean obligados a hacer. Cuando se precisa
habilidad resulta más económico buscar métodos alternativos de control del
trabajo, dado que el bajo costo se ve contrarrestado, por otra parte, por una
productividad muy baja. Los productos que pueden realmente considerarse de
uso intensivo de mano de obra son aquellos que, debido a que requieren poca
habilidad para «cosechar», requieren poca inversión en la supervisión. Fueron
principalmente el azúcar y, más tarde, el algodón los que se prestaban a la
acumulación de trabajadores no especializados bajo supervisores brutales 60.
El cultivo del azúcar empezó en las islas mediterráneas, más adelante se
desplazó a las islas atlánticas, cruzando después el Atlántico hasta Brasil y las
Antillas. La esclavitud siguió el rastro del azúcar247. Al desplazarse, la
composición étnica de la clase esclava se transformó248. Pero ¿por qué fueron
africanos los nuevos esclavos? Por el agotamiento del suministro de trabajadores
indígenas en la región de las plantaciones, porque Europa necesitaba una fuente
de trabajo de una región razonable-
tencia para los productores europeos anteriores. Esto se acentuó cuando las colonias americanas
se incorporaron a la producción. Hacia 1580 [...], la industria estaba moribunda en Sicilia [...].
En España languidecía [...]. Las pequeñas industrias medievales azucareras del sur de Italia,
Malta, la Morea, Rodas, Creta y Chipre, todas padecieron una decadencia similar y
eventualmente desaparecieron.
»Tanto en Madeira como en las Canarias, la producción de azúcar implicaba el uso de
esclavos africanos [...]. Este uso de esclavos puede haber ayudado a los isleños a vender más
barato que otros productores de azúcar europeos, pero Madeira y las Canarias a su vez
sucumbieron, respectivamente, ante la competencia de Brasil y las Indias Occidentales
»En la América tropical la historia del azúcar y la de la esclavitud están incluso más
estrechamente ligadas. De todos los cultivos tropicales de exportación en este período, la caña
de azúcar era el que requería más trabajo manual, especialmente para la zafra. La necesidad de
un ingenio próximo a los campos, al que la caña pudiera ser transportada a las pocas horas de
haber sido cortada, requirió por vez primera la introducción del sistema de plantaciones [...]. Sin
duda la caña de azúcar fue responsable en primer término de la esclavitud agraria en los
trópicos.» Masefield, Cambridge Economic History of Europe, iv, páginas 289-290.
Las islas como etapas sucesivas de la colonización trasatlántica no son un fenómeno
exclusivamente ibérico. A. L. Rowse argumenta que lo mismo sucede en la Europa del norte en
tres etapas: del continente a Gran Bretaña, de Gran Bretaña a Irlanda, y después de Gran Bretaña
a Norteamérica.
«Podemos considerar el poblamiento de Norteamérica como la extensión a través del
Atlántico del proceso de mil años antes, en el tiempo del Volkerwanderungen, por el cual Gran
Bretaña fue colonizada por las estirpes anglosajonas originales [...].
»La unificación de las islas [Gran Bretaña e Irlanda] proporcionó la base para el gran salto
adelante a través del Atlántico, el éxodo de familias a Norteamérica, la puerta abierta por la que
habían luchado los isabelinos [...]. Se debe observar algo en lo que los historiadores apenas han
reparado: fueron precisamente las gentes más dedicadas a la plantación y colonización del sur

247
«La primera consecuencia de la extensión de la producción de caña de azúcar a las
Canarias y Madeira en el siglo xv fue una dura compe-
descubrimiento de América. En general, el color de los esclavos pasó de blanco a negro durante
el siglo xv, y se desarrolló una tendencia general a tratar a los esclavos en masa como artículos
de comercio impersonales, en vez de como individuos que trabajaban para una familia o en una
granja como servidores domésticos o jornaleros agrícolas.» Anthony Luttrell, The transatlantic
slave trade, pp. 78-79.
La nueva división europea del trabajo 119
de Irlanda —Humphrey Gilbert, Walter Raleigh, Richard Grenville— quienes jugaron un papel
dirigente en el establecimiento de las primeras colonias en Virginia. Es como si Irlanda hubiera
sido el modelo para América.» Rowse, «Tudor expansión: the transition from medieval to
modern history», William and Mary Quarterly, 3.* serie, xiv, 3, julio de 1957, pp. 310, 315.
71
«La esclavitud y el tráfico de esclavos habían florecido en el Mediterráneo durante
muchos siglos antes de que los europeos comenzaran a extenderse por Africa, y el tráfico
atlántico no fue en ningún sentido un mero subproducto accidental del descubrimiento africano
[...]. El cambio más importante, el paso de traficar principalmente para el consumo doméstico a
hacer esclavos para las plantaciones o los mercados coloniales predominantemente, estaba ya
sobradamente en marcha antes del
mente bien poblada que fuera accesible y relativamente cercana a la región donde
había de ser utilizada. Pero tenía que ser una región que estuviera fuera de su
economía-mundo, de tal modo que Europa pudiera sentirse indiferente acerca de
las consecuencias económicas para la región de crianza de una sustracción a gran
escala de mano de obra en forma de esclavos. La que mejor cumplía estas
condiciones era Africa occidental* 249.
El agotamiento de los suministros alternativos de mano de obra resulta claro.
Los monocultivos impuestos en las islas mediterráneas y atlánticas los
destrozaron, pedológicamente y en términos de población humana. Sus suelos
fueron agotados, sus poblaciones murieron (por ejemplo, los guanches de las islas
Canarias) o emigraron, para escapar de aquella presión250. Las poblaciones indias
de las islas del Caribe desaparecieron por completo. Nueva España (México)
sufrió una dramática disminución en su población, de aproximadamente 11
millones en 1519 a aproximadamente 1,5 millones alrededor de 1650 251. Brasil
y Perú parecen haber sufrido una declinación igualmente dramática252. Las dos
explicaciones inmediatas de esta caída demográfica parecen ser las enfermedades
y el daño causado al cultivo indio por los animales domésticos que criaban los
europeos253. Pero el mero agotamiento de la mano de obra, especialmente en las

249
En el estudio de Charles Verlinden sobre la Creta de los siglos xiv y xv pueden
encontrarse pruebas del hecho de que los esclavos eran traídos desde el exterior de la propia
economía-mundo. Creta era entonces una colonia veneciana, que servía a la vez como centro
agrícola de cultivos para el mercado y como puerto intermedio. En este último sentido era un
pilar fundamental del tráfico de esclavos. Los esclavos eran traídos de diversas partes del sudeste
de Europa, Rusia y el sudoeste de Asia (zonas todas ellas exteriores a la economía-mundo
mediterránea), para ser usados en Creta y otras colonias venecianas, y para ser revendidos en
Egipto, el sur de Francia y el levante español. Véase «La Créte, débouché et plaque tournante
de la traite des esclaves aux xiv' et xv' siécles», en Studi in onore di Amintore Fanfani, m,
Medioevo, Milán, A. Giuffré Ed., 1962, pp. 591-619.
13
Véase Braudel, La Méditerranée, i, pp. 144-145.
251
Sherburne F. Cook y Leslie Boyd Simpson documentan una caída de once millones
en México en 1519 a unos 6,5 millones en 1540, unos 4,5 millones en 1565, y unos 2,5 millones
en 1600. Véase The population of central México in the sixteenth century (Ibero-Americana,
vol. 31), Berkeley, Univ. of California Press, 1948, pp. 10-16, 38, 43, 46. Woodrow Borah añade
la cifra de 1,5 millones en 1650. Véase New Spain's century of depression (Ibero-Americana,
vol. 35), Berkeley, Univ. of California Press, 1951, p. 3
252
«La destrucción de la población aborigen fue igualmente considerable en Brasil. El
jesuíta José de Anchieta observa que "la gente que
de veinte años a esta parte (1583) es gastada en esta Bahía, parece cosa que no se puede creer”
e indica datos locales que ponen en evidencia una destrucción de población similar a la que
mencionamos para México.» Celso Furtado, Economic development of Latín America, Londres
120 Immanuel Wallerstein
minas, debe haber resultado también significativo. Por consiguiente, en un
momento relativamente temprano, los españoles y los portugueses abandonaron
el intento de reclutar indios como mano de obra esclava en el hemisferio
occidental, y empezaron a apoyarse exclusivamente en africanos importados
como esclavos de plantación. Presumiblemente el costo del transporte no hacía
subir aún el costo por encima del costo potencial de evitar las huidas entre los
indígenas supervivientes. Además, estos últimos iban muriendo rápidamente.
Y, no obstante, la esclavitud no se utilizó en todas partes. No se utilizó en
Europa oriental, que fue testigo de una «segunda servidumbre». Tampoco en
Europa occidental, que fue testigo de nuevas formas de «renta» y del aumento
del trabajo asalariado. Ni siquiera en muchos sectores de la economía de la
América española, donde, en lugar de plantaciones de esclavos, los españoles
utilizaron el sistema conocido como encomienda. ¿Por qué no se dio la esclavitud
en toda la producción en la América española? Probablemente debido a que el
suministro de esclavos africanos, por grande que fuera, no era ilimitado. Y
porque la economía de supervisar una población esclava indígena (siendo ésta la
única otra posibilidad razonable ante la cantidad de mano de obra esclava no
indígena asequible en el mundo), dada la gran probabilidad de revueltas, no lo
hacía práctico. Este fue particularmente el caso, dado que la producción de grano,
la crianza de ganado y la minería requerían a nivel básico una mayor
especialización de los trabajadores que la producción de azúcar. Estos
trabajadores, por tanto, tenían que ser compensados mediante alguna forma
ligeramente menos onerosa de control del trabajo 77.
Dado que tanto la «segunda servidumbre» en Europa oriental como el
sistema de encomienda en la América española —nótese que son
contemporáneos— han sido considerados por muchas personas como
«feudalismo», se ha generado gran cantidad de controversia inútil en cuanto a la
posibilidad y forma de comparar estos sistemas con el feudalismo «clásico» de
la Europa medieval. El debate gira esencialmente en torno a si la característica
definitoria del feudalismo es la relación jerárquica de propiedad (el premiar con
un feudo a un vasallo, el intercambio de protección por rentas y servicios), la
jurisdicción política de un señor sobre su campesinado, o la existencia de grandes
dominios de tierra sobre la cual el campesino se ve de alguna forma «obligado»
a trabajar, al menos parte del año, a cambio de algún tipo de pago mínimo (ya
sea en forma de dinero, en especies o como el derecho de usar la tierra para su

y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1970, p. 5, n. 2.


Sobre Perú, véase Alvaro Jara: «La devoradora empresa minera se habría derrumbado de
no haber existido la reserva de una masa de población de alta densidad, capaz de soportar por
algún tiempo el declinar de la curva demográfica.» «Estructuras de colonización y modalidades
de tráfico en el Pacífico sur hispanoamericano», en Les grandes voies maritimes dans le monde,
XV‘-XIX‘ (VII' Colloque, Commission Internationale d’Histoire Maritime), París, SEVPEN, 1965,
p. 251.
16
Véase J. H. Parry, The age of reconnaissance, Nueva York, Mentor Books, 1963, pp. 245-
246.
La nueva división europea del trabajo 121
propia producción, para su consumo o venta). Evidentemente, son posibles todo
tipo de combinaciones78. Más aún, no sólo puede variar la forma de la obligación
del subordinado con el superior, sino que el grado de subordinación puede
también variar, y, como señala Dobb, «un cambio en lo primero no va siempre
ligado a un cambio en lo segundo...»79.
Desde el punto de vista que estamos desarrollando aquí, existe una diferencia
fundamental entre el feudalismo de la Europa medieval y los «feudalismos» de
la Europa oriental y la 254 255
América española del siglo xvi. En aquél, el terrateniente (señor) producía
primariamente para una economía local, y derivaba su poder de la debilidad de
la autoridad central. Los límites económicos de su presión explotadora venían
determinados por su necesidad de equipar su casa con el limitado grado de lujo
determinado como socialmente óptimo, y por los costos de la guerra (que
variaban a lo largo del tiempo). En éstos el terrateniente (señor) producía para
una economía- mundo capitalista. Los límites económicos de su presión
explotadora venían determinados por la curva oferta/demanda de un mercado. Se
mantenía en el poder por la fuerza más que por la debilidad de la autoridad
central, al menos por su fuerza frente al trabajador agrícola. Para evitar cualquier
confusión designaremos a esta forma de «servidumbre» por el nombre de
«trabajo obligado en cultivos para el mercado» [coerced cash- crop labor],
aunque el término resulte imperfecto e incómodo.
El trabajo obligado en cultivos para el mercado es un sistema de control del
trabajo agrícola en el cual a los campesinos se les requiere, por medio de algún
proceso legal respaldado por el Estado, para trabajar, al menos a tiempo parcial,
en un dominio de grandes dimensiones que produce algún producto para su venta
en el mercado mundial. Normalmente el dominio era «posesión» de algún
individuo, habitualmente designado por el Estado, pero no necesariamente una
propiedad heredable. El propio Estado podía ser propietario directo de un tal

77
Véase Gabriel Ardant sobre el vínculo entre exigencias de cualifi- cación y formas de
control del trabajo, en su discusión de la eliminación gradual de las restricciones legales: «La
lógica de un sistema que pedía al siervo que produjera más, a la vez que organizaba su propio
plan de trabajo, condujo tanto a un sistema de pagos fijos como a una mayor liberación [...]. Los
mismos señores advirtieron que la sustitución de las requisas por pagos [redevances] podía
aumentar la productividad». Théorie sociologigue de l’impót, I, pp. 46-47. Véase también, ibid.,
I, p. 194.
™ Véanse las discusiones en Rushton Coulbourn, comp., Feudalism in history, Princeton
(Nueva Jersey), Princeton Univ. Press, 1956. Véase Clau- de Cahen, «Au seuil de la troisiéme
année: réflexions sur l'usage du mot "féodalité”», Journal of the Economic and Social History
of the Orient,
255 parte 1, abril de 1960, pp. 2-20; Dobb, Studies, pp. 33-37; Lefebvre, La Pensée, 65; Henryk
Lowmianski, «The Russian peasantry», Past and Pre- sent, 26, noviembre de 1963, pp. 102-
109; Joshua Prawer y S. N. Eisenstadt, «Feudalism», en International Encyclopedia of the Social
Sciences, v, Nueva York, Macmillan y Free Press, 1968, pp. 393-403; Geórge Vernadsky,
«Feudalism in Russia», Speculum, xiv, 3, julio de 1939, pp. 300-323; Max Weber, Economy and
society, Totowa, Bedminster Press, 1968, i, páginas 255-256.
75
Dobb, Studies, p. 66.
122 Immanuel Wallerstein
dominio, pero en este caso existía la tendencia a transformar el mecanismo de
control del trabajoM. Utilizando dicha definición, esta forma de control del
trabajo se convirtió en la forma dominante en la producción agrícola de las áreas
periféricas de la economía- mundo europea del siglo xvi.
Henri H. Stahl deja muy clara la forma en que la «segunda servidumbre» al
este del Elba (y, en términos más genérales, en Europa oriental) es de origen
«capitalista» 256 257 258. Otros autores reconocen que lo que llamamos «trabajo
obligado en cultivos para el mercado» es una forma de control del trabajo en una
economía capitalista y no en una feudal. Sergio Bagú, hablando de la América
española, lo llama «capitalismo colonial»82. Luigi Bulferetti, hablando de la
Lombardía del siglo xvn, la califica de «capitalismo feudal»259 260 261. Luis Vitale,
al hablar de los latifundios españoles, insiste en que son «empresas muy
capitalistas» M. Eric Wolf no ve ninguna contradicción en el hecho de que un
señor mantuviera «controles patrimoniales dentro de los límites de su dominio»
e hiciera funcionar a su dominio «como una empresa capitalista»83.
El esquema empezó ya con los venecianos en Creta y en otros lugares en el
siglo xiv262, y se hizo general en el siglo xvi en toda la periferia y semiperiferia
de la economía-mundo europea. Los aspectos cruciales, desde nuestra
perspectiva, son dos. El primero es ver que el «trabajo obligado en cultivos para

256
Véase la discusión que hace Charles Gibson, en la que muestra cómo aquellas
encomiendas que se encontraban bajo jurisdicción directa de la Corona, gestionadas por los
llamados corregidores, evolucionaron de lo que hemos llamado trabajo obligado en cultivos para
el mercado hasta convertirse en mecanismos para el cobro de impuestos al campesinado,
transformándose los corregidores en arrendadores de impuestos. The Aztecs under Spanish rule,
Stanford (California), Stanford Univ. Press, 1964, pp. 82-97.
257
«Esta renovación de la servidumbre, que tuvo lugar así en Alema
nia, no era una vuelta al estado de cosas anterior ni una simple repetición, al este del Elba, de
formas medievales superadas. Las influencias
del mercado capitalista mundial, que aliviaron la "segunda servidumbre”, impusieron nuevas
leyes al desarrollo social local.
»En primer lugar, era necesario asegurar una mayor producción de cereales. Para hacerlo, la
técnica del Dreifeldwirtschaft, procedente de la Alta Edad Media, tuvo que ser abandonada y
sustituida por una técnica más moderna tomada por los Junkers de los holandeses, la del
Koppelwirtschaft, que adaptaron a sus necesidades (el Preussische Schlag- wirtschaft).
»En segundo lugar, la meta de la agricultura dejó de ser la producción de bienes de consumo
para una agricultura de subsistencia y pasó a ser la producción de mercancías con precio en un
mercado mundial.
»Como resultado, las cargas feudales sobre el campesinado tomaron el carácter de una
"acumulación primitiva de capital”.» Henri H. Stahl, Les anciennes communautés villageoises
roumaines: asservissement et pénétration capitaliste, Bucarest, Academia de la República
Socialista de Rumania, 1969, p. 15.
12
Véase Bagú, Pensamiento Crítico, 27, pp. 34-35, 42-53, 61.
8!
Véase Luigi Bulferetti, «L'oro, la térra e la societá: una interpre- tazione del nostro
Seicento», Archivio Storico Lombardo, 8.* serie, iv, 1953, passim.
260
Luis Vitale, «España antes y después de la conquista de América», Pensamiento
Crítico, 27, abril de 1969, p. 12.
15
Wolf, Peasants, p. 54.
“ «El feudo era adjudicado [a los venecianos] con entera libertad de uso; podía por tanto ser
cambiado o vendido excepto a griegos y judíos.» Abrate, Economía e Storia, IV, p. 262.
La nueva división europea del trabajo 123
el mercado» no es, como dice Pietro Vaccari, «de una forma que puede definirse
como una verdadera reconstitución de la previa servidumbre feudal» 263; es una
nueva forma de organización social. Y el segundo, que no existieron, ni podrían
nunca haber existido, dos formas de organización social, capitalista y feudal, una
junto a la otra. La economía-mundo tiene una u otra forma. Una vez que es
capitalista, las relaciones que muestren ciertas semejanzas formales con las
relaciones feudales deben ser necesariamente redefinidas en términos de los
principios que gobiernan un sistema capitalistaM. Esto fue cierto tanto para la
encomienda de la América española como para el llamado «segundo feudalismo»
de la Europa oriental.
La encomienda en la América española fue una creación directa de la
Corona. Su justificación ideológica era la cristianización. Su función
fundamental fue la de suministrar fuerza de trabajo para las minas y las haciendas
ganaderas, así como para trabajar la seda y suministrar productos agrícolas a los
encomenderos y a los trabajadores de las minas y las ciudades•*. La encomienda
fue en su origen un privilegio feudal, el derecho a obtener servicios de trabajo de
los indios w.
Cuando la exageración de los primitivos encomenderos puso en peligro el
suministro de trabajo —por ejemplo, los indios de 264 265 266 las Antillas se
extinguieron—, una cédula real de 1549 cambió las obligaciones de la
encomienda del trabajo al tributo, pasando así de un sistema próximo a la
esclavitud a uno que podemos llamar trabajo obligado en cultivos para el
mercado. Como señala Silvio Zavala, la nueva versión de la encomienda era

82
Pietro Vaccari, «I lavoratori della térra nell’occidente e nell’oriente dell’Europa nella etá
moderna», Studi in onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, II, p. 969.
Henri Stahl, Les anciennes communautés: «Cada "época histórica" se caracteriza por la
coexistencia en una sola área cultural de varios países con niveles desiguales de desarrollo.
Siempre hay algunos países en el punto más avanzado de progreso y países retrasados. Una "era
histórica” asume necesariamente el carácter que le imponen los países más avanzados. Los
países que van detrás deben someterse a la ley de la "época”» (p. 17).
265
«El encomendero invertía el tributo en empresas de todo tipo: minería, agricultura,
industria, comercio. Pero, como cabía esperar, las inversiones se concentraban ante todo en la
minería, y después en la agricultura». José Miranda, El tributo indígena en la Nueva España
durante el siglo XVI, México, El Colegio de México, 1957, p. 186. Sobre la relación del tributo
con la producción de seda, véanse pp. 197-204. Sobre la relación del tributo con la satisfacción
básica de las necesidades de la población no agrícola, véanse pp. 204-223.
266
«En principio legal, la encomienda era una institución benigna para la hispanización
de los indígenas. Su rasgo esencial era la consignación oficial de grupos de indígenas a
colonizadores españoles privilegiados. Aquellos a quienes se otorgaban, llamados
encomenderos, tenían derecho a recibir tributo y trabajo de los indígenas que les eran delegados.
Los indígenas, aunque sujetos a las demandas de tributo y trabajo durante el período en que la
otorgación estaba en vigor, eran considerados como libres por la razón de que no eran propiedad
de los encomenderos. Su libertad establecía una distinción legal entre encomienda y esclavitud
[...]. Una jttorgación de encomienda no confería propiedad sobre la tierra, jurisdicción judicial,
dominio o señorío.» Gibson, The Aztecs, p. 58. Véase la descripción de la jurisdicción y de la
condición social y económica de los indígenas en las encomiendas en J. M. Ots Capdequí, El
Estado español en las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1941, pp. 24-33.
124 Immanuel Wallerstein
«libre», pero la amenaza de la coerción persistía en el fondo 267. Cuando la
«libertad» tuvo como resultado una significativa caída en el suministro de mano
de obra, se dio un ulterior cambio legal, la institución del trabajo asalariado
forzado, llamado cuatequil en Nueva España y mita en el Perú268.
En consecuencia, aunque es cierto que la encomienda, en la América
española (al igual que la capitanía en Brasil), puede haber surgido en la forma de
privilegio feudal, pronto se transformó en empresa capitalista, por medio de
reformas legales269. Esto parece venir confirmado por el hecho de que fue
precisamente con el fin de evitar el carácter centrífugo de un sistema feudal por
lo que se instalaron el cuatequil y la mita 270.

267
«La meta era [...] establecer un sistema de trabajo asalariado voluntario con deberes
moderados; pero anticipando que los indígenas podrían no ofrecer sus servicios voluntariamente,
la cédula ordenaba además a las autoridades reales en la colonia que entregaran peones a
aquellos colonos que los necesitaran. Desde un punto de vista, esta orden estaba pensada para
evitar los abusos que podían surgir de una relación directa entre el amo español y los
encomenderos indios para obligar a los indígenas a trabajar. Desde otro punto de vista, sin
embargo, su significado yace en el hecho de que si fracasaba el esfuerzo por establecer un
sistema voluntario a causa de la negativa de los indígenas a aceptar trabajo, el Estado estaba
dispuesto a actuar como mediador y proteger el interés público obligando al peón a trabajar.»
Silvio Zavala, New viewpoints on the Spanish colonization of America, Filadelfia, Univ. of
Pennsylvania Press, 1943, p. 94. Véase también su obra clásica La encomienda indiana, Madrid,
Centro de Estudios Históricos, 1935. Véase un compendio de los distintos puntos de vista en
John F. Bannon, comp., Indian labor in the Spanish Indies: was there another solution?, India-
nápolis, Indiana, Heath, 1966.
Sobre la encomienda en Chile véase Alvaro Jara; «El nativo fue obligado a participar en un
sistema de producción en el cual se le exigía proporcionar a España un excedente que superaba
considerablemente sus propias necesidades, que eran reducidas.» Guerre et société au Chile,
essai de sociologie coloniale, París, Institut des Hautes Etudes de l'Amérique Latine, 1961, p.
46.
268
Zavala, New viewpoints, p. 95.
269
Esta parece ser la perspectiva de Bagó. Véase Pensamiento Crítico, 27, pp. 32-33.
En Brasil, el equivalente a la abolición por la Corona española en 1549 de la servidumbre
personal en la encomienda fue el proceso por el cual la Corona portuguesa transformó las
capitanías hereditarias en capitanías da coroa. La primera acción en tal sentido tuvo lugar el
mismo año de 1549. Véase J. Capistrano de Abreu, Capítulos de historia colonial (1500*1800),
Río de Janeiro, Soc. Capistrano de Abreu, 1928, páginas 63-76.
’* Luis Vitale argumenta: «Durante los primeros años de la conquista, los encomenderos
intentaron afirmar su independencia. La Corona española, ansiosa de evitar la emergencia en
América de un grupo de señores feudales que pudieran eventualmente repudiar su autoridad,
edificó una fuerte administración con el propósito de contrarrestar cualquier brote feudal [...] El
encomendero no era el amo de los indígenas, ni podía imponer justicia, porque "el indígena no
era un siervo del encomendero, sino un súbdito del rey”. Así, la encomienda de servicios fue
reemplazada por la encomienda de tributos monetarios [...]. El trabajador asalariado significó
una relación capitalista embrional entre las clases, y creó una nueva clase de trabajadores.» Latín
America, pp. 37-38.
Véase José Miranda: «El encomendero es, ante todo, un hombre de su tiempo, movido por
el deseo de ganancia y con el objetivo de hacer riqueza. Para sus contemporáneos, el
encomendero es el hombre de acción en el que las ideas y los deseos de un nuevo mundo se
reflejan más fuertemente. Es muy diferente del hombre medieval [...]. A diferencia del señor
feudal, no limita sus aspiraciones al mero disfrute de tributos y servicios, sino que los convierte
en fundamento de una ganancia multiplicada [...]. Así, el encomendero da primacía al elemento
La nueva división europea del trabajo 125
El terrateniente no sólo tenía tras él a la Corona de España para crear su
capital y ejercer coerción sobre la mano de obra campesina. Normalmente tenía
un arreglo con el jefe tradicional de la comunidad india, por el que este último
sumaba su autoridad a la de los gobernantes coloniales en el proceso de
coerción271. La fuerza de la jefatura era, por supuesto, función en gran medida de
los esquemas precoloniales272 273. El interés del jefe o cacique queda bastante
claro cuando nos damos cuenta de cómo eran pagados de hecho los trabajadores.
Alvaro Jara describe el sistema establecido en 1559, tal y como funcionaba en
Chile. Allí, los indios que trabajaban en el lavado de oro recibían un sexto de su
valor. Este pago, llamado sesmo, no se hacía, sin embargo a los indios como
individuos, sino a la colectividad a la que pertenecían 97. Uno puede imaginarse
los tipos de división desigual que eran consecuencia de este tipo de sistema de
pago global.
La creación de trabajo obligado en cultivos para el mercado, en Europa
oriental, fue más gradual que en la América española, donde había sido instituido
como resultado de una conquista. En los siglos xn y xm gran parte de la Europa
oriental (esto es, el este del Elba, Polonia, Bohemia, Silesia, Hungría, Lituania)
pasó un proceso de concesiones crecientes al campesinado, y de transformación
creciente de las obligaciones de trabajo feudales en obligaciones monetarias, al
igual que en Europa occidental, y también en Rusia274. Este proceso sucedió en

de repartimiento capitalista del trabajo en la encomienda, que es el único elemento que le puede
llevar hasta el objetivo que persigue con tanto ardor: la riqueza». «La función económica del
encomendero en los orígenes del régimen colonial: Nueva España (1525-1531)», Anales del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, n, 1941-1946, pp. 423-424. El encomendero
aparece como capitalista en su perspectiva y modo de operación, pero, como Miranda indica
(véanse pp. 431-444), no aporta capital financiero a la empresa. Su capital inicial es lo que el
Estado le ha proporcionado, y obtiene su nuevo capital de sus ganancias.
271
Fernando Guillén Martínez llega a decir: «El hecho es que la "encomienda" y la
"mita” sólo podían sobrevivir como instituciones en aquellas áreas en las que, por la fuerza del
número o de la inercia, se mantenían las instituciones tribales indígenas. En la medida en que el
parentesco mágico del cacique y la esclavitud colectiva permanecían en el alma del pueblo, los
indios iban de forma solemne y resignada al trabajo y a la matanza. Pero cuando la
evangelización cristiana y el mestizaje desintegraban la tribu, abriendo paso al individualismo,
el indio ya no permitía que se le subordinara a una servidumbre organizada». Raíz y futuro de la
revolución, Bogotá, Tercer Mundo, 1963, p. 80. Sobre la definición y origen de la mita, véase
Ots Capdequí, El Estado español, páginas 31-32.
272
Furtado, en Economic development of Latín America, sostiene de
hecho que en los casos en que la clase dominante local tradicional era
débil, «la encomienda ya no funcionó como marco de organización social y se apeló
directamente a formas de esclavitud, sometiendo a los hombres a trabajos intensos y en
condiciones distintas a las que estaban habituados. En este último caso, las poblaciones
indígenas tendieron a desaparecer rápidamente» (pp. 10-11).
57
«A partir del decreto de la Tasa de Santillán en 1559, que asignaba a los indios de cada
encomienda un sexto de los placares de oro, el sesmo, como pago anual por su trabajo, ha sido
posible establecer que tal participación adquiría el carácter muy definido de un salario social o
comunal, que se sumaba al tesoro de cada aldea o comunidad indígena.» Alvaro Jara, «Una
investigación sobre los problemas del trabajo en Chile durante el período colonial», Hispanic
American Historical Review, xxxix, 2, mayo de 1959, p. 240.
91
Hablando con propiedad, algunas áreas no habían tenido durante la Edad Media sistema
126 Immanuel Wallerstein
todas partes por la misma razón: el impacto de la prosperidad y la expansión
económica en la fuerza negociadora del siervo y el señor 275. La recesión de los
siglos xiv y xv, no obstante, tuvo consecuencias opuestas en Europa occidental y
oriental. En el oeste, como ya hemos visto, llevó a una crisis del sistema feudal.
En el este condujo a una «reacción señorial» 100 que culminó en el siglo xvi con
la «segunda servidumbre» y una nueva clase terrateniente 1M.
campesinos permanecieran sin determinar, y los campesinos temieran ser privados de su
producción excedente, no tendrían interés en mejorar sus métodos de trabajo. Los señores, por
otra parte, no estaban en condiciones de aumentar sus exigencias a sus siervos, pues éstos podían
huir fácilmente. Así los príncipes y los señores que deseaban desarrollar sú propiedad
económicamente estaban obligados a inducir a sus súbditos a trabajar más intensivamente y a
introducir nuevos métodos, en particular en relación con la agricultura. Consiguieron estos fines
introduciendo la costumbre alemana o, mejor, occidental, de no sólo regular, sino también
reducir las cargas de los campesinos. La conmutación de los servicios y de las rentas en especie
por rentas monetarias, iniciada en Bohemia a comienzos del siglo xm y llevada a efecto algo
más tarde en Polonia, ya reflejaba el desarrollo de la agricultura y el avance en la división social
del trabajo.» M. Malowist, «The social and economic stability of the Western Sudan in the
Middle Ages», Past and Present, 33, abril de 1966, pp. 14-15. Véase Jerome Blum, «Rise of
serfdom in Eastern Europe», American Historical Review, LXII, 4, julio de 1957, pp. 807-836.
100
El Grundsherr, rentista, se convirtió en Gutsherr, productor directo. Véase la discusión
en Hans Rosenberg, Bureaucracy, aristocracy and autocracy: the Prussian experience, 1660-
1815, Cambridge (Massachusetts), Harvard Univ. Press, 1966, cap. 1. Véase la discusión en
torno a cómo en Eslovenia los nobles superaron sus dificultades financieras, extendiendo su
dominio, elevando las rentas y apoderándose del comercio, en Ferdo Gestrin, «Economie et
société en Slovénie au xvie siécle», Annales ESC, xvn, 4, julio-agosto de 1962, p. 665.
101
«[Antes del siglo xv] el área colonial al este del Elba tenía sus Junkers individuales, pero
no una clase de Junkers, excepto por lo que se refiere a los Caballeros Teutónicos. La formación
de una clase noble terrateniente estrechamente entretejida, con grandes ambiciones políticas y
sociales, con solidez y conciencia de clase, una voluntad colectiva forjada en defensas y
agresiones concretas, y la autoconfianza y el sprit de corps propios de una casta, fue obra de los
siglos xv y xvi [...]. Cronológicamente esto coincide con el ascenso de la gentry en Inglaterra y
Hungría, de la nobleza terrateniente en Bohemia y Moravia, y de la szlachta en Polonia, así
como con la decadencia política y económica de la noblesse ociosa de los señores rentistas y
absentistas en Francia y Alemania occidental.» Hans Rosenberg, «The rise of the Junkers in
Brandenburg-Prussia, 1410-1653», American Historical Review, xux, 1, octubre de 1943, p. 4.
Nótese que Rosenberg incluye a Inglaterra junto con los países de Europa oriental. Como
veremos más adelante, esto es comprensible, pero puede inducir a confúsión. Una de las bases
para el establecimiento de este vínculo entre la gentry inglesa y los terratenientes de Europa
oriental la da Zs. P. Pach al decir que ambas clases eran «de tipo capitalista». Véase «Die
Abbiegun der Ungarischen Agrarenent- wicklung von der Westeuropáischen», en International
Congress of Historical Sciences (Estocolmo, 1960), Résumés des Communications, Gotem-
burgo, Almqvist & Wiksell, 1960, p. 55.
La razón de que se dieran estas reacciones opuestas ante el mismo fenómeno

feudal en absoluto. Solamente conocieron el «segundo» feudalismo, nunca el primero. Stahl


sostiene que éste fue el caso de Moldavia y Valaquia. Véase Les anciennes communautés,
páginas 241-244.
275
«La riqueza natural de la Europa oriental [...] exigía mucho esfuerzo para ser
aprovechada. Un cierto equilibrio de poder entre los Estados que se habían formado en los siglos
xn y xm, significaba que las invasiones recíprocas no serían ventajosas para ninguno de ellos. Y
la presión alemana sobre Bohemia y Polonia constituía una muy seria amenaza. En estas
circunstancias, los príncipes, la aristocracia secular y eclesiástica, se vieron forzados a poner
mayor interés en -el desarrollo de sus propios recursos. Esto solo era posible, sin embargo, con
la colaboración de los campesinos. Mientras las obligaciones de los
La nueva división europea del trabajo 127
(recesión económica) es que, por las razones que explicamos previamente, las
dos áreas se convirtieron en partes complementarias de un único sistema más
complejo, la economía-mundo europea, en la cual Europa oriental tenía el papel
de productor de materias primas para el Occidente en plena industrialización,
llegando a tener, según la frase de Ma- lowist, «una economía que, en el fondo,
[estaba] cerca del esquema colonial clásico» 276. Una ojeada a la naturaleza del
comercio báltico es suficiente para verificar esto. A partir del siglo xv los
productos que fluían del Este al Oeste eran fundamentalmente bienes masivos
(cereales, madera, y más adelante, lana), aunque las más antiguas exportaciones
de pieles y cera continuaban. Y del Oeste al Este fluían textiles (tanto de lujo
como de calidad media), sal, vinos, sedas. A finales del siglo xv Holanda
dependía del grano báltico; el tráfico marítimo inglés y holandés resultaba
impensable sin la madera, el cáñamo, la brea y la grasa del este de Europa.
Inversamente, el trigo se había convertido en la exportación más importante del
este, llegando incluso hasta la península Ibérica e Italia 277.
Sin duda este tipo de esquema colonial del comercio existía previámente en
términos de relaciones comerciales en Europa. Estaba la relación entre Venecia
y sus colonias, más su esfera de influencia 278. Estaba Cataluña como centro de
comercio a finales de la Edad Media 279. En los siglos xm y xiv Portugal era un
productor primario para Flandes 280, al igual que Inglaterra lo era para la Hansa
281
. La producción de productos primarios para su intercambio por productos
manufacturados de áreas más avanzadas fue siempre, como dice Braudel del
grano, un «fenómeno marginal sometido a frecuentes revisiones [geográficas]».
Y, como él dice, «en todos los casos el cebo [era] el dinero» 282. Lo que era
diferente en el siglo xvi era la existencia de un mercado para productos primarios
que abarcaba una gran economía-mundo. Slicher van Bath fecha la creación del

276
M. Malowist, «Poland, Russia and Western trade in the 15th and 16th centuries», Past
and Present, 13, abril de 1958, p. 32. Véase también M. Malowist, «The problem of the
inequality of economic development in Europe in the latter Middle Ages», Economic History
Review, 2.a serie, xix, 1, abril de 1966, pp. 15-28. Stanislaw Hoszowski cita a un diplomático
inglés del siglo xvn, sir George Carew, que dijo: «Polonia se ha convertido en el granero de
Europa y en el almacén de materiales para la construcción naval». «The Polish Baltic trade in
the 15th-18th centuries», en Poland at the Xlth International Congress of Historical Sciences in
Stockholm, Varsovia, Academia Polaca de Ciencias, Instituto de Historia, 1960, p, 118.
277
Véase Malowist, Past and Present, 13, pp. 26-27.
El intercambio de productos primarios de las colonias por bienes manufacturados de la
metrópoli se describe en Freddy Thiriet, La Ro- manie vénitienne au Moyen Age, París, Boccard,
1959, pp. 304-305. Creta es descrita como la «cesta del pan del imperio» (p. 414). En cuanto a
relaciones similares con países fuera del imperio, «al no ser suficiente el trigo del imperio»,
véanse pp. 327-328,
279
Véase Jaime Vicens Vives, An economic history of Spain, cap. 17, especialmente pp. 211-
215. [Historia económica de España, Barcelona, Vicens Vives, 1977, cap. 17, pp. 193-196.]
280
Véase A. H. de Oliveira Marques, Studi in onore di Amintore Fanfani, II, p. 449.
281
Véase Philippe Dollinger, La Hanse (XII‘-XVII‘ siécles), París, Montaigne, 1964, pp.
76-80.
101
Braudel, Civilisation matérielle, p. 94.
128 Immanuel Wallerstein
mercado internacional de cereales, centrado en los Países Bajos, sólo en 1544 283
284
.
Si nos tomamos en serio la idea de Braudel de las «revisiones frecuentes»,
debemos preguntar entonces qué es lo que define a un área como periferia en vez
de como centro. En la Edad Media, incluso en la Baja Edad Media, no estaba en
absoluto claro que la Europa oriental estuviera destinada a ser la periferia de una
economía-mundo europea. Una serie de autores han subrayado la comparabilidad
de los desarrollos del este y del oeste. Reginald R. Betts, por ejemplo, dice,
hablando del siglo xiv: «curiosamente [¡sic!], no sólo los grandes terratenientes
franceses e ingleses preferían los pagos en especie, sino también los
terratenientes checos, polacos y húngaros» no. De manera similar, Zs. P. Pach
argumenta que, incluso hasta el siglo xv, «la tendencia del desarrollo rural [en
Hungría] concordaba fundamentalmente con la de los países de Europa
occidental» m.
¿Por qué entonces la divergencia? Se puede responder en términos de los
factores —geográficos y sociales— que justificaron el despegue de Europa
occidental. Ya lo hemos hecho en cierta extensión. Sólo se puede contestar
parcialmente en términos de las características específicas de la Europa oriental.
Por una parte, la debilidad de las ciudades fue un factor importante m. Esto
suponía una pequeña diferencia en el siglo XIII, que se convirtió en grande en el
xvi, dado que, como resultado de la divergencia complementaria, las ciudades
occidentales se hicieron más fuertes y las orientales relativamente más débiles. 0
se puede subrayar el hecho de que existía ya un cultivo de la tierra relativamente
más extensivo en la Europa occidental a finales del siglo XIII, mientras que

,M
B. H. Slicher van Bath, AAGB, 12, p. 28. Véase Karl Helleiner: «En el siglo xvi, el
comercio interregional de alimentos por mar tenía ya tras de sí una larga historia [...] Lo que se
puede decir, sin embargo, es que ahora, debido a un mecanismo de mercantilización más
elaborado, y, sobre todo, a un volumen grandemente incrementado de excedentes disponibles en
el este del Elba, Polonia y Estonia, las áreas con déficits permanentes o temporales de grano
podían ser aprovisionadas desde fuera más ampliamente y con mayor regularidad que en épocas
anteriores. A mediados del siglo xvi el volumen del grano exportado anualmente a través del
puerto de Danzig era de seis a diez veces superior al promedio de los años 1490-92 [...] Dos o
tres importantes fuentes de alimento animal se abrieron en este período al hombre europeo: los
ricos bancos pesqueros de cabo Cod a Labrador proporcionaban cantidades crecientes de ricas
proteínas, mientras las llanuras de Hungría y Valaquia, así como las tierras bajas danesas, se
habían convertido en terrenos de cría de un vasto número de bueyes para su exportación a
Austria, Alemania y Holanda.» Cambridge Economic History of Euro- pe, iv, pp. 77-78.
284
Reginald Betts, «La société dans l'Europe céntrale et dans l’Europe occidentale», Revue
d’Histoire Comparée, vil, 1948, p. 173.
La nueva división europea del trabajo 129
285 286 287
quedaba mucho más espacio libre en la Europa oriental . Era
relativamente más fácil instituir el trabajo obligado en cultivos para el mercado
en unas «nuevas» tierras.
Pero entonces debemos preguntar: ¿por qué incluso esas ligeras diferencias
entre Oriente y Occidente? Tal vez exista tan sólo una única explicación
geopolítica: las invasiones de los turcos y de los tártaros y mongoles, a finales de
la Edad Media, que destruyeron mucho, causaron emigraciones y diversas
decadencias, y sobre todo debilitaron la autoridad relativa de los reyes y los
grandes príncipes288.
Lo que aparece aquí es el principio general de que en el transcurso de la
interacción social las pequeñas diferencias iniciales se ven reforzadas,
estabilizadas y definidas como «tradicionales». Lo «tradicional» era y ha sido
siempre un aspecto y una creación del presente, nunca del pasado. Hablando del
mundo moderno. Andró Gunder Frank argumenta: «el desarrollo y el
subdesarrollo económico son las dos caras de una misma moneda. Ambos son un
resultado necesario y manifestaciones contemporáneas de contradicciones
internas en el sistema capitalista mundial» n\ Pero el proceso es mucho más
general de lo que Frank indica. Como dice Owen Lattimore, «la civilización dio
a luz a la barbarie» U6. Hablando de la relación entre sedentarios y nómadas en
las fronteras del mundo, Lattimore argumenta que la forma de concebir su origen
y sus relaciones es observar
la formación, a partir de lo que originalmente había sido una sociedad unificada, de dos tipos
divergentes. Aquellos a los que podemos llamar, por conveniencia, «progresivos» (para los que
la agricultura se convierte en primaria, y la caza y la recolección de frutos en secundarias) y
«atrasados» (para los que siguen siendo primarias la caza y la recolección, transformándose en

285
Zs. P. Pach, «The development of feudal rent in Hungary in the Fifteenth Century»,
Economic History Review, 2.* serie, xix, 1, abril de 1966, p. 13.
1,2
«El auge económico de Europa occidental se convirtió en una de las más poderosas causas
de la decadencia de las ciudades en Europa oriental.» Hartung y Mousnier, Relazioni del X
Congresso Internazionale de Scienze Storiche, IV, p. 46. «Desde mediados del siglo xv hasta
mediados del siglo XVIII, el rasgo característico de la economía polaca fue la difusión de una
economía de reservas señoriales basada en el trabajo servil. Esto a su vez obstaculizó el
desarrollo de las ciudades y tuvo un efecto negativo sobre las condiciones sociales y económicas
del conjunto del país.» Hoszowski, Poland at the Xlth International Congress of His- torical
Sciences in Stockholm, p. 117.
287
Véase Doreen Warriner, «Some controversial issues in the history of agrarian Europe»,
Slavonic and East European Review, xxxi, 78, diciembre de 1953, pp. 174-175.
288
Betts sostiene la existencia de un paralelismo entre estas invasiones y el «segundo
feudalismo» e invasiones anteriores y la creación en Europa del «primer» feudalismo. Véase
Betts, Revue d’Histoire Com- parée, vil, p. 175. En las pp. 175-180 detalla el impacto de
invasiones posteriores sobre los grupos dominantes en la Europa oriental. Doreen
Warriner, Slavonic and East European Review, xxxi, aventura que «si los canales comerciales
[europeosl no se hubieran desplazado [relativamente hablando] hacia el oeste [desde la Europa
oriental] en busca del oro y la plata ultramarinos, Europa oriental podría haber continuado
siguiendo el mismo desarrollo que la Europa occidental, actuando el comercio y la expansión de
las ciudades como disolventes de la sociedad y la economía feudales. O, alternativamente, la
depresión del siglo xv en Europa occidental podría haberse desplazado al este» (p. 176).
130 Immanuel Wallerstein
289 290
secundaria la agricultura, y en algunos casos no llegando más allá de una etapa pasajera)
291
.
Así, si en un momento dado del tiempo, debido a una serie de factores con
un origen anterior, una región tiene una ligera ventaja sobre otra en términos de
un factor clave, y existe una coyuntura de circunstancias que otorgan a esta ligera
ventaja una importancia central en términos de la determinación de la acción
social, entonces esa ligera ventaja se convierte en una gran disparidad, y la
ventaja se mantiene incluso después de haber sido superada la coyuntura u8. Este
fue el caso en los siglos xv y xvi en Europa. Dada la gran expansión de la
amplitud geográfica y demográfica del mundo del comercio y de la industria,
algunas áreas de Europa podían amasar las ganancias de esta expansión tanto más
si podían especializarse en las actividades esenciales para la recogida de esta
ganancia. Así, tenían que gastar menos de su tiempo, fuerza de trabajo, tierra y
otros recursos naturales para sostener sus necesidades básicas. O Europa oriental
se convertía en la «cesta del pan» de la Europa occidental, o viceversa.
Cualquiera de las dos soluciones hubiera cubierto las «necesidades de la
situación» en la coyuntura. La ligera ventaja determinó cuál de las dos
alternativas prevalecería. En ese momento, la ligera ventaja del siglo xv se
convirtió en la gran disparidad del xvu y la diferencia monumental del xix m. 292
293

289
Andró Gunder Frank, Capitalism and underdevelopment in Latín America, Nueva York,
Monthly Review Press, 1967, p. 9. Frank prosigue: «El desarrollo y el subdesarrollo económicos
no son simplemente relativos y cuantitativos, en el sentido de que uno represente más desarrollo
económico que el otro; el desarrollo y el subdesarrollo económicos son relaciónales y
cualitativos, en el sentido de que son estructuralmente distintos aunque cada uno está causado
por su relación con el otro. Sin embargo, el desarrollo y el subdesarrollo son lo mismo, en el
sentido de que ambos son el producto de una estructura económica y un proceso del capitalismo
únicos, si bien dialécticamente contradictorios.»
290
Owen Lattimore, «La civilisation, mére de Barbarie?», Anuales ESC, xvn, 1, enero-
febrero de 1962, p. 99.
291
Owen Lattimore, Relazioni del X Congresso Internazionale di Scien- ze Storiche, i, p.
110. La posición de Morton Fried es muy similar: «La mayor parte de las tribus parecen ser un
fenómeno secundario en un sentido muy específico: bien pueden ser el producto de un proceso
estimulado por la aparición de sociedades con un grado de organización relativamente alto en
medio de sociedades mucho más simplemente organizadas. Si esto se pudiera demostrar, el
tribalismo podría ser visto como una reacción a la creación de una estructura política compleja,
en vez de como una necesaria etapa preliminar en su evolución.» «On the concept of "tribe” and
"tribal society”», en June Helm, comp., Essays on the problem of tribe (actas de la reunión anual
de la primavera de 1967 de la American Ethnological Society), p. 15.
292
De hecho, advirtiendo este efecto acumulativo de las pequeñas diferencias se puede
tender un puente sobre la estéril discusión en torno a cantidad y cualidad. Estoy de acuerdo con
P. C. Gordon-Walker: «La distinción entre cambios en cualidad y cambios en cantidad es una
distinción irreal. Si los historiadores buscaran cambios en cantidad, en grado, encontrarían que
los "cambios en cualidad” de hecho resultan solamente de cambios en cantidad. Esto es cierto
tanto para los cambios en las ideas y en la perspectiva social como para los cambios en la
organización económica [...]
»Los cambios en cualidad no son sino un cierto grado de intensidad alcanzado por anteriores
cambios en cantidad.» «Capitalism and Refor- mation», Economic History Review, vm, 1,
noviembre de 1939, pp. 4-5.
293
Traían Stoianovich sostiene que la misma disparidad creciente se da entre la Europa
occidental y la Europa sudoriental: «Si en el siglo xiv se descubren pequeñas diferencias
La nueva división europea del trabajo 131
Las consideraciones cruciales en la forma de control del trabajo adoptada en
Europa oriental fueron la oportunidad de grandes ganancias si se aumentaba la
producción (debido a la existencia de un mercado mundial) más la combinación
de una relativa escasez de mano de obra y una gran cantidad de tierras sin
utilizar294. En la Europa oriental del siglo xvi, y en ciertas partes de la economía
de la América española, se hizo, por tanto, deseable (rentable), necesario (en
términos del propio interés del terrateniente) y posible (en términos del tipo de
trabajo requerido) el trabajo obligado en cultivos para el mercado. La esclavitud
resultaba impracticable debido a la relativa escasez de mano de obra. La mano
de obra indígena es siempre escasa para su utilización como esclavos, dado que
es excesivamente difícil de controlar, y la importación a larga distancia de
esclavos no resultaba rentable para productos que requerían tanta supervisión
como el trigo. Después de todo, el costo de los esclavos no era despreciable.
Mientras que presumiblemente el campesino prefiriese un sistema de trabajo
obligado en cultivos para el mercado antes que la esclavitud, dados la dignidad y
los privilegios mínimos que implica la libertad formal, no es seguro que las
condiciones materiales de este tipo de trabajador fueran mejores que las del
esclavo. De hecho, Fernando Guillén Martínez sostiene que en la América
española el indio de la encomienda era tratado peor que el esclavo, en gran
medida debido a la insegura situación social del encomendero 295. Alvaro Jara
argumenta, de forma similar, que el nivel de vida de los indios de la encomienda,
en este caso en Chile, estaba «a un nivel mínimo, utilizando este concepto en su
sentido más estricto» 296.

cuantitativas entre la orientación de las sociedades balcánicas y la de Europa [occidental], esta


distinción ya era significativa en 1700, mucho mayor en 1800, e increíblemente grande en
1850.» «Material foundations. of preindustrial civilization in the Balkans», Journal of Social
History, iv, 3, primavera de 1971, página 223.
294
Evsey D. Domar hace la siguiente hipótesis: «De los tres elementos de una estructura
agrícola relevantes [a los fenómenos de la esclavitud y la servidumbre] —tierra libre,
campesinos libres, y terratenientes no trabajadores— dos elementos cualesquiera, pero nunca
los tres, pueden existir simultáneamente. La combinación encontrable en la realidad dependerá
del comportamiento de los factores políticos, de las medidas gubernamentales.» «The causes of
slavery or serfdom: a hypo- thesis», Journal of Economic History, xxx, 1, marzo de 1970, p. 21.
m
«La creación y constitución de castas, de grupos permanentemente subyugados por otros,
no consiguió sanción legal [en la América española] excepto de forma embrionaria y
provisional. La legislación oficial sobre el trabajo personal de los indígenas nunca aceptó
plenamente la desigualdad judicial intrínseca de blancos, indios y mestizos [...]
»Precisamente a causa de sus precauciones y trucos extralegales, la clase explotadora (de
terratenientes y burócratas aliados) llegó a tener unas características de irresponsabilidad moral,
rapacidad y violencia inhumana, desconocidas allí donde se unieron unos estratos aristocráticos
firmemente apoyados por el Estado en su privilegiada situación económica, como en Alemania,
Francia o Italia.
»Una prueba de esto se puede ver en el hecho de que cuando se autorizó la importación de
esclavos negros a Nueva Granada, para trabajar
en las minas de Antioquía o como peones agrícolas en la región de río Cauca o en la costa del
Atlántico, el trato paternal que recibieron de sus amos fue mucho menos cruel, inmoral o bárbaro
que el que habían recibido previamente las tribus indígenas asignadas a los encomenderos. El
propietario de un esclavo negro estaba garantizado por la ley en su privilegiada situación, y esta
conciencia de la estabilidad de la esclavitud daba a los propietarios un cierto sentido de
132 Immanuel Wallerstein
Así, en las áreas geoeconómicamente periféricas de la economía-mundo
emergente había dos actividades primarias: minería, principalmente de metales
preciosos, y agricultura, principalmente para ciertos alimentos. En el siglo xvi la
América española proporcionaba principalmente lo primero 297, mientras que
Europa oriental proporcionaba fundamentalmente lo segundo. En ambos casos la
tecnología se basaba en el uso intensivo de mano de obra, y el sistema social, en
la explotación del trabajo. En términos generales, el excedente iba destinado, de
forma desproporcionada, a satisfacer las necesidades de la población de las áreas
del centro. Las ganancias inmediatas de la empresa eran compartidas, como
veremos, por grupos de las áreas centrales, grupos de comercio internacional y
personal local supervisor (que incluye, por ejemplo, tanto a los aristócratas en
Polonia como a los funcionarios públicos y los encomenderos en la América
española). La masa de la población estaba dedicada al trabajo obligado, un
sistema definido, circunscrito e impuesto por el Estado y su aparato judicial. Los
esclavos eran utilizados en la medida en que era rentable hacerlo, y donde tal
extremo- sidad jurídica era excesivamente costosa, la alternativa de una mano de
obra formalmente libre, pero legalmente sometida a coerción, fue empleada en
los cultivos para el mercado 298.

responsabilidad concreta que faltaba a los encomenderos a los que los indios estaban sujetos.»
Guillen, Raíz y futuro, p. 81.
m
Alvaro Jara, «Salario en una economía caracterizada por las relaciones de dependencia
personal», Third International Conference of Eco- nomic History (Munich, 1965), París,
Mouton, 1968, p. 608.
Nuevas muestras del bajo nivel de vida de los indígenas en la encomienda pueden hallarse
en Guatemala, donde el producto era el añil. En 1563 la Corona española confirmó una decisión
previa de la Audiencia prohibiendo el empleo de indios, sobre la base de que se trataba de un
«trabajo nocivo». Robert S. Smith señala que el decreto fue inefectivo: «En 1583, los
funcionarios coloniales descubrieron que los plantadores habían ingeniado un subterfugio: en
vez de alquilarlos mediante un salario, los plantadores contrataban a los indios para acarrear las
plantas de añil a tanto el fardo, pagándoles en vestidos por una décima parte de lo que habrían
recibido en salarios monetarios [...] Siete años más tarde, la Hacienda descubrió que "muchos
mestizos, mulatos y negros libres e incluso esclavos" (es decir, los peones de los que el gobierno
esperaba que hicieran el trabajo) estaban violando la ley alquilando indios para cosechar y
acarrear el xiquilite [planta que era la principal fuente del añil] a cambio de salarios nominales.»
«Indigo production and trade in colonial Guatemala», Hispanic American Historical Review,
xxxix, 2, mayo de 1959, p. 187. Incluso los esclavos estaban alquilando indios: ¡eso da una idea!
I2J
«[Los] propósitos iniciales [de la conquista española muestran] una fuerte convergencia
hacia la creación de economías mineras en los diferentes lugares de ocupación y asentamiento
[...] Lo que los indios dieron a Europa fue fundamentalmente metales preciosos. Los productos
coloniales aparecen relegados a un modesto segundo lugar.» Alvaro Jara, Grandes voies
maritimes dans le monde, XV‘-XIX‘ siécles, pp. 249- 250. Jara señala que los cuadros que
muestran el volumen de tráfico marítimo son muy claros a este respecto: «Excepto las décadas
de 1591- 1600 y 1621-1630, todas las otras parecen ajustarse a esta formula: cuanto mayor es la
producción minera, mayor es el tráfico marítimo como contrapartida comercial» (p. 266).
298
Max Wéber establece la distinción entre economías de plantación y economías de
hacienda, terminología usada frecuentemente. La principal distinción parece centrarse en las
formas de control de la mano de obra y en los productos típicos. Véase General economic
history, Nueva York, Free Press, 1950, pp. 79-92. Las plantaciones producen en general cultivos
hortícolas (según Weber), y típicamente caña de azúcar, tabaco, café, algodón. Las haciendas se
dedican a la cría de ganado, o al cultivo de trigo, o a una combinación de ambos. No estoy seguro
La nueva división europea del trabajo 133
En el centro de la economía-mundo, en la Europa occidental (incluyendo el
mundo cristiano mediterráneo), la situación era diferente en una serie de
aspectos. La densidad de población era básicamente mucho mayor (incluso en
períodos de declive demográfico, como los siglos xiv y xv) 299. La agricultura era,
por
tanto, más intensiva300. Además, parte de la tierra había pasado de ser arada
a ser usada para pastos. El resultado fue una coerción menor. Por una parte, una
mano de obra más especializada puede conseguir una menor coerción jurídica.
O, mejor, la coerción ha de ser más indirecta, a través de los mecanismos del
mercado. Por otra parte, en la cría de ganado siempre existía la tentación,
especialmente en invierno, de dedicar la comida de las vacas a los hombres. Un

de que la distinción planteada de este modo sea útil, puesto que las «haciendas» (definidas así)
de Europa oriental están más próximas a las «plantaciones» americanas que a las «haciendas»
inglesas, por ejemplo.
299
Sin embargo, la densidad declinó en Europa meridional al tener lugar el proceso de
semiperiferización que describiremos más adelante. Comentando un trabajo de Marian Malowist
sobre el desarrollo de Europa oriental en esta época, Jaime Vicens Vives establece esta
comparación con Cataluña: «He notado en efecto, como especialista en la evolución de las clases
campesinas en un país bastante diferente de la Polonia del siglo xv, que es Cataluña, que si hay
en ambas áreas una concordancia muy llamativa en lo que hemos llamado "segundo
feudalismo”, esta similitud no puede ser explicada por causas idénticas. Malowist, siguiendo a
sus precursores polacos [considera] como elemento primario en el comienzo de una nueva
feudalización en los siglos xv y xvi el desarrollo del comercio báltico de Polonia y la ampliación
de los mercados internos, consecuencia normal del crecimiento de las ciudades. En Cataluña,
bien por el contrario, las fuentes del empeoramiento del estatuto jurídico de la población
campesina fueron la decadencia del comercio mediterráneo, por una parte, y la despoblación de
las ciudades, por otra. Así, se llega a resultados idénticos a partir de hechos opuestos.»
Comentario al «Rapport de M. Malowist», en IX’ Congrés Internationale des Sciences
Historiques, II, Actes, París, Armand Colin, 1951, p. 148.
Prescindiendo de que yo no. creo que Vicens caracterice la posición de Malowist con total
precisión, creo que confunde la cuestión. Las causas del nuevo estatuto del campesino en Polonia
y en Cataluña son idénticas. Sólo los puntos de partida son distintos, habiendo sido Cataluña en
el siglo xiv una de las áreas relativamente más avanzadas de Europa. La despoblación de
Cataluña y el crecimiento de la población de Polonia pueden haber aproximado bastante las
densidades resultantes, reflejando a fines del siglo xvi «largo» su no tan diferente estatus en la
economía-mundo europea.
De forma similar, cuando Pierre Jeannin señala que los puertos del Báltico crecieron de
hecho en dimensiones y actividad en el siglo xvi, precaviéndonos de no sobreestimar la
decadencia de las ciudades en la periferia, debemos reconocer que esto es así. Véase «Les
relations éco- nomiques des villes de la Baltique avec Anvers au xvi' siécle», Viertel- jahrschrift
für Sozial- und Wirtschaftgeschichte, XLIII, 3, septiembre de 1956, p. 196. Pero es preciso tener
en cuenta varias cosas. 1) Un aumento del comercio internacional conduce por supuesto a un
incremento de la actividad de los puertos. Pero ¿qué sucede con los centros administrativos y
los focos de comercio local? 2) Un incremento de la población total tendrá normalmente por
consecuencia un crecimiento absoluto de las ciudades, pero ¿cuáles son las proporciones
relativas de la población urbana? 3) Incluso un aumento relativo de la población urbana en la
periferia puede suponer (e indudablemente supuso) una decadencia relativa en relación con el
grado de urbanización de la Europa occidental.
300
Una agricultura más intensiva requiere mejores condiciones para el campesino. Véase en
Ardant cómo los diezmos disminuyen la productividad (Théorie sociologique de l'impót, I, p.
208) y cómo los impuestos o rentas fijas la favorecen (ibid., i, pp. 225-226).
134 Immanuel Wallerstein
sistema señorial no era capaz de resolver con eficiencia este problema301. Pero el
si

122
Witold Kula explícita el dilema teórico: «[Un] sistema que transfería a la granja del siervo
la parte esencial de las funciones de reposición de la capacidad productiva de la hacienda —me
refiero a la alimentación del ganado— creaba las peores condiciones para el desarrollo de la
ganadería. La negligencia con que los campesinos trataban el ganado, del cual se beneficiaba
sobre todo el señor y no ellos, era motivo de constante preocupación de aquél o de su
administrador. En años de mala cosecha, el campesino se encontraba a veces en la alternativa de
alimentarse a si mismo o alimentar al ganado; su elección es fácil de deducir. El reducido
rendimiento del trabajo de los bueyes hacía necesario mantener un gran número de ellos, lo que
agravaba más aún el problema forrajero.» Théorie économique du systéme féodal: pour un
modéle de l’économie polonaise, XVI‘-XVI1I‘ siécles, París, Mouton, 1970, páginas 31-32. Esta
no es una consideración puramente teórica. Emma- nuel Le Roy Ladurie muestra que esto es
exactamente lo que sucedió en el Languedoc entre 1515 y 1530. Les paysans de Languedoc,
París, SEVPEN, 1966, i, p. 323.
135 Immanuel Wállerstein
glo xvi fue un tiempo de una creciente demanda de carne, siendo esta
demanda elástica y tendiendo a crecer al elevarse el nivel de vida 302. También,
dada la expansión de la población, había a su vez una mayor demanda de grano.
Las consecuencias fueron simples. La cría de ganado, que era rentable, requería
una diferente organización social del trabajo. Cuando ésta no se desarrollaba, por
las razones que fueran, el pastoreo disminuía de hecho 303. Por tanto, en todo el
ámbito europeo el problema se convirtió en una cuestión de mayor división del
trabajo.
En las áreas del centro, las ciudades florecieron, nacieron industrias, los
mercaderes se convirtieron en una fuerza económica y política significativa.
Desde luego, la agricultura siguió siendo a lo largo de todo el siglo xvi la
actividad de la mayoría de la población. (De hecho, esto fue cierto hasta el siglo
xix para la Europa del noroeste, y hasta el siglo xx para la Europa del sur.) No
obstante, la inclusión de la Europa oriental y la América española en una
economía-mundo europea, durante el siglo xvi, no sólo proporcionó capital (a
través de los botines y altos márgenes de ganancia), sino que también liberó mano
de obra en las áreas del centro para su especialización en otras labores. El abanico
ocupacional en las áreas centrales era muy complejo. Incluía un gran remanente
paralelo a los de la periferia (por ejemplo, producción de grano). Pero la
tendencia en el centro era hacia la variedad y la especialización, mientras que la
tendencia en la periferia era hacia el monocultivo.
La expansión del siglo xvi no fue sólo una expansión geográfica. Fue una
expansión económica: un período de Crecimiento demográfico, de mayor
productividad agrícola y de la «primera revolución industrial». Señaló el
establecimiento de un comercio regular entre Europa y el resto del mundo
habitado 13°. A finales del siglo la economía parecía simplemente diferente y
mejor304 305.

302
Véase Kristof Glamann, Fontana Economic History of Europe, IX, páginas 45-52. «El
apogeo del comercio de ganado coincidió con la edad de oro de la nobleza» (p. 50).
303
Como en Languedoc. Véase la descripción de Le Roy Ladurie: «Los despejamientos
disminuyen la tierra de pasto; los plantíos (olivos, castaños, etc.), las terrazas y las cercas de
piedra limitan los campos abiertos de propiedad común. Por todas estas razones, la cría de
ganado se estabiliza, luego decae. En esta agricultura antigua, que no conoce las plantas
forrajeras o las confina a los huertos, no es posible desarrollar simultáneamente la producción
animal y vegetal. Sus exigencias son contradictorias, porque ambas buscan la tierra que todavía
es libre pero cada día más escasa. A falta de una Mesta que, como en España, defienda los
intereses de los ganaderos, el desarrollo de la cría de ganado resulta sacrificado pronto en una
sociedad tradicional que emprende su expansión.» Les paysans du Languedoc, I, p. 324.
304
Véase J. H. Parry, «Transport and trade routes», en Cambridge Economic History of
Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The economy of expanding Europe in the 16th
and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 191.
305
Véase esta comparación de la Europa de 1600 con'la Europa de 1500: «Ante todo un
sector agrícola, todavía la principal actividad, capaz de alimentar a muchos más hombres que en
1500, y de alimentarlos mejor; comercio con los mundos de ultramar, una industria textil aún
mayor que la de 1500, una industria minera y metalúrgica mucho mayor.» Mauro, Le XVI’ siécle
européen, p. 257.
136 Immanuel Wallerstein
Hasta aquí hemos descrito las formas emergentes de producción y de control
del trabajo en la periferia, tratándola en contraste explícito e implícito con las
áreas centrales. De hecho, la estructura del centro es más complicada de lo que
hemos indicado hasta aquí. No obstante, antes de que tratemos esta complejidad
deberíamos echar un vistazo a la producción agrícola de una tercera zona
estructural, la semiperiferia. No hemos explicado aún la función de la
semiperiferia en el funcionamiento del sistema mundial. Baste con decir en este
momento que, con arreglo a ciertos criterios económicos (pero no todos), la
semiperiferia representa un punto intermedio de un continuo que va desde el
centro a la periferia. Esto es cierto, en particular, con respecto a la complejidad
de las instituciones económicas, el grado de retribución económica (tanto en
términos de nivel medio como de amplitud) y fundamentalmente en la forma de
control del trabajo.
La periferia (Europa oriental y la América española) utilizaba trabajo forzado
(esclavitud y trabajo obligado en cultivos para el mercado). El centro, como
veremos, utilizaba, cada vez más, mano de obra libre. La semiperiferia (antiguas
áreas centrales en evolución hacia estructuras periféricas) desarrolló una forma
intermedia, la aparcería, como una alternativa extendida. Sin duda la aparcería
era conocida en otras áreas. Pero sólo se hizo predominante, en este tiempo, en
la semiperiferia. La mezzadria en Italia, y la facherie en Provenza, eran ya
conocidas a partir del siglo xm; el métayage, en otros lugares del sur de Francia,
a partir del xiv. Y al aumentar las dificultades económicas de los señores feudales
en los siglos xiv y xv, los dominios eran arrendados cada vez más en esta forma,
no como un todo, sino en unidades menores, capaces de sostener a una familia
en vez de a todo un pueblo. Duby señala que para mediados del siglo xv «las
explotaciones productoras de cereales a gran escala que pudieran existir aún en
la Europa occidental desaparecieron...». Considera que ésta fue «una de las
transformaciones fundamentales de la vida rural...» 306 307.
¿Por qué, no obstante, tomó la transformación esta forma particular? Es
decir, ¿por qué, si se pronosticaba una transformación, no se dirigía el señor al

306
Duby, Rural economy, p. 325; véase también p. 275. Sin embargo, la situación parece
haberse desarrollado de forma distinta en Castilla: «En los siglos xiv y xv la aristocracia
castellana cobra un auge, una importancia tan desmesurada que la convierten en árbitro del
Estado. Los nobles castellanos no adoptan una posición defensiva como en los demás reinos
occidentales, sino que, al contrario, cambian las dinastías, se apoderan del patrimonio real y
hacen del poder un instrumento de sus ambiciones. Este fenómeno se debe a que la realeza no
pudo sustentarse en un sólido apoyo municipial. Muchos concejos castellanos fueron partidarios
y muchos fueron sometidos por la aristocracia.» Vicens, An economic history of Spain, p. 245.
[Historia económica de España, página 225.] Por ello sostiene Vicens, el siglo xvi conoció el
auge en Extremadura y Andalucía de grandes latifundios, cuyo origen está en las grandes
concesiones de tierras de los siglos xxv y xv. Véanse páginas 247-248 [227-228],
307
Y Dobb añade, a la fuerza de la resistencia campesina, «el poder político y militar de
los señores locales, que según los casos hacía fácil o difícil el superar la resistencia campesina
y evitar por la fuerza la deserción de los señoríos, y la medida en que el poder real ejercía su
influencia para fortalecer la autoridad señorial o, por el contrario, aprovechaba todas las
ocasiones de debilitar los sectores rivales de la nobleza». Studies, pp. 51-52.
La nueva división europea del trabajo 137
Estado para obligar a los campesinos a permanecer en la tierra, como en la Europa
oriental? Y, por otro lado, ¿por qué, si había concesiones, éstas tomaban la forma
de la aparcería, en vez de la de la transferencia de tierra a pequeños granjeros,
que compraran directamente la tierra o pagaran una renta fija, que fue la principal
solución (aunque, por supuesto, no la única) en la Europa del noroeste?
Dobb, al comparar la Europa del este y la del oeste en términos de la reacción
señorial ante el fenómeno de la deserción y de la despoblación, y considerando a
la Europa occidental el terreno de las «concesiones» y a la Europa oriental el de
la «coerción renovada», atribuye las diferentes reacciones a la «fuerza» de la
resistencia de los campesinos ’33. Ian Blanchard, por otra parte, está de acuerdo
en que el grado de descontento campesino es un factor, pero de forma menos
directa. El factor crucial era la disponibilidad de mano de obra. Sostiene que hasta
la década de 1520 existía escasez de mano de obra en In
138 Immanuel Wallerstéin
glaterra, y que los legisladores intentaban de hecho ejercer coerción sobre
los trabajadores para que permanecieran en la tierra, mientras los terratenientes
cercaban las tierras, de mala gana, faute de mieux308. Así, la coerción, plantea
Blanchard, fue utilizada también en Inglaterra mientras hubo despoblación. Sólo
cuando la población creció estallaron los campesinos, exigiendo tierras.
Cualquiera que sea el caso, la fuerza de la resistencia campesina explica
poco, ya que necesitaríamos saber por qué los campesinos se resistieron más en
Inglaterra que en Polonia —¿creerá esto realmente Dobb?309—, por qué los
señores eran más fuertes o más débiles, por qué los reyes fortalecían la autoridad
señorial o la debilitaban. Tenemos más probabilidades de descubrir las razones
en el hecho de la divergencia complementaria en el seno de una única economía-
mundo, para la cual sugerimos dos explicaciones: la fuerza comparativa de las
ciudades en el punto de partida de la divergencia, y el grado de desocupación de
la tierra.
La «desocupación» de la tierra puede ser replanteada en términos de la
relación tierra/trabajo. Si existe abundancia de tierra, uno puede apañárselas con
unos medios de producción relativamente ineficaces. Uno puede dedicarse a la
agricultura extensiva. Se pueden utilizar esclavos o trabajo obligado en cultivos
para el mercado. La agricultura intensiva requiere trabajadores libres. Pero,
entonces, ¿por qué la aparcería? Evidentemente, porque la situación se encuentra
en algún punto intermedio.
Señalemos que, desde el punto de vista del campesino, la aparcería tal vez
sea preferible al trabajo obligado en cultivos para el mercado, pero no demasiado.
El ingreso neto es bajo, aunque en tiempos de prosperidad pueda aumentar. La
coerción a través del endeudamiento es a menudo tan real como la coerción legal.
Para H. K. Takahashi, los métayers son «semisiervos» que trabajan para

h4
«Desde finales de la década de 1520 [sin embargo], los arrendatarios que previamente
habían permanecido tan silenciosos sobre los cer- camientos iniciaron un gran clamor
denunciando a quienes mantenían las tierras para pasto, impidiéndoles así a ellos la adquisición
de nuevos arrendamientos, necesarios para satisfacer a una población creciente. Esta protesta
estaba a menudo organizada a través de canales legales, pero progresivamente se fue haciendo
evidente que no mostrarían obediencia a la ley y echarían abajo los cercamientos de tierras.»
Blanchard, Economic History Review, xxill, p. 440.
309
Braudel sugiere una posible explicación del diferente grado de resistencia efectiva: las
diferencias en la densidad de la población. Comparando los asentamientos de baja densidad de
la Europa central con los de alta densidad en Italia («pueblos-ciudades») y con los grandes
centros del Rin, el Mosa y la cuenca de París, Braudel dice: «Ahora bien, esta baja densidad de
los pueblos, en tantos países de la Europa central y oriental ¿puede dejar de ser una de las causas
esenciales del destino del campesinado? Frente a los señores, se encontraban más desarmados
en la medida en que les faltaba el sentimiento de codo con codo propio de las grandes
comunidades.» Civilisation matérielle, p. 42.
La nueva división europea del trabajo 139
310 311 312 313 314
«terratenientes usureros» . Bloch ve los desarrollos en Francia como
un proceso de retroceso en la liberación gradual del campesino respecto a su
señor que se había venido dando a finales de la Edad Media:

Si —hipótesis absurda— la revolución [francesa] hubiera tenido lugar alrededor de 1480,


hubiera entregado la tierra, mediante la supresión de las cargas señoriales [charges
seigneuriales], casi exclusivamente a una masa de pequeños granjeros. Pero de 1480 a 1789
pasaron tres siglos en los que se reconstituyeron las grandes posesiones 315 316.

No obstante, ¿por qué aparcería y no arrendamiento, por una parte, o trabajo


obligado en cultivos para el mercado, por otra? Aunque la aparcería tenía la
desventaja, comparada con el trabajo obligado, de una mayor dificultad de
supervisión, tenía la ventaja de favorecer los esfuerzos de los campesinos por
conseguir una mayor productividad, dado el supuesto, lógicamente, de que el
campesino estuviera dispuesto a seguir trabajando para su señor sin necesidad de
compulsión legal13S. En pocas palabras, cuando la mano de obra es abundante, la
aparcería probablemente sea más rentable que el trabajo obligado en cultivos para
el mercado 317.
En cuanto al arrendamiento, sin duda, por este mismo razonamiento, es aún
más rentable que el trabajo obligado en cultivos para el mercado. No obstante,
existe una condición. Los arrendatarios tienen un contrato fijo, y salen ganando
en momentos de inflación, al menos en la medida en la que los contratos sean a
plazo relativamente largo. Por supuesto, lo contrario es cierto cuando declina el
mercado. La aparcería es así un método de minimización de riesgos 14°. Resulta
de esto que la aparcería es considerada más fácilmente en áreas de agricultura
especializada, en las que los riesgos de variaciones pesan más que los costos de
transacción.
Pero éste era precisamente un momento de altos riesgos. El aumento
continuo de la inflación de precios resulta muy preocupante. La aparcería parecía

136
H. K. Takahashi, «The transition from feudalism to capitalism: a contribution to the
Sweezy-Dobb controversy», Science and Society, xvi, 4, otoño de 1952, p. 324.
137
Bloch, Caracteres originaux, I, p. 154.
311
Véase Duby: «El métayage ofrecía a los amos una gran ventaja.
Les permitía beneficiarse tanto del crecimiento esperado de la productividad de la reserva como
del alza de los precios agrícolas [...] Incluso cuando la participación del señor era mínima, el
contrato le aseguraba una participación importante en las ganancias netas [presumiblemente
mayor que si rentaba la tierra al campesino]. Pues no debemos olvidar que el métayer debía
deducir semillas y a veces diezmos de la parte que
se le dejaba, y ésta era una pesada carga que gravitaba sobre los rendimientos normalmente bajos
de la agricultura. Sin embargo, el sistema presentaba inconvenientes de los cuales los señores
eran bien conscien
tes. Las grandes fluctuaciones de las cosechas exigían una estrecha supervisión.» Rural
economy, pp. 275-276.
315
Como dice Duby, la ventaja del métayage para el terrateniente era
que «los costos de cultivo eran bajos, las ganancias en bienes comercia-
lizables [...] muy altas» (ibid., p. 280).
140 Immanuel Wallerstein
318 319 320
ser el remedio , En determinadas áreas los campesinos tuvieron la suerte
de tener defensas legales que hacían que la imposición de la aparcería fuera
excesivamente onerosa para el propietario, que, en consecuencia, consideraba
preferible el alquiler directo. Un ejemplo de esto fue Inglaterra. Cheung sugiere
que la clave fue la tenencia libre [freehold tenure], conocida en Inglaterra, pero
no en Francia, por ejemplo142.
Los factores legales no son determinantes por sí mismos. Debemos aún
explicar las discrepancias entre el norte de Francia, que avanzó extensivamente
hacia arreglos de tipo arrendamiento, y el sur de Francia, donde el modo
dominante fue la aparcería. La ley de ambas áreas era esencialmente la misma.
Duby localiza la diferencia clave en la posición relativamente desahogada del
granjero del norte, comparada con la «deprimida condición económica» del
campesino del sur «que trabajaba en una tierra cuya productividad,
probablemente, no había sido aumentada a través de mejoras en las técnicas,
como en el norte...»321.
Si, no obstante, no era más que una cuestión de tecnología, nos vemos
abocados a dar un paso atrás, a preguntarnos por qué los avances tecnológicos
hechos en un área no fueron adoptados en otra área no muy distante ni geográfica

318
Steven N. S. Cheung formula esta tesis teóricamente: «Los términos de un contrato de
aparcería incluyen, entre otras cosas, el porcentaje de renta, la proporción respecto a la tierra de
los restantes inputs, y los tipos de cultivo que se van a plantar. Estas cuestiones se deciden
conjuntamente entre el terrateniente y el arrendatario. En los contratos sobre la base de un salario
o de una renta fija, sin embargo, dados los precios de mercado, una sola de las partes puede
decidir qué proporción de los recursos de la otra parte empleará y qué cultivos plantará. Y desde
el momento en que en un contrato de aparcería el reparto del producto se realiza a partir del
producto de hecho, el terrateniente debe esforzarse en determinar el rendimiento de la cosecha.
Así, la negociación y el cumplimiento son más complejos en un contrato de aparcería que en
contratos salariales o de renta fija [...]
»Si sólo se tuvieran en cuenta los costos de transacción, entonces [...] nunca se optaría por
contratos de aparcería. ¿Por qué se opta entonces por los contratos de aparcería? [...] Bajo un
contrato de renta fija, el arrendatario carga con la mayor parte, si no la totalidad, del riesgo [de
grandes variaciones en el rendimiento introducidas por factores exóge- nos a la función de
producción]; bajo un contrato salarial, el terrateniente carga con la mayor parte, si no la totalidad,
del riesgo. La aparcería puede ser vista como un procedimiento para compartir (o dispersar) el
riesgo.» The theory of share tenancy, Chicago (Illinois), Univ. of Chicago Press, 1969, pp. 67-
68.
319
«Bruscamente, a partir del siglo xvi, la aparcería, hasta entonces
tan desigualmente distribuida, e incluso tan excepcional allí donde era conocida, se extendió por
toda Francia y jugó un papel mayor incluso al menos hasta el siglo xvm. No existe remedio más
seguro contra las fluctuaciones monetarias. La burguesía italiana, sutiles financieros, fueron los
primeros en advertirlo. En ocasiones —por ejemplo en Bolonia a partir de 1376— llegaron
incluso a imponer por ley este tipo de contrato a cada ciudadano de la ciudad dominante que
arrendaba tierra a los habitantes del contado [campo circundante], que estaban dominados y
sometidos a presión. Los propietarios franceses no necesitaron mucho tiempo para hacer el
mismo descubrimiento.» Bloch, Caracteres origi- naux, i, p. 152. El subrayado es mío.
1,2
«Bajo el arriendo a perpetuidad [que resultaba de la tenencia libre en que el arriendo
vitalicio venía impuesto por la ley], el costo de imponer un contrato de aparcería puede ser tan
alto como para hacerlo indeseable, ya que la supresión del arriendo es el único mecanismo
efectivo contra un pobre rendimiento de los aparceros.» Cheung, The theory of share tenancy,
p. 34.
142
Duby, Rural economy, p. 327.
La nueva división europea del trabajo 141
ni culturalmente. Braudel sugiere que las condiciones del suelo en la Europa me-
diterránea y en la noroccidental eran fundamentalmente diferentes, siendo la
primera más pobre322. Porshnev sugiere que otra consideración más es el grado
de incorporación a la economía-mundo, estando la existencia de grandes
posesiones (y, por tanto, la ausencia de aparcería) en correlación con un alto
grado de incorporación323.
¿No podemos entonces considerar la aparcería como un mal menor?
Incapaces de recorrer todo el camino hasta las grandes posesiones a través de los
cercamientos y de los arrendamientos, como en Inglaterra, o del trabajo obligado
en cultivos para el mercado, como en el este de Europa, las clases terratenientes
del sur de Francia y del norte de Italia eligieron el camino intermedio 324 de la

322
Comparando la situación en las dos áreas, Braudel dice: «Era raro que una cosecha
[en el área mediterránea] escapara a todos los peligros sucesivos que la amenazaban. Los
rendimientos eran bajos, y, dada la pequeña área que se dedicaba a criar simiente, el
Mediterráneo estaba siempre al borde del hambre.» Civilisation matérielle, I, p. 223.
Aldo de Maddalena disiente: «En general, se debe reconocer que la productividad de la
tierra labrantía [en Italia] era bastante baja, excepto en circunstancias excepcionales. Braudel
culpa al clima de esta baja productividad del suelo mediterráneo, pero para llegar a una visión
del fenómeno más válida e históricamente justificada se debe sopesar también las deficiencias
del aparato tecnológico, del sistema cultural, de la doctrina agraria, de la capacidad empresarial,
de la disponibilidad de capital, de la estructura administrativa y social, de las vicisitudes políticas
y militares.» «II mondo rurale italiano nel cinque e nel seicento», Rivista Storica Italiana, LXXVI,
2, junio de 1964, p. 423. Sin duda todos estos factores deberían tomarse en cuenta, pero alargar
el inventario rara vez es un buen camino para limitar las posibles explicaciones causales. Nótese
sin embargo la visión de Sylvia Thrupp, citada previa- niente en la nota 52, sobre la alta
fertilidad del norte de Italia en la Edad Media.
323
Boris Porshnev observa que es cierto que las grandes haciendas
no se desarrollaron en Francia en este período en la forma en que lo hicieron en Inglaterra:
«[Tales haciendas] se encuentran sin embargo en débiles proporciones, como una tendencia
económica todavía poco desarrollada, especialmente en las provincias de la periferia donde la
proximidad del mar ofrece algunas posibilidades comerciales ventajosas. Los puertos de
Guyena, Languedoc, Provenza, Saintonge, Poitou, Nor- mandía y Bretaña facilitaban la
exportación de vino, de productos agrícolas, a veces incluso trigo de contrabando, hasta intentos
de exportar ganado, particularmente ovejas. En suma, los nobles trataban de probar el fruto
prohibido del comercio.» Les soulevements popülaires en France de 1623 a 1648, París, SEVPEN,
1963, p. 289. Nótese sin embargo que Porshnev incluye Languedoc y Provenza en su lista.
Volveremos a esta cuestión en un capítulo posterior. Por el momento,
digamos que nos halla
mos ante un caso de múltiple causalidad.
324
Marx veía la aparcería como una etapa intermedia: «Como forma
de transición entre la forma originaria de la renta y la renta capitalista puede considerarse al
sistema de aparcería o medianería. [...] Para una explotación capitalista plena al arrendatario le
falta aquí, por una parte, el capital suficiente. Por la otra, la parte que obtiene aquí el terrateniente
no tiene la forma pura de la renta. Puede incluir, en efecto, el interés sobre el capital que ha
adelantado y una renta excedentaria. [...] En este caso, la renta ya no aparece como la forma
normal del plusvalor en general. Por una parte el granjero, sin que
importe si emplea solamente
trabajo propio o también trabajo ajeno, debe tener derecho a una parte
del producto, no en su calidad de trabajador, sino como poseedor de una parte de los
instrumentos de trabajo, en cuanto capitalista de sí mismo. Por otro lado, el terrateniente no
reclama su parte exclusivamente fundado en su propiedad del suelo, sino también como
prestamista de capital.» Capital, ni, cap. 47, p. 803. [El capital, m, vol. 8, pp. 1021-1022.]
142 Immanuel Wallerstein
aparcería, como respuesta parcial a la creación de una economía-mundo
capitalista, en la forma de empresas semicapitalistas, sin duda adecuadas para las
áreas semi- periféricas.
Si las áreas semiperiféricas siguieron siéndolo y no se convirtieron en
satélites totales, como las áreas periféricas, no fue sólo debido al elevado índice
tierra/mano de obra. También po
La nueva división europea del trabajo 143
dría ser debido a que la existencia de una fuerte burguesía indígena tiene un
fuerte impacto en la producción agrícola en tiempos difíciles. Duby señala que
en áreas donde los comerciantes de las ciudades habían sido numerosos y
relativamente poderosos, muchas de las propiedades cayeron en manos de estos
hombres de la ciudad, que iban en busca de protección contra el hambre y del
estatus social que iba ligado a la tenencia de tierras, pero no deseaban los
problemas derivados de la explotación directa. Ceder la tierra en aparcería era un
compromiso razonable325. Hasta qué punto este compromiso era «razonable»
desde el punto de vista de los campesinos, es puesto en considerable duda por G.
E. de Falguerolles, ya que la orientación de estos burgueses de las ciudades era
más bien hacia la obtención de un beneficio a corto plazo por su inversión, lo que
tendría el efecto de desolar la tierra durante el siguiente siglo 326.
Tenemos, pues, una segunda paradoja acerca del área más' «avanzada». Ya
hemos señalado la fuerza de los trabajadores de las ciudades en el mantenimiento
del nivel de salarios, que puso a la Italia del norte en una situación de desventaja
industrial frente al noroeste de Europa. Tal vez esta misma fuerza de los
trabajadores justificara el mantenimiento de un número desproporcionado de
trabajadores en las áreas rurales, utilizando restricciones gremiales para evitar su
incorporación a empleos urbanos, durante el período de explosión demográfica
del siglo xvi. Esto tendría el resultado de debilitar la posición negociadora del
campesinado. En cualquier caso, la «fuerza» de la burguesía ciudadana parece
haber hecho probable la aparcería, y, por tanto, la no emergencia del yeoman,
que jugaría tan gran papel en el avance económico de la Europa del noroeste.
Fijémonos ahora en aquellas áreas que en 1640 se incluirían en el centro de
la economía-mundo europea: Inglaterra, los Países Bajos y, en cierta medida, el
norte de Francia. Estas áreas desarrollaron una combinación de producción de
labrantío y de pastos basada en mano de obra libre o más libre y en unidades de
un tamaño relativamente eficiente. Como cabe señalar, España empezó por este
camino, para después abandonarlo y convertirse en parte de la semiperiferia.
Expondremos extensamente las razones para este cambio de su papel económico
en un capítulo posterior.
En la crisis de la Baja Edad Media, cuando una declinación de la población

325
«El contrato de métayage, tan difundido en el entorno de las ciudades
mediterráneas, italianas y francesas, para las tierras que quedaban vacantes por emigración
[en el período de declive demográfico de los siglos xiv y xv] de las que las gentes de la ciudad
habían conseguido asumir el control, era de hecho una forma de cooperación entre burgueses
y campesinos con el propósito de cultivar las tierras de labrantío y producir cereales.» Duby,
Rural economy, pp. 356-357.
326
«Tal y como se practicaba, la aparcería tiene la apariencia de un régimen
esencialmente capitalista que responde a las necesidades de los propietarios burgueses: su
ideal era obtener de sus tierras una parte del producto neto y libre, convertible en moneda.
Introducían en la gestión de sus empresas una perspectiva mercantil: anotaban
cuidadosamente en sus livres de raison o livres de recettes la parte de cosecha recibida, las
ventas de grano o ganado, todo ello mezclado con el interés de sus préstamos [le produit de
leur usure]. Para estos hombres venidos de fuera [forains], el interés en la ganancia era la
primera consideración;

6
144 Immanuel Wallerstein
llevó a una disminución de la demanda de productos agrícolas, así como a una
subida de los salarios de los trabajadores urbanos (y, por tanto, a una mejor
posición negociadora de los trabajadores rurales), las grandes reservas señoriales
declinaron en Europa occidental, como ya hemos visto. No podían convertirse en
tierras de cultivos para el mercado como en la Europa del este del siglo xvi,
porque no existía un mercado internacional dentro de un marco económico en
general muy decaído. Tenían tan sólo dos alternativas reales. Por una parte,
podían convertir las obligaciones feudales en rentas monetarias 327, lo que
reduciría los costos y aumentaría los ingresos del propietario de la reserva
señorial, pero supondría una transferencia gradual del control sobre la tierra. Es
decir, haría posible el ascenso del pequeño propietario, del yeoman, bien como
arrendatario con renta fija o, en caso de mayor desahogo económico, como
propietario independiente (que puede ser considerado como alguien que, para
comprar la tierra, ha pagado una gruesa suma de renta durante un número de
años) 328°. La otra alternativa que le quedaba entonces al terrateniente era
convertir su tierra en pastizales: para ganado vacuno u ovino. En el siglo xv, tanto
los precios de la lana como los de la carne parecían haber resistido en mayor
grado los efectos de la depresión, y, además, los costos de la mano de obra,
entonces escasa, eran aquí menores 329.
En esta época, tanto en Inglaterra como en España aumentó la ganadería.
Con la economía en expansión del siglo xvi, el trigo parecía más ventajoso que
la lana 330, pero no que el ganado vacuno, que no sólo proporcionaba carne, sino

eran más o menos ignorantes en cuestiones agrícolas.» G. E. de Falgue- rolles, «La décadence
de l’économie agricole dans le Consulat de Lem- paut aux xvii' et xvmc siécles», Anuales du
Midi, LIII, 1941, p. 149.
1,9
«[La liberación de los siervos] se les vendió más que se les concedió.» Marc Bloch,
Caracteres originaux, i, p. 111.
328
«[Bajo un sistema de propiedad de parcelas de tierra], el precio de la tierra no es otra cosa
que la renta capitalizada.» Marx, Capital, ux, cap. 47, p. 805. [El capital, III, vol. 8, p. 1028.]
,5
‘ Véase Slicher van Bath, AAGB, 12, pp. 164-168. Véase Peter J. Bow- den: «Fue la
rentabilidad de la lana en comparación con la producción
de grano lo que en buena medida motivó la difusión de la cría de ovejas, especialmente en la
Inglaterra central, entre mediados del siglo xv y mediados del siglo xvi [...]
»A1 aumentar la producción y la exportación de tejidos, los precios de la lana subieron.
Tomando como base la década de 1451-1460, el precio de la lana de producción doméstica se
había doblado aproximadamente hacia 1541-1550. Los precios del grano se mantuvieron
comparativamente estables durante la última parte del siglo xv, y no mostraron una marcada
tendencia a subir después de 1520, cuando los precios se elevaron en general.» The wool trade
in Tudor and Stuart England, Nueva York, Macmillan, 1962, pp. 4-5.
330
«A mediados del siglo xvi, sin embargo, el impulso para pasar del trigo a la lana se estaba
debilitando. La tierra era más escasa y el trabajo más abundante. Los precios del grano, que
habían estado subiendo desde la década de 1520, se duplicaron en la de 1540, cuando el nivel
general de precios experimentó una brusca subida. Entonces, en 1577, el mercado extranjero
para el tejido inglés se derrumbó, y los precios de la lana se vinieron abajo.» Bowden, ibid., p.
5.
Véase Peter Ramsey: «Hablando muy a grandes rasgos, hasta aproximadamente 1550 podía
ser todavía rentable [en Inglaterra] convertir el labrantío en tierra de pastos, suponiendo que se
pudiera ahorrar trabajo. En este sentido la opinión de autores anteriores se ve confirmada. Pero
a partir de 1570 probablemente era más rentable reconvertir los pastos en labrantío, suponiendo
que el incremento de los costos del trabajo no anulara la superior ganancia de la venta de grano.»
La nueva división europea del trabajo 145
también sebo, cuero y productos lácteos, cuyo consumo iba en aumento con la
prosperidad 331. El punto más importante a señalar acerca de la ganadería en el
siglo xvi, especialmente acerca del ganado, es que se iba convirtiendo cada vez
más en una actividad de especia- lización regional. Más vacas en una zona, para
ventaja de los grandes terratenientes, significaba a su vez menos vacas en otros
lugares, lo que a menudo suponía una reducción en el consumo campesino de
carne y productos lácteos, un deterioro de su dieta 332. Este acusado énfasis sobre
el ganado se dio en España, precisamente. Las dos opciones —conversión de las
reservas señoriales en tierras arrendadas, y de la tierra cultivable en pastizal—
iban juntas. Ya que esta última hacía aún más escasa la tierra cultivable, lo que a
su vez hacía mayor su valor de alquiler 333. Más aún, al hacerse cada vez más
escasa la tierra cultivable, el cultivo debía ser cada vez más intensivo, lo que
queipa decir que la calidad de la mano de obra era cada vez más importante, lo
cual suponía un motivo más para pasar de las prestaciones de trabajo a las rentas
en dinero334.
El aumento de la cría de ovejas en el siglo xvi llevó al gran movimiento de
cercamientos [enclosures] en Inglaterra y en España. Pero, paradójicamente, no
eran los propietarios a gran escala quienes buscaban el cercamiento, sino un
nuevo tipo, el propietario independiente a pequeña escala 335. Por supuesto, fue

Tudor economic problems, Londres, Gollancz, 1968, p. 25.


331
Como Delumeau decía de Roma: «A una ciudad que crecía en población y riqueza, [los
barones del campo] encontraban más ventajoso venderle carne y queso que trigo. En
consecuencia, saboteaban todos los esfuerzos de las autoridades para forzarles a limitar sus
pastos. Esta avidez de ganancia por parte de la nobleza, y su creciente preferencia por la cría de
ganado, parecen haber venido claramente acompañados por una verdadera reacción señorial,
fenómeno que no fue, por lo demás, peculiar del campo romano.» Delumeau, Vie économique,
n, páginas 567, 569.
Geórges Duby relaciona la expansión de la cría de ganado en Francia desde finales del siglo
xm con «la creciente demanda de carne, cuero y lana que se daba en las ciudades». A su vez, la
creciente importancia de la producción ganadera (y de vino) «aceleró considerablemente la
comercialización del campo francés». «The French countryside at the end of the 13th century»,
en Rondo Cameron, comp., Essays in French economic history, Homewood (Illinois), Irwin
Inc., 1970, p. 33.
332
«[La] creciente demanda [a escala europea] de cereales y vino, privó de carne al campo
y especialmente a los campesinos, arrebatándoles así un importante elemento de su subsistencia.
Los pueblos que durante largo tiempo habían reservado sus últimos pastos para carne,
terminaron por perderlos todos [...]
»Las regiones en las que la relativa insuficiencia de la población significaba una incapacidad
para buscar una producción per cápita más alta, como Aragón, abandonaron los campos menos
fértiles, desarrollaron una producción de exportación, y los trabajadores emigraron [...] Así, la
desaparición de una rica fuente de alimentación vino acompañada del empobrecimiento y
sujeción del campesinado, de la estabilidad de la tasa de ganancia [prix de revient] y contribuyó
al subempleo.» José Gentil da Silva, En Espagne: développement économique, subsistence,
déclin, París, Mouton, 1965, pp. 169-170.
333
Véase Dobb, Studies, p. 58; Douglass C. North y Robert Paul Tilomas, «An economic
theory of the growth of the Western world», Econo- mic History Review, 2.* serie, xxm, 1, abril
de 1970, p. 13.
334
Véase Dobb, ibid., p. 53.
335
Julius Klein muestra la razón de que fuera así: El movimiento inglés de los cercamientos
y el proceso análogo en Castilla [...] se sincronizaron en un grado sorprendente. En cada caso el
146 Immanuel Wallerstein
la renovación económica del siglo xvi la que hizo posible el continuo crecimiento
de estos granjeros independientes a pequeña escala.
Dado que «las ovejas devoran a los hombres», como rezaba el dicho, el
aumento de la cría de ovejas creó una escasez de alimentos que hubo de ser
compensada tanto por una producción de labrantío más eficiente en Inglaterra (el
yeoman) como por el grano del Báltico (el trabajo obligado en cultivos para el
mercado)336.
Más aún, el creciente número de acotamientos hizo posible en las áreas
rurales el crecimiento de una industria artesanal337.

episodio tuvo su comienzo con el estímulo de la industria ovina en el siglo xiv [...] La
explotación de las tierras confiscadas a los monasterios en Inglaterra, y la adquisición por la
Corona de las grandes propiedades de las órdenes militares en Castilla, contribuyeron
materialmente al crecimiento de la industria ganadera en ambos países durante las décadas
centrales del siglo xvi. A continuación, sin embargo, se hace perceptible en ambos reinos un
incremento gradual de los cercamientos, no tanto por empresas de cría de ovejas a gran escala
como por el pequeño arrendatario [copyholder] en el caso de Inglaterra y por rebaños sedentarios
y agricultura campesina en el caso de Castilla. En los dos países las altas instancias [...] protegían
el movimiento, y en los dos el motivo para cercar las tierras comunales se apoyaba en el deseo
de estimular la cría sedentaria de ovejas. El efecto último en ambos fue promover la agricultura
a pequeña escala [...] En la península, el elemento que se oponía al movimiento de los
cercamientos, y que lo obstaculizó con éxito durante dos siglos, era la industria ganadera
trashumante a gran escala. En la Inglaterra medieval y de los primeros Tudor los intereses
contrarios a los cercamientos estaban ligados en su gran mayoría a las clases agrarias.» The
Mesta: a study in Spanish economic history, 1273- 1836, Cambridge (Massachusetts), Harvard
Univ. Press, 1919, pp. 314-315.
336
«El comercio de exportación de cereales desde Prusia y Polonia comenzó a finales del
siglo xm, y vino seguido en el siglo xiv por el de los países bálticos. Los cereales eran
embarcados a los Países Bajos, al norte de Noruega, y a las zonas de Inglaterra en las que había
insuficiencia de grano, como el distrito de Fen y la gran área de pasto de ovejas.» Slicher van
Bath, AAGB, 12, p. 170.
189
Explicando por qué estas industrias se encontraban en algunas áreas antes que en otras,
Joan Thirsk apunta:
«Los factores comunes parecen ser éstos: una comunidad populosa de pequeños granjeros,
que a menudo disfrutan principalmente de tenencias libres [...] o de tenencias consuetudinarias
casi tan favorables como la tenencia libre [...], desarrollando una economía de pastoreo. Esta
puede apoyarse sobre los productos de la leche, en cuyo caso las granjas usualmente han sido
cercadas tempranamente, y la organización señorial y la explotación cooperativa, en
consecuencia, son débiles o inexistentes. O puede descansar sobre la cría y mantenimiento del
ganado en los generosos pastos comunes, donde no hay ningún incentivo práctico para cercar,
donde el labrantío es escaso, y allí tampoco hay un marco importante de campos abiertos de
labranza cooperativa [...] Subyacente en todo esto podemos ver a veces una cierta lógica en la
forma en que estos factores comunes están ligados entre sí. Parte de la tierra más adecuada para
pastos no fue despejada hasta un período comparativamente tardío en la historia del
asentamiento local. Era probable que fuera inmediatamente cercada. Era probable que diera
lugar a una comunidad de granjeros independientes, que no reconocerían como unidad de trabajo
cooperativo a la aldea o el pueblo, sino a la familia. Si la tierra era adecuada para la producción
de leche, también tendría agua suficiente para soportar una industria textil. En zonas menos
benignas del campo, donde hubiera amplios marjales o tierras pantanosas comunes, y poca tierra
adecuada para grano, la explotación estaba des-
tinada a consistir en la cría y el pastoreo de ovejas. Las tierras comunales atraían a los jóvenes
sin tierra. La explotación requería menos trabajo que el cultivo de grano, y dejaba a los hombres
tiempo para una actividad subsidiaria.» «Industries in the countryside», en F. J. Fi- sher, comp.,
La nueva división europea del trabajo 147
En España, no obstante, la Mesta estaba demasiado arraigada como para que el
propietario a pequeña escala avanzara demasiado. Como veremos más adelante,
la política imperial de Carlos V proporcionó fuerza adicional a los grandes
terratenientes. En vez de utilizar a sus desempleados rurales en el desarrollo
industrial, España los expulsó y los exportó.
Nos vemos precisados a insistir un poco más en la cuestión del desarrollo de
la agricultura en Europa occidental y de por qué no podía seguir el camino de la
Europa del este: grandes posesiones con trabajo obligado en cultivos para el
mercado. Fue, en última instancia, porque estaba gestándose una economía-
mundo capitalista. Paul Sweezy plantea una especie de continuo ecológico:
«Cerca de los centros de comercio, el efecto sobre la economía feudal [de la
expansión del comercio] es fuertemente desintegrador; lejos, el efecto tiende a
ser exactamente el contrario» 16°. Esta es, en realidad, una formulación 338
excesivamente simple, como plantea Postan con el apoyo de Dobb 339. El
razonamiento de Sweezy está basado en las alternativas del campesino, en su
posibilidad de escapar a la ciudad, en la «civilizadora proximidad de la vida
urbana»340. Olvida la posibilidad de que en muchas regiones periféricas, por
ejemplo la Europa del este, el campesino tuviera la alternativa de las áreas
fronterizas, a menudo tan atractivas como las ciudades. De hecho, precisamente

Essays in the economic and social history of Tudor and Stuart England, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1961, páginas 86-87.
338
Sweezy, Science and Society, xiv, p. 141. Véanse también pp. 146-147. Joan Thirsk
ofrece cierto apoyo a las hipótesis de Sweezy: «Pero, a comienzos del siglo xvi, todavía pueden
observarse claros contrastes entre las extremidades del reino. Cornwall y Devon, Cumberland,
West- moreland y Northumberland poseían muchas comunidades dispersas en casas de labor
solitarias, algunas de las cuales conservaban todavía vestigios del espíritu del clan, casi
completamente aisladas aún del mundo comercial. En East Anglia y el este de Kent, por otro
lado, los pueblos dedicados a la producción de grano estaban profundamente envueltos en
negocios comerciales de alimentación, y llevaban sus negocios aparentemente sin tener en
cuenta ninguna obligación social con el clan, la familia o el señor. Entre las zonas altas y bajas
[por ejemplo, los Midlands occidentales] los contrastes estaban atenuados.» «The farming
regions of England», en The Agravian History of England and Wales, iv, Joan Thirsk, comp.,
1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 15. Para quienes puedan
pensar que East Anglia no es exactamente un punto próximo al centro, debemos recordar que de
lo que se trata es de su posición de hecho en el siglo xvi, y no en el siglo xx. Aquí Thirsk observa:
«East Anglia ocupa en la actualidad una posición geográfica un tanto aislada, fuera de las
principales vías de tráfico entre Londres y el norte. En el siglo xvi, por el contrario, sus ríos, que
llegaban hasta el corazón de East Anglia, su larga línea costera y sus numerosos puertos, la
situaban en fácil comunicación con los mercados de Londres, la Inglaterra del nordeste, Escocia,
los Países Bajos y el Báltico. Su agricultura, en consecuencia, se desarrolló tempranamente al
servicio de los mercados nacionales e internacionales, y la
especialización estaba tan avanzada que, a comienzos del siglo xvix, incluso en los años de
buena cosecha, muchísimos distritos estaban lejos de ser autosuficientes en grano» (pp. 40-41).
«En las zonas más atrasadas de [Inglaterra], más alejadas de los grandes mercados, sobre
todo en el noroeste, las prestaciones de trabajo fueron abandonadas primero, y fue en el más
progresivo sudeste en donde más tiempo se mantuvieron.» M. Postan, «The chronology of la-
bour Services», Transactions of the Royal Historical Society, 4.* serie, xx, 1937, p. 171; Dobb,
Science and Society, xiv, p. 161.
340
Sweezy, Science and Society, xiv, p. 147.
148 Immanuel Wallerstein
porque el campesino utilizaba esta posibilidad, se introdujeron en el siglo xvi
medios jurídicos para atarle a la tierra.
La diferencia no estaba tanto en las alternativas del campesino, aunque esto
también jugara su papel, como en las alternativas del terrateniente. ¿De dónde
podía obtener un mayor y más inmediato beneficio? Por una parte, podía dedicar
su tierra a otros usos (pastizales, con una mayor tasa de ganancia, o
arrendamiento a cambio de dinero a los pequeños campesinos, suponiendo ambas
soluciones el prescindir de las prestaciones de trabajo feudales) y utilizar las
nuevas ganancias para invertirlas en el comercio y la industria y/o en lujos
aristocráticos. Por otra parte, podía intentar obtener mayores ganancias
intensificando la producción de cultivos básicos para el mercado (en especial de
grano), invirtiendo después sus nuevas ganancias en el comercio (pero no en la
industria y/o en lujos aristocráticos) 341. La primera alternativa era más plausible
en el noroeste

341
Esto debe ser matizado. Los nobles terratenientes capitalistas de Europa oriental estaban
interesados, por supuesto, en el lujo aristocrático. De hecho, Jeannin llega a decir: «Es cierto
que, pese a las limitaciones de compra impuestas por la penuria, pasajera o permanente, de los
tesoros reales, el crecimiento del consumo suntuario constituye uno de los cambios
significativos que caracterizan la evolución de la vida aristocrática en el norte [de Europa, es
decir, en los Estados que bordean el Báltico] durante el siglo xvi.» Vierteljahrschrift fiXr Sozial-
und Wirtschaftsgeschichte, XLIII, p. 215. Pero nótese que Jeannin se refiere sin embargo a la
penuria como un límite. Esta es precisamente la cuestión. En una economía en expansión el
gusto por el lujo aumenta en términos absolutos, pero, en comparación con el incremento en
Europa occidental, podemos hablar probablemente de una relativa declinación.
149 Immantiel Wallerstein
de Europa; la segunda, en Europa oriental, en gran medida porque la ligera
diferencia ya establecida en las especialidades de producción significaba que se
podía conseguir una maximi- zación de la ganancia, o al menos así se creía,
haciendo más extensiva y eficientemente lo que ya se hacía mejor lM. Por tanto,
las autoridades estatales favorecieron los cercamientos para el pastoreo (y para
el cultivo de hortalizas para el mercado) en Inglaterra, y la creación de grandes
dominios para el cultivo de trigo en la Europa del este.
En cuanto a por qué el trabajo era contractual en el noroeste de Europa y
obligado en la Europa del este, no basta con contraponer la ganadería con el
labrantío como usos de la tierra. Porque, en ese caso, la América española hubiera
tenido mano de obra contractual. Más bien, es la demografía la que juega el papel
dominante, como ya hemos apuntado. La alternativa de Europa occidental partía
de la base de que habría una reserva suficiente de fuerza de trabajo a precios
suficientemente bajos como para satisfacer las necesidades del terrateniente sin
costarle demasiado 342. En la Europa del este y la América española había escasez
de mano de obra en comparación con la cantidad de tierra que resultaba rentable
explotar, dada la existencia de la economía-mundo. Y en la presencia de tal
escasez, «la expansión de los mercados y el crecimiento de la

Douglass C. North y Robert Paul Thomas, en Economic History Review, xxill, señalan
que: «Los cercamientos que tenían lugar en esta época se producían [...] en pastos para la
producción de lana sin elaborar y en zonas adecuadas para la producción de hortalizas. Lo
primero era en respuesta a una demanda creciente de lana sin tratar, y lo segundo los aumentos
de la demanda local de artículos alimenticios para las crecientes áreas urbanas. En el siglo xvi
el movimiento de los cercamientos fue más extensivo en las tierras altas de Inglaterra, porque la
rentabilidad de los cercamientos era más alta allí que en las regiones de labranza, por dos
razones. Primera, las áreas adecuadas para pasto tenían una densidad de población más baja que
las de labranza; por consiguiente [...] era menos la gente que debía llegar a un acuerdo para
realizar el cercamiento. Segunda, y probablemente más importante, el incremento del precio de
la lana habría causado que los individuos que poseían tierras en común las utilizaran de forma
ineficiente, al intentar cada uno apacentar más ovejas. Para un individuo, el costo de apacentar
otra oveja más en los pastos comunales era casi nulo, pero, para la sociedad, el costo de que
todos lo hicieran así era positivo. El pasto comunal tendería a ser excesivamente pastado, y el
producto total de lana declinaría de hecho [...] Los individuos con poder para cercar los campos
comunales podían evitar que esto sucediera, cercando ciertas zonas y negando acceso a ellas a
todos los demás» (p. 13).
Dobb llama a dicha reserva de fuerza de trabajo «elementos proletarios o
semiproletários». Science and Society, xiv, p. 161.
producción tienen las mismas posibilidades de producir un crecimiento de las

342
«El cambio en la estructura de la propiedad feudal de la tierra que acompañó el declinar
del sistema señorial, trajo aparejado un cambio en la forma de la renta: en Inglaterra el paso a la
renta monetaria, en Francia y Alemania el cambio de naturaleza de la renta feudal. Previamente
los campesinos habían proporcionado plustrabajo directamente en forma de trabajo, y ahora lo
pagaban en formas realizadas, en productos o en su precio monetario. El cambio se limitó a esto
[...] En ambos casos los terratenientes feudales, en virtud de su propiedad, utilizaban
directamente "coerción extraeconómica”, sin intervención de las leyes del intercambio de
mercancías, para obtener el excedente de los productores campesinos (tenanciers, Besitzer) que
de hecho ocupaban la tierra, los medios de producción.» Takahashi, Science and Society, xvi,
página 327.
150 Immanuel Wallerstein
prestaciones de trabajo que producir su disminución» 16<s. De hecho, en la
América española fue precisamente la disminución de la población lo que explica
el aumento en la cría de ovejas y ganado vacuno, que se generalizaron en el siglo
xvi, tomando la forma de empresas a gran escala, con una componente importante
de trabajo forzado, a causa de la escasez de éste167.
Finalmente, fijémonos en lo que significó el aumento del arrendamiento por
dinero. Recordemos que en Europa occidental la conversión de las cargas
feudales en rentas en dinero se extendió en la Baja Edad Media, como
discutimos en el anterior capítulo, debido a la declinación de la población. Esto
no debe ser considerado como una proposición tajante. Las cargas feudales
podían ser pagadas en prestaciones de trabajo, en especie o en dinero. A menudo
era ventajoso para el terrateniente pasar de una forma a otra 168. Por este motivo,
el simple cambio en la forma de la renta feudal no fue determinante en sí mismo.
De hecho, Takahashi llega a afirmar que es epifenoménico 169, aunque esto me
parece excesivo. Incluso aunque pudiera ser 343 165 cierto en alguna medida para
los siglos xm y xiv, el aumento de los pagos de las cargas en términos monetarios
ciertamente se convirtió en una diferencia significativa en el siglo xvi,
precisamente porque las fuerzas coercitivas «extraeconómicas» presionaban no
sobre los trabajadores rurales, sino sobre los terratenientes, llevándolos más lejos
de lo que deseaban 17°, o al menos llevaron a algunos terratenientes. En una época
de expansión, había competencia por la mano de obra. Los terratenientes más
ricos podían permitirse el comprar la mano de obra de otros. Los más pequeños,
a menudo, no tenían más opción que aceptar arrendatarios en su tierra. Puede que
fueran los de tamaño intermedio los que se aferraran durante más tiempo a las

166
Postan, Transactions of the Royal Histórical Society, xx, pp. 192-193.
“7 Véase Frangois Chevalier, Land and society in colonial México, Berkeley, Univ. of
California Press, 1963.
16!
«El desarrollo de las rentas monetarias no siempre está conectado con la conmutación de
las prestaciones de trabajo. En un cierto número de señoríos, las rentas monetarias surgieron
como conmutación de las rentas en especie. Las rentas monetarias también podían coexistir con
las prestaciones de trabajo y las rentas en especie. Finalmente, la renta monetaria podía surgir
como resultado del arriendo de parte de la reserva señorial.» Eugen A. Kosminsky, Past and
Present, 7, pp. 16-17. Véase Postan: «En este ensayo se ha asumido tácitamente que las rentas
y las prestaciones de trabajo se mantenían en una relación mutuamente complementaria, y que
el crecimiento de unas, en circunstancias normales, iría acompañado de un decrecimiento de las
otras.» Transactions of the Royal Historical Society, xx, p. 191.
La nueva división europea del trabajo 151
344 345
viejas relaciones feudales .
Inglaterra y Francia habían seguido el mismo camino en la Baja Edad Media.
En ambas hubo manumisión de la servidumbre, un aumento del arrendamiento
por dinero, y correlativamente un aumento del trabajo asalariado. No obstante,
en el siglo xvi ocurrió algo curioso. Inglaterra continuó su camino. Europa del
este se dirigió hacia una «segunda servidumbre». El sur de Francia se decantó
hacia la aparcería. En el norte de Francia, la transformación pareció detenerse.
Como señala Bloch, «los pueblos que no habían sido capaces [en el siglo xvi] de
obtener su libertad, encontraron cada vez más difícil el lograrlo» 172.
Se puede ver esto como una limitación de la capacidad del siervo para
liberarse. Bloch lo considera más bien como una limitación del señor para forzar
al siervo a un arreglo de arrendamiento m. Bloch explica esa diferencia crucial
entre Inglaterra y Francia en términos de diferencias previas. Francia estaba
económicamente más desarrollada que Inglaterra, en el sentido de que la
economía monetaria se había extendido antes y con mayor amplitud. Inglaterra
estaba más «desarrollada» políticamente que Franoia, en el sentido de que tenía
unas instituciones centrales más poderosas, en último término a causa de que el
poder real procedía en Inglaterra de una situación de conquista, mientras que en
Francia los reyes tenían que consolidar lentamente su autoridad en medio de una

344
Weber explica convincentemente por qué un cierto número de fuerzas exteriores al
señorío estaban interesadas en llevar adelante este proceso hasta una más completa
transformación de la situación: «Los intereses comerciales de la burguesía de nuevo
establecimiento en las ciudades [...] promovían el debilitamiento o disolución del señorío,
porque éste limitaba sus propias oportunidades de mercado [...] Por el simple hecho de los
servicios y pagos obligatorios de los arrendatarios, el sistema señorial limita el poder adquisitivo
de la población rural, porque impide a los campesinos dedicar toda su fuerza de trabajo a la
producción para el mercado y desarrollar su poder adquisitivo [...] Por añadidura, existía un
interés por parte del capitalismo en desarrollo en la creación de un mercado libre de trabajo [...]
El deseo de los nuevos capitalistas de adquirir tierra les daba un interés adicional antagónico con
el sistema señorial [...] Finalmente, también intervenía el interés fiscal del Estado, que contaba
con que la disolución del señorío aumentase la capacidad de pago de impuestos de las zonas
agrícolas.» General economic history, p. 94.
345
Véase Dobb: «Sucedía con frecuencia que los señoríos menores [...] estuvieran mucho
peor abastecidos de trabajo servil, en relación a sus necesidades, que los más vastos, en especial
los de la Iglesia. Además, cuando se producían "seducciones” o raptos por la fuerza de siervos
entre terratenientes, los señoríos menores estaban más expuestos a sufrir la competencia y las
depredaciones de sus vecinos más ricos y poderosos, y, por lo tanto, se mostraban ansiosos de
obtener protección jurídica [...] Pero a veces [...] esto producía un efecto opuesto. Si la cantidad
de trabajo servil de la que un dominio podía disponer bajaba de cierta cifra decisiva, su señor, si
a pesar de ello consideraba conveniente cultivar su reserva, estaba necesariamente obligado a
recurrir, en lo esencial, a trabajo asalariado; y la cuestión de la cantidad de prestaciones
obligadas que podía imponer a cada uno de sus siervos revestía para él un interés relativamente
escaso, y de cualquier forma, mucho menor que para su vecino más rico. Si no había trabajadores
para contratar, la alternativa que se le presentaba no era incrementar o extender las prestaciones
de trabajo (pues éstas serían en cualquier caso insuficientes), sino abandonar el cultivo de la
reserva señorial y encontrar, en cambio, los arrendatarios que pudiera, que le pagaran una renta
por el uso de la tierra.» Studies, pp. 59-60.
152 Immanuel Wallerstein
verdadera dispersión feudal. Veamos ahora la lógica de estos argumentos. 346 347
En primer lugar, Francia estaba localizada más centralmente respecto a las
corrientes del comercio y la tecnología europeas que Inglaterra, y, por tanto, sus
clases terratenientes se desarrollaron antes, ocurriendo también antes el proceso
de conversión de las cargas feudales en rentas monetarias m. Pero dado que las
presiones contrarias a la disolución de los señoríos se dieron más o menos
simultáneamente en Inglaterra y Francia, los señoríos ingleses aún se mantenían
relativamente más intactos que los franceses a comienzos del «largo» siglo xvi.
Por lo tanto, deduce Bloch, los terratenientes ingleses tenían relativamente mayor
libertad que los terratenientes franceses para sacar partido a las nuevas
posibilidades de comercialización de las grandes propiedades. Los ingleses
tendieron hacia un sistema de trabajo asalariado y manumisión continuada. Los
franceses tuvieron que sacar del mal el menos, y los terratenientes intentaron
aumentar sus ingresos por medio de renovadas presiones a la vieja usanza.
El segundo argumento se refiere a la relación entre el rey y la nobleza incluso
desde el siglo xn. Los ingleses habían establecido un fuerte control central en lo
judicial. La otra cara de este logro, no obstante, era que dentro del señorío el
señor, aunque perdía poder sobre los delitos, obtenía autoridad absoluta para
hacer lo que le viniera en gana acerca de la tenencia de la tierra. En los siglos xiv
y xv, los tribunales señoriales dieron de lado la tenencia en enfiteusis en su
interpretación de la ley consuetudinaria. Cuando finalmente la justicia real se vio
capacitada para intervenir en tales cuestiones, a finales del siglo xv, descubrieron
que la «ley consuetudinaria» permitía rentas variables.
En Francia, no obstante, no había justicia criminal central. Por otra parte, el
señor feudal jamás tenía autoridad exclusiva en las leyes sobre tierras. Así, la
patrimonialidad no era tan sencilla de socavar. Quién era el verdadero «dueño»
se convirtió en una oscura cuestión legal. Al llegar el siglo xvi había juristas que
estaban dispuestos a argumentar que el arrendatario no podía ser desalojado.
Incapacitado, por tanto, para cambiar las rentas, el señor tenía que readquirir la
tierra, por medio de la manipulación judicial de documentos, y aumentando

1,2
Bloch, Caracteres originaux, I, p. 117.
347
«En Alemania oriental, más allá del Elba, y en los países eslavos al este de allí, todo el
sistema señorial cambió y abrió paso a uno nuevo. Las cargas feudales ya no son lucrativas. ¡No
importa! El terrateniente mismo se convirtió en productor y comerciante de trigo. Se juntaron
en sus manos los campos arrebatados a los aldeanos [...] la reserva señorial devoró o sangró los
terrazgos. En Inglaterra, los acontecimientos siguieron otro curso. También allí, es cierto, el
desarrollo directo [por los terratenientes] creció rápidamente, a expensas de las tierras comunales
y de los campesinos. Sin embargo, en buena medida el terrateniente sigue siendo un rentista.
Pero la mayor parte de sus rentas dejan de ser inmutables. A partir de este momento las pequeñas
tenencias serían entregadas, a lo más, por tiempo limitado, más usualmente a placer del señor.
Nada más simple, en cada renovación, que ajustar la renta a las circunstancias económicas del
momento. En los dos extremos de Europa, el rasgo fundamental es el mismo: el régimen de
tenencias a perpetuidad, que era ampliamente responsable de la crisis [feudal de los siglos xm y
xiv], fue desechado.
«Ahora bien, esto, en Francia, de una forma tan descarnada, resultaba imposible.» Bloch,
ibid., I, pp. 131-132.
La nueva división europea del trabajo 153
348 349
mediante su «redescubrimiento» las cargas feudales . A la larga, esta
diferencia resultaría crucial350.
Por lo tanto, lo que Bloch parece argumentar es que, ya que el sistema
judicial inglés concedía al terrateniente una mayor flexibilidad, el arrendamiento
por dinero y el trabajo asalariado comenzaron a expandirse, permitiendo que
florecieran tanto las grandes posesiones ganaderas como los yeomen, que se
estaban transformando en gentry. Esto también llevaría a una mayor cantidad de
mano de obra rural hacia las ciudades, para formar un proletariado por medio del
cual se produciría la industrialización. En Francia, paradójicamente, la propia
fuerza de la monarquía obligó a la clase señorial a mantener formas de posesión
de la tierra menos funcionales económicamente, más «feudales», que retrasarían
su avance.
Resolver el asunto de la tenencia de la tierra tuvo a su vez grandes
consecuencias para el papel que jugarían los países en el sistema mundial. Un
sistema de gestión de las fincas como el de la Europa oriental requiere grandes
cantidades de personal para su supervisión. Si los terratenientes ingleses hubieran
seguido esta dirección, podría no haber habido personal suficiente para ocupar
los abundantes nuevos puestos administrativos requeridos por la emergente
economía-mundo: administradores comerciales, eventualmente personal en
ultramar, etc. No es que los terratenientes cedieran personal para tales usos, sino
que al irse expandiendo éstos, fue quedando menos gente para utilizar en puestos
de supervisión de las fincas. El arrendamiento era una salida posible. Hagamos
una panorámica general. El noroeste de Europa está en camino de dividir el uso
de su tierra entre ganadería y labrantío. Esto sólo fue posible al crear la
ampliación del mercado, un mercado aún mayor para los productos de la

348
«[El] movimiento tendente a la disminución de los señoríos [en Inglaterra] había ocurrido
mucho más tarde [que en Francia]: finales del XIII-XIV-XV, en vez del xi-xn-comienzos del xm
(a grandes rasgos). Un retraso natural, ya que el señorío se había creado más tarde.» Marc Bloch,
Seigneurie franfaise et manoir (inglais, p. 114.
349
Véase Bloch, Caracteres originaux, i, pp. 132-139. A. D. Lublinskaya dice de este
análisis: «Estas explicaciones de Marc Bloch me parecen superficiales.» En su artículo, sin
embargo, no ofrece una explicación mejor. «Préface á l’édition russe des Caracteres originaux
de Vhistoire ru- rale frangaise», Annales ESC, xiv, 1, enero-marzo de 1959, p. 201.
Edouard Perroy llega incluso más lejos en la línea de Bloch, porque sostiene que, mientras
Inglaterra estaba abandonando su carácter feudal en la Baja Edad Media, precisamente en este
momento Francia refuerza de hecho el suyo, con la colaboración y, más aún, por iniciativa del
rey. Su argumentación es la siguiente: Francia había sido el país más afectado por la
descomposición feudal en la Alta Edad Media. De aquí que el rey tuviera tan sólo los poderes
de un terrateniente, primas Ínter pares. La solución de los Capeto a este dilema fue extender el
señorío del rey hasta incluir toda Francia, que se convirtió en una vasta pirámide feudal con el
rey como único vértice. Por consiguiente, en el siglo XIIX y posteriormente, los reyes fomentaron
la transformación de las tierras alodiales en feudos, trayéndolas así bajo su autoridad última.
Véase Perroy, Le Moyen Age, pp. 370-371.
350
Para indicar esto debemos adelantarnos a nuestra narración: «En Inglaterra, la caída del
absolutismo permitió, en beneficio de la gentry, la difusión del famoso movimiento de los
"cercamientos”, la transformación de los métodos técnicos, pero también, en la práctica, a causa
de esta transformación y de sus efectos, la ruina y desposesión de innumerables arrendatarios.
En Francia, por un desarrollo análogo pero inverso, la victoria de la monarquía absoluta limitó
la extensión de la "reacción feudal”.» Bloch, Caracteres originaux, I, p. 139.
154 Immanuel Wallerstein
351 352 353
ganadería , y gracias al suministro por parte de la periferia de la
economía-mundo de suplementos de cereales para las áreas del centro. La
semiperiferia iba abandonando la industria (labor cada vez en mayor medida
confiada al centro) y acercándose a una relativa autosuficiencia en la agricultura.
La especialización agrícola del centro favoreció la monetización de las relaciones
de trabajo en el campo, en la medida en que el trabajo era más especializado y
los propietarios deseaban librarse de la carga de un excedente de trabajadores
agrícolas. El trabajo asalariado y las rentas en dinero se convirtieron en los
medios de control del trabajo. En este sistema podía emerger un estrato de
granjeros independientes a pequeña escala, y de hecho hacerse poderoso, tanto a
través de sus productos agrícolas como a través de sus relaciones con las nuevas
industrias artesanales. Dado el aumento en la población y la declinación de los
salarios, se sigue, como dijo Marx, que el yeoman «se enriquecía, al propio
tiempo, a costa de sus asalariados y de su terrateniente»17S. Usurpaban (por medio
del cercamiento) las tierras de los primeros, argumentando públicamente la
necesidad de garantizar el suministro de alimentos de la nación m, y después les
contrataban con salarios bajos, obteniendo mientras tanto, con rentas fijas, cada
vez más tierras de los propietarios de grandes reservas señoriales. No debemos
sobrevalorar la fuerza de esta nueva clase de yeomen. Es suficiente con darse
cuenta de que se convirtieron en una significativa fuerza económica y, por tanto,
política. Su fuerza económica yacía en el hecho de que tenían todos los incentivos
para ser «emprendedores». Buscaban riqueza y ascenso social: la ruta del éxito
pasa por la eficiencia económica. Pero no estaban aún lastrados ni por las
obligaciones tradicionales de largueza ni por las obligaciones del estatus de
gastos en lujos o vida social354 355.
Obviamente, tal redistribución del esfuerzo económico rural tuvo un gran
impacto sobre el carácter de las áreas urbanas. ¿Qué pasaba en las ciudades?
Sabemos que el siglo xvi fue una época de crecimiento general de la población y
de aumento en las dimensiones de las ciudades, en términos absolutos en todas

m
Los medios a través de los cuales el creciente mercado de alimentos de Londres fomentó
la producción ganadera, en extensiones cada vez mayores de Inglaterra y Gales, son descritos
por F. J. Fisher, «The development of the London food market, 1540-1610», en E. M. Carus-
Wilson, comp., Essays in economic history, I, Nueva York, St. Martin’s, 1965, pp. 135-151.
1,8
Marx, Capital, i, cap. 39, p. 744. [El capital, i, vol. 3, pp. 930-931.]
«[En Inglaterra], la difusión del nuevo industrialismo dio fuerza al alegato de los
arrendatarios de que la sustitución del pastoreo en gran escala por la agricultura en pequeña
escala era la única solución para el problema de la alimentación del país.» Klein, The Mesta, p.
344.
354
Marc Bloch señala que en Francia surge en el siglo xvi el nuevo tipo social del «caballero
agricultor», el propietario de un dominio que supervisa sus propias tierras. «Nada podía ser más
ventajoso, si se hacía de una manera inteligente, que esta supervisión por el propio dueño. Pero
esto implicaba vivir allí [...] Pero el exilio [de París], después de todo, era una solución
desesperada; además, muchos grandes terratenientes, nobles o burgueses, no tenían interés ni
tiempo para vivir en sus campos; por no hablar del hecho de que la gente rica poseía usualmente
campos muy diferentes, dispersos a lo largo y a lo ancho, lo cual hacía imposible para ellos
supervisarlos todos en persona.» Caracteres originaux, I, p. 149.
355
Helleiner, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 24.
La nueva división europea del trabajo 155
partes, pero en términos relativos en las áreas del centro. Sabemos que de ello se
sigue, lógicamente y a partir de la evidencia empírica, que, como dice Helleiner,
«se debe asumir que en el [siglo xvi], la presión de la población sobre los recursos
de la tierra iba en aumento» 1SI. En Europa del este, alguna gente se trasladó a las
tierras fronterizas. De la península Ibérica algunos se trasladaron a las Américas,
y otros fueron expulsados (judíos, moriscos más adelante) a otras áreas del
Mediterráneo. En Europa occidental, en general, se dio una emigración a las
ciudades y un creciente vagabundeo que era «endémico» 356. No hubo tan sólo
un éxodo rural, el del trabajador expulsado por los cercamientos o el del
trabajador migratorio que bajaba de la montaña al llano durante algunas semanas
en tiempos de cosecha, el «verdadero proletariado rural», según Braudel 357.
Estaba también el vagabundaje «provocado por la desaparición de las mesnadas
feudales, por el licénciamiento de los ejércitos enrolados que habían servido a los
reyes contra los vasallos» m.
¿Qué es lo que hacían todos estos vagabundos? Suministraban, por supuesto,
la mano de obra no especializada a las nuevas industrias. Según Marx, «el rápido
florecimiento de las manufacturas, sobre todo en Inglaterra, fue absorbiéndolos
poco a poco» 358 359. Y, como hemos visto, su disponibilidad era una de las
condiciones de la buena disposición de los terratenientes a conmutar las
prestaciones feudales por rentas 360 361 362.

1,2
Braudel y Spooner, Relazioni del X Congreso Internazionale di Scienze Storiche, iv, p.
242.
I!J
Braudel, La Méditerranée, I, p. 67. «En condiciones miserables de higiene y salubridad,
el campesino, en estas tierras, tiene que vivir, además, ganando muy poco. Todo tiene dueño, y
lo que produce es para el amo. El campesino, que es con frecuencia un recién llegado, un hombre
sencillo arrancado a su montaña, se deja engañar por la gente de la planicie, el terrateniente o su
administrador. En muchos casos es, de hecho, una especie de esclavo colonial, cualquiera que
sea, sobre el papel, su condición jurídica [...] La planicie pertenece al señor.»
"* Karl Marx, Pre-capitalist economic formations, Londres, Lawren- ce & Wishart, 1964,
p. 134. [Apéndice correspondiente a La ideología alemana, Barcelona, Grijalbo, 1970, p. 63.]
359
Ibid., p. 135. [La ideología alemana, p. 64.]
360
Dobb, Studies, p. 55. Dobb añade: «Nos encontramos, en realidad,
con la paradoja de que, con sólo que se hubiera alcanzado ese nivel decisivo de productividad
(en relación con el precio del trabajo asalariado), el trabajo asalariado podría haber sido incluso
menos eficiente que el trabajo servil, resultando empero ventajoso su empleo» (p. 56). En una
nota al pie, continúa: «El plusproducto que dejaba el trabajo asalariado no necesitaba ser mayor
que el que rendía el trabajo servil (= el producto del trabajo del siervo cuando trabajaba para el
señor), puesto que, aunque estamos suponiendo que trabajo asalariado reemplaza a trabajo servil
en el dominio, en realidad no lo sustituye, sino que se agrega al trabajo servil como fuente de
plusproducto. Si suponemos que el señor conmutaba las corvées a cambio del equivalente de lo
que el tiempo de plustrabajo de los siervos podía producir cuando se dedicaba a cultivo de la
reserva señorial, entonces el señor ganaría con el cambio en el caso de que el nuevo trabajo
asalariado produjera un plusproducto, cualquiera que fuera éste, por encima de sus salarios,
puesto que ahora percibiría este plusproducto como un añadido a lo que recibía de sus siervos a
título de obligaciones conmutadas.»
Además, como nos recuerda Marc Bloch, «el trabajo de corvée no siempre carecía
absolutamente de costo [para el terrateniente]. Durante los "trabajos gratuitos”, especialmente,
era usual alimentar al trabajador [tenancier]. Por consiguiente, no resultaba rentable si el precio
del alimento excedía al valor del trabajo. Puede parecer absurdo sugerir que los salarios podían
ser inferiores al costo del alimento del asalariado. Pero debemos recordar la pobre calidad del
156 Immanuel Wallerstein
Este cuadro de una fuerza de trabajo en expansión, no productora de
alimentos, es, no obstante, difícil de reconciliar con otro hecho. Jones y Woolf
argumentan que una precondición para el desarrollo industrial, que se dio por
primera vez en la Europa del noroeste en el siglo xvi, es que junto con un
incremento en la productividad y un más amplio mercado, se produjo «una pausa
en la intensa presión del crecimiento de la población, pausa durante la cual
podrían multiplicarse los ingresos en vez de los hombres» 187.
Pero ¿qué decir entonces del excedente de población que hinchaba las
ciudades de los Estados del centro, que erraba por los campos vagabundeando?
Bueno, por una parte, no hacían más que morirse en grandes cantidades. Algunos
fueron ahorcados por vagabundos 188. Las epidemias de hambre eran frecuentes,
especialmente dados «la lentitud y el precio prohibitivo de los transportes, [y] la
irregularidad de las cosechas» 363. Tal como lo plantean Braudel y Spooner, un
análisis de esta economía «tiene que tomar en cuenta la "juventud" de esta
población [vagabunda], cuya vida media era en general baja debido al hambre y
las epidemias» 364 365.
Esto justificaría entonces un fenómeno señalado por Braudel, que de otra
forma sería desconcertante: «El proletariado de las ciudades sólo podía
mantenerse estable, y mucho menos aumentar, gracias a las inmigraciones
constantemente renovadas» m. También ayuda a explicar la extraña circunstancia
señalada por Phelps-Brown y Hopkins de que, a pesar de la significativa caída de
los salarios de los trabajadores, hubiera tan relativamente poca agitación social.
Ellos dicen: «Parte de la respuesta pudiera ser que esto supuso una caída de un
nivel superior [el del siglo xv], de modo que, por grande que fuera, que lo fue,
permitía aún al asalariado la subsistencia» 366.
Pero este nivel de subsistencia de los salarios del trabajador del noroeste de
Europa sólo fue posible teniendo una periferia de la que importar trigo, teniendo

trabajo [...] [Además], cuando no se requerían los servicios del campesino sujeto a la corvée,
ello significaba que éste los había comprado; es decir, se le pedía un pago en su lugar. Así,
debemos poner en una columna el valor del pago sus- titutivo que se pudiera esperar
razonablemente, más, cuando correspondiera, el ahorro del costo de la comida. En la otra
columna, pondremos el precio de los días de trabajo asalariado que sustituirían el trabajo de
corvée. Según el total de una columna excediera o no a la otra, se consideraría si abandonar o
no las corvées.» Seigneurie francaise, páginas 116-117.
1,7
Jones y Woolf, Agrarian change and economic development, p. 4.
*“ Marx, Pre-capitalist economic formations, p. 134. [La ideología alemana, p. 63.]
Braudel, La Méditerranée, I, p. 300.
364
Braudel y Spooner, Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze Storiche, iv,
pp. 241-242.
1,1
Braudel, La Méditerranée, i, p. 306. «Estos indispensables inmigrantes no siempre eran
hombres de poco pelo o de mediana calidad. No pocas veces, traían consigo técnicas nuevas, no
menos indispensables que sus personas para la vida urbana. Los judíos, inmigrantes muy
especiales a quienes se perseguía por su religión y no por su miseria, desempeñaron un papel
excepcional en las innovaciones técnicas de la época.»
366
Véase Phelps-Brown y Hopkins, Económica, xxvi, p. 294. Las diferencias comparativas
entre los estilos de vida de diferentes clases de habitantes de la ciudades pueden no haber sido
distintas en absoluto de las de la Europa contemporánea. Se puede espigar una sugerencia en
La nueva división europea del trabajo 157
metales preciosos para que el flujo se mantuviera, y dejando morir a parte de la
población; aspecto que resultaría fascinante investigar. ¿Acaso no es probable
que, ya en el siglo xvi, hubiera sistemáticas distinciones étnicas de rango en el
seno de la clase trabajadora en las diversas ciudades de Europa? Por ejemplo,
Kazimierz Tyminiecki señala precisamente este fenómeno en las ciudades del
este del Elba en el siglo xvi, donde los trabajadores alemanes excluían a los
emigrantes eslavos de las ocupaciones más elevadas ’ 93. No parece haberse
realizado excesiva investigación acerca de la distribución étnica de la clase
trabajadora urbana en los comienzos de la Europa moderna, pero apostaría a que
la descripción de Tyminiecki podría ser considerada como típica de la totalidad
de la economía-mundo. No es sólo que en el seno de esta economía-mundo las
ciudades estuvieran distribuidas desigualmente, sino que, dentro de las propias
ciudades, probablemente estuvieran distribuidos desigualmente los grupos
étnicos. No debemos olvidar aquí el concepto de capas en el seno de las capas.
Si hemos de tener cuidado en saber a quién nos referimos al hablar de
trabajadores urbanos, debemos tener cuidado al examinar las clases superiores.
En la Europa medieval, el estatus alto pertenecía a los guerreros-terratenientes
llamados nobles. En su mayor parte, eran un grupo ocupacionalmente
homogéneo, diferenciado fundamentalmente por un rango que estaba, 367 en
términos generales, en correlación con el tamaño del dominio y el número de
vasallos. Sin duda, los individuos y las familias ascendían y descendían en la
escala de rango. También en unas pocas ciudades emergió un patriciado urbano.
Ya hemos discutido en el anterior capítulo algunas de las confusiones
conceptuales de identidad a las que esto dio lugar.
Pero en el siglo xvi ¿era el terrateniente-comerciante aristócrata o burgués?
Es obvio que tanto genérica como específicamente esto no quedaba claro. La
imagen se había complicado con la creación de una economía-mundo basada en
el comercio y en la agricultura capitalista. Observemos sucesivamente a los
mercaderes internacionales y después a los «industriales», y fijémonos tanto en
su distribución geográfica como en sus vínculos con las clases terratenientes.
En muchos aspectos, las técnicas de ganancia comercial usadas en el siglo

este sentido de un estudio realizado en 1559 de 3.096 hogares (alrededor de 12.000 personas) en
Málaga. Este estudio arroja la siguiente división en clases: razonables, no necesariamente ricos,
10 por 100; pequeños, 70 por 100; pobres, 20 por 100. ¿Ofrecería resultados radicalmente
distintos un estudio de Málaga, o incluso de París, en el siglo xx? Este estudio lo cita Braudel,
La Méditerranée, I, p. 413.
1,3
«En la parte de Alemania al este del Elba, desde Lusacia, a través de Brandemburgo,
hasta Mecklemburgo —por tanto en un área en la que, pese a una larga dominación por los
alemanes (o por príncipes germanizados), seguía estando fuertemente presente en el campo el
elemento eslavo—, se ve que en este período, es decir, a partir del siglo xiv, pero especialmente
en el siglo xv y primera mitad del xvi, fue típica la aparición en las ciudades de restricciones
para la admisión de eslavos en los gremios artesanos. Así, además de las discriminaciones sobre
la base de la nacionalidad, vemos dirigidas contra la población [eslava] otras discriminaciones
«sociales». Esto viene ocasionado por la fuerte tendencia de los eslavos a emigrar a las
ciudades.» Kazimierz Tyminiecki, «Le servage en Pologne et dans les pays limitrophes au mo-
yen áge», La Pologne au X• Congres International des Sciences Histo- riques a Rome, Varsovia,
Academia Polaca de Ciencias, Instituto de Historia, 1955, p. 25.
158 Immanuel Wallerstein
xvi no eran más que una extensión de los métodos que habían aprendido a utilizar
las ciudades frente a sus hinterlands inmediatos en la Baja Edad Media. El
problema colectivo de las ciudades era el de controlar su propio mercado, es
decir, el de poder reducir el costo de los productos comprados al campo y
minimizar el papel de los mercaderes extranjeros 368. Se utilizaron dos técnicas.
Por una parte, las ciudades buscaron obtener no sólo el derecho legal a establecer
impuestos sobre las operaciones de mercado, sino también el derecho a regular
la operación comercial (quién debía comerciar, cuándo, con qué se debía
comerciar). Más aún, buscaban restringir las posibilidades de que su propio
campo comerciara excepto a través de la ciudad. El resultado fue lo que Dobb
considera una especie de «colonialismo urbano» 195.. Con el tiempo, estos
diversos mecanismos variaron sus términos de intercambio a favor de los
hombres de la ciudad, a favor, por tanto, de las clases comerciales urbanas, en
contra tanto de las clases terratenientes como de las campesinas.
Pero las ganancias así conseguidas, aunque importantes, eran pequeñas en
comparación con lo que se podía ganar por medio del comercio a larga distancia,
especialmente con el comercio colonial o semicolonial. Henri Sée calcula los
márgenes de ganancia de las primeras operaciones comerciales coloniales como
muy altos: «en ocasiones superiores al 200 o el 300 por 100, en acuerdos que

368
En cierta forma se puede pensar en el aristócrata dedicado a los negocios simplemente
como un «comerciante forastero» desde el punto de vista de la burguesía urbana. Véase el
análisis de Fritz Redlich: «El grueso de las regulaciones restrictivas y códigos de sanciones
[contra la dedicación de los aristócratas al comercio] parece haber aparecido y haberse originado
en una fecha bastante tardía, concretamente hacia 1600 [...] De hecho, parece que las
restricciones afectaban a las actividades de ios herederos [...] En bastantes casos las restricciones
contra las actividades comerciales de los nobles fueron promulgadas para proteger a los
comerciantes de las ciudades, a los que ponía en peligro la competencia de los nobles, y no
porque estas actividades fueran consideradas inapropiadas para personas nobles [...] En general,
las prohibiciones parecen haber hecho referencia al menudeo y las artesanías; siempre dejaban
campo a lo que llamamos actividades empresariales en la agricultura, a la industria en gran
escala [...] y en muchos casos también al comercio ultramarino.» «European aristocracy and
economic de- velopment», Explorations in Entrepreneurial History, vi, 2, diciembre de 1953,
p. 83.
La nueva división europea del trabajo 159
196 369 370
eran poco más que actos de piratería» . Había en realidad dos aspectos
separados en esta elevada tasa de ganancia. Uno era la situación «monopsónica»
en el área colonial, es decir, monopsónica en la «compra» de tierras y mano de
obra. Esto fue organizado, como hemos visto, por el uso de la fuerza legal, tanto
en la América española como en el este de Europa. El segundo era la falta efectiva
de competencia en las áreas de venta de los productos primarios, Europa
occidental. Esta falta de competencia era, en parte, consecuencia de la falta de
desarrollo tecnológico, y en parte de la verticalidad de las cadenas de
comercialización.
Sin duda, la tecnología de las transacciones comerciales había sido testigo
de adelantos muy importantes a finales del siglo XIII y a principios del xiv: los
bancos de depósito, la letra de cambio, los corredores, las sucursales de
organizaciones comerciales centrales. Chaunu estima que estas técnicas
permitieron al capitalismo comercial aumentar, «tal vez diez veces», su
capacidad de extraer excedente y tener así «los barcos, los hombres, los medios
necesarios para alimentar la aventura de la exploración y después la explotación
del nuevo espacio, en estrecha relación con el Estado» 371. No obstante, la suma

l9s
Dobb, Studies, p. 95. El paso del «colonialismo urbano» al «colonialismo nacional»
podría verse entonces como un paso natural, una vez que la tecnología amplía las dimensiones
de lo que Frederic Lañe llama «monopolio natural» de la fuerza: «En gran parte de la Europa
medieval, gobernar un territorio mayor que una provincia traía inconvenientes de escala. Por el
contrario, en el siglo xvu se había hecho imposible para un gobierno defender contra los intrusos
el monopolio incluso de una sola provincia a menos que su aparato militar fuera suficientemente
fuerte para conquistar un reino nacional. La dimensión de los monopolios naturales ha cambiado,
y ha habido períodos de competencia y altos costos de protección mientras se establecían nuevos
monopolios naturales, acordes con las nuevas técnicas. En nuestra época de armas atómicas
quizá no existe ningún monopolio natural de dimensiones más reducidas que las del mundo
entero.» «Economic consequences of organized vio- lence», en Vértice and history, Baltimore
(Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, pp. 415-416, n. 4.
1,6
Henri Sée, Modern capitalism, Nueva York, Adelphi Co., 1928, p. 41. Análogamente,
Dobb sostiene: «Internamente el mercado se estaba expandiendo [en Inglaterra], no sólo a través
del crecimiento de las ciudades y la multiplicación de los mercados urbanos, sino también por
la creciente penetración de la economía monetaria en el señorío, con el crecimiento del trabajo
asalariado y el arrendamiento de la reserva señorial a cambio de una renta en dinero. Sin
embargo, era el comercio exterior
370 que proporcionaba las mayores oportunidades de rápido avance comercial, y fue en esta
esfera donde se amasaron las fortunas más impresionantes.» Studies, p. 129.
Lenin también sostiene el pape] esencial del comercio internacional en el desarrollo del
capitalismo nacional: «La necesidad de mercado exterior para un país capitalista no se determina
en modo alguno por las leyes de la realización del producto social (y de la plusvalía en
particular), sino, en primer lugar, por la circunstancia de que el capitalismo aparece sólo como
resultado de una circulación de mercancías ampliamente desarrollada, que rebasa los límites del
Estado. Por eso no es posible imaginarse una nación capitalista sin comercio exterior, además
de que no existe.» V. I. Lenin, The development of capitalism in Russia, Moscú, Foreign
Languages Publishing House, 1956, p. 44. [El desarrollo del capitalismo en Rusia, Barcelona,
Ariel, 1975, pp. 48-49.]
Esta primacía del mercado mundial permite a Frédéric Mauro decir que es «el capitalismo
comercial lo que distingue a la civilización occi-
dental entre 1500 y 1800, entre el Renacimiento y la revolución industrial.» «Towards an
"intercontinental model”: European overseas expansión bet- ween 1500-1800», Economic
History Review, 2‘ serie, xiv, 1, 1961, pp. 1-2.
160 Immanuel Wallerstein
total de estas innovaciones comerciales era insuficiente para hacer posible que
los comerciantes a larga distancia entraran en el mercado mundial sin un capital
sustancial y habitualmente asistencia del Estado. Por tanto, no podían entrar
demasiados en estas condiciones, y aquellos que ya estaban dentro no intentaban
activamente alterar la situación 372.
Más importantes incluso eran los vínculos verticales. Las fuentes de capital
eran limitadas. Recordemos que incluso los aparatos de Estado eran deudores a
gran escala. Las ganancias de las plantaciones de azúcar portuguesas basadas en
mano de obra esclava, por ejemplo, no iban a parar solamente a los portugueses
directamente implicados en ellas, sino a personas de las economías europeas más
«avanzadas», que suministraban tanto el capital inicial como una salida
industrial373. No era simplemente que la Europa del noroeste pudiera desarrollar
las fábricas, sino que sus relaciones comerciales verticales favorecían una
dependencia financiera. De hecho, no sería extremado hablar de un sistema
internacional de peonaje por deudas, perfeccionado en primer lugar por los
comerciantes hanseáticos frente a los pescadores y tramperos noruegos en la Baja
Edad Media 374 y más adelante por los comerciantes alemanes de ciudades tales
como Riga, Reval y Gdañsk frente al hinterland de Europa oriental. La técnica
era conocida en otros lugares, siendo usada por los comerciantes de Toulouse,
por los geno- veses en la península Ibérica, y en áreas del comercio lanero en
Inglaterra y España. ¿Cuál era el método? Muy simple: comprendía la compra de

Chaunu, L’expansion européenne, p. 311.


158
«La falta de desarrollo del mercado —la incapacidad de los productores para intercambiar
sus productos en escala más amplia que la parroquial—, precisamente, proporcionó al capital
mercantil su dorada oportunidad [...] En la medida en que perduraban estas condiciones
primitivas, lo hacían también las posibilidades de ganancia excepcional para quienes tenían los
medios de explotarlas; y era simplemente natural que la perpetuación de semejantes condiciones,
y no su eliminación, pasara a ser el objetivo consciente del capital mercantil.» Dobb, Studies, p.
89.
1,9
«[El] sistema de plantaciones de caña de azúcar que existía [en Santo Tomé] estaba
estrechamente ligado con el comercio internacional en gran escala en el que tomaban parte
primero las grandes compañías de Amberes y después las de Amsterdam. En esos grandes
centros de la vida económica se establecieron numerosas refinerías de azúcar que funcionaban
en el siglo xvi gracias al creciente suministro de melazas de Santo Tomé. Se debe observar que,
a pesar del papel muy activo de los comerciantes portugueses en la exportación de azúcar desde
la isla, el proceso de refinado no fue emprendido por Portugal, cuya economía era débil, sino
por los países que entonces prosperaban económicamente, que tenían importantes recursos de
capital, trabajo libre y cualificado, es decir, países que se encontraban ya en la vía del
desarrollo.» Marian Ma- lowist, «Les débuts du systéme des plantations dans la période des
grandes découvertes», Africana Bulletin, 10, 1969, p. 29.
374
«Este era un sistema de compra de bienes mediante el pago por adelantado de entregas
aún no realizadas [...] Se sabe que durante doscientos cincuenta años los comerciantes
hanseáticos de Bergen mantuvieron en sus manos por este procedimiento casi todo el comercio
de pieles y pescado del norte de Noruega. Los mercaderes hanseáticos hacían depender a los
pescadores del norte de Noruega directamente de ellos, pagándoles por adelantado. Esto, al
mismo tiempo, les permitió eliminar de este comercio, durante largo tiempo, a los ciudadanos
noruegos.» Marian Malowist, «A certain trade technique in the Baltic countries in the fifteenth
to the seventeenth centuries», Poland at the Xlth International Congress of Historical Sciences,
Varsovia, Academia Polaca de Ciencias, Instituto de Historia, 1960, p. 103.
La nueva división europea del trabajo 161
mercancías antes de su producción, es decir, pagos adelantados por entregas que
se harían en el futuro. Esto evitaba la venta en un mercado abierto. Permitía que
fueran los mercaderes en vez de los productores quienes decidieran el momento
óptimo para la reventa al mundo. Y ya que el dinero prestado solía haber sido
gastado en el momento de la entrega de las mercancías, si es que no se había
gastado incluso más, el productor siempre se veía tentado a perpetuar el arreglo.
Prohibido en teoría por la ley, este sistema sólo podía ser utilizado por
comerciantes que tuvieran los medios y la influencia necesarios para poder
mantener la citada práctica, es decir, por «comerciantes extranjeros, o
comerciantes ricos que tuvieran fácil acceso a mercados extranjeros» 375 376.
Estos comerciantes podían, por tanto, recoger las ganancias de la revolución
de los precios y multiplicarlas. La forma en que este sistema suponía una red
vertical de explotación y extracción de ganancias queda claramente descrita
por Malowist de la forma en que funcionaba en Polonia:
En los siglos xvi y principios del XVII, cuando los comerciantes de Gdañsk
prestaban menor atención al comercio por mar, empezaron a ejercer una
creciente influencia sobre la agricultura en todas partes de Polonia. Hacia
finales del siglo xvi, cuando las condiciones para la exportación del trigo
resultaban particularmente favorables, los agentes de los comerciantes de
Gdañsk eran vistos regularmente en los mercados de pueblos y ciudades de
Polonia, donde compraban grano [. . . ] [En] el siglo xvii los comerciantes
ricos de Gdañsk, como los de Riga, hacían pagos por adelantado no sólo a
,1a baja gentry, sino incluso a los nobles ricos de Polonia y Lituania [. . . ]
Este enorme florecimiento del comercio de Gdañsk con las extensas tierras
interiores puede ser explicado por el inmenso enriquecimiento de los
comerciantes de Gdañsk durante los tiempos de la revolución de los precios
[. . . ] Los comerciantes de Gdañsk recibían pagos adelantados de los
holandeses, y [. . . ] estos últimos a veces recogían para tal fin sumas de dinero
de comerciantes de Amberes m.
Este sistema internacional de peonaje por deudas capacitaba a un
cuadro de comerciantes internacionales para obviar (y destruir así
eventualmente) a las clases comerciantes indígenas de la Europa del este (y,
en cierta medida, a las del sur de Europa), entrando en relaciones directas
con terratenientes-empresarios (incluida la nobleza), que eran
esencialmente granjeros capitalistas, y que producían los bienes y los
mantenían bajo control hasta que llegaban a la primera área portuaria de
importancia, después de lo cual pasaban a las manos de algunos
comerciantes de nacionalidad europea occidental (o italiana del norte) 377,
que a su vez trabajaban a través de y junto con una floreciente clase
financiera centrada en unas pocas ciudades.
Si los comerciantes internacionales en la economía-mundo europea eran
en gran medida de determinadas nacionalidades, ¿era esto cierto también

m
Ibid., p. 104.
376
Ibid., p. 114.
377
Véase Dobb, Studies, p. 71.
162 Immanuel Wallerstein
respecto a los «industriales»? ¿Y cuál era la relación entre ambos grupos?
La producción industrial existía ya en la Edad Media, pero era dispersa, a
pequeña escala, y en su mayor parte adaptada a un mercado de lujo. Fue sólo
con el ascenso de un sistema capitalista en el marco de una economía-mundo
como pudieron emerger empresarios industriales 378.
Fue precisamente en las áreas de mayor especialización agrícola donde hubo
un impulso a industrializar, no sólo en momentos de expansión, sino también en
momentos de contracción. Marian Malowist habla de la combinación en estas
áreas del crecimiento de una industria textil y de la crisis agrícola de los siglos
xiv y xv 379. Joan Thirsk señala cómo el impulso rural, la necesidad de encontrar

378
«Antes de sobrevenir la producción capitalista, es decir, en la Edad Media, regía con
carácter general la pequeña industria, basada en la propiedad privada del trabajador sobre sus
medios de producción: en el campo, la agricultura corría a cargo de pequeños labradores, libres
o siervos; en las ciudades, la industria estaba en manos de los artesanos organizados en gremios
[...] El papel histórico del modo de producción capitalista y de su portadora, la burguesía,
consistió precisamente en concentrar y desarrollar estos dispersos y mezquinos medios de
producción, transformándolos en las potentes palancas productoras de los tiempos actuales.»
Friedrich Engels, Socialism: utopian and scientific, Nueva York, International Publishers, 1953,
p. 28. [Del socialismo utópico al científico, en C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Madrid,
Akal, 1975, II, p. 141.]
379
«[En] Inglaterra, en los Países Bajos, en el sur de Alemania y en Italia, es precisamente
en los siglos xiv y xv [...] cuando encontramos un muy marcado desarrollo de una industria textil
rural. Los campesinos se dedican a ella por cuenta de empresarios que viven en las ciudades, o
a veces también por su propiar cuenta. Me parece que este hecho demuestra que la agricultura
no basta para darles de vivir [...] En efecto, mientras que en Flandes, Brabante y la Toscana
podemos observar un declinar gradual de la producción de bienes de lujo, durante este período,
no obstante, en el mismo Flandes, en Hainaut, Holanda, Inglaterra, el sur de Alemania y ciertas
partes de Italia creció un nuevo tipo de producción textil en las ciudades pequeñas y en el campo.
Estos tejidos no eran de la mejor calidad, pero eran más baratos y por consiguiente estaban al
alcance de la nobleza empobrecida y de otros consumidores menos acomodados [...] Durante los
siglos xiv y xv, tanto en la industria como en el comercio a larga distancia, el papel de los
artículos de uso común se hizo cada vez más importante en relación con el de los artículos de
lujo.» M. Malowist, «The economic and social development of the Baltic coun- tries from the
15th to the 17th centuries», Economic History Review, segunda serie, xn, 2, 1959, p. 178.
Véase Marx: «Las formas históricas originarias, en las cuales el capital aparece al comienzo
esporádica o localmente, junto a los antiguos modos de producción, pero destruyéndolos cada
vez más por todas partes, incluyen, por un lado, la verdadera manufactura (aún no fábrica); ésta
surge allí donde se produce en masa para la exportación, para el mercado externo: o sea, sobre
la base del gran comercio marítimo y terrestre, en los emporios de éste, tales como las ciudades
italianas, Constantinopla, las ciudades de Flandes, las holandesas, algunas españolas, como
Barcelona, etc. En un comienzo, la manufactura no somete a la llamada industria urbana, sino
a la industria campesina accesoria, hilandería, tejido, al trabajo que requiere en menor grado
habilidad artesanal corporativa, formación artística artesanal. Fuera de aquellos grandes
emporios, donde la producción existe ya basada en un mercado externo y está, en consecuencia,
orientada naturalmente, por así decirlo, hacia el valor de cambio —[hay allí] entonces
manufacturas conectadas directamente con el transporte por barco, la construcción misma de
barcos, etc.—, ésta se instala primeramente no en las ciudades sino en el campo, en las aldeas
no corporativas, etc. La industria campesina accesoria contiene la amplia base de la manufactura,
mientras que la industria urbana requiere un mayor progreso de la producción para poder ser
llevada a cabo dentro de una organización fabril. Lo mismo ocurre con ramas tales de la
producción como las fábricas de vidrio, de metal, aserraderos, etc., que desde un principio
requieren mayor concentración de fuerzas de trabajo, que desde un principio utilizan más fuerzas
La nueva división europea del trabajo 163
una alternativa de empleo para la mano de obra rural expulsada, continuó
operando en la Inglaterra del siglo xvi M.
No obstante, esta presión rural no operaba en las áreas más «avanzadas»,
porque el hecho de que muchas de estas industrias estuvieran entonces
localizadas en áreas rurales era función no sólo de la búsqueda rural de empleo,
sino también del rechazo urbano. Muchos de los centros de la industria textil
medieval en Flandes y en el norte de Italia tenían su capital invertido en la
producción de bienes de lujo, y eran incapaces o no deseaban entrar en el nuevo
mercado, lo cual se había hecho necesario, en primer lugar, por la crisis monetaria
de los siglos xiv y xv, y después se hizo rentable con la creación de una economía-
mundo en el siglo xvi. Estos empresarios no se ocupaban en este caso de las
fronteras M7. Un famoso y crucial movimiento de este tipo fue la huida de
capitalistas flamencos a Inglaterra. Debemos tener presente que en esta etapa las
industrias tenían 380 381 una base vacilante. Se alzaban y caían. Eran como
vagabundos en busca de un refugio: «Parecían un millar de fuegos encendidos al
mismo tiempo, todos ellos débiles, en una vasta pradera de hierba seca»20S. Está
claro que los antiguos centros avanzados, los controladores del comercio
internacional, no eran necesariamente los centros de la imaginación y la audacia.
Esto parece demostrar la creencia de Henri Pirenne en la no continuidad de los
empresarios capitalistas 382 383.
Nos vemos así obligados a ser prudentes en el uso de nuestra terminología.
En una explicación que utilice categorías de clase para explicar los cambios
sociales, las clases feudal y burguesa no deberían ser entendidas, como suele
ocurrir, como «terratenientes» y «comerciantes». Durante el largo período de

naturales, requieren producción en masa e, igualmente, concentración de los medios de trabajo,


etc. Lo mismo con las fábricas de papel, etc.» Pre-capitalist economic formations, página 116.
[Formaciones económicas precapitalistas, Córdoba (Argentina), Cuadernos de Pasado y
Presente, 1971, pp. 91-92.]
380
«Se podría postular razonablemente alguna asociación entre el crecimiento de la
población y la presión sobre la tierra en el siglo xvi y el auge de la industria de tejido de punto
a mano en los valles de Yorkshire.» Thirsk, Essays in economic and social history of Tudor and
Stuart En- gland, p. 88.
381
«Cuando los capitalistas industriales, ansiosos de tener tejido barato para su venta
ambulante, intentaron producir tales tejidos en sus ciudades, encontraron que no se les permitía
hacerlo así. En consecuencia encargaron cada vez más su trabajo a trabajadores rurales. Si esto
estaba prohibido por los gremios o gobiernos de sus ciudades, trasladaban su industria incluso a
otros países. Los "países”, en el continente, no eran demasiado grandes.» Robert L. Reynolds,
Europe emerges, Madison, Univ. of Wisconsin Press, 1967, p. 339.
382
Braudel, La MécLiterranée, I, p. 399.
383
«Creo que, para cada uno de los períodos en que podamos dividir nuestra historia
económica, existe una clase distinta y separada de capitalistas. En otras palabras, el grupo de
capitalistas de una época dada no surge del grupo capitalista de la época precedente. A cada
cambio de la organización económica encontramos una ruptura de la continuidad. Es como si
los capitalistas que hasta entonces han estado activos reconocieran que son incapaces de
adaptarse a las condiciones creadas por necesidades anteriormente desconocidas y que exigen
métodos anteriormente no empleados. Se retiran de la lucha y se convierten en una aristocracia,
que, si de nuevo desempeña una parte en la marcha de los asuntos, lo hace tan sólo pasivamente.»
Henri Pirenne, American Historical Review, xix, 3, abril de 1914, pp. 494-495.
164 Immanuel Wallerstein
creación de la economía-mundo europea, en las países del centro de esta
economía-mundo había algunos comerciantes y algunos terratenientes que salían
ganando al mantener formas de producción asociadas con el «feudalismo», a
saber, aquellas en que la mano de obra campesina se veía de alguna forma
sistemática y legalmente obligada a ceder la mayor parte de su producción al
terrateniente (corvée, rentas feudales, etc.). Y había algunos comerciantes y
algunos terratenientes que salían ganando con la aparición de nuevas formas de
producción industrial, basadas en el trabajo contractual. En el siglo xvi, esta
división correspondía a menudo, en primera aproximación, a grandes y pequeños.
Los grandes comerciantes y los grandes terratenientes se beneficiaban más del
antiguo sistema feudal; los pequeños (¿medios? ¿crecientes?), de las nuevas
formas capitalistas. Pero la dicotomía grande-pequeño debe ser utilizada con
precaución y matices, y sólo se sostiene en este punto del tiempo histórico.
Teóricamente, por supuesto, tiene mucho sentido. Las nuevas formas de
organización social tienden habitualmente a tener menos atractivo para aquellos
a quienes les va bien bajo un sistema ya existente que para quienes son enérgicos
y ambiciosos, pero que aún no se han establecido. Empíricamente, esto viene
complicado por otras consideraciones.
Cualesquiera que fueran sus orígenes, esta nueva clase de «industriales»,
algunos procedentes de la yeomanry y otros comerciantes reconvertidos, se veían
abocados a lo que Vilar considera característica esencial de una economía
moderna: «el logro de ganancias medianas en mercados mucho mayores: más
venta, venta en mayores cantidades, ganando menos por unidad» 384 385. Parte de
la ganancia procedía del retraso de los salarios 2n. Parte eran gangas inesperadas.
Parte eran bajas tasas de interés real. Parte eran ganancias a crédito contra el
futuro en términos de una depreciación no calculada386. Pero había ganancias. Y

384 pierre Vilar, en Actes du Colloque de la Renaissance, p. 50.


385
Incluso J. D. Gould, escéptico respecto a esta hipótesis, reconoce sin embargo que hubo
«una caída muy aguda del ingreso real de los asalariados» en este período. Véase «The price
revolution reconsidered», Economic History Review, 2.* serie, xvn, 2, 1964, p. 265. Véase
también Dobb: «Las notables ganancias obtenidas por el capital comercial en los siglos xiv y
xv, frutos del monopolio, no se lograron tanto mediante una efectiva baja del nivel general de
vida como excluyendo a la masa de los productores de una participación en los beneficios del
creciente volumen de intercambio. En otros términos, los jugosos beneficios de la nueva clase
de mercaderes se originaron en una reducción relativa —antes que absoluta— del ingreso de los
productores. Pero hay pruebas de que esto dejó de ser así hacia la segunda mitad del siglo xvi (y
quizá también en el siglo xvu, al menos durante los primeros cincuenta años).» Studies, páginas
119-120.
386
Para Gould, este factor fue particularmente importante: «Se reconoce en general
actualmente que a mediados del siglo xx el impacto del alza de los precios sobre los beneficios
viene menos de ningún retraso de los salarios respecto a los precios —en la mayor parte de los
casos no ha habido tal retraso— que del retraso de los costos de capital respecto a los precios
[...] Parte*—una parte creciente— de la ganancia aparente corresponde a depreciación no
reconocida, que deberá ser compensada de alguna manera cuando la máquina deba ser
reemplazada en último término. El día del ajuste de cuentas llega finalmente. Pero si la máquina
o estructura posee una larga vida —y bien puede haber sido este el caso con una parte muy
importante del capital fijo de los períodos Tudor y Estuardo: rúedas hidráulicas, salinas, hornos,
La nueva división europea del trabajo 165
el volumen de la ganancia no sólo creó la base política de esta clase; tuvo un
impacto inmediato en la totalidad de la economía. Esto se sintió en multitud de
formas: como estímulo para la producción de materias primas y la movilización
de recursos humanos, como una forma de hacer frente a una demanda creciente
que se convirtió en demanda masiva. Pero, por añadidura, hizo posible la
industria responsable de la creación de muchos ahorros externos: carreteras,
obras para el control de las inundaciones, puertos387.
Está también claro que el siglo xvi fue testigo de notables desplazamientos
en la localización de la industria textil. A finales del siglo xv y a principios del
xvi, estas industrias se expandieron en los centros «antiguos»: el norte de Italia,
el sur de Alemania, la Lorena, el Franco Condado, los Países Bajos españoles; y
en Inglaterra sólo en el sudoeste y exclusivamente de telas de lana. Entonces
surgieron nuevos centros, principalmente en Inglaterra y el norte de los Países
Bajos, en tierras que habían sido, como observó Nef, «industrialmente atrásadas
a principios del siglo xvi»388.
Hemos intentado presentar en este capítulo la causa de la emergencia de un
nuevo marco económico de acción en el siglo xvi: la economía-mundo europea
basada en métodos capitalistas. Suponía una división del trabajo productivo, que
sólo puede ser debidamente apreciada tomando en consideración la economía-
mundo en su totalidad. La emergencia de un sector industrial fue importante, pero
lo que lo hizo posible fue la transformación de la actividad agrícola de las formas
feudales a las capitalistas. N© todas estas «formas» capitalistas estaban basadas
en mano de obra «libre»: sólo las del centro de la economía. Pero las
motivaciones del terrateniente y del trabajador en el sector no «libre» eran tan
capitalistas como las del centro.
No deberíamos abandonar este tema sin ver las objeciones a este análisis.
Ernesto Laclau ha censurado a André Gunder Frank por sostener que en el siglo
xvi en la América española existía una economía capitalista. Afirma que esto no
es ni correcto ni marxista. Sin dispersarnos en un largo excursus de exegética
marxiana, querría decir solamente que en mi opinión Laclau está en lo cierto en
cuanto a la letra de los argumentos de Marx, pero no en cuanto a su espíritu.
Sobre el tema de la cuestión en sí misma, el argumento básico de Laclau es que
la definición de Frank de capitalismo como producción para lograr una ganancia
en un mercado, en la que la ganancia no va a parar al productor directo, y del
feudalismo como una economía aislada de subsistencia están ambas equivocadas
conceptualmente. Argumenta que la definición de Frank, al omitir las «relaciones
de producción» (es decir, esencialmente si la mano de obra es o no «libre»), hace
posible incluir no sólo a la América española del siglo xvi, sino también «a los
esclavos de los latifundio romanos o a los siervos de la gleba en la Edad Media

etc.—, entonces pueden haber sido frecuentes en estos siglos las altas tasas de ganancia
aparentes.» Ibid., p. 264.
387
Véase Mauro, Le XVI‘ siécle européen, p. 298.
388
Nef, Conquest of material riorld, p. 116.
166 Immanuel Wallerstein
europea, al menos en aquellos casos —la abrumadora mayoría— en que el señor
destinara a la venta parte [subrayado mío] del excedente económico extraído al
siervo»389. Sugiere después que, si Frank está en lo cierto, «tendríamos que
concluir que la Inglaterra isabelina o la Francia del Renacimiento estaban
maduras para el socialismo»390. Finalmente dice que, lejos de ser incompatible el
feudalismo con el capitalismo, la expansión del mercado externo de la América
española sirvió para «acentuar y consolidar [el feudalismo]»391.
Laclau oscurece precisamente la cuestión. En primer lugar, la diferencia
entre el siervo de la gleba de la Edad Media y un esclavo o trabajador en una
encomienda en la América española del siglo xvi, o de un «siervo» en Polonia,
era triple: la diferencia entre destinar «parte» del excedente al mercado y destinar
«la mayor parte del excedente»; la diferencia entre la producción para un
mercado local y la producción para un mercado mundial; la diferencia entre que
las clases explotadoras gasten las ganancias y que se vean motivadas a
maximizarlas y reinvertirlas parcialmente. Respecto a la inferencia de Laclau
acerca de la Inglaterra isabelina, es absurda y puramente polémica. En cuanto a
que la entrada en un mercado mundial capitalista acentúa el feudalismo, así es,
precisamente, pero «feudalismo» de una nueva variedad.
La cuestión es que las «relaciones de producción» que definen un sistema
son las «relaciones de producción» del sistema en su conjunto, y el sistema en
esta época es la economía-mundo europea. El trabajo libre es, en efecto, un
carácter definitorio del capitalismo, pero no el trabajo libre en todas las empresas
productivas. El trabajo libre es la forma de control del trabajo utilizada para el
trabajo cualificado en los países del centro, mientras que el trabajo obligado se
utiliza para el trabajo menos especializado en las áreas periféricas. Esta
combinación es la esencia del capitalismo. Cuando el trabajo sea libre por
doquier, tendremos el socialismo.
Pero el capitalismo no puede sobrevivir en el marco de un imperio-mundo.
Esta es una razón por la cual jamás emergió en Roma. Las diversas ventajas que
los comerciantes tenían en la emergente economía-mundo fueron políticamente
más fáciles de obtener que si hubieran sido perseguidas en el seno de un Estado
único, cuyos gobernantes tendrían que responder a múltiples intereses y
presiones392. Por eso el secreto del capitalismo estuvo en el establecimiento de la

389
Ernesto Laclau, «Feudalism and capitalism in Latin America», New Left Review, 67,
mayo-junio de 1971, p. 25. [«Feudalismo y capitalismo en América Latina», en Política e
ideología en la teoría marxista, Madrid, Siglo XXI, 1978, p. 20.]
390
Ibid., p. 30 [p. 28].
2,2
Ibid. [p. 29].
392
Talcott Parsons sostiene que el desarrollo original del industrialismo tenía que
producirse bajo la forma del capitalismo, es decir, un sistema en el que existieran «límites
institucionales al ejercicio del poder político y que independientemente de la estructura política
proporcionara un impulso específico al desarrollo económico». Structure and process in modern
societies, Nueva York, Free Press, 1960, pp. 101-102. La razón para ello, según Parsons, es que:
«La influencia política como tal [....] parece orientarse hacia "intereses constitutivos”
La nueva división europea del trabajo 167
división del trabajo en el marco de una economía-mundo que no era un imperio,
en lugar de hacerlo en el marco de un único Estado nacional. En los países
subdesarrollados del siglo xx, K. Berrill señala que «el comercio internacional es
frecuentemente mucho más barato y más fácil que el comercio interior y [...] la
especialización entre países es a menudo mucho más fácil y temprana que la
especialización entre regiones de un país»393. Esto también era cierto en la Europa
del siglo xvi. Intentaremos demostrar cómo y por qué esto fue así a lo largo de
este volumen.
En resumen, ¿cuáles fueron los logros económicos del siglo xvi y cómo los
hemos justificado? No fue un siglo de gran adelanto tecnológico, excepto en
cuanto a la introducción del carbón como combustible en Inglaterra y el norte de
Francia. A. Rupert Hall ve tanto a la industria como a la agricultura «en las
últimas fases de una serie de cambios, tanto tecnológicos como organizativos»
que habían empezado en el siglo xiv, con la «crisis». Pero, señala, en el siglo xvi
hubo una «difusión de técnicas desde el centro hacia la periferia de la civilización
europea» m.
Cuatro cosas llaman la atención en el siglo xvi. Europa se expandió en las
Américas. Esto puede no haber sido determinante en sí mismo, pero fue
importante m. El hecho crucial de la expansión ha sido señalado por Braudel: «el
oro y la plata del Nuevo Mundo permitieron a Europa vivir por encima de sus
posibilidades, invertir por encima de sus ahorros» m.
Invertir por encima de sus ahorros y aumentar éstos por medio de la
revolución de los precios y el retraso de los salarios. Fuera o no responsable la
expansión del oro de la expansión de la producción, e independientemente de la
medida en que la expansión demográfica fuera causa o consecuencia, el mismo
oro era «una mercancía, y una expansión general del comercio subyace en la
"prosperidad" del siglo xvi, que no fue ni un juego ni un espejismo, ni tampoco

relativamente a corto plazo, o bien a caer prontamente en estereotipos tradicionales. Estas


parecen ser las razones por las que Weber hablaba de la influencia "económicamente irracional”
de los intereses políticos» (p. 107).
Este es un razonamiento plausible, pero no parece que encaje con el hecho empírico de que
el papel del Estado en el desarrollo capitalista ha sido constante a lo largo de la historia moderna.
Parsons pierde de vista el esencial componente geográfico de la diferenciación estructural, que
la actividad económica tenia lugar en una economía-mundo, mientras que la autoridad de los
dirigentes políticos, si no su poder, estaba limitada a áreas menores que las comprendidas por la
actividad económica. Esta disparidad estructural crucial fue lo que marcó el derrotero de los
capitalistas.
393
K. Berrill, «International trade and the rate of economic growth», Economic History
Review, 2.* serie, xil, 3, 1960, p. 352.
168 Immanuel Wallerstein
394 395 396 397
una ilusión monetaria» .
El tercer cambio llamativo se dio en el patrón de trabajo rural: aumento del
trabajo obligado en cultivos para el mercado en la periferia y de los yeomen en
el centro. Tal vez Takahashi exagere cuando llama al granjero yeoman «primer
motor»398 del final del feudalismo, pero resulta dudoso que hubiera podido haber
un sistema capitalista sin él. Pero tampoco sin trabajo obligado en cultivos para
el mercado.
Jean Néré ataca a Dobb por hacer hincapié exclusivamente en la
disponibilidad de mano de obra proletaria para explicar el ascenso del
capitalismo. Dice que hay que unir a este factor los movimientos seculares de los
precios 399 400. Braudel y Spooner, por otra parte, nos previenen contra la
confusión entre fluctuaciones accidentales (la revolución de los-precios) y
cambios estructurales m. Lo que está claro es que en el siglo xvi emerge una «era
capitalista» 401, y que toma la forma de una economía- mundo. Sin duda, «la

394
A. Rupert Hall, «Scientific method and the progress of techniques», Cambridge
Economic History of Europe, XV, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The economy of expanding
Europe in the 16th and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p.
100.
395
«La apertura de una nueva frontera en la orilla opuesta del Atlántico creó por consiguiente
nuevas oportunidades, y un clima de pensamiento que fomentaba la confianza en las
posibilidades de éxito. Las oportunidades existían; pero también los individuos dispuestos a
aprovecharlas y capaces de hacerlo [...] América bien puede haber acelerado el ritmo del avance
europeo. Incluso es posible que el avance no hubiera tenido lugar sin América. Pero aunque se
acepte esta afirmación extrema, sigue siendo aconsejable recordar la lapidaria advertencia del
profesor Braudel: "L’Amérique ne commande pas seule." América no es lo único que cuenta.»
J. H. Elliott, The Oíd World and the New, 1492-1650, Londres y Nueva York, Cambridge Univ.
Press, 1970, p. 78.
396
Braudel, en Chapters, p 268.
397
Braudel y Spooner, Relazioni del X Congreso Internationale di Scienze Storiche, iv, p.
243.
398
«El primer motor que ha abolido el orden de producción y la propiedad feudales, y que
lleva a cabo de forma muy natural la formación de la sociedad capitalista, debe buscarse en el
desarrollo de la producción pequeña y mercantil (pequeña burguesía y campesinos
independientes como productores de mercancías), y consiguientemente en su "polarización"
económica en capitalistas industriales y trabajadores asalariados despojados de tierra y
obligados a vender su trabajo. Este tipo de evolución capitalista, creemos, debe ser clásica y
específicamente característica de la historia económica de Europa occidental.» «On the
"transition” from feudalism to the bourgeois revolution», Iridian Journal of Econo- mics, xxxv,
140, 1955, pp. 149-150.
399
«Dobb [...] toma como hilo conductor de la historia económica las "variaciones de la
energía humana disponible"; éste es sin duda un fenómeno interesante de estudiar, pero nuestro
autor [...] da de lado casi totalmente ese otro hilo: los movimientos a largo plazo de los precios
[...] no considera la posibilidad de combinar ambos enfoques.» Jean Néré, «Le développement
du capitalisme», Revne Historique, ccm, enero-marzo de 1950, p. 68.
224
«Las fluctuaciones económicas, incluso cuando son decisivas, violentas o creativas,
siguen siendo accidentes en una historia "estructural”, a largo plazo —el desarrollo del
capitalismo—, que por su misma naturaleza trasciende los accidentes.» Braudel y Spooner,
Cambridge Econo- mic History of Europe, iv, p. 450.
401
«Aunque los primeros inicios de producción capitalista ya se nos presentan
esporádicamente en los siglos xiv y xv, en algunas ciudades del Mediterráneo, la era capitalista
sólo data del siglo XVI.» Marx, Capital, i, cap. 26, p. 715. [El capital, I, vol. 3, pp. 894-895.]
190 Immanuel Wallerstein
402
fragilidad de esta primera unidad del mundo» es una crucial variable
explicativa de la evolución política. Pero el hecho es que la unidad sobrevive, y
que en los siglos xvn y xvm llegó a consolidarse.
Una de las características principales del sistema mundial europeo del siglo
xvi es que no existía una respuesta sencilla a la cuestión de quién dominaba a
quién. Se puede muy bien argumentar que los Países Bajos estaban explotando a
Polonia a través de Gdañsk, y sin duda España explotaba a sus posesiones en
América. El centro dominaba a la periferia. Pero el centro era muy amplio.
¿Utilizaban los comerciantes genoveses y los banqueros a España, o acaso el
imperialismo español había absorbido partes de Italia? ¿Florencia dominaba
Lyon, o Francia dominaba Lombardía, o las dos cosas? ¿Cómo se deberían
describir las verdaderas relaciones entre Amberes (y más tarde
Amsterdam) e Inglaterra? Nótese que en todos estos casos tratamos con una
ciudad-Estado comercial, por una parte, y con una nación-Estado mayor, por otra.
Si hemos de clarificar más el cuadro, hemos de fijarnos en su aspecto
político, en las formas en que los diversos grupos buscaban utilizar las estructuras
del Estado para proteger y favorecer sus intereses. Es ésta la cuestión que
abordamos ahora.

224
Braudel, en Chapters, p. 285
«El Gran Duque fortifica el puerto de Livorno», grabado de Jacques Callot
que forma parte de una colección sobre La vida de Ferdinando I de Me-
dias. Ferdinando fue Gran Duque de Toscana entre 1587 y 1609. El gra-
bado fue realizado en el período 1614-1620.
3. LA MONARQUIA ABSOLUTA Y EL ESTATISMO

Resulta evidente que la emergencia de la monarquía absoluta en Europa


occidental coincide en el tiempo con la emergencia de una economía-mundo
europea. Pero ¿es su causa o su consecuencia? Se puede argumentar
razonablemente en favor de ambas posibilidades. Por una parte, de no haber
sido por la expansión del comercio y el ascenso de la agricultura capitalista,
difícilmente hubiera habido base económica para financiar las ampliadas
estructuras burocráticas del Estado *. Pero, por otra parte, las propias
estructuras del Estado fueron un importante apoyo del nuevo sistema
capitalista (por no mencionar que fueron su garantía política). Como dice
Braudel: «Lo haya pretendido o no, el Estado se convirtió en el empresario más
importante del siglo»403 404 405. Más aún, era un cliente fundamental para los
comerciantes406.
Existen varios argumentos diferentes acerca del papel del Estado en la
empresa capitalista. Uno se refiere a su extensión; el segundo, a su impacto
económico, y un tercero, a su contenido de clase. El tercer argumento lo
discutiremos más adelante. En primer lugar, mientras que hay mucho
desacuerdo acerca de la

1
«Los Estados del siglo xvi se afirman cada vez más como grandes recaudadores y
distribuidores de rentas; por medio de impuestos, venta de servicios, rentas y confiscaciones,
se apoderan de una enorme parte de los diferentes productos nacionales. Este múltiple
acaparamiento de fondos resulta muy efectivo porque el conjunto de los presupuestos estatales
fluctúa a la par de la coyuntura general y sigue la marea de los precios. La irrupción de los
Estados en el centro mismo de la vida económica no es un accidente, ni tampoco una fuerza
intempestiva, como ha pensado, quizá un poco precipitadamente, Joseph A. Schumpeter.»
Braudel, La Méditerranée, I, p. 409.
J
Ibid., i, pp. 409-410.
404
«El capitalismo comercial nunca habría tenido un auge tan espectacu
lar en la primera mitad del siglo xvi sin los rentables negocios que hicie
ron posibles los préstamos al Estado, la elevación de los impuestos, la explotación de los
dominios reales, los gastos bélicos y de la corte.» Har- tung y Mousnier, Relazioni del X
Congresso Internazionale di Scienze Storiche, iv, p. 44.
188 Immanuel Wallerstein
extensión de la intervención del Estado en la economía-mundo del siglo xix,
parece existir un amplio consenso en que durante períodos anteriores del
moderno sistema mundial comenzando al menos en el siglo xvi y hasta por lo
menos el xvm, los Estados eran agentes económicos centrales en la economía-
mundo europea.
Pero si casi todos están de acuerdo en que los Estados jugaban este papel,
hay quienes piensan que fue un papel innecesario e indeseable. Por ejemplo,
Schumpeter, fiel a su creencia en la superior eficiencia a largo plazo de la
empresa privada, niega que el Estado favoreciera los negocios como comprador
o receptor de crédito. Dice que es un error «imperdonable pensar que sin la
extravagancia de las cortes no hubiera habido bienes equivalentes procedentes
de los campesinos y los burgueses de los que se tomaran los correspondientes
medios»407. Puede que sea imperdonable, pero tal vez no sea un error. ¿Por qué
no se puede concebir que, para hacer frente a las exigencias impositivas, un
campesino produzca un excedente que en otras circunstancias podría bien
consumir o no producir? ¿Asume realmente Schumpeter que en el siglo xvi los
campesinos europeos estaban totalmente orientados hacia un mercado
comercial?
En cuanto a la tesis de que los gastos de la corte fueron vitales en la
creación del crédito, Schumpeter tiene dos respuestas. Una es que cualquier
beneficio obtenido con el desarrollo de una «máquina de crédito» debe ser
contrapesado «con toda la destrucción y la parálisis económica causadas por
los métodos de extraer esos ingresos y por los usos que financiaban» 408. Esto
supone un tremendo argumento contrafáctico, cuya validez sólo puede ser
valorada en términos de la totalidad del planteamiento de este libro. El punto
de vista expuesto en él será que el desarrollo de Estados fuertes en las áreas del
centro del mundo europeo fue una componente esencial del desarrollo del
capitalismo moderno. Su segunda respuesta es que la contrapartida de los
préstamos a las cortes eran privilegios económicos que con toda probabilidad
serían económicamente inapropiados desde el punto de vista de los intereses de
la mayor parte de la comunidad409. Sin duda esto es cierto, pero a mí me parece
una
descripción de la esencia del capitalismo, no una distorsión accidental de su
funcionamiento y, por tanto, una afirmación que de hecho suministra una buena
parte de la refutación de la anterior afirmación de Schumpeter.
Hemos echado ya un vistazo previamente a los diversos aspectos de la
crisis económica de los siglos xiv y xv, que contribuyeron al lento, pero firme

* Joseph A. Schumpeter, Business cycles, i, p. 236.


408
Ibicl.
‘ «Prestar a una corte era muy rara vez de por sí un buen negocio, pese a los exorbitantes
intereses usualmente prometidos. Pero precisamente porque tales préstamos, como norma, no
podían ser pagados, conducían a la adquisición de privilegios y concesiones en el campo del
comercio y la industria que eran el gran negocio de la época [...] El ascenso de
los Fugger a una posición nunca igualada de nuevo por una casa financiera tiene [...] mucho
que ver con las dificultades de Carlos V.» Ibid., i, página 236, n. 1.
La monarquía absoluta y el estatismo 189
crecimiento de las burocracias de Estado. Hemos mencionado también la
evolución de una tecnología militar que privó de sentido al caballero medieval
y, por tanto, fortaleció a las autoridades centrales, que podían controlar grandes
números de infantería. El objetivo político fundamental de los monarcas era la
restauración del orden, un prerre- quisito para el resurgir económico. Como
resume sucintamente Génicot, «al mostrar los malignos efectos de una
desaparición de la autoridad, aquellos tiempos de desorden dieron un
argumento a favor de la centralización»410.
Pero ¿por qué surgieron tales regímenes políticos en este tiempo en
particular? Una respuesta clásica se nos da en términos de los fenómenos
centrífugos presentes en los nuevos Estados, argumento utilizado
frecuentemente para los nuevos Estados del siglo xx411. El empuje inicial de los
«restauradores del orden» del siglo xv surgió de la «crisis del feudalismo». La
presión económica sobre los señores había llevado a un incremento de la
explotación de los campesinos y, consiguientemente, a rebeliones de éstos.
También había llevado a guerras internas entre la nobleza. Los debilitados
nobles se volvieron a los reyes para que les preservaran de la amenaza de aún
mayores desórdenes. El rey se benefició de las circunstancias para aumentar
sus riquezas frente a esta misma nobleza. Este era el precio de proporcionarles
seguridad, lo que Frederic Lañe llama «renta de protección», y que, nos
recuerda, era en aquellos tiempos «una importante fuente de las fortunas hechas
en el comercio [y] una fuente más importante de ganancias [...] que la

410
Génicot, Cambridge Economic History of Europe, i, p. 700. De forma similar, Joseph
Strayer sostiene la existencia de un lazo causal entre el derrumbamiento del orden en la Baja
Edad Media y la nueva disposición de la aristocracia a «aceptar la dirección real» en el siglo
xvi. El sospecha que la variable que interviene puede ser un cambio en la psicología social
colectiva:
«Es difícil decidir qué factores cambiaron el comportamiento de las clases poseedoras.
Algunos de ellos, especialmente los pequeños hacendados, habían sufrido tanto como los
pobres a causa de la violencia interna, y, como los pobres, deseaban paz y seguridad. Algunos
de ellos advertían que podían beneficiarse más plenamente de la naciente recuperación
económica apoyando gobiernos estables. Algunos de ellos podían haber quedado
impresionados por el fracaso de la mayor parte de las revoluciones de finales del siglo xv.»
On the medieval origins of the modern State, Princeton (Nueva Jersey), Princeton Univ. Press,
1970, p. 91.
1
Respecto a la Europa occidental del siglo xvi, Mousnier dice: «La necesidad de un fuerte
poder [central] proviene de la misma composición de las naciones [es decir, de los Estados].
Son una yuxtaposición de comunidades territoriales, provincias, países, municipalidades,
comunidades aldeanas, y estructuras corporativas, tales como las órdenes militares [...] los
cuerpos de funcionarios, las universidades, los gremios [...] El rey tenía que ser bastante fuerte
para arbitrar sus conflictos y coordinar sus esfuerzos con vistas al bien común. Pero sus
divisiones le daban
la posibilidad de utilizar a unos contra otros.» Les XVIC et XVII' sié- cles, p. 97. El
subrayado es mío.
¿Tenía que ser? ¿Por qué? Una explicación funcional rara vez resuelve el problema
genético, ya que no sólo es posible plantear alternativas funcionales, sino que el fracaso en la
resolución de una necesidad funcional es no sólo posible sino muy probable. Por consiguiente,
suspenderemos de momento el juicio sobre la «causa».
190 Immanuel Wallerstein
superioridad en técnica o en organización industrial»412.
Por supuesto, el avance del rey no era meramente función de la
oportunidad, sino de las presiones a que él mismo estaba sometido. Eisenstadt
argumenta que lo que él llama «política burocrática» comienza a existir cuando
«los mandatarios políticos no pueden apoyarse en los recursos que les son
asequibles por sus propios medios (v. g., los dominios del rey), o por el
compromiso ciego de otros grupos...» 413 414. Pero ¿fueron alguna vez ciegos
estos compromisos? Y en cuanto a la disponibilidad de los recursos, el hecho
de que los del rey fueran insuficientes para sus propósitos era consecuencia de
unos objetivos más ambiciosos. Debemos entonces analizar las presiones que
llevaban a los gobernantes a buscar alcanzar objetivos más ambiciosos.
Archibald Lewis nos ofrece una sugerencia, relacionando estas presiones
con la disponibilidad de tierras: «Cuando [...] el soberano ha entregado toda la
tierra libre y no queda más, se le hace necesario recurrir a los impuestos,
recuperando de otra forma la riqueza que anteriormente había hecho llover
sobre su pueblo»n. Esta necesidad de impuestos a nivel nacional no llevó
inmediatamente al «absolutismo». Más bien, el soberano tuvo que crear el
Parlamento para obtener la asistencia de la nobleza en el proceso de
imposición, pero sólo «hasta el momento en que los gobernantes se sintieron
suficientemente poderosos como para prescindir de tal asistencia» 415. Dobb
hace hincapié en otro punto. Para él la presión sobre el rey procedía no de la
escasez de tierra, sino de la «escasez de mano de obra». El crecimiento del
aparato de Estado sirvió para facilitar el «control del mercado del trabajo» 416.
Podría seguirse de este análisis que, si la crisis económica llevó a un mayor
poder de los monarcas, la expansión económica del siglo xvi habría tenido el
efecto contrario. En cierta medida, como veremos, así fue. El «primer» siglo
xvi fue una era de pugnas imperiales, no de Estados fuertes, como discutiremos
en el siguiente capítulo. Hasta después del «fracaso'del imperio» (del que
hablaremos en él), no empezaron a surgir de nuevo los Estados fuertes. Y, de

412
Véase Lañe, Venice and history, pp. 421-422.
413
S. N. Eisenstadt, «Political struggle in bureaucratic societies», World Politics, ix,
1, octubre de 1956, p. 17.
414
Archibald Lewis, Speculum, xxxm, p. 483.
415
Ibid., p. 483. Véase Edward Miller: «El intento de establecer impuestos generales
directos fue una de las principales influencias subyacentes en la aparición a partir del siglo
xm de asambleas representativas que reunían a diversos grupos de contribuyentes a través de
las personas de sus procuradores o delegados.» Fontana Economic History of Europe, i,
página 14.
416
Dobb, Studies, p. 24. Dobb contrapone «intervención estatal» y «libertad» como
métodos de organización política dentro de las sociedades capitalistas: una visión
extrañamente liberal para un marxista. Explica su alternancia en términos de escasez de
trabajo. «La libertad florece en grado máximo bajo el capitalismo cuando, por existir un
proletariado superabundante, el modo de producción está seguro; mientras que cuando la
oferta de trabajo supera la demanda y el modo de producción se vuelve menos lucrativo como
fuente de ingresos, entonces se tiende a echar mano de la compulsión legal» (pp. 24-25).
La monarquía absoluta y el estatismo 191
hecho, sería el siglo xvm el que los historiadores conocerían como «la era del
absolutismo» 417.
En realidad, no obstante, a pesar de las fluctuaciones de la curva, nos
hallamos ante un incremento secular del poder del Estado a lo largo de toda la
era moderna. La economía-mundo capitalista parece haber requerido y
facilitado este proceso secular de incremento de la centralización y el control
internos, al menos en el seno de los Estados centrales.
¿Cómo hicieron los reyes, que eran los directores del aparato de Estado en
el siglo xvi, para fortalecerse? Utilizaron cuatro mecanismos fundamentales:
burocratización, monopolización de la fuerza, creación de legitimidad y
homogeneización de la población súbdita. Abordaremos cada uno por
separado.
Si el rey se hizo más fuerte, fue incuestionablemente debido al hecho de
que se hizo con un nuevo aparato: un cuerpo de funcionarios permanentes y
subordinados 418. Por supuesto, en este aspecto, Europa estaba justamente
poniéndose al día respecto a China. Así sabemos que una estructura burocrática
de Estado es por sí misma insuficiente para delimitar los grandes cambios del
siglo xvi, mucho más para justificarlos. No obstante, el desarrollo de la
burocracia de Estado fue crucial, dado que habría de alterar fundamentalmente
las reglas del juego político, asegurando que en adelante las decisiones de
política económica no pudieran ser tomadas fácilmente sin pasar a través de la
estructura del Estado. Significó que la energía de los hombres de todos los
estratos tuviera que volverse en cantidad significativa a la conquista del reino
político. Sin duda, hablamos aún en esta era de una burocracia relativamente

417
Véase, por ejemplo, Max Beloff, The age of absolutism, 1600-1815, Nueva York,
Harper, 1962.
418
«¿Qué explica entonces la diferencia entre el absolutismo de hecho del siglo xvi y
el absolutismo teórico de la Edad Media, que nunca se realizó en la práctica, o lo hizo sólo
momentánea, discontinua e intermitentemente?
«Debemos buscar nuestra respuesta en un nuevo órgano estructural interno del Estado, es
decir, en el reforzamiento, extensión y nuevo poder del cuerpo de servidores públicos, los
«funcionarios» [officers] del rey (o del príncipe) —lo que hoy llamamos la burocracia—, que
había pasado al frente de la vida pública y estaba involucrado en la actividad diaria del Estado.
Sobre todo, en lo que se refiere a los asuntos exteriores.» Chabod, Actes du Colloque, pp. 63-
64.
Edouard Perroy sostiene que este proceso ya había comenzado en Francia en el siglo xm:
«El aumento de la autoridad privada del rey de Francia, tanto señorial como feudal, condujo
al desarrollo de los órganos del poder [central] [...]
»En el último cuarto del siglo xm, el poder real, sin dejar de ser cada vez más fuerte,
comenzó a cambiar de naturaleza bajo la influencia de dos factores. Uno era la idea del
absolutismo, la idea de poder público [soberanía pública] [...] El otro, igualmente importante,
era la presión de los propios hombres del rey, cuyo número creció grandemente con la
creciente complejidad de la administración y el uso cada vez más extendido de la escritura:
estaba naciendo una nueva clase, la de los agentes del poder, la de los hombres de la ley y la
pluma [...] En ese momento, en efecto, el cuerpo de personal gubernamental, depositario
colectivo de una autoridad capaz de moverse ya por sí misma, comenzó a eclipsar al personaje
real.» Le Moyen Age, pp. 372-373.
192 Immanuel Wallerstein
pequeña, desde luego, en comparación con la Europa contemporánea 419. Pero
las diferencias en tamaño y estructura, por comparación con la Baja Edad
Media, representaron, no obstante, un salto cualitativo.
¿Cómo hacía un rey para conseguir estos hombres? Los compraba. El
problema del rey no era la carencia de agentes. Había personas que realizaban
funciones militares y administrativas en el reino, pero, en su mayor parte, no
habían estado previamente subordinadas a él, y, por tanto, no estaban
obligadas a llevar a cabo sus disposiciones frente a presiones adversas
derivadas de sus propios intereses o de los de sus familias o sus pares. El rey
buscaba personas habitualmente de «origen modesto» 420 421 422 423 424 425 426 427
para crear un equipo pagado a tiempo completo. La institución principal que
hizo esto posible ha llegado a ser conocida como «venta de cargos». Por
contraste con burocracias basadas en una norma de desinterés financiero y en
el reclutamiento universal, sin duda estas formas subrayan el poder limitado
del rey, y la probabilidad de que los ingresos del Estado se consumieran en
mayores pagos para esta burocracia venal. Pero, por contraste con el precedente
sistema feudal, la venalidad hizo posible la relativa supremacía del sistema de
Estado. Como dicen Hartung y Mousnier, «a pesar de las apariencias, la venta
de cargos era con la mayor frecuencia favorable al monarca absoluto» 428.
Esta elección política fue hecha por el rey entre alternativas realistas. Para
establecer una burocracia racional, el Estado necesitaba una fuente segura de
fondos previos aparte de los que la burocracia harían ingresar. K. W. Swart
sugiere que lo que les faltaba a los monarcas en el siglo xvi, al contrario que a
gobiernos posteriores, era la posibilidad de «emitir préstamos sin dedicar una
parte especial de sus ingresos como resguardo del interés» 429. Estaban
atrapados en un círculo sin salida, ya que para adquirir esta posibilidad tenían
que crear primero un aparato de Estado más poderoso. La venta de cargos tenía
la virtud de proporcionar tanto unos ingresos inmediatos como un equipo. Por
supuesto, esto iba a la par con el desarrollo de un grupo corporativo de
funcionarios venales con intereses propios 430. Sin duda, la venalidad crea un

419
«El espectáculo de estas grandes maquinarias políticas nos puede inducir
fácilmente a error. Comparando las del siglo xvi con las del siglo xv, las vemos crecer
desmesuradamente, hasta hacerse desproporcionadas para la época. Pero todo es cuestión de
proporciones. Si pensamos en las enormes masas de funcionarios que el Estado tiene a su
servicio en la actualidad, el número de empleados y funcionarios públicos del siglo xvi resulta
irrisorio.» Braudel, La Méditerranée, II, p. 37.
" Ibid., p. 29.
421
«Esto es lo que permitió al rey de España poner a la municipalidades
bajo su protección, lo que dio en Francia a Luis XII, Francisco I y Enri
que II, Enrique IV y Luis XIII, medios de influencia tan poderosos sobre
la corte y las compañías [...] Sólo tras la guerra de Sucesión austríaca
[1748] esta venalidad se hizo insoportable.» Hartung y Mousnier, Relazioni
del X Congresso, IV, p. 48.
427
K. W. Swart, Sale of offices in the seventeenth century, La Haya,
Nijhoff, 1949, p. 117.
20
«Según crece el papel de la fiscalidad en la monarquía, crece igual
mente la importancia de los funcionarios de finanzas en el Estado. Al
La monarquía absoluta y el estatismo 193
«círculo vicioso», como señala Richard Ehrenberg, en el que la creciente
burocracia devora los ingresos y crea deudas, llevando al Estado a necesidades
fiscales aún mayores21. El truco consistía en transformar el círculo en una
espiral ascendente, en la cual la burocracia fuera suficientemente eficiente para
exprimir a la población un excedente mayor que los costos de mantenimiento
del aparato. Algunos Estados tuvieron éxito. Otros, no. El factor distintivo
crucial sería su papel en la economía-mundo.
La espiral ascendente operaba más o menos así: las ventajas momentáneas
adquiridas por el rey a finales de la Edad Media, a causa de la presión
económica sobre la nobleza, crearon los fondos que hicieron posible el empezar
a «comprar» una burocracia. Esto a su vez hizo posible obtener tanto mayores
impuestos como más préstamos. En aquellas áreas de la economía- mundo en
que la transformación económica estaba teniendo lugar de tal manera que les
garantizaba una parte desproporcionada del excedente mundial, los Estados
encontraron más fácil la imposición y los préstamos, un simple reflejo de la
confianza hacia el futuro de los elementos poseedores de dinero. Los Estados
utilizaban estos ingresos incrementados para incrementar su poder coercitivo,
lo que a su vez incrementaba lo que podríamos llamar la «confianza en el
potencial coercitivo» del Estado.
Esto hizo posible que surgieran las deudas nacionales, es decir,
presupuestos deficitarios del Estado. Las deudas nacionales eran desconocidas
en el mundo antiguo, e imposibles en la Edad Media, debido a la debilidad de
los gobiernos centrales y la incertidumbre de la sucesión. Sólo con el régimen
de Francisco I en Francia, en el siglo xvi, encontramos por primera vez este
fenómeno económico22. Porque las deudas nacionales sólo desarrollarse la
venalidad, los funcionarios de finanzas se multiplican, se organizan, se unen en asociaciones,
lo que les lleva a extender el alcance de su autoridad con vistas a asegurarse nuevas
ganancias.» G. Pagés, «Essai sur l’évolution des institutions administrativos en France du
Com- mencement du xvi' siécle á la fin du xvn'», Revue d'Histoire Moderne, n. s., 1, enero-
febrero de 1932, p. 26.
!1
«Por las condiciones que hemos visto se hacía necesario un excesivo endeudamiento
de los príncipes. Esto no podía sostenerse sin el sistema de arrendamiento de impuestos o sin
empeñar fuentes particulares de ingresos. Ello condujo a una espantosa degeneración del
sistema financiero, que era inevitable mientras se mantuvieran las circunstancias que
conducían a la repetida acumulación de deudas.» Richard Ehrenberg, Capital and finance in
the age of Renaissance, Nueva York, Harcourt, 1928, página 39.
11
Véase Earl J. Hamilton, «Origin and growth of the national debt in western Europe»,
American Economic Review, xxxvn, 2, mayo de 1947, pá- pueden existir cuando los
Estados pueden obligar a la gente a retrasar su cobro, o en momentos oportunos
negarse a pagarla, obligando simultáneamente a ciertos grupos a prestar el
resto, en metálico o por medio de diversas transacciones en papel. Es parte de
la pugna para asegurar ingresos crecientes a la Corona. La Corona necesitaba
dinero para construir su aparato de Estado, y tenía suficiente aparato de Estado
para obtener dinero. El sistema empleado no era aún el mercantilismo, una
política orientada a reforzar a largo plazo la base impositiva ^el Estado, sino
194 Immanuel Wallerstein
más bien «fiscalismo», en palabras de Martin Wol- fe431 432, una política
orientada a incrementar los ingresos inmediatos del Estado.
En este punto del tiempo, no obstante, la falta de un serio aparato de
Estado financiero resulta sorprendente, «otra señal de debilidad», como dice
Braudel, del Estado del siglo xvi, comparado con Estados posteriores 433. Aun
así, la debilidad del Estado como manipulador financiero no elimina el hecho
de que las deudas nacionales reflejaban los crecientes intereses autónomos de
los Estados como agentes económicos, como agentes, no obstante, con especial
capacidad para perseguir sus fines económicos.
Tal vez el uso más importante que se dio al excedente de dinero, una vez
deducido el costo de la maquinaria administrativa utilizada para recaudarlo, fue
la creación de ejércitos. Una vez más la forma en que los Estados consiguieron
gente al principio fue comprándola. La contrapartida de los burócratas
«venales» fueron los soldados «mercenarios».
¿Quién, no obstante, estaba disponible para ser comprado? No cualquier
persona, ya que ser un mercenario era una ocupación peligrosa, si bien
ocasionalmente compensadora. En términos generales, no era una ocupación
que se eligiera. Quienes podían conseguir algo mejor lo hacían con presteza.
Era, consiguientemente, una ocupación cuya recluta era geográfica y
socialmente asimétrica', muestra inseparable de la nueva división europea del

ginas 118-130. Esta afirmación es válida si hablamos de los Estados actualmente existentes.
De hecho, como sucede con la mayor parte de los fenómenos modernos, había habido un
precedente en las ciudades-Estado de la Italia del Renacimiento. Marvin B. Becker rastrea el
crecimiento de la deuda pública en Florencia desde una «suma insignificante» en 1303 hasta
una suma aproximadamente igual en 1427 a la riqueza total del pueblo florentino. Véase
«Economic change and the. emerging Florentine territorial State», Studies in the Renaissance,
xm, 1966, pp. 7-9.
432
Martin Wolfe, «Fiscal and economic policy in Renaissance France», Third
International Conference of Economic History (Munich, 1965), París, Mouton, 1968, pp. 687-
689. Véase Fernand Braudel: «A partir del siglo xvi, y con mayor fuerza en este siglo de
renovación, los Estados —al menos los que viven, prosperan, y especialmente resisten los
agotadores gastos de las guerras terrestres y marítimas— dominan, deforman la vida
económica, la someten a un marco de condicionamientos; la capturan en sus mallas. Es grande
la tentación de explicarlo todo por los deseos y las debilidades de los Estados, por sus
inestables juegos. Pero la historia nunca tiene una sola cara. Sin embargo, se puede defender
con sólidos argumentos que la parte de la vida económica que era en este instante la más
moderna, la que bien podría designarse como operante dentro del marco del capitalismo
mercantil en gran escala, estaba ligada a estos auges y caídas financieros del Estado;
estimulada y solicitada por el Estado, se ve progresivamente paralizada por la glotonería de
este último y por la inevitable esterilidad de unos gastos públicos demasiado pesados. Esta
glotonería y esta ineficacia —grandes fuerzas de la historia— desempeñaron un papel en lo
que sería el repliegue del siglo xvi.» «Le pacte de ricorsa au Service du roi d'Espagne et de
ses préteurs á la fin du xvir siécle», en Studi in onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit.
Cisalpino, 1957, II, p. 1.115.
433
«[Los] grandes Estados no se hallan en perfecto contacto con la masa de los
contribuyentes, lo que los incapacita para explotarlos a su antojo; y ello da origen a
singularidades fiscales primero, y luego a dificultades financieras. Salvo los ejemplos [de
algunas] ciudades italianas,
en las postrimerías del siglo xvi los Estados no disponen de una tesorería ni una banca
propias.» Braudel, La Méditerranée, n, p. 39.
La monarquía absoluta y el estatismo 195
trabajo.
El crecimiento de la población en Europa occidental llevó, como ya hemos
mencionado, al fenómeno del «vagabundeo». Surgió por doquiera un
«lumpenproletariado». Esto constituía una amenaza para el orden no muy
firmemente establecido de los nuevos Estados. El incorporar a algunos de ellos
a los ejércitos servía a múltiples propósitos. Suministraba empleo a algunos, y
usaba a este grupo para suprimir a los otros434. Daba a los reyes nuevas armas
para controlar a los señores, pero también para sostenerlos. V. G. Kiernan ha
indicado cuántos de los mercenarios provenían de los rincones «menos
desarrollados» de la Europa occidental: Gascuña, Picardía, Bretaña, Gales,
Córcega, Cerdeña, Dalmacia. «En conjunto, un sorprendente número de estas
zonas de recluta yacía en regiones montañosas de los límites de Europa,
habitadas por gentes extrañas como los celtas
y los vascos»26. Y, al parecer, por encima de todas, de Suiza27.
Kiernan argumenta que este esquema de reclutamiento no fue solamente
responsable del control de la explosión social del siglo xvi28; también tuvo un
segundo y más sutil impacto, si bien de igual importancia, si recordamos que,
en nuestros términos, estamos tratando de una economía-mundo:
Los cotos de reclutamiento mercenario permanecieron políticamente
estancados en comparación con sus vecinos, en cierto modo como el Nepal y
Penjab, dos grandes zonas de reclutamiento del ejército británico, lo estuvieron
durante largo tiempo. Para Suiza, los tres siglos de simbiosis con la Francia
despótica tuvieron nefastas consecuencias. La política cantonal fue corrompida
por los pagos recibidos por permitir la exportación de soldados, y los círculos
de patricios incrementaron su poder a expensas de la gente común [...] 435 436

434
Fritz Redlich señala que había dos tipos de mercenarios. Por supuesto había
individuos desarraigados, fahrendes Volk, en el lenguaje de la época, o gente errabunda. En
Alemania y Suiza había también una variedad más «sedentaria», que «permanecía arraigada
en sus comunidades de origen». Estos eran análogos a una milicia convocada en situaciones
de emergencia. «The Germán military enterpriser and his work forcé», i, Vierteljahrschrift
für Social- und Wirtschaftsgeschichte, suplemento 47. 1964, pp. 115-117.
” V. G. Kiernan, «Foreign mercenaries and absolute monarchy», Pasl and Present, 11,
abril de 1957, p. 70.
21
«En Francia, cuyo ejemplo era decisivo para Europa, Luis XI inauguró un sistema
destinado a sobrevivir hasta la Revolución cuando, en 1474, alistó tropas auxiliares suizas por
acuerdo con los cantones. Desde entonces Suiza, convenientemente próxima, fue para los
reyes franceses
436 que Gales había sido para los ingleses» (ibid., p. 72).
Otton Laskowski atribuye la popularidad de los mercenarios suizos a su competencia
militar. Véase «Infantry tactics and firing power in the xvith century», Teki Historyczne, TV,
2, 1950, pp. 106-115.
Los mercenarios resultaban más necesarios para Francia en la medida en que en esta época
la infantería francesa era notoriamente inferior. La explicación, según sir Charles Omán, era
que, «fuera de la fuerza permanente de suizos, las unidades siempre se formaban con
precipitación y se disolvían cuando una crisis terminaba». A history of the art of war, p. 45.
Esto nos lleva a preguntar por qué la infantería francesa era disuelta con mayor rapidez que en
otros lugares. La respuesta no resulta clara, ni el hecho es seguro. Pero, de ser cierto, seria una
muestra más del penoso esfuerzo de la monarquía francesa por crear un Estado fuerte.
«Los gobiernos europeos dependían así fuertemente de los mercenarios extranjeros. Uno
196 Immanuel Wallerstein
Como Alfieri comentaría amargamente, estos hombres libres de las colinas
habrían de convertirse en los principales perros guardianes de la tiranía. La
historia europea podría haber tomado un rumbo distinto si los suizos hubieran
sido revolucionarios en 1524, cuando se libró la guerra de los campesinos,
como lo habían sido cincuenta años antes437.
Los mercenarios ni siquiera eran reclutados directamente por el Estado en
la mayoría de los casos. El aparato existente no lo permitía. Más bien, el Estado
contrataba a «empresarios militares», que buscaban ganancias. Redlich duda
que éste fuera un medio óptimo para la acumulación de capital, dado que, si
bien sus ingresos eran «extraordinariamente altos [...], típicamente sus gastos
eran tremendos»438. Pero esto es una evidencia más de cómo la construcción del
Estado afectó al ascenso del capitalismo. Al menos a corto plazo, «en una
sociedad donde existe una subutilización crónica de los recursos, un aumento
en el gasto militar estimula frecuentemente nueva producción de otros tipos, de
tal manera que el excedente crece en tiempo de guerra» 439. Pero en la empresa
militar no sólo intervenían el comercio y la producción. El sistema creaba
crédito. Porque no sólo los príncipes tomaban préstamos de los banqueros;
también lo hacían los empresarios militares, cuyo capital era suministrado por
los grandes banqueros comerciantes como los Fugger. Esto seguiría siendo así
hasta la guerra de los Treinta Años 440.
Más aún, no es sólo que los ejércitos de mercenarios ofrecieran empleo para
los pobres y oportunidades empresariales. Los ejércitos tenían que ser
alimentados. Típicamente, los comerciantes de comida acompañaban a los
ejércitos en el campo, sirviendo también de intermediarios para el botín441. Alan

de los usos para los que resultaban más adecuados era la supresión de rebeliones, y en el siglo
xvi, era de la revolución endémica, a menudo fueron llamados con este propósito. Muchos
monarcas acosados, como Claudio, clamaron: "¿dónde están mis suizos?" [...] Las rebeliones
encabezadas por gentes de dinero podían alquilar sus propios mercenarios [...] Sin embargo,
en general, los gobiernos podían sobrepujar a los rebeldes en este juego.» Kiernan, Past and
Present, 11, páginas 74-75.
Hay un segundo sentido en el que el uso de mercenarios contenía las explosiones sociales:
limitaba las devastaciones de la guerra. Ornan señala que los mercenarios desertaban cuando
no se les pagaba. Esto tenía un impacto directo sobre las tácticas militares. En vez de un asalto
frontal, a menudo un juego de espera tenía más éxito que la rápida búsqueda de una ventaja
militar. Los jefes militares que veían «muestras de malestar en el campo contrario» a menudo
simplemente dejaban pasar el tiempo, porque «unas pocas semanas más de privaciones y
bancarrota arruinarían al oponente». Omán, A history of the art of war, p. 38.
” Kiernan, Past and Present, 11, p. 76.
438
Redlich, Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, página 401.
439
Frederic Lañe atribuye este punto de vista a H. John Habakkuk. Lañe añade esta reserva:
«Pero, ¿no se puede decir que a largo plazo, permaneciendo iguales los demás factores, una
sociedad que sólo es capaz de alcanzar un alto nivel de empleo de los recursos mediante altos
gastos militares produce menos excedente que si fuera capaz de alcanzar el
mismo nivel de empleo de los recursos con menos gastos militares?» Ve- nice and history, p.
422, n. 11. Por supuesto, pero la cuestión reside en la condición final.
441
Véase Fritz Redlich, «Military entrepreneurship and the credit System in the 16th and
17th centuries», Kyklos, x, 1957, pp. 186-188.
33
Véase Redlich, Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, suplemento 39,
pp. 49-50.
La monarquía absoluta y el estatismo 197
Everitt argumenta que el avituallamiento de los ejércitos fue un importante
estímulo para la especialización regional de granos en la
Inglaterra de los Tudor442, y que incluso estimuló el comercio de exportación443.
Esto resulta tanto más plausible cuando uno toma en consideración que los
Estados sentían también la responsabilidad de asegurar a sus crecientes
burocracias la comida suficiente444. La expansión del capitalismo vino, pues, a
satisfacer las necesidades a corto plazo del Estado.
Aquí, como en la burocracia civil, el monarca se enfrentaba a un dilema. El
empresario militar era un adjunto necesario en la búsqueda de poder del
monarca. También absorbía una respetable parte del excedente. Sin duda el
empresario militar era un agente de más confianza para el príncipe que un noble
vasallo, pero en última instancia él también perseguía en primer lugar sus
propios intereses. ¡Ay del príncipe al que le faltara liquidez! 445. Ño obstante, la
posibilidad de que esto ocurriera estaba una vez más en razón directa al papel
del Estado en la economía-mundo.
Hasta cierto punto, en cualquier caso, los ejércitos se amortizaban a sí
mismos. Hacían posibles más impuestos. Dado que el «peso de [estos
impuestos] caía casi totalmente sobre el pueblo, especialmente sobre quienes
vivían en el campo»446, la gente se irritaba y, en la medida en que les era posible,
se rebelaban 447. Los ejércitos estaban entonces para suprimir estas rebeliones,
en la medida en la que les era posible. La forma más sencilla de rebelión, dado

442
Véase Alan Everitt, «The marketing of agricultural produce», en The Agrarian History
of England and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge
Univ. Press, 1967, pp. 521-522.
443
«Los granjeros ingleses que en tiempo de guerra habían aumentado su producción o
extendido sus tierras para satisfacer las necesidades de los ejércitos de los Tudor, se
encontraron, cuando volvió la paz, cargados con un considerable excedente. Con toda
probabilidad su experiencia de tiempos de guerra les sugirió el recurso de explotar los
mercados europeos, y su excedente pasó del soldado inglés al artesano francés o flamenco»
(ibid., p. 524).
444
«La creación de plantillas especializadas de empleados del gobierno —incluyendo
evidentemente los ejércitos permanentes— multiplicó el número de bocas hambrientas de las
que el gobierno era directamente responsable.» Charles Tilly, «Food supply and public order
in western Eu- rope», multicopiado, p. 20. Véanse también pp. 36-40.
Véase C. S. L. Davies: «Para los gobiernos, en una era preindustrial, pocos problemas
habrán sido tan difíciles como el de proporcionar suficiente alimento a un ejército en el campo
de batalla.» «Provisions for armies, 1509-1550: a study in the effectiveness of early Tudor
governments», Economic History Review, 2.a serie, xvu, 2, 1964, p. 234.
445
«De hecho, el peor riesgo para un señor en guerra era que el empresario militar e,
incidentalmente, también la fuerza de trabajo, pudieran intentar pagarse por sí mismos a
expensas de ios fines políticos de su amo. Al no pagar o al retrasar el pago de sus deudas
(acompañamiento usual de la empresa militar y su riesgo comercial sobresaliente), el señor
corría el riesgo de perder la guerra llevada en su nombre por un empresario y una fuerza de
trabajo impagados.» Redlich, Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, p. 69.
446
Génicot, Cambridge Economic History of Europe, I, p. 700.
447
Braudel observa que la primera mitad del siglo xvi fue particularmente agitada, y que
después hubo bastante tranquilidad entre 1550 y 1600. Comenta: «De modo que es posible [...]
que la solidez de los Estados en tiempos de Felipe II explique este tono de sordina, esta
discreción popular. El guardián del orden ha logrado resistir.» La Méditerranée, II, página 80.
198 Immanuel Wallerstein
que era la más difícil de contrarrestar por parte de los Estados, era el bandidaje,
tanto más fácil, por supuesto, cuanto más montañosa fuera la región 448. La
policía del Estado era aún excesivamente escasa como para hacer gran cosa,
excepto en áreas centrales, y este bandidaje a menudo encontraba resonancia en
la oposición de algunos señores tradicionales a los nuevos Estados449.
Sin duda, como plantea Delumeau, «el bandidaje era a menudo la
insurrección del campo contra la ciudad»450. Pero ¿de quién, en el campo, y aún
más importante, cuándo? Está claro que la implicación del campesinado en el
bandidaje parece estar ampliamente correlacionada con momentos de escasez
de grano451. Por supuesto, cuando se daba un motín por la cQmida estaban
implicados los más pobres, pero en el bandidaje como movimiento,
especialmente en el área del Mediterráneo, no eran los extremadamente pobres
los que constituían el corazón del movimiento. Fueron más claramente los
nacientes yeomen, que a finales del siglo xvi encontraron en el bandidaje la
forma de protestar contra la «refeudalización» en curso, contra la conversión de
sus países en semiperiféricos **. En tales países, eran particularmente los

448
«Así, cuando el siglo xvi toca a su fin, la montaña mediterránea, excesivamente
superpoblada y constreñida, experimenta un estallido liberatorio. Esa guerra difusa se
transmuta, haciéndose invisible a nuestros ojos, en esa forma de guerra social larvada e
interminable denominada bandidismo, palabra vaga si las hay. Tanto en los Alpes como en los
Pirineos, Apeninos y demás montañas, sean cristianas o musulmanas, un destino común parece
unir a todas estas enormes guirnaldas montañosas en medio de las cuales alienta el mar.»
Braudel, ibid., i, p. 93.
449
«Detrás de la piratería marina estaban las ciudades, los Estados urbanos. Detrás de esta
piratería terrestre que es el bandolerismo se descubre, apuntalando la aventura múltiple de los
hombres, otra ayuda, la de los señores [...] Un auténtico señor dirige a menudo, desde lejos o
de cerca, las acciones de los bandidos [...]
»Pero guardémonos de simplificar en exceso: múltiple y polivalente, el bandolerismo, al
servicio de ciertos nobles, va también dirigido contra otros [...] Es evidente que el bandidismo
nace de más orígenes que el de la crisis de una cierta nobleza: es campesino y popular» (ibid,,
II, páginas 88-90).
450
Delumeau, Vie économique, II, p. 547.
451
Véase ibid., II, pp. 543, 546-547, 608, 625.
44
Rosario Villari expone el impacto de la involución agrícola en la Italia meridional: «El
campo meridional, que no se había visto afectado por las olas de revuelta rural que
acompañaron a la Reforma protestante, reaccionó ahora a la cada vez más acentuada
reimposición de las cargas feudales sobre la tierra y a la fuerza contemporánea de la
reorganización económica y financiera de la Iglesia. El hecho importante era que aquellos que
participaban en el movimiento eran, más que pobres jornaleros, grupos que desempeñaban un
papel de gestión y aglutinación social en el campo.
»Eran los empresarios agrícolas, los massari, organizadores semicapita- listas de la
producción de cereales: las fuerzas que se habían beneficiado en el campo de toda la fase
secular de coyuntura favorable durante el siglo xvi, cosechando en parte el fruto de la
depresión de los salarios y aprovechándose indirectamente de la crisis financiera de la nobleza
y del desarrollo de la burguesía urbana. Son en esta época trabajadores asalariados,
propietarios pequeños o medianos, empresarios agrícolas. Con una fisonomía bastante distinta
de la de la burguesía acomodada, los massari tenían una función organizativa de gran
importancia en la producción primaria del reino y en la ganadería.» La rivolta antispagnola a
Napoli: le origini (1581-1647), Bari, Laterza, 1967, p. 61.
4i
Ibid., pp. 61-62.
La monarquía absoluta y el estatismo 199
pequeños propietarios, como los massari del sur de Italia, quienes, teniendo
menores medios de resistencia a los años de mala cosecha que los grandes
terratenientes, temían una precipitada caída a las filas de los pobres rurales, y
por lo tanto, utilizaban el bandidaje contra estos grandes terratenientes a los que
consideraban su enemigo inmediato452 453.
El otro elemento envuelto en el bandidaje fue una parte de la nobleza, pero
de nuevo, ¿quiénes? Parece ser que aquellos que fueron arruinados por la
transformación económica. En nuestra discusión sobre los mercenarios,
señalamos que el crecimiento de la población, junto con las oleadas de
cercamientos, crearon el problema del vagabundeo, y que el ascenso de
ejércitos mercenarios sirvió, entre otras cosas, para emplear algunos de estos
«vagabundos» en mantener controlados a los otros. Los ejércitos mercenarios
fortalecieron a los príncipes. Por el mismo motivo, debilitaron a la nobleza
tradicional, no sólo estableciendo fuerzas capaces de imponer la voluntad real,
sino creando también un vacío de empleo para la baja nobleza454.
Había por supuesto una alternativa para los caballeros empobrecidos en muchas
áreas. Podían ponerse al servicio del rey. Más aún, donde el rey era más fuerte,
el bandidaje era más dificultoso. Pero en áreas donde el príncipe era débil, su
debilidad hacía más rentable el bandidaje, y la alternativa de servirle menos
accesible. En este sentido el bandidaje era implícitamente más una exigencia de
un Estado más fuerte que una «huida» hacia la «resistencia» tradicional. Era una
forma de oposición, en algunos casos, «la fuerza de oposición más fuerte
existente en el seno del reino»455, pero una oposición dentro del marco del Estado
moderno.
Sería por lo tanto un grave error considerar el bandidaje como una forma de
oposición feudal tradicional a la autoridad del Estado456. Era consecuencia del
crecimiento inadecuado de la autoridad del Estado, de la incapacidad del Estado
para compensar las dislocaciones causadas por la turbulencia económica y social,
de la falta de voluntad del Estado de asegurar una mayor igualación de la
distribución en tiempos de inflación, de crecimiento de la población y escasez de

452
Georg Rusche y Otto Kirchheimer extraen las consecuencias de esta
situación: «La oferta barata de mercenarios hizo superfluos a los caba
lleros y les costó una importante parte de sus ingresos. Algunos sufrieron doblemente,
especialmente en los estratos inferiores, porque el agotamiento de la tierra y la creciente
miseria de los campesinos imposibilitaban a éstos el pago de sus rentas [...] Muchos de estos
caballeros hereditarios pero sin tierras se dedicaron al bandolerismo como sus súbditos lo
estaban haciendo en menor escala. La principal diferencia era que los campesinos
desamparados tenían que robar abiertamente, mientras que
los caballeros podían disfrazar sus fines bajo el pretexto de guerras legítimas o de vengar, en los
ricos comerciantes de las ciudades, a las masas depauperadas.» Punishment and social structure,
Nueva York, Russell & Russell, 1939, p. 13.
455
Villari, La rivolta antispagnola a Napoli, p. 58.
“ «Vincular el fenómeno [del bandolerismo] con el concepto de resistencia feudal al Estado
es algo que no encaja con los hechos de la situación histórica [...] El final del siglo xvi no es un
período de especial presión del Estado contra los nobles; incluso en Roma el intento del papa
de recuperar los bienes y derechos usurpados por los grandes terratenientes [feudatari] terminó
en 1581 con el definitivo triunfo de los usurpadores» (ibid., p. 60).
200 Immanuel Wallerstein
alimentos. El bandidaje fue creado en este sentido por el propio Estado, al privar
a algunos nobles de sus derechos tradicionales (y por lo tanto de sus fuentes de
riqueza) y a algunos campesinos de su producción para alimentar a las nuevas
burocracias, y al crear en el propio Estado una concentración de riqueza tal que
resultaba tentador intentar tomar parte de ella. El bandidaje era un síntoma de las
dislocaciones causadas por las reasignaciones resultantes de la creación de una
economía-mundo europea.
Los organismos políticos son siempre más estables en la medida en que
adquieren al menos una legitimidad parcial. Existe mucha mistificación en los
análisis del proceso de legitimación, a causa de una observación casi exclusiva
de las relaciones entre los gobiernos y la masa de la población. Resulta dudoso
que haya habido muchos gobiernos en la historia que
hayan sido considerados legítimos por la mayoría de los explotados, oprimidos, y
maltratados por ellos. Las masas pueden resignarse ante su destino, o estar
pasivamente hostiles, o asombradas ante su temporal buena fortuna, o
insubordinarse activamente. Pero los gobiernos tienden a ser soportados, no
apreciados, admirados o amados; ni siquiera apoyados. Así ocurrió sin duda en la
Europa del siglo xvi.
La legitimación no concierne a las masas sino a los cuadros. La cuestión de la
estabilidad política depende de la medida en que el pequeño grupo de dirigentes del
aparato de Estado sea capaz de convencer al grupo más amplio de empleados
centrales y potentados regionales de que el régimen se formó y funciona sobre la
base de cualesquiera valores consensúales que se pueda hacer creer a estos cuadros
que existen, y de que es en bien de los intereses de estos cuadros que el régimen
continúe funcionando sin grandes obstáculos. Cuando se dan estas circunstancias
podemos llamar «legítimo» a un régimen.
Más aún, la legitimidad no es una cuestión resuelta de una vez por todas. Es
una cuestión de compromisos constantes. En el siglo xvi, la ideología que surgió
como medio de legitimar la nueva autoridad de los monarcas fue el derecho divino
de los reyes, el sistema que hemos dado en llamar monarquía absoluta. Dado que el
absolutismo era una ideología, debemos precavernos de no aceptar sus afirmaciones
por lo que puedan parecer. Sería útil por lo tanto examinar exactamente cuáles eran
sus pretensiones y cómo se correspondían con la realidad de la estructura social.
En primer lugar, ¿hasta qué punto «absoluta» quería decir absoluta? La teoría
de que no había instancia humana que pudiera, bajo casi cualquier circunstancia,
pretender negarse legítimamente a cumplir la voluntad proclamada del rey, no era
totalmente nueva. No obstante, sí que obtuvo una exposición más amplia y más
aceptación intelectual en esta era que en épocas anteriores y posteriores. «Absoluta»
es un nombre inexacto, no obstante, tanto en cuanto a la teoría como en cuanto a los
hechos. En teoría, absoluta no significaba ilimitada, ya que, como señalan Hartung
y Mousnier, estaba «limitada por la ley divina y la ley natural». Argumentan que
«absoluta» no debe ser interpretada como «ilimitada» sino más bien como «no
supervisada» [pas contrólee]. La monarquía era absoluta en oposición a la
dispersión del poder de los tiempos feudales. «Esto no significaba despotismo y
La monarquía absoluta y el estatismo 201
457
tiranía» . De forma similar, Mara- valí dice que «ni en las fases iniciales ni en las
subsiguientes del Estado moderno significó "monarquía absoluta" monarquía
ilimitada. Se trataba de un absolutismo relativo»458. El planteamiento operacional
clave era que el monarca no debería verse limitado por las restricciones de la ley:
ab legibus solutus.
Cualesquiera que fueran los planteamientos, los poderes de los monarcas eran
de hecho bastante limitados, no sólo en teoría sino en la práctica. En casi cualquier
aspecto, el poder del rey era mucho menor que el del ejecutivo de una democracia
liberal del siglo xx, a pesar de las restricciones institucionales y morales que existen
sobre éste. Por una parte, el aparato del Estado del siglo xx tiene un grado de
capacidad organizativa detrás que compensa sobradamente las mayores
constricciones. Para comprender el poder real de un monarca «absoluto», debemos
verlo én el contexto de las realidades políticas del tiempo y el lugar.
Un monarca era absoluto en la medida en que tenía razonables posibilidades de
prevalecer contra otras fuerzas en el seno del Estado al ocurrir confrontaciones
políticas459. Pero incluso los más fuertes Estados del siglo xvi se las veían y se las
deseaban para mostrar un claro predominio dentro de sus fronteras en el terreno de
la fuerza, o en el control de las fuentes de riqueza 460, por no mencionar la primacía
en la lealtad de sus súbditos.
El ascenso del Estado y del absolutismo como su ideología, no debe ser
confundido con el de la nación y el nacionalismo. La creación de Estados fuertes en
el seno de un sistema mundial fue un prerrequisito histórico del ascenso del
nacionalismo, tanto en los Estados fuertes como en la periferia. El nacionalismo es
la aceptación de los miembros de un Estado como miembros de un grupo de estatus,
como ciudadanos, con todas las exigencias de solidaridad colectiva que ello implica.
El absolutismo es la afirmación de la importancia fundamental de la supervivencia
del Estado como tal. Lo primero es por definición un sentimiento de masas, lo
último por definición el sentimiento de un pequeño grupo de personas directamente
interesadas en el aparato de Estado.
Sin duda, quienes proponen un Estado fuerte a lo largo del tiempo tienen que

" Hartung y Mousnier, Relazioni del X Congresso, TV, p. 8.


458
José A. Maravall, «The origins of the modern State», Cahiers d'Histoi- re Mondiale,
vi, 4, 1961, p. 800.
459
Erik Molnar da esta cuidada definición: «El absolutismo es un régimen político en el
que el poder del Estado es ejercido por el soberano, esencial y efectivamente, sobre todo el
territorio, con la asistencia de la organización militar-burocrática que está bajo su control. Esta
definición incluye como criterio esencial un poder efectivo que usualmente, cuando se le disputa,
prevalece sobre las aspiraciones contrarias, por ejemplo las formuladas por un parlamento o por
una burocracia hereditaria.» «Les fondements économiques et sociaux de l’absolutisme», en XIV
Congrés Internationale des Sciences Historiques: rapports, iv, Méthodologie et his- toire
contemporaine, Viena, Ferdinand Berger & Sohne, 1965, p. 155.
460
«Nada indica tan claramente los límites del poder real en el siglo xvi como el hecho de
que los gobiernos tuvieran perennemente problemas financieros, siendo incapaces de tocar la
riqueza de quienes más podían pagar, y resultando probable que se encendiera una costosa revuelta
cuando intentaban desarrollar unos ingresos adecuados.» William J. Bouwsma, «Politics in the age
of the Renaissance», en Chapters in western civiliza- tion, 3.“ ed., Nueva York, Columbia Univ.
Press, 1961, I, p. 233.
202 Immanuel Wallerstein
llegar a cultivar el sentimiento nacional como un sólido reflejo de sus objetivos. Y
en alguna medida ya tenían algo que hacer en el siglo xvi 461 462 463. Pero este
sentimiento colectivo engranaba primariamente, en general, en la medida en que
existía, con la persona del príncipe más que con la colectividad como un todo464. El
monarca absoluto era una figura «heroica»465, haciéndose el proceso de deificación
cada vez más intenso con el paso del tiempo. Esta fue la era en la que se desarrolló
el tan elaborado ceremonial de la Corte, para poder apartar mejor al monarca de
todo contacto con el trabajo banal (e incidentalmente para proporcionar ocupación
a los aristócratas de la Corte, manteniéndolos así suficientemente a mano para ser
supervisados y comprobados).
Sería a finales de los siglos xvn y xvm, y en el marco del mercantilismo, cuando
el nacionalismo encontraría sus primeros abogados entre la burguesía 466. Pero en el
siglo xvi, los intereses de la burguesía no estaban aún fijados con firmeza en el
Estado. Una parte excesivamente grande de ella estaba más interesada en una
economía abierta que en una cerrada. Y para los constructores del Estado, el
nacionalismo prematuro corría el riesgo de cristalizar en una entidad étnico-
territorial excesivamente pequeña. En un punto inicial, podríamos incluso decir que
el estatismo era antinacionalista, dado que I OJ límites del sentimiento «nacionalista»
eran a menudo más estrechos que los márgenes del Estado del monarca 467 468. Sólo

461
«En los siglos xv o xvi no había una verdadera tradición nacional; pero había un sentimiento
de comunidad que los reyes podían usar para sus propios fines, haciendo que su mantenimiento en
el poder resultara aceptable y fuera algo en lo que todos colaboraban libremente.» Maravall,
Cahiers d'Histoire Mondiale, vi, p. 796.
M
«[Deberíamos] evitar la tentación de interpretar esta nueva orientación del pensamiento
político [la idea de Estado] como una conciencia de solidaridades nacionales colectivas [...]
«Debemos observar el hecho de que los juristas e ideólogos que elaboran progresivamente la
idea de Estado en el siglo xvi hablan mucho más a menudo del Príncipe (en el sentido de
Maquiavelo) que del pueblo, de autoridad que de colectividad.
«Debemos reflexionar por consiguiente desde este punto de partida: el "Estado" no existe por
sí mismo. Ante todo, constituye esencialmente la afirmación de una nueva forma de autoridad: el
poder público del soberano.» Georges de Lagarde, «Réflexions sur la cristallisation de la notion
d’Etat au xví siécle», en Enrico Castelli, comp., Umanesimo e scienza política, Milán, Dott. Cario
Mazzorati, 1951, pp. 247-248.
465
«La moda de la Antigüedad anuncia, en el siglo xví, una nueva fuerza del derecho
romano, y le incorpora la antigua idea del "héroe”, del semidiós, todopoderoso y benéfico [...] El
héroe es el modelo del ser al que los pueblos sienten la necesidad de entregarse.» Mousnier, Les XV
P et XVIP siécles, pp. 96-97.
466
«Hay lugar, en las antípodas de la pura economía, para la tan flexible fórmula mixta: "el
mercado es la escuela en la que la burguesía aprende nacionalismo por vez primera”.» Pierre Vilar,
La Catalogue dans l'Es- pagne moderne, I, París, SEVPEN, 1962, p. 34.
467
«[En los Estados occidentales] muchas gentes estaban comenzando a verse a sí mismas
como súbditos particulares del rey, con un estatuto similar a lo que hoy llamaríamos un Staatsvolk
[...] Un monarca que luchara por poner bajo su control a los súbditos excesivamente poderosos
podía levantar contra ellos a las clases medias, pero también podía esperar conseguir su propósito
expandiéndose, flanqueando al feudalismo de su provincia de origen mediante el control de las
exteriores.» Kiernan, Past and Present, 31, p. 33.
“ «[La] idea de que una sociedad debe estar integrada, de que en un Estado debe haber, si es
posible, sólo UI..I raza, un lenguaje, una cultura, y de que toda o casi toda la gente dentro de unas
fronteras políticas debe tener un derecho a determinar lo que se debe hacer, todo esto es nuevo, un
La monarquía absoluta y el estatismo 203
mucho más adelante perseguirían los encargados del aparato de Estado la creación
de Estados «integrados»5S, en los que el grupo étnico dominante «asimilaría» las
áreas exteriores.
En el siglo xvi, unos pocos Estados hicieron progresos sustanciales en la
centralización del poder y en la consecución, al menos parcial, de una aceptación
de la legitimidad de esta centralización. No resulta demasiado difícil dibujar a
grandes rasgos las condiciones en las que era probable que esto ocurriera. Cuando
los diversos cuadros, los grupos diversos que controlaban los recursos, sentían que
sus intereses de clase quedaban mejor servidos políticamente intentando persuadir
e influenciar al monarca que persiguiendo sus fines políticos a través de vías de
acción alternativas, entonces podemos hablar de un sistema monárquico
relativamente efectivo, un Estado relativamente «absoluto».
«Absoluto» da una idea equivocada, por supuesto aquella que los reyes
intentaban transmitir. El absolutismo era un precepto retórico, no una afirmación
seria. Tal vez fuera prudente quitar énfasis a la localización en la persona del rey, y
hablar simplemente de un Estado más fuerte, o de una mayor «estata- lidad»469. Lo
mejor sería llamar «estatismo» a esta ideología. El estatismo es la pretensión de
aumentar el poder en manos del aparato de Estado. En el siglo xvi esto significaba
poder en manos del monarca absoluto. Era una pretensión de poder, siendo esta
pretensión parte del intento de alcanzarlo. Nadie, ni entonces ni ahora, lo
consideraba o debería considerarlo como una descripción del mundo real de aquella
época. Esta pretensión se vio realizada hasta cierto punto en algunos Estados,
aquellos que constituirían el centro de la economía-mundo europea. Fracasó fuera
de allí, por razones que dilucidaremos más adelante.
Una de las mayores indicaciones de éxito, así como un importante mecanismo
en el proceso de centralización del poder, era el grado en que la población podía ser
transformada, por un medio u otro, en un grupo culturalmente homogéneo. Una
vez más lo que importa son menos las masas que los cuadros en el sentido más
amplio. El rey, su burocracia y cortesanos, los terratenientes rurales (grandes y
pequeños), los comerciantes. En el siglo xvi, mientras los Estados centrales avanzan
hacia una mayor homogeneidad «étnica» entre estos estratos, las áreas periféricas
se mueven precisamente en la dirección opuesta.
Empecemos observando la actitud del aparato de Estado hacia el comerciante
que pertenecía a un grupo «minoritario». En primer lugar, estaban los judíos, grupo

resultado del pensamiento occidental del siglo xix.» Wolfram Eberhard, Conquerors and rulers:
social forces in medieval China, 2.a ed. rev., Lei- den, Brill, 1965, p. 6.
469
Charles Tilly mide la «estatalidad» por «la autonomía formal, la diferenciación de las
organizaciones no gubernamentales, la centralización y la coordinación interna». De esto se sigue
que «una extrema estatalidad no garantiza la estabilidad política ni asegura un poder en la arena
internacional. Se puede suponer que un aumento de la estatalidad incrementa el control de un
gobierno sobre los recursos móviles de su población súbdita, aumenta su capacidad de disponer de
recursos para objetivos a escala nacional o internacional». «Reflections on the history of European
statemaking» (borrador multicopiado del cap. 9 de Charles Tilly, comp., The building of States in
western Europe, Princeton [Nueva Jersey], Prin- ceton Univ. Press, pendiente de publicación), pp.
18-19.
204 Immanuel Wallerstein
que jugó un amplio papel en las actividades comerciales a lo largo de toda la Edad
Media. Una de las cosas a señalar es que en términos tanto sociales como
económicos hubo «un continuo deterioro del estatus de los judíos en la Baja Edad
Media»470. Por una parte, al ir creando Inglaterra, Francia y España estructuras
centralizadas más fuertes, empezaron a expulsar a los judíos: Inglaterra en 1290,
Francia a finales del siglo xiv, España en 1492. Pero este fenómeno ocurrió también
en Alemania, donde, si no fueron expulsados, los judíos vieron debilitado de
muchas maneras su papel como grupo comercial. Eran los judíos quienes habían
llevado gran parte del comercio internacional entre la Europa occidental y la oriental
a lo largo de la ruta transcontinental del norte, en el período 800-1200 d.C., y
quienes constituían su principal soporte471. Durante este período, en ambas regiones
su estatus legal era razonablemente favorable472. En los siglos xm y xiv se produce
un declive generalizado tanto en el estatus legal como en el papel económico de los
judíos en toda Europa473. No obstante, al llegar al siglo xvi podemos hablar de un
desequilibrio geográfico: una ausencia virtualmente total en Europa occidental

® Salo W. Barón, A social and religious history of Ihe Jews, 2.“ ed., xi, Citizen or alien conjurer,
Nueva York, Columbia Univ. Press, 1967, p. 192.
471
«A finales del siglo xm, la posición de los judíos en el comercio internacional se había
debilitado en Alemania a consecuencia de una serie de prohibiciones dirigidas contra ellos. A partir
de esta época, todo el comercio con el este pasa a través de canales posteriores y mejor conocidos:
los italianos en el Mediterráneo, el sur, y los hanseáticos al norte. La ruta transcontinental a través
de Rusia y Polonia, como había funcionado en siglos anteriores, desaparece de las fuentes
históricas.» J. Brutz- kus, «Trade with eastern Europe, 800-1200», Economic History Review, xm,
1943, página 41.
472
Sobre Polonia, Salo W. Barón señala: «Sabemos muy poco sobre la vida de los judíos
durante [los siglos xi y XII], pero evidentemente disfrutaban de plena libertad de acción y estaban
sujetos a pocas o ninguna restricciones legales.» A social and religious history of the Jews, 2.a ed.,
III, Heirs of Rome and Persia, Filadelfia, Jewish Publication Society of America, 1957, p. 219, En
Europa occidental, el sistema feudal tendía a ser favorable a los judíos, convirtiéndolos en «un
nuevo grupo de vasallos del rey, algo análogo a los nobles cristianos». Salo W. Barón, A social and
religious history of the Jews, 2.a ed., iv, Meeting of East and West, Filadelfia, Jewish Publication
Society of America, 1957, p. 50. Esto era cierto para España (véanse pp. 36-43), la Francia
carolingia (véanse pp. 43-53), Alemania (véanse pp. 64-75), Inglaterra y Normandía (véanse pp.
75-86). Aunque el feudalismo «complicó mucho la vida de los judíos en Europa occidental, tanto
por su diversidad anárquica como por su fortalecimiento de la autoridad de la Iglesia sobre los
judíos», también es cierto que «los órganos centrales y provinciales de la Iglesia contribuyeron de
forma significativa a la seguridad de los judíos por su continua insistencia en una básica tolerancia,
su fortalecimiento del poder real al hacer hincapié en el derecho divino de los reyes, sus mandatos
a los reyes de gobernar justamente, y su incansable fomento de pactos destinados a establecer la
"tregua de Dios” en favor de los grupos más indefensos de la población, incluyendo clérigos y
judíos» (pp. 53-54).
6J
En la Alta Edad Media, los judíos se habían beneficiado de ser «vasallos del rey». En la Baja
Edad Media, estos mismos reyes se hicieron
más fuertes. Sin embargo la posición de los judíos comenzó a declinar. Barón comenta: «Desde el
momento en que sus respectivos príncipes obtenían cada vez mayores ganancias fiscales de esta
relación, resulta doblemente asombroso que no emplearan su creciente poder para proteger con más
eficacia a sus "siervos” judíos» (p. 198). Barón encuentra la explicación en «el nuevo tipo de
nacionalismo que toma forma gradualmente en la Baja Edad Media» (p. 199). Por añadidura, «la
creciente secularización de las sociedades medievales intensificó su intolerancia etnorre- ligiosa»
(p. 200).
La monarquía absoluta y el estatismo 205
pero, por otra parte, una presencia mayor en la Europa del este y parte del sur, es
decir, una ausencia en el centro y un aumento en la periferia y en la semiperiferia
M
.
Aunque los judíos jugaron un papel continuamente creciente en la vida
económica de Europa del este, entre las profesiones con estatus superior al de la
clase trabajadora sólo se les permitía el papel de comerciantes. Para ellos, la ruta
clásica de empresarios a rentistas era impracticable474 475. De manera semejante, en
el norte de Italia, como resultado de la declinación del poder financiero de las
ciudades-Estado, que en parte se debía a su pequeño tamaño, con las consiguientes
estrecheces de base impositiva e incapacidad para proteger a sus ciudadanos fuera
del país “, la posición de los judíos comenzó a mejorar un tanto, jugando
principalmente una vez más el papel de comerciantes 67. La cuestión judía, tal y
como se presentaba ante los gobernantes, era un dilema entre el «fiscalismo» y el
naciente «mercantilismo». Por una parte estos comerciantes judíos eran una fuente
importante de ingresos para el Estado, por otra parte los comerciantes no judíos los
veían como competidores y los terratenientes como prestamistas, coincidiendo
ambos grupos frecuentemente en presionar al monarca para eliminar a los judíos.
La primera consideración fue la que prevaleció en un principio, con la frecuencia
con la que los reyes fueron capaces de disponerlo así68. Al ir haciéndose más
poderosa la burguesía indígena en los Estados del centro, la intolerancia hacia los
judíos logró sustanciales progresos en el terreno legal.

“ «Pero ¿cómo podemos explicar esta pérdida (de la primacía comercial de las ciudades-Estado
italianas)? Los elementos que contribuyeron a ella fueron los siguientes: la lucha de clases que
floreció en las ciudades- Estado, las bancarrotas provocadas por la insolvencia de los deudores
reales (bancarrota de los Bardi-Peruzzi), la ausencia de un gran Estado que protegiera a sus
ciudadanos en el exterior; es decir, la causa fundamental fue la misma estructura de la ciudad-
Estado, que no podía transformarse en un gran Estado territorial.» Antonio Gramsci, II Risorgimen-

474
«Expulsados de un país tras otro [en los siglos xiv y xv, los judíos] se desplazaron en
número creciente hacia las fronteras que se abrían en la Europa centro-oriental, y establecieron
comunidades crecientes y progresivamente autoafirmadas en territorios eslavos, húngaros y
lituanos. En muchos de tales empeños, los judíos encontraron su utilidad para las respectivas
sociedades en el suministro de dinero y crédito, y para los Estados, como sujetos de imposición
disponibles y a menudo indefensos, se convirtieron en una de sus principales partidas económicas.»
Salo W. Barón, A social and religious history of the Jews, 2." ed., xn, Economic catalyst, Nueva
York, Columbia Univ. Press, 1967, pp. 30-31.
Alemania era un área marginal: «Después de la catástrofe de la peste negra, sin embargo, la
judería alemana, diezmada y empobrecida, se vio obligada más y más a concentrarse en el préstamo
de dinero. Aunque sus ingresos económicos disminuyeron de forma continua, incurrieron con ello
en una intensa animosidad por parte de la población [...] Los mismos gobernantes, que, a través de
los impuestos, eran en muchos aspectos socios comanditarios de los banqueros judíos, defendían
ahora cada vez menos vigorosamente a sus pupilos [...] Las condiciones fueron de mal en peor en
las tormentosas décadas de comienzos del siglo xvi, cuando el malestar social y las disensiones
religiosas preparaban el terreno para las guerras civiles y religiosas» (pp. 151-153).
475
«Parece que en Polonia la situación era diferente para los numerosos judíos, para los que
en principio estaba cerrado el acceso a la propiedad de la tierra y al progreso social. En este caso,
creemos, fue más frecuente la inversión de capital [en actividades industriales y mineras].» Marian
Malowist, «L’évolution industrielle en Pologne du xiv' au xvn c siécle: traits généraux», Studi in
onore di Armando Sapori, Milán, Isíituto Edit. Cisalpino, 1957, I, p. 601.
206 Immanuel Wallerstein
to, Roma, Giulio Einaudi, 1955, p. 9.
” «En tanto qpe las repúblicas del norte de Italia sirvieron como centros bancarios mundiales,
los judíos no pudieron entrar en la patria de estos ''lombardos" cuyos recursos financieros
sobrepasaban con tanta frecuencia a los suyos incluso en el resto de Europa. Sin embargo, después
de las crisis financieras del siglo xm que condujeron al derrumbamiento de [varias] grandes firmas
[...] nuevas oportunidades se abrieron para los judíos [...]
^También los principados italianos apreciaron pronto la presencia de judíos como una fuente
adicional de fortaleza económica.» Barón, A social and religious history of the Jews, xil, pp. 161,
163.
Cuando los judíos fueron expulsados de España y Sicilia en 1492, «Italia fue la única tierra de
la Europa cristiana abierta a los refugiados». Cecil Roth, The history oi the Jews of Italy, Filadelfia,
Jewish Publication Society of America, 1946, pp. 178-179.
“ «Si no se podía prescindir totalmente de los judíos en ciertas regiones [de Europa occidental]
[...] esto se debía en buena medida a los intereses fiscales de los respectivos gobiernos en los
ingresos que obtenían, directa o indirectamente, a través de los préstamos de dinero de los judíos,
cargando a éstos con impuestos cada vez más exorbitantes.» Barón, A social and religious history
of the Jews, p. 197.
Véase J. Lee Shneidman con referencia al Aragón de los siglos xm y xiv: «Usualmente, cuando
uno presta dinero espera que se lo devuelvan. Esto no es totalmente cierto cuando se presta dinero
al Estado. Aunque los reyes frecuentemente devolvían los préstamos pequeños, la práctica habitual
era pagar mediante la obtención de un nuevo préstamo de la misma o diferente persona.
Normalmente, el dinero que el judío prestaba al Estado estaba perdido, y debía resarcirse mediante
las ganancias de la
Los judíos eran un blanco fácil para sus competidores, porque se les podía
convertir en una cuestión ideológica. Se podía argüir en contra de su papel
económico sobre una base religiosa. Una de las formas en que los monarcas
resolvieron esto en Europa occidental fue expulsando a los judíos, pero
sustituyéndolos por otro grupo menos vulnerable en el aspecto religioso, aunque
fuera, desde el punto de vista de los mercaderes indígenas, un competidor igual. Por
ejemplo, P. Elman describe cómo, cuando el monarca inglés se vio finalmente
forzado a expulsar a los judíos en 1290, dio la bienvenida en su lugar a los
prestamistas italianos. Dado que el rey a menudo dejaba sin pagar los préstamos,
«desde un punto de vista práctico los préstamos italianos podrían no haber diferido
grandemente de los tributos judíos»476 477 478. Aun así, al llegar el siglo xvi los

recaudación de impuestos. Desde el momento en que estas ganancias se convertían en fuente de


nuevos créditos, los monarcas estaban enormemente ansiosos de asegurar que el judío recuperara
el valor de su préstamo más una ganancia.» The rise of the Aragonese-Catalan empire, 1200- 1350,
Nueva York, New York Univ. Press, 1970, II, p. 433.
477
P. Elman, «The economic causes of the expulsión of the Jews in 1290», Economic
History Review, vil, 1, noviembre de 1936, p. 151. Elman sostiene además que se pidió a los
italianos que ocuparan el lugar de los judíos porque éstos «habían quedado secos».
478
«Para esa época [...] los comerciantes ingleses en ultramar habían unido sus fuerzas con
las gentes de las ciudades inglesas, y la xenofobia urbana se estaba ampliando para transformarse
en nacionalismo económico. A finales del siglo xiv los intentos dé los comerciantes de paño
ingleses de penetrar en el Báltico encontraron un mal recibimiento en las ciudades de la Hansa. En
estas circunstancias, los privilegios que disfrutaban en Inglaterra los comerciantes de la Hansa (que
incluían unos impuestos sobre el paño inferiores incluso a los que pagaban los naturales) parecieron
enormemente injustificados, y los comerciantes ingleses exigieron o bien reciprocidad en el Báltico
o bien que se recortaran los privilegios hanseáticos en Inglaterra [...] Simultáneamente los italianos
se convirtieron en centro de una controversia similar [...] [Las gentes de las ciudades se levantaron]
contra las nociones bullonistas que se estaban haciendo de cúrso común. Se decía que sus
actividades bancarias y de cámbio conducían a una exportación de oro y plata, y que el carácter de
La monarquía absoluta y el estatismo 207
10
italianos fueron expulsados de su papel como empresarios en Inglaterra , si bien
no en España479, pero al mismo tiempo los judíos estaban expulsando a los polacos
de Polonia480. ¿Cómo era posible?
En Europa occidental, la base agrícola cada vez más diversificada, junto con
las industrias nacientes, fortalecieron a la burguesía comercial hasta el punto en que
el rey se vio obligado a tomarla políticamente en cuenta. El otro aspecto de la
cuestión era que podía servir de soporte fiscal a la monarquía —como
contribuyente, prestamista y socio comercial— con la misma eficacia, si no más,
que los comerciantes extranjeros. El reflejo «nacionalista» fue por lo tanto
natural481. En Europa oriental, no obstante, la cuestión se planteaba de forma muy

su comercio ["bagatelas” de lujo] a una constante sangría de metales preciosos.» Edward Miller,
«The economic policies of governments: Fran- ce and England», en Cambridge Economic History
of Europe, ni, M. M. Postan, E. E. Rich y Edward Miller, comps., Economic organization and
policies in the Middle Ages, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1963, pp. 330-331.
479
La fecha clave es 1492. Antes de ella, Vicens señala: «No había una burguesía urbana
como en el resto de Occidente. Este vacío fue llenado por una clase social ajena a la religión
cristiana: los judíos.» An economic history of Spain, p. 248 [p. 228]. Después dominaron los
genoveses: «El momento decisivo en la historia de los comerciantes genoveses en España fue el
descubrimiento de América y la subsiguiente apertura de relaciones comerciales con el nuevo
continente. Desde entonces, su ascenso hacia el predominio económico en España fue paralelo a la
creciente emergencia de la nación como potencia dominante en el mundo del siglo xvi. La fortuna
dio a España simultáneamente dos imperios, uno en el Viejo Mundo y otro en el Nuevo. La falta de
preparación de España para las responsabilidades imperiales, especialmente en la esfera económica,
fue el trampolín para el avance genovés.» Ruth Pike, «The Genoese in Sevilla and the opening of
the New World», Journal of Economic Histo- ry, XXII, 3, septiembre de 1962, p. 348. Véase
Chaunu, Séville, vm (1), páginas 285-286.
Véase también Javier Ruiz Almansa: «Cada uno de los tres grupos raciales (cristianos, judíos,
moros) había tomado sobre sí, en el aspecto económico-social de entonces, una función
determinada; la eliminación crea un vacío difícil de llenar y produce un verdadero trastorno
orgánico de la sociedad española; los negociantes genoveses y flamencos toman a su cargo parte
de las funciones realizadas por los judíos, sin sustituirlos por completo; los menestrales del sur de
Francia llenan una parte del hueco dejado por los moriscos.» «Las ideas y las estadísticas de
población en España en el siglo xvi», Revista Internacional de Sociología, I, 1947; citado por Joan
Regla, «La expulsión de los moriscos y sus consecuencias», Hispania, xm, 52, 1953, p. 445.
480
«La Polonia de la primera Modernidad, a partir del siglo xv, [se ve] incrementada
bruscamente por la cada vez más creciente presencia judía, que acaba constituyendo lo que casi se
podría llamar una nación judía; es decir, un Estado dentro del Estado polaco que sería destruido a
consecuencia de las dificultades económicas y la despiadada persecución del siglo XVII.» Braudel,
La Méditerranée, n, p. 137.
33
«Entre los siglos xm y xiv, las grandes casas italianas [...] se hicieron con el dominio de las
exportaciones inglesas de lana, y en unos años consiguieron un monopolio total de las exportaciones
y un completo control de las aduanas reales.
»De esta posición los italianos fueron desalojados eventualmente por las asociaciones de
comerciantes locales, y finalmente por la English Company of Staple [...].
»Hacia 1361 la English Company of Staple estaba en posesión de un virtual monopolio de las
"exportaciones de lana” a la Europa del norte [...]
»E1 monopolio convenía [...] a los comerciantes de lana [...]; convenía al interés en auge de los
fabricantes de paño, pues creaba amplios márgenes entre los precios de la lana en el interior y en el
exterior. Sobre todo, convenía al rey. Los derechos de aduana y los subsidios a la exportación de
lana eran la mejor seguridad posible que él podía ofrecer, y una compañía privilegiada [chartered
company] que disfrutara del monopolio del comercio era una fuente de préstamos mucho más
segura que la serie de firmas y asociaciones que habían ido a la bancarrota, una por una, en los
208 Immanuel Wallerstein
diferente. Los monarcas eran más débiles, los comerciantes también, los
productores, agrícolas más fuertes. La cuestión en la Europa oriental del siglo xvx,
como en otras partes del sistema mundial capitalista que estaban especializándose
cada vez más en la producción de cultivos para el mercado, no era la existencia o
inexistencia de una burguesía comercial. Si existe una economía monetaria tiene
que haber gente que sirva de conducto para el complejo intercambio de bienes y
servicio que favorece el uso del dinero. La cuestión era si esta burguesía comercial
había de ser en gran medida extranjera o por el contrario indígena. Si era indígena,
introduciría un importante factor adicional en la política interna. Si era extranjera
sus intereses estarían ligados primariamente a los de los emergentes polos de
desarrollo, lo que con el tiempo se llegaría a llamar las metrópolis.
¿No fue una razón crucial para la «bienvenida» dada a los judíos en la Europa
oriental del siglo xvi el hecho de que los terratenientes indígenas (y tal vez también
los comerciantes de Europa occidental), preferían que fueran judíos los mercaderes
locales indispensables en Europa oriental, en lugar de una burguesía comercial
indígena?482. Esta última, si ganaba fuerza, habría tenido una base política
(totalmente ausente en el caso de

comienzos de la guerra de los Cien Años [...] El único interés perjudicado era el de los productores
de lana; y ésta puede haber sido una de las razones por las que la producción de lana declinó.» M.
M. Postan, «The trade of medieval Europe: the north», en Cambridge Eco- norriic History of
Europe, u, M. M. Postan y E. E. Rich, comps., Trade and industry in the Middle Ages, Londres y
Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1952, p. 238.
482
Se produjeron conversiones forzadas en España y Portugal. Esto resultaba ideal para la
semiperiferización. Se permitió a los judíos actuar como marranos. Esto les hacía posible
desempeñar un papel mucho más importante que antes dentro de la burguesía. Cuando el desarrollo
de la península Ibérica alcanzó un punto en el que pareció deseable aplastar a la burguesía local, la
coincidencia entre «burgueses» y «nuevos cristianos» convirtió a éstos últimos en un blanco fácil
para la persecución. Véase I. S. Revah, «L’hérésie marrane dans l’Europe catholique du 15' au 18*
siécle», en Jacques Le Goff, comp., Hérésies et sociétés dans l’Europe préindustrielle, ll‘-18‘
siécles, París, Mouton, 1968, especialmente página 333 con referencia a Portugal.
209 ímmanuel Wallerstein
los judíos) y podría haber pretendido llegar a ser una burguesía industrial. La
ruta que sin duda hubiera elegido habría supuesto reducir la «apertura» de la
economía nacional, lo que amenazaría los intereses simbióticos de los terratenientes
y comerciantes de Europa oriental. Mientras que sabemos que los principios del
período moderno fueron una época de decadencia de la burguesía indígena en la
Europa oriental75, «en el campo, por otra parte, los judíos cumplían un papel cada
vez mayor como agentes de los terratenientes y como comerciantes y artesanos en
las pequeñas aldeas» 76. Esto ilustra un fenómeno más general en la economía-
mundo. Las alianzas de clase en el seno del sistema político del Estado son función
de que el grupo gobernante esté dominado primariamente por aquellas personas
cuyos intereses están ligados a la venta de productos primarios en el mercado
mundial o por aquellas cuyos intereses están en las ganancias comercial-
industriales.
No fueron los judíos los únicos juguetes de estas alianzas político-económicas
transnacionales. Los comerciantes en los países católicos eran frecuentemente
«protestantes». La controversia ideológica central en toda Europa en los siglos xvi
y xvn —Reforma frente a Contrarreforma— estaba entrecruzada inextricablemente
con la creación tanto de los Estados fuertes como del sistema capitalista. No es
ningún accidente que aquellas partes de Europa que fueron reagrarizadas en el siglo
xvi fueran también aquellas en las que triunfó la Contrarreforma, mientras que en
su mayor parte los países en proceso de industrialización eran protestantes.
Alemania, Francia y «Bélgica», estaban en una situación intermedia, siendo el
resultado a largo plazo un compromiso ideológico. Alemania se dividió entre
protestantes y católicos, Francia y «Bélgica» llegaron a tener pocos protestantes,
pero desarrollaron una tradición anticlerical y librepensadora a la que podían
adherirse ciertos grupos.
Esto no es un accidente, no porque, siguiendo a Weber, pensemos que la
teología protestante esté de alguna forma más en consonancia con el capitalismo
que la teología católica. Sin duda 483 484
se puede defender este argumento. Por otra parte, parece ser cierto en general
que cualquier sistema complejo de ideas puede ser manipulado para servir a
cualquier objetivo particular, social o político. Sin duda también la teología católica
ha demostrado su capacidad de adaptación a su medio social. Existen pocas razones
a un nivel abstracto de ideas por las que no se pudiera haber escrito un libro
plausible titulado «La ética católica y el espíritu del capitalismo». Y se podría
considerar que la teología calvinista tiene implicaciones anticapitalistas 485. A donde

’5 Véase Malowist, Past and Present, 13; Ferdo Gestrin, Annales ESC, xvn, 1962.
484
Salo W. Barón, carta personal, 16 de noviembre de 1970. Véase D. Stanley Eitzen: «Los
judíos eran impopulares, además, por el trabajo que hacían para los nobles y los principes [en el
siglo xvi]. Servían como agentes financieros para los príncipes, arrendaban y administraban los
dominios de la Corona y las haciendas de la gentry, y a menudo trabajaban como recaudadores de
impuestos.» «Two minorities: the Jews of Poland and the Chínese of the Philippines», Jewish
Journal of Sociology, x, 2, diciembre de 1968, p. 227.
485
«Actualmente, sin embargo, a menudo se considera axiomático que el calvinismo surgió
como la religión que fomentaba los esfuerzos competitivos del hombre de negocios. En su forma
más cruda, esta doctrina sostiene que el calvinismo glorifica el deseo adquisitivo, o, por lo menos,
La monarquía absoluta y el estatismo 210
quiero llegar es a un lugar diferente. Por una serie de desarrollos históricos
intelectualmente accidentales486, el protes

que fomenta la creencia en que el éxito en los negocios podría ser visto como un signo de inclusión
entre los elegidos de Dios. Semejante perversión del calvinismo no es impensable, pero es
importante señalar no sólo que sería una perversión, sino que sería una perversión particularmente
repulsiva para los calvinistas estrictos, pues implica la pecaminosa presunción de intentar descubrir
los inescrutables caminos de la Providencia. Una versión popular del calvinismo más verosímil
habría sido de naturaleza muy distinta. Habría sido la de dejar que la creencia en la predestinación
se hundiese en el fatalismo, y condujera al letargo y a la falta de interés en el propio trabajo a través
de un sentimiento de impotencia de los esfuerzos individuales frente a la voluntad del Señor. Hace
algunos años, la comisión designada por- la Carnegie Corporation para investigar el problema de
los "blancos pobres” en Sudáfrica discutió seriamente si uno de los factores que causaba la falta de
habilidad y de confianza en ellos mismos de los "blancos pobres” no era este tipo de fatalismo
surgido de un "calvinismo malentendido”. Esto constituye un interesante comentario a la creencia,
ampliamente aceptada, en el calvinismo como estimulante de la empresa de negocios. De hecho,
sugiere con gran fuerza que otras influencias distintas de las doctrinales determinan la reacción
calvinista a las oportunidades y estímulos económicos.» H. M. Robertson, «European economic
developments in the sixteenth century», South African Journal of Economics, XVIII, 1, marzo de 1950,
p. 48.
486
No trato de negar que pueda haber sido más fácil usar la teología calvinista, en vez de la
católica, para justificar las actividades capitalistas. No sólo Weber, sino también algunos de sus
más tajantes críticos lo piensan así. Por ejemplo, Christopher Hill sostiene: «Las doctrinas que
emplean los motivos del corazón, que permiten a las presiones sociales influenciar más libremente
la conducta de los individuos, florecen especialmente [...] en períodos de cambio social rápido, y
entre aquellas personas más expuestas a sus efectos. La cristiandad surgió en un período así; San
Agustín, en cuya teología tanto se apoyaron los reformadores, también vivió en una época en la que
las viejas normas se estaban viniendo abajo; y también él subrayó las motivaciones internas antes
que las acciones externas [...]. Parece haber una tendencia permanente en las Iglesias establecidas
a volcarse hacia el ceremonial, y en los grupos de oposición a hacer hincapié en el elemento
interno». «Protestantism and

8
211 Immanuél Wallerstein
tantismo llegó a identificarse en gran medida, durante el período de la Reforma,
con las fuerzas que favorecían la expansión del capitalismo comercial en el marco
de Estados nacionales fuertes, y con los países en los que estas fuerzas eran
dominantes. Así, cuando tales fuerzas perdieron la batalla en Polonia, España,
«Italia», o Hungría, el protestantismo también declinó, y a menudo con gran
rapidez. Los factores que favorecían la expansión de una agricultura de exportación
favorecían la reafirmación del catolicismo.
Debemos contemplar la Reforma tal y como se desarrolló. Como señala
Christopher Hill:
La Iglesia había sido desde largo tiempo atrás una fuente de poder, protección y
riqueza para los gobernantes de las principales potencias, como Francia y España.
Aquellos gobiernos que rompieron con Roma a principios del siglo xvi estaban en
los márgenes de la civilización católica, eran potencias secundarias cuyos
gobernantes no habían sido suficientemente fuertes para llegar a un arreglo
favorable con el papado, como Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Suiza, Escocia 79.
En este punto existía claramente un elemento de irritación del norte de Europa
frente al peso económico del mundo mediterráneo cristiano más «adelantado» 80.
Pero, como sabemos, a finales del largo siglo xvi, el noroeste de Europa se había
convertido en el centro de la economía-mundo, la Europa del este en su periferia, y
el sur de Europa se deslizaba rápidamente en esa misma dirección. 487 488
P. C. Gordon-Walker intenta relacionar la evolución del protestantismo —
primero Lutero, después Calvino— con las dos fases de la revolución de los precios:
la primera 1520-1540/50 suave y limitada a Alemania y los Países Bajos
(producción de plata centroeuropea), y la segunda de 1545 en adelante, durante
alrededor de un siglo (plata americana). Argumenta que las fases emparejadas están
a su vez ligadas a las sucesivas necesidades culturales del nuevo sistema capitalista.

El problema social presentado por la revolución de los precios era un problema con
dos partes. La primera necesidad era la acumulación primaria [...] la segunda,
subsiguiente y realmente básica, era la aclimatación de las clases de la sociedad
capitalista a las nuevas posiciones hechas necesarias por los recursos de la
acumulación primitiva [...]

the rise of capitalism», en F. J. Fisher, comp., Essays in the economic and social history of Tudor
and Stuart England, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1960, pp. 34-35.
Lo que afirmo es que, de haber la necesidad social, el catolicismo podría haber sido usado para
justificar el capitalismo, y el protestantismo no tendría por qué haberlo sido. Cuando más, estoy de
acuerdo con la formulación de Hill: «Pero no hay nada en el protestantismo que conduzca
automáticamente al capitalismo; su importancia era más bien que disminuía los obstáculos
impuestos por las rígidas instituciones y ceremonias del catolicismo» (p. 37).
488
Christopher Hill, Reformation to the Industrial Revolution, 1530-1780 (vol. n de la Pelican
Economic History of Britain), Londres, Penguin Books, 1967, p. 34.
“ «Entonces, en la década de 1520, vino la gran revuelta, la revuelta de Lutero. No era una
revuelta dentro de la vieja economía madura de Europa; era una revuelta de las áreas
"subdesarrolladas”, "coloniales,", del norte y del centro, que sentían que durante largo tiempo
habían sido sometidas a impuestos, frustradas y explotadas para mantener la alta civilización del
Mediterráneo y del Rin.» H. R. Trevor-Roper, «Religión, the Reformation, and social change», en
The European witch-craze of the sixteenth and seventeenth centuries, and other essays, Nueva York
Harper, 1969, pp. 32-33.
212 Immanuel Wallerstein
Estas dos fases controlaban la importancia de las diversas partes de Europa. En
1520-40 las áreas en cabeza eran España (que no heredó una clase media fuerte de
la Edad Media489 490) y Alemania (que tenía una fuerte burguesía feudal). A partir
de 1545-80, tanto España como Alemania perdieron terreno, y la cabeza fue tomada
por Inglaterra, los Países Bajos y partes de Francia y Escocia. El paralelismo entre
estas áreas y las áreas de la Reforma resulta sorprendente, al igual que el paralelismo
en el tiempo entre la primera fase de la revolución de los precios y Lutero (ambos
aproximadamente entre 1520 y 1540) y entre la segunda fase y Calvino (ambos
alrededor de 1545-80) «2.
No es preciso aceptar todos los detalles históricos para admitir que resulta una
hipótesis interesante.
Lo que es más, tenemos nueva evidencia de la íntima relación entre las
coyunturas religiosa y político-económica cuando observamos el triunfo de la
Contrarreforma en Polonia. Stefan Czarnowski hace un cuidadoso análisis de por
qué Polonia volvió al catolicismo desde una Reforma que parecía estar ganando
terreno, y de por qué lo hizo con gran rapidez. Señala una sincronización entre el
momento en que la nobleza terrateniente [noblesse territoriales toma el poder
político, con lo que él llama «una dictadura de clase», y el momento de la ofensiva
católica. En su análisis, distingue entre la aristocracia, la nobleza terrateniente y la
pequeña [petite] nobleza. Argumenta que era precisamente en las filas de la
aristocracia (así como en las de la burguesía) donde estaban localizados los
partidarios de la Reforma. Ve a la aristocracia apeteciendo las tierras de la Iglesia.
Los pequeños propietarios encontraban más dificultades para combatir al cura local,
estando éste como estaba apoyado por el todavía poderoso episcopado católico. De
modo que para ellos había menos ventajas en adoptar el protestantismo, y por lo
tanto, tendían a no hacerlo. Czarnowski y otros señalan que en Polonia, mientras
los señores favorecían el calvinismo, el rey y la burguesía se inclinaban hacia el
lute- ranismo491. Esto supone un verdadero quiebro en el tema webe- riano, pero nos

489
Véase Barón, A social and religious history of the Jews, xil, p. 18.
490
P. C. Gordon-Walker, Economic History Review, vm, 1937, p. 14. «Los resultados
concretos de la fase luterana [...] fueron la destrucción de la ascendencia católica sobre las clases
medias y bajas, y la sanción de la toma de las propiedades feudales y católicas [...].
»[En la segunda etapa] la aclimatación de clase se convirtió en el problema clave [...]. La
burguesía debía cambiar su servilismo por la voluntad de gobernar [...]. La clase trabajadora debía
cambiar su trabajo extensivo y flexible por un trabajo disciplinado, regular y organizado [...]. La
sociedad capitalista [...] necesitaba el individualismo para encubrir la estructura de. clase de la
sociedad, que estaba más cerca de la superficie que en el feudalismo [...]. La estructura de clase
resulta a la vez justificada (desde la eternidad) y oscurecida por el hincapié que se hace en el
comportamiento espiritual del individuo como único criterio de división social; y la ética social
correcta y los medios para asegurar su cumplimiento estaban ya dispuestos para su autoimposición
entre los elegidos y, si era necesario, para su imposición coactiva a los réprobos [...]
«[Según] se fue llevando a cabo la aclimatación de clase que constituía la más alta tarea de la
Reforma, los protestantes debieron aceptar otras tareas que se hacían más importantes; sobre todo,
dejar paso al Estado secular y a la ciencia.» (pp. 16-17, 18).
491
Véase Stefan Czarnowski, «La réaction catholique en Pologne á la fin du xvp siécle et
au début du XVII' siécle», La Pologne au VII* Congrés Internationale des Sciences Historiqu.es,
Varsovia, Sociedad Polaca de Historia, 1933, u, p. 300. Véase Thadée Grabowski: «Los principales
defensores del luteranismo [entre 1530 y 1555] eran miembros del clero, burgueses de ascendencia
alemana, y estudiantes polacos de regreso de Witten- berg y Kónigsberg, entonces centros de
La monarquía absoluta y el estatismo 213
recuerda el argumento de Erik Molnar, que veía una alianza de la monarquía, la
pequeña nobleza y la burguesía contra la aristocracia. Más aún, Czarnowski
argumenta que la «burguesía» estaba en este caso dividida. La «alta burguesía» de
las ciudades, especialmente de Cracovia (un «viejo» centro comercial), estaba
aliada con la aristocracia. Se refiere aquí al patriciado de la ciudad, a aquellos que
desde finales del siglo xv hasta aproximadamente la mitad del siglo xvx «formaban
parte de aquella clase de tratantes en dinero y comerciantes que surgieron con la
aparición del capitalismo naciente»84. Pero Polonia no estaba destinada a tomar el
camino de Inglaterra como foco de. la burguesía de la economía-mundo europea.
La gran crisis de 1557, de la que hablaremos más adelante, no sólo arruinó a
financieros en Lyon, Amberes y el sur de Alemania, sino también a los banqueros
de Cracovia:

[Desde] aquel momento, el impulso de la aristocracia y el calvinismo, se vio


debilitado [...] Los bienes que permitieron florecer al gran comercialismo de los
tiempos anteriores: la plata de Olkusz, el cobre húngaro, los productos industriales,
declinaron continuamente en su valor. El dinero con el que los campesinos pagaban
sus rentas se depreciaba con desesperante rapidez. Mientras tanto, la demanda
internacional de trigo, potasio, corteza de roble, pieles y ganado de cuerna de
Polonia se hacía cada vez mayor. Cuanto más podía manejarse sin dinero el
productor de los citados bienes, utilizar el trabajo forzado e impagado de los siervos,
e intercambiar sus productos por aquellos que necesitaba, tanto mejor era capaz de
resistir [los efectos de la crisis financiera]. Esto era precisamente lo que podían
hacer los pequeños y medios terratenientes/ nobles85.
Esto no significaba, señala Czarnowski, que no hubiera burguesía en Polonia.
La burguesía de Cracovia podía haber sido arruinada, pero fue reemplazada por
italianos, armenios y alemanes. En 1557 una red internacional se vino abajo, y la
burguesía-aristocracia polaca ligada a ella cayó también. Después de esto surgió
una nueva red. Los polacos que trabajaron con ella —la «nobleza»— aceptaron el
nuevo papel de Polonia en la economía-mundo. Hicieron educar a sus hijos por los
jesuitas, para

educación universitaria.
»La nobleza apenas estaba envuelta en absoluto. El luteranismo era demasiado moderado para
ellos y apoyaba [...] al poder real [...]. Al ser demasiado dogmático y monárquico, disgustaba [...] a
los señores, que soñaban con una república al estilo de la antigua república romana.» «La réforme
religieuse en Occident et en Pologne», La Pologne au V• Congrés Internationale des Sciences
Historiques (Bruselas, 1923), Varsovia, 1924, páginas 67-68.
Stanislaw Amold, sin embargo, sostiene que esto no es exacto: «Es cierto que una parte, pero
sólo una parte, de los magnates se convirtieron en adeptos de la Reforma, especialmente del
calvinismo. Pero el calvinismo átrajo particularmente a los elementos más progresivos de la media
nobleza, que en esta época estaban en el poder en el país, especialmente en la Dieta.» «Les idées
politiques et sociaux de la Renaissance en Pologne», La Pologne au X‘ Congrés Internationale des
Sciences Historiques á Rome, Varsovia, Academia Polaca de Ciencias, Instituto de Historia, 1955,
p. 160. Amold critica específicamente a Czarnowski. Véanse páginas 159 ss.
Fox y Tazbir, sin embargo, ofrecen un cuadro próximo a las descripciones de Czarnowski y
Grabowski. Véase P. Fox, «The Reformation in
214 Immanuel Wallerstein
Poland», en The Cambridge History of Poland, I, W. F. Reddaway et al., comps., From the origins
to Sobieski (to 1696), Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1950, pp. 329, 345-346; J.
Tazbir, «The commonwealth of the gentry», en Aleksander Gieysztor et al., History of Poland,
Varsovia, PWN (Editora Científica Polaca), 1968, pp. 185-186.
M
Czarnowski, p. 301.
“ Ibid., p. 304.
mantenerlos lejos de la influencia de la antigua aristocracia: «Así, la Iglesia de
Polonia acabó siendo, podríamos decir, la expresión religiosa de la nobleza»86. Y
esta nobleza ahora triunfante podía definir el sentimiento «nacional» polaco como
algo virtualmente indistinguible de la piedad católica.
Fue así como Polonia se convirtió definitivamente en católica al convertirse
definitivamente en un área periférica de la economía-mundo. La Contrarreforma
simbolizó (no causó) la «regresión social» que veían en ella los protestantes. Pero
su piadoso escándalo estaba mal orientado. Ya que el avance social de la Europa
del noroeste se hizo posible por la «regresión» de la Europa oriental y meridional,
al igual que, por supuesto, por la dominación de las Américas. La Contrarreforma
iba dirigida no sólo contra el protestantismo, sino contra todas las diversas formas
de humanismo que asociamos con el Renacimiento. Esto viene ilustrado por las
tensiones entre Venecia y Roma en el siglo xvi. La controversia culminó en 1605,
cuando acciones venecianas que limitaban ciertos derechos de la Iglesia llevaron a
la excomunión del Senado de Venecia por Roma. La Contrarreforma fue en Italia
un Contrarrenacimiento87, y su triunfo allí
“ Ibid., p. 308. J. Umiñski hace hincapié en los ingredientes no polacos del protestantismo en
Polonia: «El luteranismo atrajo principalmente a la población de ascendencia alemana que vivía en
las ciudades polacas [...] El llamado antitrinitarismo, que pronto comenzó a desplazar al calvinismo
entre la nobleza, no era propiamente polaco. El antitrinitarismo polaco estaba organizado y dirigido
principalmente por extranjeros.» «The Counter-Reformation in Poland», en The Cambridge History
of Poland, I, página 412.
Janusz Tazbir señala las implicaciones internacionales del nacionalismo religioso: «El
catolicismo separó a Polonia de la Suecia protestante, de la Rusia ortodoxa y de la Turquía
mahometana» (p. 228). Recíprocamente, «el papado intentaba alcanzar, a través de Polonia, no sólo
sus propias metas políticas, sino a menudo también las de los Habsburgo» (página 229).
” «Pues detrás de las nuevas herejías del luteranismo y el calvinismo acechaban enemigos
potencialmente incluso más peligrosos, de cuya existencia eran bien conscientes las autoridades
católicas. Y a largo plazo, probablemente, la Curia estaba menos interesada en suprimir el
protestantismo (un desafío pasajero) que en hacer retroceder al creciente particularismo político de
la época, en centralizar una administración eclesiástica que casi por doquier se convertía
crecientemente en federal y autónoma, en subordinar a la autoridad de los clérigos una afianzada
secularidad, en poner fin a las peligrosas libertades de la cultura artística e intelectual, en reafirmar
la validez de la concepción objetiva, jerárquica y filosófica de la realidad que sustentaba sus
aspiraciones a supervisar las múltiples actividades de la cristiandad; en suma, en detener todos los
procesos que los historiadores han llegado a asociar con la era del Renacimiento.» William J.
Bouwsma, Venice and the defenses oí republican liberty, Berkeley, Univ. of California Press, 1968,
p. 294.
fue función de la transformación del norte de Italia en un área semiperiférica de la
economía-mundo.
La Iglesia como institución transnacional se vio amenazada por la emergencia
de un sistema económico igualmente transnacional, que encontraba su fuerza
política en la creación de fuertes aparatos de Estado en ciertos Estados (del centro),
La monarquía absoluta y el estatismo 215
lo que a su vez amenazaba la posición de la Iglesia en otros Estados; por ello ésta
se lanzó en cuerpo y alma a la lucha contra la modernidad. Pero paradójicamente,
fue precisamente su éxito en las zonas periféricas lo que aseguró el éxito a largo
plazo de la economía-mundo europea. La extinción final de las pasiones de la batalla
de la Reforma a partir de 1648 puede no haber sido a causa de que ambas partes
estuvieran exhaustas y hubieran llegado a un empate, sino debido a que la división
geográfica de Europa era la resolución natural de los empujes subyacentes de la
economía-mundo. En cuanto al papel de la ética protestante, concuerdo con C. H.
Wilson:

Si el protestantismo y la ética protestante parecen explicar los fenómenos


económicos en menor medida de lo que parecieron hacerlo en tiempos, también
se diría que existe, en la era de la Reforma, menos cosas que explicar [...] El
liderazgo en materia económica pasó lentamente del Mediterráneo hacia el
norte, y mientras declinaban las ciudades italianas subían las de los Países
Bajos, pero había poco en los métodos de los negocios o la técnica industrial
utilizados en las economías del norte que no hubiera resultado familiar a un
comerciante veneciano o a un lanero florentino del siglo xv88.
En el siglo xvi, algunos monarcas lograron gran fuerza por medio de
burocracias venales, ejércitos mercenarios, el derecho divino de los reyes y la
uniformidad religiosa (cuius regio). Otros no lo consiguieron. Esto está
íntimamente relacionado, como ya hemos sugerido, con el papel de cada área en la
división del trabajo en el seno de la economía-mundo. Los diferentes papeles
llevaron a diferentes estructuras de clase, que condujeron a políticas diferentes. Esto
nos lleva a la clásica cuestión sobre el papel del Estado frente a las clases que
encabezan la nueva era capitalista, los terratenientes capitalistas y los comerciantes
capitalistas, a veces abreviados, en forma que no ayuda mucho, como aristocracia y
burguesía, dado que algunos aristócratas eran capitalistas y otros no.
Desafortunadamente, el papel que jugó el Estado, de quién era agente, en qué

“ C. H. Wilson, «Trade, society and the State», en Cambridge Econo- mic History of Europe,
iv, p. 490.
216 lmmanuél Wallerstein
medida podría ser considerado como una tercera fuerza, son cuestiones sobre las
que no existe acuerdo alguno. Pierre Vilar ha planteado adecuadamente la cuestión
teórica subyacente básica:

Una cuestión de particular importancia es la de cómo se dividían los ingresos


feudales, a través de un sistema de «adjudicaciones» y por otros medios, entre una
aristocracia ociosa y una clase intermedia de «mercaderes-cultivadores» o tipos
similares, que transformaban los ingresos señoriales y los mantenían dispuestos
para nuevos tipos de inversión; en otras palabras, la cuestión de cómo los ingresos
feudales llegaban a ser movilizados para su inversión capitalista ®.
Un aspecto de esta cuestión es el grado en que el Estado absoluto debería ser
considerado como el último recurso de una aristocracia feudal enfrentada a la
«crisis» del feudalismo, la reducción de los ingresos señoriales y el ataque de otras
clases (la burguesía comercial, los yeomen, los trabajadores agrícolas). Un punto
de vista es el de Takahashi, que ve en el absolutismo «tan sólo un sistema de
concentración de fuerza para contrarrestar la crisis del feudalismo que surge de este
desarrollo inevitable [en el sentido de la liberación e independencia de los
campesinos]»492 493. Este punto de vista es compartido sustancialmente por
Christopher Hill494, V. G. Kiernan495, Erik Molnar496, y Boris Porshnev497.
Un segundo punto de vista sostiene que sobre la política de la monarquía
absoluta la aristocracia tenía una influencia considerable, tal vez determinante, pero
que el monarca no era una simple extensión de las necesidades de esta aristocracia.
Por ejemplo, Joseph Schumpeter argumenta:
Así, la aristocracia [bajo los monarcas absolutos], considerada en su conjunto,
era todavía un poderoso factor que tenía que ser tomado en cuenta. Su
sumisión a la Corona tenía más la naturaleza de un acuerdo que la de una
rendición. Parecía una elección —compulsiva, sin duda— del rey como
dirigente y órgano ejecutivo de la nobleza [...]
La razón [de que los nobles no se opusieran, ni siquiera pasivamente, al

"9 Vilar, Past and Present, 10, pp. 33-34.


493
Takahashi, Science and Society, xvi, p. 334.
494
«[La] monarquía absoluta es una forma de Estado feudal.» Christopher Hill, «The
transition from feudalism to capitalism», Science and Society, XVII, 4, otoño de 1953, p. 350.
495
«La monarquía absoluta surge en Occidente de una forma particular de la monarquía
feudal.» V. G. Kiernan, Past and Present, 31, p. 21.
496
«Todas las formas del absolutismo europeo han servido a los intereses de la clase de los
nobles o terratenientes y han expresado su dominación política sobre las otras clases de la sociedad,
ante todo sobre el campesinado, que era la clase más numerosa.» Erik Molnar, XII’ Congrés
Internationale des Sciences Historiques: rapports, iv, p. 156.
497
Porshnev trata de explicar los orígenes burgueses de la burocracia como derivados
precisamente de las contradicciones inherentes a un sistema feudal en el que la indivisibilidad de
los fenómenos políticos y económicos significa que cada noble persigue intereses específicos no
necesariamente acordes con los de la totalidad de su clase. «De aquí surge una extraña dificultad:
la estructura de poder de un Estado aristocrático [nobiliaire] no puede ser puesta en manos de
aristócratas, pues la toma del poder por cualquier grupo específico de aristócratas debe provocar
inevitablemente una lucha abierta con los otros elementos de la clase señorial.» Les soulévements
populaires, p. 563.
La monarquía absoluta y el estatismo 217
régimen] era en esencia que el rey hacía lo que ellos querían, y ponía a su
disposición los recursos domésticos del Estado [...] Era más bien una clase, y
no un individuo, quien era de hecho el dueño del Estado498.
Braudel insiste de forma similar en que el conflicto entre el rey y la aristocracia
era un conflicto limitado, en el que el rey se esforzaba, por una parte, en poner a la
nobleza bajo su disciplina, pero, por otra parte, en proteger sus privilegios contra la
presión popular499. La posición de A. D. Lublinskaya parece muy cercana a la de
Braudel500. J. Hurstfield subraya el dilema de las monarquías, que «encontraban
difícil gobernar sin la nobleza, pero encontraban igualmente difícil gobernar con
ella»501 502.
Un tercer punto de vista, tal vez el más tradicional, es el de Roland Mousnier,
según el cual la monarquía aparece como una fuerza autónoma, a menudo aliada
con la burguesía en contra de la aristocracia, ocasionalmente mediando entre ambas
".
Pero ¿existe una conexión necesaria entre la tesis sobre el papel relativamente
autónomo del aparato de Estado y la de la lucha de clases como una lucha entre la
aristocracia y la burguesía? Molnar no parece pensar así. En primer lugar utiliza
más categorías. Habla de una aristocracia feudal a la que el rey se oponía

498
Joseph A. Schumpeter, «The sociology of imperialism», en Social classes,
imperialism, Nueva York, Meridian Books, 1955, pp. 57-58.
499
«En la Cristiandad, lo mismo que en el Islam, la nobleza ocupa los primeros puestos y no
está dispuesta a renunciar a ellos [...] El Estado, tanto revolución social (entonces apenas insinuada)
como política, tiene que luchar en todas partes contra estos "detentadores de feudos, amos de
pueblos, campos y caminos, y custodios de la inmensa población rural”. Luchar contra ellos quiere
decir pactar y llegar a componendas con ellos, dividirlos y, a la vez, preservarlos, porque es
imposible controlar una sociedad sin la complicidad de una clase dominante. El Estado moderno
toma estos útiles en' sus manos a medida que se ponen a su alcance, pues en caso de destruir la
nobleza se habría encontrado con la tarea de tener que rehacerlo todo partiendo de cero. Y recrear
un orden social no es un empeño fácil. En realidad, nadie pensó seriamente en ello durante el siglo
xvi.» Braudel, La Méditerranée, II, p. 50. Véase también página 54.
500
«En relación con ambos grupos de la nobleza, la política del absolutismo tendía a
defender sus intereses básicos de clase, es decir, su propiedad. La monarquía absoluta no satisface
las demandas abiertamente reaccionarias de la noblesse d’epée, y en muchos casos se opone
directamente a ellas, pero el "igualitarismo" está aún muy lejos.» A. D. Lublinskaya, French
absolutism: the crucial phase, 1620-1629, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1968,
p. 26.
" J. Hurstfield, «Social structure, office-holding and politics, chiefly in western Europe», New
Cambridge Modem History, ni, R. B. Wernham, comp., The Counter-Reformation and the price
revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1968, p. 130. Continúa:
«Pero en toda la Europa occidental la función de la aristocracia en la sociedad era inherentemente
contradictoria. Como nobles poseían ambiciones y rivalidades tradicionales que frecuentemente
iban contra los intereses de la paz del rey. Pero en cuanto funcionarios hereditarios —como muchos
de ellos eran— se esperaba que apoyaran un sistema legal cuya fuerza perdurable dependía de la
reducción de sus propios poderes egoístas.»
” «[La] monarquía absoluta resulta de la rivalidad de dos clases, la burguesía y la nobleza [...]
»Esta lucha de clases es quizá el principal factor en el desarrollo de las monarquías absolutas.»
Mousnier, Les XVI‘ et XVII‘ siécles, pp. 97, 99.
218 Immanuel Wallerstein
claramente. Además había una «nobleza» y una burguesía, ambas aliados
potenciales. La nobleza parecen ser los pequeños terratenientes y aquellos más
orientados a la agricultura capitalista, pero no queda totalmente claro. Señala que,
si bien el absolutismo parece haber supuesto el establecimiento de fuertes impuestos
sobre el campesinado, resulta menos claro cómo se distribuía el dinero. Por una
parte, el incrementado presupuesto del Estado se utilizaba para pagar a los
recaudadores de impuestos y a la burocracia, para saldar los préstamos del Estado
y para la compra de material militar, todo lo cual beneficiaba a la burguesía. Pero
por otra parte, todos los gastos corrientes del Estado —es decir, el mantenimiento
de la Corte y el ejército— eran pagos a la nobleza. Ve esto como una táctica para
«maniobrar [...] entre la nobleza y la burguesía»503. De manera similar, Engels
señala las formas en que el aparato de Estado juega, en algunos aspectos contra su
propia voluntad, una función mediadora, al menos durante «períodos
excepcionales» 1M.
Una fuente de esta falta de claridad acerca de las relaciones entre el monarca y
la aristocracia es la vaguedad que existe sobre la composición de la nobleza. Sin
duda la pertenencia familiar de la nobleza varía con el tiempo; la situación es de
movilidad perpetua en todas las sociedades que tienen una nobleza. Pero en el siglo
xvi existía no sólo movilidad familiar sino también movilidad ocupacional. Por
ejemplo, la condición de noble era supuestamente incompatible en el feudalismo
occidental con la ocupación de empresario. Probablemente esto fuera ya un mito en
gran medida en las municipalidades de la Baja Edad Media. Al llegar el siglo xvi
esto era simplemente falso en la totalidad de Europa, tanto en las regiones urbanas
como en las rurales. Por doquiera —en Italia, Hungría, Polonia, el este del Elba,
Suecia, Inglaterra— miembros de la nobleza se habían convertido en empresarios
504 505
. Tan cierto llegó a ser esto que la nobleza buscó con éxito eliminar todo

100
Molnar, Xll‘ Congrés Internationale des Sciences Historiques: rap- ports, iv, p. 163.
504
«Dueños de la fuerza pública y del derecho de recaudar los impuestos, los funcionarios [...]
aparecen ahora situados por encima [de la sociedad] [...]
«Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo
tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más
poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la
clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la
explotación de la clase oprimida [...] Sin embargo, por excepción, hay períodos en los que las clases
en lucha están tan equilibradas que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta
independencia momentánea respecto a una y otra. En este caso se halla la monarquía absoluta de
los siglos xvn y xvm [¿pero no del xvi?], que mantenía a nivel la balanza entre la nobleza y el estado
llano.» Frie- drich Engels, The origins of the family, prívate property and the State, Londres,
Lawrence & Wishart, 1940, pp. 195-196. [El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
en C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Madrid, Akal, 1975, II, pp. 358-339.
505
Analizando el fenómeno de la dedicación de los aristócratas a los negocios en el siglo xv en
varias ciudades italianas, Paul Coles dice: «La nobleza estaba ensayando el importante papel que
iba a representar en los negocios europeos en el siglo xvi.» «The crisis of the Renaissance so- ciety:
Genoa, 1448-1507», Past and Present, 11, abril de 1957, p. 19.
«[Hacia fines del siglo xv comienza] una nueva tendencia del desarrollo húngaro [que] puede
resumirse económicamente en la creciente participación de la clase señorial en el comercio de
mercado, y más tarde en la misma producción de estas mercancías [vino, ganado, trigo].» Zs. P.
La monarquía absoluta y el estatismo 219
impedimento formal a este papel ocupacional allá donde existiera, como ocurría en
España506 507. Tampoco debemos olvidar que, aunque en los países protestantes la
Iglesia estaba siendo testigo de la confiscación de sus tierras, en el siglo xvi la
Iglesia era un empresario agrícola capitalista, especialmente en Italiam.
La otra cara de la moneda era que el burgués con éxito se iba convirtiendo
constantemente en terrateniente y noble, y
treinta años más tarde resultaba indudablemente difícil marcar líneas claras de
separación entre los dos. R. H. Tawney lo considera un proceso normal, que se vio

Pach, «En Hongrie au xvi* siécle: l'activité commerciale des seigneurs et leur production
marchande», Annales ESC, xxi, 6, noviembre-diciembre de 1966, p. 1.213.
«La participación de la nobleza en el comercio de exportación de productos agrícolas y
ganaderos, que comienza a finales del siglo xv y aumenta con el tiempo, constituye otro de estos
interesantes fenómenos ligados al desarrollo de la explotación directa de la tierra por la nobleza [...]
El factor que facilitó este desarrollo [de los nobles como importadores de tejidos y bienes de lujo]
en el siglo xvi, fue la gradual supresión de los derechos de aduana en las grandes ciudades, bajo la
presión de la nobleza.» Marian Malowist, Studi in onore di Armando Sapori, i, páginas 587-588.
«La gama de actividades empresariales de los Junkers se amplió durante el siglo xvi con el
asalto a la producción industrial y los monopolios comerciales de las ciudades [...] La aparición del
Junker como comerciante, contrabandista e industrial, destruyó definitivamente el equilibrio entre
la ciudad y el campo.» Hans Rosenberg, American Historical Review, XLIX, p. 236.
A partir de finales del siglo xvi, la mayor parte del campo romano estaba en manos de una
docena de terratenientes. Se les llamaba mercanti di campagna, comerciantes del campo. Véase
Delumeau, Vie économique, II, página 571.
Los empresarios militares de los que se ha hablado previamente eran en su mayor-parte de
origen noble. Cuando no era así, normalmente este tipo de actividad empresarial llevaba al
ennoblecimiento. Véase Redlich, Vierteljahrschrift fiir Sozial- und Wirtschaftsgeschichte,
suplemento 47, páginas 411, 427-428.
Véase también Goran Ohlin, «Entrepreneurial activities of the Sweedish aristocracy»,
Explorations in Entrepreneurial History, vi, 2, 1953, pp. 147-162; Lawrence Stone, «The nobility
in business, 1540-1640», Explorations in Entrepreneurial History, x, 2, diciembre de 1957, pp. 54-
61.
506
«Para evitar dificultades futuras y establecer una norma uniforme, en 1622 se obtuvo una
bula papal que extendía a todas las Ordenes [militares] el estatuto de la Orden de Santiago, de forma
que la prohibición de actividades comerciales [a los miembros de las Ordenes] no se aplicaba a los
empresarios en gran escala, sino sólo al pequeño tendero o al prestamista común [...] El comercio
era claramente un factor vital para el mantenimiento de España como poder imperial, y no podía
ser dado de lado como una forma vulgar de hacer dinero.» L. P. .Wright, «The military Orders in
sixteenth and seventeenth-century Spanish society», Past and Present, 43, mayo de 1969, pp. 66-
67.
507
«En la carrera por invertir en la tierra, la Iglesia y las asociaciones benéficas [enti morali]
(en su mayor parte bajo influencia de la [Iglesia]) se encontraban en una posición ventajosa, porque
la habían emprendido antes que los laicos y "partes privadas”. A finales de la década de 1500 la
mitad de la propiedad de las tierras de Milán estaba en sus manos, con bien conocidas
Consecuencias sociales y religiosas.» Bulferetti, Archivio Storico Lombardo, IV, pp. 21-22.
220 Immanuel Wallerstein
no obstante muy acelerado en el siglo xvi . Tanto Braudel509 como Postan 510
508

concuerdan en la visión de un esquema continuo de transición de empresarios a


rentistas en aquellos de condición no noble, y ven en ello una búsqueda de seguridad
a largo plazo. No obstante, lo que resulta crucial es apreciar que, a pesar de esta
movilidad ocupacional, la fuerza de la clase terrateniente no quedó desintegrada.
Como lo expresó Marc Bloch: «el régimen señorial

508
«Desde fechas muy tempranas, el comerciante que ha triunfado ha comprado dignidad y
consideración social invirtiendo sus ahorros en una hacienda. El caballero sin fortuna ha restaurado
la declinante fortuna de su casa mediante especulaciones comerciales, entre las cuales el
matrimonio con una familia comercial, si no la menos especulativa, tampoco es la menos rentable.
A comienzos del siglo xvi ambos movimientos estaban en marcha con una rapidez anteriormente
desconocida, y que debe ser explicada como una consecuencia del gran crecimiento de todas las
formas de actividad comerciál. El auge de los grandes ingresos extraídos del comercio creó un
nuevo tipo de hombres de negocios cuyas empresas no se limitaban a los puertos marítimos y las
ciudades privilegiadas, sino que se extendían a la compra de haciendas, antes incluso de que la
secularización de las propiedades de los monasterios convirtiera a la especulación en tierras en
manía de toda una generación.» R. H. Tawney, The agravian problem in the sixteenth century,
Nueva York, Longmans, 1912, página 187.
105
«La burguesía del siglo xvi, dedicada al comercio y al servicio del rey, está siempre al borde
de la desaparición. La ruina financiera no era la única causa. Si se enriquece mucho o se cansa de
correr los riesgos inherentes a la vida comercial, la burguesía comienza a comprar cargos, rentas
del Estado, títulos o feudos, y sucumbe a las tentaciones de la vida nobiliaria, a su prestigio y a su
tranquila indolencia. El servicio del rey era el camino más corto hacia la nobleza; este camino, que
no excluye los otros, será uno de los agentes que aclarará las filas de la burguesía.» Braudel, La
Méditerranée, II, p. 68.
510
«La propensión a retirarse a la vida de rentier se comprende fácilmente. Los riesgos físicos
del comercio activo en el extranjero no siempre estaban compensados por oportunidades de
enriquecimiento, y estas oportunidades fueron menores a medida que disminuían los mercados
extranjeros. Al mismo tiempo, es probable que el capital fuese aún bastante escaso para justificar
un alto tipo de interés [...] [Este proceso] únicamente fue un componente, entre otros varios, de la
nueva bourgeoisie, y existieron también otros diversos. Sobre todo, había hombres que buscaban y
encontraron seguridad no fuera, sino dentro de actividades que seguían siendo ampliamente
mercantiles. Conseguían esto dedicándose al comercio en menor escala, dentro de mercados
protegidos y bien organizados [...] La mayor parte del comercio estaba en manos de hombres de
origen modesto. Y por esto trataban de buscar seguridad, y la encontraban en la cooperación, en la
combinación, y más en general en la asociación con otros.» M. M. Postan, en Cambridge Economic
History of Euro- pe, II, p. 218.
221 Immanuel Wallerstein
no había sido minado. De hecho pronto conseguiría un renovado vigor. Más bien,
en gran medida, cambió de manos la propiedad señorial» 511 512 513 514 515. Fue el
absolutismo del monarca lo que creó la estabilidad que permitía esta transferencia
a gran escala de personal y ocupación sin que, a la vez, al menos en este punto en
el tiempo, se vinieran abajo las divisiones jerárquicas básicas de estatus y
recompensa.
¿Qué hay entonces del supuesto papel clave del Estado para ayudar a la
burguesía comercial a afirmarse, a obtener sus ganancias y conservarlas? Existió tal
relación, sin duda, pero la cuestión era de grado y cronología, transformándose el
inicial apoyo mutuo en el asfixiante control de años posteriores. No es ningún
accidente que la relación simbiótica entre comerciante y rey pareciera en los siglos
xvn y xvm una relación de oposición directa. Hartung y Mousnier ven señales de
esta tensión presentes ya en el siglo xvi 516. Douglass C. North y Ro- bert Paul
Thomas, buscando trazar a grandes rasgos el ascenso de varias instituciones
judiciales y económicas que tuvieron el efecto de favorecer la actividad empresarial
basada en el crecimiento de la productividad frente a las formas de comercio que
simplemente redistribuían los ingresos 517, intentan dilucidar las condiciones bajo
las que tiene sentido hacer hincapié en el papel institucional del Estado.
Argumentan que junto con las distorsiones económicas que la intervención del
Estado introduce en el mercado, y por lo tanto a la probabilidad de innovación,
debemos situar el «poder coercitivo que permite al gobierno abordar una política
aunque ésta pueda encontrar fuerte oposición en una parte de la sociedad» ni. Esta
manera de formular la cuestión nos pone en guardia frente a la visión de las
funciones del estatismo para el capitalismo en términos de un análisis costo-

Bloch, Caracteres originaux, I, p. 129.


512
«La vinculación del capitalismo con la monarquía absoluta no siem
pre fue favorable al capitalismo. Es seguro que desde los años 60 del siglo xvi las bancarrotas que
afectaron a toda Europa y la regimentación del Estado fueron factores en absoluto despreciables
que contribuyeron a hacer más lento el progreso del capitalismo comercial en el continente.
Por otra parte, este estancamiento fue favorable a largo plazo a la monarquía absoluta. Impidió un
crecimiento demasiado rápido de la burguesía y ayudó al mantenimiento de un equilibrio relativo
entre burguesía y nobleza, equilibrio que es ciertamente uno de los rasgos del absolutismo en
Europa occidental.» Hartung y Mousnier, Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze
Sioriche, IV, p. 45.
Christopher Hill hace un planteamiento similar: «Los monopolios no eran malos en sí:
constituían una forma de protección de las nuevas industrias en un país atrasado. Los primeros
monopolios estaban relacionados con la defensa nacional: la Mines Royal isabelina buscaba hacer
a Inglaterra independiente del cobre extranjero para la manufactura de cañones. Hubo monopolios
similares para el salitre y la pólvora. Pero los monopolios rápidamente se convertían en nocivos
cuando eran usados para propósitos fiscales por gobiernos hostiles al desarrollo capitalista. En el
siglo xvn se crearon monopolios para venderlos.» Reformation to
the Industrial Revolution, p. 96.
517
Se refieren no sólo a las economías de escala, sino a la reducción de los costos de
transacción por medio de la «internalización» de las repercusiones externas [externalities]
(mediante la reorganización de los derechos de propiedad), la reducción de los costos de
información (mediante el corretaje), y la reducción de los costos de riesgo (mediante las compañías
por acciones). Véase Douglass C. North y Robert Paul Thomas, Economic History Review, xxm,
pp. 5-7.
222 Immanuel Waílerstein
ganancia. Mientras que para la aristocracia la monarquía absoluta representaba una
especie de última trinchera en la defensa de sus privilegios, para aquellos que
obtenían sus ingresos de la maximización de la eficiencia económica de su firma el
aparato de Estado resultaba en ocasiones extremadamente útil518 519, en ocasiones
un impedimento de importancia.
Hemos trazado ya a grandes rasgos los dos elementos constituyentes
fundamentales del sistema mundial moderno. Por una parte la economía-mundo
capitalista fue construida sobre una división del trabajo a nivel mundial en la que
varias zonas de esta economía (lo que hemos llamado centro, semiperiferia y
periferia) tenían asignados papeles económicos específicos, desarrollando
diferentes estructuras de clase, utilizando consiguientemente diferentes modos de
control de la mano de obra y beneficiándose desigualmente del funcionamiento del
sistema. Por otra parte, la actividad política se daba primariamente en el marco de
Estados que, como consecuencia de sus diferentes papeles en la economía-mundo,
estaban estructurados de forma diferente, estando más centralizados los Estados del
centro. Repasaremos ahora la totalidad del siglo xvi en términos de un proceso, en
el curso del cual ciertas áreas se transformaron en periferia, semiperiferia o centro
de esta economía-mundo.
Intentaremos así dar cuerpo a lo que hasta aquí ha corrido el riesgo de ser un análisis
abstracto. También esperamos demostrar, de este modo, la unidad de la totalidad
del proceso. Los desarrollos no fueron accidentales sino, más bien, dentro de un
cierto margen de variación posible, determinados estructuralmente.

518
Ibid., p. 8.
519
Simón Kuznets pone el dedo en el elemento clave de la utilidad del Estado para los
empresarios: «La existencia de un gobierno implica de forma definida la posibilidad de decisión
allí donde pueden existir conflictos, dentro del país y entre la gente, que muy a menudo conllevan
directa y explícitamente alternativas de crecimiento económico.» «The State as the unit of study of
economic growth», Journal of Economic History, XI, 1, invierno de 1951, p. 28.
«La matanza de los inocentes», óleo de Pieter Brueghel, el Viejo, pintado en 1565 como
protesta por las atrocidades españolas en los Países Bajos.
4. DE SEVILLA A AMSTERDAM: EL
FRACASO DEL IMPERIO
La economía-mundo europea que se estaba creando era un gran premio, y es
comprensible que los hombres buscaran su control. La ruta de la dominación
imperial era el camino clásico, familiar para los hombres de esta era. Muchos
soñaron con esa posibilidad. Los Habsburgo, bajo Carlos V, hicieron un
valiente intento de absorber toda Europa. Hacia 1557, el intento había
fracasado, y España perdió definitivamente no sólo su imperio político sino
también su papel económico central. Muchas ciudades aspiraban a ser el eje de
la economía-mundo europea: Sevilla, Lisboa, Amberes, Lyon, Génova y
Hamburgo pretendieron (si no exigieron) serlo. Pero, de hecho, sería
Amsterdam, un candidato poco probable en 1450, la que para 1600 habría
logrado la preeminencia. Volvamos ahora a esta historia del fracaso del imperio,
que trajo consigo la declinación de España, y la de todas las ciudades-Estado
que eran sus aliados, en favor de los triunfantes rebeldes de Amsterdam.
La oscilación económica ascendente que comenzó hacia 1450 creó una
notable prosperidad en primer lugar en todos los viejos centros de comercio, en
lo que se ha llamado la espina dorsal de Europa —Flandes, el sur de Alemania,
el norte de Italia— y, por supuesto, como resultado de los descubrimientos, en
España. Resulta llamativo ver con qué precisión estas áreas vinieron a constituir
el imperio de los Habsburgo bajo Carlos V. En esta expansión el elemento
significativo más nuevo era el comercio transatlántico español del siglo xvi,
centrado en Sevilla y su Casa de Contratación de las Indias, un comercio que
llegó a ser tan importante que «toda la vida europea y la vida del mundo entero,
en la medida en que existía un mundo podría decirse que dependían [de este
tráfico], Sevilla y sus cuentas podrían darnos el ritmo del mundo» *.
¿Cómo llegó España a jugar un papel tan central? Después de todo, como
discutimos en el capítulo 1, fue Portugal y no España la que se puso a la cabeza
de la expansión ultramarina europea del siglo xv. Más aún, el siglo xv no fue
una era tran- 520

520
Chaunu, Séviííe, vm (1), p. 14.
234 Immanuel Wallerstein
quila en la historia de España. De hecho, Jaime Vicens Vives dice que «la
palabra crisis sintetiza la evolución histórica española durante el
Cuatrocientos»521.
La crisis era política (un período de rebelión y guerra interna) y económica
(recesión en toda Europa). La reacción de España ante la crisis en términos
económicos fue desarrollar su industria ovejera y ganar, como resultado de los
bajos precios, una considerable parte del (reducido) mercado mundial 522. La
fuerza del grupo de productores de lana en España, la Mesta, era tal que los
intentos de potenciales burgueses castellanos de que el rey adoptara políticas
proteccionistas fracasaron en los siglos xxv y xv 523. Incluso bajo los Reyes
Católicos, Fernando e Isabel, supuestos partidarios de la actividad industrial,
Vicens encuentra que las industrias mencionadas «o bien son de lujo o de
mercado local»524. A diferencia de Inglaterra, España no avanzaba hacia una
importante industria textil525. Irónicamente, puede haber sido el hecho mismo
de la competencia castellana,

521
Jaime Vicens Vives, Approaches to the history of Spain, 2.a ed., Ber- keley, Univ. of
California Press, 1970, p. 76. [Aproximación a la historia de España, Barcelona, Vicens
Vives, 1976, p. 89.]
1
«Sin la crisis por la que pasó Europa durante los siglos xiv y xv, sin la atracción de los
posibles bajos precios de la lana castellana, sin la bien conocida disminución de las
exportaciones de la lana inglesa, sin la próspera actividad de las ciudades italianas, habría sido
imposible e impensable el desarrollo del ganado lanar castellano con sus millones de ovejas
itinerantes.» Braudel, La Méditerranée, I, p. 84.
523
«Que en el siglo xv la industria pañera había alcanzado una densidad notable, nos lo
revela, precisamente, la proposición de las Cortes de 1438, celebradas en Madrigal,
solicitando que se prohibiera la importación de tejidos extranjeros y la exportación de lana
castellana. Esta política decididamente proteccionista no fue aceptada por Juan II por la
intervención decidida de la Mesta, y de todos los que vivían cómodamente del comercio de la
lana: mercaderes, recaudadores, tratantes y usureros. Desde entonces empezó el violento
forcejeo de los latifundistas para evitar el desarrollo de la burguesía castellana. En este sentido
debe entenderse el acuerdo de las Cortes de Toledo de 1462, en las que Enrique IV fijó la
proporción de un tercio que se reservaba la industria pañera castellana sobre las exportaciones
totales de la Mesta, proporción escasa si se quería retener para el país la riqueza qué salía
hacia el extranjero y que hacía la fortuna de tantos aristócratas.» Jaime Vicens Vives, An
economic history of Spain, pp. 259-260 [p. 238].
524
Ibid., p. 305 [p. 277],
trialización de la primera materia.» José Larraz, La época del mercantilismo en Castilla
(1500-1700), Madrid, Atlas, 1943, p. 20.
El fracaso del imperio 235

combinada con la depresión de finales de la Edad Media, lo que animó a


Inglaterra a emprender el camino del crecimiento industrial. El hecho fue, no
obstante, que España no emprendió ese camino.
Pero entonces, si la economía española era estructuralmente tan débil,
¿cómo explicamos la posición económica central de España en la primera mitad
del siglo xvi? En parte porque las debilidades eran a largo plazo, no a corto plazo,
y en parte porque a determinados niveles el sistema político era fuerte. Castilla
tuvo una clara tarea «nacional» a lo largo de toda la Edad Media. Por una parte,
estuvo la Reconquista, la expulsión gradual de los moros de la península Ibérica,
que culminó con la caída de la Granada musulmana y la expulsión de los judíos
de España, ambos en 1492, el año de Colón. Por otra parte estaba el empuje para
unificar los Estados cristianos de la península. Este impulso culminó con una
unión tan sólo en la cumbre, reteniendo Aragón una legislatura, un presupuesto
del Estado y un sistema sociolegal separados.
Dado que España fue construida sobre una Reconquista, el feudalismo como
forma política era débil526. Por consiguiente, como afirma José A. Maravall, «un
orden político y social que no estaba basado en la estructura feudal
proporcionaba un terreno favorable para el desarrollo de formas «estatales» 527.
Un sistema de carreteras de primera categoría hacía la relación

526
Luis Vitale enumera cinco razones por las cuales el feudalismo fue más débil en
España que en otros países de Europa occidental. Estas razones giran en torno al impacto de las
conquistas árabe-musulmanas, el papel de la Mesta y el papel inicial de la burguesía. Véase
Latín America: reform or revolution?, pp. 34-36.
' Maravall, Cahiers d’LIistoire Mondiale, vi, p. 791. Esto no significa necesariamente que
el papel económico de los grandes terratenientes fuera débil. Por el contrario, Pierre Vilar
sostiene sobre la base de este hecho que el imperialismo español fue «la fase superior del
feudalismo». «Le temps de Quichotte», Europe, vol. 34, 121-122, enero-febrero de 1956,
página 8.
Sin embargo, ya hemos argumentado en el capítulo anterior por qué la aparición del
fenómeno de los latifundios no debe ser considerado como un «segundo feudalismo» sino más
bien como «agricultura capitalista». Véase no obstante Pierre Vilar: «En España [...] o más bien
en Castilla, las clases dominantes emprendieron la conquista a la manera de la Reconquista: a
la manera feudal. La ocupación de tierras, el sometimiento de los hombres a sumisión, la
acumulación de tesoros, todo esto no es una preparación para "invertir” en el sentido capitalista
de la palabra. Una burguesía naciente podría haberlo hecho. Y desde 1480 aproximadamente,
hasta 1550, no dudó en hacerlo. Sin embargo, a causa de su posición en el circuito monetario,
ensayó primero el inestable capitalismo de
puertos y ferias. Además, las "fuerzas productivas” de las que disponía —tierra, hombres,
innovaciones técnicas— cayeron bien pronto en las llanuras de Castilla bajo la ley de los
rendimientos decrecientes. Después, a partir de 1550, sintió el efecto esterilizante de las
inyecciones de moneda. Se gasta, se importa, se presta bajo interés. Se produce poco. Los precios
y los salarios se disparan. El parasitismo se desarrolla y la empresa decae. Eso significa pobreza
para el día de mañana» (ibid., pp. 9-10).
La alusión de Vilar al «inestable capitalismo de puertos y ferias» parece referirse al
escepticismo de Marx sobre las cualidades progresivas del capital comercial: «Sin embargo, su
desarrollo, considerado por sí solo [...] es insuficiente para explicar y mediar la transición de un
modo de producción a otro [...] Por el contrario, allí donde ese capital predomina imperan
condiciones anticuadas.» Capital, III, cap. 20, p. 327. [El capital, III, vol. 6, p. 418.] El
subrayado es mío.
236 Immanuel Wallerstein

política y económica del centro con la periferia relativamente sencilla528.


Fernando e Isabel ayudaron a la Mesta a crear un fuerte sistema de mercados
nacionales 529 530. Crearon un sistema de movilidad individual, si bien en un
contexto de mantenimiento de los valores de rango y jerarquía n. Fortalecieron la
burocracia haciendo de ella algo que estaba «enraizado en la comunidad [...] de
la cual es [...] "pars rei publicae”» 531 532. Nacionalizaron, por así decirlo, el clero
católico ,3. Por encima de todo, crearon «condiciones en las cuales el potencial
económico existente en Castilla pudiera ser ampliamente realizado» 533.
Que el oro y la plata fluyeran a través de España, que Castilla pudiera
ascender al centro del cielo europeo era, dice Pierre Vilar, «consecuencia a la
vez que causa» ’534. Pero ¿consecuencia de qué, exactamente? De una larga serie
de hechos, en realidad, centrados en torno al papel económico de los metales: la

528
«Este movimiento de "acarreo” es lo que permite a Castilla servir de nexo de unión entre
las regiones periféricas de la península que la rodean y la separan a menudo del mar. Es ese
tráfico, y no Castilla solamente, como se ha dicho [Ortega y Gasset], lo que ha hecho a España
[...] ¿Acaso no es la facilidad de comunicaciones la primera condición para un gobierno eficaz?
Castilla se convierte por todas estas razones en el centro histórico de gravedad de España.»
Braudel, La Méditerranée, I, página 49.
529
«El especial interés de Fernando e Isabel en restringir y regular los portazgos sobre los
rebaños de la Mesta se debía a la importancia muy acrecentada de esta organización como
instrumento para el estímulo de la comunicación interna. La nacionalización del comercio, la
evolución de los mercados locales y urbanos hacia un mercado nacional, era una etapa de
progreso económico cuya profunda importancia estos ilustrados soberanos fueron los primeros
de la península en apreciar.» Klein, The Mesta, p. 223.
530
«El efecto de la política de Fernando e Isabel fue por consiguiente confirmar y consolidar
la importancia del rango y la jerarquía en la sociedad castellana, pero al mismo tiempo ofrecer
oportunidades de progreso social a muchos que habrían tenido en reinados anteriores esperanzas
mucho menores de acceder a un estatus privilegiado. Una de las claves para el progreso era la
educación, que podía llevar eventualmente a una posición en el servicio real. La otra era la
riqueza, particularmente la riqueza urbana, que hizo posible la alianza entre las ricas familias de
comerciantes (incluidas las de origen judío) y las familias de respetable linaje aristocrático.» J.
H. Elliott, Imperial Spain, 1469-1716, Nueva York, Mentor, 1966, pp. 113-114.
531
Maravall, Cahiers d'Histoire Mondiale, vi, p. 805.
532
«Los Reyes Católicos no querían que hubiese extranjeros ocupando posiciones
eclesiásticas en su reino, en parte para preservar sus privilegios, pero en parte también a la vista
de lo poco que los extranjeros conocían de las cosas de su reino» (ibid., p. 806).
533
Elliott, Imperial Spain, p. 117. Elliott señala por otra parte toda una serie de rasgos
negativos de su reinado. Véanse pp. 123-127.
534
Vilar, Past and Present, 10, p. 32. Y España asciende, añade Alvaro Jara,
porque conquista la América española: «España no estaba aislada del marco europeo; recibía, a
su vez, la influencia y el reflejo de las necesidades económicas provenientes de los centros
financieros europeos, que le eran comunicadas de una forma u otra. Ya se tratara de las
necesidades del consumo español (entendiendo consumo en el sentido general de provisiones)
o de las exigencias de las campañas militares de la monarquía, las colonias indias formaban un
telón de fondo protector, sin cuya ayuda sería imposible explicar el predominio español. Así,
no debemos dudar de hablar de una coincidencia de intereses paralelos entre los grandes rasgos
de la conquista española en América —basados en la empresa privada— y las necesidades del
aparato de Estado metropolitano, que estimulaba una forma de conquista que permitiese
acumular prodigiosos tesoros sin riesgos ni grandes desembolsos.» «Estructuras de
colonización y modalidades del tráfico en el Pacífico sur hispanoamericano», Les grandes voies
maritimes dans le monde, XV‘-XIX‘ siécles (VIIe Collo- que, Commission Internationale
d’Histoire Maritime), París, SEVPEN, 1965, página 251.
El fracaso del imperio 237
débil base de metales preciosos del mundo mediterráneo, la centralidad anterior
del Sudán como suministrador del oro, el impacto de la expansión portuguesa
sobre los intermediarios norteafricanos de las ciudades-Estado italianas, el papel
de los genoveses en España y el deseo de los genoveses de encontrar una fuente
no portuguesa de metales preciosos (un deseo que sólo podía realizar España).
Reconstruyamos esta compleja historia. Hemos hablado ya del papel del oro
en el comercio medieval, y de cómo el oro de Sudán llegaba a Europa, a través
del norte de Africa y del mundo mediterráneo cristiano. Súbitamente, a mediados
del siglo xv el papel norteafricano disminuyó grandemente. La extensión de esta
disminución parece ser una cuestión bastante debatida. Braudel habla de un
hundimiento de la posición nor- teafricana535. Malowist reconoce la reducción
pero no la considera catastrófica 536. La súbita escasez de oro y plata agravó la
carga financiera del Estado español, que había ido aumentando continuamente a
causa de los crecientes gastos militares y de la Corte, causando una caída del
valor del dinero de cuenta, el maravedí 537.
La crisis financiera fue seria, e hizo reaccionar a los geno- veses de España,
porque eran tanto los banqueros de España como los compradores del oro.
Hemos hablado ya del papel de Génova en el comercio español. Los genoveses
estaban implicados en él de muchas formas, no sólo como financieros 538.

535
«Desde la última década del siglo xv, el oro de Sudán deja de llegar, al menos en las
mismas cantidades, a las ciudades del norte de Africa [...] [El] Mediterráneo se ve súbitamente
privado de una parte importante de su suministro de oro [...] A consecuencia de ello, la
prosperidad local del norte de Africa se derrumba como un castillo de naipes [..,] ¿Qué sucedió?
Sólo esto: en 1460, los exploradores portugueses alcanzaron las proximidades del golfo de
Guinea [...] A partir de 1482, se construye Sao Jorge da Mina [...] Ello da comienzo a una
verdadera "captura" del tráfico económico sahariano, un cambio de dirección y una
desviación.» Fer- nand Braudel, «Monnaies et civilisation: de l’or du Soudan á l’argent
d’Amérique», Anuales ESC, I, 1, enero-marzo de 1946, pp. 12-13.
536
«Existe mucha confusión sobre la influencia de los puestos comerciales [comptoirs]
portugueses de Arguim (a partir de 1448) y Sao Jorge da Mina (1482-1484) en el comercio
africano de oro. Debemos admitir que el puesto comercial de Arguim modificó en alguna
medida la dirección de las exportaciones de oro sudanés, sin dañar sin embargo los intereses de
los países transaharianos y de sus poblaciones [...] Los suministradores sudaneses, así como los
nómadas bereberes ocupados en este comercio, tenían, con la llegada de los europeos a Arguim,
nuevos compradores de mineral, pero esto no afectaba de ninguna forma a su posición en este
comercio. Esto no era cierto para los tradicionales compradores de oro, es decir, los magrebíes
y los egipcios, quienes, al parecer, iban a sentir los efectos de la aparición de competidores
europeos en las costas de Africa occidental [...]
»En la etapa actual de las investigaciones pensamos más bien que las exportaciones de oro
sudanés al Magreb y a Egipto quizá habían disminuido de hecho, pero que este fenómeno no
fue de proporciones catastróficas para el mundo árabe. Nos parece igualmente dudoso que el
crecimiento de la circulación de oro en Uadam pueda ser atribuido a la actividad del puesto
comercial en el puerto de Mina, que estaba situado demasiado lejos [...]
»En cualquier caso, de acuerdo con el autor de Tarikh es-Soudan, Djené era todavía un gran
centro de intercambio de sal del Sáhara por oro a finales del siglo xvi y comienzos del XVII.»
Marian Malowist, «Le com- merce d’or et d’esclaves au Soudan occidental», Africana Bulletin,
4, 1966, páginas 56-59.
537
Véase Miguel Angel Ladero Quesada, «Les finances royales de Cas- tille á la veille des
temps modernes», Anuales ESC, xxv, 3, mayo-junio de 1970, p. 784.
538
Los genoveses y otros no españoles desempeñaron un amplio papel no sólo en la búsqueda
de metales preciosos y en el comercio en España, sino también en la producción primaria en las
238 Immanuel Wallerstein

Pero ¿por qué no podían los genoveses haber conseguido su oro a través de
Portugal? Tal vez la fuerza de Portugal como país puntero en la exploración
significaba que sus términos no fueran tan ventajosos para Génova como los que
ofrecería España539. Tal vez también porque su propia fuerza llevaba a una falta
de imaginación. La imaginación es habitualmente tan sólo la búsqueda de
ganancias a plazo medio, por parte de aquellos para los cuales los canales a corto
plazo están bloqueados. Cuando los canales no están bloqueados la imaginación
sufre. Portugal se las apañaba bastante bien con la navegación a lo largo de la
costa africana. No sentía presión alguna para lanzarse a peligrosas aventuras de
navegación hacia el oeste540. Chaunu argumenta elocuentemente el sensato
planteamiento de que no es la suerte lo que justifica el descubrimiento de América
por España. Era el país mejor dotado, en el contexto de aquellos tiempos, «no
sólo para aprovechar todas las oportunidades que se le ofrecieran, sino para
creárselas ella misma» 541. Inglaterra empleó al italiano John Cabot, pero su
segunda expedición «inglesa» requirió apoyo español. Hasta el siglo xvn Francia
e Inglaterra no se convirtieron en países con exploración ultramarina y hasta el
siglo xvm no tuvieron realmente éxito542.
España, sin embargo, tuvo éxito ya en el siglo xvi en la creación de un vasto
imperio en las Américas, tan grande como lo permitía el costo del transporte
marítimo543. Esto supuso un relampagueante crecimiento del comercio

islas Canarias. Véase Manuela Marrero, «Los italianos en la fundación del Tenerife hispánico»,
en Studi in onore di Amintore Fanfani, v, Evi moderno e contemporáneo, Milán, Dott. A.
Giuffré, 1962, pp. 329-337.
539
«Es un honor para Génova, si de honor se trata, haber sido la única entonces en buscar una
solución antiportuguesa.» Braudel, Anuales ESC, I, página 14.
540
«El fracaso de Colón en Portugal puede explicarse por el mismo adelanto de los
conocimientos geográficos en los medios gubernamentales y comerciales del país. Nadie
deseaba arriesgar dinero y vidas humanas sobre la base de hipótesis tan evidentemente erróneas,
si se era juicioso y se tomaban en cuenta especialmente las distancias que debían cubrirse.
«Además Portugal estaba demasiado dedicada a la fructífera política de exploración africana,
a la búsqueda a través de Sudán de una ruta marítima directa a las islas de las especias, para
apostar por una probabilidad tan remota como la inverosímil ruta propuesta por Colón.» Chaunu,
Sé- ville, vin (1), pp. 89-90.
541
Ibid., p. 235.
542
«Desde el momento en qüe uno se niega a reconocer que ha habido una revolución
tecnológica entre los comienzos del siglo xvi y el siglo xvm, se niega a admitir que el papel de
Castilla resultaba lógicamente favorecido por su posición como punta de lanza de la
Reconquista, en la intersección del Mediterráneo y el océano, en la intersección del punto
culminante de los vientos comerciales hacia el norte y el punto de contraflujo de las latitudes
medias hacia el sur, desde ese momento se atribuye a la suerte, es decir, al absurdo, el
descubrimiento de América por un navegante genovés que parte de Palos; y en la misma línea,
la vida de Andalucía en el siglo xvi, el largo e inteligente esfuerzo de los habitantes del sur de
la península Ibérica, se convierten en el fruto absurdo de un absurdo capricho.» Chaunu, Séville,
vm (1), pp. 236-237.
u
«La América española alcanzó sus dimensiones en menos de medio siglo. El fracaso en la
conquista del Chile araucano lo demuestra. La América colonial, en orden a crecer y sobrevivir,
comenzó pronto a basarse en un sistema eficiente de comercio marítimo. El costo del transporte
exigía una amplia producción de riquezas. Ello condenó a la primera América a los únicos
sistemas capaces de producir tales riquezas inmediatamente.» Pierre Chaunu, L’Amérique et les
Amériques, París, Armand Colín, 1964, pp. 85-86.
El fracaso del imperio 239
transatlántico, multiplicándose su volumen por ocho entre 1510 y 1550 y de
nuevo por tres entre 1550 y 1610544 545. El foco central de este comercio era un
monopolio del Estado en Sevilla, que en muchas formas se convirtió en la
estructura burocrática clave de España. El elemento central en el comercio
transatlántico eran los metales preciosos. Al principio los españoles simplemente
tomaron el oro ya extraído por los incas y utilizado en sus rituales546. Esto era
todo un filón. Precisamente cuando se estaba acabando, los españoles
consiguieron descubrir el método de la amalgama de plata, que les permitió
extraer rentablemente la plata que tan abundantemente existía, y que representó
el flujo realmente importante de metal precioso hacia Europa547.
El «relampagueante crecimiento» del comercio vino acompañado por una
espectacular expansión política por Europa. Tras la coronación de Carlos V como
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, sus dominios en
Europa incluían
áreas tan variadas y discontinuas como España (incluyendo Aragón), los Países
Bajos, varias regiones del sur de Alemania (incluyendo Austria), Bohemia, Hungría,
el Franco Condado, Milán, y las posesiones españolas del Mediterráneo (Nápoles,
Sicilia, Cerdeña y las Baleares). Por un momento este imperio, paralelo en su
estructura al contemporáneo imperio otomano de Solimán el Magnífico y al imperio
moscovita de Iván el Terrible, pareció absorber el espacio político de Europa. Parecía
que la naciente economía-mundo podría convertirse en otro imperio. Carlos V no fue
el único en intentar absorber la economía- mundo europea en su imperio. Francisco
I de Francia estaba intentando hacer lo mismo548 y Francia tenía las ventajas de su

544
«Qué asombroso el dinamismo de esta primera fase de expansión: aquí estamos realmente
en presencia [...] de una ruptura estructural. Esta disparidad se explica fácilmente: ¿no es este
período 1504-1550 la transición de la nada al ser?» Chaunu, Séville, vm (2), p. 51.
545
«Incapaz el Estado español de liberarse en su política oceánica de la influencia del grupo
de hombres de Andalucía que controlaban la situación, buscó con toda su fuerza asegurar un
estricto respeto a un monopolio [el de Sevilla] que, entre otras virtudes, favorecía la eficacia de
su control.» Huguette y Pierre Chaunu, «Economie atlantique, économie- monde (1504-1650)»,
Cahiers d’Histoire Mondiale, I, 1, julio de 1953, p. 92.
22
Véase Alvaro Jara, «La producción de metales preciosos en el Perú en el siglo xvi», Boletín
de la Universidad de Chile, 44, noviembre de 1963. página 60. Véase el cuadro de la p. 63.
2
* «Es probable que sin el uso de la técnica basada en las propiedades del mercurio, todo el
proceso inflacionario europeo se habría detenido, y la minería americana habría entrado en una
fase de estancamiento y decadencia.» Alvaro Jara, «Economía minera e historia económica
hispanoamericana», en Tres ensayos sobre economía minera hispanoamericana, Santiago
(Chile), Centro de Investigaciones de Historia Americana, 1966. página 37.
548
«Existe [en el siglo xvi] un imperialismo francés. Ante todo los franceses se negaron a
reconocer ninguna dependencia respecto al Emperador [del Sacro Imperio Romano], "El rey es
emperador en su reino.” Después Carlos VIII bajó por Italia [1494] para alcanzar Oriente, dirigir una
cruzada y obtener nuevos títulos en el imperio de Constantinopla. Entró en Nápoles, coronado de
oro, llevando en sus manos el cetro y el globo imperiales, mientras todo el mundo gritaba:
"Emperador augustísimo.” Entonces hubo pánico en Alemania, donde pensaron que estaba deseoso
del título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Este imperialismo francés, que tomó
la forma de los intentos de dominar Italia y la candidatura de Francisco I en la [elección del] Sacro
Imperio [Romano] de 1519, se vio reemplazado, tras la elección de Carlos V, por una política
defensiva contra los Habsburgo.» Mousnier, Les XV‘ et XVI' sié- cles, pp. 132-133.
Michel Franqois habla de forma similar de la «doble herencia» de Francisco I, por una parte
como monarca cuya autoridad había sido creada por el duro trabajo de los filósofos políticos
240 Immanuel Wallerstein

tamaño y su centralidad549. Pero Francia tenía menos recursos para su intento, y la


elección de Carlos V como emperador, por encima de Francisco I, fue un gran paso
atrás. No obstante, Francia, localizada «en el corazón»550 del imperio español, era
suficientemente fuerte como para hacer que la historia de los siguientes cincuenta
años fuera la de una guerra virtualmente constante entre los dos gigantes imperiales,
los Habsburgo y los Valois, una lucha que conduciría eventualmente al agotamiento
de ambos en 1557, y a la desaparición por un largo período de tiempo de los sueños
imperiales en Europa.
La larga lucha de los dos gigantes, Francia y España, se desarrolló en términos
militares principalmente en la península italiana, primero con las guerras franco-
españolas de 1494-1516, y después con la rivalidad Habsburgo-Valois que continúa
hasta 1559 551. La razón para luchar sobre Italia, desde el punto de vista de los
imperios, era clara. Las ciudades-Estado italianas del norte habían sido en la Baja
Edad Media el centro de las actividades económicas más «adelantadas», industriales
y comerciales, del continente europeo. Si bien ya no monopolizaban el comercio a
larga distancia, eran aún. fuertes por su capital acumulado y su experiencia 552, y un

[Zégísíes] y los hombres de gobierno, y por otra parte como heredero de las empresas imperiales
italianas de Carlos VII y Luis XII, que habían «abierto perspectivas singularmente amplias para la
monarquía francesa». «L'idée d’empire sous Charles Quint», en Charles Quint et son temps
(Colloques Internationaux du CNRS, París, 30 de septiembre-30 de octubre de 1958), París, CNRS, 1959,
página 25.
549
En 1500, se podía decir que: «Inglaterra, España y Borgoña-Austria giraban como en una
órbita en torno a la primera y mayor de las potencias europeas, Francia [...] Las principales ventajas
de Francia eran su extensión y su posición central. En la Europa occidental de comienzos del período
moderno, Francia era el corazón. Inglaterra, España, Italia y el imperio alemán ocupaban posiciones
simétricas en torno suyo, de forma que Francia controlaba sus líneas de unión. Y el corazón era
también el reino más populoso.» Garrett Mattingly, Renaissance diplomacy, páginas 129, 131.
550
La expresión es de un español del siglo xvi, A. Pérez, en L'art de gouverner. Discours
adressé á Philippe II, citado en Ruggiero Romano,
«La pace di Cateau-Cambrésis e l’equilibrio europeo a meta del secólo xvi», Rivista Storica Italiana,
LXI, 3, 1949, p. 527.
551
Véase Omán, A history of the art of war, p. 14, que comenta en qué amplio porcentaje la
lucha militar tuvo lugar en Italia.
552
R. S. López sugiere que resulta válido el paralelismo con la Inglaterra posterior a 1870, y
añade: «Si todo esto implicaba decadencia, ni los italianos ni sus competidores lo advirtieron
plenamente.» «The trade of medieval Europe: the south», en Cambridge Economic History of Euro-
pe, n, M. M. Postan y E. E. Rich, comps., Trade and industry in the Mid- dle Ages, Londres y Nueva
York, Cambridge Univ. Press, 1952, p. 351.
Amintore Fanfani también observa la gloria de Italia en la Baja Edad Media y su decadencia en
los siglos xv y xvi: «La buena fortuna de Italia en la Edad Media está ligada al hecho de que los
puertos de la península eran la base del comercio occidental con el Levante y del comercio levantino
con Occidente; además está ligada al hecho de que los vínculos comerciales con el Levante eran de
naturaleza colonial, mientras que los vínculos con Occidente eran los propios de un exportador de
bienes industriales. No es totalmente cierto que los italianos poseyeran sus propias colonias en
ultramar y carecieran de ellas al otro lado de los Alpes, sino que de hecho todos o casi todos los
italianos disfrutaban de los beneficios de una colonización puramente económica, no muy evidente,
y por tanto bastante tolerada, pero sustancial, y por tanto extremadamente fructífera [...]
«Desde el siglo xiv dos hechos comienzan a perturbar la situación sobre la que se basaba la
prosperidad italiana [...] Con el avance de los turcos y la liberación de franceses e ingleses, las
perspectivas de prosperidad para la economía italiana se redujeron, aunque, a lo largo del siglo xvi,
El fracaso del imperio 241

pretendido imperio-mundo necesitaba asegurar su control sobre ellas. En el disperso


mapa político de Italia553, sólo Lombardía había desarrollado un aparato de Estado
relativamente fuerte sobre un área de tamaño medio 554, pero en apariencia
excesivamente pequeña aún para sobrevivir políticamente 555.
Estamos hablando en realidad de un área relativamente pequeña, «un pequeño
cuadrilátero urbano constituido por Vene- cia, Milán, Génova y Florencia, con sus
conflictos y rivalidad entre ciudades, todo ello influido siempre por la importancia
relativa alcanzada en determinado momento por cada una de ellas...»556. El problema
político para estas ciudades-Estado (como para las de Flandes) había sido desde largo
tiempo atrás «[emanciparse] de la interferencia feudal y [al mismo tiempo mantener]
a raya la más reciente amenaza de un control político más centralizado representado
por los nuevos monarcas» 557. Una de las formas de mantener apartadas a las

consiguieron no ser eliminados totalmente.» Storia del lavoro in Italia dalla fine del secolo XV agli
inizii del XVIII, Milán, Dott. A. Giuf- fré, 1959, pp. 24-25.
553
Por qué estaba Italia tan desunida políticamente es algo que no atañe a nuestro análisis. La
respuesta se encuentra probablemente en los desarrollos políticos de la Alta Edad Media, en
combinación con el relativo éxito económico de algunas de las ciudades-Estado en la Baja Edad
Media. Una explicación clásica es la ofrecida por Jacob Burckhardt: «La lucha entre los papas y los
Hohenstaufen dejó a Italia en condiciones políticas esencialmente distintas de las de los restantes
países de Occidente. Mientras que en Francia, España e Inglaterra el sistema feudal estaba
organizado de tal forma que, al concluir su existencia, se transformó naturalmente en una monarquía
unificada, y mientras que en Alemania ayudó a mantener, al menos en apariencia, la unidad del
imperio, Italia se había librado de él casi por completo. Los emperadores del siglo xiv, incluso en el
caso más favorable, ya no eran admitidos y respetados como señores feudales, sino como posibles
dirigentes y sustento de poderes que ya existían; mientras que el papado, con sus dependientes y
aliados, era suficientemente fuerte para impedir la unidad nacional en el futuro, no lo era lo bastante
para introducir esa unidad. Entre ambos yacía una multitud de unidades políticas [...] cuya existencia
se fundaba simplemente en su poder para mantenerla.» The civilization of the Renais- sance Italy,
Nueva York, Modern Library, 1954, p. 4.
Véase Wallace Ferguson: «Los Estados de la Italia renacentista eran necesariamente diferentes
de los del norte, porque la historia pasada de Italia era también diferente, y esa diferencia era en parte
el resultado de dos hechos puramente políticos: primero, el hecho de que desde el siglo x al siglo XIII
Italia perteneció al Sacro Imperio Romano Germánico, y segundo, el hecho de que los papas
gobernaban un Estado territorial que se extendía a través del centro de'la península.» «Toward the
modern State», en Wallace Ferguson, compRenaissance Studies, 2, Londres (Ontario), Univ. of
Western Ontario, 1963, pp. 147-148.
554
«Lo que separó a Lombardía del resto de Italia en los siglos xiv y xv fue su transformación
política [...] [La] signoria [es] la "innovación” fundamental que subyace a los vastos cambios
económicos de Lombardía en este período [...] En más de una forma, las políticas económicas de
esta época en Lombardía, sobrepasando con mucho la política municipal, prefiguran el
mercantilismo inglés, sin omitir el tratamiento otorgado a la Iglesia y a sus tierras [...]
»En lo que podríamos llamar sus obras públicas, sus políticas de estímulo de la industria y el
comercio, sus mejoras en la agricultura, y sus políticas de población (incentivos materiales para la
formación de familias numerosas, para la repatriación y la migración a Lombardía), los duques de
Milán anticiparon en muchos, quizá en todos los aspectos significativos, a los Estados mercantiles
aún lejanos en el tiempo.» Douglas F. Dowd, «The economic expansión of Lombardy, 1300-1500: a
study in political stimuli to economic change», Journal of Economic History, xxi, 2, junio de 1961,
pp. 147, 160.
555
Para comprobar que este fenómeno no se limitó a Lombardía, véase Mousnier, Les XVI‘
et XVIR siécles, p. 93.
556
Braudel, La Méditerranée, I, p. 354.
557
C. H. Wilson, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 492.
242 Immanuel Wallerstein

monarquías era la de estar ligadas a un imperio558. De modo que, aunque Gino


Luzzatto describe lo que pasó entre 1530 y 1539 como la caída de Italia bajo la
«directa o indirecta dominación de España sobre la mayor parte de la península »559,
y Paul Coles dice, de manera similar, que «el tema dominante de la historia
internacional en la primera mitad del siglo xvi fue la lucha por Italia entre el
imperialismo francés y el español»560, no queda claro que las ciudades-Estado se
resistieran excesivamente a esta forma de «dominación». Posiblemente podrían
haberla considerado su mejor alternativa. Debemos recordar que se trataba de una
economía-mundo y que los focos de actividad económica y las «nacionalidades» de
los grupos económicos clave no estaban relacionados de forma biunívoca con los
centros de decisión política. En tal marco, la conexión entre las ciudades-Estado y el
imperio fue primariamente un «matrimonio de conveniencia» K. En el que, además,
la metáfora se hizo realidad. Ruth Pike señala que el mayor aumento del número de
genoveses en Sevilla ocurre entre 1503 y 1530, y que para mediados de siglo
«controlaban en gran medida el comercio americano y ejercían una poderosa
influencia sobre la vida económica de Sevilla»561 562 563. No obstante, como habían
hecho los portugueses con una anterior oleada de genoveses, los españoles los
disolvieron por absorción: «Con la naturalización venían la estabilidad y la
asimilación, lo cual en la España del siglo xvi no podía llevar más que al abandono
del comercio por sus descendientes»
Además de controlar tres de las cuatro principales ciudades- Estado italianas
(Venecia permanecía fuera de su dominio), el imperio de Carlos V tenía otros dos
pilares económicos: las casas de banqueros mercantiles del sur de Alemania (en

3
’ Henri Pirenne señala el proceso en dos etapas de la emancipación de algunas de las ciudades:
«Una república municipal no disfrutaba, de hecho, de absoluta independencia cuando había
suprimido su fidelidad al señor inmediato. Sólo escapaba al poder del conde o del obispo poniéndose
bajo el poder directo de un soberano más alto. Las ciudades alemanas sólo eran libres en el sentido
de que cambiaban la autoridad próxima y muy activa de su señor por la autoridad distante y muy
débil del emperador.» Early democrácies in the Low Countries, Nueva York, Norton, 1971, p. 183.
Las consecuencias para la creación de Estados fuertes fueron claras: «Mientras que en Francia e
Inglaterra el Estado moderno tuvo sus principales adversarios en los grandes nobles, en los Países
Bajos fueron las ciudades las que obstaculizaron su progreso» (p. 187).
“ Gino Luzzatto, Storia económica dell'etá moderna e contemporánea, I, L’etá moderna, Padua,
CEDAM, 1955, p. 116. Añade: «Sólo Venecia permaneció independiente en Italia, pero estaba
inmovilizada por la cada vez más seria presión de los turcos» (p. 117). Por otra parte, Domenico
Sella piensa que «Venecia encontró su fortuna en la crisis que golpeó a las otras ciudades de la
península». Annales ESC, XII, p. 36.
560
Coles, Past and Present, 11, p. 41.
561
«El imperialismo del siglo xvi en Italia suponía más que la conquista militar inicial. Era
necesaria una medida de compensación económica a las repúblicas italianas por la pérdida de la
independencia política, y esto resultaba especialmente urgente en el caso de Génova, cuyos
ciudadanos estaban ansiosos de reparar las pérdidas ocasionadas por la contracción del comercio con
el Levante. España, a través de sus posesiones en el Nuevo Mundo y más tarde en Flandes, estaba
admirablemente dotada para proporcionar una compensación de esta especie. La historia de las
relaciones entre España y los Estados italianos en el siglo xvi es básicamente la de un matrimonio
de conveniencias: la Corona española se aprovecha políticamente de Italia, los hombres de negocios
italianos se aprovechan económicamente de España» (ibid., p. 41). Véanse sus referencias en la n.
57, pp. 46-47.
562
Ruth Pike, Journal of Economic History, XXII, p. 370.
563
Ibid., p. 351.
El fracaso del imperio 243
particular los Fugger) y el gran mercado de la economía-mundo europea del
«primer» siglo xvi, Amberes.
La situación de las ciudades comerciales del sur de Alemania, al otro lado de los
Alpes, no era en realidad demasiado diferente a la de las del norte de Italia. R. S.
López, por ejemplo, señala que: «En el siglo xv la región que avanza más
rápidamente cubre las ciudades del sur de Alemania y Suiza» 564. De 1460 hasta
alrededor de 1500 ó 1510 la minería de plata creció a un ritmo muy rápido en la
Europa central, suministrando aún otra fuente de poder económico 565. La expansión
del comercio del siglo xvi sólo pareció reforzar el papel alemán como canal del
comercio entre el norte de Italia y Flandes 566 567. Al principio, ni siquiera el
crecimiento del comercio atlántico y la relativa declinación del comercio
mediterráneo pareció afectar a su prosperidad económica, especialmente una vez que
pudieron participar de los beneficios del comercio atlántico en el marco del imperio
de los Habsburgo4S.
Esta fue la era del florecimiento de los más espectaculares de todos los
capitalistas mercantiles modernos, los Fugger. El apogeo de su poder, la era de Carlos
V, ha sido a veces llamada era de los Fugger 568. Los Fugger compraron a Carlos V
su trono imperial. Eran el eje central financiero de su imperio, sus banqueros
personales por excelencia. Un cronista contemporáneo suyo, Clemens Sender, dijo
de ellos:
Los nombres de Jacob Fugger y sus sobrinos son conocidos en todos los reinos y
tierras; sí, incluso entre los paganos. Emperadores, reyes, príncipes y señores han
tratado con él, el Papa le ha saludado llamándole su hijo amado y le ha abrazado, y
los cardenales se han puesto en pie en su presencia. Todos los comerciantes del
mundo le han llamado un hombre ilustrado, y todos los paganos se han maravillado
de él. Es la gloria de toda Alemania569.

43
López, Cambridge Economic History of Europe, II, p. 349.
44
Véase John U. Nef, «Silver production in central Europe, 1450-1618», Journal of Political
Economy, XLIX, 4, agosto de 1941, pp. 575-591. Sobre los lazos entre el papel de los alemanes
meridionales en los nuevos mundos coloniales de España y Portugal y los procedimientos
industriales en el sur de Alemania, véase Jacob Streider, «Origin and evolution of early European
capitalism», Journal of Economic and Business History, II, 1, noviembre de 1929, p. 18.
566
«A lo largo de la mayor parte del siglo xvi, Flandes y el norte de Italia fueron las dos
principales áreas de actividad industrial y comercial en Europa, y el contacto entre ellas resultaba
esencial para la prosperidad de ambas [...] Excepto para bienes muy masivos [las] rutas terrestres
tenían muchas ventajas [...] El floreciente comercio transalpino entre el norte de Italia y el sur de
Alemania no sobrevivió por mucho tiempo al siglo xvi.» Parry, Cambridge Economic History of
Europe, iv, página 185.
4!
Gerald Strauss dice respecto a la reacción de los mercaderes alemanes a la reorientación
geográfica de su contenido: «Se ajustaron a este cambio intensificando sus antiguas conexiones con
estos centros del tráfico europeo [Amberes y Lisboa]. Durante medio siglo, aproximadamente
después de 1500, el nuevo comercio aceleró el comercio internacional de Nuremberg y Augsburgo
y otras ciudades, y compensó más que sobradamente la rápida decadencia del comercio de acarreo
transalpino del que anteriormente habían dependido.» Nuremberg in the sixteenth century, Nueva
York, Wiley, 1966, p. 148. Parry, al que acabamos de citar, parece pensar que no hubo una «rápida
decadencia» hasta un siglo más tarde. Sin embargo ambos autores concuerdan en que, al menos hasta
1550, el comercio era floreciente en el sur de Alemania. Véase también Streider, Journal of
Economic and Business History, pp. 14-15.
568
Véase Richard Ehrenberg, Capital and finance, pp. 74-79.
569
Citado en ibid., p. 83.
244 Immanuel Wallerstein

Los Fugger y Carlos se dieron mutuamente poder y apoyo. Pero esto también
significó que subieron y cayeron juntos. Porque, en realidad, la actividad de los
Fugger estaba «limitada a los confines del imperio de Carlos y era internacional sólo
en la medida [...] en que un imperio puede ser considerado internacional [...]»570.
Cuando Carlos y sus sucesores no podían pagar, los Fugger no podían ganar. Al final,
las pérdidas totales de los Fugger por deudas impagadas de los Habsburgo hasta
mediados del siglo xvn «se pueden valorar sin exageración alguna en ocho millones
de florines renanos» 571.
Pero incluso más importante que el norte de Italia o que los Fugger fue Amberes,
que «jugó un papel fundamental en la vida económica del siglo xvi» 572. J. A. van
Houtte ha seguido la pista a la gran diferencia entre Brujas, en el siglo xiv, un centro
de mercado «nacional» (es decir, fundamentalmente para Flan- des) y Amberes en el
siglo xvi, un centro «internacional» de mercado, que ligaba a los comercios del
Mediterráneo y del Báltico con el comercio transcontinental a través de Alemania
meridional573. No sólo coordinaba Amberes gran parte del comercio internacional
del imperio de los Habsburgo, sino que era también el eslabón por medio del cual
tanto Inglaterra como Portugal estaban ligadas a la economía-mundo europea574.
Cons

■" Lublinskaya, French absolutism, p. 8.


571
Ehrenberg, Capital and finance, p. 131.
•" Emile Coornaert, «La genése du systéme capitaliste: grand capita- lisme et économie
traditionelle au xvi° siécle», Anuales d’Histoire Econo- mique et Sociale, vm, 1936, p. 127.
5)
Véase J. A. van Houtte, «Bruges et Anvers: marchés "nationaux” ou "internationaux” du xiv'
au xvi* siécles», Revue du Nord, xxxiv, 1952, páginas 89-108. Hermán van der Wee: «La emergencia
de Amberes como metrópoli comercial de Europa occidental y el crecimiento del comercio
transcontinental centrado en la Alemania central estuvieron vinculados inseparablemente.» The
growth of the Antwerp market and the European economy, La Haya, Nijhoff, 1963, II, p. 119.
Sostiene que esto ocurre hacia 1493-1520, y que consiguientemente los alemanes meridionales se
pusieron «comercialmente a la cabeza» de Amberes durante la primera mitad del siglo xvi (p. 131).
Véase Pierre Jeannin: «El comercio terrestre de Amberes en el siglo xvi alcanzó una importancia
igual, si no superior, a la del comercio marítimo.» Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsges-
chichte, XLIII, p. 198. Véase Ehrenberg, Capital and finance, pp. 112-113.
574
«El comercio de paño inglés tuvo un impacto decisivo en la prosperidad de Amberes. Su
curva coincide con la del desarrollo general del mercado de Amberes [...] Portugueses, alemanes
meridionales e ingleses constituyeron los tres pilares del comercio mundial de Amberes.» J. A. van
Houtte, «Anvers aux xv° et xv¡' siécles: expansión et apogée», Anuales ESC, xvi, 2, marzo-abril de
1961, pp. 258, 260.
Véase Philip de Vries: «Al comienzo del siglo xvi, Inglaterra constituía [...] una unidad
económica junto con los países de herencia borgo- ñona de los Habsburgo, unidad cuyos centros
financieros e industriales eran Amberes y Flandes.» «L’animosité anglo-hollandaise au xvnc siécle»,
Anuales ESC, v, 1, enero-marzo de 1950, p. 43.
Por otra parte, la rivalidad imperial dañó las relaciones económicas de Amberes con Francia.
«De forma bastante natural, el comercio de
245 lmmanuel Wallerstein
tituía entre otras cosas el mercado obligado [staple] de las exportaciones
inglesas575 576. Si podía jugar este papel, a pesar de que el comercio anglo-italiano,
por ejemplo, hubiera sido menos costoso de haber transitado por Hamburgo, era
precisamente porque ofrecía a los comerciantes la multitud de ventajas colaterales
que sólo un mercado imperial de tal categoría podía ofrecer 577.
Además, en esta época, Amberes se convirtió en el supremo mercado monetario
de Europa, «a causa principalmente de la creciente demanda de créditos a corto
plazo, ocasionada fundamentalmente por la política mundial del emperador Carlos
V [...]»578. Amberes no sólo sirvió como bolsa de valores del imperio; la propia
ciudad como colectividad se convirtió en uno de los principales acreedores de
Carlos579. Dado que los imperios carecían de una base imponible firme, encontraban
difícil obtener el tipo de crédito que los Estados modernos consiguen con relativa
facilidad. Un imperio del siglo xvi tenía crédito en la medida en lo que tuviera su
soberano580. Así, éste tenía que dirigirse a las ciudades, como «centros de riqueza
pública»581, para garantizar sus préstamos. Pero también las ciudades tenían un

Amberes con Lyon, y particularmente sus exportaciones de especias portuguesas, se vieron


severamente afectados.» Van der Wee, The growth of the Antwerp market and the European
economy, II, p. 144.
576
Jan Craeybeckx define así el concepto de mercado obligado [staple]: «Quien se interese
más en la realidad que en las distinciones abstractas concederá de buen grado que el staple constituía
ante todo un mercado. Sólo un mercado [market] de cierta importancia podía aspirar a hacer
obligatorio su "mercado” [staple] y a obligar a los comerciantes a someterse a sus reglas [...] Los
privilegios, que sólo unas pocas ciudades podían ofrecer, no eran por tanto lo esencial. Cualquier
ciudad que tuviera un mercado o "staple" (en el sentido restringido del término) capaz de imponer
su dominación, de jure o de jacto, en una región más o menos extensa, debería ser considerada un
mercado obligado.» «Quelques grands marches de vins frangais dans les anciens Pays-Bas et dans
le nord de la France á la fin du Moyen Age et au xvi* siécle: contribution á l’étude de la notion
d'étape», Studi in onore di Armando Sapori, II, Milán, Isti- tuto Edit. Cisalpino, 1957, p. 819.
577
Véase Wilfrid Brulez, «Les routes commerciales d’Angleterre en Italie au xvi' siécle»,
Studi in onore di Amintore Fanfani, vi, Evo moderno, Milán, Dott. A. Giuffré, 1962, pp. 181-184.
578
Van der Wee, The growth of the Antwerp market and the European economy, II, p. 362.
Sostiene que, pese a una relativa decadencia en años posteriores, «el mercado monetario de Amberes
continuó siendo el centro estratégico de las finanzas de los Habsburgo incluso a comienzo de la
década de los cincuenta» (p. 206).
El capital fluía por medio de arbitraje entre Amberes, Venecia, Lyon, Piacenza, Florencia,
Sevilla y Ruán. Véase José-Gentil da Silva, «Trafics du nord, marchés du "Mezzogiorno", finances
génoises: recherches et do- cuments sur la conjoncture á la fin du xv' siécle», Revue du Nord, XLI,
1959, página 140.
579
Véase Fernand Braudel, «Les emprunts de Charles Quint sur la place d’Anvers», Charles
Quint et son temps (Colloques Internationaux du CNRS, París, 30 de septiembre-3 de octubre de 1958),
París, CNRS, 1959, páginas 197-198.
580
«A causa del desarrollo de la riqueza en general, los Estados disfrutan hoy de un crédito
casi ilimitado. Una nación, es decir, una nación productiva, obtiene dinero fácilmente [...]
»Oferta pública, facilidad, rapidez, son las características de los préstamos obtenidos por los
Estados modernos. En el siglo xvi era diferente. A causa de la escasez de capital y de su dispersión,
la alta finanza tan sólo ofrecía sus servicios a un precio oneroso para el receptor del préstamo; la
falta de conocimiento sobre los recursos del país la hacían desconfiar del soberano. No hacía
distinción entre el jefe del Estado y la persona del príncipe, o, si se quiere, entre el rey y una persona
privada.» H. Lon- chay, «Etude sur les emprunts des souverains belges au xvi' et au xvir siécles»,
Academie Royale de Belgique, Bulletins de la Classe des Lettres et des Sciences Morales et
Politiques et de la Classe des Beaux-Arts, 1907, páginas 926, 928.
581
Ibid., p. 941.
246 Immanuel Wallerstein

crédito limitado y a su vez necesitaban la garantía de alguna gran casa como los
Fugger, como ilustra este párrafo de Lon- chay:

El crédito de las ciudades, como el de las provincias, como el de los receptores,


era limitado. Por eso algunos financieros exigían la garantía de una casa
comercial solvente, preferiblemente la de algún gran banco, antes de aceptar la
concesión de un crédito al gobierno. Así, en 1555 los comerciantes solicitaron
como garantía de un préstamo de 200.000 libras cartas de pago de los Estados
o el «aval» de los Fugger. María de Hungría solicitó a Ortel, el comisionado de
aquella casa, que diera su aprobación, y prometió darle a cambio una
contragarantía del ingreso procedente de los impuestos [le pro- duit des
aides]582.
Así, Carlos V, Castilla, Amberes, los Fugger, estaban todos implicados en una
gigantesca operación de crédito sobre crédito, un castillo de naipes con el cebo de
unas ganancias basadas tan sólo en la esperanza y el optimismo.
De la década de 1530 en adelante, el creciente comercio transatlántico dio a
Amberes una nueva fase de expansión583. La combinación de los dos focos de
expansión comercial —el comercio transcontinental en el que eran tan centrales los
mercaderes del sur de Alemania, y el comercio atlántico de los españoles (cum
genoveses), unidos en el mercado de Amberes, que era también un mercado
monetario— creó la atmósfera de un «febril boom capitalista»M. Este boom tenía su
propia dinámica, que desbordó el marco político administrativo del putativo imperio-
mundo de los Habsburgo. Presionados por las increíbles tensiones financieras
causadas por la crisis social que arrasaba las Alemanias y por los gastos militares
resultantes del deseo de englobar el resto de Europa, tenían que ir a la bancarrota el
imperio o las fuerzas capitalistas. Resultaron ser más fuertes estas últimas.
Repasemos las dos tensiones bajo las que operaba el imperio.
En términos políticos, el período 1450-1500 fue un tiempo de «consolidación de
los principados» en Alemania, una tarea difícil pero que en parte tuvo éxito. Geoffrey
Barraclough escribe: «Los príncipes [...] sacaron a Alemania de su heredada anarquía
[...]»584 585. La consolidación fue, no obstante, excesivamente parcial. Cuando la
Reforma y la guerra de los campesinos en 1525 llegaron para perturbar la nueva
prosperidad, las divisiones políticas hicieron imposible evitar los disturbios, como

582
Ibid., p. 943.
583
«La nueva expansión comercial fue muy ventajosa para los Países Bajos. Esto no fue
coincidencia. Los contactos entre España y los Países Bajos habían dado origen a una sólida unión
dinástica, respaldada por el creciente consumo de lana española por la industria textil de los Países
Bajos. Los metales preciosos del Nuevo Mundo comenzaron a desempeñar un papel dominante en
la política mundial de los Habsburgo a partir de los años treinta. Puesto que su financiación se basaba
en buena medida en el mercado monetario de Amberes, esto supuso un estímulo adicional. En 1539
la economía de los Países Bajos estaba tan fuertemente ligada a España a través de Amberes que Van
der Molen escribió, durante la crisis causada por la devaluación: ”si no llegan pronto grandes pedidos
desde Italia o España, la mayor parte de los pañeros flamencos irán a la quiebra”.» Van der Wee,
The growth of the Antwerp market and the European market, II, p. 178.
584
Ibid., p. 317.
585
Geoffrey Barraclough, The origins of the Germany, Oxford, Black- well, 1962, p. 352.
El fracaso del imperio 247
586
otros países pudieron hacer en aquellos tiempos . El fracaso de la «nación» alemana
ha sido explicado de diversas formas. Napoleón dijo una vez que fue culpa de Carlos
V, al no colocarse a la cabeza del protestantismo alemán587 588. Engels argumentó
extensamente que fue el miedo de Lutero y la clase media a las aspiraciones
revolucionarias del campesinado6S. Tawney ha señalado el contraste con Inglaterra,
donde los campesinos (esto es, los yeomen) encontraron aliados significativos en
otras clases, y fueron considerados suficientemente importantes «como para ser
objeto de solicitud por parte de los hombres de Estado preocupados por los intereses
nacionales»589.
¿Qué causó la crisis social, con sus cualidades políticamente autodestructivas,
no demasiado diferentes en cuanto a sus consecuencias del sometimiento directo que
sufrieron grandes partes de Italia? Probablemente el mismo factor: la falta de una
unidad política previa, es decir la ausencia de un aparato de Estado incluso en
embrión. «Alemania.» a principios del siglo xvi es un excelente ejemplo de cuán
profundamente disolvente puede ser el sentimiento «nacionalista» si precede a la
existencia de una entidad administrativa en lugar de crecer dentro de ella. Carlos V
no podía encabezar el protestantismo alemán porque tenía entre manos un imperio.
Los hombres de Estado alemanes no podían tomar en consideración las necesidades
de los yeomen dentro del marco de los intereses nacionales en una situación en la
que no existía ningún Estado que pudiera traducir cualquier compromiso político al
que se pudiera llegar. Los hombres se dirigieron a las arenas políticas en las que
podían lograr sus fines. Estas eran los principados, y dado que éstos eran demasiado
pequeños para resultar económicamente significativos, buscaron benefactores
exteriores. Los resultados fueron el desconcierto y el desastre.
El momento crítico parecen haber sido los primeros años de gobierno de Carlos
V. De forma un tanto dramática pero no menos persuasiva, A. J. P. Taylor argumenta:
Los primeros años de Carlos V fueron el momento de la frase de Goethe según la
cual la eternidad, una vez perdida, jamás nos es devuelta. La oportunidad de crear
una Alemania de clase media nacional se perdió en 1521; tal vez para siempre, desde
luego, por muchos siglos. Hacia 1525 resultaba evidente que el período de despertar

586
Amberes padeció también grandes tensiones sociales durante la primera mitad del siglo
xvi, es decir, durante la era de Carlos V, aunque aquí las principales quejas parecen venir de los
trabajadores urbanos, que sufrían los problemas de un retraso de los salarios que no se superaría
hasta 1561. Véase Charles Verlinden, «Crises économiques et sociales en Belgique á l’époque de
Charles Quint», Charles Quint et son temps (Colloques Internationaux du CNRS, París, 30 de
septiembre-3 de octubre de 1958), París, CNRS, 1959, esp. p. 183. No hubo sin embargo alzamientos
políticos en Amberes en esta época, lo que quizá es una demostración de la hipótesis de Fanón de
que los trabajadores urbanos acuden menos que los campesinos a los levantamientos espontáneos.
Véase Frantz Fanón, The wretched of the earth, Nueva York, Grove, 1966, pp. 85-117.
587
Citado por A. J. P. Taylor, The course of Germán history, Londres, Hamilton, 1945, p.
163. Véase Hurstfield: «La Reforma protestante que podría haber unido a Alemania contra el Papa,
dividió a Alemania contra el Emperador.» New Cambridge Modern History, ni, p. 130.
588
Friedrich Engels, The peasant war in Germany, en The Germán re- volutions, Chicago
(Illinois), Univ. of Chicago Press, 1967, passim.
65
Tawney, The agrarian problem, p. 347.
248 Immanuel Wallerstein
nacional había pasado, y desde aquel momento empezó un continuo avance del
absolutismo y el autoritarismo que continuó sin interrupción durante más de
doscientos cincuenta años [...]590.
En cualquier caso la agitación continuó en forma muy acusada hasta el tratado
de Augsburgo de 1555 y su solución de una Alemania dividida basada en el principio
cuius regio eius religio. Tampoco terminaría ni siquiera entonces la agitación. A
principios del siglo XVII, Alemania se convertiría en el campo de batalla de la guerra
de los Treinta Años y sufriría una severa regresión, tanto demográfica como
económicamente.
La agitación social de las Alemanias era, no obstante, sólo uno de los problemas
de Carlos V, y quizás no el mayor. Resultaba evidentemente insuficiente para
explicar el hundimiento de su imperio. ¿Por qué entonces éste se dividió? ¿Por qué
se vio reducido en última instancia esencialmente a España más la América
española? ¿Y por qué España perdió su preeminencia convirtiéndose en parte de la
semiperiferia de Europa? Pierre Chaunu considera el ascenso de la importancia
económica de la América española, su centralidad respecto a la vida económica del
imperio de los Habsburgo, y de hecho de toda Europa, no como «la consecuencia
sino [como] la causa de la partición de los Estados de Carlos V»591. J. H. Elliott y
Ramón Carande argumentan, de forma similar, que el imperialismo europeo de
Carlos V llegó a ser indebidamente costoso para
España, especialmente para Castilla592. De hecho, Braudel argumenta que incluso el

590
Taylor, The course of Germán history, p. 162.
591
Pierre Chaunu, «Séville et la "Belgique”, 1555-1648», Revue du Nord, XLII, 1960, p. 269.
Añade: «¿Hemos prestado suficiente atención al hecho de que esta supuesta división es en realidad
una multiplicación? ¿Hemos advertido en qué medida los Estados de Felipe II después de 1560 eran,
pese a las impresiones dadas por los historiadores demasiado atentos tan sólo a Europa,
inconmensurablemente más vastos que el imperio de Carlos V antes de 1540, es decir, antes de los
cambios fundamentales causados por América?
»Una vez que se acepta esta perspectiva, la partición de 1555-1559 se sitúa en su verdadera
perspectiva. Carlos V no consideraba a su hijo incapaz de continuar en Europa las tareas que él había
comenzado. Parecía imposible mantener unidos Estados incluso más vastos, incluso más numerosos,
que se extendían más allá de los mares, dentro de un mundo que, medido en términos de sufrimiento,
fatiga y tiempo humanos, estaba mucho más próximo a un cosmos que a nuestro muy pequeño
planeta del siglo xx [...] Es el impulso de América al final de la conquista lo que rompe el imperio
de Carlos V o, más precisamente, lo que lo reconstruye en tomo a su eje de alimentación, el tráfico
entre Sevilla y el Caribe» (páginas 270-271).
592
«El imperialismo de Carlos V, a diferencia del de su hijo, era ante todo un imperialismo
basado en Europa. Entre los territorios europeos de Carlos estaban los Países Bajos e Italia, que
soportaron el peso del gasto imperial durante la primera mitad de su reinado. Pero según fueron
viéndose exprimidos hasta quedar secos, Carlos se vio obligado a buscar en otra parte nuevas fuentes
de ingresos [...] [Después de 1540] las contribuciones financieras de España —lo que significaba
esencialmente Castilla— asumieron una importancia continuamente creciente en relación con las de
los Países Bajos [...]
»E1 fracaso del Emperador en extraer mayores contribuciones financieras de la Corona de
Aragón le hizo depender crecientemente, de forma inevitable, de los recursos fiscales de Castilla,
donde las Cortes eran mucho menos poderosas, y donde existían numerosas e importantes fuentes
de ingresos fuera del control de las Cortes.» Elliott, Imperial Spain, páginas 197, 199.
«Carlos V, ante el tormento de la penuria, perpetua como el infierno, sabía que la economía era
la sierva de sus designios, pero no tuvo a su alcance una política congruente con la hegemonía
El fracaso del imperio 249
imperio en su forma reducida (España y los Países Bajos, sin Europa central),
acabaría resultando «excesivamente vasto» en términos de su capacidad para
mantener su cabeza financiera fuera del agua, dada la enorme inflación de precios593.
El argumento parece ser que las prolongaciones políticas son en los momentos de
inflación una carga financiera superior a su valor como fuentes de ingresos,
especialmente, tal vez en esta etapa inicial del capitalismo594. España era un imperio,
cuando lo que hacía falta en el siglo xvi era un Estado de tamaño medio. Su
burocracia resultaba inadecuada, porque la España imperial requería una burocracia
mayor de la que podía construir dados sus recursos, humanos y financieros. Esta es
la causa fundamental de lo que los historiadores han llamado las «lentitudes» de la
burocracia española595.
Una vez más, la ventaja estructural de una economía-mundo sobre un imperio-
mundo, como sistemas, se impone ante nosotros. Por ejemplo, H. G. Koenigsberger
describe la incapacidad española para explotar su colonia siciliana atribuyéndola a la
falta de una teoría política596. Esto me parece poner el carro delante del caballo.

española que él lleva a su cénit; una política nacional, ni él ni los castellanos llegaron a vislumbrarla
siquiera; sus poderes no eran tan recios como altivos sus ideales, y, caso de haber concebido una
política adecuada, que en la órbita imperial llegó a ofrecerle Gattinara, es problemático que, dadas
las circunstancias imperantes, la hubiese podido desarrollar. Causas múltiples de acción insobornable
dejaron a Castilla empobrecida mientras llegaban, y pasaban fugitivos, los tesoros más cuantiosos
de la economía moderna.» Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros: la vida económica en Castilla
(1516-1556), 2.* ed. corregida y aumentada, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965,
I, p. 140.
71
«[Podemos plantearnos] la importante pregunta de si este torbellino de los precios sacudió a
los Estados del Mediterráneo o a sus aledaños más o menos que a los otros. La afirmativa nos parece
probable en lo que se refiere a España; particularmente si pensamos en los enormes gastos que la
guerra impone al vasto imperio.» Braudel, La Méditerranée, i, página 486.
594
«Dentro del imperio se puede ver otro movimiento [...] el aislamiento respecto a Europa de
Castilla, cuya prosperidad se vería finalmente arruinada por la "traición” de los otros miembros del
imperio y por la multiplicidad de cargas que, a causa de este aislamiento, iban a caer eventualmente
sobre ella.
»Se puede advertir un fenómeno análogo en América, donde los dinámicos sectores mineros de
México y el alto Perú se hundieron finalmente bajo las exigencias rápidamente crecientes de una
periferia cada vez más deficiente financieramente. Es como si los bordes, dispuestos a separarse del
cuerpo principal, se hicieran extremadamente pesados, como si el costo de la cohesión del imperio,
al pasar la economía de la expansión a la contracción a largo término, creciera
desproporcionadamente para la unidad de cohesión y de dominación, Castilla en un caso, las regiones
mineras de México o del alto Perú en el otro. Esto es cierto hasta tal punto que cuando, en el siglo
xvm, la periferia flamenca e italiana se separa de Castilla, ello provoca un renacimiento económico
en esta última, al descargarla del peso de la cohesión imperial en la que habla terminado por agotarse
sin beneficio para nadie [...]
«Para Castilla, sus prolongaciones mediterráneas, elementos dinámicos en la primera mitad del
siglo xvi, se convirtieron gradualmente, a comienzos del siglo xvu, en elementos pasivos por los que
era preciso pagar, mantenidos por medio de soldados y dinero, siempre dispuestos a rebelarse (como
Aragón en 1640) cuando se les pedía un esfuerzo adicional para la defensa común.» Chaunu, Sévilíe,
vm (1), pp. 248-249.
595
Véase Braudel, La Méditerranée, i, p. 343.
74
«Puesto que Sicilia era un antiguo reino establecido, que disfrutaba de relaciones comerciales
tradicionales con sus vecinos, a los hombres de Estado españoles nunca se les ocurrió tratarla como
a las colonias americanas. La ausencia de una teoría española desarrollada del imperio en Europa
salvó a Sicilia del monopolio comercial que España impuso a los colonizadores en el Nuevo Mundo.
A falta de una genuina coordinación de los recursos económicos, tal monopolio comercial habría
250 Immanuel Wallerstein

España carecía de una teoría que fomentara el establecimiento de un monopolio


comercial en Sicilia porque, burocráticamente, estaba ya excesivamente dispersa
como para explotar adecuadamente su imperio. Dedicaba principalmente su energía
a mantener un imperio en las Américas, así como a guerrear en los Países Bajos y
gobernar España. Para mantener su imperio en América tenía que invertir en una
creciente burocracia que mantuviera bajo control a los colonos españoles y a sus
aliados entre la nobleza india597 598.
¿Podría haber funcionado el imperio español? Tal vez, si hubiera estado
estructurado de diferente manera. Como dice Koenigsberger: «su debilidad
fundamental era [...] la estrechez de su base impositiva. Castilla y la plata financiaban
y defendían el imperio; los otros dominios eran en mayor o menor medida
espectadores» 7S. Ferrán Soldevila documenta cómo los castellanos excluyeron del
comercio hispano-americano incluso a un grupo tan «cercano» como los catalanes599.
Pero si hubiera estado estructurado de forma diferente, no habría sido un imperio,
que es precisamente a donde queremos llegar. Si los catalanes hubieran sido
incorporados a un Estado único, junto con los castellanos, cosa que no ocurrió, y si
las ambiciones imperiales de Carlos V no hubieran desangrado a Castilla ni la
hubieran llevado a inevitables conflictos de intereses con partes de su imperio,
conflictos que eran autodestructivos600, entonces

sido la única forma en la que se podría haber manifestado un imperialismo económico español.
Sicilia era incapaz de emanciparse de la tutela financiera de los banqueros genoveses y de su
dependencia comercial e industrial de los industriales florentinos y venecianos; pero sus ciudadanos
podían, al menos, vender la mayor parte de su trigo y su seda a quienes les podían suministrar bienes
acabados.» H. G. Koenigsberger, The government of Si- cily under Philip II of Spain, Londres,
Staples Press, 1951, p. 143.
597
«A partir de la década de 1570 resultó evidente que las operaciones de la empresa privada
y de la administración colonial tendrían que ser modificadas para refrenar la brutalidad incontrolada
de los españoles y de sus aliados, los caciques de la nobleza amerindia a través de los cuales operaban
para obtener tributos y mano de obra. Para la conservación, organización y manipulación eficientes
de las comunidades indígenas era necesario urbanizarlas, cristianizarlas e incorporarlas a la
economía de Europa occidental.» Stanley J. y Barbara H. Stein, The colonial heritage of Latín
America, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press, 1970, p. 71.
598
H. G. Koenigsberger, «The European civil war», en The Hapsburgs and Europe, 1516-
1670, Ithaca (Nueva York), Cornell Univ. Press, 1971, página 257.
599
Véase Ferrán Soldevila, «Barcelona demana a l'emperador Caries V l’autorització per a
comerciar directament amb America (1522)», en Studi in onore di Amintore Fanfani, v, Evi moderno
e contemporáneo, Milán, Dott. A. Giuffré, 1962, pp. 638-641.
600
Por ejemplo, véase Malowist: «Cada perturbación del suministro de grano y madera de la
costa del Báltico, es decir, especialmente de Polonia, ocasionaba un alza del costo de la vida en
Holanda y las otras provincias de los Países Bajos, y paralizaba el comercio exterior de Holanda al
impedir el intercambio de bienes con los países de la península Ibérica, con Bretaña y con Inglaterra.
Así, los mercaderes de Amsterdam y de las ciudades vecinas intentaban mantener buenas relaciones
con Gdañsk y Polonia, y se opusieron enérgicamente a la política de Carlos V de hostilidad hacia
Dinamarca durante la primera mitad del siglo xvi, política que causaba el cierre del Sund y
consiguientemente hacía imposible el acceso al Báltico.» Economic History Review, xn, p. 185.
De forma similar, los comerciantes de Amberes se vieron afectados por los intentos de Carlos V
de mantener un cociente oro/plata fijo, que produjeron en varias ocasiones salidas de oro de los
Países Bajos a Francia. Véase Florence Edler, «The effects of the financial measures of Charles V
on the commerce of Antwerp, 1539-1542», Revue Belge de Philologie et d’Histoire, xvi, 3-4, julio-
diciembre de 1937, pp. 665-673.
El fracaso del imperio 251
España podría haber tenido realmente alguna oportunidad de convertirse en un
Estado del centro de la economía-mundo europea. En lugar de ello, el exceso de
extensión se limitó a agotar a Carlos V y a sus sucesores.
En 1556 el imperio se dividió. Carlos V abdicó. Felipe II de España, hijo de
Carlos V, recibió los Países Bajos, pero las tierras de Europa central se convirtieron
en territorios separados. En 1557, Felipe se declaró en bancarrota. En el conjunto
España-Países Bajos, el centro de gravedad político se desplazó de nuevo a España
cuando Felipe fue a vivir allí en 1559. A raíz de ello sobrevino la revolución de los
Países Bajos8I, que terminó, unos ochenta años después, tras muchos trabajos, idas y
venidas, en la división del área entre las Provincias Unidas, al norte, independientes
y calvinistas (más o menos los Países Bajos actuales) y los llamados Países Bajos
españoles, al sur, católicos (más o menos la Bélgica contemporánea). Pero esta crisis
no fue solamente una crisis española, o una crisis imperial de los Habsburgo. Fue un
punto crucial en la evolución de la economía-mundo europea. Porque un elemento
crucial en esta revolución fue la paz de Cateau-Cambrésis, firmada por España y
Francia en 1559. Para comprender la importancia de este tratado deberemos fijarnos
primero en la otra aspirante al dominio imperial, Francia.
Ningún país ilustra mejor que Francia los dilemas de los Estados europeos
occidentales en el «primer» siglo xvi. Por una parte probablemente no hubiera otro
Estado europeo que emergiera de finales de la Edad Media con una monarquía
comparativamente más fuerte82. Hemos repasado ya en un capí-
!1
Para una exposición de su contenido social, y un análisis de sus causas, véase J. W. Smit, «The
Netherlands revolution», en Robert Forster y Jack P. Greene, comps., Preconditions of revolution in
early modern Euro- pe, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1970, pp. 19-54. El artículo
contiene una buena y breve bibliografía.
" «Es en Francia donde las bases para la monarquía absoluta estaban mejor echadas [...] En
efecto, desde el fracaso de los Estados Generales de 1484 ninguna reivindicación de libertad, pública
o privada, podía hacerse contra [la autoridad del] rey.» Mousnier, Les XVI’ et XVII‘ siécles, página
100.
Véase Eli F. Hecksher: «Geográficamente [Francia], era ya en la primera mitad del siglo xvi un
reino unificado y compacto,'casi totalmente libre de enclaves y Estados soberanos superpuestos. Su
monarca tenía, quizá, mayor poder sobre su país que ningún otro en Europa, y, finalmente, sus
hombres de Estado habían seguido desde épocas tempranas una política económica consciente, en la
que los peajes tenían un propósito definido que cumplir [...] La persistencia de formas feudales de
organización sólo se manifestaba realmente en los portazgos en ríos y carreteras, péages [pedagia],
pero, por añadidura, sobrevivían los portazgos tulo previo las explicaciones de Bloch sobre
las diferencias entre Francia, Inglaterra y Europa oriental en términos de los tipos de
tenencia de la tierra tal y como emergieron en el siglo xvi, basados en las diferentes
dinámicas de sus estructuras jurídicas en la Baja Edad Media. Mientras que el sistema
inglés permitía, como vimos, una redefinición legal de la tenencia para satisfacer las
nuevas necesidades de los terratenientes entre los siglos xiv y xvi, estas definiciones
estaban más congeladas en Francia. Por lo tanto la nobleza tenía que ser
políticamente más activa para conservar sus ventajas. Así, mientras que Bloch señala
adecuadamente la «decadencia de la justicia señorial» 601 602 603 en Francia en el siglo

de las ciudades; aquí, al igual que en otros países, como reliquias de la economía más o menos
autónoma de la ciudad.» Mercantilism, i, ed. rev., Londres, Alien & Unwin, 1955, pp. 78-79.
602
Bloch, Caracteres originaux, I, p. 107.
603
«En el siglo xv, la nobleza [francesa] había mostrado la misma tendencia a fusionarse con
los roturiers [plebeyos] que sus rivales en Inglaterra, pero en el siglo xvi el gobierno buscó
252 Immanuel Wallerstein
xvi, también es cierto que, como señala Rushton Coulbourn, que la fortaleza política
de la nobleza condujo a una estructura económica menos capacitada para maniobrar
en la nueva economía-mundo M.
Las consecuencias de que no se produjera en Francia, como en Inglaterra, una
relativa fusión de la nobleza con la nueva gentry comerciante, fueron múltiples. De
momento, concentrémonos en sus implicaciones para la política de Estado en el
sistema mundial. Edward MUler señala que la fuerza política de los intereses
comerciales era mayor en Inglaterra que en Francia. Como consecuencia, la política
comercial francesa era mucho más abierta en la Baja Edad Media604. El resultado
final fue que, a pesar de tener una burocracia más poderosa, a principios del siglo xvi
Francia había adquirido menos «poderes de dirección económica» 86 que Inglaterra.
Las presiones del fisca- lismo, en tal situación, empujaron al monarca francés a
ambiciones imperiales, a fortiori dado que los Habsburgo también las tenían. Podía
haber intentado una expansión ultramarina, como hizo España, pero le faltaba el
respaldo del capital internacional, esto es, del capital del norte de Italia, para
hacerlo605.

deliberadamente detener esto, y lo logró por medio de las leyes que prohibían a los nobles el
comercio y ciertas otras actividades lucrativas. El problema era que en Francia, como en la mayor
parte de los países continentales, la nobleza había conseguido inmunidad fiscal, y, si entraban en el
comercio, conservaban consigo su inmunidad personal, y el Estado perdía parte de sus considerables
nuevos ingresos [...] [La] Corona en Francia temía demasiado a la nobleza para atreverse a privarla
de su inmunidad.» Rushton Coulbourn, «A comparative study of feudalism», tercera parte de
Rushton Coulbourn, comp., Feudalism in history, p. 316.
604
«La principal intención [de Luis XI] era convertir nuevamente a Francia en lugar de
encuentro de las rutas comerciales, a la luz de su convicción de que "las ferias y mercados enriquecen
el país”, y de que la riqueza aumentaría al "multiplicar" el tráfico y las mercancías dentro del reino
[...]. En Francia, entonces, el apoyo del gobierno sólo tomó partido por los intereses comerciales
nativos en una medida limitada, y no logró el establecimiento de estos intereses en una forma
permanente organizada.» Miller, Cambridge Economic History of Europe, III, páginas 334-335.
“ Ibid., p. 338. Joseph Strayer sostiene, de forma similar, que la fórmula francesa de mayor
centralización de la administración enmascaraba una uniformidad de la ley mucho menor, y, por
consiguiente, una posibilidad mucho menor de desarrollar una política económica nacional: «Para
Francia, como para Inglaterra, las dos áreas esenciales de desarrollo eran la justicia y las finanzas.
Pero los reyes franceses tenían que avanzar lentamente, y sus primeras instituciones eran mucho más
simples y menos formalizadas que las de Inglaterra [...].
»[La] serie de anexiones [realizadas por Francia en los siglos xu y XIII] planteó serios problemas
al gobierno francés. Las instituciones relativamente simples, que habían sido adecuadas para
gobernar un pequeño dominio real, claramente tendrían que ser ampliadas y refinadas para tratar con
la superficie y la población grandemente incrementadas que ahora estaban sujetas al rey. Las nuevas
provincias tenían sus propias instituciones y costumbres, que eran a menudo más complejas y
especializadas que las del gobierno real [...].
»La solución básica de estos problemas fue descubierta por Felipe Augusto (1180-1223), el rey
que fue el verdadero fundador del Estado francés. Permitió a cada provincia conservar sus propias
costumbres e instituciones, pero envió hombres desde París para ocupar todos los cargos provinciales
importantes. Así, los tribunales normandos seguían imponiendo la ley normanda, pero los jueces no
eran normandos sino agentes reales, en buena parte procedentes del antiguo dominio real. El orgullo
provincial quedaba aplacado, mientras que el rey conseguía un'control efectivo de sus nuevas
posesiones [...].
»(Por contraste, el Estado inglés, con su insistencia en la uniformidad de instituciones y leyes,
tuvo grandes problemas para asimilar regiones que tenían tradiciones políticas distintas, como los
principados de Gales y los pequeños reinos de Irlanda.) Pero el Estado francés emergente tendría que
pagar un alto precio por su flexibilidad. Los dirigentes locales se preocupaban ante todo de la
El fracaso del imperio 253
La alternativa era una expansión imperial en el seno de la propia Europa, dirigida
precisamente contra el norte de Italia.
Francia tenía una red internacional competitiva de finanzas y comercio, con
centro en Lyon. En la Alta Edad Media, las ferias de Champaña fueron durante un
tiempo el gran punto de confluencia de los mercaderes del norte de Italia y de Flan-
des. Servían también como centro financiero internacional. Después, a finales del
siglo XIII y principios del xiv comenzó su decadencia606 607. En el siglo xv los
monarcas franceses fomentaron con toda solicitud el crecimiento de Lyon 608, y
favorecieron sus relaciones con Florencia 609, donde estaban los grandes banqueros

conservación de las costumbres y privilegios locales; desconfiaban del gobierno central tanto como
el gobierno central desconfiaba de ellos. No se les podía emplear en gran medida en el trabajo de la
administración local. De hecho, la regla básica de la administración francesa era que nadie podía
ocupar un cargo en su provincia natal.» On the medieval origins of the modern State, página 49-51.
”7 «En los siglos xv y xvi Francia fracasó dos veces en los siete mares del mundo [...]. Fracasó
en el siglo xv cuando los grandes descubrimientos se llevaron a cabo sin marinos franceses o casi sin
ellos. Fracasó de nuevo en el siglo xvi [...] al rendirse en la lucha por las rutas, las islas, las costas y
las ganancias del Atlántico, de Africa y América [...].
»La consideración dominante, ya antes incluso de la guerra de los Cien Años, había sido, desde
que las galeras de Génova unieron con
éxito el Mediterráneo y el mar del Norte, la exclusión de los grandes circuitos del comercio de las
rutas transcontinentales y de la economía francesa. Las ferias de Champaña sólo duraron un tiempo.
Ahora bien, sin tomar en consideración esta colaboración de la economía general, quiero decir, sin
el apoyo de Venecia o Génova en el siglo xv, sin la complicidad del capital internacional italiano o
nórdico, ¿cómo se puede explicar Lisboa o la toma de Ceuta, o esas raíces que los genoveses estaban
estableciendo en Andalucía, 'o, mucho más tarde, el viaje de Magallanes? Detrás de la buena fortuna
ibérica estaba este empuje de los siglos xiv y xv, esta complicidad del capitalismo internacional y de
sus fuerzas motrices con Sevilla, Lisboa, más tarde Amberes, ciudades con destinos ligados, cuyos
vínculos dejan a Francia al margen. Como culminación de todo esto [...] el drama de la guerra de los
Cien Años lo empeoró todo. Lo empeoró, pero no creó una crisis que ya había sido iniciada por la
revolución de las rutas comerciales.» Fernand Braudel, «La double faillite "coloniale” de la France
aux xvc et xvi' siécles», Anuales ESC, IV, 4, octubre-diciembre de 1949, p. 454. Quizá no intervino
sólo la falta de respaldo exterior. Braudel concluye: «La vocación colonial pone en cuestión toda la
vida, toda la estructura de un país, hasta sus mismas entrañas. La Francia del siglo xvi [...] no está
todavía tan profundamente abierta» (p. 456).
607
Robert-Henri Bauthier da la siguiente explicación: «En nuestra opinión, las causas de la
decadencia y el declinar de las ferias de Champaña están ligadas a la transformación general de la
economía occidental a finales del siglo XIII y comienzos del xiv. Se producen cambios importantes
en dos áreas esenciales: 1, la industrialización italiana, y 2, la revolución de los metales preciosos
»Desde el momento en que el principal propósito de las ferias de Champaña era proporcionar
metálico para las compras italianas de pañerías francesas y flamencas, su decadencia se hizo
inevitable, pues la pañería de todo el norte de Francia entró en idéntica crisis [...].
»La economía internacional se apoyaba tradicionalmente sobre la plata; a finales del siglo XIII el
oro comenzó a representar un papel, y las repentinas variaciones de la proporción entre los dos
metales desorganizaron por completo el equilibrio de las compañías cuya actividad dependía de las
ventas de moneda y del cambio extranjero.» «The fairs of Champagne», en Cameron, comp., Essays
in French economic history, páginas. 62-63.
608
Véase Ehrenberg, Capital and finance, pp. 281-306.
609
Véase ibid., pp. 202-220.
254 Immanueí Wallerstein
de la época610. Acumulando enormes cantidades de capital al principio del siglo
xvi, tanto Lyon como Amberes «redujeron el poder de los financieros individuales
dentro de unos límites tolerables [y así] se hizo posible reunir grandes masas de
capital con tasas de interés moderadas...»611. Lyon no fue un centro internacional
como Amberes porque los reyes franceses intentaron simultáneamente convertirlo
en «su arsenal financiero»612. Tampoco llegó Lyon jamás a igualar a Amberes como
centro comercial. En pocas palabras, ocupaba un segundo lugar.
No obstante, Francia lo intentó. Los imperios de los Habs- burgo y los Valois
fracasaron ambos, y se hundieron juntos. No sólo España, sino también Francia se
declaró en bancarrota en 1557. Los Habsburgo, no obstante, fueron los primeros,
para subrayar su primacía incluso en la derrota. Los dos fracasos financieros llevaron
muy rápidamente al cese de las luchas militares y al tratado de Cateau-Cambrésis de
1559, que había de cambiar durante cien años los términos de referencia política en
Europa. Estas bancarrotas fueron por tanto algo más que un reajuste financiero. Todo
un mundo se había venido abajo.
Lo que se vino abajo no fue meramente una particular estructura de Estado. Fue
más que la trágica abdicación de Carlos V, en medio de las lágrimas de sus
caballeros. Lo que se vino abajo fue el sistema mundial. Durante cien años Europa
había estado disfrutando de prosperidad. Los hombres habían intentado beneficiarse
de ella a la antigua. Pero los adelantos tecnológicos y la irrupción de elementos
capitalistas había progresado ya demasiado para que fuera posible recrear imperios
políticos en correspondencia con las arenas económicas. El año 1557 señala, si se
quiere, la derrota de tal intento, y el establecimiento de un equilibrio de poder en
Europa que permitiría a los Estados que pretendían ser naciones (llamémoslos nacio-
nes-Estado) llegar a sus propios términos y progresar en la aún floreciente economía-
mundo.
Las crisis son puntos de inflexión simbólicos. Como numerosos historiadores
han señalado, muchas de las características organizativas del «primer» siglo xvi no
desaparecen hasta mucho después: 1576, cuando la autoridad española se derrumba
en los Países Bajos, o 1588, con la derrota de la Armada Invencible, o 1598, con la
Paz de Vervins (y el Edicto de Nantes).
No vale la pena discutir cuál es la fecha más adecuada, ya que un cambio de acento
organizativo es siempre gradual, dado que los factores estructurales subyacentes se
mueven como los glaciares.
Pero hubo desplazamiento, y vale la pena describir las implicaciones que tuvo
para la economía-mundo europea. Empecemos con la descripción de R. H. Tawney
del acento organizativo del «primer» siglo xvi:

En su organización económica la maquinaria del comercio internacional había


llegado a un grado de eficiencia que en nada era notablemente inferior al de tres
siglos más tarde. Antes de que los más organizados entre los sistemas económicos
de la época se vieran arruinados por la lucha entre España' y los Países Bajos y por
las guerras de religión en Francia, había tal vez de diez a doce casas comerciales

610
Véase ibid., p. 193.
611
Ibid., p. 333.
612
Ibid., p. 307.
El fracaso del imperio 255
cuyos mercados monetarios eran los generadores financieros del comercio europeo,
y cuyas opiniones y política eran decisivas en la determinación de las condiciones
financieras. En las ciudades de Flandes, Francia e Italia, donde se llegó a su cénit, y
de las cuales Inglaterra era una alumna, la esencia de la organización financiera del
siglo xvi era el internacionalismo, la libertad de todo capitalista para emprender
cualquier transacción a su alcance, una unidad de la que era un síntoma el
movimiento acorde de todos los principales mercados y un efecto la movilización de
inmensos recursos en los puntos estratégicos de las finanzas internacionales. Su
centro y símbolo era la bolsa de Amberes, con su significativo lema, «Ad usum
mercatorum cujusque gentis ac lin- guae», donde, como dijo Guicciardini, podía
oírse cualquier lenguaje de la tierra; o las ferias de Lyon, que formaban, según
palabras de un veneciano, «la base de las transacciones pecuniarias de la totalidad de
Italia y de una buena parte de España y los Países Bajos»613■
Tawney dice que este sistema se vino abajo a causa de guerras ruinosas. Esto es
cierto, pero la secuencia causal es excesivamente inmediata. Sugerimos en el último
capítulo que la causa eficiente fue la inviabilidad de un sistema imperial dados los
empujes económicos de la Europa del siglo xvi y sus limitaciones estructurales, esto
es, el nivel relativamente bajo de productividad y la insuficiencia del marco
burocrático frente a una economía en expansión basada en empresas de tamaño
medio dispersas.
Un estrangulamiento crucial fueron las crecientes exigencias financieras de los
aparatos de Estado imperiales y la consiguiente inflación del crédito público que
condujo a las quiebras imperiales de mediados de siglo. Carlos V había recorrido los
Estados y sus comerciantes como fuentes de financiación: Nápoles, Sicilia, Milán,
Amberes, Castilla614. La exposición clásica de este argumento fue hecha por Henri
Hauser, quien argumentaba que la crisis financiera europea de 1559 «probablemente
dificultó la evolución del capitalismo comercial e impulsó la transformación de la
geografía económica»615. Hauser sostiene que la guerra entre Francia y España que
comenzó en 1557 tan sólo sometió a una tensión excesiva los créditos del Estado,
llevó a incumplimientos de pago y forzó a ambos Estados a la apresurada paz de
Cateau-Cambrésis en 1559.
Las consecuencias para el extenso imperio de los Habsburgo fueron grandes y
condujeron directamente al comienzo de la decadencia de España 616. La crisis
llevaría a una ruptura definitiva entre Amberes e Inglaterra, dejando a ésta libre para

613
R. H. Tawney, «Introduction» a Thomas Wilson, A discourse upon usury, Londres, Bell
& Sons, 1925, p. 62.
614
Braudel, Charles Quint et son temps, p. 199.
615
Henri Hauser, «The European financia! crisis of 1559», Journal of European Business
History, II, 2, febrero de 1930, p. 241. Para la descripción de la inflación de crédito, véanse pp. 242-
250.
616
«Pero sería incapacitarse para comprender el estado de crisis latente desde principios del
reinado de Felipe II, desconocer la desaceleración del ritmo inflacionista a partir del quinquenio
1560-1565. No es casual que la primera bancarrota del Estado se produjera ya en 1557, ni que el
primer gran viraje de la política felipista se sitúe en 1568.» Nadal, Hispania, xix, p. 513. Nadal señala
que, en contra de la afirmación de Hamilton de que el alza de los precios españoles culminó a fines
del siglo, los datos muestran un mayor incremento entre 1501 y 1550 (107 por 100), que entre 1551
y 1600 (98 por 100). Véase ibid., pp. 511-512.
256 Immanuel Wallerstein

desarrollar su nueva y triunfal alianza económica con Amster- dam617 618. En la propia
Amberes, la prosperidad basada en el eje con España llegó a su término. «La
bancarrota en 1557 de Felipe II trajo la ruptura que decidió finalmente el destino de
Amberes» ".
Por todo Flandes la crisis llevaría a un reforzamiento de las tendencias
calvinistas, especialmente entre los trabajadores especializados. En 1567 los
españoles mandaron al duque de Alba para reprimir la nueva agitación sociopolítica,
pero esto simplemente tuvo como resultado a largo plazo un éxodo de los
comerciantes y de los artesanos calvinistas a países protestantes 10°. Y hacia 1585
sobrevino el hundimiento de la industria y el comercio de Flandes, qué «quedaron
estancados durante años» 619 620. La revuelta de los Países Bajos que combinaba la
agitación política y social consiguiente a este desastre, creó una base política viable
en la mitad norte de los Países Bajos para su papel como centro del comercio mundial
a partir de finales del siglo xvi621.
La Alemania del sur también se vio duramente golpeada. Luzzatto señala que
«el golpe más severo para ellos procedió en primer lugar de la insolvencia y después
de la bancarrota de la Corona española, que se llevó por delante totalmente no sólo
las fortunas personales de los Fugger, sino también las de la mayor parte de los
grandes banqueros comerciantes del sur de Alemania» 622. Al empeorar

9!
«La crisis de 1557 ya había afectado de forma desastrosa la posición de Amberes en el campo
de las finanzas públicas. Este declinar continuó en años posteriores. Bajo el impulso de Gresham la
Corona inglesa escapó completamente de la tutela de Amberes en la década de los sesenta [...].
»Cuando en 1569 el embargo anglo-neerlandés condujo a una compleja ruptura, Inglaterra se
sentía suficientemente fuerte para liberarse de la influencia comercial y financiera de Amberes. Su
legado comercial lo recibió Hamburgo, y Londres el financiero. Ambas plazas se aseguraban un
brillante futuro. Así Amberes perdió definitivamente la última base de su primera expansión.» Van
derr Wee, The growth of the Antwerp market and the European economy, II, pp. 22, 238.
618
Ibid., p. 207.
619
Véase ibid., pp. 232-236. Véase Parry: «La "furia española” de 1576 dañó gravemente a
Amberes. El sitio de Parma y la captura de la ciudad en 1585 condujeron al traslado o a la quiebra
de muchas casas comerciales, y al exilio —principalmente a Amsterdam— de millares de artesanos
protestantes [...]. El comercio marítimo que había manejado Amberes se desplazó a Amsterdam.»
Cambridge Economic History of Europa, iv, p. 169.
620
Van der Wee, The growth of Ihe Antwerp market and the European economy, II, p. 183. Dos
autores recientes afirman, sin embargo, que se ha exagerado la decadencia de Amberes, y que siguió
siendo relativamente fuerte durante un largo tiempo. Véase Jan Craeybeckx, «Les industries
d'exportation dans les villes flamandes au xvi' siécle, particuliérement á Gand et á Bruges», Studi in
onore di Amintore Fanfani, iv, Evo moderno, Milán, Dott. A. Giuffré, 1962, p. 415. No obstante,
Craeybeckx admite que las nuevas empresas del Amberes posterior a 1585 «no pudieron impedir,
por supuesto, el desplazamiento del centro de gravedad del comercio internacional hacia Amsterdam
y Londres» (p. 416).
Jean A. van Houtte es incluso más tajante. Considera que el cuadro de la decadencia está
«gravemente deformado». «Déclin et survivance d’Anvers (1150-1700)», Studi in onore di Amintore
Fanfani, v, Evi moderno e contemporáneo, Milán, Dott. A. Giuffré, 1962, p. 706. Señala que, si bien
el bloqueo de tiempo de guerra dañó al comercio marítimo de Amberes, no afectó en cambio al
comercio terrestre. Véase ibid., p. 720. Afirma que a lo largo del siglo xvn las clases comerciantes
de Amberes seguirían siendo «de importancia no desdeñable» (p. 722).
10¡
Véase Verlinden en Charles Quint et son temps. Jaime Vicens Vives, en su discusión de la
ponencia, sostiene que lo mismo es cierto para Cataluña. Véase ibid., p. 187. Véase J. W. Smit: «En
resumen, no puede dejar de impresionarnos la situación socioeconómica como una condición previa
El fracaso del imperio 257
económicamente la situación, los anteriormente aliados comerciantes de la Alemania
del sur y el norte de Italia empezaron a invadir sus respectivos territorios en una lucha
competitiva en busca de negocios, lo que resultó una actividad mutuamente
destructiva 623.
Las consecuencias políticas de este hundimiento para Alemania fueron enormes.
Se vio recorrida por lo que Barraclough llama «el fermento revolucionario del
protestantismo, que, en reacción frente a la declinación del imperio [...] era
fuertemente nacional en su carácter» 624. Pero, como ya hemos señalado, la
vinculación de Carlos V con su imperio significaba que no podía apostar
políticamente por la unificación de Alemania, en la misma medida en que no podía
adoptar la perspectiva de un nacionalista español. El compromiso de cuius regio
dividió en trincheras a los principados alemanes, minó a la burguesía alemana y anuló
toda esperanza de unificación durante siglos. Alemania vendría a quedar dividida en
gran medida entre un norte y noroeste luteranos, éste último al menos
económicamente situado en la periferia del este de Europa, y un sudoeste más rico y
católico (incluyeñdo partes de la Renania). Como dice A. J. P. Taylor: «ambos
desarrollos fueron un retroceso respecto a los florecientes días del Renacimiento, que
habían abarcado toda Europa,..»625.
Incluso en el relativamente más rico sudoeste vendría a darse un retroceso a la
industria artesanal en el siglo xvn 626. Taylor puede exagerar la extensión de la
prosperidad y el liderazgo económicos de Alemania a principios del siglo xvi, pero
sin duda está en lo cierto al señalar el dramático hundimiento del naciente desarrollo
económico627.
El esfuerzo de Carlos V por dominar políticamente la economía-mundo
repercutió por tanto negativamente en España y Alemania, en las ciudades de Flandes
y del norte de Italia, y en las casas comerciales que ligaron sus destinos al imperio.
La construcción de un imperio había parecido un intento razonable, incluso posible.
Pero no lo era.

de la revolución de los Países Bajos». Preconditions of revolution, p. 43.


101
Luzzatto, Storia económica, p. 151.
623
Véase Strauss, Nuremberg in the sixteenth century, p. 150.
624
Barraclough, Origins of modern Germany, p. 370.
625
Taylor, The course of Germán history, p. 20.
lm
R. Ludloff describe así el proceso en Alemania: «En el siglo xvi, progresos técnicos y un
decidido avance hacia la organización capitalista; en el siglo xvn una interrupción del proceso —
debida en parte a las crecientes exacciones del poder feudal de los señores territoriales— y un regreso
a los pequeños métodos de producción». «Industrial development in 16th-17th century Germany»,
Past and Present, 12, noviembre de 1957, página 58.
627
«Alemania era en esta época la clave del comercio europeo, y sus ciudades destacaban sobre
todas las demás en prosperidad. De hecho, las monarquías nacionales surgieron en otros países más
de la resistencia a la supremacía comercial alemana que de la resistencia al imperio [...].
»Toda la comunidad comerciante experimenta altibajos dependiendo del mercado mundial; pero
ninguna comunidad comerciante de la Europa moderna ha experimentado nunca un desastre tan
profundo y prolongado como el que sufrió la clase media alemana precisamente en el momento en
que su poder financiero estaba en su apogeo y su consenso nacional plenamente afirmado; de hecho,
precisamente en el momento en que podían haber esperado convertirse en la fuerza política
dominante, como ya eran la fuerza económica dominante en la Europa central.» Taylor, The course
oi Germán history, pp. 17-18.
258 Immanuel Wallerstein

Ya hemos narrado en gran parte la historia de la empresa colonial española en


las Américas. Sería mejor describir aquí simplemente la situación como un fenómeno
interno del imperio español, para medir así el impacto de la decadencia hispánica en
las Américas. España había establecido colonias en el Caribe y parte del litoral que
lo rodea (los actuales México, Guatemala y Colombia), así como en Perú y Chile.
Estas colonias habían sido concebidas como complementos económicos no sólo de
Europa como un todo, sino de España en particular 628. España carecía de la energía
administrativa necesaria para crear una gran burocracia en las Américas. Recurrió
por tanto al viejo expediente de los imperios, la cooptación de jefes locales al sistema
político como agentes intermedios entre la Corona y los colonos españoles 629.
Tampoco tenía España la energía necesaria para controlar enteramente a sus
propios colonos. Para mantener su lealtad política hizo muchas concesiones
económicas. Una de éstas fue prohibir a los indios bases independientes de poder
económico, prohibiéndoles la cría de ganado, la única actividad en la que podrían
haber competido eficientemente en la nueva economía capitalista in. Más aún, no sólo
se vieron apartados los indios de esta rentable actividad, sino que su desarrollo les
debilitó económicamente, porque las ovejas devoraban hombres en América Central
tanto como en Inglaterra 630 631 632. Los colonos dependían no obstante de un apoyo

628
«Los colonizadores importaban de España los bienes que necesitaban para mantener su modo
de vida español en un entorno americano. Desarrollaron, para pagar estas importaciones, una
economía ganadera, plantadora y minera, productora de bienes para su venta en Europa. Para sus
plantaciones necesitaban esclavos, y así crearon el mercado para todo un nuevo comercio con Africa
occidental. Finalmente, a mediados de siglo tropezaron con las minas de plata más ricas del mundo,
que les permitieron pagar aun más importaciones, y que alimentaron el comercio con Europa
proporcionando el metálico necesario para la compra de productos orientales.» Parry, Cambridge
Economic History of Europe, IV, p. 199.
629
«Dentro de las diversas sociedades indígenas, el fin de la supremacía de las autoridades de
tiempos precolombinos condujo, por una parte, a un crecimiento de los abusos de poder de los jefes
tradicionales (caciques, curacas) sobre la masa de la población, y por otra, a una colaboración
interesada de estos jefes con los colonizadores, especialmente los encomenderos [...].
»A1 igual que Inglaterra, Francia, Bélgica, etc., en Africa o Asia en el siglo xix, el Estado
español en la América del siglo xvi reajustó las antiguas subdivisiones territoriales de las sociedades
indígenas, desplazó los centros de población, y pretendió reconocer tan sólo a una jerarquía de jefes,
investida y controlada por él. En el siglo xvi, como en el xxx, la autoridad colonial se vio llevada así
a establecer compromisos, pero los jefes, tanto los tradicionales como los nuevos, eran en último
término tan sólo sus instrumentos de recolección de impuestos.» Charles Verlin- den, «L’Etat et
1’administration des communautés indigénes dans l’empi- re espagnol d’Amerique», International
Congress of Historical Sciences (Estocolmo, 1960), Résumés des Communications, Gotemburgo,
Almqvist & Wiksell, 1960, p. 133.
630
Véase Wolf, Sons of the shaking earth, pp. 182-183.
"2 Véase ibid., pp. 197-198.
632
Véase la descripción de E. E. Rich de la economía del comercio de esclavos: «Un rasgo casi
inevitable de la dependencia del trabajo esclavo era que la demanda nunca se viera compensada por
una oferta suficiente y barata, pues la fuerza de trabajo es el factor que más fácilmente se gasta en
un sistema de propiedad de esclavos [...]. En tales circunstancias no es sorprendente que los
embarques de contrabando tolerados fueran numerosos y atractivos [...]. En general se asumía que
tales embarques invadían gravemente una verdadera propiedad de Portugal cuando iban a la costa
africana en busca de esclavos, pero que al llevarlos para su venta en las posesiones españolas sólo
evadían un veto formal; la auténtica barrera al comercio libre era Portugal, no España. Este enfoque
del comercio de esclavos interesaba tanto a los comerciantes del siglo xvi, que un poderoso grupo
de comerciantes ingleses vio la posibilidad de establecer un acuerdo angloespañol para este
El fracaso del imperio 259
español continuado, no tanto contra las rebeliones de esclavos, indios y africanos,
como contra las intrusiones de los ingleses y otros en su comercio, por tanto, en sus
márgenes de beneficio "3. Por tanto, aunque se sintieran descontentos ocasionalmente
con la Corona y la burocracia, no se organizaron como fuerza autónoma. Además,
los colonos, muchos de ellos de origen humilde, se beneficiaban del hecho de que
las colonias fueran economías de exportación 633.
De hecho, como ocurre a menudo en las estructuras imperiales, empezaron a
crecer subimperialismos, capas dentro de las capas. Podemos hablar de la forma en
que México (esto es, los españoles de México) «colonizó» Perú. México tenía una
población mucho mayor. Hubo una disparidad constante en los niveles de precios a
lo largo de los siglos xvi y xvn. México exportaba manufacturas, lujos y esclavos a
Perú, y recibía a cambio mercurio y metálico 634. Cuando las Filipinas entraron en la
esfera de comercio española, el español de México se convirtió en el intermediario
entre Manila y Lima, dejando fuera a los españoles de Manila 635 636 637. Esta
reexportación de México a Perú, de productos chinos, llegados a través de Manila,
se convirtió en el soporte principal del comercio intercolonial U7. La Corona española
intentó sin éxito acabar con el papel de México, dado que dañaba las ganancias de
Castilla u8. «Nadie discutirá», dice Chaunu, «que durante el siglo xvi México se
comportaba con respecto a Perú como una metrópoli respecto a su colonia» 638. Uno
de los efectos de la excesiva extensión política de Europa, combinada con la
contracción económica en el «segundo» siglo xvi fue que hubo un aumento de la

comercio, en términos tales que satisficieron la necesidad de esclavos de los colonos, el deseo de
fortaleza y control económicos del gobierno español, y el deseo de los comerciantes ingleses de
obtener las ganancias aparejadas [...]. John Haw- kins comenzó a comerciar con esclavos para las
Indias Occidentales con la esperanza de que podría establecer una/ cooperación comercial regular
entre Inglaterra y España». Cambridge Economic History of Europe, iv, páginas 325-326. Debemos
preguntarnos por qué las autoridades españolas no se mostraron interesadas en el proyecto de
Hawkins, que parecía apuntar en primer término contra los comerciantes portugueses. ¿No sería
posiblemente porque la intrusión inglesa parecía a largo plazo más peligrosa para la Corona y para
los colonizadores, y porque la Corona vio en esta propuesta un intento de meter una cuña?
633
«Desde el mismo comienzo de su existencia colonial [siglo xvi], Chile ha tenido una
economía exportadora [...]. De forma bastante típica, Chile comenzó su existencia como exportador
de oro. Pero las minas [...] no eran ricas, y no duraron mucho [...]. Sin embargo, de forma bastante
atípica entre las colonias españolas en el continente, aunque quizá de la misma forma que Guatemala,
incluso en esa época, Chile exportaba un producto de su suelo: sebo de su ganado.» André Gunder
Frank, Capi- talism and underdevelopment in Latín America, p. 29.
"5 Véase Woodrow Borah, Early colonial trade and navigation between México and Perú
(Ibero-Americana, voi. 38), Berkeley, Univ. of California Press, 1954, pp. 81-82, 86-88.
1,6
Véase Walter L. Schurz, «México, Perú, and the Manila galleon», Hispanic American
Historical Review, I, 4, noviembre de 1918, p. 391.
636
Véase Borah, Early colonial trade, p. 121.
Véase ibid., pp. 118-120, 124-127.
Pierre Chaunu, «Pour une histoire économique de l’Amérique es- pagnole coloniale», Revue
Historique, LXXX, 216, octubre-diciembre de 1956, p. 218.
170
Las dimensiones de la emigración son exploradas por Jordi Nadal en La población española
(siglos XVI a XX), Barcelona, Ariel, 1966, pp. 73- 80. No hay duda de que existía sobrepoblación.
«[La] imagen [de una Castilla sobrepoblada] es inseparable de la de la grandeza española», afirma
José-Gentil da Silva. «Villages castillans et types de production au xvi° siécle», Anuales ESC, xvm,
4, julio-agosto de 1963, p. 735. ¿Se debe
260 Immanuel Wallerstein

emigración de españoles a América 12°. Esto proporcionaba una fuente de trabajo a


los españoles que lo necesitaban y una fuente inmediata de ingresos al Estado
español, dado que los puestos en la burocracia colonial americana se vendían 12‘. Por
otra parte, la creciente población española viviendo de la tierra en América, ante la
contracción económica, y la desastrosa caída demográfica de los indios bajo la
primera etapa de dominación española, se combinaron para crear un «siglo de
depresión» en la América española m, y, como resultado, para dar lugar gradualmente
al 639 640 641 sistema de haciendas basado en el peonaje por deudas 123. Pero la hacienda
estaba orientada a un mundo económico más pequeño que la plantación 124, un
mundo de relativa autosuficiencia de una élite de colonos 125. La propia España
encontró que el
123
«Se puede concluir que el origen de la hacienda fue esencialmente un desarrollo antes que
una lucha. La evolución de la gran propiedad respondió a realidades tales como las dimensiones de
las ciudades y de las poblaciones españolas, el grado de aculturación entre los indios, y la naturaleza
de la sociedad española al comienzo de los tiempos modernos [...]. Donde podría parecer que la
Corona o la Iglesia se habían convertido en los motores primeros de su desarrollo, se encontrará en
un examen más detenido que estaban en acción fuerzas más profundas. Se ha atribuido a la política
de la Corona la destrucción de la encomienda, pero el desarrollo natural de las colonias había
sentenciado a esta institución. Por una parte, las fortunas surgidas del comercio y de la minería no

vincular entonces emigración y decadencia? Quizá, pero no de forma lineal.


640
«La ocupación de cargos coloniales [...] daba oportunidades a los españoles de todo tipo de
rangos e ingresos a trabajar y enriquecerse, cosa que les negaba la economía metropolitana en
contracción. Además, los aumentados cuadros de organización de la administración colonial dieron
a la monarquía española la oportunidad de vender cargos coloniales a ciudadanos ansiosos que a su
vez encontraban otros españoles dispuestos a adelantar préstamos a los administradores recién
nombrados que se encaminaban a sus posiciones de control sobre las sumisas masas amerindias.»
Stein y Stein, The colonial heritage of Latín America, páginas 71-72. Swart subraya el hecho de que
España extendió la venalidad a sus colonias, lo que Francia no hizo, signo de la carga de las colonias
en esta época. Véase Swart, The sale of offices, p. 41.
641
«Todos los datos disponibles apuntan a la conclusión de que sólo en los mejores años
posteriores a 1576-1579, hasta buena parte del siglo XVII, pudieron los habitantes blancos asegurarse
fácilmente el alimento suficiente para alimentarse a sí mismos y a los sirvientes y trabajadores que
dependían directamente de ellos. En este período deben haber intervenido probablemente otros
factores además de la oferta de trabajo; la inexplicada caída en las cifras de ganado a finales del siglo
xvi y en las primeras décadas del XVII es difícil que se haya debido solamente a la falta de pastores;
pero el suministro de mano de obra fue probablemente el factor más importante en la insuficiencia
de alimentos y otros artículos para el suministro de las ciudades [...]. En la minería los datos también
apuntan de forma inconfundible a una grave y continuada falta de mano de obra debida a la
disminución de la población indígena [...].
«Las dificultades económicas que acosaban a las ciudades de la Nueva España [...] deben haber
tenido un paralelismo, casi con certeza, en desarrollos similares en las principales colonias españolas
en el Nuevo Mundo [...]. Las menores oportunidades económicas y un empeoramiento de las
condiciones de vida en España significaron que muchos españoles emigraran a la colonia, donde,
por muy malas que pudieran ser las condiciones económicas, el alimento aun era más abundante que
en la España de finales del siglo xvi y de gran parte del siglo xvii. A causa de la naturaleza de la
sociedad colonial, estos inmigrantes significaban poco o ningún aumento de la fuerza de trabajo en
Nueva España, pero aumentaban el número de personas que debían ser alimentadas [...]. Por su
coincidencia en el tiempo, las crisis demográficas y económicas de España y su colonia
[...hinteractuaron en perjuicio de ambas.» Borah, New Spain, pp. 25-26, 29. Sobre la crisis de fin de
siglo en Chile véase Alvaro Jara, Guerre et société en Chili: essai de sociologie coloniale, pp. 105-
119.
El fracaso del imperio 261
dependían directamente de la encomienda; por otra parte, el brusco crecimiento de la sociedad
española produjo nuevas familias poderosas que empezaron a crear sus propias haciendas, socavando
el inflexible sistema de encomiendas.» James Lockhart, «Encomienda and hacienda: the evolution
of the great estáte in the Spanish Indies», Hispanic American Historical Review, XLIX, 3, agosto de
1969, página 428.
Los Stein distinguen entre hacienda y plantación de la siguiente forma: «La hacienda era un
fundo de grandes dimensiones donde se cultivaban cereales o se criaba ganado. Sus productos eran
consumidos localmente en los centros mineros o en las grandes regiones urbanas, tales como las
ciudades de México o Lima. Los amerindios dependientes, relativamente inmovilizados,
constreñidos por una forma especial de trabajo asalariado, el peonaje por deudas, constituían la
fuerza de trabajo [...] A diferencia de la hacienda, la plantación era una unidad económica
independiente creada para producir artículos esenciales para el consumo externo, es decir europeo».
The colonial heritage of Latín America, p. 40.
12S
«A comienzos de la década de 1590, la formación de haciendas propiedad de españoles
alcanzó claramente un punto a partir del cual, suponiendo que pudiesen obtener la suficiente mano
de obra, su producción podía satisfacer las necesidades alimentarias de las ciudades españolas. Esto
no quiere decir que las ciudades ya no dependieran en absoluto de la producción indígena, sino más
bien que en caso de apuro podían pasar con el alimento producido en las granjas que poseían o
controlaban sus propios vecinos.» Borah, New Spain, p. 33.
Véase Huguette y Pierre Chaunu, que señalan que las exportaciones de España a las Américas,
que en el siglo xvi están compuestas principalmente de bienes primarios destinados a los
colonizadores, en el siglo xvii pasan a ser bienes manufacturados, procedentes de Italia o el norte de
Europa y transbordados en España. Se preguntan: «¿Cómo podemos explicar este cambio
fundamental? Por el hecho de que la colonización española, al desarrollarse, fue adueñándose de sus
condiciones naturales. Un ejemplo, entre otros: el cultivo con éxito de viñas en la costa del Pacífico,
en el seco oasis de Perú, pese a las prohibiciones un tanto platónicas que la aristocracia andaluza
obtuvo de un gobierno complaciente. Y, en medida no menor, por el hecho adicional de que los
españoles de las nuevas generaciones, nacidos en las Indias y entre los sistema en desarrollo
suponía menores beneficios económicos para ella y mayores dificultades políticas.
Resultaría más fácil en adelante para otros Estados europeos obtener beneficios
económicos de la América española mientras España seguía cargando con los costos
políticos del imperio 126.
Por lo tanto, en el período posterior a 1557, España no sólo perdió las regiones
centro-europeas de su imperio y, después de una larga lucha, el norte de los Países
Bajos. Estaba perdiendo parte de los beneficios de las colonias que le quedaban. Más
aún, el mismo hecho de que las Américas se hubieran convertido en una fuente tan
importante de ingresos para España, hasta el 10 por 100 del total, llevó a que España
hiciera más lento su proceso de expansión para consolidar lo ganado l27. Pero esta
disminución de velocidad resultó ser más que temporal. 642 643

indios, ya no mantenían los mismos prejuicios culinarios hacia la comida local que sus padres habían
sentido, al transplantarse de un universo a otro. Por último y especialmente, a causa del disparate
económico que suponía transportar, a enorme costo, productos de bajo valor, por definición
intransportables a través de las largas distancias que separaban España de América, disparate que ya
no hacían posible las muy altas ganancias de las minas de plata del Nuevo Mundo. Cuando estas
ganancias disminuyeron por muchas razones (agotamiento de los filones más accesibles, escasez de
mano de obra en las áreas mineras, aumento del precio del mercurio necesario para la amalgama y
especialmente la disminución del poder adquisitivo de la plata a consecuencia de la revolución de
los precios del siglo xvi), la plata se exportó a Europa en menor medida, y sirvió más para la creación
en América de una economía mejor equilibrada y más diversificada.» Cahiers d'Histoire Mondia-
le, i, pp. 99-100.
643
«El imperialismo del reinado de Felipe II se había basado en una economía hispanoatlántica,
en cuanto que se financió con los recursos americanos y de Castilla, la cual había recibido
inyecciones regulares de plata de las minas del Nuevo Mundo [...]
»A partir de la década de 1590 [...] las economías de España y de sus posesiones americanas
262 Immanuel Wallerstein

La decadencia de España ha sido uno de los grandes tópicos de la historiografía


de la Europa moderna. La causa, en nuestros términos, parece ser que España no
erigió (probablemente porque no podía hacerlo) el tipo de aparato de Estado que
habría capacitado a sus clases dominantes para beneficiarse de la creación de una
economía-mundo europea, a pesar de la posición central, geográfica y económica, de
España en esta economía mundo en el siglo xvi. Esto indica que las áreas del «centro»
no son necesariamente las más «centrales», tanto en términos geográficos como en
términos de movimientos comerciales.
España sufría ya algunas fallas subyacentes en su estructura económica a su
entrada en el siglo xvi. En primer lugar, como mencionamos previamente, la fuerza
relativamente organizada de los ganaderos de ovejas migratorios fue una barrera
importante para la aparición de una yeomanry, ya que fueron capaces de mantener
sus prerrogativas contra el cercamiento de la tierra cultivable. En Inglaterra, la
ganadería de ovejas era menos migratoria, y más compatible con un sistema de
cercamientos que permitió el lento progreso de la enfiteusis 644 645 646. En segundo
lugar, estaba la falta de un sector industrial significativo, y el que había (telas y sedas
en Castilla) se vendría abajo en la crisis de 1590 l25. Vicens atribuye esto de forma
un tanto mística a la «incomprensión del mundo capitalista» por parte de Castilla 647

comenzaron a separarse [es decir, comenzaron a entrar en competencia más bien que a
complementarse], mientras los intérlopes holandeses e ingleses se esforzaban por entrar a través de
una brecha que se ensanchaba.» Elliott, Imperial Spain, pp. 285, 287. Esta es otra forma de decir que
España se estaba convirtiendo en una parte de la semiperiferia de la economía-mundo europea.
André Gunder Frank señala el grado en que el excedente económico generado en Chile, en el
siglo xvi, se gastó en bienes de lujo que podían ser vistos como equivalentes a una «sangría en el
cambio exterior y los recursos domésticos de Chile», sangría que no benefició necesariamente a
España. Capitalism and underdevelopment in Latín America, p. 33.
122
«Era natural que Felipe [II] deseara, por razones de seguridad, suspender nuevas conquistas
hasta que las provincias existentes pudieran ser pobladas de españoles industriosos y de indígenas
asentados, y administradas por funcionarios civiles metódicos y obedientes. Por encima de todo, lo
que llevó a desistir de la expansión fue el reconocimien-
to de la importancia creciente de las Indias como fuente de ingresos para el rey [...] En el momento
de la subida al trono de Felipe II sus ingresos procedentes de las Indias eran casi un 10 por 100 de
sus ingresos totales, y estaban aumentando. En vista de las vastas deudas y enormes compromisos
europeos de Felipe, se convirtió en un objetivo fundamental de la política real el incremento cada
vez más rápido de los ingresos de Indias; la concentración del capital y la iniciativa de los españoles
y del trabajo de los indígenas en la minería de la plata y en otras actividades productoras de ingresos;
y la insistencia en el desarrollo de las provincias ya existentes y rentables, antes que permitir la
disipación de energías en nuevas entradas distantes y especulativas.» J. H. Pa- rry, New Cambridge
Modern History, m, pp. 510-511.
645
«[Las grandes ciudades españolas del siglo xvi] advertían ya una verdad fundamenta! de la
economía agraria, verdad que, de forma especialmente desafortunada para Castilla, no sería
enteramente apreciada hasta que hubieran pasado dos desastrosos siglos. Era el hecho de que la vida
agrícola y la ganadera podían muy bien combinarse, y no eran en ningún sentido hostiles y
mutuamente excluyentes.» Klein, The Mes- ta, pp. 327-328.
646
«Desde el siglo xvi hasta el xvu, los Países Bajos, Inglaterra, Francia, importaron de España
materias primas: aceite de oliva, tintes, lana, mientras España recibía a cambio sus manufacturas,
pero también cereales. La especialización internacional así definida impidió que la industria española
obtuviera inversiones duraderas. Sólo quedó la pequeña empresa artesanal para luchar por la
existencia.» Da Silva, En Espagne, páginas 177-178.
647
Vicens Vives, Approaches, p. 98 [p. 109], Ramón Carande va quizá más encaminado cuando
señala que a lo largo del siglo xvi la producción española de paño pierde invariablemente calidad.
El fracaso del imperio 263
648
. En cualquier caso, su descripción empírica de lo que ocurrió tras la crisis indica
que la estructura del gasto fue al menos una variable que jugó un papel en la
decadencia:
En definitiva, los que poseen el dinero —aristócratas, hidalgos andaluces y
extremeños, funcionarios retirados— lo petrifican en construcciones —templos,
palacios, monasterios— o lo sacralizan en obras de arte. Pero ninguno cede a la
tentación industrial o simplemente mercantil m.
Un desplazamiento similar del esquema de inversiones afectó a la burguesía
catalana, que estaba mucho más orientada hacia la nueva economía capitalista.
Braudel señala su creciente desplazamiento del comercio para invertir en tierras
cultivables. «¿Acaso no es éste uno de los aspectos del drama económico de
Barcelona? La burguesía de Barcelona empezó a invertir su dinero en tierras en vez
de continuar arriesgándolo en empresas marítimas» 649. Esto nos hace reflexionar:
¿cómo es posible que en un centro del imperio más importante de Europa en la época,
su burguesía pase de la inversión ultramarina al cultivo del grano, en lugar de
construir una base industrial? 650. Existe otro rompecabezas. Muchos escritores hacen
afirmaciones semejantes a la de Vilar: «Porque los metales que enriquecían a España
de forma parasitaria [...] fluían hacia aquellos países donde su poder de compra era
mayor»651. O Vicens: «Cierto que en los momentos críticos de la lucha [contra el
resto de Europa, Castilla] cuenta con la inyección de los metales preciosos
americanos» 652.

Véase Carlos V, i, páginas 191-192. Véase Elliott, Imperial Spain, p. 193.


648
Vicens Vives, Approaches, p. 99 [p. 110].
133
Braudel, La Méditerranée, i, p. 63.
650
España se estaba moviendo crecientemente hacia cultivos agrícolas adecuados para la
producción en haciendas. Uno de los más importantes era el vino, que se convirtió en «trabajo de
campesinos asalariados, trabajadores rurales». Da Silva, En Espagne, p. 159. Por añadidura, los
niveles salariales de estos trabajadores estaban bajando aún más a causa de la entrada de emigrantes
franceses [p. 113]. Véase Nadal, La población española, pp. 80-88.
Inversamente, en la pesca estaba decayendo como productora, mientras se mantenía en el
mercado de consumo. H. A. Innis explícita las implicaciones de ello: «La decadencia de la pesca
española [en Terrano- va] es el reverso de la apertura del mercado español a la pesca francesa, inglesa
y de Nueva Inglaterra. Ello anunciaba un comercio que durante siglos .significaría el desarrollo de
Terranova, la continuidad de un semillero de marinos, el consumo de bienes manufacturados
británicos, y un medio de sangrar a España de metálico. Probablemente no resulta exagerado decir
que en los siglos xvi y xvn la piedra angular del imperio británico se puso verdaderamente con el
comercio con España. El consumo de bacalao en la Inglaterra protestante decayó al cambiar el nivel
de vida, pero la católica España presentaba un mercado estable y creciente. El brindis de los
pescadores de Terranova, "Por el Papa y diez chelines”, es un brindis al que se unirían todos los
buenos ciudadanos del imperio británico.» «The rise and fall of the Spanish fishery in
C
Newfoundland», Proceedings and Transactions of the Roy al Society of Cañada, 3.a serie, xxv,
apartado II, 1931, p. 167.
651
Vilar, Past and Present, 10, p. 32, n. 88.
652
Vicens Vives, Approaches, p. 97 [p. 108].
134
«Los principales beneficiarios de la crisis fueron los extranjeros: los odiados genoveses (los
"moros blancos”, como los llamó un airado catalán), los judíos portugueses y los herejes holandeses.
Banqueros extranjeros llevaban las finanzas de la Corona; los comerciantes extranjeros se habían
asegurado un baluarte en la economía castellana y sus tentáculos estaban envolviendo el lucrativo
comercio sevillano con América.» John Elliott, Past and Present, 20, p. 69.
264 Immanuel Wallerstein

Sin duda un factor aquí era el continuo papel clave financiero de los extranjeros:
genoveses, holandeses, judíos, portugueses, franceses 653. Otro era la renuencia de
Carlos V a tomar una perspectiva nacionalista española y a adoptar una política
mercantilista654 antes de que la burguesía castellana se viera desbordada por el
impacto de los precios crecientes, los gastos de lujo de la aristocracia y los efectos
inflacionarios y antiproteccionistas de los préstamos al Emperador 655, todo lo cual

«El desprecio profundo de lo terreno, el ideal de misión ecuménica de España, entierran


definitivamente cualquier programa de recuperación económica de Castilla. Si los banqueros
genoveses acaparan los beneficios de la explotación de las minas americanas y los armadores de la
misma procedencia el suministro de las flotas; si los mercaderes italianos, flamencos y franceses se
apoderan, tras las ferias de Medina del Campo y los embarques de Sevilla y Cádiz, del negocio
colonial, la monarquía, lejos de reaccionar, va enzarzándose cada vez más en un peligroso
confusionismo financiero, que, atándola al carro capitalista de allende los Pirineos, se hace primero
indispensable, luego ruinoso y finalmente estéril [...] No hallamos ningún capital invertido en el país,
ya sea en la bonificación del suelo agrícola, ya sea en la constitución de sociedades mercantiles para
la explotación del mundo oceánico, incluso en la trata de esclavos, dejada en manos de portugueses
o franceses.» Vicens Vives, Approaches, pp. 97-98 [pp. 108-109],
Ramón Carande deja muy en claro que esta dependencia de la España del siglo xvi respecto a
los banqueros extranjeros es una consecuencia directa de la expulsión de los judíos: «Con
anterioridad al siglo xvi los banqueros extranjeros no actuaron en Castilla ni Aragón, como lo
hicieron en Inglaterra y Francia, por ejemplo. No faltaron, desde luego, durante los siglos xm, xiv y
xv, mercaderes exóticos en estos reinos [...] Sin embargo, nuestros reyes, los de Castilla y los de
Aragón, no necesitaron banqueros extraños al reino. Los Abrahanes, Isaaces, Samueles, etc., les
daban abasto. Los judíos en el campo de lo económico, y sobre todo en el ejercicio de los negocios
de crédito, no encontraron, durante aquellos siglos de la Edad Media, dentro de las fronteras del país,
competidores capaces de desplazarlos. Fueron los hebreos, simultáneamente, tesoreros y
prestamistas de los reyes.» El crédito de Castilla en el precio de la política imperial (discurso ante
la Real Academia de la Historia), Madrid, 1949, p. 24. Véase Klein, The Mesta, p. 38.
654
Elliott, Imperial Spain, p. 196. Este es también el sentido del capítulo de Ramón Carande
titulado «La encrucijada mercantilista». Carlos V, i, cap. 7. Véase allí: «En la persecución de sus
empresas, Carlos V hizo de España, como éi mismo reconoce, su despensa. Escribe a Fernando estas
palabras: je ne puis estre soubstenu sinon de mes royaulmes d’Espagne [sólo puedo sostenerme
gracias a mis reinos de España]; mas no por eso puso en marcha ningún sistema económico de
unificación nacional. Fueron los territorios otras tantas provincias de intereses incompatibles, como
en los tiempos clásicos. Sin pertenecer al imperio, dependían de la soberanía del emperador intereses
económicos colectivos que no recibieron la atención debida dentro del marco nacional» (p. 159).
Luis Vitale sostiene que la política española no era «mercantilista», sino «cambiaría».
Pensamiento Crítico, 21, p. 23. De hecho sostiene que las raíces de la decadencia española estuvieron
en el hecho de que España no adoptara una política proteccionista. «Paradójicamente, España se
convirtió en el impulso principal para la industria en los países enemigos, Inglaterra y Francia» (p.
24).
655
Véase Elliott, Imperial Spain, pp. 192-193. Klein indica en qué forma el endeudamiento del
emperador obstaculizaba su capacidad de juicio en los conflictos internos españoles. A comienzos
del siglo xvi, los privilegios de la Mesta, que habían conducido a la subida del precio de los
alimentos, eran combatidos en las Cortes por diversos intereses que deseaban estimular más la
labranza: «El mismo Carlos se encontraba en una posición un tanto difícil en lo referente a todo el
problema de la ganadería. En primer lugar propuso, naturalmente, utilizar a la Mesta y su industria
como sus abuelos lo habían hecho, lo que significaba que no hubiera ningún límite para la ganadería.
Su política en esta dirección se veía estimulada por el hecho de que en 1525 había arrendado a sus
acreedores, los Fugger, las muy valiosas tierras de pastos de los maestrazgos de las órdenes militares;
y el permitir cualquier incursión considerable de la agricultura en estas tierras podría haber
conducido a embarazosas demandas de sus banqueros. Por otra parte, al haber aumentado sus
necesidades financieras, tenía que solicitar de las Cortes subsidios o servicios especiales. Para
asegurarse estas sumas estaba obligado a conceder licencias para el cercamiento de tierras públicas
El fracaso del imperio 265
estaba ligado a la vinculación española con el imperio paneuropeo de los Habsburgo.
El resultado de estos dos factores, el gran papel de intereses financieros no españoles
dentro de España y la falta de voluntad (o incapacidad) del gobierno para adoptar
medidas protectoras adecuadas, llevaron a una inversión del papel económico de
España °9.
En lugar de oponerse a los comerciantes extranjeros, España siguió el camino
de expulsar a los no católicos españoles, camino autodestructivo. La posición
internacional de España como cabeza de la oposición ~a las fuerzas del
protestantismo en Europa y a las del Islam en el Mediterráneo la condujo, una vez
sufrida la derrota de la Armada Invencible en 1588 14°, a seguir las lógicas
conclusiones internas de su política internacional. Habiendo expulsado a los judíos
en 1492, a los moros en 1502 y 1525, y habiendo perseguido a los marranos y
«erasmistas» a lo largo de todo el siglo xvi, España expulsó a la última minoría
seudorreligiosa, los moriscos, en 1609 656 657 658. Los moriscos eran unos trescientos
mil, y en su mayor parte trabajadores agrícolas, preferentemente localizados en
Valencia y Andalucía 659. La expulsión de los moriscos desgarró la estructura social
interna en España. Fue consecuencia en parte de los problemas económi- eos de la
primera década del siglo xvn 660, en parte de la declinante situación internacional de

a varias grandes ciudades cuya influencia era necesaria para conseguir que las Cortes votaran los
subsidios [...]
«Sin embargo, Carlos no tardó en tomar una decisión, pues sus planes y ambiciones no eran del
tipo que puede esperar pacientemente al desarrollo de toda una nueva industria. Necesitaba fondos
inmediatamente, y uno de los recursos más explotables disponibles en sus dominios españoles era la
industria ganadera, establecida desde hacía largo tiempo, y entonces más que floreciente, que
precisamente en esa época era más próspera de lo que lo había sido nunca antes, y fde hecho más de
lo que nunca volvería a ser [...] La conservación de los bosques y
la tierra de labranza iban a verse subordinadas a los intereses de la ganadería.» Klein, The Mesta, pp.
327-328.
Y por si esto no fuera suficiente, el declinar de las importaciones de plata a partir de 1590
condujo al gobierno español a intentar compensar sus pérdidas mediante una desastrosa política de
excesiva imposición fiscal sobre la burguesía española subsistente. Véase Elliott, Past and Present,
20, p. 71.
I
” «Me parece que Felipe II siempre se encontró en idéntica posición a la de los gobiernos
sudamericanos del siglo xix: cuentan con una gran riqueza de productos y minas, cuentan con la
riqueza de sus plantaciones, pero se encuentran desarmados en el mundo de las finanzas
internacionales Un gobierno de esta especie puede evidentemente enfadarse, puede incluso pasar a
la ofensiva, pero al final ha de acabar sometiéndose entregar sus recursos y puestos de mando y ser
comprensivo.» Braudel La Médilerranée, t, p. 464.
657
«Durante algún tiempo fue evidente que España estaba perdiendo su batalla contra las
fuerzas del protestantismo internacional [...] Si algún año marca la división entre la triunfal España
de los dos primeros Habsburgo y la España derrotista y desilusionada de sus sucesores, ese año es
1588.» Elliott, Imperial Spain, pp. 282-283.
658
«Se llamaba moriscos a los musulmanes que vivían en territorio cristiano y fueron
obligados a aceptar el bautismo cristiano o a abandonar España, a partir de 1502 en Castilla y de
1525 en Aragón. La mayor parte de ellos sé sometieron, mínimamente, pero conservaron la lengua
y las viejas costumbres árabes.» Nota de Joan Connelly Ullman en Vicens Vives, Approaches, p. 31.
659
Véase Vicens Vives, Approaches, pp. 102-103 [p. 113], Vicens basa sus cifras en la obra
de Henri Lapeyre, Géographie de VEspagne moris- que, París, SEVPEN, 1959.
660
«[En] el transcurso de los primeros años del siglo xvu [se produce en España] una inversión
de la principal tendencia de los precios, entre 1601 y 1604 [y una] inversión de la principal tendencia
del volumen global de comercio entre la España del Atlántico e Hispanoamérica, en 1608-1609. La
266 Immanuel Wallerstein

España661. Se trataba de una acción dirigida contra la aristocracia terrateniente de los


latifundios, una especie de último esfuerzo por parte de los elementos burgueses de
España para hundir a esta clase no preparada para el crecimiento capitalista662. Pero
la aristocracia se salvó encontrando una compensación a los ingresos perdidos en la
negativa a pagar los préstamos debidos a la burguesía, actitud en la que el Estado les
apoyó 663. Pierre Vilar resume las consecuencias diciendo: «en lugar de dañar a la
economía feudal se volvió así contra sus acreedores: agricultores acomodados
[laboreurs viches] y burgueses»664. El resultado neto fue doble. Por una parte, «la
expulsión de los moriscos tuvo como consecuencia el desequilibrio durante más de
un siglo de la península Ibérica.
Decidida en Castilla, deslomó a Valencia y a Aragón» 665 666 667 668. Por otra parte,
hizo aún más profundas las dificultades económicas 669, y provocó que España
buscara nuevas y efímeras cabezas de turco para justificar su decadencia 670°.

posición exacta en el tiempo de la expulsión de los moriscos [1609] debe mucho a esta modalidad
de coyuntura española.» Pierre Chaunu, «Minorités et conjoncture: l’expulsion des Morésques en
1609», Revue Historique, ccxxv, 1, enero-marzo de 1961, p. 93.
661
Joan Reglá señala que en el siglo xvi se consideraba a los moriscos como una «quinta
columna» potencial, y que el temor al avance otomano repercutió en el tratamiento recibido por los
moriscos. Véase «La cuestión morisca y la coyuntura internacional en tiempos de Felipe II», Estudios
de Historia Moderna, III, 1953, pp. 222-228.
143
Véase Joan Reglá, «La expulsión de los moriscos y sus consecuencias», Hispania, xm, 51,
1953, p. 222. Sin embargo, Klein la ve en parte como una defensa de los intereses de la producción
ganadera contra los agrícolas: «Se puede decir que no es improbable que la Mesta utilizara su
influencia sobre los monarcas para asegurar la expulsión de los moriscos en 1609. Los archivos de
sus pleitos contra cercamientos individuales de tierras de pastos con fines de labranza muestran,
durante los últimos años del reinado de Felipe II, un número sorprendentemente elevado de
demandados moriscos. Aunque una parte considerable de los moriscos eran buhoneros, comerciantes
y mendigos, con mucho el mayor número de ellos eran agricultores campesinos. Su expulsión [...]
fue [...] incuestionablemente una de las más graves pérdidas nunca conocidas en la historia agraria
española.» The Mesta, p. 338. Véase Jordi Nadal: «Los motivos de esa persecución pueden reducirse
a dos: de un lado, la minoría mora, ideológicamente irreducible, sortea con mayor fortuna que la
mayoría cristiana las crecientes dificultades económicas; de otro, los vasallos musulmanes, más
dóciles que sus oponentes, favorecen los intereses del feudalismo aristocrático.» La población
española, página 63.
144
Véase Joan Reglá, Hispania, XIII, 52, 1953, p. 446.
664
Vilar, Europe, vol. 34, p. 6.
1,8
Chaunu, Revue Historique, ccxxv, p. 97. Véase Joan Reglá, «La expulsión de los moriscos y
sus consecuencias en la economía valenciana», Studi in onore di Amintore Fanfani, v, Evi moderno
e contemporáneo,
Milán, Dott. A. Giuffré, 1962, pp. 525-545. J. H. Elliott, si bien se muestra un tanto reservado
respecto al impacto económico negativo de la expulsión de los moriscos en España como un todo,
concede que: «Para Va
lencia por lo menos, entonces, la expulsión de los moriscos supuso un desastre económico.» «The
Spanish península, 1598-1648», New Cambridge Modern History, iv, J. P. Cooper, comp., The
decline of Spain and
the Thirty Years’ war: 1609-1648/59, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1970, p. 455.
669
«Es probable que una de las consecuencias inmediatas de la expulsión de los moriscos fuera
que el volumen de comercio de la carrera [de Indias] en el período 1614-1622 no se pueda comparar
con el período cumbre de 1605-1613.» Chaunu, Revue Historique, ccxxv, p. 93.
670
«¿Hemos prestado atención suficiente a [...] la importancia de la transferencia [de objeto]
hacia los judíos, o los acusados de serlo, que se produce en el curso del deterioro coyuntural de la
España del siglo xvn, cuando el útil chivo expiatorio de los moriscos falta de repente?», Chaunu,
El fracaso del imperio 267
Mientras tanto, el gobierno se encontraba cada vez más endeudado en el exterior,
cada vez más inclinado a enfrentarse a la crisis presupuestaria por medio del repudio
de las deudas (1557, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647), y, finalmente, «incapaz de
conseguir más dinero y, en consecuencia, incapaz de seguir luchando» 671. Y en casa,
la política exterior «fantásticamente cara de Carlos V, y su dependencia del crédito
para financiarla» tuvieron como consecuencia, argumenta J. H. Elliott, no sólo el
«dominio de los banqueros extranjeros sobre las fuentes de riqueza del país», sino
también que «dentro de Castilla la mayor parte de la carga fuera soportada por
aquellas clases menos capacitadas para hacerlo» 672. El dilema resultante para España
fue captado ya en el año 1600 por un abogado y teólogo llamado Martín González
de Cellorigo: «Y ansí, el no haver dinero, oro ni plata, en España, es por averio, y el
no ser rica, es por serlo» ,S3.
Las crecientes dificultades económicas de España, combinadas con la
incapacidad para crear un aparato de Estado fuerte, llevaron a un creciente
bandolerismo al que el Estado no conseguía hacer frente 673 674 675 676 677. La «lentitud»
de la burocracia aumentó en vez de mejorar, ya que precisamente estas dificultades
crearon una rigidez estructural en la que «los reyes españoles podían seguir adelante
y gobernar con un mínimo de cambio y reforma» 678. Y, a pesar de la caída de los
ingresos del Estado, éste mantuvo, o tal vez incluso incrementó, el alto nivel de
gastos de lujo de una burocracia cortesana parásita.
El golpe definitivo puede haber sido demográfico (factor que interviene, cuando
lo hace, como una variable entre otras, como ya hemos argumentado). Si en el
«primer» siglo xvi la población española (o al menos la de Castilla) era grande y
creciente 679, esto dejó de ser cierto en el «segundo» siglo xvi, por múltiples razones:

ibid., p. 94.
671
G. N. Clark, The seventeenth century, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press
(Clarendon), 1929, p. 42.
672
Elliott, Imperial Spain, p. 204.
183
Citado por Vilar, Europe, vol. 34, p. 10. H. G. Koenigsberger hace la misma observación en
un lenguaje más moderno: «Así, para asombro de los extranjeros, toda la plata del Perú no pudo
convertir a España en un país rico. El tesoro americano ayudó a pagar las guerras del Emperador e
hizo la fortuna de los banqueros genoveses, pero de él se invirtió demasiado poco en la producción
para superar el atraso econó-
mico del país. Al convertirse el imperio de Carlos V cada vez más en un imperio español, la debilidad
económica de España se transformó en un lastre aun más serio en su lucha contra sus rivales de
Europa occidental.» «The empire of Charles V in Europe», en la New Cambridge Módem History,
II, G. R. Elton, comp., The Reformation, 1520-1559, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press,
1958, pp. 322-323.
674
Da Silva atribuye el auge del bandolerismo al hecho de que «las
extremas tensiones de los precios de venta y el mercado ponían a los
campesinos a merced de los señores locales». En Espagne, p. 161. Joan
Reglá lo considera un subproducto de la crisis francesa: «A mayor abundamiento, la crisis francesa
proyectó hacia Cataluña y Aragón nutridas oleadas de emigrantes gascones, que impulsaron
vigorosamente el bandolerismo.» Estudios de Historia Moderna, m, p. 233. Sin duda es un poco
excesivo echar toda la culpa a los gascones. Pero Enric Serrahima señala que en 1582 la situación en
los Pirineos se hace desastrosa porque los hugonotes y los bandidos de las montañas nativos «hacen
causa común». «Hugonotes y bandidos en el Pirineo catalán», Estudios de Historia Moderna, iv,
1954, p. 211.
678
V. G. Kiernan, Past and Present, 31, p. 37.
679
«Los grandes éxitos imperiales de España en el siglo xvi fueron resultado en primer término
268 Immanuel Wallerstein

emigración a las Américas, muertes en la guerra, hambre y plagas en 1599-1600 en


Andalucía y Castilla, y, como ya hemos visto, la expulsión de los moriscos en 1609.
No se trata entonces de que España fuera de alguna forma menos emprendedora que
otras partes de Europa 680. Sucedió que, por las ra

del coraje y la vitalidad de la población excedente de la sobrepoblada Castilla. Las cifras sobre la
población española en el siglo xvi son limitadas y no muy dignas de confianza, pero actualmente se
puede estar probablemente de acuerdo en que la población de Castilla aumentó durante buena parte
del siglo, como aumentó por todas partes en Europa, con una tasa máxima de crecimiento en la
década de 1530.» Elliott, Past and Present, 20, p. 57.
680
Véanse los argumentos de Elliott en Imperial Spain, pp. 194-195.
El fracaso del imperio 269
zones que hemos aludido, el aparato de Estado no estaba adecuada y
debidamente construido, y a causa de ello «las circunstancias adversas resultaron
excesivamente fuertes» por utilizar la frase de Elliott681, y España manifestó una
«hipersensibili- dad [...] al fenómeno de la contracción secular», en palabras de
Chaunu 682. En cualquier caso, España no se convirtió en el primer poder de Europa.
Por el contrario, estaba destinada a ser primero semiperiférica y después periférica,
hasta que en el siglo xx intentara lentamente volver a ascender. Tampoco había
declinado España sola. Había arrastrado en su caída todas aquellas partes de Europa
que habían estado aliadas a su ascenso: el norte de Italia, la Alemania del sur,
Amberes, Cracovia, Portugal. Con excepción de Portugal, todas eran esencialmente
ciu- dades-Estado, sirviendo al imperio de los Habsburgo (y español), así como a la
economía-mundo como un todo. Su prosperidad no sobrevivió largo tiempo a la
reestructuración del sistema mundial en el «segundo» siglo xvi.
El nuevo sistema iba a ser el único que ha predominado desde entonces, una
economía-mundo capitalista en la que los Estados del centro iban a quedar
entrelazados en una situación constante de tensión económica y militar, compitiendo
por el privilegio de explotar a las áreas periféricas (y debilitar sus aparatos de
Estado), y permitiendo a ciertas entidades jugar un papel intermediario especializado
como potencias semipe- riféricas.
Los Estados del centro habían sacado una saludable lección financiera de las
catástrofes económicas de los imperios de los Habsburgo y de los Valois. Estaban
determinados a no quedar atrapados de nuevo en un laberinto financiero que escapara
a su control. En primer lugar, persiguieron crear el tipo de control de las
importaciones que les capacitara para mantener una favorable balanza comercial,
concepto que empezó a circular en esta época 683. Pero los Estados hicieron más que
preocuparse acerca de la balanza comercial. Se preocuparon también acerca del
producto nacional bruto, aunque no lo llamaran así, y acerca de la parte del PNB
correspondiente al Estado, y de su control sobre ella. El resultado fue que para finales
del «segundo» siglo xvi, como señala Cari Friedrich, «el propio Estado se había
convertido en fuente de crédito, en lugar de las casas financieras que hasta entonces
habían prestado fondos» 684.
Así empezó un período de involución. En general, el período siguiente podría
ser considerado, como lo hace R. B. Wernham, «uno de los más brutales y fanáticos

681
Ibid., p. 195.
Ii5
Chaunu, Séville, vm (1), p. 244.
683
«El colapso financiero de todas las grandes potencias bajo el esfuerzo bélico a finales de la
década de 1550, y la consiguiente paz de Cateau-Cambrésis, habían convencido a todos los gobiernos
de la necesidad de acumular un fondo de guerra en metales preciosos.» Lawrence Stone,
«Elizabethan overseas trade», Economic History Review, 2." serie, II, 1, 1949, p. 35. Stone cita la
nueva máxima francesa: «Les chases desquelles les hommes se peuvent passer ne doibven estre
jugées néces- saires» («Las cosas de las que los hombres pueden prescindir no deben ser
consideradas necesarias»).
684
Cari J. Friedrich, The age of the baroque, Nueva York, Harper, 1952, página 8.

10
270 Immanuel Wallerstein

de la historia de la Europa moderna» 685 686, pero los conflictos al principio se daban
más bien en el seno de los Estados que entre ellos. Entre los Estados reinaba por un
momento una calma relativa, nacida del cansancio, «una coexistencia llena de
escaramuzas y aún explosiva» ’63.
Este repliegue hacia el interior del Estado —es decir, este estatismo, ya que no
era necesariamente nacionalismo— estaba íntimamente ligado a la naturaleza del
desarrollo económico. Es importante empezar recordando la demografía
comparativa. Francia, en 1600, tenía una población estimada de 16 millones de
habitantes, la mayor de Europa, aunque los diversos principados alemanes sumaban
veinte millones. España y Portugal (unidas después de 1580) tenían alrededor de 10
millones; Inglaterra y Gales, 4,5 millones. Las densidades figuran en un orden
bastante diferente. Las áreas de las ciudades-Estado comercial- industriales
tradicionales iban a la cabeza de la lista: Italia, con 44 habitantes por kilómetro
cuadrado, y los Países Bajos, con 40. Francia tenía 34, e Inglaterra y Gales, 30.
España (y Portugal) tenían tan sólo 17 687.
El significado tanto de las cifras absolutas como de las densidades resulta
ambiguo. Los números significaban fuerza en la guerra y en la industria. También
significaban gente a la que gobernar y bocas que alimentar. El tamaño óptimo queda
muy lejos de estar claro, como indicaba ya nuestra discusión anterior. Para el
«segundo» siglo xvi, Frank C. Spooner manifiesta cierto escepticismo acerca de los
beneficios económicos de una población en expansión. Habla de «ganancias
[returns] decrecientes» 688. Al principio, después de Cateau-Cambrésis, «la actividad

lí!
«Introduction», New Cambridge Modern History, m, R. B. Wernham, comp., The Counter-
Reformation and the price revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press,
1968, p. 1.
686
«Así, los grandes conflictos que habían desgarrado Europa durante la primera mitad del siglo
xvi se fueron extinguiendo al ir cayendo exhaustos, uno a uno, los combatientes. En el este, la larga
lucha entre cristianos y turcos musulmanes se fue enfriando lentamente en una coexistencia llena de
escaramuzas y aún explosiva. En el centro, en el Sacro Imperio Romano, la Dieta de Augsburgo de
1555 consagra un equilibrio triple, precario pero en general cuidadosamente guardado, entre los
príncipes luteranos, los príncipes católicos, y un emperador Habsburgo cuyo poder (tal como era)
descansaba cada vez más sobre las lejanas fronteras orientales del imperio, sobre los ducados
austríacos y sobre Bohemia. En el oeste, la paz de Cateau-Cambrésis en abril de 1559 reconocía un
difícil e inestable equilibrio entre la monarquía francesa y la rama española de la casa de Habsburgo,
los dos leviatanes que aún descollaban por encima de todas las demás potencias, y cuya larga disputa
quedaba ahora suspendida más que finalizada. Cada uno de estos conflictos, al irse extinguiendo,
dejó tras de sí su propio sistema político particular, y después de 1559 cada uno de estos sistemas
siguió más y más su propio camino, en creciente aislamiento del resto.» Ibid., página 2.
687
Estas cifras se encuentran en Frank C. Spooner, «The economy of Europe, 1559-1609», en
New Cambridge Modern History, ni, R. B. Wern- ham, comp., The Counter-Reformation and the
price revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1968, p. 33. Véase
Brau- del, La Méditerranée, I, pp. 361-362; Cipolla, Guns and sails, p. 86 n.
I4S
«Sin embargo, los cambios en la población no fueron siempre tan favorables al desarrollo
económico como se podría imaginar en primer término. Más hombres significaban más vagabundos
y bandidos viviendo al margen de la sociedad y de la ley; también aumentaban la demanda de
empleo, lo cual creaba otro difícil problema. En suma, el crecimiento de la población implicaba toda
una serie de ventajas, mezcladas con cargas e inconvenientes. Es posible [...] que en un momento
dado la producción humana siga la ley de los rendimientos decrecientes, un proceso de deterioro [...]
A finales del siglo xvi Europa había llegado a estar relativamente sobrepoblada, más especialmente
en los países occidentales, los de mayor densidad y riqueza. Una revolución tecnológica tal como la
El fracaso del imperio 271
económica de Europa occidental disfrutó de un período prolongado de bienestar y
recuperación» 1<’689. Este fue el período de la inflación de plata, que socavó la
minería germana, revaluó el oro y estimuló la economía europea 690. Una
consecuencia de la inflación de plata fue que, como observa Tawney, «a finales del
siglo xvi la agricultura, la industria y el comercio exterior dependían en gran medida
del crédito» 691. Una segunda consecuencia fue el definitivo desplazamiento del
centro de gravedad económico desde la Europa central al nuevo comercio atlántico
con el oeste. Spooner dice del tratado de Cateau-Cambrésis que «no fue tanto el
cierre de un período como la iniciación de un futuro», y añade: «el camino del futuro
yacía [...] al otro lado del Atlántico y de los siete mares del mundo» 692 693 694 695 696 697
698 699 700 701 702 703 704
.
Económicamente, sin embargo, el evento más significativo de estos tiempos no
estuvo localizado en el Atlántico, sino en el norte. Astrid Friis sostiene que éste fue
«la expansión excepcional del comercio marítimo en los Países Bajos e Inglaterra,
coincidiendo con un rápido incremento de las importaciones de bienes bálticos, en
especial grano, a otras partes de Europa» 17°. Según su punto de vista, las crisis de
metales preciosos, crédito y finanzas no son el motor del cambio económico (y
político), sino su consecuencia m. En este caso, dice, era la penuria de grano la causa
inmediata de la tensión en el mercado monetario m. Uno de los resultados de esto fue
fortalecer enormemente la baza de Amsterdam, que era ya en aquella época el pivote
del mercado de grano báltico y que, por tanto, resultaba más solvente que Amberes
y otras ciudades de las provinci?:, del sur.

revolución industrial podría haber resuelto la situación, pero esta revolución sólo llegaría dos siglos
después. En otras palabras, es posible que el nivel de la producción no pudiera alcanzar la capacidad
requerida, y fuera insuficiente para la población. En efecto, la oferta no respondía a la creciente
demanda.» Spooner, New Cambridge Modern History, m, p. 34.
Ibid., p. 14.
690
Véase ibid., p. 26.
Tawney, A discourse upon usury, p. 86.
692
Frank C. Spooner, «The Hapsburg-Valois struggle», New Cambridge Modern History,
u, G. R. Elton, comp., The Reformation 1520-1559,
Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1958, p. 358.
170
Astrid Friis, «An inquiry into the relations between economic and
financial factors in the sixteenth and seventeenth centuries», Scandina-
vian Economic History Review, i, 2, 1953, p. 193. Véanse también pági
nas 209-213.
698
Refiriéndose específicamente a la tesis de Hauser sobre las crisis
de 1557-1559, afirma: «La raíz del desarrollo del mal debe buscarse en
las condiciones económicas imperantes más bien que en la política financiera. No es que yo piense
elogiar a esta última. Probablemente era inevitable a largo plazo la quiebra de las finanzas de los
Países Bajos y España. Pero ciertamente la capacidad de los habitantes para pagar impuestos y
avanzar préstamos, mediante los cuales se podían anticipar los ingresos procedentes de los
impuestos, fue un factor importante en el sistema financiero del dominador de los Países Bajos [...]
»W. R. Scott, que [...] se ha dedicado mucho al estudio de las depresiones de los comienzos de los
tiempos modernos, especialmente en In
glaterra, dice que las malas cosechas, las plagas y las interrupciones del comercio a causa de la guerra
son, entre los factores simultáneos que pueden haberlas acelerado, demasiado importantes para poder
ser ignorados. Precisamente estos tres factores pueden rastrearse en los Países
Bajos en el año fatídico de 1557.» Ibid., p. 195.
704
Véase ibid., pp. 213-217.
272 Immanuel Wallerstein

Es así como pasamos de Sevilla a Amsterdam. La historia del «segundo» siglo


xvi es la historia de cómo Amsterdam recogió los hilos del imperio en disolución de
los Habsburgo, creando el marco de un buen funcionamiento de la economía-mundo,
que capacitaría a Inglaterra y a Francia para comenzar a emerger como Estados
fuertes, eventualmente para tener fuertes «economías nacionales».
Estos desarrollos fueron en su mayor parte consecuencia del hecho de que la
primera fase expansionista de la economía- mundo europea estaba llegando a su
término en este período. Era el momento en que «la gran marea empezaba a
detenerse, como si su subida careciera del impulso necesario para sobreponerse a los
obstáculos e impedimentos que ella misma había alzado» 173. Veremos ahora las
respuestas de los centros tradicionales de población y finanzas, los Países Bajos y el
norte de Italia. En el próximo capítulo abordaremos la emergencia de Inglaterra, no
sólo como el tercer poder político europeo (junto con Francia y España), sino como
el que más rápidamente avanzó en la esfera industrial, y la forma en que Francia, al
pasar de una orientación imperial a una estatista, no logró cosechar la totalidad de
los beneficios de tal cambio organizativo.
¿Hasta qué punto eran importantes los Países Bajos en esta época? Lucien
Febvre, en su introducción a la magnum o pus de Chaunu sobre el comercio
atlántico, sugiere —no afirma— que el comercio a y desde los Países Bajos palidece
en comparación:

Desde el punto de vista de una historia económica vista desde lo alto, desde el punto
de vista de la historia cultural y del mundo a gran escala, qué hay en común entre
este comercio costero de bienes de bulto, útil, pero bajo ningún concepto precioso,
que iba del norte al sur, y del sur al norte [...] este comercio costero de alimentos, el
trueque, las modestas compras, el transporte a cortas distancias al que dio lugar, y,
considerando sólo el comercio que iba de América a Europa, la contribución de
metales preciosos en cantidades hasta entonces desconocidas, que había de revivir
tanto la economía como la organización política, las «grandes políticas» de los
poderes europeos, precipitando y acelerando así movimientos sociales de alcance
incalculable: el enriquecimiento de una burguesía mercantil y financiera que
asciende, como los Fugger y tantos otros, a rango principesco: la decadencia
progresiva de una nobleza que mantiene su estatus y su esplendor por el único medio
de explotar de forma parasitaria los beneficios logrados por los creadores de riqueza;
la larga supremacía en Europa de los Habsburgo, señores del oro y de la plata
ultramarinos; frente a tantas cosas grandes, ¿qué importancia tiene este comercio
local (trafic casanier), este comercio artesanal del Sund y sus barcazas, arrastrando
prudentemente sus gruesas panzas bajo un cielo neblinoso? 174.

1.3
Spooner, New Cambridge Modern History, m, p. 42.
1.4
Lucien Febvre, «Préface» a Huguette y Pierre Chaunu, Séville el l'Atlantique (1504-1650), i,
Introduction méthodologique, París, Armand Colín, 1955, p. xiii.
273 Immanuél Wallerstein
Efectivamente. ¿Cuál? Esa es la cuestión. Incluso en el supuesto de que los datos
de Febvre fueran totalmente correctos —y parece haber razones para pensar que
subestima seriamente el comercio del norte 175—, deberíamos dudar antes de aceptar
la intimidante fioritura de la prosa de Febvre. Porque este comercio local artesanal
transportaba materias primas para las nuevas industrias y alimentos para las ciudades
17í
. Como ya hemos visto, marcó y codificó una nueva división europea del trabajo.
Después de todo, los metales preciosos han de ser utilizados para comprar
mercancías reales, y, como hemos visto también, los metales preciosos pueden no
haber hecho por España mucho más que pasar por sus arcas.
La cuestión tampoco era solamente la centralidad económica del comercio que
giraba en torno a los Países Bajos. Era también una cuestión de especialización en
las nuevas capacidades requeridas para manejar un foco financiero y comercial de la
economía-mundo. Fue el dominio de tales capacidades lo que permitió a los
holandeses arrebatar el control del comercio
1.5
Véase la reseña por Jan Craeybeckx del libro de Emile Coornaert, Les franqais et le
commerce Internationale á Anvers ( f i n du XV'-XVI‘ sié- cíes), en la que subraya que el libro de
Coornaert «proporciona abundantes pruebas de que el tráfico entre las diferentes regiones del viejo
continente era mucho más que la rutina diaria a pequeña escala (train- train quotidien) que describe
Lucien Febvre en su prefacio al primer volumen de la notable obra de H. y P. Chaunu sobre Séville
et l'Atlan- tique. La afirmación debe ser considerablemente revisada cuando comprobamos que
simplemente las llegadas de vino desde Middelburg a menudo igualaban, o incluso excedían, en
tonelaje al menos, si no en valor, el volumen anual del tráfico entre España y el Nuevo Mundo.»
«Les franjáis et Anvers au xvi' siécle», Annales ESC, xvu, 3, mayo-junio de 1962, p. 543.
1.6
Véase la descripción de Aksel E. Christensen: «Las exportaciones del Báltico [...] consistían
casi exclusivamente, además del grano, en materias primas y materiales auxiliares para la industria
holandesa y de Europa sudoccidental. La construcción naval era la más prominente de las industrias
provistas por estas importaciones [...] El cáñamo era la materia prima para la fabricación de cuerdas,
industria auxiliar diferenciada de la construcción naval y de la pesca (redes), mientras que el lino,
entre varias, era la base de otra industria auxiliar, la fabricación de velas. [También la brea, el
alquitrán y los metales para la construcción naval.]
»De hecho, el comercio báltico era la "madre” y el "alma” del comercio holandés, no sólo el
más antiguo y todavía el más importante comercio al por mayor, sino también la base fundamental
de la prosperidad y el crecimiento de la marina mercante.» Dutch trade to the Baltic about 1600,
Copenhague, Munksgaard, 1941, pp. 365-366. Véase J. G. van Dillen, «Amsterdam's role in
seventeenth-century Dutch politics and its economic background», en J. S. Bromley y E. H.
Kossman, comps., Bri- tain and the Netherlands, XI, Groninga, Wolters, 1964, esp. pp. 133-135.
mundial de especias a los portugueses, con el paso del «primer» al «segundo» siglo
xvi177.
La importancia de los Países Bajos para el comercio intra- europeo no resulta,
por supuesto, nada nuevo. Como nos recuerda S. T. Bindoff, «del siglo xi al xvn los
Países Bajos fueron uno de los puntos nodales del comercio europeo...» 178. Hemos
señalado el papel clave de Amberes en el «primer» siglo xvi I79. Amberes cayó en
1559 18°, y lo importante es observar
171
«[En la segunda mitad del siglo xv] se creó [...] una nueva economía-mundo, una economía
en la que Lisboa y la Casa de Contratación controlaban el tráfico mundial de especias y dirigían la
flota de naves especieras al puesto comercial de Goa y luego a su fondeadero del Tajo. La
administración y las técnicas financieras portuguesas resultaron inadecuadas para tareas tan
lucrativas [y] los holandeses demostraron su capacidad como intérlopes [...] El tráfico de especias
bajo control holandés se convirtió en un anexo inestimable de su comercio con el Báltico y la Europa
noroccidental. El nuevo y ampliado comercio de especias y productos orientales engranó en un
274 Immanuel Wallerstein
sistema comercial que se prolongaba por toda Europa y, de hecho, a través del Atlántico.» E. E. Rich,
«Preface», en Cambridge Economic History of Europe, iv, E. E. Rich y C. H. Wilson, comps., The
economy of expanding Europe in the 16th and 17th centuries, Londres y Nueva York, Cambridge
Univ. Press, 1967, página xii.
Véase nuevamente E. E. Rich: «Los holandeses, en el entretanto, habían cosechado las ventajas
del comercio con el Nuevo Mundo sin necesidad de participar activamente en los viajes o el comercio
hacia el este o el oeste. Gran parte de su energía se vio absorbida por sus disputas religiosas y la larga
lucha con España; y en virtud de su posición geográfica y de su agudeza comercial fueron capaces
de hacer de su país, y de su gran ciudad de Amberes, el puerto de llegada de las especias de Oriente
y la lonja de los tesoros de América. El comercio con los arenques del mar del Norte, también, les
permitió establecer un provechoso contacto comercial con Portugal y el Mediterráneo, y su comercio
báltico en madera, lino, alquitrán y pieles les hizo indispensables a los otros Estados de Europa
occidental, en particular a Inglaterra.» «Expansión as a concern of all Europe», New Cambridge
Modern History, I, G. R. Potter, comp., The Renaissance, 1493-1520, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1957, p. 468.
™ S. T. Bindoff, «Economic change: the greatness of Antwerp», New Cambridge Modern
History, II, G. R. Elton, comp., The Reformation, 1520- 1559, Londres y Nueva York, Cambridge
Univ. Press, 1958, p. 51.
El comercio hanseático con Francia y más tarde con la península Ibérica pasaba por Brujas
ya en el siglo xm. En el siglo xvi el paso por Amberes era inevitable. En esta época, por lo general,
las naves hanseá- ticas sobrevivían más como transportistas que como comerciantes en el tráfico
atlántico. Véase Fierre Jeannin, «Anvers et la Baltique au xvi* siécle», Revue du Nord, xxxvn, abril-
junio de 1955, pp. 107-109. Jeannin señala que «el ambiente de Amberes actuó como un disolvente
de las tradiciones e instituciones hanseáticas» (p. 97).
1,0
No todo el mundo está de acuerdo. Frank J. Smolar, jr., sostiene que su decadencia se ha
exagerado; véase «Resiliency of enterprise: economic causes and recovery in the Spanish
Netherlands in the early seque su sucesión no era en absoluto obvia. Como sabemos,
Ams- terdam se puso al pie del cañón, pero Lawrence Stone argumenta que una
forma de interpretar este hecho es considerarlo un fracaso de Inglaterra tanto como
un éxito de los holandeses, un fracaso que «retardaría» el ascenso inglés en el sistema
mundial705 706 707.
El éxito de Amsterdam fue importante, por consiguiente, tanto política como
económicamente. Pero ¿cuál fue el marco político que hizo posible este éxito? Las
últimas cinco décadas del siglo xvi señalan no sólo el ascenso de Amsterdam, sino
también la llamada revolución de los Países Bajos, cuyas fronteras en el espacio y en
el tiempo resultan tan amorfas (o, mejor dicho, tan discutidas) como su contenido
social.
Para empezar, ¿fue una revolución? Y si lo fue, ¿fue una revolución nacional o

venteenth century», en Charles H. Cárter, comp., From the Renaissance to the Counter-Reformation,
Nueva York, Random House, 1965, páginas 247-248. Su razonamiento detallado se encuentra en las
pp. 251-252, y concluye: «Hay fuertes indicaciones de fortaleza económica inherente y de potencial
para una recuperación extensiva; los datos en este sentido son muchos, y en gran parte no han sido
utilizados» (p. 253).
706
«Inglaterra consiguió reorganizar su comercio para compensar adecuadamente los daños
ocasionados por el colapso de Amberes. Pero no logró —de hecho, apenas intentó— ocupar el trono
vacante. Desaprovechó la oportunidad única que se le ofreció entre la caída de Amberes y el ascenso
de Amsterdam. Hay muestras de que, en este período crítico de la historia económica inglesa, logró
efectivamente arrebatar a Alemania la preeminencia en las técnicas industriales y mineras. Pero
perdió
la carrera por la supremacía comercial y naval ante los más emprendedores, más eficientes y mejor
organizados holandeses. No es desmesurado sugerir que este fracaso en beneficiarse del colapso de
Amberes retrasó por lo menos un siglo el ascenso de Inglaterra a una posición de grandeza mundial.»
Stone, Economic History Review, II, p. 54.
El fracaso del imperio 275
una revolución burguesa? Y ¿existe acaso alguna diferencia entre estos dos
conceptos? No pienso comenzar ahora un largo excursus sobre el concepto de
revolución. No estamos aún listos en la lógica de este trabajo para abordar esta
cuestión. Simplemente me gustaría subrayar en este punto que, en mi opinión, esta
cuestión no resulta más ambigua (ni, desde luego, más clara) en el caso de la
«revolución de los Países Bajos» que en el caso de ninguna otra de las grandes
«revoluciones» de la era moderna.
La historiografía revela una enorme división en la interpretación de esta
cuestión. Algunos consideran la revolución esencialmente como la historia de la
nación «holandesa», es decir, de los Países Bajos del norte, calvinistas, luchando por
la libertad y la independencia contra la Corona española, ayudada y apoyada por los
católicos «belgas» (del sur de los Países Bajos). Otros la consideran esencialmente
una revuelta de toda la nación de los Países Bajos («borgoñona»), apoyada por
personas de todos los grupos religiosos, que sólo consiguió liberar media nación. J.
W. Smit finaliza un repaso a la historiografía con este muy sensato comentario:
Estos problemas, no obstante, sólo pueden ser resueltos si dejamos de tratar la revuelta como un
bloque y nos damos cuenta de que hubo una serie de revueltas, que representaban los intereses y los
ideales de diversos grupos sociales económicos e ideológicos: revueltas que en ocasiones corren
paralelas, en ocasiones entran en conflicto unas con otras y en otras ocasiones se coaligan en un
único movimiento 182.
Desde el punto de vista del sistema mundial, tal y como se iba desarrollando,
tenemos que preguntar: ¿por qué tuvo lugar en los Países Bajos y sólo en ellos una
compleja revolución nacional y social en el «segundo» siglo xvi, una era de relativa
tranquilidad y orden social en otros lugares (con la excepción, y muy importante, de
Francia), y cómo es que la revuelta tuvo éxito en gran medida? 708.
En la época de Carlos V, la política interna de los Países Bajos no fue
llamativamente diferente de la política de otras partes de Europa. La nobleza
mantenía una relación ambivalente frente a su príncipe, temiendo su creciente poder
político y económico, viéndole como protector de sus intereses tanto contra la
burguesía como contra las revueltas populares, encontrando en el servicio al príncipe
una salvación financiera para los «hijos menores», o los nobles arruinados:
poniéndose, en última instancia, al lado del príncipe709. Entonces, de repente, nos
encontramos en una situación en la que «los frustrados burgueses prósperos de las
ciudades en expansión se unieron a los desesperados artesanos desclasados y a los

J. W. Smit, «The present position of studies regarding the revolt of the Netherlands», en
Bromley y Kossman, comps., Britain and the Netherlands, Groninga, Wolters, 1964, I, p. 28.
IU
«El desarrollo político que [...] tiene lugar [a finales del siglo xvi], combinado con el
impresionante auge de una economía conducida por una clase mercantil encabezada por las familias
gobernantes, explica en gran medida la notable posición que éstas llegan a ocupar en Holanda en el
siglo xvu.» D. J. Roorda, «The ruling classes in Holland in the seventeenth century», en Bromley y
Kossman, comps., Britain and the Netherlands, Groninga, Wolters, 1964, n, pp. 112-113.
709
«La nobleza podía elegir entre buscar la ayuda del príncipe contra su común enemigo burgués
o aliarse con la burguesía contra el príncipe, que no era menos proclive a querer recortar el poder de
los nobles. Durante el reinado de Carlos V la nobleza pareció optar por el príncipe. La alta nobleza
ascendió rápidamente en el servicio del Emperador, mientras la baja nobleza se contentaba con
funciones administrativas menores o con servir en el ejército.» J. W. Smit, Preconditions of revo-
lution, p. 31.
276 Immanuel Wallerstein

nobles florecientes o en decadencia, convergiendo los disturbios locales en una


revolución general» 710. ¿Cómo fue esto?
Creo que la clave del desencadenamiento de la revolución no se encuentra en
el descontento social de los artesanos y los trabajadores urbanos, ni en la burguesía,
que sin duda alguna sería la gran beneficiaría de la revolución, sino en el hecho de
que grandes partes de la nobleza de los «Países Bajos» temieran súbitamente que el
príncipe no fuera su agente, que su política a corto y a medio plazo amenazara sus
intereses significativamente y que no estuviera al alcance de sus posibilidades
políticas el persuadirle de cambiar su política, dado que su arena política (el imperio
español) era mucho mayor que la que ellos, de ser establecida, podrían controlar 711.
En pocas palabras tuvieron un reflejo de oposición «nacionalista» 712.
Veamos parte de la evidencia. Allí la nobleza, como en otros lugares, estaba
crecientemente endeudada. Más aún, el Emperador no hacía más que recortar sus
fuentes de ingresos 713. Cuando Felipe II asumió el poder, descubrió una súbita
resistencia a su recaudación de fondos 714. Los últimos años de Carlos V fueron años
de prueba: grandes exigencias del Emperador combinadas con una disminución de
los ingresos reales de la nobleza a causa de la inflación de precios. Las quiebras y las
dificultades económicas resultantes del tratado de paz de Cateau- Cambrésis hicieron
que la situación empeorara súbitamente 715°.

710
Ibid., p. 41.
711
«¿No se deben las grandes revoluciones a la conjunción de clases prósperas que quieren
convertirse en revolucionarias y clases maltrechas que se ven obligadas a hacerlo, mientras que las
revoluciones motivadas por la pura pobreza tienen de hecho corta vida?» Comentario de Pierre Vilar
en Charles Quint et son temps (Colloques Internationaux du CNRS, 30 de septiembre-3 de octubre de
1958), París, CNRS, 1959, p. 188.
1,7
«En el siglo xvi, casi por vez primera, los movimientos de oposición adquirieron dimensión
nacional e incluyeron clases, o elementos de clases, que iban desde los príncipes de la sangre hasta
los artesanos sin empleo.» H. G. Koenigsberger, «The organization of revolutionary parties in France
and the Netherlands during the sixteenth century», The Journal of Modern History, xxvu, 4,
diciembre de 1955, p. 336.
713
«El gobierno central y los odiados juristas estaban además privándoles de los derechos
señoriales que les restaban. En 1520 una proclama prohibía la exigencia de nuevos diezmos y
pretendía la abolición de todos los derechos señoriales existentes por menos de cuarenta años. En
1531, la Corona prohibió a los señores exigir nuevos dones o servicios a sus arrendatarios. La caída
de los ingresos procedentes de los derechos de jurisdicción ya ha sido mencionada.» H. G.
Koenigsberger, «Property and the price revolution (Hainault, 1474-1573)», Economic History Re-
view, 2.' serie, ix, 1, 1956, p. 14.
Véase Smit: «Pero es difícil determinar si tal hostilidad estaba inspirada ante todo por la
preocupación de conservar su posición económica o por el deseo de mantener su estatus social. La
alta nobleza todavía recibía un ingreso considerable, pero su posición económica relativa, como (en
menor medida) la de la baja nobleza, parece haber ido declinando a causa del gasto ostentoso.
Obviamente, las presiones económicas eran sólo uno de los muchos pesares de la nobleza, pero
constituían
un incentivo fundamental para la revolución en una clase que se sentía cercada por todas partes.»
Preconditions of revolution, pp. 4142.
1,9
Véase Pieter Geyl, The revolt of the Netherlands (1559-1609), Londres, Williams &
Norgate, 1932, pp. 69-70.
715
«Si la caída del ingreso real de la baja nobleza se debió, de hecho, a la subida de los precios,
entonces probablemente esta caída no se extendió por igual a lo largo de los tres primeros cuartos
del siglo xvi, sino que se concentró en los quince o veinte años anteriores al estallido de la gran
revuelta, en los que los precios subieron mucho más rápidamente que antes. Así, si hubo una crisis,
El fracaso del imperio 277
Después, encima de las desgracias económicas, Felipe II obtuvo en 1559
permiso de Roma para crear nuevos episcopados. Con ello pretendía racionalizar las
fronteras políticas y lingüísticas, incrementar el número de obispados, y requerir que
los obispos tuvieran preparación técnica (es decir, que fueran teólogos, en vez de
hijos de grandes señores). Por añadidura, el plan requería que los fondos necesarios
para dotar a los nuevos obispados se tomaran de los ingresos de ciertas abadías
históricas y hasta entonces independientes, reemplazando los nuevos obispos a los
abades en diversas asambleas políticas. Sin duda, como señala concisamente Pieter
Geyl, esto demostraba que Felipe era un «diligente» constructor del Estado 716. Sin
embargo, «no es de extrañar que surgiera una tempestad de oposición a una plan que
suponía semejante fortalecimiento de la autoridad del rey en un momento en que sus
designios eran observados con desconfianza desde todas partes» 717.
En la otra dirección, la nobleza buscaba transformar el Consejo de Estado en «un
cuerpo ejecutivo exclusivamente aristocrático» 718. Felipe se negó, pero adoptó una
postura de compromiso retirando las fuerzas españolas, dejando a su gobierno en los
Países Bajos sólo con las fuerzas suministradas por la nobleza local y los centros
urbanos para mantener el orden. Si se añaden a este cuadro las quejas generales de
las clases bajas y la burguesía media por la recesión de la década de 1560 719, y la
debilidad general de la Iglesia, atacada ya desde hacía cuarenta años, resultaba
posible una revuelta:

Turbas indiferentes en lo religioso atacaron las cárceles, detestados símbolos de la opresión, y


libertaron a los protestantes. La tolerancia se convirtió en consigna general, formando, en conjunción
con la exigencia de unos Estados Generales libres, el núcleo del programa político de la oposición.
Durante algún tiempo, estas consignas funcionaron como creencias perfectamente generalizadas de
alcance nacional, o interprovincial; eran principios sencillos y, por encima de todo, eran socialmente
neutrales 720.

No debemos olvidar que esto ocurre poco después de la paz de Cateau-


Cambrésis, que permitió que se reanudaran las sesiones del Concilio de Trento y, por
tanto, que se institucionalizara la Contrarreforma 721. Así, el catolicismo y la Corona
española se vieron más íntimamente identificados que anteriormente.
La «revolución» atravesó una serie de fases: el primer alzamiento (tanto en el
norte como en el sur) y su supresión (1566- 1572); el segundo alzamiento (más
«protestante»), tan sólo en Holanda y Zelanda, al norte (1572-1576), que terminó

fue una crisis relativamente aguda y brusca, agravada por la desmovilización de las bandes d’ordon-
nances, la caballería aristocrática de los Países Bajos, tras el tratado de Cateau-Cambrésis, en 1559.»
Koenigsberger, Economic History Review, ix, página 14.
1,1
«Fue un notable ejemplo de lo que el monarca podía hacer en orden a la construcción del
Estado, y muestra a Felipe como un trabajador diligente en la tradición de su casa.» Geyl, The revolt
of the Netherlands, p. 71
717
Ibid., p. 72.
1,3
Smit, Preconditions of revolution, p. 47.
719
Véase ibid., pp. 42-43.
1.5
Ibid., p. 48.
1.6
«La paz entre Francia y España es el fundamento político sobre el que se asienta la
reorganización tridentina del catolicismo. Hecho de particular trascendencia, no ya para un pueblo
sólo, sino para la cristiandad entera.» Manuel Fernández Alvarez, «La Paz de Cateau-Cambrésis»,
Hispania, xix, 77, octubre-diciembre de 1959, p. 544.
278 Immanuel Wallerstein

con la Pacificación de Gante; un alzamiento radical en Flandes, al sur (1577-1579);


una división del país en dos desde 1579 en adelante (en el norte las Provincias
Unidas, en el sur un régimen lealis- ta); un intento de unificación en 1598; conclusión
de una tregua duradera en 1609.
A lo largo de este período, lo que debe señalarse es que el conflicto —amorfo y
multipolar al principio— tomó una forma cada vez más clara como lucha del norte
protestante, o, mejor, «protestantizado», en busca de su independencia nacional con
un régimen consonante con las necesidades de la burguesía comercial, cuya fuerza a
escala mundial creció a lo largo de la lucha y subsiguientemente en el siglo xvix.
Una vez comenzado el conflicto, probablemente había muy poco que España, dado
«el fracaso del imperio», pudiera haber hecho para detenerlo 722, especialmente dado,
como veremos, el nuevo equilibrio de poder en Europa. De hecho, las presiones bajo
las que actuaba España quedan claramente indicadas por el hecho de que
prácticamente todos los puntos políticos críticos en las relaciones entre España y los
Países Bajos, desde 1557 a 1648, vinieron inmediatamente precedidos de una crisis
financiera en España 723.
Aunque la revolución de los Países Bajos era un movimiento «nacionalista»,
comprendía una componente religiosa desde el principio. Mientras la nobleza
buscaba en un principio monopolizar la forma y naturaleza de la disputa con el rey,

1.7
Koenigsberger acude en defensa de Felipe II: «Felipe II ha sido condenado casi
universalmente por enviar al duque de Alba a los Países Bajos. Pero estos juicios, ¿no se basan en
buena medida en la visión retrospectiva del historiador? ¿Podía actuar de otro modo un fuerte
gobernante del siglo xvi enfrentado con la doble oposición de la alta nobleza (aunque oposición
constitucional) y de un movimiento religioso revolucionario dotado de una organización militar
(aunque en su infancia)? En Francia y Escocia los calvinistas habían construido sus formidables
organizaciones gracias a la debilidad de los gobiernos francés y escocés. En el siglo xvi era un lugar
común del oficio de Estado que las rebeliones debían ser aplastadas en su infancia. Además esta
política estuvo muy a punto de tener éxito. Fracasó, quizá, porque ya era demasiado tarde, incluso
en 1567, y porque Alba no tenía un poder naval para aplastar a los Mendigos del Mar.
Indudablemente, Felipe II no comprendió la complejidad de la situación, y Alba demostró ser una
elección equivocada para sus propósitos. Pero tampoco eso era entonces tan evidente como lo sería
después; pues Alba se había comportado con considerable tacto en la guerra contra el papa Pablo IV.
Sin embargo [...] incluso la crueldad del duque de Alba no provocó un brote espontáneo de rebelión
en un pueblo oprimido; la revuelta de 1572 sólo llegó a ser posible a través de la acción de los
altamente organizados y despiadados Mendigos del Mar, y de su también altamente organizada
"quinta columna" en las ciudades de Holanda y Zelanda.» Journal of Modern Histo- ry, xxvii, p. 341.
1.8
El vínculo entre los desarrollos internos en España y los altibajos de la revolución de los Países
Bajos es explicitado claramente por H. Lonchay: «Estas crisis [de las finanzas españolas] no sólo
afectaron a las bolsas de Amberes, Londres y Amsterdam, sino que tuvieron un impacto sobre los
acontecimientos en [Bélgica] que no ha sido advertido. La de 1557 explica por qué, pese a las
victorias de San Quintín y Grave- linas, Felipe II se vio tan urgido a concluir una paz con Francia.
La de 1575 nos hace comprender la Furia Española y todos los excesos de los soldados extranjeros
por tanto tiempo privados de su paga. La transacción de 1596 precede la cesión de los Países Bajos
a tos archiduques, decidida por Felipe II tan sólo porque pensaba que sería más fácil establecer la
paz en los Países Bajos de esta forma que por el uso de la fuerza. Los decretos de 1607-1608 nos dan
la razón de que Felipe III se resignara a firmar la tregua de los Doce Años, tan lesiva para su orgullo.
La de 1647 no fue ciertamente irrelevante para la brusca disposición de Felipe IV a reconocer
definitivamente la independencia de las Provincias Unidas. Así, el destino de Bélgica estaba ligado
al de España, y a menudo no se puede comprender la historia política de la una sin conocer la
situación financiera de la otra.» Académie Royale de Belgique, páginas 994-995.
El fracaso del imperio 279

la comunidad calvinista rompió con su papel pasivo prescrito, lanzándose a un


frenesí de destrucción de imágenes (la rebelión iconoclasta), que barrió el país, norte
y sur. Geyl afirma que las autoridades estaban «paralizadas de miedo» y que los
dirigentes calvinistas mostraban «sorpresa y desazón» 724. Fue la religión lo que
añadió el toque de pasión ideológica a la revolución e hizo posible que I. Shoffer
comparara la rebelión iconoclasta con el asalto a la Bastilla y los tumultos callejeros
de Petrogrado en marzo de 1917 725°.
Aunque esta fase pasó rápidamente, la fuerza de los calvinistas, como partido
revolucionario, como jacobinos del siglo xvi, en la analogía de H. G.
Koenigsberger726 727, significaba que tenían el vigor necesario para persistir cuando
otros se quedaban en la cuneta, para utilizar una política de «aterrorizar a la
población» m, y para poder «movilizar a la masa en momentos estratégicos» 728.
Cuando en la Pacificación de Gante las autoridades intentaron resolver el conflicto
por medio de la partición religiosa, no hicieron más que atrincherar al partido
reformado en Holanda y Zelanda, y reforzar la identificación de la causa política y
de la religión 729, lo que llevó eventualmente a la «pro- testantización» de áreas bajo
control protestante. La división del país en 1579 condujo a una consolidación de
ambas partes y, por tanto, a una polarización religiosa duradera 730. Las líneas de
separación administrativa eran de hecho el resultado de factores geomilitares. El sur
de los Países Bajos era terreno abierto donde la caballería española llevaba las de
ganar. La parte norte estaba cubierta de canales y otras barreras al movimiento de la
caballería. Era, en pocas palabras, un territorio ideal para la guerrilla 731. Al cabo del

724
Geyl añade: «En cualquier caso fue un trabajo verdaderamente calvinista, fiero y honrado, no
contenido por ningún respeto al arte o la belleza, que buscaba purgar la tierra de los elegidos de Dios
de los diabólicos ornamentos idolátricos, y derribar de un golpe un pasado de mil años. Y al hecho
una vez realizado no le faltó la severa aprobación de los dirigentes intelectuales del calvinismo.»
Geyl, The revolt of the Netherlands, p. 93.
725
Véase I. Schóffer, «The Dutch revolution anatomized: some com- ments», Comparative
Studies in Society and History, III, 4, julio de 1961, página 471.
726
Véase Koenigsberger, Journal of Modern History, xxvn, p. 335. Gor- don Griffiths sugiere de
forma similar que la revolución holandesa puede ser considerada análoga a la francesa en términos
de las categorías desarrolladas por Crane Brinton. Véase «The revolutionary character of the
revolution of the Netherlands», Comparative Studies in Society and History, II, 4, julio de 1960, pp.
452-472.
727
Koenigsberger, Journal of Modern History, XXVII, p. 342.
202
Ibid., p. 343.
209
Véase Geyl, The revolt of the Netherlands, p. 161.
730
Pieter Geyl afirma: «La verdadera explicación, entonces, de la división de los Países Bajos
en un norte protestante y un sur católico, es exactamente la opuesta de la habitual. No es porque el
sur fuera católico y el norte protestante por lo que la rebelión fracasó aquí y triunfó allí; es porque
los ríos permitieron a la rebelión atrincherarse en el norte, mientras España recuperaba las provincias
situadas del lado malo de la barrera estratégica, por lo que con el tiempo llega a existir este sistema
dual de la república protestante al norte y los Países Bajos católicos al sur, la Holanda protestante y
la Bélgica católica.» Debates with historians, Nueva York, Meridian, 1958, p. 209. Véase Henri
Lapeyre, Les monarchies européennes du XVI‘ siécle, París, Presses Universitaires de France, 1967,
pp. 188-189.
Así, la separación administrativa conduce a la polarización religiosa. Más aún, no se trata de que
los calvinistas se conviertan en capitalistas, sino que los capitalistas se hacen calvinistas. H. R.
Trevor-Roper lo argumenta: «Si los grandes empresarios calvinistas de mediados del siglo XVII no
280 Immanuel Wallerstein

tiempo, los del norte se hicieron protestantes; los del sur se hicieron católicos.
Por tanto, no es que, como han planteado muchos, el protestantismo resulte
particularmente consonante con el cambio social, no más con el nacionalismo que
con el capitalismo. Más

estaban unidos por la piedad calvinista, o incluso por su supuesta expresión social, ¿qué era lo que
les unía? Si los estudiamos atentamente pronto encontramos ciertos hechos evidentes. Primero,
buenos o malos calvinistas, la mayor parte de ellos no eran nativos del país en el que trabajaban. Ni
Holanda, ni Escocia, ni Ginebra, ni el Palati- nado —las cuatro obvias sociedades calvinistas—
produjeron sus propios empresarios. La compulsiva enseñanza calvinista con la que fueron
adoctrinados los nativos de estas comunidades no tuvo semejante efecto. Casi todos los grandes
empresarios eran inmigrantes. Segundo, la mayor parte de estos inmigrantes procedían de los Países
Bajos [...] Más aún, cuando los examinamos aún más de cerca descubrimos que venían generalmente
de una clase particular dentro de la república holandesa. Incluso allí habían sido inmigrantes, o lo
habían sido sus padres. O eran "flamencos” —es decir, inmigrantes de las provincias del sur ahora
bajo dominio español— o procedían del principado católico del obispo de Lieja.» The European
witch-craze, pp. 15-16.
204
«Bélgica (por usar un término moderno) era en su mayor parte un "país de caballería”,
adecuado para grandes batallas en campo abierto, desde Gemblours a Waterloo. El "reñidero de
Europa” es una región que puede ser perdida y ganada en el campo. No así Holanda (por usar de
nuevo una palabra moderna), que en su mayor parte está tan cortada por brazos de mar, ríos, canales
y pantanos que es difícil encontrar dentro de sus fronteras espacio para desplegar en orden formal un
gran ejército.» Omán, A history of the art of war, p. 541.
281 lmmanuel Wallerstein
bien, como dijo sir Lewis Namier, «religión es el nombre del nacionalismo en el
siglo xvi» 207. El protestantismo sirvió para unificar los Países Bajos del norte.
Señalamos en el capítulo anterior cómo y por qué el catolicismo quedó ligado al
sentimiento nacional polaco. Y el catolicismo hizo lo mismo por Irlanda 208. Allá
donde una religión no estaba firmemente ligada a las causas nacionales, no resultó
capaz de sobrevivir, como el calvinismo en Francia 209. 732 733
Lo que pasaba era que, en el torbellino de intereses conflictivos, sólo podían
construirse nuevas estructuras organizativas por medio de extrañas e inestables
alianzas. Los hombres buscaban asegurar estas alianzas. H. G. Koenigsberger capta
con precisión este punto:

La religión era la fuerza aglutinante que mantenía unidos los diferentes intereses de
las diferentes clases y les suministraba una organización y una maquinaria de
propaganda capaces de crear los primeros partidos genuinamente nacionales e
internacionales de la moderna historia europea. Porque estos partidos jamás
abarcaban más que una minoría de cada una de sus clases constituyentes. Más aún,
era por medio de la religión como podía atraerse a las clases más bajas y a las masas
para que desahogaran la ira de su pobreza y la desesperación de su desempleo en
bárbaras matanzas y fanáticos pillajes. El descontento social y económico creaban

307
Citado por Christopher Hill, Reformation to the Industrial Revolu- tion, p. 23. En una
comunicación personal, Hill señala que «Namier hizo esta observación en una de las varias veladas
de discusión que los estudiantes de [Balliol] College tuvieron con él en 1934, cuando estaba dando
las Ford Lectures en Oxford». Véase F. Chabod: «Si en la vida del Estado en el siglo xvi hay
sentimientos que juegan un papel, son los religiosos antes que los nacionales o patrióticos. En el caso
de Francia, esto tan sólo se aplica a la política interna, en tanto que la política exterior se libera
tempranamente de consideraciones ideológicas. Pero, en el caso de los Habsburgo, ¿no se aplica
también a la política exterior?» Actes du Colloque, p. 620.
733
“ «El catolicismo en Irlanda, al igual que el protestantismo en los Países Bajos, había cobrado
fuerza a causa de su identificación con una causa nacional. Aunque la sociedad irlandesa era
infinitamente menos sofisticada que la de los Países Bajos, su lucha contra la dominación inglesa se
caracterizaba por muchos de los mismos rasgos que marcaron la lucha holandesa contra la
dominación de España. En ambas sociedades una causa religiosa impulsaba un sentimiento de
identidad nacional, y a su vez era impulsada por éste. En ambas, la afiliación de los dirigentes
nacionales a un movimiento religioso internacional proporcionaba nuevas oportunidades para
asegurar la ayuda internacional.» J. H. Elliott, Europe divided, 1559-1598, Nueva York, Harper,
1968, p. 302.
205
«Había [...] una diferencia esencial entre los regímenes de Francia y los Países Bajos que
afectaba profundamente a los caracteres de sus respectivas oposiciones políticas. La misma Catalina
[de Francia] era medio extranjera, pero encabezaba un gobierno real que permanecía como símbolo
de la unidad nacional en un país dividido. Margarita, hija de Carlos V y flamenca, era neerlandesa
por nacimiento; sin embargo, encabezaba un gobierno al que cada vez se consideraba más extraño.
Esto demostró ser, a largo plazo, un hecho de incalculable importancia, puesto que permitió a la
oposición aparecer —como nunca lo pudo hacer convincentemente en la Francia de la década de
1560— como la defensora de las tradiciones nacionales contra las innovaciones extranjeras.» Elliott,
ibid., p. 126.
Si nos preguntamos por qué el calvinismo no fue revolucionario en Inglaterra bajo Isabel como
lo fue en los Países Bajos y en Francia en esta época, una vez más la posición de la autoridad real
explica la diferencia: «Para empezar, Inglaterra había utilizado mucho de su espíritu nacionalista
contra el papado durante los enfrentamientos de Enrique VIII con la Iglesia romana [...] En Inglaterra,
desde tiempos de la reina María la cuestión de la influencia extranjera no volvió a ser un problema
hasta el reinado de Carlos II. Pero más importante incluso fue en la situación inglesa la ausencia a
partir de 1588 de un soberano católico que, como en Francia y Holanda, sirviera de constante
recordatorio del
282 Immanuel Wallerstein
un terreno abonado para la captación por cualquiera de las dos partes, y la tiranía
democrática popular apareció tanto en el Gante calvinista como en el París católico
21
°.
Si la religión sirve entonces como cemento nacional, nos dice poco acerca del
contenido social de las estructuras estatales resultantes. J. W. Smit argumenta que la
revolución de los Países Bajos fue esencialmente, a pesar de sus ambigüedades, una
revolución burguesa que llevó a la burguesía al poder, y que la partición de los Países
Bajos y las resultantes fronteras estatales son una medida de su grado de fuerza frente
a sus enemigos 21 734 735
Por supuesto, la nobleza estuvo implicada en diversos lugares y momentos,
particularmente al principio, pero los nobles huyeron de la causa nacionalista
asustados por las corrientes subyacentes de radicalismo social2n. Pero sí los
movimientos sociales radicales tenían una base suficiente en el lumpenproletariado
de las ciudades nacido de la expansión económica cum recesión, como queda
ejemplificado por el breve control de Gante por Jan van Hembyze de 1577 a 1579 736

Anticristo romano.» Leo F. Solt, «Revolutionary Calvinist parties in England under Elizabeth I and
Charles I», Church History, xxvu, 3, septiembre de 1958, p. 235.
310
Koenigsberger, Journal of Modern History, xxvn, pp. 350-351. Sobre el calvinismo como
movimiento transnacional, véase Robert M. King- don: «Las revueltas del siglo xvi no pueden ser
vistas solamente como capítulos de historias nacionales separadas; deben ser consideradas, al menos
en parte, como obra de una organización religiosa internacional y revolucionaria: la Iglesia
calvinista.» «The political resistance of the Calvinists in France and the Low Countries», Church
History, xxvu, 3, septiembre de 1958, p. 233.
735
«Después de todo, pese a todos los matices que podamos introducir, la nueva república se
convirtió en la primer^ verdadera nación capitalista y burguesa, con una identidad nacional muy
mercantil fuertemente marcada. La clave de una [interpretación de los hechos en contradicción]
reside, pienso, en el hecho de. que la revolución sólo triunfó en parte de los Países Bajos. Yo
defendería la tesis de que la revolución de los Países Bajos fue de hecho, entre otras muchas cosas,
una revolución social innovadora y progresiva. Pero la clase mercantil burguesa [...] era demasiado
débil para establecer su gobierno sobre todos los Países Bajos [...] Sólo encontraría un Estado a su
imagen en Holanda, donde la economía de mercado, ya en una fase avanzada de desarrollo,
se alimentaba con el capital, la población y los conocimientos prácticos del sur, y donde no tenía
oposición importante de grupos sociales rivales.» Smit, Preconditions of revolution, pp. 52-53.
Véase T. Wittman: «La guerra de independencia de 1566-1605 contra España constituyó un proceso
coherente que cumple todos los requisitos de una revolución burguesa. Las luchas antifeudales de
las masas urbanas y campesinas se fundieron en su resistencia a la opresión española y a la Iglesia
católica; y estos movimientos de masas llevaron a primer plano en los Estados Generales un grupo
dirigente que, especialmente tras la formación de la Unión de Utrecht, y pese a todos sus límites y
contradicciones, expresaba las aspiraciones sociales de la burguesía.» «Quelques problémes relatifs
á la dictature révolutionnaire des grandes villes de Flandres, 1577-1579», Studia Histórica
(Academiae Scientiarum Hungaricae), 40, 1960, páginas 34.
2,2
«Cada vez que hubo una seria amenaza de revolución social —desde la destrucción de
imágenes en 1556 hasta la agresiva dictadura democrática de los calvinistas de Gante, a finales de la
década de 1570—, la nobleza de Hainaut cerró filas y se unió por la conservación del status quo,
incluso si esto significaba sumisión al dominio español.» H. G. Koenigsberger, Economic History
Review, ix, p. 15.
«A largo plazo, ni siquiera la religión pudo reconciliar a la nobleza con las dictaduras
democráticas, y una u otra de las partes se vio conducida a una alianza con el antiguo enemigo
común. El resultado fue, en todos los casos, la ruptura del partido revolucionario y la derrota del
movimiento popular.» H. G. Koenigsberger, Journal of Modern History, XXVII, p. 351.
El fracaso del imperio 283
737
, se vieron rápidamente aislados y se autodestruyeron al perder de vista el tema
nacional y volverse contra la burguesía, y, por tanto, paradójicamente, hacia una
alianza con las fuerzas del Rey738.
Así, lentamente, emergió una confederación de gobiernos de ciudades que
prescindieron rápidamente de todo adorno «democrático», pero que también estaban
libres de las cargas económicas que su participación en el antiguo sistema español
les infligía739. Los comerciantes crearon para sí mismos una ligera confederación sin
el aparato administrativo de la mayor parte de los otros Estados. Muchos han
calificado esto de debilidad, pero Smit parece acercarse más a la cuestión cuando nos
recuerda que el aparato de Estado de la república holandesa «permitió el logro de un
grado de integración económica mayor que cualquiera de las monarquías de Europa.

737
Véase Wittman: «las corporaciones [...] no estaban en absoluto detrás del impulso hacia la
izquierda de la revolución; más bien se beneficiaron de él, e incluso más de una vez lo obstaculizaron.
En las grandes ciudades flamencas existían las condiciones para una radicalización: la pauperización
y la acelerada diferenciación social provocadas por la descomposición del régimen feudal en una
situación en la que aún no existían los factores precisos para una rápida transición a la producción
capitalista. Las masas plebeyas formadas de las filas de los maestros artesanos arruinados, jornaleros,
aprendices, pequeños comerciantes y varios elementos del lumpenproletariado, reflejaban en su
comportamiento político, aunque sólo fuera instintivamente, este período de evolución». Studia
Histórica, p. 16. En una nota al pie, Wittman añade: «En La guerra de los campesinos en Alemania,
Engels hace varias observaciones pertinentes [...] sobre el enorme crecimiento del
lumpenproletariado en el siglo xvi [...] Al analizar los movimientos de masas en la
Edad Media, los historiadores marxistas no han realizado todavía un examen detenido de este factor»
(p. 16).
Sobre las opiniones religiosas de este lumpenproletariado, Smit comenta: «Al mismo tiempo
debemos preguntarnos hasta qué punto la indiferencia hacia la religión dogmática se había extendido
también entre las masas; hasta qué punto los iconoclastas de 1566 y los desempleados
revolucionarios de 1572 eran un grupo flotante de indiferentes, adeptos futuros antes que vanguardia,
en ese momento, del catolicismo o del protestantismo. La respuesta a la pregunta de si la revuelta
fue de carácter calvinista o puramente política, moderna o conservadora, depende en buena medida
del examen de la estructura social e ideología de la población.» Britain and the Netherlands, I, p. 24.
738
«En ninguna parte la revolución llegó tan lejos como en Gante.» Koenigsberger, Journal of
Modern History, xxvil, p. 344. Véase también Wittman: «Sin embargo, no existían ni la condición
objetiva, una burguesía revolucionaria guiada por sus propios intereses, ni la condición subjetiva,
una política más consecuente por parte de Hembyze y quienes le apoyaban. A falta de estas
condiciones, la radicalización condujo a su propia negación cuando en 1583, tras la «Furia Francesa»,
Hembyze, que había socavado totalmente la autoridad de los orangistas, se puso a la cabeza de las
fuerzas de Gante contra Guillermo de Orange y pidió ayuda a los españoles. La traición de Hembyze
no plantea una cuestión moral, contrariamente a la forma en que ha sido tratada normalmente hasta
ahora por los historiadores. Se trata más bien de un proceso que puede encontrarse en todas las
revoluciones burguesas precoces. También en Inglaterra, en la época del protectorado de Cromwell,
algunos levellers, una vez que el partido se derrumbó, establecieron relaciones con los realistas y los
españoles, exactamente como lo hicieron Hembyze y Dalthenus.» Studia Histórica, p. 36.
739
«Así, los patricios de la república no se veían mantenidos a raya desde abajo. Sin embargo,
es aun más notable el hecho de que la revuelta también causó la desaparición de casi cualquier
restricción impuesta desde arriba. En la primera mitad del siglo xvi, la administración central había
respaldado a los patricios locales contra cualquier coalición en sus ciudades de hombres prominentes
ambiciosos y pequeños ciudadanos descontentos. La administración central también había cuidado
de que los gobernadores no ejercieran poder fuera de sus propias ciudades. Tras la revuelta, por el
contrario, los magistrados de las ciudades llegaron a ser en la práctica completamente
independientes. Gobernaban sin interferencia de nadie, sin ningún control.» Roorda, Britain and the
Netherlands, II, pp. 114-115.
284 Immanuel Wallerstein

La burguesía de Holanda había llevado a cabo el grado de reforma necesario para


promover la expansión económica y sentirse, no obstante, libre de una excesiva
centralización»740. Así, la revolución de los Países Bajos no podría haber comenzado
jamás sin la deserción de muchos nobles del orden establecido. No podría haber
tenido un segundo aliento sin las corrientes radicales procedentes de abajo. Pero al
final fue la burguesía quien tomó firmemente las riendas y acabó siendo la
beneficiaría del nuevo orden social.
¿Por qué, no obstante, los Países Bajos y no otro lugar? Hemos dicho que el
«segundo» siglo xvi fue una era de repliegue hacia el interior, de rechazo del ideal
imperial en favor de la búsqueda de un Estado fuerte. Existía aún, no obstante,
durante parte de este período, una arena en la que intervenían todas las grandes
potencias, en la que todas estaban implicadas. Eran los Países Bajos. Una forma de
interpretar la revolución de los Países Bajos es verla como el resultado del esfuerzo
de los grupos dominantes locales por lograr la misma exclusión de la interferencia
política de los extranjeros, el mismo control de sí mismos que España, Francia e
Inglaterra, al menos, pugnaban por disfrutar.
Otra forma de interpretarla, es decir que, debido a que a partir de 1559 España,
Francia e Inglaterra se anulaban mútua- mente, los habitantes de los Países Bajos
tuvieron espacio social para reafirmar su identidad y arrojar de sí el yugo español.
Esto fue particularmente cierto después de la derrota en 1578 de la Armada
Invencible española741. No es que ninguno de estos países apoyara la independencia
de los Países Bajos. España no quería perder parte de sus dominios. Francia, aunque
deseaba debilitar a España, vacilaba a causa de las implicaciones para la lucha
religiosa interna en Francia. Inglaterra quería echar a España, pero no quería dejar
entrar a Francia, y prefería, por tanto, la autonomía de los Países Bajos bajo la
nominal soberanía española742. No obstante, la cuestión es que este conflicto en el
seno del sistema mundial, este debilitamiento del predominio mundial español, hizo
posible para la burguesía de las Provincias Unidas maniobrar para defender sus
intereses. En 1596 podían ya participar como iguales en un tratado con Francia e
Inglaterra, cuando poco tiempo antes se habían ofrecido como súbditos de la una o
de la otra. Como comenta Geyl: «una vez más, los celos mutuos de Francia e
Inglaterra en lo concerniente a los Países Bajos resultaron ser un beneficio» 743.
La significación de la revolución de los Países Bajos no es la de haber
establecido un modelo de liberación nacional. A pesar de la historiografía liberal
romántica del siglo xix, el ejemplo holandés no sirvió como generador de corrientes
ideológicas. Su importancia yace en el impacto económico sobre la economía-
mundo europea. La revolución de los Países Bajos liberó una fuerza que podría
sostener el sistema mundial como tal sistema durante algunos difíciles años de ajuste,
hasta que los ingleses (y los franceses) estuvieran dispuestos a dar los pasos

740
Smit, Preconditions of revolution, p. 52.
741
Véase Geyl, The revolt of the Netherlands, pp. 217-219.
742
Sobre Francia, véase G. N. Clark, «The birth of the Dutch repu- blic», Proceeding of the
British Academy, 1946, p. 191. Sobre Inglaterra, véase R. B. Wernham, «English policy and the
revolt of the Netherlands», en Bromley y Kossman, comps., Britain and the Netherlands, Groninga,
Wolters, 1964, I, pp. 30-31.
743
Geyl, The revolt of the Netherlands, p. 225.
El fracaso del imperio 285
necesarios para su consolidación definitiva.
Recordemos la historia económica previa de Amsterdam y otras ciudades del
norte de los Países Bajos. Los holandeses estaban jugando un creciente papel en el
comercio báltico 744. Establecieron una cabeza de puente a finales de la Edad Media,
y al principio del siglo xvi estaban ya reemplazando a las ciudades hanseáticas. Su
comercio báltico total siguió una curva ascendente en el siglo xvx, alcanzando un
punto, alrededor de 1560, en el que controlaban alrededor del 70 por 100 del
comercio. Aunque el período revolucionario afectaría un tanto al nivel del comercio
báltico, los holandeses se recuperarían de esta caída temporal hacia 1630745.
El efecto de la revolución no fue sólo asegurar la decadencia económica de
Flandes, sino también fortalecer al norte en cuanto a personal, gracias a la emigración
a él de muchos burgueses de Flandes. «Si Holanda y Zelanda florecieron, fue en parte
debido a que se alimentaron de las mejores fuerzas vitales de Flandes y Brabante»
746
. Más aún, el principio de tolerancia religiosa proclamado por las Provincias
Unidas en 1579 provocó la llegada de judíos sefarditas a partir de 1597. «Trayendo
sus riquezas y su experiencia en los negocios para suplementar la prosperidad de los
Estados mercantiles del norte, tal emigración se convirtió por definición en un
fenómeno europeo» 747.

744
«En el transcurso del siglo xv, las ciudades de las provincias de Zelanda y Holanda dedicadas
a la pesca y a la construcción naval prosperaron lenta pero irresistiblemente, extendiendo su comercio
costero más y más lejos hacia el este, hasta convertirse en los más peligrosos rivales de la Hansa
precisamente en aquellas regiones de Prusia en las que descansaba la principal fortaleza económica
de la Liga.» Cari Brink- mann, «The Hanseatic League: a survey of recent literature», Journal of
Economic and Business History, II, 4, agosto de 1930, p. 591.
Al mismo tiempo, Holanda estaba ganando una buena parte del comercio ultramarino de
Escocia, aproximadamente la mitad del tonelaje hacia 1560. Las estadísticas no son suficientemente
explícitas: «En cualquier caso, el número, e incluso el tonelaje agregado de los barcos que seguían
las diferentes rutas comerciales sería una muestra imperfecta del verdadero significado del comercio
entre Escocia y los Países Bajos, ya que, además del carbón y la sal, los bienes que entraban en este
comercio eran de valor relativamente alto si se les comparaba, por ejemplo, con el comercio noruego
[de Escocia].» S. G. E. Lyíhe, The economy of Scotland in its European setting, 1550-1625,
Edimburgo, Oliver & Boyd, 1960, página 245.
745
«Un análisis de las cifras de barcos en el comercio holandés con el Báltico conduce a la
conclusión preliminar de que ni la revuelta contra España ni la gran expansión por las nuevas rutas
lejanas durante los años anteriores y posteriores a 1600 supusieron una caída duradera del control
holandés sobre el comercio báltico.» Christensen, Dutch trade, página 90.
Oscar Albert Johnsen muestra que los noruegos aprovecharon la insurrección holandesa de 1572
contra los españoles para inaugurar «relaciones comerciales directas y regulares con los países del
rey de España». Sin embargo, tras el fin de la tregua de los Doce Años en 1621 la flota holandesa
era suficientemente fuerte para atacar a los noruegos: «Esta piratería y estas confiscaciones
arruinaron prácticamente por completo nuestra navegación en el Mediterráneo.» «Les relations
commerciales entre la Norvége et l'Espagne dans les temps modernes», Revue Historique, año LV,
fase. 1, septiembre-diciembre de 1930, p. 78. Johnsen admite que lo que arruinó a Noruega no fue
meramente la fuerza naval holandesa, sino su fuerza comercial. Véase p. 80.
Como dice Pierre Jeannin: «Se puede discutir sobre el momento exacto en que el comercio
holandés triunfó sobre la Hansa, pero hacia 1600 el triunfo era completo.» Vierteljahrschrift für
Sozial- und Wirtschafts- geschichte, XLIII, pp. 193-194.
746
Geyl, The revolt of the Netherlands, p. 239.
225
Spooner, New Cambridge Modern History, til, p. 31. Braudel va más lejos: «Del mismo modo
que la recesión secular de 1350-1450 ha lanzado a los mercaderes judíos hacia Italia y su segura
286 Immanuel Wallerstein

En cuanto pareció estabilizarse la lucha política en el seno de los Países Bajos,


los holandeses saltaron de ser meramente un centro del comercio báltico a ser un
centro del comercio mundial m. Más aún, el nuevo comercio aumentó en vez de
disminuir la importancia del comercio báltico, que los propios holandeses llamaban
el «comercio madre». Después de todo, Europa oriental suministraba tanto el grano
para alimentar a las ciudades holandesas como los suministros navales esenciales
para los intereses pesqueros y los astilleros de los holandeses 748 749. La construcción
de barcos, a su vez, era clave para el éxito holandés en otros lugares 750.
Esto ilustró una vez más la cualidad acumulativa de la ventaja económica. Dado
que los holandeses tenían ventaja en el comercio báltico, se convirtieron en el

economía, así la crisis de 1600-1650 los encuentra en el igualmente seguro sector económico del mar
del Norte. En esa ocasión el mundo protestante los ha salvado y los ha mimado; los judíos,
inmediatamente, pagan con la misma moneda y salvan y miman al mundo protestante. AI fin y al
cabo, como señala Werner Sombart, Génova gozaba de un emplazamiento tan bueno como el de
Hamburgo o Amsterdam respecto a las rutas marítimas que se dirigen a América, la India o China.»
La Méditerranée, II, p. 151.
748
«Durante [el] breve período que va de 1590 a 1600 los holandeses [...] crearon un sistema
comercial completamente nuevo. Aunque todavía en pañales, las rutas del comercio holandés
colonial y levantino habían quedado establecidas de una vez. El nuevo comercio, principalmente el
comercio con la India, se convirtió simultáneamente en el centro de interés de las instituciones
reinantes, los principales comerciantes, y todo el público de la época.» Christensen, Dutch trade, p.
19.
Violet Barbour sugiere que el rápido auge de Amsterdam fue perceptible para sus
contemporáneos: «Los extranjeros observaron el ascenso de Amsterdam hacia la supremacía en el
comercio mundial con sorpresa no carente de resentimiento. De repente, según parece, la ciudad
estaba allí.» Capitalism in Amsterdam in the seventeenth century, Ann Arbor (Michigan), Ann Arbor
Paperbacks, 1963, p. 17. Véase Da Silva, Revue du Nord, XLI, p. 143, que fija la supremacía
holandesa muy exactamente entre 1597 y 1598.
22í
Christensen, Dutch trade, p. 424. Véase Barbour: «La fuente principal de la nueva riqueza de
la ciudad, como de su modesta posición ventajosa anterior, parece haber sido el comercio en grano
y suministros navales, y el transporte, almacenaje y venta de estos y otros bienes pesados. Las
circunstancias —hambre, guerra, y las nuevas técnicas bélicas que exigían cañones cada vez
mayores, la aventura naval que exigía más barcos, mayores y mejor armados— incrementaron
grandemente la demanda de bienes y servicios que Amsterdam estaba equipado para suministrar.»
Capitalism in Amsterdam, p. 26. También habla del papel de Amsterdam en los seguros marítimos a
partir de 1592 (pp. 33-35) y en el suministro de armas y municiones a partir de 1609 (pp. 35-42).
750
«Siendo Amsterdam el mercado preferente de la madera, la construcción naval era más barata
en Holanda que en ninguna otra parte. Mientras que los ingleses se aferraban a los mercantes grandes
y armados, alrededor de 1595 los holandeses comenzaron a construir un nuevo tipo de barco llamado
filibote [ f l u y t ] , un navio ligero pero manejable, largo, estrecho y rápido, empleado para llevar
cargas gruesas y pesadas. El filibote era fácil de gobernar con una pequeña tripulación. El bajo flete
explica por qué otras naciones navegantes apenas podían competir con el tráfico marítimo holandés
con el Báltico, Noruega y Moscovia.» J. G. van Dillen, Britain and the Netherlands, II, p. 136. Véase
Violet Barbour, «Dutch and English merchant shipping in the seventeenth century», en Carus-
Wilson, comp., Essays in economic history, Nueva York, St. Martin’s, 1965, i, pp. 227-253.
Hay una breve descripción de las ventajas técnicas del fluyt holandés en J. H. Parry, The age of
reconnaissance, Nueva York, Mentor Books, 1963, p. 83. Herbert Heaton sostiene que la
superioridad de la construcción naval holandesa se explica por razones financieras y económicas:
«1, las materias primas se compraban al por mayor, en metálico y a bajos precios [...] 2, en la
construcción de los navios existía cierta normalización del diseño, las partes y los métodos de
construcción [...] 3, el constructor era capaz de conseguir créditos a intereses mucho más bajos que
sus rivales extranjeros». Economic history of Eu- rope, ed. rev., Nueva York, Harper, 1948, p. 275.
El fracaso del imperio 287
principal mercado de madera. Debido a que eran el principal mercado de madera,
redujeron los costos de construcción de barcos y fueron innovadores
tecnológicamente. Y, a su vez, fueron, por tanto, más capaces aún de competir en el
comercio báltico. Gracias a esta ventaja podían financiar aún mayores expansiones
751 752
. Sobre esta base, Amsterdam se convirtió en un triple centro de la economía
europea, mercado de bienes, centro de embarque y mercado de capitales, y se hizo
«difícil decir qué aspecto de su grandeza era más sustancial, o disociar uno de su
dependencia de los otros dos»22S. Este proceso de ventaja acumulativa funciona al
máximo en una etapa expansionista del desarrollo económico, antes de que el área
en cabeza sufra la desventaja de equipos pasados de moda y costos de trabajo
elevados, relativamente fijos.
Existía otra razón para la capacidad de los holandeses para prosperar. Braudel
plantea la cuestión de por qué los ingleses no llegaron a dominar los mares a partir
de 1588, como harían eventualmente. Encuentra la respuesta en las relaciones
económicas holandesas con España, relativamente intactas a pesar de la agitación
política 753. ¿No podría Inglaterra haber creado el mismo vínculo con el tesoro
americano de España? Aún no; Inglaterra representaba todavía una amenaza

751
«El grano proporcionaba cargas y pagaba fletes que mantenían en movimiento la marina
mercante de Amsterdam, y de esta forma hacía posible el transporte barato de mercancías de menor
bulto [...] En una fecha tan tardía como 1666 se estimaba que tres cuartas partes del capital activo en
la bolsa de Amsterdam estaban envueltas en el comercio con el Báltico.» Barbour, Capitalism in
Amsterdam, p. 27.
752
Barbour, ibid., p. 18. André-E. Sayous especifica las ventajas del papel de Amsterdam como
centro financiero: «Por otra parte, Amsterdam mejoró sus técnicas: se hizo más fácil distribuir los
riesgos marítimos entre diversos grupos de capitalistas y obtener créditos en formas modernas. Los
seguros marítimos se desarrollaron gracias a la participación de muchas personas que se repartían
los peligros y tomaban más exacta cuenta de su alcance al fijar las tasas [...] En cuanto a los créditos,
si los métodos no mejoraron, al menos aumentó su volumen por mercancía; y la letra de cambio se
utilizó no sólo para transferir pagos de uno a otro lugar, sino como auténtico crédito anticipado: sin
embargo todavía no servía como arbitraje siguiendo las demandas del mercado.» «Le role
d’Amsterdam dans l’histoire du capitalisme commercial et financier», Revue Historique, CLXXXIII, 2,
octubre-diciembre de 1938, página 263. Véanse también pp. 276-277. Para Sayous, los factores clave
en el auge de Amsterdam son, de hecho, las «nuevas formas de agrupa- miento del capital y de
especulación» (p. 279).
753
«Sólo hay una explicación plausible: por ser vecina de los Países Bajos católicos, por su
tenacidad en forzar las puertas de España, y por la habilidad con que supo sortear las guerras, los
saqueos y la violencia, Holanda permaneció en mayor grado que Inglaterra asociada a la península
Ibérica y a sus tesoros de América, sin los cuales no habría podido animar su propio comercio [...]
¿Existía entre España y Holanda una relación monetaria, reforzada por la paz de 1609-1621 y rota,
como toda la fuerza de España, a mediados del siglo XVII, precisamente —y tal vez no por una simple
coincidencia— en el momento en que la rueda de la fortuna iba a girar contra Holanda?» Braudel,
La Méditerranée, i, páginas 572-573.
Barbour hace hincapié en el control de Amsterdam sobre el grano: «Es posible que el ascenso
de Amsterdam como mercado de metales preciosos deba mucho al comercio de guerra con España,
y algo al botín de guerra. Así, en 1595, y en años sucesivos hasta 1630, el gobierno español se vio
obligado a autorizar la exportación de metales preciosos a cambio de las importaciones de grano.»
Capitalism in Amsterdam, p. 49. Y encontramos, una vez más, que las ventajas son acumulativas:
«Pero los envíos directos de plata desde Cádiz a Holanda eran tan sólo una parte de la historia. Había
también envíos indirectos desde países cuyos naturales habían participado en el tesoro descargado
en Cádiz: pagos por servicios o por la compra de mercancías, envíos atraídos por las posibilidades
especulativas o simplemente en busca de seguridad y libre disponibilidad» (pp. 50-51).
288 Immanuel Wallerstein

excesiva para España como para que se le permitiera este tipo de relación 754. Y
España era aún suficientemente fuerte como para resistir a Inglaterra. El imperio
podía haber fracasado, pero el control de la economía-mundo europea dependía aún
del acceso a la riqueza colonial española. Holanda, si bien en revuelta contra España,
seguía siendo parte de ella. Y, en cualquier caso, Holanda no era una amenaza
política, como Francia e Inglaterra.
Así, pues, Holanda se benefició de ser un país pequeño, y se benefició de ser un
Estado «financieramente sólido»755. Ofrecía máximas ventajas a los comerciantes
que quisieran utilizar su arena. Su ruta hacia la riqueza no era la del mercantilismo
incipiente de otros Estados 756, esencial para obtener ventaja a largo plazo, pero no
para maximizar a corto plazo la ganancia de las clases mercantiles y financieras. Su
ruta era la ruta del libre comercio 757. O más bien ésta fue su ruta en el «segundo»
siglo xvi, cuando predominó en los mares. Mientras Amsterdam estaba aún en plena
lucha por un lugar bajo el sol comercial, había llevado una política proteccionista 758.
Desde el punto de vista de la economía-mundo europea como un todo, con su
era de expansión llegando a su fin, el comercio mundial holandés se convirtió en una
especie de precioso fluido vital que mantenía la máquina en marcha mientras
diversos países se concentraban en reorganizar su maquinaria económica y política
interna. Recíprocamente, no obstante, el éxito de la política de los Países Bajos
dependía del hecho de que ni Inglaterra ni Francia habían conseguido llevar aún sus
tendencias mercantilistas hasta el punto en que realmente invadieran el mercado de
los comerciantes holandeses operando sobre la base del libre comercio 759. Esto puede
deberse a que los holandeses eran demasiado fuertes a causa de su relativo control

754
Véase Braudel, La Méditerranée, I, p. 209.
755
Friedrich, The age of the baroque, p. 8.
756
Como dice José Larraz (1943), si hubo un mercantilismo holandés «fue un mercantilismo
bastante liberal». La época del mercantilismo, página 186.
757
«Los holandeses estaban a favor de un comercio abierto lo más ampliamente posible en
todas partes; los ingleses preferían un comer-
ció estrechamente restringido, especialmente entre Inglaterra y sus colonias, pero también entre otros
países e Inglaterra.» Robert Reynolds, Europe emerges, Madison, Univ. of Wisconsin Press, 1967,
p. 442.
Véase también Barbour: «La libertad para exportar metales monetarios, escasos en el siglo xvn
fuera de allí, ayudó a estabilizar las tasas de cambio en Amsterdam, y de esta manera fomentó la
circulación de letras de cambio como instrumentos negociables de crédito, cuyo descuento y venta
se convirtió en un animado negocio en la ciudad.» Capi- talism in Amsterdam, p. 53.
Z3
‘ «Una condición esencial de la imponente posición de Amsterdam como lonja mercantil de la
Europa occidental parece haberla proporcionado la línea proteccionista seguida por su política
marítima durante la segunda mitad del siglo xv. De acuerdo con ella, se exigía que todos los capitanes
que llegaban del Báltico y eran ciudadanos de Amsterdam recalaran en la ciudad. Lo mismo se
aplicaba a los ciudadanos de Amsterdam que eran copropietarios de un navio con un patrón no
ciudadano. Esta norma, que constituye una ley de navegación en embrión, estaba dirigida contra
Lübeck y contra el tráfico directo del Báltico a Flandes, especialmente a Brujas.» Glamann, Fontana
Economic History of Europe, II, p. 35.
759
«Compras al por mayor, crédito liberal y transporte barato se combinaban para mantener los
precios de Amsterdam al mismo nivel que en los lugares de origen. En 1606 un miembro de la
Cámara de los Comunes mantenía que los holandeses podían vender paño inglés, acabado en los
Países Bajos y reexportado desde allí, a precios inferiores a los de las compañías comerciales
inglesas.» Barbour, Capitalism in Amsterdam, p. 95.
El fracaso del imperio 289

del mercado monetario, gracias a sus aún persistentes vínculos con España 760.
Si Amsterdam sucedió a Sevilla, si el norte de los Países Bajos se convirtió en el
centro comercial y financiero de la economía-mundo europea en el «segundo» siglo
xvi, ¿cómo podríamos describir lo que ocurrió a las ciudades-Estado del norte de
Italia, particularmente Venecia y Génova, que parecían expandirse en vez de ver
disminuir sus papeles comerciales y financieros precisamente en esta época? Lo que
podemos decir es que esta expansión fue breve, y que enmascaraba un proceso de
declinación oculto bajo el resplandor, de tal forma que, para finales del «segundo»
siglo xvi, estas áreas se verían relegadas a la semiperiferia de la economía-mundo
europea.
El verdadero salto hacia adelante de Amsterdam no ocurrió hasta 1590. Entre la
crisis de 1557 y 1590 ocurrió la revolución de los Países Bajos. El papel de los Países
Bajos en el comercio mundial fue necesariamente menor en este período. Como
resultado, Génova hizo suyas algunas de las funciones que previamente
correspondían a Amberes, y, en el aspecto bancario, a los Fugger 761. Curiosamente,
Inglaterra, que era quien más tenía cía en el Báltico, el capital holandés, como la navegación
holandesa, lucharon de ambos lados [...].
«Inglaterra y Francia ofrecían al capitalismo extranjero un suelo menos virgen que los países del
norte, al ser vigorosas y competitivas las aptitudes industriales y comerciales de sus propias clases
medias, y encontrando agresivo apoyo para sus respectivos géneros. Pero en ambos países actuaba
el capital holandés.» Ibid., pp. 105, 111, 119. Véase Braudel en la nota 229, más atrás.
212
«La época de los banqueros genoveses [...] se intercala de 1557 a 1627 en la historia del
capitalismo, inmediatamente después del breve período de los Fugger y precediendo a la aparición
del capitalismo híbrido de Amsterdam. [...] Es evidente que la fortuna de los genoveses no resulta de
un simple golpe de varita mágica propinado en 1557, es decir, inmediatamente después de la
extraordinaria bancarrota del Estado español, ni tampoco acaba de repente en 1627, coincidiendo
con la quinta o sexta suspensión de pagos en Castilla [...] Génova aún continuará siendo durante
mucho tiempo uno de los pilares básicos de las finanzas internacionales.» Braudel, La Méditerranée,
I, pp. 454-455.
Véase también Elliott: «Los banqueros genoveses se destacaron al lado de los Fugger como
prestamistas de Carlos V, y a medida que la influencia de los Fugger fue disminuyendo, después de
la bancarrota real de 1557, aumentó la de los genoveses». Europe divided, pp. 59-60.
Y Spooner: «A partir de 1570 aproximadamente comenzó el apogeo de los genoveses,
abriéndose un siglo en el que toman el relevo de los Fugger, cuya preeminencia financiera declina al
esfumarse la prosperidad de las minas alemanas después de 1530». New Cambridge Modern History,
ni, p. 27.
Venecia también jugó un papel clave en las finanzas de la época: «En la larga expansión
económica del siglo xvi Venecia se había convertido en un engranaje decisivo en la circulación
internacional de letras de cambio [...]. Desde 1587 Venecia tenía un banco de depósitos, el Banco
delta que perder por la caída de Amberes, dado que ésta amenazaba con privar a

336
Por ejemplo, véase Barbour sobre las inversiones extranjeras holandesas y su peso: «[En el
siglo xvu] en su mayor parte los géneros extranjeros en busca de crédito para compras, o de adelantos
a corto plazo, se dirigían al capital privado de Amsterdam [...].
»En la sucesión de guerras entre las Coronas del norte por la suprema-
Piazza di Rialto. Por un decreto de 1593, el Senado estipuló que las letras de cambio se liquidarían
mediante entradas en sus libros. Como resultado de ello, se creó un gran instrumento para las
transacciones internacionales. En efecto, la República tenía un doble sistema monetario: [la moneta
corrente y la moneta di banco]». Frank C. Spooner, «Venice and the Levant: an aspect of monetary
history (1610-1614)», en Studi in onore di Amintore Fanfani, v, Evi moderno e contemporáneo,
Milán, Dott. E. Giuffré, 1962, pp. 646-647.
290 Immanuel Wallerstein
Inglaterra del acceso a los metales preciosos americanos * 762, emprendió una
impetuosa serie de capturas militares de tesoros procedentes de América, lo que llevó
a los españoles a enviar por mar los metales preciosos a través de Génova 763 764. La
fuerza de Génova derivaba, por tanto, en parte de la agitación en los Países Bajos, en
parte de su total devoción a la primacía de las consideraciones económicas 24°, en
parte de sus continuadas estrechas vinculaciones con la monarquía y el sistema
comercial españoles765, vinculaciones cuyos orígenes ya detallamos anteriormente.
En cuanto a Venecia, mientras que el «primer» siglo xvx fue una era de
decadencia del comercio mediterráneo (bajo el impacto de la conquista por los turcos
de Constantinopla y Egipto y de las nuevas rutas marítimas portuguesas a Oriente),
el «segundo» siglo xvi fue testigo de un gran resurgir de su comercio, en especial en
el Mediterráneo oriental 766. Este resurgir había comenzado ya alrededor de 1540, y
fue debido en parte a la incapacidad portuguesa para controlar el comercio del océano

762
«La política de reservas y de inteligencia entre Felipe II e Isabel fue posible mientras la Reina
y los mercaderes de Inglaterra conseguían participar de las riquezas de América por medio de los
préstamos concertados en Amberes. Pero todo ese orden y ese equilibrio quedan en suspenso con la
crisis de 1566 y con la retadora llegada del duque de Alba a los Países Bajos, en 1567. [...] Todo
cambió ahora en un enorme sector, ni más ni menos que el del Atlántico.» Braudel, La Méditerranée,
i, p. 438.
763
«En el terreno financiero, [...] Amberes comenzó a perder su posición central a partir de 1568,
cuando Isabel de Inglaterra confiscó el tesoro que se encontraba a bordo de una flota de galeras
españolas que se habían refugiado en el puerto de PIymouth [...]. El canal de la Mancha ya no era
seguro; a consecuencia de ello los banqueros genoveses decidieron cambiar el itinerario de los
metales preciosos, haciéndolos pasar por Génova y las ferias de Besanqon. Así, esta última ciudad
se convirtió hacia finales del siglo xvi en la principal plaza bancaria de Europa occidental y en el
centro de distribución de las remesas de plata que continuaban llegando del Nuevo Mundo.
«Desde un punto de vista bancario, por consiguiente, no fue Amsterdam quien obtuvo el fruto
de la sucesión de Amberes; [...] Amsterdam no se convirtió en el centro mundial de los metales
preciosos hasta 1640.» Raymond de Roover, «Anvers comme marché monétaire au xvi' siécle»,
Revue Belge de Philologie et d'Histoire, xxxi, 4, 1953, pp. 1044-1045.
Véase Braudel: «A partir de 1580 ya no será España el centro real de dispersión de la plata, sino
la Italia de las grandes ciudades. Italia obtiene grandes beneficios gracias a ese papel, y se encarga
de exportar al Levante (tarea tan cómoda como rentable) una parte de las superabundantes monedas
de plata españolas». La Méditerranée, x, pp. 450-451.
764
«Me parece innecesario insistir en el hecho bien conocido de que Génova era un • mercado
monetario excepcionalmente libre de interferencias de elementos no comerciales. Por ejemplo nunca
existió una presión eclesiástica digna de mención sobre las actividades financieras.» Cario M.
Cipolla, Economía Internazionale, V, p. 256.
765
Lonchay demuestra que la tasa real de interés cargada a la Corona española por los banqueros
italianos era del 16-20 por 100. Véase Acadé- mie Royale de Belgique, pp. 950-951. H. G.
Koenigsberger dice que: «Más que ningún otro Estado, Génova había unido su fortuna a la de la
monarquía española [...] Mientras Perú envió plata a Sevilla, la plutocracia genovesa floreció».
«Western Europe an the power of Spain», New Cambridge Modern History, m, R. B. Wernham,
comp., The Counter- Reformation and the price revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1968, p. 257.
766
«Gracias a la convergencia de varias fuerzas distintas, hacia mediados del siglo xvi los
mercados del Levante estaban bien provistos de mercancías orientales, y Venecia recuperó su
prosperidad comercial anterior. Pero durante la primera mitad del siglo la depresión había sido
profunda.» Vitorino Magalháes Godinho, «Le repli vénitien et égyptien et la route du Cap, 1496-
1533», en Eventail de l'histoire vivante: hommage á Luden Febvre, II, París, Armand Colin, 1953, p.
300. Véase Frederic C Lañe, «The Mediterranean spice trade: its revival in the sixteenth cen- tury»,
en Venice and history, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, pp. 581-590, y su artículo
previo «Venetian shipping during the com- mercial revolution», en Venice and history, pp. 13-14;
véase también E. E. Rich, New Cambridge Modern History, I, esp. p. 447.
El fracaso del imperio 291
Indico , en parte a algunas ventajas competitivas de Ve- necia sobre Portugal 768,
767

y en parte a la debilidad portuguesa en Europa 769, así como a la crisis de España en


los Países Bajos770.
Pero el renacer del norte de Italia no podía durar. Ni su base agrícola ni su base
industrial eran sólidas, al contrario que las del norte de los Países Bajos y a fortiori
que las de Inglaterra, y en el siglo xvn se habla de la decadencia de Italia.
La debilidad de la base agrícola era múltiple, dado el crecimiento de la población
en el siglo xvi, particularmente acentuado en el período 1580-1620 771. Hemos
mencionado ya la dificultad relativa de las condiciones del suelo. Es cierto que
durante el «primer» siglo xvi, al declinar las ganancias por el comercio, hubo un
desplazamiento de la inversión hacia la agricultura, en particular el trigo 772. Esto fue
especialmente cierto en el caso de las órdenes monásticas, que no tenían permitido

767
«También es probable que el comercio mediterráneo, vinculado a los intermediarios árabes,
haya sabido reservarse, pagándolos más caros en los puntos de embarque, Goa, Cochin y otros
lugares, los productos de mejor calidad. ¿No habrán exagerado notablemente los portugueses al
mantener en Asia precios de compra extremadamente bajos? [...]
»Y, no habiendo perdido el comercio mediterráneo hacia Oriente nada de su interés para los
habituales intermediarios, es evidente que sólo habría podido descartarlo la fuérza, es decir, una
vigilancia ejercida en las mismas fuentes de aprovisionamiento. Y los portugueses lo consiguieron
en varias ocasiones; [.!.] Pero esa atenta vigilancia se relaja muy pronto, por decisión de los mismos
portugueses.» Braudel, La Méditerranée, II, pp. 495-496.
768
«A comienzos del siglo xvi, el comercio español en el Mediterráneo atravesaba una grave
crisis, como consecuencia de la apertura del comercio portugués directo con la India por el cabo de
Buena Esperanza [...] El monopolio portugués, sin embargo, resultó ser efímero. Por fuertes que
pudieran ser en el mar, los portugueses no podían esperar, con unos pocos barcos de guerra que
operaban desde bases muy dis-
persas, suprimir permanentemente todo un floreciente comercio que proveía a Egipto y al imperio
turco, así como a clientes europeos [...] El comercio español en el océano Indico —o la mayor parte
de él— pronto volvió a sus antiguos canales; con él revivió el comercio mediterráneo en naves
venecianas. En una competencia frontal en precio y calidad las ventajas no estaban todas en absoluto
de parte del comercio oceánico portugués. Los costos y riesgos de la ruta del Cabo eran grandes, y
tendían a aumentar; y los portugueses no tenían mercancías que ofrecer con las que realizar fletes
rentables hacia el extranjero. Compraban especias con oro y plata, y las ganancias del viaje de vuelta
debían cubrir también los costos del viaje de ida [...] Puede haber habido también una diferencia de
calidad de las especias, tendiendo las especias portuguesas ”a estropearse y perder su aroma en el
largo viaje por mar".» J. H. Parry, Cambridge Economic History of Europe, iv, pp. 164-165.
!4S
Sobre el impacto de la desaparición de la factoría real portuguesa, como institución
permanente, en 1549, véase S. T. Bindoff. «Independientemente de cuales fueran las razones para
dar este paso, o sus inmediatas consecuencias, simbolizó el fin de una época.» New Cambridge
Modern History, n, p. 68.
2.6
Véase J. B. Harrison, «Colonial development and international ri- valries outside Europe, n,
Asia and Africa», New Cambridge Modern History, III, R. B. Wernham, comp., The Counter-
Reformation and the price revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press,
1968, pp. 533-534.
2.7
Cario M. Cipolla, por ejemplo, señala que en Milán, entre 1580 y 1610-1620, «hubo una
expansión demográfica intensiva». Mouvements mo- nétaires dans l’Etat de Milán (1580-1700),
París, Armand Colin, 1952, p. 31. Para Florencia se señala una expansión análoga, siendo 1619-1620
el punto de descenso, en Ruggiero Romano, «A Florence au xvi' siécle: industries textiles et
conjoncture», Annales ESC, vil, 7, octubre-diciembre de 1952, páginas 508-512.
2
“ «El trigo se basta a sí mismo para establecer de una manera aplastante la superioridad de la
producción agrícola sobre cualquier otra [en el siglo xvij. La agricultura es la industria más
importante del mar Interior, tanto más cuando los cereales sólo constituyen una parte del ingreso
agrícola.» Braudel, La Méditerranée, I, p. 385.
292 Immanuel Wallerstein

el partid- par en el comercio urbano. Esta tendencia se vio acentuada particularmente


en la Terraferma alrededor de Venecia 773, entre 1570 y 1630, al responder los
inversores locales al aumento de los precios agrícolas y la declinación de las
ganancias industriales.
No obstante, a pesar del incremento de la producción, había hambre. Parte de la
explicación yace en un factor que, desde el punto de vista del sistema social, es
accidental y externo: un súbito incremento de la lluvia y el frío en las últimas décadas
del siglo xvi, que llevó a un incremento de las tierras pantanosas y, por tanto, de la
malaria 774°. Esto último resultaba particularmente serio, dado que Italia estaba
sufriendo ya un tal incremento como resultado de la extensión del cultivo de tierras
en el proceso de colonización interna775. Aun así, se podría pensar que una región
con tal cantidad de metales preciosos podría haber importado trigo. Esto parece haber
ocurrido en cierta medida, lo suficiente como para extender los efectos del hambre,
creando escasez en otros lugares776, pero no lo suficiente, aparentemente, para

773
«La razón fundamental [de este desplazamiento] debe estar seguramente en los beneficios que
los venecianos esperaban obtener de la tierra [...] Un primer incentivo era probablemente el ejemplo
de los beneficios obtenidos por los grandes monasterios mediante la roturación de nuevas tierras, ya
en el siglo XV [...]
»E1 período crucial del cambio hacia las actividades agrícolas parecería estar entre 1570 y 1630,
cuando las posesiones venecianas se incrementaron probablemente en un 35 por 100.» S. J. Woolf,
«Venice and the Terraferma: problems of the change from commercial to landed activities», en Brian
Pulían, comp., Crisis and change in the Venetian economy in the sixteenth and seventeenth centuries,
Londres, Methuen, 1968, pp. 194-195.
Véase Bouwsma: «En toda Italia, la propiedad eclesiástica de la tierra se había extendido en el
período de la Contrarreforma; y unas condiciones especiales habían acentuado esta tendencia en
territorio veneciano más que en ninguna otra parte. Las corporaciones eclesiásticas habían
participado entusiásticamente con sus especiales acumulaciones de capital en los grandes proyectos
de roturación de nuevas tierras de esta época». Venice and the defenses, p. 343.
774
Braudel termina su exposición de las relaciones entre las lluvias y la recesión con el siguiente
comentario: «Todo el drama social del hambre que domina las postrimerías del siglo puede tener su
verdadera causa en la perturbación, aunque ligera, de las condiciones atmosféricas. Llevado esto al
extremo límite de la prudencia, ¿qué podría decirse? Acerca de ese drama de fines de siglo no
escasean, por cierto, las explicaciones demográficas o económicas, pero nada nos asegura que el
clima no haya tenido su parte en tales hechos y que no debe ser considerado, en general, como un
factor variable de la historia. Es difícil asegurarlo, pero algunos hechos lo demuestran bastante
claramente». La Méditerranée, I, página 248.
775
«No es posible sustraerse [...] a la impresión de que en el siglo xvi se produjo un
recrudecimiento de este mal [la malaria]. Aunque quizá ello se debiera simplemente al hecho de que
el hombre va a enfrentarse ahora a su viejo y terrible enemigo de las tierras bajas. Todo el siglo xvi,
y ya todo el xv, se lanzan, en efecto, a la búsqueda de tierras nuevas. ¿Dónde encontrarlas más
tentadoras, más prometedoras, que en estas llanuras húmedas y susceptibles de ser transformadas?
Pero nada más nocivo que el primer contacto, la primera remoción de tierras infestadas [...] La activa
colonización del interior que se organizó por todo el Mediterráneo en el siglo xvi costó harto cara.
Fue especialmente activa en Italia. Si Italia falla en la conquista de colonias lejanas, si permanece al
margen de ese gran movimiento, ¿no es, entre otras razones, porque estaba ocupada en conquistar
dentro de sus propias fronteras todo el espacio susceptible de aprovechamiento según las técnicas de
la época, desde las planicies inundadas de agua hasta las cumbres?» Braudel, La Méditerranée, i, p.
59. Véase P. J. Jones, «Per la storia agraria italiana nel medio evo: lineamenti e problemi», Rivista
Storica Italiana, LXXVI, 2, junio de 1964, pp. 307-308.
776
«La situación alimentaria en el área mediterránea habría sido con toda probabilidad mucho
más grave si el flujo de metales preciosos procedentes de América no hubiera proporcionado los
medios de pago para las grandes compras de grano. De esta forma, la fluctuación climática se
El fracaso del imperio 293
mantener una base agrícola para la producción industrial. ¿Por qué no? Se puede
suponer que los nuevos grandes productores agrícolas (tales como los monasterios)
no prestaban su peso político a la expansión de las importaciones de grano 777. Estaba,
por supuesto, el factor del costo. El grano báltico estaba lejos, y el grano egipcio y
sirio resultaba a menudo inaccesible, ya fuera porque ellos también sufrían escasez
o debido a un estado de guerra con los turcos 778.
Más aún, en la medida en que estaban importando grano era bajo las peores
condiciones de negociación, y a través de su rival comercial, los holandeses. Porque
Amsterdam controlaba las existencias bálticas de grano y podía suministrarlo a su
gusto 255. Esta ventaja coyuntural de Holanda sobre el norte de Italia pudo
transformarse entonces en algo más permanente a causa de las vinculaciones creadas
por la economía-mundo. Spooner señala el papel de las nuevas y sofisticadas técnicas
de crédito, endoso de letras de cambio, patío di ricorsa (una forma de crédito a corto
plazo), y bancos públicos, todo lo cual empezaba a emerger precisamente en este
momento. Este sistema de crédito era internacional, y al empezar a declinar el norte
de Italia el foco de estas actividades se vio desplazado sin más 256.

en el siglo xv: «En el oeste, más populoso y menos productivo, la situación era más difícil. Florencia,
Génova, Venecia, Ragusa, Nápoles y las ciudades del este de España —estas últimas rodeadas
principalmente de tierras productoras de vino, aceite o lana— eran todas importadoras de grano por
mar, ya que sus suministros locales eran insuficientes o irregulares, y el transporte local por tierra
era costoso. Las principales fuentes occidentales eran Apulia y Sicilia, ambas controladas
políticamente por los gobernantes de Aragón, que eran importadores regulares; pero en su conjunto
el Mediterráneo occidental rara vez era autosuficiente en grano, y las ciudades de importancia
también recurrían constantemente al barato y abundante grano del Levante. Venecia, en particular,
contaba con el grano oriental; sus colonias del Egeo eran una útil fuente de suministro, y la República
también importaba regularmente grano de Egipto. Existía en el Mediterráneo oriental, por
consiguiente, un comercio marítimo de grano, especializado, complejo, y necesariamente flexible.
Los barcos, venecianos, genoveses o ragusanos, eran grandes, diseñados para llevar su voluminosa
carga, y normalmente no llevaban otra cosa». The age of reconnaissance, p. 53.
“s «En el Mediterráneo las condiciones eran diferentes: a causa del peligro constantemente
amenazante de los piratas argelinos, naves grandes y armadas eran indispensables en esta área [...]

convirtió en uno de los factores que contribuyeron a difundir por toda Europa los efectos de la entrada
de metales preciosos. La expansión del comercio y la navegación desde mediados del siglo xv debe
haber ayudado también a mitigar los efectos de las malas cosechas. Sin embargo, los cambios
climáticos intervinieron de forma sustancial para debilitar a los países mediterráneos en relación con
las naciones ascendentes del Atlántico y del mar del Norte.» Utterstróm, Scandinavian Economic
History Review, III, p. 44.
777
«Antes y después de esta crisis [alimentaria de 1591], el Mediterráneo ha vivido siempre y
esencialmente de los productos de su propia agricultura. No hay nada aquí que se parezca a lo que
ocurre en los Países Bajos con Amsterdam o, mucho más tarde, en la Inglaterra del libre cambio. Los
universos urbanos no quieren confiar a los de fuera el cuidado de aprovisionarlos.» Braudel, La
Méditerranée, i, p. 387.
Sin embargo, las importaciones de grano crecieron. Ha sido Braudel, de hecho, quien ha
señalado, junto con Romano, el papel desempeñado por el trigo en la expansión de Liorna: «¿No está
ligado el auge de Liorna con su creciente papel como puerto triguero? La gran hambre de 1591 y la
entrada de trigo del norte [...] marcan, creemos, el punto de inflexión decisivo». Fernand Braudel y
Ruggiero Romano, Navires et marchandises á l’entrée du port de Livourne (1547-1611), París,
Armand Colin, 1951, p. 22.
778
La importancia de este aislamiento respecto al Levante como fuente de grano queda indicada
en la descripción de J. H. Parry de la situación
294 Immanuel Wallerstein
Sin embargo, Amsterdam consiguió hacerse con parte del comercio mediterráneo, gracias a sus
grandes existencias de grano. Muchos años de finales del siglo xvi y de la primera mitad del xvn
fueron tiempos de escasez de grano en Italia y España, mientras los almacenes de Amsterdam estaban
bien provistos de trigo y centeno procedentes de Polonia o de la Prusia oriental, pudiendo obtener
así grandes ganancias los comerciantes holandeses.» Van Dillen, Britain and the Netherlands, n, p.
136.
Véase Parry, Cambridge Economic History of Europe, iv, pp. 158-159. Parry añade una
consideración adicional sobre la causa de la escasez de grano en el Mediterráneo: «La escala masiva
de las hostilidades turco- españolas en la década de 1570, y la asociación de Venecia a España,
dislocaron también el comercio normal de grano, y al mismo tiempo aumentaron la demanda para el
avituallamiento de flotas, ejércitos y guarniciones» (p. 159).
256
«En otro aspecto, la extensión del crédito estaba estrechamente ligada con el marco del
comercio, con las asociaciones de comerciantes
Porque los financieros comerciales se salvaron a sí mismos, en Génova, como en
otros lugares, sin demasiadas preocupaciones acerca de lealtades geográficas.
Pero ¿y la industria? ¿Acaso no era el norte de Italia un centro industrial, y un
centro industrial al que se había infundido nueva vida, especialmente en Venecia? J.
H. Elliott menciona nuevas inversiones entre 1560 y 1600, y un momento de
«opulento esplendor»779 780. La opulencia, sin embargo, no duró. De ser una de las
áreas industriales más avanzadas en Europa en 1600, la Italia del norte se convirtió
en una región agrícola deprimida hacia 1670. Ya hemos sugerido que la prosperidad
era engañosa. Domenico Sella dice, acerca de la prosperidad económica de Venecia
a finales del siglo xvi, que no puede «ocultar el hecho de que la base sobre la que se
apoyaba era un tanto más estrecha en el pasado, y que, por consiguiente, su economía
se había hecho tanto más vulnerable» 781. Existen aquí dos consideraciones
fundamentales; una es la pérdida de Francia e Inglaterra como clientes, a causa de la
aparición de sus propias industrias textiles. Por tanto, el mercado se reducía ahora
más o menos al norte de Italia y a Alemania. La segunda es que el transporte
marítimo estaba ya cada vez más en manos de buques no venecianos. Como dice
Cario Cipolla: «La totalidad de la estructura económica del país era excesivamente
dependiente de su capacidad para vender en el exterior una alta proporción de los
artículos manufacturados y de los servicios de que podía ofrecer» 259.

en puertos, mercados y ferias de toda Europa. La actividad de los comerciantes financieros de


Génova era un ejemplo destacado. Establecidos en Italia, foco tradicional de Europa, y envueltos en
la gran aventura atlántica de España, con agentes diseminados por todo el continente, ellos fueron el
canal a través del cual se efectuó el cambio de acento en la economía internacional desde el sur al
norte de Europa y el Atlántico. De esta forma prepararon el camino para el extraordinario triunfo de
Holanda.» Spooner, New Cambridge Modern History, III, p. 31.
780
«En una época en la que otras partes de Europa estaban dedicando más atención y recursos al
comercio marítimo, Venecia escogió una dirección completamente opuesta. La flota veneciana
comenzó a declinar en los años posteriores a 1560 [...] Sin embargo, esta retirada marítima coincidió
con un gran giro del capital veneciano del mar hacia el continente. Aquí fue utilizado no para el
comercio, sino para la adquisición de territorio y para el montaje de una industria textil a gran escala,
capaz de competir con éxito con las industrias textiles del norte de Italia y de los Países Bajos, las
cuales habían sufrido las consecuencias de las guerras europeas. Esta política, al menos a corto plazo,
le proporcionó importantes beneficios. Durante el resto del siglo, [...] [Venecia] disfrutó de un
opulento esplendor, de tal forma que durante cierto tiempo pareció como si hubiesen vuelto
milagrosamente los días de su antigua gloria.» Elliott, Europe divided, pp. 58-59.
781
Domenico Sella, «Crisis and transformation in Venetian trade», en Brian Pulían, comp., Crisis
and change in the Venetian economy in the sixteenth and seventeenth centuries, Londres, Methuen,
1968, p. 90.
El fracaso del imperio 295
¿Qué quiere decir esto de ser demasiado dependiente de la venta de bienes
manufacturados? Después de todo, el secreto del éxito de las áreas del centro de una
economía-mundo es que intercambian sus manufacturas por las materias primas de
las áreas periféricas. Pero ese cuadro tan simple deja fuera dos factores: la capacidad
político-económica para mantener bajos los precios de las importaciones de materias
primas (que ya argumentamos que era más factible para los Países Bajos que para el
norte de Italia), y la habilidad para competir en los mercados de los países del centro
con los productos manufacturados de otros países del centro.
La historia resulta entonces bastante simple. Mientras que los holandeses podían
vender más barato que los ingleses en Inglaterra, los italianos, por comparación,
tenían probablemente precios demasiado altos 26°, y estaban anticuados261. Los
gremios
259
Cario M. Cipolla, «The decline of Italy: the case of a fully matured economy», Economic
History Review, v, 2, 1952, pp. 180-181. Esto no solamente es cierto para Venecia, sino también para
Milán. Véase Cipolla, Mouvements monétaires, pp. 33-34. Los detalles de esta decadencia de
Venecia están admirablemente especificados en un simposio que cubre el período 1620-1720: Aspetti
e cause delta decadenza económica veneziana nel secolo X V I I . Atti del Convegno (27 giugno-2
luglio 1957), Venecia-Ro- ma, Istituto per la Collaborazione Cultúrale, 1961.
260
E. J. Hobsbawm muestra algunas reservas en torno a la validez de este argumento sobre el
nivel excesivo de los precios italianos. Véase «The crisis of the seventeenth century», en Trevor
Aston, comp., Crisis in Europe, 1560-1660, Londres, Routledge & Kegan Paul, p. 19. Sin embargo,
Barry Supple ofrece ciertos datos, que confirmarían la hipótesis de Cipolla, en Commercial crisis
and change in England, 1600-1642, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1959, pp. 159-
160. Véase también la explicación de Ruggiero Romano de la decadencia de la construcción naval
veneciana, especialmente a partir de 1570: «[La política de créditos a la construcción] no podía
contrapesar los altos precios de los astilleros venecianos, altos en comparación con los de la
construcción naval en otras partes, especialmente en el norte de Europa». «La marine mar- chande
vénitienne au xvi' siécle», en M. Mollat et al., comps., Les sources de l'histoire maritime en Europe,
du Moyen Age au XVIII’ siécle (Actes du IV' Colloque International d’Histoire Maritime), París,
SEVPEN, 1962, página 46.
261
«El éxito del paño del norte se debía a dos factores: costaba menos, y su calidad, quizá menos
estimable que la de los productos venecianos, respondía más a las nuevas exigencias de la moda.»
Sella, Anuales ESC, XII, p. 39.
Se debe recordar que en el siglo xvi trabajo de calidad significaba trabajo más industrializado,
no menos. En una era en la que el trabajo fabril se asocia con la producción para las masas y con la
producción italianos mantenían elevados los costos de la mano de obra. La imposición
estatal era comparativamente elevada. Los italianos producían para un mercado de
calidad. Otros aparecieron con telas más ligeras y de mayor colorido; menos
duraderas, de calidad inferior, pero más baratas. El secreto del éxito industrial
moderno se iba a ver tempranamente revelado. Cuando la guerra de los Treinta Años
interfirió también el mercado alemán, sobrevino el desastre: caída de la producción
de tejidos, desinversión de capital, emigración de las industrias a las áreas rurales,
para escapar a los costos gremiales de la mano de obra y al recaudador de impuestos.
296 Immanuel Wallerstein
Ya que las industrias no eran competitivas, fueron muriendo 782 783.
¿Podría el norte de Italia haber jugado el papel del norte de los Países Bajos? Es
posible, pero probablemente no había
lugar para ambos, y Holanda estaba mejor equipada para la labor, por un montón de
razones, de lo que estaban Vene- cia, Milán o Génova. Tampoco podía Italia seguir
el camino de Inglaterra y Francia, entre otras cosas por falta de seguridad política 784
785
. Cuando la peste golpeó a Italia en 1630 ^ redujo la presión sobre el suministro

masiva, y en la que la artesanía sobrevive como una especie de arte para un mercado especializado,
requiere un salto de la imaginación el comprender que antes de la era industrial sucedía lo opuesto.
Entonces las fábricas, es decir, conjuntos de obreros cooperando juntos en un lugar bajo supervisión
directa, se usaban sólo en aquellos raros casos en los que resultaba esencial la calidad, como en
ciertos productos de lujo, o en los que se estimaba mucho la precisión por razones de seguridad, o
en los que se daba algún otro problema que exigía un alto nivel de control. Tal era el caso, por
ejemplo, de la producción de cordaje en la Venecia del siglo xvi, donde el Senado se preocupaba por
«la seguridad de nuestras galeras y bardos, y, de forma similar, por nuestros marineros y nuestro
capital». El Senado no confiaba además tal empresa a manos privadas. Frederic Lañe cita la
declaración del Senado en «The rope factory and hemp trade in the fifteenth and sixteenth centuries»,
en Venice and history, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 1966, página 270.
783
«Cuando un país se encuentra en la desafortunada posición en la que se encontraba Italia a
comienzos del siglo xvn, tarde o temprano se ponen en marcha un cierto número de fuerzas, naturales
o inducidas, para provocar un reajuste. Los pasos necesarios para corregir el desequilibrio pueden
variar: desarrollo de nuevos tipos de producción, búsqueda de nuevos mercados, disminución de
ciertos tipos de consumo, reducción de la relación entre el nivel doméstico de precios y el nivel
mundial, etc. Si un país puede desarrollar nuevos tipos de producción o explotar nuevos mercados,
puede, hablando a grandes rasgos, mantener tanto su nivel de empleo como su nivel de vida. En otro
caso debe admitir naturalmente una reducción drástica de su nivel de vida y, muy probablemente, de
su nivel de empleo.» Cipolla, Economic History Review, v, pp. 186-187.
E. J. Hobsbawm duda de que fuera posible que el norte de Italia hiciera algo diferente de 16 que
hizo: «La decadencia de Italia [...] ilustra las debilidades del "capitalismo” parásito en un mundo
feudal. Así, los italianos del siglo xvi probablemente controlaban las mayores aglomeraciones de
capital, pero las invirtieron de forma flagrantemente errónea. Las inmovilizaron en edificios y las
disiparon en préstamos exteriores durante la revolución de los precios (que naturalmente favorecían
a los
deudores), o las desviaron de las actividades manufactureras hasta diversas formas de inversión
inmovilizada. [...] .Sin embargo, los inversores italianos, que eran conscientes desde hacía mucho
tiempo de que las catedrales demasiado grandes eran malas para los negocios, actuaron bastante
sensatamente. La experiencia de siglos les había mostrado que las mayores ganancias no se
conseguían con el progreso técnico ni en la producción [...] Si gastaron grandes cantidades de capital
de forma improductiva, puede haber sido simplemente porque no habla más espacio para invertirlo
de forma progresiva en ninguna escala dentro del sector capitalista [...] La expansión general de
finales del siglo xvi [...] y las demandas bruscamente acrecentadas de las grandes monarquías
absolutas, que recayeron sobre los contratistas privados, y el lujo sin precedentes de sus aristocracias,
retrasaron la llegada del infortunio». Crisis in Europe, pp. 18-19.
20
Amintore Fanfani considera que ésta es la primera, pero no la única, explicación de la
decadencia: «En Italia no había otra posibilidad que la de buscar refugio en la agricultura, y por otra
parte no podían frenar la decadencia por falta de tres cosas: 1, falta de un amplio mercado unitario o
de una fuerte tendencia hacia la unificación; 2, ausencia de Italia del gran movimiento europeo de
expansión oceánica; 3, falta de un programa económico importante adecuado a las necesidades reales
de la economía italiana». Storia del lavoro, p. 48.
785
La gravedad de la peste queda puesta de relieve por su impacto sobre la población: «Las
pandemias de 1630 y 1657 cancelaron los avances del período 1580-1629 y 1631-1655, y
retrotrajeron a la población italiana a un nivel oscilante en torno a los once millones». Cario M.
Cipolla, «Four centuries of Italian demographic development», en D. V. Glass y D. E. C. Eversley,
comps., Population in history, Londres, Arnold, 1965, p. 573.
322 Immanuel Wallerstein

de alimentos, pero también elevó aún más los salarios. Aquello fue la última gota. El
norte de Italia completó así V transición de centro a semiperiferia. Hemos señalado
ya prc iamente que España estaba sufriendo esta misma transición en esta época. Sin
duda el norte de Italia nunca cayó tanto como algunas otras áreas mediterráneas, por
ejemplo, el sur de Italia 786 y Sicilia 266, pero esto sería un pobre consuelo en los siglos
por venir. R. S. López, al hacer el recuento de todas las desgracias ocurridas al
Mediterráneo cristiano desde 1450, concluye entris- tecidamente: «Evidentemente,
la primacía de los pueblos mediterráneos no podía sobrevivir a tantas adversidades»
M7 787 788
.

786
«La venta de tierra [y consecuentemente el auge del capitalismo feudal] tuvo lugar en toda la
península [italiana], desde el Piamonte [...] a Sicilia.» Bulferitti, Archivio Storico Lombardo, IV, 21,
n. 30. Villari describe el proceso en Italia meridional de lo que él llama «comercialización del feudo».
La rivolta antispagnola a Napoli, p. 164. La venta de tales tierras por el Estado facilitó el auge de
nuevos grupos que fueron ennoblecidos. «Fue un movimiento complejo de expansión y
consolidación de los dominios feudales, al que la alta burguesía dio un fuerte impulso, y que
coincidió con una muy enérgica afirmación del poder económico y social de la nobleza tradicional»
(p. 192). Una consecuencia fue la
«feudalización de las ciudades» (p. 168), a la que se opuso una resistencia tan fuerte como inefectiva.
Cambió el estilo de vida de las ciudades: «Una de las consecuencias más visibles de la expansión
feudal fue el incremento del consumo de bienes improductivos y de lujo, con la construcción de
palacios, capillas, villas y jardines en los centros urbanos de la provincia, en una nueva fase de su
desarrollo urbano» (pp. 193-194).
2
“ «Gravemente subindustrializada, estando la mayor parte de sus bancos y de su crédito bajo
control de extranjeros, sirviendo las ganancias de su comercio de exportación para enriquecer a
comerciantes ge- noveses, venecianos y catalanes, y con un sistema agrícola que combinaba las
desventajas de la economía feudal con las de un moderno sistema de crédito, Sicilia permaneció
pobre y no fue nunca capaz de alcanzar el puesto de cabecera que el norte de Italia había ganado a
finales de la Edad Media.» Koenigsberger, The government of Sicily, p. 82.
788
López, Cambridge Economic History of Europe, n, p. 353. Braudel habla de un «reflujo de la
economía» en todo el Mediterráneo a partir de la década de 1620. «L’économie de la Méditerranée
au xvir siécle», Les Cahiers de Tunisie, vi, 14, 2° trimestre, 1954, p. 195. Emmanuel Le Roy Ladurie
menciona esta «lepra de decrecimiento que aflige [a partir de 1620] a italianos, castellanos e
hispanoamericanos». Paysans, p. 636.
«Dos mendigos luchando», aguafuerte de Jacques Bellange, pintor, gra-
bador y decorador oficial de la Corte de Lorena, en Nancy, de 1602 a 1616.
El aguafuerte fue hecho entre 1612 y 1617 (Washington D. C., National
Gallery of Art, Rosenwald Collection).
5. LOS ESTADOS FUERTES DEL CENTRO: FORMACION DE CLASE
Y COMERCIO INTERNACIONAL

Uno de los temas más persistentes en la historia del mundo moderno es el


vaivén entre «nacionalismo» e «internacionalismo». No me refiero al vaivén
ideológico, aunque por supuesto exista, sino al organizativo. En algunos
puntos en el tiempo las principales instituciones económicas y políticas están
preparadas para operar en la arena internacional, sintiendo que los intereses
locales están ligados en alguna forma inmediata a los desarrollos en otros
lugares del mundo. En otros momentos los actores sociales tienden a ejercer
sus esfuerzos localmente, tienden a ver como primordial el fortalecimiento de
los límites del Estado, y se mueven hacia una relativa indiferencia acerca de
los sucesos que ocurren más allá de estos límites. Se trata, por supuesto, solo
de tendencias, y no todos los actores están obligados a observar la tendencia
dominante, así como tampoco es obligatoria o probable la coherencia al
repecto por parte de los actores.
Debería subrayar que estoy hablando de una tendencia organizativa, no
estructural. La cuestión no es si la economía- mundo está más o menos
integrada, si las tendencias son inflacionarias o deflacionarias, si los derechos
de propiedad están más o menos concentrados. Estas variables estructurales
sustentan las opciones organizativas, pero la correlación entre ambas no se
establece a medio sino a largo plazo. Las opciones organizativas son
elecciones políticas, son decisiones que los hombres hacen de las formas que
con más probabilidades puedan apoyar sus intereses.
En el «segundo» siglo xvi, después de la paz de Cateau-Cam- brésis, la
balanza económica osciló. El noroeste de Europa se convirtió en el corazón
económico de la economía-mundo europea. Es ahora el momento de examinar
qué es lo que dio a Inglaterra y Francia una fuerza tan fundamental. Dado que
la aparición del sector industrial es un importante elemento de este cuadro,
veamos qué tipo de transformación industrial
320 Immanuel Wallerstein
estaba en marcha, y por qué pareció beneficiarse tanto de ella especialmente
Inglaterra.
El aspecto más importante de la transformación industrial del «segundo»
siglo xvi no es la novedad de su tecnología (aunque hubo alguna), ni su
organización social. La fábrica y la producción en masa seguían siendo
esencialmente desconocidas. Tampoco creció mucho el nivel global de
producción industrial de la economía-mundo europea. Domenico Sella nos
recuerda que, a pesar de todo el desarrollo económico del siglo xvi «largo», «el
sector industrial de Europa, tal y como existía en 1700, se parecía mucho más a
su antecedente medieval que a su sucesor del siglo xix» 789
El cambio fundamental se dio en la distribución geográfica de la industria.
Hasta alrededor de 1550 había focos de actividad industrial en diversas partes
de Europa. La «espina dorsal industrial de Europa iba [...] de Flandes a
Toscana»790, pero había algo de industria en todas partes. A partir de 1550
aproximadamente la actividad industrial empezó a concentrarse en ciertos
Estados del «noroeste» de Europa, y a declinar en otros Estados europeos.
Resulta llamativa la medida en que esta decadencia golpeó a un área tras otra de
los territorios que constituían el imperio de Carlos V791.
Mientras la industria declinaba drásticamente en algunas áreas, parecía
dividirse en dos variedades en las restantes áreas de Europa. John Nef distingue
entre el norte de Italia, Francia y Suiza, por una parte, y el «norte» de Europa
(Inglaterra, la república holandesa, Suecia, Dinamarca y Escocia), por otra.
Según Nef:
En [aquéllas] se dio un notable crecimiento en la producción de las industrias
artísticas y de lujo, un nuevo desarrollo del arte y de la artesanía, pero sólo un
ligero aumento en la producción de las industrias pesadas, y por consiguiente
ningún cambio llamativo en el volumen del producto. En [éstas] hubo una
expansión de las industrias pesadas, y por consiguiente del producto, de la que no
existía precedente alguno792.
Sella dibuja sus líneas geográficas de forma un poco diferente. Incluye
Flandes y el sur de Alemania, junto con el norte de Italia, entre las áreas de
decadencia, para' lo cual, como hemos visto, tiene buenas razones. No menciona
a Suiza. Distingue entre Francia y Suecia, que muestran ciertos adelantos, e

789
Domenico Sella, «European industries, 1500-1700», Fontana Economic
History of Europe, n, 5, 1970, p. 5. Ruggiero Romano afirma que había muy pocas
«verdaderas» industrias en el siglo xvi, tan sólo «esencialmente productos textiles, industrias
de extracción de minerales, y construcción naval. Todas las restantes actividades productivas
se basaban en esencia en el trabajo de artesanos individuales». Rivista Storica Italiana, LXXIV,
página 500.
790
Sella, Fontana Economic History of Europe, II, 5, p. 64.
791
«Hubo una marcada disminución del volumen de la producción, de la escala
de las empresas industriales, y de la importancia relativa de la industria [...] [en] una amplia
zona de Europa, los dominios imperiales y españoles, incluyendo el Franco Condado y el sur
de los Países Bajos, territorios todos que habían estado unidos nominalmente, durante una
generación, bajo el emperador Carlos V.» John U. Nef, War and human progress, Nueva York,
Norton, 1963, p. 6. En las pp. 6-7 Nef fecha la decadencia de cada una de las partes del antiguo
complejo imperial de los Habsburgo.
' Ibid., p. 6.
Formación de clase y comercio internacional 321
Inglaterra y la república holandesa, donde los avances conseguidos fueron
«mucho más notables»793, y en cada una de las cuales se estableció «un amplio
espectro de actividades industriales»794.
Ambos autores concuerdan no obstante en señalar el gran ascenso de
Inglaterra. Esto resulta tanto más sorprendente cuando recordamos que muchos
describen la relación de la
Inglaterra medieval con el continente europeo como «colonial» 795, y que Nef
mantiene que incluso hasta 1547 Inglaterra estaba «industrialmente estancada en
comparación con la mayor parte de los países continentales, incluyendo Francia».
Aun así, debido a la expansión industrial de Inglaterra, particularmente entre
1575 y 1620, «las posiciones de ambos países [acabaron] in virtiéndose»796.
La Baja Edad Media fue testigo de un importante cambio en la composición,

793
Sella, Fontana Economic History of Europe, II, 5, p. 65.
794
Ibid., p. 66. Véase Heaton, Economic history of Europe, pp. 314-319. El cuadro que traza
Eli F. Hecksher de Suecia, en lo que llama período de «madurez de la economía medieval»,
tiende a respaldar la opinión de Sella: «Lo que resulta notable en la economía sueca del siglo xvi
no es que finalmente hubiera un cambio, sino que el cambio llegara con tanto retraso. Aislado
como se encontraba, política, económica e intelectualmente, el país miraba todavía al pasado
más bien que al futuro. Las tareas realizadas por el gobierno eran aún tan reducidas que ni los
gobernantes ni los contribuyentes se sentían obstaculizados por la pervivencia de la economía
natural. Desde el momento en que el gobierno no realizaba ningún gasto sustancial en el exterior,
no tenía necesidad de obtener divisas extranjeras mediante exportaciones. La forma de vida de
la población en conjunto conocía tan pocos cambios que, excepto en lo referente a la sal, el
comercio de importación era de poco interés general.» An economic history of Sweden,
Cambridge (Massachusetts), Harvard Univ. Press, 1954, páginas 77-78.
Frédéric Mauro insiste en el fenómeno de las industrias clave para explicar el papel
preeminente de Inglaterra y Holanda: «Fue [...] la industria minera y metalúrgica la que
desempeñó en la revolución comercial un papel análogo al que desempeña la del,acero en el
Tercer Mundo actual. Junto a la clase de los comerciantes apareció la de los industriales. La gran
suerte de Inglaterra y los Países Bajos fue poseer ambas: la una ayudando a la otra, una aportando
sus máquinas, otra los productos de consumo para la masa de trabajadores. Amberes-Lieja-
Hondschoote: he aquí el triángulo del triunfo belga en el siglo xvi. Londres-Newcastle fue el eje
de la prerrevolución industrial británica durante el reinado de Isabel.» Le XVI‘ siécle européen,
pp. 298-299.
795
Postan, Cambridge Economic History of Europe, II, p. 233. En otros lugares, sin embargo,
Postan se muestra menos dispuesto a ver en las relaciones de Inglaterra con Italia en la Edad
Media un paralelismo con el ciclo del colonialismo en el siglo xx: préstamo de técnicas y capital,
seguido de expulsión del dominador colonial. Sostiene que la diferencia reside en el carácter
gradual del desarrollo inglés, cuya causa se encontraba primariamente en la expansión de la
población y otros factores domésticos, combinada quizá con algunos créditos e inversiones
extranjeros. Sostiene en este punto que el papel de los italianos fue «muy secundario y
relativamente carente de importancia cuando lo situamos en el marco de la economía nacional
en su conjunto. Bien puede suceder, de hecho, que donde el impacto de los italianos resultara
más decisivo no fuera en sus inversiones directas ni en sus lecciones de alta técnica, sino en la
parte que desempeñaron en ayudar a los reyes a remover la vida económica del país. Los
impuestos y las finanzas reales extrajeron de las clases poseedoras y trabajadoras de la tierra
grandes masas de riqueza previamente inmovilizada, y las vertieron en manos de los
comerciantes, financieros, contratistas de los ejércitos y negociantes de guerra. De esta forma,
parte de la riqueza del país, que de otra manera habría sido atesorada, se hizo asequible al
comercio y la industria». «Italy and the economic development of England in the Middle Ages»,
Journal of Economic History, xi, 4, otoño de 1951, p. 345.
796
John U. Nef, Industry and government in Trance and England, 1540- 1640, Ithaca,
Gr.eat Seal Books, 1957, p. 1.
322 Immanuel Wallerstein
y por lo tanto en el destino, del comercio de exportación inglés. Comenzó como
fuente de materias primas: cereales, madera, y en menor medida, metales y cuero.
Para el siglo xvi la exportación de estos elementos había declinado relativamente,
y en el caso de los cereales en términos absolutos, y la tela se había convertido
en la principal exportación de Inglaterra.
Los cereales (en particular el trigo) jugaron un papel cada vez menor a partir
del siglo xiv. Esto fue debido, en parte, al hecho de que Europa oriental comenzó
a exportar grano y llegó a absorber una parte muy grande del mercado de grano
internacional. Esto puede haber servido para desalentar cualquier tendencia a
aumentar innecesariamente la producción inglesa797.

resultado de la colonización germana de las tierras eslavas más allá del Elba, se hicieron
disponibles nuevos y amplios recursos agrícolas, y a partir de finales del siglo xm el centeno de
la Alemania oriental y de Polonia fluyó hacia el oeste. A comienzos del siglo xiv el grano del
Báltico comenzó a formar parte de los suministros alimenticios flamencos, y hacia esa época
desalojó al grano inglés de los mercados escandinavos.» Postan, Cambridge Economic History
of Europe, u, p. 121.
Véase A. R. Myers: «Hasta el siglo xvi las exportaciones inglesas, con excepción del tejido,
consistían principalmente en materias primas —metales, trigo y otros productos alimenticios,
lana, y cuero—, y en el siglo xiv los exportadores ingleses de algunas de estas mercancías,
especialmente de trigo, se estaban enfrentando a la competencia, cada vez más poderosa, de las
nuevas tierras colonizadas del este de Alemania.» England in the Late Middle Ages (vol. iv de la
Pelican History of England), Londres, Penguin Books, 1952, p. 57.
Formación de clase y comercio internacional 323

En vez de eso, como sabemos, en Inglaterra se procedió a la partición de las


reservas señoriales [demesnes], un factor habitualmente explicado por la
declinación demográfica, la caída en el nivel de precios (especialmente de los
cereales) y el elevado costo de vida. Sin duda el crecimiento del mercado de
Londres en los siglos xv y xvi creó una nueva demanda de trigo 798 799, pero para
aquel entonces las reservas señoriales inglesas estaban ya fragmentadas, y el
grano era suministrado en parte desde el exterior Irlanda y Noruega se
convirtieron en «colonias» económicas de Inglaterra, aunque ésta era aún una
«colonia» del continente 800. Este fue también el período de la incorporación
legal de Gales a la Corona inglesa, que pro
porcionó a Inglaterra una colonia interna dedicada en este momento en
particular a la cría de ganado *3.
El comercio de exportación de lana «estaba declinando ya regularmente»
801 802
en el siglo xv, a causa de la competencia española, el crecimiento de las
exportaciones textiles, y la absorción de la lana por la industria textil en la
propia Inglaterra. En particular, el impuesto sobre la exportación de lana,
utilizado como un mecanismo fiscal por el Estado, «funcionó como un arancel
protector para la naciente industria textil inglesa» 803. La exportación de lana
fue prohibida formalmente en 1614, momento en el que Inglaterra intentó
regular el comercio de lana de Irlanda, convirtiendo a Irlanda en exportadora de
lana, pero no de tela, y sólo a Inglaterra 804.

798
Véase F. J. Fisher, Essays in economic history, II, pp. 197-207.
" Véase M. M. Postan, «The economic and political relations of England and the Hanse
(1400 to 1475)», en Eileen E. Power y M. M. Postan, comps., Studies in English trade in the
fifteenth century, Nueva York, Barnes & Noble, 1966, esp. pp. 139-141. Véase N. S. B. Gras:
«En el período Tudor ocurrió un cambio de la mayor importancia [...] Londres había roto la
continuidad de su inicial independencia del trigo extranjero [...] El crecimiento de Londres
había creado una amplia demanda que a su vez dio origen a un comercio de importación
organizado [...] Todo esto resulta especialmente interesante cuando se advierte que en el siglo
xvi hubo un gran incremento en la exportación de grano en general.» The evo- lution of the
English corn market, Cambridge, Harvard Univ. Press, 1915, páginas 101-102. Véase Marian
Malowist, «Histoire sociale: époque con- temporaine», en IXC Congrés International des
Sciences Historiques, t, Rapports, París, Armand Colin, 1950, p. 310.
Pero véase Van Dillen: «[En el siglo xvu] Inglaterra era autosuficiente, pero los Países
Bajos no. Por ello el grano importado estaba destinado principalmente a los Países Bajos.»
Britain and the Netherlands, u, p. 134. Véase también Alan Everitt, en Agrarian History, iv,
pp. 524-527.
800
G. N. Clark, The wealth of England from 1496 to 1760, Londres, Oxford Univ. Press,
1946, pp. 27-28. Pero Noruega también exportaba productos primarios a Escocia, Dinamarca
y los Países Bajos, que disminuían su dependencia de Inglaterra. Véase Lythe, The economy
of Scotland, página 147.
801
. «Los cambios administrativos en Gales durante el período Tudor favorecieron el
desarrollo del comercio de ganado al eliminar los desórdenes en las fronteras.» Caroline Skeel,
«The cattle trade between Wales and England from the fifteenth to the nineteenth centuries»,
Transactions of the Royal Historical Society, 4.* serie, ix, 1926, p. 138.
802
Eileen E. Power, «The wool trade in the fifteenth century», en Eileen E. Power y
M. M. Postan, comps., Studies in the English trade in the fifteenth century, Nueva York, Barnes
& Noble, 1966, p. 39.
803
Myers, England in the Late Middle Ages, p. 132.
“ Véase P. J. Bowden, The wool trade in Tudor and Stuart England, Londres, Macmillan,
324 Immanuel Wallerstein

La industria textil inglesa tenía dos características muy importantes para


la emergente economía-mundo. Era cada vez más una industria rural en
Inglaterra, e introdujo a Inglaterra en una búsqueda de extensos mercados de
exportación.
Nos hemos referido, en un capítulo anterior, a la teoría de Marian
Malowist según la cual en Inglaterra, como en algunas otras partes de Europa,
la recesión de los siglos xiv y xv, que había causado una marcada reducción en
los ingresos agrícolas, llevó a la creación de industrias textiles rurales para
suple- mentar los ingresos. Desde el punto de vista de los capitalistas, las
industrias rurales tenían también la virtud de eludir los elevados salarios
impuestos por los gremios en las ciudades 805, y aprovechar la fuerza hidráulica
más barata para las batana- doras 806. Estas industrias rurales producían tejidos
«no de primera calidad pero [...] más baratos y por lo tanto al alcance de la
nobleza empobrecida y de otros clientes en peor situación» 807 808. Esta
expansión de la industria textil rural en Inglaterra compensó sobradamente toda
declinación en los centros urbanos809. Pero en tiempos de contracción
económica, el mercado interno era demasiado pequeño para mantener a la
industria. «Por lo tanto, esta industria tuvo que buscar mercados en el exterior.
En Inglaterra y Holanda esto [...] no dejó de hacerse a partir de la segunda mitad
del siglo xiv»810.

1962, pp. 203-212.


805
Véase Postan, Cambridge Economic History of Europe, II, p. 244. Véase Ramsey,
Tudor economic problems, p. 101.
806
«La rápida extensión del uso de batanadoras a partir de finales del siglo xii
conseguía mediante energía hidráulica lo que hasta entonces se había hecho a mano o con los
pies. Las corrientes de agua para mover las batanadoras se encontraban en los Cotswolds, los
Peninos, y el Distrito de los Lagos, y a comienzos del siglo xiv la industria textil ya se estaba
desplazando hacia estos distritos. El tejido de estambre, hecho especialmente en East Anglia,
no necesitaba batanado, y por consiguiente no de-
pendía tanto de la fuerza hidráulica, pero incluso la manufactura del estambre tendía a
desplazarse hacia los pueblos, a causa de la política restrictiva de los gremios de las ciudades.
Sus intentos de mantener el precio de sus artículos aceleraron su caída, ya que los
desorganizados trabajadores textiles de los pueblos estaban dispuestos a aceptar salarios más
bajos [...] El desarrollo de la industria textil rural en la Inglaterra de la Baja Edad Media se
debió así más bien a este avance en técnica y organización que (como se ha dicho a veces) a
la invitación de Eduardo III a los tejedores flamencos para instalarse en Inglaterra.» Myers,
England in the Middle Ages, p. 56
808
M. Malowist, Economic History Review, XII, p. 178.
809
«La decadencia de la industria [textil] en el siglo xm en lo que habían sido sus más
florecientes centros urbanos resulta tan llamativa como su expansión en las regiones rurales
durante el mismo período, pero lo que ha atraído hasta ahora la atención de los historiadores
es el aspecto urbano de la cuestión, y de él han deducido falsamente una decadencia de la
industria en su conjunto.» E. M. Carus-Wilson, «An industrial revo- lution of the thirteenth
century», Economic History Review, xi, 1941, página 59. Véase Edward Miller: «La
producción [de la industria textil inglesa] creció rápidamente durante el siglo xiv, en una era
que muchos investigadores han considerado de contracción económica.» «The fortunes of the
English textile industry during the thirteenth century», Economic History Review, 2‘ serie,
xvm, 1, agosto de 1965, pp. 39-60.
810
Malowist, Economic History Review, xn, p. 179. Véase Postan: «En tanto que las
Formación de clase y comercio internacional 325

Así, los tejidos se convirtieron en el eje del comercio de exportación


inglés, un cambio con respecto al siglo xm, en el que la exportación de grano
jugaba un papel más amplio, y esto en el contexto de lo que Postan llama un
«mercantilismo precoz»811. Un aspecto de éste fue la expulsión progresiva de
comerciantes extranjeros, en particular italianos, que fue llevada a cabo en el
siglo xv812 813 814, sin duda no sin dificultades815. Fue aún más difícil expulsar a
los mercaderes hanseáticos, pero eso también se logró en el siglo xvi 816.
El comercio de telas causó grandes dificultades a Inglaterra. La necesidad
de vender en muchos mercados significaba que Inglaterra estaba sujeta a más
pérdidas, como resultado de la competencia y las dificultades económicas, que
en el relativamente protegido comercio de lana817. De hecho, la industria de
telas sufrió una serie de contratiempos en el siglo xv a causa de su expuesta
situación. Tanto Postan como
S. T. Bindoff consideran estos contratiempos como explicación fundamental
de la aparición de la nueva organización comercial de comerciantes
ultramarinos, la Fellowship of Merchant Adventurers de Londres, que se creó
formalmente en 1486 y monopolizó las relaciones de exportación con

exportaciones inglesas consistían principalmente en lana, no había necesidad para los


comerciantes ingleses de buscar muy lejos un mercado y unos clientes. La lana era una materia
prima industrial: sus clientes eran los fabricantes de paño extranjeros; y los únicos centros de
manufactura de paño no sólo estaban altamente localizados, sino también situados muy cerca,
principalmente en los Países Bajos. Por otra parte, el paño acabado tenía que ser vendido a sus
potenciales clientes y en los principales centros de consumo potencial, o, en otras palabras, a
hombres y mujeres de toda la Europa continental y más allá.» Cambridge Economic History
of Europe, n, p. 245.
811
Postan, en Power y Postan, comps., Studies in English trade, p. 103; véase Clark,
Wealth of England, pp. 39-40.
812
Véase Alwyn A. Ruddock, Italian merchants and shipping in South-
ampton, 1270-1600, Southampton, University College, 1951, passim.
24
Véase Jacques Heers, «Les Génois en Angleterre: la crise de 1458-
1466», en Studi in onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, II, pp. 812,
824.
816
Véase Postan, Studies in English trade, p. 101.
817
«Una destacada diferencia entre el comercio de lana y el de paño en el siglo xv reside
en las condiciones bajo las cuales se vendían ambas mercancías. Con excepción de los
embarques italianos, la lana era vendida por ingleses a los compradores continentales en
Calais, un mercado en posesión de Inglaterra, y abiertamente protegido por el gobierno. Por
el contrario, el tejido era vendido en el continente por extranjeros tanto como por ingleses, y
en regiones que se extendían desde Prusia, a lo largo de la costa oeste de Europa, hasta Italia.
Esta extensa y desprotegida área de mercado estaba más expuesta a perturbaciones que el
concentrado y protegido mercado de la lana de Calais, con su comercio italiano suplementario.
Los mayores mercados del paño inglés eran las regiones bálticas, especialmente Prusia y
Polonia, los Países Bajos y el Rin inferior, finalmente Francia y Guyena. Durante el período
1448-1476 no sólo Inglaterra perdió la Guyena, sino que los mercados del Báltico y los Países
Bajos se vieron trastornados por las disensiones políticas. Las condiciones de las tres áreas de
mercado deben por consiguiente ser tenidas en cuenta al buscar responsabilidades de la
decadencia del comercio de paño.» H. L. Gray, «English foreign trade from 1446 to 1482»,
en Eileen E. Power y M. M. Postan, comps., Studies in English trade in the fifteenth century,
Nueva York, Barnes & Noble, 1966, p. 25.
326 Immanuel Wallerstein

Amberes818. Pero
lo que perdieron los ingleses en amplitud de mercados lo ganaron en cantidad.
Más aún, se vieron forzados a la racionalización y la eficiencia, dado que, como
señala Bindoff, «la nueva situación suponía no sólo un incremento en la
demanda de telas, especialmente de los tipos particulares favorecidos por el
comprador extranjero, sino —lo que era aún más importante— una demanda
de más tela para ser entregada en un mercado ultramarino en un momento
particular»819. Por añadidura, la parte inglesa estaba más unificada que la de los
Países Bajos, que se veía asediada por la competencia entre las ciudades, y en
consecuencia los Merchant Adventurers podían «evitar deliberadamente
cualquier compromiso al uso único de una de las ciudades» 820, quedando por
tanto en una posición de negociación económicamente ventajosa.
Existe otro aspecto positivo en la posición del comercio inglés. Sus
impuestos eran menos opresivos que los de algunos de los más antiguos centros
de comercio (Flandes, norte de Italia) y su organización técnica estaba al día y
resultaba por lo tanto más económica, ofreciéndole así ventajas competitivas en
fechas que se remontan al principio del «primer» siglo xvi 821.

21
«A mediados del siglo xv, los mercaderes ingleses de paño habían sido excluidos de
todas sus avanzadas más distantes. El mercado escandinavo se había perdido en el cambio de
siglo. Los contactos con Prusia, y, a través de este país, con el conjunto de la Europa central
y oriental, se vieron finalmente truncados por los sucesivos conflictos anglo-hanseáticos de
las décadas de 1430 y 1450. La concentración del comercio inglés en los Países Bajos, la
especialización de la industria inglesa en el paño sin terminar, el auge de la compañía de los
Merchant Adventurers y de su mo-
nopolio: todos estos rasgos familiares del comercio inglés al final de la Edad Media pueden
referirse a la quiebra del imperio medieval inglés a la terminación de la guerra de los Cien
Años.» Postan, Economic History Review, XII, 1942, p. 3. Véase también Postan en Power y
Postan, comps., Studies in English trade, p. 153.
«Pero indudablemente eran los ingleses quienes tenían el premio de permanencia entre
todas las "naciones” de Amberes en esta época, y la elección de Amberes como "ciudad de
mercado” del paño inglés va inmediatamente después del establecimiento del mercado de
especias en la lista de razones por las que llegaban allí comerciantes de toda Europa. El
comercio inglés de paño había luchado en el siglo xv, frente a muchos fracasos, por conseguir
un puesto comercial en los Países Bajos. La persistencia que demostró, y que se vería tan
ampliamente recompensada, era una virtud nacida de la necesidad, porque fue su fracaso en
mantenerse en otros lugares a lo largo de la costa de Europa lo que llevó a tantos comerciantes
ingleses a probar fortuna en los Países Bajos; hay muchos argumentos a favor de la idea de
que el auge del comercio inglés de paño con Amberes, al igual que el auge de la compañía de
los Merchant Adventurers que llegó a dominarlo, fueron función no del crecimiento sino de
la contracción del comercio ultramarino inglés en su conjunto.» S. T. Bindoff, New Cambridge
Modern History, n, pp. 53-54.
819
S. T. Bindoff, Tudor England (vol. v de la Pelican History of En- gland), Londres,
Penguin Books, 1950, p. 20.
820
Bindoff, New Cambridge Modern History, II, p. 54.
821
«Tanto en el caso del comercio internacional como en el de las transacciones
interiores, los costos de embalaje, transporte, descarga, trámites legales e impuestos sumaban
sólo una pequeña parte del precio de costo. Este es un hecho que resulta importante subrayar:
este comercio occidental, en el siglo xv, estaba sujeto a condiciones más favorables que
el de Genova, que mantenía una política fiscal mucho más pesada. En todo caso, ciertas
técnicas comerciales (transportes u operaciones accesorias) eran suficientemente avanzadas
para permitir precios relativamente bajos. Ya se tratara de bienes caros como el paño inglés o
Formación de clase y comercio internacional 327

Así, al principio del «segundo» siglo xvi, Inglaterra tenía un floreciente


comercio de exportación, dos tercios del cual iban a Amberes, y el tercio
restante a Francia y la península Ibérica. Su déficit neto con Francia quedaba
cubierto por los metales preciosos resultantes de su balanza favorable con las
áreas de los Habsburgo. A comienzos de la era isabelina, el comercio
ultramarino de Inglaterra podía ser descrito ya en términos brillantes822.
Inglaterra tenía ventajas tanto políticas como económicas al comenzar el
«segundo» siglo xvi. Podría argumentarse que internamente Inglaterra estaba
excepcionalmente unificada, y desde un período relativamente temprano823 824.
No repasaremos aquí las razones de ello, que ya discutimos con cierta
extensión anteriormente, excepto para señalar que las explicaciones caen en
dos terrenos fundamentales: se ha dicho que la forma medieval de estructura
social se prestaba particularmente bien al desarrollo de una monarquía fuerte
M
, y que la geografía natu-
ral de la Inglaterra insular presentaba menos obstáculos al empuje centralizador
del monarca que las áreas del con ti nente825.

de productos baratos como el alumbre, estos costos eran bajos: una característica de una
economía más moderna [...]
»Las condiciones de crédito son también muy importantes. En Londres se obtenía dinero
fácilmente, sin excesivas formalidades y sin tener que utilizar métodos más o menos
irregulares.» Heers, Studi in onore di Armando Sapori, II, p. 832.
822
«El comercio ultramarino inglés [...] consistía en el intercambio de un único producto
—el resultado de lo cual, en la época, fue una industrialización verdaderamente gigantesca,
que implicaba una gran revolución agraria y un cambio de toda la estructura de la economía
interna— por cierto número de artículos, muchos de los cuales no los podía producir
[Inglaterra] por razones climáticas, junto con una gama de productos terminados industriales
de todo tipo, para satisfacer las crecientes necesidades de las clases superior y media,
civilizadas y amantes del lujo. Inglaterra vestía al campesino del norte de Europa, y a cambio
absorbía una gran proporción de los productos concebidos por los conocimientos técnicos
europeos o importados del este y del sur por la marina mercante europea. El equilibrio del
comercio dependía por completo de la capacidad de Europa para manejar, transportar y
comprar el paño del que Inglaterra era un proveedor casi ilimitado.» Lawrence Stone,
Economic His- tory Review, II, p. 39.
823
Véase Strayer, On the medieval origins of the modern State, pp. 44- 45. Eli F. Hecksher
señala que Inglaterra tenía una moneda unificada bajo Enrique II, en la segunda mitad del
siglo xn, mientras que Francia sólo consiguió esto en 1262. Mercantilism, i, p. 119.
824
Por ejemplo, Marc Bloch: «[La conquista de Guillermo] tuvo lugar en el preciso
momento en que la transformación de las condiciones eco-
nómicas e intelectuales en todo Occidente comenzaba a favorecer la lucha contra la
desintegración. Es significativo que casi desde el mismo primer momento esta monarquía,
nacida del triunfo bélico, parezca haber tenido a su disposición en una fecha temprana un
personal y un aparato burocrático instruidos [...]
«Aunque [¿no deberíamos decir ”a causa de que”?] en ciertos aspectos no existía otro
Estado más feudal, este feudalismo era de tal especie que en último término fortalecía el
prestigio de la Corona. En este país donde cada pedazo de tierra tenía su señor, el rey era
literalmente el señor de todos los señores. En ninguna otra parte se aplicaba más
metódicamente el sistema de feudos militares.» Feudal society, pp. 429-430.
825
Por ejemplo, Hecksher: «Una de las dos causas principales de [las dificultades para
la creación de un Estado centralizado en la Edad Media] era la condición de los procedimientos
de comunicación, en particular la comunicación por tierra, que, bajo condiciones técnicas
328 Immanuel Wallerstein

Dadas tales explicaciones, veamos de qué forma aprovecha ron al máximo


los monarcas Tudor estas oportunidades «naturales», explicando así la
capacidad de Inglaterra para llevar adelante su provisional superioridad
industrial en el «segundo» siglo xvi.
Un factor fue la llamada «revolución administrativa» de Enrique VIII
Tudor, que G. R. Elton presenta como ocurrida entre 1530 y 1542, bajo el genio
del «más radical de los moderni- zadores»826 827, Thomas Cromwell. Elton
argumenta que éste fue un período de verdadero cambio, que fue testigo de la
creación del Estado soberano moderno: «el Estado Tudor era una monarquía
nacional hasta un grado nuevo en Inglaterra, y mientras que aparentemente
subrayaba el papel del monarca, el acento real estaba puesto ya en su carácter
nacional»3é. La revolución administrativa viene aparejada con la mayor
coordinación requerida por los emergentes intereses capitalistas. Si Inglaterra
había de ser una entidad coherente en el marco de
la economía-mundo, no podía seguir siendo varias economías en cierta forma
separadas 828.
Elton ve la introducción de una serie de nuevos procedimientos —una nueva
forma de llevar las finanzas, la centralización de la administración bajo el primer
secretario, la organización del Consejo Privado como esfera de coordinación, la
racionalización de la casa del rey—, cada uno de los cuales suponía una
reorganización «en el sentido de una mayor definición o especialización del orden
burocrático» 829. El trabajo de Elton ha hecho surgir una de esas inacabables
controversias en las que los historiadores debaten, sin ayuda de datos cuantitativos,
el grado en que algunas «diferencias» se suman para ocasionar un salto
cualitativo830.

primitivas, siempre ofreció antes de los grandes inventos mayores dificultades que el tráfico
costero o por vías de agua interiores. Un país como Inglaterra, con una línea costera
notablemente larga en relación con su superficie de tierra, tenía, por esta razón, posibilidades
mucho mayores de obtener la unidad política que los Estados continentales; y entre éstos
ninguno estaba en peor situación que Alemania.» Mercantilism, I, p. 36. Véase Clark, The
wealth of England, pp. 4-5, 44-45.
826
La frase es de H. R. Trevor-Roper, y se encuentra en «England’s mo- dernizer:
Thomas Cromwell», en Historical essays, Nueva York, Harper, 1966, página 74.
34
G. R. Elton, The Tudor revolution in government, Londres y Nueva York, Cambridge
Univ. Press, 1953, p. 4.
828
«Las diferentes regiones de Inglaterra (e incluso en cierta medida las diferentes
ciudades) tenían en [...] los siglos xiv y xv historias económicas diferentes, de la misma forma en
que el desarrollo económico de las diferentes naciones de Europa en el siglo xix se estudia, con
razón, como un conjunto de historias en buena medida separadas [...] En este aspecto la aparición
del capitalismo constituye por sí misma una poderosa influencia coordinadora.» Dobb, Studies, p.
21.
829
Elton, Tudor revolution, p. 415. También, el «cambio fundamental [fue] el paso de una
burocracia formada en la Iglesia o en la casa del rey a una burocracia formada en la casa de un
ministro y luego empleada al servicio del Estado» (p. 308).
35
Véase Penry Williams y G. L. Harriss, «A revolution in Tudor histo- ry?», Past and Present,
25, julio de 1963, pp. 3-58; G. R. Elton, «The Tudor revolution: a reply», Past and Present, 29,
diciembre de 1964, pp. 26-49; G. L. Harriss y Penry Williams, «A revolution in Tudor history?»,
Past and Present, 31, julio de 1965, pp. 87-96; G. R. Elton, «A revolution in Tudor history?»,
Formación de clase y comercio internacional 329

¿Fue la reforma de Enrique realmente nueva o no? ¿Fue el cambio


administrativo realmente revolucionario, o supuso simplemente un paso más en un
proceso continuo que va del siglo xiv al xvn? Christopher Hill mantiene, en mi
opinión, un punto de vista sensatamente equilibrado sobre lo que ocurrió:

A todo lo largo de la Edad Media continuó el movimiento oscilante: gobierno más


«burocrático» bajo el control de la nobleza cuando el rey era débil o menor de
edad, gobierno de «la casa del rey», bajo su control personal, cuando éste era
fuerte. Pero en el siglo xvi, este ciclo se rompió. Los departamentos «salieron de
la corte» sin que el rey perdiera el control sobre ellos [... ] 831.
Este período de fortalecimiento administrativo del Estado fue al mismo
tiempo, como también nos recuerda Hill, «el único período en la historia inglesa a
partir de 1066 en el que el país no tuvo posesiones ultramarinas (excepto
Irlanda)»832. De modo que el talento administrativo podía ser enfocado totalmente
hacia el interior. Los resultados son muy directos y muy importantes.
Inglaterra fue capaz de desarrollar una fuerte capital como fuerza unificadora
cultural y económica833. E Inglaterra fue capaz de mantener la paz interna, en un

Past and Present, 32, diciembre de 1965, pp. 103-109.


831
Hill, Reformation to Industrial Revolution, p. 28. Pienso que este es un resumen mejor
que la versión un tanto más extrema de Elton: «Las reformas de la década de 1530, la
burocratización del gobierno, consiguieron obtener esa continuidad que caracteriza al gobierno
moderno y evita una verdadera anarquía incluso en momentos de guerra civil.» Tudor revolution,
p. 417.
832
Hill, ibid., p. 25.
833
«El siglo xvi vio la integración de las ciudades inglesas en una sola unidad nacional,
en una medida que no tenía paralelo en el continente [...] La significativa expansión de Londres,
y su creciente poder como fuerza unificadora, pueden fecharse en la era posterior a la Reforma
[...] Gracias al establecimiento de la ley y el orden y de una policía interna, a la terminación de las
guerras privadas en Gales y el norte, a la eliminación de franquicias y la lenta mejora de las
comunicaciones, los comerciantes de la City quebrantaron gradualmente los privilegios de las
corporaciones locales. Al mismo tiempo los predicadores protestantes, financiados desde Londres,
trabajaban para llevar los más oscuros rincones del reino a la comprensión auténtica de la religión
aceptada por la capital.» Hill, ibid., páginas 25-27.
Hecksher hace hincapié en lo excepcional de la posición inglesa en comparación con el
continente: «En ningún otro país fue tan relativamente fácil como en Inglaterra la tarea de
establecer un sistema unificado de peaje, y dos factores fueron fundamentalmente responsables de
ello. El primero, como en todas las demás esferas, fue la fuerza unida e inquebrantada de la
monarquía inglesa, y el segundo fue la abrumadora importancia del transporte marítimo, que hacía
a las rutas terrestres y a las vías de agua interiores mucho menos importantes que en el caso de
bloques geográficamente tan compactos como Alemania y Francia [...]
«Inglaterra no sólo ocupaba una posición única por la insignificancia de sus peajes en
carreteras y ríos. También pudo desarrollar un sistema nacional de aduanas, completamente
independiente de los peajes municipales y totalmente en manos del Estado, aduanas que no eran
modificadas por numerosas exenciones ni arrendadas normalmente [...]
«Además, era característico que no sólo estuvieran las aduanas en manos del Estado, sino que
mostraran una precoz distinción entre el comercio exterior y el doméstico.» Mercantilism, I, pp.
46, 51, 52.
Véase Gino Luzzatto, L’etá moderna, Padua, CEDAM, 1955, p. 14.
Barry Supple formula de manera más moderada la cuestión de la integración económica:
«Todavía no podemos hablar de un mercado nacional para los factores de producción o para la
mayor parte de los bienes de consumo. Pero la especialización y el comercio regionales estaban
suficientemente avanzados para crear un equilibrio económico que resultaría alarmantemente
330 Immanuel Wallerstein

período de agitación en el continente, sin un ejército regular, lo que en parte explica


su avance industrial834. La cuestión es saber cómo consiguió escapar Inglaterra a
las guerras de religión del continente, cuando podría argumentarse, como hace R.
B. Wernham, que en el período que siguió al tratado de Cateau-Cambrésis, «la
inestabilidad interna de las islas británicas [causada en gran medida por la
inseguridad de la sucesión inglesa], las convirtió en [...] el área de peligro y el
punto focal de las rivalidades en Europa occidental»835. Fundamentalmente fue
esta misma rivalidad y el relativo agotamiento de los imperios francés y español
(que ya hemos expuesto), combinados con la audacia de la Act of Supremacy de
1559, que establecía a Inglaterra como Estado anglicano836, lo que «hizo posible la
emergencia de una tercera gran potencia en Europa occidental, y eventualmente el
desplazamiento de los imperios gemelos de los Habs- burgo y los Valois por un
equilibrio múltiple de poderes»837.
Una relativa paz interna y la carencia de un ejército regular significan también
una menor necesidad de impuestos y de una burocracia hinchada más allá de su
tamaño eficaz por la venta de cargos838. La expansión del poder central se hizo por
medio de una burocracia más eficiente, en vez de hacerse a través de una mucho
mayor (y más onerosa). Esto también era posible por la posición económica del
propio monarca, el mayor terrateniente de Inglaterra839. Pero, como el más grande

susceptible a las perturbaciones económicas.» Commercial crisis, p. 3. Sobre el crecimiento del


mercado de Londres como estímulo del desarrollo económico nacional, véanse dos artículos de F.
J. Fisher: «The development of the London food market, 1540-1640», en Carus-Wilson, comp., i,
pp. 135-151; «The development of London as a centre of conspi- cuous consumption in the 16th
and 17th centuries», en Carus-Wilson, comp., II, pp. 197-207.
834
«En la transición de los tiempos medievales a los modernos, el pueblo inglés estaba
culturalmente atrasado en comparación con la Europa central y el resto de la Europa occidental,
incluyendo el oeste y el sur de Alemania; tanto si fechamos esta época a partir del fin del siglo xv
como si lo hacemos desde un período anterior, y tanto si esta comparación se hace en términos de
civilización material e industrial como si se hace en términos inmateriales de realizaciones
intelectuales y artísticas. Pero durante el siglo siguiente la comunidad inglesa hizo tales avances
que a su final se encontraba (quizá con dudas) por delante de sus vecinos continentales. Este
progreso británico fue tanto absoluto como relativo, y se debió a un avance acelerado en el
territorio de la isla, aunque el retraso es más visible en el continente durante el siglo XVII que incluso
al final del siglo xvi [...]
»La Inglaterra isabelina tenía la ventaja que le daba en materia empresarial el que el resto de
la cristiandad estuviera en esos momentos envuelto en guerras destructivas que, por fortuna para
la comunidad industrial inglesa, cayeron con excepcional severidad sobre los más capaces de sus
rivales industriales y comerciales.» Thorstein Veblen, Imperial Ger- many and the Industrial
Revolution, Ann Arbor (Michigan), Ann Arbor Paperbacks, 1966, pp. 92, 98.
835
R. B. Wernham, «The British question, 1559-69», New Cambridge Módem History, ni,
R. B. Wernham, comp., The Counter-Reformation and the price revolution, 1559-1610, Londres
y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1968, p. 209.
836
Véase ibid., p. 212.
44
Ibid., p. 233.
43
Véase Hurstfield sobre el problema general para toda Europa, incluyendo Inglaterra:
«Entonces los gobiernos europeos del siglo xvi se en-
contraron enfrentados a compromisos continuamente crecientes con unos recursos relativamente
insuficientes [...] Se enfrentaban con una situación en la que las clases medias no podían o no
querían cargar con la parte principal de los costos del gobierno nacional. Pero si las clases medias
no deseaban cooperar, las mismas monarquías, en relación con las clases medias, eran ambiguas
Formación de clase y comercio internacional 331

de los terratenientes en una economía relativamente aislada y unificada, cuya


fuerza había de levantarse sobre las nuevas industrias, ¿de qué lado estaban los
intereses del rey? No cabe duda que eran ambiguos, ya que como terrateniente el
rey buscaba ma- ximizar los ingresos de sus tierras, y como rey buscaba maxi-
mizar sus ingresos procedentes de los terratenientes 840. Una forma de intentar
resolver el dilema por parte de la Corona era reducir su papel como terrateniente.
Pero entonces la monarquía tenía que encontrar una fuente de ingresos alternativa.
Para ello, en 1610, la Corona ofreció al Parlamento el «Gran Contrato», sustituir
sus derechos feudales por una asignación anual841. Esta propuesta fracasó debido
al desacuerdo sobre el volumen de la cantidad anual. Dado que los ingresos de la
renta real estaban entonces disminuyendo, este fracaso contribuiría a crear
tensiones políticas.
Inestabilidad y paz interna, una revolución administrativa pero una burocracia
relativamente pequeña, una red nacional de mercados y el rey como gran
terrateniente: una curiosa combinación, que lleva a «la paradoja y la perogrullada
de que la primitiva Inglaterra de los Estuardo era simultáneamente un país “muy
gobernado” y un país con muy poco gobierno»842, en palabras de G. E. Aylmer.
Esta paradoja es de hecho el secreto del relativo éxito de Inglaterra. Para
comprenderla debemos volvernos a un debate central de la moderna historiografía
inglesa: la naturaleza de las clases altas inglesas durante el siglo precedente a la

en cierta medida [...] [Así se produjo] una extensa serie de intentos [...] por toda Europa de someter
a impuestos a la economía mediante subterfugios; de usar los procesos comerciales e industriales
como una esponja fiscal. Esto implicaba necesariamente una distorsión de la economía; y se
realizó en una escala masiva. Su mejor manifestación es la difundida venta de cargos.» J.
Hurstfield, New Cambridge Modern History, m, pp. 139-140.
Pero véase Christopher Hill sobre Inglaterra: «En Inglaterra la paz Tudor, y la ausencia de un
ejército permanente, significaron que los impuestos fueran relativamente ligeros en comparación
con los del continente [...] Lo reducido de las sumas contribuyó a su vez a que Inglaterra no lograra
desarrollar una burocracia de fuerza comparable, digamos, a la francesa.» Reformation to the
Industrial Revolution, p. 101.
“ «El hecho fundamental para la restauración del poder real era la restauración de la riqueza
real; el rey debía ser el hombre más rico del reino para ser el más poderoso. A finales del siglo xv
esto significaba, en la práctica, que tenía que ser el mayor terrateniente.» Elton, Tudor revolution,
p. 25.
840
«El período del absolutismo se abrió con la disolución de los monasterios, que
económicamente volvió a poner a flote a la clase dominante, y la reforzó desde abajo al enriquecer
a nuevas familias. Durante algún tiempo antes de esto, los terratenientes habían estado intentando
reconstruir su poder económico por medio de cercamientos y subidas de las rentas, pero tales
medidas provocaron el malestar de los campesinos, e hicieron necesario un gobierno central fuerte
para reforzar políticamente el poder económico y social de los terratenientes. Esto, sin embargo,
condujo a la monarquía absoluta a un dilema que nunca resolvió y que causó su caída. Si dejaba
libres las manos a los terratenientes se enfrentaba a revueltas campesinas que podían derrocar a la
clase dominante; si ponía límites a los terratenientes y protegía a los campesinos se enfrentaba a
una revuelta de la clase dominante que podía poner en peligro a la monarquía.» Brian Manning,
«The nobles, the people, and the Constitution», Past and Present, 9, abril de 1956, p. 48.
so
Véase Gordon Batho, «Landlors in England. A. The Crown», en The Agrarian History of
England and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ.
Press, 1967, p. 273.
842
G. E. Aylmer, The king’s servants, Nueva York, Columbia Univ. Press, 1961, página
7.
332 Immanuel Wallerstein

revolución inglesa, y el papel de la tan disputada gentry.


A través de la literatura sobre este debate, lo que J. H. Hex- ter ha llamado «la
tormenta sobre la gentry»843, nos da la sensación de estar presenciando un rápido
y aparentemente inacabable partido de ping-pong en el que cada jugada se ve
brillantemente contestada ad infinitum. Requiere distracción más que
concentración el darse cuenta de que existen dos debates entremezclados: uno
sobre las cuestiones sustantivas de la historia inglesa en el «segundo» siglo xvi, y
otro sobre las líneas fundamentales de batalla de la ciencia social moderna.
Advertido esto, se requiere entonces concentración para darse cuenta de que
algunas personas de hecho están cambiando de lado a gran velocidad a la mitad
del debate, creando así la ilusión de un simple y directo juego de pelota.
Si el debate resulta difícil de desenmarañar, se debe a que la propia historia es
muy compleja. Empecemos observando lo que se supone que pasó en términos de
propiedad de la tierra.
Frank C. Spooner sostiene que la profunda crisis económica que sacudió
Europa entre aproximadamente 1450 y 1560 «fue particularmente severa en el caso
de Inglaterra [...]»844. Este fue sin duda uno de los factores que llevaron a la
proclamación oficial de la Reforma, que hizo posible la confiscación de los
monasterios y otras propiedades de la Iglesia. Entonces la Corona vendió la mayor
parte de esta tierra, para obtener ingresos inmediatos y como un medio de
consolidación política, dando a los compradores lo que Christopher Hill llama
«intereses creados, en el protestantismo»845. Esta decisión política expandió de
forma espectacular la cantidad de tierra disponible en el mercado, lo que aceleró
todo el proceso de extensión de los modos de operación capitalistas de una forma
y en una medida que ningún otro país europeo (excepto posiblemente el norte de
los Países Bajos) estaba experimentando en aquella época846. Una vez vendidas las
tierras fueron vendidas de nuevo (y en ocasiones toda una serie de veces). ¿A qué
llevó todo esto en los siguientes setenta y cinco años? Esta parece ser una de las
piedras angulares del debate.

843
J. H. Hexter, «The myth of the middle class in Tudor England», Reappraisals in
history, Nueva York, Harper, 1963, pp. 117-162.
844
Spooner, New Cambridge Modern History, III, p. 15. Lawrence Stone dice que desde
1540 hubo «un período de tres ciclos de expansiones vertiginosas y caídas abismales cada vez más
marcadas, que termina con el colapso fiscal de 1553». «State control in sixteenth-century
England», Eco- nomic History Review, xvu, 1, 1947, p. 106.
845
Christopher Hill, «Some social consequences of the Henrician revo- lution», en
Puritanism and revolution, Nueva York, Schocken Books, 1958, página 44. Marc Bloch mantiene
que «la disolución de los monasterios (1536-1539) aceleró la fusión de las clases. La Corona dio
o vendió la mayor parte. Todas las clases, la nobleza, la gentry (que en muchos casos había
administrado o cultivado las tierras de los monjes), los comerciantes (las asociaciones de
comerciantes de Londres), se beneficiaron». Seigneurie frangaise, p. 122.
ss
Véase Clark, Wealth of England, pp. 64-65. Lawrence Stone sostiene que, por añadidura,
las exigencias del sistema familiar condujeron a la nobleza a realizar considerables ventas de
tierras. Véase The crisis of aristocracy, 1558-1641, ed. abr., Londres, Oxford Univ. Press, 1967,
pp. 76-88.
Formación de clase y comercio internacional 333

Parece haber relativamente poca discusión acerca de dos argumentos que R.


H. Tawney planteó en sus ensayos iniciales. El primero es que «la tendencia de un
activo mercado de tierras fue, en términos globales, la de incrementar el número
de propiedades de tamaño medio, disminuyendo a su vez el número de las más
grandes»847. Obsérvese no obstante que esto no nos dice necesariamente nada
acerca de quién, nobleza o gentry, posee estas propiedades de «tamaño medio» 848
849
. El segundo punto que plantea Tawney es que este cambio de manos de la tierra
tuvo como resultado una «agricultura más planteada como un negocio»ss. De
nuevo, relativamente poca discusión al respecto.
¿Pero cuál era la clasificación social de aquellos que controlaban la tierra?
Aquí se desata la tormenta. Es mucho más que un asunto semántico pero la
semántica también juega su papel, dado que todo el mundo da diferentes
significados a aristocracia, gentry (alta, baja, simple gentry, caballeros), y
yeomen. No resulta ningún accidente que los estudiosos discutan furiosamente
esto, ya que toda la cuestión reside en que este período de la historia inglesa no es
sólo un momento de cambio económico y gran movilidad social individual, sino
también de cambio de categorías. No sólo nosotros no estamos seguros de cómo
designar las agrupaciones sociales significativas.; los hombres de aquel tiempo
tampoco lo estaban850. No obstante, señalar la fluidez de un concepto en una época

847
R. H. Tawney, «The rise of the gentry, 1558-1640», en E. M. Carus- Wilson, comp., Essays
in economic history, Nueva York, St. Martin’s, 1965, i, página 202.
848
Este es en particular el argumento de J. P. Cooper, uno de los más severos críticos de
Tawney, que sugiere que muchos nobles poseían haciendas de tamaño medio y muchos
propietarios no nobles tenían más de diez señoríos. Véase «The counting of manors», Economic
History Review, 2.* serie, vm, 3, 1956, pp. 376-389.
5!
Tawney, Essays in economic history, i, p. 189.
850
«No es posible, sin introducir un equívoco, plantear los comienzos de la sociedad
moderna en rigurosos términos de "clase”, especialmente si se insiste en restringir la noción de
clase a la clasificación tripartita marxista. En un momento dado, los asalariados pueden actuar
contra sus amos, tras lo cual pueden, por el contrario, actuar junto con sus amos contra la opresión
del capital comercial o del gobierno; los campesinos pueden muy bien alzarse a la vez contra las
maniobras del rey para disminuir el poder de sus nobles y contra los intentos de los nobles de
incrementar las cargas feudales. A nivel del país como un todo, los campesinos nunca consiguieron
establecer una solidaridad real; y, por el contrario, a menudo se encuentra que sus opresores eran
habitantes de las ciudades. Cada persona pertenecía a varios grupos sociales: su familia, su gremio
[corps de métier], su ciudad o su pueblo, su comarca —llamada "país" en el siglo xvi—, su país
en el sentido moderno del término, y su clase económica. La mayor de las veces las personas se
definían en términos que eran una combinación de estas diversas pertenencias sociales. Se hablaba
de los "trabajadores textiles de Norfolk” y no de los trabajadores textiles en general o de los
hombres de Norfolk en general. La noción que los individuos tenían de sí mismos, de sus
adscripciones y de sus fidelidades, dependía simplemente de las circunstancias del momento. La
cuestión de saber cuál era la fidelidad "fundamental" de un individuo es una cuestión para la que
no hay respuesta, no sólo porque los datos son difíciles de valorar, sino también porque estas
elecciones rara vez se hacían en abstracto y no en relación con circunstancias particulares.» C. S.
L. Davies, «Les révoltes populaires en Angleterre (1500-1700)», Anuales ESC, xxiv, 1, enero-
febrero de 1969, pp. 59-60. Por supuesto, lo que Davies dice sobre el modo y complejidades de la
autodesignación de afiliación social es verdad, pero no contradice en absoluto un modelo marxista
de clases. Marx tomó en cuenta precisamente las mismas consideraciones. Davies es útil, sin
embargo, cuando nos recuerda que en esta época, para muchos, las adscripciones de clase eran
334 Immanuel Wallerstein

dada no implica afirmar su inutilidad. Esto debería llevar al estudioso a una


escéptica audacia.
Para desenmarañar los hilos, debemos empezar siguiendo los términos del
discurso. Recorramos sucesivamente la aristocracia, la gentry y los yeomen. Pero
mientras lo hacemos, recordemos que «los cambios económicos estaban
empujando a los más emprendedores entre [aquellos que controlaban la tierra,
cualquiera que fuera su designación] hacia nuevos métodos de gestión de sus
propiedades [...] Tenían mucho que ganar si adaptaban sus cultivos para cubrir las
nuevas condiciones comerciales. Tenían mucho que perder si eran tan
conservadores como para adherirse a los viejos métodos»851. Parece bastante claro
que no existía correlación directa entre el estatus social y la adaptabilidad a las
exigencias de la agricultura capitalista. Lawrence Stone traza un cuadro de la
aristocracia en el que ésta aparece como culpable de una «gestión incompetente»
de las grandes posesiones, y con una «afición cada vez mayor por el dispendio
ostentoso», tal que «la distancia entre ingresos y gastos creció de ser una grieta
diminuta a ser un abismo»852. Por añadidura, la aristocracia tenía que cargar con
los altos costos de los litigios y servicios públicos, dado que «los Tudor operaban
a través de una burocracia impagada»853. Pero sus esfuerzos por incrementar sus
ingresos no sirvieron de nada: negociaron largos arriendos a cambio de rápidas
entradas de dinero, se endeudaron en exceso, se apoyaron en los favores del Estado
hasta que éste no quiso o no pudo dar más. Todo para nada:
El proceso de desgaste de los recursos económicos de la aristocracia [...]
continuó sin interrupción a lo largo de todo el período isabelino [...] Para 1603
parecería como si toda la estructura jerárquica de la sociedad de los Tudor
estuviera al borde de una disolución inminente854.
Aun así, es este mismo autor quien, pocos años más tarde, canta la imaginación
y el espíritu emprendedor de estos mismos aristócratas en esta misma era isabelina:

En este período la nobleza cubría un papel que ninguna otra clase, ni la gentry ni los comerciantes,
podía o quería emular [...] La importancia de la aristocracia en este período se debe en buena
medida a su disposición a apoyar y financiar nuevas empresas, consideradas como peligrosas, y
que por lo tanto no conseguían el apoyo de grupos sociales más cautelosos. Dado que la minería
a gran escala y las industrias metalúrgicas aún eran novedades en el período Tudor, se pusieron a
la cabeza de su expansión. Dado que el comercio y la exploración oceánicos eran novedades,
también en ellos desempeñaron un papel prominente855.

Ni tampoco, según parece, estaba ausente esta iniciativa en sus posesiones

regionales antes que nacionales.


851
Tawney, The agrarian problem, p. 195.
852
Lawrence Stone, «The anatomy of the Elizabethan aristocracy», Eco- nomic History
Review, XVIII, 1 y 2, 1948, pp. 34.
“ Ibid., p. 15.
854
Ibid., pp. 37-38. Véase Tawney: «Apenas se han reunido todavía los elementos para llevar
a cabo una generalización; pero no parece exagerado decir que muchas familias nobles —aunque
no sólo ellas— se enfrentaron a una crisis financiera en las dos generaciones anteriores a la guerra
civil.» Essays in economic history, i, p. 181.
855
Lawrence Stone, «The nobility in business, 1540-1640», Explorations in
Entrepreneurial History, x, 2, diciembre de 1957, p. 61.
Formación de clase y comercio internacional 335

[demesnes]:

La nobleza más antigua mostró una sorprendente disposición [...] a desarrollar nuevos recursos en
sus propias posesiones [...] La decadencia económica y social de la aristocracia en relación con la
gentry entre 1558 y 1642, no se debe desde luego a falta de iniciativa empresarial856.

Resulta difícil reconciliar los dos cuadros ofrecidos por Stone. Dado que las
estadísticas de Stone sobre el grado de crisis financiera de la aristocracia han sido
sometidas a tantos ataques, y dado que ha dado marcha atrás parcial pero no
totalmente857, podríamos bien preguntarnos al igual que H. R. Trevor-Roper:

Si «más de dos tercios de la aristocracia inglesa vivían en 1600 no sólo por encima de sus medios
sino al borde de la ruina financiera» [...] ¿cómo hemos de explicar el hecho de que no solamente
se recuperaran de esta ruina inminente, sino que sobrevi vieran a la crisis infinitamente
mayor de los siguientes sesenta años? Su extravagancia no disminuyó en esos años
[...] ¿Cómo lo hicieron?67.
La explicación de Trevor-Roper es que los problemas de la aristocracia,
«aunque genuinos, no eran ni mucho menos tan serios como el señor Stone, con
sus hinchadas cifras, supone», que «se aferraron» a sus tierras, y que el aumento
del valor de la tierra a partir de 1600 hizo «más de lo que hizo el rey Jacobo o de
lo que podía hacer cualquier rey» por sostener sus fortunas 68. Resulta, no obstante,
que Stone no está en desacuerdo sobre esto. Aunque fija la fecha en 1620, dice
que:

Incluso el más incompetente [miembro de las clases terratenientes] no podía dejar


de beneficiarse del aumento masivo en las rentas medias a principios del siglo XVII,
y, a partir de ahí, la nivelación de los precios redujo la importancia de la ineficiente
gestión de las posesiones69.
En cuanto a J. H. Hexter, que ataca a Stone y a Tawney por una parte y a
Trevor-Roper por la otra, argumenta:

Alrededor de la década de 1580, el mercado de tierras tuvo una expansión, y ésta


parece haber continuado durante el medio siglo siguiente\ [...] En conjunto, es
probable que un incremento general en el valor de la tierra resulte más favorable
globalmente a los hombres que tengan más tierra de la que beneficiarse, es decir

856
Ibid., p. 60.
“ Véase H. R. Trevor-Roper, «The Elizabethan aristocracy: an anatomy anatomized»,
Economic History Review, 2.* serie, ni, 3, 1951, pp. 279-298, y la contestación: «Pero Trevor-
Roper tiene probablemente razón al acusarme de exagerar la gravedad a largo plazo de la crisis de
la década de 1590.» Lawrence Stone, «The Elizabethan aristocracy: a restatement», Economic
History Review, 2.a serie, iv, 1, 2 y 3, 1951-52, p. 311. En el apartado final, Stone dice: «El que
[Trevor-Roper] niegue que una mayoría de la aristocracia isabelina estaba en plena decadencia
económica parece estar en contradicción con la evidencia» (p. 320). Véase también Cooper,
Economic History Review, p. 388; Lawrence Stone, «Letter to the editor», Encoun- ter, xi, 1, julio
de 1958, p. 73; J. H. Hexter, «Letter to the editor», Encounter, xi, 2, agosto de 1958, p. 76.
336 Immanuel Wallerstein
858 859

858
Trevor-Roper, Economic History Review, III, pp. 290-291.
859
Ibid., pp. 291-292. P. J. Bowden da una explicación adicional de por qué la decadencia
fue menos seria de lo que algunos suponen: «Incluso bajo circunstancias, tales como éstas, sin
embargo, no se sigue necesariamente que el terrateniente debiera sufrir una caída en su ingreso
real. La hipótesis hecha anteriormente, según la cual la renta era la única fuente de ingreso del
terrateniente, no corresponde de hecho a la realidad. En los siglos xvi y XVII los ingresos del
terrateniente venían de diversas fuentes. La mayor parte de los terratenientes probablemente se
dedicaban al cultivo directo para satisfacer las necesidades de su casa, si no para vender el
producto en el mercado [...J
«Además del ingreso de la itenta y de los resultados del cultivo directo [...] la más importante
fuente de ingresos para la mayor parte de los terratenientes era, con mucho, la madera.»
«Agricultural prices, farm profits, and rents», en The Agravian History of England and Wales, iv,
Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, pp. 675,
677. Bowden sostiene que, a causa de que algunas rentas eran fijas y otras no, las consecuencias
reales fueron dos: «La gama de rentas entre las diferentes tenencias [se amplió]»; y «la diferencia
entre las tasas correspondientes a calidades superiores e inferiores de tierra [disminuyó]» (pp. 689,
693).
69
Stone, The crisis of aristocracy, p. 94.
337 Immanuel Wállerstein
precisamente el segmento de la clase terrateniente al que tanto Tawney como
Trevor-Roper atribuyen debilidad económica860.
No obstante, fuera de una discusión acerca de fechas, la posición que Hexter
toma sobre este asunto no es distinta de la de Stone y Trevor-Roper. Finalmente,
veamos un cuarto punto de vista, diferente en muchos aspectos al de los otros tres,
el de Christopher Hill. Sobre esta cuestión, dice:

De modo que para una parte de la aristocracia la reforma trajo una pérdida
económica, aunque no para la clase como un todo. Deberíamos tener cuidado de
no ver nada «antifeudal» en este proceso [de transferencia de tierras]. De hecho,
en cierto sentido la disolución [de los monasterios] llevó a una intensificación del
feudalismo, dado que multiplicó las tenencias in capite [...] La propiedad
eclesiástica que pasó [a la monarquía] fue rápidamente disipada [...] A corto plazo,
entonces, la Reforma fortaleció la posición de la clase dominante terrateniente
laica como un todo, aunque debilitó a algunos de sus miembros hasta el momento
poderosos 861.
Si entonces resulta haber menos discusiones acerca de la aristocracia de lo
que parecía a simple vista, ¿podemos decir lo mismo acerca de la gentry, que era
el foco original del debate? Gentry es, por supuesto, un término mucho más vago.
Coo- per señala alguna de las dificultades:

La nobleza es un grupo de individuos que disfrutan de un estatus legalmente


definido que pertenece [...] sólo a un miembro varón de cada familia. Así, los hijos
menores de los nobles y sus descendientes aparecerán como gentry en la
clasificación del profesor Tawney. Los grandes terratenientes, siempre que
pudieran permitírselo, eran habitualmente más generosos con sus hijos en dinero
o en tierras de lo que se supone a veces. Semejante hecho influenciaba desde luego
la distribución de la propiedad. [...] La gentry no se reclutaba sólo desde abajo,
como la nobleza, sino también desde arriba. [...] Más aún, estos grupos no son
compatibles en otro aspecto: la nobleza es un grupo estrictamente definido por
su condición legal, mientras que la gentry no es definible de forma parecida.
Es una clasificación según la riqueza y en parte según el modo de vida [...]
Aunque a partir de 1603 comenzó la venta de títulos, la entrada en la nobleza
nunca era fruto de una simple demostración de riqueza y estilo de vida 862.
¿Quiénes forman entonces la gentry? Quienes no son aún nobles, y son más
que «yeomen», siendo este último término tan difícil de definir como el primero.

860
J. H. Hexter, «The storm over the gentry», en Reappraisals in history, Nueva York,
Harper, 1963, p. 133. Si debiéramos creer a Hexter, podría haber habido dos partes en esta
controversia —Tawney y Trevor-Roper—, pero él, Hexter, ha advertido más correctamente que
ambos contendientes eran «seudomarxianos», frente a lo cual presenta su propia «interpretación
whig». Resulta muy curioso, entonces, descubrir en un examen detenido que los argumentos de
Hexter pueden dividirse de hecho en tres categorías: una a favor de Tawney en la práctica (y
«peor», de acuerdo con Christopher Hill), una segunda a favor de Trevor-Roper, y una tercera
diferente de ambos. No es nada seguro que esta tercera porción sea la mayor. Además, como
demuestra la cita, Hexter inventa a veces diferencias que no son reales.
861
Hill, Puritanism and revolution, pp. 36-37.
862
Cooper, Economic History Review, p. 381. Hexter también distingue entre nobleza y
aristocracia, contando a los hijos menores de los nobles como «aristócratas» y no como «gentry».
Reappraisals in history, p. 127.
338 Immanuel Wallerstein

Pero entonces descubrimos que forman parte de la «gentry» no sólo los hijos
menores de los nobles, sino varias categorías como knights, esquires y gen-
tlemen. Esto debería dejar claro lo que ocurre. En el orden jerárquico de la
sociedad feudal se desarrollaron un gran número de categorías que prescribían
rango, deberes, privilegios y honores. Los rangos estaban en evolución constante,
la continuidad familiar era por supuesto inestable, y la correlación entre rango e
ingresos variaba. La expansión de la agricultura capitalista se vio reflejada en el
sistema de estratificación por la aparición de una nueva categoría de
«terratenientes» (que sin duda podría subdividirse según el tamaño de la
propiedad). La gentry emergió como un término que cubría a los terratenientes
capitalistas. Los otros términos no desaparecieron. Pero la gentry era una etiqueta
para este grupo, etiqueta que se expandió lentamente, absorbiendo y dejando sin
uso otros términos. En el período isabelino, había aún «aristócratas» y «yeomen»,
cuando menos, además de la gentry. En el siglo xx de hecho sólo existen
«granjeros». No llegamos a ninguna parte si reificamos la «gentry» definiéndola
bien según la definición del término en un determinado momento, o con arreglo a
nuestra determinación de la realidad social en ese momento dado. El problema es
que la «gentry» no sólo era una clase en formación, sino también un concepto en
formación. Era, no obstante, el caso de un vino nuevo en botellas viejas. En mi
opinión, F. J. Fisher lo plantea con total exactitud: «El efecto de los cambios
económicos de los nuevos siglos xvi y xvn fue menos la creación de nuevas
cátegorías de hombres que el ofrecer a las categorías existentes nuevas
oportunidades e inspirarlas con un nuevo espíritu»863.
Por contraste, en mi opinión Christopher Hill no hace más que aumentar la
confusión con esta formulación del problema:

Debemos sin duda partir del hecho de que la « gentry» no era una clase
económica. Era una clase social y legal; económicamente estaba dividida. El
siglo de inflación anterior a 1640 fue una gran divisoria, durante la cual, en
todas las secciones de la comunidad, tuvieron lugar divisiones económicas.
Algunos yeomen ascendieron a la gentry, otros se hundieron. Algunos nobles
acumularon vastas propiedades, otros llegaron al borde de la bancarrota. Si
tomamos muestras de la clase es fácil argumentar que la «gentry» ascendió o

863
F. J. Fisher, «The sixteenth and seventeenth centuries: the Dark Ages in English
economic history?», Económica, n. s., xxiv, 93, 1957, p. 17. Fisher también nos recuerda, sin
embargo, que el viejo significado de las categorías no estaba despojado todavía de consecuencias
sociales: «Y si la tierra no era por sí misma pasaporte suficiente hacia la gloria social, la condición
noble no era inalcanzable. A primera vista, es cierto, el sistema de estatus de los siglos xvi y XVII
no parece muy favorable al hombre que sube. Tal y como yo lo entiendo, este sistema, al menos
en sus manifestaciones más crudas, era esencialmente biológico. Se basaba en el color, pero el
color que importaba era el de la sangre, no el de la piel. El estatus de un hombre dependía menos
de su propia distinción que de la posesión de un antepasado que hubiera sido distinguido antes que
él. Y cuanto más remoto era el antepasado, y por tanto menos de su sangre fluía presumiblemente
por las venas de un isabelino, más alto era el estatus de este isabelino. Pienso que una de las
historias más patéticas del siglo xvr es la de los esfuerzos de lord Burleigh —un hombre de
distinción según cualquier criterio racional— por demostrar su descendencia de un principillo
galés que probablemente nunca existió, y que, si existió, a duras penas sería distinguible,
probablemente, de las ovejas de sus colinas natales» (pp. 13-14).
Formación de clase y comercio internacional 339

decayó; unas familias estaban haciendo una cosa y otras la otra 864.
Aunque la descripción empírica de los factores sociales me parece inatacable,
en mi opinión el planteamiento teórico elude la cuestión, y precisamente la
cuestión marxista. «La marca de la gentry», dice Julián Cornwall, «era la posesión
de tierra»865. El término «gentry» venía a cubrir un grupo de hombres con la misma
relación respecto a los medios de producción: propietarios de tierras libres de
vínculos produciendo para el mercado. La claridad de este proceso se vió
oscurecida por el hecho de que los hombres valoraban aún los atributos sociales de
una categoría legal más antigua866. Pero fue el empuje económico común el tema
unificador dominante de esta categoría en el siglo xvi y después. En el seno de una
clase económica unos pueden ser más ricos que otros, tener más éxito económico
que otros en el mercado. La variedad de los ingresos no demuestra que un grupo
no sea una clase.
¿Qué luz arroja entonces esto sobre el ya clásico debate sobre la gentry? El
punto esencial de Tawney era que la gentry era un grupo con un estilo de vida
mejor adaptado para la supervivencia en una era de inflación que la nobleza
despilfarradora y los especuladores de ocasión. «Comparada con los aventureros
que negociaban con propiedades que jamás habían visto, la gentry local era una
población asentada enfrentada a simples merodeadores» v. Su ventaja sobre su
equivalente francés era que «se mantenía reducida y fuerte por la crueldad del
sistema familiar inglés, que sacrificaba el individuo a la institución» 7S. Era
políticamente mucho más fuerte que su equivalente holandés, «totalmente cortado
de sus raíces rurales»867 868 869, porque «combinaba los vínculos locales y populares
esenciales para un papel representativo con el aroma aristocrático de los nobiles
minores, y jugaba sus bazas con un realismo lleno de tacto pero carente de
escrúpulos» 870. Por lo tanto ejemplifica el proceso de sucesión de élites que según
Pirenne constituye la esencia de la historia social del capitalismo 871. El resultado

864
Christopher Hill, «Recent interpretations of the Civil War», en Puri- tanism and
revolution, Nueva York, Schocken Books, 1958, p. 8.
865
Julián Cornwall, «The early Tudor gentry», Economic History Re- view, 2.a serie, xvii,
3, 1965, p. 470. Añade: «Constituía de hecho la principal clase terrateniente, superando con mucho
a los nobles [the peerage] que en cualquier caso eran pocos en número en esta época.»
866
Incidentalmente, Tawney sostiene que la gentry, o más bien en este punto de su
razonamiento los squires, mantenían «una posición determinada no por la distinción legal sino por
la estimación común». Essavs in economic history, i, p. 174.
867
Ibid., p. 197.
7!
Ibid., p. 174.
869
Ibid., p. 175. Este juicio sobre la situación holandesa ha sido contradicho en una reciente
tesis doctoral, de la cual se ha publicado un breve resumen, y que sostiene que el sector rural era
en todos los aspectos tan importante en la economía holandesa de la época como lo era en la
inglesa. Véase Jan de Vries, «The role of the rural sector in the develop- ment of the Dutch
economy: 1500-1700», Journal of Economic History, xxxi, 1, marzo de 1971, pp. 266-268.
m
Tawney, Essays in economic history, I, p. 175.
871
«El profesor Pirenne, en un bien conocido ensayo, ha sostenido que los capitalistas de cada
época sucesiva no proceden normalmente de los de la época anterior, sino que son individuos de
origen humilde que se abren paso hacia arriba, forman en su momento una nueva plutocracia, se
sumen, habiéndolo hecho, en un letargo con apariencias de dignidad, y a su vez se ven Superados.
340 Immanuel Wallerstein

era que «las instituciones políticas [no estaban] en correspondencia con las
realidades económicas», lo que llevó inexorablemente a una revolución inglesa
encabezada por la gentry «ascendente», y causada por «fuerzas impersonales
demasiado fuertes para que pudieran controlarlas [tanto el gobernante como el
Parlamento]»872.
La base de la crítica de Trevor-Roper, como es bien sabido, además de
cuestionar las estadísticas y las operaciones de codificación de Tawney 873, fue
sugerir que el modelo básico de la escena política estaba desplazado:
Ya he sugerido que fueron los cargos más que la tierra la base de muchas familias
indiscutiblemente «ascendentes». Ahora iría más lejos. En lugar de la distinción
entre «viejos» y «nuevos» terratenientes, entre nobleza y gentry, sugeriría que la
distinción significativa en la sociedad terrateniente de los Tudor y de los Estuardo
sería la distinción entre «la corte» y «el campo», entre los funcionarios y los
simples terratenientes [...].
¿Qué fortunas hicieron los funcionarios de Enrique VIII que llevaron a cabo
la nacionalización de la propiedad monástica? Naturalmente las mejores gangas
fueron a parar a ellos y a sus agentes locales, la gentry funcionarial de los condados
[...]
Pero ¿qué hay de la simple gentry que no tenía tales posiciones? Conforme el
premio se hacía más valioso más se alejaba de su alcance874 875.
Por lo tanto, la guerra civil inglesa puede ser considerada, al menos en parte,
como la rebelión, contra una corte renacentista, de la simple gentry, agobiada por
los impuestos.
Finalmente, J. H. Hexter insiste en que existe un «tercer grupo de
terratenientes ingleses» “. Dice que un vistazo a la oposición parlamentaria a los
Estuardo muestra que no proceden de la «clase media rural hambrienta de poder»
de Tawney, dado que son «rica gentry del campo» (¿Es esto tan diferente de lo
que dice Tawney?), ni tampoco son los «iracundos y agobiados paletos» de Trevor-
Roper, dado que eran un «grupo de hombres desusadamente bien educados» (¿es
esto realmente incompatible con Trevor-Roper?)876.
No obstante, si seguimos las afirmaciones de Hexter nos veremos de hecho

Existen períodos en los que de alguna manera la misma alternancia de progreso y estancamiento
puede observarse en la historia de' las clases terratenientes. Las tres generaciones que anteceden
al momento en que Harrington escribió fueron uno de estos períodos.» R. H. Tawney,
«Harrington’s interpretation of his age», Proceedings of the British Academy, 1941, p. 218.
“ IbicL., p. 207.
“ Véase H. R. Trevor-Roper, «The gentry, 1540-1640», Economic History Review,
suplemento 1, 1953, pp. 4-24. Para la continuación de esta parte del debate, véase R. H. Tawney,
«Postcript», en E. M. Carus-Wilson, comp., Essays in economic history, Nueva York, St.
Martin’s, 1965, i, pp. 206-214; Cooper, Economic History Review, pp. 377-381; Hexter,
Reappraisals in history, pp. 124-129; Hill, «Recent interpretations», p. 9.
u
Trevor-Roper, Economic History Review, pp. 26, 27, 30.
“ Hexter, Reappraisals in history, p. 131.
“ Ibid., pp. 135-136. En otro punto, Hexter, a quien nunca le faltan imágenes pero no gusta
de estadísticas, dice de los primeros tiempos de la Inglaterra de los Estuardo: «En el vacío causado
por la incapacidad temporal de los magnates fluyó la gentry rural; no la pequeña gentry, vigorosa
y de fuerte carácter, del profesor Tawney ni la simple gentry mohosa y comida de pulgas del
profesor Trevor-Roper, sino los knights y squires
Formación de clase y comercio internacional 341

llevados ante un cuadro razonablemente claro del papel social de la gentry, aunque
no el que aparentemente él cree llevarnos. Dice en un momento dado en su crítica:
«nos encontramos aún con el problema que enfrascó a Tawney en su búsqueda [...]
¿Por qué en esta coyuntura histórica particular encontraba el campo» su liderazgo
en estratos sociales inferiores? ¿Por qué en la gentry y no en la nobleza?877 878. La
respuesta de Hexter es esencialmente que el ascenso político de la gentry se
explica por el creciente poder militar del rey coincidiendo con la decadencia del
poder militar de los magnates territoriales. «Por consiguiente, la gentry del período
de los Tudor actuaba con mayor independencia que sus predecesores en los días
de Lancaster y York [...]»“. Como han observado muchos, ¿quién sostiene lo
contrario? Y como señala acertadamente Stone: «el deus ex machina del señor
Hexter para explicar el ascenso al poder político de la gentry resulta excesivamente
superficial: dice que la aristocracia perdió el control militar. Por supuesto, pero,
¿por qué ocurrió esto?» 879. Nos vemos por lo tanto de vuelta a esas variables
centrales que hemos venido discutiendo (al igual que Tawney y Trevor-Roper): el
crecimiento de un aparato de Estado burocrático y el desarrollo de la agricultura
capitalista; y la relación entre ambos ".
Hexter arremete a continuación contra «el mito de la clase media». Pero aquí
está atacando en realidad al liberalismo del siglo xix y no al «marxismo»
inconsciente que él sugiere que subyace en gran parte de la historia económica
moderna880. De hecho su propio análisis no está en realidad tan alejado del de
Tawney y Trevor-Roper. Los Tudor, dice, no eran favorables a la clase media,
excepto un «pequeño círculo interior de banqueros-comerciantes de los Tudor»,

ricos y bien educados que se sentaron en los Parlamentos de Jacobo I y Carlos I» (p. 148). Véase
el comentario de Cooper sobre la actitud de Hexter hacia las estadísticas: «Finalmente, en contra
del profesor Hexter, creo que si hubiera habido en primera instancia estudio más cuidadoso de
cuentas y arriendos y menos recuento de fincas, la controversia nunca habría tenido que tomar su
forma actual. Para ser justo con Stone debería añadir que desde su primera incursión en este campo
ha dedicado gran cantidad de tiempo a tales estudios. Imagino que Stone y yo podemos estar de
acuerdo por lo menos en la necesidad de continuar tales estudios, en vez de abandonarlos como
sugiere el profesor Hexter.» Encounter, XI, 3, septiembre de 1958, p. 74.
" Hexter, Reappraisals in history, p. 142.
“ Ibid., p. 147.
" Lawrence Stone, Encounter, p. 74.
” «Si ya no podemos aceptar sin reservas la tesis de profesor Tawney de que la gentry asciende
a expensas de la nobleza entre 1540 y 1640, o de que la nobleza jacobea difería claramente de la
isabelina en su gestión de las fincas, no existe contradicción en el auge dentro de las clases
terratenientes de ciertas familias, o en que muchas de estas familias, especialmente en el primer
período Estuardo, debieran la mejora de su estatus a los beneficios del cargo, la profesión o el
comercio, antes que al rendimiento de sus tierras.» Gordon Batho, «Landlords in England. B. No-
blemen, gentlemen, and yeomen», en The Agrarian History of England and Wales, iv, Joan
Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cam-
bridge Univ. Press, 1967, p. 285. Pero añade Batho: «No se debe exagerar, sin embargo, la
importancia de la ocupación de cargos y de la influencia política en el ascenso de ciertas familias
en la jerarquía social. Mientras que los pocos afortunados disfrutaban de grandes ingresos, la
mayoría de los puestos administrativos y del gobierno central estában pobremente pagados, y no
permitían grandes ganancias aparte de las pagas oficiales, incluso en tiempos de los Estuardo» (p.
289).
51
J. H. Hexter, «A new framework for social history», Reappraisals. página 14.
342 Immanuel Wallerstein

un grupo de «capitalistas ligados a la corte»881.


La política de los Tudor era en realidad muy coherente:

Era usualmente bastante solícita con los intereses creados. Protegía a los
antiguos y creaba otros nuevos, en las formas emergentes de empresa [...] No
era política de los Tudor oponerse tozudamente a la corriente del cambio ni
concederle vía libre, sino guiarla, conducirla, como ellos decían, a algún tipo
de control conforme con el buen orden882.
Y, para completar, Hexter añade: «Los Tudor consideraban a la clase media
como la vaca lechera de la sociedad»883.
Pero fue precisamente Lawrence Stone quien subrayó el grado en que los
Tudor ejercían el control económico, favorecían a un puñado de empresarios pero
no a las clases burguesas como un todo, y planteaban el fortalecimiento del poder
militar del Estado como fundamental884; la esencia del argumento de Trevor-Roper
es que la gentry se negó a ser una vaca lechera.
Finalmente, dice Hexter, no es cierto que el espíritu capitalista emergiera tan
sólo en el siglo xvi, ya que hacía mucho que existía, ni que «los terratenientes del
siglo xvi esperaran el ejemplo y la inspiración de los comerciantes de las ciudades»
885
para embarcarse en la agricultura capitalista. Precisamente. Pero entonces nos
encontramos de nuevo ante el cuadro de una clase capitalista emergente reclutada
en diversos substratos sociales886.
¿Por qué tendría que ser esto extraño? Estaba sucediendo, como hemos visto,
a lo largo y a lo ancho de toda la economía- mundo europea887. Sin duda, existían

” J. H. Hexter, Reappraisals in history, pp. 103, 105.


9J
Ibid., p. 109.
883
Ibid., p. 110.
884
«La primera mitad del siglo xvi fue un período de experimentos provisionales, pero
cada vez más numerosos, de control económico, pero no hay datos que prueben que hubo un
incremento de la libertad comercial [...]
»E1 principal objetivo del régimen económico Tudor era la seguridad, no la prosperidad [...]
»Pero la paradoja de la administración Tudor, y quizá la causa del colapso de todo el sistema,
debe buscarse en la medida en que su programa de un Estado paternalista, de justicia social y
conservadurismo, fue sacrificado ante las más apremiantes necesidades de una autarquía
planificada y de unas finanzas de guerra oportunistas. Todos los gobiernos Tudor fueron los más
resueltos oponentes teóricos de aquellos cambios sociales y de aquellas nuevas clases burguesas
de los cuales se supone que obtuvieron su mayor apoyo.» Stone, Economic History Review, xvm,
páginas 109, 111, 115.
885
Hexter, Reappraisals in history, p. 91; véanse también pp. 83-84.
886
Es posible que, como sugiere Christopher Hill: «En el siglo de la inflación, parecen
haber sido los granjeros, los yeomen, los pequeños terratenientes, quienes primero han
desarrollado las virtudes burguesas necesarias para el éxito: frugalidad, industriosidad, disposición
a aumentar las rentas y observar los mercados, consumo moderado y reinversión de las ganancias.
Los nobles y los gentlemen principales, con niveles tradicionales de gasto que mantener, fueron
más lentos en adaptarse, y continuaron gastando sumas que sus rentas no justificaban. Tales
hombres dependían cada vez más de la corte para su supervivencia económica.» Re- formation to
the Industrial Revolution, pp. 65-66. Pero se trata, a lo más, de una cuestión de grado.
9!
Véase la comparación específica entre Inglaterra y Hungría que realiza Zs. S. Pach: «[La
conversión de los terratenientes en comerciantes] no constituye un fenómeno original si
comparamos [Hungría] con lo que sucede en Inglaterra en este periodo, donde esta teniendo lugar
Formación de clase y comercio internacional 343

diversas expresiones políticas de los diferentes subgrupos en el seno de la


«gentry». Barrington Moore, por ejemplo, nos ofrece una sugerencia acerca de la
oposición política de la «gentry declinante» de Trevor-Roper, que hace tal
fenómeno totalmente compatible con la oposición política de la « gentry
ascendente» de Tawney. Cita a este último: «buena parte de la gentry se estanca o
va hacia abajo. Sería fácil encontrar terratenientes nobles que van con los tiempos
y sacan el máximo partido de sus posesiones»888. Moore dice después de aquellos
que se «estancan»:

un proceso análogo. Pensamos en la "nueva nobleza”, en la gentry inglesa que recibía


esencialmente en forma de renta lo que le correspondía como cargas feudales. Se dedicaban a la
venta de lana, de trigo, y de otros bienes, y habiendo expropiado a los pequeños campesinos y
granjeros, iniciaron la explotación directa de su propiedad que caracteriza a la burguesía.» Anuales
ESC, xxi, p. 1.230.
888
Tawney, Essays in economic history, i, p. 186.
344 Immanuel Wállerstein
Estos «murmuradores y descontentos» pueden haber suministrado una parte del
elemento radical que respaldó a Cromwell y a la revolución puritana, aunque este
ímpetu tuviera sus orígenes fundamentales en zonas inferiores de la escala social.
Así, bajo el impacto del comercio y de alguna industria, la sociedad inglesa se
estaba dividiendo de arriba a abajo de una forma que permitió la aparición temporal
de bolsas de descontento radical producido por estas mismas fuerzas [...] En esté
proceso, al irse descomponiendo el orden antiguo, secciones de la sociedad que
habían entrado en decadencia a causa de tendencias económicas a largo plazo,
aparecen en la superficie y hacen buena parte del «trabajo sucio» violento de
destrucción del anden régime, dejando libre así el camino para un nuevo conjunto de
instituciones. En Inglaterra el principal trabajo sucio de este tipo fue el simbólico
acto de la decapitación de Carlos 110°.
Probablemente Hexter está en lo cierto al sugerir que había tres tipos de
terratenientes, «ascendentes», «declinantes», y otros. Y es muy plausible que la
oposición política tienda a estar correlacionada más con los primeros dos tipos que
con el tercero. Para explicar la política de la primera época de los Estuardo, estos
detalles son crucialesW1. Para valorar las tendencias del cambio social, resulta
mucho más importante ver el ascenso de la gentry no como fuerza económica ni
como entidad política, sino como categoría social.
La concentración en los detalles, mientras que a menudo deja al descubierto la
vacuidad de una generalización débil, también puede oscurecer el cambio secular.
Lawrence Stone, después de hacer precisamente un análisis detallado de las
complejidades de la movilidad social en la Inglaterra de esta época, señala que esta
forma de análisis tiende a hacer perder de vista dos cambios importantes en la
sociedad inglesa:

El primero era una polarización de la sociedad en ricos y en pobres: las clases altas
se hicieron relativamente más numerosas, y sus ingresos reales aumentaron; los
pobres se hicieron relativamente más numerosos y sus ingresos reales
disminuyeron. El segundo era una mayor igualdad entre las clases altas: en primer
lugar la riqueza y el poder de la alta gentry creció con relación a la de la aristocracia;
y en segundo lugar los miembros de los oficios y profesiones aumentaron en
riqueza, en número y en estatus social con relación a las clases terratenientes 889 890
891
.
J. Hurstfield plantea una cuestión similar haciendo gran hincapié en su impacto
sobre la política del «segundo» siglo xvi:

En Inglaterra la aristocracia jamás se convirtió en una casta, y la gentry


terrateniente nunca llegó a ser una nobleza menor. Por lo tanto las clases media y
alta mantenían una relación mucho más íntima entre sí que con la monarquía, y en
tiempos de crisis tenían mucho más en común entre sí que con la Coronalw.
Stone y Hurstfield muestran el punto crucial en esta cuestión: el proceso de

Barrington Moore, jr., Social origins of dictatorship and democracy, Boston, Beacon
Press, 1966, p. 16.
890
En relación con esto, Christopher Hill tiene toda la razón: «Debemos dejar de generalizar
sobre la gentry.» Puritanism and revolution, página 27.
891
Lawrence Stone, «Social mobility in England, 1500-1700», Past and Present, 33, abril de
1966, pp. 28-29.
Formación de clase y comercio internacional 345

emergencia de una nueva categoría de clase, en el seno de la cual la «vieja»


distinción entre aristocracia y gentry estaba perdiendo su significado. Como
resume Perez Zagorin, la tendencia general en el siglo xvi largo, en Inglaterra, era
«dar a hombres [...] en posición de invertir capital en la agricultura, el comercio y
la industria [,..] la dirección de la vida social» 892 893. Y esta clase combinada salió
ganando a expensas del campesinado 894. La situación inglesa es una buena
ilustración de la generalización de Lattimore: «en cualquier sociedad en cambio
gradual, son siempre los que gobiernan quienes se quedan con lo mejor de lo que
perdura del viejo orden, y al mismo tiempo se apropian de lo mejor de lo que ofrece
el nuevo [lo que con el tiempo conduce a] una considerable diversificación [...]» 895.
Si «gentry» fuera simplemente el nombre de los granjeros capitalistas al
convertirse en clase, ¿qué son los yeomen? Yeomen es un término como gentry,
un término sociolegal preexistente cuyo contenido estaba evolucionando en el
siglo xvi. Mildred Campbell, en su libro acerca de los yeomen ingleses, estudia los
diversos usos de la palabra y su relación con términos tales como granjero
[farmer], caballero [gentleman], propietario [freeholder], labrador
[husbandman] y jornalero [laborer], señalando acervamente: «no hay nada
similar, podemos decir ya desde un principio, a la distinción de la que acabamos
de prescindir» 896. Su conclusión es que

105
Hurstfield, New Cambridge Modern History, m, p. 148.
893
Perez Zagorin, «The social interpretation of the English revolution», Journal of Economic
History, xix, 3, septiembre de 1959, p. 388. Añade: «La clase cuya formación constituye nuestro
foco de interés estaba siendo reclutada de continuo, y comprendía naturalmente elementos
diversos en cuanto al estatus, la riqueza y la fuente de ingresos. Pero pese a estas y otras
diferencias, sus miembros eran especies del mismo género. Constituían una sola clase económica,
porque lo que tenían en común era la posesión de capital que empleaban en busca de ganancia y
de acumulación adicional» (p. 389).
894
«Entre 1500 y 1700 el resultado final de la gran actividad de transferencia de tierras
parece haber sido algo asícomo el movimiento neto
de un cuarto de la tierra a través de los límites sociales, en unos
casos al cruzar un propietario estos límites llevando su tierra consigo, enotros casos al
cruzar la tierra el límite a causa de un cambio en
su propiedad. Los ganadores en este proceso fueron los grandes terra
tenientes y la gentry, los perdedores los propietarios institucionales, la Iglesia y la Corona, y los
campesinos probablemente en la misma proporción a grandes rasgos [...].
»En el siglo xvi la estructura de la propiedad de la tierra respondía a las presiones del mercado,
a la creciente demanda de productos agrícolas, con una tendencia a pasar de la agricultura de
subsistencia a una agricultura más comercial, y esto tuvo su efecto sobre el elemento campesino;
no sólo creó una situación en la que muchos señores feudales explotaban sus derechos legales al
extremo, sino que también ofreció oportunidades para prosperar a los yeomen de fortuna y
emprendedores. Pero la estructura también respondía a las presiones del competitivo mundo del
estatus, y al impulso de la riqueza mercantil de nueva creación a encontrar seguridad en la tierra.
El estatus necesitaba nuevas defensas, en el gasto antes que en numerosos cuerpos de seguidores
y servidores feudales, y esta era otra fuente de presión sobre la posición de los campesinos.» F.
M. L. Thompson, «The social distribution of landed property in England since the sixteenth
century», Economic History Review, 2.a serie, xix, 3, 1966, p. 515.
895
Owen Lattimore, Inner Asían frontiers of China, p. 123.
Mildred Campbell, The English yeoman under Elizabeth and the early Stuarts, New Haven
(Connecticut), Yale Univ. Press, 1942, p. 25.
346 Immanuel Wallerstein

el estatus de los yeomen contemplado en términos de su relación con otros grupos de la estructura
social, asume un carácter bastante definido. Eran una clase media rural fundamental, cuya
principal preocupación giraba en torno a la tierra y los intereses agrícolas, un grupo que vivía «en
la zona intermedia entre la grandeza y la necesidad», sirviendo a Inglaterra como podía hacerlo
una «gente media» [...] cuya condición estaba entre la gentry y los campesinos 897.

Para apreciar el papel de este grupo hemos de volver a un tema discutido en


un capítulo previo, la evolución del sistema de tenencia en la agricultura inglesa.
Marx, en su discusión acerca de la génesis de la renta de la tierra capitalista, señala
un punto crucial que a menudo se pasa por alto en las exége- sis de sus opiniones:

Además, tan pronto como la renta adopta la forma de la renta dineraria, y por ende la relación
entre el campesino que abona renta y el terrateniente asume la forma de una relación contractual
—transformación esta que, en general, sólo es posible en caso de un nivel relativo dado de
desarrollo del mercado mundial, del comercio y de la manufactura—, también interviene
necesariamente el arrendamiento del suelo a capitalistas que hasta ese momento se hallaban
fuera de los marcos rurales, y que ahora transfieren al campo y a la agricultura
capital adquirido en el medio urbano y los métodos de producción capitalistas ya
desarrollados en las ciudades, la confección del producto en cuanto mera
mercancía y en cuanto simple medio para la apropiación de plusvalor. Esta forma
sólo puede convertirse en regla general en aquellos países que, cuando se opera la
transición del modo feudal de producción al capitalista, dominan el mercado
mundial898.
Lo importante del argumento de Marx es que el proceso de transformación del
sistema de tenencia de la tierra no es exclusivo de Inglaterra, como es obvio. Pero
al irse convirtiendo cada vez más Inglaterra (y la república holandesa) en los
territorios del centro de la economía-mundo europea en el «segundo» siglo xvi (y
más aún a finales del XVII y en el siglo XVIII), el proceso va más lejos y más
rápidamente en estas áreas precisamente porque constituyen el centro. Es crucial
que los recursos sean usados más eficientemente para beneficiarse de la posición
central comercial y financiera en la economía-mundo. En Inglaterra les compensó
a las clases terratenientes pasar a un sistema de tierra totalmente alienable, al igual
que les compensó a las clases terratenientes en Polonia (e incluso digamos que en
el sur de Francia) el restringir los movimientos en esa dirección.
Para hacer que la tierra fuera totalmente alienable, para que la producción para
la venta como mercancía fuera la consideración fundamental en la agricultura, no
sólo se tenían que eliminar varios tipos de sistemas de tenencia feudal. Se tenía
que eliminar también al granjero campesino, dado que el campesino podía

897
Ibid., p. 61
898
Marx, Capital, ni, cap. 47, p. 799 [vol. 8, pp. 1016-1017]. El subrayado es mío. Añade:
«Este ingreso del capital como poder autónomo y dominante en la agricultura no se produce de
una sola Vez y en forma general, sino paulatinamente y en ramos particulares de la producción.
Al principio no afecta a la agricultura propiamente dicha, sino a ramos de la producción como la
ganadería, en especial la cría del ganado ovino, cuyo producto principal, la lana, con el ascenso
de la industria ofrece al principio un constante excedente del precio de mercado por encima del
precio de producción, cosa que luego se compensa. Tal lo ocurrido en Inglaterra durante el siglo
xviy> (p. 801) [vol. 8, p. 1019].
Formación de clase y comercio internacional 347

aferrarse a la tierra y dedicarse a actividades de producción de tipo marginal por


consideraciones que no maximizan la rentabilidad a corto plazo. ¿Cómo se logró
de hecho esta eliminación?
H. John Habakkuk señala que existen tres maneras de expropiar a los
campesinos: echarlos de sus heredades incorporando su tierra a los propios
dominios, forzarlos a aceptar arriendos limitados en sustitución de tenencias
vitalicias, erosionar los derechos comunales del campesino. Argumenta que en el
«segundo» siglo xvi sólo aquellos campesinos que fueran arrendatarios durante un
tiempo limitado, o de por vida pero sin derecho a renovación, se veían sujetos
efectivamente a tales formas de expropiación, y estima que esto supondría tan sólo
alrededor del 35 por 100 del campesinado no. En cuanto a la venta de tierras, el
cuadro está lejos de ser unilateral: 899
Durante [éste] período [...] hubo sin duda señores [seigneurs] que compraron
tierras a los campesinos, hubo también campesinos que acumularon tal cantidad
de bienes que se vieron elevados al rango de gentry. En ambos casos el resultado
fue una disminución de las propiedades campesinas. Pero hubo también
campesinos que compraron los grandes dominios cuando fueron puestos en venta
o que obtuvieron tenencias en enfiteusis. El resultado neto de estas transacciones
no es conocido. Pero resulta perfectamente posible que estas adquisiciones
supusieran más una ganancia que una pérdida para el campesinado; mientras, por

899
Véase H. John Habakkuk, «La disparition du paysan anglais», Annales ESC, xx, 4, julio-
agosto de 1965, pp. 652-654. Tawney señala en qué forma contribuía el panorama legal al
mantenimiento de esta situación: «Si causas económicas hicieron rentable un nuevo sistema de
cultivo, no es menos cierto que causas legales decidieron quiénes disfrutarían sus beneficios [...]
Muchos arrendatarios consuetudinarios criaban ovejas a considerable escala, y no es fácil
descubrir ninguna razón económica por la cual la lana barata requerida para el desarrollo de la
industria de la manufactura de paño no pudiera ser proporcionada por los mismos campesinos en
cuyas casas de labor se la cardaba, hilaba y tejía. El factor decisivo [...] era el hecho de que la
tenencia de la gran mayoría de los pequeños cultivadores permitía que se les exprimiera mediante
exacciones exorbitantes y que se les expulsara cuando llegaba a su fin su vida, plazo por el cual la
mayor parte de ellos poseían sus parcelas. Su desgracia era que la protección otorgada por los
tribunales a los arrendatarios en enfi- teusis desde el siglo xv se limitaba a asegurar el
cumplimiento de los usos señoriales existentes [...] Viviendo, como lo hacían, con las marcas de
la tenencia servil aun impresas en ellos, los pequeños cultivadores de nuestro período estaban
encadenados por los remanentes de la carencia de derechos legales de la Edad Media, sin disfrutar
de la seguridad práctica que otorgaba la costumbre medieval, y sentían la dimensión amarga del
moderno comercialismo sin gozar de la protección del omnicomprensivo Estado moderno, que era
lo único que podía hacerlo tolerable.» The agrarian problem, pp. 406408. (Nótese que Tawney
habla de «la gran mayoría de los pequeños cultivadores». No examinó esta cuestión empírica, sin
embargo, con tanto detenimiento como Habakkuk.)
Las ambigüedades del sistema de tenencia fueron, además, un factor sustancial en la aparición
en las ciudades de una clase abogacial. Al ir siendo más tierras enajenables de i acto, se buscó una
definición más exacta de los derechos individuales. Para el pequeño cultivador, la única alternativa
a la venta forzosa o a otros cambios indeseables en su tenencia era defenderse de las incursiones
semilegales contra sus derechos alquilando abogados.
«Además de los comerciantes privados, y de sus agentes y servidores, en el siglo xvi surgió
una pequeña, pero poderosa élite de profesionales. Toda ciudad provincial de ciertas dimensiones
tenía su cuerpo de notarios, abogados y escribanos; municipios de las dimensiones de
Northampton o Maidstone podían tener media docena de tales personas, que a menudo se
autotitulaban gentlemen y descendían de pequeñas familias con tierra.» Everitt, Agrarian History,
iv, p. 555.
348 Immanuel Wallerstein

una parte, los señores expropiaban a los campesinos, por la otra los campesinos, al
adquirir bienes, roían los dominios de los señores m.
La capitalización total de la agricultura estaba aún por llegar en
Inglaterra. En el siglo xvi el yeoman tenía aún un papel que jugar. La
creciente comercialización de la agricultura en este tiempo ofrecía al pequeño
terrateniente no sólo «peligros» sino también «oportunidades». Campbell,
que es un tanto romántico, ve al yeoman de forma un tanto heroica:

Terratenientes acechantes y vecinos hambrientos de tierras estaban siempre


dispuestos a sacar partido de las desgracias ajenas. Aunque los precios en general
subían continuamente, había a veces fluctuaciones que aparecían sin previo aviso
y en secuencias imprevisibles. Otros males se sumaban a la inseguridad de los
tiempos. Las epidemias descontroladas eran un terror constante. Las pérdidas por
el fuego eran corrientes, y prácticamente se desconocía cualquier tipo de seguro.
Un hombre debía tener ahorros disponibles para los tiempos difíciles o bien
endeudarse [...]
Pero cuando de lo que se trata es de nadar o ahogarse, a menos que las
probabilidades en contra sean excesivamente grandes, normalmente un hombre
trata de nadar. [...] Y a pesar de las condiciones de incertidumbre citadas más
arriba, más que en ninguna otra época anterior en la historia de la tenencia de tierras
en Inglaterra, el hombre modesto que era industrioso y sobradamente emprendedor
se encontraba con su gran oportunidad. Aquellos que podían capear los temporales
encontraban en los mayores precios y el mejor mercado oportunidades para la
ganancia que les empujaban a esfuerzos aún mayores. La ganancia es la madre del
deseo de mayores ganancias 900 901.

900
Habakkuk, Anuales ESC, xx, p. 657.
901
Campbell, English yeomen, pp. 68-69. Eric Wolf es más perspicaz en su análisis de las
condiciones bajo las cuales los campesinos se orientaron crecientemente hacia la producción para
el mercado: «El eterno problema del campesinado consiste, así, en equilibrar las demandas del
mundo exterior con la necesidad de los campesinos de aprovisionar sus casas. Sin embargo, frente
a este problema de raíz los campesinos pueden seguir dos estrategias diametralmente opuestas. La
primera es aumentar la producción; la segunda restringir el consumo.
»Si un campesino sigue la primera estrategia, debe aumentar el trabajo realizado en su propia
tenencia, para aumentar su productividad
349 Immanuel Wallerstein

Aunque el yeoman no fuera el beneficiario directo de la disolución de los


monasterios, podía eventualmente conseguir una porción del pastel " 3.

e incrementar la cantidad de producto para el mercado. Su capacidad para hacerlo depende en gran
medida de lo fácil que le resulte movilizar los factores de producción necesarios —tierra, trabajo,
capital (ya sea en forma de ahorros, dinero disponible o crédito)—, y, por supuesto, de las
condiciones generales del mercado [...]
»En primer lugar [esta estrategia], se hace posible cuando se han debilitado las imposiciones
tradicionales sobre los fondos de rentas de los campesinos^ una condición que es probable que se
dé cuando se haya hecho ineficaz la estructura de poder a través de la cual los señores drenaban
los fondos. En segundo lugar, podemos esperar encontrar este fenómeno cuando se haya hecho
posible para el campesino escapar a las obligaciones de suscribir con gastos ceremoniales los lazos
sociales tradicionales que le unen con sus iguales. Si puede negarse a entregar su excedente a
dedicaciones ceremoniales, puede utilizar los fondos así liberados para apoyar su ascenso
económico. Los dos cambios frecuentemente van juntos. Al debilitarse la estructura de poder
superior, muchos lazos sociales tradicionales pierden también su justificación particular. Bajo
tales circunstancias, la comunidad campesina puede asistir al auge de campesinos enriquecidos
que vuelven la espalda a sus compañeros menos afortunados y ocupan el vacío de poder creado
por la retirada de los dueños superiores del poder. En el curso de su ascenso, frecuentemente violan
las normas tradicionales sobre cómo se deben llevar y simbolizar las relaciones sociales:
frecuentemente usan su poder recién adquirido para enriquecerse a costa de sus vecinos. Tales
hombres fueron los yeomen en auge en la Inglaterra del siglo xvi, los campesinos ricos de China,
los kulaki o "puños” de la Rusia prerrevolucionaria.» Peasants, pp. 15-16.
113
«Probablemente fueron pocos los yeomen que se beneficiaron de la disponibilidad de las
tierras de los monasterios en los primeros años tras su disolución; pues esta propiedad fue en
primer término a manos de los grandes terratenientes, como donación y en pago de servicios, o
fue comprada. Pero grandes cantidades de ella cayeron pronto en manos de especuladores, y de
esta forma salieron al mercado, donde, tras divisiones y redivisiones, fueron quedando al alcance
del pequeño comprador hacia finales del siglo xvi.» Campbell, English yeomen, pp 70-71.
Joyce Youings nos previene contra una sobreestimación: «Una gran parte de la tierra de los
monasterios fue vendida nuevamente por los concesionarios originales, y parte de ella cambió de
manos muchas veces, pero el mercado no era tan ágil, ni la especulación tan común, como muchos
autores han sugerido [...] No todos estos cambios de propiedad de tierras fueron ventas claras. No
se han tenido en cuenta las cesiones de partes de propiedad entre socios en una concesión, pero
algunas de las "reventas” pueden haber sido simples cesiones de agentes en favor de sus
superiores». «Landlords in England. C. The Church», en The Agrarian History of England and
Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967,
pp. 349-350. Además señala que: «La mayor parte de los no nobles, ya fueran gentlemen o yeomen,
iban a conseguir ganancias más rápidas arrendando las tierras de los monasterios que
comprándolas» (p. 348).
350 Immanuel Wállerstein
Como muchos han señalado, existían dos tipos de cerca- mientos
[enclosures] en aquella época: el cercamiento de grandes territorios para pastos
y la consolidación de pequeñas tierras para un cultivo más eficiente. Es en este
último proceso en el que el yeoman jugaba un papel central, un papel tanto más
importante cuanto que tenía importantes consecuencias sociales, al incrementar
el suministro de alimentos sin suscitar el tipo de oposición política al que se
enfrentaban los cerca- mientos para pastos 902. Parte de las mejoras procedían
de otros factores que incrementaban la eficiencia del trabajo. Thirsk lo atribuye
a:

El uso de rotaciones más intensivas, acompañadas de un mayor abonado; la utilización de


variedades mejoradas de grano; y, probablemente lo más importante, el impresionante
incremento en la superficie total de tierra arada como resultado de la recuperación de los
baldíos y la conversión de los pastos [...] El mayor abonado de las zonas arables se hizo posible,
por supuesto, manteniendo un mayor número de animales, lo que supuso un gran incremento
en el suministro de carne y lana y otros productos animales. Una mayor cría de ganado se hizo
posible por la mejora de los pastos y las vegas por medio de fertilizantes, por medio de la
mejora del suministro de pastos de primavera, mediante la irrigación de las vegas de los prados
en el campo de la zona oeste y el cultivo de algarrobas en otros lugares, y por el mayor
suministro de pastos de verano, mediante el uso de marismas y la recuperación de terrenos
pantanosos y marjales costeros. Así, las mejoras en el cultivo y el pastoreo iban de
la mano, ayudándose mutuamente, y sirviendo ambas para promover la
especialización y la interdependencia de las regiones 903 904.
La inclusión de Gales en la división inglesa del trabajo, durante este tiempo,
colaboró a este proceso de mejora agrícola. Entre otras cosas, la imposición de
las formas legales inglesas, particularmente la primogenitura, llevó a una gran
incertidumbre acerca del sistema de tenencia de la tierra. Esto resultó propicio
para la aparición de grandes dominios en Gales. «De un extremo a otro de Gales
fue un tiempo de creación de grandes posesiones y de sentar las bases de las
fortunas familiares» I16. Esto era particularmente cierto en las «tierras bajas
anglificadas» que mostraban «una marcada desigualdad en el tamaño de las
posesiones [...]» m. Yo sospecharía que los terratenientes eran en su mayor parte
ingleses. El grado de mejora agrícola introducido por los cercamientos en Gales
parece haber sido mayor que en Inglaterra. Gales había estado sufriendo hasta

902
«Pero usualmente, entre los acaparadores de tierras fueron los yeomen quienes quedaron
más relativamente libres de oprobio entre sus contemporáneos, y en general entre los autores
posteriores. También, el hecho de que los pequeños cercamientos se realizaran usualmente en
beneficio de la agricultura, y no para la conversión en pastos, contribuyó a que sus autores
escaparan a gran parte de las injurias que se acumularon sobre quienes intervinieron en el
proceso de despoblación.» Campbell, English yeomen, p. 91.
903
Joan Thirsk, «Farming techniques», en The Agravian History of England and Wales, iv,
Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 199.
El subrayado es mío. A diferencia de lo que observamos entre Inglaterra y Gales, sin embargo,
es menos seguro que dentro de Inglaterra se produjera una especialización regional demasiado
grande. Al menos E. J. Buckatzsch muestra en su estudio de las relaciones de impuestos que
«el patrón de distribución geográfica de la riqueza en Inglaterra [...] se mantuvo esencialmente
sin cambios desde finales del siglo xm hasta finales del siglo xvn,
[cambiando sólo] fundamentalmente durante el siglo xvm». «The geogra- phical distribution
of wealth in England, 1086-1843», Economic History Review, III, 2, 1950, p. 195.
Formación de clase y comercio internacional 351

entonces «técnicas predatorias» 905 906. Esto significó, no obstante,


desplazamientos aún mayores de la población, que emigraba a Inglaterra, con
toda probabilidad para convertirse en parte del lumpenproletariado, o en muchos
casos en mercenarios, como ya hemos mencionado.
Campbell dice que ésta fue la era del «hambre de tierra» 907 908 909. «Entre
los hambrientos de tierras ninguno era más avaricioso que el yeoman» 12°.
Evidentemente, esto tuvo consecuencias, dada la evidencia que tenemos acerca
de los alojamientos rurales en Inglaterra de 1570 a 1640, el período de «la gran
reconstrucción», obra, según V. G. Hoskins, de «los mayores labradores
[husbandmen], los yeomen y la baja gentry, todos en gran medida con un
mismo origen social en los siglos medievales» ,2‘. Lawrence Stone cita este
mismo hecho, no obstante, como nueva evidencia del «ascenso de la gentry»910,
lo que indica una vez más la fluidez de los términos que utilizamos. ¿No son
estos yeomen simplemente la versión menos capitalizada de la gentry que son
agricultores capitalistas?911.
Esto se aclara más si observamos quiénes salen perdiendo de hecho en el
proceso de los cercamientos (en sus dos variedades). Al llevarse adelante los
cercamientos —ya fueran los cercamientos a gran escala para la cría de ovejas
o los acotamientos en pequeña escala de los yeomen prósperos—, una serie de
hombres que previamente vivían sobre y de la tierra se vieron obligados a
abandonarla, y otros se vieron reducidos a la condición de jornaleros sin tierra
trabajando a cambio de un salario912. Esto ha sido durante largo tiempo bajadores
comunes). Véase The world we have lost, Nueva York, Scrib- ner’s, 1965, cap. 2, esp. pp. 26-
27. Pero en este mismo capítulo (pp. 32-33) reproduce el esquema de Gregory King para 1688,
en el que la división se establece, más correctamente desde mi punto de vista, entre quienes,
según la terminología de King, «aumentan» la riqueza del reino (nobles, gentry, comerciantes,

Frank Emery, «The farming regions of Wales», en The Agrarian History of England
and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press,
1967, p. 124.
1,7
Ibid., p. 152.
906
T. Jones Pierce, «Landlords in Wales. A. The nobility and gentry», en The Agrarian
History of England and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1967, p. 380.
Campbell, English yeomen, p. 65.
170
Ibid., p. 72.
909
W. G. Hoskins, «The rebuilding of rural England, 1570-1640», Past and Present, 4,
noviembre de 1953, p. 30.
910
Stone, Past and Present, 33, p. 26.
911
Peter Laslett piensa que la división de clase clave es la que existe entre los gentlemen
(los nobles y la gentry) y los demás (yeomen y tra-
incentivos para cercar la tierra, y esto es lo que sucedió en los Midlands al comienzo y al final
del siglo xvi. Donde los cercamientos no eran la norma, estaban expuestos al aumento de las
rentas, a exacciones arbitrarias, y a la violación de sus derechos de pasto en las tierras
comunales [...]. La inseguridad era muy general, y los enfiteutas, que formaban la espina dorsal
de la Inglaterra agraria (como reconocen las gentes de la época), sólo podían esperar de los
gobiernos Tudor una protección parcial e intermitente». Ramsey, Tudor economic problems,
p. 36.
352 Immanuel Wállerstein
propietarios [freeholders], artesanos), y quienes la «disminuyen» (jornaleros, labriegos,
soldados rasos, vagabundos). (Es decir, considero que es correcta la línea divisoria de King, no
su caracterización de la naturaleza del trabajo a cada lado de la línea.) Laslett reconoce que
yeoman «era el nombre de estatus de quienes mejores resultados obtenían en el trabajo de la
tierra», y observa que «adquirió muy pronto una carga sentimental» (p. 43). Pero parece
sorprendido ante la preferencia de la gentry por excluir a quienes no eran «ociosos», sin tener
en cuenta las observaciones del investigador sobre sus intereses económicos y políticos.
«Desde tiempos de Isabel hay abundancia de inventarios domésticos que nos muestran el
estilo de vida de la baja gentry, éste era, por supuesto, indistinguible del de los yeomen
acomodados.» M. W. Barley, «Rural housing in England», en The Agrarian History of England
and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press,
1967, p. 713.
Véase Gordon Batho: «Pero no había una diferencia radical entre la baja gentry y los
yeomen más ricos [...] De hecho, la definición [legal de yeoman] carecía virtualmente de
sentido, pues muchos yeomen de la época d,e los Tudor o de los primeros Estuardo, como el
padre de Latimer, no tenían tierra propia, sino que eran enfiteutas o arrendatarios. En
innumerables testamentos y documentos legales de la época un hombre es descrito en un lugar
como yeoman y en otro como gentleman, o se describe a sí mismo como gentleman, pero es
descrito por otros como yeoman. Pues no era la nobleza de nacimiento o el grado de riqueza lo
que distinguía a las clases. Muchos de los hijos menores de la gentry se convertían en yeomen-
, buena parte de la gentry era de reciente origen yeoman o incluso de orígenes más humildes,
gracias a los beneficios profesionales o de los negocios. Pocos miembros de la gentry podían
rastrear sus antepasados tres siglos atrás, y algunas familias yeomen, como los Reddaway de
Devon, podían hacerlo». Agrarian History, iv, p. 301.
124
La cuestión es que la presión se producía en un sentido o el otro: «Para resumir: en la
Inglaterra de los Tudor un número sustancial de pequeños granjeros se encontraba en una
peligrosa situación. Estaban expuestos a ser desposeídos en aquellas comarcas en que existían
fuertes
353 Immanuel. Wallerstein
considerado un elemento central en la creación del excedente de trabajo que
constituye un elemento crítico en la «comercialización de la vida inglesa» * 913.
Este cambio tuvo lugar entre 1540 y 1640. En la contracción económica algunos
hombres humildes salieron ganando, pero muchos más salieron perdiendo 914.
De hecho, el mismo proceso de lograr la liberación del campesino de las
restricciones del feudalismo podría haber constituido un modo adicional de
empobrecimiento. Alexan- der Savine, en su artículo sobre los restos de
servidumbre feudal en la Inglaterra de los Tudor, señala la paradoja de que «para
el siervo del siglo xvi su dependencia personal de su señor se hizo una carga
mayor en el momento en que logró su libertad» 915 916 917 918. La paradoja es fácil
de desentrañar. La manumisión no era gratis. Se compraba. De hecho, debía
comprarse a elevado precio, porque Savine señala:
La manumisión de los siervos se consideraba como una fuente regular de
ingresos señoriales [...] La liberación de los últimos siervos fue una política que
dio dividendos. El asunto fue llevado a cabo tan abiertamente en el siglo xvi que
los cortesanos isabelinos podían recibir como signo especial de favor del
soberano la comisión de liberar a un número definido de familias de siervos de
las posesiones de la Corona; es decir, se les permitía reparar sus fortunas por
medio de los pagos para la liberación I28.
Los siervos ya no suministraban la prestación semanal de trabajo al señor
en la reserva señorial129. Más bien, «la dependencia personal del siervo se
convirtió en un mero pretexto para la extorsión» I3°. Así, en este proceso,
muchos se convirtieron sin duda en pobres sin tierra.
Encontramos aún más evidencia de esta pauperización en la virtual
desaparición de la categoría de labrador [husband- man]. Por una parte, algunos
de ellos estaban «convirtiéndose en yeomen, y las distinciones entre
husbandmen y yeomen empezaban a hacerse borrosas» 919. Y por otra parte, los

913
«Desde un punto de vista más amplio, los cambios agrarios del siglo xvi pueden ser
vistos como un largo paso hacia la comercialización de la vida inglesa. El crecimiento de las
industrias textiles está estrechamente relacionado con el desarrollo de los pastos, y fue la
exportación de tejidos de lana, aquel "prodigio del comercio”, lo que en primer lugar introdujo
de forma evidente a Inglaterra en el comercio mundial, y fue el motivo de más de una de
aquellas primeras expediciones para descubrir nuevos mercados, expediciones de las que
surgieron las plantaciones, las colonias, el imperio [...] El desplazamiento de la tierra de un
considerable número de familias aceleró, si no inició, el proceso de transición del problema
salarial medieval, corjsistente en la escasez de mano de obra, al moderno problema salarial,
consistente en su abundancia.» Tawney, The agrarian problem, p. 3. Véase Joan Thirsk,
«Enclos- ing and engrossing», en The Agrarian History of England and Wales, iv, Joan Thirsk,
comp., 1500-1640, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 210; Bowden,
Agrarian History, iv, p. 598.
914
«Una pequeña minoría de labriegos todavía poseía tierras o derechos comunales
relativamente extensos, y podía beneficiarse de los nuevos cauces comerciales de la época,
abriéndose paso, en una generación o dos, hasta la yeomanry. Las capas medias y bajas de los
labriegos, sin embargo, estaban perdiendo sus modestos derechos de propiedad y cayendo al
nivel de un proletariado sin tierra.» Alan Everitt, «Social
mobility in early modern England», Past and Present, 33, abril de 1966,
página 57.
121
Alexander Savine, «Bondmen under the Tudors», Transactions of
the Royal Historical Society, n. s., xvu, 1903, p. 268.
Ibid., pp. 270-271.
Véase ibid., p. 275.
,M
Ibid., p. 276.
354 Immanuel Wallerstein
labradores más pobres empezaban a estar en peor situación que muchos
jornaleros que eran labriegos [cottagers] y necesitaban dedicarse a trabajos
asalariados a tiempo parcial para arreglárselas 920. ¿No podrían haber
considerado deseable estos cottagers con trabajo esporádico el convertirse en
jornaleros con un empleo regular?
En cualquier caso, estas dos categorías de agricultores eran vulnerables a
los cercamientos y a la usurpación de sus derechos al uso de los pastos comunes.
Esta usurpación, en particular, llevó al abandono de los pueblos y a la
emigración 921. Eve- ritt señala que la creciente distinción entre los campesinos
yeomen y los «pobres intrusos y vagabundos, virtualmente sin tierras, a menudo
recién expulsados de algún otro lugar», era un fenómeno que podía observarse
particularmente en las áreas forestales más recientemente colonizadas del
campo922. Y que «fue de este último grupo, como consecuencia de sus orígénes
semivagabundos, de donde se reclutó en gran medida el ejército de trabajadores
estacionales que había hecho necesario la agricultura comercial» 923 924.
Así surgió el crucial problema político de los mendigos y del vagabundeo,
una característica notoria de la Inglaterra isa- belinam. Frank Aydelotte ve tres
factores distintos que se combinan para explicar la aparición del vagabundeo en
tiempos isabelinos: los cercamientos, como factor fundamental, desde luego;
pero también la paz de los Tudor y, como consecuencia, la disolución de
enormes bandas de sirvientes de los nobles; y también la disolución de los
monasterios y la desaparición de su papel como suministradores de caridad. El
punto de vista de Aydelotte acerca de estos vagabundos, que no puede ser muy
distinto al de los gobernantes de aquellos tiempos, es considerarlos como un

111
Batho, Agravian History, iv, p. 303.
920
«En ocasiones no existía diferencia marcada entre el jornalero acomodado, que
trabajaba sus propias tierras y completaba sus ingresos con trabajo asalariado estacional, y el
labrador pobre cuyas tierras eran insuficientes para mantener a su familia y se dedicaba al
trabajo asalariado ocasionalmente para aumentar sus recursos. Todo lo que se puede decir es
que el empleo del primero tendía a ser regular, y el del segundo no.» Everitt, «Farm labourers»,
en The Agrarian History of England and Wales, iv, Joan Thirsk, comp., 1500-1640, Londres y
Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1967, p. 397.
921
Véase ibid., p. 409.
l3
‘ Uno de los atractivos de las áreas boscosas era la posibilidad de empleos
complementarios (oficios de bosque y arbolado, hilado y tejido del lino, el cáñamo o la lana).
Véase Everitt, Agravian History, iv, pp. 425- 429; Thirsk, Agrarian History, iv, pp. 109-110.
923
Everitt, Past and Present, 33, p.. 58.
«En Inglaterra la mendicidad y el vagabundaje no comenzaron en el siglo xvi [...] Sin
embargo, hay abundantes pruebas de que en el siglo xvi el número de picaros y vagabundos
era mayor en relación a la población de lo que lo había sido nunca antes o lo sería después.»
Frank Aydelotte, Elizabethan rogues and vagabonds (vol. i de la serie Oxford Historical and
Literary Studies), Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press (Clarendon), 1913, p. 3.
«Los vagabundos revoltosos y las temibles bandas de mendigos, familiares a los estudiosos
de la Inglaterra isabelina, tenían su contrapartida en los «vagabundos y prostitutas ociosos, que
se autotitulaban falsamente egipcios, que recorrían Escocia, sacando por la fuerza comida y
dinero, robando, amenazando y llevando el pánico a las granjas y caseríos aislados.» Lythe,
The economy of Scotland, p. 29.
Formación de clase y comercio internacional 355

problema social:

Lejos de ser una clase impotente o inocua, los vagabundos del siglo xvi
representaban una buena parte de la sólida fuerza de la Inglaterra
medieval. Muchos de ellos procedían de buena cuna, peró en el esquema
económico de la Inglaterra medieval no encontraron una posición útil.
Tenían cerebro para planear villanías y audacia para llevarlas a cabo. En
sus filas había descontentos políticos, religiosos y sociales, y agitadores. Por
ello eran tan peligrosos como la peste en la Inglaterra de Isabel. Los
vagabundos eran amenaza suficiente para hacer que los legisladores, desde
Enrique VII en adelante, dedicaran lo mejor de su pensamiento a buscar
un remedio, creando estatutos y preocupándose de su cumplimiento, hasta
que el problema se vio totalmente resuelto, en la medida en que la
legislación podía resolverlo, por las admirables leyes de pobres de 1572, 1597
y 1601

¿Admirables? Tal vez, aunque sin duda no en el simple sentido en que


Aydelotte quiere que las admiremos.
Estas leyes, no obstante, arrojan luz sobre el papel que jugaba el aparato de
Estado. En primer lugar señalemos que la legislación de «bienestar social»,
hasta entonces desconocida en Europa, aparece en escena en muchos lugares en
esta época. Más aún, ni siquiera es una cuestión de invención simultánea, sino
una difusión cultural consciente 925 926 927. En segundo lugar, la relación de tal
legislación con la transformación económica es ambigua. Fue desde luego una
respuesta a una crisis social producida por el cambio económico, una forma de
evitar la rebelión política135. Pero su significado económico no era el de un
apoyo directo a las clases capitalistas. Era una forma de estabilización política
cuyo efecto resultó ser un obstáculo para los patronos tanto como para los
trabajadores, tal vez incluso más 928. Esta política de interferencia monárquica

925
Aydelotte, Elizabethan rogues and vagabonds, p. 17.
926
Véase Robert M. Kingdom, «Social welfare in Calvin’s Europe», American Historical
Review, LXXVI, 1, febrero de 1971, pp. 50-51.
927
«La mayor parte de la legislación contra los cercamientos en el siglo xvi coincide con
períodos de escasez. Las quejas sobre la escasez son audibles en el momento de los alzamientos
de 1536, 1548-49 y 1596.» Edwin F. Gay, «The Midland revolt and the inquisitions of
depopulation of 1607», Transactions of the Roy al Historical Society, n. s., xvm, 1904, página
213, n. 2.
G. N. Clark, describiendo el código económico Tudor que puede reconstruirse a partir
del estatuto de artífices (o de aprendices), del arancel, de las leyes para fomentar la construcción
naval, de las leyes contra los cercamientos, y de la ley de pobres, dice: «La nueva legislación
aceptaba e incluso potenciaba la economía monetaria: desplazaba los obstáculos al comercio o
el pago de salarios en especie. Pero la tendencia general de estas leyes era conservadora:
trataban de proporcionar una oferta adecuada de mano de obra ante todo para la agricultura,
después para los oficios más simples, y de restringir la entrada en las ocupaciones de estatus
social más alto y en las que se pensaba que se llevaban a cabo en lugares inadecuados [...]
»De esta forma, el código isabelino buscaba estabilizar la estructura de clases existente, la
localización de la industria y el flujo del suministro de mano de obra, garantizando privilegios
y fijando obstáculos en la vía de la movilidad y la libertad de contratación; pero no era el
producto de una simple política económica doctrinaria; reconciliaba o efectuaba un
compromiso entre intereses contrapuestos.» Wealth of England, pp. 84, 86.
356 Immanuel Wallerstein
con el libre funcionamiento del capitalismo, en el siglo xvi, aparece en marcado
contraste con la colaboración del Estado en el proceso de los grandes y
definitivos cercamientos del siglo XVIII 929.
Los Tudor y los primeros Estuardo son acusados a menudo de haber
«fracasado», porque el resultado final de su política fue la revolución inglesa.
Pero tal vez la revolución inglesa debería ser vista como un «éxito» de los
monarcas Tudor y Estuardo, en la medida en que fueron capaces de posponer
durante tanto tiempo la rebelión. Observemos las reacciones de los campesinos
ingleses del siglo xvi, bajo tensión. Muchos eligieron el vagabundeo. Otra
posibilidad era la revuelta campesina, y las hubo, qué duda cabe. Pero dehería
señalarse que hubo menos en Inglaterra en esta época que anteriormente, y
menos en esta época en Inglaterra que en Francia y otros lugares del continente.
Cada uno de estos contrastes merece ser observado. R. H. Hilton argumenta
que los cercamientos del siglo xvi tuvieron una «prehistoria». El proceso de
abandono de la tierra se remonta al siglo xm. Existía por supuesto un fenómeno
de despoblación, pero Hilton opina que la pobreza era una explicación más
básica del éxodo rural930. Después vino el «largo» e inflacionario siglo xvi.
Mientras que en Europa oriental los terratenientes obligaban a los trabajadores
a volver a la tierra a causa de que la expansión de la producción de cultivos para
el mercado lo requería, Inglaterra tomó el camino de la ganadería (que requería
menos mano de obra) y del incremento de la eficiencia de la producción de
labrantío (que requería menos mano de obra). Lejos de desear el cultivo directo
de sus posesiones, los grandes terratenientes buscaban arrendatarios, y preferían
como inquilinos «granjeros capitalistas» antes que «campesinos» 931. Dado que
esto era desventajoso para muchos en las áreas rurales ¿por qué no se resistieron
más los campesinos? Hilton argumenta que eran demasiado débiles para

929
«Inglaterra resistió sin grandes daños la calamidad de los cercamientos [del siglo xvi]
tan sólo porque los Tudor y los primeros Estuardo usaron el poder de la Corona para frenar el
proceso de mejora económica hasta que éste resultó socialmente soportable: empleando el
poder del gobierno central para aliviar a las víctimas de la transformación, e intentando
canalizar el proceso de cambio para hacer menos devastador su curso.» Karl Polanyi, The great
transformation, Boston, Beacon Press, 1944, p. 38.
I4!
«Las caídas de tenencias en manos del señor no se debieron simplemente a que la
población no consiguiera reemplazarse a sí misma naturalmente [...] La pobreza [...] —no la
falta de tierra, sino la falta de equipo y de reservas monetarias— puede haber sido un factor
[en la entrega de tenencias], no incompatible con un impulso hacia las ciudades o hacia la
industria rural.» Rodney H. Hilton, «A study in the pre-history of English enclosure in the
fifteenth century», Studio in onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, i,
pp. 678- 679.
931
«La reserva señorial podía ser arrendada a agricultores capitalistas en gran escala, que
obtenían la mayor parte de sus ingresos de los productos de la tierra, y no de su propiedad. Para
los terratenientes este método era preferible desde cualquier punto de vista. El agricultor
capitalista tenía una base de capital mayor que la del campesino, y no estaba tentado, como el
campesino, de prestar mayor atención a su propia granja, a expensas de las tierras arrendadas
al terrateniente. Por consiguiente, se ve por qué el terrateniente prefería dar arriendos limitados
a un pequeño número de agricultores capitalistas en vez de a un gran número de campesinos.»
Habakkuk, Anuales ESC, xx, p. 650.
Formación de clase y comercio internacional 357

resistir932. Encontramos una confirmación de esto en la observación de C. S. L.


Davies de que hubo relativamente más resistencia campesina en el «primer»
siglo xvi que en el «segundo», mientras que si la dureza de las condiciones fuera
suficiente para explicar las explosiones campesinas, hubiera ocurrido lo
contrario. Sólo a partir de 1590 los aumentos en la renta se adelantan a los
incrementos de precios. Davies da dos tipos de explicación a esto: por una parte,
el concepto de renta variable era relativamente nuevo, y por lo tanto escandaloso
en el «primer» siglo xvi, mientras para el «segundo» los campesinos estaban ya
habituados al concepto 933. Y segundo, y tal vez más interesante, los «yeomen
no fueron afectados negativamente por los cercamientos» 934.
Hagamos ahora una comparación de la suerte que les correspondió a los
yeomen en Inglaterra y Francia durante este mismo período. Aquí Davies señala
que fue la carga de los impuestos lo que llevó más directamente a la revuelta
contra la autoridad central, y que esta carga fue menor en Inglaterra que en
Francia a causa de las menores dimensiones del Estado, una burocracia
relativamente menos venal, y en consecuencia menos extractiva, y la debilidad
institucional de las regiones, que reducía el peso del aparato de Estado,
eliminando a la vez focos de rebelión935.
Finalmente, echemos un vistazo a un último contraste, las revueltas
campesinas en la Inglaterra del siglo xvi y las del siglo xvn. Tawney señala que
éste es un contraste entre su «frecuencia [...] a mediados del siglo xvi» y su
«comparativa rareza doscientos años más tarde», aunque la misma causa
potencial, los cercamientos, estaba presente936. Tawney argumenta que las
agitaciones agrarias del siglo xvi «marcan la transición de las revueltas feudales
del siglo xv, basadas en la unión de todas las clases de una localidad contra el
gobierno central, a aquellas en que una clase se opone a otra a causa de una
oposición de intereses económicos» 937.
¿Qué es entonces lo que estamos diciendo? Parece que el siglo xvi,
particularmente el período entre 1541 y 1640, es un período de formación de
clase, una clase agrícola capitalista (cuyos miembros más ricos reciben el
nombre de gentry y los más pobres el de yeomen). El proceso social de
consolidación de las tierras en esta época en Inglaterra, implica crecientes

932
«En los siglos xui y xiv las comunidades campesinas inglesas ha
bían sido capaces de gran resistencia, incluso de resistir con éxito a los ataques de los
terratenientes contra su condición. Si permitieron que se les expulsara en los siglos xv y xvi
fue porque los cambios económicos y sociales
habían destruido la cohesiónque había sido su fuerza
en el pasado.» Hilton, Studi in onore di Armando Sapori, p. 685.
933
Véase C. S. L. Davies, Anuales ESC, xxiv, p. 35.
934
Sin embargo, «éste no era en absoluto el caso, evidentemente, de
aquellos que tenían que vivir de sus salarios, ni el de aquellos pequeños
arrendatarios que tenían que complementar sus medios de vida con salarios adicionales en ei
trabajo agrícola o industrial. Ellos perdieron mucho durante este período». Ibid., pp. 36-37.
935
Véase ibid., pp. 54-55. Véase Tawney, The agrarian problem, páginas 340-342.
”* Ibid., p. 321.
'« Ibid., p. 322.
358 Immanuel Wallerstein
ingresos para esta clase en general, incluyendo sus miembros menores, a la vez
que el principio de la creación de un proletariado, que en su mayor parte no está
aún asentado firmemente en las ciudades, sino que más bien son «vagabundos»,
trabajadores asalariados estacionales con parcelas de subsistencia, y
lumpenproletariado en las ciudades.
El aparato de Estado no era una fuerza independiente, fuerte y coherente,
sino el campo de batalla de dos tendencias conflictivas: las personas de estatus
tradicional alto, que en el mejor de los casos se iban adaptando parcialmente a
las nuevas posibilidades económicas, y los elementos en alza (cualquiera que
fuera su origen en términos de estatus tradicional, y cualquiera que fuera su
riqueza relativa en el presente), que presionaban hacia una total
comercialización de la vida económica.
Mientras que estos dos elementos buscaban y a veces recibían la asistencia
del Estado, ninguno estaba seguro de que tuviera algo que ganar de un aparato
de Estado muy fortalecido, en gran medida porque cada una de las partes temía
que la otra dominara la burocracia del Estado. La política de «bienestar social»
cumplió la función de preservar el orden e interferir el juego pleno de las fuerzas
del mercado. Facilitó la transición, y en consecuencia supuso ventajas para todas
las fuerzas en juego.
La posición de Inglaterra en la economía-mundo fue precisamente la que
hizo posible este juego de equilibrios. Estaba protegida de una excesiva
interferencia extranjera por la lucha de las dos grandes potencias militares:
España y Francia. No estaba lastrada por obligaciones interiores 15°. Era libre
por tanto para realizar su especialización económica, especialmente gracias a
las materias primas de Europa oriental, suministradas en parte por su alianza
comercial con la república holandesa, que también buscaba cobijo de los
gigantes militares, y que «pagó los costos» de mantener la maquinaria comercial
mundial en funcionamiento. El aparato de Estado inglés era exactamente lo
bastante fuerte para preservar a Inglaterra de funestas influencias exteriores,
pero suficientemente débil como para no dar demasiada ventaja a los elementos
«tradicionalis- tas» o a los nuevos parásitos de la burocracia del Estado, de modo
que ni los unos ni los otros fueron capaces de devorar totalmente el excedente
de las fuerzas más productivas. En breve, era una cuestión de posición óptima:
aislamiento político relativo disfrutando de las ventajas económicas de la
economía-mundo, un relativo equilibrio de fuerzas interno que maximizaba la
paz interior, pero minimizaba los errores de un aparato de Estado excesivamente
poderoso.
¿Cómo ocurrió entonces la revolución inglesa?, podríamos preguntarnos.
Cabe decir ahora que estamos argumentando que la prueba del «éxito» de
Inglaterra durante esta era es que la revolución inglesa ocurrió cuando ocurrió
—ni antes ni después— y que las fuerzas del capitalismo moderno emergieron
claramente triunfadoras, a pesar de su supuesta «derrota» y 938 de una supuesta

938
«El final de la Edad Media en Inglaterra estuvo marcado por la contracción y no por la
expansión: el abandono del largo sueño de conquistar Francia, y, lo que es particularmente
Formación de clase y comercio internacional 359

«restauración» de lo antiguo. Para valorar esta cuestión del momento,


deberemos observar tres fenómenos relacionados: las políticas de alianzas en
esta era, los esquemas de emigración, y las llamadas crisis comerciales de la
primera época Estuardo. Esto nos permitirá hablar de las «cuestiones reales»
que forman el telón de fondo de la revolución inglesa.
H. R. Trevor-Roper insiste en que el conflicto esencial era el existente
entre la corte y el campo. Si este es su punto clave, entonces ha ganado, porque
sus presuntos oponentes —por ejemplo, Stone y Hill 939— han aceptado esta
cuestión. El problema, no obstante, no está aquí. El problema es saber qué juego
político llevaba entre manos la corte, cómo se relacionaba este juego con la
transformación social y económica que estaba transcurriendo, y en qué formas
era causa y consecuencia del papel de Inglaterra en la economía-mundo europea.
El aparato de Estado, la corte, era simultáneamente protagonista del drama
y agente mediador, un vector de fuerzas diferentes. Esto se aplica a todas las
llamadas monarquías absolutas. Equilibraban fuerzas, servían como agentes de
poder, efectuaban compromisos. Pero uno de los resultados a los que aspiraban
era fortalecerse, convertirse en absolutos de hecho y no meramente en la teoría
y en las aspiraciones.
Dada la ambigüedad de su papel y de sus objetivos, la corte era ambivalente
acerca de la aparición de elementos capitalistas. Por una parte, la Corona
cortejaba a la «burguesía», es decir, al conglomerado de los terratenientes
capitalistas y los granjeros en buena posición, los profesionales (abogados,
clérigos, médicos), los comerciantes ricos 940. «Perseguido por el miedo a las
revueltas feudales»941, como dice Tawney, el Estado vio en ellos aliados para
sus propios fines. Pero la corte, en último término, estaba dominada por la
aristocracia, el rey el primero entre ellos —antiguos aristócratas, hombres que
acababan de conseguir sus títulos y los valoraban tanto más debido a ello, gentes
al servicio del rey que aspiraban a la nobleza—, y la corte no podía ver con
entusiasmo la erosión del sistema jerárquico de estatus del que ella era la
cumbre. Y no lo hizo. Cuidó amorosamente el sistema, lo reforzó, lo elaboró, lo
pagó. Las cortes del Renacimiento eclipsaron en brillantez a todas las demás
que Europa había conocido.
Su necesidad de dinero y de aliados políticos llevó a la corte a ulteriores

significativo, una marcada reducción en Irlanda del área bajo control inglés, del área de
lenguaje y civilización ingleses. Lo gaélico regresa una vez más, lamiendo como las aguas de
un lago los muros de las ciudades: Dublín, Waterford, Cork, Galway, últimas avanzadas del
angloirlandés anterior. A comienzos del siglo xv, con la rebelión de Owen Glendower, Gales
consiguió una temporal cuasi independencia; aunque fue derrotado y aplastado, Gales
permaneció en un resentido alejamiento, inabsorbido. Ni supuso ningún progreso real la
integración en el edificio del Estado de ■Cornwall o de las marcas escocesas, en donde ”no se
conocía a otro rey que a un Percy”.» A. L. Rowse, «Tudor expansión: the transition from
medieval to modern history», William and Mary Quarterly, 3.* serie, xiv, 3, julio de 1957, p.
312.
939
Stone, Encounter, xi, p. 73; Hill, Puritanism and revolution, p. 28.
940
Véase Tawney, Essays in economic history, i, p. 176.
151
Tawney, Proceedings of the British Academy, p. 211.
360 Immanuel Wallerstein
empresas de comercio y comercialización. Su necesidad de estabilidad y
deferencia la llevó a sentirse intranquila respecto a los agresivos éxitos de la
nueva clase. En la medida en que era competente para ello, la corte intentó frenar
el proceso acelerado de transformación capitalista, incrementando al mismo
tiempo el centralismo político de las instituciones estatales. En ésto no hubo
diferencia entre la Inglaterra de los Tudor y la Francia de los Valois o la España
de los Habsburgo. La diferencia residió en el transfondo histórico y la posición
internacional en el siglo xvi, que hicieron que la nueva clase capitalista inglesa
fuera relativamente más fuerte y más capaz de absorber en su seno franjas muy
amplias de la vieja aristocracia.
Muchos escritores señalan que alrededor de 1590-1600 existió un momento
crítico en la política de Inglaterra. Tawney escribe:

Pocos dirigentes han actuado con menos remordimientos que los primeros Tudor, sobre la
máxima de que las bases del poder son económicas. Habían hecho del aumento de las
posesiones reales [ i iemesne] y de la protección del cultivador campesino, dos de las piedras
angulares de la nueva monarquía. En los años finales de Isabel, la primera política se estaba
desmoronando de mala manera, y la última, siempre impopular entre los grandes terratenientes,
suscitaba una oposición cada vez más tenaz942.

Con el paso del tiempo el peso de las decisiones de la Corona iba


inclinándose a favor de los granjeros capitalistas, en oposición a la aristocracia
como tal943. Estos últimos, para poder sobrevivir, empezaron a asimilarse cada
vez más a la «gen- try ascendente», y por lo tanto, desde el punto de vista del
campesinado, se hicieron cada vez más explotadores944. Por lo tanto las
relaciones entre el señor y el campesino se fueron haciendo más tenues, y ya no
resultaba probable que los campesinos respondieran a peticiones de lealtad
vertical regional en los conflictos nacionales 945. La propia burocracia de la
Corona estaba, no obstante, haciéndose desmesurada y «despilfarradora», un
proceso que tenía sus límites naturales, como argumenta Trevor-Roper 946.
Entonces, concuerdan Stone y Tre- vor-Roper, hacia 1590 el exceso de gastos
obligó a su reducción. La paz en Europa (el intervalo entre 1598 y 1618) redujo
los costos para todos los Estados947. En Inglaterra la venta de títulos por Jacobo

151
¡bid., p. 216. Véase Tawney, Essays in economic history, i, páginas 176-177.
943
Véase Stone, Crisis of the aristocracy, pp. 124, 133.
944
Véase Tawney, The agrarian problem, pp. 191-192. Tawney concluye: «La brillante era
que comienza con Isabel destaca como un relámpago contra el fondo de miseria e inmundicia
social [...] Lo único que saben los campesinos es que quienes cobran sus rentas son más duros»
(p. 193).
157
Véase ibid., p. 229.
l5!
«Una economía en rápida expansión puede traer muchas anomalías, muchos abusos.
Podía traer incluso, estando en expansión, el increíble derroche de las ornamentales y
parasitarias cortes e Iglesias del Renacimiento. Estando en expansión: pero ¿cuánto tiempo
podía durar esta expansión? Las quiebras estaban comenzando a aparecer ya hacia 1590.» H.
R. Trevor-Roper, «The general crisis of the seventeenth century», en The European witch-
craze of the 16th and llth centuries and other essays, Nueva York, Harper, 1969, pp. 68-69.
947
Véase ibid., p. 69.
Formación de clase y comercio internacional 361

I incrementó los ingresos 948°, y así se evitó la crisis. Se evitó la crisis pero la
extravagancia aumentó, a causa de la lógica ambivalente de la política de la
Corona 949.
Un siglo de gobierno Tudor puede no haber causado una tan marcada
declinación en la posesión de tierras por los nobles como pensó originalmente
Tawney. Parece que todo lo que pasó en último término es que las posesiones
reales fueron parcialmente parceladas y entregadas a granjeros capitalistas no
pertenecientes a la nobleza950. Los beneficiarios del gobierno Tudor fueron sin
duda quienes, nobles o no, pudieron dominar la nueva economía 951. Los juegos
malabares de los Tudor los mantuvieron en la cresta de la ola. Pero el «largo»
siglo xvi se aproximaba a su final. Y las tensiones de sus contradicciones se
sentirían bajo el gobierno de los primeros Estuardo. Este es el punto que subraya
Trevor-Roper:

Incluso en la década de 1590, una burocracia mucho menos cara y más eficiente
consiguió salvarse solo por la paz: ¿cómo podía este sistema mucho más
escandaloso [de los Estuardo y otros monarcas europeos de la época] sobrevivir
si la larga prosperidad del siglo xvi o la salvadora paz del xvn fallaban?
De hecho, en la década de 1620 ambos fallaron a la vez. En 1618 una crisis
política en Praga puso en movimiento a las potencias europeas [...] Mientras
tanto la economía europea [...] se vio súbitamente sacudida por una depresión,
la universal «caída del comercio» de 1620952.
De modo que nos volvemos una vez más al funcionamiento del sistema
mundial. La reacción de Inglaterra a la llamada «crisis del siglo xvn» fue un
tanto diferente de la de otros países. Fue por esto por lo que pudo entrar en la
era del mercantilismo con mucha mayor fuerza. Un aspecto de esta fuerza fue
el elevado grado de comercialización de la agricultura, un proceso que hemos
venido describiendo. La otra faceta fue su «industrialización ».
John Nef argumenta que Inglaterra sufrió una «revolución industrial
prematura» en el período 1540-1640, y que en comparación Francia no 953.

948
Véase Stone, Economic History Review, xvm, p. 39.
949
Cuando Isabel trató de responder a la crisis económica de la década de 1590, la
misma aristocracia se vio amenaza. Véase Stone, Crisis of the aristocracy, pp. 124, 133. No
dispuesta todavía a elimar «el sostén que sólo una aristocracia podía ofrecerle» (Tawney,
Proceedings of the British Academy, p. 212), la Corona renovó y aumentó su extravagancia.
Véase Trevor-Roper, The European with-craze, p. 69.
Véase R. W. K. Hinton, «Letter to the editor», Encounter, xi, 1, julio de 1958, pp. 74-
75.
951
Véase Stone, Encounter, xi, pp. 73-74. Incluso si es cierto que, como sostiene J. P.
Cooper, «no hay todavía pruebas suficientes de que la riqueza total en tierras de la nobleza
fuera menor [en 1642 que en 1559]» (Encounter, xi, p. 74), es probable que la tierra se
desplazara hacia aquellos nobles que se habían orientado de cara al mercado capitalista.
952
Trevor-Roper, The European witch-craze, p. 70.
953
Véase John U. Nef, «A comparison of industrial growth in France and England from
1540 to 1640», en The conquest of the material world, Chicago (Illinois), Univ. of Chicago
Press, 1964, pp. 144-212. Véanse, sin embargo, las reservas de P. J. Bowden sobre esta
hipótesis, en Agravian History, iv, pp. 608-609. Un balance más favorable de las tesis de Nef,
362 Immanuel Wallerstein
Afirma que hubo tres desarrollos básicos en Inglaterra. Se introdujeron algunas
industrias previamente conocidas en el continente, pero no en Inglaterra
(fábricas de papel y pólvora, fundiciones de cañones, fábricas de alumbre y
vitriolo verde, refinerías de azúcar, fábricas de salitre y latón). Se importaron
nuevas técnicas del continente, especialmente en minería y metalurgia.
Finalmente, los ingleses hicieron su propia aportación positiva a la tecnología,
especialmente en conexión con la sustitución de la madera por el carbón 954. Más
aún, Nef argumenta que «la inversión de capital, junto con la inventiva técnica,
se orientaron como nunca antes en la dirección de la producción por la
cantidad» 955. Si, no obstante, se le pregunta a Nef el por qué de este súbito paso
de Inglaterra de ser un país industrialmente «estancado» a ser un país
relativamente avanzado, Nef ofrece principalmente una explicación geográfica.
El amplio mercado interior, un prerrequisito para la concentración industrial,
era posible «por las facilidades para un transporte acuático barato que Gran
Bretaña, en virtud de su posición insular y sus buenos puertos, disfrutaba en
mayor grado que ningún otro país europeo excepto Holanda» 956 957 958 959 960 961
962 963
. Sin duda esto es cierto, pero, dado que la geografía era la misma en siglos
anteriores, nos quedamos en la duda de por qué la repentina eclosión.
Lo que sí parece claro es que existió una eclosión: en la tecnología
industrial, en el grado de industrialización, y correlativamente en la población.
K. W. Taylor, al observar la duplicación de la población inglesa bajo el gobierno
de los Tudor, ofrece dos explicaciones: la paz doméstica y la nueva geografía
del comercio mundial, que cambió la localización de Inglaterra en el «mundo»
y por lo tanto acabó con la concentración de su población en el sur y en el este.
«Como una planta en una maceta, abandonada largo tiempo en un alféizar y
después transferida a un jardín, la economía de Inglaterra echó nuevos brotes y
ramas» 964. La explicación geográfica de Taylor, que habla de la posición de
Inglaterra en relación con la economía- mundo, frente al argumento de Nef

en una fuente francesa, se encuentra en Gastón Zeller, «Industry in France before Colbert», en
Rondo Cameron, comp., Essays in French economic history, Homewood (Illinois), Irwin Inc.,
1970, pp. 128-139.
954
La producción de carbón de Newcastle subió de 30 000 toneladas anuales en 1563-64 a
500 000 en 1658-59. Véase Braudel, Civilisation maté- rielle, p. 281.
955
John U. Nef, «The progress of technology and growth of large- scale industry in Great
Britain, 1540-1640», en Conquest of the material world, Chicago (Illinois), Univ. of Chicago
Press, 1964, p. 136.
956
Ibid., p. 142. Véase Nef nuevamente: «Inglaterra obtuvo su inde
pendencia y poder económicos crecientes gracias a la fenomenal expan
sión del comercio a lo largo de la costa y del realizado por tierra y a
lo largo de los ríos. Esta expansión fue posible mediante la vigorosa
explotación de los recursos y mercados naturales de la isla de Gran
Bretaña, tan rica en minerales y buenas tierras y tan bien provista de
puertos que hacían posible el envío de mercancías por mar, a costos relativamente bajos, a
cualquier puerto de las islas británicas.» War and
human progress, p. 111.
964
K. W. Taylor, «Some aspects of population history», Canadian Journal of
Economic and Political Science, xvi, agosto de 1950, p. 308.
Formación de clase y comercio internacional 363

acerca de sus ventajas geográficas internas, resulta más satisfactoria, dado que
aborda un elemento que precisamente cambia en el siglo xvi. Más aún, si
recordamos la nueva importancia del comercio báltico y atlántico, el
razonamiento resulta aun más fortalecido. Aún así, y por sí mismo, resulta
insuficiente para explicar la disimilitud respecto a Francia. Tal vez tengamos
que buscar en el interior de Francia factores que le impidieran sacar el mismo
partido que Inglaterra de la nueva geografía.
Nótese además que la duplicación de la población de Inglaterra fue
selectiva, porque supuso no sólo un crecimiento demográfico sino también una
inmigración de calidad y una emigración favorable. Por una parte, tenemos la
tan señalada entrada de artesanos continentales —pañeros de Flandes,
metalúrgicos alemanes, etc—, cuya llegada se atribuye usualmente a la
agitación de las guerras de religión. Pero si fueron a Inglaterra es porque, como
argumenta G. N. Clark, Inglaterra se había convertido en «el lugar en que el
capital y la gestión empresarial podían obtener una mayor remuneración» m.
Recordemos, no obstante, que el fin de la era isabelina fue un momento de
tensión económica y social: excesivos gastos de la corte, crecimiento de la
población combinado con los cerca- mientos, y de ahí el crecimiento del
vagabundeo. Como F. J. Fisher nos recuerda, los contemporáneos consideraban
a la Inglaterra isabelina «como un país en el que la presión de la población estaba
llevando gradualmente a muchos a la pobreza y posiblemente disminuyendo el
ingreso per cápita nacional» m.
Existen dos formas de abordar el problema del excedente de población en
el seno de un país: desplazarlo de las ciudades (es decir, segregarlo
geográficamente), o directamente sacarlo del país. En la Inglaterra de los Tudor
y los Estuardo, se intentaron los dos métodos. Por una parte, las leyes de pobres,
las «leyes contra los pobres», como las llama Braudelm, les empujan hacia las
áreas rurales, hacia un modo de vida marginal. Por otra parte, es precisamente
en estos momentos cuando Inglaterra empieza a pensar en la colonización
ultramarina, en primer lugar en Irlanda, más o menos desde 1590, después en
Norteamérica y las Indias Occidentales. En el caso de la emigración externa, el
atractivo para los emigrantes era la movilidad social m. Malowist sugiere que
busquemos una explicación de la segunda ola de expansión europea, que
364 Immanuel Wallerstein
comien- za a finales del siglo xvi —la de Inglaterra, Holanda, y, en menor
965 966

medida, Francia—, no sólo en los factores comerciales, citados a menudo, sino


en la necesidad de disponer del excedente de población. Señala que muchos
consideran a la expansión demográfica un estímulo a la expansión económica,
pero nos recuerda que existe un punto óptimo. «Las situaciones económicas
difíciles y ciertas situaciones sociales desfavorables al progreso económico
parecen, por tanto, crear condiciones que favorecen la emigración, incluso la
más arriesgada» 967. Una vez más, sólo los óptimos pueden ser considerados en
un país «prematuramente superpoblado»968. Como Inglaterra, Francia exportó
su población, a España en los siglos xv y xvi (para reemplazar a los moriscos
expulsados), más tarde a las «islas» de América, y mató a muchos en la
persecución de los protestantes 969. A finales del siglo xvm, sin duda la
población de Francia estaba de nuevo equilibrada 970. Pero tardó mucho más que
Inglaterra en llegar a ese equilibrio y fue a costa de una guerra interna que
fortaleció a algunas fuerzas desfavorables y ahuyentó a las favorables
(desfavorables y favorables, claro está, para la transformación industrial). Estas
ventajas del desarrollo inglés quedan claras con la salida de la crisis económica
europea de la década de 1620. No obstante, antes de tratar este punto debemos
observar lo que ocurrió en Francia entre Cateau-Cambrésis y la crisis.
Para Frank C. Spooner, «la década 1550-1560 es decisiva [para
Francia]»971. Viene marcada por una súbita escasez de oro que hace que la
atención de Francia se centre en la exploración de Africa, y lleva a un desarrollo

965
Clark, Wealth of England, p. 51. Véase Edward Taube, «Germán craftsmen in England
during the Tudor period», Journal of Economic History, iv, 14, febrero de 1939, pp. 167-168.
Una descripción de las diversas formas en que los inmigrantes flamencos «alteraron los
patrones de la vida inglesa, a la vez en cuestiones básicas y triviales», se encuentra en John J.
Murray, «The cultural impact of the Flemish Low Countries on sixteenth and seventeenth
century England», American Historical Re- view, LXII, 4, julio de 1957, pp. 853 ss. En este
período se produce también la primera inmigración galesa importante a Inglaterra. Véase Bin-
doff, Tudor England, p. 24.
1.1
Fisher, Económica, xxiv, p. 16.
1.2
Braudel, Civilisation matérielle, p. 56. G. N. Clark señala: «A partir del año de la
Armada Invencible, la Corona intentó detener el desarrollo de Londres, primero mediante leyes
del Parlamento, después mediante proclamas, comisiones y procedimientos judiciales.» Wealth
of England, p. 94.
966
Véase Stone, Past and Present, 33, pp. 32-33.
114
Malowist, Annales ESC, xvn, p. 929.
968
Braudel, Civilisation matérielle, p. 37. Lublinskaya señala que esto ya fue sostenido
por A. de Montchrétien en 1615. Véase French absolu- tism, p. 132.
969
Sin embargo Pierre Goubert sostiene que la población francesa creció de forma
estable durante el siglo xvi, pese a las guerras de religión. «Recent theories and research in
French population between 1500 and 1700», en D. V. Glass y D. E. C. Eversley, comps.,
Population in history, Londres, Arnold, 1965, p. 465.
970
Sin duda la gran epidemia de 1628-1633 contribuyó en este sentido. Véase J.
Meuvret, «Demographic crisis in France from the sixteenth to the eighteenth century», en D.
V. Glass y D. E. C. Eversley, comps., Population in history, Londres, Arnold, 1965, p. 509. La
peste también hizo estragos en Alemania e Italia.
17
‘ Frank C. Spooner, «A la cote de Guinée sous pavillon franjáis (1559-1561)», Studi in
onore di Armando Sapori, Milán, Istituto Edit. Cisalpino, 1957, II, p. 1.001.
Formación de clase y comercio internacional 365

de las regiones marítimas occidentales. Marca el ascenso de París como centro


financiero (contrapuesto a Lyon, que declina definitivamente hacia 1570) > 79.
Más aún, viene marcada por la explosión de las guerras civiles de religión en
las que se vería envuelta Francia durante el resto del siglo. Este doble desarrollo
(de las regiones marítimas y París), y las guerras de religión, no carecen de
relación.
La inflación afectó a los ingresos de la nobleza, particularmente de la baja
nobleza que vivía de rentas fijas. Pero los campesinos no se beneficiaron de ella,
como normalmente podría esperarse, debido a la devastación producida por la
guerra civil. Una importante consecuencia fue el enorme incremento de la
importancia del aparato de Estado, no sólo por la enorme expansión del
arrendamiento de impuestos que se dio en esta época, sino también porque los
nobles que deseaban sobrevivir económicamente buscaron refugio financiero en
su incorporación a la corte lso.
Francia, en esta época, se veía frente a un problema importante, al intentar
reorientarse en el nuevo mundo europeo tras Cateau-Cambrésis. No era ni carne
ni pescado, pues ya no era un imperio, pero tampoco era aún una nación-Estado.
Estaba organizada mitad y mitad para el transporte terrestre y el marítimo. Su
aparato de Estado era a la vez demasiado fuerte y demasiado débil.
Existen dos terrenos en los que esta ambigüedad de opciones puede verse
claramente. Uno es el del comercio, el otro la política y la religión. La realidad
de las zonas económicas de comercio no encajaba con las fronteras políticas.
Esto era cierto en alguna medida en toda Europa, por supuesto, y en alguna
medida es siempre cierto, pero resultaba particularmente descarado en el caso
de Francia, especialmente comparando a Francia con sus grandes rivales
económicos futuros: Inglaterra y el norte de los Países Bajos. Emile Coornaert
describe así la situación a principios del siglo xvi:
En la región que, a grandes rasgos, va desde París y la curva del Loira al
Mediterráneo, Francia formaba parte de una zona económica que estaba aún
marcadamente bajo la influencia de los italianos, principales hombres de
negocios, maestros en las técnicas comerciales, desde finales de la Edad Media,
en toda Europa occi- 972 973 dental. Gracias especialmente a ellos, esta zona era
la más desarrollada desde el punto de vista de la organización y los modos de
trabajo. En Francia, el polo, y al mismo tiempo el puerto de salida de esta parte
del país, era Lyon, que le ponía en contacto con el sur y el centro del continente
y contribuía de forma bastante activa a sus relaciones con el noroeste. Este
último, que incluía el norte de Francia y el frente marítimo francés de poniente,
los Países Bajos, Inglaterra y el margen renano del imperio, constituía otra zona.
Su centro era Amberes, que controlaba los contactos con el norte de Europa y,
en grán medida, con Alemania. Desde el punto de vista de las técnicas, estaba

972
Véase Braudel, La Méditerranée, i, p. 449. Véase Emile Coornaert, «Les échanges de la
France avec l'Allemagne et les pays du Nord au xvr siécle», Revue d’Histoire Economique et
Sociale, xxxv, 3, 1959, página 244.
973
Véase Henri Hauser, «The characteristic features of French eco- nomic history from the
middle of the sixteenth century to the middle of the eighteenth century», Economic History
Review, IV, 3, octubre de 1933, páginas 261-262.
366 Immanuel Wallerstein
en camino de llegar al nivel de la zona meridional de Europa 974.
Esta división económica significaba que Francia estaba más lejos de tener
una economía nacional que Inglaterra, y mucho más cerca que España. Pero
mientras que el problema de España era que formaba parte de un conjunto
mayor, el imperio de los Habsburgo, que, al menos bajo Carlos V, no controlaba
en realidad, el problema de Francia era que a partir de 1557 se veía atraída al
menos en tres direcciones. El corazón político del país —a grandes rasgos el
noroeste, incluyendo la capital— se veía atraído hacia una zona continental, la
economía que había sido dominante en el «primer» siglo xvi, es decir, estaba
ligada a Amberes e incluso después de su declinación 975. El noroeste y oeste de
Francia se veían atraídos hacia la nueva economía-mundo y su comercio
atlántico y báltico 976.

1,1
Coornaert, Revue d'Histoire Economique et Sociale, xxxv, p. 242.
«El hecho de que Amberes continuara atrayendo poderosamente a los franceses, mucho
tiempo después de 1550, se explica por la fragmentación económica de Francia, país cuyo
equipamiento industrial todavía era además en gran medida insuficiente.» Jan Craeybeckx,
«Les frangais et Anvers au xvi" siécle», Anuales ESC, xvn, 3, mayo-junio de 1962, página 548.
Nef sostiene, de hecho, que se trataba de una insuficiencia creciente: «[Los] cincuenta años de
rápido crecimiento de la industria inglesa [1550-1600] fueron en Francia un período de
retroceso.» Conquesl of the material worid, p. 146.
,8J
Véase J. H. Parry, «Colonial developments and international rivalry outside Europe, i,
America», New Cambridge Modern History, m, R. B. Wernham, comp., The Counter-
Reformation and the price revolution, 1559-1610, Londres y Nueva York, Cambridge Univ.
Press, 1968, p. 530. H. A. Innis señala que: «En la primera mitad del siglo xvi, las flotas
pesqueras en el Nuevo Mundo habían pertenecido principalmente a Francia.» The Cod
fisheries, New Haven (Connecticut), Yale Univ. Press, 1940, página 49. Tanto los puertos del
Canal como los de Vizcaya se dedicaban a ello. El comercio era tan extenso que podía mantener
«la producción de un excedente de pescado seco para el mercado inglés».
De forma similar, Jeannin señala: «En las expediciones marítimas francesas al Báltico, el
primer papel corresponde [...] seguramente a Dieppe [...] Los barcos franceses que cruzan el
Sund en el siglo xvi proceden en su gran mayoría de Normandía, y entre los normandos predo-
Formación de clase y comercio internacional 367
El sur de Francia estaba desarrollando el sistema de métayage que discutimos
previamente, como parte del movimiento general del Mediterráneo cristiano
hacia la producción primaria, hacia una agricultura capitalista orientada a la
exportación977.
Para Henri Hauser esta variopinta asociación de actividades y orientaciones
creó una «feliz situación en la que [Francia] podía prescindir de sus vecinos,
mientras que éstos no podían prescindir de ella» 978. Incluso quiere llamar a esto
«autarquía». En mi opinión se trata exactamente de lo contrario, de una situación
en la que Francia es una suma de fuerzas económicas centrífugas. El deseo de
contrarrestar este fraccionamiento es lo que lleva a los controladores del aparato
de Estado a moverse tan espectacularmente para reforzarlo, para crear el Estado
más fuerte de Europa, que se convertiría bajo Luis XIV en el mismo modelo,
para sus contemporáneos y para la historia, de la monarquía absoluta.
Una de las fuentes cruciales del dilema económico de Francia surge de un
cambio en el sustrato tecnológico de la economía-mundo europea. Para apreciar
su importancia, debemos primero analizar algunos datos contradictorios sobre
los costos relativos del transporte marítimo y terrestre en la Europa
preindustrial. Por una parte está el argumento frecuente, y aparentemente obvio
de que en la Europa preindustrial «el transporte terrestre era aun
extraordinariamente caro, y las naciones que tenían mejor control del comercio
marítimo se aseguraban una mayor rapidez en el crecimiento económico» 186.
Más aún, como sugiere Kristof Glamann, la teoría de los círculos que se
ensanchan como resultado de las relaciones económicas se aplica
particularmente al comercio marítimo. De hecho, dice, «el comercio
internacional [vía rutas marítimas] resulta en muchos casos más barato y más
fácil de establecer que el comercio doméstico» 187. Por otra parte, Wilfrid Brulez

mina la gente de Dieppe.» Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschafts- geschichte, XLIII, p.
329.
El extenso comercio francés con Escocia tenía dos segmentos: un comercio de Normandía
en el que se exportaban manufacturas y servicios y un comercio de Vizcaya en el que se
exportaban sal y vino. Véase Lythe, The economy of Scotland, pp. 172-182. El primero era
muy similar al que los Países Bajos mantenían con Escocia en esa época. «Ambos [el norte de
Francia y los Países Bajos] tenían sus propios productos vegetales distintivos, ambos tenían un
nivel de técnica industrial relativamente alto, ambos servían como puntos de venta de bienes
exóticos procedentes de tierras más lejanas» (pp. 174-175).
1,4
«Tal como se practicaba, el métayage parece ser un modo de producción esencialmente
capitalista, que respondía a las necesidades de los propietarios burgueses.» G. E. de
Falguerolles, «La décadence de l’économie agricole dans le Consulat de Lempaut aux xvu' et
xviii' sié- cles», Armales du Midi, LIII, 1941, p. 149. De Falguerolles sostiene que el origen de
este sistema debe buscarse en las deudas acumuladas por los pequeños tenedores de tierra a
consecuencia de la subida de los impuestos reales y de la inflación de los precios a finales del
siglo xvi. Véanse páginas 142-146. Considera que el sistema imponía una enorme carga a la
tierra, al requerir que ésta posibilitara: 1, el pago de impuestos mediante exportaciones de trigo;
2, los pagos de renta a la burguesía (reparto del grano, hortalizas, productos animales, ladrillos,
cosecha de otoño, primeros frutos de un árbol); 3, la subsistencia de los hombres y el ganado.
La combinación de estas tres cargas condujo a la catástrofe hacia el siglo xvm: «agotamiento
de la tierra, ruina de la burguesía, miseria de la población rural» (p. 167).
1!S
Hauser, Economic History Review, iv, p. 260.

13
368 Immanuel Wallerstein
señala:
En el siglo xvi [. . . ] el transporte terrestre mantenía un papel primordial.
Este hecho es indisputable en el caso del comercio entre los Países Bajos e
Italia: aunque contaban con Amberes, una salida marítima de primera
categoría, y lo que es más, un centro mundial, los Países Bajos mantenían
la aplastante mayoría de sus relaciones comerciales con Italia por vía
terrestre. [El comercio marítimo] entre los dos países existía, pero su
importancia no pasó de mínima 979.
La situación parecía ser diferente en el siglo xvn. ¿Qué había pasado? Muy
simple. Parece que, aunque hubo mejoras tecnológicas, tanto en el transporte
marítimo como en el terrestre, en esta época, la repercusión de las mejoras fue
diferente, hasta el punto de que «para bienes muy pesados y voluminosos el
transporte por agua era el más económico en todas las circunstancias [con la
excepción de ganado vivo]»980 981. El desarrollo del fluyt holandés, al que nos
referimos anteriormente, fue probablemente de una importancia clave en este
aspecto. A la inversa, en el siglo xvi el transporte terrestre seguía siendo un
medio más barato, más eficiente y más seguro para el trasporte de hombres,
manufacturas ligeras y de alto precio, y metales preciosos 19°.
¿Qué significado tiene esto para Francia? Ya presentamos la política del
«primer» siglo xvi girando alrededor de los intentos de Francia y España por
transformar la economía-mundo europea en un imperio-mundo. A pesar de las
exploraciones del Atlántico, estos intentos estaban orientados primariamente en
torno a las rutas terrestres. De hecho, esto puede haber sido una causa
suplementaria de su fracaso. La política del «segundo» siglo xvi gira en torno a
la creación de naciones- Estado coherentes capaces de obtener ventajas político-
comerciales en el marco de una economía-mundo no imperial. Estos intentos
estaban orientados primariamente a la máxima utilización de las rutas marítimas
(externas e internas). Las ventajas geográficas naturales de los Países Bajos del
norte y de Inglaterra les sirvieron muy bien en este caso. La política de Francia
era una tensión, a menudo no explicitada, entre quienes se orientaban hacia la
tierra y quienes lo hacían hacia el marm. La diferencia crítica entre Francia, por
una parte, e Inglaterra y las Provincias Unidas, por otra, era que en el caso de
estas últimas la orientación hacia el mar y el deseo de construir una organización

979
K. Berrill, Economic History Review, 2* serie, xil, 3, p. 357.
187
Glamann, Fontana Economic History of Europe, II, p. 7.
i*» wiifnd Brulez, Studi in onore di Amintore Fanfani, iv, p. 125. Además, añade Brulez,
parece que los mismos factores explican el que la mayor parte del comercio angloitaliano fuera
por tierra en esta época: «Ciertamente los textiles, que eran el corazón del comercio
angloitaliano, nunca usarpn la ruta marina excepto de forma secundaria, y a lo largo de todo el
siglo continuaron siendo transportados por tierra» (p. 126).
980
Glamann, Fontana Economic History of Europe, II, p. 31.
981
Véase Jacques Heers, «Rivalité ou collaboration de la terre et de l’eau? Position
générale des problémes». Les grandes voies maritimes dans le monde XV‘-XIXC siécles
(Commission Internationale d'Histoire Mari- time, VII' Colloque), París, SEVPEN, 1965, pp. 47-
50.
Formación de clase y comercio internacional 369

política y una economía nacional fuer- 982 tes eran compatibles, mientras que
para Francia, a causa de su geografía, estas opciones eran en cierto modo
contradictorias.
La primera pista marcada que tenemos de esto, surge de las controversias
religiosas y guerras civiles que sacuden a Francia desde la muerte de Francisco
II, en 1560, hasta la paz proclamada en el Edicto de Nantes de 1598.
Observemos brevemente alguna de las coordenadas geográficas y de clase
de la lucha religiosa. Mientras Francia estuvo orientada fundamentalmente a una
lucha con el imperio Habs- burgo y contó con Lyon como candidato a supremo
centro de comercio internacional, la tolerancia religiosa fue posible192. Después
de Cateau-Cambrésis esta necesidad internacional financiera de tolerancia
religiosa desapareció. Al mismo tiempo, la prosperidad de Lyon declinó, tanto
por su menor importancia como centro financiero como porque fue un
importante campo de batalla en las guerras de religión 193. Las guerras habían
unificado muchas fuerzas dispares, cuya política quedaba frecuentemente
separada de sus motivaciones originales, como suele ocurrir en medio del calor
de largas agitaciones políticas. No obstante, podríamos desenmarañar algunos
cabos. La narración de Hurstfield de los orígenes de las guerras civiles, en la
New Cambridge Modern History, es la siguiente:
En Francia, durante este período, la tensión entre la monarquía y la nobleza explotó en una
larga y sangrienta lucha. Por supuesto, es bien sabido que las guerras civiles de religión
tuvieron causas seculares no menos poderosas que las causas religiosas [...] El movimiento
calvinista en Francia, al principio, a mediados del siglo xvi, se había asentado entre mercaderes
y artesanos, y sus primeros mártires —como en la Inglaterra mariana— procedían de las capas
más humildes. Pero cuando empezaron las guerras civiles en 1562, la nobleza, tanto la alta
como la provincial, se había unido a él, y de hecho había tomado su control. Sus
contemporáneos en 983

982
Véase al análisis que realiza A. L. Rowse de cómo el Estado francés no supo responder
a mediados del siglo xvi a los intereses de los grupos orientados hacia el mar: «En la década
de 1550 intérlopes franceses mostraban creciente actividad en las Indias Occidentales. Pero por
la tregua de 1556 Francia aceptó la petición de Felipe II de que se prohibiera este comercio
excepto bajo especial licencia suya, licencia que no sería fácilmente obtenible, podemos
suponer. Los capitanes franceses se negaron a aceptar esto, pero carecían del apoyo de su
gobierno. Compárese con Inglaterra bajo Isabel: el hecho de que Inglaterra fuera protestante
fue una ventaja inestimable; nos dejó las manos libres, y no nos vimos obstaculizados ni
contenidos como lo fueron los franceses. Por el tratado definitivo de Cateau-Cambrésis (1559)
Enrique II renunció, en aras de la unidad católica, a toda empresa francesa en América del Sur
[...] ¡Lo que Francia perdió a causa del miserable (y ortodoxo) Valois! La antorcha pasó a
manos del almirante Coligny, el líder hugonote, exponente verdadero y con una visión de largo
alcance de los intereses de Francia.» The Elizabethans and America, Nueva York, Mac- millan,
1959, pp. 7-8. Sin duda es necesario prescindir del entusiasmo protestante de Rowse. Pero me
parece sólida la descripción del conflicto interno entre los diferentes grupos en Francia, y de
sus consecuencias para el papel francés en la economía-mundo. La cuestión sobre el
protestantismo, como ya hemos analizado al tratar de su decadencia en Polonia, es que quienes
tenían intereses en el nuevo empuje de las na- ciones-Estado operando en una economía-mundo
tendían a encontrar coherente el ser protestantes, simbolizando de esta forma una oposición al
poder imperial y la Weltanschauung de los Habsburgo, quienes se hallaban particularmente
ligados a la Contrarreforma a partir de Cateau- Cambrésis.
983
«En 1552, para cubrir los gastos de la expedición a Alemania, el Rey, o más bien
370 Immanuel Wallerstein
Francia reconocieron la importancia de distinguir entre ambas alas del
movimiento describiendo a uno de los grupos como «hugonotes de religión», y
al otro como «hugonotes de Estado». Estos últimos representaban mucho más
que una distinción religiosa. Representaban la ya vieja hostilidad de las familias
gobernantes de la Francia provinciana al poder de París; a la Corona y su aliado,
la Iglesia católica; y por encima de todo a los Guisa, la familia más
estrechamente identificada con esta Iglesia y más furiosamente opuesta a los
objetivos e intereses de aquellas casas nobles provinciales y a menudo en
decadencia. (El uso tradicional de la expresión «nobleza provincial» confunde
en parte la cuestión: la mayor parte de sus miembros hubieran sido considerados
en Inglaterra como pertenecientes no a la nobleza, sino a la familia de los
caballeros y la gentry.)984.
Hurstfield dibuja así un cuadro de Francia cercano al que Trevor-Roper
traza de Inglaterra, con el campo frente a la corte, y tal cuadro evoca la misma
falta de claridad que la analogía inglesa: ¿estaba la nobleza (o la gentry) en
«ascenso» o en «decadencia»? ¿Con arreglo a los intereses de quién actuaba en
la práctica el Estado?
Situemos junto a Hurstfield el cuadro que nos traza Koe- nigsberger en el
mismo volumen de la Cambridge History:
Después de la bancarrota de 1597, Enrique II extrajo otros siete millones de
libras, en impuestos extraordinarios, de sus infortunados súbditos. No obstante,
se había llegado al límite. Había revueltas campesinas en Normandía y el Languedoc.
Los nobles, aunque exentos de los impuestos, habían gastado sus ingresos e
hipotecado o vendido sus posesiones al servicio del rey en los grandes rescates
exigidos por la liberación de nobles prisioneros tras el desastre de San Quintín
(1557) [...]
En las ciudades, los pequeños artesanos y tenderos se habían visto golpeados
por la fuerte imposición y por el hundimiento periódico de la capacidad
adquisitiva rural que sucedía a las malas cosechas, como la de 1557. Los
jornaleros veían crecer los precios a mayor velocidad que los salarios, y cómo la
creciente influencia y rigidez de los gremios bloqueaban el avance de la mayoría
hasta la maestría [...]
Después de 1559 la nobleza se unió al movimiento en gran número, especialmente en
el sur [...]
Sólo [en 1573] la organización hugonote alcanzó su total desarrollo, en un
amplio arco que se extendía desde el Delfinado, a través de la Provenza y el
Languedoc, hasta Bearn y la Guyena. Al igual que en los Países Bajos, la revolución
triunfante tendía a quedar localizada, tanto por una alianza con los sentimientos
provinciales contra las interferencias del gobierno central como por las
esperanzas de la situación militar 985.

Tournon, recurrió no sólo a los italianos, sino a los hermanos Zangmeister, de Augsburgo, y a
Georg Weikman de Ulm, establecidos los tres en Lyon. El Rey tomó bajo su protección a estos
agentes de las finanzas alemanas antiimperialistas, garantizó su libertad religiosa, y les
prometió secreto.» Henri Hauser, Journal of European Business History, u, p. 247.
«En Francia la crisis de San Quintín fue seguida casi inmediatamente por el estallido de
las guerras de religión. La ciudad de Lyon quedó ahora particularmente expuesta, en razón de
su posición geográfica. Fue ocupada, sitiada y saqueada, por turno, por católicos y hugonotes,
y amenazada por todos los enemigos de Francia, con el duque de Saboya a la cabeza.» Hauser,
ibid., p. 255.
154
Hurstfield, New Cambridge Modern History, ni, p. 131.
985
H. G. Koenigsberger, «Western Europe and the power of Spain», New Cambridge
Formación de clase y comercio internacional 371

Como reacción ante esto, surgieron uniones locales católicas, haciendo


también hincapié en su identidad regional y sus aspiraciones a la (tradicional)
autonomía provincial. Los localistas de París se pusieron del lado de la Liga
Católica196. Más aún, ambos campos estaban ligados a fuerzas exteriores, los
hugonotes a Inglaterra y a los príncipes protestantes de Alemania, los católicos
a Roma y a los gobernantes de España y Saboya. «Así, todos los movimientos
revolucionarios del período estaban ligados a poderes e intereses exteriores a
sus fronteras nacionales» 197.
El rey Enrique III, intentando arbitrar en la lucha, acabó golpeando y
enfrentándose a ambos campos. En un sentido fue un brillante golpe táctico
intentar apaciguar el conflicto por medio del reconocimiento del pretendiente
protestante, Enrique de Navarra (Enrique IV), como sucesor suyo, con la
condición de que se hiciera católico. Fue entonces cuando Enrique IV lanzó su
famosa frase: «París vaut une messe.» Nótese que era París, no Francia, y que
fue Enrique de Navarra quien lo dijo.
Enrique IV cambió de campo, cosa que resultó fácil dado que sus
motivaciones eran diferentes a las de su base de masas. La nobleza entonces se
apartó en general del conflicto, y se hizo católica. Esto quitó el detonador al
conflicto religioso, y por tanto debilitó a la oposición política 198. También
frustró a las clases bajas, que se lanzaron a las iracundas pero relativamente
ineficaces jacqueries 199. Al final los hugonotes esta- 986 987
ban asentados regionalmente de forma más fuerte que nunca. Habían perdido
sus congregaciones en el norte y el este, y seguían siendo fuertes en el sur 988.

Modern History, m, R. B. Wernham, comp., The Coun- ter-Reformation and the price
revolution, 1559-1610, Londres y Nueva
York, Cambridge Univ. Press, 1968, pp. 281-282, 290. El subrayado es mío. Nótese que
Koenigsberger habla de la creciente influencia de los gremios. John U. Nef hace la siguiente
comparación: «Pero durante fines del siglo xvi y comienzos del XVII el sistema de los gremios
estaba comenzando a derrumbarse en Inglaterra, al mismo tiempo que se estaba extendiendo y
fortaleciendo en Francia.» Industry and government, p. 25.
987
Véase Koenigsberger, New Cambridge Modern History, m, páginas 302-303.
1,7
Ibid., p. 292.
m
«La religión fue la fuerza de unión que mantuvo unidos los intereses divergentes de las
diferentes clases y les proporcionó una organización y un aparato de propaganda capaces de
formar los primeros partidos verdaderamente nacionales e internacionales de la historia de la
Europa moderna; pues estos partidos nunca abarcaron más que una minoría de cada una de sus
clases constituyentes. Era a través de la religión como podían apelar a las clases bajas y a las
turbas para que expresaran la ira de su pobreza y la desesperación de su falta de trabajo a través
de fanáticos pillajes y bárbaras matanzas.» Koenigsberger, New Cambridge Modern History,
III, pp. 306-307.
l
” «Cuando los partidos perdieron su ímpetu revolucionario y el contenido social de su
retórica, rápidamente perdieron el apoyo de las cía-
ses bajas. Las devastaciones causadas por las guerras de la Liga, y la creciente miseria de los
campesinos franceses, produjeron un número creciente de movimientos campesinos dirigidos
contra los señores y sus rentas, contra el clero y sus diezmos, y contra los recaudadores de
impuestos y su taille; pero que no tenían en cuenta la religión o los partidos políticos. Estas
jacqueries culminaron en 1594-95 con el movimiento de los croquants, en la Francia central y
meridional. Estos libraron una batalla campal contra una liga de señores formada con el único
propósito de derrotarlos. Este y muchos estallidos similares en el siglo XVII arrojan una luz
372 Immanuel Wallerstein
Una de las extensiones subyacentes era claramente regional. Por una parte,
Normandía y Bretaña tendían a alejarse del resto; por otra, lo mismo sucedía
con la totalidad del sur, cuyo separatismo había permanecido latente desde su
derrota en el siglo xill. Las razones de esta ténsión eran en ambos casos que la
creación de una economía nacional fuerte servía más para limitar que para
ampliar las oportunidades de ganancia de los notables locales: la burguesía del
oeste marítimo, que pretendía usar su dinero para penetrar en el comercio
atlántico-báltico mejor que para construir una burocracia de Estado y un
ejército; los capitalistas terratenientes del sur, que pretendían un mercado
internacional libre. Los partidarios del centro no tenían una orientación
anticapitalista. Tenían una orientación esencialmente intermedia: fortalezcamos
primero el Estado y después vendrán las posibilidades comerciales.
Al igual que en Inglaterra, la monarquía estaba atrapada en la contradicción
de desear la creación de una economía nacional basada en nuevas fuerzas que
pudieran competir con éxito en la nueva economía-mundo, y constituir la
cumbre de un sistema de estatus y privilegios basado en fuerzas socialmente
conservadoras. Con el deseo de no elegir imprudentemente, el rey —tanto en
Francia como en Inglaterra— se sentía más a gusto en su vertiente aristocrática
que en el papel de introductor de lo nuevo. Lo que difería, no obstante, era que
en Inglaterra los elementos capitalistas nacientes, tanto rurales como urbanos,
sentían que tenían mucho que ganar de una economía nacional más fuerte.
Francia, sin embargo, tenía elementos mercantiles que sentían que estaban
siendo sacrificados a un París remoto, y una agricultura capitalista en el sur cuya
estructura y por lo tanto necesidades eran más cercanas a las de los terratenientes
de países periféricos como Polonia (que necesitaban una economía abierta por
encima de codo) que a las de los terratenientes ingleses en cuyos dominios
estaban creciendo las nuevas industrias caseras. En Inglaterra había un sentido
en el que el rey podía contar con que sus oponentes se refrenaran, dado que su
actitud «nacional» iba en pro de sus intereses «a corto plazo». El rey en Francia
no podía, y tuvo que usar medios más severos para mantener unificado el país;
de aquí la guerra civil, en la segunda mitad del siglo xvi, y el centralismo
burocrático, que aparecería en la primera mitad del siglo xvn.
El precio, no obstante, fue elevado. Las guerras de religión facilitarían el
ascenso del absolutismo, desde luego. Pero como añade Mousnier: «Al contrario
que en Inglaterra, el desarrollo del comercio, la industria y la burguesía se vio

sombría sobre la sociedad rural y el sistema fiscal en Francia; pero no tuvieron consecuencias
políticas hasta la revolución de 1789.» Ibid., p. 307.
Las jacqueries no resultan difíciles de explicar en vista de lo que Le Roy Ladurie describe
como «doble pauperización» sufrida por los niveles inferiores del campesinado del Languedoc
en los años 1550-1590: «la que afectó a los pequeños propietarios de tierras, cuyo número
aumentó a causa de la división de las tierras, sin que el ingreso real por unidad mostrara un
aumento que compensara la disminución de las dimensiones de las parcelas; y la que afectó a
los trabajadores asalariados, a consecuencia de la caída de los salarios reales». Paysans du
Languedoc, I, página 317.
200
Véase Koenigsberger, New Cambridge Modern Fistory, ni, p. 314.
Formación de clase y comercio internacional 373

frenado [/reiné]»989. Ni tampoco se había pagado todavía el precio totalmente.


La era de Luis XIII y Richelieu había de ser aun testigo de ulteriores costos. No
obstante, para calcular este precio, debemos ahora volver a la situación general
de la economía- mundo.
El siglo xvi «largo» tocaba a su fin. Y, así lo afirma la mayoría de los
historiadores, existe evidencia de que había una crisis. ¿Una o varias crisis?
Porque hubo una recesión económica en la década de 1590, una aún mayor en
la de 1620, y lo que algunos consideran el golpe de gracia alrededor de 1650.
No nos extenderemos excesivamente en la discusión acerca de las fechas, acerca
de si el punto de corte ideal es 1622, 1640 ó 1650. Spooner argumenta, de hecho,
que uno de los elementos claves a observar acerca de este «punto y divisoria
culminantes» del siglo xvi largo fue que el punto de inflexión «se extendió a lo
largo de un período de tiempo bastante amplio» 990. Hemos elegido como fecha
terminal, por diversas razones, la de 1640, pero no nos comprometemos a no
traspasar este límite. La cuestión fundamental, no obstante, es que, virtualmente
sin excepción, los historiadores aceptan la idea de que hubo algún tipo de punto
de inflexión crítico en esta época 991.
¿En qué consistió? En primer lugar, en una inversión de los precios, en la
terminación de la inflación de precios que había sostenido la expansión
económica de la economía-mundo europea. La tendencia de los precios no se
invirtió de golpe. Resulta crucial, para la comprensión de este período, y para el
subsiguiente desarrollo de la economía-mundo, ver que, en general, la inversión
ocurrió antes en el sur que en el norte, antes en el oeste que en el este, y antes
en las áreas marítimas que en el interior del continente 992. Existió un desfase, y
de no pocos años.
En España los problemas empezaron poco después de la derrota de la
Armada Invencible. No obstante, el comercio aún tuvo sus altos y sus bajos. Los
datos de Chaunu presentan el año 1608 como punto culminante del comercio
atlántico español. Después viene una etapa sostenida hasta 1622, que Chaunu

989
Mousnier, Les XVI’ et XVIV siécles, p. 103. El efecto económico negativo de las guerras
de religión resultó acumulativo, pues, como señala H. M. Robertson, «en los lugares en que las
condiciones económicas tomaron un giro desfavorable, el uso del Estado como mecanismo de
protección de los intereses existentes y amenazados se convirtió en una práctica común». En
Alemania, la multiplicidad de autoridades significó una reducción de los mercados y condujo
a la reemergencia de los gremios y de los monopolios urbanos. «En Francia, también, el poder
de los gremios había sido reforzado considerablemente hacia fines del siglo, con las ordenanzas
de 1581 y 1597.» «European economic deve- lopments in the sixteenth century», South African
Journal of Econo- mics, xvm, 1, 1950, p. 46.
990
Frank C. Spooner, «The European economy 1609-1650», New Cambridge Modern
History, iv, J. P. Cooper, comp., The decline of Spain and the Thirty Years’ War, 1609-1648/59,
Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1970, p. 69.
202
Excepto quizá René Baehrel, que va contra la corriente e identifica un ciclo de precios
que va de 1594 a 1689, en el que 1628-1655 es solamente el período intermedio. Véase XJne
croissance: la Basse-Provence rurale (fin XVI‘ siécle-1789), París, SEVPEN, 1961, pp. 50-57.
992
Véase Pierre Chaunu, «Le renversement de la tendence majeure des prix et des activités
au xvn' siécle», Studi in onore di Amintore Fanfa- ni, iv, Evo moderno, Milán, Dott. A. Giuffré,
1962, p. 231.
374 Immanuel Wallerstein
atribuye a las cualidades económicamente terapéuticas de la paz temporal 993,
seguida de un definitivo descenso. La derrota político-militar de la Armada
Invencible, no obstante, no hizo más que pinchar un globo, de paredes ya
excesivamente delgadas por el agotamiento de la base de recursos de la
prosperidad española. La explotación española de las Américas había sido
particularmente destructiva, una especie de caza y recolección primitivas
llevadas a cabo con una tecnología avanzada206. En este proceso, España agotó
las tierras y sus hombres. Más aún, España no sólo agotó la mano de obra india;
agotó en otras formas, como hemos visto, su propia mano de obra 207.
Una muy importante consecuencia fue la caída de la importación de metales
preciosos. Por ejemplo: la importación anual media de éstos a Sevilla,
procedente de las Américas, en el período 1641-1650, fue el 39 por 100 de lo
importado en el período 1591-1600, en el caso de la plata, y sólo el 8 por 100
en el del oro. La producción de metales preciosos había caído «víctima de la
inexorable ley de la disminución de los rendimientos marginales y la caída de
las ganancias 208. No obstante, dado que el comercio no disminuyó de repente
—de hecho siguió expandiéndose— la devaluación era inevitable.
Aquí supuso por primera vez una diferencia crucial la existencia de una
única economía-mundo de desarrollo nacional desigual. Los países del noroeste
de Europa devaluaron mucho menos que los de Europa del sur, centro y este 209.
Hablamos por supuesto de precios de los metales preciosos. René Baehrel tiene
una digresión muy brillante en la que demuestra que los cambios de los precios
de los metales preciosos no están relacionados necesariamente con las
variaciones de los precios, y que los hombres toman sus decisiones económicas
reales fun- 994 995 damentalmente en términos de estos últimos 21°. Resulta
significativo, no obstante, que haga esto en un libro dedicado a la discusión de
la economía de los siglos xvn y xvm. A. D. Lu- blinskaya señala que lo que

993
«La paz es quizá el secreto principal de este tan paradójico mantenimiento del tráfico
más allá de 1608-12 hasta 1619-22, de estos algo más de diez años que separan con una larga
vacilación el claro final de la fase de influencia de una prosperidad que ya no existe y el claro
punto de comienzo de la fase descendente del Atlántico español.» Pierre Chaunu, Séville et
l’Atlantique (1504-1650), vm (2 bis), La conjoncture (1593-1650), París, SEVPEN, 1959, p. 889.
Véanse también pp. 1404-1405.
206
«En el siglo xvi toda América había sido vista como un inmenso campo de recolección.
La recolección, ya se realizara transfiriendo simplemente a los circuitos comerciales riquezas
potenciales atesoradas mediante siglos de trabajo estéril, o escarbando los filones superficiales
o las tierras más cercanas a las rutas de transporte, sólo fue posible gracias a un intermediario,
gracias al sostén de la humanidad indígena. Pero el primer uso que se hizo de los indios con
este fin fue destructivo para los hombres, sin ningún cuidado para conservarlos, utilizados
como riquezas que no se intenta restablecer. De aquí el rápido agotamiento en cuarenta años
del área sembrada, en setenta años de toda la superficie. Hasta el punto de que las grandes
plantaciones del siglo xvu tuvieron que hacer uso exclusivo de mano de obra importada.»
Chaunu, ibid., pp. 1422-1423.
995
Véase ibid., pp. 1423-1425.
2M
Spooner, New Cambridge Modern History, iv, p. 79.
205
Spooner deja esto perfectamente en claro en ibid., cuadro 2 (página 86) y mapa 1 (p.
87). Inglaterra y Holanda son los países que más resisten a la devaluación; Polonia, Génova y
España, los que menos. Francia estaba tan sólo ligeramente mejor que España.
Formación de clase y comercio internacional 375

distingue al siglo xvn del xvi es precisamente el hecho de que, a partir de 1615,
por primera vez, existe «un movimiento independiente de los precios, que no
depende de las entradas de oro y plata»2n. Afirma que este hecho marca el final
de la «revolución de los precios». Ruggiero Romano insiste que la devaluación
se agrava súbitamente en los años 1619-1621: «Lo que importa es la intensidad
del fenómeno» 996 997 998. Había tal abundancia de dinero en 1619 que el interés
bajó a un 1,2 por 100, «la tasa de interés mínima absoluta de todo el período
1522-1625»999.
De la depresión general sólo escapan Holanda y en cierta medida
(inmediatamente veremos en qué medida) Inglaterra 1000. De hecho, Romano
argumenta que Holanda no sólo escapa, sino que, más o menos, 1590-/670 es
un período de expansión agrícola holandesa1001.
¿Por qué habría estado relativamente tan aislada la Europa del noroeste
contra los vientos de mala fortuna? Chaunu tiene una explicación que es un tanto
compleja. En el siglo xvi los precios en el noroeste de Europa aumentaron
menos marcadamente que en España, debido al retraso de tiempo en la llegada
de los metales preciosos. No obstante, el noroeste de Europa siempre obtenía
parte de sus metales preciosos a través del contrabando. La proporción de
metales preciosos introducidos por contrabando fue aumentando con el paso del
tiempo. Por lo tanto, el impacto inflacionario del oro y la plata de contrabando
estaba creciendo en porcentaje sobre el impacto total precisamente cuando los
precios españoles comenzaron a caer. «Los precios del norte de Europa, a causa
de su menor receptividad a los factores depresivos, tienden por tanto a

996
Véase Baehrel, Une croissance, pp. 2-20; también René Baehrel, «Economic et histoire
á propos des prix», en Eventail de l'histoire vivante: hommage á Luden Febvre, París, Armand
Colin, 1953, I, pp. 287- 310. Baehrel concluye así este artículo: «Marc Bloch recomendaba que
se prestara atención a las "pantallas sociales”. ¿Debemos hablar también de "pantallas
económicas”? Lucien Febvre me enseñó una vez que la objeción de Lutero contra las
indulgencias era que proporcionaban una falsa seguridad. ¿Podemos decir otro tanto de los
precios en metales preciosos?» (p. 310).
997
Lublinskaya, French absolutism, p. 15.
998
Romano, Rivista Storica Italiana, LXXIV, p. 522.
999
Ibid., p. 525. Romano toma sus cifras de Cipolla, «Note sulla storia del saggio
d’interesse», cuadro 3. Creo que Romano ha copiado mal la cifra de Cipolla: debería ser 1,1
por 100.
1000
Véase Ruggiero Romano, «Encoré la crise de 1619-22», Annales ESC, xix, 1,
enero-febrero de 1964, p. 33.
1001
Véase Romano, Rivista Storica Italiana, LXXIV, p. 516. Incidental- mente, Glamann
explica por qué termina eventualmente esta expansión. Señala que el papel del grano del
Báltico en Europa pierde significación a partir de 1650, y desde entonces el papel económico
holandés declina, a causa de la aparición de una nueva autosuficiencia en grano en el sur y el
oeste de Europa. Fontana Economic History of Europe, II, p. 42. Esto a su vez puede explicarse
en parte por una reducción de la población (quizá), y en mayor medida por el aumento tanto de
la productividad como de la extensión de tierra cultivable, que en el caso de la Europa
meridional era parte de su periferización. Además, en la contracción de la economía-mundo
europea entre 1650 y 1750, Inglaterra encontró rentable mantener sus altas balanzas
comerciales recuperando parte del comercio internacional de grano que en eras de mayores
beneficios había cedido a las áreas periféricas.
376 Immanuel Wallerstein
1002
aproximarse a los niveles de precios españoles » . Esto parece un poco traído
por los pelos, ya que para que fuera plausible tendríamos que asumir que no
hubo ninguna caída significativa en el suministro absoluto, ya no relativo, de
metales preciosos de contrabando, lo que, según puede inferirse de las cifras de
Spooner, probablemente no fuera cierto.
Pierre Jeannin parece estar más en lo justo al analizar la resistencia del
noroeste de Europa a las fuerzas depresivas como consecuencia de las ventajas
que esta región tenía en el seno de la economía-mundo1003. Cita la localización
geográfica (en el Atlántico y en el cruce de caminos entre los graneros y bosques
del nordeste y los países necesitados de sus exportaciones); las aptitudes
industriales (enraizadas en el pasado, como los tejidos ingleses y holandeses; o
en el potencial económico liberado por la extensión de la economía
internacional, como el hierro sueco). Más aún, la misma expansión de las
fuerzas productivas en el norte supuso un crecimiento continuo de la población
precisamente en un momento de decadencia demográfica de la región
mediterránea. Pierre Chaunu estima que entre 1620 y 1650 la población del
imperio pasó de veinte a siete millones, disminuyendo la población de Italia en
dos millones entre 1600 y 1650. Relativamente protegidas de esta caída
demográfica estaban Inglaterra y, esta vez, Francia 1004 1005.
Como fenómeno geopolítico, esto supuso el final del Atlántico español y el
establecimiento de un Atlántico europeo m. La guerra, cuya reanudación en 1624
señala de hecho un aplastante golpe a la economía española, comenzó con el
ataque holandés a la colonia portuguesa de Brasil, perteneciendo en aquella
época Portugal a la Corona española 1006. En términos del comercio asiático, y
en especial la pimienta, entre 1590 y 1600 los holandeses y los ingleses
invadieron lo que había sido hasta entonces un monopolio luso-español, lo que
explica el hundimiento de los precios de las especias 1007. Se puede fácilmente
comprender cómo los hombres de aquella era desarrollaron una teoría
mercantilista que les llevó a sentir que «el total de prosperidad del mundo era
constante, y [que] el objetivo de la política comercial [...] era asegurar para cada
nación individual la mayor parte posible del pastel» 1008.

1002
Chaunu, Séville, vm (2 bis), p. 90.
1003
«La "prosperidad” que disfrutaba el noroeste no es una forma de gracia concedida
por no se sabe qué poder misterioso; es el resultado de causas internas, entre las cuales un breve
resumen distingue rápidamente entre elementos estructurales y coyunturales.» Pierre Jeannin,
«Les comptes du Sund comme source pour la construction d'indices généraux de l’activité
économique en Europe (xvr-xvip siécles)», Revue Histori- que, ccxxxi, abril-junio de 1964, p.
325.
1004
Véase Fierre Chaunu, «Réflexions sur le tournant des années 1630- 1650», Cahiers
d'Histoire, XII, 3, 1967, pp. 259-260.
1005
Véase Lublinskaya, French absolutism, p. 52.
1006
Véase Chaunu, Séville, vm (2 bis), pp. 1535-1537, sobre el impacto que tuvo en la
economía española.
1007
Véase H. Kellenbenz, «Autour de 1600: le commerce de poivre des Fuggers et le
marché international de poivre», Armales ESC, xi, 1, enero- marzo de 1956, esp. pp. 23, 27.
1008
Glamann, Fontana Economic History of Europe, II, p. 5. ¿Es esto tan erróneo,
incluso desde la perspectiva actual? El punto de vista de H. M. Robertson es éste: «En el siglo
Formación de clase y comercio internacional 377

Pero de hecho no era constante. Por una parte, se podría argumentar que el
final del siglo xvi supuso para toda Europa el «hundimiento de la ganancia, la
desaparición de las rentas, el estancamiento económico» 1009. Pero es preciso
especificar. Romano insiste que el siglo xvi fue, «igual que los siglos XII y XIII,
un siglo de grandes ganancias agrícolas» 1010. Es la caída de las ganancias
agrícolas fáciles lo que explica el creciente papel de la agricultura capitalista a
gran escala basada en una mano de obra agrícola cada vez más obligada y peor
pagada, a finales del siglo xvn y en el xvm. Los comentarios de Romano resultan
apropiados:

Estos vastos fenómenos, que Fernand Braudel ha llamado por una parte «faillite»,
«trahison de la bourgeoisie», y por otra «réaction seigneuriale», no parecen ser,
observados de cerca, dos tipos separados y distintos, sino uno sólo: casi las
mismas personas, o al menos, los descendientes de una familia, que traicionaban
sus orígenes burgueses (y por encima de todo sus funciones burguesas), y
entraban en el sistema de la réaction seigneuriale, un fenómeno que al tratar el caso
italiano he llamado «refeudalización»1011.
Pero una vez más, como observa Romano, Holanda y en menor medida
Inglaterra son las excepciones.
No obstante, no debemos adelantarnos a nuestra narración. Resulta crucial
para comprender la era subsiguiente observar de cerca cómo Inglaterra y Francia
capearon las convulsiones de finales del siglo xvi «largo». La consolidación de
la economía-mundo europea que ocurriría en los siglos xvn y xvm se centraría
en torno a la competición entre Francia e Inglaterra por la primacía. Pero, en
cierto sentido, las cartas cruciales habían sido ya repartidas en el período 1600-
1640.
Cuando G. N. Clark intenta explicar el «notable» adelanto de la industria en
Inglaterra en el «segundo» siglo XVI, sugiere que la raíz yace en el comercio
internacional. Y cuando analiza el comercio internacional de Inglaterra en este
período encuentra tres contrastes fundamentales entre el final del período y su
comienzo: (1) aunque el comercio internacional de Inglaterra se expandió en
términos absolutos declinó en relación a la industria interna en cuanto a
cobertura de las necesidades de consumo; (2) aunque Amsterdam sucedió a
Amberes como eje de la economía-mundo europea, la relación de Inglaterra con
los Países Bajos cambió de ser de dependencia y complementariedad a ser una

xix hubo, quizá, una tendencia a minimizar o incluso a dar de lado los costos del progreso
económico; en la actualidad hay, quizá, una tendencia a prestarles una atención exagerada. En
el siglo xvi estos costos ocupaban un plano tan prominente como para que pareciera casi
axiomático que las ganancias de un hombre o de un país eran las pérdidas de otro; que una
mayor actividad aquí significaba menos empleos allí; que, como lo resume el proverbio
holandés, de een man zijn brood is de ander zijn dood.» South African Journal of Economics,
xvui, p. 46.
1009
Chaunu, Cahiers d'Histoire, xii, p. 264.
1010
Romano, Annales ESC, xix, p. 33. El subrayado es mío.
1011
Romano, Rivista Storica Italiana, LXXXIV, pp. 511-512. Sobre el carácter excepcional
de Holanda véase p. 512; sobre Inglaterra como una excepción más limitada, véanse pp. 517,
519.
378 Immanuel Wallerstein
relación de rivalidad; (3) el comercio exterior de Inglaterra se hizo mucho más
diversificado dentro de Europa, e Inglaterra inició un comercio sistemático con
Rusia, el Levante mediterráneo, el área del océano Indico, y las Américas 1012.
Antes del final del reinado de Isabel, no obstante, estos cambios no habían
ocurrido aún en una medida notable. Ni tampoco se desarrollaron de una forma
tan sencilla como sugiere Clark. Porque estos cambios alteraron el delicado
equilibrio social y político que habían intentado crear los Tudor tan hábilmente,
y dejaron al desnudo los intereses conflictivos que habían de desgarrar el
sistema político inglés. Abordemos cada uno de estos cambios por separado.
Sin duda es cierto que el comercio internacional declinó como proporción
del producto nacional bruto, y que esto podría ser interpretado como un signo
de la salud económica a largo plazo de Inglaterra. Pero así se pasa por alto el
hecho de que el propio proceso de industrialización interna hizo a la estructura
social de Inglaterra no menos, sino más dependiente de los avatares del mercado
mundial. Barry Supple señala que, a diferencia de lo que ocurriría en el período
posterior a la revolución industrial, el capital fijo jugaba un papel pequeño en la
economía industrial, y por lo tanto las fluctuaciones en la economía nacional no
venían causadas por un exceso de capacidad ni podían identificarse con las
fluctuaciones de una industria de bienes de capital. Las fluctuaciones del crédito
también tenían en aquel momento menor importancia que posteriormente. Por
tanto, la prosperidad del mercado doméstico era en gran medida función de las
fluctuaciones de las cosechas (inducidas por las variaciones climáticas) y de la
«demanda de ultramar, que era frecuentemente el determinante estratégico de
las alteraciones en la actividad interna» 1013. Y tales alteraciones fueron
políticamente cruciales, precisamente a causa del desarrollo industrial de
Inglaterra:

La producción de tela estaba suficientemente adelantada como para dejar de ser,


en general, un empleo marginal para una población predominantemente agraria.
De aquí que para el gobierno y para la comunidad en general la existencia de la
industria textil significara la perenne amenaza de un brote de malestar y
desórdenes en el seno de una clase sin tierra e incluso sin ninguna propiedad.
Esta situación contribuyó a la aparición de la ley de pobres isabelina e hizo que
generaciones de estadistas recelaran de apoyar el crecimiento industrial m.
¿Qué podía hacer entonces Inglaterra para garantizar la estabilidad
económica, y por lo tanto política? Una solución viene indicada por Supple:
retrotraerse aún más. F. J. Fisher observa que «Bacon consideraba el reinado de
Isabel como un período crítico durante el cual Inglaterra había dependido
peligrosamente del grano extranjero [...]» 1014. Con el tiempo este fue el camino

1012
Véase Clark, Wealth of England, pp. 103-107.
1013
Supple, Commercial crisis, p. 9.
m
Supple, ibid., pp. 6-7. Véase Astrid Friis, Alderman Cockayne's pro- ject and the cloth
trade, Copenhague, Levin & Munksgaard, 1927, p. 22.
1014
F. J. Fisher, «Tawney’s century», en Fisher, comp., Essays in the economic and social
history of Tudor and Stuart England, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1961,
pp. 4-5.
Formación de clase y comercio internacional 379

de desindustrialización que tomó la Italia del norte. Otra solución podía ser el
impulso hacia el exterior, superando la insuficiencia de los suministros por
medio de fuentes adicionales de éstos y la insuficiencia de la demanda por
medio de la creación de nuevos mercados 1015°. Este es el camino en el que se
estaban embarcando los Países Bajos del norte. Intentar una u otra solución
suponía tomar decisiones críticas en términos de la estructura social interna de
Inglaterra. Estas fueron precisamente las decisiones que los Tudor intentaron
evitar con todas sus energías. El resultado fue quedarse a mitad de camino. El
examen realizado por Lawrence Stone del volumen del comercio isabelino de
ultramar le lleva a la conclusión de que «la famosa expansión del comercio
durante el reinado de Isabel parece ser un mito piadoso»1016.
Si nos fijamos entonces en el grado en el que Inglaterra se había liberado de
la tutela económica holandesa hacia el año 1600, encontramos que, sin duda, el
proceso de control creciente por parte de la burguesía comercial inglesa del
comercio interno inglés se ha completado más o menos con actos tales como la
abolición de los privilegios hanseáticos primero en 1552 y definitivamente en
1558 1017. Esto benefició a monopolios cerrados como los Merchant
Adventurers23}. Los intereses de tales grupos yacían fundamentalmente en el
inestable equilibrio de permanecer a mitad de camino.
Cuando, bajo los Estuardo, otros comerciantes obtuvieron los derechos
legales para desafiar de forma más directa el papel holandés en el acabado
industrial de tejidos —el llamado proyecto de Alderman Cockayne1018 1019—,
fracasaron. Según Supple, este fracaso demostró que

la división internacional del trabajo por medio de la cual los holandeses teñían y remataban los
tejidos semimanufacturados de Inglaterra no era un fenómeno arbitrario sostenido por la
supervivencia artificial de las normativas de las compañías. Por el contrario, a principios del

250
A grandes rasgos, Fisher describe estas insuficiencias como sigue: «En la
producción primaria, los obstáculos a la expansión se encuentran principalmente en el campo
de la oferta, y en gran medida son consecuencia de las limitaciones de las técnicas de la época
[...]
»En los siglos xvi y xvu, al igual que en la Edad Media, los hombres no sólo buscaban en
la tierra su comida, sino también su bebida, su combustible, y materiales industriales básicos
como madera, lana, cueros, pieles y sebo [...] Bajo tales circunstancias, la expansión económica
y demográfica tendía a someter a la tierra a una presión que, en épocas posteriores y bajo
diferentes circunstancias, se iba a ejercer sobre la balanza de pagos [...]
»En la producción secundaria, por el contrario, el obstáculo a la expansión parece haberse
encontrado en el campo de la demanda y no en el de la oferta [...] En la mayor parte de las
industrias, el principal factor de producción era la mano de obra, y la mano de obra era a la vez
abundante y barata [...] El jornalero y el labriego, irregularmente empleados y pagados
miserablemente, eran malos clientes.» Ibid., páginas 3, 4, 6.
1016
Stone, Economic History Review, II, p. 50.
1017
«De forma simbólica, este último acontecimiento de 1598 era un signo de que
Inglaterra se estaba moviendo desde la periferia hacia el centro de un nuevo sistema de
comercio.» W. E. Minchinton, «Introduc- tion», The growth of English overseas trade in the
seventeenth and eight- eenth centuries, Londres, Methuen, 1969, p. 3. «Se estaba moviendo»,
pero no había llegado todavía. Esa es la cuestión.
1018
Véase Rich, New Cambridge Modern History, I, pp. 461-462.
1019
La descripción clásica se encuentra en Friis, Alderman Cockayne's project, p. 22.
380 Immanuel Wallerstein
siglo XVII reflejaba realidades económicas a las que Inglaterra solo se podía enfrentar bajo su
propia responsabilidad1020^.

Por tanto, las vacilaciones isabelinas en expandirse hacia el exterior podrían


no haber sido tan insensatas 1021. Los Tudor habían estado por tanto posponiendo
los conflictos sociales internos hasta haber fortalecido la autonomía política del
aparato de Estado, de forma que Inglaterra pudiera tener la fuerza necesaria para
tolerar el explosivo pero inevitable reajuste de las fuerzas políticas y sociales.
Finalmente, ¿hasta qué punto fue la era isabelina una era de diversificación
en ultramar? Desde luego, fue en esta época cuando los barcos ingleses
volvieron al Báltico y empezaron a hacer viajes al Mediterráneo, a Rusia, a
Africa. Y esta fue la época de la constitución de las primeras compañías con
carta de privilegios. Pero debemos tener cuidado de no exagerar. Por una parte,
Europa oriental estaba aún más íntimamente ligada a las economías de Francia
y España (vía Amsterdam) que a Inglaterra 1022, y, por otra parte, es el comercio
con Francia y las provincias holandesas rebeldes lo que sigue siendo
fundamental para Inglaterra en el período de Isabel 1023 1024.
Las realidades de la escena comercial inglesa son a la vez causa y
consecuencia de la política de los monarcas Tudor. Estaban con un pie a cada
lado m. La crisis económica internacional del período 1590-1640 convirtió esta
posición en algo cada vez más imposible, y por tanto la estabilidad política de
la monarquía y de los monopolios a los que ésta protegía empezó a ser cada vez
menor. La estabilidad no es siempre el summum bonum de todo el mundo. Para
algunos resultaba «irritante» 1025°. Hacia 1604, la irritación de los comerciantes
que querían aprovechar las posibilidades de la expansión comercial encontró su
expresión en diversas leyes sobre libre comercio que fueron llevadas al
Parlamento. El impulso inmediato probablemente vino de la paz con España,
que había abierto nuevas perspectivas de comercio, como normalmente ocurre
en estos casos, tanto eliminando ciertas obstrucciones al comercio como por el

1020
Supple, Commercial crisis, pp. 49-50.
1021
El mismo Stone admite: «Es muy significativo de la nueva estructura de la economía
inglesa el que los grandes mercados de consumo abastecidos por la producción en aumento
fueran las necesidades militares del Estado y los productos vitales básicos para las clases más
pobres.» Economic History Review, xvii, p. 108.
1022
Véase R. W. K. Hinton, The Eastland trade and the common weal in the seventeenth
century, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1959, páginas ix-x.
231
Véase Stone, Economic History Review, xvu, p. 51.
1024
«La estabilidad dependía de que se limitara el crecimiento del capitalismo, y en eso
consistió la política económica de la monarquía absoluta [...] [Al mismo tiempo] las
necesidades militares y estratégicas de la monarquía absoluta la llevaron en alguna medida a
favorecer el crecimiento del capitalismo industrial.» Manning, Past and Present, 9, página 49.
2,0
«A finales del siglo xvi resultaba ya inconveniente la estabilidad que había parecido tan
deseable una generación antes; al darse nuevamente las condiciones para la expansión
comercial, los sentimientos contrarios a tal expansión declinaron; y desarraigar los intereses
creados que se habían desarrollado gracias a las restricciones de la gran depresión se convirtió
en una de las tareas fundamentales del siglo xvu.» Fisher, en Carus-Wilson, comp., Essays in
economic history, I, p. 172.
Formación de clase y comercio internacional 381

desempleo, por así decir, de la anteriormente floreciente banda de corsarios1026.


Durante la siguiente década las cosas parecieron marchar bien para la
industria textil inglesa, que llegó a un máximo en sus exportaciones en 1614.
Pero había de ser, utilizando la frase de Supple, «un transitorio veranillo de San
Martín» 1027. A continuación vino una depresión económica «sin rival» que
«determinó una restricción permanente del mercado ultramarino para las
pañerías antiguas»1028. ¿Qué causó este súbito derrumbamiento? De hecho no
fue tan súbito, sino más bien, como dice R. W. K. Hinton, «un súbito
empeoramiento de una situación que llevaba ya deteriorándose cierto tiempo»
1029
. Lo que ocurrió fue que la devaluación de las monedas continentales
respecto a la inglesa creó unos términos de intercambio \terms of trade]
enormemente desfavorables, que «elevaron el precio de la tela [inglesa]
desplazándola de sus mercados [del norte y centro de Europa]» 1030. Esto creó
un flujo de metales preciosos hacia el exterior que se vió agravado por la
necesidad de grano extranjero a causa de las malas cosechas de 1621 y 1622
1031
. La dramática pérdida de metales preciosos «tuvo gran importancia en una
economía sencilla dependiente del suministro estable de moneda metálica
segura» 1032.
J. D. Gould argumenta que Inglaterra pagó entonces el precio de haber
«despilfarrado» su ventaja internacional en precios de 1550-1600 «en una pugna
en pos de privilegios». Consiguientemente, ahora que la ventaja de precios se
había visto invertida, «Inglaterra se vio cargada con una economía rígida, oli-
gopólica y de elevados costos, mal adaptada para competir con un rival [los
holandeses] que crecían basándose en los bajos costos, la adaptabilidad y el estar
al día» 1033. Los holandeses podían ahora introducirse en el propio comercio de
importación de Inglaterra 1034, y las exportaciones de textiles a Alemania y al

1026
Véase Friis, Alderman Cockayne's project, pp. 149-150.
1027
Supple, Commercial crisis, p. 29.
1028
Ibid., p. 52.
1029
Hinton, Eastland trade, p. 20. Véase Supple: «Pues es bueno recordar que sólo
podemos explicar todo el impacto de la depresión refiriéndonos a los daños causados por el
proyecto de Cockayne, el crecimiento de industrias rivales, las cargas financieras del paño
inglés, los disturbios provocados por las guerras en el continente, y los difundidos obstáculos
preexistentes a los comerciantes ingleses. Esto significaba que la economía, en cuanto se
produjera cualquier acontecimiento adverso, experimentaría aún otro de esos períodos de
extrema decadencia económica que constituyen perpetuos rivales históricos de la llamada "gran
depresión"». Commercial crisis, p. 64.
24s
Supple, ibid., p. 80.
244
Véase ibid., pp. 89-96.
1032
Ibid., p. 162.
1033
J. D. Gould, «The trade depression of the early 1620’s», Economic History
Review, 2.* serie, vil, 1, 1954, p. 87.
1034
Véase Hinton, Eastland trade, pp. 18-19. Véase también su análisis de un estudio
empírico concreto: «Los años de 1611 a 1618 fueron los únicos de nuestro período en que tanto
Inglaterra como las Provincias Unidas estuvieron en paz, y en los que, por tanto, sus barcos y
comerciantes compitieron a este respecto en igualdad de condiciones. Es evidente que,
compitiendo en los mismos términos, los holandeses establecieron rápidamente un absoluto
382 Immanuel Wallerstein
este de Europa se veían golpeadas tanto por la competencia holandesa como por
la local 1035.
Tanto los comerciantes como el gobierno se vieron alarmados. Los
comerciantes reaccionaron exigiendo más protección, por ejemplo la limitación
del derecho de los no ingleses a importar bienes a Inglaterra, el incremento de
la utilización obligatoria de barcos ingleses, la libertad para reexportar el grano
báltico, lo cual aumentaría el comercio de telas y suministraría metales
preciosos para la compra de grano1036. El gobierno tenía una perspectiva
bastante diferente. En primer lugar los intereses agrícolas, ampliamente
representados en el Parlamento, presionaban en pro de una prohibición de la
importación de trigo, a causa de sus necesidades de protección contra los bajos
precios 1037. En segundo, lugar, el gobierno se preocupaba de reconciliar sus
necesidades «de aliviar la pobreza local, para evitar motines y tumultos, y de
revivir el comercio, con el fin de mantener la estabilidad y el poder económicos»
1038
. Para hacer lo primero el gobierno se vio tentado por la solución adoptada
por los gobiernos de los países subdesarrollados del siglo xx: la creación de
empleos. Pero, como hoy en día, tal solución no era sencilla 1039. En vez de
ofrecer nueva protección, el gobierno tendió a liberalizar los monopolios, por
ver si tal medida podía revivir el comercio y la industria 1040. Pero no podía ir
muy lejos en esta dirección, ya que el mantenimiento de compañías
privilegiadas tenía demasiadas ventajas para el gobierno. Garantizaba la lealtad
de una burocracia casi pública que realizaba funciones consulares y aduaneras,
era una fuente de ingresos a través de préstamos e impuestos, e incluso
proporcionaba un sustituto de la armada como aparato protector del comercio
internacional 1041. «Las patentes y los monopolios, el encubrimiento de objetivos
egoístas bajo trivialidades verbo- rreicas, eran parte integral de la trama del

dominio comercial, sin duda gracias a sus fletes notablemente bajos. El año de 1615 es el
primero que vemos en los libros del puerto de Boston [Lincolnshire] [...] Encontramos que en
1615-1618 el valor de todos los bienes sólidos [es decir, excepto vino] importados de las
Provincias Unidas fue mayor que el de los bienes sólidos importados de todos los demás
lugares juntos, mientras que en cualquier otra época se había dado la situación inversa. De
forma similar, en el mismo período llegaron anualmente al puerto de Boston más barcos
procedentes de las Provincias Unidas que de todos los demás lugares juntos, lo que no sucede
en ningún otro año de la serie excepto 1628, un año de muy pequeño comercio [...] [Estos
hechos] respaldan la explicación dada en la época a la crisis de 1620, atribuyéndola al efecto
del comercio holandés sobre el comercio inglés de importación.» «Dutch entrepót trade at
Boston, Lines., 1600-1640», Economic History Review, 2.* serie, iv, 3, abril de 1957, p. 470.
1035
Hinton, Eastland trade, p. 45.
1036
Véase ibid., pp. 28, 31-32.
1037
Véase ibid., p. 29.
1038
Supple, Commercial crisis, p. 64.
1039
«Al intentar, con diverso éxito, encontrar medios para persuadir a los comerciantes
de que continuaran comprando paño en unos momentos en que afirmaban no poderlo vender
rentablemente en el exterior, el [Consejo Privado] se encontró metido en un avispero de
cuestiones polémicas.» Ibid., p. 237.
1040
Véase ibid., 68-69.
1041
Véase ibid., pp. 242-243.
Formación de clase y comercio internacional 383

gobierno de los Es- tuardo» 1042. Si el gobierno llegó a moverse algo en una
dirección antimonopolista fue de hecho tan sólo bajo la presión del Parlamento,
«vociferantemente representativo de los exportadores y de la baja gentry» 1043.
Tampoco los dioses fueron propicios a Inglaterra. El resurgir del comercio
en 1623-1624 se vio contrarrestado por la plaga de 1625, así como por una mala
cosecha. El reinicio de la guerra contra España, tan dañina para esta última,
como hemos visto, no supuso ventaja alguna para Inglaterra. La renovada
necesidad de grano llevó a otra crisis de la balanza de pagos 1044 1045. Así el
corazón tradicional de la industria inglesa llegó a encontrarse «en medio de una
prolongada historia de decadencia, dolorosa adaptación y sobreproducción
general»760. La interferencia de la Corona no resolvió el problema; sólo agravó
la situación al crear una «crisis de confianza mercantil»1046.
Aparentemente no era tan fácil para la industria textil inglesa reducir gastos.
Esto era en parte consecuencia de que los comerciantes estaban demasiado
estrechamente imbricados en el aparato de Estado para que la Corona pudiese
forzar a los industriales a conformarse con menos 1047. Además, los tra

1042
Ibid., p. 227.
1043
Ibid., p. 71.
255
Véase ibid., pp. 99-102. Véase W. B. Stephens: «Menos predecible a partir de las
fuentes bibliográficas es el hecho de que en muchos puntos de exportación los verdaderos años
de crisis fueron los años finales de la década de los veinte, mientras que el frenazo de los
primeros años de la década fue limitado, corto, y vino seguido de algo similar a una expansión.»
«The cloth exports of the provincial ports, 1600-1640», Eco- nomic History Review, 2.a serie,
XXII, 2, agosto de 1969, p. 241.
1045
Supple, Commercial crisis, p. 119.
1046
Ibid., p. 125.
1047
«El gobierno, desde un principio, se enfrentaba a una tarea imposible. Si se
reforzaban las exigencias legales los costos subirían en tal medida que se podría augurar un
desempleo general. Si un cambio en los métodos de producción era el resultado de la depresión
económica, como parece haber sucedido en la mayor parte de los casos, entonces no se podía
responder a ésta intentando limitar aquél. Dadas las técnicas industriales de la época, podrían
haberse dado casos en que el paño inglés estuviera perdiendo terreno en el exterior
fundamentalmente por sus malas condiciones. Pero parece haber habido muchos más ejemplos
en los que el proceso causal se invertía; y en este caso, desde el mo- mentó en que la
manufactura deficiente era tan sólo una forma limitada y sin perspectivas de reducir los costos,
las respuestas a los problemas de Inglaterra se encontraban en otras direcciones.» Ibid., p. 147.
384 lmm.anu.el Wallerstein
bajadores debían ser relativamente lo bastante fuertes como para oponerse
a la introducción de recortes significativos de sus salarios 1048. Por tanto la única
solución, aparte de la desindustrialización, era la de obviar los intereses creados
mediante el desarrollo de nuevas industrias. Fue así de hecho como Inglaterra
encontró su salvación industrial, en las llamadas «nuevas pañerías» 1049, que
disfrutaron de un auge considerable como materias de exportación precisamente
al decaer las «antiguas pañerías» 1050.
Había una segunda solución al dilema de los precios elevados: Inglaterra
desarrolló un comercio de reexportación. Y fue este aspecto de la política
comercial de Inglaterra lo que estimuló las dos más llamativas características
nuevas del siglo xvn: el interés en la expansión colonial y la rivalidad anglo-
holan- desa. Ambas tendencias cristalizarían después de la guerra civil, pero
ambas eran evidentes antes de ella 266.
Los nuevos productos requerían nuevos mercados, y fueron España y el área
mediterránea en general los más importantes de los nuevos campos para las
exportaciones de Inglaterra 267, un área relativamente libre de las obstrucciones
de los viejos monopolios ingleses 268. El mercado español, en particular, re-
ésta crecía. La hebra de lana no era ninguna excepción, y, como cualquier otra parte del animal,

1048
«Donde existía mano de obra sin cualificar barata y abundante, se podían
manufacturar a bajo costo bienes de baja calidad. Esto era especialmente aplicable cuando la
pobreza generalizada tipificaba una región en la que la producción de textiles proporcionaba
tan sólo un empleo secundario a los jornaleros dedicados a ella. El trabajo en un empleo del
que no se espera que produzca la totalidad de los medios de subsistencia es, normalmente, más
barato que en una ocupación a tiempo completo. Esta era la razón aducida por Adam Smith
que los paños más toscos fueran, históricamente, más baratos que los más finos. A comienzos
del siglo xvn las condiciones económicas en la Europa oriental se aproximaban a esta situación,
y esto significaba que esta área resultaba especialmente adecuada para la producción efectiva
de paño barato si se reducían las expectativas de calidad del mercado.» Ibid., p. 140.
1049
Las variedades de paño eran múltiples. Parece haber habido: a) de lana: cálidos y
pesados; es decir, paño ancho; en cuestión de fortaleza se recurría a las variedades enfieltradas
de lana; empleaban fibras rizadas de hebra corta; a menudo la hilaza era cardada, es decir,
enredada; la lana se abatanaba, es decir, se enjabonaba y se golpeaba la lana estando húmeda,
para hacerla más cálida, sólida y duradera; eran monótonos en su diseño, y adecuados para los
climas más fríos; b) «nuevos tipos» de paño, aún básicamente de lana: más estrechos y más
baratos; incluían carisetos, docenos y straits; constituyen el primer movimiento en dirección a
los nuevos mercados del sur; c) estambres propiamente dichos: hilados de lana cardada de
hebra larga; su fortaleza venía de la urdimbre y la trama; más ligeros que los paños anchos,
usaban menos lana para la misma longitud; no abatanados: adecuados para los climas
mediterráneos no tropicales; d) «nuevas pañerías» o «telas»: básicamente una variable de los
estambres; los más ligeros de todos; amplia variedad de formas; en ocasiones abatanados; a
veces la trama era de seda, lino o algodón; incluían bayes, sayes, sargas, perpetuanes,
stammetts, estameñas, rasolinas, fustanes y muchos otros. Véase Bowden, Wool trade, páginas
41-43; Friis, Alderman Cockayne's project, p. 2; Supple, Commercial crisis, p. 5; D. C.
Coleman, «An innovation and its diffusion: the "new draperies”», Economic History Review,
2.* serie, xxn, 3, diciembre de 1969, pp. 418423.
1050
La causa de este auge ha sido atribuida por P. J. Bowden a factores tecnológicos
antes que comerciales. El sostiene: «El pasto tenía una influencia mucho mayor que la
temperatura sobre la finura de vellón y la longitud de su hebra. Al mejorar la alimentación que
recibía la oveja,
Formación de clase y comercio internacional 385

aumentaba en longitud y grosor como resultado de la mejor alimentación [...] Los cercamientos
para la cría de ovejas hicieron más fácil la vida tanto de los granjeros como de las ovejas. Como
ya había señalado lord Erale, "al multiplicarse los cercamientos, las ovejas estuvieron mejor
alimentadas, y el vellón aumentó de peso y en longitud, aunque perdió algo de la finura de su
calidad”. Así, a lo largo de los siglos xvi y xvu hubo una disminución gradual de la oferta de
lana fina y corta producida en Inglaterra, y un aumento de la oferta de lana más larga y más
tosca.» «Wool supply and the woollen industry», Eco- nomic History Review, 2.* serie, xi, 1,
1956, pp. 4546. Supple replica que Bowden «no toma en cuenta ni la expansión de la industria
continental con la que debía medirse un producto inferior, ni el notable crecimiento de la oferta
de lana europea, sobre la que se basaba la industrialización en el continente. Además, la
competencia era más aguda no directamente en el mercado de más alta calidad, sino en el
mercado para textiles relativamente más bastos, que presumiblemente aumentaría en la medida
en que los bienes inferiores producidos en el exterior estuvieran sustituyendo al tradicional
paño ancho inglés. Fue una serie de cambios radicales en el mercado y en las ofertas
alternativas, y no sólo el deterioro de la industria inglesa, lo que tuvo tan infortunadas
repercusiones para las antiguas pañerías». Commercial crisis, p. 143.
M
Véase F. J. Fisher, «London’s export trade in the early seventeenth century», Economic
History Review, 2.* serie, III, 2, 1950, pp. 159-161.
247
«La creciente fortaleza de la economía inglesa en el medio siglo aproximado que
precede a la guerra civil, en nada se expresa más claramente que en sus relaciones con el
Mediterráneo. En este período la industria inglesa resolvió los problemas técnicos que hasta
este momento la habían mantenido atrás, e inundó los mercados del Mediterráneo oriental y
occidental con productos de lana, reduciendo incidentalmente a Turquía e Italia al papel de
suministradores de materias primas industriales.» Ralph Davis, «England and the
Mediterranean, 1570-1670», en F. J. Fisher, comp., Essays in the economic and social history
of Tudor and Stuart England, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1961, página
117.
m
Véase Fisher, Economic History Review, m, p. 336. Véase Bowden: «Los [viejos tejidos
de lana] eran más adecuados para llevarlos en el norte, el centro y el este de Europa, mientras
que los [nuevos tejidos de estambre] resultaban admirablemente apropiados para el cálido, pero
no sultaba atractivo a causa de «su inflación interna y sus compras coloniales»
1051 1052
. Inglaterra estaba empezando a consumir la carroña del imperio español.
Y al ir declinando la industria italiana, las exportaciones inglesas llenaron
parcialmente el hueco 1053°.
En cuanto a la colonización, hemos de recordar que durante un largo tiempo
no le fue necesario a Inglaterra (Francia u Holanda) implicarse en empresas
directamente coloniales. El tratado de Cateau-Cambrésis, sin duda en parte
como signo de cansancio de la expansión imperial, incluía una extraordinaria
cláusula que decía así: «al oeste del primer meridiano y al sur del Trópico de
Cáncer [...] ninguna violencia realizada por cualquiera de las partes a la
contraria será considerada como una contravención de los tratados» 1054. Este
concepto, conocido popularmente como «nada de paz más allá de la línea», fue
reafirmado en Vervins en 1598. Permitía, desde luego, la libertad de crear

tropical, clima mediterráneo. La fortuna de Inglaterra fue poseer casi un monopolio de la lana
de hebra larga.» Economic History Review, ix, página 57. Monopolio, en este caso, en el sentido
de falta de competencia, no en el sentido de restricciones legales a la entrada. Hacia mediados
del siglo xvii, la lana de hebra larga se había desarrollado en Irlanda, y a finales de siglo
también existía en cantidades limitadas en Holanda, Zelanda y Flandes. (Véase p. 53, n. 3.)
1052
Fisher, Economic History Review, m, p. 155.
2,0
Véase Charles Wilson, «Cloth production and international com- petition in the 17th
century», Economic History Review, 2.* serie, XIII, 2, 1960, página 212.
1054
Citado en Rich, New Cambridge Modern History, i, p. 467.
386 Immanuel Wallerstein
nuevas colonias, pero también la libertad del saqueo. Y durante
aproximadamente cincuenta años el saqueo fue mucho más rentable de lo que
hubiera sido la colonización1055. Por contraste, ésta parecía una aventura dudosa.
Se daba por supuesto que los españoles se habían apoderado ya de los buenos
lugares e «incluso los dinámicos isabelinos —y sin duda alguna la propia
Reina— eran conscientes de lo absurdo de hacer prospecciones al azar sobre un
vasto continente» 1056. Además, Inglaterra tenía a Irlanda como salida para los
emigrantes locales 1057.
Estas actitudes cambiaron durante el período posterior a 1600. Inglaterra
consolidó sus relaciones con Escocia uniendo ambos tronos en la persona de
Jacobo I. La colonización de Irlanda adoptó así una nueva importancia, tanto
para Inglaterra como para Escocia 1058. Irlanda quedó integrada en la división
británica del trabajo. Sus bosques fueron utilizados para suministrar madera a
Inglaterra1059. En el curso de los siguientes cien años se convertiría en

1055
«Los colonizadores [españoles del Nuevo Mundo] —ávidos de esclavos y bienes
manufacturados de todo tipo, con buenos recursos de metálico a su disposición, constreñidos
sin embargo legalmente a tratar con un monopolio rapaz e ineficiente— ofrecían un perfecto
mercado para los intérlopes, con considerable riesgo para entrar en él.» Parry. New Cambridge
Modern History, m, pp. 516-517.
John Maynard Keynes fue uno de los primeros en reconocer la importancia de la actividad
de los corsarios en el proceso de acumulación de capital en Inglaterra. Reprochó a los
historiadores de la generación anterior el haber dado de lado esta fuente fundamental de metales
preciosos: «Es característico de nuestros historiadores el que, por ejemplo, la Cambridge
Modern History no haga mención de estos factores económicos como configuradores de la era
isabelina y posibilitadores de su grandeza.» Treatise on money, II, p. 156, n. 1.
Webb describe el proceso como «tropezarse con una ganga una vez puesta en
movimiento». Es decir: «En vez de tomar el oro y la plata de su fuente, como habían hecho los
españoles, lo tomaban, sin muchas contemplaciones, una vez que los españoles se habían hecho
con él.» The great frontier, p. 196.
1056
Parry, New Cambridge Modern History, ni, p. 524.
2.4
Véase ibid., p. 526. Incluso en Irlanda, la actitud de Inglaterra se hizo más abierta en
esta época: Irlanda comerciaba ampliamente con España. Aunque esto creara disgusto y
sospechas en los ingleses, no intentaron reprimir el comercio. «Bajo Isabel Inglaterra fue, en
esta materia al menos, más liberal que en años posteriores. Los católicos irlandeses tampoco
se vieron sometidos a trabas económicas.» Cyril Falls, Elizabeth's Irish wars, Londres,
Methuen, 1950, p. 20.
2.5
Véase Lythe, The economy of Scotland, pp. 63-70. El consecuente intento escocés de
establecer colonias en Nueva Escocia fracasó en esta época, porque «a partir de 1603 Escocia
ya no tenía una política exterior independiente, no se había ganado todavía una franca buena
voluntad por parte de Inglaterra, y en Nueva Escocia chocaba con Francia, la única nación que
podía haber amparado sus ambiciones» (p. 75).
1057
En 1600 una octava parte del territorio irlandés estaba cubierta de bosques. Todos
ellos habían desaparecido prácticamente en 1700. Se obtuvieron rápidas ganancias de la venta
de madera para curtir el cuero, para la construcción naval, para hacer duelas y fundir hierro.
También se cortó madera con fines domésticos (materiales de construcción, leña). Además de
los motivos económicos, existió la consideración militar de eliminar pantanos y bosques en los
que los resistentes irlandeses no podían ser perseguidos por los jinetes ingleses. Véase Eileen
McCracken,
«The woodlands of Ireland circa 1600», Irish Historical Studies, xi, 44, septiembre de 1959,
pp. 273, 287, 289.
2,7
«Se ha supuesto generalmente que el auge en Irlanda de una industria del hierro
Formación de clase y comercio internacional 387

emplazamiento de una importante industria del hierro controlada por ingleses


1060
. E Inglaterra comenzaría a crear colonias en América del Norte. Parry
atribuye el cambio a la caída del prestigio español, y a la búsqueda de materias
primas: comida barata, especialmente pescado 1061 1062 1063, y suministros
estratégicos (madera, cáñamo y brea), cuyas fuentes bálticas podían verse
cortadas en tiempos de guerra. Por añadidura, las colonias serían un nuevo
mercado para las manufacturas, y un lugar al que exportar los pobres m. Sin duda
alguna todo esto es cierto pero exceptuando la consideración sobre el poderío
militar de España, todo hubiera sido cierto en gran medida un siglo antes. La
nueva carrera por las colonias en la que se embarcaron las tres potencias del
noroeste de Europa, ¿no es un simple indicativo de su competitividad? ¿No era
en gran medida una colonización preventiva, especialmente en la estela de la
decadencia de España?
El impacto de estas convulsiones internacionales forzó una crisis política en
Inglaterra. En mi opinión, Perez Zagorin ha captado con bastante precisión la
naturaleza del conflicto:

La génesis de la revolución inglesa no se encuentra en una lucha de clases —


dado que las fracciones dirigentes de ambas partes en la guerra civil incluían
gentes procedentes de la misma clase económica, cuyo desarrollo se había ido
produciendo de manera constante durante el siglo precedente. Más bien se
encuentra en un conflicto en el seno de esta clase entre los grupos gobernantes
de Inglaterra 28°.
Y esta guerra interna en el seno de la clase gobernante no simplemente se
vio forzada por las exigencias de la arena económica internacional, sino que fue
posible por una previa eliminación de dos grandes peligros a los que se
enfrentaba el sistema político inglés, como afirma Stone: «el campo [había
quedado] limpio de toda interferencia por parte de los pobres o de los españoles
[...]»28‘.

controlada por ingleses coincidió con una escasez de combustible en Inglaterra. Ahora parece
probable que fuera el costo del combustible, y no su escasez, la dificultad que acechaba a la
industria inglesa [...]
»Hacia finales del siglo xvi el combustible, junto con la mano de obra, era el componente
más caro de los costos de la industria inglesa [...] Durante el mismo período, en Irlanda era
mucho más barato.» Ibid., página 295.
m
En el período 1550-1600 los ingleses habían comenzado a desplazar a los españoles de
las pesquerías de Norteamérica, sobre todo a partir de 1580, cuando Dinamarca comenzó a
implantar un sistema de licencias para la pesca en aguas de Islandia. Hacia finales de siglo,
Inglaterra se había establecido en la península de Avalon. Sin embargo, hasta 1600- 1650
Inglaterra no estuvo plenamente establecida en Terranova y Nueva Inglaterra, pudiendo
apoderarse del mercado español. Véase Innis, The Cod fisheries, pp. 30-81.
1062
Véase Parry, New Cambridge Modern History, ni, p. 527.
1063
Zagorin, Journal of Economic History, xix, pp. 391-392. Este argumento es muy
similar al propuesto originalmente por Tawney: «Se trataba fundamentalmente de una lucha
entre economías de distinto tipo, que correspondían más estrechamente a peculiaridades
regionales que
divisiones sociales.» Essays in economic history, I, p. 186.
388 Immanuel Wallerstein
Existen dos cuestiones un tanto estúpidas en torno al desencadenamiento de
la guerra civil. Una es la de si fue o no inevitable. Ante la afirmación de Tawney
de que «la caída de la monarquía se vio acelerada por las medidas adoptadas por
los Tudor para preservarla» 1064, Trevor-Roper afirma que el problema
fundamental fue una administración despilfarradora, que podía haber sido
reformada por el Parlamento. «Ya que, por supuesto, la propia monarquía no
constituía obstáculo alguno. Es absurdo decir que tal política era imposible sin
una revolución» 1065.
Veremos en breve las consecuencias que tuvieron para Francia las reformas
administrativas que Trevor-Roper recomienda retrospectivamente al
Parlamento Largo. Pero la «inevitabili- dad» es una discusión sin sentido. Si un
elemento hubiera sido diferente, por supuesto que los resultados hubieran sido
diferentes. Pero si variamos uno, ¿por qué no dos o tres? La realidad es que la
guerra civil ocurrió de hecho, y la labor del investigador es explicarla.
La otra cuestión estúpida es la de si las «verdaderas» cuestiones que
dividían a Inglaterra eran o no las creencias sobre la libertad y la religión. Hexter
insiste que fueron éstas, y parece sentirse un tanto sorprendido de ver que tantos
de sus compañeros y antagonistas en la controversia estén de acuerdo (Hin- ton,
Stone, Pocock, Hill, Trevor-Roper, hablando por sí mismo y por Tawney). Les
da la bienvenida a su compañía de whigs 1066.

2.1
Stone, Economic History Review, xvn, p. 120. Seguramente, sólo en semejante ambiente
de relativa seguridad se puede encontrar el curioso cuadro de las compañías privilegiadas
[chartered compartiese volviéndose en contra de su benefactor, el Estado. Véase la explicación
de Robert Ashton: «Es difícil eludir la conclusión de que muchas de las compañías habían
llegado a una etapa de su desarrollo en la que se inclinaban a dar por garantizado un amplio
apoyo del gobierno, y a ser más conscientes de aquellas de sus metas que no habían alcanzado
que de las sustanciales ganancias que efectivamente habían conseguido. Desde tal mentalidad,
las aparentes violaciones de sus privilegios era muy probable que adquirieran a ojos de los
concesionarios una importancia desproporcionada.» «Charles I and the City», en Fisher, comp.,
Essays in the economic and social history of Tudor and Stuart England, Londres y Nueva York,
Cambridge Univ. Press, 1961, p. 151. Si la estructura social hubiera estado realmente
amenazada desde dentro o desde fuera, es difícil imaginar que las compañías privilegiadas se
hubieran permitido tales lujos.
2.2
Tawney, Proceeding of the British Academy, p. 212.
2.3
Trevor-Roper, The European witch-craze, pp. 86-87.
2M
Hexter, Encounter, XI, p. 76.
389 Immanuél Wallerstein
J. G. A. Pocock, al menos, se pone un poco a cubierto, insistiendo en que es un
«posmarxista» y no un neowhig 1067. Pero se trata de una discusión estúpida, ya
que por supuesto los protagonistas de la guerra civil expresaron muchas de sus
divisiones en términos ideológicos, que giraban en torno a la libertad política y
las perspectivas religiosas. Y por supuesto lo hacían en serio. Y por supuesto el
resultado de la guerra civil había de tener consecuencias para el sistema
normativo rector de la vida política inglesa.
Diseccionar las coordenadas ideológicas de un conflicto político y social,
no obstante, no es nunca significativo a menos que se pueda enraizar tal análisis
en las relaciones sociales prevalecientes en ese momento, y por lo tanto
comprender las exigencias ideológicas que implican estas relaciones. En realidad
el debate gira en torno a la totalidad de éstas relaciones, en torno a si deberían
mantenerse como están o cambiar en alguna dirección específica.
La guerra civil inglesa fue un conflicto complejo, como lo son todos los
grandes conflictos sociales. Uno de los mayores enfrentamientos era el existente
entre, por una parte, quienes subrayaban el papel de la monarquía, esperando
aferrarse así a un sistema de privilegios y sumisiones que se desvanecía 1068,
cuyo miedo a una revolución social pesaba más que cualquier otra
consideración, y estaban de alguna forma paralizados ante las forzadas opciones
de la economía-mundo; y, por otra parte, aquellos que daban primacía a la
prosecución de la comercialización de la agricultura, que daban la bienvenida a
un cierto cambio de los esquemas sociales, que veían escasas virtudes en las
extravagancias de la corte, y que se orientaban hacia la ma- ximización de la
ventaja de Inglaterra en la economía-mundo.
Volvamos a Francia, donde las cosas estaban igual, pero fundamentalmente
no eran iguales. Davis Bitton dice de los años 1560-1640 que fueron «una fase
crucial en la transición de la nobleza francesa de la Baja Edad Media a la nobleza
francesa del Antiguo Régimen» m. También lo fueron en Inglaterra. Pero qué
diferente fue la transición en Francia. En el gran debate entre Boris Porshnev y
Roland Mousnier —al que llegaremos en un momento—, Porshnev argumenta
en esencia que lo que ocurrió en Francia en esta era fue que «la venta de cargos
no trajo consigo el "aburguesamiento" del poder, sino una "feu- dalización" de
la burguesía» 288. A lo que responde Mousnier: «no existió nada semejante a un
orden “feudal-absolutista". En la medida en que existía una tendencia hacia el
absolutismo, estaba incorporada a una pugna contra el orden feudal. Lo que
quedaba del orden feudal tendía a paralizar el absolutismo» 289. Aunque pienso
que este debate es parcialmente semántico, y que, por lo demás, Porshnev lleva
en él la mejor parte, lo que sí que se puede decir es que Mousnier se aproxima
más a la verdad si se aplican sus razonamientos para explicar el caso de
Inglaterra y los de Porshnev para explicar el de Francia. Es decir,

“s J. G. A. Pocock, «Letter to the editor», Encounter, xi, 4, octubre de 1958, p. 70.


m
Véase Stone, Crisis of the aristocracy, pp. 349-351.
Bitton, The French nobility in crisis, Stanford (California), Stan- ford Univ. Press,
1969, p. 1
390 Immanuel Wallerstein
esquemáticamente y simplificando en exceso, se podría afirmar que en
Inglaterra la aristocracia salió perdiendo a corto plazo y ganando a largo plazo
al transformarse sus componentes en capitalistas burgueses, mientras que en
Francia la aristocracia ganó a corto plazo y perdió a largo plazo al obligar a la
burguesía a abandonar su función propia, y contribuyendo así al estancamiento
económico. Esto ocurrió así, planteamos nosotros, esencialmente en función de
sus diferentes relaciones con respecto a la economía-mundo.
Pero en primer lugar repasemos una vez más hasta qué punto ésta es una
definición justa del sistema social francés. Por razones que ya hemos trazado a
grandes rasgos, el Estado francés en 1600 era más fuerte que el inglés. Esto
quería decir que la burocracia era «para la burguesía el medio fundamental para
ascender en la jerarquía social» 29°, en medida mucho mayor que en Inglaterra.
A su vez esta venalidad conducía a un mayor interés de la burguesía en la
monarquía francesa291. Esto lleva a Mousnier a argumentar que en aquella época
había en Francia una situación de clase relativamente abierta 292. Pero el propio
Mousnier muestra lo difícil que era el ascenso. Señala 1069 1070 que para que un
roturier llegara al estatus de maitre des re- quétes eran necesarias
generalmente cuatro generaciones 1071. Yo creo que de hecho Porshnev capta la
situación de clase con mayor sutileza. No se trata tanto de que exista mucha
movilidad entre las clases como de que existen estratos de personas para quienes
el sentimiento de clase varía con arreglo a la situación concreta. El más
significativo de estos estratos es la burocracia de origen burgués, la noblesse de
robe:
En el momento en que un trabajador, que ha mantenido sus vínculos con su
pueblo, pierde su trabajo en la fábrica, se convierte de nuevo en campesino. De
la misma forma, cuando se intentaba arrebatar a los officiers sus derechos y
privilegios de propiedad, es decir, privarles de su estatus como nobleza
privilegiada, automáticamente caían virtualmente de nuevo a su estatus original
de burgueses [...] [Los] officiers afectados negativamente por [las decisiones
de] Mazarino se sentían burgueses, y al principio de la Fronda su actitud era la
misma que la de la totalidad de la clase burguesa 1072.
Precisamente a causa de la relativa facilidad para adquirir el estatus

288
Boris Porshnev, Les soulévements populaires en France de 1623 á 1648, París,
SEVPEN, 1963, p. 577.
1070
’ Roland Mousnier, comp., Lettres et mémoires addressés au Chan- celier Séguier
(1633-1649), i, París, Presses Universitaires de France, 1964, páginas 82-83.
2.0
Roland Mousnier, La vénalité des offices sous Henri IV et Louis XIII, Ruán, Maugard,
s. f. (ca. 1945), p. 58. Véanse también pp. 518-532.
2.1
Véase G. Pagés, «La vénalité des offices dans l’ancienne France», Revue Historique,
CLXIX, 3, 1932, pp. 493-494.
2.2
«Si bien se mantenían las distancias dentro de la jerarquía de clases, a veces incluso la
lucha de clases, no había una separación tajante entre las clases. El paso de una a otra se
producía por menudas gradaciones, a través de múltiples y matizadas relaciones.» Mousnier,
Vénalité, página 532.
1071
Véase Mousnier, Lettres et mémoires, i, pp. 168-169
254
Porshnev, Les soulévements populaires, p. 578.
Formación de clase y comercio internacional 391

aristocrático formal en Francia (lo que también se daba en Inglaterra bajo los
Estuardo, pero menos) surgió en el siglo xvi esa «ambigüedad del estatus de
nobleza» de la que se quejaba la aristocracia francesa, y que les llevó a una
«preocupación intensa, obsesiva por los privilegios honoríficos» 1073 1074, y
también a hacer un gran hincapié en las reglas estrictas de comportamiento y en
la teoría de la dérogeance 2%.
La descripción tradicional de la monarquía absoluta, como aliada de la
burguesía en contra de la nobleza, siempre chocaba contra el hecho del que el
llamado régimen clásico de la monarquía absoluta de Luis XIV era también el
principal ejemplo de reafirmación de los privilegios señoriales. Marc Bloch
resolvió este dilema argumentando que la reafirmación señorial fue el más
fundamental de los dos fenómenos antitéticos, y que sin la monarquía absoluta
esta tendencia hubiera tenido plena fuerza. En otras palabras, se puede decir que
«la victoria de la monarquía absoluta limitó la extensión de la "reacción feudal”»
1075
.
A. D. Lublinskaya está de acuerdo con esto en lo esencial 1076. trazando el
siguiente cuadro de Francia en el «segundo» siglo xvi. A partir de 1559 el papel
de los banqueros extranjeros declinó en Francia, tanto a causa de la decadencia
de Italia y Alemania como por las guerras de religión. Estas guerras, no obstante,
evitaron que la burguesía comercial francesa cubriera el hueco. Por tanto, para
obtener fondos, el gobierno francés creó un sistema de arrendamiento de
impuestos. Eventualmente los arrendatarios de impuestos se fusionaron con el
aparato financiero del Estado. «El arrendamiento de impuestos era un negocio
rentable. Sobre este hecho el gobierno fundó su sistema de préstamos forzados
por parte de los principales arrendatarios de impuestos, convirtiendo a éstos en
su fuente de crédito» 1077. De aquí las íntimas relaciones entre los «financieros»
y el Estado, hasta tal punto que su propia supervivencia dependía de la fuerza
del Estado en el supuesto de que «el gobierno fuerte que deseaban [...] siguiera
fuertemente necesitado de sus créditos» 1078°. Aunque tal vez no sea cierto que
la monarquía no sometiera a impuestos a la nobleza 1079, era su propia
dependencia respecto a los officiers venales lo que hacía más difícil su
establecimiento, ya que, como afirma Lublinskaya, la reforma impositiva

1073
Bitton, The French nobility in crisis, p. 100.
2.6
Véase ibid., pp. 70-76.
2.7
Bloch, Caracteres originaux, I, p. 139.
293
«La línea principal de la política de la monarquía absoluta seguía una dirección
favorable a la burguesía, que necesitaba grandemente una fuerte autoridad central, capaz de
defender sus intereses económicos más allá de las fronteras de Francia, así como dentro de
ellas.» Lublinskaya, French absolutism, p. 330.
1077
Ibid., p. 240.
1078
Ibid., p. 271.
1079
«Sería totalmente inexacto imaginar que la nobleza se encontraba totalmente
protegida de las presiones fiscales impuestas al país por los gobiernos de Luis XIII y la
regencia.» Pierre Deyon, «A propos des rapports entre la noblesse et la monarchie absolue
pendant la premiére moitié du XVII" siécle», Revue Historique, ccxxxi, abril-junio de 1964,
página 342.
392 Immanuel Wallerstein
hubiera supuesto necesariamente el desembolso de dinero o la recompra de los
cargos, lo que era, con mucho, excesivamente caro 1080. Cualquier cosa que
incrementara el endeudamiento del Estado reforzaba la posición de estos
officiers. En particular, «la guerra era muy rentable para los financieros» 1081.
Puede advertirse que alguno de estos razonamientos tienen un carácter muy
ad hoc con una rápida referencia a Inglaterra, donde el «feudalismo fiscal» o el
arrendamiento de rentas por asociaciones de negociantes se convirtieron en
prácticas comunes bajo Isabel y los primeros Estuardo 1082, sin guerras de
religión que lo expliquen y sin ningún crecimiento a gran escala de una
burocracia venal a consecuencia de ello. Más aún, en la medida en la que se
vieron restringidas las ganancias por impuestos, fue a consecuencia de reformas
administrativas cuya motivación inmediata fueron las exigencias de las finanzas
de guerra y la necesidad de reducir significativamente el recorte introducido por
los intermediados fiscales entre el Estado y los contribuyentes 1083.
No obstante, esto no importa. Contra esta línea de razonamiento ha habido
un ataque más fundamental, efectuado por Boris Porshnev. Porshnev desata un
ataque a gran escala contra el argumento de que «la venalidad era una forma de
la supremacía política de los burgueses» 1084, teoría que atribuye a Pagés y
después a Mousnier. Porshnev viene a plantear que la Francia del siglo xvn era
«en sus características principales todavía una sociedad feudal, caracterizada
por el predominio de las relaciones feudales de producción y de las formas
feudales de economía» 1085.
Porshnev argumenta que existían formas capitalistas, pero que la burguesía
«sólo participaba en el poder político del Estado feudal en la medida en que no
actuaba como una clase de la sociedad capitalista» 1086. La burguesía perseguía
los títulos por razones de vanidad y codicia, y adoptó también un estilo de vida
aristocrático. Por añadidura, se vio inducida a abandonar las actividades
económicas verdaderamente burguesas a causa de las ventajas fiscales de
utilizar su dinero como capital de crédito en lugar de capital industrial o
agrícola1087
Así, cuando ocurrieron los alzamientos campesinos del período 1623-1684
(a lo que llegaremos en un momento) la burguesía vacilaba. Por una parte,

1080
Véase Lublinskaya, French absolutism, p. 226. Corrado Vivanti añade que
semejante decisión habría sido peligrosa para el Estado, política y financieramente, ya que
«habría unido a todo el tercer estado en una coalición contra la monarquía absoluta». «Le
rivolte populan in Francia prima della Fronde e la crisi del secolo XVII», Rivista Storica Italiana,
LXXVI, 4, diciembre de 1964, p. 966.
1081
Lublinskaya, French absolutism, p. 271.
504
Véase J. Hurstfield, «The profits of fiscal feudalism, 1541-1602», Economic History
Review, 2.” serie, vm, 1, 1955, pp. 53-61; Robert Ashton, «Revenue farming under the early
Stuarts», Economic History Review, 2.“ serie, vm, 3, 1956, pp. 310-322.
¡os
Véase Hurstfield, Economic History Review, vm, p. 60.
1084
Porshnev, Les soulévements populaires, p. 39.
1085
lbid., p. 43.
3
“ lbid., p. 545.
1087
Véase ibid., pp. 545-561.
Formación de clase y comercio internacional 393

también ellos estaban descontentos por los elevados impuestos. Por otra parte,
se identificaban con los intereses de la aristocracia y temían a los plebeyos.
Algunos se revelaron, algunos huyeron del país, y otros llegaron a pactar con el
Estado, comprando cargos y metiendo su dinero en operaciones de crédito 1088
1089
.
Si nos preguntamos por qué Inglaterra y Holanda produjeron una nobleza
«embourgeoisée» y Francia no, la respuesta es que «en Francia el feudalismo
gozaba de una perfección y una vitalidad clásica que impedían todo
embourgeoisement de la nobleza» 3n. No se trata de que Francia estuviera más
atrasada, sino de que «las particularidades cualitativas de la economía francesa
hacíai. imposible un agrupamiento de clases capaz de permitir una
semirrevolución burguesa con arreglo al modelo inglés»1090. La lucidez de los
argumentos de Porshnev empieza a vacilar en esta comparación crucial, en la
que tiene que apoyarse en inexplicadas perfecciones, particularidades no
definidas, y la vaguedad conceptual del término «semirrevolución».
Es precisamente en este punto donde Corrado Vivanti ofrece su ayuda a
Porshnev. Coincidiendo totalmente con el rechazo de Porshnev de los
argumentos de Mousnier en el sentido de que la Fronda fue un elemento aislado
en la historia francesa, sugiere que Porshnev no sigue la lógica de su propio
argumento hasta el final, y que en cambio se queda empantanado denunciando
a la burguesía por traicionar a la revolución. No podía hacer otra cosa, ya que
«no formaba aún un grupo social suficientemente fuerte y autónomo» 1091,
Vivanti plantea esta hipótesis en la forma de una pregunta:
¿En qué medida se puede decir que la «reacción» o «restauración feudal» y la propia «traición
de la burguesía» en el siglo XVII sentaron —por un camino diferente al que podríamos encontrar
en otros lugares, en condiciones de crisis análogas— la base para aquella acumulación de
capital que la economía [francesa] del siglo xvi no había conseguido crear?1092.
Es decir, dados «esos obstáculos objetivos que finalmente imposibilitaron
al tercer estado emprender una acción autónoma en las arenas sociales y
políticas»1093, ¿no fue este camino la segunda mejor alternativa? Si bien no
permitió a Francia el grado de desarrollo al que llegaría Inglaterra, no obstante
evitó que Francia descendiera a un papel de país semiperiférico, como España
e Italia. Incluso el sur de Francia, que se lanzó por el camino de la aparcería, no
tuvo una regresión económica comparable a la de las áreas vecinas en el
Mediterráneo. Le Roy Ladurie insiste que se puede afirmar del sur de Francia
(y de Cataluña), al contrario que del norte de Italia y de Castilla, que el estado
de la economía «es calmado y contenido, se modifica y se va haciendo pesado,
pero aun no entra en involución [...] el drama de Languedoc no es la caída, sino

1088
Véase ibid., pp. 282-285, 446.
3,1
Ibid., p. 580.
1090
Ibid., pp. 580-581.
1091
Corrado Vivanti, Rivista Storica italiana, LXXVI, p. 966.
1092
Ibid., p. 965.
m
Ibid., p. 965.
394 Immanuel Wallerstein
la inelasticidad, la rigidez de la producción agrícola; no la regresión
[decroissance], sino la ausencia de un crecimiento marcado»1094. Esto le
ocurriría a la postre al sur de Francia, pero cincuenta años después que a otras
áreas.
Lucien Goldmann hace una crítica paralela de la teoría de la alianza entre
la monarquía absoluta y la burguesía. Argumenta que, por el contrario, la alianza
básica era la existente entre la monarquía y la nobleza, aunque no obstante la
monarquía se cubría los flancos creando una nueva burguesía. Entonces, sin
embargo, plantea Goldmann, precisamente para mantener a esta burguesía como
burguesía y no como una seudoaristocracia, la monarquía introdujo la reforma
de la paulette a principios del siglo xvn 1095. La paulette, instituyendo de hecho
un impuesto sobre los cargos, mantuvo a la burocracia venal, haciendo así que
la burguesía fuera burguesa1096, y en consecuencia, dependiente también de la
monarquía 319.
La explicación de Goldmann se centra en la distinción entre dos variedades
de funcionarios del Estado: una más antigua compuesta por los notables y la
noblesse de robe, los officiers y miembros de los Cours Souverains y
Parlements, y otra más reciente, formada por los commissaires y conseillers
d’Etat, y por quienes servían como intendants y maitres des requétes.
Goldmann ve a estos últimos desplazando a los primeros «en la primera mitad
del siglo xvn, y especialmente de 1620 a 1650» 32°. Goldmann analiza el
impulso que hay detrás de este nuevo sistema como un esfuerzo de la
monarquía, «tras el acceso al poder de Enrique IV en 1598, por recuperar el
terreno perdido» 321 durante las guerras de religión.
Dado que los officiers habían sido de gran ayuda a la monarquía durante
las guerras de religión, y por tanto esperaban que su poder y su importancia
crecieran en vez de disminuir, se vieron trastornados tanto por la paulette322
como por la aparición de los commissaires. La tensión entre officiers y

1094
Le Roy Ladurie, Paysans, pp. 636-637.
1095
La paulette recibía su nombre del financiero Paulet, que la ideó. Antes del decreto
de 1604 que estableció la paulette, los cargos podían ser vendidos por una persona a otra, pero
no transmitidos a los herederos, pues, si el funcionario moría antes de cuarenta días tras su
renuncia, la transacción quedaba invalidada. El decreto de 1604 hacía posible transmitir el
cargo a los propios herederos, si el funcionario pagaba al comienzo de cada año un impuesto
(la paulette) equivalente a la sexagésima parte del valor del cargo. Véase Swart, The sale of
offices, pp. 9-10.
3,8
«El gobierno de la monarquía limitada dependía de los officiers y de los Cours
Souverains, y por consiguiente presuponía un estrecho entendimiento entre el rey y el tercer
estado. El gobierno de la monarquía absoluta dependía de los Conseils y de los intendants, y
por consiguiente presuponía un equilibrio de poder entre las diferentes clases, entre la nobleza
por un lado y los officiers y el tercer estado por otro. El desarrollo de la monarquía absoluta
implicaba así [...] una política de alianza entre la Corona y los nobles. Esto traía consigo el
riesgo de que la aristocracia se abriera paso en el aparato de gobierno, en la misma forma en
que lo había hecho la burguesía cuando el rey estaba aliado con el tercer estado. Por
consiguiente, la monarquía ante todo debía buscar que este aparato permaneciera por encima
de todas las clases sociales, y, en segundo lugar, asegurar que los offices se mantuvieran como
territorio exclusivo de la clase media.» Lucien Goldmann, The hid- den god, Nueva York,
Humanities Press, 1964, pp. 127-128. Por tanto, surge la paulette.
Formación de clase y comercio internacional 395

commissaires fue creciendo, llegando a un punto culminante alrededor de


1637-1638. Goldmann relaciona esto con el ascenso entre los officiers del
jansenismo, una ideología que «insistía en la vanidad esencial del mundo y en
el hecho de que la salvación sólo podía ser hallada en la soledad y el retiro» 323.
Mientras que el cuadro de la monarquía hecho por Goldmann es cercano al
de Porshnev, su retrato de la burguesía se acerca más al de Mousnier, que
manifiesta «un sentimiento de extrema repugnancia ante la idea de considerar
el siglo xvn como una época "feudal”, dado que fue más bien una época en la
que el "capitalismo comercial” había penetrado profundamente en el país» 324,
en la totalidad del país y no sólo en las ciudades. Los monopolios no supusieron
una ruptura en el ascenso del capitalismo, sino «una condición para su desarrollo
en esta etapa»32S. Pero Mousnier se siente escandalizado sobre todo por 1097 1098
1099 1100 1101 1102 1103
la asimilación de los officiers a la nobleza. Reacciona con la
dignidad ofendida de un verdadero aristócrata.
Un officier de cierta importancia es judicialmente un noble. Un noble, pero no
un caballero ni un señor (un feodal). Porshnev jamás hace esta distinción.
¿Llamaríamos acaso a la nobleza veneciana, a los grandes comerciantes, un
cuerpo feudal? En Francia, el público insistía en las distinciones. Un officier
ennoblecido por su cargo, seguía siendo un burgués. La gente deploraba el
hecho de que la verdadera nobleza, la de los caballeros, careciera de empleo en
el Estado, y de que los cargos públicos fueran prerrogativa de aquellos a los que
se llamaba irónicamente «caballeros de pluma y tintero». Burgués, eso es lo que
uno seguía siendo, fuera officier o commissaire, incluso amparado por la fleur
de lys y revestido de la púrpura de su cargo, equipado con un título de 1104
caballero,
de barón, de presidente del Parlamento o miembro' del Consejo Real .
Mousnier concluye negando que él o Pagés hayan sugerido nunca que la
burguesía controlara a la monarquía. «Era la monarquía la que subyugaba a
todas las clases en la reconstrucción del Estado. Pero en esta labor se vio
ayudada por la burguesía» 1105.

319
Véase ibid., p. 120.
1098
Ibid., p. 141.
1099
Ibid., p. 106.
333
Es decir, trastornados en un primer momento. Una vez que perdieron sus primitivas
esperanzas de poder e influencia, apreciaron el aspecto beneficioso de la paulette. Véase
Goldmann, The hidden god, p. 129.
1101
Ibid., p. 120.
1102
Roland Mousnier, «Recherches sur les soulévements populaires en France avant la
Fronde», Revue d'Histoire Moderne et Contemporaine, v, 1958, p. 107.
1103
Ibid., p. 108.
1104
Ibid., p. 110. Conrado Vivanti responde a Mousnier: «Además, cuando Mousnier,
tratando de mostrar las consecuencias extremas y los abusos de tal terminología, pregunta
"¿llamaríamos cuerpo feudal a la nobleza veneciana, aquellos grandes comerciantes?", por
analogía se nos vienen a la cabeza los famosos versos: "tú que eres rey de Cerdeña y en Pisa
un burgués" [”voi che re siete in Sardegna / ed in Pisa cittadi- ni”], y nos vemos llevados a
replicar de inmediato que, en efecto, también el patriciado veneciano se dedicó a hacerse con
dominios feudales en el imperio de Oriente (es decir, en el imperio primero bizantino y luego
otomano), y en Terraferma.» Rivista Síorica Italiana, LXXVI, p. 969.
1105
Mousnier, Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine, v, p. 110
396 Immanuel Wallerstein
Es importante notar que en este debate se han mezclado una serie de
cuestiones. Una es la naturaleza del sistema. Otra es la naturaleza de las
relaciones entre las clases. Una tercera es el papel de la monarquía. Hemos
explicado ya en un capítulo previo por qué creemos que el término «feudalismo»
en relación con la producción agrícola en esta época (cultivos para el mercado,
incluso aunque estuvieran basados en mano de obra obligada o semiobligada)
resulta confuso y no facilita el análisis. Insistir en que Francia estaba envuelta
en esta época sustancialmente en una economía-mundo capitalista no supone
necesariamente afirmar, no obstante, que la burguesía ejerciera un poder político
sustancial. Es obvio que carecía de él. En el este de Europa, los aristócratas eran
granjeros capitalistas, y la burguesía comercial indígena estaba en vías de
extinción. Ni tampoco nos dice nada necesariamente sobre el papel particular
de la monarquía en Francia en contraposición con otros Estados de esta
economía-mundo. J. H. M. Salmón observa que «al igual que el debate acerca
de la gentry y la aristocracia en Inglaterra, la controversia [sobre la Francia de
principios del siglo XVII] se centra en torno al carácter de la sociedad y del
gobierno en el comienzo de la era moderna» 1106. ¡Exactamente!
Mousnier probablemente tenga más razón que Porshnev al considerar a la
monarquía como una institución que, lejos de dominar claramente la situación,
luchaba por afirmar su preeminencia política, incluso en Francia, pero Porshnev
tiene más razón que Mousnier al ver que uno de los desarrollos que más
claramente distingue a Francia de Inglaterra es el comparativo éxito político en
Francia de la antigua aristocracia, cuyos intereses a corto plazo no conducían a
largo plazo a que Francia pudiera beneficiarse al máximo de la división del
trabajo en la economía-mundo.
Volvámonos ahora a la «crisis» final del siglo xvi «largo», y veamos
exactamente qué impacto tuvo en la arena política francesa. Podemos partir del
hecho de que la caída de precios en Francia durante el período 1600-1610 fue
favorable económicamente a Francia y su burguesía 1107 1108. E incluso Porshnev
admite que sería excesivo sostener que los capitalistas industriales no tenían
peso alguno en Francia. Acepta que «la evolución del capitalismo continuó su
curso, pero a un paso más lento» 33°.
El problema residía en gran parte en el comercio exterior, cuya importancia
para las economías nacionales discutimos previamente al analizar la reacción de

1106
J. H. M. Salmón, «Venality of office and popular sedition in seven- teenth century
France», Past and Present, 37, julio de 1967, p. 43. Minna Prestwick utiliza casi las mismas
palabras en su reseña de la obra de Porshnev y de un libro de Robert Mandrou: «Así, lo que
comenzó como una polémica sobre la naturaleza de los alzamientos en la Francia del siglo xvn
se ha convertido en un debate sobre la naturaleza de la sociedad y el carácter del gobierno.»
English Historical Review, cccxx, julio de 1966, p. 572.
325
«Los precios bajos no afectaron adversamente a la industria. En Francia, por ejemplo,
la primera década del siglo XVII fue un período de rápida expansión en la industria, la producción
artesanal y la agricultura, un período en el que se redujo la deuda del Estado, se equilibró el
presupuesto estatal, etc. Las ganancias de comerciantes e industriales crecieron, y en estos años
consiguieron enriquecerse notablemente.» Lublinskaya, French absolutism, p. 13.
1108
Porshnev, Les soulévements populaires, p. 560.
Formación de clase y comercio internacional 397

Inglaterra ante la crisis comercial. Aunque Francia había recuperado en cierta


medida entre 1600 y 1610 las pérdidas ocasionadas por las guerras de religión,
se produjo otra gran caída a partir de 1610, en esta ocasión en gran medida
consecuencia de la competencia holandesa y en alguna medida de la inglesa. Y
lo que hizo que los holandeses e incluso los ingleses fueran capaces de aventajar
en precios a los franceses durante este período fue que, en un momento de
contracción del mercado mundial, la ventaja acumulada de capital y tecnología
industriales de los cincuenta-sesenta años anteriores resultaba crucial:
Francia se quedó rezagada detrás de sus competidores respecto a todos los
índices importantes. La división del trabajo en las industrias francesas estaba a
un nivel inferior; la escasez de trabajadores especializados no permitía a los
empresarios establecer una jerarquía adecuada de niveles de salarios. Los
subsidios estatales, absolutamente necesarios en aquella época, eran casuales y
esporádicos, y de poca importancia, mientras que la acumulación de dinero no
se daba en una escala suficiente; Francia se vió excluida del saqueo directo de
las colonias que alimentó la acumulación primitiva en Holanda y España, así
como la industria en Inglaterra.
Las consecuencias de esto fueron que los productos industriales franceses
eran comparativamente caros. Como resultado, la burguesía comercial e
industrial francesa era incapaz de competir con éxito con los holandeses e
ingleses en su propio mercado doméstico, y en cierta medida también en los
mercados extranjeros. Se vio obligada a utilizar su capital de otras maneras [...]
La construcción de barcos y la navegación francesa, y por tanto también el
comercio transoceánico francés, iban a la zaga de los ingleses y holandeses,
técnica y económicamente [...]
Por todas estas razones, la burguesía francesa estaba muy interesada en una
mayor protección, y el gobierno de Francia hizo lo posible por cubrir sus
necesidades en ese aspecto1109.

1109
Lublinskaya, French absolutism, pp. 144-145. Zeller señala que todo el sistema de las
manufactures royales que florece en la Francia del siglo xvi se basaba en el deseo de evitar que
salieran del país metales preciosos. Así, el rey fomentaba el establecimiento de industrias
productoras de bienes de lujo, para evitar su importación. Essays in French economic history,
pp. 130-131.
Esto tuvo graves consecuencias durante las contracciones de comienzos del siglo XVII. «La
deflación fue particularmente difícil para la economía francesa. Los productos que Francia
exportaba no dejaban grandes márgenes de beneficio. Sus exportaciones se basaban
fundamentalmente en las diferencias entre los precios franceses y españoles. Cuando la entrada
de metales preciosos se hizo más lenta, esa diferencia se redujo.
«Desde otro punto de vista, el período deflacionario se caracterizó por un notable intento
de racionalización económica en los países que habían emprendido resueltamente el camino de
la producción capitalista: las Provincias Unidas e Inglaterra. La producción capitalista
significaba un intento de sacar ventaja de la acumulación de dinero para maximizar las
ganancias en un mercado con los adecuados medios monetarios.
«Por comparación, es fácil comprender por qué los esfuerzos industriales franceses, de
Enrique IV a Luis XIV, fueron tan sólo una serie de intentos, con mayor o menor éxito, de
desarrollar industrias de lujo
con el fin de reducir las importaciones. Pese a todo, el país en su conjunto permanecía en ese
estado de miseria monetaria observado por Desmarets, pero que Colbert había reconocido ya
en 1670, cuando admitió ante el Rey "la dificultad general” que encontraban los arrendadores
y recaudadores generales de impuestos para "sacar dinero de las provincias”, y al concluir que
"en el comercio público" había incluso menos.» Jean Meuvret, «Monetary circulation and the
economic utiliza- tion of money in 16th and 17th-century France», en Rondo Cameron, comp.,
398 Immanuel Wallerstein
Esto colocó entonces a Francia en un estrato intermedio dentro de la
economía-mundo. Mientras que los franceses estaban capacitados para explotar
en cierta medida a España y a Alemania, los ingleses y los holandeses podían
explotar el mercado francés al igual que el español 1110.
La relativa fuerza del aparato de Estado francés comparado con el de
Inglaterra y las Provincias Unidas no le favoreció necesariamente en este
problema. Si los monarcas franceses de la época hubieran estado
comprometidos sin reservas en el desarrollo de la industria y los intereses de la
burguesía, sin duda Francia debería haber superado la ventaja, después de todo
no tan marcada, que le llevaban las otras dos naciones. Pero los monarcas
franceses eran ambivalentes. Su intromisión no siempre conducía a la
maximización de los intereses comerciales nacionales en la economía-mundo.
De hecho, Nef atribuye una de las razones de los éxitos de Inglaterra no a
diferentes designios reales, sino al hecho de que los franceses fueron más
eficientes en su interferencia con las empresas burguesas 1111. De forma
semejante, argumenta Nef, el comparativo aislamiento de Inglaterra respecto a
las guerras europeas en este período, significó un hincapié en los «hábitos de
obediencia a la autoridad real» 1112 menor que en Francia. La capacidad del
monarca francés para establecer impuestos, combinada con la de la nobleza para
verse exenta de ellos, supuso una carga más pesada no sólo para el populacho
sino también para la burguesía.
Finalmente, no debemos pasar por alto la relación entre la posición
alcanzada en la economía-mundo, por ejemplo, hacia 1610 y la posición futura.
Las dificultades de los franceses para competir con los holandeses y los ingleses
en sus mercados domésticos les llevaron a concentrarse en la producción de
aquellas mercancías en las que tenían cierta ventaja histórica y un mercado
doméstico relativamente mayor que otros países europeos: productos de lujo, en
especial sedas 1113. Pero los bienes más baratos para mercados más amplios
hubieran provisto a largo plazo una base industrial más segura.
La guerra de los Treinta Años impuso grandes presiones a los franceses. Al
crecer los gastos militares y expandirse los ejércitos, creció también el volumen
de la burocracia del Estado, y, como causa y consecuencia, también aumentó el
grado de imposición, tanto directa por parte del Estado como de jacto por

Essays in French economic hislory, Homewood (Illinois), Irwin Inc., 1970, páginas 148-149.
1110
Véase Lublinskaya, French absolutism, p. 328.
1111
«Pero la gran diferencia entre [Francia e Inglaterra] no residía en la naturaleza de
las leyes [industriales], sino en su cumplimiento. En Francia los funcionarios ponían tanto vigor
para asegurar el cumplimiento de las leyes que los artesanos intentaban en ocasiones
asesinarlos a causa de su celo. En Inglaterra los funcionarios se mostraban tan laxos que los
trabajadores se ponían a veces en huelga en un esfuerzo por recordarles sus deberes [...] La
mayor parte de las regulaciones eran de tal tipo que interferían con el progreso de la empresa
industrial capitalista.» Nef, Industry and government, p. 56.
1112
Ibid., p. 98.
1113
Véase Sella, Fontana Economic History of Europe, II, p. 26.
Formación de clase y comercio internacional 399

añadidura a través de la depredación de las tropas en las zonas campesinas 1114.


El impacto deMa guerra sobre el precio del grano báltico, y por tanto sobre los
precios de la comida en general, ha sido mencionado ya anteriormente. Todo
esto se vio considerablemente agravado por las grandes epidemias que brotaron
entre 1628 y 1633, y especialmente en 1630-31. Ya fueran las malas cosechas
las que llevaron a la extensión de la enfermedad, o ésta la que provocó la escasez
de grano, ambas cosas se dieron simultáneamente y golpearon duramente a
Francia1115.
Dado este análisis es fácil comprender por qué fueron tan generales los
alzamientos campesinos en esta época. No sólo iban en aumento las exacciones
del Estado sobre el campesinado, sino que la nobleza encontraba dificultades
para obtener sus rentas y prestaciones de los campesinos a causa de su
hundimiento económico 1116. Sin duda esto significó en muchos casos que tanto
los nobles como los campesinos de un área se encontraran enfrentados
simultáneamente con la monarquía, y en alguna medida «el sentido de lealtad y
de obligación mutua [entre el señor y el campesino] persistiera» 1117 en la
Francia de principios del siglo xvn; pero sería un error llevar esta idea
demasiado lejos, como algunos parecen inclinados a hacer. Porque no sólo los
investigadores actuales, sino también los campesinos de entonces podían
percibir que, después de las guerras de religión, el señor, como dice Salmón,
«ya perteneciera a la antigua noblesse o a la nueva era menos un compañero de

1114
En ello coinciden Porshnev y Mousnier. Véase Porshnev, Les sou- lévements
populaires, pp. 458-463; Roland Mousnier, Peasant uprising in séventeenth-century France,
Russia, and China, Nueva York, Harper, 1970, páginas 306-311.
«La guerra, al coincidir como lo hizo con los largos años de depresión económica, impuso
a los recursos financieros y al aparato administrativo de estos Estados [del oeste y el sur de
Europa] unas exigencias que obligaron a sus gobiernos simultáneamente a extender su
competencia administrativa y a aumentar los impuestos. Pero aunque estas dos políticas eran
lógicamente complementarias, resultaron ser incompatibles en la práctica. El aparato
burocrático necesario para la extensión del poder real, o bien no existía en absoluto, o, si existía,
resultaba ineficaz y mal controlado. Cuanto más aumentó la presión financiera, más se vieron
obligados los gobiernos centrales a recurrir a la cooperación voluntaria de las clases y
corporaciones privilegiadas [...]
»En teoría la monarquía francesa era una monarquía absoluta. Su autoridad legislativa y
ejecutiva, y sus poderes casi ilimitados para establecer impuestos, eran aceptados en general
en todo el país. En la práctica, sin embargo, la monarquía se veía limitada por las inmunidades,
virtualmente intocables, de las clases, las corporaciones y los individuos, y por la falta de un
control central efectivo sobre los grandes y heterogéneos cuerpos de funcionarios reales. Como
en todas partes, la producción de guerra exigía mayor centralización, y a la vez hacía más difícil
el ponerla en práctica.» H. G. Koenigsberger, The Hapsburgs and Europe, pp. 279-280.
1115
Véase Jean Meuvret, Population in history, esp. pp. 511-512. «En Francia el peso
de los impuestos subió de 43 a 80 millones de libras entre 1623 y 1640. El precio del trigo, sin
embargo, cayó espectacularmente a partir del período 1638-1640. Esta coincidencia de una
subida fiscal y una regresión económica explica las grandes revueltas que acompañan el final
del ministerio de Richelieu.» Ardant, Impót, n, p. 754.
1116
Véase Porshnev, Les soulévements populaires, p. 119.
1117
Elizabeth S. Teall, «The seigneur of Renaissance France», Journal of Modern
History, xxxvn, 2, junio de 1965, p. 150.
400 Immanuel Wallerstein
miserias del campesino que una causa parcial de ellas» 1118°. Después de todo
es precisamente la actuación política de la nobleza lo que explica el lento
progreso del desarrollo económico1119. Al mismo tiempo, la industrialización
parcial de Francia permitió que tal descontento se extendiera de las áreas rurales
a las urbanas, ligadas ambas entre sí por el creciente número de personas,
especie de lumpenproletariado sin empleo fijo, que iba de allá para acá, y cuyo
margen de existencia era excesivamente estrecho como para soportar una
excesiva agravación de la crisis M2.
Robert Mandrou contribuye a este debate pidiéndonos que consideremos
los alzamientos populares de 1623-1648 en el contexto del transcurso de la
historia de Francia, que fue testigo de tales alzamientos tanto anteriormente
como después. Nos recuerda que los diversos impuestos «deben ser
considerados como signos de una situación económica grandemente
deteriorada, y no simplemente como la causa única o más inmediata de las
revueltas»M3. Mandrou nos anima entonces a emprender un camino mucho más
fructífero. Nos pide que atendamos

a las localizaciones, a la cartografía: el oeste, Normandía, Guyena, el centro


(Marche, Berry, Borbonesado), esta es el área más frecuentemente afectada, la
más estimulada por esta reacción en cadena de disturbios. ¿Podemos ver en ello
una consecuencia de la mayor participación de las provincias que tienen que
enfrentarse a una ruptura en el crecimiento del «siglo xvi largo», siendo el
reflujo de los años 1620-1680 precursor de una depresión más evidente aquí que
en las áreas más continentales, más carentes de desarrollo [/ruste]? ¿Pero acaso
estas zonas de agitación rural y urbana del siglo X VII no fueron también las
provincias en las que las guerras de religión fueron más ardientes durante el
siglo precedente? 1120 1121 1122.
Esta es realmente una pista magnífica, que encaja perfectamente en nuestra
hipótesis general, y en la que además coinciden tanto Mousnier como Porshnev.
Mousnier dice:

El estudio de cada alzamiento es inseparable de la investigación de las

1118
Salmón, Past and Present, 37, p. 43.
3,1
«Francia seguía siendo una tierra de campesinos pobres bajo una clase de señores
rentistas; seguía siendo un país pobre y pobremente desarrollado que dependía de métodos
económicos tradicionales. Las tendencias que habían comenzado en el período de paz que
precede el estallido de las guerras de religión no llegaron a madurar, mientras que en Inglaterra
emprendieron un desarrollo ininterrumpido.» Friedrich Liit- ge, «Economic change:
agriculture», New Cambridge Modern History, II, G. B. Elton, comp., The Reformation, 1520-
1559, Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1958, p. 47.
3,2
Véase Porshnev, Les soulévements populaires, pp. 268-275. Porshnev toma el término
«plebeyos» de La guerra de los campesinos en Alemania, de Engels, para describir a estas
gentes de las ciudades. Dice: «Los plebeyos no constituían un preproletariado, sino una masa
heterogénea, que tenía raíces en diferentes grupos de la sociedad feudal, y que, poco a poco, se
estaba fusionando en una verdadera unidad» (p. 269).
1121
Robert Mandrou, «Les soulévements populaires et la société frangaise du xvir
siécle», Anuales ESC, xiv, 4, octubre-diciembre de 1959, p. 760.
1122
Ibid., p. 761.
Formación de clase y comercio internacional 401

economías locales y de las estructuras sociales. ¿Por qué se dieron


principalmente en el oeste, centro y sudoeste los alzamientos rurales? ¿No sería
posible clasificar a las ciudades con arreglo al grado de desarrollo del
capitalismo en ellas, y examinar si existe alguna correlación con alguna de las
constantes de las revueltas?1123
Porshnev señala que los alzamientos de 1623-1648 vinieron precedidos por
otras tres series a lo largo del siglo xvi. Las dos primeras fueron la de 1520-
1550, ligada a la Reforma, y la de 1570-1590, durante la cual los movimientos
populares «cifraban sus esperanzas en la Liga Católica, de la que se declaraban
partidarios». Después de 1590-1600 hubo una última oleada que adoptó ya un
revestimiento no religioso1124 1125 1126 1127. De hecho Porshnev argumenta además
que el disgusto popular contra las guerras de religión llevó a la desacralización
de la autoridad, lo que a su vez explica la gran necesidad de reafirmar la
autoridad del Estado sentida a principios del siglo xvn M7.
Este argumento de Porshnev plantea una vez más algunas preguntas acerca
del significado de los movimientos y agrupa- mientos religiosos de los
comienzos de la Europa moderna, sus relaciones con la reafirmación de las
identidades nacionales e, inversamente, con las fuerzas centrífugas religiosas.
Hemos hablado anteriormente del tratamiento que Koenigsberger hace de los
hugonotes como movimiento nacional revolucionario francés 34S. Cabe, desde
luego, dentro del terreno de la especulación razonable, el que los hugonotes
pudieran haberse consolidado en el sur y en el oeste de Francia, de forma
paralela a la consolidación de los calvinistas en el norte de los Países Bajos, lo
que podría haber conducido, como allí, a una división territorial. Este fue sin
duda un temor presente en aquella época M9. En el marco de tal perspectiva, no
resulta sorprendente que en un momento dado los hugonotes solicitaran auxilio
de la católica España. La liquidación de los hugonotes fue entonces parte
integrante del impulso por mantener la integridad de Francia como Estado 1128,

1123
Mousnier, Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine, v, p. 112.
1124
«Hacia finales del siglo xvi, convencidas de la inutilidad de las banderas de la
Reforma y el catolicismo para defender sus intereses, las masas populares abandonaron
cualquier cobertura religiosa para su lucha de clase, tras haber sufrido todo tipo de desilusiones
políticas y confesionales. En parte por esta razón, a finales del siglo xvi, cuando las masas
populares francesas hablan simple y francamente en términos de un lenguaje de clase, las clases
feudales francesas se apresuran a "poner fin a las guerras fratricidas de religión”, y, olvidando
sus disputas, se alian a la monarquía de Enrique IV.» Porshnev, Les soulévements populaires,
p. 47. Véanse también pp. 280-281.
3.7
Véase ibid., pp. 572-573.
3.8
Véase Koenigsberger, Journal of Modern History, xxvii, pp. 338-340.
1127
Véase Lublinskaya, French absolutism, p. 166.
1128
Georges Duby y Robert Mandrou hablan de «los católicos que defienden la unidad
política del reino». Histoire de la civilisation frangai- se, i. Le Aloyen Age et le XVI’ siécle,
París, Armand Colin, 1958, p. 341. Véase Victor-L. Tapié: «La Francia de la regencia y de los
primeros años de Luis XIII [...] era una presa [...] Varias provincias francesas eran objeto de
disputas territoriales [...]
»En esa época, ningún Estado era suficientemente fuerte o rico para crear en torno suyo
una protección [concours'l de paz y progreso económico, pero un Estado resuelto podía
402 Immanuel Wallerstein
y Mousnier señala el papel que jugó la venta de cargos, a partir de 1620, en la
compra de los cuadros calvinistas 1129.
Que el regionalismo era más fundamental que el cisma religioso se aprecia
claramente en la forma en que el sur de Francia, la antigua Occitania, dejó de
ser una plaza fuerte de los hugonotes. Henri Espieux habla de que la Reforma
encuentra sus plazas fuertes «tanto en Occitania como en las márgenes de la
antigua Galia romana del siglo vi, mientras que el catolicismo es esencialmente
del norte [...]» 1130. Pero, señala, cuando Enrique de Navarra accede al trono «en
detrimento de la causa occita- na», entonces, «por medio de un singular giro,
Occitania se mostró simpatizante de la Liga [ligense], única forma que le
quedaba de preservar su diferencia» 1131. Finalmente, Espieux argumenta que
los occitanos abrazaron el jansenismo con el mismo «espíritu no conformista»,
causa que «contribuía al mantenimiento de su actitud rebelde [humeur
fróndense] » 354. Espieux considera esta rebeldía como el método de Occitania
para resistirse a su integración a Francia, que le vino impuesta en el siglo xvi,
lograda y reforzada por las cargas fiscales que se le hizo soportar, y hecha aún
más intolerable por la declinación económica de Marsella y Burdeos en el
«segundo» siglo xvi, no sólo en relación con París, sino incluso en relación con
Barcelona y Génova: una vez más estratos dentro de estratos 355.
La descripción de Porshnev del alzamiento en Normandía en 1639 registra
temas similares. Tal y como ha podido reconstruir la historia, los campesinos en
Normandía soportaban en los siglos xiv y xv una carga señorial mayor que
cualquier otro lugar de Francia. A causa de este hecho, así como de las
destrucciones de la guerra de los Cien Años, los campesinos huyeron, creando
así una aguda escasez de mano de obra, lo que llevó a la declinación
relativamente rápida de los arrendamientos a perpetuidad, en beneficio de los
arrendamientos a plazo, más favorables al campesinado. La revolución de los
precios y el emergente papel de Francia en la economía-mundo condujo a la
aparición de problemas para los campesinos propietarios: rentas más elevadas,
parcelas más pequeñas, vuelta parcial a una economía natural, o, en pocas
palabras, a una detención del desarrollo capitalista 1132. En una época en la que
el granjero yeoman inglés se beneficiaba de los cercamientos de la tierra arable,
su equivalente normando estaba perdiendo terreno. En cuanto a la burguesía,
Porshnev señala una división entre sus dos segmentos: los magistrados, ligados
a los intereses locales y por lo tanto partidarios de la rebelión; y los financieros,

salvaguardar sus condiciones de independencia territorial y permitir a sus recursos naturales la


posibilidad de dar sus propios frutos. A Richelieu le corresponde el mérito de haber visto esto,
y a Luis XIII el de haber comprendido que su ministro le servía bien.» La France de Louis XIII
et de Richelieu, París, Flam- marion, 1952, pp. 524-526.
1129
Véase Mousnier, Vénalité, pp. 601-602.
353
Henri Espieux, Histoire de l’Occitanie, Nimes, Le Centre Culturel Occitan, 1970, p
155.
333
Ibid., p. 159.
334
Ibid., p. 161.
1131
Véase ibid., pp. 146-154.
1132
Véase Porshnev, Les soulévements populaires, pp. 402-403, 418-419.
Formación de clase y comercio internacional 403

firmemente ligados al Estado y empeñados por tanto a favor de la aristocracia


local 1133. La rebelión puede ser considerada como una muestra de descontento
con la política del centro, que estaba privando al campesino normando (y al
burgués local) de los beneficios de una más completa participación en Ja nueva
economía-mundo.
En el noroeste, al igual que en Occitania, se consideraba que la monarquía
perseguía una perspectiva «nacional» francesa que era económicamente
regresiva. En nombre de lo tradicional las provincias exteriores no exigían
menos, sino más progreso económico 1134. No fue entonces accidente alguno que
el alzamiento de 1639 en Normandía se viera seguido de alzamientos en
Provenza, Bretaña, Languedoc y Poitou 1135 1136. Tampoco fue un accidente que
el telón de fondo inmediato del alzamiento de Normandía fuera la resistencia
del monarca a aliviar la carga impositiva sobre Normandía en la estela de las
dificultades económicas que siguieron a la epidemia de 1632-1633, porque
«estando su majestad sobrecargada de gastos excesivamente grandes, no puede
aliviar a su pueblo como sería su deseo» 36°. No podía hacerlo, dado que el
dinero estaba siendo utilizado en la creación de la entidad nacional francesa.
Supongamos —gran juego histórico— que Francia hubiera sido una entidad
geográfica de forma diferente, cubriendo solo el norte y el oeste de Francia, con
Ruán como capital. Supongamos que Occitania hubiera sido un Estado separado
a partir del siglo XIII. ¿Acaso no es posible que esa Francia truncada hubiera
descubierto que los intereses nacionales del aparato de Estado central y los
intereses comerciales de la burguesía estaban un tanto más en armonía los unos
con los otros? ¿Acaso no es posible que una Francia tal, aparentemente más
débil, hubiera sido capaz de hacer lo que hizo Inglaterra, responder a la
emergente economía-mundo creando una base industrial? Tal vez.
Pero una Francia tal no existió. Lo que existió no era, como hemos dicho,
ni carne ni pescado, y se veía desgarrada por luchas religioso-regionales. La
presión hacia la creación de un Estado de una sola religión era tan poderosa en
la Europa del siglo xvi como la existente en el Africa del siglo xx hacia los
Estados de un solo partido. Pero el precio fue elevado. Para Francia el precio
fue llegar a un acuerdo con la aristocracia prácticamente con arreglo a sus
términos: la «réaction seigneu- riale», la «féodalisation» de la burguesía. No
habría una guerra civil en el siglo xvn, sólo la Fronde. La revolución burguesa
vendría en 1789, en otra época, por otros motivos, y en algunos aspectos
demasiado tarde. En el siglo xvn la burguesía administrativa francesa, la
noblesse de robe, se vio obligada a recordar que no podía permitirse el lujo de
perseguir demasiado a fondo sus estrechos intereses, dado que, si lo hacía, la

1133
Véase ibid., p. 578.
1134
Un ejemplo de este fenómeno, referido al siglo xx, lo describe Jean- ne Favret en
«Le traditionalisme par excés de modernité», European Journal of Sociology, vin, 1, 1967, pp.
71-93.
1135
Véase Porshnev, Les soulévements populaires, p. 470.
1136
Ibid., p. 425.
404 Immanuel Wallerstein
integridad del Estado y por tanto la base económica de esta burguesía
administrativa se verían amenazadas.
Los diferentes papeles {papeles, no intenciones) de las monarquías de
Inglaterra y Francia fueron, en último término, un factor crucial. Una forma de
verlo es definir la lucha política como un intento de las monarquías de la época
por erosionar los privilegios de todos los grupos no estatales, y observar, como
hace Cooper, que con mucho tuvieron mejor éxito contra las ciudades (y por
tanto contra ciertos segmentos de la burguesía) que contra las clases
terratenientes1137. Braudel habla de las ciudades «mantenidas bajo control» o
«disciplinadas» por parte de las monarquías 1138. Según este punto de vista las
clases terratenientes buscaban utilizar al Estado como ayuda para mantenerse al
frente de las rápidas corrientes de expansión económica. En esta perspectiva,
los frondeurs, aunque perdieran, salieron ganando, mientras que la aristocracia
inglesa, aunque hubiera una restauración, salió perdiendo. Al final, argumenta
Braudel, la primacía inglesa en el mundo sería la primacía de
Londres, «que construyó Inglaterra con arreglo a sus requerimientos [a sa guise]
tras la revolución pacífica de 1688» 363.
En la vacilación entre las demandas de la burguesía y la aristocracia, las
monarquías, tanto en Inglaterra como en Francia, fueron acercándose
progresivamente a las exigencias de la aristocracia. La diferencia era que en
Inglaterra los intereses de la burguesía comercial estaban ligados a un centro
poderoso, mientras que en Francia en alguna medida estaban ligados a la
periferia nacional. Esta diferencia era consecuencia de consideraciones
geográficas en el marco de la economía-mundo europea.
Un resultado de esto fue que, para mantener controlada a una burguesía
intrínsecamente más alborotadora, la monarquía francesa tuvo tanto que
fortalecerse como que comprar a la burguesía por medio de la venta de cargos,
lo que a su vez apartó a ésta de la inversión industrial. En Inglaterra la
aristocracia, para sobrevivir, tuvo que aprender las formas de la burguesía y
fusionarse parcialmente con ella. En Francia la presión para sobrevivir recayó
sobre la burguesía. En Francia y en Inglaterra el centro triunfó sobre la periferia.
Pero en Inglaterra esto significó un paso hacia adelante en la causa de la
burguesía nacional, mientras que en Francia supuso un paso atrás para la
burguesía.
La guerra civil inglesa ocurrió en el último momento posible. El
resurgimiento de las clases terratenientes en los siguientes ciento cincuenta años
había de ser grande en todas partes, incluso en Inglaterra. Pero allí, al menos, la
burguesía había obtenido el droit de cité. Y las clases terratenientes eran menos
la aristocracia que la gentry, formada al fin por bons bourgeois. En Francia, la
burguesía era demasiado débil en el siglo xvn para producir un Cromwell. Hasta

1137
J. P. Cooper, «General introduction», New Cambridge Modern His- tory, iv, J. P.
Cooper, comp, The decline of Spain and the Thirty Years’ War, 1609-1648/59, Londres y
Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1970. página 15.
342
Braudel, Civilisation matérielle, p. 399.
Formación de clase y comercio internacional 405

1789 sus intereses no llegarían a ser consonantes con los del Estado como tal
Estado. Para entonces la economía-mundo habría evolucionado, y sería
demasiado tarde para que Francia lograra la primacía en su seno.

“3 Ibid., p. 396.
«La flota (holandesa) frente a Mozambique, y la captura de una carraca (portuguesa) cerca de
Goa», ilustración del «Diario de observaciones de un viaje a las Indias Orientales, por Comelis
Claeszoon de Purmerent, timonel de la nave Bantam, al servicio de los poderosos señores de
la Compañía Unida», publicado en 1651.
6. LA ECONOMIA-MUNDO EUROPEA:
LA PERIFERIA FRENTE A LA ARENA EXTERIOR

Los límites de una entidad definida en términos políticos son relativamente


sencillos de determinar. Si queremos conocer el territorio que ocupaba el
imperio chino en el año 1600, necesitamos consultar algunos archivos que nos
hablan de los títulos jurídicos en esas fechas. Sin duda, siempre aparecerán
zonas marginales por cuya soberanía compitan dos estructuras estatales rivales,
o en las que la autoridad imperial difícilmente pueda ser percibida de facto, lo
que nos puede llevar a considerar que el título no es más que una ficción
jurídica. Pero los criterios son razonablemente claros: la combinación de la
afirmación de autoridad con alguna medida (por amplia que sea) de autoridad
efectiva (por ligera que sea) nos dirá en gene- ral lo que queremos saber.
Pero ¿qué podemos decir de los límites de un sistema social no definido en
términos políticos, de una «economía-mundo» como la que hemos venido
analizando aquí? Al decir que en el siglo xvi existía una economía-mundo
europea, indicamos que sus límites eran menores que los de la Tierra como un
todo. Pero ¿en qué medida? No podemos simplemente incluir en ella a cualquier
parte del mundo con la que comerciara «Europa». En 1600 Portugal comerciaba
con el reino centroafricano de Mo- nomotapa, así como con Japón. Y, no
obstante, prima facie sería difícil argumentar que Monomotapa o Japón fueran
parte de la economía-mundo europea en aquel tiempo. Pero, sin embargo,
sostenemos que Brasil (o al menos ciertas áreas de la costa de Brasil) y las
Azores formaban parte de la economía-mundo europea. Existía un comercio de
tránsito a través de Rusia entre Europa occidental y Persia'. Y aun así
argumentamos que Persia estaba con toda seguridad fuera de esta economía-
mundo, e incluso también Rusia. Rusia fuera, pero Polonia dentro. Hungría 1139

1139
Un resumen de este comercio puede verse en H. Kellenbenz, «Land- verkehr, Fluss-
und Seeschiffahrt im europáischen Handel», en Les grandes votes maritimes dans le monde,
XVe-XIXe siécles (Commission Internationale d’Histoire Maritime, Vlle Colloque), París,
SEVPEN, 1965, pp. 132-137.
2
Celso Furtado, Economic development of Latín America, p. 11.
426 ímmanuel Wallerstein
dentro, pero el imperio otomano fuera. ¿Sobre qué base se determinan estas
definiciones?
No es una cuestión de simple volumen de comercio o de su composición.
Celso Furtado dice:

Aparte del oro y la plata, poco de lo que se podía producir en América durante
el primer siglo de su colonización podía introducirse en el mercado de Europa.
Al contrario que las Indias Orientales, que introducían artículos de gran valor
por unidad de peso, tales como especias, sedas y muselinas, las Américas no
producían nada que pudiera servir de base a un comercio lucrativo 1140.
No obstante, las Américas están dentro y las Indias Orientales fuera, o al
menos eso es lo que nosotros planteamos.
Denotaremos esta distinción como una distinción entre la periferia de una
economía-mundo y su arena exterior. La periferia de una economía-mundo es
aquel sector geográfico de ella en el cual la producción es primariamente de
bienes de baja categoría (esto es, de bienes cuya mano de obra es peor
remunerada), pero que es parte integrante del sistema global de la división del
trabajo, dado que las mercancías implicadas son esenciales para su uso diario.
La arena externa de una economía-mundo está compuesta por aquellos otros
sistemas mundiales con los cuales una economía-mundo dada mantiene algún
tipo de relaciones comerciales, basadas primariamente en el intercambio de
objetos preciosos, lo que a veces se ha llamado «comercios ricos». Intentaremos
demostrar esta distinción fundamentalmente analizando las diferencias
existentes entre Rusia y diversas partes de Europa oriental entre el área del
océano Indico y la América hispana en el siglo xvx.
A primera vista, tanto Rusia como Europa oriental parecen manifestar
grandes similitudes. Ambas parecen experimentar el auge de los grandes
dominios dedicados a cultivos para el mercado y basados en mano de obra
obligada. De hecho, como señala Braudel, esto ocurre también por estas fechas
en el imperio otomano1141. En ambas áreas, la coacción ejercida sobre

1140
«Los historiadores, al estudiar Occidente entre los siglos xvi y xvm, hablan de una
refeudalización [...] Pues bien, algo muy semejante está
sucediendo en Turquía. [...] El primero en abrir brecha en este aspecto es el libro de Busch-
Zantner. El autor describe en él [•••] lo que fueron los tschiftliks, propiedades creadas —
piensa— a la par con el ímpetu de las bonificaciones de tierras y particularmente en las
regiones productoras de cereales, ümer Lutfi Barkan y sus alumnos han podido comprobar [...]
ese crecimiento de la propiedad moderna en provecho de esos sultanes y pachás que, como ya
dijimos, se estaban beneficiando del
La periferia frente a la arena exterior 427
los campesinos es fundamentalmente obra de las autoridades del Estado. En
ambas áreas, la clase terrateniente parece emerger de esta era enormemente
fortalecida, y la burguesía, por el contrario, debilitada. Más aún, ambas áreas
parecen verse afectadas por la revolución de los precios, y conformarse a sus
parámetros generales con razonable fidelidad. No obstante, una observación más
detallada revelará alguna diferencia1142 1143.
Trataremos las diferencias entre las relaciones mantenidas por Rusia y
Europa del este con Europa occidental bajo tres encabezamientos distintos: a) una
diferencia en la naturaleza del comercio; b) una diferencia en la fuerza y el papel
del aparato de Estado, y c) como consecuencia de los dos puntos anteriores, una
diferencia en la fuerza y el papel de la burguesía urbana indígena.
El gran historiador prerrevolucionario ruso V. O. Kluchevsky construyó su
historia de Rusia sobre el supuesto de que «el factor fundamental principal en la
historia de Rusia ha sido la emigración o la colonización, y [...] todos los demás
factores han venido más o menos inesperadamente conectados con esta raíz»1144.
En la medida en que esto es cierto, constituye un fenómeno del siglo xvi, cuando,
al igual que el resto de Europa, Rusia «entró en una nueva era de crecimiento
económico»1145. Se afirma comúnmente que la conquista del janato de Kazán, en
el Volga, en 1552, seguida por la de Astracán, en 1556, marcó un punto
crucial1146. Durante el siguiente siglo Rusia colonizó la zona de estepa boscosa

boom cerealero; [...] se ha reservado para sí la venta del trigo a los compradores de Occidente,
prohibiendo al pueblo el derecho a este tráfico. Es fácil suponer que esta transformación tuvo
amplias consecuencias. Turquía conoce entonces lo que Europa occidental conoció cuando sonó
la hora de la revolución de los precios y la revolución agrícola: un crecimiento demográfico.»
Braudel, La Méditerranée, I, p. 537.
1143
Nuestra posición, en lo esencial, es la J. H. Elliott. El reconoce que «algunas de las
formas de vida de las marcas de Europa [es decir, de la Europa oriental] se daban también en
suelo ruso». Con ello se refiere a que en ambas áreas se desarrollaron en esta época grandes
propiedades que producían para el mercado con trabajo obligado. No obstante, dice Elliott: «La
sociedad servil de Moscovia continuaba siendo, sin embargo, un mundo en sí misma, que
amenazaba a sus vecinos a causa de su creciente poderío militar, pero que permanecía sin
relacionarse económicamente con el mundo europeo. Por otra parte, Polonia, Silesia, Brandem-
burgo y Prusia estaban siendo llevadas inexorablemente a la órbita de la vida de Europa
occidental.» Europe divided, p. 47. Véase George Vernads- ky: «Geopolíticamente hablando, el
medio ruso no es europeo, sino eurasiá- tico. La Rusia medieval no es tanto Europa oriental como
Eurasia occidental.» «Feudalism in Russia», Speculum, xiv, p. 306.
1144
V. O. Kluchevsky, A history of Russia, I, Londres, Dent, 1911, p. 2.
1145
Jerome Blum, Lord and peasant in Russia from the ninth to the nineteenth century,
Princeton (Nueva Jersey), Princeton Univ. Press, 1961, p. 120. Añade: «Éntre las más claras
evidencias de ello se encuentra el crecimiento del reino en superficie y población. Rusia, como
los Estados atlánticos de la Europa occidental, se embarcó en el siglo xvi en un ambicioso
programa de expansión colonial. El derrumbamiento del poder mongol, y la emergencia de un
Estado ruso unificado bajo la dirección de Moscú, ofrecían la oportunidad para adquisiciones
territoriales, aparentemente ilimitadas, en la extensa masa de tierra eurasiática que yace más allá
de las fronteras de Moscovia.»
1146
«La conquista de Kazán fue una tremenda victoria militar y un gran logro político.
Desde el punto de vista religioso, fue entendida como una victoria de la cristiandad sobre el
Islam.» George Vernadsky, The tsardom of Muscovy, 1547-1682 (vol. v de A history of Russia),
New Haven (Connec- ticut), Yale Univ. Press, 1969, parte 1, p. 58.
428 Immanuel Wallerstein
hacia el sur, a lo largo del Don hasta el mar de Azov y a lo largo del Volga hasta
el Caspio. También avanzó considerablemente a través de Siberia. En aquel
mismo tiempo, los ucranianos (por aquel entonces bajo dominio polaco)
avanzaron a lo largo del Dniéper, todo el cual se convertiría en parte de Rusia en
1654. La expansión rusa hacia el sur y el este fue un importante elemento en la
moderna historia mundial, y es interesante señalar que la dirección de la
expansión era función de la fuerza de los regímenes de las regiones que rodeaban
a Rusia. Como nos recuerda George Vernadsky, precisamente «en el mismo
momento en que los rusos se vieron detenidos y rechazados en el oeste empezaron
a avanzar por el este hacia Siberia»1147.
Por lo tanto, en el caso de Rusia, los comerciantes occidentales se veían frente
a un país mucho mayor que Polonia o Bohemia o Mecklemburgo, y que era
claramente una estructura imperial. Mientras que el comercio externo de Polonia
se realizaba casi exclusivamente con Europa occidental, Rusia comerciaba tanto
con el este como con el oeste, y, como dice Jerome Blum, el «comercio oriental
probablemente fuera más importante para Rusia que su comercio con el
oeste»1148.
No es sólo que el comercio hacia el este fuera mayor en volumen, sino que
era de tal naturaleza y volumen que tendía a crear una economía-mundo, o, como
lo plantean algunos escritores que trabajan en un marco teórico ligeramente
diferente, un mercado nacional. A. G. Mankov señala el papel crucial de la
producción de grano, concepto con el que ya estamos familiarizados: «No se
puede hablar del desarrollo efectivo de relaciones comerciales en el seno de la
sociedad feudal antes del momento en que los cereales se convierten en
mercancía, lo que testifica un cierto nivel de diferenciación entre la agricultura y
los oficios [métiers]» 1149 1150. Examinaremos, por lo tanto, el fenómeno de la
expansión de la producción de trigo, observable tanto en Polonia como en Rusia
en los siglos xv y xvi. Polonia, como ya hemos argumentado, está integrada ya
para el siglo xvi en la economía-mundo europea, en cuyos mercados se vende el
trigo, y para cuyos mercados se cultiva. Como plantean Braudel y Spooner: «La
característica dominante del final del siglo [xvi] es claramente el hecho de que el
trigo polaco se ve ahora absorbido en la combinación general de los precios
europeos» n. Esto fue crucial tanto para Polonia como para el resto de Europa,
para la cual Polonia por aquellas fechas se había convertido en «la mayor

«La caída de Kazán eliminó bruscamente toda barrera al avance de los eslavos hacia el este.»
Roger Portal, Les slaves, París, Armand Colín, 1965, p. 110.
* Vernadsky, Tsardom, parte 1, p. 175.
’ Blum, Lord and peasant, p. 128. Véase M. V. Fechner, Torgovlya russkogo gosudarstva
so stranani voctoka v XVI veke, a quien citan M. Mollat et a!, diciendo que el comercio ruso con
Oriente, por río y caravana, era «mucho más importante» que su comercio con Occidente
(«siempre sobreestimado»). Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze Storiche, m, p.
780. Por su parte, Mollat et al. dudan en tomar una posición sobre el volumen relativo «en
ausencia de cifras».
1149
A. G. Mankov, Le mouvement des prix dans l'Etat russe au XVIe siécle, París,
SEVPEN, 1957, p. 28.
1150
Braudel y Spooner, Cambridge Economic History of Europe, iv,
La periferia frente a la arena exterior 429
1151
exportadora de cereales» .
El ascenso de una economía polaca exportadora de trigo significó, como
hemos visto, la aparición de grandes dominios con trabajo obligado en cultivos
para el mercado. Significó también el aumento de la fuerza política de la nobleza,
cuyo interés económico en eliminar los obstáculos al comercio era parangonaba
con el de los comerciantes europeos occidentales. Sus esfuerzos combinados
mantuvieron a Polonia como una economía abierta1152 1153 1154. Hasta qué punto la
prosperidad de la nobleza polaca dependía de este comercio abierto es algo que
se vio claramente ilustrado por las dificultades económicas provocadas por el
bloqueo del Vístula, entre 1626 y 1629, por parte de Gustavo Adolfo de Suecia,
que pretendía con ello «cortar el nervio» de Polonia 14. El hecho de que «la
exportación de cereales a través de los puertos bálticos hubiera tomado
rápidamente [en Polonia] proporciones tales que dominaba la totalidad de la
estructura económica del país» 1S, es utilizado por Jerzy Topolski para explicar
los devastadores efectos de la regresión del siglo xvn en Polonia, efectos que
variaron en las diferentes regiones con arreglo al grado en el cual la economía
local estaba orientada hacia la exportación 1155 1156 1157.
Puede objetarse que el valor del trigo implicado es relativamente pequeño en
proporción al producto total de la economía- mundo europea, pero Boris Porshnev
replica que «no son las cantidades de mercancías exportadas (de hecho, no
demasiado grandes) lo que debería ser el objeto de atención de los investigadores,

p. 398.
I!
Stanislaw Hoszowski: «L'Europe céntrale dans la révolution des prix:
xvie et xvue siécles», Armales ESC, xvi, 3, mayo-junio de 1961, p. 446.
1154
«Sin embargo, la política económica de la nobleza encontró su expresión más
completa en el famoso decreto parlamentario de 1565, que prohibía a los comerciantes polacos
exportar bienes polacos e importar bienes extranjeros, y fomentaba oficialmente la entrada de
comerciantes extranjeros en Polonia. Por supuesto, esta ley se quedó en letra muerta. No obstante,
es una elocuente ilustración de las tendencias que guiaban en aquellos días la política económica
de la nobleza polaca y, creemos, la de las noblezas de otros países bálticos, con la excepción de
Suecia. Podemos considerar que lo que caracteriza la actitud de la nobleza de la época frente al
comercio y la industria de la burguesía es un antimercantilismo sui generis.» Marian Malowist,
«Über die Frage des Handelspo- litik des Adels in den Ostseelándern im 15 imd 16 Jahrhundert»,
Hansische Geschichtsblatter, 75, 1957, p. 39.
1155
-«La exportación de cereales polacos quedó prohibida en consecuencia. Gustavo
Adolfo comprendía perfectamente la importancia de este hecho para la nobleza polaca.
"Occupato hoc ilumine [el Vístula]’’, dijo al enviado de Bethlen Gabor, "praecluso etiam portu
Dantiscano et omni maris Baltici aditu prohibito, ipse iam nervus rei gerendae Poloniae incisus
est". Tenía razón. La detención de las exportaciones de trigo condujo a una caída de los precios
dentro del país, de la que se resintieron nobles y campesinos, principales contribuyentes de
Polonia. Se hacía más difícil subir los impuestos precisamente cuando los gastos del Estado
aumentaban a causa de la necesidad de pagar para reclutar tropas. Sólo gracias al esfuerzo del
Rey y de quienes le rodeaban pudo combatir Polonia, durante tres años y pese a las dificultades
financieras, en esta guerra que tanto esfuerzo requería.» Wladyslaw Czalpinski, «Le probléme
baltique aux xvie et xvue siécles», International Congress of Historical Sciences (Estocolmo,
1960), Rapports, iv, Histoire moderne, Gotemburgo, Almqvist & Wiksell, 1960, p. 41.
1156
Jerzy Topolski, «La régression économique en Pologne», Acta Poloniae Histórica,
Vil, 1962, p. 46.
1157
Véase ibid., pp. 47-48.
430 Immanuel Wallerstein
sino más bien la tasa de ganancia compartida por los comerciantes intermediarios
y los propietarios terratenientes que explotaban el trabajo de los siervos» 1158. Y
Stanislaw Hos- zowski señala que en la inflación global del siglo xvi no sólo los
precios polacos empezaron a aumentar antes incluso que los de la Europa central
y occidental, antes del impacto del tesoro americano sobre los precios 1159, sino
que también, dentro de Polonia, fueron los «propietarios terratenientes quienes
obtuvieron el máximo beneficio de [la subida de los precios], mientras que los
campesinos y las gentes de las ciudades sólo obtuvieron pérdidas de ella» 1160. La
contrapartida de este colapso económico de los campesinos fue la frecuencia de
las revueltas campesinas 1161.
Comparemos ahora el papel de la producción de trigo en Rusia en esta época.
Empecemos con la afirmación de Mankov acerca de la Rusia del siglo xvi: «en
este tiempo se puede hablar tan sólo de un mercado interno de cereales» 1162. Es
decir, si bien prácticamente no se exportaba nada de trigo, «existía ya, en el siglo
xvi, un vínculo entre mercados locales que estaban en ocasiones muy alejados
entre sí»1163. Así, la agricultura capitalista emergió en este momento, y en formas
similares, en Polonia (y otros países del este de Europa), por una parte, y en Rusia,
por otra. Pero mientras que la primera producía para un mercado europeo
occidental en expansión, en Rusia los «señores producían para el mercado
doméstico en expansión»1164. De hecho, en el siglo xvi «se necesitaba un permiso
especial del zar para embarcar [grano] al exterior del país»1165. La especia-
lización de la economía-mundo europea del siglo xvi se ve repetida a escala
menor en el seno de la economía-mundo rusa. El centro de la economía-mundo
rusa exportaba bienes manufacturados (artículos metálicos, productos textiles,
bienes de cuero, armas y armaduras) a cambio de bienes de lujo, tela de algodón,
caballos y ovejas1166. Por añadidura, reexportaba bienes elaborados occidentales

1158
Boris Porshnev, «Les rapports politiques de l'Europe occidentale et de l’Europe
oriéntale á Tépoque de la guerre des Trente Ans», International Congress of Historical Scienses
(Estocolmo, 1960), Rapports, IV, Histoire moderne, Gotemburgo, Almqvist & Wiksell, 1960, p.
137.
111
Véase Hoszowski, Anuales ESC, xvi, p. 446.
u
Ibid., p. 453.
1161
Véase S. Pascu, V. V. Mavrodin, Boris Porshnev e I. G. Anteleva, «Mouvements paysans
dans le centre et le sudest de l’Europe du xve au xxe siécles», Xlle Congrés International des
Sciences Historiques, Rapports, IV, Méthodologie et histoire contemporaine, Viena, Ferdinand
Berger & Sohne, 1965, pp. 21-35.
1162
Mankov, Le mouvement des prix, p. 28.
1163
Ibid., p. 38. Véase la discusión en pp. 38-43.
22
Blum, Lord and peasant, p. 205.
1165
Ibid., p. 128.
1166
Véase ibid., pp. 128-129. Véase R. H. Hilton y R. E. F. Smith: «Se debería mencionar,
incidentalmente, que el desarrollo en el siglo xvi del comercio regional, en una amplia gama de
bienes, con Irán, Turquía, la horda de Nogai y los janatos uzbekos, fue particularmente
importante. Mientras que Rusia ha sido considerada en ocasiones en esta época como un
suministrador semicolonial de materias primas para Occidente, para el Oriente Rusia era un
suministrador de bienes manufacturados tanto como de materias primas.» «Introduction» a R. E.
F. Smith, The enserf- ment of the Russian peasantry, Londres y Nueva York, Cambridge Univ.
Press, 1968, p. 27.
La periferia frente a la arena exterior 431
hacia el este, «aunque esta actividad aparen- temen te no era demasiado
significativa en el siglo xvi»1167 1168 1169 1170 1171 1172. Rusia disfrutaba de los felices
efectos de ser el punto focal de una comunidad económica: «Pieles, sales, cueros,
y otros productos fluían hacia las regiones más antiguas desde las colonias,
creando nueva riqueza y estimulando la actividad comercial e industrial» 1173.
Pero ¿qué hay del comercio ruso con el oeste? ¿Acaso no era equiparable al
polaco? Debemos tener cuidado de no proyectar retrospectivamente en el siglo
xvi fenómenos de los siglos xvin y xix, momento en el cual la economía-mundo
rusa como entidad separada había desaparecido efectivamente, y Rusia se había
convertido en un área periférica más de la economía-mundo europea1174.
Es cierto, a primera vista, que lo que estaba pasando en el siglo xvi era que
«en su comercio con el oeste, Rusia intercambiaba materias primas y productos
semielaborados por artículos manufacturados»1175. Rusia exportaba diversas
materias primas utilizadas para pertrechos navales (lino, cáñamo, grasa, cera),
además de pieles y productos de lujo y artículos metálicos importados
(incluyendo municiones). Pero no parece que este comercio fuera crucial en
ningún sentido. Para Europa occidental, no se puede decir que Rusia fuera
importante como «reserva de grano y productos forestales»1176 hasta el siglo xvn.
T. S. Willan encuentra el valor fundamental de Rusia para Inglaterra, país
occidental con el que más comerciaba aquélla en el siglo xvi, en ser «una fuente
de materias esenciales para la flota». Pero añade:

Resulta un poco difícil decidir si este comercio resultaba igualmente valioso para
los rusos. El equivalente que recibían a cambio de los pertrechos navales
exportados a Inglaterra tal vez fueran las armas y municiones que la compañía
alegaba enviar a Rusia, especialmente en los «cincuenta» y los «sesenta» 1177 1178.
«Especialmente en los "cincuenta” y los "sesenta".» Volveremos sobre esa
observación más adelante. A. Attman sugiere que la importación crucial no eran
los bienes metálicos, sino más bien la plata en forma de lingotes y de objetos de
arte. Ofrece como comprobación de esta hipótesis la extraordinaria acumulación
de plata en las iglesias, monasterios y palacios, así como importantes hallazgos
de lingotes de metal32. Si se recuerda que una importante exportación era la de
pieles, «por aquel entonces signo de dignidad y riqueza» 1179, uno de los llamados

“ Blum, Lord and peasant, p. 129.


1168
Ibid., p. 122.
28
«Podemos rastrear fácilmente las crecientes conexiones de Rusia con
Europa occidental desde tiempos de Iván el Grande, a finales del si
glo xv [...] En este aspecto, el reinado de Pedro el Grande no introdujo
ningún cambio repentino. Pero sigue siendo cierto que la impresión en
las mentes de la gente en el exterior de Rusia —y sin duda también en
el interior— fue desde este momento muy diferente.» Geoffrey Barra- clough, History in a
changing world, Oxford, Blackwell, 1957, pp. 192-193.
1175
Blum, Lord and peasant, p. 128.
50
Malowist, Economic History Review, xil, p. 180.
21
T. S. Willan, «.Trade between England and Russia in the second
half of the sixteenth century», English Historical Review, LXIII, 247, julio de 1948, p. 320.
1179
Citado en Mollat et al., Relazioni del X Congresso Internazionale di Scienze
432 Immanuel Wallerstein
«comercios ricos», podemos considerar la mayor parte del comercio ruso-
occidental en el siglo xvi como un intercambio de objetos preciosos, un método
de consumir excedente en vez de producirlo, por lo tanto, algo suprimible en
momentos de contracción y, consiguientemente, algo no central para el
funcionamiento del sistema económico. Esto no significa que no fuera
importante. Los intermediarios se beneficiaban de él. Sin duda el Estado obtenía
de él ingresos aduaneros. Sin duda, también, reforzaba el sistema de acumulación
de prestigio social. La cuestión, no obstante, es que si se hubiera dado un bloqueo
equivalente al del Vístula por Gustavo Adolfo, en 1626, su impacto sobre la
economía interna rusa habría sido muchísimo menos importante que el que tuvo
sobre Polonia.
Hemos estado utilizando a Polonia como ejemplo de país de la periferia de
la economía-mundo europea (por oposición a la arena exterior). Pero Polonia era
en muchos sentidos un caso extremo. ¿Encontraríamos alguna diferencia si
examináramos otros países de la periferia? La respuesta es que habría algunas
diferencias, pero que no parecen ser cruciales.
Por ejemplo, tanto en Bohemia como en Hungría, el «trabajo forzado» de los
«siervos» no siempre existía exclusivamente en la forma de la corvée, sino que
en ocasiones se daba en la forma de «trabajo asalariado forzado»1180. Josef Válka
señala que esta forma intermedia de prestación de trabajo en Bohemia está ligada
al hecho de que la producción agrícola es diversificada y dirigida a un mercado
interior1181. Josef Petráñ señala de manera similar que en varios de los territorios
menores de Europa central (Bohemia, Silesia, Sajonia, Austria) había una menor
tendencia al crecimiento de grandes posesiones, y sugiere que somos testigos del
nacimiento de la especialización no sólo entre la agricultura y la industria, sino
en el seno de la propia agricultura, donde, no obstante, «como es natural, la
especialización no podía ser completa»1182. Malowist señala que la
especialización agrícola en Dinamarca es paralela a la de Europa oriental, dado

Storiche, m, p. 782.
33
Parry, Cambridge Economic History of Europe, iv, p. 167.
1180
«[El señorío checo del siglo xvi] no sólo utiliza de hecho la corvée, sino también el
trabajo asalariado y el trabajo asalariado forzado [...] Por consiguiente, existía trabajo asalariado.
Pero es una forma de trabajo asalariado pesadamente recubierta de relaciones feudales: el trabajo
asalariado en el dominio del señor se convierte simplemente en una más de las obligaciones de
los siervos.» Josef Válka, «La structure économique de la seigneurie tchéque au xvie siécle»,
Deuxiéme Conférence Internatio- rcate d'Histoire Economique, n, Middle Ages and modern
times, París, Mouton, 1965, pp. 214-215.
«El trabajo asalariado se combinaba en la corvée, pero siempre, pese a todo, bajo un régimen
feudal y mediante compulsión. Así, las nuevas tendencias de la agricultura húngara en el siglo
xvi se caracterizan por la extensión de los dominios señoriales a expensas de las tenencias de los
campesinos, por la extensión de la producción señorial para el mercado, y por el recurso a formas
de trabajo asalariado.» Zs. S. Pach, Anna- les ESC, xxi, p. 1229.
1181
Véase Válka, Deuxiéme Conférence Internationale, n, pp. 212-213.
1182
Josef Petráñ, Deuxiéme Conférence Internationale d’Histoire Economique, xi, p.
222.
La periferia frente a la arena exterior 433
que durante el siglo xvi la nobleza danesa y de Holstein «desarrolló una economía
basada en el trabajo de siervos, así como en el comercio de productos agrícolas y
lácteos, y también en el producto de sus siervos, cuyas posibilidades de dedicarse
al comercio estaban limitadas a un mínimo» 1183. Pero dice que este proceso social
de apropiación aristocrática «que puede ser visto con la máxima claridad en
Polonia, Brandemburgo, Pomerania, Mec- klemburgo y Livonia, se presentó más
débilmente en Dinamarca» 1184.
Lo que podemos decir acerca de estos ejemplos es que muestran que la textura
de la división europea del trabajo se estaba haciendo más compleja ya en el siglo
xvi. No obstante, el significado de un bajo coeficiente de exportación para
Bohemia, un pequeño país rodeado por el resto de la economía-mundo europea,
y el de un coeficiente similarmente bajo para Rusia, un gran imperio al borde
mismo de la economía-mundo europea, debe haber sido notablemente distinto.
La libertad de acción política para Bohemia era en última instancia mucho menor,
y, por tanto, su dependencia económica, mucho mayor en última instancia. Este
es un caso en que el analista debe fijarse en los absolutos para los mínimos y en
las proporciones para los máximos1185. Bohemia tenía menos elasticidad que
Rusia en caso de un corte del comercio. Por tanto, sus actividades económicas
tenían que desarrollarse más conscientemente en el marco de las necesidades de
la economía-mundo europea.
Volvamos ahora al comentario de Willan acerca de las décadas de 1550 y
1560. Debería resultar obvio por nuestra exposición hasta aquí que la línea que
separa la periferia de la arena exterior es fluida, tanto en el sentido de que resulta
difícil para un analista delimitarla como en el sentido de que se desplaza
fácilmente. Una forma de observar la historia de Rusia en este período es verla
como una reacción a un ensayo por parte de Europa de incluirla en el seno de la
economía-mundo. Este intento falló entonces porque la tecnología y la economía
europea no eran aún suficientemente fuertes. Eventualmente, en una época
posterior, tendría éxito. Robert Reynolds describe este proceso de forma algo
etnocéntrica:
Hasta donde podemos saber, fueron los ingleses quienes abrieron la brecha y detonaron la
expansión rusa [...] La apertura por parte de Inglaterra de la ruta [del norte en 1553] proporcionó
a Rusia un tremendo mercado para las pieles, lo que estimuló a los cosacos de la frontera, y a los
Stroganov, con su talento administrativo y su capital, a presionar tan rápidamente como era
posible hacia el norte y el este. Cada año se apoderaron de nuevas regiones para el comercio de
pieles, exactamente igual que los comerciantes de pieles franceses e ingleses, y después los
americanos, presionaban cada vez más hacia el oeste en Norteamérica. Con el gran mercado para
las pieles se abrió la posibilidad de comprar tejidos finos, artículos de metal y otras cosas de

1183
Malowist, Economic History Review, xxi, p. 180.
31
Ibid., p. 188. El subrayado es mío.
1185
Véase, por ejemplo, Malowist: «La gran importancia de las manufacturas extranjeras
no obstaculizó el desarrollo de la industria rusa en la misma forma en que lo hizo en los países
bálticos, a causa de la inmensa superficie del país, incluso aunque, en un primer momento, la
industria rusa estuviera poco desarrollada.» Economic History Review, XII, p. 189.
434 Immanuel Wallerstein
1186
Europa occidental .
¿Cómo encaja esta entrada inglesa en el mundo ruso con los desarrollos
políticos internos de éste? Es a esto a lo que debemos atender ahora, para ver
cómo reacciona Rusia al «ser traída a Europa», y cómo esta reacción diferenció
aún más a Rusia de Europa oriental. Malowist señala que el grano cultivado en
Rusia central era vendido en el norte y en el oeste de la Rusia europea, y en
Siberia1187. Así, el desarrollo de la producción rusa de trigo «había facilitado la
colonización y conquista» de sus propios y riquísimos territorios del norte y del
oeste, que a su vez «suministraron inmensas riquezas, en primer lugar para el
tesoro de los zares, y más adelante, para los mercaderes» 1188.
Para apreciar el papel del Estado ruso deberíamos recapitular sobre lo que
argumentamos en el capítulo anterior acerca del papel del Estado en los Estados
del centro de la Europa occidental, observar a continuación el papel del Estado
en los Estados periféricos de Europa oriental, y después comparar a ambos con el
papel del Estado en Rusia. Hemos presentado a la monarquía absoluta con una
estructura en la que el rey y su entorno aspiraban a la primacía política con la
ayuda directa de una burocracia patrimonial y venal, y de ejércitos regulares de
mercenarios. Por una parte, el rey buscaba el apoyo de segmentos favorecidos de
la burguesía comercial urbana, que le suministraban dinero y suponían un cierto
contrapeso político ante las tendencias centrífugas de la vieja nobleza. Por otra
parte, el rey era el pináculo del sistema de estatus tradicional, y era en última
instancia el protector de la nobleza contra los efectos corrosivos del sistema
capitalista en desarrollo1189.
Por lo tanto, en términos de ambos estratos sociales, la antigua nobleza y la
burguesía comercial urbana, la monarquía absoluta era para cada uno de ellos un
mal menor, y su fuerza creció sobre la base de la falta de alternativas, dado que

1186
Reynolds, Europe emerges, pp. 450, 453.
1187
Véase Malowist, Past and Present, 13, pp. 35-36.
41
Malowist, Economic History Review, XII, p. 189.
1189
Joseph A. Schumpeter capta de forma muy aguda las contradicciones internas de la
monarquía absoluta: «El rey, la corte, el ejército, la Iglesia y la burocracia se mantenían cada vez
más con las ganancias creadas por el proceso capitalista, e incluso las fuentes de ingreso
puramente feudales engrosaban a consecuencia del desarrollo capitalista de la época. Cada vez
más, también, las políticas interior y exterior y los cambios institucionales se moldeaban para
ajustarse a este desarrollo y propulsarlo. En esta medida, los elementos feudales en la estructura
de la llamada monarquía absoluta sólo aparecen como atavismos, que de hecho es el diagnóstico
que se adoptaría a primera vista.
»En un examen más detenido, sin embargo, advertimos que estos elementos significan más
que eso. El marco de acero de esta estructura todavía lo formaba el material humano de la
sociedad feudal, y este material aún se comportaba de acuerdo con patrones precapitalistas.
Ocupaba los cargos de Estado, proporcionaba los oficiales del ejército, proyectaba las políticas
a seguir: funcionaba como una clase dirigente y, aunque tomando en cuenta los intereses
burgueses, se cuidaba de distanciarse de la burguesía. La pieza central, el rey, lo era por la gracia
de Dios, y la raíz de su posición era feudal [...] por mucho que se aprovechara de las posibilidades
económicas ofrecidas por el capitalismo Todo esto era más que un atavismo. Era una simbiosis
activa de dos estratos sociales, uno de los cuales apoyaba al otro sin duda económicamente, pero
era apoyado a su vez por él políticamente.» Capitalism, socialism and democracy, Londres, Alien
& Unwin, 1943, p. 136.
La periferia frente a la arena exterior 435
senda bien a ambos al crear la posibilidad para la nación como entidad de lograr
una superior participación en el producto excedente de la economía-mundo
europea en su conjunto. En el siglo xvi podemos hablar, como mucho, de
«fiscalismo» o de «mercantilismo precoz» del Estado. Desde aproximadamente
1650 en adelante, los Estados occidentales emprendieron una política mer-
cantilista a toda escala, calculada para fortalecer aún más sus posiciones relativas
en la economía-mundo.
Mientras que el siglo xvi fue un período de crecimiento del poder del Estado
en Europa occidental, fue una era de declinación del poder del Estado en Europa
oriental, a la vez causa y consecuencia de la posición económica de esta última.
Este es un ejemplo más del impacto acumulativo de los cambios sociales. Al ir
haciéndose más fuerte la aristocracia de Polonia, a través de su rentable papel en
el comercio internacional, e irse debilitando la burguesía indígena, la base
impositiva del Estado fue desapareciendo, lo que significa que el rey no se podía
permitir el mantener un ejército adecuado 1190. Los magnates necesitaban entonces
garantizar su propia protección, pero esto a su vez abría la posibilidad de guerras
privadas 1191. Algunos de estos ejércitos privados igualaban en tamaño al de la
Corona1192. El rey se convirtió en un rey electo, y en la legislatura central, la Sejm,
empezó a ceder buena parte de su autoridad a las dietas locales.
Desde este punto en adelante, la desintegración del aparato de Estado
prosiguió paso a paso. Janusz Tazbir muestra cómo un paso conducía al siguiente:
Desde 1613 las decisiones concernientes a los impuestos, como norma, fueron
transferidas a las dietas locales. Esta descentralización del sistema fiscal llevó a
una situación en la que algunos distritos tenían que pagar impuestos mayores que
otros. El caos se hizo aún más profundo cuando se confió a las dietas locales
incluso la votación de los impuestos dirigidos a la defensa del Estado (1640).
Todo esto tenía que conducir a una disminución de los ingresos del tesoro, lo que,
a su vez, hacía virtualmente imposible pagar un ejército.
Los soldados, que tenían pagos pendientes, organizaron ligas o
confederaciones militares que arrasaron el país, constituyendo peligrosos centros

1190
«Lo que le falta a [Polonia] en el siglo xvi no es, desde luego, un impulso vital del
que dio múltiples pruebas, sino una economía monetaria activa y de amplio radio de acción. Si
el Estado polaco es tan frágil en profundidad, y si su rey lo es "más por representación que por
ejercicio del poder”, la razón hay que buscarla en el orden político y social de la “república" y
en la imposibilidad de centralizar suficientes reservas de plata y, en consecuencia, de disponer
de un ejército moderno.» Braudel, La Méditerranée, I, p. 184.
1191
«Las aspiraciones reformadoras de la Corona indujeron a los magnates a buscar un
mayor debilitamiento de la administración. La restricción gradual de las prerrogativas reales fue
acompañada por el crecimiento de los privilegios de los grandes nobles, especialmente los
magnates de las marcas orientales, que tenían a su disposición sus propios ejércitos, grandes
riquezas, y numerosos clientes entre la gentry local dependiente. Así, los magnates tenían todo
lo que se le negaba al monarca reinante: abundantes recursos financieros, un ejército fuerte y el
apoyo de un partido político [...] Ya a comienzos del siglo xvn, las familias de los magnates
estaban envueltas en guerras privadas, unas contra otras, devastando el país y devorando sus
recursos.» Janusz Tazbir, History of Poland, página 209.
44
Véase ibid., p. 224.
436 Immanuel Wallerstein
1193 1194
de fermento político .

En Europa occidental la propiedad real creció a expensas de las propiedades


de la Iglesia, incluso en la católica España, pero no así en Polonia. Durante el
primer impacto de la Reforma, algunas tierras parroquiales de la Iglesia fueron
confiscadas por los protestantes, pero incluso con eso el grueso de las propiedades
importantes de la Iglesia permaneció intacto. Entonces triunfó la Contrarreforma,
por razones que ya hemos estudiado. No obstante, a causa de la misma debilidad
del Estado, las propiedades de la Corona declinaron4S.
En otros lugares de la Europa del este ocurrían procesos similares. Casi todo
el mundo asocia actualmente el Estado prusiano con dos fenómenos: un Estado
fuerte y una fuerte clase de Junkers. El siglo xvi vio precisamente el ascenso de
una poderosa clase de Junkers en las áreas que más adelante constituirían Prusia.
Pero fue también un siglo en que el Estado se estaba debilitando, no fortaleciendo.
Por una parte, el sistema de propiedad llamado Gutsherrs- chaft, basado en
la corvée y en las pequeñas parcelas con una

1193
Ibid., p. 225.
1194
«En marcado contraste con la propiedad eclesiástica, particularmente las haciendas
de los monasterios, la propiedad real continuó reduciéndose en el período moderno. El Estatuto
del rey Alejandro (1504) había restringido el derecho real a dar, vender o hipotecar los dominios
reales, pero la escasez crónica de dinero obligó a su sucesor, Segismundo I (1506-1548), a
continuar la política de su hermano, si bien en una escala algo menor. Las fincas reales eran la
principal garantía para las ciudades. En Europa occidental, donde el dinero era prestado en la
mayor parte de los casos por comerciantes y banqueros, los acreedores acostumbraban a
apoderarse como garantía de los ingresos reales, aduanas e impuestos. En Polonia, sin embargo,
tanto los nobles acreedores como unos pocos banqueros comerciantes ricos aprovecharon al
máximo la oportunidad de apoderarse de las fincas reales.» Antoni Maqzak, «The social
distribution of landed property in Poland from the sixteenth to the eighteenth centuries», Third
International Conference of Economic Histo- ry, París, Mouton, 1968, I, pp. 456457.
La periferia frente a la arena exterior 437
1195
casa de labor , que creció al este del Elba en esta época, reemplazando a la
más antigua forma feudal llamada Gutswirtschaft, se diferenciaba de ésta muy
marcadamente, como el propio nombre indica, en el sistema interno de autoridad.
En el nuevo sistema, como plantea Friedrich Lütge, «la finca [era] algo semejante
a una especie de pequeña unidad política en el seno del Estado: sus habitantes
sólo indirectamente [eran] súbditos del príncipe del territorio» 1196. En segundo
lugar, como en Polonia, los Hohenzollern estaban usando las posesiones de la
Corona, e incluso las antiguas tierras de la Iglesia 1197, como garantía de préstamos,
proceso que progresivamente socavaba su fuerza. Estas medidas, tomadas in
extremis por la Corona, fueron extremadamente beneficiosas para la clase de los
Junkers1198.
Este proceso de declinación del poder principesco en Alemania continúa a lo
largo de todo el siglo xvi y llega a su punto más bajo en 1648, con la Paz de
Westfalia, que pone fin a la guerra de los Treinta Años, paz que, como argumenta
A. J. P. Taylor, fue «no la causa de la decadencia y debilidad germanas, sino más
bien su resultado [...]». Aunque la paz fue «impuesta» por las potencias
extranjeras, sin su intervención las cosas hubieran estado aún peor. «La única
alternativa en 1648 no era una menor interferencia extranjera, sino una
intervención mayor: la continuación de la guerra hasta que la mayor parte de

1195
«El Gutsherrschaft implicaba la eliminación gradual de la antigua propiedad señorial
y la creación de pequeñas y numerosas parcelas con una casa de labor.» Helleiner, Cambridge
Economic History of Euro- pe, iv, p. 26.
1196
Lütge, New Cambridge Modern History, n, p. 36. J. Siemenski utiliza un lenguaje
similar con referencia a Polonia: «En breve, [en el siglo xvi] las grandes haciendas se convirtieron
en pequeños Estados regidos por sus señores y propietarios [squires], que decidían las cargas
impuestas al campesinado (en la forma de servicios o de uso de monopolios) y el alcance del
autogobierno campesino.» «Constitutional conditions in the fifteenth and sixteenth centuries»,
Cambridge History of Poland, i, W. F. Reddaway et al., comps., From the origins to Sobieski (to
1696), Londres y Nueva York, Cambridge Univ. Press, 1950, p. 427.
1197
Ni siquiera la confiscación de las tierras de la Iglesia ayuda a resolver el problema, a
menos que la base económica del área en cuestión sea suficientemente fuerte para proporcionar
una base fiscal adecuada: «La disolución de los monasterios [al este del Elba], exactamente igual
que en Inglaterra, no hizo a los gobernantes independientes de la votación de créditos por los
Parlamentos. Las crecientes necesidades monetarias de los príncipes, y la rápida subida de los
precios, les obligaron a vender o empeñar a los nobles muchas de las haciendas de los
monasterios [...] Así, en contra de una opinión ampliamente difundida, el poder de los príncipes
no se vio reforzado por la Reforma, sino que continuó declinando.» F. L. Carsten, The origins of
Prussia, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press (Clarendon), 1954, p. 166.
1198
«El pago de las deudas en tierras, en especial reservas señoriales, era, evidentemente,
lo más rentable para el acreedor en la época de la revolución de los precios. El sistema
predominante de creación de crédito, empeñando las fincas de la Corona y transfiriendo su
gestión como garantía para el acreedor, basaba la contracción y pago de préstamos en una
combinación de economía monetaria y economía natural. Desde el punto de vista de los
terratenientes, la demanda de crédito "público" abría la posibilidad de que el capital se
reprodujera a una tasa excepcionalmente alta, a través de inversiones especulativas en tierras. El
dinero que recibía el solicitante del préstamo quedaba usualmente muy por debajo del valor de
capital real de las partidas empeñadas. El margen tendía a aumentar a consecuencia de la continua
tendencia ascendente

15
438 Immanuel Wallerstein
Alemania estuviera dividida de hecho entre Suecia, Francia y los Habsburgo» 1199.
La posición de Suecia merece un breve examen, ya que la evolución del
aparato de Estado en Suecia se aproximaba al modelo de Europa occidental más
que al de la periferia, aunque estuviera económicamente muy subdesarrollada en
esta época. No era fuerte porque su comercio e industria fueran fuertes, aunque la
producción de hierro creció continuamente a partir de 1540 1200; sino, un tanto
paradójicamente, porque su agricultura era débil, y sus aristócratas deseaban
echar mano a las ganancias de otras tierras a falta de capacidad para crearlas por
sí mismos. O al menos esto argumenta Malowist:
Merecería la pena repasar ciertos aspectos del dominio sueco del Báltico. De
hecho, los comienzos de la expansión sueca, modestos al principio, aparecen
también en el siglo xv. Más aún, Suecia, en los siglos xv y xvi, era
económicamente un país muy atrasado, no solamente en comparación con Europa
occidental, sino incluso en comparación con la Alemania del este o Polonia [...]
Así, se debería observar que no había nada en la situación de los mercaderes
suecos que pueda explicar la agresión de Suecia contra sus vecinos, dado que
estos comerciantes sacaban unas ganancias infinitesimales de las conquistas de
Suecia, e incluso, en ocasiones, intentaban oponerse a la política de conquista,
considerándola más bien como una fuente creciente de impuestos.
Por el contrario, el grupo que apoyaba firmemente la expansión era la
aristocracia, la nobleza, incapaz de incrementar sus ingresos, bastante pequeños
en aquella época, a expensas de un campesinado que era fuerte y estaba bien
organizado. Y era precisamente a los grandes señores de la nobleza a quienes las
conquistas y la administración de los territorios conquistados les suponían
importantes fuentes de nuevos ingresos1201.
Y si nos preguntamos por qué el campesinado era tan fuerte, es posible quizá
que fuera precisamente a causa de que Suecia en aquella época poseía una
«agricultura que difícilmente podía cubrir sus propias necesidades», y que, por lo
tanto, su única fuente real de riqueza inmediata era ser «una especie de parásito
viviendo de las debilidades de sus vecinos, como consecuencia del enorme

del precio de la tierra y de los productos agrícolas. El acreedor, por consiguiente, se veía
indemnizado con una renta económica exorbitante y flexible que, mientras se hallaba en posesión
de la garantía, podía ser incrementada adicionalmente mediante una utilización más eficiente o
una explotación despiadada. Sólo la persistencia de agudos desajustes fiscales y el carácter
restringido del mercado de capitales, que a consecuencia de la decadencia económica de las
ciudades y de los burgueses se había visto progresivamente sujeto a la influencia de los grandes
terratenientes y de los altos funcionarios del gobierno, obligaron a los Hohenzollern a recurrir
una y otra vez a este método.» Rosenberg, American Historical Review, xux, parte 1, p. 22.
El mismo declinar del poder de los príncipes, en favor de la nobleza terrateniente, puede
encontrarse en el reino español de Nápoles, proporcionando así nuevas pruebas del estrecho
vínculo entre papel económico emergente y estructura política. Los terratenientes, allí, se
dedicaron a la producción de grano, especialmente a comienzos del siglo xvn. Mantuvieron e
incrementaron sus prerrogativas parlamentarias, redujeron efectivamente el alcance del poder del
virrey español, mantuvieron controlada la burocracia, situando a sus propios hombres en los
puestos más altos, conservando la venalidad tan sólo de los cargos inferiores, y mantuvieron la
supremacía absoluta en la organización militar del Estado. Véase Villari, La rivolta antispagnola,
pp. 3-5, 14, 17, 24-25. 28.
53
Taylor, Course of Germán history, p. 23.
54
Véase Frank C. Spooner, New Cambridge Modern History, iv, p. 97.
1201
Malowist, Anuales ESC, xvm, p. 926.
La periferia frente a la arena exterior 439
1202
crecimiento del poder de la nobleza» .
Suecia, como caso moderadamente anómalo, ilustra así adecuadamente el
proceso. Como Estado periférico con una burguesía débil, era una arena en la que
el poder político de la aristocracia creció con la expansión económica del siglo
xvi, pero el cultivo de trigo se vio dificultado por el trastorno climático de la
época, que afectó particularmente y de forma negativa a los países
escandinavos1203. La nobleza necesitaba, por lo tanto, conquistas, y para ello
necesitaba un Estado fuerte, no débil. Una vez dotados de un Estado fuerte, serían
capaces en el siglo xvn y xvm de utilizar el mercantilismo como una palanca para
el avance industrial, evitándose así, por tanto, la suerte de Polonia.
Estamos ahora en disposición de echar un vistazo a Rusia. Una evidencia
clave en favor de la hipótesis de que Rusia no era parte de la economía-mundo
europea es precisamente el crecimiento de la monarquía absoluta rusa de una
forma que manifiesta paralelismos sustanciales con los desarrollos de la Europa
occidental, y que resulta llamativamente diferente a la Europa del este.
¿Cuáles son los hechos? El auge del trabajo obligado en cultivos para el
mercado en la Rusia del siglo xvr fue producto de la intervención del Estado en
la economía, ligada directamente a la creación de prebendas militares llamadas
pomestie, utilizadas para recompensar a aquellos que apoyaban al zar. En cierto
sentido existe algún paralelismo aquí con las encomiendas de la América hispana.
No obstante, al contrario que en la América hispana, el sistema de trabajo
obligado no podía ser introducido abruptamente, dado que primero la tierra debía
ser expropiada a la vieja nobleza (los boyardos) y a los monasterios. Tampoco
existía un equivalente al cacique como intermediario, excepto en la medida en
que se pueda considerar al cura ortodoxo ruso como representante de un papel
análogo en ciertas áreas. Más bien, el respaldo legislativo de la «servidumbre»
vino al final de un proceso en el que la «refeudalización» había sido puesta en
marcha por un proceso de creciente endeudamiento campesino. V. O. Kluchevsky
describe cómo se produjo esto:

El préstamo del terrateniente daba lugar a unas relaciones en las que el campesino
señorial tenía que elegir entre un tiempo definido de campesinado insolvente y un
término indefinido de esclavitud [esto es, satisfacer la deuda mediante trabajo
personal]. No obstante, esta restricción no era una vinculación policial al lugar de
residencia [...], sino una mera dependencia industrial, a través de la deuda con un
individuo (a saber, el terrateniente) bajo la ley civil general del país. Así, las
postrimerías del siglo xvi vieron expirar por sí mismo el derecho de
desplazamiento del campesino, y sin haber sido abrogado por la ley [...]
[El] campesino, al negociar con el terrateniente para lograr una parcela y un
préstamo, renunciaba por sí mismo y a perpetuidad (a través de su contrato de

“ Malowist, Economic History Review, XII, p. 189.


1203
«Parece, por consiguiente, que el caso de los países nórdicos debe ser considerado como
un caso especial: allí, un invierno demasiado duro puede ser extremadamente perjudicial para los
cultivos de grano, y una serie de inviernos rigurosos puede tener serias consecuencias, mientras
que en Francia no sería prácticamente perjudicial, o incluso sería benéfico.» Le Roy Ladurie,
Histoire du climat, p. 281.
440 Immanuel Wallerstein
arrendamiento) al derecho de poner fin jamás, o por cualquier medio, a las
obligaciones que por aquel contrato asumía58.
No obstante, el sometimiento voluntario a servidumbre se hizo insuficiente
en Rusia cuando los éxitos militares de Iván el Terrible a mediados del siglo xvi
llevaron a la incorporación de extensas tierras libres en el sudeste de lo que es
hoy la Rusia 1204 europea. Para evitar que la población campesina huyera a estas
nuevas tierras, lo que para los beneficiarios de los pomestie significaba perder su
fuerza de trabajo, y para el gobierno, por tanto, perder sus contribuyentes, «se
introdujeron restricciones en la libertad de movimientos de los campesinos» 1205.
Como comenta Alexander Gerschenkron, «el proceso de sometimiento a
servidumbre es casi inconcebible sin el poder del Estado. ¿De qué otra forma se
podía realizar en un país tan abierto hacia vastos espacios libres al sur y al este
como era la gran planicie rusa?»1206. El papel activo del aparato de Estado estaba,
por tanto, ligado muy de cerca al hecho de que Rusia estuviera envuelta en una
operación de conquista.
Igualmente lo estaba España, por supuesto. Pero España, a causa de los
metales preciosos, de los concesionarios de crédito italianos y de sus vínculos
Habsburgo, estaba y permaneció en definitiva ligada íntimamente a la economía-
mundo europea. No obstante, el proceso original de creación del Estado ruso tenía
algunos paralelos con el de España. España fue creada como resultado de una
reconquista de su territorio por una cruzada cristiana contra los conquistadores
musulmanes procedentes del Africa del norte. Rusia fue creada por un proceso de
liberación del «yugo tártaro», de reconquista de su territorio por medio de una
cruzada cristiana contra los invasores musulmanes (o islamizados) del Asia
central. El papel de Moscovia fue paralelo al de Castilla, y el impulso de una
lucha común colaboró grandemente al triunfo de Moscovia1207.
Como parte del precio de lograr la ayuda de la clase guerrera tradicional, los
boyardos, en esta reconquista, los zares de Moscovia hubieron de concederles un
título de primacía perpetua con arreglo a un orden de rangos a principios del
tiempo histórico1208. Este sistema, conocido como mestnichestvo, fue una
'i

importante tradición creada por el proceso del cambio. Para equilibrar esta nueva
fuerza de la aristocracia, Iván III creó a finales del siglo xv un nuevo sistema de

1204
Kluchevsky, A history of Russia, n, pp. 233, 241.
” Marc Szeftel, «Aspects of feudalism in Russian history», en Rushton Coulbourn, comp.,
Feudalism in history, Princeton (Nueva Jersey), Prin- ceton Univ. Press, 1956, p. 176.
1206
Alexander Gerschenkron, «Review article: lord and peasant in Russia from the ninth
to the nineteenth century», Journal of Economic History, xxiv, 1, marzo de 1964, p. 56.
1207
«Estos fueron los nuevos fenómenos prominentes en la absorción de Rusia por Moscú
desde mediados del siglo xv en adelante. Primero, las comunidades locales comenzaron a
volverse abiertamente hacia Moscú, por decisión propia o a instancia de sus respectivos
gobiernos; lo cual ocasionó que la unificación moscovita del país adquiriera un carácter diferente
y progresara con ritmo más rápido. Es decir, dejó de ser una cuestión de captura o de negociación
privada y se convirtió en un movimiento nacional, religioso.» Kluchevsky, A history of Russia,
II, p. 8.
“ Véase ibid., u, p. 44.
La periferia frente a la arena exterior 441
feudos no alodiales llamados pomestie, que eran concedidos como prebenda a
cambio de servicios militares. Los pomestie fueron creados a partir de tierras
fronterizas conquistadas, de tierra confiscada a los monasterios y boyardos
errantes, y también de tierra de los campesinos libres 63.
No obstante, por falta de una Reforma, la Iglesia fue capaz de contraatacar, y
la existencia de dos tipos de tendencia de la tierra, la pomestie y la vieja forma
señorial conocida como votchina, dio a los monasterios una gran oportunidad, al
empezar a vender o donar sus tierras a la Iglesia los dueños de votchini,
especialmente a partir de 1550, a cambio de la tenencia de por vida. Desde luego,
hubo justificaciones religiosas, pero el factor clave parece ser sociopolítico M.
Fue la creación de una nueva forma de tenencia, la pomestie, no basada en
las obligaciones recíprocas feudales tradicionales y a menudo en áreas fronterizas,
combinada con el hecho de la expansión territorial y, por lo tanto, de la inmediata
disponibilidad de tierras, lo que llevó al gobierno por el camino de hacer las
obligaciones de trabajo y residencia de los campesinos cada vez más compulsivas
a lo largo del siglo xvi, empezando con el Código de 1497 y culminando en el
Código de la Asamblea 1209 1210 de 1649 1211. Sin tales restricciones los campesinos
se hubieran negado al servicio. La fuerza política de la Iglesia significaba que el
Estado era incapaz de detener esta sangría de tierra para el sistema fiscal. La única
alternativa era incrementar los impuestos sobre la tierra remanente, exprimiendo
aún más a los campesinos1212 1213. Dado que, por añadidura, a los campesinos se

63
«La transformación conllevaba más que la simple reducción del alodio hereditario
(votchina) y la emergencia de la tenencia temporal (pomestie) atribuida a cambio de la realización
de servicios al Estado por el arrendatario. En el curso del proceso, una considerable cantidad de
tierras antes en manos de campesinos «negros» [es decir, libres] fueron reasignadas por el Estado
a sus servidores. Este proceso eminentemente político resulta bastante incomprensible excepto
dentro del marco de un Estado en expansión y de sus crecientes necesidades.» Alexander Gers-
chenkron, «An economic history of Russia», Journal of Economic Histo- ry, XII, 2, primavera de
1952, p. 131. Sobre los orígenes fiscales del sistema véase Ardant, Impót, II, pp. 1089-1097.
1210
«Las adquisiciones de tierra por los monasterios alcanzaron su cénit durante las crisis
políticas y económicas de finales del siglo xvi. Muchos votchinniki, para prevenir la pérdida de
sus tierras por un desastre económico o a través de su confiscación por el rey, cedieron su
propiedad a los monasterios a cambio de la tenencia vitalicia de toda o parte de la tierra que
donaban, o de alguna otra tierra propiedad del monasterio. De esta forma, el que hasta entonces
había sido propietario podía vivir su vida pacíficamente bajo la protección del monasterio,
disfrutar las ganancias de su propiedad, y escapar a los peligros que acechan a la clase de los
votchinniki durante el reinado de Iván el Terrible.» Blúm, Lord and peasant, pp. 191-192.
1211
Véase ibid., pp. 247-268. Hilton y Smith fijan su comienzo en 1460
(véase Enserfment, pp. 18-19, 42-46, 73-75), pero están de acuerdo en que la transformación se
hizo definitiva en 1649 (véase pp. 25, 141-152).
“ «La conexión entre la cuestión de los votchini de los monasterios y las fortunas de los
campesinos era una conexión doble. Por una parte, el hecho de que los votchini de los
monasterios se formaran a expensas de las tierras de la hacienda, de la corte, y de las ligadas al
servicio militar, y el que resultaran inútiles todos los intentos de cortar el goteo de tales tierras
hacia los monasterios, y de devolverlas a la hacienda y el servicio, obligó al gobierno a recuperar
en trabajo de los campesinos (a través de mayores impuestos) lo que perdía en la propiedad de
los monasterios; mientras que, por otra parte, el hecho de que las tierras que los monasterios
cedían en arriendo constituyeran una perpetua amenaza contra la rentabilidad de las tierras de la
442 Immanuel Wallerstein
les ofrecían términos más favorables en las tierras monásticas, el aumento en los
impuestos sirvió como un impulso más para la emigración campesina.
Este es el fondo de la cuestión de «los cincuenta y los sesenta». El reinado
de Iván IV (el Terrible) entre 1547 y 1584 fue un período crítico en la historia
rusa, dado que Iván, a través de una concentración absoluta en el objetivo de
incrementar la autoridad del Estado, cristalizó la forma de estructura social
interna que Rusia habría de conocer durante varios siglos por venir, intentando
entre tanto establecer la autonomía del Estado ruso respecto a la economía-mundo
europea. Como veremos, a corto plazo tuvo éxito en este último propósito o, dicho
de otra forma, ganó el tiempo suficiente para asegurar que cuando Rusia fuera
absorbida más adelante en la economía-mundo, entrara en ella como un Estado
semiperiférico (como la España de los siglos xvn y XVIII) en vez de hacerlo como
un Estado periférico (como Polonia).
Dentro de Rusia el arma fundamental del zar para incrementar el poder del
Estado era la creación de un aparato de Estado patrimonial (como en Europa
occidental), ligado en el caso de Rusia, más incluso que en el caso de Francia e
Inglaterra, a la redistribución de los derechos sobre la tierra. Una
reforma clave fue la abolición del sistema de administración regional llamado
kormlenie, un sistema de prebendas de arrendamiento de impuestos y su
sustitución por una burocracia pagada en parte en metálico y en parte con la
concesión de tierras67. Esta reforma no sólo creó una burocracia central; creó al
mismo tiempo su base fiscal1214. Esto estaba combinado con la creación de
instituciones locales de gobierno firmemente en manos de la gentry local, cuyo
auge fue favorecido por la expansión de la autoridad del zar y comienza con
ella1215. Fue en este momento (1556) cuando el servicio militar se vinculó
firmemente a la tenencia de los pomestie, garantizando así al zar un ejército
regular relativamente leal1216. El crecimiento de los pomestie y, por tanto, la
creciente complejidad de supervisar el funcionamiento del sistema, condujeron a
la creación de una oficina central de tierra en Moscú para los pomestie1217.

hacienda y el servicio (ya que las buenas condiciones de arriendo de las primeras atraían al
campesinado de las segundas) obligó al gobierno a intentar aliviar el mal imponiendo
restricciones al derecho de los campesinos a emigrar.» Kluchevs- ky, A history of Russia, II, p.
197. Sobre la condición general del campesinado, véase Blum, Lord and peasant, pp. 219-246.
47
Véase ibid., pp. 142-143. La palabra kormlenie es traducida como living (medio de vida,
sustento) por R. E. F. Smith, The enserfment of the Russian peasantry, Londres y Nueva York,
Cambridge, Jniv. Press, 1968, p. 156.
“ Rusia conoció por vez primera el establecimiento de un sistema de impuestos estatales
directos durante el régimen de Iván el Terrible. Véase A. Miller, «Considérations sur les
institutions financiéres de l’Etat moscovite aux xvie et xvue .siécles», Revue Internationale de
Sociologie, XI., 7-8, julio-agosto de 1932, pp. 374-378. Miller muestra claramente cómo esto
vino ligado a la abolición de la kormlenie: «Desde el momento en que la población ya no tenía
que efectuar pagos a los kormlenshchiki, se los sustituyó por una serie de impuestos que desde
entonces serían recaudados a beneficio del gobierno central» (p. 378).
1215
Véase Vernadsky, Tsardom, parte 1, pp. 87-174.
1216
Véase ibid., pp. 85-86.
1217
«Se hizo necesario introducir la normalización y la burocratización en las relaciones
de servidumbre para asegurar su adecuado funcionamiento [...] La tendencia hacia la uniformidad
La periferia frente a la arena exterior 443
Mientras tanto, en el exterior Iván IV seguía una política de expansión, no
sólo hacia las tierras fronterizas del sur (en aquella época, Crimea), sino por el
oeste hacia el Báltico, la llamada guerra de Livonia, que se prolongó a lo largo de
veinticinco años (1558-1583). Su objeto era convertir a Rusia en una potencia
báltica. Fue una guerra larga y de resultados esencialmente inconcluyentes1218. Si
hubieran sido más concluyentes, Rusia podría haberse visto arrastrada
definitivamente al sistema mundial europeo en aquellas fechas.
Se puede comprender por qué la expansión hacia el oeste tentaba al zar en su
capacidad empresarial. Al contrario que los gobernantes de las diversas naciones
de Europa oriental, el zar estaba en posición de beneficiarse directamente de la
expansión del comercio, a causa de un aparato de Estado ya más fuerte. En
Polonia fue la aristocracia la que consiguió un control mo- nopolístico sobre el
comercio de exportación: en Rusia fue el zar. Reservó estos derechos para sí
mismo y para aquellos a los que favorecía1219. Así, el comercio exterior era de
interés para el zar no sólo como fuente de ingresos aduaneros, sino como salida
para la enorme cantidad de bienes que le entregaban en especie los campesinos.
Iván IV pretendía utilizar a toda Europa en la misma forma que la ciudad servía
al señor feudal medieval. Dado que la empresa era de vastas dimensiones,
consideró conveniente y rentable asegurarse la cooperación de una burguesía
comercial (tanto extranjera como indígena) que se hiciera cargo de la mercancía.
Cuando los aristócratas polacos eliminaron a los intermediarios comerciales
polacos, evitaron así el pago de ciertos impuestos sobre sus bienes. De esta, forma
el Estado perdió ingresos, y la burguesía polaca declinó. Cuando el soberano es
el terrateniente, todos los ahorros o dispensas de impuestos no son sino simples
transacciones contables. Ergo, en Rusia, no tenía grandes ventajas financieras
convertir a los individuos que supervisaban la transferencia de bienes en
miembros de la plantilla de la firma, frente a los empresarios independientes. Ya
que estos últimos habían tomado la iniciativa, era más fácil dejarles seguir
adelante.
Por tanto, en Rusia, al igual que en Europa occidental, la burguesía comercial
indígena sobrevivió, y al mismo tiempo el aparato de Estado se vio fortalecido1220.

fue especialmente evidente en la normalización de las dimensiones de las tenencias transferidas


a los pomeshchiki.» Blum, Lord and peasant, p. 179.
1218
Véase Vernadsky, Tsardom, parte 1, pp. 87-174.
1219
«El zar Iván IV era considerado, en opinión de los extranjeros, uno de los señores
feudales más ricos de Europa [...] Los muy rentables monopolios del comercio real aplicados al
comercio exterior descansaban exclusivamente sobre la economía señorial del mismo zar y de
quienes le rodeaban.» Peter I. Lyashchenko, History of the national economy of Russia to the
1917 revolution, Nueva York, Macmillan, 1949, pp. 213-214.
Esto puede explicar por qué en un primer momento Iván IV pareció tan favorable al
desarrollo de vínculos comerciales con Inglaterra. Inna Lubimenko, de hecho, sostiene que él
estaba mucho más interesado en el desarrollo de tales vínculos que Isabel, y que fue la reserva
inglesa lo que condujo a la fuerte reacción de Iván. Véase Les relations commercia- les et
politiques de l’Angleterre avec la Russie avant Pierre le Grand, París, Lib. Ancienne Honoré
Champion, 1933, pp. 40-53.
™ «Resulta claro así que el comercio marítimo no sólo favorecía la acumulación de capital
444 Immanuel Wallerstein
Si el zar Iván IV hubiera tenido éxito, no es seguro que los comerciantes rusos
hubieran disfrutado de las ventajas que preveían. Nunca lo sabremos, ya que,
cuando la guerra de Livonia acabó en tablas desde el punto de vista exterior, todo
lo que en realidad se había logrado era llevar a su punto culminante una crisis
social y económica dentro de Rusia.
En las arenas políticas intrínsecamente inestables de la época, la falta de un
éxito continuado por parte de un Estado, en el área internacional, llevaba a
enfrentamientos abiertos de intereses en su interior, que siempre suponían un
riesgo de desintegración del Estado. Para contrarrestar esta turbulencia interna,
Iván IV recurrió a fuertes medidas policiales, la famosa oprichnina, por la que se
ganó el título de «Terrible». Suponía esencialmente la creación de una guardia
especial de palacio, con la ayuda de la cual el zar purgó drásticamente a sus
enemigos, especialmente entre la aristocracia. Las armas fueron dos: la muerte y
la confiscación de la propiedad, capacitando esta última al zar para redistribuir
las tierras entre aquellos cuya lealtad esperaba conservar.
Esto fue un triunfo político, en cuanto que acabó con el miedo a un coup
d’état. Pero, en opinión de muchos, le salió el tiro por la culata. Por ejemplo,
Blum dice:
El choque de la oprichnina, junto con la continua sangría de la larga e infructuosa
guerra de Livonia [...] sobre los recursos del país, desequilibraron la estructura
económica y social del territorio [...] La confiscación de los grandes complejos
territoriales y sus subdivisiones en pomestie dañó al sistema agrícola sobre el que
se basaba la economía de la nación, haciendo retroceder las técnicas,
disminuyendo la producción y creando nuevas tensiones entre señores y
campesinos1221.
Blum culpa también a la pesada fiscalidad, combinada con plagas, malas
cosechas y huidas en masa de los campesinos1222. Una acentuada y súbita

en Rusia, sino que fortalecía a aquellas fuerzas cuyo interés se encontraba en la unidad del país
y el poder de su Estado [...] [Los comerciantes, cada vez más ricos y numerosos, estaban]
interesados tanto en el libre comercio en el interior del país como en la expansión política y
comercial fuera de él; pues tal expansión [les] permitiría establecer contacto con Occidente a
través de Lituania y el Báltico y [les] abriría las puertas de las riquezas de Siberia, y quizá del
Oriente Medio y Lejano.» Malowist, Past and Present, 13, pp. 38-39.
1221
Blum, Lord and peasant, pp. 146-147. Blum habla también de «una calamitosa caída de
la producción en las décadas de 1570 y 1580». Jerome Blum, «Prices in Russia in the sixteenth
century», Journal of Economic History, xvi, 2, junio de 1956, p. 196. Véase Lyashchenko: «La
transición de la antigua forma de economía, amplia, feudal y autocontenida, a la nueva forma de
la pomestie con trabajo servil, arraigada en el impulso hacia una explotación máxima de la mano
de obra, no podía dejar de producir un declinar general, más o menos diferido, en el conjunto de
la economía nacional del Estado de Moscú en el siglo xvi [...]
«Gracias a sus inmunidades, las votchini tenían tantos privilegios para ligar a los campesinos
a la tierra que podían reunir fácilmente grandes cantidades de mano de obra e introducir una
esclavización gradual de los campesinos [...] La economía de una pomestie no podía funcionar a
base de mano de obra jolop [servil: véase Smith, p. 162], de la que se
disponía sólo en pequeña cantidad, por no decir nada de su baja calidad, particularmente bajo las
condiciones de una economía monetaria. Pero tampoco podía basar su producción enteramente
en el trabajo de campesinos económicamente dependientes, ya que la fortaleza de la economía
de la pomestie no era, en general, demasiado grande. La necesaria organización del trabajo en la
pomestie sólo podía lograrse mediante compulsión extraeconómica, "atando” a la fuerza de
La periferia frente a la arena exterior 445
inflación entre 1575 y 1590 reflejó estos hechos y los acentuó. A. G. Mankov,
sobre la base de su estudio acerca de los movimientos de precios rusos en el siglo
xvi, está dispuesto a «ver en la crisis de los años 1580-1590 una crisis
generalizada de la economía nacional»1223, punto de vista que afirma compartir
con los escritos históricos soviéticos en general 7S.
Vernadsky argumenta, en una línea similar, que la guerra de Livonia fue un
terrible error, porque Rusia no tenía más opción que continuar luchando en el
frente de Crimea, y, por tanto, al optar por luchar en Livonia, Rusia estaba
decidiendo llevar a cabo una guerra en dos frentes, una política de resultados
desastrosos1224 1225. Esto, en mi opinión, pasa por alto la cuestión crucial de que
posiblemente Rusia tampoco tuviera otra opción en Livonia. Vernadsky ve la
guerra de Livonia como un fracaso, en el que los rusos tuvieron «suerte de
conseguir un armisticio con Suecia el 5 de agosto de 1583, a pesar de que sus
términos fueran altamente desfavorables» 1226. Tal vez, de modo alternativo,
podemos considerarla un éxito gigantesco. Rusia no fue arrastrada a la economía-
mundo europea. Su burguesía y su monarca se salvaron, al menos de momento,

trabajo a la pomestie al esclavizar a los trabajadores no sólo mediante el endeudamiento, los


préstamos, los plazos, etc., sino también a través del reconocimiento del "derecho” del
pomeshchik al trabajo obligado del campesino [...]
»La ruina del campesinado y el aumento de la presión económica por parte de los
pomeshchiki obligó a los campesinos a reducir su tierra de labrantío [que, habiendo alcanzado
"más del 95 por 100 a mediados del siglo xvi", cayó en la década de 1580 al "31,6 por 100 en la
provincia central, y a un mero 6,9 por 100 en la provincia de Novgorod”] y a buscar salvación
en la huida desde las tierras esclavizadas a tierras “libres". A consecuencia de ello, durante el
siglo xvi se hizo notar una decadencia no sólo de la pomestie misma, sino también de la economía
campesina vinculada a ella.» National economy of Russia, pp. 191-193.
7
‘ Véase Blum, Lord and peasant, pp. 158-159.
1223
Mankov, Les mouvements des prix, p. 126. El texto francés menciona el período 1570-
1580, pero una lectura del contexto parece indicar que se trata de un error tipográfico, que, por
consiguiente, he corregido.
7
* «La situación cambió bruscamente en el curso de la década siguiente [1580-1590], en
relación con la crisis económica que, como es bien sabido, ocurrió en esta época. La bibliografía
histórica soviética concede un papel primordial a esta crisis. Sus causas, su naturaleza y su
alcance geográfico han sido ampliamente desarrollados. La excesiva tensión a la que habían
estado sometidas todas las fuerzas de la economía nacional durante la dura guerra de Livonia, el
desfavorable resultado de ésta, la ruina y el abandono de regiones enteras en las que la economía
agrícola había estado inmediatamente antes muy desarrollada, la creación en este momento de la
oprichnina, que dislocó las propiedades de los boyardos y los príncipes, la reasignación forzosa
de tierras y la "dispersión de los pequeños campesinos" [...] La decadencia de la agricultura y la
ruina de los campesinos que vivían en los territorios reservados condujo en particular a la
reducción del mercado de cereales. A causa de la necesidad de cereales, se produjo una brusca
subida de la demanda, y los precios aumentaron.» Mankov, ibid., p. 36.
Mankov, incidentalmente, está seguro de que Rusia entra más o menos en la revolución de
los precios en Europa. Jerome Blum hace la siguiente reserva: «Bien puede haber habido [una
subida análoga de los precios
en Rusia], pero los datos [de Mankov] no lo demuestran.» Journal o/ Economic History, xvi, p.
185.
1225
Véase Vernadsky, Tsardom, parte 1, pp. 94-95.
1226
Ibid., p. 166. Añade: «Así terminó la guerra de Livonia, que había durado un cuarto
de siglo, había exigido al pueblo ruso muchas penalidades y sacrificios y, junto con los efectos
ulteriores de la oprichnina, había introducido a Rusia en una profunda crisis socioeconómica.»
446 Immanuel Wallerstein
del destino de sus homólogos polacos.
Esto no es una pura fantasía. Boris Porshnev analiza las grandes líneas de las
relaciones internacionales en Europa en el siglo xvi considerando que los
oponentes al objetivo Habs- burgo y católico de crear un único sistema imperial
favorecieron la creación de una barrera oriental de Estados —Suecia, Polonia
(más adelante Polonia-Lituania) y el imperio otomano—, «dirigida
primariamente contra Europa central», pero que también se convirtió en «una
barrera que aislaba del resto de Europa a Rusia, la cual se fue haciendo cada vez
más fuerte» 1227.
Al recuperar terreno el catolicismo en Polonia, no obstante, el Estado de
Polonia-Lituania se convirtió en un aliado de España. Cuando, en los años
posteriores a Iván IV, el Estado ruso se vio desgarrado por luchas internas, que
culminaron en el llamado «período de trastornos» (1610-1613), Polonia, apoyada
secretamente por los Habsburgo y, por distintos motivos, también por Suecia,
emprendió un «intento de desmembrar y subyugar a Rusia» 1228, intento que
fracasó. Más aún, Vernadsky afirma que también existía interés por parte de los
ingleses, en esa época, por establecer «un protectorado sobre la totalidad o parte
de Rusia» 1229. Sin duda, un importante factor que contribuyó

1227
Porshnev, International Congress of Historical Sciences, IV, p. 140.
1228
Ibid., p. 142.
1229
Vernadsky, Tsardom, parte 1, p. 291.
La periferia frente a la arena exteriot 447
al fracaso de estos proyectos fue la existencia de las agudas divisiones de la
guerra de Treinta Años, que obligó constantemente a los enemigos inmediatos de
Rusia a dedicarse a cuestiones más urgentes.
Pero Rusia cada vez se acercaba más a su absorción en Europa. La
«desastrosa» política de Iván IV la pospuso. Véase la descripción que hace
Kluchevsky de lo sucedido al final del siglo xvi «largo»:

Vemos a Inglaterra y a Holanda ayudar [al zar] Miguel [1613-45] a reconciliarse


con sus enemigos, Polonia y Suecia, por la razón de que Moscovia era un valioso
mercado para la primera y también una ruta conveniente hacia el este, hacia
Persia, e incluso hacia la India. Además, vemos al rey francés proponer una
alianza a Miguel, para cubrir los intereses comerciales de Francia en el este, donde
rivalizaba tanto con Inglaterra como con los holandeses [...] El imperio del zar
Miguel era más débil que el imperio de los zares Iván [IV] y Teodoro [1584-98],
pero estaba muchísimo menos aislado en Europa1230.
¿En lugar de «pero» no deberíamos decir «y por lo tanto»? Lo que Iván había
buscado era la creación de un imperio ruso, no una parte dél pastel europeo. Ese
sería más adelante el objetivo de Pedro el Grande.
La tercera gran diferencia entre Rusia y Europa oriental era, como hemos
indicado, consecuencia directa de la diferente estructura y dirección del comercio
y de la diferente fuerza del aparato de Estado. En Rusia las ciudades y la burguesía
indígena sobrevivieron el siglo xvi «largo», mientras que en la Europa oriental en
gran medida no. Y la tierra, aunque en su mayor parte en la forma de grandes
posesiones iguales a las desarrolladas en la Europa oriental, estaba en Rusia en
manos de «hombres nuevos», llamados a veces «gentry», a veces «baja nobleza»
(ya hemos visto lo poco importante que resulta esta distinción). Estos eran
hombres que no descendían de la antigua clase de los boyardos, sino de dos
grupos, los dvoriane (una especie de nobleza de corte) y los llamados «hijos de
los boyardos», que en épocas anteriores eran aristócratas menores y absentistas.
Los boyardos que sobrevivieron eran en gran medida «parientes no reales del zar»
1231
. Así, especialmente después del período de trastornos, cuando el zar Miguel
fue capaz de llevar a sus lógicas conclusiones las políticas de Iván IV, emergió
una nueva clase de magnates1232. Eventualmente, la nueva aristocracia se apropió

1230
Kluchevsky, A history of Russia, ni, p. 128. El subrayado es mío.
1231
«Los magnates del siglo xvn eran predominantemente hombres nuevos. A mediados
del siglo, sólo nueve de los 23 hombres más ricos al servicio del zar eran descendientes de las
viejas familias principescas. Los demás eran parientes del zar de estirpe no real (el zar era de
origen boyardo moscovita), o miembros de la clase de los servidores sin título, incluyendo
hombres procedentes de la baja gentry.» Blum, Lord and peasant, p. 212. Véase Malowist,
Economic History Review, xn, p. 189; Lublinskaya, French absolutism, p. 60.
1232
«Pero, como clase, la gentry participó en la victoria del absolutismo. Leales
instrumentos del zar en la lucha contra la gran nobleza, dirigentes del renacimiento nacional en
el "período de trastornos" [primeros años del siglo XVII], y electores de [el zar] Miguel [1631], se
vieron recompensados convirtiéndose en clase dominante en el lugar de los kniazhata [príncipes]
y boyardos. Aquellos miembros de la antigua aristocracia que habían logrado retener parte de su
poder, lucharon en vano para evitar que la gentry conquistara los puestos más altos del Estado.
Trataron de impedirlo insistiendo en el sistema de mestnichestvo, entonces irremediablemente
448 Immanuel Wallerstein
de todos los atributos formales de la antigua. El mestnichestvo fue abolido en
1682. La pomestie se hizo transferible de facto por venta y herencia, difuminando
así su distinción de los votchini1233. El código de leyes de 1649 disminuyó
considerablemente la distinción entre las dos formas de propiedad 1234, y en 1681
ambas se verían unificadas legalmente 1235.
El ascenso de los «hombres nuevos» ocurrió, por supuesto, en todas partes;
por supuesto, en Europa occidental, como ya hemos visto, y en muchos aspectos
también en Europa oriental. Pero Blum capta el punto esencial:
La experiencia rusa [...] difería en un aspecto importante de la del resto de Europa
oriental (y se asemejaba a la del oeste). En las otras tierras del este el ascenso de
la baja nobleza se hizo posible por la declinación del poder de los soberanos. En
Rusia la gentry debía su ascenso al incremento de poder del zar. Era k cola de la
cometa del nuevo absolutismo 1236.
Finalmente, el contraste entre la Europa oriental y Rusia queda claro en las
áreas urbanas. Las ciudades, la burguesía urbana indígena y la industria nativa
declinaron más en la Europa oriental. Era, sin duda, una cuestión relativa. Rusia,
en comparación con Europa occidental, puede considerarse que declinó
relativamente, si no absolutamente. Y la decadencia no fue total en Europa
oriental. Sin embargo, la evidencia parece indicar una distancia cualitativa entre
la Europa oriental y Rusia.
La diferencia puede haber sido menor en el «primer» siglo xvi 1237. Pero al

anticuado, pero las invocaciones a la genealogía ya no podían resistir a la voluntad del zar. Los
nombramientos y los ascensos se hacían por orden del trono, y se basaban en los méritos y,
probablemente más a menudo, en el favoritismo, pero no en el linaje. Finalmente, en 1682 se
abolió el sistema de mestnichestvo, desde hacía mucho tiempo superado.» Blum, Lord and
peasant, p. 151.
1233
«En el siglo xvii los boyardos y los pomeshchiki se hicieron casi indistinguibles,
siendo hereditaria la tierra de ambos, y careciendo de ninguna relación con servicios
efectivamente realizados.» C. M. Foust, «Russian expansión to the East through the eighteenth
century», Journal of Economic History, xxi, 4, diciembre de 1961, p. 470. «[En 1731] otro ucase
imperial ordenó que desde entonces las pomestie fueran consideradas como votchini.» Blum,
Lord and peasant, p. 185.
1234
Véase Vernadsky, Tsardom, parte 1, pp. 394411.
1235
Véase Vernadsky, Specuhim, xiv, pp. 321-322.
1236
Blum, Lord and peasant, p. 151. Obsérvese incidentalmente cómo Blum pasa a
utilizar el término gentry como sinónimo de «baja nobleza».
Sobre las relaciones de la gentry polaca con la monarquía, véase Tazbir: «Esto dio origen en
1537 a la "guerra de las gallinas", cuando el amplio despliegue de oposición de la gentry, reunida
cerca de Lvov para preparar una expedición armada, obligó al rey, a la reina Bona y a los
magnates que les rodeaban, a aceptar un compromiso. En la raíz del éxito de la gentry se
encuentra también la consolidación de su posición económica. Esta era el resultado del desarrollo
de fincas trabajadas con mano de obra servil, cuyas dimensiones crecían a expensas de los
campesinos, que eran desplazados de sus tierras y recibían otras más pequeñas o menos
productivas.» History of Poland, p. 176.
1237
Sobre Polonia, por ejemplo, sostiene Tazbir: «La prosperidad económica de las
ciudades no podía ser puesta en peligro por las leyes de la Sejm [Dieta] que eximían de impuestos
a los bienes comprados por la gentry o manufacturados en sus fincas. Leyes idénticas no tuvieron
en otros países ningún efecto adverso sobre la situación de la gente de las ciudades. En esta época
existían en Polonia numerosas compañías mixtas burguesía-gentry, que marchaban bastante bien.
La ley de 1565, que impedía a los burgueses comerciar en grano, y prohibía a los comerciantes
La periferia frente a la arena exterior 449
irse dedicando cada vez más los propietarios terratenientes al comercio directo,
emprendieron actividades abiertamente «antiurbanas» en Europa oriental1238. Con
el auge de los «reyezuelos» en Polonia y del Gutsherrschaft al este del Elba, el
príncipe como terrateniente encontraba pocas razones en sus propias necesidades
inmediatas para sentir simpatía hacia los habitantes de las ciudades1239. Y al
declinar las ciudades la nobleza se hizo aún más fuerte1240. En Rusia, Kluchevsky
podría hablar del «crecimiento extraordinariamente lento y doloroso de las
ciudades e industrias rusas durante los siglos xvi y xvn»1241, pero al menos se
trataba de crecimiento, y no de decadencia. Blum es más positivo. Dice:

La nueva importancia del intercambio en la vida económica [en el siglo xvi ] vino
marcada por la reemergencia de la ciudad como centro de industria y comercio, y
como mercado de productos de granja y otros artículos hechos en Rusia y en
países extranjeros. Las antiguas ciudades revivieron, se establecieron otras
nuevas, y algunos asentamientos rurales (como muestran los registros de tierras
de Novgorod) empezaron a abandonar la agricultura por el comercio y la
industria1242.

polacos vender bienes polacos en el exterior o importar bienes extranjeros a Polonia, situaba a
las grandes ciudades en una posición bastante ventajosa, al convertirlas así en el único
intermediario en este comercio. Por otra parte, la ley de 1565 nunca entró en efecto. Ni tampoco
podía obstaculizar el desarrollo de las ciudades el bando que prohibía la compra de tierras por
los burgueses, bando que fue promulgado varias veces por la Sejm. Por el contrario, favorecía la
inversión en empresas industriales del capital procedentes del comercio.» History of Poland, pp.
177-178.
Pero después señala igualmente: «Entre el siglo xvi y el XVII las ciudades polacas comenzaron
a sentir los efectos del continuo desarrollo de una economía agrícola señorial basada en el trabajo
servil [...] Un tipo diferente de ciudades eran las fundadas entre el siglo xvi y el XVII en tierras de
los latifundios de los magnates [...] Al ser estas ciudades propiedad de los señores locales, eran
sometidas por ellos naturalmente a una explotación creciente. La supremacía de la nobleza se
hizo sentir también en otros centros urbanos [...] Los efectos adversos para las ciudades y los
edificios de Polonia de la supremacía política de la gentry y de la expansión de una economía
agrícola basada en el trabajo servil tan sólo se harían evidentes en años posteriores, pero los
primeros signos de una crisis económica ya se podían advertir en la primera mitad del siglo xvn»
(pp. 226-227).
1238
«[La] decadencia de las ciudades se vio muy acelerada por la política que siguió la
nobleza en Alemania oriental, Livonia, Polonia y Bohemia [...] Uno de sus fines principales era
romper los monopolios urbanos sobre el comercio exterior e interior. También existía la
determinación de poner fin a la práctica de las ciudades de acoger a los campesinos fugitivos.»
Jerome Blum, American Historical Review, LXII, p. 834.
1239
«La Reforma tuvo otra consecuencia [al este del Elba]: fuera de Prusia, los
gobernantes se convirtieron en propietarios de grandes dominios, de forma que sus intereses
como terratenientes coincidían desde este momento con los de la nobleza y eran opuestos a los
de las ciudades en cuestiones de comercio.» Carsten, The origins of Prussia, p. 166.
1240
«Sobre todo, fue el largo declinar de las ciudades orientales y su subyugación lo que
eliminó toda resistencia al auge de la nobleza [...]
»La subyugación y el declinar de las ciudades cambió de forma fundamental el equilibrio
de la sociedad medieval, y abrió paso al dominio de una clase sobre otra. En Prusia, la cesión a
Polonia en 1466 de todas las ciudades importantes [excepto Kónigsberg] condujo al mismo
resultado.» Ibid., pp. 116, 147.
1241
Kluchevsky, A history of Russia, II, p. 145.
1242
Blum, Lord and peasant, p. 23.
450 Immanuel Wallerstein
Junto con la fuerza de las ciudades desapareció la fuerza de la burguesía
comercial indígena. Las aristocracias locales no sólo arrebataron el comercio de
exportación a los comerciantes locales, «reduciéndolos al papel de agentes» 1243,
sino que se repartieron el comercio de importación con una burguesía
extranjera9S. La burguesía indígena de un país era la extranjera de otro. Los
comerciantes alemanes que no encontraban lugar en las economías del este del
Elba eran más que bien recibidos en Polonia, y se sentían políticamente
agradecidos como correspon- siderablemente de este comercio. Cuando la nobleza se
interesó más en producir grano para el mercado, comenzó a invadir la esfera de la empresa
urbana.» The origins of Prussia, p. 170.
Véase Ferdo Gestrin: «La burguesía eslovena evolucionó en un sentido opuesto al que habría
cabido esperar a la vista del proceso general. Más que a la producción no agrícola, permaneció
ligada al comercio, especialmente al comercio de tránsito, pero en este campo se vio derrotada
por la doble competencia de los campesinos y los señores. Por ello, a lo largo del siglo [xvi] [...]
nunca dejó de declinar lentamente, a pesar de algunas mejoras pasajeras en su situación.»
«Economie et société en Slovénie au xvie siécle», Anuales ESC, XVII, p. 687.
Véase Hoszowski: «[La gentry polaca] no sólo deseaba obtener una ganancia del producto
de sus tierras, sino también del comercio de este producto. Por esta razón, se las ingeniaron,
mediante la adecuada legislación de la Sejm, para asegurar la libertad de tránsito por el Vístula y
sus afluentes, después la libertad de derechos de aduana para los productos agrícolas y forestales
exportados al exterior desde sus propios dominios, así como el no tener que pagar derechos de
aduana por los bienes importados desde el exterior para ser usados en sus propias fincas y granjas.
En la práctica real, la clase feudal extendió estos privilegios aduaneros, y exportaba grano,
ganado y otros productos agrícolas, comprados a los campesinos en los pueblos o en los mercados
rurales, sin pagar derechos de aduana. También introducía en el país, por el Vístula y sin pagar
dérechos de aduana, algunas mercancías extranjeras que luego vendía a la gente que vivía en sus
fincas. De esta forma, la gentry reunió en sus propias manos el comercio de productos agrícolas,
madera y productos forestales, desalojando de este comercio a los burgueses y recortando
gravemente las oportunidades de los comerciantes de las ciudades de obtener beneficios de los
bienes importados.» Poland at the Xlth International Congress, p. 127.
58
«La política económica de los nobles de los países bálticos también contribuyó en gran
medida a la decadencia de las ciudades. Esta política consistía en intensificar la exportación de
artículos alimenticios y productos primarios y favorecer la importación de manufacturas dando
fuerte apoyo al comercio exterior en sus propios territorios. Con esta línea de conducta se
pretendía asegurar la abundancia de bienes extranjeros y mantener sus precios bajos.» Malowist,
Economie History Review, XII, p. 188. Malowist llama a esta política «antimercantilismo».
«Una característica fundamental del comercio polaco de exportación era que estaba
dominado por la gentry en lo que se refiere al país en su conjunto [...] mientras que las
importaciones desde el exterior estaban en su mayor parte en manos de comerciantes
extranjeros.» Hoszowski, Poland at the Xlth International Congress, p. 129.
«Para la burguesía comercial y para la prosperidad urbana, la entrada de capital extranjero
[de Italia y el sur de Alemania] era más temible que la competencia en las áreas rurales.» Gestrin,
Anuales ESC, xvn,

1243
Malowist, Economic History Review, xil, p. 186. Véase Carsten: «Hasta el siglo xvi
las exportaciones de grano de Brandemburgo estuvieron en manos de las ciudades y sus
burgueses, que se beneficiaron con-
La periferia frente a la arena exterior 451
p. 680.
de1244 1245. De hecho, se podría especular acerca de si la posterior capacidad de
recuperación de la burguesía alemana no se debería al hecho de que sobrevivieron
en lugares como Polonia y Eslovenia. En Rusia, por el contrario, aunque los
comerciantes indígenas encontraron competencia por parte de los grandes
terratenientes, incluidos los monasterios, y muy especialmente el propio zar, a
pesar de todo, sobrevivieron 1C0. Un factor que ayudó a ello fue que los principales
mercaderes conocidos como gosti tuvieran la posibilidad de jugar el doble papel
de agentes del zar, tanto comercial como fiscalmente, y de comerciantes por su
propia cuenta1246. Por lo tanto, eventualmente podían prescindir de sus conexiones
con el zar, e incluso convertirse en sus rivales efectivos. En último término, «la
empresa privada llevó sobre sus hombros, de hecho, una buena parte de la
expansión rusa hacia el Pacífico, aunque rara vez con el apoyo del Estado, y más
bien en competencia con él» 1247.
En cuanto a las industrias artesanales, parecieron declinar por todas partes,
en gran medida porque la ausencia de barreras arancelarias permitía a los cada
vez más económicos productos de la industria europea occidental aventajar los
precios de los productos locales 1248. En la medida en que sobrevivieron las

” «Los ciudadanos de Gdañsk eran muy conscientes de las ventajas económicas que llevaba
aparejada la unión política con Polonia, y, por consiguiente, pese a su origen alemán y a usar la
lengua alemana, entre la mayoría de los patricios, mercaderes y comerciantes de Gdañsk existía
una fuerte inclinación hacia Polonia [...] [La gente de Gdañsk] estaba ansiosa de mantener su
unión con Polonia, que era la fuente de su prosperidad.» Hoszowski, Poland at the XIth
International Congress, p. 141.
«A diferencia de Europa occidental, donde el comercio era predominantemente una
ocupación de la clase media, en Rusia se dedicaban al comercio personas de todos los niveles de
la sociedad [...] El mismo zar, como sus antiguos predecesores ios príncipes de Kiev, era el más
importante empresario individual de todo el imperio [...] Los zares no se limitaban a tratar con
los productos de sus propias tierras. Mantenían monopolios sobre muchos artículos [...] A veces
el zar, a través de sus funcionarios y agentes comerciales, aumentaba el producto total de una
mercancía, subía su precio, y obligaba a los comerciantes a comprar.» Blum, Lord and peasant,
p. 129.
1246
«Además de comerciar por su propia cuenta, [los gosti] eran los agentes comerciales
del zar, siendo escogidos para esta función de entre los comerciantes con mejor fortuna del reino.
También se les otorgaba la responsabilidad de recaudar ciertos impuestos, y se les requería que
entregaran una suma fijada por el gobierno. A cambio de estos deberes se les concedía un estatus
especial, análogo al de la nobleza al servicio del zar. Los Stroganov fueron los más famosos entre
estos comerciantes. De origen campesino, iniciaron su ascenso en la última parte del siglo Xiv,
con el comercio de sal. Con el paso del tiempo ampliaron sus actividades a otras empresas
industriales y comerciales. Se convirtieron en grandes terratenientes en el norte colonial, y
estuvieron a la cabeza en la explotación de las riquezas de Siberia.» Ibid., pp. 130-131.
1247
Foust, Journal of Economic History, xxi, p. 475.
1248
«Estas activas relaciones comerciales de los Países Bajos, así como de otros Estados
occidentales, con los países del Báltico, nos llevan a observar de pasada que, si la riqueza de los
nobles polacos estaba estrechamente ligada a la exportación de trigo a Holanda, por el contrario
la libre importación de mercancías occidentales, de superior calidad y menor precio de venta
(especialmente paños holandeses e ingleses), contribuyó a la ruina de la industria nacional. En la
misma línea, las siempre crecientes tendencias monopolistas de la flota holandesa condujeron
gradualmente a la ruina de las flotas de las ciudades del Báltico, incluyendo la de Gdañsk,
principal puerto polaco [...]
»A1 obtener grandes beneficios de su privilegiada situación económica en el Báltico, los
452 Immanuel Wallerstein
industrias locales, por ejemplo, los encajes checos, fue sirviendo como industrias
domésticas rurales para casas comerciales exteriores a su área 1249. Pese a todo,
esto supuso cierta diferencia, ya que favoreció una diversificación de la
agricultura y preparó el camino para el posterior desarrollo industrial de Bohemia
1250
. En Rusia, no obstante, debido a que constituía su propia economía-mundo,
parte del capital acumulado se dedicó al desarrollo industrial 10<s. Incluso en el
caso de la industria de exportación más importante de la economía-mundo
europea, los tejidos, terreno en el que cabría haber esperado que la industria rusa
sucumbiera ante la competencia, la industria local retuvo la mayor parte del

Países Bajos, Inglaterra y Francia desde fecha temprana, se tomaron un interés cada vez mayor
en lo que sucedía en esta parte del mundo. En primer término, estos Estados deseaban preservar
a su comercio de los inconvenientes de la guerra. Por ello podemos observar nuevos esfuerzos
de mediación en los conflictos [de 1617, 1629, 1635].» Czalpinski, XIe Congrés International
des Sciences Historiques, Rapports, iv, p. 37.
1249
«A partir de la segunda mitad del siglo xvi comenzaron a realizarse contratos
colectivos entre casas comerciales alemanas de Nuremberg y otras ciudades, por una parte, y los
gremios checos del encaje por otra, contratos que suponían un compromiso por parte de los
gremios de entregar determinadas cantidades de encaje, de un cierto nivel de calidad, a precios
fijados en el contrato.
«Después de la guerra de los Treinta Años, parece ser que el sistema de entrega colectiva
por los gremios a las casas comerciales ya no podía garantizar, bajo las nuevas condiciones de la
época, cantidades suficientes de la mercancía para su exportación ultramarina. Se tenían que
desarrollar nuevas formas de producción y de comercio. Este sería el llamado sistema de
encargos o trabajos a domicilio [putting-out, Verlagssystem], cuyo comienzo puede rastrearse ya
en el siglo xvi, pero cuyo pleno desarrollo sólo se produjo en la segunda mitad del siglo XVII y
en el siglo xvm.» A. Klima y J. Macurek, «La question de la transition du féodalisme au
capitalisme en Europe céntrale (16e-18e siécles)», International Congress of Historical Sciences
(Estocolmo, 1960), Rapports, iv, Histoire moderne, Gotemburgo, Almqvist & Wiksell, 1960, p.
87.
103
«Una característica especial distingue a la gran finca checa de los siglos xvi y XVII. Aquí
también vemos el desarrollo de la producción de grano y de la agricultura primaria, pero al mismo
tiempo se va más allá con el procesamiento de productos agrícolas, por ejemplo, la obtención de
cerveza a partir del grano, y otros ejemplos de producción industrial. La cerveza es lo que da
especialmente sus rasgos peculiares a las grandes fincas checas, diferenciándolas de sus vecinas
de Alemania, Polonia y el norte de Hungría (es decir, Eslovaquia) [...] Otro rasgo diferenciador
de la producción agrícola checa en comparación con los países vecinos, en particular en el siglo
xvi, fue el desarrollo de la cría de peces en viveros [...] Además, las grandes fincas feudales
buscaron en tierras checas penetrar también en la producción industrial. En los siglos xvi y xvu
estuvieron particularmente presentes en la búsqueda de minerales metálicos, la minería y la
producción de hierro.» Ibid., pp. 99-100.
La periferia frente a la arena exterior 453
1251 1252
mercado de masas, e incluso parte del mercado de calidad .
Podríamos hacer un análisis similar de por qué el imperio otomano no era parte
de la economía-mundo europea,08. Es tal
vez más interesante dedicar nuestra atención a la cuestión del comercio portugués
en el océano Indico y de cómo difería del comercio atlántico español.
Hemos de empezar prescindiendo del mito del papel de los turcos en el auge
del comercio portugués en el océano Indico. Lejos de haber motivado el ascenso
del imperio otomano el cierre del Mediterráneo oriental para la Europa occidental,
motivando así la búsqueda por Portugal de la ruta del Cabo hacia Asia, se
reconoce en general ahora que las exploraciones ultramarinas de Portugal
precedieron el ascenso de los otomanos, y que la declinación del comercio de
especias en el Mediterráneo oriental fue anterior a la entrada de Portugal en él.
De hecho, A. H. Lybyer atribuye precisamente la «decadencia» del Levante
mediterráneo no a las resistencias culturales ante la tecnología moderna, sino a la
desviación estructural del comercio, y, por tanto, a la no inclusión del Levante en
la economía- mundo europea en expansión.

[Los turcos] no fueron agentes activos en la obstrucción deliberada de las rutas.


No aumentaron por su notoria indiferencia y conservadurismo grandemente las
dificultades del tráfico oriental, si es que las aumentaron en absoluto. Tampoco
hicieron imperativo el descubrimiento de nuevas rutas. Por el contrario, salieron
perdiendo con el descubrimiento de una nueva y más ventajosa ruta. Si no hubiera
habido un camino en torno a Africa, toda la historia del Levante desde el 1500

1251
«Las condiciones para la acumulación de capital en manos de una clase nativa de
comerciantes eran, por tanto, mucho más favorables en Rusia que en Polonia, siendo esta ventaja
incluso mayor, ya que la nobleza rusa, que padeció crisis serias, muy serias, en el siglo xvi y
comienzos del xvix, no tomaba gran parte en el comercio a gran escala.
«Además, parece que el capital acumulado localmente fue utilizado con fines productivos
en una medida mucho mayor que en Polonia. Su inversión aceleró el ritmo de la colonización de
las regiones económicamente atrasadas de Rusia, y en sus fronteras del norte y del sudeste.
Ciertamente contribuyó a aumentar la cantidad de productos esenciales tanto para las necesidades
internas del país como para su comercio exterior. Los comerciantes, además, invirtieron
masivamente en ciertas industrias, como la minería de sal y la industria de hierro de los Urales,
que resultarían de considerable importancia para el equipamiento de los ejércitos rusos. Por
consiguiente, la cantidad de mercancías esenciales para la población del país como un todo
creció; incluso gran número de campesinos se vieron introducidos en la red de la economía
mercantil.» Malowist, Past and Present, 13, p. 39.
1252
«Nuestra conclusión es, por consiguiente, que entre los tejidos de la lana, en el siglo
xvi, los más comunes eran la mezcla basta de lino y lana y la svitka; esto se ve corroborado por
el testimonio de un visitante extranjero, Barberini. Hace hincapié, po sin arrogancia, en que los
rusos no saben fabricar paños y los importan desde el exterior: "No obstante, en las zonas rurales
de Rusia fabrican paño ordinario para uso de las clases inferiores, principalmente rurales, de la
población. Se trata de paños bastos de lino y lana; distinguen una calidad superior, otra media y
otra inferior, y los venden en los mercados de los pueblos".
»Un segundo grupo, considerablemente menos importante, incluía los paños de calidad,
usados por las clases altas de la población y por la corte del zar. Se trataba principalmente de
paños importados: flamencos (de Brujas, Ypres y Brabante), y más tarde ingleses. Pero esta
categoría incluía también paños hechos en Rusia. Novgorod, en particular, era conocido por su
paño de alta calidad.» Mankov, Le mouvement des prix, p. 102.
,0
* Dos artículos que estudian el imperio otomano del siglo xvi, en relación con Europa, son
el de Bernard Lewis, «Some reflections on the
454 Immanuel Wallerstein
bien podría haber sido muy diferente. En primer lugar los sultanes mamelucos
podrían haber encontrado en su comercio ininterrumpido suficiente apoyo
financiero para permitirles resistir con éxito el ataque de los turcos en 1516. Pero
si los turcos hubieran conquistado Egipto mientras la corriente principal del
comercio oriental pasaba aún por él, se habrían visto privados del control de estas
rutas mucho antes de lo que en realidad ocurrió, o habrían tenido que acomodarse
al enorme y creciente comercio a través de sus dominios. En este último caso
podrían haberse visto forzados a adoptar formas modernas, y a sumar a su
maravillosa capacidad para la unificación territorial un esquema paralelo de
organización de su comercio [...] El desplazamiento de las rutas comerciales no
fue realizado por los turcos, sino a pesar de los turcos y en perjuicio suyo 1253 1254.
En un capítulo anterior hemos intentado explicar el complejo de fuerzas que
dentro de Portugal (y España) llevaron a las exploraciones del siglo xv y al
comercio ultramarino y los imperios del xvi. Resulta llamativo reflexionar acerca
de cómo las motivaciones económicas de la expansión ibérica apuntaban
marcadamente hacia las áreas atlánticas (el hemisferio occidental, aunque ellos
no lo supieran, y Africa occidental), pero no hacia Asia, aunque la ideología de
las exploraciones hiciera gran hincapié en la búsqueda de una ruta hacia las
Indias. Por ejemplo, cuando Vitorino Magalháes-Godinho enumera largamente
los factores que dominaron la fase inicial de la expansión portuguesa (la falta de
oro, la escasez de grano, la búsqueda de tierras y esclavos para la producción de
azúcar, la necesidad de zonas pesqueras), no hace mención alguna de la pimienta
las especias, las drogas, las sedas, las porcelanas o las piedras preciosas, en suma,
de todo aquello que los portugueses importarían de hecho de Asia en el siglo
xvi1255 1256. Pero en el último cuarto del siglo xv se despertó el interés de los
portugueses por el comercio de especias 1U, y la búsqueda del Preste Juan quedó
ligada a este interés en la mente del rey Juan II, «dado que el reino [del Preste
Juan] le serviría como estación de tránsito en la ruta hacia la India, de donde los
capitanes portugueses traerían de vuelta aquella riqueza hasta entonces
suministrada por Venecia» 1257 1258. Y el oro de Africa oriental, más la pimienta y
las especias de Asia, constituirían de hecho más de la mitad de los ingresos del

decline of the Ottoman Empire», Studia Islámica, xi, 1958, pp. 111-127, y el de ümer Lutfi
Barkan, «“La Méditerranée” de Fernand Braudel vue d’Istamboul», Annales ESC, IX, 2, abril-
junio de 1954, pp. 189-200.
Véase el comentario de Otto Brunner: «En su estrecha conexión entre poder político,
comercio a larga distancia y comercio de lujo, Bizancio estaba sin duda mucho más cerca del
tipo ruso [de economía] que del de Europa occidental.» «Europáisches und russisches
Bürgertum», Viertel- jahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, XL, 1, 1953, p. 15.
IM
A. H. Lybyer, «The Ottoman Turks and the rou.tes of oriental trade», English
Histórica! Review, cxx, octubre de 1915, p. 588.
1255
Godinho, L’économie de Vempire portugais, pp. 40-41. Por una razón: Europa parecía
bien provista de especias a través del Levante (véase p. 537), y Godinho duda de que en esa
época los portugueses tuvieran en las especias algo más que un interés romántico y pasajero:
«¿Orientaron sus actividades realmente [Enrique] u otros portugueses de su tiempo hacia estos
países de maravillas [en el Oriente]? Parece más bien que no; ¿por qué habría estado interesado
el comercio portugués en esta época en desviar en su provecho las rutas de las especias?» (p.
548).
1256
Véase ibid., pp. 43, 550-551.
m
Ibid., p. 551.
,u
Ibid., p. 831. Véase el cuadro de p. 830.
La periferia frente a la arena exterior 455
Estado portugués hacia el año 1506, creciendo desde entonces el peso del
comercio asiático hasta constituir así el «puntal de la economía imperial» m.
Vasco de Gama llegó, vio y conquistó mucho más y más rápidamente que
Julio César. Resulta sin duda extraordinario que, en muy pocos años, los barcos
portugueses dominaran completamente el extenso comercio del océano Indico.
¿Cuál era la estructura de esta empresa y cómo llegó a establecerse tan
rápidamente?
La respuesta a esto último es relativamente sencilla: la superioridad
tecnológica del barco con cañones que había sido desarrollado en la Europa
atlántica en los dos siglos anteriores, y a la cual se la había añadido en 1501 una
innovación tecnológica crucial: la incorporación de aberturas para los cañones en
los propios cascos de los barcos, por contraposición a su colocación en la
superestructura1259. ¿Era este adelanto tecnológico suficiente para explicar el
éxito portugués, o debemos sumar a él la creencia de que Portugal «fue a Asia
con un espíritu dé determinación a triunfar que fue más fuerte que la voluntad de
resistir de los pueblos asiáticos», como insiste George B. San- som? 1260. Tal vez,
aunque tiendo a sentir que las cualidades culturales, tales como un espíritu fruto
de la psicología colectiva, son el producto de coyunturas estructurales sociales
muy específicas y no sobreviven durante demasiado tiempo a su base.
En cualquier caso, desde aproximadamente 1509, cuando los portugueses
derrotaron a la flota egipcia en Diu, la armada portuguesa mantuvo una
«hegemonía incontestada»1261 en el océano Indico. Por añadidura, durante el siglo
xvi (pero sólo hasta 1570 en lo que se refiere a los estrechos de Malaca) los
comerciantes portugueses se encontraban no sólo allí, sino en el mar de la China,
en las costas de Africa oriental y occidental, en el Atlántico sur, en Terranova y,

1259
«La [incorporación de aberturas para los cañones] fue de la mayor importancia. Dio
a los barcos más grandes la posibilidad de aumentar enormemente su armamento. El montar los
cañones en la cubierta principal no sólo hacía posible montar muchos más, sino que también
hacía posible el uso de piezas mucho mayores sin poner en peligro la estabilidad del navio [...]
»Cuando los buques de la Europa atlántica llegaron [al océano Indico], nada pudo resistirlos.
Como escribía Albuquerque orgullosamente a su rey en 1513, "al rumor de nuestra llegada todos
los barcos [nativos] se desvanecieron, e incluso los pájaros dejaron de sobrevolar las aguas". No
se trataba de prosa retórica. En los quince años siguientes a su primera llegada al Indico los
portugueses destruyeron completamente la potencia naval de los árabes, y el rey pudo
autodenominarse justificadamente "Señor de la Conquista, la Navegación y el Comercio de
Etiopía, Arabia, Persia y la India".» Cario M. Cipolla, Guns and sails, pp. 82, 137.
Una descripción detallada de los barcos portugueses de esta época puede verse en Frédéric
Mauro, «Types de navires et constructions navales dans l'Atlantique portugais aux xvie et xvne
siécles», Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine, vi, julio-agosto de 1959, pp. 185-193.
1260
Citado con aprobación por C. R. Boxer, que da esta razón para dudar de que la
explicación tecnológica sea suficiente: «El monopolio, sin embargo, no era tan completo como
se podría creer. Además del hecho de que los portugueses nunca tuvieron suficientes barcos de
guerra propios para hacer efectivo su cumplimiento en todos los momentos y lugares, los
corruptos funcionarios coloniales eran sobornados fácilmente, y a menudo barcos nativos eran
fletados por comerciantes portugueses (o en nombre suyo).» «The Portuguese in the East, 1500-
1800», en H. V. Li- vermore, comp., Portugal and Brazil, an introduction, Londres y Nueva
York, Oxford Univ. Press (Clarendon), 1953, p. 193.
1261
Godinho, L’économie de l'empire portugais, p. 18.
456 Immanuel Wallerstein
por supuesto, en Europa. «Así, presente por doquiera, una economía portuguesa»
m
.
El sistema portugués de control en Asia era básicamente muy simple: una
flota de dos escuadrones (uno para bloquear el mar Rojo y otro para patrullar la
costa occidental de la India), un gobernador general en Goa y siete fuertes en la
periferia 118. Con propósitos comerciales mantenían una serie de puestos de
comercio [feitoria] y establecieron tres grandes mercados intermedios, Malaca,
Calicut y Ormuz, y una parada subsidiaria en Adén 119. El mayor de ellos era
Malaca, que se convirtió en un gigantesco almacén y puerto comercial, localizado
en ella casi obligatoriamente porque los monzones obligaban a los barcos de vela
procedentes del este a descargar allí 12°. Esta estructura fue desarrollada por la
principal figura portuguesa en escena, Afonso de Albuquerque, que la elaboró
como una solución a los dilemas militares de la empresa m.
En general, el comercio estaba en manos del Estado m, y, cuando el papel de
Portugal empezó a desvanecerse a finales 1262 1263 1264 1265 del siglo xvi, el sector
privado abandonó totalmente el disminuido comercio, debido al creciente riesgo
1266 1267 1268
.

1,7
Ibid., p. 19.
Véase ibid., p. 574.
,B
Véase ibid., pp. 591, 595.
1263
Véase ibid., p. 594.
1264
«Cuando las aspiraciones portuguesas debieron enfrentarse al desafío de rivales
europeos con igual potencia marítima, la defensa del vasto comercio ganado exigió una
organización más estrecha, y los puestos de guarnición necesitaron tropas que pudieran
enfrentarse a un ataque europeo y resistir sin apoyo naval. La respuesta portuguesa fue elaborada
en forma de tesis por el gobernador Afonso de Albuquerque, que desarrolló un plan para la
construcción de una serie de fuertes independientes y para canalizar el comercio a través del
puesto de Goa, en la costa malabar, y en Europa a través únicamente del puerto de Lisboa, que
concentró su sistema defensivo en el área vulnerable del golfo Pérsico y el golfo de Adén, y que
propuso una solución al problema de los hombres precisos mediante el desarrollo de una
población mestiza.» Rich, Cambridge Economic History of Europe, iv, pp. 204-205.
1265
«El más extenso comercio ultramarino realizado por el Estado fue el comercio de
Portugal con la India y los puertos intermedios de la costa africana, un comercio que abrió
caminos completamente nuevos. Desde sus primeros días, y hasta 1577, este comercio colonial
fue promovido y, en la medida en que se cumplieron las normas legales que lo regulaban,
emprendido enteramente por cuenta y riesgo del rey, y en sus propios barcos, y sólo en casos
excepcionales se concedieron licencias a mercaderes privados para comerciar con la India,
aunque estas excepciones fueron algo más frecuentes en el comercio africano.» Hecksher,
Mercantilism, i, p. 341.
1266
«Sin embargo, desde finales del siglo xvi cayó en desgracia la ruta del Cabo, cuyo tráfico
declinó considerablemente. Ahora los ingleses y los holandeses traían a Europa grandes cargas
de pimienta y otras espe
cias y drogas. Esta es la razón fundamental de que, a partir de 1597, el comercio volviera a manos
del Estado: los empresarios privados ya no se atrevían a correr el riesgo de formar compañías
para la "cosecha" de la mercancía de regreso [“la ferme de trazida”] [...] Los holandeses
emprendieron sus primeras operaciones con seguridad respecto a sus ganancias, tanto a partir del
comercio como del apresamiento de barcos portugue
ses; sus navios viajaban, a la ida y a la vuelta, sin miedo a un ataque, lo que no sucedía con los
portugueses. Por consiguiente, los empresarios privados no deseaban invertir su capital; reunir
tan sólo pequeñas cantidades, siendo la mayor parte del capital invertida por el Estado, no era
La periferia frente a la arena exterior 457
En unas pocas áreas pequeñas, los portugueses ejercían soberanía directa. En
diversas áreas, tales como Cochin o Ceilán, el gobernante local se encontraba bajo
«protección» portuguesa. Pero en la mayor parte de los lugares los portugueses
no pretendieron gobernar políticamente, «circulando y comerciando con arreglo
a las leyes, usos y costumbres de los Estados en que se encontraban» 1269. Como
escribe Donald F. Lach, los europeos, en aquella época, «estaban interesados
principalmente en aquellos países en que una unidad efectiva y una autoridad
central permitíap la existencia de condiciones estables para el comercio y de un
clima favorable para la evangelización» 1270.
Para apreciar por qué no consideramos el área comercial del océano Indico
parte de la economía-mundo europea, a pesar de que estuviera tan completamente
dominada por una potencia extranjera, debemos examinar sucesivamente el
significado de esta dominación para los países asiáticos afectados, su significado
para Europa y establecer una comparación con aquellas partes de las Américas
que estaban bajo el dominio ibérico.
Parece haber poca duda de que un elemento importante en el relampagueante
ascenso de Portugal, primero en el océano Indico y después en el mar de la China,
fue el «vacío de comercio marítimo», como lo llama Trevor-Roper, que existía
en aquella época en ambas áreas: «el vasto comercio de Asia —del cual el
comercio a larga distancia con Europa no era más que un fragmento— estaba
abierto al primero que llegara. Los portugueses llegaron y lo tomaron; y mientras
duró el vacío —hasta que Europa se lo arrebató o Asia se resistió— fue monopolio
suyo» 1271. El vacío no era económico, sino político, porque resulta crucial para
la comprensión de la situación el hecho de que los portugueses no crearon este
comercio. Se apoderaron de una red de comercio preexistente, que en aquel
momento se encontraba en manos de comerciantes musulmanes (árabes y
gujaratis) en el océano Indico, y de piratas wako en el mar de la China 1272. La
expulsión de los comerciantes musulmanes, que fue la primera en producirse, se
realizó «por la fuerza bruta, y no por competencia pacífica» 1273. Fue debida a una

suficiente para constituir una compañía.» Godinho, L’économie de l’empire portugais, pp. 696-
697.
1269
Ibid., p. 656.
1270
Donald F. Lach, Asia itt the making of Europe, I, The century of discovery, Chicago
(Illinois), Univ. of Chicago Press, 1965, libro II, páginas 827-828.
H. R. Trevor-Roper, Historical essays, p. 120.
1,7
Sobre el desplazamiento de los musulmanes del océano Indico, véase Godinho,
L'économie de l’empire portugais, p. 630; C. R. Boxer, The Portuguese seaborne empire, pp.
45-48. Sobre los portugueses como sustitutos de los piratas wako, véase Trevor-Roper, Historical
essays, p. 120, que a su vez se basa en C. R. Boxer, The Christian century in Tapan, y en Sansom,
A history of Tapan, II, p. 268.
I2
' Boxer, The Portuguese seaborne empire, p. 46.
458 Immanuel Wallerstein
1274 1275 1276 1277
superioridad político-naval .
La principal importación de Asia a Lisboa era la pimienta, o la pimienta y las
especias. Ya a finales del siglo xv, antes de que Portugal apareciera en escena,
Europa consumía probablemente un cuarto de la producción de Asia 13°, y para
cubrir el incremento de demanda de Europa, la producción asiática se duplicó a
lo largo del siglo 151. A cambio, lo que obtenía principalmente Asia de Europa
eran metales preciosos, plata y oro °2. La plata venía en gran medida de las
Américas y el
Japón 133. El oro parece haber venido al principio principalmente de Africa
oriental134, después del sudeste de Africa, de Sumatra y China 135.
Dada la apasionada acumulación por Europa de metales preciosos, resulta
verdaderamente extraño que esta especie de desequilibrio formal de pagos
persistiera durante tanto tiempo. Pero si Europa deseaba lo que Asia le ofrecía,
parece que éste era el precio que había que pagar. Esto apunta a un sentido
fundamental en el que Asia no era parte de la economía-mundo europea en este
tiempo, dado que desde 1500 a 1600 las relaciones de Europa con los Estados
asiáticos «eran conducidas ordinariamente en un marco y unos términos
establecidos por las naciones asiáticas. Excepto aquellos que vivían en unos pocos
1278 1279

1274
«Afortunadamente para los portugueses, en la época de su aparición en aguas de Asia los
imperios de Egipto, Persia y Vijayanagar no tenían barcos armados en el océano Indico, y los
navios chinos habían quedado reducidos oficialmente, por decreto imperial, a la navegación a lo
largo de la costa china.» Boxer, en Livermore, Portugal and Brazil, pp. 189-190.
1,0
Véase Godinho, L’économie de l'empire portugais, p. 596.
111
Véase ibid., pp. 581-582, 591; Boxer, The Portuguese seaborne empire, p. 59.
1277
«La pimienta era la principal mercancía importada de Oriente, y la plata en barras la
principal exportación a la “Goa dorada” [...] Durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo
xvi'los comerciantes malabares de pimienta se negaron a aceptar como pago nada que no fuera
oro.» Boxer, The Portuguese seaborne empire, pp. 52, 60.
Cabe señalar que Chaunu piensa que este comercio constituía un buen negocio para Europa:
«Se compraban de 120 a 150 000 toneladas de especias, sin casi ninguna mercancía a cambio,
con 150 toneladas de oro, que el peso de la dominación había arrancado de las débiles sociedades
africanas, y con una cantidad de metálico difícil de calcular, pero en absoluto comparable a las 6
000 toneladas de plata equivalentes que quedaban por compensar.» Conquéte et exploitation des
nouveaux mondes (XVIe siécle), París, Presses Universitaires de France, 1969, p. 323.
155
«Tan sólo gracias a su comercio con América pudo desarrollar Europa su comercio
asiático. Pues sin la plata del Nuevo Mundo, las especias, la pimienta, la seda, las piedras
preciosas, más tarde la porcelana china, ninguno de estos preciosos bienes de lujo podría haber
sido adquirido por Occidente.» Chaunu, Séville, i, pp. 13-14.
«El comercio con Occidente llegó a un punto de inflexión durante el período posterior a la
apertura de las minas de plata mexicano-peruanas, pues el producto de éstas fluyó en
considerable proporción hacia China a cambio de seda, porcelana y té.» Max Weber, Religión of
China, p. 5. Weber señala que en China la plata se depreció con respecto al oro en esta época,
cayendo de 4: 1 en 1368 a 8:1 en 1574, 10: 1 en 1635 v
1279 : 1 en 1737.
«Después de China, Japón era el principal país con el que Portugal comerciaba. La
prosperidad de Macao [en el siglo xvi] se debió en gran medida a la exportación de metales
preciosos desde este país.» Chang, Sino-Porluguese trade, p. 117. La capacidad de Portugal para
controlar el comercio entre China y Japón era lo que le permitía obtener parte de los metales
preciosos con los que comerciaba en el sudeste asiático y en la India.
La periferia frente a la arena exteriot 459

«El brusco aumento de la producción de oro y plata, especialmente de plata, a partir del siglo
xvi, está estrechamente relacionado con el nuevo desarrollo del comercio exterior.
»E1 desarrollo del comercio con Japón por los barcos portugueses y el consiguiente aumento
de las ganancias fueron, de hecho, un resultado del comercio intermedio, consistente en el cambio
de plata japonesa por seda cruda y otras mercancías chinas.
»E1 principal propósito del comercio autorizado por Hideyoshi era conseguir mercancías
chinas en un tercer país a causa de la política Ming que prohibía atracar en el continente a los
barcos extranjeros, especialmente japoneses. El comercio exterior japonés disfrutó de un brillante
período de desarrollo, y fue en este período cuando la producción de metales preciosos en el
Japón alcanzó su más floreciente máximo.» A. Ko- bata, «The production and uses of gold and
silver in 16th and 17th century Japan», Economic History Review, 2.a serie, xvm, 2, octubre de
1965, pp. 245-246.
1,4
Véase Chaunu, Conquéte, p. 316.
135
Véase Boxer, The Portuguesc seahorne empire, p. 60.
460 hnmamiel Wallerstem
enclaves coloniales, los europeos estaban todos allí en una situación de
tolerancia» 136. Y esto a pesar de la superioridad militar de Europa. Porque hemos
de recordar que esta superioridad militar era tan solo una superioridad naval137.
Desde un punto de vista asiático, los comerciantes portugueses se
diferenciaban en un aspecto fundamental de los que les habían precedido
históricamente. Los compradores no eran «comerciantes —empresarios
privados—, sino un formidable poder naval que actuaba en nombre de un Estado
extranjero, en beneficio de sus comerciantes y de sí mismo» 13S. Esto significaba
que las relaciones comerciales —de hecho, los precios— se fijaban por medio de
tratados reconocidos por la ley internacional. Pero los Estados tenían que tratar
con Estados. Y a los portugueses les costó cierto tiempo acostumbrarse al alto
nivel de dignidad de Estado con el que se encontraban l39. Inicialmente, los
portugueses estaban deseosos de obtener los enormes beneficios que las capturas
podían brindarles, pero al cabo de diez breves años se dieron cuenta que ésta era
una política de muy poco alcancel4n. Se dedicaron entonces a convertirse en
árbitros intermediarios del comercio z'rcíraasiático, cuyos beneficios utilizaron
para capitalizar el comercio de la ruta del Cabo, trayendo tanto especias como
metales preciosos a Portugal. Era, como dice Godinho, un «sueño grandioso»,
una «empresa desmesurada» Hl. Sacrificaron los metales preciosos (y más) por las
especias, pero lograron un «comercio intraasiático centralizado», y eso era «algo
totalmente nuevo en Asia» l42. Traducido 1280 1281 a términos de la economía-
mundo europea, el papel de los portugueses como intermediarios significaba que
«una buena parte de las importaciones europeas derivaban de exportaciones
invisibles de los servicios de flete y comerciales» 1282. El grado en el que el
comercio intraasiático resultaba central para la economía de la presencia
portuguesa en Asia se pone de relieve por el hecho de que tan sólo al cabo de
setenta y cinco años, en 1578, el primer barco rápido sin escalas [ une «carriére»
de droiture] se dirigía de Lisboa a Malaca 1283. Así, para Asia los comerciantes

IW
Lach, Asia in the making of Europe, libro i, p. xii. Véase Braudel: «Así, en los siglos xvi
y siguiente circulan por el vasto espacio asiático productor de especias, de drogas y de seda las
preciosas monedas de oro, y, sobre todo, de plata, acuñadas [en el Mediterráneo] [...] Los grandes
descubrimientos hacen variar las rutas y los precios, pero no alteran esta realidad fundamental
[de un déficit de pagos].» La Méditerranée, i, p. 422.
1281
«Aunque los europeos viajaban con aparente facilidad a lo largo de las rutas marítimas
de Asia, tan sólo penetraban en los principales Estados del continente infrecuentemente y con
dificultad. Y en el siglo xvi nunca estuvieron en posición de imponer su voluntad a los
gobernantes imperiales de China o la India; las grandes capitales políticas y culturales del
continente asiático no se sentían en ningún sentido amenazadas por sus armas.» Lach, Asia in the
making of Europe, libro t, p. xii.
IM
Godinho, L'économie de l’empire portugais, p. 619.
I
” Véase la maravillosa historia del paso en falso de Vasco de Gama al encontrarse por vez
primera con el rev de Calicut, en Godinho, ibid., pp. 588-590.
1,0
Véase ibid., pp. 627-629.
141
Ibid., pp. 630-631.
112
Meilink-Roelofsz, Asían trade, p. 119.
141
Cipolla, Guns and sails, p. 136.
1283
Véase Godinho, L'économie de l'empire portugais, p. 655.
La periferia frente a la arena exterior 461
portugueses significaron dos cosas: los comerciantes asiáticos tenían que tratar
con un Estado como agente de los comerciantes, y el comercio intraasiático se
vio racionalizado. No obstante, J. C. van Leur no cree que esto sea suficiente para
hablar de cambio social:
El régimen colonial portugués [...] no introdujo ni un solo elemento económico nuevo en el
comercio del sur de Asia [...] El régimen portugués sólo introdujo un sumidero no intensivo en
la estructura existente de fletes y comercio. El siguiente período [el de los holandeses]
organizaría en su momento un nuevo sistema de comercio y fletes extranjeros, introduciría
penetrantes relaciones coloniales y, crearía nuevas formas económicas en Europa, tal vez no
como un resultado directo, sino más bien como un desarrollo paralelo potenciado por el sistema
[...]
El carácter internacional del comercio asiático se mantuvo, mientras que la independencia
política de los Estados orientales permaneció prácticamente intocada por la influencia europea.
La gran ruta comercial intraasiática conservó todo su significado 1284.
Lo escrito sobre el tema tiende a apoyar la valoración de Van Leur 1285. Los
portugueses llegaron y se encontraron con una floreciente economía-mundo.
Organizaron ésta un poco mejor y se llevaron algunos bienes a casa como
recompensa por sus esfuerzos. La organización social de la economía, así como
las superestructuras políticas, permanecieron en gran medida intactas. El cambio
principal tuvo lugar en la producción de pimienta, la única especia que «dio
origen a una producción masiva» 1286 1287. Pero la tecnología de la pimienta es tan
simple que se requería muy poca mano de obra para expandir la producción
haciéndola más extensiva, porque la pimienta tiene una propiedad importante:
«una vez plantada no hay que preocuparse de ella» l4S. Por tanto, un siglo de
dominación portuguesa sólo significó para la mayor parte de Asia que los
beneficios los obtuvieran ¡os portugueses en vez de los árabes. El historiador

1284
J. C. van Leur, Indonesian trade and society. La Haya, Hoeve Ltd., 1955, pp. 118-
119, 165. Incluso Meilink-Roelofsz, que en general se muestra reservado frente a los análisis de
Van Leur, considera que no se produce un cambio fundamental hasta el siglo XVII: «El presente
estudio se propone mostrar tan sólo que ya en la primera mitad del siglo xvn [...] estaba
comenzando a manifestarse el influjo europeo, incluso si, admitámoslo de inmediato, no se
manifestaba todavía en todas partes ni en todos los aspectos.» Asian trade, pp. 10-11.
146
«Los portugueses no habrían conseguido controlar, en quince años, la mitad del comercio
del océano Indico, si no hubieran incorporado y continuado la experiencia de un millar de años,
si no hubieran sido capaces de construir, en buena medida, sobre lo ya existente. Sus rutas
sobreimpusieron una nueva jerarquía; desviaron las más importantes corrientes del comercio.
Pero en lo esencial dejaron intactos un millar de años de comunicaciones e intercambios. La
revolución portuguesa es rápida porque se limita a la cumbre.» Chaunu, Conquéte, p. 177.
«La presencia de los portugueses en la India apenas si fue sentida,
excepto por unos pocos individuos en unos pocos lugares [...] Es probable que, si los portugueses
hubieran abandonado a finales del siglo xvi su imperio en la India, hubieran dejado menos rastro
incluso que los griegos, los escitas y los partos: quizá algunas monedas, algunas palabras
mutiladas en el lenguaje de los bazares, algunas comunidades de sangre mestiza en decadencia,
y algunas tradiciones evanescentes de guerreros y sacerdotes extranjeros.» George B. Sansom,
The western world and Japan, Nueva York, Knopf, 1950, p. 87.
«Malaca, como nexo vital del comercio, continúa, incluso tras su captura por los portugueses,
observando prácticas comerciales largamente establecidas.» Lach, Asia in the making oí Europe,
libro ti, p. 829.
462 Immanuel Wallerstein
indio K. M. Pannikar resume esta perspectiva diciendo:

No suponía ninguna diferencia para los gobernantes indios que sus comerciantes vendieran sus
bienes a los portugueses o a los árabes. De hecho, los portugueses tenían una ventaja en el hecho
de que eran capaces de vender a los gobernantes indios armas v equipo que éstos necesitaban.
En lo concerniente a los comerciantes indios, desarrollaron rápidamente un sistema de permisos
por medio del cual podían continuar su comercio sin la competencia de los comerciantes árabes,
y en ese sentido puede decirse que el monopolio portugués les ayudó 1288
Esta es la razón de que, a pesar de que «las empresas de los reyes portugueses
[...] combinaban monopolios de protección, de transporte y de productos
transportados» 1289 1290, Charles Boxer pueda considerar al dominio marítimo
portugués una «superestructura inherentemente frágil» ,SI. Asia, incluso las
regiones costeras del océano Indico, no se transformaron en parte de la economía-
mundo europea en el siglo xvi. Asia era una extensa arena en la que Europa
comerciaba, desde luego en términos un tanto desiguales. Es decir, elementos de
monopolio impuestos a la fuerza interferían con las operaciones de mercado.
Existió, utilizando la frase de Chaunu, una «conquista talaso- crática» 1291 por
parte de Portugal, pero la vida interior de Asia continuó básicamente intacta pese
a este contacto. Sin duda, sería difícil sostener que la producción primaria asiática
formaba en estos tiempos parte de la división europea del trabajo.
Se puede hallar ulterior evidencia si observamos el impacto del comercio
asiático portugués sobre Europa. Europa no conquistó Asia en el siglo xvi porque
no podía hacerlo. Su ventaja militar existía solamente en el mar 1292. En tierra
estaba retrocediendo todavía ante el ataque otomano 1293, y este equilibrio militar

«Sólo su armada permitía a los portugueses mantenerse, e incluso así su posición era
precaria. En la guerra sobre tierra, su superior armamento era de poca utilidad, al resultar de
hecho menos adecuado que las armas de los nativos para el combate en un terreno tropical. Los
europeos, además, se enfrentaban con un número muy superior de nativos, familiarizados con el
terreno y con el clima. Así, a lo largo de todo el siglo xvi, la influencia de los portugueses
permaneció confinada a una pequeña área en torno a los establecimientos de la costa.» Meilink-
Roelofsz, Asían trade, p. 124.
1,7
Godinho, L'économie de Vempire portugais, p. 577.
'** Ibid., p. 578.
149
K. M. Pannikar, Asia and western dominance, p. 53.
1289
Frederic C. Lañe, Venice and history, pp. 426-427.
,S1
Boxer, The Portuguese seaborne empire, p. 57.
152
Chaunu, Conquéte, p. 205. Véase C. R. Boxer: «El viejo imperio colonial portugués fue
esencialmente una talasocracia, ya se centrara en las especias de Oriente, en los esclavos de
Africa occidental, o en el azúcar, el tabaco y el oro de Brasil. Era, sin embargo, un imperio
marítimo fundido en un molde militar y eclesiástico.» Race relations in the Portuguese colonial
empire, 1415-1825, Londres y Nueva York, Oxford Univ. Press (Clarendon), 1963, p. 2.
1290
«Los europeos poseían una ventaja relativa sobre los mares. En tierra seguirían siendo
por largo tiempo altamente vulnerables [...] [Los] europeos no fueron capaces de producir una
artillería de campo móvil y eficaz hasta la cuarta década del siglo xvu [...]
»En general, los europeos consideraban que cualquier intento de extender su control al interior
de Asia carecía de posibilidades de éxito [...]
»En una fecha tan tardía como 1689, las fuerzas de la Compañía de las Indias Orientales
fueron completamente barridas en tierra en la India.» Cipolla, Guns and sails, pp. 138, 141, 145.
1293
«Mientras Europa se expandía con intrepidez por ultramar e imponía agresivamente su
La periferia frente a la arena exterior 463
1294
sólo cambiaría con la revolución industrial .
Lo que Asia suministraba a Europa en esta época eran bienes de lujo. Ahora
bien, los bienes de lujo son importantes y nada despreciables, pero ocupan un
segundo lugar con respecto a la comida (grano, ganado, pescado, azúcar) y la
fuerza de trabajo necesaria para producirla. También quedan en segundo lugar
con respecto a los metales preciosos, no como tales metales preciosos atesorados,
sino como dinero (aunque era cosa de magia que los metales preciosos pudieran
ser utilizados como dinero, estando la magia en la posibilidad de su uso eventual
como mercancía, si fuera preciso).
En comparación con la comida, e incluso con los metales preciosos, una
economía-mundo puede adaptarse con relativa facilidad a oscilaciones en el
suministro de bienes de lujo.
La pimienta, puede argumentarse, no era totalmente un lujo; ni siquiera lo
eran las especias, ya que resultaban esenciales para la conservación de la comida
y como medicina 156. Una vez más, era una cuestión de grados. La comida
conservada era en su mayor parte carne, no exactamente un lujo, pero tampoco
destinada a aquellos que vivieran con dietas de subsistencia. Lo mismo puede
decirse de las medicinas 157. Por supuesto, como argumenta Chaunu, con un nivel
de vida creciente en Europa, y un equilibrio mundial de poder en pleno cambio,
la pimienta se iba convirtiendo cada vez menos en un lujo. La cuestión, supongo,
es en qué medida.

¿Cuándo aparece por primera vez [la pimienta] en Occidente? Tradicionalmente se señalan
varios jalones. El primero son los contactos entre el Este y el Oeste en el Mediterráneo en los
siglos X II y X III , en tiempo de las cruzadas. Para ser más exactos, hay que tomar en consideración
dos factores. El aumento del consumo de 1295 1296

predominio sobre los continentes de Asia, Africa y las Américas, en su frontera oriental
retrocedía apresuradamente bajo la presión de las fuerzas turcas.» Ibid., p. 140.
lss
«La conquista o el control efectivos de vastas zonas del interior se produjo más tarde como
un subproducto de la revolución industrial.» Ibid, p. 146.
«Se nos hace difícil, en la actualidad, imaginar la importancia de las especias en el siglo
xvi [...] Sin embargo, en tiempos en los que el azúcar era casi desconocido, en los que no se
contaba ni con la refrigeración ni con los forrajes para proporcionar en invierno algo que no fuera
carne salada o sazonada, en los que existían pocos vegetales que pudieran introducir vitaminas o
variedad en la dieta, y en los que las especias y otras drogas orientales constituían la principal
materia médica, les correspondía un lugar realmente importante en el comercio de Europa.»
Robertson, South African Journal of Economics, XVIII, p. 42. No es cierto, sin embargo, como ya
hemos visto, que el azúcar fuera virtualmente desconocido en esta época. Era cultivado de forma
intensiva en las islas del Mediterráneo y del Atlántico, y estaba siendo introducido en el Brasil
y, más tarde, en el Caribe.
1296
Se debe tener presente, sin embargo, el orden de importancia. La pimienta era
relativamente más importante que las especias. Chaunu observa: «En el comercio del siglo xvi,
la pimienta no era considerada una especia. La pimienta, esta base imprescindible de la
conservación de la carne, no tenía el prestigio de las especias en el sentido más estricto de la
palabra, ni el de las drogas.» Conquéte, p. 200.
La periferia frente a la arena exterior 464
pimienta tiene que ser ligado, desde luego, al incremento del consumo de carne
en los siglos xiv y xv, fenómeno que ha sido claramente establecido. Mucho más
duradero, no obstante, el desarrollo de esquemas de consumo que implicaban
productos costosos y procedentes de muy lejos me parece inseparable de la
variación de la situación de poder con respecto a los siglos xn y xm. Las especias
suministradas en las condiciones del [siglo] xm constituían un lujo. Lograrlas
requería desarrollar ese poder que permitiría a la cristiandad occidental
desarrollar lentamente su potencial [le lent décollement de ses moyens]. Este
poder permitió al Occidente lograr uno tras otro esos diversos estimulantes para
las papilas gustativas y el sistema nervioso que la cristiandad latina había sido
menos hábil en producir que las civilizaciones orientales 15S.
En cualquier caso, en la medida en que la pimienta no era un lujo, sino
una seminecesidad, la más importante en cantidad, si no en precio, era
precisamente la malagueta de Africa occidental, no los productos asiáticos
l59
.
No existe, por supuesto, ninguna duda de que el comercio asiático fue
rentable para Portugal. Después de todo, de eso se trataba. Godinho emplea
veinticinco páginas en evaluarlo. Un solo ejemplo, tal vez espectacular,
bastará. El valor en moneda portuguesa de las mercancías recibidas fue
evaluado en 1512 por Albuquerque como ocho veces superior al de las
mercancías exportadas 160. Es fácil ver, por tanto, por qué la pimienta fue «la
mercancía especulativa más notable de [los siglos xvi y xvn], atrayendo la
atención de los más grandes comerciantes y capitalistas de la época» ’ 61. La
divisibilidad y la 1297 1298 durabilidad de la pimienta, así como su margen de
beneficio, «la convertían en un excelente objeto de especulación» 1299.
Esta especulación no era simplemente la del capitalista como empresario
individual; era predominantemente la del Estado portugués, que buscaba
«incrementar la riqueza nacional por medio del uso del poder militar», en palabras
de Frederic Lañe 1300. Consideraremos más adelante los costos de esta política.
Resulta pertinente, no obstante, insertar en este punto la valoración que hace Lañe

1!l
Ibid., pp. 316-317. El subrayado es mío.
1!r
«El comercio africano de especias representaba para Portugal un volumen de tráfico
notablemente mayor que el de cualquier especia asiática, con la excepción de la pimienta y el
jengibre, y a menudo mayor que su suma total. Por sí sola, la malagueta sobrepasaba casi siempre
al jengibre. Por supuesto, el precio de la malagueta era sólo una fracción del precio de las especias
orientales: en marzo de 1506, un quintal costaba
1298 cruzados, mientras que el de pimienta se vendía a 22, el de canela, a 32 y 33, y el de
jengibre, a 18 ó 19. Pese a su bajo precio, el valor total de la malagueta a menudo igualaba, y en
ocasiones superaba, el de cada una de las otras especias, con excepción de la pimienta y el
jengibre: pues 2 000 quintales de malagueta a 8 cruzados (y, en 1506, a 11) equivalían a 500 de
canela a 32 cruzados o a 840 de jengibre a 19 cruzados.» Godinho, L'economie de l'empire
portugais, p. 547. Véanse en las pp. 539- 542 las descripciones botánicas y las situaciones
geográficas de los productos de Africa occidental.
La valoración se encuentra en ibid., pp. 683-709. El ejemplo está en la p. 699. v
161
Glamann, European trade, p. 52.
Ibid., p. 53.
,4)
Frederic C. Lañe, «National wealth and protection costs», en Venice and history,
Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Press, 166, p. 376.

16
La periferia frente a la arena exterior 465
de esta «especulación» colectiva:

En un plazo largo de cincuenta a cien años, una política más pacífica, favorecedora de un mayor
desarrollo" del comercio oriental, podría haber hecho más rica a la nación. Aunque la conquista
de la India incrementó el ingreso nacional portugués durante algún tiempo, vino seguida más
adelante por un decrecimiento en la productividad de la mano de obra de la nación. Por lo tanto,
no supone un caso claro de éxito en la utilización de la fuerza armada para incrementar la
prosperidad de la nación 1301.

Pero ¿podía haber seguido Portugal una «política más pacífica»? Resulta
dudoso, en parte, como sugiere el propio Lañe, a causa del tipo de capital y mano
de obra que existía en Portugal en 1500 1302.
No obstante, la discusión sobre la rentabilidad deja en claro las limitaciones
de los beneficios comerciales en una arena externa. Los beneficios, en última
instancia, son los que produce el pillaje. Y el pillaje es al cabo del tiempo algo
destructivo, mientras que la explotación en el marco de una única economía-
mundo se autorrefuerza.
Tal vez esto quede más claro si intentamos ahora comparar sistemáticamente
la actuación ibérica en Asia con la actuación ibérica en las Américas. En primer
lugar, deberíamos decir unas palabras sobre las relaciones entre Portugal y
España. La bula papal Inter Coetera, en su segunda versión de junio de 1493,
trazó una famosa línea que supuestamente asignaba diversas partes del mundo no
europeo al cuidado de Portugal y España a efectos de su evangelización 166. Para
las regiones atlánticas, esto venía a significar la soberanía de Portugal sobre el
Brasil y las islas del Atlántico no pertenecientes al Caribe, y la de España sobre
el grueso del continente. Supuestamente Asia era «asignada» a Portugal. Pero
Magallanes convenció a Carlos V de que reinterpretara el mapa, siendo difícil en
el siglo xvi estimar las longitudes, y tomó posesión de las Filipinas en nombre de
la Corona española en 1520 167, aunque, no obstante, no fueron ocupadas de hecho
hasta 1564. De hecho, sólo cuando Portugal empieza a tambalearse como fuente
de suministro de pimienta, a causa del resurgir de Venecia, manda España su
expedición a las Filipinas en busca de pimienta, en las islas y en China l68.
Así nos encontramos con un predominio hispánico en las Américas, con un
reducto portugués, y un predominio portugués en Asia, con un reducto español.
Resulta llamativo hasta qué punto era semejante la política ibérica en ambas

1301
Ibid., p. 381.
«En lo que los portugueses se mostraban superiores a otras naciones no era la astucia en
el comercio, sino la audacia para aventurarse en la navegación y en la guerra. A causa de las
tradiciones militares y religiosas de los portugueses, y de su estructura de clases, la política de
cruzada proseguida en la India pudo estimular energías que obtuvieran para los portugueses más
riquezas de las que éstos podrían haber ganado por medios menos belicosos. Un veneciano de
1500 era probable que creyera que los portugueses podían ganar más con una política más
pacífica, porque tal habría sido el caso si la clase dirigente portuguesa hubiera sido en 1500 de
carácter similar a la veneciana. Por estas fechas muchos nobles venecianos se habían vinculado
de forma irreversible al comercio pacífico o a la gestión de fincas rurales. Ya no eran, como
habían sido trescientos o cuatrocientos años antes, durante sus disputas con Bizancio, igualmente
eficientes como comerciantes y como corsarios.» Ibid, páginas 395-396.
466 lmm.anu.el Wallerstein
áreas. Ya que, en el siglo xvi, la península Ibérica establece colonias en las
Américas, pero puestos de comercio en Asia169. 1303 1304 1305 1306

166
La historia se complica a causa de intrigas diplomáticas. Véase Samuel Eliot Morison,
Admiral of the ocean sea, Boston, Little Brown, 1942, pp. 367-374; Chaunu, Conquéte, pp. 251-
254.
1304
Véase Pierre Chaunu, «Le galion de Manille», Armales ESC, vi, 4, octubre-diciembre
de 1951, p. 449.
Véase ibid., pp. 450-451.
1306
Originalmente España intentaba establecer en las Américas puestos comerciales, no
colonias. Lo único que condujo a España a la colonización fue la falta del tipo de economía
política que habría podido permitir tal relación. Luis Aznar describe este proceso: «Ni los
rudimentarios placeres de oro, ni el tráfico de esclavos, ni la capitación [...] produjeron lo bastante
para igualar los gastos de las tres primeras expediciones emprendidas por Colón en el siglo xv y
para pagar los salarios de los primeros colonos. Las noticias del desastre de la Española se
extendieron rápidamente, y originaron descrédito en los círculos de la corte [...]
»[La corte cambió su política, y] de esta manera lo que comenzó como una empresa feudal
se convirtió, a comienzos del siglo xvi, en un sistema orgánico de gobierno, prototipo del que
establecerían los países colonizadores en el curso de los dos primeros siglos de la era moderna.»
«Las
467 ímmanuel Wallerstein
Ya hemos escrito acerca de la política española en las Amé- ricas y la política
portuguesa en Asia. Es digno de señalar que cada uno intentó generalizar su
experiencia dominante a la otra área, pero que, percatándose de su error, ambos
llegaron a adaptarse a los requerimientos del área. Los portugueses intentaron
limitar su presencia en Brasil al establecimiento de puertos comerciales, pero se
vieron obligados a colonizarlo, como medida preventiva, alrededor de 1530 17°.
De forma semejante los españoles pretendieron utilizar un sistema de
encomiendas en las Filipinas, pero el comercio internacional era insuficiente para
sufragar su costo, y volvieron al esquema portugués. «El comercio de Manila se
asentó así en un intercambio directo de plata procedente de Nueva España a
cambio de productos chinos» 171.
La razón de estas dos diferentes políticas parece ser, como ya hemos
apuntado, doble. Por una parte, los beneficios de la colonización americana
fueron en cierto sentido mayores. Por 1307 1308 otra parte, las dificultades de
colonizar Asia eran mucho mayores. La combinación de ambas significó que las
Américas se convirtieron en la periferia de la economía-mundo europea del siglo
xvi, mientras Asia seguía siendo una arena externa.
Al hablar de beneficios no nos referimos a ganancias a corto plazo, aunque
incluso en este terreno las Américas parecen haber aventajado a Asia
aproximadamente en un 50 por 100 m, sino a las ganancias a largo plazo en
términos de costos de oportunidad. El comercio asiático era un comercio de
importación, especialmente aquella parte de él que atravesaba el Levante 1309. De

etapas iniciales de la legislación sobre indios», Cuadernos Americanos, vil,


1308 septiembre-octubre de 1948, pp. 177-178.
m
«Durante la primera mitad del siglo xvi, los portugueses consideraron el descubrimiento
del Brasil como una cuestión de importancia secundaria. De hecho, los esfuerzos por consolidar
el control sobre la línea costera de lo que ahora es Brasil, a grandes rasgos entre los puertos
actuales de Santos y Recife, fueron en gran medida una acción refleja tomada para impedir que
Francia e Inglaterra establecieran enclaves costeros, competidores de los portugueses, para la
exportación del palo de Brasil utilizado como tinte en la industria de tejidos de lana de los Países
Bajos e Inglaterra. El temor a la competencia fue lo único que condujo en la segunda mitad del
siglo a una ocupación permanente y al establecimiento de una economía de plantación.» Stanley
J. Stein y Barbara H. Stein, The colonial heritage of Latín America, p. 22; véase Chaunu, Conque-
te, p. 222.
Véase el siguiente análisis de la actitud de Portugal hacia Brasil en esta época: «En la fase
inicial, la inexistencia de tesoros de fácil captura redujo el interés por el Brasil, tanto más cuanto
que el comercio de las Indias Orientales conocía en esa época su más extraordinario desarrollo.
La Corora portuguesa, procurando atraer capitales privados para su colonia americana, la dividió
en doce capitanías hereditarias, cuyos donatarios serían investidos de gran parte de los privilegios
reales. La inexistencia de base económica, a excepción de la región en que se implantó el cultivo
de la caña de azúcar, llevó esa experiencia al fracaso. La Corona debió asumir directamente y
por mucho tiempo los costos de defensa de amplios territorios de escaso valor económico.
Aunque inspirado, en sus aspectos formales, en instituciones feudales portuguesas, el régimen
de capitanías hereditarias debe ser entendido como un esfuerzo por atraer capitales privados para
la obra de expansión comercial dirigida por la Corona, asemejándose al de las compañías de
comercio que en la segunda mitad del siglo xvi surgieron en Inglaterra y Holanda.» Celso
Furtado, Economic development of Latín America, pp. 9-10, n. 2.
171
Harrison, New Cambridge Modern History, m, p. 554.
1,1
«Para el orden de magnitud del siglo xvi, no obstante, tenemos [...] [que] si Lisboa, con
468 Immanuel Wallerstein
hecho, una de las razones por las que España abandonó eventualmente el galeón
de Manila fue precisamente la oposición interior a la sangría de metales preciosos
que representaba m.
Sin duda, esto no carece de excepciones, como ya hemos indicado. Parece, por
ejemplo, que los bosques de teca de la India fueron incorporados en cierta medida
a la economía-mundo europea como suministradores de madera para los barcos
construidos en los astilleros de Goa1310 1311.

el Oriente Lejano, vale 1, Brasil vale entre 0,05 y 0,1, y Sevilla vale 1,5. Al comienzo del siglo
xvu Sevilla vale más o menos una vez y media lo que Lisboa.» Chaunu, Conqué.te, p. 269.
Esto no nos dice nada sobre la importancia de este comercio para Europa en su conjunto.
«Es difícil medir el peso de Sevilla y Lisboa, es decir, el peso del monopolio, el peso del cuarto
sudoccidental de la península Ibérica, porque es más fácil medir el monopolio que medir el
mundo europeo sobre el que éste se apoya. Las diferencias en las posibilidades de medida, en
relación con la evaluación de la importancia del comercio americano, dominado por Sevilla, y
del comercio asiático, dominado por Lisboa, no resultan de ninguna incapacidad intrínseca para
medir los monopolios, sino, en medida mucho mayor, de nuestra incapacidad temporal para
medir el resto [es decir, lo que no forma parte del monopolio].» Ibid., p. 273.
1.3
«Mientras que la mayor parte de las importaciones de ultramar se pagaban con
exportaciones de moneda y metales preciosos —el comercio de las Indias Orientales era
decididamente un comercio de importación, con el fin principal de satisfacer una demanda
europea y no de encontrar mercados para los productos europeos—, las importaciones a través
del Levante presentaban un aspecto bastante diferente. Los mundos de Arabia y las Indias
codiciaban numerosos artículos de los países del Mediterráneo. El cobre era un metal del que
existía particular demanda, y era enviado hacia el este desde Europa central a través de Venecia.
Se exportaba hacia el este coral de las pesquerías de la costa tunecina, en parte por la Compagnie
du Corail francesa, que operaba desde Marsella en la segunda mitad del siglo xvi. Tejidos,
mercurio y azafrán, junto con el opio de Egipto, entraban en la corriente de bienes que se
intercambiaban entre los países mediterráneos, el Levante y las Indias. Indudablemente, esta
circunstancia explica también por qué el tráfico de caravanas no llegó a un punto muerto cuando
los portugueses descubrieron la ruta marítima a las Indias e intentaron dar una nueva dirección
al transporte de la pimienta.» Glamann, Fontana Economic History of Europe, II, pp. 56-57.
1.4
«El mayor adversario del galeón de Manila era, sin duda, la misma administración
española. A los ojos de los comerciantes de Sevilla, cuyas quejas llegaban fácilmente a los
Consejos del Rey, a los ojos de la orto-
doxia bullonista de la corte, el comercio del galeón era el peor de todos los comercios con el
Oriente Lejano; su déficit se cubría con la exportación de metales preciosos.» Chaunu, Amales
ESC, vi, p. 458.
Otra razón para oponerse a este flujo de metales preciosos era que éstos, cada vez más, ni
siquiera pasaban por Lisboa y Sevilla: «Por la ruta del Cabo, los reales [de plata] fluían hacia
todo el Oriente. Gracias a ellos el comercio de China —porcelana, seda cruda y telas de seda,
oro— superó a todos los demás y condujo a frecuentar el Japón, mercado para la seda y fuente
de plata. El profundo deseo del metal blanco en China, por una parte, y el desarrollo de la
América española, por otra, condujeron a la creación de una ruta directa de Acapulco a Manila,
la cual despertó la hostilidad de Goa y Lisboa y las unió a Sevilla, también perjudicada por dicha
ruta.» Godinho, L'économie de l'empire portu- gais, p. 833.
No obstante, el caso español muestra un violento contraste con el de Inglaterra. A comienzos
del siglo xvu, la Compañía de las Indias Orientales inglesa se vio atacada por la sangría de plata
que acompañaba su comercio, y a la que muchos juzgaban responsable de las depresiones
comerciales de la época. «Ante esto, la respuesta de la Compañía fue que, desde el momento en
que sus reexportaciones al continente y al Oriente Medio superaban en valor al tesoro enviado a
las Indias, toda la cuestión era inseparable de la balanza de pagos del país en su conjunto.»
K. N. Chaudhuri, «The East India Company and the export of treasure in the early 17th
century», Economic History Review, xvi, 1, agosto de 1963, p. 25. La Compañía, por supuesto,
La periferia frente a la arena exterior 469
Pero esto resulta secundario comparado con la cosecha de metales preciosos,
madera, cuero y azúcar del Nuevo Mundo, en el cual se pasó durante este siglo
de una técnica de recolección a una forma estable de producción utilizando mano
de obra barata con supervisión europea m, lo cual transformó la estructura social
de las áreas involucradas, incorporándolas a la economía-mundo europea 1312.
Sólo cuando no tenía opción, cuando no podía lograr un producto en el marco
de su propia economía-mundo, salía Europa a la arena exterior para conseguirlo
a un costo más elevado. Por ejemplo, la seda. Woodrow Borah ha descrito las
razones del hundimiento de la producción mexicana de seda cruda a finales del
siglo xvi178. Es precisamente entonces, como señala Chaunu, cuando nos
encontramos con «el apogeo del comercio con galeones, la masiva, brusca y
efímera llegada de seda china al mercado de las Indias» 179. Por supuesto, cuando
los españoles no tienen más plata americana que ofrecer a los chinos, no pueden
comprar seda, y el comercio del galeón de Manila se viene abajo alrededor de
1640 180.
Como regla general, los límites geográficos de una economía- mundo son una
cuestión de equilibrio. La dinámica de fuerzas en el centro puede llevar a una
presión expansionista (como vimos que ocurrió en Europa en el siglo xv). El
sistema se expande hacia el exterior hasta que llega al punto en que la pérdida es
mayor que la ganancia. Un factor, por supuesto, es la distancia, en función del
estado de la tecnología. Al principio mencionamos el concepto de un mundo de
sesenta días. Hay muchas formas de estimar el tiempo. Compárese la descripción
1313 1314

tenía toda la razón. «Europa» estaba perdiendo metales preciosos, pero Inglaterra, no. La
diferencia estriba en la incapacidad española para situarse en el centro del comercio interregional
en Europa, como lo hizo Inglaterra en esta época.
Véase Boxer, The Portuguese seaborne empire, pp. 56-57; también Godinho,
L'économie de l'empire portugais, p. 683.
176
Véase Chaunu, Conquéte, pp. 290-296, 300-311.
177
Véase la descripción que hace Boxer del impacto del azúcar sobre la estructura social
brasileña. The Portuguese seaborne empire, pp. 84-105. En lo referente a las operaciones
mineras, véase Alvaro Jara: «Es incuestionable que en muchas regiones de las Américas la
minería tuvo un tremendo poder para reorganizar, incluso socavar, la estructura que la población
había tenido en la era precolonial. La nueva concentración de las poblaciones indígenas
producida por la creación de los centros mineros —y no pensamos sólo en Potosí, sino en muchos
otros centros de produc-
ción de plata, oro y mercurio— creó, probablemente por vez primera, el fenómeno social de esas
masas flotantes y desposeídas, desarraigadas de todo, sin un futuro o una seguridad para el
mañana, agrupadas en zonas seudourbanas, en las que la concepción de la ciudad no tenía para
ellas ningún sentido como tal, al menos en la medida de poder conllevar una mejora de su anterior
nivel de vida.» Jara, Tres ensayos sobre economía minera hispanoamericana, p. 28.
1314
Woodrow Borah señala que se comenzó a producir seda porque era «compacta y
fácilmente transportable en carreta o muía, garantizaba bajos costos de transporte, un mercado
seguro en la colonia o en España, y grandes ganancias». Silk-raising in colonial México (Ibero-
Americana, vol. 20), Berkeley, Univ. of California Press, 1943, p. 15. Borah ofrece tres
explicaciones de la decadencia de la producción de seda: el declinar de la población india a causa
de los malos tratos; los excesivos impuestos y explotación de los indios, que les llevaron a huir
y destruir los bosques de moreras; la disminución de las ganancias a causa del suministro
adicional, procedente de Filipinas, al mercado mundial. Véase su larga discusión de estas causas
470 ímmanuel Wallerstein

de la decadencia en las pp. 85-101.


Chaunu, Annales ESC, vi, p. 462, n. 1. Aunque Borah parece indicar en un pasaje que el
auge del comercio filipino fue una de las causas del declinar de la seda mexicana, en otro pasaje
sugiere que sucedió a la inversa, apoyando de esta forma a Chaunu: «Por contraste, el desarrollo
del comercio filipino coincidió con la decadencia de la producción mexicana de seda; las
importaciones en gran escala de sedas chinas comenzaron en 1579, y por esas fechas comenzó a
declinar el cultivo doméstico de la sedaJ Borah, Silk-raising, p. 90.
Véase Chaunu, Annales ESC, vi, pp. 460-461.
471 ¡mmanuel Wallerstein
de Chaunu del tiempo para ir de la península Ibérica a las Américas y a Asia. Del
primero dice: «viaje de ida, un mes; regreso, seis semanas, incluyendo el viaje
completo las cargas y descargas, en un ciclo anual que se extiende entre los
períodos muertos del invierno» W1. Del otro dice:

En el punto de distancia máxima —digamos el eje Sevilla-Manila, allá por


1565—, el universo nacido de la larga transformación de los siglos xv y xvi es un
universo de cinco años. Es decir, cinco años es el tiempo medio necesario para un
viaje de ida y vuelta de España a las Filipinas 1315.
Está claro que la diferencia era considerable.
Pero la resistencia de la distancia se veía multiplicada por la resistencia de la
autoridad establecida. Las Américas fueron conquistadas fácilmente. Incluso los
Estados estructurados, como los aztecas y los incas, no fueron adversarios para
las armas europeas. Asia era otra cuestión totalmente distinta. Ni Portugal ni sus
sucesores del siglo xvn fueron capaces de lograr la potencia de fuego necesaria
para hacer conquistas territoriales significativas. A falta de esto, no podían
establecer un sistema como en las Américas o en la Europa oriental, en que un
poco de fuerza permite una gran expropiación de excedente. Por el contrario,
requería mucha fuerza (los portugueses contra sus rivales marítimos) lograr la
adquisición de una cantidad menor de excedente (porque los comerciantes locales
podían insistir en reservarse un porcentaje mucho mayor). Una forma de
considerar esto es estimar la rentabilidad de los usos alternativos de la fuerza.
Frederic Lañe lo conceptualiza así:

Me arriesgo a proponer como hipótesis que las empresas [coloniales] que


utilizaron la fuerza para el pillaje y contra el comercio de sus rivales [por ejemplo,
los portugueses en Asia], se vieron en general sujetas a ingresos cada vez
menores, pero que muchas empresas que utilizaron la fuerza para crearse
protección [contra la destrucción o captura de su capital y la pérdida de su fuerza
de trabajo], incluyendo muchas que impusieron el trabajo forzado [por ejemplo,
los portugueses en Brasil], disfrutaron de la ventaja de ingresos crecientes 1316.
Manejarse en la periferia y en la arena externa requiere diferentes habilidades.
Sólo en la periferia el grupo económicamente más poderoso es capaz de reforzar
su posición por medio también de la dominación cultural. Los portugueses
comprendieron esto mucho mejor que los españoles. Estos últimos consideraban
la evangelización cristiana mucho más prioritaria que los portugueses, que
percibían mejor los límites de su poder en este gran encuentro cristiano-musulmán
en el Asia del siglo xvi. Chaunu señala que los españoles hicieron grandes
esfuerzos por detener la penetración musulmana en las Filipinas. Tuvieron un
cierto éxito, pero pagaron un precio económico: «Esta profunda hostilidad hacia
el Islam, esta incapacidad de llegar a acuerdos con los principillos musulmanes

1,1
Chaunu, Conquéte, p. 290.
2
" Ibid., p. 277. Una larga discusión sobre distancias y tiempos se
encuentra en las pp. 277-290.
Lañe, Venice and history, p. 28.
472 Immanuel Wallerstein
de las Molucas, ¿no constituye la verdadera explicación, más que la hostilidad
portuguesa, de por qué los españoles de las Filipinas no consiguieron tener éxito
en el comercio de especias?» 1317. Comparemos esto con la decisión portuguesa
en el Congo, donde al principio jugaron con la evangelización, la colonización, e
incluso con la agricultura de cultivos para el mercado, y posteriormente se dieron
cuenta de que los costos eran demasiado elevados y se retiraron a una relación de
puerto comercial en la que buscaban primariamente esclavos y marfil 1318.
En Asia, la dominación portuguesa del océano Indico y los estrechos de
Malaca se enfrentó a crecientes amenazas al avanzar el siglo xvi «largo»: de los
árabes cum Venecia (la antigua ruta del Levante), de las estrellas ascendentes del
noroeste de Europa (Inglaterra y Holanda), y de renacientes fuerzas indígenas en
Asia.
En un capítulo anterior hemos hablado ya del resurgir del Mediterráneo
oriental en el «segundo» siglo xvi. Por tanto, recapitulemos brevemente aquí.
Aislar el Levante requería un costoso bloqueo. El núcleo de la cuestión era que
«Portugal no era suficientemente rico para mantener esta vasta red, sus fuertes,
sus costosos escuadrones, sus funcionarios» 1319. En la década de 1530, los turcos
pudieron llegar otra vez al golfo Pérsico, y a partir de entonces la participación
portuguesa en el comercio declina 1320. Para 1560 Alejandría exportaba tantas
especias a Europa como a finales del siglo xv1321, aunque, sin duda,
proporcionalmente menos. Más aún, los portugueses no querían o no podían bajar
sus precios para hacer frente a la competencia veneciana 1322. Y, por supuesto,

Chaunu, Armales ESC, vi, p. 455, n. 2.


1318
Alfredo Margando obserya: «El Congo “pagano” rehusaba el sello del catolicismo y
resistía las exigencias de una economía colonial [¿cono- mié de traite]. Los portugueses se vieron
obligados a desmantelar el reino, para poder crear el excedente indispensable para proseguir su
política de colonización en Sudamérica.» «L’ancien royaume du Congo», Armales ESC, xxv, 6,
noviembre-diciembre de 1970, p. 1725.
Boxer también dice que lo que él considera un «prometedor experimento» se vino abajo tras
la muerte del rey don Alfonso I en 1543, «pan cialmente a causa de los compromisos crecientes
de Portugal en Asia y Sudamérica, pero principalmente a causa de la difusión e intensificación
del tráfico de esclavos». Race relations, p. 20. Véase también Boxer, The Portuguese seaborne
empire, pp. 97-103; Georges Balandier, Daily life in the kingdom of the Kongo, Nueva York,
Pantheon, 1968.
1319
Braudel, La Méditerranée, i, p. 496. La corrupción era otro factor en este comercio
de altas ganancias: «Durante algunas décadas después de 1500, los portugueses pusieron serios
obstáculos al comercio por el mar Rojo, y forzaron a los precios de las especias en Alejandría a
sobrepasar su nivel del siglo xv. Más tarde, los funcionarios portugueses en la India se hicieron
tan ineficientes, o tan fáciles de corromper, que dejaron de poner costosos obstáculos al comercio
por el mar Rojo y el golfo Pérsico.» Frederic C. Lañe, Venice and history, p. 33.
1320
Véase Lybyer, English Historical Review, xxx, p. 586.
1321
Lañe, Venice and history, p. 31.
1322
Godinho cita a un mercader veneciano del siglo xvi, Cesare de Fede- rici: «La
pimienta que va a Lisboa no es tan buena como la que llega a través de los estrechos de la Meca
[probablemente el mar Rojo]; porque el enviado del rey de Portugal hizo hace muchos años un
contrato con el rey de Cochin, en nombre del rey de Portugal, y fijó el precio de la pimienta, con
la consecuencia de que el precio no podía subir ni bajar. Así el precio es muy bajo, de forma que
los campesinos sólo la entregan muy renuentemente, y está poco madura y sucia. Como los
mercaderes árabes pagan mejor, les dan mejor pimienta, mejor preparada.» L’écono- mie de
La periferia frente a la arena exterior 473
sólo nos referimos al comercio de pimienta, dado que el comercio de drogas no
parece haberse convertido en un monopolio portugués en ningún momento I9°. De
hecho, la decadencia portuguesa se ha de medir por el hecho de que
eventualmente, a partir de 1580, buscaron sacar tajada del propio comercio
veneciano 1323 1324. La decadencia de Portugal era, por tanto, muy real. Godinho
nos previene de pasar al otro extremo e imaginar una rosada imagen de Venecia
en pleno ascenso 1325, cuestión que ya hemos analizado. Venecia no podía recoger
todo lo que dejaba caer Portugal.
Un rival aún más efectivo era el noroeste de Europa. No debemos olvidar que
cuando las Coronas de España y Francia se declararon ambas en bancarrota en
1557, la Corona portuguesa siguió sus pasos en 1640. No revisaremos las razones
del ascenso de Holanda y de Inglaterra. Pero debemos tomar nota de un factor

Vempire portugais, pp. 638-639.


Godinho insiste en que las pérdidas de navios en la ruta del Cabo no son una explicación de
la decadencia portuguesa: «En conclusión: en el transcurso de ciento treinta y seis años, las
pérdidas en el viaje de ida representan menos de un 11 por 100, y en el de vuelta, menos de un
15 por 100. Cuando en 1558, preparando una especie de presupuesto para el comercio de
especias, se incluyó una partida para una pérdida anual de uno de cada cinco barcos (20 por 100)
en el viaje de regreso, el cálculo fue muy generoso. El italiano Sassetti, que estaba familiarizado
con el Mediterráneo, y que había pasado por la experiencia de verse obligado a regresar a su
puerto de partida el año anterior, escribió desde Cochin que era menos peligroso ir de Lisboa a
la India que de Barcelona a Génova» (p. 671).
Cabe preguntar, como lo hace Guy Chaussinand-Nogaret en una crítica del libro de Godinho,
por qué los portugueses no desarrollaron en esta época grandes compañías comerciales, como lo
hicieron más tarde ingleses y holandeses, que pudieran haber utilizado métodos comerciales más
eficientes para superar a sus competidores europeos. (Un intento de crear en 1628 una compañía
de este tipo fracasó.) «¿Por qué Portugal, que parecía haber estado a la cabeza del gran
movimiento que vio el nacimiento del moderno capitalismo comercial, se encontró a comienzos
del siglo xvn incapaz de seguir los modelos del norte [de Europa que por entonces existían]? ¿No
se encuentra parte de la respuesta en el papel que desempeñaba el capitalismo internacional en
Lisboa, lo que Virginia Rau ha llamado “especulación [agiotage] cosmopolita"? Lo que nos lleva
de nuevo a la cuestión de quiénes fueron los grandes beneficiarios del comercio de especias.
Evidentemente no lo fue el país que poseía su monopolio: el "rey de la pimienta” vio cómo sus
ganancias quedaban devoradas por la enormidad de las inversiones requeridas.» «L’or, le poivre,
le Portugal et l’économie mondiale», Annales ESC, xxv, 6, noviembre- diciembre de 1970, p.
1595. A la luz de este comentario, véase el punto de vista de Furtado, ya recogido en la nota 170.
El único intento portugués de establecer una compañía privada de este tipo se produjo
prácticamente por iniciativa del Estado. Fundada en 1628, se disolvió en 1633. Véase Da Silva,
En Espagne, pp. 140-141.
1323
Véase Godinho, L’économie de l'empire portugais, pp. 596-616. Dice que las acciones
portuguesas en el océano Indico, incluso en su momento de mayor eficacia, «no tuvieron casi
importancia sobre el suministro de drogas» (p. 616).
1.1
Véase ibid., p. 771. Como los turcos prohibieron a los súbditos del rey de España (lo que
a partir de 1580 incluía a los portugueses) comerciar en su dominios, los mercaderes portugueses
tomaban nombres franceses, ingleses o venecianos.
1.2
Véase ibid., p. 714. Sobre las iniciales dificultades venecianas en 1502, Godinho dice
también: «La crisis no fue causada por los viajes portugueses, puesto que los precede [...] Es
decir, que el establecimiento de la ruta de las Indias y la acción emprendida contra el comercio
del mar Rojo recayeron sobre un cuerpo que tenía abiertas heridas graves y extremadamente
sensibles, lo cual, sobrepasando la causa inmediata de la apertura de la crisis, la transformó en
una depresión duradera» (p. 729).
474 Immanuel Wallerstein
crucial en el comercio de especias, que es la existencia de hecho de dos comercios
de especias, llamados a menudo «el contrato asiático», y «el contrato europeo».
Es decir, había ganancias al traer las especias de Asia a Lisboa (o Venecia, o más
adelante Amsterdam) y había beneficios sobre estas mismas especias al
revenderlas a sus consumidores europeos finales, que se hallaban
fundamentalmente en el norte de Europa1326.
Los portugueses no tenían la red necesaria para vender la pimienta en Europa,
especialmente después de la decadencia de Amberes, con la que tenían estrechas
relaciones. Dice Chaunu del Portugal de 1585:

Aislado del norte, el rey de España, que gobierna en Lisboa desde 1580, ofrece
en vano el contrato de Europa. Italia no es suficientemente fuerte [n’est pas du
taille]. Nadie en España puede soñar en ello. Tiene que sustituir a Amberes por
toda la fuerza del capitalismo alemán, el de los Welser y los Fugger.
¿Cómo decirlo más claramente? En definitiva, el contrato de Europa toma
prioridad sobre el contrato de Asia1327.
Pero los Welser y los Fugger, a su vez, no son suficientemente fuertes para
enfrentarse a los ingleses y a los holandeses 1328. Y el ascenso de los holandeses
es de hecho el golpe de gracia para Venecia, porque Amsterdam, «más eficiente
que [Lisboa], le rompe el cuello al viejo comercio mediterráneo» 1329.
Los holandeses (y los ingleses) no sólo tenían ventaja en Europa. Su
superioridad naval en el océano Indico suponía una ventaja financiera adicional.
Podían sacar ganancias no sólo del comercio, sino también del saqueo de barcos
portugueses 1330. Aun

1326
Véase Kellenbenz, Annales ESC, XI, p. 8.
1,4
Chaunu, Conquéte, p. 358.
1328
«Hamburgo tan sólo disfruta brevemente de su primacía en el comercio internacional
de especias. La década de 1590 fue de gran importancia en la ampliación del comercio colonial.
Holandeses e ingleses buscaron con éxito ampliar su participación en el mercado mundial de
especias.» Kellenbenz, Annales ESC, XI, p. 23.
La red holandesa en Europa fue utilizada también para sacar tajada del comercio brasileño
de azúcar en esta época: «Brasil era la principal fuente del azúcar consumida en Europa. La
mayor parte del comercio de azúcar y esclavos entre Brasil y Portugal o entre el Africa occidental
y Brasil, estaba todavía en manos de mercaderes y contratistas portugueses, muchos de ellos de
origen judío; pero la exportación de azúcar de Portugal al resto de Europa estaba en manos de
los holandeses, y los capitanes holandeses también se afanaban en un comercio clandestino con
los puertos brasileños. Los portugueses locales estaban en connivencia con este comercio, y
resistían los esfuerzos de la burocracia española por impedirlo. En Portugal, los mercaderes
también cedieron sus nombres, a cambio de una comisión, a las empresas comerciales
holandesas, durante los períodos en los que el comercio holandés con los puertos de la península
Ibérica estuvo oficialmente prohibido.» Parry, Age of reconnaissance, p. 277.
1329
Chaunu, Séville, I, p. 13.
1330
Véase Godinho, L’économie de l’empire portugais pp. 696-697. Pero en la
p. 671 Godinho previene prudentemente contra la sobreestimación de este mismo factor.
Los holandeses e ingleses comenzaron a viajar a América también en esta época. Cuando
los españoles decretaron un bloqueo de la navegación holandesa en la península Ibérica en 1595,
los holandeses sufrieron una
La periferia frente a la arena exterior 475
así, los holandeses (y los ingleses) no introdujeron aún un nuevo elemento en
el escenario asiático. Continuaron el papel intermediario de los portugueses 1331.
Esto nos lleva entonces a lo que sucede en Asia. Al venirse abajo los
portugueses, los gobernantes asiáticos recuperan cierto control. Por ejemplo, de
1570 en adelante, en los estrechos de Malaca, los javaneses se apoderan del
comercio de especias, al menos hasta la intrusión de los holandeses en 1596
Durante un cierto tiempo los portugueses compensaron esto con su nuevo
monopolio del transporte comercial entre China y Japón 20°. Pero, al conseguir
los japoneses superar la anarquía interna, ya no necesitaron más a los portugueses.
Originalmente los emperadores Ming habían prohibido comerciar a los japoneses
a causa de su ira contra los piratas wako. Una vez que los wako estuvieron bajo
control, el comercio directo fue posible de nuevo. Más aún, ahora los holandeses
y los ingleses aparecían en escena sin ninguna gentileza hacia España(-Portugal).
Los japoneses empezaban a sentirse incómodos con los jesuítas, y ahora era
posible ya para Japón aislarse del mundo, especialmente dado que los fabricantes

aguda escasez de sal, que era una exportación ibérica. Hermann Kellen- benz subraya el hecho
de que la sal «era muy importante para la industria [holandesa] del arenque». «Spanien, die
nordlichen Niederlande und die Skandinavisch-baltische Raum in der Weltwirtschaft und Politik
um 1600», Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, XLI, 4, 1954, p. 293.
Los holandeses descubrieron que se podía obtener sal en la península de Araya, en el litoral
caribeño de Sudamérica. Comenzaron a explotarla, y en el viaje de vuelta los barcos se dedicaban
en buena medida a! contrabando y al pillaje. Para España el resultado era grave: «Para España,
ante todo, esto significaba que su política europea de restricción de la sal [como presión política
sobre los ''rebeldes” del norte de los Países Bajos] había resultado un fracaso. España perdía
abiertamente el precio de las ventas y los derechos que antes obtenía al enviar la sal peninsular a
los holandeses. Ahora éstos recibían sal americana gratis y libre de impuestos, por un valor
estimado de un millón de florines anuales.» Engel Sluiter, «Dutch-Spanish rivalry in the
Caribbean area, 1594-1609», Hispanic American Historical Review, xxvm, 2, mayo de 1948, p.
181.
España trató de expulsar a los holandeses, y logró hacerlo temporalmente, pero tan sólo al
precio de armar una gran flota y abrir nuevamente la península Ibérica a los holandeses por la
tregua de 1609. En cierto sentido era demasiado tarde para reparar el daño. «Para España, la
intrusión en gran escala de los holandeses en el Caribe, sincronizada con su fuerte presión
marítima y comercial en Oriente Lejano, Africa occidental, Brasil, Guayana y la misma
península, fue un factor adicional que vino a complicar la defensa ibérica del mundo colonial
tropical [...] Temporalmente España rehizo sus defensas en el Caribe y, en cierta medida, en todas
partes, pero ¡a qué precio! Lanzada abruptamente a la defensiva en todo el mundo colonial por
los holandeses en este período, se agotó protegiendo la vital zona tropical hasta el punto de que
no le quedó ninguna energía para afirmar sus derechos exclusivos en las zonas todavía no
ocupadas de los márgenes de su imperio. Sólo en este contexto resultaba inteligible, por ejemplo,
que Inglaterra pudiera descubrir y conservar Virginia, su primera y débil avanzada en América,
sin interferencias de los españoles, que poseían sólidas bases en el Caribe y Florida.» Sluiter,
Hispanic American Historical Review, xxvm, páginas 195-196.
1,8
Véase Cipolla, Guns and sails, p. 136. Véase Chaudhuri: «Tanto los ingleses como los
holandeses encontraban extremadamente lucrativo el participar en el "comercio interior” de Asia,
y su patrón normal de comercio era invertir su plata en la compra de bienes por piezas en la India,
para cambiarlos luego por especias en las Indias Orientales.» Eco- nomic History Review, xvi, p.
26.
Véase Godinho, L’économie de Vempire portugais, pp. 814-817.
490 Immanuel Wallerstein
indígenas estaban eliminando la necesidad de seda china1332 1333.
Tal vez el aislamiento del Japón fuera ocasionado por la excesiva agresividad
evangelizadora de la Iglesia cristiana, como afirma C. R. Boxer 1334. Es preciso
tomarse en serio una hipótesis proveniente de Boxer, cuya amplitud de
conocimientos y juicio histórico exigen respeto. No obstante, existe poca
evidencia empírica que él haya presentado para respaldar su juicio. ¿Acaso no es
posible que Japón se hubiera aislado de todas formas, dada su creciente fuerza
interior y lo exiguo de sus relaciones con cualquier economía-mundo?
Los ciudadanos portugueses aprendieron la lección de la decadencia del
boom de los puertos comerciales. Empezaron a distanciarse de su patria y a
adaptarse a la supervivencia en Asia. En términos económicos, se convirtieron en
gran medida en asiáticos de extracción europea, aunque en términos políticos no
fuera así en la misma medida y no lo fuera en absoluto en términos culturales. J.
B. Harrison describe la creciente autonomía militar y política del Estado da India
en el transcurso del siglo XVI, proceso que va aparejado con la creciente
importancia para los portugueses del comercio intraasiático 1335. Con el creciente
conflicto de intereses entre los portugueses de Portugal y los de la India,

los portugueses se incrustan en los mundos del Oriente, instalándose por


doquiera como casados [literalmente, aquellos que mantienen un hogar], se
ajustan a los intereses locales o regionales, se entregan a operaciones locales
o interregionales 1336 1337.

ion véase Boxer, The Portuguese seaborne empire, p. 63.


1333
Véase Trevor-Roper, Historical essays, pp. 120-123.
m
«De no ser por la introducción, crecimiento, y forzosa supresión del cristianismo militante
en los siglos xvi y xvn, parece probable que el Japón de los Tokugawa no se habría replegado a
su concha de aislamiento. Esto a su vez implica que la expansión ultramarina de Japón en este
período no habría abortado. Los japoneses, pacíficamente o por otros medios, se habrían
establecido en Filipinas, Indochina, y en ciertas regiones de Indonesia, para el fin del siglo xvn;
y con toda probabilidad habrían podido compartir los frutos de la revolución industrial europea
muchas décadas antes de la fecha en la que efectivamente lo hicieron.» C. R. Boxer, The
Christian century in Tapan, p. vii. Siempre es difícil discutir análisis del tipo «qué habría
sucedido si». Pero me parece que los hechos subsiguientes se pueden interpretar de forma muy
distinta. ¿No se puede sostener acaso que sólo porque Japón en esta época se encerró tan
efectivamente en su concha pudo resurgir en el siglo xix con la suficiente fortaleza para negarse
a desempeñar un papel periférico en el sistema mundial, y, por tanto, para industrializarse
rápidamente?
Eijiro Honjo expresa un punto de vista similar al de Boxer sobre las razones del aislamiento:
«Los males que acompañaron la difusión del catolicismo romano en Japón causaron que el
shogunado Tokugawa adoptara la política de aislamiento.» «Facts and ideas of Japan’s oversea
development prior to the Meiji restoration», Kyoto University Economic Review, xvn, 1, enero
de 1942, p. 1.
1335
Véase Harrison, New Cambridge Modern History, m, pp. 538-543. Godinho dice que la
capitanía de las Molucas era, alrededor de 1570, «prácticamente independiente». L'économie de
l'empire portugais, p. 812.
2M
Godinho, ibid., p. 783.
1337
«La primera reacción de los empavorecidos habitantes portugueses de Macao [cuando se
enteraron en 1582 de la unión de España y Portugal en 1580] fue poner la colonia fuera del
alcance de los gobernadores españoles. Pues si los portugueses de Macao quedaban reducidos a
la condición de súbditos españoles ordinarios, y si el puerto de Macao se abría entonces a los
490 Immanuel Wallerstein
Cuando España absorbe a Portugal en 1580, se acentúa aún más el proceso.
Los portugueses locales no quieren dejar entrar a los castellanos en su mercado,
y el rey de España carece de fuerza para obligarles m. Esto significa que en lugar
de irla introduciendo en el estatus de área periférica, un siglo de presencia ibérica
distanció aún más a Asia. Hasta más o menos un siglo después, Europa no llegaría
a ser suficientemente fuerte como para empezar a incorporar estas regiones.

españoles, como cabía esperar, el “monopolio" portugués sobre el comercio chino llegaría
inmediatamente a su fin, y su pérdida sería irreparable.» Chang, Sino-Portuguese trade, p. 100.
Se llegó a un compromiso. Se otorgó a los portugueses de Macao un estatuto
semiindependiente, jurando fidelidad a la Corona española, pero enarbolando bandera
portuguesa y obteniendo de los chinos un estatuto de mandarinato de segunda clase. Chang pone
en claro los motivos de los españoles para aceptar este compromiso: «El rey de Castilla, [...]
temiendo que una interferencia en los asuntos internos de Macao pudiera conducir a
enfrentamientos, e incluso a una revuelta abierta, aceptó su sumisión nominal.» Ibid., p. 101.
«Richmond Palace» o «El Támesis en Richmond», óleo del primer cuarto
del siglo xvn, realizado por David Vinckenboons (1578-1629), artista fla-
menco que emigró a Inglaterra y pintó por encargo real en tiempos de
Jacobo I y Carlos I.
7. REPASO TEORICO

El teorizar no es una actividad separada del análisis de los datos empíricos. Los
análisis sólo se pueden hacer en términos de proposiciones y esquemas teóricos.
Por otra parte, los análisis de acontecimientos o procesos deben incluir como
punto de partida una serie completa de valores específicos de alguna de las
variables, sobre cuya base se pueda explicar cómo se llegó a los resultados
finales. Para presentar la explicación histórica con claridad, a menudo hay que
asumir o pasar por alto la exposición de las interrelaciones formales entre las
variables.
Consiguientemente, a menudo tiene sentido repasar el material una segunda
vez, más brevemente y de forma más abstracta, en la conclusión. Sin duda esto
debería ser útil para el lector. Pero resulta aún más importante para el autor, al
obligarle a un grado de rigor en el análisis cuya ausencia podría perfectamente
pasar desapercibida en medio de la complejidad de los detalles. El material
empírico tratado hasta aquí ha sido, sin duda, complejo; de hecho, mucho más
complejo de lo que era posible reflejar. Por tanto, nos proponemos revisar lo que
se ha venido argumentando en este libro.
Para describir los orígenes y el funcionamiento inicial de un sistema
mundial, he tenido que formular una cierta concepción de éste. Un sistema
mundial es un sistema social, un sistema que posee límites, estructuras, grupos,
miembros, reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas
conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en
que cada uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio.
Tiene las características de un organismo, en cuanto a que tiene un tiempo de
vida durante el cual sus características cambian en algunos aspectos y
permanecen estables en otros. Se puede definir sus estructuras como fuertes o
débiles en momentos diferentes en términos de la lógica interna de su
funcionamiento.
Lo que caracteriza a un sistema social, desde mi punto de vista, es el hecho
de que la vida en su seno está en gran medida
490 Immanuel Wallerstein
autoincluida, y que la dinámica de su desarrollo es en gran medida interna.
El lector puede pensar que la utilización de la expresión «en gran medida» es un
ejemplo de ambigüedad académica. Admito que no puedo cuantificar.
Probablemente nadie pueda hacerlo jamás, dado que la definición está basada en
una hipótesis contrafáctica: si el sistema, por cualquier razón, quedara aislado de
todas las fuerzas externas (lo que no ocurre virtualmente nunca), la definición
implica que el sistema continuaría funcionando sustancialmente de la misma
manera. Una vez más, por supuesto, es difícil traducir el término sustancialmente
en criterios operacionales fuertes. No obstante, la cuestión es importante, y
resulta clave para muchas partes del análisis empírico de este libro. Tal vez
debiéramos considerar la idea de autoinclusión como un absoluto teórico, una
especie de vacío social, raras veces visible y aún más implausible de crear
artificialmente, pero que aun así constituye una asíntota socialmente real, la
distancia a la cual es mensurable de alguna forma.
Utilizando tal criterio, se sostiene aquí que la mayor parte de las entidades
descritas usualmente como sistemas sociales —«tribus», comunidades,
naciones-Estado— no son, de hecho, sistemas totales. Por el contrario, de hecho
argumentamos que los únicos sistemas sociales reales son, por una parte, las
economías relativamente pequeñas, altamente autónomas, de subsistencia, que
no formen parte de ningún sistema que exija tributo regular; y, por otra parte, los
sistemas mundiales. Es preciso, sin duda, distinguir a estos últimos de los
primeros, porque son relativamente grandes; es decir, constituyen, en lenguaje
familiar, verdaderos «mundos». Más precisamente, no obstante, quedan
definidos por el hecho de que su autoinclusión como entidades económico-
materiales está basada en una división extensiva del trabajo, y de que contienen
en su seno una multiplicidad de culturas.
Más aún, se sostiene aquí que hasta el momento sólo han existido dos
variedades de tales sistemas mundiales: imperios- mundo, en los que existe un
único sistema político sobre la mayor parte del área, por más atenuado que pueda
estar su control efectivo, y aquellos sistemas en los que tal sistema político único
no existe sobre toda o virtualmente toda su extensión. Por conveniencia, y a falta
de un término mejor, utilizamos el término «economía-mundo» para definir a
estos , últimos.
Finalmente, hemos argumentado que antes de la era moderna las
economías-mundo eran estructuras altamente inestables, que tendían a
convertirse en imperios o a desintegrarse. La peculiaridad del sistema mundial
moderno es que una economía-mundo haya sobrevivido durante quinientos años
y que aún no haya llegado a transformarse en un imperio-mundo, peculiaridad
que es el secreto de su fortaleza.
Esta peculiaridad es el aspecto político de la forma de organización
económica llamada capitalismo. El capitalismo ha sido capaz de florecer
precisamente porque la economía-mundo contenía dentro de sus límites no uno,
sino múltiples sistemas políticos.
No estoy defendiendo aquí el clásico argumento de la ideología capitalista
según el cual el capitalismo es un sistema basado en la no interferencia del
Estado en los asuntos económicos. Todo lo contrario. El capitalismo se basa en
Repaso teórico 491
la constante absorción de las pérdidas económicas por las entidades políticas,
mientras que las ganancias económicas se distribuyen entre manos «privadas».
Lo que defiendo en vez de eso es que el capitalismo como modo económico se
basa en el hecho de que los factores económicos operan en el seno de una arena
mayor de lo que cualquier entidad política puede controlar totalmente. Esto les
da a los capitalistas una libertad de maniobra que tiene una base estructural. Ha
hecho posible la expansión económica constante del sistema mundial, aunque
con una distribución muy desigual de sus frutos. El único sistema mundial
alternativo que podría mantener un alto nivel de productividad y cambiar el
sistema de distribución supondría la reintegración de los niveles de decisión
políticos y económicos. Esto constituiría una tercera forma posible de sistema
mundial, un gobierno mundial socialista. Esta no es una forma que exista en el
presente, y no era remotamente concebible siquiera en el siglo xvi.
Las razones históricas de que la economía-mundo europea apareciera en el
siglo xvi y resistiera a los intentos de transformarla en un imperio han sido
expuestas largamente. No las repasaremos aquí. Se debe destacar, no obstante,
que las dimensiones de una economía-mundo son función del estado de la
tecnología, y en particular de las posibilidades de transporte y comunicación
dentro de sus límites. Dado que esto es algo sometido a cambios constantes, no
siempre favorables, los límites de una economía-mundo son siempre fluidos.
Hemos definido un sistema mundial como un sistema en el que existe una
división extensiva del trabajo. Esta división no es meramente funcional —es
decir, ocupacional—, sino geográfica. Es decir, la gama de tareas económicas no
está distribuida uniformemente a lo largo y lo ancho del sistema mundial.
En parte esto es consecuencia de consideraciones ecológicas, sin duda. Pero en
su mayor parte es función de la organización social del trabajo, que magnifica y
legitima la capacidad de ciertos grupos dentro del sistema de explotar el trabajo
de otros, es decir, de recibir una parte mayor del excedente.
Mientras que en un imperio la estructura política tiende a ligar la cultura con
la ocupación, en una economía-mundo la estructura política tiende a ligar la
cultura con la localización espacial. La razón es que en una economía-mundo el
primer punto de presión política accesible a los grupos es la estructura local
(nacional) del Estado. La homogeneización cultural tiende a servir los intereses
de grupos clave, y las presiones se ensamblan para crear identidades cultural-
nacionales.
Este es particularmente el caso en las áreas favorecidas de la economía-
mundo, lo que hemos llamado Estados del centro. En tales Estados, la creación
de un fuerte aparato de Estado unido a una cultura nacional, fenómeno a menudo
llamado integración, sirve como mecanismo para proteger las disparidades
surgidas en el seno del sistema mundial y como máscara ideológica justificadora
del mantenimiento de tales disparidades.
Las economías-mundo están divididas, pues, en Estados del centro y áreas
periféricas. No digo Estados periféricos porque una característica de las áreas
periféricas es que el Estado indígena es débil, oscilando entre la no existencia
(es decir, una situación colonial) y la existencia con un escaso grado de
autonomía (es decir, una situación neocolonial).
Existen también áreas semiperiféricas que están entre el centro y la periferia
492 Immanuel Wallerstein
en una serie de dimensiones, tales como la complejidad de las actividades
económicas, la fuerza del aparato de Estado, la integridad cultural, etc. Algunas
de estas áreas eran áreas centrales en versiones anteriores de una cierta
economía-mundo. Otras eran áreas periféricas, promocionadas más adelante, por
así decirlo, como resultado de la geopolítica cambiante de una economía-mundo
en expansión.
La semiperiferia, no obstante, no es un artificio de puntos de corte
estadísticos, ni tampoco una categoría residual. La semiperiferia es un elemento
estructural necesario en una economía-mundo. Estas áreas juegan un papel
paralelo al representado, mutatis mutandis, por los grupos comerciantes
intermedios en un imperio. Son puntos de recopilación de cualificacio- nes
vitales, a menudo políticamente impopulares. Estas áreas intermedias (como los
grupos intermedios en un imperio) desvían parcialmente las presiones políticas
que los grupos localizados primariamente en las áreas periféricas podrían en otro
caso dirigir contra los Estados del centro y los grupos que operan en el seno y a
través de sus aparatos de Estado. Por otra parte, los intereses localizados
primariamente en la semiperife- ria se hallan en el exterior de la arena política
de los Estados del centro, y encuentran difícil perseguir sus fines a través de
coaliciones políticas que podrían estar abiertas para ellos si estuvieran en la
misma arena política.
La división de una economía-mundo supone una jerarquía de tareas
ocupacionales en la cual las tareas que requieren mayores niveles de
cualificación y una mayor capitalización quedan reservadas para las áreas de
mayor rango. Dado que una economía-mundo capitalista recompensa
esencialmente el capital acumulado, incluyendo el capital humano, en mayor
medida que la fuerza de trabajo «en crudo», la mala distribución geográfica de
estas cualificaciones ocupacionales posee una fuerte tendencia hacia su
automantenimiento. Las fuerzas del mercado la refuerzan en vez de minarla. Y
la ausencia de un mecanismo político central en la economía-mundo hace muy
difícil la introducción de fuerzas capaces de contrarrestar la mala distribución de
los beneficios.
Por lo tanto, el proceso en marcha en una economía-mundo tiende a
aumentar las distancias económicas y sociales entre sus distintas áreas en el
mismo proceso de su desarrollo. Un factor que tiende a enmascarar este hecho
es que el proceso de desarrollo de una economía-mundo trae consigo adelantos
tecnológicos que hacen posible la expansión de sus márgenes. En este caso,
regiones particulares del mundo pueden cambiar su papel estructural en la
economía-mundo en beneficio propio, a pesar de que simultáneamente puede
seguir aumentando la disparidad de beneficios entre los diferentes sectores de la
economía-mundo en su conjunto. Para observar este fenómeno crucial
claramente hemos insistido en la distinción entre el área periférica de una
economía-mundo dada y la arena externa de dicha economía-mundo. La arena
externa de un siglo se convierte a menudo en la periferia —o semiperiferia— del
siguiente. Pero también, por otra parte, los Estados del centro pueden convertirse
en semiperiféricos y los semiperiféricos en periféricos.
Mientras que las ventajas de los Estados del centro no han dejado de
aumentar a lo largo de la historia del sistema mundial moderno, la capacidad de
Repaso teórico 493
un Estado en particular para permanecer en el sector del centro no está libre de
amenazas. Los galgos andan siempre a la carrera en pos de la liebre persiguiendo
el primer puesto. De hecho, bien podría ocurrir qué en este tipo de sistema no
fuera posible estructuralmente evitar, a lo largo de un extenso período de tiempo
histórico, una circulación de las élites, en el sentido de que el país particular
predominante en un momento dado tiende a ser reemplazado más pronto o más
tarde por otro país.
Hemos insistido en que la moderna economía-mundo es, y sólo puede ser,
una economía-mundo capitalista. Por esta razón hemos rechazado la
denominación de «feudalismo» para las diversas formas de agricultura
capitalista basadas en el trabajo obligado que surgen en una economía-mundo.
Más aún, aunque esto no se haya discutido en este volumen, por esta misma
razón observaremos con gran reserva y prudencia en futuros volúmenes la
afirmación de que existen en el siglo xx economías nacionales socialistas en el
marco de la economía-mundo (por oposición a movimientos socialistas que
controlan ciertos aparatos de Estado en el seno de la economía-mundo).
Si los sistemas mundiales son los únicos auténticos sistemas sociales (fuera
de las economías de subsistencia verdaderamente aisladas), esto implica que la
emergencia, la consolidación, y los papeles políticos de las clases y los grupos
de estatus deben estudiarse como elementos de este sistema mundial. Y a su vez
se sigue que uno de los elementos clave para analizar una clase o un grupo de
estatus no es sólo el estado de su autocon- ciencia, sino la amplitud geográfica
de su autodefinición.
Las clases siempre existen potencialmente \an sich\. La cuestión es bajo qué
condiciones adquieren conciencia de clase [/ür sich], es decir, bajo qué
condiciones operan en las arenas político-económicas como un grupo, e incluso
en cierta medida como una entidad cultural. Tal autoconciencia es función de las
situaciones de conflicto. Pero para los estratos superiores el conflicto abierto y,
por tanto, la conciencia clara, siempre son faute de mieux. En la medida en que
los límites de clase no se hagan explícitos, en esa medida será más probable que
se mantengan los privilegios.
Dado que en las situaciones conflictivas las múltiples fracciones tienden a
reducirse a dos en virtud de la formación de alianzas, es por definición imposible
tener tres o más clases (conscientes). Es obvio que puede existir una multitud de
grupos de intereses ocupacionales que pueden organizarse para actuar en el seno
de la estructura social. Pero tales grupos son en realidad una variedad de los
grupos de estatus y de hecho a menudo se solapan con otros tipos de grupos de
estatus, tales como los definidos por criterios étnicos, lingüísticos o religiosos.
Decir que no puede haber tres o más clases no significa, no obstante, que
siempre haya dos. Puede no haber ninguna, aunque esto es raro y transitorio.
Puede haber una, y esto es lo más común. Puede haber dos, y esto es de lo más
explosivo.
Decimos que puede haber una sola clase, aunque hemos dicho también que
las clases sólo existen de hecho en situaciones de conflicto, y los conflictos
presuponen dos partes. No existe contradicción ninguna en ello, dado que un
conflicto puede darse entre una clase, que se concibe a sí misma como la clase
universal, y todos los otros estratos. Esta ha sido, de hecho, la situación habitual
494 Immanuel Wallerstein
en el sistema mundial moderno. La clase capitalista (la burguesía) ha afirmado
ser la clase universal y pretendido organizar la vida política para alcanzar sus
objetivos contra dos oponentes. Por una parte estaban quienes hablaban a favor
del mantenimiento de las tradicionales distinciones de rango, a pesar de que estos
rangos pudieran haber perdido su correlación original con la función económica.
Tales elementos preferían definir la estructura social como una estructura sin
clases. Fue para contrarrestar esta ideología para lo que la burguesía llegó a
actuar como una clase consciente de sí misma.
Pero la burguesía tenía otro oponente, los trabajadores. Siempre que los
trabajadores tomaban conciencia de sí mismos como clase, lo que no era
demasiado frecuente en el siglo xvi, definían la situación como una situación
polarizada en dos clases. En tales circunstancias la burguesía se encontraba con
un profundo dilema táctico. En la medida en que mantenían su propia conciencia
de clase, instigaban con este hecho la conciencia de clase de los trabajadores, y
se arriesgaban, por tanto, a minar su propia posición política. En la medida en
que para resolver este problema ponían sordina a su conciencia de clase, se
arriesgaban a debilitar su posición frente a los poseedores del alto rango
tradicional.
El proceso de cristalización de la conciencia de clase de una burguesía, que
se considera una clase universal que extrae sus miembros de todos los rangos
sociales, ha quedado ilustrado por nuestra discusión de la emergencia de la
gentry como categoría social en la Inglaterra de los Tudor o del ascenso de los
burgueses [burghers] en el norte de los Países Bajos. Una de las formas en que
apoyaban su afirmación de ser una clase universal era mediante el desarrollo de
un sentimiento nacional, que daba un barniz cultural a su afirmación.
El profundo dilema de una burguesía amenazada con la insurrección por la
izquierda, por así decirlo, y que temía una alianza entre sus dos grupos
oponentes, bajo la forma de exigencias regionalistas, ha quedado ilustrada en
nuestras discusiones sobre la Francia del «segundo» siglo xvi. La burguesía optó
allí por una retirada temporal. Tal vez no tenían ninguna otra alternativa viable.
Pero esta retirada había de tener consecuencias a largo plazo en el posterior
radicalismo social de la revolución francesa (por momentáneo que fuera) y en el
retraso a largo plazo del desarrollo económico de Francia con respecto a
Inglaterra.
Nuestros ejemplos aquí son de burguesías que tomaron conciencia, pero
dentro de los límites de una nación-Estado. Claramente ésta no era la única
posibilidad. Podían haber tomado conciencia de sí mismas como una clase
mundial. Y muchos grupos presionaron por lograr tal definición. Por una parte
estaban las diversas comunidades de banqueros-comerciantes internacionales.
Por otra parte estaban los muchos grupos de cultivadores capitalistas de las áreas
periféricas.
En el apogeo de Carlos V eran muchos quienes en los Países Bajos, en el sur
de Alemania, en el norte de Italia y en otros lugares, ligaban sus esperanzas a las
aspiraciones imperiales de los Habsburgo (algunos manteniendo al mismo
tiempo y prudentemente un pie a la puerta de los Valois). Si bien estos grupos
seguían siendo un estrato social y no formaban aún una clase consciente, se
Repaso teórico 495
movían en esa dirección, y parecía ser solamente cuestión de tiempo. Pero con
el fracaso del imperio las burguesías de Europa se dieron cuenta de que su futuro
social y económico estaba ligado a los Estados del centro. Y aquellos que, en
virtud de sus afiliaciones étnico-religiosas, podían dirigirse al Estado nacional
como arena de actuación política, así lo hicieron.
En cuanto a los cultivadores capitalistas de la periferia, se hubieran
considerado con gran placer parte de una gentry internacional. Sacrificaron de
buena gana las raíces culturales locales a cambio de la participación en culturas
«mundiales». Pero para constituir una clase internacional necesitaban la
cooperación de los estratos capitalistas de los Estados del centro, y ésta no se
produciría. De modo que progresivamente estos cultivadores capitalistas
periféricos se convirtieron en los anticuados y altaneros hacenderos
hispanoamericanos o nobles de la Europa oriental de siglos posteriores,
retrocediendo de una potencial conciencia de clase internacional hacia una
solidaridad local de estatus, lo cual era perfectamente útil para los intereses de
las burguesías europeas occidentales.
La concentración geográfica de actividades económicas particulares
constituye una presión continuada para la formación de grupos de estatus.
Cuando los estratos dominantes locales se ven amenazados por cualquier
conciencia de clase incipiente de los estratos inferiores, hacer hincapié en la
cultura local es muy útil para desviar los conflictos locales internos, creando en
su lugar solidaridad local contra el exterior. Si, por añadidura, estos estratos
dominantes locales se sienten oprimidos por estratos superiores del sistema
mundial, se ven doblemente motivados para perseguir la creación de una
identidad local.
Evidentemente, no se construye una identidad a partir de la nada. Se
construye sobre lo que se encuentra, en términos de lenguaje, religión, y estilos
de vida distintivos. No obstante, resulta bastante claro que la homogeneidad y la
pasión lingüísticas y religiosas (y, a fortiori, la devoción por estilos de vida
distintos) son creaciones sociales que no pueden ser justificadas por simple
continuidad de tradiciones eternas. Son creaciones sociales forjadas con
dificultad en tiempos difíciles.
El siglo xvi fue un tiempo difícil en gran parte de Europa. Fue, por supuesto,
la época de la Reforma y de la Contrarreforma; fue una época de grandes guerras
de religión civiles. Fue una era de «partidos» religiosos internacionales. Pero al
final, cuando el polvo se asentó, todos los trastornos religiosos resultaron en un
esquema de relativa homogeneidad religiosa de las diversas entidades políticas,
en el marco de un laissez-faire internacional: cuis regio eius religio.
Hemos intentado indicar en nuestra discusión de los diversos desarrollos
específicos por qué diversas formas de protestantismo acabaron siendo la
religión de los Estados del centro (excepto Francia, y también el porqué de esta
excepción) y el catolicismo la religión de la periferia y de la semiperiferia. Nos
hemos mostrado escépticos acerca de la posibilidad de que las doctrinas de las
diversas teologías tuvieran gran cosa que ver con esto, aunque podrían haber
facilitado la labor. Más bien las doctrinas de estas teologías, tal y como
evolucionaron en la práctica por oposición a su concepción original, reflejaron y
496 Immanuel Wallerstein
sirvieron para mantener los papeles de las diversas áreas en el sistema mundial.
Se dice a menudo que Carlos V perdió una gran oportunidad de crear un
Estado alemán protestante unido intentando mantenerse como árbitro de la
división religiosa en vez de optar por un papel de protagonista. Pero una crítica
tal olvida el hecho de que Carlos V pretendía crear un imperio-mundo, no un
Estado del centro en el seno de una economía-mundo. Los imperios se
desarrollan espléndidamente sobre múltiples religiones que reflejan múltiples
papeles, pocos de los cuales están concentrados dentro de fronteras políticas
específicas. La homogeneidad nacional en el seno de una heterogeneidad
internacional es la fórmula de una economía-mundo.
Al menos ésta es la fórmula en los simples comienzos. Los Estados del
centro, a causa de su compleja división interna del trabajo, empiezan a reflejar
el esquema del sistema en su conjunto. En el siglo xvi Inglaterra ya estaba
moviéndose en la dirección de convertirse en Gran Bretaña, que tendría una
homogeneidad regional dentro de una relativa heterogeneidad para la nación
como un todo.
La religión no tiene por qué ser la característica cultural de- finitoria de los
principales grupos de estatus; puede utilizarse el lenguaje. De hecho, el lenguaje
empezó a jugar tal papel en el siglo xvi, y su importancia se iría incrementando
con el paso de los siglos. El reforzamiento religioso de la especialización de los
papeles en una economía-mundo tiene, no obstante, ventajas sobre el
reforzamiento lingüístico. Interfiere menos con el proceso de comunicaciones
que se desarrolla en el seno de la economía-mundo. Y se presta menos (sólo
menos) a los enclaus- tramientos aislacionistas, a causa de los temas
universalistas que subyacen en las religiones mundiales.
La economía-mundo europea del siglo xvi tendía globalmente a ser un
sistema de una sola clase. Eran las fuerzas dinámicas que se beneficiaban de la
expansión económica y el sistema capitalista, especialmente en las áreas del
centro, los que tendían a tener conciencia de clase, es decir, a operar en el seno
de la arena política como grupo definido primariamente por su papel común en
la economía. Este papel común estaba definido, de hecho, un tanto a grandes
rasgos desde una perspectiva del siglo xx. Incluía a personas que eran granjeros,
mercaderes e industriales. Los empresarios individuales pasaban de una a otra
de todas estas actividades, o las combinaban. La distinción crucial era la
establecida entre estos hombres, cualquiera que fuera su ocupación, orientados
principalmente a la obtención de beneficios en el mercado mundial, y los otros
que no seguían tal orientación.
Los «otros» respondieron en términos de sus privilegios de estatus: los de la
aristocracia tradicional, los que los pequeños granjeros habían obtenido del
sistema feudal, los resultantes de monopolios gremiales ya superados. Bajo la
cubierta de similitudes culturales, a menudo se pueden consolidar extrañas
alianzas. Estas alianzas extrañas pueden tomar una forma muy activa y obligar a
los centros políticos a tenerlas en cuenta. Señalamos tales ejemplos en nuestra
discusión sobre Francia. O pueden tomar una forma políticamente pasiva, que
sirve espléndidamente a las necesidades dominantes del sistema mundial. El
triunfo del catolicismo polaco, como fuerza cultural, fue un caso de este tipo.
Los detalles del lienzo se completan con la panoplia de múltiples formas de
Repaso teórico 497
grupos de estatus, con sus particulares fuerzas y acentos. Pero el gran trazo es en
términos del proceso de' formación de clase. Y en este sentido el siglo xvi no fue
decisivo. Los estratos capitalistas formaron una clase que sobrevivió y ganó el
droit de cité, pero que no triunfó aún en la arena política.
La evolución del aparato de Estado refleja precisamente esta incertidumbre.
Los Estados fuertes sirven a los intereses de algunos grupos y dañan a los de
algunos otros. No obstante, desde el punto de vista del sistema mundial como un
todo, si ha de haber una multitud de entidades políticas (esto es, si el sistema no
es un imperio-mundo), entonces no puede darse el caso de que todas estas
entidades sean igualmente fuertes. Porque si lo fueran estarían en condiciones de
bloquear el funcionamiento efectivo de entidades económicas transnacionales
cuyo centro estuviera en otro Estado. Se seguiría de esto entonces que la división
mundial del trabajo se vería impedida, la economía-mundo declinaría, y
eventualmente el sistema mundial se haría pedazos.
Tampoco puede darse el caso de que ningún aparato de Estado sea fuerte.
Porque, en tal caso, los estratos capitalistas carecerían de mecanismo alguno para
proteger sus intereses, garantizar sus derechos de propiedad, asegurar diversos
monopolios, distribuir las pérdidas entre el conjunto de la población, etc.
Esto implica entonces que la economía-mundo desarrolla un esquema en el
que las estructuras del Estado son relativamente fuertes en las áreas del centro y
relativamente débiles en la periferia. Qué áreas juegan los distintos papeles es en
muchos aspectos cuestión de accidente. Lo que es necesario es que en algunas
áreas el aparato de Estado sea mucho más fuerte que en otras.
¿Qué queremos decir con un aparato de Estado fuerte? Queremos decir
fuerte frente a otros Estados en el seno de la economía-mundo, incluyendo otros
Estados del centro, y fuerte frente a las unidades políticas locales dentro de las
fronteras del Estado. En efecto, nos referimos a una soberanía de fació
498 Immunuel Wallerstein
tanto como de jure. También nos referimos a un Estado que sea fuerte frente
a cualquier grupo social particular en el seno del Estado. Obviamente tales
grupos varían en cuanto a la cantidad de presión que pueden ejercer sobre el
Estado. Y obviamente ciertas combinaciones de estos grupos controlan el
Estado. El Estado no es un árbitro neutral. Pero el Estado es más que un simple
vector de fuerzas dadas, aunque sólo sea porque muchas de estas fuerzas están
situadas en más de un Estado, o se definen en términos que tienen poca
correlación con los límites del Estado.
Un Estado fuerte es entonces una entidad parcialmente autónoma, en el
sentido de que tiene a su alcance un margen de acción que refleja los
compromisos de múltiples intereses, incluso si estos márgenes tienen unos
límites determinados por la existencia de algunos grupos de fuerza primordial.
Para que exista una entidad parcialmente autónoma tiene que haber un grupo de
gentes cuyos intereses directos se vean servidos por tal entidad: administradores
del Estado y burocracia de Estado.
Tales grupos emergen en el marco de una economía-mundo capitalista
porque el Estado fuerte es la mejor opción entre alternativas difíciles para los
dos grupos más fuertes en términos políticos, económicos y militares: el estrato
capitalista emergente y las viejas jerarquías aristocráticas.
Para el primero, el Estado fuerte en la forma de las «monarquías absolutas»
era un cliente magnífico, un guardián contra el bandidaje local e internacional,
un modo de legitimación social, una protección preventiva contra la creación de
fuertes barreras estatales en otros lugares. Para las segundas, el Estado fuerte
representaba un freno para estos mismos estratos capitalistas, un apoyo de las
convenciones de estatus, un mantenedor del orden, un promotor del lujo.
Sin duda, tanto los nobles como los burgueses consideraban los aparatos de
Estado como un oneroso sumidero de fondos, una burocracia entrometida e
improductiva. Pero ¿qué opciones tenían? No obstante, siempre permanecieron
reacios, y la política inmediata del sistema mundial se constituía de los tiras y
aflojas resultantes del esfuerzo de ambos grupos por aislarse de lo que ellos veían
como efectos negativos del aparato de Estado.
Un aparato de Estado supone un mecanismo basculante. Existe un punto en
que la fuerza crea más fuerza. Los ingresos fiscales capacitan al Estado para
tener una burocracia civil y un ejército más numerosos y eficientes, lo que a su
vez lleva a obtener mayores ingresos fiscales: un proceso que continúa en espiral.
El mecanismo basculante funciona también en el sentido opuesto: la debilidad
conduce a una mayor debilidad. Entre estos dos puntos de oscilación yace la
política de creación del Estado. Es en esta arena donde las habilidades de los
grupos dirigentes suponen una diferencia. Y la existencia de estos dos
mecanismos basculantes explica que en ciertos momentos una pequeña distancia
en el sistema mundial pueda convertirse con gran rapidez en una distancia muy
grande.
En aquellos Estados en los que el aparato de Estado es débil, los
administradores del Estado no juegan el papel de coordinar un complejo
mecanismo industrial-comercial-agrícola. Más bien se convierten simplemente
en un grupo de terratenientes entre los otros, con poco derecho a afirmar su
legítima autoridad sobre la totalidad.
Repaso teórico 499
Estos tienden a ser llamados dirigentes tradicionales. La lucha política se
expresa a menudo en términos de tradición frente a cambio. Esta es, por
supuesto, una terminología toscamente equívoca e ideológica. Puede aceptarse
de hecho, como un principio sociológico general, que en cualquier momento
dado, lo que se considera tradicional tiene un origen más reciente que el que
normalmente se le atribuye, y representa primariamente los instintos
conservadores de algún grupo amenazado por la caída de su estatus social. De
hecho, no parece haber nada que aparezca tan rápidamente como una «tradición»
cuando surge necesidad de ella.
En un sistema de una sola clase, lo «tradicional» es aquello en cuyo nombre
los «otros» combaten al grupos con conciencia de clase. Si pueden incrustar sus
valores legitimándolos ampliamente, o, mejor incluso, incorporándolos a las
barreras legislativas, cambian así el sistema de manera favorable para ellos.
Los tradicionalistas pueden triunfar en algunos Estados, pero si una
economía-mundo debe sobrevivir, tienen que perder más o menos en los otros.
Más aún, la ganancia en una región es la contrapartida de la pérdida en otra.
Esto no es exactamente un juego de compensaciones, pero también resulta
inconcebible que todos los elementos de una economía-mundo capitalista
cambien de valores simultáneamente y en una dirección determinada. El sistema
social está construido sobre la base de tener en su seno múltiples sistemas de
valores que reflejan las funciones específicas que grupos y áreas juegan en la
división mundial del trabajo.
No hemos agotado aquí los problemas teóricos relacionados con el
funcionamiento de una economía-mundo. Hemos intentado hablar sólo de los
que se ponen de relieve en el período inicial de creación de la economía-mundo,
a saber, la Europa del siglo xvi. En etapas posteriores surgen muchos otros
problemas que serán tratados tanto empírica como teóricamente en volúmenes
posteriores.
En el siglo xvi Europa era como un caballo sin domar. No era fácil el
esfuerzo de algunos grupos por establecer una economía-mundo basada en una
particular división del trabajo, por crear Estados nacionales en las áreas del
centro, como garantes político-económicos de este sistema, y por conseguir que
los trabajadores pagaran no sólo las ganancias, sino los costos de mantenimiento
del sistema. Se le debe reconocer a Europa el mérito de que esto se realizara, ya
que sin el empuje del siglo xvi el mundo moderno no habría nacido, y, a pesar
de todas sus crueldades, es preferible que haya nacido a que no lo hubiera hecho.
También se le debe reconocer a Europa el mérito de que no fuera fácil, y
particularmente que no fuera fácil porque la gente que pagó los costos a corto
plazo levantó su voz indignada ante tanta injusticia. Los campesinos y los
trabajadores de Polonia, de Inglaterra, de Brasil y México, se rebelaron todos a
su manera. Como dice R. H. Tawney acerca de los disturbios agrarios de la
Inglaterra del siglo xvi: «Tales movimientos son prueba de sangre y nervio, y de
un elevado y orgulloso espíritu [...] Feliz la nación cuyo pueblo no ha olvidado
cómo rebelarse» *.
La marca del mundo moderno es la imaginación de sus beneficiarios y su
refutación por los oprimidos. La explotación y la negativa a aceptar la
explotación como inevitable o justa constituyen la perenne antinomia de la era
500 Immanuel Wallerstein
moderna, unidas en una dialéctica que está lejos de alcanzar su culminación en
el siglo xx.

Tawney, The agrarian problem, p. 340.


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Sociale, xxvm, 1950.)
INDICE DE ILUSTRACIONES

Págs.
«Alegoría del comercio», de Jobst Ammán (1585-1586) VIII
«El saco de Roma por Carlos V». Ilustración de un libro publicado
hacia 1535. Londres: British Museum .................................................................. 6
«La caza del zorro», de Das Mittelalterliche Hausbuch (entre 1475 y 1490). Wolfegg
(Schloss), Alemania ............................................................................................... 20
«Habiéndose agotado las vetas metálicas, se debió dar trabajo a los negros en la fabricación
de azúcar», de Theodore de Bry (1575).
Nueva York: Rare Books Colléction de la New York Public Librarv ................... 92
«El Gran Duque fortifica el puerto de Livorno», de Jacques Callot
(entre 1614 y 1620). París: Bibliothéque Nationale ............................................... 186
«La matanza de los inocentes», de Pieter Breughel, el Viejo (hacia
1565). Viena: Kunsthistorisches Museum .................................................................. 232
«Dos mendigos luchando», de Jacques Bellange (entre 1612 y 1617).
Washington, D. C.: National Gallery of Art, Rosenwald Colléction. 318
«La flota (holandesa) frente a Mozambique, y la captura de una carraca (portuguesa)
cerca de Goa», ilustración de un diario (publicado en 1651). Ithaca: Cornell
University Library .................................................................................... 424
«Richmond Palace», óleo de David Vinckenboons (primer cuarto
del siglo xvn). Cambridge: Fitzwilliam Museum .................................................. 488

Las ilustraciones han sido seleccionadas y anotadas con la ayuda de Sally


Spector.
El uso de este índice se complica por el hecho de que los mismos términos se usaron con
frecuencia para designar fenómenos parcialmente diferentes en los sistemas feudal y
capitalista. Este retraso de la terminología respecto a los cambios institucionales se analiza en
el libro, y por ello es conveniente su lectura antes de utilizar el índice. Como regla general,
hemos intentado separar instituciones distintas bajo encabezados diferentes: por ejemplo,
señoríos y fincas (capitalistas).
Otros tres principios generales se han seguido en la preparación de este índice. No se han
incluido períodos de tiempo, como la Edad Media y el siglo xvi, excepto cuando se refieren a
un régimen específico (por ejemplo, la monarquía Tudor).
Los nombres de pueblos se incluyen bajo el nombre del país correspondiente, excepto
cuando éste no existe (como en el caso de los eslavos) o al menos no existía en el período de
tiempo analizado (como en el caso de los turcos).
Cada producto manufacturado puede aparecer bajo cuatro encabezados: como materia
prima, como producto, como industria y como comercio. Por ejemplo: lana; textiles, lana;
industrias, textil; pañeros.
INDICE ANALITICO

Abel, Wilhelm, 36, 63 abetos, 64 (véase (véase agricultura, capitalista) expansión de


también madera) ab legibus solutus, 204 las áreas cultivadas, 34, 44, 52-54, 59-61, 66-
abogados, 352, 366 (véase también 68, 72-73, 80- 81, 143-144, 165, 199, 309-310
profesionales) (véase también Europa, expansión de)
Abrate, Mario, 22, 128 Acapulco, 476 aceite extensiva, 146 fertilizantes, 355
(de oliva), 272, 311 Act o1 Supremacy, 332 horticultura, 60, 141, 158 innovaciones, 60,
(véase también Iglesia anglicana) 74, 133 irrigación, 62, 118 labrantío, 31, 39,
Adén, 462 golfo 50, 142, 149, 151- 155, 158, 164, 271-276,
de, 462 355, 362, 385, 419, 449
Africa, 9, 11, 45, 69, 87-125, 239, 258, 265, mejoras, 60, 133, 135, 273 mercado de
372, 391, 420, 459, 465, 469 costa de (véase tierra, 335, 339, 349, 352-354
Africa, occidental) norte de, 24, 55, 57-59, 66, pastos (ganaderías), 31, 39, 50, 60, 129,
168, 237- 238, 443 141-143, 152-158, 163-164, 201, 271, 274-
occidental, 59-63, 67, 69, 95, 238-239, 276, 335, 358, 362, 396 (véase también
266, 460-462, 468-471, 482-483 oriental, 76, carne; ganado) reagrarización, 214 reducción
462-465 sudeste de (véase Africa, oriental) de las áreas cultivadas, 30, 32, 35-36, 49, 52
Agincourt, 72 sistemas de rotación, 74, 128, 355 de
agricultores, 199, 276, 341, 347, 366, 498 subsistencia, 24-26, 82, 100, 128, 321, 349,
(véase también campesinos; gentry; 419, 439 ahorros externos, 178 Alba, duque
terratenientes) arrendatarios, 120, 146-150, de, 262, 291, 306 albañiles (véase obreros)
152, 159- 164, 352, 357, 362-363 caballeros Alburquerque, Alfonso de, 461, 471
[gentlemeri], 165, 354 capitalistas, 173, 350, Alderman Cockayne, proyecto de, 391, 393
356, 362-363, 367-368, 410, 496 (véase Alejandría, 480 Alejandro Magno, 82
también agricultura, capitalista) yeomen, 115, Alemania, 11, 34-36, 46, 49, 54, 66, 97, 127,
120-121, 151-152, 155, 163-164, 177, 181, 132-133, 135, 139, 168, 172, 196, 208-209,
200, 222 251, 271, 337, 341-342, 347, 349- 214, 217-220, 241, 243- 244, 246, 250-252,
350, 353-359, 363-364, 419 (véase también 264-265, 280-281, 286, 305, 312, 314, 323,
gentry, labradores) 329, 331, 371- 372, 374, 378, 380, 382, 393,
agricultura, 49, 137, 140, 143, 151, 154, 178, 405, 413, 440, 455-456, 482, 497
180, 281, 308-310, 312, 429, 434, 440, 451,
457
capitalista, 59, 120, 123-124, 128-129,
157- 158 169, 187, 201, 213, 216, 221-
222, 224-226, 235, 264-265, 272, 315-
316, 335-338, 341, 345, 347, 349-350,
353, 362-364, 369. 375, 381-382, 387,
402, 406, 426, 430-431, 479 (véase
también agricultores; esclavitud;
jornaleros; trabajo, obligado)
cercamiento [enclosures], 35-36, 38, 143,
150, 154-155, 158, 163-165, 201, 271, 274,
276, 333, 355-364, 397, 419 consolidación de
las tierras, 364 cultivos para el mercado
548 Immanuel Wallerstein
este de (véase Alemania, este del Elba) Sudamérica, 275, 377, 479, 483 amerindios,
este del Elba, 95, 127, 132-133, 135, 161, 120, 123-125, 129-132, 139- 141, 266, 268-
168, 225 , 323, 439, 441, 454- 455 271, 384, 476-477 jefes (caciques), 131, 255,
imperio alemán (véase imperio, Sacro 265, 442 Amsterdam, 46, 97, 172 183, 255,
Imperio Romano Germánico) 262- 263, 282, 286, 299-306, 310-311, 388.
nordeste de (véase Alemania, este del 391, 482 (véase también Holanda; Países
Elba) noroeste de, 38 Bajos, norte de los) Andalucía, 98, 145, 239-
norte de, 52 (véase también 240, 259, 269, 271, 275, 278 angevinos, 45
Hansa) anglicanismo, 332 (véase también
oeste de, 133, 332 cristianismo; protestantismo) angloirlandés,
principados, 42, 280 365 animales domésticos, '25 Annam, 77
sudoeste de, 264 Anteleva, I. G., 431 anticlericalismo, 214
sur de, 116, 174, 178, 219, 233, 241, 245- Antigüedad, moda de la, 205 Antillas, 95,
247, 250, 263-264, 279, 321, 332, 455, 496 122, 130, 371-372, 377 antimercantilismo,
(véase también comercio, transcontinental; 429, 455 (véase también economía abierta)
Europa, áreas de antiguo desarrollo) Albieri, Antioquía, 140 antitrinitarismo, 220 añil, 140
Vittorio, 198 alfombras, 27 aparcería, 144-151, 161, 375, 408
Alfonso I, rey del Congo, 479 Algarve, 62 Apeninos, 200 Apulia, 311
algodón, 64, 122, 141 (véase también árabes, 55, 275. 307, 461, 464, 468, 479- 480
industrias, textil; textiles, algodón) alimentos, (véase también Islam)
30, 59, 61, 63, 72, 74, 104, 120, 140, 166, Arabia, 461, 475
198-199, 283-284, 322- 323, 355, 400, 414, arados, 30, 74, 355
455. 470 (véase también carne; cereales; Aragón, 41, 154, 210, 235, 241, 254. 273, 275,
pescado; productos básicos) calorías, 50, 59, 277-278, 311 (véase también Cataluña)
61, 80 escasez de, 30, 35, 50-51, 105, 142, araucanos, 240 (véase también amerindios)
151, 155, 167, 200, 202, 268, 282, 301. 309- Araya, península de, 483 arco,
311, 415, 449, 460 grasas, 50, 61, 134 40
productos alimenticios procesados, 110 ' Ardant, Gabriel, 42-43, 126, 142, 415, 444
proteínas, 50, 62, 72, 135 alodio arena exterior, 124, 426, 433, 435, 469, 472,
475, 477-478, 493 arenques, 285 , 483 (véase
(véasfe tenencia, alodial) alojamientos,
también pescado)
356 Alpes, 200, 242, 245 alquitrán, 64,
Argel, 46, 311
284-285 Alsacia, 110 alumbre, 328, Arguim, 238
369 Allensbach, 27 ámbar gris, 108 aristocracia, 58-59, 87, 132-133, 141, 145,
Amberes, 172-173, 182, 219, 245-250, 259- 157, 168-169, 189, 205, 207-208, 218-220,
263, 279, 282, 285-286 291. 305- 306, 321, 221-225, 229. 269, 272, 274, 276, 283, 287-
326-328, 374, 376, 388, 482 (véase 289, 291, 336-341, 343, 348-349, 366-367,
también Flandes) 403-404, 406-408, 410- 411, 419, 421, 437,
América (las Américas), 58, 63, 95. 120, 125, 439-441, 444, 447- 448, 451-452, 454, 498,
165, 181, 212, 217, 220, 245, 500 (véase también nobleza; señores;
252-255, 258, 265, 269-271, 285, 300, terratenientes)
306, 310, 374, 384, 388, 426, 430, 460, 464- deudas de la, 276, 337 (véase también
465, 469, 474-478 , 482-483. «Américas señores, ingresos señoriales, caída de los)
internas» (véase agricultura, expansión de las feudal (véase señores)
áreas cultivadas) Armada Invencible (véase España, Armada
Centroamérica, 122, 266 descubrimiento Invencible) armamentos, 40-41, 301, 431.
de, 212, 239, 258 española, 67, 113-114, 125- 468 (véase también artillería; ejército;
132, 139- 141, 143-144, 158-159, 171, 178- industrias, equipo y armas militares;
179. 182, 237, 240, 252, 268-270, 276, 316, municiones) armenios, 219 Arnold,
398, 426, 442, 477, 496 (véase también Stanislaw, 218 arrendatarios (véase
América, Iberoamérica; Antillas; Colombia; agricultores, arrendatarios) arriendo (véase
Cuba; Chile; Española; Guatemala; México; tenencia) arroz, 80-81 (véase también
Perú) alimentos)
Iberoamérica, 463, 473 (véase también arte, objetos de, 272, 433 artesanos (empresas
América, española; Brasil) indios (véase artesanales), 26-27. 29-31, 37, 56, 86, 112,
amerindios) 120. 155, 169, 174-175, 199, 212 , 214 , 262-
Latina, 10-11 Mesoamérica, 118 264, 271, 288, 296, 314, 320-321, 357, 371,
Norteamérica, 50, 123, 371, 400, 435 378-379. 411, 413, 429, 453, 455 artillería,
Indice analítico 549
41, 75, 469 (véase también armamentos; 272, 418, 480 barcos (véase transporte,
cañones; ejército) aserraderos (véase marítimo) Bardi-Peruzzi, 210 Barkan, Ümer
industrias, madera, productos de la) Lutfi, 426, 459 Barley, M. W., 357 Barón,
Ashton, Robert, 401 Asia, 10-11, 50, 64, 76. Salo W„ 208-210, 217 barones (véase
265. 459-461 463-469, 471, 473-475, 478- nobleza) Barraclough, Geoffrey, 14, 250,
479, 481, 483, 485 264, 432
central, 24, 59, 443 Bastilla, asalto a la, 292 batanadoras, 324
sudeste de, 465 (vease también industrias, textil)
sudoeste de (véase Oriento Próximo) Batho, Gordon, 334, 345-346, 357, 359
sur de, 467 (véase también Ceilán; India) Bauthier, Robert-Henri, 259 Bearn, 379
asimilación, 206 Aston, bebidas alcohólicas, 61 (véase también
Trevor, 313 Astracán, 428 cerveza; hipocrás; ron; vino) Becker, Marvin
Atlántico B., 195 Bélgica (véase Países Bajos, sur de
corrientes oceánicas, 69, 74, 239 los)
economía atlántica (véase comercio, actual, 265 Beloff, Max, 191
atlántico) beneficios (véase ganancias)
islas del, 59-62, 66, 69, 95, 122-124, 470,Bennett, M. K., 61-62 bereberes,
473 238 Beresford, Maurice W., 36
mundo atlántico, 59, 61, 68-69, 72- 74, Bergen, 172 Berrill, K., 180, 376
140, 181, 239, 258, 306, 310. 370, 386, Berry, 416 Besanqon, 306
427, 460, 473 (véase también comercio, Besitzer (véase agricultores, arrendatarios)
atlántico; economía- mundo) sur, 462 Betts, Reginald R., 135 bienes sólidos, 393
Attman, A., 433 Augsburgo, 26, 110, 246, bienestar social (vease pobres, leyes de
378 tratado de, 252, 280 Austria, 135, 241, pobres)
280, 434 (véase también Alemania, sur de) Bindoff, S. T„ 285, 308, 326, 371 Bishko,
guerra de Sucesión austríaca, 193 Avalon, Charles Julián, 68 Bitton, Davis, 402, 404
península de, 400 Aydelotte, Frank, 360-361 Bizancio, 22, 24, 28, 54, 56, 75, 410 459, 472
Aylmer, G. E., 334 azafrán, 475 Aznar, Luis, Blanchard, Ian, 108, 145-146 Bloch, Marc,
473 Azores, 62, 425 Azov, mar de, 428 24-25 33, 37, 40-42, 65, 121-122, 147, 152,
aztecas, 61, 478 161-163, 165-166, 227-228, 257, 328, 335,
azúcar, 60-62, 120, 122-123. 125, 141, 171- 385, 404 Blum, Jerome, 133, 427-428, 431-
172, 460, 469-470, 474, 476, 482 432, 444-446, 448-449, 452, 454 Bohemia,
ingenios, 122 refinerías, 172, 369 58, 132-133, 241, 280, 428, 433-435, 454,
457 (véase también checos)
Bacon, sir Francis, 389 Baehrel, René, 383 Bolonia, 148
Bagú, Sergro, 122, 128, 130 Bahía, 125 Bona, reina de Polonia, 453 Borah,
Bakafu (véase Japón) Woodrow, 124, 267-269, 477 Borbonesado,
Balandier, Georges, 479 balanza de pagos 416 Borgoña (Francia), 72 Borgoña (Países
(véase dinero, balanza de pagos) Bajos) (véase Países Bajos)
Baleares, islas, 54, 241 Báltico, 60, 64. 94, Boserup, Ester, 30 Bosnia, 57
105, 142, 155-157. 211, 255, 301-302, 304- bosques, 38-39, 54, 64, 274. 360, 399
305, 310-311, 323, 326, 385, 391, 394, 400, deforestación, 63 (véase también madera,
414. 429- 430, 435, 441, 446, 448, 455, 457 hambre de) oficios forestales, 360 productos
bálticos, 54 forestales, 108, 432, 455 (véase también
Balliol College, Oxford, 294 banca, 150, 173, madera)
209-212, 219, 238, 261, 311, 316 (véase Boston (Lincolnshire), 393-394 botín (véase
también comerciantes, comerciantes- pillaje)
banqueros; dinero; Estado, banca; Bouwsma, William J., 204, 220, 309
financieros) de depósitos, 171, 305 Bowden, P. J„ 152, 324, 339, 369, 396- 397
bancarrota (véase Estado, bancarrota) Boxer, C. R„ 70, 72, 78-79, 461, 464- 465,
Banco della Piazza di Rialto, 305 306 (véase 469, 476, 479, 484 boyardos, 442-444, 449,
también banca, de depósitos) 451-452 (véase también señores)
bandes d’ordonnances, 289 (véase también Brabante, 112, 174, 300, 458 Brandemburgo,
caballería) bandidos, 86, 200-202, 278, 281, 38, 168, 427, 434, 454 Brasil, 95, 122-124,
500 (véase también piratería) 130, 387, 425, 469- 470, 473-476, 478, 482-
Bannon, John F., 130 banqueros (véase 483, 502 (véase también América,
financieros) Barberini, Raffaelo, 458 Iberoamérica)
Barbour, Violet, 301-304 Barcelona, 174, Braudel, Fernand, 23, 41, 46, 50, 58, 60, 62,
550 Immanuel Wallerstein
64, 68, 70, 74, 94, 97-98, 100, 107, 115-116, Cahen, Claude, 28-29, 126
124, 135, 146, 149, 165, 167-168, 176, Calais, 326 Calicut, 462, 466
181-182, 187, 192, 195- 196, 200, 212, Califas, 81
223, 227, 234, 236-239, 244, 248, 253-254, calvinismo, 215, 217-220, 262-263, 286, 291-
259, 262, 272, 275, 281, 300, 302-303, 297, 378, 417-418 (véase también
305-310, 316, 369, 371-373, 420, 426-427, cristianismo; hugonotes; protestantismo)
429, 437, 466, 480 Calvino, Juan (véase calvinismo) Cameron,
brea, 64, 284, 400 Rondo E., 153, 259 Campbell, Mildred, 350,
Brennev, Y. S., 100-101 Bretaña, 61, 150, 353-356 campesinos, 26-27, 31-35 , 38-40, 44,
196, 255, 381, 419 Brinton, Crane, 292 50-51, 68, 74, 83, 88, 115, 126-128, 132-133,
Bromley, J. S., 60, 284, 287 Brujas, 70, 247, 139, 141-142, 145-151, 154, 157, 159-160,
285, 304, 458 (véase también Flandes) 165, 170, 174-176, 181, 188, 190, 200-202,
Brulez, Wilfrid, 248, 376 Brunner, Otto, 459 219, 224, 250-251, 272, 276, 278, 296, 322,
Brutzkus, J., 208 Buckatzsch, E. J., 355 328, 336, 347, 349-354, 358-359, 362-363,
Bücher, Karl, 26 bueyes (véase ganado) 367, 373, 381, 404, 414-415, 418-419, 427,
Bulferetti, Luigi, 128, 226 Burckhardt, Jacob, 430, 439, 441-445, 448-449, 454-456, 458, 502
243 Burdeos, 418 (véase también agricultores; jornaleros,
burgueses [burghers], 151, 440, 453- 455, 495 rurales; labradores; labriegos)
(véase también burguesía; ciudades; economía campesina, 25 revueltas
patriciado) burguesía [bourgeoisie], 67-68, campesinas (resistencias campesinas), 33-
86-87, 115, 148, 151, 160, 169, 174-176, 188, 35, 41, 50, 52, 71, 120, 145-146, 190, 200,
201, 206, 211, 213-214, 217-219, 221- 222, 333, 362-364, 379, 406, 415-417, 419, 431,
224-228, 234-235, 264, 272, 274- 276, 286- 502 (véase también esclavitud, rebeliones;
288, 290, 293, 295-300, 315, 346-347, 366-
guerra de los campesinos)
367, 375, 381-382, 403-413, 419-421, 427,
441, 447, 450, 455, 472, 495-496, campo (por oposición a la ciudad o a la
499-500 (véase también corte), 119, 148, 153-154, 168- 169, 174-175,
agricultores, capitalistas; burgueses; 200, 344, 379, 415, 455 canal de la Mancha,
capitalismo, empresarios; clases, media; 306, 374 Canarias, islas, 122-124, 238
comerciantes; comercio; financieros; canela, 471 caña de azúcar (véase azúcar)
gentry; industriales; patriciado) cáñamo, 284, 360, 400, 432 cañones, 40, 75,
aburguesamiento del poder, 403 comercial 228, 301, 369, 461 (véase también
(véase comerciantes) extranjera, 28, 73, armamentos; artillería; industrias, equipo y
169, 173, 211-213 273, 275 , 277, 316, armas militares)
405, 429, 435, 455-456 Capetos, 65, 82, 163 Capistrano de Abreu, J.,
feudalización de la, 403, 420 indígena, 71, 130 capitación (véase impuestos, capitación)
73, 121, 151, 173, 210- 211, 213-214, 257, capitalismo, 22-25, 32-33, 39-40, 42, 66, 73-74,
410, 427, 437, 447, 451, 453-458 83-84, 87-88, 93-94, 103, 106- 108, 112-113,
manufacturera (véase industriales) 121-122, 128-131, 137, 143, 156-157, 160,
pequeña, 181, 296 traición de la, 388, 407 170-172, 174, 176- 182, 187-189, 191, 195,
Burleigh, lord Wiliiam Cecil, 342 burocracia 198-199, 213- 217, 219, 221, 228-229, 250,
(véase Estado, burocracia) 260-261, 266, 272-273, 276, 293, 305, 314-
burocratización (véase Estado, burocracia) 315, 324, 329-330, 335, 343, 347, 350-351,
Busch-Zantner, R., 426 caballería, 40-41, 82, 358, 361, 365-368, 375, 392, 406, 409- 412,
293, 399 (véase también ejército) caballeros, 416, 419, 436, 480, 491, 493-494, 498-500
201-202, 379, 410 (véase también agricultura, capitalista;
de pluma y tintero (véase Estado, burguesía; comercio; compañías; dinero;
burocracia) economía- mundo; industrias) acumulación de
geni temen, 341, 347, 350, 352, 356- 357 capital (primitiva), 96, 104, 107, 115-117,
(véase también gentry) knights, 341, 344 128, 217, 309, 354, 407, 412, 447, 458, 493
Caballeros Teutónicos, 133 (véase también capital comercial, 236 capital nórdico (véase
órdenes militares) caballos, 63, 67, 104, 431 Hansa) «capitalismo de botín» (véase pillaje)
(véase también ganado) «capitalismo colonial», 128 «capitalismo
cabo de Buena Esperanza (ruta del Cabo), feudal», 128 disponibilidad de capital, 70,
307-308, 459, 463, 466, 476, 480 149, 172, 271, 455
Cabo Verde, islas de, 62 Cábot, John empresarios, 65, 72, 85-86, 149, 169, 174-
(Giovanni Caboío), 239 caciques (véase 176, 209, 225-229, 293, 338, 346, 412,
amerindios, jefes) Cádiz, 273, 303 café, 141 446, 463, 466, 472, 498 (véase también
Indice analítico 551
burguesía) militares, 43, 198-199, 226 de Dios, 208 Cauca, río, 140 caza y
(véase también ejército, mercenarios) recolección, 137 Ceilán, 76, 463 celtas, 197,
inversiones, 33, 51, 70, 108, 115-117, 129, 365
151, 179, 181, 209, 222, 227, 271-273, centeno, 34, (véase también cereales)
277, 304, 309, 312, 314-315, 322, 369, centro (Estados del), 54, 89, 113, 117, 119,
421, 439, 453, 463, 483 mercados de 135, 141, 143-144, 152, 164-165, 167, 176,
capital (véase dinero, centros financieros) 178-179, 181-182, 188, 191, 207, 209, 216,
monopolios, 22-23, 103, 212-213, 226, 221, 229, 256, 271, 279, 313, 315, 351, 492-
228, 240, 254, 326-327, 382, 387 , 390- 493, 496-499, 502 (véase también economía-
391, 394-395, 398, 409, 439, 447, 457, mundo) cera, 110, 134, 432
461, 464, 468-469, 475, 481, 484-485, 499 cercamientos( véase agricultura, cer-
(véase también Estado, monopolio) camientos)
capitalistas (véase agricultores, capitalistas) Cerdeña, 54, 98, 196, 241, 410 cereales, 32,
capitanías (véase fincas, capitanías) Carande, 36-39, 49, 51, 60-62, 80, 94, 104-105, 110,
Ramón, 252-253, 272-274 carbón, 180, 369 120, 125, 128, 134- 135, 143, 145, 151, 153-
(véase también combustible) 157, 164, 198, 201, 271-272, 282, 284, 301,
Carew, sir George, 134 Caribe, mar, 252, 303, 310-
265, 470, 483 (véase también Antillas, 311, 322-323, 325, 355, 375. 385,393-
Colombia, Guatemala, México)
395, 414-415, 426-427, 429-432, 440-
Carlos I, rey de Inglaterra, 345, 348 Carlos II,
449, 453-455,457, 470 (véase tam
rey de Inglaterra, 294' Carlos V, emperador,
156, 189, 233, 240-241, 245-253, 255-256, bién alimentos; centeno; pan; trigo)
260-261, 264- 265, 273-274, 277-278, 287- escasez de (véase alimentos, escasez de)
289, 305, 320, 374, 473, 496-497 Carlos VII, cerveza, 457 César, Julio, 460 Ceuta, 66-67,
rey de Francia, 241 Carlos VIII, rey de 72, 259 ciencia, 75-76, 93 Ciocca, Pierluigi,
Francia, 241 carne, 51, 61-63, 79-80, 143, 107, 109-112 Cipolla, Cario M„ 27, 65, 75,
152-154, 355, 470-471 (véase también 85-86 105-106, 112, 281, 306, 308, 312-315,
alimentos; ganado) 385, 461, 467, 469, 483 ciudadanía, 205,
carpinteros (véase obreros) 209-210 (véase también grupos de estatus)
Carrera de Indias (véase comercio, atlántico) ciudades, 25-30, 37, 68 , 71, 73, 75, 100, 102,
Carsten, F. L„ 439, 454 Cárter, Charles H., 112-113, 119, 129, 136-137, 141- 143, 146,
286 Carus-Wilson, E. M., 34, 108, 113, 164, 151, 153, 157, 160, 165, 167- 170, 173-175,
301, 325, 331, 335, 344, 392 Casa de 182, 200, 211, 219-220, 225-227, 234, 244,
Contratación, 96, 233, 285 casados, 485 248-249, 255 , 257, 261,264-265,269, 271,
casas comerciales (véase comerciantes, casas 274, 284, 288,
comerciales) 290, 296-297,299, 301, 310, 316,324-
Caspio, mar, 428 castaños, 143 325, 327, 330-331, 336, 352, 362,364,
castas, 139, 349 (véase también grupos de 382, 415-416,420, 427, 436, 438,440,
estatus) 447, 451, 453-455 (véase también
Castelli, Enrico, 205 Castilla, 41, 114, 145, burgueses; Estado, ciudades-Esta- do;
154, 234-237, 249, 253-255, 262, 267, 270- patriciado) colonialismo urbano, 170
275, 277- 278, 316, 408 , 443, 485 (véase civilización (por oposición a barbarie), 137
también España) civilizaciones, 25, 52 Clark, G. N„ 277, 323,
Catalina, reina de Francia, 294 Cataluña, 45, 325, 329, 335, 361, 371, 388-389
70-71, 114, 134, 141-142, 255, 263, 272, clases, 8, 94, 117, 120, 167-168, 187, 214, 229,
278, 316, 408 Cateau-Cambrésis, tratado de, 288-289, 335-338, 342-343, 349- 350, 356,
256, 260, 262, 279-281, 289-290, 319, 332, 361, 364, 367, 378, 380, 389, 400, 403-404,
372-373, 377-378, 398 catolicismo (Iglesia 410, 472, 494-495, 498- 499, 501
católica), 42, 46, 75, 160, 201, 208 , 214-218, altas, 328, 333-334, 348-349, 400, 436,
220-221, 226, 243, 256, 264, 269, 272, 280, 458, 472, 494, 497 (véase también
287, 290, 293-297, 303 309, 335, 349, 368, aristocracia, nobleza) bajas, 290, 458, 497
377-380, 399, 417-418, 436, 438-439, 450, (véase también obreros; pobres) conciencia
471, 479, 484, 497, 499 (véase también de clase, 494-498, 501 dirigentes (véase
cristianismo) clases, altas) formación de clase, 364, 499
Concilio de Trento, 290 gentry internacional, 496 lucha de clases, 8,
Contrarreforma, 214, 220, 290, 309, 377, 34, 66, 210, 224, 400, 403, 417, 494-495
438, 497 jesuítas, 124, 219, 484 papado, 56, medias, 217, 251, 264, 290, 328, 333, 346,
202, 216, 220, 226, 243, 246, 251, 272, 289, 349-350, 456 (véase también burguesía)
294, 380, 473 (véase también Roma) tregua mercantiles (véase comerciantes)
552 Immanuel Wallerstein
terratenientes (véase señores) universales, (véase también comercio, índico)
495 atlántico, 96, 240, 246, 249-250, 255,
clima, cambios de, 47-50, 149, 309- 310, 269- 270, 273, 276-277, 281-285, 374,
389, 441 cobre, 219, 228 381, 383, 412, 459, 465 balanza comercial
monedas de, 57, 65, 475 (véase también (véase comercio, términos de intercambio)
metales preciosos) Cochin, 463, 480 Cod, báltico, 24, 134, 141, 247, 282, 284- 285,
cabo, 135 Colbert, Jean-Baptiste, 413 299-302, 304, 370, 374, 381 centros de, 302,
Coleman, D. C., 396 Coles, Paul, 225, 244 305 colonial, 170, 273, 301, 462 «contratos»
Coligny, Gaspard de, almirante de Francia, (de Asia y de Europa), 481-482
377 Colombia, 265 chino, 484 (véase también comercio, asiático)
Colón, Cristóbal, 74, 239, 473 Colonia, 26-27 esclavos, tráfico de, 62, 123-124, 266, 273,
«colonialismo urbano» (véase ciudades, 473, 479
colonialismo urbano) colonias (ultramarinas), especias, 63, 284-285, 459, 479483 (véase
9-10, 49, 60, 69-71, 81, 85, 123-124, 130, 170- también comercio, «contratos»)
171, 242, 254, 259, 265, 267, 272, 322, 331, expansión del, 28, 42, 44, 48, 52, 59, 67, 96,
358, 371, 387, 398-400, 412, 427-428, 435, 101-103, 105, 138, 156, 187, 191, 201, 233,
456, 458, 466-467, 473479, 483, 492 240, 245-246, 254, 261, 283, 296, 305, 310,
372, 383, 392, 441, 498
colonos, 265-266, 269, 398, 473
comercio colonial (véase comercio, exportaciones invisibles, 467 de guerra, 303
colonial) (véase también guerra, aspectos económicos)
comercio semicolonial (véase colonias, hispanoamericano (véase comercio atlántico.
económicas) económicas, 134, 170-171, indico, 24, 79, 108, 301, 307-308, 459- 460,
322-323, 431432, 479 internas, 324 463464, 474 intercolonial, 267
colonización (véase colonias) colonización intérlopes, 270, 285, 377, 398 (véase también
interna (véase agricultura, expansión de las piratería) intraasiático, 466467, 485 (véase
áreas cultivadas) también comercio, índico) intraeuropeo, 285
Colvin, H. M„ 41 de larga distancia, 27, 29, 65, 73, 171, 242,
combustible, 59, 63, 180, 399 (véase también 459, 463 levantino, 301 libre, 266, 303-304,
carbón; madera) comerciantes, 26-27, 39, 65, 310, 381 de lujo, 27-29, 57-59, 64, 226, 267,
67, 71, 79, 141, 143, 169-173, 176-177, 182, 270, 426, 431-433, 459 (véase también lujo,
187, 198, 207-214, 221-222, 226-228, 236, bienes de) del mar Rojo, 480481 masivo, 29,
246, 248-250, 257, 259, 263-264, 266, 273, 134, 283, 376 mediterráneo, 24, 141, 246-
275-276, 283, 290, 296-297, 300-301, 303- 247, 307, 311
306, 316, 321-322, 325- 327, 331, 335, 347, mercados nacionales, 236, 247, 274, 283, 322,
352, 357, 366, 378, 391-392, 405, 410412, 334, 374, 381, 411, 429, 494
420421, 428- 430, 436, 438, 441, 447-448, oriental (véase comercio, asiático) puestos de,
453, 455- 456, 462, 464, 466468, 471472, 475, 462, 473 (véase también mercados obligados)
480-482, 492, 498 (véase también burguesía; recesiones, 31-35, 3940, 48, 52-53, 234-235,
comercio) capital comercial (véase 252-253, 267-268, 278-279,
capitalismo, capital comercial) casas 282, 296, 309, 325, 366, 368-369, 372,
comerciales (-bancarias), 171, 189, 245, 249, 384-385, 387, 392-394, 408, 411- 412,
261, 265, 273, 280, 457 414-415, 430
reexportaciones, 267, 394, 397, 431, 476
comerciantes-banqueros, 65, 263, 312, 346,
revolución comercial, 321 términos de
438, 496 (véase también financieros) intercambio, 23, 279, 393
extranjeros (véase burguesía, extranjera)
transahariano, 55, 63, 237-238 (véase
indígenas (véase burguesía, indígena)
también Sudán) transalpino, 246
tenderos, 379
comercio, 22, 27-28, 31-32, 56-57, 71, 73, 75, transcontinental, 208, 247, 250, 259 de
77, 85, 103, 106, 115, 127-129, 134-135, 139, tránsito, 455 commissaires, 409-410
142, 144, 150, 157, 162, 169-180, 190, 207- Compagnie du Corail, 475 (véase también
208, 225-229, 240, 245, 247-248, 257, 259, compañías)
261-264, 266, 269, 272, 281, 285-286, 299- Compañía de las Indias Orientales, 469, 476
301, 304- 305, 307-309, 312, 321-328, 349- (véase también compañías, privilegiadas;
351, 358, 364, 373-374, 381-382, 388-396, Inglaterra) compañías, 391, 463, 474, 480-
411414, 427-429, 440, 447, 451, 454- 485, 481 (véase también comerciantes, casas
498 (véase también burguesía; comerciantes; comerciales; English Company of Staple)
ferias) americano (véase comercio, atlántico) por acciones, 229 privilegiadas
asiático, 64, 387, 459460, 464465, 471472 [chartered], 213, 391, 394, 401
Indice analítico 553
comptoirs (véase comercio, puestos cristiandad occidental (véase catolicismo)
comerciales) comunidades, 348 cristianos nuevos (véase marranos)
Concilio de Trento (véase catolicismo, evangelización, 68, 129, 131, 255, 273,
Concilio de Trento) condiciones pedológicas 463, 472-473, 479, 484 Crombie, A. C., 75-
(véase suelo, condiciones del) confiscación 76 Cromwell, Oliver, 297, 348, 421
(véase Estado, confiscación) Cromwell, Thomas, 329 croquants,
confucianismo, 86 movimiento de los, 381 cruzadas, 30, 54, 470
Congo, 480 (véase también cristianismo, evangelización)
conmutación de las cargas feudales (véase cuatequil (véase trabajo, obligado, trabajo
feudalismo, cargas feudales, conmutación de asalariado forzado) cuerdas, fabricación de,
las) conseillers d'Etat, 409 Consejo 284, 314 cueros, 153, 322-323, 390, 399,
Privado (véase Inglaterra, Consejo Privado) 431-432, 476 (véase también industrias,
Constantinopla, 54, 62, 174, 241, 307 curtido)
consumo ostentoso, 58 contado (véase cuius regio, eius religio, 221, 252, 264, 497
campo) contrabando, 226, 266, 386, 482 (véase también Augsbur- go, tratado de;
contracción (véase agricultura, reducción de Estado, homoge- neización)
las áreas cultivadas; comercio, recesiones; cultivos comerciales (véase agricultura,
capitalista)
población, disminución de la)
cultivos para el mercado (véase agricultura,
Contrarreforma (véase catolicismo.
capitalista) Cumberland, 156
Contrarreforma) Contrarrenacimiento, 220 curia (véase catolicismo, papado) Czalpinski,
«contratos» (véase comercio, «contratos») Wladyslaw, 430, 457 Czarnowski, Stefan,
Cook, M. A., 57 Cook, Sherburne F., 124 218-219
Cooper, J. P„ 277, 336, 338, 340-341, 344-
345, 368, 383, 420 Coornaert, Emile, 247,
284, 373-374 coral, 475 Córcega, 54, 196 Chabod, F„ 43, 45, 192, 294 Champaña, 259
Corea, 79 Cork, 365 Cornwall, 156, 365 Chang, T’ien.Tsé, 77, 465, 485 Chaudhuri,
Cornwall, Julián, 342 Corona, la (véase K. N., 476, 483 Chaunu, Huguette, 240, 269,
Estado) corregidores, 127 corsarios (véase 283-284 Chaunu, Pierre, 24, 51, 58, 63, 67,
piratas) 69- 70, 74, 79-80, 95-97, 171, 233, 239-240,
Cortes (véase España, Cortes) cortesanos 252, 254, 267, 269, 276-277, 279, 283- 284,
(véase aristocracia) corvée (véase 383-384, 386-387, 464-465, 467, 469470,
feudalismo, cargas feudales, prestaciones de 473479, 482 Chaussinand-Nogaret, Guy, 480
trabajo) cosacos, 435 checos, 135, 457458 (véase también
cosechas, malas (véase alimentos, escasez de) Bohemia; Moravia)
Costa del Grano (véase Africa, occidental) Cheng Ho, 76-77, 85 Cheung, Steven, N. S.,
costos de transacción, 32, 148 , 228 148-149 Chevalier, Francjois, 159 Chile, 95,
Cotswolds, 324 130, 132, 140, 240, 265, 267- 268, 270
Coulbourn, Rushton, 126, 257, 443 Cours China, 22, 24, 27, 56, 74-81, 83-88, 118, 192,
souverains, 408-409 Cracovia, 219, 279 267, 300, 354, 425, 464-466, 473- 474,
Craeybeckx, Jan, 248, 263, 284, 374 crédito 476477, 484 (véase también Oriente)
(véase dinero, crédito) Creta, 54, 123-124, mandarines confucianos, 77-78, 86- 87
128, 134 Crimea, 446, 450 (véase también Estado, burocracia)
crisis comerciales (véase comercio, Oficinas de Juncos de Comercio, 77
recesiones) China, mar de la, 462-464
crisis de liquidez (véase dinero, crisis de Chipre, 54, 62, 123 chocolate, 61
liquidez) crisis del siglo xvn, 369 Christensen, Aksel E., 284, 300-301 Chu Hi,
cristianismo, 52, 54, 68-69,, 200, 208, 211- 87
212, 223, 235, 275-276, 280, 332, 428, 443,
479, 484 (véase también anglicanismo;
calvinismo; catolicismo; Europa, cristiana; Dalmacia, 196 Dalthenus, Petrus, 297 Da
Iglesia ortodoxa rusa; luteranismo; Noli, Antonio, 62 Danzig (véase Gdaiísk)
Darby, H. C„ 64
Mediterráneo, cristiano; protestantismo;
Da Silva, José-Gentil, 71, 154, 248, 267, 271-
Reforma)
272, 278, 301, 481 Davies, C. S. L„ 199, 337,
clero, 120, 208, 218, 236, 289, 331, 366, 363 Davis, Ralph, 397 De Anchieta, José,
381, 442, 468 (véase también catolicismo, 124 De Bary, William Theodore, 86 De
papado) cristiandad latina (véase Falguerolles, G. E., 151-152, 375 De
catolicismo) Federici, Cesare, 480 deforestación (véase
554 Immanuel Wallerstein
bosques, deforestación) Dobb, Maurice, 28, 35, 37, 51, 59, 115, 126,
De Gama, Vasco, 74, 460, 466 De Lagarde, 145-146, 154, 157-158, 160, 166, 169-171,
George, 205 Delfinado, 379 173, 177, 182, 191, 330 Dollinger, Philippe,
Delumean, Jean, 110, 153, 200, 226 Della 135 Domar, Evsey D., 139 Don, 428
Padua, Giovanni, 62 De Maddalena, Aldo, Dowd, Douglas F., 243
149 demografía (véase población) Drake, sir Francis, 79 Dreifeldwirtschaft
De Oliveira Marques, Antonio H., 70, 135 (véase agricultura, sistemas de rotación)
depreciación, 177 drogas, 460, 463, 466, 470, 481 Dublín, 365
depresiones (véase comercio, recesiones) Duby, Georges, 35-38, 44, 49, 145, 147, 149,
derecho divino de los reyes (véase Estado, 153, 417 duelas,; 399
absolutismo) dérogeance, 404 (véase también dvoriane, 451 (véase también nobleza, baja)
aristocracia; Francia)
De Roover, Raymond, 306
desindustrialización (véase industrias, East Anglia, 156, 324 Eberhard, Woifram, 12,
desindustrialización) Desmarets de Saint- 206 economía abierta, 206, 214 382, 429
Sorlin, Jean, 413 despejamientos (véase economía campesina (véase campesinos,
agricultura, expansión de las áreas cultivadas) economía campesina) economía cerrada
destrucción de imágenes, 292, 296 (véase (véase Estado, mercantilismo) economía dual,
también revolución, Países Bajos) 25 economía mercantil (véase dinero,
deuda nacional (véase Estado, deudas) economía monetaria) economía-mundo
Devon, 156 De Vries, Jan, 343 De Vries, (europea), 17, 21- 24, 29, 52-54, 59, 63, 66, 71,
Philip, 247 Deyon, Pierre, 405 74, 81, 84-85, 89, 93-96, 103-105, 112, 115,
Dieppe, 374-375 117-122, 127-129, 134-135, 140-143, 146,
Dicta (véase Polonia, Sejm) 150, 152, 156, 158, 163-164, 168-169, 174-
Dieta de Augsburgo (véase Augsbur- go, 176, 178-180, 182, 187-188, 191, 194, 197,
tratado de) 199, 202, 207, 216, 219-221, 229, 233, 241,
diezmos (véase impuestos, diezmos) 244, 247, 254, 256-257, 260-261, 265, 270-
Dinamarca, 34, 66, 135, 216, 255, 320, 323, 271, 279, 282-285, 299, 303, 305, 311, 313,
400, 434 319-320, 324, 330, 347, 351, 365-366, 370,
dinero, 56, 219, 328, 470 (véase también 374-375, 377, 381, 383-386, 388, 402-403,
banca; financieros; metales preciosos) 410- 411, 413-414, 419-421, 425-426, 429-
balanza de pagos, 57, 395, 465 centros 432, 434-435, 442-443, 445, 450, 458- 459,
financieros, 247-250, 259- 260, 283, 302, 463, 465 , 468-470, 475-477, 484, 490-494,
304-306, 372, 378 circulación de 497-502 (véase también capitalismo; centro
(velocidad de), 31, 42-43, 58, 82, 100-103, [Estados del]; periferia; semiperiferia; trabajo,
107 crédito, 43, 102, 198, 209, 248-249, división europea o internacional del)
261-262, 273, 277, 280-281, 302, 304, economía nacional (véase comercio,
311, 316, 328, 354, 389, 406-407, 439 mercados nacionales) economía natural
(véase también banca; financieros) (véase agricultura de subsistencia) economía
crisis de liquidez, 31 devaluación, 43-44, señorial (véase feudalismo)
65, 102-103, 105, 219, 384-385 economía de subsistencia (véase agricultura,
economía monetaria, 25, 88, 170, 213, 437, de subsistencia) economías de escala, 228
439, 449 ilusiones monetarias, 111 economías de exportación, 267 (véase
imaginario (véase dinero, moneda de también colonias, económicas; periferia)
cuenta) Edler, Florence, 255
interés (tasas de), 104, 106, 109, 177, 188, Eduardo III, rey de Inglaterra, 325 Egeo, islas
227, 307, 385 letras de cambio, 171, 304- del, 54, 311 Egipto,, 57, 124, 238, 307, 311,
305, 311 manipulación del, 44 mercados 459, 461, 464, 475
monetarios (véase dinero, centros Ehrenberg, Richard, 194, 246-247, 259
financieros) metálico, 65 (véase también Eisenstadt, S. N., 21-22, 126, 190 Eitzen,
cobre, monedas de; metales preciosos; oro; Stanley D., 214 ejército (regular), 41, 196-
plata) 200, 332- 353, 381, 414, 436-438, 446, 458,
moneda de cuenta, 64-65, 106, 238 500 (véase también artillería; caballería;
préstamo de (véase banca; financieros) guerra; industrias, equipo y armas militares;
teoría cuantitativa del, 99-103, 107 infantería) avituallamiento, 198-199, 311
volumen de, 43, 100-104 (véase también (véase también ejército, contratistas)
metales preciosos) contratistas (proveedores), 322, 346 (véase
Distrito de los Lagos (Inglaterra), 324 también comerciantes)
Diu, 461 Djené, 238 Dniéper, 428 ejércitos privados, 437 mercenarios, 41-
Indice analítico 555
43, 196-199, 201, 221, 356, 436 (véase América española (véase América,
también capitalismo, empresarios, militares) española)
Elba, región al este del (véase Alemania, Armada Invencible, 275, 298, 371, 383
Elba, región al este del) Elman, P., 211 Elsas, Cortes, 234, 253, 274 (véase también
M. J„ 97 Parlamentos) decadencia de, 233, 262-265,
Elton, G. R., 278, 282, 285, 329-330, 333, 415 270-279, 400
Elliott, J. H„ 114, 181, 236-237, 252- 253, Furia Española, 263, 291 (véase también
270, 272-275, 277-279, 294, 305, 312, 427 revolución. Países Bajos)
Emery, Frank, 356 emigración (véase imperio español (véase imperio,
migraciones) empleo, 175, 198, 281, 359, Habsburgo)
394 (véase también aparcería; artesanos; Española, 473 (véase también Antillas)
esclavitud; jornaleros, rurales; obreros; especias, 55, 58-59, 63, 248, 285, 308, 327,
trabajo, obligado) autoempleo, 121 desempleo, 387, 426, 460, 463, 471, 480 (véase también
156, 295, 392, 395 pleno empleo, 101, 198 comercio, especias; pimienta)
encaje, 457 Espieux, Henri, 418 esquives
encomiendas (véase fincas, encomiendas) (véase squires)
enfermedades (véase epidemias) enfiteutas, Estado, 23, 25, 30-31, 40-45, 54, 65, 67, 72-
357 (véase también tenencia, enfiteusis) 73, 83-85, 89, 111-112, 114-115, 118, 127,
Engels, Friedrich, 174, 225, 251, 296, 416 129-131, 139-141, 145-146, 154,
English Company of Staple, 212 Enrique II, 162- 163, 166, 171, 187-214, 217-
rey de Francia, 193, 377, 379 219, 221-225, 277-229, 234-235, 244-245,
Enrique II, rey de Inglaterra, 328 Enrique III, 248- 249, 251-269, 273-280, 283, 286-298,
rey de Francia, 380 Enrique IV, rey de 304- 305, 322-324, 328-337, 344-
Castilla, 234 346,
Enrique IV, rey de Francia, 46, 193, 380, 349, 359, 361, 363-368, 371, 373, 375,
409, 412, 417-418 Enrique VII, rey de 377-379, 381-382, 391, 394-395, 401- 421,
Inglaterra, 41, 360 427, 433-448, 450-454, 455456, 462463,
Enrique VIII, rey de Inglaterra, 294, 329, 344 465-466, 472-476, 478, 480- 482, 485,
Enrique de Navarra (véase Enrique IV, rey de 491, 500-502 absolutismo, 45-47, 163,
Francia) 187-230, 252, 333, 366, 375, 382, 392,
Enrique el Navegante, príncipe de Portugal, 403405, 408, 414, 436, 442, 452, 500
67, 460 aduanas (aranceles), 77, 324, 331, 361,
epidemias, 30, 35, 47-50, 167, 278, 282, 315, 394, 433, 438, 447, 455-456 aparato de
353, 372, 395, 410, 449 (véase también peste Estado (véase Estado, burocracia)
negra) erasmistas, 275 aristocrático (État nobiliaire), 222 banca del,
Ernle, lord (R. E. Prothero), 397 196 (véase también banca)
Escandinavia, 49, 54, 323, 326, 441 bancarrota, 210, 228, 256, 260-263, 279,
escitas, 468 289, 305, 379, 481 (véase también
esclavitud, 61-62, 120-125, 132, 139-141, Estado, deudas, repudio de las)
144, 146, 171, 179, 265, 398, 460, 469, 479, base fiscal del, 42, 209, 212, 248, 255, 282,
482 (véase también trabajo, obligado) por 437, 439, 446 burocracia, 22, 40-45, 53, 77,
deudas, 442 rebeliones de esclavos, 266 82-86, 88-89, 118-120, 131, 140-141, 187,
tráfico de esclavos (véase comercio, esclavos, 189, 191-196, 199, 202-205, 207, 221- 222,
tráfico de) Escocia, 54, 116, 156, 216, 291,
224, 236-237, 254-255, 257, 261, 265-266,
293, 323, 360, 365, 375, 399 escribanos, 352
268, 270-272, 278-279, 287, 329-334, 337,
(véase también profesionales)
eslavos, 54, 161, 168, 209, 323 Eslovaquia, 344-345, 361, 363-368, 373, 381, 394-395,
457 Eslovenia, 133, 455-456 España, 41-42, 401, 403-405, 410, 413414 , 436-437, 440,
45-46, 54, 61, 63, 67, 69-70, 72-73, 95-97, 99, 443, 445-447, 451, 480, 482, 494, 499-501
103-104, 107, 109, 114, 117, 123-125, 128- (véase también China, mandarines con-
131, 140, 143, 152-154, 156, 172, 174, 182, fucianos)
193, 208, 210-211, 213, 216-217, 226, 233- hereditaria, 204, 224 militar (véase
245, 249-250, 252-256, 258, 260-286, 290- ejército) política burocrática, 190
291, 293-294, 296-300, 302-304, 506- 308, revolución administrativa, 329- 334
311-312, 324, 332, 365, 372, 374, 383-384, venta de cargos (burocracia venal), 43, 82,
386-387, 391-392, 395, 397- 401, 408, 412- 187, 193-194, 196, 221, 268, 332-333, 363,
413, 417, 438, 440, 443, 445 , 450, 459-460, 405-408, 417418, 421, 436, 440
473-479, 481485 (véase también Castilla) centralización (véase Estado, fortalecimiento
del) ceremonial de la corte, 205 ciudades-
556 Immanuel Wallerstein
Estado, 21, 23-24, 41, 81, 93, 183, 195, 200, monarquía, 177, 334, 344- 346, 348, 357,
209-210, 233, 237, 242-245, 279-280, 305 362, 366, 371, 391, 404, 406
confiscación, 43, 187, 444, 448 Etiopía, 461 Eunucos, 76-78, 86-87 Eurasia,
debilitamiento del, 25, 85, 136, 279, 437-440, 74, 427-428 Europa, 9-11, 23-25, 45, 48, 50,
447 52-61, 63-69, 72-76, 79-89, 97, 105, 107-
deudas, 31, 43-44, 65, 188, 194-196, 198- 108,
199, 224, 248-249, 271, 273, 274, 282, 305, 112- 121, 123-128, 135-138, 143-144,
394, 405, 411, 439 repudio de las, 277 152, 154, 161-162, 173, 181, 187-188, 192,
dominios reales, 44, 190, 214, 258, 333, 367- 196-198, 202-203, 207-208, 210, 219, 221-
368, 438-439, 454 estatismo, 93-94, 187-230, 222, 228, 237-238, 240-241, 247- 248, 250,
280 finanzas (presupuesto), 39, 44, 84- 85, 252, 259-262, 264-265, 269- 275 , 278-285,
87, 187-188, 224, 237-238, 257, 295 , 298-300, 304-305, 307-308, 312, 320,
270- 271, 277-279, 289, 322, 405, 411, 322, 327, 332-333, 335, 347, 351, 366, 368-
447 (véase también Estado, aduanas; 369, 373, 375- 377, 380, 383, 387-388, 414,
Estado, base fiscal; Estado, deudas; 420, 425- 427, 429-435 , 437 . 442-443,
impuestos; moneda, acuñación de)
445-447, 449-451, 458-470, 475-478, 480-
colapso financiero (véase Estado,
485, 491, 496, 502
bancarrota)
fiscalismo, 193-195, 210, 257-258, 437 (véase áreas de antiguo desarrollo, 112- 113, 117,
también Estado, base fiscal; Estado, finanzas) 175, 178, 219, 233, 242, 283, 312-315,
fortalecimiento del, 43, 53-54, 72, 82, 93, 161- 327 (véase también Alemania, sur de;
162, 188-189, 191-192, 197, 202, 204-206, Flandes; Italia, norte de)
214, 216, 221, 229, 243, 256, 258, 278, 283, central, 36, 38, 48, 56-58, 94, 146, 216-217,
298, 328-333, 366, 373, 375, 381-282 , 405, 245, 253, 256, 270, 280, 326, 332, 374,
417, 421, 427, 438, 440-441, 443, 445, 447, 384, 393, 397, 430, 475
497, 499-500 centro-oriental (véase Europa, este de)
fuerza (monopolio de la), 170, 191, 478 cristiana, 54-55, 210 (véase también
(véase también ejército) gastos del (véase cristianismo) espina dorsal de (véase
Estado, finanzas) Europa, áreas de antiguo desarrollo) este
homogeneización, 47, 129, 191, 207, 221, de, 11, 39, 54, 59, 66, 95 , 97,
420, 492, 497-498 ingreso nacional per 113- 114, 120, 125-127, 129, 132-141,
cápita, 371 ingresos del (véase Estado, 143-146, 150, 152, 156-158, 161, 163,
finanzas) 165, 171-173, 208-209, 212-214, 216,
integración del, 206 justicia (sistema 220, 257, 264, 301, 322, 326, 328, 362,
judicial), 162-163, 257-258 383-384, 391, 397, 410, 426-458, 478,
legitimidad, 191, 202-203, 206, 501 496
mercantilismo, 206, 210, 234, 243, 274-275, expansión de, 47, 54, 63, 66-69, 72- 73, 79,
303-304, 325, 387, 394-395, 412, 437, 441 83, 88, 118-119, 138, 233, 258, 270, 315,
monopolio, 240, 447 naciones-Estado, 15, 371, 459-460, 469 (véase también
21, 41, 46-47, 81, 93, 170, 180, 183, 189, agricultura, expansión de las áreas
210, 260, 373, 377, 490, 496 orden interno, cultivadas) invasiones de, 54, 75, 136
40, 189-190, 200 producto nacional bruto, marcas de, 427, 437 (véase también
280, 389, 472 Europa, este de)
soberano (véase Estado, naciones- Estado) mediterránea (véase Europa, sur de)
noroeste de, 24, 54, 56, 94-95, 97, 107,
territorial (véase Estado, naciones-Estado)
121, 143, 145, 149, 151, 157- 158, 164,
unificación (véase Estado, fortalecimiento 167-168, 172, 216, 220, 320, 374, 384,
del) 386, 400, 479, 481 norte de, 48, 57, 70,
Estado da India, 485 (véase también Goa; 74-75, 97, 212,
India) 221, 269, 313, 320, 328, 374-383, 393,
Estados Generales (véase Francia; 397, 481
Países Bajos, norte de los) Estados Unidos oeste de, 11, 25-26, 28, 31, 34, 38- 39, 43,
de América, 11, 65 estancamiento, 31, 34 45-47, 49, 59-60, 63, 72, 80, 83, 104, 110,
«estatalidad» (véase Estado, fortalecimiento 114, 120-121, 125, 132- 133, 136-138, 141,
del) 145, 152, 156-159, 165, 171, 173, 189, 196,
estatismo (véase Estado, estatismo) estatus 208-213, 224, 235, 241, 247, 255, 278, 281,
(véase grupos de estatus) Este (véase Oriente) 285, 306, 326, 332, 373-374, 383, 414, 425,
Estonia, 135 427-432, 435-438, 440, 442, 445, 447, 452-
estratificación (véase clases) Estuardo, 453, 456, 459, 496 (véase también
Indice analítico 557
Occidente) reñidero de, 293 (véase también 143, 155-156, 158, 352, 359
Países Bajos, norte de los) sudeste de, 69, feudalización de la burguesía (véase
124, 138 sudoeste de, 284 burguesía, feudalización de la)
sur de, 11, 107, 120, 141, 143, 149, 173, feudos, 126, 128, 163, 329, 444 (véase
209, 216, 220, 328, 374, 383- 386, 414 también tenencia, servil) fiscal, 406 (véase
evangelización (véase cristianismo, también impuestos, arrendamiento de)
evangelización) negociación entre siervo y señor, 132, 442
Everitt, Alan, 198-199, 323, 352, 358- 360 orden feudal-absolutista, 403 peajes, 256,
Eversley, D. E. C.. 315, 372 331
excedente, 22-23, 26, 31, 52-53, 59, 82, 121, refeudalización (véase señores, reacción
130, 133, 141, 159, 166, 171, 179, 188, 194, señorial) rentas feudales (véase feudalismo,
198-199, 365, 433, 478-479, 492 (véase cargas feudales) revueltas feudales, 364, 366
también plustrabajo; plusvalor) segundo (véase trabajo, obligado, en cultivos
expansión (véase agricultura, expansión de para el mercado) señores feudales (véase
las áreas cultivadas; comercio, expansión del; señores) vasallos del rey, 208 feudatori
Europa, expansión de; población, crecimiento
(véase señores) filibote (véase fluyt)
de la; Rusia, expansión de) expansión
Filipinas, 95 , 267, 473-474 , 477-478, 484
estática, 119 exploraciones (véase Cheng Ho;
Europa, expansión de) explotación de (véase también Manila) financieros, 39, 148,
fincas (véase gestión de fincas) 172, 182, 254, 259-260, 273-275, 277, 283,
Extremadura, 145, 272 305, 322, 405, 419, 438-440, 443 (véase
también banca; burguesía; comerciantes,
comerciantes-banqueros; dinero)
fácherie (véase aparcería) fahrendes Volk, Finberg, H. P. R„ 14
196 Falls, Cyril, 399 Fanfani, Amintore, 242, fincas (capitalistas), 62, 136, 141-143, 150,
315 Fanón, Frantz, 250 Favret, Jeanne, 419 171-172, 214, 269, 275, 337-338, 345, 359,
Febvre, Lucien, 94, 283-284, 385 Fechner, 384, 426, 429, 434, 438-439, 451, 453, 457-
M. V., 428 feitoria (véase puestos 458, 474, 496 (véase también señoríos;
comerciales) Felipe II, rey de España, 200, tschiftliks) capitanías, 130, 474 encomiendas,
252, 256, 262, 270-271, 275-276, 289, 291, 125-127, 129-132, 139- 141, 179, 269, 442,
306, 377. 474 latifundios, 128, 145, 235, 276 pomestie,
Felipe III, rey de España, 291 Felipe IV, rey
442-444, 446, 448-449, 452 fiscalismo (véase
de España, 291 Felipe Augusto, rey de
Francia, 258 Félix, David, 117 Fen, distrito Estado, fiscalis- mo)
de, 155 Ferdinando, gran duque de Tosca- na, Fisher, F. J„ 156, 164, 216. 323, 331, 341,
46 371, 390, 392, 397-398, 401 Fisher, Irving,
ferias, 236, 257, 259, 261, 273, 306, 312 99-100
(véase también comercio) Ferguson, Wallace, Flandes, 34, 60, 62, 67, 70, 95, 112- 113, 135,
243 Fernández Alvarez. Manuel, 290 174-175, 199, 212, 233-234, 244-247, 250,
fertilizantes, 30, 33 feudalismo, 24-26, 28-29, 254, 259, 261-263, 265, 273, 290, 293-294,
32-34, 40, 42- 43, 50-53, 59, 72, 81-84, 86- 296, 300, 304, 320- 321, 325, 327, 371, 458
89, 126, 128-133, 142, 156, 159-161, 176, (véase también Europa, áreas de antiguo
178- 179, 181-182, 189-193, 206, 208, 222, desarrollo; Países Bajos, sur de los)
225, 235, 244, 256, 276, 288, 314-316, 329, Florencia, 55, 182, 195, 221, 244, 248, 254,
340, 351, 358, 403, 406-407, 409- 410, 416, 259, 308, 311 Florida, 483
427, 429, 433-434, 436, 444, 446-448, 473- fluyt, 301, 376 (véase también guerra,
474, 498 (véase también señores; señorío; tecnología naval; industrias, construcción
siervos) cargas feudales, 29, 31, 53, 125-126, naval; transporte, marítimo)
128, 152, 159-163, 201, 222, 288, 333-334, forraje, 33, 105, 142-143, 470
336, 347, 415, 439 conmutación de las, 40, Forster, Robert, 256 Fourastié,
51, 133, 159, 166 Jean, 110 Foust, C. M„ 452, 456
prestaciones de trabajo, 34, 129- 131, Fox, P„ 218 Francfort, 27
154, 157, 159-160, 166, 176, 433-434, Francia, 12, 32, 34-36, 38, 41-42, 4546, 56,
439 65-68, 72-73, 103-104, 107-110, 113, 116-
rentas en especie, 33, 115, 159 (véase 117, 133, 135, 139, 147-151, 153, 159, 161-
también rentas) rentas monetaria (véase 163, 179, 182, 192-194, 197, 199, 208, 214,
216-217, 239, 241-244, 255-262, 265, 268,
rentas, monetarias)
271-274, 278-283, 285, 290-292, 294, 298-
crisis del, 30, 32-33, 47, 52-54, 69, 72-73,
299, 303-305, 312, 315, 319-322, 326, 328,
80, 161, 181, 190, 222 derechos comunales, 331-332, 343, 362-363, 365, 367, 369-370,
558 Immanuel Wallerstein
372- 375, 377-382, 384, 387-388, 391, 398- inesperadas (superganancias), 107- 108,
399, 401-408, 410-421, 435, 440-441, 445, 116, 177, 240, 399 Gante, 295-297
457, 474-475, 481, 496 central, 381, 416 Pacificación de Gante, 290, 292 (véase
Estados Generales, 256 Fronda, 404, 407, también revolución, Países Bajos)
420 Furia Francesa, 297 (véase también Gascuña, 196, 278
revolución, Países Bajos) guerras de religión, gastos militares, véase guerra, aspectos
261, 298, 371- 373, 378-382, 405, 409, 415- económicos)
418 manufactures royales, 412 norte Gattinara, Mercurino, 253 Gay, Edwin F.,
(nordeste) de, 149, 152, 161, 180, 374-375, 361 Gdaiísk, 135, 172-173, 182, 255, 456-
381, 418-419 oeste (noroeste) de, 45, 372, 457 Gemblours, 293 Génicot, Léopold, 44,
374, 381, 416-417, 419 regencia, 417 189, 199 Génova, 55-56, 62, 70-71, 73, 172,
sudoeste de, 416 182, 212, 233, 237-239, 244-245, 250, 254,
sur de, 97, 124, 144, 149-151, 161, 212, 259, 273, 277, 300, 305-307, 311-312, 315,
351, 375, 379, 381, 408, 417 (véase 328, 384, 418, 480 g entlemen (véase
también Languedoc, Oc- citania, caballeros, geni temen)
Provenza) tercer estado, 405, 407-408 gentry, 133, 163, 214, 257, 334-338, 340- 345,
(véase también burguesía) 347-350, 353, 356, 364, 367, 379, 395, 411,
Francisco I, rey de Francia, 193-194, 241 421, 437, 446, 451-453, 455, 495-496
Francisco II, rey de Francia, 378 Franco (véase también agricultores, capitalistas;
Condado, 178, 241, 320 Frangois, Michel, agricultores, yeo- men; terratenientes)
241 Frank, André Gunder, 137, 178-179, Gerschenkron, Alexander, 443-444 Gerth,
267, 270 Hans, 81
freeholders, 350, 357 (véase también gestión de fincas, 163, 337, 345, 440, 472
agricultores, yeomen) capitalista, 150-151 costos de, 37
Fried, Ferdinand, 23 directa, 37, 151 Gestrin, Ferdo, 133, 455
Fried, Morton, 137 Geyl, Pieter, 289, 292-293, 298-300
Friedich, Cari J., 280, 303 Ghana, 55 Gibraltar, 69 Gibson,
Friis, Astrid, 282, 389, 391-392, 396 Charles, 127, 129 Gieysztor,
Frisia, 35 Aleksander, 219 Gilbert, Humphrey,
Fronda (véase Francia, Fronda) fronteras, 30, 123 Ginebra, 293
54, 66, 137, 157, 165, 181, 209, 324, 435, 444, Glamann, Kristof, 105, 143, 304, 376, 385,
471, 475 Glass, D. V., 315, 372 Glendower,
446, 458 internas (véase agricultura,
Owen, 365 Goa, 285, 462, 464, 476 Godinho,
expansión de las áreas cultivadas) fuerza,
Vitorino Magalháes, 58, 60, 62, 64, 66-67,
monopolio de la (véase Estado, fuerza) 70, 307, 461, 463-464, 466-468, 471, 476,
fuerza hidráulica, 58, 324-325 fuerza de 480-483, 485 Goethe, Johann Wolfgang von,
trabajo (véase obreros) Fuggers, 189, 198, 251 Goldmann, Lucien, 408-409 golfo
245-247, 249, 263, 274, 283, 305, 482 (véase Pérsico, 462, 480 goma, 64
también comerciantes, casas comerciales) González de Cellorigo, Martín, 277 Gordon-
funcionarios (véase Estado, burocracia) Walker, P. C., 138, 217 gosti, 456 (véase
Furtado, Celso, 125, 131, 426, 474, 481 también comerciantes)
Goubert, Pierre, 372
Gould, J. D„ 177, 393 Grabowski, Thadée,
Gabor, Bethlen, 430 gaélico (véase celtas) 218 Gramsci, Antonio, 210 Gran Bretaña, 11,
Gales, 54, 164, 196, 258, 280-281, 323- 324, 123, 197, 272, 332, 370, 399, 498 (véase
331, 342, 355-356, 365, 371 Galia (romana), también Escocia; Gales; Inglaterra)
418 Galileo, 76 Galway, 365 Gran Contrato, 334 (véase también Inglaterra)
ganado, 33, 63, 74, 80, 88, 125, 129, 135, 141- Gran Muralla, 78
143, 150-155, 225, 265-269, 324, 351, 375, Gran Reconstrucción, 356 (véase también
455, 470 (véase también agricultura, industrias, construcción) Granada, 54
pastos; caballos; carne; muías; ovejas; Grandamy, René, 110 granjeros (véase
productos lácteos) de cuerna, 219 agricultores) grano (véase cereales) granos
ganancias, 33, 44, 51, 67, 85, 102, 104- 105, del paraíso (véase mala- gueta)
108-109, 113, 117, 131, 139,141, Gras, N. S. B., 323 grasa, 432 Gravelinas,
143, 151, 153, 157, 170-171, 173, 177- 291 Gray, H. L„ 326 Green, Jack P., 256
179, 190, 239, 266, 303, 308-309, 347, gremios, 174-175, 189, 296, 313-314, 324-
353, 384, 387, 399, 406, 411-412, 430, 325, 336, 379-380, 382, 457 (véase también
440-441, 463, 465-466, 472, 474-475, 477, obreros, organizaciones)
481, 498, 502 restricciones gremiales, 151, 325
Indice analítico 559
Grenville, Richard, 123 Gresham, sir Harrington, James, 343 Harrison, J. B„ 308,
Thomas, 262 griegos, 128, 468 Griffiths, 474, 485 Harriss, G. L., 330 Hartung, Fritz,
Gordon, 292 Groenlandia, 49 Grundsherr 46-47, 136, 187, 193, 203, 228
(véase señores) grupos de estatus, 8, 205, 494, Hauser, Henri, 94, 262, 282, 375, 378
498- 499 (véase también castas; grupos Hawkins, John, 266 Heaton, Herbert, 301,
étnicos) formación, 497 321 Hecksher, Eli F„ 256, 321, 328-329, 331,
solidaridades, 496 (véase también 462
nacionalismo) Heers, Jacques, 326, 328, 376 Helm, June,
grupos étnicos, 94, 122, 168, 206-207, 209 138
(véase también Estado, homo- geneización; Helleiner, Karl, 36, 49-51, 135, 165, 439
grupos de estatus) guanches, 124 Guatemala, hemisferio norte, 50 hemisferio occidental
140, 265, 267 Guayana, 483 (véase América)
guerra, 30, 35, 39-41, 66, 68, 72, 104, 108, 195, hemisferio oriental, 24, 63 Hexter, J. A., 334,
197-200, 202, 262, 278, 282, 301, 304, 310- 338-341, 344-348, 401 Hibbert, A. B., 29
312, 395, 400, 405, 413, 440, 457, 468, 472 Hideyoshi, Toyotomi, 465 hierro, 386 (véase
aspectos económicos de la, 31, 103, 127, también industrias, hierro)
187, 197-199, 277, 322, 414 (véase «hijos de los boyardos», 451 (véase también
también comercio, de guerra) nobleza, baja)
civil, 209 (véase también Francia, Fronda; Hilton, R. H„ 32-34, 59, 362-363, 431, 445
Inglaterra, guerra civil) Hinton, R. W. K„ 368, 391-394, 401 Hill,
religiosa, 209, 332, 406, 497 (véase Christopher, 215-216, 222, 228, 294, 330-
también Francia, guerras de religión) 331, 333, 335, 340, 342, 344, 347-348, 366,
suministros estratégicos, 400 (véase 401 hipocrás, 63 Hirsch, Walter, 42
también marina, suministros navales) hispanización (véase Estado, homo-
tácticas militares, 197, 399 (véase también geneización)
ejército) tecnología militar, 40-41, 75, 85-86, Hobsbawm, E. J., 313-314 Hohenstaufen,
189, 301 (véase también ejército) tecnología dinastía, 243 (véase también imperio, Sacro
naval, 87, 301, 461 (véase también marina) Imperio Romano Germánico)
guerra de las Gallinas, 453 guerra de las Hohenzollern, dinastía, 440 Holanda (si se
Rosas, 72 guerra de los campesinos refiere tan sólo a la provincia; en otro caso
(Alemania), 35, 198, 250 véase Países Bajos, norte de los), 255, 290-
guerra de los Cien Años, 30, 39, 72, 213, 259, 292, 299-300, 398 Holstein, 434
327, 418 (véase también guerra) homogeneización (de una sociedad nacional)
guerra de los Treinta Años, 46, 198, 252, (véase Estado, homogeneización)
314, 414, 440, 451, 457 (véase también Hondschoote, 321 Honjo, Eijiro, 484
guerra) guerrilla, 293 Hopkins, Sheila, 107, 110, 113-114, 167
Guicciardini, Francesco, 261 Guillén hornos, 177
Martínez, Fernando, 131, 139-140 horticultura (véase agricultura, horticultura)
Guillermo el Conquistador, 328 Guillermo de
Orange, 297 Guinea, golfo de, 62, 238 Guisa,
los, 379 (véase también Fran- ciat
gujaratis, 464
Gustavo Adolfo, rey de Suecia, 430, 433
Gutsherrschaft, 133, 438, 454 (véase también
fincas [capitalistas]) Gutswirtschaft, 439
(véase también señorío)
Guyena, 150, 326, 379, 416

Habakkuk, H, John, 198, 351-353, 363


Habsburgos (véase imperio, Habs- burgo)
haciendas (véase fincas)
Hainault, 174, 296 Hall, A. Rupert, 180-181
hambres (véase alimentos, escasez de)
Hamburgo, 233, 248, 262, 300, 482
Hamilton, Earl J., 98-100, 103, 107- 110,
114-117, 262 Hammarstróm, Jngrid, 99-100
Hansa, 27-28, 56, 61, 95, 135, 172, 208, 211,
259, 285, 299, 326, 390
Indice analítico 560
Hoskins, W. G., 356 Hoszowski, Stanislaw, (véase también Oriente) Indico, 76-79, 95,
134, 136, 429- 430, 455-456 Hudson, G. F., 308, 388, 426, 460- 461, 463-464, 467, 469,
78, 81 hugonotes, 278, 378-380, 417-418 479, 481 indios (si se refiere al hemisferio
(véase también calvinismo) humanismo, 220 occidental) (véase amerindios)
Hungría, 58, 132-133, 135-136, 209, 216, individualismo, 86-87, 93, 131, 217
219, 225, 241, 347, 425, 433-434 norte de Indochina, 484
(véase Eslovaquia) Hurstfield, J„ 223-224, Indonesia (archipiélago indonesio), 79, 484
332, 349, 378- 379 industriales, 169, 173-175, 177, 214, 226, 254,
321, 411, 498 (véase también burguesía;
industrias; manufacturas)
ideología, 8-9, 93, 120, 203-204, 207, 402, industrialismo (véase industrias)
409, 501 industrialización (véase industrias) industrias,
Iglesia (véase catolicismo [con referencia a 17, 35, 75, 103-104, 116-118, 120, 129, 138,
Rusia véase Iglesia ortodoxa rusa]) 143, 155, 157, 165, 166- 167, 172-176, 178,
Iglesia ortodoxa rusa, 220, 442, 444- 445 180, 212, 219, 226, 242, 259, 263, 271-272,
iglesias (templos), 272, 433 lie de France 281, 283-284, 286, 309-310, 312-316, 319-
(véase París) imperialismo (véase imperio, 321, 328, 332-333, 349-351, 369-370, 374-
imperialismo) imperio 375, 382, 388-389, 394-398, 406, 411-413,
británico (véase Gran Bretaña) carolingio, 415, 420-421, 432, 435, 440, 453-454, 456-
81-82, 208 de Oriente (véase Bizancio) 458 (véase también manufacturas) a domicilio
dentro de la economía-mundo, 47, 93, 358, (putting-ont, Verlags- system), 457 acero, 321
460, 468 economía imperial, 460 cerveza, 457
extensión políticamente excesiva, 253, 267 construcción, 63, 113, 115, 272, 356
fracaso del, 191, 233-316 Habsburgo, 103, (véase también madera)
212, 220, 233, 240- 242, 246-247, 249- construcción naval, 63, 104, 115, 175, 273,
252, 254-256, 258, 274-275, 278-280, 284, 301-302, 313, 320, 361, 399, 412
282-283, 288, 294, 320, 332, 367, 377, (véase también madera; marina;
386, 440, 443, 450, 496 transporte, marítimo) curtido, 104, 399
imperialismo, 233, 235, 241, 244, 252-253 (véase también cuero)
manqué, 47 de lujo, 114, 174-175, 234, 321, 412, 414
moscovita (véase Rusia) desindustrialización, 390, 396 distribución
-mundo, 21-24, 46, 52-53, 74, 81, 84- 88, geográfica de las, 320- 321
118-119, 180, 241-242, 245, 254, 260- domésticas, 381, 457 equipo y armas
261, 265, 373, 428, 434, 450, 490- 492, militares, 115, 228, 369 (véase también
497-499 armamentos; ejército; municiones) hierro,
otomano, 46, 81, 95, 220, 241, 276, 307, 399, 440, 458 (véase también hierro;
397, 410, 426-427, 450, 458- 459, 469 industrias, metalurgia)
(véase también Levante; turcos) madera, productos de la, 175, 369, 399
Sacro Imperio Romano Germánico, 26, maquinaria, 115
240-241, 243, 280 subimperialismo, 267 metalurgia, 144, 175, 321, 338, 369, 399
impuestos, 22, 31, 35, 39-45, 82, 116, 127, minería, 56-58, 120, 122, 125, 129,
142, 169, 187, 190-191, 193-194, 199, 209- 140, 144, 217, 245, 253-254, 265, 267,
211, 214, 224-225, 249, 257, 275, 314, 322, 269-271, 273, 275, 281, 286,305,
324, 327-328, 332-333, 355, 363, 375, 379, 320-321, 338, 369, 383, 458, 465,
394, 405-406, 408, 413416, 418-419, 430, 473, 476 (véase también oro; plata; sal)
438, 440-441, 445-447, 449, 453, 456, 500 rural, 113, 175, 314, 324-325, 457
(véase también Estado, base fiscal; Estado, seda, 271 (véase también seda) textil
finanzas) (paño), 38-39, 64, 144, 155,
arrendamiento de, 43, 82, 127, 194, 373, 174-175, 178, 212, 234, 249, 271, 312-
405, 413, 446 capitación, 473 diezmos, 142, 314, 320, 324-328, 352, 358, 389, 391-
381 en especie, 31 incas, 240, 478 398, 474 (véase también textiles) vidrio,
India, 12, 43, 56-57, 70, 77, 81-82, 300- 301, 175
307, 451, 460-462, 465-469, 472, 476, 480, infantería, 40, 189, 197 (véase también
485 (véase también comercio, índico; ejército)
Oriente) costa occidental de la, 462 Majarajás inflación (véase precios, subida de los)
o Grandes Mogoles, 81 Indias (América Inglaterra, 32-34, 36, 38, 41-42, 45-46, 49,
española) (véase América, española) 54, 56, 61, 64-66, 72-73, 103-104,
Indias Occidentales (véase Antillas) Indias 107- 111, 113-114, 116-117, 133-135,
Orientales, 426, 460, 474-475, 481, 483 141, 145-146, 149-150, 152-155, 157-159,
Indice analítico 561
161- 164, 166, 170, 174-175, 178-180, 183, Japón, 78-79, 84, 425, 465, 476, 484
199, 208, 211-212, 216, 219, 225, 234- 235, Jara, Alvaro, 125, 130, 132, 139-140,
239, 241-244, 247-248, 255, 257- 258, 261- 237, 240, 268, 476-477 Java, 76, 483
262, 265-266, 270-272, 274, 280-283, 285- Jeannin, Pierre, 105, 142, 157, 247,
286, 294, 297-299, 303-306, 308, 310, 312- 285, 300, 374, 386
313, 315, 319-374, 376- 382, 384-404, 406- jengibre, 471 (véase también especias)
407, 411-414, 419-421, 435, 445, 450-451, jesuítas (véase catolicismo, jesuítas)
457-458, 463, 474, 476, 479483, 495-496, Johnsen, Oscar Albert, 300 Jones, E.
498, 502 Consejo Privado, 330, 394 (véase L„ 118-119, 167 Jones, P. J., 310
también Estado, burocracia) jornaleros (sin especificar), 62, 72,
estatuto de artífices, 361 este, 108- 114, 116-117, 120-121, 125,
370 144, 179-181, 191, 209, 217, 357,
guerra civil, 334, 337, 343-344, 348, 362, 363, 381, 390, 495, 502 (véase
365-366, 397, 400-401, 421 norte (y también obreros)
nordeste), 156, 331 Parlamento, 334, 344- estacionales, 360,
345, 371, 394- 395, 401 (véase también 364 migratorios, 165
Parlamentos) ruralés, 59, 120, 130-131, 146, 152,
Parlamento Largo, 401 protectorado de 158- 166, 170, 175, 178-
Cromwell, 297 sur (y sudoeste), 110, 178, 179, 201, 222, 272, 275, 350, 356-
370 inmigración (véase migraciones) Innis, 359, 434 (véase también
Harold A., 272, 374, 400 intendants, 408-409 agricultores; campesinos;
Inter Coetera, 473 intereses (véase dinero, labradores; labriegos; trabajo,
tasas de interés) obligado)
intérlopes (véase comercio, intérlopes) urbanos (véase obreros)
internacionalismo, 261, 319 inversiones joyas, 58, 64
(véase capitalismo, inversiones) judíos, 128, 167, 207-214, 236, 273,
Irán (véase Persia) 277, 300, 482
Irlanda, 54, 123, 258, 294, 323-324, 331, expulsión de los, 68, 165, 208-211,
365, 371, 399 235, 273, 275
Isabel, reina de Inglaterra (era isa- belina), 46, portugueses, 273 (véase también
79, 123, 179, 228, 294, 306, 321, 328, 332, judíos, sefarditas; marranos)
337-338, 341-342, 345, 357, 359-361, 367- sefarditas, 300 (véase también
368, 371, 377, 388-392, 399, 406, 447 Islam, marranos)
28, 61-62, 69-71, 75, 79, 200, 220, 223, 275- Juan II, rey de Aragón, 234 Juan II,
276, 280, 428, 443, 464, 479 (véase también rey de Portugal, 460 juncos (véase
Mediterráneo, islámico; moriscos; moros) transporte, marítimo) Junkers, 128,
Islandia, 49, 400 islas de las especias, 239 133, 226, 438-439 (véase también
Italia (norte de), 23, 27, 34, 39, 52, 56-57, 63- agricultores, capitalistas; aristocracia;
66, 71, 95, 97, 112-113, 134, 139, 144, 146, señores)
148-151, 173-175, 178, 182, 195, 208-212,
216, 219-221, 225- 226, 233, 237, 239, 241-
Kazán, 428
248, 250-251, 253-254, 259, 261, 264-265,
Kellenbenz, Hermann, 387, 425, 481-
269, 273, 279, 305-316, 320-322, 326-327,
483
372- 373, 376, 390, 397-398, 408, 443, 455,
Kent, 156
480, 482, 496 (véase también Europa, áreas de
antiguo desarrollo; Florencia, Génova; Kerridge, Eric, 108 Keynes, J. M„
115-116, 398 Kiernan, V. G„ 47, 196-
Lombardía; Milán; Venecia) centro de, 112
198, 206, 222, 278
decadencia de, 308-316, 405 sur de, 54, 123,
Kiev, 456
201, 315 Iván III el Grande, zar de Rusia, 432,
444 King, Gregory, 357 Kingdon, Robert
M., 295, 361 Kirchheimer, Otto, 201
Iván IV el Terrible, zar de Rusia, 241, 444-
448, 450-452 Klein, Julius, 154, 164, 236, 271, 274-
Jack-Hinton, Colín, 77 jacobinos, 292 276
Jacobo I, rey de Inglaterra, 339, 345, Klima, A., 457
368, 399 Kluchevsky, V. 0„ 427, 442-443, 446,
jacqueries, 34, 380-381 (véase 451, 454
también campesinos, revueltas) kniazhata, 452 (véase también
jansenismo, 409, 418 (véase también aristocracia)
catolicismo) knights (véase caballeros, knights)
19
562 Immanuel Wallerstein
Kobata, A„ 465 269 lino, 284-285. 360, 432 Liorna, 310
Koenigsberger, H. G., 254-255, 277, Lisboa, 67, 69, 71, 105, 233, 246, 259, 285,
288-289, 292, 295-297, 307, 316, 379- 462, 464, 467, 475-476, 480-482 Lituania,
381, 414, 417 Kónigsberg, 218, 454 132, 173, 209, 448, 450 Livermore, H. V., 66,
koppelwirtschaft (véase agricultura, 461, 464 Livonia, 434, 454 guerra de, 446,
sistemas de rotación) kormlenie, 446 448-450 Locher, T. J. G., 14 Lockhart,
(véase también impuestos, James, 269 Lockwood, David, 42 Loira, 373
arrendamiento de) Kosminsky, E„ 32, Lombardía, 128, 182, 210, 242 Lonchay, H„
34, 38, 40, 96, 159 Kossman, E. H., 249, 291, 307 Londres, 156, 164, 291, 321,
60, 284, 287 Kovacevic, Desanka, 57 323, 328, 331, 335, 371, 421
Kula,. Witold, 142 López, R. S„ 56, 100, 242, 245, 316 Lorena,
kulaki, 354 (véase también 178
campesinos) Lowmianski, Henryk, 126
Kuznets, Simón, 229 Lübec.k, 304
Lubimenko, Inna, 447 Lublinskaya, A. D„
163 , 223 , 247 , 372, 385, 387, 405, 411-413,
Labrador, península de, 135 417, 452 luchas en el seno de la nobleza
labradores [husbandmen], 350, 356, (véase señores, luchas internas) Ludloff, R.,
359 (véase también agricultores, 264
yeomen; labriegos) labriegos Luis XI, rey de Francia, 41, 197, 257 Luis
[cottagers], 357-359, 390 (véase XII, rey de Francia, 193, 241 Luis XIII, rey
también jornaleros, rurales; de Francia, 193, 382, 405, 418
labradores) Luis XIV, rey de Francia, 68, 375, 404, 412
Laclau, Ernesto, 178-179 Lach, lujo, bienes de, 27-29, 56-59, 64, 103, 115,
Donald F., 463, 466, 468 Ladero 157, 211, 226, 267, 270, 274, 278, 426,
Quesada, Miguel Angel, 238 lana, 31, 431-432, 465, 469-470 (véase también
39, 64, 134, 152-153, 158, 172, 178, comercio, de lujo; industrias, de lujo)
212-213, 234, 249, 271, 311, 323- lumpenproletariado, 196, 296, 356, 364, 415
326, 347, 351-352, 355, 360, 390, Lusacia, 168
396- 398 luteranismo, 216-218, 220, 251, 264, 280, 385
Lancaster, casa de, 345 Lañe, Frederic (véase también cristianismo;
C„ 23, 64, 72, 170, 190, 198, 307, protestantismo)
314, 469, 472, 478, 480 Languedoc, Lutero, Martín (véase luteranismo) Lütge,
143, 150, 379, 419 (véase también Friedrich, 415, 439 Luttrell, Anthony, 61,
Francia, sur de) 124 Luzzatto, Gino, 244, 263, 331 Lvov, 453
Lapeyre, Henri, 275, 293 Lyashchenko, Peter I., 447-448 Lybyer, A.
Larraz, José, 235, 303 Laskowski, Otton, 197 H., 459, 480 Lyon, 182, 219, 233, 248, 259-
Laslett, Peter, 356-357 latifundios (véase 261, 373- 374, 378
fincas, latifundios) Lythe, S. G. E., 299, 323, 360, 375, 399
Latimer, Hugh, obispo de Worces- ter, 357
latinos, 61 (véase también Italia [norte de])
latón, 369 Macao, 465 , 485 Macurek, J., 457 Magzak,
Lattimore, Owen, 29-30, 85, 137, 350 leche Antoni, 438 Madeira, 62, 71, 122-123
(véase productos lácteos) Lefebvre, Henri, madera, 61, 63-64, 72, 104, 116, 119, 134,
37, 126 legitimidad (vease Estado, 255, 285, 301-302, 322, 339, 369, 390, 399-
legitimidad) 400, 455, 476 (véase también bosques,
lenguaje, 497-498 Lenin, V. I., 170 leña productos forestales; combustible; industrias,
(véase combustible) construcción; industrias, construcción naval;
Le Roy Ladurie, Emmanuel, 35-36, 49, 143, industrias, madera) hambre de, 64 (véase
316, 381, 408, 441 letras de cambio (véase también deforestación)
dinero, letras de cambio) Madrigal, 234
Levante (Mediterráneo) ( v é a s e Oriente maestrazgos, 274
Próximo) levellers, 297 Levenson, Joseph R., Magallanes, Fernando de, 259, 473
83 Levvis, Archibald R., 54, 68, 190 Lewis, magistrados (véase notables locales)
Bernard, 458 liberalismo, 191, 204, 346 magnates, 345, 437, 452 (véase también
Lieja, 116, 293, 321 Liga Católica, 380-381, aristocracia)
417-418 (véase también Francia, guerras de
religión)
Liga Hanseática (véase Hansa) Lima, 267,
Indice analítico 563
Magreb (véase Africa, norte de) Maidstone, médicos, 366 (véase también profesionales)
352 Mainz, 27 Medina del Campo, 273 Mediterráneo, 45-46,
maitres des requétes, 404, 409 Malabar, costa 55, 61, 73-74, 80, 115, 123-124, 182, 200,
de, 462, 464 Malaca, 462, 467-468 estrechos 208, 216, 221, 237, 239, 241, 253, 259, 275,
de, 462, 479, 483 Málaga, 168 285, 300, 307-308, 310-311, 315-316, 373,
malagueta, 63, 471 (véase también pimienta) 386, 391, 396-397, 408, 466, 470, 475 (véase
malaria, 309 también Africa, norte de; comercio,
Malowist, Marian, 55, 61, 66-67, 133- 134, mediterráneo; Europa, sur de; Oriente
141-142, 172-174, 209, 214, 226, 237-238, Próximo) cristiano, 94, 97, 141, 216, 237, 316,
255, 323-325, 372, 432, 434- 436, 440-441, 375 (véase también cristianismo) islámico, 71,
448, 452, 454-455, 458 Malta, 123 Mallorca, 73 (véase también Islam)
34 mamelucos, 459 Manchó, dinastía, 84 islas del, 59, 63, 122, 124, 470 occidental,
68, 311, 397 oriental, 62, 307, 311, 397,
Manchuria, 85
Mandrou, Robert, 411, 416-417 Manila, 267, 459, 479 (véase también Oriente
474, 476, 478 galeón de, 475-477 Próximo)
Meilink-Roelofsz, M. A., 78-79, 466- 468
Mankov, A. G., 429, 431, 449-450, 458
melazas, 172
Manning, Brian, 333, 392 mano de obra
Mendigos del Mar, 291 (véase también
(véase trabajo) manufacturas (bienes revolución, Países Bajos) menestrales (véase
manufacturados), 267, 269, 271, 313, 376, artesanos) mercaderes (véase comerciantes)
398, 400, 412, 431-432, 435, 453, 455, 475 mercados (véase comercio) mercados
manufacturas (industrias) (véase industrias) obligados [síapíes], 248, 302, 327
manumisión (véase siervos, liberación de los) (véase también comercio, puestos
Maquiavelo, Nicolás, 205 mar del Norte, 259, comerciales) mercanti di campagna,
285, 300, 310 mar Interior (véase 226 (véase también comerciantes)
Mediterráneo) mar Rojo, 24, 461, 480 mercantilismo (véase Estado,
Maravall, José A., 203-205, 235-236 mercantilismo)
maravedí, 238 (véase también dinero, mercenarios (véase ejército,
moneda de cuenta) mercenarios)
Marche, 416 mercurio, 122, 240, 267, 270, 475,
marfil, 479 477 Merchant Adventurers,
Margarido, Alfredo, 479 Margarita de Fellowship of, 326-327, 391 (véase
Austria, regente de los Países Bajos, 294 también compañías)
María I Estuardo, reina de Escocia, 294 Mesta, 143, 156, 234-236, 274, 276
era mariana, 378 María de Hungría, 249 (véase también ovejas) mestizos, 121,
marina, 64, 300, 395, 432, 461-462, 464, 466. 131, 139-140 mestnichestvo, 443, 452
468 (véase también guerra; industrias, metales, 284, 322, 458 (véase también
construcción naval) avituallamiento de la, cobre; hierro; industrias, metalurgia;
311 suministros navales, 301, 432 latón)
marina mercante (véase transporte, marítimo) artículos metálicos, 431-433, 435
marranos, 213, 275 (véase también judíos; metales preciosos, 55-58, 64-66, 97-
sefarditas) 103, 105-106, 140, 168, 211, 237-238,
Marrero, Manuela, 238 Marruecos, 240, 249, 259, 267, 273, 277, 279,
46, 67, 69 Marsella, 418, 475 282-285,
Marx, Karl, 106, 113, 150, 152, 164, 166-167, 303- 304, 306, 310, 328, 376, 384-
174-175, 178, 182, 236, 337, 350-351 386, 393-394, 398, 412, 430, 433,
marxismo, 178, 191, 297, 336-337, 340, 342, 464-466, 470, 474-476 (véase
346, 402 también dinero; oro; plata)
Masefield, G. B„ 61, 68, 123 massari, 201 atesoramiento, 31, 44, 102, 465,
(véase también agricultores, yeomen) 470 disminución del atesoramiento,
Mattingly, Garrett, 23, 241 Mauny, 102
R. A., 55 drenaje de, 57, 475 metalúrgicos,
Mauro, Frédéric, 119, 144, 170, 178, 321, 461 371 (véase también industrias,
Mavrodin, V. V., 431 Mazarino, Giulio, metalurgia) métayage (véase
cardenal, 404 McCracken, Eileen, 399 aparcería)
McGann, Thomas F., 68 Meca, estrechos de la Meuvret, Jean, 372, 413, 415 México,
(mar Rojo), 480 95, 124, 130, 253-254, 265, 267- 268,
Mecklemburgo, 168, 428, 434 465, 474, 477, 502 ciudad de México,
Medebach, 26 medicinas, 470 269 mezzadria (véase aparcería)
564 Immanuél Wallerstein
Middelburg, 284 Midlands, 156, 358 Mousnier, Roland, 4647, 86, 136, 187,
migraciones, 154, 165, 167-168, 267- 189, 193, 203, 224, 228, 256, 382,
268, 271, 278, 293, 359, 370-371, 402- 404, 406-407, 409-411, 414,
399, 427, 445 416-418 muías, 63 (véase también
Miguel, zar de Rusia, 451-452 Milán, ganado) mulatos, 121, 140
56, 226, 241, 243-244, 262, 308, 313, municiones, 228, 369, 432 (véase
315 Miller A. 446 también armamentos; ejército;
Miller! Edward, 45, 191, 211, 257, industrias, equipo y armas militares)
325 Münster, 110 Murray, John J., 371
Minchinton, W. E., 390 muselinas, 426 (véase también
minería (véase industrias, minería) textiles)
Mines Royal, 228 musulmanes (véase Islam)
Ming, dinastía, 78, 84-87, 465, 484 Myers, A. R„ 323-325
minorías, 207 (véase también Estado,
homogeneización) nacionalismo, 9, 86, 93, 204-206, 209,
Miranda, José, 129, 131 Minskimin, 220, 251, 264, 274, 280, 288, 292-
H. A., 56, 100-102, 104 mita (véase 294, 296, 299, 319, 443, 495 (véase
trabajo, obligado, trabajo asalariado también religión, nacionalismo
forzado) Moldavia, 132 religioso)
Molnar, Erik, 204, 219, 222, 224 naciones-Estado (véase Estado, na-
Mollat, Michel, 24, 70, 313, 428, 433 ciones-Estado)
Molucas, 479, 485 (véase también Nadal, Jordi, 96, 101, 107, 109, 262,
Indonesia) 267, 272, 276 Namier, sir Lewis, 294
monarca (monarquía) (véase Estado) Nanking, 78
monarquía absoluta (véase Estado, Nantes, edicto de, 260, 378 Napoleón,
absolutismo) 250 Nápoles, 241, 262, 311, 440
monasterios, 272, 309-310, 433, 438, naturalismo, 93 Needham, Joseph, 75-
444-445, 456 (véase también 76, 118 Nef, John U., 109-110, 116-
catolicismo; Iglesia ortodoxa rusa) 117, 178, 245, 320, 322, 369-370,
disolución (confiscación) de los, 154, .374, 380, 413 negros, 124, 139-140
226, 289, 333, 335, 340, 344, 354, (véase también Africa)
360, 439, 444 moneda (véase dinero) Nepal, 197 Néré, Jean, 182
acuñación, de, 65 (véase también Newcastle, 321, 369 tiobiles minores
Estado, finanzas; metales preciosos) (véase nobleza, baja) noblesse
mongoles, 24, 54, 78, 86, 136, 428 d'épée, 223, 415 (véase también
monocultivo, 60, 143 (véase también ünctopraf'ia i
agricultura) de robe, 82, 404, 409, 415, 420
Monomotapa, 425 (véase también (véase también Estado, burocracia)
Africa, oriental) territoriale (véase aristocracia)
monopolios (véase capitalismo, nobleza, 173, 225-227, 287, 335-336,
monopolios) monopsonio, 171 338, 340-345, 347, 356-357, 366, 368,
Montchrétien, A. de, 372 monzones, 410, 440-441; para la época medieval,
462 véase señores (véase también
Moore, Barrington, jr., 347-348 aristocracia)
Moravia, 133 (véase también checos) aburguesamiento de la, 407 alta
Morea, la, 123 (véase aristocracia) baja (por
moreras, 477 (véase también bosques) oposición a aristocracia), 201-202.
Morineau, Michel, 105 moriscos, 212 218-220, 224, 287-289, 343, 349, 373,
(véase también España; Islam; moros) 451452
expulsión de los, 68, 165, 275-278, hijos menores de la, 287, 340-341
372 menor (vease nobleza, baja)
Morison, Samuel Eliot, 473 moros, provincial, 378-379 terrateniente
54, 68, 212, 276 (véase también (véase aristocracia) Nogai, horda de,
España; Islam; Reconquista) blancos 431 Norfolk, 336
(véase Génova) expulsión de los, 235, Normandía, 54, 150, 208, 258, 374-
275 Mosa, 146 375, 379, 381, 416, 418419 North,
Moscovia (provincia o ducado de; en Douglass C., 32, 154, 158, 228- 229
otro caso véase Rusia), 427-428, 443 Northampton, 352 Northumberland,
448 156 Noruega, 155, 172, 299-301
Indice analítico 565
notables locales, 297, 381, 409, 419
(véase también agricultores,
capitalistas; burguesía; nobleza; pa-
triciado; señores)
notarios, 352 (véase también
profesionales)
Novgorod, 449, 454, 458 Nubia, 57
Nueva Escocia, 399 Nueva España
(véase México) Nueva Granada, 139
Nueva Inglaterra, 272, 400 nuevas
pañerías (véase textiles, nuevas
pañerías)
Nuevo Mundo (véase América)
Nuremberg, 246, 457

objetos preciosos (véase bienes de


lujo)
obreros, 32, 36, 62, 72-73, 107-114,
116- 117, 120-121, 125, 144, 152,
165-168, 177, 179-181, 191, 209,
217, 250, 262, 288, 296, 325, 336,
363, 379, 396, 399, 404, 412, 495,
402 (véase también jornaleros)
Occidente, 52, 75-76, 81-82, 84, 118,
206, 222, 225, 329, 426428, 465,
470- 471 (véase también Europa,
occidental)
Occitania, 45, 418419 (véase también
Francia, sur de)
Oeste (véase Occidente) officiers,
404405, 408410 Ohlin, Goran, 226
olivos, 143 Olkusz, 219
Ornan, sir Charles, 41, 197, 242, 293
opio, 475
oprichnina, 448450 (véase también
Iván IV)
orden (véase Estado, orden interno)
566 Imtnanuel Wallerstein
órdenes militares, 154, 189, 226, 274 Oriente, 382 cuenca de, 146 Pariset, Georges, 68
57-58, 74, 95 , 241, 285, 307, 428, 431, 448, Parlamentos (asambleas parlamentarias), 45,
460, 467, 469-471, 475- 476, 483 (véase 190-191, 439 miembros del Parlamento,
también China; India; Indias Orientales; 409410 Parma, duque de, 263 Parry, J. H„
Oriente Próximo) 125, 144, 246, 263, 265, 271, 301, 308, 310-
Oriente Lejano (véase Oriente) Oriente 311, 374, 398-400, 433, 482
Medio (véase Oriente Próximo) Parsons, Talcott, 180
Oriente Próximo, 27, 54, 56-57, 118, 124, 242, partos, 468 pasas, 110 pascu ^
245, 306-307, 310-311, 388, 448, 459-460, 431
475476, 479 (véase también comercio, patricíado, 29, 120, 197, 219, 297, 410, 456
levantino; imperio, otomano; (véase también burguesía; ciudades)
Mediterráneo, oriental; Oriente) patrimonialismo, 42, 81-82, 84, 128, 162, 436,
Ormuz, 462 445 (véase también Estado, burocracia)
oro, 55-58, 64-65, 72, 98-103, 106-108, 132, patío di ricorsa, 311 (véase también dinero,
181, 211, 237-240, 255, 259, 267, 281, 283, crédito)
308, 372, 384-386, 398, 426, 460, 464-466,
Paulet, Charles, 408 paulette, 408-409
469, 470, 477 (véase también metales
pauperización, 359, 381 Pedro el Grande, zar
preciosos)
Ortega y Gasset, José, 236 Ortel, de Rusia, 432, 451
249 Pekín, 78
Ots Capdequi, J. M., 129, 131 ovejas, 150, Peninos, 324
152-156, 158-159, 234, 266, 271, 351-352, península Ibérica, 64, 66-68, 70-71, 94, 134, 165,
357, 397, 431 (véase también agricultura, 172, 213, 235-236, 239, 255, 259, 276, 303,
pastos; ganado; Mesta) 328, 460, 473, 478, 482- 483, 485 (véase
también España; Portugal)
Pablo IV, papa, 291 Penjab, 197 Penrose,
Pacífico, 456 Boies, 76
Pach, Zs. P„ 133, 135-136 , 225 , 347 Pagés, peonaje por deudas, 269 internacional, 172-
G., 194, 403, 406, 410 Países Bajos, 61, 97, 173 Percy, familia, Earls de Northum-
104, 135, 174, 182, 241, 244, 247, 249, 253- berland, 365 Pérez, Antonio, 241 periferia,
256, 260- 261, 263, 281-292, 295, 298-299, 80, 84, 89, 97, 113, 117, 119, 135, 140, 142-
304, 306, 308, 310, 325-327, 374-376, 379, 144, 150, 157, 164, 168,
474, 496 179, 181-182, 205, 207, 209, 216,220-
austríacos (véase Países Bajos, sur de los) 221, 229, 264, 279, 313, 382, 385, 426,
católicos (véase Países Bajos, sur de los) 432-433, 435-436, 440-441, 445, 475,
españoles (véase Países Bajos, sur de los) 478, 484-485, 492-493, 496-497, 499
norte de los, 46, 50, 64, 104, 113, 116-117, (véase también economía-mundo) Perroy,
128, 134-135, 152, 155-156, 173-174, 178, Edouard, 30-33, 46, 57-58, 163, 192
217, 221, 256, 263, 270-271, 273 , 284-287, Persia, 22, 425, 431, 451, 461, 464 Perú, 95,
290-305 , 308, 311-315, 320-321, 323, 325, 124-125,130, 253-254, 265,
335, 343, 351, 365, 370, 372-373, 376-377, 267, 269, 277, 307, 465 pesca, 50, 135,
384- 394, 398, 407, 412-414, 417, 451, 457, 272, 284, 301, 400, 460 flotas pesqueras, 374
463, 467, 474, 479-484, 495 Estados pescadores, 172, 272 pesquerías, 400, 475
Generales, 290, 296 revolución de los (véase pescado, 61-62, 374, 400, 470 (véase también
revolución, Países Bajos) alimentos) viveros, 458 Pesez, Jean-Marie,
sur de los, 116, 178, 214, 256, 282, 287, 35 peste negra, 49-51, 56, 209 Petráñ, Josef,
291, 293, 303, 320 países nórdicos (véase 105, 434 Petras, James, 67 Petrogrado, 292
Escandina- via) Phelps-Brown, E. H., 107, 110, 113- 114, 167
palacios, 272, 433 Piamonte, 315 Piacenza, 248 Picardía, 196
Palatinado, 293 Palestina, piedras preciosas, 460, 465 pieles, 104, 134,
219, 285, 390, 432-433, 435
54
Pierce, T. Jones, 356 Pike, Ruth, 212, 245
palo de Brasil (véase tintes, palo de Brasil)
pillaje, 30, 85, 108, 143, 198, 303, 306, 398,
Palos de Moguer, 239 pan, 62-63 (véase 412, 466, 472, 474, 478, 482 pimienta, 63,
también cereales) Pannikar, K. M., 70, 468 387, 460, 463-465, 468, 470-473, 475, 480-
pañeros, 221, 250, 371 paño (véase textiles) 482 (véase también especias; malagueta)
papado (véase catolicismo, papado) papel piratería, 78-79, 200, 300, 311, 392, 398, 472
(véase industrias, madera, productos de la) (véase también bandidos; comercio,
París, 38, 168, 258, 295, 372-373, 379- 380, intérlopes)
Indice analítico 567
Pirenne, Henri, 58-59, 176, 244, 343 485
Pirineos, 200, 273, 278 Pisa, 70, 410 Postan, M. M„ 25, 32, 39-40, 66, 102,
pistolas, 40 (véase también armamentos) 104, 157, 159, 213, 227, 242, 322-327
plagas (véase epidemias; peste negra) Posthumus, N. W., 97 potasio, 219
plantaciones (véase fincas) Potosí, 476 Potter, G. R„ 285 Pounds,
plata, 33, 44, 55, 57-58, 64-65, 72, 97- 103, Norman J. G., 50 Power, Eileen E.,
106-108, 181, 211, 217, 219, 338, 240, 245, 323-327 Praga, 369 N
255, 259, 265, 270-271, 275, 277, 281, 283, Prawer, Joshua, 126 prebendalismo,
303, 306-308, 384-386, 398, 426, 433, 437, 81-84, 88, 444, 446 precios, 32-35,
464-466, 474, 476, 477, 483 (véase también 113, 466 descenso de los, 31-32, 37,
metales preciosos) 102, 276, 323, 383
amalgama, 122, 240, 270 revolución de los precios (véase
plebeyos precios, subida de los) subida de
(miembros de la plebe), 296, 407, 416 los, 30-31, 37, 42, 94-112,
(véase también burguesía, pequeña; 114- 118, 147-148, 181-182, 202,
lumpenproletariado; obreros)
(por oposición a nobles o señores), 257, 404
217, 253, 270, 274, 281, 289, 309,
plusproducto (véase excedente) plustrabajo,
314, 342, 362-363, 373, 375, 383,
166 (véase también excedente; plusvalor) 386, 418, 427, 430-431, 439, 449
plusvalor, 150, 170, 351 (véase también Preste, Juan, 460 Prestwick, Minna,
excedente; plustrabajo) Plymouth, 306 411 preussische Schlagwirtschaft
PNB (véase Estado, producto nacional bruto)-'
(véase agricultura, sistemas de
población, 87 rotación) primogenitura (véase
crecimiento de la, 30, 34, 42, 48, 51-52, 60, tenencia, pri- mogenitura)
68, 74, 80, 95, 138, 142- 144, 146, 151, principe, el (si se refiere a un jefe de
165, 167, 175, 181, 196, 201-202, 278, Estado, véase Estado; si se refiere a un
281, 308, 322, 370- 372, 427 príncipe dentro de un reino, véase
densidad de la, 30, 36, 38-39, 141, 146, aristocracia) productividad, 31, 33, 50,
154, 158, 280-281 disminución de la, 30, 53, 60, 74, 104, 118, 126, 142, 144,
35-41, 44, 49, 51-52, 95, 124-125, 141- 147 149, 166- 167, 228, 353, 385, 472
142, 145- 146, 151-152, 159, 252, 268, productos básicos, 59-61, 72, 157, 269
278, 323, 362, 386-387, 477 (véase también agricultura, capitalista)
sobrepoblación, 30, 48, 68, 81, 267, 278, productos lácteos, 153-155, 434
281, 371-372 profesionales, 348, 366 (véase
pobres, 168, 189, 198, 200-201, 288, 295, también abogados; notarios;
348, 362, 371, 391, 400-401 (véase también escribanos)
clases, bajas) leyes de pobres, 361, 364, 371, proletariado (véase jornaleros;
389 Pocock, J. G. A., 401-402 Poitou, 419 obreros)
Polanyi, Karl, 362 proteccionismo (véase Estado,
policía (véase Estado, orden interno) mercantilismo)
Polonia, 28, 38, 95, 114, 132-136, 141- 142, proteínas (véase alimentos, proteínas)
146, 155, 173, 179, 182, 208-209, 212, 216, protestantismo, 68, 214-221, 226, 251,
218-220, 255, 294, 311, 326, 351, 377, 384, 263, 272, 275, 290, 292-294, 297,
425-434, 437-441, 445, 447, 450-451, 453- 300, 331, 335, 372, 377, 380, 438,
458, 499, 502 dietas locales, 437 Estatuto del 498 (véase también cristianismo)
rey Alejandro, 438 Sejm [Dieta], 218, 437, Provenza, 45, 144, 150, 379, 419
453, 455 (véase también Parlamentos) (véase también Francia, sur de)
pólvora (véase municiones) Provincias Unidas (véase Países Bajos,
Pomerania, 434 norte de los)
pomestie t,vease fincas, pomestié) Prusia, 98, 155, 326, 427, 438, 454
porcelana, 460, 465, 476 Porshnev, (véase también Alemania, Elba,
Boris, 149-150, 222, 402-404 406- región al este del) oriental, 311
407, 409, 411, 414-419, 430431, 450 pueblos deshabitados (véase Wüs-
Portal, Roger, 428 Portugal, 54-55, tungeri)
58, 6063, 6067, 69- 74, 77, 79, 83, 85, Pulían, Brian, 112, 309, 312
95, 118, 125, 130, 134, 171-172, 213, putting-out (véase industrias, a
233, 237-239, 245, 247, 266, 273, domicilio)
279-281, 285, 307-308, 387, 425, 459-
568 Immanuel Wallerstein
queso (véase productos lácteos) reserva señorial [demesne] (refiriéndose a su
explotación feudal véase señorío [manor~¡;
refiriéndose a su explotación capitalista véase
Radolfzell, 26 Ragusa, 64, 311 fincas [capitalistas]) restauración, 420 Revah,
Raleigh, Walter, 123 Ramsey, Peter, I. S., 213 Reval, 172 revolución, 11
153, 324, 358 Randles, W. G. L., 76 burguesa (véase revolución, social)
Rau, Virginia, 71, 480 reacción
señorial (véase señores, reacción francesa, 11, 83, 197, 292, 381, 496
señorial) inglesa (véase Inglaterra, guerra civil)
Recife, 474 movimientos (partidos) revolucionarios,
Reconquista, 66-67, 235, 239, 443 291, 294-296, 380, 417, 497 nacional, 286,
(véase también cristianismo, evangeli- 417 Países Bajos, 256, 263, 286-300, 305
zación; España; moros) Reddaway, puritana (véase Inglaterra, guerra civil) rusa, 11
W. F„ 219, 439 Reddaway, familia, semirrevolución, 407 social, 67, 286-287,
357 Redlich, Fritz, 108, 169, 198-199, 295-298 revolución administrativa (de
226 reexportaciones (véase comercio, Enrique VIII Tudor) (véase Estado,
reexportaciones) burocracia, revolución administrativa)
Reforma, 100, 201, 214, 216-218, 221, revolución industrial, 171, 281, 389, 469, 484
250, 335, 340, 417, 438-439, 444, «primera», 144, 321-322, 328, 369, 389
454, 497 (véase también (véase también Inglaterra) rey, el (véase
catolicismo, Contrarreforma) Estado)
partido reformado, 292 (véase Reyes Católicos (Isabel y Fernando), 41, 234,
también calvinismo; revolución, 236, 274 reyezuelos, 454 (véase también
Países Bajos) aristocracia)
Reglá, Joan, 212, 276-278 regresión Reynolds, Robert L., 175, 304, 435 Rich, E.
económica (véase comercio, E., 36, 61-62, 68, 144, 181, 211, 213, 242,
recesiones) 266, 285, 307, 391, 398, 462
Reichenau, 27 Richelieu, Armand Jean du Plessis, cardenal,
382, 415
religión, 68, 94, 292-295, 373, 380, 401,
riesgos, minimización (distribución) de los,
417418, 497-498 (véase también 148, 302 Riga, 172-173
cristianismo; judíos; Islam) conversiones Rin, 146, 326 (véase también Renania)
forzadas, 213 entusiasmo religioso, 69 (véaserío de la Perla, 78 Robertson, H. M., 382,
también cristianismo, evangeli- zación; 387, 470 Robinson, W. C„ 101-102, 104
Cruzadas) nacionalismo religioso, 220 roble, 63-64 (véase también madera) corteza
polarización religiosa, 293 teología, 214-215de, 219 Rodas, 123
tolerancia (intolerancia) religiosa, 208- Rodenwaldt, Emst, 49 Roma, ciudad de, 110,
210, 275-277, 290, 300, 378 uniformidad 153, 202, 226 (véase también Italia, centro
religiosa (véase Estado, homogeneización) de) derecho romano, 205 Iglesia de (véase
Renacimiento, 76, 101, 116, 171, 179, 195, catolicismo, papado)
220, 243, 264, 366, 368 (véase también imperio romano, 22-25, 33, 88, 118, 122,
Contrarrenacimiento) Renania, 264, 374 179-180
Renouard, Yves, 45 rentas, 31, 33, 51, 108, república romana, 218 Romano, Ruggiero,
113, 125, 132- 133, 150, 152, 161-162, 166, 61, 106, 241, 308, 310, 313, 385, 387-388
176, 187, 219, 333-334, 339, 350, 354, 375, ron, 61
381, 387, 419, 440 (véase también Roorda, D. J„ 287, 297 Rosenberg,
feudalismo, cargas feudales) aumento de las, Hans, 133, 226, 440
347, 358 en especie (véase feudalismo, Roth, Cecil, 210
roturiers (véase plebeyos [por oposición a
cargas feudales, rentas en especie) fijas, 33,
37, 44, 142, 145, 148, 152, 161, 164, 373 nobles o señores]) Rowse, A. L., 123, 365,
lucha por las rentas, 59 (véase también 377 Rúan, 248, 419 Ruddock, Alwyn A., 326
clases, lucha de clases) monetarias, 38, 152,ruedas hidráulicas, 177 Ruiz Almansa, Javier,
154, 159-161, 164, 170 (véase también 212 Rusche, Georg, 201 Rusia, 24, 28, 54,
59, 95, 124, 132, 208, 220, 241, 301, 354,
agricultores, arrendatarios) de protección, 23,
126, 190 renta capitalista de la tierra, 150,388, 391, 425-458
350
rentistas, 30, 104, 133, 161, 209, 227, 415 Saboya, duque de, 378 Sacro Imperio
(véase también señores; terratenientes) Romano Germánico (véase imperio, Sacro
variables, 363 Imperio Romano Germánico)
Indice analítico 569
Saintonge, 150 Sajonia, 58, 434 Serrahima, Enric, 278 Serráo, Joel, 60, 62
sal, 134, 321, 375, 432, 456, 458, 470, 483 Servia, 57 Servoise, R., 79 sesmo, 132
salarios, 34-37, 56, 110-113, 152, 164, 166, Sevilla, 64, 96, 233, 240, 245, 248, 252, 259,
314, 357-358, 363, 412 descenso de los, 164, 273, 282, 305, 307, 475-476, 478 (véase
166, 381, 396 (véase también salarios, retraso también Andalucía; España)
de los) en especie, 109, 361 fijación de los, 111 Shneidman, J. Lee, 210 Siberia, 428, 435,
fijos, 148 448, 456
monetarios, 109, 140 retraso de los, 107- Sicilia, 54, 62, 123, 210, 241, 254, 262,
117, 177, 181, 201 311, 315-316
subida de los, 28, 31, 36-37 salinas, 177 Siemenski, J., 439
salitre, 228, 369 Salmón, J. H. M., 411, 415 siervos, 28, 34, 37, 160, 166, 179, 358- 359,
salteadores de caminos (véase bandidos) 430, 433
Samsonowicz, Henryk, 98 San Agustín, 215 liberación de los, 152, 161-162, 359 (véase
San Quintín, 291, 378-379 Sansom, George también feudalismo, cargas feudales,
B., 79, 461, 464 Santo Tomé, 172 Santos, conmutación de las)
474 segunda servidumbre (véase trabajo,
Sao Jorge da Mina, 238 Sassetti, Filippo, 480 obligado, en cultivos para el mercado)
Savine, Alexander, 358 Sayous, André E., semisiervos (véase aparcería)
302 Scott, W. R„ 282 Schóffer, I., 292 Silesia, 132, 427, 434 Simpson, Leslie
Scholliers, E., 105 Boyd, 124 Siria, 54, 62, 310
Schumpeter, Joseph A., 103-104, 187- 189, sistema mundial (moderno), 12-14, 16-17, 21,
223, 436 Schurz, Walter L., 267 sebo, 153, 25, 94, 144, 163, 182, 188, 204-205, 213,
267, 390 seda (cruda), 129, 254, 465-466, 229, 257, 279, 286-287, 298-299, 369, 426,
476- 477 (véase también textiles, seda) Sée, 446, 484, 489-495, 497, 499-501
Henri, 170 sistema social, 12, 17-18, 21 Skeel, Caroline,
Segismundo I, rey de Polonia, 438 seguros 324 Slicher van Bath, B. H., 25-26, 30, 32,
marítimos, 302 (véase también transporte 35, 49-50, 60, 63, 96, 105, 110, 135, 152, 155
marítimo) Sluiter, Engel, 483 Smit, J. W„ 256, 263,
Sejm (véase Polonia, Sejm) 287-289, 295-298 Smith, Adam, 396 Smith,
Sella, Domenico, 112, 244, 312-313, 320- R. E. F., 431, 445-446, 448 Smith, Robert S.,
321, 414 140 Smolar, Frank J., jr., 285 socialismo,
semiperiferia, 89, 114, 117, 141, 144, 150, 180, 491, 494 sociedad nacional, 12, 47, 329,
152, 164, 201, 209, 213, 221, 229, 252, 270, 502 soldados rasos, 357, 438 Soldevila,
279, 315, 407, 445, 492-493, 497 (véase Ferrán, 255 Solimán el Magnífico, 241 Solt,
también economía- mundo) Leo F., 295 Sombart, Werner, 300 Spooner,
semiproletariado (véase jornaleros; obreros) Frank C., 62, 98, 107, 165, 167, 181-182,
Sender, Clemens, 246 Senegal, 56 281-283, 300, 305-306,
señores, 26, 28, 31, 34-35 , 37-45, 51-52, 66-68, 312, 335, 372, 383-384, 386, 429, 440
71-73, 108, 115-116, 120, 126- 127, 131-133, squires, 341, 344, 439
135, 142, 144-150, 156- 157, 159-166, 168- Staatsvolk, 206
170, 173, 176, 190, 196, 199-202, 207-208, Stahl, Henri H„ 128-129 Stein, Stanley J. y
210, 214, 221- 228, 235, 257, 264, 276, 278, Bárbara H., 255, 268-269, 474 Stephens, W.
283, 287- 290, 296, 298, 322, 335-336, 339- B., 395 Stoianovich, Traían, 138 Stone,
341, 345, 347, 349, 353-354, 360, 367, 373, Lawrence, 226, 279, 286, 328,
378-381, 402, 408-411, 415, 420-421, 429- 335, 337-340, 345-349, 356, 366-368,
431, 433-434, 436-442, 447-449, 454- 457, 371, 390-392, 401-402 Strauss,
472, 496, 500 (véase también aristocracia; Gerald, 246, 264 Strayer, Joseph,
189, 258, 328 Streider, Jacob, 245
terratenientes) ingresos señoriales, caída de
Stroganov, 435, 456
los, 33, 37, 51, 66-69, 72, 190, 194, 201, 222, Sudáfrica, 215 Sudán, 55, 57-
288-289, 337 58, 237-239 sudetes, 49
luchas internas, 34, 52, 72-73, 190, 234, Suecia, 66, 116, 216, 220, 225, 320-321, 386,
417 429-430, 440-441, 450-451 suelo,
reacción señorial, 133, 153, 163, 200, 388, condiciones del, 36, 47, 53, 62, 104, 113,
404, 407, 420, 427, 442 rentas feudales 124, 149, 308, 370 Suiza, 35, 196-198, 216,
(véase feudalismo, cargas feudales) 320 Sumatra, 465
señoríos [manors], 28, 37-38, 40, 81- 82, Sund, 255, 283, 374 (véase también Báltico)
145-152, 159, 161-162, 164, 170, 323, 336, Supple, Barry, 313, 331, 389, 391-397 Swart,
338, 359, 363, 439 votchini, 444, 448, 452
570 Immanuel Wallerstein
K. W„ 193, 268, 408 Sweezy, Paul, 28, 58- 345, 354-360 Thomas, Robert Paul, 32, 154,
59, 156-157 Szeftel, Marc, 443 szlachta 158, 228-229
(véase gentry) Thomas, William L., jr., 64 Thompson, F. M.
L., 349 Thorner, Daniel, 25 Thrupp, Sylvia,
tabaco, 141, 469 113, 149 Tierra Firme, 95 (véase también
Tajo, 285 Colombia)
Takahashi, H. K„ 147, 159, 181, 222 tierra/trabajo, relación, 95, 146, 150, 158
talasocracia, 469 (véase también marina) Tilly, Charles, 105, 199, 207
Tapié, Victor-L., 417 Tariks es-Soudan, 238 timón, 76 tintes, 60, 64, 271
tártaros, 78, 136, 443 Taube, Edward, 371 palo de Brasil, 474 (véase también
Tawney, R. H„ 227, 251, 261, 281, 335-337, madera)
339-340, 342-347, 358, 364, 366-368, 401, Tokugawa, shogunado, 484
502 Toledo, 234 Topolski, Jerzy, 430
Taylor, A. J. P„ 251-252, 264-265, 440 Toscana, 46, 174, 320 Toulouse,
Taylor, K. W„ 370 Tazbir, Janusz, 219-220, 172
437, 453 té, 465 Tournon, Frangois de, cardenal, 378
Teall, Elizabeth S., 415 teca, 476 (véase Toynbee, Arnold J., 75 trabajadores
también madera) tejedores, 325 (véase asalariados (véase jornaleros; obreros) trabajo
también pañeros) asalariado (véase jornaleros; obreros)
tejidos (véase textiles) telas (véase textiles) división europea o internacional del, 89,
tenanciefs ( v é a s e agricultores, 93-183, 196, 221, 229, 284, 391, 411, 426,
arrendatarios) 434, 469, 491, 499, 501-502 (véase
tenencia, sistemas de, 257, 350-353, 356 también capitalismo; economía-mundo)
(véase t a m b i é n fincas; Gutsherrschaft; división nacional del, 399, 498 (véa se
Gutswirtschaft; señoríos, votchini) alodial, también capitalismo) escasez de mano de
149, 155, 163, 342, 351, 444 enfiteusjs obra, 37, 191, 418
[copyhold], 154, 162, 271, 353 fuerza de (véase jornaleros; obreros)
libre (véase tenencia, alodial) a jolop (véase trabajo, obligado, en cultivos
perpetuidad, 149, 161, 418 a plazo, 352, para el mercado) libre (véase jornaleros;
418 primogenitura, 356 servil, 352 (véase obreros) modos de control del, 53, 117,
también feudalismo, feudos) 121, 126, 128, 139, 141, 144, 164, 179,
por tiempo limitado (véase tenencia, a 229 (véase también agricultores,
plazo) vitalicia, 352, 444 Teodoro, zar de arrendatarios; aparcería; esclavitud;
Rusia, 451 teología (véase religión, teología) jornaleros; trabajo, obligado)
Tercer Mundo, 11, 321 Terraferma, 309, 410 obligado, 141, 145, 158, 179 (véase
(véase también Venecia) también esclavitud) en cultivos para el
Terranova, 272, 400, 462 terratenientes, 26, mercado, 114, 120-121, 125-130, 132-133,
82-83, 87, 108, 115- 116, 131, 133, 139, 150- 136, 139, 141, 144, 146-148, 150, 156, 161,
151, 163-164, 173, 176, 221, 333, 339- 178-179, 181-182, 362, 410, 426, 429-430,
344,347, 349- 351, 353, 362, 366, 427, 430- 433, 442-443, 448-449, 453, 494 (véase
431, 442, 454, 501 (véase también también agricultores, capitalistas;
agricultores, capitalistas; gentry, señores) agricultura, capitalista; fincas) trabajo
terratenientes (feudales) (véase señores) asalariado forzado, 130, 433
tesoro (véase metales preciosos) textiles, 64, servil (véase siervos)
72, 140, 153, 211, 226, 247, 259, 304, 313- tradición, 137, 501
314, 322-328, 336, 386, 393-397, 431, 457- tramperos, 172 transporte,
458, 475 (véase también industrias, textil) 104
algodón, 431 costos de, 27, 105, 119, 125, 167, 240, 270,
antiguas pañerías, 392, 396-397 baratos 301, 304, 310-311, 327-328, 375-376,
(calidad media o baja), 134, 175, 314, 324- 393, 477
325, 396-397, 458 estambres, 324, 396-397 marítimo, 27, 64, 67, 77-78, 105, 134, 140,
lana, 178, 358, 396-397, 458, 474 lino, 458 171, 239-240, 283-286, 299-302,
de lujo (calidad superior), 134, 314, 396- 304- 308, 311-312, 314, 328-329, 331,
397, 435, 457-458 nuevas pañerías, 396 seda, 370, 373, 375-377, 394, 457, 461-463,
27, 30, 59, 64, 134, 414, 426, 460, 465, 476-
477, 484 (véase también industrias, seda)
semimanufacturados, 391 (véase también
industrias, textil) Thiriet, Freddy, 134 Thirsk,
Joan, 108, 155-156, 174-175, 199, 334, 339,
Indice analítico 571
465-467, 475-477, 482-484 (véase Valaquia, 132, 135 Valencia, 107, 110, 275,
también fluyt; industrias, construcción 277 Válka, Josef, 433-434 Valois,
naval) monarquía, 242, 260, 279, 332, 367, 377, 496
terrestre, 63, 104, 235-236, 311, 373, 375- (véase también Francia)
377 Van der Molen, Pieter, 250 Van der Sprenkel,
tregua de Dios (véase catolicismo, tregua de Otto B., 78, 81 Van der Wee, Hermán, 112,
Dios) 247-248, 250, 262-263
tregua de los Doce Años, 291, 300, 483 (véase Van Dillen, J. G., 284, 311, 323 Van
también revolución, Países Bajos) Hembyze, Jan, 296-297 Van Houtte, J. A.,
tregua de 1609 (véase tregua de los Doce 61, 247, 263 Van Leur, J. C., 467 vascos, 64,
Años) 197 Veblen, Thorstein, 332 velas, 284
Trevor-Roper, H. R„ 216, 293, 329, 338-340, Venecia, 22, 46, 56, 70, 73, 98, 112, 114,
344-347, 366, 368-369, 379, 401, 463464, 117, 124, 128, 134, 220, 244-245, 248, 254,
484 259, 261, 305-316, 410, 460, 472-473, 457,
tribus, 137, 490 479-482 venta de cargos (véase Estado,
tributos, 22-23, 30, 53, 76-77, 85, 129- 131, burocracia, venta de cargos) Verlagssystem
211 (véase industrias, a domicilio)
trigo, 60, 62, 88, 109-110, 134, 139, 141, 150, Verlinden, Charles, 70-71, 103, 112, 121,
153, 158, 161, 219, 225, 254, 308, 310-311, 124, 250, 263, 266 Vernadsky, George, 126,
322, 347, 375, 427, 429431, 435, 441, 457 427-428, 446, 450, 452
(véase también cereales) Vervins, tratado de, 260, 398 Vicens Vives,
trincheras, 41 Jaime, 95, 114, 134, 141- 142, 145, 211, 234,
íschiftliks, 426 (véase también fincas) 263, 271-273, 275 Viena, 69, 85, 110
Tudor, monarquía, 64, 177, 199, 323- 324, Vijayanagar, 464
329, 333, 337-338, 344-346, 357- 358, Vilar, Pierre, 109, 113, 177, 206, 235- - 237,
360-362, 367-368, 370-371, 389- 392, 401, 273, 276-277, 288 Villari, Rosario, 201-202,
495 315, 440 vino, 49, 60, 103, 110, 134, 150,
Túnez, 475 153, 225, 272, 284, 311, 375, 393 viñas, 269
turcos, 57, 69, 84, 136, 242, 280, 310- 311, Virginia, 123, 483 Vístula, 430, 433, 455
459, 469, 480 Vítale, Luis, 67, 128, 131, 235, 274
Turquía (véase imperio, otomano) viticultura (véase vino) vitriolo verde, 369
Tyminiecki, Kazimierz, 168 Vivanti, Corrado, 405, 407, 410 Vizcaya, 374
Volga, 428
votchina (véase señoríos, votchini)
Ucrania, 428 Udovitch, Abraham,
56 Ulm, 378
Ullman, Joan Connelly, 275
Uminski, J, 220 universidad, 189,
218 Urales, 458
urbanización (centros urbanos) (véase
ciudades)
Utrecht, Unión de (véase Países Bajos, norte
de los)
Utterstróm, Gustaf, 4849 uzbekos
(janatos), 431

wako, piratas, 78-79, 84, 464, 484 Wang


Vaccari, Pietro, 128 vagabundos, 165-167, Chin, 77 Wang Yang-ming, 86-87
196, 201, 281, 357, 359-360, 362, 364 Warriner, Doreen, 136-137
572 Immanuel Wallerstein
Waterford, 365
Waterloo, 293
Watson, Andrew M., 55-56 Webb, Walter
Prescott, 108, 398 Weber, Max, 43, 81-85,
126, 141, 160, 180, 214-215, 218-219, 465
Weikman, Georg, 378 Welser, 482 (véase
también comerciantes, casas comerciales)
Weltanschauung, 8, 78 Wernham, R. B„ 224,
280-281, 307- 308, 332, 374, 379
Westmoreland, 156 Westphalia, paz de, 440
whigs (interpretación whig de la historia),
401-402 White, Lynn, jr., 74-75 Wilson, C.
H., 36, 61-62, 144, 181, 221, 244, 285, 398
Wilson, Thomas, 261 Willan, T. S„ 432, 435
Willetts, William, 77-78 Williams, Eric, 122
Williams, Penry, 330 Wittenberg, 218
Wittman, T., 296-297 Wolf, Eric, 81, 122,
128, 266, 353
Wolfe, Martin, 195 Woolf, S. J., 118-119,
167, 309 Wright, L. P., 226 Wüstungen, 35-
36, 38, 51, 54, 145, 359 (véase también
agricultura, reducción de las áreas cultivadas)
xiquilite, 140

Yangtsé, 78
yeomen (véase agricultores, yeomen)
York, casa de, 345
Yorkshire, 175
Yoshimitsu, 79
Youings, Jovce, 354
Ypres, 458
Yuan, dinastía, 86

Zagorin, Pérez, 349, 400 Zangmeister,


hermanos, 378 Zavala, Silvio, 130 Zeitlin,
Maurice, 67 Zelanda, 290-292, 300, 398
Zeller, Gastón, 369, 412 Zollschan, George
K., 42
rí#cKo
í^j
\*SXtcO J

impreso en encuademación domínguez


5 de febrero, lote 8
col. centro, ixtapaluca
edo. de méxico, cp. 56530
22 de junio de 2005
rente a la historiografía tradicional, que se mueve en el ámbito de

EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL


h
sociedades nacionales o, cuando más, de áreas continentales o
subcontinentales, El moderno sistema mundial constituye un muy ambicioso
intento de reconstruir la historia de la actual sociedad capitalista partiendo,
desde sus mismos orígenes, de una perspectiva global.
Para el autor, la única unidad válida de análisis en semejante investigación
son los sistemas mundiales, debiéndose abandonar todo intento de
conceptualizar el desarrollo de la sociedad actual a partir de sistemas
menores. Igualmente, la cuestión del carácter capitalista o no de una sociedad
sólo tiene sentido cuando se plantea al nivel de un sistema mundial. En este
primer volumen de su obra, que cubre el período 1450-1640, Wallerstein traza
la aparición en Europa de lo que denomina una "economía-mundo"
capitalista, basada en una única división (internacional) del trabajo; y es esta
economía-mundo lo que constituye el moderno sistema mundial, cuya
evolución hasta convertirse en el único sistema mundial se pretende estudiar
en los sucesivos volúmenes de esta obra. La fuerza del trabajo de Wallerstein

I MMA N UE L W A L LE RS T E IN
se deriva de su voluntaria ruptura con los tradicionales límites
interdisciplinarios y de su análisis integrado de los distintos sectores ("centro",
"periferia" y "semiperiferia") de la economía-mundo (por ejemplo, la Europa
occidental y la América hispana), en sus relaciones mutuas y también con los
sectores exteriores ("la arena exterior": por ejemplo, el océano índico).

Immanuel Wallerstein es director del Centro Fernand Braudel para el estudio


de Economías, Sistemas Históricos y Civilizaciones, en la Universidad del
Estado de Nueva York en Binghamton (SUNY), y director de la revista
trimestral Review.

La vida en la aldea, transporte de mercancías, tierra labrada y caza, grabado tomado de Histoire
de France. La Casa de Francia.
968-23-2178-
6

siglo
veintiuno
editores
9 789682 321788
L.
El mercantilismo
y la consolidación
de la economía-mundo
EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL

europea
II

m
1600-1750

siglo
veintiuno
editores
I MMA N UE L W A L LE RS T E IN
Historia
Traducción de
PILAR LÓPEZ MÁÑEZ
EL MODERNO SISTEMA
MUNDIAL II

El mercantilismo y la
consolidación de la
economía-mundo
europea, 1600-1750

por
IMMANUEL WALLERSTEIN
m
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS. 04310. MÉXICO. D. F.

siglo xxi editores, s . a ,


TUCUMÁN 1621, 7° N, C1050AAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA

siglo xxi de españa editores, s.a.


MENÉNDEZ PIDAL 3 BIS, 28036, MADRID, ESPAÑA

primera edición en español, 1984 © siglo xxi de españa


editores, s.a. quinta edición en español, 2007 © siglo xxi
editores, s.a. de c.v. isbn 10: 968-23-1291-4 (obra completa)
isbn 13: 978-968-23-1291-5 (obra completa) isbn 10: 968-
23-2183-2 (volumen 2) isbn 13: 978-968-23-2183-2
(volumen 2)
primera edición en inglés. 1980
© academic press, ine.. nueva york
titulo original: the modern world-system. n. mercantihsm
and the consolidaüon of european-economy. 1600-175(1
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
A Fernand Braudel
«Mapamundi», de Joan Blaeu, 1638, del Atlas Major. Joan Blaeu y su padre, Willem, fueron
los cartógrafos más respetados de su época. Sus mapas eran solicitados por todos los buques
holandeses dedicados al comercio con las Indias. Los atlas reemplazaron a los mapas de hojas
como principal instrumento cartográfico en el siglo xvil. En 1670, Joan Blaeu fue nombrado
cartógrafo oficial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (voc).
INDICE

Págs.

AGRADECIMIENTOS 1

INTRODUCCIÓN: ¿HUBO UNA CRISIS EN EL SIGLO XVII? 5

1. LA FASE B 17

2. LA HEGEMONÍA HOLANDESA EN LAECONOMÍA-MUNDO 49

3. LA LUCHA EN EL CENTRO. PRIMERA FASE: 1651-1689 101

4. LAS PERIFERIAS EN UNA ÉPOCA DE CRECIMIENTO LENTO 177

5. LAS SEMIPERIFERIAS ENLAENCRUCIJADA 247

6. LA LUCHA EN EL CENTRO. SEGUNDA FASE: 1689-1763 341

BIBLIOGRAFÍA 406

INDICE DE ILUSTRACIONES 490

INDICE ANALÍTICO 491


AGRADECIMIENTOS

Las siguientes personas leyeron uno o más capítulos del manuscrito,


beneficiándome de sus comentarios y/o objeciones detallados: Perry
Anderson, Sven-Erik Astrom, Nicole Bousquet, Stuart Bruchey,
Aldo de Maddalena, Emiliano Fernández de Pinedo, Andre Gunder
Frank, Walter Goldfrank, Terence K. Hop- kins, Hermann
Kellenbenz, E. H. Kossmann, Witold Kula (y colaboradores), Hans
Medick, Birgitta Odén y C. H. Wilson. Les doy las gracias a todos
ellos.
En otros lugares han aparecido versiones anteriores de los
siguientes capítulos: la introducción y el capítulo 1, en francés, en
Annales E. S. C. (1979); el capítulo 2 en Maurice Aymard, comp.,
Capitalisme hollandais et capitalisme mondial (1980), y parte del capítulo 4
en Caribbean yearbook of inter- national relations (1978).
«La antigua Bolsa de Amsterdam», de Adiaensz Job Berckheyde, artista de Haarlem. Esta
escena fue descrita del siguiente modo por Charles Louis Pollnitz en 1747: «Fui a ver la plaza
donde se reúnen los comerciantes para tratar de sus asuntos desde el mediodía hasta la una y
media. Esta plaza, que es más larga que ancha, está rodeada de una amplia galería abierta
sustentada por columnas de piedra, que sirve de refugio en caso de lluvia. Este lugar es llamado
la Bolsa, y en él se puede ver a comerciantes de todas las naciones, cuya diversidad de ropas y
lenguas no es menos grata que la belleza del lugar. Sobre todo, nada es tan interesante como
observar la prisa de los llamados corredores, que son los hombres empleados por los grandes
comerciantes para negociar las letras de cambio o llevar sus otros asuntos, y verles correr de un
lado a otro por toda la plaza; cualquiera pensaría que están locos.»
INTRODUCCION: ¿HUBO UNA CRISIS
EN EL SIGLO XVII?
La obra de los historiadores que han estudiado las tendencias de los
precios europeos entre las dos guerras mundiales *, junto con la
teoría de los ciclos económicos seculares (tendencias ascendentes y
descendentes que duran 250 años, aproximadamente) con sus dos
fases (A y B) elaborada por Frangois Si- miand1338 1339, nos han legado
unas ideas generales acerca de la historia europea a principios de la
Edad Moderna que todavía parecen ampliamente aceptadas: hubo
una expansión en el siglo xvi (fase A) y una depresión, una
contracción o una «crisis» en el siglo xvn (fase B). Las fechas que
delimitan estas fases, la naturaleza de los cambios que se produjeron
(aun si limitamos el análisis a las cuestiones económicas), las
variaciones regionales y, sobre todo, las consecuencias y las causas
de los flujos son temas muy debatidos, pero las ideas generales
siguen en pie.
En 1953, Roland Mousnier escribió un voluminoso tomo sobre
estos dos siglos (que ha conocido desde entonces cuatro ediciones
revisadas); la parte que trata del siglo xvn, definido como el período
incluido entre 1598 y 1715, se iniciaba con un tono dramático:
El siglo xvn es la época de una crisis que afecta al hombre en su
totalidad, en todas sus actividades —económica, social, política,
religiosa, científica, artística— y en todo su ser, en lo más profundo
de sus fuerzas vitales, su sensibilidad y su voluntad. Se puede decir
que la crisis es permanente, pero con violentos altibajos1340.
Un año después de que esto fuera escrito, E. J. Hobsbawm
publicó un artículo en Past and Present que desencadenó un
importante debate académico. La tesis era que «la economía
europea atravesó una 'crisis general' durante el siglo xvn,

1338 Véase la bibliografía que acompaña al artículo de Braudel y Spooner (1967, pp. 605-
15).
1
Véase Simiand (1932b).
1340 Mousnier (1967, p. 161).
6 lmm.anu.el Wallerstein
última fase de la transición general de la economía feudal a la
economía capitalista» 1341.
El mismo tema aparece en los importantes estudios sobre la
economía europea de Wilhelm Abel y B. H. Slicher van Bath. Para
Abel, «la tendencia dominante del movimiento de los precios en
Europa, durante la segunda mitad del siglo xvn y la primera del
xvm, fue descendente»1342. Es cierto que Slicher van Bath duda en
usar la palabra «crisis», asegurando que el período comprendido
entre 1650 y 1750 fue «realmente más una depresión insólitamente
prolongada» 1343; pero esto no cambia mucho las cosas. En cualquier
caso, no discrepa de Abel cuando éste afirma que el período supuso
una «inversión de la tendencia secular»1344. Podríamos ampliar la
lista de estudiosos que coinciden si usáramos un lenguaje aún más
cauto. Pierre Vilar habla del «retroceso (recul) relativo del siglo
xvn»1345, y Pierre Chaunu define la diferencia entre los períodos A y
B no como «crecimiento [frente a] decrecimiento (décroissance)», sino
más bien como «crecimiento [frente a] menor crecimiento» 1346.
René Baehrel es el más reacio a ver cualquier tipo de crisis, pero
acepta el concepto para el período muy concreto comprendido entre
1690 y 17301347. Los términos se hacen tan

1341 Hobsbawm (1965, p. 5).


1342 Abel (1973, p. 221). La primera edición alemana del libro de Abel apareció en 1935,
y la segunda, revisada y aumentada, en 1966. Abel dice que «se ha conservado el esquema
general», pero que «las depresiones de los siglos xiv-xv y xvi-xvn son interpretadas como
períodos de aminoración, que han Sido subdivididos todo lo posible» (1973, p. 6).
Probablemente, Abel cree que hubo una mejoría entre las dos depresiones.
1343 Slicher van Bath (1963a, p. 206). Dos estudios más recientes (Cipolla, 1974, p. 12,
y Davis, 1973b, p. 108) son igualmente reacios a emplear la palabra crisis, aunque, como añade
Cipolla, «en el fondo de toda simplificación hay siempre algo de verdad».
1344 Esta expresión aparece en el título de la segunda parte, cap. v (Abel, 1973, p. 206).
Pierre Chaunu usa una frase similar, «la inversión de la tendencia principal de los precios y
actividades» en el título de un artículo sobre el siglo XVII (1962b).
1345 Vilar (1974, p. 46), quien fecha el inicio del período entre 1598 y 1630, y el fin,
entre 1680 y 1725.
5 Chaunu (1962b, p. 224). Esto se asemeja a la descripción que hace Simiand de la fase B:

«NO lo contrario de lo que sucedió en la fase A, sino [...] un incremento atenuado o una
estabilización, y no ya una continuación del alza» (1932b, p. 649).
1347 Baehrel (1961, p. 29), quien, como Chaunu, señala que la fase B no es necesariamente

una fase de decadencia, sino que puede ser simplemente una fase de tasa de crecimiento menor
(1961, p. 51). Otros autores están de acuerdo en que este período es especialmente difícil. Le
Roy Ladurie habla específicamente de «las dos o tres últimas décadas del siglo [XVII]» (1973, p.
431). Jacquart lo sitúa entre 1680 y 1710 (1978a, página 385). Morineau, sin embargo, descubre
«un número bastante grande
¿Hubo una crisis en el siglo XVII? 7
vagos y el tiempo tan corto que podemos preguntarnos qué es lo que
queda al final. Ivo Schoffer comienza su artículo sobre este período
con un tono de duda:
A veces parece como si el siglo XVII, encajonado entre los siglos xvi y
XVIII, no tuviera rasgos propios. Con el Renacimiento y la Reforma
por un lado y la Ilustración y la Revolución por otro, no nos quedan,
para el siglo que hay entremedias, sino términos vagos como
«transición» y «cambio»
Tal vez esto sólo sea debido a que, como sostenía Jean Meu- vret en
1944, «tenemos mucha menos información» sobre el período
comprendido entre los dos momentos de claro aumento de los
precios12. ¿Nos negaremos entonces a clasificar este período y lo
dejaremos escabullirse en la complejidad de unos datos confusos y
a veces engañosos? ¿O diremos con Schoffer: «Tal vez sea
tradicionalismo, en contra de nuestro saber y entender, pero no
tenemos más remedio que reservar al siglo XVII un lugar propio.
Nuestra imaginación lo necesita» 13 ?
Podríamos dejar tal decisión al azar de la moda literaria de no
ser por las importantes cuestiones teóricas que se ocultan tras el lío
de la nomenclatura. En primer lugar, se plantea la cuestión de si
existieron en realidad cosas tales como las «tendencias seculares» de
la economía 14, y, en caso afirmativo,
de signos que son positivos [de bon allant]» entre 1660 y 1700 (1978f, página 523).
11 Schoffer (1966, p. 82). Los términos vagos siempre se pueden rechazar como fiorituras

del historiador. «El hecho de que casi todos los períodos históricos hayan sido definidos, en
una u otra ocasión, como ’un momento de transición' es un comentario expresivo sobre el apego
del historiador al cambio» (Supple, 1959, p. 135).
u
Meuvret (1944, p. 110). Véase la queja similar con que se inicia el libro de Murdo
MacLeod sobre la América Central española: «El siglo XVII fue descrito hace algún tiempo
como ’el siglo olvidado de Latinoamérica’» (1973 p. xi), referencia al artículo de Leslie Boyd
Simpson titulado «México's forgotten century» (1953). J. V. Polisensky, en la misma línea,
observa que «los historiadores de las escuelas social, económica y mar- xista se han preocupado
sobre todo por los siglos xvi y XVIII, 'más revolucionarios’, y han arrojado poca luz sobre el XVII»
(1971, p. 2). William Bouwsma llama al siglo xvii «en un sentido historiográfico [...] una zona
fronteriza y subdesarrollada entre dos zonas superdesarrolladas» (1970, página 1).
11 Schoffer (1966, p. 83).

14 Frangois Crouzet se refirió en 1971 a los «conceptos obsoletos como las fases A y B de

Simiand» (1971, p. 147). Un ataque similar, esta vez desde la izquierda, fue realizado por Gilíes
Postel-Vinay: «Las fases A y B [...] han resultado ser una forma segura de ignorar los problemas
reales planteados por el análisis de la renta de la tierra» (1974, p. 78).
cómo se relacionan con la política y la cultura. Y si existen las
tendencias seculares, ¿refleja entonces cada sucesiva pareja de fases
(desde la Edad Media hasta nuestros días) un tipo diferente de
economía, como afirma Gastón Imbert1348? ¿O forman todas ellas

1348 G. Imbert, en su libro sobre las ondas largas (1959), distingue cuatro tendencias

seculares, correspondiente cada una de ellas a una forma de economía:


8 Immanuel Wallerstein

parte de un largo período de «consumo agrícola indirecto» que se


extiende desde el año 1150 hasta 1850 aproximadamente, como dice
Slicher van Bath1349? ¿O, por el contrario, hay una ruptura crucial
en la mitad del período? Y si hay una ruptura crucial, nos
enfrentamos a otra cuestión adicional: ¿cuándo se produce?
A propósito de esta última cuestión existen varias posturas. Una
es que la fisura fundamental, la ruptura más significativa, se
produce con la revolución industrial a finales del siglo xvm. Según
Cario Cipolla, tanto este «acontecimiento» como la revolución
agrícola del octavo milenio a. C. representan «profundas brechas en
la continuidad del proceso histórico»1350. D. C. Coleman hace la
misma puntualización de otra forma cuando dice que en el
desarrollo económico de Europa entre 1500 y 1750 hay más
continuidad que cambio: «Cuando se abre paso la luz, la tecnología
de 1500-1750 resulta ser, en general, más estática que móvil» 1351.
Del mismo modo, toda una escuela de pensamiento marxista llega a
la misma conclusión por lo que respecta a la cronología de cualquier
ruptura, insistiendo, como lo hace Balibar, en que el período
comprendido entre 1500 y 1750 es el período de la «transición al
capitalismo» y que a partir de 1750 comienza el período del
capitalismo propiamente dicho 1352. En la misma línea que Balibar
se sitúa la distinción

1250: economía medieval


1507/1510: economía mercantilista
1733/1743: economía capitalista 1896:
economía planificada.
14 Slicher van Bath (1963a, tercera parte).

1350 Cipolla (1964, p. 31).

“ Coleman (1959, p. 506). Este artículo es una reseña del tercer volumen de la History of
technology, que Coleman ofrece como prueba de su tesis. Véase también Le Roy Ladurie
(1977), quien habla de la «historia inmóvil» entre 1300-1320 y 1720-1730.
” Muchos marxistas adoptan esta periodización. Pero Etienne Balibar hace
conscientemente una distinción teórica entre un «período de transición» y un período en el que
prevalece o es «dominante» un modo de producción (1968, pp. 217-226).
En Labour Monthly se publicó en 1940-1941 un debate entre marxistas en el que se analizó
con claridad este problema de periodización. El debate giró en torno a uno de los primeros
escritos de Christopher Hill
¿Hubo una crisis en el siglo XVII? 9
de G. N. Clark entre el «capitalismo temprano» de finales de la Edad
Media y el «capitalismo plenamente desarrollado» del siglo xix,
estando los límites de la primera etapa claramente
sobre la revolución inglesa. Peter Field critica la idea de Hill de que la Inglaterra anterior a
1640 era «todavía esencialmente feudal». Para Field, Marx había dicho muy claramente que la
Inglaterra del siglo xvn era «decididamente burguesa, es decir capitalista», y «Marx tiene
razón: la sociedad del siglo xvi es una sociedad burguesa». De hecho, la reina Isabel «fue el
más destacado capitalista de la sociedad capitalista burguesa [...] comparable a Leopoldo de
Bélgica» (Field, 1940a, p. 558). Douglas Garman replica que Field «confunde el huevo con la
gallina» y que si se hubiera producido ya la revolución burguesa antes de 1640, «lo único que
se puede preguntar es: ¿cuándo?» (Garman, 1940, p. 652). Field responde que Garman «olvida
que concepción y nacimiento no son la misma cosa» y que «empezando por la guerra de las
Rosas —el suicidio masivo de los feudalistas que la burguesía utilizó para implantar
firmemente sus raíces— [y] siguiendo con las revueltas campesinas, la confiscación de las
tierras de la Iglesia, el Peregrinaje de Gracia y el alzamiento de la nobleza del norte, nació la
sociedad burguesa» (Field, 1940b, pp. 654-55).
A continuación, Dona Torr sale en defensa de Hill con una teorización muy explícita de
las etapas. El error de Field, diék, es suponer que la sociedad pasa directamente del feudalismo
al capitalismo, «ignorando las etapas intermedias de la pequeña producción de mercancías,
esencial para el desarrollo capitalista». Torr afirma que la «forma final de la sociedad
capitalista» no se dio hasta la revolución industrial, 400 años después del «hundimiento» de la
economía señorial inglesa en el siglo xiv (Torr, 1941, p. 90).
Maurice Dobb, que escribe en el mismo número de la revista que Dona Torr, adopta una
postura intermedia. Por una parte, no está de acuerdo con Torr en fechar el capitalismo a partir
de la revolución industrial. Si se hace así, «¿cómo es posible considerar la lucha del siglo xvn
como una revolución democrática burguesa, cuando sucedió un siglo y medio antes del
desarrollo de la producción capitalista?». Además, dice, afirmar que «la Inglaterra de los Tudor
y los Estuardo fue una época de 'capitalismo mercantilista’ en contraste con el posterior
'capitalismo industrial’ es eludir el problema». La solución de Dobb consiste en afirmar que en
esa época «las relaciones de producción [se podría decir que habían cambiado] aun cuando las
fuerzas productivas conservaran su configuración medieval». Por tanto sería correcto decir que
en la Inglaterra del siglo xvi el «modo de producción estaba ya en vías de transformación en
un modo de producción capitalista» (Dobb, 1941, p. 92). Aunque la formulación de Dobb evita
la burda trampa en la que cae la de Dona Torr, en última instancia no es realmente diferente de
la tesis de ésta, como revela el posterior trabajo de Dobb.
Hill publicó varios años después un artículo sobre las ideas de Marx y Engels acerca de la
revolución inglesa. En él mantiene que el «concepto marxista de revolución burguesa» implica
que «el Estado feudal es derrocado por una clase media crecida dentro de él, creándose un
nuevo Estado como instrumento del dominio burgués». Hill cita como ejemplos afortunados o
desafortunados la Reforma alemana («primer ataque del espíritu burgués al antiguo orden»), la
revuelta de los Países Bajos («primera revolución burguesa coronada por el éxito a escala
nacional»), la revolución inglesa de 1640, la revolución francesa de 1789, la abortada
dibujados «de Maquiavelo a Burke, de Colón a Warren Has- tings, de los Fúcar
a la decadencia de Amsterdam, de Giotto a Tiépolo. Se detiene poco antes de
llegar a Adam Smith, James Watt, los Rothschild, Napoleón, Robert Owen» 20.
Para otra escuela de historiadores, la ruptura no implica la revolución
industrial, sino la expansión de Europa, la creación de un mercado mundial y la
aparición del capitalismo, que tienen lugar más o menos en el largo siglo xvi.
Simiand, por ejemplo, califica al siglo xvi como el comienzo del período de
ondas largas21. Paul Sweezy ataca a la tradición marxista representada por
Balibar y afirma que para Marx «el período de la manufactura propiamente
dicha» (desde 1500 hasta 1750 aproximadamente) y «el período de la industria
moderna» no fueron «dos sistemas sociales diferentes sino más bien dos fases
10 Immanuel Wallerstein

del capitalismo»22. La ruptura se produce, pues, en el siglo xvi. Fernand Braudel


afirma exactamente lo mismo, aunque amplía el período:
Es evidente, de hecho, que desde un punto de vista económico los siglos XIII al
xvn constituyen más o menos un período de la historia europea y mundial que
efectivamente pone en entredicho \_met en cause] una especie de Anden
Régime económico a.

Un tercer grupo sitúa el punto de ruptura entre el período caracterizado por la


revolución industrial y la revolución francesa, por una parte, y el caracterizado
por el largo siglo xvi, por otra. Para este grupo, el viraje hacia la modernidad se
inició a mediados del siglo xvn. Hobsbawm parece estar en este campo, y Pierre
Chaunu hace de esta postura prácticamente el tema de su síntesis sobre la
«Europa clásica». En la introducción a su libro, rechaza expresamente los
puntos de vista de los estudiosos que no ven que los «orígenes intelectuales de
la revolución francesa» han de buscarse en Spinoza y olvidan que la «expansión
cuantitativa y espacial» del siglo xvi no fue un cambio realmente profundo, sino
simplemente el «fin de una revolución iniciada en el siglo xn». Para Chaunu,
«los cambios cualitativos más importantes se produjeron
revolución alemana de 1848 y las revoluciones rusas de 1905 y febrero de 1917 (1948, p. 135).
Este artículo se centra en las manifestaciones políticas, soslayando toda descripción directa de
la economía. Por eso no se enfrenta con la postura defendida por Field.
20
G. N. Clark (1960, pp. 10-11).
21
Simiand (1923a, p. 3).
22
Sweezy (1972a, p. 129).
23
Braudel (1974, p. 6).
en el siglo xvn», siendo el primero de ellos la «matematiza- ción del mundo»1353
1354
. Como prueba de que pueden encontrarse marxistas en todas las posturas
frente a todas las cuestiones, uno de los defensores de este tercer punto de
ruptura posible es el académico soviético E. M. Zhukov, quien afirmaba ante
los especialistas en historia mundial reunidos en Estocolmo en 1960:
La frontera convencional y terminal de la época medieval, en opinión de la
ciencia histórica soviética, se sitúa a mediados del siglo xvii. Esto es debido a
que el feudalismo comenzó a sobrevivirse a sí mismo económicamente hacia
esta época y era ya un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas
Tres fechas, pues, para una ruptura: hacia 1500, 1650 y 1800; tres (o más)
teorías de la historia: 1800, haciendo hincapié en la industrialización como
cambio crucial; 1650, haciendo hincapié en el momento en que aparecen los
primeros Estados «capitalistas» (Gran Bretaña y los Países Bajos) o en la
aparición de las ideas «modernas», supuestamente clave, de Descartes, Leibnitz,
Spinoza, Newton y Locke; y 1500, haciendo hincapié en la creación de un

1353
Chaunu (1966a, pp. 20-21).
1354
Zhukov (1960, p. 85). Zhukov señala específicamente que algunos marxistas
consideran la revolución francesa como el momento crucial y dice que los rusos no están de
acuerdo con esto.
¿Hubo una crisis en el siglo XVII? 11
sistema mundial capitalista distinto de otras formas de economía. De esto se
desprende que la respuesta que se dé a la pregunta de si hubo una «crisis del
siglo xvn» estará en función de los propios supuestos acerca del mundo
moderno. El término crisis no debería ser degradado hasta convertirlo en un
mero sinónimo de cambio cíclico. Debería reservarse para aquellas épocas de
tensión dramática que son algo más que una coyuntura y marcan un hito en las
estructuras de longue durée.
Las crisis describirían, pues, esos raros momentos históricos en que los
mecanismos de compensación habituales dentro de un sistema social resultan
tan ineficaces desde el punto de vista de tantos y tan importantes actores sociales
que empieza a producirse una importante reestructuración de la economía (y no
una mera redistribución de las ventajas dentro del sistema), la cual es
considerada retrospectivamente como inevitable. Por supuesto, una
determinada crisis no es verdaderamente inevitable, pero la alternativa es un
hundimiento del viejo sistema de tal envergadura que muchos (¿la mayoría?) de
los actores sociales consideran que éste es más traumático o desagradable que
la revolución estructural que se produce entonces. Si esto es lo que entendemos
por crisis, la «crisis del siglo xvn» se convierte en una significativa cuestión
intelectual. Desde esta perspectiva significa realmente: ¿cuándo y cómo se
produjo la «transición del feudalismo al capitalismo» en la historia mundial? La
respuesta exige una definición del capitalismo como sistema social, como modo
de producción y, por supuesto, también como civilización. Del mismo modo
que escogemos nuestras fechas, escogemos también nuestra escala de
similitudes y diferencias.
El argumento de esta obra es que el moderno sistema mundial tomó la forma
de una economía-mundo capitalista, que tuvo su génesis en Europa en el largo
siglo xvi e implicó la transformación de un modo de producción tributario o
redistributivo específico, el de la Europa feudal (el «Anden Régime
económico» de Braudel), en un sistema social cualitativamente diferente. Desde
entonces la economía-mundo capitalista: a) se ha extendido geográficamente
hasta abarcar todo el globo; b) ha seguido un modelo cíclico de expansión y
contracción (las fases A y B de Simiand) y una localización geográfica variable
de los papeles económicos (el flujo y el reflujo de las hegemonías, los
movimientos ascendentes y descendentes de los distintos centros, periferias y
semiperiferias), y c) ha sufrido un proceso de transformación secular,
incluyendo el avance tecnológico, la industrialización, la proletari- zación y el
surgimiento de una resistencia política estructurada al propio sistema,
transformación que está aún en marcha.
Desde tal perspectiva, el siglo xvn, entendido como el período que va desde
1600 a 1750, aproximadamente, es ante todo un ejemplo del modelo cíclico de
expansión y contracción. En lo que respecta a la geografía general del sistema
mundial, las fronteras creadas hacia 1500 no variaron de forma significativa
hasta después de 1750. En cuanto a los procesos seculares de cambio, no se
observa ningún salto cualitativo en el período 1600-1750. Mantenemos, pues,
12 Immanuel Wallerstein

que hubo una continuidad esencial entre el largo siglo xvi y el xvn, con la única
gran diferencia de una expansión (a) y una contracción (B), de un desarrollo y un
menor desarrollo. ¿Qué pruebas aportaremos en favor de esta forma de resumir
la realidad? A cierto nivel, la respuesta es muy sencilla. Trataremos de
identificar las diferencias empíricas entre expansión y contracción, de indicar
por qué se produce este modelo cíclico y de apuntar sus consecuencias para la
formación de clases, las luchas políticas y la percepción cultural de los cambios
de fortuna.
A partir de esta descripción empírica, trataremos de especificar más claramente
la teoría de un desarrollo capitalista como parte de una teoría más amplia del
cambio sociohistórico.
Mantenemos que si bien las fronteras de la economía-mundo
permanecieron en buena medida invariables en el período comprendido entre
1500 y 1750, hubo una diferencia entre el período que va de 1450 (ó 1500) a
1650 y el que va de 1600 a 1750 (la superposición de las fechas es deliberada)
por lo que respecta a la asignación de los recursos, los papeles económicos y la
riqueza y la pobreza, y a la localización del trabajo asalariado y la empresa
industrial. Demostrar esta afirmación no es fácil; una prueba convincente exige
la construcción de varias series de indicadores económicos totalmente nuevas,
que sería intrínsecamente difícil y tal vez extrínsecamente imposible. Podríamos
necesitar una serie de mapas sincrónicos sucesivos a intervalos de veinticinco
años que mostraran el volumen, el valor y la dirección del comercio de artículos,
tanto de lujo como de primera necesidad y mapas «acumulativos» para 1500-
1650 y 1600-1750. Probablemente, si nuestras suposiciones son correctas, tales
mapas mostrarían que el comercio europeo, de artículos de primera necesidad
más que de lujo, se desarrolló dentro de unos límites comprendidos entre Europa
oriental, por una parte, y Rusia y los Balcanes turcos, por otra, y entre los
Mediterráneos cristiano y musulmán; y estos límites incluirían a ambas
Américas, pero excluirían a Africa y Asia.
Sobre todo, los mapas no mostrarían diferencias significativas de modelo
entre el período 1500-1650 y el período 1600- 1750 con respecto a los límites
externos, salvo la inclusión del Caribe, como veremos. Por el contrario,
encontraríamos ciertos cambios significativos con respecto a los modelos
económicos, políticos y culturales dentro de los límites de la economía-mundo
europea entre ambos períodos. La localización y concentración de las industrias
sería diferente (o al menos estaría en vías de cambio), al igual que los términos
de intercambio entre la industria y la agricultura, los porcentajes de trabajo
asalariado en las diversas zonas y los salarios reales. Los diferentes aparatos de
Estado se estarían haciendo más fuertes o más débiles y las tasas de crecimiento
en la producción agrícola, industrial y demográfica variarían. Las zonas que
fueran el centro, la semiperiferia y la periferia variarían ligeramente y, lo que es
más importante, también variaría el grado relativo de excedente mundial
acaparado por cada una de las regiones.
Aun antes de especificar las direcciones del cambio ya anticipadas, dada
¿Hubo una crisis en el siglo XVII? 13
nuestra teoría del desarrollo capitalista, debería estar claro para el lector que los
datos cuantitativos del tipo preciso son escasos o, todo lo más, parciales y
esporádicos. Es especialmente notable la falta de datos globales sobre la
economía-mundo que permitan verificar las afirmaciones relaciónales. Si se
aspira a hacer afirmaciones tajantes acerca de las variables de la estructura
social, la situación es aún peor. Deberíamos encontrar modelos de formación de
clases y cambios en la definición de los límites étnicos y nacionales entre los
períodos 1500-1650 y 1600-1750, especialmente dentro de la economía-mundo
en su conjunto más que dentro de los límites de un Estado concreto, y a este
respecto nuestros datos son aún más escasos. Llegados a este punto, todo lo que
podemos hacer es analizar los datos dispersos, seleccionar los que parecen más
o menos sólidos, revisar los modelos de explicación que encierran los datos,
sugerir una hipótesis teórica y hacernos una idea de nuestras lagunas empíricas
y nuestros enigmas teóricos. Este es el ánimo que nos mueve a contemplar lo
que la bibliografía histórica ha designado con los términos de «crisis»,
«retroceso relativo» o «menor crecimiento» del siglo xvn.
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El aldeano», de Nicolás Guérard (1648-1719), impresor parisino de cierto


prestigio, que muestra al aldeano «nacido para sufrir».
1. LA FASE B

Para Slicher van Bath, la característica fundamental que distingue a los períodos
de expansión y contracción agrícola en Europa desde la época carolingia es la
de las alzas y bajas de los precios de los cereales en comparación con otras
mercancías y con los salarios. Es una cuestión de términos de intercambio
favorables o desfavorables para los cereales. Según él, hubo una contracción —
es decir, unos términos de intercambio desfavorables— para los cereales en
el período comprendido entre 1600 (ó 1650) y 1750'. Es importante subrayar
esta definición de contracción, ya que la caída relativa del precio del trigo es, en
opinión de Slicher van Bath, mucho más importante que su caída absoluta1355
1356
. Al lado del cambio en los términos de intercambio (evitando por el
momento toda alusión a una secuencia casual) encontramos lo que K. Glamann
llama un hito, hacia 1650, en «el gran comercio de cereales entre el Este y el
Oeste», que se produjo al parecer porque «la Europa meridional y occidental
[parecía] ser más autosuficiente en materia de cereales»1357. Esta autosuficiencia
es atribuida a una «mayor producción de alimentos en Europa occidental durante

1355
Slicher van Bath (1965a, p. 38), quien en un escrito posterior añadió: «Esto no
impide en modo alguno la prosperidad en otros sectores de la vida económica, como en las
florecientes fábricas de cerveza, destilerías e industrias del tejido y del tabaco en este período»
(1977, p. 53).
1356
«Lo más importante es el cambio en la relación entre el precio de los cereales y el
de los productos derivados de la ganadería como la mantequilla, el queso y la lana durante un
largo período. También es de gran significado la relación entre el precio de los cereales y el de
los cultivos industriales como el cáñamo, la colza, el tabaco, etc., así como entre el trigo y el
vino, entre el trigo y productos industriales como los tejidos o los ladrillos, por ejemplo, y
finalmente entre los precios del trigo y las rentas» (Slicher van Bath, 1965b, p. 144). A este
respecto, véase el rechazo por parte de Perry Anderson de la negativa de Duby a calificar la
economía europea de finales de la Edad Media como una economía en crisis. Duby ve ciertos
signos de continuidad del progreso económico en ciertas regiones, y Anderson comenta: «Esto
es confundir el concepto de crisis con el de retroceso» (1974b, p. 197).
1357
Glamann (1974, p. 464).
18 Immanuel Wallerstein
la segunda mitad del siglo xvn, coincidiendo con un estancamiento general de
la población»1358 1359, que probablemente provocaría un exceso de oferta. Sin
embargo, Glamann también señala que en esa misma época «Europa estaba
harta de pimienta» s.
Pero, ¿cómo se puede hablar de un exceso de oferta cuando el problema de
la época era probablemente el de la escasez de alimentos? Schóffer habla de los
«fenómenos estructurales permanentes, a veces latentes», que existieron en
Europa «desde los desastres del siglo xiv hasta bien entrado el siglo xvin», y en
primer lugar «la continua tensión entre la producción y distribución de
alimentos, por una parte, y la necesidad de alimentos de la población, por otra».
El resultado fue «una situación en la que la desnutrición era endémica y el
hambre a menudo epidémica»1360. Para Domenico Sella, el bienestar de
comienzos de la Edad Moderna dependía de que «el suministro de alimentos
siguiera el mismo ritmo que la población» 1361, si bien otros autores hablan de
que la producción creció más deprisa que la población. Evidentemente, estamos
ante una anomalía que sólo puede resolverse con una idea más clara de la
sucesión de los hechos. Veamos qué otros hechos se produjeron.
En el siglo xvn se produjeron ciertos cambios agronómicos: por ejemplo, el
proceso de roturación de tierras al menos se hizo más lento, probablemente se
detuvo y posiblemente sufrió un retroceso. A diferencia de los siglos xvi y xvm,
«inventores de tierra» (según la feliz imagen de Chaunu), el siglo xvii,
especialmente a partir de 1650, fue una época de

1358 Ibid., p. 465. Véase también Slicher van Bath (1963a, p. 208). Sobre la subsiguiente

decadencia global de la producción de cereales, véase Jac- quart (1978a, pp. 352, 360). Jacquart
señala (p. 378) que una decadencia global de la producción sólo puede ser debida a tres razones:
cambios en el coste de la producción, cambios en el nivel de las cosechas y cambios en el valor
del producto en el mercado. Rechaza la primera como poco probable en este período, lo que
deja en pie las otras dos explicaciones. Jacquart piensa que la explicación esencial es la
disminución del rendimiento. Véanse, sin embargo, los argumentos de Slicher van Bath en
contra del clima como explicación válida de la caída del rendimiento. «Si todos los demás
factores hubieran permanecido invariables, ceteris paribus, los precios del grano durante este
período habrían mostrado una tendencia a aumentar. De hecho, en la mayoría de los países
mostraron una tendencia a disminuir. De esto se deduce que debieron de tener lugar cambios
que afectaron a la demanda» (1977, p. 63).
s
Glamann (1974, p. 485).
1360 Schóffer (1966, p. 90).
1361 Sella (1974, p. 366).
La jase B 19
8
«consolidación», pero consolidación «sin mérito» . No sólo cesó la expansión de la
tierra cultivada, sino que además el rendimiento medio de los cereales disminuyó en
toda Europa durante el período comprendido entre 1600 y 1699, en mayor grado en el
caso de la cebada y la avena que en el del trigo y el centeno, y mucho más
acentuadamente en la Europa central, septentrional y oriental que en la occidental9. De
Madda- lena califica a esta disminución del rendimiento de «fenómeno notable» 10. Otro
importante cambio agronómico se produjo en la elección de las plantas cultivadas: en
primer lugar, un cambio en el uso de la tierra destinada al cultivo de cereales, que pasó
a ser destinada al pastoreo en las zonas más frías y a la viticultura en las más cálidas 1!;
en segundo lugar, un cambio del cultivo de cereales por una mayor producción de
plantas forrajeras, que requieren un trabajo intensivo, y por plantas destinadas al
mercado (lino, cáñamo, lúpulo, colza, rubia y hierba pastel) 12, y, en tercer lugar, un
cambio de los cereales de alto precio (centeno y trigo) por los de bajo precio (cebada,
avena y alforfón)13 y una reducción en la compra de

!
Chaunu (1966a, p. 272). Véase también Slicher van Bath (1963b, p. 18). En el siglo xvu no sólo
se podían encontrar aldeas desiertas en zonas devastadas por la guerra, como Bohemia, las Alemanias,
Polonia y Borgo- ña, sino también en zonas situadas fuera del escenario de las luchas, como la Campania
y Toscana en Italia y Salamanca en España. Véase Slicher van Bath (1977, p. 68).
9 Véase Slicher van Bath (1963b, p. 17); véase también Jacquart (1978a, páginas 363-68).

10 De Maddalena (1974a, p. 343). Slicher van Bath afirma que existe necesariamente un vínculo
entre el rendimiento y el precio de los cereales. «Abonando más, lo que requería a menudo la compra
de abono, se podía obtener rendimiento superior. Pero esto sólo se hacía cuando la producción de
cereales era remuneradora (1965a, p. 32). Obviamente, no cree que lo fuera, ya que también afirma: «La
reducción en la cantidad o la calidad del abono fue probablemente la responsable de la ligera caída del
rendimiento de los cereales entre 1600 y 1750 en la mayor parte de los países de Europa sobre los que
tenemos datos» (1977, p. 95).
11 Véase Romano (1962, pp. 512-13). Véase también Slicher van Bath (1965a, pp. 33-34), quien
ofrece esta lista de zonas que pasaron de la agricultura al pastoreo entre 1650 y 1750: Castilla, Schwerin,
Vorarlberg, All- gau, Bregenzerwald, Pays d’Enhaut, Emmenthal, Saboya, Jura, Gruyeres, Pays
d’Hervé, Borgoña, Thiérarche, Pays d'Auge, Bessin, Cotentin, Mid- dlands e Irlanda. Entre 1630 y 1771
se convirtieron en zonas de viñedos las Landas, Périgord, Séte, Montpellier, Alsacia, Cataluña, Vaud,
Hallwil y el cantón de Zurich.
12 Slicher van Bath (1955a, pp. 33, 39), que cita los cambios producidos en el Mosela, Harz, Erfurt
y los Países Bajos.
13 Slicher van Bath (1965a, p. 39).
20 Immanuel Wallerstein
fertilizantes (tanto mantillo como marga) para la producción de cereales 1362.
Junto a los cambios puramente agronómicos, se produjo una serie de variaciones
en la organización social de la producción agrícola. De Maddalena habla de una
«degradación general de la clase campesina» 1363 1364 durante el siglo xvn, en la cual «los
terratenientes, aduciendo una ’urgens et improvise necessitas’, procedieron a
confiscar las tierras antes poseídas por los campesinos» lé. Señala también la
«expropiación —mejor sería llamarla usurpación— de un tercio de las propiedades
comunales (de ahí el término triage)» que afectó a los campesinos al reducir la zona en
la que tenían derecho a pastar y recoger leña 1365. Slicher van Bath está de acuerdo en
que la población rural se resintió en mayor medida que la población urbana, pero
establece una distinción entre los pequeños campesinos y colonos, por una parte, y los
jornaleros y sirvientes domésticos, por otra, pasándolo «relativamente peor» la primera
pareja que las dos categorías de asalariados 1366 1367. Meuvret encuentra a esto una
explicación muy obvia:
Por cada agricultor-propietario (laboureur) que se queja de sus escasas ganancias a
causa del precio del trigo, cuántos jornaleros (manoeuvriers) o artesanos se regocijan
por el precio más bajo que tienen que pagar en las raras ocasiones en que deben
comprarlo
En general, Slicher van Bath mantiene que la situación financiera desfavorable de los
propietarios y arrendatarios (fermiers- propriétaires) fue acompañada de una
reducción de los arriendos (fermages), y especialmente del número de pequeños
arrendatarios (petits fermiersj1368. Las dos reducciones fueron paralelas al hecho de que
en general el tamaño de la unidad agrícola (exploitation agricole) se hizo mayor1369.
Sin embargo, a pesar de las unidades mayores y del trabajo más costoso, hubo menos
mejoras en el equipamiento agrícola en el siglo xvn que en el xvi, aunque hubo más
innovaciones en los aperos utilizados en la elaboración de productos lácteos, tales como
el perfeccionamiento de la mantequera1370.
Se dice que la industria, como la agricultura, perdió su «fuerza de aceleración» en
el siglo xvn, aunque un poco más tarde1371. No está claro lo que esto significó para la

1362 lbid„ pp. 15, 39.


1363 De Maddalena (1974a, p. 288); cf. Jacquart (1978a, p. 346; 1978b, pp. 427- 28; 1978c, p. 462).
“ De Maddalena (1974a, p. 292); cf. Jacquart (1978b, pp. 391-92).
1365 De Maddalena (1974a, p. 294).

" Slicher van Bath (1965b, p. 147). Los términos en alemán son Klein- bauern, Kdtner y Hdusler
frente a Knechte y Magde. Jacquart hace igualmente hincapié en la relativa decadencia del
«campesinado medio», al que define como el compuesto por los que «poseen o explotan una pequeña
unidad familiar» y que durante la crisis se «proletarizaron» (1978c p. 466).
1367 Meuvret (1944, p. 116).

” Slicher van Bath (1965a, p. 38).


J1 Ibid., pp. 37-38.

1370 Ibid., pp. 15, 34, 39.

1371 Romano (1962, p. 520). Recapitulando más tarde la esencia de este artículo, Romano decía: «El

primer hundimiento de la agricultura, el más importante, el determinante, se produce a finales del siglo
xvi; el hundimiento comercial e industrial llega más tarde: se fija en 1619-1622 en el sentido de que
después de la breve crisis de estos años, la actividad comercial e 'industrial’ entra en una crisis más
larga» (1974, p. 196).
14 Sella (1974, pp. 366-67).
“ Hobsbawm (1965, p. 9).
La fase B 21
producción total europea. Sella afirma que las fluctuaciones fueron relativamente
pequeñas, ya que cuando la población aumentó en el siglo xvi, los salarios reales
disminuyeron y, por consiguiente, las cosas siguieron «básicamente como estaban»; sin
embargo, cuando se produjo un aumento de la renta per cápita a partir de 1650, la
demanda individual incrementada «tal vez fuera contrarrestada en parte [a nivel global]
por las cifras en descenso de la población» 1372. Hobsbawm señala claramente la
imprecisión de este análisis: «¿Qué ocurrió con la producción? Simplemente, lo
ignoramos»1373.
Lo que sí parece que sabemos es que hubo un cambio en el emplazamiento de la
industria. Para Slicher van Bath, es «bien sabido que en períodos de contracción
agrícola —finales de la Edad Media y siglo xvn— la industria rural, y especialmente la
industria textil, irrumpe en escena»1374. Esto se debió, según se afirma, a la baratura y
el atractivo para la industria de una mano de obra rural subempleada. Dado que al menos
hasta mediados del siglo xvm esta industria se basó en un escaso porcentaje de capital
fijo, Romano afirma que «en consecuencia, era sumamente fácil liquidar un negocio,
recuperando el capital invertido»1375; esto pudo suceder en la industria textil, pero el
argumento es difícil de aplicar a las otras dos grandes industrias de la época (según la
lista de Romano): la extracción de minerales y la construcción naval 1376. Este
desplazamiento de la producción textil a las zonas rurales fue acompañado de la
instalación de las únicas nuevas industrias significativas: la fabricación de cerveza, la
destilación y la fabricación de pastas alimenticias, que estaban todas ellas basadas en la
transformación de cereales29.
Al parecer, la contrapartida del descenso del precio de los cereales fue el aumento
de los salarios reales. «En la segunda mitad del siglo xvn [...] a medida que los precios
de los alimentos tendían a bajar [...] las tasas salariales se mantenían o no bajaban en la
misma medida»30. Esto es, por supuesto, lo contrario de lo que sucedió en el largo siglo
xvi31. Probablemente, ello se debió en parte a la relativa «tenacidad» de los salarios,
pero más aún a que «en toda Europa hubo una notable escasez de mano de obra de 1625
a 1750»32. Si esto es así, ¿cómo podemos conciliar este dato con el hecho de que el siglo
xvil ha sido considerado como un período de desempleo o subempleo relativamente
alto? Como señala Glamann:
El jornalero asalariado tal vez disfrutara de un cierto aumento en el salario real. Esto
presupone, sin embargo, que tenía trabajo, cosa que no se puede dar por descontada en
una época como ésta, caracterizada por la perturbación de las condiciones económicas.
Muchos de los economistas del siglo xvil, en cualquier caso, se basaron en el supuesto
de que en sus comunidades reinaba el subempleo a gran escala “.
Cualquier estudio de los precios (ya sea de los cereales o del trabajo asalariado) está
especialmente dificultado en este período por la relación entre los precios nominales y
los precios de los metales preciososM. Como señala Mousnier, todo el mundo está de
acuerdo en que «la baja es mayor de lo que parece en muchos países si en lugar de

1372 Slicher van Bath (1965a, p. 37), que enumera las siguientes zonas:
Irlanda, Escocia, Maine (Francia), Flandes, Twente, Westfalia, los alrede
dores de Munster, Sajonia y Silesia.
1375 Romano (1962, p. 520).
2
‘ Ibid., p. 500.
22 Immanuel Wallerstein
contemplar sólo los precios nominales expresados en moneda de cuenta, se calcula el
precio en su correspondiente peso en metales preciosos» 35.
s
Slicher van Bath (1965a, p. 39).
30 Sella (1974, p. 366); véase también Vigo (1974, p. 390).
31 Véase mi análisis en Wallerstein (1974, pp. 77-84).
32 Abel (1973, p. 225).
33 Glamann (1974, p. 431). Véase la observación similar de Léon: «En el siglo xvil, el aumento de
los salarios reales fue contrarrestado por la crisis agrícola, que generó bruscas y violentas elevaciones
en los precios de los cereales, un abrumador incremento del coste de la vida y también fuertes
depresiones industriales, que implicaron un grave y prolongado desempleo. Así pues, fue una catástrofe
para la mayor parte del mundo obrero» (1970e, p. 674).
34 Véase mi breve análisis en Wallerstein (1974, p. 271, pp. 384-385).
33 Mousnier (1967, p. 167). El argumento en favor del uso como medida de un metal precioso es

persuasivamente esgrimido por Le Roy Ladurie,


Por consiguiente, si contemplamos los precios de los metales preciosos, como dice
Vilar, existe «una certeza: internacionalmente, los precios expresados en plata se
hundieron hacia 1660, pasaron por un primer mínimo en el transcurso de la década de
1680 y sin duda por otro mínimo hacia 1720-1721»36. El descenso de los precios de los
metales preciosos debe ser relacionado con el descenso de la cantidad de dichos metales
en circulación.
Geoffrey Parker resume así la situación general:
En definitiva, no parece arriesgado suponer que las reservas netas europeas de metales
preciosos aumentaron moderadamente entre 1500 y 1580, se incrementaron
rápidamente entre 1580 y 1620, y probablemente disminuyeron a partir de la década de 1620,
cuando la minería de la plata se hundió en Europa y las remesas de plata americana se
redujeron bruscamente, hasta la llegada del oro del Brasil después de 1700.
No hay duda de que el aumento del volumen de moneda disponible en Europa fue
muy importante. El comercio de Europa en 1700, evidentemente, no podría haberse
llevado a cabo con los escasos recursos monetarios de 1500. Sin embargo, sigue en pie
un problema fundamental: ¿fue esto suficiente? ¿Fue el incremento neto de las reservas
monetarias en Europa, por sustancial que fuera, equiparable a la demanda en rápido
aumento de medios de pago? Hay diversos indicios de que no lo fue, sobre todo a partir
de 160037.

No sólo hubo escasez de reservas monetarias, sino que también hubo una
correspondiente escasez de crédito, de forma que al menos durante el medio siglo
transcurrido desde 1630 a 1680, como señala Spooner, la cantidad total de «plata, cobre,
oro y crédito bastará apenas para asegurar una vida monetaria difícil y mediocre, a la
vez signo y consecuencia de un retroceso general de la vida material en el mundo» 38.
Esto explica la avalancha de moneda falsificada, «plaga generalizada del
que cita la pregunta planteada por René Baehrel (1961): «No puede existir una sola medida correcta
para valores. ¿Por qué habría de ser entonces el gramo de plata?» A lo que Le Roy Ladurie responde:
«De acuerdo. Pero a fortiori, ¿por qué habría de ser la libra tornesa [livre tournois] que añade a la
relatividad del metal la inestabilidad suplementaria de la moneda de cuenta? [...] Si critico el metro de
platino e iridio en nombre de una cierta relatividad del universo, no puedo reemplazarlo por un metro
de goma, igualmente relativo y además enojosamente elástico» (1964, p. 83).
36 Vilar (1974, p. 246); pero Vilar añade: «Fuera de Francia, es difícil en cambio no tener en
cuenta un período de aumento, entre los años 1683-1689 y 1701-1710.»
37 Parker (1974a, pp. 529-30, el subrayado es mío).
38 Spooner (1956, p. 8).
La fase B 23
siglo xvn»1377. ¿Qué significó esta variación de ios precios para la cantidad global de
comercio? Como en el caso de la producción industrial europea, prácticamente no hay
datos globales disponibles.
En su análisis de lo que él denomina relaciones comerciales intercontinentales,
Frédéric Mauro divide el mundo en cinco continentes: Europa, Africa, América
templada, América tropical y Asia. En nuestra opinión, estas categorías geográficas no
son del todo correctas, porque Africa y Asia son exteriores a la economía-mundo,
mientras que las Américas son periféricas, y porque Mauro coloca en una misma
categoría tanto el centro como zonas periféricas de Europa, con lo que pierde de vista
datos cruciales1378. Sin embargo, es conveniente examinar sus estimaciones en el cuadro
1; la disposición ha sido alterada por mí en aras de la claridad. Suponiendo que las
comparaciones del cuadro sean correctas, observamos que el comercio hacia y desde
Europa y el comercio mundial avanzaron en direcciones paralelas y que en el siglo xvn
ambos reflejan un intervalo de estabilidad opuesto a los períodos de expansión anterior
y posterior.
CUADRO 1. COMPARACIÓN DE LA EXTENSIÓN DEL COMERCIO INTERCONTINENTAL
HACIA Y DESDE CINCO ZONAS Y EL COMERCIO MUNDIAL EN RELACIÓN CON EL
SIGLO ANTERIOR

Siglo
Zona
XVI XVII XVIII

Europa .............. ... En aumento Constante En aumento


Africa ....................... Constante En aumento En aumento
América templada... En aumento En aumento
(Cercano a cero)
América tropical ... En aumento Constante Constante
Asia ......................... En aumento En descenso En descenso
Mundial ................... En aumento Constante En aumento
* Adaptado de Mauro, 1961a.

Volviendo a la única variable significativa restante, la población, nos encontramos


con que las estimaciones de los demógrafos tienden a variar dentro de unos límites
reducidos. El siglo xvn es descrito por Reinhard y Armengaud como de «estancamiento,
si no [...] ligero retroceso (recul)», pero no como una crisis «catastrófica del tipo de la
que se produjo en el siglo xiv»1379, y Fr. Roger Mols dice que «a pesar de las terribles
crisis que lo asolaron, el siglo xvn parece haber experimentado también un ligero
aumento de población»1380. Ligero retroceso, ligero aumento: en resumen, equilibrio.

1377 Ibid., pp. 35-36.


1378 Véase Mauro (1961a, especialmente pp. 16-17). Se puede encontrar una crítica a la tendencia de
Mauro a considerar a Europa como una sola categoría en Mata y Valério (1978, especialmente pp. 118-
20).
1379 Reinhard y Armengaud (1961 p. 114).

1380 Mols (1974, p. 39); J. de Vries calcula un índice de 106 en 1700, frente a uno de 100 en 1600 (y

uno de 123 en 1750); pero no incluye en sus cálculos a la Europa oriental, lo que sin duda reduce aún
más el índice (1976, p. 5, cuadro i).
24 Immanuel Wallerstein
Lo que se desprende de este panorama de los modelos económicos europeos de
1600 a 1750 (período B) en comparación con el período comprendido entre 1450 ó 1500
y 1650 (período A) y de hecho con el período posterior a 1750 es un cuadro de medianía
económica, un tiempo de respiro, preocupación, reajuste, pero ¿hubo una «crisis» en el
sentido en que hubo una «crisis del feudalismo» de 1300 a 1450 1381? Parece ser que no,
pues aunque «sus principales síntomas fueron los mismos», la «depresión [de 1650-
1750] fue mucho más moderada que la grave decadencia económica de finales de la
Edad Media»1382. Si esto es cierto, es precisamente lo que hay que explicar, y la
explicación que ofrecemos es que la contracción de 1600- 1750, a diferencia de la de
1300-1450, no fue una «crisis» porque ya se había coronado la cima, dado la vuelta a
la esquina y resuelto en lo esencial la crisis del feudalismo. La contracción del siglo xvn
se produjo dentro de una economía-mundo capitalista en marcha, en funcionamiento.
Fue la primera de las múltiples contracciones o depresiones mundiales que este sistema
experimentaría, pero el sistema estaba ya suficientemente anclado en los intereses de
las capas políticamente dominantes en la economía-mundo, y las energías de estas capas
no se concentraron grosso modo y colectivamente en arruinar el sistema, sino más bien
en descubrir los medios para hacerlo funcionar en su provecho, incluso, o tal vez
especialmente, en un período de contracción económica.
Las capas capitalistas eran en el siglo xvn una mezcla confusa: apenas eran aún una
formación de clase coherente y ciertamente no constituían todavía una clase totalmente
consciente y segura de su derecho a gobernar, a reinar y a ganar, pero eran muy capaces
de obtener ganancias en condiciones adversas. Como dice Jeannin hablando de los
comerciantes de Danzig, después de explicar algunos de los complejísimos cálculos que
tenían que hacer hacia 1600: su «modo de calcular muestra que los comerciantes
comprendían el mecanismo de la ganancia. Comerciaban de tal forma que realmente se
les puede atribuir una comprensión del concepto de 'términos de intercambio’ en su
sentido más concreto»1383. Una consideración de das ganancias que podían derivarse de
una variación de los términos de intercambio nos lleva a la explicación esencial del
comportamiento económico de este período. Como indica Vilar, no es tanto en los
altibajos de los precios en lo que deberíamos fijarnos como en la «disparidad en los
movimientos» de los precios1384.
Estas disparidades se refieren tanto a las secuencias temporales como a los
emplazamientos geográficos, y su significado no reside simplemente en las ganancias
que podían hacerse, sino en su efecto sobre el sistema en general. Topolski dice que la
contracción no fue una «crisis económica general en el sentido de un estancamiento,
una pausa o una recesión provocados por un debilitamiento de la actividad económica»,
sino más bien un período caracterizado por un «creciente desequilibrio» 1385 en el

1381 Véase mi análisis en Wallerstein (1974, cap. 1).


1382 Slicher van Bath (1963a, p. 206).
1383 Jeannin (1974, p. 495).

1384 Vilar (1961, p. 114).

41 Topolski (1974a, p. 140). Ralph Davis dice prácticamente lo mismo: «Mucho más sorprendente

que la general decadencia económica fue la manera en que las líneas de desarrollo llegaron a diverger»
(1973b, p. 108). Compárese el rechazo por Topolski del término «estancamiento» con el de Ruggiero
Romano: «¿Qué es el siglo xvn? [...] Aunque abundan las definiciones, podemos reducirlas fácilmente
a una sola: es el siglo del 'estancamiento económico'. Es sólo una impresión, pero estoy firmemente
convencido de que tras esta argumentación simplista se oculta únicamente un elemento: la historia de
La fase B 25
sistema en general. Un creciente desequilibrio no es algo que deba ser contrapuesto a
una contracción; en un período de contracción, el desequilibrio es de hecho uno de los
mecanismos clave del capitalismo, uno de los factores que permiten una mayor
concentración y acumulación del capital. La explicación de Vilar es excelente: «En toda
coyuntura general, los distintos países reaccionan de diversas maneras: de ahí las
desigualdades de desarrollo que, finalmente, hacen la historia»1386.
Volvamos a lo que Sella /llama los «cambios espectaculares en la distribución
geográfica de la actividad económica»49, pero no en el modo convencional de
desesperación académica por la que debemos «evitar las generalizaciones» 50.
Tengamos presente la exhortación a la precisión que nos hace Fernand Braudel: «Pues
no hay una sola coyuntura: debemos imaginar una serie de historias superpuestas, que
se desarrollan simultáneamente» 51. Las principales distinciones geográficas son
generalmente aceptadas, aunque hay muchas controversias entre los estudiosos acerca
de los detalles. En su análisis de la «crisis general», Hobsbawm señala «la relativa
inmunidad de los Estados que habían sufrido una 'revolución burguesa’»52, refiriéndose
a las Provincias Unidas e Inglaterra. En otro análisis, sin embargo, divide la «economía
europea» en cuatro zonas, de tres de las cuales dice que habían sufrido una cierta
decadencia económica (no hace ningún intento de compararlas entre sí). Las zonas son
«las antiguas economías 'desarrolladas' de la Edad Media —el Mediterráneo y la
Alemania sudoccidental», las «colonias ultramarinas», el «hinteríand del Báltico» y
las «nuevas zonas 'desarrolladas'». En esta cuarta zona, que tiene una situación
económica «más compleja» encontramos no sólo a Holanda e Inglaterra, sino también
a Francia53.
La geografía de Romano está más estratificada:
En Inglaterra y los Países Bajos, la crisis tuvo efectos esencialmente liberadores; en
Francia no liberó energías, pero ciertamente sembró las semillas que más tarde darían
fruto; en el resto de
volumen [colectivo]. Está cargado de postulados y de vagas nociones. Supone una adhesión a un
crecimiento de tipo rostowiano, a una visión optimista del siglo xvi, a una visión uniformemente
pesimista del xvn [...] Si uno es holandés o inglés, y no español o portugués, el auge geográfico de
Europa a partir de 1598 parece muy claro. Es una cuestión de reparto de las cartas» (1978g, p. 575). Sin
embargo, si no se tiene una visión uniformemente pesimista, si se supone que una fase B implica
precisamente un reparto de las cartas, y si se defiende lo opuesto a una teoría del crecimiento de tipo
rostowiano, entonces no se ve uno tan afectado por la fuerza de la objeción.
49 Sella (1974, p. 390).
50 De Maddalena (1974a, p. 274).
51 Braudel (1973, n, p. 892). Esta superposición de procesos explica, en mi opinión, la certidumbre
de Pierre Chaunu: «El retroceso no se produce por lo normal en un solo movimiento, sino en dos, tres o
cuatro tiempos, que son los de las crisis cíclicas [...] La cronología de estas crisis es más o menos la
misma en todas partes de Europa, con una diferencia de dos o tres años. Pero la importancia y el
significado relativos de estas crisis varían de un lugar a otro» (1962b, p. 231).
52 Hobsbawm (1965, p. 13).
53 Ibid. (1958, p. 63).
Europa no significó sino involución. Italia debe ser indudablemente incluida en esta

los precios [...] Pero ¿es éste un buen criterio? No lo creo» (1962, pp. 481-82).
1386 Vilar (1974, p. 52). Por eso no puedo aceptar el intento de Morineau de rechazar todo el concepto

de fase B en el siglo XVII. Morineau afirma: «¿Oscilaciones en el crecimiento? Este es el título escogido
para este
26 Immanuel Wallerstein
última parte de Europa, bajo la etiqueta de involución 1387.
Cipolla añade una matización a la geografía de Romano: «El siglo xvn fue un siglo
negro para España, Italia y Alemania, y al menos uno gris para Francia. Pero para
Holanda fue la edad de oro, y para Inglaterra, si no de oro, al menos de plata» 1388.
Topolski dibuja un mapa de la estratificación ligeramente diferente, distinguiendo entre
las zonas de gran dinamismo (Inglaterra y las Provincias Unidas), las de desarrollo
menos rápido (Francia, Escandinavia, Alemania y Bohemia, y los otros Estados de la
Europa oriental y central, a excepción de Polonia) y las de estancamiento o regresión
(España, Portugal, Italia y Polonia)1389. En conjunto, las clasificaciones geográficas
parecen concordar, aunque varíen en los detalles.
Examinemos ahora las clasificaciones temporales, donde la confusión es mayor:
las fechas de la contracción varían de un país a otro y hay también variaciones en los
precios nominales y en los de la plata; incluso en lo que respecta a países concretos y
tipos concretos de precios, los analistas parecen discrepar. En el artículo de Braudel y
Spooner sobre los precios, la conclusión es sencilla: «El final del siglo xvi es tan difícil
de desentrañar como su comienzo»1390. Por lo que respecta a los precios de los metales
preciosos, observan una inversión de la tendencia secular «en el sur entre 1590 y 1600,
en el norte entre 1620 y 1630 y quizá incluso hacia 1650». Pero en lo que concierne a
los precios nominales, observan un modelo muy diferente de tres movimientos
sucesivos: uno hacia la década de 1620 en Alemania, otro hacia mediados de siglo en
ciudades tan diferentes como Siena, Exeter, Ragusa, Nápoles, Amster- dam, Danzig y
París, y un tercero en 1678 en Castilla, que está «a mucha distancia del resto». «Los
precios nominales», dicen, «sólo siguieron exactamente a los precios de la plata en el
caso de Inglaterra y muy de cerca en el caso de Holanda». Observemos cómo reaparece
nuestra pareja de países. En todos los demás países hay un vacío que va desde una
década hasta tres cuartos de siglo en el caso de Castilla. «Lo que mantiene elevados los
precios nominales en estos distintos países son las sucesivas inflaciones» 5S.
Aquí tenemos una preciosa pista que seguir. ¿Puede la inflación ser uno de los
modos de relativa decadencia cuando hay una contracción en la economía-mundo? ¿Se
puede decir que el grado de inflación nominal, especialmente en relación con los precios
de los metales preciosos, es una medida de la decadencia relativa? Tendríamos que tener
presente esta cuestión al pasar revista a las diversas fechas (para fijar las cuales los
criterios a menudo no se explicitan). De acuerdo con Slicher van Bath, la depresión
comenzó en España hacia 1600, en Italia y parte de Europa central en 1619, en Francia
y parte de Alemania en 1630, en Inglaterra y las Provincias Unidas en 1650. Fue peor
en Europa central entre 1640 y 1680 y en las Provincias Unidas entre 1720 y 1740.
Terminó en Inglaterra y Francia en 1730, en Alemania en 1750 y en las Provincias
Unidas en 1755. «Los países económicamente más desarrollados, como Inglaterra y
Holanda, pudieron resistir más tiempo. Los productores de materias primas —que en el

1387 Romano (1974, p. 194).


1388 Cipolla (1974, p. 12). Schoffer dice que los historiadores holandeses son reacios a contribuir al
análisis del concepto de una crisis general europea: «¿Cómo se puede hacer compatible esta crisis
general con la Edad de Oro holandesa» (1968, p. 86).
1389 Según Geremek (1963).

” Braudel y Spooner (1967, p. 404).


La fase B 27
siglo xvn eran las zonas productoras de cereales del Báltico— estaban casi totalmente
indefensos» 59.
Vilar, haciendo uso de los precios de la plata, halla dos modelos principales, uno
en España y Portugal, cuya decadencia comenzó antes (entre 1600 y 1610) y también
terminó antes (entre 1680 y 1690), y otro en Europa septentrional, que comenzó entre
1650 y 1660 y siguió hasta 1730-1735. Francia aparece en esta clasificación como un
país dividido, en el que el Mediodía «unido a la coyuntura marsellesa y mediterránea,
tiene más parentesco con España que con el Beauvaisis»60. Chaunu observa los mismos
modelos: una «tendencia precoz en el Mediterráneo e Hispanoamérica y otra tardía, en
el norte y el Báltico, a la que están asociados, bastante paradójicamente, el Atlántico
brasileño y el océano Indico»61.
Abel, sin embargo, propone una agrupación algo diferente sobre la base de
promedios de 25 años en los precios en plata de los cereales, que resume como una
tendencia en general descendente «durante la segunda mitad del siglo xvn y la pri- 1391
mera mitad del xvm»62. Esto, dice, es aplicable a Inglaterra, los Países Bajos españoles,
Francia, Italia del norte, las Provincias Unidas, Dinamarca y Polonia, pero no a
Alemania y Austria, cuyas «curvas de precios son ascendentes desde el último cuarto
del siglo xvn»63. De hecho, un examen detenido del mapa de Abel muestra un cuadro
mucho más complejo, en el que sobresalen dos hechos. En primer lugar, se puede
observar que la mayor distancia entre precios se produce en 1650, cuando en Polonia
son notablemente altos y en Alemania notablemente bajos. En segundo lugar, Polonia
muestra la mayor variación a lo largo del tiempo en los precios, que van desde los más
altos de cualquier lugar en 1650, hasta los más bajos de cualquier lugar en 1725. (El
grado en que Alemania se desvía de la norma es mucho menor.) Esta notable oscilación
de Polonia no debería ser pasada por alto al buscar un marco general de explicación,
pero por el momento nos ocuparemos de Alemania, ya que existe una amplia
bibliografía sobre la cuestión del papel de la guerra de los Treinta Años en la
«decadencia» de Alemania.
Theodore Rabb, pasando revista a la bibliografía aparecida hasta 1962, describe dos
escuelas históricas, la escuela de la «guerra desastrosa» y la escuela de la «decadencia
anterior» (que no ve en la guerra de los Treinta Años sino el golpe de gracia) 64.
Friedrich Lütge es un buen ejemplo de la primera escuela. Para él, la economía de
Alemania entre 1560 y 1620 era floreciente. Alemania practicaba el comercio
ultramarino y sus manufacturas eran numerosas y rentables. A partir de 1620, el
panorama cambió y de ello deduce que la guerra de los Treinta Años fue la variable
clave6S. La respuesta de Slicher van Bath a esto es típica: «La guerra de los Treinta
Años no puede ser responsable, ya que la decadencia en Alemania comenzó ya en la
segunda mitad del siglo xvi»66. Se han hecho varios intentos de zanjar la cuestión.

Ibid., p. 405.
1391

59 Slicher van Bath (1965b, p. 136). Unas fechas similares para la depresión en la zona del Báltico
se encuentran en Maczak y Samsonowicz (1965, p. 82), quienes la sitúan entre la década de 1620 y la
de 1760.
“ Vilar (1974, p. 303). De este modo Vilar intenta que los argumentos por lo demás disonantes de
Baehrel (1961) encajen en las tesis generales de los franceses y acerca de los franceses.
61 Chaunu (1962b, pp. 251-52).
28 Immanuel Wallerstein
Carsten, por ejemplo, ve con escepticismo la tesis de la decadencia anterior a la guerra:
Aun si se pudiera establecer que la mayoría de las ciudades alemanas estaban ya en
decadencia antes de 1618, esto no implicaría necesariamente una decadencia general,
ya que la actividad económica podría haberse desplazado de lás ciudades al campo. De
hecho, esto
“ Abel (1973, p. 221).
63 Ibid., pp. 222, 223, mapa 37.
64 Rabb (1962b, p. 40).
65 Véase Lütge (1958, pp. 26-28).
66 Slicher van Bath (1963b, p. 18); véase el mismo argumento en Abel (1967, p. 261).

fue lo que sucedió en la Alemania del nordeste, donde el siglo xvi fue un período de
paz y prosperidad, exportaciones de cereales en aumento y precios de cereales en rápida
alza1392.

La decadencia de las ciudades no debe ser, pues, necesariamente interpretada como un


signo económico negativo. ¡Por supuesto que no! Es un signo de periferización 1393.
Carsten descubre además que el período anterior a 1608 en la Alta Baviera, zona que
ha estudiado detenidamente, fue una «época de prosperidad lentamente creciente».
Aconseja, pues, prudencia, hasta que haya «investigaciones más detalladas» 1394.
Mientras que Carsten interviene para insistir en nuestra ignorancia colectiva, Rabb
interviene para insistir en que nuestro conocimiento colectivo «muestra a la vez
prosperidad y decadencia en Alemania [antes de la guerra de los Treinta Años], a
menudo codo con codo». También concluye con una nota de prudencia.
El hecho de que las zonas de decadencia estuvieran en decidida minoría [...] hace
imposible llegar a la conclusión de que las luchas anteriores a 1618 fueran algo más que
diversas [...] En el mejor de los casos, la guerra de los Treinta Años inició una
decadencia general que antes no existía; en el peor de los casos reemplazó la
prosperidad por el desastre1395.

La intervención de Kamen representa una tercera variante. Reconoce que «no puede
haber duda de que la guerra fue un desastre para la mayoría de los países de lengua
alemana», pero argumenta que «la controversia es en cierto modo falsa», porque no
había «una sola unidad económica y política llamada Alemania», y es «a menudo poco
realista establecer una distinción entre la decadencia anterior a la guerra y la posterior
a ella»1396.
Ninguna de estas mediciones «económicas» nacionales tiene en cuenta hasta qué
punto la guerra de los Treinta Años fue a la vez la consecuencia política y el signo de
una contracción económica general en toda Europa. Un importante intento de examinar
esta guerra en un contexto totalmente europeo ha sido realizado por J. V. Polisensky,

1392 Carsten (1956, p. 241).


“ Para el propio Carsten, esto es algo bien sabido, aunque él no use este lenguaje. Carsten habla de
«la ascensión de la nobleza terrateniente y su contacto directo con los comerciantes extranjeros, que
supuso la muerte para muchas de las ciudades más pequeñas» (1956, p. 241).
1394 Carsten (1956, p. 241).

1395 Rabb (1962b, p. 51).

1396 Kamen (1968, pp. 44, 45, 48).


La fase B 29
quien dice que la guerra ha de ser
considerada como un ejemplo de dos civilizaciones en conflicto ideológico. El choque
de una concepción derivada del legado del humanismo, influenciada por el
protestantismo e inspirada en el modelo de los Países Bajos Unidos, con otra católica y
humanista que seguía el ejemplo de España se convierte así en el punto de partida para
el desarrollo de los diversos frentes políticos y coaliciones de poder”.
Esta guerra, que afectó a toda Europa, puede ser, pues, considerada como la primera
guerra mundial de la economía-mundo capitalista. Polisensky lo señala, aunque en
términos bastante prudentes.
Una condición previa para la generalización del conflicto era la presencia en la Europa
de comienzos del siglo XVII si no de una unidad económica al menos de un marco de
intercambio y los primeros signos de un mercado mundial, cuyo centro de gravedad era
toda la zona comprendida entre el Báltico, el Atlántico y el Mediterráneo ”.
A su argumento central de que «lo que está fuera de duda» es la tesis de Vajnshtejn,
según la cual la «guerra de los Treinta Años está íntimamente unida a la historia de la
revolución holandesa y al movimiento por su liberación del yugo de España»,
Polisensky añade: «Necesitamos saber exactamente cómo una revolución interna
dirigida por la burguesía pudo convertirse en un fantasma para sus adversarios de toda
Eu-

” Polisensky (1971, p. 9). Parker sugiere igualmente una analogía con la primera guerra mundial
(1976a, p. 72); pero hay que señalar la frase de Polisensky que viene a continuación, en la que pone en
guardia contra una errónea interpretación: «Sería una crasa simplificación pretender que la guerra fue
una colisión entre el campeón del capitalismo y la burguesía, por una parte, y el representante del
'antiguo régimen’ y la aristocracia feudal, por otra».
73 Poliáensky (1971, p. 258). De esto se deduce que «la guerra actuó como catalizador para acelerar

ciertos cambios socioeconómicos que ya estaban en marcha antes de que estallara» (p. 259). No fue un
hito decisivo. «La guerra de los Treinta Años subrayó una desigualdad ya existente en el desarrollo
económico. No alteró la dirección básica de las rutas comerciales ni la intensidad de los contratos
comerciales» (p. 260, el subrayado es mío). Hroch analiza también la guerra de los Treinta Años como
una consecuencia de la contradicción entre «las fuerzas productivas en vías de desarrollo y las relaciones
de producción en vías de estancamiento», resultado a su vez del desarrollo de una producción de
mercancías para un «mercado europeo» (1963, p. 542). Sin embargo, piensa que fue un conflicto «dentro
de la clase feudal» (p. 541).
30 Immanuel W allerstein
ropa»1397 1398. Para él no sólo el «factor holandés» desempeñó un papel esencial en la
generalización del conflicto, sino que el resultado más importante fue de hecho la
victoria de los holandeses en toda Europa. Señala que la guerra acabó precisamente
cuando los holandeses iban en cabeza:
En 1645, la flota holandesa se hizo por vez primera con el control del Sund y las rutas
comerciales del Báltico. El patriciado mercantil de la provincia de Holanda y la ciudad
de Amsterdam no veía ninguna razón para continuar una guerra con España de la que
sólo Francia podía salir victoriosa [...]
La paz por separado [de las Provincias Unidas y España en enero de 1648] fue un
triunfo de la República sobre España y de Holanda sobre el príncipe de Orange y el
resto de los Países Bajos. También puede ser considerada como una franca victoria de
Amsterdam sobre todos los demás intereses holandeses. El fin de la guerra confirmó los
privilegios de esa misma oligarquía urbana a la que Mauricio de Orange había
humillado treinta años antes”.
Aquí se plantea una cuestión crucial: ¿cómo se explica que la guerra de la
independencia holandesa, la revolución de los Países Bajos, que comenzó en 1566, no
desembocara en una conflagración a nivel de toda Europa hasta 1621 (es decir, el
comienzo de lo que Polisensky ha denominado el «período holandés de la guerra», de
1621 a 1625) 1399? ¿No tendrá esto algo que ver con la crisis de 1619-1622 de que habla
Romano1400? Es más que probable. Pues la contracción en toda Europa, que se puso de
manifiesto en la grave crisis de estos años1401, hizo que los riesgos del control político
fueran mayores, y que los costos de la destrucción militar les parecieran a los
participantes menores que las posibles pérdidas de una posición comercial poco sólida
en un momento de contracción. En este sentido, las Provincias Unidas jugaron y
ganaron. Sobre todo teniendo en cuenta que muchos de los costos de la guerra, en
términos de destrucción, fueron de hecho pagados por Alemania y, no lo olvidemos,
por Bohemia1402. Kamen tiene, pues, razón al ver en la controversia sobre Alemania una
«falsa» controversia. La cuestión no es si Alemania habría entrado o no en decadencia
si no se hubiera producido la guerra de los Treinta Años: ésta es una hipótesis en buena
medida carente de sentido. La guerra se produjo como respuesta a una inversión en la
tendencia de la economía-mundo y, por tanto, se convirtió en una de las modalidades
por las que se produjeron una redistribución de los papeles económicos y una
intensificación de las disparidades económicas.
Resumiendo los diversos estudios y síntesis, tenemos el siguiente panorama. En los
años comprendidos entre 1600 y 1650 (como en los comprendidos entre 1300 y 1350),
el período de expansión económica pareció llegar a su fin. Las descripciones de esta
expansión primordialmente en términos de precios, el enfoque de los historiadores de
los precios del período de entreguerras no son incorrectos, pero inducen a engaño
porque los precios son relativos por definición. Un precio sólo tiene significado dentro

1397Polisensky (1971, p. 264).


” Ibid., pp. 236-237.
1399 Este es el título del capítulo 5 del libro de Polisensky (1971).

1400 Véase Romano (1962).

71 Véase mi análisis en Wallerstein (1974, pp. 269-73).

1402 «El alcance de la tragedia [económica de Bohemia] es evidente» (Polisensky, 1971, p. 294). Esto

también es aplicable a Suiza; véase el análisis en Kamen (1968, p. 60).


La jase B 31
del contexto de todas las series sincrónicas de precios de un mercado determinado. Los
precios nunca suben o bajan en general; suben algunos precios, lo que significa que
otros bajan. El fin de las expansiones no implicó simplemente la medición etérea de los
precios nominales; implicó unos productos materiales reales. La expansión primera y
tal vez más importante se produjo en la producción de cereales, tanto en el rendimiento
por hectárea como en la superficie total dedicada a los cereales. Esta última expansión
se consiguió gracias a la roturación de tierras y también al cambio en el uso de la tierra
dedicada a los pastos y a la viticultura, que pasó a ser dedicada al cultivo de cereales.
Estas diversas expansiones tuvieron lugar, por supuesto, porque los términos de
intercambio se hicieron más rentables para los cereales frente a otros productos.
Además, hubo expansiones al menos en otras cuatro áreas:
a) la población, cuyos ascensos y descensos en esta época no podían dejar de tener
relación con el suministro de alimentos;
b) la «industria» urbana, relativamente monetizada, tanto en sus vinculaciones
avanzadas como atrasadas, que creaba unas altas tasas de trabajo asalariado y nunca
estaba, pues, demasiado alejada de unos salarios reales relativamente bajos o al menos
en descenso; c) las reservas de dinero en sus múltiples formas (metales preciosos, papel,
crédito); d) el número de empresarios marginales, rurales y urbanos. Todos estos
factores implicaron una expansión para la economía en general, y no fueron nunca
uniformes en los múltiples sectores de la economía. Si los consideramos, pues, dentro
de los límites de las unidades políticas y no dentro de los límites de los mercados
económi- eos globales, tendremos sólo una visión parcial en la que el significado
económico será incomprensible, y las consecuencias políticas serán inexplicables, a
menos que tomemos en cuenta el conjunto más amplio.
En 1300-1350 y 1600-1650, estas expansiones llegaron a su fin por razones en
buena parte similares. Lo que varió enormemente, sin embargo, fue la respuesta del
sistema al fin de la expansión. En términos cuantitativos, podemos ver la diferencia con
bastante facilidad. El período comprendido entre 1300 y 1450 implicó un descenso en
las diversas medidas, comparable a grandes rasgos al alza anterior, mientras que el
período comprendido entre 1600 y 1750 representó una estabilización de las medidas.
La curva de 1450 a 1750 se parece más a un peldaño que a la cima de la montaña de la
curva de 1150 a 1450. Sin embargo, esto no es sino la apariencia externa de una
diferencia estructural. La recesión de 1300 a 1450 llevó a la crisis de una estructura
social, la del feudalismo europeo, mientras que la de 1600 a 1750 llevó a un «período
de solidificación y organización», como dice Schóffer80; marcó lo que Chaunu ha
llamado el «fin del crecimiento fácil y el comienzo de las dificultades fecundas» 81.
¿Solidificación y dificultades fecundas para qué? La economía-mundo capitalista como
sistema es la única respuesta plausible.
Señalemos algunos de los rasgos sistemáticamente constructivos de la contracción
entre 1600 y 1750. En primer lugar, y es difícil hacer excesivo hincapié en este hecho,
este período fue testigo de un reforzamiento de las estructuras del Estado, al menos en
los Estados del centro y en los semiperiféricos en vías de desarrollo, como forma de
hacer frente a la contracción; la contracción comparable de 1300-1450, por el contrario,
llevó precisamente a una agudización de las sangrientas luchas entre la nobleza
terrateniente, una Gotterdammerung virtual de la Europa feudal. No es que las guerras
y la destrucción fueran desconocidas en el siglo xvn —muy al contrario—, pero no
32 Immanuel W allerstein
tuvieron el mismo carácter de sangría masiva de las clases dominantes. La forma de
guenear había cambiado: el uso de mercenarios se había generalizado y, sobre todo, las
luchas del siglo xvn eran luchas entre Estados y no entre barones, y podían así servir
para acrecentar la fuerza económica de un país. Como decía Elliott en su análisis de la
llamada crisis: «Los siglos xvx y xvu fueron testigos de cambios signi-

" Schóffer (1966, p. 106).


“ Chaunu (1967, p. 263).
La fase B 33
ficativos en el contenido de la vida europea, pero estos cambios se produjeron dentro
del marco elástico del Estado monárquico aristocrático»82. La elasticidad es
precisamente lo que impide que las contracciones se conviertan en crisis.
En segundo lugar, hubo una constante actividad económica en todas partes,
actividad que vista de cerca parecía ser el signo de la prosperidad. Paso por alto los
ejemplos más obvios: la edad de oro de Holanda, la mejoría alemana desde finales del
siglo xvn, el constante progreso de la agronomía inglesa y, en resumen, «a lo largo de
este sombrío y difícil siglo XVII, la acumulación de infinidad de pequeñas mejoras»83.
Entre estos fenómenos, señalados con menos frecuencia, figura el hecho de que la
roturación de nuevas tierras nunca cesó realmente, como nos recuerda Romano:
La ¿roturación de nuevas tierras [bonifighe]? Prosiguió en el siglo XVII, sólo que no fue
pagada en dinero, sino por medio de prestaciones de trabajo, servicios, exacciones
abusivas [soprusi], etc. Es en este sentido en el que se puede decir con razón que «la
producción agrícola, a diferencia de otras producciones, apenas disminuyó en el siglo
XVII»

No debería sorprendernos que a muchos empresarios del siglo XVII les pareciera que
había «una falta de salidas seguras y productivas para sus inversiones» 85; después de
todo, éste es uno de los significados de la contracción. Cuando Chaunu describe el siglo
86
XVII como aquel en el que «las ganancias retroceden [...] pero las rentas triunfan» nos
está, pues, induciendo a error. De hecho, lo que hace es describir la tendencia a la
inversión agrícola en los países del centro de la economía- mundo capitalista.
Hobsbawm descubre una paradoja en la historia del capitalismo:
Nos enfrentamos por lo tanto a la paradoja de que el capitalismo sólo se puede
desarrollar en una economía que ya es sustancialmente capitalista, pues en cualquiera
que no lo sea, las fuerzas capita-

Elliott (1969, p. 55).
!J
Chaunu (1967, p. 265).
84 Romano (1962, p. 512); Romano cita aquí a Bulferetti (1953, p. 44, nota 77).
15 Minchinton (1974, p. 160).

“ Chaunu (1967, p. 264). Spooner señala que la tierra era una más de las posibles salidas para las
fortunas comerciales de la época. Cita también la guerra de los Treinta Años, los estados, las grandes
compañías y la nueva tecnología (1970, pp. 100-103).
listas tenderán a adaptarse a la economía y sociedad predominantes, y no serán entonces
suficientemente revolucionarias1403.
Pero, ¿es realmente una paradoja que una economía-mundo capitalista
predominantemente industrial sólo pueda surgir de una economía-mundo capitalista ya
existente, que fue exactamente lo que sucedió? La economía-mundo capitalista persistió
y se estabilizó en el período comprendido entre 1600 y 1750, como no había podido
hacerlo entre 1300 y 1450 (precisamente porque la expansión entre 1150 y 1300 no
había roto todavía los vínculos de la estructura feudal de Europa); y por esta razón el
siglo xvn pudo preparar el camino a la llamada revolución industrial, tanto económica

1403 Hobsbawm (1960, p. 104).


34 Immanuel Wallerstein
como política, intelectual y socialmente 1404 1405.
No debemos pasar por alto la revolución de las costumbres, por ejemplo, que no
tuvo contrapartida en la Baja Edad Media, con la constante implantación de una moral
sexual ascética desde el siglo xvi hasta el xvm, y todo lo que impuso a las estructuras
familiares para hacerlas ajustarse a un mundo capitalista. Como siempre, Chaunu se
deja llevar por sus imágenes idealistas, pero no anda realmente descaminado en su
argumentación:
El siglo xvn clásico es, en cuestión de costumbres, el gran siglo revolucionario, tal vez
el único, con respecto a la civilización tradicional, el siglo iconoclasta por excelencia.
De este modo aseguró, paradójicamente, una de las condiciones previas de la revolución
malthu- siana ”.
Una vez más preguntamos: ¿dónde está la paradoja? En realidad, podemos plantearnos
si la revolución industrial no estaba ya en marcha en el siglo xvn. Charles Wilson es lo
bastante osado como para sugerirlo:
¿Hubo una diferencia absoluta entre el desarrollo económico de la llamada revolución
industrial y el de la Holanda del siglo xvn? La mayoría de los historiadores dirían
probablemente que sí la hubo. Pero ¿cómo podemos estar seguros? [...] La construcción
naval holandesa fue, para su época, una industria básica, como la ingeniería
del transporte lo sería para el siglo xix1406.

No olvidemos que el período comprendido entre 1600 y 1750 prosiguió y


amplió un proceso crucial de la economía-mundo: la constante ruptura,
como demuestra el estudio de Braudel y Spooner, de las diferencias de los
precios en las tres zonas básicas de Europa.
El inconfundible cierre, a partir de principios del siglo xvm, de la brecha
existente [entre las dos líneas de precios máximos y mínimos] muestra
hasta qué punto habían comenzado a converger los precios en toda Europa
[... ] Con la explotación excesiva de estas diferencias de precios, el
capitalismo mercantil contribuyó a generar un proceso de nivelación, a
crear un sistema de canales de comunicación y, a su vez, a desviar los
intereses que buscaban en otras partes condiciones más favorables1407.

Este es el quid de la cuestión. Hubo un proceso capitalista desde el siglo xvi


hasta el xvm que hizo posible el desarrollo industrial, y la nivelación de los
precios fue un elemento esencial de ese proceso.
Sin embargo, me parece que existe una diferencia fundamental entre
el período que va de 1450 a 1750, en que se creó una economía-mundo

1404 Chaunu ha captado muy bien los logros de este período en comparación con el anterior: «Con un

conjunto de medios, de los cuales los más perfeccionados datan del siglo xm, el hombre europeo del
siglo xvi lanza la red de la primera economía planetaria. La paradoja no radica aquí, sino más bien en
que, de 1550 a 1750, la Europa clásica se las arregló para conservar este milagro antes de la revolución
del transporte de mediados del siglo xvm» (1966a, pp. 277-278).
1405 Chaunu (1966a, p. 209).
1406
Wilson (1973, p. 331).
1407
Braudel y Spooner (1967, p. 395). Achilles habla de que el precio del trigo en Amsterdam se
había convertido en el «patrón para toda Europa» (1959, p. 52).
La fase B 35
capitalista y se eliminaron progresivamente otras posibilidades históricas
alternativas, y el período que va de 1150 a 1450, en que se podría decir que
un intento similar fracasó porque la coherencia política de la economía
feudal todavía no se había venido abajo como consecuencia de sus
contradicciones internas. Esta diferencia fundamental puede observarse
en el modelo de distribución de la renta en la economía global.
La tesis principal de Wilhelm Abel en su libro sobre la pobreza de las
masas en la Alemania preindustrial es que el argumento de Friedrich
Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra —que la situación de los
obreros empeoró con la industrialización— es totalmente erróneo. Según
Abel, que cita la obra de Bruno Hildebrand, «la pobreza era mayor [en
Alemania], precisamente donde no había industria»1408. En realidad, dice
Abel, la pobreza de las masas es anterior a la industrialización, pues se
remonta al siglo xvi:
El descenso más notable [en los salarios reales] se produjo en el siglo xvi.
Posteriormente los salarios reales aumentaron en Alemania poco después de la guerra
de los Treinta Años y en otras partes a comienzos del siglo xvm. Sin embargo, estos
salarios [...] no eran mucho más altos que los de la segunda mitad del siglo xvi (y eran
mucho más bajos que los del siglo xv). La época del pauperismo (1791-1850) completa
esta serie con un nuevo descenso, pero mucho menor en la Inglaterra de comienzos de
la industrialización”.
El objetivo del libro de Abel es demostrar que la revolución industrial trajo
consigo una elevación en el nivel de vida de la clase obrera. Esta cuestión
cae fuera del campo en que nos movemos, pero la referencia de Abel al
período comprendido entre 1791 y 1850 indica que esto podría no ser cierto
para la economía-mundo en general. Lo que sí concierne a nuestro estudio
es su argumento de que hubo una baja general en los ingresos de las capas
más bajas en el período comprendido entre 1450 y 1800. Este argumento
se ve confirmado por otros escritos. Michinton, que se ocupa del período
1500-1750, aventura unas cuantas generalizaciones sobre la «estructura de
la demanda» en Europa, y dice que «era mejor ser rico en 1750 que en
1500», y que «el abismo entre ricos y pobres se ensanchó»M. Braudel y
Spooner llegan a conclusiones similares al estudiar los precios:
Desde finales del siglo xv hasta bastante después de comienzos del xvm, el nivel de
vida europeo descendió progresivamente. Sería interesante hacer un análisis profundo,
donde fuera posible, de las condiciones anteriores a esta época, en los siglos xiv y xv.
En términos generales, las condiciones eran entonces mejores. ¿Constituyó aquella
época una edad de oro para el trabajo como han pretendido tantos excelentes
historiadores, con anterioridac a los repetidos y violentos trastornos que hemos señalado
sin de~: nbirlos en toda su extensión,!?
En un cuadro que he elaborado a partir de datos de Slicher van Bath, los

1408
Abel (1972, p. 7).
36 Immanuel Wallerstein
salarios reales de un carpintero inglés de 1251
” Ibid., p. 63, que ilustra este fenómeno con un gráfico que muestra los salarios reales de un albañil
en kg de trigo (usados para hacer pan) en Inglaterra, Estrasburgo, Viena y Leipzig.
94
Minchinton (1974, p. 168).
93
Braudel y Spooner (1967, p. 429). Véase también Teuteberg, que habla de la «despecoración»
(incremento de la falta de carne) de Europa en el período comprendido entre finales de la Edad Media
y 1800 (1975, pp. 64-65).
a 1850 1409 muestran un constante aumento de 1251 a 1450, con una inflexión en
este período y un descenso más o menos constante a partir de la misma, volviendo
finalmente al punto de partida (con un período excepcionalmente bajo
entre 1601 y 1650). Para interpretar esto, debemos considerar nuevamente
la llamada crisis del feudalismo. Perry Anderson ha afirmado
acertadamente que «uno de los avances más importantes de la
historiografía medieval en las últimas décadas ha sido la plena conciencia
del dinamismo del modo de producción feudal». Esta crisis no se basa,
pues, en el fracaso, sino en el éxito, en «el notable progreso económico y
social que el feudalismo representó»1410. Sin embargo, en el siglo xm,
después de tres o cuatro siglos de constante expansión, el sistema entró en
crisis.
He explicado en otra ocasión1411 1412 1413 por qué creo que esto se debió
a la conjunción de una regresión económica cíclica, unos cambios
climatológicos y la exacerbación secular de las contradicciones básicas de
una estructura feudal. El análisis posterior y bastante detallado que hace
Anderson de esta conjunción histórica hace hincapié en el hecho de que «el
motor básico de las roturaciones rurales, que había impulsado durante
tres siglos a toda la economía medieval, superó finalmente los límites
objetivos de la tierra y de la estructura social» ". Al subrayar lo que
podríamos llamar el agotamiento socioeconómico del sistema, Anderson
critica la explicación «empíricamente cuestionable y teóricamente
reduccionista» propuesta por Dobb y Kosminsky, según la cual la crisis
fue el resultado de una «escalada lineal de la explotación nobiliaria»,
porque ésta «no parece ajustarse a la tendencia general de las relaciones
de renta en la Europa occidental de esta época» 10°.
La confusión a este respecto es digna de que nos paremos a
desentrañarla. Se pueden encontrar ciertos datos empíricos a favor de la

1409
Véase Wallerstein (1974, p. 80, cuadro i). Le Roy Ladurie dice que Baulart demuestra que el
punto culminante del salario de un trabajador parisino del siglo xv al xvm se alcanzó entre 1440 y 1498
(1973, p. 434). Fanfani mantiene que los salarios reales se redujeron en Italia en un 50 por ciento durante
el siglo xvi (1959, p. 345).
57
P. Anderson (1974b, p. 182).
1411
Véase Wallerstein (1974, pp. 21-37).
* P. Anderson (1974b, p. 197), para el que la crisis no fue exclusivamente agrícola: «Al mismo
tiempo la economía urbana tropezó ahora con algunos obstáculos deci'ivos para su desarrollo [...] Hubo
una escasez generalizada de dinero que afectó inevitablemente a la banca y al comercio». Esta escasez
es explicada por Anderson en términos de una «barrera técnica» en la minería (1974b, p. 199).
lw
P. Anderson (1974b, p. 198). Yo también corro el riesgo de caer en este campo en la medida en
que estoy de acuerdo con la versión de Hilton de esta hipótesis; véase Wallerstein, 1974, pp. 23-24.
La fase B 37
hipótesis de la escalada lineal en el propio libro de Anderson, que afirma,
por ejemplo, que el tamaño medio de las parcelas campesinas en la Europa
medieval pasó «quizá de unas 40 ha en el siglo ix a unas 8 ó 12 ha en el siglo
xm» 1414. También señala que la importancia social y económica de la
pequeña nobleza y de las capas intermedias entre los magnates y el
campesinado «tendió a crecer ininterrumpidamente durante el período
medieval» 1415. Probablemente esto significó que un porcentaje mayor del
excedente económico pasó a trabajadores improductivos y, por
consiguiente, que hubo una escalada lineal de la explotación de la nobleza.
En este caso sería la combinación del constante agotamiento
socioeconómico y la mayor explotación (¿no llevaría el primero a la
segunda como forma de equilibrar en parte los ingresos individuales de los
miembros de las capas superiores?), lo que produjo (con el refuerzo de
otros factores, como ya he señalado) la famosa crisis de los ingresos
señoriales resultante de «un efecto de tijeras entre los precios urbanos y
agrícolas» 1416 1417.
Una de las consecuencias de este «efecto de tijeras» fue el cambio general
en las relaciones de renta que se produjo precisamente en el período de
retroceso económico. Anderson afirma:
La crisis general del modo de producción feudal, lejos, pues, de empeorar
la condición de los productores directos en el campo, acabó mejorándola y
emancipándolos. De hecho fue el momento decisivo en la disolución de la
servidumbre en Occidente1M.
Da la impresión de que hubo un efecto de «tijeras» seguido de una reacción
señorial seguida, a su vez, de una resistencia campesina relativamente
efectiva que llevó a la disolución de la servidumbre. «Hacia 1450, el
dominio señorial cultivado por mano de obra servil era un anacronismo
en Francia, Inglaterra, Alemania occidental, Italia del norte y la mayor
parte de España» 1418. Yo veo la secuencia de forma algo distinta. La crisis
socioeconómica debilitó a la nobleza de tal forma, que los campesinos
incrementaron constantemente su participación en el excedente de 1250 a
1450 ó 1500. Esto sucedió en toda Europa, tanto occidental como

1414
P. Anderson (1974b, p. 186), que en una comunicación privada sugirió que esto podría ser
debido a la división de las herencias y no a la escalada de la explotación.
1415
P. Anderson (1974b, p. 185), que sugiere que esto podría ser el resultado del incremento de
la producción global y no, una vez más, una escalada de la explotación. Pero véase el minucioso estudio
empírico de Herlihy sobre la Pistoia rural en el siglo xm. Como refutación a una explicación malthusiana
del descenso de la población en el siglo xiv, señala que en el siglo xm los campesinos estaban
«soportando un nivel asombroso de renta», que habían vendido rentas perpetuas sobre sus tierras a los
inversores para aumentar el capital y que, a partir de 1250, «con la reducción del contenido metálico de
la moneda y el rápido incremento del precio del trigo, el valor de las rentas perpetuas también se disparó,
llegando a su punto culminante en la década de 1280». Además «la comarca rural de Pistoia estaba
soportando unos impuestos seis veces más altos que los que pagaba la ciudad» (1965, pp. 238, 240,
242).
102
P. Anderson (1974b, pp. 200-209), cuya descripción empírica de las consecuencias es expuesta
con concisión y admirable claridad.
1417
Ibid., p. 204.
1418
Ibid., p. 209.
38 Immanuel Wallerstein
oriental1419. Fue la elevación del nivel de vida de las capas inferiores,
tendente a una relativa nivelación de las rentas, más que la anterior
situación de «agotamiento», la que representó para las clases superiores la
crisis real y el dilema al que tuvieron que hacer frente.
No había más que un camino para salir de él sin un cambio social
drástico. Este camino, como he explicado antes, era la creación de un
sistema capitalista mundial, una nueva forma de apropiación del
excedente1420. La sustitución del modo de producción feudal por el modo
de producción capitalista fue lo que constituyó la reacción señorial; fue un
gran esfuerzo sociopolítico de las capas dominantes para conservar sus
privilegios colectivos, aun cuando tuvieran que aceptar una
reorganización fundamental de la economía y todas las amenazas
resultantes a los modos de estratificación familiares. Era evidente que
habría familias que perderían con tal cambio, pero muchas otras
ganarían1421. Además, y lo que era más importante, no sólo se mantenía el
principio de la estratificación, sino que también se reforzaba.
¿Acaso no demuestra el descubrimiento de que el nivel de

1419
Aunque uno de los principales temas de los dos libros de Anderson es el de los caminos
divergentes seguidos por Europa occidental y Europa oriental, admite que «el impacto relativo [de la
crisis del feudalismo] fue posiblemente superior» en la Europa oriental que en la occidental. Por
supuesto, sigue afirmando que la causa de la crisis en las dos zonas fue diferente (1974b, pp. 246-48).
Pero su realidad fue la misma, así como sus consecuencias beneficiosas para el campesinado.
1420
Véase Wallerstein (1974, pp. 37-38).
1421
El propio P. Anderson indica una de las formas de reducir el riesgo o de aminorar la velocidad
de la circulación de las élites. La denomina vincolismo, haciendo referencia a los diversos
procedimientos jurídicos introducidos a finales del siglo xvn y a lo largo del XVIII para conservar las
grandes propiedades en la familia «contra las presiones y riesgos de desintegración por el mercado
capitalista» (1974a, p. 56).
La jase B 39
vida de las clases bajas europeas descendió desde 1500 hasta al menos
1800, a pesar de que este período incluyó tanto una expansión (fase A) como
una contracción (fase B), el éxito de la estrategia, si es que puede llamarse
así, de la transformación económica? Habría que señalar que el argumento
empírico del descenso de la renta no procede de un crítico del capitalismo,
sino de un Abel que corrige a Engels. (La creencia equivocada por parte de
Abel de que este descenso se detuvo a partir de 1800 indica únicamente
que, por las razones que sean, no realizó los cálculos posteriores a 1800
dentro de la unidad de análisis correcta, es decir, de la economía-mundo
capitalista en general, cuyos límites exteriores se habían dilatado
precisamente en ese momento.)
Volvamos ahora a nuestra interpretación de la contracción entre 1600
y 1750. Si analizamos el período comprendido entre 1450 y 1750 como una
larga «transición» del feudalismo al capitalismo corremos el riesgo de
reificar el concepto de transición, porque con ello reducimos el período de
feudalismo «puro» y capitalismo «puro», y tarde o temprano llegamos a
cero, al no quedar sino la transición. En realidad, todo es transición. Pero
si convertimos un atributo partitivo en un atributo universal, lo único que
hacemos es desplazar terminológicamente el problema. Seguimos sin saber
cuándo, cómo y por qué se produjeron las principales alteraciones en la
estructura social. Las descripciones ideológicas que hacen los sistemas de
sí mismos no son nunca ciertas. Resulta siempre fácil encontrar presuntos
casos de comportamiento «no capitalista» en un mundo capitalista en
cualquier parte de Europa, no sólo en 1650 y 1750 sino también en 1850 y
1950. La mezcla de empresas, comportamientos y Estados «no
capitalistas» con empresas, comportamientos o (el término menos feliz de
todos) Estados «capitalistas» en una economía-mundo capitalista no es
anómala ni propia de un período de transición. La mezcla es la esencia del
sistema capitalista en cuanto modo de producción, y explica cómo se vieron
históricamente afectadas por la economía-mundo capitalista las
civilizaciones con las que coexistió en el espacio social.
Ya he dicho que el capitalismo representó una solución a la crisis del
feudalismo; pero las soluciones son el resultado de opciones tomadas por
la mayoría después de vencer la resistencia de individuos y grupos que van
a perder sea cual sea la solución. Dado que los perdedores son muchos y
muy diversos, se realizan extrañas alianzas y el proceso es dilatado y
oscuro. Se pueden intentar otras «soluciones». Carlos V trató de recrear
la monarquía universal, pero no lo consiguió 1422. Las clases inferiores
podrían haber aprovechado el trastorno cíclico de 1600 a 1750 para
destruir el sistema, consiguiendo así una importante redistribución de un
excedente absoluto ahora mucho mayor, pero esto no ocurrió debido a la
fuerza del aparato del Estado en los nuevos países del centro de la
economía- mundo capitalista. Tratando de reconciliar de forma compleja
las fuerzas opuestas, sólo sobrevivieron y florecieron a la larga en la

1422
Véase Wallerstein (1974, pp. 165-81); véase también Yates (1975).
40 Immanuel Wallerstein
medida en que sirvieron a los intereses de las clases económicas
dominantes en el conjunto de la economía-mundo. Para Anderson, el
«absolutismo fue esencialmente [. ..] un aparato reorganizado y potenciado de
dominación feudal, destinado a mantener a las masas campesinas en su
posición social tradicional, a pesar y en contra de las mejoras que habían
conquistado por medio de la amplia conmutación de las cargas» 1423 1424.
Podría aceptar todo el razonamiento de Anderson si suprimiera el
adjetivo feudal. En mi opinión, la reorganización implicó precisamente la
sustitución de la dominación feudal por la dominación capitalista,
independientemente de la envoltura exterior de su terminología pública.
El propio Anderson admite la «paradoja del absolutismo»; afirma que al
tiempo que protegía «la propiedad y los privilegios aristocráticos», el
absolutismo podía «asegurar simultáneamente los intereses básicos de las
nacientes clases mercantil y manufacturera». Para explicar esta paradoja,
Anderson invoca el hecho de que, en el período anterior a la «industria
maquinizada» (es decir, antes de 1800 aproximadamente), «los capitales
mercantil y manufacturero» no necesitaban un mercado de «masas» y
podían, por tanto, evitar una «ruptura radical con el orden agrario feudal»
UI
. Esto es cierto; sin embargo, dentro del conjunto de la economía-mundo
capitalista, sigue siendo cierto en el siglo xx, lo que significa que la
«necesidad» de un mercado de masas no abarca a la totalidad de la
población mundial.
De todo lo anterior podemos deducir por qué no todas las monarquías
absolutas fueron Estados fuertes ni todos los Estados fuertes fueron
monarquías absolutas. El elemento clave es la fuerza del Estado y no el
absolutismo del gobierno. Por supuesto, podemos explicar la forma de
gobierno y advertir entonces que en el siglo xvn los Estados más fuertes eran
los que dominaban económicamente: las Provincias Unidas en primer lugar,
Inglaterra en segundo lugar y Francia en tercer lugar. La revolución
inglesa reforzó el Estado inglés, mientras que la afirmación de Luis XVI,
«L'Etat c’est moi», era un signo de la relativa debilidad del Estado.
La contracción del siglo xvn no fue una crisis del sistema. Muy al
contrario, fue un período de consolidación del mismo. Schoffer capta muy
bien esta idea cuando insinúa que hubo un aspecto positivo en la
decadencia de la importación de plata de Hispanoamérica a finales del
siglo xvi. Según él, el resultado fue que en el siglo xvn «el precio medio
permaneció en general constante», y éste fue «un factor estabilizador para
la economía, que ya se había visto asolada por una inflación exorbitante»
m.

El largo siglo xvi no fue sólo un período inflacionista. Fue también un


período estructuralmente revolucionario, debido en gran parte a la

1423
P. Anderson (1974a, p. 18), que ofrece otra formulación del mismo argumento: «La
dominación del Estado absolutista fue la dominación de la nobleza feudal en la época de la transición
al capitalismo» (1974a, página 42).
1424
P. Anderson (1974a, p. 40).
La -fase B 41
disposición de grandes sectores de la población a adoptar ideas nuevas y
radicales. Las ideas del humanismo y la Reforma tuvieron en ellos un
efecto tan embriagador que corrieron el riesgo de desmandarse. El siglo
xvn representó un período de apaciguamiento y enfriamiento. El
clasicismo, como el absolutismo, no fue una descripción de la realidad, sino
un programa: un programa de devolución de la iniciativa política y
cultural a las clases superiores, el mejor para digerir el cambio social
fundamental representado por la génesis de una economía-mundo
capitalista. William Bouwsma describe la tendencia esencial del siglo xvn
en el terreno intelectual como
la recuperación en todas partes de la mentalidad sistematizadora, que se
basaba en una valoración positiva de la inteligencia humana muy diferente
de la tesis subyacente al movimiento de secularización y que insistía en
relacionar todos los aspectos de la experiencia humana con un núcleo de
verdad universal y por consiguiente abstracta m.
Tanto política como culturalmente, el siglo xvn representó una búsqueda
de estabilidad en la forma y en la estructura paralela al momento de
retroceso en la tasa de desarrollo de 1425 1426 la economía-mundo. Sin este
período no habría sido posible el salto adelante de carácter cualitativo de
la etapa siguiente. Esto hace del siglo XVII no una época de «crisis» sino de
cambio del ritmo necesario, no una época de desastre, sino un elemento
esencial para velar por los intereses de los que más se beneficiaban de un
sistema capitalista U4. Dada la importancia del período comprendido entre
1600 y 1750 para la consolidación de la economía-mundo europea, vale la
pena realizar un cuidadoso análisis de por qué sucedió esto. Entonces
estaremos en condiciones de comprender los mecanismos que utilizan las
capas capitalistas para salir adelante en los repetidos períodos de
contracción de la economía-mundo. 1427

1425
Schoffer (1966, p. 97).
1426
Bouwsma (1970, p. 10, el subrayado es mío). Bouwsma explica esta preocupación por la
«racionalidad sistemática del universo» remontándose a su vez a las «condiciones materiales de la
época: a la prolongada depresión del siglo, a sus trastornos sociales, sus guerras y revoluciones (página
14)».
1427
Rabb habla del «colosal alcance, el vasto entramado» de los sistemas intelectuales
construidos entre 1610 y 1660 (Bacon, Descartes, Spinoza, Hobbes), en los que ve precisamente una
respuesta a la crisis. «Cuando este tipo de aspiración perdió su carácter central en la cultura europea,
como ocurrió a partir de la década de 1660, se pudo decir que las incertidumbres y por consiguiente la
'crisis' habían quedado atrás» (1975, páginas 58-59).
«Jan Uytenbogaert, recaudador general», de Rembrandt van Rijn. Este aguafuerte de 1639
es más conocido popularmente como «El pesador de oro». El clima es de solemnidad, casi
de santidad; compárese este retrato con los de cambistas realizados por artistas del siglo xvi,
que los retratan con la nariz ganchuda y expresión severa.
2. LA HEGEMONIA HOLANDESA EN LA ECONOMIA-MUNDO
En el norte era impensable un fenómeno como
Rubens.
1428
PlETER GEYL

El centro de la economía-mundo europea estaba hacia 1600


firmemente asentado en el noroeste de Europa, es decir, en
Holanda y Zelanda, en Londres, los Home Counties y Anglia
Oriental, y en el norte y el oeste de Francia1429. Las unidades
políticas en las que estaban situadas estas zonas del centro eran
muy diferentes en cuanto a tamaño, forma y política y
experimentaron cambios significativos en el siglo y medio
siguiente, pero económicamente presentaban más semejanzas que
diferencias. Como se observó en el capítulo anterior, el período
1600-1750 fue una época de consolidación en la que hubo un
retroceso en la tasa de desarrollo de la economía- mundo. Esto fue
cierto en general, pero el sello distintivo de un sistema económico
capitalista es que la principal tendencia global sea la resultante de
las tendencias notablemente diferentes de los sectores que lo
componen. El retroceso y la consolidación imponen difíciles
decisiones económicas y fomentan, por tanto, los repliegues
políticos (y culturales). En ninguna parte fue esto tan cierto como
en los países del centro en el siglo XVII, entre cuyos sectores
empresariales hubo una fuerte competencia por sobrevivir en una
situación en la que algunos habían de ser eliminados para dejar
suficiente ganancia a los otros.
Los libros de historia llaman al período comprendido entre
1600 y 1750 la época del mercantilismo. No tengo intención de pasar
revista a los múltiples significados dados a este término

1428
Geyl (1961, pp. 37-38).
1429
J. R. Jones selecciona estas zonas específicas para su comparación entre Gran
Bretaña y las Provincias Unidas (véase 1966, p. 40).
50 Imm.anu.el Wallerstein
o a las definiciones que constituyen su «esencia» 1430. El debate en torno al
mercantilismo se refiere sobre todo al valor de los argumentos esgrimidos por
los teóricos del siglo xvn. Evidentemente, los temas que utilizan reflejan en
cierto modo la ralidad y también están en cierto modo concebidos para actuar
sobre ella. Esto es aplicable a todas las teorías. Pero en el actual contexto, lo
que nos interesa son las prácticas reales de los Estados de la época,
independientemente de su justificación ideológica. Estas prácticas no son
características de la época, sino que han sido utili .das por algunos Estados en
casi todos los momentos de la histor;s de la economía-mundo capitalista, aun
cuando las justificacione teológicas hayan variado. En la maraña de
explicaciones del mercantilismo del siglo xvn hay dos aspectos de este
concepto en los que prácticamente todos coinciden. El mercantilismo implicó
una política estatal de nacionalismo económico y giró en torno a una
preocupación por la circulación de mercancías, tanto en lo referente al
movimiento de metales preciosos como en lo referente a la creación de
balanzas comerciales (bilaterales o multilaterales). Cuál fue la verdadera
relación de «ganancia y poder» es el tema sobre el que versa el debate, ' co
entre los hombres de la, época como entre los especialistas de hoy.
Afirmar que el nacionalismo económico es la política estatal de los más
débiles contra los más fuertes y de los competidores entre sí no es sino aceptar
la ortodoxia. Lo que tal vez sea una novedad en este libro es la afirmación de
que el éxito en la competencia mercantilista estuvo sobre todo supeditado a la
eficiencia productiva y de que el objetivo a medio plazo de todas las políticas
estatales mercantilistas fue el incremento de la eficiencia global en la esfera de
la producción. La historia debe empezar por las Provincias Unidas, ya que, al
menos durante una parte del siglo xvn, este «páramo arenoso y cenagoso
abandonado desde la edad del hielo»1431, con un aparato

1430 Una buena visión global de este debate se puede encontrar en Cole- man (1969). Sin

embargo, no estoy de acuerdo con la tesis de Coleman de que si bien el mercantilismo es un


«pretexto de la historiografía» para etiquetar a una política, es útil como descripción de unas
teorías económicas (1957, p. 24). Yo opino exactamente lo contrario: que las teorías eran
incoherentes porque eran apologías, pero que los países que se encuentran en ciertas
circunstancias tienden a adoptar una política que llamamos mercantilista.
1431 Van Veen (1950, p. 11). Se puede encontrar en Schóffer (1973, pp. 9-13) una buena y

concisa descripción de las condiciones geológicas de los Países Bajos antes de sus
modificaciones como consecuencia de la intervención humana.
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 51
de Estado mal construido y aparentemente ineficaz, fue la potencia hegemónica
de la economía-mundo capitalista. Las Provincias Unidas (¿o deberíamos decir
Holanda?) se convirtieron en la primera potencia hegemónica tras el fracaso del
intento, por parte de Carlos V, de transformar la economía-mundo en un
imperio-mundo. La hegemonía es una rara condición; hasta la fecha sólo
Holanda, Gran Bretaña y los Estados Unidos han sido potencias hegemónicas
en la economía-mundo capitalista. Cada uno de estos países ha ocupado esta
posición durante un período relativamente breve, y Holanda el que menos
plausiblemente, porque no fue en modo alguno el gigante militar de su época.
La hegemonía supone algo más que un estatus de centro. Podría ser definida
como una situación en la que los productos de un determinado Estado del centro
se producen con tanta eficiencia que son competitivos incluso en otros Estados
del centro y, por consiguiente, ese estado del centro es el principal beneficiario
de un mercado mundial enteramente libre. Evidentemente, para sacar partido de
esta superioridad productiva, tal Estado debe ser lo bastante fuerte como para
impedir o reducir al mínimo las barreras políticas internas y externas que se
oponen al libre flujo de los factores de producción; y para conservar su ventaja,
una vez atrincheradas, a las fuerzas económicas dominantes les resulta útil
fomentar ciertas corrientes, movimientos e ideologías intelectuales y culturales.
El problema de la hegemonía, como veremos, es que es pasajera. Tan pronto
como un Estado se hace verdaderamente hegemó- nico, comienza su
decadencia, ya que un Estado deja de ser hegemónico no sólo porque pierde
fuerza (al menos hasta que no ha transcurrido un largo período de tiempo), sino
porque otros la adquieren. Estar en la cumbre es estar seguro de que el futuro
no será nuestro por mucho que el presente lo sea, pero no deja de ser bello. El
modelo de la hegemonía parece maravillosamente sencillo. Una notable
superioridad en la eficiencia productiva agroindustrial lleva al dominio de las
esferas de la distribución comercial del mercado mundial, con los consiguientes
beneficios que resultan, tanto de ser el centro de distribución de buena parte del
comercio mundial, como de controlar las partidas «invisibles»: el transporte, las
comunicaciones y los seguros. La primacía comercial lleva a su vez al control
de los sectores financieros de la banca (intercambio, depósito y crédito) y de la
inversión (directa y en cartera).
Estas superioridades son sucesivas, pero se superponen en el tiempo. La
pérdida de la ventaja parece seguir el mismo orden (desde la productiva a la
comercial y de ésta a la financiera) y ser también en buena parte sucesiva. De
aquí se desprende que probablemente sólo hay un breve período de tiempo en
el que una determinada potencia del centro puede manifestar simultáneamente
su superioridad productiva, comercial y financiera sobre todas las otras
potencias del centro. Este efímero apogeo es lo que llamamos hegemonía. En el
caso de Holanda, o de las Provincias Unidas, este momento tuvo lugar
probablemente entre 1625 y 1675. La eficiencia productiva holandesa se logró,
en primer lugar, en la forma más antigua de producción de alimentos desde el
punto de vista histórico, en este caso la captura de peces y en especial (pero no
52 Immanuel Wallerstein
1432
sólo) de arenques, la «mina de oro holandesa» . Los orígenes de esta
eficiencia pueden encontrarse en la invención, hacia 1400, del haringbuis o
buss1433, un barco de pesca cuya proporción entre la eslora y la manga ofrecía
una «mayor maniobrabilidad, na- vegabilidad y velocidad sin grandes pérdidas
en el espacio dedicado a la carga»1434. Las dos grandes ventajas del buss eran su
diseño, que hacía posible el uso de una gran red barredera para el arenque,
empleada por primera vez en Hoorn, en Frisia Occidental, en 15161435, y sus
grandes cubiertas, que permitían curar el pescado a bordo. La nueva tecnología
de la curación, o limpieza y salazón del pescado inmediatamente para asegurar
así su conservación, había sido desarrollada en el siglo xm1436. La creación de
este «barco-factoría»1437 permitió a los barcos
alejarse de las costas holandesas, permaneciendo fuera de seis a ocho semanas.
Los busses transferían su cargamento a los ventjagers, barcos rápidos que
volvían a la costa con el producto de la pesca n.
No sólo dominaban los holandeses la pesquería de arenques del mar del
Norte, la llamada Gran Pesquería 12, sino también la pesquería de bacalao de
Islandia y la de ballenas de las islas Spitzberg13. Las ballenas en realidad no
eran buscadas como alimento sino como producto industrial. Las ballenas
suministraban grasa, utilizada para fabricar jabón y combustible para candil y
ballenas para la confección '4. La industria pesquera era importante no sólo por
tales vínculos con el futuro, sino también por sus vínculos con el pasado, como
la fabricación de redes, creando una situación «única en Europa» por el
porcentaje de la población «relacionado con la pesca, al menos
tangencialmente» 15. En el siglo xvn, era «irritante» 16 para los ingleses que los
holandeses pescaran frente a las costas inglesas y vendieran su pescado a
precios competitivos en los puertos ingleses y, gracias a esta ventaja,
construyeran su «comercio madre» en el Báltico. Los ingleses eran plenamente
conscientes de esto en la época. Sir George Down- ing escribía a Clarendon el
8 de julio de 1661: «El comercio del arenque [de los holandeses] es la causa del

1432
Véase Wilson (1941, p. 3). Andrews atribuye la expresión a una proclama de
los Estados Generales del 19 de julio de 1624 (1915, p. 541). Mey- nert Semeyns escribía en
1639: «Los holandeses capturan más arenques y los preparan mejor de lo que lo hará nunca
cualquier otra nación; y el Señor, a través del instrumento del arenque, ha hecho de Holanda
un mercado de intercambio esencial para toda Europa. El arenque mantiene el comercio
holandés y el comercio holandés mantiene a flote el mundo», Corte beschryvinge over de
Harirtg vischerye in Hollandt, citado en Beau- jon (1884, pp. 60-61). El analista francés Luzac
escribía en 1778 que la pesca era «la cuna del comercio [holandés]» (i, p. 19).
1433 Véase H. P. H. Jansen (1978, p. 13). La fecha más precisa de la aparición del primer

barco en Hoorn que da R. W. Unger es la de 1415 (1978, página 30).


1434 R. W. Unger (1978, p. 30). Al principio la proporción era de 2,5 a 1. En 1570 era de 4,5

a 1, «notablemente mayor incluso que la de los veleros más avanzados». Había sin embargo
un límite técnico a la proporción: «El arrastre de la red no podía ser demasiado grande».
1435 Véase R. W. Unger (1978, pp. 29-30).

5 Véase Schóffer (1973, pp. 72-73). El pescado se pudría a las 24-48 horas. Véase Michell

(1977, p. 142).
1437 Michell (1977, p. 148), quien señala que este barco era «de un tipo recientemente

reintroducido en la pesca». A bordo había tres tipos de


La hegemonía holandesa en la economía-mundo 53
comercio de

trabajadores: los destripadores (que quitaban las tripas al pescado), los curadores (que añadían
la sal) y los pescadores.
11 Véase Parry (1967, pp. 172 y 250).
12 De este modo podían explotar tres temporadas de pesca del arenque: una en junio y
julio, cerca de las Oreadas, las Shetland y el norte de Escocia; otra en agosto, desde Dunbar
en Escocia hasta Yorkshire; y una tercera de septiembre a noviembre, frente a las costas de
Yarmouth. Véase Michell (1977, p. 139). El arenque era conocido como «el filete del pobre».
En Holanda y Frisia Occidental, «los primeros arenques de la temporada eran llevados por
tierra en carretas que hacían carreras para llegar las primeras al mercado» (Michell, 1977, p.
180).
13 Véase Parry (1967, pp. 167-73).
14 Michell destaca esto y dice: «El curso de la pesca de la ballena debería reflejar, pues,
la historia industrial de Europa más que la demográfica. Es interesante el hecho de que los
ingleses no consiguieran una autosuficiencia (por no hablar de un excedente) de productos de
la ballena en el cénit de su supremacía mercantil, mientras que los holandeses conservaron su
posición a pesar de la decadencia económica general» (1977, página 171).
15 Michell (1977, p. 180).
16 Wilson (1968, p. 64). La respuesta a esto, como señalaba Cunningham en 1887, fue la
«imitación consciente de los holandeses», palabras que sirvieron como título al segundo
capítulo del volumen v de su primera edición de The growth of English industry and commerce
(citado en Clark, 1960, p. 15).
la sal, y el comercio del arenque y de la sal es la causa de que este país haya
acaparado en cierta manera el comercio del mar Báltico, ya que cargan sus
barcos con esta voluminosa mercancía» 1438. El control del comercio del Báltico
fue precisamente uno de los factores que contribuyeron .a la eficiencia de la
construcción naval holandesa, con lo que los holandeses se encontraron por
algún tiempo en la feliz circunstancia de un efecto de espiral: el refuerzo
circular de su ventaja inicial.
Pese a lo que pensara Sir George Downing, el arenque no lo explica todo.
Los holandeses mostraban idéntica superioridad en la agricultura, la más
esencial empresa productiva de la época, y éste fue un logro prodigioso, tanto
por la amplitud de las consecuencias 1439 como por la profundidad de los
esfuerzos, ya que los Países Bajos no eran en modo alguno un país adecuado,
desde el punto de vista geológico, para el cultivo de cereales 1440 ni para la
mayoría de las otras formas de agricultura. Sin embargo, los holandeses sacaron
fuerzas de flaqueza de dos formas distintas. En primer lugar, el proceso de
drenaje del agua para obtener nuevas tierras (pólderes) condujo a la invención
de los molinos de viento y al florecimiento de la ingeniería, de modo que en
muchos aspectos Holanda se convirtió en «el centro de la era mecánica» 1441. La
construcción de pólderes se remontaba a 1250, pero su punto culminante se
alcanzó en 1600-1625, época en que hubo un repentino salto cuantitativo; este

1438 Citado en Wilson (1957a, p. 3).


1439 «¿Cómo podríamos ignorar la relación entre el notable desarrollo de la agricultura
holandesa y la preeminencia de los Países Bajos en la escena económica del siglo xvu?» (De
Maddalena, 1974a, p. 313. Realmente, ¿cómo podríamos?
15 Véase E. L. Jones (1967, p. 47).

. 20 Van Veen (1950, p. 145).


54 Immanuel Wallerstein
alto nivel se mantuvo en buena parte de 1625 a 1675 1442. De aquí la
desafortunada ironía de Andrew Marvell en Charac- ter of Holland: «Así, el
que drena reina entre los ahogados». El segundo resultado de las duras
condiciones naturales fue quizá aún más importante. La necesidad movió a los
holandeses a dedicarse a la agricultura intensiva, primero hacia 1300, época en
que los tiempos difíciles y los bajos precios agudizaron la inventiva, y más tarde
entre 1620 y 1750, época en
que se produjo una mayor expansión de la agricultura intensiva 22.
Dado que el suelo era especialmente malo para la labranza23, lo más fácil
para aumentar la producción era dedicarse al cultivo de plantas industriales
como el lino, el cáñamo y el lúpulo, a la horticultura, al cultivo de árboles
frutales y a la importantísima producción de tintes, de los que en los siglos xvi
y xvn los holandeses eran «los más avanzados productores del mundo, teniendo
pocos competidores»24. Junto con la horticultura y la labranza hubo un
considerable incremento de la ganadería25. Lo que hizo posible esta
concentración en los productos industriales fue en parte la enorme importación
de cereales, que no era una cuestión marginal. De Vries calcula que a mediados
del siglo xvn la mitad de los habitantes de las provincias de Holanda, Utrecht,
Frisia y Groninga se alimentaban de cereales importados 26. El otro factor que
contribuyó

22 Véase Davis (1973b, pp. 112-15), Slicher van Bath (1960, p. 153) y Wil- son (1977a,
pp. 23-24). Para Slicher van Bath la intensificación era «necesaria para dar de comer a una
población densa e incrementada en un período de precios relativamente bajos de los cereales».
Pero ¿podrían otros haber hecho otro tanto? Davis mantiene que Inglaterra y Francia no
hicieron progresos similares a los de los holandeses porque, cuando las mejoras introducidas
por éstos en los siglos xm y xiv se difundieron entre ellos en los siglos xv y xvi, Europa estaba
en su fase expansionista y era por lo tanto menos receptiva a las técnicas de intensificación,
especialmente teniendo en cuenta que entre 1450 y 1650 los campesinos tuvieron un amplio
control sobre la tierra cultivada y los buenos pastos y fueron la clase menos abierta a la
innovación. Davis afirma que los ingleses y los franceses no estaban en el mismo punto de
partida en el siglo xvil que los holandeses.
23 La tierra era inadecuada salvo en «unas pocas regiones favorecidas, donde el suelo
estaba relativamente alto y seco, como en las dunas de la costa de Holanda, en partes de las
islas al sur del río Mosa y en las tierras arcillosas de la costa de Frisia» (J. de Vries, 1974, p.
71).
24 Gibbs (1957, p. 693).
25 J. de Vries (1974, pp. 136-44).
24 Ibid., p. 172. Se trataba sobre todo de maximizar la ganancia: «Se podría decir como

conclusión provisional que el crecimiento del comercio abarató el precio de los cereales que
podían ser producidos en los Países Bajos del norte a un alto costo. De ser así, la economía de
la región se benefició de los grandes ahorros en forma de unos precios de los cereales
relativamente más bajos, lo que, dada la importancia de los cereales en cualquier economía de
la época, dejó fondos disponibles para otros fines» (p. 182). Véase también van der Wee, quien
dice que la tendencia ascendente de la productividad en los Países Bajos del norte entre 1500

71 Véase el mapa de Van Veen (1950, p. 65). Slicher van Bath establece una correlación

positiva entre los precios agrícolas y la construcción de pólderes. «Se advierte claramente que
en 1664 el gran período de construcción de pólderes llegó a su fin, exactamente en el mismo
momento en que el precio del trigo empezaba a bajar y la situación económica general
empezaba a deteriorarse (1977, p. 69; también p. 70, cuadro 4).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 55
y 1670 «fue principalmente el resultado de una pronunciada especialización: el cereal era
importado de forma masiva del Báltico, de forma que las zonas costeras se pudieron centrar
en los productos lácteos, la horticul- a este proceso fue el progreso de las técnicas
agrícolas: la desaparición del barbecho27, el consiguiente cultivo de plantas
forrajeras, el cultivo en hileras y macizos, el uso de herramientas sencillas y
baratas y el alto rendimiento conseguido mediante abundantes abonos y una
cuidadosa labor en las pequeñas superficies 28. La siembra de pastos y el uso
sistemático de fertilizantes permitieron también aumentar el número de cabezas
de ganado y la cantidad de leche suministrada 29. Toda esta agricultura
intensificada hizo posible y fue fomentada por una creciente urbanización e
industrialización. «A mediados del siglo xvn, en la mayoría de las ciudades
había hombres que recogían los desechos [por ejemplo ceniza] y los vendían a
los granjeros»30. No es de extrañar que Romano llame al período comprendido
entre 1590 y 1670 aproximadamente el «siglo agrícola holandés», en
comparación con el siglo xvi, que fue el siglo agrícola europeo31. La distancia
aumentó a medida que los holandeses conseguían una mayor eficiencia,
mientras que el resto de Europa permanecía relativamente estancado en sus
técnicas agrícolas.
Las Provincias Unidas no sólo eran el principal productor agrícola de este
tiempo, sino también y al mismo tiempo el principal productor industrial. Se ha
gastado tanta tinta en explicar por qué Holanda no se industrializó, que
tendemos a pasar por alto el hecho de que sí lo hizo. Dicho sea en su honor,
Charles Wilson ha insistido machaconamente en este punto en su extensa obra
sobre los Países Bajos 32. El progreso

tura y los cultivos industriales para la población rica y en rápido aumento de las ciudades»
(1978, p. 15).
Glamann se muestra escéptico al referirse a la importancia del comercio de cereales del
Báltico y basa sus objeciones en un comercio con el hinterland, definido sin embargo como el
Rin, Flandes, el norte de Francia e Inglaterra (sic, 1977, pp. 231-32).
27 Slicher van Bath (1955, p. 181).

21 Ibid. (1960, pp. 132, 147-48; 1955, pp. 176-78).

29 J. de Vries (1974, pp. 142-44).

M
Ibid., p. 150.
11 Romano (1962, p. 519).
12 Véase, por ejemplo, la afirmación de Wilson a modo de resumen: «A veces se da a
entender que [la República holandesa] fue una economía puramente comercial que de alguna
manera no logró ajustarse a la fase de la industrialización [...] Por lo que a las condiciones del
siglo xvu se refiere, esto es una exageración [...] Buena parte de la tecnología [...] estaba
racionalmente concentrada en aquellos procesos, sumamente rentables desde el punto de vista
económico, del acabado o refinado de materias primas o productos semimanufacturados; esto
estimuló la afluencia de mercancías a través de almacenes y mercados» (1968, p. 30).
Los contemporáneos vieron eso claramente. J. J. Becher, consejero
industrial es de destacar, ante todo, en el sector textil, el principal de los
sectores tradicionales. Los Países Bajos del Norte comenzaron a beneficiarse
en la década de 1560 de la afluencia de refugiados que llevó consigo la
revolución neerlandesa. La producción textil tenía su centro en Leiden 33, donde
se empezaron a fabricar los «nuevos paños» (sargas, camelotes, fustanes, etc.),
por los que Inglaterra se hizo famosa. Durante cien años, la producción
industrial fue viento en popa, alcanzando su punto culminante en la década de
1660. (El índice calculado para 1664 es 545, siendo la base 100 para 1584, y
108 para 1795) 34. La producción no sólo aumentó cuantitativamente, sino que
hasta la década de 1660 el principal rival de la industria textil de Leiden, el
«nuevo paño» de Anglia Oriental, «tuvo que librar una dura batalla»3S. Astróm,
56 Immanuel Wallerstein
al estudiar la

económico del emperador Leopoldo I en Viena, abogando por el fomento de las manufacturas,
escribía en 1673: «Los holandeses producen seda, y sin embargo ésta no se da en el país;
compran lino y cáñamo del extranjero y fabrican encaje y hermosas telas que exportan de
nuevo; convierten la lana extranjera en paño que exportan; producen cuero con la materia
prima extranjera y lo exportan» (Politischer Discours, 2.* ed., Francfort, 1673, p. 173, citado
en Klima, 1965, p. 97).
35 Leiden era un importante centro productor de tejidos para la exportación desde 1350.

Véase H. P. H. Jansen (1978, p. 11). Jansen afirma que las industrias de Holanda alcanzaron
un gran auge entre 1350 y 1400. Al haberse visto menos afectada por la despoblación, debido
al menor impacto de la peste negra, Holanda era «más capaz de competir con las zonas
circundantes, con su población diezmada y sus organizaciones gremiales ocasionalmente
hostiles» (p. 17).
34
Faber et al. (1974, p. 7).
35
Wilson (1965, p. 55). Glamann ve la situación en términos de una división
del trabajo: «Una ojeada al período 1620-1700 demuestra que mientras que los tejidos de lana
están en decadencia en Inglaterra y los de estambre prosperan, en Leiden ocurre lo contrario.
Los tejidos de lana de Leiden, conocidos como lakens, soportan muy bien la competencia del
producto inglés, mientras que Inglaterra va en cabeza en el grupo del estambre» (1974, p.
505). Obsérvese, sin embargo, que Wilson habla de 1570 a 1670 aproximadamente.
El fin de la tregua de 1621, que aisló a los territorios controlados por los españoles como
mercados de exportación de tejidos, es considerado por Israel como un claro revés para la
producción holandesa de paños ligeros y baratos. «Leiden se las arregló para compensar estas
pérdidas aumentando la producción de los antiguos paños, los célebres lakens, que eran más
apropiados para los mercados del norte de Europa, pero aunque el valor global de los tejidos
producidos en Leiden se incrementó indudablemente entre 1621 y 1648 (al ser los antiguos
paños más costosos que los nuevos), en cuanto a la cantidad de paño producida y a la mano
de obra requerida, Leiden sufrió de hecho una decadencia» (1977, p. 61). Para Deyon, este
cambio, que él sitúa a partir de 1650, es la consecuencia de la competencia de Tilburg,
Verviers y Bois-le-Duc, con respecto a los cuales Leiden estaba en desventaja a causa de su
alto coste de la vida fuente de la supremacía holandesa en el comercio del Báltico
en el siglo xvn, da como primera explicación la eficiencia de su industria textil
y como segunda el hecho de que los holandeses eran intermediarios en el
comercio del paño inglés (y de la sal de Europa meridional)36, ventaja
productiva la primera y comercial la segunda, consecuente a la primera y
facilitada por ella.
Esta ventaja queda claramente demostrada en el proyecto del concejal
Cockayne, con el cual Inglaterra trató de dar la vuelta a una situación en la que
el paño inglés sin teñir y sin aprestar era enviado a Holanda para su acabado.
En 1614 Jacobo I prohibió la exportación de paño «en bruto», y los holandeses,
en represalia, prohibieron la importación de productos acabados, a lo que
Jacobo I respondió prohibiendo, una vez más, la exportación de lana. Fue, como
dice Supple, una «partida de gigantes»37 que fracasó estrepitosamente. Tres
años después, las exportaciones inglesas habían disminuido en un tercio y el
proyecto fue arrinconado en 1617. Era demasiado lo que estaba en juego.
Wilson ha calculado que el 47 por ciento del valor añadido procedía del proceso
de teñido, y éste se realizaba en Holanda38. La razón por la que Inglaterra no
podía ganar la partida salta a la vista, pues ya hemos señalado la enorme ventaja
de que disfrutaba Holanda en aquella época en la producción de tintes y, por
consiguiente, en el coste del teñido. En la primera mitad del siglo xvn, la
competencia de Inglaterra con las Provincias Unidas en el comercio de paños,
así como en la pesca, reflejaba, pues, unas «esperanzas mercan- tilistas
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 57
defraudadas»39.
La segunda gran industria de comienzos de la Edad Moderna fue la
construcción naval, y aquí también, como es bien sabido, las Provincias Unidas
se pusieron a la cabeza40. Menos conocido, pero esencial para un análisis
profundo, es el hecho

y de sus elevados salarios. Leiden «abandonó la mayoría de las manufacturas más intensivas
en mano de obra [... y] se dedicó de nuevo a los productos de lujo, a los paños gruesos, a los
camelotes mezclados con pelo de camello o cabra» (1978d, p. 267).
34 Astrom (1963, p. 61). El tercer factor citado es el de los «productos coloniales».
37 Supple (1959, p. 34).

33 Wilson (1965, p. 71). En general, dice Wilson, «los mayores márgenes de beneficio»

estaban en «la refinada tecnología para teñir y aprestar el paño que [a su vez] es la llave que
abre el control de los mercados» (1968, p. 29).
35 Wilson (1957a, p. 40).
* Véase Kellenbenz (1977a, p. 531).
de que la industria de la construcción naval holandesa tenía unas «dimensiones
modernas y se inclinaba notablemente hacia unos métodos normalizados y
repetitivos»41. Estaba muy mecanizada y utilizaba muchos dispositivos para
ahorrar mano de obra: serrerías accionadas por el viento, alimentadores
mecánicos para las sierras, las poleas y los aparejos, grandes grúas para mover
los pesados maderos, todo lo cual incrementaba la productividad 42. Los lazos
con el complejo industrial y comercial son evidentes. Había una serie de
industrias auxiliares en Amsterdam: cordelería, bollería, efectos navales y
construcción de instrumentos náuticos y cartas marítimas 43. Para construir los
barcos se requería madera, mucha madera. Se calcula que un barco de guerra
requería 2 000 robles, que necesitaban un siglo de maduración para que la
madera no se cuarteara demasiado pronto; y 2 000 robles requerían en aquella
época 20 hectáreas de bosque44. Una importante fuente de madera de este tipo
era el Báltico, y una de las principales razones por las que los holandeses
monopolizaban este comercio era su eficiencia en la producción textil. La
consecuencia, por supuesto, era la eficiencia en la construcción naval que, como
veremos, fue en gran medida la razón de que los holandeses pudieran dominar
el comercio mundial. Por otra parte, dado que otras industrias holandesas,
además de la construcción naval, «dependían totalmente» del abastecimiento
por vía marítima y fluvial, los barcos «han de ser considerados como un
auténtico factor de producción»45. De aquí que la construcción naval fuera la
producción de medios de producción.
La producción textil y la construcción naval no fueron las únicas industrias
de importancia. Holanda fue uno de los principales centros de refinado del
azúcar, al menos hasta 166046.

“ Wilson (1973, p. 329). Véase también Mitchell: «El verdadero logro de los holandeses
no fue la construcción de grandes barcos, sino la consecución de una calidad constante en sus
productos» (1977, p. 152).
42 Véanse R. W. Unger (1978, p. 7) y Kindleberger (1975, p. 618).

" Véase van Klaveren (1969a, p. 183).


44 Véase Naish (1957, p. 493); véase también Sella (1974, pp. 392-94). Barbour atribuye
los costes inferiores de los holandeses en la construcción naval en comparación con los
58 Immanuel Wallerstein
ingleses al hecho de que estos últimos no podían importar madera y otras materias a bajo
precio, cuando el coste de las materias primas en la construcción naval era ocho veces superior
al de la mano de obra. La ventaja de los holandeses consistía en «comprar barato y tener fletes
y aranceles bajos» (1954, p. 238).
45 Wilson (1977a, p. 39).
46 Amsterdam tenía 60 refinerías en 1661. La mayoría del azúcar procedente de las
colonias francesas e inglesas era refinado allí antes de la
59 Immanuel Wállerstein
Hubo un «poderoso desarrollo» de las destilerías que comenzó poco después
de 1600 y duró todo el siglo. Otras industrias eran la del papel, las serrerías, la
producción de libros, la industria del ladrillo y la cal —que se desarrolló hasta
1500 y era todavía «razonablemente próspera» en el siglo xvm—, la de la loza,
las fábricas de tabaco y pipas, las tenerías de considerable tamaño —orientadas
hacia la exportación, especialmente en el siglo xvn—, las cervecerías —que
alcanzaron su punto culminante a finales del siglo xvxi—, la producción de
aceite y jabón —cuya mayor prosperidad se alcanzó a mediados del siglo
xvn—, y por supuesto la industria química, cuya función primordial era
suministrar tintes47; no se debe omitir tampoco la industria de las municiones.
Estimulada por la guerra de los Ochenta Años y la guerra de los Treinta Años,
la importación de material bélico fue fomentada por el gobierno,
expandiéndose constantemente la industria. A finales del siglo xvi existía un
gran comercio de exportación; hacia 1600, la estructura de la producción había
pasado de los gremios de artesanos a la manufactura y el sistema de trabajo a
domicilio [putting-out]4S.
No es que en los cien años transcurridos entre 1575 y 1675 las Provincias
Unidas sobresalieran en todos los campos de la industria o no tuvieran
competidores eficaces; pero si algunos, como North y Thomas, afirman que los
Países Bajos fueron los «primeros en alcanzar un crecimiento económico
sostenido»49, es porque ningún otro país contó con un complejo de producción
agroindustrial tan coherente, cohesionado e integrado, y ello pese a las
complicaciones económicas de librar durante ochenta años una guerra de
independencia50. No hubo
Ley de Navegación inglesa de 1660 y las restricciones similares impuestas por Colbert. Véase
Masefield (1967, p. 293).
47 Véanse Faber et al. (1974, pp. 4-10); Deyon (1978d, p. 289); Supple (1977, p. 429).
Sobre la producción de libros, véase Hazard (1964, p. 112), quien señala que todavía en 1699,
cinco de los diez principales centros de impresión de libros estaban en Holanda, mientras que
sólo en Amsterdam había 400 impresores.
44 Véanse Klein (1966, pp. 195-97) y Barbour (1963, pp. 3541).

49 North y Thomas (1973, p. 145). Hablando de la situación en el siglo xx, Stephen Hymer
y Stephen Resnick afirman: «En nuestra opinión, una importante sustitución que se da en el
proceso de desarrollo no consiste en el reemplazo del ocio por el trabajo, sino en el paso de
métodos de producción nacional inferiores a métodos superiores basados en la especialización
y el intercambio» (1969, p. 503). ¿No resume esto muy bien lo que ocurrió en las Provincias
Unidas en esta época?
50 G. Parker intenta evaluar los efectos económicos positivos y negativos de la rebelión
holandesa y llega a la conclusión de que en general llevó consigo más pérdidas que ganancias,
aunque la diferencia no fue observadores tan cuidadosos de la escena holandesa en
el siglo xvix como los ingleses. En 1673, Sir William Temple, embajador
inglés, publicó sus Observations upon the United Pro- vinces, en las que decía:
Creo que el verdadero origen y base del comercio es la multitud de personas
que se apiñan en una pequeña extensión de tierra, por lo cual se encarecen todas
las cosas necesarias de la vida, y todos los hombres que tienen posesiones se
ven inducidos a la frugalidad, pero los que nada tienen están obligados a la
laboriosidad y al trabajo. Los cuerpos vigorosos se entregan al trabajo; los que
no lo son suplen este defecto con algún tipo de inventiva e ingenio. Estas
costumbres vienen en primer lugar de la necesidad y crecen con el tiempo hasta
hacerse habituales en un país ".
60 Immanuel Wallerstein
Sir William deseaba que se pudiera decir otro tanto de los ingleses.
La confirmación de esta vitalidad puede hallarse en las cifras del
movimiento demográfico y la urbanización. Es bien sabido que hubo una
importante migración, especialmente de artesanos y burgueses, de los Países
Bajos del Sur a los del Norte, y sobre todo de Amberes52 a Amsterdam y
Leiden53 a finales del siglo xvi. En 1622, el 60 por ciento de la población de las
Provincias Unidas vivía en ciudades, y las tres cuartas partes lo hacían en
ciudades de más de 10 000 habitantes M. La población de Amsterdam se
cuadruplicó, pasando de 50 000 habitantes en 1600, a 200 000 en 1650 55, y
sirvió de verdadero melting pot que convirtió a flamencos, valones, alemanes,
judíos, portugueses y alemanes y hugonotes franceses en «verdaderos
holandeses»56. La mayoría de los escritores se concentraban en los estratos
mercantiles y artesanales de emigrantes;
mucha (1974b, pp. 11-15). Wilson, por el contrario, dice: «Después de cuarenta años de guerra,
la fuerza económica de los Países Bajos del Norte nunca había sido mayor de lo que lo era en
el momento de la tregua de 1609» (1968, p. 22). Las dos apreciaciones no son necesariamente
contradictorias si se toma la afirmación de Wilson como una evaluación de la posición relativa
de los holandeses en la economía-mundo.
51 Londres, 1673, p. 187, citado en Furniss (1957, p. 102).
52 Véase el análisis de las etapas de la decadencia de Amberes en Van Houtte (1962, pp.
707-712).
52 Véase el notable mapa preparado por Mols (1974, p. 63). Véase también Jeannin (1969,

p. 71).
54
Véase Helleiner (1967, p. 46).
55
Kossmann (1970, p. 366).
K
Verlinden (1964, p. 329). Sobre la atracción de Holanda para la gente de las capas bajas
de Westfalia que trataba de hacer fortuna, véase Beutin (1939, pp. 131-32); para todo el
noroeste de Alemania, véase Kuske (1956, página 255).
es al menos igualmente importante observar el crecimiento, especialmente en
Leiden, aunque no sólo allí, de una masa de proletarios urbanos que vivían en
los suburbios, siendo muchos de los trabajadores mujeres y niños. Como dice
muy atinadamente Jeannin, «las tensiones y los conflictos tienen resonancias
modernas»1443. Por supuesto que las tienen, ya que estamos en presencia del
capitalismo industrial. En resumen, se puede decir que, a finales del siglo xvi,
los Países Bajos del Norte estaban en vías de conseguir una eficiencia
productiva que permitiría a las Provincias Unidas convertirse hacia 1600 en el
principal (aunque por supuesto no el único) centro de producción de la
economía-mundo europea. En el sector agrícola, se especializó en productos
que requerían una gran destreza y dejaban altos beneficios 1444, y en el sector

1443 Jeannin (1969, p. 75). Incluso vemos que la planificación urbana es utilizada, al igual

que en el siglo xx, como respuesta a los conflictos. Entre 1585 y 1622, se construyeron los
tres grandes canales de Amsterdam: el Heerengracht, el Keisergracht y el Prinsengracht. A
partir de ese momento se prohibieron las industrias contaminantes —las cervecerías, las
metalis- terías, las tintorerías, las fábricas de cristal y jabón y las refinerías de azúcar— en el
centro de la ciudad. «Fueron confinadas a un barrio obrero, el Jordaan, situado al oeste, fuera
de la ciudad, donde los especuladores habían construido pequeñas casas bajas para los
inmigrantes y donde el sistema de seguridad social [prévoyance] de los regentes había
instalado varias instituciones benéficas. Fue el primer ejemplo de planificación sistemática,
profundamente segregacionista y burguesa» (Deyon, 1978e, página 299).
1444 Incluso en el caso de los cereales, que eran un producto agrícola relativamente
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 61
industrial Holanda se puso a la cabeza de la industria textil y la construcción
naval, las dos principales industrias de la época, y desempeñó un papel esencial
y a veces dominante en otras industrias también. Esta eficiencia productiva
permitió a las Provincias Unidas crear su red comercial y erigirse en el
«almacén del mundo»1445. Ahora nos centraremos en esta historia bastante más
familiar.
La navegación holandesa dominó el sector del transporte mundial en el
siglo xvu, multiplicándose por diez entre 1500 y 1700. Hacia 1670, los
holandeses poseían un tonelaje tres veces superior al de los ingleses y mayor
que el de Inglaterra, Francia, Portugal, España y Alemania juntas. El porcentaje
de barcos construidos por los holandeses era aún más elevado. La navegación
holandesa, de hecho, no alcanzó su punto culminante hasta la segunda mitad
del siglo xvu, cuando los holandeses se aprovecharon de la guerra civil inglesa
para establecer un «indiscutible ascendiente en el sector del transporte
mundial». Mientras que navios holandeses transportaban todos los tejidos
holandeses, los barcos ingleses, pese a los monopolios y a las compañías de
navegación privilegiadas, tenían que compartir con los holandeses el transporte
de los tejidos ingleses, y de hecho su parte en él era menor60. Todavía en 1728,
Daniel Defoe se refería a los holandeses como los «transportistas del mundo,
los intermediarios en el comercio, los agentes y corredores de Europa»61. Lo
más impresionante de los holandeses en el siglo xvil es que se «extendieron por
todas partes»62, por las Indias Orientales, el Mediterráneo, Africa y el Caribe,
al tiempo que seguían dominando el comercio del Báltico (oriental) y
aumentaban su participación en el comercio de la Europa del noroeste y, se
adueñaban del comercio fluvial en el continente.
La historia del comercio de las Indias Orientales es, por supuesto, la historia
de la Vereenigde Oost-Indische Compagnie (voc), modelo de empresa comercial
capitalista: en parte iniciativa especulativa, en parte inversión a largo plazo y
en parte colonizadora63.'Tuvo sensatos directores en Amsterdam, De Heeren
Zeventien (los diecisiete caballeros) y procónsules difíciles de controlar en
Batavia, entre los que destacó Jan Pieterszoon Coen64. En algunos aspectos, los
holandeses se apoyaron en el comercio de las Indias Orientales. Cuando
Amberes cayó en manos de los españoles en 1585, el mercado europeo de las
especias se trasladó a Amsterdam. Pero dado que España se había anexado
Portugal en 1580 y que Lisboa era el puerto europeo de entrada de las especias,
los holandeses trataron de soslayar a los españoles 65. Así, Cornelis de Houtman
“ La cita está tomada de Lipson (1956, II, p. liii). Véanse también Lip- son (1956, ni, pp.
10-11), Parry (1967, pp. 176, 210), Glamann (1974, p. 452) y Minchinton (1974, p. 164).
Bowman dice que hacia 1650 los holandeses poseían de 15 000 a 16 000 de los 20 000 barcos
dedicados al transporte mundial (1936, p. 338).
61 De A man of the English commerce, p. 192, citado en Wilson (1941, página 4).
62 Coornaert (1967, p. 244).
63 Para una descripción de la estructura legal de la voc, véase Rabe (1962, pp. 351-66).

secundario, se produjo un cambio en el siglo xvu, consistente en el paso de la cebada al trigo,


«producto de cultivo más exigente» (J. de Vries, 1974, p. 148).
” Esta expresión de la época es recogida por Clark (1960, p. 14).
62 Immanuel Wallerstein
M
Pese a lo que diga Werner Sombart y a la similitud de los nombres, Coen no es Cohén,
y tampoco era judío. Para las especulaciones sobre por qué el padre de Coen cambió el apellido
van Twisk por el de Coen, véase Masselman (1963, pp. 229-30).
65 Soslayarían a los españoles y a los portugueses no sólo evitando Lisboa, sino también
evitando la India y yendo a la fuente del comercio en Indonesia. Véase Parry (1967, p. 195).
fue enviado en misión a las Indias en 1592, las primeras flotas comerciales se
hicieron a la mar en 1598 y en 1602 los Estados Generales dieron carta de
privilegios a la voc, en parte para contener la ruinosa competencia entre los
holandeses, en parte para proporcionar un mercado estable a los pequeños
inversores, en parte para disponer de un arma económica y política contra
España y en parte, simplemente, para conseguir más especias de las que
entonces había en Europa1446.
De hecho, era un buen momento para introducirse en el comercio marítimo
de especias: el bloqueo más importante del comercio por tierra en el Levante se
produjo no como se dice a menudo entre 1450 y 1500, sino entre 1590 y 1630
1447
. La oportunidad era, pues, única, y los holandeses supieron aprovecharla.
Las principales vías de navegación del océano Indico se desplazaron de la mitad
norte (el mar Rojo y el golfo Pérsico) a la mitad sur (ruta del Cabo). Los
holandeses pudieron explotar esta oportunidad porque contaban con la
tecnología necesaria. Como dice Parry, «la vela cuadrada triunfó sobre la latina,
y el viento del comercio sobre el monzón»1448; pero tan pronto como los
holandeses se introdujeron en este comercio tropezaron con el problema básico
del comercio con una arena exterior. Por tratarse de un comercio de artículos
de lujo, los beneficios eran altos y la competencia fuerte; pero también por
tratarse de un comercio de artículos de lujo y no de primera necesidad, el
mercado era intrínsecamente reducido y saturarlo era una seria posibilidad:
Escila y Caribdis1449. Sólo había dos formas de zanjar el dilema. O se
transformaba la naturaleza del comercio incorporando a las Indias como zona
periférica de la economía-mundo capitalista o se tenía
que recurrir a un comercio «administrativo» al modo tradicional del comercio
de larga distancia entre dos imperios-mundo. El camino a seguir fue de hecho
el tema del debate entre Coen y De Heeren Zeventien. Coen, «partidario de
una acción decidida en Asia»1450, estaba por la primera opción; sus superiores

1446 Véase Masselman (1963, passim, pero especialmente pp. 62-66 y 141-79). Morineau

hace hincapié en el hecho de que en Europa había escasez de especias, con la consiguiente
elevación de los precios (1978c, p. 133).
1447 Véase Duncan (1975c, p. 512); también Glamann (1974, p. 477) que señala: «La victoria

de la pimienta 'atlántica’ [sobre la 'mediterránea'] fue tan profunda que incluso era reexportada
al Levante». Para el período anterior, véase el análisis de Wallerstein (1974, pp. 215-16, 325).
1448 Parry (1967, p. 199).

1449 La metáfora es utilizada por Glamann (1974, p. 483), que hace hincapié en la demanda
limitada de especias en Europa. Rich señala el problema paralelo en el otro platillo de la
balanza: «El comercio de las especias estaba condicionado por el hecho de que las islas de las
Especias necesitaban muy pocos de los productos europeos, excepto armas de fuego [...] Aquí
los holandeses tropezaron con el mismo problema que sus comerciantes de pieles habían de
encontrar en Norteamérica. Una vez que sus necesidades inmediatas estaban satisfechas, los
isleños eran indiferentes al comercio» (1967, p. 368). Meilink-Roefolsz indica igualmente:
«Apenas había demanda de productos europeos en Asia» (1968, p. 66).
1450 Morineau (1978e, p. 170).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 63
en Amsterdam por la segunda.
Coen afirmaba que la periferialización de las Indias Orientales requeriría
una política de colonización en dos sentidos: en el del establecimiento de un
control político a fin de contener a los potentados asiáticos, relativamente
fuertes, y reorganizar el sistema de producción y en el de la exportación de una
clase de colonos blancos, tanto para supervisar el cultivo de productos agrícolas
para el mercado como para proporcionar un mercado inicial seguro a las
exportaciones europeas de productos que no fueran los métales preciosos.
Según Coen, tal política era’ incompatible con el comercio administrativo y
exigía la aplicación del principio de mercado. A menudo los historiadores
hablan de la terminología utilizada en este debate, de forma un tanto engañosa,
como la del librecambio frente al monopolio1451 1452, pero en realidad Coen no
se oponía a la monopolización del mercado por la voc (con un juicioso recurso
de vez en cuando a la fuerza bruta), ni ignoraban tampoco De Heeren
Zeventien los límites de su capacidad de limitar el acceso al comercio
administrado a una distancia tan granden.
Era cuestión de lo que interesaba más a los empresarios capitalistas a corto
plazo: las ganancias de la explotación o las de la especulación. A corto plazo
triunfaron los que estaban a favor de la especulación 73; pero a la larga, como ya
hemos sostenido anteriormente74, las ganancias de la explotación productiva
son la única base sólida para mantenerse a la cabeza de la economía-mundo
capitalista. Las potencias del centro (no sólo los Países Bajos, sino también
Gran Bretaña y Francia) emprendieron en el siglo xvm la periferización de la
arena del océano Indico, que realmente se consolidó a partir de 1750 75.

mentó de los barcos era más importante que la velocidad y la eficacia. La ventaja relativa de
los holandeses era menor en este campo (Barbour, 1954, pp. 230-31). De hecho, R. W. Unger
habla de que los ingleses tenían una «relativa ventaja en el comercio peligroso», y no sólo en
el Lejano Oriente, porque utilizaban «buques mercantes fuertes y bien armados» (1978, p.
110). En el Mediterráneo, el corso era una fuente de ganancias tan rentable que a comienzos
del siglo xvu era una «gran industria, en gran escala y organizada como un negocio más por

1451Véase el análisis, en modo alguno atípico, en Masselman (1963, páginas 43342).


1452Coen escribía en una carta a De Heeren Zeventien: «No hay nada en el mundo que dé
más derecho que el poder y la fuerza añadidos al derecho». Citado en Boxer (1965, pp. 98-
99). De hecho, de acuerdo con la apreciación de Geyl, la voc era «en el mundo indio, el poder
de la espada» (1961, p. 188). En cuanto a De Heeren Zeventien, Boxer señala que «reconocían
explícitamente» que había tres categorías de comercio: el comercio con las zonas (escasas)
donde tenían un control territorial, el comercio con las zonas donde tenían contratos
monopolísticos y el comercio con las zonas de «librecambio». Esta última categoría, como
observa Boxer, «era casi siempre la más importante» (1965, p. 94). Parry señala que excepto
en el caso del «comercio de largo recorrido», los holandeses tuvieron que hacer frente a la
competencia activa de los comerciantes chinos, malayos, árabes y europeos no holandeses
(1967, p. 197).
Una de las razones por las que los ingleses pudieron competir con los holandeses en el
comercio de las Indias pero no en el del Báltico tenía precisamente que ver con la naturaleza
del comercio «rico» frente al comercio «voluminoso». El coste de la construcción naval era
más importante en el comercio de mercancías voluminosas y por esta razón los ingleses
renunciaron entonces a él como «comercio ruinoso». En las Indias (y en el Mediterráneo) las
mercancías transportadas tendían a ser de pequeño tamaño y peso en relación con su valor,
por lo que el arma-
64 Immanuel Wallerstein
los ricos comerciantes», Davis (1961, p. 127). En 1618, las flotas corsarias eran más fuertes
que las de todas las potencias del Mediterráneo juntas.
7J
Como señala Glamann: «Esta divisibilidad de la pimienta, unida a su gran duración [...]
hacía de ella un excelente objeto de especulación. Podía ser guardada durante mucho tiempo
—se conocen casos de pimienta almacenada durante más de treinta años—, lo cual, por
supuesto, afectaba a la calidad, pero esto podía remediarse mediante la adición de pimienta
fresca» (1974, p. 475). Sin embargo, Klein afirma que en general «el éxito del comercio
holandés en el siglo xvu se debió en parte a la hábil especulación de los ricos comerciantes
que jugaban en el mercado con sus existencias de mercancías» (1970, p. 33).
74 Véase Wallerstein (1974).
75 Coornaert dice que los europeos eran reacios a «establecerse en el continente» en el
siglo xvu. Solamente a finales del siglo xvu y durante el XVIII «comenzaron a tomar forma los
imperios holandés, francés e inglés» (1967, p. 265). Igualmente, Schóffer habla de que «la
población nativa se vio inicialmente escasamente afectada por la influencia de la Compañía».
Hasta el siglo xxx, dice Schóffer, la presencia holandesa significó sobre todo para la población
de la costa que los comerciantes y administradores holandeses reemplazaran a los
comerciantes chinos y árabes (1973, p. 75). Este papel es básicamente similar al que
desempeñaron los portugueses en Asia en el siglo xvi, tal como lo describe Wallerstein (1974,
cap. 6). Véase Pach, que hace la misma precisión (1973, pp. 60-61). Hubo ciertamente un cierto
uso de los «sargentos del café» holandeses encargados de los cultivadores indígenas a partir
de 1680 en las zonas más alejadas, pero este uso fue limitado. Véase Rich (1967, p. 370).
F. Gaastra señala un cambio en el sistema comercial del siglo XVIII, con un aumento de la
salida de metales preciosos y también una orientación hacia la importación de tejidos, té y
productos coloniales (1976, páginas 18-19). Paradójicamente, es la decadencia del papel
holandés en el comercio interior asiático la que explica el incremento de la salida de metales
preciosos. Este es de hecho un signo de periferización, al igual que el incremento de la salida
de metales preciosos como resultado de la
¿Fue la política de la voc en el siglo xvn «miope»76, como afirma
Masselman? Creo que no, porque hay que tener presentes las alternativas. ¿Se
podrían haber obtenido mayores ganancias de la explotación de otras zonas,
especialmente en una época de relativo estancamiento global de la economía-
mundo? La respuesta es, sin duda, afirmativa: en el comercio con el Este, en la
propia Europa del noroeste, en las Amé- ricas, todas ellas zonas más cercanas.
¿Por qué complicarse la vida con las Indias Orientales? Uno se pregunta si el
balance global negativo de la voc durante todo el siglo no ocultará un
gigantesco proceso de transferencia interna de rentas y concentración de capital
dentro de las Provincias Unidas, de los pequeños inversores a los grandes 77. De
ser así, se podría decir que la voc funcionó como una especie de Bolsa, muy
útil para aquellos que tenían un mayor acceso a la información, como los
propios Heeren Zeventien; pero en tal caso su historia, al menos hasta finales
del siglo xvm, corresponde más a los especialistas de las finanzas que a los del
comercio y la distribución. No obstante, la historia de la voc ilustra muy bien
cómo el dominio de un área está ligado al dominio de otras.
El comercio de las Indias Orientales fue tal vez el aspecto más llamativo e
incluso espectacular de la expansión comercial

creciente necesidad de utilizarlos como dinero y no como ornamento de lujo.


16 Masselman (1963, p. 460). El argumento se basa en que los monopolios suponían una

especie de saqueo que acababa con el comercio. «Privados de las dos fuentes principales de
su antigua prosperidad, el cultivo de especias y la libre navegación, los renómbrados
principados de la Edad Media —Ternate, Tidore, Matjan y Batjan— quedaron reducidos a
poco más que un nivel de subsistencia. Este fue el precio por tener un producto valioso
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 65
codiciado por un determinado grupo de empresarios europeos [...] Hacia finales del siglo xvu,
los nativos estaban tan empobrecidos que ya no podían permitirse el lujo de comprar [percales
de algodón y] se dedicaron a tejer los suyos» (p. 461).
77 Masselman señala que las especias se vendían a un precio de dos veces y media a tres

veces superior a su coste y daban unos dividendos anuales en el siglo xvu del 18,7 por ciento.
Pese a esto, al cabo de noventa años la Compañía tenía deudas por valor de cuatro millones de
florines. Masselman dice que esto «indica que el coste de mantener el monopolio absorbía casi
todas las ganancias brutas» (1963, p. 466). Esto es cierto desde el punto de vista colectivo de
la compañía, pero ¿lo era igualmente para los grandes inversores de la misma? Morineau, en
un fascinante artículo (1975) sobre las llamadas balanzas comerciales desfavorables con los
países lejanos, sugiere que «uno es igual a dos», es decir, que los comerciantes simplemente
duplicaban los precios en el viaje de vuelta y por tanto los metales preciosos no salían en las
cantidades en que parecían salir. En realidad esto suponía una transferencia interna de rentas
en Europa.
holandesa en el siglo XVII, pero no fue el más importante, ni explica por sí solo
la hegemonía holandesa. En la época en que los comerciantes holandeses
aparecieron en el océano Indico, comenzaban a desempeñar un papel en el
Mediterráneo. El punto de inflexión parece situarse poco después de la tregua
hispano-holandesa de 1609 7S. Había que distinguir, sin embargo, dos áreas
comerciales. Estaba en primer lugar el comercio con el Mediterráneo cristiano
en general y la Italia septentrional en particular, donde de lo que se trataba era
de suministrar cereales, necesitados de forma crónica pero por entonces más
escasos aún debido a las malas cosechas italianas, a las epidemias y al
aislamiento político del Levante, mientras que al mismo tiempo la industria del
norte de Italia se veía socavada por la exportación de paños a esta zona, antes
exportadora de tejidos, y la navegación veneciana era desplazada 1453 1454. A
finales del siglo xvx y principios del XVII, además de los holandeses, los
ingleses, franceses y hanseáticos, competían por conseguir el comercio
mediterráneo, pero los holandeses se hicieron con la mayor parte del mismo,
primordialmente por su superioridad en las «cuestiones técnicas del diseño
naval y la organización comercial» 1455, que les daban la doble ventaja de poder

1453 Véanse Parry (1967, p. 189) e Israel (1977, p. 37). Romano fecha el punto de inflexión

en 1611 ó 1612, señalando que en 1611 se nombró por vez primera un cónsul para Siria,
Palestina, Chipre y Egipto (1962, páginas 489-91). Parry sitúa en 1612 el momento en que el
comercio holandés quedó «plenamente legitimado» como resultado de que los holandeses
consiguieran sus propias capitulaciones con los turcos. Romano indica que en 1612 el tonelaje
era mayor que el de la voc.
” Véase Rapp (1975). Véase también Parry (1967, p. 188), quien señala que 73 de los 219
barcos que llegaron a Liorna en 1593 transportaron cereales. Si alguien se pregunta qué era lo
que la Italia septentrional daba a cambio de estas importaciones, la respuesta ha de ser el
capital acumulado de períodos anteriores. Así pues, las importaciones de cereales tenían un
significado fundamentalmente diferente para Venecia que para Amsterdam en esta época. Para
Amsterdam suponían no gastar energías produciendo cereales cuando era más rentable
producir tejidos, barcos y otros productos agrícolas, aprovechándose así de las ventajas del
intercambio desigual. Para Venecia suponían en gran medida emplear el capital en el consumo
corriente, lo que es una buena definición de «decadencia».
“ Parry (1967, p. 189) y Davis (1975, pp. 10, 14). Rapp, en su análisis de cómo Holanda
(junto con Inglaterra) consiguió- desplazar a Venecia en el Mediterráneo, señala que las
potencias septentrionales no introdujeron ninguna novedad en las prácticas comerciales que
pueda explicar su éxito. Lo que tenían que ofrecer era su ventaja competitiva en la producción
industrial, con la que pudieron imponer a Venecia su «decadencia» (véase 1975, pp. 499-501).
66 Immanuel Wallerstein
transportar cereales (y otros productos) del
norte de Europa al Mediterráneo y asegurarse los cereales en primer lugar en
el comercio con el Este.
Después de acaparar la mayor parte del comercio con la Italia septentrional,
«los holandeses [...] aprovecharon su posición para apoderarse también de una
gran parte de [una segunda zona comercial, la de] las 'riquezas', acompañando
su actividad comercial de actos de violencia tan eficaces como
despiadados»1456. El comercio de «riquezas» en el Mediterráneo no era nuevo.
Los holandeses asumieron esencialmente el papel tradicional de los venecianos
en el comercio con el Levante. En esa época, el Levante estaba en mejores
condiciones de importar mercancías (distintas tanto de los metales preciosos
como de los artículos de lujo) de la Europa del noroeste que las Indias
Orientales, pero probablemente exportó, más artículos de lujo en el período
1600-1750 que la zona del océano Indico, donde, a medida que avanzaba el
tiempo, se producía un incremento de la exportación de té, café, tejidos de
algodón y otros productos que finalmente suplantaron a los artículos de lujo
como principal producto de exportación. ¿Seguía siendo, pues, el Levante parte
de la arena exterior? Es difícil de decir; la transición al estatus periférico se
estaba iniciando, aunque quizá no se realizara plenamente hasta finales del
siglo XVIII.
El comercio atlántico —tanto con el hemisferio occidental como con el
Africa occidental, que era su apéndice— nos acerca aún más al corazón de la
red comercial holandesa. Se ha hablado mucho de la diferencia entre las dos
grandes compañías holandesas, la voc y la Compañía de las Indias
Occidentales, «mucho más tardía y menos próspera»1457. En primer lugar, su
base social era diferente. La voc (la Compañía de las Indias Orientales) estaba
controlada por comerciantes de Amsterdam, que eran remonstrantes y
partidarios de la paz1458. Pero la Compañía de las Indias Occidentales fue en
gran medida el fruto de los esfuerzos de sus contrincantes —el «partido» de los
oran- gistas, calvinistas, zelandeses y emigrantes de los Países Bajos del Sur
establecidos en el norte— que eran gomaristas, coloni

1456Parry (1967, p. 189).


1457Wilson (1968, p. 206), que analiza las diferencias entre la voc y la Compañía de las
Indias Occidentales (cap. 12, pp. 206-29).
82 Hay que recordar, sin embargo, que aunque la política de Amsterdam fue
«tradicionalmente pacifista [...] cuando los intereses comerciales se vieron amenazados, como
en 1645, 1657 y 1668, o cuando estuvo en juego la existencia de la República (y con ella la de
su comercio), como en 1672, la poderosa ciudad no permaneció pasiva, sino que preconizó
una política enérgica y agresiva» (Franken, 1968, pp. 6-7).
67 Immanuel Wállerstein
zadores y partidarios de la guerraM. En el momento de su fundación, el 3 de
junio de 1621, pocas semanas después de terminar la tregua, entró también
capital de Amsterdam en la compañía, y la idea de una «empresa misionera-
colonizadora» se transformó en una «institución corsaria» 1459 1460. La lucha
entre los diferentes intereses dentro de la Compañía de las Indias Occidentales
se libró en gran medida entre los zelandeses económicamente más débiles, que
contaban con el monopolio de la compañía en el corso, y los comerciantes de'
Amsterdam, dispuestos a desligarse de cualquier corsario holandés1461.
La Compañía de las Indias Occidentales era, pues, una «mezcla beligerante
de comercio y religión» y, por consiguiente, se nos dice, la suya fue «una triste
historia de confusión y casi bancarrota» 1462. Es indudable que lo fue, pero este
esfuerzo al parecer político sentó de hecho las bases de uno de los pilares del
comercio capitalista en los siglos xvn y xvm: el llamado comercio triangular,
que proporcionaba a Europa algodón, azúcar y tabaco, cultivados por supuesto
con mano de obra esclava, más la plata que Europa utilizaba para obtener
especias y té de las Indias Orientales1463. Los holandeses fueron los primeros en
utilizar esta estructura y si las ganancias fueron a parar en gran medida a los
ingleses y franceses, ello se debió primordialmente a que la «inversión social»
inicial exigió tiempo y dinero, y en términos contables fue costeada por los
holandeses, no estando la ganancia lista hasta el final
de la hegemonía holandesa, en la década de 1670, para ser recogida por los
ingleses, posteriormente más eficientes desde el punto de vista de la producción
(y hasta cierto punto, por los franceses).
Lo que ocurrió fue simplemente que tras la fundación de la Compañía de
las Indias Occidentales en 1621, los holandeses trataron de extenderse por el
Atlántico durante los veinticinco años siguientes. Fundaron Nueva
Amsterdam, conquistaron el nordeste del Brasil arrebatándoselo a los
portugueses (españoles), y al segundo intento capturaron Elmina, en el Africa
occidental, y después Luanda, en Angola. Sin embargo, durante la primera
guerra anglo-holandesa (1652-1654), los portugueses (ahora libres nuevamente

1459 Véase Chaunu (1961, pp. 1200-202). Goslinga dice que era «considerada como un

baluarte del calvinismo y del contra-remonstantismo» y que en 1629 el ayuntamiento de


Amsterdam «se quejó de que los del norte estaban siendo relegados en beneficio de los
brabanzones, es decir, de los refugiados del sur» (1971, p. 287).
1460 Goslinga (1971, p. 39).

1461 Véanse Wansink (1971, p. 146) y Goslinga (1971, p. 109).

n
Wilson (1968, p. 210). J. R. Jones califica a la Compañía Holandesa de las Indias
Occidentales de «empresa agresiva y semipirata» y atribuye a su actitud una buena parte de la
responsabilidad de las tres guerras anglo-holandesas (1968, pp. 44-45). Los historiadores
holandeses hacen también hincapié en su carácter político. Van Hoboken dice: «En última
instancia, la suerte de la Compañía [de las Indias Occidentales], su auge y su decadencia,
estuvieron determinados en gran parte por factores políticos» (1960, p. 42). Goslinga insiste
en que esto se debió simplemente a una diferencia en el método utilizado por las dos
compañías para obtener ganancias. «En el Este se buscaba la ganancia mediante el comercio,
recurriendo a la fuerza en caso de necesidad, mientras que en el Oeste la ganancia venía del
corso» (1971, p. 91).
1463 Spooner precisa que una de las ventajas de los holandeses sobre los ingleses en las Indias

Orientales era que controlaban la plata (más deseada), mientras que los ingleses sólo podían
ofrecer oro (1956, p. 68).
68 Immanuel Wallerstein
de los españoles) recuperaron Brasil, y durante la segunda guerra anglo-
holandesa los holandeses perdieron Nueva Amsterdam y algunos fuertes del
Africa occidental. ¿Qué se consiguió, pues, durante este breve período
correspondiente a la hegemonía mundial de los holandeses? En primer lugar,
éstos tuvieron en jaque a los españoles en las Américas, proporcionando el
«escudo naval»1464, tras el cual los ingleses (más los escoceses) y los franceses
pudieron construir sus colonias. En segundo lugar, se inició el cultivo del
azúcar en las Américas, primero en Brasil y luego, tras la expulsión de los
holandeses, en Barbados, la primera gran colonia de los ingleses dedicada a la
plantación en el Caribe. En tercer lugar, los holandeses llevaron a cabo el
primer comercio de esclavos en serio para suministrar mano de obra a las
plantaciones de azúcar; cuando perdieron las plantaciones, trataron de
permanecer en ese campo como traficantes de esclavos, pero hacia 1675 acabó
la primacía holandesa, cediendo el paso a la recién fundada Royal African
Company de los ingleses1465.
La época atlántica de los holandeses supuso, sin duda, una gran
contribución al crecimiento de la economía-mundo europea; pero ¿qué supuso
para los holandeses? Sin duda no tanto como el comercio báltico, que era ya el
«comercio básico» en el siglo xvi, cuando los barcos holandeses transportaban
un 60 por ciento aproximadamente del total. En el siglo xvn, o al menos hasta
1660, los holandeses continuaron manteniendo el mismo dominio1466, pese a
los serios esfuerzos de los ingleses
por introducirse en su mercado. He aquí la prueba de la supremacía comercial
holandesa. En una arena clave, en la que tanto los ingleses como los holandeses,
e incluso los franceses (por no hablar de los países del norte) consideraban
importante y lucrativo el control de la navegación, los holandeses se llevaban
la parte del león92. Examinando detenidamente el impacto del incipiente
estancamiento de la economía-mundo en la competencia anglo-holandesa en el
Báltico, tanto Supple como Hinton explican la ventaja de los holandeses por
los mismos factores: los fletes baratos y el control de un suministro suficiente
de plata para la exportación93. Morineau atribuye su ventaja también a su
disposición a comprar más cereales que la Eastland Company94. Quizá también
desempeñara un papel en esto su capacidad de vender pescado a un precio tan
bajo que prácticamente constituía un dumping9S.
Tener plata que exportar era una ventaja conseguida a través de la eficiencia
productiva en la navegación y la industria textil, que permitía obtener plata de
los españoles y de otras partes. ¿Por qué era una ventaja tener plata en el
comercio del Báltico? Porque la contracción económica, más la guerra de los
Treinta Años, produjo lo que los ingleses llamaron el «auge de las monedas»
(y los alemanes la Kipper- und Wip- perzeit), que supuso una devaluación de
las monedas débiles frente a la plata. El rixdal, moneda de plata transportable

1464 Parry (1967, p. 204). Sluiter (1948) hace una precisión muy similar. Véase el análisis

del contexto en Wallerstein (1974, p. 342, n. 197).


50 Véanse Emmer (1972) y Rich (1967, p. 333).
1466
Véase W. S. Unger (1959, p. 206). De hecho, el relativo dominio se
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 69
cuyo contenido de plata permaneció constante, valía 37 gros- chen en 1600 y
90 en 1630; el mayor salto, de 45 a 75, se produjo entre 1618 y 1621. Estos
cambios tuvieron lugar al reducir el contenido de plata de los groschen, al
tiempo que se anunciaba un cambio en su valor en comparación con el rixdal%.
La cuestión es: ¿por qué el efecto de esto en los holandeses fue diferente de su
efecto en los ingleses? Probablemente, tanto

incrementó de 1600 a 1660 y las ganancias aumentaron proporcionalmente de un 100 a un


200-300 por ciento. Véase Bogucka (1973, p. 439).
92 Mientras que los barcos ingleses sólo transportaban mercancías inglesas, los
holandeses circulaban entre todos los países occidentales, desde el norte de España hasta el
Báltico. Véase Dunsdorfs (1947, p. 20).
93 Supple (1959, p. 83) y Hinton (1959, p. 19). Hinton añade un tercer factor: la «gran
práctica» de los holandeses, que podría haber desempeñado algún papel, aunque también
pudiera ser simplemente una impresión transmitida por los ingleses, quienes la utilizaron
como racionalización de los éxitos holandeses.
M
Morineau (1978d, pp. 144-45). «Los cereales representaban con mucho la mercancía más
importante, desde el punto de vista cuantitativo, en el comercio holandés con el Báltico»
(Faber, 1966, p. 115).
95 Véase Michell (1977, p. 177).

** Véase Hinton (1959, pp. 14-16).


unos como otros podían ahora obtener productos del Báltico a un precio más
bajo en plata, pero para ello había que tener «moneda disponible» para
exportar, y los ingleses no la tenían. Además, cuando se producía una depresión
en el comercio en general, importaba menos contar con importaciones baratas
que contar con importaciones más baratas.
El problema básico de los ingleses era que los comerciantes holandeses
podían vender productos del Báltico en Inglaterra a un precio inferior que los
comerciantes ingleses1467. Los comerciantes del Este en Inglaterra pensaban
que la solución podría ser obtener permiso para reexportar cereales del Báltico
al Mediterráneo, como hacían los holandeses, pero tropezaron con la enérgica
oposición de los comerciantes de trigo ingleses, que lograron mantener la
prohibición de exportar cereales siempre que el precio estuviera por encima de
una cifra bastante baja, por miedo a que los cereales ingleses no fueran
suficientemente competitivos a nivel internacional1468 1469. Como resultado de
ello, los ingleses no pudieron ganar en el Mediterráneo la plata que podrían
haber usado para aprovecharse de los bajos precios del Báltico, lo que a su vez
les habría permitido conseguir productos para ganar más plata, y así
sucesivamente. La devaluación en el Báltico fue, pues, más rentable para los
holandess que para los ingleses por lo que respecta a su dominio del comercio
báltico y, por consiguiente, del mediterráneo, y permitió también a los
holandeses empezar a «disputar a los comerciantes ingleses el comercio en la
propia Inglaterra» ".
El elemento restante en este panorama es el comercio fluvial, que estuvo

1467 Véase Supple (1959, p. 86). Wilson dice que el Kipper- und Wipperzeit sólo planteó a

los comerciantes ingleses un «problema soluble a corto plazo»; el problema «mayor» era el
causado por la competencia holandesa (1965, p. 55).
1468 Véase Hinton (1959, pp. 29-30).

1469 Ibid., pp. 9-10.


70 Immanuel Wallerstein
en manos de Amberes hasta la rebelión de los Países Bajos. Cuando los
holandeses cerraron el río Escalda, el comercio pasó a Amsterdam, tras lo cual
hubo dos formas en las que pudo haber retornado a Amberes: mediante la
ampliación de las Provincias Unidas para incluir a Amberes o mediante la paz
y el libre comercio. Lo primero no sucedió. Smit sospecha que, pese a los
objetivos proclamados por las Provincias Unidas (y los intentos reales de los
orangistas y los calvinistas), el fracaso se debió a la falta de esfuerzos:
«Holanda no quería una restitución de las provincias del sur, con el
consiguiente riesgo de que el comercio volviera de nuevo a una Amberes
liberada» 10°. Cuando llegó finalmente la paz en 1648, en el tratado se
incluyeron impuestos prohibitivos sobre el comercio que pasara por los
estuarios del Escalda con destino a Amberes I01. Tanto esfuerzo político
era la consecuencia de la importancia del comercio de distribución en
general. Cualquiera pensaría que en 1648 Amsterdam podía sentirse
segura frente a un resurgimiento de Amberes, pero había un producto
esencial, necesario para la producción, con el que no se podían correr
riesgos: la turba. Fuente de ingresos en un principio para Amberes y el
mercado de Brabante, había sido reorientada a partir de la década de 1570
hacia la zona comprendida entre los ríos Ij y Mosa, en la provincia de
Holanda. El uso de la turba fue fundamental para la eficiencia de las
industrias urbanas de Holanda y «tuvo sobre la economía un impacto que
puede ser comparado con el impacto del carbón en la Europa del siglo xix»
102
. Además, el comercio fluvial transportaba el estiércol urbano a otros
lugares, lo que contribuyó a conseguir los «rendimientos singularmente
altos de la agricultura cerealera holandesa» 103.
A partir de la década de 1580, una red de servicios regulares por un
sistema de canales muy perfeccionado unió a las principales ciudades de
Holanda entre sí y con el hinterland de otras provincias y Brabante, todo
ello centrado en Holanda. En 1632 se produjo un nuevo avance tecnológico
con la cons-
Smit (1968, p. 21).
101
Véase Schóffer (1973, p. 89), quien observa que «esto provocaría el eterno
resentimiento de Flandes hacia el norte». Véase también Boxer (1965, p. 92). El Escalda
permaneció cerrado durante los siglos XVII y XVIII. Sobre las múltiples negociaciones al respecto,
véase Hubert (1909, páginas 641-46). Las restricciones fueron levantadas finalmente por el
tratado de La Haya del 16 de mayo de 1795.
102
J. de Vries (1974, p. 204) y Kuske (1956, pp. 232-33). De Zeeuw señala que la
disponibilidad de turba era un accidente geológico, en el sentido de que esta turba «estaba muy
cerca e incluso parcialmente debajo de toda la masa de agua» y que esto fue consecuencia de
«la elevación del nivel del mar durante el holoceno» (1978, p. 5). La turba proporcionó a los
holandeses «combustible barato» para «poner en funcionamiento industrias basadas en
procesos térmicos», con lo que «pudieron producir mercancías susceptibles de competir
fácilmente en el mercado internacional» (p. 23). La decadencia de la competitividad mundial
de los holandeses estuvo directamente relacionada con los acontecimientos posteriores. En
primer lugar, la turba se encareció como resultado del agotamiento de las zonas de fácil acceso
y la necesidad de conseguirla en zonas más distantes mediante dragados más profundos y la
ampliación de los canales, y en segundo lugar el transporte se hizo más difícil porque los
puertos y los ríos se enarenaron (véase p. 25).
102
Wilson (1977a, p. 24).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 71
trucción del primer trekvaart, canal recto con un camino de sirga para
barcos de pasajeros que exigió mucho capital104. Los constructores navales
holandeses crearon buques capaces de distribuir y agrupar cargamentos
por ríos y lagos en poco tiempo 105. El resultado fue la más eficaz red de
transporte interno de Europa, alcanzando el tráfico por ella su punto
culminante en la década de 1660. Si reunimos todas las piezas, podemos
llegar a la conclusión de que las lejanas rutas comerciales —las Indias
Orientales, el Levante e incluso el Mediterráneo cristiano y el Atlántico—
fueron sin duda importantes, pero secundarias. La clave de la hegemonía
comercial holandesa en la economía-mundo europea desde la década de
1620 (y tal vez incluso desde la de 1590) hasta la de 1660 «siguió siendo el
antiguo comercio entre la Europa septentrional y la occidental» 106, y la
razón por la que los holandeses pudieron conseguir la supremacía
comercial tuvo que ver con su anterior eficiencia agroindustrial. Esta se
convirtió en eficiencia comercial principalmente a través de los precios de
los fletes, los costes de los seguros y los gastos generales.
¿Por qué eran tan baratos los precios de los fletes holandeses? El
principal factor era el bajo coste de la construcción naval. Parry enumera
seis ventajas por lo que respecta a los costes: la habilidad de los
constructores de buques holandeses, la economía en el uso de los
materiales, los mecanismos para ahorrar mano de obra, la producción
normalizada a gran escala, la compra de materiales a gran escala y el
transporte barato de los materiales de construcción en los buques
holandeses. El resultado fue un coste global de producción, todavía a
mediados del siglo xvn, que era de un 40 a un 50 por ciento más barato que
en Inglaterra, su competidor más cercano 107. De estas ventajas, las tres
primeras pueden ser consideradas como ventajas tecnológicas de los
holandeses, y las tres siguientes como ventajas acumulativas de ir a la
cabeza. Además de costar menos su construcción, los buques holandeses
requerían una tripulación menor, normalmente de 18 hombres en lugar de
los 26-30 usados por los buques de otros países I0S. Esto permitía a los
holandeses dar de comer bien a la tripulación, probablemente mejor que
otros109, con lo que

■" Véase J. de Vries (1974, pp. 202-209) y (1978).


105
Véase R. W. Unger (1978, p. 52).
Wilson (1957a, p. 2).
107
Véase Parry (1967, p. 211).
m
Wilson (1941, p. 6).
109
Morineau se muestra escéptico a este respecto y sugiere que los
es de presumir que obtenían una productividad más alta a cambio de un
desembolso salarial más bajo. La productividad más alta era visible, tanto
en el puerto como en el mar. La «mayor durabilidad y velocidad» de los
buques holandeses se debía tanto a su diseño como a su «mantenimiento
regular» 1I0. Además, el hecho de que los buques holandeses estuvieran
«más limpios» y fueran «más baratos y más seguros» 111 tuvo un efecto
multiplicador: los fletes más baratos llevaron consigo el control del
72 Immanuel Wallerstein
comercio del Báltico, que a su vez llevó consigo una madera más barata,
que a su vez llevó consigo unos costes más baratos en la construcción naval,
que a su vez llevó consigo unos fletes más baratos. Los barcos más limpios,
más baratos y más seguros suponían también un incremento en el número
total de viajes, que hacía posible aplicar unos seguros más bajos, en parte
en función de la escala y en parte como resultado de una estructura
financiera más eficaz112 que estudiaremos más adelante. Los seguros más
bajos tienen también efectos acumulativos: llevan consigo fletes más bajos,
que llevan consigo un incremento de las escalas y la capacidad de
transacción, que lleva consigo unos seguros más bajos.
Si «el fundamento del comercio [de los holandeses] era la navegación»
113
, las mayores ganancias se obtenían de las comercialización y el
almacenamiento114 en el gran centro de distribución de Amsterdam, cuyo
éxito se debió a la superio-
marineros de los buques del sur de Francia estaban igualmente bien alimentados (1970b, p.
118). Para un análisis de la dieta alta en calorías suministrada en los barcos holandeses en el
siglo xvu, véase Morineau (1970a, p. 114). Boxer, sin embargo, precisa que los bajos salarios
de los marineros holandeses es un factor que explica los bajos precios de los fletes (1965, pp.
66-67).
110
R. W. Unger (1978, p. 4; véase también p. 183, n. 7).
111
Wilson (1957a, p. 42).
112
Al menos se puede decir que en el siglo xvn en Amsterdam «el seguro era negociado
de forma más profesional que en otras partes» (Barbour, 1929, p. 580). Barbour dice que los
buques ingleses solían hacer su seguro en Holanda en el siglo xvu «pese a que las primas eran
normalmente más altas que las que se podían conseguir en Londres» (p. 581). Esto parece
extraño a primera vista. Si Barbour está en lo cierto, pudiera ser que las primas nominales y
las reales fueran diferentes, lo que podría explicarse por la mayor eficiencia de la organización
comercial holandesa, que era una variable significativa en general, como, .pronto veremos.
En cualquier caso, Barbour habló más tarde de la atracción europea por los seguros marítimos
holandeses (véase 1963, pp. 33-35).
113
Wilson (1967, p. 518).
114
Wilson (1941, p. 10). Esto se debió, afirman North y Thomas, a que el «mercado o el
sector de las transacciones, [...] era durante esta época el sector en el que podía producirse un
mayor incremento de la productividad» (1973, p. 135).
ridad de la organización comercial holandesa. Heckscher dice que la
«principal peculiaridad» de los Países Bajos en el siglo xvn fue su
«capacidad [. . . ] de salir adelante con una organización comercial más
reducida y más simple» que la de otras naciones 1470. Pero, ¿qué significaba
esto? En primer lugar significaba la colectivización de los ahorros en el
sistema de sociedades comerciales 1471, que por supuesto no fue una
creación de los holandeses, aunque éstos lo ampliaron hasta incluir, junto
con una reducida aristocracia comercial, un gran número de pequeños

1470
Heckscher (1935, i, p. 352).
1471
Para Sella, fueron estas compañías navieras, las reederij, las «que hicieron posible el
espectacular crecimiento, la multiplicación por diez di la flota comercial holandesa entre 1500
y 1700» (1974, p. 411).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 73
comerciantes 1472 1473 1474. En segundo lugar significaba la creación de un
sistema de reservas que reducía considerablemente los riesgos del
comerciante, dado especialmente que estaba organizado en forma de
monopolio, y reducía la dependencia del mercado de materias primas con
respecto a una oferta y unos costos fluctuantes, al tiempo que permitía a
los comerciantes realizar ganancias especulativas con las ventas 11S. En
tercer lugar significaba una red de agentes a comisión que buscaban
clientes al productor, consiguiendo mercancías en consignación y
llevándose una comisión sobre la factura pagada por el comprador al
productorU9. De este modo, el comercio de distribución holandés se
desarrolló al ritmo de la navegación holandesa, como consecuencia de la
eficiencia industrial holandesa 12°. Una vez más nos encontramos con un
efecto multiplicador: la fuerza del comercio de distribución holandés
«tendió a arruinar» 121 al transporte marítimo inglés. Por supuesto, el
comercio de distribución creó un gran número de puestos de trabajo
estables 122 que, sobre todo en el siglo xvn, mantuvieron la demanda
interior de productos holandeses.
Hemos argumentado ya que las ventajas holandesas en la economía-
mundo fueron, por este orden, la productiva, la distributiva y la financiera.
Si el primer elemento de la secuencia es un tema controvertido, el segundo
es ampliamente aceptado, aunque a menudo sea presentado como algo
ligeramente vergonzoso: la transformación del empresario (comercial)
noble y ascético en un rentista innoble y amante del lujo, la traición de la
ética protestante en la propia Sión, la explicación de que Holanda hubiera
sido arrojada del Jardín del Edén. En los últimos años ha habido una
saludable reacción contra semejante absurdo, pero yo deseo ir aún más
lejos. La dedicación a las finanzas no es un signo de deterioro y mucho
menos de decadencia; en realidad es un signo de fuerza

1472
Glamann habla de la «escala masiva» de la participación de los «simples comerciantes»
en la «expansión comercial holandesa del siglo XVII», citando en particular su papel en el
comercio del trigo, la sal, el arenque, la madera y el ladrillo (1974, p. 519). Además, la
industria naviera era especialmente apropiada para los pequeños inversores en un país escaso
de tierra. Scammell, hablando de Inglaterra, dice: «Dada la competencia por la tierra, intensa
en el siglo xvi y a principios del xvii, y por analogía con lo que sucedía en Holanda, un buque,
o más probablemente una barca, tal vez fuera la única salida para un capital como el de estos
humildes y oscuros propietarios» (1972, p. 404, el subrayado es mío).
1473
Klein cree que este sistema «contribuyó esencialmente al crecimiento de la economía
holandesa» en el siglo xvii. Afirma que fue la aplicación de prácticas monopolísticas —
«acuerdos horizontales o verticales sobre precios, concesiones de monopolios nacionales o
internacionales):— lo que hizo posible la «azarosa empresa» de crear unas reservas esenciales,
ya que de otra forma «el próspero comerciante [habría sido] un blanco fácil para los
competidores a la caza de ganancias» (1966, pp. 188-189). Estos monopolios eran eficaces.
Glamann dice, a propósito de los cereales, que «realmente no es exagerado decir que en los
siglos xvii y xvm el célebre intercambio de trigo de las metrópolis holandesas [fijaba] los
precios de los reales de Europa» (1974, p. 457). Para testimonios sobre la medida en que los
precios de Lieja dependieron de los de Amsterdam entre 1630 y 1738, véase Ruwet (1957, p.
101).
1474
En el siglo xvm, el sistema de consignación se transformó en un
74 Immanuel Wallerstein
sistema por el que el agente pagaba las tres cuartas partes del precio probable (calculado por
lo bajo), pero recibía un interés moderado sobre el dinero adelantado hasta que se vendieran
las mercancías. Wilson lo define como un «terreno resbaladizo». Cuando los agentes
abandonaron el trabajo a comisión propio del transporte marítimo y el ofrecimiento de créditos
de aceptación, abandonaron también la banca por la especulación y el riesgo. «Al hacerse más
indirecto cada vez el trabajo a comisión, el elemento de incertidumbre y fraude se reforzó»
(1951, p. 12).
120
«En realidad», como observa Davis a propósito de los Países Bajos en los siglos xvu
y xvm, «es difícil distinguir entre capital comercial y capital industrial» (1973b, p. 232); pero,
como señala Supple, «era una práctica perfectamente normal y previsible que los empresarios
comerciales invirtieran en empresas manufactureras y las administraran» (1977, página 424).
121
La frase es de Hinton, quien considera el comercio de distribución holandés como el
«factor más importante en la configuración de la política económica inglesa en el siglo xvu»
(1959, pp. 10-11).
122
Glamann habla de que el comercio de cereales se extendió como «ondas en un
charco». No sólo se cargaba y descargaba el cereal, sino que el sistema de reservas llevó a la
construcción de depósitos, que en sus tres cuartas partes fueron dedicados al almacenamiento
de cereales. La necesidad de remover el grano regularmente «para impedir la germinación y
la combustión espontánea» creó nuevos puestos de trabajo (1974, p. 461). Briggs indica que
a partir de las necesidades de transporte y almacenamiento, Amsterdam inició en 1610 un
«notable y ambicioso programa de expansión concéntrica que [...] cuadruplicó el área
habitable» (1957, página 294).
capitalista el hecho de que la Bolsa de Amsterdam pudiera ser considerada
«la Wall Street del siglo X VI I » 1475. ¿Cuál fue el origen de esta fuerza? Fue
el resultado de tres pasos sucesivos: uno, la fuerza productiva y comercial
en la economía-mundo creó la base de una sólida hacienda pública;
segundo, esta sólida hacienda pública, combinada con una red comercial a
nivel mundial, permitió a Amsterdam convertirse en el centro del sistema
internacional de pagos y en mercado monetario, sobre todo teniendo en
cuenta la depresión económica mundial y, por tanto, la inestabilidad
monetaria; tercero, la fuerza productiva y comercial, combinada con el
control del mercado monetario internacional, permitió la exportación del
capital holandés, fuente de remesas que permitieron a los holandeses vivir
de un excedente productivo muy superior al que ellos habían creado y esto
hasta mucho después de la época de sus grandes contribuciones
productivas.
En una economía-mundo cuya expansión se había hecho más lenta, el
hecho de que las Provincias Unidas fueran «siempre solventes» 1476 y se
presentaran como la principal excepción en el siglo xvii a «la triste sucesión
de incumplimiento» 1477 fue a la vez causa y efecto de su hegemonía
económica general. Fue efecto en la medida en que las ventajas comerciales
en cuestión de fletes y seguros marítimos bastaban por sí solas para crear
un superávit en la balanza de pagos 1478, y fue causa porque la reputación
de sus saneadas finanzas permitió al gobierno holandés pedir empréstitos

1475
Goubert (1970c, p. 27).
1476
Carsten (1961, p. 13). Compárese esto con el presupuesto francés, que entre 1610 y la
revolución francesa sólo arrojó un superávit en la década de 1662 a 1671. Véase Parker
(1974a, p. 575).
,2S
Homer (1963, p. 98).
1478
Véase Vilar (1974, p. 249).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 75
más baratos1479, porque la excelente situación del crédito del Estado
holandés explica «una buena parte de [su] éxito militar» 1480 y porque esto
le permitía probablemente atraer el suficiente flujo de dinero, en su
calidad de depósito seguro, como para que las Provincias Unidas tuvieran
una moneda sobrevaluada. Esta última ventaja suponía que las Provincias
Unidas podían compensar un déficit de cuenta corriente con el dinero que
afluía 1481. Unas finanzas saneadas no son, sin embargo, sino uno de los
requisitos previos al nivel de confianza capitalista necesario para que haya
un flujo efectivo de operaciones financieras. Unas finanzas saneadas
permiten realizar operaciones de crédito en gran escala a un tipo de interés
bajo, así como conseguir unos ingresos globales considerables a partir de
pequeños réditos bajos por cada operación financiera.
En 1609, año de la tregua, se fundó el Wisselbank van Ams- terdam, que
pronto se convirtió en el gran centro de depósito y cambio europeo, ya que
«proporcionaba una seguridad y una comodidad raras en los anales de la
banca del siglo xvn». A lo largo del siglo, los depósitos pasaron de una cifra
inferior al millón a más de 16 millones de florines 13°, convirtiéndose en el
lugar de retiro de los propietarios de capitales que temían por su salud *31.
Una vez depositados suficientes capitales y metales preciosos, Amsterdam
estuvo en posesión de «la llave, por así decir, del sistema internacional de
pagos de Europa»I32. Con sus arcas bien llenas, Amsterdam desarrolló un
sistema de letras de cambio que permitió ampliar los acuerdos
multilaterales. Por supuesto, pasó algún tiempo antes de que se consolidara
la confianza y afluyera el dinero, pero en 1660 como más tarde Amsterdam
desempeñaba un papel indiscutible como centro de un sistema de pagos
multilaterales y lo siguió desempeñando al menos hasta 1710 133. Por lo que
respecta a las restricciones
plata en el siglo XVII a fin de suministrar al gran mercado de metales preciosos de Amsterdam
el metal blanco que se requería urgentemente para exportar al Báltico y al Lejano Oriente»
(1977, p. 297).
130
Barbour (1963, pp. 44-45).
131
Véase Barbour (1963, p. 46), quien señala que en las dos crisis políticas inglesas de
este siglo, hubo individuos que se llevaron sus fondos a los Países Bajos. Del mismo modo,
Castillo señala el «curioso acontecimiento» de la llegada a Amsterdam en 1649 de cuatro
navios con más de tres millones de ducados en barras y piñas. Según él, estos navios eran
probablemente propiedad de marranos que repatriaban su dinero a causa de la bancarrota
española de 1648. «El capitalismo, cuando hay en juego importantes intereses, sabe hacer
abstracción de ideologías y fronteras» (1964, p. 314). De Roover dice que «en la segunda
mitad del siglo xvii, Amsterdam desplazó a Génova como mercado mundial de metales
preciosos» (1974b, p. 227).
132
Glamann (1974, p. 510).
133
Parker (1974a, pp. 550-51). Su mapa muestra la diara ventaja de Amsterdam sobre
Londres como centro de intercambio hacia 1700. Vilar piensa que esto siguió siendo cierto

1479
Véase Parker (1974a, p. 573). El único Estado que se mantuvo «durante cierto
tiempo» en mejores condiciones a este respecto fue Génova.
Homer (1963, p. 124). Entre otras cosas, como sugiere Homer, «con un buen crédito
podían ser contratados mercenarios alemanes para la defensa terrestre» (p. 125).
1481
Esto es lo que sugiere Grantham (1975, p. 65). Van der Wee ofrece otro
motivo: «La República holandesa [sobrevaluó deliberadamente] la
76 Immanuel Wallerstein
hasta 1763 (1974, p. 257). Véase también Homer (1963, p. 174) y Glamann (1977, p. 261). El
hecho de que Amsterdam fuera el único centro financiero hasta 1763 en el que los
comerciantes podían extender o aceptar letras de cambio procedentes de Rusia ilustra muy
bien hasta qué punto se había generalizado la confianza y, por consiguiente, la afluencia de
dinero. Véase Knoppers (1977a, pp. 13-14).
a la exportación de metales preciosos, las Provincias Unidas fueron la gran
excepción entre los Estados en la era del mercantilismo: los metales
preciosos pudieron salir de las Provincias Unidas casi con la misma
facilidad con la que entraban. Esta es precisamente la razón de que
entraran en tan gran cantidad B4; por otra parte, esta política sólo era
posible precisamente cuando entraban metales preciosos. El fenómeno,
pues, como tantos otros, tuvo un efecto multiplicador, al contribuir cada
acto a hacer posible el siguiente, hasta llegar finalmente a su culminación.
La solidez de los depósitos y cambios hizo posible una función crediticia
que en el caso del Wisselbank se inició en 1683. En primer lugar hubo
«anticipos» para los depositantes y luego «créditos de aceptación»,
operaciones no vinculadas ya a las funciones de Amsterdam como centro
de distribución, y esencialmente créditos a operaciones en plazas
distantes1482 1483. Los holandeses desarrollaron un crédito basado en
depósitos específicos que fue «singularmente estable», dado que los «costes
de sustituir las letras por un envío de metales preciosos en cualquier
moneda se reducían notablemente» 1484, puesto que el Wisselbank era
precisamente el almacén de estos metales pre-
ciosos. Finalmente, la estabilidad de la moneda holandesa hizo que sus monedas
comerciales (negotiepenningen), tanto de plata como de oro, fueran de tal
«calidad garantizada» que se convirtieron en el metálico preferido en el
comercio mundial, haciendo mella incluso en los reales de a ocho españoles 1485

1482
Véase Deyon (1969, p. 38). Véase también Vilar: «Para los holandeses, los
metales preciosos eran una mercancía como cualquier otra, cuya importación y exportación
resultaba rentable» (1974, p. 251). Morineau indica, sin embargo, que una vez que se
estableció este sistema, fue poca la cantidad de oro y plata que realmente tuvo que ser
exportada, al menos a las áreas periféricas de la economía-mundo como el Báltico, a diferencia
de las arenas externas como las Indias Orientales y el Levante. «En última instancia, es al
funcionamiento económico de la economía de las Provincias Unidas [y no al financiero], tanto
en sus circuitos externos como en los internos, al que tenemos que volver (1972, p. 4).
115
Véanse Van Dillen (1974b, pp. 179-85) y Klein (1970, pp. 3940). Véase también
Barbour (1963, p. 53), que dice: «La libertad de exportar metales amonedables, que en el siglo
xvu escaseaban en todas partes, contribuyó a estabilizar los tipos de cambio en Amsterdam,
fomentando así la circulación de letras de cambio como instrumentos de crédito negociables,
cuyo descuento y cuya venta se convirtieron en una importante actividad en la ciudad». La
posición central de Amsterdam para las letras de cambio no sólo facilitó el comercio en
general, sino que además resultó ser sumamente rentable como operación bancaria. Bogucka
indica que las transferencias por los banqueros holandeses de grandes sumas a los
comerciantes de Danzig por medio de letras de cambio «no sólo constituían un medio de
transferir fondos, sino que además daban lugar a operaciones especulativas independientes
llamadas cambio arbitrio, que [...] en la primera mitad del siglo xvu permitían obtener en pocas
semanas beneficios del 6,5 al 8 por ciento y a veces del 10 al 12 por ciento del capital invertido.
En esa época, el tipo de interés en la propia Holanda apenas alcanzaba un 3 o un 4 por ciento»
(1972, p. 10).
1484
Van der Wee (1977, p. 342).
1485 Ibid., p. 340.
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 77
1486 1487 1488
. El flujo de capital financiero creó y mantuvo a su vez unos tipos de
interés bajos, que atrajeron más capital. El tipo de interés se redujo en más de
la mitad en Holanda a lo larco del siglo xvn, obligando a bajar a los tipos de
interés de Inglaterra, Francia e incluso Suecia, aunque estos últimos no llegaron
a ser nunca lo bastante bajos como para competir eficazmente 13S. Los tipos de
interés bajos, a su vez, nos llevan al tema de las inversiones, la otra fuente de
beneficios financieros. Al ser tanto el principal mercado monetario de Europa
como el principal control de distribución, Amsterdam pudo reducir de forma
significativa los costos de exploración, negociación y aplicación del capital en
préstamo y fomentar así la inversión en general1W. Al ser la sociedad
tecnológicamente más avanzada de la época, las Provincias Unidas pudieron
también exportar su tecnología, otra faceta para asegurar la entrada de capital
financiero 1*°.
La expansión de la inversión en el país y en el extranjero
fue rentable para los capitalistas holandeses y favoreció a la balanza de pagos
del Estado, pero ¿favoreció a la economía global del Estado? Ha habido un
curioso debate en los últimos años, con ribetes mercantilistas, sobre el supuesto
de que la «decadencia» de los holandeses se debió en cierto modo a que la
inversión de capitales fuera de las Provincias Unidas y en especial en Inglaterra.
Pero quienes defienden esta tesis olvidan que la preocupación del inversor es
maximizar las ganancias, y no reforzar al Estado 1489. Hablaremos nuevamente
de esto al analizar el desarrollo de las finanzas inglesas. Por el momento,
limitémonos a recordar con Van Dillen que la creación de capital fue de «gran
importancia [...] para la posición económica y política de la República. No hay

1486 Véanse Klein (1970, p. 38) y Homer (1963, pp. 137 y 179). Homer compara los tipos
de interés holandeses, ingleses y franceses para tres tipos de préstamos —las anualidades de
los censos, las hipotecas y otras deudas a largo plazo; los préstamos comerciales a corto plazo,
y los depósitos a corto plazo— en la primera y la segunda mitad del siglo XVII. En cinco de las
seis comparaciones, el tipo de interés holandés es el más bajo; en la restante es ligeramente
mejorado por el inglés. Ringrose sugiere que el origen de los bajos tipos de interés está en «la
tremenda concentración de capital líquido con fines militares en los Países Bajos» durante el
período comprendido entre 1566 y 1648 (1973, p. 291).
137 Véanse North y Thomas (1973, pp. 139 y 142) y Reed (1973, pp. 182-83). Véase Klein

(1969, p. 14) a propósito de las inversiones en reservas. En Barbour (1963, pp. 104-29) hay
un análisis de los préstamos e inversiones exteriores holandeses. A propósito de las inversiones
en las crecientes deudas de los países europeos en el siglo xvm, véase Wilson (1977a, p. 27);
el dinero se dirigía «sobre todo [a] Inglaterra, donde las decisiones de los inversores
holandeses eran lo bastante importantes como para ser tenidas en cuenta por los sucesivos
ministros de Hacienda».
130 Ya en 1628, Cornelius Vermuyden llegaba a un acuerdo con Carlos I para drenar Hatfield

Chase. Véase Cunningham (1897, pp.' 209-10). Dickens habla de la «colonización técnica de
Inglaterra» por los holandeses en el siglo XVII (1976, p. 8). Véase también Wilson a propósito de
la exportación de la tecnología del drenaje, la construcción naval y las técnicas agrícolas (1968,
pp. 77-91). A propósito del drenaje de tierras ganadas al mar, véase el artículo de L. E. Harris.
Fue sólo a finales del siglo xvii cuando «el drenaje de las marismas [inglesas ...] dejó de ser
una prerrogativa de los neerlandeses» (1957, p. 322).
1489 Marx, describiendo las inversiones de Holanda en el exterior en el siglo XVIII como

consecuencia de la pérdida de su supremacía comercial, decía: «Su patria había comenzado a


estar allí donde se pagaba más interés por su capital» (1969, p. 93).
78 Immanuel Wallerstein
más que pensar en la adquisición de aliados por medio de subsidios» 1490, forma
de inversión del Estado que reforzó la de los particulares. En realidad, no
podemos concluir esta historia de la hegemonía holandesa sin examinar
directamente el papel del Estado. Las Provincias Unidas fueron al parecer la
gran excepción al predominio de la ideología mercantilista en el siglo xvn. De
este hecho, muchas personas sacan la curiosa idea de que el Estado holandés
era débil. Me parece que ocurría exactamente lo contrario: en el siglo xvn el
Estado holandés era el único Estado de Europa con la suficiente fuerza interna
y externa como para que su necesidad de una política mercantilista fuera
mínima.
Pasemos brevemente revista a la naturaleza de la ideología y de las prácticas
para considerar luego esta fuerza interna y externa de las Provincias Unidas. En
los primeros momentos de su historia, Amsterdam había seguido, como es
lógico, una política proteccionista muy estricta 1491, que al nivel de las ciudades
no desapareció por completo ni siquiera en el siglo xvn 1492. Además, había
muchos que ponían objeciones a la falta de proteccionismo a nivel federal. A
medida que avanzaba el siglo, los sectores agroindustriales perdieron su ventaja
y reclamaron
aranceles, aunque con escaso éxito1493. Tampoco se mostraron los Estados
Generales partidarios de las represalias arancelarias en sus luchas con los
ingleses y los franceses 1494. El papel del Estado estaba claro en cuestiones
ajenas a la protección: crear las condiciones para el éxito de la empresa privada.
Tan pronto como hubo un gobierno autónomo en los Países Bajos, «las
pesquerías se convirtieron en el principal motivo de inquietud para el gobierno»
1495
. A fin de controlar la calidad, Guillermo de Orange convocó en 1575 a los
representantes de los cinco puertos pesqueros y mediante una serie de leyes, de
1580 a 1582, creó una organización colegiada para controlar la industria del
arenque 1496. Más importante todavía fue la creación de la Compañía Holandesa
de las Indias Orientales, que fue en buena medida una respuesta a la anarquía

14!
Van Dillen (1974a, p. 207).
14J
Véase Glamann (1974, p. 457).
1492 «Las ciudades protegían y subvencionaban la industria. La construcción naval es un
excelente ejemplo. Las facilidades a la construcción de buques fueron una forma de
subvención. Los reglamentos de los gremios de constructores navales incluían muchas otras
formas» (R. W. Unger, 1978, página 114).
1493
Sin embargo, estos intereses tenían que ser apaciguados. En 1681, en un
momento de dificultades económicas, se llegó a un compromiso entre los comerciantes de
cereales de Amsterdam y los productores agrícolas de Zelanda. Los primeros consiguieron la
abolición de los derechos de exportación (y reexportación), pero los segundos consiguieron
un aumento de los derechos de importación. Véase Jeannin (1969, p. 74), quien me ha
informado de que dos artículos de Van Dillen sobre Holanda (1917 y 1923) contienen los
detalles de la controversia y el compromiso político. También hay que señalar que «a lo largo
de los siglos xvu y xvm, la exportación de materias primas para la construcción naval, tales
como cuerdas y mástiles, fue declarada ilegal en ciertos momentos» (R. W. Un- ger, 1978, p.
115).
1494 Véase Deyon (1969, p. 38).
1495 Beaujon (1884, p. 30).
141 Michell (1977, p. 148).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 79
del mercado libre mundial de productos coloniales y al consiguiente dumping.
Stols afirma que su importancia residió en la «intervención del Estado en el
comercio y la economía» y que la reacción de las dos Compañías «podría ser
calificada casi de nacionalización avaní la lettre», es decir, una forma de tratar
de unificar un mercado hasta entonces internacional bajo un solo monopolio
nacional1497 1498.
El Estado holandés defendía los intereses de sus empresarios y al hacerlo
se preocupaba poco de la coherencia ideológica. La ideología de la hegemonía
holandesa era la del tnare liberum, convincentemente expresada por Grotius
en su libro, publicado en 1609, el año de la tregua. Sin embargo, como escribía
amargamente Sir George Downing a Lord Clarendon el 20 de noviembre de
1663: «Es mare liberum en los mares ingleses, pero mare clausum en la costa
de Africa y en las Indias Orientales» 15°.
No hay nada extraño en todo esto 151. Las Provincias Unidas eran la potencia
dominante y «el liberalismo se acomoda bien a las economías dominantes» 152;
pero cuando el liberalismo entra en conflicto con la posibilidad de una
dominación continuada, lo más probable es que no dure. Esta es la razón de que
la estructura «liberal» y descentralizada del Estado holandés pueda ser
considerada como un indicio de fuerza y no de debilidad. No es que las
estructuras descentralizadas sean siempre un signo de fuerza. En una zona
periférica como Polonia, el auge de las Dietas y los reyezuelos locales fue un
signo de periferialización. En una potencia hegemónica, por el contrario, esta
estructura es signo de fuerza en relación con las otras potencias del centro,
que precisamente necesitan incrementar su centralización administrativa para
tratar de superar la ventaja económica de la potencia hegemónica.
¿Cuál era la estructura de las Provincias Unidas? Los detalles cambiaron
desde la época de la Unión de Utrecht en 1579 hasta la época del
derrumbamiento del Estado descentralizado con la creación de la República
Bátava en 1795; pero la realidad de cada una de las variaciones sucesivas no
fue demasiado diferente. Ya en 1576, siete Estados (o provincias) —Güeldres,
principio del mar libre. Sin embargo, una vez que el mar quedó limpio —una vez que el
poderío marítimo español dejó de ser un peligro real para los holandeses— estos últimos
perdieron su interés por los nobles principios expuestos por su más destacado filósofo y, de
buena gana, aceptaron la tesis ibérica de un mare clausum [frente a los ingleses]» (1971, p.
xiv).
151 Heckscher, sin embargo, se extraña. «Se dio entonces la paradójica situación de que
los Países Bajos, ideal de todo mercantilista, se veían menos afectados por las tendencias
mercantilistas que la mayoría de los demás países. La única explicación es que los Países
Bajos habían sido idealizados» (1935, i, p. 359). Esta es, por supuesto, la única explicación
imaginable si se llevan puestas las anteojeras ideológicas del liberalismo económico y no se
piensa en las relaciones, sino los atributos. Compárese la tesis de Heckscher con la de
Schmoller: «La lucha heroica de los holandeses por conseguir la libertad religiosa y librarse
del yugo español aparece, cuando se observa bajo una 'luz clara1 como una guerra de un siglo

Stols (1976, p. 39).


144

Citado en Geyl (1964, II, p. 85). Véase Meilink-Roefolsz (1968, p. 71). Véase también
1498

Goslinga a propósito del Caribe: «El imperio colonial holandés, construido en la primera
mitad del siglo xvu, comenzó con el
80 Immanuel Wallerstein
por la conquista de las colonias de las Indias Orientales y un corso igualmente largo contra las
flotas de la plata del comercio español e hispanoamericano. Estos holandeses, tan alabados
por los ingenuos librecambistas de nuestros días a causa de los bajos aranceles de su época,
fueron desde un principio los más decididos y belicosos de los monopolistas que el mundo ha
conocido» (1897, p. 65).
152 Deyon (1969, p. 40). Glamann llama al liberalismo una «actitud pasiva» del Estado y
dice que «en la medida en que, en cierto sentido, la política gubernamental no es nunca neutral
en el proceso económico», es evidente que «esta actitud pasiva fue precisamente la más
conveniente para el desarrollo del comercio de distribución en Amsterdam» (1977, páginas
273-74).
Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Overijssel y Groninga— acordaron enviar
delegados a unos Estados Generales. Cada Estado tenía en ellos un voto y las
decisiones habían de ser tomadas por unanimidad. Había además un órgano
ejecutivo bastante débil llamado Consejo de Estado. La flota, que era la
institución militar clave, estaba bajo la dirección de cinco colegios del
Almirantazgo. El Estado más importante, Holanda, tenía también una
complicada estructura gubernamental; su principal cuerpo legislativo, los
Estados de Holanda, estaban compuestos por 18 representantes de las diversas
ciudades y un representante de la nobleza en general. No había monarca en las
Provincias Unidas. El equivalente más próximo era el estatúder, un funcionario
provincial. Los príncipes de Orange eran, de costumbre, estatúderes de varias
provincias (pero no de todas) simultáneamente, con excepción, por supuesto,
de los dos «períodos sin estatúder». Sería difícil imaginar una estructura en
apariencia menos susceptible de funcionar eficazmente o incluso de funcionar
a secas.
En realidad, funcionó muy bien, aunque no sin fricciones y violencias. (A
nivel individual, pocos acontecimientos en la época son comparables al
linchamiento de Johan de Witt en La Haya en 1672, año conocido en la historia
holandesa como el «año del desastre».) Sin embargo, si compara las disensiones
internas de las Provincias Unidas con las de Inglaterra y Francia, ningún
analista razonable podrá pasar por alto que los Países Bajos fueron menos
turbulentos que las otras dos potencias; divisiones internas de las capas
superiores no desgarraron tanto al país y las capas inferiores fueron menos
rebeldes. Para explicar esto debemos señalar, en primer lugar, que la estructura
oficial del gobierno ocultaba (aunque sólo ligeramente) otra estructura real.
Desde el punto de vista financiero, Holanda sufragaba casi el 60 por ciento de
los gastos del gobierno, y Amsterdam la mitad de esta suma. El principal
funcionario administrativo a nivel provincial era el abogado del país. El cargo
fue rebautizado más tarde con el nombre de pensionario general, conocido
como el gran pensionario por los extranjeros, y este funcionario se convirtió
prácticamente en el primer ministro de las Provincias Unidas, llegando a actuar
como presidente en los «períodos sin estatúder» 1499.
El poder de este funcionario derivaba del hecho de que los Estados

1499 Véanse Kossmann (1970, pp. 362-65), van Hoboken (1960, p. 46), Re- nier (1944, p.
52), Burke (1974, p. 44) y Wansink (1971). «Paradójicamente, Holanda defendía con ahínco
el gobierno federal, pero en la práctica esto hacía que pudiera dirigir la república en mayor
medida gracias a un complejo sistema semicentralizado» (Schóffer, 1973, p. 92).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 81
Generales y los Estados de Holanda se reunían en el mismo edificio de La
Haya, de la continuidad procurada por la práctica excepcional de que el gran
pensionario asistiera a los Estados Generales año tras año, del hecho de que
Holanda era el centro económico y cultural de toda la actividad holandesa y
del hecho de que Amsterdam controlaba la importación de los cereales con que
se alimentaba casi la mitad de la población 1500 1501 1502 1503. Si había alguna duda
de la preeminencia de Amsterdam a comienzos del siglo xvn, desapareció
totalmente en el primer «período sin estatúder» de 1650-1672, en que el
ascendiente de Holanda se convirtió en «el aglutinante que mantuvo unido al
país» y en que la política exterior «se subordinó a los intereses del
comercio»1504, como corresponde a una potencia hegemóni- ca. Amsterdam
corrió con los gastos y en este período en especial «se sintió autorizada a
marcar el paso» 1505. ¿Por qué habría que preocuparse, pues, de centralizar el
Estado si se podía conseguir lo que se quisiera sin él? Lo que Renier y luego
Wilson han llamado la «dictadura social de la clase media alta» 1506 1507 fue sin
duda aprovechado por sus adversarios internos —los contrarremonstrantes
frente a los remonstrantes, los oran- gistas frente a los loevesteinerianos—,
hasta que fue quizá minado por un lento proceso de «aristocratización» 15S, si
bien los intereses de la capa dominante no estuvieron nunca realmente
amenazados por unos iguales socialmente más conservadores. Como señala
Kossmann acertadamente: «Los príncipes de Oran- ge rara vez pretendieron
imponerse a la plutocracia holandesa y nunca fueron capaces de hacerlo» 1508.
Tampoco estuvo esta capa realmente amenazada desde abajo; sus miembros
pagaron el precio de la paz social. El bienestar social holandés, y el de
Amsterdam en particular, suscitó la «admiración sin reservas» de los visitantes
extranjeros, quienes quizá no advirtieron que el dinero venía en buena parte de
las propiedades confiscadas a la Iglesia católica 160. No importa: también otros
países confiscaron propiedades en los siglos xvn y xvm a la Iglesia sin «velar
tanto por los pobres» I61. No deberíamos hacernos ninguna ilusión sobre la
realidad social del Estado del bienestar holandés. Las ganancias generales del

1500 «Grande era el poder de Amsterdam en los años en que había esca

sez de trigo en el país», por ejemplo en 1628-1630 (Van Dillen, 1964, p. 145).
lss
Franken (1968, pp. 2, 4). Véanse también Burke (1974, pp. 42-43), Cárter (1975a, p. 1)
y Riemersma (1950, p. 39). Sin embargo, sobre los límites de la capacidad de Amsterdam de
determinar la política a seguir, véase Rowen (1974).
1503 Boxer (1965, p. 90). El paso de Amsterdam era muy rentable para
ella. Albers señala que a partir de 1650 «el comercio con el Mediterráneo y
el Báltico se concentrá cada vez más en Amsterdam, hasta que finalmente la ciudad lo
monopolizó» (1977, p. 86).
1506 Renier (1944, pp. 16-24) y Wilson (1968, p. 47). Boxer señala específicamente su

coincidencia con Renier en este punto (1965, p. 11).


lss
Véase el análisis en Roorda (1964, p. 119, y 1967, pp. 196-97). Van Dijk y Roorda
ponen en guardia contra una exageración de este fenómeno. «No fue cuestión de una continua
aristocratización que impidiera toda movilidad social hasta finales del siglo xvm» (1976, pp.
101-2).
1508 Kossman (1970, p. 365) Haley señala igualmente que aunque la lucha de los orangistas

contra la «plutocracia» recibió el apoyo de los elementos urbanos de las clases bajas y por
consiguiente tuvo «todos los requi-
82 Immanuel Wallerstein
capitalismo holandés «apenas beneficiaron a la mayoría del pueblo». Los
salarios reales, que a lo sumo subieron ligeramente al principio, bajaron a lo
largo del siglo 162; la prosperidad nacional fue acompañada de la «mayor
pobreza entre muchos grupos de trabajadores» y casi la mitad de la población
de Amsterdam vivía en «mugrientos interiores, sótanos y cuevas» 163.
¿Cómo es posible que hubiera, sin embargo, una relativa paz social? Un
importante factor fue que para algunas personas el descenso en los ingresos
reales fue contrarrestado por las prestaciones sociales, que eran muy superiores
a las de otros Estados del centro 164. Un segundo factor fue que la reputación
de Amsterdam por sus beneficios hizo de esta ciudad «la estrella polar de los
desempleados y subempleados de los países vecinos». Este secreto fue
redescubierto en época posterior por Nueva York. Una vez se generalizó la
creencia de que «las calles de Amsterdam estaban pavimentadas de oro»I65,
emigraron a ella trabajadores de todas partes, lo que no hizo sino que empeorara
la situación laboral de los obreros residentes en la ciudad, que aquellos que
tenían unas migajas de más se aferraran a ellas y que todos los emigrantes se
sintieran deslumbrados por las posibilidades de promoción individual. Todo lo
que se necesitaba era poder, prosperidad, una pequeña cantidad de liberalidad
y un asomo de movilidad social: en resumen, la típica política social de una
potencia hegemónica.
La fuerza en el país corrió parejas con la fuerza en el exterior. En la primera
mitad del siglo xvn, la flota holandesa
sitos de una guerra civil y una revolución social», los orangistas acabaron por echarse para
atrás. «En última instancia, eran también aristócratas y defensores del orden social existente»
(1972, p. 83).
1W
Boxer (1965, p. 55).
161 Wilson (1968, p. 53).

161 Klein (1969, p. 9); véase también J. de Vries (1978, p. 303).

Boxer (1965, pp. 54-55).


164 Véase Klein (1969, p. 9).
165 Boxer (1965, p. 58).
dominó los mares, en la medida en que es posible que una flota los domine 166.
España, por supuesto, había precedido a Holanda como potencia naval
dominante. Los holandeses habían ayudado a los ingleses a poner fin a la
«invencibilidad» de España en 1588, pero todavía en 1600 la fuerza naval
española seguía siendo más fuerte que la de holandeses e ingleses juntos 167.
Las sucesivas victorias navales cambiaron el panorama. El «escudo naval» en
el Caribe antes mencionado fue afianzado en 1634, cuando los holandeses se
apoderaron de Curagao. En 1645, la flota holandesa se hizo con el control del
Sund por vez primera 168. Así, como escribió el gran teórico del poder marítimo,
el almirante Mahan, «las Provincias Unidas debieron su consideración y su
poder a su riqueza y a su flota» 169. Este poder fue, sin duda, disputado en el
período comprendido entre 1651 y 1678, época en que la hegemonía holandesa
alcanzó su punto culminante; en la época de las guerras de finales del
166 En una conversación privada, el difunto Stein Rokkan me sugirió un importante factor
en la capacidad de la economía-mundo europea de resistirse a su transformación en un imperio
mundial: estaba construida en torno a los mares más que en torno a la tierra, y los mares son
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 83
por principio más difíciles de conquistar que una masa de tierra. Por el momento, le dejo toda
la responsabilidad de esta interesante sugerencia. A este respecto, véase la valoración que hizo
P. Anderson de la opción inglesa: «Aunque el costo por unidad fuese mayor, el costo total de
la construcción naval y de su mantenimiento eran mucho más bajos que los de un ejército
permanente [...] Sin embargo, el producto conseguido a lo largo de los siglos siguientes habría
de ser mucho más alto» (1974a, p. 135).
167 Véase Cooper (1970, p. 227). En 1659, tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo,
la flota española era más débil que la de las Provincias Unidas o la de Inglaterra (y poco
después era también más débil que la de Francia).
,6
« Polisensky (1971, p. 236).
169 Mahan (1889, p. 97). Franken afirma además que éste era el único camino posible al

poder: «Es también indudable que las reservas financieras no eran lo suficientemente grandes
como para pagar un ejército que a largo plazo sería necesario para una política activa en tierra,
además de una poderosa armada para guardar las costas y las largas rutas comerciales» (1968,
p. 6). Sin embargo, no hay que olvidar al ejército holandés. Durante el período de la tregua, de
1609 a 1621, «la creciente riqueza permitió a los holandeses hacerse no sólo con la mayor
armada del mundo, sino también con el único ejército permanente de Europa remotamente
comparable en fuerza con el de España» (Israel, 1977, p. 38). Esta fue la consecuencia de las
reformas de Mauricio, que implicaron un mejor uso de los soldados, unas unidades tácticas
más pequeñas e innovaciones en la guerra de asedio. Roberts señala que estas reformas
tuvieron dos requisitos previos: «El primero fue que los ejércitos holandeses estuvieran bien
pagados y sobre todo cobraran con puntualidad [...] La segunda condición fue un eficaz
sistema de instrucción». Las reformas holandesas «parecieron transformar el arte de la guerra»
a los ojos de los contemporáneos (1958, pp. 185, 187).
siglo xvm, Holanda se había convertido en una potencia militar de segundo
orden en comparación con Francia e Inglaterra. Pero esto fue precisamente la
consecuencia de la hegemonía económica holandesa. Llegó un momento, a
mediados del siglo xvn, en que las ventajas económicas acumuladas parecieron
tan imposibles de ser superadas que ingleses y franceses decidieron que los
«holandeses debían ser expulsados del campo por la fuerza» no. Por supuesto,
incluso en términos puramente económicos, la hegemonía no puede durar en un
sistema capitalista, pero no se puede culpar a los ingleses y franceses por
sentirse irritados. Sostenemos, pues, que el Estado fue el instrumento esencial
usado por la burguesía holandesa para consolidar una hegemonía económica
que habían conseguido, primero, en la esfera de la producción para extenderla
luego al comercio y las finanzas. Los Estados rivales del centro y las potencias
semipe- riféricas serían igualmente instrumentos esenciales en el proceso
posterior de destrucción de esta hegemonía.
¿Y qué sucedió con la esfera cultural? ¿No hubo espacio para las ideas, los
valores, la ciencia, el arte, la religión, el lenguaje, las pasiones y los matices?
Por supuesto que lo hubo, pues las culturas son la forma con que la gente reviste
sus intereses e impulsos político-económicos para expresarlos, ocultarlos,
extenderlos en el espacio y en el tiempo y preservar su recuerdo. Nuestras
culturas son nuestras vidas, nuestro fuero más interno, pero también nuestro
fuero más externo, nuestra individualidad personal y colectiva. ¿Cómo podría,
pues, no haber una expresión cultural de la hegemonía? Esta expresión no
equivale en todos los casos a dominación cultural. Las potencias del centro
dominan a menudo a las zonas de la periferia imponiendo un sentimiento de
inferioridad a sus habitantes con respecto a su cultura, pero es poco probable
que una potencia hegemónica sea capaz de hacer lo mismo con otras potencias
del centro. Todo lo más, en este último caso, la cultura de una potencia
84 Immanuel Wallerstein
171
hegemónica puede servir de modelo , especialmente de modelo tecnológico;
pero las culturas son precisamente el terreno donde se produce la resistencia a
la hegemonía, donde se hacen llamamientos a los valores históricos de las
«civilizaciones» establecidas contra la superioridad temporal del merca- 1509
do. Esto sigue siendo cierto hoy y no lo era menos en el siglo XVII.
Por el contrario, las potencias hegemónicas tienden a deslumbrar
culturalmente, y sus críticos suelen afirmar que las uvas están verdes. En primer
lugar, tienen la necesidad material y los medios materiales para desarrollar una
actividad científicamente productiva, y esta productividad se refleja en las
artes. En segundo lugar, la política del liberalismo consiste en fomentar la
expansión cultural, tanto más cuanto que esta política de puertas abiertas
provoca con frecuencia la afluencia de personalidades culturales de todas
partes. En tercer lugar, la riqueza engendra el lujo, que se alimenta de productos
culturales aun cuando mine la base material de la propia riqueza. Obviamente,
la ciencia aplicada fue de importancia esencial para Holanda. Los progresos
tecnológicos de los siglos anteriores fueron precisamente uno de los factores
clave para la eficiencia angroindustrial holandesa. En el siglo XVII , los
holandeses se esforzaron por exportar esta .tecnología, y ya hemos mencionado
esta transferencia como fuente de capital financiero. Por supuesto, fue también
un signo de impacto cultural. En todo el mundo europeo, en Inglaterra, Francia,
Italia, Dinamarca, Prusia, Polonia, había «holanderías», aldeas de emigrantes
holandeses que construían diques y avenaban la tierra m. Al tiempo que
exportaban sus conocimientos agrícolas, los holandeses empleaban sus
energías en mejorar su tecnología naval, tratando de reducir los costos sobre
todo mediante el perfeccionamiento de las técnicas de navegación m.
Al describir el modo en que los soberanos ingleses fomentaron la
emigración de hábiles artesanos holandeses a Inglaterra entre 1669 y 1750,
Clark dice que una de las razones por las que acudieron allí los holandeses fue
que en su país se enfrentaban con una fuerte competencia, difícilmente
comparable con las «mayores oportunidades de un país atrasado» como
Inglaterra. Porque en el siglo XVII se daba el caso de que «por oscuro que fuese
el trabajo, si exigía habilidad [...] no era de extrañar encontrar en él a un
holandés» 174. Tampoco era de
1,2 Véase el mapa en Van Veen (1950, p. 56).
1,1 Wilson señala que esta tarea exigió grandes logros en muchas ramas de la tecnología
simultáneamente, para lo que fueron necesarios «los talentos de matemáticos, grabadores,
impresores, cartógrafos, fabricantes de instrumentos, pulidores de lentes» (1968, p. 92).
174 Clark (1960, p. 16). Glamann indica que un tercio y la mitad de los habitantes de ciudades

como Norwich y Colchester, que se especializaron en los nuevos paños, eran de «origen
neerlandés» (1977, p. 253). Es sin duda cierto, como sugiere Wilson, que «las innovaciones
económicas son extrañar, pensándolo bien, que hubiera «lazos especiales» con
Escocia17S. Los lazos comerciales se reforzaron con las afinidades religiosas, lo
que hizo que generaciones de escoceses acudieran a recibir educación

Andrews (1915, p. 542).


1509

«Por muy cautos que fueran los regentes al considerar el hecho, las Provincias Unidas
1,1

eran en 1621 una gran potencia, el modelo de una civilización que por su propia existencia se
convirtió en el ideal de miles de personas en toda Europa» (Polisensky, 1971, p. 162).
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 85
universitaria en los Países Bajos. Este es otro de los eslabones en la cadena que
explica la Ilustración escocesa de finales del siglo xvm, factor crucial a su vez
en el desarrollo industrial británico. El progreso científico no depende de la
libertad intelectual, pero ésta es sin duda una forma de estimularlo, y es además
una forma propia de las potencias hegemónicas. Una curiosa paradoja es, sin
embargo, que el liberalismo intelectual tiene siempre un aspecto peligroso, muy
especialmente a nivel interno. Su lógica puede muy bien no respetar los
compromisos políticos entre las facciones de las capas dominantes y sus
consignas pueden muy bien alentar la rebelión de las capas inferiores. Así pues,
es el medio que las potencias hegemónicas utilizan para fomentar una cultura
de libertad pero limitándola para indicar sus límites (sobre todo a nivel interno),
erigiendo barreras ideológicas infranqueables a fin de salvaguardar las ventajas
políticas y económicas de los intereses dominantes sin pagar las consecuencias.
Veamos ahora lo que significó esto para las Provincias Unidas. Por una
parte, Holanda fue «un refugio para los filósofos» m, incluidos Descartes,
Spinoza y Locke, las tres grandes luminarias del pensamiento del siglo xvn.
Descartes encontró en Holanda una tranquilidad y una seguridad que le habían
sido negadas en Francia. Spinoza fue expulsado por excomunión del
Jodenbreestraat, el barrio de los judíos sefardíes, refugiándose en los distritos
más amistosos de los burgueses. Locke buscó refugio en Holanda, adonde fue
huyendo de las iras de Jacobo II, hasta la época feliz en que un holandés se
sentó en el trono de Inglaterra. Por supuesto, hubo muchos más intelectuales
perseguidos, como Comenius, Jurieu y Bayle, que dieron gracias al cielo por la
existencia de Amsterdam y Rotterdam 1T7. Fue sin duda una tierra de asilo para
los hugonotes franceses, pero los holandeses eran liberales y acogían por igual
a hugonotes y jansenistas, a puritanos, realistas y whigs, e incluso a socinianos
polacos. Todos ellos se beneficiaron del

invariablemente efímeras, al ser fatalmente fáciles de imitar» (1968, p. 39), pero la cuestión
es quién lleva a cabo las innovaciones.
,,s
Wilson (1968, p. 178).
176 Ibid., pp. 165-77.

1,7 Sobre las diferentes formas en que Jurieu y Bayle reaccionaron a su exilio, véase E.

Labrousse (1967).
axioma comercial de Holanda: «Prohibir lo menos posible; aceptar lo que te
ofrezcan de cualquier parte» 178. Esta actitud no suponía simplemente una
apreciación gratuita por parte de los holandeses más cultos; era un buen negocio
para todos los implicados. Por una parte, Holanda atraía a los intelectuales por
sus «altos salarios y buenas condiciones de trabajo» 179: la fuga de cerebros no
es un invento reciente 18°. Por otra, la libertad que tenían los miembros de las
múltiples oposiciones nacionales de la economía-mundo europea para imprimir
lo que quisieran en Holanda 181 hizo que los regentes «se aprovecharan de las
ventajas económicas derivadas de la venta de libros y folletos» 182, con lo que
el «medio providencial de expresión» 183 para unos representaba una ganancia
comercial para otros.
Sin embargo, esta moneda tenía otra cara. En 1592, justo cuando se iniciaba
la transición de las Provincias Unidas a la condición de potencia mundial,
estalló la primera controversia arminiana. En los gloriosos días de la teología
protestante, cuando todo era gracia y salvación, Jacobus Arminius quiso
arrancar la rama más espinosa de la lógica calvinista, la paralógica 184 o psico-
86 Immanuel Wallerstein
lógica de la predestinación, la doctrina de la reprobación positiva. Arminius
rechazó la tesis de que la gracia es salvación, tesis defendida por su principal
adversario, Franqois Gomar. Como alternativa, Arminius mantenía que la
gracia es el requisito previo e indispensable para la salvación, el necesario
instrumento de la salvación. Esta puede ser, para las ofuscadas
1,8 Jeannin (1969, p. 103).
179 Ibid., p. 102.
1111 «El semi-laissez-faire de la República Holandesa [con su política de libertad de

inmigración ...] supuso para el nuevo 'Estado' un incremento vital de su capacidad


manufacturera, mercantil y financiera, una red de relaciones personales en el mundo de los
negocios y una enorme aportación de capital y barcos [...] Sin ellos, el progreso de los
holandeses habría sido menor y más lento» (Wilson, 1977a, p. 18).
181 Beutin dice que fue el único lugar de Europa en el siglo xvm con una «prensa

relativamente libre» (1939, p. 110).


l8¡
Haley (1972, p. 124).
I8J
Wilson (1968, p. 163). Como dice Vilar: «El espíritu de libertad expresa la superioridad
holandesa del momento en materia de comercio» (1974, p. 251). Tendríamos que dar un largo
rodeo para argumentar la relación entre el maravilloso período del arte holandés, el
«naturalismo» y el carácter de «clase media» del estilo, y las condiciones reinantes. Baste
recordar el aspecto pragmático de la situación, subrayado por Wilson: «Lo que mantuvo con
vida a la profesión [artística] fue la persistencia de la demanda, más que cualquier expectativa
de altas recompensas» (1968, página 124).
184 La frase se encuentra en Chaunu. Véase su análisis de «Dordrecht, el mayor negocio del

siglo» (1966a, pp. 470-74). «Tout va se jouer en Hol- lande».


mentes del siglo xx, una distinción insignificante, pero condujo al mayor debate
teológico de la Holanda del siglo xvn y probablemente de la Europa cristiana
185
. A pesar del fuerte apoyo que los arminianos parecen haber tenido en un
principio en los círculos económicos y políticos de Holanda, perdieron a corto
plazo la batalla cuando, en el sínodo de Dordrecht, celebrado en 1619, los
contra-remonstrantes (gomaristas) vencieron a los remonstrantes (arminianos)
y consiguieron que éstos fueran expulsados del Estado. Por supuesto, a largo
plazo los arminianos no perdieron realmente. Esta es la historia.
¿Qué era lo que estaba en juego? Según el historiador holandés G. J. Renier,
la formulación arminiana significaba que el individuo podía oponerse a la
gracia o perderla, con lo que «los remonstrantes preservaron un fragmento de
la libertad y la dignidad humana. Fueron los verdaderos hijos del humanismo».
Quizá, pero ¿quién defendía el humanismo? 1!6. Los arminianos eran
claramente una minoría social, pero una minoría poderosa porque su base
política era producto de sus lazos sociales con los patricios-comerciantes 187.
Por otra parte estaban
,,s
En mi opinión, Chaunu tiene toda la razón cuando dice que este debate, al menos en el
siglo xvn, es más importante que el debate entre católicos y protestantes. El debate entre
arminianos y gomaristas fue paralelo, como recuerda Chaunu, a la polémica entre molinistas
y jansenistas dentro de la Iglesia católica. También está en lo cierto al llamar al armi- nianismo
el «antecesor de la herejía liberal del siglo xix» (1962a, p. 119).
1,6 Renier (1944, p. 46). Véase la descripción que hace Pieter Geyl de las ideas de Samuel

Coster, arminiano y figura literaria de Amsterdam: «Por medio de una parábola —el mundo
es un caballo resabiado montado por una autoridad y doblegado por el látigo de la ley y la
brida de la religión, pero si se pone la brida en manos de un jinete secular, la Iglesia, el caballo
se desbocará—, Coster desarrolla la teoría remonstrante de las relaciones entre la Iglesia y el
Estado. Es una teoría que cautivó a la gente culta de toda Europa. El miedo a una multitud
La hegemonía holandesa en la economía-mundo 87
irracional y sus excesos de entusiasmo religioso en todas partes redundaron en la
reivindicación de una autoridad absoluta por parte de los magistrados seculares, por parte de
los monarcas en otras partes y de los Estados aquí» (1961, p. 70).
1,1 Aunque esta afirmación se refiere al momento de la controversia original, las diferencias

sociales siguieron siendo profundas a lo largo de todo el siglo. Jeannin dice: «En Amsterdam,
en 1672, hubo quejas de que los arminianos —término que había adquirido un tinte más
político que religioso— estaban en mayoría en la magistratura, aunque representaban a menos
de un 5 por ciento de la población» (1969, p. 111). Pero ¿hasta qué punto eran serias estas
quejas? Roorda señala que se había llegado a un compromiso en el período de la hegemonía
holandesa gracias a la lenta «aristocratización» del clero. «La Iglesia estaba expuesta al mundo
y fue asimilada por los poderes de este mundo [...] Los regentes se hicieron también más
beatos [...] Los encarnizados conflictos entre la Iglesia y el Estado eran cosa del pasado [en
1672]» (1967, p. 201).
los predikants puritanos ortodoxos, de extracción social modesta, respaldados
por la pequeña burguesía en los consistorios y por las multitudes exaltadas en
las ciudades, con el apoyo del príncipe Mauricio y el bando orangista 1510. Los
gomaristas acusaban a los arminianos de ser «blandos» con el catolicismo, lo
que quizá valió a los arminianos un cierto apoyo tácito por parte de los
católicos, aunque éstos estaban oprimidos y, al pertenecer a «los estratos más
bajos de la sociedad» 1511, tenían poco que ofrecer en cuanto fuerza política.
Este alineamiento de los grupos sociales en los dos bandos es un tanto tosco,
pero no inexacto. ¿Qué nos dice acerca del significado del debate? En primer
lugar, debemos saber por qué el debate fue desfavorable a los arminianos. La
segunda polémica arminiana se inició en 1602 y alcanzó su punto culminante
en 1608. Este segundo debate causó mucho más alboroto que el primero,
aunque en ambos los principales protagonistas y puntos de fricción teológicos
fueron los mismos. Lo que había cambiado era la situación política. Entre el
bando partidario de la continuación de la guerra y el partidario de un armisticio
se había entablado una discusión sobre lo que sería la tregua de 1609. En el
primer bando estaban los oran- gistas, que deseaban reforzar al héroe-estatúder
y rodearse de gloria; los protestantes proselitistas, que esperaban aún hacerse
con los Países Bajos del Sur y extirpar de ellos el catolicismo; algunos
comerciantes cuyas ganancias procedían del corso; y ciertos sectores de las
capas populares, atraídos mediante el oportunismo y la xenofobia. El bando
partidario de la tregua estaba encabezado por Johan van Oldenbarnevelt,
portavoz de todos aquellos que contemplaban la posibilidad de una hegemonía.
Su punto de vista sería resumido más entrado el

1510 Chaunu ofrece esta descripción de las diferencias sociales: «Una oposición social, los

regentes de Holanda, constituía, por su parte, el partido arminiano; la nobleza terrateniente del
este, las clases medias y una minoría de grandes burgueses recién ascendidos constituían, por
otra, los cuadros del partido gomarista. Gomaristas eran las seis provincias aparte de Holanda,
y especialmente las provincias agrícolas recién conquistadas: gomaristas, los recién
convertidos más allá de la frontera de 1590. Arminianos eran los burgueses de las ciudades
costeras de Holanda, con la significativa excepción de Amsterdam, más recientemente
protestante que esa zona de Holanda que se extendía detrás de las dunas» (1966a, páginas 128-
29).
185 Roorda (1967, p.,204). Renier dice que había una simpatía católica secreta pese a la

«indiferencia» externa (1944, p. 49). E. H. Kossmann, en una comunicación privada, dice que
duda de que los católicos pudieran ser descritos a comienzos del siglo xvu como los estratos
más bajos de la sociedad, dado que muchos patricios seguían siendo católicos.
88 Immanuel Wallerstein
siglo por William Bareel, quien el 18 de diciembre de 1654 escribía al sucedor
moral de Oldenbarnevelt, Jacob de Witt: «La mejor máxima y el mejor deseo
posibles para la República soberana me parecen la paz en nuestros días y la paz
en todas partes, ya que nuestro comercio se extiende por todas partes» 19°.
El 30 de octubre de 1608, cuando el debate político en torno a la paz estaba
en su «momento culminante» 1512 1513 1514, Arminius hizo pública su Declaración
de Sentimientos. Los dos debates quedaron inextricablemente unidos.
Oldenbarnevelt consiguió su tregua, pero Gomarus también conseguiría su
sínodo de Dor- drecht. ¿Fue la una el precio del otro? Seguramente es cierto,
como insinúa Boxer, que la clase gobernante fue capaz de impedir que los
fanáticos calvinistas «sacrificaran la ganancia a la piedad». Dado que su actitud
hacia la tolerancia religiosa era «esencialmente utilitarista e interesada»m, unos
cuantos arminianos arrojados a los lobos oportunamente podría parecer un
precio razonable si no a Oldenbarnevelt (que fue ejecutado en 1619, el mismo
año del sínodo de Dordrecht), sí al menos a otros miembros de su clase
social1515. Esta dramática conjura es un episodio habitual en el sistema mundial
moderno. La tolerancia cultural tenía sus límites, y especialmente sus límites
internos. No se le podía permitir que sembrara la subversión. Ni siquiera se le
podía permitir que creara una división profunda en las capas dominantes.
Descartes y Locke fueron bien recibidos, pero Grotius fue encarcelado de por
vida. Las principales obras de Spinoza fueron censuradas y el propio Spinoza
fue un exiliado interior, aunque se le permitiera vivir y escribir; cuando murió,
fueron a su entierro «seis carruajes y un gran número de personas acomodadas»
1516
. Eso no es simple liberalismo, sino liberalidad.
En 1618, un veneciano señalaba que Amsterdam era «el espejo de los
antiguos días de Venecia» 1517 1518. En 1672 había transcurrido el espacio de una

1512Citado en Franken (1968, p. 5).


1513Bangs (1970, p. 481), cuyo artículo es un excelente análisis de la interrelación entre los
fenómenos teológicos, económicos y políticos. Véase también Geyl (1961, pp. 13-14).
19!
Boxer (1965, p. 131).
I9J
Haley se muestra de acuerdo: «[Los regentes] se sentían inclinados a adoptar actitudes
tolerantes y se mostraban muy reacios a convertirse simplemente en el brazo secular de una
Iglesia intolerante. Pero su principal preocupación era poner fin a la controversia en aras de la
paz y la armonía» (1972, p. 104). Por el contrario, como indica Roorda, la medida en que el
estatúder Orange estaba realmente dispuesto a ofrecer al hombre de la calle una protección
contra los «abusos aristocráticos» era limitada: «Rara vez las acciones del estatúder colmaron
las esperanzas de los orangistas de la clase media baja» (1967, p. 189).
El partido de la «tregua» empezó también a encontrar en ésta menos ventajas. En 1621,
Felipe III puso tres condiciones a la ampliación de la tregua: libertad de culto para los católicos,
apertura del Escalda y evacuación de las Indias Orientales y Occidentales. Los orangistas y los
comerciantes de Amsterdam vieron una vez más cómo coincidían sus intereses (véase Geyl,
1961, p. 84). Es probable que lo que los españoles sacaran de otros veintiséis años de guerra
fuera unos Países Bajos del Sur católicos; pero prevalecieron los intereses económicos
holandeses (véase Parker, 1972, p. 263). De aquí que a un plazo más largo los predikants no
obtuvieran nada de lo que querían.
1516 Haley (1972, p. 128).
1517
Visconti (1958, p. 301).
1,6 E. Barker sitúa el comienzo de su historia de la administración moderna en 1660 «de

forma algo arbitraria, pero con cierta razón» (1966, p. 1).


La hegemonía holandesa en la economía-mundo 89
vida. El fruto de la hegemonía es la «decadencia», pero el proceso no es tan
penoso como pudiera pensarse, ya que apenas es advertido hasta mucho
después de pasado el apogeo. En los siglos posteriores, podemos discutir sobre
el momento en que se inició la decadencia, pero en aquella época los ingleses
y los franceses, al igual que los propios holandeses consideraban a Holanda
como la vanguardia, y al menos hasta 1763, o incluso hasta la revolución
francesa, fue muy satisfactorio desde el punto de vista material, y sin duda
también desde el moral, ser un burgués holandés. La decadencia sólo puede ser
analizada como un auge, el auge de los demás, dentro del marco de la eficiencia
de las ganancias. Para proseguir nuestro análisis de los límites de la hegemonía
debemos, pues, dejar esta exposición, centrada hasta ahora en Holanda, para
pasar a analizar sistemáticamente el desarrollo paralelo y las interrelaciones de
las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia.
La situación empezó a cambiar a mediados de siglo. La guerra de los
Treinta Años llegó a su fin; la guerra de los Ochenta Años llegó a su fin. Las
Provincias Unidas comenzaron por último a sentir las punzadas de la
contracción económica, que los otros Estados estaban sintiendo desde hacía 30
ó 50 años. La guerra civil inglesa fue, si no liquidada, al menos concluida. El
siglo largo de graves luchas intestinas en Francia acababa de finalizar. Las
batallas entre reformadores y contra- rreformadores, entre la versión «puritana»
y la versión «proto- liberal» (o «tolerante») del cristianismo, fueron refrenadas
a nivel público y en buena parte privatizadas. Los Estados respiraron de nuevo
y la administración pública pudo comenzar a convertirse en la preocupación
esencial de los gobernantes 1%.
En cierto sentido, pasamos de una época en que las luchas fueron
primordialmente internas, la interiorización de las guerras y las políticas
europeas a partir de Cateau-Cambrésis, a una época en que las luchas fueron,
una vez más, primordialmente interestatales. Este último período va desde
1651, época del inicio de la guerra anglo-holandesa, hasta 1763 y el fin de la
guerra de los Siete Años. En cierto sentido, la distancia entre luchas internas e
interestatales es arbitraria a la vez que imprecisa, pero puede no obstante ser
útil para subrayar el tono dominante de una época. Las luchas de clases es una
economía- mundo capitalista son muy complejas y aparecen sinuosamente bajo
muchos disfraces. El período que lleva al dominio de una potencia hegemónica
parece favorecer la forma interna, en la medida en que quienes buscan una
ventaja de clase en el mercado tratan de eliminar las restricciones políticas
internas que han quedado de épocas anteriores. El período de decadencia de
una hegemonía parece favorecer la forma interestatal, en la medida en que
quienes buscan una ventaja de clase en el mercado se esfuerzan por eliminar
las restricciones políticas interestatales que han quedado de épocas anteriores
1519
.

1519 Los comentarios de P. Anderson son similares: «Pero si el siglo xvu es el mediodía

tumultuoso y confuso de las relaciones entre clase y Estado dentro del sistema total de dominio
político de la aristocracia, el siglo xvill es, en comparación, el atardecer dorado de su
tranquilidad y reconciliación» (1974a, p. 55).
90 Immanuel Wallerstein
A mediados del siglo xvn estaba claro que tanto Inglaterra como Francia
estaban interesadas en eliminar por la fuerza ciertas ventajas holandesas y
sustituirlas por las suyas. Dado que la superioridad de la una sobre la otra en el
mercado no estaba muy clara y que los holandeses eran todavía muy fuertes, y
dado también que nuevas potencias semiperiféricas en ascenso, como Prusia,
Suecia y Austria, trataban de aprovecharse de la ausencia de un Estado
militarmente preponderante, esta situación tardó más de cien años en
clarificarse. En 1763, el predominio de Inglaterra sobre Francia (y sobre los
holandeses) estaría claro y Gran Bretaña podría convertirse en la siguiente
potencia hegemónica. También en 1763, los éxitos de Prusia a nivel
semiperiférico estaban claros y determinaron el futuro curso de la política de
Europa central: la contracción y reorganización de la periferia había concluido
y la economía- mundo estaba preparada para una nueva expansión geográfica
y económica.
«Visita de Luis XIV a la fábrica de los Gobelinos», tapiz gobelino sobre cartón de Charles Le
Brun, primer pintor del rey, supervisor general de los cuadros del rey y director de la fábrica
de tapices de los Gobelinos. El tapiz conmemora una visita de Luis XIV en 1677, acompañado
por el joven duque de Enghien y el príncipe de Condé, Colbert está detrás de él.
3. LA LUCHA EN EL CENTRO. PRIMERA FASE: 1651-1689
Cuando el comercio está en juego, es vuestra última
trinchera; debéis defenderla o morir.
1520
WlLLIAM PlTT EL VIEJO

La primera vez que la hegemonía holandesa corrió un serio peligro fue en


el año 1651. ¿Por qué entonces y no antes? No fue sin duda porque Inglaterra
y Francia no lo hubiesen intentado antes. Fue más bien porque ambos países
estaban demasiado ocupados con sus propios problemas internos como para
llevar a cabo «un vigoroso esfuerzo por acabar con la hegemonía de
Holanda»1521.
El medio siglo transcurrido desde 1650 fue en toda Europa un período de
cese del crecimiento de la población, debido a la decadencia o a la
estabilización, y las curvas sólo empezaron a ascender de nuevo a finales de
siglo1522. No cabe duda de que esto puede explicarse por la combinación de los
estragos de la guerra de los Treinta Años, la depredación ecológica que en
algunas zonas provocó una escasez local (y por consiguiente epidemias) y la
superproducción de cereales en la economía- mundo en su conjunto, que hizo
bajar los precios mundiales1523.

1520 Citado en Plumb (1950, p. 71).


1521 Geyl (1961, pp. 161-62): «Tal vez Richelieu tuviera sus momentos de apuro, pero su
obra de toda la vida —meter en cintura a los hugonotes y nobles y unir las fuerzas de Francia
contra los Habsburgo— [...] no le dejó libertad de acción».
1522 Véase el mapa de Chaunu, con las diversas curvas regionales colocadas una junto a

otra (1966a, p. 181).


1523 Pentland utiliza el argumento convincente de que, en general, la secuencia causal es

primero una oportunidad económica y luego un incremento de la población, y no al revés;


pero esta secuencia se aplica al comienzo de una curva secular ascendente. En otros momentos
«el crecimiento demográfico, por si solo y a falta de otros apoyos, produce dificultades y
paralización» (1972, p. 179). Por ejemplo, al analizar el crecimiento demográfico inglés en el
siglo xvm, invierte el análisis habitual,
102 Immanuel Wallersíein
Son sin embargo las variaciones regionales las que más nos interesan. Es
sorprendente que a comienzos del siglo xvn las zonas de mayor densidad de
población tendieran a estar localizadas sobre todo en la vieja espina dorsal de
Europa (desde Flandes hasta el norte de Italia) y en.las nuevas zonas del centro
de la economía-mundo europea (la parte occidental de las Provincias Unidas,
el sudeste de Inglaterra y el nordeste y oeste de Francia) s. El principal resultado
de la guerra de los Treinta Años, la de los Ochenta Años y la epidemia de
comienzos del siglo xvii fue la espectacular reducción de la población en la
vieja espina dorsal y en el norte y centro de España, que hasta entonces había
sido una zona de densidad media6.
En cambio, en los nuevos Estados del centro, la decadencia fue poco
notable. En las Provincias Unidas, la situación fue confusa entre 1650 y 1680
y por lo general estable a partir de esta última fecha, hasta que se produjo un
crecimiento hacia 17507. En el norte de Francia hubo una «ausencia de
catástrofes importantes»8. El panorama en Inglaterra es considerado «poco
claro» 9 y «todavía poco conocido», pero tal vez hubiera un «modesto»
incremento de la población en aquella época 10.
Dado el vínculo existente entre la condición de centro y la resistencia a la
decadencia de la población, es muy comprensible que en el siglo xvn
prevaleciera una teoría «optimista» de la población consistente en creer que
una población numerosa contribuye a la fuerza nacional, mientras que una
población afirmando que «se estancó en la primera parte del siglo porgue los alimentos eran
demasiado abundantes y la agricultura sufrió una depresión, y creció más tarde porque, entre
otras cosas, los precios agrícolas subieron y la población rural prosperó» (1972, p. 180).
Véase también Van der Woude (1972), que formula una hipótesis similar.
5 El mapa de la densidad de población en 1620 de Chaunu deja esto sumamente claro
(1966a, gráfico 23).
4 Véanse Reinhard y Armengaud (1961, pp. 141-42, 144-46), quienes analizan la

«catástrofe» de Alemania (incluida Checoslovaquia) y la «lenta pero duradera decadencia»


de Europa meridional en el siglo XVII. Además, como señala Chaunu, el hambre provocó una
mayor circulación humana que, a su vez, provocó una mayor virulencia de las epidemias.
«Cada escasez de alimentos recreaba, mutatis mutandis, a escala reducida, las condiciones de
una conquista de América» (1966a, p. 233).
7 Véanse Van der Woude y Mentink (1966, p. 1189).
8 Le Roy Ladurie (1975a, p. 360).
9 Slicher van Bath (1965b, p. 145).
10 Reinhard y Armengaud (1961, p. 147); pero la población de Londres creció de forma
ininterrumpida, pasando de 200 000 habitantes en 1600 a 400 000 en 1650 y 575 000 en 1700.
La de París pasó sólo de 400 000 en 1600 a 500 000 en 1700. Véase Wrigley (1967, p. 44).
escasa significa que un país es «necesariamente pobre y débil» Lo que
preocupaba a los Estados del centro era cómo reforzarse frente a los otros
Estados. Fue la depresión de 1622 la que inspiró a Sir Thomas Mun el clásico
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 103
del mercantilismo, England’s treasure by foreign trade 1524 1525. Es indudable
que el mercantilismo no era ninguna novedad en Inglaterra. Grampp lo hace
remontarse a 1500 1526 y Unwin describe un amplio movimiento proteccionista
en tiempos de Jacobo 11527 1528, pero sólo cuando la marea llegó a Inglaterra y
Francia se adoptaron políticas mercantilistas con «más fuerza y coherencia» ls.
Sin embargo, como ya señalamos antes, el proyecto del concejal Cockayne
resultó prematuro. ¿Qué había cambiado a mediados del siglo xvn para que
fuera posible el triunfo de una política mercantilista? ¿Qué fue de hecho lo que
hizo esencial que triunfara? 1529.
En medio de las encarnizadas luchas en el centro, la Ley de Navegación
inglesa de 1651 dio la señal de partida. ¿Qué la precipitó? En 1648 tuvieron
lugar dos hechos importantes: el término de la guerra de los Treinta Años y el
reconocimiento final de la independencia holandesa por los españoles. En
1649 se proclamó la Commonwealth inglesa y en 1651 comenzó el período
sin estatúder en las Provincias Unidas. Por lo que respecta a las grandes luchas
religiosas en Europa, habían quedado ya más o menos establecidos los límites
de la Reforma y la Contrarreforma (con la excepción de la expulsión de los
hugonotes franceses). Había, pues, paz, y sin embargo también había guerras,
o más bien hubo en realidad una larga «guerra fría» que implicó
ocasionalmente interludios de lucha que jalonaron la «emponzoñada rivalidad
comercial» de las potencias del centron. El fin de las diversas guerras
continentales no supuso ninguna ventaja para Inglaterra. Muy al contrario,
porque la navegación inglesa se había beneficiado de la neutralidad de
Inglaterra y «la llegada de la paz supuso una vuelta al centro de distribución

1524 Hutchinson (1967, p. 94), que analiza las ideas (cap. 5) y su origen y difusión (cap. 3),

señalando la simultánea aparición de la «aritmética política», antecesora de la moderna


demografía. Hay que hacer una advertencia a propósito del vínculo entre condición de centro
y densidad de población. Como señala Habakkuk, «antes del siglo xtx, nuestro conocimiento
de los movimientos de la población está en parle deducido de los datos económicos —es
decir, del comportamiento de los salarios, precios y rentas— que los movimientos de la
población deben entonces explicar» (1965, pp. 148-49).
1525 La fecha de este folleto, que no fue dado a conocer sino mucho más tarde, fue tenida

por incierta en otros tiempos, pero ahora parece haber sido fijada en la década de 1620 (véase
Gould, 1955a, b; Supple, 1954).
11 Grampp (1952, p. 465).

1527 Unwin (1904, pp. 172-95). Este movimiento chocó con una amplia oposición, cuyas

fuentes exactas son objeto de una viva polémica que gira en torno al debate del Parlamento
inglés sobre el librecambio en 1604. Véanse Rabb (1964 y 1968), Ashton (1967 y 1969) y
Crolt (1975).
1528
Deyon (1963, p. 31). Hinton nos recuerda que si bien los mcrcanlilis- tas
«no creían en el progreso [...] la idea contraria, la degeneración, era un acicate igualmente
poderoso para la acción» (1955, p. 286).
1529 Véase Deyon (1969, p. 43), que dice: «En el difícil mundo de los años 1650-1750, en

que el estancamiento de la demanda y de los precios exacerba la competencia, la prosperidad


de las manufacturas supone un riguroso proteccionismo arancelario y por consiguiente una
potencia política capaz de resistir a las presiones de los diplomáticos y comerciantes
extranjeros» (el subrayado es mío).
104 Immanuel Wallerstein
1530 1531
holandés» . Además, a partir de 1632, los asentistas españoles habían
utilizado barcos ingleses para transportar sus metales preciosos a Flandes,
dada la inseguridad del período de guerra. Esto había supuesto una
considerable ventaja para Inglaterra, ya que, de común acuerdo, dos tercios de
los metales preciosos eran desembarcados en Dover y acuñados en la casa de
la moneda de Londres antes de reexpedirlos, lo que suponía importantes
ingresos estatales que fueron muy útiles para Carlos I y más tarde para el
Parlamento Largo 1532.
Para los holandeses, el final de la guerra fue seguido del tratado de
Redención con los daneses en 1650, que permitió a los holandeses arrendar los
derechos del Sund sobre sus barcos por una suma anual fija, con lo que se
ahorraba dinero y, «cosa no menos importante», tiempo 1533. El 7 de abril de
1652, Jan van Riebeeck estableció la primera factoría holandesa en el Cabo de
Buena Esperanza, que dominaba la ruta hacia las Indias Orientales. En general,
la prosperidad holandesa estaba alcanzando nuevas cumbres, mientras que, por
el contrario, «la situación inglesa nunca había sido peor»1534. Los precios del
trigo habían alcanzado su punto culminante en ese siglo en 1649. Los franceses
habían prohibido la importación de productos ingleses. Los comerciantes
estaban pagando los costos de una guerra civil en el interior (a través de los
impuestos) y en el exterior (dada la falta de un cuerpo diplomático y la
preocupación de la marina por defender la costa). Fue en estas circunstancias
en las que el régimen archiprotestante de la Common- wealth puso fin a la
inextricable mezcla histórica de protestantismo y patriotismo 1535. De hecho,
para Lichtheim Cromwell realizó «la ruptura decisiva» en la historia de la
expansión ultramarina británica cuando «nacionalizó» a los puritanos al
secularizar la política exterior1536.
Dado que Holanda era de hecho la potencia hegemónica, sólo había dos
formas posibles de fomentar el comercio inglés: que el Estado apoyara a los
comerciantes ingleses o que impusiera restricciones a los comerciantes
extranjeros. En 1621, los ingleses, temiendo enfrentarse a los holandeses si
adoptaban esta última política, optaron por la primera, en forma de compañías

1530 Esta terminología moderna es aplicada a las relaciones entre holandeses y británicos

por Franen (1968, p. 8). Wilson también hace hincapié en la ponzoña: «En el intervalo entre
la amenaza de decadencia de la hegemonía española y la posterior aparición de la hegemonía
francesa, los ingleses se permitieron el lujo de llevar a cabo una campaña temporal pero
virulenta contra los holandeses» (1965 p. 41).
“ H. Taylor (1972, p. 260), que dice que la «coincidencia de la crisis a partir de 1648 con
la Ley de Navegación de 1651 parece demasiado estrecha para ser puramente casual».
1532 Véase Kepler (1972); véase también H. Taylor, que califica a este papel de proveedor

de los españoles en Flandes de «nueva y dinámica rama» del comercio inglés en la década de
1630 (1972, p. 240).
1533 Hinton (1959, p. 85).

1534 J. R. Jones (1966, p. 21).

1535 Véase el análisis en C. Hill (1969, p. 42). Véase también Roberts, quien afirma que

Cromwell no subordinó el comercio inglés a las preocupaciones protestantes y que su política


en el Báltico, «si bien estuvo influida por consideraciones religiosas, [fue] correcta desde un
punto de vista estrictamente secular» (1961, p. 405).
21 Lichtheim (1974, p. 24).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 105
reguladas1537. Esto resultó muy útil a las compañías, pero no a la burguesía
inglesa en su conjunto. A pesar de las objeciones de las compañías
reguladas1538 y en la línea del «progreso de las fuerzas económicas en su
conjunto»1539, los ingleses atacaron directamente a los holandeses
restringiendo las importaciones en 1651. La Ley de Navegación de 1651
decretaba que todas las mercancías que entraran en Inglaterra tendrían que ser
transportadas por barcos ingleses o por barcos del país de producción (definido
como el país del primer puerto). Esta medida estaba destinada precisamente a
«obstaculizar el transporte y el comercio de distribución de los
holandeses»1540. ¿Tendremos,
pues, que escoger entre la interpretación que da Adam Smith de la ley como el
resultado del consejo interesado de los comerciantes y la que ofrece Schmoller
de que fue un aspecto de la construcción del Estado 28? En absoluto, ya que lo
que en ese momento les interesaba a los comerciantes (a algunos comerciantes)
y manufactureros era precisamente reforzar el Estado de tal forma que ellos
pudieran no sólo incrementar el comercio del Báltico, sino también el comercio
transatlántico, en última instancia más importante y en vías de expansión 29.
Es difícil imaginar cómo podría haberse evitado una prueba de fuerza
militar. La provocación a los holandeses era demasiado grande, aunque los
ingleses pensaran que lo hacían en defensa propia. A comienzos de 1651, los
holandeses rechazaron un tratado ofrecido por los ingleses y las relaciones con
Inglaterra se deterioraron rápidamente}0. Una vez iniciada la guerra en 1652,
ésta se mostró muy pronto desfavorable a los holandeses, en buena parte
porque su marina estaba sorprendentemente en muy baja forma 3I. Una guerra
en cierto sentido tíferas, con los judíos sefardíes de Amsterdam para su readmisión en
Inglaterra (de donde habían sido expulsados en 1290 por Eduardo I). Desde el punto de vista
de los empresarios judíos, la readmisión significaba la posibilidad de «evitar las
consecuencias perjudiciales de la Ley de Navegación». Desde el punto de vista de Cromwell,
la readmisión era un «elemento de poca importancia en una política más general de expansión
del comercio ultramarino: el hecho de permitir a los comerciantes judíos que se establecieran
en Londres reforzaba la posición de Inglaterra en su rivalidad comercial con Holanda»
(Endelman, 1979, pp. 15, 17).
21 Véase el análisis de estas dos interpretaciones en Farnell (1964, páginas 439-40).

” Davis (1962, p. 297).


30 Véase Geyl (1964, pp. 25-28). Hinton señala que los holandeses querían sobre todo la
unión económica, que les beneficiaba, mientras que los ingleses preferían la unión política,

1537 Véase Hinton (1959, p. 63).


1538
Ibid., p. 165; véase también M. P. Ashley (1934, pp. 19-20, 163) sobre las distintas
actitudes de los grupos de comerciantes ingleses.
1539 Wilson (1965, p. 184).

1540 Harper (1939b, p. 49). Uno de los efectos secundarios de este nuevo ataque inglés

ilustra muy bien este punto. En 1597, los Estados Generales holandeses promulgaron una
nueva carta en favor de «los portugueses residentes en estas tierras». Entre ellos figuraban
tanto los nuevos cristianos como, indirectamente, los judíos practicantes. El motivo era atraer
los recursos financieros de los judíos que, como dice Barón, «fueron sobreestimados por el
príncipe de Orange y sus colaboradores» (1973, p. 20; páginas 3-73, passim). Poco después
de la aprobación de la Ley de Navegación en 1651, Oliver Cromwell inició las negociaciones,
finalmente fruc-
106 Immanuel Wallerstein
más ventajosa para ellos (1959, p. 88). Se puede observar cómo los dos países, partiendo de
estas posturas contrarias, pasaron rápidamente de la discusión de la unidad al
«desencadenamiento del odio» (P. de Vries, 1950, p. 46). Una propuesta para considerar la
unificación de las Compañías de las Indias Orientales holandesa e inglesa precedió a la
discusión política. Tuvo lugar entre 1610 y 1618 y fracasó porque las exigencias de los
holandeses fueron consideradas exorbitantes por los ingleses. Véase Dermigny (1970b, p.
453).
31 La explicación del almirante Mahan es que «el gobierno holandés, contrario a los
gastos, antimilitar de carácter e imprudente por su fácil victoria sobre la degenerada armada
española, había dejado que su flota se convirtiese en un simple conjunto de buques mercantes
armados. Las cosas habían llegado a su peor momento en la época de Cromwell» (1889,
página 126). Las recientes investigaciones confirman esta apreciación. Véase Wilson, quien
dice que «durante el largo período de guerras en tierra durante la guerra de los Treinta Años,
la armada holandesa había sido relativamente desatendida» (1975a, p. 65). Para una breve
descripción de llevó a otra. Los «patriotas» en Inglaterra estaban deseando tener
«otra agarrada con los holandeses» 32. Su oportunidad llegaría años más tarde,
y esta vez como una agresión abierta. Si «Cromwell deseaba defenderse de los
holandeses, Carlos II deseaba hacerse su amo»33. Pero en la época de Carlos II
la flota holandesa había aprendido la lección y había mejorado, mientras que
la moral inglesa era baja (a causa de la incompetencia administrativa y de la
peste en Londres); de aquí que se llegara a un punto muerto y se firmara la paz.
En cierto modo, el tratado de Breda de 1667 fue una victoria holandesa, o
al menos un compromiso. Los holandeses cambiaron la «cara responsabilidad»
de Nueva Amsterdam por Surinam y Pulo-Run, en las Indias Orientales34. Los
ingleses aceptaron que las mercancías procedentes del hinterland natural de
las Provincias Unidas (como los lienzos alemanes tratados y/o clasificados en
Holanda) fueran considerados holandeses. Dado que constituían el grueso de
las exportaciones holandesas a Inglaterra, esta concesión vició el propósito
original de las Leyes de Navegación35. Sin embargo, Breda es para Wilson «un
punto decisivo en las relaciones anglo-holandesas» y para Cárter «el fin de la
prosperidad de la República holandesa» 36. Obviamente, algo debió de suceder
bajo la superficie política, y este algo debió de ser más esencial que la mera
ventaja que los ingleses consiguieron al adquirir Nueva Amsterdam y tapar así
uno de los agujeros por los que los holandeses escapaban a las restricciones
mercantilistas de los ingleses 37.

la guerra en sí, véase Wilson (1968, pp. 190-94), quien llega a la conclusión de que la «guerra
había revelado sin embargo la debilidad crítica de una economía holandesa que había
evolucionado en términos de eficacia política, paz y negocios como de costumbre».
32 Wilson (1968, p. 194).
33 Hinton (1959, p. 145). Haley está de acuerdo en que las tres guerras anglo-holandesas
fueron «inoportunas para los holandeses» y afirma que «las dos primeras se produjeron
cuando lo hicieron esencialmente porque los intereses comerciales ingleses resentidos
consiguieron, por un breve momento, presionar al gobierno para que atacara y destruyera por
la fuerza el poder naval y comercial de los holandeses» (1972, p. 177). Lo que hace plausible
esta tesis es el hecho de que «una de las tres principales directrices del almirante Blakc,
cuando comenzó la primera guerra en 1652, fue la dé destruir la flota pesquera holandesa que
se reunía en aguas escocesas» (Michell, 1977, p. 179).
34 Véase Cárter (1975a, p. 6).
35 Véase Wilson (1941, p. 6).
34 Wilson (1957a, p. 154); véanse también Farnie (1962, p. 206) y Cárter (1975a, p. 6).

32 Véase Wilson (1968, pp. 213-14); véase también Williamson (1929, página 252).

¿No sería que el odio de los ingleses por los holandeses iba de hecho
acompañado por una «admiración a regañadientes por la habilidad económica
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 107
de los holandeses»38 y «un deseo de emularlos»39? ¿Y no sería también que se
estaban produciendo cambios importantes en la eficiencia agroindustrial de
Inglaterra que finalmente restarían importancia al revés de Breda y
convertirían a los holandeses en subalternos de los ingleses?
No cabe duda de que la entrada de Francia en la guerra fue consecuencia
de este giro de los acontecimientos, al tiempo que lo facilitó. La invasión
francesa de los Países Bajos españoles en 1667 fue un «hecho crucial»40 que
aceleró el tratado de Breda y llevó poco después a la Triple Alianza de
Inglaterra, las Provincias Unidas y Suecia (la cuarta potencia militar de Europa
en aquellos momentos). Luis XIV se vio obligado a dar marcha atrás y los
holandeses «se jactaban con cierta justificación en 1668 de ser el árbitro de
Europa y haber sometido a cinco reyes». No es de extrañar que Luis XIV
estuviera «obsesionado por los holandeses»41.
En 1672, la situación llegó a su límite. Los holandeses se vieron
involucrados en guerras separadas con los ingleses y los franceses. La tercera
guerra (naval) anglo-holandesa fue relativamente poco decisiva, aunque los
ingleses se salieron con la suya en la cuestión del saludo simbólico 42. La
campaña de los franceses en tierra, por el contrario, pareció ser
espectacularmente triunfal, al menos en un principio. En 1672, año del
desastre, los franceses conquistaron casi toda Holanda; en los consiguientes
tumultos políticos Johan de Witt fue asesinado y el régimen de la República
holandesa tocó a su fin. Sin embargo, la victoria se tornó en fracaso. (De aquí
la otra denominación holandesa de 1672, el año del milagro.) Lejos de permitir
a los franceses apoderarse del sistema comercial holandés, el tratado de
Nimega, que finalmente acabó con la lar-
" Esta es la actitud que Wilson atribuye a Sir George Downing, «arquitecto» del sistema
mercantil inglés (1965, p. 168).
39
Hinton (1959, p. 106).
40
J. R. Jones (1966, p. 75).
41
Goubert (1970b, p. 112); véase también J. R. Jones (1966, pp. 60-61). Sobre los
esfuerzos holandeses «por mantener su status quo», véase Franken (1968, p. 7).
42
Durante algún tiempo los ingleses habían venido exigiendo que los otros barcos que
circularan por el mar saludaran a los buques ingleses. Esta exigencia crónica fue reiterada en
1672. J. R. Jones observa que para los holandeses, los escandinavos, la Hansa y los franceses
«esto equivalía al establecimiento de lo que los contemporáneos llamaron una Monarquía
Unida en el mar» y fue considerado algo similar a las pretensiones de Luis XIV en tierra
(1968, p. 48).
ga e indecisa guerra en 1678, impuso a los franceses la revocación de los
aranceles de 1664 43.
El significado real de 1672 fue que los ingleses y los franceses, que desde
1651 habían visto a los holandeses como el gran rival, a partir de entonces se
volvieron sobre todo el uno contra el otro y los holandeses pasaron a ser un
factor secundario pese a conservar su fuerza económica44. En cierto sentido, lo
que sucedió fue que el coste de la guerra estaba creciendo sin cesar. Aunque la
tecnología armamentista siguiera siendo básicamente la misma a lo largo de la
primera fase de la Edad Moderna, se produjo una decadencia constante del
papel de la caballería45 y de la guerra de asedio, en la que descollaban los
holandeses4é. A finales del siglo xvn, las consecuencias demográficas de la
108 Immanuel Wallerstein
partición del Estado de Borgoña habían empezado a dejarse sentir en el terreno
militar. Las Provincias Unidas, a pesar de sus riquezas, eran «demasiado
pequeñas para hacer
41
Véase Wilson (1968, pp. 202-4).
44
Hasta entonces, Luis XIV había considerado a Inglaterra como «un débil país
profrancés», juicio que según Goubert «era permisible en 1661, pero desafortunado en boca
de Luis en 1670» (1970d, pp. 72-73). Rule dice igualmente que Luis XIV «subestimó el
poderío de Inglaterra». No hay duda de que fue en parte por esto por lo que la guerra
holandesa resultó «enigmática para los estadistas franceses» (1969, p. 59).
En cuanto a Inglaterra, el cambio de perspectiva fue cuestión de debate político. C. Hill
dice que en 1674 eran los «whigs y los ricos los que consideraban a Francia como el principal
competidor de Inglaterra en el comercio mundial y en el poder mundial» (1969, p. 163). Los
tories no estaban tan convencidos y no fue sino a partir de 1689 cuando Inglaterra aceptó de
buen grado el papel de gran potencia. Hasta entonces, Horn piensa que las apariciones de
Inglaterra en este papel en el continente «habían sido por lo general involuntarias, efímeras e
ineficaces» (1967, página 2). No estoy seguro de estar de acuerdo con el adjetivo
«involuntarias», pero los otros dos me parecen bastante acertados. Horn señala como indicio
elemental el hecho de que fue sólo a partir de 1689 cuando los ingleses dejaron de recibir
subsidios para empezar a pagarlos, como ya hacían los holandeses y los franceses.
45
Véase A. R. Hall (1957a, pp. 347, 349). La falta de cambios significativos en la
tecnología armamentista no debe hacernos olvidar la «gran mejora introducida en la
organización de las fuerzas militares y el enorme incremento de su tamaño». A propósito de
los cambios en la estructura de los ejércitos, a diferencia de su armamento, véase Finer (1975,
pp. 99- 102). A propósito de las reservas acerca de la revolución militar, véase Parker (1976b).
Hall sitúa el comienzo de la decadencia de la caballería a partir de mediados del siglo xvn.
Barnett señala que hubo dos invenciones entre 1660 y 1714, la bayoneta y el mosquete con
llave de chispa, que contribuyeron a «la mayor eficacia de la infantería» (1974, p. 129).
46
Desde los tiempos del principe Mauricio de Nassau, los holandeses tenían una fama
especial en la guerra de asedio que les permitía desplegar sus diversas habilidades en cuestión
de ingeniería, minado y contraminado, balística, explosivos, etc.» (Wilson, 1968, p. 100).
frente indefinidamente a la insoportable carga de la defensa militar y naval que
tenían que sufrir»1541. La marina inglesa acabó por superar a la holandesa, en
buena parte porque Inglaterra «contaba con mayores recursos» 1542. Francia
también, por supuesto, pero los franceses utilizaban sus recursos en tierra y no
en el mar, y a la larga obtuvieron menos beneficios por sus inversiones
militares1543.
La creciente fuerza militar de los ingleses y los franceses tenía sus raíces

1541
Wilson (1970, p. 125).
4!
Fischer y Lundgreen (1975, p. 541).
1543
Según Goubert, 1672 fue «el momento decisivo del reinado» de Luis XIV,
en el que la guerra franco-holandesa supuso la victoria de Louvois sobre Colbert y el fin de
la estabilidad económica. «En 1673, el rey se estaba quedando sin dinero y el edificio que
había construido Colbert empezó a venirse abajo» (1970a, p. 140).
Ni que decir tiene que el almirante Mahan pensaba lo mismo: «De las grandes potencias,
sólo [Francia] tenía libertad de elección [entre el mar y la tierra]. En 1672 optó
definitivamente por la expansión terrestre. ¿Por qué [en 1715] estaba Francia agotada y en
un estado deplorable, mientras que Inglaterra se mostraba sonriente y próspera? ¿Por qué
dictaba Inglaterra las condiciones de paz, mientras que Francia las aceptaba? La razón, al
parecer, era la diferencia de riqueza y crédito». Mahan cita las palabras de Campbell (The
Uves of admiráis) a propósito de los triunfos ingleses en la guerra y el comercio marítimos:
«Estos fueron los frutos del incremento de nuestra fuerza naval y de la manera en que fue
empleada». Mahan comenta: «No es necesario añadir nada más» (1889, páginas 226-27,
229).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 109
en los importantes cambios acaecidos en la base económica. Uno de los
problemas de analizar la eficiencia comparativa de la producción
agroindustrial de las potencias del centro entre 1650 y 1750, y especialmente
de comparar la de Inglaterra/Gran Bretaña con la de Francia, estriba en que
casi todas las investigaciones realizadas se han atenido a las fronteras
nacionales. Estos trabajos contienen a menudo estimaciones comparativas que
muy a menudo expresan prejuicios y no valoraciones objetivas. Los estudiosos
del mundo, incluidos los franceses, tienden con demasiada frecuencia a atribuir
las diferencias del siglo xix al período anterior, y por consiguiente realizan
arduos esfuerzos por explicar unos hechos que todavía no han verificado de
forma empírica. Tengo la sospecha de que hubo menos diferencias entre la
eficiencia agroindustrial de Inglaterra y la de Francia en este período de lo que
tendemos a suponer. Las pequeñas diferencias que surgieron a partir de 1763
fueron amplificadas políticamente hasta convertirlas en las diferencias
significativas de un siglo después, época en la cual ya habían sido
institucionalizadas económicamente. Será
la primera parte de este argumento la que trataremos ahora de desarrollar.
Uno de los problemas básicos de la comparación se refiere a las zonas que
deben ser comparadas. La unidad política de Francia era unas cuatro veces
superior a la de Inglaterra en tamaño y en población (y por consiguiente la
densidad era aproximadamente la misma). Si añadimos Escocia y Gales para
usar Gran Bretaña como unidad de comparación, apenas se duplica la
superficie y la proporción de la población se reduce. Considerando sólo las
cinco grandes fermes de Francia, que representaban una zona arancelaria
unificada, tenemos una superficie aproximadamente igual a la de Gran
Bretaña. Si tuviéramos datos para cada una de estas diversas unidades, de los
que desgraciadamente carecemos, obtendríamos resultados diferentes según
nuestra elección. Las fronteras políticas exteriores son muy significativas para
valorar las posibilidades militares e indicar las áreas en las que la política del
gobierno pudo afectar a la vida económica, aun cuando en cada una de las tres
potencias del centro el gobierno central se viese limitado, de una u otra forma,
por la naturaleza de su estructura constitucional (por nó hablar de su política
interior).
Jacquart dice de Francia que en el siglo xvn la agricultura era «la fuente de
riqueza más importante con mucho»1544. ¿No es esto igualmente aplicable a
Inglaterra? En el período de estancamiento económico, en Inglaterra se dedicó
parte de la tierra arable a la ganadería, y en Francia a la viticultura. En ambos
casos, hubo un cambio con respecto al uso de la tierra en el período anterior a
la expansión del siglo xvi. Las respuestas de los dos países variaron en función
sobre todo del clima y de la pedología. Goubert dibuja un sombrío cuadro de
la agricultura de Francia en el siglo XVII en comparación con la de Inglaterra, la
de Holanda y la de algunas otras zonas de Europa, pero Le Roy Ladurie piensa
qué la expansión agrícola de Francia, por lo menos en el extremo norte (la
mejor zona arable) comenzó exactamente en el mismo momento que la de

1544
Jacquart (1973, p. 172).
110 Immanuel Wallerstein
Inglaterra: en 1690. Imbert mantiene, desde una tercera posición, que la
producción de cereales en Francia mejoró ligeramente, pero mucho menos que
la del vino 1545.
En los tres países del centro se produjo entre 1650 y 1750 una baja en el
precio de los cereales. El precio de otros productos
agrícolas bajó también, pero no siempre al mismo ritmo1546. En estos tres
países, la respuesta fue tratar de mantener los niveles de ganancia dedicándose
a otras actividades o reduciendo los costes de producción mediante una mayor
eficiencia y una reestructuración organizativa. Los holandeses llevaban mucho
tiempo a la cabeza de la diversificación agrícola. Los otros empezaron a
emularles entonces1547. Según Fussell, la «novedad más importante» en
Inglaterra fue la introducción del nabo y el trébol en la rotación de los cultivos,
y según Jones, «la innovación crucial consistió en el suministro de forraje».
Wil- son subraya el papel de la roza, el «proceso de ganar nuevas tierras a
antiguos eriales y baldíos», mientras que para Ha- bakkuk lo importante no fue
tanto el uso de nuevas técnicas como «la difusión de las mejores [técnicas]
existentes»1548. Sea cual fuere la tesis correcta, hay dos hechos dignos de
mención. En primer lugar, las «mejoras» hicieron posible el cultivo de zonas
que hasta entonces habían tenido una escasa productividad o no habían sido
utilizadas en absoluto1549, y, en segundo lugar, estas mejoras fueron una
respuesta directa a los fallos del mercado de cereales, ya que, para mantener
los niveles de ganancia, los agricultores tenían que sacar una mayor tajada en
un mercado relativamente estancado1550 o dedicarse a otros productos.
La historia de las mejoras agrícolas inglesas en este período ha sido objeto
de numerosos libros, tan persuasivos que a veces nos hacen perder la
perspectiva. De Vries nos recuerda que al menos en el siglo xvn el progreso
agrícola en Inglaterra «sirvió sobre todo para llevarla hasta un nivel ya
alcanzado en los Países Bajos e Italia del norte, y no para dejarlos atrás en un
rastro de humo»1551. Ante las vacilaciones de los propios estudiosos

1545
Véanse Goubert (1970f, p. 150), Le Roy Ladurie (1975a, p. 416) y J. Imbert (1965, p.
339).
1546
Para las Provincias Unidas, véase Van der Woude (1975, p. 240); para
Inglaterra, Thirsk (1970, p. 149); para Francia, Goubert (1970g, pp. 334, 338-40).
1547
«Los contemporáneos en Inglaterra comenzaron a darse cuenta a comienzos
del siglo xvn de que en muchos aspectos de la organización social los holandeses estaban muy
por delante de ellos. Los folletos empezaron a señalar las prácticas holandesas que los ingleses
debían imitar o las conquistas holandesas que los ingleses debían disputar» (Clark, 1960, p.
14).
1548
Véase Fussell (1959, pp. 613-14), E. L. Jones (1967, p. 7), Wilson (1965,
página 33) y Habakkuk (1965d, p. 328). «En Inglaterra [...] las nuevas plantas forrajeras
fueron introducidas desde 1630 aproximadamente para conseguir sistemas mixtos de
agricultura» (Jones y Woolf, 1969, p. 7).
1549
Véanse Chambers (1960, p. 21) y Darby (1973, pp. 33Ó-44).
1550
Véase E. L. Jones (1965, p. 14), quien se contradice cuando afirma (p. 1) que
entre 1660 y 1750 la «transformación de las técnicas [de la agricultura inglesa] no guardaron
proporción alguna con la ampliación bastante limitada de su mercado». ¿Cuál es la proporción
adecuada y cuándo se consigue? Cuando los mercados se amplían, es a menudo más rentable
mantener las técnicas existentes que pagar el coste de una mejora.
1551
J. de Vries (1975, p. 82).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 111
franceses1552, Roehl, en afirmaciones un tanto osadas, insiste:
Las modernas técnicas [agrícolas] fueron introducidas tan pronto en Francia
como en otras partes. Especialmente la zona situada al oeste de París hasta el
Canal de la Mancha y al norte hasta Flandes es desde el punto de vista
estructural y climático muy similar a las mejores regiones agrícolas de
Inglaterra. No es de extrañar, pues, que la «revolución agrícola», cuya
incidencia fue tan desigual en Francia como en Inglaterra, se iniciase y
estuviese limitada durante mucho tiempo a los mismos tipos de regiones
agrícolas en los dos países1553.

¿Qué sabemos acerca del incremento de la productividad? Sli- cher van Bath
sitúa a Inglaterra, los Países Bajos y Francia en su fase c (siendo el rendimiento
medio de sus cereales de 6,3- 7,0) y fecha el período para los dos primeros
entre 1500 y 1699 y el período para Francia entre 1500 y 1820: la fecha de
partida es la misma pero la final es diferente. En el caso de Inglaterra y los
Países Bajos, piensa que hubo un paso a la fase D (rendimiento medio por
encima de 10,0) a partir de 1750 (lo que nos deja sin saber qué cree que ocurrió
entre 1700 y 1750)1554. Hoskins no ve ningún incremento perceptible en el
rendimiento de Inglaterra desde 1680 hasta finales del siglo xvm, y Wrigley
calcula un incremento de un 10 por ciento en el rendimiento per cápita de 1650
a 1750; pero Fisher dice que en los últimos años del reinado de Carlos II,
probablemente hacia 1680, «el flujo de productos de la tierra aumentaría hasta
el
punto de infligir a los hombres los horrores de la abundancia»1555. Por lo que
respecta a Escocia, la comercialización de la agricultura (así como de la
ganadería) fue «una de las características más notables del siglo xvn» 1556. En
Francia, la productividad de los cereales se mantuvo estable desde el siglo xv

s
* Le Roy Ladurie, por ejemplo, habla del «golpe de genio» de Inglaterra al adaptar unos
métodos flamencos, diseñados para pequeñas unidades agrícolas, a la agricultura a gran escala
y dice que un intento similar en Francia, en los campos abiertos de la zona comprendida entre
el Somme y el Loira, sólo tuvo un éxito parcial y tardío (1975a, pp. 416-17).
” Roehl (1976, p. 262, el subrayado es mío). Roehl especifica: «Se introdujeron en la
rotación nuevos cultivos, especialmente de Norteamérica: patatas, trébol y otras plantas
forrajeras, maíz y remolacha azucarera. Estos cultivos realizaron simultáneamente dos
funciones, 'limpiar' y dejar reposar el suelo, y permitieron suprimir el barbecho; el resultado
fue también la posibilidad de estabular el ganado y la consiguiente expansión de las tierras
arables». Roehl cita a Bloch como referencia (1966, pp. 213-19), pero señala que Morineau
(1968) opina lo contrario.
“ Slicher van Bath (1963b, p. 16).
1555 Hoskins (1968, p. 27), Wrigley (1967, p. 57) y F. J. Fisher (1961, p. 4).

“ Smout y Fenton (1965, p. 78), pero estos autores piensan que la innovación (abonar con
cal los suelos ácidos) y la conquista de nuevas tierras empezaron a reducirse a partir de 1650
debido a la «debilidad del gobierno central» y a la disminución de los beneficios como
consecuencia de los bajos precios (pp. 56-87). Esto es diferente de lo que probablemente
ocurrió en Inglaterra y tal vez pueda explicarse del siguiente modo. Aunque desde el punto
de vista político Escocia estaba situada en una potencia del centro (aunque de hecho sólo
parcialmente hasta 1707), en términos económicos formaba parte de la periferia. Por
consiguiente, al considerar el impacto de la contracción podemos ver una mayor similitud
entre los productores escoceses y polacos que entre los productores escoceses e ingleses.
112 Immanuel Wallerstein
hasta 1840, si la medimos por el rendimiento o producción por hectárea 1557,
pero no en términos de la jornada de trabajo o del año de trabajo, que se
alargaron1558.
Si analizamos únicamente la producción de cereales, perdemos de vista
parte del problema, ya que «el quid del progreso agrícola fue la combinación
de agricultura y ganadería»1559. Esto fue posible gracias a los nuevos pastos:
heno, alfalfa, trébol. Los ingleses lo habían aprendido de los holandeses 1560.
Gracias a estos nuevos pastos, se pudo sustituir el espacio por fuerza de trabajo
y se consiguió una alta productividad en la ganadería sin necesidad de
trashumancia1561. Mientras esto sucedía en Inglaterra, en Francia se producía
un florecimiento similar de la producción de vino. En el siglo xvn, observa
Chaunu con cierta severidad, Occidente comenzó a alcanzar a Oriente «en la
senda de los paraísos artificiales» 1562.
Considerando la economía-mundo europea en su conjunto entre 1650 y
1750, hubo un notable desplazamiento de la localización de la producción de
cereales, que pasó de la periferia al centro. Analizaremos esto más
detalladamente cuando tratemos lo que sucedió en la periferia de Europa
oriental, pero dado que buena parte de la mitad meridional de Francia era
realmente semiperiférica, o incluso periférica, se produjo allí el mismo fenómeno.
Tal vez la mejor forma de describir lo que ocurrió sea decir que aun cuando
Inglaterra y el norte de Francia, como áreas del centro, incrementaron
notablemente su participación en la producción mundial de cereales en esta
época, en el caso de Inglaterra el nuevo excedente fue exportado fuera de las
fronteras nacionales 69, mientras que en el del norte de Francia el nuevo
excedente fue «exportado» hacia el interior70. Si este

M
El significativo aumento en las exportaciones de cereales se inició a partir de 1700, lo
que según Bairoch indica por tanto que el proceso comenzó tal vez «un cuarto de siglo antes»
(1973, p. 459). Esta fecha concuerda con la fecha en que se iniciaron los cambios en la política
del gobierno. La ley de 1673 supuso el comienzo de las primas al trigo, que no sólo
permitieron sino que fomentaron la exportación; véase Lipson (1956, II, pp. lxx-lxxii, 451-
52). Es muy probable que las Provincias Unidas incrementaran también su participación en la
producción mundial de cereales, pero dado que partían de un porcentaje bajo, el hecho fue
menos notable. Véase, por ejemplo, la respuesta de Franken a la sugerencia de E. L. Jones en
el sentido de que el incremento de la producción de cereales en una época de precios bajos fue
un «rasgo exclusivamente inglés» (1967, p. 159). No es cierto, dice Jansen: lo mismo ocurrió
en Limburgo y en otras partes. Franken atribuye esta expansión a la presión de las ciudades y
dice que condujo a un agotamiento del suelo (1971, página 165), pero la cuestión es por qué
no se importaron los cereales de áreas más lejanas, teniendo especialmente en cuenta los
factores ecológicos. En la explicación debe entrar también la cuestión de las posibilidades de
ganancia.
™ De acuerdo con Jacquart (1974, pp. 181-82), «el grueso de la producción agrícola

6!
Véase Morineau (1968, p. 326). Le Roy Ladurie especifica que esto sucede «en el
mundo de los campesinos» (1973, p. 425).
1558 Le Roy Ladurie (1968, p. 83), aunque refiriéndose únicamente al Languedoc.
1559 Wilson (1965, p. 143).

1560 Véase Fussel (1968, pp. 33-34).

1561 Véase Meuvret (1968, p. 17).

“ Chaunu (1966a, p. 310).


La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 113
francesa en el siglo xvxi era consumido en el país O' elaborado in situ». Aunque se exportaban
otros productos agrícolas, «el comercio de cereales estaba por lo general prohibido a menos
que la cosecha hubiese sido buena». Por ejemplo, justo cuando Inglaterra estaba iniciando las
primas al trigo, el Conseil du Roi promulgó varios edictos contra la exportación (más de 30
entre 1675 y 1683). Usher, en su clásico estudio del comercio de cereales, ve las cosas de un
modo distinto (1913, pp. 273, 294). Para él, «el único elemento original en el tratamiento de
Colbert al comercio de cereales» fue el librecambio y afirma que Colbert se regía por el
principio de la «prohibición en tiempos de escasez y permiso en tiempos de abundancia».
Usher destaca que había en juego dos libertades, la exportación y el comercio interprovincial.
¿Qué sucedió entre 1675 y 1683 con la relativa libertad de este último comercio?
Tal vez habría que tener en cuenta a este respecto que la producción de cereales de la Baja
Provenza y el Languedoc conoció una expansión que duró hasta 1680 aproximadamente. La
explicación de este hecho es diferente, pero la consecuencia es que compensó en parte la
flojedad de otras regiones. Chaunu afirma que la «anomalía» de esta continua expansión en
una zona situada fuera del centro estriba en «la importancia de la tierra hasta entonces no
cultivada [Vincult]», lo que implicaba «un límite que se alcanzó más tarde» que en otras partes
(1963b, p. 354). Véase también Goubert (1970c, pp. 49-54). Le Roy Ladurie sólo ve en los
análisis es correcto en líneas generales, la explicación de las posteriores
diferencias entre Inglaterra y Francia no reside en los diferentes niveles de
productividad agrícola en el siglo xvn. Puede hallarse más bien en la diferente
organización de la producción agrícola. Para establecer una comparación
razonable entre los procesos seguidos por la tenencia de la tierra en Inglaterra
y Francia durante este período, debemos tener presente que ambos países tenían
dos modos principales de utilizar la tierra, pero sólo tenían uno en común: los
cereales. El segundo de estos modos en Inglaterra era la ganadería, que se
prestaba más a una economía de escala que la producción de vino, que era el
segundo modo en Francia; por otra parte, la ganadería requería más inversión
de capital. Este simple hecho económico puede explicar más las diferencias en
el desarrollo de la tenencia de la tierra de lo que las explican las leyes,
tradiciones, actitudes y estructura de clases, o la presunta herencia de los
derechos «feudales».
Tanto en Inglaterra como en Francia, el complejo entramado de la
jurisprudencia, la política y las oscilaciones del mercado creó un verdadero
caleidoscopio de relaciones con la tierra. Es posible abrirse camino en este
laberinto considerando cuatro grandes categorías desde el punto de vista de las
fuentes principales de ingresos: los terratenientes, por lo general grandes
propietarios a menudo nobles, que recibían el pago de las rentas de los
productores; los productores prósperos, muy a menudo «arrendatarios», que
controlaban unidades de mediana o gran escala y daban trabajo a jornaleros;
los productores no prósperos, que cultivaban pequeñas unidades de las que en
ocasiones eran propietarios y a menudo necesitaban redondear sus ingresos con
otros trabajos; y los jornaleros sin tierras (o con muy pocas tierras). Por lo
general se emplean términos maravillosamente ambiguos, como campesinos y
yeomen farmers para designar a la segunda categoría y con frecuencia también
a la tercera. Cuando los autores hablan de la desaparición del yeoman farmer
en Inglaterra y
años 1655-75 un «resurgimiento momentáneo» en el Languedoc (1974a, página 149).
Por supuesto, los ingleses también exportaban «hacia el interior» y especialmente a
Londres (véase Everitt, 1968, p. 64). La cuestión es si se consideran los límites del comercio
exterior como medida del proceso productivo, cuestión que subraya Morineau (1965, p. 171).
114 Immanuel Wallerstein
Las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia están en un continuo ascendente desde el punto
de vista de su tamaño geográfico. Cuanto más pequeño sea el país, mayor será el comercio
exterior en cuanto porcentaje del total, si todo lo demás permanece invariable.
de la supervivencia del campesino en Francia, es a la tercera categoría a la que
parecen referirse. ¿Qué sucedió en realidad en el siglo xvn en Francia e
Inglaterra? Lo veremos más claramente si estudiamos categoría por categoría.
Uno de los fenómenos básicos del capitalismo moderno es el lento pero
constante crecimiento de la gran propiedad, es decir, un proceso de creciente
concentración1563. Uno de los principales métodos fue el cercamiento de las
tierras del común, que no parece haber disminuido significativamente en este
período1564. Para crear tales propiedades en tiempos difíciles se requería
esfuerzo y dinero. La tierra fue pasando cada vez más a manos plebeyas por
medio de ventas, aunque en Francia este hecho es retrospectivamente menos
perceptible, dado que el mismo dinero que permitía a un plebeyo comprar
tierras le permitía también comprar un título de nobleza (con mucha más
facilidad que en Inglaterra). Estas grandes propiedades fueron construidas en
parte a base de pequeñas parcelas y, por tanto, la concentración de la propiedad
fue en cierta medida una mera «centralización contable»1565. Por definición,
esta centralización de la contabilidad implicaba un creciente absentismo.
Además, con el descenso del precio de los cereales resultaba menos rentable
cultivar directamente las tierras que arrendarlas1566. El constante crecimiento
del tamaño de las propiedades incitaba a un número cada vez mayor de
terratenientes a vivir en la capital. Tanto si se dirigían a ella para convertirse
en cortesanos como si lo hacían para participar en el mercado monetario, el
caso es que creció el distanciamiento físico entre ellos y la producción
agrícola1567.
Para conservar estas grandes propiedades, los individuos tenían que ser
empresarios competentes: había mucho campo para talentos de este tipo, pero
las familias trataban de protegerse de la incompetencia de ciertos herederos.
En Inglaterra esto dio lugar a una nueva forma jurídica; el strict settlementlb.
Esta medida dio buenos resultados, al igual que los dio la reducción de los tipos
de interés, que hizo más fácil hacer frente a las deudas, y se vio reforzada por
las restricciones de los préstamos que conllevaba el strict settlement11. Eii

1563 Véanse F. M. L. Thompson (1966, p. 512); Goubert (1970e, p. 102); Le Roy Ladurie

(1975b, p. 1412); y Jacquart (1968, p. 66), quien hace hincapié en que el crecimiento de las
grandes propiedades sólo se produjo en Francia al norte del valle del Loira.
77 Hoskins habla de «una enorme cantidad de cercamientos, hasta entonces desconocidos»

en los campos abiertos de Inglaterra en el siglo XVII (1955, p. 220). Véase también Darby
(1973, p. 321). En Francia, en el siglo XVII las grandes llanuras fueron reclamadas por los
señores hasta el punto de que tener un minúsculo terreno de pastos pasó a ser «una bendición
del cielo» para el campesino (Goubert, 1970e, p. 102). Bloch cita los numerosos casos de
cercamiento de tierras en el oeste y el centro de Francia hacia 1700 (véase 1930, p. 332).
75 Meuvret (1960, p. 346). Tapié dice que muchas fortunas señoriales en la Francia del
siglo XVII, «se habían convertido en una especie de empresas capitalistas dispersas [...]
administradas por capataces y arrendatarios» (1959, p. 138).
1566 Roebuck (1973, p. 15). Slicher van Bath dice que a partir de 1665, sin embargo, «la

situación del arrendador se deterioró» (1977, p. 107).


1567 Este fenómeno es fácil de observar en Francia, pero lo mismo
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 115
Francia la herencia familiar se enfrentaba al problema adicional de la
obligatoria partición de las propiedades. Pero los propietarios franceses eran
tan astutos como los ingleses y utilizaron la trampa legal de las rentes
constituées que, a diferencia de las rentes fonciéres, podían ser legadas a los
herederos. Estaban más dispuestos a aceptar unos tipos de interés bajos que a
recuperar el capital con vistas a crear una propiedad familiar de carácter
perpetuo. La venalidad de los cargos proporcionó la salida fundamental a dicha
inversión78.
Las dos categorías siguientes, la de los productores prósperos y la de los
productores no prósperos, se confunden con frecuencia porque si bien algunos
eran propietarios, la mayoría eran arrendatarios, y porque algunos arrendatarios
de jure eran propietarios de jacto 19: la distinción entre propietario y
arrendatario no guardaba correlación con el poder económico,
ocurrió en Inglaterra. Véase Roebuck (1973, pp. 11-14). El empleo de funcionarios
especializados plenamente dedicados a la administración de las propiedades aumentó la
distancia. Véase Mingay (1963, p. 59).
76 El strict settlement era un mecanismo por el que el heredero de una propiedad veía
legalmente reducidas las formas en que podía venderla o hipotecarla (véase Habakkuk, 1967b,
pp. 2-3). Este sistema obligó a las familias recientemente enriquecidas a buscar vendedores
de tierras entre la gentry, los propietarios de alodios y los enfiteutas, lo que contribuyó aún
más a la concentración. Véase Mingay (1968, p. 28).
77 Véase Mingay (1960, pp. 375-76) y Habakkuk (1960, pp. 160-65).
78 Este complejo sistema está perfectamente resumido en Giesey (1975). Goubert afirma
que los tipos de interés de las rentes constituées en la Francia del siglo xvn no eran bajos en
comparación con otras fuentes de ingresos (véase 1970g, pp. 343-45).
” Meuvret afirma que la censive, una tenencia perpetua de tierras similar al copyhold
inglés, era una «verdadera propiedad» que el titular podía «arrendar, intercambiar, vender o
dividir» siempre que pagara unos derechos señoriales «que constituían una especie de sistema
fiscal» (1960, p. 343). Sin embargo, Goubert señala que podía ser un impuesto muy caro para
gozar del privilegio de la propiedad (1970f, p. 130). Kerridge menciona una situación muy
similar en Inglaterra cuando afirma que el enfiteuta [copyholder] con un arrendamiento
vitalicio era indiferencia- ble del propietario de alodio desde el punto de vista de la tierra,
aunque no desde el punto de vista de la ley (1969, p. 60).
la posición social o las ideas políticas. Por debajo del nivel de gran propietario,
era posiblemente preferible, en una época de dificultades económicas, ser
arrendatario que ser propietario80. La evolución de estas dos categorías debería
ser considerada con un proceso en dos etapas. En la primera mitad del siglo
xvn, las rentas estaban todavía subiendo y los impuestos habían comenzado a
aumentar, pero las ganancias procedentes de la producción de trigo estaban ya
disminuyendo81. Esto puso en aprietos a los pequeños productores de cereales.
Muchos productores tuvieron que abandonar su condición de independientes
82
, al igual que muchos pequeños arrendatarios83.
80 Por ejemplo, Mingay señala muy correctamente que el término y toman, tal como lo
utilizaba Adam Smith, «denotaba simplemente el rango social». Un yeoman era un campesino
con un rango superior al del labrador [husbandman] e inferior al de los grandes agricultores,
pero podía ser propietario de un alodio, enfiteuta o arrendatario (1963, p. 88). Slicher van Bath
está de acuerdo en que, por lo general, ser propietario no siempre resultaba ventajoso. «Las
regiones más fértiles y densamente pobladas eran cultivadas por arrendatarios más prósperos
que el tipo más pobre de propietarios. La propiedad de la tierra y la riqueza no siempre iban
de la mano» (1977, p. 109).
81 En Francia, 1660 parece ser el año decisivo. Marca el fin del período de «inmovilismo
116 Immanuel Wallerstein
y catástrofes», título que Jacquart (1975) da a un capítulo sobre la Francia rural de 1560 a
1660. Le Roy Ladurie, sin embargo, afirma que la renta de la tierra aumentó hasta 1675 (1973,
p. 430).
82 A partir de mediados de siglo, «el pequeño agricultor independiente (laboureur),
orgulloso de sus libros de cuentas, de sus pocos arpendes y de su relativa independencia, tuvo
que darse por vencido. En las regiones de producción a gran escala (grande culture), su tierra
quedó vinculada a alguna unidad mayor (quelque grosse ferme). Podía darse por contento
cuando conseguía arrendar su antigua propiedad» (Jacquart, 1975, p. 264). Véanse también
Dupáquier (1973, p. 171) y C. E. Labrousse (1970, p. 703).
83 Lawrence Stone dice: «A comienzos del siglo xvn, las rentas subieron más rápidamente
que los precios y las ganancias refluyeron desde el arrendatario hacia el terrateniente» (1972,
p. 68, el subrayado es mío). Debe referirse al pequeño arrendatario sobre todo, porque dice que
este hecho, más el acaparamiento, explica el modelo tripartito del período posterior:
terrateniente, arrendatario próspero y jornalero sin tierras. Habakkuk tiende a confirmar esto
al hacer del tamaño global del capital un factor crucial para explicar el declive del pequeño
campesino. Un terrateniente rico en este período de dificultades «tenía una reserva [de capital]
de la que podía echar mano cuando se ponían a la venta propiedades de campesinos de la
vecindad» (1965a, p. 660). Habakkuk distingue expresamente este período 1660-1740 del
período 1540-1640, en que fue más frecuente la venta de grandes propiedades. Con respecto
al declive del pequeño terrateniente en la Inglaterra del siglo xvn como consecuencia de la
necesidad de capital, véase Thirsk (1970, p. 157).
Jacquart habla de las bancarrotas de los pequeños productores, ya fueran laboureurs
(independientes) o fermiers (arrendatarios), a partir de 1675 (1975, pp. 210-11). En otro texto,
hace referencia a la desaparición
La consecuencia de todo esto parece haber sido el alza de los arrendatarios
prósperos dedicados al cultivo de cereales en el posterior período de
estancamiento a expensas de los productores no prósperos, ya fueran
propietarios o arrendatarios. Esto sucedió tanto en Inglaterra84 como en el norte
de Francia85. También sucedió en cierta medida en la explotación de ganado
lechero, la otra actividad agrícola esencial en estas zonas86. Una de las razones
del alza de los arrendatarios prósperos fue precisamente el desarrollo de la gran
propiedad como una estructura capitalista que requería intermediarios para
supervisar a los productores directos, ya fueran éstos jornaleros o
subarrendatarios87. Estos intermediarios no eran fáciles de encontrar; por otra
parte, el período de descenso de los precios de los cereales permitió a estos
intermediarios obtener mejores condiciones de los terratenientes. Estas mejores
condiciones podían consistir en una reducción de las rentas reales 88 o en el
grado en que el terrateniente se hacía cargo del coste de las mejoras 89.
en el norte de Francia, entre 1680 y 1700, de un «buen número de dinastías de laboureurs-
comerciantes» (1978c, p. 467).
84 Mingay habla de un «espectacular» declive de los pequeños propietarios en el período
de 1660 a 1750 (1968, pp. 14-15, 31). En este mismo período, dice Mingay, el grupo de los
«squires importantes», grupo intermedio entre el pequeño propietario y el gran terrateniente,
«se mantuvo firme» (1960, p. 375). Lavrovsky sitúa este declive de los pequeños propietarios
y agricultores independientes «en el siglo xvm, tras la revolución burguesa del siglo xvu»
(1960, p. 354).
88 Dupáquier afirma que el grupo social más poderoso al nivel de la aldea estaba compuesto

por grandes arrendatarios (gros fermiers) y medianos «propietarios» (grands laboureurs), así
como por comerciantes (1973, página 169). El duque de Sully gustaba de repetir a comienzos
del siglo xvu que «la agricultura y el pastoreo son los verdaderos pechos que amamantan a
Francia, las verdaderas minas y tesoros del Perú» (citado por Larraz, 1943, p. 201). Meuvret
se refiere al impacto especialmente fuerte a partir de 1660 de las crisis de subsistencia «en las
ricas regiones productoras de cereales» (1971b, p. 122).
86 Fussell describe el fenómeno del «arrendamiento de las vaquerías» en diversas partes
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 117
de Europa occidental en el siglo xvu (1968, pp. 31-32).
87 Véase Meuvret a propósito del papel económico de los fermiers generan* y de los
amodiateurs (1960, pp. 347-49). Le Roy Ladurie afirma que el 39 por ciento de las tenencias
de toda Francia (pero ¿cuántas de las del norte de Francia?) eran «grandes propiedades»
(1975a, p. 421).
88 En los tiempos difíciles, los terratenientes cancelaban los atrasos de las rentas y
cargaban con las contribuciones territoriales para poder competir por unos arrendatarios
satisfactorios. Véase E. L. Jones (1965, p. 8).
89 Véase Mingay (1960, pp. 378-79). La iniciativa de estas mejorías parece haber venido
sobre todo de los arrendatarios y las personas que controlaban unidades de tamaño medio en
general (véase Habakkuk, 1965d, pp. 327, 330, y Mingay, 1963, p. 166), pero en este período
era posible presionar para que los terratenientes asumieran una parte mayor de los costos.
En el período comprendido entre 1660 y 1750, todo el mundo coincide en
que el pequeño campesino o yeoman farmer o «propietario-ocupante»
[owner-occupier'i estaba desapareciendo en Inglaterra, pero ¿sobrevivió
acaso en Francia? Ya hemos sugerido que en líneas generales la respuesta es
negativa para el norte de Francia (o al menos tan negativa como para
Inglaterra), pero positiva para el sur de Francia. ¿Qué tipo de pruebas hay en
el caso de Francia? Empecemos por la terminología. El término francés más
similar al del yeoman farmer inglés es el de íaboureur, que no hacía
referencia a la tenencia de tierras, sino al capital. La palabra Iaboureur, dice
Goubert, «designa habitualmente al personaje que posee ese instrumento de
cultivo que es la gran charrue del norte»w. Ahora bien, hay que distinguir la
charrue del araire, aunque ambos se traduzcan a menudo por arado91. En los
siglos xvn y xvm, en Francia, la charrue era un instrumento mucho más
pesado que el araire, araba más a fondo y contenía más hierro. De aquí que
necesitara caballos o bueyes que tiraran de ella. El Iaboureur era, pues, «un
propietario o explotador bastante acaudalado, que destaca entre la población
de la aldea por la importancia de sus medios y por el personal que puede
contratar».
Cuando nos desplazamos hacia el sur, a tierras que conocen el araire pero
no la charrue, nos encontramos con arrendatarios más pequeños y menos
poderosos llamados métayers y dosiers n. Dupáquier y Jacquart calculan que
entre 1685 y 1789 en el Véxin francés, en el norte, el porcentaje de la población
formado por pequeños laboureurs llamados haricotiers o sossons pasó de un
9,9 a un 3 por ciento, mientras que el porcentaje de fermiers laboureurs más
acomodados sólo cambió de un 10,2 a un 8,4 por ciento. Encontramos en
cambio que en una zona vinícola «la pequeña propiedad campesina predomina
claramente», siendo cinco veces más importante que en la zona de

so
Goubert (1973, p. 135).
91 Véase, por ejemplo, Quencez (1968, pp. 118-19), que en este diccionario técnico
traduce charrue por «arado» y araire por «arado de superficie, arado primitivo». La misma
dificultad se da en el caso del alemán (Pflug y Hakenpllug), el italiano (aratro y aratro di
legno), el español (arado de labor profunda y arado o arado primitivo) y el holandés (ploeg y
primitive ploeg).
Haudricourt y Delamarre (1955) dedican todo un libro de 506 páginas a explicar no sólo
las diferencias entre la charrue y el araire en todo el mundo y desde los tiempos antiguos
hasta nuestros días, sino también los enormes errores que se han cometido como
consecuencia de la confusión lingüística y las falsas traducciones.
118 Immanuel Wallerstein
92 Goubert (1973, pp. 135-36).
grandes cultivos del norte93. A medida que se reducía su número, muchos de
estos pequeños laboureurs cruzaban la línea que les separaba de los
manoeuvriers (jornaleros). Le Roy La- durie sugiere —cosa con la que estoy
de acuerdo— que no se debe exagerar esta distinción ni siquiera para el siglo
xvi, ya que la línea real era la que separaba a ambos grupos juntos de los gros
fermiers, los grandes arrendatarios94. Esto es también aplicable a Inglaterra.
Sin embargo, lo que sucedió en el período de estancamiento fue que si bien esta
línea se hizo social y políticamente más clara en Inglaterra, la situación no era
tan evidente en las zonas de la Francia rural que no se dedicaban al cultivo de
cereales.
¿Qué hay, pues, del argumento que defiende Brenner (y no sólo él) en el
sentido de que fue «el predominio de la pequeña propiedad en Francia a
comienzos de la Edad Moderna lo que aseguró a largo plazo el retraso
agrícola»? Ya hemos señalado nuestro escepticismo a propósito de ambos
supuestos: el del predominio de la pequeña propiedad (que no es aplicable al
norte de Francia) y el del atraso agrícola de Francia con respecto a Inglaterra
(dudosamente aplicable al norte de Francia, al menos hasta 1750). Brenner dice
que en Inglaterra el progreso agrícola fue posible porque «los terratenientes
pudieron absorber, consolidar y cercar, para crear grandes propiedades y
cederlas a arrendatarios capitalistas que podían permitirse una inversión
capitalista»9S.
Jacquart, al describir los cambios producidos en el norte de Francia cuando
las viejas familias comenzaron a vender sus tierras en el «segundo» siglo xvi,
dice96:

” Dupáquier y Jacquart (1973, p. 171). Estos autores definen al harico- tier como «un
laboureur con un mal caballo» y al sosson como «un campesino que sólo posee un animal de
tiro». Jacquart calcula que las tres cuartas partes de los campesinos franceses no cubrían sus
necesidades básicas y observa un constante crecimiento de las propiedades de tamaño medio
(definidas como al menos de 30 hectáreas) a lo largo del siglo xvu (1966, pp. 22-26). G.
Durand define los viñedos del sur, con sus campesinos- propietarios, como un «lugar de
trabajo duro y pobreza ilimitada», ya que las ganancias iban a parar sobre todo a los
comerciantes y a la burocracia del Estado a través de los impuestos (1977, p. 133).
54 Le Roy Ladurie (1975b, pp. 1405407).

95 Brenner (1976, pp. 43-63). Croot y Parker se muestran escépticos: «El campesino, lejos
de ser un obstáculo para el desarrollo económico, pudo realmente darle su impulso al adoptar
nuevas prácticas o nuevos cultivos o simplemente al mostrar a los terratenientes las ganancias
que puede proporcionar una buena agricultura» (1978, p. 39).
96 Jacquart (1975, pp. 273-75).
Lo que importa [...] es la conducta de los nuevos dueños del suelo. De origen
burgués, conservaban algo de la mentalidad lucrativa de sus antepasados
comerciantes, aun cuando trataran de hacerlos olvidar. Comprendían el papel
esencial de la reserva en los ingresos señoriales, la ventaja de la gran propiedad
concentrada, los mayores ingresos proporcionados por los bosques y prados.
Hubo toda una política consciente que implicó, a lo largo de las generaciones,
la adquisición de tierras, su mejora y su explotación.
A su lado, señala Jacquart, se desarrollaron también las explotaciones agrícolas
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 119
de tamaño medio, de 15 a 50 hectáreas, orientadas hacia el mercado, que
representaban la típica inversión burguesa modesta «viable y rentable». Este
crecimiento, tanto de las grandes propiedades como de las unidades de tamaño
medio, llevó consigo un «lento proceso de expropiación campesina» que
provocó una «verdadera pauperización de las masas rurales». ¿Es realmente
esto muy distinto de lo que sucedió en Inglaterra?
Brenner admite que los terratenientes franceses tal vez desearan
«consolidar sus propiedades», al igual que sus colegas ingleses. Pero
desgraciadamente no pudieron hacerlo, pues si bien en Inglaterra las leyes
permitían a los terratenientes «elevar las rentas o las multas hasta niveles
imposibles y así expulsar a los pequeños arrendatarios», en Francia, por el
contrario, tendrían que haber «comprado innumerables propiedades de
pequeños campesinos para formar una unidad consolidada». Todo nos hace
suponer que ésta era una carga imposible de soportar para los terratenientes
protocapitalistas franceses. Pero ya hemos visto que, lejos de ser inverosímil,
la compra de tierras fue uno de los principales métodos de concentración, tanto
en Inglaterra como en Francia. De hecho, Brenner admite implícitamente
esto cuando dice que en Francia «durante todo el comienzo de la Edad
Moderna, muchos campesinos se vieron obligados a endeudarse al máximo y
finalmente a vender sus propiedades»1568. Si esto fue así, ¿quién compró estas
propiedades? Brenner llega a la conclusión de que a finales del siglo xvn, «de
un 40 a un 50 por ciento de la tierra cultivada estaba todavía en manos
campesinas» en Francia, pero «no más de un 25 o un 30 por ciento» en
Inglaterra. ¿Cuál era, sin embargo, el porcentaje en el norte de Francia?
Nuestra tesis es que las diferencias en cuanto a organización de la tierra y
productividad agrícola entre Inglaterra y el norte de Francia en el período
comprendido entre 1650 y 1750 fueron relativamente escasas. Desde el punto
de vista de la economía- mundo capitalista en su conjunto, las dos áreas
presentaban más semejanzas que diferencias. Ambas estaban aumentando su
participación en la producción mundial de cereales con vistas a mantener los
niveles globales de ganancia en una época de estancamiento, lo que les
permitió reducir en parte la ventaja neta de Holanda. Por lo que respecta al
sector industrial, el siglo xvn fue una época en la que la protección de la
industria fue una de las principales preocupaciones, tanto del gobierno inglés
como del francés. Esta protección en Inglaterra es considerada por Lipson
como uno de los tres pilares del mercantilismo inglés, junto con las Leyes de
Navegación y las Leyes sobre Cereales [Corn Laws]: la «era del
mercantilismo», dice, fue la «era de la iniciativa»98. En cuanto a Francia, el
«col- bertismo aparece como uno de los principales fenómenos del siglo,

1568 Brenner (1975, pp. 72-73). En cualquier caso, los terratenientes ingleses recurrieron

ampliamente a la compra. Véase T. S. Ashton (1969, p. 36). Croot y Parker dicen: «El
profesor Brenner no sólo olvida la contribución del campesino inglés y minimiza su
independencia, sino que también exagera la independencia del campesinado francés» (1978,
p. 41). Jacquart también afirma que los sistemas de adquisición de tierras campesinas por
parte de los grandes terratenientes fueron los mismos en Inglaterra que en el resto de Europa
(véase 1978b, p. 409).
120 Immanuel Wallerstein
aunque de hecho la intervención proteccionista fuera ya importante en la época
de Richelieu» ".
Los esfuerzos encaminados a la protección —o tal vez deberíamos decir a
la promoción— industrial se concentraron sobre todo en el sector textil.
Veamos primero los resultados para pasar luego a las explicaciones. El sector
textil francés estaba esencialmente localizado en el norte, y en menor grado en
el Mediodía 10°. La tradicional industria sedera de Lyon experimentó un
«notable auge» en el siglo xvn 101. A la lana y al algodón no les fue tan bien:
alcanzaron su punto culminante entre 1625 y 1635, luego decayeron, más tarde
se estancaron «a un nivel más bajo» 102 en tiempos de Colbert (¿y a pesar de
Colbert?) y 1569 finalmente se recuperaron y reconvirtieron en parte entre 1680
y 1705 103 (¿como resultado de Colbert?). La reconversión llevó consigo una
considerable «ruralización» de la industria104. La crisis textil en Inglaterra se
inició antes y fue tal vez superada antes con el auge de los nuevos paños. De
1660 a 1700, la producción pañera se incrementó, las exportaciones se
duplicaron y se produjo una creciente diversificación de los paños l05. También
aquí la producción textil se ruralizó, tal vez «de forma más precoz y radical
que en la Europa continental» 106.
En comparación con Inglaterra e incluso con Francia, la industria textil
holandesa conoció en la segunda mitad del siglo xvn grandes dificultades. En
primer lugar, estaba localizada en las ciudades y el coste de la mano de obra
era alto 107. Los holandeses experimentaron, pues, una decadencia en todos los
tipos de estambre salvo los camelotes (greinen), pero no en las lanas. Por lo
que respecta a los camelotes y a las lanas, conservaban la ventaja de un acceso
privilegiado a las materias primas necesarias —España en el caso de la lana y
Turquía en el del camelote— y también la ventaja de las técnicas de teñido con
el añil y la cochinilla. Los camelotes y las lanas eran productos de gran valor
y alta calidad, pero no estaban destinados a un mercado amplio. Este cambio
de orientación fue la consecuencia de una «posición por lo general más débil»
10S
, por lo que es comprensible que en la segunda mitad del siglo xvn el capital
holandés dedicado a la inversión industrial fuera encauzado hacia la empresa
mercantil, más rentable 109.
En otras industrias, la situación se mantuvo. Sin embargo, la construcción
naval inglesa creció «más o menos abruptamente, tal vez hacia 1670» H0, en el
mismo momento en que se reducía el volumen de la construcción naval

1569 Lipson (1956, II, pp. lxxxix, cxliv). ¿Qué importancia tuvo la protección de las patentes,

política esencial del gobierno inglés en el siglo XVII? A este respecto hay división de opiniones.
North considera que fue de «importancia primordial» (1973, p. 228), ya que estimuló la
innovación. Clark dice que es «dudoso» que estimulara a muchos inventores, porque a
muchos se les estafó (1936, p. 152).
99 Tras el hundimiento de la producción pañera en Reims, Amiens y Beauvais, los
aranceles del 15 de junio de 1644 duplicaron los derechos sobre los paños holandeses e
ingleses. Véase Deyon (1969, p. 77; 1966, página 54).
100 Véase el mapa para 1703-1705 en Léon (1970b, p. 236).
m
Deyon (1966, p. 60).
102 Goubert (1970g, p. 336).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 121
holandesa U1. Lo
10J
«Nb dudamos en afirmar que el progreso momentáneamente conseguido [en la
sayetterie de Amiens] de 1680 a 1705 preparó el terreno para el impetuoso desarrollo de la
primera parte del siglo xvm e incluso lo desencadenó» (Deyon, 1963, p. 955).
104 Véanse Deyon (1963, p. 952) y Kellenbenz (1965, pp. 389-90).
105 Véase Wilson (1965, p. 185).
Esta es la tesis de Deyon (1972, p. 31), pero el estudio de Kellenbenz (1965) no parece
indicar esto.
107 Véanse Glamann (1974, p. 506) y Wilson (1977a, pp. 26-27).

10!
Wilson (1960a, p. 221).
109 Véase Smit (1975, p. 62).
110 Hinton (1959, p. 101).
111 Véase Romano (1962, p. 519), que sitúa la reducción holandesa entre 1671 y 1701.
Véanse también Faber et al. (1965, p. 108), R. W. Unger indica que la ventaja holandesa en
materia de diseño, ya escasa en la década de que realmente hay que tener presente es
que en la economía- mundo en su conjunto la demanda estaba aletargada.
Incluso en aquellos sectores en los que la demanda estaba en expansión, no
pudo seguir el ritmo de los esfuerzos agroindustriales de las Provincias Unidas
y sus rivales mercantilistas, Inglaterra y Francia. La principal preocupación de
Inglaterra y Francia era encontrar empleo para sus trabajadores, la de las
Provincias Unidas mantenerlom. Mientras el mercantilista pudiera crear tal
empleo, dice Pares, se mostraba «indiferente a la productividad de la mano de
obra empleada»113.
Esta lucha de las potencias del centro por exportar el desempleo hacia las
otras potencias es un fenómeno recurrente de la economía-mundo capitalista
en sus momentos de estancamiento. Lo que la agudizó aún más en el período
comprendido entre 1660 y 1763 fue el hecho de que tanto Inglaterra como
Francia se enfrentaran además con un «problema crónico de pobreza» que
afectaba del 25 al 50 por ciento de su población, incluyendo no sólo a los
pobres propiamente dichos, sino también a un número enorme (y cada vez
mayor) de trabajadores temporales. Wilson dice que en Inglaterra había «un
ejército de trabajadores que dependían en parte o totalmente de una industria
de exportación de manufacturas importante pero inestable»114. Lo mismo
sucedía en Francia, aunque allí tal vez se hiciera menos hincapié en la
exportación. La cuestión, pues, era cómo maximizar el empleo deseado. El
papel de los salarios dio lugar a una apasionada polémica. Por una parte se
dice, y se decía en aquella época, que para los holandeses los altos salarios,
que «desempeñaron un papel singular a la hora de hacer frente a la masiva
erosión del poder 1630, se había desvanecido en la de 1670 y que en el siglo xvm los
astilleros holandeses decayeron o desaparecieron. Ofrece una serie de factores a modo de
explicación: el proteccionismo francés, las guerras que provocaron un incremento de la carga
fiscal y la deuda pública holandesas, la contracción del mercado nacional, la decadencia
general de la piratería, la vida más larga de los barcos, etc. (véase 1978, pp. 109-10).
112 Hablando de Inglaterra a comienzos del siglo XVII, Supple dice: «El elemento más
crítico de la inestabilidad por lo que al gobierno se refiere era el problema del desempleo
crónico» (1959, p. 234). Hablando de comienzos del siglo XVIII, D. George dice: «Algunos
creen que la irregularidad del empleo es una enfermedad moderna. Esto dista de ser cierto»
(1953, página 53).
111 Pares (1937, p. 120). Furniss dice que las relaciones comerciales eran juzgadas no sólo

por su contribución a la balanza comercial sino también por la «medida en que se podía
depender del comercio en cuestión para dar empleo a la mano de obra nativa» (1957, p. 52).
114 Wilson (1969a, p. 125).
122 Immanuel Wallerstein
1570
adquisitivo experimentada en otras partes» , fueron una desventaja. Esto
podría atribuirse a la localización urbana de la industria y, por consiguiente, a
la presión sindical de los trabajadores que provocó la política de bienestar
social del gobierno, lo que explicaría los altos impuestos. Es de suponer que
los altos salarios y los altos impuestos hicieran que los productos holandeses
fueran relativamente menos competitivos, lo que explica la relativa decadencia.
Sin embargo, los salarios tal vez estuvieran subiendo en Inglaterra y
Francia. Hay ciertos indicios de ello en Francia, tanto en la agricultura como
en la industria1571. Por otro lado, para saber lo que realmente estaba ocurriendo,
tendríamos que saber algo más de la productividad laboral y del porcentaje de
los salarios que se pagaban en dinero. Hill dice que en el siglo xvn «la pereza
inglesa era proverbial entre los extranjeros» 1572 1573. Es de suponer que se
establecieran comparaciones sobre todo con los holandeses. Lipson nos dice
que en esos tiempos difíciles, los artesanos se veían obligados a menudo a
aceptar parte de su salario en especie a un cambio sobrevalorado o bien a ver
aplazado su pago en forma de pagaré que el trabajador trataba de transformar
en metálico vendiéndolo descontadoU8. Esto último es especialmente
interesante, ya que supondría que la subida de los salarios, aunque supusiera
un coste real para el empresario, no beneficiaba al trabajador sino al pequeño
banquero.
Llegamos, pues, a las necesidades contradictorias de las potencias
mercantilistas del centro que luchaban contra la potencia hegemónica en una
época de contracción. Por una parte, tenían que tratar de ser competitivas en
materia de costes, y por otra tenían que encontrar una demanda para sus
productos. La presión ejercida por la necesidad de ser competitiva en materia
de costes ejercía también una presión sobre los trabajadores en cuanto a la
disciplina de trabajo. Furniss describe el desarrollo de este concepto en
Inglaterra en el contexto de las ideas sobre el «deber del trabajo», correlativo
según se decía al «derecho a un puesto de trabajo» U9. Thompson habla de la
imagen del mecanismo de relojería que se difundió durante el siglo xvn «hasta
que, con Newton [...] abarcó todo el universo»1574 1575. Nef señala que en ese

1570
J. de Vries (1974, p. 183). Romein estima que en 1690 los salarios holandeses
eran un 16 por ciento más altos que los ingleses (citado en Wilson, 1969b, p. 118).
1571 Jacquart habla de la falta de trabajadores agrícolas en el período posterior a la Fronda
que provocó el aumento de los salarios de los trabajadores jornaleros, agrícolas (1973, p. 178);
véase también Goubert (1970d, página 64). Por lo que respecta a la industria en el período
comprendido entre 1665 y 1688, a pesar de la recesión «la tasa salarial (por unidad y día)
parece haber permanecido estable, tanto en la ciudad como en el campo» (Goubert, 1970g, p.
348). Esto representa un incremento relativo. Véase también C. E. Labrousse (1970, p. 370).
Léon señala que «de 1660 a 1750 hubo una verdadera 'invasión de los gremios’» que
explicaría tanto el incremento de las tasas urbanas como el creciente desplazamiento de la
industria a las zonas rurales, donde la mano de obra era «superabundante y dócil,
acostumbrada a los bajos salarios» (1970b, p. 251).
1572 C. Hill (1969, p. 98).
111 Lipson (1956, m, p. 278).

1574 Véase Furniss (1957, pp. 76-78). La misma presión existía en Francia. Véase Martin
Saini-Léon (1976, pp. 13, 501-504).
1575 E. P. Thompson (1967, p. 57), que señala (p. 64) el desarrollo simultáneo de la
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 123
mismo período los mineros y los salineros escoceses se vieron «reducidos a la
esclavitud» como consecuencia de los comienzos de la industrialización 1576.
Estamos tan acostumbrados a asociar el desarrollo de la mano de obra
asalariada libre con el desarrollo del capitalismo, especialmente en los países
del centro, que la palabra esclavitud extraña e incluso asombra. Lo mismo
sucedió en las manufacturas reales de Francia, donde los obreros estaban
prácticamente encarcelados en sus lugares de trabajo, aunque recibían salarios
relativamente altos.
Relacionemos esto con el debate sobre los altos salarios. La mayoría de los
mercantilistas, como la mayoría de los empresarios capitalistas, estaban a favor
de los salarios bajos como forma de hacer los costes más competitivos, pero
los mercantilistas más sutiles estaban en contra. En 1668 Josiah Child, en su
nuevo Discourse on trade, explicaba la ventaja holandesa de la siguiente
forma: «Allí donde los salarios son altos, en cualquier lugar del mundo, hay
pruebas infalibles de la riqueza de ese país, y allí donde los salarios del trabajo
se mantienen bajos hay pruebas de la pobreza de ese lugar» m. De este modo,
Josiah Child se adelantó en 300 años al argumento de Arghiri Emmanuel 123.
Aunque sin duda Child no convenció a todo el mundo, sus puntos de vista
reflejaban las presiones estructurales.
La disciplina del trabajo y el aumento de los salarios son elementos
complementarios en una época de estancamiento económico mundial. Los dos
juntos incrementan el empleo, al margen de la verdadera productividad por
unidad: es decir, la disciplina de trabajo (incluyendo la semiesclavitud) como
forma de incrementar la producción (¿no era ésta la verdadera motivación en
las minas de carbón escocesas y en los Gobeli- nos de París?) más unos salarios
altos para atraer a los obreros especializados (de nuevo los Gobelinos) y
también para lograr la expansión del mercado interior y por lo tanto de la
demanda. Un sistema en el que los «salarios» incrementados transfirieran las
rentas al pequeño banquero y no al trabajador tal vez hiciera tanto —y quizás
más— por aumentar la demanda como un sistema en el qde los trabajadores
estuvieran realmente bien pagados. Sin embargo, un incremento demasiado
grande y demasiado temprano en los costes del trabajo (al margen de quién

industria relojera inglesa.


1576 Nef (1968, p. 233). Duckham habla de la «servidumbre del minero»: «Ninguna ley
'esclavizaba' realmente al minero. Sin embargo, nada es tan evidente en la historia social
escocesa de este período como que la mayoría de los dueños de las minas suponían que sus
mineros eran siervos en el pleno sentido de la palabra y que prácticamente todos los mineros
aceptaban esta condición» (1970, p. 243). Esto no les impedía, sin embargo, hacer huelgas de
forma periódica, lo que era posible porque «había escasez de picadores especializados»
(Hughes, 1952, p. 253).
Rusche y Kirchheimer señalan que justo en ese momento y precisamente en Holanda,
Inglaterra y Francia observamos el desarrollo de los correccionales, que servían
principalmente como «manufacturas que producían mercancías a un coste especialmente bajo,
debido a su mano de obra barata» (1939, p. 50; véanse también pp. 24-52, passim). Además,
ésta fue la época en la que se inventó el castigo de la esclavitud en galeras, «la forma más
racional de proporcionar mano de obra para unas tareas para las que nunca se pudo encontrar
mano de obra libre, ni siquiera cuando las condiciones económicas fueron peores» (pp. 57-
58).
124 Immanuel Wallerstein
fuera el beneficiado) habría puesto en peligro la competencia con los
holandeses, por lo que era preciso llegar a un equilibrio.
Podemos ahora apreciar el éxito de los esfuerzos realizados en la segunda
mitad del siglo xvn para promocionar la agricultura y la industria en Inglaterra
y Francia. La comparación clásica de la historiografía liberal es la realizada
entre la Inglaterra whig que evolucionaba hacia las industrias masivas del
futuro controladas por particulares y la Francia colbertista que emprendía el
camino trillado de las industrias de lujo. Como consecuencia de ello, se dice,
Inglaterra evolucionó hacia el liberalismo, el control parlamentario y el
progreso, mientras que Francia reforzaba la aristocracia, el «feudalismo» y el
despilfarro; en resumen, el Antiguo Régimen. Como en tantos y tantos
argumentos relativos a este período, el locus classicus moderno de estos
prejuicios es Heckscher:

m
Citado en Wilson (1969a, p. 122). Véanse también Heckscher (1935, II, página 169),
Lipson (1956, ni, pp. 273-74), Coats (1958, pp. 35, 46) y Wiles (1968, pp. 115, 118).
1!)
Emmanuel (1972).
No sólo no hubo en Inglaterra contrapartida a los établissements de la industria
de lujo en manos del Estado [francés], sino que además —y esto es mucho más
importante— las numerosas y amplias manufactures royales dotadas de todos
los privilegios posibles [...] no existieron en Inglaterra [...]
Esta diferencia es vital. Si los cambios técnicos hubieran consistido, como
los del período anterior, sobre todo en una mayor destreza manual, un mayor
refinamiento y una mayor plasticidad artística, en otras palabras, si hubieran
pertenecido a esa esfera técnica en la que la producción estaba determinada por
la familia real, la corte, la aristocracia y otros productores adinerados, Francia
habría tenido alguna posibilidad de convertirse en el principal país industrial al
norte de los Alpes. Pero las cosas fueron muy distintas. «Industrialización» o
«capitalismo» significaban una producción masiva para un consumo masivo, y
aquí las industrias de lujo estaban totalmente subordinadas. El liderazgo pasó,
pues, a Inglaterra 12\
La primera pregunta que se plantea a propósito de la explicación de Heckscher
es si los hechos son ciertos. Pierre Léon, aun admitiendo que Colbert
promocionó algunas industrias de lujo, duda de la validez del análisis.
Lo esencial de su esfuerzo se centró en realidad en las industrias masivas: los
tejidos de lana y lino (Elbeuf, Sedan, Languedoc); el acero, base de la industria
de armamentos (Valenciennes, Cambrai); la fabricación de papel. Se crearon
más de 400 fundaciones, 300 de ellas en el sector textil, gracias a sus desvelos.
Sin duda [Colbert] no creó una «base industrial», que existía desde hacía siglos,
pero trató de reforzarla y concentrarla [...] No cabe duda de que las
manufacturas reales [...] implantaron por vez primera [...] la «forma» de la
fábrica del futuro
En cuanto al efecto sofocante del colbertismo en la iniciativa capitalista, no
debemos olvidar que, al igual que la venalidad de los cargos y los soldados
mercenarios, el colbertismo representó un paso hacia las formas características
del siglo xix, y no un paso hacia atrás. El colbertismo se había originado con
Richelieu, y John Nef señala dos de sus efectos positivos:
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 125
En primer lugar, dentro del sistema, los partidarios de la aventura económica
tuvieron más libertad de la que se les había dado antes de la época de Richelieu
[...] En segundo lugar, el sistema de regulación mercantilista [...] constituyó
realmente un paso hacia la con- 1577 1578 cesión a los comerciantes del
reconocimiento político, el rango que según Eon [clérigo cuyos escritos fueron
influyentes en tiempos de Colbert] tanto necesitaban 126.
Si la diferencia entre los esfuerzos mercantilistas de Inglaterra y Francia en el
siglo xvn es menor de lo que con frecuencia se pretende, ¿por qué habla
Goubert (como muchos otros) del «fracaso global de Colbert» 127? ¿Por qué se
dice que el principal efecto de los aranceles de Colbert fue simplemente
«retrasar por un tiempo» la tendencia ascendente de la producción pañera
inglesa 128? Si el contexto era desfavorable, como sugiere Deyon 129, era tan
desfavorable para Inglaterra como para Francia. Wilson insinúa que los
franceses no eran lo bastante mercantilistas, que su mercantilismo, a
diferencia del de Inglaterra, «seguiría siendo relativamente incoherente e
impreciso aun en tiempos de Colbert», porque Francia carecía de «esa
combinación de capital comercial en expansión e influencia gubernamental
representada por el eje Westminster-City en Londres» 13°. Esta sugerencia nos
lleva a tratar de averiguar cómo perseguían sus objetivos económicos los
distintos grupos dentro del marco de los dos Estados mercantilistas del centro.
Recordemos que Francia era cuatro veces mayor que Inglaterra en tamaño y
que dentro de sus fronteras había regiones muy grandes que aún no pertenecían
al centro 131.
Para compararlas debidamente, debemos examinar primero los escenarios
comercial y financiero, empezando por una evaluación global. Se suele pensar
que el período comprendido

“ Nef (1968, p. 215).


127 Goubert (1970g, pp. 354-56), que nos recuerda que en el tratado de Nimega (1678)
Colbert tuvo que hacer concesiones en su política de altos aranceles por presiones holandesas
e inglesas. Meuvret pretende que el fracaso de las Compañías fue más importante que el
fracaso de la política arancelaria y que el impuesto de Fouquet de 50 sous por tonelada sobre
los buques extranjeros, equivalente francés de las Leyes de Navegación inglesas (1971a, p.
32). Véase también Deyon (1966, p. 55).
128 Priestly (1951, p. 47).
125 Los esfuerzos de Colbert «se inscribieron desde el principio como una difícil empresa»

(Deyon, 1963, p. 951).


120 Wilson (1965, p. 65).

131 Si bien se dice que Francia era en cierto modo demasiado grande, también se afirma
que los holandeses tenían el problema contrario. «Si todos los Países Bajos hubieran estado
unidos, las nuevas etapas del progreso económico que se desarrollarían en Gran Bretaña
habrían podido darse antes. El acero y el carbón belga, la fuerza hidráulica existente en las
Ardenas, podrían haber proporcionado los elementos esenciales para una revolución
industrial, pero los holandeses carecían de tales elementos» (Plumb, 1965, p. xxv).

1577Heckscher (1935, I, p. 221, el subrayado es mío).


1578Léon (1970a, p. 113). Además, las inversiones del Estado en la industria entre 1660 y
1789 sólo ascendieron a dos millones de francos anuales, «cifra irrisoria», ya que los ingresos
industriales representaban por término medio cien millones de francos (Léon, 1970b, p. 225).
126 Immanuel Wallerstein
entre 1660 y 1700 fue el de la «revolución comercial» en Inglaterra 1579, en una
época en que Inglaterra se estaba convirtiendo por vez primera en un «centro
de distribución mundial por méritos propios» ’ 1580. Lo que habitualmente se
resalta en este período es la parte de comercio mundial que los ingleses
arrebataron a los holandeses, reflejo de los aspectos positivos de las Leyes de
Navegación 1581. Pero ¿qué sucedía en Francia? Según Crouzet, «no hay
paralelo en Francia al prolongado y rápido crecimiento en el siglo xvn [y
especialmente a partir de 1660] del comercio exterior inglés» ’ 1582, pero
Delumeau, tras pasar revista a todo el período de 1590 a 1690, presenta un
cuadro muy diferente, en el que es visible el reforzamiento del comercio
exterior francés: «El progreso [... fue] lento, desigual, obstaculizado por los
reveses, pero decisivo»1583. Richet está de acuerdo con esto y ve un
«crecimiento absoluto», cuyo efecto fue «mucho más allá de las regiones
costeras» y permitió a los productores del sector textil y otros «alcanzar, en los
años 1680-1690, un nivel que no habían conocido nunca, ni siquiera en los
mejores años del siglo anterior» 1584.
¿Qué explica el fracaso, si de veras lo hubo, de las compañías francesas y
la mayor resistencia de los capitalistas franceses a invertir, en comparación con
sus colegas ingleses y holandeses? No puedo tomar muy en serio las
explicaciones que dicen que se debió al «temperamento francés y sus defectos»
1585
o a que los vástagos de los comerciantes franceses renunciaron a ser
hombres de negocios 1586. Aun si esto fuera más cierto que en otras partes, lo
que es dudoso ¿a qué fue debido? En cualquier caso, quedaría todavía por
explicar el modelo de inversión de los padres de los vástagos en cuestión. Tal
vez una mirada más detenida al comercio mundial por sectores clarifique las
cosas.
Comencemos por el tonelaje total y el valor del transporte marítimo por
sectores geográficos, que han sido calculados en el cuadro 2.
(Desgraciadamente, no conozco un cálculo similar para Francia.)

1579 Véase Davis (1954, pp. 161, 163), quien señala, sin embargo, que «el único período de
prosperidad comercial es el que va desde el fin de la depresión en 1677 hasta la revolución de
1688».
1580 Wilson (1965, p. xii). Sin embargo, Klein dice que «hacia 1670 el mercado de
Amsterdam era ya de escasa importancia como mercado mundial» (1966, pp. 208-209).
1581 Harper piensa que las leyes tuvieron un «efecto real por cuanto que impidieron a los
holandeses actuar como transportistas de terceros» (1939b, p. 300). Ástrom dice que el
cambio en el comercio del Báltico entre 1633 y 1685 fue «considerable» (1960, p. 7), aun
cuando las pérdidas de Holanda significaran a menudo ganancias tanto para el Báltico como
para los propietarios de buques ingleses. Franken cita a los Padres de la Ciudad de
Amsterdam, que en 1684 llamaron la atención sobre el hecho de que los ingleses tenían «en
sus cultivos y manufacturas unos fondos de comercio mayores» que los de Amsterdam, cuyo
comercio era en comparación «artificial» (1968, p. 10).
1582 Crouzet (1972, p. 62).
1583 Delumeau (1966, p. 105).
1584 Richet (1972, p. 205).
131 Meuvret (1971a, p. 33).

1)9 Kulischer (1931, pp. 16-17).


La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 127
CUADRO 2. TRANSPORTE MARÍTIMO INGLÉS EN 1700*

Sector Tonelaje Millones de Libras por 1


libras 000 ton.

Indias Orientales 5 000 0,9 0,180


1,7
Mediterráneo España y Portugal | 71000 1,5 | 0,046
Indias Occidentales 43 000 1,3 0,030
América del Norte 33 000 0,7 0,021
Europa septentrional 218 000 0,9 0,004
Zonas de la cercana Eu-
ropa 224 000 5,1 0,023

TOTAL 594 000 12,1


* Este cuadro ha sido reconstruido a partir de los datos de Wilson (1965, p. 162). Wilson
basó su trabajo en el de Ralph Davis.

Tres hechos destacan en este cuadro. Las zónas de la cercana Europa, que
son en buena parte las de las otras potencias del centro, representaban más de
un tercio del tonelaje y casi la mitad del valor. El comercio del Báltico
representaba otro tercio largo, pero muy poco del valor, lo que era bueno para
los transportistas pero no demasiado importante para los comerciantes. Las
India^s Orientales absorbían muy poco del transporte marítimo y muy poco del
valor total, pero el valor por tonelada de esta área es con mucho el más alto (así
como el del comercio del Báltico es con mucho el más bajo) y un alto valor por
tonelada significa una elevada tasa de ganancia por barco. En el caso del
comercio asiático, estos hechos implican que si bien tal vez fuera importante
para la Compañía de las Indias Orientales, no era todavía muy importante para
el conjunto de la economía-mundo. Esto explica quizá por qué la Compañía de
las Indias Orientales fue capaz de resistir los ataques a sus violaciones de la
lógica mercantilista gracias a su balanza comercial desfavorable 14°. El
perjuicio que realmente ocasionó este comercio fue muy limitado. La
contrapartida fue, naturalmente, que la Compañía de las Indias Orientales
esperase que el gobierno inglés «se valiera por sí mismo en Asia» 1587 1588.
Las importaciones fueron en aumento —861 000 piezas de algodón en el
año 1700 (que en sus dos terceras partes fueron reexportadas), frente a las 240
000 importadas eñ 1600 1589—, pero el mercado de exportación para las

1587 Véase P. J. Thomas a propósito de las «virulentas» discusiones acerca del comercio de
las Indias Orientales en el siglo XVII (1963, p. 6). En cuanto a su rentabilidad, véase Glamann,
quien afirma que «las ganancias producidas por el comercio holandés en Asia eran moderadas
en comparación con los ingresos obtenidos por los holandeses con la navegación y el
comercio en Europa» (1958, p. 11); véase también Morineau (1978e, p. 175).
1588 Bassett (1968, p. 85).
1589 Wilson (1965, p. 170). Los tejidos asiáticos eran especialmente apreciados en la época
por su ligereza, elegancia y fina textura. P. O. Thomas nos recuerda que en 1727 el Atlas
maritime decía que «la India y la China podrían vestir a todo el mundo con sus manufacturas»
(1963, p. 31).
128 Immanuel Wallerstein
mercancías europeas en Asia era todavía tan limitado que «cualquier intento
de almacenar excesivas mercancías llevaba a una drástica reducción de la
demanda y una caída de los precios» 1590. En una época en la que la demanda
era la principal preocupación colectiva de las potencias mercantilistas, el
comercio de las Indias Orientales no era una solución. En realidad, para
conseguir que ese comercio fuese «útil», la India habría tenido que sufrir una
periferización, y los ingleses, por no hablar de los franceses, no consideraron
que el esfuerzo mereciera la pena hasta después de la mejoría de 1750. Fue de
hecho en esa época cuando los británicos iniciaron la conquista política de la
India y su periferización económica 1591. El comercio del Mediterráneo
ocupaba una posición intermedia en muchos aspectos: en la medida en que el
Mediterráneo era una periferia más que una arena exterior 1592, en la importancia
cuantitativa del comerció146 y en su carácter decisivo para la rivalidad anglo-
fran- cesa w.
Cuando hablamos de la rivalidad anglo-holandesa y del des- arrollo de
Inglaterra a expensas de Holanda, pensamos ante todo en dos cosas: el mercado
interior inglés, en el que los holandeses habían desempeñado un papel
significativo, y la navegación en ei Báltico, que era el «comercio madre» de
Holanda. Si hacemos hincapié en la bandera de los barcos, podemos perder de
vista la naturaleza del cargamento, que cambió radicalmente en el curso del
siglo XVII. En el largo siglo xvi, el comercio del Báltico consistió sobre todo en
el transporte de cereales hacia el oeste (y aquí Danzig desempeñó un papel
crucial) y el transporte de tejidos hacia el este. El estancamiento del siglo XVII
puso fin a este comercio, pero sólo en las décadas intermedias, que fueron
testigo de una verdadera «desintegración del área del Báltico»148. La
decadencia de las exportaciones de cereales fue consecuencia del hundimiento
de
Levante como «el intercambio de manufacturas inglesas por materias primas extranjeras» y
dice que «el comercio puede reducirse, de hecho, al intercambio de paño fino por seda cruda».
Estoy de acuerdo con su valoración de Italia, pero no con la del Levante. Issawi (1974)
describe un constante proceso de implicación del imperio otomano en la economía- mundo
entre 1600 y 1914, pero no deja claro cuándo se produjo el cambio decisivo, aunque parece
sugerir que el siglo xvm fue un momento crucial.
14í
Rapp dice que el auge de Inglaterra en el siglo XVII «se basó en la conquista del mercado
del sur y más precisamente en la eliminación de los rivales mediterráneos en la industria y el
comercio» (1975, pp. 522-23). Esta me parece una exageración, pese a la utilidad inmediata
para Inglaterra (y para las Provincias Unidas) de la expansión del comercio con el
Mediterráneo cristiano a comienzos del siglo XVII. La cuestión es que, a partir de 1660, el
comercio del Mediterráneo desempeñó un papel cada vez menor como porcentaje del total,

1,3 Chaudhuri (1968, p. 486), quien añade que a partir de 1700 «los términos de intercambio

parecen haberse deteriorado para las mercancías europeas».


1591 Mukherjee sitúa el cambio hacia la década de 1740, en que, a consecuencia de la
desintegración del imperio mogol, la rivalidad anglo- francesa tomó la forma de «una dura
pugna para controlar la India por las supremas ventajas 'comerciales’ de una compañía a
expensas de otras» (1974, p. 110).
1592 Davis defiende la tesis de la periferialización en su análisis del comercio inglés (1961,
pp. 125, 137). En el caso de Italia, dice que en 1700 se había convertido «en un país más de
los que intercambian sus productos agrícolas por manufacturas inglesas». Davis describe el
comercio del
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 129
aun cuando continuara aumentando en términos absolutos. Para Francia, el comercio con el
Levante, que representaba la mitad de todo su comercio exterior a finales del siglo xvi, se
redujo hasta representar tan sólo una décima parte en la década de 1780. Para Inglaterra, la
decadencia fue aún más acusada: desde su punto culminante de un 10 por ciento a mediados
del siglo XVII hasta un 1 por ciento a finales del siglo xvm. Además, como fuente de algodón
en rama y mercado para los tejidos, el Levante perdió importancia cuando empezaron a surgir
otras fuentes y mercados. Véase Issawi (1974, pp. 114-15).
147 Parry dice que en el siglo xvm se produciría «la inverosímil paradoja de un Mediterráneo

inglés» (1967, p. 191). Léon y Carriére dicen que a lo largo del período transcurrido de 1661
a 1789, el comercio del Mediterráneo representó el 30 por ciento del total del de Francia
(1970, p. 194); e Issawi dice que en la década de 1780 Francia absorbía del 50 al 60 por ciento
del comercio otomano (1974, p. 114). El comercio francés llevaba consigo un papel
dominante en Berbería, región que correspondía aproximadamente a la actual Tunicia (Léon
y Carriére, 1970, p. 193).
Ástróm (1963, p. 29).
los precios mundiales y, como resultado de esto, de la retirada del mercado
internacional de las zonas cerealeras de Polonia y el este del Elba. Esto supuso,
a su vez, la decadencia del mercado pañero precisamente en estas zonas
cerealeras, al haber menos moneda fuerte disponible (recuérdese la Kipper-
und Wipperzeit) y producirse un resurgimiento de la producción artesanal
local en Europa oriental mediante la cual los terratenientes trataron de
rehacerse en parte de las pérdidas resultantes del hundimiento del mercado de
cereales 1593.
La eficiencia marginal de los tejidos ingleses frente a los tejidos holandeses
y a los tejidos fabricados a nivel local no era lo suficientemente grande como
para que pudieran sobrevivir en la zona del Báltico, donde la demanda se
contrajo «por falta de una reducción drástica de los precios, que estaba fuera
de lo posible» 1594°.
La Compañía Oriental había recibido una ayuda vital de la Corona
precisamente porque exportaba paño teñido y aprestado, creando así empleo151.
Cuando dejó de exportar y comenzó a importar, su papel privilegiado se vio
sentenciado a muerte, dado sobre todo que Inglaterra se dedicó cada vez más a
la reexportación y al comercio de distribución. Pero ¿qué importaba? El cereal,

1593 Ástróm añade otro factor, al afirmar que los grupos sociales de la zona del Báltico que

compraban paños finos (más que seda y terciopelo) eran la pequeña nobleza, la alta burguesía,
el clero, los funcionarios y los habitantes de las ciudades, y que su demanda se mantuvo a un
nivel bastante constante. «Las grandes fluctuaciones en el consumo de paño fueron debidas,
pues, a un solo grupo de consumidores de paño: los militares. Los preparativos bélicos
estimulaban la demanda, mientras que las desmovilizaciones la frenaban» (1963, p. 71). De
este modo se hace responsable a la «tregua del norte», que 'siguió al fin de la guerra de los
Treinta Años, del acusado descenso de la compra de paños.
Me pregunto si esto basta para explicarlo. En primer lugar, no creo que la demanda no
militar fuera tan constante. El propio Astrom señala que los ingleses de la época explicaban
la crisis de exportación de sus paños en función de tres factores, «la competencia de los
holandeses, el incremento de las manufacturas de paño en el norte y el este de Europa y la
reducción del poder adquisitivo del mercado polaco» (1963, p. 69). La segunda y la tercera de
estas explicaciones implican precisamente una falta de constancia de la demanda no militar.
El primer factor está relacionado con la guerra de los Treinta Años: no con la demanda militar
sino con el hecho de que, debido a la guerra, los buques holandeses «desaparecieron del
comercio inglés» en el Báltico de 1623 a 1649 (Hinton, 1959, p. 37).
■» Hinton (1959, p. 45).
,!1 IbicL., p. 59.
130 Immanuel Wallerstein
la importación tradicional, se había hundido. Teniendo en cuenta que la causa
del hundimiento del comercio de cereales —el estancamiento de la economía-
mundo llevó a una encarnizada rivalidad comercial entre las tres potencias del
centro, y dado que su rivalidad degeneró frecuentemente en guerras
(especialmente navales), se originó una doble demanda que la zona del Báltico
podía satisfacer: hierro y pertrechos navales.
Los pertrechos navales habían sido importados del Báltico desde hacia
mucho tiempo, pero «el problema del abastecimiento antes de 1650 no había
sido nunca grave» 1595. Ahora lo era, y por tres razones: la expansión de la
construcción naval, la expansión de la construcción de viviendas
(especialmente tras el gran incendio de Londres) y el hecho de que la
construcción anterior había agotado de tal forma la oferta de madera inglesa
(y a finales de siglo también la de madera irlandesa) que la escasez había
«alcanzado [...] las dimensiones de una crisis nacional» 1596. Aquí llegamos a
una diferencia crucial entre Inglaterra y Francia: dado que Francia era mucho
mayor de tamaño, contaba con una oferta mucho mayor de madera, y todavía
en tiempos de Colbert parecía llevar una considerable ventaja a Inglaterra en
este aspecto 1597. Sin duda la madera francesa adolecía de su mala calidad para
la construcción naval, mientras que los mástiles de Europa del norte eran de
primera calidad, pero Francia tenía su propia madera. La cuestión que se
planteaba a los franceses era si la diferencia de calidad de los mástiles era
suficiente para que mereciera la pena realizar un esfuerzo suplementario en
tiempo, dinero y recursos políticos militares a fin de obtener madera de otra
parte. La respuesta parece haber sido en gran medida negativa 1598. Los
ingleses no podían permitirse el lujo de escoger: tenían que obtener la madera
fuera. Por ello realizaron un gran esfuerzo en el Báltico y un esfuerzo aún
mayor que los franceses en Norteamérica.
El hecho de que en Francia hubiera una mayor oferta nacional de madera
tuvo dos importantes efectos secundarios. Hizo que el comercio del Báltico se
desplazara geográficamente hacia el este, pasando de Danzig a Kónigsberg, de
allí a Riga y de allí a Narva, y llevó finalmente a que Rusia y Finlandia
empezaran a incorporarse al mismo a través de los puertos de Estocolmo y

1595
Ibid., p. 99.
líJ
Wilson (1965,'p. 80). Darby dice que en la época de «la Restauración, en 1660, la
extensión de los bosques se había reducido mucho» (1975, página 328). Una consecuencia
política fue que la Junta Naval se sintió alarmada y consultó a la Royal Society. En 1664,
John Evelyn hizo un informe en el que instaba a los terratenientes a plantar árboles. El consejo
fue ampliamente seguido y finalmente recompensado con una mayor oferta nacional. Es
evidente que «los árboles plantados en esos años alcanzaron su madurez a tiempo para
mantener a la armada británica a lo largo de las guerras del siglo xvm» (Darby, 1973, p. 329).
1597 Véase Bamford (1956, pp. 206-7).
I!!
«La resistencia de los empresarios franceses a aventurar capital y barcos en empresas
marítimas en el norte, por la que fueron criticados a menudo, parece haberse basado en una
apreciación realista de sus propias limitaciones y de los riesgos implícitos en una
competencia con los formidables holandeses» (Bamford, 1954, p. 219). Bamford sugiere que
una segunda razón de esta resistencia a procurarse mástiles en el norte, además del coste, fue
el miedo a «incurrir en las graves desventajas estratégicas que la dependencia de ellos
implicaba en tiempos de guerra»
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 131
ViborgI56. La segunda consecuencia, de mayor alcance, fue que Inglaterra se
vio obligada a desarrollar sus recursos carboníferos. Una reciente y moderada
estimación indica que la producción de carbón aumentó en un 60 por ciento a
lo largo del siglo en general, incrementándose en un 370 por ciento desde el
punto más bajo en 1650 hasta el punto más alto en 1680 I57. La tendencia a
sustituir la leña por carbón para calentarse y cocinar fue puesta de moda por
Jacobo I, pero su impulso se debió a la interrupción de las importaciones
provocada por las guerras anglo-holandesas. Más tarde, los dueños de las
manufacturas comenzaron a buscar procesos que permitieran el uso de carbón,
y en 1738 un observador francés escribía que el carbón era «el alma de las
manufacturas inglesas» I58.
(1956, p. 113). El comercio francés en el Báltico sólo representaba en esa época el 7 por ciento
del total (véase Léon y Carriérre, 1970, p. 194). De los esfuerzos franceses en Norteamérica
dice Bamford: «Los árboles para mástiles eran abundantes y baratos en Canadá, pero su
explotación exigía el empleo de mano de obra local, cuyos salarios eran notablemente
elevados» (1956, p. 120).
Es esencial comprender que la resistencia inicial de los franceses (en comparación con la
necesidad de los ingleses) a buscar en Norteamérica recursos madereros no hizo sino
autorreforzarse. Bamford señala que uno de los argumentos franceses para interrumpir las
importaciones de mástiles norteamericanos en 1731 fue el de su mala calidad. Pero Bamford
dice que la mala calidad de los mástiles se debía al hecho de que eran cortados en las cercanías
del río San Lorenzo, y no en las tierras del interior, y permanecían allí cortados durante cerca
de dos años antes de ser embarcados. «Si los franceses, en lugar de interrumpir las
importaciones, se hubieran dedicado a ampliar la explotación de la madera canadiense, los
resultados podrían haber sido ciertamente más productivos para ellos, como lo fueron las
posteriores talas de árboles canadienses para los británicos» (1956, pp. 127-28).
154 Véase Astrom (1963, pp. 41-44). Esto no es sólo aplicable a la búsqueda de madera, sino

también a la de lino, cáñamo, brea, pez y potasa.


ls7 Langton (1972, p. 51), que sugiere que la cifra es moderada en comparación con los

cálculos de Nef, quien cree que la producción se multiplicó por 15, y concluye que «no se
produjo una clara 'revolución'». ¡Allá cada cual con su idea de lo que es una revolución!
“* Citado en Minchinton (1974, p. 151). A propósito de la escasez de
Además de los pertrechos navales, la otra nueva importación del Báltico
era el hierro. A comienzos del siglo xvn, el hierro representaba el 2 por ciento
de las importaciones inglesas del Báltico, y a finales de siglo el 28 por ciento
159
. Decir hierro era decir Suecia, y el hierro era un producto industrial,
resultado de la transformación del mineral. ¿Por qué desempeñó Suecia en esa
época un papel tan importante en la producción de hierro? Hay que recordar
que antes de acabar el siglo xvm, el carbón vegetal era la principal fuente de
energía para la fundición del hierro. Dado que tanto el metal como la energía
eran caros de transportar, la situación ideal era disponer de ambos elementos
en un mismo lugar. (El hierro era, de hecho, más accesible y abundante que los
bosques.) En Suecia había tanto una buena calidad de hierro como una gran
cantidad de carbón vegetallé0. Inglaterra y Francia tenían también importantes
fundiciones; probablemente las de Francia eran mayores, debido sobre todo a
una «menor penuria de combustible». El resultado fue que Inglaterra se
convirtió en un gran importador de hierro sueco para complementar su propia
producción, mientras que Francia «no importaba ni exportaba este metal» lél. Es
decir, Francia producía lo que necesitaba y, por consiguiente, no tenía
«necesidad» del comercio del Báltico. El hierro sueco desempeñó un papel
132 Immanuel Wallerstein
crucial en el desarrollo de Suecia como potencia semiperiférica dentro de la
economía-mundo. Analizaremos esta parte de la historia más tarde. Por el
momento, lo que tratamos de subrayar es el efecto del tamaño y los recursos
respectivos de Inglaterra y Francia para su modelo de comercio exterior. Las
manufacturas conocieron una expansión en ambos países; cada vez era
necesario
madera y del desarrollo del carbón en Inglaterra, véase Wilson (1965, páginas 80-85), quien
añade una advertencia muy típica: «El éxito de la sustitución de la madera por carbón como
combustible y la creciente producción de la industria del carbón no deben ser considerados
como deus ex machina para explicar todo el desarrollo de la industria británica fuera del sector
textil». Sin embargo añade: «Fue probablemente el factor más favorable a la expansión en la
economía de principios del siglo xvil».
159 Ástróm (1963, p. 32).

Heckscher (1932, p. 139), dice que «fue a la cantidad [de carbón vegetal] más que a la
calidad a lo que Suecia debió su posición privilegiada».
Léon hace hincapié en la creciente escasez de mineral de hierro en Francia a lo largo
del siglo xvm. Afirma que ya en 1685, Francia importaba 8,5 millones de libras al año (y en
1787, 42 millones) de Alemania, Rusia, España y especialmente Inglaterra y Suecia. Habla
de las crecientes quejas en el siglo xvm «acerca de las amenazas de deforestación y del
creciente coste del combustible» al analizar las revueltas campesinas de 1731 en el Franco
Condado contra los metalúrgicos que destruían los bosques (1970b, pp. 231-32).
más hierro m, y éste, a su vez, requería más combustible. La razón por la que
Inglaterra tuvo que recurrir al carbón como combustible y a la importación de
hierro antes que Francia 163 fue más una cuestión de diferente ecología que de
diferente nivel de industrialización.
Fue quizá en el comercio atlántico donde se dieron las diferencias más
notables e importantes entre Inglaterra y Francia. La participación de Inglaterra
en el comercio atlántico, por lo que respecta a la cantidad de mercancías
transportadas, fue mayor que la de Francia. Además, Inglaterra creó colonias
de asentamiento en el hemisferio occidental durante este período, mientras que
la colonización francesa fue relativamente lenta e infructuosa. Los dos
fenómenos están de hecho vinculados. Hacia 1700, Inglaterra era el país «con
mayores intereses en el Atlántico»164. ¿Por qué? Ya hemos estudiado cómo
dominaban los holandeses el comercio europeo; para ellos parecía más sensato
seguir con su fuerte mercado que cultivar otros nuevos y difíciles. ¿Por qué,
pues, los franceses, al igual que los ingleses, no se volvieron hacia el comercio
atlántico? O mejor dicho, ¿por qué los ingleses, especialmente de 1660 a 1700,
obtuvieron resultados mucho mejores que los franceses? La cosa parece clara.
En el siglo xvn se establecieron en el hemisferio occidental 28 nuevas unidades
de colonización, 3 holandesas, 8 francesas y 17 inglesas, y hacia 1700 los
ingleses tenían de 350 000 a 400 000 súbditos (incluidos los esclavos), frente
a los 70 000 de los franceses, mientras que en las florecientes colonias del
Caribe había el doble de ingleses que de franceses 165. El Canadá francés y la
Luisiana no se podían equiparar ni de lejos con las colonias británicas en
Norteamérica por lo que se refiere a población o producción. Entre 1600 y
1700, Inglaterra desarrolló un importante comercio de reexportación de
productos coloniales a gran escala que resultó muy
l
“ Flinn rebate la antigua tesis de que las manufacturas de hierro fueron una industria
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 133
estancada en Inglaterra entre 1660 y 1760. Según él, el aumento de las importaciones reflejó,
por el contrario, un aumento de la demanda en el país y en las colonias (1958, p. 145). Bairoch
demuestra que mientras que la producción nacional de acero británico permaneció estable de
1660 a 1760, las importaciones aumentaron en un 130 por ciento, y piensa que donde se hizo
más uso de él fue en la agricultura (1966, páginas 8-10).
143 La expansión paralela en Francia le obligó finalmente a entrar en la «era de la hulla»

hacia 1735 (Léon, 1970b, p. 232).


1M
K. G. Davies (1974, p. 314).
l6S
Ibid., pp. 45, 80, 85. Por supuesto, el número de unidades de colonización depende de
cómo se defina la unidad. Davies da una lista y una justificación.
rentable)166. De hecho, uno de los más importantes resultados de las Leyes de
Navegación fue la facilidad con que los transportistas ingleses monopolizaron
el comercio con sus propias colonias, a lo que habría que añadir su amplio
dominio del contrabando en la América española 167.
Los franceses transportaban también tabaco y azúcar a través del Atlántico,
como los ingleses, pero la cantidad total transportada era menor y el mercado
interior francés absorbía buena parte de lo importado, dejando menos margen
a la reexportación. En comparación con los ingleses, los franceses tenían
menos productores en las Américas —colonos, siervos contratados
[indentured servants] y esclavos—, y por lo tanto producían menos 168. ¿Por
qué tenían menos productores? No es una pregunta fácil de contestar. Sabemos
que ambos países mantuvieron actitudes bastante diferentes hacia la
emigración de los grupos religiosos disidentes. En efecto, los ingleses
fomentaron este tipo de emigración, o al menos no la desalentaron, mientras
que Luis XIV prohibió a los hugonotes establecerse en las Américas, diciendo
que él «no había hecho católico su reino para entregar sus colonias a los
herejes» 169.
Parece que nos encontramos de nuevo con la explicación usual de las
diferencias entre ambos países: Inglaterra era un país constitucional y
relativamente liberal, mientras que Francia era un país absolutista y autoritario.
Hay de por medio, sin embargo, un hecho curioso. En 1687-1688, poco después
de la revocación del edicto de Nantes, el rey de Francia amenazó a los
hugonotes capturados cuando trataban de «escapar» a través de las fronteras
(probablemente a otros países europeos) con su deportación a Misisipí,
Canadá, la Martinica y otros lugares de América. Esta fue una amenaza eficaz,
al menos según Scoville, ya que «la amenaza de ser trasladados al otro lado del
Atlántico aterraba a hugonotes y conversos mucho más que la posibilidad de
verse encadenados a galeras de por vida» 17°.

■“ Véanse Davis (1954, p. 131) y Wilson (1965, p. 161).


167 Parry (1967, p. 206).

Los ingleses hicieron «pleno uso del sistema del trabajo servil contratado [indentured
labor]». En 1700, 250 000 ingleses habían emigrado a Norteamérica, frente a 20 000 franceses
(K. G. Davies, 1974, pp. 80, 96). Curtís calcula un número superior de esclavos en las colonias
británicas, especialmente antes de 1700 (1969, cap. 3).
169 Dehio (1962, p. 89). Los hugonotes no estaban demasiado ansiosos de ir; como dice
Dehio, allí «sólo podían esperar encontrar las mismas formas autoritarias de vida social,
política y eclesiástica del otro lado» del Atlántico.
170 Scoville (1960, p. 103).
A la vista de estos hechos, parece que no fueron consideraciones religiosas las
134 Immanuel Wallerstein
que impidieron a los franceses enviar más colonos. Tal vez lo que sucedía era
que los franceses no estaban tan interesados como los ingleses por las colonias
de asentamiento.
¿Qué es lo que provoca el interés por las colonias de asentamiento? Creo
que aquí llegamos al quid de la cuestión. Las colonias de América cumplían
dos fines. En primer lugar, eran una fuente de los llamados productos tropicales
—azúcar, algodón, tabaco—, que requerían un clima inexistente en la mayor
parte de Europa. El gran Caribe (incluyendo Brasil y la parte meridional de
Norteamérica) era apropiado desde el punto de vista ecológico, y tanto Gran
Bretaña como Francia adquirieron colonias en esta región con dicho propósito.
Las diferencias a este respecto eran relativamente pequeñas, aunque tal vez
Gran Bretaña tuviera más éxito que Francia. La segunda función, muy
diferente, de las colonias, era la de mercado para las manufacturas y las
reexportaciones. Las colonias tropicales constituían un mercado débil,
precisamente porque tendían a utilizar mano de obra forzosa para mantener
bajos los costes de producción. Eran los colonos europeos con un nivel de vida
relativamente alto los que proporcionaban una renta colectiva lo
suficientemente grande como para cumplir esta función.
Inglaterra creó colonias de este tipo, Francia no. ¿Estará la explicación en
que Francia necesitaba menos un mercado, o en que encontró mercados en
otros lugares? Una vez más, volvemos al factor del tamaño. ¿No era Francia
capaz de vender una mayor cantidad de sus productos en su mercado interior
1599
? Inglaterra necesitaba a Europa como mercado (durante mucho tiempo a
través de las Provincias Unidas)172 y también necesitaba crear sus colonias en
Norteamérica 173. Todo es relativo. Enfrentadas al mismo problema de la
contracción a nivel mundial, Francia e Inglaterra tuvieron ambas reacciones
mercantilistas, dirigidas primero contra las Provincias Unidas y luego contra
el otro país. Pero en Inglaterra todo condujo a una concentración en el
comercio exterior. Era un círculo vicioso: como consecuencia de su necesidad
de comerciar, necesitaba barcos, lo que a su vez hacía necesarios pertrechos
navales, éstos a su vez productos con que comprar los pertrechos navales y
éstos a su vez compradores en las colonias para las manufacturas en expansión.
La cantidad puede incluso explicar por qué los británicos desarrollaron el

1599 «No cabe duda de que en términos cuantitativos el volumen del comercio interior [en
Francia] superaba de forma abrumadora al volumen del comercio exterior» (Léon y Carriére,
1970, p. 165).
De hecho, en el siglo xvu nos encontramos con una orientación hacia el interior de los
puertos comerciales, lo que Morineau llama la «septen- trionalización» del puerto de
Marsella, que «se disoció del Mediterráneo». Morineau explica que a principios del siglo xvu,
Marsella conoció una «auténtica expansión», que fue «más brillante que [la expansión del]
siglo xvi» (1970b, pp. 163, 169). Cabe preguntarse cómo pudo ser esto si Marsella acababa
de perder el rentable comercio de las especias, que había caído en manos de los holandeses
con el consiguiente cambio de ruta. Respuesta de Morineau: Marsella servía como centro de
importación al cuero y especialmente a la seda cruda, y abastecía de seda a las manufacturas
de Lyon, que en este momento se estaban apoderando de los mercados franceses hasta
entonces abastecidos por los italianos. ¿Qué mercados eran éstos? Los mercados de lujo de
la Corte, que prosperaban en medio del declive general. El mercado surgió de tres fuentes: la
reorientación de la demanda existente, el incremento de las rentas señoriales y el in-
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 135
comercio triangular, a diferencia de los franceses. El número mayor de barcos
despertó una mayor preocupación por el tráfico en un solo sentido y por la
infrautilización de los barcos, que el comercio triangular vino a solucionar 174,
y esto, a su vez, reforzó la utilidad de las colonias de asentamiento. Finalmente,
el mayor comercio atlántico de Gran Bretaña llevó a un mayor comercio de
reexportación, que dio lugar a un significativo grupo de presión
antimercantilista en -Inglaterra 17S, lo que tal vez explique los diferentes
procesos que tuvieron lugar en el siglo xvm.
Se afirma a menudo que otro importante factor del progreso económico de
Inglaterra fue la combinación de la ausencia de aduanas con el
perfeccionamiento del sistema interior de transporte (eliminación de presas,
reforzamiento de las orillas, pro- fundización de los lechos, construcción de
esclusas y acorta- cremento de las rentas de los cortesanos, resultante del aumento de los
impuestos. «De este modo se estimuló un comercio de lujo que rivalizó con el de las armas y
el cuero, ya que el siglo xvn, no lo olvidemos, fue un siglo con botas. Marsella extrajo la
esencia de su desarrollo de los recursos internos de Francia. De este modo consiguió escapar
a las repercusiones de la depresión de los metales preciosos» (1970, pp. 168-69).
172 A pesar de las «espectaculares aventuras coloniales [de Inglaterra en el siglo xvn], el
comercio era todavía primordialmente intraeuropeo» (Supple, 1959, p. 7). Sin embargo, el
comercio con Holanda declinó a medida que aumentaba el comercio con las colonias (Wilson,
1965, pp. 271-72).
173 Véase F. J. Fisher (1950, p. 156). Jeannin afirma que en el período comprendido entre
1650 y 1750, los dos principales mercados para las manufacturas de Europa occidental fueron
los colonos norteamericanos y los diversos Estados (1964, pp. 338-39). Una vez más, el hecho
de que Francia tuviera un Estado mayor, con necesidades más amplias, que Inglaterra supuso
una necesidad correlativamente menor para ella de un mercado norteamericano.
174 Véase Davis (1956, p. 71).
175 Véase Wilson (1967, p. 513).
miento de los recorridos mediante la excavación de zanjas) 1600. Aunque el
incremento de los costes resultante de las aduanas en Francia fue relativamente
pequeño —y no olvidemos que sólo se aplicaban al comercio fuera de las cinco
grandes fer- mes—, en general el transporte en Francia era caro, dicen Léon y
Carriére. Se muestran perplejos: «Nos es difícil profundizar más en una
cuestión tan compleja» 1601.
¿No sería más correcto considerar el problema de esta forma? Los costes
de transporte en Inglaterra no debían diferir demasiado de los costes del
transporte en la zona aduanera del norte de Francia. Dado que a Inglaterra se
iba por mar y a la zona aduanera del norte de Francia se iba, si no sobre todo al
menos en parte, por tierra, y dado también que fue justo en esta época, cuando
el transporte marítimo pasó a ser significativamente más barato que el
transporte terrestre, el dilema de Inglaterra ante la falta de un mercado interior
suficiente se convirtió en una ventaja 1602 1603. Quizá la cuestión sea que Francia

1600
Véase T. S. Ashton (1969, pp. 72-74).
1601
Véase Léon y Carriére (1970, p. 178).
171
Véase el análisis anterior en Wallerstein (1974, pp. 264-66).
1603
No olvidemos que en el largo período de contracción, el comercio exterior no lo era
todo, ni siquiera para Inglaterra. Reed, por ejemplo, afirma: «Es el volumen total de las
transacciones lo que influye en la reducción de los costes, independientemente del origen
136 Immanuel Wallerstein
estaba en mejor situación económica que Inglaterra. Tenía menos necesidades
que la impulsaran a desarrollar un comercio «exterior». El desarrollo del
comercio exterior tal vez no supusiera una gran diferencia real en el largo
período de contracción, pero puede que fuera lo que situó a Gran Bretaña en
mejores condiciones —desde el punto de vista económico, político y militar—
para aprovecharse de la renovada expansión económica de mediados del siglo
xvm m.
Debemos ahora volver a la cuestión de cómo hicieron frente Inglaterra y
Francia al problema de la financiación del flujo de la producción y el comercio.
Aquí es necesario un análisis de tres problemas muy delicados: el papel de los
metales preciosos en el comercio de esta época (probablemente la mayor
preocupación de los mercantilistas), la disponibilidad y afluencia de metales
preciosos en esta época y el impacto de la hacienda pública en el
funcionamiento del conjunto del sistema. Geoffrey Parker mantiene que el
período comprendido entre 1500 y 1730 fue testigo de una «revolución
financiera» que constituyó un preludio esencial de la revolución industrial y
supuso dos cosas para las finanzas privadas: la concentración de las facilidades
de crédito en unos pocos centros y «asociada con esto, la evolución de un
sistema internacional de pagos multilaterales» 180. Tras el ambiguo significado
de evolución, palabra que denota un proceso, se esconde una importante
controversia. ¿Hasta qué punto fueron los pagos realmente multilaterales?
Aunque quizá sea más exacto preguntarse cuándo estuvo el multilateralismo
de los pagos lo suficientemente extendido para que los comerciantes, y también
los gobiernos, contaran con él en sus cálculos.
El debate fue planteado en el curso de un conocido intercambio que se
inició porque a Charles Wilson no le agradó que Eli Heckscher rechazara la
lógica mercantilista (cosa que de hecho tenía todo el derecho a hacer). Wilson
mantenía que, teniendo en cuenta que el cambio de un sistema de pagos
bilateral a uno multilateral no tuvo lugar hasta el siglo xvm, la preocupación
de los mercantilistas en el siglo xvn por la disponibilidad de moneda era muy
racional181. Heckscher replicaba que «el comercio multilateral y el arbitraje
existían ya en la Edad Media —y quizá incluso antes—», y que el tema de los
medios «por los que [...] se efectuaba este comercio multilateral» es una
«cuestión secundaria» 182. El flujo de metales preciosos no era sino uno de los

nacional de los comerciantes envueltos en ellas. Aunque el comercio exterior [inglés] conoció
una expansión [en el siglo xvu], su nivel fue más bajo que el del comercio interior, y no hay
pruebas que demuestren que creció más deprisa. El comercio nacional puede, pues, haber
desempeñado el papel dominante» (1973, p. 184). La cuestión está bien planteada. Queda sin
embargo por ver si el volumen total de las transacciones en Francia fue realmente menor que
en Inglaterra, dado especialmente el tamaño mucho mayor de Francia.
Es posible, sin embargo, que queramos estudiar no el volumen nacional de las
transacciones, sino el volumen en un mercado determihado. París, por supuesto, nunca
combinó las funciones administrativas con las económicas, como lo hizo Londres, debido una
vez más al tamaño y a la estructura geográfica de Francia. El crecimiento de Londres como
ciudad y como mercado entre 1650 y 1750 es un tema muy estudiado (véase Wrigley, 1967,
p. 63). Pudiera ser que los costes de las transacciones en Londres fueran más bajos que los
costes de las mismas en París y otros
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 137
medios de llevar a cabo una liquidación multilateral; hay que tener en cuenta
también el flujo de letras de cambio, sin cuyo «uso universal» el comercio
centros franceses. Si North y Thomas están en lo cierto, en el período comprendido entre
1500 y 1700 el cambio tecnológico fue demasiado pequeño para explicar el aumento de la
productividad: la única fuente posible de tal aumento fue «la reducción de los costes como
consecuencia de la utilización del mercado» (1973, p. 150), lo que tal vez explique la ventaja
de Inglaterra sobre Francia, pero sólo eso.
Parker (1974a, p. 532).
1,1
Wilson (1949).
Heckscher (1950, pp. 221-22).
multilateral «no habría podido mantenerse». La respuesta de Wilson es la
siguiente: por supuesto, había habido un cierto comercio multilateral y un
cierto uso de las letras de cambio, pero el volumen del comercio dependía
(especialmente en el Báltico) del «eslabón» de los metales preciosos en barras
o acuñados, pues sin éstos el comercio se habría visto «restringido por la vuelta
a unas condiciones más o menos bilaterales» 1604.
En sus comentarios sobre este debate, Jacob Price acusa a ambas partes de
«historicidad imprecisa» y de visión estática de todo el período mercantilista.
Las letras de cambio, dice, fueron creadas en la Edad Media no sólo por razones
de seguridad o sencillez en el pago, «sino en parte para compensar la relativa
escasez de moneda». Mantiene que desde mediados de siglo xvi hasta 1660, la
oferta mundial de plata experimentó un enorme incremento, permitiendo la
expansión del comercio, pero que después de 1660 la oferta de plata se contrajo,
lo que dio lugar tanto a un mayor uso de las letras de cambio como a la
expansión del flujo de mercancías para «equilibrar el comercio» 1605. Price
parte, pues, la diferencia, cediendo a Wilson la primera mitad del siglo xvn y a
Heckscher la segunda. Para Price, la diferencia se explica por la cantidad de
metales preciosos disponible. Sperling apoya a Price y coincide con él en que
1660 fue el momento crucial del cambio, después del cual hubo un centro
internacional de clearing Amsterdam- Londres que «se desarrolló para hacer
frente a las crecientes necesidades de un sistema de comercio mundial» 1606,
posibilitando así la revolución industrial. Rudolph Blitz se suma a esta
controversia recordando oportunamente que los metales preciosos son, al igual
que la moneda, una mercancía:
Si un país no produce más que oro, y lo exporta al resto del mundo a cambio
de bienes de inversión y consumo, es más apropiado considerar estas

1604
Wilson (1951, p. 232), quien insistía en que el debate era real: «El hecho de
que todos coincidan en que el uso de metales preciosos como instrumento do pago
internacional constituye una especie de acuerdo multilateral reducirá, espero, el margen de la
argumentación, pero no lo suprime del todo. Porque no puedo dejar de pensar que sigue
habiendo una diferencia de concepción en cuanto al modelo normal de comercio y pagos
internacionales en la época mercantilista. El profesor Heckscher reserva, en mi opinión, un
papel demasiado pequeño a los metales preciosos y un papel demasiado grande a la letra de
cambio.' ¿Era el mundo de Thomas Mun realmente tan similar al mundo de Alfred Marshall
como sugiere el profesor Heckscher? ¿Es la financiación del comercio internacional un tema
sin historia? No lo creo. [Hubo] movimientos de metales preciosos a una escala muy diferente
de las 'minucias’ del siglo xxx y comienzos del xx» (195J, p. 233).
1605
J. M. Price (1961a, pp. 273-74).
1606
Sperling (1962, p. 468).
138 Immanuel Wallerstein
exportaciones de oro como «exportaciones de la mercancía oro» que como
índice de una balanza desfavorable
Esta afirmación es totalmente correcta y, por lo tanto, la cuestión de por qué
afluyeron los metales preciosos más por unos canales que por otros en el siglo
xvn es tan importante como la de su origen. Pasando revista a las diferentes
zonas comerciales, observamos que el debate original entre Wilson y
Heckscher se centró en el comercio del Báltico. Wilson afirmaba que «el
Báltico fue el sumidero por el que desapareció mucha de la plata americana que
España hipotecó a Amsterdam a cambio de las exportaciones holandesas» 187.
Un examen más detenido muestra, sin embargo, que no es cierto que el
comercio del Báltico en su conjunto requiriera la exportación de plata. Hinton
afirma que hacia 1660 Inglaterra comerciaba con tres zonas que requerían la
exportación de plata —las Indias Orientales, Turquía y Noruega—, pero este
requisito no era «necesariamente aplicable al comercio con Europa oriental» l88.
Comentando precisamente las afirmaciones de Wilson acerca del Báltico,
Ástróm mantiene que la moneda de plata era exportada a Noruega y Rusia, pero
no a las zonas donde el comercio alcanzó un importante volumen: los países de
Europa oriental y Suecia 189. Además, Sperling insiste en que hay «abundantes
pruebas» del uso de letras de cambio en el Báltico, y tanto Hroch como
Glamann sugieren que el déficit del comercio del Báltico tal vez se compensara
con una balanza comercial contraria en el comercio por tierra entre el Este y el
Oeste 19°.

Blitz (1967, p. 41).


187
Wilson (1959, p. 154). Supple está a favor de Wilson y en contra de Heckscher a este
respecto (1959, p. 86), y cita una obra escrita en 1641 por Lewes Roberts, titulada The
merchant's map of commerce: «La población de Oriente es famosa por tener tan poco oro y
tan poca plata que lo desprecia todo por ellos y vende sus ricas mercancías [...] a bajo precio,
especialmente las que son para la alimentación de cada día» (1951, p. 176).
Hinton (1959, p. 115).
1W
Véase Astróm (1963, p. 82). Heckscher también insistía, a propósito de Suecia: «Por
decirlo suavente no hay la menor huella de una afluencia continua de plata [a Suecia]» (1950,
p. 225). Pero Attman, hablando del comercio con Rusia, dice: «Hasta mediados del siglo xvu,
por lo menos, todos los países tuvieron que pagar su déficit comercial con metales preciosos»
(1973, p. 160).
150
Sperling (1962, p. 461). Parte de la plata que llegaba al Báltico era gastada por los
polacos en el Levante a cambio de «artículos de lujo orientales» (Mgiczak, 1976b, p. 2, y
véase también 1974, p. 507). Véanse también Hroch (1971, p. 26) y Glamann (1977 p. 262).
¿A dónde iban, entonces, los metales preciosos? Parecen haber ido a Noruega
y a Rusia, y tal vez a Turquía y, por encima de todo, a las Indias Orientales y a
otro lugar: Holanda. Las Indias Orientales y Holanda: ¡curiosa pareja! Estos
dos flujos de metales preciosos eran muy diferentes, tanto por su forma como
por sus objetivos.
Dales afirma que Wilson tiene razón, pero no en el caso del Báltico; afirma
que los argumentos de Wilson son aplicables sobre todo al comercio entre
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 139
Europa y «Oriente» 1607 1608. La obra de Chaudhuri parece dejar pocas dudas
acerca del hecho de que hubo una continua corriente de metales preciosos de
Inglaterra a la India entre 1600 y 1750. Pero ¿qué significó esto? A comienzos
del siglo xvn, dice Chaudhuri,
dado que la Compañía se había convertido en un comerciante local en los
mercados de Asia, se podría decir que la exportación del tesoro fue en cierta
medida una exportación de capital que, al ser invertido en las factorías asiáticas
de la Compañía, produjo una alta tasa de ganancia con la que se pudieron
realizar, en parte al menos, las compras europeas
Sin embargo, la posterior importación hacía que algunos bienes (y
primordialmente las especias) fueran comprados a bajo precio en Asia y
vendidos a alto precio en Europa. En términos monetarios, Chaudhuri opina
que «la causa primordial del drenaje de metales preciosos [... fue] la notable y
amplia disparidad del valor del oro y de la plata en términos de mercancías en
los dos continentes» 1609. Pero ¿a qué era debida esta disparidad?
Cuando Chaudhuri pasa a analizar el período comprendido entre 1660 y
1720 1610, sugiere que el comercio con las Indias
Orientales estaba «también adquiriendo un carácter multilateral». Sin embargo,
los datos que ofrece no muestran una decadencia significativa de las
exportaciones de metales preciosos, sino todo lo contrario. En general, dice, el
tesoro continuó representando del 70 al 90 por ciento del valor total de las
exportaciones anuales, lo que indica que «los factores económicos esenciales
para el comercio entre Europa y las Indias no cambiaron fundamentalmente en
el siglo xvn ni a comienzos del XVIII». En cuanto a Holanda, las cifras indican
que de 1672 a 1695, recibió del 70 al 90 por ciento de los metales preciosos y
la moneda exportados por Inglaterra 195 y que de 1699 a 1719 continuó
recibiendo «los mayores movimientos de tesoro» de Inglaterra 196.
Un detalle adicional a señalar es que por metales preciosos se entiende
tanto el oro como la plata y que el uno y la otra no se movían
indiscriminadamente. Había una relación entre el oro y la plata y esta relación
varió con el tiempo, pero ¿qué vías siguió? Herbert Lüthy señala una muy
importante, en la que tanto el oro como la plata llegaban de fuera de Europa
propiamente dicha, al menos en su mayor parte. Europa reexportaba a
continuación su plata en buena medida americana a Asia, «casi totalmente

1607
Dales (1955, pp. 142-43).
1608
Chaudhuri (1963, p. 26) y véase Sjngh (1977, cap. vil). A propósito de la corriente de
España a Filipinas, véase Chaunu (1960b, pp. 268-69); a propósito de la de Holanda a las
Indias Orientales, véase Schóffer (1966) y Van der Wee (1977, p. 310). Raychaudhuri resume
de esta forma las importaciones holandesas a Coromandel: «Los principales artículos de
importación, además de los metales preciosos en barras y acuñados, eran artículos de lujo»
(1962, p. 197). En el caso de Holanda, sin embargo, su control del comercio marítimo entre
la India, la China y el Japón, le «permitió reducir el volumen del oro y la plata acuñados que
el Occidente tenia que enviar a Oriente para equilibrar sus intercambios. De este modo, hasta
1668 la plata japonesa permitió a los holandeses prescindir en parte de las piastras españolas
y les dio cierta ventaja sobre sus competidores ingleses» (Deyon, 1978b, p. 229).
1609
Chaudhuri (1963, p. 27).
1610
Chaudhuri (1968, pp. 484, 495).
140 Immanuel Wallerstein
197
monometalista en plata» . El oro
ws
Véase Astróm (1963, p. 82).
'* Chaudhuri (1968, p. 496).
m
Lüthy (1961, p. 34). Lüthy habla de que Asia era «casi totalmente monometalista en
plata, lo que no es lo mismo que totalmente». Chaudhuri señala que en el período
comprendido entre 1662 y 1680, el comercio de las Indias Orientales absorbió el oro necesario
en el sudeste de la India, que estaba entonces en el primer plano del comercio, pero que «en
1676, por alguna razón —que todavía permanece en la oscuridad— el precio en plata del oro
bajó bruscamente en los mercados indios de metales preciosos» (1968, p. 488).
Ruiz Martín señala la «supremacía» de la plata sobre el oro en los mercados financieros
europeos «desde 1609 [...] hasta el siglo XVIII ». Dice que la explicación está en parte en la
demanda del Este. «Holandeses e ingleses, en sus contactos diplomáticos con argelinos o
persas, por ejemplo, escuchaban indefectiblemente la cantinela de una condición para que las
capitulaciones tuvieran vigencia: liquidar en reales castellanos» (1970, página 56). Sperling,
sin embargo, al hablar de la «crisis de la plata», desde 1680 aproximadamente hasta 1703, se
pregunta por qué el oro no sustituyó a la plata en los envíos a las Indias Orientales. «La plata
se dirigía hacia Oriente, no porque el comercio dependiera de ella en última instancia, sino
porque era rentable. En segundo lugar [...] se podría haber usado el oro, pero las ganancias
habrían sido menores, dado que los términos de intercambio habrían empeorado para los
europeos» (1962, pp. 466-67, el subrayado es mío). Sperling señala que la razón plata-oro en
la época era de 17:1 en la América española, de 15:1 en Europa, de 12:1 en la India y de 9:1
en el Japón. Pero ¿de dónde venían estas diferencias, sino desempeñó, sin embargo, un
papel diferente en la economía- mundo europea. «Llegaba a Europa y se
quedaba allí, sirviendo primordialmente como masa de maniobra para las
liquidaciones comerciales a gran escala y los pagos estatales entre los países
europeos» 198.
Volvamos ahora a la distinción entre comercio dentro de la economía-
mundo capitalista y comercio entre un determinado sistema mundial y su arena
externa. En este caso, el sistema mundial es la economía-mundo europea y la
arená externa es sobre todo las Indias Orientales y también Noruega, Rusia y
tal vez Turquía. Para facilitar los intercambios comerciales dentro del sistema
es necesaria la moneda (en el caso de la economía-mundo europea, el cobre y
la plata para uso diario, respaldados por el oro). Obviamente el papel (las letras
de cambio) cumplen también este fin. Sería de esperar que tales intercambios
fueran básicamente multilaterales y se saldaran primordialmente en papel, con
liquidaciones ocasionales mediante transferencias de oro en el centro
financiero internacional (que en el siglo xvn era Amsterdam). En un
intercambio entre dos arenas económicas exteriores entre sí, no se usa la
«moneda». El intercambio es relativamente bilateral y se realiza en mercancías
inversamente valoradas: en este caso la plata de Europa fue intercambiada
primero por especias y más tarde por los calicós de las Indias Orientales. La
moneda o los metales preciosos llevados a Asia (y a Rusia) fueron utilizados
en gran medida «para su atesoramiento o para joyería» 199 y la «balanza
comercial» (si es que no se quiere pensar en la plata como mercancía) fue
persistentemente desfavorable y en buena parte bilateral durante un largo
período de tiempo. Estos dos factores son precisamente la prueba de que las
Indias Orientales siguieron siendo exteriores a la economía-mundo europea.
El hecho de que el comercio de Europa occidental con Europa oriental (y
Suecia) estuviera regulado en gran medida de forma multilateral y mediante
letras de cambio es, por otra parte, la prueba de que ambas zonas formaban
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 141
parte de un solo sistema económico.
de las diferentes valoraciones del uso que se debía dar a los metales preciosos?
198
Lüthy (1961, p. 35). Por supuesto, en Europa se usaba la plata, pero más para los
intercambios comerciales que para las liquidaciones. Lüthy añade esta esclarecedora nota
lingüística: «Si en francés la palabra plata (argent) se convirtió en el término utilizado para
designar al dinero, el specie-point fue traducido como point-or». (Lüthy utiliza el término
specie- point en inglés en el texto francés.)
199
Sperling (1962, p. 450).
La producción de oro y plata como mercancía hacía de las Américas un
área periférica de la economía-mundo europea en la medida en que esta
mercancía era esencial para el funcionamiento de esta economía-mundo, y era
esencial en la medida en que era utilizada como moneda. Si los metales
preciosos de las Américas hubieran afluido en su totalidad hacia Asia, las
Américas habrían sido una arena exterior más y Europa habría sido
simplemente un eje de las tres arenas —América, Europa y Asia—, obteniendo
sus artículos de lujo asiáticos al precio de las mercancías enviadas a las
Américas. Pero las Américas no estaban interesadas en intercambiar sus
metales preciosos y sin duda tampoco en extraerlos. Por consiguiente, los
europeos se apoderaron primero del oro de los incas y luego explotaron las
minas de plata del Potosí y México, buscando nuevas zonas mineras (de las
cuales la más importante pronto sería la región aurífera brasileña). Enviaron
colonos para controlar políticamente el área de las Américas y supervisar las
operaciones económicas e importaron también mano de obra. En resumen,
incorporaron las Américas a su economía-mundo, primordialmente porque
necesitaban una base monetaria sólida para su sistema capitalista en expansión
y, en segundo lugar, para utilizar el excedente en el comercio con Asia.
Cuando en 1663 los ingleses derogaron las sanciones que pesaban sobre la
exportación de metales preciosos al Báltico 1611, ello fue sin duda debido a que
el Báltico estaba de hecho firmemente anclado en un sistema de pagos
multilaterales.
¿Estaba justificada de algún modo la preocupación de los mercantilistas
por la afluencia de metales preciosos? Sí que lo estaba, porque la afluencia de
metales preciosos como moneda era uno de los mecanismos con los que la
potencia hegemó- nica se aseguraba ventajas suplementarias. Al preocuparse
por la afluencia de metales preciosos, ¿no estaban acaso los mer- cantilistas
ingleses (y en menor grado los franceses) preocupándose también por la
afluencia de moneda a Holanda y la afluencia de mercancías a través de
Holanda1612? Si el problema real era la plata que afluía a las Indias Orientales,
¿por qué

1611
Véase Wilson (1967, p. 509).
1612
Supple afirma que el problema real para los gobiernos era el de los rápidos reajustes
a los cambios en la afluencia de metales preciosos, esto es a los problemas de liquidez.
«Desde este punto de vista, el 'mercantilismo', como a menudo es entendido, asume más
fácilmente la apariencia de un mecanismo de defensa que de una caza del tesoro falaz y
contraproducente. Preocupadas por la pérdida cuantitativa y cualitativa de moneda, las
autoridades, con toda la razón, quisieron controlar la salida antes de que produjera desajustes
crónicos en la economía» (1959, p. 194).
142 Immanuel Wallerstein
no hubo nunca un intento serio de ponerle freno? La afluencia de metales
preciosos dentro de la economía-mundo europea dependía a su vez no sólo de
los mecanismos de liquidación financiera, sino también del control de la
creación de la mercancía, así como de la oferta total disponible. Es éste el
aspecto desde el que debemos considerar la cuestión de la llamada penuria de
metales preciosos en el siglo XVII.
Se afirma a veces que la producción mundial de plata decayó en el siglo
XVII y que la producción de oro se estancó, mientras que las importaciones de
metales preciosos de las Américas a España caían en picado 1613. Morineau, en
una nueva valoración de la afluencia de metales preciosos españoles, se
muestra escéptico ante estas ideas preconcebidas y aún más incrédulo ante las
interpretaciones basadas en estos hechos:
De cualquier forma [...] no podemos seguir considerando el siglo XVII en
términos de una crisis general y generalizada. Y tampoco en términos de un
hambre de oro y plata, en el origen, en América, o a la llegada, en Europa. Los
verdaderos problemas son diferentes 1614.
Morineau no pretende negar la disminución de la cantidad de metales preciosos
que llegaban a España, aunque cree que las cifras que se suelen barajar son
exageradas, pero duda de que esto fuera el resultado de una tendencia a largo
plazo. Afirma que fue el resultado de una serie de factores económicos
accidentales, y duda todavía más de que la contracción de la economía-mundo
europea (en la medida en que admite que la hubo) pueda ser explicada por un
cambio en la oferta de metales preciosos.
Merece la pena examinar ambas cuestiones. ¿Por qué disminuyeron las
importaciones de metales preciosos? Obviamente, tuvo que ser por una
disminución de la oferta o de la demanda. La explicación más frecuente es la
disminución de la oferta. Las fuentes más accesibles de metales preciosos se
habían agotado como consecuencia de la superexplotación. Ahora resultaba
más costoso extraer los metales preciosos. Se tardaría mucho tiempo en
descubrir nuevas fuentes. Un argumento es que la expansión del siglo xvi había
agotado este recurso clave a un cierto nivel de tecnología y que, como
consecuencia de ello, hubo una escasez de capital y, por tanto, una depresión.
Morineau responde a esto que hacia 1620, «cuando las llegadas de oro y plata
se hicieron más escasas», fueron los hombres, «tal vez además de los
elementos, los que crearon la tendencia» 204 y no al contrario.
Los metales preciosos, como cualquier otra mercancía, tienen un precio, y
una inflación general de los precios, la principal característica financiera del
siglo xvi, significa a menudo una reducción del precio de los metales
preciosos. Pero los metales preciosos, como el dinero, no son sino un elemento
de un intercambio real 205. La importación de metales preciosos se redujo en
esa época. Fue el «efecto de Drake», dice Morineau, «la versión 'moderna' de
la espada de Damocles» 206. Si bien los corsarios interceptaron un número

1613
Véase el análisis que resume la situación en Vilar (1974, pp. 237-44).
1614
Morineau (1969a, pp. 34647; también 1978b, pp. 80-85).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 143
relativamente reducido de convoyes, tuvieron sin embargo, como dice
Morineau, un impacto «más sutil, más eficaz, más pernicioso»: provocaron
retrasos que en última instancia provocaron bancarrotas. Además del «efecto
de Drake» de finales del siglo xvi hubo el «efecto de Blake», de mediados del
siglo xvn, que «dañó profundamente a la Carrera» 207.
Sin embargo, estas depredaciones militares simplemente elevaron el coste
de los metales preciosos. Si éstos eran tan necesarios como antes, ¿por qué no
se hizo recaer este coste sobre el consumidor? ¿Por qué no se enviaron más
barcos? De nada vale ignorar la realidad de la contracción, que no fue causada
primordialmente por una reducción de la oferta
m
Morineau (1969a, p. 311), Por ejemplo, al explicar las «oscilaciones» de las llegadas a
España en las dos últimas décadas del siglo xvi, Morineau se refiere al hecho de que el rey
repatrió más metales preciosos de las Américas (que probablemente habrían sido extraídos
de cualquier forma, pero que de otro modo no habrían cruzado el Atlántico) y quitó una parte
mayor a los indios y a los españoles (1969a, p. 334). Pero los indios no cobraban en metales
preciosos y es probable que los colonos españoles desearan utilizarlos para comprar en
España, por lo que en cualquier caso habrían cruzado el Atlántico. Deyon muestra un
escepticismo similar al de Morineau: «Nadie piensa en negar el papel de unos
descubrimientos inesperados, pero ¿cómo no expresar nuestras reservas acerca de una
interpretación que pretende enterrar en las profundidades de las minas americanas el destino
de Europa?» (1967, p. 84).
205
Utilizando los datos históricos de este período, René Baehrel afirma que tanto los
metales preciosos como el dinero son un «fenómeno secundario» (1953, p. 309). Yo lo diría
de otro modo. Son una mercancía, como el trigo o los tejidos, y debemos interesarnos por los
términos de intercambio de todas estas mercancías entre sí.
206
Morineau (1969a, pp. 331-32), quien añade que el efecto de Drake fue «sobre todo
pan bendito de los aseguradores». Sobre el efecto de Drake, véanse también Parry (1961, p.
127) y Lynch (1969, p. 190).
207
Morineau (1969a, p. 346). Con ello se hace referencia al almirante inglés Blake, que
en 1656 atacó ocho galeones españoles anclados frente a Cádiz, hundiendo dos y
apoderándose de otros dos.
de metales preciosos, sino por una reducción de la demanda de estos metales.
Una reducción de la oferta favorecía a la potencia económica a principios del
siglo xvn porque Holanda, a causa de sus ventajas productivas y comerciales,
podía atraer una cantidad desproporcionada de los metales preciosos existentes
1615
. Cuando la oferta se hizo realmente escasa, los metales preciosos se
convirtieron en la base de un sistema de inversiones lucrativas. A mediados de
siglo, los comerciantes holandeses dejaban en Londres los metales preciosos
que recibían como pago de sus clientes ingleses y estaban comenzando a
prestarlos a un interés del 5 al 7 por ciento, creando así un mecanismo «que con
el tiempo iba a aliviar la presión sobre el capital en sus formas 'sólidas'» 1616.

1615
Vilar dice: «Es indudable que, desde mediados de siglo, los capitales de la república de
Holanda debían igualar por lo menos a los de todo el resto de Europa reunidos» (1974, p. 241).
1616
Wilson (1949, p. 160). Stone señala la caída del tipo de interés en Londres de un 10 a
un 5 por ciento en el período comprendido entre 1620 y 1650 y afirma que ocurrió lo mismo
en toda Europa salvo en Holanda. «Esta espectacular reducción del tipo de interés fue a la vez
causa y efecto del crecimiento del capital líquido y del desarrollo de las facilidades
institucionales para su empleo, tales como compañías anónimas y bancos de depósito con
amanuenses y orfebres» (1972, p. 69). Si fueron realmente el oro y la plata de los holandeses
los que causaron la caída de los tipos de interés, ¿no sería mejor explicarla por la reducción
del capital líquido global, pese al incremento del capital líquido disponible a través de los
144 Immanuel Wallerstein
Hemos dado un rodeo para llegar a nuestro tema: la disponibilidad de
metales preciosos en la segunda mitad del siglo xvn y su significado para la
rivalidad anglo-francesa. Dado que la tasa de producción de metales preciosos
era inferior a la de otras mercancías, la escasez de aquéllos fue en aumento a
medida que transcurría el siglo. La falta empezó a hacerse notar, lo que llevó a
una renovada búsqueda de oro y plata1617. Lüthy duda de que Francia estuviera
en peores condiciones que otros países en esta época de escasez y señala que,
en los años de paz, Francia tuvo una balanza comercial muy positiva. También
afirma que, considerando a Francia a la vez como un Estado y como una arena
del intercambio monetario, su hambre de numerario, a diferencia de Holanda e
Inglaterra, «no se vio aliviada por ninguna institución que pudiera movilizar en
su favor rápidamente y en cantidades significativas los
otros medios de circulación, los ahorros o —lo que no es menos importante—
la riqueza atesorada»1618.
Como de costumbre, esta explicación sólo supone un paso atrás. La antigua
espina dorsal de Europa había desarrollado desde hacía tiempo unas estructuras
bancarias. En el siglo xvn, Holanda siguió el ejemplo, como consecuencia
natural de su hegemonía. ¿Por qué fue Inglaterra más capaz que Francia de
emprender este camino a finales del siglo xvn? No tengo una respuesta clara,
pero puedo ofrecer dos observaciones. En primer lugar, dentro de la economía-
mundo europea, el uso social de los tres metales utilizados para la acuñación
de moneda era (y sigue siendo) más o menos el siguiente: el oro para las
liquidaciones internacionales y los asuntos de Estado (y también para el
atesoramiento), la plata para el comercio interior a gran escala y el cobre para
las necesidades domésticas y comerciales a pequeña escala. Dado que, como
ya hemos explicado, la producción francesa se vendía en buena parte en el
mercado francés, mientras que la inglesa (y la holandesa) se vendía en el
mercado de exportación, los dos rivales avanzaron hacia «un monometalismo
de facto»: la plata en el caso de Francia y el oro en el de Inglaterra 1619.
La segunda observación tiene que ver con el papel de la moneda de cobre,
o mejor dicho con su multiplicación, la «pesadilla del siglo» 1620. Spooner
aduce que hubo una relación inversa entre el grado de circulación del oro y la
plata (en oposición a su atesoramiento) y la circulación de la moneda de cobre
y el crédito. Estos dos últimos fueron paralelos por lo que respecta a la

bancos de crédito?
2,0
«Primero hay que recordar que una época de precios bajos para el conjunto de los
productos significa una época de gran poder adquisitivo para los metales preciosos y, por
consiguiente, una incitación a su búsqueda» (Vilar, 1974, p. 247).
1618
Lüthy (1959, p. 95), quien se pregunta si hubo realmente penuria de metales preciosos
y sugiere más bien una falta de liquidez, destacando que en esa época la palabra resserrement
(contracción) significaba a la vez atesoramiento y escasez de moneda.
1619
Lüthy (1959, p. 97). Esto tuvo continuas implicaciones. Vilar subraya que, en la
primera mitad del siglo xvm, «Inglaterra basó su circulación monetaria en sus relaciones con
Brasil y Portugal y, por tanto, en el oro; Francia desarrolló sobre todo sus relaciones con
España y las Antillas y por tanto contó con la circulación de plata» (1974, p. 324).
212
Vilar (1974, p. 287).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 145
economía-mundo1621, pero alternativos por lo que respecta a la política
nacional. El Estado francés trató a lo largo del siglo xvn de evitar la
devaluación de la libra tornesa a toda costa1622, pero sólo tuvo un éxito relativo
en la época de Colbert1623. ¿No es éste un ejemplo más de la importancia del
tamaño de un Estado como factor de la economía-

211
Véase Spooner (1956, pp. 3-4).
1622
Véase Pillorget (1966, p. 129).
1623
Véase Lüthy (1959, p. 98).
146 Immanuel Waüerstein
mundo? El Estado francés, que miraba hacia dentro en el terreno
económico y hacia fuera en el político, se orientó hacia la plata y fue incapaz
de contener la plaga de la expansión del cobre en una época de escasez de plata,
salvo en el único momento en que intentó cambiar el mecanismo político-
económico (época de Colbert). El Estado inglés, que miraba hacia fuera en el
terreno económico (porque no tenía más remedio que hacerlo) y hacia dentro
en el político, se orientó hacia el oro, abriéndose así una red bancaria
internacional basada en el oro y pudiendo utilizar el papel en lugar del cobre.
¿Cuál de los dos era, pues, un Estado «fuerte»? La cuestión no suele
ponerse en duda. ¿No fue Luis XIV la encarnación del monarca absoluto? ¿Y
no se debieron los dilemas de Francia a que el Estado y la aristocracia ahogaron
conjuntamente la iniciativa burguesa? Sin embargo, yo veo las cosas de una
forma muy distinta. A comienzos del período que estamos estudiando, en 1651,
las Provincias Unidas eran el Estado «fuerte». A finales de este período, en
1689, tanto Inglaterra como Francia eran «más fuertes» que las Provincias
Unidas y aproximadamente igual de fuertes la una y la otra. En el siglo xvm,
Gran Bretaña se haría más fuerte que Francia, y sería la debilidad del Estado
francés, y no su fuerza, la que impulsaría a los revolucionarios de 1789. Es
indudable que este argumento gira en torno a lo que se entiende por la fuerza
de un Estado.
En una economía-mundo capitalista, los productores-propietarios desean
que el Estado cumpla dos funciones esenciales en beneficio de ellos. Pretenden
que les ayude a conseguir o mantener una ventaja en el mercado limitando o
ampliando la «libertad» de este mercado a un costo menor que la ganancia
incrementada, independientemente de que la intervención del Estado sea
negativa o positiva. Este es el interés de un propietario frente a otros
propietarios. Por otra parte, los pro- ductores-propietarios desean que el Estado
les ayude a extraer un porcentaje de excedente mayor que el que podrían
conseguir de otro modo, una vez más a un costo menor que la ganancia
incrementada resultante y con independencia, también en este caso, de que el
papel del Estado sea activo o pasivo. Aquí, para el productor-propietario el
Estado fuerte no es necesariamente el que tiene un aparato de Estado más
amplio ni el que utiliza un proceso más arbitrario para tomar decisiones. Muy
a menudo sucede exactamente lo contrario.
Ni que decir tiene que la fuerza de un Estado está relacionada con el papel
económico de los productores-propietarios de ese Estado en la economía-
mundo, pero para que estas afirmaciones no sean meras tautologías debemos
partir de algunos criterios políticos independientes para medir esta fuerza.
Sugerimos cinco posibles criterios: el grado en que la política del Estado puede
ayudar directamente a los productores- propietarios a competir en el mercado
mundial (mercantilismo); el grado en que el Estado puede afectar a la
capacidad de competencia de otros Estados (poderío militar); el grado en que
el Estado puede movilizar sus recursos para llevar a cabo estas tareas
competitivas y militares a un costo inferior a los beneficios (hacienda pública);
el grado en que el Estado puede crear una administración que permita una
rápida aplicación de las decisiones tácticas (una burocracia eficaz); y el grado
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 147
en que las reglas políticas reflejen un equilibrio de intereses entre los
productores-propietarios de tal forma que el «bloque hegemónico» (por usar
una expresión gramsciana) constituya el puntal estable de tal Estado. Este
último elemento, la política de la lucha de clases, es la base de los otros.
Todos estos criterios son políticos, y no económicos, porque no miden la
eficiencia productiva. En última instancia, por supuesto, los criterios políticos
y económicos están mutuamente relacionados porque la eficiencia productiva
hace posible el reforzamiento del Estado y el reforzamiento del Estado refuerza
a su vez la eficiencia a través de medios ajenos al mercado. Los Estados que
cuentan con los productores más eficientes tienen menos necesidad de
intervenir activamente en el mercado mundial que los Estados que tienen
productores moderadamente eficientes. Dado que la eficiencia en la
producción va unida a la capacidad de intervención del aparato de Estado en el
mercado mundial, los Estados que cuentan con los productores menos
eficientes son incapaces de ser «fuertes». El papel del Estado en el mercado
mundial (que por supuesto incluye el mercado interior) está en relación
curvilínea con el papel económico de los productores-propietarios dentro de
ese Estado. El Estado es más «activo» en los Estados moderadamente fuertes.
La retórica de la fuerza (l’Etat c'est moi) es frecuentemente un sustituto de la
realidad.
La interpretación whig de la historia ve en la Edad Moderna una larga
búsqueda histórica del Estado débil, búsqueda considerada como sinónimo del
progreso de la libertad humana. Esta perspectiva no llega a identificarse
teóricamente con el anarquismo, pero poco le falta. En la medida en que
muchos historiadores marxistas han considerado la revolución inglesa desde
este mismo punto de vista, comparten esta mistificación1624. Yo veo en la
historia moderna del Estado más bien una larga búsqueda de estructuras lo
suficientemente fuertes como para defender los intereses de un grupo de
productores- propietarios en la economía-mundo frente a otros grupos de
productores-propietarios, así como también, por supuesto, frente a los
trabajadores.
La fuerza militar es un elemento esencial en esta eficacia.
J. H. Plumb reprocha con toda razón a los historiadores holandeses el ver el
aumento del poder holandés entre 1580 y 1640 como un «milagro» a causa de
la ausencia de un aparato de Estado centralizado, y observa acertadamente:
El milagro está en el hecho de que pese a la intensa rivalidad entre el Estado y
las ciudades, y el constante obstáculo de unos derechos y privilegios muy
arraigados, los holandeses fueron capaces de montar grandes armadas y
ejércitos y de pagarlos principalmente gracias a los impuestos. Y esto se logró
en buena parte por la dedicación de las oligarquías calvinistas, que poseían una
fuerte y viable conciencia de su destino como clase y como nación 1625"1.

1624
Ashton acusa precisamente de esto a Christopher Hill: «Para él, como para
los whigs, el siglo xvn es la época heroica de la aparición del liberalismo moderno» (1965, p.
581).
1625
Plumb (1965, p. xxii). J. R. Jones afirma igualmente que, antes de 1640, la impotencia
148 Immanuel Wallerstein
Sólo puede ser interpretado como un milagro si se considera el absolutismo
como la vía óptima a un Estado fuerte, y no como un mal menor. Una clase
burguesa consciente y segura de sí misma puede aceptar los necesarios ajustes
colectivos que en otras partes requieren un rey fuerte que los imponga, sin
ninguno de los peligros de esta última solución en la que el rey fuerte puede
sentirse deslumbrado por la posibilidad de recrear la «monarquía universal»
en la economía-mundo capitalista. Fue precisamente de este error, del de
querer imitar a Carlos V, del que Burckhardt acusó a Luis XIV y más tarde a
Napoleón1626. Era una locura resultante de una debilidad.
Ya hemos analizado cómo y por qué las tres potencias del centro se
enfrentaron unas con otras como resultado de las dificultades económicas del
siglo xvn y cómo, una vez que Inglaterra y Francia dedicaron sus energías a
reforzar sus estructuras militares, Inglaterra desplazó a las Provincias Unidas
en el mar y Francia desplazó a Inglaterra en tierra. Los
holandeses se enfrentaban a dos problemas. Por un lado, defendían una
ventaja, en lugar de buscarla, lo que hacía que, al menos a una buena parte de
la clase de los regentes, los costes de los preparativos militares les parecieran
a menudo más perjudiciales que las posibles consecuencias de una falta de
preparación 22°. Este es el perpetuo dilema entre política de riqueza o política
de seguridad, y en cuestiones militares es preciso incluso correr para seguir en
el mismo sitio. Y, lo que todavía es peor, esta época en concreto fue una época
de significativo incremento en el tamaño de las unidades militares 1627 1628. Esto
suscitó un importante problema de aprovisionamiento de estos ejércitos
ampliados, ya que «el crecimiento numérico de los ejércitos fue muy superior
al progreso de los medios de producción» 1629. Resultaba mucho más agotador
para las Provincias Unidas competir con Inglaterra y Francia en un momento
en que la voluntad holandesa tal vez estaba debilitándose.
Dejando a un lado las consideraciones hechas antes sobre lo que impulsó a
Francia a adoptar una perspectiva continental (terrestre), mientras que los
ingleses y los holandeses adoptaban una marítima, la* ventaja puramente
demográfica de Francia tendió a confirmar esta orientación militar, dado sobre
todo que el tamaño absoluto de los ejércitos estaba creciendo en toda Europa.

de Inglaterra «en relación con los holandeses fue crucial» (1968, p. 41).
m
Véase Burckhardt (1965, pp. 144-45, 152-53, 180), que dice: «El incremento de su
poder y de sus posesiones fue ante todo para Luis XIV una forma de conservarlos».
1627
Wilson explica la elevada presión fiscal holandesa en función de los gastos de defensa,
y dice acerca del período posterior a la independencia: «Luchar por la propia defensa era sin
duda más satisfactorio que deber una lealtad impotente a un señor dinástico, pero no era
menos caro» (1968, p. 235). Smit señala que los crecientes costes de la guerra en los últimos
veinticinco años del siglo xvu «excedieron a la capacidad de la base impositiva, o de la base
demográfica del país». Para mantener su nivel de competitividad, los holandeses habrían
tenido que gastar «sumas asombrosas [...] en un país ya sometido a una presión fiscal muy
fuerte» (1975, p. 62).
1628
Finer dice que «los marcados incrementos se produjeron, en cualquier caso, tras el fin
de la guerra de los Treinta Años, en 1648» (1975, página 101).
1629
Perjés (1970, p. 3). Glamann subraya que a finales del siglo xvu, la armada británica
contaba con 20 000 hombres, «cifra comparable a la población en aquella época de ciudades
como Bristol y Norwich» (1977, página 200).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 149
Esta consideración puramente, militar explica también la inevitabilidad de la
reconciliación anglo-holandesa a expensas de los franceses 1630. La conmoción
de 1672 fue lo
que al parecer hizo comprender a los holandeses que Francia era el principal
enemigo2u, y la subida de Guillermo II al trono de Inglaterra en 1688 terminó
de reconciliar a los comerciantes de Amsterdam con sus colegas de Inglaterra
225
.
A pesar de la aparente fuerza militar de Francia, Tapié habla de que Francia
llegó a su apogeo en 1679 226, y Bourde, reprochando a Luis XIV el haberse
decidido por un eje continental en el sur en lugar de crear uno marítimo en el
norte, habla del «fracaso de Luis XIV» que resultó de ello 227. Debemos acudir,
pues, a factores no militares —la cuestión del mercantilismo y sus caprichos—
si queremos explicar la derrota final228 de Francia en el terreno militar.
Mousnier dice que desde la época de Enrique IV hasta la de Luis XIV, el
colbertismo fue un rasgo permanente de la política francesa, cuyo objetivo era
«sobre todo político» 229. ¿Qué puede querer decir esto? Probablemente,
Mousnier considera el reforzamiento de un Estado como un fin en sí, un
objetivo que un soberano puede de hecho perseguir. Puede hacerlo, sin duda,
como aberración, pero ¿lo conseguirá? Los reyes franceses claramente no lo
consiguieron. De hecho, el Estado en la Inglaterra de la Restauración y la
Francia col- bertiana trató consciente y activamente de apoyar a sus clases
productoras frente a los competidores extranjeros, crear una marina mercante
y llegar a un reparto aceptable del producto nacional total entre el Estado y los
productores-propietarios. Léon y Carriére señalan el incremento en el número
de grandes buques en tiempos de Colbert, pero dicen que no se debe atribuirle
el mérito en exclusiva, ya que de hecho fue el resultado de la «importancia de
las guerras»23t). Delumeau indica

™ Véase Cárter (1975a, pp. 12, 33).


225
Sobre la resistencia de los comerciantes de Amsterdam todavía en 1683 y sobre su
cambio de opinión en 1688, véase Smit (1968, p. 33). Sobre la «simbiosis hostil»
angloholandesa, que llevó a una asociación presidida por los ingleses, véase Hobsbawm
(1960, p. 112). Sobre el hecho de que Luis XIV tardara en darse cuenta de que Inglaterra se
había convertido en su «principal rival», véase Bourde (1960, p. 54).
226
Tapié (1960, p. 12).
222
Bourde (1960, p. 63).
228
Véase Hobsbawm, que afirma: «Lo importante en la Francia de fines del siglo xvn no
es el colbertismo sino su relativo fracaso, no la reforma de la monarquía- sino su fracaso, a
pesar de los mucho mayores recursos que poseía para competir con sus rivales marítimos en
lo económico —y por lo tanto, finalmente, en lo militar— y su consecuente derrota a manos
de esos rivales» (1960, p. 111, el subrayado es mío).
229
Mousnier (1967, p. 269).
230
Léon y Carriére (1970, p. 190).
la mejoría general de la situación económica en tiempos de Colbert, pero dice

22J
Carswell afirma que a partir de 1685 los efectivos militares de ingleses y holandeses
estaban «relativamente nivelados» en cuanto a potencia y dependían en tiempos de guerra de
un «esfuerzo especialmente realizado», mientras que Francia contaba con una «gran fuerza
profesional» (1969, p. 24).
150 Immanuel Wallerstein
que es menos atribuible a éste que a la «estabilización política» resultante de
la derrota de la Fronda M1. En resumen, estos autores sugieren que la política
deliberada de un pequeño grupo no fue el factor esencial y que deberíamos
considerar las presiones subyacentes. Estoy de acuerdo, pero entonces
podríamos aplicar el mismo análisis a Inglaterra, que también tuvo el incentivo
de las guerras para estimular la construcción naval y que también fue testigo
de un apaciguamiento de la violencia política a partir de 1660.
Wilson indica una diferencia entre Inglaterra y Francia en forma de
metáfora: «Entre el 'mercantilismo' inglés y el col- bertismo y sus derivados
había la misma diferencia que entre un traje hecho a la medida y uno de
confección» 232. Veamos si esta metáfora puede aplicarse a la hacienda pública
y a la administración en general. La «institucionalización de la guerra» 233 en
el siglo xvix supuso un gasto público mucho mayor para las potencias del
centro, hasta el punto de que la República holandesa fue finalmente incapaz de
hacerle frente. Pero ¿qué ocurrió con Inglaterra y Francia? El dinero
suplementario tenía que venir dé alguna parte y esta parte tenía que ser las
clases adineradas. La razón era sencilla. En la medida en que el capitalismo
como sistema implicaba ya una mayor presión sobre la capacidad productiva
del trabajador, cualquier incremento de los impuestos sobre el trabajador
supondría, de hecho, una menor ganancia para las clases adineradas, bien
porque no obtendrían las mismas rentas de su tierra o bien porque tendrían que
pagar salarios más altos en consecuencia 234.
Al Estado se le planteaba un doble problema: obtener di- 1631 1632 1633 1634

1631
Delumeau (1966, p. 94).
232
Wilson (1965, p. 57). ¿Es a esto a lo que Hinto se refiere cuando habla de la flexibilidad
del sistema mercantil inglés? Véase Wilson (1959, páginas 71-83) y compárese su tesis con
la de Harper (1939b) sobre la importancia del papel de las decisiones administrativas a la hora
de interpretar las Leyes de Navegación.
1633
La frase es de Minchinton (1974, p. 111). Véase también Parker (1974a, p. 561).
234
Esta realidad de la relación entre hacienda pública y ganancia privada puede verse
plasmada de muchas formas. De Maddalena, por ejemplo, subraya que en Francia y Alemania
occidental, la concentración de la propiedad por parte de los nuevos terratenientes burgueses
se llevó a cabo «con circunspección, ya que la incorporación de las tierras campesinas
significaba la asunción de las obligaciones fiscales que éstas llevaban consigo» (1974a, p.
293).
Esta es la razón por la que Jacquart puede decir que el Estado fue «el verdadero
beneficiario del siglo [xvu]» (1978b, p. 406).
151 lmmanuel Wallerstein
ñero y gastarlo bien. Gastarlo bien no significaba gastarlo honradamente, sino
gastarlo productivamente, usando como criterio el grado en que las ganancias
incrementadas de la burguesía nacional en el mercado mundial excediesen a
los costes indirectos de tales gastos estatales para la burguesía. El problema era
el mismo para el Estado inglés y para el francés, y durante el período de la
Inglaterra de la Restauración y la Francia colbertiana no está muy claro que
hubiera mucha diferencia en su capacidad de respuesta.
No sólo era necesario obtener dinero, sino que había que obtenerlo
rápidamente, lo que significaba pedirlo prestado en alguna parte. Este seguía
siendo el punto fuerte de las Provincias Unidas, cuyo «saneado crédito público
[...] residía en el hecho de que los principales inversores estaban en el
gobierno» 235. Tanto Inglaterra como Francia se dedicaron en este período a
buscar nuevas formas de hacer frente a la necesidad de empréstitos.
Febvre dice de Colbert que fue «un alquimista que tuvo que fabricar oro
para su rey, y que buscó, que nunca dejó de •buscar»m. Pero Colbert pensaba
que el Estado estaba endeudándose demasiado en forma de arrendamiento de
impuestos. Para incrementar los ingresos totales, redujo el papel de los
arrendatarios de impuestos (con lo que en realidad transfirió un mayor
porcentaje de los impuestos de los campesinos al Estado) y simultáneamente
contuvo los gastos «improductivos» del Estado (con lo que redujo la cantidad
de dinero simplemente redistribuido a las mismas clases adineradas) para poder
llevar a cabo sus proyectos mercantilistas237.
Colbert tuvo un mediano éxito. Probablemente duplicó los 1635
ingresos del rey 238; el Estado de Luis XIV fue probablemente el único de la
época capaz de soportar importantes esfuerzos militares sin excesiva dificultad
m
. Sin embargo, el traje de Col- bert era de confección, si se quiere, por su
claridad y visibilidad: aumentar los impuestos directos y equilibrar el
presupuesto (es decir, redistribuir las rentas de forma más dirigida). Sus
métodos no fueron populares, y al estar Francia empeñada como lo estaba
todavía en una expansión militar muy costosa en el continente, no pudieron
durar mucho.
El traje inglés estaba cortado a la medida: crear nuevos mecanismos de
empréstito público a largo plazo que implicaran una presión fiscal menos
visible y fueran no menos gravosos para las clases adineradas a largo plazo.

1635
Parker (1974a, p. 572).
“ Febvre (1933, p. 270).
237
Sobre la hostilidad de Colbert hacia los traitants, véase Marsin (1970, p. 269). Lüthy
señala, sin embargo, que los fermiers y los traitants eran un mal necesario porque eran los
únicos que podian adelantar dinero al Estado (1959, p. 109). Los proyectos mercantilistas no
se redujeron exclusivamente al campo industrial. Véase Le Roy Ladurie: «El Estado
desempeñó hacia los grandes dominios 'señoriales1 con vocación capitalista el mismo papel
de benefactor que había desempeñado en todas partes hacia las manufacturas colbertianas»
(1974b, p. 16). Dessert y Journet (1975) describen lo que llaman el «lobby colbertiano»
representado por los financiers que de 1663 a 1687 se hicieron cargo de la jerme générale,
utilizando los impuestos sobre la tierra para sus industrias y sus empresas de importación y
exportación. El colbertismo representó una desviación de los recursos de los traitants y
fermiers improductivos de bajo rango a personas muy productivas de alto rango.
152 Immanuel Wallerstein
Este método tropezó con menos resistencia y generaría en el siglo xvm más
ingresos para el Estado, que serían mejor gastados. Aunque Inglaterra, en fecha
tan tardía como la del Protectorado, seguía estando «relativamente atrasada»240
en su sistema de empréstito en comparación no sólo con las Provincias Unidas,
sino también con Francia, la base de la llamada revolución financiera que tuvo
lugar a partir de 1689 se creó durante la Restauración. Los experimentos de Sir
George Downing en 1665, que incluyeron un llamamiento a los pequeños
inversores para que prestaran directamente al gobierno, sólo duraron hasta
1672, pero crearon un importante precedente para la consolidación del Tesoro
como departamento de control de las finanzas y sentaron las bases para la
introducción de técnicas posteriores241.
El enfoque más directo de los franceses, podríamos decir se extendió a
diversos aspectos de la administración. Una ve; más, una administración eficaz
no significa necesariamente una administración absolutista. A la afirmación de
Swart de que el gobierno holandés fue un gobierno ineficaz, «un conglomerado
anticuado y semimedieval» que supuso un obstáculo para el posterior avance
económico, responde Smit, que disiente (como yo) 242: «En el siglo xvn, fue
precisamente la descentralización del gobierno holandés la que lo hizo eficaz
en comparación con las monarquías centralizadas». De hecho, se puede
encontrar un indicio de la decadencia de la eficacia administrativa
231
Véase Rule (1969, p. 32) y Goubert (1970f, p. 123).
239
«Colbert hizo bien su trabajo y, aun cuando los franceses tuvieron ciertamente que
pagarlo muy caro, ello se debió probablemente a que podían hacerlo» (Goubert, 1970f, p.
124).
240
M. P. Ashley (1934, p. 97).
2,1
Véase Roseveare (1969, p. 61; 1976).
242
Swart (1975, p. 45) y Smit (1975, p. 63).
en la «aristocratización» de los burgueses holandeses, que llevó a algunos de
sus partidarios a defender teorías políticas absolutistas para la República
holandesa y dio lugar a quejas acerca de que los regentes habían perdido el
interés por el comercio de ultramar 243.
La vía francesa al reforzamiento del Estado es de sobra conocida:
centralización y uniformidad. De hecho, ha llegado a ser considerada la vía
clásica. Por supuesto, la centralización no sólo implicó la mera creación de una
administración central, que fue obra de una época anterior; implicó también la
creación de líneas directas de autoridad desde el centro hasta la localidad más
remota a través del sistema de intendants. Este nuevo sistema de administración
local fue «la verdadera revolución absolutista»2U. Podemos llamarla
revolución, pero lo cierto es que Colbert sólo creó una tarifa aduanera unificada
en las cinco grandes fermes. Heckscher dice que esto «prueba que nunca intentó
una unificación general» 245. Qué poco caritativo. Creo que Meuvret es más
justo cuando dice: «Probablemente habría sido preferible que Colbert sólo
fuera un administrador tenaz y laborioso y no un innovador audaz y original.
Ni la situación ni las actitudes de la época permitían cambios radicales» 246.
Para darse cuenta de la ardua batalla que tuvo que librar Colbert para
burocratizar el Estado, no hay más que ver la resistencia, tanto de las gens de
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 153
mer como del cuerpo de oficiales de la armada al deseo de Colbert de crear una
reserva de marinos que, en épocas de paz, pudieran servir en la marina
mercante 247. Durante este mismo período de tiempo, las décadas de 1670 y
1680, «el núcleo del gobierno [inglés] se hizo tanto más fuerte como más
eficaz, a pesar de los brutales conflictos de la vida política» 248, pero con mucho
menos ruido y, por consiguiente, con muchas menos oposición.
24!
Véase Roorda (1964, pp. 126-27). Sobre las teorías políticas absolutistas en la
República holandesa, véanse Kossmann (1976, pp. 13-17) y Bouwsma (1970, p. 9).
244
E. Barker (1966, p. 7).
245
Heckscher (1935, I, p. 104).
244
Meuvret (1971a, p. 29). Además, es absurdo comparar desfavorablemente esta
situación con la de Inglaterra, cuya zona aduanera unificada sólo era ligeramente superior a
la de las cinco grandes fermes. Como dice Crouzet, la unificación británica «no debería ser
sobreestimada» (1972, p. 78).
247
Véase Asher (1960, p. 48), cuya explicación del fracaso del sistema colbertiano de
reclutamiento naval, que era mucho más justo que el sistema de levas forzosas, es que la
monarquía absoluta no era lo bastante fuerte (véanse pp. 91-95).
2411
Plumb (1967, p. 13).
¿Por qué adoptaron los franceses y los ingleses estilos al parecer diferentes
en la búsqueda paralela de un Estado fuerte? ¿Por qué fue la vía inglesa más
fructífera? Es en las pequeñas variaciones de la estructura de clases donde
encontramos la respuesta. Debemos empezar por lo que era igual en Inglaterra
y Francia. Ambos países eran florecientes centros de producción agrícola e
industrial en la economía-mundo europea de la época. En ambos países, las
aristocracias feudales se habían reconvertido en buena medida en agricultores
capitalistas y estaban desempeñando un importante papel en actividades no
relacionadas con la agricultura. En ambos países, personas que no eran
aristócratas estaban desempeñando también un significativo papel como
empresarios capitalistas en la agricultura, el comercio y la industria, y el éxito
económico de estos burgueses se veía recompensado, antes o después, con el
acceso a una posición social superior. Dado que la línea que separaba a nobles
y plebeyos estaba situada en Francia a un nivel inferior que en Inglaterra,
técnicamente personas de posición social intermedia, que serían nobles en
Francia (noblesse de robe) eran plebeyos en Inglaterra (gentry), pero la
posición social y el papel social de unos y otros eran de hecho comparables.
Dado que el Estado francés era históricamente más débil que el inglés (más
por su tamaño que por otra cosa y por las consiguientes fuerzas económicas
centrífugas), la noblesse de robe se incorporó a la estructura política,
proporcionándole funcionarios nacionales, mientras que la gentry
proporcionaba sobre todo funcionarios locales, pero en ambos casos su nuevo
papel representó una participación política real, aunque limitada, en el
gobierno.
Además, ambos países fueron el escenario de un conflicto político
fundamental dentro de las clases superiores, que duró desde el siglo xvi hasta
el xvm por lo menos, y quizás hasta el xix. La lucha se entabló entre los que
tenían una posición social elevada, en términos de las estructuras jurídicas
supervivientes de la época feudal, y los capitalistas más o menos afortunados.
154 Immanuel Wallerstein
La clave de la lucha es el hecho de que, en todo momento, la mayoría de los
miembros de cada grupo combinaron su posición social tradicional con una
brillante actuación económica, con lo que podían optar por considerarse como
aristócratas o como capitalistas, según sus intereses inmediatos. Si se añade a
esto el constante proceso histórico por el que el éxito en el mercado se traducía
en posición social mediante la «aristocratización», vemos que no podía por
menos de haber muchas ambigüedades y comprendieron la realidad de las
luchas mejor que los estudiosos de épocas posteriores al contemplar
restrospectivamente tales luchas 1636.
En todo caso, repito una vez más, no hubo diferencias significativas entre
Inglaterra y Francia durante todo el período comprendido entre 1500 y 1800.
Se atribuye a R. H. Tawney la humorada: «¿Revolución burguesa? Por
supuesto que fue una revolución burguesa. El problema es que la burguesía
estaba en ambos bandos» 1637°. Pero esto es tan aplicable a la Revolución
Gloriosa de 1688-1689 como a la revolución de 1640, y también lo es a la
Fronda e incluso a la revolución francesa de 1789. Lo cual no quita nada a su
carácter «revolucionario». Simplemente significa que debemos prescindir de
la idea ahis- tórica de que la burguesía y la aristocracia eran dos grupos
radicalmente diferentes, especialmente en este período. Eran dos grupos
sociales en gran medida superpuestos que adoptaban diferentes contornos
según que el estrato dominante se definiera en términos de posición social o en
términos de clase social. Las cosas cambiaban mucho según la definición que
se usara. Las luchas sociales y políticas fueron reales, pero fueron luchas
intestinas de los estratos dirigentes1638.
Tras haber subrayado las similitudes entre Inglaterra y Francia, debemos
señalar que había diferencias de detalle que han de ser analizadas para
comprender las vías divergentes de los dos países en el siglo xix. Porque fueron
las pequeñas diferencias del período anterior las que permitieron a Inglaterra,
a partir de 1763, sacar una significativa ventaja a su rival en términos de
productividad económica y predominio.
En un libro que gira en torno al concepto de estabilidad política, Theodore
Rabb presenta un panorama en el que la
Europa de comienzos de la Edad Moderna es esencialmente inestable en el

1636
Por ejemplo, James Harrington en Commonwealth of Oceana (1656) dice: «La nobleza
[nobility], en cuyo estilo [...] incluyo también a la gentry, como hacen los franceses con el
término noblesse» (citado por Wilson, 1965, p. 109). No es justo afirmar que ninguno de los
posteriores estudiosos ha reconocido esto. Por ejemplo, Habakkuk dice que la aristocracia
inglesa, junto con la gentry, era «una sola clase social, aunque no muy homogénea» (1967, p.
2). Véase también C. E. Labrousse, quien afirma que la clase propietaria (la classe
propriétaire), en la que se incluye el mundo de la nobleza, el clero y la burguesía acomodada
(bonne bourgeoi- sie) no agraria «confunde los tres estamentos, pero no niega su existencia.
La clase aquí no se contradice con el estamento» (1970, p. 474).
1637
Citado por C. Hill (1975a, p. 281).
1638
«La verdadera línea divisoria en la sociedad terrateniente inglesa no era la que separaba
a las viejas familias terratenientes de las nuevas, sino la que separaba a los propietarios de
tierras estrictamente limitadas, que veían sus intereses dañados y sus quejas desoídas, y los
más emprendedores o afortunados que sólo encontraban ventajas en la expansión económica
y la fluidez social» (Mingay, 1963, p. 107).
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 155
terreno político desde 1500, al ser «incierto» el «equilibrio» entre rey y
nobleza y entre gobierno central y regiones hasta mediados del siglo xvn,
época «en que los problemas dejaron de polarizar a la sociedad durante más
de cien años». Rabb dice que aun cuando hubo «conmociones posteriores» a
mediados de siglo, ninguna de ellas «puso seriamente en tela de juicio [...] la
organización de la política en sí. Este fue el cambio esencial» 252. ¿Es ésta una
descripción razonable de la realidad política? Y si lo es, ¿qué implicaría para
la lucha entre Inglaterra y Francia? Señalemos inmediatamente que las fechas
de Rabb están más o menos correlacionadas con las tendencias económicas a
largo plazo. A primera vista parece haber la clásica correlación weberiana:
expansión e inestabilidad política, estancamiento y estabilidad política.
No creo que Rabb esté equivocado, siempre que especifiquemos más
claramente de qué tipo de estabilidad estamos hablando y cuál es nuestra
cronología. Creo que lo que sucedió fue que la expansión económica del siglo
xvi permitió claramente que emergiera la burguesía como clase social cuya
relación con el grupo dominante no estaba clara. Fue una situación que no
necesitó clarificarse mientras la tasa de expansión fue elevada. Una vez que
los límites económicos de la expansión se hicieron visibles, la lucha por
decidir quién tenía derecho a controlar el aparato del Estado se agudizó. Sin
embargo, las continuas dificultades económicas forzaron un compromiso de
facto entre las dos facciones, para que el conflicto político no se les fuera de
las manos, y los estratos inferiores (tanto urbanos como rurales) comenzaron
a afirmarse no sólo de forma vigorosa, sino también independiente y directa.
A esto siguió, como sugiere Rabb, un período de relativa estabilidad en el que
los conflictos intestinos de los estratos dominantes fueron sofocados o
contenidos institucionalmente.
No tengo la intención de analizar aquí la compleja historia de las luchas
políticas de mediados del siglo xvn en Inglaterra y Francia, pero señalemos a
grandes rasgos cómo estaban las cosas cuando terminaron. La monarquía
estaba en peligro en ambos países, más gravemente sin duda en Inglaterra. Al
final, la Fronda fue derrotada en Francia y la monarquía restaurada en
Inglaterra. Es indudable que había una diferencia constitucional muy
importante en el papel del Parlamento, que fue reforzado en Inglaterra y
eliminado en Francia. En Inglaterra, 1639
el «absolutismo administrativo de un rey» fue reemplazado por la
«omnipotencia legislativa de un Parlamento» 253. Pero ¿cuál fue el contenido
del compromiso social? Podemos encontrar opiniones notablemente diferentes
acerca del resultado final de la Revolución inglesa. Dos bastarán. Stone dice:
«La Inglaterra de finales de la revolución, en 1660, era difícilmente
distinguible de la Inglaterra de los comienzos, en 1640» 254. Hill dice: «El viejo
Estado no fue restaurado en 1660, sólo lo fueron sus aderezos» 255.
Permítaseme sugerir que ninguna de estas versiones está en lo cierto. Hubo
una diferencia real entre 1660 y 1640, pero yo creo, en contra de la mayoría de
los argumentos, que lo importante fue la diferencia social y no la política. La

1639
Rabb (1975, p. 71).
156 Immanuel Wallerstein
guerra social abierta llegó a su fin. La burguesía como clase social obtuvo su
derecho de ciudadanía, pero la preeminencia dentro de esta clase quedó en
manos de las antiguas familias. La base del compromiso social fue la
elaboración de una política de nacionalismo económico que pudiera servir por
igual a los antiguos cavaliers y roundheads: «No hay nada tan típico de esta
búsqueda como las comisiones y juntas de gobierno de las compañías
comerciales de la Restauración, en las que príncipes y comerciantes urdieron
juntos una confabulación que se esperaba fuera mutuamente ventajosa» 256.
Nada prueba tan bien que esta solución fue un compromiso como la oscuridad
que envolvió a la cuestión de la devolución de las tierras confiscadas. Carlos II
pasó la pelota al Parlamento y el Parlamento se la pasó a una

E. Barker (1966, p. 31). Esto tendría una continuación en 1688. Lo que parecía ser el
triunfo del Parlamento sobre el monarca supondría de hecho en el siglo xvm «el crecimiento
del poder ejecutivo [...] que consiguió ese sometimiento del legislativo que los Estuardo
habían buscado con frecuencia pero nunca logrado» (Plumb, 1967, p. 65).
!5
‘ Stone (1972, p. 49). De forma similar, Zagorin dice que esto no fue seguido por «ningún
cambio social importante» (1959, p. 400).
JSS
C. Hill (1969, p. 135). Además de los cambios en la estructura política, que nadie niega,
Hill señala la abolición de las tenencias feudales y el fin de los esfuerzos gubernamentales
por frenar el proceso de cercado de las tierras: «En la política comercial colonial y exterior,
el fin de la Edad Media en Inglaterra se produjo en 1650-51, cuando el gobierno republicano
se vio libre para dirigir su atención hacia el exterior» (p. 155). Para Hill, la Edad Media es
como una espita que parece cerrada en diferentes momentos: «Para la industria y el comercio
interior, la Edad Media [...] concluyó en 1641, cuando el gobierno central perdió su facultad
de conceder monopolios y controlar la administración de la ayuda a los pobres» (página 169).
«Para las finanzas, la Edad Media en Inglaterra concluyó en 1643, cuando se introdujeron dos
nuevos impuestos modernos, los impuestos sobre el consumo y la contribución territorial» (p.
180).
Wilson (1957a, p. 153).
comisión; finalmente, la cuestión fue resuelta en gran medida mediante
acuerdos privados 257.
Lawrence Stone sugiere que la reputación de la Inglaterra preindustrial
como una «sociedad insólitamente móvil es en buena parte una ilusión» 2S8,
salvo posiblemente en el caso del período comprendido entre 1540 y 1640.
¿No fue acaso el compromiso de 1660 un acuerdo para poner freno, para
estabilizar la perturbadora movilidad del siglo xvi, para congelar más o menos
las cosas en el punto en que estaban 259? ¿No fue acaso el gran cambio social
de Inglaterra en 1660 el acuerdo entre los estratos dominantes en el sentido de
que no habría más cambio social interno, de que el Estado inglés (que fuera el
rey o el Parlamento poco importaba) se esforzaría por fomentar el desarrollo
económico a expensas del resto de la economía- mundo 260? ¿Y no confirmó
esto acaso la Revolución Gloriosa de 1688-1689 1640‘? Por toda una serie de
razones secundarias, ¿acaso no amenazaron ciertos grupos en la década de
1680 con replantear las cuestiones que la Restauración había resuelto? Estos
grupos fueron aplastados.

1640
Pinkham (1963, p. 85). Véase también J. R. Jones: «Sin embargo, el intento de Jacobo
de utilizar a las clases medias urbanas para reemplazar a la clase terrateniente debería hacer
que los historiadores dudaran antes
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 157
Mientras que los whigs marxistas consideran la Revolución inglesa como
el momento del gran triunfo sobre el «feudalismo», la Revolución Gloriosa ha
sido siempre el momento preferido de los whigs liberales. Como dice
Trevelyan 1641, la «clave de las Leyes de Sucesión fue la libertad personal
dentro de la ley, tanto en religión como en política. La más conservadora de
todas las revoluciones de la historia fue también la más liberal». ¿Se deja
arrastrar Trevelyan por la ilusión de que fue una revolución aristocrática? En
absoluto, puesto que dice: «Fue obra de toda la nación, de la unión de todas
las clases». Simplemente, hay que tener en cuenta un factor adicional:
En una sociedad todavía principalmente agrícola, donde la estructura
económica y social hacía de los terratenientes los dirigentes
247
Véase Thirsk (1954).
251
Stone (1966, p. 51).
259
A partir de 1660, «se erigieron barreras contra la movilidad social que llevaban el sello
de una contrarrevolución» (Thirsk, 1976, p. xx).
2
“ Supple dice que «las mismas características del medio mercantil que distinguieron la
situación de Inglaterra de la de otros países europeos estuvieron en buena parte determinados
por la acción estatal». Sin embargo añade que esta acción estatal fue indirecta. En la lista de
Supple aparecen primero la estabilidad política y la armonía social tras la guerra civil del
siglo xvil (1973, pp. 314-16).
241
«La Revolución [de 1688] demostró la solidaridad final de las clases propietarias»
(Hill, 1961a, p. 276).
242
Trevelyan (1963, p. 45).
naturales y aceptados de la región, nobles y caballeros como los lories Danby
y Seymour y los whigs Devonshire y Shrewsbury se pusieron a la cabeza
cuando hubo que improvisar una resistencia al gobierno.
Tras la retórica de la unión de todas las clases se oculta la realidad de estos
«dirigentes naturales y aceptados de la región». Sin duda la figura de un rey
«arbitrario» fue eliminada para siempre del escenario, pero, como dice
Pinkham, lo que esto supuso fundamentalmente fue que
los poderes reales que el rey había podido usar hasta entonces en beneficio del
grupo que quisiera, incluido a veces —por increíble que parezca— el pueblo
llano, pasaron ahora a manos de la aristocracia terrateniente que controlaba el
Parlamento2".
Este triunfo de la aristocracia terrateniente fue de hecho el triunfo de las clases
capitalistas. El compromiso político duraría hasta mediados del siglo xix y
vendría muy bien a Inglaterra, porque permitiría a aristócratas y caballeros
unirse a comerciantes y financieros para dejar atrás a sus rivales franceses en
la carrera por explotar las riquezas de la economía-mundo europea.
¿En qué difirió la historia francesa? Volvemos una vez más a la peculiar
geografía de Francia. Inglaterra tenía sus áreas periféricas, y a fortiori Gran
Bretaña. Estas áreas periféricas, localizadas dentro de un Estado del centro,
temían dos cosas: el reforzamiento gradual de este Estado anglobritánico, que
les amenazaba políticamente, y el triunfo de los elementos capitalistas, que les

de describir abiertamente a la Revolución como una revolución burguesa.


158 Immanuel Wallerstein
amenazaba económicamente. En Gran Bretaña, estas dos amenazas iban
unidas, por lo que no es de extrañar que las áreas periféricas tendieran a ser
más hostiles a la revolución inglesa 261 * 1642 1643 o que «las décadas
revolucionarías completaran la unificación de Inglaterra» 265. La situación en
Francia era muy diferente, como hemos visto anteriormente 2í6. Allí, las fuerzas
de la centralización y las fuerzas de la iniciativa capitalista no estaban
geográficamente coordinadas, como en Inglaterra, y las fuerzas centralizadoras
tuvieron que hacer frente a la resistencia, no necesariamente conjunta, tanto de
las zonas económicamente periféricas como de las económicamente centrales,
pero políticamente periféricas. Esto hizo que las luchas intestinas de las capas
dominantes fueran mucho más prolongadas (desde las guerras de religión hasta
la Fronda) y políticamente muchos menos claras.
Mientras que la Restauración supuso una distensión, si se quiere, porque
pareció establecerse un compromiso entre las dos facciones, el período
equivalente en Francia, la era colber- tiana de Luis XIV, supuso una especie de
tregua impuesta. La tregua dependía de la capacidad política de la monarquía
para contener a unas fuerzas que todavía jugaban una baza importante o
digamos que estaban más dispuestas y más capacitadas para jugar a un juego
peligroso que las fuerzas equivalentes en Inglaterra. La estructura política del
país reflejaba esta situación: el oeste, el sur y las zonas fronterizas del nordeste
estaban jurídicamente (y también económicamente) fuera del «centro». No
sólo estaban, pues, estas zonas privadas de las ventajas de pertenecer a la unión
aduanera como el resto —aunque sin duda esto llevaba también consigo
desventajas—, sino que además tenían que soportar una presión fiscal mayor
267
. Los burgueses que no eran aristócratas podían tener acceso a una posición
social elevada a título individual 268, pero no colectivamente, lo que les hacía
estar permanentemente descontentos y ser potencialmente levantiscos 269.
M
C. Hill (1969, p. 137).
266
Véase Wallerstein (1974, pp. 293-97).
267
Véase Pillorget (1975, p. 879). Por supuesto, estas regiones también sufrirían a
menudo pérdidas económicas. Sobre el grado en que esto afectó al País Vasco, véase
Goyhenetche (1975, pp. 5-32).
268
Esto es algo que dejan perfectamente claro los estudios sobre la política de Luis XIV
hacia su personal burocrático. Ya consideremos a los secretarios de Estado, a los oficiales del
ejército o a los funcionarios judiciales, es evidente que las personas acomodadas y
competentes fueron activamente buscadas y recompensadas con ascensos en su rango social.
Véase Bluche (1959, pp. 18-22), Corvisier (1959, pp. 45-56) y Goubert (1959, página 73).
269
«Sin embargo, la burguesía seguía estando [...] insatisfecha. El poder que tanto
ansiaban lo poseían y no lo poseían al mismo tiempo. Si desde la época de Colbert una buena
parte de los ministros fueron de extracción burguesa más o menos distante, renunciaron en su

Estrictamente hablando fue todo lo contrario» (1972, p. 15).


1643
Véase Trevor-Roper: «En Irlanda y Escocia, el rey había empezado por recurrir a las
antiguas clases monárquicas, la gentry y la aristocracia 'oficial', secular y tolerante, de cuyo
apoyo había dependido la unión de su padre [...] Pero cuando estos sectores resultaron
insuficientes, echó mano, en ambos países, de la parte céltica. Se convirtió en el campeón de
los Oíd Irish [viejos irlandeses] frente a los plantadores ingleses y de los Highlanders
escoceses [habitantes de las tierras altas de Escocia] frente a los de las tierras bajas» (1967, p.
710). El pacto con los Highlanders sobreviviría posteriormente entre los jacobitas.
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 159
mayoría a sus oríge-
Las contradicciones salieron a la luz con la cuestión de los hugonotes. Es
de suponer que el edicto de Nantes había sido un paso más hacia la resolución
de las divisiones internas de las capas dominantes. ¿Por qué fue revocado en
1685? No hay realmente una buena respuesta a esta cuestión en la bibliografía
sobre el tema. Los hugonotes no eran especialmente antimonárquicos 270. ¿Por
qué tema, pues, que ser el rey antihugonote? Lüthy lo considera como la obra
de una Francia «consagrada al culto del Estado» como reacción a las
humillaciones de las guerras civiles anteriores271. Robert lo considera como la
obra de un rey en espera de una oportunidad que llegó tras la gloriosa paz de
Nimega: «Este gran éxito de su política exterior [...] convenció al rey de que
en adelante podría intentar casi cualquier cosa» 272. Le Roy Ladurie lo
considera como la forma de poner a la Iglesia, al menos, de parte del trono.
«Toma y daca (donnant donnant). Los sacerdotes, tan belicosos en tiempos
de la Liga y la Fronda, se convirtieron desde entonces, pese a la polémica
jansenista, en los pilares del orden establecido» 273. Ninguna de estas
explicaciones es suficiente. Tal vez fuera como un inútil cambio de piezas en
el ajedrez, con la esperanza de que al reducir las piezas mejorara su posición.
En el ajedrez, si un cambio de piezas no es claramente ventajoso, simplemente
hace que la partida esté más cerca de quedar en tablas. El rey trataba de reforzar
el Estado. Esto era más difícil de conseguir que en Inglaterra. La revocación
del edicto de Nantes no mejoró la situación, pero tal vez tampoco la empeorara.
Hay una prueba más importante para la explicación general que estamos
ofreciendo acerca de la estabilización en Inglaterra y Francia a mediados del
siglo xvn. La estabilización, que fue más eficaz en Inglaterra que en Francia,
pero que se produjo, sin embargo, en ambos países, fue el resultado de un
compro-
nes desde el momento en que entraron en el gobierno y se vincularon a la nobleza» (Léon,
1970d, p. 643).
270
Véase el análisis en Adams (1974). Esto es también lo que argumentan algunos
protestantes modernos cuando afirman que la revocación fue lo que salvó al protestantismo
francés de su conformismo y monarquismo al imponer un retorno a sus «características
originales» después de la revocación (Léonard, 1940, p. 11).
271
Lüthy (1959, p. 12).
272
Robert (1967, p. 47).
272
Le Roy Ladurie (1971, p. 28), que establece una comparación explícita entre Inglaterra
y Francia: «La monarquía • inglesa de nuevo estilo firmó la paz [en 1688] con la antigua
oposición, como lo hizo Luis XIV con el clero que anteriormente había apoyado a la Liga y
a la Fronda» (1975c, p. 36).
miso dentro de las capas dominantes. En tal caso, deberíamos ver un cambio
en la actitud de las capas inferiores, ya que la división de las clases dirigentes
les dejaría un espacio, mientras que un compromiso restringiría su margen
político. Tenemos ciertas pruebas de que ocurrió esto último. Las revueltas
campesinas se hicieron menos frecuentes y las que hubo tendieron a ser más
moderadas 1644. Dado que ésta fue probablemente una época de ciertas

1644
Véanse Jacquart (1975, pp. 344-45; 1978c, p. 492), Le Roy Ladurie (1974c, pp. 8-9) y C.
S. L. Davies (1973, pp. 125-27).
160 Immanuel Wallerstein
dificultades económicas, es probable que la explicación esté en la dificultad
política de una rebelión más que en una falta de motivos.
En el período anterior, los campesinos pudieron unirse a una fracción de
las capas dominantes en la revuelta. A finales del siglo xvn esto ya no era
posible 1645. ¡Qué amargos debieron ser los grandes compromisos para los
campesinos y los trabajadores urbanos! Un cartista decía en 1837, examinando
retrospectivamente la revolución inglesa: «Para millones de personas, no hizo
nada» 1646. Indudablemente, había malestar, especialmente en las ciudades,
donde éste era difícil de suprimir1647, pero una vez que se llegó al compromiso
dentro de la burguesía, ésta se dedicó a contener este malestar. Fue en esta
época cuando los conceptos de clases trabajadoras y clases peligrosas
empezaron a ir unidos, creando «en la mente de las clases dirigentes» una
asociación «entre miseria y crimen» 1648.
Se puede, si se desea, repetir el viejo dicho de que el comercio es
incompatible con el absolutismo porque el comerciante podía «eclipsar al Rey
Sol» 1649. Pero la precisión de
Schumpeter es más acertada: «Los grilletes [feudales] no sólo estorbaban [a
los burgueses]: también les protegían» 280. Esto sucedió en Inglaterra y también
en Francia281, pero por diversas razones, que hemos apuntado aquí, esta

2,5
Sobre la «docilidad» de los notables en Provenza a partir de 1661, véase Pillorget (1975,
pp. 863-66). Véanse también Busquet et al: «[Esta docilidad] es una prueba, quizá la mejor,
del éxito logrado por el gobierno real en la labor de unificación que había emprendido» (1972,
p. 79).
1646
Citado en C. Hill (1975b, p. 204). Hill está de acuerdo: «Después de todo, ¿qué sacó
la multitud de la Revolución? Impuestos indirectos, servicio militar, saqueos, no enfiteusis
estables, abolición de los diezmos o protección de los artesanos industriales frente a sus
patronos». Como dice J. R. Jones, el hombre humilde, el militante que luchó por la revolución
«no fue el beneficiario de ella» (1972, p. 16). Esto le sucedió también a la pequeña gentry
rural en los años 1688-89 en Inglaterra, como les había sucedido a los militantes calvinistas,
los mendigos, los pobres urbanos y los pequeños burgueses después de la rebelión de los
Países Bajos.
1647
Véase Léon (1970e, p. 684).
1648
Léon (1970e, p. 686).
277
Grassby (1960, p. 38). Lejos de ser incompatible, la aristocracia francesa, como señala
Supple, se vio «hasta cierto punto obligada a
La lucha en el centro. Primera fase: 1651-1689 161
política tuvo algo más de éxito en Inglaterra.

aportar capital y prestigio a las sociedades, anónimas de los siglos XVII y XVIII» (1977, p. 450).
280
Schumpeter (1943, p. 135).
281
Citando ejemplos, tanto de Inglaterra como de Francia, Supple dice: «La iniciativa
aristocrática no fue [...] en ninguna parte tan activa como en la minería y la industria pesada»
(1977, p. 499). Sobre el papel de la aristocracia en la manufactura francesa, véase también
Deyon (1978d, página 277).
«Invasión de Puerto Príncipe por Morgan», de John Esquemelin, publicada en De
Americaensche zee-roovers en 1678 y reeditado en Bucaniers of America en 1684. No se
sabe con seguridad si Esquemelin era francés, flamenco u holandés. Esquemelin trabajó
como cirujano al servicio de los bucaneros durante seis años. Su libro sigue siendo la
principal fuente de información sobre los piratas, y sus descripciones son confirmadas por
los documentos oficiales de la época.
4. LAS PERIFERIAS EN UNA EPOCA DE
CRECIMIENTO LENTO

Los períodos de expansión de la economía-mundo son relativamente fáciles


de describir. La producción se expande en general y en la mayoría de los sitios.
El empleo está generalizado. La población crece. La prosperidad es el signo
de la época. El hecho de que los salarios reales de un gran número de personas
puedan en hecho estar disminuyendo es menos visible dada la constante
inflación de los precios nominales. Hay un fermento social considerable, pero
es un fermento nutrido por el optimismo, incluso audaz. La movilidad
individual parece estar a la orden del día— El progreso parece ser un don de
la Providencia.
Los períodos de depresión son mucho más complejos. En primer lugar,
son mucho más visiblemente desiguales. Hay regresión, estancamiento,
retraimiento, tiempos difíciles, pero no para todos. La producción total, la de
la economía-mundo tomada en su conjunto, puede permanecer constante en
términos del valor global o de la cantidad per cápita, pero esto puede ser el
resultado del aumento de la producción en ciertas áreas o de la tasa de
productividad, o de ambas cosas, contrarrestado por una disminución en otras.
Los salarios reales de los que tienen empleo pueden aumentar, pero el
porcentaje de desempleo también puede aumentar.
Es de esperar un panorama especialmente sombrío en las zonas periféricas
de la economía-mundo. Desde el punto de vista político, son las arenas más
débiles. También es de esperar que los grupos dirigentes de las zonas del
centro y la semi- periferia traten de mantener su nivel de producción y empleo
a costa de las áreas periféricas. Y sin embargo, la periferia no desaparece
totalmente de la economía-mundo por muchas razones. En primer lugar, sus
cuadros capitalistas desean permanecer dentro de la economía-mundo y
luchan por permanecer en ella. En segundo lugar, los cuadros del centro están
preocupados por la recuperación cíclica de la economía-mundo
178 Immanuel Wallerstein
en su conjunto, para la cual necesitarán las zonas y las energías físicas
representadas por la tierra y la población de las periferias. En tercer lugar, los
países del centro continúan necesitando, aun en momentos de depresión,
algunos de los productos de la periferia, debido en parte a que por razones de
índole ecológica éstos no pueden provenir de otros lugares, y en parte a que el
coste de la mano de obra es, más que nunca, más bajo que en el centro.
Lo que hay que subrayar sobre todo es que una depresión supone una
aminoración de la actividad, no una interrupción. Representa, en términos
económicos, una carrera de obstáculos en la búsqueda de ganancias que, si se
quiere, sirve para separar el grano de la paja. Los fuertes no sólo sobreviven,
sino que a menudo medran. En las periferias, pues, una depresión en la
economía-mundo produce a la vez involución y evolución, a la vez una
aparente decadencia en la monetarización de la actividad económica y la
aparición de nuevas empresas, a la vez abandono y reestructuración o
redistribución, a la vez decadencia de su papel especializado en la economía-
mundo y reforzamiento del mismo. Para valorar esta aparente paradoja,
debemos comenzar por el principio. ¿Qué es lo que produce una inversión
secular de las tendencias en la economía- mundo? Un sistema capitalista
conlleva un mecanismo de mercado. El mercado no es libre —ni mucho
menos—, ya que se ve afectado por los ajustes políticos y los retrasos y
preferencias culturales. Sin embargo, si no hay una respuesta del mercado, sea
cual fuere, es difícil hablar de sistema capitalista.
El mercado responde, como sabemos, a las variaciones en la oferta y la
demanda. Indudablemente, éstas no son fuerzas místicas que se encuentren en
el ágora de forma imprevisible. La oferta y la demanda están recíproca e
institucionalmente determinadas; pero si hay una disparidad demasiado grande
durante un período de tiempo demasiado largo, el mercado se resentirá
inevitablemente. Una era de expansión tiende a crear, a lo largo del tiempo,
más oferta que demanda, por la sencilla razón de que la oferta está determinada
por el empresario individual (para el cual, en una época de expansión, una
producción incrementada muestra buenas perspectivas de ganancia) y la
demanda está determinada colectivamente (a través de la maquinaria política
que ha dispuesto la distribución de la renta). Antes o después, dada la
distribución existente a nivel mundial, acaba por haber una demanda
insuficiente a nivel mundial para una producción en constante expansión. Dos
cosas pueden eliminar esta disparidad: la expansión de la producción puede
ser invertida, detenida o al menos aminorada, y la distribución de la renta
puede ser dispuesta de tal modo que haya una demanda global incrementada
que finalmente permita una nueva expansión.
De hecho ocurren ambas cosas, y en este orden. La producción se estanca
y más tarde hay una redistribución política de la renta. Este es el perfil social
de una época de depresión, pero hay que hacer inmediatamente algunas
puntualizaciones. La producción se estanca más en las antiguas periferias que
en otras partes, y la redistribución política de la renta se da más en el centro y
en las áreas semiperiféricas (o al menos en algunas de ellas) que en las
periferias. Esta es precisamente, como veremos, la historia de la larga era de
Las periferias en una época de crecimiento lento 179
depresión del siglo xvn, o del período comprendido entre 1600-1650 y 1750.
Hay que hacer además otra puntualización acerca de este modelo, basada en
la falta de una demanda efectiva. Hemos fechado el comienzo de este período
de depresión entre 1600 y 1650. Esta ambigüedad, observable en todo el libro,
no se debe a un conocimiento insuficiente, sino que es la expresión del modelo
normal de paso de la expansión a la depresión. Normalmente, hay un largo
período durante el cual continúa la expansión, pero la depresión ha comenzado
ya y es, por tanto, parte de la historia de ambos períodos.
Ya hemos visto que esta inversión en particular de las tendencias seculares
parece estar compuesta por tres recesiones comerciales: una en la década de
1590, otra en la de 1620 y una tercera en la de 1650'. En este mismo período,
la economía-mundo se vio afectada por la inestabilidad monetaria: la subida
de las monedas en el Báltico, la inflación de la moneda de cobre en España, la
brusca disminución de la producción de metales preciosos en las Américas.
Fue también el momento en que se produjeron diversos desastres
demográficos provocados por las guerras, las epidemias y el hambre. La
combinación no fue fortuita. ¿Qué hace un productor de artículos destinados a
la exportación en la periferia cuando se encuentra bruscamente con un
mercado desfavorable? Hay dos respuestas posibles desde su punto de vista.
O bien trata de mantener sus ingresos netos aumentando el volumen de sus
exportaciones y/o disminuyendo los costes de su producción. Una de estas
cosas, o ambas a la vez, funcionan a corto plazo para el empresario individual,
pero empeoran la situación co-

Véase Wallerstein (1974, pp. 269-71).


lectiva de los productores periféricos en una zona determinada a medio plazo.
La expansión de la producción de artículos destinados a la exportación
incrementa aún más la producción global en un mercado en el que la demanda
se ha restringido ya. La disminución de los costes de producción agota el
potencial de una futura producción, si es que se consigue, cosa sumamente
probable en las zonas periféricas, mediante la intensificación de la explotación
de los recursos naturales o humanos.
Trataremos de demostrar que en las principales periferias de la economía-
mundo del siglo xvi, esto fue precisamente lo que ocurrió. Los débiles
mercados de las décadas de 1590 y 1620 llevaron a un incremento del volumen
de la producción y/o un incremento de la tasa de explotación de los recursos.
Hacia la década de 1650, si no antes, los productores periféricos se vieron
obligados por las consecuencias de esta primera táctica a recurrir a la única
respuesta sensata —la retirada parcial de la producción para el mercado—, al
menos en el lugar concreto del mercado mundial en el que habían encontrado
un hueco en el siglo xvi1650. Empecemos por la periferia de Europa oriental.

1650 Hay una buena descripción de esta secuencia en Polonia en Wyczaiís- ki (1967). Con

respecto a la primera mitad de la misma, Gould señala que «hay numerosos ejemplos
históricos en que la respuesta de los agricultores a la caída de los precios fue ampliar la
producción y no reducirla, en un intento de mantener los ingresos brutos a un nivel
180 Immanuel Wallerstein
Sus productos para la exportación sufrieron un descenso por lo que respecta al
precio, la productividad y el valor y la cantidad del total exportado en el siglo
xvn, especialmente (aunque no sólo) en el caso de los cereales polacos y el
ganado húngaro. La historia de los precios es la más conocida, ya que la
imagen básica de la depresión del siglo xvn está construida sobre el
hundimiento de la agricultura. Los precios del trigo en Polonia descendieron
hacia 1615-1620, luego presenciaron un aumento temporal, seguido a
mediados del siglo xvix «por una violenta caída y una depresión de los precios
de larga duración»1651. El aumento de los precios del ganado húngaro se hizo
más lento a comienzos del siglo xvil, para «detenerse totalmente tras otros
breves boom en la década de 1620» 1652. A mediados del siglo xvn, el precio
del ganado húngaro en Viena había disminuido «considerablemente» 1653. En

convencionalmente aceptable» (1962, p. 332).


1651 Wyczañski (1967, pp. 68-69).

1652 Pach (1970b, p. 254).

1653 Zimányi (1973, p. 327).


Las periferias en una época de crecimiento lento 181

el caso de la agricultura checa, también los cien años posteriores a 1650 fueron
«un siglo de estancamiento»1654 1655 1656.
No sólo bajaron los precios de las exportaciones en términos absolutos,
sino que también tal vez disminuyeron en términos relativos. Es decir, los
términos de intercambio se hicieron «cada vez más desventajosos» para los
exportadores de la periferia1657. Al mismo tiempo, hubo un «rápido incremento
del volumen de las importaciones de artículos de lujo», especialmente en el
segundo cuarto del siglo XVI I 1658, como una especie de coletazo final de la
pequeña nobleza de la periferia. La combinación de exportaciones en descenso
e importaciones en aumento (al menos en el período de transición) provocó un
cambio espectacular en la balanza comercial. Por ejemplo, el comercio
marítimo de Polonia en el Báltico pasó de un excedente del 52 por ciento en
1565-1585 a uno del 8 por ciento en 1625-1646, para llegar más tarde a una
balanza comercial desfavorable en la segunda mitad del siglo xvn 1659. Maczak
habla de la balanza comercial pasiva de Polonia como consecuencia de la
«funesta década de 1620» 1660. El cambio en la balanza comercial se vio
agravado por la incapacidad de las empresas económicas polacas, débilmente
protegidas, de oponer resistencia a los efectos negativos de la inestabilidad
monetaria resultante de la inflación de los precios. Los comerciantes
holandeses obligaron a los comerciantes de Danzig a aceptar parte del pago en
moneda débil (por ejemplo, Loewenthalers) junto con los ducados y táleros
más fuertes. Por supuesto, esta moneda podría haber sido prohibida por las
autoridades políticas, pero los propios comerciantes de Danzig, que «temían
graves perturbaciones en el comercio exterior» 1661 y no creían que esa
protección fuera esencial, dado que podían hacer recaer esta carga que les
habían impuesto los holandeses «sobre los hombros de la bur-
guesía media, los nobles y los campesinos»1662, se opusieron enérgicamente a
tales medidas preventivas.
Se han hecho muchas conjeturas acerca del rendimiento de los cereales en
Europa oriental y todo el mundo está de acuerdo en que hubo una baja muy
clara en el siglo XVII. La cuestión es hasta dónde llegó. Los más optimistas
piensan que el rendimiento de los cereales simplemente se estancó en un

1654 Matejek (1968, p. 210).


7 Topolski (1971, p. 62). Véase el cuadro 4.1, donde Kula especifica los
términos de intercambio para los diferentes sectores de la población. Los comentarios de
Kula sobre Topolski se pueden encontrar en 1970, pp. 164-65, nota 164. Incluso Kula acepta
esta hipótesis en general para el subperíodo
de 1650-1700.
‘ Bogucka (1972, p. 1).
1659 Maczak y Bogucka, citados en Pach (1970b, p. 258). Véase también Maczak (1970, p. 139,

cuadro 16).
1660 Maczak (1975, p. 3).

1661 Bogucka (1972, p. 4). Los cambistas locales se opusieron a tal medida porque

participaban en las ganancias de los especuladores internacionales (p. 5).


1662 Bogucka (1972, p. 13).
182 Immanuel Wallerstein
momento en que el rendimiento de los cereales del noroeste de Europa estaban
aumentando. Los menos optimistas piensan que hubo una caída importante
*1663. La explicación general de la disminución del rendimiento del trigo es la
«dominación de la producción de mercancías por los terratenientes que usaban
trabajo forzado al máximo», que es la misma que ofrece Pach para explicar la
decadencia de las exportaciones de ganado en Hungría1664 1665. Pero ¿por qué
habría de llevar esta dominación a una decadencia en los rendimientos? Se
ofrecen dos razones. Una es que las crecientes exigencias de prestaciones de
trabajo «llevaron a más de un campesino a dejar de criar animales de tiro y
pasarse a las filas de los asalariados» y que dado que el rendimiento de las
explotaciones campesinas era por lo general más alto que el de las de la
aristocracia, el rendimiento global disminuyó ,5. La segunda razón es que la
producción se aumentó «prescindiendo de los principios fundamentales de la
rotación de los cultivos» 1666, lo que a la larga agotó el suelo.
A costa de agotar a los hombres y el suelo, el nivel de la producción total se
mantuvo durante 50-60 años, pero este método era autodestructivo. Esto se
puede ver en el hecho de que, pese a los esfuerzos por incrementar la
producción y reducir los costes, el total de las exportaciones disminuyó. A
finales del siglo xvi, se exportaban anualmente desde Danzig 100 000 lasts
de trigo, en el siglo xvn 30 000 y a comienzos del siglo xvm sólo 10 000 1667.
Abel indica que hubo un punto de inflexión en 16201668 1669, pero Jeannin

1663 ¿ytkowicz observa en general «un bajo rendimiento de la agricultura» en Polonia,

Hungría, Eslovaquia y Bohemia, pero no especialmente más bajo de 1655 a 1750 que de
1500 a 1655 (1971, p. 71). Slicher van Bath observa «un estancamiento o incluso un declive»
en Europa oriental en el siglo xvu. Para Checoslovaquia, Polonia, Letonia, Estonia y Rusia
juntas, muestra un descenso de 4,3 a 3,9 entre el período de 1600 a 1649 y el período de 1650
a 1699 (1969, pp. 175-76). Mtjczak se muestra escéptico frente a las bajas cifras de
Zytkowicz para el siglo xvi (1976b, p. 23) y sugiere que en realidad hubo un descenso, «ya
visible en la primera mitad del siglo xvu» (1968, p. 77). Wyczañski muestra un descenso en
un dominio (Korczyn) de 4,8 en 1569 a 4,1 en 1615, 4,4 en 1660 y 3,2 en 1765 (1960, página
589). Topolski habla de un declive general de cerca de 5 a finales del siglo xvi a cerca de 3-
4 a finales del xvm (1974a, p. 131). Szczygielski utiliza un lenguaje más duro; habla de que
los rendimientos polacos estaban entre los más altos de Europa en los siglos xv y xvi y entre
los más bajos en los siglos xvu y xvm (1967, pp. 86-87).
1664 Pach (1970b, p. 262).

1665 Mjiczak (1968, p. 77), quien dice que «la contracción del excedente para el mercado

provocada por la reducción del tamaño de las unidades agrícolas es difícilmente discutible»
(p. 78).
1666 Szczygielski (1967, p. 94), quien dice que esto sucedió también con la producción

maderera: «Durante el siglo xvu, la explotación inconsiderada provocó estragos en los


bosques» (p. 97).
1667 Lesnodarski (1963, p. 24).

" Abel (1973, p, 251, gráfico 45). Véase también Slicher van Bath, quien dice que las
exportaciones más elevadas fueron las de 1617 (1977, p. 87).
1669 Jeannin (1964, pp. 320, 322). Esto tiene su confirmación en el otro extremo del proceso

comercial. Al estudiar las importaciones escocesas de trigo báltico, Smout y Fenton


encuentran una «inconfundible» inflexión a mediados del siglo xvu —es decir, un
pronunciado descenso de tales importaciones— que ellos explican por «una sustitución
parcial de los proveedores bálticos por proveedores ingleses e irlandeses». De hecho, añaden,
entre 1675 y 1685 «se llevaron incluso [cereales escoceses] al Báltico» (1965, p. 76).
Las periferias en una época de crecimiento lento 183

señala que los registros del Sund muestran que en 1649 ó 1650 se alcanzó un
«nivel récord, que superó al de 1618» y sugiere que pensemos en 1650 como
el año determinante, más que en 1620 w.
La historia de la exportación de ganado es muy similar. En Hungría, el
período 1550-1600 fue la «edad de oro»1670, tras lo cual hubo una decadencia.
El comercio de ganado polaco con Silesia, Sajonia y el Rin «perdió
importancia» con el comienzo de la guerra de los Treinta Años como
consecuencia de los peligros del transporte de ganado1671. Lo mismo ocurrió
con la exportación de ganado danés, que en este contexto forma parte del
mismo proceso1672. Pach afirma que la decadencia del comercio de ganado fue
más grave que la del comercio de trigo y por consiguiente que Hungría sufrió
aún más que Polonia, porque mientras que el trigo era vendido «al centro
atlántico del incipiente comercio internacional de tipo moderno», el ganado
era vendido a las ciudades del sur de Alemania que «fueron víctimas del
desplazamiento de las rutas comerciales internacionales»1}. La tercera
exportación en importancia de Europa oriental en el siglo xvi había sido el
cobre. Aquí también hubo un notable descenso hacia la década de 1620 1673
1674
. En todos estos casos —trigo, ganado y cobre— la explicación está en la
superproducción a nivel mundial. En el caso del trigo, había habido un
aumento, aunque «pequeño», en la producción de cereales en el sur y el oeste
de Europa, pero lo suficientemente grande, dice Faber, como para explicar «la
desastrosa recesión del comercio de cereales holandés» en la segunda mitad
del siglo XVII 1675. En cuanto al ganado, fue «el cambio de la demanda lo que
deterioró las relaciones de los precios» 1676. En el caso del cobre, el principal

1670 Makkai (1971, p. 483). Véase también Prickler (1971, pp. 143-44). Wiese utiliza el

mismo término para hablar de la ganadería europea en general «antes del estallido de la
guerra de los Treinta Años» (1974, pp. 454).
1671 M^czak (1972, p. 679). Maczak habla de la «desastrosa disminución de la ganadería,
incluyendo a los animales de tiro (sobre todo bueyes, pero también caballos)», que pasaron
de unas 77 cabezas por cada 100 hectáreas de tierras campesinas en 1549 a 53 en 1630,
continuando después de esta fecha la tendencia descendente (1976b, p. 23).
12
Abel habla del «debilitamiento» de la exportación de ganado danés en el siglo xvu
(1973, p. 249). Véase también Glamann (1977, pp. 236-37).
1673 Pach (1968, p. 316). El argumento de Pach se ve en parte confirmado por la

observación de Wicse de que en Alemania, de 1640 a 1820, los precios de la carne fueron
siempre menos favorables que los del centeno (véase Wicse, 1966, p. 105). El ganado
húngaro y polaco iba a las ciudades del sur de Alemania, pero el ganado danés iba en su
mayor parte a Holanda (véase Glamann, 1977, pp. 216, 233).
1674 Véase Pach (1970b, p. 257).

1675 Faber (1966, p. 131). Topolski explica el declive de las exportaciones polacas de

cereales en el siglo xvii como resultado del declive de la productividad y el consiguiente


declive de la ventaja «casi relativa» (1974c, página 435). Aquí defendemos la relación
inversa: el incremento en la producción de trigo provocó indirectamente el declive de la
productividad en Polonia.
1676 Zimányi (1973, p. 330).
184 Immanuel Wallerstein
factor fue la «abundancia de cobre sueco [que] llegaba al mercado»1677 1678.
En ambos casos, la situación de las exportaciones fue empeorada, pero no
provocada, por la guerra y la devastación a nivel nacional, y en especial por la
invasión sueca de Polonia (1655- 1660), por el siglo de luchas intermitentes
en Hungría, que fue de la guerra de los Quince Años (1591-1606) a la guerra
de independencia de Rákoczi (1703-1711), y por la guerra sueco- danesa
(1643-1645) 2S. Pero las devastaciones de la guerra, que llevaron consigo la
reducción de la oferta total, no constituyen por sí solas una explicación. Como
nos recuerda Vera Zimány, «el siglo XVII conoció en toda Europa guerras no
menos devastadoras, pero en esta época no hicieron más que estimular la
producción, crear coyunturas favorables, etc., y por consiguiente aumentar los
precios»1679. ¿Qué fue, pues lo que cambió con respecto al siglo xvi? La
economía-mundo europea había pasado de una situación de oferta total inferior
a la demanda a la situación inversa. En la primera, la destrucción tendía a
aumentar la demanda. En la segunda, la destrucción tendía a ofrecer una buena
excusa para reducir la producción global.
¿Cómo se distribuyó esta reducción global? Esta es una cuestión esencial,
ya que determinó, o más bien reestructuró, las relaciones sociales de las zonas
periféricas. Hemos visto ya que en Europa oriental el trabajo forzoso en los
cultivos para el mercado (la llamada segunda servidumbre) se había difundido
en el siglo xvi como mecanismo de control del trabajo en los dominios
capitalistas en expansión. Ahora tenemos que explicar por qué las
obligaciones impuestas a los siervos se hicieron aún más duras en los
mercados de exportación en retroceso del siglo xvn. Debemos empezar por el
hecho de que en el siglo xvi los productos para el mercado eran cultivados
tanto en el dominio señorial como en la parcela campesina con el mismo nivel
de eficiencia 1680. Sin embargo, el siglo xvn está marcado por ■ una
considerable concentración de la tierra en toda Europa oriental, es decir, que
un mayor porcentaje de la superficie total cultivada y de los cultivos para el
mercado pasó de las manos de los campesinos a las de los señores. Esto es lo
que se nos dice de Polonia1681, Checoslovaquia32 y Livonia33. En realidad, en

1677 Kellenbenz (1974, p. 262) y Vlachovic (1971, p. 626). También había una

competencia del cobre japonés y chileno (Pach, 1970b, p. 257).


u
Sobre el efecto de la invasión sueca de Polonia, véanse Baranowski et al. (1966, p. 79)
y Gieysztorowa (1958); sobre Hungría, véase Makkai (1971, pp. 493-94) y Várkonyi (1970,
p. 272); sobre Dinamarca, véase J0r- gensen (1963, p. 79).
24 Zimányi (1973, p. 309).

1680 Zytkowicz ofrece esta conclusión provisional al comparar la productividad de las

tierras campesinas y los folwark (dominios) de Mazovia en el siglo xvn. «En cualquier caso,
la principal razón de la aparición de este sistema [señorial] no fue que produjera más
alimentos, sino que permitía a la clase feudal .terrateniente incrementar sus ingresos» (1968,
p. 118). Kirilly, sin embargo, al estudiar la producción de cereales en Hungría, observa un
«cambio» en la primera mitad del siglo xvm: «En contraste con la tendencia de los siglos
anteriores, el trigo señorial se caracteriza a partir de ahora por un rendimiento superior»
(1965, p. 621).
1681 Topolski dice que después de las destructivas guerras de mediados del siglo xvn, la

producción de las reservas consiguió finalmente recuperar los niveles de antes de la guerra,
Las periferias en una época de crecimiento lento 185

el caso de Polonia, Maczak compara específicamente los siglos XVII y xvm


con el xvi, señalando que «el pequeño grupo de pequeños propietarios
prósperos [...] desapareció por completo [...] como víctima directa de la
avaricia de los terratenientes» M.
Tengamos una idea clara de lo que sucedió. La expansión de la superficie
total cultivada, fenómeno característico del siglo xvi como respuesta a un
mercado mundial favorable, cesó e incluso se invirtió en parte, pero dentro de
la superficie cultivada un porcentaje creciente pasó a la reserva de los señores.
Esto quiere decir que a la posibilidad de ampliar la producción destinada al
mercado en Europa oriental se había respondido de dos formas en el siglo xvi:
mediante la explotación de los grandes dominios de los magnates con trabajo
forzoso y también mediante un cierto desarrollo de la explotación directa por
los campesinos ricos. «A comienzos del siglo XVII, sin embargo, la lucha acabó
con la victoria de la tendencia del Gutsherr, basada en el empleo de trabajo
forzado servil»35.

lupnicy y por jornaleros (komornicy1». Rutkowski habla del «proceso de proletarización de


la población rural» y de la «absoluta concentración de la producción agrícola» (1927b, pp.
119-20). Historiadores posteriores polacos han puesto en duda la explicación causal de
Rutkowski (las guerras), pero no sus observaciones. Véanse los diversos estudios citados en
Gie- rowski (1965, p. 244).
J!
Spiesz da como fecha para Checoslovaquia el año 1620, pero dice que en Moravia la
relación entre las tierras del señor y las tierras del campesino siguió siendo más o menos la
misma (1969, pp. 43-44). Lom señala un incremento de la «concentración de tierras» en
Bohemia de 1650 a 1750 y un aumento del porcentaje de los Gusherrschaften (1971, páginas
9-10). Mejdricka dice que una «mayor expansión de los grandes dominios que usaban mano
de obra forzosa puede observarse en la segunda mitad del siglo xvii» (1971, p. 394).
33 Aunque Dunsdorfs piensa que este proceso se dio especialmente en los siglos xvm y
xix, «también se puede demostrar un incremento del tamaño de las reservas señoriales
(gutsherrlichen V/irtschaften) en el siglo xvii» (1950, p. 115).
34 Maczak (1972, p. 673). Dworzaczek habla de la absorción gradual de los dominios de
la pequeña nobleza por los magnates en este mismo período (véase 1977, p. 159), mientras
que, por lo que respecta al siglo xvi, Rusiñski habla de «una tendencia a la concentración de
tierras en manos de los campesinos más ricos, quienes las compraban a sus vecinos más
pobres» (1972, p. 104). Véase también Malowist (1972, pp. 203-204) sobre el papel de los
campesinos acomodados.
35 Pach (1970b, p. 261). En Polonia hubo unas cuantas zonas donde sobrevivió la
enfiteusis. Hablando de una de ellas, cerca de la ciudad de Elblag, en la Vieja Prusia,
Zytkowicz dice que esta excepción fue posible por «la proximidad de mercados

pero las parcelas campesinas sólo recuperaron del 60 al 65 por ciento de su anterior
producción (1967, p. 114). En el caso de una región, Gniezno, i dice que la superficie total
de las reservas representaba el 13 por ciento de las tierras campesinas a comienzos del siglo
xvt, el 16 por ciento a mediados y el 20 por ciento a finales de ese siglo, y el 25 por ciento en
el siglo xvm (1970, p. 90). Rusinski habla de la «disminución de la superficie media de las
unidades campesinas», especialmente en las zonas del centro y el sur, proceso que comenzó
en el siglo xvi y se intensificó en el xvn, llevando a la pauperización (1972, páginas 112-13).
Rutkowski sitúa a mediados del siglo xvn el punto de inflexión, a causa de las guerras:
«Las explotaciones de los campesinos de cierta importancia (laboiircurs) desaparecieron y
fueron reemplazadas por otras más pequeñas [...] o por parcelas cultivadas por arrendatarios,
por cha-
186 Immanuel Wallerstein
desarrollados, la facilidad comparativa
Las ventajas del gran dominio sobre la unidad campesina, e incluso sobre
el dominio de tamaño medio, eran varias. La imprevisibilidad de las cosechas
favorecía a las unidades mayores, porque tenían una especie de seguro interno
contra las malas cosechas gracias a la diversidad de suelos que controlaban 36.
Además de esta ventaja en el aspecto de la oferta, había una ventaja en el
aspecto de la demanda.
CUADRO 3. CAMBIOS EN LOS TÉRMINOS DE INTERCAMBIO DE LOS DISTINTOS
GRUPOS SOCIALES EN POLONIA"
1550 1600 1650 1700 1750
Magnates 100 276 385 333 855
Nobles 100 80 144 152 145
Campesinos 100 205 169 118 51

Magnates 100 139 121 310


Nobles 100 180 190 181
Campesinos 100 82 58 25
• Extraído de Kula, 1970, p. 94.

En este caso, su acceso directo al mercado, el hecho de poder transportar ellos


mismos sus mercancías al puerto sin necesidad de intermediarios, era «un
privilegio económico considerable» que según Kula «fue parcialmente
responsable» del proceso de concentración de tierras 37. En el notable cuadro
(véase cuadro 4.1), en el que Kula calcula los términos de intercambio (el
poder adquisitivo de los productos que vendían en relación con los que
compraban) de tres grupos sociales diferentes en Polonia a lo largo del tiempo,
se ve claramente que estas ventajas se hicieron mayores a medida que los
tiempos se hacían más difíciles. Aunque no hay que dar excesiva importancia
a unos datos tan poco seguros3S, el uso de dos fechas diferentes como índice,
1550 y 1600, permite hacer algunas sugerencias. El período de máxima
expansión, 1550-1600, fue bueno para los magnates, pero también para los
campesinos, en ambos casos al parecer a expensas de los nobles. Tan pronto
como empezaron los tiempos difíciles, los campesinos se
con que se podía dar salida a los excedentes y también el transporte barato a los mercados»
(1974, p. 251),
36 Kula (1961, p. 138), y véase también Zytkowicz (1968, p. 109).
37 Kula (1970, p. 91).
38 Kula explica sus métodos para obtener estas cifras y admite que «estos resultados están
seguramente inflados» (1970, p. 94).
llevaron la peor parte. Tanto los nobles como los magnates salieron bien
librados. Si se parte del índice de 1600, es evidente que los nobles salieron
relativamente mejor librados que los magnates durante cierto tiempo (pero
sólo durante cierto tiempo), y también es evidente, usando el índice de 1550,
que en términos absolutos los magnates estuvieron siempre por delante de los
nobles.
¿Por qué sucedió esto? Yo me atrevería a sugerir un mecanismo muy
Las periferias en una época de crecimiento lento 187

sencillo. Cuando los tiempos son difíciles, hay dos formas de maximizar las
ventas para un productor: reducir los costes y eliminar la competencia. Los
magnates (y los nobles) trataron de reducir los costes incrementando las
prestaciones de trabajo en oposición al trabajo asalariado 1682. Esto no sólo
redujo los costes medios sino que además incrementó la producción total,
segundo medio de compensar las pérdidas resultantes de unos precios de
mercado reducidos 1683; y para asegurarse de que esta producción
incrementada en las tierras del señor hallara un mercado, el señor compraba
las tierras de los campesinos e incluso de los nobles1684 1685 1686, muchos de los
cuales estaban dispuestos a vender porque de hecho estaban en

1682 Pero por supuesto también ocurría lo contrario. Cuando las cosechas eran
insuficientes, los precios eran altos y había más demanda de prestaciones de trabajo.
M§iczak dice: «Sospecho que, al menos en algunos dominios, los terratenientes solían
presionar más a sus arrendatarios en los años peores, aun cuando acudieran en auxilio de los
más abrumados [...De un estudio de un dominio entre 1550 y 1695] se deduce que en los
años malos —cuando los precios eran altos— los administradores ducales extraían
relativamente más grano a sus arrendatarios» (1975, página 16). ¿No podría haber sido éste
un círculo vicioso? Cuando los pre- pios eran relativamente altos, se necesitaban más
prestaciones de trabajo simplemente porque se necesitaba más trabajo, y los campesinos no
habrían respondido a un salario, dado que preferían producir sus propias mercancías para un
mercado donde se las pagaban bien. Cuando los precios eran relativamente bajos, se
necesitaban más prestaciones de trabajo porque se necesitaba más trabajo no asalariado. En
el intermedio era cuando había menos demanda de prestaciones de trabajo. Esta alternancia
de motivos para exigir prestaciones de trabajo explicaría por qué se mantuvo esta técnica a
través de los altibajos del siglo.
1683 Kula dice: «No hay ningún absurdo en el hecho de que la decisión de invertir fuese el

resultado no de una mejoría de las condiciones del mercado [...] sino, al contrario, de su
deterioro» (1970, p. 35). Según él, éste es un comportamiento no capitalista; pero en el siglo
xx, en los períodos de estancamiento, ¿no siguen la misma táctica a veces las
multinacionales?
1684 Aun cuando los nobles no se vieran directamente obligados a vender
sus tierras a los magnates, la falta general de dinero contante «convirtió
a los magnates en los banqueros de la aristocracia rural y les dio una superioridad adicional:
la que un banquero tiene a menudo sobre sus clientes» (Mjczak, 1968, p. 88).
188 Immanuel Wallerstein
bancarrota. Aunque los señores no pusieran las nuevas tierras en explotación,
al menos impidieron que produjeran mercancías capaces de competir con las
de sus viejas tierras. Este proceso muy plausible de inversión en tierras, aun
cuando no estuviera concebido para obtener inmediatamente dinero de los
cultivos destinados a la exportación, se vio sin duda fomentado por la crisis
financiera de comienzos del siglo xvu, que impulsó a los magnates hacia una
«carrera, comprensible desde el punto de vista psicológico, por atesorar
mercancías como garantía frente a la inseguridad del mercado monetario» 42.
Las mercancías, incluida la tierra, parecían valores más seguros de almacenar
que la moneda cuando su «almacenamiento» había de prolongarse durante
más tiempo.
¿Qué sucedió con las tierras que fueron adquiridas para eliminar la
competencia? No hay duda de que representaron «un paso hacia la producción
de subsistencia» 43, involución si se quiere, pero no negación del modo de
producción capitalista. Representaron precisamente una inteligente
adecuación a las condiciones del mercado, una forma de que los empresarios
capitalistas (los magnates y los nobles) maximizaran sus ganancias (o
minimizaran sus pérdidas) en un mercado débil mediante la reducción de las
existencias y el estancamiento global de la producción. Tal vez los campesinos
no aumentaran ni redujeran sus esfuerzos como respuesta a las fluctuaciones
del mercado mundial, pero los campesinos no eran empresarios: eran
semiproletarios cuyo input de trabajo dependía en buena medida de las
reacciones de los empresarios frente al mercado mundial1687.
El retroceso no significó abandono de la producción capitalista, como lo
demuestra la supervivencia e incluso el florecimiento de mercados regionales
frente a la caída de las exportaciones de productos a los países del centro.
Spiesz precisa que ya en el siglo xvi, los territorios de Europa central
producían en parte para los mercados regionales, lo que explica sus diferencias
con las zonas de Europa oriental que exportaban a los países de Europa
occidental, épiesz denomina Wirtschaft- herrschaft a las relaciones de
producción en Europa central —Bohemia, Moravia, Eslovaquia, Baja Silesia,
Baja Lusacia, Austria (sin el Tirol), Sajonia, Turingia y Hungría occidental—
frente a la segunda servidumbre. Aun en esos países, las condiciones

1687 Bogucka (1975, p. 147), que habla del atesoramiento de joyas, vajillas de lujo, metales

preciosos y moneda acuñada; pero el motivo del atesoramiento de tierras habría sido el
mismo: la protección contra la fuerte inflación. Esto justifica su conclusión: «Este
atesoramiento [...] tuvo indudablemente consecuencias desfavorables para la economía del
país, ya que inmovilizó durante muchos años un capital considerable» (p. 148).
41 Pach (1962, p. 234).

44 Suponiendo que los campesinos no responden al mercado mundial, Kula afirma que

«los métodos de la contabilidad capitalista se hacen aplicables a este tipo de 'empresa'»


(1970, p. 27). De modo similar, Achilles (1959, pp. 51-52) se muestra escéptico ante la idea
de que la producción agrícola fue realmente sensible a los precios en los siglos xvt y xvu.
Ninguno de los dos hace la debida distinción entre el gran terrateniente, que es un empresario
capitalista, y el campesino semiproletario.
Las periferias en una época de crecimiento lento 189

empeoraron para los campesinos en el siglo xvn 1688 1689. Sin embargo, lo que
hay que señalar es que en el siglo xvn algunos de los centros comerciales de
Polonia que en otros tiempos se habían dedicado al comercio transcontinental,
como Cracovia y Poznan, perdieron este papel a causa de los efectos
combinados de la guerra de los Treinta Años y las guerras con Suecia, aunque
sin embargo prosperaron como centros comerciales a nivel regional en la
segunda mitad del siglo xvn A6. La mayor concentración de la tierra fue
acompañada por una mayor extracción de días de trabajo obligatorio.
Obviamente, si el señor tenía una reserva más extensa necesitaba más mano
de obra, y si el campesino tenía menos tierra, tenía más tiempo que dedicar al
trabajo obligatorio, es decir, probablemente cultivaba todavía lo suficiente
para alimentarse1690, pero ya no dedicaba una gran parte de sus tierras a los
cultivos para el mercado. Tenemos datos acerca de un incremento de la
cantidad de prestaciones de trabajo en el siglo XVI I en el caso de Polonia46, las
tierras al este del Elba49, Hungría50, Bohemia51, Rumania52 y Dinamarca 53.
48 Véanse M§iczák (1972, p. 677) y Rutkowski (1972b, p. 122). Zientara afirma que las
prestaciones de trabajo de los campesinos fueron introducidas a gran escala en la minería del
hierro en el siglo XVII (véase 1971, página 284). Rutkowki dice que las contribuciones
(redevances) no eran tan elevadas en el siglo xvm como en el xvi (1927a, p. 89). Pero
Rutkowski puede estar equivocado. Kula señala que una de las formas de incrementar las
contribuciones campesinas fue aumentar el tamaño de las medidas de trigo de tales
contribuciones. Un boisseau o korzec tenía en Cracovia 26,26 litros en el siglo xvi y 43,7
litros en el xvm; en Varsovia tenía 52,5 litros en el siglo xvi y 64 litros en el xix (1962, p.
279).
Los aristócratas polacos se revelaron como hábiles manipuladores de los mecanismos
capitalistas. Se dieron cuenta de que esta redefinición de las medidas les beneficiaba como
receptores de rentas, pero no como compradores, de modo que dispusieron que «el laszt, la
medida de trigo al por mayor, especialmente utilizada para las exportaciones, fuera

1688 Spiesz (1969, p. 61). Mejdricka hace la misma observación, es decir, que Bohemia se

diferenciaba de Polonia y Alemania septentrional por la envergadura de su mercado: «El


mercado de productos agrícolas y materias primas en ias tierras checas estaba vinculado a
un intercambio regional dentro del país y, eventualmente, con los países más cercanos»
(1971, p. 401).
44 Cracovia «dio pruebas de mayor duración y solidez» como mercado regional que como

mercado transcontinental (Malecki, 1970, p. 119; véase también 1971, p. 151). «En la
segunda mitad del siglo xvm [...] el comercio de Poznari cobró nueva vida, sin embargo,
sirviendo exclusivamente como mercado regional» (Grycz, 1967, p. 55; véase también 1971,
p. 119).
1690 M^czak nos recuerda que «a pesar de su pobreza Polonia ofrecía a sus habitantes

importantes ventajas. En comparación con otros países de comienzos de la Edad Moderna,


Polonia no conoció un hambre verdaderamente generalizada» (1972, p. 678). Makkai afirma
que «los campesinos de Europa oriental estaban mejor alimentados que los asalariados
franceses, alemanes e italianos, pero peor que los trabajadores de los países occidentales en
ascenso, donde había triunfado la revolución burguesa» (1974, p. 207). Entre estos últimos
cita a Inglaterra y las Provincias Unidas. Dado que en el caso de Francia su única referencia
es Le Roy Ladurie, podría ser que lo que dice fuera cierto para el sur de Francia, mientras
que el norte figuraría entre los «países occidentales en ascenso». En la terminología de este
libro, Maczak argumenta que los trabajadores rurales estaban en peores condiciones en las
regiones semiperiféricas que en las periféricas, probablemente porque estos últimos
conservaban un mayor control sobre las parcelas que les permitían subsistir.
190 Immanuel Wallerstein
estabilizada y unificada relativamente pronto, mientras que la medida al por menor que se
utilizaba para el pago de las prestaciones —el korzec— aumentaba continuamente. Era
natural que con el tiempo el laszt tuviera cada vez menos korzec». Hay que señalar que ésta
es también una forma de mantener unos niveles de ganancia en un mercado con precios en
descenso.
49 Véase Lütge (1963, pp. 123-27).
50 Véase Makkai (1963, p. 41), que dice que esto es aplicable sobre todo a la producción
de trigo, dado que «en la ganadería y la viticultura las prestaciones de trabajo (Fronarbeit)
no pueden, por razones técnicas, desempeñar un papel tan importante como en la producción
de trigo». Hubo, sin embargo, un incremento en la producción de cereales de Hungría en el
siglo XVII , tal vez porque se prestaba más a este trabajo forzoso. Véanse Kirilly y Kiss (1968,
p. 1235).
51 Malowist afirma que hubo una intensificación de las prestaciones de trabajo en
Bohemia, «principalmente después de la victoria de los Habs- burgo en Biala Gora (la
Montaña Blanca) en 1621 y los estragos sufridos por Bohemia durante la guerra de los Treinta
Años» (1974, p. 344). Véanse también Klíma (1957, p. 87), Kavke (1964, p. 58) y Wright
(1966, p. 14).
52 Véanse Stefanescu et al. (1962, p. 56), que sitúan el incremento de la extorsión a
finales del siglo XVII .
si
Véanse Nielsen (1933, p. 153) y también Tonnesson (1971, i, p. 304; il, pp. 719-20), que
insiste en que es correcto «considerar a Dinamarca un ejemplo del tipo oriental» (n, p. 719).
Se plantea un problema con respecto a Noruega, que entonces formaba parte de Dinamarca.
La mayoría de los campesinos noruegos fueron emancipados a finales del siglo XVII . Véase
Johnsen (1939, pp. 392-93). Tonnesson explica esto por el hecho de que «en un país con una
aristocracia débil, era importante [para la corona danesa] conservar la lealtad de las masas
campesinas a fin de poder defender el país frente al vecino sueco» (1971, I, p. 311). Pero, de
ser así, la misma lógica habría prevalecido en las zonas ucranianas de Polonia: los polacos
habrían intentado conservar la lealtad de los campesinos ucranianos frente a los halagos
rusos, pero sabemos que no fue ésta su
Hay una cuestión final por lo que respecta a las relaciones de producción.
Si el incremento de las prestaciones de trabajo fue racional en el siglo xvn,
¿por qué no se alcanzó ya el mismo nivel en el xvi? Una respuesta podría ser
que este incremento llevó su tiempo. Otra sería que una alta tasa de
prestaciones de trabajo es racional en tiempos de recesión del mercado, por las
diversas razones aducidas, pero que una tasa media es más conveniente para
una época de expansión del mercado, porque una tasa elevada conlleva un
aspecto negativo: a partir de cierto punto, las prestaciones de trabajo agotan y
reducen la productividad. Rusiñski se pregunta: «¿En qué momento
empezaron a mostrar las prestaciones de trabajo rasgos económicamente
regresivos? [...] Las investigaciones más recientes nos permiten fijar este
momento con extrema precisión». Fue entre 1580 y 1620, dice, en el caso de
Polonia central y un poco más tarde en el de Silesia y Bohemia M. Esto nos
lleva nuevamente a nuestro período de transición (de 1600 a 1650), Podemos
resumir la situación del siguiente modo. En el siglo xvi, las prestaciones de
trabajo eran económicamente productivas. Suponían el mismo trabajo que
habrían realizado los campesinos en cualquier caso, dado el mercado
favorable, pero el señor se apropiaba de parte del excedente, arrebatándoselo
al campesino mediante la institución de las prestaciones de trabajo. Cuando
los tiempos se hicieron más difíciles, las exigencias del señor en materia de
tiempo de trabajo campesino aumentaron. En ese momento, el campesino
empezó a dar un trabajo que de otro modo no habría aumentado. A la larga,
Las periferias en una época de crecimiento lento 191

este exceso de producción tendería a agotar el potencial de trabajo campesino


y sería contraproducente, pero a corto plazo aseguraría que el grueso de las
pérdidas resultantes de un mercado mundial débil fuese soportado por el
campesino y no por el señor.
Naturalmente, el campesino no estaba contento con esta situación.
«Cuanto mayor era el dominio, mayor era el contraste entre la reserva y la
parcela del campesino (Guts- und Bauern- wirtschaftJ»55. El resultado fue la
huida de los campesinos y el sabotaje. Nos encontramos así ante otra aparente
paradoja. Hubo al mismo tiempo un incremento del trabajo obligatorio y del
trabajo asalariado. Esta paradoja no es difícil de resolver

actitud. Es probablemente más bien la ausencia de cultivos destinados a la exportación y de


perspectivas para éstos en Noruega lo que explica las diferencias entre las actitudes de
Noruega y Ucrania.
* Rusiñski (1974, pp. 40-41).
55 Rusiñski (1960, p. 420).

si recordamos que de hecho hubo tres modos utilizados por el señor en Europa
oriental para atar al campesino: el trabajo obligatorio, el trabajo asalariado y
el censo (cens). Esta última fórmula, en oposición al trabajo obligatorio y
asalariado, fue la más utilizada en Europa oriental durante los siglos xiv y xv.
En el siglo xvi, la expansión de la economía-mundo llevó a la reinstitución y
expansión de las prestaciones de trabajo en lugar del censo. De hecho, en las
zonas más cercanas a los puertos de exportación, como por ejemplo Prusia
occidental, el norte de la «Gran Polonia» y Kujawy, los campesinos fueron
más capaces de hacer frente a la institución de las prestaciones de trabajo en
el siglo xvi y de conservar una parte mayor de las ganancias del mercado
manteniendo el sistema de censo56. Esto se debió probablemente a su
proximidad a los puertos, que les permitía vender sus productos con relativa
facilidad y a un precio competitivo. En el siglo XVII , sin embargo, dada la
restricción del mercado, desapareció toda posibilidad de que los arrendatarios
de Europa oriental que aún quedaban pudieran resistir a las presiones de los
señores, y el censo disminuyó aún más, para ser reemplazado ahora por el
trabajo obligatorio y el trabajo asalariado al mismo tiempo51.
Desde el punto de vista del jornalero del campo, el trabajo asalariado no
era necesariamente preferible a un sistema de prestaciones de trabajo. De
hecho, los trabajadores asalariados eran en buena parte siervos o jornaleros, y
estos últimos «se hallaban en una situación de dependencia aún mayor» que
la de los siervos obligados a realizar prestaciones de trabajo 58. Los siervos no
sólo tenían una mayor seguridad que los jornaleros, en el sentido de que no se
les podía abandonar a su suerte, sino además una posición social más elevada
y unos ingresos más altos. Por extraño que pueda parecer, tenían también más
alternativas. La cuestión era que, a pesar de las trabas legales, «los siervos a
los que los señores trataban de imponer cargas excesivas podían siempre
cambiar de señor», dada la debilidad de las autoridades públicas» 59. En este
192 Immanuel Wallerstein
con- 1691 flicto entre el señor y el campesino, que era realmente un conflicto
de clase entre burgueses y proletarios, el campesino no estaba totalmente
incapacitado para defender sus intereses, aun en estos tiempos difíciles. El
señor-burgués tenía, pues, que hallar otros medios de extraer un excedente que
no fueran la mera rfeducción de los salarios reales gracias a trucos legales. Se
orientó, como era lógico, hacia la producción industrial, de forma que el
campesino se relacionara con él no sólo en cuanto empleado, sino también en
cuanto consumidor.
Si hubo una pauperización de los campesinos en el siglo xvn, ¿qué era lo
que podía comprar? Las industrias urbanas existentes a finales del siglo xvi
estaban en trance de desaparición a causa del «pauperismo, ya entonces muy
extendido, de las masas de la población»60. ¿Qué era, pues, lo que los señores
podían producir que estuviera al alcance de los campesinos? Pues tejidos
sencillos, algo de vidrio y metal, y cereales en los años malos. En cualquier
caso, parece haber habido un desplazamiento de los artesanos desde las
ciudades a los grandes dominios, para trabajar en las manufacturas de los
señores61. .La industria más próspera era indudablemente la que producía el
perpetuo refugio del pobre que se hacía cada vez más pobre: el alcohol.
Solemos asociar la ginebra con las nuevas factorías urbanas de Inglaterra a
finales del siglo xvm y el whisky con las poblaciones indígenas desarraigadas
de las zonas fronterizas en el siglo xix. Esto mismo ocurrió con el vodka y la
cerveza en Polonia y con el vino en Hungría entre el campesinado pauperizado
del siglo xvu. La institución esencial era la llamada propinatio, la «invitación
a beber», que de hecho
absoluto y no fuera objeto de frecuentes excepciones» (p. 485). Kula habla también de «la
envergadura de las deserciones campesinas y la impotencia de la nobleza frente a este
fenómeno» (1961, p. 145).
60 Malowist (1972, p. 215).
61 «El circuito cerrado de mercancías y moneda aseguró sustanciales ganancias al
terrateniente monopolista, que estableció talleres de artesanos en sus propiedades para que
surtieran a él y a sus campesinos» (M^czak, 1972, p. 672). Rostworowski señala que los
latifundios eran de hecho Estados principescos con una política mercantilista: «Un magnate,
con sus propios medios de transporte y sus propios agentes de Bolsa, concentraba en sus
manos las exportaciones e importaciones de una extensa zona agrícola. Dentro de esta zona
no había liberalismo, sino más bien un sistema de obligaciones y monopolios... Estas fueron
las condiciones que llevaron al establecimiento de manufacturas en los latifundios» (1968,
página 307). Molenda dice que el control de las minas de plomo pasó en el siglo xvu de los
comerciantes de Cracovia a los magnates, que podían fundir el mineral a un coste inferior
gracias a sus privilegios fiscales (véase 1976, p. 169). ¿Podría haberse debido también a un

Véase Rusiñski (1972, p. 112).


1691

57Rutkowski dice que, a partir de mediados del siglo xvn, «el trabajo asalariado comienza
a desempeñar, junto con las prestaciones de trabajo, un papel más importante que antes en la
organización de las reservas señoriales» (1926, p. 473). Kula está de acuerdo: a partir de
1650, «la movilidad de la población campesina, acentuada por las guerras, incrementó la
oferta de mano de obra asalariada» (1970, p. 152).
“ Rutkowski (1926, p. 503).
¡bul., p. 486, que dice que «los poderes públicos de la época eran incapaces de introducir
una adscriptio glebac que tuviera un carácter
Las periferias en una época de crecimiento lento 193
acceso más fácil a las prestaciones de trabajo?
suponía el monopolio de la producción y venta de bebidas alcohólicas por
parte del señor1692. En el período comprendido entre 1650 y 1750, la
propinatio fue a menudo la principal fuente de ingresos de los nobles 1693 1694.
El resultado neto de la concentración de las tierras, la disminución de los
censos y además la propinatio fue que, a pesar de la debilidad del mercado
mundial para sus productos de exportación, a pesar de los estragos de las
guerras, las capas superiores de Europa oriental se las arreglaron para
sobrevivir en este período de forma razonable. No hay duda de que su situación
no debió de ser tan floreciente como la de la clase regente en Amsterdam o
como la de los señores del norte de Francia, pero la fuerte reducción de los
ingresos netos en la periferia de Europa oriental se cobró sobre todo sus
víctimas en las capas inferiores í4. Los artesanos urbanos y los campesinos
ricos se arruinaron y los campesinos pobres se empobrecieron aún más. A
medida que se polarizaban las diferencias sociales, algunos también ascendían
de posición social. Entre ellos estaban los clientes de las cortes, y no tanto de
la del rey, como en Francia, como de la de muchos potentados1695. Este proceso
ha sido calificado de refeudalización, pero Makkai in-
siste con razón en que no es un calificativo adecuado; debería denominarse,
dice, «inflación de la nobleza»1696.
En el capítulo anterior, describimos el compromiso social al que llegaron

1692 A propósito de Polonia, véanse Szczygielski (1967, p. 97) y Kula (1970, páginas 102-

103). A propósito de Hungría, véanse Pach (1962, pp. 262-63) y Makkai (1963, p. 41).
6!
Zytkowicz (1972, p. 149); véase también Slicher van Bath (1977, p. 116). Leákiewicz
demuestra que en los dominios reales de Polonia el porcentaje de los ingresos procedentes de
las bebidas alcohólicas pasó de un 0,4 por ciento en 1661 a un 37,5 por ciento en 1764,
mientras que el procedente de los productos agrícolas pasó de un 59,6 a un 38,2 por ciento
(1960, página 414, cuadro III).
“ Rostworowski, hablando de la situación de mediados del siglo xvm, afirma que «los
magnates polacos eran considerados los individuos más ricos de Europa, comparables a la
aristocracia inglesa» (1968, p. 291). Esto se debió en parte a las lucrativas sinecuras existentes
en la Corte tras la unión polaco-sajona, pero tal vez no ocurriera lo mismo en el siglo xvu.
Sin embargo, es muy poco probable que se enriquecieran de la noche a la mañana.
“ Malowist habla de los jóvenes nobles que vivían en las cortes de los nobles señoriales
y eclesiásticos, sirviendo, en la primera mitad del siglo xvu, como «administradores de las
diversas propiedades de la aristocracia, y especialmente en los ejércitos privados reclutados
por los grandes señores» (1976, p. 15). Mjczak sugiere que «las observaciones [de Trevor-
Roper] acerca de los exorbitantes gastos de las cortes reales podrían ser aplicadas también a
las cortes de los magnates polacos» (1975, p. 33, nota 16). Es esto sin duda lo que explica la
observación de Rutkowski de que en los siglos xvu y xvm hubo un «considerable
incremento» en el número de nobles que vivían en las ciudades más importantes del reino
(1927b, p. 153).
1696 Makkai (1974, p. 198). M?czak dice igualmente que esto no representa «una

continuación de las costumbres medievales [...] Los antiguos y los nuevos miembros de las
capas superiores de terratenientes necesitaban ahora más secaces nobles que nunca» (1975,
p. 10). (Kowccki (1972, p. 6) señala el gran tamaño de la nobleza polaca y húngara (así como
de la española), en comparación con la francesa. Da las siguientes cifras: del 8 al 10 por
ciento en Polonia (el 16 por ciento de los polacos de origen); el 5 por ciento en Hungría (más
que la burguesía); el 0,7 por ciento en Francia (el 1 por ciento si se incluye al clero).
194 Immanuel Wallerstein
en Inglaterra y Francia los nuevos capitalistas y los viejos aristócratas, dos
categorías que coincidían mucho más de lo que lo reconoce la opinión
contemporánea o la de aquella época, pero no coincidían totalmente y, por lo
tanto, se produjeron considerables fricciones en la época de expansión de la
economía-mundo. El conflicto se agudizó en el período de transición, el
último período de inflación que fue acompañado de una nivelación de la
expansión a escala mundial; pero en el período de 1650 a 1750, la realidad de
una época de recesión y mercantilismo impuso una reconciliación entre las
dos capas coincidentes, que se plasmó a finales del siglo xvn en nuevos
acuerdos constitucionales (entendiendo este término en un sentido amplio).
¿Sucedió algo parecido en la periferia de Europa oriental? Hubo dos factores
en el centro que no existieron en la periferia. En primer lugar, para las capas
del centro, las perspectivas de una ganancia capitalista seguían siendo en
general relativamente buenas, lo cual debió de amortiguar la amargura de las
concesiones mutuas. Era algo que valía la pena. En segundo lugar, al estar en
el centro, las capas superiores se beneficiaron colectivamente, cuando no de
forma individual, del reforzamiento del aparato del Estado, aunque a su vez
este aparato del Estado pudiera actuar como freno institucional en los
conflictos internos entre las capas superiores.
Las zonas periféricas no tenían ni las compensaciones económicas ni el
aparato de Estado fuerte. La monarquía era cada vez más débil en Polonia.
Hungría estaba dividida en tres partes, dos de las cuales estaban bajo dominio
extranjero, como por último lo estarían las tres. Las tierras checas estaban
también bajo dominio extranjero. De hecho, con la excepción de
Brandemburgo-Prusia (caso específico que analizaremos más adelante) el
siglo xvil fue un siglo de desmoronamiento de las autoridades nacionales
indígenas. El Estado polaco, el único que contaba con un soberano indígena
en todo su territorio étnico, fue de hecho llamado la Rzeczpospolita, término
derivado del latín respublica, y comúnmente se le denominaba la comunidad
de la pequeña nobleza. Los Estados extranjeros intervenían habitualmente en
la elección del rey, y con frecuencia era elegido un rey de origen extranjero.
Tres dirigentes del siglo xvn en Hungría (Gabor Bethlen, Zrínyi y Ferenc
Rákoc- zi II) intentaron «crear un Estado húngaro lo suficientemente fuerte
como para soportar la carga de las nuevas condiciones europeas» 67 y trataron
de formar un ejército fuerte y, como requisito previo, recaudar impuestos 68.
Fracasaron en sus intentos, debido a la oposición conjunta de la aristocracia
húngara y los monarcas Flabsburgo, que llegaron a un acuerdo mutuamente
provechoso y duradero tras el fracaso de la guerra de independencia húngara
en 1711. «En Hungría, la exención de impuestos de la nobleza se prolongó un
siglo más, y el comercio del cobre cayó en manos de los holandeses, mientras
que la ganancia del intermediario era invertida por el Estado de los Habsburgo
en la modernización de las minas austríacas»69.
En los países del centro, las nuevas capas en ascenso, ya fueran la gentry
o la noblesse de robe, podían contar con el hecho de que el aparato del Estado
Las periferias en una época de crecimiento lento 195

pondría un cierto freno a las pretensiones de la antigua aristocracia, y


especialmente de aquellos que no tuvieran éxito en el mercado. Pero en Europa
oriental esta posibilidad apenas existía. Estas capas trataron de sustituir el
Estado fuerte por la «comunidad de la pequeña nobleza», es decir, la
imposición mediante presiones morales y legales de la igualdad dentro de la
capa superior de la población, que comprendía de un 5 a un 10 por ciento de
ésta, aunque la desigualdad social y económica dentro de este grupo superior
fuera de hecho muy marcada70 y se viera acentuada
" Várkonyi (1970, p. 279).
68 Várkonyi cita a Zrinyi: «Ñeque guies gentium sine armis, ñeque arma sine stipendiis,

ñeque stipcndia sine tributis haberi queunt» (1970, p. 281).


65 Realmente los holandeses y otros habían luchado por este comercio durante todo un

siglo desde la expulsión de los capitalistas de Alemania del sur. Várkonyi describe el papel
de los primeros «turistas» occidentales que fueron en el siglo xvu para explorar el terreno
como «los agentes del capitalismo occidental en viaje de reconocimiento» (1970, p. 275).
™ Várkonyi (1970, p. 299). Este tipo de intromisión extranjera, que hoy llamaríamos
imperialismo, no fue un fenómeno aislado. Maleza k describe un fenómeno paralelo en
Polonia. El centro del comercio de exportación de Polonia era por supuesto Danzig, que
gozaba de un estatus de considerable autonomía: frente al rey, «la corporación de Danzig
desempeñó un papel análogo al de un magnate (1976b, p. 12). Ladislao IV, que subió al trono
tras la guerra con Suecia (1626-29) en medio de una «entusiasta aclamación» (Tazbir, 1968a,
p. 235), trató de reforzar la autoridad real. M;iczak describe lo que sucedió: «Justamente
después del tratado firmado
196 Imma.nu.el Wallerstein
por las dificultades económicas de la época71. En Polonia, los esfuerzos de
la pequeña nobleza por obtener justicia en los tribunales frente a los abusos de
los magnates fueron sin embargo vanos. Los magnates sobornaban a los
tribunales y disolvían el Seym y las dietas locales cuando se les iban de las
manos 72. En Hungría, la pequeña nobleza rural intentó presentar batalla y la
perdió. En Polonia, resucitó el mito de los sármatas —en un principio
simplemente con la intención de sostener que las poblaciones de diferente
composición étnica de los reinos polaco y lituano descendían de un antepasado
protoeslavo común, el sármata— para explicar los orígenes de una nobleza
conquistadora y fundadora de la clase dirigente73.
en 1635 en Stuhmsdorf por los suecos y los polacos, el rey de Polonia trató con cierto éxito
de hacerse con una parte de los ingresos [que obtenía Danzig] de los derechos de aduana. Los
buques de guerra daneses impidieron al rey continuar su demostración de fuerza, y la
soberanía de la ciudad de Danzig con respecto a las aduanas permaneció intacta» (1976b, p.
14).
71 Rutkowski describe las diferencias entre la alta nobleza, es decir, los señores
(panowie) o magnates (magnaci), la mediana nobleza (szlachta czastkowa) y la pequeña
nobleza (drobna szlachta). Los miembros de esta última no tenían siervos, cultivaban sus
propias tierras y eran de hecho campesinos con unos ingresos comparables a los de los
campesinos ricos. Había también un pequeño subgrupo dentro de la pequeña nobleza, la
llamada nobleza censataria (szlachta czynszowa), que tomaba tierras en arriendo de los
señores al no tener tierras propias (1926, pp. 498-99).
72 La antigua distinción entre magnates y gran burguesía, siempre latente pero olvidada
en las épocas de prosperidad agrícola e igualdad social, resucitó en el siglo xvn, que fue
testigo de la creación de grandes dominios en Lituania y Ucrania que no sólo reforzaron la
importancia de los propietarios de estos latifundios, sino que además dieron origen a un
amplio sector de pequeños caballeros dispuestos a servir a los magnates y ayudarles a destruir
las antiguas instituciones basadas en la igualdad» (Boswell, 1967, p. 159). En otras palabras,
la inflación de la nobleza, unida al fenómeno de la clientela al que ya nos hemos referido,
multiplicó el número de los pequeños nobles vinculados a los magnates, amenazando así las
reivindicaciones de la mediana y pequeña nobleza más antigua de igualdad con los magnates.
Una situación similar es señalada en Hungría. En tiempos de la paz de Szatmár (1711),
había entre 200 y 300 magnates y unos 25 000 grandes burgueses, cada uno con un escaño
en el parlamento. «Fue la edad de oro de los magnates. Nunca había disfrutado la oligarquía
húngara de tales oportunidades, no tanto de adquirir riquezas (una vez acabada la
redistribución) como de conservarlas [...] Una gran parte [de los latifundios de los magnates]
estaban situados en zonas recuperadas de los turcos y libres de servidumbres. Sus propietarios
pudieron tratarlas como tierras «dominicales», exentas de toda obligación para con el Estado.
Sus costes de producción eran, pues, extremadamente bajos, lo suficientemente bajos como
para permitirles hacer inversiones de capital que a veces reportaban diez veces más»
(Macartney, 1967, p. 129).
73 Tazbir (1968b, p. 259).
De esta forma, «la pequeña nobleza, y sólo ella, se identificaba con la nación
polaca, excluyendo a las otras clases sociales, supuestamente de origen
diferente, de la comunidad nacional»74. La pequeña nobleza, defensora de la
fe cristiana y xenófoba, impulsó con entusiasmo esta doctrina de hasta sus
últimas consecuencias75 y cayó sin duda en la «megalomanía»76 y en una
«mitomanía mórbida»77. Pero si uno no tiene la posibilidad de una Revolución
Gloriosa, ha de conformarse con los sár- matas, aun cuando esto implique «un
estancamiento cultural y una atrofia de la actividad creadora intelectual» 7S.
Mientras que el período de recesión económica mundial llevó a los países
del centro por la senda del nacionalismo (mercantilismo) y el compromiso
constitucional dentro de las capas superiores, con la consecuencia de una
Las periferias en una época de crecimiento lento 197

menor capacidad de rebelión de las capas inferiores, la debilidad de los


Estados de Europa oriental hizo que no pudieran buscar las ventajas de una
táctica mercantilista ni garantizar compromiso alguno dentro de las capas
superiores. Esto llevó en las zonas periféricas a la agudización de los
conflictos de clase7?, el aumento del regio-
71 Tazbir (1968b, p. 264). Sobre la necesidad de los magnates lituanos y rutenos de

«polonizarse» en cuestión de lengua y religión, véase Kersten (1977, pp. 125-26).


75 En el siglo xvn, fray Wojciech Debolccki pretendía que «los polacos eran
descendientes directos de Adán y Eva y, por consiguiente, los consideraba la nación más
antigua, predestinada a dominar el mundo» (Tazbir, 1966, p. 20).
76 Tazbir (1968b p. 265).
77 P. Anderson (1974a p. 292).
7
‘ Rostworowski (1968, p. 302). Tras los enormes estragos físicos y culturales de la
conquista sueca en 1658, Varsovia fue reconstruida como una ciudad «sármata» y
«orientalizada» y su burguesía se vio arruinada (véase Tomkiewicz, 1967). Rostworowski se
muestra muy cáustico con respecto a Varsovia. «La decadencia de la capital fue
especialmente dañina para la vida cultural. La Varsovia del tiempo de los sajones no sólo no
pudo desempeñar el papel de patrona de las artes y la cultura, sino que ni siquiera pudo ser
el centro de la vida social [...] Polonia se convirtió en una gran provincia, y la vida cultural
emprendió un rumbo pueblerino» (1968, p. 302).
Cuando Augusto III, en 1733, trasladó la corte de la Unión de Sajonia y Polonia a Dresde,
no quedaba nada. «Hasta entonces el monarca, a pesar de todas las limitaciones a su poder,
había sido la piedra angular de la estructura política de la comunidad y la corte real había
sido una importante institución en la vida cultural del país. Tras el hundimiento de los
ambiciosos planes de Augusto II, la unión polaco-sajona privó a Polonia de este elemento»
(Rostworowski, 1968, p. 275).
79 «Una de las importantes consecuencias de los problemas monetarios [de Polonia en
el siglo xvn] fue [...] el recrudecimiento de los odios y antagonismos de clase entre los
diversos grupos, que desembocaron
nalismo y el descenso de la conciencia nacionalw, la búsqueda de cabezas de
turco a nivel interno81 y una gran inquietud entre
en una lucha sin cuartel entre los diversos sectores de la comunidad» (Bogucka, 1975, p.
152). Véase también Slicher van Bath: «Este fue un período de frecuentes guerras y revueltas
campesinas en toda Europa central y oriental» (1977, p. 122).
80 Véase Tazbir: «En el siglo XVII, la concepción de la nación como unidad étnica fue
relegada a un segundo plano por la categoría ultrasub- jetiva de la nación de los nobles (nation
nobiliaire), basada en el mito sármata [...] El triunfo de la Contrarreforma tomó la forma en
las regiones occidentales (y especialmente en Silesia) no sólo de un uso casi exclusivo del
latín, sino también del progreso de la germanización, favorecida por la Iglesia [...] La victoria
del concepto de nación sármata favoreció el renacimiento de los regionalismos característicos
de los diversos territorios de Polonia. En el siglo xvii, Mazovia redescubrió sus
peculiaridades» (1966, pp. 14-15, 20).
Rostworowski, sin embargo, afirma: «A pesar de la parálisis e incluso de la atrofia de su
gobierno central, el particularismo regional no se desarrolló en la comunidad. En el Estado
multinacional prevalecía todavía una diferenciación de gran alcance entre las masas
campesinas y los burgueses, pero la 'nación de los nobles’ adquirió un aspecto cada vez más
homogéneo. El proceso de polonización de la nobleza rutena llegó a su término (en 1697, se
abandonó el uso de la lengua rutena en los tribunales). La pequeña nobleza polaca, lituana y
rutena interrelacionada por miles de lazos familiares, fue asimilada en la gran familia de la
nobleza» (1968, p. 297). La cuestión es, sin embargo, hasta qué punto fomentaron los
magnates esta polonización, frente a los particularismos regionales.
81 Los judíos, que hicieron su entrada en masa en Europa oriental en el contexto de la
198 Immanuel Wallerstein
expansión del siglo xvi, demostraron de forma duradera su valía como cabezas de turco a
partir de la recesión del siglo xvii. Véase Weinryb: «Un gran número de estos judíos se habían
asentado en la Ucrania polaca [...) durante los siglos xvi y xvii [...] Un número considerable
de estos judíos [...] desempeñaban funciones económicas como arrendatarios de aldeas o
ciudades enteras, así como de tabernas, y como recaudadores de ingresos para la nobleza o
los dominios reales. El arriendo estaba frecuentemente asociado al ejercicio de ciertos
poderes, incluida la jurisdicción sobre diversos sectores de la población. Estas actividades y
estos poderes colocaron a los judíos en el papel de los terratenientes polacos, por así decirlo,
de modo que con frecuencia se convirtieron de hecho en señores para los 'humildes' (como
los llama el cronista de Hannóver). De esta forma los judíos terminaron por identificarse con
la nobleza polaca» (1973, p. 185). Weinryb cuenta cómo los nobles polacos encontraron en
ellos una cabeza de turco tras las pérdidas de las guerras suecas y las confiscaciones de
propiedades, especialmente en Cracovia (1973, pp. 190-91).
P. Anderson señala que la estratificación étnica en grandes zonas de Polonia oriental y
sudoriental estaba compuesta por aristócratas polacos (o lituanos asimilados) en calidad de
terratenientes y siervos no polacos, de religión ortodoxa y lengua belorrusa o rutena (y, como
acabamos de ver en las citas de Weinryb, por judíos en calidad de intermediarios). Esta es,
nos recuerda Anderson, una situación «colonial» clásica (1974a, página 285), y habría que
añadir que las situaciones coloniales, en tiempos difíciles, conducen a conflictos entre los
grupos étnicos.
el campesinado1697. Mutatis mutandis, veremos que lo mismo ocurrió en las
viejas zonas periféricas del sur de Europa y las Américas. Una rápida
ojeada al Mediterráneo cristiano muestra que las mismas circunstancias
prevalecieron en un siglo xvn caracterizado por el «estancamiento de los
negocios»1698. Los precios de las exportaciones primarias cayeron. En
España, los precios del trigo bajaron a partir de 1585, permaneciendo
estancados durante todo el siglo xvn, al igual que los del vino, el arroz y
el aceite1699. En Sicilia, las exportaciones de seda disminuyeron, al igual
que las de trigo y vino, a partir de 1640, pero Aymard señala que la
reducción de las exportaciones se compensó con un continuo incremento
de la población que incrementó el consumo «interno» 1700. Esto podría
significar, sin embargo, que la producción per cápita de cereales
disminuyó, fenómeno con el que ya nos hemos encontrado en Europa
oriental.

1697
Tazbir habla de la respuesta de los campesinos al incremento del número de
días de trabajo forzoso. «Los campesinos replicaron mediante la huida masiva, la negativa a
trabajar y, en algunas partes del país, incluso la resistencia armada. Además de la rebelión
campesina de 1651, habría que mencionar los levantamientos en los dominios reales de la
zona sudoccidental del voivodato de Cracovia (1669-72), en Podolia, en la región de Kurpie
(en la frontera de la Prusia ducal) y en los dominios de Suraz en Polesia» (1968b, pp. 258-
59). Además, en Ucrania hubo siempre una «cuestión cosaca». Véase Tazbir (1968a, pp.
237-41).
En Hungría, donde hubo una lucha «nacionalista» contra las fuerzas externas, los
campesinos desesperados fueron arrastrados a la lucha por la pequeña nobleza y la burguesía
húngara. De 1704 a 1706, Rákoczi trató de consolidar su posición en su lucha contra la
aristocracia y los Habs- burgo liberando a los siervos y dándoles armas (Várkonyi, 1970, p.
292). Es fácil imaginar que los campesinos no guardarían sus armas demasiado deprisa.
“ Braudel (1956, p. 196).
*4 Para Valencia, véase Castillo (1969, pp. 251-52); para Andalucía y Castilla, véase
Ponsot (1969, p. 105). Wittman compara el declive agrícola español con el de Hungría
(1965).
Las periferias en una época de crecimiento lento 199

¿Cómo se explica esto? Cancilo habla de la «labor intensiva de


colonización» en Sicilia de 1573 a 1653 1701. DaSilva señala que un
preocupado escritor español afirmaba en 1609-1610 que se estaban
multiplicando los abusos, se estaba abandonando la rotación trienal y de
este modo los productores «estaban agotando los campos»1702. DaSilva
dice que esta situación llevó, en los años comprendidos entre 1570 y 1630,
a la búsqueda de nuevos dominios, que fueron similarmente agotados.
Esta «ari- dificación» de la tierra afectó especialmente a los pequeños
productores88 y llevó a una nueva concentración de la tierra. Mientras que
este proceso de agotamiento del suelo llevaba a la incapacidad de
exportar, la concentración de la tierra resultante del mismo llevaba a una
nueva monetarización de las relaciones productivas, ya que «la
incapacidad de los campesinos (contadini) y aldeanos de proveer a su
propio sustento trabajando su propia tierra amplió el mercado interno» S9.
Observamos la misma expansión de los mercados regionales en Europa
oriental con la decadencia del mercado mundial. La demografía siguió sus
pasos. La población española disminuyó a causa de las pestes de los
últimos años del siglo xvr y la expulsión de los moriscos. La población de
Valencia se redujo en un 35 por ciento entre 1609 y 1638, pero esta
«violenta crisis demográfica» no fue anterior al estancamiento, sino
posterior90.
Pasando ahora al sur de Italia, hubo un declive demográfico en
Nápoles. Sicilia, según Aymard, sólo experimentó un «crecimiento más
lento» de su población (y no un descenso), pero Aymard añade que las
cifras de Sicilia ocultan una «clara diferenciación regional». La isla estaba
dividida en dos partes: el norte, el nordeste y el centro se estancaron y
dejaron de ser autosuficientes en materia de alimentos 91. Hay que
preguntarse si no hubo además algún declive demográfico oculto.
Verlinden indica que la incidencia de la esclavitud en el sur de Italia y
Sicilia disminuyó en el siglo xvn tras haber alcanzado su punto más alto
en los siglos xv y xvi, porque el tráfico de esclavos africanos (que antes
eran importados al Mediterráneo por los portugueses) fue desviado hacia
las Américas y la oferta de esclavos turcos y musulmanes era mucho
menor92. ¿No implica
8!
Ibid., p. 248.
” Ibid., p. 250.
90
Castillo (1969, pp. 242, 247, 273). El declive demográfico también reflejó
movimientos represivos, que pusieron fin a la corriente de inmigración procedente del sur de
Francia. Véanse Nadal y Giralt (1960, pp. 83-84, 198).
91
Aymard (1968, p. 222, y véase también 1971b, p. 427). Para Nápoles, véase
Petraccone (1974, pp. 40-41, 51).
92
Verlinden (1963, p. 37). Larquié habla de un declive similar de la esclavitud en el sur

,s
Aymard (1971b, p. 440).
u
Cancilo (1969, p. 25).
1702
DaSilva (1964b, p. 244).
200 Immanuel Wallerstein
de España en la segunda mitad del siglo XVI I y también de su desaparición en el siglo xvm, y
explica esto como resultado de la débil coyuntura económica. «Finalmente, las corrientes
comerciales se desorganizaron y las dificultades económicas de España repercutieron sobre
las sociedades de consumo que, poco a poco, refrenaron sus ansias de artículos de lujo»
(1970, p. 55). Aunque habla de los esclavos como artículos de lujo, señala que muchos de
ellos eran «esclavos del rey», utilizados en las obras de mantenimiento del puerto, en las
minas de Almadén y en galeras (véase p. 67). Este no es precisamente un uso de lujo. ¿No
será más bien que en tiempos de contracción, y en una antigua periferia, los esclavos son una
forma cara de trabajo en comparación con
esto un declive en la población global que tal vez no haya sido observado
en otras estadísticas? La «indudable contracción» de la economía explica,
según se dice, el auge de las manufacturas locales desde Aquila a Saler no
en el Estado de Nápoles 93; sin embargo, esto sucedió no sólo en Nápoles,
sino también en toda Italia y en el Languedoc. ¿Podría ser esto, como se
pregunta Braudel, «la demostración de un malestar, de una difusa
reacción a la insuficiencia de los intercambios» 94? Los resultados de esta
presión sobre los pequeños productores rurales, que fueron los
verdaderos perdedores en el período de regresión, provocaron un
enconado conflicto de clases. Hablando de la rebelión campesina de 1647-
1648 en Nápoles, Emilio Sereni dice que fue «la respuesta de las
poblaciones rurales a la opresión y los abusos feudales, agravados ahora
por la avidez mercantil de los nuevos barones». Afirma que «en vez de
hablar de ’refeudalización' sería más adecuado hablar de
comercialización del feudo» 95. Regresión económica, crecientes presiones
sobre la tierra y la mano de obra, concentración, mayor comercialización
de la tierra y la mano de obra: todos estos factores se dieron de hecho
tanto en el sur como en el este de Europa.
Pasemos ahora a la América española, donde la «depresión del siglo
xvn» ha sido durante mucho tiempo un tema polémico, y empecemos por
el desarrollo de la hacienda como institución agrícola clave de esta arena
periférica de la economía-mundo. ¿Cómo definir y entender la hacienda?
¿Cuándo surgió? Ya hemos tropezado con un debate en el contexto del
siglo xvi sobre si las estructuras de la tierra deben definirse como
«feudales»96

el trabajo obligado (cuestión que analizaremos más adelante en el contexto de la esclavitud


en el Caribe)?
9J
Aymard (1971a, p. 11).
94
Braudel (1956, p. 194).
95
Sereni (1961, p. 195). En cualquier caso, no había adscriptus glebae en el sur de Italia
por esa época. Aquí, como en Europa oriental, la «re- feudalización» significó la decadencia
del Estado (español) en relación con el poder de los barones latifundistas locales. Véase
Villari (1962, p. 260, y también 1963 y 1965); véase también Vivanti (1974, p. 422).
96
La explicación de Charles Verlinden es que el sistema «feudal» de tenencia de las
tierras fue introducido no sólo en la América española sino también en Brasil, el Canadá
francés y las Antillas holandesas a causa de «la falta de recursos del poder central
metropolitano» que «no deseaba asumir los riesgos iniciales» (1971, p. 347). Según él, la
situación sólo cambió con el asentamiento de colonos blancos. En la América española, por
consiguiente, pese a la abolición «teórica» del feudalismo, «el régimen señorial persiste de
Las periferias en una época de crecimiento lento 201

hecho hasta tanto que la población no sea lo suficientemente densa como para que los
recursos del Estado aumenten o «capitalistas». Es posible mantener, como lo
hace Frédéric Mauro, que mientras en la América española los siglos xvi
y XVIII «habían dado más importancia a los especuladores, a los
comerciantes, a los propietarios de minas, los habitantes de la ciudad [...]
e incluso a los funcionarios reales», los siglos xvn y xix representaron el
triunfo de la «sociedad patriarcal» 91. Desde esta perspectiva, el
capitalismo y el feudalismo aparecen como tendencias opuestas unidas a
unos ciclos A y B muy largos de la economía-mundo. El debate clave se
centra, pues, en el siglo xvn y no en el xvi. El triunfo de la hacienda «no
capitalista» autosuficiente es el tema básico de la obra de Frangois
Chevalier, triunfo que es, según se dice, consecuencia de la retracción de
la economía-mundo:
En las primeras décadas del siglo xvn, el boom de la plata llegó a su fin,
extinguiendo a su paso las primeras agitaciones de un capitalismo
incipiente. La tierra se convirtió en la única fuente de ingresos [...] Las
haciendas más grandes eran autosuficientes. La gran refinería de azúcar,
la plantación, la estancia y la fundición con sus anexos satisfacían casi
todas sus necesidades [...] Hemos tenido con frecuencia ocasión de
recordar a la Edad Media [... Los propietarios de las haciendas]
constituían de hecho una aristocracia; algunos conseguían un título. La
estancia de los marqueses del Valle es un pálido reflejo del ducado de
Borgoña98.
hasta el punto de permitirle asumir en su totalidad los aspectos de la autoridad política» (p.
348).
97
Mauro (1974, p. 249), que especifica que «la única influencia que la coyuntura a largo
plazo puede tener en una economía cerrada» como la de la América española es «hacerla
más cerrada [...] o más abierta» (página 245). Dado que cuando habla de «única» quiere
decir «toda», cabe preguntarse por qué utiliza Mauro esta palabra. Merece la pena señalar
otra distinción que introduce en el siglo XVII. Si bien, dada la importancia de la producción
de azúcar «somos en general partidarios de la tesis 'capitalista' [en el caso de Brasil], en el
caso de la América española nos inclinamos abiertamente por la tesis ’feudalista’» (p. 245).
Al utilizar esta distinción para explicar las diferencias políticas a finales del siglo xviii, dice
que habría sido de esperar en la América española «feuda- lista» (como en Francia) un
levantamiento político más violento que en el Brasil «capitalista» (que se asemejaba a
Inglaterra). Véase p. 251.
Mauro aplica esta distinción al sistema de tenencia: «La sesmaria [en el Brasil] no era
una tenencia campesina; era una concesión hecha [por el donatário] a un empresario
capitalista con vistas a un monocultivo de exportación [...] No se trataba de crear una
economía cerrada al estilo del gran dominio carolingio o incluso de la hacienda mexicana
del siglo XVIII» (1971, p. 388). El «incluso», que no va en cursiva en el original, sugiere que
Mauro ve alguna distinción, pese a todo, entre el dominio carolingio y la hacienda mexicana.
98
Chevalier (1970, pp. 309, 311, 313). Obsérvese que la prosa casi lírica de Chevalier
se refiere a las haciendas más grandes. ¿Qué sucedía con las menos grandes? ¿De dónde
obtenían los alimentos? Obsérvese también
Una perspectiva diferente de la hacienda mexicana en el siglo xvn es
expuesta con gran vigor por Andre Gunder Frank:
El desarrollo del latifundio en el México del siglo xvn no fue un retraimiento provocado por
la depresión de la economía en lo que se ha llamado una hacienda feudal, sino que, por el
contrario, la hacienda se desarrolló y floreció en esta época, como en todo tiempo y lugar en
Latinoamérica, porque los acontecimientos en la economía nacional y por supuesto en la
mundial hicieron sumamente rentable la producción latifundista”.
202 Immanuel Wallerstein
Podríamos ser más capaces de juzgar estas perspectivas opuestas si
analizáramos algunos de estos procesos históricos con más detalle. La
primera cuestión es la cronología de la recesión. Lynch dice que la
producción de plata mexicana alcanzó su punto culminante en la década
de 1590 y que «después de esto, el boom llegó a su fin» 10°. Sin embargo,
para el comercio de las Indias en general, acepta la tesis de Chaunu, de
que entre 1593 y 1622 se produjo una mera «inversión de la tendencia
principal», mientras que la gran depresión se produjo entre 1623 y 1650
101
. Mac Leod, a su vez, hablando de la América Central, llama al período
comprendido entre 1576 y 1635 «medio siglo de transición» y sitúa la
fecha de la depresión en algún momento entre 1635 y 1720 102. Berthe sitúa
la fecha de la pro-

que no se hace referencia alguna al hecho de que, aunque la hacienda pudiera ser
autosuficiente, producía también un excedente que debía ser vendido en alguna parte. ¿Qué
se hacía entonces con las ganancias así obtenidas?
” Frank (1979a, p. 38). Véase la breve reseña que hace Piel del debate Chevalier-Frank
(1975, pp. 147-48). P. J. Bakewell, que analiza el papel de las minas de plata en la economía
mexicana, se muestra en lo esencial de acuerdo con Frank: «La economía de Nueva España
en el siglo xvu, en muchos aspectos, era de carácter francamente capitalista» (1971, p. 225).
Lynch (1969, II, p. 204). Bakewell critica una cronología similar de Chevalier, quien,
según él, «sitúa la decadencia de la minería con veinte años de antelación, en la primera
década del siglo xvu» (1971, p. 117, nota 4).
101
Lynch (1969, II, p. 184), que dice: «Los años de 1592-1622 forman una planicie entre
la expansión y la contracción, una altiplanicie sin duda, con signos continuados de
prosperidad pero también signos igualmente distintivos de vacilación que indican una
inversión de la tendencia anterior» (p. 185). Lynch llama a Nueva España «el enfermo de la
economía transatlántica desde la década de 1620 a la de 1650» (p. 189). Véase también
Chaunu (1959, vm, 2 bis, passim). Chaunu afirma que en las Filipinas se puede observar en
esta misma época una recesión «totalmente conforme con los esquemas más clásicos de la
coyuntura [Sevilla-Atlántico]», si bien allí hubo «una inmensa fractura en los años 1630-
1640» (1960b, pp. 246, 250).
10!
MacLeod (1973, p. 208), quien habla de la crisis monetaria .que alcanzó su punto
culminante entre 1655 y 1670, cuando las devaluaciones, las susfunda crisis de la
agricultura mexicana entre 1630 y 1680 103. Finalmente Mellafe, hablando
de la América española en general y de Chile en particular, dice que «la
verdadera crisis se presenta después de 1650», añadiendo que «la toma de
Cartagena, del año 1595, fue el primer aviso de la cruel y aniquiladora
lucha que duraría dos siglos» I04.
Como de costumbre, las sutilezas eruditas acerca de las fechas reflejan
la complejidad de una realidad en la que las recesiones parecen empezar
antes de que terminen los ciclos ascendentes. Parece bastante evidente
que hubo un período de superposición de dos ciclos (o transición) en la
América española, que comenzó tal vez ya en la década de 1570, pero más
probablemente en la de 1590 y terminó en algún momento entre 1630 y
1650. Lo que cabe esperar encontrar en un período como éste es una crisis
en las ganancias de los principales sectores y los consiguientes esfuerzos
por parte de los grandes propietarios e inversores para resarcirse de sus
pérdidas mediante acciones a corto plazo que de hecho empeoran la
situación a largo plazo. Esto fue lo que ocurrió. La plata, la principal
Las periferias en una época de crecimiento lento 203

exportación de Hispanoamérica en el siglo xvi, alcanzó un techo entre


1590 y 1630; a partir de esta fecha las cifras muestran un fuerte y brusco
descenso. Las estadísticas oficiales del comercio podrían ser engañosas en
este caso, porque hubo un creciente comercio clandestino; sin embargo,
Los testimonios que describen la situación en las zonas mineras parecen
indicar que hubo «un descenso real en la producción»105. ¿Por qué ocurrió
esto? Un argumento es que fue provocado por una escasez de mano de
obra. Sin embargo, pese al descenso de la población global y los costes
ligeramente más elevados de la mano de obra, los propietarios de minas
obtenían al parecer la mano de obra que necesitaban. En México
recurrieron al trabajo asalariado y en el Potosí simplemente trajeron de
más lejos la mano de obra forzada. La cuestión es que la producción
disminuyó aun cuando hubiera mano de obra disponible, como dice
Davis: «De hecho, a mediados del siglo xvii muchas explotaciones mineras
del Potosí aceptaban un tributo monetario de los indios en lugar
pensiones de pagos y las revaluaciones de la moneda «perjudicaron a las exportaciones,
destruyeron el comercio interior e incluso debilitaron la seguridad y la confianza en el orden
gubernamental» (p. 286).
,0J
. Véase Berthe (1966, p. 103). Esto se ajusta a la tesis de Chevalier en el sentido de que
el fin del primer ciclo económico en la producción de plata mexicana se produjo de 1630 a
1640 (1970, p. 4).
104
Mellafe (1959, pp. 207-208, el subrayado es mío).
105
Bakewell (1976, p. 224) y Davis (1973b, p. 158). Davis dice que hay «amplios
testimonios».
de la mita o trabajo forzado a que tenían derecho, prefiriendo estos
ingresos seguros a los beneficios que la minería pudiera aportarles» 1703.
¿Hubo entonces escasez de mercurio? Es evidente que hubo escasez
entre la década de 1630 y la de 1660. Bakewell dice que los problemas del
suministro de mercurio fueron «el principal determinante de las
variaciones en la producción [de plata]», pero Davis no cree que estos
problemas fueran «decisivos» 1704 1705. La cuestión es la siguiente: ¿por qué
hubo más mercurio en la década de 1660 que en la de 1630? Debió de ser
rentable hacer todo lo necesario para conseguir mercurio en la década de

1703
Davis (1973b, p. 159).
1704
Bakewell (1971, p. 188) y Davis (1973b, p. 159). M. F. Lang (1968, p. 632) da también
primada a la escasez de mercurio.
1705
Romano (1970, pp. 131, 140). Véase también Onody, quien hace la misma
precisión con respecto al oro brasileño y cita un documento del siglo xix del ministerio de
Hacienda que dice así: «Debe considerarse la moneda nacional en las actuales circunstancias,
dentro del imperio, como un verdadero género comercial o mercancía, que forma parte de su
comercio costero o de cabotaje» (1971, p. 236, n. 2).
IM
Frank (1979a, p. 54). Davis también está de acuerdo: «Sin embargo, en conjunto los
crecientes costos fueron absorbidos. La minería de la plata se estancó por la disminución del
valor de la plata con respecto a las mercancías que podía comprar [... El precio fijo de la plata
más los precios crecientes de las mercancías importadas] debieron de bajar tanto el poder
adquisitivo de la plata que no valía la pena continuar produciéndola a costos constantes o
crecientes» (1973b, p. 159). Por supuesto, podemos preguntarnos por qué se impidió que
subiera el precio de 1?.
204 Immanuel Wallerstein
1660, pero no en la de 1630. Recordemos una vez más que aun cuando la
oferta de metales preciosos era el factor principal en la formación de los
precios en esta época, «el oro y la plata también tienen su precio», y que
«las monedas en general, y especialmente en un sistema metálico, no son
sino una mercancía como cualquier otra» ’08. Andre Gunder Frank está
de acuerdo con lo anterior y explica el descenso en la producción como el
resultado a largo plazo de la inflación de los precios:
¿No implicaban, pues,, los precios fijos de la plata unas ganancias en
descenso, aun cuando los costes hubieran permanecido también fijos?
Decir que en una inflación los precios de las mercancías y servicios se
incrementan, es decir, en otras palabras, que el valor o el precio de la
moneda desciende. ¿Y acaso no era dinero lo que producían los dueños de
las minas, dado que el precio de la plata se mantenía fijo? De esto se
deduce que tuvieron que hacer frente tanto a un incremento de los costes
como a un descenso de las ganancias, razón suficiente para que cualquier
capitalista reduzca su producción y coloque su dinero en algún otro
negocio, a ser posible
El descenso de las exportaciones de metales preciosos, que era el sector
más importante, afectó a su vez a los otros «productos de exportación». A
propósito de la producción de añil en América Central, MacLeod afirma
que el estado de la tecnología naviera en el siglo xvn daba lugar a una tasa
de ganancia poco segura para los productos que cruzaban el Atlántico.
«En tiempos favorables, el añil sobrevivía con los márgenes del oro y la
plata. En tiempos difíciles, [el añil] estaba demasiado lejos de Europa
para producir sólidas ganancias» uo. Esta observación acerca del añil
podría ser aplicada de forma más generalin.
Dos poderosos grupos se resintieron inmediatamente del descenso de
los precios de exportación: los españoles, que controlaban las empresas
productivas, y el Estado, que cobraba impuestos de estos españoles. El
nivel de la carga fiscal había aumentado considerablemente en la segunda
mitad del siglo xvi112, pero el inicio de las dificultades económicas en
España y su imperio coincidió con un período de gran actividad militar
(la rebelión de los Países Bajos, seguida de la guerra de los Treinta Años).
Enfrentado al creciente desfase entre ■unos ingresos disminuidos y unos
gastos incrementados, el Estado español recurrió a una «acuñación
desenfrenada de moneda de vellón» a comienzos del siglo xvn 1B, y cuando
esto no fue suficiente trató de «exprimir las últimas gotas» del imperio 1I4.
De este modo, en México y Perú el Estado español incrementó los
impuestos a la vez que intentaba recaudarlos
plata, y en este punto Romano da la respuesta: «Las minas americanas redujeron su
producción sencillamente porque la vida económica europea en fase de estancamiento no
necesitaba la plata o, al menos, tenía menos necesidad de ella» (1972, p. 140). Una demanda
mundial reducida (o una superproducción mundial) y una tasa de ganancia reducida son las
dos caras de la misma moneda. Ambas explicaciones del descenso de la producción
decreciente son en el fondo la misma.
MacLeod (1973, p. 382). El añil se estancó a lo largo del siglo xvu pese a su baja
Las periferias en una época de crecimiento lento 205
demanda de mano de obra y al hecho de no requerir el mejor de los suelos (véase p. 202).
111
Véase el análisis que hace López (1974) de la caída del precio de la yerba mate, único
vínculo del Paraguay con la economía-mundo, en el curso del siglo xvu.
112
El cuadro de José Larraz muestra que el índice de precios subió constantemente,
triplicándose entre 1504 y 1596, y que ql índice de dos impuestos clave, la alcabala y los
millones, aumentó en un principio más lentamente, pero en 1575 superaba con mucho al
índice de precios y en 1596 llegaba a 537 (véase 1943, p. 79).
112
E. J. Hamilton (1947, p. 12). Morineau sugiere que nos planteemos la «anticuada
pregunta» de Charles Wilson: ¿fue la elevada presión fiscal de España «tributo en el siglo
xvi de una dudosa preponderancia [...] y no causa, en el xvu, de miseria y decadencia?»
(1978d, p. 158).
114
Lynch (1969, II, p. 165). f
de forma más eficaz1706. Esto tuvo efectos contraproducentes. Cuando en
1620 Felipe III confiscó una octava parte de los metales preciosos
transportados por particulares (ofreciendo en su lugar vellón o juros),
privó con toda seguridad a los comerciantes de su capital y, lo que es más
importante, éstos se mostraron después reacios a embarcar de nuevo sus
metales preciosos (lo que sin duda influyó también en la reducción de la
producción de plata). Como resultado de ello, los ingresos de la Corona
procedentes de la avería, impuesto ad valorem que pagaban los
comerciantes por el coste de la escolta, descendieron. Para mantener la
flota, la Corona tuvo que aumentar aún más el importe de la avería, lo
que según Lynch fue «una nueva incitación al fraude» y convirtió a la
Corona en un «parásito del comercio americano». La Corona también
compensó a los españoles concediéndoles más mercedes. Era un círculo
vicioso. «El expolio y el parasitismo hicieron del fraude y el contrabando
una forma de vida» 1707 1708, y estos dos últimos, como veremos, aceleraron
aún más la semiperiferización de España.
Aunque algunos criollos se resintieron de los efectos de las dificultades
económicas y buscaron la salvación en un cargo público U7, multiplicando
así el parasitismo de la burocracia del Estado, otros se adaptaron muy
bien a las vicisitudes del mercado mundial. La producción de metales
preciosos, hasta entonces el principal producto de exportación, disminuyó
y la producción de cereales aumentó. Es aquí donde surge la confusión.
Dado que los cereales americanos (a diferencia de los de Europa oriental)
no eran utilizados como exportación de la periferia al centro, se suele
suponer que su producción no tenía un carácter capitalista. Bazant dice

1706
Véase Israel (1974a, p. 40). Ergo, dice Israel, no deberíamos considerar la elevada
presión fiscal como un «índice de la actividad económica» de la América española, sino
como un «índice de la presión impuesta por España» a sus colonias. Las necesidades fiscales
españolas afectaron también a la producción económica en otros aspectos. La grave escasez
de mercurio en las minas mexicanas a partir de 1630 fue el resultado de la decisión de la
Corona de reducir los envíos a la mitad. Brading y Cross dicen que la decisión real
«probablemente fue tomada porque el virreinato [del Perú] pagaba el quinto, mientras que
México sólo pagaba el diezmo» (1972. pp. 574).
1,6
Lynch (1969, II, pp. 165-67).
1708
Véase MacLeod (1973, p. 311) a propósito del cargo público como la «única respuesta
práctica» para impedir «la pérdida de estatus» de muchos criollos y españoles.
206 Immanuel Wallerstein
que era todo lo contrario: «La producción [de trigo] a gran escala era sin
duda una producción para el mercado que hacía uso del capital». Nos
recuerda que aun cuando el trigo no fuera consumido por los
peones, que comían tortillas, «había sin embargo un importante mercado: la
población blanca de las ciudades» lls. Además, esta producción exigía mucho
capital en forma de molinos, animales y alimento para la mano de obra.
Se podría aducir que esto es aplicable al trigo, pero no al maíz. Aquí
también, sin embargo, la comercialización desempeñó un papel fundamental:
Los operarios (indios, mulatos, negros y mestizos) y las muías y caballos que
movían las máquinas, toda la fuerza de trabajo empleada en las minas dependía
del maíz. Por ello, desde fines del siglo xv comenzó a formarse alrededor de
las minas un cinturón de haciendas agrícolas y ganaderas especialmente
dedicadas a su aprovisionamiento
Con esto no queremos sugerir que estas haciendas no se vieran afectadas en el
plano económico; los malos tiempos en las zonas mineras provocaron «años
difíciles, a veces [...] retroceso» 12°, situación que a menudo se vio exacerbada
por la creación de nuevas haciendas competitivas. Lo que sí queremos sugerir,
sin embargo, es que el mercado tenía unos límites regionales y que no era
rentable ir más allá de estos límites en una época de contracción económica
mundial1709 1710 1711 1712. No hay duda del origen coyuntural de la descripción
clásica de la diferencia estructural entre las haciendas, que abastecían a los
pequeños
mercados, y las plantaciones de azúcar, que abastecían a los grandes mercados
1713
. Dentro de los límites regionales, la producción de la hacienda era muy
rentable. Se puede llamar a esto autosuficiencia si se quiere, pero a mí me

1709 Bazant (1950, p. 90), quien añade que «una parte del producto total era para la

exportación».
Florescano (1969, p. 150). Véase también Bakewell: «Tal vez el rasgo más notable del
sistema de abastecimiento de grano a Zacatecas sea la envergadura de la red [...] La plata de
Zacatecas era llevada en carretas y muías prácticamente a todas partes, sirviendo para pagar
el grano en Saltillo, en el norte, y en Puebla, en el sur» (1971, p. 64). Esta descripción de la
situación en México es muy similar a la que hace Lynch en el Perú: «Los mayores mercados
para el producto de las plantaciones (azúcar, vino y algodón) eran los poblados mineros del
alto Perú. De una u otra forma, todo Perú trabajaba para el Potosí y se beneficiaba de su
riqueza» (1969, II, p. 217). Se pueden encontrar más pruebas de esto en el impacto del
terremoto que sacudió a Perú en 1687, que provocó una «fiebre del trigo» en Chile, donde
los productores abandonaron los pastos y las viñas (Romano, 1969, p. 280; véase también
Carmagnani, 1973, pp. 31-42, 265-66).
,2
° Florescano (1969, p. 183).
1712 «Todos muestran que en ún lapso relativamente corto la gran hacienda logró satisfacer

el consumo regional. Pero una vez alcanzada esta meta, antes de que la hacienda desarrollara
su máxima capacidad de producción, la estructura regional de los mercados, las enormes
distancias, los malos caminos, los altos fletes y la política comercial de la Corona le negaron
la salida de sus excedentes más allá del límite regional. La hacienda se vio obligada entonces,
si no a reducir su producción, al menos a mantenerla en un nivel estable» (Florescano, 1969,
p. 184).
1713 Véanse Wolf y Mintz (1957, p. 380).
Las periferias en una época de crecimiento lento 207

parece más probable que fuera, como dice Bakewell, «el resultado de forjar en
el Nuevo Mundo una economía diversificada y, en términos actuales,
capitalista de tipo europeo y usar esta economía para explotar los ricos recursos
de América Central en beneficio de América Central» 1714. Las ventajas
resultantes no podían afectar a una entidad abstracta llamada América Central,
pero sí afectaron a un grupo social concreto: los terratenientes de América
Central.
Sin embargo, como en el caso de Europa oriental, la recesión de la
economía-mundo en general hizo necesario un uso intensificado de los
recursos básicos (la tierra y la mano de obra) para mantener el nivel de
ganancias. El brusco declive de la población india en todas las regiones de la
América española es una historia ahora bien conocida 1715, y el papel de las
enfermedades en él está bien establecido 1716. Este declive planteó a los
terratenientes españoles una oportunidad y un dilema. El declive de los
productos indios (provocado por la muerte y la expropiación de la tierra), junto
con el crecimiento de la población española y mestiza en las zonas urbanas y
mineras, creó un mercado regional con altos precios para el propietario de la
hacienda. Por otra parte, el propietario necesitaba
trabajadores. Aquí está el quid de la lucha por la acumulación de capital. El
hecho de que hubiera una recesión a nivel mundial en la acumulación de
capital hizo que los sectores capitalistas de la América española entablaran una
dura competencia con los de España por llevarse un pedazo de un pastel que
era ahora más pequeño. Ya hemos mencionado el aumento de los impuestos
por parte de la Corona, que llevó consigo una transferencia del excedente de
las Américas. Desde el punto de vista de Nueva España, la región más
dinámica en otros tiempos de las Américas, lo que hizo más daño fue el intento
de la Corona española de reducir los lazos directos de México con Perú y las
Filipinas. No hay duda de que el contrabando estaba muy generalizado, pero
tampoco hay duda de que la política de la Corona tuvo «efectos muy adversos

122 Bakewell (1971, p. 235); véase también Morner (1973, p. 191). Lynch va aún más lejos

y llama a esto «la primera emancipación de la América española». Según él, «resulta tentador
atribuir la gran depresión del comercio americano al hundimiento de las economías
coloniales. Pero en realidad fue consecuencia de un cambio más que de un hundimiento. Si
las colonias ya no surtían al comercio como antes, era en buena parte porque empleaban su
capital a nivel local, en inversiones públicas y privadas» (1969, II, p. 139). Piel invierte el
argumento, tratando de rebatir a los historiadores (véase Romano, 1970) que hablan de la
escasa circulación de los metales preciosos basándose en las cifras reducidas de los envíos
transatlánticos: «Si el flujo monetario interoceánico se hizo más lento, ¿fue esto el signo de
una retracción minera o más bien que una parte creciente de la moneda era utilizada a nivel
local?» (1975, p. 151).
1715 Véanse, por ejemplo, Cook y Borah (1971). Hubo una reducción paralela, aunque
menos grave, de la población en las Filipinas. Véanse Phelan (1959, p. 194) y Chaunu (1960b,
p. 74, cuadro 1).
1716 Sobre la viruela, véase Crosby (1967). La región de los Andes escapó al parecer a las
cifras de mortalidad de América Central en el siglo xvi; sólo se vio afectada a finales del
siglo xvn (véase Dobyns, 1963, p. 514). Sobre Chile, véase Mellafe (1959, p. 226) y sobre
América Central, véase MacLeod (1973, pp. 204-205).
208 Immanuel Wallerstein
sobre la ciudad de México» 1717.
La tensión en torno a las ganancias se manifestó en las pugnas, no sólo por
el control de las rutas comerciales, sino también por el control de la oferta de
trabajo. El sistema del repartimiento estaba en vigor desde mediados del siglo
xvi y era muy frustrante desde el punto de vista de los grandes productores
agrícolas. Aunque equivalía al trabajo forzado, los trabajadores eran
temporales y volvían regularmente a su lugar de origen para ocuparse de sus
tradicionales actividades productivas 1718. La oferta estaba mediatizada por la
burocracia española, y especialmente por los corregidores, con el firme apoyo
de los frailes que la defendían como medio de proteger a los indios de la
rapacidad española. Los intereses de los «protectores» eran totalmente
transparentes, como explica Israel en el contexto mexicano:
Los corregidores [...] solían hacer grandes fortunas por diversos métodos de extorsión, entre
los que figuraba la compra forzosa de las cosechas de los indios a precios mínimos para
venderlas con grandes ganancias en las ciudades, la venta obligatoria de mercancías a precios
exorbitantes,rel cobro de una tasa por los favores de los españoles y el uso hábil del
repartimiento [...] De este modo los indios soportaban de hecho dos economías distintas: la
de los colonos españoles, por una parte, y la de los distritos indios, que funcionaban en
beneficio sobre todo de los corregidores, los frailes y la jerarquía india, por otra l2S.

La doble carga soportada por los indios, sin duda formó parte de la historia de
su declive demográfico y sin duda creó, además, una presión insufrible sobre
el sistema político en el mismo momento en que se producía un trastorno
económico 129.
En 1632, la Corona suprimió finalmente el trabajo asalariado obligatorio
en Nueva España fuera de las minas. Dado que las tensiones seguían
existiendo, esto no hizo más que acelerar la táctica de los terratenientes
españoles (ahora hacendados), consistente en atraer a jornaleros permanentes,
conocidos como gañanes o naboríes. Los corregidores respondieron, primero,

1717 Israel (1974a, p. 39), quien señala «las numerosas y amargas protestas de los
mexicanos en las décadas de 1630 y 1640». M. F. Lang piensa que es evidente «que el deseo
de restringir el comercio entre Nueva España y Perú fue el principal motivo de la resistencia
de la Corona a asegurar un suministro regular [de mercurio a las minas mexicanas] desde
Huanca- velica» (1968, p. 639).
1718 Véase la definición de repartimiento ofrecida por Enrique Semo, quien admite que es
la propia de un analista del siglo xx y no necesariamente la utilizada por los contemporáneos:
«Consideramos como repartimiento el sistema de trabajo racionado y rotativo, en las
unidades económicas de la república de los españoles que afectaba tanto a los indios de
encomienda como a los no encomendados y que beneficiaba a una clase poseedora mucho
más amplia que la que había gozado de la encomienda. A esto debe agregarse que, a
diferencia de las encomiendas de indios dadas por méritos en el servicio del rey y para que
el beneficiario hiciera uso de ella en la empresa que considerara conveniente, los
repartimientos eran otorgados más frecuentemente con propósitos económicos
' bien definidos y con la prohibición de utilizar a los indios fuera de ellos. Bajo el nuevo sistema,
la prioridad de las solicitudes es fijada —en última instancia— por el virrey [...] La escala
de prioridades coloca las necesidades del desarrollo de la economía platera por encima de las
de los encomenderos» (1973, p. 222).
Las periferias en una época de crecimiento lento 209

con la medida de no eximir a estos gañanes del repartimiento, lo que de hecho


suponía que, para debilitar a los criollos como estrato, los corregidores
obligaban a un indio a dejar a un criollo para pasar bajo el control de otro.
Cuando la Corona probó la táctica alterna de abolir el trabajo obligatorio por
completo, el indio se encontró ante la posibilidad cada vez mayor de no
encontrar trabajo alguno, y en este punto el gran productor agrícola recurrió a
la creación del peonaje por deudas como medio de contar con mano de obra
para sus tierras 13°. La ex- 1719
propiación de la tierra reforzó aún más este control 131, y de este modo la
encomienda se transformó en hacienda 132 y el tra-
mienzos del xvm, era una práctica común referirse a los gañanes o naboríes como propiedad
de la hacienda» (1970, p. 285). Véase también Phelan: «Vincular los indios a la hacienda a
través del peonaje por deudas tenía varias ventajas sobre otras formas de trabajo. Los esclavos
negros suponían una gran inversión de capital. El trabajo del repartimiento era ineficiente a
causa de los turnos semanales y del número cada vez menor de indios disponibles» (1959, p.
191). En el caso de los mineros, los propietarios trataron en un principio de conservar a sus
trabajadores mediante una combinación de salarios y ganancias suplementarias extrayendo
mineral por cuenta propia. Esto se llamó pepena en México y dobla en el Perú. Sin embargo,
la plata así extraída no podía ser procesada por el indio, que tenía que venderla a bajo precio
al propietario de la mina. En algunos casos, el salario se transformó de hecho en un pago en
especie. En cualquier caso, los propietarios de las minas hicieron uso del mecanismo de la
deuda para mantener atado al trabajador. Véase Romano (1970, pp. 132-33) y Bakewell
(1971, pp. 125-26). Davis analiza el sistema del peonaje por deudas como una respuesta del
patrón a la fuerza del trabajador en el mercado libre «a medida que la población alcanzaba
su nivel más bajo a fines del siglo xvi» (1973b, p. 167).
131 «La mejor forma de conseguir gañanes y peones era quitar las tierras a las poblaciones

indias [...] El monopolio del recurso complementario, la tierra, es una de las causas más
frecuentes e importantes (aunque en gran medida inadvertidas) del crecimiento y la
continuación de la agricultura de latifundio y de su consiguiente ineficiencia en la utilización
de los recursos (desde el punto de vista social, no desde el del monopolio privado)» (Frank,
1979a, pp. 70-71). Véase también MacLeod por lo que respecta al período 1580-90: «Por
primera vez los españoles [en América Central] ocuparon las tierras baldías y realengas que
habían sido abandonadas por los indios fallecidos o 'congregados’. Entonces comenzaron
también las primeras usurpaciones importantes de las tierras de los indios» (1973, página 221).
1)2 Lockhart demuestra de forma bastante convincente los siguientes puntos: a pesar de las

diferencias legales, hay una gran continuidad sociológica entre la encomienda y la hacienda
(«el encomendero y más tarde el hacendado estaban cortados por el mismo patrón»); la
pretendida autosuficiencia de la hacienda era «muy difícil de distinguir de la diversificación
o integración de una empresa comercial»; y, sobre todo, la vida no cambió para los
trabajadores: «Los aldeanos acudían a trabajar en las estancias y más tarde en las haciendas,
primero por la 'obligación de la encomienda, luego por el mecanismo del repartimiento y

1719 Israel (1974a, p. 47). Compárese con la situación descrita por Mac- Leod en América

Central: «El período comprendido entre 1630 y 1690 es el período por excelencia de la
derrama, mediante la que los pequeños funcionarios del gobierno, a menudo criollos,
obligaban a los indios a comprar mercancías que éstos no necesitaban a precios elevados o
les obligaban a producir mercancías por nada o por una miseria» (1973, p. 384).
I2
’ El artículo de Israel explica las fricciones en México entre las capas dominantes de
1620 a 1664 en función del conflicto en torno al control de la escasa mano de obra.
130 Véanse Zavala (1966, especialmente p. 79), Godinho (1948) y Chevalier, que escribe:

«El peonaje por deudas penetró lenta e inexorablemente en un número cada vez mayor de
haciendas. A finales del siglo xvu o co-
210 Immanuel Wallerstein
finalmente por acuerdos individuales, pero eran siempre las mismas personas que hacían las
mismas cosas» (1969, pp. 419, 425-26). Véanse también R. G. Keith (1971, página 441) y
Piel (1975, pp. 161, 238).
Las bases legales de la hacienda eran dos cédulas otorgadas por la Corona española en
1591, en las que se reconocía su derecho a todas aquellas tierras sobre las que no existieran
títulos legales. Los terratenientes estaban obligados a pagar una tasa, la composición, para
obtener el título a estas tierras, que eran denunciadas como baldíos, eriales o tierras
abandonadas. Véanse E. M. Barrett (1973, pp. 89-90) y Lira y Muro (1976, p. 143). En 1713,
la Corona, en su búsqueda desesperada de fondos, se mostró dispuesta en el Perú a vender
baldíos incluso a los indios que tuvieran dinero. Véase Piel (1975, p. 191).
bajador forzado se convirtió en peón por deudas. En cuanto a la remuneración,
que se calculaba en unidades de tiempo, es posible que la situación del
trabajador mejorara. La escasez de mano de obra había dado al trabajador una
cierta capacidad de negociación 1720, pero ¿acaso no pagó este nivel más alto
de remuneración con el aumento del tiempo total que se veía obligado a
ofrecer? ¿No hubo acaso un incremento en el nivel de trabajo y una probable
reducciqn de sus esperanzas de vida? ¿No se consumió aquí, como en Europa
oriental, el capital de la fuerza de trabajo para mantener el nivel de
producción?
La secuencia fue probablemente la siguientej Los altos precios y la escasa
oferta de producto^ agrícolas á finales del siglo xvi llevaron a una apropiación
de la tierra y a una aceleración de la producción. Chevalier, por ejemplo, habla
del grado en que los ganaderos estaban dispuestos «a sacrificar muchos
animales aun a riesgo de mermar sus rebaños» 1721. Los propietarios de minas,
los habitantes de las ciudades, los burócratas —en una palabra, los que
constituían el mercado regional para los productos agrícolas— trataron de
controlar el nivel de ganancias de los productores utilizando mecanismos de
control de los precios, tales como la alhóndiga, granero municipal con precios
fijos del que estaban exentas sin embargo las cosechas de los indios 1722. Los
pequeños productores agrícolas españoles tendieron a sucumbir, a causa de la
presión, al igual que los productores mestizos, muchos de los cuales se vieron
«reducidos a una miserable existencia campesina» 1723. En cambio, los grandes
productores se hicieron aún más grandes, creciendo precisamente en el
momento del descenso de los precios. La lógica de esta aparente aberración es
expuesta por Morner:
Las haciendas tenían a menudo que reducir su producción debido a las
limitaciones del mercado y a las drásticas caídas de los precios cuando las
cosechas eran abundantes. ¿Por qué habían, pues, de preocuparse por crecer?

1720 Véase MacLeod, que habla de una «mejoría marginal de las condiciones de algunos

de los miembros de las clases más bajas» (1973, p. 227).


1721 Chevalier (1970, p. 107).
133 Véase Bakewell (1971, p. 75), que señala, sin embargo: «La eficacia de la alhóndiga

por lo que respecta a la regulación de los precios es imposible de conocer» (p. 66). Véanse
también Guthrie (1939, p. 105) y Chevalier (1970, pp. 62-65).
1723 MacLeod (1973, p. 153). Por supuesto, hubo una resistencia. Osborn (1973) observa
que la capacidad de los indios mexicanos para oponerse a la apropiación de tierras en esa
época estuvo relacionada con la organización de la comunidad.
Las periferias en una época de crecimiento lento 211

Porque al privar a sus vecinos de sus tierras, los hacendados eliminaban la


competencia u obligaban a los pequeños productores hasta entonces
autosuficientes a convertirse en consumidores de los productos de la hacienda
1724
.
La gran hacienda autosuficiente era precisamente un mecanismo que permitía
realizar sutiles ajustes en las fuerzas del mercado. Podía provocar una
contracción o una expansión de la producción en función de la variable
rentabilidad y acelerar o aminorar la velocidad de utilización de los recursos,
manteniendo así los lazos entre la producción agrícola y la economía-mundo
a lo largo del tiempo. Además, la hacienda era el centro de la nueva producción
textil. Sus comienzos son análogos a los de lo que en siglos posteriores sería
conocido como sustitución de importaciones, consecuencia notable de las
contracciones mundiales. Bakewell afirma que «probablemente el comercio
decayó, en gran parte debido a que Nueva España ya no necesitaba las
importaciones de Europa» 1725 y saca la conclusión de que «la economía de
Nueva España, lejos de sufrir una decadencia a comienzos del siglo xvxi, se
hizo más saneada» 1726 1727, pero esto es juzgar mal la situación. No hubo nunca
una economía de Nueva España que pudiera ser comparada con una economía
de España. Algunos empresarios de Hispanoamérica invirtieron entre otras
cosas en la producción textil a causa del indeciso estado del mercado (el
incremento de la población española y mestiza, la decadencia de las
exportaciones de plata y las economías de escala del sistema de la hacienda) y
de este modo perjudicaron a los posibles exportadores de productos textiles
españoles.
La contracción mundial no supuso una disminuición de la actividad
económica capitalista. De hecho, probablemente señaló la creciente fuerza de
una empresa burguesa de base local I4°.
Además, como en el caso de Europa, la cuestión no estriba en que hubiera una
decadencia en toda la producción textil, sino en que esta producción se
trasladó a las zonas rurales, las haciendas y las aldeas indias, y en que «los
paños finos eran producidos en su mayor parte en obrajes» M1. Tampoco fue
la textil la única industria que creció. Las industrias del hierro y el bronce se

1724 Morner (1973, p. 192).


1725 Bakewell (1971, p. 234).
1726 Ibid., p. 230, Phelan hace esencialmente la misma observación: «La
iesis de Borah acerca de la escasez de mano de obra india está fuera de toda duda, pero esta
misma escasez pudo contribuir más al crecimiento económico en el siglo XVII que al
estancamiento económico. La palabra 'depresión' es, creo yo, un término engañoso para ser
aplicado a todo el período» (1970, p. 213). D
1727 «Si la aparición de la gran propiedad agrícola en el Perú coincidió cronológicamente
con una decadencia de la economía monetaria y de las empresas no agrícolas —mineras,
manufactureras y comerciales—, ¿cómo explicar el desarrollo de los obrajes peruanos en el
siglo XVII, cuyo volumen de producción textil superaría [...] al de España en la misma época,
y, sobre todo, cómo explicar el prodigioso desarrollo de una burguesía mercantil hispano-
peruana capaz de obligar a Madrid, a partir de 1613, a compartir el monopolio colonial sobre
el comercio entre Perú y España
212 Immanuel Wallerstein
desarrollaron a comienzos del siglo XVII para hacer posible la construcción de
«grandes templos, con verjas y rejas renacentistas» 142. Cuando los principales
productos de exportación de Hispanoamérica (y especialmente la plata)
conocieron una decadencia en el mercado mundial, los productores de esas
viejas zonas periféricas se orientaron hacia otras formas de obtener ganancias.
Centraron así sus actividades productivas en unos crecientes mercados
regionales, lo que, desde el punto de vista del comercio transatlántico,
representó un relativo retroceso, pero esto difícilmente puede ser descrito
como el auge de la autarquía. Mientras tanto, en los países del centro, el alto
nivel de la demanda creaba mercados en expansión para la exportación de
azúcar (y en menor grado de tabaco). Hasta cierto punto, esto supuso una
intervención de las nuevas zonas periféricas (las islas del Caribe y sus anexos,
y las colonias continentales de la Norteamérica británica) en la economía-
mundo. Estudiaremos ahora esta historia con el fin de completar el panorama.
Hasta principios del siglo xvii, la mayoría de las islas del Caribe no
conocieron el control europeo. Los españoles se habían apoderado sobre todo
de las grandes islas, como Trinidad y las llamadas Grandes Antillas (Cuba,
Jamaica, La Española, Puerto Rico). Se dedicaron allí a la cría de ganado y al
cultivo de algunas plantas alimenticias y algo de tabaco y azúcar, pero su
principal preocupación era el control de las rutas comerciales con las zonas de
mayor importancia para ellos en las Américas. Bruscamente, entre 1604 y
1640, los ingleses, los franceses y los mediante la creación del Tribunal del Consulado
de Lima?» (Piel, 1975, página 150). Sobre la «creciente amplitud» de la élite económica de
Nueva España frente a la de Sevilla, véase Boyer (1977, pp. 457 y passim). En cuanto a la
fuerza creciente de los «aviadores» o vendedores locales en México frente a la Corona, que
les permitía obligar a los deudores a devolverles el dinero antes de pagar los impuestos, véase
Bakewell (1976, página 219).
1,1 Pohl (1969, p. 448). Sin embargo, Davis hace hincapié en que «los géneros que México

producía en cantidad eran los más baratos, los de mala calidad, mientras que los artículos de
lana y lino y los utensilios de metal de primera clase seguían viniendo de Europa» (1973b,
pp. 161-62).
Bargalló (1955, p. 251).
213 Immanueí Wallerstein
holandeses invadieron el Caribe y se apoderaron de todas las islas más
pequeñas. De 1625 a 1654, los holandeses controlaron parte del Brasil. En
1655, los ingleses arrebataron Jamaica a los españoles. En 1629, un grupo de
bucaneros franceses desembarcaron en Tortuga, frente a las costas de La
Española, y en 1659 controlaban definitivamente esta última isla; poco después
se desplazaron hacia la mitad occidental de la isla mayor, hoy llamada Haití
(aunque la soberanía francesa no fue oficialmente reconocida hasta 1697).
Luego, desde la década de 1650 hasta 1763, hubo una relativa estabilidad en
la distribución colonial. ¿Por qué hubo un repentino resurgimiento del interés
de las potencias de la Europa del noroeste por el gran Caribe? ¿Por qué se
detuvo casi totalmente antes de apoderarse de los territorios españoles y
portugueses? ¿Y por qué fue el Caribe en el siglo XVII, y especialmente en las
décadas de 1660 y 1670, el refugio de piratas y bucaneros, el «salvaje Oeste»
de la época, «mucho más prometedor en encantos, emociones, rápidas
ganancias y constantes peligros que los prosaicos asentamientos» del resto de
las Américas m?
Pierre Chaunu dice que en algún momento, entre 1619-1623 y 1680, «en
una fecha que sería inútil tratar de precisar demasiado», hubo un cambio en la
naturaleza misma de la Carrera española. La rigidez burocrática reemplazó a
los flexibles mecanismos que habían caracterizado a la triunfante Carrera del
siglo xvx. «Desde la segunda mitad del siglo xvxi, el Atlántico del
Guadalquivir se convirtió simplemente en un Atlántico más» 144. Chaunu sitúa
esta fecha algo más tarde que algunos hombres de la época. En 1619, Sancho
de Moneada, profesor de Sagradas Escrituras en la universidad de Toledo y
pensador mercantilista español, afirmaba (sin duda con cierta exageración) que
de diez partes del comercio con las Indias nueve estaban en manos de
extranjeros, «de modo que las Indias son para ellos, y el título de Vuestra
Majestad» 145. Como se demostraría, estaba en lo cierto. En el siglo XVII, el siglo
del mercantilismo, España y Portugal no fueron, no pudieron ser, mercantilis-
tas, y de este modo se convirtieron en Estados semiperiféricos, correas de
transmisión de los intereses de las potencias del centro a las regiones
periféricas. En cuanto historia de la semipe- riferia, hablaremos de esto con
más detalle en el próximo capítulo; en cuanto historia de la periferia, debemos
hablar de ello ahora.
143 Dunn (1972, pp. 9-10).
144 Chaunu (1959, p. 1539).
145 Citado en Larraz (1943, p. 90).
En una época de contracción global, algunas arenas de la actividad
económica se contraen. Tratando de minimizar la contracción en sus
actividades económicas, las potencias del centro compiten fuertemente entre
ellas, en parte para tratar de hacerse con el control de las zonas periféricas.
Para ello colonizan y tratan de impedir que las otras colonicen, lo que lleva a
encarnizadas guerras coloniales, tratan de configurar el mercado mundial de
forma que favorezca a las zonas más controlables en detrimento de las menos
cóntrolables (las Amé- ricas frente a Europa oriental y meridional). Además,
214 Immanuel Wallerstein
tratan de vivir de las potencias coloniales más débiles cuando resulta
demasiado costoso apoderarse por las buenas de su territorio, como sucedió en
buena medida con los imperios español y portugués 1728. Así, cuando comenzó
la contracción mundial, los ingleses, los franceses y los holandeses se
dirigieron al Caribe con el fin de conseguir la primacía. Colonizaron las zonas
fáciles de tomar y luego, apoderándose del comercio, trataron de obtener las
ventajas económicas que habrían tenido mediante el dominio colonial directo
en las zonas aún controladas por España y Portugal. El principal mecanismo
para conseguirlo en el siglo xvu fue el contrabando.
Para comprender cómo funcionaba el contrabando, debemos examinar
primero los orígenes sociales de los bucaneros. En el siglo xvi, el ganado
erraba por América Central y las islas del Caribe. En algunos casos se trataba
de animales salvajes. En otros, de animales controlados por los indios, pero
cada vez menos a medida que avanzaba el siglo. Por último, en ocasiones, se
trataba de animales criados por los españoles. Ya hemos descrito los cambios
demográficos en Hispanoamérica: el constante declive de la población india,
unido al constante crecimiento no sólo de los criollos, sino también de los
mulatos y los mestizos. La contracción de las zonas mineras en el siglo xvn
redujo las oportunidades en las zonas urbanas de los criollos más pobres y de
los grupos de mulatos y mestizos que ocupaban una posición social intermedia.
Muchos de ellos emigraron a las zonas rurales. Algunos hallaron una
ocupación en la creciente red de haciendas y ranchos; otros no. Los miembros
de las capas intermedias que no encontraban ocupación corrían el riesgo de
una «inferiorización», es decir, la reducción al estatus de meros productores
de alimentos. En las tierras fronterizas tenían, sin embargo, una alternativa.
Podían convertirse en vaqueros, matando los animales salvajes que
necesitaban para sobrevivir. Pronto empezaron a engrosar sus filas los que
huían de los barcos. Los capitanes holandeses empezaron a comerciar en cuero
con ellos y esto incrementó aún más el número de animales muertos.
«Obviamente, estas prácticas eran ruinosas» 1729. Desde el punto de vista de

1728 Charles Boxer resume del siguiente modo las luchas entre holandeses y portugueses a
nivel mundial en los dos primeros tercios del siglo xvn: «A riesgo de caer en una excesiva
simplificación, se puede decir que esta larga guerra colonial tomó la forma de una lucha por
el comercio de especias de Asia, por el tráfico de esclavos de Africa occidental y por el
comercio de azúcar del Brasil. De modo similar, se puede decir que el resultado final fue, en
efecto, una victoria para los holandeses en Asia, un empate en Africa occidental y una victoria
para los portugueses en Brasil» (1961, p. 49). ¿Es esto correcto? En términos de control
político, sí; pero en términos de control económico, ¿no fue el resultado una victoria para los
holandeses (suplantados más tarde por los ingleses) en las tres áreas, victoria que tomó
diferentes formas según se produjera en la arena exterior (Asia) o en la periferia (Brasil),
siendo el Africa occidental un área en lenta transición en esa época de la arena exterior a la
periferia? La diferencia estriba en el grado de participación de los portugueses en los procesos
de producción, y el propio Boxer nos da la clave: «Los portugueses, con todos sus defectos,
habían echado raíces más profundas [en el Brasil] como colonos, y por eso no pudieron, en
general, ser eliminados de la escena simplemente por una derrota naval o militar, o incluso
por una serie de derrotas de este tipo» (1961, p. 54).
1729 MacLeod (1973, p. 212).
Las periferias en una época de crecimiento lento 215

los colonos, «este despilfarro fue demasiado lejos» 1730.


Hacia 1640, las autoridades españolas comenzaron a tratar de limpiar las
islas y las zonas costeras de Centroamérica de estos bucaneros 1731. Una forma
de hacerlo era matar ellos mismos el ganado para disuadir a los vaqueros. Los
ingleses se sumaron a la partida para disuadir a los españoles. Por entonces el
ganado prácticamente había desaparecido, al menos de las islas, y los
bucaneros, desesperados, se hicieron a la mar como piratas. Los piratas no
habrían sobrevivido, sin embargo, si los holandeses en Curazao, los franceses
en Santo Domingo (La Española occidental) y especialmente los ingleses en
Jamaica no les hubieran ofrecido «mercados seguros para el botín» 1S0.
Jamaica era la clave. Fue en tiempos de Cromwell cuando la isla fue
arrebatada a España y en tiempos de la Restauración cuando se convirtió hasta
tal punto en base de los bucaneros que uno de ellos, Henry Morgan, llegaría a
convertirse en vicegobernador y a ser nombrado caballero. Sólo con la
Revolución Gloriosa desapareció por completo la piratería. El propósito de
Cromwell era destruir el monopolio español del comercio con las Indias
Occidentales. Primero lo intentó por la vía diplomática y fracasó, recurriendo
entonces al saqueo. Strong escribe: «Cromwell era un personaje de la época
de Isabel. Pertenece a ella como Raleigh, Gilbert y Hakluyt. Todo el aspecto
de la expedición a las Indias Occidentales es típico de esa época» ,51. La
política no fue sólo de Cromwell, sin embargo, ya que la carrera de Jamaica
como «empresa de piratería estatal» continuó ininterrumpidamente en tiempos
de Carlos II1732 1733. En teoría, la piratería había sido proscrita por el tratado
angloespañol de 1670, pero en la práctica continuó con gran vigor al menos
hasta 1685, y en realidad hasta el temblor de tierra que destruyó el gran reducto
bucanero de Port-Royal en 1692, siendo finalmente enterrada por el tratado de
Rijswijk en 1697. En Jamaica se produjo una creciente contradicción entre el
papel de la isla como colonia azucarera y su papel como base para el saqueo

,4!
Pares (1960, p. 20).
1731 La palabra bucanero tiene su origen en la costumbre de vender la carne después de
ahumarla en parrillas conocidas como boucan en lengua india. Véase Deschamps (1973, p.
40). No es que los bucaneros no fueran conocidos antes de esta época. Es más bien que
«hasta 1650 aproximadamente, el fenómeno bucanero tuvo un carácter más o menos
accidental u ocasional» en comparación con el «auge» que cobró a partir de esta fecha
(Haring, 1964, p. 249).
Davis (1973b, p. 169). A comienzos del siglo XVII, los piratas holandeses eran los más
«audaces y [...] persistentes [...] en la persecución de los barcos españoles [...] El término
'holandés' se convirtió en un sinónimo de 'corsario' y 'pirata'» (Peterson, 1975, p. 250).
1732 Strong (1899, p. 233). Strong añade: «Los consejeros de Carlos II comprendieron el
largo alcance de los planes de Cromwell con respecto a la conquista y colonización y se
dieron cuenta de los motivos reales de su ataque a las Indias occidentales. Cuando ’A. B.’
escribe al rey de España en enero de 1656, en nombre de Carlos, hace gran hincapié en el
hecho de que Cromwell pretendía colonizar las Indias Occidentales y con su flota aislar el
comercio español. De hecho, la iniciativa no tiene sentido si no es por estos motivos. Suponer
que después de estos enormes preparativos y gastos el Protector se contentaría con unas pocas
millas cuadradas de territorio es poco menos que absurdo» (1899, p. 244).
1733 Pares (1960, p. 3).
216 Immanuel Wallerstein
y el contrabando, pero lo más importante fue que los Estados del centro
dejaron de necesitar la piratería como medio de acumulación primitiva.
El sistema de contrabando había sido introducido por los holandeses en la
última década del siglo xvi como algo muy práctico. Las guerras con España
habían aislado a los barcos holandeses de la península Ibérica impidiendo de
esta manera la compra de sal, tan necesaria para la industria del arenque. Los
holandeses se dedicaron entonces a comprarla ilegalmente en las salinas de
Venezuela. Este procedimiento de emergencia se convirtió en una política
permanente a causa de la estructura básica de los precios mundiales. Las
Provincias Unidas eran un productor agroindustrial mucho más eficiente que
España. «El monopolio de Sevilla no podía suministrar productos suficientes
[a la América española] a precios razonables» 153. Los holandeses sí podían.
De este modo el contrabando se convirtió en una forma de vida que conectaba
a los comerciantes de los países del centro con los productores de los países
periféricos que no podían controlar directamente 154. Cada vez que las
relaciones entre España y una potencia del centro eran malas, y sobre todo en
época de guerra, se fundaban nuevas colonias «destinadas en parte a servir
como base a los corsarios», lo que, como observa Pares, es una explicación
parcial de su cronología 155. Esto también podría explicar por qué hubo
finalmente más colonias inglesas que francesas, ya que Francia estuvo con
frecuencia aliada con España contra Inglaterra.
Jamaica representó la culminación del sistema de contrabando. Se
convirtió en el emporio del contrabando en el Caribe, que «los ingleses no
querían detener [...] y los españoles no podían» 156. Al principio la existencia
de los piratas contribu-
ISJ
J. Lang (1975, p. 55). Como consecuencia de esto, dice Haring, «los comerciantes
españoles se convirtieron a menudo de hecho en meros intermediarios, agentes o factores a
comisión, que a menudo prestaban su apellido español para eludir la ley». En última
instancia esto hizo que «el comercio de España con América se convirtiera en una máquina
más o menos pasiva, un instrumento por el cual se canalizaba bajo el control real el
suministro de mercancías procedentes del resto de Europa» (1947, páginas 314-15).
154 Esta práctica no sólo se dio en la zona del Caribe. Los holandeses mantuvieron
idéntica relación con la «colonia» danesa de Noruega. Véase Lunde: «El contrabando era en
general considerado como el gran problema por las autoridades de Copenhague. Estaba claro
para todos que había un contrabando a gran escala a través de Noruega. El Staatsloven
[consejo del virrey] echaba la culpa a los holandeses, que eran conocidos como expertos en
esta profesión. Allí donde había aduanas, los comerciantes noruegos hacían contrabando,
escribía el Staatsloven; no había más que un remedio para suprimirlo: reducir los derechos
de aduana. Esto fue lo que intentaron, aunque con escasos resultados, y el contrabando
prosiguió [...] Los propios comerciantes afirmaban que se arruinarían si fueran honrados [...]
El contrabando fue una consecuencia directa del sistema económico imperante y de la
política comercial seguida por Copenhague» (1963, pp. 38-39).
155 Pares (1960, p. 12).
156 Christelow (1942, p. 312). Las estimaciones de Sheridan demuestran claramente por
qué prosiguió el contrabando: «Antes de 1763, el comercio de Gran Bretaña con su imperio
oficioso no era probablemente menos valioso que el comercio con su imperio oficial» (1969,
p. 24). Sheridan cita, como los dos principales componentes del imperio oficioso de Gran
Bretaña, el comercio de contrabando a través de Jamaica y el comercio indirecto a través de
Cádiz y Portugal. No hay que olvidar el comercio fraudulento a través de Buenos Aires. «Su
Las periferias en una época de crecimiento lento 217
emplazamiento lejos de los centros del poder español en Lima y las Indias Occidentales y
cerca de los portugueses en Brasil hacía casi imposible un control adecuado.
yó a este proceso. Después de todo, no eran verdaderos piratas, ya que sólo
saqueaban a los españoles y a menudo lo hacían con la autorización de su
propio gobierno 157. Pero las plantaciones de azúcar adquirieron mayor
importancia en Jamaica, y cuando los españoles renunciaron finalmente en
1670 a su antigua reclamación del derecho exclusivo a asentarse en ella, los
bucaneros empezaron a ser considerados por los ingleses como un estorbo,
dado sobre todo que su número crecía y su desesperación aumentaba a medida
que los blancos pobres eran expulsados del suelo jamaicano por las
plantaciones en expansión 158. Los bucaneros ya no eran necesarios. Los
productores del golfo de Honduras estaban deseosos de tratar directamente con
los comerciantes jamaicanos, que habían asumido «buena parte del riesgo de
introducir mercancías de contrabando en Centroamérica» 159.
Los bucaneros se habían dedicado al saqueo 160. Los ingleses (y los
franceses) estaban ahora dispuestos a contentarse con el comercio ilegal, ya
que éste implicaba la misma transferencia de excedentes pero al mismo tiempo
garantizaba la continuidad de la producción, cosa que el saqueo de los
bucaneros no hacía. Una vez suprimidas las bases de los bucaneros, «fue po-

Y como el puerto estaba prácticamente cerrado en beneficio del comercio de galeones, la


tentación de conseguir por estos medios lo que España negaba era irresistible (Haring, 1947,
p. 329).
157 Véase Deschamps (1973, pp. 44-45). Esta autorización, nos recuerda Haring, podía
ser «real o pretendida» (1964, p. 249).
ls
‘ Véase Floyd (1967, pp. 26-28). Véase también Farnie: «El azúcar redujo la caza de
animales salvajes a un papel secundario al término de la fase del 'bucanerismo' en la historia
del Caribe» (1962, p. 209).
159 MacLeod (1973, pp. 367-68).
160 Davis (1973b, p. 169). Había de hecho dos formas de saqueo. Una era el saqueo de
las flotas que transportaban el tesoro. La otra era el saqueo de las ciudades españolas del
Caribe y el golfo de México. La primera no fue realmente practicada por los bucaneros, sino
por las escuadras navales y sólo en tres ocasiones: en 1628 por los holandeses y en 1656 y
1657 por los ingleses. Véase Haring (1964, pp. 235-47). El saqueo de las ciudades españolas,
sin embargo, era una especialidad de los bucaneros. Entre 1655 y 1671 fueron devastadas
dieciocho ciudades. Esta forma de saqueo tuvo una importancia decisiva en la transformación
del modelo del comercio transatlántico. «Fueron estos medios, unidos al comercio
fraudulento, los que secaron las fuentes del comercio hispanoamericano, y no la destrucción
de las flotas de la plata» (Haring, 1964, p, 250). Finalmente, dice Glamann, la «economía
pirata [... no] produjo un especial crecimiento [...] Los buques de guerra, enarbolaran o no la
bandera negra, eran estériles instrumentos de comercio y prosperidad en comparación con
las gabarras cargadas hasta los topes de trigo y otros buques de cabotaje cargados de carbón
y ladrillos, barricas de vino o sal y pescado seco en sus bodegas» (1977, p. 191).
sible para los plantadores españoles comenzar a prosperar de nuevo en las islas
y a lo largo de las costas» 161. Fue también posible para los ingleses y los
iranceses negociar directamente con los españoles mediante un «legítimo»
tráfico de esclavos, el llamado asiento 162. El contrabando en América
española no desempeñó sino un pequeño papel. El papel más importante fue
el del azúcar, que durante mucho tiempo había sido uno de los productos
básicos de los países periféricos. La producción de azúcar se había desplazado
218 Immanuel Wallerstein
constantemente hacia el oeste a causa del continuo proceso de agotamiento
del suelo 163, llegando a Brasil (y en menor grado a México) a finales del siglo
xvi. A diferencia del trigo, el ganado y la plata, el azúcar no conoció el
problema del exceso de oferta en la economía- mundo que hacia 1600 provocó
una contracción básica en las exportaciones de la periferia a las zonas del
centro. El azúcar siguió un rumbo más similar al de la madera, el producto en
continuo «crecimiento» del Báltico. Su eterno problema era el agotamiento
ecológico y la necesidad de encontrar zonas vírgenes que explotar, pero las
ganancias eran consecuentemente altas 164.
Davis (1973b, p. 169). Véase también Dunn, quien dice que a finales del siglo xvn los
ingleses, franceses y holandeses «se pusieron tácitamente de acuerdo en dejar que España, el
enfermo de América, se quedara con el resto de su imperio en el Caribe, subdesarrollado y
extenso. De hecho, tanto las autoridades inglesas como las francesas consideraban más
rentable comerciar con los colonos españoles que robarles, y a partir de 1680 hicieron todo
lo que pudieron por eliminar a los bucaneros» (1972, página 22). Realmente, tras el tratado
de Nimega de 1678, los holandeses dejaron de ser «un factor importante a tener en cuenta en
el Caribe» (Goslinga, 1971, p. 482). Dunn ve otro factor más en este cambio de política, al
menos en el caso de Inglaterra. La Revolución Gloriosa representó, dice, un hito y una
victoria para los plantadores de azúcar, que desde entonces «mantuvieron relaciones
cordiales con la Corona», que ya no se quedaba con sus ganancias como lo había hecho
durante la Restauración (1972, p. 162).
Véase el análisis de este cambio de política en Nettels (1931b, páginas 17-19).
163 Véase Wallerstein (1974, p. 88, especialmente n. 70).
164 Chevalier, hablando de México, dice: «Los hacendados estaban ansiosos de sustituir
su trigo por caña de azúcar allí donde el clima lo permitía [...] El trigo, considerado como un
artículo de primera necesidad, estaba sujeto a topes y a requisas de las autoridades que a
menudo sólo dejaban a los productores un estrecho margen de ganancia; el azúcar, por el
contrario, era un artículo de lujo que se vendía en el mercado abierto y alcanzaba precios
elevados a causa de la creciente demanda» (1970, p. 74).
¿Por qué no se convirtió entonces México en un importante productor de azúcar? Berthe
encuentra la explicación en las diferencias de los costes del trabajo mantenidas por razones
políticas. Los ingenios de azúcar
En cuanto al azúcar, la demanda absoluta aumentó a medida que avanzaba
el siglo xvxi a causa de la aparición de nuevos gustos alimenticios en los países
del centro. En la Edad Media, la afición a los productos dulces se había visto
satisfecha en gran medida con la miel y el mosto, ambos dulces por naturaleza.
Ahora se habían descubierto nuevas bebidas e inventado nuevos postres que
requerían la adición de azúcar para hacerlos sabrosos 165. Hacia 1580, la
producción de azúcar se había desplazado en gran medida de las islas del
Atlántico a Brasil166. Cuando empezaron a aparecer los signos de un
empeoramiento secular en la América española, pareció producirse una
mejoría en Brasil. Chaunu explica que este «giro tardío» tuvo lugar en Brasil
hacia 1630-1650 y no en 1580, debido a que en el período comprendido entre
1570 y 1620 Brasil, a diferencia de la América española, «se beneficiaba
todavía del fácil crecimiento de la juventud» 167. Esto me parece artificial. ¿No
es más fácil explicar esta expansión por la relación antes analizada entre la
tasa bastante rápida de agotamiento ecológico y la demanda mundial, y
concluir que, en cuanto producto de la economía- mundo, el azúcar estaba
menos sujeto a oscilaciones seculares que el trigo y la plata? La recesión de
Las periferias en una época de crecimiento lento 219

1630-1650 que observa Chaunu sería precisamente el factor de la


productividad reducida que aparece de nuevo 16S.

«excluidos desde hacía tiempo de los beneficios del sistema de repartimiento en favor de las
haciendas productoras de cereales, ni siquiera podían recurrir exclusivamente a los
asalariados indios y tenían que utilizar esencialmente una mano de obra esclava, frágil y
costosa» (1966, página 103). Batie, por el contrario, hace hincapié en las dificultades de la
producción de azúcar en comparación con la producción de tabaco y algodón: requería «un
fuerte desembolso de capital, una mano de obra considerable y un profundo conocimiento de
los procesos de fabricación» (1976, p. 13).
16í
«La costumbre de tomar bebidas endulzadas y de comer tartas y pasteles dulces se hizo
más general durante el siglo xvn» (Forbes, 1957, página 7). Véanse también Davis (1973b,
p. 168) y Pares (1960, p. 23).
166 Boxer califica a los años comprendidos entre 1580 y 1680 en Brasil de «siglo del
azúcar» (1952, p. 388).
167 Chaunu (1961, pp. 1193-94). Mauro explica el «caso especial» del azúcar brasileño
en la coyuntura del siglo xvu por la expansión de la demanda, debida al paso del uso del
azúcar como medicina a su uso como alimento (1960, p. 233).
Véase De Castro (1976). Pares, hablando de la producción de azúcar en un momento
posterior, en el siglo xvm, en las Indias Occidentales británicas, dice: «Los efectos del
agotamiento del suelo en la plantación de azúcar pueden verse fácilmente. Cada década se
necesitaban más esclavos para producir la misma cantidad de azúcar en la misma superficie
o, allí donde el cultivo avanzaba o la producción aumentaba, esto sólo se lograba a costa de
un considerable trabajo adicional» (1960, p. 41). Masefield
Fueron en cualquier caso los empresarios holandeses los que introdujeron
el azúcar en Barbados en el mismo momento en que las exportaciones
holandesas desde Brasil alcanzaban su punto culminante y antes de la revuelta
de Pernambuco de 1645, que llevaría a la expulsión de los holandeses de
Brasil. ¿Por qué? Dunn ofrece dos razones a este respecto: en primer lugar, el
ansia de azúcar de los europeos era probablemente «lo bastante grande como
para justificar una expansión de la oferta añadiendo Barbados a Brasil»; en
segundo lugar, los holandeses podían beneficiarse de los servicios de los
intermediarios en un momento en que «el comercio ultramarino inglés estaba
distraído por la guerra civil en casa» 169. Tal vez, pero tal vez también los
holandeses estaban informados de la agotabilidad de las plantaciones de azúcar
no
. El hecho de que los holandeses buscaban condiciones óptimas se evidencia
en la misma elección de Barbados en lugar de otras islas. En términos
generales, Barbados tenía mejor clima y mejor suelo que otras islas del Caribe
y una situación física más favorable en cuanto a seguridad contra el saqueo m.
De hecho, tales con- habla de los «altibajos de la industria del azúcar», resultantes del
continuo agotamiento del suelo (1967, p. 291). Batie sugiere como factor adicional en el caso
de Brasil la guerra con los holandeses (1630-41), que «destrozó en buena medida» las
plantaciones de azúcar (1976, p. 15).
169 Dunn (1972, pp. 65-66). Sheridan afirma que los cultivadores ingleses de tabaco

pasaron por una crisis de superproducción en 1636 que llevó a una búsqueda de alternativas.
Los holandeses se sumaron a ellos en 1637 con la caña de azúcar (y con la tecnología, el
capital y los esclavos negros; véase 1969, p. 11). Furtado, por el contrario, afirma: «Es
probable que los cambios experimentados por la economía del Caribe se hubieran producido
mucho más lentamente de no haber sido por un acontecimiento externo a finales de la primera
mitad del siglo XVII: la expulsión final de los invasores holandeses del norte del Brasil» (1963,
220 Immanuel Wallerstein
p. 25).
1,0 Edel atribuye el cambio al hecho de que los costes en Barbados eran menores que en

Brasil a causa de la buena calidad y la novedad del suelo. Así, «era lógico que los capitalistas
holandeses, a pesar de sus intereses en Pernambuco, consideraran Barbados como una base
para nuevas inversiones, aparte de la inseguridad del control holandés sobre el nordeste del
Brasil» (1969, p. 42). Batie añade un factor coyuntural y pasajero. Tras la revuelta de
Pernambuco en 1645, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, pensando que le
quedaba poco tiempo de vida, ordenó a sus agentes en la Costa de Oro que continuaran
vendiendo esclavos. Cuando estos esclavos llegaron, fueron enviados a las Pequeñas Antillas
para ser vendidos «a crédito, en condiciones muy ventajosas. De las islas, Barbados era la
que estaba más cerca de Recife» (1976, p. 21).
171 A propósito del clima y del suelo, véase Dunn (1972, pp. 26-30). A propósito de la

seguridad, véase Pares: «Barbados debió su historia excepcionalmente tranquila (nunca


cambió de pabellón desde su fundación) al hecho de que, al estar a unas pocas millas al este
del principal archipiélago, estaba fuera de la ruta no sólo de los españoles sino también de
sideraciones se aplicarían a todas las primeras islas azucareras (de las cuales
Barbados sólo eran primus ínter pares), como señala Sheridan 172:
Inicialmente se dio preferencia a las pequeñas islas sobre las grandes a la hora
de establecer plantaciones. Desde el punto de vista del transporte y la defensa,
la distancia desde la Europa septentrional era menor, las islas situadas a
barlovento eran más fáciles de defender que las que estaban a sotavento y la
elevada proporción de costa permitía a la mayoría de las plantaciones tener
acceso directo a los barcos de altura.
Y Sheridan añade que había más viento para los molinos, un clima menos
abrumador y menos posibilidad de insurrecciones y huidas de esclavos.
Cuando la producción de azúcar llegó a Jamaica, que era una isla muy
grande, se detuvo el proceso de expansión territorial, al menos en el caso de
Inglaterra, ya que Jamaica proporcionaba una superficie considerable y los
intereses del sector azucarero temían que «el aumento de los campos de caña
saturara la producción e hiciera bajar los precios» l73. En este sentido, la
ausencia de una expansión posterior fue una expresión de la fuerza
mercantilista recién adquirida. Lo mismo se puede decir de la actitud de los
franceses tras su adquisición de Santo Domingo 174. La expansión a expensas
de los españoles ya no era necesaria, porque la superficie dedicada al cultivo
del azúcar en los territorios bajo dominio inglés y francés era más que
suficiente para otro siglo. Pero la destrucción de las propiedades del rival
siguió siendo un objetivo esencial para Inglaterra y Francia durante las tres
guerras anglo- francesas del Caribe: 1666-1667, 1689-1697 y 1702-1713. El
hecho de que esta mutua destrucción llegara a su fin después de 1713 se debió
a que la demanda mundial había aumentado por en-

los caribes» (1960, p. 10). Batie dice que la seguridad era importante a causa de las grandes
inversiones exigidas por el azúcar. «La amenaza de una invasión preocupaba particularmente
a los ricos inversores que podían perder una fortuna en esclavos y equipo durante la más breve
de las incursiones marítimas» (1976, p. 15).
172 Sheridan (1969, p. 19). Una de las desventajas de Brasil era que en el interior había

zonas donde podían sobrevivir comunidades de esclavos fugitivos. Este era en especial el
caso de Cairú y Camamú, en Bahía. Véase Schwartz (1970).
171 Dunn (1973, p. 21). Véase también Davies: «El medio siglo que siguió a la toma de

Jamaica en 1655 se caracterizó por la consolidación, más que por la expansión, de los
Las periferias en una época de crecimiento lento 221

intereses ingleses en las Indias Occidentales» (1952b, p. 89).


174 Véase Dunn (1972, p. 21).
tonces lo suficiente como para dar cabida a las industrias azucareras de ambos
países, que estaban en pleno desarrollo. «Los plantadores de azúcar habían
descubierto El Dorado después de todo» 1734 1735.
En cierto sentido, el tabaco fue siempre el pariente pobre del azúcar:
empezó muy pronto y se quedó atrás también muy pronto. Empezó muy
pronto porque era el cultivo de los principiantes. Daba fruto en el mismo año
y exigía poco equipo especial. Pero tenía grandes desventajas, al menos en el
período que estamos analizando. El tabaco «acababa con el suelo» 17é, incluso
más que el azúcar. Tenía que ser trasladado cada 25 años aproximadamente,
por lo que su cultivo sólo era posible en las islas grandes o en zonas con un
hinterland en expansión como Virginia y Maryland 1736. Además, el tabaco
tenía un mercado mundial menor y un margen de ganancia también menor que
el azúcar. «No se prestaba a la agricultura lucrativa como el azúcar [...] con la
que se podían hacer fortunas en una década» 1737. Al igual que el azúcar, era
tenido por un producto con propiedades terapéuticas, pero el azúcar se
convirtió en un producto de primera necesidad en lugar de una droga a co-
rmenzos del siglo XVII, mientras que el tabaco no pareció hacerlo hasta un siglo
o quizá dos después. No están muy claras las razones de esto, pero hay dos
hechos obvios: el azúcar tiene un valor nutritivo que el tabaco no tiene y,
además, el consumo del azúcar en expansión fue el complemento del consumo
del café, el té y el cacao, también en expansión m.
Por otra parte, dado que el tabaco, a diferencia del azúcar, podía ser
cultivado en climas no tropicales, representaba una opción agrícola para buena
parte de Europa. La producción de caña de azúcar sólo era posible en las islas

1734 Dunn (1972, p. 23). Aunque la mutua destrucción de las guerras no consiguió frenar
el ritmo de crecimiento de la industria azucarera (signo de una demanda siempre creciente),
sí afectó a la organización social de la producción. «En las islas inglesas la [larga] guerra [de
1689 a 1713] perjudicó indudablemente a los pequeños campesinos y benefició a los grandes
plantadores» (Dunn, 1972, p. 147). Véase también Sheridan (1965, página 299, cuadro 3) a
propósito de la creciente concentración de tierras en Jamaica de 1670 a 1754.
1735 Pares (1960, p. 20).
1736 Pares convierte curiosamente esta ventaja en virtud: «Los plantadores [tanto de tabaco
como de azúcar] se resentían del agotamiento del suelo. Las colonias tabaqueras sufrían
menos, porque el propietario de una plantación agotada podía obtener fácilmente tierras
vírgenes —como máximo a unos cientos de kilómetros más lejos— y desplazar allí sus
esclavos [...] Los plantadores de azúcar tenían más dificultades para hacerlo. Muchas de las
islas eran pequeñas» (1960, p. 41). Pero esto es poner la carreta delante del caballo. ¿Por qué
desplazó el azúcar al tabaco en primer lugar en las islas más pequeñas, retirándose,
podríamos decir, a las islas más grandes y al valle de Chesapeake? El cambio del tabaco por
el azúcar en las islas más pequeñas se produjo en la década de 1660. Véase el propio Pares
(1960, p. 22) y también Farnie (1962, p. 210). Y esto a pesar de la caída de los precios del
azúcar de 1645 a 1680. Véase Pares (1960, p. 40). El cultivo del principiante tenía una ventaja
en relación con el agotamiento del suelo, como afirma Pares: «Una plantación de azúcar no
era tan fácil de transplantar como una plantación de tabaco: había más maquinaria pesada y
más capital invertido en las superficies ya plantadas. Por estas razones, un plantador de
azúcar a menudo tenía que quedarse donde estaba» (1960, p. 41).
1737 Land (1965, p. 647).
222 Immanuel Wallerstein
del Mediterráneo y ya se había «infiltrado» en estas zonas. Por consiguiente,
pese al rápido agotamiento del suelo que provocaba el tabaco, la oferta
mundial superaba a la demanda mundial con más frecuencia en la producción
de tabaco que en la de azúcar. La situación del tabaco se vio además agravada
por la política de la mayoría de los gobiernos europeos, que encontraron en
este artículo de lujo un producto fácil de gravar e incluso de arrendar a través
de monopolios estatales. Por supuesto, esto no sucedió en todas partes. Las
Provincias Unidas, como correspondía al principal mercado mundial del
tabaco, no lo gravaron con impuestos1738 1739 y la producción nacional de
tabaco floreció allí, especialmente en años difíciles para los cereales 1740.
Además de regular y gravar el tabaco, la mayoría de los países trataron de
prohibir la producción nacional. Esto es especialmente aplicable a Inglaterra y
Francia, siendo el motivo más probable el control fiscal. «Era más fácil obtener
derechos de aduana del tabaco importado a Londres o La Rochela que
[recaudar] impuestos de un artículo cultivado en Gloucestershire o Gascuña»
1741
.
Al principio, los impuestos estatales perjudicaron a la industria del tabaco
americana. Su principal resultado fue «la elevación de los precios y la
restricción de los mercados» 183, dado sobre todo que la imposición de
derechos de aduana fomentó a su vez la producción europea, agravando de
este modo el «principal problema económico» de la producción del hemisferio
occidental: los «costes de la mano de obra y el transporte» 184. Sin embargo, a
comienzos del siglo xvm una. cierta combinación de factores cambió por
completo la situación. En primer lugar, la eliminación por el Estado de la
producción de tabaco europea había tenido un relativo éxito. En segundo
lugar, entre los productores del hemisferio occidental, las colonias inglesas del
valle de Chesapeake eran las que producían más a un precio más bajo. En
tercer lugar, los ingleses desarrollaron la reexportación de diversos productos
tropicales (incluido el tabaco) como una de sus principales actividades
económicas. Por consiguiente, los ingleses acabaron por considerar el tabaco

1738 A propósito del tabaco como terapia durante este período, véase Ortiz (1947, pp.
24245). A propósito de la afición al azúcar, Nef ofrece esta explicación: «Durante el siglo
xvi y a comienzos del xvxi, los europeos adquirieron una afición al azúcar que no existía
entre los anteriores pueblos civilizados. Esto se explica en parte por el desarrollo de una
civilización económica en el norte. Las frutas y verduras del norte eran menos suculentas que
las que se cultivaban en el suelo mediterráneo. Para hacerlas más sabrosas era necesario
endulzarlas» (1968, p. 77).
190 La única zona importante de Europa que no gravaba las importaciones de tabaco era la

de los Países Bajos españoles. Véanse Gray y Wyckoff (1940, p. 4).


1!l
Véase Roessingh: «A largo plazo, el desarrollo del cultivo del tabaco puede ser
interpretado como un acompañamiento de la prolongada recesión agrícola del período
comprendido entre 1650 y 1750 aproximadamente. La relación entre el precio del tabaco
nacional y los cereales cambió en favor del tabaco, y los productores reaccionaron ante estos
cambios económicos incrementando la superficie dedicada al tabaco» (1976, p. 500).
1741 Pares (1960, p. 26). No era tan fácil, sin embargo, acabar con la
Las periferias en una época de crecimiento lento 223

sobre todo como una fuente de ingresos comerciales y no como una fuente de
ingresos fiscales l85. Al mismo tiempo, Francia adoptó una postura
diametralmente opuesta, haciendo de los derechos de aduana sobre el tabaco
«un elemento esencial de los ingresos estatales» 186. A partir de 1720, con el
apoyo del gobierno, Francia se convirtió en el comprador más importante del
tabaco de Virginia y Maryland reexportado desde Inglaterra, adquiriendo una
cuarta parte de la producción total y justificando así, en gran medida, el boom
(a la producción de tabaco europeo. Beer observa: «La primera prohibición contra el tabaco
inglés fue promulgada en 1620, y [...] fueron precisos setenta años de esfuerzos más o menos
constantes y medidas enérgicas para extirpar esta industria» (1912, p. 145). No había
obstáculos ecológicos para cultivar tabaco en Inglaterra. Thirsk dice que las condiciones
agrícolas en Inglaterra eran «totalmente apropiadas» y señala que las fechas de sus labores
no interferían con las del cultivo de los productos alimenticios esenciales (1974, p. 89).
1!J
Gray y Wickoff (1940, p. 4); pero Breen atribuye «la transformación de Virginia [...]
al aumento de los precios del tabaco a partir de 1684» (1973, p. 13).
184 K. G. Davies (1974, p. 144).

188 En 1723, Walpole estimuló la reexportación del tabaco eximiéndolo de los derechos
de aduana (y eliminando con ello las ventajas en cuanto a precio del tabaco holandés y
alemán). Véase J. M. Price (1964, pp. 505-506).
186 J. M. Price (1964, p. 504). «Mientras que el rey de Inglaterra había sacado unos ingresos

cerca de dos veces superiores a los del rey de Francia del tabaco en 1700, en la década de
1760 el rey de Francia obtenía cerca de cuatro veces más que su primo británico» (p. 503).
larga) y la creciente concentración de la producción y la comercialización 1742.
En los últimos años del siglo xvn, probablemente entre 1693 y 1695, se
«descubrió» oro en Brasil1743. Este fue el inicio del boom de las exportaciones
de oro. Las cifras oficiales muestran un incremento de dichas exportaciones,
que pasaron de 725 kg en 1699 a 14 500 kg en 1712, el año de mayor
producción. Boxer estima, sin embargo, que esto sólo suponía entre una
décima y una tercera parte de las exportaciones reales, ya que el resto era
objeto de contrabando1744 1745 1746. ¿Por qué fue «descubierto» el oro brasileño
en ese preciso momento? Vilar señala la coincidencia entre el comienzo del
«ciclo del oro» en Brasil y la inflación monetaria en Inglaterra resultante de
las guerras de 1689 a 1713, y sugiere, muy acertadamente, que no son los
descubrimientos los que explican la expansión comercial y la inflación de
Inglaterra, sino al contrario: la expansión, «exigiendo o favoreciendo la
búsqueda y la explotación de nuevas minas, se halla en los orígenes del 'ciclo

1742 J. M. Price relaciona directamente esto con «la presión del comprador monopsonista

francés» (1964, p. 506).


,88 Boxsr (1969b, p. 35).

1744 Ibid., p. 59.


1745 Vilar (1974, p. 279). Tal vez haya otra cara en esta moneda. Boxer señala que «con
el declive de los precios del azúcar en el último cuarto del siglo xvix, muchos comerciantes
de Lisboa insistieron en ser pagados en metálico [por los esclavos] y no en especie [azúcar
o tabaco], y la consiguiente exportación de moneda produjo una grave crisis financiera en
Brasil> (1969b, p. 26). Esto parece sugerir no sólo un incentivo inglés, sino también uno
brasileño, para el «descubrimiento» de oro.
1746 Boxer (1969a, p. 460).
224 Immanuel Wallerstein
del oro'» I9°. Apoya a esta hipótesis el hecho de que el contrabando fuera un
secreto a voces y estuviera sistemáticamente organizado para llevar a
Inglaterra el oro de Brasil, prescindiendo prácticamente de la economía de
Portugal.
Tanto en tiempos de paz como de guerra, el oro de Brasil iba a Inglaterra a
bordo de los buques de la marina real y en los paquebotes que hacían el
servicio semanal entre Falmouth y Lisboa. Tanto los buques de guerra como
los paquebotes estaban exentos de los registros de las aduanas portuguesas y
de los funcionarios portugueses. Naturalmente, los comerciantes de Lisboa,
tanto británicos como extranjeros, preferían enviar su oro a Inglaterra por este
medio, ya que la exportación de monedas y metales preciosos de Portugal
estaba estrictamente prohibida desde la Edad Media
Estos acontecimientos indican que la larga contracción de 1600 a 1750 no
supuso una mera involución de las áreas periféricas.
Lo que se produjo fue una redistribución de algunas de las anteriores
actividades periféricas (en especial la producción de cereales y pastos), que se
desplazaron de la periferia al centro (obligando así a la producción de Europa
oriental e Hispanoamérica a reorientarse hacia los mercados regionales), más
la creación de una nueva región periférica, que en parte estaba directamente
colonizada y producía sólo aquello que no podía ser producido en los países
del centro. Esta nueva región periférica era el gran Caribe, que abarcaba desde
el nordeste de Brasil hasta Maryland, y sus tres principales productos eran el
azúcar, el tabaco y el oro. Las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia, los tres
Estados del centro, se repartieron los beneficios económicos: los holandeses
sobre todo hasta 1650, los ingleses sobre todo más tarde y especialmente a
partir de 1690.
Veamos ahora el proceso de formación de clases en esta nueva periferia, y
especialmente la forma que adoptaron la burguesía y el proletariado. La
burguesía localizada en las regiones periféricas estaba constituida
principalmente por el clásico dúo de «comerciantes y plantadores». En el siglo
xvn, en las «antiguas» periferias del este y el sur de Europa (Sicilia y ciertas
zonas meridionales de Italia, España y Portugal) y de la América española, la
involución prevaleció, la manufactura recuperó su papel y el mercado se tornó
regional. Así pues, parece evidente que la importancia de la clase mercantil
disminuyó en comparación con la importancia de los empresarios productivos,
es decir, los plantadores, si se utiliza como criterio el porcentaje del capital
total concentrado en manos de un grupo o la tasa de ganancia de sus
actividades o su influencia política (tanto a nivel mundial como local). La
eliminación de buena parte del comercio de larga distancia debió de perjudicar
enormemente al grupo de los comerciantes, sobre todo en lo referente a su
capacidad de negociación con los terratenientes que producían para el
mercado. Todo el sistema internacional de peonaje por deudas (de los
plantadores con los comerciantes) debió de declinar a medida que el sistema
local de peonaje por deudas (de los campesinos con los terratenientes) se
Las periferias en una época de crecimiento lento 225

extendía 192.
Pero ¿qué sucedió con la «nueva» periferia del gran Caribe? ¿No fue ésta
la cuna por excelencia del «capitalismo mercantil»? Vale la pena echar un
cuidadoso vistazo a lo que estaba ocurriendo, empezando por la conclusión del
detallado análisis que realiza Richard Pares de la inversión y el flujo de capital
entre
191 Para un análisis del peonaje por deudas a nivel internacional, tal como funcionaba en
el siglo xvi, véase Wallerstein (1974, pp. 121-22).
las Indias Occidentales británicas e Inglaterra en los siglos xvn y xvm:
Así pues, fue el plantador el que pagó, por así decirlo, su esclavitud. Las
ganancias de las plantaciones eran la fuente que alimentaba el endeudamiento
que pesaba sobre las propias plantaciones. En este sentido, Adam Smith
estaba en un error: la riqueza de las Indias Occidentales británicas no procedía
en su totalidad de la madre patria: tras algunos préstamos iniciales en los
primeros tiempos, que simplemente sirvieron de detonador, la riqueza de las
Indias Occidentales fue creada a partir de las ganancias de las propias Indias
Occidentales y, con cierta ayuda por parte del contribuyente británico, buena
parte de esta riqueza encontró un hogar permanente en Gran Bretaña m.
¿Cómo funcionaba este sistema? Aclaremos que lo que pretendo analizar no
es hasta qué punto contribuyó la explotación de la mano de obra en el Caribe
a la acumulación de capital en Inglaterra; la cuestión es cómo afectaron los
conflictos internos entre las capas burguesas a la forma de distribución del
plus- valór entre ellas y cómo fue finalmente canalizado éste de la periferia al
centro.
Los «intereses» del azúcar se desplazaron a Inglaterra desde finales del
siglo xvn y a lo largo del xvm. Dunn, sin embargo, se salta una etapa, al
señalar que si bien el plantador de azúcar del Caribe era un «empresario a gran
escala» y una «combinación de agricultor y manufacturero» 194, a finales del
siglo xvn «la propiedad absentista se estaba convirtiendo en un importante
problema»195. En un principio, lo habitual era que los plantadores con pocas
tierras y capital limitado empezaran en la región a la que habían emigrado.
Obtenían el capital necesario para la inversión de comerciantes de puertos
europeos como Londres y Dieppe. En lugar de conseguir un préstamo
favorable, el comerciante se asociaba con el pequeño plantador (práctica
conocida como mateship en Inglaterra y matelotage en Francia). El plantador
recibía dinero para su pasaje y el de los siervos contratados [ indentured
servants], así como dinero para las herramientas y las provisiones iniciales. El
comerciante invertía así su capital y recibía sus intereses en especie. Este
,9!
Pares (1960, p. 50).
Dunn (1972, p. 194). El papel de manufacturero incluía la posesión de trapiches para
194

extraer el jugo de la caña, instalaciones para evaporar el jugo de la caña a fin de obtener
azúcar cristalizada, naves para secar el azúcar y las melazas, destilerías para transformar las
melazas en ron y almacenes para guardar el azúcar en barriles (véanse pp. 189-90).
1>s
Dunn (1972, p. 200).
sistema, a diferencia del de la propiedad directa, en el que el «plantador» era
226 Immanuel Wallerstein
un «agente», presentaba grandes ventajas para el comerciante, que «se
encontraba parcialmente protegido contra la deslealtad de los agentes —
principal riesgo de toda empresa colonial— por la asociación, que inculcaba
en el plantador un profundo interés por la prosperidad del negocio» 196.
Una vez creadas las plantaciones en determinadas islas, se producía, sin
embargo, un proceso de concentración a causa de la mayor resistencia de los
grandes productores frente a la fuerte competencia mundial. A medida que
crecía el tamaño de las plantaciones, crecía también la importancia del
plantador frente a su socio mercantil. Esto se puede observar en el conflicto en
torno a las Leyes de Navegación. La legislación mer- cantilista protege a los
manufactureros y a los reexportadores, pero rara vez es útil a los productores
de materias primas de la periferia. A mediados del siglo xvn, cuando la
producción de azúcar en el Caribe británico era fuerte en relación con la de
otras regiones y el consumo nacional inglés era relativamente reducido, los
pequeños plantadores de las Indias Occidentales británicas hicieron todo lo
que pudieron por soslayar a los comerciantes ingleses vendiendo al continente
a través de los comerciantes de Norteamérica, las Indias Occidentales
holandesas y francesas e incluso Irlanda y Escocia. En el siglo xvm los papeles
se invirtieron. La producción de azúcar se extendió a otras áreas, los precios
del mercado nacional inglés subieron a causa de la protección y la demanda
inglesa se incrementó a causa de la elevación del nivel de vida y el crecimiento
de la población. Fueron entonces los plantadores de las áreas no inglesas los
que trataron de hacer llegar sus mercancías a través de los comerciantes de las
Indias Occidentales británicas. Esto debilitó la posición de los plantadores
ingleses y reforzó la de los comerciantes londinenses 197.
Debemos, pues, distinguir tres fases. En la primera, el plantador del Caribe
era pequeño y débil frente a un comerciante relativamente importante. Como
resultado de la concentración, los plantadores se hicieron más fuertes e
importantes y asumieron el poder político local en las islas 198. Y lo que es aún
más importante: el sistema de comisión se desarrolló y en

’* Pares (1960, p. 5).


m
Véase Sheridan (1957, pp. 63-66).
t9
‘ «En los primeros años del siglo xvm, los plantadores acomodados ocupaban la mayoría
de los escaños en la mayor parte de los parlamentos de la isla» (Sheridan, 1957, p. 67).
lugar de ser el plantador el «agente» del comerciante, éste se convirtió en el
«agente» del plantador. El sistema de comisión contribuyó a eliminar a los
pequeños comerciantes que operaban a nivel local (a diferencia de los grandes
factores ingleses)1747. Esto tuvo la ventaja secundaria de reducir el comercio

1747 «Los comerciantes locales, como clase, comenzaron a languidecer o incluso a


desaparecer en muchas partes de las colonias, aunque sobrevivieron en Kingston (Jamaica),
que estaba estrechamente relacionada con el imperio español, en Bridgetown (Barbados),
donde los grandes negocios estaban basados en el tráfico de esclavos, y en la Martinica,
donde los commissionnaires se enriquecieron a costa del comercio de otras islas. En otras
partes, su importancia decreció considerablemente. Eran comerciantes, pero sobre todo eran
simples factores que vendían a comisión productos de Norteamérica» (Pares, 1960, p. 33).
Las periferias en una época de crecimiento lento 227

clandestino entre las islas. En 1707, los intereses de las Indias Occidentales
eran aún lo suficientemente fuertes como para crear un mercado «forzoso» en
Escocia y, por medio de la famosa Ley de Melazas [Molasses Act~\ de 1732,
en Irlanda y la Norteamérica británica 1748. A través de la relación directa entre
los plantadores del Caribe y los comerciantes de Inglaterra, el sistema de
comisión eliminó al intermediario de la periferia y desplazó el mercado para
el azúcar del Caribe a Europa. Dos factores crearon las condiciones para la
aparición del sistema de comisión, que estuvo en primer lugar relacionado con
la producción de azúcar de Barbados: la creciente fuerza de los plantadores
gracias a la concentración y la presión ejercida sobre ellos por los precios en
descenso, ya que necesitaban un porcentaje mayor de ganancia para conservar
el mismo nivel de ingresos1749. El sistema se extendió a otras islas, y en la
década de 1690 era utilizado también en la producción de tabaco 1750. De este
modo, el centro de la inversión empresarial pasó del comerciante al plantador.
«El plantador enviaba su producción a Europa, para que allí fuera vendida a
comisión por el comerciante en calidad de factor suyo, y este mismo factor
compraba, una vez más a comisión, provisiones para la plantación por orden
del plantador»1751. El sistema de comisión
no tenía un carácter universal. Fue utilizado por los plantadores de azúcar
ingleses, pero no por los franceses. En el caso del tabaco de Virginia, la
adopción de este sistema fue temporal, y en la década de 1730 los plantadores
volvieron al tipo de acuerdo que habían utilizado anteriormente. Debemos
plantearnos tres cuestiones. ¿Por qué se dio este sistema en las islas inglesas
y no en las francesas? ¿Por qué cambiaron de sistema los plantadores de
tabaco de Virginia? ¿Cómo debemos interpretar el cambio del centro de
ganancias?
Refiriéndose a la cuestión de por qué el sistema fue utilizado por los
ingleses y no por los franceses, Pares recurre primero a la explicación de
Davies de que el sistema de comisión se originó porque los grandes
plantadores tenían que pagar sus esclavos. En Londres, los factores podían
utilizar letras de cambio para realizar estos pagos, siéndoles abonadas en
consignaciones de azúcar. El sistema de comisión facilitaba, pues, crédito al
gran plantador-empresario. Sin embargo, Pares dice que dado que los grandes
plantadores franceses necesitaban también crédito para comprar esclavos y no
crearon un sistema de comisión, debió existir un factor adicional: el hecho de
que el absentismo del propietario se inició antes y alcanzó mayores

1748 «Los plantadores tuvieron tanto éxito en sus intentos de elevar el precio del azúcar que
[en 1753] los compradores se vieron obligados a buscar ayuda parlamentaria». Sheridan da
esto como explicación primordial del período de «exceso de ganancias» de finales de la
década de 1730 a 1763 (1957, pp. 81, 83).
1749 Véase K. G. Davies (1952b, pp. 101, 1034), que dice: «El sistema de comisión fue en
un principio el método para dar salida al azúcar producido por las grandes haciendas,
intensamente cultivadas y sumamente capitalizadas».
1750 Véase J. M. Price (1954, p. 506).
202 Pares (1960, p. 33).
228 Immanuel Wallerstein
proporciones en las islas inglesas que en las francesas 1752. Pero ¿qué significa
eso de absentismo? El absentismo se produjo porque los empresarios más
boyantes se aprovecharon de su buena suerte, y hay pruebas de la fuerza de
su iniciativa. En lugar de desempeñar el papel de capataces, pasaron a
desempeñar el de ejecutivos financieros, y dada la escala de su capital
acumulado, pudieron permitirse el lujo de especializarse en este último papel
(y, de paso, dedicar más tiempo a consumir sus ganancias). El absentismo (y
el resultante sistema de comisión) se produjo en las islas inglesas y no en las
francesas, y más en relación con el azúcar que con el tabaco, precisamente a
causa de la mayor rentabilidad de las zonas inglesas y del azúcar 1753.
La cuestión de por qué los plantadores de tabaco de Virginia cambiaron de
sistema queda así parcialmente contestada. A los plantadores de tabaco no les
resultaba tan fácil convertirse en empresarios absentistas dada la presencia del
comprador monopsonista francés. Los compradores del mercado francés
buscaron proveedores a gran escala y las firmas escocesas de la costa
occidental de Escocia se ofrecieron para desempeñar este papel. Aunque la
distancia a los puertos franceses no era mayor, tenían la ventaja (frente a otros
grupos de comerciantes británicos) de su proximidad a Virginia y la mayor
baratura de su mano de obra (dado el carácter semiperi- férico de Glasgow).
Al tener un amplio mercado que abastecer, las firmas escocesas mandaron
agentes al valle de Chesapeake, eludiendo a los grandes plantadores que tenían
agentes a comisión en Londres y llegando al pequeño agricultor del interior
con créditos que podían ser devueltos en especie 206. De este modo el equilibrio
de fuerzas se inclinó en este caso hacia el lado del comprador. Finalmente,
para responder a la cuestión del cambio del centro de riesgo y ganancia
empresarial, debemos considerar el significado de las deudas. Dado que la
caída de log precios del azúcar fue uno de los desencadenantes de este cambio,
Pares sugiere que «no era la del empresario una posición orgullosa y ventajosa
que el plantador hubiera arrebatado al comerciante, sino una posición humilde
y poco gratificante a la que el comerciante le había empujado». Sin embargo,
el papel no era evidentemente humilde y poco gratificante, como señala el
propio Pares: «Los plantadores de azúcar absentistas eran, junto con los nababs
de las Indias Orientales, los ricos más notables de su época» 207.
Relacionemos este hecho con el de las crecientes deudas contraídas por el
plantador inglés a lo largo del siglo xvm con los comerciantes ingleses. ¿No

1752 Véase K. G. Davies (1952b) y Pares (1960, pp. 33-34). Pares añade luego: «Pero hay

una grave objeción que hacer a esta explicación: no eran sólo los plantadores absentistas,
sino casi todos los plantadores locales los que, en las colonias inglesas, enviaban su azúcar
a Inglaterra por su propia cuenta». No veo la fuerza de esta objeción. Una vez creado el
modelo, los pequeños propietarios se subieron al carro y encontraron factores londinenses
dispuestos a llevar sus negocios.
!0S
Land señala que el tabaco de Chesapeake no dio lugar a fortunas como las del azúcar
de las Indias Occidentales. «Por consiguiente, los plantadores de Chesapeake no volvían 'a
casa' a deslumbrar al pueblo con sus riquezas. Sus beneficios procedían en primer lugar de
la produc-
Las periferias en una época de crecimiento lento 229

representa esto de nuevo un


ción de tabaco que les daba lo suficiente para vivir, y de forma secundaria de la empresa, que
proporcionaba mayores ganancias» (1965, p. 647). En otras palabras, no podian permitirse el
lujo de «especializarse», tenían que seguir siendo capataces. J. R. Ward, sin embargo, se
muestra escéptico por lo que respecta a posibles diferencias significativas de rentabilidad
entre las islas inglesas y las francesas en el siglo X V I I I (véase 1978, p. 208).
206 Véase J. M. Price: «Si un comerciante [de Glasgow] quería más tabaco, no tenía más

que ampliar su crédito a los plantadores, y habría una cosecha de tabaco suplementario. De
este modo, el crédito escocés y de otras partes creó su propia oferta de tabaco de un modo
mucho más eficaz que el mecanismo de los precios. Y detrás del crédito escocés estaba el
comprador francés» (1964, p. 509).
Pares (1960, pp. 35, 38).
cambio, esta vez en contra del plantador y en favor del comerciante? Tal vez,
pero hay otro modo de interpretar los acuerdos financieros. La utilidad de esta
estructura de endeudamiento con los factores sólo fue evidente mientras
prosperó la industria del azúcar. Sin embargo, era evidente que los plantadores
absentistas estaban empezando a vivir por encima de sus ingresos. «Casi todas
las grandes deudas [...] empezaban como deudas o cuentas corrientes y
acababan como hipotecas [...] Finalmente [...] muchas propiedades de las
Indias Occidentales resultaron ser de un valor inferior al importe de sus
hipotecas» 1754. Sabemos que el azúcar (y el tabaco) se agotan. Después de
una etapa inicial de ayuda por parte del comerciante y una segunda etapa de
concentración de tierras y dominación de la obtención de ganancias por parte
del plantador ¿no hubo acaso una tercera etapa en la que las plantaciones, dada
su inevitable decadencia, fueron exprimidas hasta el agotamiento por unos
propietarios absentistas incapaces de reproducir el capital al mismo nivel?
Indudablemente, estos propietarios compartían estas superganancias con sus
factores, pero este acuerdo es un ejemplo no del predominio de los
comerciantes en una época preindustrial, sino de la forma que adoptan las
ganancias en el período que sigue al de máxima productividad y relativa
eficiencia 1755.
Debemos volver ahora a la segunda parte de esta ecuación: la oferta de
mano de obra que creó esta mayor eficiencia en la producción. Decir que el
azúcar y la esclavitud mantuvieron «una relación íntima»1756 es prácticamente
una perogrullada. Sin embargo, los primeros intentos de cultivar azúcar y
tabaco en el Caribe estuvieron casi siempre basados en el uso de siervos
contratados y no de esclavos. No fue sino a finales del siglo xvn cuando los
esclavos se convirtieron en la mano de obra característica de las islas y no fue

1754 Ibid., pp. 48-49.


1755 De este modo, cuando Sheridan dice que «es evidente que la economía de plantación
de Jamaica llegó a estar dirigida por un grupo de comerciantes londinenses y plantadores
absentistas, y que las grandes fortunas familiares estaban mucho más estrechamente
asociadas al comercio y a las finanzas que a la agricultura tropical» (1965, pp. 309-10), tiene
razón por lo que respecta al período posterior, pero no tiene en cuenta que este período
posterior sólo fue posible gracias al período anterior de eficiencia competitiva en la
producción.
1756 Masefield (1967, p. 290).
230 Immanuel Wallerstein
sino a comienzos del siglo XVIII cuando se puede decir que esto ocurrió en las
colonias continentales del sur de Norteamérica 1757. La diferencia jurídica entre
estos dos estatus ha dado lugar a torneos verbales entre los eruditos que
subrayan que la servidumbre contratada era una esclavitud temporal, como
Ralph Davies2I2, y los que nos recuerdan que era sólo una esclavitud
temporal, como K. G. Davies213. La verdadera cuestión es de orden
económico. ¿Cuáles eran las ventajas y desventajas a largo plazo de cada uno
de estos estatus? Es fácil entender por qué los primeros empresarios del Caribe
preferían los siervos contratados a los esclavos. La primera razón, y
probablemente la determinante, era el desembolso mucho menor de capital
inicial. En aquella época, a un siervo contratado había que adelantarle de 5 a
10 libras para el pasaje, mientras que un esclavo africano costaba de 20 a 25
214
. Aun cuando los gastos posteriores de alimentación y ropa para el esclavo
fueran menores y aun cuando el desembolso para el siervo contratado se
amortizara en un período de sólo tres o cuatro años, estaba además la cuestión
de la liquidez inicial de capital.
Por supuesto, tenía que haber una oferta. ¿Quiénes llegaban al hemisferio
occidental en calidad de trabajadores contratados? En general, eran personas
muy jóvenes, a menudo adolescentes, hijos de asalariados o miembros de las
capas medias más pobres. En los casos en que no se veían obligados a
contratarse como siervos, lo que les movía a afrontar los rigores de un clima
desconocido y un trabajo duro conocido era la posibilidad de una movilidad
social ascendente gracias a las tierras que les serían entregadas al término de
su contrato. Se ha dicho a veces que eran más hábiles que los esclavos
africanos, pero esto es bastante dudoso considerando su edad y su experiencia.
Más bien se podría decir lo contrario. Sin duda se precisaban varios años para
formar a un trabajador eficaz y justo cuando los siervos contratados habían
«adquirido una cierta habilidad»215 abandonaban a sus patronos. En cambio
los esclavos africanos no se marchaban una vez acabada su

mentó decisivo para Virginia fue el año 1680, en que «las compañías inglesas adquirieron la
capacidad necesaria para enviar directamente de Africa los negros a las colonias del
continente» (1973, p. 14). También señala que en 1682 Inglaterra aprobó nuevas regulaciones
para el reclutamiento de siervos contratados, en las que se exigía que todos los contratos
llevaran la firma de un magistrado de Inglaterra y que los contratos de los menores de 14
años se hicieran con el permiso paterno.
211 Davis (1973b, p. 130, el subrayado es mío).

2,3 Véase K. G. Davies (1974, p. 107).

211 Véase Pares (1960, p. 19). Véase también Phelan: «Los esclavos negros suponían una

importante inversión de capital» (1959, p. 191).


213 Pares (1960, p. 19).

formación. ¿No es esto lo que está en juego cuando decimos que la decisión
de utilizar mano de obra esclava en Barbados se explica por la búsqueda de
una «fuerza de trabajo más dócil y estable»1758?

1757 Véase Davis (1973b, p. 134). Breen, sin embargo, afirma que el mo-
1758 Dunn (1972, p. 72). Debien cita el hecho de que los siervos contratados [engagés]
Las periferias en una época de crecimiento lento 231

¿Qué fue lo que hizo cambiar el equilibrio dejando de favorecer el uso de


los siervos contratados? En primer lugar, se acabaron las «tierras buenas sin
propietario» de las que dependía el sistema1759, como consecuencia de la
combinación de rotación de tierras, debida al agotamiento del suelo, y
concentración creciente de tierras. La esclavitud llegó, pues, a las plantaciones
de azúcar antes que a las de tabaco y llegó a las Indias Occidentales más que
a las colonias continentales del sur de Norteamérica1760. Si el siervo contratado
no podía esperar su recompensa, ¿por qué había de sufrir una brutal
servidumbre en la plantación? Cuando a la disminución de la oferta de trabajo
se unió un simultáneo aumento de la demanda, fue inevitable la adopción de
la esclavitud. Aun cuando no fuese «necesariamente el modo más barato o más
eficaz de explotar las plantaciones de azúcar [...] fue el único disponible
cuando ya no se pudo atraer a siervos blancos»1761. No es, pues, casual que la
sustitución por esclavos esté normalmente asociada con los períodos de boom
22
°. Las razones por las que los esclavos reemplazaron a los siervos contratados
europeos como mano de obra están relativamente claras. Pero ¿por qué se
acudió a los africanos? ¿Por qué no a los indios? ¿Y por qué no se utilizó el
sistema de peonaje por deudas de los indios (y mestizos) en el gran Caribe, al
igual que en buena parte de la América española?
De hecho, los indios fueron utilizados como esclavos al comienzo, pero

eran una «población flotante» para explicar el cambio en las Antillas francesas (1942, p. 74).
1759 Davis (1973b, p. 131). El hecho de que las tierras no se acabaran fue precisamente la
razón de que los siervos contratados sobrevivieran en el Canadá francés y no en las Antillas
francesas. Véase Dermigny (1950, página 236).
1760 Pares sugiere en un determinado momento que el tabaco era «el cultivo del hombre
libre», porque requería «un juicio atinado» y por tanto «no podía ser fácilmente confiado a
unos esclavos que trabajaban por rutina»; pero luego admite que «la experiencia de Virginia
demuestra que el tabaco también podía ser cultivado en plantaciones esclavistas» (1960,
página 21).
1761 Davis (1973b, p. 133, el subrayado es mío). Alien indica que hubo diez revueltas o
intentos de revuelta entre los siervos y las clases populares en Virginia desde la Conspiración
de los Siervos de 1667 hasta los motines del tabaco de 1682, siendo la decisiva la rebelión
de Bacon en abril de 1676. Alien afirma que los plantadores comprendieron la necesidad de
dividir a la clase obrera dando a los trabajadores blancos un estatus diferente. De aquí que
«el cambio por mano de obra africana se precipitara a partir de 1685» (1975, p. 49). Menard
subraya que «los precios de los siervos contratados comenzaron a elevarse a finales de la
década de 1670» (1978, p. 24). La creciente demanda de esclavos hizo aumentar los precios
hacia 1700 y para reducirlos se produjo «un incremento en el porcentaje de jóvenes y mujeres
entre los esclavos embarcados» (Galen- son, 1979, p. 247).
232 Immanuel Wallerstein
es bien sabido que «morían rápidamente en cautividad» 1762 1763 y mostraban
una gran «inadaptación [...] al régimen de vida de los ingenios de azúcar» 1764.
También fueron utilizados en un principio como esclavos en las minas de
Chile 1765, pero a partir de 1589 fueron reemplazados por esclavos africanos,
lo que, como dice Mellafe, fue «uno de los factores primordiales que
permitieron sobrevivir [a la colonización española] en Chile» 1766. En las zonas
donde los esclavos africanos fueron utilizados en lugar de la mano de obra
india, los indios habían sido cazadores y recolectores (como en las Pequeñas
Antillas) o la agricultura no había dado lugar todavía a unas estructuras de
clase bien claras (como entre los arauacos o los taino, en las Grandes Antillas).
Eran estos pueblos los que se mostraban «inadaptados» al trabajo disciplinado
y, por consiguiente, se «extinguían»1767. Sin embargo, allí donde habían
existido
modos de producción redistributivos, las poblaciones indias se hallaban
estratificadas en clases y las capas inferiores producían un excedente que les
era expropiado de forma jerárquica. Podían, pues, ser obligados con relativo
éxito a continuar produciendo de una forma modificada para los expropiadores
europeos, especialmente si cooperaban sus anteriores señores: de ahí el
repartimiento, la mita y la evolución final del peonaje por deudas,
especialmente en Nueva España, Guatemala y Perú 226.
Si los esclavos africanos sólo reemplazaron a la mano de obra india allí
donde los indios no podían ser sometidos a una u otra versión de trabajo
obligado, ello tuvo que deberse a que la esclavitud era un mal menor, y la única
explicación posible es que costaba menos utilizar trabajo obligado en la
producción para el mercado —ya sea en la agricultura, la minería o la
industria— que utilizar esclavos 227. ¿Cómo es posible que la mano de obra

1762
Véase Dunn (1972, p. 59) a propósito del efecto del boom del azúcar entre 1640 y
1660 y Famie (1692, p. 208) a propósito del efecto del boom del tabaco entre 1680 y 1700.
Curtin sugiere un tercer factor, además de la disminución de la oferta de mano de obra
europea y el aumento de la demanda de mano de obra: las diferencias en el índice de
sensibilidad a la enfermedad. Los africanos tenían «la enorme ventaja de proceder de un
medio malsano en el que estaban ya presentes tanto las enfermedades tropicales como una
amplia gama de enfermedades afroasiáticas muy comunes» (1971, p. 253). Curtin sugiere
que el índice de mortalidad de los trabajadores europeos era tres veces superior al de los
africanos en el Caribe. En un artículo anterior había dicho que era cuatro veces superior,
calculando que si suponemos que «el coste de mantenimiento [de los esclavos y los siervos
contratados] era casi el mismo, el esclavo era preferible aunque costara tres veces más que
el europeo» (1968, p. 207).
1763
Boxer (1952, p. 223).
1764
Viana (1940, p. 11). De hecho, por supuesto, los africanos mostraban la misma
«inadaptación» y también morían. Schwartz nos recuerda lo siguiente: el adjetivo que usaban
los brasileños para describir la situación de los esclavos en el período del boom del azúcar
(1570-1670) era «infernal»; cuatro horas de sueño durante el período de la cosecha era la
norma, y «la teoría imperante del manejo de los esclavos era extraer todo el trabajo posible
al menor coste» (1970, p. 316).
1765
Romano (1970, p. 133).
222
Mellafe (1959, pp. 252-53).
22!
Hablando de la situación en La Española, Dupuy dice: «La formación
Las periferias en una época de crecimiento lento 233

que recibía unos «salarios» a cambio de una parte de su trabajo, como la mano
de obra obligada en la producción para el mercado, costara menos que una
mano de obra que sólo era retribuida en especie, y no precisamente con
•generosidad? Si ello se debiera sólo a la diferencia en el desembolso inicial
por parte del empresario, este desembolso quedaría amortizado con el tiempo,
pero el caso es que se debía también a que los trabajadores obligados que
producían

social y la organización de la producción entre los arauacos no se caracterizaba por la


explotación y el sometimiento de una clase por otra. Las relaciones de producción en la
sociedad arauaca se caracterizaban por el predominio de los valores de uso y la total ausencia
de los valores de cambio, es decir, de la producción de mercancías [...] Era, pues, preferible
morir de hambre en las montañas que morir sometido a la esclavitud de los colonialistas
extranjeros» (1976, p. 22).
226 Véase Romano (1970, p. 130). Brading y Cross señalan que e! trabajo forzado
sobrevivió más tiempo en las minas del Perú (hasta 1812) que en las minas de México, donde
la población india disminuyó de forma catastrófica. En consecuencia, en el siglo xvm los
mineros mexicanos recibían unos salarios relativamente altos y se reclutaban entre los
mestizos, los mulatos y los indios aculturados. «Las razones de esta divergencia no están del
todo claras [...] pero [...] resulta tentador atribuir estas causas al desarrollo dispar de las dos
poblaciones indias y a la diferente localización de los principales asentamientos de la
población sedentaria» (1972, página 557). Bakewell pretende que ya en el siglo xvu, «la
relación esencial [...] entre los españoles y los indios en Zacatecas era [...] la de patrón y
empleado» (1976, p. 217). En cambio Céspedes habla de la «dócil población indígena del
Perú» (1947, p. 39).
227 Oberem afirma precisamente esto al comparar el coste del uso de conciertos o siervos
contratados con el coste del uso de esclavos africanos en Ecuador y define a los conciertos
como «casi esclavos», ya que incluso podían ser «comprados» (1967, pp. 767-70).
para el mercado recibían parte de sus «salarios» en forma de cultivos
alimenticios fuera del control del empresario, que por consiguiente se
deducían de los costes de trabajo de éste. El coste total de la mano de obra era
mayor si se utilizaba mano de obra esclava que si se utilizaba mano de obra
obligada en la producción con destino al mercado 228.
Fue así como en el gran Caribe, la nueva periferia del período
comprendido entre 1600 y 1750, la forma básica 229 en que se organizó la mano
de obra proletaria fue la esclavitud y no el trabajo asalariado, el arrendamiento
o el trabajo obligado en la producción para el mercado. Dadas las condiciones
políticas de la época, la esclavitud era la forma óptima desde el punto de vista
económico para los productores burgueses que configuraban, tanto a través del
sistema legal como del mercado, las relaciones de producción básicas en la
región.
m
Es por esta razón por lo que no puedo estar de acuerdo con Douglas Hall cuando ve en
los esclavos un «equipo esencial» y dice que, por consiguiente, no se pueden comparar los
costes de la mano de obra esclava con los de la mano de obra libre, ya que en realidad es
cuestión de sustituir costes de trabajo y capital (1962, p. 309). Si sólo fuera esto, habría sido
irracional, como de hecho afirma Land, que los plantadores de tabaco de Virginia utilizaran
esclavos. Land dice que en los siglos xvn y xvm manifestaron una «decidida preferencia» por
ampliar la producción a través de mano de obra esclava adicional y no a través de mejoras
tecnológicas, con lo que «impidieron el cambio tecnológico» (1969, pp. 75, 79). En este
punto coincide con las observaciones de W. Barrett acerca de las plantaciones de azúcar en
234 Immanuel Wallerstein
las Indias Occidentales británicas: «No hay indicios [...] de que se practicaran economías de
escala» (1965, p. 167).
Sin embargo, esto no explica la preferencia en sí, que sería por consiguiente «cultural» y
económicamente irracional. A mí esto me parece un fallo del análisis. En cierto sentido, todos
los costes de trabajo son costes de capital. Siempre hay posibilidad de elección entre la
combinación óptima de maquinaria (trabajo muerto) y trabajo vivo. Queremos saber cuándo
es óptimo y politicamente posible a corto plazo utilizar trabajo esclavo como alternativa: a)
al trabajo asalariado, b) al trabajo obligado en la producción para el mercado y c) a la
maquinaria adicional. La respuesta se complica aún más si recordamos que los esclavos
podían participar en muchas zonas como compradores en la economía monetaria y acumular
capital. Como se pregunta Schwartz (véase 1974, pp. 628-29), ¿cómo si no podían pagar los
esclavos brasileños su propia manumisión? Mintz señala que en Jamaica «a comienzos del
siglo xvm, los esclavos vendían y compraban activamente sus propios productos en el
mercado» (1964, p. 251).
m
Forma básica no significa forma única. La tesis del artículo de Schwartz sobre los
lavradores de cana en las zonas azucareras de Brasil es que su sistema de arrendamiento o
incluso propiedad de la tierra representaba para los grandes terratenientes una forma
alternativa de explotación del trabajo, cuya utilidad variaba de acuerdo con las condiciones
económicas, «El uso de cultivadores de caña [...] en el período de expansión económica [fue]
un método para reducir los costes del capital y tal vez para proporcionar una supervisión
intensiva de la propiedad del engenho» (1973, pp. 193-94).
—«.I «¿a
Dibujo de una forja sueca, de Cari Johan Cronstadt (1709-1779), quien
estudió mecánica y geometría como parte de su formación, convirtiéndose
en el más famoso de los arquitectos suecos de su época.
5. LAS SEMIPERIFERIAS EN LA ENCRUCIJADA
Un elemento constante en una economía-mundo capitalista es la división del
trabajo jerárquica (y especialmente distribuida). Sin embargo, un segundo
elemento constante es la variable localización de la actividad económica y,
por consiguiente, de las zonas geográficas concretas en el sistema mundial.
Desde el punto de vista de los aparatos de Estado, las alteraciones regulares,
pero no continuas, de la fuerza económica relativa de las localidades, regiones
y Estados pueden ser consideradas (y de hecho lo son muy a menudo) como
una especie de «movilidad» ascendente o descendente del Estado como
entidad, movimiento que se mide en relación con los demás Estados dentro
del marco del sistema interestatal. En el siglo xx se habla del «desarrollo» de
los Estados. En el siglo xvn se hablaba de la «riqueza» del reino, pero la gente
de entonces veía a menudo con más claridad de lo que lo vemos ahora que la
medición se hacía en números ordinales, y no cardinales, al menos dentro de
los imperativos del sistema mundial moderno. Las alteraciones de estatus se
producen sobre todo en momentos de recesión o estancamiento global, y para
las áreas que se encuentran en el medio del continuo jerárquico, la
semiperiferia, el movimiento es primordialmente un efecto de la acción
estatal. Los Estados semiperiféricos son normalmente los que descienden y
ascienden.
Esto suena a voluntarismo, y en cierto modo lo es. Una política estatal
inteligente tiene mucho que ver con lo que ocurre. Pero habría que hacer
inmediatamente dos advertencias. En primer lugar, la política estatal no es el
primer motor, sino un proceso más. En segundo lugar, no todos los aparatos
de Estado pueden utilizar una determinada política con las mismas esperanzas
de llegar a un feliz resultado. En realidad, sucede todo lo contrario. Muchos
pueden intentarlo, pero sólo unos pocos consiguen realmente transformar el
papel de su Estado en la división mundial del trabajo. Esto se debe a que el
éxito de unos priva de oportunidades y alternativas a otros.
248 Immanuel Wallerstein
En el siglo XVII , hubo muchas áreas semiperiféricas que perdieron terreno —
España, Portugal, la antigua espina dorsal de Europa (desde Flandes, pasando
por Alemania occidental y meridional, hasta el norte de Italia)—, pero hubo
unas cuantas que lo ganaron, en especial Suecia, Brandemburgo-Prusia y las
colonias «septentrionales» de la Norteamérica británica (Nueva Inglaterra y
las colonias del Atlántico medio). El primer conjunto de países pasó por un
proceso en buena medida similar al que ya hemos descrito al hablar de las
áreas periféricas, aunque por diversas razones conservara importantes
diferencias estructurales con respecto a estas áreas. El segundo conjunto
acababa de iniciar su lucha por convertirse en parte integrante del centro de la
economía-mundo en esta época. Para ellas, el mero hecho de comenzar este
proceso —por no hablar de superar las dificultades que oponía la economía-
mundo a su desarrollo en lugar de distanciarse cada vez más de las áreas del
centro, como les sucedió a la mayoría de las áreas periféricas y
semiperiféricas— fue ya un logro.
A este respecto, la «decadencia» de España fue el fenómeno más
espectacular del siglo XVII , visible incluso para los hombres de la época. Como
vimos antes, las causas radican en las estructuras económicas y políticas de
España. La relativa debilidad existía ya en buena medida en el siglo xvi *,
aunque había quedado oculta en parte por el poderío militar y la riqueza en
metales preciosos de España, pero los reveses económicos de la economía-
mundo en su conjunto rasgaron la envoltura y pusieron al descubierto esta
debilidad tanto a los ojos de los españoles como a los del mundo. Si se desea
una fecha, tal vez 1596, año de la segunda bancarrota de Felipe II, sirva como
cualquier otra. Esta bancarrota «significó algo más que el fin del poderío
financiero del norte de Castilla: significó también el fin de los sueños
imperiales de Felipe II»2. La his-
' Véase Wallerstein (1974, cap. 5, passim) para un análisis de las estructuras españolas en
el siglo xvi. Para conocer las ideas de los pensadores españoles del siglo xvii acerca de su
decadencia, véase Elliott (1977).
1
Elliott (1966, p. 283). Ruiz Martín dice que el «siglo de la decadencia» fue de 1586 a
1680-90 (1970, p. 43). Pero a veces son necesarios otros acontecimientos y otros cincuenta
años para que los participantes se den cuenta de la realidad. «La derrota de la infantería
española en Rocroi el 19 de mayo de 1643 pareció simbolizar la caída del sistema militar que
durante tanto tiempo había sostenido a España. El país carecía ahora de ejércitos y jefes para
volver en provecho propio la situación internacional» (página 345). Para Stradling, no fue
sino en 1688 cuando «se alcanzó el punto más bajo de la humillación con la concesión oficial
de independencia a los portugueses. El imperio mundial de Felipe II cesaba así de existir»
(1979, p. 182). A finales del siglo xvii, dice G. Desdevises du Dézert,
Las semiperiferias en la encrucijada 249

toriografía tradicional de la España del siglo xvn pinta un cuadro de


decadencia económica. Para Earl Hamilton, este cuadro es exagerado, pero
añade que el siglo xvn representó «uno de los puntos más bajos en los anales
económicos de España»3. ¿Qué sabemos de la producción agrícola española
en este período? No tanto como podríamos saber4. El siglo xvn se convirtió en
una época de «campos sin riego ni cultivo [y] aguda escasez de ganado»5. En
cuanto al primer tercio del siglo xvn, hubo grandes discusiones entre los
contemporáneos sobre el uso excesivo de la tierra, la plantación anual en lugar
de la rotación trienal y el consiguiente agotamiento del suelo. El trigo fue
sustituido por cereales más bastos —mijo, sorgo y cebada— y por maíz 6, lo
que nos recuerda el proceso que se desarrolló en las áreas periféricas. La
expansión de la producción de vino a expensas de los cereales, como en la
Francia meridional, fue tan generalizada que la gente comenzó a trocar el vino
por trigo7.
Junto con el cambio en los cultivos se produjo un descenso en la cuantía de
las exportaciones. En general, «ni siquiera como exportadora de materias
primas fue muy grande el éxito de España [en el siglo xvnj» 8. Sin embargo,
en el siglo xvi España
«la fuerza militar de España no era más que un recuerdo» (1927, p. 354). Véase también E.
J. Hamilton (1943, p. 192).
' E. J. Hamilton (1935, p. 111). De forma similar, José Gentil da Silva afirma que hubo
una «decadencia», aunque éste podría ser un término «demasiado simple» (1965, pp. 175-
79). Dos recientes artículos ponen en tela de juicio este cuadro tradicional desde puntos de
vista opuestos. Para Kamen, el siglo xvu no fue un signo de decadencia, dado que España
era un país «dependiente» desde el siglo xv y, por consiguiente, «es difícil comprender cómo
es posible que un país tan subdesarrollado 'decayera’ antes incluso de llegar a ser rico» (1978,
pp. 35, 41). Para Stradling, «el poder y los sistemas de poder españoles [sobrevivieron] hasta
la década de 1660» y al menos hasta entonces «ningún enemigo o coalición de enemigos fue
lo suficientemente fuerte y organizado como para asestarle [...] el golpe de muerte» (1979,
pp. 167, 171). Stradling recoge aquí las fechas que da Henri Hauser para la «preponderancia
española»: 1560-1660.
4 Véase la queja de J. H. Elliott sobre este tema, formulada en 1961 y citada y repetida

por Weisser (1973, p. 615).


s
E. J. Hamilton (1935, p. 111). Las curvas de producción que se han hallado para Segovia
«podrían dar razón [...] a las dos interpretaciones que señalan al siglo xvu como el siglo de
la 'decadencia' o del 'estancamiento'» (Anes y Le FIem, 1965, p. 16).
6 Véase Da Silva (1965, pp. 156-58); véanse también Anes y Le Flem (1965, pp. 18-19)
a propósito del incremento relativo de la producción de centeno y avena y el agotamiento del
suelo por falta de aportación de humus y estiércol. Anes y Le Flem señalan también que el
cultivo de centeno requiere menos mano de obra.
7 Da Silva (1965, pp. 158-60).
a
Lynch (1969, p. 153).
no era todavía un país periférico, limitado a la exportación de materias primas.
Había sido un centro manufacturero, y la decadencia fue aún más notable en
este sector. La industria textil española fue la más afectada. Toledo, centro de
la producción de seda y lino de España, fue prácticamente barrido del mapa en
los veinte años transcurridos entre 1600 y 16201768. Lo mismo sucedió con

1768 Véase Weisser, que pretende explicar esto no en términos de «la importancia de los
250 Immanuel Wallerstein
Segovia y Cuenca. No fue sólo la industria textil la que decayó; también lo
hicieron la siderurgia y la construcción naval. En estas tres «industrias del
desarrollo» de la Europa de comienzos de la Edad Moderna, España «perdió
sus mercados de exportación, naturalmente, pero también perdió gran parte de
sus mercados nacional y colonial. Y los perdió a manos de los ingleses, de los
franceses y de los holandeses» 1769 1770. Así pues, en esta era de estancamiento,
España padeció no sólo la involución agrícola de las áreas periféricas, sino
también una desindustrialización. Las consecuencias fueron dobles: por una
parte, hubo una creciente polarización y un aumento de los conflictos
regionales dentro de España; por otra, España tuvo que echar mano de su
patrimonio colonial para sobrevivir.
Ya en el siglo xvi, España había sido testigo de un distan- ciamiento entre
Castilla y las otras regiones de España. «Todo se conjuraba para proporcionar
a Castilla un predominio abrumador y creciente» u. Las dificultades
económicas en general, más los gastos exigidos por la costosa intervención de
España en la guerra de los Treinta Años, llevaron a un constante incremento
de los impuestos. Indudablemente, el peso que recaía sobre Castilla era igual
o mayor que el del resto de España, pero como señala Jaime Vicens Vives,
Castilla tenía «colosales compensaciones [...]: la explotación del continente
americano, la primacía cultural y política en el seno de España» 12. Tal vez el
distanciamiento se hiciera aún mayor. En cualquier caso, Cataluña y Portugal,
las dos principales regiones que habían conservado una relativa paridad
económica con Castilla hasta comienzos del siglo xvn, se resintieron de la
envergadura de las nuevas presiones económicas en beneficio de Castilla 13.
Así pues, cuando el gobierno, en la persona de Olivares, exigió más dinero,
fue «de buena lógica que [los catalanes] se parapetaran, recelosos, tras los
sólidos muros de la legislación autonómica fernandina» 14 (y no sólo los
catalanes). Había habido disturbios antifiscales en Oporto en 1682 y en
Santarém en 1629, y en 1632 se había producido en el País Vasco el «motín de
la sal», cuyo primer motivo había sido un nuevo impuesto, «la última gota de
agua que hizo desbordar la paciencia del pueblo, ya agotado por otras formas

factores externos (es decir, del tesoro)» de E. J. Ha- milton, sino en términos de las
«condiciones económicas internas de Castilla». Sus tres factores internos, sin embargo,
resultan ser: uno, la «falta de equilibrio [entre] las demandas enfrentadas de la subsistencia y
la producción industrial», que se inició hacia 1575 y que es explicada a su vez por «la
reducción de los rebaños de la Mesta y la interrupción del comercio con el Norte, que obligó
a Toledo a depender más de la industria de la tierra; dos, «la aparición de mercancías
extranjeras, que, vendidas a un precio inferior a nivel local, producían mercancías al por
mayor»; y tres, el crecimiento de Madrid, que restó población a Toledo, cuya despoblación
fue el resultado de «las ambiciones imperiales de la Corona» (1973, pp. 614-15, 637-40).
Weisser atribuye también la decadencia de la población urbana a la expulsión de los moriscos
(p. 632), factor citado igualmente por Warden (1864, p. 261) para explicar la casi extinción
de las manufacturas de lino en Toledo, que pasaron de 50 en 1550 a 13 en 1665.
1769 Lynch (1969, p. 152, y véanse pp. 149-51).

1770 Elliott (1963, p. 11). «La división medieval —¿se ha hecho suficiente hincapié en

esto?— no se fue atenuando como habría podido esperarse, sino acentuándose a través de los
siglos» (Vilar, 1962b, i, p. 191).
Las semiperiferias en la encrucijada 251

de explotación» 15. Lo peculiar de Cataluña no fue que el resentimiento popular


estallara «de repente y de forma explosiva»I6, sino que ese resentimiento se
combinara con el «desencanto de la burguesía» y la ambivalencia de las «clases
gobernantes de Cataluña» 17. Estas fuentes combinadas
l!
Vicens Vives (1970, p. 107).
I!
«Pese al éxito de los esfuerzos del conde-duque por arrancar más dinero a Castilla, éste
sabía, como todo el mundo, que estaba llegando el momento en que Castilla quedaría agotada.
Ello significaba que la Unión de Armas tenía que convertirse en una realidad y sobre todo
que Cataluña y Portugal, que eran, según el parecer unánime, los dos Estados más ricos de la
península, debían ser obligados a desempeñar un papel proporcional a sus pretendidos
recursos. Ambos Estados parecían a Olivares peligrosamente separados del resto de la
monarquía» (Elliott, 1966, p. 333, el subrayado es mío).
11 Vicens Vives (1970, p. 107). Véase también Pierre Vilar: «El gobierno central, en

grandes apuros económicos, fijó sus ojos en los recursos catalanes, que los órganos locales
defendían ardientemente contra las apropiaciones» (1962b, i, p. 627).
15 Emiliano Fernández de Pinedo cita esta frase de Porchnev acerca de Francia,
asegurando que es estrictamente aplicable a Vizcaya en esta época (1974, p. 76).
16 Elliott (1963, p. 463), que identifica este resentimiento popular con «el odio del bajo
campesinado y de los desheredados hacia los ricos campesinos y los nobles; la amargura de
los que no encontraban trabajo en el campo; el deseo de venganza de los elementos de
bandidaje contra los que lo habían reprimido; las antiguas enemistades entre la ciudad y el
campo, entre los ciudadanos más pobres y las oligarquías municipales» (páginas 462-63).
" Elliott (1963, pp. 127, 465).
de descontento fueron las que hicieron que la rebelión de los catalanes fuera tan
larga y tan amenazadora 1771.
Fue precisamente en ese momento de reorientación de la economía-
mundo, en trance de pasar de una era de expansión e inflación a una de
estancamiento, cuando Portugal se convirtió legalmente en parte integrante de
España, por medio de la Unión Ibérica, o lo que más tarde los portugueses
llamarían los «sesenta años de cautividad». Un vacío dinástico en el trono,
más una derrota militar de los portugueses a manos de los marroquíes en 1578
en Alcazarquivir permitieron al rey de España entrar en Portugal al frente de
su ejército y convertirse en rey de Portugal en 1580. La oposición fue débil,
porque la Unión tenía claras ventajas para los portugueses. Una de ellas era la
abolición de las barreras aduaneras en la península, que daba a Portugal un
acceso exento de impuestos al trigo español 1772. Otra era que la Unión daba a
la burguesía portuguesa acceso al imperio español, que en 1580 «había

1771 «La guerra llevaría al principado los peores males que venían padeciendo los dominios

de Castilla desde 1600: gastos públicos desmesurados, inflación monetaria, parálisis de la


producción, despoblación resultante de una terrible epidemia y finalmente, como conclusión
de la lucha internacional, pérdida de parte del territorio catalán, incluyendo la riquísima
llanura del Rosellón» (Vilar, 1962b, I, p. 633). Los que más padecieron fueron los pequeños
campesinos independientes. Véase Vilar (1962a, pp. 80- 81). Obsérvese una vez más el
paralelo con los países periféricos. Por supuesto, esto agudizó la revuelta e hizo que
adquiriera «matices de revolución social que amenazaba con someter a la aristocracia a la
voluntad del pueblo» (Elliott, 1966, p. 349). Por esta razón se desintegró la unidad de
Cataluña y los catalanes fueron llevados de nuevo al redil español en 1652.
1772 A. H. de Oliveira Marques llama a esta abolición de los derechos de aduana «un sueño

acariciado desde hacía tiempo, sobre todo por los portugueses» (1976, i, p. 308).
252 Immanuel Wallerstein
alcanzado su punto culminante y ejercía una fuerte atracción sobre la
iniciativa portuguesa, acostumbrada a las diferentes culturas y a los distintos
métodos comerciales, ansiosa de ampliar sus mercados en todas partes y
consciente de las inmensas posibilidades que tales lazos le ofrecían» 1773.
Desde el punto de vista español, la Unión teñía la ventaja económica de
permitir el acceso a nuevas redes financieras en un momento de apuros
económicos cada vez mayores en la administración del Estado de Castilla. Los
banqueros portugueses pudieron penetrar así en el circuito financiero
castellano (oficialmente a partir de 1606, pero extraoficialmente desde antes
de esa fecha).
Los portugueses se vieron favorecidos por Olivares, que trataba de
resolver los problemas financieros de la monarquía. Los banqueros
portugueses estaban en contacto con la bolsa de Amsterdam y tal vez utilizaran
fondos holandeses21. (De hecho, eran casi todos marranos, es decir, conversos
judíos.)22 Eran además banqueros-comerciantes23, y para ellos el acceso a
España suponía también el acceso a Hispanoamérica: Buenos Aires, Río de la
Plata, Terraferma, las Antillas24. Por añadidura, los portugueses podían
explotar su floreciente colonia azucarera de Brasil25 con la protección de las
flotillas españolas26. De este modo, gracias en parte a las ventajas de la Unión,
los portugueses quedaron protegidos contra la primera mala racha del siglo
xvn. Pero esto no podía durar. Por un lado, entre los españoles surgió una
reacción contra las ventajas portuguesas 27 que fácilmente adoptó la forma de
una xenofobia anti-
21Véase el análisis de Castillo (1964, especialmente pp. 311-14).
22 Esto sucedía también en otras zonas de la península Ibérica: «En esta península Ibérica
marginal [Portugal, las zonas costeras de Cataluña, Valencia ...] había una estrecha
correlación entre la condición burguesa y la de 'converso'» (Chaunu, 1963a, p. 82). Mauro
hace la misma observación. «Portugal no fue el único país, en el siglo xvn, que tuvo una
burguesía y un grupo de cristianos nuevos. Pero lo que la distinguió de otros países fue la
confusión de hecho entre burgueses y cristianos nuevos» (1970, p. 34).
22 Véase la descripción que hace Mauro de estos banqueros-comerciantes: «No existen en

el fondo criterios técnicos para distinguir a los unos de los otros. ¿Comercio al por mayor,
intermedio o al por menor? Todos hacían de todo. ¿Comercio a larga distancia, comercio
nacional, comercio local? Todos participaban en todo más o menos. ¿Comercio de
mercancías, comercio de dinero? Son inseparables» (1961c, p. 20).
24 Véanse Huguette y Pierre Chaunu (1954, p. 53). Revah señala que en estas regiones,
«el nombre de portugués se convirtió en sinónimo de 'cristiano nuevo’ y a menudo de
'criptojudío'» (1959-1960, p. 37; cf. p. 48, n. 4). Véase, sin embargo, la cuidadosa distinción
que hace Israel entre los judaizantes, los cristüos novas efectivamente asimilados y un grupo
intermedio, los conversos, «que no eran judaizantes, pero cuyo judaismo afectaba
enormemente a sus carreras» (1974b, pp. 24 y passim, 19-32).
25 Mauro nos recuerda que «el destino del imperio portugués en el siglo xvi no

80 Marques (1976, I, p. 308). Los portugueses sacaron buen partido de la situación. Israel

estima que en 1640 representaban el 6 por ciento de la población de Nueva España y que
había grupos similares dispersos por las Indias españolas. Israel habla de «un éxodo
verdaderamente masivo de Portugal [... que] reflejó el desplazamiento de la población del
campo portugués y de las pequeñas ciudades y la huida de los empresarios portugueses de
un Portugal deprimido, una España decadente y una Italia destrozada» (1974b, p. 32).
Las semiperiferias en la encrucijada 253
debe ser asimilado al del imperio español, ya que Brasil y su- enorme desarrollo azucarero
suponían una diferencia, y una diferencia nada pequeña» (1959, p. 183).
26 Huguette y Pierre Chaunu (1954, p. 52).
27 Véase la sugerencia de J. Elliott en «Seventeenth-century revolutions» (1958, p. 68).
Disney, al explicar por qué los empresarios portugueses no querían invertir en la Compañía
Portuguesa de las Indias Orientales,
judía28. Por otro lado, también los portugueses comenzaron a sentirse
descontentos, ya que los españoles eran cada vez menos capaces de ofrecerles
la protección que necesitaban. La ocupación holandesa de Brasil fue atribuida
en parte por los portugueses a la continuación del conflicto hispano-
holandés29. En cualquier caso, el comercio luso-atlántico, que en el período
comprendido entre 1600 y 1630 había funcionado mucho mejor que el
sevillano-atlántico, comenzó a decaer30. Estas dificultades en Brasil fueron
acompañadas de la pérdida del comercio de oro procedente del Africa
occidental a manos de los ingleses y holandeses en 1638 31.
Los portugueses se rebelaron en 1640, al mismo tiempo que los catalanes,
pero sin las divisiones internas de clase de estos últimos, lo que «facilitó la
aceptación [por la burguesía portuguesa] de la transición de la unión con
España a la independencia» 1774. Portugal reclamó su independencia e inició
el camino hacia la unión con Inglaterra. Perdió su imperio comercial en Asia
en favor de los holandeses a comienzos del siglo xvn, dice Boxer, porque estos
últimos «eran muy superiores en fuerza

fundada en 1628, aduce un solo factor: «Algunos portugueses veían en esto un insidioso
intento por parte de Madrid de burlar la independencia administrativa concedida a Portugal
por Felipe II en 1580» (1977, p. 252).
28 Huguette y Pierre Chaunu (1954, p. 54), quienes señalan que los judíos se convirtieron
en el blanco y hablan de «esos edictos de Nantes que son concedidos en una fase A para ser
revocados en una fase B». Véase también Chaunu (1963d). Algunos de estos nuevos
cristianos simplemente se trasladaron a Hamburgo, donde desempeñaron un importante
papel en la expansión comercial de esta ciudad en el siglo xvm. Véase Kellenbenz (1958).
29 Boxer cita la ocupación como «una de las principales razones por las que [los
portugueses] se rebelaron contra la Corona española en 1640», pero señala que «vieron
defraudadas sus esperanzas de que los holandeses cesaran en su agresión contra las
conquistas portuguesas tan pronto como éstas y la madre patria rompieran sus lazos con
España. Por el contrario [...]» (1961, p. 52).
30 Véase Chaunu (1961, p. 1194). Mauro habla del «esplendor» de la economía atlántica
portuguesa hasta 1670 (1960, p. 513), pero Chaunu se muestra más prudente: «En
comparación con el sector de Sevilla, donde la invasión de la tendencia secular de comienzos
del siglo xvn es más visible que en cualquier otra parte, el Atlántico brasileño está hecho de
sombras y matices». También habla de «giro tardío, en la década de 1630 y tal vez en la de
1650; aminoración del ritmo de crecimiento más que hundimiento». ¿No explicará la
revuelta portuguesa la capacidad de recuperación de Brasil al menos hasta 1670? Como
afirma Elliott, la recuperación fue la «salvación de Portugal», ya que «contribuyó a estimular
el interés extranjero [inglés en especial] por su supervivencia como Estado independiente»
(1966, p. 351).
31 Véase Godinho (1950a, p. 34).
32 Elliott (1963, p. 543).
real y potencial al empobrecido reino de Portugal»32 1775. Como hemos visto,

1774 Boxer (1961, p. 53).


34 Braudel (1956, p. 196).
254 Immanuel Wallerstein
había encontrado ciertas compensaciones en su unión con España, pero la
presión del decaimiento de la economía- mundo europea había eliminado
incluso tales compensaciones. Para Braudel, «la gran cuestión es: ¿fue
Portugal para España tan sólo el compañero de los buenos tiempos,
económicamente hablando?»1776. Mientras que España veía reducidas sus
ganancias materiales, empezaba simultáneamente a resentirse de la sangría de
sus colonias. En primer lugar, se produjo la gran recesión del tráfico
americano con España, que Chaunu sitúa entre 1622 y 16801777. En segundo
lugar, hubo un desarrollo del contrabando como faceta importante de los
intercambios entre Europa y América, controlado primero por los holandeses
1778
y luego por los ingleses y franceses 1779. Paulatinamente, a lo largo del
siglo xvn, llegó a darse el caso de que las relaciones directas de los Estados
del centro con Hispanoamérica cubrieran «la mayor parte de las necesidades
básicas de éstas [las potencias europeas] por vía de contrabando» 1780.
De este modo, durante el siglo xvn España se convirtió todo lo más en una
correa de transmisión bastante pasiva entre los países del centro y das colonias
españolas. España importaba de los países del centro tejidos y pescado seco
procedente de Terranova, consumiéndolos en España o, cuando no era
totalmente soslayada por el comercio de contrabando, exportándolos a las
colonias. España pagaba en parte en exportaciones de materias primas de la
península, en tintes de las colonias y, sobre todo, en oro y plata americanos,
«el atractivo esencial del comercio con la Vieja España»39. Las guerras
constantes —con las Provincias Unidas, Francia, Cataluña y Portugal— en un
momento de dificultades económicas provocaron sucesivas acuñaciones
inflacionarias de vellón, especialmente importantes a partir de 1650. Esto
llevó al «total hundimiento económico y administrativo de Castilla» 40 en la
década de 1680. En tales circunstancias; la monarquía española apenas podía
oponerse a los abusos y las depredaciones de las potencias del centro en las
Américas o incluso a la constante expansión de las ventas de productos
manufacturados del noroeste de Europa en la misma España 41. Rambert

35
Chaunu (1959, vm, 2 bis, p. 1568). Véase también Helmer: «Desde an
tes de 1630, hay numerosas quiebras entre los cargadores de Indias» (1967, página 405).
Chaunu señala que, «sin tratar de resolver la delicada cuestión de la causalidad», este período
está correlacionado con la inflación del billón, y observa: «¿Mera coincidencia tal vez?
Desconcertante coincidencia, en cualquier caso» (1959, vm, 2 bis, pp. 1568-69).
1778 De hecho, Jaime Vicens Vives reprende retrospectivamente al gobierno español de la

época: «En lugar de meterse en los incómodos conflictos europeos, donde le aguardaba la
potencialidad de Francia y Holanda, Olivares debía restañar las primeras heridas causadas en
el mar Caribe por los neerlandeses y poner las Indias en pie de guerra. Por el contrario, con
el oro reunido en Andalucía para practicar esta sana política, costeó las operaciones militares
de la guerra de los Treinta Años. Su resultado fue liquidar en Europa el futuro del imperio
americano» (1970, p. 106).
1779 Vignols señala que, si bien la intensidad del contrabando transatlántico varió en

diferentes momentos, fue siempre mayor que la del contrabando entre los distintos países
europeos o el contrabando en cualquier país de Europa (1925, p. 240).
1780 Larraz (1943, p. 98). El comercio de contrabando era fomentado e incitado por

funcionarios y colonos españoles corruptos. Véase Pantaleáo (1946, pp. 127-29, 235-36).
Las semiperiferias en la encrucijada 255

resume así la situación: «A finales del siglo xvn, España ocupaba un lugar
especial en la economía- mundo: era un vasto mercado casi nuevo hacia el que
convergían las codicias europeas... [España] dependía estrechamente de ellos
[los países más avanzados]»42.
Portugal se encontraba más o menos en la misma situación. Desde el punto
de vista de la industria textil inglesa en el período de la Restauración, tanto
Portugal como España «ofrecían amplias perspectivas de mercados
ultramarinos, aunque los mercaderes ingleses sólo podían comerciar con
Sudamérica a través de intermediarios»43. De hecho, los sucesivos tratados
anglo-portugueses de 1642, 1654 y 1661 llevaron a una mayor intervención de
Inglaterra en Brasil que en la América española 44. La inserción de Inglaterra
en el comercio triangular portugués (haciéndolo cuadrangular) haría que
Portugal fuese 1781

1781
Véase McLachlan (1940, p. 13); véase también Christelow (1941, página 516).
40 Elliott (1966, p. 360), quien dice que el hundimiento de Castilla «se vio acompañado
por la paralización de su vida cultural e intelectual» (p. 361). Véase también Larraz (1943,
p. 96). Kamen, al describir la crisis de 1677- 1686, califica a la inflación de moneda de vellón
de «poco menos que catastrófica» (1964, p. 75). Otro reflejo de las dificultades fue la
«intensidad, siempre en aumento a lo largo del siglo xvn», del bandidaje, especialmente en
Valencia (Kamen, 1974, p. 654).
41 Delumeau habla de este comercio como la «gran providencia de Francia» (1966, p.
100). Pantaleáo dice que «el comercio con el imperio español interesaba a todo el imperio
británico» (1946, p. 272).
42 Rambert (1959, p. 269).
4J
Francis (1966, p. 187).
44 Véase Pantaleáo (1946, p. 15). Además, el tratado de 1661, que sellaba los esponsales
de Catalina de Braganza y Carlos II cedía Bombay y Tánger a Inglaterra como dote de
Catalina. Boxer explica esto por la «búsqueda de la protección de una alianza inglesa» contra
los holandeses por parte de Portugal (1961, p. 52).
Las semiperijerias en la encrucijada 256
1782 1783
«cada vez más periférico» . Cuando la temporal reactivación
económica, que comenzó hacia 1650 en Europa en general y en Portugal en
particular, tocó a su fin en 16704é, Portugal hizo un valiente esfuerzo por
librarse de esta condición de intermediario o correa de transmisión adoptando
el remedio universal del siglo xvn —el mercantilismo—, política declarada
del marqués de Fronteira y del duque de Ericeira, secretarios de Estado de
1675 a 1690. Los portugueses eran conscientes de que ésta era una imitación
de la política de Colbert. Importaron técnicos franceses que les ayudaran a
levantar industrias capaces de competir con las inglesas y las francesas 1784 1785
1786
y crearon una compañía comercial dedicada al tráfico de esclavos africanos
que intentó hacerse con el mercado español. En un determinado momento,
elevaron el valor nominal de la moneda en un 20 por ciento con la esperanza
de atraer oro y plata, especialmente de España4S.
También como resultado de esta crisis de la década de 1670, Portugal
reanudó la búsqueda de metales preciosos en Brasil 4?, aunque no fue sino en
1693-95 cuando se descubrió una cantidad significativa de oro 1787. La crisis
llevó también a una búsqueda de nuevos mercados de exportación, y fue justo
en ese mo- mentó cuando se abrió un amplio mercado de exportación para el
madeira. Los ingleses descubrieron que «el madeira era el mejor vino para
guardar y transportar a un clima cálido»1788, y les gustó tanto que en la Ley de
Navegación de 1663 el vino importado de Madeira y las Azores era una de las
tres excepciones al requisito de que las mercancías procedentes de Europa
pasaran por Inglaterra antes de dirigirse a las colonias británicas en las
Américas1789. Las Indias Occidentales británicas y Nueva Inglaterra se

1782 Sideri (1970, p. 21).


1783 Mauro la fecha en 1680 (1975, p. 9), pero en esto parece estar en desacuerdo con la
mayoría de los autores. Véase Vilar (1974, p. 280), quien habla de una crisis de 1670 a 1703;
V. M. Godinho, que habla de una crisis de 1670 a 1690 (1974, p. 266; también 1950b, p.
186); y Sideri, que habla de una «difícil situación económica» a partir de 1670 (1970, p. 26).
La crisis fue de hecho precipitada por la disminución de las importaciones de plata y la
creciente exclusión del azúcar y el tabaco de las colonias portuguesas de los mercados
francés, inglés y holandés. Además, la competencia holandesa con los portugueses en el golfo
de Guinea hizo que aumentara el precio de los esclavos, a lo que se sumó el agotamiento
parcial de la oferta angoleña. Todo esto se inició a partir de 1670, haciendo que a Portugal le
resultara difícil seguir desempeñando su papel en la estructura anterior del comercio. Fue lo
que hoy llamaríamos una crisis de la balanza de pagos. Véase Godinho (1950b, pp. 184-85).
1784 Una consecuencia fue que en el período comprendido entre 1670 y 1680 Francia se

convirtió en el principal socio comercial de Portugal. Cuando Mauro trata de explicar por
qué dejó esto de ser cierto más tarde, hace hincapié en la competencia de los productos
franceses y portugueses en el mercado mundial (1961b). Pero ¿acaso no es esto la
consecuencia, y no la causa, de la reanudación de los lazos angloportugueses?
1785 Véase Godinho (1950b, pp. 186-87). Esta política no dejó de tener éxito. Por ejemplo,

hablando de la operación monetaria, Godinho dice; «En 1688, hubiera sido imposible
efectuar pagos; en 1689, la moneda circulaba normalmente en Lisboa. Fue, pues, una
operación lograda».
1786 Godinho (1950b, p. 191); cf. Vilar (1974, pp. 280-81).

1787 Sideri (1970, p. 40).

1788 Francis (1972, p. 64); véase también Silbert (1954, pp. 413-19).

1789 Véase Andrews (1929, i, p. 275); Beer (1912, I, pp. 78-79).


Las semiperiferias en la encrucijada 257

convirtieron rápidamente en los principales mercados para estos vinos1790 y la


importación de la viticultura aumentó constantemente en Portugal 1791. Ericeira
murió en 1690, y en 1692 el mercantilismo portugués se había venido abajo.
¿Qué sucedió? Godinho da tres explicaciones1792: primera, que tanto la crisis
comercial general de 1690, que hizo subir los precios del azúcar y del tabaco,
como la ventaja que tenían los portugueses sobre los holandeses a causa de las
dificultades temporales de éstos tocaron a su fin; segunda, que hubo un
constante aumento de la venta de vino a las Américas británicas, reforzado por
el hecho de que, como resultado de la guerra anglo-francesa, Inglaterra
prohibió la importación de vinos franceses y los sustituyó por vinos
portugueses1793, y tercera, que comenzó la fiebre del oro brasileña 1794.
El mercantilismo había sido adoptado como respuesta política a una grave
crisis comercial58, pero las fuerzas indígenas antimercantilistas estaban ya
demasiado atrincheradas y era imposible impedir que se reafirmaran
políticamente en el momento en que el clima fuera ligeramente favorable de
nuevo a sus intereses59. Los portugueses se desembarazaron del mercantilismo
en los tratados de Methuen de 1703 y 1713 que, en palabras de Godinho,
«registraron sobre todo una situación de hecho»60 creada en 1692 y resultante
de todos los procesos del siglo XVII . Los famosos tratados, que sirvieron de
modelo a la teoría ricardiana acerca de la conveniencia de la división
internacional del trabajo, no crearon privilegios para los ingleses, pero sí
recrearon los consagrados en los tratados de 1642, 1654 y 1661 61. El
intercambio de paño inglés por vino portugués se convertiría en el símbolo
glorioso de la política comercial de los whigs62.
Si el período del mercantilismo en tiempos de Ericeira (1675- 90) fue un
breve intento de resistencia por parte de los portugueses a su papel cada vez
más subordinado en la economía- mundo de la época, la guerra de Sucesión
española podría ser interpretada como un intento paralelo e igualmente

1790 Véase T. Bentley Duncan (1972, p. 46), que señala: «Considerando la escasa población

de las colonias británicas y portuguesas, el comercio del vino de madeira, modesto según
criterios europeos, era importante en las Américas» (1972, p. 48). Pero obsérvese también
que el comercio del vino con las Américas «estaba totalmente en manos de los comerciantes
ingleses de Funchal, que compraban sus cargamentos de vino con lo que sacaban de la venta
de tejidos ingleses y otros productos de importación (pescado salado, arenques en escabeche,
manufacturas inglesas, trigo de las Azores, etc.)» (pp. 50-51).
1791 Godinho afirma que el incremento de la producción de vino «está vinculado a los

progresos de los mercados de las Américas» (1953, p. 79).


ss
Véase Godinho (1950b, pp. 188-90).
“ Véase también Boxer, que dice que el incremento de la demanda de vinos portugueses
durante la guerra del rey Guillermo redujo la «balanza comercial negativa» de Portugal y,
por consiguiente, «hizo menos urgente la sustitución de los paños ingleses de importación
por productos de fabricación nacional» (1958, p. 34). En realidad los ingleses no preferían
los vinos portugueses a los franceses. Sideri da cifras reveladoras. En 1683, los vinos
franceses fueron prohibidos en Inglaterra. Ese año, los ingleses importaron 65 galones de
Francia y 16 772 de Portugal. Cuando la prohibición fue levantada en 1686, importaron 289
galones de Portugal y 12 750 de Francia (véase 1970, p. 64).
1794 Cardoso señala que uno de los efectos de la fiebre del oro fue el incremento de la

«introducción ilegal de productos extranjeros en Brasil»,


258 Immanuel Wallerstein
frustrado de

que era el «único mercado que daba alguna ganancia [a Portugal]» (1946, p. 146).
58 «Personalmente, creo que esta política de fomento de las manufacturas se explica
precisamente por la crisis» (Godinho, 1953, p. 76). Al final, dice Godinho, el período
mercantilista no fue sino una «plataforma giratoria» entre el ciclo del azúcar, el tabaco y la
sal y el ciclo del oro brasileño, el oporto y el madeira (1950b, p. 190).
59 «Los 'industriales' cedieron el paso a los grandes señores de los viñedos» (Godinho,
1950b, p. 189). Esto sería posteriormente justificado por la ideología: «En años posteriores,
los portugueses se inclinaron a pensar que los ingleses habían sido los responsables del
desarrollo de los viñedos del Alto Duero y a creer que antes de su llegada no se había criado
allí sino una retama y aliaga» (Francis, 1972, p. 109).
60 Godinho (1950b, p. 188).
61 Véase Macedóx (1963b, p. 53); Sideri (1970, p. 42).
62 «Los whigs, que en 1713 votaron [con la oposición de los lories] a favor del comercio
con Portugal en lugar de Francia, llegaron al poder y permanecieron en él durante mucho
tiempo. En los primeros años de gobierno, el comercio angloportugués alcanzó unas cotas
sin precedentes» (Francis, 1966, p. 185).
En una comunicación privada, E. Fernández de Pinedo me señalaba que a partir de 1650,
los holandeses y los ingleses, que no querían que los barcos que llevaban tejidos, pescado
salado y trigo a España volvieran vacíos, estimularon la producción de aguardiente en
Cataluña y de pasas y almendras en la costa malagueña. Llama a esto «un tratado de la plata
de Methuen», dado sobre todo que el déficit comercial se equilibraba con los metales
preciosos americanos.
resistencia por parte de los españoles. El Estado español se había debilitado
tanto en el siglo xvn que, desde la paz de Rijswijk en 1697, Francia, Austria,
Inglaterra y las Provincias Unidas estaban negociando ya el reparto del
imperio español. En 1702, la suerte de España estaba -echada, junto con la de
Francia, frente al resto de Europa, incluido Portugal, que firmó el tratado de
Methuen al año siguiente1795 1796. Desde el punto de vista británico, los
franceses se habían llevado una parte demasiado grande del pastel español y
la sucesión de los Bor- bones amenazaba con reducir aún más la parte
británica, no tanto en las Américas, donde los británicos ya habían desbancado
a los franceses, como en la propia España y en el Mediterráneo en general M.
La guerra librada por Francia y Gran Bretaña no tuvo sólo a España como
objetivo: representó un intento de destruir las redes comerciales del contrario,
especialmente a través del corso1797. Como dice Arséne Legrelle, «la historia
de la guerra de Sucesión española no fue una historia interna de España» 1798.

Véase Kamen (1969, pp. 1-5).


1795

Véase Temperley (1940, pp. ix-x); cf. McLachlan, quien dice que los comerciantes
ingleses se opusieron a los tratados de partición de 1698 y 1700 porque pensaban que, en
caso de ser firmados, el Mediterráneo «se convertiría en un lago francés» (1940, p. 30). Clark
es de esta opinión: «Si los franceses tuvieran éxito, los holandeses y los ingleses, las dos
potencias marítimas más destacadas, perderían buena parte de su comercio» (1928, página
262).
“ Los franceses perderían finalmente esta batalla en alta mar. «Los británicos no sólo
lograron contener el peligro de los corsarios franceses, sino que además salieron bien librados
como agresores en este mismo tipo de guerra» (Clark, 1928, p. 264).
“ Arséne Legrelle, La diplomatie frangaise et la succession d’Espagne, París, 1888-
1892, in, p. 332, citado en Kamen (1969, p. 9).
Las semiperiferias en la encrucijada 259

Los franceses descubrieron bastante pronto que la principal preocupación de


sus aliados españoles no era velar por los intereses de Francia, sino sacar a
España de los apuros económicos en que se encontraba1799.
La rebelión en Cataluña debe ser vista bajo esta misma luz. Cataluña había
experimentado una lenta recuperación económica a partir de 1670, en buena
parte porque «el peso de los tributos era más ligero y [...] la postración
económica había sido menos completa» que en Castilla6S. Esta relativa
prosperidad se basó en su papel comercial de intermediaria. Una España
centralizada y mercantilista no habría servido a «esta clase en vías de
desarrollo que [...] soñaba con el 'librecambio' y con el destino de otra
Holanda»69. Además, «Francia, como potencia, era el enemigo»70 que se había
apoderado de territorio catalán en el tratado de los Pirineos de 1659. De aquí
que el movimiento catalán —un movimiento de los grupos dominantes y no
una rebelión popular como la de 1640— «se ofreciera a los 'aliados' anglo-
austríacos para llevar a cabo la reconquista de la península alineada con los
franceses»71. Esta vez se trató menos de un movimiento separatista con
respecto a España que de un movimiento destinado a preservar los intereses
económicos de la burguesía catalana impidiendo que se hicieran con el poder
en España grupos con ideas mercantilistas72. Y las ideas mercantilistas eran en
este contexto ideas progresivas y universales73. ¿Cuál fue el resultado de la
guerra de Sucesión española? España se vio obligada a ceder sus territorios
fuera

constantemente sus orígenes, no por ello, desde el principio, dejaron de parecer


íntegramente españoles» (1959, p. 272).
“ Elliott (1966, p. 365)., Vilar piensa que fue más que una lenta recuperación. Afirma que
«el reinado de Carlos II de España (1665-1700) fue para Cataluña un período feliz [...] Para
los campesinos ricos, los comerciantes, los hombres de negocios de todo tipo [...] el último
tercio del siglo xvu fue una época de prosperidad [...] La crisis de 1700-1705 no fue anunciada
en modo alguno, como lo había sido la secesión de 1640, por duras críticas a la Corte» (1962a,
p. 101).
65 Vilar (1962a, p. 104).

70 Ibid., p. 103.
71 Vilar (1962b, i, p.' 672). Durante un tiempo, el movimiento catalán consiguió grandes
éxitos. Como señala Kamen, esta vez, a diferencia de lo que ocurrió durante la crisis de 1640,
«en lugar de ver a tropas castellanas acuarteladas en Lisboa y Barcelona, vemos a tropas
portuguesas y catalanas acuarteladas en Madrid» (1969, p. 248).

1799
Kamen observa: «Para promover el comercio franco-español, había que mantener
bajos los derechos de aduana y prohibir el comercio con el enemigo [anglo-holandés]. Los
franceses, con gran enojo por su parte, encontraron que no era cosa fácil salirse con la suya
en estos dos puntos, que amenazaban con disminuir el valor de los privilegios comerciales
de los que disfrutaban oficialmente» (1969, p. 127). Con todo, los franceses disfrutaban
realmente de privilegios en España. Eran estos privilegios los que inquietaban a los
británicos; Francia estaba más interesada en conseguir el acceso a las Indias españolas. Sin
embargo, «pese a la superioridad naval francesa, pese al asiento, pese al volumen del
comercio ilegal llevado a cabo a través de Saint-Malo, para Francia todo este asunto acabó
en un fracaso. Luis XIV nunca consiguió romper el monopolio ejercido por Cádiz en las
Indias» (Kamen, 1969, p. 155).
Véase Rambert: «Por mucho que los Borbones españoles recordaran
260 Immanuel Wallerstein
77 Véase Vilar (1962b, i, p. 678).
73 Chaunu capta las implicaciones culturales de esta opción económica: «La España de
Felipe V había de abrirse al exterior, pero sólo podía hacerlo lentamente [...] ¿Qué significaba
abrirse al exterior? Significaba abrirse a Francia, al norte [...] El partido alemán que, a finales
del reinado de Carlos II, se agrupaba en torno a la reina Mariana de Neoburgo, era también,
sin contradicción, el partido de la influencia italiana en el arte, el partido del pasado» (1963c,
pp. 468-69). Sobre el papel de los Bor- bones españoles como «modernizadores» en el terreno
cultural tras la guerra de Sucesión española, véase Vicens Vives (1970, pp. 116-20).
de la península, y, lo que es aún más importante, tuvo que firmar el tratado del
asiento con Inglaterra, por el que esta última obtenía el derecho, anteriormente
ostentado por Francia, de llevar esclavos (un mínimo de 4 800 al año) a las
Indias españolas. Dos cláusulas que no formaban parte del asiento francés eran
una colonia inglesa en el Río de la Plata y un «barco de permiso» anual de 500
toneladas, autorizado a comerciar con Hispanoamérica 1800. Los múltiples
tratados que pusieron fin a la guerra fueron «una indiscutible victoria para la
coalición contra Luis XIV»1801, y en particular para Inglaterra1802.
Sin embargo, dentro de España los catalanes fueron abandonados por sus
aliados y Felipe V pudo proceder a la centralización de España. Aragón y
Cataluña perdieron sus privilegios e instituciones con el decreto de Nueva
Planta promulgado en 1716 1803. Los fueros de Valencia habían sido ya
revocados en 1707 1804. Sólo Navarra y el País Vasco, que habían permanecido
leales a Felipe V, conservaron sus fueros, siendo desde entonces conocidas
como Provincias Exentas1805. En el contexto del acuerdo global entre los
distintos Estados y el tratado del asiento, esta centralización de España no
cumplió los objetivos que perseguía1806. Las disposiciones del tratado de
Utrecht estipulaban que España no podría alterar los derechos de aduana en
detrimento de Gran Bretaña. Además, el tipo de conversión
de los derechos de la plata en moneda corriente de vellón quedaba fijado en el
de finales del reinado, de Carlos II en 1700. Esto «impedía de hecho derechos

Véase Pitt (1970, pp. 475-76).


1800

Veenendaal (1970, p. 444). Es en este sentido en el que Vilar ve en Utrecht el momento


1801

decisivo. Significó la «liquidación del viejo imperio español en Europa, el fin de la


hegemonía francesa, el alba de la preponderancia inglesa en el dominio marítimo y colonial,
uno de cuyos símbolos fue la ocupación de Gibraltar» (1962a, p. 12).
1802 G. N. Clark señala que, aun cuando los ingleses y los holandeses habían sido aliados,

la «naturaleza general de la paz [...] hizo que los británicos utilizaran su preponderancia
política para colocarse en una posición de ventaja en su competencia con el comercio
holandés» (1928, p. 279). Véase también A. W. Ward: «Las Provincias Unidas obtuvieron
una barrera fuerte, firmemente implantada en territorio aliado, contra toda renovación de la
agresión francesa. Pero aunque continuaron conservando, además, ciertas ventajas
comerciales de la paz, su posición política como gran potencia había acabado para siempre,
pasando, sin resistencia real por su parte, a la potencia que había sido su rival; [...] y su
supremacía mercantil tocó igualmente a su fin» (1908, p. 438).
1803 Elliott (1966, pp. 370-371). Jaime Vicens Vives afirma con mordacidad: «[Los

catalanes] lucharon contra la corriente histórica y esto suele pagarse caro» (1970, p. 111).
1804 Véase Kamen (1974, p. 687).

1805 Véase Vicens Vives (1970, p. 114).

1806 Para Vicens Vives, «a la mística del foralismo sucedió la mística de la centralización a

todo trance [...] Y en esta empresa fracasarían también la dinastía borbónica y sus
colaboradores» (1970, p. 113).
Las semiperiferias en la encrucijada 261

genuinamente protectores» 8t.


No cabe duda de que, como subraya Romero de Solís, el triunfo de los
Borbones en la guerra de Sucesión española «fue el triunfo de las clases
medias y de la baja nobleza contra la Iglesia y la aristocracia señorial» 82.
Tampoco cabe duda de que Felipe V intentaría, «dentro de los límites
permitidos por el tratado de Utrecht», poner fin al papel semiperiférico de
España83. Pero lo cierto es que, como dice Kamen, «despojado en Utrecht de
la carga de Italia y los Países Bajos, ¿podía el país dedicarse a su recuperación
interna y a su resurgimiento externo?» 84. Ciertamente los Borbones lo
intentaron. Pero, como afirma el propio Kamen, los comienzos de este intento
se remontan a Carlos II en 1680, fecha también en que Portugal hizo sus
tentativas. «Felipe V llegó a una España de la que prácticamente se había
eliminado el caos monetario que había sido su rasgo distintivo durante casi un
siglo»85. Es evidente que, a pesar del vigor de los esfuerzos borbónicos,
España no podría cambiar sustancialmente su papel económico en el siglo
xvm; de hecho, durante la renovada expansión de la economía-mundo a partir
de 1750, perdería su imperio americano. ¿No habría que comparar lo que los
Borbones realizaron con lo que podrían haber realizado si Utrecht no hubiera
terminado en el tratado del asiento y en la aniquilación de cualquier
posibilidad española de llevar a cabo una política mercantilista? Tal vez se
pueda atribuir a Felipe V el mérito de haber puesto

*' E. J. Hamilton (1935, p. 116).


82 Romero de Solís (1973, p. 54), que habla de «la nueva clase media, el capitalista agrario

y la burguesía territorial» (p. 66) y de que los partidarios de Felipe V eran «los sectores medios
de la nobleza territorial en proceso de transformación hacia capitalistas agrarios, (...) la
burguesía territorial y sus servidores, la burocracia estatal» (p. 67, n. 108). Sin embargo,
Domínguez Ortiz dice: «El absolutismo borbónico, aunque opuesto por principio a toda
desmembración de soberanía, transigió con los señoríos una vez que los hubo despojado de
los últimos residuos de su significación política, ya casi inexistente bajo los últimos
Austrias» (1955, p. 301). Kamen está de acuerdo: «Habría que subrayar que la caída de los
grandes, aunque de fundamental importancia política y administrativa, es de significación
secundaria en la historia social de España. Como en los reinados anteriores, la nobleza siguió
atrincherada en sus privilegios y propiedades» (1969, p. 115).
“ Véase la descripción que hace de estos esfuerzos E. J. Hamilton (1943, página 206);
véase también La Forcé (1964, pp. 337-38).
M
Kamen (1969, pp. 391-92).
8S
Kamen (1969, p. 34).
fin a una decadencia aún mayor del papel de España en la economía-mundo,
al menos durante un tiempo, pero difícilmente se puede decir que invirtió la
tendencia. En la medida en que España obtuvo algún éxito en el desarrollo de
su base industrial, lo obtuvo a expensas de Francia, no de Inglaterra 1807.
El problema esencial era el asiento. Había inmensas posibilidades de

1807 Véase Rambert: «Su política aduanera, siempre al acecho, conseguirá [a lo largo del

siglo xvm] elevar poco a poco barreras a cuyo abrigo se desarrollarán las industrias
nacionales y el país se liberará en parte del control extranjero. Francia, durante mucho tiempo
a la cabeza de los competidores, será la principal víctima de esta evolución» (1959, página
270).
262 Immanuel Wallerstein
ganancia para los ingleses en el tráfico de esclavos. Además, el asiento
permitía que este tráfico legal fuera «utilizado como pantalla tras la cual
importar mercancías prohibidas en las colonias españolas»1808. La envergadura
de este tráfico ilegal bajo la égida de la Compañía del Mar del Sur [South Sea
Company] se hizo inmensa en la década de 1730 1809. «El contrabando fue parte
integrante de todas las fases de las operaciones de la Compañía del Mar del
Sur»1810. Fue también una de las causas principales de la guerra de la Oreja de
Jenkin, en la década de 1740 1811. El contrabando se realizaba sobre todo desde
Jamaica y Barbados, así como desde Buenos Aires1812, consiguiendo que
disminuyera de forma significativa el tráfico que pasaba por Cádiz 1813. Las
ventajas que los ingleses no obtenían del comercio directo entre Inglaterra e
Hispanoamérica1814 las obtenían del comercio indirecto a través de Cádiz, en
el que España terminó por utilizar los metales preciosos americanos para cubrir
su déficit en la balanza de pagos con Inglaterra 1815.
A la pérdida del oro y la plata de España se sumó un presupuesto estatal
crónica y crecientemente desequilibrado, resultante precisamente de la
centralización borbónica, que implicó una triplicación de los gastos de la
Corona de 1701 a 17459S. Los esfuerzos de los franceses por contener a los
ingleses en España y en el resto del mundo dieron a España algún pequeño
respiro, pero finalmente, al término de la guerra de los Siete Años (1763),
cuando Francia fue «prácticamente eliminada como factor en la situación
colonial americana, España quedó sola frente a la amenaza inglesa durante las
dos siguientes décadas» 96. En el largo movimiento que tuvo lugar de 1600 a
1750 ó 1763, España se mostró incapaz de contener lo que se conoce como la
«decadencia» española.
Junto con su floreciente comercio legal e ilegal con España y la América
española, el comercio legal e ilegal de Inglaterra con Portugal y Brasil
aumentó aún más97. Los efectos de Me- thuen fueron inmediatos. En una
década, las importaciones portuguesas de Inglaterra se duplicaron, mientras

17 Nelson (1945, p. 55).


1809 Nelson le adjudica un valor de 5,5 millones de libras entre 1730 y 1739 y dice que era
«de tal magnitud que representaba una amenaza real para el mercantilismo español» (1945,
p. 64).
19 V. L. Brown (1928, p. 179). Nelson señala que la Compañía del Mar del Sur utilizó todos

los medios concebibles para llevar a cabo este comercio ilegal: el secreto (que fue posible
porque, aunque el gobierno español tenía un miembro en la junta directiva, la mayoría de las
comunicaciones no pasaban por la junta), el soborno de los oficiales españoles, el tráfico de
esclavos como tapadera, el engaño y la fuerza, la protección ofrecida por los buques
británicos (véase Nelson, 1945, pp. 56-60).
1811 Véase Nelson (1945, p. 55).

1812 Véanse Christelow (1941, p. 532); Nelson (1945, p. 57).

1813 Godinho (1948, p. 552).

1814 Para una lista de los productos intercambiados, véanse Nelson (1945, página 61) y
Godinho (1948, p. 553).
99 Godinho señala que el flujo de metales preciosos de Hispanoamérica en esta época,

aunque no tan grande como el procedente de Minas Gerais, en Brasil, «era sin embargo de
gran importancia para la vida monetaria de
Las semiperiferias en la encrucijada 263

que sus exportaciones sólo aumentaron en un 40 por ciento. El tratado aniquiló


la «naciente» industria textil98. Al mismo tiempo se quin-
Europa» (1948, p. 553). Véase también H. E. S. Fisher (1971, pp. 4-5). El comercio legal e
ilegal con Hispanoamérica benefició probablemente en algún grado a dos grupos diferentes
de ingleses. El Estado español trató de utilizar a sus interlocutores del comercio legal para
frenar el comercio ilegal, pero sin mucho éxito. Véase Godinho (1948, p. 552).
55 Véase E. J. Hamilton (1949, p. 316).

94 V. L. Brown (1928, p. 187); véase también Christelow (1941, pp. 519-20) para el
período que va hasta 1763.
97 En el período comprendido entre 1700 y 1750, Portugal fue el tercer consumidor en
importancia de exportaciones británicas (después de las Provincias Unidas y Alemania); las
mercancías inglesas desembarcadas en Lisboa casi nunca bajaron del 50 por ciento del total.
Véase Maxwell (1968, p. 612).
98 Véase Sideri (1970, pp. 44-46). Macedo (1963a) afirma que pese a esta ventaja
británica, la competencia de otras manufacturas extranjeras hizo bajar los precios británicos
y anuló el monopolio; pero Sideri niega esto, señalando la siguiente contradicción en el
propio Macedo: «Los tejidos franceses u holandeses nunca pudieron contrarrestar las
ventajas británicas, porque no se beneficiaban de una red de distribución y de una influencia
consolidada comó las que respaldaban a los comerciantes británicos» (Macedo, p. 51, citado
en Silderi, p, 46). H. E. S. Fisher pretende que los comerciantes de tejidos ingleses tenían
una ventaja sobre sus competidores franceses, holandeses y alemanes porque estaban «más
especializados (...] en las lanas ligeras y las estameñas de escaso o mediano precio» y
también podían «transportarlas [...] de forma más barata» (1971, pp. 36-37). Una detenida
lectura de Fisher revela que éste es un argumento circular, porque el transporte más barato
estaba en función del mayor volumen del comercio, y la venta de los tejidos estaba en
función de la compra de vino «y los comerciantes ingleses en Portugal
tuplicó la producción de vino portugués de 1670 a 1710, absorbiendo «la
mayor parte del capital portugués disponible, y, lo que es aún más importante,
una creciente proporción de la mano de obra portuguesa» ". La ventaja del
vino portugués sobre el vino francés para Inglaterra era que, si bien aquél era
más caro, no tenía que ser pagado en metales preciosos, como en el caso de
Francia, dada la magnitud de las exportaciones de tejidos ingleses a Portugal
10
°. Tal vez le costara más al consumidor inglés, pero los intereses burgueses
de Inglaterra salían ganando. El comercio de vino no era realmente muy
ventajoso para Portugal. Además de su impacto negativo sobre las
manufacturas, el propio comercio estaba «en gran parte controlado por los
intereses ingleses, que se llevaban la mayor parte de las ganancias» 101. Con
razón diría, pues, el duque de Choiseul, ministro francés de Asuntos
Exteriores, en 1760, que Portugal «debe ser considerado como una colonia
inglesa» Sin embargo, el valor del vino exportado era mucho menor que el de
los tejidos importados. El déficit de la balanza comercial con Inglaterra,
insignificante todavía en 1700, aumentó hasta cerca de un millón de libras al
año 103. Afortunadamente para Portugal, era todavía un país semiperiférico.
Tenía su propia colonia, Brasil, y muy rica por qierto 104. Fue el oro brasileño
el que permitió a Portugal equilibrar su comercio con Inglaterra desde 1710
hasta mediados de siglo 105. El historiador portugués J. P. Oliveira Martins
señalaba amargamente en 1908: «El oro del Brasil simplemente pasaba por
Portugal y echaba el ancla en Inglaterra para pagar la harina y los tejidos con
que Inglaterra nos alimentaba y nos vestía. Nuestra industria consistía en
264 Immanuel Wallerstein
óperas y devociones» 106. Inglaterra, en cambio, con-

controlaban tanto la compra como el transporte de los vinos enviados a Inglaterra» (p. 36).
59 Sideri (1970, p. 46).
100 Sideri (1970, pp. 41, 48), que en la página 41 dice que la balanza negativa de los ingleses

con Francia era pagada en plata, mientras que .en la página 48 dice que era pagada en oro.
,0
‘ Sideri (1970, p. 46).
m
Citado en Christelow (1946, p. 27). G. Young observaba igualmente en 1917: «El
distrito del Duero se convirtió en una especie de hinteríand de colonia inglesa», Portugal oíd
and young (Oxford, 1917, p. 185), citado en Sideri (1970, p. 56).
103 Sideri (1970, p. 45).

1M
Boxer afirma que en el siglo xvm «no cabe duda de que [Brasil] era en muchos aspectos
más próspero que la madre patria» (1969b, p. 323).
105 Véase Francis (1972, pp. 179-80).

J. P. Oliveira Martins, Historia de Portugal (Londres, 1908), 2 vols., páginas 149-51,


citado en Sideri (1970, p. 67).
seguía así la tan necesaria inyección de metales preciosos que permitía a su
oferta monetaria adecuarse a su creciente papel en la producción y el comercio
de la economía-mundo 1816. Además, Inglaterra se hacía de este modo no sólo
con el monopolio del comercio legal de oro, sino también con el contrabando
de metales preciosos1817. El historiador inglés Charles Boxer encuentra en
estos hechos un consuelo para Portugal: «El único beneficio que Portugal sacó
de sus posesiones ultramarinas fue que, en virtud de ellas, y de los recursos
que obtenía de ellas, pudo escapar al destino de Escocia y Cataluña»1818. Desde
el punto de vista del siglo xx, Portugal podría haber salido mejor librada de
haber sido más pobre en los siglos xvn y xvm. La historia de Escocia y
Cataluña es compleja y su posterior desarrollo industrial cae fuera de los
límites de este análisis, pero tal vez no perjudicara a estos dos países el no
tener un Brasil que permitiera un intercambio desigual con Inglaterra,
provechoso para ciertos grupos portugueses, sin trastornos internos. Fue el
productor directo brasileño el que pagó los vidrios rotos, pero hubo menos
presiones internas en Portugal con vistas a conseguir cambios estructurales.
Si los Estados de la península Ibérica, que en el siglo xvi habían sido
gloriosos colonizadores y controladores de oro y plata, decayeron tan
ignominiosamente en el siglo xvn hasta convertirse en meras correas de
transmisión de las manufacturas de la Europa del noroeste, ¿qué sucedió con
las áreas que habían sido grandes centros industriales en los siglos xv y xvx?

1816 Véase Sideri (1970, p. 49). Morineau intenta matizar este juicio: aunque el oro
brasileño ejerció una «influencia circunscrita pero cierta» sobre las exportaciones británicas
a Portugal, no fue ni «esencial» ni «irremplaza- ble»; en general, para el crecimiento británico
económico en el siglo xvm, «el oro brasileño [...] no fue ni el único agente de crecimiento,
ni el más fuerte» (1978h, pp. 44, 47). Esto es arremeter contra molinos de viento. Los metales
preciosos eran necesarios y era del Brasil de donde de hecho se obtenían principalmente en
aquella época.
1817 Francis señala que «los holandeses y los hamburgueses, que también necesitaban
metales preciosos, no tenían las mismas facilidades [que los ingleses] y recibían su parte [de
contrabando] a través de Londres» (1966, página 217).
1818 Boxer (1961, p. 90).
Las semiperiferias en la encrucijada 265

La espina dorsal de Europa —el norte de Italia, el sur y el oeste de Alemania


y los Países Bajos del Sur (españoles)— también decayó, y espectacularmente,
pero de forma diferente. Al no tener colonias y por consiguiente carecer de
fuentes de oro y plata o materias primas tropicales con las que comprar
mercancías importadas, sólo podían contar con su propia in-
dustria y agricultura para sobrevivir y con su larga experiencia comercial y
financiera.
La clave de su supervivencia fue el sistema de trabajo a domicilio
(Verlagssystem). Este sistema se definía básicamente por los siguientes
rasgos. El productor trabajaba en su propio domicilio con su propio equipo y
usaba sus propias herramientas. A veces era un maestro con unos cuantos
aprendices y otras trabajaba solo o en pequeños grupos familiares. Recibía las
materias primas que debía transformar de un comerciante-empresario
(Verleger) que con ello adquiría el derecho a «comprar» el producto
transformado a un precio fijado de antemano, encargándose de transportar el
producto al mercado. Si el productor trabajaba en solitario o en pequeños
grupos familiares, habitualmente sólo dedicaba a su trabajo parte del tiempo,
combinando esta actividad productiva con algún otro papel económico. A
menudo este sistema llevaba a un endeudamiento crónico del productor con
respecto al comerciante-empresario que recordaba la situación de servidumbre
por deudas predominante en esa época en diversos tipos de producción
agrícola.
El sistema de trabajo a domicilio era conocido ya en la Edad Media, pero
fue en el siglo xvi cuando se difundió de forma significativa, sobre todo en la
industria urbana no. Este sistema ha sido con frecuencia identificado con la
industria textil, pero fue utilizado en casi todos los ramos de la producción
industrial U1. En la situación de estancamiento del siglo xvn, el sistema de
trabajo a domicilio se difundió aún más que en el siglo xvi, con una importante
modificación. En toda Europa, las industrias que utilizaban el trabajo a
domicilio se desplazaron a las zonas rurales. El motivo principal era el
incremento de las ganancias del comerciante-empresario. Braudel nos dice:
«Allí donde se introdujo, [el sistema de trabajo a domicilio] asestó un golpe a
los gremios»1819 1820 1821. Sin embargo, mientras el proceso productivo se
mantuvo en las ciudades, los gremios estuvieron en condiciones políticas de
resistir dentro del sistema de trabajo a domicilio, especialmente en los años

1819 Véase Braudel (1973, I, pp. 430-32).


1820 Véase por ejemplo Friedrichs: «En Nuremberg, a comienzos del siglo xvi, el
Verlagssystem había sido introducido en muchas ramas de la industria del metal y en la
manufactura de bolsos, guantes, cepillos, papel y libros, así como de lino y fustán. A finales
del siglo XVII, incluso la producción de lápices en Nuremberg estaba organizada sobre la base
del VerlagK (1975, pp. 32-33). Kellenbenz hace la misma observación y añade: «En la
extracción de minerales férreos y no férreos, la compra de bombas, hornos y otros equipos
técnicos indispensables a menudo provocaba el endeudamiento del pequeño taller y hacía
necesaria la ayuda del comerciante. Esto sucedía especialmente cuando el hombre que
normalmente compraba el producto era una fuente potencial de crédito» (1977a, p. 469).
1821 Braudel (1972, I, p. 431). Craeybeckx observa en el caso de Gante y
266 Immanuel Wallerstein
buenos, regulando mediante contrato las relaciones entre el comerciante-
empresario y el artesano-productor113.
Una vez que la industria se hubo ubicado en las zonas rurales, el
comerciante-empresario pudo escapar al control de los gremios u4,
reemplazando a los artesanos organizados en ellos por campesinos que
«constituían una mano de obra mucho más barata»115. Esta ubicación rural
garantizaba también la dispersión física de la fuerza de trabajo, mimimizando
el riesgo de una organización de los trabajadores al tiempo que concentraba la
distribución en manos de unos pocos grandes comerciantes-empresarios 116.
Kellenbenz insiste en que es importante darse cuenta de que este sistema no
era en modo alguno estático 117, sino que respondía a la evolución de la
situación económica. Una de las formas en que evolucionó fue hacia un
Brujas: «En el siglo xvi, los lazos del 'gremio’ se relajaron, especialmente en la segunda
mitad. El trabajador, 'maestro' u 'oficial', sabía que su destino estaba en manos de los
comerciantes, únicos capaces de asegurar la venta de sus productos» (1962, p. 427).
"! Véase Friedrichs, quien afirma que «el gremio podía poner fin al acuerdo cuando la
relación resultaba perjudicial para sus miembros» (1975, página 33).
m
Véase Kellenbenz (1965, II, p. 420).
115 Kellenbenz (1977a, v, p. 470). Sella piensa que el desplazamiento a las zonas rurales,
al menos en el caso de Venecia, se debió más a la ineficiencia del trabajo de los miembros
de los gremios que a sus altos salarios, pero a mí me parece que es lo mismo. Véase Sella
(1968, pp. 122- 23). En las zonas rurales, no todos los campesinos estaban igualmente
deseosos de desempeñar este papel. E. L. Jones señala que las industrias a domicilio (cottage
industries) eran frecuentes sobre todo en los distritos de las tierras bajas que tenían «suelos
arenosos, estériles y arcillosos», así como en ciertos «distritos de las tierras altas». Jones
sugiere que fue el hecho de que estos distritos «no pudieran alimentar a su población con sus
recursos agrícolas internos» el que les llevó a tratar de redondear sus ingresos de esta forma
(1975, pp. 339, 341). En esta misma línea, Mendels señala: «Hay pruebas [...] de que los
campesinos que se convirtieron en tejedores estaban en el nivel más bajo de la escala social
y siguieron allí» (1972, p. 242). Peter Kriedte afirma: «Cuantos menos ingresos se obtenían
de la agricultura a causa de la falta de tierras arables, más crecía la tendencia entre los
pequeños manufactureros a olvidarse de la agricultura y a concentrar sus esfuerzos en la
producción industrial» (en Kriedte et al, 1977, p. 68). Klíma y Macurek señalan que en las
tierras checas, los trabajadores de las manufacturas rurales eran buscados entre «los pobres
del campo» (1960, p. 90). Véase también el análisis que hace Thirsk de los lazos entre las
industrias artesanales y ciertos tipos de comunidades agrícolas (1961).
116 Véase Kulischer (1931, p. 11).
117 Kellenbenz (1965, II, pp. 427 y passim).
aumento cada vez mayor de la dependencia permanente 118 de los trabajadores
con respecto a los comerciantes-empresarios. Sobre todo en los países
semiperiféricos, el sistema de trabajo a domicilio presentaba un rasgo más que
es conveniente señalar. Con frecuencia estaba en manos de comerciantes-
empresarios extranjeros. Los holandeses, como corresponde a la potencia
hegemónica, estaban en todas partes: en las ciudades- Estado del mar del
Norte y del Báltico; en Brandemburgo, Es- candinavia, Curlandia y Rusia; en
Renania y el norte de Italia. Pero los ingleses y los franceses estaban también
instalados en muchas de estas áreas. En el siglo xvn, los antiguos grupos
empresariales, como los italianos, desempeñaban un papel menor pero todavía
importante. Y también florecieron los grupos de «minorías» extranjeras: los
hugonotes en Alemania, Norteamérica, Suiza, Holanda e Inglaterra; los judíos
Las semiperiferias en la encrucijada 267

en todas partes; los mennonitas en una serie de zonas clave de Alemania 1I9.
El sistema de trabajo a domicilio marcó el comienzo de la proletarización
del mismo modo que la venalidad de los cargos y el uso de tropas mercenarias
marcaron el comienzo de la burocratización (es decir, de la proletarización)
de los empleados del Estado. En el sistema de trabajo a domicilio, el productor
directo era oficialmente el propietario de los medios de producción, pero de
hecho se convirtió en un empleado del comerciante-empresario, que
controlaba los ingresos reales del productor y se apropiaba de su plusvalor sin
estar todavía en condiciones de asegurar su máxima eficiencia mediante una
supervisión directa en el lugar de trabajo 12°. (Por analogía, la
Friedrichs (1975, p. 33). Bulferetti y Constantini señalan: «A lo largo de la segunda
mitad del siglo xvi y la primera mitad del xvn, el antiguo antagonismo entre el capital
comercial y el artesanado independiente se resolvió en Génova [...] en una subordinación
uniforme de los gremios (carpí di mestiere) a la dirección de los comerciantes-empresarios»
(1966, página 73). Peter Kriedte señala que incluso en el Kaufsystem, donde a diferencia del
Verlagssystem no se trabajaba a comisión, la concesión de créditos supuso «el comienzo de
una dependencia económica», y que a pesar de la independencia oficial de los productores
hubo una «explotación a través del comercio» (en Kriedte et al., 1977, pp. 202-203). A
tortiori, esto sucedía en el Verlagssystem, donde el comerciante-empresario podía
«determinar si producía, qué producía, cómo producía y cuánto producía desde el principio
hasta el final» (p. 214).
119
Véase el análisis de Treue (1957, pp. 41-42). Sobre los judíos en Alemania, véase
Treue (1955, pp. 398-99); sobre los anglo-holandeses en Italia, véase Fanfani (1959, pp. 57-
58, 128); sobre los ingleses y los holandeses en Bohemia, véanse Klíma (1959) y Mika
(1978, pp. 234-35); sobre los lazos entre el Verlagssystem en Europa central y el comercio
de exportación, véanse Klíma y Macurek (1960, p. 96) y Kriedte en Kriedte et al. (1977,
página 64).
120
Véase Sombart (1900, pp. 1138-40). Incluso los productores de la
situación era la misma en la burocracia del Estado.) El hecho de que estos
Estados semiperiféricos tuvieran industrias a domicilio era lo que las
diferenciaba en esa época de las áreas periféricas. El hecho de que las
industrias a domicilio de las áreas semiperiféricas tendieran a caer en parte
bajo el control de grupos no indígenas, resultándoles así difícil conseguir una
legislación proteccionista, era lo que las diferenciaba en esa época de las
industrias del centro. El sistema de trabajo a domicilio es descrito por Mendels,
en una frase que se ha hecho popular, como «protoindustrialización»l21,
aunque yo no creo conveniente definirlo así, ya que la palabra
protoindustrialización sugiere que no había una industrialización real. El
sistema de trabajo a domicilio era un sistema menos eficiente, pero de hecho
más explotador que el fabril122 y, por consiguiente, era el ideal en una época
de relativo estancamiento.

industria nacional que no dependían de un comerciante-empresario estaban reducidos a una


situación de facto análoga, debido al funcionamiento del mercado, como subraya Hans
Medick: «El tejedor, el calcetero, el fabricante de clavos o de guadañas de la industria
nacional, ya participaran en el mercado como compradores y vendedores, trabajando así con
el Kauf- system, o estuvieran organizados en el Verlagssystem, dependían siempre, directa o
indirectamente, del capital mercantil» (1976, p. 296). El Verlagssystem era por supuesto más
rentable para el comerciante-empresario que el Kaufsystem, dado que con este último el
productor directo conservaba una parte mayor del plusvalor. Aunque el Verlagssystem no se
puede comparar con el sistema fabril por lo que respecta al control administrativo, supuso un
268 Immanuel Wallerstein
avance con respecto al Kaufsystem y, por consiguiente, un incremento de la productividad,
cuyas ganancias iban a parar en buena medida al comerciante-empresario. Aunque los
ingresos por el trabajo a destajo de un productor directo eran inferiores con el Verlag- system
que con el Kaufsystem, sus ingresos anuales podían ser mayores, dado que el trabajo era más
continuado. Véase Schlumbohm en Kriedte et al. (1977, j>p. 215-16, incluida la n. 56).
121
Mendels (1972). Véase el análisis de las raíces historiográficas del concepto en
Kriedte et al. (1977, pp. 13-35), quien considera que la protoindustrialización fue de
«importancia estratégica» para determinar el eventual papel económico de determinadas
áreas en la economía-mundo (páginas 30-31, n. 52). Klíma y Macurek son partidarios de
considerar la manufactura, es decir el Verlagssystem, como un «jalón en la evolución que
condujo del sistema de los gremios, pasando por la manufactura, a la gran producción
mecanizada». Su explicación de la razón por la que hay que considerar la manufactura y el
sistema de factoría como eslabones en un proceso evolutivo y no como los bordes opuestos
de un profundo abismo es que la manufactura «profundizó la división del trabajo» y «llevó a
la producción a un gran número de trabajadores no especializados o poco especializados»
(1960, iv, pp. 96-97). Myska dice básicamente lo mismo cuando analiza las manufacturas de
hierro centralizadas en tierras checas (véase 1979, pp. 44-49, y passim). Véase también
Redlich (1955, pp. 93-97).
122
Medick da una excelente explicación de cómo funcionaba esto, y la resume diciendo:
«La lógica de la producción económica familiar resultó
Las viejas industrias de las áreas de la espina dorsal experimentaron una
decadencia en el siglo xvn. Esto fue especialmente evidente en el norte de
Italia, pero también se puede observar en Alemania y en los Países Bajos del
Sur. Romano ve con pesimismo la situación en el norte de Italia. Percibe en
ella cuatro tendencias: decadencia de la población urbana (aunque no de la
total), decadencia de la producción industrial en los centros clásicos
(Florencia, Milán, Venecia y también Ná- poles), sobre todo de paños baratos,
decadencia de la distribución y decadencia de los precios y del dinero en
circulación, acompañada de salarios bastante estables (con el consiguiente
desempleo y aumento del número de pobres y vagabundos). De este modo, la
economía urbana pasó, según Romano, por «una situación de extrema
depresión» entre 1620 y 1740. Además, Romano habla de «la involución
general de la economía agraria italiana»123. Ve a Italia como una parte
indiscutible de esa mayoría de países europeos que en el siglo xvn (a diferencia
de Inglaterra, las Provincias Unidas y en cierta medida Francia) vivían «bajo
el signo de la involución» 124. Según Romano, Italia desperdició así una «gran
oportunidad histórica de renovación», como la que había tenido en el siglo xiv,
porque contaba con «toda una clase dominante dispuesta a resistir» a la crisis
y a «salir de la larga noche» debilitada pero intacta 12S. Procacci ataca los
supuestos voluntaristas del concepto de oportunidad desperdiciada 126 y Sella
ataca la descripción empírica, afirman-
eticaz sobre todo por la inclinación de los trabajadores pobres y sin tierras a caer en la
’autoexplotación’ en la producción de mercancías artesanales si era necesario para asegurar
la subsistencia de su familia y la autosuficiencia económica». Esto llevó a una «ganancia
diferencial» para el comerciante-empresario que «superaba tanto a las ganancias que podía
obtener de las relaciones sociales de producción en el sistema de gremios como a las
ganancias que podía sacar de unas relaciones asalariadas similares en la manufactura» (1976,
p. 299). Medick se muestra especialmente interesado por la «relación simbiótica de la
economía familiar y el capital mercantil», y afirma que «las normas y reglas de conducta de
la economía de subsistencia familiar tradicional» fueron más importantes que la ética
Las semiperiferias en la encrucijada 269
protestante en la génesis del capitalismo (yo diría más bien en su desarrollo) (1976, p. 300).
123
Romano (1974, pp. 188-89).
124
Ibid. (1971, p. 201).
125
Ibid. (1974, p. 195).
06 procacci (1975, p. 28), quien califica a la idea de «demasiado simplista y radical». Borelli
cita un buen ejemplo para explicar por qué no era simplemente una cuestión de voluntad.
Señala los esfuerzos de Venecia por salvar su industria sedera prohibiendo la exportación de
seda cruda en 1588. Esto hizo que bajara el precio de la seda cruda en el mercado interior, lo
que fomentó la exportación de contrabando. En 1694, las dos terceras partes de la seda cruda
veneciana eran exportadas clandestina- do que resulta exagerada. Sella cree que a
finales del siglo xvn el escenario industrial del norte de Italia estaba «lejos de
haberse quedado vacío» y que los productos manufacturados ocupaban todavía
un «lugar destacado» en el comercio de exportación I27. Además, afirma, las
zonas rurales (al menos en Lombar- día) salieron aún mejor libradas y en el
siglo xvn conocieron una etapa de «notable aguante, adaptación y resistencia»
frente a la adversidadI2S.
En la bibliografía sobre Alemania occidental y meridional encontramos
valoraciones igualmente dispares. Ya en el siglo xix, Schmoller hacía hincapié
en la «incondicional dependencia» de esta zona con respecto a Holanda
durante el período comprendido entre 1600 y 1750 129. Una fuente de 1770,
citada por Beutin, señala que en esa época Francfort no era «sino un gran
centro de distribución dominado por los holandeses» 13°. Anderson habla de
una «perturbación de la economía renana» 131 como resultado del control
holandés de sus salidas al mar. Kuske ve en Renania una «era de pasividad»
que mente (véase Borelli, 1974, pp. 27-28). Esto no fue suficiente para proclamar una
política mercantilista. Para aplicarla había que ser lo suficientemente fuerte desde el punto
de vista político. En este caso, el margen de competencia ofrecido por las medidas
mercantilistas no era suficiente para cubrir los altísimos costes de la producción veneciana.
127
Sella (1969, p. 244). Las reservas de Rapp acerca de la situación empírica son algo
diferentes. Está de acuerdo en que Venecia cambió las industrias orientadas hacia la
exportación por industrias de servicios para el mercado interior y considera esto como un
intento, en parte logrado, de preservar el nivel de empleo y, por consiguiente, de prosperidad
(véase Rapp, 1975, pp. 523-24).
128
Sella (1975, p. 12). Una forma de resistencia fue de hecho la creciente vinculación
económica entre la ciudad y el campo circundante, como en el caso de Venecia y la
Terraferma. Véase Marino: «La creciente presión fiscal sobre la producción de la Terraferna,
las inversiones agrícolas y los mercados regionales hicieron de Venecia y su hinterland una
entidad orgánica [...] La consecuencia más importante de la crisis [del siglo xvu] fue la
repentina aparición de una economía regional integrada y de una política económica
coordinada» (1978, p. 100).
129
Schmoller (1897, p. 74). J. de Vries da un buen ejemplo de esta dependencia. Hasta
1650, los pañeros de Haarlem dependieron del trabajo de las tejedoras de su hinterland, pero
en 1650 esta tarea se desplazó a los hogares de Westfalia (y de los Países Bajos del Sur).
«Haarlem pasó entonces a ser el punto focal de una red de agentes que enviaban lino allí para
su blanqueado y venta final» (1976, p. 97).
130
Die Handlung von Holland (Francfort y Leipzig, 1770, pp. 251-52), citado en Beutin
(1939, p. 120). Beutin cita a Friedrich List, diciendo que comparte esta opinión, sobre la que
él no tiene «duda alguna» (1939, página 127).
131
P. Anderson (1974a, p. 249).
comienza a finales del siglo xvi132 y Liebel describe el «efecto devastador» de
las guerras del siglo xvn en las ciudades imperiales de Suabia: Augsburgo,
Ulm, Nuremberg!33. Kisch habla, en cambio, de «la influencia estimulante del
270 Immanuel Wallerstein
empuje de los vecinos holandeses» 134 y ve en esto la explicación de que
Renania «escapara a la depresión» que afectó a la mayoría de las regiones
alemanas en el siglo xvn 135.
Cuando volvemos la vista a los Países Bajos del Sur, encontramos la misma
polémica. Tenemos la tesis clásica de Pi- renne acerca de la decadencia
económica resultante del cierre del Escalda y la incapacidad de conseguir
medidas proteccionistas, tanto de los españoles como de los austríacos 136. Stols
132
Kuske (1922, p. 189).
133
Liebel (1965a, p. 287). Estas ciudades habían iniciado ya un declive secular en el
siglo xvi.
134
Kisch (1968, p. 3).
135
Ibid. (1959, p. 555).
136
Véase Pirenne (1920, v, pp. 65-69, 129-30, 193-201). Hubo por supuesto un
interludio mercantilista, lo que resulta muy instructivo. El llamado Colbert belga, Jan van
Brouchaven, conde de Bergeyck, se las arregló en 1698 para convencer al elector
Maximiliano Manuel de Baviera, gobernador de los Países Bajos españoles, de que
instituyera derechos aduaneros, creara la Compagnie d'Ostende para comerciar en las Indias,
proyectara la mejora de las rutas navegables internas e incluso en 1699 prohibiera la
exportación de lana y la entrada de tejidos extranjeros. Pero las represalias de los ingleses y
los holandeses, unidas a los celos entre provincias, hicieron retroceder a Maximiliano (pp.
64-69).
Cuando, tras la subida al trono de Felipe V, Maximiliano fue destituido y sus tropas
reemplazadas por tropas francesas, Bergeyck fue autorizado una vez más a seguir adelante
con sus reformas colbertistas. Fue el llamado «régime anjouin» (pp. 94-105). Cuando las
tropas francesas fueron derrotadas por Marlborough en Ramillies en 1706, la ocupación
francesa fue reemplazada por la anglo-holandesa. Los derechos aduaneros fueron
inmediatamente abolidos y la centralización de la administración suprimida. Pirenne observa:
«Así desaparecía el último vestigio de las reformas intentadas para sacar al país del
lamentable estado en que había caído a finales del siglo xvn. Pero nadie lo advirtió. Los
particularismos que se habían opuesto a los proyectos de Bergeyck se pusieron ahora al
servicio de la Conferencia [de autoridades anglo-holandesas]. El gobierno central dejó de
existir. Cada provincia fue abandonada a su suerte y comenzó a pensar únicamente en sus
intereses inmediatos. Inglaterra y las Provincias Unidas sobre todo las dejaron hacer
complacidas. Sabían que una vez que llegara la paz, no conservarían Bélgica, y era por
consiguiente preferible devolvérsela a Carlos III [de Austria] en un estado de impotencia e
intranquilidad política y económica» (p. 114). Véase también Hasquin (1971, páginas 125-
26).
Incluso Craeybeckx que insiste en que la producción de los Países Bajos del Sur no era
inferior a la de sus competidores anglo-holandeses en este período, explica la crisis de finales
del siglo xvn por la coyuntura desfavorable general en Europa, que «se dejaba sentir
especialmente en los Países Bajos del Sur, porque estaban extremadamente desprovistos
refuerza esta tesis argumentando que los flamencos fueron incapaces de
aprovecharse incluso de sus continuados lazos con los españoles en el siglo
xvn porque estos últimos se mostraban recelosos de sus posibles sentimientos
pro-holandeses 137. Por el contrario', Brulez insiste en que la situación de
Amberes en el siglo XVII era «menos mala de lo que se ha creído hasta ahora»13S.
Brulez lo explica esto por el papel constante de Amberes como
Dispositionshandel donde se tomaban las decisiones acerca del comercio
europeo, donde se hacían tratos comerciales y donde los comerciantes
flamencos se aprovechaban de sus históricas relaciones de negocios I39.
Examinemos más detenidamente, pues, ,1o que sabemos de la estructura
Las semiperiferias en la encrucijada 271

económica de estas zonas en esta época. La decadencia de la industria urbana


fue incontestable en los centros de la Italia del norte. Lo que sí se puede discutir
es si este proceso se inició en 1619 o en 1636 l4°. En cualquier caso, la
producción lanera de Milán pasó de 60 ó 70 empresas que producían 15 000
panni al año en 1619 a 15 que producían 3 000 panni en 1640, a 5 en 1682 y a
1 que producía 100 panni en 1709 141. Bulferetti atribuye esta decadencia al
mercantilismo francés del siglo XVII, que según él «asestó un golpe vital» a la
actividad manufacturera y artesanal de Lombardía (y también de Toscana),
pero también echa la culpa a la oposición de los de medios para reaccionar contra el
proteccionismo cada vez más desenfrenado de los países vecinos» (1962, p. 465). Van der
Wee afirma que el resurgimiento de los Países Bajos del Sur en el siglo XVII estuvo de hecho
acompañado de una «clara desurbanización» y de un «retorno a una agricultura tradicional
autosuficiente» (1978, pp. 14, 17).
137 Esto sucedió sobre todo antes de 1648. Stols cita las palabras de un jesuíta de Brujas
que, hablando de Hispanoamérica, decía: «A partir de ahora el acceso a la India será difícil
para los flamencos, a causa de los traidores holandeses» (citado en Stols, 1976, p. 40).
131 Brulez (1967, p. 89). Esta opinión es compartida por Craeybeckx (1962, pp. 413-18),

quien no obstante admite un «deslizamiento del centro de gravedad económica hacia el


campo» (p. 419). Hubo también un desplazamiento hacia Lieja. Véase Kellenbenz: «Se ha
dicho que el infortunio de los Países Bajos espidióles fue la fortuna de Lieja» (1965, u, p.
393). Véase también Jeannin (1969, p. 70).
135 Véanse Brulez (1967, pp. 94-99) y Craeybeckx (1962, p. 416). El análisis de Baeten

acerca del corso flamenco, negocio floreciente en el siglo XVII hasta la guerra de la Sucesión
española, confirma todo esto. Baetens habla de su impacto negativo en la comunidad
mercantil de Amberes, que utilizaba transportistas holandeses para su comercio, lo que indica
cuál era él principal canal por el que los flamencos eludían las restricciones legales a su
economía (véase Baetens, 1976, p. 74).
140 Meuvret afirma que fue en 1636 (1953, p. 216), pero Cipolla afirma que fue en 1619
(1958, i, p. 392).
141 Véase Cipolla (1958, I, pp. 392, 394).
trabajadores al cambio tecnológico 1822. De Maddalena añade que la
incorporación de Milán al imperio austríaco en 1706 puede ser considerada
como el definitivo «agrandamiento de la secular tendencia depresiva» 1823.
Lombardía, liberada de la dominación española, había quedado reducida a una
necesidad extrema [stremata]»1824. Lo mismo ocurrió con la industria de la
lana en Génova 1825 1826 y con los sectores industriales en Venecia 14é. Liebel
habla de una decadencia similar de la artesanía en Württemberg, «el territorio
más burgués del Sacro Imperio Romano», a partir de la guerra de los Treinta

1822 Bulferetti (1953, p. 53).


1823 De Maddalena (1974b, p. 77). «La economía milanesa entró innegablemente en una
fase de marasmo, de estancamiento» (p. 79).
1824 Caizzi (1968, p. 6).
1825 Véanse Bulferetti y Constantini (1966, p. 35).
1826 Rapp afirma que el empleo total en el sector de la exportación se redujo en la segunda
mitad del siglo xvn al nivel absoluto de 1539, «antes de que empezara el esfuerzo industrial»
(1976, p. 104). Y añade: «El puerto de Venecia no se hundió bajo el peso de los problemas
económicos del siglo xvn, pero perdió su carácter de fulcro del comercio mundial para
convertirse en un puerto regional» (p. 105). Lañe señala que Venecia dejó de ser capaz de
mantener a las flotas rivales alejadas del Adriático o de impedir el surgimiento de puertos
rivales (véase 1973, p. 417).
272 Immanuel Wallerstein
Años, especialmente en el tejido de lana y lino 1827.
En cuanto a Suiza, este país parece haber hecho de la necesidad virtud,
transformando sus lazos especiales con Francia en un mecanismo de
semiperiferización. Estos lazos especiales se iniciaron con el papel de Suiza
en el siglo xvi como suministradora de mercenarios, que las autoridades suizas
utilizaron para negociar una exención de las barreras aduaneras francesas. El
mercado francés se convirtió así en «el principal estímulo de la industria suiza»
1828
. Pese a estos lazos, los suizos, durante la guerra de los Treinta Años,
adoptaron su postura clásica de neutralidad, que les permitió «desbancar a
Francia del mercado alemán» 1829 y utilizar éste como base para desarrollar una
industria de exportación 1830. Cuando Francia se anexó el Franco Condado en
1678, la dependencia de la industria de productos lácteos suiza con respecto a
la sal importada reforzó la depen-

1827 Liebel (1965a, pp. 295, 300).


1828 Bürgin (1969, p. 220), quien dice que a finales del siglo XVII Suiza «se erigió en el
centro mundial» de la relojería (p. 227).
145 Bürgin (1969, p. 221).

1830 «La base política para un desarrollo ininterrumpido del comercio de exportación», así

como del comercio de tránsito, que «fue muy importante en los siglos xvn y xvm fue la
neutralidad del Estado» (Bodmer, 1951, página 574). Además, Suiza atrajo a empresarios
refugiados en ella a causa de su neutralidad (p. 598).
Las semiperiferias en la encrucijada ni
cia política de Suiza con respecto a Francia15!. Al aceptar la combinación
de antimercantilismo económico152 y protección política de Francia y
desarrollar su creciente industria a domicilio de relojería y productos lácteos,
Suiza se convirtió a finales del siglo xvm en «el país más industrializado del
continente europeo» 153.
Como indica el análisis anterior, no se puede decir que la industria
desapareciera de la espina dorsal de Europa en el siglo XVII. Lo que sucedió fue
que la industria, especialmente la de los tejidos de lana y algodón, se desplazó
al campo. Hay noticias de este proceso en todas partes: en Venecia, Génova,
Aquisgrán, Flandes, Zurich y, a finales del siglo xvii, incluso en Holanda 154.
En todos los casos, se aduce como motivo principal la reducción de los altos
costes salariales resultantes de la fuerza de los gremios urbanos. Por el
contrario, la industria de lujo de la seda continuó floreciendo en las ciudades,
donde las sederías se convirtieron en verdaderas fábricas 15S. Una se-
151 «El gobierno francés, fiel a los principios del colbertismo, puso las riquezas minerales

recién adquiridas [del Franco Condado] al servicio de su política de poder y sólo suministró
sal en condiciones ventajosas a aquellos países que se mostraron dóciles a sus deseos»
(Bodmer, 1951, página 576).
15!
«Por paradójico que parezca para los siglos XVII y xvm, fue precisamente la falta de una
política comercial mercantilista bien definida la que ayudó a este país en concreto a conseguir
una balanza de pagos favorable» (Bodmer, 1951, p. 575). Sin duda, el antimercantilismo no
excluía los préstamos estatales a los empresarios, y hubo una oposición, por ejemplo de los
gremios de Ginebra, a la falta de derechos aduaneros (véase Piuz, 1970a, p. 9).
15J
Bodmer (1951, p. 598), quien dice que Suiza «exportaba no sólo productos industriales
en grandes cantidades, sino también ciertos productos de su economía de montaña
[Alpwirtschaft], entre otros queso y carne de vaca».
154 Véase Rapp a propósito de Venecia (1976, p. 159); Bulferetti y Cons- tantini a
propósito de Génova (1966, pp. 48-50); Kisch a propósito de Aquisgrán (1964, p. 524);
Mendels a propósito de Flandes (1975, p. 203); y J. de Vries a propósito de Zurich (1976, p.
97). En Holanda los tejidos iban de Haarlem y Leyden a Twente y el Brabante septentriondl.
La cerámica de Delft se desplazó a Frisia. La repostería traspasó las fronteras del norte de
Holanda. Van der Woude llama a este proceso «ruralización del comercio y la industria
[holandeses]» (1975, p. 239).
155 «Mientras que la manufactura lanera declinaba, la sedera prosperaba» (Borelli, 1974,
p. 25). Véanse también Bulferetti y Constantini (1966, p. 70) y Rapp (1976, pp. 105-106).
Piuz habla del desarrollo de un «VerlagsSystem urbano» en la seda ginebrina (1970a, p. 5).
Kisch señala una sustitución del lino por la seda en Krefeld a principios del siglo xvm (1968,
p. 28). Sin embargo Gino Luzzatto insiste en que no todo fue bien ni siquiera para la seda, ya
que el proteccionismo francés perjudicó a las ventas, no sólo en Francia sino en toda Europa
(véase Luzzatto, 1974, pp. 161-62). Sobre las sederías convertidas en fábricas, véase Poni
(1976, pp. 490-96).
278 Immanuel Wallerstein
gunda «industria» de lujo urbana que se extendió en este período fue la
producción y exportación de objetos de arte 1831. En el campo, observamos que
simultáneamente y en los mismos lugares hubo una tendencia al
empeoramiento de la explotación campesina y a la creación de industrias a
domicilio. En el siglo xvn se produjo en el norte de Italia un movimiento de
usurpación de las tierras comunales 1832. Beltrami dice que las propiedades de
la nobleza en Terraferma tuvieron «en adelante el carácter de verdaderos
latifundios» 1833. El Estado veneciano prohibió expresamente en 1633 a los
campesinos que emigraran, aun sin sus animales y medios de producción.
Borelli se pregunta: «¿Cómo no pensar [...] en una reedición puesta al día de
la antigua institución de la servidumbre de la gleba ’1834?»
A lo largo del siglo xvn, a medida que se reforzaba el poder de los
terratenientes sobre los campesinos en el norte de Italia (como resultado de la
semiperiferización «descendente») y a medida que se reforzaba el poder del
Estado al este del Elba (como resultado de la semiperiferización
«ascendente»), las estructuras sociales de las dos áreas se hacían más
parecidas, de forma que a comienzos del siglo xvm el Piamonte y Bran-
demburgo-Prusia, unidades organizadoras de los futuros Estados italiano y
alemán, mostraban notables similitudes 1835°. Hechos similares parecen
haberse producido en los Países Bajos del Sur (y Lieja), donde el poder de los
grandes terratenientes aumentó en el siglo xvn y a comienzos del xvm, y donde
muchos campesinos perdieron parte de su independencia al pasar de la
condición de arrendatarios a la de aparceros 1836. La bibliografía
sobre Alemania meridional y occidental suele hacer mucho hincapié en el
grado de control de los campesinos sobre la tierra 162, pero no hay que pasar
por alto los cambios en las estructuras rurales de estas áreas, que obligaron a
los estudiosos alemanes a acuñar un nuevo término, Wirtschaftshcrrschaft,
para designar las nuevas estructuras, situadas entre la Grundherrschaft
tradicional y la Gutsherrschaft163 del este del Elba. Como ya

(1969 p. 69); con respecto al desarrollo de la aparcería en Lieja, véase Ruwet (1957, p. 69).

1831 Haskell (1959, p. 48). La otra cara de la exportación de objetos de arte fue la
importación de turistas. Venecia se convirtió probablemente en el primer centro turístico
moderno en el siglo xvn (véase J. de Vries, 1976, p. 27).
1832 Véanse Romano (1962, pp. 510-13), Borelli (1974, p. 20) y Sereni (1961, página 207).
A esto se unió una continua difusión, en el período comprendido entre 1600 y 1750, de la
aparcería (mezzadria) en todo el norte y centro de Italia (véase Sereni, 1961, p. 205).
1833 Citado en Romano (1968, p. 733).
1834 Borelli (1974, p. 15).
1835 Stuart Woolf explica estas similitudes: «En ambos países, las actividades reformistas
de los gobernantes (Víctor Amadeo II, Carlos Manuel II, el gran elector Federico Guillermo
I) estuvieron conscientemente dirigidas contra una nobleza considerada como el principal
obstáculo para la creación de una monarquía absolutista centralizada, se creó una nueva
administración central y los privilegios fiscales de la nobleza fueron objeto de ataques, pero
en ambos casos la nobleza conservó una buena parte de su inmunidad fiscal, mientras que su
control de la administración local se mantuvo prácticamente intacto» (1964, p. 283).
1836 Con respecto al creciente poder de los terratenientes, véase Jeannin

I
Las semiperiferias en la encrucijada 279
Véase, por ejemplo, Weis (1970), que compara la situación en Alemania occidental
(exceptuada Renania) con la de Francia: Los campesinos poseían el 35 por ciento de la tierra
en Francia y el 90 por ciento en Alemania al oeste del Elba; por consiguiente, «la situación
económica, social, legal y psicológica [de los campesinos franceses ...] en el siglo xvu y en
la primera mitad del xvm fue mucho más desfavorable [...] pese a la mayor fertilidad del
suelo francés y al progreso global de los métodos agrícolas» (p. 14). Véase también Blaschke
(1955, p. 116) a propósito de Sajonia.
>6! Véase el análisis en Lütge (1963, p. 139, y 1965, p. 685). El término
Wirtschaftsherrschaft fue acuñado por Alfred Hoffmann, que lo concebía explícitamente
como un intermedio entre la antigua Rentenherrschaft y la nueva Gutsherrschaft que se
desarrolló en los siglos xvi y xvu. Hoffman define de este modo la Wirtschaftsherrschaft:
«De esta forma, la abrumadora mayoría de las tierras cultivables permanecen divididas, como
anteriormente, en granjas campesinas (bauerlichen Wirtschaften) individuales e
independientes. Sin embargo, por medio de una mayor centralización de los impuestos
(Abgaben) y una mayor participación en los servicios prestados al señor, las granjas
campesinas están más estrechamente integradas que antes en una asociación [Verband]
económica. Esta asociación no sólo incluye las actividades agrícolas puramente campesinas,
sino también una serie de actividades artesanales y está estrechamente vinculada a una
organización independiente [selbstdndingen Organisation] del mercado de exportación»
(1952, p. 98). Hoffmann cree que el cambio de la Rentenherrschaft por la
Wirtschaftsherrschaft, más moderna y capitalista, provocó un «importante aumento de la
rentabilidad de la propiedad señorial [grund- herrlichen]» (pp. 166-67).
T. M. Barker dice que Wirtschaftherrschaft significa un «'señorío’ centralizado y
racionalizado desde el punto de vista administrativo [...] que combina la explotación de la
reserva y la producción artesanal con una multitud de técnicas para aprovechar las labores
privadas del campesino» (1974, p. 27). Makkai sugiere que la clave es que el señor
«explotaba sus derechos monopolísticos (tabernas, molinos, mataderos, etc.) y también
participaba en empresas comerciales a fin de incrementar sus ingresos» (1975, p. 230).
Makkai cree aue es «insostenible» considerar esto como un tercer tipo de sistema económico
(p. 231). En la medida en que hace hincapié en las actividades comerciales del señor, está en
lo cierto, y puede citar al propio Alfred Hoffmann, quien escribió todo un artículo sobre el
Grundherr como empresario (1958). Pero en la medida en que la Wirtschaftsherrschaft
estaba «racionalizada desde el punto de vista administrativo», difería de la Grundwirtschaft
tradicional. Podría ser, sin embargo, que todas las reservas de la Grundwirtschaft
evolucionaran en esa época en la dirección de la Wirtschafsherrschaft.
señalamos antes, la Wirtschaftsherrschaft era el sistema predominante en las
zonas más semiperiféricas de Europa central.
La decadencia de un área geográfica implica normalmente que los
capitalistas de estas zonas comienzan a variar la localización de sus
inversiones, de modo que una decadencia colectiva de carácter geográfico no
significa una decadencia personal o familiar. Hay dos formas de transferencia
de capital: la transferencia a una zona geográfica con mejores perspectivas
económicas, que con frecuencia adopta la forma de un movimiento físico, y la
transferencia en la misma zona a unidades de producción con una mayor tasa
de ganancia, a menudo provocada por una mayor tasa de explotación. Durante
el estancamiento del siglo xvn, la transferencia de capital dentro de una misma
zona adoptó la forma de inversión en tierras. Los capitalistas de la espina
dorsal de Europa utilizaron ambos tipos de transferencia. Las operaciones
bancadas se desplazaron paulatinamente de centros como Génova a
Amsterdam 164, mientras que los industriales emigraron: los flamencos a
Inglaterra, los alemanes a Holanda, los venecianos a Lyon, etc. Rapp tiene toda
la razón cuando insiste en que estos trabajadores industriales no buscaban un
280 Immanuel Wallerstein
mayor salario, ya que emigraban precisamente de las zonas donde se pagaban
salarios altos. Este movimiento representó un «éxodo empresarial» de
pequeños capitalistas que se arriesgaban a emigrar pensando en «obtener
enormes ganancias» 165.
La transferencia de capital de la industria a la tierra en esta época ha sido
estudiada con más detenimiento en Italia del norte, tal vez porque fue allí
donde se produjo de forma más espectacular. Bulferetti habla de «una
inversión segura en tierras» 166, pero esto da, en mi opinión, una falsa imagen.
Woolf nos recuerda que los datos que poseemos sobre Piamonte «apuntan de
forma bastante concluyente hacia unos métodos eficien-

,M
Sobre la decadencia del antiguo papel financiero de Génova como banquero de España
a partir de la década de 1620, véase Van der Wee (1977, pp. 333, 375). Sobre el nuevo papel
de Génova como banquero de Europa a través de la inversión en títulos del Estado (titoli
pubblici) primero de Francia y de los territorios de los Habsburgo y luego de Inglaterra,
Escandinavia, Sajonia, etc., véase Dermigny (1974, p. 549). Der- migny dice que las
inversiones financieras genovesas eran tan caricaturescas que «se podría hablar, forzando los
términos, del parasitismo, fase superior del capitalismo» (p. 562).
165 Rapp (1976, p. 37). Fanfani señala también que hubo una emigración neta de Italia en

el siglo xvu (1959, pp. 130-31).


Bulferetti (1953, p. 47).
tes de administración de las fincas» 167 por parte tanto de los antiguos
terratenientes como de los nuevos en este período. Serení habla de la «relativa
continuidad» de las mejoras agrícolas en la agricultura italiana e indica que
del siglo xvi al xvm hubo un «desarrollo mercantil de la agricultura, que la
depresión económica [del siglo xvn] no bastó para interrumpir» I68.
Claramente, la agricultura capitalista en la Italia del norte era un buen lugar
para que un empresario colocara su dinero cuando la industria de la lana
comenzó a ir mal. La mayor autosuficiencia de la Italia del norte, en cuanto a
abastecimiento de alimentos, reforzada e impulsada por el «progreso del
arroz» 169 plantado en tierras hasta entonces no utilizadas, formó parte de la
superproducción mundial de alimentos básicos que llevó en el siglo xvxi a la
espectacular caída de las exportaciones de cereales en Europa oriental.
El capital del 'norte de Italia encontró otras formas de protegerse. Una de
ellas fue el desarrollo, sobre todo en la producción sedera de Toscana, de la
commenda o comandita, forma de responsabilidad limitada que según Da
Silva podríamos considerar como «una forma de centralización del capital»
17
°. Otra forma fue el desarrollo del arrendamiento de los impuestos (appalti
di gabelle), unido a los empréstitos estatales m. El crecimiento de las deudas
del Estado en el norte de Italia sirvió, según algunos autores, en los siglos xvn
y xvm como «incesante drenaje de dinero de la actividad productiva» 172. Tal
vez, pero ¿a qué manos pasó? A las de los empresarios que hacían los
préstamos en primer lugar: decadencia colectiva, pero supervivencia (e
incluso florecimiento) capitalista individual.
Volvamos ahora a las áreas ajenas al centro que encontraron en el largo
estancamiento del siglo xvm una oportunidad *más que un declive. Suecia va
Las semiperiferias en la encrucijada 281

obviamente en cabeza de la lista. Suecia era un Estado secundario, atrasado


política, económica

“7 Woolf (1964, p. 283).


168 Serení (1961, pp. 188, 210). Villani dice lo mismo: «En el siglo xvn no hubo regresión
[en el sector agrícola italiano], sino continuidad en el desarrollo» (1968, p. 124).
m
Serení ve en el arroz «una fuerza propulsora decisiva para el desarrollo capitalista de la
agricultura» (1961, p. 197). Véase también Glamann (1977, p. 201), quien considera la
introducción del maíz en la península Ibérica como un fenómeno paralelo.
170 Da Silva (1964a, p. 485; véanse también pp. 490-91); Carmona (1964, páginas 106-
107).
171 Véase Romano (1968, p. 735).
172 Ventura (1968, p. 719).
y culturalmente, cuando Segismundo fue destronado en 1599 y Carlos (más
tarde Carlos IX) se convirtió en regente. Sin embargo, en 1697 Suecia se había
convertido en una gran potencia militar en Europa y, en términos relativos, en
una importante potencia industrial. ¿Cómo se produjo esa transformación? En
la Baja Edad Media, Estocolmo era citada como ciudad hanseática y, en
general, hasta el siglo xvi Suecia «ocupó una posición casi de colonia
alemana» 1837. Aunque esto había comenzado a cambiar durante el reinado de
Gustavo Vasa (1523- 1560), todavía en 1612 una de las reivindicaciones
políticas era la exclusión de los alemanes de los cargos municipales 1838. La
otra cara de la moneda era, sin embargo, que los gremios nunca echaron raíces
en Suecia. Fueron siempre «un producto exótico importado de Alemania» y,
en la medida en que existieron, estuvieron limitados a Estocolmo 1839.
A mediados del siglo xvi, el volumen del comercio empezó a crecer. El
monopolio alemán tocó a su fin y holandeses y escoceses entraron en escena.
Las importaciones de tejidos extranjeros aumentaron1840. Las exportaciones
suecas crecieron también, especialmente las de minerales 1841 1842. Pareció
producirse un proceso de periferización, pero su resultado no fue el mismo que
en Europa orientall7S. Es bien sabido que en Suecia el campesinado era muy
fuerte, desde el punto de vista jurídico. El término stand (estamento) entró a

Roberts (1958, II, p. 20).


1837

Ibid., p. 21.
1838

173 Ibid., p. 21.

1840 Karl-Gustav Hidebrand dice que la principal ventaja del paño fino importado con
respecto al producto nacional no era su duración o su elegancia, sino el hecho de que «las
calidades eran comparativamente uniformes» (1954, p. 101).
1841 Véase Roberts (1958, II, pp. 13942).
I7!
Hans-Edvard Roos se refiere a mi análisis del «mecanismo basculante» en el volumen
i de esta obra (1974) y dice: «Esto no corresponde a las condiciones de Suecia. A pesar de
que las finanzas del Estado se caracterizaron por grandes déficits en la segunda mitad del
siglo xvi, ello no provocó una 'espiral descendente', con un Estado más débil y una posición
periférica como consecuencia. Todo lo contrario. Una tesis fundamental de este ensayo es
que se descubrieron nuevas vías para salir de este dilema, vías que finalmente llevaron a una
expansión del Estado nacional y a nuevas formas de economía nacional» (1976, p. 65, n. 35).
1842 El término fue «importado, como tantas otras cosas, de Alemania para describir
cualquier corporación de hombres dotados de privilegios y deberes comunes, aspiraciones
comunes en la sociedad y una función común en ésta» (Roberts, 1953, I, p. 285).
282 Immanuel Wallerstein
formar parte del lenguaje vulgar en Suecia durante el reinado de Erik XIV, a
mediados del siglo xvi m, al igual que el término riksdag (parlamento).
Cuando, después de largas negociaciones, se llegó a un acuerdo con respecto
a estas cámaras en 1617 por medio del riksdagsord- ning, Suecia pasó a ser
el único país con cuatro estamentos, siendo el último el del campesinado
(definido como el de aquellos que eran propietarios de sus tierras) 18°. Ya he
explicado esta curiosa situación como resultado de la debilidad económica de
la agricultura sueca, por razones edafológicas y climáticas, que hizo que la
aristocracia tuviera relativamente poco interés por «refeudalizar» las
relaciones de la tierra durante la expansión de la economía-mundo europea del
siglo xvi181. Por consiguiente, los intereses de la aristocracia no se oponían tan
directamente a la centralización del Estado emprendida por la dinastía de los
Vasa como los de los grandes terratenientes de Europa oriental a los de sus
gobernantes 182.
Cuando empezaron a aparecer en Europa, en el siglo xvn, los primeros
signos de una depresión económica, una personalidad enérgica como Gustavo
Adolfo (1611-1632) pudo utilizar la crisis para reforzar aún más el Estado
sueco y poner en marcha una transformación económica. Para ello, movilizó
los recursos de Suecia en la guerra de los Treinta Años, incrementó la presión
fiscal e impuso el pago en efectivo de los impuestos, instituyó el
arrendamiento de éstos, sacó dinero de Prusia (las llamadas licencias prusianas
o portazgos) y creó monopolios reales, que no cuajaron en el caso de la sal y
los cereales, pero tuvieron un cierto éxito en el del cobre y el hierro. En
resumen, como dice Michael Roberts:
La posición periférica y primitiva que Suecia había ocupado en tiempos de
Gustavo Vasa [...] fue ahora abandonada para siempre; con Gustavo Adolfo,
los intereses económicos de Suecia se europeizaron plenamente y su política
en asuntos económicos se ajustó al modelo mercantilista de la época
Véase Roberts (1958, II, p. 48).
1.1 Véase Wallerstein (1974, pp. 312-13). Perry Anderson esgrime un argumento similar,
afirmando que «el índice de comercialización en la agricultura era probablemente el más bajo
de todo el continente» (1974a, página 179).
1,3 De hecho, P. Anderson afirma que «la reforma de Vasa [la expropiación de la Iglesia,

bajo la oportuna bandera de la Reforma, por Gustavo Vasa entre 1527 y 1544] fue, sin duda
alguna, la mejor operación económica de su clase realizada por ninguna dinastía en Europa»
(1974a, página 173). Anderson detalla las adquisiciones económicas de la monarquía, así
como las medidas de centralización administrativa, y llega a la conclusión de que, no
obstante, estas medidas «no enemistaron a la aristocracia, que mostró una solidaridad de
fondo con el régimen a lo largo de todo el gobierno de Gustavo» (p. 174).
1.1 Roberts (1958, u, p. 120), que ofrece un panorama global de las
283 Immanuel Wállerstein
El secreto fue el cobre. «El cobre era el oro del pobre» 184 y el pobre que más
necesitaba el cobre era ese rico, España, que en buena medida había
monopolizado las fuentes de la plata en el siglo xvx. Las dificultades
económicas impuestas a Castilla por el intento de mantener la dominación de
los Habs- burgo en los Países Bajos llevó al duque de Lerma, que presidía el
gobierno de Felipe III, a autorizar en 1599 una moneda de vellón de cobre
puro. Así comenzó la gran inflación española, debida a que «la tentación de
obtener dinero del dinero resultó demasiado poderosa para un gobierno en
bancarrota permanente» 185. La emisión de vellón inició y detuvo a lo largo
del siglo xvn continuas devaluaciones, hasta que la inflación fue finalmente
contenida en 1686 18é.
Aunque España fue la principal víctima de las devaluaciones y, por
consiguiente, el principal estímulo a un aumento de la demanda mundial de
cobre187, no fue la única. En Alemania hubo la Kipper- und Wipperzeit de
1621 a 1623 y en Francia una amplia acuñación de cobre de 1607 a 1621188.
La propia Suecia lanzó un patrón de cobre y plata en 1625 189. Además, la
acuñación no era el único uso que se daba al cobre en la época. Era necesario
también para las ollas y los cacharros de cobre producidos en Holanda, y desde
mediados del siglo xv era utilizado en la fundición de cañones de bronce. El
cañón de bronce, que dio paso al cañón de hierro en el curso del siglo xvn,
transformaciones económicas en tiempos de Gustavo Adolfo (cap. 2, passim). De hecho ya
había habido en la década de 1580 monopolios en los que Willem van Wijck había
desempeñado un importante papel, pero estos monopolios duraron poco.
184 Glamann (1977, p. 242). Sobre la primacía del cobre entre los metales (después de la

plata y el oro) en el siglo xvn, véase Kellenbenz (1977b, página 290).


1,5 EUiott (1966, p. 300). Una de las consecuencias de esta inflación, iniciada en el siglo

xvi aunque culminara en el xvn, fue una acusada concentración interna del capital (véase
Ruiz Martín, 1970, p. 60).
186 Véase Elliott (1966, pp. 300, 329, 344, 352-53, 361, 365). La acuñación de vellón en

Castilla no acabó sino en 1693.


1,7 P. Anderson, por ejemplo, afirma que «la emisión del nuevo vellón de cobre por Lerma,

en la devaluación de 1599, fue lo que creó una altísima demanda internacional de la


producción de la Kopparberg de Falún» (1974a, p. 183). Sin duda no fue casual que en 1599
hubiera un «cambio en la política monetaria del gobierno sueco», que en ese año comenzó
«a emitir una moneda de vellón de cobre puro en enormes cantidades, lo cual provocó un
súbito incremento en el precio del cobre a partir de 1600» (Roberts, 1958, II, p. 33).
li!
Véase Van der Wee (1977, p. 299).
1,9 Heckscher afirma que la finalidad de esto fue tanto aumentar el precio del cobre como
reducir la necesidad de importar plata (1954, páginas 88-89).
estaba en su apogeo en 1600 ,9°. En el siglo xvi, las principales fuentes de cobre
eran el Tirol, la Alta Hungría y Turingia. Pero estas fuentes decayeron por
agotamiento o fueron eliminadas por la producción sueca 191, y Suecia se
convirtió rápidamente en el principal productor de Europa, mientras que la
minería de cobre se convertía en la principal actividad económica de Suecia
192
.
En este gran paso adelante —que se inició en tiempos de Gustavo Adolfo
y continuó bajo la administración de Axel Oxenstierna, durante el reinado de
la reina Cristina— las relaciones con los holandeses desempeñaron un papel
284 Immanuel Wallerstein
crucial. Podemos decir que el desarrollo económico sueco se realizó en buena
medida (al menos hasta 1660) «bajo los auspicios de los holandeses», como
dice De Vries 193, pero esto resulta algo ambiguo. Treue se refiere al fenómeno
en términos más cautelosos: «Fue muy significativo, desde el punto de vista
de la historia mundial [...] que Suecia, en los años de lucha por su existencia y
por su conversión en una gran potencia, tuviera de su parte a los comerciantes
y empresarios internacionales de Holanda y Hamburgo» 194. Era Amsterdam
(y también Hamburgo) 1843 1844 la que compraba el cobre sueco, tanto para
reexportarlo con vistas a su acuñación como para abastecer a «la considerable
industria del cobre de las ciudades de los Países Bajos» ,9S. En tiempos de
Gustavo Adolfo somos testigos del inicio de las inversiones extranjeras
(principalmente holandesas y flamencas) y de una considerable participación
directa de los directores extranjeros en las industrias mineras y metalúrgicas
suecas 196. Una condición de los importantes préstamos holandeses era que «el
reembolso se efectuara en cobre» 197. Se estaba imponiendo el modelo habitual
de peonaje por deudas a nivel internacional.
Gustavo Adolfo trató de eliminar esta amenaza creando en 1619 la
Compañía Comercial de Suecia para controlar la comercialización del cobre
sueco 19S. El rey trató de combinar las ventajas fiscales de unos mayores
ingresos a corto plazo y un cambio estructural. Los estatutos originales daban
a la compañía el monopolio a condición de establecer fábricas y refinerías de
cobre en Suecia en un plazo de tres años. Se hicieron esfuerzos por atraer
capital extranjero, que se vieron coronados por el éxito. La Compañía trató de
oponer el mercado de Ham- burgo al de Amsterdam, pero el mercado mundial
de cobre se hundió súbitamente y en 1627 la Compañía se disolvió. ¿Fue ésta

1843 Véase Glamann (1977, p. 243).


1844 Glamann afirma que las minas de la Europa central habían visto decrecer su
producción en la segunda mitad del siglo xvi (1977, p. 189). Roberts afirma que fue la guerra
de los Treinta Años la que cerró las minas húngaras y puso fuera de uso las turingias (1958,
II, p. 90). Kellen- benz rechaza ambas explicaciones y considera que la decadencia de la
producción húngara y por consiguiente del mercado de cobre de Alemania central se debió a
la «superabundancia de cobre sueco» (1974, p. 262; véase también 1977b, p. 340).
192 Véase Roberts (1958, II, p. 90). Véase Heckscher: «La industria del cobre fue el
vínculo más fuerte entre la expansión política de Suecia y su desarrollo económico» (1954,
p. 85). Finalmente sería derrotado por el cobre japonés, que hizo su primera aparición en el
mercado de Amsterdam en 1623, aunque existe una fuerte polémica acerca de si hubo una
competencia significativa antes de 1650. Véanse las referencias al debate en Roberts (1958,
II, p. 97, n. 3); véase también Nordmann (1964, pp. 474-75).
193 J. de Vries (1976, p. 21).
19i
Treue (1957, p. 28). Véase PoliSensky: «Goteburgo y otras ciudades eran meras
avanzadillas de Holanda en suelo sueco, mientras que su cobre y su acero se habían
convertido en mercancías controladas por un em- presariado mixto holandés y sueco,
representado por familias como los Trip y los De Geer» (1971, p. 175). Véase también
Roberts: «El crecimiento del nuevo Goteburgo, que surgió a partir de 1619, es el signo visible
de esta nueva orientación [hacia Occidente], Porque el comercio de Goteburgo se realizaba
en su totalidad fuera del Báltico; el más importante de sus mercados era Amsterdam, y los
capitanes de barcos holandeses se asentaron en Goteburgo, al igual que en Hamburgo, para
poder traficar libremente con España, desafiando la prohibición de los Estados Generales»
(1958, II, p. 122).
Las semiperiferias en la encrucijada 285

una maniobra de los capitalistas holandeses? Sabemos que la firma Trip,


importante inversora en cobre sueco, tenía también lazos con la voc (la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales), que hizo un pedido de cobre a
Japón en 1624. Trip compró la totalidad del cobre japonés importado por la
voc en 1626 y 1627. También sabemos que los Trip concedieron a partir de
1627 nuevos préstamos a los suecos, una vez más reembolsables en cobre,
creando así de nuevo un centro de distribución del cobre en Amsterdam 1845
El fracaso de este supuesto intento de independizar la economía sueca de
la holandesa será más verosímil si recordamos el proyecto del concejal
Cockayne, fracaso comparable de los ingleses y más o menos contemporáneo
(1614-1617). Después de todo, estamos estudiando la era de la hegemonía
holandesa. Lo que llama la atención de los esfuerzos de Gustavo Adolfo no es
su incapacidad de superar a los empresarios holandeses sino hasta qué punto
consiguió crear en Suecia una fuerza militar y una fuerza industrial. Y las dos
cosas iban unidas, porque, como dice Nordmann, Suecia era en el siglo xvn
«una nación en armas, que vivía de la guerra hasta el punto de hacer de ésta su
industria nacional» 20°. Gustavo Adolfo fue el principal innovador militar de
su época. Adoptó los métodos organizativos de Mauricio de Nassau,
mejorándolos, y creó un modelo para los ejércitos europeos que duraría hasta
la revolución francesa. Hizo hincapié en el adiestramiento y la disciplina y
llevó a cabo reformas tácticas que restituyeron en todas las armas la
importancia de la acción ofensiva. Tal vez su innovación más importante fuera
que su ejército estaba compuesto por campesinos en armas. «Su modernidad»,
dice Nordmann, «estriba en que era-un ejército nacional y no un ejército de
mercenarios» 1846 1847.
No olvidemos que los mercenarios habían sido el gran avance del siglo
xvi. Gustavo Adolfo no pudo prescindir de los mercenarios, pero redujo su
papel. Para sus reformas se basó en que la tradición feudal en Suecia era débil
y en que no se había adoptado allí la pesada caballería armada de la Edad
Media, debido en parte a motivos topográficos y en parte a la fuerza del
campesinado, consecuencia a su vez de las condiciones del suelo.

1845 Glamann (1977, p. 244).


196 Véase Roberts (1958, II, p. 28). Ya se había dado un caso de participación con
anterioridad, el de Willem van Wijck en la década de 1580.
m
Glamann (1977, p. 245).
198 La cronología es intrigante. La Compañía fue fundada el 24 de julio de 1619. 1619
fue un año de grave crisis comercial. Fue también un año de crisis política en Holanda. El 23
de abril, el sínodo de Dordrecht condenó oficialmente los cinco puntos arministas, la
Sententia Remons- trantium, y el 13 de mayo fue ejecutado Oldenbarnevelt. ¿Trató
deliberadamente Gustavo Adolfo de aprovechar la coyuntura de debilidad política de los
regentes más implicados en el comercio del Báltico, que tendían a estar en el bando arminista,
debilidad agravada por una crisis comercial generalizada?
199 Véase el análisis en Roberts (1958, II, pp. 92-98) y Glamann (1977, páginas 245-46).
1846 Nordmann (1972, p. 133).
1847 Ibid. El ejército sueco fue por consiguiente el primer ejército moderno que no se
dedicó al saqueo (véase Hutton, 1968, p. 524).
286 Immanuel Wallerstein
Aquí, más que en ningún otro lugar de Europa, persistía la primitiva tradición
militar germánica, y el invasor que se aventuraba en los bosques suecos se
enfrentaba a una movilización general de la población, que luchaba sobre todo
a pie y se agrupaba, si el terreno era abierto, en grandes masas irregulares 1848.
El ejército de reclutas se basaba en regimientos provinciales, compuestos
principalmente por artesanos y jóvenes campesinos, y, a diferencia de otros
ejércitos de la época, rechazaba a la «escoria». Se crearon almacenes centrales
de prendas de vestir, los soldados eran pagados con regularidad gracias a un
sistema descentralizado para distribuir los ingresos de la capitación, las armas
y las municiones fueron normalizadas y se hizo gran hincapié en la artillería.
Gustavo Adolfo creó una industria armamentista que hizo de Suecia un
país autosuficiente a este respecto2B3. Un rasgo crucial de su organización
militar fue la desviación de una gran parte de los costes fuera de Suecia. Un
famoso ejemplo es el papel de las llamadas licencias prusianas en la
financiación del esfuerzo bélico de Suecia durante la guerra de los Treinta
Años. Estas licencias fueron autorizadas por la tregua de Alt- mark, firmada
entre Polonia y Suecia en 1629, y permitían a los suecos cobrar derechos en
los puertos de Brandemburgo y Curlandia, y, lo que era más importante, en
Danzig. El producto de estos derechos equivalía a un 20 por ciento de los costes
de la guerra para Suecia. Cuando estos privilegios llegaron a su fin en 1635,
fueron sustituidos en el tratado de Stuhmsdorf por el derecho a cobrar
portazgos en Livonia 1849 1850 1851 1852. Esencialmente, lo que consiguió Suecia
fue hacerse con una parte del plusvalor transferido de la Europa del este a la

1848 Roberts (1958, II, p. 189). El otro país que había mantenido esta tradición de
infantería era Suiza.
1849 Esta descripción está basada en un capítulo de Roberts titulado

«The Army»; véase también «The Navy» (1958, II, capítulos 3 y 4). Dados
estos logros, no es de extrañar que el ejército sueco sirviera como modelo a Cromwell, al rey
sargento (Federico Guillermo I de Prusia) y a Pedro el Grande (véase Nordmann, 1972, p.
147).
1852 Véanse Bowman (1936, pp. 343-44) y Astróm (1973, pp. 92-94). Los costes de la guerra

habían aumentado espectacularmente entre 1630 y 1635, período de las licencias. Antes de
1630, a los suecos Ies costaba 500 000 rixdalers anuales; después de esta fecha, de 20 a 30
millones. Jeannin dice: «La condición absolutamente necesaria de este salto [de los gastos]
era que la guerra engendra guerra» (1969, p. 324). Jeannin cita a Gustavo Adolfo, que escribía
en 1628: «Si no podemos decir que bellum se ipsum alet [la guerra se sostiene a sí misma]
no veo cómo podemos realizar con éxito lo que hemos iniciado». La cuestión esencial es si
las licencias prusianas permitieron a los suecos responder a unos costes de la guerra que
aumentaron independientemente o si fueron el tratado de Altmark y las consiguientes
licencias prusianas los que les permitieron incrementar los costes de la guerra para ellos y
para los demás. Al analizar la solvencia de Suecia, conseguida sin la venta de cargos, logro
que puede ser comparado con la incapacidad de Francia para hacer otro tanto, Roberts
comenta: «Una posible respuesta a esta dificultad [la debilidad de la base impositiva sueca]
está en la paradoja de que la seguridad y la solvencia podían encontrarse en lo que las víctimas
de Suecia veían como una agresión. La guerra podía engendrar guerra y podía también aportar
ricas recompensas: una economía de guerra, más que una economía de paz, era lo que
convenía a las necesidades de Suecia». Además, cuando más tarde «sus ejércitos cesaron de
sembrar el temor entre sus vecinos, la insuficiencia real de sus recursos se hizo cada vez más
evidente» (1973a, páginas 12, 14).
Las semiperiferias en la encrucijada 287

del noroeste y utilizarlo para lograr el papel de Estado semiperi- férico.


El ejército fue un instrumento esencial para construir este Estado
semiperiférico, pero la contrapartida había de ser la industrialización, y el
cobre no bastaba. A lo largo del siglo XVII, el cobre dio paso al hierro como eje
de la minería y la producción industrial de Suecia. En primer lugar, el hierro
reemplazó al cobre como materia prima en el mercado mundial, y no sólo en
la artillería M5, sino también en los objetos de uso doméstico 1853 1854. Desde el
punto de vista de Suecia, sin embargo, la diferencia entre el cobre y el hierro
era que poseía una parte desproporcionada del mineral de cobre disponible en
ese momento a nivel mundial, mientras que los yacimientos de hierro estaban
diseminados por toda Europa. Para competir como productor de hierro, Suecia
no podía contar con un monopolio del mineral y de las técnicas de producción.
Pero consiguió competir, y muy eficazmente, aprovechando una cuestión de
suerte y transformándola en una ventaja socioeconómica. La suerte fue que el
mineral de hierro sueco era de «una pureza insólitamente grande», lo que dada
la tecnología de la época, representaba una gran diferencia y colocaba a Suecia
en una «posición marginal extremadamente fuerte» 1855. El «hincapié en la
calidad» del producto 1856 fue el principal eslogan de venta del hierro sueco a
lo largo de los siglos XVII y xvm.
La extracción de hierro se remontaba en Suecia al menos al siglo XII. Ya
entonces, la alta calidad de su hierro maleable, el osmund, era conocida en
toda Europa 1857. Fue Gustavo Vasa quien, en la primera mitad del siglo xvi,
se irritó al observar que el osmund de bajo precio era exportado a Alemania
para ser forjado en barras de alto precio. Para acabar con esta fuga de recursos,
importó técnicos alemanes y creó forjas en Suecia. Sin embargo, se continuaba
produciendo más osmund que hierro en barras. El osmund representó las dos
terceras partes de la producción hasta que entre 1600 y 1650 la cantidad de
osmund y hierro en barras se equiparó. De este modo se puso en marcha una
industria del acero. El paso de la extracción del osmund a la forja del hierro
en barras exigió una importante inversión de capital, suministrado en buena
parte por el rey. Esta inversión, a su vez, exigió la expansión de las minas y la
consiguiente colonización de zonas remotas que tenían grandes yacimientos

1853 «El empresario sueco Louis de Geer [en realidad un holandés que invertía y vivía en

Suecia] declaró en 1644 que se podían obtener cañones de hierro para la flota de guerra a un
tercio del precio de los cañones de bronce [...] En las décadas siguientes, el cañón de hierro,
perfeccionado ahora hasta el extremo de resistir la comparación con las piezas de artillería
más antiguas incluso desde el punto de vista técnico, ganó terreno en todas partes» (Glamann,
1977, p. 243).
204 «Se puede detectar un cambio de los utensilios de cobre por los de hierro. El

abaratamiento del precio de los productos de hierro fue en parte responsable de esto, pero
también lo fue el hecho de que las ollas y cazuelas de hierro fueran más fáciles de limpiar y
no desvirtuaran el gusto de los alimentos» (Glamann, 1977, p. 203).
1855 Samuelsson (1968, p. 28).
1856 Ibid., p. 30. Véase también el análisis de la tecnología del hierro en Suecia (pp. 30-
31).
1857 Véase Roberts (1958, II, p. 29).
288 Immanuel Wallerstein
de hierro, como Varmland 2,°. Por aquel entonces, la industria del hierro sueca
era lo suficientemente importante como para tentar a los empresarios
holandeses. En la década de 1580, Willem van Wijck había arrendado las
minas reales de Uppland y tenía intereses en el monopolio dél cobre. En
tiempos de Gustavo Adolfo, el Estado renunció a la explotación directa y, con
el desarrollo de la industria armamentista, el capital extranjero se interesó cada
vez más por este sector. A comienzos del siglo xvn, el holandés Louis de Geer
desempeñó un papel esencial2". Aunque el control real de la industria oscilaba
entre el Estado y los empresarios extranjeros, la relación era más de simbiosis
que de conflicto.
Nordmann habla de un despegue de la producción de hierro y una «primera
revolución industrial»1858 1859 1860. El Estado estimuló la

1858 Roberts cita la colonización de Varmland por Carlos IX (1599-1611) como «famoso
ejemplo de la verdad del dicho de Geijer [historiador sueco] de que ’el hierro abre el país’
(’jcirnet bryter bygd’)» (1959, II, p. 36); Roberts también analiza la historia de la intervención
estatal en la industria del hierro (pp. 29-31, 35-36).
1859 Aquí, y en la nota 205, De Geer es identificado como un holandés, ya que así era
considerado en Suecia. Pero la familia De Geer ilustra la movilidad del capital. Por razones
de oportunidad político-económica, la familia De Geer trasladó su «cuartel general» de Lieja
a Amsterdam a finales del siglo xvi (véase Yernaux, 1939, pp. 101, 120-24). Véase también
la referencia (p. 195) a las inversiones holandesas en las industrias a domicilio de Europa
central y el norte de Italia. Kamen pretende que estos inversores eran flamencos y valones o
belgas, es decir, de los Países Bajos del Sur (¿y Lieja?) (véase 1972, pp. 92-99). Esto es cierto
por lo que respecta a la segunda mitad del siglo xvi, que es el período del que saca sus
referencias específicas, pero en el curso de la rebelión de los Países Bajos, muchos de estos
flamencos se establecieron en Holanda y posteriormente invirtieron en todas partes. En estos
otros países, en el siglo xvu, eran considerados como holandeses, y no sólo por los
«contemporáneos ingleses» a los que Kamen atribuye «el empleo de la palabra [...] que
oculta» el hecho de que eran flamencos (1972, p. 95). El empleo de una palabra a menudo
revela más que oculta una realidad social.
1860 Nordmann (1972, p. 137).
Las semiperijerias en la encrucijada 289
producción de hierro, del que era el principal consumidor, ya que usaba sus
productos para material militar. El papel tradicional de los pequeños
fabricantes —es decir, la extracción de hierro y la fabricación de arrabio— se
mantuvo, mientras que a los empresarios extranjeros con grandes fábricas se
les concedió «el monopolio de los procesos de refinación, además del acceso
a las materias primas baratas y a los productos semima- nufacturados» 2B. En
estas grandes fábricas, la mano de obra estaba compuesta en gran medida por
personas reclutadas en las zonas periféricas de Suecia —finlandeses y
campesinos de las regiones suecas donde había escasez de cereales—, así como
por personas que buscaban la exención del servicio militar y fugitivos de la
justicia. En resumen, los empresarios extranjeros fueron abastecidos de mano
de obra barata1861 1862 1863 1864. El papel asignado a los pequeños fabricantes no
suponía un espacio reservado a los empresarios suecos, sino todo lo contrario:
la reducción de estos fabricantes a la condición de semiproletarios mediante
un Verlagssystem por el cual se endeudaban con los comerciantes extranjeros.
La historia del hierro sueco fue paralela a la historia de la industria textil en
Europa en general:
Los importadores extranjeros hacían adelantos a los exportadores de
Estocolmo y Goteburgo, que a su vez concedían créditos a los fabricantes de
hierro que, como último eslabón de la cadena, hacían adelantos a los
trabajadores [...] Todos los participantes estaban atados a sus acreedores [...]
Los trabajadores obtenían por lo general sus créditos en forma de mercancías
del almacén del dueño. Difícilmente se podía evitar esto ya que las fábricas
solían estar situadas en lugares aislados del país1865.
Cabe preguntarse si el cuadro que se ofrece de la producción de cobre y hierro
es como para jactarse, ya que la dominación extranjera parece ser el leitmotiv.
Hay que tener presentes dos cosas, sin embargo. En primer lugar, en Suecia, a
diferencia digamos de Polonia, el siglo xvn fue una época de desarrollo de
nuevas industrias de exportación. Esto vino a añadirse a la exportación de
alquitrán y otros pertrechos navales, que serían comparables a las
exportaciones polacas de cereales y madera216. En segundo lugar, Suecia
consiguió finalmente «nacionalizar» las industrias ennobleciendo a los
empresarios217. El elemento crucial fue el uso consciente del aparato de Estado.
En efecto, el Estado sueco tenía tres semimonopolios en la economía-mundo

1861 Samuelsson (1968, p. 31).


214 Véase Roberts (1958, n, pp. 37-38). Birgitta Odén, en una comunicación privada, me
escribió que lo duda mucho, ya que, salvo en el caso
del carbón vegetal, «la mano de obra estaba muy especializada y jerárqui
camente organizada».
1865 Heckscher (1954, p. 99). Un estudio de Munktell (1934) indica que los trabajadores
se dedicaban tanto a extraer los metales como a fundirlos en sus chozas y que los maestros
les suministraban sobre todo madera. Tuve acceso a este estudio gracias a John Flint. El
sistema de trabajo a domicilio, bajo el nombre de utarbetningstratt, también fue ampliamente
utilizado en la producción de cobre. Véase Roos (1976, p. 59) y también Boéthius (1958, pp.
14849).
290 Immanuel Wallerstein
europea del siglo xvn: el cobre, el hierro de primera calidad y el alquitrán.
Relacionándose primero con la potencia hegemó- nica y aprovechándose luego
de la rivalidad entre los Estados del centro, el aparato de Estado sueco llevó a
cabo una política mercantilista comparable a las de Inglaterra y Francia en esa
época21S. Suecia fue, en cierto modo, la OPEP de su tiempo. Utilizó los tres
semimonopolios para conseguir una posición negociadora sólida, «sin la cual
la expansión politicomilitar habría sido imposible» 219. La expansión
politicomilitar hizo posible a su vez el desarrollo de las industrias de
transformación.
216 Véase Samuelsson (1968, pp. 28-29). La exportación de cereales prácticamente
desapareció en el siglo xvn. Véase Astróm (1973, p. 67, cuadro 5). La exportación de madera
fue frenada tanto por la competencia noruega como por el embargo gubernamental de las
exportaciones de roble, necesario para la propia marina sueca. Véase Samuelsson (1968, p.
29).
217 Véase Samuelsson: «La lucha del siglo xvu por una marina mercante 'nacional', por
no hablar de otros esfuerzos suecos en favor de una industria y un comercio nacionales, puede
ser comparada con las aspiraciones de una antigua colonia que, tras haber conseguido la
autonomía política, trata también de deshacerse del yugo económico. Tal vez el paralelo
pueda ser llevado más lejos [...] Así como algunos de los recién surgidos Estados africanos
se han preocupado por conservar a antiguos funcionarios coloniales para que les ayudaran a
dirigir su economía y su administración pública, así también Suecia se preocupó durante el
siglo xvn por convencer a antiguos financieros y hombres de negocios extranjeros de que se
convirtieran en súbditos suecos. La idea era ’suequi- zar’ su capital y sus aptitudes
'adoptándolos'» (1968, p. 41).
Véase también Heckscher: «Los hanseáticos se consideraban agentes de una civilización
más avanzada y consideraban a Suecia como un territorio colonial; siguieron siendo
profundamente alemanes y nunca se asimilaron. Pero ni siquiera se Ies ocurrió a los
extranjeros del siglo xvn que el país les perteneciera y ellos, o al menos sus hijos,^.se
aclimataron con increíble rapidez. Por lo general, la segunda generación era sueca tanto por
la lengua como por las costumbres [...) Los gobiernos del siglo xvn desarrollaron también
una política deliberada, destinada a absorber’ a los extranjeros» (1954, pp. 107-108). La
política a la que Heckscher se refiere es la del ennoblecimiento.
218 Véase Deyon (1969, pp. 36-37). Sin embargo, Deyon también sugiere que a
diferencia de Inglaterra y Francia, Suecia estaba «demasiado atada a la economía de las
Provincias Unidas» para tener una política económica coherente (p. 22).
215 Samuelsson (1968, p. 29). En realidad, Samuelsson califica a los tres

Gustavo Adolfo sentó las bases del poderío militar sueco y permitió a sus
sucesores reinar en lo que Anderson llama el «martillo del Este »m, al menos
hasta que Suecia alcanzó los límites de su poderío mediante su reconocimiento
en 1721 de que no había logrado la victoria en la gran guerra del Norte.
Mientras los holandeses fueron la potencia hegemónica, a Suecia le fueron
bien las cosas 221. Suecia obtuvo Escania de mano de Dinamarca por el tratado
de Roskilde en 1658. Escarnia no sólo era la «llave del Báltico» gracias a su
control del Sund (óresund), sino que un siglo después resultó ser el granero de
Suecia m. A mediados de siglo, Suecia se había hecho con Estonia, Livonia,
Ingria y Kexholm, convirtiendo esta zona del Báltico oriental en «colonias de
la madre patria sueco-finlandesa» 223; también se hizo con Bremen-Verden,
Pomerania, Hal- land y Jámtland más al oeste. En resumen, hacia la década de
Las semiperiferias en la encrucijada 291

1650, la única forma de describir la política sueca en el Báltico, es decir que


era una política de «consciente imperialismo eco- monopolios de «supremacía
comercial», pero esto me parece mera verborrea.
220 P. Anderson (1974a, p. 198), quien compara el papel militar de Suecia frente a Europa
oriental en el siglo xvn con el papel militar de España en Europa occidental en el siglo xvi.
También afirma que la época de Suecia como gran potencia se sitúa entre 1630 y 1720.
Roberts la sitúa éntre la toma de Riga por Gustavo Adolfo en 1621 y la paz de Nystad en
1721, «exactamente un siglo» (1973a, p. 1).
221 Roberts sitúa el éxito comparativo de Suecia a partir de la década de 1670,
exactamente cuando nosotros situamos el fin de la hegemonía holandesa. Esto por supuesto
explica por qué «Suecia no encaja exactamente en ninguna de las generalizaciones que se
han adelantado para explicar 'la crisis del siglo xviT» (Roberts, 1962, p. 53).
222 Véase Samuelsson (1968, p. 75).
223 Astróm (1973, p. 68). La estructura imperial estaba estratificada, como indica Astróm:
«Su antigua aristocracia, organizada como corporación caballeresca, era alemana por su
lenguaje y forma de pensar. Esto también sucedía con los burgueses de los más importantes
centros comerciales, la estable Riga, la estancada Reval y la floreciente Narva [...] Los
gobernadores y gobernadores generales, con sus pequeñas cortes y plantillas de funcionarios
y oficiales de Suecia y Finlandia, administraban los ducados en nombre de la Corona sueca;
guarniciones de Suecia y Finlandia constituían la base de su autoridad. La nobleza de Estonia
y Livonia vivía de sus tierras, rodeada de un campesinado servil que no hablaba la misma
lengua que sus amos». Desde el punto de vista de estas áreas del Báltico oriental, el siglo xvn
representó una constante lucha, no demasiado triunfal, contra la incursión del capital
extranjero. Véase Arnold Soom: «Indudablemente, la falta de capital desempeñó un
importante papel [en esta cuestión]. Porque para competir con éxito con los holandeses, se
necesitaban sumas muy grandes de capital» (1962, p. 458).
nómico» 1866. Junto con la expansión politicocomercial, hubo un aumento en
el tamaño y la importancia del comercio marítimo 1867 y de la flota mercante
1868
de Suecia en el Báltico.
La creación de un aparato de Estado sueco relativamente fuerte y eficaz
dependía de que fuera capaz de doblegar el poder de la nobleza. Esto fue
posible debido a la estructura de clases de Suecia en esa época y a su papel en
la división mundial del trabajo y en el sistema interestatal. La política de
avsoncLring (retirada) de las propiedades y rentas de la Corona a la nobleza,
que había comenzado en el siglo xvi, se aceleró en la primera mitad del xvn.
Esta política «abarcó una gama bastante amplia de fenómenos históricos por

1866
Roberts (1973a, p. 4), quien también afirma que el intento de asegurarse «una
situación financiera permanentemente estable» fracasó, pero «no puede haber duda de la
importancia económica del imperio para la propia Suecia» (pp. 4, 5, 6). Lundkvist también
piensa que las «aspiraciones comerciales» de Suecia en su imperio Báltico se vieron
defraudadas, salvo en el caso de las ventajas derivadas del control de Riga y el consiguiente
acceso al lino y al cáñamo cultivados en su hinterland. «Las estadísticas sobre el comercio
de Riga muestran una inconfundible tendencia ascendente en la última parte del siglo xvu; la
importancia de la ciudad aumentó constantemente» (1973, p. 47). Bunsdorfs dice que para el
comercio fuera del Báltico había sólo tres puertos importantes en el siglo xvn: Danzig
(Gdarísk), Konigsberg y Riga (véase 1947, p. 2). Jensch muestra el incremento del número
de barcos que entraron en el puerto de Riga —de 96 en 1600-1609 a 263 en 1650-1657—, de
los cuales los barcos holandeses pasaron de 65 a 221 (véase 1930, p. 88).
1867
El número de barcos pasó de unos 40 a unos 300 al año en la segunda mitad del
siglo. Véase Dunsdorfs (1947, p. 6).
1868
Véase Jeannin (1969, p. 95).
292 Immanuel Wallerstein
lo que respecta a las finanzas del Estado» 1869. Entre ellos destacaron el
proceso de arrendamiento de los impuestos iniciado por Gustavo Adolfo, así
como la enajenación de las tierras de la Corona y de los ingresos de los alodios
a la nobleza mediante su venta o donación a cambio de un servicio militar o
civil22S. Este fue el modo de obtener rápidamente recursos líquidos para la
Corona, así como de ampliar el área monetizada de la economía sueca, pero
las ventajas para la Corona costaron un precio muy alto: el incremento del
poder politicoeconómico de la alta nobleza. El nuevo poder fue codificado en
la ridderhusordningen (ley de matriculación de la nobleza) de 1626,
ratificada en 1644, que limitaba el derecho al voto en el estamento de la
nobleza (creado en la riksdagsordning de 1617) a 126 familias nobles
matriculadas, excluyendo así a la pequeña nobleza empobrecida (knapar).
Esta «alta nobleza era sumamente rica, para el nivel
sueco, y probablemente se hizo aún más rica, tanto en términos absolutos
como con relación a la Corona» 229.
El campesinado era también fuerte y había sido organizado como
estamento en la riksdagsordning de 1617. Había en realidad tres tipos de
campesinos: los kronobonder o campesinos de las tierras de la Corona, los
fralsebonder o campesinos de las tierras de la nobleza y los skattenbonder o
contribuyentes, es decir, los campesinos de los alodios. Los campesinos de los
alodios pagaban en impuestos aproximadamente lo que los campesinos de la
Corona pagaban en rentas, pero por supuesto tenían una posición legal más
segura. Los fralsebonder estaban exentos de los impuestos estatales y
pagaban a los nobles sólo la mitad de lo que pagaban los otros dos tipos de
campesinos, pero su posición era muy insegura. Podían ser desahuciados
fácilmente, estaban sometidos a la jurisdicción del señor y tenían que trabajar
unos 30 días al año para el noble 230. Además, cuando se creó el estamento del
campesinado, quedaron excluidos de él los fralsebonder231. Por lo común,
aunque al parecer había pocas diferencias globales en la situación económica
de los tres tipos de campesinos, la opinión general era que la inseguridad de
la tenencia de los fralsebonder suponía «una considerable desventaja» 232.
Como consecuencia de la avsondring, muchos de los antiguos campesinos de
la Corona se convirtieron en fralsebonder, y de fado, si no de jure, lo mismo
les ocurrió a muchos campesinos alodiales 233. Las cifras son dramáticas. En
1654, la tierra controlada por la nobleza había pasado del 21,4 al 63 por ciento
234
. Los campesinos reaccionaron.

339
Roberts (1958, n, 1958, p. 59; y véase el análisis en pp. 57-60). Véase también
Samuelsson (1968, pp. 53-54).
330
Véase Roberts (1958, II, 1958, pp. 50-52). Véase también Káre D. Ton- nesson: «Es
entre los arrendatarios de la nobleza [fralsebonder] donde se encuentra a la gran masa de los
campesinos sometidos a las prestaciones de trabajo. Las prestaciones de trabajo se
difundieron y se agravaron en el siglo xvu tras la creación de grandes explotaciones agrícolas

1869
Ágren (1973a, p. 9).
221
Véase Carr (1964, pp. 20-21).
Las semiperiferias en la encrucijada 293
en torno a los castillos de los nobles, construidos con renovado esplendor en este período»
(1971, p. 307). Tonnesson observa que hubo diferencias regionales: en el norte había pocas
explotaciones agrícolas, sin duda porque era más difícil cultivar productos rentables para el
mercado, mientras que al oeste de Estocolmo y en las antiguas provincias danesas de Escania
y Halland había una gran concentración.
131
Véase Carlsson (1972, p. 575).
333
Dahlgren (1973a, p. 109).
333
Véase Roberts (1958, II, pp. 55-56).
3M
Hatton (1974, p. 4, n. 2). Tonnesson (1971, p. 308) dice que las tierras nobles pasaron
del 15 por ciento en 1560 al 60 por ciento en 1655. Jutikkala dice que desde 1600 hasta
mediados de siglo, el incremento en Suecia os-
En 1634, el estamento del campesinado, temeroso de que los campesinos
estuvieran cayendo en la servidumbre, «reclamaron una reducción de los
privilegios de la nobleza». Un portavoz de los campesinos decía en 1650:
«Saben que en otras tierras los plebeyos son esclavos; temen esta misma suerte
para ellos, que sin embargo nacieron libres»23S.
El problema de vender los impuestos para obtener dinero es que resuelve
la crisis presupuestaria de un solo año a costa de exacerbar las crisis
presupuestarias de los años futuros. Debemos tener presente que los esfuerzos
mercantilistas de Suecia implicaban fuertes gastos militares con vistas a una
constante expansión 236, pero era un país pobre en recursos naturales (que se
estaban agotando) y escaso en población (aproximadamente un millón de
suecos y medio millón de finlandeses y otros pueblos a mediados del siglo
xvn). Esto llevó a una «situación apurada» en la hacienda pública, que duró
todo el siglo xvn 237. La necesidad de financiar la guerra contra Polonia en
1655 precipitó la primera reduktion o retorno de la tierra controlada por los
nobles a la Corona 238. La reduktion de 1655 fue relativamente poco
importante. La Corona recuperó sus antiguas tierras en las llamadas áreas
inalienables, y exactamente una cuarta parte de las otras tierras «donadas»
desde 1632 (fjdrdepartsrdfsten). Todas las tierras cedidas en calidad de
alodios desde 1604, desafiando las decisiones de la Dieta de Norrkópping en
el sentido de que las donaciones debían hacerse en términos «feudales», fueron
clasificadas de nuevo en dichos términos. Aunque la reduktion de 1655 no fue
masiva ni fue aplicada con rigor 239, constituyó sin embargo un primer paso, y,
combinada con el crecimiento demográfico de la nobleza, la sometió a una
presión que la obligó a buscar mayores ingresos a través de los cargos en el
gobierno 240.

ciló entre el 25 y el 75 por ciento, y en Finlandia entre el 5 y el 50 por ciento (1975, pp. 159-
60).
235
Roberts (1958, II, p. 153). Esta declaración del portavoz de los campesinos es citada
por Roberts, que la toma de G. Wittrock (1927).
236
«El imperio sueco en el siglo xvn sólo pudo continuar existiendo mientras pudo
continuar su expansión» (Dahlgren, 1973b, p. 175).
237
Astróm (1973, p. 58; véanse también pp. 65-75).
238
Véase Dahlgren, quien cree que la guerra sólo fue la excusa inmediata: «Carlos X
había proyectado de hecho una reduktion incluso antes de subir al trono [en 1654], Para él,
la reduktion era una medida necesaria, al margen de que Suecia estuviera o no en guerra»
(1973b, p. 178).
235
Véase Ágren (1973b, pp. 240-41) y Dahlgren (1973a, p. 120).
294 Immanuel Wallerstein
2
* Véase Ágren (1973a, p. 27; también 1973b, pp. 237-41). Esta presión fue aún más
fuerte tras la reduktion de 1680. Véase Dahlgren (1973a, páginas 126-31).
Ya hemos mencionado el papel de las licencias prusianas en la búsqueda
de fuentes de ingresos. Estas licencias desaparecieron en 1635, siendo
sustituidas por los subsidios franceses entre 1637 y 1679. Estos subsidios
fueron tan importantes que Ástrom dice que Suecia fue en este período
«prácticamente un satélite de Francia» y los ejércitos suecos un «instrumento
directo de la política exterior francesa en Europa central y oriental». Las
sumas obtenidas mediante los subsidios franceses no fueron tan altas como
las obtenidas mediante las licencias prusianas; sin duda, como observa
Ástrom, «era preferible gravar el comercio del Báltico que depender de los
subsidios franceses»241, pero al menos eran algo. Por supuesto los franceses,
cuyo comercio en el Báltico era mínimo 242, estaban dispuestos a elevar a
Suecia a la categoría de posible rival comercial de los holandeses y los
ingleses. Esta dependencia de los subsidios franceses favorecía también a los
intereses de la alta aristocracia, cuyo «caro estilo de vida» se basaba en los
ingresos procedentes de los subsidios más los ingresos procedentes de la
hipoteca o venta de las tierras de la Corona. En efecto, la alta aristocracia
compró las tierras de la Corona para gastar luego sus ingresos en su condición
de miembros del Consejo de Estado durante las regencias de jure y de jacto
de mediados y finales del siglo xvn, más de la mitad del período comprendido
entre la muerte de Gustavo Adolfo en 1632 y la toma real del poder por Carlos
XI a finales de la década de 1670 243.
La «gran» reduktion tuvo lugar en 1680 y no parece difícil explicarla en
términos económicos. Los crecientes gastos esta-
2,1
Astrom (1973, p. 94), quien indica que Suecia también obtuvo pequeños subsidios
ocasionalmente de Holanda, Inglaterra, España y algunos Estados alemanes, pero que éstos
fueron «de importancia secundaria». En general, Suecia intentó canalizar el comercio de
Europa occidental con Polonia y Rusia a través de sus puertos aduaneros de Narva,
Goteburgo y Estocolmo. Véase Astrom (1963, p. 50).
242
Véase Bamford (1954).
24!
Véase Astrom (1973, pp. 73, 86-87). Fue el campesino finlandés, más que el sueco el
que pagó el precio de esta consolidación de la nobleza. Finlandia (y también Kexholm)
constituían la tierra prometida ya que las donaciones en las orillas del golfo de Botnia y el
lago Ladoga ofrecían buenas posibilidades de transporte «para la exportación de la
producción de las grandes explotaciones de la alta nobleza del Consejo» (Astrom, 1973, p.
87). Cuando a Finlandia le tocó suministrar forraje al ejército, cumplió con creces. «Quizá
sea un paralelo ahistórico, o una exageración excéntrica, decir que al comienzo de la Edad
de Oro la caballería finlandesa formó un cuerpo análogo al de los cosacos. Pero, pese a todo,
es cierto» (Astrom, 1973, p. 64).
tales en una época de estancamiento general244, la cesión cada vez mayor de
ingresos estatales a la nobleza 245 y el fin de los
244
Nordmann nos recuerda la importancia del descenso general de los precios europeos;
el descenso en Suecia fue «tardío» (después de 1650), «pero no obstante apreciable» (1971,
p. 454). Fue «tardío» en Suecia en el mismo sentido en que había sido tardío en Inglaterra y
en las Provincias Unidas. Véase Jeannin (1969, p. 95). Los efectos del descenso de los precios
en los ingresos estatales se vieron exacerbados por el hecho de que poco después se inició un
alza de los precios (en 1672). Suecia entró en 1675 en la guerra franco-holandesa. Rosén
Las semiperiferias en la encrucijada 295
afirma: «Con la amenaza de no pagar los subsidios, Luis XIV obligó a Suecia a atacar a
Brandemburgo, aliado de las Provincias Unidas, y en junio de 1675 el ejército sueco sufrió
una derrota en Fehrbellin. En contra de su voluntad, Suecia había sido arrastrada a la lucha
entre las grandes potencias [...] La batalla de Fehrbellin, un insignificante choque armado,
arrebató al ejército sueco aquella aureola de fuerza que le había rodeado desde la guerra de
los Treinta Años» (1961, P- 529). Véase Roberts: «En 1679 [...] la potencia que treinta años
antes había aterrorizado y asombrado a Europa, había sido reducida a una posición de
considerable ignominia [...] Los herederos de Gustavo Adolfo se habían convertido en
vasallos de Francia: los diplomáticos franceses y holandeses discutían el destino de los
territorios suecos en el mismo tono en que discutían las posesiones de España, como piezas
de un botín u objetos de intercambio» (1967, p. 230). Rosén añade: «Exactamente igual que
la guerra de 1657-1660 dio impulso a la introducción del absolutismo en Dinamarca-Noruega,
la de 1675-1678 condujo ál absolutismo en Suecia» (1961, p. 531). Véase también 0sterud:
«La monarquía absoluta fue establecida en Suecia hacia 1680 como respuesta a una grave
crisis financiera y militar» (1976, p. 8).
245
Dahlgren cree que la nobleza sueca logró unos resultados económicos notablemente
superiores a los de la nobleza de otras partes de Europa: «En otros países europeos, e incluso
en un país tan cercano a Suecia como Dinamarca, fue frecuente que la nobleza terrateniente
pasara por un período de aguda crisis económica [...] Da la impresión de que no hay huellas
de tal crisis en el período anterior a 1680 per lo que a la nobleza sueca se refiere. Una
circunstancia que parece indicar que los nobles suecos lo estaban haciendo razonablemente
bien es el hecho de que muchísimos de ellos, y no sólo los pertenecientes a las más altas capas
de la aristocracia, aprovecharon esta oportunidad para invertir dinero en empresas
comerciales de distinto tipo, o en la navegación, o en compañías comerciales [...] No fue sino
a partir de 1680 cuando la nobleza sueca se enfrentó a una crisis y cuando ésta se produjo fue
el resultado de decisiones políticas más que de factores económicos» (1973a, pp. 124-25).
No hay que olvidar que la avsóndring benefició especialmente a la alta aristocracia (la
llamada hogadel, para distinguirla de la lógadel), y que el hecho de que los ingresos de la
aristocracia dependieran cada vez más del servicio estatal fue, hasta 1680, un fenómeno que
afectó sobre todo a la lógadel. Una explicación de la reduktion es que la lógadel, que no cobró
sus salarios en la guerra de 1675-1679, quiso asegurar sus ingresos incrementando las rentas
del Estado mediante la confiscación de las tierras de la hogadel. Véase el análisis de las teorías
de J. Rosén y C. A. Hessler en Ágren (1976, pp. 56-58, 79-80). Ástróm introduce una
consideración étnica en el análisis de la división de la aristocracia al señalar que tanto Cristina
como Carlos XI incluyeron en las filas de la hogadel a muchos alemanes del Báltico y que
los «defensores a ultranza» de la reduktion
subsidios franceses 246 se sumaron para provocar una crisis financiera de la
Corona que ésta resolvió mediante una decisión política gracias a que no sólo
tenía como aliada a la alta aristocracia. La decisión consistió en dos sucesivas
medidas de re- duktion. En 1680, la Dieta decidió devolver las llamadas tierras
de la resolución de Norrkópping, que habían sido recibidas en términos
«feudales» de la Corona (excepto aquellas que valieran menos de 600 daler
de plata, con lo que quedaban exentas las propiedades de la pequeña nobleza).
En 1682, la Dieta decidió además que la ley de la tierra, que databa de la Edad
Media, daba al rey no sólo derecho a crear feudos sino también a revocarlos,
lo que dio al rey carta blanca para proceder a la re- duktion a su antojo 247.
Parece indudable que buena parte de las tierras fueron transferidas a la Corona
y que ésta salió de la crisis enriquecida a costa de la nobleza 248. Además,
buena parte de estas tierras fueron vendidas más tarde por Carlos XII a
funcionarios civiles, burgueses y nobles, pero en tales condiciones que
quedaban sometidas a impuestos 249.
Por otra parte, no hay que exagerar el declive de la nobleza,
296 Immanuel Wallerstein
eran «hombres de Finlandia, como Creutz, Fleming o Wrede, u hombres de la Suecia central
cuyas familias habían ascendido recientemente en la escala social» (1973, p. 77). También
en Finlandia los «campeones» de la reduktion fueron aquellos cuyas baronías «estaban
situadas en lugares más desfavorables», es decir, en el golfo de Botnia y en el lago Ladoga
(p. 87). Las investigaciones de Liiv en Estonia tienden a confirmar las tesis de Ástrom. En
Livonia, la aristocracia perdió las cinco sextas partes de sus tierras, en Estonia las dos quintas
partes y en Saaremaa casi la tercera parte. Véase Liiv (1935, p. 35).
216
La guerra franco-holandesa acabó con los tratados de Nimega en 1678-1679. «Luis
XIV, sin llevar a cabo ninguna verdadera consulta, realizó la paz por cuenta de Suecia con
los enemigos de ésta [...] El que Luis XIV no hubiera consultado a Carlos XI causó un cierto
resentimiento. Francia tampoco había mantenido la promesa, realizada al firmarse la alianza
de 1672, de no hacer la paz con las Provincias Unidas hasta que Suecia hubiese recibido
determinadas concesiones con respecto a los portazgos, y había incluido en el tratado de paz
con los holandeses un acuerdo comercial tan desventajoso que Carlos XI se negó a
ratificarlo» (Rosen, 1961, p. 530). Hatton ve en la reduktion, ante todo, «un intento en gran
medida fructuoso por resolver 'el problema de la paz’, por librar a Suecia de las alianzas y de
los tratados a cambio de subsidios que limitaban su libertad de acción en los asuntos europeos
y suponían un obstáculo a su 'política de equilibrio'» (1968a, p. 74).
347
Véase Ágren (1973b, p. 243).
24!
Ágren (1973b, p. 257). Además, esta transferencia de tierras tuvo un efecto indirecto sobre
la productividad agrícola, como señala Heckscher: «Privados de sus extensas propiedades, los
nobles tendieron a convertirse en agricultores aristocráticos [gentlemen farmers] en lugar de
rentistas [...] Se hicieron más productivos [...] que antes» (1954, p. 128).
244
Véase Aspvall (1966, pp. 34).
ya que en el período anterior a la reduktion, además del constante incremento
de las tierras poseídas por la nobleza (fr'álse) a expensas tanto de las tierras
de la Corona como de los alodios, se produjo otro cambio. Dentro de la
categoría de tierra fralse había una subcategoría de tierra ypperligt (o
supremamente) fralse, que se aplicaba a la reserva señorial, el sateri, y sus
alrededores, en oposición a las strógods o tierras dispersas cultivadas por los
fralsebónder. Mientras que estas últimas tenían algunas pequeñas
obligaciones hacia la Corona, las primeras no tenían ninguna en absoluto. En
el siglo que precedió a la reduktion, el porcentaje de las tierras ypperligt
fralse en la totalidad las tierras fralse había aumentado, es decir, había habido
una creciente concentración de las tierras de la nobleza 25°. Cuando se produjo
la reduktion, los nobles tuvieron derecho a escoger las tierras que debían
devolver. En general escogieron los strógods y conservaron las reservas,
incrementando así aún más la concentración de sus tierras a expensas de los
fralsebónder2S1.
250
Véase 0sterud (1976, pp. 13-14).
251
Véanse Rosén (1961, p. 534), 0sterud (1976, p. 14) y Dahlgren (1973a, página 125).
La concentración de tierras se vio aún más favorecida por el hecho de que «algunos de los
principales servidores de la Corona [utilizaron] la caída del precio de la tierra como
consecuencia de la reduktion para adquirir grandes propiedades» (Dahlgren, 1973a, 125).
Ágren está de acuerdo en que la nobleza salvó las reservas señoriales, pero acerca de la
presunta adquisición de tierras por parte de los principales servidores de la Corona dice: «La
afirmación de que hubo una caída en los precios de la tierra —punto fundamental para toda
la argumentación— no es más que una suposición que aún no ha sido probada» (1973b, p.
256).
La disputa académica en torno a la fuerza relativa de la nueva aristocracia frente a la
antigua no debe ser ignorada, dado especialmente que hubo «ennoblecimientos
excepcionalmente numerosos en las décadas de 1680 y 1690» (Carlsson, 1972, p. 580). Lo
Las semiperiferias en la encrucijada 297
más importante es la creciente simbiosis entre el gran terrateniente y el burócrata no
hereditario. En 1700, el 25 por ciento de los altos funcionarios eran nobles por nacimiento y
el 44 por ciento habían sido ennoblecidos. Durante la gran guerra del Norte (1700-1721),
Carlos XII ennobleció a muchos oficiales del ejército, a menudo de familias nobles
extranjeras (Carlsson, 1972, p. 586); después de la guerra, muchos funcionarios civiles
fueron ennoblecidos en lugar de recibir derechos políticos (p. 610). Al mismo tiempo, el
importante lugar reservado a la antigua nobleza en la estructura del Estado hizo que ésta se
mantuviera leal a la Corona durante la guerra, a pesar de la reduktion. Véase Hatton (1974,
p. 4).
Toda la cuestión se redujo al sometimiento de las capas superiores, antiguas y nuevas, a
la dirección del aparato de Estado. La fuerza relativa del Estado se reflejó en la polarización
de la estructura de clases hacia 1700; se estableció una «fuerte distinción» entre nobles y
plebeyos. «Los nobles eran a la vez titulares de cargos oficiales y terratenientes, mientras
que los plebeyos eran o bien únicamente titulares de cargos oficiales (sa-
No obstante, el Estado sacó de la reduktion algo más que un incremento
general de sus ingresos. Concretamente, obtuvo una base más sólida para el
financiamiento del ejército mediante la revisión en 1682 del sistema de pagos
conocido como indelningsverket (sistema de asignaciones). Las fincas de
todo el país fueron ahora divididas en grupos de tres o cuatro (rote), cuyos
ingresos servirían para pagar a los soldados que se alojarían allí en chozas
(soldattorp). Los oficiales se instalarían en tierras confiscadas a la nobleza en
la reduktion. Las fincas más grandes (rustháll) deberían sufragar los gastos
de un soldado de caballería, mientras que las de la costa deberían mantener a
un marinero (bátsmdn). El sistema de «sustitución» para el servicio militar
hizo que los soldados de infantería, caballería y marina no fueran reclutados
ya entre los campesinos propietarios, sino más bien entre los jornaleros sin
tierras «acostumbrados desde la infancia a obedecer a sus superiores
temporales y espirituales», mientras que los oficiales eran ahora «funcionarios
pagados por la Corona, sin otra profesión que el ejército» 252. Este sistema más
racional fue posible gracias a la reduktion, ya que antes la Corona no tenía
fincas suficientes para sentar sus bases 25i.
Por lo que respecta al reforzamiento del aparato de Estado a lo largo del
siglo xvn, el Estado sueco se destacó entre todas las áreas ajenas al centro.
Suecia creó un ejército temible, contuvo la rapacidad de las clases
terratenientes y las encauzó hacia el servicio del Estado 254, levantó una
industria del hierro cerdotes, funcionarios civiles y oficiales del ejército y la marina), o
bien únicamente terratenientes (campesinos) o bien únicamente comerciantes o artesanos»
(Carlsson, 1972, p. 608). Véase Ágren, que se muestra muy escéptico con respecto a la tesis
de la historiografía sueca del siglo xix de que, mediante la reduktion, el rey intentó salvar a
los campesinos de la opresión de los nobles (1973b, pp. 244, 257-63). Roberts, en cambio, le
da crédito: «La libertad del campesino no se vería nunca amenazada de nuevo» (1967, p.
249).
252
Aberg (1972, p. 272). La universalidad del sistema gozó de gran popularidad. En la
guerra de 1675-1679, «el servicio militar en la infantería resultaba especialmente odioso para
la mayoría de los campesinos, ya que los servidores y los tenentes de la nobleza quedaban
exentos con frecuencia» (Stoye, 1970b, p. 770).
25í
Véase Dahlgren (1973a, p. 129). Ágren señala que la racionalidad se extendió más allá
del ejército: «El uso del término indelningsverk para describir una organización puramente
militar es demasiado estrecho; en un sentido más amplio significaba que cada partida de
gastos quedaba ligada a una fuente de ingresos determinada, de modo que la organización no
298 Immanuel Wallerstein
sólo se aplicó a los gastos militares, sino también a los civiles» (1973b, página 248n).
254
«En adelante los miembros del Rád (Consejo) serían ministros —al
de cierta importancia, organizó una respetable marina mercante e impidió a
Inglaterra heredar, al menos de forma inmediata, todas las prerrogativas de
unas Provincias Unidas en declive en el Báltico 255. En comparación con
España y Portugal, por no hablar de Polonia y Hungría, Suecia contaba con
un Estado fuerte, en muchos aspectos casi tan fuerte como el francés, aunque
todavía mucho más débil que el inglés o que el de las Provincias Unidas.
Desde el punto de vista de estos dos últimos, Suecia y Francia fueron los dos
grandes Estados militares expansionistas del siglo xvn. Sin embargo, justo
cuando la fuerza de Suecia parecía alcanzar su punto culminante, en tiempos
de Carlos XII, resultó ser «un coloso con pies de barro» 256.
Suecia tenía una población muy escasa para el nivel europeo y, por
consiguiente, una pequeña base financiera para su aparato de Estado. Como
dice Lundkvist, los recursos del imperio sueco «eran insuficientes para
conservar su posición a la larga» 257. En el terreno económico, Suecia se elevó
hasta la posición en la que habían caído España y Portugal: la de intermediaria
entre la periferia y el centro. No sólo se aprovechó de su situación estratégica
en el Báltico, sino también de la creciente debilidad de las zonas periféricas
de Europa oriental en el siglo xvn. Marian Matowist, desde la perspectiva de
un polaco, ve a Suecia como un parásito:
En el siglo xvir, Suecia se aprovechó de la debilidad industrial de sus vecinos, así como de
la debilidad de los gobiernos de éstos, como consecuencia del enorme crecimiento del poder
de la nobleza. En
servicio del rey o de los estamentos, como podía suceder—, pero a pesar de sus sombreros
de armiño y de sus ropajes de terciopelo, su grave elocuencia, su expresión serena y su
tradicional dignidad senatorial, nunca serían lo que habían sido durante la minoría de edad
de Carlos XI» (Roberts, 1967, pp. 242-43).
255
A medida que disminuía la necesidad inglesa de cereales y aumentaba la de madera
en el siglo XVII, su comercio se desplazaba de Polonia a Suecia, porque la madera polaca era
demasiado cara. Véase Fedorowicz (1976). Este desplazamiento fue espectacular a partir de
la guerra sueco- polaca de 1655-1656 (véase Fedorowicz, 1967, p. 377, fig. 1), pero Suecia
consiguió impedir la periferización que había sido el destino de Polonia. «El eterno tema de
las quejas [inglesas] era la limitación de la libertad de movimiento y comercio de los agentes
extranjeros [en Suecia]» (Ás- tróm, 1962, p. 101). A Inglaterra le irritaba tanto la capacidad
sueca de dictar los términos de intercambio que se dedicó activamente, como veremos, a
acabar con ella intentando crear, sin excesivo éxito, una fuente rival de pertrechos navales
en la Norteamérica británica a comienzos del siglo XVIII.
256
Samuelsson (1968, p. 13).
2
” Lundkvist (1973, p. 57).
resumen, Suecia fue una especie de parásito que se alimentó de la debilidad
de sus vecinos y fue en buena parte gracias a esta debilidad por lo que, durante
cien años, se convirtió en el país más poderoso del Báltico. Pero a su vez, tuvo
que ceder su puesto a Rusia 1870.
A Rusia y, habría que añadir, a Prusia.

1870
Malowist (1959, p. 189). Vcase también Hatton (1970, pp. 648-50).
Las semiperiferias en la encrucijada 299

En 1696-97, antes del comienzo de la gran guerra del Norte, Finlandia


había sido diezmada por el hambre y había perdido tal vez un tercio de su
población. Sin embargo, el Estado no era lo suficientemente fuerte como para
impedir que los burgueses de Escania exportaran cereales fuera del reino 1871.
Además, el papel de Suecia como intermediaria fue atacado por vez primera
no sólo por las potencias del centro, sino también por Rusia, el otro extremo
de la cadena. Inglaterra, las Provincias Unidas y Suecia tuvieron todo lo más
un éxito limitado en sus intentos, a lo largo del siglo xvn 1872°, por incorporar
a Rusia a la economía-mundo. En 1695, el zar Pedro I (Pedro el Grande) se
hizo con las riendas del poder e inició su gran campaña de reformas y
«occidentalización», que incluyó su visita («gran embajada») a Europa
occidental (donde se dedicó a informarse sobre la construcción, naval), su
fundación de San Petersburgo en 1703 (que sería el puerto de Rusia en el
Báltico) y su desafío a Suecia. Desde el punto de vista del sistema mundial,
los esfuerzos de Pedro pueden ser considerados como un intento de participar
plenamente en la economía-mundo, pero como zona semiperiférica, más que
como zona periférica (cosa que era entonces Polonia). Para ello era esencial,
aunque por supuesto no suficiente, poner fin al papel de Suecia como
intermediaria. Suecia vio esto tan claramente como Pedro: «Las conquistas de
Suecia a lo largo del Báltico oriental fueron consideradas, con razón, como
bastiones de su posición de gran potencia que debían ser defendidas a toda
costa» 1873.

255
Véase Jutikkala (1955, pp. 48, 63).
1872
Kellenbenz trata a la Rusia del siglo XVII como si ya estuviera incorporada a la
economía-mundo de la época. Véase Kellenbenz (1973). Para las tesis de los eruditos
soviéticos sobre el siglo XVII, véase Chcrepnin (1964, especialmente pp. 18-22). Ástrom cree
que el momento culminante de las relaciones económicas entre Rusia y los países
occidentales tuvo lugar «a mediados del siglo xvm, cuando la mayor parte de las
importaciones inglesas de hierro, cáñamo, lino, brea, alquitrán y potasa venía de los puertos
rusos» (1962, p. 113).
1873
Hatton (1970, p. 648). Ésta era sin duda una postura bastante racional desde el punto
de vista económico, como señala Ohberg: «Se puede, pues, decir que la configuración de la
política comercial sueca de acuerdo con estas líneas monopolistas estaba en cierto modo
justificada. Suecia,
300 Immanuél Wallerstein
La gran guerra del Norte se inició en 1700 con un ataque del rej' de
Polonia-Sajonia, Augusto II, a Livonia. Pedro se sumó a la guerra. Tratando
de aprovechar la ocasión para doblegar a los rusos, Suecia resistió a los
intentos de poner fin a la guerra 262, pero no era ni con mucho lo bastante fuerte
como para vencer militarmente a Rusia. Pedro utilizó la política de tierra
quemada, destinada a convertirse en la clásica defensa de Rusia frente a la
invasión, hasta que finalmente la logística, más el comienzo del invierno,
llevaron al desastre polaco de Poltava (Ucrania) en 1709 263. El imperialismo
político de Carlos XII, dice Nordmann, «rompió el equilibrio» establecido por
Carlos XI 264. ¿Qué equilibrio es ése? Los excesivos costes internos de los
sueños imperiales de Carlos XII no eran aceptables para la población sueca:
se trataba del mismo equilibrio que Carlos V había roto en Castilla un siglo
antes. El sistema de indelningsverk había creado «lazos indisolubles entre la
fuente de ingresos y la partida de gastos» 265 y, aunque esto hacía que el
presupuesto estatal estuviera más o menos equilibrado, el sistema era difícil
de mantener en una guerra larga, sobre todo sin reclutas y subsidios
extranjeros. En la gran guerra del Norte, el ejército de 80 000 hombres «hubo
de ser reclutado en su mayor parte en el corazón del imperio», y una vez que
los rusos se movilizaron realmente para la guerra, «Suecia no tuvo más opción
que abandonar el juego» 266.
¿Tiene algún sentido discutir si la continuación de la guerra fue un error
de cálculo por parte de Carlos XII o si fue la mezcla la responsable del
desastre? Francamente no, ya que

como país, no era rica en capital y no podía competir con los medios poseídos por sus
ciudadanos, por el mercado ruso contra países tan ricos como los Países Bajos e Inglaterra.
Sin embargo, si Suecia podía conseguir una posición monopolista por medios militares o
políticos, tal vez lograra sacar un buen provecho económico del mercado ruso» (1955, p.
161). Fue por esto, naturalmente, por lo que Inglaterra y los Países Bajos «llevaron a cabo
una política báltica común durante la guerra de la década de 1690» (Ástrom, 1962, p. 45).
262
«Las potencias marítimas,- ansiosas de terminar la guerra y poder así utilizar las
tropas suecas en su inminente lucha con Francia [guerra de Sucesión española], ofrecieron
su mediación en 1700 a Pedro y a Carlos. Tales ofrecimientos, reiterados varias veces en años
posteriores, fueron consecuentemente aceptados por el zar y con igual consecuencia
rechazados por el rey de Suecia, ofuscado por el éxito y animado por la idea de una justa
venganza contra aquellos Estados que le habían atacado» (M. S. Anderson, 1970, p. 734).
261
Véase Chandler (1970, p. 754).
264
Nordmann (1972, p. 147).
245
Lundkvist (1973, p. 26).
2
“ Astrom (1973 p. 100).
Suecia no tenía dónde escoger 267. En cierto sentido, su b l u f f era su fuerza,
pero una vez descubierto, su situación quedó «revolucionada» 268. En 1721,
Suecia perdió Livonia, Estonia, In- gria y Carelia —la mayor parte del Báltico
oriental—, que pasaron a manos de Rusia. También cedió parte de sus
posesiones en Alemania a Prusia. De este modo, Suecia perdió tierras,
población, ingresos estatales, el control sobre su «granero» 269 y, sobre todo,
su posición monopolista en el Báltico 27°. Dado que la fuerza del coloso sueco
se basaba en su condición de semimono- polio, este «impulso germanoeslavo»
Las semiperiferias en la encrucijada 301

convirtió a Suecia en una potencia de segunda fila 271. Las consecuencias


internas para Suecia fueron dramáticas. A primera vista, el absolutismo pa-'
reció ceder el paso a un régimen de libertad parlamentaria. El período
comprendido entre 1718 y 1772 272 es conocido en
262
«Las razones que provocaron la pérdida del extraordinario imperio sueco han venido
debatiéndose desde 1721 [paz de Nystad, que puso fin oficial a la guerra]. ¿Fue culpa de
Carlos XII, que rehusó la paz en los años en que la suerte le era favorable? [...] Cabe argüir,
por el contrario, que la única esperanza de que Suecia pudiese mantener su posición de gran
potencia en el concierto de los pueblos europeos murió con Carlos XII» (Hatton, 1970, p.
679).
268
«Poltava, que transformó a Carlos XII de conquistador en fugitivo, revolucionó toda
la situación [...] Aumentó enormemente la influencia de Pedro en Europa occidental, además
de dotarle del prestigio que sólo los éxitos militares podían darle. 'Actualmente —escribía
Urbich (el delegado ruso en Viena) a Leibniz en agosto de 1709— la gente empieza a temer
tanto al zar como antes temía a Suecia'. El filósofo convenía en que 'se viene diciendo que el
zar va a ser un gigante para toda Europa y que será una especie de turco del Norte'» (M. S.
Anderson, 1970, p. 735). Obsérvese la comparación con Turquía que, al igual que Rusia, era
un imperio mundial en la arena exterior de la economía-mundo europea y se vio amenazada
con la incorporación y la periferización en el siglo xvn.
m
En realidad «Livonia no se convirtió en el 'granero sueco’ sino después de su asimilación
a Rusia en 1721» (Samuelsson, 1968, p. 76). El tratado de 1721 permitía específicamente a
Suecia importar cereales de sus antiguas provincias, libres de derechos de aduana, hasta un
valor de 50 000 rublos al año. Véase Lundkvist (1973, p. 56).
2.0
«A partir de 1720, una creciente cantidad de productos que hasta entonces habían sido
casi totalmente monopolios suecos —el hierro, la brea y el alquitrán— pudieron ser traídos
directamente de Rusia» (Ás- tróm, 1962, p. 106).
2.1
Nordmann (1971, p. 455).
2.2
En el año 1718 se produjo la muerte de Carlos XII, que no dejó herederos. Fue en el
curso de la complicada cuestión sucesoria cuando «el partido antiabsolutista, constituido por
una amplia agrupación de propietarios influyentes, oficiales de las fuerzas armadas y
funcionarios de la administración [...] salió triunfante» e impuso a Ulrica, antes de su
coronación en mayo de 1719, una declaración en la que afirmaba que «firmaría y guardaría
voluntariamente la Constitución que fuese redactada por los estamentos» (Hatton, 1966, p.
351). Ulrica renegó luego de esta
Suecia como Frihetstiden, la Era de la Libertad. El compromiso esencial de
1680-1682 había consistido en un gobierno central fuerte y en la fusión
politicoeconómica de la vieja aristocracia, la nueva nobleza y la burguesía.
Este compromiso fue consumado y cumplido por la Era de la Libertad de la
misma forma en que la Revolución Gloriosa de 1688-1689 y la era de Walpole
en Inglaterra consumaron y cumplieron la revolución inglesa. La única
diferencia es que en el siglo xvm Inglaterra estaba en vías de convertirse en
una potencia mundial hegemó- nica, mientras que Suecia estaba agobiada por
el fracaso de sus intentos de convertirse en un Estado semiperiférico fuerte con
pretensiones de llegar a ser finalmente un Estado del centro. De aquí que
Inglaterra gozara de una gran estabilidad bajo lo que de hecho era un régimen
de partido único, mientras que Suecia exhibía públicamente las luchas internas
de su burguesía en un sistema bipartidista.
Durante los primeros años de la Era de la Libertad, el problema
fundamental de Suecia fue la bancarrota del Estado. El conde Arvid Horn
encabezó un gobierno obsesionado por la paz 273 y el «mercantilismo
302 Immanuel Wallerstein
moderado» 274. En 1738, apareció un partido mercantilista fuerte, conocido
como el partido de los «sombreros», que derrocó a Horn aunque en esencia
prosiguió su política 275. Los «sombreros» se mantuvieron en el poder hasta
1765, siendo reemplazados en el momento del triunfo mundial británico por
sus adversarios, los «gorros». La política de los «sombreros» era profrancesa,
mercantilista e inflacionista; representaban a los grandes intereses de la
exportación, la fabricación de hierro y la industria textil, y su eslogan era
Svens- ker man i svensk drdkt (ropa sueca para el sueco). La política
declaración y fue obligada a abdicar. Su sucesor, Federico I, firmó la Constitución de 1720,
por la que se creaba una monarquía constitucional gobernada por un gabinete responsable en
última instancia ante la Dieta (véase Hatton, 1966, pp. 352-55).
111
Samuelsson compara los esfuerzos de Horn por «desenmarañar la gran bancarrota»
con los del cardenal Fleury en tiempos de Luis XV, «más o menos hacia esa misma época»
(1968, p. 14). Hatton señala que durante los años en que Horn era más poderoso en el Rád
(Consejo), «pareció como si Suecia estuviera de nuevo gobernada por un consejo oligárquico
que velaba por los intereses de la nobleza terrateniente, la alta burocracia y el clero superior»
(1966, p. 352).
274
Hatton (1966, p. 357).
215
El nombre de Sombreros que se daban a sí mismos era una «alusión al tocado militar»
y, por consiguiente, una crítica implícita a la falta de firmeza militar de Horn. A sus
adversarios les llamaban Gorros, sugiriendo con ello que eran «cobardes soñolientos,
hombres anticuados con gorros de dormir» (Hatton, 1966, p. 356).
de los «gorros» era proinglesa, librecambista y deflacionaria; representaban al
sector importador y a los pequeños comerciantes e industriales, y se
presentaban como el partido radical de los menos privilegiados socialmente
276
. Pero ¿había alguna opción real tras este juego de lo que Anderson llama
«corrompido parlamentarismo aristocrático» 277P Probablemente no más que
en la España borbónica. La gran guerra del Norte fue para Suecia lo que la
guerra de Sucesión española fue para España: un intento de acabar con las
restricciones estructurales que le había impuesto la economía-mundo. Los
esfuerzos de una y otra fracasaron, pero impidieron que sucedieran cosas
peores.
Mientras no estuvo claro quién sería el vencedor en la competición entre
Inglaterra y Francia, es decir hasta 1763, Suecia (como España) pudo utilizar
su margen de maniobra para conseguir un papel mayor del que podía abarcar
278
. El momento de ajustar cuentas vino más tarde para Suecia, entre 1763 y
276 Véase Samuelsson (1968, pp. 107, 119-20); Eagly (1969, pp. 748, 752; 1971, pp. 13-
14, 18-20); Hovde (1948, pp. 23-25).
277 P. Anderson (1974a, p. 190).
278 «Sombreros» y «gorros» estaban bastante de acuerdo en esto. Hatton dice que «el
estricto mercantilismo de la década de 1720 [quedó] ejemplificado en el Produktplakatet de
1724», que estaba «calcado de las leyes de navegación inglesas y asestó un duro golpe al
transporte marítimo holandés e inglés en el Báltico». El estricto mercantilismo, dice Hatton,
quedó también ejemplificado en las ordenanzas sobre importación de 1726, que fueron
desempolvadas por los «sombreros» a partir de 1738, con vistas a «intensificar el apoyo a las
empresas industriales de Suecia, acompañado de una protección cada vez más fuerte contra
la competencia extranjera». Hatton dice: «De forma retrospectiva, es fácil ver que sólo las
ganancias derivadas de las exportaciones ya consolidadas de Suecia y Finlandia, y sobre todo
del hierro sueco, permitieron a los «sombreros» realizar durante tanto tiempo sus
Las semiperiferias en la encrucijada 303
experimentos mercantilistas con nuevas manufacturas, pero hasta la crisis de 1762-1763
(provocada en parte por la participación de Suecia en la guerra de los Siete Años y en parte
por los efectos de una crisis financiera internacional) no elevaron los «gorros» grandes
protestas contra la teoría de la política económica de los «sombreros», aunque continuamente
instaron a la moderación al partido en el poder. Del mismo modo, los dos partidos estaban en
cierta medida de acuerdo en la política agrícola» (Hatton, 1966, p. 357).
Los presupuestos de esta política mercantilista estaban desapareciendo, no sólo a causa
de la creciente fuerza de Inglaterra frente a Francia, sino también a causa del papel cada vez
más competitivo de Rusia como exportadora de manufacturas de hierro. Suecia pasó de
producir del 75 al 90 por ciento del total mundial a comienzos del siglo xvm a producir tan
sólo un tercio en la década de 1760, época en que la producción rusa superó a la sueca. A
medida que las ventas suecas disminuían en la situación de depresión de 1730-45, los suecos
reducían la producción para mantener los precios. Samuelsson piensa que esto no fue una
locura, sino «hacer de la necesidad virtud» (1968, p. 89). Véanse también Heckscher (1932,
pp. 134-35, 139); Boéthius (1958, pp. 151-52); Hildebrand (1958, p. 13).
1815, cuando Inglaterra recurrió a ella, debido a la larga resistencia de Francia.
Suecia fue un Estado todo lo fuerte que se lo permitió su economía. Es fácil
comprender que la fuerza del aparato de Estado tenía poco que ver con los
poderes oficiales del rey comparando Suecia con Dinamarca, que fue una
monarquía absolutista antes y más tiempo que Suecia, pero mucho más débil,
lo que refleja el papel periférico de Dinamarca en comparación con el papel
semiperiférico que a Suecia le permitió desempeñar su política. Dinamarca es
a menudo considerada como una «constelación única» 279 que no encaja en
ningún modelo general de la división del trabajo a comienzos de la Edad
Moderna en Europa. Ya indicamos en el capítulo 4 que para nosotros
Dinamarca era una parte de la periferia, primordialmente orientada hacia la
exportación de mercancías cuya producción exigía bajos salarios (en el caso
de Dinamarca, cereales y ganado). A diferencia de la mayoría de las áreas
periféricas en el siglo xvn, sin embargo, Dinamarca se dotó de una monarquía
absolutista en 1660. Lo que debemos explicar es por qué este cambio político
no fue suficiente para catapultar a Dinamarca a la categoría de país
semiperiférico, como Suecia y Brandemburgo-Prusia, y también por qué se
produjo este cambio.
¿Es posible establecer una comparación entre la estructura económica de
Dinamarca y la de Europa oriental, por un lado, y la de Suecia, por otro?
Petersen subraya las ventajas de Dinamarca con respecto a los países de
Europa oriental, ya que la primera exportaba tanto cereales como ganado, lo
que significaba que tenía una mayor flexibilidad en momentos difíciles 28°.
Esto puede explicar en parte por qué Dinamarca resultó menos afectada que
los países de Europa oriental por la primera fase de la regresión europea (1600-
50); de hecho, la década de 1630 y los primeros años de la de 1640 fueron un
«veranillo de San Martín» para las ganancias danesas en el mercado
mundial281. Gracias a su carácter cerrado y a su exen-
m
0sterud (1976, p. 24), cuya «constelación única» consiste en «un Estado absolutista
sentado sobre los cimientos sociales de un campesinado semiservil y unas ciudades en
ascenso».
280 Véase Petersen (1967, pp. 20-21, y 1968, p. 1249).
281 Petersen (1967, p. 30). Por supuesto, como en cualquier situación similar, la desgracia
304 Immanuel Wallerstein
de un competidor es una ventaja positiva para el que no se ve afectado por la desgracia.
Petersen señala la «posición relativamente favorable de Dinamarca en el boom de la guerra»,
al tener el «aprovisionamiento asegurado», y añade: «Las crisis comerciales y monetarias de
Alemania y Polonia en 1617-1623 y la política báltica de Suecia hasta mediados de la década
de 1630 ofrecieron oportunidades excepcio- ción de impuestos, la nobleza danesa
consiguió incrementar constantemente la concentración de sus tierras en este
período 282. Sin embargo, el propio rey era un gran terrateniente283 y esto, unido
a su habilidad para incrementar los derechos del Sund durante la guerra de los
Treinta Años, le aseguraba unos considerables ingresos 284. El sistema
económico de Suecia difería de éste por cuanto que la agricultura no era la
principal fuente de ingresos: sus productos de exportación, que fueron la base
del desarrollo industrial sueco, eran ante todo minerales. Por otra parte, la
debilidad’ ecológica de la agricultura en Suecia reforzó la fuerza social del
campesinado e impidió el desarrollo de algo similar a la Gutswirtschaft.
Dinamarca era el polo opuesto por lo que se refiere a la estructura social
agraria. La organización de la agricultura danesa estaba basada en grandes
reservas señoriales rodeadas de explotaciones campesinas cuyos titulares no
estaban obligados a pagar rentas al señor, sino a realizar prestaciones de
trabajo para él. Los grupos que debían llevar a cabo estas prestaciones, los
ugedagsb0nder, cuyo número iba en aumento, representaban a mediados del
siglo xvn el 40 por ciento de todos los b0nder: «El trabajo gratuito se utilizaba
no sólo en los campos, sino también en el acarreo, la construcción, la artesanía
e incluso la carga y la descarga en el puerto» 28S. Durante este mismo período,
el papel de los comerciantes daneses se redujo considerablemente. Los
comerciantes alemanes y holandeses desplazaron a los daneses del comercio
de exportación, especialmente durante el «veranillo de San Martín» de 1630-
1645 2S6. Mediante la paz de Christianopel de 1645, los suecos (en connivencia
con los holandeses) impusieron una reducción de los derechos del nales a la
agricultura danesa; las operaciones bélicas suecas y la política restrictiva aplicada al comercio
de cereales [...] hicieron subir una vez más los precios en la Bolsa de Amsterdam, permitiendo
así a los productores holandeses llevarse a casa unas ganancias marginales extraordinarias».
282 Véase Petersen (1967, pp. 6-7) y 0sterud (1976, p. 19).
2,J
El 56 por ciento de la tierra no incluida en los dominios nobles pertenecía a la Corona.
Véase Petersen (1968, p. 1238).
284
Véanse C. E. Hill (1926, pp. 102-52) y Roberts (1970, pp. 402-3).
285
Jutikkala (1975, p. 164). Esto siempre depende de la parte del porcentaje que se
considere. Petersen, partiendo obviamente del 60 por ciento, quiere recalcar que la agricultura
danesa se basaba en la Grund- herrschaft (véase 1967, p. 23; 1968, pp. 1251-52). Petersen
señala de hecho que la nobleza danesa era «radicalmente diferente» de la de Suecia (y
también de la de Inglaterra y Francia) por lo que respecta al grado en que sus filas estaban
cerradas a la burguesía (1968, p. 1237).
2
“ Véanse Jprgensen (1963, pp. 78, 107), Glamann (1977, p. 240) y Petersen (1970, p. 84).
Sund, de forma que los ingresos de la Corona pasaron a ser «un vestigio
insignificante» 1874 de lo que eran antes. Así pues, cuando acabaron los días

1874 Reddaway (1906, p. 573). 0sterud habla de «una grave crisis financiera» (1978, p.
15).
Las semiperiferias en la encrucijada 305

felices de la guerra de los Treinta Años 1875 1876 1877, Dinamarca era el prototipo
de área periférica: tenía una agricultura basada en la reserva, orientada a la
exportación y dependiente de las prestaciones de trabajo; su comercio estaba
en manos de extranjeros; su aparato de Estado tenía una base económica débil
(ya que las tierras más ricas estaban exentas de impuestos y los derechos del
Sund apenas tenían ya importancia).
La corona danesa hizo un intento de recuperar su perdida ventaja
económica y estratégica declarando la guerra a Suecia en 1657, cuando Suecia
estaba ya metida en otras guerras. Esperaba la ayuda de los Países Bajos, que
no llegó. El tratado de Roskilde de 1658, que puso fin a la guerra con Suecia,
precipitó la crisis política de Dinamarca. Dinamarca tuvo que ceder a Suecia
las provincias de Escania, Halland y Bohuslán, es decir, toda la orilla derecha
del Sund y los accesos a ambas orillas de éste w. Sin embargo, en ese mismo
año, cuando Carlos X de Suecia reanudó la guerra y trató de incorporar a
Suecia toda Dinamarca, se encontró rápidamente con la oposición de los
holandeses, los ingleses y los franceses, que se unieron en el llamado concierto
de La Haya (11 de mayo de 1659), en el que las tres potencias del centro
impusieron la paz a los contendientes y vetaron «el cierre del Báltico a las
flotas de los Estados no ribereños» 29°. Dinamarca se salvó de la desaparición
gracias a que las potencias del centro querían contener a Suecia y estaban
interesadas, pues, en que Dinamarca tuviese una base fiscal para mantener un
ejército lo suficientemente fuerte como para desempeñar este papel
geopolítico, cosa que indudablemente no sucedía en 1657-1660.
Por lo demás, la deuda pública de Dinamarca era considerable: superaba
los cuatro millones de rigsdalers en 1660, de los cuales el 38 por ciento era
adeudado a extranjeros (una cuarta parte a los Estados Generales de los Países
Bajos, otra cuarta parte a firmas holandesas y el resto a firmas comerciales de
Hamburgo y Lübeck). Así pues, tanto el Estado holandés como los acreedores
privados extranjeros estaban directa e inmediatamente interesados en que el
Estado danés saliera de su situación económica, extremadamente precaria,

1875 Dinamarca se vio azotada en la década de 1650 por diversas epidemias que tuvieron
grandes consecuencias demográficas. Véase Petersen (1967, página 31) y J 0rgensen (1963, p.
79).
1876 El tratado de Roskilde también dio a Suecia el distrito de Trondheim, en Noruega, y
la isla de Bornholm, en el mar Báltico, pero ambos territorios fueron devueltos a Dinamarca
por el tratado de Copenhague en 1660. Véanse Rosén (1961, p. 552); C. E. Hill (1926, p.
184); y el mapa de Darby y Fullard (1970, p. 36).
1877 Reddaway (1906, p. 588); véase también C. E. Hill (1926, pp. 174-75). El avance
sueco había sido ya realizado cuando, al enviar los holandeses una flota el 29 de octubre de
1658 para combatir a la flota sueca en el Sund, pese al empate táctico, los suecos
consiguieron en Copenhague un triunfo estratégico. Hill señala que el escuadrón estaba al
mando de De Witt, «el mismo almirante que arrebató el Sund a Cristián IV [de Dinamarca]
en 1645» (1926, p. 170). En esta primera fase, Suecia, ayudada por Holanda, había
conseguido unas cláusulas extremadamente favorables en el tratado de Brómsebro, que
«puso claramente de manifiesto la pérdida de la primacía de Dinamarca en el norte»
(Reddaway, 1906, p. 572). Este tratado confirmó la antigua exención de los derechos de
aduana en el
306 Immanuel Wallerstein
como señala J0rgensen:
Es difícil definir con exactitud el papel que desempeñaron los acreedores del
Estado en el levantamiento constitucional de 1660 e inmediatamente después
[...] pero a corto plazo debió de tener un considerable peso en los
acontecimientos políticos [...] La bancarrota del Estado danés habría tenido
desagradables consecuencias para sectores considerables de la clase
comerciante del norte de Europa [...] En gran medida, el acuerdo se logró de
hecho dando a los acreedores una participación en las tierras de la Corona”1.
Este fue el marco de la repentina introducción del absolutismo en Dinamarca,
aparentemente difícil de explicar. ¿Qué significó el absolutismo? Significó
que la monarquía se hizo hereditaria y «soberana»; significó reformas
administrativas, entre ellas la creación de un consejo privado y un control más
directo sobre las estructuras burocráticas locales; significó el fin del carácter
cerrado de la nobleza, y también significó una mayor presión fiscal. En
resumen, significó un Estado capaz de desempeñar un cierto papel en el pago
de su deuda exterior y en el freno de la expansión sueca.
¿Significó, no obstante, un cambio en las estructuras básicas de la
economía? No, al menos en una medida significativa. La nobleza seguía
estando exenta de impuestos, aunque ahora tenía que ayudar al Estado a
recaudar impuestos de los campe-
Sund de que gozaba Suecia y, lo que es más, amplió este privilegio a las nuevas provincias
de Suecia en el Báltico oriental y en Alemania.
J0rgensen (1963, pp. 97-98). Al mismo tiempo, el descenso de los precios durante la
depresión agrícola de 1660 supuso una «catástrofe total para la aristocracia danesa en el
terreno social, económico y demográfico» (S. A. Hansen, 1972, p. 101). Esto hizo
obviamente que la aristocracia fuera menos capaz de oponerse a las nuevas medidas
absolutistas.
sinos libres. El rey podía ahora vender sus tierras a la nobleza de servicio,
compuesta por alemanes recién inmigrados que pronto emularon a la vieja
nobleza en la creación de reservas orientadas hacia la exportación. Hubo una
tendencia al monocultivo (cereales en vez de ganado) que redujo la pequeña
diferencia antes existente entre las estructuras económicas de Dinamarca y las
de Europa oriental1878. Al cabo de treinta años, la cantidad de tierras en manos
de la nobleza había aumentado a expensas tanto de la Corona como de los
campesinos libres 1879. La situación económica y legal de los campesinos, en
cambio, empeoró, culminando en un decreto de 1733 por el que los
campesinos quedaban adscritos a la gleba 1880. En cuanto al Estado, tenía sin
duda un mayor poder adquisitivo 1881 que antes, pero cuando Suecia reforzó el
papel de su milicia indígena, Dinamarca abandonó la suya para pasar a

1878 Véase Rosén (1961, pp. 523-26). Sobre la tendencia al monocultivo, véase Jensen

(1937, pp. 41-42).


253 Véanse Rosén (1961, p. 536) y Jutikkala (1975, p. 160).

2,4 Véase Jensen (1937, p. 45), Rosén (1961, p. 526), Imhof (1974, passim) y Munck

(1977, passim).
255 J0rgensen (1963, p. 96).
Las semiperiferias en la encrucijada 307

depender de los mercenarios 1882. Hubo algunos débiles esfuerzos encaminados


a promulgar una legislación mercantilista 1883, pero la fuerza del Estado danés
era en buena parte una fachada sustentada por intereses foráneos. El papel
económico de Dinamarca siguió siendo el mismo: en todo caso, se hizo cada
vez más periférico entre 1650 y 1750.
Realmente, no es de extrañar que Dinamarca siguiera siendo una zona
periférica pese a la institución oficial de una monarquía absoluta. Lo que sí es
más de extrañar es que Brandem- burgo, zona periférica insignificante, pudiera
primero convertirse en una potencia semiperiférica, Prusia, en el siglo xvni
1884
, y segundo, alcanzar y finalmente dejar atrás a otros candidatos con
muchas más probabilidades: Suecia en el norte y Sajonia y Austria en el sur.
No hay explicación razonable de esto a menos que se tenga en cuenta 1) la
continua interacción en el sistema interestatal como expresión de las fuerzas
económicas, y 2) el abanico de papeles económicos (abanico restringido, sin
embargo) que pueden desempeñar determinadas áreas en determinados
momentos de la historia. La clave del desarrollo de Prusia fue que, desde la
perspectiva de las potencias del centro, había margen para una sola potencia
semiperiférica importante en Europa central. Cuando falló Suecia, Prusia pasó
a cubrir este hueco. Cómo y por qué son las cuestiones que debemo^ analizar.
Pero no podremos entender el proceso a menos que seamos conscientes de que
dos Estados en la misma región no podían hacer simultáneamente lo que hizo
Prusia.
En el siglo XVII, los territorios alemanes al este del Elba pasaron por la
mayoría de los mismos procesos que Polonia y otras regiones de Europa
oriental en cuanto a la organización social de la producción agrícola. Se trata
de las zonas del Guts- wirsschaft y el Gutsherrschaft, en oposición al
Grundherrschaft (y/o el Wirtschaftherrschaft) en Alemania occidental y
meridional299. En los territorios situados al este del Elba surgieron en por el que
Prusia se convirtió en la denominación de toda la monarquía de los Hohenzollern, hasta que
ésta se convirtió en Alemania. Habría que señalar que no fue sino en 1804 cuando «las tierras
de la Casa de los Habsburgo» se convirtieron en «el imperio austríaco». Véanse Rosenberg
(1958, pp. 27-28); Darby y Fuliard (1970, pp. 138-44, 146).
2,9 La definición exacta del Gutsherrschaft, en oposición al Grundherrschaft, es una

256 Véase Rosén (1961, p. 538).


1883Véase Kent (1973, pp. 6-8).
291 La evolución de la nomenclatura del Estado es un reflejo del proceso. El elector de
Brandemburgo, zona que rodea a Berlín, añadió unos cuantos territorios no contiguos a sus
dominios en los siglos xv y xvi, y aún más en el xvn. A los dominios iban unidos títulos
adicionales. Por ejemplo, era duque de Pomerania, Magdeburgo y Cléveris, príncipe de
Halbers- tadt y Minden, conde de la Marca y Ravensburgo. En 1618 se convirtió en duque
de Prusia, pero por esto sólo se entendía Prusia Oriental, que estuvo bajo soberanía polaca
hasta 1657-1660. En 1701 fue nombrado rey en Prusia, y sólo en 1772, cuando gracias a la
primera partición de Polonia se hizo con Prusia Occidental, fue llamado rey de Prusia.
Aunque en la diplomacia internacional el Estado fue conocido por «la Prusse» hasta 1794,
se proclamó el Allgemeines Landrecht para «los Estados prusianos». Sólo en 1807, en medio
de la agitación napoleónica, cristalizó el proceso
308 Immanuel Wallerstein
cuestión muy debatida en la bibliografía sobre el tema. (Un posible paralelo inglés sería la
oposición entre demesne [dominio Gut] y manor [señorío].) Daremos tres definiciones.
Otto Hintze dice: «El rasgo principal [del Gutsherrschaft] era que el propio señor
explotaba sus tierras, viviendo de los ingresos proporcionados por la venta de su producto
en mercados lejanos y utilizando los servicios de siervos, que estaban, pues, adscritos a la
gleba. Las tierras de su propiedad constituían una unidad administrativa legal (Gutsbezirk)
y el señor tenía derechos políticos y judiciales sobre los campesinos [...] El rasgo principal
del Grundherrschaft era que el señor no explotaba directamente sus tierras, sino que vivía
de los pagos en dinero y en especie recibidos de sus arrendatarios. Dado que en este sistema
los campesinos no estaban tan sometidos al control económico de su señor, disfrutaban de
un mayor grado de libertad que los del sistema del Gutsherrschaft» (1975a, p. 39).
Joachim Freiherr von Braun dice: «El Gutswirtschaft es una gran empresa agrícola y, por
consiguiente, un organismo independiente, basado en la iniciativa empresarial
[Betriebsleiters), que puede, pues, ser dirigido sin tener en cuenta las leyes y las obligaciones
indirectas de una produc- el siglo xvi grandes propiedades a través de un proceso
de acaparamiento (a menudo mediante compras forzadas) combinado con la
expulsión de los campesinos de sus tierras Bauern- legen 30°. Este proceso se
aceleró considerablemente en Meck- ción orientada hacia el mercado» (Zur
ostdeutschen Agrargeschichte, 1960, página 10).
Friedrich Lütge dice: «El Gutswirtschafí [...] es un fenómeno [Tatbes- tand] económico.
El Gut pertenece a un señor, quien lo explota contratando a trabajadores sin familia para
hacer el trabajo. La Grundherrs- chaft reviste dos formas. Una es la del
Rentengrundherrschaft, por la que el señor [Grundherr] conserva sólo para sí una pequeña
unidad [Eigen- betrieb] y vive principalmente de las rentas, etc. La otra es la del Wirts- chaft
grundherrschaft, por la que dentro de un marco grundherrlichen [es decir, un sistema legal
correspondiente al Grundherrschaft] se conserva un Gutswirtschafí mayor (el
Eigenwirtschaft) [es decir, un dominio bajo el control directo del señor]» (Zur ostdeutschen
Agrargeschichte, 1960, p. 83).
Hay que tener en cuenta que la palabra herrschaft se refiere a las estructuras político-
legales y la palabra wirtschaft a las relaciones sociales de producción, y que era posible
encontrar formas mixtas, como en la Baja Sajonia, donde prevalecían el Grundherrschaft y
el Gutswirtschafí. Véase la discusión entre Joachim Freiherr von Braun y Friedrich Lütge
(Zur ostdeutschen Agrargeschichte, 1960, pp. 84-85).
No volveremos aquí sobre la cuestión, analizada en profundidad en Wallerstein (1974),
de si el Gutswirtschafí es una versión más de feudalismo o si es un fenómeno capitalista.
Simplemente señalaremos que ha habido una larga polémica en Zeitschrift für
Geschichtswissenschaft, revista de la República Democrática Alemana, sobre este tema
específico. En 1953 Johannes Nichtweiss mantenía que el Gutwirtschaft no era asimilable a
una economía feudal por cuanto que implicaba una producción orientada hacia el mercado a
gran escala. También señalaba que «en el caso de una economía feudal basada en el vasallaje
[Fronwirtschaft] lo característico es que el campesino esté adscrito a la tierra campesina y
no a la del señor [como en el caso del Gutswirtschafí]» (1953, p. 705). Jürgen Kuczynski le
replicó (1954). Siguieron artículos de Nichtweiss (1954), Manfred Hamann (1954), Gerhard
Heitz (1955), Nichtweiss (1956), Willi Boelcke (1956), Heitz (1957) y Nichtweiss (1957).
Como señala Nichtweiss, la postura de Kuczynski sobre esta cuestión es similar a la de Lütge
(1957, p. 805). A. J. P. Taylor adopta una postura similar a la de Nichtweiss, comparando las
propiedades de los Junkers a «las grandes granjas capitalistas de las praderas americanas»
(1946, p. 29).
500 Véase Carsten (1974, pp. 145, 157); Kuhn (Zur ostdeutschen Agrargeschichte, 1960,

pp. 40-41); Lütge (1963, pp. 101-2); Slicher van Bath (1977, páginas 111-12). El
Gutswirtschaft está claramente vinculado a las Wiistungpn o tierras despobladas (véase
Schlesinger en Zur ostdeutschen Agrargeschichte, 1960, p. 48); pero ¿cuál es el vínculo?
Siegmund Wolf afirma que las Bauernlegen llevaron a las Wiistungen, haciendo posible la
creación de un Gutswirtschaft. Véase Wolf (1957, pp. 323-24). Berthold, sin embargo,
mantiene que la huida de los campesinos fue una reacción a la creciente explotación (1964,
Las semiperiferias en la encrucijada 309
pp. 16, 19).
lemburgo, Brandemburgo y Pomerania301 después de la guerra de los Treinta
Años. Se incrementaron las prestaciones de trabajo, que pasaron de una media
de dos o tres días por semana a seis 302. Cuando la tierra pasaba de las manos
de los campesinos a las de los señores nobles, quedaba libre de impuestos, lo
que significaba que los campesinos restantes tenían que soportar «una carga
más pesada» 303. En los territorios de los Habsburgo, se produjeron hechos
similares en Hungría y Bohemia, pero la región de Austria propiamente dicha
siguió siendo una zona de Grundherrschajt 304. Si se compara la situación en
la región al este del Elba con la de otras zonas periféricas de Europa oriental,
se advierte que la opresión del campesinado era la misma o, en todo caso, peor
305
.
¿Cómo surgió Prusia en el siglo xvm? Hay que tener en cuenta que si bien
la opresión del campesino era mayor al este del Elba que en Polonia, la
concentración de la tierra era menor. Era más Gutsherrschaft que
Gutswirtschaft. Lütge nos recuerda el aforismo de G. N. Knapp: «El señor
[Gutsherr] no se hizo más rico [begüterer ]; se hizo más poderoso». De esto
infiere Lütge que ésta fue la fuente del aumento del poder del príncipe
(Fürstenmacht) 306. La falta de una auténtica concen-
501 Véase Treue (1955, p. 413); Barraclough (1962, p. 394); Harnisch (1968, páginas 130-

31); Slicher van E-ath (1977, p. 111).


302 Véase Kulischer (1932, p. 12).
303 Carsten (1954, p. 198).
304 Véase Tapié (1971, pp. 123-24). De hecho, los Habsburgo pusieron fin a las
exenciones de impuestos para las tierras señoriales que habían absorbido tierras campesinas
a partir de 1654 (Tapié, 1971, p. 120).
305 En primer lugar, en la región al este del Elba había otra institución, el
Gesindezwangdienst, que era la exigencia de que los hijos de los siervos sirvieran como
criados en la casa del señor de uno a cuatro años. Véanse Kulischer (1932, p. 14), Slicher
van Bath (1977, p. 115). Rukowski (1926, página 496) señala que el Gesindezwangdienst
implicaba un trato tan malo que los siervos «preferían a veces pasar diez años en la cárcel
que dos en este servicio», pese a que era un trabajo remunerado (mal, sin duda). Rutkowski
estima que las obligaciones globales de los campesinos de la región al este del Elba (servicios
más impuestos) eran superiores a las de los campesinos polacos (1972a, p. 97). El
Gesindezwangdienst existió también en Bohemia, Moravia y Silesia. Véase Spiesz (1969, p.
53).
306 Lütge (1963, p. 117). La frase de Knapp aquí citada se encuentra en «Die
Bauernbefreiung in üsterreich und in Preussen», reeditado en Grund- herrschaft und
Rittergut (1897, i, p. 34). Véase también Gorlitz, a propósito de la transformación social de
Brandemburgo-Prusia en los siglos XVII y xvm: «Los campesinos no son ya los simples
vasallos [Untertanten] de los nobles; como estamento, estos últimos ocupan un lugar paralelo
a la Corte del príncipe. Unos y otros se convierten en vasallos del príncipe. La nobleza ya no
delimita la arena de la acción social [Lebenswelf]. Se convierte más bien en una parte
funcional de la sociedad» (1956, p. 86). Esto encaja en la explicación que da Rutkowski acerca
de la difícil si- tración de la tierra, el tamaño medio de la mayoría de las
propiedades y la ausencia, pues, de un «estrato de grandes magnates» fueron
diferencias notables entre la región al este del Elba y otras zonas periféricas,
incluida la mayor parte de Europa307. Esto hizo que, frente a las posibles
autoridades centrales, la clase de los Junkers fuera menos capaz, desde el
punto de vista económico, de hacerse con las riendas políticas que los señores
en el resto de las áreas periféricas de Europa en el siglo XVII. Esta debilidad era
310 Immanuel Wallerstein
una condición necesaria para el desarrollo de Prusia, aunque no suficiente,
pero se combinó con una coyuntura geopolítica favorable.
Antes de que acabara la guerra de los Treinta Años, el elector de
Brandemburgo era «apenas algo más que un super-Junker»308 en un territorio
disperso e indefenso, sin grandes recursos o riquezas comerciales y con
«algunas de las ciudades más obstinadamente independientes y de las
aristocracias más obstinadamente insubordinadas de Europa» 309. La guerra
de los Treinta Años fue al mismo tiempo el nadir del poder de los Hohen-
zollern y su gran oportunidad, en parte por mera casualidad 31°. La casualidad
fue que el elector de Brandemburgo heredara por vía colateral ciertos
territorios: en 1609, el ducado de Cié- veris (zona adyacente a las Provincias
Unidas, en el extremo norte del Rin); en 1625, Prusia (que daba al mar Báltico,
y de hecho estaba bajo la soberanía de Polonia, con la que limitaba);
tuación del campesino de la región al este del Elba. Según él, el desarrollo de la industria y
la Bauernschutz (protección de los campesinos) por parte del rey hicieron que fuera más
difícil conseguir mano de obra en el siglo xvili. Por tanto, las condiciones del
Gesindezwangdienst empeoraron, ya que sólo mediante una mayor explotación de los
campesinos sometidos a su control podían los señores sobrevivir económicamente. Véase
Rut- kowski (1926, p. 497). Spiesz afirma que las tierras situadas al este del Elba utilizaron
las prestaciones de trabajo en menor medida que otras zonas de Europa oriental, a pesar de
las posibilidades legales, y que el trabajo en estas tierras se basó más «en el trabajo
mercenario de las familias, sobre la base de una contratación voluntaria o forzosa» (1969,
página 23).
307 P. Anderson (1974a, p. 262). Además, la fuerza relativa quedó todavía más mermada
tras la guerra de los Treinta Años, que «ciertamente supuso un cambio decisivo [a peor] en
el destino de las explotaciones agrícolas de muchas zonas de Alemania» (Carsten, 1959, p.
437).
308 Rosenberg (1958, p. 31).
309 Howard (1976, p. 67). Véase también Carsten: «Constituye uno de los milagros de
la historia alemana el que repentinamente, a finales del siglo XVII, un Estado con una fuerte
centralización surgiera apoyándose en bases tan poco propicias, porque Brandemburgo
parecía estar predestinado a seguir el camino de Polonia o Mecklemburgo» (1969, p. 544).
3,0 Carsten (1954, p. 179), quien dice que la guerra ofreció «circunstancias fortuitas»

(1950, p. 177).
y en 1637 Pomerania. De este modo, Brandemburgo se encontró en dos de los
principales escenarios bélicos: Renania y el Báltico. Brandemburgo había
adquirido territorios de «gran importancia estratégica» que eran «codiciados»
por diversos Estados europeos, y lo había hecho «sin ningún esfuerzo militar»
por su parte, esfuerzo del cual era incapaz en aquella época 1885. Además,
Brandemburgo fue autorizado por las grandes potencias a conservar estos
territorios tan codiciados. Por otra parte, Pomerania, que estaba ocupada por
Suecia en el momento de su reclamación por Brandemburgo en 1637, fue
reconocida como parte de los dominios de este último Estado gracias al apoyo
francés en la paz de Westfalia1886. Brandemburgo fue así uno de los primeros

1885 Carsten (1950, p. 178). Cléveris y los cercanos territorios de la Marca y Ravensburgo,
eran además zonas con una considerable cantidad de industrias antes de la guerra de los
Treinta Años.
1886 «Los Hohenzollem surgieron de la guerra de los Treinta Años como la más importante
casa reinante alemana después de los Habsburgo» (Carsten, 1969, p. 544); pero la Pomerania
Las semiperiferias en la encrucijada 311

beneficiarios del equilibrio de fuerzas. Si otros países apoyaron la expansión


de Brandemburgo, fue para contener el poderío sueco; y si el elector Federico
Guillermo de Brandemburgo, el gran elector, pensó en crear una burocracia y
un ejército que pudieran mantener a este territorio ampliado, fue para impedir
que el rey de Suecia pusiera fin a este feliz estado de cosas1887.
En ese momento, tal vez los Junkers no fueran lo suficientemente fuertes,
desde el punto de vista económico, como para crear miniejércitos, aunque sus
colegas, los magnates polacos, sí lo fueran. Sin embargo, el elector de
Brandemburgo tampoco era fuerte e intentó crear un ejército lo
suficientemente poderoso como para gravar a los Junkers en contra de su
voluntad 1888. El «gran receso» de 1653 fue el primer paso en un ingenioso
compromiso por el que el gran elector cedía efectivamente a los Junkers todos
los ingresos de sus propiedades (que no eran, recordemos, excesivos), más
otros nuevos, a través de la burocracia del Estado, a cambio de poder ejercer
una fuerte presión sobre el campesinado y las poblaciones urbanas. De este
modo pudo crear una fuerte burocracia y un fuerte ejército que salvaguardaron
el Estado de cara al exterior y finalmente permitieron a sus sucesores instituir
una política de crecimiento industrial en el interior (sin que la clase de los
Junkers quisiera o pudiera impedirlo). Tal compromiso podría haber parecido
razonable a los príncipes de otros países: al rey de Polonia, a los Habsburgo
en Austria, a los Borbones en España. ¿Por qué fue Brandemburgo el único
que lo utilizó? Examinemos lo que sucedió. Hasta 1653, el principal impuesto
era la llamada contribución (militar), una contribución territorial. Los nobles
estaban exentos de este impuesto. En las zonas rurales, un noble nombrado por
los restantes asignaba las cuotas entre los campesinos para hacer frente al
impuesto global del distrito. Los ingresos que sacaba el Estado por este método
eran bastante escasos.
En 1650, el elector convocó a los estamentos, con la esperanza de
convencerles de que le dejaran imitar a los holandeses y crear un impuesto
indirecto sobre el consumo del que nadie estaría exento. Sin embargo, lo que
era posible para un Estado del centro, como las Provincias Unidas, resultó
imposible políticamente para un Estado periférico, por mucho que estuviera
dirigido por un gobernante ambicioso e inteligente. La nobleza se negó a
aprobar este impuesto. Pero la necesidad de un ejército en esos tiempos
turbulentos parecía obvia y ambas partes acordaron establecer el «receso» de
1653 como solución provisional. El elector obtuvo medio millón de táleros en
impuestos durante seis años, pero no el impuesto indirecto y a cambio

Occidental pasó a Suecia.


1887 P. Anderson insiste de modo especial en el papel de Suecia en cuanto «martillo del
Este» que creó el absolutismo prusiano como «respuesta directa a la inminente amenaza
sueca» (1974a, pp. 198-99).
1888 Franz Mehring lo dice muy sucintamente: «Si el elector Federico Guillermo [...]
quería continuar siendo príncipe tras la guerra de los Treinta Años, necesitaba obviamente
un ejército. Pero no es menos obvio que sin los Junkers no podía mantener una sola compañía
en armas, por no hablar de hacerlo en contra de la voluntad de los Junkers» (1975, p. 47).
312 Immanuel Wallerstein
concedió a los Junkers la institucionalización en grado considerable de la
servidumbre. La cláusula más importante era la que partía del supuesto legal
de que los campesinos eran leibei- gen (siervos) a menos que pudiesen
demostrar lo contrario. Si esto fuera todo, apenas recordaríamos hoy el
«receso» de 1653: parecería una victoria más de la nobleza en un Estado
periférico más del siglo xvxi. Pero el «receso» de 1653 representó para el gran
elector «un primer paso»315, utilizado más tarde, durante la guerra del Norte
de 1655-1660. Ya hemos analizado esta guerra como el momento en que el
papel militar de Suecia en el Báltico alcanzó su punto más alto. Suecia derrotó
a Polonia y Dinamarca, contuvo la expansión rusa y se anexó Escania y con
ella una orilla del Sund.
¿Cuál fue el papel de Brandemburgo en estos acontecimientos?
Brandemburgo se alineó con Suecia contra Polonia hasta 1657, y en esta fecha
cambió de bando (con el beneplácito de
J1!
Carsten (1950, p. 188).
los holandeses). De este modo impidió que Suecia absorbiera Polonia, o al
menos la costa polaca, y consiguió para sí la plena soberanía sobre Prusia.
Brandemburgo prestó así un servicio a los holandeses (y a los ingleses)
poniendo un límite al poderío sueco. Brandemburgo era el único Estado capaz
de hacerlo en esta época, porque tenía un ejército creado gracias a los
impuestos obtenidos en el «receso» de 1653. Dentro de Brandemburgo, el gran
elector pudo sacar provecho inmediato de este éxito geopolítico, que es por lo
que Carsten considera la guerra del Norte, y no el «receso» de 1653, el
momento decisivo para el incremento del poder del Estado1889. Examinar los
detalles de los sucesivos movimientos políticos del gran elector a partir de
entonces —las diversas reuniones de los estamentos en diversas zonas, los
diversos decretos, el aplastamiento de la revuelta burguesa de Kónigsberg en
1674— no es tan importante como examinar lo que había cambiado en 1688
al término del reinado del gran elector, en vísperas de la Revolución Gloriosa
y de la guerra de los Nueve Años1890.
El gran elector reorganizó el consejo privado como órgano de la
administración central y creó tres burocracias —financiera, militar y judieial—
para llevar a la práctica las decisiones del poder central1891. Estas burocracias,

1889 Ibid. (1954, p. 189), quien dice: «Dadas las pruebas de que disponemos [...] parece
improbable que Federico Guillermo, en esta coyuntura, tuviera ningún plan para convertirse
en soberano absoluto y gobernar en contra de los estamentos. Fueron muchas más las
circunstancias que le obligaron a tomar este camino, y sobre todo el impacto de los asuntos
exteriores en los sucesos internos».
1890 Un relato detallado de esta historia política puede encontrarse en Carsten (1954,
tercera parte).
1891 Véanse Dorwart (1953, p. 17); Braun (1975, pp. 134-40). Otto Hintze afirma que
«existe una notable analogía entre el proceso por el que se creó la estructura administrativa
del Antiguo Régimen francés y la aparición del comisario prusiano [...] Los intendentes
[provinciales] ocupaban el mismo lugar en el sistema administrativo de la antigua Francia
que las Juntas de Guerra y Dominios en la antigua Prusia» (1975b, p. 275).
Las semiperiferias en la encrucijada 313

a pesar de su dilatado ámbito, eran y seguirían siendo en el siglo xvm de un


tamaño «sorprendentemente reducido»1892. Los ingresos incrementados —3
300 000 táleros en 1688 frente a 1 000 000 en 1640 320— se utilizaron
primordialmente para sufragar un ejército de voluntarios remunerados,
formado en parte por extranjeros. En 1653, la fuerza permanente era de 4 000
hombres; en 1688, de 30 000 321. La autoridad de estas burocracias, sin
embargo, no traspasaba las puertas de las propiedades de los Junkers, dentro
de las cuales el mando supremo estaba en manos del LancLrat (comisario de
distrito) elegido por los propios Junkers m. El Estado de Brandemburgo-Prusia
tenía sin embargo una ventaja frente a los terratenientes que los gobernantes
de Polonia, Austria, Dinamarca y Suecia no tenían: el hecho de que había
pocas propiedades de gran tamaño. Esto, unido a los tiempos duros 323, a las
grandes devastaciones de la guerra324 y a los escasos recursos naturales del
suelo 325, hacía que «trabajar para el rey de Prusia pudiera ser más gratificante
para las ambiciones materiales [...] En las condiciones de los siglos XVII y xvm,
era una de las mejores y más rápidas formas de enriquecerse o de aumentar las
riquezas» 326. Dado que no

• este resultado fueron el sello distintivo de la administración prusiana» (1962, p. 400).


!2
° Véase Finer (1975, p. 140). Sobre la recaudación de impuestos, véanse Rachel (1911,
pp. 507-8), Rosenberg (1958, pp. 49-50) y Braun (1975, páginas 271-73). Carsten afirma que
los impuestos indirectos urbanos tuvieron unos efectos tan desproporcionados que «se
convirtieron en una barrera para el desarrollo económico de las ciudades» (1954, p. 198).
321 Véase Finer (1975, p. 139). Federico Guillermo I (1713-40) incrementó el ejército
permanente en 80 000 hombres (la mitad de ellos extranjeros), haciéndolo «incomparable en
Europa por su adiestramiento y disciplina» (E. Barker, 1966, p. 42).
322 Véanse Craig (1955, p. 16) y Braun (1975, p. 273).
323 «El glacial clima económico de finales del siglo XVII proporcionó otro incentivo a la
clase terrateniente para integrarse en el edificio poli- tico de poder monárquico que se estaba
levantando en los reinos de los Hohenzoílern» (P. Anderson, 1974a, p. 243).
324 «Prusia sobre todo quedó terriblemente devastada [en la guerra del Norte] por el paso
de las tropas indisciplinadas, los saqueos, las quemas y la invasión extranjera» (Carsten, 1954,
p. 208). Por supuesto, Brandem- burgo y Cléveris habían sido ya devastados en la guerra de
los Treinta Años.
325 Mehring habla de los «arenosos patrimonios en la Marca y Pomera- nia» y señala que
para los Junkers «cada nueva compañía era tan valiosa como un nuevo dominio», ya que les
proporcionaba, «aun sin hacer trampa», una renta anual de unos cuantos miles de táleros
(1975, p. 54).
324 Rosenberg (1958, p. 102). Mehring señala hasta qué punto el ejército creado por el gran

elector resolvió el problema de un lumpenproletariado errante creado por la guerra de los


Treinta Años, así como el problema de los nobles pobres, conocidos como Krippenreiter,
«caballeros en caballos de madera», al convertirlos en soldados y oficiales, respectivamente

1892 Dorn (1932, p. 261). «En todo el reino no había más de 14 000 funcionarios de todas
las categorías. Mientras que en la Francia del Antiguo Régimen la queja popular más
persistente era que había demasiados funcionarios, en Prusia era que no había suficientes. El
rey prusiano no podía permitirse el lujo de emplear a funcionarios superfluos». Dorn habla
aquí de la estructura burocrática ya ampliada del siglo xvm. Esto es a fortiori aplicable a la
época del gran elector. Del mismo modo, Barra- clough, refiriéndose también al siglo xvm,
observa: «La frugalidad, el rígido control de los gastos y la cuidadosa administración que
produjeron
314 Immanuel Wallerstein
(1975, pp. 48-49). Véase también Craig (1955, p. 11). Rosenberg indica que había grandes
propietarios, no era sólo la forma «mejor y más rápida»: era prácticamente la
única.
De ahí que los Junkers no sólo trabajasen duro en sus tierras327, sino que
además se mostrasen deseosos de reforzar la burocracia estatal de
Brandemburgo-Prusia como necesaria salida para ellos 328. Esto a su vez
permitió al Estado crear una burocracia moderna sin hacer un uso excesivo de
la costosa forma intermedia de la venalidad de los cargos 329. Con ello se
mantuvo hasta cierto punto el carácter cerrado de la nobleza 330 (cosa que en
Francia no se logró) conservando al mismo tiempo un aparato de Estado frugal
y eficaz. Brandemburgo-Prusia fue más lejos que cualquier otro Estado
europeo de esta época, tanto en el aumento de los derechos «feudales de los
nobles sobre los campesinos como en la incorporación de los nobles el papel del
ejército en la promoción de la nobleza pobre se interrumpió en el reinado de Federico I (1688-
1733) con la incorporación como oficiales de hugonotes y plebeyos alemanes, pero se
reanudó con el rey sargento, Federico Guillermo I, quien «neutralizó de forma metódica el
descontento político, calmó los temores y reconcilió a la mayor parte de los Junkers con el
desarrollo de un poder central de carácter autocrático, invitando al 'ejército de reserva’ noble
a recuperar una posición segura y muy bien considerada en la sociedad engrosando las filas
de la aristocracia de servicio» (1958, pp. 59-60).
327 A. J. P. Taylor asegura que las virtudes de la eficacia y el trabajo duro «eran las virtudes

que poseían los Junkers, pero que no poseían en el mismo grado los burgueses alemanes del
siglo xvm» (1946, p. 29). P. An- derson hace una observación similar: «Los Junkers
prusianos de finales del siglo XVII y principios del xvm formaron de esta manera una clase
social compacta, en un país pequeño, con una áspera tradición rural de negocios» (1974a, p.
263). El trabajo duro en las tierras de los Junkers, además, se ajustaba perfectamente a las
necesidades del ejército. «El comercio del trigo estaba determinado por el consumo en rápido
crecimiento, la demanda militar, los crecientes costes de producción y los márgenes
comerciales. Federico Guillermo I estableció un estrecho lazo, en esta época rica en
proyectos, entre la política comercial del trigo, el avituallamiento del ejército, la economía
de los estamentos y la reforma militar» (Treue, 1955, p. 423).
32!
«Especialmente en el ámbito de la contratación de personal, no había una línea tajante
entre los antiguos funcionarios, bien atrincherados en sus puestos, y los «comisarios»
advenedizos. Desde el comienzo, algunos de los que se integraron en la nueva administración
procedían del turbulento ejército de los funcionarios del Stándestaat» (Rosenberg, 1958, p.
56).
329 Véase Rosenberg (1958, pp. 79, 83). Dada la situación económica de los Junkers, no
había mucho dinero con que comprar cargos.
330 Este carácter cerrado no significaba que los burgueses no pudieran convertirse en
terratenientes. Treue observa: «En Pomerania, Mecklembur- go, Brandemburgo, Bohemia,
la Baja Sajonia y Westfalia, muchos coroneles y generales que se enriquecieron como
empresarios de regimientos y divisiones se convirtieron en miembros de la clase terrateniente
comprando tierras a una nobleza endeudada» (1955, p. 414).
a la burocracia del Estado. Sin embargo, al ser las propiedades de los Junkers
de tamaño medio en el mejor de los casos y relativamente pobres, la estructura
del Estado331 se hizo cada vez más sólida —primero como fuerza militar y más
tarde como fuerza actuante en la economía-mundo—, de forma que a
comienzos del siglo xvm Prusia se había convertido en un Estado
semiperiférico.
En algunos aspectos, por supuesto, Austria estaba en mejores condiciones
Las semiperiferias en la encrucijada 315

para desempeñar el papel que Prusia estaba tratando de desempeñar. A


comienzos del siglo xvn era una importante potencia militar. Los Habsburgo
eran la encarnación de la Contrarreforma y consiguieron la reconversión de
Austria, Checoslovaquia y la mayor parte de Hungría al catolicismo a
mediados del siglo xvn. Tras la batalla de la Montaña Blanca en 1620, los
Habsburgo aplastaron al Estado bohemio y lo «redujeron a la condición de
provincia» 332. El levantamiento transformó a la aristocracia bohemia, que era
antes una clase de terratenientes independientes, en una nobleza cortesana y
liquidó a la burguesía indígena 333. Además, los Habsburgo
331 Rosenberg señala que en Francia, después de la Fronda, la nobtesse de race quedó
prácticamente excluida del aparato de Estado durante dos generaciones y que en Bohemia y
Moravia surgió toda una nueva capa con la victoriosa Contrarreforma católica; pero en Prusia
la resistencia de los nobles a la autoridad monárquica «no estalló en una rebelión organizada
y una sangrienta guerra civil. Los tres grandes Hohenzollern nunca presionaron demasiado a
los Junkers» (1958, p. 44). Véase también Carsten (1954, p. 273) a propósito de la
comparación con Francia. En Prusia, Federico Guillermo I dio un paso más en este sentido.
Abrió la burocracia civil a los plebeyos (creando «oportunidades de ascenso sin paralelo en
el gobierno prusiano hasta la década de 1920, época en que el Estado prusiano era un bastión
de los socialdemócratas»), al tiempo que convertía al ejército en «un sólido cuerpo de
aristócratas» (Rosenberg, 1958, pp. 67, 70). Los dos grupos se controlaban así mutuamente,
aunque ambos tenían razones para estar contentos con el Estado.
332 Kavke (1964, p. 59).
333 Véase Kavke (1964, pp. 55, 57). Sin duda, la posición de la aristocracia mejoró algo.
Wright habla de que pasó «del nadir de 1627 al cénit de 1740» (1966, p. 25). A partir de 1740
llegó María Teresa y la nueva centralización. Sin embargo, no hay que exagerar. El mismo
Wright nos dice: «A medida que crecían los gastos de los Habsburgo [en la segunda mitad
del siglo xvn y en el xvxu], sus exigencias fiscales se hacían más fuertes y más insistentes, y
la carga fiscal del siervo se hacía más pesada. Cuando el siervo comenzó a desfallecer bajo
el peso de los impuestos, el Estado pasó a interesarse por él como productor de ingresos y
empezó a intervenir en su favor y en contra de los señores que le estaban arruinando» (1966,
p. 21). De este modo, la revuelta campesina de Bohemia en 1679 fue seguida de la
Robotpatent de 1680, que limitaba la rabota (prestación de trabajo) a un máximo de tres días
a la semana. PoliSensky ve en el año 1680 un «momento decisivo» (1978, p. 200). Hubo,
además, lograron reclutar a un cuerpo de oficiales que no estaba limitado a la
nobleza como en Brandemburgo-Prusia 334. Sin embargo, los Habsburgo no
pudieron nunca transformar sus dominios en un Estado coherente e integrado
que pudiera funcionar debidamente dentro del sistema interestatal. Sólo una
estructura estatal relativamente homogénea podía prosperar en una economía-
mundo capitalista 335. Los Habsburgo austríacos tuvieron que hacer frente a los
mismos dilemas con que había tropezado, a mayor escala, su antepasado
Carlos V.
El principal escollo para conseguir tal integración en los dominios de los
Habsburgo era el poderío militar turco. El siglo XVII fue un siglo de luchas
entre los austríacos y los otomanos, que culminaron en el Türkenjahr de 1683,
en que los Habsburgo resistieron victoriosamente el segundo sitio de Viena 336.
Pero esta victoria tuvo un precio: las concesiones hechas en el curso de este
período a la nobleza húngara, que siempre esgrimió la baza de Turquía,
reclamando así derechos autonómicos en los territorios de los Habsburgo 337.
La amenaza turca, con sus implicaciones económicas directas y sus
consecuencias indirectas para la estructura del Estado, hizo que los Habsburgo
316 Immanuel Wallerstein
se resintieran, «más quizá que otros soberanos»338
otras dos Roboípatents en 1717 y 1738. Este proceso no es realmente diferente del de
Brandemburgo-Prusia. Véanse Spiesz (1969, pp. 33-34); von Hippel (1971, pp. 293-95);
Slicher van Bath (1977, p. 117).
354 Véase Kann (1973, p. 9) y cf. T. M. Barker (1978).

335 Brandemburgo, en cambio, había transformado una población inicialmente muy


heterogénea (véase Treue, 1955, p. 355) en un reino étnicamente muy homogéneo ya a
comienzos de la Edad Moderna. Véase Carsten (1941, p. 75, y 1947, p. 147).
336 Para un relato detallado, véase T. M. Barker (1967).
337 P. Anderson llama a Hungría «el obstáculo insuperable para la creación de un Estado
monárquico unitario», y a «la proximidad del poder militar turco [...] un obstáculo decisivo
para la extensión en Hungría de un absolutismo austríaco centralizado» (1974a, pp. 314-15).
331 Bérenger (1973, p. 657), cuyo artículo explica la consiguiente dependencia de los

préstamos públicos. Bérenger indica que estos préstamos eran realmente accesibles, por lo
que la situación financiera del emperador Leopoldo I (1657-1705) «no era tan desesperada
como generalmente se supone y como el propio emperador le gustaba declarar» (p. 669).
Pero las consecuencias a largo plazo de esta dependencia de unos financieros privados no
condujeron a un reforzamiento del aparato de Estado. Habría que señalar, sin embargo, que
las guerras turcas tuvieron efectos positivos sobre la economía agraria (y por tanto,
probablemente, sobre la base impositiva) en la medida en que se hizo necesario avituallar a
las tropas. Bog (1971) considera las guerras como un importante factor en la recuperación de
Alemania tras la guerra de los Treinta Años, la cual no cumplió la misma función a causa de
la devastación. Pero ¿no afectó igualmente la devastación a la economía agraria en las guerras
turcas? Véase T. M. Barker (1967, pp. 282-84).
en el siglo xvn, de la imposibilidad de recaudar dinero suficiente para su
hacienda y estuvieran siempre «claramente faltos de fondos» 1893. Durante el
reinado de Carlos VI (1711-1740), Austria, sobre la base de sus ingresos, sólo
logró formar un ejército la mitad de pequeño que el de Francia y ligeramente
mayor que el de Prusia 1894 1895. Por consiguiente, en cuanto a la eficacia de sus
esfuerzos mercantilistas, Austria, con un ejército dos veces superior y una
riqueza y una población mucho mayores, consiguió poco más que Prusia.

1893 Wangermann (1973, p. 12), quien compara a los Habsburgo con los monarcas franceses

de forma desfavorable para los primeros. La extensión territorial de sus dominios era
aproximadamente la misma, pero «eran mucho más importantes la homogeneidad, la
cohesión, los ingresos regulares procedentes de los impuestos y las facilidades para una
empresa comercial rentable». El producto neto del trabajo forzado en Austria fue la
maravillosa arquitectura barroca, por lo cual tal vez le deberíamos estar agradecidos. Véase
Zollner (1970, pp. 279-80).
3
*° Véase Wangermann (1973, p. 14).
1895 Treue (1974, pp. 106-7). El análisis que hace Dorwart de las razones de la nueva

tolerancia hacia los judíos en Alemania prueba que el mercantilismo no está nunca totalmente
a la defensiva. Dorwart habla del «reclutamiento casi desesperado de judíos por parte de los
príncipes alemanes para que contribuyeran a la recuperación de la ruina comercial provocada
por la guerra de los Treinta Años» (1971, p. 212). El modo en que la admisión de los judíos
contribuiría a dicha recuperación queda claro en la descripción que hace Dorwart de la
decisión del gran elector, en 1650, de permitir la vuelta a Brandemburgo de los judíos
emigrados a Polonia: «Con la desembocadura del Oder en sus manos, la reapertura del
comercio directo con Polonia podía ser una útil función de los comerciantes judíos» (1971,
p. 122). A propósito de la tesis de que el mercantilismo fue algo «natural» en Francia, dada
la estructura socioeconómica del país, pero no en Brandemburgo-Prusia, véase Kruger (1958,
p. 65). La tesis de Kruger forma parte de una polémica contra lo que él llama la «leyenda»
de la «monarquía social de los Hohenzollern», propagada por los historiadores burgueses
alemanes en tiempos de Schmoller (1958 p. 13).
Las semiperiferias en la encrucijada 317

Habría que tener muy presente la diferencia entre el mercantilismo de las


potencias del centro, como Inglaterra y Francia, y el mercantilismo de las
potencias semiperiféricas. Treue lo deja muy claro:
Mientras que entre las grandes potencias [el mercantilismo] correspondía
básicamente a una política económica de agresividad y expansión, en
Alemania llevaba consigo el objetivo defensivo de la auto- afirmación;
más el de conservar los mercados que el de conquistarlos; más el de
repeler la dominación de los otros, y especialmente de sus vecinos
occidentales, que el de aspirar a la dominación3*'.
Todo el período comprendido entre la guerra de los Treinta Años y el fin de
la era napoleónica fue una época de mercantilismo (cameralismo) en toda
Alemania, y en realidad en toda Europa central 342. La política mercantilista
de los Habsburgo puede ser rastreada hasta cerca de 16601896. Los
Hohenzollern, empezando por el gran elector, hicieron de ella el centro de su
práctica gubernamental 1897. La cuestión real es qué se consiguió con esta
política mercantilista. Por una parte, es probablemente cierto que los
resultados del fomento estatal de las manufacturas entre 1650 y 1750 fueron
«poco satisfactorios» en todas partes 1898. De hecho, Von Klaveren afirma que
el mercantilismo en Jos países atrasados fue un «seudomercantilismo», cuyo
verdadero objetivo fue «el enriquecimiento de los dignatarios locales» y que
«nadie esperaba realmente que triunfara el mercantilismo» M. Pero decir sólo
esto, que es alguna medida cierto, es ignorar la diferencia entre los países
semiperiféricos, que al menos podían ser seudomercantilistas, y los países
periféricos, que ni siquiera podían ser esto.
Es igualmente obvio que el mercantilismo de los países semiperiféricos en
este largo período de recesión sentó las bases 1899 del significativo desarrollo
de las actividades manufactureras en el período de expansión de la economía-
mundo a partir de 1750. Lo que deberíamos examinar más detenidamente es,
por consiguiente, lo que ocurrió en la primera mitad del siglo xvm, una vez
que Suecia fue eliminada de la competición, por así decir, mientras que Prusia
y Austria rivalizaban por ser la potencia de Europa central que más se
aprovechara de la expansión europea. Carlos VI subió al trono de los
Habsburgo en 1711; Federico Guillermo I subió al trono prusiano en 1713. En
1713-1714, con los tratados de Utrecht y Rastadt, la guerra de Sucesión
española llegó a su fin. Austria obtuvo los Países Bajos españoles (ahora
austríacos), Milán, Nápoles y Cerdeña (cedida a Saboya en 1720 a cambio de
Sicilia). En 1718, Austria obtuvo de los otomanos, en la paz de Passarowitz,
Servia, el Banato y la Pequeña Valaquia (tras haber obtenido ya Hungría
542 Véanse Lütge (1966, pp. 321-22); Bog (1961, pp. 134-35, 139); Klíma y Macúrek (1960,

1896
Véase Hassinger (1942, pp. 36-37).
349
Véase Kaltenstadler (1969, pp. 489-98) y también Kaltenstadler (1972).
Este acceso al mar explica, a su vez, el rápido crecimiento de la industria
berger (1960b, pp. 289-93).
318 Immanuel Wallerstein
p. 98).
143 Véanse Tremel (1961 p. 176); Klíma (1965 p. 107); Zollner (1970 p. 283).

344 Véanse Von Braun (1959, pp. 611-14) y Kisch (1968, p. 4).
345 Kulischer (1931, p. 13).
344 Van Klaveren (1969b, pp. 149-50). Deyon señala que «los proyectos mercantilistas eran

universales», aunque también eran «a menudo veleidades, decisiones puramente formales,


recomendaciones desprovistas de toda eficacia» (1978a, p. 208).
347 Klíma (1965, p. 119). Kulischer se pregunta si después de mediados del siglo XVIII «el

rápido crecimiento de la industria [en Francia, Prusia Austria, Renania y Rusia] se habría
conseguido de no haber sido preparado por la época anterior, es decir, por la época
colbertista» (1931, pp. 13-14).
y Transilvania por el tratado de Carlowitz de 1699). Austria resucitó la Wiener
Orientalisch Handelskompanie (la primera había desaparecido en 1683) para
aprovecharse de las nuevas posibilidades del comercio en los Balcanes. En
1719, Carlos VI consiguió finalmente que Trieste y Fiume fueran declarados
puertos libres, idea que había sido insinuada por vez primera en 1675 34«.
En el «Drang Nach Meer» de Austria, 1719 fue, pues, el momento
crucial. Austria tenía ahora acceso tanto al Atlántico (Ostende) como al
Mediterráneo (Trieste), podía aspirar a competir con Venecia y Hamburgo 343
* * 1900 * 1901 1902
y parecía ser al fin una gran potencia 1903°. De repente, se
encontró «simultáneamente enfrentada»1904 a Inglaterra, Holanda, Francia y
España, amenazadas todas ellas por las nuevas pretensiones comerciales de
Austria. Prusia salió también muy reforzada de este período. En el tratado de
Estocolmo (1719) había conseguido las últimas de las posesiones alemanas de
Suecia. Ahora era más fuerte en el terreno militar que Suecia, y en el reinado
de Federico el Grande heredaría la «fama por las proezas militares en Europa»
que había tenido Suecia hasta la muerte de Carlos XII 1905. Sin embargo,
todavía en 1713 Prusia era «un país principalmente agrícola» 1906, cuyos
recursos eran «insignificantemente escasos» 1907. A mediados del siglo xvm,
no obstante, Austria quedaría reducida al papel de potencia mundial de
segunda fila que conservaría hasta 1918, mientras que Prusia estaba en vías de
convertirse en una verdadera potencia mundial. La particular estructura interna
de Prusia que hizo esto posible ha sido ya analizada 1908, pero no se puede
explicar por qué la rivalidad austro-prusiana se decantó en favor de Prusia sin
tener en cuenta el curso de la rivalidad anglo-francesa, que analizaremos en el

de la lana en Bohemia, Moravia y Silesia en este período. Véase Freuden-


350
J. W. Stoye cita en términos aprobadores el título del libro de
O. Reddich sobre la historia de Austria entre 1700 y 1740: «El desarrollo
de una gran potencia» (véase 1970a, p. 598).
1904
Macartney (1966, p. 397).
353
Samuelsson (1968, p. 69).
1906
Bruford (1966, p. 293). «Pero antes de que Prusia pudiera contar realmente como
potencia europea independiente, era necesario superar una serie de dificultades nacidas de la
disposición geográfica de sus provincias, de su escaso desarrollo económico y de su falta de
población».
1907
A. J. P. Taylor (1946, p. 27), quien añade estas palabras: «Ausencia de zonas
industriales, ausencia de ciudades importantes, ausencia de salida al mar, tierras áridas y
yermas, nobleza pobre e ignorante, vida cultural prácticamente inexistente».
333
La superioridad de Prusia sobre Austria por lo que respecta a la
Las semiperiferias en la encrucijada 319

siguiente capítulo.
Barraclough cree que en esta época los dos rivales «tendieron a anularse
mutuamente»35é. Esto no es del todo exacto. Prusia fue utilizada para anular a
Austria, y consiguió Silesia como recompensa. Silesia era valiosa en el terreno
político, económico y estratégico. Había sido disputada desde el siglo x y en
los siglos xvn y xvm fue la principal preocupación de la diplomacia de
Brandemburgo 357. Silesia era la «verdadera zona industrial de Austria [...] la
'joya' de los territorios hereditarios [austríacos]» 358. El lino silesio era
distribuido por comerciantes de Inglaterra, los Países Bajos y Hamburgo, por
lo que se puede decir que Silesia representó «un modelo clásico de penetración
colonial» 359. Sin embargo, la producción tenía un carácter local, y se
desarrolló especialmente a partir de la guerra de los Treinta Años en forma de
Kaufsystem, por el que los comerciantes de la aldea vendían la producción a
los comerciantes de más envergadura, que llevaban a cabo un control estructura
estatal en esta época queda clara en las descripciones de Behrens y Rosenberg. Behrens dice:
«En los dominios de los Habsburgo, en el momento de la subida al trono de María Teresa en
1740, no había nada parecido a una administración central, por no hablar de una nación. La
administración central sólo comenzó a apuntar a partir de 1748, y aun entonces sólo en los
llamados territorios hereditarios alemanes de Austria y Bohemia» (1977, p. 551). La
unificación administrativa prusiana sólo data del reinado de Federico Guillermo I, es decir,
de 30 años antes (véase Behrens, 1977, p. 557), Sin embargo, «en la dirección básica del
desarrollo iniciado en tiempos del Antiguo Régimen, la Prusia de los Hohenzollern actuó de
la misma forma que otros gobiernos absolutistas de Europa. Tal vez su característica más
distintiva fuera el hecho de que [...] muchas innovaciones políticas, reformas administrativas
y medidas fiscales fueron llevadas al límite por unos dirigentes supercelosos» (Rosenberg,
1958, p. 23).
336
Barraclough (1962, p. 386).
357
Leszczyríski (1970, p. 104).
358
Tremel (1961, p. 177). «El lino de Silesia encontró mercados de exportación en
Holanda, Inglaterra, Polonia y Rusia. Los comerciantes holandeses lo necesitaban para
España, Portugal y el Levante. El Schleier silesio [tocado femenino ligero y transparente
hecho de lino o algodón imitando lino) era exportado a Africa, Curazao e Indonesia. La lana
de Silesia desempeñó un papel dominante en el mercado lanero». Otra razón por la que
Silesia era la «joya» era el papel clave de su capital, Breslau, en el comercio por tierra con
el Este, en el que llegó a ocupar una posición monopolista (Wolánski, 1971, p. 126). Véase
también Hroch (1971, p. 22).
339
Kisch (1959, p. 544). La creciente importancia del papel de Hamburgo en el siglo xvm
a expensas de los holandeses es analizada por Liebel (1965b, pp. 210-16).
de calidad centralizado 36°. En muchos casos, había manufacturas en los
dominios señoriales donde el terrateniente era el empresario y los siervos
trabajaban a cambio de un salario1909 1910. Tal vez sea la amplitud de estas
actividades industriales la que explica el hecho de que de los tres territorios
bohemios de los Habsburgo —Bohemia, Moravia y Silesia— Silesia fuera

1909
Véase Klíma (1959, pp. 37-38).
341
Véase Aubin (1942, p. 169) y Klíma (1957, p. 92).
320 Immanuel Wallerstein
conocida por «la relativa benignidad de sus regulaciones siervo-señor» 1911.
Cuando Prusia consiguió Silesia en 1748 como premio de la guerra de
Sucesión austríaca, adquirió, pues, «la provincia más próspera e
industrializada» 1912 de los territorios de los Habsburgo.
Este fue un «tremendo golpe» para Austria, no sólo por la producción
industrial de Silesia, sino también porque era el «principal intermediario
comercial» de la monarquía de los Habsburgo con el mundo exterior 1913. Los
efectos de su pérdida alcanzaron también a Bohemia y Moravia, ya que los
hilanderos y tejedores de esta zona habían vendido sus mercancías a
comerciantes silesios hasta 1642. Si esto hubiera continuado, como lo
estipulaba el tratado de paz, habría hecho que estas leyes «dependieran desde
el punto de vista económico del capricho de Prusia»1914. Austria se vio
obligada a llevar a cabo una reconversión. La adquisición de Silesia por Prusia
fue, pues, un acontecimiento de primer orden, que contribuyó sustancialmente
a la industrialización del siglo xix 1915. Fue posible gracias a la creación de un
ejército y un Estado prusianos, unida a la necesidad de los ingleses (y de los
holandeses) de contener a Suecia y frustrar así los planes de Austria; y la
creación del ejército y el Estado prusianos fue a su vez posible gracias a la
peculiar debilidad de la nobleza terrateniente en comparación con la de otros
Estados periféricos. Fue esta serie de coyunturas a lo largo de un siglo la que
hizo posible que Brandemburgo, área periférica insignificante, se convirtiera
en 1750 en la potencia periférica europea con mayores posibilidades de ver
transformado su papel en la economía-mundo.
La última área semiperiférica creada en esta época, bastante diferente de
las otras, fue la constituida por Nueva Inglaterra y las colonias del Atlántico
medio en la Norteamérica británica. Su colonización no empezó hasta 1620 y,
con la excepción quizá de Nueva Amsterdam en cuanto avanzada estratégica
y comercial de la red mundial holandesa, estas áreas no formaron ni siquiera
parte de la economía-mundo capitalista antes de 1660 3S7. De hecho, Nueva
Jersey, Pensilvania y Delaware no fueron colonizadas por los ingleses sino en
el período de la Restauración368. El año decisivo para Norteamérica fue 1660,
porque éste fue también el año decisivo para Inglaterra. Este año fue testigo
de la institucionalización de la doctrina mercantilista de que «los intereses de
las colonias [habían de ser subordinados] al bien de la nación» 369. Las
diversas Leyes de Navegación inglesas de la década de 1660, que hacían de
los más importantes productos coloniales —el azúcar, el tabaco, los tintes,
etc.— productos «enumerados» que debían ser embarcados en barcos ingleses

363
Wright (1966, p. 20). A pesar de esta benignidad, hubo varias revueltas campesinas a
finales del siglo XVII y en el xvm, que fueron reprimidas por la fuerza militar. Véase Kisch
(1959, p. 549) y cf. Michalkjewicz (1958) y Tapié (1971, p. 121).
1912
P. Anderson (1974a, p. 317). Véase también von Braun (1959, páginas 614-16) a
propósito de la importancia para Prusia de la adquisición de Silesia.
1913
Freudenberger (1960b, p. 384).
1914
Freudenberger (1960a, p. 351).
344
Véase Kula (1965, p. 221).
Las semiperiferias en la encrucijada 321

y vendidos a compradores ingleses, afectaron notablemente a los productores


de las Indias Occidentales y del valle de Chesapeake. En un principio, estas
leyes apenas tuvieron efectos negativos sobre las colonias del norte, en parte
porque no se aplicaron con rigor y en parte porque estas colonias no producían
muchos de los productos enumerados 370. Se puede
547
Véase la descripción que hace Craven de Nueva Inglaterra en 1660: «La economía
[...] se apoyaba básicamente en la agricultura [...] La población típica de Nueva Inglaterra
era el poblado agrícola [...] Pero fuera de Boston, ahora una población de posiblemente 3
000 almas, la agricultura de subsistencia era tan básica para todas las demás actividades que
incluso el ministro [de la Iglesia] tenía que ser buscado a veces en los campos» (Craven,
1968, p. 18).
368
Véase Craven (1968, pp. 63-103) a propósito de las «colonias de la Restauración»,
que también incluían las dos Carolinas y Nueva York, arrebatada a los holandeses en 1664.
365
Bailyn (1955, pp. 112-13). Institucionalización es la palabra clave. Cromwell también
era mercantilista, pero «los colonos ingleses habían tratado de aprovecharse de la guerra civil
para lograr un cierto grado de independencia, y la Commonwealth había tolerado muchas
pretensiones siempre que no llevaran implícita la lealtad a los Estuardo [...] El período en el
que esta política [del gobierno inglés hacia las colonias] se llevó a cabo fue más bien el de
los Estuardo restaurados que el de la república cromwelliana» (Rich, 1961, pp. 330-31).
170
Craven dice que no sufrieron «ningún efecto adverso» (1968, p. 39). Nettels dice que
entre 1685 y 1720 Nueva Inglaterra y Nueva York «apenas intervinieron en las exportaciones
a Inglaterra» (1933, p. 326). Bailyn señala que una medida aprobada en 1673, por la que se
exigía un doble impuesto a los comerciantes de Nueva Inglaterra (en el puerto de salida y en
el
decir incluso que tuvieron un impacto positivo, por cuanto que estimularon la
construcción naval en estas colonias, expulsando a los holandeses de
Norteamérica «antes de que el transporte marítimo inglés pudiera hacer frente
a todas las necesidades de las colonias»371.
Estas colonias producían pocas cosas de interés para Inglaterra en el siglo
xvn y eran demasiado pequeñas para ser un mercado importante de mercancías
inglesas, pero competían como transportistas, por lo que casi parecían un
estorbo para Inglaterra. Si Inglaterra se aferraba a ellas, era en parte por temor
a que Francia las controlara: era en cierto modo una retención preventiva 372.
Los Estuardo comenzaron a revocar las cartas de privilegios y consiguieron un
control más eficaz sobre estas problemáticas colonias mediante la creación en
1684 del Dominio de Nueva Inglaterra. Estas áreas podrían haberse visto en
efecto periferizadas si la resistencia de Nueva Inglaterra a la política de los
Estuardo no hubiera coincidido con la revuelta interna en Inglaterra, que
culminó en la Revolución Gloriosa, la cual «puso fin a la amenaza de los
colonos, o al menos la pospuso» 373. Así pues, debido a lo que Eleanor Lord
llama la «involuntaria negligencia de estas colonias» (aunque sería preferible
llamarlo las dificultades internas de la realización del gran proyecto
mercantilista de Inglaterra), los comerciantes de Nueva Inglaterra y el
Atlántico medio estaban «haciendo grandes progresos» hacia 1700 no sólo
como constructores navales sino también como intermediarios comerciales 374.
Estos comerciantes participaban en el llamado comercio triangular, del que
de hecho había muchas variantes. En el triángulo con Africa y las Indias
Occidentales, las melazas de esta última zona se dirigían a las colonias del
322 Immanuel Wallerstein
norte, que enviaban ron y baratijas a Africa, mientras que los esclavos
africanos se dirigían a las Indias Occidentales. En el triángulo con Inglaterra y
las Indias Occidentales, las provisiones y la madera de las colonias del norte
se dirigían a las Indias Oc-

puerto de entrada), mientras que a los ingleses sólo se les exigía un único impuesto, suscitó
fuertes protestas como «grave discriminación» (1955, p. 151). Kammen analiza los
comienzos de la toma de conciencia entre los habitantes de Nueva Inglaterra de que eran un
«grupo de presión al margen de otros grupos rivales en Londres» a finales de la década de
1670 (1970, p. 37).
371
Nettels (1952, p. 109; véase también 1931b, pp. 9-10).
372
Véase el análisis en Beer (1912, i, pp. 11-53).
373
Barrow (1967, pp. 34-35). Véanse también Bailyn (1953, p. 386) y Cra- ven (1968,
p. 246).
374
Lord (1898, p. 105).
cidentales, mientras que el azúcar y el tabaco de las Indias Occidentales se
dirigían a Inglaterra y las manufacturas inglesas se dirigían a las colonias del
norte (o el buque de la colonia del norte era vendido en Inglaterra). En un
tercer circuito triangular, más reducido, con el sur de Europa e Inglaterra, el
trigo375, el pescado y la madera de las colonias del norte se dirigían al sur de
Europa, mientras que el vino, la sal y la fruta del sur de Europa se dirigían a
Inglaterra y nuevamente las manufacturas inglesas se dirigían a las colonias
del norte. Hay que subrayar dos cosas a propósito de estos famosos triángulos.
En primer lugar, son en gran parte construcciones analíticas: representan un
flujo de mercancías más que un movimiento de barcos. Los barcos de las
colonias del norte cubrían sobre todo líneas regulares con las Indias
Occidentales, haciendo sólo unos cuantos viajes transatlánticos a Inglaterra y
muy pocos a Africa 376.
En segundo lugar, los ingleses presionaban a las colonias del norte para
mantener una balanza comercial desfavorable, lo que significaba que estas
últimas tenían que procurarse dinero si querían conseguir manufacturas. En la
medida en que el comercio triangular no procuraba los metales preciosos
necesarios, tenían que incrementar sus propias manufacturas (y reducir así las
importaciones de Inglaterra) o encontrar un producto básico 377. La lucha
política de las colonias del norte con Inglaterra en la primera mitad del siglo
xvm giró en torno a cuál de estas alternativas sería adoptada. En el siglo xvil,
los colonos se convirtieron en competidores de los productores ingleses como
constructores navales, transportistas y proveedores de provisiones a las Indias
Occidentales y Europa. De acuerdo con la doctrina mercantilista, eran «más
un competidor [...] [que] un activo» y, por consiguiente «las menos valiosas
de las

37!
Slicher van Bath llega incluso a afirmar que en la segunda mitad del siglo xvn y en la
primera del xvm, «sólo los grandes terratenientes [europeos] podían cultivar cereales a unos
precios lo suficientemente bajos como para competir con el grano de Pensilvania» (1963a,
p. 220).
374
Walton (1968b, pp. 365-71). La razón era de carácter económico. La familiaridad entre
Las semiperiferias en la encrucijada 323
el comerciante y sus agentes reducía considerablemente los riesgos, lo que llevaba a una
especialización en las rutas. Los tripulantes de los barcos que hacían las rutas triangulares
eran pagados mientras estaban en el puerto, a diferencia de los tripulantes de los barcos que
cubrían líneas regulares (Walton, 1968b, pp. 386-89). Ostrander llega aún más lejos, al dudar
de que la construcción sea válida, ya que los barcos no hacían realmente ese viaje. Atribuye
el concepto a las necesidades ideológicas del siglo xix (véase 1973, p. 642).
377
Lord (1898, pp. 124-25).
posesiones británicas» m. A partir de 1689, los ingleses hicieron un esfuerzo
consciente 379 por corregir la situación y trataron de desarrollar la función de
las colonias como mercado para las manufacturas inglesas fomentando un
nuevo producto básico (los pertrechos navales) y ahogando la incipiente
producción industrial 380. ¿Cómo se «crea» un mercado en una determinada
3,1
Barrow (1967, p. 8). Nettels opina que tal análisis pasa por alto las «ganancias
invisibles» de Inglaterra procedentes de las colonias del norte: el flujo de metales preciosos
y moneda acuñada, el fruto de la piratería, la «compra» de los servicios de la Corona e incluso
la construcción naval para los compradores ingleses; pero las ganancias invisibles eran
precisamente eso, menos visibles, y por lo tanto tal vez no pudieran alterar sustancialmente
la conciencia inglesa del valor de las colonias del norte (1933, pp. 344-47).
™ Por consciente que fuera el esfuerzo encaminado a incrementar el valor de las colonias
del norte para Inglaterra, no hay duda de que en comparación con su actitud hacia las colonias
del gran Caribe, la actitud inglesa hacia las primeras fue una actitud de desidia. A. G. Frank
piensa que tal desidia, provocada por «la relativa pobreza de la tierra y el clima, así como
[...] la inexistencia de minas», fue una suerte para esas colonias, ya que les permitió
desarrollarse de forma diferente a las colonias tropicales y semitropicales (Frank, 1979b, p.
60). Barrow analiza la «política de 'saludable desidia’» desde otro ángulo. Señala que al
menos en el siglo xvm «tener contentos a los colonos [de la Norteamérica británica] requería
una política de apaciguamiento, no de coerción. Por consiguiente, el principio rector para
Walpole y sus sucesores fue dejar las cosas como estaban. 'Quieté no movere' se convirtió
así en la máxima política de la administración colonial de Walpole» (1967, pp. 116, 134).
m
Véase Nettels (1931a, p. 233). A propósito de la cronología, Nettels hace referencia a
la tesis de G. L. Beer, de que las colonias del norte sólo empezaron a ser apreciadas como
mercado a partir de 1745. Nettels afirma que esta tesis es errónea, ya que también eran
apreciadas a finales del siglo XVII (véase 1931a, pp. 230-31). Kammen fija en 1713 el año a
partir del cual «todos los recursos coloniales [incluidos los de las colonias del norte] fueron
considerados [por los ingleses] como importantes para la construcción de un imperio
autosuficiente» (1970, p. 46). Bruchey habla de que esto ocurrió «en la última época
colonial» (1966, p. 8). Coleman cita la fecha más temprana, y dice que «las colonias
norteamericanas de Inglaterra registraron el más notable incremento neto de la demanda a
partir de 1650, abriendo con ello un mercado exclusivo a la producción industrial inglesa en
el preciso momento en que el comercio intraeuropeo sufría una depresión y se intensificaba
la competencia» (1977, pp. 197-98).
Tal vez nos encontremos aquí con un intento (iniciado en la década de 1690) covertido
en realización (a mediados del siglo xvm). Las fechas que da Farnie para las colonias
americanas muestran en su conjunto que, como mercado para las mercancías inglesas, las
colonias pasaron de un 10 por ciento en 1701-1705 a un 23 por ciento en 1766-1770, y, como
fuente de importaciones para Inglaterra, de un 19 a un 34 por ciento. El papel de las colonias
continentales (aunque esto incluye tanto a las del norte como a las del sur) superó por primera
vez al de las Indias Occidentales en 1726-30. Farnie sugiere que esta «americanización» del
comercio exterior inglés —expresión que toma prestada a Schlote— produjo una «super-
zona? Haciendo que la población del lugar participe en la producción para la
economía-mundo y, en caso de que no haya suficientes personas con una renta
suficientemente alta, fomentando el «asentamiento». Fue este último camino
el que emprendieron los ingleses y el que les distingue significativamente de
los franceses, los holandeses e incluso de los españoles y portugueses en las
Américas3S1.
324 Immanuel Wallerstein
Hubo de hecho una corriente de emigrantes muy importante, sobre todo a
los Estados del Atlántico medio, entre 1713 y 1739. Dado que los ingleses no
estaban dispuestos a emigrar en número significativo, los ingleses optaron por
abrir la Norteamérica británica a los no ingleses: escoceses, habitantes del
Ulster y supuestos holandeses (que en realidad eran alemanes y suizos) 382. Los
ingleses esperaban que esos nuevos emigrantes participaran en la producción
del nuevo producto básico: los pertrechos navales. Esto prometía a los ingleses
no sólo ventajas económicas, sino también militares. La única «deficiencia
seria» 383 del comercio colonial inglés era desde hacía tiempo la de los
pertrechos navales, que fueron un «constante objetivo» 384 de su política en el
siglo xvn. Esta deficiencia se agudizó con el estallido de la guerra de los Nueve
Años en 1689. Casi toda la producción o el tránsito de los pertrechos navales
ingleses estaba en manos de los suecos, que eran neutrales pero profranceses;
y esto era una «causa constante de inquietud» 385. Las fuentes alternativas más
obvias eran las colonias del norte (e Irlanda). En 1696, Inglaterra creó la Junta
de Comercio y Plantaciones, uno de cuyos primeros objetivos fue liberar a
Inglaterra de su dependencia de Suecia. Para ello se intentó crear
dependencia final» que explica las dificultades económicas inglesas en la segunda mitad del
siglo xvm (1962, p. 214). Esto me parece sumamente dudoso, e incluso me parece una
ideología mercantilista llevada a su extremo. La cuestión es, como ya veremos, que Inglaterra
fue incapaz de impedir que las colonias del norte se convirtieran en un área semiperifé- rica
y en esta medida se creó algunas de sus futuras dificultades. Pero si no hubiera sido por eso,
habría sido por otra cosa.
381
Véase Nettels (1933, p. 322).
332
Véase M. L. Hansen (1945, pp. 48-50).
383
McLachlan (1940, p. 4).
334
Ástróm (1962, p. 15).
3!S
Ibid., p. 20. El 48 por ciento de las importaciones inglesas, incluidos todos los
productos del norte de Europa, a partir de 1699-1700 —cáñamo, lino, brea, alquitrán, hierro
y potasa— procedían primordialmente de Suecia; el 26,4 por ciento procedían de Rusia, el
24,1 por ciento de los países del Este y sólo el 1,5 por ciento de Dinamarca-Noruega. Sin
embargo, las mercancías rusas llegaban a través de Narva, que estaba en manos de los suecos,
y las de los países del Este a través de Riga, también en manos de los suecos (véase Astróm,
1962, p. 99).
un monopolio, pero este planteamiento tropezó con una gran resistencia 38é.
La guerra de Sucesión española agudizó de nuevo esta cuestión, y la
situación se agravó con la formación de la Compañía de Alquitrán de
Estocolmo en régimen de monopolio. Esto condujo a la Ley de Pertrechos
Navales de 1705, por la que se decidió confiar en las primas como incentivo
a la producción en las colonias del norte 387. Liberar a Inglaterra de su
dependencia de Suecia no fue evidentemente el único motivo de la Ley de
Pertrechos Navales. Nettels da tres razones por las que la creación de
mercados en las colonias del norte era un objetivo central e incluso el
primordial. En primer lugar, aunque la dependencia de Suecia sólo afectaba
realmente a la brea y al alquitrán, la Ley de Pertrechos Navales ofrecía primas
también a la resina, la trementina, el cáñamo y la madera, que podían ser
conseguidos en muchos otros países. En segundo lugar, los oficiales de la
Las semiperiferias en la encrucijada 325

Armada parecían poco preocupados por esta dependencia, lo que arroja serias
dudas sobre la realidad de las insuficiencias, y se opusieron firmemente a que
se importara brea y alquitrán de las colonias del norte, a causa de su mala
calidad. (Sin embargo, Nettels nos recuerda que los funcionarios de la Junta
de Comercio acusaban a los oficiales de la Armada de estar en colusión con
los comerciantes de la Europa oriental.) En tercer lugar, la Junta de Comercio
no estaba interesada en conseguir brea y alquitrán de las Carolinas, aun
cuando la calidad fuera superior a la de las colonias del norte. (Las Carolinas,
por supuesto, producían ya productos básicos.)
Nettels afirma además que los más firmes defensores del programa de
pertrechos navales eran precisamente los comerciantes ingleses que traficaban
con las colonias del norte 388. En

3.6
La resistencia era triple: se oponían los comerciantes de las colonias del norte, se
oponían la Armada, cuya principal preocupación era conseguir los pertrechos navales
mejores y más baratos, y la opinión pública inglesa recelaba de los monopolios. Véase Lord
(1898, pp. 38-39).
3.7
Véanse Lord (1898, p. 56) y Nettels (1931a, p. 247).
>M
Véase Nettels (1931a, pp. 255-64). Rees ofrece una prueba evidente de que la no
dependencia de Suecia fue una de las cosas que se tuvieron en cuenta. Dice que a pesar de
la antigua oposición de los fabricantes de hierro ingleses a la producción de hierro forjado y
productos de hierro en Norteamérica, cuando el precio del hierro se elevó en 1717 a causa
de las tirantes relaciones con Suecia, «se propuso encontrar una nueva fuente de
abastecimiento incluyendo el hierro en barras y lingotes en la lista de mercancías cuya
producción había de ser fomentada en las colo- cualquier caso, los colonos del norte
seguían estando más interesados en la producción de madera que en la de brea
y alquitrán 389, y la madera no estaba destinada a Inglaterra, sino a la industria
indígena de la construcción naval 39°. El hecho es que el desarrollo de una
industria de la construcción naval hizo al menos tanto por el desarrollo de un
mercado para las mercancías inglesas como hubiera hecho un acertado
programa de producción de pertrechos navales. Esta es tal vez la razón
fundamental de que, bajo las leyes de navegación, «por motivos de índole
práctica», los barcos de los colonos no fueran excluidos nunca de los
privilegios concedidos a los buques británicos 391. Por esto, era interesante
desde el punto de vista económico construir los barcos en las colonias del
norte, donde los salarios eran altos, pero el coste de la madera era lo
suficientemente bajo como para compensar sobradamente el factor salarial 392.
Esta ventaja comparativa se incrementó con el constante aumento de la
productividad del transporte marítimo de las colonias americanas entre 1675
y 1775 393. El resultado fue que en 1775 casi una tercera parte de los barcos
registrados en Gran Bretaña como propiedad de británicos habían sido
construidos en las colonias del norte, «importante fuente de prosperidad
colonial» 394.
En cuanto a las manufacturas coloniales aparte de la construcción naval, los
ingleses de hecho trataron de ponerles trabas, pero de forma poco metódica.
En 1699 se aprobó la Ley sobre la Lana, por la que se prohibía su transporte
fuera de los límites de cada colonia. En 1732 se aprobó la Ley sobre los
Sombreros, con similares restricciones. En 1733, la Ley sobre Melazas trató
de restringir la producción de ron. En 1750, la Ley sobre el Hierro prohibió la
creación de nuevas fábricas 395.
326 Immanuel Wallerstein
nias en cuanto pertrechos navales» (1929, p. 586). Sin embargo, la ley no entró en vigor a
consecuencia de la muerte de Carlos XII de Suecia y la consiguiente mejora de las relaciones
anglo-suecas.
589
Nettels dice que no producían «las mercancías más deseadas» (1931a, página 269;
véase también 1952, p. 112). Astróm, sin embargo, sitúa el fin del monopolio sueco de la
brea y el alquitrán hacia 1728 y lo explica por la creciente producción de las colonias del
norte (1962, p. 111; 1973, p. 101).
390
Véase Lord (1898, pp. 101-23) a propósito de la habilidad de los colonos para evadir
las leyes restrictivas.
391
Harper (1939a, p. 9).
392
Véase K. G. Davies (1974, p. 193).
393
Véase Walton (1967 y 1968a) para un análisis de los diversos factores que
intervinieron en el aumento de la productividad.
394
Dickerson (1951, p. 32).
395
Véanse Bruchey (1966, p. 9) y Ostrander (1956, pp. 77-79). La Ley
Todas estas leyes fueron ignoradas en buena medida 396. En primer lugar, a los
ingleses les preocupaba muchísimo más la competencia de los holandeses, los
alemanes y los franceses que las manufacturas de las colonias 397. Por
añadidura, como afirma Bruchey, «la escasez de mano de obra especializada y
tanto la falta de fondos como las preferencias en materia de asignación» en las
colonias del norte actuaron como obstáculo «natural» 398. Fuera o no natural,
el caso es que este factor contribuyó a la escasa aplicación de las leyes inglesas,
al menos hasta la época posterior a 1763. ¿Cómo podemos resumir la
experiencias de las colonias del norte? Diciendo que fueron triplemente
afortunadas. Eran pobres en recursos naturales, pero eran colonias de una
potencia mundial comercial e industrial en auge, situada a una distancia
geográfica lo suficiente grande como para que fuera sumamente rentable para
ella, desde el punto de vista económico, explotar su único recurso importante,
la madera, con destino a la industria de la construcción naval. La construcción
naval fue un punto de partida, y de suma importancia. Se crearon así las
condiciones para que en la .nueva situación de la segunda mitad del siglo xvm
pudiera producirse la revolución americana, y, en el siglo xix, el desarrollo de
una gran potencia industrial.
El período comprendido entre 1600 y 1750 estuvo dominado por los
esfuerzos de Inglaterra y Francia primero para acabar con la hegemonía
holandesa y luego para heredar su puesto de honor. En este largo período de
relativo estancamiento (es decir, relativo en comparación con la notable
expansión económica del largo siglo xvi), las áreas periféricas se resintieron
enormemente de la exacerbada explotación de los productores directos y
redujeron las ventajas de las capas explotadoras indígenas (es decir, la
redujeron en comparación con capas similares de los países del centro). La
historia de los países semi- periféricos fue mucho más compleja. Los países
del centro trataron de convertirlas en intermediarias de sus relaciones con la
periferia, en correas de transmisión de plusvalor. En buena sobre Melazas suscitó
grandes protestas. «Las melazas y el ron [...] eran factores vitales para la economía colonial»
(Harper, 1942,' p. 11). El principal objetivo de esta ley era, al parecer, ayudar a los
productores de las Indias Occidentales.
356
Véase Dickerson (1951, pp. 46-47), quien señala que, como máximo, tuvieron algún
Las semiperiferias en la encrucijada 327
efecto en la industria del sombrero. Véase Ostrander (1956, p. 77) a propósito de la Ley sobre
Melazas.
597
Véase Harper (1942, pp. 6-8).
398
Véase Bruchey (1965, p. 69).
parte lo lograron; pero en una situación en la que dentro del centro había una
gran rivalidad, algunas zonas pudieron mejorar su posición relativa. Este fue
el caso primero de Suecia y más tarde de Brandemburgo-Prusia y, a menor
escala, esto fue también lo que sucedió en las colonias septentrionales de la
Norteamérica británica.
«El proyecto del Mar del Sur», de William Hogarth (1697-1764), grabado y aguafuerte
realizado en 1721. Se pueden reconocer el ayuntamiento, el monumento de Londres y la iglesia
de San Pablo. La rueda de la fortuna es un tiovivo en el que los directores de la Compañía del
Mar del Sur dan vueltas a los pasajeros, compuestos por suscriptores, una prostituta y un
clérigo. Un diablo despedaza el cuerpo de la Fortuna, mientras varios clérigos juegan. Toda la
escena representa, según la descripción de Hogarth que figura al pie del grabado, al Egoísmo
y la Villanía triunfando sobre el Honor y la Honradez.
6. LA LUCHA EN EL CENTRO. SEGUNDA FASE: 1689-1763
No es posible analizar un fenómeno social sin limitarlo en el espacio y en el
tiempo. Hemos hecho del concepto de límite espacial el eje central del análisis
en este libro, pero ¿qué hay del tiempo y de las eternas cuestiones de
periodización que tanto divideq a los historiadores? Hemos afirmado que la
unidad de tiempo que cubre este volumen es aproximadamente el período
1600-1750. Consideramos que éste fue un período en el que la economía-
mundo europea pasó por un estancamiento relativamente largo de la
producción total del sistema en general. (Estancamiento que se manifestó en
la relativa estabilidad del crecimiento demográfico en general, la expansión
física y la velocidad de las transacciones, y en la deflación global de los
precios.) En apoyo de esta afirmación, hemos aportado a lo largo de este libro
las pruebas de que disponemos *. En nuestro análisis, hemos subdividido el
estudio de las rivalidades entre los países del centro en dos fases, 1651-1689 y
1689-1763. Esta serie de fechas no coincide del todo con el período 1600-1750
antes mencionado. Desgraciadamente, el mundo real no está compuesto por
líneas divisorias claramente dibujadas que sirvan a todos los fines. Aunque las
fechas 1651-1689 y 1689-1763 reflejan una situación económica cambiante a
nivel 1916

1916 Por supuesto, estas fechas de la economía-mundo europea son objeto de infinitos

debates. Fierre Chaunu afirma que «de 1580 a 1760, [no hay] ninguna modificación
fundamental» en la relación hombre-tierra en Europa (1966a, p. 242), pero también declara:
«Es entre 1680 y 1690 donde debemos situar el punto de partida, tanto en Manila como en
América, y también en las Indias neerlandesas, de la larga fase de expansión del siglo xvill.
Un cambio, pues, que precede en 40 ó 50 años aproximadamente al tan aplazado cambio de
la Europa continental» (1960a, p. 213). Pierre Goubert y Pierre Vilar sitúan ambos este
cambio a partir de 1733 (Goubert, 1970g, p. 333; Vilar, 1962b, i, p. 708), pero Vilar también
afirma: «Desde el punto de vista económico, el llamado gran impulso del siglo xvm se inicia,
en opinión general, en 1733, pero no se afirma hasta 1760 y continúa hasta 1817» (1962a, p.
11). De forma similar, C. E. Labrousse observa un lento cambio desde 1726 hasta 1763, pero
un «impulso» sólo a partir de esta última fecha (1970, p. 388).
342 Immanuel Wallerstein
mundial, ponen de relieve las consecuencias políticas de estos cambios.
En el primer período (1651-1689), como ya hemos visto, la hegemonía
holandesa fue desafiada por los ingleses y los franceses, que en 1672 acabaron
por darse cuenta de que el Estado holandés no era ya el indiscutible gigante
que había sido. Creo que en 1689 hasta los holandeses estaban de acuerdo. La
subida al trono de Inglaterra de Guillermo y María parece, pues, un punto de
ruptura razonable1917. De esto se desprende que el período 1689-1763 ha sido
elegido porque delimita una época de ininterrumpida rivalidad anglo-francesa.
Se podría considerar el año .1763 como el momento del triunfo definitivo de
Inglaterra después de lo que se ha dado en llamar la segunda guerra de los Cien
Años, aun cuando los franceses no estuvieran dispuestos a reconocer su
derrota hasta 18151918. Hasta 1689 no estuvo en modo alguno claro que
Inglaterra fuese a vencer en su lucha con Francia. Francia tenía una población
cuatro veces superior a la de Inglaterra y un ejército mucho mayor. Era rica en
recursos naturales, contaba con excelentes puertos y bases navales y además
su producción industrial iba en aumento, mientras que «en Inglaterra la tasa
de crecimiento disminuyó después de la guerra civil»1919. Así pues, es
razonable
afirmar, como lo hace Charles Wilson, que «desde 1689, [Inglaterra] se
enfrentó con una potencia hostil [Francia] mucho más formidable de lo que lo
habían sido nunca España u Holanda»5. La rivalidad se plasmó en una serie
de guerras interminables a propósito de territorios, aliados y mercados en
Europa y a propósito de suministros (de esclavos, productos tropicales y
semitropicales como el azúcar, pieles y pertrechos navales) en la periferia y
en la arena exterior (las Américas, Africa occidental, la India)6.
En 1689, Guillermo de Orange se convirtió en el rey Guillermo III de
Inglaterra, Escocia e Irlanda7. La guerra de Francia con los holandeses, que
habían comenzado en noviembre de 1688, se convirtió así en la guerra de

1917 Christopher Hill afirma: «La revolución de 1688 fue un momento decisivo, tanto en la

historia económica de Inglaterra como en la política y constitucional. Una semana antes de


que Jacobo huyera, la Royal African Company estaba todavía enviando, de forma rutinaria,
delegaciones para detener a los intrusos que habían infringido la Carta de 1672. Con una
decisión sin precedentes, la Compañía abandonó esta pretensión de hacer valer su monopolio
por medios coercitivos. Una ley del Parlamento estableció más tarde el librecambio de forma
oficial, pero el cambio real tuvo lugar con la caída de Jacobo II» (1961a, p. 262). Heckscher
(1935, I, páginas 262-63) usa también la fecha de 1688 como línea divisoria y gran punto de
divergencia entre la Inglaterra liberal y la Francia colbertiana, pero ya he indicado mi
escepticismo acerca de esta interpretación.
!
Véase Sheridan (1969, p. 13). Véase también Seeley (1971, p. 64). Brau- del fecha la
victoria de Inglaterra sobre Francia «ya en el tratado de Utrecht de 1713», pero dice que
Inglaterra sólo «triunfó en 1815» (1977, página 102).
1919 Nef (1968, p. 149). Véase también Goubert, que dice que «la fuerza de los números, la

primacía demográfica fueron las características de la Francia del Antiguo Régimen» (1970b,
p. 21). Fred Cottrell, por el contrario, afirma que Inglaterra tenía la ventaja de su «energía»:
«Fue en Inglaterra donde el barco de vela produjo la total revolución de que era capaz. En su
condición de isla, Inglaterra tenía ciertas ventajas sobre las potencias del continente. Su
principal protección residía en el empleo del barco de vela, productor de excedente [de
energía] en lugar de un ejército. El excedente necesario para la defensa contra una invasión
era menor que el que requerían sus vecinos, de forma que se podía utilizar
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 343
Francia con Inglaterra8. Esto significó para Inglaterra la reanudación de «una
política exterior de corte cromwelliano»9, que sólo fue posible gracias al
acuerdo político de la Revolución Gloriosa, acuerdo reforzado aún más
durante la era de Walpole y los whigs. En la lucha contra Francia, el ejército
inglés necesitó sumas mayores de las que había recibido hasta entonces, que
requerían el consentimiento del Parlamento, en última instancia en forma de
garantía de los préstamos públicos. El acuerdo de 1689, que puso fin al
antagonismo entre la Corona y el Parlamento, hizo posible la necesaria
cooperación. La cuestión esencial para Inglaterra en 1689 —que seguiría
siendo la cuestión esencial durante todo el siglo xvm— era si el esfuerzo
militar central debería hacerse en tierra o en mar. Esto dio lugar a discusiones
entre dos escuelas, la marítima y la continental (o militar). Al analizar la
estrategia, lo que discutían era si el hecho de penetrar en el continente con
fuerzas de tierra reforzaría la causa inglesa (porque
esa energía para producir más transformadores sin poner en peligro la supervivencia del país.
Los ejércitos del continente se veían obligados a recurrir constantemente a sus excedentes»
(1955, pp. 69-70).
5 Wilson (1965, p. 282).

4 Véase Andrews (1915, p. 546).

7 Este acontecimiento es a veces fechado en 1688. La anomalía es debida al hecho de


que Inglaterra utilizó hasta 1752 el calendario juliano. El Año Nuevo de 1689 comenzó, pues,
en Inglaterra el 25 de marzo. Guillermo se convirtió en «administrador» el 7 de enero y
juntamente con María aceptó la Corona y la Declaración de Derechos el 23 de febrero. De
aquí que la Revolución Gloriosa tuviera lugar en 1688 ó 1689. Véanse Murray (1961, página
162) y De Beer (1970, pp. 206-208).
8 En teoría, ésta tuvo un carácter unilateral. Aunque Guillermo, como rey de Inglaterra,
Escocia e Irlanda, declaró la guerra a Francia el 17 de mayo de 1689, Francia nunca declaró
la guerra a Inglaterra, Luis XIV continuó reconociendo a Jacobo II como rey legítimo hasta
1697 y el tratado de Rijswijk. Véase Clark (1970, p. 226, n. 2).
9 C. Hill (1961a, p. 257).
animaría a los aliados) o la debilitaría (porque sus ejércitos eran demasiado
débiles para vencer a los franceses, pero su armada daba ciento y raya a la
francesa).
Detrás del debate en torno a la estrategia se escondía un debate en torno a
la economía. La escuela marítima veía en las guerras sobre todo una lucha por
nuevos mercados y por la eliminación de los competidores, por lo que decía
que las guerras debían ser libradas en los mares y en la periferia. Según ellos,
la guerra en tierra llevaría a una presión fiscal demasiado alta y perjudicaría,
por consiguiente, al comercio. La escuela continental afirmaba que a menos
que los ingleses se lanzasen a una guerra en tierra en Europa, los franceses
atraerían a su órbita a los otros Estados europeos (y a sus colonias), con lo que
podrían excluir a Inglaterra de un sistema arancelario continental 1920 1921. El
debate económico se transformó en un debate sociopolítico. Los whigs eran
los herederos de los que habían hecho la Revolución Gloriosa y uno de sus
lemas era «no al ejército permanente». Sin embargo, en 1694 los whigs habían

1920 Véase el análisis de Fayle (1923, p. 285), quien señala que la escuela continental previo,

pues, la propuesta del duque de Choiseul a los españoles en 1762, así como el bloqueo
continental de Napoleón.
1921 Véase Plumb (1967, pp. 120, 134).
344 Immanuel Wallerstein
dejado de esgrimir este lema y se habían convertido de hecho en los
protagonistas de la espectacular expansión del ejército (cuyo número pasó de
10 000 hombres en 1689 a 70 000 por lo menos en 1711) a. Como dice J. H.
Plumb: «¡Extraños whigs! [...] Desde 1694, los whigs, en cuestiones
constitucionales, se volvieron profundamente conservadores [...] Querían
hacerse con el aparato de gobierno y dirigirlo [...] Creían que, gracias al
patronazgo del rey, podrían hacer que el gobierno funcionara tanto en interés
de la nación como en el suyo propio» 1922.
Lo que los Parlamentos whigs no permitían explícitamente, al menos lo
toleraban. Mediante sencillos mecanismos, el ejército y la armada comenzaron
a eludir las limitaciones parlamentarias durante las guerras anglo-francesas. El
ejército retenía pagos y desviaba fondos, presentando al Parlamento déficits
post hoc que este último se sentía obligado a cubrir, mientras que la armada
dejaba que se acumularan las deudas de mercancías, servicios y vituallas y
presentaba también al Parlamento los hechos consumados. Roseveare dice de
este sistema, con ciéña insinceridad: «Parece mentira que el Parlamento
tolerara estas prácticas, pero no lo hizo»1923. La aceptación de este sistema fue
facilitada en un principio por un cambio en la estructura social. A partir de
1689, los whigs fueron una coalición de grandes terratenientes, nuevos
burócratas y sectores de comerciantes frente a un «partido rural», compuesto
por la baja nobleza hostil a los impuestos, a un ejército permanente y a un
gobierno «corrompido». En el ejército en expansión se compraban los grados
y los que tenían dinero para comprarlos eran en su mayoría los hijos menores
de las familias whigs. De este modo, «los mandos y oficiales de este ejército
eran una prolongación de las mismas familias que controlaban el
Parlamento»1924.
Lo importante, sin embargo, no es que Inglaterra creara un gran ejército.
Lo importante es que en la guerra de los Nueve Años, esa «dura prueba
nacional» 1925 para Inglaterra, se produjo una transformación cualitativa, tanto
en el ejército como en la armada 1926. Por supuesto, la transformación fue aún

1922 Plumb (1967, p. 135).


1923 Roseveare (1969, p. 93). Véase también Barnett, que habla de la renovación anual de
las «guardias y guarniciones» en la Gran Bretaña de la época del rey Jorge: «La base
supuestamente temporal de tales fuerzas en tiempos de paz era cuidadosamente preparada,
y cada año la ley sobre motines proporcionaba una oportunidad para que los fanáticos
miembros del Parlamento exigieran la reducción o destrucción de aquello a lo que se referían
con horror como 'un ejército permanente'. No fue sino en 1755 cuando 'el ejército’ fue
oficialmente reconocido al publicarse la primera de las continuas listas del ejército» (1974,
p. 166).
1924 Finer (1975, pp. 123-24). Véase también Barnett: «Los tories eran 'marítimos', los

whigs 'continentales'» (1974, p. 148).


1925 Esta frase es de J. R. Jones (1966, p. 85).

14 Graham dice: «Hasta el siglo xvm, las operaciones navales británicas rara vez se

desarrollaron fuera del escenario europeo [...] La enfermedad y las tempestades fueron
siempre los peores enemigos [...] A finales del siglo xvil, sin embargo, las mejoras
introducidas en la construcción naval y la técnica de navegación, así como en los métodos
de preservar y proteger la salud, permitieron a los buques hacerse a la mar durante períodos
más largos y a mayores distancias de sus puertos de partida» (1948, p. 95).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 345
mayor en el caso de la armada que en el del ejército, ya que los estadistas
europeos pensaban ahora que a diferencia de la tierra, donde era posible un
equilibrio de fuerzas, «el mar es único» 1927. El mar, como veremos, se
convirtió en patrimonio de Inglaterra. Sin embargo, en 1689 la armada
francesa era tan poderosa como la de Inglaterra u Holanda y crecía a un ritmo
más rápido. Colbert, en los veinte años anteriores, la había creado
«prácticamente de la nada» 18. Había construido una cadena de bases navales
en el Atlántico (la principal de ellas en Brest) y en el Mediterráneo (la
principal de ellas en Toulon) y había dividido la armada en dos escuadras para
las dos zonas 19. Además, la armada francesa estaba en esa época
tecnológicamente más avanzada que las de Inglaterra u Holanda. Los buques
tenían cañones mayores y más poderosos, que sin embargo pesaban menos,
eran más rápidos y más manejables. Los franceses habían desarrollado un
nuevo buque, el queche, un pequeño navio muy apropiado para bombardear
las ciudades y fortalezas costeras (que ya había servido a Luis XIV en el
ataque a Argel en 1682).
Aun cuando la armada inglesa hubiera sido descuidada en tiempos de los
Estuardo y la holandesa hubiera quedado anticuada 20, en la crucial batalla de
Barfleur, en 1694, la flota francesa se vio superada en barcos (44 franceses
frente a 99 ingleses y holandeses), en cañones (3.240 frente a 6.756) 21 y en
capacidad de maniobra22. Como dijo el almirante Mahan con su prosa mordaz,
el ejército francés «se arrugó como una hoja en el fuego»23. Fue un momento
decisivo no sólo para esta guerra, sino también para las guerras del siglo
siguiente: «El dominio del mar pasó de un golpe a los aliados y en particular a
Inglaterra»24 y uno se pregunta por qué. Symcox sugiere que la crisis agraria
de 1693 y la postración del comercio ultramarino francés llevaron a una crisis
fiscal en el Estado francés que
11 Symcox (1974, p. 1).
19 Ibid., pp. 43, 49.
20 Ibid.., pp. 37-40. Cárter, sin embargo, afirma: «Guillermo [de Orange] consiguió una
ventaja más en 1688, como resultado de las mejores relaciones existentes entre él y la
oposición a nivel nacional. Este fue el medio de reconstruir la armada holandesa, cosa que se
llevó a cabo mediante la decisión de establecer ciertos derechos arancelarios y dar al príncipe
las ganancias, una suma considerable, con este fin. En 1688, por tanto, las fuerzas navales de
la República eran relativamente poderosas» (1975a, páginas 24-25).
21 Véase Ehrman (1953, p. 395).
22 Symcox señala que aunque la principal táctica de esta batalla, así como de las
anteriores, había sido la de los «bombardeos» entre «buques de línea» diseñados para ello,
los «cañones eran lastimosamente inexactos»; el combate naval, dice, fue por consiguiente
«chapucero y mal coordinado». En estas condiciones, las victorias dependían de la «ventaja
de la posición y la dirección del viento» (1974, pp. 56, 60-61, 64, 67).
22 Mahan (1889, p. 225).

24 Ehrman (1953, p. 398). Bromley y Ryan señalan: «Los holandeses, que en 1689 habían

disputado el mando inglés de sus fuerzas navales conjuntas, se vieron en serias dificultades
para reunir ocho barcos en 1714 como escolta del rey Jorge I» (1970, p. 790).

1927 «Cuando la flota más fuerte se hacía con el control de las comunicaciones por mar,

adquiría lo que equivalía a un monopolio» (Graham, 1958, p. viii).


La lucha en el centro. Segunda jase: 1689-1763 346
impidió a los franceses «mantener algo parecido a una igualdad con los
aliados»1928. Parte de la flota tuvo que ser desarmada con el fin de ahorrar
dinero para el ejército. Aquí apunta el mismo problema con el que se
enfrentaron los ingleses en el debate entre la escuela marítima y la continental.
Ni Francia ni Inglaterra, en esta época de estancamiento económico a nivel
mundial, podían soportar el coste de los preparativos militares en todos los
frentes a la vez. Había que escoger. Era natural que los ingleses se inclinaran
por la armada y los franceses por el ejército.
Dada su extensión y su relativa falta de integración interna, tanto en
términos políticos como económicos, Francia parecía tener pocas opciones1929,
aun cuando el control del mar en la economía-mundo capitalista haya sido
siempre el «eslabón central en la cadena de intercambios mediante la que se
acumula la riqueza»1930 1931. Cualquiera que sea la explicación de esta gran
derrota naval, lo cierto es que hizo que la táctica naval de Francia pasara de
ser la de una guerre d’escadre a ser la de una guerre de course. El objetivo
primordial no era ya destruir la flota enemiga y hacerse con el control de los
mares; ahora lo que interesaba era capturar y destruir la flota mercante del
enemigo y hostigar su comercio, y con este fin se utilizaron tanto buques de
guerra como corsarios. Esta táctica no era desconocida antes de 1694, pero
ahora se convirtió en el principal modo de actuación2S. «Destruir el comercio»,
dice G. N. Clark, «es el arma natural del bando más débil en una guerra
naval»1932.
El arma natural, sí, pero no la mejor, porque era difícil coordinar las acciones
de unos barcos que estaban al mando de empresarios privados. Symcox dice
que el esfuerzo francés tuvo «sólo un éxito limitado», y señala la
contradicción subyacente: «Si el gobierno no podía pagar, no habría debido
mandar»30. Además, podía haber otros factores. Por ejemplo, durante la guerra
de Sucesión española, los corsarios de las islas del Canal de la Mancha
actuaron con tanta eficacia que «causaron una seria alarma a los franceses y,
sobre todo, infligieron grandes pérdidas al comercio entre los puertos
franceses» M.

1928 Symcox (1974, p. 147).


” A menudo se da una explicación relacionada con el estancamiento económico de
Francia entre 1683 y 1717, probablemente causado por la emigración de los hugonotes tras
la revocación del edicto de Nantes. Como dice Scoville, éste es un buen ejemplo de falacia
post hoc propter hoc. Por supuesto, la revocación «no facilitó las cosas» (1960, pp. 218-19),
pero la mayoría de los protestantes se convirtieron y se quedaron en Francia. De hecho, «en
lugar de debilitar y reducir sus energías, la persecución religiosa parece haber reforzado su
resolución» (1960, p. 252). Scoville aporta pruebas de esto en todos los campos: la
manufactura, el comercio, la construcción naval, la agricultura. A propósito de la crisis
económica de Francia en este período, véase también Léon (1956, p. 152).
1930 Mahan (1889, p. 226), quien afirma que fue gracias a la conjunción entre una gran

armada y un próspero comercio por lo que «Inglaterra conquistó el poder marítimo sobre los
otros Estados y por encima de ellos» (p. 225).
1931 Véase Symcox (1974, pp. 5-6, 187-220).

1932 Clark (1960, pp. 123-24). Véase también Symcox (1974, pp. 68-69). Clark continúa:

«El bando que tenía la flota más fuerte podía cerrar los mares al comercio de sus enemigos,
pero su propia flota mercante quedaba expuesta al ataque de los corsarios que escapaban a
la vigilancia de las
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 347
El tratado de Rijswijk de 1697, que puso fin a la guerra de los Nueve Años,
sólo supuso un respiro. Fue importante sobre todo porque marcó «el primer
paso atrás dado por Francia» desde la época de Richelieu 32. Francia se vio
obligada a reconocer a Guillermo III como rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda
y a Ana como su heredera. Este reconocimiento era el objetivo principal de
Guillermo III. Además, todos los territorios adquiridos por Francia desde el
tratado de Nimega tuvieron que ser devueltos (excepto Estrasburgo y las
«reuniones» alsa- cianas). De este modo Francia cedió zonas en todas sus
fronteras: parte o la totalidad de Flandes, Luxemburgo, Lorena, Renania,
Pinerolo y Cataluña33. En otros acuerdos ultramarinos, Francia devolvió Fort
Albany a la Hudson Bay Company, mientras que recuperó Pondicherry y
Nueva Escocia: status quo ante bellum. Los holandeses también
consiguieron lo que querían: un tratado comercial favorable con los franceses
basado en la restauración de los aranceles franceses de 1664 y la aceptación
por Francia de la llamada barrera de los Países Bajos.
El concepto de barrera militar entre las Provincias Unidas y Francia tiene
una larga historia. Surgió tal vez ya en 1635, con la idea de que los Países
Bajos del Sur o españoles debían ser una scheidingszone o amortiguador. El
tratado de Nimega de
flotas. Cuanto mayor era el volumen del comercio de una nación, más recompensaba esta
forma de ataque. Por estas razones el corso alcanzó altas cotas en Francia».
30 Symcox (1974, pp. 222-23).
51 Bromley (1950, p. 465).

32 Henri Martin, History of France (Boston, 1865), II, p. 167, citado en Morgan (1968, p.

174). Morgan observa: «Rijswijk marca el principio del fin de Luis XIV. Rijswijk puso el
huevo de su destrucción y Utrecht lo incubó» (p. 195). Hazard dice del tratado: «¡Cuánto
debió humillarse el orgullo del grand monarque!» (1964, p. 84).
35 Bromley dice que al quedarse con Alsacia y Estrasburgo, Luis XIV «conservó [’.. ] la

llave estratégica de su reino cuando las relaciones franco- imperiales se hallaban


habitualmente en el centro de sus cálculos» (1970, página 26).
1678, sin embargo, cedió a Francia 16 fortalezas en los Países Bajos del Sur,
aunque se permitió el estacionamiento de pequeños contingentes de tropas
holandesas en las zonas adyacentes. En 1684 los franceses se apoderaron de
Luxemburgo, situación que los holandeses se vieron obligados a aceptar en un
tratado de tregua. Todo esto cambió como resultado de la guerra de los Nueve
Años, y en el tratado de Rijswijk el concepto de barrera adoptó una forma
nueva, obteniendo los holandeses el derecho a guarnecer una serie de
fortalezas devueltas por los franceses M. La guerra de los Nueve Años confirmó
el nuevo alineamiento de fuerzas en Europa. Tras el tratado de Westfalia de
1648, la lucha por el poder entre los Estados del centro fue esencialmente una
lucha trilateral entre las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia. Pero los tres
bandos quedaron reducidos a dos a todos los efectos al convertirse los
holandeses en aliados casi permanentes de los ingleses y de hecho en
subalternos suyos.
J. R. Jones dice que la «abdicación de su condición de gran potencia» por
348 Immanuel Wallerstein
parte de los holandeses 1933 1934 se produjo en mayo de 1689, cuando Guillermo
III dispuso que la flota holandesa quedara subordinada a la inglesa. No es que
a los holandeses no les irritase este nuevo papel: la alianza angloholandesa fue
«desde el principio, una asociación incómoda»1935. No querían que el mero
hecho de estar aliados con los ingleses perturbara sus relaciones comerciales
con Francia, sobre todo teniendo en cuenta que su rentable comercio báltico
«dependía del continuo abastecimiento de mercancías francesas»1936 1937. Los
holandeses insistieron a lo largo de todo el siglo xvn en que no se debía
interferir en el comercio marítimo de los Estados neutrales (como ellos lo eran
a menudo). Su consigna era «barcos libres, mercancías libres», mientras que
los ingleses mantenían su derecho a registrar los barcos neutrales y los
franceses reivindicaban incluso su derecho a confiscar los barcos neutrales que
llevasen mercancías al enemigo3S. La guerra era para los holandeses un último
recurso poco deseable. Cuando en 1702 se reanudó la guerra con la guerra de
Sucesión española, fueron los holandeses quienes presionaron a los ingleses
para llegar a un tratado de paz, siempre que los primeros pudieran conservar
la
barrera de los Países Bajos1938 1939. Finalmente, los ingleses se mostraron
dispuestos a defender la barrera reclamada por los holandeses, aun cuando
implicara riesgos comerciales para ellos, como necesario quid pro quo a
cambio de la garantía holandesa de un sucesor protestante al trono inglés,
cuestión que planeaba sobre la política inglesa (y escocesa)w.
Fue en mitad de la guerra de Sucesión española cuando estalló la crisis de
las relaciones anglo-escocesas. Por el acuerdo de 1688, Francia había perdido
su capacidad de intervenir en la política interna de Inglaterra y por la llamada
unión de los Parlamentos de 1707 1940 perdería también la capacidad de hacerlo
en Escocia. Las negociaciones y maniobras políticas del acuerdo final en 1707

1933 Véase Cárter (1975a, pp. 25-26).


33 J. R. Jones (1972, p. 329).
34 Stork-Penning (1967, p. 113).
1936 J. R. Jones (1966, p. 93).

1937 Véase Clark (1923, pp. 4-6, 121).

1938 Véase Stork-Penning (1967, pp. 113-14). Como dice Wilson, la actitud holandesa era

de «pacifismo empírico, egoísta y con reservas» (1968, página 165).


1939 Véase Cárter (1975a, pp. 30-31).

1940 Murray señala que la versión convencional de que la Unión de las Coronas de 1603 se

vio acompañada por una Unión de los Parlamentos «puede ser una buena historia pero [es]
una dudosa ley». El argumento legal correcto, dice, es el siguiente: «La sucesión a la Corona
de cada reino continuó dependiendo del derecho de cada reino. Los derechos sucesorios
escocés e inglés diferían, aunque sólo fuera ligeramente, y si se hubiera producido una
contingencia oportuna, las Coronas se habrían separado de nuevo, siguiendo cada una su
propia sucesión [...] La coincidencia de las Coronas inglesa y escocesa prosiguió (al margen
de la intervención de Cromwell) hasta 1707, fecha en que entró en vigor el tratado de la
Unión. Hasta ese momento la «Unión de las Coronas» fue más una asociación temporal que
una unión permanente. Lo que crearon en 1707 los artículos de la Unión fue esencialmente
una unión indisoluble de las coronas» (1961, p. 162). Como resultado de la Unión de 1707,
Inglaterra y Escocia se convirtieron en Gran Bretaña. H. R. Trevor-Roper señala que de
hecho la Unión de 1652 fue más estrecha que la de 1707, aunque por supuesto duró menos
(1964, p. 79).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 349
fueron complejas1941, pero lo que nos interesa es cómo la rivalidad en el centro
de la economía-mundo creó en Escocia unas presiones que llevaron a la Unión
de los Parlamentos. Para Escocia (como para otras zonas periféricas), la
segunda mitad del siglo xvn había sido un largo período de «estancamiento
económico jalonado por crisis y decadencia» 1942. El principal cliente de
Escocia era Inglaterra, pero no al revés, y a medida que continuaba el
estancamiento, Escocia pasaba a depender cada vez más de Inglaterra 1943. Los
escoceses, como otros, trataron de aplicar medidas mercantiles. En 1681, el
duque de York, en su calidad de representante del rey en Escocia, convocó a
varios comerciantes para discutir con ellos y con la
Junta de Comercio que había creado en el consejo privado cuestiones
relacionadas con el comercio exterior escocés (con Inglaterra, Noruega,
Francia y el Báltico), el comercio interior, la navegación y el deseo de los
escoceses de disponer de una colonia en el Caribe. La asamblea escocesa
adoptó varias medidas proteccionistas. Poco después se crearon una nueva
compañía dedicada a la manufactura de paños, que llevó a la Asamblea a
aprobar una ley de fomento del comercio en ese mismo año. Al abrigo de la
ley, la compañía prosperó hasta el tratado de la Unión1944.
En 1695, la Asamblea aprobó una ley por la que se establecía una
compañía dedicada al comercio con Africa y las Indias, que creó la Compañía
de Escocia. La Compañía representó la confluencia de tres intereses: los
comerciantes de Edimburgo, que trataban de participar en el comercio con
Africa; los comerciantes de Glasgow, que esperaban encontrar un mercado
para sus lienzos en una nueva colonia en el Caribe, y algunos comerciantes de
Londres que estaban ansiosos por eludir el monopolio de la Compañía Inglesa
de las Indias Orientales1945. La creación de esta nueva compañía, que llegaría
a ser conocida como la Compañía Darién, tuvo probablemente mucho que ver
con las presiones que llevaron a la Unión en 1707. Por una parte, se había
puesto de manifiesto que «una Escocia independiente ponía en peligro todo el
sistema [mercantil inglés]»1946. Los peligros de las aspiraciones jacobitas del

1941 Para una historia política detallada, véase Brown (1914).


42 Smout (1963, p. 256). Véase también Trevor-Roper (1964, p. 78).

1943 Véase Smout (1963, pp. 29, 238).


1944 Véase Insh (1952, pp. 32-37, 51-55). «Pero cuando las barreras comerciales que

durante este tiempo habían preservado de la competencia a los fabricantes de paño inglés
fueron derribadas por el tratado de la Unión, la compañía escocesa, adelantada en su género,
entró gradualmente en decadencia. El 16 de febrero de 1713 se vendió el edificio en que su
paño era almacenado en Edimburgo. Un mes después se produjo la venta de la maquinaria y
las existencias restantes» (p. 55).
1945 Véase Insh (1952, pp. 69-71). T. Keith señala que la ley de 1695 «creó cierta alarma

[en Inglaterra], Se temía que [...] los escoceses absorbieran una parte cada vez mayor del
comercio americano, en el que ya desempeñaban un gran papel ilegal» (1909, p. 54). Véase
también H. Hamilton, que habla de la «importancia rápidamente creciente» de Glasgow en
el comercio atlántico en la segunda mitad del siglo xvu (1963, p. 249). De hecho, T. C. Smout
explica la oposición de los comerciantes de Glasgow a la Unión precisamente por estas
razones: «Justamente porque Glasgow estaba ya progresando [por lo que respecta a su
comercio ultramarino], pensaban que se desenvolvería mejor sin la Unión» (1960, pp. 211-
12).
1946 T. Keith (1909, p. 60). Insh dice: «En el otoño de 1706, la presión de los
350 Immanuel Wallerstein
«viejo pretendiente» eran reales 48. Además, no era sólo Escocia lo que estaba
en juego, sino también Irlanda49. Así pues, Inglaterra tenía intereses a largo
plazo para presionar en favor de la Unión.
Entre los escoceses, por el contrario, las opiniones estaban muy divididas.
El proyecto de Darién resultó ser un fracaso. La Compañía de Escocia trató de
crear un importante centro de distribución del comercio mundial en el istmo
de Darién (en lo que hoy es Panamá), que fuera algo más que un mero refugio
para los navegantes. También intentó crear una ruta terrestre (asegurada por
una colonia que se llamaría Caledonia) que sustituyera a la ruta del cabo de
Buena Esperanza (prefigura-

trataba de persuadirle de que se desplazara hacia el sur para atacar a Austria. «Entre tanto,
era sumamente importante, en una situación muy oscura, tanto en el Este como en el Oeste,
que no hubiera una Escocia airada y potencialmente independiente que supusiera una
amenaza por las intrigas jacobitas y ofreciera una base para las campañas franco-jacobitas»
(1952, p. 81).
48 El «viejo pretendiente», Jacobo Francisco Eduardo, caballero de San Jorge, era un
activo soldado del bando francés. Aspiraba a los tronos de •Escocia e Inglaterra. No hay duda
de que hubiera aceptado el de Escocia sola si hubiera podido obtenerlo. G. H. Jones afirma:
«Fue a causa de la actitud jacobita del Parlamento escocés por lo que la unión de Inglaterra y
Escocia se convirtió en un asunto tan urgente [...] por delante de otros [...Una ley aprobada
por el Parlamento escocés en 1704] estipulaba que el sucesor de Ana en Escocia debía ser de
la familia real escocesa, pero no la misma persona que la sucediera en Inglaterra [...] Si sólo
una unión podía eliminar la posibilidad [de una sucesión jacobita en Escocia], debía haber
una unión, y pronto» (1954, p. 73).
49 La causa jacobita era aún más popular en Irlanda que en Escocia. En Escocia «la
religión de Jacobo II y VII era un motivo perpetuo de escándalo, mientras que a los irlandeses
les gustaba más que nada por ser católico» (Petrie, 1958, p. 100). Los ingleses reprimieron
con dificultad la expedición irlandesa del exilio real de 1689-91 (véase Petrie, 1958, páginas
100-35). Sin embargo, los ingleses ganaron esta importante batalla. «El tratado de Limerick
marcó el fin de la Vieja Irlanda tan rotundamente como Appomattox significó el fin del Viejo
Sur» (James, 1973, p. 17).
Las posteriores leyes que excluían a los católicos de los cargos y la posesión de tierras
tuvieron un efecto tan «paralizador» que los irlandeses no se levantaron durante las rebeliones
jacobitas de 1715 y 1745. Petrie observa: «No se aplicó un trato tan vengativo a los
adversarios de la Revolución [Gloriosa] en los otros dos reinos. Después de ser traicionados
en Limerick [en las cláusulas de rendición] los irlandeses tenían tantas esperanzas de resistir
con éxito a sus conquistadores por la fuerza de las armas como tuvieron los judíos en tiempos
más recientes de derribar la tiranía no muy distinta de Hitler» (1958, p. 133). Para una
descripción de estas leyes, véase James (1973, pp. 22-25). Teniendo en cuenta que hasta el
tratado de Utrecht, en 1713, hubo ocho o nueve regimientos irlandeses combatiendo en las
filas del ejército francés, los ingleses debían temer que cualquier éxito de la causa jacobita en
Escocia reavivara la cuestión en Irlanda.
ción de la función del canal de Panamá). El ambicioso proyecto fracasó porque
ni Amsterdam ni los comerciantes de Hamburgo quisieron invertir el capital
necesario, y las expediciones de
1698- 1700 no tuvieron resultados prácticos1947. Lenman afirma que los

acontecimientos europeos ejercería nuevamente su poderosa influencia sobre la causa de las


relaciones anglo-escocesas» (1952, p. 80). Los aliados de Inglaterra, Holanda y Austria, se
disputaban el control de los Países Bajos del Sur, nuevamente arrebatados a los franceses.
Carlos XII de Suecia acababa de derrotar a Pedro el Grande, conquistar Polonia y ocupar
Sajonia, y estaba amenazando a Bohemia, mientras que Luis XIV
1947 Véase Insh (1952, pp. 74-77), que dice: «Las pérdidas y vejaciones de las expediciones
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 351
escoceses apuntaban demasiado alto:
Escocia no tenía capacidad para proteger un imperio comercial monopolista o
un asentamiento frente a las potencias europeas rivales, todas ellas
depredadoras y en su mayoría mucho más grandes. El único objetivo digno de
consideración para ella en el terreno colonial era el de los colonos de las otras
naciones. El comercio con ellos era factible y podía ser lo suficientemente
lucrativo como para cubrir fácilmente el riesgo marginal de su ilegalidad
técnica [es decir, el hecho de que España tuviera derechos legales sobre Da-
rién]. Glasgow era una ciudad floreciente a finales del siglo XVII, en parte por
su activo comercio ilegal con el imperio inglés. Una fracción del capital-
despilfarrado en Darién, aplicado a un honrado contrabando con las colonias
semiindependientes americanas, habría producido sólidos dividendos 1948.
Una vez más, vemos que el mercantilismo en una época de estancamiento es
un arma que sólo puede ser empleada con éxito por el que es 1© bastante
fuerte.
Quizá sea cierto, como afirma Riley, que la Unión de 1707 se debió «más a
la política inglesa que a la escocesa» 1949, pero los
ingleses no habrían podido llevarla a cabo sin la aquiescencia de los escoceses.
¿De dónde vino esta aquiescencia? Hubo un fuerte apoyo por parte de ese
amplio sector de la aristocracia en Escocia que eran los episcopalianos, o los
que habían participado en la Revolución Gloriosa y eran antijacobitas, o los
que tenían intereses agrarios en Inglaterra y se habían visto amenazados por la
ley inglesa sobre extranjeros de 1705. Otro grupo aún más importante en
Escocia era el de los comerciantes burgueses. Daniel Defoe llevó a cabo una
campaña panfletaria ideada por el gobierno inglés para persuadir a los
comerciantes burgueses de que Inglaterra era y seguiría siendo el principal
mercado para las exportaciones escocesas y que el camino a la prosperidad
pasaba por el refuerzo de las exportaciones a Inglaterra de ganado y lino

al istmo de Darién llevaron a esta demanda de libertad de comercio, de acceso a los mercados
coloniales ingleses, que fue uno de los principales incentivos para que los escoceses
aceptaran las condiciones de su incorporación a la Unión en 1707» (p. 50). Pero Lenman
niega la importancia del acceso a las colonias inglesas en el debate escocés (véase 1977, p.
55). Hubo además importantes crisis de subsistencias en Escocia en 1696 y 1699, que
formaron parte de lo que los jacobitas llamaron «los siete malos años del rey Guillermo»
(véase Lenman, 1977, pp. 45-52).
1948 Lenman (1977, p. 51). Véase también Smout: «Una gran potencia podría haber llevado

adelante el intento [de Darién] si hubiera tenido suficientes reservas de valor, experiencia,
dinero, hombres y poderío naval. Los escoceses tenían el valor, pero lamentablemente
carecían de todo lo demás, incluyendo el conocimiento de sus propias limitaciones» (1963,
página 252). Smout afirma, además, que el fracaso de Darién fue sólo uno de los cuatro
desastres de la década de 1690, siendo los otros tres los efectos negativos de las guerras
anglo-francesas, cuatro años de hambre y diversas batallas aduaneras que afectaron al
comercio en todas partes: Inglaterra, las Provincias Unidas, los Países Bajos del Sur, Francia,
Norteamérica y Noruega (véanse pp. 244-53).
1949 Riley (1969, p. 498). Castairs ve las cosas de otro modo. Según él, desde una

perspectiva a muy largo plazo, la presión en favor de la Unión procedió de Inglaterra, aunque
a corto plazo «los intereses económicos proporcionan una explicación plausible del
consentimiento final dado por los escoceses a una unión a la que se habían resistido con las
armas du-
352 Immanuel Wallerstein
escocés (y potencialmente trigo, lana y sal) porque de este modo la balanza
comercial con Inglaterra sería favorable. En 1704, el Parlamento escocés
aprobó una ley por la que se ponía fin a una monarquía automáticamente
unificada tras la muerte de la reina Ana. Como venganza, el Parlamento inglés
aprobó la ley sobre extranjeros por la cual, a menos que los escoceses
revocasen su ley, todas sus exportaciones serían excluidas de Inglaterra 53. La
historia nunca puso a Inglaterra en la tesitura de tener que tomar una decisión
a este respecto54.
Como era de prever, los burgueses se dividían entre aquellos cuyos
intereses residían primordialmente en el comercio con Inglaterra y aquellos
cuyo comercio se desarrollaba en gran medida fuera de Inglaterra y sus
colonias; y, por supuesto, los gremios de artesanos se sentían amenazados por
la competencia inglesa. Smout señala que un creciente número de
terratenientes, sobre todo nobles, eran de hecho «hombres del comercio» que
participaban en negocios de exportación. Como ya hemos visto en repetidas
ocasiones, la línea divisoria entre la aristocracia y la burguesía estaba más
difuminada de lo que normalmente se piensa. Lo mismo ocurría en Escocia en
esta época. «La coincidencia del hecho de que la ampliación del comercio

rante siglos» (1955, p. 65). Smout hace una distinción entre las razones políticas de los
ingleses y las razones económicas de los escoceses (véase 1964b, p.' 462).
53 Véase R. W. Harris (1963, pp. 68-70).
54 Lenman comparte mi escepticismo: «Habrían hecho falta más voluntad y valor de los
que tenían los dirigentes escoceses para permanecer de brazos cruzados ante la crisis y ver si
Inglaterra era realmente lo suficientemente estúpida como para arriesgarse a una guerra en su
frontera septentrional cuando estaba inmersa en un grave conflicto en Europa» (1977, página
57).
con Inglaterra fuera importante para un gran número de nobles con el hecho
de que, cuando llegó la hora de votar, el 70 por ciento de ellos lo hicieran a
favor de la Unión es demasiado sorprendente para pasarla por alto» 1950.
¿Cuáles fueron realmente las medidas económicas de la ley de Unión y cui
bono? La ley contenía dos medidas económicas que favorecían a Escocia. En
primer lugar, las acciones de la Compañía de Escocia serían compradas por el
Parlamento inglés al precio de coste más los intereses a cambio de la
disolución de la compañía, lo que por supuesto estimuló la actividad comercial
en las zonas afectadas por las pérdidas anteriores de las inversiones en el
proyecto de Darién, y especialmente en Edimburgo.
En segundo lugar, el llamado comercio de plantación fue abierto
legalmente por vez primera a los escoceses, lo que benefició sobre todo a los
comerciantes de Glasgow y la zona occidental de Escocia. Además, y
probablemente como consecuencia de la Unión, el Parlamento creó en 1727
un consejo de administración para las pesquerías y las manufacturas que
promovió la expansión de la industria del lino escocesa1951. ¿Fue ésta una

Smout (1963, p. 273).


1950

Véase Insh (1952, pp. 84-89) y Lenman (1977, pp. 58-60). Castairs se muestra
1951

escéptico acerca de las ventajas inmediatas. Afirma que la expansión del comercio con la
Norteamérica británica y con las Indias Occidentales sólo se produjo a partir de 1750. Según
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 353
amarga experiencia para Escocia o, por el contrario, su gran oportunidad? El
debate sigue abierto. En cualquier caso, la Unión se llevó a cabo, y el nuevo
Estado de Gran Bretaña acabaría por ganar la guerra de Sucesión española. El
motivo de la guerra era, por supuesto, quién gobernaría España, pero sobre
todo qué sería del comercio con el imperio español. En 1701, el rey de España
concedió el asiento, es decir, el monopolio para el tráfico de esclavos en la
América española, a la Compañía Francesa de Guinea, cuyas acciones eran
propiedad de los reyes de Francia y España, así como de importantes
capitalistas franceses. El asiento había estado antes en manos de una compañía
portuguesa. Fue este hecho, más que cualquier
otro, el que irritó a los comerciantes ingleses y holandeses y llevó a la
reanudación de la guerra1952.
La paz de Utrecht dio el trono de España a los Borbones y el asiento a los
británicos 1953. La Compañía del Mar del Sur consiguió los derechos de venta
para importar anualmente 4 800 esclavos a la América española durante treinta
años. Además, la compañía podía enviar un buque y 500 toneladas de
mercancía cada año para su venta en la América española. En cuanto a los
holandeses, el emperador de Austria consiguió los Países Bajos españoles,
pero los holandeses consiguieron su barrera. De acuerdo con el tratado, los
holandeses estacionarían tropas en todos los distritos devueltos por Francia a
la Casa de Austria: Namur, Tournai, Menin, Fumes, Warneton, Ypres, Knoque
y Dendermonde (y el 60 por ciento del coste de las guarniciones correría a
cargo de los austríacos). Este acuerdo no sólo dio una seguridad a los
holandeses, sino que «actuó como cobertura para la penetración holandesa en
los mercados de los Países Bajos del Sur»1954. Así pues, todas las potencias

él, la Unión no explica la expansión de la industria del lino, ya que hasta mediados de siglo
las colonias americanas importaron sobre todo lino de Alemania y Austria, que llegaba a
Inglaterra a través de drawbacks. Fue sólo a partir de 1742, con la creación de un sistema de
primas, cuando el comercio de exportación de lino escocés comenzó a desarrollarse (véase
1955, pp. 69-70). Lenman parte la diferencia. Está de acuerdo con Castairs en que los
escoceses encontraron pocas ventajas en la Unión en un principio, pero ve en 1727 el
momento decisivo «que indica la llegada de las primeras golondrinas de este verano» (1977,
p. 66).
1952 «Nunca se mostraron los proyectos franceses tan amenazadores para Inglaterra y las

Provincias Unidas como en el período inmediatamente posterior a la aceptación por Luis XIV
del testamento de Carlos II de España [...] ¿Iba a convertirse el inmenso mercado del imperio
español en el coto privado de caza de los comerciantes franceses?» (Deyon, 1978b, página
235). Goubert señala la rapidez con que respondieron los ingleses y holandeses: «La firma
del asiento fue seguida, sólo unos días después, por la gran alianza de La Haya. En La Haya,
el emperador y las potencias marítimas cerraron filas y dieron a Luis XIV un plazo de dos
meses para avenirse a razones. En caso contrario, habría una guerra cuyos objetivos serían
invalidar la sucesión al trono español, cerrar los Países Bajos a los franceses, hacerse con el
control de Italia y el Mediterráneo y dar a los aliados acceso a las colonias españolas,
impidiendo al mismo tiempo el del comercio de los franceses» (1970a, pp. 237-38).
5
* Los detalles de los diversos tratados pueden encontrarse en A. W. Ward (1908, pp. 440-
50).
1954 Cárter (1975a, p. 26).

“ Plumb (1966, p. 29), quien dice: «Para un gran número de ingleses del siglo xvill, las
guerras eran [...] magníficas oportunidades para arruinar a sus vecinos, para apoderarse de la
riqueza del mundo y para demostrar
354 Immanuel Wallerstein
marítimas recibieron su parte del pastel español. Sólo quedaba que les
aprovechara. En los veinticinco años de relativa paz que siguieron, los
victoriosos ingleses no estuvieron seguros de que la paz les beneficiara, como
señala Plumb:
De 1713 a 1739 hubo paz: una paz que fue para muchos degradante, una paz
en la que Inglaterra fue embaucada por Francia, ya que ésta, so capa de la
amistad, no cesó de rehacer su poderío marítimo e industrial con vistas al
inevitable choque. Amplios sectores de la opinión mercantil clamaban por la
guerra".
Y la guerra llegó. Fue la guerra de Sucesión austríaca entre Prusia, aliada con
Francia, y Austria, finalmente aliada con Gran Bretaña y los Países Bajos.
Cuando acabó en 1748 con el tratado de Aquisgrán, «el acuerdo fue casi una
vuelta al status quo ante bellum» 61. Sin embargo, esta infructuosa guerra fue
muy favorable a los intereses comerciales británicos. Temperley llega a decir
que fue «la primera de las guerras inglesas en la que predominaron
absolutamente los intereses comerciales, en la que la guerra se libró por una
balanza comercial y no por un equilibrio de fuerzas» 62. Esto puede verse en
muchos frentes. Pese a su alianza, los británicos y los holandeses no se ponían
de acuerdo con respecto a los Países Bajos del Sur (ahora austríacos). Los
austríacos estaban cansados de pagar la barrera y de no poder desarrollar su
comercio en Gran Bretaña y los Países Bajos. De hecho, Gran Bretaña
amenazaba con retirar la cláusula por la que se permitía la venta de los lienzos
silesios (todavía austríacos) en las Indias Occidentales a través de Gran
Bretaña. Además, los comerciantes flamencos estaban cansados de las
restricciones políticas a su competencia con los comerciantes holandeses 63.
En cuanto a España, estaba cansada del excesivo comercio ilegal británico
en sus colonias —«el verdadero secreto de la furia española contra los buques
ingleses»64—, mientras que el gobierno británico se mostraba cauteloso para
no resucitar la alianza borbónica entre España y Francia65. La Compañía
el desprecio que la nación sentía hacia esos papistas hambrientos y canijos, esos esclavos
calzados con zuecos: los franceses» (p. 14). Véase también Sutherland (1956, pp. 56-57).
61 Thompson (1966, p. 436).
62 Temperley (1909b, p. 197). Seeley comparte esta opinión: «Me parece que la principal
característica de esta fase en Inglaterra es su carácter a la vez comercial y belicoso» (1971, p.
88).
a
Véase Dickson: «La incompatibilidad de las posturas negociadoras de austríacos y
anglo-holandeses [en 1739] es evidente. Los ingleses y holandeses querían conservar los
Países Bajos austríacos como colonia económica, en parte defendida por guarniciones
holandesas pagadas por Austria, según los términos del tratado de la Barrera de 1715 [...]
Desde el punto de vista económico, [en 1746] Inglaterra quería conservar sus ventajas
arancelarias de la época anterior a 1746 y la balanza comercial favorable con los Países Bajos
que supuestamente dependía de aquéllas. Por ello acogió con frialdad las pretensiones
flamencas de obtener unos aranceles más bajos en Inglaterra o un acceso directo al comercio
de las Indias Orientales» (1973, pp. 83, 107).'
64 Temperley (1909b, p. 204). Véase V. L. Brown: «El comercio de contrabando formó
parte integrante de todas las fases de las operaciones de la Compañía del Mar del Sur» (1928,
p. 179). Véase también Nelson (1945, página 55).
65 Temperley señala que, a lo largo del siglo xvm, España fue «a veces
del Mar del Sur, por otro lado, defendía con firmeza sus intereses y actuaba
como un fuerte grupo de presión en Gran Bretaña 66. No era la Compañía del
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 355
Mar del Sur la única beneficiaría de una política agresiva. Los plantadores de
azúcar de las Indias Occidentales británicas pensaban que la guerra pondría fin
a la grave depresión del azúcar de la década de 173067, y las compañías inglesas
de seguros marítimos «aseguraban a los buques franceses contra su captura en
el mar pqr la marina británica» 68. Los intereses comerciales eran tan vitales
para la política del gobierno británico que durante la guerra se instituyó un
sistema de convoyes cuya seguridad «sería una cuestión de primer orden» para
los buques acompañantes69. Mientras que las fuerzas de tierra francesas y
prusianas superaban a las británicas y austríacas en esa época 70, la armada
británica era dos veces superior a la francesa. Las armadas francesa y española
juntas eran equiparables a la británica, pero si se añadían los buques holandeses
a los británicos, éstos tenían una ligera superioridad numérica y, lo que era más
importante, un mando único. La guerra reafirmó el dominio británico del mar,
pese a la recuperación marítima de los franceses que se había iniciado en 1713.
Francia perdió en la guerra la mitad de sus un espectador pasivo y con más frecuencia
un enemigo activo, pero nunca un amigo de Inglaterra». Sin embargo, el gobierno opinaba en
1739 que «arrojar a España en brazos de Francia era poner en peligro el futuro del predominio
inglés en el Nuevo Mundo» (1909b, p. 198).
“ Véase de nuevo Temperley: «Un estudio de los documentos no confirma la opinión
popular de que el deseo inglés de mantener el comercio ilegal de traficantes y particulares pesó
considerablemente en el ministerio. Su benevolencia estuvo reservada a la Compañía del Mar
del Sur, esa institución tan estrechamente vinculada al gobierno por lazos económicos que
recompensaría a Walpole de haberla salvado en 1720, arruinándole en 1739» (1909b, p. 222).
67 Véase K. G. Davies: «En general, me inclino a pensar que (dejando a un lado la guerra

americana) las guerras atlánticas de Gran Bretaña y Francia hicieron más bien que mal a los
plantadores británicos, aun cuando haya que admitir numerosas excepciones» (1960, p. 109).
Davies destaca a este respecto las guerras de 1739-1748 y 1689-1713.
“ Viner (1969, p. 84). «El Parlamento, tras prolongados debates, se negó a ilegalizar esta
práctica».
69 Fayle (1923, p. 288). Sin duda los franceses fueron aún más lejos «y asignaron a la
escolta un papel rígidamente defensivo [...] Lo que es aún más extraño [...] es que los buques
de guerra franceses fueran alquilados a los comerciantes [...] a cambio de una comisión sobre
el valor de los cargamentos transportados sin novedad».
70 Léonard (1958, p. 192) ofrece las siguientes cifras para 1740: Francia, 160 000; Prusia,
84 000; Austria, 107 000 Inglaterra, 59 000 (incluidos los soldados de Hannóver).
buques de línea y más de 1 000 buques mercantes. «Los cimientos del poderío
marítimo de Francia se resquebrajaron»1955.
La paz fue de nuevo un breve respiro: la guerra estalló otra vez en 1754 en
las Américas y en 1756 en Europa. El continuo conflicto comercial entre Gran
Bretaña y Francia en las Américas «se disolvió casi imperceptiblemente, pero
no por ello de forma menos cierta»1956 en la lucha culminante que fue la guerra
de los Siete Años. Los holandeses trataron de permanecer neutrales, pero
fueron obligados por la fuerza británica a limitar su comercio con Francia 1957.
Los españoles cayeron en la tentación de unirse a Francia como forma de
acabar por fin con los privilegios británicos1958, pero esto no hizo ningún bien

1955 Richmond (1928, p. 173).


1956 Andrews (1915, p. 780).
1957 Véase Cárter (1963, pp. 820-21).
1958 Véase Christelow (1946, pp. 24, 29). Fue, sin embargo, un error por parte de los
356 Immanuel Wallerstein
a Francia. El tratado de París de 1763 marcó la definitiva superioridad de Gran
Bretaña en su lucha secular con Francia. «En Europa, a Francia le esperaba un
largo período de enfermedad, comparable a la de España» 1959. Los británicos
ganaron así una guerra que duraba ya cien años, por la sucesión de la
hegemonía holandesa de mediados del siglo xvix. Esta victoria de ciertos
sectores de la burguesía mundial arraigados en Inglaterra, con ayuda del
Estado británico, sólo puede ser debidamente explicada mediante un análisis
del modo en que el Estado británico fue capaz, desde el punto de vista político,
de contribuir a crear y ampliar el margen socioeconómico de los empresarios
británicos a expensas de las fuerzas competidoras arraigadas en Francia.
Empecemos por el panorama demográfico. El problema es que los autores
no se ponen de acuerdo no sólo sobre las causas de los cambios demográficos
sino tampoco sobre los datos que hay que explicar. Algunos creen que el ritmo
de crecimiento de la población en Inglaterra de 1600 a 1750 fue lento 1960 y
otros que fue «prácticamente estacionario»1961, mientras que otros, por último,
afirman que aumentó en un 50 por ciento en este período1962. En el caso de
Francia, parece haber un consenso en el sentido de que la población se
mantuvo más o menos estable de 1500 a 1750 79 en una cifra más de tres veces
superior a la de Inglaterra y más de dos veces superior a la de Gran Bretaña.
Algunos ven un punto bajo en Francia en 1700 y un ligero crecimiento entre
1700 y 1750 ®°. Algunos consideran que los años comprendidos entre 1700 y
1750 fueron «anormalmente malos» para Inglaterra81. El presunto crecimiento
de Francia entre 1700 y 1750 es tanto más sorprendente cuanto que este país
sufrió un hambre muy grave en 1693-1694, a diferencia de Inglaterra pero al
igual que la mayor parte de Europas2, y otra en 1709-1710 83. Además, en 1720
Marsella conoció la última gran epidemia de peste europea 84. En 1740, sin
embargo, lat cifras de la población en Inglaterra y Francia, y de hecho en la
mayor parte de Europa, se volvieron definitivamente ascendentes85.
La variable esencial, dice Hufton, fue el suministro de productos
alimenticios. «En términos generales, una población hambrienta no puede
reproducirse, mientras que una población

” Véase Goubert (1965, p. 473).


,0
Ibid., p. 473, Henry (1965, p. 455) y C. E. Labrousse (1953, p. 22).
" Tucker (1963, p. 214).
12 Véase Flinn: «No hubo probablemente nunca en Europa occidental un hambre tan severa

y tan extendida como la de la década de 1690» (1974, p. 301). Flinn señala que Inglaterra fue
una excepción. En Francia, sin embargo, «la gran mayoría de la población [...] se vio
amenazada por el hambre, la padeció o realmente murió de inanición» (Goubert, 1970a,
página 216). Pentland tiene una complicada explicación para Inglaterra. Inglaterra tuvo un

españoles. «La imprudente entrada de España en la guerra de los Siete Años permitió a los
ingleses consolidar al término de este conflicto las ganancias obtenidas en los años
precedentes y abrir nuevas vías de acceso a las riquezas del mundo colonial español» (Brown,
1928, página 186).
1959 Dehio (1962, p. 117).

1960 Darby (1973, p. 304).

1961 Tucker (1963, p. 214).

1962 Véase Wilson (1977b, p. 116).


La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 357
elevado crecimiento demográfico de 1690 a 1710, época de precios altos para la agricultura
(probablemente a causa del hambre general en Europa). A causa de esto, y también de que
los adultos jóvenes eran escasos en este período (debido a un crecimiento demográfico
anteriormente bajo), las oportunidades de empleo en la agricultura hicieron que se adelantara
la edad de contraer matrimonio y que aumentara el índice de natalidad, lo que a su vez llevó
a una disminución de las oportunidades y a una depresión a partir'de 1705-1710. Con la caída
de los precios a partir de 1720 la mortalidad aumentó, lo que explica las grandes epidemias
de la década de 1720, «consecuencia lógica de una década de condiciones cada vez peores,
provocadas por el exceso (y no por la escasez) de la producción agrícola en relación con la
demanda y el consiguiente exceso (y no escasez) de mano de obra» (1972, p. 174).
S!
Véanse Goubert (1970d, p. 60) y Jacquart (1975, p. 187).
“ Véase Rambert (1954, pp. 606-17). Según Reinhard y Armengaud, la última gran peste
fue la de 1668; después de esta fecha, las epidemias fueron «escasas» (1961, p. 131), pero
mencionan una en España en 1694 (1961, p. 143). A pesar de la peste de Marsella, Le Roy
Ladurie habla de un incremento demográfico en Francia entre 1720 y 1737 (1975a, p. 364).
15 Deprez llama a 1740 el «momento decisivo en la historia demográfica de Europa» (1965,

p. 626). La explicación habitual es el fin de las pestes y las hambres. Véanse Le Roy Ladurie
(1975a, p. 388) y Helleiner, que habla de la ausencia de catástrofes (1967, p. 95).
subalimentada no tiene problemas para hacerlo» 1963. ¿De dónde vino este
incremento en el suministro de productos alimenticios? No fue el resultado de
un cambio climático, o al menos no exclusivamente. Dado que todo el período
comprendido entre mediados del siglo xvi y mediados del siglo xix es
conocido como el pequeño período glaciar1964, no es probable que se produjera
una gran mejoría hacia 1750. Es más probable que el desarrollo de los sistemas
de producción agrícola en Inglaterra y Francia (septentrional y sudoriental)
fuera el elemento crucial de este proceso. Algunos dan gran importancia a la
patata, llegando a afirmar que el incremento de la población en el siglo XVIII
varió «de acuerdo con la difusión y el consumo [de la patata]» 1965. Otros ven
en la patata simplemente un elemento más en una dieta por lo general más
rica. El té reemplazó al alcohol, y el consumo de arroz, y, sobre todo, de azúcar
experimentó un crecimiento, el azúcar en frutas, mermeladas y postres que
contribuyeron a variar la dieta, sobre todo en invierno1966. Ya hemos descrito
el contexto social del progreso agrícola, es decir, la creciente concentración
de las tierras de labranza mediante la opresión de los productores menos

1963 Hufton (1974, p. 15).


" Jacquart (1975, p. 187). Sin embargo, Goubert atribuye el fin de las hambres en Francia
a un clima mejor, más cálido y menos lluvioso (véase 1970d, p. 63). Le Roy Ladurie hace
hincapié en la variable crucial de un clima por lo general húmedo pero no frío, al menos en
Francia (véase 1967, p. 281). Reinhard y Armengaud hacen esta misma observación (1961,
página 115).
Vandenbrocke (1971, p. 38). El argumento es que, en comparación con los cereales, la
patata ofrecía el doble de calorías por persona. Aunque el contenido calórico de las patatas
es cinco veces inferior al de los cereales, su rendimiento es diez veces mayor. «Además, las
patatas se recogen en verano, y por tanto dependen menos del clima. El cultivo de cereales
fue siempre mucho más arriesgado, por depender mucho de las condiciones climáticas». Sin
embargo, Salaman (1949, pp. 455-56) afirma que la patata no fue habitual en la dieta del
pobre inglés hasta el último cuarto del siglo xvm, aun cuando su uso no hubiera dejado de
extenderse desde dos siglos antes. Salaman dice que hasta 1775 la patata fue utilizada
primordialmente como alimento para animales: «Antes de que la patata pudiera desempeñar
el papel de forraje para los pobres, era necesario que demostrara su valor como alimento para
los cerdos».
1966 Véase C. Hill (1969, p. 256).
358 Immanuel Wallerstein
afortunados1967. El cercado de las tierras, importante técnica que se había
iniciado mucho antes de 17501968, fue posi

1967
Véanse también Coleman (1977, p. 125), Mingay (1963, pp. 81-82) y La-
vrovsky (1960, pp. 354-55). Mingay señala un importante declive entre los pequeños
propietarios de 1660 a 1750 (1968, p. 31).
«Desde el punto de vista de 1750, es evidente que una buena parte de Inglaterra estaba ya
cercada» (Holderness, 1976, p. 52).
359 Immanuel Wállerstein
ble gracias, en parte, a la legislación y en parte a la eficiencia y a las ganancias
de los propietarios1969. ¿Qué tipo de eficiencia podían conseguir los grandes
terratenientes? En primer lugar, hubo un perfeccionamiento de los aperos de
labranza, primordialmente porque la madera fue sustituida por el hierro 1970.
Además, a los propietarios de ganado les resultaban especialmente útiles los
pastos y forrajes temporales y tendieron también a convertirse en grandes
agricultores 1971.
Sin embargo, lo que fue más importante para la constante tendencia a la
concentración fue el bajo precio de los cereales a largo plazo 1972 1973. En todo
el período comprendido entre 1600 y 1750 hubo muy pocos años buenos para
los cereales%. Se ha dicho que la desdicha de los bajos precios fue la dicha de
Inglaterra, ya que llevó a una innovación agrícola1974. Cabe preguntarse por
qué habría de ser esto cierto única o principalmente para Inglaterra, cuando los
bajos precios de los cereales fueron una constante en toda Europa durante este
período. Lo más notable es que fuera precisamente cuando los precios estaban
en su nivel más bajo, en la primera mitad del siglo xviil, cuando Gran Bretaña
se convirtió en el principal exportador de cereales en Europa. La explicación
más obvia es que la ley de primas al trigo promulgada por el gobierno británico
en 1688 para fomentar la exportación de cereales1975 1976 creó unas condiciones
«generalmente propicias»99 para la expansión agrícola. Es indudable que las
primas impulsaron la producción de cereales en Inglaterra y tal vez
contribuyeron a una mayor depresión de los precios nacionales de éstos al
incrementar la cantidad de cereales disponible en el mercado nacional 10°.
Obviamente, lo que se pretendía era ayudar al empresario agrícola británico a
aumentar su margen de beneficios.
¿Dónde estaba el mercado para esta mayor oferta de cereal británico? La
fabricación de ginebra y cerveza ofrecían una salida, y el mercado para estos
productos era la mano de obra urbana que, en un período de estancamiento

1969 «Aun en las aldeas que a lo largo del siglo [xvm] conservaron los campos abiertos hubo

una fuerte tendencia en favor de una disminución del número de unidades y de un aumento
de su tamaño» (Mingay, 1962, página 480). Esto parece haber ocurrido en Inglaterra a pesar
de que la «elevada productividad del cultivo de la patata permitía vivir incluso de parcelas
muy pequeñas» (Vanderbrocke, 1971, p. 38). Esto puede significar que la producción de
cereales fue la variable económicamente crucial.
1970 ¿Quiénes podían permitirse este lujo? Probablemente los que ya tenían unos ingresos

más elevados. Bairoch afirma, con un argumento tal vez circular, que la posibilidad de pagar
los nuevos aperos provenía del incremento de la productividad agrícola (véase 1966, p. 16).
1971 «Sin la ayuda de los nabos, la mera alimentación del ganado en invierno y primavera

habría sido un problema difícil de resolver» (Erale, 1912, p. 176). No sólo los nabos, sino
también el trébol, el pipirigallo, la alfalfa y el ballico eran bien conocidos en toda Inglaterra
hacia 1720 (véase Holderness, 1976, p. 65).
1972 «Lo que sucede es que el pequeño campesino, que sólo produce un pequeño excedente
para el mercado en los años buenos, pierde dinero en los años malos, dinero que gana el gran
campesino que se beneficia de la falta de competencia por parte de estos pequeños
productores» (Gould, 1962, p. 321).
1973 Erale (1912, pp. 168-69), Gould (1962, p. 232) y Hartwell (1969, p. 25).

1974 John (1969, p. 171). Véanse también Wilson (1965, p. 245) y Holderness
(1976, pp. 74-75).
1976 Véase R. Ashton (1969, pp. 49-50).
360 Immanuel Wallerstein
secular, había visto cómo aumentaban los salarios reales 101. Gilboy, por
ejemplo, indica que el aumento de los salarios reales en Londres fue arrastrado,
por así decir, por la «ola de ginebra» 102. Esto
95 Mingay (1960, p. 337). Los cereales pasaron del 3,7 al 19,6 por ciento de las exportaciones

inglesas en 1700 y 1750. Véase T. S. Ashton (1960, página 12). Slicher van Bath asegura que
entre 1690 y 1720 «la relación media entre los precios de los productos agrícolas y los no
agrícolas» se invirtió temporalmente en favor de la agricultura, en el contexto de una relación
desfavorable que duró de 1620 a 1740 (1963a, p. 211).
100 Véase Gould (1962, pp. 331-32).
101 «El incremento [de los salarios reales en Inglaterra] entre 1660 y 1760 fue importante
pero no espectacular [...] Hacia 1750 las cosas estaban, sin embargo, notablemente mejor que
en 1600. La tasa inferior de inflación de los precios a partir de 1670, la moderación del
crecimiento demográfico antes de 1750, la acumulación de excedentes agrícolas (especialmente
alimenticios) y la reanimación de la actividad económica, especialmente en los sectores
intensivos en trabajo, fueron responsables del incremento de los salarios reales antes de 1750»
(Holderness, 1976, p. 204).
Pero, aunque aumentaran los salarios reales, ¿no hubo también un aumento del paro? Sí, lo
hubo, pero fue compensado al menos en parte por el empleo alternativo de tales períodos. Los
trabajadores se convirtieron en contrabandistas y salteadores de caminos. Las mujeres se
dedicaron a hilar. Hubo un incremento en la industria pesquera («uno de los últimos recursos
del pobre»), al estar los hombres más dispuestos a aceptar la dureza de la vida a bordo de los
pequeños barcos. El número de vendedores ambulantes aumentó. Incluso la construcción
pareció florecer, en proporción casi inversamente variable a la prosperidad de las exportaciones
(véase T. S. Ashton, 1959, p. 138). A pesar del aumento de los salarios reales en este período,
la calidad de la vida en las ciudades no era la más adecuada para apartar a los trabajadores de
las tabernas. «En medio de la elegancia y el lujo, abundaban la suciedad y la enfermedad.
Durante el reinado de Jorge I y la primera parte del de Jorge II, Londres fue una metrópoli
maloliente, sucia, atestada de basura y repleta de suburbios» (Plumb, 1966, p. 17).
102 Gilboy (1930, p. 613). El proceso fue sin duda un círculo vicioso. El incremento de los
salarios reales provocó un incremento de la producción de ginebra que exigió un incremento
de la oferta de cereales. Si la oferta de cereales era excesiva por alguna razón, el aumento de
las ventas de ginebra podía resolver el dilema. Véase Chambers: «La era de la ginebra [fue]
algo más que la inexplicable aberración del embrutecido pueblo
ocurrió también en los Países Bajos, donde el aumento de las importaciones
de cereales británicos afectó en especial a la malta y la cebada destinadas a las
destilerías y cervecerías holandesas 103. Las primas a la producción en Gran
Bretaña provocaron una exportación cada vez mayor a los Países Bajos 104 que
a su vez fomentó el desarrollo de la producción británica a causa del aumento
de los precios de los cereales en los Países Bajos de 1700 a 1720 10S. Los
británicos consiguieron desplazar a los productos bálticos del mercado
holandés 106 porque vendían sus productos a un precio inferior. Esto no sólo
se debía a los costes más bajos del transporte británico (que, después de todo,
ya venían de antes), sino también a las primas que representaban el 16,5 por
ciento del valor real de los cereales londinense [...] Una sucesión de buenas cosechas
aumentó la oferta de cereales, mientras que una serie de epidemias reducía las filas de los
que deberían haberlos consumido. Cuando en 1739 comenzó la guerra de Sucesión austríaca
y descendió la exportación de cereales, se cerró parcialmente otra salida para éstos [...] La
carrera suicida de Londres acudió en ayuda de los campesinos del interior, que se resentían
de la abundancia; la profusión de la que se quejaban fue en parte absorbida por los excesos
del consumo de ginebra» (1957, p. 44).
Sin embargo, los campesinos del interior pagaron a medio plazo los costes de las
ganancias a corto plazo. Las industrias destiladoras y cerveceras de Londres desarrollaron
una actividad subsidiaria, consistente en utilizar los productos de desecho para alimentar al
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 361
ganado. Esta actividad se generalizó. A medida que aumentaban en el siglo xvm la carne y
la leche procedentes de los cerdos y las vacas de la zona circundante que consumían los
londinenses, los agricultores del Home County se resentían cada vez más de la fuerte
competencia de lo que «era ahora una producción cárnica 'capitalista' de carácter
sistemático» (Mathias, 1952, p. 254).
103 Véase Ormrod (1975, pp. 39-40). Las primas se pagaban por volumen. La cebada
podía ser «hinchada», lo que fomentaba su exportación a costa de otros cereales. Esta fue
también la «era de la ginebra» en Holanda. Véase John (1976, p. 53).
104 «Tal vez los holandeses resultaran perjudicados por las importaciones [de cereales
ingleses], pero lo mismo les habría perjudicado unos cereales baratos o subvencionados que
los no subvencionados» (De Vries, 1975, p. 55). Los Países Bajos nó eran el único mercado
de exportación. También Portugal era un mercado importante. Véase Fisher (1971, p. 64).
105 Véase Slicher van Bath (1963a, p. 212). Si los precios bajaron de nuevo de 1720 a
1740, ¿no fue ello en parte una respuesta al incremento de la producción británica?
106 John ofrece unas cifras sorprendentes para las exportaciones medias de cereales de
Gran Bretaña y el Báltico. De 1650 a 1699, la zona del Báltico exportó 58 800 barriles de
aproximadamente 10,5 arrobas y Gran Bretaña exportaba unos 2 500, mientras que entre
1700 y 1749 las exportaciones del Báltico bajaron a 31 000 y las británicas ascendieron a 42
000. El total de ambas zonas subió de 58 300 a 73 000 (véase John, 1976, p. 56, cuadro 6).
Véanse también Lipson (1956, II, p. 460), Jeannin (1964, p. 332) y Ormrod (1975, p. 38).
enviados al extranjero1977 1978. Un folleto inglés sobre las primas, escrito en
1768, lo explicaba en los siguientes términos: «Nos propusimos rivalizar con
los polacos en su condición de labradores para los holandeses... Y al mismo
tiempo permitimos que nuestros hermanos los irlandeses rivalizaran con los
daneses como criadores de vacas para ellos» m. La creciente uniformidad en los
precios del trigo en toda Gran Bretaña en este período de intensa exportación
indica que las primas fueron eficaces y que su impacto se dejó sentir en todas
las zonas agrícolas del país 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985.
El Estado británico trató, pues, de conquistar el mercado cerealero holandés
para sus empresarios, a la vez como complemento de otras oportunidades de
ganancia (en una época en que tales oportunidades eran reducidas) y como
forma de conseguir ganancias a través de una concatenación de efectos. Por
ejemplo, los británicos reemplazaron a los holandeses en el transporte de
cereales como resultado de haber reemplazado a los productores bálticos uo.
Otros, por supuesto, trataron también de hacer lo mismo. De hecho, en el medio
siglo transcurrido entre 1650 y 1700, los Países Bajos del Sur y Francia

1977 John (1976, p. 59).


Considerations on the effects which bounties granted on exported corn, malí and flour
have on the manufactures of this kingdom (Londres, 1768, pp. 61-62, nota), citado en John
(1976, p. 56).
1979 «Todo lo antidogmáticamente que requiere un campo complejo e incierto [...] tendemos
a pensar que, al menos en lo que respecta al trigo, la autonomía de los mercados puede ser
gravemente exagerada» (Granger y Elliott, 1967, p. 262).
1980 Véase Ormrod (1975, p. 40).
1981 Véase J. de Vries (1974, p. 171).
1,2 Véase Abel, quien señala que los exportadores ingleses de 1711 a 1740 cerraron el mercado

mundial a los productores franceses y alemanes


(1973, p. 265). J. C. G. M. Jansen señala que en el período comprendido entre 1680 y 1740,
los productores agrícolas del sur del Limburgo, enfren
tados a una caída de los precios, abandonaron los cereales ordinarios (kortkoren y escanda) y
se dedicaron al «trigo caro» (así como a la avena) «para compensar la caída de los precios del
trigo» (1971, p. 255).
1985 Véase Chaunu (1966a, p. 242). El ager es la tierra cultivada, en opo-
362 Immanuel Wallerstein
aumentaron sus exportaciones a los holandeses y éstos incrementaron su propia
producciónm, pero las primas británicas a la producción de cereales hicieron que
estos productores perdieran terreno entre 1700 y 1750, al vender más barato
que ellos "2. De este modo, Gran Bretaña consolidó su posición capitalizando
el mercado mundial de cereales, en algunos casos faute de mieux, y contribuyó
a la recuperación en toda Europa del ager a expensas del saltus entre 1700 y
1750 “3. Sin embargo, dado
que la economía-mundo en general era todavía débil, esto llevó rápidamente
a una superproducción de cereales y produjo otra depresión agrícola entre
1730 y 1750 114. Con la mejoría que se produjo a nivel mundial a partir de
1750, Gran Bretaña, una vez más, redujo su papel como productor mundial de
cereales en favor de una mayor especialización en la producción industrial us.
El panorama francés, como ya hemos dicho, era menos diferente del inglés
de lo que se piensa. Cuando examinamos los cambios que se produjeron a
partir de 1690, nos preguntamos, en primer lugar, por qué los franceses no
instituyeron un sistema de primas. Francia tal vez no las necesitara por ser
mucho mayor que Inglaterra. Las guerras de 1688 a 1713 habían interrumpido
las importaciones de cereales de Francia y con ello habían «creado una
situación que favorecía el cultivo de cereales en el sur de Francia» llé. Además,
al haber causado las guerras grandes estragos en España y haber desbaratado
así el mercado español de ganado y vino, y al haber aislado el bloqueo los
mercados inglés y holandés de linaza, los productores del sudoeste se
dedicaron de forma notable a la producción de trigo 117. A partir de este
período hubo una creciente concentración de tierras, de forma que a mediados
del siglo xvm la zona del Mediodía y los Pirineos se había convertido en una
«zona de monocultivo de cereales que producía para la exportación al
Mediterráneo» 118. Mientras tanto, en el Languedoc se produjo un
florecimiento de la agricultura debido a la revolución del transporte (en 1680
se abrió el canal del Mediodía y en 1725 se inició la construcción de nuevas
carreteras), permitiendo esta mejora del transporte que el trigo llegara a
Marsella a un precio lo suficientemente bajo como para ser competitivo en el
mercado mediterráneo U9. De este momento el crecimiento de la producción
de cereales en Francia fue paralelo al crecimiento de la producción de trigo en
Inglaterra y tuvo más o menos los mis-

sición al saltus, que es el terreno cubierto de vegetación natural (1966a, página 640).
114 Véase Mingay (1956, pp. 324, 336).
115 Véase T. S. Ashton, a propósito de la segunda mitad del siglo xvm: «El cambio de
una exportación por un excedente de importación difícilmente podía ser evitado en una época
en que la población aumentaba rápidamente y en que Inglaterra estaba pasando de la
agricultura a la manufactura» (1969, p. 50).
116 Véase Slicher van Bath (1977, p. 75).
117 Véase Enjalbert (1950, p. 116) y Braudel (1951, p. 71).
“* Fréche (1974, p. 835).
119 Véase Le Roy Ladurie (1975a, pp. 397-400).

mos efectos en cuanto a la estructura social del campo y en cuanto a su


significado para la economía-mundo. Esto significa que las zonas del centro
estaban reasumiendo unas tareas «periféricas» que producían ganancias en una
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 363
época de estancamiento generalizado.
A la vista de todo esto, ¿por qué está tan extendida entre los historiadores
la impresión de que en Inglaterra hubo una revolución agrícola entre 1650 y
1750 aproximadamente que en Francia no se produjo? Para contestar a esta
pregunta, debemos examinar lo que sucedió en las industrias no agrícolas. La
metalurgia y la producción textil en Inglaterra, a partir de 1700, mostraron
«una tendencia general a la recuperación, pero no un claro crecimiento» 1986.
La tendencia de los precios de las manufacturas, al igual que los de la
agricultura, seguiría siendo «moderadamente descendente» hasta 1750, con
una «tendencia moderadamente ascendente tanto en los salarios reales como
en la demanda del mercado» 1987 1988 1989 1990. Este incremento de la demanda
afectó en primer lugar a la exportación, y especialmente a la colonial que,
como hemos visto anteriormente, era uno de los principales objetivos de la
política británica en las colonias septentrionales de la Norteamérica británica.
También afectó a la demanda interior, como resultado del incremento de la
riqueza agrícola en este período m. Los grandes terratenientes fueron los
primeros en beneficiarse de este incremento de la demanda. Entre 1700 y 1750,
las rentas de la tierra, normalmente bajas, se compensaron con los crecientes
beneficios procedentes de la venta de madera y del arriendo de la tierra para
la extracción de carbón y otros minerales, así como para la explotación de
canteras, siderurgias y hornos de cal12J.
La expansión de la producción agrícola dio un gran impulso a las industrias
metalúrgicas m, y las constantes guerras con
Francia supusieron también un importante estímulo 125. Las guerras crearon una
gran demanda de metales para armamento, dificultaron las importaciones (al
menos en tiempos de guerra) y agotaron la madera disponible debido al
desarrollo de la construcción naval. El alto nivel alcanzado por la demanda
interior llevó consigo una expansión de la construcción que estimuló la
producción de plomo, aunque los precios del plomo se mantuvieron bajos, lo
que puede indicar que la producción se desarrolló a un ritmo demasiado rápido
para una demanda que crecía lentamente126. Gould sospecha que la importancia
real de los bajos precios de los alimentos entre 1600 y 1750 estriba en la
reducción de los costes de producción de los tejidos 127. Aquí, como en el caso
de las exportaciones de trigo, el elemento crucial de la expansión de la
producción fue la intervención del gobierno en el mercado mundial. El gobierno

1986 Kellenbenz (1977a, p. 547), quien dice: «Había todavía muchos obstáculos,
especialmente en la metalurgia, pese a los cambios económicos favorables a Rusia, rica en
hierro y bosques». Véase East: «Por lo que respecta al carbón, como por lo que respecta al
hierro, los procesos en gran escala que dejarían huella en el mapa, no llegarían hasta el siglo
xix» (1951, p. 512, el subrayado es mío).
I!1 Coleman (1977, p. 151), quien dice que el período comprendido entre 1650 y 1750 «fue

una época de inversión e iniciativa en la industria inglesa, que no se manifestó en cambios


espectaculares como en el siglo siguiente, pero fue de importancia vital, ya que sentó las
bases más sólidas y más flexibles para lanzar la posterior revolución».
1988 Véase Wilson (1977a, p. 8).
12J
Véase Mingay (1960, p. 373).
1990 Bairoch (1966) analiza esto detalladamente, en función tanto del uso del hierro en los

aperos como de la expansión del número de aperos


364 Immanuel Wallerstein
británico inició lo que hoy llamaríamos política de una «sustitución de
importaciones» 128. Ya en 1675 se discutió en el Parlamento la competencia que
hacían las importaciones indias a los utilizados. También hace hincapié en el mayor uso
de caballos y en la nueva práctica de herrarlos. Considera que el período comprendido entre
1720 y 1760 fue clave para Inglaterra a este respecto, como el período comprendido entre 1760
y 1790 o incluso entre 1790 y 1820 lo fue para Francia. Véase también Chambers, quien afirma
que la agricultura inglesa en los siglos xvu y xvm hizo tres contribuciones a la industria: el
suministro de capital y la primacía en el desarrollo de las industrias del plomo, el hierro y el
carbón; el consumo de productos industriales, y el fomento de cambios en el transporte, y
especialmente los portazgos (1957, p. 36).
123 John afirma que estos factores «aceleraron la búsqueda de métodos para utilizar el carbón

en las fundiciones», lo que llevó a la invención del horno de reverbero entre 1688 y 1698.
También nos recuerda que «entre 1714 y 1763, se duplicó el tamaño de la armada» (1955, pp.
330 y 333). Kellenbenz señala que una vez que el carbón hubo sustituido al carbón vegetal en
la fundición de hierro desapareció la incompatibilidad entre la producción de hierro y una
población densa, lo que, según él, explica el evidente desplazamiento de la producción de
Suecia a Inglaterra (véase 1974, pp. 206-207).
126 Véase Burt (1969, p. 266).
127 Gould (1962, p. 320). En cambio, Gould rechaza por «arriesgado» (página 319)
cualquier intento de discernir un significado directo y constante en las fluctuaciones de las
cosechas para la actividad económica y señala los efectos opuestos que podrían causar tales
fluctuaciones. Wilson no está tan seguro de esto: «Todavía está por saber hasta qué punto la
proliferación de manufacturas en los años transcurridos entre la Restauración y la
industrialización de finales del siglo xvm fue debida a la estabilización e incluso la caída del
nivel general de los precios de los artículos de primera necesidad» (1977a, p. 13).
12!
Véase Ormrod (1975, p. 40). La prohibición de 1678, dirigida primordialmente contra
Francia, fue considerada en la época como un hito (Ashley, 1897, pp. 338).
tejedores ingleses y los calicós fueron sometidos a ciertos derechos de aduana.
La crisis económica de la década de 1690 provocó entre 1696 y 1700 la
llamada polémica del calicó, que culminó en 1700 en una ley por la que se
prohibía la importación de calicós estampados de Persia, la India y China, a
pesar de la oposición de la Compañía de las Indias Orientales y de aquellos
que vendían o elaboraban productos indios para el mercado inglés. Esto no
ayudó sin embargo a los fabricantes de tejidos de lana, ya que era posible
estampar el calicó en Inglaterra. Los motines de los tejedores en 1717
(provocados por el paro) llevaron a la ley suntuaria de 1720 por la que se
prohibía el uso de calicós estampados (con unas pocas excepciones).
Indudablemente, la eficacia de su aplicación fue limitada. Dado que la
importación de muselinas sí estaba permitida, muchos calicós fueron
importados bajo este nombre, mientras que la zaraza se introducía de
contrabando. En 1735, la ley de Manchester excluía específicamente de las
leyes suntuarias los tejidos estampados de lino y algodón fabricados en Gran
Bretaña, dando así por fin derecho de ciudadanía a los tejidos de algodón y
lino siempre que estuvieran -fabricados en Inglaterra1991. El resultado global
de la legislación fue, pues, que «fomentó la fabricación de sustitutos del

1991 Véase P. J. Thomas (1963, pp. 68, 101, 125, 139, 150, 163-64). Pese a esto, los tejidos
de lana siguieron siendo la principal industria manufacturera inglesa durante todo el siglo
xvm (Deane, 1957, p. 207) y pasaron por un período de «notable crecimiento» de 1700 a
1740-50 (p. 221).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 365
calicó» 1992 en Inglaterra.
Sin embargo, todavía no se había llegado a la era del algodón, ya que hasta
1773 los llamados algodones ingleses eran de hecho un tejido en el que una
trama de algodón, o hilo transversal de la tela, se combinaba con una urdimbre
de lino, o hilo longitudinal1993. El lino seguía siendo importado en gran
medida, sobre todo de Alemania, Irlanda y Escocia 1994. Los linos alemanes
perdieron constantemente terreno, a lo largo del siglo X VIII , a expensas de los
escoceses e irlandeses, como resultado, una vez más, de una política
gubernamental iniciada en 1660 y aplicada de forma cada vez más rigurosa a
partir de entonces 133. Por supuesto desde 1707 Escocia formaba parte de Gran
Bretaña. El efecto básico de la Unión fue el desplazamiento de los tejidos de
lana escoceses por los ingleses (salvo en sus variedades más bastas), pero a
cambio se permitió que los tejidos de lino escoceses se introdujesen en
Inglaterra134. Durante mucho tiempo se ha discutido hasta qué punto fue esto
beneficioso para los terratenientes-empresarios escoceses 13S. La situación
irlandesa era más desigual. La guerra guillermita de 1689-1691 había
concluido con el tratado de Limerick, que hizo que la autoridad de la Corona
sobre Irlanda fuera la misma que sobre las colonias l36. El impacto sobre la
actividad productiva irlandesa fue inmediato. El período de la Restauración
había sido ya testigo de medidas destinadas a reducir las industrias irlandesas
prohibiendo las relaciones comerciales directas con las colonias americanas
137
. La ley sobre el ganado [great cattle
133 Harte (1973, p. 76). Véase también Davis (1962, pp. 287-88). «Los derechos de
aduana sobre la mayoría de los tipos de lino [...] prácticamente se duplicaron en los cien años
posteriores a 1690» (Harte, 1973, p. 78). Harte afirma que los linos franceses se vieron
afectados por razones de competencia directa, mientras que los alemanes, flamencos y
holandeses se vieron afectados «por razones puramente fiscales» (p. 97). Sin duda, pero como
él mismo admite, «el efecto secundario de las exigencias de la hacienda nacional y de la
creciente necesidad de ingresos para costear la guerra» (p. 76) fue casi tan grande como los
aranceles punitivos aplicados a los franceses.
134 Véanse Gulvin (1971), H. Hamilton (1963, p. 255) y Durie (1973, p. 47). Campbell
afirma: «Es suficiente justificación económica decir que la Unión de 1707 hizo que, cuando
a su debido tiempo tuvieron lugar otros acontecimientos, la economía de Escocia [se
especializara] en aquellos sectores en los que, a causa de sus conexiones inglesas, tenía
asegurado un mercado para sus productos» (1964, p. 477).
135 Smout insiste en esta combinación al señalar que Escocia dio un «giro irónico» a la
«anticuada simplificación» de que la revolución industrial fue el triunfo de la burguesía sobre
la aristocracia. «Los terratenientes [escoceses] del siglo xvm se esforzaron, junto con las

1992 Smelser (1959, p. 53). Heckscher afirma que la diferencia entre las políticas
mercantilistas de Francia e Inglaterra estribó en que Inglaterra estimuló la sustitución de las
importaciones, y cree necesario añadir que «tal vez lo más importante» fue que Inglaterra no
aplicó estrictamente sus prohibiciones de importación, mientras que Francia sí lo hizo (1935,
i, páginas 174-75). ¿Hay pruebas de esto, o se trata simplemente de un prejuicio liberal (anti-
francés) ?
1993 Véase Warden (1864, p. 373).
1994 El grado de dependencia de las importaciones de lino es una cuestión controvertida.
Harte afirma: «Es probable [...] que se produjera más lino en la propia Inglaterra para el
consumo interior en el siglo xvm del que se importaba de Escocia e Irlanda juntas» (1973 p.
107). Tal vez, pero se importaba más de todas las fuentes del que se producía a nivel local, y
los linos escoceses e irlandeses desempeñaron un papel creciente.
366 Immanuel Wallerstein
clases medias, por desarrollar un nuevo tipo de economía dinámica [...] y cuando lo lograron,
ésta se convirtió en un Frankestein que acabó con sus vestigios de privilegio e influencia»
(1964a, p. 234).
136 Véase James (1973, p. 277), que sugiere que Irlanda era una colonia incluso en mayor
grado que las colonias americanas, ya que «el gobierno irlandés se basaba en la conquista y
no podía escapar fácilmente a sus orígenes militares» (p. 290). Cullen califica al papel de
Irlanda en el sistema inglés de «colonial en algunos aspectos» ya en el siglo xvn, y habla de
la «creciente dependencia de Inglaterra» en el XVIII (1968, pp. 2, 46).
137 Véase James (1973, pp. 191-92).
Ací] de 1666, por la que se excluía a la producción irlandesa del mercado
inglés, había provocado una concentración en la exportación de lana a
Inglaterra13S.
En el período posterior a la Revolución Gloriosa, los británicos fueron
mucho más lejos. Mediante la ley sobre la lana irlandesa [Irish Woollen Acf]
de 1699 acabaron con la producción lanera irlandesa 1995 1996 y obligaron a los
irlandeses a concentrarse en la producción de lino por medio de una industria
a domicilio con unos niveles salariales muy bajos 1997°. James pretende que
esto no fue tan malo para los irlandeses, dado que en el siglo xvm se les
permitió, como a los escoceses, exportar a Inglaterra y a las colonias británicas,
convirtiéndose las Indias Occidentales en un mercado esencial para los
productos irlandeses 1998. Pero con ello olvida que los principales beneficiarios
de este comercio de exportación fueron los grandes terratenientes ingleses de
Irlanda. La valoración que hace Hill parece más razonable: «Después de los
esclavos negros, Irlanda fue la principal víctima del sistema de navegación que
dio a Inglaterra su hegemonía mundial» 1999. Lo que vemos es, pues, un modelo
en el que el gobierno británico utilizó activamente medidas mercantilistas en
el período comprendido entre 1650 y 1750 (y especialmente a partir de 1689)
para aumentar la participación de Gran Bretaña en la producción mundial
metalúrgica y textil2000. Los tejidos de lana y algodón quedaron reservados a
Inglaterra, pero Escocia e Irlanda fueron autoriza-
das a participar en la producción de lino 2001. La cuestión sigue en pie: ¿cómo

1995 Véase Cullen (1968, p. 53).


1996 Véase Kearny (1959). Cullen considera que la ley sobre la lana tuvo consecuencias
menos graves y más notorias que la ley sobre el ganado y las diversas leyes de navegación
sólo porque, a diferencia de las últimas, que eran leyes inglesas aplicables al comercio inglés,
la ley sobre la lana regulaba las exportaciones irlandesas y era un «ejemplo flagrante de las
pretensiones del parlamento británico de legislar para Irlanda» (1967, p. 2).
1997 Véanse Kellenbenz (1965, pp. 385-86), Gilí (1925, p. 31) y Warden (1864, p. 393).
1998 «En lugar de vender ganado a los tratantes ingleses, los irlandeses vendían ahora
vacas, cerdos y mantequilla a clientes de todo el mundo» (James, 1963, p. 576). Véase
también James (1973, pp. 190-217). Cullen señala, sin embargo, un importante efecto
secundario de carácter negativo de las leyes de navegación: «La falta de un comercio colonial
directo y de un comercio de reexportación redujo la necesidad de instituciones financieras
complejas» (1977, p. 171).
1999 Hill (1969, p. 164).
2000 Ralph Davis afirma que la década de 1690 fue la época en que comenzó la protección

en Inglaterra, que «en 1722 la protección a la industria era un hecho evidente y reconocido»
y que en los cincuenta años siguientes esta protección se amplió (1966, pp. 306, 313, 317).
2001 Aun así, el período 1740-1790 fue un «notable período de expansión» para la
producción de lino inglesa (Harte, 1973, p. 107). Durie, sin embargo, señala que los tejidos
de lino ingleses no podían competir con los escoceses en el mercado de exportación (1973,
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 367
comparar este indiscutible crecimiento de la producción industrial británica
con el que tuvo lugar en Francia?
Imbert dice que el capital industrial francés hizo indudables progresos en
los tres últimos siglos del Antiguo Régimen, pero menos de los que hizo el
capital industrial inglés 2002. Francia se puso en cabeza al principio, y Mendels
piensa que en el período comprendido entre 1700 y 1750 era todavía la primera
potencia industrial del mundo2003. Léon señala que aun cuando el porcentaje
de las exportaciones francesas representado por las manufacturas siguiera
siendo el mismo durante todo el siglo XVIII, la cantidad absoluta se cuadruplicó,
siendo según él esta industria orientada hacia la exportación el sector
tecnológicamente más avanzado 2004. Nef argumenta que el volumen de la
producción francesa creció a un ritmo más rápido entre 1640 y 1740 que entre
1540 y 1640 y que el ritmo de crecimiento inglés se hizo más lento con la
guerra civil y sólo cobró nuevo impulso en la década de 1750, por lo que cree
que los dos ritmos de crecimiento económico convergieron en ese momento
14S
. Los datos cuantitativos son escasos y los eruditos se contradicen
mutuamente, lo que significa que debemos proceder con cautela. Tal vez sea
preferible establecer una comparación cualitativa o estructural entre las
producciones inglesa y francesa en el período posterior a la Restauración y a
Colbert. Cunningham hizo esta comparación en 1892:
Durante la mayor parte del período [de 1689 a 1776], se aplicó [en Inglaterra]
una política muy notable [el sistema de primas] con respecto a la exportación
e importación de cereales [...] Esta obra maestra de la política ofrece un gran
interés, ya que al parecer provocó el gran avance de la agricultura que se
produjo mientras estuvo en vigor [...] Este parece haber sido el único punto
genuina- mente inglés del proyecto conocido como sistema mercantil. Los
franceses desarrollaron la industria y los holandeses la construcción naval. Los
ingleses siguieron un camino que conducía al desarrollo de la agricultura [...]
En el siglo xvm esta medida resultó ser la piedra angular de la prosperidad
inglesa
Dos cuestiones acuden a la mente. ¿Es correcto considerar la diferencia entre
la política gubernamental inglesa y la francesa en este período como una
diferencia en el apoyo a la agricultura en oposición a la industria? ¿Explica

p. 37).
,4i
J. Imbert (1965, p. 385).
144 Véase Mendels (1972 pp. 258-59); cf. Markovitch (1968b, p. 579). Léon, sin embargo,

piensa que Francia estaba por detrás de Inglaterra en cuanto al porcentaje del sector industrial
en la producción total: una quinta parte frente a una cuarta en el siglo XVIII (1970c, p. 528).
Heckscher, gran partidario de Inglaterra contra Francia, admite que la superioridad de
Inglaterra no era cuantitativa sino tecnológica». ¿Y por qué no cuantitativa? Porque «incluso
en Inglaterra, la industrialización apenas había salido de su estadio de crisálida en el momento
del estallido de la revolución francesa y las innovaciones eran más potenciales que reales»
(1935, I, páginas 202-203).
2004 Véase Léon (1970b, pp. 229-30). C. E. Labrousse dice: «En la prueba de velocidad, el

capitalismo ya maduro del siglo XVIII derrotó con facilidad al viejo feudalismo y a sus ingresos
tradicionales» (1970, p. 704).
14!
Nef (1968, p. 149). Crouzet está de acuerdo en el período 1700-1750, pero piensa que
el panorama anglo-francés se invirtió de 1750 a 1800 (1966, p. 268).
368 Immanuel Wallerstein
esto la mayor prosperidad posterior de Gran Bretaña? Un reciente estudio de
Markovitch tiende a confirmar la generalización de Cunningham al considerar
los términos de intercambio de la agricultura y la industria en ambos países
durante el siglo xvm. Según Markovitch, en Francia los precios industriales
eran bastante elevados en relación con los agrícolas, al contrario de lo que
ocurría en Inglaterra 15°. ¿Por qué? Tal vez porque los respectivos gobiernos
así lo querían, y si era así, ¿no tendría esto algo que ver con el tamaño de los
dos países en el contexto del largo estancamiento de la economía-mundo? Ni
el mercado interior de Inglaterra ni el mercado interior de las cinco grandes
fermes de Francia eran lo bastante grandes como para soportar una fuerte
tendencia a la mecanización de la Industria. En el caso de Inglaterra, para ello
era necesario conquistar mercados exteriores; en el caso de Francia, para ello
era necesario conseguir la integración económica del Estado 2005 2006 2007.
Dado el decaimiento de la demanda mundial en este período, tal vez a los
ingleses les pareciera que exportar cereales era
una forma más segura que exportar productos manufacturados para conseguir
el acceso a los principales mercados exteriores y por último su control. El gobie
no hizo, pues, hincapié en las primas al trigo, aunque no excluyó otras tácticas.
La situación francesa era muy distinta. Una buena parte de la industria francesa
estaba localizada en el Ponant, una zona fuera de las cinco grandes fermes
que mantenía estrechos lazos comerciales con las Américas. A los empresarios
del Ponant les resultaba más difícil vender sus mercancías en el resto de
Francia que venderlas en Holanda. Para mantener sus relaciones comerciales
con Holanda, comenzaron por renunciar a industrias tales como el refino del
azúcar, vendiendo a Holanda azúcar de las Indias Occidentales sin refinar a
cambio de algodones estampados y quincalla 2008. Esto hizo que la posición del
Ponant frente a Holanda fuera análoga a la de Portugal frente a Inglaterra.
La política colbertista no consiguió «incorporar» el Ponant, pero sí salvó a
Francia del destino de Portugal recuperando en otras regiones la industria que
estaba perdiendo el Ponant. A comienzos del siglo xvn, el Ponant era una

2005 Cunningham (1892, II, pp. 371-72).


2006 Markovitch (1968b, p. 578).
2007 Véase Richard Roehl: «En Inglaterra, el mercado interior era demasiado pequeño, el
nivel de la demanda global generada en el interior era insuficiente para crear espontáneamente
y mantener una revolución industrial. Francia era una nación mucho más grande. Allí, la
demanda interior era suficiente para las necesidades de una revolución industrial, y Francia
no necesitaba depender sustancialmente del mercado mundial para complementar su
demanda global. Inglaterra se veía obligada a sustituir la demanda internacional como
complemento de lo que era, si hubiera tenido que sostenerse por sí solo, un mercado interior
demasiado pequeño para servir de base a una fuerte tendencia a la industrialización» (1976,
página 272).
2008 Véase Boulle (1975, p. 73). Los holandeses, a su vez, ayudaban a los mercaderes de
Nantes en el tráfico de esclavos (véase Boulle, 1972, páginas 76-80). Huetz de Lemps
observa el mismo fenómeno en el caso de los mercaderes de Burdeos. «Tal vez nunca había
dependido tanto de los holandeses la vida económica de la región de Burdeos» (1975, p. 614).
Mo- rineau habla del papel clave del País Vasco francés, y en especial de Bayona, como
estación de tránsito para el comercio legal y de contrabando de los holandeses con España»
(1969a, p. 326).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 369
región rica, una región de paños y linos; con Colbert la situación empezó a
cambiar y la industria se desplazó hacia el nordeste (dentro de las cinco
grandes fermes) y hacia el Languedoc 2009. En el período comprendido entre
1700 y 1750, el 55 por ciento de la industria lanera estaba en el nordeste, el 28
por ciento en el sur y sólo el 4 por ciento en el oeste 2010. La preocupación
francesa por la industria respondía a una urgente necesidad y a la larga resultó
acertada. Cuando entró plenamente en vigor la política de Colbert, en la era
napoleónica, la base industrial necesaria para hacer factible esta política seguía
en pie. El lema «laissez-faire, laissez passer» fue concebido en su origen con
la
idea de abolir las barreras aduaneras dentro de la Francia mercantilista 15S.
¿Puede ser el mayor hincapié de Gran Bretaña en las exportaciones
agrícolas durante el período comprendido entre 1700 y 1750 lo que explique
sus triunfos económicos un siglo más tarde 156? Tal vez, pero sólo
indirectamente. Fue el hincapié en el comercio exterior (que en ese momento
era sobre todo el comercio de cereales) lo que llevó al hincapié de Gran
Bretaña en la armada y las colonias que, a su vez, le permitió obtener los éxitos
militares de su larga lucha con Francia. Mientras el Estado francés se
esforzaba por superar sus obstáculos internos, fue rebasado por el Estado
británico. Lejos de ser el triunfo del liberalismo, fue el triunfo del Estado
fuerte, cuya fuerza, no obstante, era el resultado de la necesidad. Podemos
apreciar mejor la fuerza productiva de Gran Bretaña y Francia si la
comparamos con la de la anterior potencia hegemónica, la República
holandesa. En el curso del siglo xvn, los costes de producción de los
holandeses aumentaron en relación con los de Inglaterra y Francia, siendo la
diferencia claramente visible en 1700 157. El aumento de los costes fue el
resultado de dos factores que normalmente acompañan a la hegemonía: el
aumento de los impuestos 158 y el aumento de los niveles salariales 159,
afectando especialmente este segundo factor a los sectores intensivos en mano
de obra (en este caso la industria textil, 2011

2009 Véase Léon (1970c, pp. 525-26) y también Le Roy Ladurie (1974a, página 155). Por

supuesto el Languedoc, como el Ponant, estaba fuera de las cinco grandes fermes, pero su
mercado de exportación era primordialmente el Mediterráneo, donde Francia podía competir,
por razones geográficas, con Gran Bretaña y los Países Bajos. Carriére habla de la simbiosis
entre el Languedoc y Marsella a partir de 1689 (1974, p. 169).
2010 Véase Markovitch (1968b, p. 556).
2011 Véase Bosher (1964, pp. 66-69).

156 La riqueza final de la nación británica debe ser confrontada con la apreciación de J.
H. Plumb acerca del estado de cosas a comienzos del siglo xviii: «En 1714, Inglaterra era un
país de pequeñas ciudades y población dispersa; la riqueza de sus habitantes no se podía
comparar con la de los franceses o los holandeses» (1966, p. 28).
157 Véase Wilson, que dice que «hacia 1700, los ingleses comenzaron a quejarse de los
costes y la calidad de las mercancías holandesas» (1968, página 236). Roessingh fecha en
1720 el declive de la manufactura de tabaco holandés con destino a Inglaterra (1976, pp.
501-502). Boxer dice que en la década de 1730 los constructores de barcos ingleses
enseñaban técnicas perfeccionadas a los holandeses (1964, p. 149). Carriére afirma que el
aumento de la producción en la Francia meridional a partir de 1700 es la contrapartida del
declive de los holandeses (y también de los ingleses) en el Mediterráneo (1974, p. 172).
158 Véase Barkhausen (1974, p. 246). Véase también Wilson, que ofrece datos que
370 Immanuel Wallerstein
la construcción naval y la industria cervecera) 16°. En la medida en que los
productos holandeses eran menos competitivos en el mercado mundial, el
capitalismo holandés podía seguir viviendo de sus ingresos procedentes de las
inversiones extranjeras: la decadencia holandesa no era, pues, absoluta, sino
relativa a Inglaterra y Francia161.
El lento cambio en el modelo de producción de Gran Bretaña y Francia (y
la prolongada decadencia relativa de los Países Bajos, por no hablar de la de
España y Portugal) llevó a nuevos modelos comerciales, o al menos a la
acentuación de algunas tendencias anteriores. En el período ¿omprendido entre
1660 y 1700, Inglaterra se convirtió en un importante centro para la
reexportación de productos coloniales, aunque el comercio marítimo en la
economía-mundo era «de carácter predominantemente europeo» y seguía aún
en buena medida en manos de los holandeses. Sin embargo, la orientación de
la expansión económica, especialmente a partir de 1700, era marcadamente
occidental en los nuevos comercios coloniales, y por ello Inglaterra intentaba
suplantar a los holandeses 162. El período de las guerras anglo-francesas, de
1689 a 1713, se caracterizó por la aparición de un debate en Inglaterra en torno
a los beneficios de la política mercantilista para el comercio. Por una parte, la
ley de navegación inglesa de 1696 y la creación de la Junta de Comercio eran
indicios de la nueva seriedad con que asumía el gobierno la dirección del
proceso comercial163. Por otra parte, se pedía un comercio más libre y una
modificación de la política mercantilista 164. Ninguna de estas dos posturas era
lo suficien-

Kossmann (1975a, p. 53). A esto se añadieron desastres ecológicos, como la taraza (T.
navalis), que destruía los pilares de los diques, y la polución del agua, que obligaba a los
fabricantes de paño a importar agua limpia para el teñido. Véanse Knoppers (1975b), Cárter
(1975a, p. 67) y Van Veen (1950, p. 73). A partir de 1731, los holandeses construyeron
defensas de piedras, pero esto suponía un gasto considerable.
161 Véase Morineau (1965, p. 170) y Klein (1970, p. 33). Hazard pinta un buen cuadro:
«Holanda era próspera y poderosa. Si en el campo comercial tenía ahora un rival en Inglaterra,
si a partir de 1688 comenzó a parecer un bote al lado de un gran barco, si gradualmente fue
perdiendo ese espíritu aventurero, de lucha, que había hecho de ella una gran potencia
marítima y colonial, no se debe suponer que las nuevas circunstancias la hubieran
empobrecido. Era rica, y estaba degustando las mieles de la riqueza» (1964, p. 96).
162 Wilson (1975b, pp. 27-28). «El principal elemento dinámico en el comercio de
exportación inglés durante todas las décadas de mediados del siglo XVIII [...] fue el comercio
colonial» (Davis, 1962, p. 290).
162 Véanse Clark (1923, pp. 135-37), Andrews (1929, p. 285), Ogg (1970, página 261) y

Hoffenden (1970, pp. 490-91).


164 Véase Cherry (1953, p. 119).

temen te fuerte como para prevalecer, lo cual reflejaba precisamente el hecho


de que Inglaterra se estaba haciendo cada vez más fuerte dentro de la
economía-mundo, pero todavía estaba lejos de ser hegemónica 165.

demuestran que los holandeses en este período pagaban casi tres veces más impuestos que
los ingleses y los franceses (1969b, p. 120).
157 Véanse Swart (1975, p. 47) y J. de Vries (1975, p. 56), que dice: «La ayuda benéfica a

gran escala en la República, que proporcionaba un nivel para los salarios más alto del que
muchos patronos podían pagar por ciertos tipos de trabajos, [permitía] la coexistencia del
desempleo y la escasez de mano de obra».
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 371
En el comercio con Occidente en la primera mitad del siglo XVIII, ocupó el
primer lugar el azúcar166 y el segundo los esclavos que hacían posible el
azúcar167. Gran Bretaña dominaba evidentemente el comercio mundial del
azúcar en 1700, pero en 1750 la primacía había pasado a Francia 168. Este
cambio puede ser explicado tal vez comparando la producción jamaicana,
donde hubo un aumento de los costes como consecuencia del agotamiento de
las zonas costeras, con los centros de producción controlados por Francia, que
eran relativamente nuevos 169. ¿Significa esto que Gran Bretaña no podía
competir con Francia? En absoluto, porque como señala Vilar, mientras que
el comercio exterior francés se «americanizó», en el siglo XVIII,
165 Las oscilaciones de la postura política del gobierno británico reflejaban sin duda las

oscilaciones de la realidad económica. «Es probable que la mayoría de los progresos más
bien modestos realizados [en el mundo comercial] en la primera mitad del siglo XVIII tuvieran
lugar en los primeros veinte o veinticinco años, y que el movimiento fuera luego frenado
durante cerca de veinte años hasta la ola de expansión, mucho más fuerte y multilateral, que
comenzó en la década de 1740 y cobró un impulso creciente en las décadas siguientes»
(Deane y Colé, 1962, p. 61).
144 Moreno Fraginals llama al azúcar el «primer producto básico mundial, es decir, la

mercancía que ocupaba el primer lugar en importancia sobre la base del valor total de las
transacciones del comercio internacional» (1978, i, p. 22).
147 «La importancia del tráfico de esclavos para Europa y América no residía en su insólita

rentabilidad —que era probablemente mítica—, sino en su indispensable apoyo para la


economía tropical del Caribe» (Davis, 1973b, p. 137).
141 «Entre 1701 y 1725, el avance [de Francia] fue tan rápido que [...] los franceses no sólo

abastecían a Francia, sino que vendían a precios más bajos que los británicos en el mercado
continental y especialmente en Hamburgo, Flandes, Holanda y España, y en los Estrechos,
junto con Portugal, proporcionaban al Levante azúcar del Brasil» (Andrews, 1915, página
550). Las reexportaciones de azúcar de Inglaterra descendieron de forma constante. En 1698-
1700 representaban el 37,5 por ciento de sus reexportaciones, mientras que en 1733-37
habían pasado al 4,2 por ciento (véase Sheridan, 1957, p. 64). Mientras tanto, era «el sector
económico más dinámico de Francia» (Boulle, 1972, p. 71). Véanse también Moreno
Fraginals (1978, i, p. 27) y Léon y Carriére (1970, p. 197).
149 Moreno Fraginals sitúa en 1730 el momento culminante de estos factores de carácter

«económico y técnico» (1978, I, pp. 32-34), lo que se ajusta al hito de 1731 que señala
Andrews en la política británica, fecha en que no fue aprobada una ley prohibiendo la
importación de azúcar no británica a Gran Bretaña o sus colonias (1915, p. 772). Lo que L.
P. May lamenta como el lento hundimiento del proteccionismo francés en la Martinica entre
1673 y 1757 podría ser el signo de la fuerza del azúcar (1930, página 163).
el comercio exterior británico se «mundializó» 170. Lo que Gran Bretaña perdió
en el comercio del azúcar lo recuperó en otros comercios, y en primer lugar en
el de esclavos. En la rebatiña del siglo XVII, por el comercio de esclavos
africanos, los holandeses fueron inicialmente el contendiente más poderoso171,
como correspondía entonces a su papel. El mercado más importante era el de
las colonias españolas: de ahí la competencia por el asiento, institución
resucitada en 1662 172.
En Inglaterra, la Royal African Company disfrutaba del monopolio del
tráfico de esclavos desde 1663 I73. Al principio las ganancias fueron escasas,
debido a la depresión del azúcar a nivel mundial, pero la situación cambió
como consecuencia de la guerra en 1689 174. Esta compañía inglesa tenía el
monopolio de la venta en las colonias inglesas y estaba también exenta de la
ley de navegación, lo que le permitía vender esclavos en los puertos ingleses
del Caribe a compradores españoles (ya que los puertos españoles estaban
372 Immanuel Wallerstein
cerrados a los traficantes de esclavos ingleses), los cuales embarcaban sus
compras en barcos españoles. Esto expuso a la compañía a los ataques de los
plantadores ingleses, que consideraban que las ventas españolas elevaban el
precio de los esclavos y aumentaban la capacidad de competencia de los
españoles 175. Los plantadores exigían el libre comercio de esclavos, y de hecho
el monopolio de la compañía tocó a su fin en 1698, pese a su pretensión de que
el tráfico de esclavos africanos era de utilidad pública 176. Al gobierno
británico, las ganancias del tráfico de esclavos le parecía una causa a defender
tan legítima como las ganancias del cultivo de azúcar. La única forma en que
el gobierno podía dejar a todos contentos era asegurando «un contrato aparte
para el suministro de esclavos a la América española»177, es decir el asiento,
que, como hemos visto, fue conseguido en 1713.
Los plantadores ingleses obtuvieron su libre comercio de esclavos, pero los
traficantes de esclavos ingleses obtuvieron su
1.0 Vilar (1974, p. 323). En términos absolutos, sin embargo, el comercio francés estaba
en una fase de expansión. Romano habla de la «situación estructuralmente buena de la vida
comercial francesa» en el siglo xvm, salvo en los períodos de guerras (1957, II, p. 1278).
1.1 K. G. Davies (1957, p. 2). Los otros contendientes eran Portugal, Francia, Inglaterra,
Suecia, Dinamarca, Brandemburgo y Escocia.
m
Véase K. G. Davies (1957, p. 13).
173 El monopolio estaba en manos de la Company of Royal Adventures, a la que sucedió
la Royal Africa Company en 1672 (véase Dunn, 1972, p. 20).
174 Véase K. G. Davies (1957, pp. 33543).
173 Véase Parry (1961, p. 175).

176 Waddell (1960, p. 9).


177 Parry (1961, p. 176).
mercado español. Los plantadores pensaban que este compromiso favorecía a
los traficantes de esclavos 178. Además, todos los que en la isla de Jamaica se
habían beneficiado de su posición como centro de distribución de esclavos,
lamentaban ahora el acceso directo de la Compañía del Mar del Sur a los
puertos españoles 179. El asiento perjudicó también gravemente
1,8 Véase Rich (1967, p. 356), que cita a Malachi Postlethwayte a propósito de las
cláusulas sobre el asiento del tratado de Utrecht: «Difícilmente se podía concebir un tratado
tan poco provechoso para la nación». Lo que habría que tener presente es que los plantadores
consiguieron lo que querían —la abolición del monopolio— en 1648, mientras que los
traficantes de esclavos consiguieron el asiento en 1713. En el período intermedio, la
importación de esclavos a Jamaica se triplicó y la población total se duplicó. «Así pues,
cuando la paz de Utrecht puso fin a las guerras con Francia, Jamaica se erigió en una sociedad
azucarera de proporciones clásicas, totalmente dominada por los grandes plantadores» (Dunn,
1972, página 165). Por consiguiente, lo único que necesitaban era defender su posición de
fuerza.
179 El asiento «suponía una interferencia en un comercio que [Jamaica] consideraba como

prerrogativa suya» (Donnan, 1930, p. 442). Donnan cita un libro publicado en Londres en
1731, titulado Importance of the British plantations in America to this kingdom: «La isla de
Jamaica floreció hasta el año 1716, y se desarrolló allí un comercio considerable, de un valor
casi tan grande como antes, en el que trabajaban de 1 200 a 1 500 personas, lo que era una
gran defensa ocasionalmente, así como un beneficio que revertía en los hombres que gastaban
allí su dinero. Y de hecho un número considerable de estos hombres eran habitantes de la isla,
por haberse casado o haber nacido allí. Pero en el año de 1716, cuando los factores del asiento
se establecieron en las Indias Occidentales, este comercio, que era de tan prodigioso beneficio
para la isla y por el cual podían obtener del 25 al 30 por ciento cada mes, y que por lo general
permitía llevarse de trescientos mil a cuatrocientos mil doblones al año, fue si no destruido,
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 373
al menos tan afectado que a partir de entonces quedó en un estado deplorable y precario. De
modo que ahora se piensa que la compañía del asiento y los comerciantes privados todos
juntos no dan trabajo ni a la mitad de las personas que solían trabajar allí. Los efectos
perniciosos de esto en la isla de Jamaica son visibles y palpables».
Además de beneficiar a los elementos de Jamaica legalmente dedicados al tráfico de
esclavos, el asiento también interfería en las ganancias de los corsarios: «Dado que su
sustento dependía de la posibilidad de apoderarse de buques españoles, los corsarios veían
con alarma el desarrollo de un tráfico [de' esclavos] protegidos y semilegal entre los
jamaicanos y los españoles» (Nettels, 1931b, p. 6). Por consiguiente, unieron sus fuerzas a las
de los plantadores para oponerse a los «asentistas». Este descontento de los corsarios tuvo
graves consecuencias, como señala Pares: «Se suele admitir que el desempleo entre los
corsarios provocó brotes de piratería casi a nivel mundial tras la guerra del rey Guillermo y
la guerra de Sucesión española. Además, después de la paz de Utrecht, los marineros de
Inglaterra y España en América se vieron obligados a olvidar no sólo la tradición de dos largas
guerras, sino la de un siglo de escaramuzas y pillaje. De hecho, lo más notable no es que
continuaran durante cierto tiempo las hostilidades y los saqueos a los que estaban
acostumbrados, sino que finalmente pusieron fin a los mismos» (1963, p. 17).
al comercio ilegal de Francia en las Américas, por lo que los franceses se
vieron obligados a recurrir a un sistema de comercio anterior y menos rentable
con la América española: la consignación de mercancías a comerciantes en
España que las reexportaban en buques españoles 18°. En cambio los ingleses
tenían tres sistemas diferentes de aprovecharse del comercio español. Como
los franceses, comerciaban a través de España, pero también comerciaban por
medio del barco anual de la Compañía del Mar del Sur y por medio del
comercio ilegal pero semiprotegido a través de Jamaica 181. La flota comercial
española estaba desapareciendo 182 y en la medida en que aún existía, eran los
ingleses los que se beneficiaban de la partida invisible de los préstamos a la
gruesa183.
A comienzos del siglo xvn, los franceses desempeñaban un papel más
importante que los ingleses en el comercio mediterráneo (Masson lo llama
preponderante184). La participación de Inglaterra se hizo cada vez mayor a lo
largo del siglo18s, pero decayó en el período de guerra, de 1689 a 1713. Por
una
1,0 Véase Penson (1929, p. 345). En cualquier caso, los franceses no habían tenido

demasiada suerte en el comercio de contrabando. Véase Pares: «Tal vez el relativo fracaso
de los franceses en el comercio de contrabando se explique mejor suponiendo que los
holandeses e ingleses vendían a un precio más bajo que ellos [...] No era tanto el amor a unas
excesivas ganancias como unos elevados gastos generales lo que perjudicaba al competidor
francés. El transporte marítimo francés parece haber sido menos barato que el inglés, y si
bien [...] estaba mejor equipado en armas y hombres, la diferencia en favor de los ingleses
debió acentuarse especialmente en la medida en que los ingleses eran a veces salvados por
los convoyes de los riesgos de los guardacostas» (1960, página 132). Los altos costes del
transporte marítimo francés siguieron siendo un obstáculo a lo largo del siglo xvm. Knoppers
señala que en 1785 «los comerciantes franceses, después de conseguir un contrato de
suministro de madera para la armada francesa, fundaron una nueva compañía, la Compagnie
Frangaise du Nord. Pero las consideraciones de orden nacionalista no podían borrar el hecho
de que los armadores de otros países ofrecían fletes mucho más bajos. La armada francesa
anuló el contrato con la compañía en 1786 y se lo concedió a armadores holandeses (1977b,
página 1).
181 Véase H. E. S. Fisher (1963, p. 219).
182 Véase Haring (1947, pp. 335-47).
183 Véase John (1953, p. 154). Sin embargo, algunos afirman que se han exagerado las
ventajas comerciales. McLachlan llega incluso a llamarlas una ilusión (1940, p. 28). De ser
así, sin embargo, es difícil comprender por qué les preocupaban tanto a los españoles las
374 Immanuel Wallerstein
ganancias de la Compañía del Mar del Sur. Véase Hildner (1938, pp. 322-23). Además, una
vez obtenido el asiento tras los tratados de Aquisgrán en 1748 y Madrid en 1750, los ingleses
parecieron conservar sus ventajas comerciales, por entonces bien consolidadas (véase Scelle,
1910, p. 658).
184 Masson (1967a, p. 522).
1,5 Véase Cernovodeaunu (1967 p. 457).

parte estaba la hábil diplomacia francesa. En 1690, Francia firmó un tratado


con Argel que puso fin a los ataques de los corsarios de Berbería al comercio
francés, al tiempo que éstos seguían suponiendo una amenaza para el comercio
de otras potencias europeas 2012. Francia consiguió también una posición
privilegiada en Egipto (que perdió cuando Luis XIV firmó el tratado de
Rijswijk en 1697 sin consultar a sus aliados turcos) 2013. Sobre todo, hubo un
evidente aumento de la participación francesa en el comercio de Levante2014.
La razón básica parece haber sido la buena calidad de los tejidos franceses, o
al menos la calidad superior de los tejidos franceses en comparación con los
tejidos de mediana calidad que los ingleses ofrecían en Levante por esta
época2015 2016 2017. El comercio francés estaba monopolizado, tanto oficialmente
como de hecho, por Marsella 19°, que de este modo pudo convertirse también
en un centro de reexportación de diversos productos de Levante y Africa del
Norte m. A pesar de esto, el imperio otomano siguió siendo básicamente una
arena exterior2018 por lo que su comercio pasó a representar una parte cada vez
menos importante de la actividad comercial de Francia (y de hecho de Europa
occidental) 2019.
En el comercio asiático con Europa de finales del siglo xvii se produjo un
lento paso de la pimienta y las especias a otros productos de lujo: tejidos indios,
sedas chinas bengalíes y persas, chinoiseries (lacas, porcelanas, etc.)2020 y té
y café, que al principio eran también productos de lujo 2021. Este comercio en

2012 Véase Bono (1964, pp. 51-61). Los franceses habían firmado también un tratado con
Trípoli en 1687.
2013 Véase París (1957, p. 91). Las relaciones diplomáticas entre Francia y la Sublime
Puerta sufrieron altibajos durante el siglo siguiente (véase París, 1957, pp. 91-100).
1,8 Stoianovich habla del «hundimiento del comercio inglés en Alepo entre 1680 y 1720»
(1974, p. 80). Masson lo llama un «acontecimiento sumamente inesperado, que sorprendió
incluso a los franceses» (1967b, página 367).
2015 Véanse Stoianovich (1974, pp. 86, 100), Masson (1967b, p. 370) y París (1957, p. 100).
2016 Véase París (1957, pp. 12-15, 30-36).
1,1 Ibid., pp. 5-6.
192 Neguev piensa que la inclusión del área en la economía-mundo data solamente de finales

del siglo xvm (1975, p. 11). París señala que antes de esto «la suerte del comerciante europeo
dependía considerablemente de la Puerta y, por consiguiente, de las relaciones de ésta con su
soberano» (1957, p. 80).
2017 Mientras que a comienzos del siglo xvm el comercio de Levante re
presentaba el 50 por ciento del comercio exterior de Francia, en 1789 sólo
representaba un 5 por ciento. A partir de 1750 pasó a estar muy por debajo del comercio con
España y las Américas, aunque era casi el mismo que con Holanda (véase Masson, 1967b, p.
429).
2020 Véase Boxer (1965, p. 199). Vilar (1974, p. 345) y Glamann (1974, páginas 447 y ss.).

Vilar habla del comercio en una sola dirección hacia 1765 (véanse pp. 345, 354).
1,5 Véanse Boxer (1965, pp. 174-78) y Glamann (1958, p. 14). A medida que estos artículos

se hacían populares en Europa, comenzaron a ser imitados allí a un precio más bajo: la
cerámica en Delft a mediados del siglo xvn, la porcelana en Meissen en 1709 y los calicóes
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 375
aumento no periferizó por sí solo el área del océano Indico. En primer lugar,
el incremento de la producción textil no fue «acompañado de un cambio
significativo en la técnica de la manufactura» 2022 ni de un cambio significativo
(todavía) en las relaciones sociales de producción. Indudablemente, las
potencias europeas estaban empezando a estar en condiciones de forzar un
cambio. En 1674, la Compañía Inglesa de las Indias Orientales se alió con los
maratas y en 1684 fortificó Bombay, poniendo fin a la política de «factorías
abiertas». Sutherland dice que esto fue «un primer paso» 2023. Este creciente
interés de los europeos provocó una creciente competencia entre los países
europeos, que adoptó la forma de una guerra a partir de 1746, fecha en que los
franceses arrebataron Madrás a los ingleses. Después de esto, y pese a la
momentánea paz en Europa, el conflicto prosiguió de forma subterránea 2024 y
sólo acabó con la definitiva supremacía británica tras el tratado de París de
1763.
Sin embargo, a pesar del creciente interés europeo por el comercio asiático
2025
, Asia siguió siendo una arena exterior. Los
Estados del centro se vieron gradualmente llevados a convertirse en potencias
coloniales o semicoloniales en grandes regiones del mundo entre 1600 y 1750.
Si bien se mostraron interesados por Norteamérica (donde podían ampliar sus
mercados a través de las colonias) 2026 y por las Indias Occidentales (donde
podían obtener un lucrativo suministro de azúcar), fueron más reacios a
intervenir en el área del océano Indico, las costas de Africa y el Mediterráneo

en Inglaterra en el siglo XVIII. Por supuesto, no se podía cultivar té y café en Europa, pero el
boom del té data de 1734, y el del café de más tarde todavía.
156 Boxer (1965, p. 197). El incremento cuantitativo recibió sin embargo un impulso. Fue

fomentado, en primer lugar, por la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que fue
duramente atacada por ello en el Parlamento en 1696 y 1699 por los fabricantes ingleses de
lana y seda (véase P. J. Thomas, 1963, p. 39). Leuilliot señala las consecuencias de este
impulso: «Si la introducción en Europa de los algodones y muselinas indios provocó en.
primer lugar una respuesta proteccionista —la prohibición en Francia en 1686, en Venecia
y Flandes en 1700, en Inglaterra en 1701 (y en el caso de los calicóes estampados en 1721),
en Prusia hacia la misma época—, también estimuló la industria del algodón, bajo la
influencia de la colonización del Nuevo Mundo, unida al tráfico de esclavos africanos. El
aunge de esta imitación de las 'indianas' fue probablemente simultáneo en Inglaterra,
Alemania, los Países Bajos y Francia» (1970, página 260).
m
Sutherland (1952, p. 3).
m
Ibid., p. 48.
m
Léon exagera a mi entender la situación cuando dice que en el período comprendido
entre 1650 y 1750 «el centro de interés del comercio [europeo] a gran escala se desplazó a
Asia» (1970a, p. 128).
2026 Sin embargo, yo situaría las áreas norteamericanas donde se practicaba el comercio de
pieles, y principalmente Canadá, en la arena exterior. Lawson habla de las pieles como una
«demanda de lujo» (1943, p. 2). Véase también Glenday (1975, especialmente pp. 24-35). K.
G. Davies dice que comenzó siendo un lujo, pero piensa que el sombrero de castor
«democratizó las pieles», es decir, puso su precio al alcance del burgués (1974, página 168).
El «reguero» de 1600 se convirtió, dice, en la «corriente» de 1650 y la «inundación» de 1700
(p. 174). Rich piensa que en 1696 había una sobreproducción (1966, p. 26). Con todo,
debemos tener presente la tesis de Cobbett en el Parlamento británico en el siglo xvm. Según
él, se había producido un gasto militar de 800 000 libras al combatir a los franceses para
conservar un comercio que valía 50 000: «Supongamos que todo el comercio de pieles se
hundiera en el mar, ¿en qué perjudicaría ello a este país?» (citado en Innis, 1943, p. xx).
376 Immanuel Wallerstein
musulmán. Pero incluso en estas últimas zonas, las autoridades políticas
europeas intervinieron a veces, normalmente para anticiparse a la reclamación
o a la amenaza de un rival. Lentamente los productos intercambiados dejaron
de ser un lujo desde una perspectiva europea. No sería sin embargo sino con el
resurgimiento económico a nivel mundial de mediados del siglo xvm cuando
comenzaría la verdadera periferización y aun entonces esto sucedería primero
en las áreas más prometedoras desde el punto de vista económico, como la
India e Indonesia2027. Es en el Báltico y en el mar Blanco donde más claramente
se ve lo que se quiere decir cuando se habla del fin de la hegemonía comercial
holandesa en la economía-mundo a partir de 1689. Indudablemente, la
posición holandesa efnpeoró en todas partes, en el Caribe, en el Atlántico y en
el comercio asiático 2028, pero el comercio del
norte era el «comercio madre» de Holanda y fue allí donde más perjudicó a este
país la rivalidad de Inglaterra y Francia.
Como en el caso de la India, el comercio con Rusia se hizo más intenso,
sin que por ello Rusia se periferizara 2029. El comercio de mercancías
voluminosas (tales como cereales, cáñamo y potasas) se distinguía por su
irregularidad en esta época, ya que los cereales eran importados a Europa
occidental desde Arcángel sólo cuando los precios del mercado europeo eran
especialmente altos, pero artículos de lujo tales como cera, caviar y pieles «en
cuyo precio de venta los gastos de transporte eran de importancia secundaria»
eran transportados con regularidad 2030. Indudablemente, los holandeses
conservaban una importante parte del comercio ruso 2031, pero lentamente, a
partir de 1700, los ingleses asumieron el papel de los holandeses 2032, en
especial como importadores de mástiles 2033. Los ingleses comenzaron,
también a dominar la importación de hierro sueco 2034. Francia incrementó su
comercio en el norte por esta época, menos que Inglaterra pero también a

2027 «La economía europea en el océano Indico no se vuelve colonial, en el verdadero


sentido de la palabra [...] sino a partir de 1750, es decir, el momento en que reexporta a Europa
las ganancias de la empresa» (Chau- nu, 1966b, p. 893). «Hay que subrayar que aunque la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales se convirtió [en los siglos xvn y xvm] en una
potencia territorial en Java, Ceilán y las Molucas, siempre fue un organismo extraño al
margen de la sociedad asiática, incluso en las regiones que administraba directamente»
(Boxer, 1965, p. 194).
2028 A propósito de la rivalidad anglo-holandesa en las importaciones textiles de Asia,
Glamann dice que a partir de 1700 «el comercio inglés consiguió superar al del rival
holandés» (1977, p. 251).
2029 Chaunu piensa que el cambio crítico se produjo a mediados del siglo XVIII,
fecha a partir de la cual considera a Rusia como parte de la política europea (1966a, p. 639).
2030 Ohberg (1955, pp. 131-33). Sin embargo, también eran transportadas en barco
mercancías voluminosas producidas en las cercanías de Arcángel: brea, pez, cuero y sebo,
artículos de monopolio.
2031 De hecho, Knoppers considera el período comprendido entre 1716- 1717 y comienzos
de la década de 1740 como un momento culminante, a partir del cual se produjo un acusado
declive (1977b, p. 12).
2032 Véase Astrom (1963, pp. 188, 196-98).
2033 Véanse Bamford (1956, p. 141) y W. S. Unger (1959), quien señala también una
expansión en las importaciones de hierro.
2034 Véase Birch (1955).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 377
expensas de Holanda 2035. Wilson dice que el «práctico monopolio» de Holanda
por lo ,que respecta al transporte y al comercio europeo «permaneció intacto
casi hasta 1730»2036 2037 y que sólo a partir de 1740 se produjo un serio ataque
a la posición holandesa como centro de distribución 2U.
Tal vez Wilson esté en lo cierto, pero hay dos factores que podrían inducirnos a
considerar que el fin del práctico mono-
polio se produjo incluso antes. En primer lugar, en el siglo xvn las mercancías
inglesas eran llevadas a Amsterdam y Rotterdam para ser vendidas a comisión,
pero en el siglo xvm la situación se había invertido: Londres era el centro de
distribución y el lino holandés sólo era aceptado en Inglaterra a comisión 212.
En segundo lugar, hay pruebas de que los perspicaces ingleses del siglo xvm
no consideraban ya a los holandeses como hegemónicos; con mucha razón, en
nuestra opinión, veían en los franceses unos competidores más serios que los
holandeses213. Era por supuesto en el Campo de las finanzas donde los
holandeses todavía iban en cabeza. Pero incluso aquí se produjeron notables
cambios en la posición de ingleses y franceses. La segunda guerra de los Cien
Años, que se inició en 1689, planteó grandes problemas financieros a
Inglaterra y a Francia, pero especialmente a esta última214. Como potencia
212 Ormrod señala: «Esto hacía que el comerciante holandés pagara efectivamente los
derechos de aduana y soportara todo el riesgo, al estar su capital inmovilizado hasta que el
lino era realmente vendido. El comerciante inglés obtenía su [comisión del] 2 por ciento sin
riesgo alguno y su capital quedaba libre para otras empresas más lucrativas» (1975, p. 72).
213 Véase Andrews: «La opinión de la época con respecto a la efectividad de la rivalidad
holandesa puede deducirse del hecho de que en 1713 John Withers encontró necesario
escribir una carta «de un ciudadano a un caballero rural» titulada The Dutch better friends
than the French, en la que rebatía la opinión generalizada de que los holandeses eran 'rivales
nuestros en nuestra industria y nos socavan en nuestro comercio; y de que si los ingleses
fueron aplastados, el comercio del mundo sería suyo’ [...] Se esforzaba por demostrar que en
realidad los franceses eran los grandes rivales de Inglaterra y los holandeses sus amigos»
(1915, páginas 545-46, n. 18).
El reconocimiento por los holandeses de la pérdida de sus ventajas comerciales y su forma
de abordarla se puede ver en el hecho de que se refugiaran en la neutralidad, siempre que ello
era posible, en las guerras anglo-francesas. Curiosamente, las explicaciones muestran
contradicciones internas. Véanse, por ejemplo, Alice Cárter y David Hora. La neutralidad
holandesa en el siglo xvm, dice Cárter, «se debió en parte a las formas constitucionales y a
un sistema político que hacía prácticamente imposible tomar una decisión práctica, pero
servía sin embargo razonablemente bien a sus intereses» (1963, p. 818). Horn dice: «La
repentina desaparición, tras el acuerdo de Utrecht, de las Provincias Unidas como gran
potencia debe ser atribuida no a un fallo de su fuerza económica, sino a una parálisis de su
voluntad [...] La no intervención, así como los trucos y estratagemas neutrales, hicieron
impopulares a los holandeses en ambos bandos, pero al menos contribuyeron a aplazar el día
del recuento final» (1967, pp. 24, 88). Ambos autores ofrecen una explicación puramente
política (formas constitucionales, parálisis de la voluntad) y terminan por admitir que la
política de neutralidad era ventajosa desde el punto de vista económico. En una situación de

205 Morineau dice que las exportaciones francesas al norte igualaron a las holandesas en

1742 (1965, p. 206). Jeannin, sin embargo, señala: «El comercio directo de Francia con el
norte se benefició en el siglo xvm de una expansión resultante en parte de una disminución
relativa del papel de los holandeses como intermediarios. Pero si Hamburgo sustituyó más o
menos a Amsterdam, ¿tuvo este cambio grandes consecuencias desde el punto de vista de los
negociantes franceses?» (1975, p. 71).
2036 Wilson (1954, p. 254).
2037 Véase Wilson (1941, p. 137).
378 Immanuel Wallerstein
crecientes costos comparativos de sus productos, los holandeses siguieron siendo
competitivos reduciendo sus «costes de protección».
214 Goubert señala, a propósito de la primera de las guerras: «Alimen- «continental»,

Francia tenía que encontrar fondos ingentes para sufragar su ejército de


mercenarios y su diplomacia en toda Europa. El Estado francés trató primeramente
de hacer frente a estos costos crecientes mediante una serie de devaluaciones 215
llevadas a cabo entre 1690 y 1725 216. Estas devaluaciones ayudaron al Estado en
diversas formas a corto plazo217, pero a medio plazo el coste fue elevado218, ya que
el aumento del precio nominal provocó graves crisis cíclicas, una reducción
general de la producción y un incremento de los impuestos 219.

tar, armar y equipar a 200 000 hombres y dos flotas durante nueve años en cuatro frentes
principales y otros tantos escenarios bélicos lejanos, contra casi toda Europa, el Banco de
Amsterdam y poco después (en 1694) el Banco de Inglaterra, era una tarea gigantesca, cuyo
coste, en términos de dinero, era literalmente desmesurado» (1970a, p. 205).
215 Lo que hoy llamamos una devaluación, es decir, la reducción del valor del papel
moneda (la moneda de cuenta) con respecto a la moneda metálica, era concebido a comienzos
de la Edad Moderna como un «aumento del metálico» (augmentation des espéces), es decir,
que la moneda metálica valía ahora más con respecto a la moneda de cuenta, ya que la
relación de la moneda acuñada con otros tipos de dinero era sustancialmente favorable a la
moneda acuñada durante este período. Para el caso de Francia, véase Lüthy (1959, p. 99);
para el caso de Inglaterra, véase T. S. Ashton (1959, p. 106).
216 Véase Lüthy (1959, pp. 114-20).
217 Lüthy señala tres ventajas para el Estado: los ingresos fiscales (droit de seigneurage)
procedentes de la acuñación de nuevas monedas, la reducción de la deuda del Estado y el
mayor número de monedas disponibles, ya que el Estado de hecho devolvía menos monedas
de las que recibía en cada una de estas operaciones (1959, p. 101). Besnier añade como cuarta
ventaja el hecho de que el Estado francés mezcló las devaluaciones más importantes con
pequeñas y constantes revaluaciones, lo que presionó a los poseedores de efectivo para que
lo prestaran al Estado: «Por ejemplo en 1703, Chamillart anunció varías revaluaciones
sucesivas, con lo que consiguió que los rentiers aceptaran la conversión de sus títulos (titres)
a un tipo de interés más bajo, al verse amenazados con ser pagados en efectivo, cuya
disminución de valor, precursora de la desmonetización, era inminente» (1961, p. 83).
2.8 Cada una de las devaluaciones provocaba una «sangría de numerario en detrimento
de Francia» (Lüthy, 1959, p. 118). Lüthy afirma que «el Tesoro francés pagó finalmente muy
cara la ilusión de no tener que pagar» (p. 120). Braudel y Spooner, considerando el período
desde el punto de vista de 1750, afirman: «Retrospectivamente, parece que en el año 1750 en
toda Europa las devaluaciones fueron especialmente fuertes en los tres grandes sistemas
políticos: en Polonia, Turquía y Francia» (1967, página 382). En el siglo xix; Polonia había
dejado de existir y Turquía era el «enfermo de Europa», pero ¿y Francia? Sin embargo, las
devaluaciones tenían otra cara. A largo plazo debilitaron a los señores. «Cada debilitamiento
de la moneda de cuenta fue un paso en una evolución milenaria que redujo y finalmente
extinguió los pagos (charges) hereditarios» (Lüthy, 1959, p. 101).
2.9 Véase Jacquart (1975, p. 211). Véanse también las opiniones es-
Los ingleses consiguieron superar las presiones financieras de estas
guerras con mejor fortuna, en parte porque sus costes militares fueron menores
y en parte porque la situación de sus reservas de oro y plata era más favorable.
A finales del siglo xvn, toda Europa sufrió la crisis de la plata. Por supuesto
Inglaterra no fue una excepción y en la década de 1690 decretó la prohibición
parcial de su exportación, aunque se hicieron excepciones para el comercio
con las Indias Occidentales y el Báltico 22°. Ya hemos afirmado que dado que
la producción francesa se vendía en buena medida en el mercado francés y en
la moneda del comercio interior (la plata) y dado que Inglaterra (a causa de su
tamaño) se orientó de un modo significativo hacia el mercado de exportación,
que requería la moneda de liquidación internacional (el oro), Inglaterra se
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 379
inclinó de hecho hacia el monometalismo oro y Francia hacia el
monometalismo plata221. La naturaleza de los lazos comerciales relativos a los
metales preciosos reforzó este proceso: Francia obtenía plata de México a
través de España, mientras que Inglaterra acabaría por monopolizar el oro
procedente de Brasil a través de Portugalm. Inglaterra se aprovechó del período
de las guerras, de 1689 a 1714, para asegurar su abastecimiento de oro 223. De
este modo, la crisis de la plata no afectó tan

cépticas de Richet acerca del estado de la economía francesa de 1690 a 1720. Pone en duda
que hubiera una superación de la contracción col- bertista (1660-1690). En moneda de cuenta,
los precios de los cereales experimentaron un fuerte aumento, al igual que los del vino y el
aceite de oliva, pero en contenido metálico siguieron siendo bajos. Fue una «subida 'nominal',
artificialmente provocada por la depreciación monetaria, signo de miseria y no síntoma de
prosperidad» (1968, p. 762).
220 Véase Wilson (1951, pp. 240-41). Sperling explica las excepciones en términos de
rentabilidad. «La plata se dirigía hacia el este, no porque el comercio dependiera de ella en
última instancia, sino porque era rentable» (1962, p. 62). La razón estribaba en la diferencia
en la relación de la plata con el oro en las diversas partes del mundo: 17:1 en la América
española, 15:1 en Europa, 12:1 en la India, 9:1 en el Japón. Blitz ofrece relaciones similares:
16:1 en España, 15:1 en Inglaterra, 9/10:1 en el Oriente (1967, página 53).
221 Mertens (1944, p. 56) piensa que el origen del patrón oro inglés estuvo en la grave
escasez de plata del siglo xvu, pero ¿cómo puede ser esto, dado que habría que aplicar la
misma lógica a Francia?
222 Véase Bouvier (1970, pp. 308-309).
223 Véase Vilar (1974, pp. 278-79). Véase también Wilson: «El tratado anglo-portugués
de 1703 [...] tuvo como efecto la reconducción de la corriente de oro de Brasil a Londres»
(1941, p. 8), es decir, su reconducción de su antigua afluencia a Amsterdam. El oro
representaba el 60 por ciento de los cargamentos brasileños en 1713 (véase Morineau, 1978h,
página 32). A lo largo del siglo xvm, Brasil exportó unas 800 toneladas de oro puro
(Morineau, 1978h, p. 24).
gravemente a Inglaterra como a Francia. En el mismo momento en que la
estructura estatal de Francia se debilitaba como consecuencia de la
manipulación de unas reservas de plata sobrecargadas, la estructura estatal de
Inglaterra se reforzaba como consecuencia de su control comercial sobre unas
reservas de oro en expansión.
No cabe duda de que la importancia de los metales preciosos no era sino
el reflejo de la debilidad de los precios de otras mercancías 2038, pero en
semejante época el control de unas reservas suficientes de metales preciosos
era una variable esencial en la lucha entre las potencias del centro. Ambos
países trataron de consolidar las bases de sus finanzas estatales. En ambos
Estados hubo un crecimiento de los organismos especializados, una expansión
de los impuestos, un aumento del papel moneda y un incremento de los

2038 Vilar dice: «Primero hay que recordar que una época de precios muy bajos para el
conjunto de los productos significa una época de gran poder adquisitivo para los metales
preciosos y, por consiguiente, una incitación a su búsqueda» (1974, p. 247). Por otro lado,
esta ventaja desaparece cuando la economía se recupera, como señala Morineau: «En su cénit
en 1730, su significado comercial [del oro] había disminuido de forma singular en vísperas
del siglo xix. Por dar sólo un ejemplo, un kilogramo de oro puro, que en 1740 'valía' en Lisboa
12,25 galones de azúcar (unos 7 200 kg), en 1778 valía menos de siete (3 900 kg) y en 1796
menos de 3,5 (1 950 kg). ¿Quién hubiera creído que, entre el oro y el azúcar, sería el primero
el que sufriría el mayor hundimiento?» (1978h, p. 40).
380 Immanuel Wallerstein
empréstitos públicos 2039. Sin embargo, las guerras de 1689 a 1714 provocaron
un «caos imposible» 2040 en la hacienda pública francesa hacia 1715 y una
relativa solvencia en la hacienda pública inglesa. ¿En qué consistió la
diferencia? Van der Wee dice que el mercantilismo francés «fue puesto en
excesiva medida al servicio de una política de expansión militar durante la
politique de grandeur de Luis XIV», mientras que el mercantilismo inglés
«fue sistemáticamente puesto al servicio de una política de expansión
económica» 2041. Van der Wee opone así una expansión militar (es decir, un
uso improductivo de los fondos del Estado) con una expansión económica
(más meritoria). Este es un punto

2039 Véase Mousnier (1951, pp. 1-8), quien insiste no obstante en’ que las diferencias entre
Inglaterra y Francia son mayores que las semejanzas. Sin embargo, ofrece no tanto una
demostración como un argumento ideológico a priori. Inglaterra es «más capitalista y más
burguesa» (p. 8). «En 1713, Francia tiene un gobierno de naturaleza dictatorial, con tendencias
totalitarias. Inglaterra tiene un gobierno plutocrático con tendencias liberales» (pp. 13-14).
2040 Van der Wee (1977, p. 378).
221 Ibid., pp. 391-92.
La lucha en el centro. Segunda jase: 1689-1763 381
de vista clásico, pero no explica por qué se produjo tal diferencia.
Ya hemos afirmado que las diferentes geografías de Francia e Inglaterra
obligaron a la primera a realizar costosos esfuerzos con vistas a una expansión
económica por tierra, y, en primer lugar, a una unificación económica efectiva
de la propia Francia. El relativo éxito de Francia como potencia terrestre debe
ser calibrado comparándola no con Inglaterra sino con Austria. «A comienzos
del siglo xvm, aunque la monarquía austríaca tenía territorios tan amplios y
casi tan poblados como los del reino de Francia, sus ingresos procedentes de
los impuestos eran cinco veces inferiores» 228. No sólo Francia, sino también
Inglaterra, tenían que vivir por encima de sus ingresos, lo que en un sistema
capitalista es siempre posible con tal de que reine la confianza. La confianza
refleja en gran medida una realidad económica. El éxito engendra éxito y el
fracaso engendra fracaso. El Estado francés, como hemos visto, utilizó las
devaluaciones como mecanismo de financiación de los débitos. Y lo que es
aún más importante, el Estado francés desarrolló un modelo de empréstito con
la garantía de los futuros ingresos fiscales. A finales de la década de 1690, los
banqueros comerciantes comenzaron a vender títulos descontados basados en
las expectativas de futuros ingresos fiscales de la tesorería. A medida que este
proceso se ampliaba, la realidad era que los banqueros-comerciantes estaban
de hecho emitiendo una especie de moneda fiduciaria basada en promesas
inciertas del gobierno en tiempos de guerra. Este edificio crediticio se vino
abajo en 1709. El Estado autorizó una moratoria en la devolución de los
préstamos a los banqueros-comerciantes. Como dice Lüthy, «el Estado en
realidad se concedió a sí mismo una moratoria» 229.
Mientras tanto, el a f f e r m a g e o arrendamiento de los impuestos se había
convertido en un mecanismo esencial para recaudar los ingresos reales,
llegando a proporcionar la mitad de éstos desde la época de Colbert hasta la
revolución francesa230. El a f f e r m ag e era un mecanismo caro desde el punto
de vista del Estado; Léon dice que los f i n a n c i e r s , costoso cuerpo de
intermediarios, eran indispensables «en un Estado escasamente
evolucionado», donde el recurso a los empréstitos pú-
2211Ardant (1975, p. 200).
2
” Lüthy (1959, p. 112). Compárese con Van der Wee (1977, p. 378) y Harsin (1970, pp.
272-73).
230 Véase Y. Durand (1976, p. 21).
382 Immanuel Wallerstein
blicos «parecía difícil, si no imposible»2042 2043 2044 2045. En Inglaterra, los
acontecimientos de este período fueron muy diferentes. Es cierto que hubo
dificultades similares en cuanto a la financiación del Estado en épocas
anteriores. Clapham habla de «las precarias finanzas del período de los últimos
Estuardo» m. Sin embargo en el período de guerras, de 1689 a 1714, que en
Inglaterra coincidió con el reinado de Guillermo y María y luego el de la reina
Ana, los ingleses dieron un paso decisivo al crear un sistema de empréstitos
públicos a largo plazo, es decir, un sistema de deuda pública, que dio al Estado
una sólida base financiera a un coste relativamente bajo. En 1694 fue fundado
el Banco de Inglaterra. Además, este período fue testigo del establecimiento
de una Compañía de las Indias Orientales reorganizada y de una Compañía del
Mar del Sur recién creada. Las tres compañías fueron dotadas de privilegios a
cambio de préstamos a largo plazo al Estado m. Los préstamos de estas tres
compañías «desempeñaron un papel esencial [...] en la transición de una deuda
nacional flotante a una deuda nacional consolidada» m.
Es indudable que estos préstamos fueron un buen negocio. Para las
autoridades, los préstamos eran perpetuos, aunque amortizables, y para los
accionistas los tipos de interés eran aceptables y las acciones podían aumentar
de valor. Sin embargo, exigían Una cierta confianza. Cárter dice que cuando
Guillermo y María subieron al trono, el mundo de las finanzas pensó que podía
confiar en el gobierno. «Los efectos sobre el desarrollo financiero fueron
espectaculares» 235. ¿Quiénes invirtieron? Además de los habitantes de la
ciudad (e incluso de ciertos elementos rurales), Cárter habla de un elemento
extranjero, un elemento sefardí, y un elemento hugonote 236. De un examen
más profundo parece desprenderse que la deuda nacional inglesa fue posible
gracias a la confianza de los banqueros holandeses y de sus aliados financieros,
incluidos los que constituían lo que se ha llamado la internacional hugonote
237
. Es evidente por qué preferían los hugonotes realizar sus operaciones
bancarias en Inglaterra y no en Francia inmediatamente después de la
revocación del edicto de Nantes 238 y i-or qué hicieron lo mismo los

2042 Léon (1970d, p. 623), que dice que en el período comprendido entre 1685 y 1715, «el
'reino' de las finanzas fue absoluto en Francia». A partir de este período entendemos por
financiers a los traitants, que eran tanto burócratas reales como banqueros que prestaban al
Estado, aunque todavía les estaban limitadas las cantidades que podían sacar del excedente.
«Estos hombres, aparentemente todopoderosos, seguían siendo débiles y dependientes ante
un poder que, sin duda, era 'controlado' por ellos, pero también les 'controlaba'» (Léon, 1970d,
p. 624). A medida que avanzaba el siglo XVIII, los traitants cedieron el paso a los fermiers-
généraux, que actuaban de una forma más regular y menos especulativa. No pudieron hacer
enormes fortunas como antes, pero a lo largo del siglo consiguieron quedarse con una parte
mayor del excedente. Véanse Léon (1970d, páginas 628-30) e Y. Durand (1976, pp. 13-16).
2043 Clapham (1944, p. 25).
231 Véanse Clapham (1944, pp. 1-2) y Van der Wee (1977, pp. 352, 387).

2045 Van der Wee (1977, p. 388). Deyon y Jacquart ofrecen este indicio empírico de la

ventaja del nuevo método inglés de financiación del Estado sobre el sistema francés: «El
esfuerzo financiero que impusieron a Inglaterra las guerras [1688-1713] fue comparable al
que impusieron a Francia. Los impuestos, especialmente los indirectos, y el volumen de los
préstamos aumentaron en ambos países a un ritmo análogo. Sin embargo, en el momento de
la firma de los tratados de Utrecht, la deuda nacional francesa era de cinco a seis veces mayor
que la británica» (1978, p. 500).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 383
holandeses, que estaban aliados con Inglaterra en la guerra contra Francia.
Pero ¿por qué no invertir el dinero en Holanda? Los ingleses tal vez se
arriesgaran, a partir de 1689, a vivir por encima de sus ingresos mediante
235 Cárter (1955, p. 21). Véase también Roseveare: «La revolución parlamentaria había

librado a la ciudad de la ansiedad que tradicionalmente le producía hacer grandes préstamos


al gobierno, y la comunidad de los acaudalados, encabezada por el rey y la reina, no dudó en
suscribir [en 1694] el capital de 1 200 000 libras requerido para poder constituirse en
sociedad» (1969, p. 69). No todo el mundo fue tan optimista. Sobre la oposición de algunos
grupos de terratenientes, que veían en el Banco de Inglaterra una fuente de ingresos
independiente del Parlamento, véase Ru- bini (1960, pp. 697-701),
234 Cárter (1955, pp. 22, 30, 39-41; véase también 1959).

237 Véase Monter a propósito de las inversiones suizas en Inglaterra, la segunda fuente en

importancia de fondos extranjeros después de la holandesa: «Si los inversores suizos eran
básicamente ginebrinos, y los ginebrinos eran predominantemente hugonotes (y si otros
inversores en valores ingleses eran predominantemente hugonotes a comienzos del siglo XVIII)
el punto esencial que es necesario descubrir y, si es posible, cuantificar es la actividad de la
'internacional hugonote’ en la Bolsa de Londres a comienzos del siglo xvm» (1969, p. 298).
Monter señala que los inversores de Berlín y Hamburgo en Inglaterra eran «casi todos
hugonotes». Véase también, a propósito de la internacional hugonote, Bouvier (1970, p.
312). Marres subraya que la emigración de los hugonotes creó «una red de negocios y
también de clientes para los productos industriales de Languedoc. Aquéllos de sus hermanos
que permanecían en Lan- guedoc, apartados de los cargos públicos, se hicieron con el control
de algunas de las industrias más prósperas, especialmente textiles» (1966, páginas 152-53).
Véase también Lüthy (1959, p. 424).
M
Posteriormente, tras la muerte de Luis XIV, los hugonotes volverían a invertir en
Francia, y especialmente en el comercio exterior francés (véase Bouvier, 1970, pp. 312-13).
«Fue sin duda algo más que una mera coincidencia que la revolución financiera siguiera a la
llegada del monarca holandés y sus consejeros, que estaban especializados en el manejo de
asuntos fiscales y financieros, especialmente empréstitos gubernamentales a largo plazo, y
mantenían relaciones con los círculos bancarios holandeses» (Braun, 1975, p. 292).
préstamos, y tal vez sea cierto, como dice Charles Wilson, que «con las
ganancias procedentes de la edad de oro de Holanda, Gran Bretaña apostó por
un futuro imperial, y acertó»m, pero para ello era necesario que los holandeses
estuvieran dispuestos a conceder los préstamos.
Si la banca holandesa mostró un interés «especialmente vivo» 2046 2047 por
la deuda nacional inglesa en el siglo xvm, debió de ser por alguna razón. Creo
que la razón tiene menos que ver con Inglaterra que con Holanda2048.
Empecemos considerando dos hechos. En el siglo xvm, la deuda nacional
inglesa había sido cubierta en buena parte por extranjeros 2049, y a partir de

2046 Wilson (1949, p. 161). Una demostración del éxito de la institución clave, el Banco de
Inglaterra, fue el hecho de que, aunque de iure no fueran de curso legal hasta 1833, de fado
«muy a comienzos del siglo xvm los billetes del Banco de Inglaterra eran generalmente
aceptados en la liquidación final de las deudas», es decir, como moneda (Horsefield, 1977,
página 131).
2047 Van der Wee (1977, p. 389).
2048 «Parece ser que, salvo tal vez en unos cuantos años de guerra, el capital holandés
encontró empleo en los fondos ingleses, no tanto por la necesidad de capitales en Inglaterra
como por la falta de oportunidades en los Países Bajos» (John, 1953, p. 158).
2049 Wilson (1941, pp. 72-73). Los holandeses en particular acaparaban las tres séptimas
partes de la deuda pública (Wilson, 1941, pp. 78, 190). Cárter afirma, sin embargo, que las
pruebas de-esto son «sumamente dudosas» (1953a, p. 159). La impresión que saca del estudio
de los libros de contabilidad es que los holandeses sólo controlaban entre una sexta y una
octava parte (p. 161) de los intereses. Sin embargo, admite que justo antes de la guerra de
384 Immanuel Wallerstein
1689 Inglaterra pasó a ser «el campo de inversión preferido por el capital de
Amsterdam» 2050. El resultado neto de la política mercantilista de Inglaterra y
Francia en el siglo xvn fue la supresión de la ventaja de los holandeses en el
campo de la producción e incluso, en gran medida, en el del comercio. Los
costes salariales holandeses habían aumentado. La primacía tecnológica
holandesa había desaparecido y el nivel de los impuestos estatales era
excepcionalmente alto, en parte a causa del elevado coste de la deuda 2051. Los
bajos tipos de interés, que habían sido consecuencia de la solidez de la posición
holandesa en la economía-mundo, parecían ahora mantenerse gracias a la
«languidez de los negocios, que justificaba la transferencia de fondos a
inversiones en el extranjero» 2052 2053. En comparación con un tipo de interés en
las Provincias Unidas que había pasado de un 6,25 por ciento a comienzos del
siglo xvn a un 2,5 por ciento a mediados del siglo xvm, el 6 por ciento ofrecido
por el Banco de Inglaterra (y el 5 por ciento en anualidades e hipotecas
coloniales) resultaba muy atractivo para los inversores holandeses 24é.
En pocas palabras, no había dónde escoger. No fue una «mentalidad
feudal» ni una falta de patriotismo lo que hizo que los holandeses invirtieran
su dinero en Inglaterra. «Los costes comparativos, los intereses comparativos
del capital y la política fiscal favorecían la inversión [holandesa] en valores
de renta fija, nacionales y extranjeros, y no en la industria» 2054. Sombart
analiza este cambio y lo interpreta como una muestra de que el burgués
siempre «degenera», pero el historiador liberal holandés A. N. Klein no está
de acuerdo con esta «discutible» expresión de Sombart y prefiere la
explicación de Marx de que todo capitalista es un «Fanatiker der
Verwertung des Werts», un fanático de la valorización o autoexpansión del
capital. Klein afirma que esta descripción encaja perfectamente en el caso
holandés:
El comerciante holandés del siglo xvn y su descendiente el rentista del siglo
xvm encajan en este concepto a condición de que tengamos en cuenta que las
posibilidades económicas de este último habían estado limitadas al terreno
mucho menos espectacular de la inversión financiera. Si un fanático alcanza
sus objetivos mucho más rápida y eficazmente que otro, ello se debe quizá a

Sucesión austríaca, las inversiones holandesas habían llegado a representar una «parte
bastante considerable en relación con el total» en la deuda pública inglesa (1953b, p. 338).
242 Barbour (1963, p. 125).

2051 Klein señala que el crecimiento más rápido de la deuda pública en las Provincias Unidas

tuvo lugar en el siglo xvu, como era de esperar dada su hegemonía. Las Provincias Unidas
trataron de mantener bajo su nivel impositivo, en parte porque uno de los motivos ideológicos
de la guerra con España había sido la presión fiscal, pero finalmente hubo que hacer frente a
los costes. «De esta forma, se puede decir que es probable que la libertad holandesa del siglo
xvi se comprara a costa de generaciones posteriores» (1969, p. 19).
2052
Morineau (1974, p. 775). Véase también Cárter (1971, pp. 131-35).
244
Véase Wilson (1954, pp. 263-64).
2054
Wilson (1960b, p. 439).
241
Klein (1970, p. 34). Que fue una decisión deliberada lo muestra el hecho de que los
holandeses introdujeron en el siglo xvm la innovación financiera de los trusts de inversiones,
que no llegó a Inglaterra hasta la década de 1870, fecha en que Inglaterra alcanzó el estadio
al que habían llegado las Provincias Unidas en 1689 (véase Klein, 1969, p. 12).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 385
sus posibilidades, pero en modo alguno a su determinación" 8.

El cambio financiero holandés no fue ni súbito ni total. Fue más bien un


proceso gradual. Los bancos holandeses seguían siendo lugares sólidos y
conservadores donde los otros podían
colocar sus metales preciosos245 y el nivel de acuñación continuó aumentando en
el siglo xvm 2055 2056°.
No sería sino en 1763 cuando la confianza europea puesta en Amsterdam
como centro financiero del mundo se quebrantaría2057, pero ya a comienzos del
siglo xvm los holandeses comenzaron a desplazar su dinero hacia el lugar
donde pudiera rendir más, y este lugar era Inglaterra. Fue un «asunto
estrictamente comercial» 2058, mediante el cual los elevados intereses recibidos
por el inversor holandés contribuyeron a que el coste de los préstamos se
mantuviera bajo para el Estado inglés. En última instancia, los ingleses habrían
podido conseguir el dinero en casa, como hicieron los franceses, pero las
inversiones holandesas «permitieron a Inglaterra librar sus guerras con un
mínimo de perturbación para su economía» 2059. El acuerdo simbiótico entre
una potencia antes hegemónica y la nueva estrella en ascenso proporcionó a la
primera una jubilación decorosa y a la segunda un impulso crucial frente a su
rival. El modelo se repitió más tarde, cuando en el período comprendido entre
1873 y 1945 Gran Bretaña desempeñó el papel holandés y Estados Unidos el
inglés.
Después de Utrecht, los franceses realizaron un gran esfuerzo por
contrarrestar la incipiente ventaja inglesa en las finanzas mundiales. Harsin
hace hincapié en el problema francés. «La ausencia de un verdadero crédito
público había sido hasta 1715 la laguna más grave del sistema financiero
francés» 2060. El banco «privado» de John Law 2061 estaba destinado a llenar
esta laguna. Lo que Law intentó fue reestablecer el crédito del Estado francés
creando un banco que fuera el receptor de los ingresos estatales y sobre esta
base emitiera papel moneda convertible en oro. El objeto a largo plazo era
asegurar una estabilidad monetaria, incrementar la liquidez, bajar los tipos de
interés, mejorar el tipo de cambio con las monedas extranjeras y, sobre todo,
reducir los gastos del Estado (tanto en lo referente a la deuda pública como a

2055
Véase Van Dillen (1926, pp. 199-200).
2056
Véase Morineau (1972, p. 4).
2057
Véase Wilson (1954, pp. 264-65).
2058
Cárter (1953b, p. 323).
2059
John (1955, p. 343).
2060
Harsin (1970, p. 276).
235
Dadas las objeciones de diversos grupos de presión a la propuesta de John Law de crear
un banco público, éste «deberá camuflarse bajo las apariencias de una institución privada para
poder ser autorizado» (Harsin, 1970, pp. 277-78). A propósito del intento de Law de crear un
banco de Francia, véase E. J. Hamilton (1969, pp. 140-49). Hamilton califica al plan original
de Law, presentado en 1702, como «uno de los mejores planes para la creación de un banco
nacional que yo haya visto en ningún país durante este período» (p. 143). El hecho de que
cuando finalmente, el 4 de diciembre de 1718, se convirtió oficialmente en el Banco Real
«todas las acciones hubieran sido compradas en secreto por el gobierno» indica claramente
que la naturaleza privada del banco era un camuflaje (E. J. Hamilton, 1969, p. 145).
386 Immanuel Wallerstein
la continua sangría llevada a cabo por las capas burocráticas intermedias en los
ingresos del Estado). Todo ello haría posible un programa de considerable
expansión marítima y colonial. Para conseguir estos fines, Law propuso ante
todo dos cosas: la expansión del dinero en forma de papel y la reforma fiscal
2062
. Parecía un intento de completar la obra de Colbert, un salto adelante que
podría dar nuevamente a Francia una clara ventaja en la lucha con Inglaterra.
El proyecto fracasó estrepitosamente. Después de obtener su capital inicial, el
banco de Law creó la Compañía de Occidente para explorar y explotar el valle
del Misisipí (conocido como Luisiana) en régimen de monopolio estatal. El
banco procedió a absorber a otras compañías comerciales (Senegal, Indias
Orientales, China) y a crear en 1719 la Compañía de Indias.
Al mismo tiempo, el banco de Law se hizo cargo del pago de las deudas
públicas a cuenta de los impuestos recaudados. Law trató también de
reorganizar y racionalizar el sistema fiscal, pero no fue capaz de llevar a cabo
este programa en medio de la intensa fiebre especulativa que había suscitado
la inflación de los títulos y el papel moneda. Repentinamente se produjo una
crisis de confianza. Los intentos de introducir una deflación en los títulos
fracasaron y el sistema se vino abajo con la llamada «Mississippi Bubble». ¿A
que fue esto debido? Deyon y Jacquart dicen que pese a la «admiración» que
suscita «la envergadura del proyecto», Law no poseía «el arte de la ejecución,
el paciente dominio del tiempo, de los que depende el éxito de las más
brillantes estrategias» 2063. Harsin dice que Law había construido un sistema
que era «osado [pero] probablemente prematuro» y que en última instancia
fracasó por «la temeridad de sus iniciativas y la aceleración de sus medidas,
más que por su falta de lógica o por la coalición de sus enemigos» 258. Para
Max Weber, sin embargo, el fracaso de Law fue inevitable, simplemente
porque «ni Luisiana ni el comercio con China y las Indias Orientales arrojaron
beneficio suficiente para rendir intereses ni siquiera de una fracción del
capital» 259.
Tal vez apreciemos mejor el fracaso de Law si observamos la especulación
simultánea en Inglaterra, que llevó a una crisis similar llamada la South Sea
Bubble. (Por supuesto, la especulación no se limitó a Inglaterra y Francia, sino
que fue activamente instigada por los banqueros e inversores de Ginebra, las
Provincias Unidas, Hamburgo e Italia del norte.)260 El «sistema» de John Law
implicaba el agrupamiento de tres monopolios estatales: un banco de emisión
(la Banque Royale), una compañía comercial (la Compagnie des Indes) y un
depósito centralizado para los impuestos indirectos (la Ferme Générale des
Impóts). En octubre de 1719, cuando Law propuso consolidar la deuda

2062
Esta descripción del intento de Law está sacada de Harsin (1970, página 279).
Carswell dice: «La idea de un papel moneda nacional que fuera universalmente aceptado por
estar respaldado por la autoridad del Estado y controlado a través de una red de agencias
locales, era la esencia del plan de Law para incrementar la riqueza mundial. Estaba tan seguro
de que esta moneda sería preferida a la metálica que en su proyecto original creyó necesario
poner un límite al interés de que disfrutaría el papel por encima del oro y la plata y estipular
que la cancelación de deuda de 100 no exigiría más de 110 en oro» (1960, pp. 78-79).
2063
Deyon y Jacquart (1978, p. 502).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 387
nacional restante de 1.500 millones de francos, la demanda de valores fue
mucho mayor de la prevista, tanto en Inglaterra como en Francia. Por
consiguiente, los ingleses copiaron el proyecto, utilizando la Compañía del
Mar del Sur ya existente261. También aquí la demanda superó toda expecta-

“■ Harsin (1970, p. 280).


259
Weber (1950, p. 288), que da una explicación idéntica para la South Sea Bubble:
«También en este caso se hizo inevitable la bancarrota porque el comercio en el océano
Indico no alcanzó, ni con mucho, a asegurar un interés a los caudales invertidos» (p. 289).
240
Véanse Ákerman (1957, n, primera parte, pp. 254-55), Harsin (1970, página 294),
Kindelberger (1978, pp. 120-22). T. S. Ashton añade Dinamarca, España y Portugal (1959,
p. 120). Sobre Ginebra, véase Sayous (1937). Akerman llama a la crisis de 1720 «la primera
crisis internacional» (página 255). Weber llama a las dos bubbles «las primeras grandes crisis
especulativas», diferenciándolas de la gran «locura del tulipán» de Holanda en la década de
1630 (1950, p. 286). Parker utiliza casi la misma frase: «La primera crisis financiera de los
tiempos modernos» (1974a, p. 582).
El uso original de la Compañía del Mar del Sur en 1711 para consolidar las
obligaciones a corto plazo tuvo mucho éxito. «Esta inteligente medida permitió a Gran
Bretaña salir de la paz de Utrecht en 1713 con su crédito prácticamente intacto, aun cuando
su deuda pública fuera enorme» (Parker, 1974a, p. 581). Flinn (1960) se muestra más
escéptico acerca del éxito. Pero B. W. Hill afirma que fue un acto crucial desde el punto de
vista político, más aún que desde el económico: «El Parlamento tory fue inducido a hacerse
cargo de la deuda nacional y la City whig a reanudar su papel de acreedora de la nación.
Tanto política como financieramente, éstos fueron hechos importantes para el futuro;
políticamente, porque eliminaron el miedo a que el crédito público se derrumbara como
consecuencia del cambio de gobierno [en 1710 el gobierno whig había dado paso a un
gobierno íory] y financieramente porque la forma de organización desarrollada por el 'mundo
de las finanzas’ después de la Revolución [el Banco de Inglaterra] fue reconocida e incluso
protegida tiva. En ambos casos, el elemento esencial fue que el acreedor
individual del gobierno no fue obligado sino inducido a comprar el título 262.
Sin embargo en Francia, tras esta inducción bajo presión, las reglas del juego
cambiaron y los billetes de banco sufrieron una reducción del 50 por ciento en
términos de la moneda de cuenta. Como indica Hamilton,
En la medida en que tanto Law como el regente habían prometido solemne y
repetidamente que los billetes de banco no serían nunca cambiados en
términos de la moneda de cuenta, se desató el pánico. Dado que de un plumazo
—que la Corona se había comprometido a no dar— se había quitado a los
billetes de banco la mitad del valor nominal, sus poseedores trataron de
gastarlos o invertirlos antes de] segundo plumazo
La «gran quiebra» se propagó de París a Londres. No hay duda de que
«proporcionó una demostración gráfica de la fragilidad del nuevo edificio
financiero», pero tampoco hay duda de que reveló «la elasticidad de las nuevas
técnicas financieras» 264. Tanto Inglaterra como Francia conocieron a partir de
ese momento un período de prolongada estabilidad financiera que prosiguió
hasta la revolución francesa 2064. En este sentido, el final fue feliz. Sin
embargo, el intento francés de utilizar el sistema de John Law para superar el
creciente abismo entre el poder financiero de ambos países fracasó. El banco
central de Inglaterra, creado con anterioridad, sobrevivió a la South Sea
Bubble, pero la estructura similar en Francia llevó a la Mississip- pi Bubble

2064
J. Imbert habla de la beneficiosa «fustigación de la economía fran
388 Immanuel Wallerstein
y murió con ella. «El reinado de Law, sumamente breve, lo removió todo sin
conseguir nada» 2065. En Inglaterra, el Parlamento respaldó a la Compañía del
Mar del Sur en bancarrota; «salvó las apariencias» y de este modo salvó el
crédito inglés 2066. Esto no fue posible en Francia por motivos políticos. Los
efectos negativos directos del sistema de John Law han sido muy exagerados
2067
; por otra parte, hubo también por un ministerio que representaba a los principales
críticos de la City: la gentry terrateniente» (1971, p. 411).
242
Véase Parker (1974a, p. 583).
242
E. J. Hamilton (1969, p. 147).
262
Parker (1974a, p. 586).
245
Para Inglaterra, véase Vilar (1974, p. 285); para Francia, véanse Lü- thy (1961, p. 31),
y Bouvier (1970, p. 307).
266
Lüthy (1959, p. 414).
242
Harsin (1970, p. 279). La opinión de Plumb acerca de la acción del gobierno es aún
más rotunda. Walpole, dice, «salvó a la Corte» (1950, página 59) y por eso dos años más
tarde se convirtió en primer ministro.
244
Véase Poisson (1974, p. 266).
efectos positivos 265 * * * 2068. El verdadero efecto negativo fue que no tuvo éxito
y por consiguiente no consiguió detener el proceso de rezago.
A medida que avanzaba el siglo xvm, la importancia financiera de
Inglaterra en la economía-mundo aumentaba mientras que la de Francia
disminuía 2069 debido a que el Estado francés no era tan fuerte como el inglés.
La cuestión que se nos plantea es, pues, cómo llegó a ser el Estado inglés
mucho más fuerte que el francés. Para los que miden la fuerza de un Estado
por el grado en que los individuos están a salvo de las decisiones arbitrarias
del gobierno o por el tamaño de la burocracia pública, ésta puede ser una
cuestión absurda. Pero ya hemos dejado bien clara nuestra postura de que un
Estado es fuerte en la medida en que quienes gobiernan pueden hacer que su
voluntad prevalezca sobre la voluntad de los otros, dentro o fuera del país.
Utilizando este criterio, creemos que el Estado inglés había dejado claramente
atrás al francés a comienzos del siglo xvm. El Estado verdaderamente fuerte
rara vez necesita demostrar su puño de hierro. Temperley señala que si la
época de Walpole fue «una época de paz sin acontecimientos memorables» lo
fue debido a las proezas del pasado: «El tratado de Methuen con Portugal en
1703 y las cláusulas comerciales de la paz de Utrecht en 1713 fueron
universalmente consideradas como concesiones al comercio inglés que sólo
habrían podido ser arrancadas con las armas, o con la amenaza de las
armas»2070. La fuerza de las armas no era suficiente, tenía que haber también
una administración eficaz. Plumb dice que «en 1714, Gran Bretaña disfrutaba

cesa entre 1718 y 1721» (1965, p. 354). E. J. Hamilton señala que sacó a
Francia de su crisis comercial, aunque eso no se consiguió «de balde»
(1969, pp. 147-48).
270
Sobre la decadencia de Lyon como centro financiero a partir de
1720, véase Lüthy (1959, p. 55).
2070
Temperley (1909a, pp. 40, 49). Con la fuerza vino el conservadurismo. «La política
[de Walpole] era extraordinariamente sencilla: evitar la guerra, fomentar el comercio, reducir
los impuestos y, por lo demás, status quo sin innovaciones. Como decía con toda la razón:
’No soy un santo, ni un espartano, ni un reformador’» (Plumb, 1966, pp. 78-79).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 389
quizá del aparato de gobierno más eficaz de Europa» 2071.
Hemos dicho que los compromisos sociales adquiridos a finales del siglo
xvn por Inglaterra y Francia eran menos diferentes de lo que a veces se sugiere
y que en ambos casos desembocaron en una relativa estabilidad interna durante
las guerras anglo-francesas de 1689-1763. El siglo vm fue una «época de
reconciliación entre monarquía y nobleza en toda Europa» m, reconciliación
que se basó en un decidido apoyo gubernamental a los intereses de las clases
terratenientes. Esto es algo comúnmente admitido en el caso de Francia, pero
¿no fue Inglaterra la cuna de un triunfante capital mercantil? Sin duda, aunque
éste no era muy ajeno a los intereses de los terratenientes m. Dejando a un lado
la superposición de personas, hay que señalar que el gobierno, al tiempo que
ayudaba de las múltiples formas ya descritas a las empresas comerciales,
industriales y financieras, permitía a las clases terratenientes apropiarse de una
parte considerable del excedente. Una vez más, esto es algo comúnmente
admitido en el caso de Francia. La nobleza, que no pagaba impuestos, y la
noblesse de robe, adquirida gracias a la venalidad de los cargos, son
elementos esenciales de nuestra imagen del Antiguo Régimen 275, pero ¿eran
estos factores desconocidos en Inglaterra? En esta «época de la gran
hacienda», con un «monopolio aristocrático de la tie-

te también 1702-1713)» (1974, p. 24). Compárese la descripción de Plumb con la valoración


que hace Berger del supuesto aumento de la eficacia administrativa francesa a partir de 1689:
«No da la impresión, tras estudiar el hambre de 1693 [y el modo de enfrentarse a ella del
gobierno francés] de que hubiera esa gran ofensiva administrativa supuestamente impulsada
por las necesidades de la guerra» (1978, p. 120).
113
P. Anderson (1974a, p. 232).
m
Sobre Inglaterra y los terratenientes, véase Habakkuk: «No hay duda de que las
circunstancias fueron más favorables para los intereses de los terratenientes en el siglo que
siguió a 1715 de lo que lo habían sido entre 1640 y 1715» (1967b, p. 9). Véase también
Plumb: «Los aristócratas terratenientes se estaban vinculando cada vez más al nuevo tejido
económico de la sociedad: el comercio, la especulación y la empresa dejaron, por fin, de ser
ajenos a ellos» (1967, p. 8). Sobre Francia y el capital mercantil, véase McManners: «El
dinero es la clave para comprender la sociedad francesa del siglo xvm. Con el respaldo del
poder del dinero, la plutocracia se infiltró en la aristocracia» (1967, p. 26). Véase también
Grassby (1960), sobre algunas de las formas de eludir el concepto de dérogation, haciéndolo
así incapaz de mantener las estrictas barreras entre la nobleza y los comerciantes que debía
fomentar.
133
G. V. Taylor llama a esto «capitalismo cortesano»: «Nobles, financieros, banqueros
y especuladores profesionales arrastraron al gobierno a discutibles operaciones especulativas
y utilizaron su influencia para conseguir decisiones oficiales que elevaban o reducían los
precios o libraban a los especuladores de compromisos desventajosos para el futuro» (1964,
página 488).
rra» 276, ¿cuál fue el efecto de la estabilidad que caracterizó a la época de
Walpole? E. P. Thompson sugiere mordazmente:

2071
Plumb (1967, p. 13). La eficacia es más importante que los números, pero es
conveniente señalar que los números no fueron olvidados en Inglaterra. «El número de
hombres empleados por el gobierno creció más deprisa entre 1689 y 1715 que en cualquier
período anterior de la historia inglesa» (Plumb, 1967, p. 112), hasta el siglo xix. Véase
también Aylmer: «Por lo que respecta al mero crecimiento del gobierno, las épocas cruciales
[...] parecen haber sido los años 1642-1652 y 1689-1697 (y posiblemen-
390 Immanuel Wallerstein
La vida política en la Inglaterra de la década de 1720 tenía algo del carácter
enfermizo de una «república bananera» [...] Cada político, por nepotismo,
interés o compra, reunía a su alrededor un séquito de fieles. El objetivo era
recompensarles mediante algún cargo en el que pudieran arrebañar una parte
de la renta pública: las finanzas del ejército, la Iglesia, los impuestos indirectos
[...] La gran burguesía, los especuladores y los políticos eran hombres
enormemente ricos, cuyos ingresos destacaban como los Andes por encima de
la masa de los pobres plebeyos 277.
¿Fueron las consecuencias para los terratenientes de esta versión del
«bandidaje de Estado» 278 en Inglaterra tan diferentes de las de su versión
francesa, ligeramente distinta? Debemos volver a nuestra cuestión acerca de
lo que hizo que el Estado inglés fuera más fuerte que el francés. Tal vez la
respuesta más sencilla sea que ello fue el resultado de su capacidad militar
para contener a los franceses en las guerras de 1689-1714 y que su capacidad
de ganar estas guerras fue el resultado de la alianza anglo-holandesa, no tanto
por la ayuda militar de los holandeses (aun cuando distara de carecer de
importancia) como por el apuntalamiento financiero que supusieron las
inversiones holandesas para el Estado inglés. El capital holandés creó un clima
de confianza que hizo posible la creación del Banco de Inglaterra e hizo
posible que el Banco de Inglaterra sobreviviera a la South Sea Bubble. Y,
sobre todo, en el Estado unipartidista de Walpole fue finalmente posible
superar la división de las clases dominantes inglesas que se había iniciado en
la época de los primeros Estuardo y se había prolongado, bajo una forma
diferente, durante las encarnizadas luchas partidistas entre tories y whigs de
1689 a 1715 279. No fue porque Inglaterra fuera más democrática que Francia,
sino porque en cierto sentido lo era menos 280 por lo que el Estado inglés se
2,6
Mingay (1963, pp. 15, 26).
277
E. P. Thompson (1975, pp. 197-98).
271
La frase es de E. P. Thompson (1975, p. 294).
277
El papel financiero de los holandeses en la política inglesa estuvo, por supuesto,
mediatizado por la City de Londres. Suth'erland hace del apoyo de la City uno de los cuatro
pilares del sistema de Walpole, tanto directamente como a través de la Compañía de las Indias
Orientales, relacionada con ella (véase 1952, pp. 18-23).
2,0
Plumb aduce de forma convincente que 1715 significó la domesticación final del
movimiento popular que Inglaterra conocía desde 1640. «El propietario de un alodio se había
convertido en la Inglaterra del siglo XVII en un animal político [...] A mediados del siglo XVIII,
se había perdido fortaleció y el empresario inglés procedió a conquistar el mundo
económico. De la noche a la mañana, el clima de violencia política se
transformó en un clima de estabilidad política281.
La reconciliación política de las capas superiores, base de la estabilidad
inglesa en el siglo xvm, sólo se consiguió parcialmente en Francia. Así como
en Inglaterra los nuevos sectores de las capas superiores habían conseguido el
derecho de ciudadanía en la estructura política y habían dejado de ser una
fuerza de la oposición 282, así también en Francia el grupo equiparable, la
noblesse de robe, había seguido una trayectoria similar 283. Sin embargo, a
diferencia de lo que sucedió en Inglaterra, el poder ejecutivo nunca se hizo con
el control absoluto del Estado. El «abismo entre la teoría y la práctica [del
absolutismo] siguió siendo extraordinariamente grande» 284. Para explicar por
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 391
qué no se completó la reconciliación de las capas superiores

mucho de ese patrimonio (1969, pp. 115-16). A partir de 1715, la estabilidad de Inglaterra
dependió, dice Plumb, de «tres factores esenciales: el gobierno unipartidista, el poder
legislativo firmemente controlado por el ejecutivo y una sensación de identidad política entre
los que manejaban el poder económico, social y político» (1967, p. xviii).
2!1
«Había una tradición de conspiraciones, motines, intrigas y revueltas entre la clase
dominante que se remontaba a los normandos. En 1685, la violencia en la política era un
patrimonio del inglés» (Plumb, 1967, p. 19, el subrayado es mío). «La estabilidad política,
cuando llega, a menudo aparece muy rápidamente en una sociedad, tan bruscamente como el
agua se convierte en hielo» (p. xvii). Christopher Hill ofrece una imagen similar, pero sitúa
el momento decisivo en 1688 y no en 1715: «Inglaterra era famosa en toda Europa por la
violencia de su política [...] A partir de 1688 acabó la época heroica de la política inglesa.
Las violentas oscilaciones de los cincuenta años anteriores fueron seguidas por una relativa
calma» (1969, pp. 119, 213).
2,2
«[El grupo de los Junto y Walpole] alejaron a los whigs del radicalismo [...] El partido
cohesionó los intereses de la aristocracia, las altas finanzas y el gobierno ejecutivo, proceso
ampliado por Walpole hasta abarcar al grueso de la gentry terrateniente» (Plumb, 1967, p.
187)v
211
Franklin Ford observa que mientras en la asamblea de los Estados Generales de 1614
la alta noblesse de robe había figurado todavía entre los plebeyos, «el hecho más importante
en lo referente a la alta nobleza de toga en 1715 fue que en términos legales ya no cabía duda
alguna con respecto a ella» (1953, p. 59). De hecho, prosigue, «en 1715 la alta toga, segura
de su nobleza y con sus derechos políticos restaurados, fue la fuerza más potente dentro de
la aristocracia» (1953, p. 188).
Ni siquiera todos los que aún eran oficialmente roturiers, es decir, plebeyos burgueses,
se vieron negativamente afectados por la llamada reacción feudal. Elinor Barber señala que
mientras que la burguesía «media» se encontró con los caminos de promoción bloqueados,
la «gran» burguesía, utilizando su riqueza, se vio «mucho menos afectada» (1955, p. 143).
284
Bromley (1957, p. 135), que dice: «La emancipación del gobierno con respecto a las
restricciones históricas fue un proceso lento, interrumpido a menudo y nunca completado»
(p. 137).
en Francia, hemos de volver a la cuestión de los hugonotes y la revocación del
edicto de Nantes. El «partido protestante» contaba en el siglo xvi con el apoyo
de la mitad de la nobleza francesa, y especialmente de sus capas medias y
bajas. La curiosa consecuencia de todo esto fue que la pequeña nobleza,
sometida a las presiones de los funcionarios del rey, recurrió a «una relativa y
paradójica tolerancia hacia sus campesinos». Cuando el compromiso político
de 1598 se convirtió en la victoria real de 1629, las consecuencias sociales
fueron sin embargo inmensas: «La derrota del partido protestante fue, ante
todo, la derrota de la nobleza» 2072. Lentamente a partir de 1598 y rápidamente
a partir de 1630, la nobleza abandonó el protestantismo: esto fue lo que hizo
posible la revocación de 1685 2073.
Con la revocación hubo una dispersión de elementos burgueses urbanos

2072
Chaunu (1965b, pp. 26-27).
2,6
«Sopesando todo cuidadosamente, la conversión de Turenne [en 1688] fue más
importante que la revocación del Edicto de Nantes. Sin la conversión de Turenne, el edicto
de Fontainebleau habría sido impensable. El rey no habría podido obligar a la mitad de sus
caballeros si éstos se hubieran mostrado resueltos. Un siglo y medio después. La Fayette, La
Rochefoucauld-Liancourt y otros ochenta nobles liberales hicieron más que los discursos de
Mirabeau por el éxito del Tercer Estado el 23 de junio de 1789» (Chaunu, 1965b, p. 27).
392 Immanuel Wallerstein
sobre todo 2074, aunque éstos sólo representaban un 10 por ciento de los
protestantes franceses. Muchos otros se convirtieron 2075. ¿Qué quedaba?
Los rigores reales habían destruido así el protestantismo centralizado,
institucional, clerical y burgués que en el curso del siglo XVII había ocultado
al protestantismo de la Reforma. En medio de la adversidad, resurgió este
último. Primero sin pastores, siguiendo a simples laicos, los predicadores [...]
gracias a los nobles y campesinos [ruraux] que habían sido la fuerza principal
de las Iglesias reformadas en el siglo xvi [...] Cuando la revocación les obligó
a reinventar una técnica de resistencia, su primer movimiento fue rebelarse 2076.
Los rasgos esenciales de esta Iglesia protestante reconstituida eran su carácter
«congregacionalista, federativo, secular, parlamentario e igualitario» 2077.
¡Igualitario y rebelde! El Estado francés tenía en sus manos una grave rebelión
en potencia de las capas medias (los nobles más pobres y los campesinos más
ricos). Esta situación difícil había sido provocada por el dilema histórico
planteado en el siglo xvi por un Estado demasiado grande y demasiado dispar
desde el punto de vista económico para permitir la rápida creación de una
estructura estatal fuerte.
Fue preciso aplacar y contener a los sectores susceptibles de provocar un
levantamiento, cosa que se hizo en parte mediante la reducción de los
impuestos que pesaban sobre el campesinado desde 1720 2078 y en parte
mediante la difusión de la enseñanza primaria en las zonas rurales como forma
de aculturación por parte de una Contrarreforma triunfante 2079. Sin embargo,
la reducción de los impuestos no hizo más que ahondar el abismo ya existente
entre la fuerza del Estado inglés y la del francés 2080. La evolución educativa y
religiosa, si bien tal vez mantuvo a raya el «radicalismo» y la «criminalidad»
2081
en la Francia rural del siglo xvm, fue claramente insuficiente para erradicar
el sentimiento de exclusión política de los grandes agricultores, el grupo que
en Inglaterra era conocido con el nombre de gentry. Sin la incorporación

2074
Unos 200 000 hugonotes se exiliaron entre 1680 y 1720, dirigiéndose sobre todo a
Inglaterra, las Provincias Unidas, Ginebra y Alemania (véase Scoville, 1952, pp. 409-10).
2075
Véase Scoville (1960, pp. 3-5, 118). Algunos conversos eran en realidad simuladores,
«nuevos marranos» (véase Léonard, 1948, pp. 177-78).
287
Léonard (1948, p. 178). De aquí la guerra de los camisards, y de aquí Antoine Court y
el Sínodo del Desierto en las Basses-Cévennes en 1715.
250
Léonard (1948, p. 179).
2078
Véase Le Roy Ladurie (1975c, pp. 35-37).
2,2
Véase Le Roy Ladurie (1975a, p. 528). El siglo xvm, a diferencia del xvn, fue «la gran
época de la pedagogía campesina» (1975a, p. 538).
2080
Véanse las cifras comparativas de Mousnier sobre ingresos de aduanas, impuestos
indirectos, correos y sellos en el período comprendido entre 1690 y 1715. Mientras que los
ingresos obtenidos en Francia de las fermes-unies descendieron de unos 70 millones de libras
tornesas en 1690 a 47 en 1715, los ingleses aumentaron de 20,5 en 1700 a 59,5 en 1713 (1951,
página 18). A medida que avanzaba el siglo, la diferencia iba creciendo. Mathias y O’Brien
(1976), tras un minucioso análisis de las respectivas cargas fiscales en todo el siglo, dicen
que «en Francia la presión fiscal fue menor que en Inglaterra» (p. 634) y señalan que «tal vez
no sea mera coincidencia» que la presión fiscal inglesa sólo fuera superada por la de las
Provincias Unidas, el único país «donde los mercados interiores estaban aún más articulados
que en Gran Bretaña» (p. 640).
2081
Le Roy Ladurie (1975a, pp. 550, 552).
La lucha en el centro. Segunda fase: 1689-1763 393
política de este grupo, el Estado era incapaz de hacerse realmente fuerte 2082.
Las luchas intestinas de Francia no fueron del todo ajenas a la creación de la
importantísima alianza angloholandesa. A mediados del siglo xvn no estaba en
modo alguno claro que en el siglo xvin los holandeses preferirían una alianza
con los ingleses a una
alianza con los franceses. Los ingleses eran su principal enemigo comercial,
mientras que con Francia les unían numerosos lazos. De hecho, como hemos
visto, estaban en vías de convertir el Ponant en una correa de transmisión
económica similar a aquella en la que se estaban convirtiendo Portugal y
España.
Los dilemas internos de Francia la obligaron sin embargo a transformarse
en una potencia orientada hacia una expansión militar por tierra que reprimió
al protestantismo nacional. Para los capitalistas holandeses, ya fueran
republicanos o monárquicos, un trato con Inglaterra debía parecer menos
desconcertante que un trato con Francia. Francia amenazaba con abrazar a los
holandeses hasta asfixiarlos. Los ingleses ofrecían una lenta osmosis de los
dos sectores capitalistas. El acceso al trono inglés de la Casa de Orange no
hizo más que confirmar la preferencia holandesa por los ingleses. De este
modo, como a menudo ocurre, la fuerza engendró fuerza y la debilidad
debilidad. Las dificultades con que tropezó Francia para crear una estructura
estatal en el siglo xvi la desgarraron, emponzoñaron la situación y finalmente
desembocaron en la incompleta integración de Francia en el siglo xvm. La
Inglaterra del siglo xvi era un Estado compacto. Obligada por los tumultos de
la guerra civil a recrear una clase dominante -unificada, Inglaterra fue capaz
de absorber e incorporar a los sectores marginales célticos, así como de atraer
al suficiente capital holandés para respaldar la creación en el siglo xvm,
durante la era de Walpole, de un Estado unipartidista estable. Fue este
constante incremento de la fuerza relativa del Estado inglés —más que
cualquier diferencia significativa en la organización de la producción francesa
e inglesa de 1600 a 1750 o en sus sistemas de valores— lo que explica la
capacidad inglesa de dejar atrás a Francia de forma definitiva en el período
comprendido entre 1750 y 1815.
A lo largo de este volumen, hemos hecho hincapié en las similitudes en la
organización de la producción inglesa y francesa. Por lo que respecta a la
innovación tecnológica e intelectual, todo depende de los libros de historia que
se lean. Los valores capitalistas burgueses habían empezado sin duda a
impregnarlo todo en las Provincias Unidas e Inglaterra, pero no debemos
olvidar la clásica demostración de Paul Hazard de que las ideas de la
Ilustración no se impusieron en Francia con la Revolución o con los
enciclopedistas, sino en el período comprendido entre 1680 y 1715 2083. Como
dice Labrousse, «el siglo XVIII [en Francia] estuvo dominado por el

293
Le Roy Ladurie compara las coaliciones de la Inglaterra rural con las de la Francia
rural en el siglo xvm: señores y agricultores acomodados (gros fermiers) en Inglaterra frente
al «bloque histórico» francés de campesinos pobres y medios, e incluso de agricultores
acomodados, contra la féodalité (1975a, pp. 584-85).
2083
«Nunca hubo un mayor contraste, nunca una transición tan repenti-
394 Immanuel Wallerstein
pensamiento burgués» 297. Esto no sólo ocurrió en Francia. Aunque todavía
seguían en pie las fachadas ideológicas de un mundo anterior en toda la
economía-mundo europea, eran cada vez más numerosos los grupos que
tendían a actuar a la manera de burgueses y proletarios en la defensa de sus
intereses dentro de un sistema capitalista. Este es, por supuesto, el meollo de
lo que hemos venido diciendo. No existía aún una cultura burguesa, ni una
cultura proletaria, pero la praxis burguesa y la praxis proletaria estaban
convirtiéndose ya en las principales fuerzas que actuaban sobre la acción
social.

na como ésta [...] Un día el pueblo francés, casi sin excepción, pensaba como Bossuet, y al
día siguiente [...] como Voltaire. Esta no fue una vulgar oscilación del péndulo, fue una
revolución» (Hazard-, 1964, p. 7).
™ C. E. Labrousse (1970, p. 716).
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Wurzburgo, Holzner-Verlag, 1960.
INDICE DE ILUSTRACIONES

Págs.
«Mapamundi», de Joan Blaeu (1638). Chicago: Edward E. Ayer Col-
lection, The Newberry Library VII
«La antigua Bolsa de Amsterdam», de Adiaensz Job Berckheyde
(finales del siglo xvn). Francfort: Stadelsches Kunstinstitut 3
«El aldeano», de Nicolás Guérard (finales del siglo xvn). París: Bi-
bliothéque National 15
«Jan Uytenbogaert, recaudador general», de Rembrandt van Rijn
(1639). Amsterdam: Rijsmuseum 47
«Visita de Luis XIV a la fábrica de los Gobelinos», tapiz
gobelino sobre cartón de Charles Le Brun (década de
1660). Versalles: Musée National du Chateau de Versailles 99
«Invasión de Puerto Príncipe por Morgan», de John Esquemelin
(1678). Nueva York: Rare Books División of the New York Public
Library,
Astor, Lenox, and Tilden Foundations 175
Dibujo de una forja sueca, de Cari Johan Cronstadt (mediados del
siglo xvill). Estocolmo: Tekniska Museet 245
«El proyecto del Mar del Sur», de William Hogarth (1721).
Londres: British Museum. (Reproducido por cortesía de
los administradores del British Museum.) 339

Las ilustraciones han sido seleccionadas y anotadas con la ayuda


de Sally Spector.
INDICE ANALITICO

Abel, Wilhelm, 6, 22, 29-30, 38-39, 43, 183, 280-281, 283, 295, 313-315, 323 (véase
365 también agricultores; esclavitud; jornaleros;
abogado del país, 86 (véase también Países trabajo obligado)
Bajos, norte de los) absentismo, 117 cercamiento [enclosures], 117, 121-
absolutismo (véase Estado, absolutismo) 122, 168, 361
absorción, 315 aceite de oliva, 387 acero, comercialización (véase agricultura,
130, 285, 290 acuñaciones, 386, 394 (véanse capitalista)
también Gran Bretaña, Inglaterra, Casa de la cultivos industriales, 17, 55-56 cultivos
Moneda; metales preciosos; Estado, finanzas) para el mercado (véase agricultura,
Achilles, Walter, 38, 189 capitalista) de subsistencia, 189, 202, 250,
Adams, Geoffrey, 172 329 expansión de las áreas cultivadas, 17,
Adriático, 276 20, 34, 40, 111, 186, 363, 367 fertilizantes,
adscriptus glebae (véase siervos) 20, 56, 60, 74, 249 forraje, 56, 113, 361-
affermage (véase arrendamiento) Africa, 362 (véase también pastos) fruticultura, 55
13, 24, 63, 69, 202, 239, 241-242, 292, 327, horticultura, 55
330-331, 378 costa de (véase Africa, innovaciones, 21, 54-56, 112-114, 361-
occidental) norte de, 239, 381 (véase también 362
Mediterráneo [región del]) occidental, 69, 71, labrantío, 18, 4142, 115, 265, 279
84, 219, 254, 343, 283 monocultivo, 312, 366 pastos (ganaderías),
oriental, 67 19-20, 34, 55-56, 117, 210, 232
sudeste (véase Africa, oriental) agentes a reducción de las áreas cultivadas, 17-20,
comisión, 77, 234-235, 237, 385 (véase 185-186
también comerciantes) ager (véase tierra rendimiento, 18-19, 34, 56, 102, 113, 124
cultivada) revolución agrícola, 8, 113, 367 sistemas
Agren, Kurt, 294, 298-299 agricultores, 20, de rotación, 112-114, 182- 183, 201-202,
56, 112, 119-120, 180, 228, 300-301, 309, 249
361-364, 403 (véanse también campesinos;
gentry; terratenientes)
aristocráticos [gentlemeri], 118, 299
arrendatarios, 20, 116-123, 188, 193, 200,
243, 278-279, 295, 301, 309 capitalistas, 117-
118, 120-124, 233-234 (véanse también
agricultura, capitalista; Junkers) pequeños,
20, 113, 117-122, 185-187, 214, 237, 361
yeoman, 20, 116-122, 127, 185-186, 195,
197, 251, 260, 295-296, 300, 401, 403
agricultura, 8, 13, 17-22, 36, 40, 52, 54- 56,
62, 68, 74-75, 82, 110-117, 119, 122, 126-127,
134, 140, 165, 170, 182, 201, 203, 210, 214-
215, 228, 242, 249-250, 268-269, 272-273,
279, 281, 283, 307, 309, 316, 326, 329, 346-
347, 361-366, 368, 373, 375 agronomía, 18-
19, 34, 62 capitalista, 19-20, 65-66, 113-114,
165, 184-185, 204, 209-210, 232-233, 263,
492 Immanuel Wallerstein
sistemas mixtos, 112 tropical, 142, 237- Norteamérica, 24, 64, 113, 133, 138, 142-
238 agronomía (véase agricultura, 143, 217, 234-235, 248, 265, 270, 302, 329-
agronomía) 334, 337, 353, 355, 367, 383 (véanse también
aguardiente, 259 colonias del Atlántico medio; Nueva
Ákerman, Johan, 396 Inglaterra) templada (véase Norteamérica)
albañil, 39 Albers, J., 87 tropical, 24 (véanse también Caribe; Brasil;
alcabala, 208 Hispanoamérica; Iberoamérica)
Alcazarquivir, 252 amerindios, 153, 209-217, 219-220, 225,
Alemania, 9-10, 19-20, 27-31, 33, 36, 38- 39, 241-242
61-62, 73, 108, 139, 184, 231, 262, 265, Amiens, 124-125
267, 270, 272, 275, 279, 282, 285, amodiateurs (véase Estados, intermediarios)
288- 289, 292, 299, 305, 309, 311, 313, amonedación (véase dinero) Amsterdam, 4,
316, 318, 321, 323-324, 326, 333, 336, 355, 10, 28, 33, 38, 59-63,
366, 369, 382, 402 este de (este del Elba), 31, 68- 70, 73, 76, 79-84, 87-88, 92, 94-
136, 191, 201, 313, 315-316 97, 106, 146, 150, 160, 195, 253, 280, 285-
Gesindezwangdienst, 315-316 noroeste de, 61 286, 290, 309, 353, 384-385, 387, 392, 394
norte de, 190 Banco de (véase Wisselbank van
occidental, 42, 161, 248, 267, 273, 279, Amsterdam)
313 Ana (de Inglaterra), 348, 352, 354, 390
República Democrática Alemana, anarquismo, 157
314 Anden Régime, 10, 12, 32, 129, 319,
sur de, 197, 248, 267, 273, 279, 313 342, 372, 399 Andalucía, 201, 255
suroeste de, 27 Alepo, 381 alfalfa, 114, 362 Anderson, M. S., 293, 304 Anderson, Perry,
alforfón, 19 17, 4042, 44, 89, 98,
algodón, 70, 125, 135, 142, 210, 225, 277, 199-200, 273, 283-284, 293, 307, 316-
369, 371, 374, 382 alhóndiga, 215 317, 320, 323, 328, 399 Andes (región), 211,
alimentos, 17, 22, 34, 53, 102, 202, 204, 210, 400 Andrews, Charles M., 52, 90, 258, 343,
217, 220, 230, 239, 243, 281, 368 (véanse 359, 377, 385
también carne; cereales; pescado; mercados) Anes Alvarez, Gonzalo, 249 Anglia Oriental,
escasez de, 17, 68, 102, 179, 191, 202, 303, 49, 57 Angola, 71, 257 animales (véase
353, 360-361, 399 Almadén, 202 ganadería)
Almirantazgo, colegios del, 86 (véase Antillas (véase Caribe) añil, 125,
también Países Bajos) alodio (véase tenencia, 208
alodial) aparcería, 278-279 (véanse también
Alpes, 130 métayers; mezzadria) aperos, 37, 278, 367
alquitrán, 138, 292, 303, 305, 333, 335, 384 appalti di gabelle, 281 (véase también
Alsacia, 19, 348 Alta Baviera, 31 Altmark, Estado, finanzas)
tratado de (1629), 288 Alien, Theodore, 240 Appomattox, 352 Aquila, 203 «iquisgrán, Til
Allgau, 19 tratado de (1784), 357, 380 Aragón, 262
Allgemeines Landrecht, 312 Amberes, 61, 63, arado, 121 araire, 121 arauacos, 241
73-74, 275 América (las Américas), 13, 24, Arcángel, 384 Ardant, Gabriel, 389 Ardenas,
67, 71, 140-142, 149-152, 179, 201-202, 208-
131
210, 212-213, 218-219, 222, 230, 240, 251,
arena exterior, 24, 64, 69, 381 arenque, 52-
255-256, 258, 260, 263 , 331-333,
54, 78, 83, 221, 258 Argel, 346, 381 Argelia,
341, 343, 357-359, 374, 377-380 colonias
149
del Sur, 236, 238, 240, 353,
aristocracia, 31, 35, 44, 77, 87-88 , 96, 98,
356
118, 130, 142, 156, 166, 169-171, 173-174,
española (Hispanoamérica), 29, 45, 85,
182, 191, 195-197, 200-201, 204, 205, 252,
141, 149, 203, 206, 209, 211, 216- 217,
283, 293, 298-299, 306, 311, 321-322, 354,
220, 222, 224, 232, 241, 253, 256, 262,
370, 399, 401 (véase también clasps, altas;
264-265, 275, 355-356, 378, 380, 387
nobleza; Jun- kers; señores, terratenientes)
(véase también Iberoamérica)
Iberoamérica, 7, 204 (véase también «aristocratización», 87, 94, 165 aristocracia
América, española; Brasil) indios (véase comercial (véase comerciantes)
amerindios) Latinoamérica (véase aristocracia rural [squirearchy], 120, 188,
Iberoamérica) 198 (véase también gentry) armamento, 109,
Mesoamérica (véase Centroamé- rica) 130, 143, 287-289, 345- 346, 368 (véase
Indice analítico 493
también ejército; guerra; marina) 53-55, 58,
Armengaud, André, 25, 102, 360-361 72, 105, 132, 136-139, 147-148, 151, 179,
Arminius, Jacobus (arminianos), 69, 93-96, 183, 224, 270, 285-286, 293-294, 302-303,
286 305 , 307, 310-311, 316-318, 364 (véase
arrendamiento, 118, 120-122, 168, 203, 367 también comercio, Báltico) ballenas, 53
alodial, 295 Bamford, Paul Walden, 137-138, 297, 384
arrendamiento de impuestos, 118, 162, 229, Banato, 325
283, 295, 389-390 (véase también Estado, banca, 40, 51, 76, 78, 80-81, 154-155, 182,
burocracia) arrendatario (véase agricultores, 189, 238, 248, 253, 372, 385, 387, 389-394,
arrendatario) arroz, 201, 281, 361 artesanos, 396-397 (véanse también comerciantes;
20, 61, 127, 136, 279, 287, 300, 354 dinero; préstamos; financieros)
artillería (véase armamento) asalariados, 132 privada, 253, 311, 394-397 estatal, 79,
Asher, Eugene T, ( 164 280, 393-394, 396-397 bancarrota (véase
Ashley, M. P„ 105, 163, 368 Ashton, Robert, Estado, finanzas) Banco Real, 394
103, 158, 362 Ashton, T. S., 123, 144, 363, bandidaje, 251, 363 (véanse también
366, 386, 396 bandidaje de Estado; piratería) Bangs, Cari,
Asia, 13, 24, 65-66, 134, 148-151, 219, 254, 96
382 Banque Royale, 396 (véase también banca,
augmentation des espéces (véase dinero, estatal)
devaluación) asiento, 104, 224, 260, 262-264, Baranowski, B., 184 baratijas,
378-379 Aspvall, G„ 299 330
Ástróm, Sven-Erik, 57-58, 132, 135-136, Barbados, 71, 226, 235, 240, 264 Barber,
138-139, 147, 149, 288, 293, 296-299, 302- Elinor G., 401 Barbour Violet, 59-60, 66, 392
304, 333, 335, 384 Atlántico (mundo), 32, 71, Barcelona, 261 «barco-factoría», 52 barcos
141, 153, 183, 208, 225, 254, 329-330, 346 de pesca (véase transporte, marítimo)
(véanse también comercio, atlántico; Bareel, William, 96 Barfleur, batalla de
economía-mundo) (1694), 346 Bargalló, Modesto, 217 Barker,
Attman, Artur, 147 Aubin, Hermann, 328 Ernest, 97, 164, 168 Barker, T. M„ 279, 323
Augsburgo, 274 Augusto II (de Polonia), 304 Barkhausen, Max, 375 Barnett, Correlli, 109,
Austria, 30, 98, 192, 197, 260, 274, 313, 315, 345 Barón, Salo W., 105 Barraclough,
318, 320, 322, 324-328, 351, 355- 358, 389 Geoffrey, 315, 319, 327 Barrera, tratado de
guerra de sucesión austríaca, 328, 357, la, 357 Barrow, Thomas C., 330, 332 Basses-
363, 392 Cévennes, 402 bebidas alcohólicas, 194-195,
tierras hereditarias, 312-314 259
autarquía, 217 avena, 19, 249 (véanse también aguardiente; cerveza;
«aviadores», 217 avsdndring, 294- destilados; ginebra; oporto; ron; tabernas;
295 Aylmer, Gerald E., 398 vino; whisky) Bassett, D. K., 134 Batavia, 63
Aymard, Maurice, 201-202 azogue Batie, Robert Carlyle, 225
(véase mercurio) Batjan, 67 Bauernlegen, 314
/Sis Bauernschutz, 316 Baulart, M.,
azúcar' 59, 70-71, 141-142, 210, 217, 221, 40 Bayle, Pierre, 92
223-231, 233-243, 253, 257, 259, 329, Bayona, 374 Bazant, Jan, 210 Beaujon, A.,
343, 358, 361, 374, 377-379, 384, 388 52, 84 Beauvaisis, 29, 124 Beer, George
ingenios, 241 refinerías, 204, 374 Louis, 258, 330, 332 Behrens, Betty, 327
remolacha azucarera, 113 Bélgica (véase Países Bajos, sur de los)
belorrusa, lengua, 200 Beltrami, Daniele, 278
Bacon, rebelión de, 240 Bacon, sir Bengala, 381 Berbería, 135
Francis, 46 Baehrel, René, 6, 23, Berckheyde, Adiaensz Job, 4 Bérenguer,
29, 153 Bahía, 227 Jean, 323 Berger, Patrice, 399 Berlín, 312,
Bailyn, Bernard, 329-330 Bairoch, Paul, 115, 391 Berthe, Jean Pierre, 206, 224 Besnier, R.,
367 Baja Lusacia, 190 Baja Provenza, 115 386 Bessin, 19
Bakewell, P. J., 205-206, 211, 215-216, 242 Bethlen, Gábor, 197 Beutin, Ludwig, 61, 93,
Balibar, Etienne, 8, 10 273 Biala Gora (véase Montaña Blanca,
Balcanes turcos, 8, 326 batalla de la)
Báltico (región), 27, 29, 32, Birch, Alan, 384
494 Immanuel Wallerstein
Blake, almirante Robert, 107, 153 Blanco, 293, 303, 320, 354, 402 (véanse
mar, 383 Blanschke, Karlheinz, 279 Blitz, también burguesía; ciudades; pa- triciado)
Rudolph, 146, 387 Bloch, Marc, 113, 117 burguesía [bourgueoisie], 9, 32, 41, 46, 61,
bloqueo continental, 344 Bluche, Frangois, 90, 95, 105, 123, 132, 156, 158, 161-162,
171 Bodmer, Walter, 276-277 Boelcke, Willi, 165-168, 171, 173, 177, 181-182, 194, 196-
314 Boéthius, B., 291, 307 Bog, Ingomar, 201, 203, 207, 212, 216, 232, 243, 251-254,
323 261, 263, 268, 276, 281, 285, 299, 306,
Bogucka, María, 72, 81, 181-182, 189, 200 309, 314, 322, 324, 354, 359, 383, 388,
Bohemia, 19, 28, 33, 182, 186, 191-192, 270, 393, 401402, 404 (véanse también
315, 321-322, 326-328, 351 (véase también agricultores, capitalistas; burgueses;
Checoslovaquia) capitalismo; comerciantes; financieros;
Bohuslan, 310 Bois-le-Duc, 57 industriales; patriciado)
Bolsa, 67, 79 (véase también comercio) comercial (véase comerciantes) extranjera,
Antigua Bolsa, 3 Bombay, 256, 382 Bono, 31, 198 manufacturera (véase industriales)
Salvatore, 381 Borah, Woodrow, 211, 216 revolución burguesa, 8-9, 27, 32, 87, 119,
Borbones (españoles), 260-263, 265, 307, 166, 170, 190 Burke, Peter, 86-87 Burke, sir
318, 357 Edmund, 10 Burt, Roger, 368 Busquet,
Borelli, Giorgio, 272, 277-278 Borgoña, 19, Raoul, 173 buss, 52
109, 204 Bornholm (isla), 310 Bosher, J. F.,
375 Bossuet, Jacques Bénigne, 405 caballería (véase ejército) caballos, 121, 210,
Boston, 329, 348 Boswell, A. Bruce, 198 368 Cabo de Buena Esperanza, 64, 104, 352
Botnia, golfo de, 297, 299 Boulle, Pierre H„ cacao, 229
374, 377 Bourde, André-J., 160 Bourilly, V.- Cádiz, 153, 222, 260, 264 café, 69, 229, 382
L., 173 Bouvier, Jean, 387, 391, 397 Cairú, 227 Caizzi, Bruno, 276 Caledonia, 352
Bouwsma, William, 7, 45, 164 Bowraan, calendario juliano, 343 calicóes, 150, 369,
Francis J., 63, 288 Boxer, C. R„ 65, 87-88, 382 calorías, 76, 361 (véase también
96, 219, 225, 231, 241, 254-255, 258, 266- alimentos)
267, 375, 382-383 calvinismo, 69-70, 73, 93, 96, 158, 173
Boyer, Richard, 217 Brabante, 70, 74, 277 (véase también cristianismo) Camamú, 227
(véase también Países Bajos, sur de los) Cambrai, 130 camelote, 125
Brading, D. A., 209, 242 Brandemburgo (- cameralismo (véase mercantilismo)
Prusia) (véase Pru- sia) camisards, 402 Campania, 19 Campbell, R.
Brasil, 23, 29, 71, 142, 203-204, 207, 218- H„ 110, 370 campesinos, 19-20, 4142, 44, 55,
219, 222, 225-227, 241, 243, 253-254, 256- 116- 124, 162, 172, 182-195, 197-198, 200-
258, 264-267, 377, 387 (véase también 202, 215, 268, 232, 251-252, 269, 277-280,
América, Iberoamérica) Braudel, Fernand, 5, 282-283, 287, 290, 293-297, 300-302, 307-
10, 12, 27-28, 38- 39, 201, 203, 255, 268, 309, 313-318, 321-322, 401403 (véanse
342, 366, 386 Braun, Rudolf, 319-320, 391 también agricultores; colonos; labradores)
brea, 138, 303, 305, 333, 335, 384 Breda, expropiación de, 123, 314
tratado de (1667), 107 Breen, T. H„ 230, 238 huida de, 192-193, 201, 314 propiedad de
Bregenzerwald, 19 Bremen-Verden, 293 (véase Suecia, propiedades)
Brenner, Robert, 122-123 Breslau, 327 Brest, revueltas de, 8, 41, 139, 173, 192, 199-
346 201, 203, 323, 327 ricos (véase agricultores,
Bretaña (véase Gran Bretaña) Bridgetown, yeoman) campesinos alodiales, 118-119, 295,
235 Bristol, 159 300, 401 (véase también agricultores, yeoman
Bromley, J. S., 346, 348, 401 Bromsebro, campo (por oposición a la ciudad), 22, 30, 40-
tratado de (1657), 310 bronce, 217, 284, 289 41, 119, 127, 169, 182, 191, 219, 251-252,
Brown, Vera Lee, 294, 350, 359 Bruchey, 269, 273, 275, 277, 279, 309, 317, 321
Stuart, 332, 335-336 Bruford, W. H., 326 Canadá, 138, 141, 203 , 240, 383 Canal de la
Brujas, 269, 275 Brulez, W„ 275 Mancha, 113 Cana! de Panamá, 352 Canal
bucaneros, 220 (véase también piratería) del Mediodía, 366 canales (véase transporte,
Buenos Aires, 222, 253, 264 Bulferetti, Luigi, canales) Cancilo, Orazio, 201 canteras, 367
36, 270, 276-277, 280 buque mercante (véase caña (véase azúcar) cáñamo, 19, 55, 57, 138,
marina) Burckhardt, Jacob, 158 Burdeos, 374 293, 303, 333- 334, 384 capataces, 117
Bürgin, Alfred, 276 burgos (véase ciudades) capital, 21, 26, 41, 44, 67-68, 75, 78, 83, 93,
burgueses [burghers], 61, 92, 97, 136, 201,
Indice analítico 495
117, 125, 131, 137, 148, 154, 174, 189, 211- 374, 377
212, 214-215, 226, 232-233, 236, 238, 243, Carstairs, A. M., 353, 355 Carsten, F. L., 31,
268, 280-281, 284, 286, 290, 293, 303-304, 79, 314-320, 322-323 Carswell, John, 159,
336, 353, 368, 372, 385, 392-393, 399, 404 395 Cartagena, 206
capitalismo, 6, 8-14, 25-26, 32, 36-38, 42- 46, Cárter, Alice C., 87, 107, 160, 349-350, 356,
49, 51, 62-64, 66, 69-70, 79, 83, 88, 90, 117, 359, 385, 391-394 cartista, 173 cartógrafos,
128, 130, 150-151, 161-162, 169, 178, 188- 91
189, 197, 204-205, 216, 279-280, 356, 372, Casa de la Moneda (véase Gran Bretaña,
376, 388-389, 393, 405 (véanse también Inglaterra, Casa de la Moneda)
agricultura, capitalista; burguesía; comercio; Castilla, 19, 28, 149, 201, 248, 250-253, 256,
compañías; dinero; economía-mundo; 261, 284, 304 Castillo, Alvaro, 80, 201-202,
industrias) 253 Catalina (de Braganza), 256 Cataluña,
agricultura capitalista (véase agricultura, 19, 251-253, 256, 259, 261-262, 267, 348
capitalista) capital mercantil, 8, 38, 44, 78, movimiento catalán, 261 rebelión de los
170, 232, 268, 270 catalanes, 182-183, 261
capitalismo cortesano, 399 empresarios, Cateau-Cambrésis, tratado de (1559), 98
34, 36, 49, 66-67, 70, 78, 106, 117-118, 128, caviar, 384
138, 165, 178-179, 189, 204, 216, 226, 232- cebada, 19, 62, 249, 364 cédulas, 214 Ceilán,
233, 236-237, 252-253, 268-270, 277, 279, 383
281, 285, 289, 291-292, 321, 327, 348, 359, célticas (áreas), 123, 404 centeno, 19, 249
363, 365, 370, 374, 383, 401 (véanse también centro (estados del), 12-13, 24, 35, 37, 44, 49,
burguesía; comerciantes; financieros; 51-52, 66, 85, 90, 102-103, 111, 114-115,
industriales; patri- ciado; plantadores 128, 131-133, 161, 170-171, 177- 179, 189,
monopolios, 63, 67, 70, 77, 168, 194- 196-197, 199, 209, 216, 218- 219, 221-222,
195, 214, 229, 279, 282-284, 290-293, 224, 231-233, 248, 255, 271, 293, 302-303,
303, 305 310, 313, 318, 324, 336-337, 367, 382, 388
transición del feudalismo, 6, 8, 12, 42-44 „
capitalismo mercantil (véase capitalismo, rivalidad entre centros, 103, 126, 128,
capital mercantil) capitalistas (véase 135, 250, 255, 337, 342-343, 349- 350, 353,
burguesía) terratenientes (véase agricultores, 383-384 cera, 384
capitalistas) cerámica de Delft, 277, 382 cercamiento
carbón, 74, 131, 138, 367 extracción, 205, [endosares] (véase agricultura, cercamiento)
367 vegetal, 139 Cardozo, Manoel, 258 Cerdeña, 325 cerdos (véase ganadería)
Carelia, 305 cereales, 17-20, 22, 29, 34, 54-56, 62, 68, 73,
cargadores de Indias, 255 Caribe, 13, 63, 71, 83, 87, 102, 111-112, 114-115, 119- 120,122,
84, 89, 96, 142, 155, 203, 217-219, 222-224, 124, 135-136, 180, 182, 184,
226-227, 232-235, 238-239, 241, 243, 253, 192, 194, 201, 209-210, 229, 232, 249,
255, 258, 260, 329, 332, 377-379, 383 Carlos 281, 292, 302, 305, 308-309, 312, 331,
I (de Inglaterra), 82, 104 Carlos II (de 362-363, 365-366, 373, 384 (véanse
España), 256, 261, 263, 356 también alforfón; alimentos; avena;
Carlos II (de Inglaterra), 107, 113 Carlos III cebada; centeno; mijo; pan; sorgo; trigo)
(de Austria), 274 Carlos V (de España), 43, escasez de (véase alimentos, escasez de)
51, 158, 323 Carlos VI (de Austria), 324-326 Cernovodeanu, Paul, 380 cerveza, 194, 229,
Carlos IX (de Suecia), 282, 290 Carlos X (de 363-364, 376 (véase también malta)
Suecia), 296, 310 Carlos XI (de Suecia), 297- Céspedes del Castillo, Guillermo, 242 ciclos
299, 302 Carlos XII (de Suecia), 299-300, económicos, 5-13, 25-28, 4546, 50, 73, 98,
302, 304-305, 326, 334, 351 Carlos Manuel II 167, 206 fase A, 5-7, 12, 25, 27, 34, 39, 43,
(de Saboya), 278 Carlowitz, tratado de 138, 144, 167, 169, 178-179, 187, 192-193,
(1699), 326 Carlsson, Sten, 295, 300 196, 204-205, 216, 225 , 231, 241, 252-
Carmagnani, Marcello, 210 Carmona, 253, 292, 294, 325, 336, 341, 366, 376,
Maurice, 281 carne, 184, 220, 277, 364, 371 387-389
(véanse también alimentos; ganadería) fase B, 5-7, 12, 17, 23-33, 35-36, 41, 43-46,
escasez de, 39 Carolinas, 329, 334 Carr, 53-54, 67-68, 71, 79, 103, 112, 119-120,
Raymond, 294 carrera, 218 (véase también 122-123, 126-129, 132, 135- 136, 142-
comercio, atlántico) 144, 152-154, 166-167, 178- 184, 189,
Carriére, Charles, 135, 138, 142, 144, 160, 192, 196, 198-208, 210-211, 215-217,
496 Immanuel Wallerstein
219-220, 225, 229, 247-248, 252, 254- 264-265, 267, 282, 290, 292, 327, 329- 337,
255, 268, 271-272, 274-276, 280-283, 344, 352-356, 359, 367, 370-371, 375-376,
297, 311, 318, 324, 336, 347, 350, 352, 378, 383, 393, 395 colonos, 65, 71, 140, 142-
358, 360, 362-363, 366, 373, 378, 386- 143, 151, 213, 221, 267, 333, 383-384
387 (véase también «crisis») productos coloniales, 58, 66, 84, 142, 329,
Cien Años, segunda guerra de los, 342, 385 335-336
ciencia aplicada (véase tecnología) Cipolla, colonias del Atlántico medio, 248, 330, 333
Cario M., 6, 8, 28, 275 circulación (véase colonos, 20, 301 (véanse también
dinero) ciudades, 29-30, 41, 56, 61, 69, 95, campesinos; labradores) colza, 17, 19
125, 127, 144, 158-159, 168, 170, 183-184, comandita [commenda], 281 Comenius, John
193-194, 199-200, 210, 213, 215, 251- 252, Amos, 92 comerciantes, 26, 32, 37, 61, 65-66,
269, 271-274, 277, 282, 286, 293- 294, 307- 68- 70, 73, 83, 120, 123, 131, 133, 160, 204,
308, 316, 320, 326, 329, 346, 375, 391 209, 216, 222-223, 231-235, 237- 238, 253,
civilizaciones, 12, 32, 37, 43, 90, 292 261, 268-269, 275, 281, 285, 292, 301, 309,
Clapham, sir John, 390 Clarendon, Lord 311, 324, 327, 329-331, 334, 344, 347, 351,
(Edward Hyde), 53, 84 354, 356-357, 375, 381, 385, 393,
Clark, G. N., 9-10, 53, 62, 91, 124, 260, 262, 399_(véanse también burguesía; comercio
343, 347, 349, 376 clases, 12, 14, 25, 42, 98, [mundial]) comercio (mundial), 13, 21, 24, 30,
158, 163, 165- 170, 199, 232, 235, 241, 260, 34, 40, 50-55, 60-75, 78-79, 82, 84-85, 87, 89,
279, 295, 309, 321-322, 344, 366 altas, 91-93, 102, 108-109, 116, 125-126, 131- 137,
dominantes, terratenientes, 25, 34, 40-42, 44- 139, 143-150, 162, 168, 173, 183- 184, 190-
45, 96, 166-167, 169, 173, 177, 195-196, 198- 191, 203-207, 209-210, 212, 216, 218-219,
222, 226-230, 232, 237-238, 250, 253, 255-
199, 213, 251, 261, 272, 300, 302, 321-322,
262, 265, 267-270, 276, 280, 282, 286, 292,
399-400, 403-404 (véanse también
308-309, 326, 329, 335, 343-344, 347-351,
aristocracia; Junquers; nobleza; señores) 356-357, 364-367, 373- 374, 376-378, 380-
bajas, obreras, 22, 38-40, 42, 44, 61- 62, 87- 381, 383-385, 398400 (véanse también
88, 95, 173, 199-200, 214-215, 240, 241 burguesía; comerciantes; economía-mundo)
(véanse también pobres; trabajadores) «administrativo», 65 Africa, 63, 257, 331,
lucha de, 98, 115, 157, 166, 194, 199, 203, 351, 382-383 árabe, 66-67
262, 403 arena externa, 116, 135, 142, 150-151, 219,
medias, manufactureras, mercantiles, 9-10, 305, 343, 373, 376, 382 arenque, 54
44, 87, 93, 95, 170, 240, 263, 370, 402 (véase artículos de lujo, 13, 64, 66, 69, 143, 149,
también burguesía; comerciantes; Estado, 181, 381
burocracia) clasicismo, 45 asiático (véase comercio, océano Indico)
clero (véase cristianismo, clero) Cléveris,
atlántico, 63, 69, 106, 140-141, 144, 183,
312, 317, 320
205, 209, 211, 217, 223, 254, 275, 331, 351,
clima, 18, 40, 111, 226, 228, 258, 283, 320,
383, 395 (véanse también carrera; comercio,
331, 345, 361
triangular) azúcar, 142, 219, 231, 377 báltico,
dosiers, 121, 185 (véase también agricultores,
33, 53, 56, 63, 65, 67-68, 72- 73, 76, 80, 87,
pequeños)
105, 132-136, 146, 181, 285, 297, 302, 334,
Coats, A. W., 129 Cobbett, William, 383
348, 351, 383, 387 caribe (véase comercio,
cobre, 23, 150, 155-156, 184, 283-286,
atlántico) cobre, 197, 283-284 compañías
289- 291
comerciales (véase compañías)
monedas de, 150, 155-156, 179, 284 (véase
China, 66-67, 382, 396 declinación del, 16,
también dinero, metálico; vellón)
258 distribución, 74, 76, 81, 105, 140, 273,
cochinilla, 125 Coen, Jan Pieterszoon, 63
293, 352, 384
Colbert, Jean Baptiste, 60, 110, 115, 124-125,
esclavos, 71, 141, 202, 219, 257, 264, 355,
130-131, 155-156, 160-164, 71, 257, 274,
374, 378-379, 382 especias, 64, 82, 142, 219,
277, 342, 345, 372, 374, 389, 395
381 ganado, 180, 183, 215, 217, 370-371
Colchester, 91 Colé,
grano, 17, 56, 185, 283, 293, 308, 364- 366,
W. A., 377
375 (véase también cereales) guerra
Coleman, D. C., 8, 50, 332, 361, 367 Colón,
comercial (véase guerra, aspectos
Cristóbal, 10 colonias, 27, 63, 65, 69-71, 140-
económicos de la) holandés, 52-53, 55-56,
141, 202, 209, 211, 216-219, 222, 228, 230,
65-69, 73, 75- 79, 91-92, 96, 105-106, 185,
233- 236, 241-242, 250, 253, 255-258, 262,
Indice analítico 497
262, 277, 282, 374 conciertos, 242 Condé, príncipe de, 99
ilegítimo (véase contrabando) interior, 351, Conseil du Roy, 115 (véase también Francia)
387 Constantini, Claudio, 270, 276-277
interregional, 115, 142-143, 190, 202, 253, construcción naval (véase industrias,
273, 294 construcción naval) constructores navales,
intraeuropeo, 189-190, 259-260, 297, 331, 75, 331, 375 contadini (véase campesinos)
381-382 contrabando, 108, 141, 209, 212, 219, 221-
Levante, 148, 381 (véase también comercio, 224, 231, 255-256, 264-265, 267, 272, 353,
mediterráneo) libre, 51, 66, 73, 84-85, 115, 357-358, 363, 380 contracción económica
261, 306, 341, 352, 376, 378 madera, 59 (véase ciclos económicos, fase B)
«madre del» (véase comercio, báltico) Contrarreforma, 104, 200, 322, 403 (véase
mar Blanco, 383 también Iglesia católica)
mediterráneo, 63, 68-69, 73, 87, 134- contrarremonstrantes (véase Gomar,
135, 366, 381 (véase también comercio, Fran?ois)
Levante) mercados nacionales, 253 Cook, Sherburne F., 211 Cooper, J. P., 89
metales preciosos, 103, 146, 386 Coornaert, E. L. J., 63, 66 Copenhague, 222,
monopolios, 84, 87, 216, 221-222, 267, 310 Coromandel, 148 Corona (véase Estado)
286, 304-305, 327, 332-335, 342, 351- corporaciones, multinacionales (véase
353, 355, 378-379, 384-386, 395 océano compañías) corregidores, 212-213 cortesanos
Indico, 63, 67, 133-134, 148- 149, 382- (véase aristocracia) Corvisier, André, 171
383, 396 cosacos, 201, 297 Costa de Oro, 226 costa
otomano (véase comercio, Levante) pieles, malagueña, 259 coste de la vida, 22, 234,
64, 383-384 plantación, 355 375, 377 Coster, Samuel, 94 Cotentin, 19
primacía comercial, 51-52 (véase también Cottrell, Fred, 342 Court, Antoine, 402
hegemonía) reexportación, 84, 140, 144, 230- Cracovia, 190, 194, 201 Craeybeckx, Jan,
231, 286, 371, 376 ruso, 147, 384 sal, 54, 331 268, 274 Craig, Gordon A., 320 Craven,
términos del, 13, 18, 26, 34, 50, 67, 134, Wesley Frank, 329 crédito (véase dinero,
153, 181, 187, 267, 302, 375 transcontinental, crédito) Creutz, conde Philip, 299 criollos,
253, 276, 297 triangular, 70, 143, 256, 331 209, 213, 220 «crisis», 5-6, 11-12, 14, 17, 20-
(véase también comercio, atlántico) vino, 22, 25-27, 33, 35-36, 40-42, 4546, 119, 152,
258, 267, 331, 387 volumen, 13, 54, 65, 364 189, 206, 231, 256-259, 272, 283, 286, 298-
Compagnie d'Ostende, 274 Compagnie 299, 307, 309, 347, 350, 353-354, 369, 387,
Frangaise du Nord, 380 Compañía Comercial 396, 398 (véase también ciclos económicos,
de Suecia, 286 Compañía de Alquitrán de fase B)
Estocol- mo, 334 Cristián IV (de Dinamarca), 310 cristianismo,
compañía de asiento, 355-356, 378-379 97, 200 (véanse también calvinismo; Iglesia
Compañía de China, 395 Compañía de católica; Medi-
Darién, 352 Compañía de Escocia, 351-352, terráneo, cristiano; protestantismo)
354 Compañía de Indias, 395-396 Compañía clero, 94-95, 136, 166, 172, 196, 301, 338,
de las Indias Orientales, 402
69- 70, 226, 395 nuevos cristianos (véase marranos)
Compañía de Occidente, 395 Compañía de cristianos nuevos (véase marranos) Cristina
Senegal, 395 Compañía del Mar del Sur, 264, (de Suecia), 285, 298 Cromwell, Oliver, 105-
356- 358, 379-380, 390, 396-397 Compañía 107, 220-221, 288, 329, 343, 350 Croot,
inglesa de las Indias Orientales (véase Gran Patricia, 122-123 Crosby, Alfred W., 211
Bretaña, Inglaterra, Compañía de las Indias Cross, Harry E., 209, 242 Crouzet, Frangois,
Orientales) 7, 133, 372 Cuba, 217 Cuenca, 250 cuero, 57,
Compañía Portuguesa de las Indias 143, 384
Orientales, 253 cultivos industriales (véase agricultura,
compañías, 36, 44, 63, 69-72, 77, 106, 131- cultivos industriales) cultivos comerciales
132, 134, 148, 154, 174, 189, 238, 279, 286, (véase agricultura, capitalista) cultura, 90-91,
298, 330-331, 355-356, 390 (véanse también 93, 251, 326, 405 Cullen, L. M., 370
por su nombre; sistema de patentes; títulos) Cunningham, W., 53, 82, 372-373 Curagao,
compañías privilegiadas [chartered] (véase 89, 220, 327 curar (salar), 52 curlandia, 270,
compañías) composición, 214 288 Curtin, Philip D., 141, 241
comunidad de la pequeña nobleza, 197-200
498 Immanuel Wallerstein
chalupnicy, 185-186 (véase también económica (véase ciclos económicos, fase B)
agricultores, pequeños) Deprez, P., 360 Dermigny, Louis, 106, 240
Chambers, J. D., 112, 363, 368 dérogation, 399
Chamillart, Michel de, 386 derrama, 213 (véase también Estado,
Chandler, David G., 304 charrue, finanzas)
121 Descartes, René, 11, 46, 92, 96 Deschamps,
Chaudhuri, K. N„ 134, 148-149 Chaunu, Hubert, 220, 223 Dessert, Daniel, 162
Huguette, 148, 253-254, 365 Chaunu, Pierre, destilerías, 233 , 364 (véase también bebidas
6, 10-11, 18-19, 27, 29, 35, 36-37, 70, 93-95, alcohólicas) destripadores, 53
101, 114-115, 205, 211, 218, 225, 253, 261, deuda pública (véase Estado, finanzas)
341, 383-384, 402 Devonshire, William Cavendish, duque de,
Checoslovaquia, 102, 181, 190, 192, 322 170
(véanse también Bohemia; Eslova- quia; De Vries, Jan, 25, 55, 62, 88, 106, 112, 127,
Moravia) 273, 277, 285, 364-365, 375 De Vries, Philip,
Cherepnin, L. V., 303 Cherry, George L., 376 106 De Witt, Jacob, 96, 310 De Witt, Johan,
Chesapeake, valle de, 228, 236, 329 86, 108 Deyon, Pierre, 57, 60, 62, 81, 84,
Chevalier, Frangois, 204-205, 213, 215, 224 103, 124-125, 131, 148, 153, 174, 325, 356,
Child, Josiah, 128-129 Chile, 184, 206, 210- 390, 395
211, 241 China, 134, 148, 369, 381 (véase De Zeeuw, J. W., 74 Dickerson, Oliver M.,
también Oriente) chinoiseries, 382 Chipre, 68 336 Dinamarca, 30, 91, 104, 184, 191-192,
Choiseul, Etienne-Frangois, duque de, 266, 197, 222, 293 , 296-297, 308-312, 318, 320,
344 333, 364, 378, 396 dinero, 22-23, 34, 36,
Christelow, Alien, 222, 256, 264-265, 359 4041, 67, 78, 81- 82, 88, 111, 121, 127, 147,
Christianopel, paz de (1645), 309 151, 153, 155, 161-162, 181, 189, 206-207,
210, 233, 256-257, 263-264, 267, 271, 280,
Dahlgren, Stellan, 295-296, 298, 300- 301 282-284, 286, 298, 309, 321, 323-324, 332,
Dales, J. H., 148 347, 352, 379, 386-387, 391-395 (véanse
Danby, conde de (Thomas Osborne Leeds), también banca; cobre, monedas de;
170 financieros; metales preciosos; oro; plata;
Danzig, 26, 28, 81, 135, 138, 181, 183, 197, vellón) atesoramiento, 146, 155, 189 centros
288, 294 financieros, 79, 117, 129, 238, 248, 252, 267,
Darby, H. C., 112, 137, 310, 313, 359 Darién, 280, 393 crédito, 23, 34, 51, 79, 81, 111, 117,
istmo de, 353 Da Silva, José Gentil, 201, 249, 145, 155, 237, 268, 270, 281, 291, 389-390,
281 Davies, C. S. L., 173 Davis, Ralph, 6, 26, 396-397
55, 66, 68, 106, 132, 134, 140, 143, 206-207, devaluación, 72, 284, 385-386, 389
214, 217, 220, 224-225, 239, 370-371 Deane, economía monetaria, 97-98, 129, 178, 216,
Phyllis, 377 Debien, Gabriel, 239 Debolecki, 243
fray Wojciech, 199 De Brouchaven, Jean, estabilidad, 79, 179, 181, 395 interés (tipos
274 decadencia, siglo de la, 249 «decadencia de), 82, 118, 154, 387, 280-394
anterior», escuela de la, 30 letras de cambio, 80-81, 146-147, 149-
De Castro, Antonio Barros, 162 Declaración 150, 236
de Derechos (1689), 343 De Dezert, G., 248 mercado monetario (véase dinero, centros
deflación (véase precios, descenso de los) financieros) metálico, 80-82, 146, 385-
Defoe, Daniel, 63 , 354 De Geer, Louis, 285, 387, 394-395 (véanse también cobre,
289-290 Dehio, Ludwig, 141, 359 Delamarre, monedas de; metales, preciosos; oro; plata;
Mariel Jean Brunhes, 121 Delumeau, Jean, vellón)
132, 161, 256 De Maddalena, Aldo, 19-20, moneda de cambio (véase banca)
27, 54, 161, 276 moneda de cuenta, 22-23, 385-386, 397
democracia, 401 demografía (véase papel, 34, 386, 388, 395 subida de
población) las monedas, 179 diplomacia, 298,
De Moneada, Sancho, 218 Dendermonde, 381, 385 Dispositionshandel, 275
356 D’Enghein, Duke, 73 depecoración Dobb, Maurice H., 9, 40 dobla, 214
(véase carne, escasez de) Dobyns, Henry F., 211 Domínguez Ortiz,
depredación ecológica (véase condiciones del Antonio, 263 dominio señorial, 42, 300-301,
suelo) depresión de 1622, 103, 205 depresión 309-315 Donnan, Elizabeth, 379 Dordrecht,
Indice analítico 499
sínodo de, 93, 286 Dorn, Walter L., 319
Dorwart, Reinhold A., 319, 324 Dover, 104
Downing, sir George, 53, 84, 108, 163 Drake,
sir Francis, 153 Dresde, 199
Drobna szlachta, 198 (véase también
nobleza, pequeña)
Droit de seigneurage (véase Estado,
finanzas)
Duby, Georges, 17 Duckham,
Barón F., 128 Duero, 259
Dunbar, 53
Duncan, T. Bentley, 64, 258 Dunn, Richard
S., 224, 226-228, 233, 240-241, 379
Dunsdorfs, Edgars, 72, 186, 294 Dupáquier,
J., 119-122 Dupuy, Alex, 241 Durand, Yves,
389 Durie, Alastair J., 370, 372 Dworzaczek,
Wlodzimierz, 186
Eagly, Robert V., 307 East, W. G., 367
Eastíand Company, 72, 136, 334 economía
cerrada (véase mercantilismo)
economía de montaña, 277 economía-mundo,
12-14, 25, 29, 32, 34- 39, 43, 45-46, 49-51, 62,
64, 66-67, 71- 72, 75, 78-79, 89, 93, 98, 102,
112, 114, 124, 126, 133, 136-137, 139, 143,
150- 152, 155-158, 165, 169-170, 177-180,
185, 189, 192-193, 195-196, 203-204, 208,
211, 216, 218, 234. 243, 248, 252, 256, 259,
263, 267, 271, 276, 283, 289, 292, 303, 305,
307, 322-323, 325, 329, 333, 335, 347, 350,
363, 366-367, 373, 376-377, 381, 383, 393,
398, 405 (véanse también capitalismo; centro;
pagos,
500 Immanuel Wallerstein
sistema de; periferia; semiperife- ria; rebeliones de esclavos, 227, 240-241
trabajo, división del) economía nacional Escocia (véase Gran Bretaña, Escocia)
(véase comercio, mercados nacionales) escuela continental (o militar), 343- 344, 347
economía planificada, 8 economía señorial, 8 escuela marítima, 343-344, 347 Eslovaquia,
economía tropical, 332, 343 Ecuador, 242 182, 190 (véase también Checoslovaquia)
Edad Media, 9, 17, 21, 25, 27, 37, 39, 67, 145- España, 19, 27-29, 32-33, 42, 57, 62-63, 68,
146, 168, 204, 225, 231, 268, 282, 287 71-72, 85, 89, 96, 102, 104, 125, 134, 139,
Edel, Matthew, 226 Edicto de Nantes, 172, 147-148, 152, 179, 196, 201-202, 204, 212-
253 revocación del, 141, 172, 347, 391, 402 213, 216-218, 220-224, 228, 232, 235, 248-
Edimburgo, 351, 355 Eduardo I (de 257, 259, 261-265, 274, 281, 284-285, 293,
Inglaterra), 106 educación, 92, 403 Egipto, 298, 302, 307, 326-327, 343-344, 353, 355-
68 Ehrman, John, 346 ejército, 89, 109, 158, 357, 359, 366, 374, 376-381, 387, 392, 404
160, 195-196, 208, 220, 226, 248-249, 274, (véase también península Ibérica)
282, 287-293, 296, 298, 301-302, 304-306, Borbones españoles (véase Borbo- nes,
310-311, 317- 324, 326, 328, 333, 342-347, españoles)
352, 375, 384, 387-388, 400, 404 (véase guerra de Sucesión española, 259- 263,
también armamento; marina) avituallamiento, 275, 304, 307, 325, 334, 348-350, 379
321 contratistas, 109, 208 (véase también Países Bajos españoles (véase Países
comerciantes) grados, 345 Bajos, sur de los) sur de, 202
mercenarios, 35, 79, 130, 270, 276, 287, Española, La, 217, 220, 241 especias, 63, 67,
312, 386 privados, 270, 287 70, 149, 150, 381 (véase también pimienta)
ejércitos mercenarios (véase ejército, Especias, islas de las, 64 especuladores,
mercenarios) especulación, 62-63, 66, 181, 204, 389, 395,
Elba, 276 399 espina dorsal de Europa, 155, 248, 267,
Elba, este del (véase Alemania, este de) 271, 277, 280 Esquemelin, John, 127 Estado,
Elbeuf, 130 Elblag, 9, 13, 27, 34, 37, 43-45, 50-52, 60, 85-87, 90,
186 El Dorado, 228 93-94, 97-98, 105-106, 130- 131, 143, 150,
Elmina, 71 Elliott, C. 154, 156-157, 159, 161- 164, 167, 169, 172-
M„ 365 173, 196-197, 199-200, 208-209, 247, 251,
Elliott, J. H., 36, 249-254, 256, 261-262, 284 254-255, 260, 265, 274, 276, 278, 300, 311-
Emmanuel, Arghiri, 129 Emmenthal, 19 313, 318-319, 321-323, 328, 342, 344, 346-
Emmer, Pieter C., 71 empleo, 21-22, 77, 92, 347, 359, 365, 368, 386, 388-390, 394, 397-
118, 126, 128, 137, 177, 221, 272, 276, 360, 398, 400-403
369, 376, 393 (véase también trabajadores) absolutismo, 44-45, 94, 141, 158, 164-
empresarios (véase capitalismo, empresarios) 165, 168, 172-173, 263 , 278, 298 , 305,
encomienda, 214 enciclopedistas, 404 308, 311-312, 317, 323, 401 aduanas
Endelman, Todd M., 106 enfiteutas, 118, 173 (aranceles) (véase mercantilismo)
engagés (véase obreros, contratados) Engels, aparato del (véase Estado, burocracia)
Friedrich, 9, 38, 43 Enghein, duque de, 73 aristocrático, 36
Enjalbert,. Henry, 366 Enrique IV (de bancos del (véase banca, estatal)
Francia), 160 Eon, Caballero de, 131 «bandidaje de», 400 burocracia, 13, 44,
epidemias, 57, 68, 101, 179, 202, 212, 241, 50-51, 122, 157- 158, 164-166, 172, 197,
259, 310, 345, 360, 363 episcopalianos, 354 212, 215, 218, 247, 253, 270-271, 292,
(véase también protestantismo) época 294, 296, 298, 300-302, 305, 311, 317,
carolingia, 17, 204 «era de la ginebra», 363- 319-323 , 327, 345, 390, 395, 398, 404
364 Era de la Libertad, 306 Erfurt, 19 (véase también arrendamiento de
Ericeira, conde de, 257-258 Erik XIV (de impuestos)
Suecia), 282 Erale, Lord, 362 Escalda (rio), venta de cargos, 117, 130, 196, 209, 270,
73-74, 96, 274 Escandinavia (véase Báltico 288, 321 «capitalista», 11, 43, 83 feudal,
[región]) 9, 165, 169 finanzas, 41, 74, 78, 104, 118-
Escania, 293, 295, 303, 310, 318 esclavitud, 122, 124-127, 142-143, 145, 156-164,
70, 128-129, 140, 201, 214, 225, 227, 232, 168, 189, 195-197, 203, 208-209, 212-
235, 237, 239-243, 262, 296, 331, 343, 355, 213, 216, 230-231, 248-252, 254, 260-
357, 372, 378 (véase también trabajo 261, 264-265, 280-285, 287-289, 294-306,
obligado) comercio de esclavos (véase 309-312, 314, 317-324, 329-330, 343,
comercio, de esclavos) manumisión, 243
Indice analítico 501
346-347, 370, 375, 386-397, 399-403 210, 212, 223, 242, 342, 361, 363, 366, 390,
fuerza del, 13, 35, 44-45, 51, 102, 155- 399 Exeter, 28
158, 161-165, 170-171, 196-198, 260, 263 expansión (véase agricultura, expansión de
, 282-283 , 294, 301-303 , 306-308, 315- las áreas cultivadas; ciclos económicos, fase
318, 375, 388-389, 398-404 liberalismo, A; población, expansión de la) explotación,
85, 90-91, 94, 97, 127, 158, 195, 341, 375, 40, 233, 271, 278, 336 extracción de
388 monarquía universal, 44 (véase minerales (véase industrias, extracción de
también imperio mundial) monopolios, minerales)
282, 284, 396
sistema interestatal, 98, 247, 313, 323 Faber, J. A., 57, 60, 72, 125, 184
estado del suelo, 55, 101, 115, 182-183, 202, fabricantes de instrumentos, 91
208, 224-226, 228-229, 249, 279, 287, 309, Falmouth, 231 Falún, 284
320 familia, 37, 42, 118, 122, 166, 268, 272, 280,
Estados Generales (véase Países Bajos, 285, 298, 316 Fanfani, Amintore, 40 Farnell,
Estados Generales) J. E., 106 Farnie, D. A., 107, 223, 228, 241,
Estados Unidos de América, 51, 394 estancia, 332 Fayle, C. Ernest, 344, 358 Febvre,
204, 214 Lucien, 162 Federico I (de Prusia), 306, 321
estatúder, 86-87, 95, 103 (véase también Federico II (de Prusia), el Grande, 326
Países Bajos, norte de los) Estocolmo, 11, Federico Guillermo (de Brandembur- go) (el
138, 282, 291, 295, 297 tratado de (1719), Gran Elector), 278, 288, 317- 322, 327
Fedorowicz., Jan K., 302 Fehrbellin, batalla
326 Estonia, 182, 293, 298-299, 305
de (1675), 298 Felipe II (de España), 248,
Estrasburgo, 39, 348 estratificación, modos
254 Felipe III (de España), 96, 209, 284
de, ¿2, 86-87, 92, 95-96, 165-173, 180, 195, Felipe V (de España), 262-263, 274 Fenton,
197-200, 239-241, 336, 401-402, 404 Alexander, 114 féodalité, 403 (véase también
estructura social, 14, 35, 40, 43, 252, 278, clases, bajas)
345 fermages, fermiers (véase agricultores,
Estuardo, 168, 329-330, 346, 390, 400 (véase arrendatarios)
también Gran Bretaña) ética protestante, 78 Ferme Générale des Impóts, 396 (véase
Europa, 5, 8, 10, 12-13, 17-19, 22-25, 27, 31- también Estado, finanzas) jermes-unies, 403
33, 35, 37-39, 41-43, 46, 52-53, 55, 57, 62-67, fermiers-généraux, 120, 390 Fernández de
70, 74-75, 77, 82, 89-90, 93-94, 98, 101, 111, Pinedo, Emiliano, 251, 259
125, 133, 139, 142-143, 148-152, 155, 159, fertilizantes (véase agricultura, fertilizantes)
167, 169, 182, 184, 196, 208, 211, 214-215, feudalismo, 6, 9, 11-12, 33, 35, 37-38, 4044,
217-218, 222, 226-227, 229, 234-235, 241- 116, 129, 165, 168, 174, 185, 203- 205 ,
242, 248, 250, 255, 258, 260, 262, 265, 268, 283 , 287, 295-298, 314-316, 321, 369, 401
271, 274, 277, 282-283, 287, 289, 291, 297, crisis del, 25, 35, 4045, 203-204
299, 302, 308, 316, 320-321, 325, 329, 331, deudas feudales, 386 Field, Peter, 9
341, 344-345 , 359-360, 362, 365, 377, 381- Filipinas, 148, 205, 211
383, 386-387, 394, 398-399, 401 (véase financieros, 51-52, 67, 93, 170, 291-292, 323,
también Mediterráneo [región]) 389-391, 396, 399400 (véase también
central, 19, 28-29, 98, 179, 199, 270, 280, banqueros; dinero; traitants) Finer, Samuel
285, 290, 297, 313, 325-326 expansión de, E., 109, 159, 320, 345 Finlandia, 138, 290,
102, 200, 325 meridional, 17, 29, 57, 102, 293, 295-299, 303 firmas (véase compañías)
183, 201, 203, 219, 232, 331 Fischer, Wolfram, 110 Fisher, F. J„ 114, 143
noroeste de, 49, 67, 69, 182, 218, 256, Fisher, H. E. S„ 265, 364, 380 Fiume, 326
267, 289 fjardepartsráfsten, 296 Flandes, 21, 56, 61,
norte de, 19, 29-30, 49, 57, 69, 133, 137, 102, 104, 113, 248, 274, 277, 280, 286, 290,
227, 289, 333 298, 348, 357, 370, 377, 382 (véase también
occidental, 17-18, 41-42, 120, 143, 150, Países Bajos, sur de los)
184, 191, 297, 303, 324, 360, 381, 384 Fleming, Klas, 299
oriental, 13, 17, 19, 25, 28, 42, 114, 133, 180, Fleury, André Hercule, cardenal, 306
182, 184-186, 190, 193, 195, 197, 199-201, Flinn, M. W., 140, 360, 396
203, 209, 211, 214, 219, 232, 280-282, 289, Flint, John, 291
293, 297, 303, 305, 308, 312-313, 315-316, Florencia, 272
327 Evely, John, 137 Everitt, Alan, 116 Florescano, Enrique, 210
excedente, 13, 4142, 44, 53, 192, 194, 205, flotas corsarias (véase piratería)
502 Immanuel Wallerstein
flotillas (véase marina)
Floyd, Troy S., 223 folwark, 185
Fontainebleau, 402 Forbes, R. J., 225 Ford,
Franklin L., 401 forraje (véase agricultura,
forraje) Fort Albany, 348 Fouquet, Nicolás,
131 fralsebonder, 295, 300 (véase también
campesinos)
Francia, 23, 28-30, 33, 42, 45, 52, 55, 63, 66,
68, 70-71, 82, 84, 86, 88-92, 97- 98, 101, 103-
104, 108-112, 114-132, 134- 135, 137-145,
151, 154-156, 159-163, 165- 167, 170-172,
174, 190, 195-196, 204, 218-220, 222-224,
227, 229-230, 232-237, 250, 252, 255-265,
267, 270, 273-277, 279, 286, 288, 292, 297-
299, 304, 307- 309, 317, 319, 321-322, 324-
326, 330, 333, 336, 342-344 , 346, 348-349,
351, 353, 356-361, 365-366, 369, 372-377,
380- 382, 386-392, 394-405 Canadá francés
(véase Canadá) Cinco Grandes Fermes, 111,
144, 164, 373-374
manufactures royales, 130, 162 norte de,
49, 55, 115, 120-124, 190, 195, 361
oeste de, 49, 102, 117, 374-375, 403
oriental, 102, 120
revolución francesa, 10, 97, 166, 287, 372,
389, 397, 404

I
Indice analítico 503
sur de, 114, 121, 190, 249, 366, 375 69, 88, 93-95
sureste de, 361 Tercer Estado, 402 tesoro, Gorlitz, Walter, 315 gorros (partido político),
386 306-307 Goslinga, Cornelis Ch., 70, 84
Franco Condado, 139, 276 Francis, A. D., Goteburgo, 285, 291, 297 Goubert, Pierre, 79,
258-259, 266-267 Frank, Andre Gunder, 205, 108-112, 117-118, 124, 127, 131, 163, 171,
207, 214, 332 341-342, 356, 360-361, 385
Franken, M. A. M., 69, 89, 96, 104, 108, 115, Gould, J. D., 103, 180, 362-363, 368
132 Frankfort, 57, 273 Fréche, Georges, 366 Goyhenetche, Manex, 171 grabadores, 91
Freudenberger, Hermann, 328 Friedrichs, Graham, Gerald S., 345 Gran Bretaña, 11, 49,
Christopher R., 268, 270 Frisia, 52, 55, 86, 51, 66, 104, 131, 142-144, 233, 332, 335, 355
277 Fronda, 127, 161, 166, 168, 171-172, 322 , 357-360, 362, 364-365 , 370, 376-377, 398 ,
Fronteira, marqués de, 57 fronwirtschaft, 313 403 ley de primas al trigo, 362 (véase
(véase también feudalismo) fruta, 331, 361 también primas)
Fúcar, 10 fueros, 263 Escocia, 21, 53, 71, 92, 107, 111, 114,
Fullard, Harold, 310, 313 Funchaí, 258 128-129, 170, 234-235, 237, 267, 282,
Furniss, Edgar S., 61, 126, 128 Furtado, 333, 350-355, 369-371, 378 Asamblea,
Celso, 226 351
Consejo de administración para las
pesquerías y manufacturas, 355
Gaastra, F., 66 Galenson, David, 240 Highlands, 170 Ley de seguridad, 354
ganadería, 18, 55, 111, 112, 114, 116, 182, Ley para una compañía de comercio con
210, 220, 249, 278, 362, 364 (véanse también Africa y las Indias, 351
agricultura, pastos; ganado; carne; productos
lácteos) ganado, 113, 180, 182-184, 191, 211,
217, 219-220, 224, 308-309, 312, 354, 364,
366, 370-371 (véase también ganadería)
ganancias, 25-26, 36, 50, 55, 57, 63-67,
70- 71, 77-78, 88, 93, 96-97, 119, 122-
123, 134, 150, 156, 161, 177-178, 181, 189-
190, 193-196, 204-208, 210-214, 216-217,
223-228, 233, 235, 238, 247, 255, 259, 264-
268 , 271, 274, 279-280, 283, 293, 303, 308-
309, 356, 361-363, 367, 378-380, 383, 386,
391 Gante, 268
gañanes, 214 (véase también peonaje por
deudas) garantías, 389 Garman, Douglas, 9
Gascuña, 226 Geijer, Eric Gustav, 290
Génova, 79-80, 270, 277 gentry, 118, 136,
165-166, 170, 173, 182,
197-200, 343, 397, 399, 401, 403 (véase
también agricultores, capitalistas)
George, Dorothy, 126 Geremek, Bronislaw,
28 Geyl, Pieter, 50, 94, 96, 101, 106
Gierowski, Józef, 186 Giesey, Ralph E., 118
Gieysztorowa, Irena, 184 Gilbert, sir
Humphrey, 221 Gilboy, Elizabeth Waterman,
363 ginebra, 194, 363-364 Ginebra, 277, 391,
396, 402 Giotto, 10 Giralt, E., 202
Glamann, Kristof, 17-18, 22, 56-57, 63- 64,
66, 77-78, 80, 83, 91, 125, 134, 147, 159,
183, 223, 281, 284-286, 289, 309, 382-383
Glenday, Daniel G., 383
Gloucestershire, 229 Gniezno,
185 Gobelinos, 99, 129
Godinho, Vitorino Magalháes, 213, 254, 257-
259, 264-265 Gomar, Frangois (gomaristas),
504 Immcmuel Wallerstein
Lowlands, 170 185, 191, 193, 195, 198, 200, 219, 226, 228,
Gales, 111 252, 255, 260-261, 263- 265, 287, 296, 298,
Inglaterra, 9, 27-30, 39, 42, 45, 52-53, 55- 300, 302, 304-305, 309-310, 317, 320, 323,
59, 61-63, 66, 68, 70-73, 75, 78, 82- 86, 89- 343-344, 349-350, 353-359, 366-368, 376,
91, 97-98, 102-127, 129-132, 134-145, 149- 378-379, 382, 385- 386, 390, 392, 394, 398,
150, 154-156, 158-170, 172-174, 183, 194, 400 (véase también armamento) aspectos
196, 204, 217, 220- 224, 227-237, 239, 250, económicos de la, 32, 105, 109, 159, 219, 231,
254-260, 262, 264-267, 270, 272, 274, 280, 250, 255, 287-288, 320-321, 344
292, 297, 302-303, 307, 309, 319, 324, 326- civil; 8, 87, 104, 172, 200, 226, 322, 329,
336, 342-363, 366-385 , 387-404 Banco de 404 (véase también Gran Bretaña, Inglaterra,
Inglaterra, 386, 390-393, 396-397, 400 guerra civil) entre barones, 35 fría, 104
Carta de 1672, 342 Casa de la Moneda, 104 guerre de course, 347 guerre d'escadre,
(véase también acuñaciones) 347 naval, 59, 137, 231 tácticas militares, 208
Casa de Orange, 404 Commonwealth, guerra de independencia holandesa (véase
105 Compañía de las Indias Orientales, 106, Países Bajos, revolución) «guerra
133-134, 351, 366, 382, 390, 400 desastrosa», escuela de la, 30
Consejo privado, 351 deuda nacional, guerra polaca de 1655, 296, 302 guerras
390 guerra civil, 9, 45, 63, 97, 342, 372 Junta anglo-francesas, 258, 342-344, 352-353, 385-
de Comercio, 351 Junta de Comercio y 386, 399 guerras anglo-holandesas, 70, 98,
Plantaciones, 333-334, 376 107- 109, 137-138
Ley sobre extranjeros de 1705, 386 Guillermo II (de Orange), 33, 84, 343, 346
Leyes de Navegación, 61, 103-105, 107, Guillermo III (de Inglaterra, Escocia e
124, 131-132, 141, 161, 234, 258, 308, Irlanda), 160, 343, 348 Guinea, golfo de, 257
329-330, 334, 371, 376- 377 Gulvin, G., 370
Parlamento Largo, 104 Revolución Gustavo Adolfo (de Suecia), 283-288, 290,
Gloriosa, 132,166, 169, 199, 221, 224, 293-294, 297
306, 319, 330, 342- 346, 352, 354, 371 Gustavo Vasa (de Suecia), 282-283, 289
Unión de las Coronas (de 1603), 350 Guthrie, Chester L., 215 Gutswirtschaft,
Unión de los Parlamentos (de 1707), gutsherrschaft, 186, 279, 309, 313-314
350-351, 355, 370 Gran Elector (véase
Federico Guillermo I) Haarlem, 3, 273, 277 Habakkuk, H. John,
gran guerra del Norte, 293, 300, 304- 305, 103, 112, 118-120, 166, 399
Habsburgos (véase imperio, Habs- burgo)
307 hacienda, 203-205, 210-211, 213-216, 220,
«gran quiebra», 397 «gran 224-225 (véase también propiedades)
receso» (de 1653), 317 granjas
Haití (véase Española, La)
(véase agricultura)
Hakluyt, Richard, 221
Cinco Grandes (véase Francia, Cinco
Grandes Fermes) grano (véase cereales) Halberstadt, 312
Grampp, W. D., 103 Gramsci, Haley, K. H. D., 87, 93, 96-97, 107
Antonio, 157 Granger, C. W. J., Hall, A. Rupert, 109
365 Grantham, G., 79 Hall, Douglas, 243
grasa, 53 Halland, 293, 295, 310
Grassby, R. B., 175, 399 Hallwil, 19
Gray, Stanley, 229 Hamann, Manfred, 314 _ hambres (véase
greda (véase agricultura, fertilizantes) alimentos, escasez de)
Groninga, 55, 86 Grotius, Hugo, 84, 97 Hamburgo, 253, 267, 285-286, 325-327, 353,
Grundwirtschaft, grundherrschaft, 279, 309, 385, 391, 396
313-314 Hamilton, Earl J., 208, 249, 263, 265, 397-
grupos étnicos, 197, 198, 200, 323 grupos 398
sociales, 95, 211, 321 Gruyeres, 19 Grycz, Hamilton, Henry, 351, 370 Hannóver, 200,
Marian, 190 Guadalquivir, 218 guardacostas, 358 hanseáticos, 68, 282 Hansen, Marcus
380 Guatemala, 242 Güeldres, 85 Guérard, Lee, 333 Hansen, S. A., 311
Nicolás, 15 gremios, 57, 60, 127, 268-269, haricotier, 122 (véase también agricultores,
272, 277, 282, 354 pequeños) harina, 266, 365
guerra, 5, 19, 30-35, 45, 60, 89, 96, 106- 110, Haring, Clarence Henry, 220, 223, 380
126, 136-138, 154, 161, 168, 171, 179, 184- haringbuis (véase buss)
Indice analítico 505
Harrington, James, 166 Harnisch, Helmut, 280, 284-286, 290, 297, 310-311, 326-327,
315 Harper, Lawrence A., 105, 132, 161, 345-346, 351, 365, 373- 374, 376-378, 381,
335-336 391-92, 395 (véase también Países Bajos,
Harris, R. W., 354 Harsin, Paul, 389, 394-397 norte de los)
Harte, N. B„ 369-370, 372 Hartwell, Richard Estados de, 86
M., 362 Harz, 19 «holanderías», 91 (véase también pól-
Haskell, Francis, 278 Hasquin, Hervé, 274 deres)
Hassinger, Herbert, 326 Hastings, Warren, 10 Holderness, B. A., 361-363 Home
Hatfield Chase, 82 Hatton, Ragnhild M„ 295, Counties, 49 Homer, Sidney, 79-82
299 , 303, Honduras, golfo de, 223 Hoorn, 52
305- 306 Horn, Arvid, conde, 306 Horn, David
Handricourt, André G., 121 Hauser, Henri, Bayne, 109, 306, 385 hornos de cal,
249 Hausler, 20 (véase también agricultores, 367 Horsefield, J. Keith, 392 Hoskins,
pequeños) W. G„ 114 Houtman, Cornelius de, 63
Hazard, Paul, 60, 376, 405 Haya, La, 62, 356 Hovde, B. J„ 307 Howard, Michael,
concierto de, 310 tratado de (1795), 74 316 Hroch, Miroslav, 32, 147, 327
Heckscher, Eli F., 77, 85, 129, 139, 145-147, Huancavelica, 212 Hubert, Eugéne, 74
164, 284, 292, 298, 342, 369, 372 Hudson Bay Company, 348 huelgas,
Heeren Zeventien, De, 63, 65, 67 (véase 128
también Compañía alemana de las Indias Huetz de Lemps, Christian, 374 Hufton, O.
Orientales) Heerengracht, 62 (véase también H„ 361
transporte, canales) hegemonía, 51, 84-85, hugonotes, 61, 92, 102, 104, 141, 172, 270,
87, 90, 92, 95, 97-98, 104-105, 128, 151, 306, 320, 347, 391, 402, 404 internacional,
154-155, 157, 270, 306, 375, 377, 393 391 humanismo, 32, 46, 94 humus (véase
española, 104 agricultura, fertilizantes)
francesa, 97-98, 102, 104, 261-262 Hungría, 180, 182-184, 190-191, 194-198,
holandesa, 68, 70-71, 79, 83-85, 87, 89-90, 201, 285, 302, 315, 322-323,-325
94, 96-98, 101, 270, 287, 293, 336, 342, 359, Hutchinson, E. P., 103 Hymer, Stephen, 60
375, 383, 385 inglesa, 98, 371 Heitz,
Gerhard, 314 Helmer, Marie, 255 Helleiner, Ij (río), 74
Karl F., 61, 360 Henry, Louis, 360 heno, 84 Iglesia católica, 9, 88, 94-96, 141, 172, 200,
263, 283, 322, 352, 400 (véase también
herencia, 41, 118 Herlihy, David, 41 Hervé, contrarreforma; cristianismo)
19 Hessler, C. A., 298 hierba pastel, 19 Ilustración, 7, 92 Imbert, Gastón, 8, 111
hierro, 137-140, 191, 217, 271, 283-284, 289- Imbert, Jean, 372, 398 Imhof, Arthur E., 312
292, 301, 303, 306-308, 333-334, 362, 367- inmigración (véase migración) imperio, 66,
368, 384 Hildebrand, Bruno, 38 Hildebrand, 209, 254, 260 Austrias, 263, 276, 313, 356
Karl-Gustaf, 282, 307 Hildner, Ernest, G., Jr., Habsburgo, 101, 192, 196-197, 201, 262, 284,
380 Hilton, R. H„ 40 Hill, B. W„ 371, 396 313, 315, 318, 322, 325, 328 mogol, 134
Hill, Charles E„ 105, 127, 168, 309 Hill, mundial, 51, 61, 89, 248, 305 (véase
Christopher, 8-9, 109, 158, 171, 173, 342- también Estado, monarquía universal)
343, 361 otomano, 13 , 67, 125, 135, 147, 202, 304,
Hinton, R. W. K., 72, 103-108, 125, 136, 147, 323, 325, 381, 386 (véase también
161 Balcanes, turcos)
Hintze, Otto, 313, 319 Sacro Imperio Romano, 276 Imperio
Hitler, Adolph, 352 mogol (véase imperio, mogol)
Hobbes, Thomas, 46 imperio mundial (véase imperio, mundial)
Hobsbawm, E. J„ 6, 10, 21, 27, 37, 160 Imperio otomano (véase imperio, otomano)
Hoffenden, Philip S., 376 Hoffmann, Alfred, impresores, 60, 91
279 hógadel, 298 (véase también nobleza,
impuestos (véase Estado, finanzas) Incas, 151
alta)
hogares, 273, 288 Hogarth, William, 312 incorporación (véase economía-mundo)
Hohenzollern, 313, 316, 320, 322, 324- 325 indelningsverket, 301, 304 (véase
Holanda, 28-29, 33, 36, 49, 51-58, 61-63, 68, también Estado, finanzas)
87, 90, 92-94, 97, 101, 106-109, 111- 112, India, 63, 134, 147-148, 274, 343, 369, 383,
124-125, 128, 132, 134-135, 142, 148-149, 387 Indias
151, 154-155, 183, 255, 262, 273-274, 277, Occidentales (véase Caribe) Orientales,
506 Immanuel Wallerstein
63-65, 67, 69-70, 75, 84, 96, 104, 107, 133- Italia, 19, 28, 40, 68, 134-135, 203, 252, 262-
134, 148-151, 205, 218, 237, 341, 357, 387 263, 270, 272-273, 278, 356 norte de, 30, 42,
Indias Orientales (véase Indias, Orientales) 68, 102, 113, 142, 267, 270, 272-273, 275-
Indico, océano (área), 29, 64, 66, 69, 383 276, 278, 280- 281, 290, 396 sur de, 202-203,
indias (si se refiere al hemisferio occidental) 232
(véase amerindios) Indonesia, 63, 327, 383
jacobitas, 170, 352-354 Jacobo I (de
industria urbana (véase industrias, urbana)
Inglaterra), 58, 103, 138 Jacobo II (de
industriales, 259 (véase también capitalismo,
Inglaterra), 92, 342-343, 352
empresarios) industrialización, 11, 39, 129- Jacobo VII (de Escocia), 352 Jacobo
130, 139- 140, 273, 287, 307, 316-317, 325- Francisco Eduardo, caballero de San Jorge
328, 356, 399 industrias, 13, 17, 21-22, 24, (véase Jacobo VII) Jacquart, Jean, 7, 18-20,
37-38, 53- 60, 62, 68, 123, 127, 129-130, 111, 115, 119, 112-113, 127, 161, 173, 360-
162, 165, 168, 173, 194, 242, 250, 257, 264, 361, 386, 390, 395
267- 268, 271-272, 277-278, 280-282, 287, Jamaica, 217, 220, 222-223, 226-228, 235,
289, 291, 301, 318, 342, 363, 366, 368, 370- 238, 242, 264, 378-380 Jámtland, 293
374, 391-393 cobre, 284-286, 288-289 Jansen, H. P. H., 52, 57, 115 Jansen, J. C. G.
construcción naval, 21, 37, 54, 59, 62, 65-66, M., 365 jansenistas, 92, 172 Japón, 148-149,
75-76, 82, 84, 125, 137-138, 161, 250, 299, 184, 285-286, 387 Java, 383
303, 329, 331, 334-336, 347, 368, 376 Jeannin, Pierre, 26 , 62, 93-94, 143, 182, 274,
depresión (véase ciclos económicos, fase 278, 289, 294, 298, 364, 384 Jensch, Georg,
B) 294 Jensen, Einar, 312 jesuítas, 275
extracción de minerales, 21, 109, 128-129, Jodenbreestraat, 92 (véase también
139, 152-153, 173, 190, 197, 205-207, Amsterdam)
210-211, 213-220, 241-242, John, A. H., 362, 364, 368, 380, 392, 394
268, 284-286, 289-292, 309, 332, 367- Johnsen, Oscar Albert, 191 Jones, E. L., 54,
368 112, 115, 269 Jones, J. R„ 50, 70, 104, 108,
protoindustrialización, 271 112, 158, 170, 173, 345, 349
rural, 21, 125, 127, 217, 268 Jordaan, 62 (véase también Amsterdam)
textil, 18, 21, 57-58, 62, 131, Jorge I (de Inglaterra), 345, 347, 363 Jorge II
250, 267, (de Inglaterra), 363 Jorgensen, Johan, 184,
269, 275, 326, 351, 355, 367, 375, 382 311 Journet, Jean-Louis, 162 jornaleros
trabajo a domicilio [putting-out], (véase artesanos) joyería, 150, 189
60, 268-272, 277-278, 290-291 urbana, judaizantes, 253
34, 74, 126, 193-195, 268, 272, 275 judíos, 63, 105, 200, 253, 270, 324, 352
infantería (véase ejército) inflación (véase alemanes, 61
precios, subida de los) conversos (véase marranos) sefardíes, 92,
ingeniería, 54, 110 106
Inglaterra (véase Gran Bretaña, Inglaterra) Junkers, 314, 316-318, 320-322 (véanse
Ingria, 293, 305 Innis, H. A., 383 Insh, también agricultores, capitalistas;
George Pratt, 351, 353, 355 instituciones aristocracia; clases, altas; señores;
benéficas, 62 intendentes, 164 (véase también terratenientes)
Estado, burocracia) intercambio desigual, 68 Junto, 401 (véase también whigs)
interés, tipo de (véase dinero, interés) Jura, 19
inversiones, 77, 82-83, 118, 122-123, 125, Jurieu, Pierre, 92 jurisprudencia, 116
130, 132, 134, 163, 189, 199, 211, 214, Jutikkala, Eino, 295, 303, 309, 312
226, 228, 233, 235, 239, 273, 280, 286,
290, 298, 352, 367, 376, 391-394, 396, 398, Kaltenstadler, Wilhelm, 326 Kamen, Henry,
400 31, 33, 249, 256, 260- 263, 290, 330, 332
Irlanda, 19, 21, 137, 170, 234-235, 333, 352, Kann, Robert A., 323 K'dtner, 20 (véase
365, 367, 369-371 Isabel (de Inglaterra), 9, también agricultores, pequeños)
221 Islam, 202, 384 (véase también Kaufsystem, 270-271, 327 Kavke Frantisek,
Mediterráneo, musulmán; moriscos) Islandia, 191, 322 Kearny, H. F„ 371
53 Keisergracht, 62 (véase también transportes,
islas del Canal de la Mancha, 250 Israel, J. I., canales)
56, 68, 253 Issawi, Charles, 135 Keith, Robert G., 214 Keith, Theodora, 351
Indice analítico 507
Kellenbenz, Hérmann, 58, 125, 184, 254, 198, 205, 214, 278 (véase también
268-269, 275, 284-285, 303 , 368, 371 propiedades) lavradores de cana, 243 (véase
Kent, H. S. K., 312 Kepler, J. S., 104 también agricultores, arrendatarios)
Kerridge, Eric, 118 Kexholm, 293, 297 Lavrovsky, V. M., 120, 361 Law, John, 394-
Kindleberger, Charles P., 59, 396 Kingston, 396 Le Brun, Charles, 99 leche (véase
235 Kirchheimer, Otto, 128 Kirilly, Zs., 185, productos lácteos)
191 Kisch, Herbert, 274, 277, 327 Kiss, Le Flem, Jean-Paul, 249
Itsvan, 191 Legrelle, Arséne, 260
Klein, Peter W„ 60, 66, 77, 81-82, 88, 132, leibeigen, 318 (véase también siervos)
376, 392 Leibnitz, G. W., 11, 305 Leiden, 57, 61
Kleinbauern, 20 (véase también agricultores, Leipzig, 39, 273 Lenman, Bruce, 353-355
pequeños) Léon, Pierre, 22, 124, 127, 130, 135, 139-
Klíma, Arnost, 57, 191, 269-271, 325, 328 140, 142, 144, 160, 172-173, 347, 372, 374,
Knapar, 294 (véase también nobleza, alta) 377, 382, 390 Léonard, Emile-G., 172, 358,
Knapp, G. N„ 315 402 Leopoldo I (de Austria), 323 Leopoldo I
Knechte, 20 (véase también trabajadores (de Bélgica), 9 Leopoldo I (Emperador), 57
[comunes]) Lerma, duque de (Francisco Gómez de
Knoppers, Jake, 80, 380, 384 Knoque, 356 Sandoval y Rojas), 284 Le Roy Ladurie,
komornicy, 186 (véase también trabajadores Enmanuel, 6, 22, 40, 102, 111, 114-115, 119-
[comunes]) 120, 122, 162, 172-173, 190, 360, 366, 374,
Kónigsberg, 138, 294, 319 Kopparberg, 284 403 Leskiewicz, Janina, 195, 327
(véase también industrias, cobre) Leánodarski, Boguslaw, 183 Leuilliot, Paul,
Korczyn, 182 kortkoren, 365 Kosminsky, 382 Letonia, 182
Eugen A., 40 Kossmann, E. H., 61, 86-87, 95, Levante, 64, 68, 75, 81, 135, 147, 327, 377,
164, 376 381 (véase también Mediterráneo [región])
Kowecki, Jerzy, 196 Ley de Mánchester de 1735, 369 Ley de
Krefeld, 277 Kriedte, Peter, 269-272 matriculación de la nobleza (1626), 294
Krippenrentier, 320 (véase también nobleza, Ley de Pertrechos Navales de 1705,
alta) 334
Kronobónder, 295 (véase tambiénLey de Unión (véase Gran Bretaña, Unión del
campesinos) Parlamento [de 1707]) Leyes sobre Cereales,
Kruger, Horst, 324 Kuczynski, Jürgen, 314 124 Ley sobre el ganado (de 1666), 370 Ley
Kuhn, Walter, 314 Kujawy, 193 sobre el Hierro de 1750, 335 Ley sobre la
Kula, Witold, 181, 187-189, 191, 193, Lana de 1699, 335 Ley sobre la Lana
328 Irlandesa de 1699, 371
Kulischer, Joseph, 132, 269, 315, 325 Kurpie Ley sobre los Sombreros (de 1732),
(región), 201 Kuske, Bruno, 61, 273 335
Ley sobre Melazas de 1732, 235, 335-
laboureurs, 20, 119-120, 127 (véase también 336
agricultores, yeoman) Labrousse, C.-E., 119, Leyes de Navegación (véase Gran Bretaña,
127, 341, 360, 372, 404-405 Inglaterra, Leyes de Navegación)
Labrousse, Elisabeth, 92, 166 lacas, 382 liberalismo (véase Estado, liberalismo)
Ladislao IV (de Polonia), 197 Ladoga, Lake, Lichtheim, George, 105 Liebel, Helen P.,
297, 299 ladrillo, 17, 77 274, 276, 327 Lima, 217, 222 Limburgo, 115
La Fayette, marqués de (Marie Joseph Gilbert sur de, 365
du Motier), 402 La Forcé, J. Clayburn, 263 Limerick, tratado de (1691), 352, 370 linaza,
lakens, 57 (véase también textiles) lana, 17, 366
57-58, 124, 276-277, 281, 327, 354, 369-J71, lino, 17, 19, 55, 57, 131, 138 , 216, 250, 276,
374, 382 (véase también textiles) 293, 303, 327, 333, 351, 354-355, 371-372,
Landas, Las, 19 Lañe, Frederic C., 276 Lang, 375, 385
M. F., 207, 212, 222 Langton, John, 138 Liorna, 68
Languedoc, 115-116, 130, 203, 366, 374, 391 Lipson, Ephraim, 63, 115, 124, 127, 129, 364
La Rochefoucauld-Liancourt, Fran- Cois- Lira, Andrés, 214 Lisboa, 63, 231, 257, 261,
Alexandre-Frédéric, duque de, 402 265, 388 List, Friedrich, 273 Lituania, 198,
La Rochela, 229 Larquié, Cl., 202 Larraz, 200 Livonia, 186, 288, 293, 299, 305 Locke,
José, 120, 208, 219, 225 latifundios, 194, John, 11, 92, 96 Lockhart, James, 214
508 Immanuel Wallerstein
loevesteinerianos, 87 (véase también Países 203, 216, 232, 250, 256, 258- 259, 267-268,
Bajos, norte de los) Loewenthalers, 181 271, 275, 325, 330-331, 349, 366, 369, 372,
(véase también dinero) 382 manumisión (véase esclavitud,
logadel, 298 (véase también nobleza, alta) manumisión)
Loira (río), 113 Loira, valle del, 117 Lom, Maquiavelo, Nicolás, 10 Marca, 312, 317,
FrantiSek, 186 Lombardía, 273, 275 Londres, 320 mare clausum, mare liberum, 84 María
49, 61, 80, 102, 106-107, 131, 144, 146, 154,Teresa (de Austria), 322, 327 Mariana de
229, 233, 236, 267, 331, 351, 263-264, 379, Neoburgo (de España), 261
388, 391 López, Adalberto, 308 Lord, marina, 71, 88-89, 106, 110, 137, 158- 159,
Eleanor Louisa, 330-331, 334-335 Lorena, 164-165, 219, 223, 253, 260, 288, 292, 294,
348 Louvois, 110 Luanda, 71 Lübeck, 311 301, 333-335, 342-347, 358, 368, 375, 380
luchas, 6, 12, 44, 103, 201, 332 sociales, 167 (véase también ejército)
(véase también clases, lucha de) marina mercante (véase transporte, marítimo)
Luis XIV (de Francia), 45, 99, 108-110, 141, marineros, 379 (véase también marina)
156, 158, 160, 163, 171-172, 260, 262, 298- Marino, Tohn A., 273 Markovitch, Tihomir
299, 343, 346, 348, 351, 356, 381, 388, 391 J., 372-374 Malborough, John Churchill,
Luisiana, 140, 395 lumpenproletariado, 320 duque de, 274
Lunde, Johs., 222 Lundgreen, Peter, 110 Marques, A. H. de Oliveira, 252 marranos,
Lundkvist, Sven, 294, 302, 304 lúpulo, 19, 5580, 105-106, 253-254, 402 (véase también
Lütge, Friedrich, 30, 279, 314-315, 325 judíos, sefardíes) Marres, P., 391 Marruecos,
Lüthy, Herbert, 149, 155, 162, 172, 386, 389,252
391, 397-398 Luxemburgo, 348 Luzac, Elie, Marsella, 29, 142, 360, 366, 374, 381
52 Luzzatto, Gino, 277 Lynch, John, 153, Marshall, Alfred, 146 Marsin, 162
208, 249-250 Lyon, 124, 142, 280, 398 «martillo del Este», 293, 317 Martin,
Henri, 348 Martin Saint-Léon, Etienne,
Macartney, C. A., 198, 326 Macedo, Jorge 128 Martinica, 141, 235, 377 Martins, J.
Borges de, 259, 265 MacLeod, Murdo J., 7, P. Oliveira, 266 Marvell, Andrew, 54
205, 208-209, 211, 213-215, 220, 223 Marx, Karl, 9-10, 83, 393 marxismo, 9-
Macúrek, J., 269-271, 325 Míjczak, Antoni, 11, 157, 169 Maryland, 228, 230, 232
29, 147, 181-183, 186, 188, 190, 195-197 Masefield, G. B„ 60, 225, 238
Madeira, 258-259 Masselman, George, 63-65, 67 Masson,
madera, 21, 54. 59, 137-138, 183, 225, 291- Paul, 380-381 Mata, Eugénia, 24
292, 331, 334-336, 362, 367, 380, 384 Matejek, FrantiSek, 181 mateship, 233
Madrás, 382 matemáticos, 91 Mathias, Peter, 364,
Madrid, 216, 250, 254, 261 Madrid, tratado 403 Matjan, 67
de (1750), 380 Magde, 20 (véase también Mauricio de Nassan (Orange), 33, 89, 95,
trabajadores [comunes]) 109, 287
Magdeburgo, 312 magistrados, 94 Mauro, Frédéric, 24, 204, 225, 253-254, 257
magnates, 41, 186-189, 194-195, 197-200, Maximiliano Manuel (de Baviera), 274
316-317 (véanse también aristocracia; Maxwell, Kenneth, 265
señores; terratenientes) Mahan, almirante May, L. P„ 377 Mazovia,
Alfred T., 89, 106, 110, 346-347 Maine 185, 200
(Francia), 21 maíz, 113, 209-210, 249, 281 McLachlan, Jean O., 256, 260, 333, 380
Makkai, László, 183-184, 190-191, 195- 196, McManners, J., 399 Mecklemburgo, 314-315,
279 321 Medick, Hans, 271-272 Mediodía, 29,
Malecki, Jan M., 190 malnutrición, 18 (véase 124, 366 Mediterráneo (región), 27, 29, 32,
también alimentos, escasez de) 63, 65-66, 68-69, 73, 89, 134-135, 142, 202,
Malowist, Marian, 186, 191, 194-195, 303 229, 260, 346, 356, 366, 374-375 (véase
malta, 364 (véase también cerveza) Manila, también Africa, norte de; comercio,
341 mediterráneo; Europa, sur de; Levante)
manoeuvriers, 20, 122 (véase también cristiano, 13, 68, 75, 135, 201 (véase
trabajadores) también cristianismo) musulmán, 13, 383
mantillo (véase agricultura, fertilizantes) (véase también Islam)
mantequilla (véase productos lácteos) Mehring, Franz, 317, 320 Meilink-Roelofsz,
manufacturas, 30, 56-57, 60, 93, 106, 126, M. A. P., 64, 84 Meissen, 382
128, 130, 132, 134-135, 138-140, 142-143, Mejdricka, Kveta, 186, 190 melazas, 233,
Indice analítico 509
330, 336 Mellafe, Rolando, 206, 211, 241 Misisipí, valle del (véase Luisiana)
Menard, Russell, R., 240 Mendels, Franklin Mississippi Bubble, 395, 397 mita, 206, 242
F., 269, 271, 277, 372 Molenda, Danuta, 194 molinos de viento, 54,
Menin, 356 mennonitas, 227 Mols, fr. Roger, 25, 63 Molucas, 383
270 Mentink, G. J., 102 monarquía (véase Estado) monopolios (véase
mercado capitalismo, monopolios; comercio,
capitalista (véase economía mundo) monopolios) Montaña Blanca, batalla de la
economía de mercado (véase dinero, (1620), 191, 322 Montpeiier, 19 Monter, E.
economía monetaria) mundial (véase William, 391 monumento de Londres, 242
comercio [mundial]) moral (costumbres), 37 Moravia, 186, 191,
mercado mundial (véase comercio [mundial]) 315, 322, 326, 328 (véase también
mercados obligados [ S t a p l e s ] , 69, 77, 85, Checoslovaquia) Moreno Fraginals, Manuel,
132, 228, 258, 280, 286, 332, 334, 385 377 Morgan, Heury, 221 Morgan, W. T., 348
mercantilismo, 8, 49-50, 52-53, 58, 80, 83, 85, Morineau, Michel, 6, 26, 64, 67, 72, 81,
93, 96, 102, 105, 107, 124-126, 130, 134, 113-114, 116, 134, 142, 152-153, 208,
142, 146, 151, 157, 160-162, 169, 194, 196, 267, 377, 384, 387, 393-394 moriscos, 202,
199, 204, 218-219, 222, 227, 229, 231, 234, 250 Morner, Magnus, 211, 216 Mosa (río),
257-259, 261-262, 264, 271-275, 277, 282- 55, 74 Mosela (río), 19
283, 293, 296, Mousnier, Roland, 5, 22, 160, 388, 403
306- 307, 312, 324-325, 329, 331, 333, Mukherjee, Ramkrishna, 134 mulatos, 210-
344, 346, 349-351, 353, 356, 369, 371, 373, 211, 214, 216, 220, 241-242 Mun, sir
375-376, 382, 385, 388, 393, 399, 403 Thomas, 103, 146 Munck, Thomas, 312
mercurio, 207, 209 Mertens, municiones (véase armamento) Munktell,
Jacques E., 387 mermeladas, Henrik, 291 Munster, 21 Muro, Luis, 214
361 Mesta, 250 Murray, R. K„ 343, 350 muselinas, 369, 382
mestizo, 210-211, 214, 216, 220, 241-242 musulmanes (véase Islam)
metales, 23, 80, 145-146, 152-153, 179, 250, Myüka, Milán, 271
283-284, 372, 395 (véanse también cobre;
hierro) metales preciosos, 22-23, 34, 50, 65- naboríes, 213 (véase también peonaje por
67, 69, 81, 103, 143, 146-155, 207-209, 211, deudas) nabos, 112, 362 Nadal, J„ 202 Naish,
248, 255, 257, 259, 264, 266-267, 331- 332, G. P. B„ 59 Namur, 356 Nantes, 141, 374,
387-388, 394 (véanse también acuñaciones; 391 Nápoles, 28, 202-203 , 272, 325
dinero; oro; plata; precios, metales preciosos) Napoleón, 10, 158, 313, 324, 375 Narva, 138,
métayers, 121 (véase también aparcería) 293 , 297, 333 nacionalismo, 199-200, 282,
Methuen, tratado de (1703), 259-260, 264, 292, 380 económico (véase mercantilismo)
398 Navarra, 262
Meuvret, Jean, 7, 20, 114, 117-118, 131- 132, Nef, John U„ 128, 131, 138, 229, 342, 372
164, 275 negotiepenningen, 82 (véase también dinero)
México (véase Nueva España) México negros, 210, 213, 226, 239, 372 Neguev, S.,
(ciudad), 212 México, golfo de, 223 381 Nelson, George H., 264, 357 Nettels,
mezzadria, 278 (véase también aparcería) Curtís P., 224, 329-330, 332- 335, 379
Michalkjewicz, Stanislas, 328 Michell, A. R„ neutralidad, 349, 385 Newton, Isaac, 11
52-53, 59, 72 Midlands, 19 miel, 225 Nichtweiss, Johannes, 314 Nielsen, Axel, 191
migraciones, 61, 70, 88, 91, 93, 141, 219, Nimega, tratado de (1678), 108, 131, 172,
253, 280, 333, 347, 391 mijo, 249 Mika, 224, 298
Alois, 270 Milán, 272, 275, 325 millones, nivel de vida, 3842, 234 noblesse de race,
208 (véase también Estado, finanzas) 322 noblesse de robe, 165, 197, 399, 401
«mina de oro holandesa» (véase arenques) nobleza, 42, 44, 94, 102, 116-118, 165-168,
Minas Gerais, 264 172, 185, 187-189, 193-200, 252, 277-279,
Minchinton, Walter, 36, 39, 63, 138, 161 292-302, 306, 309, 311-312, 314-318, 321-
Minden, 312 mineros, 128 323, 326, 328, 354, 398403 (véanse
Mingay, G. E„ 118-120, 166, 361-363, 366- también aristocracia; clases, altas; señores;
367, 400 terratenientes) alta, 198, 263, 294
Mintz, Sidney W., 211, 243 Mirabeau, conde censataria, 195, 198 media, 198
de (Honoré Gabriel Riqueti), 402 Misisipí, pequeña, 30, 136, 186, 197-198, 263, 294,
141 320-321, 403
510 Immanuel Wallerstein
Nordmann, Claude J., 285, 287, 290, 298, balanza de, 79-80, 83, 126, 134, 147, 150,
304-305 normandos, 401 154, 181, 257-258, 266, 277, 354, 357
Norrkópping, Dieta de, 296, 299 North, (véanse también dinero; Estado,
Douglas C., 60, 82, 124, 145 Norte, mar del, finanzas)
53, 270 Noruega, 147-148, 150, 192, 222, sistema de, 80, 145-146 (véase también
297, 333, 351, 353 Norwich, 91, 159 economía-mundo) pagos hereditarios (véase
Nueva Amsterdam, 71, 107, 329 (véase feudalismo, deudas feudales)
también Nueva York) País Vasco, 171, 251, 262, 374 Países Bajos
Nueva Escocia, 348 Nueva España, 7, 151, (norte de los), 11, 19, 27-30, 32-33, 45, 50-
203, 205-206, 208-209, 2'2-214, 216-217, 63, 65-75, 82, 85- 92, 97, 102-103, 107, 109,
224, 242, 252, 387 112-114, 124, 126, 129, 131, 135, 140-141,
Nueva Inglaterra, 248, 258, 329-330 Nueva 143, 147, 154, 156,158-160,181,185,190,
Jersey, 329 Nueva Planta, decreto de, 262 197,
Nueva York, 88, 329 (véase también Nueva 218, 221, 225-226, 229, 232, 250, 254-
Amsterdam) 257, 259-264, 267, 270, 272, 274, 277,
Nueve Años, guerra de los, 319, 333, 346, 282, 284-286, 292-293 , 297, 299, 302, 304,
348-349 308, 310, 316-318, 327-328, 333, 336,343,
Nuevo Mundo (véase América) 347-350, 353, 355, 357, 364-
Nuremberg, 268, 274 Nystad, paz de 365, 370, 374-377, 379, 382, 385, 391-
(1721), 293, 305 393, 400, 402-404 (véanse también
comercio, holandés; Holanda; República
Oberem, U., 242 objetos de arte, 90, 93, 278 Bátava; Zelanda) austríacos (véase Países
obrajes, 217 (véase también textiles) obreros, Bajos, sur de los)
22, 38-39, 61-62, 87-88, 126- 129, 158, 160- barrera de los, 348, 350, 356-357
161, 190-194, 206, 209- 210, 213-216, 225, españoles (véase Países Bajos, sur de los)
232, 239, 242-243, 252, 266-270, 276, 280, Estados Generales, 52, 64, 83-84, 105-
291, 327, 363, 405 (véanse también clases, 106, 132, 285, 310, 401 guerra de
bajas; trabajadores [comunes]) independencia (véase Países Bajos, revuelta
especializados, 91, 129, 269, 336 O’Brien, de los) revuelta de los, 9, 34, 57, 60, 73, 96,
Patrick, 403 Ochenta años, guerra de los 102, 173, 208, 290
(véase Países Bajos, revuelta de los) Odén, sur de los, 30, 61, 69, 73, 95, 70, 108, 131,
Brigitta, 291 Oder, 324 Ogg, David, 376 229, 267, 272-274, 278, 290, 325, 348, 272,
ühberg, Arne, 303, 384 Olivares, Gaspar de 274, 356-357, 365 (véanse también Brabante;
Guzmán, conde de Olivares, duque de Flandes) Países Bajos austríacos (véase
Sanlúcar de Barrameda, 251, 253 Ónody, Países Bajos, sur de) países del Este, 147, 333
Oliver, 207 OPEP, 292 Palestina, 68
oporto (vino), 259 pan, 39 (véase también cereales) Panamá, 352
Oporto, 251 panowie, 198 (véase también señores)
orangistas, 69, 73, 86-87, 94-95, 106 (véase Pantaleáo, Olga, 255 Paraguay, 208
también Países Bajos, norte de los) Pares, Richard, 126, 220-222, 225-226, 228,
Oreadas, 53 233-237, 239-240, 379 París, 28, 40, 103,
Oreja de Jenkin, guerra de la, 264 Oriente, 66, 113, 117, 144, 381, 397 París, tratado de
114, 148-149 (véase también China; Japón) (1763), 359, 382 Parker, David, 122-123
Ormrod, David, 364, 368, 385 oro, 23, 28, 70, Parker, Geoffrey, 23, 32, 60, 80, 96, 109, 145,
81, 89, 147-155, 162, 207- 208, 231, 254, 161-162, 396-397 Parlamento Largo (véase
257-259, 266-267, 284, 387, 394-395 (véase Gran Bretaña, Inglaterra, Parlamento Largo)
también dinero, metálico; metales preciosos) Parry, J. H„ 53, 63-64, 68-69, 71, 153, 378
reservas de, 387 Ortiz, Fernando, 229, 263 Passarowitz, paz de (1717), 325 pastos, 19,
Osborn, Wayne S., 215 Ostende, 326 55, 114-115 (véanse también alfalfa; ballico;
0sterud, 0yvind, 298, 300, 308-310 heno; nabos; pipirigallo; trébol) patatas, 113,
Ostrander, Gilman M., 331, 335 Overijssel, 361
86 Owen, Robert, 10 Oxenstierna, Axel, 285 patricios, 95 (véase también burgueses)
pauperismo (véase pobreza)
pacifismo, 350 Pays d’Auge, 19 Pays d'Enhaut, 19
Pach, Zsigmond Pál, 66, 180-182, 184, 186, Pedro el Grande (Pedro I de Rusia), 288, 303-
189, 195 pagos, 304, 351 península Ibérica, 85, 221, 253, 267,
Indice analítico 511
280 (véanse también España; Portugal) Plumb, J. H„ 101, 131, 158, 164, 168, 344,
Pensilvania, 329, 331 pensionario general, 86 356, 363, 375, 397-399 plusvalor, 233, 270,
(véase también Países Bajos, norte de los) 289, 336 plutocracia, 87, 388, 399 población,
Penson, Lillian M., 380 Pentland, H. C., 101, 18-21, 24-25, 41, 44, 52, 54- 56, 61, 66, 87, 94,
360 peonaje por deudas, 213-214, 232, 242, 101-103, 109, 111, 120, 126, 141, 147, 159,
268, 286 (véanse también gañanes; 179-180, 194, 198, 202, 209, 212, 219, 234,
naboríes) pepena, 214 Pequeña Valaquia, 325 239, 269, 287, 296, 304, 317, 323, 325, 343,
pequeño período glacial, 361 Peregrinaje de 359, 363, 375, 379
Gracia, 9 periferia, 12-13, 24, 31, 65-66, 69, descenso de la, 21, 25, 35, 41, 57, 102-103,
90, 114-115, 134, 151, 170-171, 178-181, 185, 179, 202, 206, 211, 214, 250, 252, 271
190, 195-196, 199-201, 203, 209, 216, 218, (véase también epidemias)
222, 224, 231-235, 243, 248-249, 251, 256, expansión de la, 14, 21, 25, 34, 55, 101-102,
271, 282-283, 29h 302-303, 305, 308, 310, 178, 211, 342, 360-361, 366, 388
312-313, 315-318, 324, 328, 330, 336, 343- pobreza, 13, 38-39, 67, 88, 115, 123, 126, 130,
344, 350, 366, 382- 384 173, 185, 194-195, 224, 269, 272, 283, 361,
Périgord, 19 387, 400 (véase también clases, bajas)
períodos de boom (véápe ciclos económicos, f' Podolia, 201 Pohl, Hans, 217 Poisson, Jean-
se A) Paul, 397 Polonia, 19, 28, 30, 85, 113, 135,
Perjés, G., 1:9 Pernambuco, 226 Persia, 150, 148, 180-187, 195-200, 288, 291, 297, 300,
369, 381-382 Pérsico, golfo, 64 304, 308, 312-319, 324, 327, 351, 364, 386
pertrechos navales, 137-138, 143, 292, 302, este de, 200 Gran Polonia, 193
332-333 (véanse también alquitrán; brea; polonización, 200 primera partición de, 312
cáñamo; resina; trementina) pólderes, 54 (véase también holande- rías)
Perú, 120, 208, 210, 212, 214, 216, 242 Polisensk?, J. V., 7, 32-33, 89, 285, 322
pescado, 52-53, 71, 224, 255, 257-258, 331 políticos, 179, 400 Pollnitz, Charles Louis, 2
(véase también alimentos) pescados, 53 Poltava, 304
pesquerías, 53, 58, 84, 107 peste negra (véase Pomerania, 293, 312, 315, 317, 320-321
epidemias) Peterson, E. Ladewig, 220 Ponant (véase Francia, oeste de)
Peterson, Mendel, 308-309 Petraccone, Pondicherry, 348
Claudia, 202 Petrie, sir Charles, 352 Phelan, Poni, Cario, 277
John L„ 211, 214, 217, 239 Piamonte, 278, Ponsot, Pierre, 201
280 Piel, Jean, 205, 211, 214, 217 pieles, 343, porcelana, 382
383-384 Pillorget, René, 155, 171, 173 Porchnev, Boris, 251 Port-
pimienta, 18, 64, 66, 381 (véase también Royal, 221
especias) Portugal, 26-28, 61-63, 67, 71, 106, 134, 155,
Pinerolo, 348 Pinkham, Lucille, 170 202, 218, 222, 232, 248, 250-252, 254-263,
pipirigallo, 362 265, 267, 302, 327, 332, 356, 364, 374-378,
piratería, 65, 70, 96, 126, 153, 176, 218- 224, 387, 396, 398, 404 (véase también península
226, 260, 275, 332, 348, 379-380 (véase Ibérica) Postlethwayte, Malachi, 379 Postel-
también bandidaje) Pirenne, Henri, 274 Vinay, Gilíes, 7 postres, 361
Pirineos, 366 potasa, 138, 303, 334, 384
Pirineos, tratado de los (1659), 261 Pistoia, Potosí, 206, 210 Poznari, 190
41 precios, 5, 18-20, 22, 26, 28, 34, 38, 40- 41,
Pitt, William (el Viejo), 101 45, 78, 102, 114, 153, 180-181, 183, 185,
Piuz, Anne-Marie, 277 188, 207, 215, 222, 230, 234-235, 268, 285,
plantaciones, 204, 211, 223, 226-227, 232- 300, 365, 368, 373, 380, 383, 399
234, 239-241, 379 (véase también agrícolas, 41, 54, 77, 101, 104, 112, 119-
propiedades) 120, 180, 214-215, 228-229, 309, 312,
plantadores, 223, 228, 232-238, 240-243, 358 360, 362, 365, 386 caída de los, 17, 26,
378 29-30, 54-55, 118, 120, 134-135, 181,
plata’, 22-23, 28-30, 45, 70-71, 81, 84, 146- 190, 200, 215, 235- 236, 267, 271-272,
156, 205-214, 217, 223, 225, 257, 263, 266, 298, 306, 311, 341, 362-363, 369, 388
284, 299, 387-388, 396 (véanse también metales preciosos, 22-23, 28-29 metálico
dinero metálico; metales preciosos; precios, (véase precios, metales preciosos)
metales preciosos) nominal, 21-22, 28, 129, 386-387 plata
plomo, 194, 368 (véase precios, metales preciosos)
512 Immanuel Wallerstein
relación plata-oro, 18, 23 subida de los, 7, 105 queche, 346 (véase también marina)
17, 26, 29-30, 41, 45, 64, 101, 153, 177, Quencez, G., 121 queso (véase productos
179, 181, 184, 189, 196, 207, 213, 230- lácteos) quincalla, 374
231, 241, 252, 254, 257, 284, 297, 306, Quince años, guerra de los, 184
363-364, 378, 384, 386-387
predikants, 95-96, 402 (véase también Rabb, Theodore K., 30-31, 46, 166-167 Rabe,
cristianismo, clérigos) prestaciones de Hannah, 63 Rachel, Hugo, 320 Ragusa, 28
trabajo, 142, 185, 188, 191-193, 195, 295, Rákoézi, Ferenc II (de Hungría), 184, 197,
309, 315, 322 préstamos, 82, 277, 286, 323, 201
389-391 (véanse también banca; financieros; Raleigh, sir Walter, 221 Rambert, Gastón,
dinero) 256, 260, 264, 360 Ramillies, 274 ranchos,
Price, Jacob M., 146, 230-231, 235, 237 220
Prickler, Harald, 183 Priestly, Margaret, 131 Rapp, Richard Tilden, 68, 135, 273, 277, 280
primas, 355, 364-366, 373-374 (véase Rastatt, tratado de (1714), 325 Ravensburgo,
también Gran Bretaña, ley de primas al trigo) 312, 317 Raychaudhuri, Tapan, 148
Prinsengracht, 62 (véase también transportes, realengas, 214
canales) prisiones, 128, 315 Procacci, Giulio, reales de a ocho, 82, 149 (véase también
272 producción, 8, 18, 33, 41, 50-52, 57, 59- dinero) realistas, 92, 404
60, 78, 118, 127, 165, 194, 214, 242, 269- recesión (véase ciclos económicos, fase B)
271, 329-331, 361-362, 382-383 fuerzas de, recaudador, 48 Recife, 226
9, 32 Reddaway, W. F., 310 Reddich, O., 326
modo de, 8-9, 11-12, 40, 44, 74, 159, 241, redevances (véase señores, prestaciones a los)
269-271 (véase también capitalismo; Redlich, Fritz, 271 reduction, 296-301 Reed,
feudalismo) relaciones de, 9, 32, 202, 243, Clyde G„ 82, 144 Rees, J. F., 334
271- 272, 314, 382 Reforma, 7, 9, 45, 104, 403 (véase también
producción agroindustrial, 60, 91, 108 protestantismo) refugiados, 57, 276
productores agrícolas (véase agricultores; regentes (de Amsterdam), 61, 90, 93, 95, 159
campesinos) productos de lujo, 58, 67, 91, régime anjouin, 274 regionalismo, 200, 250
129, 147, 181, 202, 225, 229, 277, 381, 384 regresión, 28, 177, 186, 231-232, 250, 272-
(véase también comercio, de lujo) productos 273 (véase también ciclos económicos, fase
lácteos, 17, 55, 120, 276-277, 364, 371 B).
Produktplakatet de 1724, 307 proletariado Reims, 124
(véase obreros) proletarización, 12, 20, 186 Reinhard, Marcel R., 25, 102, 360-361
propiedad absentista, 233, 236-238 religión, 90, 92-94, 104, 141, 170, 200, 351,
propiedades, 117-122, 192, 195, 198, 203- 404 (véase también cristianismo; Islam;
204, 206, 214, 216, 219, 223-228, 232- 243, judíos) relojería, 128, 276-277 Rembrandt
280, 293-301, 305, 313-322, 327, 367, 399 van Rijn, 48
intermediarios, 120 propietarios, 117-120, remonstrantes (véase Arminius, Ja- cobus)
225, 281 (véase también terratenientes) Renacimiento, 7, 217 Renania, 270, 273, 279,
suecas (véase Suecia, propiedades) Tercer 317, 325, 348 Renier, G. J„ 86-87, 94
Estado (véase Francia, Tercer Estado) rentengrundherrschaft (véase Grund-
propinatio, 194-195 proteccionismo (véase wirtschaft)
mercantilismo) renta, 21, 38, 40-43, 67, 78, 89, 116, 129, 142-
protestantismo, 32, 94-95, 105, 172, 347, 350, 143, 162, 178-179, 193, 195, 205, 235, 269,
354, 402 (véanse también Contrarreforma; 271, 279, 309, 317, 362, 389, 399400
cristianismo) francés (véase hugonotes) rentes constituées, 118 rentes fonciéres, 118
Provenza, 173 Provincias Exentas, 262 repartimiento, 212-215, 225, 242 república
Provincias Unidas (véase Países Bajos, norte bananera, 400 República Bátava, 85
de los) proyecto Cockayne, 58, 103, 287 República Holandesa (véase Países Bajos,
Prusia, 91, 98, 186, 196, 248, 270, 278, 283, norte de los) republicanos, 96, 404 reservas,
298, 302. 305, 308, 312-313, 315- 328, 337, 77, 123, 192 (véase también comercio) resina,
357-358, 358, 382 ducal, 201 este de, 313 335
licencias prusianas, 288-289, 297 Resnick, Stephen, 60
occidental, 193, 312 Puebla, 210 Puerto Revah, I. S., 253
Príncipe, 176 Puerto Rico, 217 pulidores de revolución
lentes, 91 Pulo-Rum, 107 puritanos, 92, 97, agrícola (véase agricultura, revolución
Indice analítico 513
agrícola) americana, 336, 358-359 burguesa Ruiz Martín, Felipe, 149, 248, 284 Rule, John
(véase Burguesía, revolución burguesa) C., 109, 163 ron, 233, 330, 335
financiera, 145, 163 francesa (véase Francia, Rusche, G., 128
revolución francesa) Rusia, 80, 138-139, 147-148, 150, 182, 270,
Gloriosa Revolución (véase Gran Bretaña, 297, 303-305, 319, 327, 333, 367, 384
Inglaterra, Gloriosa Revolución) revolución rusa, 10 Rusiñski, Wladyslaw,
holandesa (véase Países Bajos, revuelta de 185, 193 Rutkowski, Jan, 185-186, 191, 193,
los) 198, 315-316
industrial, 8, 10, 37-39, 131-132, 290, 370, Ruwet, Joseph, 77, 279
373 Ryan, 346
inglesa (véase Gran Bretaña, Inglaterra, Rzeczpospolita, 197 (véase también Polonia)
guerra civil) malthusiana, 37 rusa (véase
Rusia, revolución) revolución americana Saaremaa, 299 Saint-Léon,
(véase revolución, americana) Martin, 128 Saint-Malo, 260
revolución financiera (véase revolución, Sajonia, 22, 183, 195, 199, 280, 304, 313, 351
financiera) revuelta burguesa (1674), 319 Baja, 314, 321
revueltas, 165-166, 169, 173, 240, 251- 252, salarios, 17, 74, 93, 103, 126-127, 138, 188,
367, 393 (véase también campesinos, 280, 284, 291
alza de los, 22, 39-40, 57, 88, 126-129,
revueltas de; esclavitud, rebeliones de
161, 277, 335, 363, 375, 392 caída de los, 21,
esclavos; revolución) 34, 3940, 88, 129, 177, 202, 271
Rey Guillermo, guerra del, 258, 370, 379 en especie, 127, 214, 231, 233, 237, 243,
Ricardo, David, 259 Rich, E. E„ 64, 66, 71, 313
329, 379, 383 Richelieu, cardenal Armand, reales, 13 , 21-22, 34 , 39-40, 88, 177,
102, 124, 130, 348 194, 363, 366 «tenacidad» de los, 22 San
Richet, Denis, 132, 387 Richmond, Lorenzo (río), 138 San Pablo, iglesia de, 339
vicealmirante Sir H., 359 San Petersburgo, 303 Santo Domingo, 220,
Ridderhusordningen (véase Ley de 227 Salaman, Redcliffe N., 361 Salamanca,
Matriculación de la Nobleza) Riemersma, 19 Salerno, 203
Jelle C., 87 Riga, 138, 293-294 sal, 52-54, 58, 77, 128, 221, 223, 259, 276,
Rijswijk, paz de (1697), 260, 343, 348, 381 283, 354 motín de la (1632), 251 Saltillo, 210
Riley, P. W. J„ 353 Rin (río), 56, 182, 316 saltas (véase tierra, cultivada) Samsonowicz,
Ringrose, D. R., 82 Río de la Plata, 253, 262 Henryk, 29 Samuelsson, Kurt, 289, 291-292,
Roberts, Lewes, 147 Roberts, Michael, 89, 295, 302, 305, 307, 326 Santarém, 281
105, 282-291, 293-296, 298, 301-302, 309 saqueo, 223
roble, 292 (véase también madera) robota, «sargentos del café», 66 sármatas, 198,
322 (véase también prestaciones de trabajo) 200 Savoya, 19, 325 Sayous, André-E.,
Robotpatent de 1680, 322 Rocroi, 248 396 Scammell, G. V., 77 Scelle,
Roehl, Richard, 113, 373 Roessingh, H. K„ Georges, 380 Scoville, Warren C., 141,
229, 375 Rojo, mar, 64 Rokkan, Stein, 89 347, 402 Schlesinger, Walter, 314
Romano, Ruggiero, 19, 21, 26-27, 33, 36, 54, Schlote, Werner, 332 Schlumbohm, Jürgen,
56, 68, 125, 208, 211, 214, 241- 242, 272, 271 Schmoller, Gustav, 85, 106, 273, 324
278, 281, 378 Romero de Solís, Pedro, 263 Schoffer, Ivo, 7 18, 35, 45, 52, 66, 86, 148
Romein, Jan S., 127 Roorda, D. J„ 87, 94-95, Schumpeter, Joseph A., 174
164 Roos, Hans-Edvard, 282, 291 Rosas, Schwartz, Stuart B., 227 Schwerin,
guerra de las, 9 Rosén, Jerker, 298-300, 312 19 sebo, 384
Rosenberg, Hans, 313, 316, 320-321, 327 seda, 57, 124, 135-136, 142, 201, 250, 272,
Roseveare, Henry, 163, 345, 391 Roskilde, 277, 282, 381 industria sedera, 124, 272, 277
tratado de (1658), 293, 310 Rostow, W. W., Sedán, 130
27 Seeley, J. A., 342, 357 Segismundo (de
Rostworowski, Emanuel, 194, 199-200 Suecia), 282 Segovia, 249-250 seguros, 51,
Rothschild, 10 75, 79, 358 Sella, Domenico, 18, 21-22, 27,
Rotterdam, 92, 385 59, 77, 269, 272-273 Semeyns, Meynert, 52
roturiers, 401 semiperiferia, 12-13, 35, 90, 115, 139, 178-
Rosellón, 252 179, 190, 209, 218, 237, 248, 263, 266, 270-
Royal African Company, 71, 378 Rubens, 271, 276, 278, 289, 303, 324- 325, 313, 322,
Peter Paul, 49 Rubini, Dennis, 391 rubia, 19 325, 329, 333, 336 'semiproletariado, 189,
514 Immanuel Wallerstein
291 Semo, Enrique, 212 Sententia Stork-Penning, J. G., 349-350
Remonstrantium, 286 señores, 32, 117, 185- Stoye, J. W., 326
186, 188-189, 191- 195, 198, 203, 263, 313- Stradíing, R. A., 248-249
315, 386, 393 (véanse también aristocracia; strict settlement, 118
clases, altas; Junkers; nobleza; terratenientes) strógods, 300 (véase también tierra)
ingresos de los, 123, 142, 193, 295 Strong, Frank, 21
prestaciones a los, 118, 191, 193 reacción de Stuhmsdorf, tratado de (1635), 198, 288
los, 42 señorío (véase dominio señorial) Suabia, 274
Servia, 325 Sublime Puerta (véase imperio, otomano)
Serení, Emilio, 203, 278 servicios públicos suburbios, 363
(véase Estado, burocracia) Suecia, 82, 98, 108, 147, 150, 185, 190, 198,
«sesenta años de cautividad», 252 sesmaria, 200, 248, 281-294, 296-299, 301- 313, 317-
204 Séte, 19 Seym, 198 320, 325-326, 328, 333-334, 336- 337, 368,
Seymour, Charles, duque de Somer- set, 170 378, 383 (véase también Báltico)
Sheridan, Richard B., 222, 226-228, 234-235 estamentos [stand], 282, 294, 296 Suiza,
, 238, 342, 377 Shetland, 53 270, 277, 287, 333, 391 Sully, duque de, 120
Shrewsbury, Charles Talbot, duque de, 170 Sund, 33, 89, 104, 293, 309, 311, 318 Suppíc.
Sicilia, 201-202, 232, 325 Sideri, S., 257, Barry E., 7, 58, 60, 72, 78, 126, 143, 147,
265-267 Siena, 28 siervos, 185, 193, 198, 151, 169, 173 Suraz, 201 Surinam, 107
201, 203, 213, 277, 313, 315, 318, 322, 324, Sutherland, Lucy S., 357, 382, 402 Swart, K.
328 emancipación, 42, 201 segunda W., 163, 375 Sweezy, Paul, 10 Symcox,
servidumbre (véase trabajo obligado, segunda Geoffrey, 346-348 Szatmár, paz de (1711),
servidumbre) 198 Szczygieíski, Wojciech, 182, 195
servidumbre del minero, 128 Siete Años, szlachta czastkowa, 198 (véase también
guerra de los, 98, 265, 307, 359 nobleza, media) szlachta czynszowa, 198
Silbert, Albert, 258 Silesia, 21, 183, 190, 192, (véase también nobleza, censataria)
200, 315, 326- 328, 357
Simiand, Frangois, 5-6, 10, 12 Sínodo del tabaco, 17, 70, 141-142, 217, 225-232, 235-
Desierto, 402 Siria, 68 241, 243, 257-259, 329, 331, 375 tabernas,
sirvientes, 20, 141, 193, 233, 241 (véase 363 (véase también bebidas alcohólicas)
también trabajadores) sistema de sociedades taino, 241 Tánger, 256
comerciales, 77 (véase también compañías) Tapié, Victor-Lucien, 117, 160, 315, 328
sistema fabril, 271 sistema mundial Tawney, R. H., 166 Taylor, A. J. P„ 314, 321,
(moderno), 12, 25, 35, 40, 42, 44, 96, 303 326 Taylor, George V., 399 Taylor, Harland,
skattebonder, 295 (véase también campesinos 104 Tazbir, Janusz, 198-199 té, 66-70, 229,
alodiales) 361, 382 tecnología, 12, 37, 56-64, 74, 82,
Slicher van Bath, B. H„ 6, 8, 17-22, 25, 29- 90-91, 145, 208, 226, 243, 276, 289, 345,
30, 39, 54-56, 102, 113, 182-183, 195, 200, 392, 404
315, 323, 331, 363-364, 366 Sluiter, Engel, tejedores, 269, 273, 276, 288, 328, 363, 369
71 Smelser, Neil J., 369 Smit, J. W., 74, 125, motín de los (1719), 369
160 Smith, Adam, 10, 106, 119, 233 Smout, telas (véase textiles)
T. C., 114, 350-351, 353-355, 370 Temperley, Harold W. V., 260, 357- 358, 398
socialdemócratas, 322 sistema social, 10-12, Temple, sir William, 61 Ternate, 67
43, 88 sociedad patriarcal, 204 socinianos, 92 Terraferma, 253, 273, 278 terratenientes, 20,
Sombart, Werner, 63, 270, 393 sombreros 43, 116-123, 136-137, 161, 165, 170, 181, 186,
(partido político), 306-307 somme (río), 113 188-189, 195- 196, 200, 203, 211-216, 232-
Soom, Arnold, 293 sorgo, 249 234, 243, 277-280, 283, 298-300, 306, 309,
South Sea Bubble, 396-397, 400 sossons, 313-316, 320-322, 327, 330-331, 345, 353-
121-122 (véase agricultores, pequeños) 354, 362, 367, 370, 372, 391, 398-400 (véase
Sperling, J., 146-147, 149-150, 387 Spiesz, también agricultores, capitalistas; aristocracia;
Antón, 186, 190, 315-316, 323 Spinoza, gentry; nobleza; propiedades, propietarios;
Benedict, 10-11, 46, 92, 97 Spitzberg, 53 señores) Tesoro, 82, 163 (véase también Gran
Spooner, Frank C., 5, 23, 28, 38-39, 70, 155, Bretaña, Inglaterra)
386 Staatsloven, 222 Stefanescu, St., 191 Teuteberg, H. J., 39 textiles, 18, 21, 52, 57-
Stoianovich, Traían, 381 Stols, E., 84, 274 58, 62, 68-69, 73, 124-125, 130-138, 154,
Stone, Lawrence, 119, 154, 168 194, 250, 256- 258, 265, 271, 274, 277, 282,
Indice analítico 515
292, 306, 369, 372, 374, 376, 381-383, 391 de trabajo; esclavitud)
(véanse también algodón; calicóes; segunda servidumbre, 185, 174, 190,
camelotes; industrias, textil; lakens; lana; 242
lino; muselina; obrajes; comercio, textiles; traitants, 390 (véase también financieros)
zaraza) de lana, 130, 216, 266, 274, 277, 326, transhumancia, 114 transporte, 38, 51, 141,
369 144, 187, 195, 227, 230, 267, 365, 367, 384-
«nuevos paños», 57, 92, 125 Thiérarche, 385 canales, 62, 74-75, 366 marítimo, 53-54,
19 59, 62, 68-69, 72, 78-79, 92, 132-133, 138,
Thirsk, Joan, 112, 119, 169, 230, 269 143, 160, 164-165, 181, 208, 211, 222, 267,
Thomas, P. J., 134, 145, 369 Thomas, Robert 292, 294, 302, 307, 329, 331, 349, 351,
Paul, 60, 82, 382 Thompson, E. P., 128, 400 358-359, 380 (véanse también buss;
Tidore, 67 ventjagers) terrestre, 144 Transilvania, 326
Tiépolo, Giovanni Battista, 10 tierra, 18, 37, tratado anglo-español (1670), 221 tratados
41, 55, 61, 77, 79, 89, 111, 115-116, 123-124, anglo-portugueses, 256, 388 trébol, 113-114,
186, 188, 190-191, 201-202, 204, 211, 213- 362 Treinta Años, guerra de los, 30-32, 39,
217, 228, 237, 269, 278-281, 294-301, 305, 60, 72, 97, 101-103, 106, 136, 159, 183, 208,
309, 311-315, 317, 332, 343, 345, 354, 361, 250, 255, 276, 283, 285, 288, 298, 309-310,
366, 400 confiscación de, 20, 24, 27 315-317, 320, 323-324, 327 Tremel,
cultivada, 123-124, 365 no cultivada, 115 Ferdinand, 325, 327 trementina, 334
tierras baldías, 214 Tilburg, 57 Trene, Wilhelm, 270, 285, 315, 321, 324
tintes, 55, 58, 60, 125, 256, 329, 376 (véanse Trevelyan, George Macauley, 169
también cochinilla; colza; hierba pastel; Trevor-Roper, Hugh R., 170, 195, 350
indigo; rubia) tributo, 206
Tirol, 190, 285 Trieste, 326
titoli pubblici (véase Estado, finanzas) Trinidad, 217
títulos, 395, 397 (véase también compañías) Trip, Elias, 285
títulos públicos (véase Estado, finanzas) Triple Alianza, 108
Toledo, 218, 250 Tomkiewicz, Wladyslaw, Trondheim, 310
199 Tonnesson, Káre D., 191, 295 Topolski, tregua de 1609, 61, 80, 89, 95 (véase también
Jerzy, 26, 181, 184-185 lories, 109, 170, 345, Países Bajos, revuelta de los)
396, 400 (véase también Gran Bretaña, tregua de 1621, 57, 70 (véase también Países
Inglaterra) Torr, Dona, 9 Tortuga, 218 Bajos, revuelta de los) trigo, 17, 21, 30, 39,
Toscana, 19, 275, 281 totalitarismo, 388 41, 54, 62, 71, 77, 104, 119, 154, 180, 182-
Toulon, 346 Tournay, 356 185, 191-192, 201, 209-210, 223-224, 249,
trabajadores (comunes), 12, 20-21, 34, 61-62, 252, 258, 321, 331, 354, 365-366, 373
116, 121, 192-193, 212-213, 239, Tucker, G. S. L., 359 tulipanes, 396 Tunicia,
271- 272, 302 135
contratados, 119, 141, 182, 233, 238- Turenne, Henri de la Tour, vizconde de,
241 mariscal general, 402 Turingia, 190, 285
urbanos (véase obreros) trabajadores turistas, 197, 278 Tiirkenjahr (1683), 323
asalariados (véase obreros) Twente, 21, 277
trabajo, 19, 22, 39, 61, 114, 125-129, 138, 151,
177, 185, 206-207, 210, 216, 225, 229, 232, Ucrania, 192, 198, 201, 304 ugedagsbonder,
238, 268, 271, 291, 309, 316, 363, 376 309 (véase también agricultores, pequeños)
(véase también trabajadores) Ulm, 274
división del, 13, 27, 50, 57, 247, 259, 271, Ulrica (de Suecia), 305
294, 308, 336 (véanse también capitalismo; Ulster, 333
centro; economía- mundo; periferia; Unger, Richard W., 52, 59, 66, 83, 125
semiperiferia) fuerza de (véase obreros) Unger, W. S., 71, 384 unificación
modos de control, 212-214 (véase también administrativa (véase Estado, fuerza del)
agricultores, arrendatarios; esclavitud; Unión de Armas, 251
trabajadores; trabajo forzado) Unión Ibérica, 252
Untertanten, 315 (véase también siervos)
trabajo a domicilio [putting-out] (véase
Unwin, George, 103 Urbich, Johann
industrias, trabajo a domicilio)
Christian, 305 utarbetningstratt, 291 (véase
trabajo forzoso, 142, 182, 186, 203, 206, 212-
también industrias, trabajo a domicilio)
215, 242-243 (véanse también prestaciones
516 Immanuel Wallerstein
Utrecht, 55, 263, 326, 342, 349, 353, 379, Oost-lndische Compagnie) vodka, 194
385, 390, 394, 396, 398 Utrecht, Unión de Voltaire, Frangois-Marie Arouet de, 405
(1579), 85, 355 (véase también Países Bajos, von Braun, Joachim Freihrerr, 313- 314, 325,
norte de los) 328 von Hippel, W., 323 Voralberg, 19
Uytenbogaert, Jan, 35
Waddell, David A. G., 378 Walpole, Horace,
vacas (véase ganadería) vagabundos, 272 230, 332, 343, 358, 283, 400-401
Valencia, 201-202, 253, 256, 262 Walton, Gary M., 331, 335 Wallerstein,
Valenciennes, 130 Valério, Nuno, 24 Immanuel, 22, 25, 33, 40, 42, 44, 64, 66, 71,
valones, 61, 290 (véanse también Brabante; 144, 171, 224, 232, 248, 283, 314
Flandes) Wangermann, Ernst, 324
Valle, marqueses del, 205 Vandenbrocke, Wansink, N., 70, 86 Ward, A.
Chr., 361 Van der Wee, H„ 55, 79, 81, 275, W„ 262, 356 Ward, J. R., 237
280, 284, 388-390 Van Dijk, H., 87 Van Warden, Alexander J., 250, 369, 371
Dillen, J. G„ 81, 83, 87, 394 Van Hoboken, Warneton, 356 Watt, James, 10 Weber, Max,
W. J., 70, 86 Van Houtte, Jean A., 61 Van 167, 396 Weinryb, Bernard D., 200 Weis,
Klaveren, Jacob, 59, 325 Van Eberhard, 279 Weisser, Michael, 249-250
Oldenbarnevelt, Johan, 95 Van Riebeeck, Jan, Westminster, 131 Westfalia, 21, 61, 273, 321
104 Van Veen, Joh., 50, 54, 91, 376 Van paz de (1648), 317, 349 whigs, 92, 109, 129,
Wijck, Willem, 284, 286, 290 vaqueros, 220 157-158, 169-170, 259, 343-345, 396, 399-
Várkonyi, Agnes R., 184, 197, 201 402 whisky, 194
Varmland, 290 Wiener Orientalisch Handelskompa- nie, 326
vasallos (véase feudalismo) Wiese, Heinz, 183 Wiles, Richard C., 129
Vaud, 19 Williamson, J. A., 107 Wilson, Charles
Veenendaal, A. J., 262 vellón, 209, 255, 263, Henry, 37-38, 52-54, 56-59, 61, 69-70, 78,
284 (véanse también cobre, monedas de; 82, 88, 91-93, 105- 110, 112, 114, 125-127,
dinero, metálico) 129, 131-132, 134, 137, 141, 143, 145-147,
venalidad de cargos (véase Estado, 151, 154, 159, 161, 166, 168, 343, 350, 359,
burocracia, venta de cargos) Venecia, 68, 97, 362, 367-368, 375, 384, 387, 392-394
269, 272-273, 276-277, 280, 326, 382 Wirtschaftsherrschaft, 279, 313 (véanse
Venezuela, 221 ventjagers, 53 Ventura, también Grundwirtschaft, Guts- wirtschaft)
Angelo, 281 Vereenigde Oost-lndische Wisselbank van Amsterdam, 80, 386 (véase
Compagnie (voc), 63-70, 84, 106, 286, 383 también banca)
verlagssystem (véase industrias, trabajo a Withers, John, 385 Wittman, T., 201
domicilio) Wittrock, G., 296 Wolañski, Marian, 327
Verlinden, Charles, 61, 202-203 Vermuyden, Wolf, Siegmund A., 211, 314 Woolf, Stuart
Cornelius, 82 Verviers, 57 Véxin francés, 121 J„ 112, 278, 281 Wrede, Karl Theodor,
Viana, Luis Filho, 241 Viborg, príncipe, 299 Wright, William E., 322, 328
138 Wrigley, E. A., 102, 114, 144 Württemberg,
Vicens Vives, Jaime, 251, 255, 261-262 276
Víctor Amadeo II (de Saboya), 278 vidrio, Wüstungen, 314 Wyckoff, V. 229 Wyczañski,
194 Andrzej, 180
Viena, 39, 57, 180, 305, 323
Vignols, Léon, 255 Vigo Yarmouth, 53
Giovanni, 22 Yates, Francés A., 44
Vilar, Pierre M., 6, 23, 26, 29, 79-80, 93, yeomen (véase agricultores, yeoman)
154-155, 231, 250-252, 257, 261, 378, 387- Yernaux, Jean, 290
388, 397 Villani, Pasquale, 281 Villari, Yorkshire, 53
Rosario, 203 vincolismo, 42 Viner, Jacob, Young, G., 266
358 York, Frederick, duque de, 348 Ypres, 356
vino, 19, 34, 111, 114, 191, 194, 201, 210,
223, 258, 275, 366, 387 Virginia, 228, 230, Zacatecas, 210, 242 Zagorin, Perez, 168
236-237, 239-240, 243 Visconti, Alessandro, zaraza, 369 Zavala, Silvio, 213
97 Vivanti, Corrado, 203 Vizcaya, 251 (véase Zelanda, 49, 69, 86 (véase también Países
también País Vasco) Bajos, norte de los) Zhukov, E. M„ 11
Vlachovic, Jozef, 184 voc (véase Vereenigde Zientara, Benedykt, 191 ZimaAyi, Vera, 180,
Indice analítico 517
184 Zollner, Erich, 325 zonas económicas
(véase trabajo, división del)
Zrinyi, Miklós, 197 Zurich, 19, 277
Zytkowicz, Leonid, 182, 185-187, 195
impreso en publimex. s.a.
calz. san lorenzo 279-32
col. estrella íztapalapa 12
de marzo de 2007
a aparición en inglés del
L
primer volumen de El
moderno sistema mundial
supuso en 1974 el comienzo
de una verdadera revolución
en la historiografía y un fuerte
impulso al renacimiento de la

EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL


sociología histórica. Más allá
de las discrepancias y las
polémicas a las que ha dado
y está dando origen, esta obra es ya un clásico. Su argumento central es que
el moderno sistema mundial toma la forma de una economía-mundo
capitalista, que tuvo su génesis en Europa en el largo siglo xvi e implicó la
transformación de un modo de producción tributario o redistributivo
específico, el de la Europa feudal, en un sistema social cualitativamente
diferente. Desde entonces la economía-mundo capitalista se ha extendido
geográficamente hasta abarcar todo el globo; ha seguido un modelo cíclico
de expansión y contracción y una localización geográfica variable de los
papeles económicos (el flujo y el reflujo de las hegemonías, los movimientos
ascendentes y descendentes de los distintos centros, periferias y
semiperiferias), y ha sufrido un proceso de transformación secular, incluyendo
el avance tecnológico, la industrialización, la proletarización y el surgimiento
de una resistencia política estructurada al propio sistema, transformación que
está aún en marcha.

I MMA N UE L W A L LE RS T E IN
Desde tal perspectiva, el siglo xvn, entendido como el período que va
desde 1600 a 1750, aproximadamente, es ante todo un ejemplo del modelo
cíclico de expansión y contracción. En lo que respecta a la geografía general
del sistema mundial, las fronteras creadas hacia 1500 no variaron de forma
significativa hasta después de 1750. En cuanto a los procesos seculares de
cambio, no se observa ningún salto cualitativo en el período 1600-1750: hubo
una continuidad esencial entre el largo siglo xvi y el xvu, con la única gran
diferencia de una expansión y una contracción, de un desarrollo y un menor
desarrollo.

Immanuel Wallerstein es director del Centro Fernand Braudel para el estudio


de Economías, Sistemas Históricos y Civilizaciones, en la Universidad del
Estado de Nueva York en Binghamton (SUNY), y director de la revista trimestral
Review.
El relojero, El comerciante, El herrero. El acuñador, grabados de Jost Ammán. Arriba: Los
problemas de los notarios. Biblioteca Justino Fernández, IIE-UNAM.
968-23-2183-2
II

9 789682 321832
siglo
)*3
veintiuno
editores
La segunda era de gran expansión de la economia-mundo capitalista, 1730-1850

siglo
veintiuno
editores
historia
Traducción de
JESÚS ALBORES
EL MODERNO SISTEMA
MUNDIAL III

La segunda era de
gran expansión de la
economía- mundo
capitalista, 1730-1850

por
IMMANUEL WALLERSTEIN

siglo
veintiuno
editores
m
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO D EL AG UA 24 8 , ROMERO D E TERREROS . 0 43 1 0, MEXICO, D . F.

siglo xxi editores, s.a.


T UCUMÁN 1 6 21 , 7 o N, C1 05 0 AAG , BUENOS AIRES , ARG ENTINA

siglo xxi de españa editores, s.a.


MENÉNOEZ P I G A L 3 B I S , 2 8 0 3 6 , M A D R I D , E S P A Ñ A portada de
patricia reyes baca

primera edición en español, 1998 segunda edición en


español, 2006 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-
1291-4 (obra completa) isbn 968-23-2157-3 (volumen 3)

primera edición en inglés, 1989 © academic press, inc.,


nueva york
título original: the modern world-system iii: the second era ofgreat
expansión of the capitalist world-economy, 1730-1840

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS 1

1. INDUSTRIA Y BURGUESÍA 5

2. LUCHA EN EL CENTRO, TERCERA FASE: 1763-1815 77


3. LA INCORPORACIÓN DE VASTAS ZONAS NUEVAS A LA
ECONOMÍA-MUNDO: 1750-1850 179

4. LA DESCOLONIZACIÓN DE AMÉRICA: 1763-1833 269

BIBLIOGRAFÍA 359

ÍNDICE ANALÍTICO 487

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES 512

5
ENCYCLOPEDIE,
ou
DICTIONNAIRE RAISONNÉ
DES SCIENCES,
DES ARTS ET DES MÉTIERS,
PAR UNE SOCIÉTÉ DE GENS DE LETTRES.
Mis en ordre & publié par M. DIDEROT, de l’Académie Royale des Sciences &de$
Relies- LettresdePruflc; &quant k la PARTIEMATHÉMATIQUE, par M- D’ALEMBERT, de
i'Académie Royale des Sciences de París, de celle dePrufle, & de la Sociéte Royale
de Londres.
limtiitlt uinerurtunm nnttrr

A P A R I S ,
f B R I A S S O N , rae Saint Jacques, i la Science.
| D A V I D faíné , me Saint Jorques, ¿ la Plome star.
Chez JLE B R E T O N , Iinprimcur ordinaire du Roy, rué de k Hape. i
D U R A N D , rve Saint Jarques t ¿ Saint Landry , & au Grifón.

M. DCC.il.
A V E C A P P R O B A T I O N E T P R I V I L E G E D U ROY.
Se considera que la Enciclopedia de Diderot es la expresión intelectual fundamental de la
Ilustración, y durante largo tiempo ha significado para muchos el triunfo del racionalismo
científico como la ideología reinante del moderno sistema mundial. Escrita por Denis Diderot
con la ayuda de Jean Le Rond d'Alambert para la parte matemática, fue publicada
originalmente de 1751 a 1780, en 35 volúmenes en folio, de los cuales 21 eran de texto, 12
contenían grabados y 2 incluían tablas elaboradas por P. Mouchon.
A Beatrice
AGRADECIMIENTOS

Varios colegas accedieron a hacer una lectura crítica de uno o más capítulos
de este libro y, aunque muchos de ellos hicieron objeciones sobre alguna de las
tesis principales, todos tuvieron la amabilidad de señalar errores o discutir
énfasis. Agradezco a todos su valiosa ayuda, y les absuelvo de aquellos puntos
en los que no seguí su buen consejo: Perry Anderson, Sabyasachi
Bhattacharya, Rondo Cameron, Ferenc Fehér, Walter Gold- frank, Patrice
Higonnet, Keith Hitchins, Eric J. Hobsbawm, Te- rence K. Hopkins, Charles
Issawi, Rejat Kasaba, Hans-Heinrich Nolte, Patrick K. O’Brien, MadhaVan K.
Palat, Donald Quataert, George Rudé y Charles Tilly.
Parte del capítulo 2 apareció en Thesis XI (1986), y una versión anterior
del capítulo 3 en Studies in History (1988).
Aunque Joseph Wright of Derby (1734-1797) comenzó su carrera como retratista, su mayor
celebridad se debe a pinturas en las que expresa su interés por la ciencia y la tecnología. Su
participación en la Sociedad Lunar, un grupo de industriales y científicos ilustrados cuyas
reuniones se celebraban cuando había suficiente luz de luna para caminar por oscuros
senderos rurales, inspiró sus escenas de interiores iluminadas por la luz de la luna o la luz
artificial. El entorno familiar del Experimento con la bomba de aire (1768) destaca la actitud
igualitaria según la cual los conceptos y descubrimientos científicos podían presentarse a
personas ajenas al laboratorio, como mujeres y niños.
1. INDUSTRIA Y BURGUESÍA

El cuento crece al contarlo.

ERIC KERRIDGE2084

Estamos acostumbrados a organizar nuestro conocimiento en tomo a


conceptos centrales que adoptan la forma de axiomas elementales. El ascenso
de la industria y de la burguesía o clases medias son dos conceptos de este
tipo, que nos han sido legados por la historiografía y la ciencia social del siglo
xix para explicar el mundo moderno. Según la concepción dominante, a
finales del siglo xvm y principios del xix tuvo lugar un cambio histórico
cualitativo. Aquella fue una época en la que se produjeron la "primera” 2085
revolución industrial en Gran Bretaña y la revolución burguesa "ejemplar”2086
en Francia. Indudablemente, se han levantado voces en contra de este
consenso, y se han producido innumerables disputas relacionadas con los
detalles; sin embargo, la imaginería de ambas revoluciones permanece
arraigada tanto en la cultura popular como en el pensamiento académico. 2087
De hecho, ambos conceptos son las estrellas que guían nuestra navegación
por las aguas turbulentas de la realidad histórica moderna. En efecto, como
indicaré más adelante, ambas estrellas no son sino una.
El término “revolución” significa para nosotros un cambio repentino,
drástico y extenso, que subraya la discontinuidad. No cabe duda de que ése es
el sentido que dan al concepto de "revolución industrial” la mayoría de
quienes lo utilizan.2088 Cole-
man habla de un “cambio comparativamente repentino y violento que abrió
paso a la sociedad industrial”,6 y Landes de "una ruptura con el pasado mucho
más drástica que cualquier otro suceso desde la invención de la rueda”. 7 De
forma similar, Hobsbawm abunda en lo mismo: "Si la transformación
repentina, cualitativa y fundamental que se produjo en o alrededor de la
década de 1780-1790 no fue una revolución, entonces la palabra no tiene un

2084 Kerridge (1969, p. 468).


2085 Véase por ejemplo, entre muchos otros, Mathias (1969) y Deane (1979).
2086 Poulantzas (1971, vol. I, p. 187).
2087 Charles y Richard Tilly lo expresaron bien: "La creencia en la Revolución industrial

está tan difundida y es tan tenaz entre nosotros que podríamos denominarla el dogma
principal y el interés creado de los historiadores de la economía europea" (1971, p. 186).
2088 Bezanson (1922, pp. 345-346) remonta el uso original del término a una comparación

de 1798, con la Revolución francesa, comparación que se ha mantenido implícita desde


entonces. Williams sugiere que su uso como instauración de un nuevo orden social más que
como un mero cambio técnico debería atribuirse a Lamartin en la década de 1830 (1976, p.
138). Después fue usa-
[5]
6 Immanuel Wallerstein
significado de sentido común.” 8

¿En qué se supone que consistió esta revolución? En un escrito de 1884,


Toynbee (a quien debemos el análisis clásico de la Revolución industrial
como tal) encuentra su “esencia” en la "sustitución de las regulaciones
medievales por la competencia”.9 Hartwell, 80 años después, define su
"carácter esencial" de forma diferente: "el incremento sostenido en la tasa de
crecimiento de la producción total y per cápita a un ritmo revolucionario en
comparación con el anterior”.10
do en este sentido por Adolphe Blanqui, Friedrich Engels, John Stuart Mili y Karl Marx
(Mantoux, 1928, p. 25, n. 1). Heaton sugiere que Arnold Toynbee tomó el término de Marx
y lo puso en "circulación académica” (1932, p. 3).
Debemos tener en cuenta también que los contemporáneos no parecían estar conscientes
del fenómeno. M. S. Anderson (1979, p. 192) observa que en el "mejor libro de la época”:
George Chalmer, An Hislorical View of the Domestic Economy of Great Britain and Ireland
from the Earliest to the Present Times, Edinburgo, 1812, se discute frecuentemente el
comercio, la población y los ingresos públicos, pero "apenas se presta atención a la
industria".
6 Coleman (1956, p. 20). En respuesta a los usos del término "revolución industrial"
que él considera demasiado laxos, Plumb replica enérgicamente: "entre 1760 y 1790 estaba
claro como el cristal que [en Gran Bretaña] existían dos mundos, el antiguo y el nuevo. El
proceso de cambio tampoco pudo ser gradual. En comparación con los siglos anteriores, los
cambios en la industria, la agricultura y la vida social en la segunda mitad del siglo xvm
fueron a la vez violentos y revolucionarios” (1950, p. 77).
7 Landes (1969, p. 42).
8 Hobsbawm (1962, p. 46).
9 Toynbee (1956, p. 58). Ya en 1844 Friedrich Engels consideró que este énfasis en el
cambio social o sociológico era lo esencial de la "revolución”: "Superficialmente, podría
parecer que el siglo de la revolución había dejado a un lado a Inglaterra. Y sin embargo,
desde mediados de siglo [xvm] Inglaterra había sufrido una revolución mayor que la de
ningún otro país, revolución que tuvo las consecuencias de mayor alcance al ser llevada a
cabo tranquilamente, y con más probabilidades de alcanzar sus objetivos en la práctica que
la revolución política francesa o la revolución filosófica alemana.
La revolución social es la única auténtica revolución, a la que deben conducir la
revolución política y filosófica" (1971, p. 9).
10 Hartwell (1967a, p. 8). Cannadine (1984 observa cuatro interpretaciones diferentes y
sucesivas de la revolución industrial: como hecho con consecuencias sociales negativas
(1880-1920), como fluctuación cíclica (1920-1950), como crecimiento económico (1950-
1970), V como límite al crecimiento (1970).
Ambos énfasis —libertad de las limitaciones "medievales" (o revolución
social) y tasa de crecimiento (o revolución económica)— no son, claro está,
incompatibles. El núcleo de la argumentación tradicional ha sido que el
primero condujo al segundo. Sin embargo, en años recientes la atención se ha
centrado en la tasa de crecimiento, invocándose para explicarla un factor
detrás de otro. Esto no es sorprendente, pues el desarrollo continuo de la
economía mundial capitalista ha implicado la ascensión incesante de la
ideología del desarrollo económico nacional como la tarea colectiva principal,
definiéndose tal desarrollo en función del crecimiento económico nacional, y
con el correspondiente axioma virtual de que "el camino hacia la riqueza está
Industria y burguesía 7

en la vía de una revolución industrial”.2089


Los dos elementos "esenciales" —crecimiento y libertad— siguen siendo
demasiado vagos y deben traducirse a conceptos más específicos. Parece que,
conceptualmente, el crecimiento está vinculado de forma muy estrecha a la
"aplicación de principios mecánicos [...] a la fabricación”,2090 lo que los
franceses suelen llamar "maqumismo”,2091 y la "revolución” de la
mecanización generalmente se ha atribuido a "una constelación de
innovaciones en el sentido que Schumpeter daba al término”.2092
El análisis de la mecanización sitúa el desarrollo de las fuerzas de
producción en primer plano. Una mayor "libertad" (o revolución social) se
refiere fundamentalmente, por otro lado, a las relaciones de producción: quién
puede producir qué, quién puede trabajar para quién, y en qué términos. Dos
fenómenos tienen una importancia central para esta parte del estudio: la
fábrica (lugar de concentración de las máquinas) y el proletario o trabajador
asalariado (empleado de la fábrica). Se dice que la fábrica moderna se
“originó en Inglaterra en el último tercio del siglo xvill”. 15 Muchos autores
consideran que es la fábrica, y todo lo que implica en lo relativo a la
organización de la fuerza de trabajo, la innovación crucial en la organización
del trabajo, innovación que requiere una fuerza de trabajo asalariada.
Hobsbawm insiste en que la revolución industrial "no es meramente una
aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración del crecimiento
debida a, y a través de, la transformación económica y social”. 16 La
transformación se refiere, sobre todo, al surgimiento de un proletariado
urbano, que es él mismo la consecuencia de una “total transformación de la

2089 Deane (1979, p. 1).


2090 Hughes (1968, p. 253); véanse también Dobb (1946, p. 258) y Landes (1969, p. 41).
Landes desarrolla esa idea en tres formas innovadoras: sustitución de las capacidades
humanas por las máquinas, de la energía animada por la inanimada, y de las sustancias
vegetales y animales por minerales como materias primas. Cipolla denomina esto sustitución
de los “conversores” biológicos de la energía por los mecánicos (1961, p. 529).
2091 Véase Ballot (1923). Traducir "maqumismo" por "mecanización” supone perder su

utilidad como concepto.


2092 Deane (1979, p. 106). Al tratar de justificar su afirmación de que la industrialización

británica fue "única", Mathias argumenta que fue única "en el grado en que una sola
economía nacional dominó el ámbito crucial del carbón barato, el hierro barato, la
construcción de maquinaria, la tecnología de la energía y el combustible mineral, las técnicas
de ingeniería”. Y añade que fue "primera, y por lo tanto única” también en ese sentido
(1979a, p. 19); cf. un argumento coyuntural similar en Rostow (1971, p. 33).
Wrigley lleva a su extremo lógico el argumento coyuntural al refutar la idea de que la
"modernización” (o "racionalidad") conduce "inevitablemente” a la "industrialización" o
"crecimiento económico sostenido"), puesto que en tal caso Holanda, que era más "moderna”
que Inglaterra en el siglo xvm, debió haber sido la primera en industrializarse. Wrigley
insiste en que las series de innovaciones técnicas fueron "el producto de circunstancias
especiales, locales”, algo que él considera una "feliz coincidencia”. Entonces "lo que hay
que explicar no es simplemente porqué la Revolución industrial se produjo en Inglaterra
antes que en ninguna otra parte, sino simplemente por qué, ocurrió". Wrigley concluye que
"es posible que alguien tenga una oportunidad entre cincuenta de
8 Immanuel Wallerstein
estructura social rural”. 17

Gran parte del estudio de la revolución industrial, sin embargo, supone


los procesos de mecanización y el proceso de "li- beración’/proletarización y
se concentra en la siguiente pregunta: ¿qué hizo que estos procesos ocurrieran
"por primera vez" en Gran Bretaña, y qué hizo "despegar” a dicha nación? El
"despegue” es, en efecto, una imagen que refleja de forma idó-
que le toque la lotería, y, a pesar de ello, que le toque” (1972, pp. 247, 259). Desde un punto
de vista lógico, esta perspectiva es similar a la tesis de Hartwell de que la revolución
industrial debería considerarse "como una discontinuidad por propio derecho más que como
un resultado residual del auge del capitalismo” (1979b, p. 10).
15 Mantoux (1928, p. 25), quien añade que "la característica distintiva del sistema de
fábricas es el uso de maquinaria" (p. 38). Véase también Tovnbee (1956, p. 63).
16 Hobsbawm (1968, p. 34). Además, desde el principio se consideró esta
transformación como una "crisis". Saint-Simon, en su apostrofe al rey en el Systéme
industriel publicado en 1821, escribió: "Sire, la marcha de los acontecimientos agrava cada
vez más la crisis en que se encuentra la sociedad, no sólo en Francia, sino a lo largo de la
gran nación formada por los pueblos occidentales de Europa." Citado en Febvre (1962, p.
514).
17 Saville (1969, p. 251). Una vez más, el argumento es que Gran Bretaña es única:
"En ningún lugar, salvo en Gran Bretaña, quedó prácticamente eliminado el campesinado
antes de la aceleración del crecimiento económico asociado con el desarrollo del capitalismo
industrial, y de los muchos rasgos de la industrialización temprana en Gran Bretaña ninguno
es más sorprendente que la presencia de un proletariado que crece con rapidez en el medio
rural" (p. 250).
nea el modelo básico de la revolución industrial, por mucho que las detalladas
hipótesis o la periodización de Rostow puedan haberse sometido a debate. A
esta pregunta se ha dado una serie de respuestas que de ningún modo son
mutuamente ex- cluyentes, aunque varios autores han insistido en la
centralidad de un factor determinado (que otros autores, a su vez, han
discutido debidamente). Situándolos en un orden de contigüidad cronológica
inversa, estos factores son: un incremento en la demanda (a la que se atribuye
la rentabilidad de la mecanización y proletarización), la disponibilidad del
capital (que, a su vez, hace posible la mecanización), el crecimiento
demográfico (que, a su vez, da lugar a la proletarización), una "revolución
agrícola” (que posibilitó el crecimiento demográfico), y un desarrollo
preexistente de las modalidades de tenencia de tierras (que también fomentó
el crecimiento demográfico). Retrocediendo aún más, lo más difícil de
describir es una supuesta actitud mental (que asegura la existencia de
empresarios que se beneficiarán de todas las numerosas oportunidades que
este proceso revolucionario ofrece en sus múltiples coyunturas, de tal manera
que el efecto acumulativo es “revolucionario"). Obviamente, esta cronología
de factores es un poco abstracta, y varios autores han propuesto una secuencia
diferente.
La demanda, al tratar de explicar la innovación, es una vieja teoría (“la
necesidad es la madre de la invención”), y Landes hace de ella un factor
central de su análisis: “En gran medida, fue la presión de la demanda sobre el
modo de producción lo que hizo surgir las nuevas técnicas en Gran
Industria y burguesía 9

Bretaña.”2093 ¿Pero qué demanda? Hay dos candidatos: el comercio exterior y


el mercado interior. El argumento en favor de las exportaciones se centra en
el hecho de que su crecimiento y aceleración fueron
"significativamente mayores que los de la industria interior en la segunda
mitad del siglo XVIII". En contra de esto, Eversley sostiene que, en el "periodo
19

clave” de 1770-1779, es "incontrovertible” que el sector exportador decreció,


aunque hubo una "visible aceleración” de la industrialización, lo que fortalece
la tesis de que "un gran mercado interior para bienes de consumo producidos
masivamente" es vital para la industrialización.20 Hobs- bawm sugiere el
compromiso inevitable: tanto el comercio exterior como un gran mercado
interior eran necesarios, además de "un tercer factor, a menudo pasado por
alto: el gobierno”.21
19 Whitehead (1964, p. 74). Crouzet califica al siglo XVIII de "fase atlántica del desarrollo
económico europeo”, afirmando que, antes de la revolución, en Francia el comercio con
América era "el sector más dinámico de toda la economía” (1964, p. 568). Boulle añade una
fuente de demanda que no suele considerarse. Observa que en el tráfico de esclavos la serie
de mercancías utilizadas como pago por los esclavos se había estandarizado bastante. "Así,
todos los factores de demanda de ordinario identificados al comienzo de la Revolución
industrial —importancia del mercado, estandarización de las mercancías, incentivos a los
artículos entregados en la fecha fijada— estaban reunidos en África" (1975, p. 312).
20 Eversley (1967, pp. 248, 211); véase también Bairoch (1973b, p. 571). Eversley se
sitúa en la tradición de Rostow, sosteniendo que el periodo 1770- 1780, durante el cual el
mercado interno era favorable, fue "crucial como periodo de 'calentamiento' inmediatamente
anterior al despegue [década de 1780] hacia un crecimiento sostenido” (p. 209). Rostow, sin
embargo, refuta los argumentos de Marczewski sobre el crecimiento económico francés en
el siglo xviii basándose en el hecho de que el comercio exterior francés era insuficiente para
permitir el despegue: "La diferencia entre el profesor Marczewski y él [Rostow] era sencilla.
Al evaluar la evolución de Francia, Rostow declaró que había decidido [...] que el desarrollo
de una moderna industria textil orientada sólo al mercado interno, no podía tener un efecto
de escala suficiente para actuar como base de un desarrollo sostenido. Para que la industria
textil cumpliera esa función, era preciso el empuje que recibió del comercio exterior. Éste
era un juicio arbitrario que le llevó a negar que las industrias algodoneras de principios del
siglo xix en Francia y Alemania pudieran haber actuado como sectores que encabezaran el
despegue" (Hague, 1963, p. 359).
Markovitch, el colaborador de Marczewski, invierte el argumento dudando de que el

2093 Landes (1969, p. 77). Véase también Plumb (1982, p. 284). “Después de todo los

nuevos métodos industriales se originaron en las industrias de consumo productos textiles,


porcelanas, los botones, hebillas y alfileres de Boulton y Watt.” Deane opina de manera
similar: "Sólo cuando el mercado potencial fue lo bastante grande y la demanda lo
suficientemente elástica para justificar un incremento sustancial de la producción, los
empresarios ordinarios se apartaron de sus técnicas tradicionales. No hay ninguna prueba
que sugiera que [...] la mayoría de los productores estuvieran en modo alguno más dispuestos
a innovar en 18J5queen 1750"(1970, p. 131). Deane y Colé, sin embargo, han tenido dudas
sobre la fuente de la demanda. Habiéndola situado en el comercio exterior en la primera
edición de su libro en 1962, en el prefacio de la segunda edición escribieron: "Si tuviéramos
que volver a escribir este libro hoy, nos sentiríamos tentados a situamos en un terreno
distinto, por ejemplo, en el papel del comercio exterior en el crecimiento del siglo xvili"
(1967, p. xv).
10 Immanuel Wallerstein
desarrollo de la industria del algodón inglesa a finales del siglo XVIII, que, admite, fue
"excepcional”, pudiera ser el "pivote central que situara a la máquina industrial británica en
la órbita de la Revolución industrial", puesto que en 1770 el algodón constituía únicamente
el 5% de la producción textil británica, y toda la producción textil únicamente el 10% de la
renta nacional, mientras que la lana representaba un tercio de la producción industrial
británica y también era significativa en Francia (1976a, p. 645). Cameron utiliza estos
mismos porcentajes del algodón para contestar a la tesis de Hobsbawm (1968, p. 40), según
la cual "quien dice Revolución industrial dice algodón", replicando: "En la medida en que
esa afirmación sea exacta, revela la inexactitud y pre- tenciosidad del término [revolución
industrial]" (1985, p. 4).
21 Hobsbawm (1968, p. 42).
Existen quienes dudan de que la demanda se incrementara
significativamente y destacan los "procesos relacionados con la oferta, no con
la demanda”.2094 Pero también hay quienes han considerado crucial la
cuestión de la oferta de capital. Hamilton explicaba en 1942 el carácter
“revolucionario” de la revolución industrial por la "inflación de los
beneficios” de la última mitad del siglo xvm, resultado del estancamiento de
los salarios, la brecha entre el alza de los precios y el alza de los salarios, 2095
un antiguo recurso que Hamilton ya había utilizado para explicar la
expansión económica del siglo xvi. 2096 El núcleo de la explicación de Ahston
a la revolución industrial estriba en el "capital relativamente barato"2097
procedente de la caída de los tipos de interés. Una generación más tarde, y
después de revisar la bibliografía dedicada al tema de la acumulación de
capitales, Crouzet adoptada una posición más modesta: la "relativa
abundancia” de capital fue un “factor posibilitante", que no era necesario ni
podía evitarse, aunque históricamente en la Inglaterra del siglo xvm se
hubiera producido tal abundancia.2098
Pero, ¿acaso era importante el capital fijo? Numerosos analistas
escépticos sostienen que "las necesidades de capital en las primeras etapas de
la industrialización eran modestas”.2099 Ante estos argumentos, los defensores

2094 Mokyr (1977, p. 1005). Para una crítica de Mokvr y una defensa de la tesis de

Elizabeth Gilboy del cambio de moda como base de una expansión de la demanda, véase
Ben-Schachar (1984). Otro teórico de la oferta es Davis, quien considera que el impulso lo
dio precisamente el "cambio técnico en la manufactura del algodón” (1979, p. 10). En favor
del argumento de las innovaciones tecnológicas como explicación única y suficiente de la
revolución industrial, véase Gaski (1982); v para una crítica devastadora, véase Geary
(1984).
22
Hamilton (1953, p. 336). Landes (1969, p. 74) ataca a Hamilton basándose en el hecho
de que la inflación de los beneficios fue tan alta en el continente europeo en ese periodo que
sólo en Gran Bretaña se dio la revolución industrial. Véase también Félix (1956).
2096 Véase Wallerstein (1979, pp. 107-117).

2097 Ashton (1948, p. 11).

2098 Crouzet (1972a, p. 68). "Las pruebas de la riqueza de Gran Bretaña en el siglo xvm son

abrttmadoras” (p. 40). Crouzet también se muestra de acuerdo en que en este periodo se
dieron "beneficios netos extraordinariamente elevados" (1972b, 195, cf. Pollard, 1972a, pp.
127-129).
2099 Hartwell (1976b, p. 67). Chapman también utiliza la palabra "modestos" (1970, p.

252). Pollard afirma que la velocidad de crecimiento del capital invertido se ha "exagerado
Industria y burguesía 11

de la importancia del capital se han retirado a un terreno más seguro y menos


susceptible de prueba. "Era el flujo de capital [...] más que las existen-
cias, lo que importaba en último término."2100 Una variación sobre este tema
es la sugerencia de que lo que importaba no era un cambio en el "volumen
relativo” de la oferta de capital (es decir, el volumen "relativo a la renta
nacional”), sino el cambio en el "contenido del capital disponible”, es decir,
el hecho de que la inversión se desviara "de formas tradicionales a formas
modernas de acumulación de capital”.2101 Subrayar el flujo de capital provoca,
inmediatamente, el interés por las facilidades de crédito. Una de las opiniones
más generalizadas es que Gran Bretaña difería de otros países precisamente
en la cantidad de facilidades de crédito a disposición de la industria. 2102 Este
punto de vista, naturalmente, supone que las inversiones de capital estaban
limitadas por las fronteras. Lüthy, sin embargo, opina que, a mediados del
siglo xvill, Europa occidental y central ya constituían una "zona de
intercambio" caracterizada por la "facilidad en las transacciones bancarias y
el flujo de capital", y habla de una virtual ausencia de obstáculos a dicho
flujo.2103
Otro grupo de autores concede una importancia prioritaria a los cambios
demográficos. Aparentemente, el crecimiento de la población dio lugar tanto
a la demanda de productos industriales como a la fuerza de trabajo que los

con mucha frecuencia" (1972a, p. 143). Véase también Bairoch sobre los bajos costes de
capital implicados (1974, pp. 54-65).
2100 Landes (1969, p. 78). Landes parece considerar que este ataque afectará
fundamentalmente a los marxistas. "Hasta aquí”, añade, "en lo que respecta a la preocupación
por la acumulación primitiva”.
2101 Deane (1973b, pp. 358-359). En la medida en que esto significa un paso de la
inversión en tierras a la inversión en industria, la advertencia de Crouzet es oportuna: "Los
terratenientes pusieron su capacidad de crédito a disposición de las mejoras del transporte
sobre la garantía de sus tierras. Pero, en lo tocante a la industria, uno se siente tentado a
sostener la opinión de Postan de que fue 'sorprendentemente escasa' la parte de la riqueza de
la Inglaterra rural que ‘se abrió camino hasta las nuevas empresas industriales’” (1972a, p.
56). Se hace referencia a Postan (1972) quien defiende que "aparte del núcleo de mercaderes
y financieros, el hábito de inversión sólo se ha desarrollado en el siglo xix" (p. 75).
Crouzet también observa que "en el siglo xvm, e incluso a principios del xix, [la
agricultura, el transporte y la construcción] absorbían mucho más capital del que se invertía
en la industria británica" (1972b, p. 163).
2102 Véase Gille: "[Las facilidades de crédito] eran mucho menores en el continente, quizá

porque los bancos más grandes [...] obtenían una proporción mayor de sus beneficios del
financiamiento del gobierno" (1973, p. 260). Chap- man, sin embargo, no cree que la
industria algodonera inglesa pudiera disponer tan fácilmente de capital bancario. "Todo
indica que antes del advenimiento de los bancos de accionistas y la difusión simultánea de
las entidades emisoras de letras de cambio [en la década de 1830] el apoyo institucional a
las manufacturas del norte era débil” (1979, p. 66).
2103 Lüthy (1961, p. 25). Morineau argumenta de forma similar sobre las pautas de

inversión en la Europa del siglo xvm: "Al capitalismo no le preocupaban las fronteras" (1965,
p. 233).
12 Immanuel Wallerstein
produjo. Se afirma que el "crecimiento demográfico sin precedentes”2104 de
Gran Bretaña fue especialmente notable porque se sostuvo durante un largo
plazo y fue acompañado de un aumento de la producción.2105 Plumb añade el
matiz de que el elemento clave fue la supervivencia de más hijos de padres de
"clase media y baja", pues "sin una clase media-baja en rápida expansión, con
la suficiente educación y formación técnica, la Revolución industrial habría
sido imposible”.2106
No obstante, hay que plantear dos preguntas: ¿existió realmente una
revolución demográfica? Y, ¿qué fue, de hecho, lo que causó el crecimiento
de la población? (Lo que, obviamente, conduce a determinar si dicho
crecimiento fue causa o consecuencia de los cambios económicos.) El asunto
de la realidad de la revolución da lugar a otras dos preguntas: ¿los cambios
fueron "revolucionarios" en relación a lo que sucedió antes y después? El
modelo de Inglaterra (o Gran Bretaña) ¿fue significativamente diferente del
de Francia y otros países? Dada una curva logarítmica, muchos autores no ven
ninguna razón para considerar peculiar, en modo alguno, el segmento de
finales del siglo xviil.2107 Es indudable que la tasa de crecimiento demográfico
en la segunda mitad del siglo xvm fue mayor que la de la primera mitad, pero
se ha sostenido que lo excepcional fue la primera mitad, no la segunda. Tucker
afirma, por ejemplo, que en el caso de Inglaterra "el crecimiento de la
población a lo largo del siglo xvm en su conjunto no fue mucho mayor de lo
que nos hubiera permitido esperar una extrapolación de anteriores tendencias
a largo plazo”.36 Morineau hace exactamente la misma observación con
respecto a Francia. El crecimiento demográfico a finales del siglo xvili no fue
revolucionario, sino que debería considerarse, más modestamente, como "una
renovación, una recuperación, un restablecimiento”.37 Milward y Saúl
invierten el argumento totalmente en favor de Francia. El modelo demográfico
francés no fue el usual (puesto que su tasa de natalidad descendió antes que o

2104Deane y Colé (1967, p. 5).


2105Véase Deane (1979, p. 21). Habakkuk observa: "El crecimiento [de la población
inglesa] que se inició en la década de 1740 no se invirtió. No sólo no se invirtió, se aceleró”
(1971, p. 26).
2106 Plumb (1950, p. 78). Krause acompaña este argumento con la confortante hipótesis

de que los "grupos más pobres" quizá tenían las tasas de reproducción más bajas, a diferencia
de la situación que se da en los países periféricos contemporáneos, donde tienen la tasa más
elevada. Krause admite que esta tesis se mueve en "terreno traicionero" pero aduce que si
los pobres occidentales no hubieran limitado el tamaño de las familias siguiendo
estrictamente, por lo que se ve, el buen consejo del pastor Malthus, "es difícil ver cómo
Occidente pudiera haber evitado la pobreza actual de la India" (1969, p. 108). Como se ve,
de la teoría inferimos datos empíricos.
2107 Véase McKeown: "como el crecimiento moderno [de la población desde finales del

siglo xvn y principios del xvm] es único [en su volumen, continuidad y duración], es poco
satisfactorio tratar de explicar por separado su fase inicial" (1976, p. 6). Para Garden, la pauta
demográfica de finales del siglo xvm y principios del xtx fue la de "una evolución muy lenta,
no una revolución", produciéndose la auténtica revolución en "la segunda mitad del siglo
xx" (1978d, pp. 151, 154).
Industria y burguesía 13

simultáneamente con la reducción de la tasa de mortalidad). "Sin embargo,


bajo las circunstancias de desarrollo imperantes en el siglo xix un crecimiento
demográfico más lento hizo que los incrementos en la renta per cápita fueran
más fáciles de alcanzar, dando a Francia, así, ventajas y no desventajas en el
mercado.”38
No obstante, incluso si el (indiscutido) incremento de la población no
hubiera de considerarse revolucionario, e incluso aunque no fuera
necesariamente una peculiaridad de Inglaterra, el "núcleo del problema” 39
persiste: ¿el crecimiento de la población fue resultado de cambios económicos
y sociales, o a la inversa? De acuerdo con la formulación de Habakkuk: "¿creó
la Revolución industrial su propia mano de obra?"40 Para responder a esta
pregunta tenemos que considerar el debate relativo a si el incremento
demográfico se explica por la tasa de mortalidad decreciente o por el
incremento de la tasa de fertilidad. Para la mayoría de los analistas, existen
pocas dudas sobre el hecho de que el descenso de la tasa de mortalidad es la
explicación principal, por la simple razón de que "cuando ambas tasas son
elevadas, es más fácil que la población aumente al reducirse la tasa de
mortalidad que cuando aumenta la tasa de natalidad”,41 y, por supuesto,
cuando ambas son bajas lo cierto es lo contrario.
¿Por qué entonces la tasa de mortalidad desciende? Dado que una tasa de
mortalidad alta "se puede atribuir principalmente a una elevada incidencia de
enfermedades infeccio-

y>' Tucker (1963, p. 215).


37 Morineau (1971, p. 323). 1

38 Milward y Saúl (1973, p. 314).


39 Drake (1966, p. 2).
40 Habakkuk (1958, p. 500). La respuesta del propio Habakkuk es que "la interpretación
más razonable del aumento de la producción agrícola a finales del siglo XVIII es que fue una
respuesta al crecimiento de la población, no el factor que desencadenó ese crecimiento”
(1971, p. 33).
41 McKeown y Brown (1969, p. 53).
sas”,2108 existen tres explicaciones posibles para la reducción de la tasa de
mortalidad: avances en el campo de la medicina (inmunización o terapia),
mayor resistencia a la infección (mejoras en el entorno) o descenso en la
virulencia de las bacterias y virus. Esto último puede excluirse si se produce
una reducción simultánea de la mortalidad causada por múltiples
enfermedades (lo cual parece que efectivamente se produjo), puesto que no es
creíble que pudiera deberse a "cambios fortuitos en la naturaleza de los
organismos [causantes de las enfermedades]".2109 Esto nos lleva al verdadero
debate: mejoras en la medicina o en el entorno socioeconómico. Durante
mucho tiempo los avances en la medicina han sido la explicación predilecta,

2108 Idem.
2109 McKeown (1976, p. 16).
14 Immanuel Wallerstein
la cual aún tiene fuertes defensores que afirman que el descenso de las tasas
de mortalidad se explica por "la introducción y el uso de la vacuna contra la
viruela durante el siglo xvm”.2110 Esta tesis se ha enfrentado con la cuidadosa
y convincente demostración de que la influencia de la medicina en la tasa de
mortalidad fue más bien insignificante hasta el siglo XX, por lo que
difícilmente puede explicar los cambios del xvm 2111 Por deducción,
concluimos que fueron "los progresos en las condiciones económicas y
sociales”, lo que condujo a la expansión demográfica, y no a la inversa.2112
La participación de la fertilidad ha recibido un importante respaldo en la
monumental historia demográfica de Inglaterra de Wrigley y Schoñeld,
autores que observan un aumento en la tasa de la fertilidad producido por un
menor porcentaje de los no casados. Esto se encuentra ligado a un modelo en
el que una mayor disponibilidad de alimentos es el elemento clave del proceso
que permite fundar un hogar. Los datos obtenidos por estos autores abarcan
un periodo muy largo (1539-1873), en el que descubrieron que, a excepción
de un breve intervalo (1640- 1709), los nacimientos, muertes y matrimonios
aumentaron, aunque hubo más nacimientos que muertes de forma continuada.
Por tanto, al parecer Wrigley y Schoñeld defienden el hecho de que la historia
demográfica inglesa sigue una pauta sostenida. Sin embargo, al mismo tiempo
afirman que, en algún momento entre principios del siglo XVIII y finales del xix,
Inglaterra rompió con el "ciclo de contención preventiva” y el nexo entre el
tamaño de la población y los precios de los alimentos. 47
47 Para la periodización, véase Wrigley y Schofield (1981, p. 162); para el cambio de
la pauta demográfica, véase p. 478. En la página 245 parecen datar el momento del cambio
con mayor precisión en 1751, fecha después de la cual consideran que hubo un claro
"predominio de la fertilidad como factor de cambio de la tasa de crecimiento intrínseca".
Goldstone intenta modificar un tanto esta tesis sosteniendo que, mientras que en el siglo
xvi fue el incremento del número de los que se casaban lo que explica los aumentos de la
fertilidad, en el periodo 1700-1850 fue fundamentalmente el descenso de la edad de

2110 Razzell (1969, p. 134). El argumento clave es que como los estratos medios y
superiores de Inglaterra también muestran un aumento en su expectativa de vida, "es
inadecuada una explicación en función del aumento en la oferta de alimentos". En un artículo
posterior, Razzell (1974, p. 13) generaliza su argumento: "Fue una mejora de la higiene
personal más que un cambio de la salud pública la responsable de la disminución de la tasa
de mortalidad entre 1801 y 1841."
Véase también Armengaud (1973, pp. 38-43), quien sin embargo cree que este factor se
combinó con una mayor productividad agrícola que produjo una población mejor
alimentada, más resistente a la enfermedad.
2111 El análisis enfermedad por enfermedad se encuentra en McKeown (1976, pp. 91-109).

Admite que sólo después de 1838 se dispone de datos fiables, pero señala que si estos datos
muestran que "la inmunización y la terapia tuvieron escasa influencia en la tendencia de la
mortalidad en los cien años posteriores [a 1838, en Gran Bretaña], de esto parece deducirse
que es poco probable que tuvieran una contribución significativa en el siglo precedente" (p.
104).
2112 McKeown y Record (1962, p. 122). Véanse también Bairoch (1974, p. 30), Le Roy

Ladurie (1975, pp. 386-390) y Post (1976, p. 35).


Industria y burguesía 15
matrimonio. "Lo principal fue que en Inglaterra la industrialización y la ampliación de los
mercados de alimentos se produjeron en el contexto de un sector agrícola muy proletarizado
y que cada vez lo estaba más" (1986, p. 28).
Otro argumento que subraya el aumento de la fertilidad se extrae del supuesto ejemplo
irlandés de matrimonios más precoces en la década 1780, debido al “establecimiento"
anterior y más difundido de jóvenes adultos rurales, lo que se debe a su vez a un paso de la
agricultura de pastoreo a la de labranza. Véase Connell (1969, pp. 32-33). El paso a los
cultivos de labranza es por supuesto una consecuencia de la expansión de la economía-
mundo, como reconoce el propio Connell: "[En la década 1780], debido al crecimiento de
la población de Inglaterra, el país dejó de ser exportador de cereal y vigiló menos
celosamente que se produjera en Irlanda."
Drake se muestra escéptico sin embargo respecto a todo el argumento basado en la edad
matrimonial en Irlanda por la posibilidad de que se diera una relación inversa entre la edad
matrimonial masculina y femenina. Prefiere atribuirlo a la difusión del cultivo de patata
(1963, p. 313). Connell, en efecto, tampoco excluye esta explicación: si nuestras "inseguras
estadísticas” están equivocadas y el crecimiento demográfico empezó de hecho en las
décadas de 1750 o 1760, "bien pudo haber seguido de cerca a la generalización de la dieta
de patata” (1969, p. 38).
Incluso aunque a principios del siglo XVIII Irlanda se caracterizara por una alta tasa de
mortalidad y una baja tasa de natalidad, McKeown y Brown dudan que el crecimiento
demográfico pudiera explicarse por el desceriso de la edad matrimonial. Estos autores
señalan que si en épocas de matrimonio tardío un
Además de la contradicción en la lógica de Wrigley y Scho- field (una
explicación basada en un modelo sostenido frente a una explicación basada
en una ruptura del modelo), existe el problema de reconciliar el énfasis que
dieron a los incrementos de la tasa de matrimonios (y/o descenso de la edad
matrimonial) como explicación del "despegue” económico con el argumento,
directamente opuesto, de Hajnal. Éste sostiene que existe una única pauta
matrimonial europeo-occidental (no sólo inglesa) propia de la primera mitad
del siglo xvin que se refiere a una edad de matrimonio más avanzada y una
mayor proporción de personas no casadas. Hajnal considera que es esta pauta
de fertilidad reducida (que se mantiene hasta el siglo xx) la que favorece el
desarrollo económico “estimulando la diversificación de recursos y
asignándolos a otros fines que no son los de la subsistencia mínima”. 48
Un último factor demográfico, discutido con menor frecuencia pero cuya
importancia probablemente sea grande, es el incremento en el movimiento de
la población de las zonas rurales periféricas de Europa a las áreas urbanas y
en vías de industrialización. Pero esto es, por supuesto, consecuencia de un
aumento de las oportunidades de empleo y los avances en la infraestructura
de transporte.49
En años recientes, cada vez se ha prestado mayor atención a los cambios
en el sector agrícola como un preludio y factor determinante de los cambios
en el sector industrial. (Él hecho de que tal énfasis conlleve directrices
políticas implícitas para los países periféricos contemporáneos no deja de
estar ligado a esa mayor atención, lo que a veces se afirma de manera
explícita.) Además de las revoluciones industriales y demográficas, ahora nos
instan a situar y explicar la revolución agrícola, la que resulta ser un tema de
gran importancia. En primer lugar, debemos recordar que en Gran Bretaña, e
16 Immanuel Wallerstein
incluso durante la prime-

marido de más edad toma a una mujer más joven, el impacto de un matrimonio más temprano
(para el marido) puede ser pequeño. Señalan además que la principal diferencia que se aduce
es el número de hijos por familia, pero que una elevada tasa de mortalidad, que aumenta con
el tamaño de la familia, tendría un efecto compensador (1969, p. 62). Y Krause añade que
por otro lado "incluso el matrimonio tardío puede producir tasas de natalidad
extraordinariamente elevadas" (1969, p. 108).
48 Hajnal (1965, p. 132). /
49 Le Roy Ladurie argumenta este aspecto considerando las migraciones desde
Auvemia y los Pirineos a París y otras ciudades del norte en el siglo xvm (1975, p. 407) y
Connell sostiene lo mismo en relación con la migración irlandesa a Inglaterra (1950, p. 66).
ra mitad del siglo XIX, "la agricultura era la principal [...] industria”.2113 Por
consiguiente, si ha de tener algún significado la idea de que se produjo una
revolución económica, y, en particular, que existió una revolución agrícola,
en algún momento tuvo que haber un incremento en el rendimiento total de la
producción de determinada entidad. Inmediatamente surge la disyuntiva de si
nos referimos al rendimiento por hectárea cultivada (lo que a su vez puede
referirse al rendimiento por semilla, por unidad de trabajo o per cápita) o al
rendimiento total. Parece haber pocas dudas de que la producción agrícola
total aumentó en la economía-mundo europea, como un todo, en los cien años
que separan al siglo xvm del xix.2114 Sin embargo, si hubo una transferencia
de la fuerza de trabajo de la producción agrícola a otros tipos de producción
(y en particular a la industria), entonces se afirma que tuvo que existir un
incremento en el rendimiento por semilla o en el rendimiento por unidad de
trabajo (en combinación con la expansión del área cultivada).2115 Si, además,
el nivel de vida general mejoró, tuvo que haber un incremento en el
rendimiento per cápita. Sin embargo, no existe razón alguna por la que un
mejor rendimiento per cápita tenga que ir seguido de un mejor rendimiento
por semilla o unidad de trabajo, y estos dos son los elementos clave de un
periodo expansionista de la economía mundial.
El incremento en el rendimiento, ¿pudo haber sido resultado de la
mecanización de los aperos de labranza? Aunque al parecer se hizo un mayor
uso del hierro en los arados (y en las herraduras de los caballos),2116

2113 Deane (1979, p. 246).


2114 Por ejemplo, Slicher van Bath sugiere que todo este periodo constituyó "una época de
explosión agrícola” (1963, p. 221) en términos de niveles de precios globales (a pesar de la
relativa decadencia posterior a 1817), de expansión de áreas cultivadas y de nuevos métodos.
2115 Véase por ejemplo, Bairoch (1974, p. 83), que considera que un mero aumento de la
productividad agrícola no es "el factor determinante en el inicio de la industrialización”, sino
algo que a su vez requiere el comienzo de estos procesos. Wyczánski y Topolski, sin
embargo, niegan que fqera necesario el aumento de la productividad agrícola para liberar
mano de obra para la industria dada la "considerable reserva latente de mano de obra" en el
campo (1974, p. 22).
2116 La defensa más enérgica de este punto de vista es la de Bairoch (1973a, pp. 490-491),
que sostiene que estas aplicaciones del hierro en combinación con el mayor número de
arados utilizados (derivado de la extensión de tierras roturadas y de la disminución del
Industria y burguesía 17

difícilmente puede afirmarse que existió una mecanización notable de la


agricultura antes del siglo xix.54 Los avances surgieron fundamentalmente a
través del cultivo más intensivo del suelo mediante el uso de cultivos
forrajeros.55 Había dos sistemas, el de cultivo alterno (llamado en aquella
época "sistema Norfolk”) y el de cultivo convertible (o alternancia de pastos).
Ambas variantes suprimían la necesidad del barbecho utilizando tubérculos
(nabos, patatas) para eliminar las malas hierbas, y pastos (trébol, pipirigallo,
joyo) para fertilizar el suelo.36 El sistema de cultivo continuo resultante
permitía al ganado tener forraje en el invierno, y su estiércol se usaba como
fertilizante adicional del suelo.
Ninguno de los dos sistemas era nuevo, pero al final del siglo xvill su uso
se extendió considerablemente. Aunque, sin lugar a dudas, ambos sistemas
hicieron grandes progresos en Inglaterra, no es posible asegurar que haya sido
algo excepcional. Sli- cher van Bath habla de un "paso generalizado de la
rotación
54 O'Brien asegura que, en general, “la mecanización de la agricultura se desarrolló
con mayor lentitud que la mecanización en la industria porque las actividades agrícolas están
más separadas en el tiempo y en el espacio que los procesos industriales” (1977, p. 171).
Denae afirma que, incluso para Inglaterra, "no podemos encontrar nada que sugiera el
incremento significativo en el volumen de capital agrícola o en la tasa de capital agrícola
hasta finales del siglo XVIII, y aun entonces la expansión parece haber sido modesta en
relación con el crecimiento de las rentas agrícolas durante este periodo” (1972, p. 103). En
efecto, Deane atribuye a las limitaciones de la técnica mecánica agrícola el hecho de que
hasta mediados del siglo xix la mayoría de las nuevas técnicas "sólo fuera adecuada a los
terrenos ligeros arenosos” y que no era todavía posible "drenar los suelos arcillosos y los
pantanos" (1979, p. 41). Chambers y Min- gay también minimizan el papel de la innovación
mecánica y señalan que la famosa sembradora de Jethro Tull, que permitía la labranza
continua, si bien fue "descrita [...] en 1733, y tenía una larga historia anterior, no fue
utilizada para plantar grano hasta bien entrado el siglo xix" (1966, p. 2).
55 Véase Timmer: “Los cultivos leguminosos no solo incrementaban la fertilidad del
suelo, sino que mantenían mayores rebaños que producían más y mejor abono" (1969, pp.
382-383).
Slicher van Bath sin embargo nos recuerda que "un cultivo más intensivo no supone
necesariamente un mayor rendimiento” (1963, p. 245), pero en este sentido mayor
rendimiento significa siembra de semilla. Es posible conseguir un rendimiento todavía
mayor por hectárea cultivada reduciendo el barbecho. En términos de rendimiento por
siembra de semilla, también era posible lograr una mayor producción mediante un abono
intenso que sin embargo tenía que adquirirse fuera y que, por lo tanto, era demasiado caro.
56 La diferencia entre ambos sistemas era que el sistema de cultivo alterno sólo podía
utilizarse en suelos ligeros. En terrenos más pesados (pero todavía bien drenados) era
necesario evitar la rotura de raíces y mantener corto el pasto durante cierto número de años.
En terrenos arcillosos húmedos y fríos ninguno de los dos sistemas funcionó hasta el
desarrollo de un drenaje subterráneo barato a mediados del siglo xix. Véanse Chambers y
Mingay (1966, pp. 54-62) y Deane (1979, pp. 38-42).
trienal [...] a la agricultura convertible” en Europa occidental después de 1750
en respuesta al aumento de los precios del trigo.57 Lo que sin embargo era
nuevo en esta difusión de los cultivos forrajeros era que permitía una mayor

barbecho) explican el significativo incremento de la demanda global de hierro.


18 Immanuel Wallerstein
producción de labranza sin sacrificar pastos, como antes sucedía. 58
Incluso este avance, si se analiza como producción per cá- pita, ha sido
puesto en tela de juicio por Morineau, quien sostiene que sólo a mediados del
siglo xix se produjo un incremento significativo del rendimiento. 59 Morineau
considera que el "progreso” agrícola a finales del siglo xviu, al igual que
anteriormente, obedecía a una "lógica de la miseria". La innovación en los
cultivos tendía a coincidir, sostiene, con descensos coyunturales en el nivel
de vida. Estas fases de depresión iban acompañadas de carestías de alimentos,
y las innovaciones en los cultivos "contribuían a mantenerlas”.60 Mientras que
el análisis de Morineau se centra en los datos de Francia, y acepta el
argumento de que Inglaterra tenía ciertas ventajas sobre Francia, duda en
cambio de que incluso Inglaterra tu-

57 Slicher van Bath (1963, pp. 249-250). "El sistema Norfolk, en diversas variantes, fue
seguido por terratenientes ilustrados en varios países europeos a finales del siglo xvm y
comienzos del xix’’ (p. 251).
58 Chambers y Mingay afirman que el nuevo sistema de cultivo rompió el "círculo
vicioso de escasez de forraje que producía la esterilización del suelo" en la agricultura
medieval (1966, p. 6).
59 Véase Morineau (1971, pp. 68-87). Apoya la opinión de Ruwet de que un requisito
crítico del rendimiento por siembra de semilla era el desarrollo de fertilizantes químicos (p.
69, n. 129). Sin embargo, pone en duda la opinión de Ruwet de que el rendimiento per cápita
aumentara desde mediados del siglo xvn por una mayor cantidad de semilla sembrada (se
supone que fue posible ante todo por la reducción del barbecho). Dudas similares sobre el
aumento del rendimiento por unidad de trabajo en el sistema Norfolk pueden encontrarse en
Timmer (1969, p. 392), que observa sin embargo algún incremento en el rendimiento por
siembra de semilla.
60 Morineau (1971, pp. 70-71; véase también 1974b, p. 355). Cuando Le Roy Ladurie
describe la diversificación de la producción agrícola en Lourmarin (ya no se producía sólo
trigo; en vísperas de la Revolución francesa, la mitad de las tierras se dedicaba a viñedos,
frutales, moreras, huertos y pastos irrigados), explica: "Aquí tenemos la auténtica revolución
agrícola adaptada a las condiciones del mediodía francés" (1975, p. 402). Morineau critica
en concreto esta afirmación, acusando a Le Roy Ladurie de un "razonamiento seductivo”
fundado en una base cuantitativa insegura que "interpreta, extrapola y es involuntariamente
circular" (1978, p. 383). Le Roy Ladurie replica con la misma moneda y afirma que la obra
de Morineau es "paradójica y brillante" pero aun así errónea: "No creo que puedan negarse
los progresos agrícolas del siglo xvm" (1978, p. 32). Todo gira, en torno a qué, se entiende
por progreso. Le Roy Ladurie se inclina por la opinión de que las desigualdades
disminuyeron, mientras que Morineau piensa que aumentaron.
viera “un incremento sustancial en la productividad” antes de 1835.

El despegue de la economía occidental no tiene sus raíces en una "revolución agrícola". ¿No
es este concepto inapropiado para designar, incluso en el caso de Inglaterra, un progreso tan
somnoliento, que se atemoriza ante la primera helada?2117

Incluso si pudiera afirmarse que los cambios en el sistema de cultivo no se


tradujeron inmediatamente en un incremento espectacular del rendimiento per

2117
Morineau (1971, pp. 76, 85).
Industria y burguesía 19

cápita, ¿los cambios en las relaciones sociales de producción en el campo no


podrían haber sido un elemento esencial en el proceso de industrialización, ya
sea porque pusieron más mano de obra a disposición del trabajo industrial
(debido a un mayor rendimiento por unidad de trabajo, permitiendo flujos
laborales intersectoriales, o mediante un mayor rendimiento total,
permitiendo la expansión demográfica), o bien porque eran un prerrequisito
para la innovación técnica que finalmente conduciría a un mayor rendimiento
por semilla o, por supuesto, por las dos razones? En una palabra, ¿no fue el
cercamiento de los campos un elemento clave en todo el proceso?
Bajo la denominación de "cercamiento” se discuten tres procesos distintos,
no inevitablemente vinculados. Uno es la eliminación de "campos abiertos”,
el sistema que transformaba unidades individuales de tierras de labranza en
campos comunales de pastos entre el tiempo de la cosecha y el de la siembra.
El segundo es la abolición de los "derechos comunales”, que eran el
equivalente de los campos abiertos en la tierra cosechada por el dueño del
señorío o en las "tierras baldías” (es decir, baldías desde el punto de vista de
la labranza). Ambos cambios redujeron o eliminaron la capacidad para
mantener ganado de las personas que controlaban poca o ninguna propiedad.
El tercer cambio fue la concentración de la propiedad dispersa, necesaria para
realizar las economías de escala que el final de los campos abiertos y de los
derechos comunales hicieron posibles.
Presumiblemente, el cercamiento hizo más rentable el sistema mixto de
cultivo, tanto al aumentar la superficie de las unidades como al proteger a
quienes plantaban forrajes de quienes practicaban el pastoreo libre. 2118 El
objetivo primordial de los terratenientes era “el incremento de las rentas
obtenidas por las mejoras técnicas facilitadas por el cercamiento y la
concentración”.63 Sin embargo, no es muy claro que los cercados lograran,
efectivamente, incrementar el rendimiento. Chambers y Mingay, que
sostienen que el cercamiento fue el "instrumento vital” para aumentar la
producción, admiten, no obstante, que en lo que se refiere a la Inglaterra del
siglo xvm, las pruebas son, en el mejor de los casos, “circunstanciales”. 64
O’Brien es incluso más escéptico. "No puede seguir presuponiéndose
fácilmente” que los cercamientos masivos entre 1750 y 1815 “tuvieran
impacto significativo alguno en los rendimientos.” 65 Los cercamientos, por
supuesto, empezaron mucho antes de 1750, pero lo que aceleró su ritmo fue
la nueva función del parlamento en Gran Bretaña en ese proceso. 66 Fue esta
intervención política lo que explicó el desarrollo “masivo". Pero, con todo,
sería un error creer que Gran Bretaña fue el único país que desarrolló el
cercamiento. Los cuidadosos análisis de Bloch indican que en Francia se
había producido un considerable aumento de los terrenos cercados de una u
otra forma, proceso que también se aceleró después de 1730. 67 De hecho, la

2118
Sobre el incremento de la unidad de superficie, véase Chambers y Mingay
(1966, p. 61). Sin embargo, Yelling considera que "la distribución de los entor-
20 Immanuel Wallerstein
exnos favorables o desfavorables a la agricultura a gran escala no corresponde con las
regiones de terrenos cercados" (1977, p. 97). Sobre el problema del pastoreo libre, véase
Fussell (1958, p. 17).
63 Dovring (1966, p. 628).
64 Chambers y Mingay (1966, pp. 34, 37).
65 O'Brien (1977, p. 170). Esto lo confirma hasta cierto punto la estimación de Deane
y Colé, para quienes "podría parecer que la producción per cápita en la agricultura británica
aumentó en tomo al 25% en el siglo XVIII y que la totalidad de este progreso se logró antes de
1750" (1967, p. 75). Añaden incluso, en una nota a pie de página, que "podría parecer que
la productividad agrícola pudo en realidad disminuir en el tercer cuarto del siglo, habiéndose
recuperado posteriormente".
66 Véase Mantoux (1928, pp. 170-172). E. L. Jones sugiere que la historia del
cercamiento fue más gradual de lo que por lo general se admite dado que no se considera el
cercamiento por acuerdo. “La curva de crecimiento, al parecer tan rápido, de los
cercamientos impuestos por el Parlamento de la segunda mitad del siglo xvm no quedaría
anulada si incluyéramos otras evidencias, aunque sí un tanto aplanada" (197b, p. 94). Yelling
también sugiere que a finales del siglo xvii y principios del xvm se había producido una
concentración considerable de campos comunales. Niega que su intención sea sustituir el
periodo anterior a 1760 por el posterior a esa fecha como la "era decisiva y revolucionaria
que rompió con el pasado medieval”. En lugar de ello sostiene que "es improbable que
alguna vez ocurriera un apocalipsis semejante" (1977, p. 111).
67 "En gran número de provincias —Champaña, Picardía, Lorena y los Tres Obispados,
Borgoña y Bresse, el Francocondado, Berry, Auvernia, el Toulou- sain, y Béarn— ya en los
siglos xvi y xvn, pero en particular a partir de 1730, se pansión relativa de lo que Bloch
denomina "individualismo agrario” fue un fenómeno de alcance europeo en
el siglo XVIII. Si el éxito del movimiento fue mayor en Gran Bretaña que en el
68

continente, la diferencia estribó, claramente, en la fortaleza de la maquinaria


estatal en Gran Bretaña, que ofrecía a los grandes terratenientes armas de las
que no se podía disponer de la misma forma en Francia, tanto antes como
después de la Revolución francesa.69 El mero cercamiento (vallado) del
terreno no era suficiente, dado el legado histórico de propiedades dispersas.
Al igual que el cercamiento, la concentración de propiedades, y la
consiguiente decadencia del pequeño granjero (fuera propietario o aparcero)
fue un proceso secular, que probablemente se aceleró en el siglo XVIII, tanto
en Gran Bretaña como en Francia.70 Sin embargo, el hecho de que la
concentración de
tomaron sucesivas medidas transitorias en el sentido de que cada vez que había una sequía,
una helada o inundaciones, el acceso a los campos comunales (la vaine páture sur les prés)
antes del segundo crecimiento de la hierba quedaba, si no suprimido, sí al menos restringido
en el año siguiente" (Bloch, 1930, p. 341). Véase también en la página 332 una discusión de
los diversos tipos de cercamiento gradualmente establecidos en diversas áreas.
68 "El movimiento fue general porque respondía tanto a una doctrina profesada en todas
partes como a necesidades sentidas con mayor o menor claridad por los elementos más
poderosos entre quienes explotaban las tierras" (Bloch, 1930, p. 511).
69 "Enfrentada al cercamiento, la aldea [en Gran Bretaña] no tenía elección; habiendo
decidido el Parlamento, ella no podía sino obedecer. En Francia, la sólida posición jurídica
de la tenencia de tierras campesinas parecía incompatible con semejante rigor" (Bloch, 1930,
p. 534).
70 Sobre la desaparición del campesinado libre inglés, véase Wordie (1974, p. 604) y
Chambers y Mingay (1966), que observan: “Esta tendencia [a la concentración] fue
fomentada por los cercamientos, pero de ningún modo dependía de ella" (p. 92). Para
Francia, véanse Laurent (1976a, p. 660) y Vovelle (1980, pp. 60-61), que observa una clara
Industria y burguesía 21
decadencia de las "categorías intermedias" de agricultores en Chartres. Seamos claros: nos
estamos refiriendo a la desaparición de aquella categoría de agricultores cuyas unidades eran
tan grandes que podían mantener a sus familias pero no mayores. Véase sin embargo las
reservas que expresa Meuvret (1971 d, p. 196) respecto a Francia.
Dovring da esta explicación a la presión en favor de la concentración de tierras: "Bajo
el sistema de arado pesado con yunta de bueyes, el cultivo en bandas pudo tener algunas
ventajas técnicas, puesto que la longitud de la parcela era más importante que su
compacidad. (Este punto no debe destacarse en demasía, puesto que las parcelas, de hecho,
no siempre eran tan largas como requería el arado de bueyes, ni tampoco los arados pesados
con rueda eran la norma ni siquiera en áreas de agricultura predominantemente labrantía.)
Sin embargo se pensaba que los nuevos arados de hierro, tirados por uno o dos caballos,
trabajaban mejor en parcelas concentradas, más anchas y menos largas que las bandas del
antiguo sistema de campos abiertos; y también se suponía que las nuevas rotaciones eran
más fáciles de aplicar en las parcelas contierras significara un incremento importante
del rendimiento, ha sido más supuesto que demostrado. 71
Finalmente, está la opinión de que las reordenaciones sociales de la
agricultura condujeron a la eliminación de puestos de trabajo en el campo, y
su consiguiente disponibilidad como mano de obra urbana e industrial.
También en este sentido se ha afirmado que una revolución agrícola fue
requisito previo de una revolución industrial. Dobb, por ejemplo, sostiene que
los cercamientos en Inglaterra a finales del siglo XVIII "desalojaron [...] el
ejército de granjeros de su última y precaria posición en los márgenes de las
tierras comunales [...], lo que coincidió con una nueva época de expansión
industrial”.72 Esta tesis marxista generalizada ha sido objeto de numerosas
refutaciones, tanto el hecho de hasta qué punto este proceso fue violento y
represivo,73 como en el de cuál fue el alcance cuantitativo de

centradas. No menos importante que estos avances técnicos era el hecho de que el siglo XVIH
presenció un creciente aumento demográfico en las aldeas campesinas de Europa, lo que
conllevó una mayor y más intensa dispersión parcelaria” (1966, p. 627).
71 Yelling, que ha hecho uno de los estudios más cuidadosos de la historia de los
cercamientos en Gran Bretaña, concluye: "Los cambios en la compacidad y facilidad de
trabajo de las parcelas fueron uno de los principales beneficios del cercamiento, uno de los
que con mayor confianza exhibían sus defensores y de los menos atacados por sus críticos.
Pese a todo, no es fácil demostrar qué resultados sé obtuvieron. [El problema] es la
imposibilidad de ver de qué manera cualquier ventaja era traducida en términos económicos
concretos como algún tipo de mejora de la productividad" (1977, p. 144). Dicho esto,
Yelling detalla el hipotético potencial de mejora y nos pide que no lo subestimemos "porque
sea difícil encontrar pruebas suficientes para confirmar [los] efectos [de las hipotéticas
ventajas]” (p. 145).
O'Brien adopta un enfoque diferente. Dado que a lo largo del tiempo Gran Bretaña
desarrolló modalidades jurídicas de tenencia de tierras diferentes a las de muchos países
continentales, con unas disposiciones menos "feudales", se ha sostenido que potenciaron la
productividad fomentando la inversión y la innovación. "Pero, a priori, no hay ninguna razón
para esperar que el modelo británico de relaciones entre propietario y arrendatario produjera
de forma necesaria tasas de inversión significativamente superiores a las de la propiedad
campesina, el feudalismo al estilo prusiano o incluso ciertas formas de métayage" (1977, p.
168). Si Gran Bretaña tuvo una ventaja, sostiene, fue porque había alcanzado antes los
límites geográficos del cultivo extensivo, de manera que "pequeñas adiciones al capital
agrícola [...] podían producir incrementos de la producción bastante considerables" (p. 169).
O’Brien destaca la mayor proporción de animales por acre cultivado más que ningún otro
22 Immanuel Wallerstein
factor.
72 Dobb (1946, p. 239).
73 Tate, por ejemplo, afirma que "un rasgo notable del cercamiento del siglo XVIII fue el
cuidado con el que se llevó a cabo y el volumen relativamente pequeño de protestas
organizadas que suscitó" (1945, p. 137). Cuando Tate publicó después sus argumentos con
la extensión de un libro, un recensionista, Riese desalojo.74 El último argumento
consta de dos partes. En la primera se afirma que el nuevo sistema de cultivo
requería "más y no menos trabajo”;75 en la segunda, dado que al parecer
existió una indiscutida reducción del porcentaje de familias en la agricultura
y un incremento de su número en la industria, 76 se sostiene que es el
crecimiento demográfico lo que explica el aumento de la población que
trabajaba en las ciudades.77 Por supuesto, ambas tesis —expulsión forzosa y
excedente demográfico— no son en modo alguno incompatibles, pero raras
veces se observa que ambas sean contrarias al argumento de la
excepcionalidad de Gran Bretaña. Si el crecimiento demográfico fue lo que
condujo a la expansión de la mano de obra urbana, ¿en qué estriba la ventaja
especial de Gran Bretaña en el siglo xvm? Y si fue la expulsión forzosa lo que
definió la ventaja de Gran Bretaña, ¿cómo explicamos la falta de evidencia
de que las industrias del continente carecían de mano de obra? 78

chardson, le describió de manera atinada como "un historiador que casi se ahogó de la ira al
leer The Village Labourer, de L. L. y B. Hammond" (1969, p. 187).
74 El argumento clásico se encuentra en Clapham, quien afirma que el incremento de la
tasa de familias trabajadoras entre 1685 y 1831 fue de 1.74:1 a 2.5:1. “El incremento parece
pequeño y este [artículo] no es una demostración; pero no hay ninguna clase de prueba de
ningún incremento mayor" (1923, p. 95). Lazonick sugiere que el tipo de cálculo de Clapham
subestima el cambio (1974, pp. 37-38).
Chambers sigue la línea de Clapham: "El movimiento de cercamientos tuvo el efecto de
reducir aun más, pero no de destruir, lo que quedaba del campesinado inglés. En realidad,
parece que la población propietaria de casas rurales aumentó después del cercamiento"
(1953, pp. 335, 338).
75 Deane (1979, p. 45). Véase Chambers: "para quien está familiarizado con el variado
y laborioso proceso de cultivo de nabos —la cuidadosa preparación del suelo, la siembra, el
entresacado, la recolección, el corte— la idea de que pudiera identificarse con alguna forma
de ahorro de trabajo le parece sorprendente" (1957, p. 37). Véase también Mingay (1977, p.
50).
Samuel ha dado un giro marxista a este argumento: "En la agricultura fue el trabajo
barato y no las invenciones, el fulcro del crecimiento económico, y los cambios instaurados
por la revolución agrícola fueron acompañados de un incremento prodigioso de la mano de
obra, así como de una intensificación de su uso" (1977, p. 23).
76 Mathias muestra esto comparando datos recogidos por King en 1688, Massie en 1760
y Colquhoun en 1803. Véase Mathias (1979d, p. 189, tabla 9.3), donde se observa una clara
transferencia entre 1760 y 1803.
77 Véase Chambers (1953, passim).
78 Véase, por ejemplo, Lefebvre en el norte de Francia: "La gran industria del norte
tenía que reclutar la mano de obra (manoeuvriers) en el campo, resolviendo así la cuestión
agraria” (1972, p. 547). En efecto, el razonamiento de Hufton nos llevaría a pensar que era
Francia la que tenía ventajas. Hablan-
Como los franceses acostumbran decir: "de dos cosas, una". O se produjeron
resultados distintos tanto en Gran Bretaña como en el continente (la “primera
revolución industrial”), que a su vez se explican por un factor o un conjunto
de factores peculiares de Gran Bretaña, o el proceso es más general, en cuyo
Industria y burguesía 23

caso tenemos que observar con mayor atención hasta qué punto fue diferente
el resultado. Lo mismo puede decirse si retrocedemos un paso y hacemos
referencia a una revolución agrícola que precede a una revolución industrial.
Nos encontramos, como hemos sugerido ya, ante dos cuestiones: ¿hasta qué
punto tuvo lugar el fenómeno? Y, en la medida en que tuvo lugar, ¿hasta qué
punto Gran Bretaña era diferente?
Ya hemos mencionado el agudo escepticismo de Morineau respecto al
tema de una revolución agrícola en la Francia del siglo xvili. Una denuncia
igualmente intensa de las ideas tradicionales sobre la agricultura inglesa ha
sido la de Kerridge, quien ha sugerido que la revolución agrícola tuvo lugar
mucho antes, en los siglos xvi y xvil, y que en sus "proporciones
verdaderamente modestas, los avances agrícolas de los siglos xvm y XIX
pueden considerarse cuestiones de importancia secundaria en relación con las
revoluciones de la industria y el transporte”.79 Extrañamente, sin embargo, en
su réplica aguda, Mingay (que es uno de los principales objetivos de las
críticas de Kerridge) redime al siglo XVIII al tratarlo como segmento de una
revolución agrícola que se desarrolló como "un prolongado proceso de
cambios tecnológicos e institucionales graduales” que surgieron desde finales
del siglo xvn hasta el xix,80 tesis que debilita considerablemente la defensa de
una "revolución” más localizada en el tiempo.

do de la polarización social en Europa occidental en su conjunto a finales del siglo xvm,


afirma que Gran Bretaña tuvo el mejor "balance social global” en las áreas rurales por la
existencia de "un sólido grupo intermedio de agricultores". Francia, sugiere, representaba el
extremo opuesto. El 60% de la población rural (y en algunas regiones el 90%) "no tenía lo
suficiente para subsistir” (1980, p. 30). Si esto fuera así, ¿por qué esta población rural
empobrecida no era can- didata obvia al proletariado urbano?
79 Kerridge (1969, p. 474). Sobre los "logros sin parangón" de los siglos xvi y xvn en
Inglaterra, véase Kerridge (1967, p. 348, y passini). Véase también O'Brien: "No parece que
los logros británicos en la agricultura de 1700 a 1850 tuvieran nada de extraordinario" (1977,
p. 173). Kerridge dice, en una lamentación que recuerda a Mortineau: "Actualmente [...] el
mito [de la revolución agrícola entre 1750 y 1850] se ha refutado. Pero refutar un mito no
lo mata" (p. 469).
80 Mingay (1969, p. 481).
Dovring sugiere un escepticismo similar respecto a Europa occidental,
como un todo, en el siglo xvm. Este autor tampoco percibe cambios en la
agricultura "semejantes en escala y ritmo a la revolución industrial”; sin
embargo, ofrece una explicación simple de porqué hemos creído que existió
una revolución agrícola en Gran Bretaña. Sugiere que los cambios que sí se
produjeron tuvieron "mayor publicidad” que los que se dieron en el
continente, y que "esto, sumado a la seductora analogía entre la revolución
industrial y la agrícola, puede habernos llevado a exagerar la profundidad y
la originalidad de lo que tuvo lugar”.2119
Si se ponen en duda las características específicas de la demografía y

2119 Dovring (1969, p. 182).


24 Immanuel Wallerstein
agricultura británicas como explicaciones de la revolución industrial, aún
podría proponerse un razonamiento de cierto peso: la cultura británica, o
algunos de sus elementos, explicarían la existencia de un mayor espíritu
empresarial. En lugar de apoyar esta posición con el razonamiento circular
del carácter nacional, un tanto etéreo, considerémoslo desde el punto de vista
de su supuesta expresión institucional: la existencia de una estructura estatal
más liberal, derivada de la historia y considerada el resultado de una fuerza
cultural.
El enfoque ortodoxo, si me permiten llamarlo así, es que la revolución
industrial de Gran Bretaña "se produjo en forma espontánea, sin la
participación del gobierno”,2120 o, más aun, "sin ningún tipo de ayuda". 2121
Hay quienes son menos categóricos y quienes están dispuestos a reconocer
que el gobierno participó, de alguna manera, en la instauración del "entorno
de mercado” requisitos tales como estabilidad política, unificación
administrativa, la ley común y una actitud solidaria hacia los intereses
comerciales. Supple, por ejemplo, concluye: "El Estado sí desempeñó una
función importante, aunque indirecta, en la Revolución industrial pionera.”
Sin embargo, añade que "con todo, no deja de ser cierto que dicha función fue
indirecta”.2122
Si observamos con detenimiento el supuesto liberalismo del Estado
británico en el siglo xvm en comparación con otros estados —y en particular
con el francés—, llegamos a dos tesis: el estado británico regulaba menos e
imponía menos impuestos. Sin embargo, la principal función del parlamento
en los cerca- mientos de tierras difícilmente puede presentarse como ejem-

2120 Deane (1979, p. 2).


2121 Crouzet (1972b, p. 162).
2122 Supple (1973, p. 316).
25 Immanusl Wallerstein
pío de la ausencia de intervención estatal en la economía. Efectivamente,
está claro que, en la agricultura, el Estado británico se destacó en la regulación
de las relaciones sociales de producción. Puede aducirse que esta regulación
pretendía eliminar las cadenas de las limitaciones tradicionales, pero es claro
que había mucho más que un mero acto de tolerancia legal de las
transacciones mercantiles. Esto es igualmente cierto en lo que respecta a la
supresión de las restricciones impuestas al mercado por los gremios. Una vez
más, la intervención del Estado fue esencial. Milward y Saúl nos ofrecen una
hipótesis general alternativa sobre Europa en su conjunto: “allí donde el
gobierno central era más poderoso después de 1750, los gremios y
corporaciones eran más débiles”.2123 Una vez más, sin embargo, se trata de
una regulación supuestamente orientada a liberalizar el mercado. No obstante,
existía una intervención más directa, no tanto en el mercado interior como en
el mercado mundial. El proteccionismo desempeñó un gran papel incluso en
ese epítome de una de las industrias más novedosas y libres, la del algodón
en Gran Bretaña. Mantoux es bastante categórico sobre el particular. 2124
Además, sería un error considerar que la función reguladora del gobierno se
limita a la protección, pues cuando dicha protección fue menos necesaria, la
intervención en la producción interior se intensificó. Brebner duda incluso de
que existiera una época de auténtica "no intervención" en Gran Bretaña: "A
medida que el Estado apartaba sus manos del comercio durante la primera
parte del siglo xix, simultáneamente las ponía sobre la industria y lo que la
acompañaba.”2125
Finalmente, no es cierto que el Estado no participara como fuente de
financiación de la empresa industrial en Gran Bretaña. No cabe duda de que
el dinero no procedía directamente de
los bancos estatales, pero, en la práctica, como Pressnell ha observado, "un
volumen considerable de dinero público engrosaba los fondos de los
banqueros privados, y de esta forma indirecta contribuía a hacer fructificar la
empresa privada”.88
Si el Estado británico no es el modelo de no intervención que tantas veces
se ha afirmado o incluso supuesto, ¿qué habremos de decir acerca de la

2123Milward y Saúl (1973, p. 36).


^Véase Mantoux (1928, pp. 262-263). Medio siglo después, Cain y Hopkins hicieron
la misma observación (1980, p. 473).
2125 Brebner (1966a, p.'252). Véase también Ashton: "La verdad es que en todas las épocas

ha existido en la industria y el comercio cierto grado de rivalidad; y en todas las épocas los
hombres han tratado de dominar y controlar el foco de la competencia" (1924, p. 185).
Efectivamente, el mismo Phyllis Deane que habla de la "espontaneidad” de la revolución
industrial observa sin embargo: "El hecho fue que cuando la industrialización se llevaba a
cabo, el Estado intervenía de manera más profunda y eficaz que nunca, en la economía. El
objetivo real de los radicales filosóficos [...] resultó ser no tanto la libertad frente al gobierno
como la libertad frente al gobierno ineficaz; y eficacia quería decir intervención eficiente y
con finalidades concretas en el sistema económico, en oposición a la intervención ineficaz
y sin objetivos determinados" (1979, pp. 231-232).
26 Immanuel Wallerstein
opinión de que fue la relativa exigüidad de la burocracia británica y, por
consiguiente, la menor carga fiscal, lo que explica la ventaja de Gran Bretaña,
en especial sobre Francia? 89 Esta verdad, antes santificada en todo libro de
texto, se ha visto recientemente sometida a intensas críticas a ambos lados del
Canal —por Mathias y O’Brien en Gran Bretaña y por Morineau en Francia.
En todo caso, la atenta observación de los datos fiscales y presupuestarios de
ambos países en el siglo xvm les ha llevado a invertir la hipótesis tradicional.
Mathias y O’Brien han descubierto que la presión fiscal británica "creció más
rápidamente que la de Francia” durante todo el siglo xvm, aunque, hacia 1790,
"no lo hacía de forma drástica". Sin embargo, después de esto, la carga fiscal
británica era muy superior.

Así, en Gran Bretaña el ritmo creciente de desarrollo industrial, urbanización y crecimiento


demográfico después de 1775 [...] fueron procesos que se presentaron dentro del contexto
de un acusado aumento de la carga fiscal real. Y la tasa de incremento de esta carga fue
mucho más rápida que la de Francia.90

La comparación de Morineau, que utiliza para Francia una base de datos


un tanto diferente a la de Mathias y O’Brien, si-
88 Pressnell (1953, p. 378), quien observa que la "conservación de los métodos
tradicionales de recaudación fiscal que permitían a los recaudadores emplear los impuestos
para su propio beneficio" fue uno de los elementos que "contribuyeron al crecimiento de la
banca provincial”. Para una explicación general del desarrollo británico (en comparación
con el de Francia) basada en la no interferencia del gobierno con los empresarios, véanse
Hoselitz (1955a) y la respuesta demoledora de Gerschenkron (1955).
89 Un artículo reciente que ha empleado todos los argumentos en favor de este punto
de vista es el de Hartmann (1978).
90 Mathias y O’Brien (1976, pp. 606-607). Para más datos sobre los niveles de
imposición fiscal inglesa de 1660 a 1815, véase O’Brien (1988). Riley se extiende sobre el
argumento de Mathias y O’Brien, afirmando que la fragilidad de las finanzas francesas
"puede atribuirse a que no se logró [...] gravar fiscalmente un volumen creciente de riqueza
en la economía". Va incluso más lejos al afirmar que, entre 1735 y 1780, la presión fiscal en
tiempo de paz en Francia no sólo no aumentó "en relación con la producción", sino que
incluso descendió (1987, pp. 211, 236).
túa la disparidad incluso antes de 1790. Comparando los dos países entre 1725
y 1790, encuentra que los impuestos en Gran Bretaña han aumentado con
mayor rapidez, tanto absoluta como relativamente, de manera que

el súbdito del Reino Unido pagaba impuestos más elevados que el de su Cristianísima
Majestad a partir del primer cuarto del siglo XVIII: 17.6 libras tornesas, después de la
conversión, frente a 8.1 (una taza de 2.17 a 1), y a fortiori en vísperas de la última década:
46 libras tornesas frente a 17 (una taza de 2.7 a l). 2126

Esta drástica inversión de opiniones consagradas no termina aquí.


Tradicionalmente, se consideraba que la presión fiscal británica no solo era

2126 Morineau (1980b, p. 320). Véase también cifras similares en Palmer (1959, vol. I, p.

155) para 1785, según las cuales la tasa británica era la mitad de veces superior a la francesa.
Industria y burguesía 27

menos pesada que la francesa en el siglo xvm, sino también más equitativa.
Se argüía que la físcalidad francesa confería una mayor importancia a los
impuestos directos, y que éstos son inherentemente menos justos porque son
menos progresivos. Se pensaba que esto era así particularmente en Francia
por razón de la taille, impuesto de los reyes con sus exenciones para la
nobleza y los clérigos e incluso para algunos burgueses. Sin embargo, como
observa Morineau, el papel fiscal de la taille no era esencial, disminuyó en el
siglo xvm y sólo representaba el 15% de todos los ingresos en 1788. 2127 Los
impuestos británicos indirectos eran, a su vez, muy poco progresivos, dado
que recaían principalmente "sobre el consumo y la demanda, más que sobre
los ahorros y la inversión”.2128
¿Qué conclusión se obtiene de esto? Para Morineau, que ni en Gran
Bretaña ni en Francia existió igualdad, y que —y esto es incluso más
importante—, ambos modos de imposición fiscal (que Morineau explica en
gran parte en términos de posibilidades históricas) tuvieron "una eficacia
similar, mutatis mutandis, en relación con la renta fiscalmente gravable”. 2129
Ma- thias y O’Brien van más lejos y "suscitan la posibilidad” de que, por lo
que se refiere a los impuestos directos e indirectos, el sistema fiscal francés
"podría resultar, una vez investigado, menos regresivo” que el británico. 2130
De ser así, aún queda una cuestión: ¿dónde está el error de percepción? La
respuesta principal a esta pregunta se da al hacer referencia a la ausencia de
exenciones formales en Gran Bretaña, lo que "producía menos resentimiento”,
y al hecho de que los impuestos directos "se mantenían ‘invisibles', cuando
repercutían como componente de las rentas”.2131 En este análisis, se atribuye

2127 Véase Morineau (1980b, p. 321), quien también afirma: “nadie en Inglaterra se

atrevería a jurar con seguridad que el land tax [impuesto sobre la tierra] lo pagaban
efectivamente los terratenientes y no, en último término, los que explotaban la tierra:
granjeros y aparceros. Había marrullerías” (p. 322).
Mathias y O’Brien argumentan de forma diferente, pero llegan a la misma conclusión:
“no cabe duda de que la fiscalidad directa británica era generalmente ‘progresiva’, razón por
la que sin duda alguna constituía una proporción tan pequeña de los ingresos públicos
totales” (1976, p. 614).
2128 Mathias y O’Brien (1976, p. 616), observan además: "Los argumentos que defienden

que la estructura de la demanda fomentaba un crecimiento más rápido de la industria en


Inglaterra durante el siglo xix (en particular la tesis que subraya la importancia de los
"ingresos mixtos" en este proceso), deben tomar en cuenta estas importantes transferencias
que implicaban los impuestos indirectos" (p. 621). Mathias, en una publicación anterior,
resume el sistema fiscal británico como "altamente regresivo" por el hecho de que dos tercios
de los ingresos por impuestos indirectos procedían de artículos de consumo masivo (1969,
p. 40).
2129 Morineau (1980b, pp. 322-323).

2130 Mathias y O’Brien (1976, p. 633).

2131 Mathias y O'Brien (1976, p. 636). Goubert ofrece una explicación semejante acerca

de cómo se percibían los franceses a finales del siglo xvm: "Los gastos del rey y de la Corona
se han exagerado: eran mucho mayores bajo Enrique IV que bajo Luis XIV, y bajo Luis XIV
que bajo Luis XVI; pero estos últimos gastos padecían peor prensa (une autre publicité)"
(1973, p. 139).
28 Immanuel Wallerstein
un origen histórico al error de percepción; sin embargo, el error quizá sea
historio-gráfico, especialmente si tenemos en cuenta la sugerencia de Dovring
que señala la existencia de un error de percepción semejante en la agricultura.
„ Hemos dado un largo rodeo a través de las “causas" de la "primera
revolución industrial” sin atender al explicandum, pero ahora debemos
encarar la naturaleza del propio problema: ¿qué revolución industrial? La
respuesta es, por supuesto, que una serie de innovaciones condujeron al
florecimiento de una nueva industria textil del algodón, sobre todo en
Inglaterra. Dicha industria estaba basada en máquinas nuevas y/o mejoradas
y se organizaba en fábricas. Simultáneamente, o poco después, se produjo una
expansión y mecanización similar en la industria del hierro. Se afirma que lo
que hizo a este proceso diferente de los relacionados con todo conjunto previo
de innovaciones en la producción fue que "desencadenó un proceso de cambio
acumulativo y autosostenido".2132 El problema de este
último concepto no es sólo la dificultad para hacerlo operativo, sino que ahora
también está sujeto a controversia; por ejemplo, una de las tesis centrales de
esta obra es que el cambio acumulativo y autosostenido presentado en la forma
de una incesante búsqueda de acumulación ha constituido el leitmotiv de la
economía capitalista mundial desde su génesis en el siglo xvi. Hemos
sostenido específicamente que el prolongado estancamiento del siglo XVII,
lejos de constituir una ruptura de ese proceso acumulativo, formó parte
integral de él.
Observemos, por lo tanto, más atentamente la reorganización social que
puede atribuirse a esas innovaciones. Al parecer, las innovaciones de esta
época no afectaron de manera fundamental la relación capital—trabajo
existente desde hacía mucho tiempo. Algunas innovaciones ahorraban trabajo,
pero muchas otras ahorraban capital. Incluso los ferrocarriles, que aparecieron
al final de este periodo e implicaban una fuerte inversión, ahorraban capital
para la economía en su conjunto debido a que las mejoras del transporte
permitían a los fabricantes reducir las mercancías almacenadas y por tanto
mejorar "de forma espectacular"98 la proporción entre capital invertido y
producción. Al parecer a esto se refiere Deane cuando insiste que en el periodo
1750-1850 hubo una "extensión de capital” en oposición a la “profundización
del capital” en la producción.99
¿Qué hace posible esta extensión de capital, las mejoras de la producción
agregada”? Landes tiene una respuesta: “la calidad de los factores
productivos", es decir, "la mayor productividad de la nueva tecnología y las
técnicas y conocimientos superiores de empresarios y trabajadores”. 2133 No
cabe duda de que esto es cierto, pero en una fase de expansión en la economía
mundial siempre ocurre que las industrias líderes tienen elevados beneficios

2132 Landes (1969, p. 81) argumenta: "Fue preciso un matrimonio para hacer la Revolución

industrial. Por una parte, se requerían máquinas que no sólo sustituyeran al trabajo manual,
sino que impulsaran la concentración de la
2133 Landes (1969, p. 80).
Industria y burguesía 29
precisamente a causa de la mayor produc-

producción en fábricas. Por otra parte, se precisaba una gran industria que produjera artículos
de demanda amplia y flexible [es decir, artículos de algodón] de manera que 1 ] la
mecanización de cualquiera de sus procesos de fabricación creara importantes tensiones en
el resto y 2 ] el impacto de las mejoras se sintiera en toda la economía."
98 Milward y Saúl (1973, p. 173).
99 Deane añade "al menos hasta [...] la época del ferrocarril". Deane define la extensión
del capital como la provisión de recursos que permiten "un incremento de la población, la
extensión del mercado o la exploración de recursos naturales nuevos y latentes" opuesta a la
"profundización del capital, es decir, la adopción de técnicas de producción con un uso más
intensivo de capital" (1973b, p. 364).
tividad, que se traduce en costes más bajos, lo que es posible gracias a un
monopolio temporal de las "técnicas y conocimientos”. Queda abierta la
cuestión de si hubo algo especial en este periodo.
¿Se produjo, pues, una revolución científica o tecnológica? Los
historiadores raras veces han considerado que este periodo supusiera punto de
inflexión alguno. Al respecto, los siglos xvn o xx parecerían mejores
candidatos que el periodo 1750-1850; además, el debate historiográfico sobre
el papel relativo de la ciencia y la tecnología en la revolución industrial parece
que se ha inclinado en favor de la tecnología.100 2134
Tuvo, pues, que producirse una revolución tecnológica. La lista de
inventos es conocida: desde la máquina sembradora de Jethro Tull en 1731 a
la trilladora en 1786; desde la lanzadera de Kay en 1733 al telar de Hargreave
en 1765, el bastidor hidráulico de Arkwright en 1769, la máquina de hilar de
Cromp- ton en 1779, culminando en la máquina de hilar totalmente
automática de Robert en 1825; desde el hierro colado de coque fundido de
Darby en 1709 a la máquina de pudelar de Cort en 1784, y quizá, sobre todo,
el motor de vapor de Watt en 17 75.2135 Esta serie de inventos representa el
núcleo de la defensa del excepcionalidad de Gran Bretaña. Estas máquinas se

2134 Véase Mathias: "[Los bloqueos técnicos cruciales] estaban en la ingeniería, no en la

ciencia" (1979b, p. 33). También: "Juzgar la eficacia de las contribuciones de la ciencia por
sus resultados, ex post facto, y no por el empeño en su logro, es reducir en gran medida su
importancia" (1979c, p. 58); véase también Gillespie (1972). Musson hace una defensa de
retaguardia de la ciencia, insistiendo en que "la ciencia aplicada desempeñó un papel mucho
más importante de lo que se ha creído por lo general" (1972, p. 59). Landes utiliza la mayor
importancia del cambio tecnológico como una vara con la cual apalear a los franceses. "No
es accidental" que, en termodinámica, los franceses aplicaran sus esfuerzos a "reducir la
técnica a la generalización matemática", en tanto que los ingleses, con su espíritu
empresarial, siguieran "a la cabeza del mundo en la práctica e innovación de la ingeniería"
(1969, p. 104).
2135 Que ningún lector se inquiete por las fechas que sugerimos. Comparando una serie

de historias de la tecnología v textos básicos, he encontrado numerosas discrepancias sobre


la datación de uno u otro invento. El problema reside en el hecho de que a menudo había
alguna diferencia entre el año del invento, el año del primer uso y el año de la patente.
Además, cuando una máquina determinada tenía sucesivas variantes un poco distintas,
diferentes autores atribuyen el invento a una u otra de esas variantes. Para los propósitos de
este análisis, importa poco que se consideren fechas ligeramente divergentes.
30 Immanuel Wallerstein
inventaron en Inglaterra y no en Francia ni en ninguna otra parte, 103 y son las
que explican el triunfo de Gran Bretaña en el mercado mundial del algodón y
el hierro.
La historia del algodón viene en primer lugar. Hasta finales del siglo XVIII,
los productos textiles significaban en primer término lana y en segundo lino.
Aunque se fabricaba productos de algodón, desde el punto de vista de la
producción global representaban un porcentaje relativamente pequeño del
total y, además, una gran parte de la oferta del mercado Europeo se fabricaba
en la India. En efecto, este último hecho impulsó de forma considerable las
innovaciones de la tecnología del algodón: "las máquinas: las únicas que
podían competir eficazmente con los trabajadores textiles indios”, afirma
Braudel,104 pues lo que la nueva tecnología del algodón hacía

103 Pocas voces disienten, incluso en la cuestión de las cifras y la importancia del
invento. Véase McCloy: "En el caso de que Francia estuviera rezagada respecto a Gran
Bretaña —y yo soy reacio a creer que lo estaba—, lo cierto es que no lo estaba mucho”
(1952, p. 4). El libro sostiene que esto es cierto en todos los campos, incluida la industria
textil y la ingeniería de las máquinas de vapor. El autor con frecuencia observa cómo
perturbaciones resultantes de la Revolución francesa interrumpieron el proceso. A veces el
inventor era enviado al exilio; en otras ocasiones se distraía el interés y la atención del
gobierno. Véase también Briavoinne sobre la reacción francesa a la superioridad británica
en los procesos mecánicos: "pronto llevaron a cabo lo que les quedaba por hacer para
equilibrar esta superioridad: se dedicaron a la química" (1839, p. 194).
104 Braudel (1984, p. 572). En su notable libro escrito en 1839, el analista belga
Briavoinne considera esta victoria de Europa sobre la India en la conquista del mercado del
algodón como la principal consecuencia "política" de la revolución industrial: “Europa
dependió durante siglos de la India para sus productos más valiosos y para los de consumo
más extenso: muselinas, calicós estampados (indiennes), nanquín, cachemiras. Todos los
años importaba un número considerable de productos manufacturados por los que solo podía
pagar en metálico, pagos que quedaban enterrados para siempre en regiones que no ofrecían
ninguna oportunidad de revertirlos en nosotros. Ese metálico quedaba perdido para la
circulación. Esto, por tanto, producía empobrecimiento en Europa.
La India tenía la ventaja de una mano de obra más económica y más hábil. Debido a los
cambios producidos en los procesos de fabricación, el estado de cosas ya no es el que fue;
la balanza comercial está desde entonces a nuestro favor. Los trabajadores indios no pueden
rivalizar con nuestras máquinas de vapor y nuestros telares. Así, en la mayoría de los
productos textiles Europa ha suplantado en el mercado mundial a los fabricantes indios, que
durante siglos tuvieron el mercado exclusivo. Inglaterra puede comprar en la India algodón
y lana que después devuelve como telas manufacturadas por ella. Si este país sigue
estancado, devolverá a Europa toda la plata que ha recibido de ella. Esta consecuencia
evidente promete un incremento de riqueza en nuestro continente" (1839, pp. 202-203).
Cuánta razón tenía.
Briavoinne desarrolló sus ideas (recuérdese que estaba escribiendo en
era, sobre todo, ahorrar trabajo.105 Como la industria de tejidos de lana y no
la de algodón era la principal de Europa occidental a comienzos del siglo
XVIII, y dado que antes de la década 1770-1780, el siglo XVIII fue una época
de significativa expansión de la industria textil de la lana,106 puede
preguntarse —y muchas veces se ha preguntado— por qué las innovaciones
técnicas no se produjeron primero en la industria de la lana.
Industria y burguesía 31

Han surgido varias explicaciones para este problema; la más tradicional es


la mayor libertad de la industria del algodón (en comparación con la de la lana
y el lino) ante la supervisión de los gremios. 107 Sin embargo, como dice
Landes, "el argumento no resistirá el examen”,108 teniendo en cuenta que la
lana estaba liberada en Inglaterra y el algodón no era tan nuevo. En lugar de
ésta, Landes ofrece otras dos explicaciones: el algodón era más fácil de
mecanizar,109 y el mercado para los productos de algodón era más elástico.
Sin embargo, la facilidad de la mecanización va en contra de la hipótesis de
una revolución 1839) para advertir sobre la otra cara de esta medalla política: "Sin
embargo, entre los resultados políticos, existe uno que hay que temer y que el hombre de
estado debe prever desde ahora. El trabajo organizado sobre estas nuevas bases hace menos
esclavo al cuerpo, y deja más libertad para la inteligencia. Si no nos apresuramos a ofrecer
una educación sólida como guía, existe ahí una fuente permanente de agitación, de la que
algún día pueden surgir nuevas conmociones políticas. La experiencia nos enseña que los
trabajadores unidos pueden convertirse en un elemento de sedición, y la mayoría de las crisis
industriales tomarán un carácter social. Este punto de vista es digno de una seria atención."
105 Sobre lo que las nuevas máquinas significaban en relación con una mejor calidad,
véase Mann (1958, p. 279); sobre cómo ahorraban trabajo, véase Deane (1979, pp. 88-90).
106 Deane señala que en Inglaterra la producción real de productos de lana se
incrementó dos veces y media entre 1700 y 1770, con una tasa del 85% en las primeras
cuatro décadas, y luego a un ritmo del 13-14% en el periodo 1741- 1770 (1957, p. 220).
Markovitch describe un "crecimiento global" para la industria francesa de lana en el siglo
xvm del 145%, crecimiento que, afirma, se acerca a la tasa hipotética del 150% que se
encuentra en Deane y Colé (1967) para el mismo periodo. "La industria francesa de la lana,
por consiguiente, no estaba retrasada con respecto a la inglesa en el siglo XVIII. En ambos casos,
parece que la industria de la lana alcanzó un promedio (geométrico) global de crecimiento
anual del 1%” (1967a, pp. 647-648). (No es culpa mía que estas estadísticas no sean
consistentes en su totalidad.)
107 Véase Hoffmann (1958, p. 43).
108 Landes (1969, p. 82).
109 "[El algodón] casi es una planta fibrosa, dura y de características homogéneas, en
tanto que la lana es orgánica, lábil y de comportamiento sutilmente variado” (Landes, 1969,
p. 83).
tecnológica,2136 e ignora el hecho de que a principios del siglo XVIII se estaban
haciendo ciertos progresos en la tecnología de la lana y, además, en
Francia.2137

2136 Véase Lilley: "En resumen podemos decir que, aparte de la novedosa idea de la

extracción mediante rodillos, las invenciones en el hilado de algodón hasta 1800


aproximadamente fueron en lo esencial cuestión de integrar en nuevas combinaciones los
elementos de la rueda de hilar, bien conocidos desde hacía siglos. Eran invenciones
'sencillas' de hacer en el sentido de que no requerían cualidades o entrenamiento específicos.
Cualquier hombre inteligente con el suficiente entusiasmo y la suficiente visión comercial
podía hacerlas” (1973, p. 194). Lilley sostiene que no rompieron ninguna barrera tecnológica
y no fueron condiciones para la expansión, sino "consecuencias de los nuevos incentivos y
oportunidades creados por una expansión más rápida” (p. 195). Véase también Chapmann:
"Cuanto más se observa la incipiente industria del algodón, tanto menos revolucionarias
parecen las primeras fases de su ciclo de vida" (1970, p. 253).
2137 Véase Patterson (1957, pp. 165-166). Además, la innovación no es el único modo de
32 Immanuel Wallerstein
El argumento de la elasticidad del mercado nos lleva a cuestionar por qué
tendría que ser esto así, especialmente si recordamos que una de las razones
del éxito de los nuevos tejidos ingleses (lana) en el siglo xvi fue también la
elasticidad de su mercado.2138 El término elasticidad del mercado suele
referirse al mercado potencial de nuevos clientes a precios más bajos, pero si
la idea se extiende a la capacidad de abrir nuevos mercados mediante lá
eliminación política de los rivales, bien pudiera ser que la industria del
algodón fuera más "elástica" que la de la lana en esa época desde el punto de
vista no sólo de Gran Bretaña, sino de todos los productores de Europa
occidental. En lo que respecta a la lana, todos ellos competían entre sí y tenían
la certeza de que las innovaciones podrían ser y serían rápidamente copiadas.
En el algodón, sin embargo, Europa occidental competía (colectivamente) con
India,2139 y pudo asegurarse políticamente de que las innovaciones no se
difundieran allí.
El otro gran campo de innovación fue el hierro. Naturalmente, la del hierro
era, como la de los productos textiles, una de las industrias tradicionales de la
economía mundial europea.
Hasta entonces, el hierro se había utilizado principalmente en artículos de
ferretería, tanto de uso doméstico como militar. A finales del siglo xvm y
principios del xix se hicieron relevantes otros dos mercados adicionales para
el consumo de hierro: la maquinaria y el transporte. Se afirma que estos tres
mercados del hierro desempeñaron, en forma sucesiva, un papel importante
en la expansión económica británica. Davis atribuye a la creciente demanda
de las colonias norteamericanas de artículos de hierro en los primeros tres
cuartos del siglo xvm la presión para buscar economías de escala que, una vez
alcanzadas, hicieran descender los costes v a su vez "continuaran estimulando
la demanda”.2140 Bairoch defiende que el incremento de la demanda se debió
al uso creciente del hierro en la agricultura en primer término y,
posteriormente, en la maquinaria textil. 2141 Y, por supuesto, serían los
ferrocarriles en 1830-1840 los que proporcionarían la base de la verdadera
expansión de la industria sidero-metalúrgica, su transformación en la

incrementar la competitividad. El traslado del lugar de producción es un segundo método, y


bastante común. Y no sólo eso, Davis observa que esto es lo que se hizo en el caso de la
industria de la lana y el lino de Inglaterra, que "durante algún tiempo pudieron reducir costes
trasladándose a áreas de bajos salarios de Escocia, Irlanda y el norte de Inglaterra" (1973, p.
307).
2138 Véase Wallerstein (1974, pp. 279-280).

2139 Hoffmann aduce las medidas del Parlamento contra los calicós indios como la

segunda de las dos circunstancias que explican las innovaciones, siendo la otra (como se ha
observado previamente) ¡a liberación del control gremial (1958, p. 43).
2140 Davis (1973, p. 303),

2141 Véase Bairoch (1974, pp. 85-97). Mantoux señala la relación general entre hierro y

maquinaria. Las máquinas anteriores hechas en gran parte de madera tenían "un movimiento
irregular y un rápido desgaste”. El motor de Watt sin embargo requería cilindros metálicos
de Wilkinson "con una forma exacta” (1928, p. 316).
Industria y burguesía 33

industria puntera de la economía mundial del siglo xix. El desarrollo de los


ferrocarriles está a su vez vinculado a la masiva expansión de las operaciones
mineras de carbón y hierro, que rentabiliza- ron las grandes inversiones de
capital en los transportes,2142 primero en canales,2143 después en ferrocarriles.
Por consiguiente, el auge del carbón como combustible básico de la
producción energética está ligado a la expansión de la industria del hierro y
sus avances tecnológicos. El carbón tampoco era nada nuevo; sin embargo,
fue en el siglo xvm cuando se convirtió en uno de los sustitutos fundamentales
de la madera como combustible. La razón es obvia: los bosques europeos
habían sido continuamente expoliados por la producción industrial (y la
calefacción de los hogares) durante los siglos anteriores. En 1750, la falta de
madera se había convertido en "el principal cuello de botella del crecimiento
económico”.118 La escasez de leña en Inglaterra había sido aguda durante
largo tiempo, y había potenciado el uso de carbón ya en el siglo xvi, así como
una larga tradición en el interés por la tecnología del carbón. 119 Se precisaba
una nueva tecnología que transformara una industria con altos costes en una
de bajo costo. La solución fue el uso "eficiente” del carbón, junto con la
máquina de vapor como transformadora de la energía.120
Landes afirma, con bastante acierto, que el "uso [del carbón y del vapor],
frente al de fuentes de energía renovables, se debió a consideraciones de coste
y comodidad”.121 Al tratar de explicar por qué el método de Darby de
fundición del coque, inventado en 1709, no fue adoptado por otros en
Inglaterra durante medio siglo, Hyde sugiere que la explicación fue pura y
simplemente "los costes”.122 Esto aclara, en cierta medida, la razón por la que
la tecnología del carbón no tuvo un desarrollo similar en Francia en el siglo
xvill. Landes opina que la elección británica fue "indicativa de una
racionalidad más profunda”, en tanto que Francia "rechazó obstinadamente el
carbón, incluso cuando hubo fuertes incentivos de índole pecuniaria para
cambiar a un combustible más barato”.123 Milward y Saúl
1,8 Chaunu (1966, p. 600).
119 Véase Nef (1957, pp. 78-81).
120 Véase Forbes: “La escasez de carbón vegetal y las limitaciones de la energía
hidráulica eran amenazas económicas a la industria del hierro del siglo xvm. Se hicieron
muchos intentos de romper esta tiranía de la madera y el agua" (1958, p. 161). Una
exposición muy clara de los problemas tecnológicos y sus soluciones históricas se encuentra
en Landes (1969, pp. 88-100). Véase también Lilley (1973, pp. 197-202).
121 Landes (1969, p. 99).

2142 Wrigley resume las razones: "La producción [de materias primas minerales] se

concentra en un punto; [la producción de materias primas vegetales y animales] se extiende


a un área. La primera implica pesados tonelajes a lo largo de un pequeño número de vías,
mientras que la otra implica lo contrario" 0967, p. 101).
2143 En el caso de la mayoría de los canales construidos en Gran Bretaña entre 1758, y

1802, el "objetivo primordial era transportar carbón" (Deane, 1979, p. 79); cf. Gayer et al.:
"La antigua conexión del duque de Bridgewater entre Worslev v Manchester redujo a la
mitad el precio del carbón en esta última ciudad" (1975, p. 417).
34 Immanuel Wallerstein
122 "Era más barato utilizar carbón vegetal en lugar de coque en los procesos de
fundición más o menos hasta mediados de siglo, de modo que los comerciantes en hierro
actuaban racionalmente al evitar la fundición de coque y seguir utilizando la técnica más
antigua. Los costes de fabricar con coque lingotes de hierro descendieron de manera
significativa durante la primera mitad del siglo, en tanto que los de elaborarlos con carbón
vegetal se incrementaron en forma drástica durante la década 1750, dando una clara ventaja
de costes a la fundición de coque” (Hyde, 1973, p. 398). Si uno se pregunta por qué
utilizaban los hornos de fundición de tipo Darby, Hyde replica que estos lo utilizaban a pesar
de los costes superiores del nuevo proceso, puesto que recibían unos beneficios mayores a
los normales por un nuevo producto derivado del hierro en lingotes fabricado con coque:
piezas de fundición de paredes finas.” Y esta tecnología de fundición era un "secreto
industrial bien guardado" (pp. 406-407).
123 Landes (1969, p. 54). En 1786, el obispo de Landoff, Richard Watson, fue
lo consideran, sin embargo, una “reacción adecuada” a un “proceso costoso
que producía hierro de baja calidad” que no resultaba útil mientras Francia no
se enfrentara a la aguda carencia de madera que encaraba Gran Bretaña. 124
En este cuadro de las dos grandes expansiones industriales —hierro y
algodón— uno de los debates más importantes ha sido el de cuál de las dos
fue la "crucial”. Existen ciertas diferencias estructurales entre ambas
industrias y sus tecnologías. Por un lado, los inventos en la industria del
algodón fueron de naturaleza mecánica y, en lo esencial, ahorraban trabajo;
por el otro, los de la industria del hierro fueron, en gran medida, químicos y
mejoraron la cantidad y calidad de la producción sin disminuir de forma
inmediata el uso de la mano de obra.125 Los cambios en la tecnología textil
condujeron al fin del sistema de producción industrial doméstica y dieron
lugar las fábricas, pero éstas ya eran comunes en la industria del hierro desde
el siglo xvi.126
Estas diferencias están ligadas a lo que consideramos "revolucionario” en
la "primera revolución industrial”. El auge de la industria británica del
algodón implicó esencialmente dos cambios. En primer lugar, supuso una
importante transformación en la organización del trabajo (las relaciones de
producción) en la que era entonces la primera industria del mundo. En
segundo lugar, estuvo íntegra y notoriamente ligado a la estructura del
mercado mundial. Las materias primas se importaban en su totalidad y los
productos "se vendían en el exterior en su mayoría". Como, por tanto, el
control del mercado mundial era crucial, Hobsbawm llega a la conclusión de
que había lugar únicamente para una "industrialización nacional pionera”, que
fue la de Gran Bretaña.127 La industria textil del algodón era crucial
precisamente porque reestructuró esta economía mundial. Lilley, sin
embargo, es escéptico en cuanto a la importancia atribuida al algodón y,
considerando el futuro,

menos duro con los franceses en un debate en la Cámara de los Lores referente al Tratado
de Edén. Según afirmó "Ninguna nación comenzó nunca a buscar combustible bajo tierra
hasta que desaparecieron sus bosques” (Parliamentary History of England, vol. xxvi, 1816, p.
545).
124 Milward y Saúl (1973, p. 173). Es curioso que en un punto posterior de su libro,
Landes dice lo mismo: "Incluso la liberalidad de la naturaleza perjudica, pues la abundancia
Industria y burguesía 35
"relativa” de madera parece haber propiciado la conservación de la técnica tradicional”
(1969, p. 126).
125 Véase Mantoux (1928, p. 304).
126 Véase Deane (1979, p. 103).
127 Hobsbawm (1968, pp. 48-49).
sostiene que uno puede "imaginar” un crecimiento sostenido sin la industria
textil del algodón, pero "sin una expansión en el hierro hubiera sido
inconcebible”.128 Este debate es revelador respecto a la fluidez (o confusión)
en el modo de emplear el concepto de revolución industrial.
Un ejemplo clave es el conocido argumento de que la revolución industrial
en Gran Bretaña a finales del siglo xvm y principios del xix es revolucionaria
debido a que señaló la instauración de la fábrica como marco de la
organización del trabajo en la industria. Pero, por una parte, sabemos que
habían existido fábricas (en el sentido de concentración física bajo un mismo
techo de múltiples trabajadores pagados por un empresario) antes de esa
época.129 Por otro Jado, es fácil exagerar el punto hasta el cual se había
introducido el sistema de fábricas en esta época, incluso en el caso de Gran
Bretaña.130
Naturalmente, existió una transferencia de la industria textil, de los centros
rurales a los centros urbanos de producción. La misma transferencia había
ocurrido, recordémoslo, en el siglo XVI, aunque se invirtiera en el xvn, pero
no es fácil creer que
l2S
Lilley (1973, p. 203). Landes sugiere de manera acertada que esto quizá sea un
anacronismo para un análisis de las postrimerías del siglo xvm, concediendo a la industria
del hierro "más atención de la que merece. Ni en el número de hombres empleados ni en el
capital invertido ni en el valor de la producción, ni el ritmo de crecimiento podía compararse
el hierro con el algodón en este periodo” (1969, pp. 88-89).
129 Los ejemplos son numerosos. La muestra más notable de la difusión de sus primeros
usos se encuentra en la industria de la seda italiana. Cario Poni ha investigado detenidamente
este tema.
Freudenberg y Redlich prefieren denominar estas estructuras "protofábri- cas" o
"talleres integrados con control centralizado" (1964, p. 394). Sin embargo, no se ha
investigado lo suficiente hasta qué punto las fábricas de algodón de finales del siglo xvm
diferían de las anteriores.
130 "El progreso hacia la producción en fábricas fue menos universal de lo que por lo
general se sostiene" (Bergier, 1973, p. 421). Véase también Crouzet: "La forma más
extendida de organización en las grandes industrias británicas a principios del siglo xix era
el trabajo industrial a domicilio, la combinación de capitalismo comercial y el trabajo
doméstico; la concentración capitalista se desarrolló bajo esta forma" (1958, p. 74).
Véase también Samuel sobre la industria británica del algodón; "Ahora es posible
identificar el nuevo modo de producción con el sistema de fábricas. El crecimiento
capitalista arraigaba en un subsuelo de empresas de pequeña escala” (1977, 8 ). Al destacar
lo que considera el "lento progreso de la mecanización" (p. 47), Samuel observa que "En la
manufactura, así como en el trabajo agrícola y minero, una gran cantidad de empresas
capitalistas [en Gran Bretaña a principios del siglo xix] estaban organizadas sobre la base de
tecnologías manuales y no sobre tecnologías basadas en las motores de vapor" (p. 45).
en esta época hubiera verdaderamente una transferencia en la distribución de
la mano de obra. Mientras que anteriormente un trabajador rural empleaba
36 Immanuel Wallerstein
parte de su tiempo en la agricultura y parte en la producción textil, ahora
existía una mayor es- pecialización. Sin embargo, el "tiempo global” dedicado
a la agricultura y a la industria por los trabajadores británicos puede que al
principio siguiera siendo aproximadamente igual.2144 Dado que, además, estas
primeras fábricas "no eran invariablemente más eficientes"2145 debemos
preguntarnos por qué se produjo esa transferencia, en particular si tomamos
en cuenta que el empresario estaba perdiendo la gran ventaja que le significaba
el sistema de producción industrial doméstica, el hecho de que los
trabajadores no eran solo "baratos", sino también "prescindibles”. 2146 El
propio Landes nos da la explicación clave. En una época de "mercado
secularmente en expansión", la principal preocupación del empresario no era
prescindir de sus trabajadores sino expandir su producción, al menos
extensivamente, y contrarrestar "la predilección del trabajador por el
peculado”, especialmente cuando, a consecuencia de los precios en alza, "la
recompensa del robo era mayor".2147
Tenemos ahora que enfrentamos a la tesis central de la "primera revolución
industrial”: que se produjo en Gran Bretaña y no en Francia (ni en ninguna
otra parte). Desde mediados del siglo xix hasta mediados del xx, los estudiosos
del mundo entero han aceptado ampliamente esto como una evidencia
elemental. Paul Mantoux publicó una elegía a la revolución industrial en Gran
Bretaña, y Henri Sée escribió que el "maqumismo" en Francia a finales del
Anden Régime sólo tuvo "ejemplos aislados" que en sus principios "sólo unas
pocas industrias [...] [habían comenzado] a transformarse”, 2148 todo esto en
comparación con Gran Bretaña.
Tradicionalmente, el superior crecimiento económico britá-
nico no ha sido objeto de demostración, sino de explicación. La versión que
ofrece Kemp de esa explicación es arquetípica. Partiendo de un enfoque
amplio, el crecimiento económico está "condicionado en gran parte por la
aptitud" de los británicos, en tanto que los franceses, incluso en el siglo xix,
continuaban sufriendo del "lastre histórico” de una estructura socioeconómica
que los "inhibía".136 Recientemente, sin embargo, cierto número de estudiosos
han comenzado a abrigar dudas sobre la supuesta evidencia de la superioridad
británica. Dichos estudiosos parten de un axioma alternativo: "En los siglos

Véase Bairoch (1974, p. 108).


2144

O’Brien y Keyder (1978, p. 168).


2145

2146 Landes (1969, p. 119). Landes nos remite a Hirschman (1957) para las razones

teóricas de que esto fuera así. Como Hirschman escribe sobre la zona periférica de la
economía-mundo del siglo xx, se nos recuerda por tanto que el sistema de trabajo a domicilio
sigue siendo aún un rasgo fundamental de la organización del trabajo en la economía-mundo
capitalista.
2147 Landes (1969, p. 57).

2148 Sée (1923a, pp. 191, 198). En ese mismo año sin embargo se publicó de manera

postuma el libro de Ballot sobre el "maquinismo". En el prefacio, Hen- ré Mauser escribió


que "las máquinas, en la Francia anterior a 1789, estaban más ampliamente difundidas de lo
que por lo general se cree” (1923, p. viii).
Industria y burguesía 37

XVII y xvm Francia era la primera potencia industrial del mundo.”137


Además, se sostiene que el producto industrial superó al producto agrícola
antes en Francia que en Gran Bretaña.138 En el caso de que se pudiera utilizar
un concepto como el de “despegue”, tal despegue se produjo en Francia "hacia
mediados del siglo xvm" o, “a lo sumo, hacia 1799”, pero más probablemente
en una fecha anterior.139 Toda esta línea argumental está avalada por una
acumulación de datos cuantitativos considerables, referidos directamente al
periodo clave en discusión.140 A par-
136 Kemp (1962, pp. 328-329; cf. Cameron, 1958, p. 11; Kranzberg, 1969, p. 211;
Henderson, 1972, p. 75).
137 Markovitch (1976b, p. 475), que sostiene que Francia no sólo era "superior a
Inglaterra en poderío industrial bajo el Anden Régime (1974, p. 122), sino que además siguió
siéndolo "incluso a principios del siglo xix” (1966c, p. 317). Véase, sin embargo, Léon, cuya
formulación es más prudente: "[El periodo 1730-1830 en Francia] muestra estar dominado
cada vez más, no obstante la persistente inferioridad de sus técnicas, por una ola de
industrialización y crecimiento que, si no es masiva, sí al menos real y muy significativa”
(1960, p. 173; cf. Garden, 1978c, p. 36).
Véase Wilson, cuya sumaria visión de todo el periodo 1500-1800 es que "Inglaterra no
se desvió del modelo europeo normal tanto como se pensó antes” (1977, p. 151).
138 Marczewski dice que sucede "antes de 1789" en Francia pero sólo entre 1811 y 1821
en Gran Bretaña (1965, xiv). Sin embargo, admite que el crecimiento de la producción física
es superior en Gran Bretaña en el siglo xix, “en especial la producción agrícola” (p. cxxxv).
139 Marczewski (1961a, pp. 93-94) Markovitch afirma que es difícil hablar de un
"despegue" teniendo en cuenta que toda la historia industrial de Francia desde mediados del
siglo xvm hasta ahora ha sido la de "un crecimiento económico secular casi ininterrumpido"
(1966c, p. 119). Mihvard y Saúl datan la "revolución industrial” francesa entre 1770 y 1815,
aunque afirman que si se utiliza el criterio del despegue, tal despegue no se produjo hasta
mediados del siglo xix (1973, pp. 254-255).
140 Véase, por ejemplo, Marczewski (1961b), donde las tablas demuestran que existió
un ritmo de crecimiento continuado en Francia desde 1701 a 1844 (excepto en breves
periodos), característico tanto de la agricultura como de la industria, y que el factor
dominante de este crecimiento fue una industrializa- tir de estos datos, O’Brien y
Keyder se han inclinado a rechazar todo el concepto del "relativo retraso" de
Francia y a concluir que la "industrialización en Francia simplemente tuvo
lugar en una tradición legal, política y cultural diferente”. 141
Existen dos formas de atacar el concepto de una "primera revolución
industrial" en Gran Bretaña. Una es sugerir, como hemos visto, que las
diferencias entre Gran Bretaña y Francia en aquella época eran pequeñas, o al
menos más pequeñas de lo que requeriría el mencionado concepto. La
segunda, sin embargo, es plantear la cuestión de si existió en absoluto una
revolución industrial. Se ha sugerido que hubo revoluciones industriales
anteriores: en el siglo xm142 o en el xvi.143 También se ha sugerido lo contrario,
que los cambios verdaderamente revolucionarios vinieron después, a
mediados del siglo xix, o incluso en el XX. 1 4 4 La más extrema de esas
sugerencias es el arción intensiva y extensiva dominada por un impresionante desarrollo
de la industria del algodón.
141 O’Brien y Keyder (1978, p. 21). Otra manera de formularlo es afirmar que la
cuestión sobre la primacía de Inglaterra está "mal concebida" y es "imposible de contestar”,
38 Immanuel Wallerstein
puesto que a la pregunta de si Inglaterra era "obviamente superior" en el siglo XVIII, sólo se
puede responder con "un rotundo 'no'". La inferencia de su superioridad simplemente se ha
tomado de la "primacía final" de Inglaterra (Crafts, 1977, pp. 434, 438-439). Crafts sugiere
que "la pregunta '¿por qué Inglaterra fue la primera?’ debería distinguirse de una pregunta
distinta, '¿por qué tuvo lugar en el siglo XVIII la Revolución industrial?’" (p. 431). Milward y
Saúl, de forma similar, también llaman a cambiar la pregunta "¿por qué, Gran Bretaña?" en
favor de una "perspectiva paneuropea" (1973, pp. 30- 38); véase también Braudel, que
afirma que podemos encontrar en el continente "ejemplos más o menos próximos al modelo
inglés", y desea considerar las revoluciones agrícola e industrial como "un fenómeno
europeo" (1982, p. 282).
142 Véase Carus-Wilson (1954). Abel (1973, p. 51, n. 1) escribe que la descripción de
los siglos xm y principios del xiv como el periodo de la primera industrialización de Europa
fue hecha por Schmoller o por F. Philippi, quienes en 1909 publicaron Die erste
Inclustrialisierung Deutschlands [La primera industrialización de Alemania].
• 1 4 3 Véase Nef (1954). Aunque Carus-Wilson afirma que existió una revolución industrial
en el siglo XIII (es decir, el batán) omite comparar su importancia con la de finales del siglo
XVIII. Por el comentario, Nef al describir encomiásticamente el periodo 1540-1640 en Gran

Bretaña, sugiere que su "ritmo de cambio era menos sorprendente" que el del periodo
posterior (p. 88 ). Véase sin embargo, la réplica de Deane, según la cual existió una diferencia
en "la mera escala del desarrollo industrial” entre los dos periodos, y también en la "mayor
amplitud" del impacto de sus "cambios organizativos y técnicos" (1973a,
p. 166).
144 Garden, por ejemplo, advierte de que "no se debería [...] confundir de forma
apresurada siglo XVIII con revolución industrial: incluso en Gran Bretaña fue tardía y limitada;
en todas partes sobrevivieron —e incluso se desarrollaron— formas tradicionales a lo largo
del siglo XVIII” (1978a, p. 14). Véase gumento de que ocurrieron revoluciones
tecnológicas en el periodo 1550-1750,145 y después de 1850, pero
precisamente no en el periodo 1750-1850.
La sugerencia de que hubo revoluciones industriales anteriores y
posteriores desemboca fácilmente en la idea de que existió una revolución más
prolongada. Ya en 1929, Beales,146 al revisar la bibliografía sobre el tema,
sostenía que extenderla hacia atrás y hacia delante había eliminado el "carácter
cata- clismático” atribuido a la revolución industrial. El subsiguiente y acre
comentario de Heaton parece pertinente: "una revolución que se prolongó
durante 150 años y tuvo una preparación de al menos otros 150 años muy bien
parece necesitar una nue- va etiqueta . '
El concepto de "protoindustrialización” sirve virtualmente de respuesta
tardía a la sugerencia de Heaton. Al crear un término nuevo para "una primera
fase que precedió y preparó la industrialización moderna en sentido propio”
—es decir, la fase de "industria principalmente rural orientada al mercado”—
Mendels ha tratado de conservar la característica específica de una revolución
industrial más estrechamente delimitada y si-
también Williamson, que afirma que antes de 1820-1830, el crecimiento de Gran Bretaña
fue "en e¡ mejor de los casos, modesto" (1984, p. 688 ).
145 Daumas califica al periodo (1550-1750) como de "transición fundamental" en la
tecnología (1965, p. v). Respecto a la idea de que existió una revolución tecnológica entre
1750 y 1850, dice que es "uno de los errores principales" de nuestra comprensión de la
historia de la tecnología (1963, p. 291). Más adelante se ofrece a salvar el periodo 1750-
1850 admitiendo sus logros fuera de su especialidad, en la organización social de la
economía. Véanse Daumas (1965, p. xii); Daumas y Garanger (1965, p. 251).
Industria y burguesía 39
De modo similar, Lilley afirma: "las primeras fases de la Revolución industrial —más o
menos hasta 1800— se basaron en gran medida en la utilización de técnicas medievales y en
extender el uso de estas técnicas hasta sus límites" (1973, p. 190). Véase también Braudel:
"Si existe un factor que ha perdido terreno como explicación clave de la revolución
industrial, sin duda es la tecnología” (1984, p. 566).
146 "La narración convencional [...] da una importancia excesiva a la aparición de los
grandes inventos." Beales dice que con la "interpretación más tranquila” del inventor como
"portavoz de las aspiraciones del momento [en vez de] como iniciador de las mismas”, lo
que el concepto de revolución industrial pierde en "calidad dramática, [...] lo gana en
profundidad y significado humano" (1929, pp. 127-128). Véase también Hartwell, para quien
la revolución industrial no necesita "explicación" puesto que es “la culminación de un
proceso en absoluto espectacular, la consecuencia de un largo periodo de lento crecimiento
económico" (1967b, p. 78); y Deane y Habakkuk, para quienes "la característica más
sorprendente del primer despegue fue su capacidad gradual" (1963, p. 82; cf. Hartwell,
1970b).
147 Heaton (1932, p. 5).
tuada en el tiempo, mientras aceptaba el énfasis en el avance gradual del
proceso.148 Mendels llega incluso a sostener que el uso de este concepto puede
resolver el debate respecto a la superioridad de la industria británica sobre la
francesa en este periodo, reduciéndolo a una disputa semántica. 149 Por
consiguiente, no puede responder a la pregunta de Garden: "¿el vigor del
cambio es una consecuencia de la fortaleza del sector industrial o, por el
contrario, de su debilidad estructural en el siglo XVIII?”150
Existen otras formas de responder al argumento del avance gradual. Uno
es el de Landes, que afirma que es un conglomerado compuesto de
descripciones superficiales y nomenclatura invariable.151 Otro es el de
Hobsbawm, que aísla un periodo de

148 Mendels (1972, p. 241), quien explica él tránsito a la segunda fase de


"industrialización moderna, fabril o maquinista” por el hecho de que la pro-
toindustrialización tiene como resultado la acumulación de capital en las manos de
empresarios comerciantes que poseen las técnicas precisas para la industrialización fabril, y
la creación de mercados para las mercancías agrícolas que condujeron a una creciente
especialización geográfica.
Bergeron llama la atención sobre el carácter "reintegrador” del concepto de
protoindustrialización, que “insiste en las continuidades más que en las rupturas, en la
organización de la producción y del trabajo entre los periodos 'pre' y pos' de la revolución
tecnológica" (1978a, p. 8 ).
149 Mendels señala que las revisiones hechas por Markovitch de las creencias estándar
referentes al relativo retraso de la industria francesa a finales del siglo XVIII y comienzos del
xix (así como opiniones similares de Crouzet) dependen de que se incluyan en su categoría
de industria y oficios "artesanías en el sentido más amplio posible, incluyendo hasta el
trabajo industrial hecho en el hogar para el consumo doméstico". Concluye: "Así, nuestra
interpretación del desarrollo económico francés podría cambiar de manera drástica,
dependiendo del lugar que se dé a la 'industria preindustriar" (1972, p. 259).
Jeannin, en sus observaciones críticas sobre la protoindustrialización, que revisa en una
versión más reciente —la de Kriedte el al. (1977)—, sostiene que el concepto de
protoindustrialización es "un poco inflado, ya que incorpora elementos no específicos, a la
vez que muy restringido, porque está demasiado marcado por las características específicas
de las industrias pobres" (1980, p. 64).
150 Garden (1978a, p. 14), que califica este interrogante de "la pregunta fundamental".
40 Immanuel Wallerstein
151 "No se debe confundir la apariencia con la realidad. Si se describe por los datos
ocupacionales, la economía británica de 1851 tal vez no parezca diferente de la de 1800.
Pero estas cifras apenas describen la superficie de la sociedad —e incluso entonces en
términos que eliminan el cambio definiéndolo mediante categorías de nomenclatura
invariable. Bajo esta superficie, los órganos vitales se transformaron, y aunque no pesaban
más que una fracción del total —bien fuera medida por el número de personas o por la
riqueza—, eran ellos los que determinaban el metabolismo de todo el sistema" (Landes,
1969, p. 122). Sin embargo esto nos deja en la incertidumbre acerca de cómo identificar los
"órganos vitales" y el "metabolismo"; y, lo que es aún más importante, "triunfo” dentro
de un proceso más largo y gradual.152 Una tercera forma es la de Schumpeter,
quien afirma que tanto la tesis de la revolución como la de la evolución son
correctas aquí (como siempre), ya que depende de que se aplique una
perspectiva microscópica o una macroscópica.153
Y, sin embargo, uno se pregunta si el resultado último de todo esto no es
el de poner en tela de juicio el valor heurístico del concepto de revolución
industrial. Nef asume una posición claramente negativa:

Apenas hay un concepto en la historia económica más contundente que el que relaciona
todos los problemas importantes de nuestra civilización moderna con los cambios
económicos que, según se afirma, tuvieron lugar en Inglaterra entre 1760 y 1832. Apenas
hay un concepto que descanse sobre bases menos seguras que el que encuentra una de las
claves para la comprensión del mundo industrializado moderno en aquellos 72 años de
historia económica inglesa. 1 5 4

acerca de si la diferencia entre 1800 y 1850 es significativamente superior a la de cualquier


periodo previo de cincuenta años.
152 Los años 1789-1848, señalan "no el triunfo de la 'industria' como tal, sino de la
industria capitalista; no de la libertad y la igualdad en general, sino de la clase media o la
sociedad liberal 'burguesa'. No señalan la existencia de estos elementos de una economía y
una sociedad nuevas sino su triunfo; [...] no el progreso de su gradual labor de zapa y minado
en siglos anteriores, sino la conquista decisiva de la fortaleza" (Hobsbavvm, 1962, pp. 17,
19). El periodo de Hobsbawm difícilmente se puede comprimir en la periodización de Marx,
quien se refiere a un momento más bien tardío de conquista decisiva, incluso para Gran
Bretaña: "El dominio absoluto del capital industrial no fue reconocido por el capital
mercantil y los intereses monetarios ingleses hasta la abolición del impuesto sobre los
cereales [1846], etcétera.” (1967, p. 327, n.).
153 “Una revolución nunca puede entenderse a partir de sí misma, es decir, sin hacer
referencia a los desarrollos que condujeron a ella; resume más que inicia. [Ésta es la]
diferencia entre la perspectiva microscópica y la macroscópica: existe cierta contradicción
entre ambas, como existe también cuando se dice que el contomo de un bosque es
discontinuo para algunos efectos y continuo para otros" (Schumpeter, 1938, p. 227).
154 Nef (1943, p. 1). McEvedy va más lejos al afirmar que el concepto de revolución
industrial "ha sido, en efecto —lo que no es un logro pequeño para una teoría histórica—
muy nocivo en la práctica” (1972, pp. 5-6). Cameron (1982; 1985) ha desarrollado de modo
similar la tesis de que el término "revolución industrial” es un "nombre erróneo”.
Schumpeter hace la misma acusación esencial: "El escritor concuerda con los modernos
historiadores económicos que desaprueban el término revolución industrial. No sólo está
desfasado, sino que es además confuso o incluso fundamentalmente falso, pues está pensado
para conferir la idea de que lo que designa fue un acontecimiento o una serie de
acontecimientos únicos que crearon un nuevo orden económico o social, o la idea de que,
sin relación con desarrollos previos, irrumpió de repente en el mundo en las dos o tres
últimas dé-
Industria y burguesía 41

Comparto la opinión de Nef de que el concepto de "revolución industrial”


y su concepto correlativo casi inevitable, el de la "primera revolución
industrial” de Gran Bretaña, es profundamente engañoso. No podrá salvarlo
ningún tipo de remiendo extendiéndolo en el tiempo, convirtiéndolo en un
proceso en dos etapas, distinguiendo entre la lenta acumulación cuantitativa
y la revolución cualitativa, puesto que surge de la premisa de que lo que
explica la "ventaja” de Gran Bretaña es una constelación de características
absolutas, cuando lo que necesitamos localizar es una constelación de
posiciones relaciónales dentro del marco de una economía-mundo. Es la
economía- mundo lo que se desarrolla a lo largo del tiempo, y no subunidades
dentro de ella.
La cuestión no es por qué Gran Bretaña se distanció de Francia o de
cualquier otro país (hasta el punto en que lo hiciera y en el que, pese a todo,
uno valore ese "distanciamiento”), sino por qué la economía mundial como
un todo se desarrolló como lo hizo en un momento dado del tiempo (y aquí
consideramos el periodo 1730-1840), y por qué en esta época se concentraron
las actividades económicas más rentables en mayor medida dentro de unos
estados que en otros (y por qué se acumuló más capital en unos que en otros).
En 1839, Briavoinne expresó lo que estaba ocurriendo de una manera más
simple de lo que nosotros lo hacemos ahora:

La esfera del trabajo creció; los medios de producción (exécution) se multiplican y


simplifican un poco más cada día. La población creció gracias a la disminución de la tasa de
mortalidad. Los tesoros de la tierra se explotaron mejor y más abundantemente; el hombre
producía y consumía más, se hizo más rico. Todos estos cambios constituyen la revolución
industrial. 1 5 5

Si preguntáramos a Briavoinne cuáles fueron las causas de esta revolución,


él la explicaría con base en tres inventos clave:

cadas del siglo xvm. Nosotros situamos esa revolución industrial concreta al lado de al
menos dos acontecimientos previos y al menos dos acontecimientos subsiguientes" (1939,
p. 253). Designa el periodo 1787-1842 como un ciclo de Kondratieff y afirma: "Tenemos
razones para creer que este largo ciclo no fue el primero de su tipo” (p. 252). Coleman
responde a Schumpeter reiterando que el término revolución industrial debería reservarse
para la de Gran Bretaña a finales del siglo xvm, la cual, "en la larga perspectiva de la historia,
fue el cambio comparativamente súbito y violento que dio origen a la sociedad
industrializada" (1966, p. 350).
155 Briavoinne (1839, pp. 185-186).
las armas de fuego, la brújula y la imprenta. 2149 Se nos remite, pues, a un
momento anterior, varios siglos antes, precisamente cuando se creó la
economía mundial capitalista.
La “primera revolución industrial" y la Revolución francesa se refieren
presumiblemente a periodos de sucesos con límites de tiempo que coinciden.
Muchas veces se ha señalado esto y se ha utilizado la expresión “la era de las

2149 Ibicl., p. 188.


42 Immanuel Wallerstein
revoluciones” para designar este periodo. El vínculo temporal se refuerza de
hecho por un vínculo conceptual que se ha discutido con menor frecuencia.
Indudablemente, muchos autores han observado que la locución "revolución
industrial" surgió de “una asociación muy natural” 2150 de los rápidos cambios
industriales con los cambios políticos de la Revolución francesa. Sin
embargo, lo opuesto es también cierto. Nuestra percepción de la Revolución
francesa ha llegado a ser estructurada de forma fundamental por nuestra
percepción de la revolución industrial.
La Revolución francesa encama todas las pasiones políticas del mundo
moderno, quizá todavía más que su único rival auténtico como
acontecimiento simbólico, la Revolución rusa. Se han escrito ya tantas
historiografías de este tema de la historia moderna que ha llegado el momento
de que alguien haga una historiografía de la historiografía. En este punto
hemos de concentrarnos en la cuestión que parece haber sido central en todo
el debate posterior a la segunda guerra mundial: ¿fue la Revolución francesa
una revolución burguesa?2151
Soboul, que se convirtió en el principal portavoz de la interpretación social
de la Revolución francesa, lo que él denomina interpretación clásica de la
Revolución francesa, afirma que para Jaurés, a quien considera el fundador
de esta escuela, "la revolución no era más que el resultado de una larga
evolución económica y social que hizo a la burguesía dueña del poder y de la
economía”. Después de Jaurés, afirma Soboul, vinieron Mathiez y Lefebvre,
y a continuación Soboul y Rudé.
Así, poco a poco, la interpretación social de la Revolución francesa se fue perfeccionando
por una progresión de más de un siglo. Por su continuo recurso a la investigación erudita
[...], por su espíritu crítico, por su esfuerzo de reflexión teórica, por su visión global de la
revolución, solo ella merece ser considerada verdaderamente científica.
Esta visión global de la revolución es parte de una visión global de la
historia moderna en la cual,
La Revolución francesa es sólo un episodio del curso general de la historia, el cual, después
de las revoluciones de los Países Bajos, Inglaterra y América, contribuyó a elevar (o asociar)
a la burguesía al poder, y desencadenó el desarrollo de una economía capitalista . 2152
El hecho de que la interpretación social de la Revolución francesa oculta
fundamentalmente una interpretación liberal de la historia, la misma que
produjo el concepto de la "primera revolución industrial” en Inglaterra, puede

2150Bezanson (1922, p. 343).


2151Schmitt (1976), en su historiografía de la literatura sobre la Revolución francesa
desde 1945, formula esta pregunta entre otras seis, aunque las cinco restantes me parecen
variantes de la primera: la Revolución francesa, "¿mito o realidad?"; el problema de la
"revolución atlántica"; ¿existió una "reacción feudal”?; "¿hubo una o tres revoluciones en
1789?"; "¿fue la dictadura jacobina el punto culminante de la Revolución francesa?".
2152 Soboul (1974, pp. 41-42, 44).
Industria y burguesía 43

observarse en la conclusión a la que Lefebvre llegó en la síntesis de su


pensamiento que escribió para conmemorar el 150 aniversario de 1789:
La Declaración de los Derechos del Hombre sigue siendo [...] la encarnación de toda la
revolución. [...] América y Francia, como Inglaterra antes que ellas, son paralelamente
tributarias de una corriente de ideas cuyo éxito manifiesta el auge de la burguesía y que
constituyeron un ideal común en el que se resume la evolución de la civilización occidental.
En el curso de los siglos, nuestro Occidente, configurado por el cristianismo, pero heredero
también del pensamiento de la Antigüedad, ha concentrado sus esfuerzos, superando mil
vicisitudes, en lograr la liberación del ser humano. 2153
Quizá lo más útil sea comenzar explicando más detenidamente los
argumentos de la interpretación social.2154 Existen tres aserciones
fundamentales en esta perspectiva: 1 ] la revolución fue una revolución contra
el orden feudal y quienes lo controlaban, la aristocracia; 2] la revolución fue
una etapa esencial en la transición hacia el nuevo orden social del capitalismo
en beneficio de quienes lo controlarían, la burguesía; 3] la burguesía sólo
podía triunfar en la revolución apelando al apoyo de las clases populares
quienes, a su vez, en el mejor de los casos eran beneficiarios secundarios y en
el peor sus víctimas. Además, se sostiene que estas tres afirmaciones no sólo
resumen la realidad histórica (francesa), sino que se aplican a un determinado
acontecimiento-periodo que se inicia en 1789 y finaliza en 1799.2155 Este
acontecimiento-periodo es "revolucionario” en el sentido de que señaló una
súbita transformación social cualitativa, sin ser un mero segmento de una
secuencia de desarrollo social que se desenvolvía secularmente.
"A finales del siglo XVIII”, se ha dicho, "la estructura de la sociedad francesa
seguía siendo esencialmente aristocrática”. La Revolución francesa señala "el
advenimiento de la sociedad burguesa capitalista” en la medida en que logró

2153Lefebvre (1939, pp. 239-240).


2154 Puede objetarse que nos apoyamos demasiado en la versión de Soboul (o más en
general en una versión marxista) de esta interpretación social, y que los puntos de vista de
Lefebvre (por no hablar de los de Mathiez) eran diferentes en varios aspectos. Pero puesto
que, como Ferro ha observado, "[la historia en Francia] (así como la historia de Francia) es
uno de los lugares privilegiados de la guerra civil” (1981, p. 32), esto puede estar justificado
dado el plausible juicio de Grenon y Robín: "Curiosamente, 1789 sigue siendo una línea
fundamental de fractura entre la izquierda y la derecha en Francia; la revolución, en un nivel
mítico, todavía puede despertar emociones, y esto se debe a que, en el plano histórico,
siempre se han superpuesto sin problemas las variantes de la interpretación clásica de la
Revolución francesa y la interpretación marxista. La primera no es otra que la lectura
progresista de la revolución" (1976, p. 6 ).
2155 1799 es ia fecha final que Soboul utiliza en su breve historia (1977a). Sin duda,
se puede elegir otras fechas finales, como 1793, 1792 o 1815. También se puede elegir otras
fechas para el principio, como 1787 o 1763, y hacerlo es modificarla interpretación. Sin
embargo, elegir las fechas 1789-1799 no significa necesariamente concordar con Soboul en
todos los aspectos. Agulhon elige aquellas fechas para sostener que 1830 marca la
reanudación de la "revolución”, la cual afirma es una revolución del "liberalismo”, mientras
que 1800- 1830 representa la contrarrevolución "en dos formas sucesivas": la de la dictadura
napoleónica y la de una monarquía autoritaria y clerical (1980, p. 15).
44 Immanuel Wallerstein
"la destrucción del sistema señorial y los órdenes privilegiados de la sociedad
feudal”.2156 La evaluación que hace Soboul de la sociedad francesa está
curiosamente relacionada con la de Landes, a excepción de que la diferencia
que ambos observan entre Gran Bretaña y Francia en el siglo XVIII sigue
existiendo para Landes en el siglo XIX (y quizás incluso en la primera mitad
del xx):

El efecto de estas fuerzas [esnobismo aristocrático, presión de la opinión literaria y artística]


era una atmósfera general [en Francia] cuyo mejor calificativo es el de anticapitalista. El
concepto medieval de producción para el uso y no para el beneficio en términos económi-
eos, de una sociedad estática en comparación con una sociedad dinámica, nunca perdió su
validez.2157

En el siglo xvm, Francia no era meramente "feudal”, pero sufría, según se


dice, una "reacción aristocrática", pues la burguesía se encontraba
profundamente frustrada, especialmente en lo que se refiere a la inversión en
las manufacturas a causa de las restricciones impuestas a "las libertades
capitalistas fundamentales: la libertad de tener mano de obra, de producir, y
de comprar y vender". Se suponía que estas libertades, casi no hace falta
decirlo, eran ampliamente accesibles a los británicos, que las utilizaron para
lanzar una revolución industrial. De este modo, se afirma, las condiciones
estaban dispuestas para que la burguesía hiciera "su entrada en el escenario
revolucionario”.2158
La burguesía francesa tuvo que elegir su destino en 1789 y tomó, de las
dos vías posibles para pasar del feudalismo al capitalismo, aquella que Marx
denominó "la vía auténticamente revolucionaria".2159 Si preguntamos por qué
la burguesía tomó esta vía, Soboul responderá que debido a la "obstinación de
la aristocracia" (que se negó a hacer concesiones) y a lo "implacable de las
masas campesinas” (las jaequeries antifeudales de 1789-1793), pero de
ninguna manera a la burguesía, "que no había buscado la ruina de la
aristocracia”.2160 Soboul no aclara si éstas fueron las mismas razones por las

2156 Soboul (1977a, pp. 1, 3). El antiguo orden debe denominarse "feudalismo, a falta de

un mejor nombre" (Soboul, 1976a, p. 3). En efecto, este aspecto negativo de la revolución
es más importante que el positivo. Hablando de la "reacción aristocrática" del siglo XVIII,
Soboul dice: "Desde este ángulo, la revolución quizá no fue burguesa, pero sin duda fue
antiarfstocrática y antifeu- dal" (1970b, p. 250).
2157 Landes (1949, p. 57).
2158Rudé, (1967, p. 33).

2159 Marx (1967, vol. I, p. 334). Ésta es la vía por la que “el productor se convierte en
mercader y capitalista”, opuesta a aquella por la que "el mercader estableció su control
directo sobre la producción".
2160 Soboul (1976d, p. 16; 1977b, p. 38). Al parecer la monarquía tenía mucha más visión
de futuro que la aristocracia. Trató de resolver las diferencias entre la aristocracia y la
burguesía en el Anden Régime creando una "aristocracia comercial” y "ennobleciendo a los
mercaderes". Sin embargo, la experiencia fue un "fracaso” y demostró "la imposibilidad,
bajo las condiciones del Anden Régime, de una verdadera fusión” de ambos grupos (Soboul,
Industria y burguesía 45

que la burguesía inglesa tomó la misma "vía auténticamente revolucionaria”,


ni tampoco explica si aquellos países que siguieron la otra vía, la "vía
prusiana", se vieron bendecidos por una aristocracia menos obstinada o
tuvieron un campesinado menos implacable.
En este punto la exposición se vuelve un poco confusa. Soboul sostiene,
de forma bastante convencional, que la revolución inglesa fue “mucho menos
radical” que la francesa, que fue la "más dramática” de todas las revoluciones
burguesas, "la revolución burguesa clásica”.168 Dicho esto, nos encontramos
ante la "gigantesca paradoja" de Hobsbawm, según la cual, "sobre el papel”
(es decir, de acuerdo con este modelo explicativo) Francia estaba "idealmente
situada para el desarrollo capitalista” y debería haber superado a sus
competidores. Sin embargo, su desarrollo económico fue “más lento" que el
de otras naciones y, muy en particular, que el de Gran Bretaña. Hobsbawm lo
explica así "la Revolución francesa [...] perdió con Robespierre mucho de lo
que consiguió con la Asamblea Constituyente”. 169 Pero si los jacobinos,
representantes par excellence de la revolución burguesa, crearon con sus
acciones una "inexpugnable ciudadela [económicamente regresiva] de
pequeños y medianos propietarios campesinos, pequeños artesanos y
comerciantes” que "retardó [la transformación capitalista de la agricultura y
la pequeña empresa] hasta convertirla en un ir a rastras”170 uno se pregunta en
qué sentido fue ésta una revolución burguesa, y en qué sentido, si fue
burguesa, fue una revolución.171

168 Soboul (1977a, pp. 160-161, 168).


169 Hobsbawm (1962, pp. 212-213), explica este aforismo así: "La parte capitalista de
la economía francesa era una superestructura erigida sobre la base inamovible del
campesinado y la pequeña burguesía. Los trabajadores libres sin tierras se concentraban
poco a poco en las ciudades; las mercancías baratas estandarizadas que hicieron las fortunas
de los industriales progresistas en otros lugares carecían de un mercado lo suficientemente
grande y en expansión. Se ahorró gran cantidad de capital, pero, ¿para qué, habría de
invertirse en la industria doméstica?" Hobsbawm nos remite (p. 381, n. 19) al "locus clas-
sicus" de este argumento: el artículo de Lefebvre de 1932 (véase Lefebvre, 1963).
Soboul responde a la paradoja de Hobsbawm sosteniendo que la revolución campesina
fue "incompleta". Si los sectores radicales del campesinado hubieran vencido, se habría
producido "una reestructuración de la propiedad de las tierras en beneficio de los pequeños
productores" que más tarde habría resultado en la concentración parcelaria y no se habría
dado tal paradoja (1977b, pp. 42-43). Poulantzas responde a la paradoja de Hobsbawm de
forma distinta. La "paradoja" demuestra que el Estado revolucionario "no es el Estado de
una revolución burguesa políticamente triunfante en este momento y en esta coyuntura, sino
más bien el Estado de una revolución burguesa políticamente controlada y limitada. En ese
preciso momento no es de hecho el Estado de una burguesía hegemónica, sino el del
campesinado y el de la pequeña burguesía, como observó con acierto Tocqueville. Por algún
motivo, este Estado no pudo perdurar" (1973, p. 176).
170 Hobsbawm (1962, p. 93).
171 Podemos, por supuesto, replicar que hubo una revolución no tanto en el ámbito de
la economía en sentido estricto, como en el de los valores. "El principal resultado de la

1970b, pp. 279, 282).


46 Immanuel Wallerstein
revolución en Francia fue poner fin a la sociedad aristocrática. La sociedad de la Francia
posrevolucionaria era burguesa en su estruc-
Llegamos, así, a la parte más delicada de la perspectiva, el papel atribuido
a las fuerzas populares. El aforismo de Chateaubriand, "los patricios
comenzaron la Revolución, los plebeyos la completaron’’ 172 es ahora una
verdad aceptada. ¿Dónde, pues, encajan los burgueses? Posiblemente,
confundiendo a ambos: arrebatando el liderazgo a la aristocracia en 1789 con
el apoyo (solicitado) de las fuerzas populares, 173 pero conteniéndolas en
termidor, con la derrota de las insurrecciones populares del año m, haciendo
fracasar la Conspiración de los Iguales y, finalmente (quizá también) con el
18 brumario.174
La imagen de las fuerzas de clase representa a la burguesía en posesión del
control político en todas partes. Los girondinos, los jacobinos (dantonistas o
"indulgentes,” robespierristas, he- bertistas), los extremistas eran todos ellos
fuerzas "burguesas” (o en el caso de los extremistas una alianza de fuerzas
dirigidas por comerciantes pequeño-burgueses y artesanos). Estas facciones
políticas representaban grados crecientes de militancia revolucionaria y, hasta
cierto punto, grados decrecientes en la jerarquía burguesa. 175
Las masas que desempeñaron un papel tan activo lo hicieron
tura y valores. Era una sociedad del parvenú, es decir, del hombre que se había hecho a sí
mismo" (Hobsbawm, 1962, pp. 218, 220).
Si esto es así, sugiere George V. Taylor, ésa era una consecuencia no deseada. "El estado
mental revolucionario expresado en la Declaración de los Derechos Humanos y en los
decretos de 1789-1791 era un producto —no una causa— de la crisis que empezó en 1787”
(1972, p. 501). El punto de vista de Taylor se basa en su lectura de los cahiers de doléance.
172 Citado en Lefebvre (1932, p. 40).
173 "En 1789 no hubo tres revoluciones sino una sola burguesa y liberal con apoyo
popular (en particular campesino). No hubo un dérapage de la revolución en 1792, sino la
voluntad de la burguesía revolucionaria de. mantener la cohesión del tercer estado gracias a
la alianza de las masas populares, sin cuyo apoyo los logros de 1789 hubieran quedado
comprometidos para siempre” (So- boul, 1974, p. 56).
174 Sobottl afirma que la Revolución francesa "trascendió sus límites burgueses” dos
veces en revoluciones de “los campesinos y las masas”: en el año II, y en la Conspiración
de los Iguales (1977a, p. 168).
175 "La vanguardia de la revolución no fue la burguesía comercial. La auténtica fuerza
que había detrás de la revolución era la masa de pequeños productores directos” (Soboul,
1977a, pp. 154-155). Véase también Kaplow: "Así como era impensable una revolución sin
la burguesía que la pusiera en marcha, del mismo modo era imposible la constitución de los
extremistas sin la participación de los maestros artesanos. Aquellos, como entidad no eran
idénticos a los trabajadores pobres del antiguo régimen; más bien representaban una de las
formas provisionales, en este caso una forma política que se desarrolló de la desintegración
de aquel régimen que llevó a cabo la revolución” (1972, p. 163).
bajo el liderazgo de la (pequeña) burguesía; no sólo los extremistas, sino
también el campesinado, en la medida en que se considere pequeñoburgués
el liderazgo de los campesinos acomodados.2161 Por una parte, se afirma que

2161 "La revolución burguesa, suprimiendo al final los derechos feudales por la ley del 1
de julio de 1793, liberó al productor directo, al pequeño comerciante productor,
Industria y burguesía 47

estos pequeños productores (urbanos y rurales) eran la vanguardia de la


revolución e "inflexiblemente antifeudales”2162 (a diferencia, supongo, de
otros burgueses proclives al compromiso). Por otra parte, se recurre
precisamente a las concesiones que se hicieron a este grupo pequeñoburgués
y que demostraron ser tan duraderas para explicar la paradoja de Hobsbawm:
el lento desarrollo industrial de Francia durante el siglo xix y, por tanto el
fracaso global de la burguesía francesa.
Este modelo clásico era inquietante para muchos, en parte debido a sus
implicaciones y uso político, en parte por la falta de rigor teórico tras la
fachada de una explicación clara, y en parte porque se consideraba
inconsistente con algunas realidades empíricas. En cualquier caso, ha sido
objeto de un masivo ataque desde todos los frentes a partir de los años
cincuenta: por parte de los que proponen la tesis atlántica (Godechot, Palmer),
por parte de los escépticos respecto al papel atribuido a la burguesía en la
revolución (Cobban, Furet) y por parte de los que han tratado de reevaluar las
descripciones tradicionales de Francia en el siglo xvm y, en particular, del
papel de la aristocracia en el funcionamiento de la economía.
La tesis atlántica consiste esencialmente en que la Revolución francesa
forma parte de un todo más amplio, aquel "gran movimiento revolucionario
que afecta a todo el mundo occidental”. Este todo más amplio incluye de
forma destacada la Revolución americana, y también las diversas
revoluciones latinoamericanas, la de Haití y las revoluciones de casi todos los
países europeos a finales del siglo xvm. Se afirma que la Revolución francesa
tuvo "la misma naturaleza” que estas otras, sólo que fue "infinitamente más
intensa”.2163 Dicho esto, los defensores de la tesis atlántica son menos
revisionistas de la interpretación clásica de lo que a veces se piensa.2164 Los
atlantis- tas definen esta singular revolución de Occidente como
"liberal” o "burguesa”,180 como una revolución "democrática” en
la que los “demócratas" combatieron a los "aristócratas”.181
Además, los atlantistas interpretan convencionalmente la fase
jacobina como la "revolucionarización de la revolución"182 de una
revolución que, sin embargo, era "radical desde su mismo
comienzo”.183 El radicalismo jacobino se explica, al menos en
parte, por la "lucha de clases”.184
Dado que la tesis atlántica utiliza las premisas clave de la interpretación
social —que la revolución fue una revolución de la burguesía contra la
aristocracia, que fue un modo de transición necesario, que los jacobinos
encaman su forma más radical—, ¿por qué Soboul la anatematiza y asegura

independiente a partir de entonces” (Soboul, 1976d, p. 15).


2162 Soboul (1977a, p. 168).
2163 Godechot (1965, p. 114).
2164 Esto es menos sorprendente cuando se recuerda que Jacques Godechot, el más
destacado defensor de la tesis atlántica, es un discípulo de Mathiez y Le- febvre y nunca,
hasta donde yo sé, ha renunciado a este legado. De Lefebvre
48 Immanuel Wallerstein
que "vacía [la Revolución francesa] de todo contenido específico" 185
especialmente teniendo en cuenta que los atlantistas presentan una imagen
solidaria de la revolución? La respuesta parece muy clara: la versión atlantista
"disocia” las revoluciones rusa y francesa, considerando la una como
"indígena” y la otra como reactiva (al “atraso”), la una como parte de la
"revolución del mundo occidental” del siglo xvm y la otra como parte de la
"revolución del mundo no occidental" del siglo xx.186 El atlantis-
afirma que "sus obras ocupan un lugar cardinal en la historiografía de la Revolución
francesa” (1965, p. 257). Sobre la estrecha relación de Godechot con Mathiez, véase
Godechot (1959). El otro atlantista principal, R. R. Palmer, ha traducido a Lefebvre al inglés.
180 Godechot (1965, p. 2).
181 Palmer (1959, passim, pero sobre todo pp. 13-20).
182 Palmer (1964, pp. 35-65), que atribuye esta revolución a la "mezcla de
revolucionarismo popular e internacional" (p. 44).
183 Palmer (1959, p. 446). Si la revolución americana fue menos revolucionaria que la
francesa, fue porque "[América] no conoció el feudalismo [...] En Francia y en Europa [...]
los esfuerzos para alcanzar el mismo ideal revolucionario se enfrentaron a la implacable
oposición de las clases desposeídas o amenazadas" (Godechot y Palmer, 1955, pp. 227, 229).
184 Godechot y Palmer (1955, p. 229). El concepto de la alianza de clases también se
encuentra allí: "Los campesinos, al igual que los 'burgueses’, o estrato superior del tercer
estado, veían a la nobleza como su enemigo. Esta convergencia de intereses [...] es lo que
hizo posible la Revolución francesa de 1789" (Palmer, 1971, p. 60).
185 Soboul (1974, p. 44).
186 Palmer (1959, p. 13). Soboul invoca de manera específica la acusación de que la
tesis atlántica es una consecuencia de la "guerra fría", señalando que su aparición se produjo
a mediados de los años cincuenta (1974, p. 43). Este testimonio no carece de justificación.
La larga comunicación conjunta de Godechot y Palmer al Congreso Internacional de
Ciencias Históricas de 1955 gira en tomo a lo siguiente: ¿existe algo a lo que se pueda llamar
una civilización atlántica? Las simpatías de los autores parecen estar a favor de una respuesta
mo, por tanto, desemboca en una reinterpretación implícita de la Revolución
rusa más bien que de la francesa. Este interés por la Revolución rusa tampoco
está, por supuesto, lejos del pensamiento de quienes atacan el concepto de una
"revolución burguesa”, pero su crítica es mucho más radical. "Todo se deriva
de Cobban”, se ha afirmado,187 pero es más razonable afirmar que todo se
deriva de la idea básica de Tocqueville de que "la revolución no derribó,
aceleró”.188 La operación clave consiste en insistir en que se considere no sólo
el acontecimiento- periodo de la propia Revolución francesa, sino también a
las oscilaciones, más prolongadas, que se produjeron entre los siglos XVI a
XIX, periodo que comprende una "mutación lenta pero revolucionara”
resultado del desarrollo "plurisecular” del capitalismo.189 A Furet debemos la
significativa observación de que, dadas las premisas de los partidarios de la
interpretación social, deberían aceptar más que oponerse a esta reorientación
de la perspectiva temporal. "Si se insiste en una conceptualiza- ción en
términos del 'modo de producción', uno tiene que to-

afirmativa. Culminan en la doliente observación de que "América, esta antigua colonia,


parece tener más fe que Europa en la realidad o posibilidad de una civilización atlántica”’
(1955, p. 239).
Industria y burguesía 49
187 Mazauric (1975, p. 167, n. 53). Véase también Schmitt: "El nombre de ‘Cobban’ se
ha convertido en esta controversia en una provocación" (1976, p. 50).
188 Esto no es una cita de Tocqueville sino el muy adecuado resumen que hace Tilly
de su posición (1968, p. 160). Lo que el propio Tocqueville dijo fue: "De un solo golpe, sin
aviso, sin transición y sin arrepentimiento, la revolución efectuó lo que de todos modos tenía
que suceder, aunque lenta y gradualmente" (1955, p. 20). Véase, desde un punto de vista
similar, Le Roy Ladurie: "El hecho de que un acontecimiento como la Revolución francesa
fuera único no lo convierte en un acontecimiento necesario. O al menos es difícil demostrar
que lo fue. Es la expresión del comportamiento de una sociedad exasperada. La Revolución
francesa en las zonas rurales es el resultado directo de las expansiones del siglo, incluso y
en especial cuando quedaron comprometidas por las dificultades económicas de la década
de 1780. Representa la ruptura y, al mismo tiempo, la continuidad" (1975, p. 591).
189 Richet (1969, p. 22). Richet sostiene en otra parte que el derecho eri Francia sigue
esta misma trayectoria, tratando así de eliminar uno de los argumentos clave de Soboul y
otros, según el cual una revolución era esencial para la transformación de la superestructura
jurídica que limitaba el crecimiento de las fuerzas capitalistas. Richet sostiene, por el
contrario: "La revolución irrumpió en un país que se encontraba inmerso en un proceso de
modernización legislativa" (1973, p. 36). Choulgine sostiene de forma similar que se han
exagerado en gran medida las limitaciones al crecimiento de las grandes empresas, derivadas
de las restricciones gremiales puesto que "la gran importancia de la industria rural limitaba
la influencia del sistema gremial [en el Anden Régi- meT (1922, pp. 198-199).
mar como objeto de estudio un periodo más vasto que los años de la
Revolución francesa en sí mismos.”2165
El argumento central en contra de la idea de que la Revolución francesa es
una revolución burguesa, es que en el siglo XVIII Francia ya no era un país
feudal en ningún sentido significativo. Cobban cita un tratado legal de la
época para sostener que los derechos señoriales eran meramente "una forma
extraña de propiedad”. Por consiguiente, la presión para incrementar los
derechos señoriales que constituyó la mayor parte de la “reacción” feudal o
aristocrática fue "más comercial que feudal”.2166
El argumento tiene dos partes. La primera consiste en afirmar que la
mayoría de los señores se desempeñaba en el ámbito económico como
burgueses, y que "basta con ampliar un poco la terminología” para definir la
nobleza como "burguesía triunfante”.2167 En contra de la "errónea" imagen
tradicional del noble francés provincial como un individuo "indolente, apático
y empobrecido”, debería considerarse, en la mayoría de los casos, como un
"terrateniente activo, astuto y próspero”,2168 cuyo papel en los avances de la
agricultura ha sido "a menudo menospreciado” en comparación con el papel

2165 Furet (1978, p. 158).


2166 Cobban (1963, p. 155-156). Véase también Roberts: "La mayoría de las formas
"feudales" abolidas en los decretos de agosto [de 1789] eran ficciones que encubrían una
realidad simple de transacciones en dinero efectivo” (1978,
p. 28).
2167 Chaussinand-Nogaret (1975, p. 265), quien prosigue, "el capitalismo comercial está,
en sus aspectos más modernos, más en manos de la nobleza que de la burguesía" (p. 274).
La otra cara de la moneda es observar, con Bien, que "una parte muy considerable de la gran
burguesía pertenecía a la nobleza en 1789" (1974, p. 531).
2168 Forster (1961, p. 33).
50 Immanuel Wallerstein
desempeñado por el noble inglés, "en ocasiones exagerado”.2169 Así, había
"nobles que eran capitalistas” y que se encontraban en los "estratos más altos”
de la nobleza.2170 Si uno analiza cuidadosamente los balances señoriales,
encontrará que los derechos feudales, opuestos a las ganancias capitalistas
"muchas veces [sólo] constituían stricto sensu una parte pequeña o incluso
muy pequeña" de las rentas totales.196 Fue en efecto, como Bloch sostuvo en
forma relativamente prematura, la extensión del capitalismo en los siglos xvn
y XVIII lo que revalidó privilegios económicamente "feudales”:

En un mundo cada vez más dominado por una economía de tipo capitalista, los privilegios
originalmente adscritos a los jefes de unas estrechas comunidades rurales, replegadas sobre
sí mismas, llegaron a adquirir poco a poco un valor previamente insospechado.197

Esta actividad capitalista de la nobleza tampoco estaba limitada a la


agricultura. Goubert sostiene que "una gran parte” de la nobleza adquirió un
significativo interés para las industrias en el siglo xvm, "instalándose pronto
en la economía del futuro y preparando su ‘despegue’”. 198
La segunda parte del argumento consiste en insistir en que

consecuencias sociales y no una revolución social con consecuencias políticas” (pp. 490-
491). Taylor recibe un apoyo indirecto a esta línea de argumentación del intento reciente que
han llevado a cabo Cain y Hopkins de reinterpretar la revolución industrial en Inglaterra.
Estos autores introducen el concepto de "capitalismo señorial" basado en la "riqueza de las
tierras", y sostienen, en referencia a este periodo: "nuestro objetivo no es negar lo que es
irrefutable, es decir, que Gran Bretaña se industrializó, sino más bien sugerir que las
actividades no industriales, aunque aún capitalistas, eran mucho más importantes antes,
durante y después de la Revolución industrial de lo que la interpretación estándar de la
historia económica e imperial admite" (1986, pp. 503-504).
Vovelle, sin embargo, considera que las inferencias de Taylor respecto a la Revolución
francesa van más allá de lo que permiten sus "útiles observaciones" sobre la "riqueza no
capitalista". "Ubicar esta burguesía del viejo estilo al final del Anden Régime en las filas de
una élite plenamente constituida es como tirar de la hierba desde su raíz para que crezca"
(1980, pp. 136-137).
196 Le Roy Ladurie (1975, p. 430), que considera el privilegio feudal, al igual que todo
poder político, como un "generador indirecto de beneficios monetarios". Para las grandes
haciendas, "con una vocación capitalista", el estado francés funcionó como un "padrazo” del
mismo tipo que para las manufacturas de Colbert (p. 431).
197 Bloch (1930, p. 517). Como señala Bloch algunas veces era cuestión de reinterpretar

2169 Forster (1957, p. 241). Además, "la gestión personal de la hacienda no sólo era el
mejor modo de asegurar a un gentilhomme campagnard una buena renta, sino que también
era reconocida como su profesión y era, en contraste con la venta al por menor y la
especulación comercial, una empresa noble perfectamente respetable” (p. 224).
2170 Taylor (1967, p. 489), afirma por consiguiente que el término burgués es "inadecuado
y confuso” si por burgués entendemos un "grupo no noble que desempeña un papel
capitalista en las relaciones de producción” (p. 490). De ahí extrae las siguientes
conclusiones con respecto a la Revolución francesa: que "no tenemos ninguna explicación
económica de la llamada 'revolución burguesa', el asalto de los estratos superiores del Tercer
Estado al absolutismo y la aristocracia”; y que la revolución es "en esencia una revolución
política con
Industria y burguesía 51
privilegios feudales, aunque otras sólo se tratara de ejercerlos. Moore denomina esto "una
penetración de prácticas comerciales y capitalistas por métodos feudales" (1966, p. 63).
198 Goubert (1969, p. 234; véase también pp. 181-182). Esto es de hecho similar a la
descripción que hace Jones de los terratenientes ingleses, quienes afirma, "transformaron en
dinero el potencial industrial de sus territorios [en el siglo xvm]" (1967, p. 48).
el concepto de "reacción aristocrática” es un calificación errónea. Lo que los
observadores denominan una "reacción” refleja en primer lugar la mejor
posición en el mercado que los "arrendadores (bailleurs) tenían frente a los
arrendatarios (pre- neurs)".199 Fue, además, el resultado no del retraso sino
del progreso tecnológico. Los métodos mejorados de agrimensura y
cartografía permitieron a los señores beneficiarse de "una especie de
perfeccionamiento de las técnicas de gestión”.200 Lejos de existir una
"cerrazón” de la nobleza, el problema fue su "apertura, demasiado amplia para
la cohesión del orden, demasiado estrecha para la prosperidad del siglo”. 201
Lejos de ser éste un periodo de gran frustración para la burguesía francesa, el
lema adecuado para la historia francesa del siglo XVIII es “el auge del tercer
estado".202
Puede oírse la respuesta de los defensores de la interpretación social. Estos
burgueses en "auge” en el Anden Régime trataban de "aristocratizarse” lo
más pronto posible, pues su
199 Le Roy Ladurie (1975, p. 435), quien prosigue: "es cierto —y aquí entra el elemento
subjetivo— que el arrendatario en ocasiones tardaba algún tiempo en comprender que el
mercado se había tomado en favor de los propietarios; en un caso de este tipo, una vez que
se adquiría la conciencia de la ventaja, el arrendador procedía dos veces más deprisa; trataba
con redoblada energía de coadyuvar a la coyuntura y de presionar a los arrendatarios
(fermiers), que hasta aquel momento habían sido respetados por pura negligencia”.
200 Goubert (1974, p. 381).
201 Furet (1978,‘p. 145). Furet observa además que el bloqueo no se situaba entre el
hombre común y el noble, sino entre el "pequeño” noble de espada y los "grandes” aunque
advenedizos nobles de la corte, que constituían la clase dominante. Fueron, se afirma, los
"pequeños” nobles quienes estaban tras el edicto de 1781, la loi Ségur (p. 140). Godechot,
cuyo análisis una vez más es cercano al de la interpretación clásica, explica el supuesto
intento de la nobleza de monopolizar posiciones de gobierno en el siglo xvm por el hecho
de que la nobleza encontraba difícil "vivir de sus rentas, dado el incremento constante de los
precios desde 1730" (1965, p. 115).
Doyle por otra parte duda de que hubiera semejante monopolización de cargos: "En
términos sociales, a medida que avanzaba el siglo la mayoría de las instituciones de Francia
parece haberse hecho menos y no más exclusiva en lo que respecta a su reclutamiento"
(1972, p. 121). La investigación de Gruder sobre los intendentes reales tiende a confirmar
este argumento. Comparando los orígenes sociales de los intendentes en el reino de Luis
XIV con sus orígenes en los reinos de Luis XV y XVI, Gruder descubre que, lejos de existir
un incremento en la monopolización aristocrática, "lo cierto era lo contrario" (1968, p. 206),
si acaso. Por supuesto, los hombres del estado llano que fueron ennoblecidos en el siglo xviu
no pasaban "de la pobreza a la riqueza; el camino hacia la cima no comenzaba desde lo más
bajo" (p. 173). Para Gruder, la caracterización adecuada de esta clase gobernante era "una
aristocracia que incorporaba una plutocracia" (p. 180).
202 Cobban (1963, p. 262).
ideal era vivre noblement. Sólo después de 1789 surgió un nuevo tipo de
burguesía dispuesta a vivir como burguesía de reinversión (casi me siento
tentado a añadir: una burguesía llena de ética protestante).
52 Immanuel Wallerstein
A esta réplica se da tres clases de respuestas. En primer lugar, vivre
noblement no era una actitud necesariamente incompatible con una actividad
mercantil orientada al beneficio.2171 2172 En segundo lugar, el grupo de
comparación implícito, la burguesía británica (incluso los industriales
británicos) también compartían el ideal de vivre noblement.204 En tercer lugar,
la pauta no cambió en Francia después de la revolución.2173
Efectivamente, si "no es posible discernir una fractura fundamental, en
esta época, entre la burguesía y la nobleza”,2174 ¿qué explica entonces la
Revolución francesa, puesto que es indudable que algo ocurrió en 1789? Esta
controversia ha excluido hasta ahora el antagonismo de clases como posible
explicación, puesto que los papeles económicos desempeñados por las
categorías sociales, nobleza y burguesía, se consideraban altamente
congruentes.2175 Tocqueville también excluye como explicación la diferencia
en los derechos políticos: "ninguna [ni la aristocracia ni la burguesía] tenía
ninguno” y la diferencia de privilegios: "los de la burguesía [en el Anden
Régime] eran [también] inmensos”. Esto deja como única diferencia que la
nobleza y la burguesía vivían “vidas [sociales] separadas”.2176 Tocqueville
concluyó, sin embargo, que la revolución era el “resultado natural e
inevitable” de diversos aspectos particulares del Anden Régime, "tan
inevitable aunque tan completamente imprevisto". La revolución se produjo
por la confluencia de las dos "pasiones dominantes” de la Francia del siglo

2171 Ésa es la tesis de Boulle sobre los comerciantes de esclavos ennoblecidos de Nantes
que seguían en el comercio (1972, p. 89).
2172 Véase Crouzet: "no debemos exagerar la sobriedad de estos primitivos industriales
británicos. Una vez que habían levantado sus negocios y asegurado sus fortunas, casi
siempre se relajaban hasta cierto punto, retirando más dinero y adoptando un modo de vida
más confortable. Algunos de ellos compraron haciendas y se construyeron grandes
mansiones" (1972b, p. 189). Véase también Jones: los empresarios urbanos ingleses del siglo
xvin "buscaban un descanso final en la adquisición y embellecimiento de haciendas" (1967,
p. 48).
2173 Cobban considera que los nouveaitx riches sustituyeron a "la alta burguesía culta del
Anden Régime. Afirma con desdén: "Podemos llamarlo el triunfo de la burguesía si por este
término entendemos los funcionarios venales, abogados, profesionales, propietarios y unos
pocos financieros y mercantes que invirtieron su dinero, en su mayor parte, en tierras o
rentes una vez que no podían seguir consiguiéndose oficios venales. En su modo de vida,
eran los herederos de la noblesse obsoleta y si eran burgueses, su meta era ser bourgeois
vivant noblement" (1963, pp. 251, 264-265). Por supuesto, esta crítica de la interpretación
social se utiliza a su vez como agua para el molino de tesis como la de Landes; pero eso, sin
duda, no es algo que pudiera perturbar a Cobban.
2174 Lucas (1973, p. 91): "La clase media del Anden Régime tardío no mostraba
diferencias funcionales importantes con respecto a la nobleza, ninguna diferencia
significativa en los valores aceptados y, sobre todo, ninguna conciencia de pertenecer a una
clase cuyas características económicas y sociales eran antitéticas respecto a las de la
nobleza.”
2175 Como dice Palmer, "una de las cosas sorprendentes de la revolución es que la
hostilidad de clase, o antagonismo entre los nobles y los no nobles, fuera tan poco evidente
en 1787 y tanto en 1788" (1959, p. 457).
2176 Tocqueville (1953, pp. 361-362).
Industria y burguesía 53

xvm, el “incontenible odio de la desigualdad" y el “deseo de vivir [...] como


hombres libres”.2177
Los recientes tocquevillianos de Francia han seguido este modelo
explicativo, combinando una miscelánea amorfa de detalles 2178 con el énfasis
de un cambio en los valores.2179 Pero han introducido un gran cambio en esta
línea argumental. La revolución no se considera ya como "inevitable", se ha
convertido ahora en un “accidente", el resultado casual de reducir tres
revoluciones (la de la Asamblea, la de París y las ciudades, y la del campo) a
un único periodo de tiempo; fue "la intervención popular lo que transformó el
ritmo de la revolución".2180 Este
cambio de enfoque es importante desde el punto de vista analítico pero
comprensiblemente político. Tocqueville trataba de persuadir a las fuerzas
conservadoras de que aceptaran la revolución, que no era tan mala, afirmaba,
como ellas creían, en tanto que sus sucesores trataban de persuadir a los
intelectuales liberales de que no todo era bueno en la revolución (los
girondinos sí, Robespierre no). Como afirma el propio Furet, "durante casi
200 años, la historia de la revolución no ha sido más que una explicación de
la causalidad y, con ello, un discurso sobre la identidad”. 213
Al renunciar al concepto de revolución burguesa, Furet y Ri- chet
identifican en cambio una "revolución liberal”, una revolución que, según
afirman, empezó antes de 1789. Estos autores son bastante explícitos acerca
de cuál es para ellos la cuestión intelectual más importante respecto a la

2177 Tocqueville (1955, pp. 1, 203, 207-208).


2,0 Véase Furet y Richet (1973, pp. 19-27). Como observa Anderson respecto a una
miscelánea similar redactada por Althusser a propósito de la Revolución rusa, semejante
mezcolanza es un "mero pluralismo empírico" que conjura muchas circunstancias y
corrientes, pero que no consigue establecer "su jerarquía e interconexión material" (1980, p.
77).
2179 Véase Richet: "la revolución de 1789 se produjo a partir de una doble toma de
conciencia de las élites alcanzada a través de un largo camino. Conciencia, en primer lugar,
de su autonomía frente al orden político, de su consiguiente necesidad de controlar el poder.
Una conciencia unánime en la que la nobleza desempeñaba el papel de iniciadora y
educadora, pero que era ampliada para incluir la riqueza, la propiedad y el talento. Era la
Revolución de las Luces. Sin embargo, esta voluntad común fue momentáneamente abortada
en el ámbito de la homogeneidad del grupo dirigente" (1969, p. 23). Por consiguiente, vuelve
a aparecer la explicación final de Tocqueville.
Debería observarse aquí una divergencia con Cobban, quien es más hostil a la totalidad
de la revolución. "Desde luego puede decirse que el final del siglo xvm presenció una
transformación parcial desde una concepción individualista a una concepción colectivista de
la sociedad. La revolución pone fin a la edad del individualismo e inaugura la del
nacionalismo. En todo esto puede verse no el cumplimiento, sino la frustración de la
Ilustración" (1968a, p. 25).
2180 Furet y Richet (1973, p. 102; cf. Furet, 1963, p. 472). El tachar de "accidental” el
papel de las revoluciones populares desde el punto de vista de la evolución estructural a
largo plazo, no parece que signifique que carecieron de importancia, puesto que nosotros
también nos hemos comprometido a "restituir
54 Immanuel Wallerstein
Revolución francesa:

Atrevámonos a plantear la cuestión: ¿qué accidentes hicieron fracasar la revolución liberal


a corto plazo, aquella que se inició en el siglo XVIII, y que finalmente sería cumplida décadas
después por la burguesía francesa? 2 1 4

El 10 de agosto de 1792 es, para ellos, la fecha en la que empezó el gran


“dérapage"215 del camino del liberalismo que alcanzaría su apogeo durante
el Terror, aquel “breve paréntesis y contracorriente” en el "inmenso avance
del liberalismo" que se extiende desde 1750 hasta 1850.
Al parecer, fue el fervor patriótico de las masas lo que deshizo el
liberalismo.216 Furet y Richet critican a Soboul por analizar el
al acto revolucionario mismo, al acontecimiento, su papel creativo de discontinuidad
histórica” (Furet y Richet, 1973, p. 8 ).
Sin embargo, estamos ahora tan lejos de la palabra tocquevilliana "inevitable'’ que Furet
convierte "la necesidad del acontecimiento” en una de las dos principales e improbables
presuposiciones del concepto de revolución burguesa; la otra es la "ruptura del tiempo”
(1978, p. 36).
213 Furet (1978, pp. 18-19).
214 Furet y Richet (1973, p. 126).
215 Ibid., p. 10. En la traducción inglesa de Furet y Richet, el capítulo titulado "Le
dérapage de la révolution" fue denominado "The revolution blown off course” [La
revolución a la deriva]. Es una traducción razonable (aunque quizá demasiado náutica).
Higonnet, por ejemplo, lo traduce de forma diferente en dos páginas sucesivas como
"deviation” [desviación] y "slide” [deslizamiento] (1981, pp. 4-5). Prefiero conservar el
término francés, puesto que me parece el término central de todo el análisis de Furet y
Richet.
216 "Contra un rey sospechoso de traición, contra los generales que rehúsan luchar,
contra los brissotinos que dudan entre el poder y la oposición, se ha año II como una
"anunciación" de 1871 o 1917.217 ¿Pero su análisis no es igualmente una cierta
lectura de la historia del siglo xx? En cualquier caso, al analizar este periodo
llegan a una conclusión que es impecablemente sobouliana: después del año
II, la burguesía redescubrió sus verdaderos objetivos: “la libertad económica,
el individualismo en la propiedad, el sufragio limitado”. 218 Pero si éste es el
caso, la crítica al concepto de revolución burguesa pierde algo de fuerza.
Indudablemente, la data- ción de la revolución "liberal” de Furet es un tanto
diferente, algo más larga, que la de la revolución "burguesa” de Soboul. Es
menos política, más "cultural”, quizá, y ambos análisis sostienen un profundo
desacuerdo en la interpretación del año II. Una vez más, esto tiene diferentes
implicaciones para el estudio de la Revolución rusa, pero la interpretación
revisionista y la social de lo que este punto de inflexión histórico representa
para Francia son menos contrarias que lo que toda la fanfarria podría hacemos
creer.
Los numerosos intentos de encontrar la manera de reconciliar ambos
análisis demuestran que esto es así. Dichos intentos comparten una
característica común: tratan de incorporar lo que parece correcto en la crítica
del concepto de revolución burguesa sin incorporar las implicaciones
políticas que se han extraído de esta crítica. Robin acepta la crítica de Furet
según la cual si se analiza un cambio en el modo de producción, es necesario
un análisis a largo plazo. Una revolución social no puede transformar el
Industria y burguesía 55

"ritmo de laS fuerzas productivas; únicamente puede hacer posible tal


transformación". No fue la revolución social, sino la industrial que permitió
la transición de una inclusión formal del trabajo a una real, y esta revolución
industrial fue "claramente posterior a la revolución social”. 219
Además, es cierto que la diferencia entre la función económica de la
nobleza y la burguesía en el siglo xvm se había hecho relativamente
secundaria. Ambas eran "clases mixtas”,220 y la mayoría de los señores se
estaban convirtiendo en terrate- desencadenado un reflejo defensivo popular que ha
encontrado por fin su nombre: patriotismo. Es una segunda revolución.
"El patriotismo revolucionario se convirtió [el 10 de agosto de 1792] en una religión.
Ya tenía sus mártires. Pronto establecería, tras las derrotas militares, su inquisición y sus
hogueras" (Furet y Richet, 1973, pp. 129, 157).
217 Ibid. (p. 204).
218 Ibid. (p. 258).
219 Robin (1970, p. 52)
220 Grenon y Robin (1976, p. 28).
nientes capitalistas. Una vez que afirmamos que Francia no siguió la vía
inglesa ni la “vía prusiana”, sino que representaba un caso intermedio, y que
Francia estaba en una fase típica de "transición" del feudalismo al capitalismo,
fase que transcurrió durante varios siglos antes y después de la Revolución
francesa,221 ya no es difícil reconciliar la perspectiva del largo plazo con un
análisis marxista.222 Hay otra forma de reconciliar las dos perspectivas.
Zapperi sostiene que es correcto afirmar que
221 Robin (1973, pp. 41-43). En la obra editada por Soboul se encuentra una total
refutación de Robin. Guibert-Sledziewski sostiene que Robin plantea el problema como la
existencia de dos modos de transición alternativos —bien a través de la desintegración de
las fuerzas feudales, bien a través de su incorporación al capitalismo— y dice que esta
formulación elimina "un aspecto fundamental del problema: el de la necesidad de la
Revolución francesa”. La verdadera alternativa se presenta más bien entre la "recuperación
reaccionaria de las tendencias capitalistas” por parte del feudalismo o por la "entrada en
vigor de las relaciones capitalistas de producción en la Francia revolucionaria” (1977, pp.
48-50). Esto último se produjo a través de la revolución, ahorrando así a Francia seguir la
vía prusiana (pp. 66-75). (Este argumento es similar al de Moore, 1966,passim.)
Finalmente, Guibert-Sledziewski acusa a Robin de deslizarse hacia una posición no
distinta a la de Richet: "el deseo [de Robin] de plantear una ‘problemática de esta transición’
[del feudalismo al capitalismo] le lleva a convertir la transición en una fase específica de la
revolución burguesa, una fase que no tendría toda la puesta en escena del 89-94, pero que
indicaría, tanto como la fase violenta, la necesidad de una confrontación decisiva entre los
modos rivales de producción. Así, el ‘fenómeno’ revolucionario, como indicaría su
apelación, sería simplemente una manifestación, una vicisitud de esta vasta confrontación:
-y, ;qué, vicisitud! Una realización plena de lo que Denis Richet denomina la ‘lenta pero
revolucionaria mutación’ del capitalismo naciente. Pero nos parece que cualquier
problemática de la transición conduce necesariamente a una problemática de la revolución"
(Guibert-Sledziewski, 1977, p. 68 ).
222 Esto es confirmado por los análisis de dos historiadores marxistas ortodoxos,
Manfred y Dobb.
Manfred: "El capitalismo emergió primero en Francia hacia el siglo xvi. Avanzando de
manera lenta y gradual en el interior de la sociedad feudal, alcanzó su pleno desarrollo y
madurez en el último tercio del siglo XVIH. Las contradicciones entre las nuevas fuerzas
productivas y el orden feudal dominante condujeron a una fase de conflicto cada vez más
56 Immanuel Wallerstein
agudo. Más tarde, estas contradicciones estallaron en todas partes” (1961, p. 5).
Dobb: "La revolución industrial [...] y la aparición en escena de las relaciones burguesas
de producción no coinciden en el tiempo. Esto requiere una explicación capaz de cubrir un
largo periodo (en Inglaterra, un intervalo de varios siglos) desde las primeras
manifestaciones de las relaciones burguesas de producción [...] a la revolución industrial.
"La revolución industrial requiere la maduración de una situación total. Requiere un
desarrollo complejo v prolongado que al final tiene un resultado previsible. Hablar de la
concomitancia de cierto número de factores no implica, sin embargo, que sea un
"acontecimiento único” y fortuito, un acontecimiento ‘accidental’” (1961, pp. 458-460).
el conflicto entre el tercer estado y la nobleza era únicamente un conflicto
entre élites rivales, las cuales eran, sin embargo y según Zapperi, élites
precapitalistas. La Revolución francesa no fue una revolución burguesa
porque Francia estaba aún en una fase precapitalista de su historia. Para ver
la "fútil polémica” de un estrato urbano mercantil en disputa con una
aristocracia terrateniente como una lucha de clases, se requiere una "buena
dosis de imaginación". La burguesía no merece que se le atribuya una "vía
revolucionaria”; consiguió sus objetivos "en el curso de algunos siglos”
extendiendo su papel en la sociedad civil. Calificar a la Revolución francesa
como una revolución social es proyectar retrospectivamente por analogía la
revolución proletaria, si bien la burguesía ni siquiera había creado todavía una
situación en la que la clase obrera viviera enteramente de la venta de su fuerza
de trabajo. El planteamiento de Sóboul también representa un mito para
Zapperi, pero un mito perpetrado por el abate Siéyés más que Marx, si bien
Marx cayó en la trampa de los "prejuicios mercantiles". 2181
Existe una tercera vía para aceptar la crítica del concepto de revolución
burguesa sin endosar necesariamente el liberalismo. Consiste en derribar de
su pedestal a la burguesía en favor de otros grupos cuyas acciones se
consideran más consecuentes y definitorias del verdadero significado
histórico del aconte- cimiento-periodo. Guérin defendió este punto de vista
con cierta fuerza en 1946. La Revolución francesa tuvo un "doble carácter”:
fue a la vez una revolución burguesa y "una revolución que, en su mecanismo
interno, tuvo el carácter de permanente” que "nutrió una revolución proletaria
embrionaria”, es decir, una revolución anticapitalista".2182 Guérin logró unir
a So- boul yFuret en su oposición a él. Ambos rechazaron la percepción que
Guérin tenía del papel de los extremistas, la lectura implícita de la historia del
siglo xx. Para Soboul, Guérin confunde con una vanguardia proletaria lo que
en gran parte es "una retaguardia que defiende sus posiciones en la economía
tradicional”. Además, los extremistas, afirma Soboul, se unieron a la
burguesía "en las cuestiones esenciales, el odio a la aristocracia y la voluntad
de lograr la victoria”.2183

2181 Zapperi (1974, pp. 13-15, 83-86, 91-92).


2182 Guérin (1968, vol. I, pp. 17, 23, 27 y passim).
2183 Soboul (1958a, pp. 10, 1025). Kaplow se hace eco de la réplica de Soboul con este
argumento: "Los pobres [trabajadores] no eran capaces de mantener su ira porque no la
situaron —no podían situarla— en un contexto más amplio. Admito que eran incapaces de
pensar a más largo plazo [...] porque todas sus
Industria y burguesía 57

Para Furet y Richet los extremistas eran en gran parte fuerzas de


retaguardia que caían en reminiscencias "rousseaunia- nas”, en su búsqueda
de utopías "reaccionarias" de una edad de oro pretérita. Si durante el año II
los extremistas disputaron con el gobierno fue debido a la actividad de sus
cuadros militares, “una especie de subinteliguentsia [una pequeña burguesía]
que había emergido de los puestos del mercado y de las tiendas", celosos de
quienes habían avanzado posiciones durante la revolución. Lejos de ser una
lucha de clases, embrionaria o de otro tipo, fue una mera lucha de poder, "una
cuestión de rivalidad entre equipos".226
Queda claro ahora cómo la crítica de Guérin soslaya la discusión entre
Soboul y Furet de forma opuesta a como lo hacen Robín y Zapperi. Estos
últimos coinciden con Furet en que la Revolución francesa no fue una
revolución burguesa tal como Soboul lo considera, puesto que la revolución
social plena se produjo o se completó después de la Revolución francesa.
Guérin, sin embargo, está de acuerdo con Soboul en que el año II no fue un
dérapage porque los jacobinos en realidad no eran diferentes de los
girondinos. Esto, no obstante, no se debía a que representaran el punto
máximo del radicalismo burgués, sino a que representaban el colmo de la
decepción política burguesa de las masas.227 Es posible que Robespierre no
encarne el déra-
incapacidades [...] les habían llevado al callejón sin salida de la cultura de la miseria. La
burguesía revolucionaria comenzó a destruir el núcleo psicológico y social de la cultura de
la miseria defendiendo la idea de que era posible, por no decir legítimo, desafiar al orden
establecido” (1972, p. 170). Curioso argumento para un marxista, pues parece implicar que
el proletariado únicamente puede emerger de su falsa conciencia mediante el ejemplo y los
servicios de la burguesía (revolucionaria).
226 Furet y Richet (1973, pp. 206, 212-213).
227 Véase Guérin: "De todas las personalidades de la revolución, Robespierre fue la
más popular. Todavía no había revelado su verdadera imagen. Los bras ñus todavía no le
habían atrapado en flagrante delicio de 'moderacionismo”' (1968, vol. I, p. 411). Higonnet
hace una observación similar. Frente a la "interpretación marxista tradicional” según la cual
la ideología jacobina representa "la expresión genuina e inmediata de los verdaderos
objetivos materiales que unieron a varias clases", y sobre todo la de la "burguesía
revolucionaria" sugiere que una "explicación mejor de los orígenes y funciones de la
ideología jacobina mantiene, por el contrario, que la cosmovisión jacobina era, por así
decirlo, una forma progresista de ‘falsa conciencia’. En el plazo de una semana desde la
destrucción ‘total’ del señorialismo feudal, los constituyentes comenzaron sus esfuerzos
para salvar tantos derechos señoriales como pudieron en nombre de la propiedad burguesa.
Los caminos de los extremistas y las honné- tes gens comenzaron a separararse. Incapaz de
aceptar esto a plenitud, la burguesía revolucionaria, y los jacobinos en particular, se vieron
abocados a más de un callejón sin salida” (1980, pp. 46-48).
page, pero tampoco es un héroe para Guérin. Así, los extremistas y el
babeufismo ocupan un lugar más central en su historia que en la de Soboul (y
la de Cobb y la de Rudé).228
La posición de Guérin subraya el papel del proletariado embrionario y
minimiza el grado hasta el cual puede definirse la Revolución francesa como
una revolución principalmente burguesa. De forma paralela, otros destacan el
papel del campesinado no como un mero gurpo de actores en una revolución
58 Immanuel Wallerstein
adicional colateral a la revolución burguesa, sino como aquellos que dejaron
la huella más profunda en la Revolución francesa, que puede definirse como
la "primera revolución campesina triunfante de los tiempos modernos”. 229 Se
afirma que los campesinos fueron el único grupo cuyas conquistas no fueron
barridas por la Restauración de 1815.
Este énfasis se ha utilizado para criticar a Soboul230 y a Fu- ret.231 Pero lo
más importante es que desemboca en una perspectiva que considera a la
Revolución francesa como una revolución anticapitalista. Le Roy Ladurie se
pregunta si no sería mejor definir el "antiseñorialismo revolucionario" de los
últi-
228 Guérin admitió en 1968, que Soboul y Rudé, habían "revisado a fondo su
dogmatismo robespierrista y estaban más dispuestos a admitir que la decapitación de la
comuna de París, la destrucción de la democracia por su base constituyó un golpe mortal
para la revolución” (1968, vol. II, p. 524). Por lo que se refiere a Cobb, ha adoptado buena
parte de "mis críticas a Robespierre y al robespierrismo” pero "raras veces es consecuente
consigo mismo” (p. 534). En cualquier caso, Soboul y Cobb, por "poco equitativos que sean
en sus críticas a mi obra, la han confirmado y completado de manera implícita (p. 536).
Véase Higonnet sobre el papel del movimiento de Babeuf: "Está claro que la importancia
del movimiento de Babeuf depende del lugar que se otorgue al socialismo y a la guerra de
clases en el orden histórico-mundial. Si la Revolución francesa se considera como una Ding
an sich, Babeuf no importa mucho. Pero si se ve como el primer acto del pueblo-versus-
capitalismo, sí que importa mucho" (1979, p. 780).
229 Milward y Saúl (1973, p. 252); cf. una versión más limitada de Moore: "Por
consiguiente es correcto sostener que el campesinado fue el árbitro de la revolución, aunque
no su principal fuerza motriz" (1966, p. 77).
230 Véase Mackrell: "La concepción marxista de que la revolución contempló tanto el
derrocamiento del feudalismo como el advenimiento del capitalismo en Francia difícilmente
cuadra, entre otros hechos, con la parte importante que los campesinos tuvieron en el
derrocamiento del 'feudalismo'” (1973, p. 174).
231 Véase Hunecke que ataca a la "historiografía 'revisionista'" (Cobban, Fu- ret y
Richet) basándose en que la revolución campesina "en lo que tenía de nuevo, apuntaba al
futuro y no al pasado" (1978, p. 315). Gauthier desea ver a los campesinos desempeñar un
papel "progresista" en el desarrollo del capitalismo. "El campesinado no se oponía al
capitalismo en general, sino a una forma de capitalismo favorable a los señores” (1977, p.
128).
mos años del Anden Régime como una "reacción anticapitalista"
considerando el hecho de que los campesinos reaccionaban contra los que
cercaban e irrigaban, contra los modernizado- res, y que donde no existían
esos terratenientes que introducían mejoras, como sucedió en Bretaña donde
no había una "penetración profunda" del capitalismo, los campesinos se
mantuvieron pasivos.2184 De forma similar, Hunecke ve precisamente en el
auge de la no intervención y el final del control de los precios del pan, la
explicación de "la mentalidad revolucionaria de las masas”, que tomó la forma
de una "reacción defensiva” frente al libre comercio y las leyes del

2184 Le Roy Ladurie (1975, pp. 568, 575). Para una revisión de la literatura reciente que
ataca la idea de que los campesinos eran hasta cierto punto "retrógrados” y subraya su papel
antiburgués, véase David Hunt (1984).
Industria y burguesía 59

mercado.2185
La centralidad de la lucha entre señores y campesinos (en la tradición de
Barrington Moore) condujo finalmente a Skocpol a insistir en que la
Revolución francesa no fue una "revolución burguesa” y que no era
comparable a la Revolución inglesa. Fue más bien la expresión de la
"contradicción centrada en las estructuras del antiguo régimen”. Fue, en la
misma o en mayor medida, una "revolución burocrática que incorporó a las
masas y fortaleció al Estado (en cualquier caso), que una revolución
burguesa”. En este sentido, la comparación apropiada es la que se establecería
con las revoluciones rusa y china del siglo xx; pero, en ese caso, tampoco
formó parte de la revolución liberal, puesto que el resultado político de las
revueltas campesinas en la Revolución francesa fue un "Estado más
centralizado y burocrático, no un régimen liberal-parlamentario”.2186
Si éste es el caso, ¿en tomo a qué gira toda la discusión? Es evidente que
la Revolución francesa se produjo como un "acontecimiento”
extremadamente importante en lo que se refiere a sus diversas y duraderas
consecuencias para Francia y para el mundo. También es indudablemente un
"mito” en el sentido soreliano e incluso hoy sigue siendo políticamente
importante, y no solo en Francia, captar este mito y controlarlo.
"La revolución”, escribió Clemenceau en 1897, "es un bloque”. Para
Cobban ésta es la "auténtica falacia” que se encuentra detrás de todos los mitos
concretos de la Revolución francesa: la idea de que existe algo "respecto a lo
cual se puede estar a favor o en contra".235 Lefebvre tiene razón al afirmar:

La convocatoria de los Estados Generales fue una “buena noticia” que anunció el nacimiento
de una nueva sociedad en la que, de acuerdo con la justicia, la vida sería mejor; en el año II,
el mismo mito inspiró a los extremistas, ha perdurado en nuestra tradición y, como en 1789
y 1793, es revolucionario. 2 3 6

Debido a que este mito es tan poderoso, Cobban, en lugar de denunciar la

2185 Hunecke (1978, p. 319). "En el núcleo de la revolución de los campesinos pobres
había dos demandas que no eran en modo alguno antifeudales: deseaban tienas para cultivar
y la restauración de los derechos comunales de usufructo." Los campesinos se rebelaron "no
sólo contra los privilegiados [feudales] sino también (y quizá sobre todo) contra la 'burguesía
revolucionaria’” (pp. 313-315). De modo similar, véase Moore: "El impulso radical detrás
de la revolución basado en los extremistas y algunos sectores del campesinado era explícita
y poderosamente anticapitalista" (1966, p. 69).
Cobban también ve a la Revolución francesa no como "una revolución a favor sino en
contra del capitalismo” (1964, p. 172). En esta versión, sin embargo, el triunfo no es sólo el
de los campesinos, sino el de las "clases conservadoras, propietarias, con tien'as grandes y
pequeñas” (p. 170). En efecto, se afirma que éste es uno de los rasgos que "hicieron avanzar
tanto con respecto a Francia [...] el desarrollo económico de la sociedad inglesa" (p. 146).
2186 Skocpol (1979, pp. 29, 41, 181). "Las revoluciones sociales [...] han transformado
las estructuras estatales tanto o más de leí que han transformado las relaciones de clases, los
valores sociales y las instituciones sociales” (p. 29). Un argumento extraño: las revoluciones
sociales se definen no por los cambios so-
60 Immanuel Wallerstein
maldad de la revolución al estilo de sus adversarios decimonónicos, trata de
socavar el mito atacando su credibilidad, un ataque que incluso un defensor
del modelo clásico de revolución burguesa como Vidotto admite que ha sido
relativamente "persuasivo”. Como afirma Vidotto, sin embargo, responder a
estas críticas ampliando las definiciones, como hacen algunos defensores del
concepto, conduce a la "indeterminación terminológica” y hace
incomprensible toda la explicación. Por consiguiente, Vidotto considera que
el concepto de revolución burguesa en su forma clásica es “una herencia irre-
nunciable para aquellos que se mueven en un planteamiento marxista, y no
sólo para ellos”.237

cíales sino por los cambios en la institución política" fundamental de la modernidad, el


Estado. ¿Qué son entonces las revoluciones políticas? Y si no es una revolución social lo
que cambia las relaciones de clases, los valores sociales y las instituciones sociales, ¿se debe
a que estas últimas sólo cambian poco a poco, nunca de forma "revolucionaria"? Quizás es
el concepto mismo de "revolución social” lo que necesita ser reexaminado.
235 Cobban (1968d, p. 108).
236 Lefebvre (1956, p. 345). Furet vierte su ironía sobre este análisis porque está
imbuido de fe: "No sería difícil demostrar que [Lefebvre, un gran historiador] no tuvo como
visión sintética nada más que las convicciones del cartel des gauches o el Frente Popular"
(1978, p. 22). No me parece éste un argumento demasiado convincente.
237 Vidotto (1979, p. 51).
¿Pero esta herencia es irrenunciable para quienes desean dar la bienvenida
a la “buena nueva"? Como hemos visto, las interpretaciones de la Revolución
francesa sirven una y otra vez como comentarios acerca del siglo xx. Sin
embargo, ¿no podría ser que algunas de nuestras confusiones sobre el siglo
XX se deban a nuestras malas interpretaciones del siglo xvm? Si es así,
perpetuar modelos que representan una "herencia irrenunciable” es asegurar
un error estratégico en el interés de mantener los sentimientos que fueron
útiles en su momento (pero que tal vez ahora no lo sean) para la cohesión
colectiva. No creo que debamos intentar preservar la imagen de la Revolución
francesa como una revolución burguesa para preservar la de la Revolución
rusa como una revolución proletaria. Pero tampoco creo que debamos tratar
de crear la imagen de la Revolución francesa como una revolución liberal con
el fin de empañar la de la Revolución rusa como una revolución totalitaria.
Ninguna de estas categorías —burguesa o liberal— clasifica bien lo que de
hecho ocurrió.
Furet afirma que "la revolución encarna la ilusión de la política y
transforma la realidad objetiva (le subí) en conciencia subjetiva (en
conscient)". Furet nos recuerda que Marx consideraba que termidor
representaba la "venganza de la sociedad real”.2187 Furet extrae de esto
conclusiones antivoluntaristas, pero al insistir en volver a analizar la

2187 Furet (1978, pp. 43, 84). Pero, ¿quién es la "sociedad real”? Barber observa que "la
burguesía que más sufrió [...] fue la burguesía media, la que aspiraba a carreras legales,
políticas, militares o eclesiásticas. Era muy difícil eliminar con la legislación a los grandes
financieros o a los líderes intelectuales” (1955, p. 143).
Industria y burguesía 61

Revolución francesa en el contexto tanto del cambio social a largo plazo (con
sus transmutaciones del concepto mismo de burguesía) y de una ruptura de la
ideología política dominante, se acerca más de lo que cree al espíritu del
materialismo histórico. En ocasiones me siento tentado a calificar a Furet
como un revolucionario mar- xista secreto, y a identificar a Soboul, con su
exaltación del año II y su materialización de conceptos como burguesía y
aristocracia en categorías sociológicas, como un agente doble del liberalismo
burgués rampante. Al rechazar el concepto de revolución burguesa basándose
en la fluidez de las propias categorías, los "revisionistas” de la interpretación
clásica pueden estar ayudando a percibir la manera como realmente opera un
proceso de polarización de clases: a lo largo de una prolongada, sinuosa y
persistente reestructuración en la que la
Revolución francesa tiene su papel pero no es un punto de inflexión decisivo
(¡redoble de tambores!).
Marx tenía un defecto importante. Era excesivamente smi- thiano (la
competencia es la norma del capitalismo, el monopolio una distorsión) y
schumpeteriano (el empresario es el agente del progreso). Numerosos
marxistas del siglo XX no comparten ya estos prejuicios, aun cuando creen
que eso es porque el capitalismo ha evolucionado. Sin embargo, una vez que
se invierten estos supuestos, el uso de un marco dialéctico y materialista para
el análisis obliga a hacer una lectura muy diferente de la historia de los siglos
xvi a XVIII, incluso del xix, de lo que el mismo Marx hizo la mayoría de las
veces.
Pero es indudable, puedo escuchar ya esa objeción, que la Revolución
francesa hablaba el lenguaje del antifeudalismo. La servidumbre fue por fin
abolida; los gremios fueron finalmente prohibidos; la aristocracia y el clero
dejaron por fin de ser estamentos privilegiados. Sí, todo esto es más o menos
cierto, y sin duda es el caso que, en el Anden Régime, en una época en la que
la ideología de los “órdenes” era dominante, incluso los más ricos de los haut-
bourgeois, siempre y cuando no fueran ennoblecidos, sufrían el desdén social
y la discriminación material; además tampoco bastaba con adquirir la nobleza.
En 1781, la loi Segur convirtió en requisito necesario ser noble al menos desde
cuatro generaciones para llegar a ser un oficial del ejército. Nunca sabremos
si esto fue meramente un esnobismo pasajero de la aristocracia de espada que
pronto hubiera sido revocado o ignorado. Sin embargo, los estratos superiores
del tercer estado y la aristocracia de toga recientemente ennoblecida sintieron
una aguda irritación.
Y entonces se produjo la Revolución francesa. Durante algunos años, en
las calles se detenía a la gente y se le preguntaba: "¿perteneces al tercer
estado?", y era mejor que la respuesta fuera “sí”. Este momento difícil fue
seguido de termidor y Napoleón y la Restauración, y las cosas volvieron, en
cierto modo, a la normalidad. Los haut-bourgeois nuevamente trataron de
obtener títulos de nobleza, al menos hasta 1870. Y, después de eso, siguieron
buscando signos de estatus social formal, como han hecho los burgueses
62 Immanuel Wallerstein
desde el surgimiento del capitalismo como un sistema mundial.
Pero, si la Revolución francesa no giraba en torno al antifeudalismo, ¿a
qué se debía el lenguaje antifeudal? Braudel ofrece una respuesta excelente:
¿No puede pensarse que el hecho de que el campesino francés recurriera al viejo y familiar
lenguaje del antifeudalismo se debe, al menos en parte, a que el lenguaje del capitalismo no
había encontrado el vocabulario adecuado para manejar una situación nueva y
sorprendente? 2188

Pero si ésta es la respuesta para el campesinado, ¿cómo podemos explicar


que los notables del tercer estado también usaran el mismo lenguaje? Una
respuesta es que la ruidosa disputa de la "burguesía” y la "aristocracia” fuera
una gigantesca diversión, en ambos sentidos de la palabra: entretenimiento y
juego; y una forma de distraer la atención de terceros, en este caso los
campesinos y los extremistas o revolucionarios.2189
Pero, por supuesto, algo cambió en 1789 y más incluso en
1791- 1793. Como ha dicho Anderson, "todo el mundo ideológico
occidental fue transformado". 2190 La transición del feudalismo al capitalismo
había ocurrido hacía tiempo, y esa es, íntegramente, la tesis de estos
volúmenes. La transformación de la estructura estatal fue meramente la
continuación de un proceso en curso desde hacía dos siglos. En este sentido,
Tocqueville tiene razón. Por tanto, la Revolución francesa no señaló una
transformación básica, ni en lo económico ni en lo político. Antes bien, la
Revolución francesa fue, desde el punto de vista de la economía-mundo
capitalista, el momento en que la superestructura ideológica se puso por fin
en el mismo nivel de la base económica. Fue la consecuencia de la transición,
no su causa ni el momento en que se produjo.
La gran burguesía, transposición de la aristocracia en un mundo capitalista,
creía en el beneficio, pero no en la ideología
liberal. La carriére ouverte aux talents, la verdad universal, el imperativo
categórico son, antes que nada, temas ideológicos en sentido estricto. Son

2188 Braudel (1982, p. 297).


2189 Véase Chaussinand-Nogaret: "Es sólo en el momento en que las fuerzas populares
entran en juego por razones que no tienen nada que ver con la revolución deseada por los
notables, cuando se manifiesta una falla que irá ampliando la distancia entre la nobleza y la
burguesía. Pues a partir de entonces cada cual tendrá que salvar su pellejo, y para este fin
todas las maniobras son legítimas. Tan amenazada como la nobleza, la burguesía jugó un
triunfo importantísimo, la comedia de la virtud escandalizada; se puso a gritar al lado del
pueblo y desplazó hacia la "aristocracia” la tempestad que amenazaba con barrerla. Y en la
sociedad posrevolucionaria, ambos órdenes, habiendo reconciliado sus diferencias, se
repartieron el poder" (1975, p. 277).
2190 Anderson (1980, p. 36). Anderson dice en realidad que esta transformación deriva de
las dos revoluciones, la francesa y la americana. Véase también Lynn Hunt quien afirma que
una de las "consecuencias más trascendentales” de la Revolución francesa fue "la invención
de la ideología", que representa una "nueva cultura política" (1984, pp. 12, 15). De forma
similar, Sevvell afirma que "la ¡dea misma de revolución" es uno de los resultados "no
previstos” de la Revolución francesa (1985, p. 81).
Industria y burguesía 63

credos instrumentales, que llevan a cabo una operación de distracción, y que


no han de tomarse en serio siempre que interfieran con la máxima
acumulación de capital. Sin embargo, la ideología también refleja el punto
final estructural del proceso capitalista, el aburguesamiento final de las clases
superiores cuando todas las ventajas se derivaban de la posición actual en la
estructura económica y no de la posición pasada. La proclamación de la
ideología instrumental es, por sí misma un factor importante en el despliegue
estructural de este proceso. Lo que se pretendía que fuera una pantalla se
convirtió, con el tiempo, en una represión.
La Revolución francesa tuvo, además, otro significado en el sentido en que
anunciaba el futuro; representó la primera de las revoluciones antisistema de
la economía-mundo capitalista: en una pequeña proporción un éxito, en mayor
medida un fracaso. Sin embargo, el “mito” que representa no es un mito
burgués, sino antiburgués.
El concepto de revolución burguesa cumple en definitiva, la misma
función que el concepto de revolución industrial, el cual pretende explicar por
qué Gran Bretaña captó un porcentaje desproporcionado de la plusvalía
mundial en este periodo particular, especialmente frente a su rival principal,
Francia. El concepto de revolución burguesa explica el mismo fenómeno, pero
utilizando datos franceses y no británicos. Nos explica que Francia quedó en
desventaja porque tuvo su "revolución burguesa" más de un siglo después que
Gran Bretaña, y se supone que una "revolución burguesa" es el prerrequisito
de una "revolución industrial”. De ninguna manera negamos que, en el
periodo 1730-1840, Gran Bretaña (o más exactamente, la burguesía que tuvo
su base territorial en Gran Bretaña) obtuviera una importante ventaja
competitiva sobre Francia. Trataremos ahora de explicar cómo ocurrió esto
sin recurrir a ninguna de estas dos deformaciones conceptuales relacionadas
entre sí: la de la revolución industrial y la de la revolución burguesa.
El grabador inglés James Gillray (1757-1815) produjo unas 1 500 láminas satíricas
relacionadas con cuestiones políticas contemporáneas. Pitt y Napoleón fueron dos de sus
temas favoritos. En esta grabado caricaturesco, "El budín en peligro, o epicúreos estatales
tomando una petit-souper", publicado el 26 de febrero de 1805 por H. Humphrey, Pitt, con
el tenedor clavado en el Océano Atlántico, corta el globo al oeste de Gran Bretaña desde el
Polo hasta Ecuador, tomando posesión de las Indias Occidentales. Napoleón, utilizando su
espada como cuchillo, corta de Europa: Francia, España, Suiza, Italia y el Mediterráneo,
aunque deja fuera Suecia y Rusia. Un subtítulo reza: '“El gran globo mismo, y toda su
herencia’ (La tempestad, IV, 1), es demasiado pequeño para satisfacer apetitos tan
insaciables.”
2. LUCHA EN EL CENTRO
TERCERA FASE: 1763-1815

El tratado de París de 1763 permitió que Gran Bretaña se situara en una


posición ventajosa para conseguir lo que había estado intentando hacer
durante un siglo: distanciarse de Francia de forma decisiva en todos los
niveles, económica, política y militarmente.2191 Sin embargo, hasta 1815 no
se cumplió esta tarea, y no fue fácil.
La tercera y última fase de la lucha continua y abierta entre los dos
aspirantes a la hegemonía se produjo bajo circunstancias de una renovada
expansión de la economía-mundo capitalista, ella misma resultado de la
reestructuración de esta economía-mundo durante el prolongado
estancamiento del siglo xvil (que he analizado en el volumen n). Esta
renovada expansión creó lo que Labrousse ha denominado "el gran siglo de
prosperidad [...] desde la década de 1730-1740 hasta justo antes de 1820”.2192
Labrousse estaba hablando fundamentalmente de Francia, pero la descripción
también se aplica a Gran Bretaña y a la economía-mundo en su conjunto,
como veremos. Pero, como debemos preguntarnos siempre, ¿prosperidad para
quién? Además, el concepto de un prolongado periodo de bonanza no excluye
la existencia de fases cíclicas dentro de dicho periodo, las cuales, de hecho
existieron. Aun así, durante este largo periodo podemos hablar no obstante de
"un continuo incremento de la producción, los precios y las rentas”. 2193
Morineau denuncia lo que considera una explicación dominante del alza
de los precios como "cuento de hadas”. Morineau prefiere considerarla no
como un fenómeno a largo plazo sino más bien como una sucesión de
incrementos de precios a corto plazo que se debieron a malas cosechas,
ligadas entre sí por una "inercia” que operó contra las reducciones de precios
que seguían al encarecimiento (cherté), "acumulando de este modo sus

2191 "En 1762 la paz de París selló la derrota de Luis XIV, y la paz de los Pirineos en

1659 había sellado la derrota de Felipe 11" (Dehio, 1962, p. 117).


2192 Labrousse (1954, p. vii). En una obra anterior, Labrousse había sido aún más preciso

al hablar de "la gran oleada de prosperidad observada en Francia entre 1733 y 1817" (1944,
p xi). Léon (1966, p. 20) habla de forma similar de los 100 años "decisivos" entre el final de
la Regencia (1723) y los inicios de la Monarquía de Julio (1830-1840).
2193 Soboul (1976a, p. 4). P. K. O’Brien afirma: “No tenemos datos reales sobre el

incremento de la producción, sólo datos sobre los precios" (información personal).


Labrousse en su obra clásica sobre los precios ofrece índices similares para los precios
franceses —1733:100, 1789:192, 1816:254— y europeos: 100, 177, 269. Considera este
aumento de los precios "único [...] en su amplitud” desde las subidas de hacía 300 años
(Labrousse, 1933, pp. 143-144). Sée lo considera "una réplica del famoso aumento del siglo
xvi” (1933, p. viii). Véase tam-

[77]
78 Immanuel Wallerstein
efectos”.4 Esta observación, sin embargo, no niega la tendencia, es más bien
un modo de explicarla.
Para entender mejor esta historia, debemos comenzar con las así
denominadas crises d'Anden Régime, pues se afirma que este periodo ha sido
el "último” momento histórico de dicho régimen para Europa y quizá para
toda la economía-mundo capitalista. La crise dAncien Régime, tal como la
ha descrito de forma clásica Labrousse, fue un fenómeno de la cosecha, de
corto plazo. Su desencadenamiento se debió al carácter central de los cereales
como base de la dieta y a la rápida respuesta de los precios del mercado a los
cambios en la oferta local, ya que el pan era esencial para la supervivencia de
la población, y el transporte era lento y costoso. Para los grandes productores,
una escasez alimenticia significaba un súbito incremento de los precios y, por
tanto, generalmente un aumento espectacular en las ganancias, incluso aunque
sus existencias disminuyeran. Pero para la mayoría de los pequeños
productores, la misma situación no suponía beneficios sino un desastre, lo que
a primera vista parece paradójico. La razón es que la cosecha de un pequeño
productor se dividía en múltiples partes (por supuesto, desiguales): una para
la siembra del año siguiente, otra para los diezmos, otra (en ocasiones) para
la renta en especie, otra para la subsistencia, y otra para la venta en el
mercado. Siempre que la cosecha era mala, la última parte desaparecía toda o
casi toda (así como, quizás, un segmento de la parte destinada a la
subsistencia). De este modo, aunque los precios de venta fueran altos, los
pequeños productores generalmente no tenían nada que vender bién Lüthy
(1961, p. 12). Abel (1973, pp. 269-270) calcula un aumento del 163% en los precios del
trigo en Francia desde 1740 a 1810, un aumento del 250% para Inglaterra y afirma que en
toda Europa al menos se doblaron los precios, lo que hace de Francia uno de los países
relativamente menos inflacionarios. Deane y Colé (1967, p. 14) hablan de la "tendencia al
alza del nivel de precios" en Gran Bretaña, que se inició "un poco antes de mediados de
siglo”, pero reservando para la década de 1790-1800 la descripción de "perturbaciones
violentamente inflacionarias".
4 Morineau (1978, p. 386).
en una situación de mala cosecha, e incluso, y para empeorar las cosas,
necesitaran ellos mismos comprar para poder comer, y además comprar
cuando los precios eran altos.2194
Para el resto de los pequeños consumidores, por supuesto, los precios
elevados eran igualmente desastrosos. Sus gastos aumentaban súbitamente
justo en el momento en que el desempleo se incrementaba, puesto que un gran
porcentaje del trabajo asalariado era una labor agrícola de medio tiempo, y
los trabajadores eran menos necesarios precisamente a causa de la mala
cosecha. Además, los productores textiles tendían simultáneamente a bajar la
producción a causa de la reducción en la demanda a corto plazo provocada

2194 Véase Daniére (1958a, pp. 318-319). Landes sostiene sin embargo (1958a, p. 335) que

este efecto de las cosechas sobre la actividad comercial se restringe a situaciones "extremas”
(es decir, a hambrunas).
Lucha en el centro 79
por la mala cosecha, lo que incrementaba aún más el índice de desempleo.2195
Esto no da una imagen de prosperidad, que es lo que argumenta Morineau;
sin embargo tampoco era algo nuevo en el siglo xvm. Las crisis a corto plazo
de la cosecha siempre habían funcionado de este modo en la medida en que
el sector agrario operaba con un importante número de pequeños campesinos
(propietarios o colonos), las cosechas comerciales constituían una gran parte
de la dieta popular, y esas cosechas tenían un elevado coste de transporte.
Menos usual era que hubiera alguna inercia de los precios en los años en los
que las cosechas eran buenas. La ventaja en favor de los grandes terratenientes
(y comerciantes) en los años de mala cosecha normalmente debía haberse
compensado con la ventaja en favor de los pequeños campesinos durante los
años de buena cosecha. De hecho, sin embargo, al igual que los precios
agrícolas después de 1730, también subió la "renta” que los pequeños
productores tenían que pagar de un modo u otro a los grandes '
terratenientes.2196
¿Por qué ocurrió esto? ¿Una sucesión de varios años de mal tiempo?2197
Frecuentemente recurrimos a este tipo de explicación, que Vilar califica de
"tentadora”. Pero como él mismo nos recuerda, el verdadero problema estriba
sin embargo "en el punto de llegada, en el ámbito social” (es decir, en el punto
de distribución de los ingresos y los pagos), y “no el punto de partida, en el
clima”.9 Esto es, por supuesto, correcto pero, ¿había cambiado tanto el
"ámbito social” desde el siglo anterior como para crear un perfil económico
diferente del de épocas previas?
Suele perderse de vista en este análisis de las crisis d'Anden Régime un
aspecto sobre el que el propio Labrousse llamó la atención oportunamente. Si
bien las alzas de precios a corto plazo supusieron una convulsión, en
particular cuando estaban relacionadas con una disminución de la
producción, las alzas de precios a largo plazo tuvieron el significado opuesto,
“el mismo significado que en la actualidad",10 puesto que condujeron a
incrementos en la producción a largo plazo. Y esto tiene que ver con la
diferencia entre el modo de operar de los mercados locales (dominio por
excelencia del pequeño productor, aunque no sólo de él), por un lado, y de
los mercados regionales o de ámbito económico mundial, por el otro (dominio
fundamentalmente del gran productor). Las crises d’Anden Régime fueron un
fenómeno que afectó a los mercados locales. La producción para los mercados
más grandes y más distantes constituía un fenómeno capitalista ortodoxo, que
funcionaba de acuerdo con el sencillo principio de que los precios altos

2195 Hay muchas descripciones de este fenómeno en los escritos de Labrousse y en otras

partes. Quizá su formulación breve más lúcida se encuentre en Labrousse (1945, pp. iv-v).
2196 Este es por supuesto el hallazgo empírico central de la obra de Labrousse. Véase en

particular Labrousse (1933, vol. n, pp. 379, 399, 444).


2197 La "verdadera crisis de la agricultura francesa, a finales del reinado de Luis XV y

ocasionalmente durante el reinado de Luis XVI, [fue] la crisis provocada por un


empeoramiento de las condiciones climáticas" (Morineau, 1971, p.
80 Immanuel Wallerstein
reflejaban cierta demanda efectiva no satisfecha en la economía- mundo y,
por consiguiente, un beneficio potencial a largo plazo para quienes estaban
dispuestos a aumentar la producción. En relación con este ámbito más amplio,
el clima desempeñaba un papel secundario, incluso en la agricultura; antes
bien, lo crucial era la tasa global de acumulación de capital.
Hemos sostenido previamente11 que durante el largo estancamiento del
siglo XVII los países del centro reaccionaron tratando de concentrar las fuentes
principales de beneficio capitalista dentro de sus fronteras: la producción de
cereales orientada a los mercados-mundo, los nuevos sectores metalúrgico y
textil, la nueva infraestructura de transporte y los centros de distribución
comercial [entrepóts] del comercio atlántico. Más o menos tuvieron éxito.
Además, en la lucha dentro del
67; véase también 1969a, p. 419). Pero véase más adelante sobre los problemas del "buen
tiempo”.
9 Vilar (1974, p. 40).
10 Labrousse (1944, p. xvi).
11 Véase Wallerstein (1984, en especial pp. 362-384).
núcleo, las Provincias Unidas, que inicialmente obtuvieron los mejores
resultados, al final fueron socavadas por la competencia inglesa y francesa.
La lucha entre Inglaterra y Francia fue más equitativa, y, a finales del siglo
xvm, no podía afirmarse que alguna fuera significativamente más fuerte que
la otra dentro de la economía-mundo. La lenta reestructuración de los
procesos de producción en el centro condujo a cierta redistribución de los
ingresos dentro de cada uno de estos países, de tal modo que se puede hablar
de algún incremento de la demanda "interna” y de los inicios tentativos de
una mayor expansión de las fronteras de la economía-mundo. En resumen, la
mayoría de los procesos que asociamos al periodo posterior a 1750 (cambios
tecnológicos en la agricultura y en la industria, expansión geográfica,
creciente demanda en el interior del centro) ya se producían en el siglo
anterior, aunque a un ritmo más lento.2198 Sin embargo, con la expansión
económica de la economía-mundo se produjo una renovada diferenciación
geográfica de la producción (especialización) y una mayor mecanización del
centro (la "revolución industrial”).
. El logro principal del siglo xvn, desde el punto de vista de los países del
centro, había sido la capacidad de sus capitalistas para acaparar todos los
beneficios posibles en ese momento. El mayor inconveniente era la limitada
demanda global, uno de cuyos síntomas era el estancamiento del crecimiento
demográfico. La eliminación de los productores marginales en toda la
economía-mundo, sumada a la limitada redistribución de los ingresos
(principalmente en las áreas del centro) sentaron las bases para una nueva era
de expansión, que comenzó en la primera mitad del siglo xvm y que alcanzó

2198 "Este hábito de rebajar la importancia del cambio tecnológico antes de mediados del

siglo xvm para después a la inversa exagerar su novedad en la segunda parte, tiene una larga
historia” (Jones, 1970, p. 49).
Lucha en el centro 81
un nivel elevado en la segunda mitad, culminando en aquel periodo de
rentable turbulencia, las guerras franco-británicas de 1792-1815.
El concepto tradicional de la expansión económica (tanto su manifestación
como su consecuencia) es un brusco crecimiento demográfico, y parece
existir un acuerdo generalizado en que empezó a producirse uno hacia 1740,
diez años antes o después.2199 En el capítulo anterior hemos indicado porqué
parece plausible la explicación del crecimiento demográfico en función de las
transformaciones socioeconómicas: bien sea a través del descenso de las tasas
de mortalidad (en esta época, gracias a una mejor higiene y a la mayor
disponibilidad de alimentos, más que debido a avances en la medicina), o bien
a causa de un aumento de la fertilidad. La mayoría de los estudiosos actuales
parece aceptar la explicación que considera a la fertilidad. Flinn es una voz
representativa cuando sostiene que, mientras que la mortalidad en gran
medida seguía estando “en manos de Dios”, la fertilidad estaba "enteramente
en manos del hombre [sic]",14 y la principal variable la constituía la edad de
matrimonio de las mujeres.15 Ante la evidencia de una edad matrimonial más
temprana algunos analistas añaden la evidencia deducida y negativa del
descenso de la tasa (inferida) de con- tracepción (por medio del coitus
interruptus) que, según se cree, se produjo en la Inglaterra y Francia del siglo
xvn como reacción del campesinado a los malos tiempos. 16

chas usuales para la "revolución demográfica" en Inglaterra son 1750-1800 y que incluso si
Tucker (1963) está en lo cierto cuando afirma que esto es una compensación de las "bajas
tasas" demográficas de 1720-1740, "los efectos secundarios sobre la situación demográfica
y económica fueron profundos" (1972, p. 122). De modo similar, Wrigley y Schofield
desarrollan un gráfico (1981, p. 207) que muestra una acusada recuperación a partir de 1750
(pero fechada en 1740 en las pp. 210-211). Para Francia la sintética panorámica de Le Roy
Ladurie (1975, pp. 364-365) es: “¡Después de 1717, comienza una recuperación (reprise) y
pronto un brusco incremento (essor)\" Califica el período 1737-1745 de "una pausa, un
estancamiento momentáneo", después del cual el crecimiento "vuelve a reanudarse en 1745-
1750” y pronto "se desborda". Tou- taien afirma que "ya hacia el 1720, la población
[francesa] estaba creciendo" (1963, p. 17).
Es indudable que, como Helleiner (1965, p. 86 ) nos recuerda, esto no era algo "único",
sino comparable con expansiones demográficas anteriores. Wrigley y Schofield afirman lo
mismo (1981, p. 211), al igual que Morineau, quien añade una observación escéptica sobre
"la progresión demográfica del siglo XVIII en la medida en que se haya demostrado" (1971, p.
85). Flinn (1981, p. 76) manifiesta un escepticismo similar en su énfasis por contrastar el
periodo de los siglos XVI-XVII con el xix, en el que las “tasas de crecimiento en la mayoría de
los países europeos fueron sustancialmente mayores".
14 Flinn (1981, p. 18).
15 Véanse Flinn (1981, p. 21) y Lee y Schofield (1981, p. 27). Wrigley y Schofield sin
embargo (1981, pp. 247-248) indican que, si bien esto es cierto en el caso de Inglaterra, una
caída de la mortalidad desempeñó un papel fundamental en otros países como Suecia.

2199 Deane afirma que la fecha usual para Inglaterra es la de la década de 1740, y que

incluso si ese crecimiento demográfico fue "modesto” antes de los años ochenta de ese siglo,
lo cierto es que "el crecimiento que parece datar desde la década de 1740 no se invirtió”
(1979, p. 214). Chambers afirma que las fe-
82 Immanuel Wallerstein
Francia se cita como un caso intermedio. Ha- bakkuk (1953, p. 133) también afirma que en
la "sociedad preindustrial" la mayor variación se derivaría de la edad de matrimonio y por
tanto del efecto de la tasa de nacimientos.
16 Véase Wrigley (1969, p. 181) para las tesis basadas en Colyton y Chaunu
En efecto, gracias a la reducción de la población del siglo anterior, los
supervivientes comían mejor, produciéndose, por tanto, un lento aumento del
nivel del "salario real”. Finalmente, esta "psicología” de la austeridad generó
su propia ruina. Cuando hubo una "serie de buenas cosechas”, 17 como parece
haber ocurrido en el periodo 1715-1750 (¿esa serie fue, por sí misma,
consecuencia en parte de las mejoras técnicas?) es fácil ver porqué semejante
serie pudo inducir el súbito incremento de la fertilidad observado.
Si Inglaterra era quizás un poco más productiva cuando empezó el siglo,
la literatura sobre Inglaterra también subraya una recesión —derivada
precisamente de esta ventaja— en algún momento del segundo cuarto del
siglo: la denominada "depresión agrícola”, que fue un caso claro de reducción
de precios resultado de las buenas cosechas;18 sin embargo, es necesario
observar dos puntos importantes. Uno es que los cambios de precios en esta
época no parecieron interrumpir el crecimiento de la producción agrícola ni
en lo que respecta a la productividad del trabajo ni a la producción per cápita.19
Indudablemente, el segundo es, en parte, explicación del primero: el
(1972a, pp. 295-296) y referentes a Normandía. Chaunu incluye una discusión sobre cómo
la teología moral neoagustiniana favoreció un malthusianismo ascético mediante la
concepción del coitus interruptus como un "mal menor".
Le Roy Ladurie (1969, p. 1600) nos recuerda además que existe un nexo biológico entre
las hambrunas agudas (de las que hubo muchas en el siglo xvn) y la infertilidad temporal.
"Es como si el organismo suprimiera su función reproductiva, la cual se convierte en un lujo
si el precio es el sacrificio de la función vital."
17 Deane (1979, p. 49). La literatura sobre Francia no reconoce esto directamente, pero
sí habla del final de las hambrunas. Véase Meuvret (197le, p. 275).
18 La datación usual es objeto de grandes controversias. Mingay (1956, p. 324) la sitúa
en 1730-1750, pero en especial hasta 1745. Chambers habla de 1720-1750 (1972, p. 143),
Little (1976, p. 5) del "segundo cuarto", pero también de los treinta y cuarenta del siglo xvii.
P. K. O'Brien afirma: "No existe una caída de los precios agrícolas, sino sólo estabilidad
hasta los años 1740-1750. La perspectiva de John no encuentra respaldo en los datos"
(información personal).
19 Crafts (1981, p. 3) afirma: "La agricultura [...] no era en modo alguno una empresa
en decadencia: en el segundo cuarto del siglo la presión de la demanda, mucho mayor, sobre
su oferta limitada elevó los precios agrícolas en relación con los precios industriales." Colé
(1981, p. 48) se expresa de modo similar: "Las nuevas estimaciones indudablemente
proporcionan una poderosa base cuantitativa a la opinión de Johns-Jone [...] según la cual el
incremento de la productividad agrícola fue el factor principal del crecimiento de la
economía en su conjunto a principios del siglo xvm.” Véase sin embargo las reservas de
Ippolito (1975, p. 311) sobre la "magnitud" de la contribución de este periodo a la
"revolución industrial venidera".
consenso de que en las décadas 1730-1740 y 1740-1750 las rentas tendieron
a caer (y hubo además atrasos más frecuentes en el pago de las mismas), y se
dio "el otorgamiento de diversas concesiones por parte del terrateniente a los
Lucha en el centro 83
arrendatarios”,2200 de modo que el periodo puede considerarse "una edad de
oro para el trabajador agrícola".2201
Los bajos precios de los cereales, fenómeno que se extendió por Europa
desde 1620 y duró hasta 1750 aproximadamente, tuvo así una de sus
expresiones más agudas al final de este periodo, y particularmente en el país
que era el principal exportador de grano en aquel momento: Inglaterra. Pero
esta caída de precios a largo plazo contribuyó a crear fuentes de nueva
demanda (en la mejor distribución de los ingresos), lo que impulsó el auge
demográfico. También animó a los capitalistas agricultores de los países del
núcleo a buscar nuevas fuentes de beneficio. En primer lugar, intensificaron
sus esfuerzos por concentrar los cultivos comerciales en sus manos y reducir
la participación de los productores directos. En segundo lugar, trataron de
captar nuevas fuentes de beneficio por medio de la innovación en la industria,
lo que a su vez condujo a la intensificación del conflicto por los mercados
mundiales. Expondremos sucesivamente cada uno de estos procesos.
La historia de la agricultura en el siglo xvm suele contarse en dos lenguajes
muy diferentes en los casos de Francia y Gran Bretaña. En Francia se dice
que los reinos de Luis XV y Luis XVI se caracterizaron por una "reacción
señorial”, a la que a su vez se acusa de ser uno de los factores (¿el clave?) que
explican la Revolución francesa. En Gran Bretaña se asegura que hacia 1750
se inició una (nueva) oleada de construcción de grandes cercamientos lo que,
según se sostiene, fue uno de los factores clave (¿el clave?) para explicar la
"primera” revolución industrial. Pero, ¿eran tan diferentes la "reacción
señorial” y la "oleada de construcción de cercamientos”? Yo creo que no.
El esfuerzo del siglo xvm por incrementar los ingresos de las rentas y por
extender el control de la tierra y la producción en los países del centro se
inició, en mi opinión, como una modesta respuesta a la caída de los beneficios
de los grandes terratenientes (afín a la respuesta de los señores de Europa
oriental a comienzos del siglo xvn). Con el brusco crecimiento demográfico
de la época, se convirtió en una fuente de considerables beneficios en sí
misma. Es decir: la oferta, que en un momento fue excesiva, posteriormente
se hizo deficiente, y el precio de los cereales aumentó en toda la economía-
mundo europea, al principio despacio, más tarde con ímpetu, en particular
después de 1750, aproximadamente.2202
Una respuesta natural a la deficiencia de la oferta suele ser el esfuerzo por
incrementar la producción mediante mejoras tecnológicas. Y, como

2200 Mingay (1956, p. 324).


2201 Little (1976, pp. 18-19).
2202 Slicher van Bath (1969, pp. 173-174) considera que 1755 es el "punto de inflexión en

las tasas de los precios". Observa que el precio medio del trigo en Europa desde 1760 hasta
1790 fue de un 30 a un 40% superior que su precio desde 1721 a 1745 y constituyó "una
importante subida después de un periodo más largo de lo usual de precios constantes desde
1660, aproximadamente (con la excepción del periodo de la guerra de Sucesión española)".
O'Brien (1977) fecha el inicio de la subida de precios en 1745.
84 Immanuel Wallerstein
efectivamente observa Abel, después de 1750 la "agricultura se convirtió de
forma tan súbita en el centro de interés de los círculos cultivados que incluso
los contemporáneos estaban sorprendidos”.2203 Pero el hecho es que, después
de los esfuerzos por desarrollar las nuevas técnicas de produción —laboreo
continuo, nuevas rotaciones de cosechas, agricultura mixta—2204 los
resultados fueron menos espectaculares de lo que implica la "engañosa”2205
expresión "revolución agrícola”. Obviamente, no es que no hubiera ningún
aumento de la producción o de la productividad, pero muy bien pudo ocurrir
que el crecimiento de la población rebasara el de la oferta de alimentos justo
lo suficiente para proporcionar la base de unos importantes beneficios, pero
no tanto para que intervinieran los tradicionales controles "maltusianos”. Esto
ocasionaría, por supuesto, un descenso de los ingresos reales de las clases
trabajadoras, y existen considerables indicios de que así ocurrió.
¿En qué consistió la denominada reacción aristocrática en Francia?
Generalmente se ha definido por medio de dos elementos centrales: la
renovada imposición de los derechos y privilegios señoriales que habían caído
en desuso o que se utilizaban menos; y la apropiación de los campos
comunales por los mismos señores y/o por otros grandes terratenientes
locales. Si legalmente la primera operación recurría a una jurisprudencia
derivada de la sociedad feudal medieval (y por tanto quizá podía justificar la
etiqueta analítica de "refeudalización”), la segunda operación contradecía
directamente esa misma jurisprudencia.2206 Por consiguiente, la afirmación de
que la reacción aristocrática representó la última boqueada de un régimen
feudal se enfrenta a una contradicción elemental. Además, como Forster ha
sugerido, la "reacción” se ha entendido "de forma demasiado estrecha”. 2207 Se
produjo en el contexto de un mercado mundial en expansión como reacción
"completa" al mismo, reacción que incluía también la moderna gestión de las

2203 Abel (1973, p. 281). Bourde (1967, vol. III, p. 1571) fecha el periodo de la primera

gran "intensificación de la producción" de manuales agronómicos en Francia en 1750-1770.


2204 Véase ínter alia, Deane (1979, p. 38).
2205 Hufton (1980, p. 23). Las principales polémicas sobre este tema, antes citadas, son las

de Kerridge (1967) y Morineau (1971). Goy y Head-Kónig revisan a la baja la estimación


de Toutain del incremento de la productividad agrícola francesa en el siglo xvm (1969, p.
263); véase también Le Roy Ladurie (1975, p. 395). O'Brien (1977, p. 175) no considera
que la "capacidad para el cambio" de Gran Bretaña en el periodo 1745-1820 sea "tan
impresionante”. Nos recuerda que ese fue precisamente el periodo en el que los economistas
clásicos inventaron la ley de rendimientos decrecientes.
De modo similar, Tumer sostiene que este cambio en la productividad ocurrió en gran
parte antes de 1770, y que por tanto fue una condición para el crecimiento demográfico no
una respuesta al mismo. Sostiene que la "productividad [en Inglaterra], medida por los
mayores rendimientos, se mantuvo invariable desde 1770 o antes hasta después de 1830, y
esto en la época de la revolución demográfica" (1982, p. 506).
2206 No debería inferirse que toda reafirmación de los derechos feudales fuera legal. Henré

Sée (1908, pp. 181-184) hace tiempo detalló cuántas de estas reafirmaciones implicaban
abusos legales.
2207 Forster (1963, p. 684).
Lucha en el centro 85
tierras (es decir, contabilidad, agrimensura, mayor supervisión),
acaparamiento, especulación, hipotecamiento y apoyo a la teoría fisiocrática
de los precios; en una palabra, todo lo que puede esperarse de los empresarios.
La clave de esta "reacción” estribaba en la renta. La cual no debe
confundirse con los derechos señoriales que también se extendieron durante
este periodo, pero que constituían sólo un pequeño porcentaje del incremento
total de los ingresos. El resumen que hace Le Roy Ladurie de los análisis
regionales franceses indica que en una comparación entre la década 1730-
1740 y la década 1780-1790 el mayor incremento real se produjo en la renta
de tierras propiamente dicha: el 51% en precios deflacionados, utilizando un
índice ponderado de todos los precios agrícolas. El incremento más cercano
era el de los diezmos pagados en dinero (35%). Los ingresos procedentes de
los intereses por dinero prestado, también aumentaron significativamente, a
pesar de una importante caída en las tasas de interés. Las fuentes menos
importantes del incremento de los
ingresos agrícolas fueron los tributos, los diezmos pagados en especie y los
derechos señoriales.2208
¿Quiénes se beneficiaron de este espectacular aumento de los ingresos
agrícolas en un periodo de sesenta años? Por lo que se refiere al aumento del
nivel de precios,2209 la respuesta es sencilla. Salieron ganando quienes
"disponían de un excedente comercializable”, y salieron perdiendo quienes
estaban "obligados a ser compradores aunque fuera durante parte del año”.2210
Sin embargo, además del 80% del beneficio que se derivaba del aumento de
los precios, había un 20% del beneficio derivado de "la exacción de una
plusvalía suplementaria".2211 Es ese 20% lo que refleja el proceso de
transformación de la estructura social interna.
En el nivel superior de la jerarquía se encontraban los grandes
terratenientes, quienes en su mayor parte eran nobles pero, de hecho, durante
la totalidad de los siglos XVII y xvill Francia se caracterizó por la relativa
"facilidad de transición”2212 del estado llano a la nobleza en el caso de quienes

2208 Véase Le Roy Ladurie (1975, pp. 434-437). Meyer (1966, vol. II, pp. 1248) encuentra

el mismo fenómeno en un reducto de privilegios feudales como Bretaña. "En realidad los
derechos señoriales en sentido estricto, por elevados que fueran, representaban un porcentaje
más bien pequeño de los ingresos de la nobleza. La importancia del sistema 'feudal' estribaba
mucho más en el elevado coste de las 'exacciones' irregulares (casuels: lods el ventes,
rachats) de los diezmos enfeudados y, sobre todo, en el poder social arbitrario que atribuía
a quien disfrutara de ellos, fuera noble o perteneciera al estado llano."
2209 Véase un resumen en Labrousse (1933, vol. II, pp. 361-362).

3
°Hufton(1980, pp. 26, 28).
2211 La frase y las estimaciones de porcentajes son de Le Roy Ladurie (1975, p. 434).

2212 Goodwin (1965a, p. 358). Véase también Gruder (1968, pp. 226, 228): "es probable

[...] que en las últimas décadas del siglo [xvm] la burguesía, en especial la alta burguesía, la
burguesía rica, no dejara de tener relaciones con los que estaban por encima de ella, y
tampoco tuvieran vedado el progreso profesional y social. El rango no era inalterable; el
nacimiento ya no predeterminaba las carreras. [El burgués] podía progresar por los caminos
aceptados si tenía los instrumentos que se requerían para el éxito: capacidad y dinero.
86 Immanuel Wallerstein
eran lo suficientemente ricos para ser grandes terratenientes. Y en este periodo
en particular, lo más determinante para los ingresos reales era ser un gran
terrateniente.2213
Aunque los derechos feudales desempeñaron un papel directo limitado,
podían convertirse en un beneficio capitalista mediante el mecanismo
indirecto de arrendar su exacción (affer- mage). El gobierno central no era el
único que delegaba en arrendadores de impuestos; los señores también "daban
en arriendo” sus derechos feudales. Es decir, los señores contrataban con uno
o más fermiers el pago anual de una suma determinada que los fermiers
recaudarían a su vez en especie de los productores directos. Estos fermiers
eran quienes vendían realmente el producto en el mercado, lo que en una
época de alza en los precios significaba que cualquier incremento de los
precios "beneficiaba al fermier".34
Junto con el aumento de la renta que el terrateniente obtenía de forma
directa e indirecta, discurría su intento de incrementar la extensión de sus
dominios.35 Los principales esfuerzos se dirigieron, al principio, a eliminar
los derechos comunales de pasto (vaine páture) y su extensión a las tierras
vecinas, el droit de parcours, que permitían el pastoreo en común de los
animales en las rastrojeras después de la cosecha, así como en el barbecho y
en las tierras baldías;36 y, en segundo lugar, a intentar dividir las tierras
comunales (communaux) y permitir los cer- camientos.
En estos esfuerzos, que tienen una historia tan larga en Francia como en
Inglaterra,37 los grandes terratenientes franceses

(derechos señoriales), que la iglesia como tal (diezmos), que el Estado como tal
(impuestos)" (Le Roy Ladurie, 1975, p. 584).
34 Aberdam (1975, p. 75). Como además el fermier podía subarrendar a alguien que a
su vez podía subarrendar, la categoría de "fermier'' era amplia.
35 Esto es una adición a la calidad de sus tierras. Como Léon (1966, p. 18) señala en
relación al sudeste de Francia, los grandes terratenientes tenían "las mejores tierras
cerealeras y en especial los mejores viñedos y campos, fuente de los beneficios más
sustanciosos".
Sin embargo, debemos tener en cuenta la advertencia de Marc Bloch (1930, p. 513) sobre
las intenciones de la clase señorial: "Sería muy artificial hablar [...] de la política agraria de
la clase señorial concebida como un bloque; esto sería atribuir a su actuación una
unanimidad en la concepción de sus intereses, una seguridad de pensamiento [...], una
conciencia de clase [...] que estaba muy lejos de tener hasta ese punto. Pero al menos si cabe
discernir ciertas tendencias generales."
36 Bourde (1967, vol. i, p. 538, n. 1) señala que el rasgo clave del droit de parcours
que implica el derecho recíproco de llevar a los animales a pastar a una parroquia vecina es

Además, también deseaba convertirse en noble.”


¿Eran tan diferentes las cosas en la Inglaterra del siglo xvm? El hombre común rico se
convertía en miembro del parlamento, y desde allí podía aspirar a spr ennoblecido. "En 1784,
la Cámara de los Comunes se consideraba universalmente como la ruta hacia la Cámara de
los Lores" (Namier, 1957, p. 14).
2213 "[La clase terrateniente] se fortalece más que la nobleza señorial como tal
Lucha en el centro 87
que era "una extensión, por consentimiento mutuo [de las dos parroquias], de la zona de
vaine páture". Véase la definición legal en el Ré- pertoire de jurisprudence citado en Sée
(1913, p. 265).
37 Véase Bloch (1930).
del periodo posterior a 1750 tuvieron menos éxito que los ingleses. Una
maquinaria estatal más débil en Francia y un campesinado políticamente más
débil en Inglaterra provocaron dos resultados políticos bastante diferentes en
los dos países. Sin embargo, también es cierto lo contrario. Los hacendados
ingleses del periodo posterior a 1750 tuvieron menos éxito que los franceses
en sus intentos por aumentar las rentas percibidas. Los "derechos”
consolidados de los arrendatarios ingleses a la renovación de su contrato
evitaron la rápida renovación de los arrendatarios, práctica que era
"proverbial" en Francia.2214
Si preguntamos por qué sucedió esto, podríamos llegar a la explicación,
casi opuesta a la habitual, de que se debió a dos factores combinados: por ün
lado, en Francia estaban más difundidos los valores capitalistas (la
consagración del derecho del propietario a disponer de su propiedad),
mientras que en Inglaterra persistían más los valores tradicionales (los
derechos adquiridos de un arrendatario establecido); por otro lado, el Estado
francés, en comparación con el británico, tenía menor capacidad para imponer
el cambio. Como observa Forster, los esfuerzos de los grandes arrendatarios
agrícolas franceses, concentrados en la producción de cereales para aumentar
la seguridad de su arrendamiento, los periodos de arrendamiento más largos
y los descuentos para seguros fueron considerados "una interferencia
injustificada en la libertad del contrato".2215
La imagen global de los cercamientos ingleses es bastante clara. Hubo una
considerable aceleración del ritmo de los cercamientos después de 1750,
lograda en gran parte no mediante contratos privados sino a través de decretos
parlamentarios (es decir, por medio del Estado). Pero hoy somos conscientes
de que esto es sólo la culminación de una larga tendencia que duró tres
siglos.40 Y también somos conscientes de que el sistema previo, de campos
abiertos y parcelas dispersas, que existía desde hacía mucho tiempo, no se
basaba únicamente en la persistencia de la insensatez.41 Sin embargo, a finales
del siglo XVIII existió un aceleramiento extra de los cercamientos que se

2214 Forster (1970, p. 1610). "Menos éxito” no quiere decir que las rentas no aumentaran.
Pero con más frecuencia, el sistema al que recurrían los terratenientes ingleses para aumentar
sus rentas era el cercamiento. Véase Mingay (1960, p. 377). Véase también Parker (1955),
que quiere destacar lo graudal del incremento de las rentas y hasta qué punto fue un
fenómeno menos cataclis- mático de lo que a menudo se afirma.
Por supuesto, el poder de la burocracia en Francia iba en aumento, pero no tanto como
en Gran Bretaña. Aunque el Estado francés no estaba en posición (a diferencia del británico)
de conseguir muchos cercamientos, era lo suficientemente fuerte para hacerse con otras
muchas funciones que antes habían justificado la recaudación de derechos del señor.
"Desestabilizando" de este modo la función del señor como recaudador de derechos
feudales, contribuyó a convertir el señorío en un "negocio" (Root, 1985, pp. 680-681).
2215 Forster (1970, p. 1614).
88 Immanuel Wallerstein
produjo principalmente en las tierras que menos se habían prestado al
proceso, y no tanto en las que habían sido cercadas previamente,42 y es este
aceleramiento lo que hemos de explicar. Existe otro problema. Como afirma
Dahlman, si el cerca- miento se derivó fundamentalmente del cambio
tecnológico, tuvo que haber menos cercamientos previos de los que hubo
realmente. Es preciso, pues, encontrar una explicación en términos de un
"elemento de cambio de desarrollo gradual”. Dahlman ofrece una
interpretación: "la extensión del mercado y la influencia de los precios
relativos”, que requieren un grado de "especialización” que no cuadra con el
sistema de campos abiertos.43 Y si uno pregunta para qué se precisaba la inter-

40
Kerridge (1967, p. 24) es quien va más lejos tratando de desmentir su novedad. "En
conjunto podría estimarse que en 1700 todavía estaba por llevarse a cabo una cuarta parte
del cercamiento del este y el oeste. La vieja fábula de la suprema importancia de los
cercamientos parlamentarios debe relegarse al limbo.”
41
El sistema era más "flexible" de lo que al principio se creía, permitía más "progresos”
de los que se creía, y estaba sujeto a una mayor "diferenciación y extensión crecientes" de
lo que se creía. Véase Yelling (1977, p. 146). Dahlman desarrolla toda una defensa de la
racionalidad económica de este sistema en la medida en que la producción se destinaba
fundamentalmente a los mercados cercanos. Nos recuerda (1980, p. 178) que la rueda es un
gran invento, pero no para el transporte en la nieve. "El sistema de campos abiertos fue
adaptado para resolver el problema de cómo obtener dos clases diferentes de producción
[labrantía y pastoral] con los mismos recursos, en condiciones de pocos cambios exógenos
y, en consecuencia, de mayor estabilidad.”
42
Los primeros cercamientos se habían producido "en aquellos distritos menos
favorables a la agricultura labrantía” (Yelling, 1977, p. 58) y que por lo tanto requerían
mayores esfuerzos tecnológicos y organizativos para producir en un nivel dado.
43
Dahlman (1980, p. 154). "Las granjas cercadas se adoptaron una vez que la
especialización se hizo rentable y fue deseable una mayor flexibilidad de la producción" (p.
178). Cohén y Weitzman (1975, p. 321), aunque son criticados por Dahlman, dan una
explicación básicamente similar: "La principal fuerza que estaba detrás del movimiento de
cercamientos era el estímulo para maxi- mizar los beneficios del campo." Cohén y Weitzman
consideran esto como una "ruptura con los valores medievales" (p. 304) que al parecer se
produjo en esta época, pero eso choca con las sólidas pruebas que muestran la existencia de
cercamientos anteriores. La explicación de E. L. Jones (1981, p. 84) va también en la misma
dirección: “El principal incentivo a los cercamientos quizá fue externo: la subida, bastante
rápida, de los precios de los productos agrícolas desvención parlamentaria, Deane
tiene una respuesta de lo más plausible: "es razonable suponer que los
cercamientos privados se desarrollaron más lentamente que en el periodo
anterior a 1760 porque los incentivos para resistirse al deshaucio eran fuertes
cuando el precio de los alimentos era elevado". 44
Estimulada por los elevados precios, la producción agrícola avanzó,
aunque quizá no al mismo ritmo que el crecimiento demográfico. Pero a pesar
de ese avance, la agricultura del siglo xviil puede considerarse un sector
"pesado y lento”. Los sectores que "galoparon”45 fueron la industria y el
comercio. A comienzos del siglo XVIII, las industrias de Inglaterra y Francia
(el noreste, Languedoc), y también las de los Países Bajos de los Austrias
(Bélgica) y Suiza tuvieron una "paridad aproximada” de desarrollo de la
industria respecto a la agricultura que estaba situada en tomo a la tasa 2:1. 46
Lucha en el centro 89
Todas estas zonas eran exportadoras, pero el monto principal de su producción
industrial seguía vendiéndose dentro de sus fronteras, por lo que estas
industrias tendían a defender políticas proteccionistas.47 La producción
industrial comenzó a aumentar de forma paralela a la producción de cereales,
y primero en Francia —quizás hacia 1715—48 que en Inglaterra, donde la
fecha que más se suele citar es 1740.49 Es claro en cualquier caso que la
expansión glo-

pués de mediados del siglo [XVIII]. Los avances en eficacia se exageran con facilidad.”
Finalmente, Abel (1973, pp. 283-284) concuerda con esta idea, señalando: "En la opinión
unánime de los contemporáneos, la causa inmediata de la extraordinaria multiplicación de
los cercamientos fue la subida de los precios del cereal. Francia ofrece el mismo
espectáculo."
44
Deane (1979, p. 44); véase también Hill (1967, p. 269).
45
Labrousse (1970, p. 698).
46
Hufton (1980, p. 31).
47 Véase por ejemplo, Ashton (1924, p. 104) sobre la industria del hierro en Inglaterra
a principios del siglo XVIII: "El hierro inglés se vendía en el mercado interior en competencia
con un producto extranjero. La competencia se sentía con mayor intensidad debido a que la
demanda de hierro era [...] poco elástica. No es de extrañar por consiguiente, que el acosado
herrero inglés fuera tan proteccionista." La falta de elasticidad de la demanda de hierro
cambiaría con la expansión de la economía-mundo.
48 Marczewski habla de un incremento posterior a 1715 (1963, p. 137), Foh- len de uno
posterior a 1715-1720 (1973, p. 12). Léon (1954, p. 200), en referencia al Delfinado, habla
de 1732, más próximo a la fecha general de Labrousse de 1733 para la renovada expansión
económica francesa.
49 Deane y Colé (1967, p. 58; véase también Deane, 1973a, p. 170) se han convertido
en los principales adalides de la década de 1740 como fecha a partir de la cual data la
"revolución industrial”. Han sido criticados por quienes consideran que los desarrollos
industriales a partir de 1740-1780 son de importancia relativamente secundaria, y quieren,
como Rostow, subrayar la trascenden- bal, como cabría esperar, fue un proceso
acumulativo. En opinión de Hartwell,
Lo que las buenas cosechas facilitaron lo mantuvo la expansión económica general después
de 1750. Así, después de este año las inversiones en un amplio frente —la agricultura, la
industria, el comercio y las comunicaciones— sentaron las bases de los grandes avances
tecnológicos de los años setenta y ochenta del siglo xviii, qbe crearon en industrias clave
oportunidades de beneficios de tal magnitud que las empresas respondieron velozmente
aumentando con rapidez la producción.50

Sin embargo, para Hartwell, como para muchos otros, esta descripción se
aplica únicamente a Inglaterra. Debemos examinar con más detenimiento
hasta qué punto esta “secuencia” fue sólo un fenómeno inglés y, en la medida
en que lo fue, a qué proceso se debió, es decir: por qué, después de 1790, los
costes de producción ingleses cayeron tan deprisa que los productores
ingleses lograron "invadir con éxito los grandes mercados de Europa”. 51 Si es
verdad, como sostienen Habakkuk y otros, que la mayoría de las invenciones
de la época pueden "atribuirse más a la presión de la creciente demanda" que
al azar, a cambios en los precios de fabricación, o a innovadores schumpete-
90 Immanuel Wallerstein
rianos, ¿por qué, la demanda no tuvo el mismo efecto en Francia? Y,
¿efectivamente, no lo tuvo?
Además, la expansión económica no sólo suponía una mayor producción,
sino también un mayor comercio. Tanto Inglaterra como Francia
incrementaron su comercio internacional después de 1715, pero no hasta el
mismo punto en todos los mercados. Los británicos, observa Crouzet, “en
conjunto no tuvieron mucho éxito en los mercados europeos, en los que
chocaron con aranceles proteccionistas y la competencia francesa”. 52

cia de la década de 1780 como periodo de "despegue". Véase Whitehead (1964, p. 73).
50 Hartwell (1968, pp. 11-12).
51 Habakkuk (1955, p. 150).
52 Crouzet (1967b, p. 147). Los datos de Davis (1979, p. 21, tabla 10) muestran un
continuo descenso del valor de las exportaciones de artículos de lana de Inglaterra al norte
y noroeste de Europa entre 1699-1701 y 1748-1786, cuando vuelve a recuperarse, todo esto
en el contexto de un incremento global de las exportaciones de lana. Véase también Butel
(1978c, pp. 112-113) sobre Alemania y el norte de Europa como "centro de gravedad" del
comercio exterior francés. Deane y Colé (1967, p. 86 ) observan que el comercio exterior de
Gran Bretaña se invierte de manera espectacular en el siglo xvm. Al principio, cuatro quintas
partes del mismo tienen como destino Europa; al final, sólo una quinta
Lucha en el centro 91
Esta situación no cambiaría hasta 1785, con las nuevas innovaciones que
se convirtieron en la clave del acceso británico a ese mercado. Pero, en
compensación, durante el siglo xvm los británicos tuvieron un mercado
colonial muy superior al de Francia, y lograron, a diferencia de Francia,
penetrar extensamente en los mercados de otras potencias coloniales.53
El creciente papel del comercio con América en la economía-mundo hizo
cada vez más importante esta ventaja de Gran Bretaña en el comercio
colonial.54 Además, es precisamente este comercio colonial lo que aportó los
productos de precio elástico que permitieron a Gran Bretaña extender el
comercio con Europa en el periodo de expansión posterior a 1750-1760 (y
antes de la revolución de los artículos de algodón posterior a 1785). 55 Con
todo, el crecimiento de las exportaciones inglesas en conjunto no fue
"notablemente rápido”56 antes de 1780- 1790, y es este ímpetu final lo que
requerirá explicación.
De forma similar, el famoso "mercado interior" puede resultar, tras un
detenido examen, menos diferente entre Inglaterra y Francia de lo que
acostumbran a afirmar sus defensores. Hay aquí dos problemas. En primer
lugar: ¿tuvieron los productores ingleses una "demanda efectiva total”
significativamente mayor dentro de sus fronteras —políticas, aduaneras, y de
bajo coste de transporte— que Francia? En segundo lugar: ¿fue el

parte. La razón fue simple: los "mercados protegidos de los competidores europeos [de Gran Bretaña]”. A su
vez, el comercio británico con Norteamérica, las Indias Occidentales e Irlanda "constituía un sistema casi
cerrado del que los competidores estaban excluidos de manera rigurosa.
53 Davis (1973, p. 306). El mercado de la Norteamérica británica era muy importante
dada la decuplicación de su población entre 1700, el inicio de la Revolución americana en
1775 y los elevados salarios de aquellas colonias. Véase Butel (1978a, p. 64). Irlanda fue
otro mercado importante para Gran Bretaña, similar al de la Norteamérica británica. Véase
Davis (1969, p. 107).
54 Milward y Saúl (1973, p. 104) afirman: “Después [del tratado de Utrecht en 1713] la
expansión del comercio entre Europa y otros continentes se hizo más significativa cada vez
y aquel comercio creció mucho más de prisa que el que se daba dentro de los confines de
Europa."
55 Véase Deane (1979, p. 55).
56 Crouzet (1980, p. 50). Un elemento de incertidumbre es que es preciso añadir al
cuadro el contrabando. Colé (1969, pp. 141-142) afirma que "las ramas legales e ilegales del
comercio de importación [¿y exportación?] de Inglaterra tendían a moverse en direcciones
opuestas en el siglo xvii", y que, por tanto, si se tuviera en cuenta el contrabando se
amortiguarían las fluctuaciones registradas. Colé estima que las mercancías de contrabando
constituyeron una cuarta o quinta parte del valor total. Mui y Mui (1975) critican los datos
de Colé. En todo caso, no tenemos una comparación con Francia.
92 Immanuel Wallerstein
mercado interior, se defina como se quiera, un estímulo dinámico
significativamente superior al comercio "exterior” (es decir, al comercio que
atravesaba esas "fronteras”) para alguno de esos países o para ambos?
Por lo que se refiere a las fronteras políticas, que presumiblemente definen
los límites de la influencia inmediata de la política estatal, sabemos que
Francia era mucho mayor que Inglaterra, o incluso que Gran Bretaña (la
entidad efectiva después de la Ley de Unión), aunque si añadimos los
imperios, disminuye la tasa del mercado "interior” francés respecto a la de
Gran Bretaña. En lo que respecta a las fronteras aduaneras, en la medida en
que constituían un factor relevante de los precios internos (lo que es
dudoso),57 Inglaterra tenía más o menos la extensión de los cinco grandes
latifundios. En lo que se refiere a las fronteras del transporta a bajo coste, el
siglo xvm fue un periodo de mejoras internas para ambos países, sin duda más
para Inglaterra que para Francia (¿pero hasta qué punto más?).58 En cualquier
caso, los avances en la infraestruc-
57 Braudel (1984, p. 347) concluye, a partir de sus datos que "hacia finales del siglo
XVII, Francia estaba en vías de tener una red densa que podría calificarse como propiedad de
mercado nacional”. De modo similar, Louise Tilly encuentra una "tendencia [...] hacia un
mercado nacional [de cereales en Francia] ya a finales del siglo XVII” (1971, p. 43). Le Roy
Ladurie (1978, p. 389) habla del "desarrollo del mercado interno" de Francia como uno de
los elementos principales de la expansión de la agricultura en el siglo xvm (1975, p. 398).
Morineau (1978, p. 379) advierte sin embargo que la unificación de los precios apunta no
tanto un mercado unificado (dado "el difícil y costoso transporte a larga distancia") como
un "bloqueo de las transacciones, la creación que hacen sus habitantes de zonas de defensa
económica de las fuentes de la oferta local". Véase también Bosher (1965, pp. 577-578).
58 Por lo que se refiere a los canales, Inglaterra construyó muchos más y estaba por
consiguiente muy por delante de Francia en cuanto a vías navegables per cápita o por
kilómetro. Sin embargo, los canales franceses representaban mayores logros de ingeniería,
en particular en el Languedoc, logros que sentaron la "base técnica [...] para la vasta
expansión del sistema de canales en Europa que tuvo lugar en el periodo posterior de
desarrollo indsutrial" (Skemp- ton, 1957, p. 458). La bibliografía sobre Inglaterra pone
énfasis sobre la "revolución” del transporte en términos de economía de los costes de
almacenamiento, disminución de los robos como consecuencia de la reducción del tiempo
de transporte, etc. Véase Deane (1979; pp. 85-86); véanse también Gi- rard (1966, pp. 216-
217) y Bagwell (1974? pp. 25, 43, 55). Letaconnoux (1909, pp. 282-283), reflexionando
sobre el transporte fluvial de Francia, sugiere que las economías se exageraron dado que los
analistas pasaron por alto en sus cálculos las pérdidas producidas por el transporte y el
bandidaje. Los canales y los ríos eran mejores que las carreteras; Girard (1966, p. 223)
afirma que el coste de transporte se reducía de un 50% a un 75%. Arbellot (1973) observa,
sin embargo, una gran mejora de las carreteras francesas durante el siglo xvm.
tura de transporte interna también favorecían al comercio "exterior”,
permitiendo que no se convirtiera exclusivamente en un comercio
interportuario.
La cuestión, por tanto, es saber si existía más poder adquisitivo en un lugar
que en otro. A este respecto, hay que distinguir entre el tamaño y la
prosperidad de las clases medias y la medida en que las clases inferiores
disponían de dinero para adquisiciones que, aunque individualmente fueran
pequeñas, pudieran tener un importante efecto acumulativo.
Lucha en el centro 93
En el análisis anterior sobre los desarrollos del periodo 1650-1750,59
hemos distinguido entre los grandes terratenientes, los productores prósperos
(de tamaño medio), los (pequeños) productores no prósperos y los
trabajadores sin tierras. Respecto a las dos categorías intermedias (que, como
señalamos, no podían distinguirse entre sí en términos de los derechos de
tenencia de tierras), vimos que el estrato próspero (de tamaño medio) mejoró
en aquel periodo a expensas de los (pequeños) productores no prósperos,
tanto en Inglaterra como en el norte de Francia. Tal situación probablemente
redujo de hecho el poder adquisitivo global, al quedar más que compensados
los mayores ingresos del estrato próspero con la reducción de los ingresos del
otro. Esto motivó que muchos de los miembros de este último estrato se
dedicaran a la industria rural doméstica y al trabajo rural asalariado,
fenómeno analizado en años recientes bajo el nombre de protoindustrializa-
ción.60
Debilitados los pequeños productores durante el largo periodo de
estancamiento, quienes habían gozado de una mayor prosperidad relativa en
aquel periodo anterior pasaron a ser ahora los más duramente golpeados por
la concentración, usurpación y las elevadas rentas del periodo de expansión
económica posterior a 1730-1740-1750. Sobre los cercamientos ingleses de
finales del siglo xvm, Chambers concluye que “no fue ‘devorado’ el tipo más
pequeño de propietario, sino el intermedio, aquellos que pagaban más de 4
chelines pero menos de 10

Sobre la revolución en los transportes en toda Francia, véase Le Rov Ladurie (1975, p. 397).
59
Wallerstein (1984, pp. 116-124).
60
Véase el resumen de los datos sobre el crecimiento del trabajo no agrícola en las
áreas míales después de 1650 en toda Europa en Tillv (1983, pp. 126- 128): "regiones
importantes del campo europeo durante el siglo xvm estaban llenas de personas que no se
dedicaban a la agricultura v plagadas de manufacturas”.
libras”.2216 El incremento de las rentas en Francia en este periodo, que excedió
las ganancias en producción y productividad, llevó a muchos campesinos que
no lo habían hecho antes a “buscar un segundo trabajo (métier) sólo para
poder hacer frente a los pagos anuales de sus tierras. El trabajo extra,
indudablemente, sirvió en tales casos únicamente para mantener el nivel de
vida previo y evitar que bajara aún más.”2217
A esta imagen sombría, que parece ir en contra de la idea de una creciente
demanda interna, debe añadirse la de los ingresos salariales que afectaron
tanto a las zonas rurales como a las urbanas. Pocas dudas hay sobre el hecho
de que los salarios reales descendieron en el periodo 1750-1815, aunque la

2216
Chambers (1940, p. 119); sostiene (p. 123) que existió en realidad un aumento
del "tipo más pequeño de propietario” y lo explica "por el hecho de que los ocupantes
ilegales" y los campesinos que no se habían considerado sujetos a los impuestos por tierras
se tuvieron en cuenta por primera vez".
2217
Morineau (1978, p. 385); véase también Le Rov Ladurie (1975, p. 584).
94 Immanuel Wallerstein
magnitud de ese descenso sea objeto de debate.2218 La famosa controversia
Hobsbawm-Hartwell et al. (que analizaremos más adelante) sobre si la
revolución industrial incrementó o redujo los ingresos reales de los
trabajadores, se refiere fundamentalmente al periodo posterior a 1815. Si la
demanda interna aumentó en el periodo 1750-1815, es muy probable que se
debiera a un incremento demográfico tanto como a un aumento en los ingresos
per cápita.2219
Bien puede ser que lo mismo ocurriera en el plano de la economía-mundo.
Así, aunque Colé habla de una “expansión sin precedentes” del comercio
británico a finales del siglo xvm como si hubiera tenido lugar "a pesar de, y
no a causa de” las condiciones del comerco exterior, añade rápidamente que
gran parte del crecimiento se debió al "rápido incremento de las ventas en el
mercado norteamericano", y habla de la capacidad de Inglaterra para invadir
los "mercados relativamente débiles” del resto de Europa en esta época.2220
Cuando el tratado de París puso fin a la guerra de los Siete Años no era en
modo alguno obvio que Inglaterra tuviera una actuación económica
marcadamente distinta a la de Francia; lo que sí parece obvio es que cada una
tenía diferentes ventajas comerciales. Gran Bretaña se iba debilitando en su
competencia con Francia en el continente y compensaba este declive con una
mejor posición relativa "a ultramar”. Esto era muy claro para el perspicaz
autor holandés Accarias de Sérionne quien, en un escrito de 1778, analizó las
dificultades británicas en función del aumento de sus precios interiores y sus
salarios, que hicieron su producción demasiado cara para competir con
Francia (y Holanda) en el continente. Las dificultades de Gran Bretaña
empujaron a esta nación a "triunfar” en otros lugares del mundo y, por
supuesto, también a las innovaciones que pronto volverían a crear una
posición competitiva para Gran Bretaña en Europa. Pero este "triunfo” en el
resto del mundo debe analizarse cuidadosamente, como subraya Braudel:
Es fácil ver cómo en general Inglaterra llevó su comercio a estos márgenes exteriores. En la
mayoría de los casos, el éxito se logró mediante la fuerza: en India en 1757, en Canadá en
1762, o en las costas de África, Inglaterra desalojó a sus rivales. Sus elevados precios
internos [...] impulsaron a Inglaterra a buscar abastecimiento de materias primas [...] en
países con costos bajos.66
Era precisamente esto lo que Choiseul había intentado en la guerra de los Siete

2218
Véanse Gilboy (1930, pp. 612-613; 1975, pp. 7, 16-17); Tucker (1975, p. 32);
Deane (1979, p. 31); Labrousse (1933, vol. II, pp. 491, 600, 610), y Morineau (1978, p. 377).
2219
En efecto, Labrousse (1944, p. xviii) hace justamente esta observación: "Si los
salarios reales cayeron [en el siglo xvm], el número de trabajadores asalariados aumentó, y
también lo hizo el número de empleo disponible junto con [la expansión de] la masa de
capital productivo."
63
Colé (1973, pp. 341-342; cf. Minchinton, 1969, pp. 16-17). La opinión "equilibrada"
—que fue la demanda interior igual que la demanda exterior— ha hecho bastante fortuna.
Véanse Landes (1969, p. 54); Colé (1981, p. 45), y Crafts (1981, p. 14). Sin embargo, de lo
que se trata no es de comparar Francia
Lucha en el centro 95
Años: impedir que Inglaterra creara "un poder despótico en alta mar”. 67
Aunque Gran Bretaña emergió victoriosa de la guerra, no alcanzó la
victoria total.68 Pitt, que veía tan claramente como
e Inglaterra con zonas periféricas, sino entre sí. ¿Qué constituía la diferencia entre ambas?
66
Braudel (1984, pp. 575-578), que cita a Accarias de Sérionne; véase también Frank
(1978, pp. 214-218). Deane (1979, p. 10) confirma el análisis de Accarias de Sérionne de
manera indirecta en su comparación de los niveles de vida inglés y francés en la década de
1770. "Parece haber pocas dudas sobre el hecho de que el inglés medio era mucho más rico
que su equivalente francés.” Esta incapacidad para competir en el continente es el aspecto
negativo de la ventaja que proporcionaba un mercado interior como el de Gran Bretaña.
67
Citado por Meyer (1979a, p. 211). Mever afirma que la política de Francia era insistir
en la neutralidad del mar durante época de güeñ a. Pero un objetivo de neutralidad es en sí
mismo un indicio de debilidad militar.
1,8
"La paz de París confirmó a Gran Bretaña, con la excepción de España, como el
mayor poder colonial del mundo. [Sin embargo], el predominio colonial v marítimo de Gran
Bretaña sobre Francia [...] [no] era indiscutible, como hasta entonces” (Anderson, 1965, p.
252).
Choiseul que en aquel momento la lucha por el comercio mundial era crítica,
fue relevado de su cargo después de la muerte de Jorge II en 1760. Se hizo la
paz, demasiado pronto para Pitt y sus amigos quienes deploraban la
devolución de Guadalupe y la Martinica a Francia, así como la concesión de
derechos de pesca en los grandes bancos de Terranova. En el debate del
tratado, Pitt, apoyado por los comerciantes de la ciudad, aseguró:
Los ministros parecen haber perdido de vista el gran principio fundamental de que hemos de
temer a Francia principalmente, si no exclusivamente, debido a su poder marítimo y
comercial.2221
Quienes centraban su atención en el papel que debía adoptar el Estado en las
luchas competitivas dentro de la economía-mundo capitalista parecían tan
frustrados en Gran Bretaña en este momento como poco después lo estarían
en Francia:
Parecían tener todo a su alcance, pero fracasaron porque carecían de poder político. En la
derrota, dirigieron su atención a las instituciones y métodos de gobierno. El día de los
radicales burgueses despuntaba.2222

Aunque todavía no se hubiera destruido la base económica de Francia a


ultramar, como Pitt y sus amigos esperaban, Gran Bretaña salió de la crisis

2221
Citado en Plumb (1956, p. 104); véase también Barr (1949, p. 195). Si uno se
pregunta cómo fue posible que las opiniones de Pitt y de los comerciantes de la ciudad no
prevalecieran, debe recordarse que había otros intereses en juego.
J. R. Jones (1980, p. 222) observa: "Los comerciantes y propietarios británicos de las Indias
Occidentales no mostraron ningún entusiasmo por la anexión de las conquistas en el Caribe,
puesto que el resultado sería una mayor competencia en un mercado exterior protegido;
Martinica y Guadalupe podrían bajar los precios impuestos por las plantaciones británicas,
y Cuba constituía un productor a gran escala que, en potencia, era todavía más eficiente."
2222
Plumb (1950, p. 115).
96 Immanuel Wallerstein
con activos estratégicos clave: Canadá, Dominica, San Vicente, Menorca,
parte de las costas de Se- negal y, por supuesto, Bengala. Francia intentó
inmediatamente de limitar las consecuencias invocando el mecanismo del
equilibrio de poder en la diplomacia europea.2223 La anexión de Córcega en
1768, contribuyó a corregir la situación en el Mediterráneo,2224 pero fue
insuficiente para contrarrestar el debilitamiento de la economía francesa en
dos esferas críticas, debilitamiento que sería su ruina.
En primer lugar, la guerra de los Siete Años quebró el ánimo creciente de
los complejos comercial-industrial de la costa atlántica, ese nexo entre el
comercio triangular, el comercio de esclavos y las fábricas de algodón que,
según sabemos, tan bien funcionaba en Gran Bretaña. En los veinte años
anteriores al tratado de París, ciudades portuarias francesas como Nantes eran
las que habían estado a la "cabeza” del "moderno desarrollo económico”. 2225
La guerra, sin embargo, fue desastrosa, y el bloqueo afectó al "sector de
crecimiento más rápido”, y el final de la guerra contempló el surgimiento de
un "espíritu más cauteloso”, siendo por tanto "un punto de inflexión” para la
economía. 2226
En segundo lugar, la guerra "perturbó” profundamente las finanzas del
Estado, rompiendo de forma permanente el equilibrio entre los ingresos
corrientes y los gastos ordinarios. De este modo, el Estado se deslizó por el
peligroso camino de financiarse mediante ingresos futuros que sólo podía
obtener haciendo concesiones cada vez mayores a sus acreedores, 2227 lo que
acabó metiendo en una espiral de endeudamiento al Estado francés, como a

2223
Véanse McNeill (1982, p. 157), y Anderson (1965, pp. 254 y ss.). Sin embargo,
la posición diplomática de Francia se había visto muy debilitada por la derrota de 1763. "En
los acontecimientos ceremoniales en las cortes de Europa, los representantes diplomáticos
británicos demandaron y recibieron, como resultado de la guerra de los Siete Años, la
precedencia sobre Francia, una práctica que en ocasiones condujo a exhibiciones
excepcionalmente humillantes” (Bemis, 1935, p. 9).
2224
Véase Ramsey (1939, p. 183). Pero Choiseul fue depuesto en 1770, cuando
estaba dispuesto a arriesgar una nueva guerra en lugar de ceder las Malvinas a Gran Bretaña,
dado que esas islas controlaban el acceso a los estrechos de Magallanes y al Cabo de Hornos.
Véase Guillerm (1981, vol. n, p. 451).
2225
Boulle (1972, p. 109), que sostiene (p. 93): "Gracias al mercado de esclavos,
Nantes disponía de bajo precio y cantidad, los dos motores de la industria moderna. Y
también de capital, acumulado por la oligarquía de comerciantes de esclavos.”
2226
Boulle (1972, pp. 103, 106, 108, 111). Dardel (1963, p. 52) informa del mismo
tipo de reversión económica en Ruán, pero considera que es en 1769 cuando se produce el
cambio. Bergeron (1978e, p. 349) afirma que la idea de que la economía marítima de Francia
era marginal para la auténtica Francia, basada en los artesanos y campesinos, es "simplista"
e insiste en los "nexos múltiples y vitales" entre ambas a finales del siglo XVIII. Pero en ese
caso, razón de más para inferir de esto que el daño causado a la Francia atlántica tuvo graves
repercusiones en otras partes.
2227
Morineau (1980b, p. 298). Lüthy calificó el impacto de la guerra de los Siete
Años en las finanzas francesas de un "1914 del siglo XVIII”. Citado en Bergeron (1978b, p.
121). Véase también Price (1973, vol. I, p. 365), quien considera la guerra de los Siete Años
"un punto crítico de cambio en la historia fiscal de la Francia del XVIII".
Lucha en el centro 97
muchos otros en condiciones similares.
El periodo que siguió a la guerra de los Siete Años presenció
un retraso general del comercio mundial, una especie de periodo B de
Kondratieff del que la economía-mundo no emergería plenamente hasta 1792,
aproximadamente.2228 Sin embargo, fue Gran Bretaña, y no Francia, la nación
mejor situada para beneficiarse del ciclo ascendente, lo que se pondría de
manifiesto en la década 1780-1790. Ahora hemos de considerar aquellos
desarrollos de la agricultura y la industria que constituyen los beneficios que
extrajo Gran Bretaña de la situación; no obstante, sería indicado tener en
cuenta hasta qué punto fueron fundamentales para el ciclo ascendente las
ventajas político-estratégicas que Gran Bretaña había cosechado en la larga
lucha con Francia por los emergentes mercados a ultramar, cuya importancia
expresa bien Habakkuk:

Naturalmente, la aceleración de las exportaciones inglesas en la década 1780-1790 es hasta


cierto punto el resultado de mejoras técnicas. Pero al menos en los productos textiles de
algodón, estas mejoras se derivaron en cierta medida del hecho de que en las décadas
precedentes Inglaterra había estado vinculada a mercados que [...] crecían rápidamente. Las
industrias textiles del continente [...] abastecían a mercados donde el crecimiento de la
demanda era mucho más lento, y por esta razón no se enfrentaban a la misma necesidad de
mejorar sus técnicas y métodos de organización.2229

Al parecer fue en este momento, en la década 1760-1770, cuando las élites


francesas —los intelectuales, los burócratas, los agrónomos, los industriales y
los políticos— comenzaron a expresar el sentimiento de que de algún modo
estaban "rezagadas” respecto a Gran Bretaña, y empezaron a elucubrar sobre
los modos de “alcanzarla". A la luz de lo que ahora conocemos, tal impresión
probablemente era exagerada, pero eso no disminuye su impacto en el
comportamiento social y político de la época. En la agricultura, esto supuso
tres esfuerzos sociopolíti- cos de primer orden: la desamortización de las
tierras, la “libe- ralización” de los precios del grano y las mejoras

2228
La guerra de los Siete Años había sido en sí misma uno de los motores de la
expansión previa del comercio mundial, puesto que el abastecimiento a los ejércitos de
ultramar se convirtió en un gran motor para el incremento de las exportaciones. Parte de este
efecto se trasladó al tiempo de paz. Davis (1969, p. 114) se pregunta acerca de "qué parte
del aumento de las exportaciones [británicas] a Norteamérica en los años [posteriores a
1763] se debió a las demandas de las guarniciones, cuyo número en las colonias era muy
superior al de antes de la guerra".
En todo caso, este efecto fue insuficiente. Hubo una caída en el comercio, aunque hay
ciertas discrepancias sobre si se inició en la década de 1760 (Colé, 1981, pp. 39-43; Crafts,
1981, p. 16; Crouzet, 1980, pp. 50-51; Fisher, 1969, p. 160; Frank, 1978, pp. 170-171) o
data únicamente de 1770 (Labrousse, 1944, XXIII; Davis, 1979, pp. 31-32).
2229
Habakkuk (1965, p. 44). Véase también Colé (1981, p. 41), que especula sobre
qué podría haber sido Inglaterra si hubiese sido una economía cerrada: "En lugar de estar
adelantada [en 1800] en el camino de convertirse en una nación industrial, [Inglaterra] no
hubiera comenzado todavía ese viaje."
98 Immanuel Wallerstein
agronómicas.
La desamortización tuvo dos formas: la división de las tierras comunales y
la abolición de la servidumbre colectiva (en particular, el vaine páture
obligatorio). Debido a la debilidad legal del Estado francés, este esfuerzo de
reforma tuvo que llevarse a cabo provincia por provincia pero, a pesar de esta
complejidad, se dictaron sucesivas autorizaciones por edicto provincial para
dividir las tierras comunales entre 1761 y 1781, y para poner fin al vaine
páture entre 1766 y 1777. La monarquía prestó su apoyo de diversas maneras.
Se establecieron incentivos fiscales para desamortizar los terrenos baldíos, lo
que favoreció aún más la usurpación de tierras. Bloch califica de "grandioso”
este esfuerzo, señalando que fue, en parte, un intento deliberado de imitar los
procedimientos parlamentarios en Inglaterra. Observa, sin embargo, que los
reformadores tropezaron con "dificultades insospechadas”, y que una "oleada
de timidez y desánimo" puso pronto fin al proceso.2230 El fracaso de estas
reformas no se cuestiona,2231 pero ¿debemos atribuirlo a un mero culto a la
tradición? Sin duda, los reformadores evocaron temores que reflejan un deseo
de conservar ciertos privilegios "feudales” (tales como zonas de caza), pero la
fuente principal de la oposición fue la de los intereses materiales amenazados.
La división de las tierras comunales generalmente fue apoyada por grandes
terratenientes que podían obtener un tercio
de las tierras mediante el droit de triage. Los trabajadores sin tierras o los
que tenían muy pocas también podían percibir ciertas ventajas en una
división, pero sólo si las cuotas del reparto no eran proporcionales a la
extensión de la propiedad ya existente. Fueron los laboureurs en general los
que mostraron una mayor oposición, puesto que lo que pudieran ganar en
tierras apenas compensaba lo que perderían en derechos de pastoreo, y las
tierras que pasaban a los más pobres, aun siendo pocas, eran suficientes para
que amenazaran con retirar a estos últimos del mercado de trabajo del
laboureur. El laboureur francés era empujado así al mismo camino de
proletarización que el labrador inglés. En efecto, Le Roy Ladurie afirma, a
propósito de la Francia del siglo XVIII y no de Inglaterra, que la
“proletarización sustituyó al cementerio”.2232

2230
Bloch (1952, vol. I, p. 226). En su artículo anterior (1930, p. 381), Bloch
subrayaba el mismo tema: "La timidez era decididamente la nota dominante de la política
agraria de los últimos años del Anden Régime." Sobre la resistencia de los campesinos como
una de las "dificultades", véase Gauthier (1977, pp. 59-60).
2231
Véase Sutton (1977, p. 256): “Con relación al área total de las tierras baldías
y frente al total de la producción agrícola francesa, la adición de 300-350 mil ha, habría sido
un éxito muy limitado para la política gubernamental de desamortización de las tierras."
Véase también Le Roy Ladurie (1975, p. 582), quien afirma que en el siglo xvm, a diferencia
de Inglaterra y Prusia, la pequeña parcela del campesino (lopin) sólo es "amenazada
marginalmente". Las descripciones de Sée (1923b, p. 49: cf. 1908, 1913), sin embargo
indican que a pesar de la disminución de la intervención estatal, las usurpaciones señoriales
"no hacen más que agravarse a medida que nos acercamos a los años de la revolución".
2232
Le Roy Ladurie (1975, p. 440; véase también pp. 415-416); y véase Bloch
Lucha en el centro 99
Sin embargo, cuando se trataba de suprimir los derechos colectivos (vaine
páture, droit de parcours) los lincamientos políticos eran diferentes. El
trabajador rural sin tierras o el pequeño propietario no obtuvieron ningún
beneficio de esa supresión, pues la eliminación de tales derechos suponía que
no tendrían ninguna tierra de pastoreo para los poquísimos animales que
poseían.2233 Fue precisamente el laboureur, especialmente el que tenía
buenas tierras quien, siendo el perdedor en la "reciprocidad” de la situación
existente, podía beneficiarse del cerca- miento.2234 En esta cuestión, sin
embargo, los grandes terratenientes estaban divididos. Siempre que las
unidades en manos de los grandes terratenientes estaban dispersas, esos
derechos colectivos eran tan útiles para ellos como para aquellos campesinos
que tenían pocas tierras o ninguna, si no todavía más útiles. Pero si sus tierras
estaban concentradas, el vaine páture les suponía una pérdida.2235
Pero, esta descripción de la situación, ¿es diferente de la que podría
hacerse de Inglaterra? Sí, en un aspecto fundamental: el grado de dispersión
de las unidades de tierra era mucho mayor en Francia, 84 lo que, como hemos
visto, podía afectar la actitud de los grandes terratenientes. Pero, ¿por qué los
terratenientes franceses no intentaron simplemente reagrupar las tierras
mediante un edicto legislativo, una acción que era frecuente en las leyes de
cercamiento inglesas? Bloch responde así a esta pregunta:

Siendo natural en un país donde el principal segmento de latifundios (tenares)


no había logrado en absoluto alcanzar la perpetuidad, ¿era concebible tal
imposición [la concentración] en Francia? Ni economistas ni administradores
vislumbraron siquiera la posibilidad.85

Una vez más, resulta que las sólidas normas que gobernaban los derechos de
propiedad existentes en Francia fueron la "desventaja” de dicho país frente a
Gran Bretaña, donde los derechos de propiedad no estaban tan bien
asentados. Esto permitió una mejor resistencia a la usurpación en Francia.
Si ahora volvemos a la imagen de la liberalización de los precios del cereal,
descubrimos otra ironía. Fue Francia, no Inglaterra, la primera que intentó
aplicar La riqueza de las naciones de Smith, incluso antes de que fuera

(1952, vol. i, pp. 229-235).


2233
Esto era así incluso aunque los terrenos comunales no fueran divididos, puesto
que, como observa Bloch (1930, p. 523), “casi en ningún lugar eran suficientes los terrenos
comunales”. Véase también Meuvret (1971b, p. 179) sobre las dudosas ventajas de la
reciprocidad en los campos productivos. Por consiguiente, “unánimes en su resistencia, los
[braceros (manoeuvriers)] formaron en todas partes las tropas de choque de la oposición rural”
(Bloch, 1952, vol. i, p. 228); véase también Sée (1923b, p. 76).
2234
Véase Bloch (1930, p. 531), y Meuvret (1971b, p. 179).
2235
Véase Bloch (1952, vol. i, p. 230). Bloch señala que los grandes terratenientes
eran particularmente favorables al droit de parcours. Hablando del Franco Condado, donde,
en forma abusiva, habían logrado el derecho a mantener rebaños casi ilimitados en las tierras
comunales y en las de barbecho, Bloch observa: "Estas explotaciones se habían hecho tanto
más lucrativas en la
100 Immanuel Wallerstein
publicada. En la Declaración de mayo de 1763 y en el Edicto de julio de 1764,
el gobierno francés rompió con la tradición de la regulación y estableció el
"liberalismo cerealero". La Declaración implantó la libre circulación en toda
Francia, y el Edicto permitió la libre exportación de grano y harina. 86 Estos
decretos fueron en parte una respuesta a la "humillante, [...] desmoralizadora
y desorganiza- medida en que las transformaciones de la economía garantizaban que los
ganaderos tenían valiosos mercados al tiempo que abrían todas las puertas de un modo de
funcionamiento capitalista.”
Meuvret (197Id, pp. 195-196) insiste en que debería distinguirse entre vaine páture en el
barbecho y en los campos cultivados, puesto que de hecho el barbecho era utilizado para las
ovejas y los campos cultivados para animales con cuernos. La supresión del vaine páture en
los terrenos de barbecho no interesaba a los grandes terratenientes dados sus grandes rebaños
de ovejas y la rentabilidad de la lana.
84
Véase Meuvret (197Id, p. 196).
85
Bloch (1952, vol. I, p. 236).
86
Kaplan (1976, vol. i, p. 93) cita a un distinguido magistrado bretón de la época que,
en un lenguaje que parece vanguardista, afirmó que el Edicto señalaba la entrada de Francia
en “el mercado común de Europa”.
dora” derrota de 1763. Constituyeron "un acontecimiento sensacional”,
señalando una "ruptura decisiva” con una larga tradición. Pero esta situación
no duró mucho, y dio fin al iniciarse las dificultades económicas en 1770,
cuando se proclamó muy apropiadamente, el 14 de julio, un decreto que volvía
a prohibir las importaciones.2236
Si el liberalismo cerealero estaba pensado para bajar los precios,
equilibrarlos regionalmente, o reducir las variaciones anuales, no tuvo un
éxito notable sobre estos objetivos durante su corta historia. Labrousse
atribuye su "débil influencia” a las limitaciones económicas objetivas debidas
a las "dificultades” de transporte.2237 Pero esto supone que tomamos las
afirmaciones fisiocráticas como la explicación política. Kaplan nos recuerda,
sin embargo, que aunque el programa sorprendió por su "radicalismo", fue
apoyado por terratenientes muy "tradicionales y conservadores”, a quienes no
les importaba la ideología del liberalismo sino los beneficios inmediatos del
comercio de cereales.2238 ¿Es totalmente un accidente que el liberalismo
cerealero se proclamara exactamente en aquellos años (1763- 1770) en los
que, según Labrousse, los beneficios del arrendamiento de tierras iban en
contra del propietario y a favor de quienes las tomaban en arriendo? El
liberalismo cerealero puede considerarse una medida para mantener los
niveles de beneficio mediante el aumento de las ventas totales, disposición
que se hizo menos satisfactoria en el periodo 1770-1789, cuando las rentas
subieron y los beneficios de los productores directos cayeron. La breve

2236
Kaplan (1976, vol. i, pp. 145, 163).
2237
Labrousse (1933, pp. 122, 124).
2238
Kaplan (1976, vol. II, p. 687). El liberalismo cerealero también había sido
apoyado por los consejeros del rey que pensaban que supondría un aumento de los precios
y por tanto de los impuestos. Esto, sin embargo, "resultó ser un tremendo error" (Hufton,
1983, p. 319).
Lucha en el centro 101
reaparición del liberalismo cerealero bajo Tur- got en 1774 se enfrentó a una
fuerte reacción popular esta vez, la guerre des farines,2239 sin contar con el
necesario apoyo político de las clases terratenientes. En 1776, Turgot trató de
extender el libre comercio de cereales incluso a París, que previamente había
sido excluido. Turgot fue depuesto.
Pero este fracaso de la reforma agrícola, ¿acaso fue un signo del
debilitamiento de las fuerzas feudales? Uno no lo creería así al escuchar a
Labrousse hablar del "feliz patriciado terrateniente”, cuyos principales
ingresos, los de las rentas, "se incrementaban, vertiginosamente”.

El capitalismo terrateniente no desempeña sólo el papel de un sector de la sociedad


poderosamente protegido. Ataca, avanza a un ritmo sin precedentes y, ante él, los beneficios
de los campesinos disminuyen en gran medida.2240

No hay entonces por qué extrañarse si nos encontramos con el hecho de que
vuelve el interés por la.propiedad de tierras y la inversión en ellas. 2241
¿Hasta qué punto era diferente la realidad (en oposición a la legalidad) de
la libertad del comercio de cereales en Francia en comparación con Gran
Bretaña? Como sugiere Morineau, en "ausencia de estadísticas”, no podemos
realmente estar seguros de las cifras comparativas de exportación de cereales,
pero, en cualquier caso, como afirma, el problema no está "correctamente
planteado” si se ignora el hecho de que las provincias de Francia que tenían
exceso de oferta (por ejemplo, Bretaña y el Languedoc) enviaban cereales a
las provincias con poco abastecimiento,2242 y por consiguiente las solas cifras
del comercio exterior no son la base apropiada para la comparación.
Si consideramos ahora el tercer ámbito de reforma, el de las mejoras
económicas, generalmente suele otorgarse la primera posición a Gran
Bretaña. Efectivamente, Bourde concluye su estudio de la influencia de
Inglaterra en los agrónomos franceses del siglo xvm asegurando que las
consecuencias en la agronomía en sentido estricto fueron pocas, y su
influencia “no fue tanto un tema de la historia económica como de la historia

2239
"Frente al precio desorbitado de los cereales regulado por la oferta y la
demanda, que era lo que deseaba el fisiócrata Turgot, la mayoría de los trabajadores
ordinarios (manoeuvriers), en especial los artesanos, demandaba, en nombre de 'la economía
moral de la masa', un precio justo” (Le Roy Ladurie, 1975, p. 388). Riley considera el
liberalismo cerealero (y también la reducción de impuestos durante el tiempo de paz) como
un "experimento para estimular la expansión económica”, un experimento que resultó ser
"peligroso” (1987, p. 237).
2240
Labrousse (1944, p. xxxv). Véase también la descripción de la Borgoña
durante el mismo periodo que hace Saint-Jacob (1960, pp. 428, 569). Describe el creciente
papel del fermier, verdadero autor de la reacción señorial. "Desde ese momento, a los ojos
del campesino, el señor es el femiier." Sin embargo, esta triunfante emergencia del arrendador
capitalista no noble es lo que terminará con la señoría. "El fermier que se convertía en
arrogante empresario del feudo acababa desacreditándolo.”
2241
Véase Bourde (1967, vol. ni, p. 1609).
2242
Morineau (1971, pp. 325-326; cf. Lefebvre, 1939, pp. 115-116).
102 Immanuel Wallerstein
de
las ideas”.2243 Sin embargo, hay que hacer tres observaciones. En primer lugar,
los avances de la agronomía inglesa, aunque reales, no fueron (como ya se ha
indicado) tanto como suele afirmarse, una "revolución”; 2244 en segundo lugar,
el suelo inglés se prestaba mejor que el francés a los nuevos cultivos
forrajeros;2245 en tercero, el nuevo sistema agrícola de Inglaterra no incrementó
el rendimiento por trabajador, sino únicamente por unidad de tierra. 2246
Por consiguiente, el fracaso de las pretendidas reformas fi- siocráticas en la
agricultura francesa durante el periodo 1763- 1789 puede explicarse de varios
modos. Las diferencias reales entre Francia y Gran Bretaña se han exagerado.
En la medida en que fueron reales, los titubeos del sector francés de los fer-
miers, dueños de extensas tierras reflejaban la preocupación racional por
optimizar las posibilidades de obtener beneficios inmediatos. Las clases bajas
francesas tuvieron más éxito que las inglesas en su oposición a ciertos aspectos
de la expansión de la explotación capitalista. Quizás estas tres proposiciones
sean ciertas.
¿Cómo se presentaba la situación en el ámbito industrial? Aquí también está
difundida la opinión de que Francia iba quedándose atrás; opinión que sostenían
los protagonistas del momento y que han compartido desde entonces los
analistas. ¿Hasta qué punto es exacta esa opinión? El auge de la industria
británica del algodón es el punto clave de este análisis. Debemos empezar por
recordar que durante un largo periodo del siglo XVIII, la industria del algodón
no sólo fue más grande en
Francia que en Inglaterra, sino que además en los años 1732- 1766 la industria
francesa del algodón duplicó su volumen. El crecimiento de la escasa industria
inglesa había sido estimulado por la legislación proteccionista antiindia de
1700, pero su crecimiento "se aceleró únicamente a mediados de los años 1760-
1770, después de la guerra de los Siete Años".98 Muchos autores sólo señalarían
un avance significativo de Gran Bretaña después de la década de 1780.99
Debemos recordar también que Europa, desde el siglo xvn y durante el XIX,

2243
En efecto, Bourde (1953, pp. 217-218) exculpa al "feudalismo" como
explicación argumentando que el retraso de la agronomía francesa se mantuvo en el siglo xix.
Ofrece así una explicación que subordina la "mentalidad tradicional del campesino francés” a
las "condiciones geográficas peculiares de Francia".
2244
Bergeron (1978c, pp. 226-227) nos lo recuerda: "Finalmente, en el caso de que
en realidad hubiera una 'revolución agrícola', ¿fue una revolución inglesa? En el siglo XVIII,
Inglaterra no hacía más que superar el retraso que tenía en este ámbito respecto a Flandes y
Holanda." Además por supuesto, después de 1760 Francia introdujo muchas de las
innovaciones del norte del país. Véase Slicher van Bath (1963, pp. 279-280).
2245
Véase O’Brien y Keyder (1979, pp. 1293-1294), quienes también defienden que
la mayor densidad demográfica de Francia hizo que se dedicara más territorio a la producción
de cereales y a técnicas de trabajo intensivo.
2246
Véase Timmer (1969, p. 392), que afirma: "Al parecer, la revolución agraria [en
Inglaterra] no creó trabajo excedente para un ejército industrial de obreros. Proporcionó
alimentos para una población que crecía de prisa, de la que se reclutó una mayor cantidad de
mano de obra agrícola e industrial" (pp. 384-385).
Lucha en el centro 103
presenció una vasta multiplicación de pequeñas industrias rurales basadas en
la pequeña y mediana acumulación de capital.100 Milward y Saúl nos recuerdan
que, hacia 1780, los "paisajes más industrializados” de Europa todavía no se
encontraban en Gran Bretaña, sino en "las áreas rurales en tomo a Lille, Ruán,
Barcelona, Zurich, Basilea y Ginebra”.101 Y Tilly, resumiendo la extensa
bibliografía que existe sobre la denominada protoindustrialización, sugiere que
a partir de 1650 y hasta una fecha tan tardía como 1850, "las grandes unidades
y el gran capital pudieron experimentar una relativa decadencia". 102
98
Davis (1973, p. 311); cf. las cifras sobre las importaciones británicas de algodón y
lana desde 1697 hasta 1831 en Rostow (1971, p. 54).
99
Véase Nef (1943, p. 5): "La tasa de cambio industrial desde más o menos 1735 hasta
1785 no fue más rápida en Gran Bretaña que en Francia. Lo que es sorprendente en la historia
económica del siglo XVIII no es tanto el contraste como las semejanzas entre Gran Bretaña y el
continente, tanto en la tasa de desarrollo económico como en las direcciones que adoptaba ese
desarrollo.” Nef sostiene también (1968, p. 971) que en el periodo 1735-1785, la producción
global, en particular en la industria del hierro, creció con más rapidez en Francia que en Gran
Bretaña. Véanse también Wadsworth y Mann (1931, p. 193); Bairoch (1974, p. 24); O'Brien
y Keyder (1978, pp. 57-60); Colé (1981, p. 36), y Crafts (1981, p. 5).
Colé v Deane (1966, p. 11) afirman que "Al comienzo de la revolución (y quizá durante
todo el siglo anterior, [Francia] estaba por detrás [de Gran Bretaña] en la productividad media.
Pero [añaden] la distancia no era grande según los estándares modernos." Además, consideran
que Francia estaba en una "situación de ventaja” que se basaba en su "fuerte tradición
científica". Cf. Ma- thias (1979, pp. 54-55). Véase también Léon (1974, p. 407), quien habla
de la Francia del siglo XVIII como de un país "recorrido por fuerzas de renovación activas y
poderosas”. Mathias afirma que "ya no es preciso demostrar la realidad del progreso
industrial, del crecimiento industrial, en un país que afirma, en estos dos dominios, una
vocación que lo sitúa en la cabeza de los estados europeos”.
íoo véase Wallerstein (1984, pp. 267-278).
101
Milward y Saúl (1973, p. 94). Véase Le Roy Ladurie y Quilliet (1981, p. 375) sobre
lo que denominan el "modelo Oberkampf” en Francia.
102
Tilly (1983, p. 130). Una de las razones de esto fue la incorporación parcial del
sistema de trabajo industrial a domicilio al nuevo sistema fabril. Un
En este contexto, lo que generalmente se denomina revolución industrial
debería considerarse como la reurbanización y reconcentración de las
principales industrias aunadas al esfuerzo por aumentar su tamaño. Así, por
definición, sólo una o dos zonas podrían ser el foco de un esfuerzo semejante.
Lo que estaba en juego entre Francia y Gran Bretaña era cuál de los dos países
lograría canalizar este contramovimiento, cuyos beneficios serían elevados
precisamente debido a la nueva expansión de la economía-mundo.
Es poco seguro que Gran Bretaña iniciara siquiera el proceso, adelantándose
a Francia.103 Por lo que se refiere al tamaño de la industria, en el siglo xvm era
Francia, y no Gran Bretaña, la nación que albergaba más "unidades de gran
escala”;104 sin embargo, en el periodo 1780-1840, Gran Bretaña logró alcanzar
la posición central del sector industrial de la economía-mundo de mayor escala
relativamente más mecanizado y de beneficios relativamente elevados, 105 a
expensas del resto y, más directamente, a expensas de Francia. 106 ¿Cómo pudo
ocurrir esto?
104 Immanuel Wallerstein
"empresario textil sería lo que podemos denominar un centro de distribución. Los tintoreros
y los que acababan el producto podrían trabajar en telas que pertenecían a mercaderes; los
cardadores o hiladores de estambre podrían tomar la lana y devolverla como productos
cardados o hilo. El sistema de trabajo industrial a domicilio mostró por tanto una notable
capacidad de adaptación, en el que el obrero de los telares desempeñaba la función de 'puttee'
más que la de artesano doméstico" (Heaton, 1972, p. 86).
103
Roehl (1976) sostiene lo contrario, insinuando incluso que este temprano inicio fue
su desventaja. Marczewski (citado en Garden, 1978a, p. 16), contabilizando todas las
industrias de transformación, asegura que esa industria representaba en la década de 1780 el
42.6% de todo el valor producido en Francia. Para un repaso de toda la reciente
documentación revisionista sobre el crecimiento económico francés, véase Cameron y
Freedeman (1983). Para una posición intermedia entre los autores tempranos y los
revisionistas, véase Crafts (1984). Para una crítica de Roehl y su réplica, véanse Locke (1981)
y Roehl (1981).
104
Sin embargo, "en el siglo xvm se creó lo que Gille ha denominado la ‘gran empresa
capitalista' no en la producción textil, que producía del 60% al 65% de la producción industrial
francesa, sino en las minas, industrias metalúrgicas, canales y plantas químicas” (George V.
Taylor, 1964, p. 493).
105
La cuarta edición de la Encyclopedia Britannica, publicada en 1810, muestra su
entusiasmo sobre este aspecto: "El algodón en rama de las Indias Orientales se convierte en
una libra de hilo que tiene un valor de cinco guineas, y una vez tejido en muselina y decorado
por niños en el tamboi; aumenta su valor a 15 libras, devengando un beneficio del 5.9% en
relación con la materia prima" (Anón, 1810, p. 695).
106
"Las exportaciones de artículos de algodón, casi despreciables en 1770,
representaron casi la mitad del total de las exportaciones de productos británicos durante la
primera mitad del siglo xix. La transformación de la función
Parece evidente que hubo un auge súbito de la eficiencia relativa la década
de 1780, de la producción británica en la industria del algodón en la década de
1780, consecuencia de la célebre "oleada de artefactos", oleada de innovaciones
que fue mayor en Gran Bretaña que en Francia. 107 Si se desea, esto puede
atribuirse a una mayor "imaginación”,108 pero otro factor que sin duda
contribuyó fue el hecho de que en aquel momento Gran Bretaña tenía una
ventaja en el acceso a los mercados.109 Esto coincidió con un "fenómeno clásico
de transferencia de un polo de desarrollo —de Francia a España— complicada
quizá por el efecto de la madurez plena en ciertas provincias con un
equipamiento obsoleto, como Bretaña".110
Existe otra consideración relacionada con los mercados. Los historiadores
han insistido mucho en el impacto del mercado interno británico. Semejante
insistencia siempre me ha parecido curiosa por dos motivos. ¿Cómo podría
explicar tal impacto
que desempeñaban en el comercio de exportación prácticamente estaba concluida en 1800, en
el curso de no más de una sola generación" (Davis, 1979, p. 14). Véase también Crouzet (1980,
p. 92) sobre el sorprendente cambio del perfil de las exportaciones británicas entre 1782 y
1802.
107
La historia se ha contado en numerosas ocasiones. Véase las observaciones resumidas
de Landes (1969, pp. 84-88). La máquina de hilar de Cromp- ton, que según Lévy-Leboyer
(1964, p. 7) fue decisiva, data de 1779. Sobre el incremento de la productividad británica,
véanse también Hoffmann (1955, p. 32); Nef (1968, p. 967); Crouzet (1980, p. 65), y Crafts
(1981, p. 8).
Decimos que fue "mayor" en Gran Bretaña porque no es cierto que no hubiera
Lucha en el centro 105
innovaciones en Francia durante este periodo. Ballot (1923, p. 22) habla de 1780-1792 como
de un periodo de "actividad renovadora" en la industria francesa, incluyendo "la implantación
definitiva de la elaboración mecánica del algodón".
108
Así lo expresa Lévy-Leboyer (1964, p. 24).
109
"Ambos países dependían hasta cierto punto de los mercados [para los artículos de
algodón] de África y América, y allí el transcurso de los acontecimientos desde 1720 favoreció
a la industria inglesa a expensas de Francia” (Wadsworth y Mann, 1931, p. 208). "La enorme
expansión colonial y naval de Gran Bretaña en el siglo xvm proporcionó un mercado colonial
para la tela de algodón mayor que el de Francia, y fue en la industria del algodón donde se
produjeron las principales innovaciones mecánicas" (Milward y Saúl, 1973, p. 97). La década
de 1780 combinó una ventaja adquirida históricamente en el acceso a ciertos mercados, un
"producto que le dio una ventaja competitiva en mercados de primer orden” (Cain y Hopkins,
1980, p. 474) y condiciones de mercado favorables en el área comercial, que "antes de 1780
sólo había madurado con lentitud” (Berrill, 1960, p. 358). El final de la guerra de la
Independencia americana (de facto, 1781) fue un importante estímulo para el comercio exterior
británico en su "gran salto hacia delante" (Perkin, 1969, p. 100). Sobre las dificultades a las
que se enfrentaba Francia en el comercio colonial en la década de 1780, véanse Clark (1981,
p. 139) y Stein (1983, pp. 116-117).
110
Morineau (1978, pp. 411-412).
el avance tecnológico de una industria cuya producción tenía una gran salida al
comercio exterior (y dependía tanto de las importaciones extranjeras, que estaba
obligada, a su vez, a vender algo a cambio)? Y, ¿el mercado interior de Francia
no era tan grande o mayor? Léon ofrece lo que me parece una razón más
plausible de porqué fue precisamente en este momento cuando se produjo el
salto en la productividad británica. "¿No se podría pensar que la atracción del
mercado interno [francés] ejerció mucha presión contra cualquier modiñcación
profunda de la dinámica del mercado exterior?”2247 Precisamente a causa de los
niveles de beneficio internos, hubo menos presión para ser competitivos en el
extranjero, y por eso el tratado de 1786, del que pronto nos ocuparemos, fue tan
importante.
Aunque "los costes decrecientes y los mercados expansibles” fueron sin
duda de "importancia estratégica en la [mayor] aceleración del progreso
técnico”,2248 Gran Bretaña contaba con una última ventaja: una maquinaria
estatal dispuesta a intervenir activamente en el mercado. Difícilmente puedo
hacer nada mejor que reproducir el prematuro y frecuentemente olvidado,
análisis de Mantoux:

Nada es menos exacto que afirmar que la manufactura de algodón inglesa se desarrolló sin
defensa artificial frente a la competencia extranjera. La importación de algodones estampados
de cualquier procedencia estuvo prohibida. Ninguna protección podía ser más completa, pues
ésta dio a los fabricantes un auténtico monopolio del mercado interior. Y no sólo estaba
reservado a ellos el mercado interior, sino que también se tomaron medidas para ayudarles a
ganar mercados en el exterior. Se otorgaba una subvención a cada rollo de calicó o muselina
que se exportara (21 Geo. III, c. 40 [1781] y 28 Geo. III c. 21 [1783]). Se tomaron severas
medidas para evitar la exportación [de la nueva maquinaria] a países extranjeros. Si es cierto
que la historia de la industria del algodón puede proporcionar argumentos en favor de la

2247
Léon (1974, p. 421).
2248
Deane y Colé (1967, p. 35).
106 Immanuel Wallerstein
doctrina del laissez-faire, estos ciertamente no se encontrarán durante [el] primer periodo. 2249

Pero aunque se admita todo esto, la ventaja británica no era tan grande. Como
observa Lévy-Leboyer, "los ingleses no podían esperar mantener mucho tiempo
su ventaja tecnológica y financiera". No obstante, la mantuvieron y por más
tiempo del que parece razonable. ¿Hasta qué punto puede encontrarse la
explicación en la Revolución francesa, que Lévy-Leboyer llama "desde este
punto de vista [...] una catástrofe nacional”?2250 2251
Si consideramos la combinación de acontecimientos políticos que condujo a
la Revolución francesa, existe un acuerdo extendido de que fue la convocatoria
de los Estados Generales lo que puso en marcha el proceso inmediato, y que la
decisión de convocar los Estados Generales fue el resultado de una especie de
"crisis de la monarquía". Lefebvre ofrece una explicación muy simple de esta
crisis:

La crisis de gobierno se remonta a la guerra americana. La revuelta de las colonias inglesas


puede considerarse la principal causa directa de la Revolución francesa, no sólo porque al
invocar los derechos humanos agitó los ánimos en Francia, sino también porque Luis XVI, al
apoyarla, dejó sus finanzas en muy mala situación. 1 1 3

Esta explicación nos lleva a dos cuestiones inmediatas: ¿por qué no tuvo el
mismo impacto ideológico en Gran Bretaña? ¿Qué ocurrió con las finanzas del
Estado británico? Una vez más, debemos volver al punto crítico de 1763.
Francia percibía que estaba "rezagándose” con relación a Gran Bretaña. Y,
básicamente, se analizaron dos soluciones a ese retraso: fortalecer el Estado
francés —financiera, social (frente a las fuerzas centrífugas, tanto geográficas
como de clase) y militarmente— o "abrir” económicamente el país; ambos
movimientos se consideraban de "reforma”. Uno proponía utilizar los recursos
del Estado para fortalecer la posición económica de Francia apoyando a sus
empresarios, y el otro proponía utilizar los recursos del Estado para fortalecer
la posición económica de Francia obligando a los empresarios franceses a ser
más "competitivos”. Este tipo de debate nacional se ha hecho familiar en el
último siglo. Es el debate entre los intervencionistas proteccionistas y los
intervencionistas "liberales". Después de 1763,
Francia titubeó entre ambas posiciones, con malos resultados, y con un alto
potencial para la explosión política que de hecho se produjo.

2249
Mantoux (1928, pp. 262-264). Véase Thompson (1978a); véase también Jeremy
(1977, pp. 2-5), quien observa que el periodo más riguroso en la prohibición legislativa de la
exportación tecnológica en Gran Bretaña va desde los años ochenta del siglo xvn hasta 1824.
2250
Lévy-Leboyer (1964, pp. 25, 29). Este punto de vista es compartido por Pugh (1939,
p. 312), quien consideró el "New Deal” de Calonne en 1783-1787 como medidas destinadas a
desarrollar el capitalismo en Francia. "La revolución interrumpió la obra [de Calonne] y
permitió que Inglaterra alcanzara tal ventaja en el desarrollo industrial que Francia nunca
consiguió ponerse a su altura.”
2251
Lefebvre (1939, p. 24).
Lucha en el centro 107

Los titubeos se iniciaron con el duque de Choiseul, quien,

quería el fin, que era el reestablecimiento del poder francés en el mundo y una guerra de
revancha contra Inglaterra; pero no quería los medios necesarios, que eran la restauración de
la autoridad real dentro de Francia y las reformas de las finanzas reales, sin las que todas las
demás reformas serían vanas. 2252 2253

Y esa situación continuó con Vergennes, que ocupó el cargo de ministro de


Asuntos Exteriores desde 1774 hasta 1786, y con la serie de hombres que
controlaron las finanzas de Francia: Tur- got (1774-1776), Necker (1776-
1781), Fleury (1781-1783) y Ca- lonne (1783-1787). Todos se debatieron con
los mismos problemas, y cada uno presentó soluciones (diversas) que no
gozaron de popularidad. Ninguno logró fortalecer la posición económica básica
de Francia en la economía-mundo. Si la monarquía absoluta hubiera sido más
absoluta, habría sido capaz de superar la crisis, pero todos los proyectos de
reforma financiera desde 1715 hasta 1789 "se estrellaron contra la roca de la
oposición de losparlements",xxl
Durante todo este tiempo, el punto clave siguió siendo el de las finanzas del
Estado. Si la prolongada expansión de la economía-mundo implicaba una
acumulación constante de capital por parte de los productores propietarios de
tierras, fundamentalmente por medio del mecanismo de la renta, esta
concentración de capital no solo implicaba la mera obtención de más plusvalías
de los productores directos, sino la reducción del papel del Estado como centro
redistributivo. Mientras que los ingresos del Estado como porcentaje del
producto nacional habían aumentado constantemente durante el siglo xvn y al
menos hasta 1715, a partir de 1730 descendieron.2254 La situación se había
agravado por el sistema de la Compañía de Arrendamientos Generales, que en
el siglo xvm (al menos hasta 1774) había sido la principal agencia de
recaudación fiscal, para beneficio de los recaudadores. 119 "La monarquía perdió
su independencia [respecto a la compañía].” Tal vez Necker redujera el papel
de la compañía, pero “fue necesario nada menos que una revolución para
derribarla”.120
Sin embargo, fue la guerra americana lo que transformó una tendencia
constante en un problema agudo al incrementar de forma espectacular el gasto
del Estado en una época de caída de ingresos del mismo. 121 Se suponía que la
guerra americana

2252
Cobban (1963, p. 91).
2253
Cobban (1968c, p. 74). Robin (1973, p. 53) habla del mismo modo del "papel decisivo
desempeñado por la magistratura en en el bloqueo de todas las posibilidades, todos los intentos
de compromiso”. Como nos recuerda Behrens (1967, p. 177), "hasta finales de los años
ochenta del siglo xvm, la lucha por la reforma nunca se había producido entre el tercer estado
(o cualquier segmento del mismo) y la nobleza".
2254
Véase Le Roy Ladurie y Quilliet (1981, pp. 387-388). Por supuesto, en términos
absolutos los ingresos del Estado aumentaban (véase Price, 1973, vol.
108 Immanuel Wallerstein
i, p. 375, tabla iv), pero mucho menos que el producto nacional o el gasto del gobierno.
119
En el siglo xvm, el 40% de los ingresos del Estado procedía de los arrendamientos
generales. Pero esta cifra no lo dice todo. "El retraso reinaba en todas partes. Era casi
estructural, dada la escasa coherencia del sistema [fiscal], la mala voluntad intencionada de
unos y de otros, las dificultades reales del transporte [...] y todo un complejo de hábitos de
lentitud” (Goubert, 1973, p. 147).
120
Chaussinand-Nogaret (1970, p. 266). "El Tenor puso en orden las cosas. El 8 de mayo
de 1794, de 36 arrendadores generales arrestados o en prisión, 28 fueron ejecutados. La
confiscación de sus bienes dio ocasión, en beneficio de la República, a la última operación
financiera de una compañía que se confundía con las finanzas reales."
Estos financieros eran al mismo tiempo "burgueses" y "aristócratas”. Su ascenso "fue el
ascenso de cierta burguesía, de esa burguesía dinámica con pocos escrúpulos y muchas veces
ilustrada, constituida por 'la marchandise’. Los financieros formaban de hecho una oligarquía
en la que era difícil discernir si se fundaba en la fortuna o en la herencia” (Chaussinand-
Nogaret, 1970, p. 270). "El poder de estas familias, fundado en el dinero, pronto oscurecía sus
orígenes y las condiciones de su ascenso estamental [...] Las finanzas penetraban la nobleza,
y los aristócratas se ocupaban de ellas tanto en su calidad de financieros como en su calidad
de empresarios industriales" (Soboul, 1970b, p. 228). Esta fusión de intereses se basaba en la
acumulación común de capital. Como observa Bosher (1970, p. 309), "a la Asamblea
Nacional, en su gran mayoría, no le gustaba el sistema financiero precisamente porque estaba
en manos de capitalistas —la palabra la utilizaban ellos— orientados al beneficio, y en este
respecto la deuda les parecía la peor característica de un mal sistema".
121
Sobre el creciente desfase entre los gastos del gobierno y los ingresos ordinarios,
véase Guéry (1978). Para Morineau (1980b, p. 318), no fue una sola guerra, sino una sucesión
de guerras lo que creó el problema. “El impacto más fuerte, como podría sospecharse, venía
de la acumulación de deuda pública después de cada periodo de hostilidades.” Incluso aunque
Morineau reconoce (p. 311) que fue con la dimisión de Necker en 1781 cuando "las finanzas
francesas entraron en un periodo angustioso. [Los créditos] devoraban desde dentro los
ingresos ordinarios [el sistema francés distinguía entre ingresos ordinarios y extraordinarios]
debido al aumento de los intereses de la deuda (charge des intérét's)." Esto es tanto más notable
si se tiene en cuenta que, en la guerra americana, los franceses no necesitaron, como en las
anteriores guerras franco-británicas, mantener grandes ejércitos de tierra en Europa. Véase
Anderson
servía a los intereses de Francia, y lo hizo de muchas formas. Después de todo,
representó una secesión de aquella zona colonial de Gran Bretaña que era su
cliente más importante para las exportaciones. Y, efectivamente, la guerra dañó
a Gran Bretaña, provocando una "brusca interrupción”,122 del comercio exterior
y una caída en su valor total. Para Francia, fue una "guerra de revancha"123 y se
ignoraron las implicaciones ideológicas.
Aunque Gran Bretaña perdió la guerra con Norteamérica, la ventaja francesa
resultó ser una quimera. Lüthy denunció retrospectivamente esa "alianza
antinatural” que se derivó de la concepción de Choiseul de una revancha en el
Nuevo Mundo y señala que tan pronto como se firmó la paz, "los ingleses y
americanos se encontraron de nuevo cara a cara para liquidar su disputa familiar
a espaldas de aquellos extraños (latinos y papistas) que se habían entrometido
sin ser invitados".124 ¿Por qué ocurrió esto? En gran medida, por todas las
razones que explican la reanudación paralela de los vínculos comerciales entre
ex colonizador y ex colonizado después de las denominadas descolonizaciones
del siglo XX: es mucho más sencillo —por lo que se refiere a las redes
comerciales, sociales y culturales existentes— que el ex colonizado retome sus
Lucha en el centro 109
viejos lazos (alterados de alguna manera), que transferir esta reláción a otras
potencias del núcleo.125
(1965, p. 266). Es por esta razón por lo que el argumento de Skocpol (1979, p. 64) de que fue
"su tendencia irreprimible a la guerra [lo que] llevó a la monarquía borbónica del siglo XVIII a
una aguda crisis financiera” me parece desacertada. La "tendencia” no me parece mayor en
Francia que en Gran Bretaña, tal vez menos. "¿Quién no comprendería [...] los temores de un
Turgot" cuando supiera del inicio de la guerra americana? (Morineau, 1980b, p. 309). Por lo
que se refiere a Necker, Grange (1957, p. 29) observa que fue “esa guerra americana que
odiaba [lo que] le impidió llevar a cabo la mayoría de sus proyectos". Fue Pitt, permítasenos
recordar, quien lamentó la paz de París.
122
Mathias (1969, p. 44). Deane y Colé (1967, p. 47) consideran la guerra americana un
"interludio desastroso” en medio de lo que, en otros aspectos, fue un "periodo de rápido
crecimiento” del comercio exterior británico a partir de la década de 1740. Ashton también
habla del "desastre de 1755" (1948, p. 148).
123
Meyer (1979a, p. 187).
124
Lüthy (1961, p. 592). Sobre la decepción francesa en lo tocante a sus esperanzas de
un aumento de su cuota del mercado norteamericano, véase Gode- chot (1980d, p. 410): "En
lugar de un comercio activo con los Estados Unidos [1778-1789] que llevara prosperidad a
ambos países, [...] hubo un comercio estancado o, peor aún, un comercio unidireccional que
despojó a Francia de liquidez sin reportarle ningún beneficio."
125
Una situación típica puede encontrarse en la cuestión de la exportación
Efectivamente, en 1796 un astuto analista francés, Tanguy de la Boissiére,
al reflexionar sobre las relaciones comerciales franco-americanas desde 1775,
podía escribir que:
Gran Bretaña, al perder la propiedad de las tierras de sus colonias, no ha perdido nada puesto
que inmediatamente se ha convertido en la propietaria de su usufructo. Tiene ahora los
beneficios que proporciona un comercio inmenso sin tener, como el pasado, los costes de
administraciones. Es por tanto obvio que Inglaterra, lejos de haber sufrido una pérdida, ha
ganado por la secesión de 1774.126

Tal análisis no era desconocido en Gran Bretaña. Indudablemente, se


encontraba en la oposición de Burke a la política de Jorge III, y a su concepción
de que ese "desastre" representaba "una despedida de las tradiciones
establecidas por la Gran Revolución de 1689”. 127 Burke no estaba solo, Josiah
Wedgwood, un gran empresario "típico de su época y de su clase”, también se
oponía a la guerra. Wegdwood "bendijo a su estrella y a lord North cuando
Norteamérica alcanzó su independencia”.128
Estas ventajas que Gran Bretaña obtuvo de la descolonización se debieron,
fundamentalmente, a la posición dominante que ya había alcanzado en 1763.
En tales circunstancias, conservar la Norteamérica británica como una colonia
representaba una carga sin las suficientes ventajas concomitantes, incluso
aunque no todos los funcionarios británicos lo comprendieran en aquella época.
Retrospectivamente, es evidente (¿sólo retrospectivamente?) que "desde el
punto de vista comercial, la secesión de las colonias se desarrolló casi en
beneficio del país”.129
de mástiles navales desde Estados Unidos. Bamford (1952, pp. 33-34) se pregunta por qué
110 Immanuel Wallerstein
Francia no importó estos mástiles en mayor cantidad durante el periodo 1776-1786, privando
así a la armada francesa "de un gran recurso forestal del que Gran Bretaña había dependido
desde hacía largo tiempo y al que se le permitió acceder con libertad sin que los franceses
opusieran grandes obstáculos”. Halla la respuesta en "la ignorancia y el conservadurismo de
muchos oficiales navales en lo que se refería a los recursos exteriores americanos”, sumada a
algunos casos de irresponsabilidad de los comerciantes americanos, que confirmaron los
prejuicios franceses.
126
Tanguy de la Boissiére (1796, p. 19).
127
Plumb (1950, p. 135).
128
Plumb (1956, p. 129).
129
Dehio (1962, p. 122). No fue sólo Francia la que resultó "engañada” por este
desarrollo. En Holanda, los dos grupos anti-estatúder, los regentes (grandes burgueses
liberales) y los patriotas (demócratas radicales) "estaban convencidos de que la derrota
británica en América asestaría un golpe fatal al co-
De este modo, la guerra de Independencia americana, que Francia concebía
como "el fin de la grandeza británica”, tuvo como contrapartida "una
Revolución francesa”.130 La deuda de Francia se duplicó como resultado de la
guerra.131 En el lapso de cinco años, la monarquía "dejó de ser digna de
crédito”.132 En 1788, el pago de la dueda alcanzó el 50% del presupuesto. 133 El
Estado estaba al borde de la "bancarrota”.134
¿Pero, el Estado británico en la década de 1780 se encontraba en una mejor
situación? El servicio de la deuda en Gran Bretaña en 1782 era aun mayor, como
porcentaje de los ingresos públicos, que en Francia, incluso la Francia de 1788,
por no hablar de la de 1782. La diferencia no estribaba en el lugar donde se
encontraban en época del tratado de paz de 1783, sino en “lo que tuvo lugar
después”.135

mercio inglés y que el interés de su país era por tanto aliarse con Francia. [Sin embargo] el
comercio entre Holanda y Estados Unidos [después de 1783] no alcanzó la importancia que
habían esperado los mercaderes, puesto que los puertos americanos renovaron sus vínculos
con Inglaterra" (Godechot, 1965, pp. 108-109).
Por consiguiente Francia sufrió pérdidas económicas en el norte de Europa (como Gran
Bretaña pero ¿quién perdió más?) debido a la guerra americana, puesto que la lucha naval
franco-británica creó un vacío comercial parcialmente llenado por el "comercio neutral" de
esos países. Véase Meyer (1979a, pp. 213-214).
130
Cobban (1963, p. 122).
131
Véase Morineau (1980b, pp. 312-313), quien afirma que la deuda ascendió a unos mil
o mil trescientos millones de libras. Es objeto de discusión la importancia que tuvo en este
proceso la venta desesperada de rentas vitalicias (rentes viagéres) durante la guerra americana,
sin considerar la edad del comprador. Riley (1973, p. 742) lo considera "costoso"; Harris
(1976, p. 256) afirma que "aún está por demostrar que estos créditos fueran catastróficos". Sin
embargo, precisamente las rentes viagéres no eran "créditos", a diferencia de las rentes
perpetuelles. Véase Taylor (1961, pp. 959-960).
Además, los créditos estatales ofrecían "beneficios especulativos inusuales", y atrajeron
capital de Ginebra, Amsterdam, Londres y Génova. El resultado fue que en 1786 "los precios
y los créditos estaban demasiado inflados". Esto provocó temor a la insolvencia estatal,
amenazando "la entera estructura del capitalismo comercial francés, por no hablar de los
centros financieros extranjeros". El nexo con la revolución puede verse con claridad en el
hecho de que la Asamblea Nacional dio en 1789 tres garantías explícitas de esos créditos
estatales. Y "fue Talleyrand, obispo y agiotista, el que encabezó la lucha por restablecer la
solvencia gubernamental nacionalizando la propiedad de la Iglesia". Como sabemos, esto no
Lucha en el centro 111
hizo más que retrasar el final. En 1793, los asignados y la Convención "destruyeron la riqueza
especulativa” (Taylor, 1961, pp. 956-957).
132
Roberts (1978, p. 8).
133
Véase Le Roy Ladurie y Quilliet (1981, p. 386).
134
Hobsbawm (1962, pp. 79-80).
135
Morineau (1980b, p. 329). Y la diferencia tampoco estribaba en el siste-
La disparidad franco-británica aumentó súbitamente. En primer lugar, los
británicos recaudaron ingresos adicionales, reduciendo de forma perceptible el
pago de la deuda.136 Pero esto no era suficiente, en especial porque Gran
Bretaña tenía otro problema, resultado de la continua repatriación de las
inversiones holandesas en la década de 1780.137 Es decir, Gran Bretaña no
podía seguir refinanciando su deuda; sin embargo, sabemos que entre 1783 y
1790 o 1793 la deuda francesa siguió aumentando mientras que la británica era
liquidada en gran parte.138 Davis tiene una explicación, —"el saqueo de la India
en las décadas posteriores a Plassey”— que, incluso aunque no fuera la base
de la inversión de capital en la industria, pudo haber "proporcionado los fondos
que pagaron la deuda nacional contraída con los holandeses y otros países".139
Una vez más, la ventaja de Gran Bretaña derivaba de una posición adquirida
en 1763. Al comparar la feliz década de crecimiento industrial en Gran Bretaña
entre 1780 y 1790, que culminó en el "auténtico boom de 1792, en la víspera
de la [renovada] guerra [franco- británica]”,140 con la desdichada época de la
"prerrevolución"

ma de financiers en Francia y la existencia del Banco de Inglaterra en Gran Bretaña, diferencia


que "se ha exagerado un poco” (p. 332). Ambos servían como "viveros monetarios" (viviers
cl'argent) (p. 332) para sus respectivos gobiernos.
136
Véase Morineau (1980b, p. 326). A diferencia de lo que ocurrió durante el periodo
subsiguiente a la guerra de los Siete Años. Véase Ward (1965, pp. 549-550). Pero en aquel
periodo anterior, Gran Bretaña poseía una ventaja diferencial (con respecto a Francia), la de
su favorable balanza comercial con la Norteamérica británica, lo que le permitió "mantener
su solvencia" durante la guerra de los Siete Años (Andrews, 1924, p. 109). En el caso de
Francia, lo "inesperadamente costoso de la guerra” condujo a un par de decisiones políticas
que, combinadas, provocaron la dislocación fundamental de las finanzas estatales. Por una
parte, Francia decidió en 1755-1756 "basar la guerra en créditos en vez de basarla en
impuestos". Esto se debió en esencia a la fortaleza de la oposición de los parlements a una
mayor presión fiscal. Por otra parte, Francia, a diferencia de lo que había hecho en 1714,
decidió en 1764 "preservar la santidad de la [...] deuda", prefiriendo liberalizar los cereales y
reducir los impuestos. Una vez más, observamos demasiado laissez ¡aire. La primera decisión
fomentó un crecimiento significativo de la deuda, en tanto que la segunda "garantizaba el libre
imperio de la deuda en la política, la economía v las finanzas" (Riley, 1986, pp. 160, 230-
231).
I3
' Sobre la importancia de los capitales holandeses en la Gran Bretaña del siglo xvill,
véase Eagly v Smith (1976, pp. 210-211); véase también Wallerstein (1984, pp. 392-393).
Sobre la repatriación, véanse Malinas (1969, p 4), v Davis (1979, pp. 54-55).
I,s
Véase Morineau (1980b, pp. 324-325).
139
Davis (1979, p. 55).
140
Crouzet (1965, p. 73).
en Francia, es preciso considerar el contexto de una situación muy distinta de
las finanzas estatales. La diferencia financiero- fiscal pudo haber sido
únicamente una "perturbación pasajera”141 de no haber "desembocado en una
112 Immanuel Wallerstein
explosión y, por tanto, en un considerable aumento de la disparidad franco-
británica”.142
Por tanto, las ventajas acumuladas por Gran Bretaña en la economía-mundo
después de 1763 e incrementadas en la década de 1780, se hicieron definitivas
en 1815. El deseo del Estado francés de "alcanzar” a Gran Bretaña tuvo mucha
importancia en la década de 1780 para crear las condiciones de una explosión.
Una deuda pública creciente sólo podía resolverse re-

141
El 25 de octubre de 1786 un astuto diplomático británico destinado en París, Daniel
Hades, enviaba este análisis a lord Carmarthen en Londres: "Según el cálculo de M. Necker,
las deudas públicas de Inglaterra y Francia, por un singular accidente a finales de la guerra
ascendían casi a la misma suma. Considerando todas las circunstancias, Francia había sufrido
tanto como Gran Bretaña debido a la guerra, y no podía consolarse sino con la improductiva
satisfacción de ver a América separada de su metrópoli desde el punto de vista político, sin
que aumentaran sus ventajas comerciales; y ello por razones debidas a su incapacidad para
suministrar aquellos artículos de primera necesidad que América precisa igual de buenos, de
baratos o a un crédito tan prolongado como los que proporciona Inglaterra. Defraudada en
aquellas esperanzas (si es que en realidad las albergaba) de asegurar el comercio con Estados
Unidos, podría haberse esperado que volviera sus ojos hacia su propia condición interna y,
vistas las desgracias que había atraído sobre sí misma junto con su enemigo, que hubiera
tomado algunas medidas efectivas para recortar sus gastos, aplicando a sus heridas la única
medicina de la que podría haber obtenido alivio, la de la economía. Gran Bretaña, sentando
ese ejemplo, hizo tal conducta doblemente necesaria; estando cada país acostumbrado, y con
razón, a medir sus propias carencias y aflicciones por las ventajas y recursos de su rival. Pero
Francia, en el momento presente, parece haber perdido por completo de vista esa política; y
su señoría habrá observado que he insistido en particular, en el curso de mi correspondencia,
en aquellas operaciones financieras que mejor creo que pueden iluminar una conducta tan
opuesta a la que cabría esperar.
"Aunque siempre he estado convencido de que los sistemas de reformas propuestos —y
hasta iniciados— en este reino por mons. Turgot y mons. Necker son tan impracticables como
inaplicables al gobierno de esta monarquía, y aunque es necesario que esa poderosa clase que
se encuentra entre el trono y el pueblo reciba el apoyo con parte de los ingresos del país,
aunque (si se me permite la expresión) el sabio gobierno de la venalidad, y la economía de la
corrupción y del favor —mientras no amontonen, como es el caso en el día presente,
demasiados honores y emolumentos en las mismas personas— ofrezcan tan grandes recursos
como para constituir, quizá, la única superioridad esencial y practicable de la buena
administración de las finanzas respecto a su mala administración. Es en la corte, señor, donde
debéis buscar la fuente de los males presentes" (Browning, 1909, pp. 144-145).
142
Morineau (1980b, p. 334).
cortando los gastos o aumentando los ingresos, directa o indirectamente. El
Estado francés eligió el camino de intentar aumentarlos de forma indirecta.
En 1776, Luis XVI escribió en el margen de un memorándum de Turgot:
"Es la gran queja de M. Turgot. Para los amantes de la novedad, necesitamos
una Francia más inglesa que Inglaterra.”2255 Luis XVI parecía dudar. Necker
intentó avanzar en la otra dirección, la de tratar de aumentar la cuota del Estado
en las plusvalías extraídas, pero fracasó. La década de 1780 volvería a ofrecer
oportunidades para quienes quisieran “abrir” Francia a los vientos frescos (que

2255
Citado como ítem número 7623 en Osler (1978, p. 680).
Lucha en el centro 113
sus adversarios creían fuertes vendavales) de la "novedad" y de la competencia.
Por un lado, puede pensarse que quienes se beneficiaban del acaparamiento de
la renta, especialmente en la década de 1780, "aserraron la rama en la que se
sentaban”.2256 Por otra parte, puede acusarse a la monarquía de ayudar a
aserrarla al reaccionar frente a sus frustraciones (incapacidad para reformar el
sistema fiscal interno) y volver a la solución de abrir sus fronteras (lo que
suponía más pagos de aranceles) como fuente de ingresos. De este modo, la
monarquía se labró la hostilidad de otro sector del es- taro capitalista, el de
quienes temían una final "semiperiferiali- zación” de Francia en una economía-
mundo dominada por Gran Bretaña.
La primera señal de la nueva política fue el decreto del 30 de agosto de 1784
que abría las colonias francesas al libre comercio exterior. Con ello se intentaba
fomentar el comercio entre los estados norteamericanos ahora independientes y
las Indias Occidentales francesas, maniobra que acabó beneficiando a Gran
Bretaña al menos tanto como a Francia.2257 Ya en aquel momento protestaron
enérgicamente los grandes mercaderes portuarios. 146 Una de las justificaciones
del gobierno era que el extenso comercio de contrabando ya había socavado los
monopolios. El decreto de 1784 reconocía esto y trataba de capitalizar una
realidad de la vida económica.147 Fue esta lógica lo que condujo al fatal tratado
de Edén de 1786, el cual, como sostiene Braudel, "evidenció", no provocó, el
fracaso de Francia en la lucha por la hegemonía. 148 Pero, ¿era necesario
demostrarlo de forma tan patente? Y, ¿ese tratado no fue en sí mismo, de
muchas maneras, el último clavo del ataúd?
¿Qué llevó a Francia no sólo a firmar el tratado comercial anglo-francés de
1786, sino a tomar la iniciativa de buscarlo?149 Parece evidente que se esperaba
matar dos pájaros de un

por tanto el nec plus ultra de un comercio cuya esperanza contribuyó a que Francia sacrificara
cientos de millones [de libras] y varias generaciones de hombres." Para Amould, la razón por
la que este decreto no resultó rentable era doble: la mala calidad de las mercancías francesas y
la competencia activa (en el mercado norteamericano) de otros estados europeos (véase p.
235). Incluso los holandeses suplicaron a Luis XVI que revocara el decreto, afirmando que

2256
Le Roy Ladurie (1975, p. 422).
2257
Calonrie y su ministro de las colonias, Castries, autor del decreto, discutieron sobre si
las colonias debían abrirse a todos los extranjeros o sólo a los norteamericanos. Castries venció
sosteniendo que por vía de la clausula de naciones más favorecidas, una concesión a los
norteamericanos significaba una concesión a todos. Calonne trató por tanto de compensar a
los pescadores de bacalao elevando el arancel sobre las importaciones y bonificando las
exportaciones de bacalao. Véase Pugh (1939, pp. 294-295); véase también Habakkuk (1965,
p. 39).
Tanguy de la Boissiére en 1796 (p. 22) consideraba el decreto como el resultado de las
esperanzas ciegas en sus futuras relaciones comerciales con Norteamérica. "El gabinete de
Versalles [...] creía en aquel momento que nada era demasiado para los americanos.” Tanguy
(p. 5) citaba con aprobación el texto de Arnould (1791, vol. i, p. 233): "Los americanos
obtienen, frente a Francia, un balance neto de pagos con el que confunden a la industria
inglesa. Eso es
114 Immanuel Wallerstein
eran los ingleses quienes se beneficiaban de él, tanto a sus expensas como a las de los
franceses. Véase Morineau (1965, p. 225).
146 Véase Godechot (1980a, p. 81).
147 Véase Habakkuk (1965, p. 39).
148 Braudel (1984, p. 379).
149 Vergennes y Rayneval, los principales negociadores franceses, "deseaban una
política de clearing á la Briand, solventando las diferencias que separaban a los dos pueblos
vecinos. Además, el momento era grave desde un punto de vista financiero; una nueva guerra
podía provocar un colapso intemo. Era necesaria una larga paz para restablecer el trono y la
economía nacional. Una cosa es segura: la negociación fue el resultado de la insistencia
francesa" (Callen, 1939, p. 258). En efecto, la iniciativa francesa "fue recibida con profundas
sospechas por Pitt el joven, que sospechaba de los franceses incluso cuando parecían regalar
algo” (Cobban, 1963, p. 111). Si los británicos estuvieron de acuerdo en negociar, fue sin duda
porque ambos gobiernos "estaban bajo la influencia de consideraciones de carácter práctico
porque necesitaban incrementar sus ingresos" (Henderson, 1957, p. 105). Además, los
franceses presionaron a los británicos para que negociaran por medio del decreto del 17 de
julio de 1785, que volvía a imponer prohibiciones a las manufacturas inglesas, y entablaba
negociaciones con Holanda para un nuevo tratado comercial. Véase Du- mas (1904, pp. 30-
35). También amenazaron con anular (Dumas, 1904, p. 36) el tratado de Utrecht de 1716, es
decir, el tratado de navegación y comercio firmado el mismo día que el tratado de paz. Véase
Ehrman (1962, p. 30, n. 4). Es útil recordar que en 1716 el parlamento británico había
rechazado las cláusulas ocho y nueve del tratado, que hubieran abierto ampliamente el
comercio entre ambos países porque en aquel momento la industria francesa "todavía inspiraba
tal temor entre los industriales ingleses que se sentían incapaces de luchar contra ella" (Dumas,
1904, p. 3). Briavoinne hizo esta misma observación en 1839 (p. 193). Los franceses cargaron
por tanto con las "desventajas"
tiro: resolver la crisis financiera del Estado francés logrando gravar con
impuestos lo que anteriormente había sido comercio de contrabando (y extender
este comercio globalmente),150 y resolver las dificultades estructurales a largo
plazo de la producción francesa forzando la innovación por medio de las
presiones del mercado.151 Había, además, un factor coyuntural
del artículo v (acceso de la navegación inglesa a los puertos franceses) sin las 'Ventajas" de
los artículos VIII y ix. Véase las quejas de De Rayneval en el memorándum a Calonne (1784, p.
2066) en el que urge a iniciar las negociaciones.
150 Dupont de Nemours, a quien suele considerarse el principal defensor intelectual del
tratado y de un comercio más libre, es bastante claro al respecto. En su memorándum más
largo sobre este tema (1786, p. 36 bis) defendió un comercio recíproco y controlado entre Gran
Bretaña y Francia que sustituiría el comercio de contrabando que, dado que ninguno de los dos
países había sido capaz de suprimirlo, había privado a ambos "de los beneficios que reportarían
las mercancías que ambos recibieran”; es decir, los aranceles. Volvió a este tema en su panfleto
justificativo dos años más tarde, quejándose de las "costumbres de nuestra nación" que habían
mantenido el contrabando y sosteniendo que el tratado había “hecho revertir en beneficio del
Estado [...] el dinero que antes se gastaba en primas de seguro para mantener un comercio
ilícito (Dupont de Nemours, 1788, pp. 49, 72). Véase también Anisson-Dupéron (1847, p. 16).
El análisis francés de Dupont de Nemours está bastante próximo al del diplomático
británico Daniel Hades: "En Gran Bretaña, los ministros de su majestad, con rara sabiduría,
vigilancia y perseverancia, al fin han encontrado medios de llevar a efecto las leyes fiscales,
evadidas desde hace tanto tiempo.
"Por consiguiente, es probable que el gobierno francés perciba su propia incapacidad para
lograr hacer efectivas sus leyes que prohíben la importación de manufacturas británicas y que
en este aspecto puedan considerarse los beneficiados por el tratado.
"Pero creo que puedo comprometerme a asegurar a su señoría que existe otra causa del
Lucha en el centro 115
ansia de Francia por concluir los acuerdos comerciales. Me refiero al alivio inmediato del
Tesoro Real al aumentar sus ingresos, aumento que puede suponerse resultará inmenso debido
a la súbita afluencia de toda clase de mercancías británicas que paguen los derechos legales,
tan pronto como el tratado entre en vigor.” (Informe a Lord Carmarthen redactado el 25 de
octubre de 1786, citado en Browning, 1909, pp. 149-150.)
151 Stourm (1885, p. 31), explicando los motivos de Dupont de Nemours, Vergennes y
otros, señala que el tratado no fue el único esfuerzo en este sentido. "El remedio heroico de la
competencia inglesa fue precedido de una serie de medidas emprendidas con el mismo objetivo
durante los años anteriores: contratación de capataces (chefs d'atelier) ingleses, incentivos a los
inventores, importación a expensas del Estado de máquinas extranjeras pieza por pieza así
como las ventajas concedidas a diversos contructores de máquinas, privilegios otorgados al
comercio con las colonias, un embargo policial a los obreros ingleses para reternerlos [en
Francia] durante la vigencia de su contrato, beneficios excepcionales concedidos a los
fabricantes extranjeros que deseaban establecerse en Francia, etc." Lefebvre (1932, p. 14) lo
consideraba "una buena idea en principio. Al abrir de pronto las fronteras a la industria inglesa,
cuya superioridad era abrumadora [dixit Lefebvre], se induciría una sacudida bru- que, desde
el punto de vista de Francia, favorecía el hecho de que la iniciativa fuera
francesa. Hubo una espectacular caída de los precios agrícolas en el periodo
posterior a 1778,152 que hizo a los grandes propietarios más reacios a todo
mecanismo que transfiriera sus plusvalías al Estado, lo que hizo tanto más
atractiva la vía del aumento de los aranceles.
El tratado incluía un mecanismo de compensación comercial [trade-off] con
Gran Bretaña. Un comercio más libre suponía (a grandes rasgos) más artículos
de algodón británicos (y más alfarería, lana y productos de hierro) en el mercado
francés frente a más vino francés (y otros productos agrícolas, aunque también
seda, lino, vidrio) en el mercado británico. Pero, ¿cuánto más? La respuesta
depende de los cálculos económicos. Los negociadores franceses sin duda
subestimaron el impacto de las manufacturas británicas 153 y exageraron su
capacidad para compensar a los fabricantes franceses de cualquier pérdida. 154
Pero lo peor de todo fue que dieron la impresión de que aprobaban el nuevo
papel semiperiférico de Francia. Chap-

tal.” Landes (1969, p. 139) comparte este punto de vista. El tratado de Edén de 1786 "abrió el
mercado francés a los algodones británicos y convirtió la modernización en cuestión de
supervivencia”.
152 Labrousse (1944, p. 147) habla de una caída del 45-50%. "De este modo se perdieron
los progresos logrados desde 1760.”
153 Es sorprendente observar que cuando Pitt designó a Edén principal negociador
británico, entonces y sólo entonces Vergennes escribió al chargé, d'affaires en Londres, M. de
Barthélémy, solicitándole información tan elemental como si el gobierno británico pagaba o
no primas a las exportaciones. Véase Ségur-Dupeyron (1873, pp. 386-387). De Rayneval era
igualmente ignorante. Véase Dumas (1904, p. 27). Ambos podían haber recurrido al
conocimiento de Holker, inglés de nacimiento pero que llegó a ser inspector general de las
manufacturas francesas y que había advertido a De Rayneval el 21 de diciembre de 1785 que
los ingleses "podrían proporcionar a Francia tela de algodón de todas clases un 30% más barata
que nosotros". (Citado en Boyetet, 1789, pp. 86-87.) Pero Holker murió unos días antes de que
Edén llegara a París. Se dice que los comerciantes de Manchester se regocijaron en extremo al
enterarse de su muerte, no sólo porque privaba a De Rayneval de un asesor valiosísimo, sino
porque esperaban que sus propias fábricas de algodón en Ruán se colapsaran al desaparecer
Holker. Véase His de Butenval (1869, pp. 65, 70).
154 En su carta abierta a la Cámara de Comercio de Normandía, escrita en 1788, en réplica
a sus quejas sobre los efectos del tratado de Edén, Dupont de Nemours (1788, p. 8 ) afirmaba
116 Immanuel Wallerstein
que durante largo tiempo había apoyado la ayuda del gobierno a la industria francesa. "Le dije
al ministro, le escribí, le repetí con insistencia que debía intentar hacer soportable e incluso
ventajosa la competencia que creía necesario permitir. Él reconoció esa necesidad. [Sin
embargo,] la suspensión de la Asamblea de Notables tuvo el efecto, junto con los frecuentes
cambios en el ministerio, de retrasar la ejecución [de esta intención].” tal, en su
memorándum de 1802 dirigido a Napoleón, decía, a propósito del tratado, que
Francia había confiado en "las ventajas y prosperidad de su agricultura" y
afirmaba que los productos del suelo inglés “no tenían nada de especial o
raro”.2258 Sin embargo, se ha dicho que Rayneval parecía dispuesto a hacer
cualquier concesión "siempre que se redujeran los aranceles sobre los productos
agrícolas [de Francia]".2259 En efecto, Rayneval escribió a M. Adhemar,
embajador francés en Londres en 1786, poco antes de la firma del tratado:
Sin duda, introdujimos principalmente en Inglaterra los productos de nuestro suelo a cambio
de los productos británicos. Pero yo siempre he creído, y sigo creyendo, que un productor
agrícola es la persona más interesante desde el punto de vista del Estado.

De Rayneval no se detuvo aquí, pues como justificación adicional del tratado


aseguró ante el Consejo de Estado el 21 de mayo de 1786:

Suponiendo que los resultados no sean los previstos, ¿es preferible procurar la prosperidad de
unos pocos fabricantes de hierro y acero, o la del reino? ¿Aumentar el número de fabricantes,
o el de productores agrícolas? Y, suponiendo que quedemos inundados de artículos de hierro
ingleses, ¿no podemos volverlos a vender en España o en otras partes? 2260

Así, De Rayneval parecía contemplar con gran ecuanimidad la posibilidad de


que Francia desempeñara el papel de correa de transmisión en la economía-
mundo que había sido el glorioso destino de España y Portugal durante dos
siglos. No es de extrañar que Pitt pudiera decir en defensa del tratado en el
debate parlamentario: "Está en la naturaleza y en la esencia de un acuerdo entre
un país fabril y un país bendecido con producciones peculiares [sic] que las
ventajas redunden en favor del primero.” 2261
¿Era ésta una estrategia inevitable para el Estado francés, en el mismo
momento de apogeo del crecimiento económico bajo
el Anden Régime?2262 ¿Es sorprendente que Gran Bretaña intentara negociar
tratados comerciales entre 1785 y 1793 con Portugal, España, Rusia, Inglaterra,
Prusia, las dos Sicilias y Holanda junto con sus negociaciones con Francia.
También se desarrollaban conversaciones preliminares con Suecia, Turquía y
los Países Bajos de los Austrias. Así, el marqués de Carmarthen podía hablar
en 1786 de “la actual furia por los tratados comerciales”. Ninguna otra

2258 Chaptal (1893, p. 8 6 ).


2259 Dumas (1904, p. 78).
2260 Ambas citas se mencionan en His de Butenval (1869, pp. 57, 70). Se echa de ver por
qué Weulersee califica el tratado de 1786 de "un éxito brillante” para los fisiócratas (1985, p.
33).
2261 Cobbett (1816, p. 395).
2262 Marczewski (1965, p. xcv) sitúa el apogeo en 1780-1786.
Lucha en el centro 117
negociación obtuvo resultados. "El éxito [del tratado con Francia] fue
único.”2263 La presión sobre el gobierno francés fue sin duda grande —-el estado
de las finanzas gubernamentales, la crisis del comercio vinícola—2264 pero
también lo fue la decisión, simbólicamente y en la realidad. El Estado francés
parecía optar, bajo el aspecto de una reforma, por una desindustrialización
parcial que serviría a los intereses de ciertos empresarios agrícolas, pero que
comprometía los de las clases obreras. Las "reformas” parecían similares a las
que defiende el Fondo Monetario Internacional en el siglo xx para los gobiernos
endeudados y que tienen dificultades en sus balanzas de pagos.
Es por tanto comprensible que las objeciones británicas al tratado, aunque
reales, fueran superadas fácilmente. Pitt defendió el tratado sobre la base de las
ventajas comerciales. Fox se opuso a él por razones puramente políticas,
afirmando que "Francia era el enemigo natural de Gran Bretaña”. 2265 En todo
caso, Gran Bretaña tenía más de una buena razón económica directa para apoyar
el tratado, tenía el mismo incentivo que Francia para encontrar nuevas fuentes
de ingresos estatales, para legalizar el comercio de contrabando y someter al
fisco los intercambios franco-británicos.163 A los británicos les preocupaba la
pérdida potencial de mercados norteamericanos en favor de Francia (a
consecuencia del tratado posterior a la guerra), de España (a causa del Acuerdo
Familiar) y de Portugal (que acababa de conceder a Francia el estatus de nación
más favorecida) y, por tanto acogieron favorablemente el acceso a los mercados
de la propia Francia.164 Pero, ante todo, sabían que desde el punto de vista de la
competencia, lo fundamental era el algodón. No se trataba únicamente de que
confiaran en su capacidad para vender en el mercado francés,165 sino que
estaban preocupados por conservar el acceso a las importaciones de algodón
desde fuera de las colonias británicas, que en aquella época satisfacían menos
del 30% de sus necesidades.166 Desde ese punto de vista, el proteccionismo
vulgar no bastaba.

2263 Ehrman (1962, p. 175). La cita de Carmarthe está en la página 2.


2264 Véase Labrousse (1944, pp. 78-82). Slicher van Bath (1963, pp. 235-236). El apoyo
retrospectivo de los viticultores al tratado todavía era fuerte en 1802, cuando el Conseil de
Commerce de Burdeos envió al ministro del Interior, Chaptal, un informe en defensa del
tratado de Edén. Véase His de Butenval (1869, p. 107).
2265 Cobbett (1816, p. 398). Es cierto que The Moming Herald, un periódico de la
oposición, sostenía que las manufacturas de algodón francesas eran superiores a las británicas
y que los impuestos en Gran Bretaña eran superiores. Véase His de Butenval (1869, p. 134) y
Dumas (1904, p. 107). Sin embargo, como sugiere Dumas (p. 121) esto era sin duda una
propaganda política concebida para atemorizar a los fabricantes británicos; de hecho, sin
éxito. Ehrman (1962, p. 65) considera que fue "quizá la debilidad de tales argumentos
[económicos] lo que [llevó a la oposición] a concentrarse en las implicaciones diplomáticas
del tratado".
Dull concede cierta credibilidad a esto argumentando que para Vergennes el tratado era
"una versión en el siglo XVIII de la política rusa de Nixon y Kissin- ger" (1983, p. 11). Mantoux
cree, sin embargo, que había una división entre los fabricantes británicos: las industrias más
antiguas eran partidarias de la protección y opuestas al tratado, en tanto que las que eran más
modernas com-
118 Immanuel Wallerstein
Para Francia, las consecuencias económicas del tratado se sintieron casi
inmediatamente, en especial (como indica un , memorándum gubernamental
francés de 1788) en el campo del "paño ordinario” en contraposición al "buen
paño", es decir, en todos los artículos que se utilizaban para el consumo del
"pueblo” y no para el de las "personas ricas”. 167 El tratado provocó una
importación masiva, un "auténtico diluvio”168 de manufacturas de algodón
británicas (y también de otras manufacturas).

prendían que "su principal interés estribaba en conseguir materias primas baratas y mercados
libres para la venta de sus mercancías” (1928, p. 400).
163 Véase Browning (1885, p. 354).
1 5 4 Véase Dumas(1904, pp. 14-15).

165 "Los intereses del algodón, el hierro y la cerámica se [...] inclinaban en favor de la
política del gobierno. Pues todas estas ramas del comercio tenían mucho que ganar con un
acceso más amplio al mercado francés, y ninguno tenía razones para temer una seria
competencia por parte de las manufacturas francesas" (Ashton, 1924, p. 171).
Dos estampadores de calicó manchesterianos, Joseph Smith y Robert Peel, consideraban
que las ventajas comerciales del algodón inglés se debían a su maquinaria que ahorraba costes.
"Es imposible predecir con qué rapidez conseguirán estas máquinas los países extranjeros,
pero incluso cuando las obtengan, la experiencia que tenemos en su uso nos dará tal ventaja
que yo no temería la competencia” (citado en Edwards, 1967, p. 51).
166 Véase Bowden (1919, pp. 25-26).
167 A. E. 46, 1788, p. 239.
168 Morineau (1978, p. 411). Lo que también se califica de "formidable competencia”
(Furet y Richet, 1973, p. 26).
Fue una "revolución económica",169 uno de los "puntos de inflexión en la
historia industrial de Francia”.170 Los artículos británicos "inundaron” el
mercado francés, escribía Amould en 1791, 171 pero no fueron necesarios cinco
años para que los franceses se dieran cuenta de esto. Esos efectos fueron objeto
de discusión política casi inmediatamente. Desde entonces muchas veces se ha
sostenido que esto se debió a un error de la percepción popular, puesto que la
decadencia económica se inició en 1786 o incluso en 1785, antes de la fecha de
puesta en vigor del tratado, que fue el 1 de julio de 1787. 172 Creo que esto es
erróneo. Objetivamente, sus efectos pudieron ser más agudos después de 1787,
pero un hecho que explica en parte las dificultades de 1786 fue probablemente
la anticipación del tratado. En todo caso, fue la percepción y no la realidad lo
que reguló la respuesta política.173

169 Dardel (1963, p. 71).


170 Markovitch (1966c, p. 130). Schmidt (1913, p. 270) cita un mécanicien que' en 1788,
hablaba de la "revolución comercial en la que estamos atrapados".
171 Arnould (1791, pp. 181-183). Véanse también Chaptal (1819, vol. i, pp. 95-96);
Dumas (1904, pp. 150-151); Schmidt (1908, pp. 91-92); Mantoux (1928, p. 263); Sée (1930,
p. 308); Labrousse (1933, vol. ti, p. 320); Acomb (1939, p. 42); Guérin (1968, vol. i, pp. 64-
65); Tillv (1968, pp. 215-222), v Morineau (1971, p. 331).
Unos pocos investigadores sostienen que como la industria francesa se encontraba en
dificultades ya antes del tratado, no debería exagerarse su importancia. Véanse Gaillardon
(1909, p. 151) y Murphy (1966, p. 578). Más justo me parece decir, como Bouloiseau (1957,
Lucha en el centro 119
p. liv), que aunque las dificultades de la industria existían al menos desde 1780, fue el tratado
lo que "reveló la amplitud del problema” [...] reveló su amplitud, la acentuó v amenazó con
institucionalizarla.
172 Cahen (1939, p. 275), por ejemplo, habla del hecho de que la "total responsabilidad"
de la grave crisis económica fue "erróneamente [...] atribuida al tratado". Henderson (1957, p.
110) minimiza la ventaja británica argumentando que el hecho de que se doblaran las
exportaciones británicas a Francia entre 1787 y 1792 "tal vez representara sólo una
transferencia a canales legímitos de comercio de las mercancías que antes se pasaban de
contrabando”.
173 "Los contemporáneos atribuyeron una gran importancia al tratado de 1786"
(Lefebvre, 1939, p. 118). Véase también Heckscher (1922, p. 22). En agosto de 1788,
circulaba una caricatura en París; un personaje denominado Comercio era ahorcado en una
plaza pública. La cuerda de ahorcamiento tenía la leyenda "casas de descuento", un peso
colgaba de sus pies desnudos, al que se denominada "derechos de exportación"; tenía las
manos atadas con una cuerda en la que se leía "tratado comercial". Véase Schmidt (1908, p.
78).
Tarrade confirma que estas percepciones del momento no eran histeria, sino que se
basaban en condiciones materiales; este autor señala que tan pronto como se firmó el tratado,
los fabricantes ingleses, anticipando los beneficios, especularon con el algodón, lo que
conllevó un "rápido" incremento de los
Naturalmente, los fabricantes franceses y otros empresarios reconocieron
que los paños británicos se vendían bien porque en el mercado francés eran más
baratos que los paños franceses,174 ventaja que se debía a la mayor
mecanización, hecho en el que podía buscarse la solución. Pero, ¿cómo, y con
cuánta rapidez? Una enciclopedia francesa publicada en 1789 escribía:

Acabamos de firmar un tratado comercial con Inglaterra que podrá enriquecer a nuestros
biznietos, pero que ha privado de alimento a 500 000 obreros en el Reino y arruinado a 10 mil
casas comerciales.175

Entretanto, los franceses consideraban que el gobierno británico contribuía a


un proceso de dumping,176 Se preocupaban por los efectos que sería "difícil
reparar”, como la emigración de trabajadores calificados desempleados. 177 En
la época de los cahiers de doléance, el tratado era tan poco popular que incluso
en cahiers de las provincias "menos directamente afectadas" se encontraban
quejas respecto a él.178 "El deseo general era la derogación total de este
tratado."179

precios, "perjudicial para las empresas francesas en el momento en que tenían que enfrentarse
a la competencia inglesa" (1972, vol. n, p. 691).
174
Un fabricante de Glasgow, que escribía en 1786 o 1787, relata cómo en un encuentro
con Holker en Ruán éste admitió que aunque los fabricantes franceses pagaban salarios más
bajos, también tenían una productividad menor a causa de la indisciplina, y que por tanto los
costes eran mayores. Véase Auckland (1861, vol. i, pp, 516-517).
175
Jacques Peuchet, Encyclopcclie méthodiqiie (Jurisprudence, IX, Pólice et
Municipalitiés, véase agricultura), citado en Bloch (1900, p. 242, n. 1).
176
"[Los ingleses venden sus productos] a precios muy bajos, incluso más bajos que
aquellos a los que los especuladores franceses, que compran sus mercancías en Inglaterra,
pueden venderlos sin pérdidas, lo que me lleva a creer que reciben ayuda confidencial del
gobierno. Sabemos que ése es su método para arruinar la industria de los países en los que han
120 Immanuel Wallerstein
conseguido introducir sus mercancías" (A. E. pp. 46, 236). Es curioso que ningún investigador
posterior haya ahondado en esta percepción francesa de la época para saber si hay pruebas que
la justifiquen.
177
Carta escrita en 1788 citada por Mourlot (1911, p. 106).
178
Véase Picard (1910, pp. 156, 161). Por supuesto, "los informes de los bai- lliages de
las regiones industriales eran unánimemente hostiles al tratado" (Dumas, 1904, p. 182). Qué
duda cabe de que algunos distritos agrícolas contemplaron el tratado a una luz opuesta (p.
186).
179
Champion (1897, p. 164) v Sée (193a, vol. II, p. 950, n. 1) están de acuerdo, en primer
lugar, en que el tratado fue "pernicioso”, en particular para las provincias de Champaña,
Picardía y Normandía y en segundo lugar, en que "en Francia las quejas fueron unánimes en
contra de este tratado y en contra del modo en que lo aplicaron los ingleses", como puede
observarse en los cahiers.
Mourlot, en un artículo de 1911, recogía un sentimiento muy difundido en
aquella época. El tratado convertía a Francia en una "provincia económica” de
Inglaterra; era una especie de "nueva revocación del Edicto de Nantes”. 180
Políticamente, el efecto fue dramático. El sector fabril se sentía abandonado por
la maquinaria del Estado precisamente cuando creían que más lo necesitaban.
Debió parecer como si hombres del rey estuvieran dispuestos a aceptar la
semiperiferialización de Francia bajo el disfraz del liberalismo y de los
beneficios de la competencia. Sin duda, en algún sentido, "la partida ya se había
perdido [...] [e] Inglaterra ya había ganado el control de la economía-mundo”.181
Sin embargo, el tratado parecía ser el acto que podía hacer esto irreversible,
idea que podría provocar a una fuerte reacción, sobre todo en vista de lo bien
que parecían ir las cosas en Inglaterra.
Hubo "beneficios claros” e inmediatos para Inglaterra: los ingresos del
Estado aumentaron, las oportunidades de exportación se incrementaron y la
balanza de pagos "se inclinó brusca^ mente” en favor de Gran Bretaña. 182 Pero
hubo más. El tratado de Edén, al abrir el mercado francés, hizo posible que los
fabricantes ingleses alcanzaran las economías de escala que permitieron a los
británicos reducir sus precios en Estados Unidos (y presumiblemente en otras
partes). Ya en 1789, un cónsul británico observaba que supuso "un sensible
obstáculo al progreso de la manufactura del algodón en Filadelfia”. 183
Se había esperado que la desventaja francesa en el algodón se compensara
de algún modo por las ventajas de Francia en los vinos, pero, no fue así. Los
ingleses, aunque compraron más vino francés, no compraron tanto como se
esperaba.184 La "crisis” provocada por el tratado de Edén supuestamente causó

La hostilidad tampoco terminó en 1789; al contrario. "En la miseria y desorden de 1789-


1793, aquel tratado aparecía como el preludio de la profunda conspiración de Pitt para
enriquecer á Inglaterra a expensas de Francia. El intento prematuro de 1786, llevado a cabo
bajo la antigua monarquía y la reacción que causó bajo la República, han contribuido a
identificar una política prohibicionista o estrictamente proteccionista con el gobierno popular"
(Rose, 1893, p. 705).
180
Mourlot (1911, p. 105).
181
Braudel (1984, p. 381).
182
Ehrman (1962, p. 206).
183
Citado en Cain y Hopkins (1980, p. 472).
Lucha en el centro 121
184
"El gusto vinícola de los ingleses no cambió sustancialmente [...]; en tanto que las
manufacturas de hierro y las telas inglesas encontraron salida inmediata en Francia”
(Browning, 1885, p. 363).
una decadencia en el mercado interior francés. Por consiguiente, aunque los
productores de vino eran partidarios naturales2266 y de hecho2267 de las políticas
de libre comercio encamadas en el tratado, su situación no mejoró
materialmente. Los precios del vino habían estado cayendo desde 1777 y
alcanzaron su punto más bajo en 1786, aunque se mantuvieron en un nivel bajo
hasta 1791. En los violentos aumentos del precio de los cereales ocurridos en
1788 y 1789, se produjo una caída de los ingresos de los viticultores que les
provocó un descenso del 40% en el poder adquisitivo.2268 Para aliviar su
situación, recurrieron a una campaña en contra de los diezmos y los derechos
señoriales. No es extraño que esta "terrible" crisis del sector manufacturero, en
coincidencia con precios muy elevados de los cereales y el pan, "provocara la
revolución”.2269
¿Cómo se "explica” un "acontecimiento" tan complejo como la Revolución
francesa? No importa mucho que se defina la Revolución francesa como lo que
sucedió el 14 de julio-de 1789, o como lo que sucedió entre 1789 (o 1787) y
1793 (o 1799 o 1815). Sea cual sea el alcance temporal del acontecimiento,
ninguna explicación de un acontecimiento en función de otro acontecimiento
puede ser muy satisfactoria. Dos acontecimientos proporcionan una secuencia,
y su vínculo puede ser plausible, pero hubo por supuesto otros
"acontecimientos” que también intervinieron, lo que siempre plantea de
inmediato la cuestión de hasta qué puntó esos otros acontecimientos fueron
esenciales para la secuencia. Tampoco es razonable descartar, por no ser
igualmente probables, otras secuencias que no ocurrieron de hecho. Afirmar
que una secuencia es una cadena causal es casi como argumentar pos? hoc ergo
propter hoc.
Sin embargo, también es poco satisfactorio explicar un "acontecimiento” por
la longue durée, la cual explica el cambio estructural a gran escala y a largo
plazo, pero no es posible demostrar que tal cambio pudiera suceder sólo a través
de determinados acontecimientos. Gran parte del debate sobre la Revolución
francesa se encuentra en este nivel, en último término, irrelevante. Un
acontecimiento de primera magnitud es el resultado de una coyuntura (en la
acepción que la palabra

2266 »£] vjno es un pl0c)uct0 ,je una economía abierta, un producto orientado al mercado. La
economía del vino es internacional’’ (Labrousse, 1944, pp. 207, 211).
2267
Véase Labrousse (1944, pp. 586-588).
2268
Ibid. (pp. 579-580).
2269
Dardel (1948, p. 62).
122 Immanuel Wallersíein
tiene de “punto de unión"), de conjonctures (en el sentido francés de la palabra,
es decir, como fases cíclicas de longitud intermedia), y cabe calificar “de
primera magnitud” ese acontecimiento más por sus consecuencias que por sus
causas. En tal sentido, la Revolución francesa es, sin duda, un "acontecimiento
de primera magnitud” del mundo moderno.
Se han utilizado ampliamente dos conjonctures “objetivas" como
“explicación” del desencadenamiento de la Revolución francesa: la
conjoncture189 económica y la conjoncture de la maquinaria estatal,
específicamente el creciente déficit de las finanzas estatales. Debería ser obvio,
a partir de lo que se ha dicho hasta el momento, que es cierto que existían esas
conjonctures, y que es también verdad que desempeñaron un papel importante.
Si estas dos conjonctures, sin embargo, hubiesen sido todo lo que ocurrió,
habría habido una especie de Revolución francesa,2270 2271 pero me resulta difícil
creer que hubiera sido un acontecimiento de tan central importancia en la
historia del moderno sistema mundial.
La centralidad de la Revolución francesa es una consecuencia de la
centralidad de la lucha franco-británica por la hegemonía en la economía-
mundo. La Revolución francesa ocurrió a la zaga de, y como consecuencia del
sentimiento francés de una inminente derrota en esta lucha.2272 Y la Revolución
francesa tuvo el mismo impacto del sistema mundial precisamente porque
sucedió en el país que había perdido la lucha por la hegemonía. Puede decirse
que la Revolución francesa, en la que muchos confiaron para que invirtiera las
corrientes de la victoria británica, fue por el contrario decisiva para garantizar
una duradera victoria británica. Pero precisamente a causa de esta derrota
geopolítica, y geoeconómica, los revolucionarios alcanzaron sus objetivos
ideológicos a largo plazo.
Consideremos la historia de la Revolución francesa fundamentalmente en

2270
Sobre la economía, Lefebvre (1947b, p. 89) dice con autoridad: "Está por tanto fuera
de discusión que la crisis económica debería incluirse entre las causas inmediatas de la
revolución." Sin duda, hay al menos tres versiones de la crisis económica: una crisis de
"miseria” (véase, ínter alia, Labrousse, 1944, p. xlii); una crisis de "crecimiento” (LeRoy
Ladurie, 1976, pp. 29-30); o una crisis de "curva en J", es decir, una fase de mejora seguida
de una caída súbita (Tocqueville, 1955, pp. 176-177).
2271
Yo sin embargo estoy de acuerdo con la tesis defendida en forma persuasiva por
Higonnet (1981), de que tal "acontecimiento" no era inevitable, incluso aunque fuera probable.
2272
Ésta no es una tesis popular. Como observan Hartwell y Engerman (1975, p. 193):
"Los historiadores podrían sostener que las guerras napoleónicas fueron el resultado de
rivalidades capitalista-imperialistas, del mismo modo en que los historiadores han sostenido
que la primera guerra mundial fue el resultado de imperialismos rivales, pero no lo hacen."
Como si quisiera demostrar esta observación, Furet exclamaba poco después (1978, p.
92): "Por supuesto uno podría convertir [las guerras de 1792- 1815] en la culminación de la
antigua rivalidad comercial franco-inglesa. Pero ir más allá y magnificar este aspecto del
conflicto haciendo de él el principal contenido y la causa 'objetiva' de la guerra interminable,
requiere un salto que ningún historiador de la Revolución francesa, a excepción de Daniel
Guérin, está dispuesto a dar.”
Pero ésta es una pista falsa. Nadie requiere saltos hercúleos. Lo que se nece-
Lucha en el centro 123
función de sus consecuencias y no de sus supuestas causas. En primer lugar,
¿cuál fue la auténtica política económica de los primeros gobiernos
revolucionarios, la estructura de la producción agrícola y el papel del Estado en
relación con la producción industrial?
Hace mucho tiempo, Marc Bloch formuló una opinión que, en sus puntos
más destacados va en contra de la creencia simplista de que la revolución
representó la caída del gran dominio agrícola:
Todos saben cómo se derrumbó el edificio señorial entre los años 1789 y 1792, arrastrando
consigo un régimen monárquico con el que se había identificado.
Por mucho que quisiera imaginarse como cabeza de su campesinado, en realidad el señor
de nuevo cuño se había vuelto a convertir, sobre todo, en un gestor a gran escala; como habían
hecho de forma similar muchos burgueses corrientes. Si pudiéramos imaginar lo que por
supuesto es absurdo, el estallido de la revolución en torno al año 1480, encontraríamos que las
tierras libres de cargas señoriales se habrían redistribuido casi sin excepción a un gran número
de pequeños ocupantes. Pero los tres siglos que transcurrieron entre 1480 y 1781 presenciaron
la rehabilitación del gran latifundio. Sin embargo, dicha rehabilitación no fue, como en
Inglaterra y en la zona oriental de Alemania, omniabarcante. Grandes extensiones de tierra, en
su conjunto quizá más grandes que las ocupadas por los grandes latifundios, eran todavía
propiedad de los campesinos. A pesar de esto, la victoria fue considerable, aunque fuera más
o menos completa según las regiones. La revolución habría de dejar relativamente intacto el
gran latifundio. La imagen que presenta la Francia rural de nuestros propios días —que no es,
como se afirma a veces, un país de pequeños propietarios sino más bien un país en el que
coexisten grandes y pequeños propietarios en proporciones que varían considerablemente de
provincia a
sita es reconocer que lo que Dehio (1962, p. 139) dice del conflicto militar —"la revolución
entabló la gran lucha no con un sentimiento de su propia fuerza sino más bien con el coraje de
la desesperación"— se aplica mutatis mutandis a toda la última fase de la lucha por la hegemonía
de la economía-mundo.
provincia— puede explicarse por su evolución entre los siglos XV y XVIII .2273
¿De dónde, pues, hemos sacado la impresión de que la función de la
producción campesina se incrementó de hecho como resultado de la Revolución
francesa? Una razón es que efectivamente hubo algunos actos jurídicos
espectaculares que afectaron los derechos "tradicionales” de los señores. La
Asamblea Nacional abolió formalmente, en la famosa noche del 4 de agosto de
1789, el "régimen feudal”, incluyendo los diezmos y ciertos derechos señoriales
(aunque no todos).2274 Sin embargo, los derechos señoriales que se mantuvieron
serían abolidos a su vez y sin indemnización el 17 de julio de 1793. Además, el
Código Rural adoptado el 28 de septiembre de 1791 autorizó el cercamiento de
las tierras comunales. Las tierras eclesiásticas se nacionalizaron y finalmente se
vendieron.

2273
Bloch (1966, p. 149).
2274
Véase Hirsch (1978). Lefebvre (1972, p. 407) considera esta abolición de los diezmos
"la consecuencia más importante de la revolución agraria”. Sewell va más allá. Considera la
noche del 4 de agosto "el punto de inflexión crucial de la revolución, como lucha de clases y
como transformación ideológica. Fue un holocausto de los privilegios’’ (1985, p. 69).
124 Immanuel Wallerstein
No obstante, los resultados no fueron lo que podría parecer. Por un lado, los
gobiernos revolucionarios no abolieron ni el vaine páture ni el droit de parcours
en mayor medida que los reformadores agrarios de las últimas décadas del
Anden Régime. (En efecto, el vaine páture se aboliría en 1889, e incluso
entonces su abolición estuvo sujeta al consentimiento local.2275 Sólo después de
la primera guerra mundial fue abolido incondicionalmente.) Y la ley que
permitía la división de las tierras comunales se derogó en 1797.
En segundo lugar, y esto es más importante, los "beneficios” que obtuvieron
algunos campesinos favorecieron a los que tenían alguna propiedad, a los
laboureurs razonablemente acomodados, y con frecuencia se obtuvieron a
expensas de los pequeños arrendatarios, de los pequeños aparceros y de los
trabajadores agrícolas sin tierras.2276 Sin duda, las diversas reformas crearon
orden administrativo en Francia.196 Sin embargo, como Bourgin sugiere con
cierta amargura, fue "una administración mucho más coordinada de lo que se
cree [...] puesta al servicio de una legislación mucho más conservadora de lo
que se cree . '

en el campo, a pesar de los movimientos realistas (les chouanneries), numerosos y


apasionados defensores.”
Sin embargo como observa Chabert la prosperidad agrícola resultante bajo el consulado y
el imperio fue más rentable para los grandes propietarios (1949, p. 91). Por consiguiente la
polarización rural no disminuyó, sino que aumentó: "El acontecimiento revolucionario, más
que ninguna otra cosa, confirmó a los fuertes en su fuerza, en tanto que dejó sin fondos a los
pequeños laboureurs afanados en redondear su finca (clos). Aumentó más que nunca la
distancia entre estos últimos y las grandes haciendas. La revolución endureció los rasgos
dominantes de cada espacio regional" (Perrot, 1975a, pp. 38-39).
La dura conclusión de Bloch (1930, p. 544) parece justificada: "En su política agrícola, las
legislaturas, no sólo la Asamblea Constituyente, [...] sino incluso la Convención, lejos de
destruir [...] las reformas impuestas por la monarquía, siguieron sus pasos. Es cierto que
nuevos rasgos caracterizan la obra de la revolución. Si [las legislaturas revolucionarias]
sacrificaron de forma deliberada a los jornaleros (manoeuvres) igual que el Anden Régime,
estando libres de la necesidad de contentar a los sectores privilegiados, pudo dedicarse con
más intensidad a los intereses de los propietarios medios.” El resultado fue muy duro en el
norte de Francia, como sugiere Soboul (1976a, p. 63), a consecuencia de la desintegración de
la comunidad campesina: "Los campesinos pobres, proletarizados, proporcionaron la mano de
obra necesaria para la agricultura moderna y la industria a gran escala."
El daño tan limitado que se infligió a la gran hacienda aristocrática durante la revolución
fue más o menos reparado durante la era napoleónica, cuando "se asistió a la reconstitución
de la riqueza basada en las tierras de la anterior nobleza" (Tulard, 1970, p. 643). Véase también
Chabert (1949, p. 330); Meyer (1966, vol. II, p. 1254); Laurent (1976a, p. 643); Soboul (1976b,
pp. 126, 132), y Gauthier, 1977, capítulo 5 y parte III, passim).

2275
Véase Bloch (1930, p. 549). Para una explicación detallada del destino del vaine
páture en el siglo xtx, véase Clére (1982).
2276
La consolidación general de los derechos de propiedad en realidad retrasó el proceso
de cercamiento, a pesar de la autorización formal. Como consecuencia de esto, Milward y Saúl
(1973, p. 263) observan "un brusco aumento [en el periodo revolucionario] de la renta de
muchos campesinos”. Esto sin duda explica la consecuencia política que señala Labrousse
(1966, p. 62): "La reforma agraria de la revolución y la tradición que estableció siempre
encontró
Lucha en el centro 125
196
La segunda nueva característica de la política agrícola bajo la revolución observada
por Bloch (1930, p. 544) fue que:
"Menos tímida [que el Anden Régime] y en esencial unitarista, procedió a través de
medidas que se aplicaron a todo el territorio nacional."
197
Bourgin (1911, p. 192). "Las innovaciones económicas y jurídicas sirvieron para
consolidar la situación de los propietarios anteriores, o de los nuevos hombres que,
aprovechándose de las circunstancias excepcionales pasaron a formar parte de las clases
destacadas de la nueva sociedad" (p. 185). Mackrell es aún más acerbo (1973, pp. 176-177):
"Una vez abandonados los nombres [...] los derechos feudales y señoriales se hicieron
respetables. Los gobiernos sucesivos estaban ansiosos por acelerar la asimilación de los
anteriores derechos a los derechos de propiedad. Los derechos feudales en su nueva forma no
sólo sobrevivieron, sino que prosperaron."
Roots ve en este fracaso del intento de transformación de la agricultura una continuidad
de las limitaciones del débil Estado francés: "El gobierno revolucionario tenía que abandonar
su compromiso con la reforma agraria a causa de las prioridades fiscales y no por la amenaza
de la resistencia campesina.
Lefebvre atribuye nuestra errónea percepción como estudiosos de la
radicalidad de la reforma agraria bajo la revolución a la "violencia” y
"obstinación” de la revuelta campesina, y al "ruido" producido por la noche del
4 de agosto en lo relativo a la abolición de los derechos feudales. Lejos de ser
una reforma radical, sostiene, la legislación no supuso más que un
"compromiso". Añade también que no deberíamos despreciarlo como tal
porque, aunque retrasó el progreso económico, también “causó menos
sufrimiento y fue más humano” que las transformaciones agrarias británicas.198
Ésta es una forma de describir lo que ocurrió, pero tiene un dejo un tanto
voluntarista para mi gusto. El "compromiso”, como veremos, fue el resultado
de una feroz lucha de clases entre los que se beneficiaban del desarrollo de la
economía capitalista mundial y los que eran perjudicados por él. 199
Tanto antes como durante la revolución, el Estado francés, acuciado por las guerras
internacionales, el caos fiscal y la debilidad administrativa, se mostró incapaz de promover el
desarrollo agrícola'' (1987, p. 241).
198
Lefebvre (1963, pp. 366-367). Podemos señalar otro aspecto menos que humano de
la transformación económica británica. La sustitución británica de otros combustibles por el
carbón (tantas veces alabada) condujo a "la servidumbre vitalicia de las minas de carbón
escocesas” en el siglo xvm. Los dueños de las minas "encontraban difícil contratar
trabajadores” y por tanto consiguieron que el Estado impusiera una forma de servidumbre
(Duckham, 1969, p. 178).
199
Si uno considera el asunto de este modo, es más fácil integrarlos espinosos problemas
de la "contrarrevolución”. LeGoff y Sutherland (1974, p. 101) señalan que bajo el Anden
Régime, la Bretaña era gobernada de forma muy liviana por el centro, al que las comunidades
rurales mantenían "a una distancia saludable". La revolución trajo consigo un centro más
activista. En su disposición centralizadora, las legislaturas revolucionarias no tuvieron en
cuenta las peculiaridades del sistema de arrendamiento denominado domaine congéable, que
tenía el efecto de aumentar mucho la precariedad de los arrendatarios razonablemente
acomodados. Ya hemos visto que en otros lugares de Francia fue este estrato el que se
benefició de la reforma agraria. LeGoff y Suhterland (1983, p. 75) estiman que en la parte
occidental de Francia, la consecuencia final de las reformas varió desde un efecto nulo a un
incremento del 40% en las cargas del campesinado. Por consiguiente, sugieren (1974, p. 109)
que tendría sentido entresacar de las obras de Bois, Faucheux y Tilly un tema común poco
desarrollado, el de que "en general la masa de pobres que habitaban el campo francés se
126 Immanuel Wallerstein
benefició poco de la revolución, si acaso se benefició, y en las áreas contrarrevolucionarias
fueron estas personas quienes dotaron de desesperación, y en ocasiones de peso numérico, al
descontento y a los levantamientos”. Uno puede interpretar las chouanneries como
revoluciones campesinas (disfrazadas de realismo popular) contra una autoridad urbana de
"hombres cuyos antecedentes eran idénticos a los de la clase de terratenientes burgueses que
habían tomado el poder en las elecciones de 1790 y lo retuvieron después". (LeGoff y
Suhterland, 1983, p. 86). En esta interpretación, la contrarrevolución toma un aspecto
sospechosamente revolucionario. A la vista de este argumen-
La "humanidad” del resultado se debió a la firmeza de las fuerzas
anticapitalistas.200
Si volvemos ahora al papel del Estado en la promoción de la producción
industrial, veremos que los logros de la revolución en este ámbito fueron al
menos tan significativos como en el ámbito de la reforma agraria, y
probablemente más aún. Chap- tal, en un escrito de 1819, y recordando la
situación comparativa de la producción industrial británica y francesa en 1789,
consideró que Gran Bretaña tenía una clara ventaja en lo que se refería a la
extensión geográfica de su mercado, la cantidad de las mercancías vendidas y
sus precios inferiores. Proponía una serie de explicaciones de la ventaja
británica, la primera de las cuales era "el sistema seguido por Inglaterra, durante
más de un siglo, de permitir acceder a sus mercados internos únicamente los
productos de sus propias fábricas, y de rechazar los de los productores
extranjeros por medio de prohibiciones o mediante enormes aranceles que
tenían un efecto equivalente”.201
La vuelta al proteccionismo fue claramente una de las preocupaciones
inmediatas de un gran segmento de quienes hicieron la revolución y/o llegaron
al poder como consecuencia de ella. "No hay dudas de la falta de popularidad
del tratado [comercial anglofrancés de 1786] entre los miembros de la
Asamblea [Constituyente] y en el país en su conjunto." 202 En
to, Mazauric abandona el apelativo "contrarrevolucionario” por un modo más anodino de
calificar las oposiciones populares, denominándolas "antirrevolu- cionarias" (1985, p. 239).
2°° para ja versión de un liberal que sostiene que la “timidez [francesa] frente a
oportunidades obvias" a lo largo del siglo xix fue consecuencia del temor de los campesinos a
que “la solución agraria revolucionaria” pudiera invertirse, véase Grantham (1980, p. 529).
Grantham lamenta (p. 527) la inadecuación del genio capitalista francés: "Si la propiedad de
las tierras en Francia hubiera estado más concentrada, es cierto que los terratenientes
indviduales se hubieran esforzado más por asegurar la consolidación de sus tierras."
201
Chaptal (1819, vol. i, p. 90). Las otras seis explicaciones son similares a las de la
literatura de investigación contemporánea: ausencia de regulaciones constrictivas,
mecanización, abundancia de carbón y canales intemos, división técnica del trabajo,
posesiones coloniales y supremacía en los mares, el apoyo del gobierno en la búsqueda de
mercados extemos y en la supresión de la competencia extranjera (pp. 91-93). Como dice
Crouzet: "En verdad eran pocos los factores invocados por los observadores modernos para
explicar el crecimiento económico de Inglaterra durante el siglo xvm de los que no hayan
tenido al menos un atisbo los observadores y escritores franceses de aquel periodo” (1981, p.
72).
202
Milward y Saúl (1973, p. 167). En un informe del Ministerio de Asuntos Exteriores
escrito por Theremin en 1797 en el que analizaba el tratado de 1786,
1793, el tratado fue desconocido formalmente por la Convención.
Lucha en el centro 127
Esto no estaba en modo alguno en contradicción con la otra decisión
económica principal que afectaba a la producción industrial, la abolición de los
aranceles internos, y que cumplía, al fin, el sueño de Colbert. 203 Por esta última
decisión (así como la abolición de los gremios) la revolución recibe el aplauso
de Heckscher, quien celebra su "resultado negativo” de desmantelar la
“monstruosidad irracional” de la legislación industrial del Anden Régime.
Heckscher califica esto de "una tarea ingente de reforma". 204 Soboul, que en
principio estaría de acuerdo con él puesto que considera la revolución como el
triunfo del liberalismo burgués, sin embargo observa, refiriéndose a las diversas
medidas proteccionistas (los aranceles, el Exclusif, la Ley de Navegación, de
1793), que “La burguesía de la Asamblea Constituyente, enfrentada a los
peligros de la competencia extranjera, transigió con su liberalismo comercial.”
Y considera esto "una prueba más del realismo de los hombres de 1789". 205
Pero, ¿por qué "transigió”? Sólo fue transigencia si uno da por supuesto que los
capitalistas favorecen por definición el libre comercio y un papel mínimo para
el Estado.206
el autor sostiene que los británicos buscaban la "reciprocidad" porque tenían dos ventajas en
el mercado. En primer lugar, eran productores más eficientes en aquel momento histórico y,
en segundo lugar, abrían un mercado inglés de ocho millones de personas a un mercado
francés de 30 millones (A. E. pp. 46, 287). Unos pocos años más tarde, un informe posterior
escrito por un tal Ar- nould (A. E. pp. 46, 331 bis) criticaba una renovación del tratado de
1786 basándose en las siguientes razones: "La opinión pública parece muy satisfecha de haber
resarcido al interés nacional del daño que se le había causado con el tratado de 1786,
reconocido como disastrous, en especial para nuestros fabricantes."
Crouzet (1962, p. 217) sin embargo advierte en contra de la suposición de Jouvenel (1942,
pp. 127-128) que fue únicamente la resistencia económica de Francia a Gran Bretaña lo que
condujo a la ruptura del tratado de Amiens en 1802 por Bonaparte. Crouzet señala que un
informe británico de ese año indica la reticencia británica a la revisión del tratado de 1786.
Son muchas las razones por las que Gran Bretaña pudo haberse mostrado reticente en dicho
año, entre ellas que hubiera podido dar un mensaje geopolítico erróneo v que el dis-
locamiento de la economía francesa pudiera haber hecho la reanudación del comercio menos
tentadora.
203
Véase Cobban (1963, p. 176).
204
Heckscher (1934, vol. l, p. 456-459).
205
Soboul (1976a, p. 14).
206
Al menos Pitt no se hacía tales ilusiones sobre el papel del Estado francés. Otra de
las acciones agresivas de este último fue la “apertura" del Escalda, cenado desde la revuelta
de los Países Bajos en el siglo xvi. Véase Wallerstein (1980, pp. 262-263); 1984, pp. 73-74,
274-275). Esto se consideró como "una
Para muchos, todo el empeño de la Revolución francesa estribaba en
aumentar, y no en disminuir, el papel del Estado. ¿Quién quería esto y por qué?
Rousseau, en efecto, planteó el problema claramente en su distinción entre la
voluntad general y la voluntad de todos, es decir, el interés común contra la
suma de las voluntades particulares.207 El Estado moderno dentro del sistema
interestatal es precisamente el campo de batalla de esta tensión sin fin. El
fortalecimiento del Estado obviamente supone la reducción (no la eliminación)
de la capacidad de las voluntades particulares de prevalecer sobre otra voluntad
más general cuyo objetivo es optimizar las ventajas del Estado y de sus
128 Immanuel Wallerstein
ciudadanos-beneficiarios (categoría más restringida que la de la totalidad de
ciudadanos) en la economía-mundo respecto a los ciudadanos-beneficiarios de
otros estados. El Estado puede convertirse, así en el mecanismo mediante el
cual los intereses colectivos de los burgueses situados en un Estado dado
prevalecen (cuando lo consiguen) sobre los intereses particulares de burgueses
particulares. Sin duda, se trata de un conflicto permanente que a veces tiende a
agudizarse, lo que impone algún tipo de acción, siempre que uno o varios de
los demás estados están a punto de lograr un avance importante y repentino en
su posición relativa frente al Estado en cuestión. Como hemos visto, éste fue
precisamente el dilema de Francia en la década de 1780.208
Como observa Lüthy, en el "caos” jurídico del Anden Régi- me, "no había
un grupo establecido [...] que no tuviera privilegios que defender”, con lo que
cualquier administración regia del siglo xviii, fuera neocolbertista, liberal o
fisiócrata, "tenía que hacerse revolucionaria o estancarse". Todas las tendencias
"progresivas” ponían sus esperanzas en un "despotismo ilustra- amenaza directa
al comercio y a la seguridad militar de Gran Bretaña. El que los barcos de guerra franceses
forzaron su entrada en el río, supuso que Ambe- res, la proverbial ‘pistola’ dirigida al corazón
de Inglatena, podía usarse como una base naval antibritánica o incluso como una base de
invasión. Ningún otro acto aislado hizo más por sacar al reticente Pitt de su política de
neutralidad" (Ascherson, 1975, p. 90).
207
Rousseau (1947 [1762]), libro II, capítulo III.
208
Todo parecía estar desmoronándose; ya no se trataba sólo de problemas tan directos
como las consecuencias económicas del tratado de Edén. Cf. la exposición de Lefebvre
(1947b, pp. 32-33) para las consecuencias diplomáticas indirectas de la crisis de las finanzas
francesas: "Por falta de dinero, el gobierno francés tuvo que permitir que los prusianos
intervinieran en Holanda [en 1788] en apoyo de los estatúder en contra de la burguesía
holandesa; los esta- túder rompieron su alianza con Francia y se unieron a Inglatena.”
do”.2277 La Revolución francesa junto con Napoleón proporcionaron
precisamente ese despotismo ilustrado como estructura administrativa del
Estado, lo que Tocqueville, aquel prudente conservador, reconocería y, en
buena medida, deploraría.2278
Con todo, lo cierto es que no existe una voluntad auténticamente general,
sólo la voluntad de un Estado o el consenso que se basa en una confluencia
política más o menos estable de voluntades particulares. Es ahora común
reconocer que la ruptura de esta "estabilidad” en Francia (es decir, la
revolución) tomó dos formas diferentes: una ruptura entre los estratos
privilegiados y un conflicto entre los dichos estratos y los carentes de

2277
Lüthy (1961, pp. 14-15).
2278
"Las mismas condiciones que habían precipitado la caída de la monarquía favorecieron
la absolución de su sucesora. Así, en una nación que hacía bien poco había derribado su
monarquía, surgió una autoridad central con poderes más amplios, estrictos y absolutos que
los que cualquier rey francés hubiera ostentado jamás. Napoleón cayó pero las partes más
sólidas de lo que había logrado perduraron; su gobierno murió pero su administración
sobrevivió, y siempre que se ha intentado acabar con el absolutismo lo más que ha podido
hacerse ha sido trasplantar la cabeza de la Libertad a un cuerpo servil" (Tocqueville, 1955, pp.
205, 209).
Lucha en el centro 129
privilegios. Expresado con tanto tacto, casi nadie estaría en desacuerdo. Las
batallas historiográficas de la Revolución francesa (y a través de ellas las luchas
políticas básicas del moderno sistema-mundo) se han librado en torno al
esfuerzo por vincular una terminología conceptual a estas dos luchas.
La terminología de "clases” que casi todos utilizan para describir a los
actores políticos de este debate —aristócratas, burgueses, extremistas,
campesinos y (a veces) proletarios— se integra en una serie de códigos políticos
que han llegado a opacar las luchas reales. Por consiguiente, esbozaré mis
opiniones en torno a tres debates que considero cruciales: 1] ¿Cuál fue en
realidad la relación entre la "aristocracia” y la "burguesía” durante este periodo?
2] ¿Cuáles fueron en realidad el papel y los objetivos de las "fuerzas populares”
(urbanas y rurales) en la Revolución francesa? 3] ¿Quiénes eran los jacobinos?
Es incuestionable que la aristocracia y la burguesía eran categorías
sociojurídicas diferenciadas bajo el Anden Régime. Lo que se debate, sin
embargo, es si eran miembros de clases diferentes. Los lectores de esta obra
sabrán que soy muy escéptico respecto a que estos tipos de categorías
sociojurídicas sean indicativas, si acaso lo son en alguna medida, respecto a los
papeles económicos de estos grupos, en Francia o en otras partes, a partir del
surgimiento de una economía-mundo capitalista en el siglo xvi. Si no son
indicativas, y si los miembros de estas categorías tienden a solaparse como
empresarios capitalistas de fado, entonces el triunfo (si puede llamarse así) de
la “burguesía” sobre la "aristocracia” en la Revolución francesa no es ni
prerrequisito ni correlato ni consecuencia de una transición desde el feudalismo
al capitalismo en Francia, sino más bien la expresión de una lucha aguda en el
interior de la "élite” (o, si se quiere, una lucha intraburguesa) en torno a la
constitución y la política básica del Estado francés.
¿Puede sostenerse este punto de vista? Para afirmar que la revolución
comenzó como una pugna interna de la clase superior, no tenemos que invocar
a Chateaubriand ni a Lefebvre ni a ningún otro comentarista posterior. El propio
Robespierre lo expresó acertadamente: "Así, en Francia fueron los magistrados,
los nobles, los eclesiásticos, los ricos quienes dieron el impulso inicial a la
revolución. Solo después apareció el pueblo en escena.” 2279 En efecto, uno de
los hechos más irónicos de este gran drama es que uno de los elementos del
"ejemplo” británico que atrajo la atención y la admiración en Francia en el
periodo anterior a la revolución, y por tanto contribuyó a crear la disposición a
iniciar una vía "revolucionaria”, fue la fortaleza política y económica de la
aristocracia británica.2280 Después de todo, no hay que olvidar que uno de los

2279
Citado por Cobban (1963, p. 137).
2280
"En el siglo XVIII, la preeminencia política y la fortuna económica de la nobleza británica
había suscitado en el continente, y en particular en Francia, la misma admiración y envidia que
la propia Constitución británica. Tales impresiones, aunque basadas en una experiencia
limitada del funcionamiento interno y de las convenciones de la vida política inglesa y
distorsionadas por los prejuicios políticos, no eran del todo erróneas" (Goodwin, 1965b, p.
368).
130 Immanuel Wallerstein
países en los que la "aristocracia" como tal tuvo un papel más importante cuanto
más se avanzaba en la era moderna, ha sido precisamente Gran Bretaña,
metrópoli simbólica de tantas cosas del moderno capitalismo.
La denominada interpretación social de la Revolución francesa (que ve en
ella principalmente una "revolución burguesa”) ha sido sometida a muchos
ataques sistemáticos en los últimos años, como ya hemos expuesto. Pero
algunas de las dudas respecto a la descripción que se hace de la revolución
como obra de una burguesía que tenía una necesidad estructural de la misma
por sus propios intereses (frente a los de la aristocracia feudal), pueden
encontrarse leyendo los análisis de los propios defensores de la interpretación
social. Mathiez comienza su obra principal reconociendo que, en 1789, la
situación era tal que los poderes reales de la monarquía absoluta eran limitados,
todo el poder público de los señores había sido transferido al Estado, la
servidumbre prácticamente ya había desaparecido y las rentas feudales se
habían convertido en un fenómeno secundario, y la burguesía, "a pesar de las
trabas del régimen corporativo, no [estaba] sin embargo tan en la oposición
como creíamos”, puesto que, a pesar de todas las limitaciones, “el comercio y
la industria habían crecido a lo largo del siglo [xvm]”.2281 Si esto era así, (-'qué
necesidad había de una revolución?2282
Lefebvre, al analizar la Declaración de los Derechos del Hombre, explica la
falta de insistencia en el derecho de propiedad por el hecho de que a los
redactores les parecía innecesario, "dado que era un derecho que el Antiguo
Régimen no cuestionaba. Por el contrario, los ministros y administradores del
siglo xvm siempre hablaban de la propiedad con respeto, de manera
absolutamente burguesa.”2283 Y Vovelle y Roche argumentan persuasivamente
que en la Francia del siglo xvm el término "burgués", aunque sin duda denotaba
a un hombre del estado llano, no obstante estaba "restringido a categorías no
activas”. En efecto, lejos de conceder a este grupo un triunfo, "la Revolución

Esta admiración de los franceses hacia el papel de la aristocracia inglesa no fue sin duda
más que una parte de un sentimiento más amplio de las deficiencias de Francia frente a Gran
Bretaña durante este periodo, deficiencias que se extendían prácticamente a todos los
dominios. Véase la investigación de Crou- zet (1981) sobre los escritos franceses del siglo XVIII
que tratan el tema. Puede que la admiración por el papel de la aristocracia (terrateniente)
británica no estuviera fuera de lugar. Perlón sostiene que fue "el dominio del gobierno y la
sociedad por una aristocracia terrateniente celosa de la Corona" lo que permitió a Gran Bretaña
dar el "paso decisivo hacia el industrialismo”. Perkin considera que esta aristocracia creó los
prerrequisitos políticos del "despegue” (1969, pp. 63-64).
2281
Mathiez (1923-1924, p. 9).
2282
Ibid. (p. 47) procede a enumerar los agravios sociales sufridos por la burguesía. Pero
atribuir la revolución al intento de vengar el amour propre es menos que una interpretación
social. Además, concluye semejante mise en scéne introductoria con esta observación, un tanto
sorprendente: "Si Luis XVI hubiera montado en su caballo [el 25 de junio de 1789], si hubiera
tomado en persona el mando de sus tropas, como hubiera hecho Enrique IV, quizás habría
logrado mantener [a sus tropas] fieles a su deber, consiguiendo así que su demostración de
fuerza diera resultado. Pero Luis XVI era un burgués.”
2283
Lefebvre (1947b, p. 175).
Lucha en el centro 131
francesa asestó un golpe mortal a esta clase social”.2284
¿Pero, ¿es ésta una "sutileza trivial”, como diría Barrington Moore, dado que
el "resultado último” fue una democracia parlamentaria occidental, y que "la
destrucción del orden político de la aristocracia terrateniente constituye el
proceso más significativo en el curso de la modernización francesa”? 2285 Al
contrario: difícilmente puede considerarse una mera sutileza, por dos razones.
Si la Revolución francesa ha de seguir interpretándose ante todo como una
revolución antifeudal de la burguesía capitalista, debemos prestar mayor
atención a las razones por las que fracasó en el intento de lograr una
transformación económica más significativa. Hobsbawm, sorprendido ante esta
"paradoja”, culpa, en lo fundamental, al campesinado.2286 Pero esto, por
supuesto, sólo nos lleva a planteamos dos preguntas: ¿una “revolución
burguesa” depende de un campesinado políticamente débil? Y si la revolución
burguesa "clásica" “no logró” alcanzar sus objetivos burgueses, ¿dónde está la
utilidad del concepto?
La segunda razón de que no estemos ante una simple sutileza se deriva de
eso. El énfasis dado a la centralidad de la lucha burguesa contra el orden feudal
ha conducido a una concepción distorsionada y, considerando todas las
circunstancias, muy subordinada de la revuelta de las clases populares, incluso
(si no especialmente) entre los partidarios de la interpretación social, la mayoría
de los cuales se consideran defensores de las clases populares. Y esto es así a
pesar de la gran cantidad de esfuerzo de investigación invertido últimamente en
el estudio de los extremistas y los campesinos.2287
Por consiguiente, tenemos que volver a nuestra segunda pregunta sobre la
función y los objetivos de estas “fuerzas populares", que son las que Mathiez
denomina el "cuarto estado", y fueron en gran parte rurales, por supuesto. Todo
lo que se ha dicho sobre la alianza entre la burguesía y esas fuerzas populares
se fundamenta en un hecho básico, con respecto al cual Mathiez señala:

La burguesía propietaria se percató súbitamente del rostro feroz del cuarto estado. No podía

2284
Vovelle y Roche (1965, p. 26).
2285
Moore (1966, pp. 105-106). O de forma más suave: "fuera quien fuese quien ganara la
revolución, el terrateniente noble perdió” (Forster, 1967, p. 86). Véanse afirmaciones similares
en Rudé (1964, pp. 288, 290); Shapiro (1967, p. 510); Tilly (1968, p. 161); y Hirsch (1980, p.
330).
2286
Hobsbawm (1962, pp. 212-213) habla de la "gigantesca paradoja" de la Francia de
mediados del siglo xix. Debería haberse desarrollado más rápido allí, puesto que Francia
poseía "instituciones ideales para el desarrollo capitalista". Sin embargo, este desarrollo fue
"mucho más lento" que en otras partes. Explica la paradoja en función de la historia de la
Revolución francesa. "El componente capitalista de la economía francesa era una
superestructura erigida sobre la base inamovible del campesinado y la pequeña burguesía."
2287
Creo que en este aspecto Furet (1982, p. 74) acierta: "Es precisamente lo no burgués
en esta revolución, y lo que es además interesante —los campesinos y la masas urbanas
populares— lo que se conoce mejor: prueba quizá de que el concepto de revolución burguesa
no es tan operativo, puesto que no ha abierto un dominio de investigación para la historia
social."
132 Immanuel Wallerstein
permitir que la nobleza fuera expropiada sin sentir temor por sí misma, pues tenía en sus manos
una gran parte de las tierras de la nobleza y recibía de los aldeanos rentas señoriales .2288

Más que una alianza, parece haber existido desde el principio una acción
independiente de las clases populares, a la que los estratos capitalistas (en
cualquier bando de las luchas políticas internas) respondieron con diversos
grados de ferocidad o temor.
Comencemos con la "revolución campesina", que se refiere a una serie de
luchas que, incluso para Soboul, se encuentran "en el núcleo de la Revolución
francesa".2289 Si uno las considera como un conflicto continuo que se extiende
a lo largo del siglo xvm, y que simplemente culmina en la violencia más densa
de los años 17 8 9-17 93.2290 parece razonable considerar este descontento
campesino como una resistencia a la "ofensiva capitalista”, en palabras de Saint
Jacob,2291 que en muchas zonas (especialmente en el noroeste, el este y el
centro-oeste de Francia) trataba de destruir o disminuir, y con fecuencia lo
consiguió,
los "derechos colectivos” de los campesinos franceses. Éstos respondieron con
"acciones defensivas”.2292
La convocatoria de los Estados Generales se produjo después de varias
décadas de tales acciones defensivas. Además, tuvo lugar, como sabemos, en
un momento de crisis alimentaria particularmente aguda. Las agonías extra de
los pobres rurales se combinaron e interactuaron con sus temores (que eran
también los del estrato de campesinos con mejor situación) por sus "derechos
colectivos”.

2288
Mathiez (1923-1924, p. 59).
2289
Soboul (1976a, p. 17).
2290
"Entre un señorío que poco a poco se ‘fisiocratizaba’ y se hacía urbano, por un lado y
por otro, las minorías campesinas, cada vez más educadas que se negaban a sacrificar sus
esperanzas en el altar señorial de una revolución capitalista al estilo inglés, hubo escaramuzas
y combates de vanguardia a lo largo del siglo xvm. En 1789, el acontecimiento revolucionario
puso inesperadamente en primer plano estos conflictos, hasta entonces menores o reprimidos”
(Le Roy Ladurie, 1974, p. 22).
"El odio de los campesinos a los señores no era una cosa de ayer. Sin embargo, una de las
razones de que fueran empujados a un estado de rebelión general en 1789 debe buscarse en la
convocatoria de los Estados Generales” (Le- febvre, 1947b, p. 143).
2291
Saint Jacob (1960, p. 572). Véase también Lefebvre: "La intrusión del capitalismo en
la agricultura tuvo lugar bajo el disfraz de los derechos feudales, lo que los hizo incluso aún
más insoportables. Pervirtió su naturaleza, pues se habían fundado para sostener a un señor
que vivía entre sus campesinos y ahora cayeron en manos de capitalistas que pensaban sólo
en extraer beneficios de ellos" (1963, p. 352).
2292
Esta frase de Charles Tillv se utiliza en su análisis de East Anglia entre 1500 y 1900
(1982, p. 30), pero lo que describe parece también aplicable a Francia: "La versión campesina
de la agricultura de subsistencia —en la que las unidades domésticas que controlan la tierra
dedican una porción de su producción al mercado— se extendió en las primeras fases del
capitalismo y la constitución del Estado, antes de entrar en decadencia en las últimas fases de
los mismos procesos” (p. 9). Fue la resistencia a esta última fase, más exitosa en Francia que
en Inglaterra, lo que encontramos en los siglos xvm y xix en Francia.
Lucha en el centro 133
En esta lucha contra la “ofensiva capitalista”, tanto los campesinos mejor
situados como los pobres a menudo establecieron menos distinciones entre la
"aristocracia" y la "burguesía” de las que establecían estos últimos o que los
estudiosos posteriores han sido proclives a establecer.2293 Para los trabajadores
rurales, tanto los aristócratas como los burgueses formaban parte de las "clases
privilegiadas”.2294
Si las revueltas campesinas han de considerarse como el "ingrediente
insurreccional crucial”2295 de la Revolución francesa, tenemos que explicar qué
hizo esas revueltas tan explosivas. Yo considero que fue la combinación de la
resistencia a un largo proceso de proletarización con una demanda breve pero
muy
intensa de pan.2296 María Antoineta no fue la única que no supo percibirlo. Una
gran parte de la burguesía "revolucionaria” también parece haber interpretado
mal el hecho de que para las masas populares la revolución fue "tanto una
revolución por el pan como por los derechos políticos del hombre”. 2297
Un breve examen de la secuencia de acontecimientos del Gran Temor
ilustrará la dinámica de esos sentimientos populares. En las zonas rurales, la
"anarquía creciente” de 1788- 1789 inspiró la "conspiración de nobles y
burgueses en un intento de proteger su propiedad del 'cuarto estado’”. Si el 14
de julio hizo tambalearse esta alianza, "durante los posteriores desórdenes
volvió a aparecer en las provincias con mucha mayor frecuencia de lo que se

2293
"Desesperado por el hambre, el campesino era una amenaza inevitable para la
aristocracia, y la propia burguesía tampoco estaba en modo alguno segura, pues no pagaban
su parte de los impuestos; tenían un buen número de señoríos; proporcionaban jueces e
intenclants a los señores del feudo; como arrendadores de impuestos, se hacían cargo de la
recaudación de los derechos feudales. Los grandes terratenientes, agricultores ricos y
comerciantes de cereales se beneficiaban tanto como los recaudadores de los diezmos y los
señores de la política agrícola del rey, que restringía los clroits collectifs, tan caros al
campesino, y que con su insistencia en la libertad comercial aumentaba el precio de los
alimentos. Como el pueblo no deseaba morir de hambre, no veía razón por la que los ricos,
fueran quienes fueran, no se llevaran la mano al bolsillo para ayudar a los pobres. Abogados,
rentiers, mercaderes, propietarios rurales y, en Alsacia, los judíos, fueron tratados igual que
sacerdotes y nobles. También tenían motivos para sentir miedo" (Lefebvre, 1973, pp. 32-33).
2294
Lefebvre (1973, p. 40).
2295
Skocpol (1979, pp. 112-113).
2296
"Una vez considerado todo, la conclusión inevitable sigue siendo que el motivo
fundamental y más constante que impulsaba a las masas revolucionarias durante este periodo
fue la preocupación por el abastecimiento de alimentos baratos y abundantes" (Rudé, 1967, p.
208). Véase Hufton (1983) sobre las razones por las que en Francia las revueltas del pan fueron
tradicionalmente un fenómeno del área de la grande culture (desde el Canal de la Mancha al
Loi- re, excepto Bretaña) y de la viticultura, pero no de la zona de petite culture. Esto tiene cierta
correlación con las zonas fundamentales de apoyo a la Revolución francesa.
2297
Rose (1956, p. 171). Criticando a los "historiadores favorables a la revolución" por su
creencia en el interés paralelo de la burguesía y las "masas populares”, Lefebvre (1937, p.
324) sostiene que "el hambre desempeñó un papel más importante" de lo que han admitido
esos historiadores.
134 Immanuel Wallerstein
cree”.2298 Después del 14 de julio, cuando el Gran Temor se extendió a vastas
zonas de la Francia rural, la burguesía revolucionaria culpó a la "conjura de los
aristócratas”, y los aristócratas provinciales culparon a su vez a los burgueses
revolucionarios. Lefebvre ha refutado ambas teorías en su detallada exposición
de los hechos tal como sucedieron. Lo que está claro es que después del 14 de
julio, los campesinos empezaron a llevar a efecto sus reivindicaciones, dejando
de pagar impuestos y derechos y retomando los derechos colectivos que habían
perdido. "La población campesina tomó en sus manos su propia causa.”2299 El
Gran Temor aumentó considerablemente la agitación y "desempeñó su papel en
la preparación de la noche del 4 de agosto".2300 La denominada abolición del
feudalismo del 4 de agosto de 1789 no era el programa de la burguesía
revolucionaria, le fue impuesta por el campesinado insurgente. La Asamblea
Nacional agotó
su propia energía intentando limitar la realidad de esta transformación
institucional.233
En algún sentido esta historia iba a repetirse durante los siguientes cuatro
años: el gobierno y la legislatura adoptaron acciones "radicales” sólo bajo
presión directa de las masas populares, y siempre trataron de limitarla en algún
sentido.234 Esto puede interpretarse, como hacen Soboul y muchos otros, como
si los campesinos y los extremistas hubieran obligado a los tímidos burgueses
a seguir la lógica de la revolución burguesa. 235 A mí me parece más directo y
obvio considerar que los campesinos y los extremistas hicieron su propia
revolución, una revolución en contra de lo que en su lenguaje eran las "clases
privilegiadas", los estratos capitalistas en el mío.236 Esta

233
Véase la discusión en Zapperi (1972). Véase también Soboul (1976d, p. 268): "El
feudalismo fue destruido en su forma institucional y jurídica: se mantuvo como realidad
económica.” Pero, ¿fue el feudalismo o el capitalismo lo que se mantuvo? Como escribe
Lefebvre (1963, p. 356), al revisar las acciones de la Asamblea Nacional y de la Convención
desde 1789 hasta 1793, la suma total de lo que se consiguió parece clara: "La revolución no
tuvo en cuenta los deseos de la mayoría de los campesinos."
234
"Cuando el vizconde de Noailles, en la tarde del 4 de agosto de 1789, invocó las
demandas de las comunidades y propuso que se mostrara al pueblo 'que no nos oponemos a él
en lo que él cree interesante preservar’, trataba de circunscribir el asalto popular al ámbito de
los 'privilegios' y del sistema feudal, y salvar durante algunos años más el privilegio de la
propiedad. Uno debe ser consciente de la amenaza para entender el clamor" (Hirsch, 1980, pp.
327-328).
Además, el campesinado logró "recuperar" gran parte de sus derechos entre 1789 y 1792,
que no fueron legitimados hasta más tarde por las leyes del 28 de agosto de 1792 y del 10 de
junio de 1793. Véase Gauthier (1977, pp. 149-150,
163- 166); véase también Hunt (1983, p. 137).
235
"La revuelta campesina fue también crónica en gran parte de Francia desde 1789 hasta
1793. Constituyó, cosa que muchas veces no se entiende, la fuerza dinámica de la revolución.
Que la Revolución francesa sea burguesa no quiere decir que fuera únicamente obra de la

2298
Lefebvre (1973, pp. 46, 49).
2299
Ibid. (p. 101).
2300
Ibid. (p. 211). Véase también Aulard (1913, pp. 200-201).
Lucha en el centro 135
burguesía" (Soboul, 1973, pp. 86-87).
Ado (1977, p. 127) va aún más lejos y reprende a las masas por adelantarse a la burguesía:
"El problema general planteado al principio de este ensayo es el siguiente: ¿cuál fue el
contenido y la importancia histórica de este programa campesino igualitario en la revolución
burguesa de finales del siglo XVIII? ¿Fue este programa anticapitalista y por tanto [¡sic!]
retrógrado, conservador desde un punto de vista económico? En la mayoría de los casos la
respuesta tiene que ser que sí."
236
"Al destruir el Anden Re'gime, los campesinos también querían reaccionar contra el
proceso que conducía a la sociedad a la libertad económica y el individualismo competitivo,
hacia la sociedad capitalista. Junto con los artesanos, se oponían al libre comercio de cereales
y demandaban controles de precios (la taxation). En todas partes volvió a tomar posesión de
los derechos consuetudinarios de los que había sido privado" (Lefebvre, 1978, p. 242).
oposición se hizo mayor, y no menor, en el periodo 1789-1793, puesto que la
eliminación de la "aristocracia” y la iglesia como receptores de rentas rurales
muchas veces no hizo sino intensificar la lucha de clases en las zonas rurales
entre los trabajadores rurales y los beneficiarios rurales de la plusvalía. 237
El famoso problema de cómo interpretar las revueltas de la Vendée y la
chouannerie es menos difícil de entender desde esta perspectiva. Incluso
Mazauric, cercano en su interpretación a Soboul, asegura que fueron "ante todo
antiburguesas”.238 Paul Bois sitúa la causa esencial de estas revueltas en la
decepción de quienes participaron en ellas por la falta de beneficios reales de la
Revolución francesa para el agricultor. “Bajo un concepto u otro tenía que
seguir pagando.”239 Charles Tilly no solo llega
237
"Muchos historiadores suponen que cuando la alianza revolucionaria de los
campesinos y la burguesía derrotó al fin al sistema feudal, se consideró que las cuestiones
rurales quedaban resueltas y que los campesinos no querían más que disfrutar de sus beneficios
recientemente adquiridos en el orden restaurado. Pero no fue así en absoluto. La eliminación
del rival feudal y eclesiástico y el incremento de los precios de los productos agrícolas despertó
el apetito de los terratenientes. Como lo más frecuente era que controlaran los municipios, les
resultaba fácil transformar aquellas defensas tradicionales del campesinado en armas en contra
de quienes trabajaban la tierra" (Aberdam, 1975, p. 73). Aberdam observa además la aparición
de la expresión "diezmo burgués" (p. 88): "Los aparceros de la revolución, herederos de tres
siglos de lucha antifeudal en la resistencia a sus señores defendían en lo esencial una forma
encubierta de salario."
238
Mazauric (1965, p. 71) da muchas evidencias detalladas de esto, pero a continuación
concluye (p. 75): "En suma, la chouannerie se desarrolló allí donde la burguesía era considerada
parasitaria, en cualquier lugar en el que alcanzó un compromiso con el sistema feudal en lugar
de introducir los procesos revolucionarios de la división del trabajo y el capitalismo, cuando
dio el ejemplo de un 'fracaso' histórico." Y una vez más condena a los campesinos por
adelantarse a su época. "[Si un historiador] considera que la Revolución francesa representó
un progreso, no puede considerar 'legítima' la chouannerie, incluso aunque le conmuevan su
respaldo popular y su rico cúmulo de miserias y grandezas individuales." En otro pasaje,
Mazauric (1967, p. 364) nos recuerda la opinión de Jaurés: "Fue el pueblo quien impuso sus
puntos de vista y salvó la revolución burguesa de la Ilustración.” Por consiguiente, sin "el
pueblo" la revolución burguesa habría fracasado, pero cuando "el pueblo" de Francia
occidental se opuso al gobierno revolucionario, actuaba de forma "ilegítima”.
239
Bois (1971, p. 347). "Fue en aquellas áreas en las que se hizo presente el mayor deseo
de acabar con todas las formas de dominación, donde más profunda se hizo la desconfianza a
una toma final del poder por parte de la burguesía urbana" (p. 344). Véase Sutherland (1982)
sobre la base de clases de la chouannerie rural (agricultores en régimen de arriendo en vez de
136 Immanuel Wallerstein
campesinos propietarios independientes). Aunque Sutherland afirma que esto no es todo, sólo
modifica detalles del argumento. Mitchell también considera la Vendée como una
"manifestación del descontento popular" (1974, p. 117).
a la misma conclusión sobre los campesinos,2301 sino que encuentra que las
fuerzas contrarrevolucionarias tenían una fuerte base también entre los obreros
de las fábricas.2302 ¿Por qué no considerar la Vendée simplemente como parte
de la lucha antiburguesa campesina que se extendía a toda Francia?
En general, las cosas no eran muy distintas en las zonas urbanas, sobre todo
en París, donde puede decirse que los extremistas fueron un fenómeno urbano
paralelo a los pequeños campesinos con algunas tierras (en particular, los
laboureurs), es decir, trabajadores oprimidos pero no indigentes. Al igual que
los campesinos lucharon contra las "clases privilegiadas” (que incluían
indistintamente a aristócratas y burgueses), los trabajadores urbanos lucharon
contra una "aristocracia” en cuya definición no se incluye únicamente a los
nobles sino,

a los ricos y ociosos, a los grandes terratenientes y capitalistas, a los especuladores, a los
girondinos, a quienes pagaban salarios insuficientes a los trabajadores, a quienes llevaban los
cabellos largos y empolvados, a los que frecuentaban sacerdotes que no habían jurado fidelidad
a la república, a los que tenían opiniones políticas moderadas de cualquier tipo, e incluso a los
que eran simplemente indiferentes a la política.2303
Con semejante definición, no es sorprendente que los extremistas y el gobierno
revolucionario fueran enemigos tantas veces como aliados. Lo que más provocó
la ira de los primeros fue la depreciación del assignat24i y el precio del cereal,
cosas ambas que provocaron una virtual “ruptura” entre ellos y el gobierno. 244
La burguesía jacobina no les concedió libremente su exigencia de un máximo,
sino sólo "coaccionada y forzada”, como dice Soboul.245 Pero, ¿por qué, hablar
entonces de la "posición ambigua de los extremistas, como hace Soboul? 246

2301
"Desde el principio de la revolución [los campesinos] resistieron y se sintieron
agraviados por los esfuerzos de la burguesía para controlar al municipio" (Tilly, 1968, p. 281).
2302
"De hecho, numerosos incidentes de la denominada revuelta campesina de 1781 en la
zona occidental resultan implicar, al examinarlos con más detalle, núcleos de trabajadores
rurales o semiurbanos más que campesinos. Puede que no sea mera coincidencia que tres de
las series de revueltas populares más turbulentas de toda la revolución —las revoluciones
agrarias’ del Maine y la Norman Bocage en 1789, las guerrillas chouan del Maine, Normandía,
Bretaña y el norte de Anjou a partir de 1793, y la propia Vendée— estallaran en la zona
occidental de producción textil rural" (Tilly, 1968, p. xi). Recuérdese que muchos de estos
obreros textiles habían perdido su trabajo cuando disminuyó la producción textil como
consecuencia del tratado de Edén.
Faucheux sostiene que tanto los insurgentes rurales como los urbanos estaban
"fundamentalmente motivados por preocupaciones materiales" (1964, p. 384). La Vendée
había conocido peores hambrunas que el resto de Francia durante años (p. 191). Bendjebbar
observa que las zonas de bocage estaban orientadas al mercado y que "el assignat destruyó el
circuito de comercialización de la carne a la venta" (1987, p. 95).
2303
Sewell (1980, p. 111). Este uso estaba, en palabras de Sewell, "estrechamente
vinculado a la idea extremista del lugar del trabajo en la sociedad. Para el extremista, sólo
aquellos que trabajaban con las manos [...] hacían un trabajo útil."
Lucha en el centro 137

Fehér parece mucho más acertado al calificar la democracia directa parisina


como "el ejemplo más sorprendente de una voluntad política anticapitalista en
la historia moderna”.247 ¿Qué otra

243
Fehér (1987, p. 40) demuestra de manera bastante convincente, tomando como base
la obra de Falkner (1919), que la historia del assignat no fue la de una desgracia accidental
sino la de una elección política en la que la "devaluación constante garantiza la prioridad
política y temporal de las necesidades presupuestarias, incluso a costa de los que viven de un
salario".
244
Soboul (1958a, p. 259). "La hostilidad de los extremistas hacia el capital comercial
se simbolizó de manera fundamental en la persistencia de sus demandas contra el comercio en
moneda" (p. 475). Precisamente a causa de su desconfianza hacia el gobierno, nunca "cesaron
de reclamar la aprobación de las leyes por el pueblo" (p. 510).
Los extremistas sintieron con tanta fuerza este antagonismo que estaban dispuestos a
rechazar incluso a los burgueses más pequeños. "La violencia popular enajenó al movimiento
extremista las simpatías de una masa de pequeños bourgeois, caseros, pequeños tenderos,
gente ayant pignon sur rué, que, aunque pertenecía a la misma categoría social que la capa
superior de la sans- culotterie, se sentían alarmados y disgustados por la destrucción de la
propiedad. El jacobino medio no podía dejar de condenar un movimiento que parecía no
ofrecer ninguna garantía de paz civil; el Anden Régime había sido derribado por no ser capaz
de mantener el orden interno, y el tendero de París no había denunciado la violencia predatoria
de los seigneurs franceses [...] para encontrarse expuesto él mismo a la ciega furia de mujeres
casi muertas de hambre." (Cobb, 1959, p. 64).
245
Soboul (1958, p. 11).
246
Soboul (1954, p. 55). Esta "ambigüedad" explica, dice Soboul, "ciertos errores de
perspectiva" como los de Daniel Guérin.
247
Fehér (1987, pp. 82-83), sin duda insiste en un aspecto negativo de ello afirmando
que esta "voluntad política anticapitalista [...] estaba inextricablemente ligada a la idea de
terror". Incluso aunque esto fuera cierto como descripción de 1793, no puedo estar de acuerdo
con cualquier inferencia que afirme que así tenía que ser de manera inevitable.
También Tónnesson (1959, p. 347), al discutir las insurrecciones de Germinal y Prairial
del año III (1795), nos recuerda que es "este odio de los extremistas hacia los ricos [...] lo que
da a las insurrecciones su carácter de conflicto de clases", añadiendo que esta actitud "no era
menos consciente en el otro lado de las barricadas’’. Sobre los extremistas como desposeídos
y como militantes políticos, véase Burstin (1985, pp. 45-46). Respecto al debate sobre si los
extre- actitud cabía esperar frente a un gobierno que prohibió a los trabajadores
organizarse en su lugar de trabajo (loi Le Chape- lier) y, en vísperas de
termidor, denunciaba sus manifestaciones y huelgas como "maniobras
criminales”?248
Una cuestión secundaria muchas veces confunde el estudio de la lucha de
clases entre los trabajadores urbanos y la burguesía: el supuesto carácter no
proletario de los extremistas. La mayoría de los analistas parece estar de
acuerdo en la descripción ocupacional de ese término esencialmente político.
Fue una "palabra-acordeón"249 que incluía a pequeños tenderos, pequeños
comerciantes, artesanos, jornaleros, obreros, vagabundos y a los pobres de la
ciudad.230 Sin embargo, su "corazón y núcleo”251 fueron los artesanos. Los
trabajadores asalariados eran sólo una minoría, "un elemento entre otros". 252
Soboul incluso quiere negar a esta minoría el estatus de auténticos proletarios,
denominándolos "asalariados del viejo tipo”, 253 lo que seguramente significa
que trabajaban en tiendas pequeñas y no en grandes fábricas.
138 Immanuel Wallerstein
mistas deberían considerarse fundamentalmente como un movimiento social o político, véanse
Rudé, (1962, pp. 370-372) y Zacker (1962, p. 384).
248
Kaplan (1979, p. 75), que añade: “¿Había tanta diferencia entre esto y el hecho de que
la policía del Consulado imputara a las actividades del 'comité inglés’ la agitación de los
trabajadores? ¿Era muy diferente de la tesis de una conspiración que permitió a Turgot negar
el carácter espontáneo y popular de la guerra del trigo? Lo que fuera crimen de insubordinación
en el Antiguo Régimen se convirtió, por una transferencia casi inconsciente, en crimen de
contrarrevolución. El uno no era menos subversivo ni infame que el otro."
Además puede afirmarse que la revolución había sido en parte el medio por el que la
burguesía redujo la presión de clase de los trabajadores urbanos. Gar- den (1970, p. 592)
describe la aguda "lucha de clases" de los fabricantes de seda y sus obreros, en particular
intensa en los últimos años del Anden Régime, pero "de manera paradójica, la historia de la
revolución en Lyon se caracteriza por una rebaja de las exigencias de los obreros y un
debilitamiento de su posición. Los obreros de Lyon necesitarían muchos años para recuperar
su cohesión y su fortaleza, para tratar de sacudirse una vez más las ataduras de la dependencia
en que los mantenían los fabricantes-comerciantes."
249
Williams (1968, p. 19).
250
La lista es de Rudé, (1967, p. 12).
251
Williams (1968, p. 20). Pero véase Sonenscher que afirma que, de hecho, los
extremistas se nutrían más de los trabajadores a jornal que de los artesanos, y que si su lenguaje
político asimilaba ambas categorías "era una incorporación que se basaba en muy gran medida
en las condiciones impuestas por los trabajadores a jornal" (1984, p. 325).
252
Tónnesson (1959, p. xviii). Véase también Chaussinand-Nogaret (1981, p. 548).
253
Soboul (1968, p. 192). Contrástese esta opinión con la descripción de Lyon que hace
Garden (1970, p. 595): "Antes de 1789, en una ciudad donde la
Sin duda, todo esto es cierto desde el punto de vista descriptivo; sin embargo,
en la descripción se encuentra implícito un agudo contraste con los
movimientos obreros en los países auténticamente industrializados que tienen
una composición diferente. ¿Es esto tan definitivo? ¿No se ha dicho
sucesivamente de la mayoría de los movimientos obreros que su fortaleza y sus
cuadros se han extraído de un segmento de la población obrera con una mejor
situación económica, formado por artesanos técnicamente independientes o
trabajadores asalariados calificados mejor pagados? Buscar a quienes
verdaderamente no tenían nada que perder excepto sus cadenas nos llevaría en
la época de la Revolución francesa, a los indigents y nos lleva hoy a lo que se
denomina de modos diversos como subproletariado, lumpenproletariado,
trabajadores no calificados (muchas veces inmigrantes), marginales,
desempleados crónicos. Si tenemos que sostener, como hace Soboul, que “no
existía” un auténtico “espíritu de clase”254 en las masas populares urbanas
porque fueron conducidas por los artesanos (incluso aunque esto hubiera sido
siempre así durante la Revolución francesa, cosa que no es cierta), ¿qué
podemos decir del espíritu de clase de la clase trabajadora de los países
industrializados del siglo xx?
Antes de concluir, volvamos al último debate, el relativo a la naturaleza y
función de los jacobinos. Este análisis se solapa mucho más que ningún otro
con implicaciones políticas contemporáneas. Para gran parte de quienes
participan en el debate, "jacobino” suele servir como palabra en clave para los
comunistas de la Tercera Internacional, en el poder en la URSS y en otras
partes. Este análisis en clave, apenas velado dificulta el estudio desapasionado
Lucha en el centro 139
de la función que desempeñaron en realidad los jacobinos. Parece haber, sin
embargo, básicamente dos posiciones que, de forma curiosa, son comunes a
diversos planteamientos. O bien los jacobinos representaron algo radicalmente
diferente de quienes previamente ocupaban el poder
nobleza desempeña un papel limitado, a lo largo del siglo xvm se habría construido sin duda
una sociedad de clases, a pesar de la fuerza de las tradiciones. En más de un sentido, la sociedad
de Lyon del siglo xvm presagia la del xix: la dominación de la burguesía sobre la mano de
obra industrial ya era su característica esencial.” Véase el debate "entre los historiadores
marxistas" acerca del uso del término "preproletariado” para describir a los extremistas (Rudé,
1962, pp. 375-377); Lotté, 1962, pp. 387-390; Soboul, 1962, pp. 392-395).
254
Soboul (1981b, p. 356). De modo similar, Tónnesson habla de que los indigents se
convirtieron en "la clientela política de patrones extremistas" (1959, p. xv).
—no solo el Anden Régime sino también los girondinos—, o bien fueron una
variante más del mismo grupo gobernante. El campo de quienes creen que las
diferencias fueron grandes une a Soboul y a Furet, símbolos de concepciones
agudamente contrapuestas, y también incluye a Fehér. El otro campo es más
pequeño pero incluye a personas tan diversas como Tocquevi- lle, Guérin y
Higonnet.
Mathiez formuló de forma bastante explícita la posición de los partidarios
de la interpretación social:

Entre los girondinos y los montañeses el conflicto era profundo. Era casi un conflicto de clases.
El 2 de junio [de 1793] [...] fue más que una revolución política. Lo que derribaron los
extremistas era algo más que un partido; hasta cierto punto era una clase social. Después de la
minoría de la nobleza que sucumbió con el trono, le tocaba el turno ahora a la alta burguesía.
Robespierre fue, empezando por la Asamblea Constituyente, el revolucionario más popular
entre ¡a clase de artesanos y pequeños propietarios, de cuya entera confianza gozaba. Era el
jefe indiscutido de los extremistas, sobre todo después de la muerte de Marat.2304

Indudablemente, Furet y Richet señalan como punto culminante de la


revolución más el 10 de agosto de 1792 (la constitución de la Comuna
Revolucionaria de París) que el 2 de junio de 1793 (el arresto de los diputados
girondinos).2305 Y sostienen que el punto de inflexión tuvo que ver más con
valores políticos que con la lucha de clases:

Después del 10 de agosto de 1792 la revolución fue arrastrada por la guerra y la presión de las
masas parisinas fuera del gran camino trazado por la inteligencia y la riqueza en el siglo xvni.
Más allá de la revolución que Jaurés entendió tan bien, existía la revolución que Michelet
sintió instintivamente: la de las fuerzas oscuras de la miseria y la cólera.
Obligados a pactar con ellas, los políticos de la Montaña cedieron a todas sus demandas:

2304
Mathiez (1923-1924, pp. 262, 383, 405). Ésta es la razón por la que es una "tragedia
irónica" (p. 577) que los "mal dirigidos extremistas” al final se volvieran contra Robespierre.
2305
"El 2 de junio de 1792 no tiene ni con mucho la misma importancia para la historia de
la revolución que el 10 de agosto de 1792", incluso aunque marcara una "ruptura", una "derrota
del gobierno parlamentario", y por tanto una "derrota de la revolución" (Furet y Richet 1973,
pp. 201-202).
140 Immanuel Wallerstein
la conscripción, el control de los precios, el terror. Pero conservaron lo que era esencial para
ellos: el poder.2306
Más allá del hecho de que para Mathiez el periodo jacobino fue muy positivo
y para Furet y Richet muy negativo, todos concuerdan en que fue
profundamente diferente de la "primera fase” de la revolución y que los
jacobinos y las masas populares se encontraban básicamente del mismo lado.
Fehér, por su parte, presenta una versión un tanto diferente del mismo punto
de vista. Para él, los jacobinos sí representan políticamente a los extremistas y
a otras masas populares; sin embargo, no lo hacen como los representantes
avanzados de una burguesía radical, sino, por el contario, como “antiburgueses
y anticapitalistas”.2307 Pero para Fehér, al igual que para Furet y Richet, la
experiencia jacobina es negativa. Para estos últimos, fue negativa porque
supuso un dérapage de la vía liberal y parlamentaria, la vía británica, la que
había abrazado la Ilustración. Fehér, por el contario, no ve sólo en ella, sino
detrás de ella, toda una tradición del pensamiento ilustrado que representa
precisamente el rechazo de la "solución" británica del capitalismo. 2308 Si para
Fehér el periodo jacobino fue negativo, es porque cree que el socialismo es más
que un mero anticapitalismo, y que el terror no puede ser parte del
socialismo.2309
Tocqueville nunca discute explícitamente la cuestión, pero todo su énfasis
en las continuidades pesa en contra de cualquier punto de inflexión fundamental
en el transcurso de la revolución. Las pasiones en conflicto de la igualdad y la
libertad ya existían bajo el Anden Régime, y las luchas simplemente
continuaron después, con altibajos. "A pesar de lo radical que pueda haber sido,
la revolución hizo cambios mucho menores de lo que se supone generalmente."
Más bien, lo que hizo la revolución fue llevar a cabo muy rápidamente "lo que
de cualquier modo iba a suceder, aunque gradualmente”. 2310
Guérin en muchos aspectos es un miembro ortodoxo de la escuela de la
interpretación social. La Revolución francesa de las asambleas fue una
revolución burguesa, y lo siguió siendo, como dice Rudé, “incluso en los
momentos culminantes de la democracia jacobina". 262 Con la salvedad de que,
para Guérin, ni siquiera entonces fue una "democracia”, sino más bien una

2306
Furet y Richet (1973, p. 253).
2307
Fehér (1987, p. 131).
2308
Ibid. (pp. 54-55) insiste en el grado en que el jacobinismo fue un esfuerzo consciente
por impedir el "desarrollo británico o al menos la percepción jacobina de este desarrollo". Cita
el discurso de Robespierre (Oeuvres, IX, p. 499) a la Convención del 10 de mayo de 1973:
"Observad Inglaterra donde el oro y el poder del monarca inclina constantemente las balanzas
del mismo lado [...]; una forma monstruosa de gobierno, cuyas virtudes públicas son sólo un
espectáculo escandaloso en el que la sombra de la liberdad aniquila la propia libertad, la ley
consagra el despotismo, los derechos del pueblo son abiertamente vendidos y donde la
corrupción no se ve frenada por la vergüenza."
2309
Véase Fehér (1987, pp. 149-154) sobre cómo "aprender del jacobinismo” que el
anticapitalismo y el socialismo no son idénticos.
2310
Tocqueville (1955, p. 20). Un estudio empírico reciente que refuerza esta
Lucha en el centro 141
"dictadura burguesa”263 que luchaba en contra de una segunda revolución
proletaria independiente. Robespierre no fue el agente de esta segunda
revolución sino su opositor más inteligente. "Soñaba con un plan audaz [...]:
hacer concesiones a los bras ñus sin ceder en nada crucial."264
Higonnet aborda estas cuestiones desde un punto de vista más cercano
(objetiva, si no subjetivamente) al rechazo de Cobban y Furet al concepto de
revolución burguesa que a la interpretación social, si bien llega a conclusiones
no tan diferentes de las de Guérin. Higonnet considera el periodo 1792-1793
como de "anti-nobilismo oportunista” en el que el Terror fue un "gesto
estratégico [...] ideado para uncir 'al pueblo’ a la causa de la burguesía
revolucionaria”. En efecto, la persecución de los nobles (tanto por parte de los
girondinos como de los montañeses) fue "oportunista, táctica y demagógica”
porque servía esencialmente a desviar el descontento popular de su objeto real,
el "orden mundial burgués, individualista y capitalista” en el que los nobles, los
officiers y los burgueses estaban implicados por igual desde hacía largo
tiempo.265
¿Qué podemos concluir con respecto a los jacobinos? Desde el punto de
vista de la longue durée, me parece claro que las continuidades tocquevillianas
dominan el equilibrio de las estructuras políticas y económicas francesas, y que
por tanto, en
tesis es el de Brugiére (1986), quien demuestra la continuidad de las finanzas francesas desde
Luis XVI, pasando por la revolución y Napoleón, hasta épocas posteriores, no sólo en sus
estructuras y políticas, sino también hasta cierto punto en su personal.
262
Rudé (1954, p. 247).
263
Guérin (1968, vol. II, p. 11).
264
Guérin (1968, vol. I, p. 405). Muchas veces se critica a Guérin, como hace Rebérioux
(1965, pp. 197-198), por no tener en cuenta "la imposibilidad de hacer una auténtica elección
socialista en 1793-1794". Pero incluso aunque esto fuera así, se trata de una crítica al acierto
de lo que lograron las masas urbanas y no a lo que de hecho buscaban.
265
Higonnet (1981, pp. 39, 91, 112, 131). Los argumentos de Higonnet nos permiten
explicar con facilidad lo severo de algunas de las acciones de la Convención, como cuando el
13 de marzo de 1793 decretó la pena de muerte para "todos los que propusieron la ley agraria”
(es decir, la redivisión forzosa de la propiedad rural). Véase Rose (1984, p. 113).
lo que se refiere a los jacobinos, Guérin y Higonnet están más cerca de la verdad
que otros. Convertir a Robespierre en un proto Lenin (sin importar la opinión
que se tenga de Lenin) me parece que es hacer una interpretación errónea de su
papel, tal como él y sus contemporáneos lo percibieron. Me parece además que
la teoría de una revolución burguesa no puede superar el hecho de que las
realidades del capitalismo en Francia y en otras partes de Europa occidental
eran muy anteriores a 1789.
¿Qué pasa entonces con la Revolución francesa? ¿"Mucho ruido y pocas
nueces"? Sin duda no. La Revolución francesa fue tres cosas muy diferentes,
pero todas ellas profundamente entrelazadas. En primer lugar, fue un intento
relativamente consciente de un grupo diverso del estrato capitalista dominante
de imponer reformas del Estado francés que eran urgentemente necesarias en
vista de lo que se percibía como un salto hacia delante de Gran Bretaña hacia
142 Immanuel Wallerstein
la hegemonía en la economía-mundo. Como tal se desarrolló bajo Napoleón, y
aunque las reformas se impusieron, no se alcanzó el objetivo de impedir la
hegemonía británica. En efecto, el proceso revolucionario francés
probablemente fortaleció, como veremos, el liderazgo británico.
En segundo lugar, la revolución creó una situación de quiebra del orden
público, a tal grado, que surgiera el primer movimiento antisistémico (es decir,
anticapitalista) significativo de la historia del moderno sistema mundial, el de
las "masas populares" francesas. Y esto no porque la Revolución francesa fuera
una revolución burguesa, sino precisamente porque no lo fue.
En tercer lugar, la revolución ocasionó al moderno sistema mundial en su
conjunto la necesaria conmoción para poner finalmente la esfera ideológico-
cultural a la altura de la realidad económica y política. Los primeros siglos de
la economía- mundo capitalista se vivieron en gran medida cubiertos de ropajes
ideológicos "feudales". Esto no es ni anómalo ni inesperado. Este tipo de retraso
es normal y estructuralmente necesario, pero no podía durar siempre, y la
Revolución francesa, que en este sentido era sólo una parte (pero la parte clave)
de la "revolución mundial de Occidente”, constituyó el momento en el que la
ideología feudal se derrumbó por fin. La prueba se encuentra en la reacción
intelectual de Burke y de Maistre. No es necesario defender explícitamente las
ideas “conservadoras” sólo cuando se cuestionan de forma fundamental y dejan
de ser aceptadas por la mayoría; y hasta 1789 éste no fue el caso. 266 Fue un
cambio apasionante, y como tal apasionó a muchos, pero no señala el inicio de
una era burguesa y capitalista, sino su plena madurez.
Volvamos al problema de la competencia franco-británica por la hegemonía
en el sistema mundial, y a esta última fase crucial que transcurre de 1792 a 1815,
periodo que suele identificarse en la bibliografía sobre los ciclos de Kondratieff
como fase A de expansión económica.267 Serge Chassagne nos advierte, en su
estudio sobre la industria de la lana francesa desde 1790 hasta 1810, que este
periodo, simultáneamente "reveló debilidades existentes desde hacía largo
tiempo y [...] aceleró transformaciones inevitables”. Por consiguiente, afirma,
no debemos exagerar los rasgos accidentales del periodo revolucionario ni
confundirlos con "transformaciones estructurales” más profundas, tratando de
"glorificar o vilipendiar la revolución".268 Pero ¿fue la revolución sólo un factor
accidental, incluso desde un punto de vista estrictamente económico? Nuestra
tesis, hasta el momento, nos lleva a poner esto en duda. La revolución estalló
en gran parte precisamente como respuesta a las transformaciones estructurales
que se producían en la economía-mundo y, por su dinámica, "aceleraría” esas
evoluciones, como el propio Chassagne observa. 269 Nunca sabremos si estas
evoluciones hubieran sido de otro modo "inevitables”, lo que sí sabemos es que
se produjeron.
En esta fase de la rivalidad franco-británica, el elemento político clave y
diferencial respecto a las fases anteriores fue la intervención prácticamente
automática de ambos estados, en lados opuestos, en cada lucha "revolucionaria"
que se produjo. Hablando con propiedad, esta diferencia no se inició en 1789,
Lucha en el centro 143
sino bajo el Anden Régime, en la década de 1770.270 Como sa- 2311 bemos, en
última instancia Gran Bretaña triunfó globalmente desde el punto de vista
militar. Pero puede en verdad afirmarse que "dentro de una conjoncture en
general favorable, Gran Bretaña creó política, y a veces militarmente, su propia
conjoncture”.211 Fueron estas victorias político-militares las que aumentaron
de forma crítica las distancias económicas: en la agricultura, la industria, el
comercio y las finanzas.
En la agricultura, la diferencia clave fue que mientras en Francia la fortaleza
política demostrada por los campesinos en la revolución retrasó (e incluso
detuvo) el proceso de concentración de la propiedad, 272 el periodo de guerra en
realidad
biemos republicanos, fomentó prácticamente todos los disturbios revolucionarios” (Palmer,
1954, pp. 9-10).
271
Morineau (1976b, p. 69). Hobsbawm defiende la misma tesis. "Sea lo que sea aquello
a lo que se deba el avance británico, no fue a la superioridad científica y tecnológica. [Gran
Bretaña] poseía una economía tan fuerte y un Estado tan agresivo que logró adjudicarse el
mercado de sus competidores. En efecto, las guerras de 1793-1815 [...] prácticamente
eliminaron a todos los rivales del mundo no europeo, con la excepción, hasta cierto punto, de
Estados Unidos” (1962, pp. 47,51).
Nef (1957, p. 86) va aún más lejos, sugiriendo que si no se hubiera producido la
revolución, Francia podía haber adelantado a Gran Bretaña: "[En el siglo XVIII] el desarrollo
tecnológico a imitación de Inglaterra se convirtió en una consigna en Francia. Hacia finales
de siglo, en muchos casos Francia había empezado a adelantar a Inglaterra. De no haber sido
por la Revolución francesa y las guerras napoleónicas, es posible que en esa época hubiera
adelantado a Gran Bretaña incluso en el desarrollo tecnológico que debió su pujanza al uso
del carbón como combustible." Pero esto, por supuesto, relega los desarrollos políticos al
ámbito de lo accidental, si no de lo irrelevante.
Hartwell por otro lado es escéptico, pues afirma que Inglaterra también sufrió. Sostiene
que si no hubiera habido guerras, "la situación habría sido la misma: Inglaterra habría estado
a la cabeza, y Francia y Alemania se hubieran industrializado un poco después” (1972, p.
373). McNeill, por otra parte, se mofa de la idea de que la guerra no hubiera supuesto una
gran diferencia económica para Gran Bretaña. Señala que el crecimiento de los gastos del
gobierno aumentó la demanda interna y que los subsidios incrementaron la demanda extema,
para no hablar de los gastos de la guerra como preparación del camino para las exportaciones.
Sin todo esto, "parece imposible creer que la producción industrial británica hubiera
aumentado ni mucho menos al ritmo que lo hizo” (1982, p. 211).

2311
Véase Western (1956, pp. 603-605) sobre la ideología conservadora británica como
"producto de la Revolución francesa”.
267
Para Gran Bretaña, véase Gayer et al. (1975, pp. 486-500, 623-658, y vol. ii passim)]
para Francia, véase Labrousse (1965, pp. 480-494).
268
Chassagne (1978, pp. 164-165). Véase también Markovitch (1976a, p. 484).
269
Esto puede ilustrarse por medio de una elemental estadística comparada del
crecimiento de la metalurgia. Entre 1720 y 1790, Inglaterra creció un 100%, en tanto que
Francia creció un 468%. Entre 1720 y 1830, sin embargo, el porcentaje de crecimiento en
Inglaterra fue del 2608%, pero para Francia sólo del 908%. Véanse Léon (1960, p. 179); cf.
Lévy-Leboyer (1964, pp. 326- 332); Birch (1967, pp. 45-56).
270
"La lucha revolucionaria [...] fue inseparable de la lucha entre Inglaterra y Francia. El
gobierno británico se opuso a todo esfuerzo revolucionario. El francés, por otro lado, tanto
bajo los borbones como bajo los posteriores go-
144 Immanuel Wallerstein
272
Véanse Bergeron (1970, p. 490); Tulard (1970, pp. 645-646), y Milvvard y Saúl
(1973, pp. 262-263). Crouzet, en un debate con Soboul, arguye como abogado del diablo que
la supresión de los tributos feudales "no fue necesariamente un factor de crecimiento", puesto
que pudo haber disminuido la demanda. A la respuesta de Soboul de que los campesinos
vivían mejor en la época napoleónica, Crouzet replica: "estoy de acuerdo; pero el hecho de
que vivieran mejor significa un incremento en el consumo de subsistencia y además tal vez
existió un incremento en el acaparamiento con vistas a la adquisición de tierras. Desde el
punto de vista del análisis económico, esto representó una caída del crecimiento" (1971, pp.
556-557).
aceleró la concentración en Gran Bretaña,273 aumentando la distancia en
consecuencia y dando a Gran Bretaña, durante el siglo XVIII, ventajas a largo
plazo en el rendimiento de las tierras cultivables.274
También en la industria, la guerra parece haber tenido un impacto claro en
la producción de la crucial industria textil. Por una parte, las revisiones más
recientes de los datos del crecimiento económico británico, particularmente en
la industria del algodón, sugieren que la imagen anterior de "aceleración
espectacular” del periodo que se inicia en la década de 1780 parece
exagerada,275 y que debería hablarse más bien de una "aceleración constante"
tanto de la renta per cápita como de la productividad total. 276 Además, las
impresiones anteriores de que la industria a gran escala277 o la máquina de
vapor278 tuvie-
273
Colé (1952, p. 42) afirma que el ritmo de diversos cambios agrícolas que se habían
estado desarrollando en Gran Bretaña durante el siglo XVIII fue "acelerado de manera prodigiosa”
por las guerras. John (1967, p. 30) observa que el alza de los precios produjo "un aceleramiento
de los cercamientos”; la mitad de los cercamientos entre 1727 y 1845 se produjo en el periodo
1793-1815. Hueckel (1976a, p. 343) observa que las ventajas del aumento de los precios
revertieron a los propietarios de tierras como "incremento no ganado" de tierras inelásticas, al
contrario de los arrendatarios cuya oferta consistía sólo en su propio trabajo y capital. Aunque
estos arrendatarios podían incrementar sus beneficios absolutos mediante inversiones en
nuevas técnicas, los "porcentajes de rentabilidad del capital por encima del nivel habitual
duraban poco”, puesto que la agricultura era una "industria competitiva".
274
Véase O’Brien y Keyder (1978, pp. 136-138) que observan que el "atraso de Francia
[en el siglo xix] [...] [se derivaba] de la capacidad limitada de unidades pequeñas de propiedad
y cultivo para generar un superávit inversible, situación que atribuyen al hecho de que la
"revolución impidió rehabilitar latifundios mayores". Grantham (1978, p. 311) atribuye el
retraso en la adopción de una agricultura intensiva mixta en el norte de Francia al “lento
crecimiento de la demanda de carne y productos lácteos antes de 1840”, pero esto sin duda se
debió, al menos en parte, a la misma falta de concentración de la agricultura, que conllevaba
un mayor grado de producción de subsistencia.
Laurent, no obstante afirma (pero sin comparar estos datos con los de Gran Bretaña) que
existió una continua mejora de los rendimientos del trigo y el centeno franceses desde 1815
hasta 1880 (1976b, p. 683).
275
Crafts (1983, p. 186).
276
Harley (1982, p. 286). Es sorprentente que dos revisiones tan similares "a la baja” del
ritmo de crecimiento de la economía británica a fines del siglo XVIII —Harley y Crafts (1983)—
se hayan publicado en el espacio de un año en las dos principales revistas de historia económica
del Reino Unido y Estados Unidos.
277
Chapman (1971, p. 75), concluye: "En efecto cuanto más se examina la temprana
industria algodonera en detalle, tanto menos revolucionarias parecen ser las fases iniciales de
su ciclo de vida" (p. 76).
Lucha en el centro 145
278
Véanse Chapman (1972, pp. 18-19) y Crouzet (1958, p. 74). Sobre la importancia
perdurable de la energía hidráulica hasta 1840 (en oposición al mo- ron un papel
fundamental en esta aceleración, parecen igualmente exageradas en lo que se
refiere a este periodo. Finalmente, Chapman sostiene que la distinción entre los
productos británicos "producidos en masa” y los productos franceses "de moda
y orientados al diseño" no “puede sostenerse después de 1790”. 279
Sin embargo, sabemos que, por otro lado, en 1815 Gran Bretaña tenía una
"ventaja económica incuestionablemente superior" en la industria del algodón
en relación al continente en general, y con relación a Francia en particular. 280
¿Cómo pudo ocurrir esto? Gayer insiste en que no podemos inferir que la
expansión británica "habría sido menos rápida en una época de paz”. 281 Esto
quizá sea cierto, aunque la guerra incrementó claramente la cuota del algodón
en relación con la producción de lino y lana a causa de la mayor disponibilidad
de las fuentes de oferta del primero en situación de guerra. 282 Lo que tal vez
ocurrió no fue tanto que la expansión británica fuera mucho más rápida que
antes sino que existió "una notoria lentifica- ción" del ritmo de la
industrialización francesa.283
Un examen detallado de la datación indica exactamente lo que ocurrió en
Francia y, por extensión, en el resto de la Europa continental cuando cayó bajo
el control de Francia. La tasa de crecimiento de los periodos revolucionario y
de guerra pue-

torde vapor, menos económico), véanse Bairoch (1983) y Endrei (1983). Véanse también Gille
(1959, p. 28); Robinson (1974, p. 101); Musson (1976, pp. 416- 417), y Von Tunzelmann
(1978, p. 6).
279
Chapman (1972, p. 22).
280
Gayer et al. (1975, p. 649). Véase Godechot (1972, p. 370, cuadro 53).
281
Gayer, Ídem.
282
Edwards (1967, p. 33) que observa que la ventaja del algodón en el mercado interior
británico en los años 1790-1800 fue demorada por la estrella en alza de Beau Brummel como
árbitro de la moda masculina, con su énfasis en el planchado y el almidonado. "Los calicós y
muselinas se adaptaban bien a esas exigencias” (p. 35), y los sirvientes podían imitarlas.
283
Fohlen (1973, p. 69). Véanse también Crouzet (1967a, p. 173) y Lévy-Le- boyer
(1968, p. 282). Incluso Godechot que reprocha a Lévy-Leboyer la exageración de los efectos
negativos de la Revolución francesa en su industria, admite que es "indiscutible” que las
revoluciones "no sólo impidieron" a la Europa continental alcanzar el nivel de la industria
británica, "sino que incluso aumentaron la distancia" (1972, p. 370). En el caso de Francia en
particular, afirma que la revolución "perturbó gravemente la industrialización" (Godechot,
1972, p. 362). Además, está su efecto sobre regiones concretas de Francia. Crouzet (1959)
afirma que 1793 señala un punto de inflexión para el suroeste de Francia, que de ser una región
no menos industrializada que otras zonas de Francia se convirtió en una región
desindustrializada y seguiría siéndolo hasta después de 1815.
de subdividirse en un periodo de crecimiento lento desde 1790 hasta 1800, un
periodo de crecimiento relativamente mayor entre 1800 y 1810, y un nuevo
periodo bajo desde 1810 hasta 1815.2312 El primero fue el de la disrupción

2312 Marczewski (1963, p. 127) sugiere una nueva depresión y un segundo punto de ruptura
en 1812. Soboul (1976a, p. 4) acusa al assignat y a la inflación de crear una "ruptura" desde
1790 hasta 1797 "que interrumpió el crecimiento durante algún tiempo y produjo
146 Immanuel Wallerstein
autoimpuesta de la revolución; el tercero fue el de la disrupción impuesta por
los británicos. Los valientes esfuerzos de Napoleón, en el intermedio, no fueron
suficientes.
Debemos hacer notar una diferencia más entre Gran Bretaña y Francia con
relación a la industria del algodón. Mientras que este periodo fue el de la
liquidación, más o menos, del sistema de trabajo industrial a domicilio en la
industria textil británica y de la urbanización de sus actividades productivas,
fue por el contrario el periodo de la auténtica creación de una estructura de
trabajo industrial a domicilio en la industria textil francesa, un periodo que se
prolongaría hasta 1860. Chassagne califica esto de un "proceso de
industrialización dual” que separó físicamente en la década de 1790 los
procesos de hilado mecánicos "concentrados y muy capitalistas” basados en la
energía hidráulica, de las actividades en el entorno rural donde se producía el
tejido.2313
Si preguntamos por qué sucedió esto, Schmidt sugiere una clave que tiene
que ver precisamente con el impacto de la revolución. Recordando que una de
las preocupaciones de los franceses era ponerse a la altura de los nuevos avances
de los telares mecánicos de Gran Bretaña, Schmidt señala que para conseguir
esto de forma rápida y a bajo coste era preciso utilizar las fábricas ya existentes.
La nacionalización de la propiedad eclesiástica fue un golpe de suerte a este
respecto: el gobierno revolucionario entregó gratis o a bajo precio a los
fabricantes un gran número de conventos, escuelas de la iglesia y abadías con
la finalidad de que instalaran telares.2314 Esta propiedad, sin embargo, tenía que
tomarse donde se encontrara, es decir, frecuentemente en las zonas rurales.
Además, se tenía la sensación de que un sistema de trabajo a domicilio era una
"excelente garantía de orden social”,2315 él mismo una reacción al fuerte
impulso antisistema de la clase obrera francesa durante la revolución.
Sin duda, el elemento que tuvo mayor influencia tanto en la agricultura como
en la industria fue el impacto de las guerras en el comercio interestatal, el sector
clave del crecimiento en aquel momento. En las dos últimas décadas del siglo
xvm, casi el 60% de la "producción industrial adicional" de Gran Bretaña fue
exportado.2316 Justo en aquel momento fue cuando el comercio exterior de
Francia, que había desempeñado, una función clave en el crecimiento

consecuencias sociales irremediables". Crou- zet (1962, p. 214) habla de una "recesión durante
el Directorio y a comienzos del Consulado" que atribuye a "la pérdida de mercados extranjeros
por parte de la industria francesa". Bergeron (1970, pp. 504-505) dice que los buenos años de
1800-1810 "se sitúan entre dos episodios desastrosos: el desbaratamiento de las perspectivas
del Anden Régime por los primeros años de la revolución y guerra y el fracaso relativo de la
política de bloqueo y la derrota de Napoleón".
2313 Chassagne (1979, p. 104). Aunque éste observa que esta ruralización de las industrias
textiles de algodón de Francia se había iniciado ya a fines del Anden Régime, "la revolución
aceleró esta 'revolución' socioeconómica”.
2314 Véase Schmidt (1914, p. 51).
2315 Chassagne (1979, p. 107).
2316 Crafts (1988, p. 199).
Lucha en el centro 147
económico francés de las últimas décadas del Anden Régime, sufrió una
"decadencia catastrófica”,2317 provocada, en primer término, por la
revolución,2318 en segundo lugar por la pérdida de Santo Domingo, 2319 y, en
tercero, por las guerras napoleónicas.
Por tanto, parece claro que fueron las guerras lo que hizo posible la
“espectacular transformación”2320 de las exportaciones británicas de productos
textiles de algodón, a la vez que "impusieron una traba a Francia”, 293 creando
por consiguiente una "permanente ventaja comercial en los mercados
mundiales"294 en favor de Gran Bretaña. Por supuesto, Napoleón intentó invertir
esta situación y el mismo mes en que llegó al poder (brumario del año vm) un
memorándum interno del

británica contribuyó al menos tanto como la inventiva de los industriales británicos a la


expansión del mercado que tuvo lugar en la década de 1790 y durante los primeros años del
siglo xix.”
293 Fohlen (1973, p. 13). Lévy-Leboyer (1964, pp. 246-247) observa que en la primera
mitad del siglo xix "la lucha por los mares se libraba casi exclusivamente entre anglosajones",
algo que era "difícil de prever" sobre todo en el caso de Francia. "El aislamiento de 1793 y la
aparición de nuevas fuerzas de abastecimiento fue un golpe fatal al tráfico [marítimo de
Francia y Flolanda]." Véase también Crouzet (1962, p. 215): "A principios del Consulado
Francia carecía de mercados exteriores y no de capacidad productiva, la cual, pese a las
pérdidas sufridas durante la revolución, en buena parte estaba aún subempleada." Ellis (1981,
p. 102) confirma los descubrimientos de Crouzet (1962) —sobre el papel crucial de la falta de
mercados para sus industrias (en contraposición a la falta de capacidad industrial) durante este
periodo— para el caso de Alsacia.
294 Deane (1973a, p. 208). Véase también O'Brien y Kéyder (1978, p. 76) qué nos
recuerda la explicación de Adolphe Thiers: "No ganamos la batalla de Tra- falgar. No somos
los dueños de los mares y no tenemos 200 millones de consumidores, como Inglaterra. Ese es

2317 Marczewski (1965, p. lx), que sostiene que hasta 1855 Francia no volvería a alcanzar
el nivel de comercio exterior de 1787-1789.
2318 Braudel dice que "el colapso [del comercio] exterior de la Francia revolucionaria,
incluso antes de los acontecimientos dramáticos de 1792-1793, ha pesado mucho en su
historia" (1982, p. 219).
2319 Un tercio del comercio exterior de Francia en los últimos años del Anden Régime se
producía en forma exclusiva con Saint-Domingue. "Mientras Francia tuvo todavía ‘las Islas’,
y en especial la ‘perla de las Indias Occidentales' [Saint- Domingue], el sistema económico de
la Francia del Anden Régime permaneció intacto.” Pero este fue "el primer elemento" del
Anden Régime que "se colapso" (Lüthy, 1961, p. 596). Bergeron añade que "desde aquel
momento la economía francesa, con su sector más dinámico cercenado, se encontró expuesta
a las tentaciones de la ruralización, o al menos se vio obligada a enfrentar la transición a la era
industrial en condiciones menos favorables" (1970, p. 476).
2320 Deane y Colé (1967, p. 30). Véanse también Schlote (1952, p. 42, cuadro 8); Crouzet
(1958, pp. 178-192); Deane y Habakkuk (1963, p. 77), y Edwards (1967, pp. 27-29). Incluso
un autor como Davis (1974, p. 66), que destaca la tecnología en contraposición a la demanda
como el factor explicativo de la expansión de la producción textil algodonera en Gran Bretaña,
observa un rápido incremento en las exportaciones en los años 1790 a 1800, que sufrió lo que
denomina una "distorsión" de las modalidades de comercio causada por las guerras. El término
"distorsión", en mi opinión, distorsiona la realidad. Habakkuk y Deane (p. 78) son más
acertados al sostener que, "El poder de la Armada
148 Immanuel Wallerstein
todo el secreto de nuestra inferioridad." Mo- rineau (1978, p. 416) señala esta secuencia: las
ventas tradicionales de Gran Bretaña a las que se añadieron las obtenidas en el continente como
resultado de la "forzosa abstención de Francia", y a las que se añadieron además la expansión
en América del Sur. "Después de lo cual, las cosas estaban en marcha, y el juego se había
acabado." Crouzet (1980, p. 72) observa que el 60% de las "exportaciones adicionales" de
Gran Bretaña entre 1783 y 1812 se destinaron al Nuevo Mundo, y el 23% a Europa continental.
Incluso Landes (1969, p. 145), cuyo énfasis principal radica en lo que denomina los
determinantes locales del crecimiento industrial, habla de "efectos secundarios" causados por
el retraso en la industrialización continental como resultado del levantamiento revolucionario:
"En particular la distancia entre el equipamiento industrial británico y el continental había
aumentado, y aunque una extensión de este tipo podía significar en teoría un mayor incentivo
a la modernización, constituyó un obstáculo.” Landes ofrece dos explicaciones a este
fenómeno. Uno es que el aumento de la capacidad significó que el último equipamiento era
"menos adecuado al mercado continental posterior a Water- loo" (p. 146), pero esto por
supuesto era porque Gran Bretaña logró ahora el acceso al mercado no europeo. La segunda
razón es el mayor "volumen de inversión inicial” (p. 147) que ahora se precisaba. Landes, por
consiguiente, habla de que la industria continental se entregó a una "obsolescencia voluntaria"
que, admite, "contribuyó a mantener la ventaja competitiva de Gran Bretaña en terceros
mercados”. Pero, ¿hasta qué punto es voluntaria una estructura económica creada en gran parte
por el dominio político-militar? Landes describe de hecho la situación de "hegemonía”. Véase
a este respecto Milward y Saúl (1973, pp. 307-309).
gobierno francés observaba: "La existencia de Inglaterra se debe únicamente a
su comercio y a su crédito. Si se logra hacer que se tambalee uno u otro,
Inglaterra se arruina, está perdida.”2321 Y sin embargo sabemos que, pese a los
mejores esfuerzos de Napoleón, nunca logró que el comercio exterior alcanzara
el nivel que había tenido en 17 8 9.2322
La política de Napoleón, desde luego, no comenzó realmente con Napoleón;
comenzó con la vuelta al proteccionismo en 1791, continuó con la ley de
navegación francesa de 1793, la prohibición de que las mercancías británicas
entraran en barcos comerciales neutrales en 1798, y culminó en los decretos de
Berlín y Milán de 1806-1807 que organizaron el bloqueo continental.2323
El propio bloqueo parecía fundamentalmente dirigido contra la producción
de telas de algodón británicas, "amenazada de sobreproducción a causa de una
expansión excesivamente rápida”,2324 especialmente entre 1799 y 1802, años en
los que Napoleón experimentaba su primera crisis comercial.2325 El bloqueo era

2321 A. E. 46, f. 326. En 1847, un autor alemán escribía: “Esta guerra [entre Francia y Gran
Bretaña, 1792-1815] —¿la creerá la posteridad?— fue proclamada como cruzada contra el
azúcar y el café, contra los percales y las muselinas" (Schlegel, citado en Lingelbach, 1914, p.
257).
2322 Soboul (1976b, p. 105) dice que esto "subrayó una vez más la importancia del
comercio colonial a gran escala al final del Anden Régime y las consecuencias irremediables de
su ruina’’.
2323 Véanse Bergeron (1978e, p. 358) y Rose (1893, p. 704). Por lo que se refiere al bloqueo
de Gran Bretaña, Meyer sostiene que las presiones británicas sobre Holanda ya en 1778, para
que denunciaran su tratado comercial con Francia fue "uno de los antecedentes distantes del
bloqueo continental' inglés durante la revolución y el imperio" (1979a, p. 213, nota).
2324 Crouzet (1958, vol. i, p. 86).
2325 Véase Butel (1970) quien observa que la mejoría de la situación en 1802 con la paz de
Amiens pronto se invirtió en el verano de 1803 con la reanudación de la guerra marítima. Pero
Lucha en el centro 149
una amenaza "grave”, puesto que Gran Bretaña era efectivamente
"vulnerable”.2326 Napoleón esperaba afectar al comercio británico en muchos
frentes: cerrando la venta de productos manufacturados en Europa, bloqueando
la importación de materias primas y debilitando el crédito financiero británico
(al crear una balanza de pagos negativa que condujera al agotamiento de las
reservas de metales preciosos y por consiguiente al colapso de la confianza en
el papel moneda).2327
El único de estos objetivos alcanzado siquiera parcialmente fue el de cerrar
el mercado europeo a los productos británicos.2328 La prohibición de las
importaciones de materias primas a Gran Bretaña fracasó por el hecho de que
el poder de Napoleón, en la ácida prosa del capitán Mahan, "acababa, como el
de ciertos hechiceros, al llegar al Agua”.2329 Por lo que se refiere al crédito
financiero británico, siguió siendo bueno porque los vínculos financieros con el
continente en realidad nunca se rompieron,2330 por no hablar del hecho de que
Gran Bretaña era receptora permanente del flujo de metales preciosos como
refugio de los capitales fugitivos de la revolución primero y más tarde del
sistema continental de Napoleón.2331 Las finanzas estatales de Gran Bretaña se
mantuvieron equilibradas, en primer lugar gracias a los ingresos procedentes de
un comercio exterior en expansión;2332 más tarde, cuando los costes de la guerra
aumentaron, gracias a los créditos2333 y a un sistema fiscal que repartía las cargas
de forma desproporcionada, gravando al sector agrícola y protegiendo la
industria y el comercio.2334
Aunque Napoleón utilizaba el poder del Estado para fomentar la industria,
incluso por medio de subsidios,2335 los británi- eos eran igualmente activos

en este momento el bloqueo británico era "todavía muy tolerante" en la medida en que permitía
a Gran Bretaña "el comercio indirecto con las colonias mediante intermediarios neutrales, en
particular los americanos” (p. 546).
2326 Crouzet (1958, vol. i, p. 203).
2327
Ibid. (pp. 57-63, 91-97, 102, 122-123).
2328 Ibid. (pp. 126-152).
2329 Mahan (1893, vol. il, p. 279). En referencia a 1806, Mahan habla de "aquella
supremacía y omnipresencia de la Armada británica que hizo imposible que los barcos bajo
bandera enemiga se mantuvieran en el mar" (p. 308). La conclusión de Mahan: "Mediante el
dominio del mar, mediante la destrucción del sistema colonial y del comercio colonial de
Francia [...] [Gran Bretaña] empujó al enemigo al campo de batalla del sistema continental,
donde su ruina final era cierta" (pp. 400-401).
2330 Véase Fugier (1954, p. 236).
2331 Véase Lévy-Leboyer (1964, p. 708). Braudel habla de una "fuga de capitales a gran
escala" de la Francia revolucionaria (1982, p. 219).
2332 Véase Sherwig (1969, p. 12).
2333 "La práctica prematura de pedir créditos para financiar la guerra fue más beneficiosa
de lo que por lo general se admite, tanto para mantener los niveles de empleo como para
preservar la energía del progreso durante un periodo quizá crítico en el desarrollo económico
de Gran Bretaña" (Anderson, 1974,
p. 618.)
2334 Véase Deane (1979, p. 52) y John (1967, p. 47).
2335 Existieron tres formas principales de ayuda estatal: 1] el arrendamiento o la venta a
150 Immanuel Wallerstein
apoyando a la suya310 y tratando con cierto éxito de bloquear las fuentes de
suministro de materias primas a las industrias francesas y continentales. 311
Crou- zet insiste en que el bloqueo continental no fue desde el punto de vista
económico "ineficaz” pues afectó seriamente a la actividad económica
británica, pero Napoleón no pudo aplicarlo el tiempo suficiente para lograr sus
objetivos, fundamentalmente por razones políticas y militares. 312 Por una parte,
Francia se enfrentó a resistencias políticas nacionalistas dentro de su imperio;313
por otra, en esta fértil atmósfera, Gran Bretaña compraba aliados a través de
subsidios considerables.314 Bajo la
Lenoir, Temaux, Bauwens— "se sentían comprendidos, ayudados, apoyados” (1969, p. 122)
durante el imperio de Napoleón. Véase también Chassagne (1980, p. 336).
310 Gran Bretaña era proteccionista activa respecto a su ventaja tecnológica. Estableció
diversas leyes reunidas en una ley general de 1795 que prohibía la exportación de maquinaria
(incluyendo instrumentos y bosquejos o modelos de máquinas) así como la emigración de
trabajadores calificados, cuyo quebrantamiento se castigaba con severas sanciones (pérdida de
la ciudadanía británica, confiscación de las propiedades). Sin duda tales leyes no tuvieron éxito
en un 100%, fueron efectivas y se derogaron en 1824, e incluso entonces sólo de manera
parcial; la abolición completa no se produciría hasta 1843. Véase Clough (1957, p. 1346).
3,1 Véanse Cobban (1965, p. 52) y Godechot (1967b, pp. 167-168). Bouvier (1970, p. 512)

atribuye la crisis industrial de Francia en 1810-1811 a las "dificultades para obtener suministro
de materias primas” debido al bloqueo. Véase también Fugier (1954, pp. 237-238).
312 Crouzet (1958, vol. u, pp. 855-860).
313 Véase Godechot (1967a, pp. 180-200) sobre la resistencia en España, Alemania e
Italia. Crouzet (1958, vol. i, p. 408) observa que los resultados del Bloqueo en España fueron
"desastrosos” para Francia. Esta tuvo que contemplar al final cómo Gran Bretaña la desalojaba
de forma significativa del mercado español. Véase Broder (1976, p. 310). Véase también
Dupin (1858, p. 160) que muestra que la venta de los productos británicos en la península
británica se quintuplicó entre 1807 y 1812.
La resistencia nacionalista a Napoleón tenía una base económica y política. Véase Pollard
sobre el intento de Napoleón: "Otros países del bando [de Francia], en particular Italia,
tuvieron que convertirse en proveedores de ciertas materias primas y mercados para sus
fabricantes. El resto de Europa, en la medida en que entró en juego, se convertiría en una
dependencia, sería inundado por las industrias protegidas y mimadas de Francia, en tanto que
los artículos producidos allí fueron excluidos por completo del mercado metropolitano. La
visión de Francia era la del nacionalismo exclusivo" (1981, p. 24).
314 Los subsidios se iniciaron con la amenaza prusiana de 1794, y se hicieron cada vez
más generosos "bajo la presión de los acontecimientos". En el invierno de 1806-1807, los
subsidios "se repartían [...] a manos llenas" (Sherwig, 1969, p. 181). Hacia 1812-1814, tales
subsidios componían cerca del 14% de los ingresos fiscales totales de Gran Bretaña (p. 354).
La cifra total del periodo 1793-1816 fue de "más de 57 millqíies de libras” (Clapham, 1917,
p. 495).
contrapresión Napoleón comenzó a retirarse en el terreno económico ya en
1810, cuando reabrió los puertos de Francia a los productos coloniales por vía

bajo precio de las propiedades de la iglesia a fabricantes (cuyas implicaciones para la estructura
de la industria a largo plazo ya hemos observado antes); 2] el fomento gubernamental de nueva
maquinaria derivada de modelos británicos; 3] subsidios modestos a quienes instalaran esta
maquinaria (utilizada principalmente para ayudar a los empresarios que, de lo contrario se
habrían visto amenazados por la bancarrota). Véase Bergeron (1978b, pp. 213- 214). Leleux
dice que los grandes industriales —Dollfus, Oberkampf, Richard-
Lucha en el centro 151
de licencias. Por consiguiente, logró que el tesoro del Estado absorbiera el
margen de beneficios de los contrabandistas, aunque esto no hizo más que
agravar la resistencia política dentro de Europa, pues suponía un pacto
económico encubierto con Gran Bretaña a expensas de otros países europeos.
Por lo tanto, añadió un elemento más que propiciaba la inversión de alianzas
que se produciría más tarde.2336
¿Fue, pues, un gigantesco fracaso todo el esfuerzo de los gobiernos
revolucionarios y de Napoleón por acabar con la creciente ventaja relativa de
Gran Bretaña sobre Francia? Probablemente no del todo. Crouzet sostiene que
"hacia 1800, Europa Central estaba amenazada por la pastoralización y por el
destino que corrió la India en el siglo xix”. 2337 Esta amenaza no se materializó.
Sin embargo, Gran Bretaña tenía una ventaja muy superior en 1815 que en
1793,2338 la cual debía precisamente a los efectos, directos e indirectos, de las
eras revolucionaria y napoleónica.
Sin embargo, existe un factor más que hay que tener en cuenta: el curso de
las luchas de clases de nivel estatal en Francia y Gran Bretaña. En Francia, ya
hemos expuesto la tendencia antisistema de las clases urbanas en los años
revolucionarios. Sabemos que los enragés o jacquesroutains, así como los
babouvistes, fracasaron de forma decisiva como movimientos políticos.2339 Las
reformas de la política social previstas, que las masas populares habían logrado
arrancar al gobierno revolucionario, nunca se llevaron a cabo. Sin embargo, el
ideal de la bienfaisance jacobina —el derecho a la asistencia social de quienes
se encontraban por debajo del límite de la pobreza— dejó un legado político
"que no debe menospreciarse",2340 y este legado se dejó sentir en la era
napoleónica.
Napoleón preservó todas las reformas legales instituidas por
la revolución, es más, las codificó.2341 Por supuesto, eso no significó
necesariamente mayor seguridad y derechos para el trabajador asalariado, cuya
situación económica no fue mejor bajo Napoleón, sino que probablemente
empeoró.2342 No obstante, las condiciones económicas de las masas populares
mejoraron considerablemente bajo Napoleón. La suya fue una época dominada
por un "alza de los salarios”. Esta mejora de las condiciones materiales era

2336 Véase Jouvenel (1942, pp. 399-417). Ellis (1981, p. 266) sostiene que una de las
explicaciones del fracaso de la política económica de Napoleón fue su "deliberada
unilateralidad" frente al resto de la Europa continental. En lugar de promover una Zollverein
continental, Napoleón creó un vasto "mercado no común encadenado a los intereses de
Francia".
2337 Crouzet (1964, p. 579).
2338 Véase Crouzet (1958, vol. II, p. 872).
2339 Véanse Tónnesson (1959); Markov (1960); Soboul (1963); Rose (1965, 1972, 1978);
Higonnet (1979).
2340 Forrest (1981, p. 172).
2341 Véase Soboul (1970a, p. 335), que afirma que Bonaparte respetó "los logros sociales”
de la Asamblea Constituyente. Véase también Godechot (1970, pp. 795-796).
2342 Lefebvre (1969, p. 153).
152 Immanuel Wallerstein
“incuestionable”, hasta el punto que después del desplome económico de 1817,
los campesinos y los trabajadores urbanos consideraban retrospectivamente el
imperio como "una especie de edad de oro".2343 Sin duda, la conjoncture
favoreció a Napoleón, pero eso no supuso de forma automática el apoyo
popular. Es pertinente comparar la atmósfera de Francia con la de Gran Bretaña
en la misma con- joncture.
La Revolución francesa despertó al principio considerables simpatías entre
quienes podríamos llamar en sentido lato la izquierda del espectro político
británico. Mientras que sus defensores moderados comenzaron a perder la fe en
ella durante la fase jacobina, quedó un grupo fiel entre los denominados
jacobinos ingleses, cuya política estaba de hecho más cercana a la de los
extremistas que a la de los jacobinos. Tenían su fuerza en la clase de artesanos
y mantuvieron una "oposición radical” a la monarquía, la aristocracia, el Estado
y los impuestos.2344 Pero una vez que estalló la guerra, los miembros de estas
sociedades populares quedaron políticamente "aislados” de los grupos Whig
más cercanos a la corriente principal.2345
Sin embargo, el gobierno consideraba a estos grupos una amenaza real y
temía "cualquier forma de actividad popular autónoma” porque le parecía que
ponía en peligro no sólo la autoridad tradicional sino la "nueva ideología de la
economía política”.2346 El resultado fue una represión seria y relativamente
eficaz, de tal modo que los radicales británicos durante la
década de 1790 "creyeron estar experimentando un reino de terror" 2347 que
incluía la suspensión del hábeas corpus.
Las dos políticas nuevas más importantes, en lo tocante al control de los
trabajadores durante este periodo, fueron el "sistema de subsidios” de
Speenhamland de 1795 y las Leyes Antiasociación [Anti Combination Acts] de
1799. Speenhamland relajó la antigua Ley de Radicación [Act of Settlement] de
1662, cuyo efecto fue, según afirma Thorold Rogers, "vincular al trabajador a
su parroquia de residencia, y convertirle en un siervo”. 2348 El sistema revisado
de las Leyes de Pobres proporcionaba en efecto un salario mínimo (mediante
los subsidios del gobierno) ligado al coste de la vida más un sistema de subsidio
familiar.
Sería preciso plantear tres preguntas sobre Speenhamland. ¿Benefició a los
trabajadores? ¿Benefició a los patronos (en gran parte de trabajadores
agrícolas)? ¿Por qué se llevó a efecto? Está claro que tenía algunas ventajas para

2343 Tulard (1970, pp. 659-661).


2344 Thompson (1968, pp. 171-172). Sobre el liderazgo de los artesanos en el radicalismo
obrero inglés de esta época, véase también Gareth Stedman Jones (1974, p. 484); Prothero
(1979), y Calhoun (1982, p. 7).
2345 Goodwin (1979, p. 26).
2346 Thompson (1971, p. 129).
2347 Emsley (1981, p. 155). Además de la persecución por traición y sedición, se producían
considerables "represalias personales” (p. 174). Lefebvre (1968, p. 616) señala el uso
extendido de lo que en Francia se denominaba guillotine sé- che, es decir, la deportación.
2348 Rogers (1884, p. 434).
Lucha en el centro 153
los trabajadores en la medida en que suponía que incluso en los años malos
"podían contar con escapar a la pura inanición”.2349 ¿Benefició a los patronos?
Al subsidiar lo que de hecho eran "salarios por debajo de la media”, el efecto
fue que, entre 1795 y 1824, "hizo bajar los salarios agrícolas". Blaug, sin
embargo, sostiene que estos subsidios a los patronos de hecho eran pagados por
ellos mismos mediante el sistema de cuotas, siendo muy estrecho el "vínculo"
entre ambos.2350
Entonces, ¿cuál bono? Lo que de hecho hizo fue evitar el desempleo
extendiendo el subempleo en un país que en buena medida era aún agrícola. 2351
Si preguntamos por qué se llevó a efecto, la motivación parece clara e
inmediatamente política, "el temor al levantamiento popular",2352 el espectro de
la Revolución francesa como revolución anticapitalista. En este sentido,
Speenhamland tuvo éxito.2353 Pero sólo lo tuvo porque se
complementó con las Leyes Antiasociación, "por las cuales Speenhamland pudo
haber tenido el efecto de elevar los salarios en lugar de bajarlos, como de hecho
hizo".333 Plumb señala que las Leyes Antiasociación lograron dos cosas
simultáneamente: mantener bajos los salarios a pesar del alza del precio de los
alimentos, y permitir al gobierno "erradicar uno de los mejores viveros para la
propaganda subversiva”.334
De este modo, la política frente a las masas populares fue, a fin de cuentas,
más dura en Gran Bretaña que en Francia, probablemente porque el impulso
antisistema en Francia, aunque reprimido, había sido más eficaz. Una prueba de
lo que afirmamos es el nivel real de los salarios y el abastecimiento de alimentos
en ambos países durante la guerra. Ya hemos visto que los trabajadores
franceses consideraron la época napoleónica como un periodo de aumento de
los salarios reales, pero Gran Bretaña presenció una caída durante ese
periodo.335
Cuando esto se combina con años de escasez de pan, como los de 1809 a
1811, la difícil situación produjo graves revueltas, en algunos aspectos
comparables a las que ocurrieron en la Francia prerrevolucionaria, con la
salvedad de que no expresaban en sí mismas un sentimiento antigubernamental,
sino un sentimiento antipatronos y antimáquinas, el luddismo. 336 Sin
da a los pobres, los trabajadores rurales, en épocas de escasez y en las estaciones del año en las
que había poco trabajo no habrían tenido más alternativa que marcharse a las ciudades.
Multitudes compuestas por este tipo de personas habían inundado París como consecuencia de
las malas cosechas de 1788- 1789." Después de 1795, sin embargo, difícilmente podía ocurrir
lo mismo en Inglaterra; Polanyi cita la afirmación de Canning de que "la Ley de Pobres salvó

2349 McNeill (1982, p. 209). Sin duda lo hizo mediante un sistema que eliminaba todo
incentivo a la productividad. En palabras de Polanyé (1957, pp. 79- 80), esto "supuso el
abandono de la legislación Tudor no para reducir sino para aumentar el patemalismo". A largo
plazo afirma, "el resultado fue pésimo”.
2350 Blaug (1963, pp. 162, 168, 176).
2351 Véase Blaug (1963, pp. 176-177).
2352 Mantoux (1928, p. 448).
2353 Véase el análisis de McNeill (1982, p. 209): "En ausencia de la ley de ayu-
154 Immanuel Wallerstein
a Inglaterra de una revolución".
Esto lleva a tomar con ciertas reservas la conclusión de Chambers y Mingay (1966, pp.
109-110) de que "fue básicamente una política humanitaria lo que contribuyó a mantener con
vida a una desbordante población rural a expensas de los beneficios de los agricultores y las
rentas de los terratenientes”.
333 Polanyi (1957, p. 81). "Entre 1793 y 1820, el parlamento aprobó más de 60 leyes
dirigidas a reprimir la acción colectiva de los trabajadores. En 1799, casi cualquier forma de
asociación de trabajadores o acción colectiva era ilegal o estaba sometida a los permisos de los
jueces de paz" (Munger, 1981, p. 93).
334 Plumb (1950, p. 158). De modo similar, Mantoux (1928, p. 456) sostiene que la ley
se inspiraba en "el temor a una revolución como la que tenía lugar en Francia".
335 Mantoux (1928, p. 436) califica de brusca la caída. "El aumento nominal de los
salarios [...] no guardaba proporción con el alza de los precios debida a la guerra.” Véanse
también Foster (1974, p. 21); Jones (1975, p. 38), y Von Tun- zelmann (1979, p. 48). O'Brien
y Engerman (1981, p. 169, cuadro 9.1) muestran algo más cercano a un nivel estable de salarios
reales, aunque con una caída en el punto medio.
336 Sobre las revueltas por el hambre, véase Stevenson (1974). Sobre la com-
embargo, el resultado neto no fue, o no llegó a ser, un estallido
revolucionario.337 A pesar que las condiciones empeoraron durante la guerra,
fue posible mantener bajo control a los trabajadores británicos: en parte por la
represión gubernamental, en parte sin duda (como muchas veces se ha
afirmado) por el me- todismo,338 pero también en parte utilizando el sentimiento
nacionalista (antifrancés) para la causa de la estabilidad política. 339 Después de
esto, todo lo que tenía que hacer la clase gobernante británica era empezar a
repartir una parte del pastel con sus estratos inferiores. Pero para esto habría
que esperar a la nueva era de hegemonía (incluso aunque ésta tardara en llegar).
Con el final de las guerras, Gran Bretaña quedó como potencia hegemónica
en el sistema-mundo. Consolidó su poder mundial adquiriendo una serie de
bases marítimas que, añadidas a las que ya tenía, le permitían ahora circundar
estratégicamente el globo. Entre 1783 y 1816 Gran Bretaña adquirió, en el
Océano Atlántico: Santa Lucía, Trinidad, Tobago, Bathurst, Sierra Leona,
Ascensión, Santa Elena, Tristan da Cunha, y la isla Gough; en el Océano índico:
la Colonia del Cabo, Mauricio, las Seychelles, las Islas Lacadivas, las Maldivas,
Ceilán, las islas Andaman y Penang; en Australasia: Nueva Gales del Sur,
Nueva
paración entre la Inglaterra de 1809-1811 con la Francia de 1786-1789, véase Cunningham
(1910, pp. 75-77). Sobre el luddismo como respuesta al profundo descontento de los
trabajadores, véase Thomis (1972, pp. 43-46).
337 Naim (1964, p. 43) tiene una impresión global un tanto diferente: "La historia
temprana de la clase obrera inglesa es [...] una historia de revueltas que se prolonga durante
más de medio siglo, desde el periodo de la Revolución francesa hasta el clímax del Chartism
en la década de 1840." No estoy en desacuerdo con él, pero creo que la revuelta francesa tuvo
más éxito, en gran parte debido a sus éxitos anteriores como una fuerza antiburguesa,
anticapitalista. Se hicieron más duros, siendo la burguesía francesa algo menos resistente que
su equivalente británico y una burguesía que disponía de menos excedentes tenía más
dificultades para cooptar a los trabajadores franceses.
338 El argumento más completo es el de Semmel, que estructura los datos empíricos para
sostener (1973, p. 7) que "El metodismo pudo contribuir a bloquear un violento equivalente
inglés de la Revolución francesa apropiándose por anticipado del atractivo crítico y los
Lucha en el centro 155
objetivos de aquella revolución.” Véase también Kieman (1952, p. 45) y Thompson (1968, p.
419).
339 Véase Anderson (1980, pp. 37-38). "El sentimiento de comunidad nacional,
orquestado de manera sistemática por el Estado, bien pudo tener una mayor realidad en la
época napoleónica que en cualquier otro momento del siglo anterior. La importancia
estructural del [nacionalismo contrarrevolucionario], general y duradera, era en verdad algo
más que el fenómeno del metodismo, más local y limitado." Pero véase no obstante Colley,
que arguye que el Estado británico era lo bastante fuerte como para no sentir la necesidad de
"promover y explotar la conciencia nacional" (1986, p. 106).
Zelanda, las islas Macquarie, las islas Campbell, la isla Auc- kland, la Isla Lord
Howe y las Islas Chatham; y en el Mediterráneo: Malta y las islas jónicas. 2354
Además, durante el proceso de la guerra Gran Bretaña había logrado acabar
con el último vestigio de la antigua hegemonía holandesa, su función como
centro financiero de Europa.2355 Mediante su dominio en el comercio y las
finanzas, Gran Bretaña comenzó a adquirir créditos masivos invisibles —
beneficios de la marina mercante, comisiones comerciales, giros de técnicos y
oficiales coloniales en el extranjero, beneficios de inversiones— que fueron
suficientes para compensar un continuo y creciente déficit comercial, déficit
existente pese al volumen de sus exportaciones. Gran Bretaña, por
consiguiente, pudo mantener una balanza de pagos constantemente
favorable.2356 Inició también su papel como "maestra de la Europa
industrial",2357 manteniendo no obstante sus elevadas barreras
proteccionistas.2358
En este periodo, el sentimiento del retraso francés con relación a la industria
británica se convirtió en un dogma aceptado. Un industrial francés de la década
de 1830 explicaba la superioridad británica por la mayor especialización de su
industria, lo que suponía que Gran Bretaña podía producir más deprisa y a un
precio más bajo.2359 La explicación que daba Chaptal en la época de porqué
ocurría aquello subrayaba los bajos salarios franceses como elementos
disuasivos de la mecanización.2360 Esto parece dudoso, sin embargo, a la luz de
datos recientes según los cuales los obreros de las industrias francesas de la

2354 Véanse Graham (1966, p. 5), Shaw (1970, p. 2) y Darby y Fullard (1970, pp. 12-13).
2355 Véanse Graham (1966, p. 7) y Braudel (1982, p. 395).
2356 Véase Imlah (1958, pp. 40-42).
2357 Henderson (1972, p. 212).
2358 El proteccionismo industrial británico no se liquidó hasta 1842. Véase Imlah 1958, pp.
16, 23). Las Leyes de Navegación británicas no se derogaron hasta 1849. Véase Clapham
(1966, pp. 169-170). Véanse también Lévy-Leboyer (1964, pp. 213-214) y Deane (1979, p.
203). Por supuesto el proteccionismo francés duró todavía más. Véanse Lévy-Leboyer (1964,
p. 15); Broder (1976, pp. 334-335); Daumard (1976, pp. 155-159); Léon (1976a, p. 479);
Chassagne (1981, p. 51), y sobre Europa en general, Gille (1973, p. 260).
2359 Citado por Gille (1959, p. 33). Véase Stearns (1965) para un análisis de la sensación
de los industriales franceses entre 1820 y 1848, de la "abrumadora superioridad de la industria
británica" (p. 53).
2360 Chaptal (1819, vol. n, p. 31). Landes (1969, pp. 161-164) está de acuerdo con él.
Crouzet (1972c, p. 286) sin embargo cita una "mano de obra barata e inteligente” como una
de las pocas ventajas de Francia frente a Gran Bretaña en el periodo posterior a 1815.
156 Immanuel Wallerstein
época "alcanzaron niveles de productividad superiores a los de sus
equivalentes" en Gran Bretaña.2361 Y es aún más dudoso si recordamos que los
datos que indican que los salarios en Francia eran inferiores a los pagados en
Gran Bretaña no se refieren necesariamente a "niveles de ingresos medios”,
dada la diferente estructura de la renta familiar, “y por tanto [al] bienestar en
ambos países”.2362
Uno de los resultados claros del salto hacia delante de Gran Bretaña y la
derrota de Francia en las guerras fue el surgimiento de una estructura
demográfica bastante diferente en ambos países. Le Roy Ladurie, de forma un
tanto drástica, califica la Revolución francesa de "islam demográfico” 2363 de
Francia, lo que quiere decir que a causa de la revolución el control de la
natalidad se convirtió en una práctica extendida en las zonas rurales. Reinhard,
más solemnemente, sugiere que la estructura de Francia fue únicamente el
"prototipo” de lo que más tarde ocurriría en todas partes. 2364 McNeill, sin
embargo, considera la cuestión de forma muy diferente, contemplando las
guerras napoleónicas como una forma de “atenuar las tensiones sociales que
surgieron de un rápido crecimiento demográfico" en el siglo XVIII.2365
¿No podríamos, por tanto, considerar la estructura demográfica posterior a
1815 como un ajuste a la realidad económica y política? Los británicos,
habiendo conquistado la mejor posición en el mercado mundial, tenían que
aumentar su mano de obra para maximizar su ventaja. Hicieron esto fomentando
las elevadas tasas de incremento demográfico natural, favoreciendo la
inmigración y potenciando el paso a mayores campos de trabajo asalariado
frente al no asalariado.2366 Francia, inca

2361 O'Brien y Keyder (1978, p. 174); véase también el cuadro 4.3, p. 91). Los autores
observan que éste es un "descubrimiento heterodoxo".
2362 O'Brien y Keyder (1978, p. 74).
2363 Le Roy Ladurie (1975, p. 378). Sédillot dice lo mismo de manera más moderada.
Afirma que entre 1789 y 1815 la población aumentó un 9% en Francia y un 23% en Gran
Bretaña, lo que "contribuyó a reducir la brecha en el volumen de población y a preparar el foso
que se construiría" (1987, p. 37).
2364 Reinhard (1965, p. 451).
2365 McNeill (1982, p. 201). Dupáquier (1970, pp. 340-341) parece compartir esta
perspectiva.
2366 Véase la discusión en Tranter (1981, pp. 209-216), que sostiene que la mayor parte del
aumento de la mano de obra de 1780 a 1860 derivó del crecimiento natural. Véase también
Reinhard (1965, p. 458). Sobre el papel de Irlanda en el crecimiento de la población de
Inglaterra, véase Connell (1969, p. 39).
157 Immanuet Wallerstein
paz de soportar una mayor mano de obra mediante los ingresos del comercio
internacional, la inversión extranjera y los servicios mercantiles en general,
como Gran Bretaña, decidió apoyar una producción doméstica per cápita
paralela mediante "restricciones a la fertilidad”.2367 En este caso, no sería el
lento crecimiento demográfico lo que explicaría la lenta mecanización,2368 sino
a la inversa. De ser así, podría perdonarse a los franceses que creyeran que “el
mercantilismo triunfante, no el sistema de fábricas [...] [estaba] en el núcleo de
la superioridad británica durante fin siglo después de Waterloo”. 2369
Considerando todo esto debemos leer la larga controversia que existe sobre
el estándar de vida de la clase obrera británica. En efecto, es un debate centrado
en gran parte en lo que sucedió entre-1815, aproximadamente, y 1840. Ashton
lanza el debate posterior a 1945 afirmando que, dada la caída de los precios y
el aumento de las importaciones a Gran Bretaña, "es difícil creer que los
trabajadores no participaran de los beneficios”. Hobsbawm sugiere, por el
contrario, que dado el incremento de las tasas de mortalidad y desempleo, la
evidencia dispersa "apoya un punto de vista pesimista y no halagüeño”.
Hartwell, por su parte sugiere que se produjeron mejoras, "lentamente durante
la guerra, más deprisa después de 1815, y rápidamente después de 1840”. Y
Hobsbawm replica que existieron mejoras de la renta nacional pero, ¿hubo una
distribución más equitativa? Taylor sigue el debate sugiriendo que "el progreso
de la clase trabajadora iba rezagado con respecto al de la nación en su
conjunto”.2370
No parece difícil reconciliar los actuales hallazgos empíricos expuestos;
parece más difícil negar que los precios descendieron considerablemente,
aunque, a causa de las Leyes de Cereales, los del pan descendieron menos de lo
que hubieran descendido en otras circunstancias. 357 Los salarios reales de los
asalariados aumentaron un poco, pero esto no se aplica necesariamente al
trabajo agrícola, ni a los desempleados y parcialmente empleados en las
ciudades. Tampoco excluye la probabilidad de que por el incremento de sus
salarios reales, los trabajadores asalariados y sus familias tuvieran que trabajar

2367 O’Brien y Keyder (1978, p. 75).


2368 Esta opinión se refleja en Gille (1959, p. 40), Léon (1976a, p. 478) y Se- vvell (1980,
p. 153).
2369 O'Brien y Keyder (1978, p. 75).
2370 Ashton (1949, p. 28), Hobsbawm (1957, p. 52), Hartwell (1961, p. 412), Hobsbawm
(1963, p. 126) y Taylor (1960, p. 25). Véanse también Imlah (1958); Hartwell (1963; 1970a);
Williams (1966); Neale (1966); Gourvish (1972); Flinn (1974); Hartwell y Engerman (1975);
Hueckel (1981); O'Brien y Engerirían (1981); Crafts (1983), y Lindert y Williamson (1983).
Es fascinante leer las reflexiones que hizo Briavoinne sobre esta cuestión en 1838; "El
hecho de que existe un beneficio material está claro. Pero un resultado que hasta ahora parece
menos probado, aunque ya no es puesto en duda por muchas personas distinguidas, es saber
si el nuevo sistema industrial tiende a inspirar al trabajador un sentimiento más firme de su
dignidad, hábitos de orden más regulares, una tendencia más acusada al ahorro, una moral más
pura. Se cita la existencia de cajas de ahorro. A esta prueba material puede contraponerse con
facilidad los registros de nacimientos y los de hospicios, que revelan un triste estado de
desorden dentro de las familias; y estadísticas
158 Immanuel Waüerstein
más arduamente y durante más horas que antes. Es decir, el salario real anual
podía aumentar sin que el salario real por hora subiera. Finalmente, está claro
que los beneficios de la industria del algodón (y otras industrias) se
"mantuvieron bien” pese a la caída de los precios, y que una de las razones es
que los industriales "disfrutaron de una oferta de mano de obra a bajo precio
casi inagotable".358 Materialmente, un segmento de la clase obrera británica
obtuvo una porción ligeramente mayor del pastel, pero considerándolo desde el
punto de vista de la economía-mundo en su conjunto, esto es perfectamente
coherente con la afirmación de que la clase obrera a nivel de la economía-
mundo obtuvo una porción menor del mismo pastel.
Debemos recordar el doble movimiento que se producía en la economía-
mundo justo en este momento. Había una significativa incorporación de nuevas
zonas a la economía-mundo, nuevas periferias que sufrían un descenso
significativo en su nivel de vida. Sin embargo, Europa Occidental en general (y
en particular Francia, Bélgica, "Alemania” occidental y Suiza) y también los
estados del norte de Estados Unidos, habiendo quedado a la zaga de Gran
Bretaña, iniciaban su "industrialización” y serían capaces de (re)surgir como
fuertes zonas del centro a mediados del siglo XIX. Entretanto, la resistencia de
sus clases trabajadoras al desarrollo capitalista pudo haberles reportado
pequeños incrementos similares en los niveles de vida reales.
Ambos desarrollos serán sometidos a un detallado análisis

criminales, que muestran un continuo aumento de delitos mayores y menores. La cuestión no


está aún madura; no hay suficientes datos que permitan un análisis claro” (1838, p. 98). Uno
se pregunta, todavía hoy, si la cuestión está "madura''.
357 Deane (1979, p. 208) dice que entre 1815 y 1846, las Leyes de Cereales fueron "un
símbolo del conflicto entre ricos y pobres".
358 Deane (1979, pp. 99-100).
más adelante. Ahora es el momento de hacer unas pocas observaciones
preliminares para completar la comparación franco- británica. En el periodo
1815-1840, Francia logró "modernizar” su industria textil en particular,
"superando su retraso”2371 con respecto a Gran Bretaña. Obsérvese, sin
embargo, cómo se logró esto y a qué mercado abasteció. Francia recurrió a una
es- pecialización en productos textiles de calidad junto a una rura- lización de
los lugares de producción, como ya hemos observado. Una de las razones clave
fue el volumen del mercado. Despojada del mundo, Francia tenía que
reorientarse para proveer a Francia, lo que logró mediante la reestructuración y
la relocalización industrial.2372 Por consiguiente, si éste fue un periodo de
desindustrialización de la periferia, en Europa este "mal, no desconocido, fue
menos profundo”, lo que se debió a que los estados eran aún lo suficientemente

2371Lévy-Leboyer (1964, pp. 144-145, 169-171, 342,411-414).


2372Véase Crouzet (1964, p. 586). Este desplazamiento desde la costa hacia el interior se
produjo desde luego durante las guerras y afectó a la totalidad de la antigua ex Lotaringia:
noreste de Francia, Gante, Vervier, Lieja, Aquisgrán y AIsacia.
Lucha en el centro 159
fuertes para intervenir activamente en contra de esa amenaza.2373 ¿Pero, ¿no es
también cierto que Gran Bretaña no necesitaba la desindustrialización de
Europa? Más bien al contrario; dada la extensión del mercado periférico, Gran
Bretaña necesitaba un segundo estrato de países en vías de industrialización
detrás de sí para recoger las sobras a medida que progresaba hacia nuevos
avances tecnológicos. O así funcionó durante, al menos, 50 años.
Sin embargo, por el momento nosotros hemos de detenernos en 1830/1832,
un punto de inflexión político. En Francia, julio de 1830 fue "más que una
revuelta, y ciertamente menos que una revolución”.2374 En muchos aspectos,
con relación a la Revolución francesa, dicha revuelta desempeñó la misma
función que la Revolución Gloriosa de 1688-1689 desempeñó con relación a la
Revolución inglesa. Representó un compromiso ideológico entre las clases
dominantes que de algún modo hizo menos enconadas las luchas ideológicas
causadas por la violencia extrema de la revolución anterior. Garantizó el hecho
de que las luchas mutuamente destructivas entre los estratos superiores se
libraran desde entonces de una forma política "normal" (aunque no siempre
constitucional). De este modo, liberó a los trabajadores de su dependencia
intelectual de los pensadores burgueses. Los trabajadores "tomaron el lenguaje
de la revolución y lo reformaron para adaptarlo a sus propios objetivos”. 2375
La Revolución francesa de 1830 tuvo un eco inmediato en Gran Bretaña y
condujo hacia la Ley de Reforma de 1832.2376 En efecto, sólo "se impidió en el
último momento”2377 un estallido violento en Gran Bretaña en 1832. La Ley de
Reforma de aquel año resultó ser, por lo tanto, una especie de coda ideológica
de 1688-1689, incluyendo en el juego político a los industriales, quienes
anteriormente habían sido excluidos "no porque su propiedad fuera industrial,
sino porque era pequeña”.2378 Esta coda tuvo para Gran Bretaña la misma

2373 Lévy-Leboyer (1964, pp. 186-191).


2374 Montgolfier (1980, p. 7).
2375 Sewell (1980, p. 281) quien también dice: "La conciencia de clase surgió en Francia
por vez primera durante la agitación que siguió a la revolución de 1830." Pero como he
sostenido antes la conciencia de clase ya estaba presente, lo que faltaba era la teorización, que
empezaría ahora.
2376 Véase Thompson (1968, p. 911).
2377 Thompson (1978b, pp. 46-47) quien añade este comentario historiográfi- co muy
pertinente: "Si no hubiera existido, es obvio suponer que la revolución habría precipitado un
proceso muy rápido de radicalización, que habría desbordado la experiencia jacobina; y fuese
cual fuese la forma que hubiera podido tomar una contrarrevolución y final estabilización, es
poco probable que muchas instituciones del siglo XVIII hubieran podido sobrevivir: la Cámara
de los Lores, la iglesia establecida, la monarquía y la élite militar y política quizás hubiesen
sido barridas, por lo menos de forma temporal. De haber sucedido de este modo, al menos los
teóricos de modelos estarían satisfechos: 1832 sería la revolución burguesa inglesa, y 1640
caería en el olvido como una eclosión 'prematura', una especie de amalgama de guerras
hugonotas y la Fronda. Se hubiera reforzado la tendencia a pensar que en Gran Bretaña existió
algún tipo de sociedad ‘feudal’ hasta la víspera de 1832, de lo que da fe la difusa noción que
acecha en los márgenes de algunas interpretaciones marxistas de la Revolución francesa, según
la cual el ‘feudalismo’ prevalecía en Francia en 1788.”
2378 Thompson (1978b, p. 50).
Lucha en el centro 1299
función que 1830 tuvo para Francia: liberó terminológicamente a la clase
trabajadora. Ahora, los trabajadores británicos podían empezar a expresar la
acción, imbuida de conciencia de clase, que llevaban tiempo ejecutando.
El grabado ilustra una parte del elaborado proceso de recepción de un embajador europeo en
la corte otomana: el banquete ceremonial ofrecido por el gran visir que precede
inmediatamente a la presentación del embajador al sultán. El grabado es obra de Bénoist y
data de 1785 (probablemente se trata de M. A. Bénoist, que trabajó en París entre 1780 y
1810), y fue completado por Delvaux (probablemente, Rémi Delvaux, 1750-1832). Fue
publicado como ilustración en una de las primeras introducciones importantes a las
costumbres y la historia otomana para un público europeo. Este libro, Tablean general de
l'Em- pire Othoman, fue escrito por Ignatius Mouradgea d'Ohsson, quien había sido encargado
de negocios de Suecia en la Sublime Puerta, y fue publicado en francés en París en tres
volúmenes en 1787, 1790 y 1820.
3. LA INCORPORACIÓN DE VASTAS ZONAS NUEVAS A LA
ECONOMÍA-MUNDO: 1750-1850

En el curso de la renovada expansión económica (e inflación monetaria) del


periodo 1733-1817 (aproximadamente), la economía-mundo europea rompió
los límites que había creado durante el siglo xvi y comenzó a incorporar vastas
zonas nuevas a la división efectiva del trabajo que abarcaba. Empezó
incorporando zonas que ya se encontraban en su área externa desde el siglo
XVII, en concreto y sobre todo el subcontinente indio, el imperio otomano, el
imperio ruso y África Occidental.
Estas incorporaciones tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVIII y en
la primera mitad del xix. El ritmo, como sabemos, se aceleró y a finales del
siglo xix y principios del xx el mundo entero, incluso aquellas regiones que
nunca habían formado parte del área externa de la economía-mundo capitalista
fueron arrastradas a su interior. Las pautas de este proceso de incorporación al
proceso ya existente de acumulación de capital quedaron establecidas en estas
cuatro zonas. Aunque el proceso de incorporación de cada una de ellas fue en
cierto modo diferente en cuanto a los detalles, los cuatro procesos se
produjeron más o menos simultáneamente y exhibieron similitudes en sus
rasgos esenciales.
La incorporación a la economía-mundo capitalista nunca se produjo a
iniciativa de los que eran incorporados, este proceso se derivó más bien de la
necesidad de la economía-mundo de expandir sus fronteras, una necesidad que
era resultado de presiones internas de la economía-mundo. Además, procesos
de gran alcance y escala, como esta incorporación, no son fenómenos abruptos,
emergen del flujo de actividades continuas. Aunque podemos datarlos
retrospectivamente (y en forma aproximada), los puntos de inflexión raras
veces son nítidos y los cambios cualitativos que encaman son complejos y
compuestos. Sin embargo, su impacto es real y acaba por percibirse que han
ocurrido.
"Trataremos las diferencias entre las relaciones mantenidas por Rusia y
Europa del este con Europa occidental bajo tres encabezamientos distintos: a]
una diferencia en la naturaleza del comercio; b] una diferencia en la fuerza y
el papel del aparato de Estado, y c] como consecuencia de los dos puntos
anteriores, una diferencia en la fuerza y el papel de la burguesía urbana
indígena."2379
La cuestión que tratamos ahora es la naturaleza del proceso mediante el cual
una zona que en un momento dado se encontraba en el área externa de la

2379 Wallerstein (1980, p. 427).

[179]
180 Immanuel Wallerstein
economía-mundo pudo llegar a encontrarse, en un momento posterior, en la
periferia de esa misma economía-mundo. Concebimos esta transición como un
periodo de duración media que denominamos periodo de "incorporación”. Por
consiguiente, el modelo que estamos utilizando implica tres momentos
sucesivos para una "zona”: encontrarse en el área externa, ser incorporado, ser
periferiali- zado. Ninguno de esos tres momentos es estático, todos implican
procesos.
La incorporación significa fundamentalmente que al menos algunos
procesos de producción importantes en un lugar geográfico dado se convierten
en parte integrante de varias de las cadenas mercantiles que constituyen la
división del trabajo corriente en la economía-mundo capitalista. ¿Cómo
sabemos si un proceso de producción concreto es "parte integrante de" esta
división del trabajo? Un proceso de producción sólo puede considerarse así
integrado si su producción responde en algún sentido a las siempre cambiantes
"condiciones de mercado" de esta economía-mundo (sea cual sea el origen de
estos cambios) en términos de esfuerzos por parte de quienes controlan estos
procesos de producción para maxi- mizar la acumulación de capital dentro de
este "mercado”, si no a plazo muy corto, al menos a un razonable plazo medio.
En la medida en que no se pueda afirmar que se dan tales procesos, ni siquiera
a grandes rasgos, en la medida en que las irregularidades de los procesos
concretos de producción puedan explicarse por consideraciones que no sean
las que permiten la acumulación máxima de capital en la economía- mundo, la
zona en la que se den estas condiciones particulares puede considerarse situada
en el área externa de la economía-mundo, pese a la existencia de lazos
comerciales y con independencia de la extensión o la rentabilidad del
"comercio” en curso.
Por supuesto, por mucho que pueda aclararse teóricamente la diferencia
desde el punto de vista de la definición, es poco útil como indicador empírico
de la descripción correcta de una situación particular. Para encontrar tales
indicadores, tenemos que dirigir nuestra atención a algunas de las
consecuencias empíricas de tal integración. Y aquí tenemos que establecer una
distinción entre el momento (por largo que sea) de “incorporación" y el
momento posterior de "periferialización”. Si puede permitirse una analogía, la
incorporación implica "enganchar” la zona a la órbita de la economía-mundo,
de tal manera que, en la práctica, no tenga ya ninguna posibilidad de escapar;
la periferialización, por su parte, implica una transformación continua de las
microestructuras del área en cuestión, transformación que a veces se describe
como profundización del desarrollo capitalista.
Si nos preguntamos qué se requiere para que un proceso de producción local
responda en algún sentido a las condiciones siempre cambiantes del mercado
de una economía-mundo, tal vez podamos encontrar los criterios que
necesitamos. Parece claro que la capacidad de respuesta, al menos
parcialmente, se da en función del tamaño de la unidad de toma de decisiones.
Una unidad grande tiene más probabilidades de causar impacto en sí misma y
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 181
en sus propias expectativas de acumulación de capital mediante la alteración
de sus decisiones de producción con base en las condiciones que considere
alteradas en un mercado dado. Esto significa que para que las empresas de una
zona empiecen a responder de este modo, tal vez deban aumentar su tamaño.
La creación de tales unidades mayores de toma de decisiones puede ocurrir en
un lugar de producción directa (por ejemplo, creando una "plantación”), o en
un sitio de captación mercantil de la producción, en el supuesto de que el
captador, es decir, el comerciante, tenga algún mecanismo para controlar a su
vez las actividades de múltiples pequeños productores (por ejemplo, títulos de
deuda). En segundo lugar, las decisiones en el caso más sencillo, las de
expandir o contraer la producción deben ser posibles en lo que se refiere a la
capacidad de adquirir (o liberarse de la responsabilidad de) los elementos que
forman parte del proceso de producción: las máquinas, los materiales, el capital
y, sobre todo, la mano de obra, la cual, de algún modo, ha de ser "coercible”.
En tercer lugar, quienes controlan los procesos de producción tienen mayores
probabilidades de responder si las instituciones políticas cuyo poder y
autoridad es relevante permiten, instigan y subsidian tales respuestas, que si no
lo hacen. Finalmente, las respuestas requieren de una infraestructra
institucional de seguridad razonable y dispositivos monetarios apropiados.
De aquí se desprende que para analizar si los procesos de producción de una
zona dada están integrados en la división del trabajo más amplia de una
economía-mundo debemos investigar la naturaleza de las estructuras de la toma
de decisiones económicas, los modos diferenciales de disponibilidad de la
mano de obra para el trabajo en esos procesos productivos, el grado en que las
unidades de gobierno se relacionan con los requisitos de la superestructura
política de la economía-mundo capitalista y, finalmente, la aparición de la
infraestructura institucional necesaria, o más bien, la extensión de la que ya
existe en la economía-mundo capitalista para cubrir la zona objeto de
incorporación. Ésta es la historia que intentaremos contar en este capítulo.
Comencemos por revisar en qué sentido estas cuatro zonas no fueron
incorporadas al largo periodo 1500-1750, durante el cual puede decirse que
todas ellas tuvieron una relación comercial constante con la economía-mundo
europea como parte de su área externa.
Tenemos, en primer lugar, la naturaleza del comercio. La característica
específica del comercio entre dos zonas que no se encuentran dentro de la
misma división del trabajo gira en torno a la distinción, expresándonos en el
lenguaje de épocas anteriores, entre el "comercio en artículos suntuarios" [rich
trades] y el comercio en artículos "en bruto” o "bastos” [ coarse orgruffgoo- ds].
Hoy hablamos de la distinción entre "artículos de lujo", por un lado, y "artículos
a granel” o "artículos de primera necesidad”, por otro. El término "de lujo” es,
por supuesto, una definición operacional que está en función de la evaluación
normativa. Hoy sabemos que incluso un concepto tan aparentemente
fisiológico como el nivel de renta mínimo de supervivencia está definido desde
el punto de vista social. Aunque no fuera por otra razón, esto es así porque es
182 Immanuel Wallerstein
preciso incluir en la ecuación la duración del tiempo a lo largo del cual se mide
la supervivencia. Es difícil decidir cuándo un producto concreto —especias, té,
pieles o incluso esclavos— pertenece o no, en un contexto dado, a las
exportaciones de lujo, por no hablar del caso especial de los metales preciosos.
Digo exportación de lujo porque desde un punto de vista económico no tiene
mucho sentido la idea de una importación de lujo. Si un artículo se compra en
un mercado, es porque alguien siente subjetivamente la “necesidad” de ese
artículo, y sería fatuo que el observador analítico afirmara que esa "necesidad”
no era real. En la expresión clásica de los dos Tilomas, “si los hombres defínen
una situación como real, sus consecuencias son reales”. 2380 Evidentemente, el
precio unitario de algunos artículos es elevado y el de otros no, pero lo
relevante para el comerciante es el margen de beneficio de la totalidad vendida
multiplicado por el volumen de ventas.
El concepto de exportación de lujo puede tener, sin embargo, una definición
más analítica. Se refiere a la disposición de artículos de bajo valor social a
precios muy superiores a los que pueden obtenerse de sus usos alternativos,
concepto que únicamente puede aplicarse si se está tratando con el comercio
entre dos sistemas históricos separados, en cuyo caso cabe concebir que tengan
diferentes medidas del valor social. Por consiguiente, los conceptos de "lujo" y
"área externa” van de la mano. Si tomamos en cuenta la bibliografía al respecto,
encontramos que los autores han utilizado frecuentemente el lenguaje del
comercio de “lujo" en la descripción de India y África Occidental.
Kulshresthra, por ejemplo, observa: '“Los objetos del tráfico oriental eran
espléndidos y triviales’, afirma Gibbons. Y esto es particularmente cierto en lo
que se refiere a los siglos xvi y xvii.” 2381 Northrup, hablando del desarrollo del
comercio atlántico en el delta del Níger, observa que al principio los aro
comerciaban como "artículos de lujo: esclavos, caballos y ganado para fines
rituales y abalorios",2382 y que tal comercio no se desarrollaba en los mercados

2380 Thomas y Thomas (1928, p. 572).


2381 Kulshresthra (1964, p. 220). Das Gupta critica en forma específica el argumento (de
Leur) de que el comercio en el Océano Indico anterior a 1750 era comercio "de lujo",
aduciendo que el argumento es "insostenible" ya que, a pesar de que parte de este comercio
era de "artículos de lujo", esa parte del comercio era "marginal respecto a la masa del comercio
textil que, de forma abrumadora, se realizaba con variedades bastas" (1974, p. 103). Sin
embargo, hemos de tener cuidado aquí con las fronteras sistémicas. Das Gupta está hablando
del comercio dentro de los límites del Océano Indico, que no es lo que se está discutiendo,
sino el comercio entre la zona del Océano índico y la economía-mundo europea.
Raychaudhuri defiende una tesis similar en relación con el comercio interregional por el
que entiende, sin embargo, el comercio entre diferentes "regiones” del subcontinente indio:
"A pesar de los elevados costes del transporte por tierra [...] el comercio en artículos de
alimentación y una amplia variedad de productos textiles, algunos de los cuales sin duda no
pueden describirse como artículos de lujo, eran los componentes más importantes del
comercio interregional del periodo [anterior a 1750]" (1982b, p. 329). No obstante cuando se
trata de lo que Raychaudhuri denomina "comercio exterior” textil, este autor observa que las
compras europeas eran "una simple fracción del comercio total” (1982b, p. 331).
2382 Northrup (1972, p. 234).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 183
locales.
Pero, ¿qué hace del lujo un lujo? Amin considera que la variable crucial es
la ignorancia. Este autor vincula la "rareza” de los artículos en el "comercio a
larga distancia” con el hecho de que tal comercio se basa en el intercambio de
mercancías "respecto de las cuales cada uno desconoce el coste de producción
del otro”.5 Si la ignorancia es un elemento crucial, inmediatamente entendemos
cómo ese comercio de lujo puede ser autoli- quidatorio. A medida que se
extiende el comercio, la base de la ignorancia puede desaparecer, y esto nos
lleva al segundo elemento crucial que planteó Karl Polanyi y que se aplicó
particularmente, de forma ilustrativa, al caso de Dahomey en el siglo xviil. Es
el concepto de "puerto de comercio” que podemos re- conceptualizar como el
mecanismo político mediante el cual se salvaguarda la "ignorancia”.
De acuerdo con la explicación Rosemary Amold del funcionamiento del
"puerto de comercio” de Dahomey, Whydah, la clave estaba en la "drástica
separación institucional de la organización comercial y la organización militar”
del reino de Dahomey.6 Institucional a la par que espacial, puesto que las
guerras se situaban “en el interior" y el comercio en la costa, lo que significaba
que los objetivos militares del reino, incluyendo la captura de esclavos, podían
perseguirse "sin interferencia de los comerciantes, fueran europeos o de
Dahomey".7 Pero, ¿qué interferencia era ésta? Evidentemente, Arnold está
pensando no en la interferencia militar, sino en la económica, y ésta implica el
conocimiento de las condiciones de mercado.
Para mantener este monopolio del conocimiento, el concepto de "puerto de
comercio” está vinculado con el monopolio comercial del gobernante, y con
los mercaderes fungiendo únicamente como empleados o agentes del
gobernante.8 Además de la separación física y del monopolio real, Austen
añade un ter-
5 Amin (1972b, p. 508). Para North (1985), tal ignorancia podría definirse como un
"coste de transacción" incrementado que constituiría una desviación respecto a la eficiencia
de mercados competitivos.
Chamberlain (1979, p. 421) contrasta el "comercio de exportación a granel” de África
Occidental que constituía, según afirma, el denominado comercio legítimo con el "comercio
de exportación de lujo", definiendo este último como "mercancías con un elevado valor por
libra". Aunque la tasa valor/libra funciona en numerosos casos, no me parece esencial. En
ciertas partes del mundo y en algunos contextos, la exportación de elefantes para uso en
ceremonias de corte era la quintaesencia del producto "de lujo": costoso, no esencial,
"recolectado" y no producido, raro, pero a pesar de todo bastante pesado.
6 Amold (1957a, p. 174).
7 Ibid. (p. 175).
8 Polanyi (1966). Véase también Elwert (1973, p. 74 y passim).
cer elemento: “un sistema de recolección de mercancías destinadas al
comercio internacional que se mantuvo separado de la producción de bienes
para el uso africano interno”.9 Esto supone, y no tiene por qué ser erróneo, que
la infraestructural de la "recolección’;, en comparación con la "producción” es
mucho más tenue, y que, por consiguiente, los costes de expansión y
contracción de la cantidad de actividades de recolección son significativamente
184 Immanuel Wallerstein
menores que los que implican las actividades productivas.
Indudablemente, la tesis de Polanyi-Amold no ha carecido de críticas como
descripción empírica del reino de Dahomey. En particular, el monopolio real
sobre el comercio de esclavos no parece haber sido total. Sin embargo, Argyle,
que lanzó esta crítica, sí hace notar que el poder del rey era lo bastante fuerte
como para que tanto los africanos dedicados a la captura de esclavos como los
mercaderes europeos tuvieran que hacer negocios con el rey antes de tratar con
otros, para vender al rey a “precios fijos”, y para comprar del rey a precios
superiores "a los que pagaban al resto de los comerciantes”.10 El tipo de crítica
que formula Manning es quizá más apropiado, pues sugiere que el modelo
Polanyi-Amold, al confundir tres siglos diferentes, es "distorsionado y
ahistórico”.11 Por tanto, es posible que la descripción sólo se aplicara al primer
periodo. Además, el
9 Austen (1970, p. 268).
10 Argyle (1966, p. 103). Law sigue la tesis de Argyle según la cual el tráfico de esclavos
era compartido entre el rey y muchos otros vendedores, y califica el concepto de un monopolio
comercial real "en esencia mitológico” (1977, p. 556). Sin embargo, Law observa además:
"No parece que los reyes de Dahomey permitieran a comerciantes de los estados del interior
tratar en forma directa con los mercaderes europeos en Whydah” (p. 564). Por consiguiente,
en lugar del concepto de un monopolio real que se interponía entre quienes capturaban
esclavos y los comerciantes europeos y los separaba físicamente, Law propone un monopolio
compartido entre el rey y los comerciantes privados de Dahomey. En lo que se refiere al
bloqueo del flujo de información, puede que esto no hiciera las cosas muy distintas. Véase
Peukert, quien también subraya el papel de los comerciantes privados de Dahomey (1978, pp.
xiii-xiv), pero que intenta equilibrar sus críticas a la tesis de Polanyi sobre Dahomey como
una "economía sustantiva” con un rechazo igualmente fuerte del "análisis de la historiografía
mundial eurocéntrica" (p. 224).
11 Manning (1982, p. 42). Sin embargo al final el propio Manning aduce ignorancia
histórica: "No podemos decir aún hasta qué punto el Estado se conformaba con regular y
proteger el tráfico de esclavos, y hasta qué punto dirigía en realidad la captura y
comercialización de esclavos. Por ejemplo, si la mayoría de los esclavos se capturaba en la
guerra, tuvo que existir un mecanismo para transferirlos del Estado, que tal vez los reclamaría
como suyos al capturarlos a los traficantes que los exportaban. Sobre esto y sobre los detalles
más importantes, los observadores europeos contemporáneos adujeron ignorancia" (p. 43).
puerto de comercio, establecido para evitar la integración, puede haber
conducido a otras formas de dependencia igualmente integradoras, ya que el
puerto de comercio requería una forma de Estado más fuerte, una característica
de la implicación de África Occidental en el comercio de esclavos que se ha
subrayado con frecuencia, y a la que volveremos más adelante. Y la
supervivencia misma de ese Estado más fuerte puede llegar a depender de
mantener los vínculos comerciales.2383

2383 Consideremos lo que ocurrió en el último periodo del reino de Dahomey. A finales del

siglo xviit, las autoridades de Dahomey limitaron el comercio de esclavos, en parte para
reducir la dependencia de lo que se consideraba como un mercado deprimido e inestable
(quizás un tipo de razonamiento que se inspiraba en el concepto de "puerto comercial"), en
parte para apaciguar al reino de Oyó, que en aquella época era nominalmente soberano de
Dahomey y también su competidor en la oferta de esclavos. Sin embargo, esa limitación tuvo
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 185
La fortaleza de la maquinaria estatal en el área externa resulta ser una
variable crítica, pero cuyo impacto en la incorporación es más complejo de lo
que nos hemos inclinado a reconocer. Desde el punto de vista del contacto
inicial con otro sistema-mundo, las maquinarias estatales poderosas pueden
garantizar que el comercio se lleve a cabo como intercambio equitativo entre
dos áreas mutuamente externas. El proceso mismo de tal comercio puede
fortalecer algunas maquinarias estatales en ambos lados, cqmo sabemos que
ocurrió en este particular caso histórico. El fortalecimiento de algunos estados
en el área externa provocó, por tanto, que quienes ostentaban el poder en la
economía-mundo europea tuvieran que invertir más fuerza en la relación para
quebrar esta barrera "monopolista” a la incorporación. En cierto sentido, los
estados del área externa pasaron de su fortaleza inicial a una mayor fortaleza y
a una relativa debilidad.
Nolte ha criticado mi anterior distinción entre Polonia, ya
incorporada y periférica en los siglos xvi y xvn, y Rusia que, según afirmaba
yo, entonces todavía se encontraba en el área externa. Su argumento se articula
en tomo a la extensión del comercio ruso con Europa occidental. Nolte admite
que el "proceso de integración” de Rusia comenzó más tarde que el de Polonia;
no obstante, esto ocurrió, según afirma, "más por razones políticas y sociales
que por razones económicas”,2384 y eso es precisamente lo que yo sostengo.2385
Tampoco debemos dejamos engañar por meros préstamos culturales. El

suficientes consecuencias negativas para varios grupos del reino como para que en 1818,
hubiera una especie de golpe de Estado que hizo acceder al trono a Gezo. En efecto, hoy Gezo
es considerado como uno de los grandes líderes históricos de Dahomey. ¿Qué hizo?: "Gezo
reanimó un tráfico de esclavos estancado e inauguró una época de expansión territorial y
crecimiento económico. La economía de su reino fue estimulada por el trabajo de cautivos
forzados a laborar en las plantaciones de Dahomey, por los ingresos de la venta de esclavos
a través del mercado de Whydah, y por el monopolio comercial que Dahomey estableció
sobre los territorios recién conquistados” (Yoder, 1974, pp. 423- 424). Este modo concreto
de implicación en la economía-mundo, pues eso era en lo que se había convertido en esta
época, parece haberse desarrollado en forma directa a partir de la fuerte estructura estatal
ideada para evitar dicha implicación. Sólo acabó con él el activo bloqueo británico del
comercio esclavista de Whydah en 1843.
2384
Nolte (1982, p. 47).
2385
Asimismo, estoy de acuerdo con la inferencia que extrae Nolte: "Además es
una cuestión abierta la de si el retraso de la incorporación de Rusia al sistema mundial fue una
ventaja o una desventaja a largo plazo. Desde el punto de vista económico, este retraso
condujo al desarrollo de las propias manufacturas de Rusia. También tuvo ventajas políticas,
desde el punto de vista del zar puesto que la lucha contra Suecia legitimó el absolutismo” (p.
48). Una vez más, ésa es precisamente mi tesis. En última instancia, el debate se reduce a si
Rusia se "incorporó” después de 1750 (en apariencia bajo Catalina II) o se había incorporado
ya bajo Pedro el Grande o antes incluso. Discutiremos el problema de fechas más adelante.
Considérese por ejemplo la evaluación de Pedro el Grande de Blanc: "Pedro era un
proteccionista convencido. Los gobiernos que siguieron al reinado de Pedro fueron en
ocasiones más liberales que el suyo. Los aranceles de 1731, o incluso los beneficios otorgados
a los ingleses en virtud del tratado de 1734, marcan un progreso definitivo que subraya por
contraste el indiscutible ‘mercantilismo’ de Pedro el Grande" (1974, p. 29).
186 Immanuel Wallerstein
reinado del sultán Ahmed III en el imperio otomano (1718-1730) llegó a ser
conocido como la "Edad del Tulipán" por la supuesta fascinación de la corte
hacia los tulipanes importados de Holanda. Hodgson nos conmina a percibir
este préstamo cultural occidental por parte del imperio otomano no como
"manifestación de lujo exótico” (lo que encaja con nuestra insistencia en que
las importaciones nunca son lujos), sino más bien como un intento de los
gobernantes otomanos "por restaurar el absolutismo" frente a la
descentralización regional que se había estado produciendo. Y cuando los
adversarios de este absolutismo invocaron los valores del islam para clamar
contra los "lujos infieles (y comercialmente competitivos) de la corte",
Hodgson afirma que estaban golpeando “a sabiendas” los vínculos comerciales
con Occidente "que podían haber fortalecido el poder de la corte”. 2386
Asimismo, los estudios recientes del Océano índico tienden a reducir, no a
aumentar, nuestra percepción del predominio oceánico portugués en el siglo
xvi. (Nunca se ha planteado la creencia en un predominio terrestre significativo
del subcontinente indio por poder occidental alguno antes de la segunda mitad
del siglo XVIII.) Los portugueses, observa Digby, compitieron "sólo con éxito
calificado” por una participación en el denominado comercio nacional (es
decir, intrarregional), e incluso para alcanzar lo que lograron tuvieron que llegar
a "acuerdos con otros poderes” regionales.16
Finalmente, tenemos la conocida historia del surgimiento de nuevos reinos
y el fortalecimiento de los antiguos en las zonas a lo largo de o inmediatamente
contiguas a la costa occidental y central de África en el proceso del tráfico de
esclavos. El resultado fue, en su mayor parte, una situación “en la que los
africanos marcaron la pauta",17 especialmente en lo que se re-
Heyd (1970, vol. i, p. 363). Es cierto sin duda pero deberíamos considerarla como parte de
un último esfuerzo por resistir la presión de la incorporación.
En ocasiones, como prueba de la debilidad otomana y de manera implícita de su
incorporación anterior a 1750-1850, se cita cómo los portugueses obtuvieron la función que
desempeñaban los súbditos otomanos en el comercio del Océano índico. Hess (1970, pp. 1917-
1918) dice que éste es un punto de vista muy lisitocéntrico. "Según los estándares del siglo
[xvi] y de acuerdo con las instituciones que conformaban su sociedad, los otomanos se
enfrentaron con éxito a los desafíos navales externos en sus fronteras. Los alrededores del
Mediterráneo y no las áreas abiertas del Océano índico eran las principales fronteras de la
armada otomana del siglo xvi.
16
Digby (1982, p. 150). Véase también Marshall (1980, p. 19): "En el Océano índico
occidental, el poder naval portugués se ejerció en gran medida en ausencia de una oposición
efectiva; más al oriente fue cada vez más contestado."
La capacidad de Japón en 1637 para excluir todo comercio occidental excepto un pequeño
volumen canalizado a través del "puerto comercial" de Naga- saki a mediados del siglo xvn
es notoria. "Una vez que se ejecutó la orden de exclusión, el "Bakufu" o gobierno del shogun

2386
Hodgson (1974, vol. II, pp. 139-140). Rustow (1970, vol. i, p. 677): “El idilio
de la Era del Tulipán en Estambul fue sacudido con rudeza por la guerra ruso- otomana de
1736-1739/1768-1774 y no antes. En el tratado de paz de Küchük Kaynarja, el sultán fue
obligado a ceder Crimea: la primera tierra musulmana cedida por los otomanos a los
cristianos.” La Era del Tulipán fue "efímera", dice
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 187
[...] desarrolló una burocracia organizada bajo un consejo de ancianos. Así, con la restauración
de la paz después de un lárgo periodo de luchas internas y con un fuerte gobierno central,
Japón pudo enfrentarse al mundo sin temor" (Panikkar, 1953, p. 87). De modo similar, "la
sustitución de los debilitados Ming por una nueva y vigorosa dinastía fortaleció a China en un
momento muy importante" (p. 77).
17
Martin (1972, p. 14). Esta descripción se refiere a la Costa Loango, pero lo mismo
podría decirse de otras zonas. Martin señala las dos condiciones principales que hicieron esto
posible: "una fue la intensa competencia europea, la otra que ningún europeo consiguió
establecerse de forma permanente en la costa" (p. 115). Por supuesto, en Africa Occidental la
segunda condición terminó siendo violada al erigirse fuertes, y se hicieron esfuerzos para
reducir la competencia. Sin embargo, hasta que los acontecimientos en Europa tomaron otro
rumbo (digamos a partir de 1815) no se logró limitar la competencia de forma significativa.
feria a configurar el funcionamiento general del sistema comercial en África
Occidental; es decir, los africanos que gobernaban estos reinos intermediarios,
y no los de las regiones sometidas a pillaje. Naturalmente, no debería perderse
de vista que la fortaleza de los reinos iba de la mano con la fortaleza de la clase
comercial local.2387
Existe una cuarta característica del comercio de estas áreas externas con la
economía-mundo europea (y capitalista): el persistente desequilibrio comercial
a largo plazo.2388 El flujo de metales preciosos al subcontinente indio en el
periodo anterior a 1750 se ha subrayado desde hace tiempo. Chaudhuri
considera una "paradoja” que incluso el aumento de la demanda india de
importaciones europeas en el periodo 1660-1760 fuera insuficiente para
superar el "desequilibrio estructural fundamental”. 2389 Existen dos maneras de
considerar este fenómeno como la adquisición, por parte de estas zonas, de una
mercancía necesaria, el metal precioso que, por consiguiente, se convierte en
un indicio de que dichas zonas no se encuentran en el área externa sino
precisamente al contrario, están integradas en la economía- mundo europea.
Tal es el camino que sigue Chaudhuri al hablar de que esto "se debe
esencialmente al aumento de liquidez creado por la explotación de las minas
de oro y plata americanas",2390 lo que creó "una diferencia relativa en los costes
y precios de la producción internacional”.2391 Perlin va más lejos al sostener
que la importación de metales preciosos fue "un comercio de mercancías que

2387
Sobre el papel de los denominados lusoafricanos, en especial durante los
siglos xvi y xvil, véase Boulégue (1972).
2388
Sobre el flujo de plata a la India, el imperio otomano y Rusia en el siglo
xvn véase mi análisis anterior (Wallerstein, 1984, pp. 147-152).
2389
Chaudhuri (1978, p. 159). "La fundación del comercio con la India Oriental
tal como fue llevada a cabo por las naciones marítimas de Europa Norocci- dental se basaba
en gran medida en un intercambio de metales preciosos occidentales por artículos
manufacturados asiáticos” (p. 97).
2390
Chaudhuri (1981, p. 239).
2391
Chaudhuri (1978, p. 456). Los europeos occidentales tenían que pagar las
mercancías indias con metales preciosos, dice Chaudhuri, porque "no eran capaces de
comercializar productos occidentales a precios que generaran una gran demanda de éstos”.
Esto es poco convincente. ¿Cómo venden Estados Unidos ordenadores a India en la
actualidad?
188 Immanuel Wallerstein
en términos de Sraffa se incluye [...] en la producción de toda mercancía”. 2392
Ésa es la misma línea argumental que utiliza Nolte al tratar el flujo de metales
preciosos hacia Rusia: "Eran esenciales para la circulación del dinero.”2393
¿A qué se debe, pues, todo el debate acerca del flujo de metales preciosos?
Si, de hecho, los metales preciosos no son otra cosa que una mercancía más,
nunca podrá existir una distinción significativa entre el comercio dentro de un
sistema mundial frente al comercio entre dos sistemas mundiales (es decir,
estructuras económicas independientes y probablemente divergentes). ¿Por
qué, entonces, se alteró de forma tan drástica ese flujo en el caso de la India?
"La importación de metales preciosos [...] fue interrumpida después de 1757’'. 25
Otra forma de ver ese flujo hacia el exterior es la de considerarlo, desde el
punto de vista de la economía-mundo europea, como flujo de una plusvalía
prescindible (y por tanto una exportación "de lujo”) durante la prolongada
contracción de la economía-mundo europea a lo largo del siglo xvn (cuando la
mayor parte de ese flujo fue hacia el exterior), flujo que dejó de ser prescindible
con la renovada expansión de la economía-mundo europea después de 1730-
1750, aproximadamente. Por consiguiente, desde el punto de vista de la
economía-mundo europea, los vínculos con estas áreas externas tuvieron que
transformarse o cortarse. Ya que existían otros motivos que empujaban a tomar
la incorporación como solución, el proceso se inició.
Desde la perspectiva de4as zonas externas a la economía- mundo europea el
hecho de que el subcontinente indio, el imperio otomano, Rusia, insistieran en
recibir metales preciosos indica que otros productos europeos ejercían
relativamente poca atracción para ellos, lo que puede traducirse en el sentido de
que no estaban implicados en los vínculos integrados que constituían las
cadenas de mercancías de la economía-mundo capitalista. Hace tiempo que se
han hecho notar las dificultades de los europeos para vender, al contrario de lo
que ocurría para comprar. Por ejemplo, los portugueses primero y
posteriormente los holandeses y los ingleses, tuvieron que dedicarse al
comercio "nacional” (o "de transporte”) en el área del Océano índico para
financiar sus compras.26 Lo mismo ocurrió inicialmente en el imperio
otomano27 y en África Occidental.28
25
Datta (1959, p. 318).
26
En fechas tan tardías como en 1730-1740, "parece que no hay duda de que sólo se
incrementa el comercio interior inglés” (Furber, 1965, p. 45).
27
"La demanda de los pueblos balcánicos [en el siglo xvm] de mercancías europeas era
menor que la demanda occidental de mercancías balcánicas" (Stoianovich, 1960, p. 300). El
comercio de transporte europeo continuó en el imperio otomano hasta bien entrado el siglo
xix. Véase Issawi (1966, 1980a).
28
"Para obtener el oro y el marfil (así como la pimienta) que precisaban para el mercado
interior, los portugueses tuvieron que gastar considerables
En algún momento en tomo a 1750, todo esto empezó a evolucionar

2392
Perlin (1983, p. 65).
2393
Nolte (1982, p. 44).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 189
rápidamente, y el subcontinente indio, el imperio otomano (o al menos Rumelia,
Anatolia, Siria y Egipto), Rusia (o al menos su parte europea) y África
Occidental (o al menos sus áreas más costeras) se incorporaron al conjunto de
procesos productivos interrelacionados (la denominada división del trabajo) de
la economía-mundo capitalista. Este proceso de incorporación se terminó hacia
1850 (quizá más tarde en África Occidental). En lo que se refiere a los procesos
de producción, hubo otros tres cambios principales que discutiremos
sucesivamente: una nueva modalidad de relaciones de "exportación" e
"importación"; la creación de “empresas” (o entidades de decisión económica)
económicas más grandes en las cuatro zonas, y un incremento significativo en
la coerción de la fuerza de trabajo.
La nueva pauta de "exportaciones” e "importaciones” habría de reproducir
la dicotomía entre núcleo y periferia que constituyó la división axial del trabajo
en la economía-mundo capitalista. Esto significaba, esencialmente en aquella
época, el intercambio de materias primas de la periferia por manufacturas del
centro. Para que las cuatro zonas se concentraran en la exportación de materias
primas, era preciso que se produjeran cambios en sus procesos productivos en
dos direcciones: creando o extendiendo significativamente la agricultura de
cultivos comerciales [cash-crop] (y formas análogas de producción del sector
primario) destinada a la venta en el mercado de la economía-mundo capitalista,
y reduciendo o eliminando las actividades manufactureras locales. De las dos,
la mencionada en primer término fue la primera cronológicamente y quizás en
importancia, pero finalmente tuvo que producirse también la segunda. A su vez,
la creación de exportaciones de cultivos comerciales (y análogos) implicaba
algo más que establecer una serie de unidades de tierra en las que se cultivara
una cosecha determinada, por ejemplo el algodón. Si estas unidades de tierra se
utilizaban para el algodón, eso significaba generalmente que dejaban de
utilizarse para cultivos alimentarios. Por consiguiente a medida que un
porcentaje cada vez mayor de tierra se especializaba en el cultivo de cosechas
específicas para la "exportación", era preciso que otras unidades de tierra
comen-
energías como intermediarios, transportando mercancías a lo largo de la costa occcidental"
(Northrup, 1978, p. 22). Northrup concluye: "La llegada de los portugueses [...] no impuso
cambios bruscos en la vida comercial de la región [del delta del Níger]; al contrario, fueron
integrados en modalidades de organización comercial bien establecidas” (p. 29).
zaran a especializarse en cultivar productos alimentarios para vender a los
trabajadores del primer grupo de unidades de tierra. Y, a medida que la
racionalidad económica se dirigía hacia la creación de jerarquías en la mano
de obra, quizá bajo la autoridad de los propietarios de las tierras, otras áreas
comenzaron a especializarse en exportar gente que trabajara en las unidades de
tierra dedicadas a los cultivos comerciales y a la producción de alimentos. La
aparición de una especialización espacial de tres niveles dentro de una misma
zona —cultivos comerciales de "exportación”, cosechas para la alimentación
del "mercado local”, y "cosechas” de trabajadores emigrantes— ha sido un
190 Immanuel Wallerstein
importante indicador de la incorporación de un área otrora externa a la división
del trabajo puesta en marcha en la economía-mundo capitalista.
Después de 1750, el comercio de Gran Bretaña y Francia —los dos centros
económicos principales de la economía-mundo capitalista de la época— se
expandió de forma significativa a la totalidad de las cuatro zonas que estamos
analizando. Para ambos países, las guerras napoleónicas supusieron un
repliegue de este comercio, y después de 1815 el papel de Francia se hizo
notablemente menor que el de Gran Bretaña, aunque todavía no desapareció
por completo (excepto, quizás, en la India). En todas partes, las exportaciones
de estas cuatro zonas a Europa Occidental se expandieron a un ritmo más
rápido que las importaciones, pero la balanza de pagos ya no estaba cerrada
gracias a las exportaciones de metales preciosos de Europa Occidental. Una
rápida visión de conjunto confirmará lo consistente de este cuadro.
La historia mejor conocida es, sin duda, la del subcontinente indio. En el
siglo anterior, 1650-1750, los antiguos centros del comercio oceánico —
Masulipatnam, Surat y Hugli— perdieron importancia y empezaron a ceder
lugar a nuevos centros vinculados al comercio europeo, como Calcuta,
Bombay y Madrás.2394 El periodo 1750-1850 está nítidamente marcado por dos
acontecimientos políticos que tuvieron un impacto directo en las pautas
comerciales. La irrestricta combinación de control político y económico de la
Compañía de las Indias Orientales en la India se desarrolló de 1757 a 1813.
Chaudhuri sostiene que, sin
embargo, en este periodo el comercio "siguió discurriendo a lo largo de los
canales tradicionales” y con idéntica composición.2395 Datta se muestra de
acuerdo, aunque sitúa el punto de inflexión en 1793 (el acuerdo permanente de
Comwallis), fecha que parece más plausible.2396
De todos modos, existió una gran diferencia entre el periodo
1757- 1793 y el anterior: no hubo exportación de metales preciosos,2397
pero hubo dos formas de cubrir este desequilibrio en la balanza comercial sin
las exportaciones de metales preciosos de Europa. Una fue utilizar la hacienda
estatal de la recién adquirida presidencia de Bengala, que parece bastar en este
periodo para cubrir la administración de Bengala, los costes de la conquista
británica y la administración del resto del subcontinente, además de dejar un
margen para la adquisición de los artículos exportados a Gran Bretaña.2398

2394
Watson (1980a, p. 42), que también hace notar hasta qué punto los
comerciantes privados ingleses suplantaban a una parte de la clase mercantil indígena. La
tesis de que quienes sobrevivieron fueron aquellos que cooperaron con los ingleses, como ha
sugerido Das Gupta (1970), "está pendiente de respuesta”, afirma Watson.
2395
Chaudhuri (1983a, p. 806).
2396
El acuerdo permanente tuvo el efecto de eliminar obstáculos a las tierras que
eran "una mercancía a adquirir y vender en un mercado" (Cohn, 1961, p. 621).
2397
Véase Datta (1959, pp. 317-318).
2398
Véanse Bagchi (1976c, p. 248); Ganguli (1965); Arasaratnam (1979, p. 27).
N. K. Sinha afirma: "Las existencias de plata en Bengala en 1757 no sólo no se repusieron
sino que gran parte de las mismas fueron gastadas de formas diversas” (1956, p. 14).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 191
La segunda fue el sistema que data de 1765 conocido como hipotecación. La
Compañía de las Indias Orientales vendía letras de cambio en Londres sobre las
presidencias indias, y compraba cartas de pago en India sobre Inglaterra. Los
bienes indios exportados mediante la compañía a casas mercantiles inglesas
eran "hipotecados” como una seguridad colateral de los créditos de la compañía
en Inglaterra, con los que ésta compraba las exportaciones británicas a la India.
La compañía, entretanto, anticipaba dinero a los vendedores de las mercancías
en la India, créditos que eran devueltos con artículos que se utilizaban como
exportaciones indias a Gran Bretaña. En ninguno de estos dos casos se
requerían flujos de metales preciosos, y la compañía recibía además el beneficio
del embarque más cualquier diferencia sobre las tasas de interés de sus créditos
indios, superiores a los de sus préstamos en Londres. 2399
Aunque el saqueo de la presidencia de Bengala podría proporcionar un nexo
de transición, sólo podemos hablar de incorporación con la "espectacular
expansión” posterior a 1757 del comercio a lo largo del Ganges, unido, vía
Calcuta, a la economía-mundo,2400 y con la expansión paralela en el sur de la
India después de 1800.2401
Hacia la primera mitad del siglo xix había cuatro materias primas que
dominaban las exportaciones, siendo responsables del 60% del total: índigo,
seda en bruto, opio y algodón.2402 Mientras que los dos primeros artículos se
dirigían a Occidente, a Europa, en esta época el algodón y el opio se destinaban
principalmente a China. Discutiremos más adelante las razones por las que esto
era así y la importancia que tuvo este (así denominado) comercio triangular
indo-chino-británico.
El impulso inmediato a las primeras fábricas europeas de índigo,
establecidas en 1778, o 1779, parece haber sido la revolución americana, la cual
privó a Gran Bretaña de su anterior abastecimiento norteamericano. 2403 Esta
carestía en la oferta de la economía-mundo se agravó más tarde con la
eliminación de la oferta de Santo Domingo debido a su revolución2404 y el
virtual abandono de su cultivo en Hispanoamérica a finales de siglo. 2405 Así, la
producción de índigo, que ya había sido comercialmente importante en la India
mogol, se triplicó o cuadruplicó, en valores absolutos, bajo el dominio
británico.2406
El algodón también era un cultivo producido desde hacía mucho tiempo en

2399
Véanse Sinha (1970, pp. 28-29); Chaudhuri (1966, pp. 345-346).
2400
Kessinger (1983, p. 252). "A finales del siglo XVHI, había precios elevados y
una creciente demanda de ciertos cultivos de plantación, como la caña de azúcar, el opio y el
índigo" (Cohn, 1961, p. 61).
2401
Bhattacharya (1983, p. 359).
2402
Chaudhuri (1983a, p. 844), que aporta más detalles en (1966, pp. 348- 349).
Véase también Sovani (1954, pp. 868-870).
2403
Véase Marshall (1976, p. 153).
2404
Véase Dutt (1956, p. 280).
2405
Sinha (1970, p. 1).
2406
Véase Habib (1963, p. 44).
192 Immanuel Wallerstein
la India, fundamentalmente en Gujarat. Sin embargo, antes de 1770 el algodón
de Gujarat no se había exportado más que a Sind, Madrás y Bengala, 2407 y la
producción había ido disminuyendo desde hacía un siglo.2408 Hacia 1775, los
británicos iniciaron un comercio de exportación de algodón de India a China.2409
Después de 1793, con la guerra en Europa, también hubo un mercado europeo,
aunque se trataba de un "asunto menor” comparado con las exportaciones de
Estados
Unidos.2410 El incremento de la demanda mundial parece haber sido uno de los
factores para la anexión de Surat en 1800.2411 La expansión de la producción de
seda también estaba vinculada al sistema continental-napoleónico, que privó al
mercado británico de su abastecimiento italiano 2412 Únicamente la expansión
de la producción de opio carece de vínculos directos con la producción en otras
zonas de la economía-mundo, pero fue en función de las necesidades de la
compañía en el comercio con China.2413 A largo plazo, ninguna de estas cuatro
mercancías perduraría como una contribución esencial de India a la división del
trabajo en la economía-mundo (si bien el algodón siguió siendo importante en
su producción de exportación durante mucho tiempo), pero proporcionaron el
modo por el cual India pudo incorporarse en el periodo 1750-1850.
La historia del imperio otomano es similar. El volumen de comercio se
incrementa repentinamente alrededor de 1750. Por ejemplo, el comercio
francés, que dominó el ámbito otomano durante el siglo xvm, se cuadruplicó
durante la segunda mitad del siglo.2414 A lo largo de ese mismo periodo se
produjo un continuo desplazamiento de las exportaciones de los "bienes
manufacturados o parcialmente tratados [a] las materias primas”: hilado de
angora en lugar de camelotes, seda en bruto en vez de telas de seda, algodón en
lugar de hilo de algodón.2415
En los Balcanes, lo más notorio fue la expansión de los cultivos de

2407
Véase Guha (1972, p. 2).
2408
Véase Habib (1963, pp. 39-40).
2409
Véase Nightingale (1970, p. 128). Originalmente éste sólo procedía de la
India Occidental y centro-norte. El sur de la India comenzó a exportar algodón a China a partir
de 1803. Véase Ludden (1985, pp. 137-138).
2410
Harlow (1964, vol. n, p. 292). Siddiqi (1973, p. 154) atribuye la baja de la
producción después de 1820 a la competencia de Estados Unidos. Hacia 1850- 1860, "el
algodón era un cultivo secundario en la India, producido principalmente para el consumo
interno’’ (Tripathi, 1967, p. 256). El algodón tuvo un auge momentáneo durante la guerra de
Secesión (1861-1865), pero incluso entonces la política británica hacia el algodón siguió
siendo "tibia" (p. 262).
2411
Véase Nightingale (1970, p. 160).
2412
Véase Sinha (1970, p. 2).
2413
Véase Guha (1976, pp. 338-339). Para una visión general de los cultivos
comerciales indios y su distribución regional en esa época, véase Dutt (1956, pp. 272-285).
2414
Véase Frangakis (1985, p. 152). Véase también Davis (1970, p. 204).
2415
Frangakis (1985, pp. 241-242); cf. Karpat (1972, p. 246). Sobre la expansión
de la producción de algodón orientada a la exportación en el sur de Si- ria/Palestina, véase
Owen (1981, p. 7).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 193
exportación,2416 en particular cereales después de 1780, cuyo incremento ha
sido considerado "espectacular”.2417 El algodón era muy importante también en
la producción balcánica,2418 así como en Anatolia occidental. A finales del siglo
xvm, fue la fuente clave de materias primas para la industria algodonera
francesa, hasta el punto de que la Cámara de Comercio de Marsella pudo
afirmar en 1782 que "el destino del Levante es alimentar [...] la industria
francesa”.2419 En esta época, "se había establecido un firme vínculo entre la
producción en Ankara y la exportación en Esmirna”. 2420
Los británicos y los austríacos sustituyeron a los franceses como principales
socios comerciales directos en el siglo xix. El papel del algodón anatolio
disminuyó al enfrentarse (como ocurrió en la India) con la competencia
americana,2421 al igual que, en este caso, con la competencia egipcia.2422 Sin
embargo, la exportación de algodón todavía tendría una etapa de florecimiento
temporal durante la guerra civil americana. 2423 Además, la relativa decadencia
de las exportaciones anatolias de algodón a Gran Bretaña quedó más que
compensada por el continuo incremento, en este mismo periodo, de las
exportaciones de trigo de los Balcanes otomanos a Gran Bretaña y Austria, en
competencia con el sur de Rusia como zona de exportación.2424
También en el caso de Rusia este comercio con Europa Occidental tuvo un
“notable incremento” en 1750-1850,2425 cuando la composición de sus
exportaciones también se modificó de forma espectacular, llegando a un 95%
en productos primarios.61 Las exportaciones rusas de productos primarios
durante este tiempo fueron cáñamo y lino, "materias primas vitales para las
industrias manufactureras británicas”,62 y al principio también para Francia.63

2416
McGowan (1981a, p. 32) hace notar que se inició como un comercio in-
traotomano.
2417
Stoianovich (1976, p. 189). Keith Hitchens duda de que esto pueda aplicarse
a Valaquia y Moldavia antes de 1830-1840 (información personal).
2418
Stoianovich (1983, p. 349). Paskaleva también habla (1968, p. 275) de una
"gran expansión” de las exportaciones de algodón de los Balcanes.
2419
Y prosigue: "tomamos de él sólo materias primas; lo explotamos con los
productos manufacturados del reino". Citado en Masson (1911, pp. 431-432). Masson afirma
que Levante desempeñó el mismo papel respecto a Francia en este periodo que el que Mantoux
atribuye a las Indias Orientales en relación con Inglaterra (véase p. 434).
2420
Fragakis (1985, p. 248).
2421
Véase Issawi (1966, p. 67).
2422
Véase Richards (1977, p. 17). Los egipcios en este momento se impusieron
con el algodón de tallo largo, que tenía múltiples ventajas.
2423
En 1862 Farley escribió: "En el momento actual [...] se siente una gran
preocupación respecto al abastecimiento futuro de este importante producto [algodón]; no
estaría de más que llamara la atención de los interesados en las facilidades que existen para la
producción y mejora de esta planta en el imperio otomano" (p. 55).
2424
Véase Puryear (1935, p. 1; véase también pp. 132-139, 180-226). Puryear
observa que a finales de este periodo, los británicos importaron cada vez menos trigo ruso por
motivos políticos, sustituyéndolo por el trigo balcánico (véase pp. 215-217, 227).
2425
Gille (1949, p. 154). Sobre el rápido desarrollo del comercio anglo-ruso
después de 1750, véase Newman (1983, p. 96).
194 Immanuel Wallerstein
Fue la calidad del cáñamo ruso, "tratado con deferencia” por sus cultivadores y
con un “lento y meticuloso” procesamiento —características que Crosby
atribuye al "trabajo barato y experimentado”64 de Rusia— lo que lo hizo tan
útil.
A finales del siglo xvm, el hierro ruso (que era procesado en Rusia) seguía
siendo una exportación importante porque Rusia (junto con Suecia) tenía los
dos elementos esenciales —grandes bosques y ricas minas—65 para un
producto de calidad basado en la tecnología del carbón vegetal y además, como
veremos, en el trabajo en régimen de servidumbre. Cuando la nueva tecnología
británica provocó el colapso de la industria rusa de exportación de hierro a
comienzos del siglo XIX, un nuevo producto básico de exportación remplazó al
hierro: el trigo.66 En 1850, las exportaciones de trigo suponían el 20% de la
cosecha anual. Rusia exportaba fundamentalmente la variedad cara de trigo,
"que casi no se consumía a nivel nacional”. 67 Es obvio que Rusia estuvo
respondiendo al alza continuada de los precios mundiales de trigo, al menos
hasta la década de 1820,68
61
Gille muestra (1949, p. 156) que desde 1778-1780 hasta 1851-1853, el porcentaje de
las exportaciones "primarias” sumadas a las de "alimentos” pasó del 71 al 95%, en tanto que
la exportación de manufacturas pasó del 20 al 2.5 por ciento.
62
Kahan (1979, p. 181), que continúa: "estamos autorizados a concluir que las
voluminosas exportaciones de materias primas de Rusia a las industrias británicas en
expansión contribuyeron de forma significativa a mantener el crecimiento y la demanda de
mano de obra” (p. 182). Esta era la percepción un tanto interesada en la época de Foster, agente
de la compañía de Rusia quien en 1774 testificó ante el parlamento que sin las importaciones
rusas "nuestra armada, nuestro comercio, nuestra agricultura están acabadas". Citado por
Dukes (1971, p. 374). Cuando el sistema continental de Napoleón interfirió con las
exportaciones rusas a Gran Bretaña, ésta descubrió sin embargo que todas esas importaciones
eran en general remplazables o secundarias a excepción del cáñamo. Véase Anderson (1967,
pp. 73-74).
63
Véase Besset (1982, pp. 207-208).
64
Crosbv (1965, p. 20-21)
65
Ibid. (p. 16).
66
Las restricciones del gobierno ruso sobre las importaciones de trigo estuvieron
vigentes hasta la segunda mitad del siglo xvin. Cuando Catalina II adquirió los puertos del
Mar Negro, "las exportaciones centrales empezaron a aumentar” (Blum, 1961, p. 287).
Después de la abolición de las leyes británicas sobre cereales en 1846 hubo otro importante
avance.
67
Regermorter (1971, p. 98).
68
Véase Confino (1963, p. 22, nota 1).
después de lo cual los principales vendedores, la nobleza rusa, estaban tan
comprometidos con la producción de trigo que tenían pocas alternativas. 2426
Es preciso señalar que los principales socios comerciales de Rusia en este
periodo no eran solamente Inglaterra (y, a finales del siglo xvm, Francia), sino
dos zonas semiperiféricas, que lograron fortalecerse mediante la incorporación
de Rusia: Escocia y Estados Unidos. En el caso de Escocia, el progreso

2426
Sobre la dependencia de la nobleza rusa respecto al comercio exterior para
mantener su estilo de vida, véase Crosby (1965, p. 36).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 195
económico "verdaderamente espectacular” de finales del siglo XVIII estuvo
"particularmente” marcado por el incremento del comercio con Rusia, país que
se convirtió en el "principal exportador continental” a Escocia en la última
década del siglo XVIII.2427 En el caso de Estados Unidos, su economía "en una
medida apreciable [...] prosperó porque tuvo acceso al inagotable trabajo y
destreza primaria del mujic (campesino) ruso”.2428
Por lo que se refiere a África Occidental, aquí como en todas partes, su
incorporación a la economía-mundo capitalista no fue algo que buscaran los
incorporados. Como señala Walter Rodney, "históricamente, la iniciativa
provino de Europa”.2429 Es frecuente afirmar que el paso del comercio de
esclavos al denominado comercio legítimo es lo que produjo esta
incorporación, pero eso no es correcto. El impulso inicial tuvo su origen en la
expansión del propio comercio de esclavos, con la cual la captura de esclavos,
traspasó la barrera de proporcionar una exportación de lujo de "plusvalías”
recolectadas para convertirse en una empresa auténticamente productiva que se
incorporó a la división del trabajo vigente en la economía-mundo capitalista.2430
Puede considerarse que el paso se dio en el siglo XVIII, con el alza continua del
precio de los esclavos,2431 que reflejaba la combinación de la creciente demanda
de esclavos, la creciente competencia entre los mercaderes de esclavos
europeos y la creciente dificultad para aumentar la oferta al mismo ritmo, 75
fenómenos todos típicos de un periodo de expansión global de la economía-
mundo. El punto culminante del comercio de esclavos parece haberse
producido en la década previa a 1793,76 en tanto que las guerras franco-
británicas produjeron una decadencia en este tipo de comercio como en todos
los demás comercios oceánicos y, posteriormente, el efecto combinado de la
abolición y de la revolución haitiana impidió que las cifras volvieran a ser tan
elevadas, aunque siguieron siendo significativas al menos hasta comienzos de
la década de 1840.77
Una de las cuestiones más debatidas y peor planteadas, siempre presente en
el estudio del comercio de esclavos durante este periodo, es la de la
"rentabilidad" del tráfico de esclavos. Nos inclinaríamos a creer que cualquier

2427
Macmillan (1979, pp. 168-169). En un artículo anterior, Macmillan discute
el uso en Escocia de "créditos a largo plazo a mercaderes y productores rusos" para estimular
este comercio y concluye que su importancia para el crecimiento económico de Escocia es
"innegable" (1970, pp. 431, 441).
2428
Crosby (1965, p. 24). Entre 1783 y 1807, el comercio de Norteamérica con
Rusia se convirtió en "un negocio de no poca importancia". Los estadunidenses compraban
sobre todo hierro y cáñamo, y "sus compras tuvieron cierto reflejo en los precios en San
Petersburgo" (Rasch, 1965, p. 64).
2429
Rodney (1970, p. 199).
2430
Por ejemplo, Gemery y Hogendom (1978, pp. 252-253) observan el cambio
tecnológico en lo que denominan comercialización: reorientación y regula- rización de redes
a larga distancia, establecimiento de campos de transferencia y depósitos, barcos nuevos,
utilización doble de los esclavos como porteadores.
2431
Curtin habla del "pronunciado incremento del precio real de los esclavos
196 Immanuel Wallerstein
tipo de comercio que floreciera durante un largo periodo tuvo que haber sido
renta-

durante el siglo XVIII" (1975a, p. 165). La abolición del tráfico de esclavos a comienzos del
siglo xix al incrementar los costes del tráfico persistente, aumentó todavía más los precios.
Véase Argyle sobre Dahomey después de que Ghezo accediera al poder en 1818: "Cierto
número de barcos de esclavos seguía llegando hasta Whydah y pagaban precios muy altos por
los esclavos, con lo que los ingresos derivados de este tráfico no eran mucho menores incluso
aunque se exportaran menos esclavos’’ (1966, p. 42). Véase también Le Veen: "[El papel de
la Armada británica] duplicó el que hubiera sido el precio de los esclavos recién importados a
Brasil y a Cuba sin interferencia” (1974, p. 54). Por supuesto, cuando se acabó suprimiendo la
demanda de esclavos "los precios de esclavos cayeron sustancialmente” (Manning, 1981, p.
501), pero esto quizás, ocurrió mucho después.
75
Véase Martin (1972, p. 113). Sin duda hubo fluctuaciones anuales debidas en gran
parte a "la incidencia de la guerra” (Lamb, 1976, p. 98).
76
La Costa Loango tuvo su momento de auge entre 1763 y 1793. Véase Martin (1972,
p. 86). Desde el punto de vista europeo, el tráfico de esclavos de Nan- tes fue "muy importante"
en el periodo 1783-1792, "sobrepasando —con mucho— la gran explosión de prosperidad de
1748 a 1754" (Meyer, 1960, p. 122). Debido a la expansión del mercado mundial de azúcar,
el gobierno francés de la segunda mitad del siglo XVIII ofrecía incentivos a los barcos negreros
y pagos adicionales si esos barcos atracaban en las Indias Occidentales francesas. Véase
Hopkins (1973, p. 91). Northup afirma que "hasta mediados del siglo XVIII el comercio de
esclavos no adquirió una posición dominante en el comercio del golfo de Biafra” (1978, p.
50). Curtin (1969, p. 266) sitúa el punto álgido global del tráfico atlántico de esclavos en la
década de 1790.
77
Véase Eltis (1977), Manning (1979) y Northrup (1976). Y aunque quizá no alcance las
cifras del periodo 1790-1800, Flint sostiene que, debido a la demanda de Brasil, Cuba y
Estados Unidos, "el tráfico de esclavos en realidad aumentó [en África Occidental] desde 1807
hasta 1830, a pesar de la abolición británica y francesa” (1974, p. 392).
ble para alguien; de lo contrario, es difícil imaginar que los comerciantes
privados, sin ninguna clase de obligación legal de dedicarse a ese tipo de
comercio, hubieran seguido ejerciéndolo. Este debate se originó como ejercicio
de descolonización cultural. Al enfrentar la imagen tradicional de los
abolicionistas británicos como personas dotadas de grandes sentimientos
humanitarios, que se encuentra de la forma más destacada en la obra clásica de
Coupland (1964, aunque la primera edición es de 1933), Eric Williams (1944)
intentó desprestigiar dicha imagen, de evidente autocomplacencia, señalando
los motivos económicos subyacentes a la abolición del comercio esclavista. Su
tesis era que, en gran parte como resultado de la guerra de Independencia de
Estados Unidos y la Revolución industrial, las colonias azucareras británicas de
las Indias Occidentales se hicieron "cada vez más irrelevantes para el
capitalismo británico’’.2432 Esto permitió que los capitalistas británicos

2432
Williams (1944, p. 132). Véase, sin embargo, la crítica de Drescher, cuya línea
argumental es que "el abolicionismo no llegó a rebufo de las tendencias hostiles a la esclavitud,
sino frente a las tendencias propicias a ella” (1976a, p. 171). Asiegbu, por otro lado, sostiene
que fue "la gran promesa de una enorme ventaja en mano de obra sobre los rivales [de Gran
Bretaña] que la abolición internacional había ofrecido a los plantadores [lo que] explica en
gran medida las actuaciones en las Indias Occidentales en 1807, cuando las colonias se
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 197
impusieran con éxito una triple reforma sucesiva: contra el comercio de
esclavos en 1807, contra la esclavitud en 1833, y contra los aranceles del azúcar
en 1846. "Los tres acontecimientos son inseparables.” 2433 La razón de estas
acciones era que, con la pérdida de la competitividad y el "monopolio”
británicos en las Indias Occidentales, el principal problema fue la
"superproducción” de azúcar, y la solución eran esas tres medidas
legislativas.2434
De hecho, esta tesis manifiestamente central del libro de Williams, que ha
sido sometida a un ataque técnico que dista de
ser devastador,81 no es en absoluto lo que levantó las pasiones. La tesis más
fundamental es que el comercio de esclavos, sumado al trabajo esclavo en las
plantaciones de azúcar, fue una de las fuentes principales de acumulación de
capital para la denominada Revolución industrial de Gran Bretaña. Ésta es,
naturalmente, una primera versión de la tesis de la dependencia, sostenida con
más osadía que solidez. Los contracálculos de Anstey le llevaron a concluir que
la contribución del comercio de esclavos a la acumulación británica de capital
fue "ridicula".82 Thomas y Bean van más allá al sostener que, teóricamente,
dado el mercado perfectamente competitivo del comercio de esclavos, los
mercaderes de esclavos eran "pescadores de hombres". Al igual que en la pesca,
en el mercado de esclavos los beneficios eran necesariamente demasiado bajos,
los precios de los esclavos demasiado bajos también y, en consecuencia, el
precio de las mercancías de plantación demasiado bajo. Los únicos
beneficiarios de esta empresa, en apariencia económicamente absurda, eran "los
consumidores de tabaco, azúcar, índigo, arroz, algodón, etcétera”. 83
Este ingenioso argumento tiene sólo tres defectos: el comercio de esclavos
distaba de ser perfectamente competitivo, como veremos más adelante; los
principales "consumidores” de las materias primas eran los fabricantes
europeos (por lo que, lejos de debilitar, se refuerza la tesis de Williams); y el
comercio de esclavos fue lo suficientemente atractivo en la segunda mitad del
siglo xvm como para alejar a los inversionistas de la producción textil.84
81
El ataque más directo de Anstey a Williams concluye de manera más prudente de lo
que cabría esperar: "Y sin embargo el argumento económico —que, referido a 1833 puede
resultar persuasivo, mientras que referido a 1807 es demostrablemente vulnerable— sigue sin
estar demostrado" (1968, p. 316).
82
Anstey (1974, p. 24). Véase Robinson que critica a Anstey por restringir su análisis a

sumaron a la madre patria al suscribir la ley de abolición” (1969, p. 38).


2433
Williams (1944, p. 136).
2434
Véase Williams (1944, pp. 154-168). Hancock los considera también
relacionados pero en el error: "Sin embargo, la mano izquierda del idealismo británico era
poco consciente de lo que hacía su mano derecha. La eliminación de los aranceles sobre el
azúcar, que siguió a la abolición de la esclavitud, tuvo el efecto de exponer el azúcar de las
Indias Occidentales a una competencia devastadora del azúcar cubano cultivado por esclavos.
La demanda cubana de mano de obra africana aumentó los beneficios [¡esos beneficios, una
vez más!] del tráfico ilegal de esclavos, causando una renovada exportación de alto nivel en
Africa Occidental. No es de extrañar que el 'comercio legítimo’ decayera" (1942, p. 160).
198 Immanuel Wallerstein
los beneficios de aquellos que "de forma bastante literal, manipulaban a los esclavos [...]
[Anstey no parece] entender que podían obtenerse beneficios de la especulación con las
mercancías, la circulación del dinero, multiplicadores de la expansión del crédito y de los
proyectos de utilización de la esclavitud y de cualquier clase de forma de capital (por ejemplo,
los seguros)’’ (1987, pp. 134-135).
83
Thomas y Bean (1974, p. 912). El artículo de estos autores dio lugar a una serie de
respuestas polémicas: Inikori (1981), Anderson y Richardson (1983), Inikori (1983), Anderson
y Richardson (1985) e Inikori (1985).
84
Véase Boulle: "Puede ser que la decadencia de la producción textil en Ruán entre 1763
y 1783, con la excepción de las indiennes [que se exportaban a África Occidental a cambio de
los esclavos] no era tanto el resultado de bancarrotas como de la transferencia deliberada de
capital desde un sector en decadencia a otro más prometedor. En este caso puede decirse que
el tráfico de es-
La objeción principal, sin embargo, es la irrelevancia del porcentaje exacto.
Como estamos intentando demostrar, los últimos años del siglo xvm fueron un
periodo de expansión global de la economía-mundo capitalista. Cada producto
de una zona dada sólo podía constituir un pequeño porcentaje del total, éste era
considerablemente rentable, y de hecho condujo a una notable acumulación de
capital que acabó concentrándose, por razones que ya hemos discutido, más en
Gran Bretaña que en Francia o en otras partes de Europa Occidental. No hay
ninguna necesidad de sostener que los beneficios del comercio de esclavos eran
excepcionalmente grandes85 para concluir que constituyeron un elemento
central del cuadro y que supusieron la contribución, por llamarla así, de África
Occidental a la acumulación global de este periodo.86

clavos permitió a Ruán y a su región dar un paso más en la dirección de la revolución


industrial" (1975, pp. 320-321). Viles señala que "el tráfico de esclavos [...] se consideraba [en
Francia] una variante más rentable del comercio con las Indias Occidentales” (1972, p. 534).
85
Boulle señala que los elevados beneficios por cada viaje con éxito deben contrapesarse
teniendo en cuenta el largo tiempo que se tardaba en realizarlos, haciendo que no fueran “tan
acusadamente diferentes de los que se obtenían de inversiones no marítimas como parece en
un primer momento” (1972, p. 83). Véase también Richardson quien afirma que después de
los ajustes adecuados, la tasa de retomo, "aunque no espectacular [...] era [...] sólida y en
apariencia razonable" (1975, p. 305).
En todo caso, como afirma Darity: "No se trata de que la rentabilidad o los beneficios del
tráfico de esclavos sean esenciales en la teoría de William, sino de que las colonias americanas
no hubieran podido desarrollarse sin la esclavitud" (1985, p. 703).
86
Los términos de este argumento se han expuesto con claridad en el coloquio entre
Sheridan y Thomas. El primero sostiene: "En lugar de ser piedras de molino en el cuello de la
madre patria, las colonias de las Indias Occidentales se convirtieron en un elemento esencial
de la economía británica en el siglo xvm [...] [las colonias] hicieron una aportación nada
desdeñable al desarrollo de la economía metropolitana" (1965, p. 311).
Thomas replica: "La contribución de una colonia [...] al desarrollo económico de la
economía global es precisamente la diferencia (positiva o negativa) generada por los recusos
empleados allí en comparación con la que hubieran generado en la siguiente mejor alternativa
disponible [...] [puede] ser un tremendo despilfarro de recursos" (1968b, p. 31).
La contrarréplica de Sheridan es que "Thomas, de hecho, especula con lo hubiera ocurido
en el caso de que hubiera ocurrido algo que no hubiera podido ocurrir” (1968, p. 60). A lo que
Thomas contesta insistiendo en que, a no ser que Sheridan "pueda demostrar que los beneficios
totales para Gran Bretaña excedieron sus costes para cubrir de forma suficiente la tasa de
rembolso que el capital invertido en las Indias Occidentales hubiera podido generar en la
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 199
siguiente mejor alternativa disponible, no ha conseguido resolver el problema que se planteaba
al principio” (1968b, p. 47).
El hecho de que los británicos tuvieran motivos económicos para la
abolición del comercio de esclavos puede contemplarse con menos
apasionamiento si se consideran los debates daneses y franceses. Los primeros
efectivamente, se anticiparon a los británicos (y de forma deliberada). El
ministro de finanzas danés de la época nombró un comité consultivo en 1791,
cuyo principal hallazgo, que le condujo a proponer el edicto de abolición, fue
que su población de esclavos en las Indias Occidentales se podía sostener por
sí misma sin un abastecimiento adicional después de un periodo de transición y
luego de la introducción de ciertas mejoras sociales. 87 En el caso de Francia, el
comercio de esclavos había sido abolido durante la revolución, 88 restablecido
posteriormente y más tarde prohibido en los tratados de Viena en 1815. La
resistencia de facto fue, sin embargo, enorme. 89 Y por una sencilla razón: Los
franceses interpretaron esta imposición como “la invención maquiavélica de
Inglaterra, que desea arruinar nuestras colonias privándolas de la mano de obra
servil indispensable para su prosperidad”. 90 Así, el análisis de la época se
anticipó 125 años al de Williams.
¿Por qué utilizar como unidad de valoración "los beneficios totales de Gran Bretaña”? Los
empresarios operaban en su propio interés y, al parecer, eran racionales. El gobierno británico
podía tener en la práctica muchos objetivos distintos a los de optimizar los beneficios totales
de Gran Bretaña. Al final, en toda esta historia contrafáctica deberíamos preguntarnos por qué
no se adoptó de hecho "la siguiente mejor alternativa".
87
Véase Green-Pedersen (1979, p. 418).
88
Respecto a la resistencia de la Asamblea Constituyente a votar la abolición, véase
Quinney (1972) sobre el papel pro-plantadores del Comité des Colo- nies y Resnick (1972, p.
561), quien muestra que, incluso para la Société des Amis des Noirs, "la esclavitud no dejaba
de ser [...] una preocupación secundaria". Véase también Dubois y Terrier (1902, p. 29). En
1789, incluso la preocupación secundaria de la Société des Amis des Noirs respecto a la
abolición condujo a que fuera acusada de ser el "instrumento de una potencia extranjera” (es
decir, Inglaterra) que trataba de "envenenar" el sustento del imperio francés. Citado por
Vignols (1928a, p. 6).
89
"El desmoronamiento del sistema colonial francés no tanto acabó como modificó el
tráfico de esclavos francés. Desde el punto de vista técnico, el tráfico fue ilegalizado en 1814-
1815, pero en realidad prosiguió hasta la segunda mitad del siglo xix" (Stein, 1979, p. 198).
Véase también Daget (1975, pp. 131-132).
90
Debbasch (1961, pp. 315-316). "La abolición había sido impuesta [por el vencedor] al
vencido" (Daget, 1971, p. 57). En 1838, Chateaubriand, refiriéndose al Congreso de Verona
de 1822, escribió que "todos estos tories se han opuesto durante 30 años a la propuesta de
Wilberforce, [pero de pronto] se han convertido en defensores apasionados de la libertad de
los negros. El secreto de estas contradicciones estriba en los intereses privados y en el genio
comercial de Inglaterra.” Citado por Escoffier (1907, pp. 53-54).
Es cierto, no obstante, que la abolición del comercio de esclavos tuvo
finalmente su consecuencia. La exportación de esclavos entró en decadencia
para ser.sustituida por la de materias primas. El cambio se produjo en gran parte
durante el periodo de 1800 a 1850, si bien ambos comercios de exportación no
eran antitéticos per se. Como nos recuerda Rodney, "los esclavos nunca fueron
200 Immanuel Wallerstein
la exportación exclusiva de África Occidental”.2435 Lo que cambió en este
periodo es que, por primera vez, las exportaciones dejaron de ser artículos
"recolectados” (como el marfil, el oro, el caucho, las maderas para la extracción
de tintes y, por supuesto, los esclavos), para convertirse en productos agrícolas
que constituían artículos “vulgares, de bajo valor a granel” como el aceite de
palma y los cacahuates.2436 Si el valor total de estas exportaciones seguía siendo
bajo (el periodo posterior a 1817 en la economía-mundo fue deflacionario), las
cantidades eran más impresionantes; en efecto, el incremento en volumen fue
"sorprendente”, multiplicándose "por seis o siete". 2437
Básicamente, la pauta de las exportaciones de África Occidental a la
economía-mundo europea durante el periodo de incorporación atravesó tres
fases: 1] incremento y concentración sostenidos de las exportaciones de
esclavos, en términos absolutos y probablemente relativos, desde más o menos
1750 (y especialmente) hasta 1793; 2] mantenimiento de un comercio de
esclavos significativo junto con un continuo incremento del denominado
comercio legítimo, desde la década de 1790 hasta la de 1840; y 3] eliminación
del comercio de esclavos del Atlántico y expansión continua de las
exportaciones de productos primarios (en particular, aceite de palma y
cacahuates) desde la década de 1840 hasta el comienzo de la época colonial a
plena escala en el decenio de 1880-1890.
Es importante no perder de vista que, aunque la captura de esclavos y la
producción de cosechas comerciales son ciertamente incompatibles a largo
plazo, puesto que la combinación de ambas tiende a crear un conflicto sobre el
uso de la mano de obra que es irresoluble a largo plazo, lo dicho no se aplica al
corto plazo. Ambas exportaciones pudieron florecer simultáneamente, y así lo
hicieron durante unos 30 o 40 años. Er. efecto, como sostiene Northrup,
precisamente uno de los factores que explica la rapidez del desarrollo de la
producción de aceite de palma —considerando, por supuesto, la indispensable
(y novedosa) demanda europea de grasas y aceites para la lubricación industrial,
la higiene personal y la iluminación mediante bujías— fue el previo y masivo
crecimiento del comercio de esclavos que había estimulado la demanda africana
de productos extranjeros, había ampliado la red de comunidades comerciales y
(algo que frecuentemente se pasa por alto) había ampliado "la infraestructura
económica de mercados, carreteras y monedas".2438 Además, los esclavos

2435
Rodney (1970, p. 152).
2436
Munro (1976, p. 48). Véase también Coquery-Vidrovitch y Moniot (1974,
pp. 297-298).
2437
Newbury (1971, p. 92). Véase además estos otros comentarios suyos: "La
característica más destacada del comercio en Africa Occidental a principios del siglo xix es el
aumento de las importaciones y exportaciones a granel desde un punto de partida
relativamente bajo. Las valoraciones oficiales’ de las estadísticas británicas y francesas del
comercio con África antes de la década de 1850 tienen que ignorarse, pues son
subvaloraciones; las cantidades de exportaciones manufacturadas proporcionan una guía más
fiable" (1972, p. 82).
2438
Northrup (1976, p. 361). Véase también Manning: "El tráfico de esclavos
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 201
podían utilizarse directamente en la producción de artículos "legítimos”: en
primer lugar, como porteadores en ambas direcciones2439 y, en segunde, como
trabajadores en las plantaciones (de la forma más notable en Dahomey entre
1830 y 1870.2440 Ambos usos sirvieron para reducir los costes de producción.2441
Aun así, el aceite de palma empezó a desplazar a la captura de esclavos como
la principal empresa productiva. Su expansión se inició en la década de 1770
en la región del delta del Ní- ger.2442 En 1830-1840 existía ya un tráfico en
continuo crecimiento a lo largo de la costa, "a pesar de las fluctuaciones de los
precios".99 Por supuesto, la mejora general de los precios en el mercado europeo
después de la década de 1840 le dio un nuevo incentivo económico. 100
En un primer momento, los franceses fueron culturalmente reacios a los
productos de aceite de palma, a diferencia de los británicos, alemanes y
estadunidenses, pero esto acabó en 1852, con el descubrimiento de un método
químico para blanquear el jabón amarillo.101 En efecto, el origen del comercio
de cacahuates se encuentra precisamente en la resistencia que el consumidor
francés opuso al jabón amarillo. En la primera mitad del siglo xix los jaboneros
marselleses habían descubierto que la combinación de aceite de cacahuate y
aceite de oliva producía un jabón azul mármol. 102 El comercio de cacahuates
comenzó en la década de 1830-1840 y confirmó la decisión de Francia de
permanecer en Senegal a pesar del fin del comercio de esclavos, lo que
constituyó la "base económica de ulterior participación”, en coincidencia con
varias presiones internas en Francia en favor de una política colonial "más
activa”.103
No se ha prestado una atención suficiente al nexo entre la producción de
cultivos comerciales y la expansión de la producción de alimentos orientada al
mercado, especialmente en lo que afecta al proceso que hemos venido
denominando "incorporación". Aun así, parece que hay indicios de su existencia
en los casos de India y África Occidental. Habib considera que la diferencia

restringió el sistema de intercambio de mercancías debido a la guerra y a 1^ exportación de


esclavos; por otro lado, expandió el sistema de intercambio de mercancías mediante la
circulación de manufacturas importadas y dinero importado" (1982, p. 12). Latham, sin
embargo, basa su defensa de la compatibilidad de la exportación de esclavos y la producción
de aceite de palma en que este último requería escaso trabajo y, por consiguiente, sólo “un
pequeño desplazamiento de las preferencias de ocio" (1978, p. 218).
2439
Véase Adamu (1979, p. 180 y Martin (1972, p. 118).
2440
Véase Manning (1982, p. 13). Véase Reynolds (1973, p. 311) sobre el uso del
trabajo esclavo en las plantaciones danesas de la Costa de Oro a principios del siglo xix.
2441
Manning sostiene que "las economías logradas [en las plantaciones] tal vez tuvieron
más que ver con hacer trabajar largas horas a los esclavos que con algún incremento de la
eficiencia técnica" (1982, p. 54). ¡No importa! Las economías no dejan de ser economías.
2442
Véase Northrup (1978, p. 182). Esto era en realidad, lo que algunos se habían
temido. En 1752, el Consejo de Comercio [Board of Trade] negó el permiso a la Compañía
Mercantil de África para iniciar el cultivo de azúcar en África, afirmando: "Nadie puede decir
dónde podría acabar esto. Los africanos que ahora se sostienen mediante la guerra podrían
convertirse en plantadores." Citado por Rawley (1981, p. 424). El Consejo de Comercio
consideraba que sería
202 Immanuel Wallerstein
crítica, en lo que se refiere a la producción agrícola, entre la India mogol y la
India británica no tenía tanto que

más difícil controlar las plantaciones de azúcar en África Occidental que en las Indias
Occidentales porque en África Occidental los ingleses "sólo tenían en arriendo el suelo que
poseían bajo la buena voluntad de los nativos".
99
Metcalfe (1962, p. 116), que se refiere en específico a la costa del Cabo y áreas
adyacentes.
100
Véase Newbury (1961, p. 43). Inglaterra ya había reducido los elevados aranceles
previos en 1817.
101
Véase Schnapper (1961, pp. 118-128). Sobre los anteriores y fracasados esfuerzos del
ministro de las colonias francés a finales de la década de 1820 para estimular la producción de
cultivos de plantación, véase Hardy (1921, pp. 215-216, 231-249). En el ínterin, los franceses
siguieron haciendo dinero del comercio del caucho, utilizando esclavos para recolectar el
caucho. Véanse Charles (1977, p. 29) y Hardy (1921, pp. 353-354).
102
Martin A. Klein (1968, pp. 36-37).
103
Klein (1972, p. 424). Klein data el inicio de la producción de cacachuates en 1833 en
Gambia (británica) y 1841 en Senegal (francés). Brooks (1975, p. 32) afirma que los cacahuates
se comercializaron por primera vez en Gambia en 1829 o 1830.
ver con la "producción para mercados distantes” como con la "considerable
concentración geográfica de cultivos determinados en ciertas zonas”, lo que
permitía que el suelo fuera destinado a los fines para los que era "más
adecuado”.2443 La autosuficiencia de la región estaba dejando paso a la
autosuficiencia de la economía-mundo. Gough analiza la forma como, en
Madras, durante la primera mitad del siglo xix, junto a las áreas de plantación
(de algodón, índigo, pimienta, tabaco), algunas áreas empezaron a
especializarse en cereales para el mercado regional,2444 mientras que otras
empezaron a exportar trabajadores coloniales, al principio sólo al sur de la
India, pero más tarde a Ceilán, Burma, Malasia, Mauricio y, finalmente, a las
Indias Occidentales.2445 Y Bayly hace la importante observación de que surgió
una nueva expansión de "frágiles” economías urbanas en áreas de plantaciones
de índigo y algodón como resultado del establecimiento de "cadenas de
intermediarios dependientes de un grupo reducido de cultivos comerciales”. 2446
En lo que se refiere a África Occidental, Rodney nos recuerda que el
"avituallamiento” de los barcos de esclavos no ha recibido un "tratatamiento
serio”.2447 Pero está claro que requirió una ingente cantidad de alimento y que
se empleó a numerosos esclavos en la producción local de alimentos para
abastecer al resto de los esclavos enviados a América. Latham, por ejemplo,

2443
Habib (1963, pp. 56, 75).
2444
Gough (1978, p. 32).
2445
Ibid. (p. 35).
2446
Bayly (1975, p. 499).
2447
Rodney (1968, p. 282). Véase también Johnson (1976, p. 26). Northrup afirma: "A
principios del siglo xix, se afirmaba que el cultivo de cosechas (alimenticias) habla cesado en
Bonny” (1978, p. 89). Esto se debió a su plena integración en el tráfico de esclavos.
Obviamente, éstos debían adquirir víveres en alguna parte. El propio Northrup alude a la
producción de alimentos basada en trabajo esclavo para las áreas de producción de aceite de
palma (p. 220).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 203
observa que existió un gran asentamiento de esclavos al este de Calabar entre
1805 y 1846 que, sin embargo, no eran empleados en la producción de aceite
de palma. Latham especula con la posibilidad de que probablemente fueran
utilizados "para cultivar alimentos para Calabar".2448 Finalmente, Newbury
observa el estrecho vínculo de los "centros de embarque” con el desarrollo de
los mercados locales de alimentación dada la considerable migración a estos
lugares de las redes comerciales.2449
La segunda parte de la reconstrucción del modelo de exportación-
importación que impuso la incorporación fue la decadencia del sector
manufacturero en las zonas que eran incorporadas. Este tema se ha relacionado
durante tanto tiempo con la experiencia del subcontinente indio que puede ser
ilustrativo entender que esto no era, en modo alguno, algo peculiar de la India.
No obstante, comencemos con el caso indio. Es claro que, antes de 1800, el
subcontinente indio era, según los estándares mundiales, un centro de
producción textil de primera magnitud. En efecto, Chaudhuri sostiene que
"probablemente era el mayor productor mundial de tejidos de algodón”. 2450 La
decadencia fue súbita. Aunque los años primeros de las guerras napoleónicas
contemplaron un breve auge de las exportaciones, los acuerdos de Berlín,
sumados a la competencia inglesa, supusieron "el final de la exportación de
artículos de Surat a Londres”.2451 Por lo que respecta a los artículos de algodón
de Bengala, "prácticamente desaparecieron” de la lista de exportaciones de la

2448
Latham (1973, p. 92). Véase también Dike (1956, p. 156). Otro uso de la
especialización en cultivos comerciales de plantación era político. Latham sostiene que los
traficantes efix de aceite de palma "invirtieron los beneficios de este nuevo comercio [de aceite
de palma] en esclavos, que establecieron en las áreas agrícolas recién descubiertas, para que
actuaran como servidores autosu- ficientes, esenciales para la seguridad de su señor en la
política interregional” (p. 146).
2449
Newbury (1971, p. 96).
2450
Chaudhuri (1974, p. 127). Morris considera que no lo era tanto como parece: "Está
muy extendida la idea de que la India fue una gran nación manufacturera preindustrial. Es
mucho más probable que en el siglo XVHI la India hubiera adquirido una tecnología equivalente
a los niveles productivos de finales de la Europa medieval [...] Aunque la India producía tejidos
de calidad y unos pocos ejemplos de notable artesanía, no debemos confundir la destreza
manual con la productividad ni asumir que la destreza implicaba la presencia de sofisticadas
herramientas y técnicas de manufacturación. De hecho, lo cierto es lo contrario" (1968, pp. 5-
6).
Raychaudhuri responde a Morris: "Semejante punto de vista no hace justicia al hecho de
que la India era el principal productor de tejidos —no sólo vestidos de calidad, sino ropa de
uso cotidiano para las masas— de todo el sudeste asiático, Irán, los países árabes y Africa
Oriental [Además,] excluyendo un insignificante porcentaje de artículos de lujo, [...] la India
no importaba productos de metal manufacturados antes del siglo xix” (1968, p. 85). No
obstante, Raychaudhuri sí admite que, "En sorprendente contraste con la preeminencia de India
como exportador de productos manufacturados, su tecnología era en verdad arcaica en
comparación con otras civilizaciones avanzadas del periodo, en particular Europa y China."
(1982a, p. 291.) Y añade: "Un nivel de habilidad manual que rayaba en lo fantástico servía
como sustituto de técnicas e instrumentos sofisticados” (p. 294).
2451
Nightingale (1970, p. 233).
204 Immanuel Wallerstein
Compañía de las Indias Orientales alrededor de 1820 y, poco después, también
de la de los exportadores privados.113 Durante algún tiempo subsistió (o se
inició) un comercio de exportación de tejidos a China, pero éste también
desapareció, de manera que las estadísticas muestran un descenso sostenido,
con una disminución del 50% del valor de la exportación de artículos de
algodón entre 1828, y 1840, a partir de una base ya muy reducida.114 Además,
observando la brusca decadencia de la producción de Bihar en el siglo XIX, un
área que nunca exportó a Europa, también podemos ver el impacto en el
mercado "interno”.115
Una de las explicaciones es, simplemente, la nueva ventaja tecnológica y
competitiva de Gran Bretaña. Smelser atribuye al telar automático el crédito de
la "conquista definitiva” de Gran Bretaña sobre el mercado indio. 116 Si esto es
así, uno se pregunta porqué los británicos tuvieron que recurrir a medidas
políticas para garantizar su supremacía en el mercado. En 1830, Charles
Marjoribanks testificó lo siguiente ante el parlamento:

Hemos excluido las manufacturas indias de Inglaterra mediante elevados y prohibitivos


aranceles, y fomentado la introducción de nuestras propias manufacturas en la India. Mediante
nuestra política egoísta (utilizo la palabra con envidia) hemos derrotado a los fabricantes
nativos de Dacca y otros lugares e inundado su país con nuestros artículos. 117
También explicaba por qué el comercio con China tenía el mismo éxito: "no
poseemos el mismo poder sobre el imperio chino que sobre el indio”. En 1848,
como comisionado parlamentario, defendió la no "necesidad” de las
importaciones indias de
113
Sinha (1970, p. 4). El valor de exportación pasó de 6 i rupias de lakh en 1792-1793 a
14 lakh en 1819 y a 3 lakh en 1823 (p. 3).
114
Chaudhuri (1968, p. 34). Al mismo tiempo las importaciones de hilo de algodón
aumentaron en un 80% y las de tejidos de algodón en un 55 por ciento.
115
Véase Bagchi (1976a, pp. 139-141).
116
Smelser (1959, p. 127, nota 5). Véase sin embargo Mann: "El telar automático se
recibió como una máquina casi perfecta pero no se extendió con rapidez. En 1839 los
beneficios no habían excedido las 7 000 libras” (1958, p. 290).
117
Citado en Sinha (1970, p. 11). Los puntos de vista del propio Sinha son que los
aranceles de los artículos de algodón exportados a la "Europa extranjera” así como a Estados
Unidos, sumados a los aranceles internos, "quizá contribuyeron acabar con la industria
algodonera india con mayor rapidez y eficacia de lo que lo hubiera hecho sólo la competencia
de los artículos baratos de algodón británicos” (p. 7).
Obsérvese también, en relación con la manufactura de seda, que cuando la prohibición de
las exportaciones indias a Francia se suspendió brevemente en la década de 1830, las
exportaciones británicas a Francia casi desaparecieron, en tanto que las indias se
incrementaron de manera espectacular. Véase el cuadro de la p. 12.
textiles, justificando así, la eliminación de los aranceles sobre la importación de
azúcar a Gran Bretaña en los siguientes términos: "Si se quita el mercado de
azúcar a la India, en la misma proporción o en proporción aún mayor, se
destruye el mercado para los artículos manufacturados de Inglaterra.’’ 2452 En

2452
British Parliamentary Acts [Actas del Parlamento Británico] (BPP), informes de los
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 205
todo caso, es difícil negar la tesis de la desindustrialización deliberada de la
India cuando el propio presidente de la asociación británica de India Oriental y
China se jactaba de ella en esa época. En 1840, George G. de H. Lampert
testificó que:

Esta compañía, animada y auxiliada por nuestro gran ingenio y destreza fabril, ha conseguido
transformar a la India de un país fabril en un país exportador de materias primas. 2453

El imperio otomano no se convirtió en colonia británica durante este periodo,


como ocurrió con el subcontinente indio, pero la historia es notablemente
paralela y su desarrollo cronológico incluso anterior. En la primera mitad del
siglo xvm, el imperio otomano seguía exportando tejido de seda e hilo de
algodón a Europa. En 1761, Francia impuso elevados aranceles protectores
sobre las importaciones de hilo de algodón del imperio otomano, y estos
aranceles, sumados a la máquina de hilar inglesa, clausuraron el mercado de
Europa Occidental.2454 Gemp sitúa el punto álgido del sector industrial entre
1780 y 1880, y afirma que, después de ese lapso, los caminos hasta entonces
paralelos de la producción textil europea y otomana empezaron a diverger, y la
industria otomana inició su decadencia, no sólo en lo que a las exportaciones se
refiere sino incluso con relación a "los niveles de producción que había
alcanzado en su propio pasado”.2455 A pesar de toda una serie de contramedidas
políticas y económicas propuestas por la Sublime Puerta, empezando con las
medidas de Selim III en 1793-1794,2456 en 1856 un autor inglés habla de que la
industria manufacturera había
"declinado considerablemente" en Turquía, afirmando que Turquía ahora
exportaba materias primas que posteriormente volvían allá como
manufacturas.2457 En 1862, otro autor británico comentaba en un tono aún más
definitivo: “Turquía ha dejado de ser un país manufacturero’’.2458
La historia es idéntica si trasladamos nuestro punto de vista del núcleo
anatolio a las zonas periféricas de Egipto y Siria. El intento de Mohammed Ali
de crear una "industrialización forzada" en Egipto fracasó.2459 Y el hecho de

comités (1848b, p. 10).


"9Ibid. (1840b, p. 24).
2454
Issawi (1966, p. 41).
2455
Geng (1976, pp. 260-261). Issawi (1966, p. 49) data el punto de cambio en tomo a los
años 1815-1820. Kóymen (1971, p. 52) afirma que la crisis se inició en 1825.
2456
Éstas se enumeran en Clark (1974), que no ofrece una buena explicación del colapso
final en la década de 1850. Observa de pasada que con la Convención Comercial Anglo-Turca
de Balta Limann en 1838, al gobierno otomano se le impuso la retirada de todo el control sobre
importaciones y exportaciones.
2457
M. A. Ubicini, en el libro Letters on Turkey (Londres: 1856, vol. n), reimpreso en
Issawi (1966, p. 43). Ubicini no habla sólo de artículos de algodón, sino también de acero y
armas, así como de seda, hilo de oro, cuero de tinte, cerámica, productos de guarnicionería y
todo tipo de tejidos.
2458
Farley (1862, p. 60).
2459
Issawi (1961, p. 6).
206 Immanuel Wallerstein
que las provisiones de la Convención Comercial Anglo-Turca le fueran
impuestas en 1841 y de que esto "trajera el abandono y la ruina a sus fábricas
en el Nilo",2460 no es la menos importante de las razones de ese fracaso. En lo
que se refiere a Siria, en la década de 1820 se inició una "decadencia
catastrófica” de sus manufacturas,2461 y ya en la década de 1840 el proceso se
había completado en Aleppo y Damasco.2462
¿Estaba Rusia en mejores condiciones de resistir estos embates? Sólo un
poco. La primera mitad del siglo xvm había sido de auge para la industria rusa.
La industria metalúrgica de los Urales tuvo un periodo de rápida expansión a
partir de 1716.2463 Bajo la zarina Isabel, y especialmente desde 1745 hasta 1762,
hubo una "segunda expansión de la industrialización” que alcanzó una "edad
de oro” bajo Catalina II, 2464 momento en el que las exportaciones a Inglaterra
crecieron "drásticamente”.2465 No es sorprendente que el historiador ruso Tarle
sostuviera en su libro de texto de 1910 que en el siglo xvm "el retraso de Rusia
no parece muy grande si se sitúa en el contexto europeo general". 2466
Sin embargo, después de 1805, Rusia comenzó a retrasarse respecto a Gran
Bretaña en la producción de hierro fundido, y cuando la fundición de coque se
convirtió en la tecnología dominante, la producción de Rusia estaba en
desventaja.2467 Además, bajo Nicolás I (1825-1855) los funcionarios de mayor
rango se hicieron "fríos” o incluso "hostiles” respecto al crecimiento industrial,
temiendo disturbios sociales. Aun así, a pesar de la drástica decandencia de las
exportaciones de la principal industria, el hierro en lingotes, los rusos lograron
mantener un mercado interno para sus tejidos mediante la combinación,
después de la década de 1830, de una elevada protección arancelaria y cierta
importación tecnológica. También consiguieron establecer una industria de
refinamiento del azúcar de remolacha.2468 Esta capacidad limitada para resistir
la desindustrialización total, en la que conservar la relativa fortaleza del ejército
ruso no fue un insignificante factor coadyuvante, explica en parte su capacidad
para desempeñar un papel en la economía- mundo a principios del siglo xx
distinto al de India o Turquía.
Finalmente, no es frecuente pensar que África Occidental haya tenido
industria. Y, efectivamente, ya en el siglo xvm había importaciones textiles

2460
Clark (1974, p. 72).
2461
Smilianskaya en Issawi (1966, p. 238). Véase también Chevallier (1968, p. 209).
2462
Polk (1963, p. 215).
2463
Véase Koutaissoff (1951, p. 213), véase también Goldman (1956, p. 20).
2464
Coquin (1978, pp. 43, 48).
2465
Portal (1950, p. 307). La guerra de Independencia de Estados Unidos sumada a las
guerras revolucionarias napoleónicas, tuvieron cierta influencia en esto. Portal observa que
"la producción metalúrgica rusa, en su gran fase de expansión después de 1750, estaba [...] en
gran parte orientada a la exportación" (p. 373).
2466
Citado en Dukes (1971, p. 375).
2467
Véase Baykov (1974, pp. 9-13).
2468
Véase Falkus (1972, pp. 36-39). El primer auge del refinado de azúcar comienza en
los años de 1820 a 1830.
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 207
hacia África Occidental.2469 Sin embargo, tampoco en este caso se debería
exagerar. Antes de 1750, como observa Rodney, el algodón local de la costa de
Guinea “resistía la competencia” de las manufacturas inglesas.2470 Y Northrup,
refiriéndose al delta del Níger en el siglo xvm, observa que importaciones tales
como las de pletinas de hierro seguían requiriendo un procesamiento
significativo “y tenían así un efecto multiplicador en la economía interna”.2471
No es hasta después de las guerras napoleónicas y el abandono del comercio de
esclavos por parte de los navios británicos después de 1807, cuando "cambian
la naturaleza y la calidad de las importaciones".138 Esto se refiere no sólo a los
productos textiles, sino también a los de hierro. Las forjas y fundiciones de
hierro quedaron "arruinadas” por las importaciones europeas a bajo precio a
principios del siglo xix.139
La producción primaria a gran escala orientada a la exportación, es eficiente,
como ya hemos explicado, si responde al mercado, y eso sólo puede ocurrir
realmente cuando las corporaciones que toman las decisiones efectivas son lo
suficientemente grandes como para que un cambio en sus decisiones de
producción y comercialización pueda afectar de verdad su propia fortuna. El
interés propio del actor económico insignificante no es necesariamente el de
"ajustarse" al mercado o, en todo caso, lo es mucho menos que en lo que
respecta al actor a gran escala.
Existen dos lugares principales en los que se pueden crear grandes nodulos
de corporaciones de toma de decisión. La producción primaria se puede agrupar
en grandes unidades, lo que podríamos llamar la solución de la "plantación”, o
se pueden crear grandes nodulos en una fase posterior a la de las zonas de
producción inicial en la cadena de comercialización. Por ejemplo, algunos
grandes "intermediarios" (lo que los franceses denominaban négociants en
contraposición a los traitants o commergants) pueden establecerse en los
cuellos de botella de los flujos comerciales. No es suficiente, pues, crear una
situación cuasimonopolística u oligopolística de la comercialización. Para este
(llamémosle así) comerciante a gran escala (o comerciante-banquero) es
también importante hacer que parte de la masa de pequeños productores
dependa de él. La forma más simple y quizá más eficaz de conseguirlo es la
servidumbre por deudas. De este modo, cuando el comerciante a gran escala
quiere "ajustarse” al mercado mundial, puede modificar rápidamente las pautas
de producción de la forma que considere rentable. 140 La creación de estas

2469
De hecho; los tejidos indios llegaban allí por los mercaderes europeos ya a comienzos
del siglo xvn. Véase Furber (1965, p. 12). Boulle (1975, p. 325) sostiene incluso que el
mercado de África Occidental era "de gran importancia" (ele taille) en lo tocante a las
exportaciones inglesas y francesas a mediados del siglo xvni. En la década de 1760, por
ejemplo, de todos los tejidos ingleses exportados, el 43% tuvo como destino África, y sólo el
39% América. Metcalf observa que los productos textiles eran una importación más atractiva
que las armas de fuego, y que esos tejidos se comercializaban como artículo de "consumo de
masas v no como producto de lujo para las élites" (1987, p. 385).
f36
Rodney (1970, p. 182).
2471
Northrup (1978, p. 149).
208 Immanuel Wallerstein
unidades económicas a gran escala (sean plantaciones o cuellos de botella
comerciales a gran escala) es una característica básica de la incorporación.

os Noi-thrup (1978, p. 175). Véase también Johnson (1978, p. 263). Curtin (1975a, p. 326)
da una fecha un poco posterior para Senegambia, en tomo a la década de 1830.
139
Flint (1974, p. 387).
140
La "contratación por adelantado” también minimiza la capacidad del productor
directo de controlar los precios y permite al gran mercader estabilizar su mercado de
abastecimiento (Chaudhuri, 1978, p. 143).
En este periodo, las exportaciones indias se centraron en tres cultivos
principales: índigo, algodón, seda y opio. De los cuatro, el índigo era el más
orientado a la plantación. En el último cuarto del siglo xvm, en respuesta a la
falta de oferta en el hemisferio occidental, cierto número de comerciantes
privados ingleses establecieron plantaciones.2472 Además, otorgaron anticipos a
productores a pequeña escala. Se exigió pronto el pago del anticipo "al primer
signo de recesión”, lo que trajo consigo el embargo de tierras, y concentró aún
más la propiedad de la tierra.2473 El sistema de producción industrial
doméstica,2474 que fue crucial en este proceso, no se empezó a utilizar en la
producción de índigo hasta este periodo.2475 En todo —producción directa o
sistema de anticipos a pequeños productores— los plantadores de índigo
conservaron en sus manos las decisiones básicas sobre la producción utilizando
la "opresión en pequeña escala” o la "servidumbre por deudas” para conseguir
sus objetivos.2476
De modo similar, en la producción de algodón en bruto, a medida que se
orientó más a la exportación, se fue produciendo un "poder cada vez mayor del
capital usurero y comercial sobre la producción” conforme "las cargas reales de
la renta y el interés se hicieron [...] más pesadas".2477 En el caso del opio, el
hecho de que se tratara de un monopolio comercial del Estado (a través de la
Compañía de las Indias Orientales) sirvió a los mismos propósitos de control
de la cantidad y calidad de la producción, del establecimiento de precios y, de
hecho, del control de la competencia internacional en el mercado chino. 2478 En

2472
Véase Fuber (1951, pp. 290-291).
2473
Siddiqi (1973, p. 151).
2474
Chaudhuri dice que este concepto "europeo" "oculta tanto como revela” (1974, p. 259).
Quizá sea así. Busquemos pues otro término. Arasaratnam cita esta opinión de Chaudhuri con
aprobación, pero sigue admitiendo el punto esencial del sistema en lo que se refiere a una
comunidad de tejedores: "Aunque existía esa libertad de disponer del producto final, la
naturaleza restrictiva del acceso al mercado y las condiciones cuasimonopolísticas en la
adquisición de artículos vigentes en numerosas aldeas remotas de tejedores hacían que esa
libertad fuera inútil” (1980, p. 259).
2475
Véase Raychaudhuri (1965, p. 756; véase también 1962, pp. 180-181).
2476
Fisher (1978, p. 115). En la página 118 Fisher sopesa las desventajas de cada sistema:
el cultivo directo era más caro; un sistema de adelantos tenía más probabilidades de suscitar
el descontento entre los campesinos.
2477
Guha (1972, pp. 18,28).
2478
Véase Richards (1981, p. 61). El monopolio estatal utilizaba el mismo sistema de
mercaderes privados a gran escala para otros productos: "Todo el
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 209
1848, F. W. Prideaux testificó ante un comité restringido de la Cámara de
Diputados que “nada se cultiva en India sin anticipos, se trate de azúcar, índigo
o cualquier cosa que se cultive para exportarse desde aquel país”. 148 Sin
embargo, a pesar de la casi ausencia de "plantadores" europeos como los de las
Indias Occidentales, no es menos cierto, como sostiene Cla- pham, que la
mayoría de estos artículos de exportación tenían “algo de lo que
denominábamos un carácter de plantación o colonial de viejo cuño”. 149
Rothermund considera que el paso del área externa a la incoporación se produce
precisamente en lo que él describe como las cambiantes funciones de la factoría
(comercial): de comprar y vender en barcos pasó a hacer encargos comerciales
específicos, de ahí a financiar esos encargos mediante anticipos para luego
utilizar esos anticipos como estímulo de la.producción, y finalmente a organizar
la producción mediante un sistema de producción doméstica y control de
talleres.150
El auge de giftliks similares a plantaciones en el imperio otomano ha sido
tema de discusión desde hace tiempo. (fiflik es un término jurídico que denota
una forma de tenencia de tierras. El origen de la palabra es la referencia a un
gift (o yunta) de bueyes, y por lo tanto se refiere a la extensión de tierra que una
yunta de bueyes podía arar en un día.151 Esto ha originado cierta confusión,
puesto que fueron básicamente estos giftliks, mucho mayores que un gift y más
próximos al significado usual de plantación, los que parecen haber estado
directamente relacionados con la producción de cultivos comerciales orientados
a la exportación.
Stoianovich vincula directamente la difusión del giftlik (en particular del
hassa-giftlik, más extenso) con la "difusión del cultivo de nuevos productos
coloniales: algodón y maíz” a partir de la década de 1720 en los Balcanes. 152
Gandev, asimismo,

proceso, desde la preparación del terreno para la semilla [del opio], hasta la subasta final en
Calcuta, se basaba en un elaborado sistema de pagos por adelantado" (Owen, 1934, p. 26).
148
BPP, informes de los comités (1848a, p. 21).
149
Clapham (1940, p. 232).
150
Véase Rothermund (1981, p. 76).
151
Véase Gandev (1960, p. 209); Stoianvich (1953, p. 401) y Busch- Zantner (1938, p.
81).
152
Stoianovich (1953, p. 403). "Las nuevas factorías textiles de Austria, Sajorna, Prusia
y Suiza necesitaban la lana y el algodón de Macedonia y Tesalia, y la creciente demanda de
Francia e Italia triplicó la producción de Macedonia entre 1720 y 1800” (Stoianovich, 1960,
p. 263). Véase también Stoianovich (1976, p. 184).
considera su desarrollo en el noroeste de Bulgaria como el surgimiento de
unidades de tierras de plantación a gran escala, que eran objeto de inversión y
acumulación de capital.2479 Peter Sugar también destaca su orientación al
mercado, la producción de nuevos cultivos y la servidumbre por deudas de sus

2479
Véase Gandev (1960, pp. 210-211).
210 Immanuel Wallerstein
campesinos.2480 McGowan observa que estaban situadas junto al mar y que su
desarrollo en el imperio otomano tardío "casi siempre estuvo relacionado [...]
con el comercio de artículos extranjeros”. 2481 Finalmente, Inal£ik; también
relaciona los gif- tliks de gran extensión con una orientación al mercado y
"estructuras de tipo plantación”, que se extendieron, afirma, particularmente en
conjunción con el reclamo de nuevas tierras y su mejora en terrenos baldíos
marginales (miri).2482
En lo que se refiere a Egipto, es claro que el auge de la producción de
algodón estaba directamente relacionado con la creación de grandes latifundios
a lo largo del siglo xix.2483 Ya en 1840, John Bowring explicó el porqué en su
comparecencia ante la Cámara de los Comunes. Habló de la resistencia del fe-
llah a producir algodón por el temor a ser engañado y a la exacción fiscal, ya
que implicaba únicamente una cosecha anual. ¿La solución?

Últimamente, numerosos terrenos se han transferido a los capitalistas que aceptaron pagar los
atrasos en la renta y que, en consecuencia, emplean a los fellahs como jornaleros, liberándoles
de la responsabilidad de sufragar el impuesto sobre la tierra, y de rehusar la cantidad estipulada
de producto a los precios fijados por el pacha.2484
En Rusia, naturalmente, ya se había producido una considerable
concentración de tierras en manos de la aristocracia. Lo que sucedió durante la
etapa de la incorporación fue el acentuamiento de este proceso y la
intensificación de su nexo con la producción de plantación. Como observa
Blum, los señores rusos eran "con mucho, los mayores proveedores del
mercado”, produciendo hasta el 90% del grano, por ejemplo. 2485 Es en este
mismo periodo cuando se produce la fundamental innovación agronómica de la
rotación del cultivo por tercios.2486
A finales del siglo XVIII, por tanto, la “economía rural adoptó un carácter

2480
Véase Sugar (1977, pp. 211-221).
2481
McGowan (1981a, p. 79). De todos modos, McGowan advierte que “el sector de la
agricultura de exportación otomana tuvo [...] que crecer con lentitud durante el periodo [de
los siglos xvn y XVIII]’’ (p. 170), y que "el chiftlik balcánico medio era una operación de
arrendamiento, mucho más cercana en carácter y escala a la Grundherrschaft a partir de la
cual evolucionó más tarde hasta adquirir el carácter de Gutsherrschaft que con frecuencia se
le ha atribuido" (p. 79). Sin embargo, McGowan distingue entre los giftliks de mayor tamaño,
orientados al comercio de exportación, y los de tamaño medio que tenían menos
probabilidades de dedicarse a ese fin (véase 1981b, p. 62).
2482
Inalqik (1983, p. 116). En Anatolia occidental fue precisamente la "elevada
productividad y alto valor de la tierra [...] [lo que] explica el menor tamaño de los giftliks" (p.
117). La adquisición de derechos sobre tierras por reclamación ya es característica del periodo
clásico del imperio otomano, y no tenía ningún nexo legal con el tamaño de la unidad que se
reclamaba. Ahora, sin embargo, se utilizó para crear grandes giftliks.
2483
Véase Baer (1983, pp. 266-267).
2484
Reproducido en Issawi (1966, p. 387).
2485
Blum (1961, pp. 391-392).
2486
Véase Confino (1969, p. 39). Éste fue en especial el caso en la zona norte y central
necemozem y en la parte norte de las tierras negras.
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 211
cada vez más mercantil”.2487 La transformación de las pautas de servidumbre
—desde el obrok (o pago en especie y dinero) hasta la barshchina (o pago en
trabajo, es decir, cor- ve'e)2488 —cambio que será discutido más adelante desde
el punto de vista de la coerción de la mano de obra— también debería
considerarse como una forma de concentración de tierras. No se trata de que se
concentrara la propiedad, puesto que ya lo estaba, sino de que se concentraran
los procedimientos de toma de decisiones en la producción, y esto era de vital
importancia para una agricultura comercializada. Y en aquellos latifundios
donde persistía el obrok, los señores frecuentemente alentaban y protegían a
los campesinos que se convertían en empresarios mercantiles (a pesar de las
restricciones legales), puesto que esto no sólo permitía a tales campesinos pagar
mayores obrok, sino que también permitía a los señores utilizarles como
"garantes de los miembros menos prósperos de la comunidad aldeana”. 2489
Una vez más, la situación en África Occidental es más seme-
jante de lo que cabría atribuir a la casualidad. Comenzamos con un tráfico de
esclavos que, lejos de impulsar la competencia infinita, condujo a cuellos de
botella comerciales. En todas partes encontramos que existen "asociaciones y
prácticas comerciales restrictivas, a veces oficiales, a veces privadas, y que en
ocasiones implican la colaboración entre ambas”. 2490 Además, el cambio a
cultivos comerciales como el aceite de palma fue acompañado de intentos por
crear estructuras de plantación. En efecto, los propios abolicionistas apoyaron
directamente esto como medio, según creían, para dotar de una sólida base
económica al comercio legítimo.2491 Las plantaciones tuvieron éxito en un

2487
Kizevetter (1932, p. 637).
2488
Sobre la diferencia, véase Confino (1961b, p. 1066, nota 2). El paso a la barshchina
comenzó ya a mediados del siglo xvn, pero se extendió a mediados del siglo xvm, en particular
en la zona necemozem. Esto fue contrarrestado en parte por el descenso del porcentaje de
campesinos en fincas privadas, puesto que los que se encontraban en fincas estatales o
imperiales por lo general pagaban obrok.
2489
Blum (1961, p. 289). Muchos de estos empresarios se reclutaron entre los antiguos
creyentes perseguidos. Tal vez su teología no fuera en absoluto "protestante", pero el factor de
la persecución les creó la necesidad de lectura de textos, de dinero para defenderse y de escribir
en secreto, actividades todas, por supuesto, relevantes para la formación de una clase
mercantil. Véase Gers- chenkron (1970, pp. 35-37).
2490
Lovejoy y Hogendom (1979, p. 232). Hogendom observa además: "La captura de
esclavos fue una propuesta costosa emprendida contra pueblos que sabían defenderse. Es
como si los peces [los de Thomas y Bean] pudieran contratacar'’ (1980, p. 480). Sundstrom
destaca el mismo tema: "Uno de los aspectos más sorprendentes del comercio exterior de
África fue la posición de fuerza, en ocasiones equivalente a un monopolio, de los
intermediarios. El monopolio comercial se fundaba en parte en el control exclusivo del
transporte fluvial” (1974, pp. 254-255). Véase también Dantzig (1975, p. 264), quien subraya
la intensidad en capital del tráfico de esclavos y la tendencia a operaciones en gran escala que
se derivaba de ella.
2491
Véase Ajayi y Oloruntimehin (1976, p. 211). Sobre los intentos daneses de establecer
plantaciones posteriores a la abolición, véase Norregard (1966, pp. 172-185). Müller sostiene
que al menos entre los igbo en áreas densamente pobladas, la producción de aceite de palma
para la exportación se inició en una zona que ya "producía aceite y otros artículos de
212 Immanuel Wallerstein
principio en Dahomey y Yoruba. La combinación de monarcas fuertes, trabajo
de esclavos y, presumiblemente, capital, supuso que los monarcas consiguieran
exportar aceite de palma desde una considerable distancia en el interior, lo que
de otra forma hubiera sido demasiado caro.2492 Pero donde el transporte no era
tan problemático, la tecnología de la producción del aceite de palma (y
cacahuate) lo hacía accesible a los agricultores a pequeña escala.2493
Sin embargo, como observa Law a propósito del debilitamiento de la
posición dominante del rey y de los jefes militares en el proceso de producción,
cuando finalmente se pasó del tráfico de esclavos al comercio de aceite de
palma, "los beneficiarios de este cambio, no obstante, fueron tanto
comerciantes a gran escala como pequeños agricultores”.2494 En otras palabras,
el centro de la concentración había pasado de un punto de recolección de un
producto a otro, un punto que pasaríamos por alto si atendiéramos sólo a la
unidad, relativamente pequeña, de extracción de aceite de palma. En efecto, el
nexo entre el poder estatal y la concentración mercantil fue particularmente
fuerte durante este periodo de concentración. Newbury presenta este fenómeno
con claridad:

Los estados mercantiles de Dahomey y del delta del Níger [...] [ofrecen buenos] ejemplos de
gobernantes africanos sostenidos por los ingresos comerciales [...] Gobernantes tales como Ja
Ja de Opobo o Nana de Warri eran astutos comerciantes, no burócratas africanos que
explotaban a los mercaderes.2495

Para entender lo que estaba sucediendo, debemos recordar el surgimiento de


una estructura de comerciantes de múltiples niveles. En los puertos atlánticos
eran los mercaderes, o exportadores-importadores generalmente europeos,
quienes representaban a las firmas europeas. Estos mercaderes, a su vez,
trataban con brokers o intermediarios a gran escala (en francés, los
négociants), que a su vez trataban con otros intermediarios que eran
comerciantes itinerantes (en francés, los traitants) y eran éstos quienes
normalmente trataban con los productores directos. Es generalmente en el nivel
de los brokers donde se da la concentración siempre que había producción en
pequeña escala. Fueron estos brokers quienes posteriormente serían absorbidos
y sustituidos por las firmas europeas cuando la zona cayó bajo gobierno
colonial.2496

intercambio” (1985, p. 58).


2492
Véase Manning (1969, p. 287).
2493
Véase Hopkins (1973, p. 125). Augé (1971, p. 161) sin embargo, describiendo la
producción de aceite de palma en Costa de Marfil durante la segunda mitad del siglo xix,
observa las dificultades en el reclutamiento de trabajadores entre el linaje y el consiguiente
recurso al trabajo cautivo. Esto supone, por tanto, unidades de mayor entidad.
2494
Law (1977, p. 572).
2495
Newbury (1969, pp. 74-75).
2496
Sobre los múltiples niveles, véase Chamberlin (1979, pp. 422-423) y Newbury (1971,
p. 100). Sobre la distinción entre négociants y traitants, véase Hardy (1921). En general, en
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 213
Hemos sostenido que el proceso de incorporación condujo a la creación de
uno u otro tipo de unidades de decisión relativamente grandes, cuyo interés
propio era responder a las exigencias cambiantes del mercado mundial. El
tamaño de estas unidades sirvió en parte para motivarlas, puesto que los
cambios que introducían tenían un impacto significativo en sus posibilidades
de acumulación, pero también sirvió, en parte, para incrementar su capacidad
de respuesta, puesto que controlaban el capital y las mercancías suficientes
como para tener a su vez cierto impacto sobre el mercado mundial. Queda por
analizar la capacidad de respuesta de otro elemento: la disponibilidad de
suficiente mano de obra a un precio que hiciera competitivo el producto.
Para un trabajador, especialmente uno agrícola, participar en la producción
de monocultivos comerciales, en particular aunque no sólo con estructuras de
tipo plantación, tenía un escaso atractivo intrínseco, puesto que inevitablemente
reducía el tiempo y la disponibilidad física para todo tipo de prácticas de
subsistencia que ofrecieran garantías de supervivencia e incluso de un relativo
bienestar. No sorprende, por tanto, que al menos al principio y por cierto tiempo
el aporte de trabajo que requería la producción para el mercado en una zona en
proceso de incorporación tuviera que ser sometido por coerción, directa o
indirecta, al trabajo en los lugares adecuados al ritmo adecuado. Esta coerción
implicaba dos elementos que deben distinguirse conceptualmente: los métodos
utilizados para que el trabajador trabajara más arduamente (¿más
eficientemente?) y durante más tiempo (por día, por año, por tiempo de vida);
y los derechos formales o estatus jurídico del trabajador y, por consiguiente, su
espectro de opciones en relación con su trabajo.
La India mogol es una de las pocas áreas sobre la que tenemos algunos datos
relacionados con el nivel de vida de los estratos trabajadores antes de su
incorporación a la economía- mundo. Existen cuatro clases de comparación.
Habib sostiene que la producción agrícola per cápita en 1600 no era menor que
la de la misma área en 1900, y que tampoco era inferior a la de Europa
Occidental en 1600.171 Spear afirma que el habitante medio de la India mogol
se alimentaba mejor que su equivalente europeo.172 Y Desai ha acumulado datos
cuantitativos para sostener la tesis de que el "estándar medio de consumo de
alimentos [...] [era] apreciablemente superior" en el imperio Ak- bar que en la
India de los años sesenta.173 Sin embargo, tan
171
Véase Habib (1969, p. 35).
172
Véase Spear (1965, vol. ll, p. 47), que prosigue: "Considerando una perspectiva
global, la India mogol con una población estimada de cien millones de habitantes, tuvo durante
siglo y medio un nivel de vida casi comparable al de la Europa contemporánea. El campesino
tenía un poco más para comer, el mercader menos oportunidades para gastar."
173
Desai (1976, p. 61). Moosvi (1973, p. 189) apoya este punto de vista. Existe una

este momento el nivel inferior del comercio itinerante no estaba regulado y era competitivo y
conflictivo. Las tres áreas en las que esto no ocurría —la cuencia fluvial del antiguo Calabar,
el delta del Níger (Opobo) y Dahomey— eran precisamente las zonas de concentración
política y de producción máxima para la exportación. Véase Chamberlin (1979, p. 434).
214 Immanuel Wallerstein
refutación de Heston (1977), cuya revisión de los cálculos afirma, pronto como comienza
la incorporación después de 1750, escuchamos quejas (británicas) sobre la
"indolencia” del campesino bengalí.174 Pronto se encontró una solución a esta
"indolencia”, a la que ya hemos aludido anteriormente: el sistema de
"anticipos". Descubrimos que de este fenómeno surgió de súbito en todas las
áreas de cultivos comerciales como el principal mecanismo de coerción.
En este momento se desarrollaron dos sistemas de tenencia de la tierra:
zamindari y ryotwari, definidos ambos, o más bien redefinidos en el sentido
de propiedad con derechos quirita- rios. Esta dirección de la evolución de las
formas de tenencia es característica de la participación en la economía-mundo
capitalista, puesto que los derechos quiritarios son indispensables para la
comercialización de la tierra, en sí misma un elemento necesario en la
liberación de todos los factores que posibilitan la acumulación incesante de
capital. El sistema zamindari fue instituido en Bengala por el acuerdo
permanente de 1793.175 En este sistema, los ryots (o campesinos) que vivían en
sus tierras eran considerados colonos de los zamindars, quedando por tanto
sujetos a pagar una renta o a ser despojados. Como consecuencia, "las rentas
aumentaron y los despojos se hicieron corrientes”.176 Pero también se plantaron
nuevos cultivos y se adquirieron nuevos trabajadores. 177

"sin duda debilita la tesis [de Desai] de que los salarios reales descendieron desde Akbar” (p.
394). Desai a su vez refuta a Heston, revisando también los cálculos y concluyendo que
existieron tanto un "mayor rendimiento de las cosechas" como "un mayor poder adquisitivo
de los salarios urbanos en lo que se refiere a cereales” en la época de Akbar en comparación
con la década de 1960 (1978, pp. 76-77).
174
Véase la discusión en Sinha (1962a, vol. II, pp. 217-218), quien señala que un suelo
fértil, tres meses de duro trabajo y unas pocas semanas más durante la época de cosecha
bastaban para producir una cosecha de arroz que mantenía ese razonable nivel de vida. Esta
cantidad de trabajo quizá que no bastara sin embargo para producir cosechas comerciales
destinadas al mercado mundial.
La situación en Bengala y la consiguiente opinión respecto a la "indolencia" de los
campesinos, fue sin duda exacerbada por la "desastrosa" hambruna de 1770 que intensificó la
escasez de la mano de obra y sin duda reforzó la capacidad negociadora de quienes
sobrevivieron. Véase B. B. Chaudhuri (1976, pp.
290- 292).
175
Por supuesto, habían existido zamindars bajo los mogoles, pero éstos no tenían
derechos quiritarios y, en todo caso, a excepción de algunas "bolsas”, su papel en el sistema
de explotación agraria había sido "secundario" (Moosvi, 1977, p. 372).
176
Neale (1962, p. 69).
177
Véase Bhattacharya (1983, p. 308) sobre el uso de trabajo tribal por par-
El sistema ryotwari, por contraste, supuestamente eliminó al zamindar
como intermediario transfiriendo los derechos quiri- tarios al propio ryot. Este
sistema se consideró "más sólido en la teoría, más expeditivo y benéfico en la
práctica y más acorde con las instituciones, costumbres y modos de la gente". 178
El sistema se aplicó inicialmente en Madras y suele considerarse que es propio
del sur de la India, pero también se utilizó en el norte, incluso en Bengala. En
realidad, los ryots que obtuvieron los derechos quiritarios resultaron ser, en la
mayoría de los casos, individuos prominentes y de elevada casta de las aldeas.
Eran agricultores, por supuesto, pero también eran intermediarios (si bien en
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 215
menor escala que los zamindars), puesto que en muchos casos habían sido
capataces de trabajadores directos de casta baja.179
Para nosotros, lo relevante es que en ambos sistemas la combinación de
derechos quiritarios más el sistema de anticipos hizo posible una coerción
considerable. Tal como señalaba un informe de 1861 al parlamento británico
acerca de la producción de índigo.
Cuando el plantador tiene derechos zemindarios, el ryot probablemente tiene pocas opciones
[...] La mejor forma de describir la influencia es como una compulsión moral y un temor a la
fuerza física.180

Pero, de hecho, el índigo se cultivó con mayor frecuencia bajo el sistema


ryotwari. No obstante, esto no mejoraba en nada las cosas para el productor
directo:
Incluso en la mejor de las temporadas, el cultivo de índigo apenas se rentabilizaba con los
precios pagados por los plantadores de índigo [...] [los plantadores de índigo] imponían un
sistema de anticipos y los ryots no podían aportar la cuota de tierra que exigía la plantación de
índigo [...] No sería equivocado describir el sistema de cultivo de índigo como esclavitud del
índigo.181
No es de extrañar que se considerara que los plantadores de índigo "destacaban
por su opresión".182
te de los zamindars bengalíes. B. B. Chaudhuri (1976, pp. 320-323) también describe el
reclutamiento de trabajo inmigrante, tanto por las tribus como por los musulmanes.
178
Gupta (1963, p. 126).
179
Véase Mukherjee y Frykenberg (1969, p. 220).
1 8 ° gpp Accounts of Papers (1861, p. xv).
181
Sinha (1970, pp. 21-22).
182
Sinha (1956, vol. i, p. 199).
Los productores de tejidos de algodón no estaban en una situación mucho
mejor que la de los campesinos que cultivaban índigo. En la Normativa de
Tejedores, promulgada en Bengala en julio de 1787, cuando un tejedor aceptaba
anticipos de la Compañía de las Indias Orientales, se le obligaba a suministrar
tejido a la compañía, y era ilegal venderlo a cualquier otro cliente. Se otorgó a
la compañía el derecho a vigilar a los tejedores para controlar el cumplimiento
de sus contratos.2497 El resultado, por supuesto, fue un "visible deterioro de sus
condiciones económicas” y los tejedores "sufrieron una depauperación que les
expulsó de sus ocupaciones”.2498 La compañía extendió su política a la India
Sudoriental. Una vez que la compañía logró liquidar a su competencia
holandesa y francesa, lo que consiguió en la década de 1770, hizo que sus

2497
Véase Embree (1962, pp. 105-108).
2498
Hossain (1979, pp. 324, 330). Con el paso del tiempo, añade, existió "una explotación
progresiva de las organizaciones productivas y un fortalecimiento de la estructura jerárquica
promovida por ella” (p. 345).
216 Immanuel Wallerstein
mercaderes "impusieran duras condiciones a los tejedores".2499 La renta real de
los trabajadores disminuyó tanto por la reducción de sus ingresos directos como
por su incapacidad, bajo las nuevas condiciones, de compaginar su profesión
"con el cultivo de los campos".2500 En lo que se refiere al cultivo del algodón en
sí, tenemos el elocuente testimonio de 1848, de J. A. Tumer, de la Manchester
Commercial Association, quien afirma que la "India, con su mano de obra
barata, estará en todo momento en condiciones de competir con los esclavos de
América.”2501
La producción de sal presentaba condiciones aún peores para el trabajador.
Dada la magra paga y las malas condiciones de trabajo, era "obvio” que la
producción de sal no podía tener lugar "sin coerción”. El uso de anticipos tuvo
aquí un giro distinto. Una vez que un hombre era empleado, incluso
voluntariamente, estaba "obligado a seguir trabajando" en el futuro; además,
sus descendientes también estaban ligados "a perpetuidad". Ante tales
circunstancias, es fácil imaginar la reticencia a aceptar los anticipos, los cuales,
sin embargo, frecuentemente eran arrojados ante la puerta de un potencial
trabajador. "La mera visión del dinero le ponía en situación de ser enviado a los
aurangs,2502 Semejante sistema de imposición de anticipos a los trabajado-

2499
Arasaratnam (1980, p. 271).
2500
Ibid. (p. 262). "La tendencia de los cambios introducidos por la Compañía Inglesa fue
convertir al tejedor en un trabajador asalariado" (p. 280).
2501
BPP, informe de los comités (1848a, p. 83).
2502
Serajuddin (1978, pp. 320-321).
\
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 217

res está documentado en la producción de salitre en Bihar después de 1800.2503


En general, este sistema de anticipos producía coerción a largo plazo. Como
afirma Kumar, una de las razones de que la "servidumbre” resultara "tan
duradera en la práctica” fue la "carga del endeudamiento” creado por estos
anticipos.2504
En Rusia, como ya hemos observado, la forma más opresiva de
servidumbre, la barshchina (obligación de cumplir trabajos forzados), creció
a expensas del obrok (obligación de pagar rentas) y no al contrario (como se
había supuesto con excesiva precipitación anteriormente), en especial durante
el periodo comprendido entre 1780-1785 y 1850-1860.2505 La explicación que
Confino da a este desplazamiento hacia la barshchina, es precisamente el
desarrollo del mercado y de la doctrina capitalistas, a pesar de que,
superficialmente, el obrok parece más compatible. Confino considera que el
punto de inflexión se produjo en 1762, cuando los nobles comenzaron (y
después de 1775 lo hicieron aceleradamente a volver a sus tierras, fenómeno
vinculado directamente con al alza de los precios del cereal en el mercado
mundial. Al parecer, la barshchina fue, en la mayoría de los casos, "más
conveniente” que el obrok para el terrateniente dedicado a los cultivos
comerciales.2506 Kahan llama la atención sobre un segundo factor que
favorecía a la barshchina. La "occidentalización" de la nobleza rural provocó
un considerable aumento de las importaciones, lo que requería un

2503
Singh (1974, p. 283).
2504
Kumar (1965, pp. 75-76). Sin duda, añade que el otro factor explicatorio de su
perdurabilidad fue el sistema de castas. Pero esto explica por qué la servidumbre se
intensificó en esta época, pero no por qué en otros lugares carentes de un sistema de castas
se produjo una servidumbre de tipo similar. Quizá la forma que adoptó el sistema de castas
en este periodo y después es una consecuencia y no una causa de la servidumbre.
2505
Véase Confino (1963, p. 197). Confino se refiere a los 20 gubemiya de la Rusia
europea. El sistema de barshchina pasó del 50% en los años 179Ó a 1800 al 70% en la
década de 1850. Véase Yaney (1973, p. 151) y Kizevetter (1932, p. 636). Dukes sostiene
que tal servidumbre en la Rusia de comienzos del siglo xix era de hecho comparable a la
esclavitud de Estados Unidos del mismo periodo: moral, política y económicamente.
2506
Confino (1963, p. 229). Blum sitúa el cambio en una fecha algo anterior a 1762.
Empezando con Pedro el Grande, los "gobernantes reforzaron los vínculos de servidumbre"
(1961, p. 277). El sistema de barshchina estuvo extendido en particular en la Rusia de las
tierras negras, Bielorrusia, Ucrania, el área del Volga y la estépa oriental. El final del siglo
xvm marcó “el punto culminante del desarrollo del sistema económico de servidumbre”. En
aquella época "consumía la mayor parte del tiempo de trabajo del siervo [es decir, de cinco
a seis días por semana] dejándole una porción insignificante de tiempo para proveer a su
propia subsistencia” (Lyashchenko, 1970, pp. 277, 314).
218 Immanuel Wallerstein
"incremento sustancial" de la renta real de los nobles y que, por consiguiente,
tuvo como consecuencia un aumento en la presión ejercida sobre los
siervos.2507 El acrecentamiento de la barshchina permitía una expansión de
los latifundios a expensas de las fincas de los campesinos, siendo el latifundio
“más flexible y más capaz de obtener beneficios a corto plazo de las
cambiantes situaciones del mercado".2508
No se trata de que la barshchina se convirtiera en la única forma de trabajo
rural. Confino, de hecho, indica las ventajas de una forma mixta de
barshchina-obrok, que le ofrecían al señor la seguridad del trabajo en la
hacienda además de algunos ingresos líquidos en los años de mala cosecha.
Esta forma combinada se hizo más frecuente durante esta época.2509 Era
cuestión de prioridades. Considerando el hecho de que los dominios habían
adoptado el carácter de "empresa económica”, las desventajas del sistema de
obrok parecían mayores que sus ventajas. Cuando los señores intentaban
imponer una renta al siervo obrok, éste frecuentemente buscaba empleo en
otras partes para cumplir las obligaciones del obrok. Así, a finales del siglo
xvm se consideraba obrotchnik a alguien que ya no cultivaba las tierras y la
palabra era frecuentemente "empleada en el sentido peyorativo de
‘vagabundo’”.2510 Para producir el trigo, que seguía siendo su fuente básica de
ingresos, los terratenientes necesitaban barshchina.
Por otra parte, es preciso olvidar el mito de que el trabajo de corvée era
necesariamente ineficiente.2511 2512 De hecho, la región en la que se produjo el
mayor incremento en la barshchina, la zona de tierras negras, contempló
también la mayoría de las innovaciones agronómicas (por ejemplo, la
introducción de patatas como cultivo hortícola). En todo caso, tanto la

2507
Kahan (1966, p. 46).
2508
Kahan (1966, p. 54). En relación con la disminución de las cargas sobre los siervos
que Kahan observa desde la década de 1730 hasta la de 1790, Long- worth sostiene que
incluso en este periodo la imagen es "insatisfactoria", ya que los cálculos se basan sólo en
las rentas pagadas por la liberación de servicios feudales y en las capitaciones, "sin tener en
cuenta los servicios en trabajo, los impuestos indirectos, los recursos de las tierras, el
peculado ni el efecto acumulativo de los atrasos de la capitación” (1975b, p. 68, nota 14).
Incluso así la argumentación de Kahan todavía se sostiene. Hubo una disminución en
las rentas pagadas por la liberación de servicios feudales y en las capitaciones. Pero
precisamente esto es lo que produjo una reacción: "En los años de 1760 a 1770, los
terratenientes consideraban que se encontraban en una situación apurada: los precios del
grano y el coste de la vida aumentaban, mientras que los ingresos permanecían estables o
disminuían en relación con el poder adquisitivo. Pensaron que la solución a sus dificultades
estribaba en la mayor disponibilidad de grano, bien a precios de adquisición inferiores u
obteniendo un superávit agrario comercializable con mayores beneficios. Pensaron que una
de las formas de incrementar sus ingresos era obligar a los campesinos a permanecer en el
campo y cultivar las tierras con preferencia a cualquier otra ocupación" (Raeff, 1971a, p.
97).
2509
Véase Confino (1961b, pp. 1079, 1094-1095).
2510
Laran (1966, p. 120).
2511
Cf. Blum (1961, p. 343) para las críticas pertinentes.
2512
Véase Kahan (1966, p. 50).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 219

expansión de las tierras arables como el incremento de los rendimientos tuvo


lugar, ante todo, en las haciendas, no en las tierras de los campesinos obrok.l9&
Finalmente, debemos tener en cuenta que esta intensificación del trabajo
forzado no era accidental, sino resultado de decisiones políticas. El aumento
en la producción de cereales se vio facilitado por la abolición de las aduanas
interiores en 1754 y la autorización de las exportaciones de cereales en 1766.
La adquisición de las estepas del sur y de los puertos del Mar Negro también
favoreció las exportaciones cerealeras y, por lo tanto, la integración en la
economía-mundo. El edicto de 1762, que liberaba a los señores del servicio
burocrático, les otorgó la disponibilidad para convertirse en empresarios
agrícolas capitalistas.2513
Además, el aumento en la concentración de tierras fue coadyuvado en gran
medida por el amplio estudio catastral ordenado por Catalina II en 1765,
puesto que, al validar todos los límites existentes a menos que se recurriera
contra ellos de forma fiscal, el Estado reconocía ocupaciones previas, tanto
en tierras de hacienda como en espacios sin dueño, y "ratificaba el despojo de
los campesinos libres y de los pequeños siervos-propietarios”.2514 Le Donne
ve en la gran reforma administrativa de Catalina, el establecimiento de la
gubemiya, la creación de "un aparato capaz de facilitar la más extrema
explotación del trabajo servil”.2515 Y fue también bajo el régimen de Catalina
cuando la categorización legal de la servidumbre por fin se desarrolló
plenamente, ratificando una situación de facto pero excluyendo también a casi
todos los campesinos del denominado estatus legal personal. El resultado fue
que los campesinos libres de facto se convirtieron en “siervos potenciales que
podían llegar a serlo de hecho en cuanto el gobierno deseara utilizarlos". 2516
Uno de los aspectos más interesantes de la incorporación rusa fue el modo
como la manufactura del hierro desempeñó el papel de transición hacia un
énfasis más convencional en las exportaciones de cultivos comerciales, papel
en cierto modo paralelo al del tráfico de esclavos en África Occidental y al de
las exportaciones de tejidos en India. El significativo crecimiento de la
industria de manufactura del hierro en los Urales se produjo a mediados del
siglo xvm, y debió su despegue real al aumento de la demanda producido por
las guerras europeas de 1754-1762, como resultado de las cuales el gobierno
ruso y el mercado inglés se convirtieron en clientes importantes.2517 Este papel

2513
Véase Confino (1963, pp. 21-22).
2514
Raeff (1971b, p. 168).
2515
Le Donne (1982, p. 164).
2516
Yaney (1973, p. 135).
2517
Véase Portal (1950, p. 131, nota 1, y passim, pp. 131-174). No cabe duda de que los
orígenes de la industria se encuentran en 1716, cuando Pedro el Grande fundó empresas
industriales en los lejanos Urales, ya que las guerras del norte le habían dejado sin su anterior
proveedora, Suecia, nación con la que estaba en guerra. Sin embargo el gobierno pronto
perdió interés y la supervivencia de la industria se debe a unos pocos empresarios privados,
entre los que destaca Nikita Demidov. Véase Portal (1950, pp. 26, 34, 52-130).
220 Immanuel Wallerstein
de las exportaciones manufactureras no sería duradero y dependía en gran
medida del trabajo sometido a coerción.
El trabajo en las factorías de los Urales era duro y mal pagado. Para
muchos, las "condiciones y el trato eran peores que las de los siervos
agrícolas".2518 Esto era así especialmente en el caso de los aprendices no
calificados y en el de los "jóvenes de las minas”, es decir, los niños empleados
para cumplir tareas auxiliares.2519 Algunos de los trabajadores calificados eran
extranjeros (contratados, se supone, en condiciones atractivas), en parte
metalúrgicos contratados en Rusia central y, en parte, artesanos locales, 2520
que eran trabajadores asalariados industriales. Los obreros calificados no sólo
tenían un salario en dinero, sino que en muchos casos contaban con una
pequeña parcela que les producía tantos ingresos como los salarios obtenidos
en la factoría.2521
Sin embargo, los trabajadores no calificados eran campesinos "adscritos"
que llevaban a cabo múltiples tareas auxiliares: tala de árboles, producción de
carbón vegetal, transporte de materias primas y productos finales.
Inicialmente, los campesinos "adscritos” eran simplemente pobladores locales
que hacían este trabajo en pago de sus impuestos, 208 pero no bastaba con estos
pobladores locales. Una ley de 1721 permitió a los propietarios de factorías
comprar aldeas enteras de siervos, que entonces eran conocidos como siervos
en posesión, vinculados a la factoría y no a su propietario.209 Existían, además,
fugitivos de los dominios del Estado que se presentaban como voluntarios en
las factorías y eran reintegrados al sistema feudal como siervos en posesión. 210
Finalmente, también había siervos obrok en las factorías, quienes se
asignaban más a las factorías textiles que a las metalúrgicas. Este tipo de
siervo estaba “desvinculado” de sus aldeas, y eran relativamente más libres
que otros trabajadores en régimen de servidumbre, con una mejor posición
negociadora frente al propietario de la factoría. 211 Todo esto constituía un
sistema que, desde el punto de vista de los propietarios de las factorías,
proporcionaba "trabajo dócil y barato”,212 pero que, desde las perspectiva del
trabajador, era "repugnante”.213
208
Véase Koutaissoff (1951, p. 254).
209
Véase Falkus (1972, pp. 24-25). Portal (1950, p. 47). Estos siervos en posesión
llegaron a constituir el 30% del total. En 1736, un decreto los vinculó "para siempre" a las
fábricas. Véase Koutaissoff (1951, p. 255). En 1734, la zarina Ana Ivanovna decretó que
cualquiera que estableciera una fábrica metalúrgica obtendría entre 100 y 150 familias de

2518
Falkus (1972, p. 25).
2519
La tasa de trabajadores calificados respecto a la de los no calificados estaba en tomo
a 1:3, o por cada 12 especialistas y 20 obreros calificados, existían 50 aprendices y 50
"jóvenes de las minas”. Véase Portal (1950, pp. 258-259).
2520
Portal (1950, p. 44).
2521
Ibid. (pp. 251-252). Lyashchenko (1970, p. 288) señala que muchas fábricas se
componían de unidades dispersas e incluían la posibilidad de trabajo a tiempo parcial en
casa por los kustars (o pequeñas unidades domésticas).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 221
campesinos del Estado asignados a la planta por cada homo de fundición y 30 familias por
cada forja. Véase Blum (1961, p. 309). Blanc habla del "progresivo sojuzgamiento del
trabajo en el segundo cuarto del siglo XVIII" (1974, p. 364).
A medida que la industria cobró importancia, la situación de los trabajadores continuó
deteriorándose. Véase Portal (1950, p. 366). En 1797, Pablo I reforzó la consagración
judicial del concepto de los trabajadores en posesión. En 1811, el Ministerio de Finanzas
distinguió de manera formal la empresa privada y las fábricas posesionales, siendo estas
últimas las que obtenían el derecho a recibir del Estado campesinos o tierras, bosques y
minas. Véase Confino (1960a, pp. 276-277).
210
Se trató meramente, afirma Portal, de "una conquista provisional de libertad
mediante la huida, conquista a la que el Estado puso un rápido fin" (1950, p. 233). Véase
también Blum (1961, p. 311).
211
Véase Portal (1950, pp. 236-237).
212
Tscherkassowa (1986, p. 26).
213
El sistema proporcionaba de manera formal la posibilidad de que el siervo pudiera
sustituirse a sí mismo con un suplente, posibilidad que sólo podía llevarse a efecto en los
Urales del sur, donde existía como probables sustitutos una población de bashkir libres.
Véase Portal (1950, pp. 272-273). "Las elevadas indemnizaciones que los campesinos
acordaban pagar por sus sustituciones eran un elocuente testimonio de su repugnancia a
trabajar en la factoría” (p. 277).
Dadas las condiciones de opresión, los propietarios tenían que recurrir a
una gran cantidad de medidas coercitivas y mantenían prisiones hacendales
para castigar a borrachos, tipos pendencieros e incluso a trabajadores
perezosos o incompetentes.2522 No hace falta añadir que el trabajo bajo
coerción, las malas condiciones y los castigos disciplinarios constituían las
bases para la rebelión. A mediados del siglo xvm comenzaron los problemas
en los Urales.2523 Cuando Pugachev inició su gran revuelta en 1773, los
campesinos industriales de los Urales, así como los siervos agrícolas, se
unieron a él,2524 y no fueron los únicos, como veremos más adelante.
La cuestión de la "esclavitud" dentro de África Occidental ha sido muy
debatida y ha provocado mucha confusión sobre fechas y definiciones y, por
consiguiente, sobre sus causas y su significado social. La esclavitud resulta
ser un concepto cuyo contenido empírico ofrece un espectro al menos tan
amplio como el del trabajo asalariado. Si proponemos una definición mínima,
como la de cierto tipo de obligación laboral de duración indefinida por parte
de una persona hacia otra de la cual el trabajador no puede separarse
unilateralmente (y, en esa medida al menos, el esclavo se encuentra a merced
de su dueño), entonces no cabe duda de que en África Occidental, o al menos
en ciertas zonas de África Occidental, existieron formas de esclavitud durante

2522
Véase Portal (1950, p. 243).
2523
Ibid. (p. 290). Los factores inmediatos fueron una combinación del súbito
empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos por la redefinición (al alza) de
los derechos señoriales, por los crecientes porcentajes de campesinos asignados a las
fábricas (donde además los salarios para los siervos en posesión y otros siervos adscritos
eran inferiores a los de los trabajadores contratados que hacían la misma tarea), por el
aumento de la vigilancia y por el aumento del precio de los alimentos. Véase Portal (1950,
pp. 278-290) y Lyas- hchenko (1970, pp. 279-280).
2524
Véase Blum (1961, p. 313) y Portal (1950, pp. 337-341).
222 Immanuel Wallerstein
mucho tiempo. Sin duda, en muchas regiones existió algún tipo de lo que se
conoce como esclavitud doméstica, forma de vasallaje que implica la
integración forzosa de un no-pariente como pseudopariente en un papel
familiar relativamente subalterno. Éste parece un fenómeno
significativamente diferente del proceso de esclavización para la venta a
terceros, o del uso de esclavos como trabajadores "agrícolas”. Incluso en este
último caso, el término se ha utilizado para referirse no sólo a esclavos de
plantación sino también a personas que debían a su señor una renta en especie
o una renta en trabajo (en cuyo caso el término se está utilizando de forma
bastante laxa, puesto que estos últimos, en un contexto europeo, se hubieran
denominado históricamente siervos y no esclavos). Por el momento no
intentaremos despejar esta confusión definitoria, sino que nos
concentraremos en examinar cuáles eran las tendencias cuando África
Occidental entró por primera vez en el área europea externa y posteriormente
se incorporó a la economía-mundo capitalista.
Parece bastante claro que hubo una secuencia que se siguió de manera
imperfecta en todas partes, desde un periodo de predominio (cuando no de
exclusiva existencia) de algún tipo de esclavitud doméstica (y no en todas
partes), pasando por una fase en la que la captura de esclavos (que luego eran
vendidos por medio de redes comerciales) se convirtió en un fenómeno
dominante, hasta un tercer periodo en el que los esclavos eran cada vez más
utilizados en empresas productivas dentro de la propia África Occidental. La
captura de esclavos adquirió importancia inicialmente cuando África
Occidental se encontraba en el área externa y prosiguió (e incluso aumentó su
importancia) como forma de incorporación, siendo sustituida, durante ese
proceso de incorporación, por una forma del denominado comercio legítimo
que, en la práctica, implicaba una importante cantidad del trabajo esclavo en
la producción de cultivos comerciales de África Occidental, fenómeno que se
extinguiría lentamente. Por consiguiente, a finales del siglo xvili y durante el
xix hubo un gran número de esclavos dentro de África Occidental, entre otras
razones porque quienes vendían a los cautivos "conservaban a algunos para
sus propias necesidades”.217
Por expresarlo con las sencillas y claras palabras de Kopytoff, "en África,
en todos los casos, cuando aumenta la posibilidad de beneficiarse del uso
laboral de una persona adquirida, dicho uso se incrementa”. 218 Pero, como
hemos visto, éste no fue un fenómeno peculiar de África.
Por lo tanto el primer cambio se produjo cuando los africanos empezaron
a pensar en el "esclavo” no como alguien que era entregado en servidumbre
por sus crímenes o por "pura necesidad”, y por consiguiente se convertía en
pseudopariente en
2,7
Rodney (1967, p. 18). Sobre la secuencia de la esclavitud doméstica, pasando por el
tráfico de esclavos, al empleo de esclavos en los cultivos comerciales en África Occidental,
véase Aguessy (1970, p. 76) y Meillassoux (1971a, pp. 20-21, 63-64). Como subraya
Aguessy, los tres periodos no estuvieron "radicalmente separados" (p. 90).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 223
218
Kopytoff (1979, pp. 65-66).
una nueva familia, sino como una "mercancía comercializa- ble”, concepto
que pudo haberse originado con el comercio de exportación de esclavos. 219
Además, parece poder afirmarse que los pueblos que vendían esclavos y los
pueblos que los utilizaban coincidían, coincidencia que fue estableciéndose
con el tiempo. La secuencia no está clara, pero es más probable que la venta
precediera al uso que viceversa. 220
Cuando se empezó a poner más énfasis en los cultivos comerciales,
especialmente durante las décadas que siguieron a la proclamación británica
de la abolición, los estados vendedores de esclavos se enfrentaron a
dificultades económicas al perder clientes para sus esclavos y, además, al
perder algunos de los beneficios comerciales derivados de la reventa de los
productos europeos. Al no poder demorar los efectos, reaccionaron
"desviando a los esclavos que no podían vender a la producción de cosechas
alternativas”. Por consiguiente, como

219
Johnson (1976, p. 38, nota 31; cf. Martin, 1972, p. 104). Véase no obstante Fage,
que insiste en que la esclavitud interna acompañó al desarrollo estatal y "ya estaba muy
avanzada antes de que comenzara en el siglo xx el comercio marítimo europeo con África
Occidental" (1969, p. 397). Uzoigwe insiste sin embargo en que la masiva clase servil a la
que dio origen el comercio de esclavos era nueva. En la medida en que se hubieran conocido
tales esclavos antes, "su número había sido insignificante" (1973, p. 205). En cierto sentido,
Lovejoy va más allá al subrayar que ya en los siglos XVII y XVIII, "a pesar del aumento de la
esclavitud, las exportaciones de esclavos y la esclavitud doméstica, las áreas en las que los
esclavos eran básicos para la economía y la sociedad todavía eran relativamente restringidas
[...]" (1979, p. 36). Véase también Manning: "La inmensa extensión de la esclavitud en el
siglo xix era un fenómeno reciente en casi la totalidad del continente, fenómeno que no
puede proyectarse hacia el pasado” (1981, pp. 525-526). Al final, Rodney insiste en que la
"situación en los últimos años del siglo XVIII en el norte de la costa de Guinea era cuantitativa
y cualitativamente diferente" de la esclavitud doméstica (1975a, p. 293-294).
220
Van Dantzig nos recuerda que en general los pueblos eran o productores de esclavos
(es decir, el objeto de la captura de esclavos), captores de esclavos o vendedores de esclavos.
"Tan pronto como un Estado se convertía en predador o participaba en la venta de esclavos,
su futuro parecía asegurado" (1975, p. 267). Una consecuencia de esto fue que su población
aumentaba: por la prosperidad, al no perder personas en la esclavitud, quizá por
"inmigración” a un área floreciente y es muy probable que por la esclavitud. En lugar de que
la venta de esclavos supusiera "un paliativo de la superpoblación" (p. 266) como, por
ejemplo, sugiere Fage (1975, p. 19), las zonas vendedoras de esclavos tenían una densa
población como resultado del comercio de esclavos.
Véase también Rodney: "Es un hecho sorprendente que los mayores agentes del
comercio atlántico de esclavos en la costa norte de Guinea, los mande y los fulas, fueran las
mismas tribus que más tarde siguieron manejando el comercio interno de esclavos, y cuya
sociedad llegó a incluir un número significativo de individuos subprivilegiados que
trabajaban bajo coerción" (1966, p. 434).
subraya Ajayi, la abolición condujo directamente a “un uso más extensivo e
intensivo de los esclavos domésticos”.221
Este uso más extensivo e intensivo de la esclavitud en África Occidental
constituye la característica distintiva de la incorporación a la economía-
mundo y representa una ruptura más decisiva que el auge del tráfico de
224 Immanuel Wallerstein
esclavos per se.222 Además de encontrarse a la venta como trabajadores en
empresas integradas en las cadenas mercantiles de la economía-mundo, los
esclavos se convirtieron en objetos de inversión financiera: un bien de capital,
un medio de acumular riqueza y un objeto de especulación. 223
Este incremento de la coerción ejercida en aras de la producción mercantil
adoptó, también en África, la otra forma que adquirió en otras partes: la
servidumbre por deudas. Esta fórmula se inició con los anticipos que hacían
los barcos europeos a los intermediarios africanos; 224 la práctica se extendió
al interior, desde los intermediarios a los mercaderes itinerantes. Por ejemplo,
en el delta del Níger, el desarrollo de la Ekpe, una so-

221
Ajayi (1965, p. 253). Creo sin embargo que el adjetivo "doméstico" induce un tanto
a confusión, porque en realidad nos estamos refiriendo a actividades como la producción de
caucho o de aceite de palma. Véase Catchpole y Akinjogbin (1984, p. 53) que observan la
alta correlación de "mercancías de exportación" y esta "esclavitud doméstica". De forma
similar en Freetown y Ba- thurst que ya antes habían cedido a las presiones para que dejaran
de intervenir en el comercio atlántico de esclavos, Fyfe percibe que "un comercio interno de
esclavos todavía era necesario para proporcionar la mano de obra para la cosecha y la
producción de vegetales. Los esclavos, que ya no eran exportados al otro lado del Atlántico
para trabajar en forma directa parados europeos, se
I vendían ahora dentro del África Occidental costera para que trabajaran en for- ' ma indirecta
para el mercado europeo" (1976, p. 186).
Klein y Lovejoy en respuesta a mi artículo de 1976 afirman: "Revisamos la tesis de
Wallerstein para tomar en consideración el uso intensivo de esclavos en África Occidental,
lo que sugiere que el proceso de ‘periferialización’ estaba más avanzado en los siglos XVIII
y xix de lo que admite Wallerstein" (1979, p. 211, nota 103). La observación es acertada en
lo que se refiere a aquel artículo, si bien yo llamaría "incorporación” y no "periferialización”
a lo que estaba sucediendo.
222
Véase Aguessy (1970, p. 89) para una perspectiva similar.
223
Véase Latham (1971, p. 604).
224
"Para los cristianos, las ventajas de conceder créditos a los africanos a pesar de los
riesgos [dado que los créditos se verificaban a través de fronteras culturales y al principio
más allá de la jurisdicción de gobiernos civilizados’] no era sólo el pago de intereses, sino
el hecho de que los créditos conferían al prestamista una ventaja competitiva sobre otros
compradores. La práctica de conceder créditos para garantizar un cuasimonopolio sobre el
negocio de deudores ya fue sugerida en 1677 por la delegación en Gambia de la Royal
African Company" (Curtin, 1975á, p. 303). Véase también Martin (1972, p. 103).
ciedad secreta con funciones de cobro de deudas, data del periodo de la rápida
expansión del tráfico de esclavos a mediados del siglo XVIII. La Ekpe era, en
palabras de Latham, una "institución capitalista elemental". 2525 El paso
siguiente fue fácil de dar: importaciones europeas a crédito de "provisiones
de cultivos de temporada”. Newbury considera que esto es "una innovación
estructural de primer orden surgida del nuevo comercio en productos a

2525
Latham (1973, p. 29). En efecto, Drake acredita la capacidad del delta del Níger para
sostener una gran red intema para su sistema de créditos basados en la Ekpe "que, aunque
con un origen tradicional, parece que logró ser empleada como una agencia de recaudación
de deudas" (1976, p. 149).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 225

granel”.2526
El hecho de que la bibliografía otomana no analice a fondo el incremento
de las obligaciones laborales durante este tiempo puede deberse simplemente
a que los estudiosos han descuidado el tema. Pero sí existen indicios en este
sentido. Al debatir la estructura fiscal otomana, Stoianovich estima que el
campesino peloponeso, a fines del siglo xviii, tenía que proporcionar "al
menos un 50% más de trabajo” que un campesino francés de la época. 2527
McGowan observa que Macedonia está sujeta a un incremento de la
servidumbre: en parte por el palo, sujeto a deudas, en parte por la zanahoria,
a través del huerto. También habla, en referencia a Rumania y el sur del
Danubio, de las formas como el gobierno colaboró con los señores locales
"para someter a casi toda la clase campesina, los clacasi, a completa
servidumbre, legislando requisitos de corvée cada vez más represivos”.2528
Issawi hace notar, en relación con Siria, la transformación de los propietarios
campesinos en aparceros, observando que la producción de cultivos
comerciales llevó a los terratenientes a incrementar el uso del trabajo
forzado.2529 La aparcería también era común en Anatolia.
Hemos tratado de establecer que la incorporación implicó la integración
de la esfera de producción en los círculos mercantiles de la economía-mundo
capitalista y que esta integración tendió a exigir, en el periodo de
incorporación, tanto el establecimiento de unidades mayores de decisión
económica (incluyendo plantaciones frecuentemente, aunque no siempre)
como una mayor coerción de la mano de obra. En ocasiones se ofrecen
ejemplos contradictorios que sólo causan confusiones y no
son necesariamente relevantes. Esto es así porque se produjo un fenómeno
secundario que muchas veces no se ha distinguido lo suficiente de la
incorporación.
Cuando una zona determinada se incorporaba a la economía-mundo, esto
tenía como resultado que otra zona adyacente fuera arrastrada al área externa.
Es como si se produjera una onda externa de expansión. Cuando India fue
incorporada, China pasó a formar parte del área externa; cuando los Balcanes,
Anatolia y Egipto se incorporaron, partes del Creciente Fértil y del Maghreb
se unieron al área externa. Cuando la Rusia europea se incorporó, Asia central
(e incluso China) pasó al área externa; cuando la costa de África Occidental
se incorporó, el área de la sabana de África Occidental devino área externa.
Desde el punto de vista de la economía-mundo capitalista, un área externa
era una zona de la que la economía-mundo capitalista deseaba obtener
mercancías pero que se resistía (quizá culturalmente) a importar productos
manufacturados a cambio y era lo bastante fuerte políticamente como para

2526
Newbury (1971, pp. 97-98; véase también 1972, p. 85).
2527
Stoianovich (1976, p. 177).
2528
McGowan (1981a, pp. 72-73).
2529
Issawi (1966, p. 236).
226 Immanuel Wallerstein
mantener sus preferencias. Europa había comprado té en China desde
principios del siglo xvm, pero no había encontrado más medio de pago
aceptable que la plata. La incorporación de India ofreció algunas alternativas
a Gran Bretaña preferibles para ella y todavía aceptables para China. Éste fue
el origen de lo que se ha dado en denominar comercio triangular indo-chino-
británico.
El comercio triangular fue una invención de la Compañía de las Indias
Orientales. En 1757, la compañía empezó a transportar plata de Bengala para
adquirir té en China.2530 Durante los 70 años siguientes, las compras de la
compañía en China (el 90% de las cuales eran té) se quintuplicaron; 2531 el
costo en plata habría sido muy elevado, y la compañía estuvo sometida a
fuertes presiones para evitarlo.2532 Se encontró una fórmula que solucionó
simultáneamente dos problemas. Por una parte, como hemos visto, estaba en
marcha un proceso para reducir
las manufacturas de tejido de algodón en India, que habían encontrado un
mercado en Europa Occidental y en varias zonas del subcontinente indio, y
para sustituirlas por importaciones de tejidos británicos. Pero este proceso
planteaba el problema de qué salida dar a la producción india de algodón, ya
que en este momento no resultaba económico enviarla a Europa. Resultó que
China requería más algodón en bruto y que, a diferencia de las manufacturas
textiles de la India, las de China no se exportaban a Europa y no planteaban
ninguna amenaza competitiva. Las exportaciones de algodón indio a China
proporcionaron así una salida de mercado adecuada2533 desde el punto de vista
británico y, simultáneamente, eliminaron la necesidad de exportaciones de
plata británica a China.2534

2530
Sinha (1956, vol. i, p. 222). En esta época los británicos también empezaron a
penetrar en el Tíbet (en 1772-1774) "para mantener abierta la ruta por tierra hacia China”
(Hyam, 1967, p. 124). Esto fue necesario porque los gurkas amenazaban con cerrarla. Véase
Marshall (1964a, p. 17).
2531
Chung (1974, p. 412).
2532
"Ambiciosos fabricantes [en el Reino Unido] se irritaron al ver la\impor- tación
masiva de artículos indios y chinos a Londres con la consiguiente exportación, y la culpa se
atribuyó sólo a la East India House" (Harlow, 1964, vol. ii, p. 489). Muchos sostuvieron
que las prácticas monopolísticas de la compañía limitaban la expansión de la red comercial
de los comerciantes privados.
2533
"En 1789 el algodón en bruto ya no era exportado en cantidades significativas de
Gujarat a Bengala, sino que era masivamente enviado a China. El gran aumento en el
comercio comenzó en torno a 1784, cuando la Commuta- tion Act de Pitt [ley que conmutaba
los aranceles sobre el té] permitió a la Compañía de las Indias Orientales incrementar en
gran medida sus compras de té en cantón" (Nightingale, 1970, p. 23). Véase también Mui y
Mui (1963, p. 264).
2534
Aunque Sinha (1956, vol. i, p. 222) data el final de las exportaciones de plata a China
en algún momento entre 1790 y 1800, Greenberg (1951, p. 10) afirma que 1804 fue la fecha.
Marshall asegura que a finales del siglo xvm "el crecimiento del comercio indio [con Gran
Bretaña] se había hecho inexplicable sin referencia a las demandas y oportunidades creadas
por Cantón" (1964a,
p. 16).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 227

No obstante, las exportaciones de algodón planteaban un problema, ya que


China producía algodón por sí misma y las importaciones de India eran
meramente suplementarias. El precio del algodón indio en China variaba
según el resultado de la cosecha anual de algodón en China, lo que volvía
inciertos los beneficios y llevó a la compañía a actuar como agentes
comisionados en China, desplazando la carga económica de la inestabilidad
de la cosecha china a los mercaderes de Hong mediante contratos a largo
plazo. La década de 1820 fue particular- mente difícil por la disminución de
la demanda en China.2535
Los británicos encontraron entonces un sustituto del algodón: el opio,
cultivado en Malwa y Bengala. Aunque, en teoría, el emperador chino
prohibió su importación, la combinación de "un mandarinato corrupto y la
debilidad naval" abrió los puertos chinos al comercio de opio.2536 Los niveles
de importación crecieron tanto que, invirtiéndose la situación original, China
empezó a exportar plata para pagar el opio. En 1836, el emperador trató de
hacer cumplir la prohibición del opio, con lo que provocó la guerra del Opio
en 1840 y, con el tratado de 1842, la propia China inició el proceso de
incorporación.237 Pero ésa es otra historia.
La incorporación de India a la economía-mundo provocó cambios en las
pautas de producción (decadencia de las manufacturas textiles) que
ocasionaron problemas a los productores de algodón en Gujarat, los cuales se
resolvieron encontrando una salida comercial (China) en el área externa.
Asimismo, la incorporación de la costa de África Occidental a la economía-
mundo produjo cambios en sus pautas económicas (en último término, el fin
del tráfico de esclavos) que crearon problemas en las zonas de venta de
esclavos. Algunas volvieron a los cultivos comerciales que se vendían en la
economía-mundo capitalista; otras, por diversos motivos, fueron incapaces de
seguir ese camino en aquel momento, y encontraron nuevas salidas
comerciales a nuevos productos en la nueva área externa, la sabana de África
Occidental.
El volumen del comercio del Sahara —por el que nos referimos al
comercio de la sabana o zona del Sahel de África Occidental tanto hacia el
norte, a el Maghreb, como hacia el sur (oeste), a las zonas selváticas y costeras
de África Occidental— tuvo un “auge renovado" y un "rápido crecimiento”
entre 1820 y 187 5.238 Ashanti, uno de los más importantes estados vendedores
de esclavos en la zona forestal a finales del siglo xvm, aumentó de forma
significativa su exportación de cola al norte, hacia las áreas hausa, como
"respuesta del gobierno ashanti a la decadencia del comercio atlántico de
esclavos a principios del siglo xix”.239 Pero el cambio más notable se produjo

2535
Véase Greenberg (1951, pp. 80-81, 88).
2536
Greenberg (1951, p. 111). Si bien los beneficios del algodón eran reducidos e
inciertos, "ninguna mercancía podía ser tan rentable como el opio que requería escasas
inversiones" (Chung, 1974, p. 422). Véase también Sinha (1970,
228 Immanuel Wallerstein
en la propia zona de la sabana que estuvo marcada por dos fenómenos de
importancia central: la espectacular expansión de los

p. 27). En 1821 el opio sobrepasó al té como el primer artículo del comercio triangular
(Chung, 1974, p. 420), y en 1840 las exportaciones de opio de la India a China triplicaban
sus exportaciones de algodón (Fay, 1940, p. 400). Véase también Owen (1934, p. 62 y ss.).
237
Véase Greenberg (1951, pp. 141, 198-206, 214).
238
Meillassoux (1971a, pp. 13, 57). Alcanzó su punto máximo en la década de 1870, y
su valor era igual al del comercio costero de aceite de palma en África Occidental en la
década de 1860. Véase Newvbury (1966, p. 245).
239
Wilks (1971, p. 130). Las relaciones de Hausa con la costa se remontaban al
principio del siglo xvm (Colvin, 1971, p. 123), pero crecieron de forma considerable en el
siglo xix.
principales movimientos islámicos reformistas y constructores de estados
expansionistas, muy en particular los de Uthman dan Fodio, Al Hajj Umar y
Samory, y la expansión, igualmente espectacular, del fenómeno de la
esclavitud.
En el caso de los movimientos islámicos, la historia se inició, con el
renacimiento de las órdenes sufi'es a través de todo el mundo islámico a
finales del siglo xvn, lo que, indudablemente, estuvo relacionado con la
percepción de las amenazas planteadas por el expansionismo europeo
(cristiano) y la decadencia de las tres principales entidades políticas islámicas
de la época: el imperio mogol, el safavid y el otomano. 240 En África
Occidental, las continuas perturbaciones en el interior causadas por el
comercio atlántico de esclavos dieron sin duda más motivos a este
sentimiento de malestar.241 Los grandes movimientos religiosos no pueden
reducirse a la política meramente instrumental, como han subrayado muchos
estudiosos.242 Pero también es evidente que las transformaciones políticas,
que provocaron estos movimientos religiosos, pueden explicarse únicamente
en el contexto más amplio de las transformaciones
240
Véase Martin (1976, pp. 2-3).
241
Por ejemplo, al describir la situación en Kayor y Boal (situadas en la actualidad en
Senegal/Malí), Becker y Martin observan: "Existía una estrecha relación entre el comercio
de esclavos y los desórdenes en el interior, que las fuentes describen con gran énfasis” (1975,
p. 272). Continúan: "El examen de estas resistencias campesinas [...] muestra que no se
trataba en lo fundamental de una cuestión de problemas políticos internos, sino de reacciones
específicas a las consecuencias de la participación de los jefes en el comercio atlántico. El
objetivo de las revueltas era acabar con el 'pillaje' y la captura de esclavos" (pp.
291- 292, nota 31).
242
Waldman (1965) examina cómo Uthman dan Fodio logró apoyos dando unidad a
múltiples motivaciones, siendo la de los oprimidos contra los opresores —el factor que
enfatiza Hodgkin (1960, p. 80)— sólo una entre otras. Last (1974, p. 10) insiste en que los
campesinos y comerciantes estaban "apenas implicados” en la jihad. Hiskett (1976, pp. 136-
139), sin embargo, pone de manifiesto el trasfondo social y económico de la jihad,
incluyendo los "violentos procesos de esclavización" y la inflación del cauri producida por
la afluencia de conchas europeas a las costas.
En lo que se refiere a Al Hajj Umar, 75 años posterior, Oloruntimehin (1974, pp. 351-
352) critica a Suret-Canale (1961, pp. 191-192) afirmando que Al Hajj Umar movilizó a sus
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 229
seguidores sobre la base de una lucha antiaristocrática e insiste en el "factor religioso”. Last
sostiene que la lucha de Al Hajj Umar con los franceses "no era esencial para su jihad”
(1974, p. 21). Hiskett, de nuevo es hasta cierto punto más receptivo a la tesis social, pero
sólo hasta cierto punto. La jihad "tuvo lugar durante el auge de la penetración colonial
francesa en África Occidental. Como consecuencia, a menudo fue presentada como
movimiento de resistencia africana frente al colonialismo europeo. Tal interpretación,
aunque no del todo inválida, es demasiado simple” (1976, p. 155).
sociales y económicas. Discutiremos brevemente estos cambios políticos por
sí mismos, pero, de momento, concentrémonos en los cambios económicos.
¿Por qué se expandió tanto la esclavitud en la sabana en este momento? En
cierto sentido, la respuesta es sencilla; la demanda de esclavos aumentó en las
regiones adyacentes, tanto las del norte como las del sur, y dentro de la propia
sabana.2537 Ya he descrito las fuentes de la demanda procedente del sur. El
desarrollo de la producción a gran escala creó "economías que utilizaban de
forma intensiva el trabajo y que dependían del crecimiento del número de
esclavos”.2538 La exportación de esclavos al norte, hacia Trípoli, Egipto,
Chipre y Constantinopla, se duplicó en comparación con el siglo xvm, lo que
se debió al carácter de "explosión" económica del siglo xix. Este comercio,
sin embargo, siguió siendo principalmente de esclavas, lo que seguía
reflejando su naturaleza de gasto doméstico “suntuario". 2539
Finalmente, un número considerable de esclavos se retuvo para su uso en
la zona de la sabana en las nuevas estructuras de plantación que se utilizaron
para la producción en la economía regional.2540 En cierto sentido, la
repercusión de la incorporación de la costa de África Occidental provocó,
durante el siglo xix en la sabana de África Occidental el mismo fenómeno que
se había producido en la costa cuando todavía era un área externa a principios
del siglo xix: el auge de los estados vendedores de esclavos y la expansión del
uso de los mismos para la producción local/regional.
La incorporación a la economía-mundo supone necesariamente la
inserción de estructuras políticas en el sistema interestatal. Eso significa que

2537
Véase Lovejoy (1979, p. 42).
2538
Tambo (1976, p. 204), quien describe el califato de Sokoto como la fuente principal
de esclavos para los golfos de Benin y Biafra en esta época. Véase también Klein y Lovejoy:
"También en el área de la selva la producción a gran escala era común en el siglo xix.
Alrededor de Kumasi en Ashanti había plantaciones y muchos miles de esclavos se
utilizaban en las minas de oro. En los estados de Dahomey y Yoruba el gobierno también
estaba implicado en la producción a gran escala que dependía del trabajo esclavo tanto en la
agricultura como en el comercio. En las nuevas tierras agrícolas del noreste de Igboland, las
plantaciones de ñame eran corrientes. Cuando en la zona central de Igbo se plantaron
palmeras, las fronteras del norte se convirtieron en una fuente importante de productos
alimentarios. Una pauta similar siguió el proceso desarrollado en el hinterland inmediato de
Calabar" (1979, p. 197).
2539
Austen (1979, pp. 60-61, cuadro 2.7). Boahen (1964, p. 128) estima las esclavas en
el 60%, los niños de menos de 10 años en el 10%, y afirma que los hombres se utilizaban
principalmente como eunucos. Véase también M’Bokolo (1980).
2540
Véase Lovejoy (1979, pp. 1267-1268; véase también 1978). Meillassoux describe
(1971b, pp. 184-186) un fenómeno similar al oeste en la zona de la sabana.
230 Immanuel Wallerstein
los "estados” ya existentes en estas zonas o se transforman en "estados dentro
del sistema interes- tatal”, o bien son sustituidos por nuevas estructuras
políticas que adoptan esta forma, o son absorbidos por otros estados que ya se
encuentran dentro del sistema interestatal. Un sistema integrado de división
del trabajo no puede funcionar con fluidez sin ciertas garantías relativas a la
posibilidad de flujos regulares de mercancías, dinero y personas a través de
las fronteras. No se afirma que estos flujos sean "libres”. Al contrario, raras
veces lo son. Pero se trata de que los estados que imponen limitaciones a estos
flujos actúen dentro de los lincamientos de determinadas reglas que, de algún
modo, hacen respetar la colectividad de los estados miembros del sistema
interestatal (si bien, en la práctica, son unos pocos estados más fuertes los que
las imponen).
Desde el punto de vista del sistema interestatal existente, la situación ideal
en un área sometida a la incorporación es la existencia de estructuras estatales
que no sean ni demasiado fuertes ni demasiado débiles. Si son demasiado
fuertes, pueden estar en condiciones de evitar los flujos transfronterizos
necesarios basándose en consideraciones distintas a la de maximi- zar la
acumulación de capital en la economía-mundo. Si son demasiado débiles,
quizá no sean capaces de evitar que otros, dentro de su territorio, interfieran
estos flujos. Al finalizar el proceso de incorporación, cabría esperar encontrar
estados que, internamente, tengan burocracias lo suficientemente fuertes
como para afectar de forma directa los procesos de producción que,
externamente, están ligados a las redes diplomáticas y monetarias del sistema
interestatal.
Meillassoux, en su estudio de las relaciones de los estados de África
Occidental con los comerciantes durante el siglo xix describe en forma
extraordinaria la transformación implicada:
o
[No se ha] establecido con claridad que la existencia de sistemas estatales potenciara el
comercio en todas partes. El militarismo de dicho sistema se enfrentaba al pacifismo de los
comerciantes. Según los viajeros del siglo xix, las regiones más peligrosas, evitadas por las
caravanas, se encontraban en el territorio de los estados más centralizados debido a las
guerras que libraban entre sí. El Estado empieza a desempeñar un papel positivo en el
fomento del comercio cuando sus medios administrativos (transporte, moneda, orden
público) se convierten en los medios de comercio. Esta tendencia conduce a la integración
del comerciante como súbdito del Estado y elimina su estatus de "extranjero”. Este
fenómeno se encuentra en mayor medida en el golfo de Guinea, donde prevaleció el
comercio de esclavos.2541
Como zona incorporada a la economía-mundo, este comercio transfronterizo
se hizo “interno” a la economía-mundo y dejó de ser algo “externo” a ella. El
comercio pasó de significar un gran riesgo a ser algo promovido y protegido
por el sistema interestatal. Es esta transformación la que estamos discutiendo.
Naturalmente, las situaciones políticas previas de las cuatro regiones que

2541
Meillassoux (1971a, p. 74).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 231

hemos ido analizando diferían bastante unas de otras; por consiguiente, fueron
considerablemente distintos los detalles del resto de las transformaciones
políticas que se precisaron. Sin embargo, como veremos, al final de la
incorporación los resultados acabaron siendo menos diferentes que los puntos
de partida, si bien nunca se borraron por completo las peculiaridades de cada
región.
Empecemos nuestro análisis con el imperio otomano. El imperio había
sido sometido a presión en todas sus fronteras desde el fracasado sitio de
Viena en 1683. Las sucesivas guérras, principalmente con Austria y Rusia,
significaron una lenta pero continua pérdida de territorio a lo largo del siglo
xvm (y posteriormente del xix), cuyo resultado último sería la República de
Turquía, que en sus actuales fronteras ha quedado esencialmente reducida a
Anatolia, el núcleo original del imperio otomano. El retroceso físico del
imperio otomano estuvo, durante largo tiempo, acompañado por el retroceso
continuo de su capacidad para controlar políticamente su imperio con las
instituciones que había creado en su época de expansión. Específicamente, el
Estado contemplaba una grave disminución de su capacidad para controlar los
medios de producción, de circulación, de coerción y de administración. 2542
El final de la expansión territorial del imperio supuso un fuerte golpe a uno
de los basamentos de su estructura, el sistema de timar, por el que las tierras
recientemente adquiridas eran distribuidas a los funcionarios intermedios
(sipahis) que actuaban como representantes locales del Estado central y, en
particular, como sus recaudadores de impuestos. Al mismo tiempo que el
Estado central perdía su capacidad de recompensar con tierras a los
funcionarios, sufrió una prolongada decadencia de su capacidad para
mantener los niveles de ingresos: en parte debido a la inflación (el impacto de
encontrarse en el área externa de la economía-mundo y de ser receptor de las
exportaciones de plata de esta economía-mundo), en parte debido al desvío de
rutas comerciales antes lucrativas (a causa del auge de las nuevas redes
atlántica e índica en la economía- mundo europea en los siglos xvi y xvil).
Para solucionar este problema, el Estado recurrió a un sistema de
arrendamiento de impuestos que, en último término, tuvo como resultado la
cua- siprivatización de la tierra imperial.
Hubo una decadencia paralela en el control detallado de la actividad
mercantil mediante las regulaciones hisba. La capacidad del gobierno para
controlar las transacciones comerciales con el fin de dar prioridad al
aprovisionamiento del centro otomano fue sustituida por un sistema en el que
las monedas europeas circulaban con facilidad en el imperio, y el préstamo de
dinero a la burocracia se convirtió en una práctica generalizada.
En el ámbito militar, el imperio empezó a quedar rezagado en relación con
los europeos a finales del siglo xvn. Para remediar esto, el gobierno central

2542
Este tema se trata de forma más detallada en Wallerstein y Rasaba (1983, pp. 338-
345).
232 Immanuel Wallerstein
autorizó a los administradores provinciales a crear unidades mercenarias
(tropas sekban) e incrementó sus propias fuerzas mercenarias (los jenízaros).
Dadas las crecientes dificultades financieras, el aumento de los militares
mercenarios supuso, a largo plazo, un cuerpo creciente de soldados difícil de
controlar e inactivo.
Finalmente, en el imperio el poder de los funcionarios provinciales y los
notables locales (los ayans) se fortaleció a medida que fueron obteniendo sus
ingresos del arrendamiento de impuestos, y su poder militar de las tropas
sekban.2*9 Cuando se firmó el "desastroso tratado de paz”2543 2544 de Küijük
Kaynarca en 1774, después de la derrota en la guerra con Rusia, los ayans se
habían constituido en "los gobernantes de facto de varias zonas" y estaban en
condiciones de "competir por el poder”.2545
El surgimiento de poderes regionales se produjo en todas partes dentro del
imperio otomano: en Rumelia (los Balcanes), en el Creciente Fértil, en Egipto
y en el norte de África. Tuvo su forma más notable en Egipto, con la virtual
secesión de Moha- med Ali, cuyo nuevo Estado de facto surgió como
resultado de la invasión napoleónica. Sin embargo, la autonomía de Egipto
no estuvo meramente en función de la decadencia interna otomana, que sí fue
su condición previa. De haber sido únicamente por eso, Mohamed Ali pudo
haber creado un nuevo y poderoso contraimperio. En el contexto del proceso
de incorporación, la guerra entre Gran Bretaña y Francia inicialmente
permitió su secesión pero, posteriormente Gran Bretaña limitó (durante 40
años) su capacidad para consolidar una nueva estructura imperial de este
tipo.2546
La aparición de "autonomías” virtuales en los Balcanes es igualmente
impresionante. El control otomano sobre las provincias balcánicas se hizo
"puramente nominal”.2547 Figuras como Pasvanoglu Osman Pa§ha en Serbia
y Ali Pasha en Jani- na se habían hecho "semiindependientes". Su base estaba,
indudablemente, en la clase de los grandes terratenientes, pero también
contaban con el apoyo de las clases de mercaderes locales, que "tenían todo
tipo de intereses en la creación de una fuerte estructura gubernamental que
pudiera controlar la anarquía frente a la que la Sublime Puerta era ya

2543
Sobre la aparición de ayans en función de la decadencia del timar, véase Sucéska
(1966).
2544
Heyd (1970, p. 355).
2545
Karpat (1972, p. 355).
2546
Véase Abir: "La autoridad y el poder del gobierno central otomano decayó muy
pronto en la segunda mitad del siglo xvm y principios del xix. Entre los valis que intentaron
consolidar su autonomía a expensas del gobierno central, Mohamed Ali de Egipto fue
excepcional. La expansión de Mohamed Ali se vio facilitada por la debilidad e
incertidumbre que prevalecían en el imperio otomano. Coincidió, por desgracia para él, con
el creciente interés británico por la región" (1977, pp. 295, 309).
2547
Skiotis (1971, p. 219). Los ayans planteaban en aquel momento "el desafío más
peligroso al Estado otomano" (Jelavich y Jelavich, 1977, p. 16). Con respecto al mismo
fenómeno en el Creciente Fértil, véase Hourani (1957, pp. 93-95).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 233

impotente”.2548 Las fuertes estructuras emergentes se crearon, sin embargo,


dentro del marco de unidades de mediano tamaño, más grandes que los
sandjaks del imperio.
Las reformas del sultán Mahmud II tenían como objetivo acabar con esta
fragmentación del poder central y, en último término, consiguió abolir los
ayans y a los jenízaros.2549 Su principal logro fue la "fundación de una
monarquía absoluta apoyada por una burocracia centralizada y un ejército
estatal reclutado entre el pueblo y constituido conforme a una nueva
orientación secular y progresista”.2550 Sin embargo, esta consolidación tuvo
un precio. En cierto sentido, a largo plazo tuvo
éxito al crear un moderno "Estado dentro del sistema interestatal”, pero
únicamente dentro de una zona más reducida que la totalidad del antiguo
imperio otomano.
Los intentos de Mahmud II de reforma y recentralización a principios del
siglo xix fueron la "causa inmediata del levantamiento griego”, 257 la primera
secesión auténtica que tuvo éxito. Aunque la causa griega acabó por adoptar
una forma nacionalista clásica, construida en tomo a la lengua y la religión, 258
su base como resistencia a la recentralización otomana, puede evaluarse
gracias al importante papel que los "búlgaros” desempeñaron en sus primeros
momentos, tanto en la guerra de Grecia como en la resistencia política en
Rumania.259
Es este intento por contener la decadencia del poder centralizado y de
poner coto a la presión militar extema, el contexto en el que el imperio
otomano se convirtió en el “primer país no cristiano que tomó parte en el
sistema estatal europeo y el primero que aceptó incondicionalmente su forma
de diplomacia”.260 Aunque el primer "diplomático” occidental, un inglés
llamado William Harbome, llegó a Estambul ya en 15 83,261 el unilateralismo
otomano y su desprecio por los estados europeos todavía eran ilimitados en
aquella época y seguirían sién-
2,7
Braude y Lewis (1982, p. 19). Y continúan: "Durante el final del siglo XVIII y
principios del xtx, las comunidades marítimas y mercantiles griegas habían prosperado
mucho. La bandera otomana, neutral durante alguno de los años cruciales de las guerras
revolucionarias y napoleónicas, les había dado considerables ventajas comerciales; la
administración laxa y bastante descentralizada del imperio otomano durante este periodo les
ofreció la oportunidad de establecer sus propias instituciones administrativas, políticas e
incluso militares. Los gobernantes y dinastías locales que regían gran parte de Grecia eran,
en su mayoría, musulmanes. Sin embargo presidían principados en gran parte griegos, tenían
a su servicio a ministros y agentes griegos e incluso empleaban tropas griegas. Los intentos
de Mahmud II de restablecer la autoridad directa del gobierno central otomano representaron
por tanto un grave recorte de las libertades de las que ya disfrutaban los griegos.”
Debería observarse que Mahmud II requirió de un tiempo para desarrollar sus planes

2548
Buda (1972, p. 102). Sobre una base conjunta paralela de poder local (terratenientes
y mercaderes) en Damasco, Aleppo y las ciudades santas, véase Hourani (1968, pp. 52-54).
2549
Véase Karpat (1972, pp. 243-256).
2550
Berkes (1964, p. 92).
234 Immanuel Wallerstein
reformistas. Dado el importante papel que desempeñó en su acceso al poder en 1807 el ayan
de Rusquk, Alemdar Mustafa Pasha, Mahmud II comenzó su reino emitiendo en 1808, la
Senedi Ittifak, que otorgaba a los ayans una libertad considerable en sus dominios de
Rumelia y Anatolia, acto que Karpat considera "una concesión humillante" (1974, p. 275).
258
Véase Dakin (1973, p. 56).
259
Véase Todorov (1965, p. 181).
260
Hurewitz (1961a, pp. 455-456; 1961b, p. 141) que añade: "La aceptación otomana
de la plena reciprocidad diplomática con Europa constituyó, por tanto, un paso decisivo en
la transformación del sistema estatal europeo en un sistema mundial.”
261
Véase Anderson (1984, p. xv).
dolo en gran medida hasta finales del siglo xvm. Sin embargo, el tratado de
Karlowitz de 1699, que fue el primer paso en la recesión geográfica otomana
en Europa, marcó el inicio de lo que fue una episódica aquiescencia en las
negociaciones y reconocimiento de reglas y, por consiguiente, una nueva
concepción otomana de la diplomacia. 2551
Una evolución similar empezó a producirse con la función del “cónsul”.
Las "capitulaciones" fueron originalmente un privilegio concedido a
extranjeros pertenecientes a una comunidad religiosa no musulmana, o millet,
cuyo representante era el "cónsul”. Todavía en 1634 el sultán “designaba” al
embajador francés sin consultar a las autoridades de París, pero después de
1683, cuando la recesión geográfica empezó, las capitulaciones se
convirtieron en un activo que la Sublime Puerta podía negociar a cambio de
"apoyo diplomático" europeo frente a otras potencias europeas. 2552 En 1740,
los franceses obtuvieron este tipo de recompensa por su asistencia en las
negociaciones de paz con los rusos en Belgrado en 1739. Esto tuvo como
resultado un considerable incremento del comercio de Francia con el imperio
otomano.2553
Sin embargo, lo más importante de este nuevo acuerdo con Francia es que
los otomanos redefinieron el significado de las “capitulaciones”, extendiendo

2551
Un veneciano presente en Karlowitz, Cario Ruzzini, observó cambios específicos en
el modo de negociación de los otomanos. Ruzzini subrayó su aceptación de la "igualdad de
los participantes", su disposición a someter diferencias a un “método" y su "deliberación en
las formalidades de la negociación". Ésta no era, sin embargo, la imagen que los otomanos
tenían de sí mismos. Ellos intentaron "garantizar que ninguno de los aliados pudiera exigir
un cambio en los 'antiguos' procedimientos de negociación para dictar términos" (Abou-el-
Haj, 1974, pp. 131, 134).
En el tratado, los otomanos renunciaron a Hungría, Transilvania, reconocieron la
conquista de Morea y Dalmacia, devolvieron Podole y (en 1702) Azov (véase Sugar, 1977,
p. 200). Esto supuso la necesidad de demarcar líneas divisorias,.un proceso que se completó
en 1703. Las fronteras fluidas ya no eran legítimas y la "estabilización de las fronteras
requirió la disposición del Estado [otomano] de contener en forma directa a elementos en la
frontera [tártara] hasta que se efectuara un cambio en su modo de vida” (Abou-el-Haj, 1969,
p. 475).
2552
Inal?ik (1971, pp. 1180, 1185).
2553
Véase París (1957, pp. 93-101). Pero cuando en el periodo 1768-1789 Francia ya no
pudo ayudar en forma eficaz contra la ofensiva austro-rusa, las relaciones comerciales con
aquel país disminuyeron e Inglaterra empezó su auge como socio comercial (véase pp. 104-
106).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 235

los certificados de protección (los berats), más allá de los extranjeros, a


súbditos otomanos no musulmanes, respecto a quienes se aceptaba que se
encon
La incorporación de 7onas nuevas a la economía-mundo 236
traban bajo la protección del cónsul extranjero. 265 Esto tendría como
consecuencia un profundo cambio en la composición social global de las
clases comerciales, pasando de una situación en la que los musulmanes habían
constituido "o la mayoría, o una poderosa minoría” en la mayor parte de las
regiones a una situación en la que en las finanzas, la industria y el comercio
exterior predominarían los no musulmanes (griegos, armenios, judíos,
levantinos), vinculados a través de las capitulaciones a cónsules extranjeros.266
Cuando el tratado de Kügük Kaynarca de 1774 impuso a los otomanos el
"hecho amargo” de que ya no estaban en situación de prescindir de ayuda
exterior para defenderse militarmente, "legaron a la conclusión obvia" de que
tenían que integrarse al "complicado mecanismo” del sistema interestatal
europeo.267 Fue en el reino de Selim III (1789-1807) cuando el imperio
otomano hizo su primer “experimento con la diplomacia recíproca”, 268 al
mismo tiempo que trataba de "reducir

265
Véase Hodgson (1974, vol. ni, p. 142).
266
Issawi (1982, p. 262). Incluso en la agricultura aunque predominaban los
musulmanes (turcos en Anatolia, árabes en el Asia Occidental), los millets eran importantes,
en especial en el algodón, que se había convertido en "el sector agrícola de más rápida
expansión” (p. 263).
267
Heyd (1970, vol. i, p. 356). Gibb y Bowen sostienen que antes de esta época los
líderes de la clase gobernante del imperio otomano no tenían ningún sentimiento de
inferioridad respecto a Europa. "Fue sólo la experiencia de dos guerras desastrosas, una de
las cuales se prolongó de 1767 a 1774 y la otra de 1788 a 1792, lo que indujo un cambio de
actitud" (1950, p. 19).
Además de las implicaciones militares de Kügük Kaynarca, Karpat nos recuerda sus
consecuencias económicas: "La apertura del Mar Negro a los rusos mediante los tratados de
paz de Kügük Kaynarca y Jassi en 1774 y 1792, junto con la pérdida de territorios a lo largo
de la orilla norte del mismo mar, privaron al Estado otomano de su principal base
económica. El Mar Negro había sido un área comercial exclusivamente otomana, lo que
compensaba el dominio francés y británico del comercio mediterráneo" (1972, p. 246).
268
Hurewitz (1961a, p. 460). En 1792 se envió al extranjero la primera embajada
permanente. Francia resultaba ser la elección lógica. "Sin embargo, después de estudiar el
asunto, se experimentó temor de que esta actuación pudiera ofender a aquellos estados
europeos que se encontraban en guerra con Francia y que, por tanto, pudieran rechazar un
enviado otomano" (Naff, 1963, p. 303). Por ello, se abrió la embajada en Londres, y después
en Viena en 1794, en Berlín en 1795 y en París en 1796. Véase también Shaw (1971, pp.
187-189, 247-248).
La reciprocidad diplomática implicó también el fin del maltrato otomano de los
embajadores durante sus audiencias con el sultán. El embajador británico informó en 1794
que "en lugar de aquella pomposa y desdeñosa dignidad con la que, según se afirma, los
anteriores sultanes concedían audiencia a los ministros de las cabezas coronadas, me
encontré con una recepción del prínci- el abuso” de la administración de las
capitulaciones. A este último esfuerzo, no obstante, se opondrían con éxito
los embajadores y cónsules europeos, "quienes de cualquier reforma
únicamente veían un nuevo intento de reducir los beneficios” que ellos y los
mercaderes que protegían obtenían gracias a esos "abusos”. 269
Esta nueva atmósfera no impidió que las potencias europeas prestaran su
apoyo a las fuerzas descentralizadoras dentro del imperio. Bonaparte invadió
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 237

Egipto, poniendo fin definitivamente a las prudentes reservas del Anden


Régime, que temía que tal intrusión sólo redundaría en beneficio de Rusia y
Gran Bretaña,270 lo cual efectivamente ocurrió.271 Los británicos apoyarían de
facto la lucha por la independencia de Grecia, cuya épica fue cantada por Lord
Byron.272
Las reformas llevadas a cabo por Selim resultaron ser insuficientes porque
la diplomacia otomana carecía de una base organizativa representada por una
burocracia especializada permanente. Este sería otro de los logros del reino
de Mah- mud II (1808-183 9).273 Una vez que Gran Bretaña alcanzó su
posición hegemónica definitiva, sustituyó a Francia como protectora de la
integridad otomana, a la que consideraba un freno frente a las ambiciones de
Austria y Rusia y una garantía de acceso a la India, que en aquel momento se
había convertido en una preocupación prioritaria para Gran Bretaña. 274 Pero
lo más importante de todo es que Gran Bretaña podía
pe reinante tan generosa y atenta como hubiera podido esperar de cualquier otro soberano
en Europa” (citado en Hourani, 1957, p. 116).
La reciprocidad diplomática entre Europa Occidental y China no tuvo lugar hasta 1875,
con Japón en 1870, con Persia en 1862. "En contraste, las principales potencias europeas y
algunos países de menor importancia mantenían legaciones diplomáticas en Estambul antes
de finales del siglo xvm" (Hurewitz, 1961b, p. 144-145).
269
Shaw (1971, pp. 178-179).
270
En 1784 Vergennes dio instrucciones al embajador francés, el conde de Choiseul-
Gouffier, para ofrecer enviados militares que ayudaran a los turcos en la "renovación de sus
ejércitos” (Roche, 1985, pp. 84-85).
271
"El resultado inmediato de la expedición de Bonaparte fue la pérdida de la Puerta
frente a los enemigos de Francia, Gran Bretaña y Rusia. Así, la apuesta de Bonaparte le costó
a Francia su posición y activos en Oriente Medio, construidos a lo largo de varios siglos”
(Shaw, 1971, pp. 262-263).
272
Lo mismo ocurriría con Estados Unidos. Véase Earle (1927).
273
Véase Findley (1980, pp. 126-140). Findley (1972, pp. 399-400) sin embargo
concede a las "efímeras" innovaciones de Selim el crédito de haber sentado los cimientos.
Sobre las contribuciones de Mahmud II, a las que "aún hay que hacer justicia”, véase Berkes
(1964, p. 92).
274
Véase Jelavich y Jelavich (1977, p. 22).
ahora imponer sus condiciones a los otomanos como pago por su protección
del imperio; y esas condiciones fueron gravosas. En 1838, ya al final del
reinado de Mahmud II, Gran Bretaña y el imperio otomano firmaron la
Convención Comercial Anglo- Turca (CCAT) de Balta Limann. El preludio
inmediato a la firma de esta convención en agosto había sido la proclamación
de la independencia de Egipto (y Siria) por Mohamed Ali. Gran Bretaña
ayudaría al imperio a negar esta proclamación. 2554 A cambio, la CCAT
confirmó "para siempre” todos los privilegios capi- tulativos y limitó los

2554
Al actuar así también eliminaban toda necesidad de que los otomanos buscaran más
tarde ayuda en Rusia, socavando de este modo el tratado de Hünkár-Iskelesi de 1833, que
había otorgado a los rusos su demanda de que, en caso de guerra, los dardanelos se cerraran.
Véase Puryear (1935, cap. 3).
238 Immanuel Wallerstein
derechos otomanos a imponer aranceles ad valórem superiores al 3% para las
importaciones y el comercio en tránsito, y al 12% para las exportaciones. Se
puso fin a todos los monopolios, y Gran Bretaña obtuvo la condición de nación
más favorecida.2555 Esto tuvo el efecto de apoyar al centro otomano frente a
secesionistas potenciales como Egipto.
Todos los observadores coinciden en que este tratado supuso que los
otomanos, "en la práctica, adoptaron el libre comercio". 2556 El impacto
negativo del tratado fue grande,2557 pues aparte de su influencia sobre la
composición de la producción (la decadencia de las manufacturas otomanas),
también redujo considerablemente los ingresos del Estado otomano, lo que
tuvo como consecuencia que en 1854 éste se convirtiera en una potencia
deudora y, en última instancia, culminó en el fracaso de 1878, y la
subsiguiente tutela crediticia.2558 Después de 1838,
Turquía se convirtió en el cuarto mejor cliente de Gran Bretaña, y en 1846
lord Palmerston podía declarar al parlamento que no había "ningún país
extranjero con el que hayamos tenido relaciones comerciales en el que los
aranceles hayan sido tan bajos y liberales como los de Turquía”.2559
Las reformas políticas y administrativas de los tanzimat en el rescripto de
Gulhane de 1839 al inicio del nuevo sultanato de Abdülmecid I señalaron la
última etapa de este proceso. "Las puertas se abrieron de par en par a
Occidente”.2560 La incorporación fue tan completa que, en 1872, el súbdito
británico J. Lewis Farley, cónsul de la Sublime Puerta en Bristol, podía
sostener que puesto que Turquía "se había sumado a la comunidad de
naciones”, puesto que su sistema administrativo había sido "remodelado” y
puesto que reconocía la supremacía del universalismo sobre las exigencias

2555
Véase Puryear (1935, pp. 123-125).
2556
Findley (1980, p. 341). Inalgik (1971, p. 1187) afirma que convirtió al imperio
otomano en "un mercado del todo abierto justo en un momento en el que la industria
mecanizada europea buscaba mercados para su producción. Durante los diez años siguientes,
la industria local se colapso". Karpat (1972, p. 247) habla de que otorgó a Gran Bretaña una
"indiscutible superioridad competitiva respecto a los fabricantes del país", provocando por
consiguiente el colapso virtual de la economía estatal otomana. Issawi nos recuerda que el
establecimiento de esta "área de comercio sustancialmente libre” seguía una pauta: "El
gobierno británico y más en concreto lord Palmerston, estaba [...] ansioso por aplicar un
correctivo a Mehmet Ali. Además, aplicaba en Turquía la misma política económica que
habría de seguir en Irán en 1841, en China en 1842 y en Marruecos en 1856, el denominado
'Imperialismo del Libre Comercio’". (1980b, p. 125).
2557
Véanse Kangal (1983), pero también Kurmus (1983), que es escéptico.
2558
Véase Puryear (1935, pp. 104-105) quien afirma: "Mehmet Ali tenía razón: a largo
plazo la Convención Comercial Anglo-Turca hizo más daño a Turquía que a Egipto."
2559
Citado en Kóymen (1971, p. 50).
2560
Berkes (1964, p. 137). Véase también Findley: "Parece que a finales de la década de
1830 los reformadores entendían con bastante claridad hasta qué punto la reforma
innovadora implicaba avanzar hacia un orden racional-legal [...] la percepción
contemporánea de Mustafa Re§id [atestigua que] el apoyo que prestaba Europa al imperio
frente a Mohamed Ali era cuestión de que el Estado otomano participara dans le droit
européen" (1980, p. 163).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 239

de la secta, podrían quizá revisarse algunas de las capitulaciones.2561 En pocas


palabras, ya no eran precisas.
La reconstrucción de los mecanismos políticos del subcontinente indio
siguió una trayectoria muy distinta a la del imperio otomano. En el caso de
éste, en 1850 el resultado fue un Estado internamente más fuerte que en 1750,
pero externamente más débil y de un alcance geopolítico reducido. En última
instancia, el territorio se subdividiría todavía más, pero todos los estados
sucesores participarían totalmente en y serían limitados por el sistema
interestatal. En contraste con esta situación, en 1750 el imperio mogol se
encontraba al final de un proceso desintegrador mucho más avanzado que el
del imperio otomano e, indudablemente, la dinastía mogol en India jamás
tuvo una cohesión interna y una extensión geográfica comparable a la de los
otomanos. El resultado de la incorporación fue la abolición total del imperio
mogol en 1857 y la del resto de las estructuras políticas más pequeñas que
habían existido en el subcontinente indio, así como su sustitución colectiva
por una sola (aunque compleja) unidad administrativa, India que, sin
embargo, no era soberana. Es esta entidad la que accedería a la independencia
en el siglo xx bajo la forma de dos (y posteriormente tres) estados soberanos.
No obstante, la evolución histórica de las dos zonas entre 1750 y 1850
muestra ciertos paralelismos claros en la (re)construcción de estructuras
estatales, ni demasiado débiles ni demasiado fuertes, plenamente instaladas
en el sistema interestatal.
Las razones de la debilidad del imperio mogol de los siglos xvii y XVIII
han sido muy debatidas en la historiografía india. Dos de las principales
explicaciones son las de Irían Habib y Satish Chandra. En esencia, Habib
sostiene que la administración central intentó obtener los suficientes ingresos
fiscales del campesinado para consolidar su fortaleza militar, pero no tantos
como para hacer imposible la existencia misma del campesinado. Sin
embargo, el imperio mogol, como todas las estructuras de este tipo, tenía que
descansar en ciertos cuadros intermedios, en este caso los jagirdars, para
recaudar los impuestos. Los intereses de los intermediarios diferían bastante
de los de la administración central, por lo que con el tiempo aumentaron
continuamente el nivel de las exacciones con el fin de retener un porcentaje
mayor para ellos mismos. En palabras de Habib, esto era "despiadado”, y el
resultado fueron (en el imperio mogol y en otras partes, debería añadirse) los
abandonos de tierras, la resistencia armada y la decadencia de la agricultura,
minando a largo plazo la base económica de la estructura imperial. 2562
Satish Chandra plantea su explicación de forma un tanto distinta, pues
afirma que el sistema se enfrentó al "problema básico” de que la plusvalía
disponible era "insuficiente para sufragar el coste de la administración,
financiar guerras de uno u otro tipo y dar a la clase dirigente un estándar de

2561
Farley (1972, p. 161).
2562
Véase Habib (1963, pp. 319-338).
240 Immanuel Wallerstein
vida acorde con sus expectativas". 2563 Athar Ali pretende encontrar una
contradicción entre los argumentos de Chandra y los de Habib, afirmando que
este último sostiene que el sistema de mansab- dar funcionaba demasiado
bien, mientras que Chandra considera que no lo hacía lo suficientemente bien.
Por mi parte, no veo la contradicción. El proceso que describe Habib condujo
a la presencia europea en Asia, situación que describe Chandra. La única
cuestión es saber si precipitó este proceso de forma significativa. La respuesta
del propio Athar Ali es que, dada la falta de expansión de la producción, la
demanda europea de
productos asiáticos redundó en el aumento de los precios reales de esos
productos en los mercados asiáticos, provocando una "grave perturbación” en
sus economías e intensificando "las dificultades financieras” de las clases
dirigentes.2564 Esto explicaría parcialmente el aumento de la presión fiscal de
la que habla Habib, y afectaría no sólo a los productores directos, sino a los
que se encontraban en un nivel superior al de ellos en la estructura. Y
efectivamente, tuvo como consecuencia, sostiene Gupta, un drenaje de capital
local de tales dimensiones que, incapaces de pagar los "impuestos
exorbitantes" al Imperio, quienes controlaban las tierras locales se vieron
obligados a transferir sus derechos de recaudación de impuestos mediante
venta o hipoteca, a pesar de que esto era ilegal. Así, de acuerdo con Gupta,
los "requisitos previos de funcionamiento de un mercado de tierras en India
[...] comenzaron a existir en los últimos días del imperio mogol”. 2565
La desintegración militar del imperio mogol, las extensas guerras en el
subcontinente y el surgimiento de nuevas zonas autónomas, sin duda hicieron
conscientes a las compañías comerciales europeas en la década de 1740 de
"las oportunidades políticas abiertas a la promoción de sus propios intereses
económicos” 2566 Pero el mero hecho de que existan "oportunidades" no quiere
decir que se aprovechen, pues tales oportunidades tienen su precio. La
conquista política y la administración directa poseen muchas ventajas, pero
requieren un desembolso financiero importante. En general, si puede
obtenerse un beneficio igual o superior sin ellas, los estados que representan
a poderosos actores económicos intentarán evitar tales desembolsos. Es
evidente que no sólo en la década de 1740, sino durante medio siglo o incluso
durante todo un siglo hubo muchas personas poderosas en Gran Bretaña que
consideraron prudente evitar tales desembolsos; pero, como sabemos,

2563
Véase S. Chandra (1972, p. xlvi).
2564
Athar Ali (1975, p. 388).
2565
Gupta (1963, p. 28).
2566
K. N. Chaudhuri (1982, p. 395). Desde luego que Perlin tiene razón al subrayar hasta
qué punto estas "oportunidades" eran por si mismas producto de los europeos. "Estas
condiciones de anarquía y desorden, tanto en las fronteras como en territorios recién
adquiridos que tanto estimularon la cólera moral de los británicos y que justificaron en
última instancia la intervención militar, fueron el resultado de un movimiento de agresión
del que éstos formaron parte, tanto a corto como a largo plazo.” (1974, p. 181.) Véase
también Watson(1978,pp. 63-64).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 241

acabaron por hacerse.


La guerra de los Siete Años, en la que la India fue un impor-
tante escenario del enfrentamiento bélico franco-británico, desempeñó su
papel. Como afirma Spear, dio a los europeos una nueva "confianza en la
superioridad de sus fuerzas armadas en la situación india”2567 y el periodo de
Clive pudo, además, propagar o extender el mito de la India como "tierra de
abundantes riquezas”2568 que eclipsó la realidad de los costes de los gastos
militares y administrativos. El hecho de que los gobernantes locales
percibieran en aquella época la existencia de una relación entre la mayor
implicación en las redes productivas de la economía-mundo y la consecuente
reestructuración de las redes políticas, queda ilustrado por la anécdota que
relata un mercader de Malabar que viaja a Calicut en 1784. Según se relata,

en su viaje, vio que todos los árboles de. sándalo y plantas de la pimienta eran talados. La
gente le contó que el nabob [Tipu Sultán] había dado órdenes estrictas para su destrucción,
puesto que esas mercancías eran la causa de que los europeos pretendieran hacerle la
guerra.2569

Como subraya Marshall y demuestra esta anécdota, la India no era, en modo


alguno, "una víctima inerte, en situación de que cualquier estado europeo que
decidiera afirmar su poder irresistible pudiera conquistarla”.2570 Además, en
el siglo XVIII ni el gobierno británico ni el consejo de directores de la
Compañía de las Indias Orientales manifestaron fuertes deseos de que se
utilizara la fuerza militar.2571 Sin embargo, "paradójicamente”, como afirma

2567
Spear (1965, p. 79) que continúa: "De este modo, el poder del ejército indio principal
fue centralizado y se restableció el equilibrio, como en los tiempos clásicos, con una
infantería muy entrenada y de tamaño reducido." Por supuesto, el poder naval europeo
prevalecía desde hacía tiempo en el comercio del Océano Indico. Los portugueses habían
quebrado el monopolio musulmán en el siglo xvi gracias a la superioridad de su fuerza naval.
Véase Boxer (1969, p. 46) y Chaudhuri (1981, p. 230), que insiste en "la violencia de los
métodos aplicados por los exploradores lusitanos". Sir Josiah Child explicaba en el siglo XVII
que los mogoles no podían entablar una guerra con los ingleses porque éstos podrían
"obstruir su comercio con todas las naciones orientales" causándoles el hambre y la muerte
(citado en Woodruff, 1953, p. 73). Prakash señala que los holandeses pudieron imponer a
los mercaderes indios un sistema de "pasaportes" (permisos para comerciar en determinados
puertos e inmunidad frente a ataques navales) dada "la casi total ausencia de una fuerza naval
en la India mogol" (1964, p. 47). Pero todo este poder naval era insuficiente para transformar
la producción o las estructuras políticas del subcontinente indio.
2568
Butel (1978b, p. 102).
2569
Das Gupta (1967, p. 113). Además, Tipu acertaba plenamente. Cuando Tipu atacó
Travancore en 1789, lord Cornwallis, que había sido partidario de la paz y de la disolución
de la presidencia de Bombay (es decir, del abandono de la India Occidental) cambió de
posición y, en 1790 "estas ideas más bien vagas [de Cornwallis] de restablecer la situación
de India Occidental previa al levantamiento de Mysore habían dado lugar a una fírme y
definitiva política de anexión” (Nightingale, 1970, p. 58).
2570
Marshall (1975b, p. 30).
2571
"Los aventureros políticos o imperiales en la India eran contemplados con
242 Immanuel Wallerstein
Harlow,2572 el resultado real fue la adquisición de la mayor y más poblada
masa de territorio que fuera colonizada antes o después.
Una de las razones de esta colonización fue que no había dos, sino tres
protagonistas británicos en la escena india. Además del gobierno británico y
del consejo de directores de la Compañía de las Indias Orientales, también
estaban los comerciantes privados. Asimismo, existían al menos dos tipos de
comerciantes privados: los que servían a la compañía y los que no.2573
Obviamente, los que eran empleados de la compañía tenían conflictos de
intereses; sus intereses privados contaban con el margen de actuación que les
otorgaban las realidades de la distancia y las extremas dificultades de un
control centralizado eficaz. Es evidente, además, que la persecución de estos
intereses económicos privados frecuentemente condujo a los empleados de la
compañía a utilizar su autoridad para presionar políticamente a los estados
indios. Como observa Marshall, "estaban dispuestos a utilizar [su ascendiente
militar] para obtener concesiones de los gobernantes indios cuyo efecto
acumulativo fue debilitar y, finalmente, destruir esos estados".2574
Este apetito de control político no cumplió sus objetivos sin un debate
considerable en el seno de la compañía. Ése fue el núcleo de las disensiones
que se produjeron de 1770 a 1780 entre las denominadas facciones de Hastings
y Francis.2575 Pero, de hecho, ni siquiera estaba clara la actitud de las fuerzas
hostiles a la intervención política. Ambas facciones, por ejemplo, estuvieron
de acuerdo en la anexión de Oudh, territorio del interior finalmente
anexionado por Wellesley en 1801. Pero las fuerzas contrarias a la
intervención política tenían objetivos económicos no menos claros que los que
deseaban la anexión. Como señala Marshall:

El libre comercio es un juego que requiere más de un jugador. Si los europeos habían de
renunciar a su influencia política para apoyar su comercio, sabían que era preciso persuadir
al visir [de Oudh] de que remediara las condiciones que, desde su perspectiva, hacían
necesario el uso de la influencia política.297

En última instancia, existía una relación de toma y daca entre la compañía


y los comerciantes. Éstos últimos muchas veces se veían forzados a recurrir a

desconfianza por la compañía' en Inglaterra por la misma razón que, en el periodo anterior,
se contemplaba con desagrado la apertura de factorías nuevas. Éstas tendían a incrementar
los costes globales sin reportar beneficios financieros inmediatos” (K. N. Chaudhuri, 1978,
p. 56). Además como afirma Rothermund: "La interferencia de las factorías europeas en la
economía india era bastante eficaz sin el dominio territorial” (1981, p. 88).
2572
Harlow (1964, p. 1).
2573
El cuadro en realidad era más complicado. Watson (1980a, p. 81) distingue cinco
tipos de comerciantes privados: los empleados de la compañía, comandantes y marinos de
los barcos regulares indo-europeos, los mercaderes libres residentes en Oriente,
comerciantes no autorizados y banqueros y mercaderes indios empleados por la compañía.
2574
Marshsall (1975b, p. 43).
2575
Véase Embree (1962, p. 62). La facción de Hastings por supuesto tenía
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 243

la "protección de nacionalidad”, así como a la credibilidad que les otorgaba la


presencia de la compañía; a la inversa, utilizaban la infraestructura comercial
de la compañía; pagaban tasas y estimulaban el comercio. "El beneficio
percibido por 'conceptos invisibles’ tales como descuentos sobre
transferencias, pagos por licencias, daños declarados, gravámenes y multas
sobre artículos prohibidos, contribuiría a eliminar el malestar ocasional."
Todo esto conformaba una relación "difícil” y "ambivalente”.298 De ese modo,
estos intereses comerciales privados pudieron imponer, en primer lugar a la
compañía y posteriormente al gobierno británico, un mayor compromiso del
que deseaban.
Aun así, cabe preguntarse por qué en determinados puntos cruciales no se
puso freno con mayor firmeza. Creo que esta pregunta es especialmente
pertinente en relación con dos periodos, de 1757 a 1793 y a partir de 1793. El
hecho es que la anexión política de Bengala resultó ser bastante rentable en el
periodo inmediato que se analiza. Cesaron las exportaciones británicas de
metales preciosos y, como los artículos de algodón y otros productos seguían
llegando a Gran Bretaña, es evi-

poder político no sólo en India, sino también en Gran Bretaña. Véase Philips (1961, pp. 23-
24).
297
Marshall (1975a, p. 470).
298
Watson (1980a, pp. 179, 189). Watson señala además que "siempre estuvo presente
un interés nacional" inglés en el comercio de la Compañía de las Indias Orientales. "La gran
intervención pública en la Compañía de las Indias Orientales después de 1708, reflejó el
vigor de su fe en Inglaterra” (p. 361).
244 Immanuet Wallerstein
dente que algo se pagaba a cambio de ellos. Los ingresos estatales tuvieron
que ser ese algo. En efecto, la plata de Bengala empezó a transferirse a las
demás presidencias y a usarse para financiar su conquista y administración.2576
Como esto ocurría en un momento de gran esfuerzo financiero del Estado
británico (y del francés) tras la Revolución americana, el aflujo financiero
proveniente del subcontinente indio no pudo dejar de ser bien recibido ni pasar
desapercibido. Cain y Hopkins resumen bastante bien la situación: "El saqueo
de Plassey no inició la Revolución industrial, pero ayudó a que Gran Bretaña
pudiera recomprar a los holandeses la deuda nacional.’’2577 En resumen,
existió una justificación a corto plazo de la colonización directa que sirvió
como contrapeso de las consecuencias negativas a medio plazo por las que, de
otro modo, se hubieran podido regir las decisiones políticas de Londres.
La rivalidad con Francia fue crucial. En parte, sin duda, fue una rivalidad
del tipo directo que normalmente sugiere la palabra, es decir, competencia por
el control de una nueva zona periférica de la economía-mundo; sin embargo,
a este respecto debería recalcarse que esto se aplica más a Gran Bretaña que a
Francia a la vista de sus diferentes estrategias geopolíticas en la economía-
mundo, en particular después de 1763.2578 Pero en gran medida fue crucial de
una forma indirecta al permitir a Gran Bretaña solucionar la crisis financiera
estatal de la década de 1780 que Francia fue incapaz de superar, hecho que ya
hemos discutido desde el punto de vista de su relación con la Revolución
francesa. Como hemos observado, el resultado final de esta tercera ronda de
rivalidad anglofrancesa tuvo como
consecuencia la consagración definitiva del liderazgo económico de Gran
Bretaña.
El dilema que se planteaba al consejo de directores y al gobierno británico
era, por tanto, claro. Por descontentos que pudieran estar respecto al espinoso
dominio político al que iban derivando, se les impidió frenar el proceso.
Llegaron a convencerse de que el gobierno británico no tenía más que una
posibilidad, y era hacerse cargo de la operación de forma más directa. Ésta era
la solución de Pitt, y finalmente fue la que se impuso. Como observa Harlow,

2576
Véanse Bagchi (1976c, p. 248); Ganguli (1965), y Arasaratnam (1979, p. 27). N. K.
Sinha afirma: "Las existencias de plata en Bengala én 1757 no sólo no se repusieron, sino
que disminuyeron de varias formas" (1956, p. 14).
2577
Cain y Hopkins (1980, p. 471).
2578
Lüthy capta esta diferencia al describir la relación de la Compagnie des Indes con el
gobierno francés: "Para la política francesa, la India representaba una mera diversión a la
que se renunció con facilidad cuando no se tuvo éxito o se volvió demasiado costosa. Sin
duda desde la guerra de la sucesión de los Austrias a las guerras napoleónicas, cuando hacía
tiempo que Francia había perdido la partida, tras cada nuevo conflicto se vio cómo los
agentes, funcionarios y condottieri franceses formalizaban alianzas con príncipes indios y
reanimaban las guerras en India. Fue precisamente esta amenaza, renovada con frecuencia,
lo que hizo la conquista inglesa irreversible al impedirles siempre a los ingleses abandonar,
incluso aunque quisieran hacerlo. Para Inglaterra la diversión eran los compromisos en el
continente europeo” (1960, pp. 860-861). Véase también Mukherjee (1955, p. 85).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 245

los empleados de la compañía, al haber quedado fuera de control,


representaban “una amenaza para la compañía”, y tuvieron que "ser
transformados en cuasifuncio- narios”.2579 De acuerdo o no, y el consejo de
directores no lo estaba, la compañía no podía imponerse por sí sola; era preciso
que interviniera el Estado británico. Lord Stormont planteó claramente los
objetivos en aquel momento: “un gobierno fuerte en la India, sujeto a la
vigilancia y control de un gobierno aún más fuerte en la nación".2580 Y fue lo
que se logró. Con la Ley de India de Pitt de 1784 2581 y las reformas de lord
Comwallis en la década siguiente, los empleados de la compañía
desaparecieron de la escena como actores independientes.2582
Naturalmente, como habían anunciado los sabios y prudentes, los costes
del gobierno, directos e indirectos, resultaron ser mayores de lo que se había
previsto. Volvió a plantearse la cuestión de la "balanza de pagos” y otra vez
se empezó a exportar plata. Además, hubo una exportación continua de plata
a la otra gran zona comercial del Este, China. Para solucionar el problema,
Gran Bretaña pudo ahora hacer buen uso de su dominio político emergente.
Spear resume así la situación a finales del siglo XVIII:
El comercio de la compañía en la India ya no era rentable, puesto que sus beneficios, en
lugar de aumentar con los ingresos de Bengala, en realidad quedaban absorbidos por los
costes de administración. Sus beneñcios provenían de China [...] un poderoso argumento
económico para la hegemonía en la India era la preservación del comercio con China.2583

Como controlaba a la India, podía producir las cosechas de exportación que


encontrarían un mercado en China, donde todavía no podía imponer una
reestructuración de los procesos de producción.
El compromiso implícito en la modalidad elegida para renovar los gestores
de la compañía en 1793 sirvió bien a estos interes. El gobierno británico
aumentó su control sobre la compañía, la cual, sin embargo, retuvo su

2579
Harlow (1964, p. 18). Véase Boltoñ: "Los nabobs de la Compañía de las Indias
Orientales demostraron ser una complicación tan considerable para los sucesivos gobiernos
británicos como los colonos angloirlandeses y americanos. Al buscar la complicidad
británica en su posición de influencia sobre una comunidad ultramar, sólo podían ser
dominados si se extendía el poder de Whitehall, proceso que combatieron paso por paso”
(1966, p. 196).
2580
Citado en Harlow (1940, p. 142).
2581
En su discurso sobre la Ley de India, Pitt expresó de la forma más explícita sus
objetivos: "El fin primero y principal sería evitar que el gobierno fuera ambicioso y proclive
a la conquista. El comercio era nuestro objetivo y, siendo de extensión inédita, debería
prevalecer un sistema pacífico, un sistema de defensa y conciliación." Por consiguiente, el
comité de control debía supervisar el consejo de directores. "Los días de los bucaneros en la
India, en la medida en que la legislación pueda decidir, se han acabado.” (Citado en
Nightingale, 1970, p. 8.)
2582
Véase Sinha (1956, p. 219).
2583
Spear (1965, p. 113) añade otros dos motivos para perseguir el dominio: "la
esperanza de ventajas venideras" y los intereses establecidos. Como señala Chung, el "té
proporcionó a los intereses indios un buen instrumento para convertir el dinero británico en
la India en dinero británico en la patria" (1974, p. 416).
246 cT Immanuel Wallerstein

monopolio sobre el comercio con China y algunos monopolios en la India.


Pero los comerciantes privados obtuvieron nuevos derechos estatutarios sobre
cierto porcentaje del comercio naval. Este compromiso combinaba la
estábilidad en un momento en que Gran Bretaña iniciaba sus largas guerras
con Francia2584 —una estabilidad de la que los comerciantes privados también
se beneficiarían—2585 con las garantías de que la compañía desarrollaría
agresivamente el comercio con China. Por otro lado, 1793 fue también el año
del acuerdo permanente de Comwallis, culminación de un proceso de
reformas legales y administrativas que tuvo el efecto de suprimir las
limitaciones que impedían que la tierra fuera considerada "una mercancía a
vender y comprar en el mercado".2586
Ante el fin inminente de las guerras napoleónicas en 1813, el gobierno
británico pudo aumentar su control directo cuando volvió a renovarse el
consejo de la compañía. Entretanto, los comerciantes privados habían
extendido con éxito su comercio y manifestaban su irritación por las
restricciones y las pérdidas en los partidas enviadas a través de la compañía.
Los fabricantes de Lancashire también tomaron parte en la disputa, deseosos
de extender sus propios mercados en la India. Por consiguiente, el nuevo
consejo puso fin a todos los monopolios en la India pero extendió en 20 años
el monopolio de la compañía en China. El consejo también determinó la total
separación de los asuntos territoriales y comerciales, preparando así el camino
para una administración auténticamente colonial.310 "En el año 1837, los
británicos ya no era meramente un poder en la India. Eran el poder sobre la
India.”311
La incorporación de Rusia fue una cuestión distinta. El hecho de que Rusia
fuera o no parte de Europa (y por tanto, del sistema interestatal europeo) en
los siglos XVI y XVII ha sido y sigue siendo materia de discusión académica
(y popular). El hecho de que Rusia sea parte de "Europa” sigue siendo para
algunos materia de discusión incluso en lo que se refiere al siglo xx, pero no
cabe duda de que la URSS ha sido un participante activo en el sistema
interestatal (ahora mundial). Yo sostendré que Rusia no llegó a ser un
miembro plenamente integrado en el sistema interestatal (entonces europeo)
hasta el siglo XVIII.

2584
Tripathi considera que ésta era "la única [actitud] posible en 1793”, es decir "en
vísperas de la mayor de las guerras que Gran Bretaña había iniciado jamás". Añade: "Un
nuevo sistema podía haber puesto en peligro la existencia de la compañía por una ventaja
todavía quimérica" (1956, pp. 32-33).
2585
Véase Philips: "El inicio de la guerra con Francia en 1793 dio lugar a una revolución
en el mundo comercial. En los mares orientales, corsarios fi anceses, operando desde las
islas de Borbón y Mauricio, capturaron el mayor número de barcos privados construidos en
la India, en particular entre 1803 y 1809, y no cabe duda de que si el comercio indio hubiera
estado abierto a los comerciantes privados británicos en 1793, habrían sufrido graves
pérdidas" (1961, p. 99). El comercio de la compañía estaba salvaguardado por los convoys.
2586
Cohn (1961, p. 621). Sobre las disposiciones del acuerdo, véase Wright (1954, p.
212), que cita las actas: "para simplificarla demanda del dueño del te-
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 247

Como recuerda Dehio, por un lado “los rusos, a diferencia de los turcos,
eran primos lejanos de los pueblos occidentales, tanto étnicamente como en
la mentalidad”, si bien, por otro lado, "el joven Leibniz seguía refiriéndose en
los mismos términos a Rusia, Persia y Abisinia”.312 En todo caso, si se utiliza
el criterio de la existencia de diplomacia recíproca, no encontramos sus inicios
hasta el reinado de Pedro el Grande (1689-
rreno sobre los ryots o agricultores, tenemos que empezar fijando la demanda del gobierno
sobre el primero". Gupta afirma que el objetivo más importante, aparte de garantizar los
ingresos fiscales, era "promover la extensión del cultivo a las vastas áreas de tierras baldías,
promoviendo de este modo el comercio de ja provincia" (1963, p. 72).
3,0
Véase Tripathi (1956, pp. 132-136). Esto fue respaldado desde luego por lo que
Nightingale denomina el "imperialismo del comerciante privado” (1970, p. 127). En lo que
se refiere a los intereses de los fabricantes, véase Nightingale (1970, pp. 236-237).
311
Frykenberg (1965, p. 24).
3,2
Dehio (1962, pp. 94-95; véase también pp. 93-107, passim).
248 Immanuél Wallerstein
1725),313 simultáneos con la significativa expansión del comercio exterior y
“la gradual eliminación del aislamiento político y cultural de Rusia del resto
de Europa”.314
Pedro se presentaba como el gran "occidentalizador” o, expresándolo en
el lenguaje actual, como el gran "modemizador” y muchos, en Rusia y fuera
de ella, entonces y ahora, han aceptado esa descripción. Éste es el mismo
papel que, mutatis mu- tañáis, reclamaban Mohamed Ali de Egipto o, con
menos aprobación, el sultán Mahmud II. Pedro indudablemente inició el
proceso de crear una burocracia centralizada al establecer el senado
gobernante en 1711-1722.313 También transformó el ejército al hacer
obligatorio y permanente el servicio de la nobleza en él. 316 Y existe un
acuerdo generalizado respecto a que fue-

313
Véanse Summer (1949, p. 59) y Anderson (1978, pp. 77-78).
314
Kahan (1974a, p. 222) sostiene que "uno de los factores más destacados en la
expansión del comercio internacional [fue] la necesidad de apoyar la activa política exterior
de Pedro el Grande, que terminó en guerras casi ininterrumpidas, incluyendo la guerra del
norte con Suecia y las guerras con el imperio otomano y con Persia" (p. 223). Así, Kahan
da por supuesta una secuencia: las necesidades bélicas condujeron a mayores impuestos que
provocaron a un aumento de las cosechas comerciales. Pero, ¿de dónde provenían estas
"necesidades bélicas”? De seguro, en la guerra del norte tuvo parte la preocupación de
Suecia por impedir que los intentos de Pedro de integrarse a la economía-mundo no tuvieran
lugar, a largo plazo, a expensas de Suecia. Véase Wallerstein (1984, pp. 303-308). Y las
guerras con el imperio otomano y Persia tuvieron como objetivo garantizar una posición
más fuerte para Rusia en esta economía-mundo. Kahan señala (véanse pp. 224-225) una de
las limitaciones a este intento. Los mercaderes rusos no podían competir en la obtención de
crédito con los mercaderes de Europa Occidental en el comercio del transporte entre ambos.
Estos últimos tenían mayores facilidades de acceso a los mercados de
. capital, inferiores tasas de seguro y costes de transporte, etc. Sin embargo, en el comercio
con el imperio otomano, Persia y China, los mercaderes rusos prosperaron. Rusia estaba
adquiriendo una típica posición semiperiférica. Véase Foust (1961).
315
Véase Yaney (1973, p. 7) que detalla los pasos posteriores bajo Catalina II y más
tarde en el siglo xix.
316
Véase Raeff (1966, pp. 38-47). Se atribuye a esta medida algo más que la
transformación del ejército. Raeff sostiene "El servicio en la institución racional y
burocrática modernizada inculcó en los nobles la idea de que una cadena de mando clara, la
subordinación jerárquica y la obediencia absoluta eran la esencia de una buena
administración” (p. 49). Véase también Yaney: "En el ejército, la nobleza rural rusa podía
trabajar con los campesinos rusos en el marco de una organización sistemática" (1973, p.
61).
Portal extrae la consecuencia más importante de esta experiencia: "[El noble] llevó a la
administración de su dominio esas ideas militares v de orden. Impuso al campesinado una
política de vigilancia, deformando instituciones relativamente libres cuyo símbolo teórico
es el niir. Los líderes electos de esta comunidad se convirtieron en los agentes del señor"
(1963, p. 10).
ron los logros del ejército modernizado los que establecieron el "estatus de Rusia
como parte importante del sistema político
n T. 1 7
europeo . 1
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 249

Aun así, los investigadores actuales se han mostrado más escépticos


respecto a cuáles fueron los logros que Pedro el Grande alcanzó realmente, no
lo que esperó lograr o pretendió haber logrado. Cracraft sostiene que el mito
de Pedro puede tener "mayor significado histórico que cualquier logro
atribuido a su régimen”.2587 2588 Torke, por su parte, estima que las reformas
administrativas llevadas a cabo por Pedro han sido “exageradas” y afirma que
no logró "casi nada” a este respecto. Él sostiene que el auténtico "punto de
inflexión” se produjo en 1762, es decir, el año en que Catalina II subió al
trono.2589
La obra de Pedro fue, en cierto sentido, de transición. Puso la nobleza al
servicio regular del ejército y también introdujo al ejército en la
administración. Así, dominó las tendencias des- centralizadoras al absorber el
tiempo de la nobleza y al utilizar a ambas para garantizar un mejor flujo
interno de la plusvalía. Catalina (1762-1796) fue quien se encargó de acabar
con el servicio militar vitalicio obligatorio para la nobleza, creando en su lugar
un aparato civil que, además, tuvo la virtud de dejar a la nobleza tiempo
suficiente para convertirse en empresarios dedicados a los cultivos
comerciales. Catalina abolió las antiguas provincias y dividió a Rusia en unas
50 gubemiyas (subdivididas en uezds), cada una, de las cuales disponía de
estructuras administrativas colegiadas compuestas en parte de funcionarios
designados centralmente y en parte de representantes elegidos localmente.2590
De este modo transformó básicamente el gobierno de Rusia "de una jerarquía
recaudadora de tributos en una administración civil cuyos empleados, como
los del ejército, eran conscientes de los fines generales".321 En 1766, Catalina
firmó el tratado comercial anglo-ruso, que establecía aranceles reducidos
sobre la exportación de materias primas, algo muy ventajoso para Gran
Bretaña.322 Es en este contexto en el que hay que evaluar la política militar,
un tanto agresiva, de Catalina que triunfó sobre el imperio otomano, participó
en la partición de Polonia y dio una "abrumadora impresión [...] de dinamismo
ruso”.323 Pero era como si esta política externa sirviera para compensar la
política comercial exterior y para permitir a Catalina la posibilidad de
acometer con seriedad, mediante sus reformas administrativas, "la

2587
Anderson (1978, p. 6). Seton-Watson lo expresa aún con mayor vigor: “Sin embargo
ahora no cabía duda de que el imperio ruso [título que inventó Pedro] era una de las grandes
potencias de Europa" (1967, p. 10); véase también Fedorov (1979, p. 137).
2588
Cracraft (1980, p. 544).
2589
Torke (1971, pp. 457-458). Keep (1972) critica las opiniones de Torke y éste le
replica (1972). La mayoría de los estudiosos rusos consideran que fue en la década de 1760
cuando "se estableció el sistema capitalista" en Rusia (Druz- hinina, 1975, p. 219). Véase
también Barón (1972, p. 717) sobre el importante documento de 1965 Perekhocl oí
feodolizma k kapitalisnui v Rossii.
2590
Véase Yaney (1973, p. 69). Griffiths insiste en la percepción de Catalina y sus
consejeros de que Rusia "estaba considerablemente rezagada" respecto a las naciones
avanzadas de Europa Occidental y que mediante una legislación inteligente podía eliminarse
la distancia v hacer el retraso "transitorio" (1979, p. 471).
250 Immanuel Wallerstein
organización del espacio interno [ruso]”.324
Evidentemente, esta reorganización interna supuso, entre otras cosas, una
cada vez más eficaz represión de la mano de obra, como ya hemos visto. 325 Y
esta represión condujo a una "huida masiva” del campesinado ruso hacia el
oriente, atravesando el Volga, a los Urales e incluso a Siberia, 326 llegando a
desencadenar rebeliones populares relacionadas con el "deterioro [...] de las
condiciones económicas”.327 A medida que aumentó la participación en la
economía-mundo, este "desarrollo” afectó progresivamente a los otrora
remotos y libres hombres de la frontera, los cosacos. 328 Sus quejas,
relacionadas con las de los siervos industriales y las de los afectados por la
intensificación de la servidumbre en las fincas estatales (que ya hemos
expuesto), además de la oposición de los antiguos creyentes, 329 crearon una
mezcla explosiva que alcanzó su apogeo en la revuelta de Pugachev,
precisamente en tiempos de Catalina. El tema ideológico implícito fue el
recuerdo de los campesinos “de aquellos tiempos en los que sus antepasados
eran hombres libres”,330 o al menos más libres de lo que imponían las
condiciones de incorporación a una economía-mundo capitalista.
321
Yaney (1973, p. 59).
322
Véase Clendenning (1979, pp. 145-148, 156).
323
Dyck( 1980, p. 455).
324
Le Donne (1983, p. 434) aplica esa frase de Garrett Mattingly a la política de
Catalina. Para ser justos, Catalina sí dedicó "una considerable energía [...] a fomentar la
marina mercante nacional” (Ahlstróm, 1983, p. 156).
325
Gerschenkron data estas medidas en el reinado de Pedro el Grande, cuyas políticas
"aumentaron en un sentido muy real la eficacia del sistema de servidumbre” (1970, p. 91).
326
Portal (1966, p. 37).
327
Long\vorth (1975b, p. 68).
328
Véase Longworth (1969, pp. 26-27, 88).
329
Véase Gershenkron (1970, pp. 28-29).
330
Longworth (1979, p. 269).
Catalina, sin embargo, se mantuvo firme; reprimió a los campesinos y
mantuvo el libre comercio; su política tuvo los suficientes efectos negativos
como para inducir a sus sucesores a seguir a consejeros "francamente
proteccionistas” como M. D. Chulkov, que presionaron en favor de una mayor
reciprocidad en las relaciones ruso-británicas. La ofensiva de los
proteccionistas contra "los comerciantes británicos, detestados desde hacía
mucho tiempo” alcanzó un punto en el que el zar Pablo rompió relaciones con
Gran Bretaña en 1800, embargó los artículos británicos y confiscó los barcos
de esa nacionalidad.2591
Sin embargo, Rusia se encontraba atrapada en las limitaciones del sistema
interestatal y descubrió que su libertad de acción era muy limitada. Ya en la
década de 1780 los intentos de Rusia por aumentar su margen de maniobra
respecto a Gran Bretaña desarrollando relaciones comerciales con Francia,
fracasaron por los intereses contrapuestos de ambas naciones respecto al

2591
Macmillan (1979, pp. 171, 176-177).
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 251

imperio otomano.2592 Rusia dependía de su papel ex- pansionista en el "Este”


—tanto política como económicamente— para asegurar que su incorporación
se produjera como Estado semiperiférico y no como zona periferializada. Y,
en efecto, el triunfo sobre los otomanos en el tratado de Küfük Kaynarca
significó un “salto cuantitativo en la posición internacional de Rusia”.2593 Su
capacidad para lograrlo se debió indudablemente al hecho de que, en 1783,
Francia y Gran Bretaña estaban absorbidas en sus luchas en tomo a la guerra
de Independencia americana y poco podían hacer para llevar a efecto "su
declarada oposición a la anexión rusa de Crimea". 2594
Pero este juego tuvo un precio. Rusia necesitaba la neutralidad
benevolente de al menos una de las grandes potencias europeas occidentales
en Oriente Medio. Como Francia apoyaba diplomáticamente a los otomanos
en el siglo xvm, Rusia sabía que necesitaba conservar sus vínculos con Gran
Bretaña. Así, los gestos de Pablo en 1800-1801 no podían ser satisfechos,
especialmente teniendo en cuenta las intenciones a largo plazo de Napoleón,
y Rusia se vio obligada a volver al campo británico. Rusia estaba atrapada y
limitada por sus intentos de consolidar su dominio e influencia en Europa
Sudoriental, el Mar Negro y la región caucásica, por un lado y por otro,
labrarse una posición más fuerte respecto a Europa Occidental.2595 Para lograr
lo primero sacrificó lo último y así fue incorporada a la economía-mundo
capitalista de un modo que garantizó y promovió el famoso "retraso” del que
escribirían autores posteriores. Sin embargo, Rusia no dejó de disfrutar de una
posición interestatal menos débil que la de otras zonas incorporadas, y este
hecho tendría como consecuencia su capacidad para llevar a cabo la
Revolución rusa.
África Occidental se diferenciaba de las otras tres zonas en que en 1750 no
existía en aquella región ningún imperio mundial comparable en extensión u
organización al otomano, mogol o ruso. En lugar de ello existían varios
estados fuertes, dedicados en gran paite a la venta de esclavos, y una multitud
de pequeñas entidades militar y políticamente débiles.
Hemos sostenido que la incorporación a la economía-mundo requiere
estados que no sean ni demasiado fuertes ni demasiado débiles, estados que
puedan responder a las "reglas de juego” del sistema interestatal. Es frecuente
afirmar que una de las razones de que existieran las presiones políticas de los
estados europeos occidentales en estas zonas fue la de restablecer el "orden”
en áreas en las que la "anarquía” hacía imposible el comercio pacífico. Ya
hemos indicado que pensamos que esta explicación es dudosa en lo que se
refiere al subcontinente indio, donde el "orden” que restablecieron los
británicos después de 1750 fue en gran medida el remedio de una "anarquía"

2592
Véase Sirotkin (1970, p. 71).
2593
Davison (1976, p. 464).
2594
Fisher (1970, p. 137).
2595
Véase Dojnov (1984, pp. 62-63).
252 Immanuel Wallerstein
en cuya creación la intrusión occidental desempeñó un papel importante
durante los 100 años anteriores. La cuestión es que el capitalismo no requiere
"orden”, sino lo que podría denominarse "orden favorable". La promoción de
la anarquía muchas veces sirve para abatir el "orden desfavorable”, es decir,
el orden capaz de resistir la incorporación.
En la historiografía de África Occidental, un tema recurrente es el del
denominado “ciclo de esclavos y armas”. Las pruebas que relacionan la
adquisición de armas de fuego y de esclavos son, en general, bastante sólidas.
"Para los captores profesionales de esclavos, las armas de fuego representaban
un recurso importante.”2596 Richards insiste en que esta "elevada correlación”
ya se encuentra en el periodo 1658-1730, y que

2596
Inikori (1977, p. 351) que señala: "El área comercial de Bonny no sólo importó en
términos absolutos [durante el periodo 1750-1807) más armas de fuego que otras partes de
África Occidental, sino que también importó muchas más armas de fuego por cada esclavo
exportado" (p. 361).
/
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 253
posteriormente condujo a los “cambios más drásticos" en la escena política de
África Occidental,2597 pues fue precisamente en ese periodo cuando tomaron
forma los grandes estados vendedores de esclavos, como Dahomey y Ashanti.
Sin duda, estos estados consideraban que estaban creando una barrera que les
aislaba del impacto del mercado mundial, como sostiene Po- lanyi. Pero
también es cierto que "una vez atrapados en el círculo vicioso de la guerra
para la captura de esclavos, la dependencia sólo se podía intensificar". 2598
Desde el punto de vista de las fuerzas económicas de la economía-mundo, sin
embargo, estas estructuras en desarrollo de venta de esclavos creaban
"anarquía" en otras zonas, quebrando por tanto un “orden desfavorable”. Ésta
es la fuente de lo que Akinjogbin llama la "mayor paradoja” del tráfico de
esclavos.

A comienzos del siglo xvm, la política aja se había sumido en el caos por el desarrollo del
comercio. A finales del siglo, la inestabilidad estaba a punto de instalarse en el reino de
Dahomey porque el comercio estaba en decadencia.2599

El ahora "orden favorable” de los estados que vendían esclavos dependía, no


obstante, de una definición excesivamente restringida de la actividad
económica. Cuando el foco central de la integración de África Occidental en
la economía-mundo fue desplazándose de un periodo basado
fundamentalmente en la exportación de esclavos, pasando por un periodo de
exportaciones mixtas, a un periodo en el que prácticamente no se produjeron
exportaciones de esclavos —proceso que ya hemos descrito—, las bolsas más
bien escasas de estados vendedores de esclavos en el entorno de una zona más
amplia y "anárquica” perdieron utilidad. Lo que se requería eran nuevos
estados, en la mayoría de los casos más grandes que los ya existentes, pero
estados que, una vez más, no fueran demasiado débiles ni fuertes.
De este modo, los mercaderes británicos de la Costa de Oro se alinearon
con los estados fanti que se oponían a la expansión ashanti, puesto que
"estaban convencidos de que si podía destruirse el poder ashanti, se abría ante
ellos un vasto campo de comercio”.2600 El movimiento islámico del siglo XXX
tendía,

2597
Richards (1980, p. 57).
2598
A. Norman Klein (1968, p. 221).
2599
Akinjogbin (1967, p. 209).
2600
Fynn (1971, p. 28). El principal logro del tratado firmado en 1831 entre los ashantis
y George MacLean (en representación del comité de comerciantes
254 Immanuel Wallerstein

como hemos visto, a la "integración política en gran escala de numerosos


estados y principados menores".341 Y donde no existía una forma estatal,
como en la tierra ibo, se desarrolló una "formación estatal parcial" bajo la
forma de Aro Chuku.342
Entre otras cosas, la actuación británica contra el tráfico de esclavos puede
interpretarse como destinada a quebrar el "orden desfavorable" de las
unidades menores en el interés de recrear unidades mayores. También tuvo
como finalidad, por supuesto, debilitar las posiciones de Francia y otros
competidores económicos.343 Aunque no podemos hablar de diplomacia
recíproca en este periodo, sí podemos observar la aparición de entidades
políticas más estructuradas que comenzaron a garantizar los flujos de la
producción emergente de cultivos comerciales destinados a la economía-
mundo.
Hemos insistido en datar este proceso de incorporación en torno a 1750-
1850 (en el caso de África Occidental, quizá 1750-1880). ¿Es ésta la única
periodización posible? Obviamente no, y el debate empírico es amplio en lo
que se refiere a esta cuestión. Desgraciadamente, muchos de quienes toman
parte en él no tienen un modelo claro del proceso, o al menos no han utilizado
el mismo modelo que nosotros aplicamos: área externa-incorporación-zona
periférica (o semiperiférica). En términos de este modelo, observamos que
algunos autores datan la incorporación en el momento en que una zona se
convierte en parte del área externa. Algunos investigadores, por otro lado, no
consideran que una zona está incorporada hasta que comienza a funcionar
como zona periférica de la economía-mundo. Ninguno de estos dos grupos de
estudiosos percibe la “incorporación” como un proceso distintivo del tipo que
nosotros sostenemos.
Un modo estándar de formular este debate es discutir en qué

en la costa del Cabo) fue obligar a los ashantis a "declarar a las tribus [fanti] aliadas
independientes de su control1' (Metcalfe, 1962, p. 140).
341
Oloruntimehin (1971-1972, p. 34).
342
Stevenson (1968, p. 190; cf. Dike, 1956, p. 38). No obstante, Northrup (1978, pp.
141-142) mantiene sus reservas sobre tal designación.
343
"Una vez que los británicos, que habían manejado la mayor cuota del comercio en
el siglo xvm, decidieron renunciar a ella, les convenía persuadir a otros de que también
renunciaran" (Ajayi y Oloruntimehin, 1976, p. 207).
Gorée, que había sido la principal base mercantil de Francia en África Occidental, estaba
tan debilitada en el periodo posterior a 1815 que sólo pudo sobrevivir transformándose en
puerto franco. Véase Zuccarelli (1959). En general, la Exclusif, aunque pomposamente
restablecida en 1817, fue desmantelada en 1868. Véase Schnapper (1959, pp. 150-151, 198).
fecha se inició el "capitalismo”. Algunos autores insisten en que con el
difundido desarrollo del comercio a larga distancia en el periodo anterior del
"área externa” ya tenemos capitalismo, o al menos protocapitalismo.
Frecuentemente se acompaña esta tesis con un argumento relacionado con las
raíces "indígenas” del capitalismo, o con la "interrupción” de este proceso por
la intrusión europea. Otros autores insisten en que el primer periodo
La incorporación de zonas nuevas a la economía-mundo 255

"capitalista” es muy posterior. En casos extremos, algunos sostienen que


apenas existe hoy. Hemos insistido en que no hay múltiples estados
capitalistas, sino un sólo sistema mundial capitalista, y que para formar parte
de él es preciso estar mínimamente integrado en sus redes de producción o
cadenas de comercialización, y situado en estados que participen en el sistema
interestatal que constituye la superestructura política de esta economía-mundo
capitalista. La incorporación se define, por consiguiente, como el periodo
preciso en el que se produce tal integración.
1

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\
<V

El artista y litógrafo francés Francisque-Martin-Frangois Grenier de Saint-Martin (1793-


1867), discípulo de David, se especializó en temas históricos. Este grabado, ejecutado en
1821, muestra al general Tou- ssaint l’Ouverture entregando dos cartas al general que
mandaba las tropas inglesas que se encontraban en Haití en 1798. Las cartas expresan la
petición de los comisionados franceses de que Toussaint arreste al general inglés y la
negativa de Toussaint a hacerlo porque sería una deshonra que él faltara a su palabra. "Una
noble negativa”, afirma Grenier. Al pie se ve el sello de Haití, con la inscripción: "Liberté
Egalité".
4. LA DESCOLONIZACIÓN DE
AMÉRICA: 1763-1833

A mediados del siglo xvm, más de la mitad del territorio de América estaba
jurídicamente, compuesto por colonias de estados europeos, en particular de
Gran Bretaña, Francia, España y Portugal. El territorio restante se encontraba
fuera del sistema interestatal de la economía-mundo capitalista. A mediados del
siglo xix, estas colonias se habían convertido en estados soberanos
independientes (después de varias combinaciones y divisiones de previas
entidades administrativas). Además, en esa época estos nuevos estados
reclamaban su jurisdicción sobre el resto del área terrestre del hemisferio.
Estamos ante una notable reconfiguración de la fisionomía del sistema
interestatal. Esta "descolonización” de América se produjo bajo la égida de los
pobladores europeos, con la exclusión no sólo de las poblaciones amerindias,
sino también de los africanos trasladados, a pesar del hecho de que, en muchos
de los nuevos estados soberanos, los amerindios y los negros constituían una
proporción sustancial (incluso mayoritaria) de la población. Indudablemente,
existía una excepción, Haití, que desempeñaría una importante función histórica,
como veremos más adelante. De cualquier modo, esta descolonización difirió de
modo impresionante de la segunda gran "descolonización” del sistema mundial
moderno, la que se produjo en el siglo xx, estribando tal diferencia en las
poblaciones que controlarían los estados soberanos resultantes.
Convencional, y acertadamente, se sitúa el principio de la historia en 1763,
"un gran punto de cambio”.2601 El resultado de la guerra de los Siete Años fue
que Gran Bretaña logró imponerse a Francia en el hemisferio occidental. Y este
solo hecho habría bastado para hacer imposible que los españoles y portugueses
intentaran sacar partido de la renovada expansión de la economía-mundo y
(re)afirmar un auténtico control económico sobre sus colonias americanas. Pero
el triunfo de Gran Bretaña planteó agudamente, por primera vez en América, la
cuestión de cómo distribuir sus réditos en el interior de la élite.
Como sabemos, la disputa llevaría a los colonos, primero a los de la
Norteamérica británica y después a los de Hispanoamérica y Brasil, a fundar
estructuras estatales independientes.
Los problemas a los que se enfrentaba Gran Bretaña en 1763 quedan bien
ilustrados en un importante acontecimiento diplomático. En las discusiones que
dieron lugar al tratado de París, una de las principales cuestiones era si Gran
Bretaña obtendría de los franceses el control territorial sobre Canadá o sobre
Guadalupe. Desde el principio se aceptó que Gran Bretaña no podría obtener

2601
Andrews (1924, p. 122).
[269]
270 Immanuel Wallerstein
ambos, pero eran los británicos quienes tenían la elección. Los que defendían la
retención de Guadalupe señalaban que la pequeña isla azucarera era mucho más
rica que el inhóspito Canadá, y que sería una bendición para Gran Bretaña y una
gran pérdida para Francia. Por supuesto, éste era el temor de los plantadores de
azúcar de los territorios británicos de las Indias Occidentales, ya que veían en el
azúcar de Guadalupe una competencia indeseable. Fueron sus puntos de vista
los que, en último término, prevalecieron.2602
Además de este argumento estrictamente económico se produjo un debate
geopolítico. Quienes estaban a favor de conservar Guadalupe indicaban que la
defensa de Canadá imponía una sangría continuada a Francia, cuya armada no
era lo suficientemente poderosa para una empresa bélica imperial de tal calibre.
Pero incluso más importante que el impacto de Canadá sobre la estrategia
francesa era su impacto potencial sobre las actitudes de los colonos británicos
en América del Norte. El 9 de mayo de 1761 el duque de Bedford escribía al
duque de Newcastle:

Ignoro si la cercanía de los franceses en nuestras colonias del Norte no era la mayor garantía de
su dependencia de la Madre Patria, que yo temo que tendrán en menor estima cuando pierdan
el temor a los franceses.2603
El argumento era presciente. Además, existía una contrapartida de los
colonos británicos a este argumento: “[Las colonias] parecen desear que Canadá
sea francés, esto les da cierta importancia [para los británicos].”4
Si este argumento geopolítico que defendía dejar Canadá en manos francesas
no prevaleció fue porque, además del peso de los intereses del azúcar de las
Indias Occidentales en Londres, por parte de los británicos existía cierto orgullo
en la conquista territorial y despreocupación respecto a los colonos, cuyos "celos
mutuos” se consideraban una garantía de su dependencia continuada de la
metrópoli. Pero sin duda, el argumento más poderoso fue el de las finanzas
estatales:

Gran Bretaña se ahorraría muchos gastos al no verse obligada a mantener el elevado número de
fuerzas regulares que sería preciso mantener si se deja el más pequeño rincón en manos
francesas en ese continente.5

Como hemos defendido anteriormente, la capacidad británica para mantener

2602
Véase Nicolás (1967); véanse también Whitson (1930, p. 74) y Hacker (1935, pp.
289-290).
2603
Citado en Namier (1930, p. 320). El general Murray, en Quebec, expresaba las
mismas opiniones en la época: "Si somos hábiles no lo conservaremos [Canadá], Nueva
Inglaterra necesita algo que la entretenga y se lo daremos al no conservar a ese país.” Citado en
Ryerson (1960, p. 197). Estudiosos posteriores se hán mostrado de acuerdo; "La conquista de
Canadá cortó el principal lazo material que vinculaba a estas colonias con Gran Bretaña e hizo
su independencia una posibilidad política" (Beer, 1907, pp. 172-173).
El francés Pierre Kolm expresaba exactamente la misma opinión ya en 1749: "Sin la
vecindad de los franceses, los americanos pronto romperían los
La descolonización de América 271

un mejor control que el de Francia sobre sus finanzas estatales fue un elemento
crucial en la última fase de su lucha por la hegemonía. De modo que, quizás éste
fue un argumento tan presciente como el otro.
Durante mucho tiempo, el problema de Gran Bretaña había sido el de crear
un Estado fuerte, tanto dentro de sus fronteras como dentro del sistema
interestatal, sin incurrir en las consecuencias negativas de sobrecargar en exceso
las finanzas públicas. Este problema había sido sumamente exacerbado por la
guerra de los Siete Años.6 El "inflado Leviatán del gobierno” erigido por
Walpole sobre la base del “amplio consenso" de la Revolución Gloriosa ya había
sido atacado por haber "engordado con la corrupción, ser complaciente y estar
ávido de po-

lazos que les unen a Inglaterra.” Citado en Vignols (1928b, p. 790). En 1758, un alto cargo del
Ministerio de Marina francés defendía que se pusiera fin al gobierno francés de Canadá para
alcanzar ese objetivo. Véase Eccles (1971, p. 21, nota 96). Es bien conocido que Choiseul
pronosticó que ésta sería la consecuencia del tratado de París.
4
John Watts al general Monckton el 16 de mayo de 1764, citado en Namier (1930, p. 327).
5
Carta del conde de Morton al conde de Hardwicke del 15 de enero de 1760, citada en
Namier (1930, p. 323).
6
"La deuda nacional [británica] se ha duplicado debido a la guerra de los Siete Años, y el
coste anual de las colonias americanas se ha quintuplicado" (Brebner, 1966, p. 44).
der”.2604 El nuevo rapport de forcé mundial después del tratado de París parecía
ofrecer a los británicos dos beneficios a este respecto: una reducción del gasto
militar por el debilitamiento de Francia, y la posibilidad de desviar parte de la
base ñscal de la metrópoli a los colonos británicos en Norteamérica.
Sin embargo, desde la perspectiva de estos colonos británicos el tratado de
París tenía un significado casi opuesto. Ahora estaban “liberados” de sus temores
a los franceses (y a los españoles) y podían por tanto dedicar sus energías y
recursos a la perspectiva de "un vasto crecimiento en poder y riqueza con [...] la
expansión hacia Occidente”.2605 Así, aunque tanto en Gran Bretaña como entre
los colonos de Norteamérica "se paladeaban las dulzuras de la victoria”, 2606
ambos extrajeron de ella expectativas opuestas. Los británicos esperaban una
"racionalización" del imperio y trataron por tanto de “hacer más riguroso el
control”. Los colonizadores, por otro lado, esperaban una "relajación de las
restricciones”.2607 Lo que a los británicos no les parecía sino un objetivo
razonable, la necesidad de "una organización imperial [...] más estricta” 2608 para
asegurar sus éxitos, a los colonos les parecía “un ataque fundamental al orden
moral que existía dentro del imperio”.2609 Era inevitable un choque, aunque no
la secesión.
Buena parte de la historiografía de la revolución en la Norteamérica británica

2604
Bailyn (1973, pp. 8-9).
2605
Gipson (1950, p. 102).
2606
Brebner (1966, p. 32).
2607
Meinig (1986, p. 295).
2608
Christie y Labaree (1976, p. 274).
2609
Greene (1973a, p. 79).
272 Immanuel Wallerstein
se ocupa de explicar sus raíces en anteriores tendencias —económicas, sociales
y/o ideológicas— desarrolladas durante un largo plazo y que culminaron,
afirman los diversos historiadores, en los acontecimientos de 1765-1776, y que
por tanto nos permiten definir la verdadera naturaleza de la "Revolución
americana”. Gran parte de lo que se ha dicho es cierto, pero otra gran parte es
irrelevante como explicación. Todos los acontecimientos políticos importantes
tienen sus raíces en procesos desarrollados durante largos periodos, si bien
dichas raíces son más fáciles de distinguir ex post jacto que en el momento.
Pero raras veces ocurre que estas tendencias a largo plazo puedan desembocar
únicamente en el resultado concreto (incluso definido en sentido amplio) que de
hecho se produjo. No se trata que el resultado fuera lógicamente accidental. Se
trata más bien que, a medida que hacemos cada vez más específico el resultado
concreto, necesitamos incluir más factores precisos en la explicación, y muchos
de éstos tienen inevitablemente un carácter coyuntural13 y no estructural.
El cambio coyuntural general más importante fue la renovada expansión de
la economía-mundo capitalista en el siglo xvm y la capacidad de Gran Bretaña
de ganar a Francia la lucha por la hegemonía. Pero también existieron tendencias
coyunturales más específicas propias de la situación en la Norteamérica
británica, cuyas condiciones económicas generales habían ido mejorando desde
1720, al principio de forma gradual, y posteriormente, a partir de 1745, con
mayor rapidez.14 Pero la expansión, por supuesto, no supuso una distribución
equitativa de los beneficios. Por un lado, condujo a un "súbito aumento de la
concentración de la riqueza”15 en las colonias, lo que explica
13
En el sentido en que este término es usado por Braudel (1958) y más en general por los
historiadores económicos que escriben en lenguajes europeos que no sean el inglés. En sus
clásicas lecciones sobre la Revolución americana, Charles M. Andrews (1924, p. 28) ofreció lo
que considero una explicación de sus orígenes más estructural que coyuntural: "De este modo,
las características más destacadas de la historia británica pueden resumirse en las conceptos de
procesos de 'expansión' y 'centralización' que se manifiestan en las esferas, cada vez más
amplias, del comercio, las colonias y la supremacía oceánica. La política de Gran Bretaña
respecto a sus plantaciones era garantizar una administración colonial abundante y eficaz en
bien del comercio de sus comerciantes; mientras que los colonos, aunque aceptaban sus
obligaciones como súbditos leales de la Corona, desde muy pronto empezaron a aspirar a una
mayor libertad de acción de la que se les permitía como colonos en el sentido estrictamente
legal del término."
Nettels sin embargo insiste en que antes de 1763 "los colonos, en conjunto, no eran en
realidad hostiles al imperio británico [...] [pero] después de 1763 la historia es diferente" (1952,
pp. 113-114). Los beneficios de los colonos disminuyeron, y las exigencias británicas (fiscales,
aplicación de restricciones, etc.) aumentaron de manera significativa.
14
Véase Egnal y Emst (1972, p. 11). Por ejemplo, Klingaman estima que el aumento fue
del 35% en las colonias productoras de tabaco entre 1740 y 1770, aumento de una combinación
de las exportaciones de tabaco y trigo (1969, p. 278). Shepherd y Walton insisten en que el
aumento de los ingresos por el transporte naval y otras actividades comerciales es incluso más
importante que el de la "producción de mercancías" (1972, p. 158). Véase, sin embargo, la
opinión discrepante de Terry L. Anderson que sostiene que en la prolongada tendencia al
crecimiento de Norteamérica desde la colonización inicial hasta la actualidad, "el único periodo
sombrío [...] fueron los primeros ochenta años del siglo xvill" (1979, p. 256).
15
Lockridge (1973, p. 416). La otra cara de la concentración de la riqueza es el aumento
La descolonización de América 273
de la pobreza. Nash sostiene que había una pobreza crónica del 20% de los hogares en las
ciudades que tenían puertos marítimos en esa época (1976b, p. 574) y que esto produjo un
"aumento de los antagonismos y de la la paradoja aparente de que la sociedad colonial
se hizo "menos coherente y más rígida al mismo tiempo”. 16 Por otro lado,
también agudizó la rivalidad entre los intereses económicos privados en
Inglaterra y los de las colonias. La función del capital inglés ganaba importancia
en detrimento incluso de los comerciantes y plantadores más ricos de las
colonias. Los “agentes" de las firmas británicas estaban desplazando a los
comerciantes coloniales. A lo largo de medio siglo, “disminuyeron los
beneficios marginales y se sacrificaron las posibilidades de desarrollo local". 17
Las crecientes dificultades de los comerciantes coloniales durante este
periodo nos llevan a la "eterna cuestión”18 de hasta qué punto resultaron gravosas
para los colonos norteamericanos las Leyes de Navegación. Ha sido una cuestión
eterna para los sucesivos historiadores de la Norteamérica colonial, pero ¿lo fue
para la gente de la época? Greene asegura que "el nivel de cumplimiento
colonial” de las disposiciones mercantilistas de Gran Bretaña sugiere un "grado
muy elevado de adaptación" al sistema. Este argumento sería razonable si
aceptáramos que tal nivel de cumplimiento era elevado. Greene añade que, dado
el grado de prosperidad, muchas personas tenían "fuertes intereses establecidos"
en el mantenimiento de sus vínculos con los británicos. Una vez más, esto es
posible si se considera que el nivel de prosperidad se mantuvo alto. 19 La supuesta
"carga” de las regulaciones mercantilistas ha sido objeto de un continuo debate
cuantitativo desde que Lawrence Harper ofreció cifras por primera vez; como en
la mayoría de estos debates, la cuestión es qué hay que contar y cuánto es
demasiado. La conclu-
conciencia política” (1976a, p. 18). Alice Hanson Jones, en su estudio de las desigualdades en
la distribución de la riqueza durante los 150 años anteriores a la revolución, sostiene que la
desigualdad aumentó “pero no de manera espectacular" (1980, p. 269). Para un escepticismo
todavía mayor sobre la importancia de la desigual distribución de la riqueza, véanse Brown
(1955b) y Warden (1976).
Berthoff y Murrin, por otro lado, sugieren una analogía con el "renacimiento feudal"
contemporáneo en Europa. "En 1730 las antiguas colonias estaban lo bastante pobladas como
para hacer muy lucrativos los antiguos derechos feudales. Se reintrodujeron [...] antiguos
privilegios sólo porque habían sido rentables. En las colonias, como en Francia, estos derechos
produjeron rencores justo porque separaban la búsqueda del beneficio de cualquier sentimiento
más amplio de bienestar en la comunidad” (1973, pp. 265-267).
16
Greene (1973b, p. 10).
17
Egnal y Emst (1972, p. 3).
18
Egnal (1975, p. 192).
19
Greene (1973a, pp. 47, 50).
sión original de Harper fue que, incluso aunque las leyes mercantiles fueran
administradas con "perfecta justicia" por una administración que equilibrara los
derechos, las decisiones se tomaban en la remota Inglaterra y "las colonias
estaban en desventaja”.2610 Aparte del subsiguiente y enconado debate sobre la

2610
Harper (1939, p. 31). Véase también los cálculos y su meditada evaluación en Harper
(1942). La polémica de Dickerson contra Harper exagera en forma notable la acusación,
sugiriendo que Harper creía que las Leyes de Navegación "reducían a los americanos, de
274 Immanuel Wallerstein
calidad de los datos de Harper,2611 buena parte de la discusión se ha centrado en
los cálculos de si hubiera significado o no una diferencia el hecho de que la
independencia se hubiera conquistado antes, la denominada premisa
contrafáctica.
Esta documentación basada en la premisa contrafáctica se inició con Robert
Paul Thomas en 1965 y se ha prolongado desde entonces. Thomas intentó
demostrar que "la carga más pesada hubiera sido ligeramente superior al 1% de
la renta nacional",2612 y por tanto insignificante. Price consideraba que incluso
los cálculos de Thomas eran exagerados, puesto que la "unidad significativa de
la vida económica” era la empresa y no la transacción, y las firmas tienen en
cuenta otros factores además de los precios de venta sobre transacciones
concretas. Las empresas consideran algo que Price denominó el equilibrio de
"intercambio global” (en el que, por ejemplo, se incluye el cálculo de los costes
de crédito) y, por lo tanto, podían tener "sólidas razones comerciales" para
mantenerse fieles a los centros de distribución incluso aunque no hubieran
existido restricciones mer- cantilistas.2613 Los argumentos de Price pretendían
debilitar todavía más la tesis de Harper, aunque de hecho la reforzó al
recordamos (y en especial a los cliometristas) que los cálculos económicos reales
del beneficio tienen que hacerse en un contexto amplio de espacio y tiempo. 2614
Ransom señaló después que los cálculos agregados norteamericanos podían
ocultar los diferentes efectos regionales de las Leyes de Navegación y que las
exportaciones de los estados meridionales se vieron afectadas de forma
particularmente negativa.2615 En su réplica, Thomas se mostró de acuerdo y
admitió que tales argumentos podrían justificar una "interpretación económica”
de los orígenes de la Revolución americana, puesto que disparidades semejantes
podrían tener como consecuencia la formación de una "minoría apasionada" que
propugnaría un resultado político de ese tipo. Observó incluso que muchos de
los acontecimientos de la época, como las protestas contra la Ley de Moneda y
la Ley de Timbre [Stamp Act], otorgan credibilidad a esta interpretación. 2616 Y
éste es, quizás, el punto relevante. Como Broeze observó en su comentario a este
debate, aunque la nueva historia económica pueda contribuir al cálculo del

manera permanente, a una condición de pobreza sin esperanza" (1951, p. 55).


2611
"Por mucho que uno extienda su generosidad, no puede calificar sino de absurdas
las técnicas de cálculo de Harper" (McClelland, 1973, p. 679).
2612
Thomas (1965, p. 638).
2613
Price (1965, p. 659).
2614
En su crítica a Thomas, McClelland afirma con acierto (1969, p. 376) que "En la
medida en que [la hipótesis contrafáctica] quede confinada a los treinta años [1763-1775], la
posibilidad de influencias dinámicas que aumentaran de forma importante el porcentaje [del
producto nacional bruto colonial sacrificado por la interferencia británica en el comercio
ultramarino] parece bastante remota."
2615
Ransom considera que las exportaciones de los plantadores del sur podrían haber
sido "superiores en un 67% sin las restricciones", y la renta global del sur un 2.5% superior,
"una cantidad nada desdeñable" (Ransom, 1968, pp. 433-434). Recuérdese que para Thomas el
1% se consideraba una cantidad sin importancia.
2616
Thomas (1968a, p. 438).
La descolonización de América 275

crecimiento económico real (y el propio Broeze no es en absoluto hostil a tales


intentos), nada puede aportar acerca de una "noción subjetiva” tal como la
"carga" que sentía la gente. La percepción de los historiadores sobre los
sentimientos de la gente "sólo pueden recogerse y entenderse a partir de sus
escritos y acciones”.2617 El tema del coste real de las Leyes de Navegación puede
haberse vuelto "muy aburrido”,2618 pero el tema de las motivaciones colectivas
sigue siendo esencial.
La cuestión que nos ocupa es pues cuál era la coyuntura económica de la
década de 1760 y cómo se percibía en América. El final de la guerra de los Siete
Años produjo una depresión posbélica2619 que siguió a la "prosperidad sin
precedentes”2620 de la guerra de los Siete Años y que afectó negativamente a casi
todos los sectores de la economía norteamericana: comerciantes, plantadores,
pequeños agricultores y trabajadores.
Schlesinger, en su tratado sobre los comerciantes norteamericanos, parte de
la premisa de que el siglo que precedió al tratado de París había sido su “Edad
de Oro”.2621 Cuando, la recesión y reajustes normales de la posguerra fueron
"sustancialmente prolongados” debido a los intentos británicos por reorganizar
el imperio y "situar a los colonos en un estatus más subordinado", 2622 esto dio a
las clases comerciales "motivos para hacer una cuidadosa reflexión”.2623 Fueron
los mercantes más que nadie quienes se sintieron sorprendidos y agraviados por
las "nuevas reglas del juego después de 1763”.2624 Como medida de
autoprotección, intentaron mejorar su situación dejando de importar artículos
británicos.2625
Al mismo tiempo, los dueños de las plantaciones meridionales empezaron a
tener problemas por su endeudamiento crónico con los intermediarios escoceses.

2617
Broeze (1973, p. 678).
2618
Krooss (1969, p. 385).
2619
En realidad, Bridenbaugh la data en 1760, el año "culminante" para las clases
mercantiles de las ciudades coloniales (1955, p. 282). Véase Rothenberg sobre los índices de
precios para la Norteamérica británica (1979, p. 981).
2620
Hacker (1935, p. 293) señala “el mercado en expansión de las Indias Occidentales,
los grandes gastos de los furrieles británicos, el comercio ilegal y de contrabando con las fuerzas
enemigas, todo lo cual proveía de empleo estable a los trabajadores y mercados lucrativos a la
producción de los pequeños agricultores". El final de la guerra produjo desempleo, la bancarrota
de pequeños comerciantes y redujo el mercado de los pequeños agricultores. "Además, la vía
de escape hacia las zonas de frontera —siempre el último refugio de los desposeídos— quedó
cortada" (pp. 293-294).
2621
Schlesinger (1917, p. 15).
2622
Bridenbaugh (1955, p. 251).
2623
Schlesinger (1917, p. 91).
2624
Walton y Shepherd (1979, p. 175) de algún modo consideran que esto demuestra
que el problema no era de tipo económico, sino que radicaba en las amenazas a una "libertad
ya conquistada" (p. 153), aunque la retórica de la libertad muchas veces se confunde con las
realidades del bolsillo.
2625
Según Egnal y Ernst esto fue "sólo incidentalmente ideado para forzar al parlamento
a rechazar una legislación odiosa" (1972, p. 17). Quizá, pero el hecho de que se concentraran
en una demanda política al menos daría un objetivo concreto y realizable a su agitación.
276 Immanuel Wallerstein
En 1762, un colapso del crédito sacudió a los plantadores de Maryland y
Virginia.2626 Los gobiernos coloniales habían financiado sus gastos corrientes
mediante un sistema denominado "financiación monetaria”, que implicaba la
emisión de billetes en anticipo de futuros ingresos fiscales.2627 La expansión de
este proceso preocupó a los comerciantes británicos respecto a la seguridad
prometía que de las deudas y la aprobación de la Ley de Moneda de 1764, que
prometía que el papel moneda seguiría siendo un instrumento válido para las
deudas públicas pero no para las privadas. Los principales perjudicados fueron
los plantadores coloniales que "se orientaron a la política”.2628 La crisis de 1762
fue seguida por otra peor en 1772. En el contexto general de la tensión en las
relaciones entre la metrópoli y los colonos, los "efectos psicológicos” de la Ley
de Moneda fueron muy importantes al servir como "recordatorio constante”39 de
la dependencia colonial respecto a las prioridades económicas del gobierno
imperial en detrimento de los colonos.
La situación general exacerbó las relaciones entre los pequeños agricultores
y la élite de plantadores. En cuanto los grandes plantadores, de un modo u otro,
desafiaban al gobierno británico, los pequeños agricultores llevaban a cabo una
agitación rural cuyo efecto fue "oponerse y socavar la autoridad de las
instituciones provinciales”,40 controladas por las élites locales. A medida que los
pequeños agricultores participaban en la agitación política, en algunas
localidades radicalizaban las actividades “patrióticas”,41 y en otras las
atacaban.42 Sin duda los pequeños agricultores estaban tan preocupados por sus
luchas contra los plantadores como por la lucha contra los británicos.
Finalmente, los pobres urbanos tampoco estaban tranquilos. En el periodo
posterior a 1763, la "desigualdad avanzó rápidamente”43 en los centros urbanos,
y especialmente en Boston, la "gran ciudad que menor prosperidad disfrutaba”
de 1765 a 1775; por tanto no fue casual que Boston fuera "la ciudad más "orgía"
de compras en las colonias y ventas en Inglaterra incrementó la deuda en unos 3 millones de
libras e "introdujo un breve periodo de derroche e inflación. La recesión fue rápida" (1924, p.
109). Lo que tuvo como consecuencia la grave crisis de la balanza de pagos de 1772 y un
periodo de aguda "restricción del crédito" que fue explosivo (Sheridan, 1960, p. 186).
39
Greene y Jellison (1961, p. 518). Emst (1976) sostiene que la crisis de 1772 marca la
transformación de un movimiento de propuesta reformista en un movimiento independentista.
40
Countryman (1976a, p. 57). Barker califica la lucha contra el sistema de propietarios de
Maryland de "escuela de la revolución” (1940, p. 375).
41
"La revolución no era ya [la] propiedad exclusiva [de los intelectuales y comerciantes
urbanos que se habían ganado el título de radicales], si es que lo había sido alguna vez. Y al no
serlo, era tanto más una revolución” (Countryman, 1976a, p. 61).
42
Véase el papel ambivalente de los reguladores en la zona occidental de Carolina del
Norte (Greene, 1943; Kay, 1976) y el de otros "revolucionarios reticentes" (Hoffman, 1976).

2626
Véase Egnal y Ernst (1972, p. 28).
2627
Véase Ernst (1973a, p. 22); véase también Ferguson (1953).
2628
Ernst (1973a, p. 360) habla de un "salto cuantitativo en la deuda americana” (p. 356),
pero Walton y Shepherd (1979, p. 108) afirman que la deuda "no era tan amplia en vísperas de
la revolución". Andrews está de acuerdo en que el problema no fue grave antes de 1770,
momento en el cual, sin embargo, una
La descolonización de América 277
Por otra parte, Schlebecker sostiene que e) apoyo de los pequeños agricultores a la revolución
se demuestra en que los británicos tuvieran la necesidad de enviar comida y forraje a sus
ejércitos durante la guerra revolucionaria (1976, p. 21).
43
Kulikoff (1971, p. 409). Véase también Nash (1979, p. 253), que afirma que en Boston,
Nueva York y Filadelfia el malestar económico que se inició en 1763 produjo el "rápido
desarrollo de una clase de personas realmente empobrecidas" entre las clases trabajadoras.
radical” durante esos años.2629 Para Nash, fue en estos agravios donde se originó
"gran parte de la fuerza social que vio en la revolución la posibilidad de crear un
nuevo orden social”.2630
Para Gran Bretaña, sin embargo, 1763 marcó un punto de inflexión más
significativo que una mera depresión posbélica, pues señaló el final de la
segunda fase de la lucha por la hegemonía franco-británica. No obstante, esta
lucha aunque ganada en principio por Gran Bretaña en 1763, requeriría un último
e inmenso espasmo que abarcó de 1763 a 1815 antes de que Francia renunciara
a la disputa. Ya hemos tratado de situar este triunfo final de Gran Bretaña en el
contexto de la renovada expansión de la economía-mundo capitalista (la fase A
de la logística) que hemos datado aproximadamente entre la década 1730 y
(convencionalmente) 1817.
La hegemonía, como ya hemos visto en el ejemplo holandés en el siglo XVII
(vol. n, cap. 2) es un estado en el que la potencia líder ya no teme la competencia
económica de otros estados del centro. Por lo tanto, tiende a favorecer la máxima
apertura de la economía-mundo. Esta política es la que algunos historiadores han
denominado imperio informal (es decir, imperialismo no colonial e incluso
anticolonial). En la situación específica de las instituciones imperiales
británicas, ésta fue la base estructural de lo que Vincent Harlow ha denominado
la fundación del "segundo” imperio británico. Harlow señala que, después del
tratado de París en 1763, Gran Bretaña emprendió un "sostenido ímpetu de
campañas de exploración marítima” cuyo único paralelo anterior fue el de la
época Tudor. Estas campañas tenían como objeto crear una "red de intercambio
comercial” a través de los océanos Pacífico e índico, basada en una cadena de
puertos comerciales y bases navales, pero no en las colonias. La excepción a este
modelo era la India, y ya hemos discutido por qué la India era una excepción.
¿Dónde encajaban en este esquema las "antiguas” colonias, las del "primer"
imperio británico? Estas “antiguas” colonias se encontraban fundamentalmente
en América. Gomo señala Harlow, en el transcurso de la última parte del siglo
xvill, cuando se agudizó la disputa con los colonos americanos, "economistas
radicales de Inglaterra predicaron la sorprendente doctrina de que la separación
política era un acto deseable”.2631 Pero, ¿estaba realmente difundida semejante
doctrina entre los responsables políticos? Tenemos escasas pruebas de que esto
sea así, en particular al principio del proceso. Quizá pueda defenderse la débil
posición de que semejante opinión subyacía a las tesis de Edmund Burke sobre

2629
Pnce (1976, pp. 708-709).
2630
Nash (1984, p. 250). Price es más escéptico: "Está por confirmar si la clase de pobres
dependientes [...] tuvo mucho que ver con la actividad revolucionaria’’ (1976, p. 709).
2631
Harlow (1952, pp. 3-5).
278 Immanuel Wallerstein
la Revolución americana.2632 Sin embargo, en general, los políticos raras veces
son innovadores audaces y clarividentes, como tampoco lo son la mayoría de los
capitalistas. Los inversionistas de la época mostraron pocos indicios de ser
"conscientes de la necesidad de escoger” entre un imperio comercial oriental y
un sistema colonial en el hemisferio occidental. En lugar de ello, invertían
"siempre que un beneficio pareciera probable”.2633
Empero, la cuestión no es la clarividencia. Los cambios estructurales, por sí
mismos, modificarán lenta pero decisivamente actitudes y políticas. La causa de
la inquietud de los colonos americanos fue, sin duda, compleja. Pero cuando el
gobierno británico respondió, se encontró en una situación en la que el aumento
de su poder en la economía-mundo le obligaba a tener en cuenta un conjunto de
intereses más amplio que antes. Esto planteaba dilemas y, como indica Peter
Marshall, que "fueron antecedentes de desastres”, 2634 o al menos de lo que al
principio parecieron desastres.
El primer dilema era el de encontrar soluciones políticas que pudieran
reconciliar las demandas que las remotas poblaciones de colonos blancos
empezarían a plantear al tiempo que se conservaban los requisitos para conservar
los equilibrios políticos internos británicos. Hemos discutido la importancia
política de la Revolución Gloriosa de 1688-1689 como base de un consenso
entre las fuerzas poderosas de Inglaterra, y después de la Ley de Unión de 1797,
de Gran Bretaña.2635 2636 La clave institucional del compromiso fue la supremacía
constitucional del parlamento con una función limitada para el monarca, la cual
sería cada vez más limitada en los siglos venideros. Cualquier demanda de los
colonos blancos para legitimar la descentralización del poder legislativo no sólo
amenazaba el control central del Estado británico sobre las colonias, sino que

2632
Félix Cohén, en un informe de 1949 de una comisión británica sobre las colonias,
planteaba la cuestión de esta forma: "¿Por qué, esa fuerza reaccionaria en la política interna
(Edmund Burke y W. R. Hearst, por poner dos ejemplos notables) siempre muestra su apoyo a
los movimientos independentistas de los pueblos sometidos? La respuesta a ambas cuestiones
se encuentra, creo, en reconocer el hecho de que el imperialismo económico no depende
necesariamente del imperialismo político, y a veces incluso se ve obstaculizado por él. Allí
donde surjan tales obstáculos irá en interés de los imperialistas económicos eliminar la fase
política del colonialismo" (1949, p. 103). Por otra parte, la observación de Namier (1930, p. 45)
es al menos digna de tenerse en cuenta: "Si Burke hubiera estado en el poder durante la
Revolución americana, sólo habríamos tenido que datar su torismo contrarrevolucionario unos
veinte años antes."
2633
Marshall (1964a, p. 21).
*9Ibid. (1964b, p. 145).
2635
Véase Wallerstein (1984, caps. 3, 6). Greene (1968a, p. 168) habla del "notable
acuerdo sobre los principios fundamentales” de la cultura política británica en el siglo xvm,
basado en la inviolabilidad del acuerdo de 1688-1714. Esto era tanto más cierto en la medida
en que la guerra de los Siete Años había supuesto el fin definitivo del jacobitismo. "En 1760,
la Scots Magazine calculaba que uno de cada cuatro escoceses en edad militar servía en el
ejército y en la Armada británicas; una gran cantidad de estos reclutas se quedó en Inglaterra
después de la guerra, y se casó con inglesas antes de regresar a su tierra" (Co- lley, 1986, p.
100).
2636
Innis (1943, p. 321).
La descolonización de América 279

también amenazaba el compromiso constitucional interno en Gran Bretaña,


compromiso que ya había sufrido tensiones "con la anexión de Escocia en 1707
y la corrupción del parlamento bajo Walpole y Jorge III”.Dl Pedirle al rey que
ejerciera cualquier tipo de poder fuera del parlamento británico parecía, por
expresarlo, con las palabras de Namier, "un retroceso peligroso e
inconstitucional a la ‘prerrogativa’ ",2637 es decir, la prerrogativa real.
Para Gran Bretaña, era demasiado pronto para pensar en —y mucho menos
adoptar— la solución de la Commonwealth de los siglos xix y xx, en particular
porque el monarca británico era todavía demasiado fuerte internamente. Y en un
momento en el que Gran Bretaña entraba en una "era de intereses" en la que se
esperaba del parlamento que respondiera, en ejercicio de su poder, a múltiples
grupos de presión, los colonos de la Norteamérica británica eran menos
poderosos que muchos intereses rivales. "La influencia política de Norteamérica
no igualaba, en modo alguno, su importancia económica.” 2638
Visto desde la perspectiva de los colonos británicos de Norteamérica, ése era
precisamente el problema. Una de las primeras cosas que hizo el gobierno
británico después de 1763 fue cumplir una obligación que había contraído en un
tratado formalizado en 1758, con los indios del valle de Ohio. El tratado
estipulaba que si los indios abandonaban a los franceses, estarían "seguros en
sus tierras”.54 El 7 de octubre de 1763, los británicos publicaron una
proclamación en virtud de la cual el valle de Ohio se mantenía como reserva
india y por lo tanto quedaba clausurado a los colonos. Pero el inmenso
crecimiento de la población de colonos en las dos décadas precedentes se había
producido partiendo de la premisa de “tierra barata y disponible”. 55 La creación
de la "línea de proclamación” parecía cerrar aquella salida.
¿Por qué crearon los británicos la línea de proclamación? Era cierto que
habían firmado un tratado con los indios, pero esto por sí mismo difícilmente
bastaba para explicar el hecho. La victoria británica sobre los franceses pareció
abrir el "noroeste” a dos grupos ávidos por explotar la zona: en lo más inmediato,
los tramperos de Nueva Inglaterra excluidos por los franceses, y tras ellos
potenciales colonos y especuladores de tierras. La "dureza” 56 inmediata de los
nuevos tramperos con los indios y los temores generales de los indios respecto
al tratado de París57 tuvieron como consecuencia un importante levantamiento:
la conspiración de Pontiac, que implicó una organización militarmente
significativa de diversos grupos indios. La revuelta fue aplastada en una "guerra
de completo exterminio”,58 pero los británicos aprendieron una lección.

2637
Namier (1930, p. 42).
33
Kammen (1970, pp. 95, 113). "Los contemporáneos consideraban los territorios de las
Indias Occidentales, no los continentales, como las joyas del imperio” (Ragatz, 1935, p. 8).
Véase también Palmer (1959, p. 173): "Habría que admitir que el gobierno británico tenía que
considerar muchos intereses que los americanos rechazaban como extraños”, como los de los
plantadores de azúcar de las Indias Occidentales, los de los canadienses franceses, los indios
americanos y los de la Compañías de las Indias Orientales, por no hablar del contribuyente
británico.
280 Immanuel Wallerstein
La Proclamación Real dividió a Nueva Francia. Constituyó en el norte un
nuevo gobierno llamado Quebec (aunque vinculó Labrador y Anticosti a
Terranova). Sin embargo, convirtió a todas las zonas al oeste de los Montes
Allegheny en reservas

Como añade Bolton, demandas similares de exención de impuestos se planteaban en todas


partes del imperio en aquella época. “Considerada en este contexto, la Revolución americana
no representa más que el intento de reconciliar estos intereses que menos éxito tuvo" (1966, p.
200).
54
Gipson (1950, p. 94).
55
Meinig (1986, p. 289).
56
Chaunu (1964, p. 170).
57
"Las noticias de que se había cedido el oeste transpalachiano consternaron a los indios"
(Jennings, 1976, p. 334).
58
Rich (1960, vol. II, p. 4), que asegura que el general Amherst, comandante en jefe
británico, "consideró [...] incluso extender la viruela entre las tribus hostiles y trató a los indios
más como animales que como seres humanos".
bajo la protección de un servicio indio.2639 Los comerciantes británicos pronto
asumieron la función de los franceses en Mon- treal, desarrollando en el plazo
de diez años "una organización que tenía características muy similares a las del
régimen francés”.2640 En efecto, a medida que se desarrolló la praxis británica,
el comercio de pieles se convirtió de hecho en "una industria subsidiada”2641
porque los indios recibían ahora recursos de dos fuentes: los que obtenían de los
comerciantes como pago de las pieles y regalos de artículos idénticos ofrecidos
por el gobierno inglés.
De este modo la proclamación subrayó una "divergencia de intereses de gran
alcance” entre los británicos y sus colonos en Norteamérica. Los británicos
intentaban "detener la expansión hacia el oeste de sus colonias” y utilizar la zona
transapalache como fuente de extracción mediante el comercio pacífico con
poblaciones indígenas seguras, política dictada tanto por "razones comerciales
[como por] consideraciones de economía". 2642
Al mismo tiempo, los británicos trataron que los colonos empezaran a pagar
los costes del imperio y a poner en vigor rigurosamente las disposiciones
comerciales mercantilistas. Esto produjo una década de controversias en las que

2639
Véase Ryerson (1960, p. 201); véase también Chaunu (1964, p. 171), que asegura
que los británicos "adoptaron una política de salvaguardia de los indios, dilapidando así el
inmenso capital de simpatía que habían adquirido en el oeste mediante la guerra de los Siete
Años.
2640
Innis (1956, p. 176). Es decir, las casas comerciales de Montreal relacionaban las
casas de Londres con comerciantes más pequeños en ciudades del oeste como Michilimackinac
y Detroit, que a su vez trataban con pequeños comerciantes itinerantes que viajaban con los
indios, lo que los franceses denominaban coureurs de bois. Los británicos siguieron utilizando
comerciantes franceses, aunque ahora diversas personas inglesas, escocesas e irlandesas
también entraron en el circuito. Este grupo se dedicaba en esencia a operaciones de crédito para
los indios que se rentabilizaban con los beneficios de las cacerías. Véase Stevens (1926, pp.
122-124, 145).
2641
Stevens (1926, p. 161).
2642
Harlow (1952, pp. 179, 184).
La descolonización de América 281

la oposición colonial logró repetidas veces que el gobierno británico cediera de


facto —por ejemplo, imposición y posterior derogación de la Ley de Timbre,
imposición y posterior derogación de los aranceles Townshend— lo que siempre
era seguido de nuevos intentos británicos por seguir las mismas políticas. En el
proceso, ambas partes fueron haciendo la disputa más "de principios” o
ideológica. En 1766, cuando el parlamento derogó la Ley de Timbre, al mismo
tiempo aprobó la Ley Declaratoria, que afirmaba el derecho abstracto a gravar
con impuestos las colonias. A lo largo de un periodo de 10 años, aquellos
colonos que planteaban objeciones contra actos concretos eran considerados
como personas que negaban al parlamento británico este derecho abstracto:
"ningún impuesto sin representación”.
Estamos ante un proceso de aceleración del conflicto, o de elevación de su
tono. "La década de controversias no logró resolver ni una sola cuestión
básica”,2643 pero las cuestiones no parecen retrospectivamente tan intratables, ni
tampoco eran tan nuevas. Knollenberg sostiene que datan de 1759, 2644 y Greene
que de 174 8,2645 Al parecer hay pocos motivos para dudar de que, de no haberse
dado la aguda recesión económica, toda la controversia hubiera quedado
reducida a una tempestad momentánea.2646
Existe otro punto de vista, cuyo principal expositor ha sido Bernard Bailyn,
según el cual las preocupaciones fundamentales de los colonos no eran
económicas sino "ideológicas”, situación que Bailyn define como lucha entre el
poder y la libertad.2647 Según esta perspectiva,

La imposición inconstitucional de impuestos, la invasión de funcionarios, el debilitamiento de


la judicatura, la acumulación de cargos políticos, Wilkes, los ejércitos permanentes: todas eran

2643
Smith (1964, p. 6).
2644
Knollenberg (1960, p. 1) se refiere a la reacción a la Ley de Timbre como el
"levantamiento colonial de 1765-1766”, situación a la que habían llegado los colonos por las
"provocadoras medidas británicas" adoptadas entre 1759 y 1764; la anulación por el Consejo
Privado [Privy Council] en 1759 de la Ley de Virginia, la generalización de las autorizaciones
de registro del servicio aduanero en 1761, la prohibición en 1761 de que los gobernadores
dictaran provisiones no revocables por el rey y los intentos de la iglesia anglicana de fortalecer
su posición.
2645
La decisión de las autoridades coloniales británicas de "abandonar la política de
acomodación de Walpole y de intentar someter a las colonias a controles mucho más rigurosos
[...] se tomó, no de forma abrupta en 1763 [...] sino de forma gradual en la década que empezó
en 1748” (Greene, 1973a, p. 65). Así para Greene lo que Knollenberg considera nuevas medidas
fueron "simplemente una renovación y extensión del anterior programa de reforma" (p. 74).
2646
Lo que Barker afirma de Maryland me parece cierto de forma más general: "Sin la
persistente depresión del comercio de tabaco ni el descontento político ni las alianzas
intercoloniales habrían sido tan destacadas. La lucha constitucional no pudo desarrollarse sólo
partiendo de la tradición inglesa o de consideraciones legalistas; el factor que le imprimió
dinamismo fue la necesidad económica" (1940, p. 376).
2647
No soy yo sino Bailyn quien le da un carácter antropomorfo a la cuestión:
"Lo que otorgó importancia trascendental a la agresividad del poder fue que
su presa natural, su víctima necesaria, era la libertad o el derecho o la justicia" (1967, p. 57).
282 Immanuel Wallerstein
las pruebas relevantes de un asalto deliberado del poder a la libertad.2648
i

Y fue la Ley del Té, afirma, el punto crítico f^ara los colonos, cuya ira ya no
podía ser "tomada a la ligera, como mero adorno que encubría cuestiones
económicas más fundamentales”.2649
No obstante, Bailyn debilita su propia posición respecto a la primacía de las
motivaciones ideológicas cuando lucha en otro frente. Ante quienes defienden
que la importancia de la Revolución americana estriba en que fue socialmente
revolucionaria, una lucha que logró derribar un anden régime, Bailyn insiste en
que de facto el gran objetivo revolucionario de la "igualdad de rango ante la ley”
ya se había logrado en la práctica en la Norteamérica británica. En la práctica,
sostiene, pero no, admite, en la teoría. "Muchos consideraban que los cambios
[...] representaban una desviación que carecían, en una palabra, de legitimidad."
Esto suponía una "divergencia entre hábitos de pensamiento por un lado” —
hábitos que, afirma Bailyn, seguían siendo "aristocráticos” en el sentido en que
los colonos "concedían a las clases de los procedentes de buena cuna y ricos el
derecho a ejercer los cargos públicos”— y la “experiencia y la conducta por
otro”. Esta divergencia finalizó con la revolución: "este aludir a la conciencia y
dotar de un elevado propósito moral elementos incipientes y confusos de cambio
social y político [...] constituyó la revolución americana". 2650
Pero Bailyn no puede defender ambas cosas a la vez. Si los motivos que
impulsaron a los colonos fueron, antes que nada, ideológicos, no pudieron ser
inconscientes de ellos; no pueden haber actuado impulsados por "elementos
incipientes y confusos del cambio social y político”.2651 En primer lugar, como
afirma Arthur Schlesinger, la perspectiva de que la revolución fue "una gran
controversia forense sobre derechos abstractos de gobierno no sostiene un
examen detenido”, y ello por la simple razón de que el punto de vista ideológico
nunca se planteó coherentemente:
En el mejor de los casos, una exposición de los temas políticos del partido antiparlamentario es
un relato de su retirada de una posición estratégica a otra. Abandonando una perspectiva que
basaba sus libertades en cartas de derechos, apelaron a sus derechos constitucionales como
ingleses, y cuando esa situación se hizo insostenible, invocaron la doctrina de los derechos del

2648
Bailyn (1967, p. 117).
2649
Afirmación de Merrill Jensen en 1963, citada con aprobación por Bailyn (1967, p.
118, nota 26).
2650
Bailyn (1962, pp. 348, 350-351). ,
2651
Para una crítica aguda y generalizada de las opiniones de Bailyn sobre la ideología
y su papel en la Revolución americana, véase Emst (1973b). Es extraño que la insistencia de
Bailyn en las implicaciones ideológicas de la Revolución americana encuentre eco en Herbert
Aptheker, quien escribe como materialista histórico: "La promulgación de la soberanía popular
[...] como única base legítima para el poder gubernamental fue un acontecimiento básicamente
revolucionario [...] la revolución representó [...] una ruptura fundamental en la teoría del
gobierno” (1960, pp. 233-234).
La descolonización de América 283

hombre.2652
Es evidente que los colonos saltaban ideológicamente de demanda en
demanda. En el fragor de una disputa política importante, todos tendemos a
utilizar cualquier argumento que encontremos a mano y en ocasiones no cabe
duda de que llegamos a creer en su validez. Más tarde pensamos que siempre
sentimos del modo en que acabamos sintiendo, pero para el analista es una
práctica dudosa hacer algo más que reconocer la utilidad a posteriori de las
posiciones ideológicas. El hecho es que los colonos no se rebelaron mientras
siguieron experimentando "los beneficios tangibles del imperio”, pero cuando
“la conclusión de la guerra de los Siete Años alteró radicalmente la
situación”,2653 su posición política y por consiguiente su posición ideológica
evolucionó.
Pero, aun así, ¿por qué no fueron más "pacientes"? Christie y Labaree
sostienen que sus preocupaciones sobre "el establecimiento de precedentes
imperiales parecen revelar una curiosa ceguera sobre las implicaciones de las
tendencias demográficas del momento”, afirmando que si hubieran esperado
menos de dos generaciones, los colonos habrían estado en posición de "disputar
con Gran Bretaña desde una posición de superioridad material”.2654 Pero esa
"curiosa ceguera” es una idea arrogante del analista. ¿Por qué no acudir a la
explicación más sencilla? La oposición a la Ley de Timbre en 1765 y los
aranceles de Townshend en 1767 tuvieron que ver en primer lugar con su
impacto financiero inmediato, tanto de forma directa, como impuesto, como
indirectamente, desde el punto de vista de sus efectos en la balanza comercial, y
tanto los colonos como sus amigos en Gran Bretaña temieron que iban a acabar
"matando a la gallina de los huevos de oro”.2655 Además, como en la mayoría de
las crisis económicas, los factores negativos se acumularon. Por ejemplo, una
serie de malas cosechas en Inglaterra, que se inició en 1764, produjo una
creciente demanda de las exportaciones de cereal de las colonias centrales. Eso
beneficiaría a algunos sin duda, pero dada la alta tasa de desempleo y pobreza
en las ciudades, la consecuente alza brusca en los precios de los alimentos en la
Norteamérica británica dio origen a peticiones para que se prohibieran las
exportaciones.2656 La acumulación de agravios alcanzó un punto tal que una
pequeña chispa parecía bastar para empujar a las dos partes a posiciones más

2652
Schlesinger (1919, p. 76).
2653
Ernst (1976, p. 172).
2654
Christie y Labaree (1976, p. 276). Es interesante que las tendencias demográficas a
las que aluden sean en esencia el número de los colonos blancos. Ignoran otra tendencia
demográfica: de 1670 a 1770, los negros pasaron de constituir el 4 al 20% de la población de la
Norteamérica británica, y entre 1700 y 1775, el número de esclavos africanos importados igualó
el número de inmigrantes europeos. Véase Walton y Shepherd (1979, pp. 56-57). También esto
era un "incipiente y confuso elemento de cambio social" que pudo formar parte de la conciencia
latente de los colonos.
2655
Andrews (1925, p. 139).
2656
Véanse Sachs (1953, pp. 284-290); Ernst (1976, pp. 180-181), y Nash (1979, p.
viii).
284 Immanuel Wallerstein
militantes todavía. Hemos visto las razones por las que los británicos se fueron
haciendo cada vez menos flexibles a medida que sus colonos blancos se sentían
más irritados. Los elementos "radicales” que clamaban por la independéncia
parecían cada vez menos razonables. En esta atmósfera, los británicos
desarrollaron una maniobra brillante pero imprudente, la Ley de Quebec, que
entró en vigor el 22 de junio de 1774 como constitución de la provincia.
Esta ley tenía dos aspectos; uno era la cuestión de la forma de gobierno que
habría de tener Quebec, tema que tenía como trasfondo un conflicto entre los
antiguos colonos de habla francesa (y católicos) y los colonos de habla inglesa
protestantes, que se habían establecido más recientemente. La segunda cuestión
era la extensión de las fronteras de Quebec para incluir el valle de Ohio, tema
cuyo trasfondo era un conflicto entre los intereses de los cazadores de pieles y
los colonos agrícolas por el control del valle de Ohio.2657
Los colonos de habla inglesa protestantes de Quebec habían intentado
establecer un gobierno local autónomo desde la conquista por Gran Bretaña,
pero un tipo de gobierno que excluyera a los "papistas" de habla francesa. Las
autoridades británicas, y en particular el gobernador Carleton, habían rechazado
sus demandas bajo la contrapresión de los francoha- blantes. El debate se
prolongaba desde 1764. Finalmente, los administradores británicos persuadieron
a un reticente Jorge III a conceder a los francohablantes lo esencial de sus
demandas: libertad de culto católico dentro del marco de una "supremacía”
laxamente interpretada de la iglesia anglicana; reinstauración del derecho civil
francés (es decir, romano-holandés); permiso para que la iglesia católica
recaudara los diezmos; y eliminación del requisito de que los funcionarios
prestaran un juramento antipapista.2658
Al mismo tiempo, el valle de Ohio pasó a formar parte del territorio de
Quebec, lo cual no tenía un interés especial para el campesinado francohablante
de Quebec, pero era crucial para los intereses peleteros. Por supuesto, cabe
preguntarse porqué el sistema de reserva india establecido en 1763 no era
suficiente. Neatby sostiene que el propio éxito del comercio de pieles, su
expansión, que "implicaba complicadas relaciones con los indios", originó la
necesidad de algún tipo de administración directa que podían llevar a cabo
Montreal o Albany, los dos centros de distribución del comercio de pieles.
Planteada la elección, "era inevitable que se eligiera Quebec”. Pero, para quienes
buscaban tierras para establecerse, la situación se había hecho ahora más
"opresiva”,2659 por no hablar de la hostilidad de los comerciantes de pieles que
operaban desde Albany. 2660

2657
La Ley de Quebec también restableció la provincia de Labrador, islas de la
Madeleine y la isla Anticosti.
2658
Véase Lanctot (1965, pp. 21-38).
2659
Neatby (1966, pp. 134-135).
2660
"La Ley de Quebec [...] reconoció el predominio de las pieles en la economía
canadiense así como el control de Montreal sobre el oeste. [...] Sentó las bases de un nuevo
esfuerzo de expansión" (Ouellet, 1971, p. 102). Ouellet señala también que los mercaderes de
La descolonización de América 285

La decisión irritó a las colonias costeras por múltiples motivos; en primer


lugar, "[parecía] sacrificarse el fruto de la guerra de los Siete Años, y el terror
de quedar atrapados por indios y franceses desde el norte y el oeste revivió con
facilidad”.2661 En segundo lugar, los colonos “temían que en sus alrededores se
constituyera un gobierno absolutista [y] una religión católica
que identificaban con la intolerancia y la Inquisición”.2662 En tercer lugar,
quedaron especialmente preocupados por el hecho de que las leyes que
gobernaban el valle de Ohio permitieran "una modalidad de tenencia de tierras
tan poco inglesa”.2663 Al final, la Ley de Quebec se aprobó al mismo tiempo que
las Leyes Intolerables y por consiguiente "quedó contaminada por esta
asociación”. La ley, por tanto, fue considerada por los colonos “natural, aunque
incondicional, [...] como la recreación sistemática de la antigua amenaza
septentrional a las colonias costeras, esta vez para favorecer los fines
británicos”.2664
Los delegados del Congreso Continental de Filadelfia se encontraban, por
tanto, frente a un dilema: cómo ganarse a Quebec para su causa denunciando
simultáneamente la Ley de Quebec. La solución fue que el Congreso Continental
desarrolló una "sutil” campaña en la que subrayaron el problema de los
impuestos y sostuvieron que la Ley de Quebec era, en lo esencial, el triunfo de
una alianza entre los clérigos y los terratenientes. 2665 Esto-no dejó de tener
repercusión entre los campesinos de habla francesa ordinarios.2666
En lo que se refiere a los comerciantes, aunque el Congreso Continental
estaba "dispuesto a hacer cualquier concesión posible para ganarse a la clase

pieles de castor con base en Montreal hasta aquel momento sólo habían hecho "lentas
conquistas", pero que ahora podía emerger una élite acomodada. Al mismo tiempo, "los años
1774-1775 marcaron el declive de Albany, tanto en lo que se refiere a la exportación de pieles
como en la redistribución comercial hacia el oeste".
2661
Van Alstyne (1960, p. 38). Innis (1965, p. 178) observa: "En gran medida, la
Revolución americana y la caída de Nueva Francia fueron fases de la lucha de los colonos
sedentarios frente a los intereses peleteros." Observa un paralelismo entre la ocupación francesa
del valle de Ohio en 1754 como el detonante inmediato de la guerra franco-india de 1754-1763
y la Ley de Quebec en relación con 1776.
2662
Trudel (1949b, p. 16).
2663
Knollenberg (1975, p. 124).
2664
Brebner (1966vb, p. 54).
2665
Esto no era incorrecto. Como indica Ouellet: "En 1774, todo empujaba al clero y a
los señores a estar de parte del gobierno. La creencia en una monarquía absoluta basada en el
derecho divino adquirió mayor importancia aún, puesto que la burguesía no demandaba un
gobierno parlamentario ni proponía un nuevo sistema de valores para la sociedad’’ (1971, p.
118).
2666
Lanctot (1965, pp. 87-88). Ouellet señala que la reacción del campesinado
francohablante Ríe "más compleja de lo que se creyó en la época”. En ella influyó el temor por
su seguridad a causa de la debilidad militar de las autoridades británicas. Pero al mismo tiempo
los campesinos se oponían al servicio militar voluntario porque habían llegado al
convencimiento de que, desde 1760, "la única intención del gobierno inglés al reclutarles era
organizar mejor una deportación masiva" (1971, p. 122).
286 Immanuel Wallerstein
comercial canadiense",2667 esta última reaccionó con gran prudencia. Por una
parte, estaban irritados con la Ley de Quebec, que les privaba de las leyes civil
y mercantil inglesas (así como del juicio mediante jurado y del hábeas Corpus);
por otra, se encontraban en competencia directa con los comerciantes de Nueva
Inglaterra.2668
En septiembre de 1774, el Congreso Continental envió un "mensaje al pueblo
canadiense” en el que subrayaba la ausencia de un gobierno democrático en las
disposiciones de la Ley de Quebec, citando a Montesquieu sobre la libertad
popular, y elogiaba el ejemplo de la confederación suiza de cantones protestantes
y católicos. Incluso imprimieron el mensaje en francés y dieron una amplia
difusión a sus dos mil copias, 89 sin embargo, enviaron simultáneamente una
moción a Gran Bretaña en protesta por la Ley de Quebec, en la que hablaban del
derramamiento de sangre causado por los católicos en Inglaterra y de su
impiedad e hipocresía. El gobernador Carleton distribuyó esa carta en Quebec,
donde no se apreció el doble lenguaje.90 No obstante cuando el ejército
continental invadió la provincia en otoño de 1775, muchos de los campesinos
francohablantes lo consideraron como "un auténtico ejército de liberación” 91 a
pesar de las amenazas del clero, que se volcó en apoyo de la causa británica, y
amenazó con negar los sacramentos, incluso excomulgar a quienes se negaran a
combatir a los invasores.92
La acción militar tuvo éxito en un primer momento (Mon- treal cayó), pero
después fracasó. Los colonos rebeldes todavía estaban indecisos; la declaración
de independencia aún era cosa del futuro.93 La clase mercantil protestante
determinó que sus "más profundas necesidades", es decir, "la estrecha relación
con Londres y el comercio irrestricto con los indios en el lejano oeste” eran
precisamente las cuestiones que los colonos rebeldes no podían garantizar.94 Y
los habitants de habla francesa

51). Como consecuencia, "caben pocas dudas de que sus intereses movieron a quienes estaban
relacionados con la industria peletera a permanecer leales a Gran Bretaña" (Stevens, 1926, p.
49). Véase también Clark (1959, p. 118): "Fue la resistencia de los comerciantes de Montreal a
renunciar al mercado británico lo que les llevó a rechazar [la] propuesta de enviar delegados al
Congreso Continental.”
89
Ryerson (1960, pp. 208-209).
90
Véase Trudel (1949b, pp. 25-31).
91
Clark (1959, p. 101).
92
Véase Ryerson (1960, pp. 208-210).
93
Ryerson considera que esto marcó la diferencia: "La cuestión principal sobre cuya base
los canadienses podrían haberse levantado en alianza con los americanos era la de la
independencia nacional respecto al gobierno ajeno. Pero los colonos americanos todavía no
habían adoptado una posición decidida en favor de la independencia. Su Declaración de
Independencia sólo se adoptaría después de la invasión de Canadá. ‘Si esta declaración se
hubiera adoptado nueve meses antes’, se lamentaba [...] Samuel Adams, 'Canadá sería nuestro

2667
Stevens (1926, p. 49).
2668
Ouellet (1971, p. 120). Además sentían el temor de que el "comercio de pieles
pasara a manos de los canadienses [francohablantes]" (Lanctot, 1969, p.
La descolonización de América 287
hoy’ " (1960, p. 214).
94
Creighton (1937, p. 64).
comprendieron que se les pedía que se sumaran a los fines, todavía más
radicales, de los colonos americanos, pues los objetivos de éstos eran "de
carácter liberal y protestante". No se desafiaba únicamente a la autoridad del
Estado, sino también a la de "un orden eclesiástico autoritario”. De este modo,
la simpatía inicial de los habitants se transformó en un mayor antagonismo.2669
Al final, como dice Dehio, Gran Bretaña conservó a Canadá “precisamente
porque allí no había colonos ingleses”. Los católicos locales consideraban a sus
vecinos puritanos más fanáticos que el "régimen, negligente y tolerante, de
Londres”.2670
A medida que los colonos americanos se hacían más militantes, la base social
de apoyo a su movimiento empezó a desplazarse, como ocurre con frecuencia
en las situaciones revolucionarias. Los elementos socialmente conservadores
suelen sentir cierto temor del ímpetu que cobran las protestas que elevan en su
propio interés. Lo que Schlesinger observa respecto a los comerciantes de las
colonias del norte tal vez sea cierto en un sentido más general:

La experiencia de los años 1764-1766 dio a la clase comerciante motivos para otro tipo de
reflexión. Intentando defender una posición propia, en su afán se extralimitaron al llamar en su
ayuda a elementos ingobernables de la población. Oscuramente, los comerciantes percibieron
el peligro que despertara un grupo autoconsciente de elementos radicales.2671

Así que, como señala Jensen, aunque antes de 1774 o 1775 el movimiento
revolucionario no era democrático o radical "excepto por inadvertencia”, la
movilización popular transformó de algún modo la situación y dio mayor relieve
a los objetivos populares.2672 ¿Cambió la situación hasta tal punto que puede
afirmarse que la lucha fue fundamentalmente una “guerra popular”, 2673 en la que
"la fuerza del partido revolucionario residía en su mayor parte en el pueblo llano,
al estar diferenciado de la aristocracia”?2674
¡Quizá] Lo evidente es que los "contemporáneos no tenían duda alguna de
que la guerra de Independencia fue acompañada de una lucha sobre quién
gobernaría en el país”.2675 Pero hubo dos tipos de reacciones conservadoras a
esta creciente ra- dicalización; una fue retirar completamente el apoyo; y algunos

2669
Clark (1959, p. 117).
2670
Dehio (1962, p. 122).
2671
Schlesinger (1917, pp. 91-92).
2672
Jensen (1957, p. 326). Jensen concluye de esto que "la Revolución americana fue
un movimiento democrático no en su origen, sino en su resultado" (p. 341).
2673
Aptheker (1960, p. 59).
2674
Jameson (1926, p. 25).
2675
Lynd (1961, p. 33) quien continúa: "Precisamente el temor de una revolución interna
de este tipo hizo dudar durante mucho tiempo a Robert R. Li- vingston en vísperas de la
independencia”.
288 Immanuel Wallerstein
lo hicieron.2676 La segunda fue sumarse a ella con el fin de retomar el liderazgo
de la lucha para desviar los objetivos de clase hacia objetivos nacionales.2677
Ambas reacciones se produjeron, y eso es lo que explica la división entre
revolucionarios y realistas entre los estratos acomodados. Quienes intentaron
moderar el resultado político del movimiento de independencia sumándose a él
fueron históricamente más significativos que los tories y, a largo plazo, lograron
sus objetivos porque la situación se mantuvo en un punto en el que "de hecho
[...] los elementos radicales constituyeron una minoría de la población
colonial”.2678
Aún así, es importante tener en cuenta que los grupos dispuestos a insistir en
sus vindicaciones frente al gobierno británico no siempre ganaron. Después de
1763, había 30 colonias británicas en América, todas ellas sometidas a las leyes
comerciales y de navegación. Como afirma Harper, una explicación válida de la
guerra de Independencia americana "debe mostrar por qué 13 colonias se
sumaron a la revuelta mientras que 17 siguieron siendo leales”.2679 Esto es cierto
si se considera que las 13 colonias hicieron diversos esfuerzos para asegurarse
la adhesión de las otras colonias.
El intento de arrastrar a Canadá a la revolución fracasó; sin embargo Quebec
era un caso especial, considerando el hecho de que la mayoría de sus habitantes
había estado sometida recientemente a Gran Bretaña y no se consideraban
"británicos”. La Florida oriental también era un caso especial similar. 2680 Existía,

2676
"Muchos comerciantes [...] actuaron con una percepción más amplia de los intereses
de clase, apostando de manera franca [en 1775-1776] por la madre patria" (Schlesinger, 1917,
p. 604).
2677
"La mayoría de los líderes whig fuera de Nueva Inglaterra parecían considerar la
guerra con Gran Bretaña no como un medio para alcanzar la independencia, sino como una
alternativa, incluso una garantía frente a la revolución. La guerra [...] confirió un pasajero
conjunto de objetivos a todos los americanos excepto a los tories declarados, y también dirigió
contra los británicos energías que de otro modo podrían haberse vuelto en contra del orden
social establecido en las colonias” (Nelson, 1961, p. 117).
Véase también Hoerder: “Al sancionar post facto algunas de las revueltas espontáneas, la
élite whig apareció como líder incluso cuando intentaba seguir a las masas. Las demandas
populares fueron desviadas por la retórica sobre la unión de intereses y por la condescendencia
de los líderes" (1976, pp. 265-266).
2678
Schlesinger (1919, p. 75).
2679
Haiper (1942, p. 24). La cifra de 30 a la que se refiere Harper quizá sea inexacta por
baja. Utilizando el New Cambridge Modem History's Atlas, cuento 39. Sin duda se trata de cómo
se cuenten diversas unidades de las Indias Occidentales.
2680
La Florida oriental le fue adquirida a España en 1763. Hubo unos pocos colonos
británicos que intentaron reproducir la estructura de economía de plantación de Carolina del
Sur, pero el fracaso del anoz y el lento desarrollo del índigo fueron "inhibidores obvios de la
colonización" (Chesnutt, 1978, p. 14).
Estas plantaciones utilizaban trabajo servil de Europa del sur. Unos 1 400 trabajadores
fueron reclutados para Nueva Esmirna, en su mayoría menorqui- nes, con unos 100 italianos de
Livomo y algunos griegos. "El heterogéneo grupo desbordó los escasos recursos de la colonia
y dos meses después de su desembarco [en 1768] estalló una revuelta dirigida por los griegos e
italianos." Aunque la revuelta fue reprimida y sus dos líderes ejecutados, prosiguieron los
disturbios. "Con el inicio de la Revolución americana, se dio en creer que los menorquines,
La descolonización de América 289

sin embargo, otra colonia británica en el continente norteamericano cuyo


reclutamiento era factible puesto que, en gran medida, estaba poblada por
colonos de Nueva Inglaterra: Nueva Escocia. Brebner señala que si en el
continente norteamericano existía un núcleo geográfico de colonias donde se
encendieron las "hogueras de la revolución inminente” en 1774, el calor parecía
menos candente a medida que uno se desplazaba hacia los márgenes. Georgia,
Vermont, Maine y Nueva Escocia "estaban indecisas”,2681 pero sólo Nueva
Escocia no se sumó al final.
En aquel momento, había estrechos vínculos económicos (e incluso
familiares) entre Nueva Escocia y Nueva Inglaterra. Además, al igual que los
plantadores del sur, los habitantes de Nueva Escocia estaban "abrumados por las
deudas” en ese momento y habrían podido sentir la tentación de rebelarse para
repudiarlas.2682 A pesar de esto, mostraron "apatía”2683 frente a la propuesta de
solidaridad activa y afirmaron una posición de "neutralidad”. 110 En parte, su
debilidad militar como península expuesta con asentamientos muy dispersos fue
un factor decisivo en su reticencia a considerar la rebelión. 111 Por otra parte,
Nueva Inglaterra había reservado su energía "expansionista" para Quebec y no
consideraba que Nueva Escocia fuera lo importante para arriesgar sus recursos
militares.112
En todo caso, los habitantes de Nueva Escocia eran gente de la frontera, y
"como toda la gente de la frontera, eran separatistas”.113 Sin embargo, se
consideraban demasiado débiles para resistir políticamente, es decir, desde el
punto de vista militar. Por lo que buscaron salida en un movimiento religioso, el
Gran Despertar [Great Awakening], Los pequeños asentamientos de Nueva
Escocia estaban poblados en gran parte por congrega- cionalistas que temían que
desde Londres y Halifax (la capital) se les impusiera la recurrente "amenaza del
episcopado”. Cuando además se vieron forzados a elegir contra su voluntad entre
sus parientes de Nueva Inglaterra y la lealtad a la Corona, el renacimiento de la
religión "ofreció al mismo tiempo un escape y una vindicación”. 114
El movimiento renovador denominado Nueva Luz se desarrolló a partir de
las "mismas condiciones de inquietud e insatisfacción social” 115 que los
movimientos revolucionarios en

asamblea." Véase también Kerr (1932a, p. 101): "El hecho de que los ingleses de Nueva Escocia

hasta entonces el elemento más pacífico de la colonia, habían conspirado con los españoles de
La Habana" (Morris, 1946, pp. 178-180). Entre los plantadores lealistas y los menorquines
simpatizantes de los españoles, parece que había escaso margen para adeptos a la causa de la
Revolución americana.
2681
Brebner (1966b, pp. 56-57). Terranova estaba poco poblada y tenía una economía
demasiado débil para considerar siquiera la rebelión; todavía era "incapaz de seguir una
dirección propia”.
2682
Brebner (1937, p. 293).
2683
Ibid. (p. 353) quien afirma que “puede atribuirse a la pobreza tanto como a las barreras
topográficas entre los asentamientos. [Nueva Escocia] no podía ni siquiera permitirse estar
adecuadamente representada en su propia
290 Immanuel Wallerstein
albergaban una simpatía pasiva hacia sus parientes insurrectos no puede dudarse pero también
es claro que no contemplaron en serio actuar por sí mismos."
110
"Afirmar una posición de neutralidad ofrecía un medio de proteger los lazos con las
colonias revolucionarias vecinas, al tiempo que se evitaba romper abiertamente con Gran
Bretaña” (Clark, 1959, p. 105).
111
"En 1776 sólo la Armada y el ejército británicos impidieron que Nueva Escocia [...] se
sumara a las colonias revolucionarias. El fracaso de la revolución estuvo determinado en gran
parte por las ventajas militares británicas al desarrollar la guerra en áreas que podían ser
rodeadas o bloqueadas por las fuerzas navales. El movimiento revolucionario americano fue un
movimiento continental" (Clark, 1959, p. 102). Véase también Rawlyk (1963, p. 380), que
considera que la explicación más satisfactoria de la reticencia de Nueva Escocia a sumarse a la
rebelión, a pesar de la "extendida simpatía hacia los principios revolucionarios”, es su carencia
de armada.
112
Rawlyk (1973, p. 230) sostiene que la invasión de Nueva Escocia por Massachusetts
en 1776 fracasó por su debilidad. "Es difícil imaginar de qué, forma Massachusetts hubiera
podido actuar con más descuido en Nueva Escocia en 1776" (p. 240).
1,3
Clark (1959, p. 70).
114
Armstrong (1946, p. 54).
115
Clark (1959, p. 111).
otros lugares pero, como es obvio, para los británicos era más aceptable
políticamente. Además, confirió a los habitantes de Nueva Escocia ‘‘un nuevo
sentimiento de identidad” tal que en 1783 parecía que Nueva Escocia se había
convertido en un ‘‘centro vital del mundo cristiano".2684 De este modo, Nueva
Escocia se sustrajo a la órbita de Estados Unidos en formación. Esto carecía de
importancia económica para los futuros Estados Unidos, y quizá fuera
beneficioso a corto plazo para Nueva Escocia.2685 Pero tuvo una gran
trascendencia geopolítica a largo plazo, puesto que si Nueva Escocia se hubiera
convertido en el decimocuarto estado, no hay duda de que Inglaterra hubiera
tenido dificultades para mantenerse en Canadá y probablemente habría sido
"expulsada" de América.2686 De haber sucedido esto, todo el proceso de
descolonización habría tomado un giro diferente.
En el Caribe, la relación de las colonias con Gran Bretaña se presentaba bajo
un aspecto distinto. A diferencia de la Norteamérica británica, que sufría un
periodo de depresión económica, las Indias Occidentales iniciaban una fase de
explosión económica para su principal producto de exportación, el azúcar. 2687 Y
además la Ley de Puertos Francos de 1766 contrarrestó con éxito la depresión
comercial de las Indias Occidentales, una de cuyas raíces se remontaba a 1751.
El comercio de las Indias Occidentales había tenido, durante más de un siglo, un
importante componente contrabandista, y ésta era, en efecto, la principal

2684
Rawlyk (1973, pp. 250-251).
1,7
"Con la ruptura de las relaciones comerciales con Nueva Inglaterra [...] la posición
militar estratégica de Halifax confirió a esta ciudad una nueva importancia como centro
comercial. Poco a poco se fueron consolidando las ventajas económicas que disfrutaba la
colonia como miembro del imperio británico, dado que las antiguas colonias estaban excluidas
del comercio" (Clark, 1959, pp. 110-111).
2686
Weaver( 1904, p. 52).
2687
Pares (1960, p. 40) llama a los años entre la paz de París y el inicio de la
Revolución americana "la edad de plata del azúcar".
La descolonización de América 291

modalidad del comercio entre Gran Bretaña e Hispanoamérica. Alrededor de


1751 se produjo un "cambio radical” en este comercio. 2688 De ser los barcos
británicos los que comerciaban en puertos españoles, pasaron a ser los barcos
españoles los que empezaron a frecuentar los puertos británicos. Esto, por
supuesto, era totalmente ilegal bajo las leyes de navegación, pero al principio
existió connivencia por parte de las autoridades locales británicas. En 1763-
1764, como parte del mayor rigor generalizado en la aplicación de la ley
promovido por Grenville, se aprobaron nuevas leyes que hacían susceptibles de
incautación los barcos extranjeros que merodearan junto a los puertos
británicos.2689
Al acceder Rockingham al ministerio en 1765, se anuló la Ley de Timbre
para apaciguar a los norteamericanos y se aprobó la Ley de Puertos Francos para
apaciguar a los comerciantes de las Indias Occidentales. La motivación inicial
tuvo que ver con el azúcar de las islas francesas. Los colonos británicos se habían
opuesto a la adquisición de Guadalupe porque temían su competencia; sin
embargo, la producción de las islas británicas, aunque suficiente para abastecer
a Gran Bretaña, no podía satisfacer las demandas de reexportación al continente.
Al abrir los puertos de las Indias Occidentales británicas a las exportaciones
ilícitas de las islas francesas, cuyo azúcar pasaba más tarde a Gran Bretaña para
venderse en el continente, ésta podía nadar y guardar la ropa, cosechando los
beneficios del comercio y del transporte sin los costes políticos de la
administración colonial.
La ley, tal como fue aprobada, no sólo tenía como finalidad la adquisición
del azúcar de las islas francesas; también tenía como objetivo revitalizar el
comercio con las Indias españolas, en particular a través de Jamaica. Aunque esa
revitalización fuera lenta al principio, tendría gran éxito a largo plazo, pero en
cualquier caso, precipitó una inmediata reacción española.2690 Tal reacción a la
Ley de Puertos Francos no fue, sin embargo, más que una pequeña parte del
dilema más amplio que se planteaba España. A largo plazo, el tratado de París
tenía tantas consecuencias para Hispanoamérica como para las colonias
británicas por una razón muy sencilla. Eliminada Francia como uno de los
protagonistas en la escena americana, "España se quedó sola frente a la amenaza

2688
Armytage (1953, p. 22).
2689
La Ley del Azúcar (4 Geo. vol. lll, c. 15) regulaba en su cláusula xxm la confiscación
de los barcos extranjeros en los puertos británicos. "Fue a estas palabras [...] a las que los
comerciantes de Jamaica atribuyeron la decadencia del comercio español” (Christelow, 1942,
p. 320). Sobre la Lev de Puertos Francos como esfuerzo para reparar el efecto de la confiscación
de barcos españoles, véase Williams (1972, pp. 378-379).
2690
"Tanto españoles como franceses se sintieron, con toda razón ofendidos por los
métodos utilizados por los británicos para romper el monopolio que cada nación practicaba en
su imperio colonial. En el caso de los españoles, la apertura de los puertos francos británicos
fue seguida por varios intentos de fortalecerla barricada que protegía el monopolio español”
(Armvtage, 1953, p. 48.) Véase también Hammett (1971, p. 27). Las reacciones españoles sólo
redoblaron los esfuerzos británicos por hacer de las Indias Occidentales "un centro de comercio
con las áreas prohibidas” (Goebel, 1938, p. 289).
292 Immanuel Wallerstein
inglesa durante las siguientes dos décadas”.2691 El problema básico de España
seguía siendo el que había tenido durante más de un siglo. Expresándolo con las
sarcásticas palabras del autor alemán del siglo XVII Samuel Pufendorf, "España
mantenía a la vaca y el resto de Europa se bebía la leche”.2692 Pero ahora se
cuestionaba incluso el mantenimiento de la vaca.
Esa amenaza, obviamente, era anterior al tratado de París. Los comerciantes
británicos que operaban desde Jamaica ya en la década de 1740 intentaban dejar
al margen el centro de distribución de Cádiz.2693 En 1762, los británicos habían
tomado La Habana (y Manila) y amenazado Veracruz. Aunque el tratado de
París devolvía La Habana a España, e incluso aunque además Francia cedía
Luisiana a España como compensación por su ayuda durante la guerra de los
Siete Años, la amenaza británica seguía siendo muy real y en 1765 Carlos III de
España inició las famosas reformas relacionadas con su reinado, la instauración
del comercio libre.
Es indudable que el libre comercio era la "estrategia" 2694 de Carlos III, pero
debe tenerse en cuenta que en esta situación la libertad comercial tenía un sentido
bastante restringido. La política española en realidad suponía "sólo una
liberalización del comercio dentro del marco imperial”.2695 Los sucesivos
decretos de 1765, 1778, y 1789 establecían básicamente tres cosas: una
considerable libertad para el comercio entre las colonias españolas, la
eliminación del monopolio peninsular español de los puertos de Sevilla y Cádiz
y la autorización a los colonos españoles para que transportaran las mercancías
desde las colonias españolas a los puertos españoles.2696 El objetivo esencial de
esta liberalización intraimperial del comercio era "vengarse de Gran
Bretaña”.2697
Se pretendía lograr el desquite por dos vías; una era que, al hacer el comercio
de los colonos con la España peninsular más rentable para los colonos españoles,
el difundido comercio de contrabando con los británicos (y otros) resultaría
menos atractivo. De este modo, socavaría el objetivo que la Ley de Puertos
Francos de Gran Bretaña pretendía reforzar. La contrapartida de la liberalización
del comercio intraimperial era una mayor administración real del imperio por
parte de la metrópoli. El espíritu de la burocracia imperial colonial española bajo
los Habsburgo era el de “obedezco pero no cumplo”. Los borbones, empezando
con Carlos III, estaban decididos a tratar de cambiar esto y, así la

2691
Brown (1928, p. 187). Véase también Savelle (1939, p. 162).
2692
Citado en Christelow (1947, p. 3).
2693
Véase Stein y Stein (1970, pp. 95-96).
2694
Avelinoí 1978, p. 83).
2695
Stein y Stein (1970, p. 100).
2696
Véase.Arcila (1955, pp. 94-95). El segundo de estos aspectos de las reformas fue
también, por supuesto, una cuestión interna de la España peninsular y representó "el triunfo de
las áreas periféricas españolas frente al centralismo monopolista de Cádiz". Pero, como añade
Vázquez de Prada (1968, p. 220), este triunfo fue "más aún el de la economía americana sobre
la española”.
2697
Navarro García (1975, p. 137).
La descolonización de América 293

“liberalización”, que aparentemente suponía más libertad, en realidad suponía


una “menor libertad de facto [...] puesto que [los americanos] estaban sujetos
ahora a un monopolio más eficiente y específicamente excluidos de los
beneficios extendidos a los españoles”.2698 Esta paradoja aparente se derivaba
del hecho de que, al mismo tiempo que el gobierno español reducía las
diferencias en los derechos comerciales de las personas residentes en la España
peninsular y los de las colonias, aumentaba las diferencias de facto entre los
derechos de los españoles peninsulares residentes en las colonias y los de los
criollos coloniales.
Es importante observar que en 1763 los británicos y los españoles se
enfrentaban a problemas paralelos en ambos campos. En primer lugar, sus leyes
sobre el gobierno colonial eran violadas por los propios ciudadanos "casi
impunemente” y cuando no lo eran, se debía más "a conveniencia y
complacencia que al temor de la coerción”.2699 Después de 1763, como
respuesta, tanto británicos como españoles tendieron a aumentar el uso de la
coerción.2700
El segundo problema paralelo para ambos gobiernos era la creciente carga
financiera de la maquinaria estatal y por consiguiente ambos intentaron
aumentar los impuestos en las colonias después de 1763. Los colonos de ambos
países reaccionaron de forma semejante, los británicos tiraron el té al puerto de
Boston en 1770 y los españoles tiraron aguardiente (y también quemaron tabaco)
en Socorro en 1781. Estas reacciones, sin embargo, no detuvieron el intento
británico/español de imponer orden, lo que provocó un resentimiento paralelo
en ambas zonas coloniales, en ambos casos en el nombre de una anterior
tradición de descentralización. La única diferencia, como observa Phelan, fue
que la descentralización anterior del imperio británico había sido en gran parte
legislativa, mientras que la del español fue en gran medida burocrática. 2701
La guerra de los Siete Años también supuso un revés para Portugal. El
marques de Pombal, que accedió al cargo de secretario de Asuntos Exteriores en
1750, había iniciado una política de lograr mayor independencia económica para
Portugal creando situaciones en las que "los beneficios de los dominios
americanos se acumularan en gran parte, si no exclusivamente" en los nacionales
de Portugal.2702 El mecanismo fundamental era el aumento del "control estatal”
de la economía colonial, lo que Pombal consideraba el “fundamento” de su

2698
Lynch (1973, p. 13).
2699
Christie y Labaree (1976, p. 27) se refieren a la América británica, pero también
podía aplicarse a Hispanoamérica. Chaunu estima que el comercio de contrabando excedió al
comercio monopolista legal de Cádiz durante el siglo XVIII, aunque a finales, debido a la
liberalización, el "comercio monopolista crecía con mayor rapidez que el de contrabando"
(1963, p. 409, nota 14).
2700
Existía sin embargo una diferencia en el grado en el que utilizaron la coerción. "Lo
que Gran Bretaña se propuso lograr en parte reforzando la leyes comerciales, España se lo
propuso en parte relajándolas” (Humphrevs, 1952, p. 215).
2701
Véase Phelan (1978, p. 34).
2702
Christelow (1947, p. 9).
294 Immanuel Wallerstein
concepción de la economía política.2703 Sus intentos, sin duda, se vieron
considerablemente auxiliados por los medios que el espectacular crecimiento de
la extracción de oro en Brasil puso a disposición del país.2704 Y en efecto, como
resultado, Portugal logró una mayor renta per cápita que Francia en esta época.
Braudel sugiere una analogía con Kuwait en la segunda mitad del siglo xx.2705
Pombal no intentaba cuestionar la alianza histórica de Portugal con Gran
Bretaña, únicamente intentaba beneficiarse del "gran margen de maniobra” que
la nueva situación de la economía-mundo ofrecía a Portugal. Sin embargo, la
invasión española de Portugal en 1762 significó un "desafío devastador a los
supuestos básicos” de Pombal, y la continua amenaza española en América
después de 1763 "Hizo esencial para Portugal conservar la buena disposición
británica”.2706 El precio impuesto por Gran Bretaña sería el abandono de las
pretensiones de Portugal, y los sucesores de Pombal invertirían su política, si
bien eso no se llevaría a cabo hasta sus últimas consecuencias de inmediato.2707
Entretanto, la política de Pombal redujo considerablemente el comercio
portugués (y por consiguiente el brasileño) con Gran Bretaña, 2708 y suscitó una
importante reacción negativa en los comerciantes brasileños.2709
Así fue como, en 1763, no sólo Gran Bretaña sino también España y Portugal
empezaron a enfrentarse a la creciente deslealtad de sus colonos en América. De
hecho, podría decirse que estas naciones provocaron la grave deslealtad de sus
colonos por sus esfuerzos, logrados hasta cierto punto, por reestablecer su

2703
Reis (1960, vol. i [2], p. 327). Véase Nováis sobre la razón por la que las reformas
intemas en Portugal inspiradas por las ideas ilustradas y el creciente mercantilismo en las
colonias fue "sólo aparentemente una contradicción: era la propia situación de atraso lo que la
imponía”. (1979, p. 223).
2704
Véase Navarro García (1975, p. 249).
2705
Véase Braudel (1984, p. 304). Sin embargo se trataba de un Kuwait cuya fuente de
ingresos estaba situada, principalmente, en las colonias. "Es en función de la exportación de los
productos brasileños como el comercio internacional portugués logra tener superávit" (Nováis,
1979, p. 293). Ya en 1738, el embajador portugués en París don Luis da Cunha había escrito:
"para conservar Portugal, el rey necesita las riquezas de Brasil más que las del propio Portugal”.
(Citado en Silva, 1984, p. 469.) Pereira (1986) opina que esto sobrestima con mucho la
"desarticulación” de la economía portuguesa en el siglo xviii y que sólo es cierto referido a la
fase posterior a 1808.
2706
Maxwell (1973, pp. 22, 33, 38). Véase Silva (1984, pp. 484-485) sobre la petición
de ayuda de Pombal a Inglaterra después de las derrotas infligidas por España a Portugal en
Sudamérica en 1763.
2707
"El movimiento pendular [del comercio británico con Portugal] de retorno fue
acelerado por la Revolución francesa. La guerra con Francia, como antaño, volvió a unir a
Inglaterra y Portugal” (Manchester, 1933, p. 53.)
2708
El comercio con Portugal "pasó de ser 'el comercio más ventajoso’ que Inglaterra
‘practicaba en cualquier parte' a un humilde sexto lugar entre las naciones extranjeras que
compraban a Inglaterra” (Manchester, 1933, p. 46).
2709
"La reacción más fuerte de los colonos se produjo contra la política pombalina de
nacionalización del comercio luso-brasileño. Con demasiada frecuencia, el comerciante
brasileño sintió que sus intereses se sacrificaban a los de la Corona y los comerciantes
metropolitanos, como ocurrió con la política de Pombal de establecer "reales compañías”
[chartered companies] monopo- lísticas para Brasil" (Russell-Wood, 1975, pp. 28-29).
La descolonización de América 295

fortaleza en el sistema mundial, cosa que hicieron revitalizando la cohesión


administrativa de ambos imperios, reforzando sus ejércitos y situando a los
gobiernos centrales sobre bases financieras mucho más sólidas.
Carlos III actuó en muchos frentes a fin de fortalecer la capacidad del Estado
español para tratar con la metrópoli (la España peninsular), con sus territorios
coloniales en América y con el mundo. Aunque animado por la versión española
de la ideología de las Luces, la Ilustración, sus políticas efectivas estaban
ideadas para (re)crear en España el Estado absolutista, disminuir el papel de la
aristocracia, debilitar el poder de la iglesia y basar su administración en una
burocracia asalariada más profesional, tanto civil como militar. El objetivo era
lograr una expansión de la actividad económica reformando la legislación
comercial y fomentando las exportaciones coloniales para posteriormente,
mediante esta burocracia de nueva eficacia, "recolectar [la] cosecha fiscal”. Al
principio, el éxito económico (y fiscal) fue "extraordinario”, 2710 pero esta gran
revitaliza- ción de la fortaleza española resultó descansar en "un frágil
equilibrio”2711 que no podría mantenerse debido a fuerzas de la economía-mundo
que escapaban al control del Estado español. Es a esta historia a la que debemos
dedicar ahora nuestra atención.
Como el "catalizador del cambio” fue la guerra de los Siete Años en la que
España sufrió humillantes reveses militares (el más notable, aunque no el único,
fue la caída de La Habana), las reformas militares fueron las primeras
emprendidas por Carlos III. Los soldados habrían de tener un papel esencial en
la revolución administrativa que se ha llegado a calificar de "Reconquista de
América”.2712 No obstante, los cambios más radicales se produjeron en la
administración civil, donde se revivió la institución de la visita general, el envío
desde Madrid de un funcionario con poderes para investigar y actuar al más alto
nivel. El individuo clave en el proceso de reforma, don José de Gálvez, aparece
originalmente en escena como el primero de estos visitadores generales en
Nueva España de 1765 a 1767.
Sin embargo, la reforma más importante fue la introducción de intendentes,
ese clásico mecanismo colbertiano de centralización estatal. Los intendentes
habrían de sustituir a los magistrados de distrito denominados alcaldes mayores

2710
Brading (1984, p. 408). Desde el siglo xvi, el reinado de Carlos III había sido "el
menos lesivo para el orgullo nacional” (Whitaker, 1962a, p. 2). Véase también Chaunu, que
califica el periodo 1770-1800 como el de la "recuperación de España" (1963, p. 417).
Finalmente García-Baquero considera el periodo posterior a 1778 como “una fase de expansión
espectacular" del comercio gaditano (1972, p. 127). Pero esto también puede decirse de
Cataluña: véase Delgado (1979, pp. 25-26). Por último, Fisher califica la política comercial de
Carlos III de "éxito asombroso, en particular en su impacto sobre la vida económica de
Hispanoamérica. Sus efectos sobre la economía peninsular fueron un tanto más modestos"
(1985, p. 62).
2711
Brading (1984, p. 439). Véase también Humphrevs (1952, p. 213): "Bajo Carlos III y
durante los primeros años de Carlos IV, [España] disfrutó lo que retrospectivamente parece un
verano de prosperidad. Lo mismo puede decirse de su imperio."
2712
Brading (1984, pp. 399-400).
296 Immanuel Wallerstein
y corregidores (recaudadores de los tributos indios, que se ocupaban de reclutar
y asignar la mano de obra india), cuyos cargos se habían vendido durante más
de un siglo y que habían utilizado su puesto (y su poder fiscal) para obtener
beneficios comerciales privados. En 1768, Gálvez, junto con el virrey Croix de
Nueva
España, propuso la abolición directa de esta categoría de funcionarios que,
simultáneamente, oprimía a los indios y se quedaba con la mayor parte de los
ingresos fiscales de la Corona. Cuando Gálvez asumió el Ministerio de las Indias
en 1776, llegó a personificar el "celo reformista del gobierno Borbón”, 2713 2714 y
finalmente, en 1786, logró imponer su reforma. Esto puede considerarse como
la recompensa de la perseverancia, e igualmente puede interpretarse como
prueba de lo difícil que era hacer reformas en el clima de la “inmovilidad
metropolita-
M 1 4A

na . 0
La influencia duradera de Gálvez se dejó sentir en la transformación de la
geografía política que efectuó, una transformación que influiría en gran medida
en el futuro proceso de descolonización. En 1776, uno de sus primeros actos
como ministro de las Indias fue establecer el Virreinato de La Plata. En el siglo
xvi sólo existían dos virreinatos, el de Nueva España y el de Perú; un tercero, el
de Nueva Granada, se desgajó en 1739. ¿Por qué creó Gálvez un cuarto
virreinato en 1776 (al igual que cierto número de unidades menores, como
Capitanías Generales y Audiencias)? La de 1776 no era una fecha fortuita. La
guerra de Independencia de la Norteamérica británica había comenzado. Parecía
una ocasión de oro para actuar contra Gran Bretaña y su aliado, Portugal, que
entre otras cosas, estaba invadiendo económicamente en las zonas indias de Sud-
américa mediante el comercio ilegal a lo largo de la ruta Sacramento-Buenos
Aires. Carlos III intentó crear un gobierno fuerte que contrarrestara esa invasión.
Este gobierno iba a ser el de La Plata, que incluía la actual Argentina, Uruguay,
Paraguay y Bolivia. "En circunstancias normales, Inglaterra no le hubiera
tolerado realizar sus propósitos”,2715 pero éstas no eran circunstancias normales.
La revigorización de las fuerzas militares rindió frutos. Una expedición de 8 500
hombres cruzó el Río de la Plata en 1776 y se apoderó de Sacramento "por

2713
Navarro García (1975, p. 160).
2714
Stein (1981, p. 28). La visión de Stein sobre el éxito de Gálvez es un tanto amarga:
"18 años después de que Gálvez presentara un plan sobre los intendentes en Nueva España, diez
años después de que fuera nombrado ministro de las Indias, seis años después de que se iniciara
en los Andes centrales el masivo levantamiento indio de Túpac Amaru y dos años después de
que Perú recibiera su estatuto, el 4 de diciembre de 1786, Gálvez logró por fin imponer su
estatuto, tanto tiempo acariciado, para Nueva España. Meses después, moría" (p. 13). Y casi
inmediatamente el coautor del plan original Croix, ahora virrey de Perú, recomendaba
restablecer en Perú el reparto de mercancías, el principal mal del antiguo sistema de
corregidores.
2715
Céspedes del Castillo (1946, p. 865).
La descolonización de América 297

tercera y última vez”.2716 Esta victoria española se ratificaría en el tratado de San


Ildefonso en 1778, y acabaría definitivamente con las aspiraciones de Portugal
sobre La Banda Oriental (actual Uruguay).
La lucha en Norteamérica ejerció una presión continua sobre
Hispanoamérica. Dio un "carácter de urgencia”2717 al movimiento reformista que
condujo al segundo grupo de decretos sobre libre comercio de 1778. España
estuvo sometida a fuertes presiones para sumarse a la guerra contra Gran Bretaña
en 1779, apoyando a Francia que ya había declarado la guerra en 1777. La
decisión francesa, en cierto sentido, fue bastante obvia, pues había intentado
reducir el poder británico en América desde 1763. Tras abandonar el cargo en
1770, el duque de Choiseul dejó un informe en el que reiteraba los cinco
elementos necesarios en una política de este tipo: evitar la guerra, aliarse con
España y Holanda, debilitar el crédito financiero británico, promover la
independencia de las colonias de Norteamérica británica y reducir el comercio
entre Gran Bretaña y las colonias de España y Portugal. Cuando Vergennes
accedió a su cargo en 1774, revisó las políticas de Choiseul. 2718 Las colonias
americanas, sin embargo, habían forzado la intervención de Francia iniciando
una guerra.
Al principio, Francia se limitó a ayudar en secreto a los revolucionarios
norteamericanos. El gabinete francés estaba dividido. Turgot creía que la guerra,
"como el mayor de los males”,2719 debía evitarse, y no había la menor certeza de
que los norteamericanos pudieran resistir por mucho tiempo. Después de todo,
habían perdido la batalla de Long Island el 27 de agosto de 1776. Así, la derrota
del general Burgoyne en Saratoga, el 16 de octubre de 1777, tuvo un inmenso
impacto sobre Francia y sobre España.2720 Francia, súbitamente, empezó a temer
algo peor que una victoria británica: una victoria de las fuerzas rebeldes sin
ayuda de Francia, es decir, la posibilidad de unos Estados Unidos independientes
y hostiles.153 Francia firmó un tratado con Estados Unidos el 6 de febrero de
1778, y se sumó abiertamente a la guerra.
Ahora la presión se ejercía sobre España, y los españoles eran muy reticentes.
España dudaba ante la idea de emprender cualquier actuación que pareciera
legitimar la revuelta colonial. Además, España negociaba su neutralidad como
contrapanfletista inglés de 1776, como 'la insolencia' de 'los líderes de los colonos enajenados,
demagogos ambiciosos’ que habían ‘dirigido a un populacho ignorante, paso a paso hasta un

2716
Brading (1984, p. 401). La revigorización del ejército continuaría mostrando sus frutos
pocos años después, cuando España entrara en la guerra norteamericana e invadiera Pensacola.
En 1783 Gran Bretaña cedió Pensacola y Florida oriental a España. Fue en esa misma época
cuando España expulsó al fin a los británicos de la Costa de los Mosquitos (ahora Nicaragua
oriental).
2717
Rodríguez (1976, p. 23).
2718
Véase Savelle (1939, pp. 164-165).
2719
Van Tyne (1916, p. 530).
2720
"El 16 de octubre de 1777 el general Burgoyne se rindió en Saratoga al general
Gates. Para nosotros es difícil calibrar el significado de esta noticia en la época. Plasta entonces
la guerra se había visto en Europa, en palabras de un
298 Immanuel Wallerstein
punto en el que retroceder ante la ruina es difícil, si no imposible'. De pronto este populacho
ignorante derrotaba a uno de los mejores ejércitos del Antiguo Mundo, uno de los más ricos en
historia militar” (Madariaga, 1948, p. 300).
153
"Vergennes había estado obsesionado con la idea, a partir de 1776, de que como
resultado de la lucha de América por la independencia, Francia y España perderían sus
posesiones en las Indias Occidentales" (Van Tyne, 1916, p. 534). En 1776, Silas Deane, el
delegado del Congreso Continental en París, "advertía a los franceses que sin ayuda suficiente
los americanos se verían obligados a reunificarse con los británicos. Una América
independiente, por otro lado, haría a Francia la sucesora de Gran Bretaña en el dominio del
comercio mundial" (Kaplan, 1977, pp. 138-139). El 23 de julio de 1777 Vergennes envió un
informe al rey Luis XVI en el que afirmaba: "Si Inglaterra no aplasta pronto la revuelta
americana, tendrá que llegar a acuerdos con ella. Puede convertir en aliados a aquellos a quienes
no ha logrado mantener como súbditos en un asalto conjunto a las riquezas de Perú y México y
las Islas del Azúcar francesas.” (Citado en Corvvin, 1915, p. 34.)
La desconfianza de Francia hacia las verdaderas intenciones de Estados Unidos fue uno de
los factores principales durante las posteriores negociaciones de paz en París en 1782-1783 para
que Francia presionara a Gran Bretaña a fin de que se le permitiera conservar Canadá. Ya en
1778, el Congreso Continental había pedido a los franceses que se comprometieran a favorecer
la conquista de Canadá (así como de Nueva Escocia y las Floridas) por los colonos. Vergennes
sin embargo, en las instrucciones que diera el 29 de marzo de 1778, a su diplomático en Estados
Unidos, Conrad-Alexandre Gérard, escribía que "la posesión de estos tres territorios (contrées),
o al menos de Canadá, por parte de Inglaterra sería un útil principio de inquietud y de vigilancia
para los americanos que les haría sentir mayor necesidad de la amistad y la alianza del rey, y
no le interesa que esto se destruya” (reimpreso en Frégault y Trudel, 1963, p. 153). En 1779 en
Lucerna, Vergennes afirmaba que Francia no tenía ningún interés "en ver a América
septentrional desempeñar el papel de una potencia en situación de inquietar a sus vecinos”.
Cuando llegó a las negociaciones de París, Gran Bretaña en realidad estaba dispuesta a conceder
más de lo que los franceses deseaban que concediera (por ejemplo, derechos de pesca en el San
Lorenzo y, lo que es más importante, unas fronteras más amplias que las que los colonos tenían
en 1775). No es necesario decir que los americanos no se sintieron satisfechos con la actitud de
Francia. Véase Trudel (1949b, pp. 213-214).
V
La descolonización de América 299
partida a la cesión por Gran Bretaña de Gibraltar y Menorca, concesiones que
los británicos no necesitaron. Los franceses tenían mayor interés en lograr el
apoyo de España y aceptaron sus condiciones en el tratado de Aranjuez de 1779.
Esas condiciones fueron la promesa de una invasión conjunta de Inglaterra, que
era la forma como España pensaba que se podía acabar la guerra antes de que
fuera atacado "su imperio colonial, demasiado extenso y vulnerable”. 134 España
firmó su tratado con Francia, no con Estados Unidos.2721 2722 Su objetivo era
bastante explícito: recuperar Menorca y Gibraltar, por supuesto, pero también
“desalojar a los ingleses de todas sus posiciones en el Caribe —Luisiana,
Mosquitia, Jamaica, Antillas Menores—”.2723
España pagó un elevado precio "en sangre y dinero’’:2724 la guerra
desembocó en la primera de las sucesivas interrupciones de los nexos entre
Hispanoamérica y España; la compañía de Caracas quedó arruinada; el tesoro
estatal no percibió ingresos de América; la industria algodonera catalana se
resintió;2725 y la actividad mercantil de los comerciantes de Cádiz que seguían
siendo el grupo más importante cayó "dentro del más absoluto confusionismo,
lo que lógicamente redundó en beneficio del contrabando que conoce en estas
fechas su mayor desarrollo".2726
Probablemente, la peor de las consecuencias fue el ciclo in- flacionista que
se inició en ese momento. Ya en 1774 el conde de Campomanes citaba la
ausencia de la inflación del papel moneda español como un "gran activo
nacional”. Pero los gastos de la guerra, combinados con una disminución de las
rentas, agotaron el tesoro real. Esta pauta se repetiría después de 1793. Como los
costes eran reales, el estado español tenía que resarcirse de algún modo. En
efecto, "los colonos americanos fueron sujetos a tributación para redimir” el
papel moneda,2727 al igual que el pueblo en la metrópoli. En último término, esta
inflación se convirtió en un factor tanto de la conquista napoleónica de España
como de los movimientos de Independencia.
La "indiferente” implicación española en la guerra de Independencia de
Estados Unidos tuvo, por consiguiente, "repercusiones en y sobre
Hispanoamérica".2728 Precisamente en este momento se produjeron dos
revoluciones de importancia, la de Túpac Amaru en Perú y la de los comuneros

2721
Dull (1985, p. 108).
2722
"Durante la Revolución anglo-americana, España [fue] aliada de Francia, pero nunca
de Estados Unidos, cuya independencia no reconocería hasta que lo hizo Gran Bretaña” (Bemis,
1943, p. 16).
2723
Navarro García (1975, p. 141). De hecho todo lo que obtuvo España fueron las
Floridas y la Costa de los Mosquitos, a cambio de lo cual tuvieron que entregar Belice. También
obtuvo Menorca, pero no Gibraltar.
2724
Hamilton (1944, p. 40).
2725
Véase Herr (1958, pp. 145-146).
2726
García-Baquero (1972, p. 43). El modo preferido de contrabando era "hacerse el
sueco", es decir adoptarlos colores neutrales de Suecia.
2727
Hamilton (1944, pp. 41, 48).
2728
Liss (1983, p. 137).
300 Immanuel Wallerstein
de Nueva Granada.2729 La revuelta de Túpac Amaru conmovió hasta tal punto a
América que su propio objetivo sigue sujeto a gran controversia. ¿Fue el primer
heraldo del movimiento de independencia o fue casi lo contrario?
Algunos consideran que el levantamiento indio de los Andes dirigido por
Túpac Amaru —que aunque no fue, recordémoslo, más que la culminación de
una larga serie de levantamientos, sí fue el que tuvo mayor impacto—2730 como
“el último esfuerzo importante de los indios no sometidos”.2731 Obviamente, ésta
fue la visión de muchos administradores de la época: en el peor de los casos, un
rechazo primitivo a adoptar la civilización; en el mejor, un "grito social”2732 que,
por lo tanto, podía entenderse si no aprobarse o tolerarse. Este frente se sitúa en
oposición a los que han intentado cooptar la historia de las revueltas indias en
los Andes como una "fase previa de la independencia”. Este intento de algunos
historiadores peruanos tardíos es denunciado por Chaunu, que lo califica de
"completo contrasentido". Para Chaunu, estas revueltas indias, lejos de implicar
una revuelta de América contra Europa, fueron una revuelta de los indios contra
"su único enemigo [...] la opresión criolla”.2733 En esta versión de los
acontecimientos, se pone gran énfasis en el hecho de que Túpac Amaru afirmó
que su movimiento era leal2734 al rey, aunque no a los servidores del rey. Pero
esa lealtad actuaba en ambos sentidos. Uno de los resultados del levantamiento
de Túpac Amaru fue hacer que parte de la población blanca viera en el
mantenimiento del orden colonial "la mejor defensa de su propia hegemonía, y
en ésta la única garantía contra el exterminio a manos de las más numerosas
castas indígenas y mezcladas”.2735
Existe, sin embargo, una tercera posición: la de no considerar a Túpac Amaru
ni un lealista enfrentado a los criollos ni el primer luchador por la independencia,
sino como revolucionario social. Estas revueltas sólo tienen sentido si las
situamos dentro de la fase cíclica (o conjoncture) de la economía-mundo. Hay
tres consideraciones: en primer lugar, conocemos la recesión económica general
después de 1763, que en 1776 había producido los acontecimientos de la
revolución de Norteamérica británica y la intervención de España contra los
británicos en 1779; en segundo lugar, conocemos el movimiento reformista

2729
Como observa en forma pertinente Madariaga," Las rebeliones pueden ser contagiosas.
En cualquier caso, es significativo que los movimientos revolucionarios relacionados con el
levantamiento de Túpac Amaru-Condorcanqui duraran hasta 1783, es decir hasta la paz de
Versalles” (1948, pp. 302-303).
2730
Véase Bonilla (1972, p. 17).
2731
Harlow (1964, p. 636).
2732
Valcárcel (1960, p. 358). La única alternativa que Valcárcel contempla es que lo
consideremos como "movimiento político de independencia encaminado a la formación de un
nuevo Estado”, y ello sería "insensato", afirma.
2733
Chaunu (1964, p. 194).
2734
Valcárcel (1957, p. 241).
2735
Halperín-Donghi (1972, p. 118). Véase también el propio Chaunu (1963, p. 406),
que considera la revuelta de Túpac Amaru como "una de las causas esenciales del lealismo de
Perú”.
La descolonización de América 301

lanzado por Carlos III y que tuvo su segundo gran impulso en 1778; en tercer
lugar está el efecto de la caída de los precios agrícolas en la región de los Andes.
Resulta que los años 1779- 1780 "corresponden, con bastante exactitud, a una
de las mayores caídas del siglo”. Los precios se encontraban en su nivel más
bajo desde 1725-1727; además, los años 1779-1780 fueron únicamente el
dramático punto inferior de un ciclo con tendencia a la baja desde 1759. 2736
Lejos de constituir una resistencia primitiva, las revoluciones fueron
causadas por la integración de los indios a la economía-mundo capitalista, que
sólo recientemente había adquirido mayor eficacia mediante los diversos
intentos de "fortalecer el brazo de la administración central”.2737 En Perú era
proverbial la corrupción y los abusos de sus corregidores. Cuando José Gabriel
Condorcanqui, afirmando ser el Inca Túpac Amaru II, se levantó en 1780, utilizó
como argumento principal el "mal gobierno” que oprimía a los indios mediante
impuestos demasiado elevados que arruinaban la economía.
En realidad, no es pertinente tratar de descifrar las motivaciones sociales
personales de Túpac Amaru. El núcleo de la rebelión se encontraba en la
población rural india, pero no en el mismo grado en todas partes. Golte ha hecho
algunos cálculos aproximados, pero convincentes, estableciendo un índice de la
renta total per cápita en cada provincia (que, obviamente, variaba con la
naturaleza del suelo, la cantidad de producción para la exportación y las
oportunidades de salarios por empleos en la minería). Golte dedujo de esto el
nivel medio de tributos realmente recaudados, legal e ilegalmente, y encontró
una correlación casi exacta entre lo exiguo de la suma resultante y el grado de
participación en la revuelta.2738 Piel señala con acierto los numerosos
paralelismos entre el levantamiento de Túpac Amaru y el levantamiento, casi
simultáneo, de Pugachev (1773-1775), que ya hemos discutido antes: la
pretensión de ser un "zar” o un "inca”, la rebelión de campesinos en grandes
latifundios, y una importante actividad minera, basada parcialmente en el trabajo
forzado; en resumen, un elevado índice de coerción laboral para una actividad
orientada al mercado.2739
Túpac Amaru buscó el apoyo de los criollos. En efecto, al principio las
autoridades sospecharon que los corregidores, irritados con las reformas
proyectadas, habían inspirado a Túpac Amaru, y quizás existieron algunas
pruebas de esto;2740 pero los intereses de ambos grupos seguían direcciones
opuestas. El "orgullo de sangre" de los criollos frente a los indios, negros
mestizos y mulatos no sólo fue un hecho social de Hispanoamérica desde el

2736
Tandeter y Wachtel (1983, pp. 231-232). Estos autores señalan los paralelismos
con el escenario que Labrousse esboza para la Revolución francesa.
2737
Comblit (1970, p. 131), que sostiene: "el proyecto decisivo de modernización [...]
tuvo la consecuencia de generalizarlos conflictos" (p. 133).
2738
Véase Golte (1980, pp. 176-179).
2739
Véase Piel (1975, p. 205, nota 22).
2740
Véase Fisher (1971, pp. 409-410).
302 Immanuel Wallerstein
principio, sino que además había aumentado durante el siglo xvm. 2741 El
sentimiento de distancia social era correspondido.2742
La demografía era clara. En 1780, el 60% de la población de Perú era india,
pero pocos indios vivían en Lima; sólo el 12% eran españoles (criollos o
peninsulares). El resto pertenecían a las denominadas castas: principalmente
negros, mestizos y mulatos.2743 Para los indios, sus enemigos más inmediatos
eran aquellos que controlaban la vida económica y social y, “en general, éstos
eran criollos" y no peninsulares.2744 Además, Túpac Amaru prometió liberar a
los esclavos y expresó opiniones "sospechosas" sobre la propiedad, destruyendo,
por ejemplo, obrajes propiedad de los criollos. Enfrentados a este tipo de
revuelta, los “criollos pronto hicieron causa común con los españoles”. 2745 En
general, en Hispanoamérica, como observa Le- win, hubo en este momento dos
movimientos revolucionarios simultáneos, el criollo y el indio. "A veces sus
caminos se cruzaban [...] y a veces discurrían separados”.2746
La rebelión de Túpac Amaru fue suprimida mediante una combinación de
concesiones —la supresión de los repartimentos2747 y la fuerza militar. Pero la
importancia de la rebelión estriba en sus consecuencias políticas para
Hispanoamérica. Los indios "perderán de manera definitiva toda iniciativa en la
gestación de las revueltas más significativas”.2748 Y la razón fue que la extensión,
éxito inicial y fuerza de la rebelión de Túpac Amaru aterrorizó completamente
a los blancos. No volvería a haber más “adhesiones” de blancos y cuasiblancos
a tales rebeliones después de 1780.2749 Por el contrario, a partir de este momento
los criollos asumirían el liderazgo de las revoluciones. Incluso después de que
esto llegara a ser así, como regla general la profundidad del compromiso con el
separatismo y la independencia mantendrían una relación "inversamente
proporcional a la masa de indios y de negros dominados”.2750 En las guerras de

2741
Konetzke (1946, p. 232).
2742
"El criollo blanco, hijo de españoles o europeos, nada quería tener en común con el
indio, y éste apegado a su raza v a su tradición, no tenía ningún contacto con el criollo, al cual
ignoraba o detestaba” (Gandia, 1970, p. 10).
2743
Véase Golte (1980, pp. 42-43). Éste por supuesto no era el único patrón demográfico
de América. Las proporciones eran similares en México, Guatemala y Bolivia. Pero en Nueva
Granada el elemento mestizo era mucho mayor que el indio. En Brasil y en el Caribe, los negros
eran dominantes en número, y en Estados Unidos y Canadá, los blancos. Véanse los mapas de
Humboldt de 1820 reproducidos en Chaunu (1964, p. 196). Sobre las categorías utilizadas en
el sistema racial de Hispanoamérica, véase McAlister (1963).
2744
Fisher (1971, p. 421).
2745
Humphreys y Lynch (1965a, p. 28). "La manumisión de los esclavos negros de
Tungasua, la destrucción de los obrajes de los criollos en el curso de la rebelión y, sobre todo,
el peligro potencial que revestía la movilización independiente de la población india, fueron
razones más que suficientes para separar y más tarde volverá los criollos en contra de los indios”
(Bonilla, 1972, p. 19).
2746
Lewin (1957, pp. 143-144).
2747
Véase Golte (1980, p. 202) v Fisher (1971, p. 411).
2748
Bonilla (1972, p. 16).
2749
Campbell (1981, p. 693).
2750
Chaunu (1963, p. 408). Los lugares donde el porcentaje de blancos era más elevado
La descolonización de América 303

independencia, particularmente en Perú, ambas partes provocaron el sufrimiento


de los indios. "Fueron saqueados por todos los ejércitos”. 2751
Los éxitos iniciales de Túpac Amaru inspiraron un movimiento conocido
como de los comuneros en el vecino virreinato de Nueva Granada. 2752 También
ésta fue una manifestación del "gran proceso revolucionario" desencadenado
(pero no causado) por el proceso de la reforma borbónica. 2753 Los éxitos de
Túpac Amaru también mantuvieron a los criollos de Santa Fe de Bogotá, la
capital de Nueva Granada, y a los de los demás centros urbanos, en un estado de
"constante inquietud”.2754
La causa inmediata del levantamiento de los comuneros el 16 de marzo de
1781 fue la indignación provocada por la dureza de los nuevos procedmientos y
el aumento de la alcabala (impuesto sobre las ventas) del nuevo visitador
general, Juan Francisco Gutiérrez de Pinedes. La cuestión central era "quién
tenía la autoridad para imponer nuevas exacciones fiscales”. 2755 Por
consiguiente, se trataba de una cuestión constitucional y paralela a la que habían
planteado los colonos de Norteamérica británica. La diferencia era que en Nueva
Granada existía una población india significativa mucho menos interesada en la
devolución del poder fiscal central que en los abusos de ese poder, tales como la
tributación excesiva y la invasión de los resguardos, las tierras comunales de los
indios, que estaban siendo subastadas a los grandes hacendados criollos y a
compradores menores que, en gran parte, eran mestizos. La situación empeoraba
por el hecho de que la industria textil local estaba en decadencia, una vez más
como consecuencia de los problemas económicos generales de la economía-
mundo.2756
Mientras que en Perú la yesca social, una vez inflamada, cayó bajo el
liderazgo indio (si bien se trataba de indios que eran caciques y que pretendían
ser descendientes de la antigua aristocracia india), en Nueva Granada la
insurrección tuvo un importante elemento mestizo desde el principio y el
liderazgo fue asumido por un criollo, Juan Francisco Berbeo, un hacendado
(aunque modesto). Por lo tanto, en Nueva Granada hubo virtualmente dos
revueltas, más o menos bajo el liderazgo de un criollo —mestizo—, una centrada
en Socorro y la otra india, en los llanos de Casanare.
Los rebeldes marcharon sobre Santa Fe, donde, en la confusión, el poder
había sido temporalmente asumido por el arzobispo Antonio Caballero y
Góngora, cuya línea de actuación era sutil y conciliadora. Berbeo "contuvo al

eran Venezuela y La Plata, los dos centros de la revolución, y después Nueva Granada, seguida
de Nueva España y Perú (p. 408, nota 13).
2751
Lynch (973, p. 276).
2752
"Los socórranos [Socorro era la localidad de la insurrección] estaban embriagados por
los supuestos éxitos de Túpac Amaru” (Phelan, 1978, p. 68).
2753
Liévano Aguirre (1968, p. 467) quien también observa que la revuelta de Túpac
Amaru "tuvo resonancias decisivas en el curso de la Revolución de los comuneros" (p. 470).
2754
Cárdenas Acosta (1960, vol. i, p. 88).
2755
Phelan (1978, p. xviii).
2756
Véase Loy (1981, p. 255).
304 Immanuel Wallerstein
ejército rebelde"2757 y entró en negociaciones con Caballero. El resultado fue un
compromiso, las capitulaciones de Zipaquirá (8 de junio de 1781) que redujeron
los impuestos, garantizaron mayor facilidad de acceso a los cargos oficiales a
los españoles no peninsulares y ofrecieron algunas mejoras a los indios. Estos
últimos, sin embargo, consideraron las capitulaciones una "traición” 2758 y una
forma de evitar que ellos entraran en Santa Fe (lo que apaciguaba a los elementos
criollos y mestizos de la revuelta). Los indios intentaron continuar la lucha en
solitario, pero fueron aplastados con la ayuda de sus antiguos aliados.
Al final, la alianza temporal de una parte de la élite descontenta con España
y la "plebe”, los "desheredados”, resultó imposible.2759 Los primeros se
inspiraron en el levantamiento de sus equivalentes, los colonos británicos
norteamericanos;2760 los últimos siguieron el ejemplo de Túpac Amaru y, al final,
los terratenientes criollos "no sólo no los apoyaron [su movimiento], sino que
los rechazaron abiertamente y colaboraron con las autoridades”. 2761 Sin
embargo, en Nueva Granada las élites (apoyadas por una demografía algo
distinta) habían aprendido con rapidez la lección de Túpac Amaru y asumieron
el liderazgo de la revuelta dándole forma desde dentro, con lo que conservaron
mucho mejor las expectativas de futuro de sus propios intereses frente a España.
Bolívar emergería en Nueva Granada, y sufriría un recibimiento muy ambiguo
en Perú en la década de 1820.
La aspiración criolla a la independencia encontró de este modo sus dos
acicates: los agravios de los criollos frente a los peninsulares y el temor de ambos
frente a los estratos inferiores no blancos. El primero de ellos el tema de la
rivalidad crio
llo-peninsular, es el que ha dominado prácticamente la historiografía del periodo
colonial tardío de Hispanoamérica (y en menor grado de Brasil); un criollo era,
por definición, el descendiente de un peninsular. Durante el periodo colonial de
Hispanoamérica, al igual que en casi todas las colonias pobladas por la
metrópoli, un segmento de los colonos nacía en la colonia y otro emigraba de la
metrópoli. Entre estos últimos algunos eran nuevos colonos y otros eran
personas que emigraban temporalmente para desempeñar cargos de algún tipo

2757
Lynch (1985, p. 34).
2758
Lynch (1985, p. 36); véase también Arciniegas (1973), cuyo capítulo xix se titula
"La traición”.
2759
Liévano Aguirre (1968, p. 447).
2760
Véase Cárdenas Acosta (1960, vol. i, p. 88).
2761
Izard (1979, p. 134). Había otro factor a tomar en cuenta: los esclavos negros. Túpac
Amaru había atemorizado a los criollos proclamando el fin de la esclavitud. Aunque la cuestión
no se planteó en forma directa durante el levantamiento de los comuneros, sí era latente.
Venezuela había sido desde hacía tiempo una zona en la que florecían comunidades importantes
de esclavos fugados, denominados cimarrones. Muchos practicaban un "bandidaje social" y
mantenían una relación de colusión con los esclavos de las plantaciones, permitiendo a éstos
que utilizaran la amenaza de las represalias de los cimarrones como arma de negociación frente
a sus señores. "Venezuela no era un lugar idílico, pacífico" (Domínguez, 1980, p. 48). Una
revuelta india prolongada quizás habría desencadenado otra revuelta de esclavos negros.
La descolonización de América 305

con la intención de retornar a la metrópoli; algunos cumplían esta intención y


otros no. En todo caso, incluso si un peninsular regresaba a la metrópoli era muy
posible que tuviera hijos nacidos en la colonia que optaran por permanecer en
ella.
En cierto sentido el estudio ha atravesado dos fases. La posición clásica es
que los criollos eran excluidos de los cargos oficiales en el siglo xvin en
beneficio de los peninsulares v que éste era el origen de su descontento. 2762 A
partir de los años cincuenta esta posición empezó a ser atacada. Eyzaguirre, por
ejemplo, sostiene que los criollos mantenían "un indudable predominio en la
burocracia”, y lo que se produjo fue un intento criollo de transformar esa
mayoría en "exclusividad” de acceso a los cargos oficiales.2763 Los revisionistas
sostienen que la secuencia —reformas borbónicas que conducen al descontento
criollo— fue, de hecho, inversa. El control de los criollos "alarmó” a la
burocracia española.2764 La reforma borbónica fue “una consecuencia y no una
causa de la reivindicación criolla”.2765
Es evidente que, independientemente de cuál fuera el desarrollo del
problema y del grado de realidad de la percepción del mismo, el tema del "lugar"
que los peninsulares ocupaban en Hispanoamérica se había hecho "más agudo”,
es decir, más público y en la controversia, la administración colonial puso "todo
su peso" en favor de los peninsulares.2766 Se trataba no tanto de promulgar
nuevas leyes como de aplicar las antiguas.2767 El problema también se agudizó
porque, por un lado, hubo un significativo aumento demográfico de criollos, 2768
y por otro también una importante afluencia de nuevos inmigrantes debido
precisamente al esfuerzo español por "reconquistar” América y lograr una
expansión económica.2769 Además, no hay duda de que la situación fue
exacerbada por las "arbitrariedades” de las autoridades metropolitanas a los ojos
de los criollos2770 y por la "ineptitud y sospechas de deslealtad" de los criollos a
los ojos de las autoridades españolas.2771

2762
Ésta era la postura de los historiadores liberales del siglo xix. Todavía la reflejan
Diffie (1945, p. 488) y Haring (1947, pp. 136, 194). Collier (1963, p. 19) dice que es una
perspectiva exagerada pero real. Bonilla (1972, p. 58) considera que es cierta en lo que se refiere
al periodo 1776-1787. Para una discusión de la historiografía, véanse Campbell (1972a, p. 7) y
Burkholder (1972, p. 395).
2763
Eyzaguirre (1957, pp. 54, 57). Barbier (1972, p. 434) también subraya el papel
preponderante de los criollos en la administración.
2764
Campbell (1972a, p. 20).
2765
Marzahl (1974, p. 637).
2766
Halperín-Donghi (1972, p. 127).
2767
Véase Konetzke (1950).
2768
Véase las cifras en Chaunu (1964, p. 195).
2769
"Los burócratas y comerciantes acudieron en forma masiva a las colonias en busca de
un nuevo mundo, un mundo adecuado para los españoles que seguían siendo preferidos en la
administración superior, y donde el comercio libre tenía incorporadas salvaguardias para los
monopolistas peninsulares” (Lynch, 1973, p. 16).
2770
Liévano Aguirre (1968, p. 439).
2771
Campbell (1976, p. 55). Campbell se refiere de manera específica a la reacción de
306 Immanuel Wallerstein
Al igual que en Norteamérica británica, las sospechas mutuas creciéron,
quizá lenta pero continuamente. Existió, sin embargo, una complicación más: el
racismo. En Norteamérica británica, la situación estaba más o menos clara: por
un lado había blancos, por otro negros; la barrera racial era fuerte. Los indios
eran desdeñados, pero en gran parte eran ajenos al sistema económico; los
mulatos eran negros; y entre los blancos las distinciones se trazaban en gran
parte conforme a barreras clasistas claras, no complicadas por demasiadas
cuestiones étnicas. Sin duda, existían colonos de origen no británico sino alemán
por ejemplo. Pero fueran cuales fueran los antagonismos a este respecto, casi no
desempeñaron papel alguno en la revuelta política. Había lealistas y patriotas,
pero no peninsulares ni criollos.
Las distinciones raciales eran mucho más complejas en Hispanoamérica (y
en las colonias portuguesas y francesas). En lugar de una simple división de
blancos-negros (o no blancos), había una jerarquía muy compleja. Las realidades
de los hábitos sexuales a lo largo de tres siglos supusieron que los peninsulares
fueran "blancos puros” pero los criollos "más o menos blancos”. Como Señala
Lynch, de hecho muchos criollos tenían pieles oscuras y ásperas y labios
gruesos, "como el propio Bolívar”.2772
Sin duda, el hecho de tener sangre mixta (dos de cada tres, según Chaunu)2773
en una estructura en la que se cotizaba la "blancura" llevó a muchos criollos a
traducir su elevado estatus como "descendientes” (aunque teñidos de
ambigüedad racial) en una superioridad de clase sobre los recién llegados. El
grupo criollo, compuesto en gran parte por personas cuyos antepasados habían
llegado de Andalucía, Extremadura y Castilla en los siglos XVI y XVII
consideraban a los llegados en el siglo XVIII no como españoles, sino como
procedentes, en proporción exagerada, de las montañas cántabras y de Galicia.
“El folclor 'antigachupín’ [gachupín era una de las expresiones con que se
ridiculizaba a los peninsulares] no deja de recordar al folclor anticántabro y muy
especialmente al antigallego de Sevilla.”2774 Los criollos también llamaban a los
peninsulares godos, tal vez aludiendo a un paralelismo con la invasión de los
“bárbaros” godos en la España romana.2775 Los peninsulares replicaban
calificando a los criollos de "vagos”,2776 y los que se establecían como colonos
a menudo eran personas pobres con movilidad social ascendente. 2777 Los criollos
muchas veces parecían verse “atrapados en una dinámica de movilidad
económica descendente”.2778 El hecho es que los criollos y los peninsulares se
tomaban estos estatus muy en serio, aunque sólo hasta cierto punto. Gandía nos

Gálvez al papel de la milicia criolla en el levantamiento de Túpac Amaru.


2772
Lynch (1973, p. 19).
2773
Chaunu (1964, p. 197).
2774
Chaunu (1963, pp. 412-413). Chaunu señala que estas tensiones persistieron
durante las guerras carlistas en el siglo xix.
2775
Véase Chaunu (1964, p. 197).
2776
Brading (1971, p. 213).
2777
Véase Congreso Hispanoamericano (1953, p. 273).
2778
Brading (1973b, p. 397)
La descolonización de América 307

recuerda que cuando finalmente llegó la confrontación de la lucha política, las


etiquetas muchas veces no reflejaron la historia familiar sino la opinión política
del momento: "lo curioso es que estos supuestos criollos no eran siempre
criollos, sino españoles, y los españoles no eran españoles, sino criollos”. 2779
Con frecuencia, la posición económica era la consideración crucial. Como
afirma Izard, en referencia a Venezuela, “el enfrentamiento entre comerciantes
y terratenientes en realidad no se producía entre metropolitanos y crio- líos, sino
entre productores y compradores”.2780 La prueba, sostiene, es que los conflictos
continuaron después de la independencia, cuando todos los mercaderes
peninsulares habían desaparecido de la escena.
Lo que se manifiesta con claridad es que las reformas borbónicas
cristalizaron los problemas. El intento por reafirmar la autoridad central, tan
necesario si España quería limitar el inminente avance definitivo de los intereses
económicos británicos en Hispanoamérica —una "acción desesperada de
retaguardia”—2781 era un juego en el que no se podía ganar. Si Carlos III y su
ministro Gálvez hubieran fracasado, los británicos habrían ganado; pero Carlos
III y Gálvez no fracasaron. Por ejemplo, tuvieron bastante éxito imponiéndose
en la Iglesia. La expulsión de los jesuítas se logró con notable facilidad y resolvió
varios problemas financieros y de autoridad para el Estado español. Pero, en el
proceso, la lealtad de los criollos fue sometida a una dura prueba, puesto que los
más de mil jesuítas americanos que se embarcaron hacia Europa eran de hecho
"la flor y nata de la élite criolla”.2782 El precio de esta política fue la "hostilidad"
de quienes permanecieron;2783 y esta "hostilidad" —causada por la expulsión de
los jesuítas, por la sustitución de los corregidores por intendentes, por la subida
de los impuestos y la mayor eficacia en su recaudación— orientaría a las élites
hacia la independencia, en especial dada la evolución del clima político del
sistema mundial. En 1781, Marcos Matrero Valenzuela escribió un informe a
Carlos III prediciendo que esto sucedería.2784
Así ocurrió que, con posterioridad al tratado de París de 1763, en menos de
20 años América —toda América— parecía ineludiblemente encaminada a
establecer una serie de estados de colonos independientes. Los siguientes 50
años fueron únicamente el desarrollo de un modelo cuyas líneas generales, si no
su bosquejo detallado, ya se habían trazado. La razón de este proceso quizá no
estribe tanto en cierto tipo de devoción heroica a la "libertad” por parte de los
colonos o en algunos "errores” de juicio de los poderes metropolitanos —dos
líneas de argumentación predilectas— como en la acumulación de sucesivas

2779
Gandía (1970, p. 27).
2780
Izard (1979, p. 54).
2781
Brading (1984, p. 438).
2782
Ibicl. (p. 402). Véase también Bauer (1971, pp. 80-85). La expulsión de los jesuítas
marcó otro punto de crítico de cambio de la política de los habs- burgo a la de los borbones.
"Donde los habsburgo utilizaban sacerdotes, los borhones empleaban soldados" (Brading, 1971,
p. 27).
2783
Brading (1984, p. 403).
2784
Véase Muñoz Oraá (1960).
308 Immanuel Wallerstein
evaluaciones de costes y beneficios (por todas las partes) en el contexto del orden
mundial británico que acababa de surgir. Es indudable que no todo era frío
cálculo, pues una vez desencadenada, la aspiración de los colonos a la
independencia desarrollaría su ímpetu propio, el cual condujo a resultados que
muchas veces excedían los cálculos, más estrechos, de los intereses colectivos.
El resultado final fue beneficioso de formas distintas tanto para los británicos
como para los colonos de América, tanto del norte como del sur. Por supuesto,
el grado y la calidad de los beneficios variaron. Los principales perdedores
fueron los estados ibéricos y las poblaciones no blancas de América. Fue un
enfrentamiento desigual y, en retrospectiva, el resultado podría parecer evidente.
La alianza a largo plazo de los vencedores fue la que proporcionó la mayor
estabilidad política inmediata al sistema mundial y fue, por consiguiente, óptima
para la acumulación mundial de capital.
En 1781, las fuerzas de Estados Unidos derrotaron a las británicas en
Yorktown. En Gran Bretaña, esto se vivió como una gran derrota y sin duda bajó
los humos a los británicos; pero la paz no se concluyó hasta el tratado de
Versalles de 1783. La razón de esto da cierta perspectiva a la verdadera situación
militar mundial. Gran Bretaña no combatía únicamente con sus colonias; estaba
también en guerra con Francia, España y los Países Bajos, y la mayor parte de
Europa estaba alineada en contra de ella. En los dos años que transcurren entre
1781 y 1783, la flota británica derrotó decisivamente a la francesa en las Indias
Occidentales en la Batalla de los Santos. Y el ataque franco-español a Gibraltar
fracasó. Estos éxitos británicos frente a sus enemigos europeos compensaron la
derrota de Yorktown y supusieron que, después de 1783, "Britannia siguiera
gobernando las olas a pesar de haber perdido sus trece colonias continentales”. 218
Desde el punto de vista británico, 1783 no señaló una paz, sino una tregua
en las operaciones bélicas. No hubo interrupción en el avance hacia la
hegemonía. Ya hemos discutido (en el capítulo 2) cómo los franceses abordaron
después la cuestión británica: el tratado de Edén, la revolución, las guerras
revolucionarias, la expansión napoleónica y el bloqueo continental. Ahora
tenemos que ocupamos de la historia de cómo
2,8
Gottschalk (1948, p. 7). Véase también Anderson (1965, pp. 267-268).
intentaron defender sus intereses las poblaciones de colonos. Después de 1783,
hubo tres "momentos” clave que alteraron el equilibrio de fuerzas en la lucha de
los colonos: la revolución de Haití, la invasión napoleónica de España y el
colapso definitivo de los franceses en 1815. Intentaremos seguir la historia desde
la perspectiva de los americanos con estos tres puntos de referencia.
Después de 1783, Estados Unidos recientemente independiente intentó
cosechar los frutos de su victoria, lo que demostró ser más difícil de lo que
esperaba. En particular, dos de sus objetivos económicos principales —obtener
una expansión significativa de sus exportaciones a Europa, al Caribe y a otros
lugares, y obtener el acceso a y el control de los territorios fronterizos del
continente norteamericano- no estaban en modo alguno garantizados por el mero
La descolonización de América 309

hecho de acabar con el sometimiento a Gran Bretaña. Además, la guerra


revolucionaria había suscitado numerosos conflictos sociales internos que
amenazaban la estabilidad del nuevo Estado y, por consiguiente, sus
posibilidades de alcanzar los objetivos económicos que los colonos se habían
propuesto.
Durante la guerra de Independencia, el Congreso Continental había cortado,
obviamente, los lazos económicos con Gran Bretaña. Internacionalmente, el
Congreso Continental adoptó una sólida posición en favor del libre comercio ya
desde 1776, posición que mantuvo durante toda la guerra. 2785 La pérdida del
acceso a las manufacturas británicas se compensó en parte incrementando las
manufacturas interiores y aumentando las exportaciones de Francia, los Países
Bajos y España. Estas últimas se financiaron en una pequeño porcentaje
mediante las exportaciones, y en mayor medida por subsidios y créditos así como
por el hecho de que las fuerzas expedicionarias francesas apuntalaron el sector
productivo por sus propios gastos. En general, sin embargo, la guerra no tuvo
"efectos revolucionarios" sobre la economía y, en particular, sobre el sector
manufacturero.2786
Además, en la depresión comercial de la posguerra inmediata Gran Bretaña
(la derrotada) pareció correr mejor suerte que Estados Unidos y Francia (los
vencedores). En lo esencial, Estados Unidos mantuvo una relación de
dependencia respecto a Gran Bretaña,2787 cosa que causó cierta frustración tanto
en Estados Unidos como en Francia. Basándonos en los datos actuales, las
razones parecen bastante obvias. Para Estados Unidos, los centros comerciales
británicos eran sólidos y su oferta no era cara; sobre todo, los comerciantes de
Estados Unidos “hacía tiempo que habían establecido relaciones comerciales”
con ellos, lo que significaba que se disponía de créditos a largo plazo. Tampoco
debe olvidarse el valor de un lenguaje y una cultura comunes. 2788 Además,
después de 1783 los comerciantes británicos “se habían puesto en marcha para
reconquistar el comercio americano”. El gobierno británico les ayudó ofreciendo
a esos comerciantes las mismas quitas, exenciones y bonificaciones que recibían
cuando Estados Unidos todavía era colonia británica. 2789 Por contraste, para los

2785
Véase Bemis (1935, pp. 45-46) y Nettels (1962, pp. 1-6).
2786
Nettels (1962, p. 44); véase también Walton y ShepherdJ1979, pp. 181- 182). Por
contraste, la guerra de Independencia estadunidense parece que prestó un buen servicio a
Escocia a este respecto. Al acabar con la función de Glasgow como centro de distribución
comercial, obligó a reestructurar las prioridades económicas. "Mientras Glasgow retuvo su
monopolio del tráfico de tabaco con América, las manufacturas —incluso la manufactura de
algodón— tendieron a conservar su subordinación al comercio" (Robertson, 1956, p. 131).
2787
“Para Gran Bretaña, la pérdida [de la güeñ a] fue mayor en lo referente a prestigio
que a intereses materiales: la independencia material de Estados Unidos quedó muy rezagada
respecto a la consecución y uso de la soberanía nacional" (Marshall, 1964a, p. 23.)
2788
Clauder (1932, p. 16).
2789
Nettels (1962, p. 47), que también señala que los "mercaderes británicos, en
posesión de abundante capital, adelantaban mercancías con cargo a créditos de doce a dieciocho
meses vista" (p. 231).
310 Immanuel Wallerstein
comerciantes franceses desarrollar el comercio con Estados Unidos implicaba
crear nuevos canales comerciales y, dadas las pérdidas que los comerciantes
portuarios habían sufrido durante la guerra, en 1783 no podían "permitirse el
lujo de grandes innovaciones”.2790
Así, Estados Unidos volvió a encontrar su comercio en manos británicas,
aunque con un volumen global inferior2791 y con ambos países "en posición
desigual” Esto se debía a que, "por muy valioso que el comercio americano fuera
para Inglaterra, el comercio inglés era vital para América”.2792 No es de extrañar
la reflexión de Arthur Young, en una conversación con el abate Raynal en 1789,
sobre que "era un suceso de lo más extraordinario en la política mundial’’ que
se perdiera un imperio "y se ganara con la pérdida”.227
La zona más obvia para desarrollar las expectativas de expansión comercial
de Estados Unidos era el Caribe, con el que mantenían relaciones comerciales
desde hacía tiempo. Pero también aquí la década de 1780 demostró ser un
periodo difícil, pues ninguna de las islas de las Indias Occidentales británicas se
había sumado a la guerra de Independencia norteamericana, pese a diversas
declaraciones de simpatía en toda la zona y cierto grado de apoyo secreto. 228 La
razón, probablemente, fuera doble: la demografía, es decir, el hecho de que los
negros (en su mayoría esclavos) constituyeran siete octavas partes de la
población229 y la vulnerabilidad militar de las islas pequeñas a la fuerza naval
británica.230
Sin embargo, el vínculo entre las colonias continentales y las Indias
Occidentales británicas se había consolidado en las décadas anteriores al inicio
de la revolución, precisamente por el hecho de que la producción de azúcar, cada
vez más en régimen de monocultivo, había originado en las islas de las Indias
nían de Gran Bretaña, y los ingresos fiscales americanos provenían en su mayor parte de la
tarifa sobre las importaciones. El haber desbaratado de súbito las relaciones comerciales [...]
habría significado la destrucción de tres cuartas partes del comercio exterior americano. Para
utilizar una fórmula posterior de Alexander Hamilton, habría cortado de raíz el crédito" (1923,
pp. 35-36).
Además, los británicos eran conscientes de su ventaja en esta época. Lord Sheffield
argumentó en favor de mantener el rigor de las Leyes de Navegación del siguiente modo:
"Podemos sin duda ser amistosos y estar bien dispuestos hacia ellos, pero debemos esperar los
acontecimientos en lugar de intentar forzarlos [...] y con una administración prudente [Gran
Bretaña] obtendrá tanto del comercio [con Estados Unidos] como pueda desear.” (Citado en
Stover, 1958, p. 405.)
227
Young continúa en el estilo de un sofisticado descolonizador imperial del siglo xx,

2790
Meyer (l-979b, p. 181). Véase también Fohlen (1979) sobre las razones de que los
comerciantes franceses perdieran su "oportunidad única para expulsar a los británicos del
mercado norteamericano" (p. 98).
2791
"El comercio exterior, medido por las exportaciones a Gran Bretaña a lo largo de la
década de 1780, no llegó a los dos tercios de su nivel prerrevolucio- nario” (Jeremy, 1981, p.
14).
2792
Benians (1940, p. 16). Bemis también sostiene que en esta época, el comercio anglo-
americano "era vitalmente necesario para la existencia nacional de Estados Unidos. El 90% de
las importaciones americanas [1789] prove-
La descolonización de América 311
manifestando dudas respecto a si los estados colonizadores podrían ponerse en situación de
abandonar a voluntad sus colonias, incluso aunque "renunciar a ellas fuera juicioso". Y
continúa: "Francia se aferró a St. Do- mingue; España a Perú; e Inglaterra a Bengala." (Citado
en Lokke, 1932, p. 155.) Como sabemos, las dos primeras potencias estaban a punto de perder
su capacidad de aferrarse a estas colonias.
22S
Véanse Brathwaite (1971, pp. 68-71) y Kerr (1936, p. 61).
229
Véanse las cifras en Knollenberg (1960, p. 298). Las dos colonias que apoyaron más
activamente a las trece colonias fueron Bermudas y las Baha- mas, únicos lugares con una
mayoría de colonos blancos.
230
Véase Brown (1974, p. 20). Ésta es por supuesto una de las principales afirmaciones
que se ofrecen para explicar por qué Nueva Escocia no apoyó la guerra de Independencia.
Occidentales una gran necesidad de importar alimentos. Las interrupciones de
la guerra causaron "graves dislocaciones a corto plazo” de este nexo comercial
y elevaron el coste de la producción de azúcar, 2793 dando a las Indias
Occidentales una importante motivación para reanudar las relaciones tan pronto
como fuera posible. Sin embargo, después de 1783 Gran Bretaña impuso en sus
colonias en las Indias Occidentales el veto a los barcos estadunidenses, que
también estaban excluidos de las colonias españolas,2794 lo que también supuso
un revés para los propietarios de las plantaciones de azúcar. “A partir de 1783
las plantaciones marginales comenzaron a hundirse.”2795
Dado que las perspectivas comerciales externas parecían sombrías de
momento para el nuevo Estado de colonos, pensaron que al menos podían
expandir su desarrollo económico en el continente colonizando las zonas
"fronterizas”. Pero ni Gran Bretaña ni España tenían intención alguna de facilitar
esta ambición, diametralmente opuesta a sus propios intereses. Cabe imaginar la
mitad oriental del continente norteamericano como un rectángulo en el que, en
1783, los nuevos Estados Unidos constituían una caja dentro de otra. Aunque su

2793
Knight (1983, pp. 243, 246-247).
2794
Véase Walton y Shepherd (1979, p. 183). Williams cree que el razonamiento que
subyace al decreto de diciembre de 1783 que veta a los barcos estadunidenses se basa en la
arrogancia respecto a la incapacidad de Estados Unidos para tomar represalias: "Fue la
consideración del interés del comercio marítimo [...] la que prevaleció. Se insistió en que Gran
Bretaña no tenía que temer ni la competencia exterior ni la interior en el mercado americano de
productos manufacturados.
"Los hechos parecieron justificar rápidamente la suposición de que el control británico del
mercado americano era firme" (1972, pp. 220, 222).
También perdieron la protección de los navios de guerra británicos para su comercio
mediterráneo, lo que tendría como consecuencia sus problemas con los piratas berberiscos. En
lo tocante a Irlanda, el comercio directo había sido "insignificante durante el período colonial"
y no se expandió ahora (Nash, 1985, p. 337).
El único aspecto positivo, aunque sólo fuera significativo a largo plazo, fue la apertura del
comercio con China, "consecuencia directa de la revolución" (Steeg, 1957, p. 366).
2795
Craton (1974, p. 240), llega a afirmar que ni "el crecimiento del 70% [de la
producción de azúcar] entre 1783 y 1805 era indicativo de una gran rentabilidad sino al
contrario: representaba un intento de volver a alcanzar beneficios incrementando la producción,
con resultados inflacionistas" (pp. 245-246).
La pérdida de las importaciones de alimentos estadunidenses estuvo acompañada de una
serie de huracanes sin precedentes de 1780 a 1786, que devastaron la vegetación. El resultado,
señala Sheridan (1976a, p. 615), fue una "crisis de subsistencia”.
312 Immanuel Wallerstein
frontera oriental coincidía con la de la caja mayor, el Océano Atlántico,
al norte estaba rodeado por Canadá, que estaba excluido de su jurisdicción; al
sur, todo el margen septentrional del Golfo de México (de Luisiana a Florida)
estaba bajo jurisdicción española; y al oeste, existía una vasta zona entre el
Misisipi y los Apalaches cuya jurisdicción estaba sujeta a controversia.
En las negociaciones de paz en Versalles, estaba descartado el hecho de que
Estados Unidos pudiera obtener Canadá. Ni militar ni políticamente habían
logrado asegurarlo durante la guerra; además de que carecían de apoyo
diplomático francés a este respecto.2796 Los británicos mostraban, si cabe, más
desinterés que los franceses respecto a Canadá.2797 La cuestión importante era si
se permitiría a Estados Unidos expandirse hacia el oeste. El tratado de 1783
dispuso que Gran Bretaña entregaría los denominados puertos occidentales,
ocho puestos fronterizos en el lado americano de la línea fronteriza que iba del
lago Michigan al lago Champlain. Los británicos adoptaron tácticas dilatorias,
con la excusa de que Estados Unidos se negaba a restituir las propiedades
confiscadas a los lealis- tas, mientras que éste replicaba que los británicos habían
permitido a miles de esclavos negros emigrar a Canadá (por tanto, no "restituían
la propiedad”). En realidad, los británicos sólo intentaban dar a los comerciantes
de pieles canadienses tiempo suficiente "para reorganizar su negocio y retirar
sus propiedades”.2798 La cuestión quedaría pendiente hasta el tratado de Jay de
1796; pero la disputa con los británicos acabaría resolviéndose porque Gran
Bretaña confiaba que sería capaz de mantener a Estados Unidos como una
especie de satélite económico.237 Además, es probable que los británicos fueran
escépticos respecto a las posibilidades del gobierno de los nuevos Estados
Unidos para resolver el obstáculo real a su expansión hacia el oeste, la fuerte
tendencia al separatismo por parte de los hombres de la frontera. 238
La situación en el noroeste era compleja. Además de Estados Unidos y Gran
Bretaña, cada uno de los estados de Estados Unidos tenía intereses divergentes,
del mismo modo que los comerciantes de pieles y los especuladores de tierras o

2796
Sobre la continuidad de la política francesa en este aspecto de Choiseul a Vergennes,
véase Trudel (1949b, p. 131). En 1778 Choiseul, desde su retiro, escribió un informe a
Vergennes, en el que defendía que Francia debía buscar que, como resultado de la guerra,
Estados Unidos alcanzara la independencia, pero que Canadá, Nueva Escocia y las Carolinas
siguieran en manos británicas. Vergennes a su vez explicó a Gérard que tal resultado
garantizaría que las colonias, una vez independientes, "prolongarían en forma indefinida su
ruptura con Inglaterra en beneficio de Francia”.
2797
"La despreocupación con que lord Shelburne y su enviado Richard Os- wald parecían
dispuestos durante la primavera de 1782 a desprenderse de todo Canadá como una adición
gratuita a un Estados Unidos independiente, puede explicarse [por sus opiniones sobre el libre
comercio]. A grandes rasgos su idea era que Gran Bretaña poseía tal ventaja sobre Estados
Unidos en la industria y en el comercio que la antigua Norteamérica británica debía seguir
siendo un mercado rico y en expansión, independiente o no. El objetivo real era excluir a
Francia tanto como fuera posible" (Brebner, 1966b, p. 62).
2798
Jones (1965, p. 508). Véase también Burt (1931). Rippy sugiere otro motivo para las
reticencia británica a ceder los puertos, el temor de que esto permitiera a Estados Unidos
"amenazara Canadá” (1929, pp. 23-24).
La descolonización de América 313

que los pioneros blancos y los americanos nativos (los denominados indios).
El problema, visto desde la perspectiva del nuevo país, implicaba dos
cuestiones sucesivas: en primer lugar, dar una solución interna a las
reivindiciones de algunas de las trece colonias frente a las demás: solucionar
después las disputas entre la costa este (en algunas zonas llamada la "Ribera”
[Tidewa- ter]) y la frontera (en gran parte, aunque no exclusivamente, la zona
transapaláchica).
El primer problema giraba en torno a supuestos derechos históricos. Seis
estados —Massachusetts y Connecticut (en el
Los franceses no estaban descontentos con las tácticas dilatorias británicas. Véase Trudel
(1949a, p. 195). Canadá no era una fuerza unida a este respecto. Los grandes comerciantes
pensaban que el tratado de 1783 había destruido el antiguo imperio comercial del San Lorenzo
y hasta 1815 mantuvieron la presión para que se controlaran las fronteras. Pero 1783 también
señaló la llegada a Canadá de los lealistas de las colonias ahora independientes, lealistas que
eran fundamentalmente agricultores y establecieron una "producción para la exportación en el
corazón del primitivo Estado comerciante de pieles" (Creigh- ton, 1937, p. 89).
En lo que se refiere a Estados Unidos el acceso al oeste se presentaba como una especie de
' compensación” que les permitiría tanto absorber la deuda pública como conceder a una
importante cantidad de personas la oportunidad de "de rehacer sus fortunas" (Henderson, 1973,
p. 187). Por consiguiente la demora británica parecía inadmisible.
237
"Durante las primeras dos décadas posteriores a 1783, la relación económica de
Inglaterra con Estados Unidos redujo el papel [de Canadá y Terranova] a uno de menor
importancia" (Graham, 1941, p. 56). Véase también Brebner (1966, p. 85), que observa que el
"contraste entre la intransigencia británica [frente a Estados Unidos] en cuestiones marítimas y
su condescendencia en las continentales".
238
Harlow (1964, p. 603) sostiene que la opinión prevaleciente en los círculos del
gobierno británico en este Momento era que "parecía probable que la frontera occidental de
Estados Unidos se mantuviera en los Montes Alleghenv y Apalaches. No parecía viable que un
gobierno federal junto a la costa atlántica pudiera extender su autoridad sobre el vasto territorio
ultramontano despoblado”.
norte) y Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia (en el sur)—
pretendían que sus cartas fundacionales "de mar a mar” les permitieran una
expansión indefinida hacia el oeste. Los estados intermedios —Pennsilvania,
Maryland, Dela- ware y Nueva Jersey— que no tenían tales cláusulas en sus
documentos de fundación y que por consiguiente quedarían excluidos de la
ñebre de la especulación con tierras, intentaron organizar compañías privadas
(por ejemplo, la Indiana Com- pany y la Illinois-Wabash Company) y
recurrieron a la ayuda del nuevo Estados Unidos, como en épocas anteriores
habían recurrido a Gran Bretaña.2799 El resultado fue la ordenanza nor-

2799
Véase Jensen (1936, pp. 28-30; véase también 1939). Los planes de expansión fueron
interrumpidos por la guerra de Independencia americana. Antes de ella se había constituido la
Vandalia Company mediante la fusión de la Indiana Company y la Ohio Company. En 1773 la
empresa había obtenido de los comisionados de comercio y plantaciones un informe
recomendando que se le cediera un territorio que, aproximadamente, incluiría la actual Virginia
occidental y el este de Kentucky v que sería denominado Vandalia. "Aunque todos los
procedimientos de transferencia a excepción de unas pocas formalidades se habían efectuado,
el estallido de la Revolución americana detuvo la cesión" (Tumer, 1895, p. 74).
314 Immanuel Wallerstein
occidental de 1787. Los estados con derechos “de mar a mar” los cedieron a
Estados Unidos, permitiendo la venta de tierras (y reduciendo de este modo la
deuda de Estados Unidos), pero sólo en parcelas de 640 acres (lo cual satisfacía
a los grandes especuladores de tierras de forma "democrática”).
La ordenanza, sin embargo, incluía otra cláusula, la posibilidad de crear
nuevos estados en la región. Esta cláusula, que una vez más excluía cualquier
"imperialismo” de la costa oriental, sería finalmente la solución para la tensión
entre los habitantes de la costa y del interior que acosó al Congreso Continental
durante toda la revolución: la hostilidad de los “reguladores” en Carolina del
Norte y la ambivalencia de Ver- mont hacia la causa revolucionaria.2800 En
general los "occidentales", en particular los habitantes de los nuevos territorios
de

2800
En los libros de texto de Estados Unidos, Ethan Alien es un héroe revolucionario.
En realidad él y sus hermanos establecieron una comunidad independiente en 1777 y
negociaron con los británicos el reconocimiento de la independencia de Vermont, negociación
que se prolongó hasta 1789 cuando Levi Alien viajó a Londres para ofrecer un trato a Jorge III.
Después de ulteriores negociaciones con el estado de Nueva York (que renunció a algunas
reivindicaciones territoriales en 1790), Vermont "entró" en Estados Unidos como decimocuarto
estado en 1791. Véase Brebner (1966b, pp. 66-67). La "independencia” de Maine frente a
Massachusetts implicó procedimientos semejantes. Véase Greene (1943, pp. 408-409).
315 Immanuel Wallersíein
Kentucky y Tennessee, consideraban el control del congreso como "liberación
del gobierno de los territorios costeros en las legislaturas”.2801 Los habitantes de
la frontera se veían como "colonos oprimidos” y veían a los gobiernos estatales
de la costa este en el papel de "tirano anteriormente desempeñado por Jorge
III".2802 Además, la geografía económica de la situación era tal que resultaba más
fácil embarcar sus productos por las vías acuáticas interiores hacia las zonas
británicas y, al sudoeste, hacia las zonas españolas, que enviarlos por tierra a los
estados de la costa este.2803
La ordenanza noroccidental desvió este resentimiento creando una distinción
entre el gobierno central de Estados Unidos y los estados orientales. Pero existía
una segunda cuestión que disuadía a las zonas fronterizas del separatismo al que
se sentían tentados: los indios. Los británicos desarrollaron la táctica tradicional
de intentar crear un “Estado tapón indio neutral” dentro de Estados Unidos, 2804
y los pobladores de la frontera codiciaban sobre todo las tierras indias “no
cedidas”. Aquí era donde Estados Unidos podía ayudarles, en particular después
de 1789, cuando se creó formalmente un gobierno federal y, al mismo tiempo,
la atención de Gran Bretaña se desvió por causa de la Revolución francesa y sus
consecuencias. "Los quebrantos de Europa fueron la ventaja de América." 2805 Es
decir, una ventaja para los colonos blancos, no para los americanos nativos. Para
estos últimos,
el presidente estadunidense era un hombre a temer, la figura directamente análoga al zar,
emperador y sultán: para los creeks y los chero- kees, chickasaws, shawnees, winnebagos y
muchos otros, la nueva ciudad de Washington era lo que San Petersburgo fue para los
finlandeses, Pekín para los miao o Constantinopla para los serbios: la sede de un poder
caprichoso y tiránico.2806
Mientras que la actitud de Gran Bretaña respecto a la expansión de la frontera
estadunidense era la de un poder hegemóni- co manejando un problema menor,
aunque perturbador, los españoles tenían que tomar la cuestión con más
seriedad. España estaba defendiendo un imperio americano ya asediado, y no
podía permitir ni el éxito económico de Estados Unidos ni la difusión de su
ejemplo político. Los tratados de paz británico- estadunidenses y el tratado de
paz hispano-británico fueron firmados el mismo día, el 3 de septiembre de 1783.
Sin embargo, se contradecían mutuamente en un aspecto crucial que afectaba a
todo el valle del Misisipi. El tratado con Estados Unidos le otorgaba la libre

2801
Tumer (1896, p. 268).
2802
Whitaker (1962a, p. 92).
2803
Véase Bemis (1916, p. 547).
2804
Bemis (1923, p. 109). Stevens (1926, pp. 14-15) sostiene que el éxito británico con
los indios les permitió mantener la supremacía comercial en el noroeste hasta después de la
guerra de 1812. Véase también Wright (1975, p. 35).
2805
Bemis (1943, p. 18).
2806
Meinig (1986, pp. 369-370). Chaunu (1964, p. 183) considera que los comerciantes
en pieles y los colonos desarrollaron frente a los indios una operación de conquista espacial en
dos fases. "Una vanguardia de tramperos precedía a la auténtica frontera, la de los agricultores
(con el fuego y el hacha)
316 Immanuel Wallerstein
navegación del río Misisipi y fijaba la frontera sur en el paralelo 30’. El tratado
con España no mencionaba la navegación del Misisipi, pero establecía que
España retendría Florida occidental que, de acuerdo con un decreto real de 1764,
incluía el puerto fluvial de Natchez en el Misisipi y todo el territorio al norte
hasta un punto situado en torno a los 32°26’. 247
Al principio, los españoles tuvieron dificultades para distinguir entre su
enemigo tradicional, Inglaterra, y su descendiente, Estados Unidos, a quien se
referían como "angloamericanos”.248 Pero la distinción empezó a tomar carta de
naturaleza, y no en beneficio de Estados Unidos. Quizá los españoles leyeron la
astuta predicción de Jacques Accarias de Sérionne de 1776:
La Nueva Inglaterra quizás es más de temer que la antigua, en lo que se refiere a la pérdida de
las colonias españolas. La población y la libertad de los angloamericanos parecen un anuncio
distante de la conquista de las zonas más ricas de América y el establecimiento de un nuevo
imperio de ingleses, independiente de Europa.249

Los españoles descubrieron que los comerciantes británicos de los puertos


recientemente adquiridos de St. Agustine, Mobile y Pensacola les favorecían
respecto a los mercaderes de Estados Unidos, con los que tenían "enconadas
rencillas”. Los españoles, sin embargo, tuvieron que pagar un precio derivado
de su propia debilidad económica. "Para evitar que los americanos
[estadunidenses] comerciaran con sus vecinos indios, [España]
haciendo retroceder a los indios, ya conquistados por el whisky, el ron y, con más seguridad,
por las armas de fuego."
247
Véase Whitaker (1962a, p. 11).
248
Ihid. (pp. 33-34).
249
Accarias de Sérionne (1776, vol. i, p. 73).
tuvo que permitir que los ingleses comerciaran con ellos a través de sus propios
puertos.”2807
España como defensora del comercio de pieles en el sudoeste frente a
Estados Unidos como especulador de tierras, tenía todavía menos posibilidades
de triunfar que Gran Bretaña en esa misma función en el noroeste, en especial si
se tiene en cuenta el importante papel de los no españoles en la economía local
de Luisiana y las Floridas. España nunca logra integrar estas zonas (todas recién
adquiridas) en su propio sistema colonial, y esto presagió la pérdida de las dos
colonias (en 1815 y 1819, respectivamente) en favor de Estados Unidos. 2808
El nuevo Estados Unidos no sólo era una nueva potencia americana que

2807
Whitaker (1962a, pp. 37, 43). Véase también Williams (1972, pp. 57-59). Esto tuvo
un precedente. Cuando los españoles asumieron el control efectivo de Luisiana de los
franceses con la llegada del general O’Reilly a Nueva Or- leans en 1769, expulsaron a la clase
comercial inglesa. Pero cuando en 1770 O’Reilly, de vuelta en La Habana, prohibió la
exportación de tabaco de Luisiana de calidad inferior por la amenaza que suponía para las
exportaciones cubanas, los ingleses regresaron de facto como comerciantes clandestinos.
Véase Clark (1970, pp. 170-180).
2808
Véase Whitaker (1928, p. 198) v Clark (1970, p. 220).
La descolonización de América 317

perseguía intereses económicos; también era un símbolo de la independencia de


los colonos que se convirtió en adalid de un principio de republicanismo. Pero,
¿qué era una república? Muchos consideraban que era la combinación de una
ideología de libre comercio, hombres libres e igualdad. Ya hemos visto que en
la década de 1780 Estados Unidos no tuvo mucho éxito en el fomento del libre
comercio. En efecto, como observa McCoy, la crisis comercial de la década 1780
tuvo un "efecto profundamente perturbador en la imagen que los americanos
tenían de sí mismos y de su sociedad”.2809 El fracaso en el comercio exterior fue
sin duda uno de los elementos que produjeron la crisis constitucional de 1783-
1791, momento en el que estuvo en tela de juicio la supervivencia del nuevo
Estado como entidad política unificada. Pero, a largo lazo, lo que tuvo mayor
importancia para el sistema mundial, en la medida en que Estados Unidos se
presentaba como modelo de independencia de los colonos y era considerado
como tal, fue el modo como resolvieron las cuestiones de la libertad y la igualdad
en este periodo.
La cuestión de la libertad no giraba en torno a los americanos nativos. Eran
ajenos al Estado (y desde el punto de vista
constitucional, en Estados Unidos siguieron siéndolo hasta 1924). Los
colonos deseaban desplazar a los indios de sus tierras y no incorporarlos como
mano de obra a sus actividades económicas.2810 Los negros, en gran parte
esclavos, no eran ajenos al Estado; eran una parte integral, es más, central, del
proceso productivo. En 1774, la población de las trece colonias (excluyendo a
los indios) era de 2.3 millones de personas. De éstas, un 20% estaba formado
por esclavos negros y otro 1% por negros libres. 2811 El siglo XVIII contempló un
continuo aumento de las importaciones de esclavos a América. 2812 Una de las
principales razones de esto fue la brusca decadencia y eliminación final del
sistema de contratación de trabajadores inmigrantes durante un plazo fijo
[indentured labor]. En el caso de Norteamérica, durante el siglo xvn la mayoría

2809
McCoy (1980, p. 105).
2810
Sobre el limitado significado para los indios de la propia Ley de Ciudadanía de 1924,
véase Lacy (1985, pp. 914 y ss.). Los debates sobre los artículos de la Confederación respecto
a los indios giraban en tomo al papel del gobierno central frente al de los estados. La victoria
del centro fue de hecho una victoria de la exclusión ideológica de los indios del cuerpo político.
"El concepto de territorio indio [Indian Country] salió fortalecido. El territorio indio no solo
eran aquellas tierras más allá de las fronteras prohibidas a los colonos y a los comerciantes no
autorizados, sino también era el área a la que se extendía la autoridad federal. Las leyes
federales que gobernaban a los indios y al comercio con los indios únicamente tenían vigencia
en el territorio indio; fuera de él, no tenían validez" (Prucha, 1970, p. 31).
Esta actitud de exclusión divergía de la adoptada en el periodo colonial temprano, cuando
se pensaba que los indios podían "incorporar [las costumbres europeas] a su propia vida"
(McNickle, 1957, p. 8).
2811
A. H. Jones (1980, p. 39, cuadro 2.4). Las cifras de Main para 1760 muestran el 23%
.de la población como esclavos negros, de los que 4/5 se encontraban en los estados del sur
(1965, p. 271).
2812
Véase Curtin (1969, p. 216, cuadro 6.5) para un cálculo que muestra una
duplicación de su volumen a lo largo del siglo.
318 Immanuel Wallerstein
de estos trabajadores contratados era inglés, pero el perfil étnico cambió en el
siglo xviii, durante el cual un gran porcentaje fue de alemanes, suizos, escoceses,
irlando-escoceses, irlandeses, etcétera.2813 Las dos últimas décadas de la era
colonial contemplaron el “rápido abandono del trabajo servil” en las principales
ciudades del norte. En parte esto se debía a las dificultades económicas y
condujo incluso al "resentimiento por la competencia del trabajo esclavo” de los
artesanos y a ataques contra la esclavitud.2814 Pero la razón a largo plazo fue que,
dada la creciente demanda de trabajo, la elasticidad de la oferta de esclavos era
mucho mayor que la de los trabajadores contratados, y por tan

2813
Véase Morris (1946, pp. 315-316).
237
Nash (1979, pp. 320-321).
319 lmmanuel Wallerstein
to los costes de estos últimos aumentaron respecto a los costes de los
primeros.2815
Cuando Jefferson intentó incluir en la Declaración de Independencia una
sección que denunciaba a Jorge III por obstaculizar los esfuerzos por prohibir el
tráfico de esclavos, se topó con "airadas objeciones” no sólo de los delegados de
Georgia y Carolina del Sur, donde los esclavos eran abundantes, sino también
de los delegados de Massachusetts, Connecticut y Rhode Island, estados en los
que el tráfico de esclavos seguía siendo un negocio importante.2816 La esclavitud
existía incluso en los estados del norte, donde aun siendo "relativamente
reducida” numéricamente, seguía siendo una "práctica común y aceptada”. 2817
La guerra de Independencia estadunidense replanteó la cuestión, puesto que
tanto británicos como colonos consideraron la posibilidad de utilizar negros
como soldados. Aunque la idea no era popular, incluso en Inglaterra, "la guerra
impuso sus propias realidades”. Al principio los británicos reclutaron negros y
después, con mayores reticencias, también lo hicieron el Congreso Continental
y la mayoría de los estados del norte, concediendo la libertad como "recompensa
por la fidelidad en el servicio”.2818
Los negros (libertos y esclavos) maniobraron lo mejor que pudieron. Los
que se hicieron lealistas no eran tanto "probritánicos como pronegros”, y se
consideraban como "abogados de la liberación negra”. 262 Otros se unieron a la
causa revolucionaria, contribuyendo a un proceso de erradicación de la
esclavitud que, al final de la guerra, se había iniciado en todos los estados del
norte con la excepción de Nueva York y Nueva Jersey. 263 En el mejor de los
casos, estaba claro que el mensaje era ambiguo. Y la pauta de actuación de la

2815
Véase Galenson (1981b, p. 175). Entre las razones que se adujeron en Georgia en
esta época en defensa pública de la esclavitud estaba la de que los "esclavos podían ser
alimentados, vestidos y alojados con una cuarta parte del coste de la manutención de sirvientes
blancos". Además, se decía que los esclavos trabajaban mejor que los sirvientes blancos,
quienes eran "seleccionados entre los desechos de la sociedad blanca, no estaban acostumbrados
al trabajo agrícola, no aceptaban la idea del trabajo duro, eran vulnerables a los ‘calores’ y
‘fríos’ de Georgia, y tenían grandes probabilidades de huir con éxito de sus señores" (Gay y
Wood, 1976, p. 356).
En 1774, los franceses abolieron formalmente el sistema de engagés (trabajadores
contratados), recurriendo desde entonces al trabajo esclavo como "la única solución al problema
de la mano de obra colonial” (Vignols, 1928a, p. 6).
2816
Aptheker (1960, p. 101). El tráfico de esclavos estaba concentrado sobre todo en
manos de los comerciantes de Rhode Island, que entre 1725 y 1807 pasaron a controlar del 60
al 90% del tráfico. Véase Coughtry (1981, pp. 6, 25).
2817
Zilversmit (1967, p. 7).
2818
Quarles (1961, pp. 100, 198). Véase también Berlín (1976, pp. 352-353). Quizá la
rivalidad entre británicos y colonos por el apoyo negro fue iniciada por lord Dunmore,
gobernador de Virginia, quien en noviembre de 1775 prometió la libertad a los esclavos que se
sumaran a sus filas y portaran armas. "Los británicos no intentaban iniciar una revolución, sino
poner fin a una rebelión. Su política básica era la del status quo ante bellum" (Robinson, 1971,
p. 105). Cuando las tropas británicas abandonaron Estados Unidos al finalizarla guerra, se
llevaron consigo "miles" de negros a Gran Bretaña, Canadá, las Indias Occidentales e incluso a
África (Berlin, 1976, p. 355). Esto se convirtió,
320 Immanuel Wallerstein
posguerra siguió siéndolo. La ordenanza del noroeste de 1787 sí prohibió la
esclavitud en esta región, y la cuestión del tráfico de esclavos fue muy debatida
en la Convención Constitucional. El famoso compromiso, una abolición total del
tráfico de esclavos que habría de tener lugar 20 años después (en 1808) tuvo el
importante efecto colateral de empujar a la esclavitud "más hacia el sur”. 264
Setenta años después, en 1857, el magistrado Roger Taney declararía en la
sentencia sobre el caso Dred Scott que, en 1787, los negros "no tenían derechos
que el hombre estuviera obligado a respetar”. Como dice Litwack, esto no era
"tanto un síntoma de crueldad moral como una importante verdad histórica". 265
Los "derechos inalienables” de los colonos no incluían todavía a los negros.
¿Eran al menos todos los colonos blancos iguales? No del todo, pues se sabe
que existió una desigualdad creciente en el periodo anterior a la guerra de
Independencia. Se trata más bien de saber si la propia guerra y el periodo
inmediatamente posterior tuvo un impacto significativo en el grado de
polarización económica y en la ideología política en formación. Lo que en un
principio dividió a los lealistas y rebeldes en Norteamérica británica no era tanto
la percepción de la política británica
como ya hemos observado, en una fuente de disputas con el gobierno de Estados Unidos.
262
Walker (1975, pp. 53, 66).
263
Véanse Zilversmit (1967, pp. 137, 146-152) y Litwack (1961, pp. 3-4).
El proceso sin embargo fue lento. Sólo dos estados habían abolido totalmente la esclavitud:
Vermont en 1777 y Massachusetts en 1783. Otros tomaron medidas parciales en un proceso
que en los estados del norte se prolongó hasta 1846, cuando el último, Nueva Jersey, por fin
abolió la esclavitud en su totalidad.
264
Freehling (1972, p. 89). Debería señalarse además que la exclusión de los indios estaba
estrechamente relacionada con la mayor inclusión de los esclavos negros. "La Revolución
americana liberó a los propietarios de esclavos sureños de diversas restricciones imperiales,
abriendo el camino a la expulsión de los indios y a la expansión de la esclavitud hacia el oeste"
(Davis, 1983, p. 273).
265
Litwack (1987, p. 316).
(considerada equivocada en amplios círculos), como la actitud hacia ella. Los
whigs pensaban que se rebelaban en favor de los ideales nacionales británicos;
los tories creían que era preciso mantener la lealtad a la Corona pese a la
estupidez ministerial. El acto positivo de crear una nueva nación vino después.
Fue el "desarrollo de los acontecimientos de la revolución [lo que] empujó
inexorablemente a los americanos a formar la imagen de una nación”. 266 Es
importante recordar esto, puesto que la dinámica de un nacionalismo en
formación tuvo una importante influencia/sobre la percepción social de la
desigualdad.
Para comprender lo que ocurría, tenemos que considerar a quienes eran
indiferentes a la revolución. No debemos perder de vista que aquí, como en la
mayoría de las situaciones revolucionarias, al principio sólo una minoría se
encontraba comprometida con alguno de ambos bandos. La mayoría era
"titubeante, temerosa, incierta, indecisa”.267 Al parecer hubo tres zonas en las
que el torysmo (o al menos el íealismo) tuvo sus bastiones más fuertes. Lfna
zona era la que constituían las regiones marítimas de las colonias medias; éste
La descolonización de América 321

era el torysmo del conservadurismo social, integrado por la gente que temía a
los activistas de Nueva Inglaterra como "revolucionarios [leve- llers]
radicales";268 la gente que se veía a librando una gran batalla con otros colonos
sobre "el tipo de instituciones que debía tener América”. Si se confronta a estos
tories con los patriotas, puede hablarse de una "guerra civil” en la que los
patriotas representaban el partido de la revolución frente a los tories, que
representaban el partido del orden.269 Ésta es la base de la mitología, plausible
hasta cierto punto, de la Revolución americana como revolución social.
Pero había otros tories. Un segundo grupo importante eran los hombres de
frontera de Georgia a Vermont, muy destacadamente el Movimiento Regulador
en el oeste de Carolina del Norte. "Allí donde los marineros y pescadores,
tramperos y comerciantes superaban en número a los agricultores y plantadores,
los tories también eran más que los whigs”,270 quienes eran los lealistas que veían
en el gobierno británico un freno a los rapaces especuladores de tierras de la
costa este. Como acabamos de ver, el temor tenía una base real y estaba
justificado, y
266
Savelle (1962, p. 916).
267
Shy (1973, p. 143).
268
Henderson (1973, p. 180).
269
Nelson (1961, p. 1).
270
Ibid. (p. 88).
la victoria de los colonos patriotas fue la perdición de estos pioneros de la
frontera. Quizás estuvieran de todos modos "perdidos”, pero la Revolución
americana indudablemente aceleró el proceso. Para estos lealistas, los patriotas
representaban una fuerza conservadora no radical.
Había un tercer nodulo de resistencia: las "minorías culturales”, todas las
cuales parecen mostrar un elevado índice de lea- lismo. Este grupo, que se
solapaba con el formado por los hombres de frontera, estaba más acosado por la
pobreza. Desde Pennsilvania a Georgia, los condados del interior estaban
“poblados en gran parte" por escoceses, irlandeses y alemanes. El lugar donde
eran más marcadas las diferencias de origen entre los habitantes del interior y
los de la costa era en las Carolinas, donde de hecho se produjeron graves
enfrentamientos.2819 Las minorías religiosas y étnicas (que, como es natural,
muchas veces coincidían) también estaban inclinadas al lealismo. Los
episcopalianos en las colonias del norte, los presbiterianos en las del sur, los
pietistas y bautistas en todas partes, no se inclinaban a la causa
revolucionaria.2820 Estas personas se mostraban escépticas sobre la atención que
la nueva mayoría nacional y nacionalista prestaría a sus intereses. Temían que
el énfasis en los intereses individuales erradicaría sus intereses de grupo.

2819
Greene (1943, p. 158).
2820
Nelson (1961, p. 90). Los católicos y los judíos fueron sin embargo una excepción. ¿Fue
porque se sintieron “obligados a seguir lo que parecía la opinión mayoritaria por su propia
seguridad”, o porque no tenían ninguna razón para pensar que los británicos les protegerían?
Los católicos de Irlanda actuaron de forma diferente.
322 Immanuel Wallerstein
Por consiguiente, desde el punto de vista de la defensa de los privilegios
sociales, había lealistas que lo eran porque temían las tendencias igualitarias y
lealistas que también lo eran por la razón opuesta. A fin de cuentas, la valoración
de Palmer parece bastante acertada: "los patriotas eran quienes veían una mejora
de oportunidades en la ruptura con Gran Bretaña, y los lealistas, en gran medida,
quienes se habían beneficiado de la relación con Gran Bretaña”, o al menos,
podría añadirse, quienes no veían ninguna razón para suponer que se
beneficiarían de la ruptura.2821
Una última consideración. ¿Por qué no fue más fuerte lo que podría
denominarse el toryismo de la izquierda, aquellos que no eran patriotas
precisamente porque temían las mayorías no igualitarias? Pues, de haber sido
más fuerte este bloque desde
el punto de vista político, es probable que los colonos nunca hubieran ganado
la guerra con los británicos. Morgan señala lo diferente que fue la intensidad
de este conflicto de clase en la atmósfera de 1676, época de la rebelión de
Bacon,2822 y en 1776. Entretanto, afirma, "el desarrollo de la esclavitud había
quebrado el desarrollo de una clase baja libre deprimida y, por tanto,
aumentado las oportunidades sociales y políticas de los blancos”. 2823
La ambivalencia en relación con las implicaciones sociales de la guerra de
Independencia estadunidense se mantuvo después de 1783, y de hecho la
realidad de la polarización aumentó. Si Boston, por ejemplo, núcleo de la veta
radical de la revolución, había sido intensamente desigual antes de la revolución,
después de ésta desarrolló "una sociedad aún más desigual”.2824 Cuando en el
periodo posterior a 1783 los comerciantes de Nueva Inglaterra se vieron
excluidos de las Indias Occidentales como represalia británica, tradujeron sus
dificultades económicas en el "cobro de deudas”. Al encontrar resistencia en los
pequeños agricultores del oeste de Massachusetts, ^se dictó una legislación
represiva que “empujó a muchos agricultores a la acción directa"; la insurrección
se conoce como la rebelión de Shay de 17 86.2825 Fue reprimida.
Esta ambivalencia fue el contexto en el que se redactó la Constitución en
1787, y es en este sentido en el que hay que valorar la interpretación de
Beard,2826 muy discutida en la documentación estadunidense de los cincuenta
y sesenta. Si los revolucionarios sociales desempeñaron una importante

2821
Palmer (1959, vol. i, p. 201).
2822
Véanse los documentos en Middlekauff (1964).
2823
Morgan (1973, p. 296).
2824
Kulikoff (1971, p. 376).
2825
Szatmary (1980, p. 92).
2826
Véase Beard (1913; 1915). Para una complicada defensa reciente de Beard, véase
McGuire y Ohsfeldt (1984, p. 577), que sugieren que las pautas de voto de la Convención
Constitucional apoyan una estricta interpertación beardiana en el sentido de “que los únicos
intereses económicos que contaban eran aquellos en los que estaba en juego de forma directa
un importante interés financiero", pero que los votos de las convenciones ratificadoras
apoyarían una "interpretación beardiana amplia" en el sentido de que todos los intereses
económicos contaban sin importar la escala de su impacto.
La descolonización de América 323

función en el estallido de la revolución y parte de su empuje radical había


cobrado fuerza por el propio proceso de la revolución, es evidente que la
Convención Constitucional representó un intento de invertir ese empuje.
Todos los líderes populares destacados de 1776 estaban ausentes de la
Convención de 1787, la mayor parte de cuyos miembros "deploraban la
democracia y coincidían en que un gobierno central poderoso era
imprescindible para remediar los males que habían afligido a la nación por su
causa".2827 Este sentimiento fue tan acusado que casi anuló el proceso de
ratificación que condujo a las concesiones de 1791 con la adopción de las
primeras diez enmiendas a la Constitución, la Carta de Derechos. 2828
Si la paz de 1783 inauguró un periodo de gran incertidumbre para Estados
Unidos, a largo plazo tuvo consecuencias aún más graves para Hispanoamérica,
precisamente porque España no sólo tuvo que enfrentarse a sus propias
poblaciones y rivales europeos, sino ahora también a Estados Unidos. 2829 En
cierto nivel, fue un periodo de oro para la economía colonial española. El
promedio anual de exportaciones de España a Hispanoamérica entre 1782 y
1796 (el año en que empezó la guerra entre España y Gran Bretaña y por lo tanto
el bloqueo naval británico interrumpió el comercio) cuadruplicó el de 1778, justo
antes de que Gran Bretaña y España entraran en guerra. En particular, hubo una
"expansión masiva" del comercio en 1784- 17 8 5.2830 Esto se debió en parte a la
capacidad de España para reducir en gran medida el comercio de contrabando,
capacidad que había ido aumentando continuamente desde 1760.2831
Por supuesto esta edad de oro sería "breve” y la expansión comercial de
España entre la declaración del comercio libre en 1778, y el bloqueo naval
británico de 1796 parece "mucho menos impresionante” si se sitúa en el contexto
del desarrollo global de la economía-mundo.2832 Los Stein hablan incluso de los
“escasos resultados” que los esfuerzos españoles (y portugueses) obtuvieron en
favor del nacionalismo económico. El comercio colonial británico únicamente
“apuntaló el 'edificio gótico', y ése no era precisamente el modo de ponerlo a
punto para la gran crisis".2833 La producción artesanal y manufacturera local en

2827
Jensen (1974, p. 172).
2828
Este intento conservador de contrarrestar los efectos "desestabilizadores" de la
revolución tampoco se detendría entonces. La “élite más antigua y consolidada” seguiría
intentando erigir "barreras [...] para asegurar los derechos de propiedad establecidos y mantener
el statu quo” (Bruchey, 1987, p. 309).
2829
"Si ha habido alguna paz que no consiguiera pacificar, ésa fue la de 1783. Pues ningún
tratado definió las relaciones ni contuvo la rivalidad de los imperios más antiguos y más
recientes en América, España y Estados Unidos" (Whitaker, 1962a, p. 1).
2830
Fisher(1981, p. 32). Navarro García (1975, p. 173) afirma que Nueva España
alcanzó "cotas de prosperidad nunca antes conocidas” durante este periodo.
2831
"Parece que en 1792-1795 el comercio de contrabando no llegaba más que a la tercera
parte del tráfico oficial metropolitano, lo que invertía totalmente la situación con respecto a las
épocas anteriores (a excepción del siglo xvi)" (Bousquet, 1974, p. 21).
2832
Brading (1984, vol. i, pp. 413, 418).
2833
Stein y Stein (1970, p. 104). Y Whitaker (1962a, p. 16) utiliza la expresión de "el
enfermo de América".
324 Immanuel Wallerstein
Hispanoamérica "desfallece”2834 por la liberalización comercial española. Esto
sólo redundó momentáneamente en beneficio de la España metropolitana por la
incapacidad de dicho país para competir con Gran Bretaña como productora de
mercancías y exportadora de capitales. Así, precisamente allí donde la
penetración extranjera era más profunda, en Caracas y La Plata, algunos colonos
empezaron a pensar que quizá "les esperaba un futuro dorado con tal de que
pudieran sacudirse el yugo español”.2835 Mientras, la posición de los
comerciantes británicos radicados en Cádiz (y Lisboa) "parecía particularmente
afortunada y feliz” dado que pudieron beneficiarse de forma inmediata de la
abolición de los monopolios.2836 Además, puede ser incluso que el éxito relativo
de los españoles frente a los contrabandistas fuera negativo para España desde
el punto de vista político, puesto que estos contrabandistas británicos,
"cubriendo las necesidades de las colonias hispanoamericanas, impidieron que
éstas se volviesen prematuramente contra el dominio de España”. 2837
Pese a todo, durante este breve interludio de la década de 1780, las aguas
estuvieron tranquilas en Hispanoamérica, y Estados Unidos se mantuvo absorto
en sus propias dificultades. El estallido de la Revolución francesa en 1781 fue
perturbador, pero lo fue aún más el hecho de que el estallido de la revolución en
Francia desencadenara en St. Domingue un proceso que tendría como resultado
la creación de la primera república negra en el sistema-mundo moderno. El
violento nacimiento de Haití fue un factor más crítico en la historia de América
de lo que normalmente se sugiere. A él debería atribuírsele la aceleración y
esclarecimiento de las pautas de actuación del independentis- mo de los colonos
en cualquier otro lugar, pues la revolución haitiana fue en realidad, en palabras
del racista académico T. Lothrop Stoddard, “el primer gran enfrentamiento entre
las ideas de supremacía blanca e igualdad racial".2838
Las dificultades comenzaron en el área económica. St. Do- mingue había
sido una^de las joyas de la corona francesa, el principal exportador de azúcar de
América, y todo ello en beneficio de Francia. Posteriormente, el tratado de Edén
de 1786 y la convención franco-americana de 1787 "abrieron una amplia brecha”
en el Pacte Colonial,2839' e hicieron que los plantadores franceses estuvieran
conscientes de que ahora tenían que vigilar sus intereses económicos en el

2834
Bousquet (1974, p. 42). Sobre la decadencia de los obrajes en México durante este
periodo, véanse Greenleaf (1967, p. 240) y Salvucci (1981, p. 199).
2835
Whitaker (1928, p. 202).
2836
Christelow (1947, p. 8).
2837
Pantaleáo (1946, p. 275). Esto implicaría que era menos deseable de lo que parecía que
el comercio de España con Hispanoamérica durante este periodo gozara "de una amplitud
increíble" (Villalobos, 1965, p. 10).
2838
Stoddard (1914, p. vii). El libro de Stoddard, aunque sesgado, es una exposición
clara, detallada paso a paso, de toda la historia política de la revolución haitiana.
2839
Stoddard (1914, p. 18). Debien (1953, p. 52) explica las actitudes de los colonos blancos
en 1786 por el hecho de que se negaron a seguir desempeñando el papel de Cenicienta.
"Percibían al mismo tiempo la incompetencia de la metrópoli y su propia competencia para
gobernar sus propios asuntos y, en primer lugar, sus asuntos comerciales."
La descolonización de América 325

ámbito político. Así, cuando Luis XVI convocó los Estados Generales en 1787,
hubo un debate inmediato sobre si St. Domingue debería exigir estar
representado. Los partidarios de la representación ganaron la partida, y de este
modo St. Domingue se vio en el epicentro de los acontecimientos de París.2840
En la Asamblea Nacional francesa, los colonos blancos tropezaron casi de
inmediato con resistencias a sus intereses desde dos frentes diferentes: la
resistencia a la idea de autonomía colonial y la resistencia de quienes deseaban
conceder derechos individuales (y por tanto, participación en el control de
cualquier autonomía potencial) a las denominadas "personas de color libres”
(una categoría legal) e incluso consideraban la emancipación de los esclavos.2841
La reacción no se hizo esperar. El 15 de abril de 1790, en Saint-Marc, la
Asamblea General del sector francés de St. Domingue se reunió y rechazó el
título de colonia. Su presidente, Bacon de la Chevalerie, planteó la siguiente
pregunta "¿Por qué sutil razonamiento se ha llegado a una situación en la que se
somete a conquistadores libres e independientes al yugo más asombroso del
despotismo?”2842 (ecos de 1776). Brutalmente anunció a las poblaciones "de
color” que serían mantenidas detrás de su línea de demarcación (ecos de 1787).
La diferencia estribaba en que, en Francia, la revolución había proclamado
el objetivo de poner fin a los privilegios legales, mientras que los colonos
blancos de St. Domingue reivindicaban su autoridad autónoma sobre la base de
"la inexistencia política de otros hombres libres y [...] la inexistencia política y
civil de los esclavos”. En resumen, en lugar de terminar con los privilegios
legales, deseaban conferir rango legal permanente a "una casta dominante”. 2843
No lograron este objetivo.
La Asamblea Constituyente francesa de 1790 concedió de manera ambigua
el voto a los mulatos propietarios de St. Do- mingue. Cuando un líder político
de los mulatos regresó a St. Domingue e intentó poner en vigor este derecho
mediante la rebelión, fue capturado, torturado y ejecutado. La Asamblea
Nacional, irritada, aprobó otro decreto menos ambiguo. Los colonos blancos se
levantaron contra los franceses y contra los mulatos, de repente, en medio de
esta situación, nos encontramos con el primer levantamiento de esclavos negros.
En lugar de la "alianza de clase” del gobierno, los plantadores y los mulatos ricos
contra los blancos pobres, los mulatos y los esclavos negros, tal como se dio en

2840
Este reclamo de la representación colonial no estaba prevista por Luis XVI y por
consiguiente constituyó "un acto revolucionario" (Césaire, 1961, p. 37).
2841
El censo oficial de 1788, mostraba una población blanca de 28 mil personas, unas
22 mil "de color libres” y 405 mil esclavos. Dos estimaciones de los intendentes en 1789 ofrecen
cifras ligeramente más altas para las dos primeras categorías y tal vez sean más exactas, pero la
diferencia no era grande. Véase Stoddard (1914, pp. 8-9).
2842
Citado en Debien (1953, p. 215). Sobre el trasfondo de este sentimiento de "patriotismo
americano" entre los colonos blancos antes incluso de 1786, véase Debien (1954). Sobre el
anterior levantamiento blanco de los plantadores de café, en 1769, véase Troubillot (1981).
Sobre la percepción francesa de las tendencias "descolonizadoras” antes de 1789 y su
ambivalencia respecto a ellas, véanse Sée (1929) y Lokke (1932).
2843
Saintoyant (1930, vol. n, pp. 75-76, 423).
326 Immanuel Wallerstein
otras colonias francesas, como Isle-de-France e Isle de Bourbon, se declaró la
“guerra racial”.2844
La guerra racial no era lo que deseaban los colonos blancos cuando buscaban
su autonomía racialmente pura. Tampoco era lo que deseaban los
revolucionarios franceses de París, pues para ellos el principio de "conservación
territorial” seguía siendo poderoso.2845 Tampoco era lo que deseaban las
"personas de color libres —muchas veces mulatos ricos y propietarios de
esclavos— cuando reivindicaron su igualdad de derechos. Pero fue impuesta por
los propios esclavos negros, en lo que no puede sino considerarse como la
rebelión de esclavos de mayor éxito de la historia de la economía-mundo
capitalista. Comenzó entonces el periodo de la "guerra civil en tres frentes” 2846
en St. Domingue, fruto de los tres levantamientos sucesivos: "la fronda de los
blancos importantes, la revuelta mulata y la revolución negra”. 2847
La situación alarmó, horrorizó y disgustó a las cuatro potencias de la región:
Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y España. Las opiniones en la Asamblea
Nacional y posteriormente en la convención estaban mezcladas y quizás eran
confusas. Pero, en conjunto, la convención tendía a ponerse de parte de los
mulatos como garantes de una transición civilizada. Como Césaire señala, la
famosa Société des Amis des Noirs de París era "sobre todo la Société de
mulatos”.2848
En lo que se refiere a los británicos, tan pronto como se declaró la guerra
entre Gran Bretaña y Francia en febrero de 1793, los colonos blancos solicitaron
ayuda británica e iniciaron negociaciones secretas con los británicos,2849 quienes
consideraron que se presentaba una buena oportunidad para arruinar el comercio
de Francia. Los británicos enviaron una expedición, pero su ocupación de St.
Domingue tuvo efectos totalmente contraproducentes, contándose "entre los
mayores desastres de la historia militar británica". 2850 Su intervención, al crear

2844
Véase Stoddard (1914, pp. 97-99).
2845
Saintoyant (1930, vol. I, p. 376), que también defiende que la convención no podía sino
considerar la revolución haitiana como "más amenazadora para la existencia no sólo del nuevo
régimen sino de la misma Francia” que el resto de las diversas insurrecciones internas,
incluyendo la Vendée (vol. I, p. 233).
2846
Ott(1973, p. 51).
2847
Césaire (1961).
2848
Césaire (1961, p. 85). En un capítulo titulado "Los límites de la Revolución francesa",
Césaire escribe: "es preciso reconocer que las asambleas francesas hablaron mucho sobre los
negros e hicieron muy poco en su favor" (p. 159). Como observa Sala-Molins: "La convención
no abolió la esclavitud de los negros [el 4 de febrero de 1794] por su cara bonita, sino porque
los rebeldes le habían obligado a hacerlo y porque la política inglesa española del momento
amenazaba, en las lejanas Islas de Barlovento, con socavar la unidad e indivisibilidad de la
República" (1987, p. 262).
2849
Véase Debien (1954, pp. 53-54).
2850
Geggus (1981, p. 285). "Ninguna bandera de regimiento lleva las palabras 'St.
Domingo’. Ningún ministro ni general deseó registrar en sus memorias la historia de la
ocupación. Era un episodio que era mejor olvidar y que el siglo -xix no tenía necesidad alguna
de recordar" (Geggus, 1982, p. 387).
La descolonización de América 327

una rivalidad entre tropas francesas, españolas y británicas por el apoyo de los
esclavos, "amplió de manera espectacular el alcance de la revuelta [de esclavos]
que en ese momento languidecía, y la rescató de lo que bien pudo haber sido su
extinción”.2851
Estados Unidos, que temía tanto como Gran Bretaña que “el virus de la
libertad pudiera infectar a los esclavos en sus propias posesiones”, no manifestó,
sin embargo, “el menor entusiasmo” por la intervención británica que
amenazaba con situar a su socio comercial, St. Domingue, "tras los barrotes del
sistema de navegación”.2852 Estados Unidos por consiguiente se esforzó por
mantener y ampliar su papel como proveedor de alimentos a St. Domingue, al
tiempo que evitaban todo compromiso político.2853
Los españoles, por supuesto, también se mostraron cautos, pues la mitad
oriental de la isla era su colonia de Santo Domingo. La revolución negra no se
extendió allí en realidad, salvo por conquista. La economía era diferente
(ganadería y agricultura de subsistencia en lugar de plantaciones de azúcar). La
demografía, por tanto, también era distinta: blancos, libertos (en su mayoría
mulatos, pero también algunos negros) y esclavos negros en proporciones
iguales. Finalmente, la estructura social también era distinta. Los libertos no eran
una importante fuerza económica, como los mulatos de St. Domingue, y la
administración española logró mantenerlos bajo un control más estricto. 306 La
intervención española inicial en St. Domingue no tuvo más éxito que la británica.
Toussaint L'Ouverture consiguió sacar partido de la guerra franco-británica

2851
Geggus (1981, p. 389). De momento todo esto benefició mucho la prosperidad de
las Indias Occidentales británicas. Entre la guerra civil en St. Domingue y la toma de las
colonias holandesas en 1796, "Gran Bretaña de pronto se convirtió en la única proveedora [de
azúcar] a Europa” (Checkland, 1958, p. 461).
Esta "fase final" de prosperidad duró hasta 1799. Los británicos también aplicaron las
enseñanzas de St. Domingue a sus propias posesiones en las Indias Occidentales negras.
Armaron a los negros en regimientos de las Indias Occidentales a partir de 1795. De este modo,
lograron controlar a los colonos blancos y a los esclavos negros, ya que ahora los británicos
tenían esclavos "que podían vigilar el enorme imperio esclavista del Caribe” (Buckley, 1979,
p. 140).
2852
Perkins (1955, p. 106). Jordán observa que, para Estados Unidos, "Saint Domingue
adoptó el carácter de un terrorífico volcán de violencia”, amenazando con reabrir el "tema
cerrado” de la esclavitud. Además, los colonos refugiados procedentes de Haití trajeron consigo
a Estados Unidos esclavos que se constituyeron en "vectores de la plaga insurreccional”. Estos
acontecimientos se consideraron, "desde el principio del todo [...] una amenaza a la seguridad
estadunidense" (1968, pp. 380-386).
Pero esta visión tuvo su contrapeso, como señala Ott, con una segunda perspectiva "en
ocasiones enfrentada" con la línea que defendía la sociedad esclavista del sur. Esta segunda
perspectiva, que representaba los intereses de los comerciantes de Nueva Inglaterra, defendía
la idea de "conservar Saint Do- mingue como base comercial", línea que "por lo general suponía
el apoyo del gobierno en el poder" (1973, pp. 53-54). En el periodo 1798-1800, cuando Estados
Unidos iniciaba una "cuasiguerra" con Francia, John Adams llegó a establecer una
"cuasialianza" con Gran Bretaña y Toussaint L’Ouverture, a quien se le extendió un
"cuasirreconocimiento” (Logan, 1941, p. 68).
2853
Véase Trendley (1961).
328 Immanuel Wallerstein
para consolidar su administración y crear un ejército disciplinado. Mantuvo en
funcionamiento las plantaciones, confinando en ellas a los trabajadores negros
pero dándoles una cuarta parte de la producción. Sin embargo, cuando los
europeos dejaron de combatir entre sí por un tiempo, convirtieron su
preocupación respecto a la república negra en un nuevo intento de decapitarla.
Las tropas de Napoleón arrestaron a Toussaint en 1802, y España, Estados
Unidos y Gran Bretaña colaboraron tácitamente con Francia en este intento de
recolonización.307 Aunque la isla mantuvo su independencia con la coexistencia,
poco después, de dos gobiernos, su reconocimiento por parte de las cuatro
potencias siguió siendo "impensable” durante bastante tiempo. 308
306
Véase Franco (1968). Aún así las autoridades españolas estaban preocupadas. En 1791
el conde de Floridablanca instruyó a los virreyes de México y Santa Fe, a los gobernadores de
La Habana, Puerto Rico, Santo Domingo, Trinidad y Cartagena para que tomaran medidas a fin
de que “el contagio de la insurrección no se comunique a las posesiones españolas a cuyo fin el
gobernador de Santo Domingo (español) establecerá un cordón de tropas en la frontera".
(Citado por Verna, 1984, p. 747.) Sobre los efectos de la revolución de St. Domingue en Santo
Domingo, véase Dilla Alfonso (1982, pp. 83-90). El gobierno español reprimió conspiraciones
antiesclavistas en Luisiana en 1795, en Martinica y Guadalupe en 1794, en Tierra Firme en
1795 y en Guatemala en 1797.
307
Véase Lokke (1928). En aquel momento, el presidente Thomas Jefferson habló de
intentar "reducir a Toussaint al hambre" y calificó a Haití de "otro Argel” (p. 324).
La expedición de Bonaparte, pese a la muerte de Toissaint L’Overture, fue un desastre. El
mayor beneficiario no fue Francia, sino Estados Unidos. Suele admitirse que esta experiencia
indujo a Napoleón a ceder (vender) Luisiana a Estados Unidos. Véanse Léger (1934, p. 17);
Sloane (1904, p. 514); Logan (1941, pp. 142-144), y Whitaker (1962b, pp. 234-236). Sobre los
amplios vínculos sociales anteriores entre Luisiana y St. Domingue, véase Baur (1970, pp. 401-
404). Sobre los motivos por los que Jefferson temía amenazas en Luisiana como resultado de
la victoria napoleónica, véanse pp. 411-412. Pero como observa Jordán: "Estados Unidos no se
desbordó, ni entonces ni después de gratitud por la ayuda haitiana, puesto que en 1804 los
estadunidenses apenas veían en la nueva República de Haití otra cosa que no fuera un ejemplo
de poder negro" (1968, p. 377).
308
Logan (1941, p. 152). Liévano Aguirre habla de que se rodeó a "Haití de un ‘cordón
de seguridad' a fin de aislarlo" (1968, p. 954). Francia no reconoció a Haití hasta 1825, Gran
Bretaña en 1833 (año de emancipación de los escla-
De forma retospectiva, tal vez podemos afirmar que la revolución negra de
St. Domingue retrasó el avance hacia la independencia de Hispanoamérica, a
pesar de las amistosas pero ambiguas relaciones de Simón Bolívar y Alexandre
Pétion, presidente de uno de los dos estados sucesores en Haití, la parte del sur
dominada por los mulatos. El efecto de St. Domingue fue infundir una buena
dosis de prudencia no sólo en las potencias europeas, sino sobre todo entre los
colonos blancos de América.309
Durante este mismo periodo se puso fin a las perspectivas de una revolución
irlandesa, que inicialmente pareció avanzar sobre la misma ola que barrió a
Norteamérica británica, pero que después empezó a adquirir la forma de una
revolución social. Irlanda había desempeñado un importante papel en la precipi-
vos), Estados Unidos muy posteriormente, en 1862. Véanse Logan (1941, pp. 76-77), y Jordán
(1968, p. 378, nota 2). Incluso las repúblicas hispanoamericanas mantendrían a distancia a Haití.
Colombia lideró la exclusión de Haití del Congreso de Panamá de 1824. Véanse Vema (1969,
La descolonización de América 329

pp. 477-495) y Baur (1970, p. 410). Ningún país latinoamericano reconoció a Haití hasta que
lo hizo Brasil, en 1865. México no reconoció a Haití hasta 1934.
La "negritud" de Haití pareció cobrar mayor énfasis aun después de la muerte de Toussaint.
Su sucesor inmediato Dessalines prohibió a los no negros tener propiedades exceptuando sólo
a los franceses que habían apoyado la independencia, y a los alemanes y polacos que desertaron
a la causa haitiana (Vema, 1969, p. 64; Nicholls, 1978, p. 179). Sobre los polacos, véase
Pachoñski y Wilson (1986). Fue después del asesinato de Dessalines cuando Haití fue dividido
en un reino gobernado por los negros en el norte, bajo Henri Christophe, y una república
dominada por los mulatos en el oeste y en el sur, bajo Alexan- der Pétion, más tarde amigo de
Bolívar. Ambos sectores volverían a unirse en 1811. Sobre este periodo y en particular sobre la
reforma agraria en Haití, véase Lacerte (1975); véase también Lundhal (1984). Trouillot (1971)
considera que el fin del proceso fue el triunfo de lo que denomina los criollos negros. Véase
una perspectiva similar en Bénoit (1970).
309
Véanse Madariaga (1948, pp. 324-325) y Sheridan (1976b, p. 237).
Tuvo un impacto especial en Cuba, que sustituiría ahora a St. Domingue como país
proveedor de azúcar. La insurrección de esclavos de St. Domingue sirvió como una "terrible
advertencia" a los criollos y españoles en Cuba (Humph- reys y Lynch, 1965a, p. 19).
También fue una advertencia tan poderosa, añade Thomas, como para "evitar que los
plantadores cubanos cedieran un centímetro ante sus esclavos durante casi cien años” (1971, p.
77).
Véanse también Knight (1970, p. 25) y Corwin (1967, p. 22), que también observa que
"cuando en noviembre de 1791 llegaron las noticias de la gran rebelión de esclavos de Haití,
[Francisco de ] Aranga [y Parreno, representante de los intereses del azúcar en Cuba] no
consideró esto como un ejemplo amenazador para Cuba, donde los esclavos eran todavía
relativamente escasos, sino como una oportunidad de oro para Cuba a expensas del Haití
francés" (pp. 13-14).
tación de la crisis imperial británica de la década de 1760. En muchos aspectos,
Gran Bretaña repetía en Norteamérica actitudes y desarrollaba políticas ya
inventadas para la situación irlandesa.2854 La propia Irlanda se encontraba en
muchos aspectos peor que la Norteamérica británica. Los colonos británicos
protestantes habían impuesto su dominio sobre una densa población campesina
católica irlandesa, no sobre un grupo disperso de tribus dedicadas en su mayoría
a la caza. Era una situación estructuralmente más afín a la de Perú o México
central qué a la de las trece colonias.2855
La total carencia de derechos políticos para los católicos (en 1691) significó,
sin embargo, que fueron los colonos protestantes quienes sintieron "la fuerza de
los celos comerciales ingleses”. Por tanto, era esta "leal ‘guarnición’ [la que] era
tratada como una amenaza comercial". 2856 A los colonos protestantes no se les
autorizaba ni siquiera a poseer una industria naval (que sí tenían los colonos de
Nueva Inglaterra) y a Irlanda no se le permitía ser un centro de distribución

2854
Por ejemplo, la Ley de Declaración de Rockingham adoptada después de la
derogación de la Ley de Timbre en 1766, y que tanto irritó a los norteamericanos, estaba
"copiada casi palabra por palabra de la Ley de Irlanda de 1720, con la que estaban
familiarizados los británicos y los líderes coloniales” (James, 1973, p. 296).
2855
Sobre esta comparación en concreto, véase Harlow (1952, p. 503), que indica que
en el siglo XVI "Irlanda y los irlandeses eran considerados de forma muy semejante a como la
Orden Teutónica había considerado a los nativos salvajes que vivían entre el Oder v el Vístula."
Véase también James (1973, pp. 289-290).
2856
Harlow (1952, pp.'505-506).
330 Immanuel Wallerstein
comercial entre América y Europa. Uno de los temores explícitos de los
norteamericanos en esta época era que pudieran ser reducidos a "la desdichada
condición de Irlanda del Norte”.2857
Por lo tanto, con la derrota de Francia en la guerra de los Siete Años se
desarrolló un “nacionalismo colonial angloirlan- dés”2858 por las mismas razones
que en Norteamérica. En el parlamento irlandés surgió un grupo reformista
conocido como el de los patriotas. En el mismo momento en que Charles Towns-
hend intentaba imponer la Ley de Timbre sobre Norteamérica británica, enviaba
a su hermano George como lord Teniente a Irlanda para "estrechar el control
directo británico y hacer pagar a los británicos una cuota mayor de la defensa
imperial”.2859 Son obvias las razones por las que los colonos norteamericanos e
irlandeses sentían que compartían agravios y objetivos constitucionales. De este
modo, numerosos irlandeses “simpatizaron de forma natural" en 1775 con los
norteamericanos: muchos irlandeses protestantes, puesto que los católicos
tendían a apoyar la política británica en Norteamérica. 2860
La Revolución americana empeoró la situación económica en Irlanda. La
derrota británica estimuló las demandas irlandesas y en 1782 los británicos
estaban dispuestos a conceder una mayor autonomía política. Pitt propuso
incluso concesiones económicas a condición de que los irlandeses compartieran
los gastos de la defensa imperial.2861 Tan pronto como se firmó el tratado de paz
con Francia en 1783, la actitud británica volvió a endurecerse.2862 Aun así, los
patriotas irlandeses no estaban en disposición de presionar en favor de la
independencia porque no estaban dispuestos a crear "un partido de inclusión” y
no eran "un movimiento plenamente nacional". 2863 El temor a la revolución
social interna les contuvo (entonces al igual que en el siglo xx).
La Révolución francesa tuvo un gran impacto en Irlanda, y abrió nuevas
posibilidades. Los católicos y los disidentes presbiterianos comenzaron a unirse
en una intentona rebelde republicana. Los católicos exigían la emancipación; los
arrendatarios agrícolas católicos también comenzaron a rebelarse contra su
opresión por parte de los terratenientes, que eran protestantes. Fue en este
momento, en 1795, cuando se formó la Orden de Orange como sociedad secreta

2857
Savelle (1953, p. 207).
2858
Palmer (1959, vol. i, p. 165).
2859
Doyle (1981, p. 152).
2860
McDowell (1979, p. 241). Sobre el reclutamiento de soldados católicos por parte de
Gran Bretaña para enviarlos a Norteamérica, véase Kraus (1939, pp. 343-344).
2861
Véanse Kraus (1939, p. 346) y Harlow (1952, p. 495).
2862
Véase Godechot (1965, p. 145).
2863
Doyle (1981, p. 157). De este modo, podían beneficiarse incluso de la limitada
autonomía que habían conquistado. Sobre la incapacidad de Irlanda para controlar su vida
comercial tal como queda ilustrada en el vano intento de negociar un tratado comercial con
Portugal entre 1770 y 1790, véase Lammey (1986, p. 40).
Los protestantes sí intentaron conseguir el apoyo de los católicos, sin embargo eran
reticentes a concederles representación en el parlamento irlandés. “Los católicos estarían
representados 'virtualmente’. Aquí es donde flaqueó la Revolución irlandesa" (Harlow, 1952,
p. 511).
La descolonización de América 331

protestante de resistencia a las demandas católicas. En 1796, Wolfe Tone, líder


de los Irlandeses Unidos, el movimiento nacionalista, viajó de Estados Unidos a
París para planear una expedición a Irlanda. Convenció al directorio de que
Irlanda estaba "madura para la revolu
La descolonización de 'América 332
ción”. Contaba con el apoyo no sólo de los católicos, sino también de los
2864

presbiterianos del Ulster, que tenían una larga tradición republicana y cuyos
líderes justificaron su demanda de ayuda francesa por el “precedente" de
1688.2865
La invasión fracasó; el clima no fue propicio; la competencia marinera fue
deficiente; los franceses eligieron mal la región de desembarco, la Bahía de
Bantry, pues era la zona donde menor apoyo tenían los Irlandeses Unidos. Sin
embargo, casi tuvieron éxito. El dominio británico sobre Irlanda descansaba en
este momento sobre una "base extremadamente precaria”; 2866 no obstante, el
desembarco de la Bahía de Bantry fue el punto de cambio, y sus consecuencias
para el sistema mundial fueron grandes. Como indica Thompson, "puede
sostenerse que Francia perdió Europa no ante Moscú, sino en 1797, cuando sólo
la Armada amotinada la separaba de una Irlanda en vísperas de la rebelión" 2867
La rebelión de los Irlandeses Unidos se produjo en 1798, momento en el que
la fe de los presbiterianos del Ulster en la Revolución francesa se había enfriado
y las filas de Orange se habían reforzado. Los británicos no dieron cuartel a los
rebeldes. Napoleón se decidió por no lanzar una segunda invasión, y desvió sus
tropas a la conquista de Egipto, decisión que, según se afirma, lamentó después.
El fracaso de los revolucionarios dañó también la posición de los reformadores
moderados del parlamento irlandés, como Arthur Grattan. Los británicos
decidieron presionar para abolir las reformas de 1782. Pitt impuso la Ley de
Unión en 1800. El parlamento irlandés fue disuelto. Los colonos protestantes
abandonaron (fueron presionados para que abandonaran) toda perspectiva de
autonomía, puesto que temían que se convirtiera en una autonomía que no
pudieran controlar, una autonomía demasiado democrática.2868
De este modo, la década de 1790 contempló dos importantes derrotas de los
colonos blancos: en St. Domingue y en Irlanda. Las situaciones históricas eran
diferentes y los resultados finales también: una república negra sometida a
ostracismo en Haití y una reintegración a la metrópoli en Irlanda. Pero ambas
sirvieron como señal, al advertir a los colonos blancos de América que la vía a
una república de colonos era difícil y estaba plagada de riesgos, y que el ejemplo
de las trece colonias sería difícil de emular si se pretendía lograr el resultado
deseado. Y los acontecimientos de la década de 1790 en Haití e Irlanda se

2864
Lecky (1972, p.309).
2865
Ibid. (p. 388).
2866
Ibid. (p. 313). El general Lake, comandante en jefe del Ulster, declaró en su informe
al virrey lord Camden en la primavera de 1797: "La clase baja del pueblo y la mayor parte de
la clase media son republicanos decididos, están impregnados de los principios franceses y no
les satisfará nada que no sea una revolución" (p. 315). Camden recomendaba "medidas
coercitivas en el grado más alto”.
2867
Thompson (1968, p. 470).
2868
"El estamento dominante [el establishment protestante en Irlanda] fue seducido con
halagos, atemorizado, engañado y persuadido para suprimir los logros de 1782. En 1800 una
Ley de Unión determinó que irlandeses y británicos se fundieran en un reino con su parlamento
en Londres. En los años poste-
La descolonización de América 333

produjeron después de Túpac Amaru y los comuneros en la década de 1780. La


independencia era, indudablemente, un asunto arriesgado.
No es de extrañar que quienes, como Miranda y Bolívar, predicaban la
revolución de los colonos, por lo general fueran recibidos con cautela. Más tarde,
un suceso transformó la situación política mundial: la invasión de Napoleón a
España en 1808. Sin embargo, antes de discutir por qué pudo cristalizar este
acontecimiento y dar renovado aliento a la causa de la independencia de los
colonos en América, debemos observar qué había sucedido en la única república
de colonos existente hasta entonces.
Los años 1793-1807 fueron "extraordinariamente prósperos” para el joven
Estados Unidos. En lo que en retrospectiva parece una curva de prolongado
desarrollo económico en Estados Unidos, este periodo fue una destacada
"protuberancia” en la que dicha nación logró sacar partido de su posición
"neutral” en las guerras franco-británicas, obteniendo una cuota sustancial del
comercio transatlántico.325
Lo que hizo esto posible fue una decisión estratégica de Estados Unidos en
1794, inclinar su "neutralidad” hacia el vencedores a 1782 el estamento dominante
había demostrado su incapacidad, en cierto sentido, para comprender el significado de su propia
victoria: que la nacionalidad tenía que convertirse en acción política" (Doyle, 1981, p. 179).
325
North (1974, pp. 69, 73). Véase también Nettels (1962). Goldin y Lewis manifiestan
reservas sobre el grado hasta el cual el "considerable estímulo” a las industrias naviera y de
exportación estadunidenses derivado de la neutralidad incrementó la tasa de crecimiento per
cápita (1980, p. 22). Véanse opiniones similares en David (1967, pp. 154, 188-194) y Adams
(1980, pp. 714, 734). Cuenca sin embargo presta un apoyo considerable a North, destacando de
manera particular la importancia del comercio con el mundo hispánico, que fue "una
compensación oportuna y una corrección vital en un periodo en el que [...] el endeudamiento
internacional se incrementaba hasta el punto de no poder pagar los vencimientos" (1984, p.
540). Véase también Georae Rogers Tay- lor (1964, p. 437).
dor final y la potencia hegemónica, su antiguo señor colonial Gran Bretaña. De
hecho, fue la ruptura de las hostilidades en 1793 lo que precipitó la decisión que
adoptó la forma del tratado de Jay en 1794. Gran Bretaña se había negado a
reconocer las aspiraciones estadunidenses al pleno derecho sobre el comercio
con las islas de las Indias Occidentales francesas durante la guerra. Estados
Unidos cedió de manera tácita en este terreno a cambio de la devolución de los
puertos occidentales (¡por fin¡, legalmente habían estado en posesión de Estados
Unidos desde 1783) y algunos derechos comerciales nuevos sobre las Indias
Occidentales británicas.2869 En lo fundamental, los términos del tratado fueron
desfavorables para Estados Unidos, pero estos temían la guerra con Gran
Bretaña más de lo que la temían los británicos. En esencia el tratado de Jay
"sirvió para posponer las hostilidades" hasta 1812, momento que sería más
favorable a Estados Unidos.2870 Los británicos, entretanto, interpretaron el

2869
Véase Nettels (1962, pp. 324-325). Esto tuvo como consecuencia una "cuasiguerra"
con Francia.
2870
Bemis (1923, p. 270). Beard sostiene que una interrupción de las relaciones comerciales
en 1794 con Gran Bretaña hubiera supuesto "pérdidas irreparables a los comerciantes
334 Immanuel Wallerstein
tratado como una garantía de la libertad de comercio con Estados Unidos en
beneficio de la industria británica.2871
Parece que hubo dos grandes presiones económicas sobre Estados Unidos
aunadas a esta elección estratégica. La economía de transporte todavía abocaba
a Estados Unidos a obtener una gran parte de sus ingresos del comercio exterior,
aunque esto cambiaría después de 18 20.2872 El segundo factor fue la oportunidad
de revitalización agrícola que ofreció a los estados meridionales la invención de
la desmotadora de algodón en 1793. La guerra revolucionaria había sido bastante
destructiva para la agricultura en el Bajo Sur y no parecía haber mercados en
expansión para sus productos principales, el índigo y el arroz. 2873 En la década
de 1790 el sur "necesitaba con urgencia un nuevo cultivo”;2874 el algodón lo fue
y necesitaba a Gran Bretaña como cliente.2875
No hay duda que este acuerdo geopolítico-económico de Estados Unidos con
Gran Bretaña tuvo sus aspectos negativos para la parte más débil, pues retrasó
el desarrollo de las manufacturas estadunidenses que no podían competir como
sector de inversión dados los "elevados beneficios que podían obtenerse en el
comercio exterior” en el periodo posterior a 179 3.2876 En 1808, un autor
estadunidense James Cheetham se jactaba de que Estados Unidos se había
convertido, "como por encanto, en el triunfante rival de la mayor nación
comercial de la Tierra".2877 Quizá fuera una suerte para Estados Unidos que la
renovación de las hostilidades con Europa reventaran esa ingenua burbuja. El 11
de noviembre de 1807, Gran Bretaña impuso una prohibición total al comercio
de Estados Unidos con los puertos europeos que estaban bajo el control de
Napoleón. El presidente Thomas Jefferson trató de presionar a Gran Bretaña y
Francia con un embargo sobre ambas. La Ley de Embargo de 1808, se mantuvo

estadunidenses" y un debilitamiento del crédito público y privado. La paz por otro lado implicó
"al menos un alivio momentáneo para los acreedores del sur y no supuso graves dificultades
para los agricultores en ninguna parte” (1915, pp. 274-275). Véase también Williams (1972, p.
228).
2871
Véase Graham (1941, p. 91).
2872
"En la época de la Revolución americana, transportar una tonelada de mercancías por
vía marítima tres mil millas, desde Europa a Norteamérica, costaba lo mismo que transportarla
30 millas por vía terrestre en la nueva nación” (North, 1965, p. 213). Los costes del transporte
interno en Estados Unidos disminuirían de manera espectacular con la introducción del buque
de vapor en 1816 y con la construcción del sistema de canales a partir de 1825. Véase también
Cochran (1981, pp. 44-48).
2873
Véase Bjork (1964, p. 557).
2874
Nettels (1962, p. 184).
2875
En 1787 más de la mitad de la importación británica de algodón provenía de las
Indias Occidentales (sometidas a las potencias europeas) y una cuarta parte del imperio
otomano. En 1807 Estados Unidos proporcionaba 171 000 de sus 282 000 balas. Véase North
(1966, p. 41).
2876
Bruchey (1965, pp. 90-91). Sobre los obstáculos económicos para la creación en
Estados Unidos de una industria textil competitiva en el mercado mundial, véase Jeremy (1981,
pp. 34-35). El florecimiento de manufacturas causado por la depresión comercial de 1786-1792
fue aplastado por la explosión comercial posterior a 1793. Véase Nettels (1962, p. 125).
2877
Frase del libro de Cheetham Peace or War (p. 20), citada en Clauder (1932, p. 134).
La descolonización de América 335

sólo un año y fue derrotada por sí misma, 2878 si bien en último término
desembocó en la renovación del conflicto con Gran Bretaña en 1812, del que
nos ocuparemos más adelante. Lo que sí logró fue renovar el papel de Estados
Unidos como rivales y colaboradores de Gran Bretaña en la descolonización de
América.2879
Mucho se ha escrito sobre la inspiración ideológica del pensamiento de los
criollos de Hispanoamérica en los estadunidenses y sobre todo en la Revolución
francesa. Esto es, sin duda, cierto, al menos en el caso de alguos estratos.
Sin embargo, resulta muy fácil exagerar la importancia de semejante difusión
de ideas ex post fado en aquellos casos en los que el resultado político final hace
plausible la importancia de tal difusión. Sin embargo, la conclusión a la que llega
Eyza- guirre en el caso de Chile puede ser cierta en un sentido más amplio: "no
puede señalarse la revolución francesa como cata- lizadora de las ideas
separatistas, sino más bien a la inversa, como ocasión para que los criollos
reafirmaran su lealtad a la monarquía”.2880
España estuvo en guerra con la Francia revolucionaria de 1793 a 1796. Pero
en 1796, el ministro español Manuel de Go- doy orientó a España a una alianza
con Francia en el tratado de San Ildefonso. Gran Bretaña contraatacó cortando
las comunicación marítima de España con América. 2881 Sin embargo en este
punto Gran Bretaña titubeó a la hora de dar un apoyo serio al floreciente
movimiento de independencia de los colonos.2882
En cualquier caso, todo el impacto de las reformas económicas de Carlos III,
el neoproteccionismo combinado con un liberalismo intraimperial que tuvo
como resultado la revitalización de la prosperidad de España, fue
"completamente invertido" entre 1797 y 18 1 4.2883 El impacto fue igualmente

2878
"La Ley de Embargo fracasó a causa de su propia severidad" (Fitton, 1958, p. 313).
Aunque económicamente perjudicó más a Gran Bretaña que a Estados Unidos, provocó agudas
divisiones políticas internas. Véase Frankel (1982, p. 309), que insiste en el grado en que el
embargo fue "bien ejecutado" y "eficaz”.
2879
Véase Rippy (1929, pp. vi-vii).
2880
Eyzaguirre (1957, p. 79). Véase Brading (1938) sobre las dos perspectivas de la
independencia hispanoamericana, una como tercer acto de la revolución atlántica, otra que la
considera precipitada por los acontecimientos de 1808.
2881
Véase Chaunu (1964, pp. 193, 205).
2882
"Del mismo modo en que Gran Bretaña antes había titubeado entre saquear las colonias
hispanoamericanas y comerciar con ellas, así ahora [1796- 1808] dudaba entre su conquista y
su emancipación” (Humphreys, 1952, p. 225). Ninguna de las dos cosas era en realidad
necesaria porque, como dice Chaunu, de 1797 a 1810 "Iberoamérica se convirtió [...] en la más
hermosa de las colonias británicas” (1964, p. 210). Sin duda había algunas personalidades
británicas como Thomas Pownall que defendían la creación de un grupo independiente de
naciones americanas unido a Gran Bretaña en una federación atlántica. Véase Schutz (1946, p.
264). Y ya en 1785 el embajador francés en España informaba que Floridablanca, ministro de
asuntos exteriores español, manifestaba su temor de que los británicos intentaran compensar la
pérdida de las trece colonias con una pérdida paralela para España. Véase Ségur-De- peyron
(1873, p. 376, nota). Pero Gran Bretaña de hecho actuó con la mayor prudencia.
2883
Bousquet (1974, p. 14). "La tendencia hacia la quiebra fue acelerándose después de la
Revolución francesa en 1789" (Rodríguez, 1976, p. 23.) Esto tuvo
336 Immanuel Wallerstein
grande en algunas zonas de Hispanoamérica; Venezuela, en particular, empezó
a tener dificultades económicas en 1797, una de las respuestas fue la legalización
del contrabando.341 La aguda inflación de precios en México incrementó la
polarización económica y condujo al descontento entre las clases menos
privilegiadas.342 Pero estas dificultades reaparecían de manera cíclica, y en otras
condiciones geopolíticas habrían tenido escasas consecuencias políticas
trascendentes.
En 1806, una fuerza expedicionaria británica no autorizada ocupó Buenos
Aires. Sin embargo, la población local demostró ser leal a España y los derrotó;
se mostraron "reacios a cambiar un señor imperial por otro”. 343 La reducida
expedición de Miranda para liberar Venezuela fracasó ese mismo año,
desbaratada al menos en parte al parecer que era apoyada por Haití.344 La falta
de entusiasmo por la independencia, incluso en Venezuela y Argentina (que
pronto marcarían la pauta independen- tista) era evidente.
Todo esto cambiaría bruscamente. En 1807, Napoleón indujo a España a
colaborar en la conquista de Portugal. Don Juan huyó a Brasil. El permiso de
Godoy a que las tropas francesas entraran en España de camino a Portugal
desencadenó una reacción nacionalista española y la caída de Godoy. Carlos IV
fue depuesto por su hijo Fernando VIL Llamado a Bayona por Napoleón,
Femando devolvió el trono a Carlos quien pronto abdicó en favor de José
Bonaparte. Fernando también renunció a sus derechos. Súbitamente dejó de
haber una autoridad legítima en el imperio español, pero una Junta Central
asumió la autoridad en Sevilla y firmó una alianza con los británicos. Declaró
que los territorios americanos no eran colonias y los invitó a participar en las
cortes. Sin embargo, los franceses obligaron a

importantes consecuencias internas. Los conflictos de España, primero con Francia (1793-
1795), después con Gran Bretaña (1796-1808), fueron costosos. Para asegurarse los suficientes
ingresos fiscales a fin de "demorar la bancarrota’’, en 1801 España abrió sus puertos a los barcos
neutrales, el denominado comercio neutral (Barbier, 1980, p. 37).
Esto implicó el "abandono de los principios nacionalistas subyacentes al reglamento de
1778” (Fisher, 1985, p. 63). "En el proceso aquella economía unificada que los borbones habían
intentado crear tuvo que ser sacrificada, comenzando entonces bajo el auspicio real una
desintegración que sería sancionada por la independencia” (Barbier, 1980, pp. 21-22).
341
Véase Izard (1979, pp. 27-41).
342
Véase Gamer (1972) y Florescano (1969, pp. 188-194).
343
Lynch (1985, p. 25).
344
Véanse Lubin (1968, pp. 304-305) y Lynch (1985, pp. 48-49).
la junta a huir a Cádiz y ésta se disolvió poco después. La confusión se extendió
por doquier en Hispanoamérica. Juntas regionales y locales tomaron el poder en
nombre de Femando VII, en muchos casos deponiendo a las autoridades
españolas. Ahora, los criollos ejercían de facto el autogobierno en nombre del
lealismo.2884 En Caracas en 1810 la junta local fue más lejos. En nombre de la

2884
Estas nuevas juntas pretendían ser pacíficas y basarse en su legitimidad. Halperín-
Donghi se pregunta por la sinceridad de la imagen que los revolucionarios tenían de sí mismos,
La descolonización de América 337

lealtad a Fernando VII, negó de manera explícita la autoridad del nuevo consejo
de regencia español (sucesor de la junta de Cádiz). Esto fue seguido por revueltas
en Argentina, Chile y México, países que declararon sus puertos abiertos al libre
comercio. Bolívar viajó a Londres en 1810 y fue recibido por el secretario de
Asuntos Exteriores lord We- llesley que "aconsejó mantener la lealtad a España
como la mejor vía para obtener la ayuda británica". 2885
La lucha de México por su independencia demostró ser la más radical desde
el punto de vista social. Cuando un párroco local, Miguel Hidalgo y Castillo,
llamó a acabar para siempre con los virreyes en su Grito de Dolores (¿copió el
nombre de los Cahiers de doléance?) unió contra él tanto a la totalidad del
gobierno criollo como a las autoridades españolas. El levantamiento de Hidalgo
barrió el centro de México, "extendiendo el terror y la conmoción”. Los indios,
"prácticamente desarmados”, lograron llegar a la capital, sumando 20 mil
hombres en el proceso y ejecutando a unos dos mil gachupines de una población
total estimada en 15 mil. Hidalgo fue derrotado por el Regimiento de Nueva
España, criollo en su mayoría. Uno de los lugartenientes de Hidalgo, José María
Morelos, también sacerdote, continuó la lucha, creando esta vez un “ejército bien
organizado y eficaz” y un programa político claro que incluía reformas sociales
radicales. La segunda fase de la revuelta fue apoyada más por los mestizos que
por los indios. Morelos no fue tan fácilmente derrotado, pero su poder militar
decayó poco después de que el congreso criollo vaciara de contenido su
programa proclamando la independencia en 1813.2886
Tres elementos entraron ahora en juego para disponer la escena para la fase
final de la independencia de los colonos hispanoamericanos: la guerra de 1812
(en realidad de 1812-1814) entre Estados Unidos y Gran Bretaña, la restauración
de Fernando VII en el trono de España en 1813 y el Congreso de Vie- na en
1815.
La guerra de 1812 fue más o menos el último acto de la descolonización de
Estados Unidos por parte de sus colonos. Las relaciones de Estados Unidos con
Gran Bretaña habían sido en todo momento difíciles desde 1783, pero nunca
habían quedado realmente rotas. Gran Bretaña deseaba tener a Estados Unidos
como mercado, no como competencia, y éste trataba de mejorar su posición en
la economía-mundo. Las guerras franco-británicas supusieron una oportunidad
y una exasperación para Estados Unidos. A medida que el poder marítimo
británico se iba quedando sin oposición, la irritación de Estados Unidos contra

y afirma que no debería olvidarse que éstos, en 1810 "no se sienten rebeldes, sino herederos de
un poder caído, quizá para siempre: no hay razón alguna para que marquen disidencias frente a
ese patrimonio político-administrativo que ahora consideran suyo y al que pretenden utilizar
para sus fines" (1972, p. 129).
2885
Kaufmann (1951, pp. 50-51). Entretanto Gran Bretaña utilizó este momento de
debilidad española para establecer "firmes relaciones comerciales” con varios de los principales
puertos coloniales de España (Cuenca, 1981, p. 419). Véase también Rippy (1959, pp. 18-19).
2886
Véanse Anna (1978a, pp 64, 76 y cap. 3, passim) y Anna (1985, pp. 67- 68). Chaunu
dice que México conoció ía "revuelta de Túpac Amaru con un retraso de 30 años" (1964, p.
207).
338 Immanuel Wallerstein
las restricciones británicas a su comercio iba aumentando. Cuando se iniciaron
las hostilidades en el continente se presentó para Estados Unidos la oportunidad
de presionar a Gran Bretaña, y quizá de conquistar Canadá.2887 En cierto sentido,
la guerra fue desfavorable a Estados Unidos. Había ahora escaso entusiasmo
entre los canadienses, tanto de habla inglesa como francohablantes, hacia la
incorporación a Estados Unidos.2888 Canadá siguió siendo británico. La
importancia del comercio de pieles había disminuido;2889 los británicos no
hicieron auténticas concesiones respecto a las limitaciones de su legislación
sobre navegación en lo tocante al comercio de transporte.2890 Todo lo que Gran
Bretaña concedió en el tratado de Gante fue un intangible reconocimiento del
derecho de Estados Unidos a su propia expansión hacia el oeste y hacia el sur 2891
y a tener voz (una voz de importancia secundaria) en el desarrollo venidero de
la descolonización de América. Pero, por supuesto, esto fue crucial. 2892
La guerra entre Gran Bretaña y Estados Unidos llegó en un momento crítico
para España. Con la derrota de Napoleón, Femando VII recobró el trono en 1814,
derogó la constitución liberal de 1812 y trató de restablecer el status quo ante
también en Hispanoamérica. En el plazo de un año, la mayoría de los
levantamientos de Hispanoamérica fueron reprimidos por sus ejércitos. El
propio Bolívar escribió que, de no haber sido por la guerra de 1812, "Venezuela
habría triunfado por sí sola, y Sudamérica no hubiera sido devastada por la
crueldad española ni destruida por la anarquía revolucionaria”.2893

2887 "s¡ Inglaterra y Francia hubieran mantenido la paz [...] no habría habido guerra entre
Inglaterra y Estados Unidos en 1812" (Horsman, 1962, p. 264). Véase también Gibbs: "Según
J. Q. Adams fue la insistencia [británica] en el derecho de visita [de barcos neutrales] la
principal causa de la guerra de 1812- 1814, aunque la raíz principal del problema tal vez está
en la reivindicación de la conquista de Canadá" (1969, pp. 88-89).
2888
Las provincias marítimas de Canadá encontraron una causa común con Nueva
Inglaterra en la "resistencia a la política antibritánica del gobierno federal" de Estados Unidos
(Clark, 1959, p. 240). En lo que se refiere a los portavoces franceses, habiéndose enfriado su
simpatía por la Revolución francesa y su "ardor revolucionario”, tampoco fue revitalizado por
esta nueva alianza entre Estados Unidos y Francia (p. 244). Sobre el último grupo, véase
también Oue- Uet (1971, p. 230).
2889
Ihid. p. 37).
2890
Véase Graham: "Pese a todos los altibajos de la política británica después de la
Revolución americana, nunca se abandonó el monopolio del transporte, principio fundamental
del código de navegación. Cuando Gran Bretaña emergió victoriosa del largo conflicto
napoleónico, el principio de monopolio colonial se mantuvo intacto en lo fundamental" (1941,
pp. 197, 218).
2891
Los británicos retiraron de facto su apoyo a España en la Florida. En fecha 1811 el
Congreso de Estados Unidos aprobaba la resolución de no transferencia, buscando la anexión
de Florida occidental (lograda en 1813) y advirtiendo a Gran Bretaña respecto a cualquier
intento de volver a adquirir Florida oriental de España. Véanse Bemis (1943, pp. 28-30) y
Nettels (1962, pp. 322- 324). En 1819, Estados Unidos logró la gran "victoria diplomática" de
hacer que España cediera Florida (aunque no Texas) y reconociera "el derecho indiscutido de
Estados Unidos al avance territorial hacia la costa del Pacífico" (Be- mis, 1943, pp. 37-38).
2892
Véase en Perkins (1964, pp. 137-138) el análisis de quién obtuvo qué, en el tratado de
Gante.
2893
Citado en Liss (1983, p. 209).
La descolonización de América 339

Considerando una perspectiva muy a corto plazo, tal vez Bolívar tuvo razón;
pero en realidad la restauración española garantizó la independencia de
Hispanoamérica, sólo ligeramente demorada. El retorno de Fernando VII dejó
las manos libres a Estados Unidos y a Gran Bretaña para proseguir su inclinación
a apoyar los movimientos de los colonos.2894 Y el tratado de
Gante redujo en Estados Unidos y Gran Bretaña la sensación de que era de temer
que estas independencias favorecieran a una nación en perjuicio de la otra.
Finalmente, el Congreso de Viena, al establecer la paz en Europa sobre la
base del apoyo a la legitimidad y el absolutismo, debilitó las demandas españolas
sobre Hispanoamérica. Las principales potencias europeas temían que las
medidas represivas españolas “difícilmente pudieran ser eficaces”, y que las
revoluciones que conquistaran la independencia en Hispanoamérica "alentaran
a los revolucionarios liberales” en Europa. Por consiguiente, preferían que
España hiciera "concesiones” a las colonias.356 Esto dejó más aún en libertad a
Gran Bretaña para perseguir sus intereses comerciales en Latinoamérica, en
especial ahora que se había convertido en una zona importante para la expansión
de sus ventas de tejidos de algodón.357
Todo lo que les quedaba por hacer a los colonos era asegurarse de que la
independencia, en cuyo camino no había ahora ningún obstáculo importante,
cayera en sus manos y no en las de otros grupos. Comenzó la segunda ronda de
combates. En gran medida las diferencias entre las formas de combatir en las
diversas colonias se debían a la distinta rapport de forcé entre los elementos
criollos y los grupos negros, indios y mestizo-pardos (mulatos). En efecto, el
punto hasta el que las élites criollas estaban a favor, en contra o eran
ambivalentes sobre la cuestión de la independencia inmediata era consecuencia,
en considerable medida, de su evaluación de las "condiciones necesarias para
contener la rebeldía, en acto o en potencia, de las masas”. 358 Una vez

también allí resultaría cada vez más fácil comprar armas y reclutar corsarios" (1972, p. 144).
De hecho, este último elemento de asistencia de Estados Unidos a los movimientos
hispanoamericanos, las facilidades para el reclutamiento de corsarios, redundó en perjuicio del
propio Estados Unidos. Entre 1810 y 1823 hubo, como consecuencia un extenso movimiento
pirata en las Indias Occidentales que se convirtió en la "principal interferencia del comercio”
entre Estados Unidos y las Indias Occidentales (Chandler, 1924, p. 482).
356
Waddell (1985, p. 205).
357
Véase Bousquet (1978, p. 57). En el primer cuarto del siglo xix, sólo Latinoamérica y
Europa occidental contemplaron una expansión significativa de las exportaciones textiles
británicas.
358
Andrews (1985, p. 128). Véase Fisher: "La rebelión de Cuzco de 1814- 1815 fue una
revolución en favor de la independencia que disfrutó amplio apoyo tanto entre los blancos como
entre los indios en el sur de Peni. Si los habitantes de Lima y la costa la hubieran apoyado, casi

2894
Véase Halperín-Donghi: "El gobierno británico que había mantenido hasta entonces
una cuidadosa ambigüedad, si no se definía en favor de la causa revolucionaria, sería menos
vigilante en cuanto a la provisión de voluntarios (y lo que era más importante, de armas) para
los ejércitos que combatían contra los realistas. [En lo que se refiere a] Estados Unidos [...] a
partir de ese momento la neutralidad oficial se iba a mostrar más benévola para los patriotas:
340 Immanuel Wallerstein
con certeza hubiese triunfado. Esta falta de apoyo puede explicarse por su inveterado
conservadurismo y su temor a los indios” (1979, p. 257). En 1821, existían "pocos indicios de
una movilización popular” en apoyo de la independencia liderada por los
que comenzó el proceso de desintegración del imperio español, muchos criollos
que antes eran escépticos respecto a la independencia se sintieron obligados a
adherirse de manera oportunista a ella con la intención principal, no de tomar el
poder de los españoles sino "sobre todo de evitar que lo tomaran los pardos". 359
No es preciso considerar los reticentes, tardíos y un tanto conservadores
movimientos de independencia de Perú y México para comprobar esto. Puede
observarse con bastante claridad en los movimientos radicales y vanguardistas
de La Plata y Venezuela.
La Plata era una colonia cuyo porcentaje de criollos era particularmente
elevado, quizá la mitad de la población. Con facilidad pudo sostener una
revolución de base criolla, una revolución con actitudes "liberales” hacia los
indios y negros, mestizos y pardos. En La Plata, al igual que antes en la
Norteamérica británica, tanto el poder colonial como los colonos revolucionarios
intentaron, "titubeantes al principio”, reclutar soldados negros y pardos" en sus
ejércitos, prometiendo la liberación final. 360 Y al igual que en Norteamérica
británica, los negros obtuvieron algunos beneficios menores de esto, pero al
coste de importantes bajas. Los indios fueron liberados de la encomienda, pero
sólo para ser reclutados como peones en las plantaciones de azúcar. Los gauchos
mestizos serían domeñados para el trabajo en las estancias.
En Venezuela, con sus grandes latifundios, el problema de la esclavitud y los
peones era todavía mayor que en La Plata. Los blancos constituían únicamente
el 20% de la población y muchos de ellos eran blancos de orilla, blancos pobres,
frecuentemente de origen canario. Cuando Bolívar volvió a iniciar los combates
en 1816, llegó de Haití y observó “la necesidad de fundir las rebeliones criolla,
parda y esclava en un único gran
criollos en Perú (Bonilla y Spalding, 1972, p. 108). Véase también Ladd sobre México: "El
temor a las masas fue un factor de importancia crucial en el control de los agravios de las élites"
(1976, p. 89).
Claro está éste no fue el único factor. Para un cuidadoso análisis de las combinaciones de
factores económicos (presencia de zonas especializadas en agricultura de exportación,
capacidad de expansión, naturaleza de la competencia) que explica los diversos grados de apoyo
de las élites criollas a los movimientos de independencia, véase Bousquet (1974).
359
Humphreys y Lynch (1965a, p. 24).
360
Rout (1976, p. 165). La acogida de los líderes criollos no fue ni mucho menos
entusiasta. El comandante de la segunda expedición argentina al Alto Perú el general Belgrano
observó que "los negros y mulatos son canallas, tan cobardes como sanguinarios [...] el único
consuelo es que están en camino oficiales blancos" (citado en Lynch, 1973, p. 85).
movimiento”.2895 Bolívar prometió la liberación de los esclavos en Venezuela y
en otros lugares,2896 pero fue incapaz de imponer la abolición a sus compañeros
hacendados y los esclavos negros perdieron entusiasmo por la independencia,

2895
Ibid. (p. 210).
2896
Véase Bierck (1953, p. 365). Los españoles utilizaron esta promesa contra él y
exageraron el volumen de la ayuda militar haitiana. Véase Vema (1983, p. 146).
La descolonización de América 341

cayendo en la neutralidad.2897 La abolición plena no llegaría hasta mucho


después, en 18 5 4.2898 Y el propio Bolívar devolvería el apoyo que había recibido
de Haití negándose después a reconocer a Haití o a apoyar su invitación al
Congreso de Panamá de 1826. En efecto, "el temor de crear otro Haití [...] fue
una de las razones por las que se decidió a no invadir Cuba".2899
Los estados hispanoamericanos avanzaron ahora hacia la independencia uno
tras otro, en revoluciones ambiguas, violentas o conservadoras. 2900 Avanzaron
uno a uno. El sueño de Bolívar de reproducir la fórmula de unidad lograda por
las Trece Colonias fracasó. El área implicada era, por supuesto, mucho más
dispersa, y por tanto aquí no había ninguna posibilidad de unificar la lucha
militar, un factor importante en la creación de Estados Unidos. El Congreso de
Panamá de Bolívar de junio de 1826 fracasó por completo.
El año 1823 selló el asunto. El secretario de Estado británico, George
Canning, y el presidente de Estados Unidos, James Monroe, compitieron entre
sí por atribuirse el mérito de haber dado la bendición definitiva a la
independencia hispanoamericana.2901 Entretanto, en España, la invasión francesa
de abril de 1823 permitió a Femando VII librarse de los "constitucio- nalistas”
y seguir una política de “reacción sin paliativos". La década de 1823 a 1833 fue
conocida como la "década ominosa’’.2902 El triunfo de Femando VII en la
metrópoli supuso, sin embargo, que España perdiera cualquier esperanza en
América.2903

2897
En 1953 un historiador venezolano Cristóbal Mendoza minimizó el papel que
desempeñaron en la independencia los mestizos (y los negros), sugiriendo que fueron "las clases
altas, los criollos, los que desencadenaron el movimiento" de independencia. Sin duda tenía
razón, pero ¿por qué? (Congreso Hispanoamericano, 1953, p. 51). Sobre la razón de que los
criollos no obtuvieran más apoyo, véase Liévano Aguirre (1968, pp. 947-948).
Sobre el papel de los mantuanos, los grandes terratenientes, véase Izard (1979, pp. 50-51).
Sobre la lucha de independencia como una "guerra civil", véase Bagú ((1979, p. 13). Sobre la
supervivencia de los latifundios, aunque no de todos los latifundistas, véanse Brito (1966, vol.
i, pp. 219-220) e Izard (1979, p. 163).
2898
Lombardi (1971, p. 46).
2899
Ott (1973, p. 194). Estados Unidos estaba muy preocupado por Cuba. Calhoun defendió
la anexión en 1822. Los dos temores de Estados Unidos eran que Cuba pudiera "caer en manos
de Gran Bretaña” o "ser revolucionada por los negros" (Rippy, 1929, pp. 80-81).
2900
Ésos son los adjetivos utilizados por Lynch (1973) para describir Perú, Venezuela y
México, respectivamente.
2901
Véanse Rippy (1929, pp. 112-124) y Temperley (1925a, p. 53). Sobre el
reconocimiento de las independencias por parte de Estados Unidos, véase Ro- bertson (1918b,
p. 261).
2902
Carr (1969, p. 452).
2903
"El sistema fernandino [...] desempeñó un papel de primer orden en la pérdida de
América" (Anna, 1978b, p. 357). Halperín-Donghi aclara la relación entre los acontecimientos
en España y la posición Canning-Monroe: "Gracias a la restauración del absolutismo en España,
la neutralidad británica se inclinaba más decididamente a favorecer la revolución
hispanoamericana. A la vez Estados Unidos, habiendo perdido las últimas razones para guardar
alguna consideración a la España femandina, luego de la compra de la Florida española (1822)
alineaba su política sobre la británica” (1972, p. 146). Véase también Waddell (1985, pp. 213-
223).
342 Immanuel Wallerstein
La historia de Brasil es paralela a la de Hispanoamérica, pues fue una
historia simultánea de descolonización y de penetración británica en su
economía (18 1 0-1827).2904 En Brasil, la era pospombalina dio lugar a dos
"conspiraciones”, la denominada Inconfidencia mineira de Minas Gerais en
1788-1789 y la Conjurando Bahía en 179 8.2905 Ambas fueron intentos
tempranos de lograr la independencia. La primera, dirigida por las élites criollas
que protestaban contra los impuestos, fue un movimiento "precursor”; 2906 la
segunda fue urbana y más radical, "orientada a un levantamiento armado de los
mulatos, negros libres y esclavos”.2907 Estuvo inspirada en la Revolución
francesa y buscó "una revolución completa” para crear una sociedad "sin
distinciones de color, blanco, negro- (preta) y mulato (parda)". 2908
También en Brasil Napoleón precipitó los acontecimientos provocando la
huida del príncipe regente don Juan a ese país. Esto desde luego creó una
situación distinta a la de las abdicaciones en España. El rey portugués pudo
proporcionar la transición legítima a la independencia final. En 1815, en lugar
de regresar a Portugal, don Juan elevó a Brasil al rango de reino recíproco, y en
él situó el centro de la nueva monarquía dual. El resultado fue que Portugal fue
gobernado desde Lisboa por un Consejo de Regencia (el cual estaba presidido
por un inglés, el mariscal Beresford, quien había sido comandante en jefe del
ejército portugués que había reocupado el país y se había mantenido en él).
En 1820-1821 estalló una revuelta liberal y se adoptó una nueva
constitución. La revuelta se extendió a Brasil, donde el "partido brasileño”, que
representaba a las élites criollas, "ganó la supremacía”, en tanto que las clases
populares no lograron "hacer prevalecer sus reivindicaciones”. 2909 Los
portugueses apoyaron los esfuerzos de los criollos brasileños. Un diputado
portugués, José Joaquín Ferreira de Moura, defendió el envío de tropas a Bahía
en 1821 argumentando que la población brasileña, “compuesta de negros,
mulatos y criollos blancos y europeos de varios tipos” se encontraba sujeta a
"diversas pasiones en efervescencia" y necesitaba ayuda para restablecer el
orden.2910 Don Juan regresó a Portugal, lo que hizo temer a los brasileños que no
les aguardara la igualdad plena. Transfirieron su fidelidad de Juan VI al príncipe

2904
Véase Mota (1973, p. 76). Sobre la preeminencia británica en Brasil, véase
Manchester (1933, caps. 'ix y x).
2905
Otras dos —en Río de Janeiro en 1794 y en Pernambuco en 1801— fueron
aplastadas casi de inmediato.
2906
Luz (1960, vol. i, parte 2, p. 405). En esta conspiración, el problema de la esclavitud
era visto como un "posible obstáculo" cuya solución podía ser liberar a los mulatos (¡sic!) (p.
399). Nováis (1979, p. 170) también utiliza la palabra "precursor".
2907
Behtell (1985, p. 166). Véase también Mota (1967, pp. 103-194) sobre la
diferencia entre las dos revueltas. Maxwell señala que los temores criollos a un levantamiento
racial condujeron a "una notable concordancia de opiniones [...] [con] el gobierno británico"
(1973, p. 238). /
2908
Fraseología citada por Nováis (1979, p. 171).
2909
Prado (1957, p. 48).
2910
Citado en Tavares (1977, p. 57).
La descolonización de América 343

regeñte don Pedro, a quien convencieron que permaneciera en el país. Poco


después, en 1822, don Pedro I se convirtió en emperador de Brasil, con la
bendición y bajo la protección de Gran Bretaña.2911
Así, lentamente, a lo largo de 50 años, los colonos blancos crearon estados
en todo el hemisferio occidental, estados que se convirtieron en miembros del
sistema interestatal. Todos ellos, de una u otra forma, pasaron a encontrarse bajo
la tutela político-económica de la nueva potencia hegemónica, Gran Bretaña,
aunque Estados Unidos logró labrarse un papel como lugarteniente y, por lo
tanto, rival potencial y postrero de Gran Bretaña.
La única excepción fue Haití y fue sometido a ostracismo. El papel de
Francia, España y Portugal quedó eficazmente anulado, pero igual suerte
corrieron negros e indios. El sueño de Morelos, lograr fundar una república
basada en las teorías constitucionales europeas pero que proclamara la
"antigüedad azteca como el auténtico origen de la nación” no pasó de ser un
sueño reprimido.2912 El nuevo nacionalismo estaba "casi vacío de contenido
social”.2913
Ninguna de las grandes revoluciones de finales del siglo XVII —la
denominada Revolución industrial, la Revolución francesa, las independencias
de los colonos de América— representó desafíos fundamentales al sistema
capitalista mundial. Lo que sí representaron fue un avance en su consolidación
y afianzamiento. Las fuerzas populares fueron suprimidas, y su potencial
constreñido por las transformaciones politicas. En el siglo xix esas fuerzas (o
más bien sus sucesoras) reflexionarían sobre sus fracasos y construirían una
estrategia de lucha completamente nueva, estrategia que sería mucho más
organizada, sistemática y autoconsciente.

2911
Véase Mota (1972, pp. 71-72).
2912
Phelan (1960, p. 768). Véase también Griffin (1962, p. 20).
2913
Lynch (1973, p. 340).
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pp. 261-282.
En este índice analítico se han agrupado las referencias a jurisdicciones políticas concretas,
con independencia de sus cambios a través del tiempo, bajo las denominaciones en uso al
final del período considerado. Así, por ejemplo, Nueva Francia se encontrará bajo Quebec,
La Plata bajo Argentina, los Países Bajos Austríacos bajo Bélgica, Uruguay bajo Banda
Oriental, etc. Las fronteras, por supuesto, no siempre fueron idénticas. Se ha hecho un
esfuerzo por maximizar la coherencia del agrupamiento al mismo tiempo que se minimiza la
dispersión de entradas. Las referencias a un pueblo (a un grupo étnico) se encontrarán
agrupadas con las referencias al país de origen. Así, los “griegos” se encuentran bajo
“Grecia” y los "irlandeses" bajo Irlanda. Los nombres propios con prefijos se catalogan de
acuerdo con las reglas de la American Library Association.
ÍNDICE ANALÍTICO

Abdülmecid I (Imperio tierras comunales, 68, 86, 233-234, 240, 243, 245
otomano), 248 Abel, 88, 101-102 agronomía, 85, Anden Régime (véase Francia)
Wilhelm, 43, 78, 85, 91 100, 104, 226 Andalucía, 314 Andaman,
Aberdam, Serge, 88, 146 aguardiente, 298 Aguessy, islas, 169 Anderson, B. L.,
Abir, M„ 242 Abisinia, 257 Honorat, 230, 232 201 Anderson, J. L, 163
abogados, 143 abolición Agulhon, Maurice, 50 Anderson, M. S„ 6, 97, 98,
(véase esclavitud) Ahlstróm, G„ 260 Ahmed III 113, 197, 243, 258, 259,316
abono (véase agricultura, (Imperio otomano), 187 aja, Anderson, Perry, 61, 72, 72,
fertilizantes) 263 169
Abou-el-Haj, Rifá'at Ali, 244 Ajayi, J. F. Ade, 218, 232, Anderson, Terry L., 273
Accarias de Sérionne, 232, 264 Andes, 306-307 Andrews,
Jacques, 97, 97, 325, 325 Akbar (Imperio mogol), Charles M., 269, 273, 277
aceite de oliva, 206 aceite de 220, 221 Andrews, George Reid, 287,
palma, 204-208, 218, 236, Akinjogbin, I.A., 232, 263, 352
238 Acomb, Francés, 126 263 Anisson-Dupéron, Etien- ne-
Adams, Donald R., Jr., 344 Albany, 288 alcaldes Alexander Jacques, 121
Adams, John Quincy, 350 mayores, 301 Alemania Anjou, 147
Adams, John, 338 Adams, occidental, 92, 156, Ankara, 196
Samuel, 290 Adamu, Mahdi, 161, 164, 173, 215, Anna, Timothy E., 350, 355
205 Adhemar, Jean Balthazar 297, 313, 327, 331, 340 '
d', conde, 123 Ado, A., 145 oriental, 131 Anstey, Roger, 201
África, 10, 97, 109, 179, 184, Alemdar, Mustafa Pasha, 243 antiasociación, leyes de
188, 218, 269, 286, 328 Aleppo, 211 (véase Gran Bretaña)
occidental (y central), 179, algodón, 34, 35, 39-40, 125, anticipos (véase crédito)
183, 184, 186- 190, 198- 194-196, 201, 207, 210, Anticosta, isla de, 282, 287
207, 212, 212, 217, 227, 214-216, 223, 235, 345 Antigüedad, 49 antiguos
229- 239, 262, 262 (véase también tejidos, creventes, 217, 260
oriental, 208 septentrional, algodón) Antillas Menores, 305
234-237, 241 Ali Pasha, 242 Ali, Athar, apalaches, 282, 283, 321, 322
zonas de' la sabana, 236- 249 Alleghenies, 282, 322 aparceros (aparcería), 23,
238 Alimentos, 82, 85, 91, 105, 132, 146, 233 Aptheker,
agricultores, pequeños (véase 143-144, 168, 191, 195-196, Herbert, 285, 291, 328
campesinos) agricultura, 6, 207-208, 220, 278, 287, 320 Aquisgrán, 174 arado, 18
12, 37, 41, 81, 83, 86-87, 91- Alien, Ethan, 323 Alien, Aranga y Parreno, Francisco
93, Levi, 323 Alsacia, 143, 161, de, 340 Arasaratnam, S„ 193,
101, 123, 131, 156, 160, 174 Althusser, Louis, 61 214, 223, 254 Arbellot, Guy,
163, 238, 345 barbecho, 19, Amberes, 137 Américas, las 94 Arcila Farias, Eduardo,
84, 102 droit de parcours, 88, 109, 162, 189, 207, 213-214, 297
102, 132 269, 276, 279-280, 292-296, Arciniegas, Germán, 311 área
droit de triage, 101-102 300, 304, 5-316, 334, 344- externa, 179, 186, 189-190,
fertilizantes, 19 labranza, 20- 349, 356 comercio con (véase 215, 230, 234- 235,240-
21, 91 producción de cultivos comercio colonial) 241,264-265 Argel, 339
comerciales, 85, 191- 194, amerindios (véase nativos Argentina, 302, 309, 334,
205-206, 213, 217-218, 221, americanos) Amherst, Jeffrey 348-349, 353
227, 230-233, 236, 256, 260, Amherst, barón (general), Argyle, W. J„ 185, 185, 199
335, 346, 353 productores 282 Amin, Samir, 184, 184 Aristocracia, 50-55, 58- 60,
directos, 84, 219, 223 Amsterdam, 116 Ana 63-65, 69-72, 86-87, 111,
revolución agrícola, 9, 17, 21, Ivanova (de Rusia), 228, 350 138-140, 143-144, 147,
24-27, 85, 106, 131 Anatolia, 191, 196, 211, 216, 154, 166, 197, 217, 224-
[487]
488 lmmanuei Wallerstein
226, 259, 291, 300 (véase 246 Auvemia, 17, 22
también clases; altas, Avelino, Ivone Días, 297
terratenientes) Ayan (véase Imperio
reacción, aristocrática, 49- otomano)
50, 57-58, 85-86, 104, Azov, mar de, 244 aztecas,
274 357 (véase también México,
Arkwright, Sir Richard, 33 nativos americanos)
Armada, 115, 163, 188, 199, azúcar, 194, 199, 212, 212,
235, 251, 270, 280-281, 294, 270, 281, 295, 320, 335-
319, 343 armamentos, 37 339, 353
armas de fuego, 212, 262,
325 Babeuf, Frangois Noel,
Armengaud, André, 15 Gracchus (babuvismo) (véase
Armenia, 245 Armstrong, Francia, Revolución francesa,
Maurice W„ 294 Conspiración de los Iguales)
Armytage, Francés, 295 bacalao, 119
Amold, Rosemary, 184, 184, Bacon de la Chevalerie, Jean-
185 Jacques, 335 Baer, Gabriel,
Arnould, Ambroise-Ma- rie, 216 Bagchi, Amiya Kumar,
119-120, 126, 126, 136 193, 209, 254 Bagó, Sergio,
Aro Chuku, 264 arroz, 221, 354 Bagwell, Philip S., 94
293,345-346 artesanías, 45 Bahamas, 319 Bahía, 355
artesanos,9, 53, 108, 149- Bailyn, Bemard, 272, 284-285
151, 166, 227, 328 Bairoch, Paul, 10, 11, 15,
asalariados (véase 18,37, 37,41, 107, 158
proletariado) Balcanes (véase Rumelia)
Ascensión isla de la, 169 Ballot, Charles, 7,41, 109
Ascherson, Neal, 137 Bamford, Paul Walden, 115
Ashanti, 236, 238, 263 Banco de Inglaterra (véase
Ashton, T. S., 11, 11. 28, 91, Gran Bretaña) Banda
114, 125, 172, 172 Asia, 249 Oriental, La, 303 bandidismo,
central, 234 sudorientai, 208 311
occidental (véase Levante)
Asia occidental (véase
Levante)
Asamblea Nacional (véase
Francia, Revolución
francesa)
Asiegbu, Johnson, U. J., 200
assignats (véase Francia,
Revolución francesa) Athar
Ali, M., 249 atlántica, tesis
(véase Francia, Revolución
francesa)
Atlántico océano, 76, 169,
199, 232, 237, 241, 320-321,
322 Auckland, isla de, 170
Auckland, William Edén,
primer barón de (véase Edén,
William)
Augé, Marc, 218 Aulard, A.,
144 Austen, Ralph A„ 184-
185, 238 Australasia, 169
Austria, 196, 215, 240, 245,
índice analítico 489

banqueros, 12,29, 213,252 (mariscal), 356 Bergeron, 201, 202, 212 Bouloiseau,
Bantry, Bahía de, 343 Louis, 45, 99, 106, 156, 159, Marc, 126 Boulton, Matthew,
barbecho (véase agricultura) 160, 9 Bourde, André J., 85, 88,
Barber, Elinor, 70 Barbier, 162, 163 Bergier, J. F„ 40 105, 106
Jacques A„ 312, 348 Berkes, Niyazi, 242, 246, 248 Bourgin, Georges, 133, 133
Barcelona, 107 barco de Berlín, Ira, 328 Bousquet, Nicole, 333, 347,
vapor fluvial, 345 Berlín, 245 352, 353 Bouvier, Jean, 164
barcos (navegación), 198, Bermuda, 319 Bovvden, Witt, 125 Bowen,
207, 256, 273, 295, 320, 341, Berrill, K. E„ 109 Harold, 245 Bowring, John,
344, 347 Barker, Charles Berry, 22 216 Boxer, C. R., 251
Albro, 278, 284 Berthoff, Rowland, 274 Boyetet, M., 122 Brading,
Barón, Samuel H., 259 Barr, Besset, Giliane, 197 Bethell, David A., 301, 303, 314, 315,
Stringfellow, 98 Barshchina Leslie, 355 Bezanson, Anna, 333, 347 bras ñus (véase
(véase Rusia) Barthélémy, 5, 48 Bhattacharya, Sabyasa- extremistas)
Frangois de, marqués de, 122 chi, 194, 221 Brasil, 199, 270, 299, 299,
Basilea, 107 Baskhir, 228 Biafra, golfo de, 199, 238 308, 312, 340, 348, 355-
Bathurst, 169, 232 Bauer, Bien, David D., 57 Bierck, 356
Arnold, J., 315 Baur, John E., Harold C., Jr., 354 Bihar, Brathwaite, Edward, 319
339 bautistas, 331 Bauwens, 209, 224 Birch, Alan, 155 Brande, Benjamín, 243
Liévin, 164 Baykov, Bjork, Gordon C., 346 Blanc, Braudel, Femand, 34, 34, 43,
Alexander, 212 Bayly, C. A., Simone, 228 blancos de orilla 44, 71-72, 72, 94, 97, 97,
207, 207‘ Bayona, 348 (véase blancos) 120, 120, 128, 160, 163, 170,
Beales, H. S„ 44 Bean, blancos, 280, 308-309, 313, 299 Brebner, John Bartlett,
Richard Nelson, 201, 201, 319, 322, 324, 328-329, 335- 28, 28, 271, 289, 293, 293,
218 Beard, Charles, A., 332, 340, 344, 352-353, 355 321,322, 323 Bretaña, 68, 87,
332, 345 Béam, 22 Beau, blancos de orilla, 353 101, 105, 109, 134, 144,
Brumel, 158 Becker, Charles, Blanqui, Adolphe, 6 Blaug, 147
237 Bedford, John Russell, Mark, 167, 167 Bloch, (véase Gran Bretaña)
cuarto duque de, 270 Beer, Camille, 127 Bloch, Marc, Briavoinne, Natalis, 34, .
George Louis, 270 Behrens, 23, 58, 58, 47,47,120,172 Bridenbaugh,
C.B.A., 112 Bélgica, 91, 124, 88, 101, 102, 103, 103, Cari, 276 Bridgewater,
173 Belgrano, Manuel, 131, 132, 133 Bloqueo primer duque de, John
general, 353 Belice, 305 Continental, 162- 164, 194- Egerton, 37
Bemis, Samuel Flagg, 98, 195, 197, 208, 316 Bristol, 248
305, 317, 318, 324, 345, Blum, Jerome, 197, 217, 217, Brito Figueroa, Federico, 354
351 224, 226, 228 Boahen, A. Broder, Albert, 164, 170
Ben-Shachar, Ari Y., 11 Adu, 238 Boal, 237 Broeze, Frank J. A., 276, 276
Bendjebbar, André, 147 Bois, Paul, 134, 146 Bolívar, Brooks, George E., 206
beneficio(s), 11-12, 33, 57- Simón, 311, 314, 340, 340, Brown, Robert E., 274
60, 72, 79-80, 81, 344, 349, 351-354 Brown, Vera Lee, 297
87, 90, 104, ,109-110, 113, Bolivia (véase Perú, Alto) Brown, Wallace, 319
126, 142, 168, 199-201, Bol ton, G. C„ 255, 282 Browning, Oscar, 118, 121,
214, 225, 231, 246, 273- Bombay, 192, 251 Bonaparte, 125, 128 Bruchey, Stuart,
274, 320, 346 (véase José, 348 Bonaparte, 333, 346 '
también capitalismo) Napoleón (véase Napoleón) Brugiére, Michel, 153
Bengala, 98, 193-194, Bonilla, Heraclio, 306, 309, Brumario (18) (véase
208, 221-222, 234-235, 312, 353 Bonny, 207, 262 Francia, Revolución francesa)
253-254, 256, 319 Benin, Borbón, casa de, 114, 155, Buckley, Roger Norman, 338
golfo de, 238 Bénoist, M.-A., 298, 302, 310, 312, 315, 348 Buda, Aleks, 242 Buenos
178 Bénoit, Joachim, 340 Borbón, Isla de, 256, 336 Aires, 302, 348 Bulgaria,
Berbeo, Juan Francisco, 311 Borgoña, 105 Bosher, J. F„ 216, 243 Burdeos, 124
berberiscos, piratas, 320 94, 113 Boston, 278, 278, Burgoyne, John, general,
Beresford, William Carr 332 Boulégue, Jean, 189 303, 303
Beresford, vizconde Boulle, Pierre H., 10, 60, 99, Burguesía, 46nl52, 49- 61,
490 Immanuel Wallerstein
63, 65, 68, 72-73, 113, 115, 249, 259-260, 111, 287-
137-139, 144- 146, 149, 151, 290, 325, 332, 341, 345
153, 174-175, 180 pequeña revolución campesina
burguesía, 52, 66, 141 (rebeliones, revueltas),
revolución burguesa, 5, 51- 51-52, 67, 134, 141,
52, 55-58, 62- 146-147, 237, 261
71, 73, 141, 145, 145, Campomanes, Pedro
153 Rodríguez de, conde de,
Burke, Edmund, 115, 280, 305
280 campos abiertos (véase
Burkholder, Mark, A„ 312 agricultura)
Burma, 207 Canadá, 97-98, 270-271, 282,
burocracia, 89, 100, 218, 226, 288, 289, 290, 295, 304, 321,
240-242, 258, 298, 322, 328, 350, 350 franco-
300,313 canadienses (véase Ouebec)
Burstin, Haim, 148 Burt, A. provincias marítimas, 350
L., 321 Busch-Zantner, R., canales (véase transporte)
215 Butel, Paul, 92, 93, 162, cáñamo, 197
251 Canarias, islas, 353
Byron, George Gordon Noel, Cannadine, David, 6
sexto barón (Lord), 246 Canning, George, 168, 354
Cantábricos, montes, 314
Caballero y Góngora, Cantón, 235
Antonio (arzobispo), 311 capital
Caballos, 183 Cabo costa del, acumulación de, 9, 12, 45,
206 Cabo de Hornos, 99 80, 107, 112, 179-180,
Cabo, colonia del, 169 200-201,
cacahuates, 204-206, 218 215, 219-220, 239, 316
cadenas de mercancías, 179, invertido, 11-12 inversión
190, 213, 232, 235, 264-265 de, 12, 30, 37, 51, 105,
Cádiz, 297, 297, 298, 305, 117, 170, 233 oferta de,
334, 349 café, 336 11
Cahen, Léon, 120, 126 capital (capitalistas), 9, 25,
Cahiers de doléance (véase 32-33, 40, 45, 49, 51-52,
Francia, Revolución francesa) 58-71, 80, 85-86, 89, 104-
Cain, P. J„ 28, 58, 109, 128, 107, 112, 116, 138,
254, 254 Calabar, 207, 219, 148, 153, 181,
238 Calcuta, 192, 215 216, 226
Calhoun, Craig, 166 Calhoun, capitalismo, 8, 12, 57-58, 65,
John, 354 Calonne, Charles 67-68, 71, 116, 134,
Alexan- dre de, 111, 112,
119, 121
Camden, segundo conde y
primer marqués de, John
Pratt, virrey, 343 Cameron,
Rondo E„ 10, 42, 46. 108
Campbell, islas, 170
Campbell, León G„ 309, 312,
313
campesinos, 8, 23, 30, 51- 54,
68, 71-72, 79, 84, 89, 101,
105, 130, 134, 138, 141-
144, 147, 156, 166, 198,
217-218, 220, 226, 233,
índice analítico 491

139, 145-146, 153, 159, 300, 315, 331, 331, 341, Chatham, isla, 170
173, 180, 201, 224, 232, 342, 342 (véase también Chaudhuri, Binoy Bhus- han,
259, 264-265, 357 (véase clero) Cáucaso, 261 caucho, 221
también Economía- 204, 206 cauri, 237 Ceilán, Chaudhuri, K. N.,189, 189,
mundo) 169, 207 centeno, 157 192, 193, 208,
Caracas, 334, 349 Carbón, centros de distribución 208, 213, 214, 250, 252
38-39, 134, 156 carbón, 37, comercial, 80, 275, Chaunu, Pierre, 38, 83,
197, 227 Cárdenas Acosta, 288, 296-297, 317, 340 282, 283, 298, 301,
Pablo E„ 310, 311 cerámica, 122, 211 306, 306, 307, 308,
Caribe, 76, 93, 98, 215, 276, cercamientos, 21-25, Z7- 28, 309, 313, 314, 314,
281, 295, 304, 305, 308, 67, 84, 89-90, 96, 101-102, 324, 347
317, 319, 338, 352 (véase 132, 156-157 aumento, 22, Chaussinand-Nogaret, Guy,
también Indias 101-102 concentración de 57, 72, 113,149
occidentales) tierras, 21-22, 90 división de Chautebriand, Frangois René
Carleton, gobernador tierras comunales, 132 de, vizconde, 53, 139, 203
(Dorchester, Guy expulsión, 24-25 cereales, 78, Cheetham, James, 346, 346
Carleton, primer barón), 84-85, 88, 89, 91-93, 104, Chekcland, S. G., 338
287, 290 129, 196, 206, 206,287 cherokees, 324 Chesnutt,
Carlos III (de España), 297, liberalismo cerealero, 104 David R„ 293 Chevallier,
300-302, 307, 315, 347 Césaire, Aimé, 335, 337 Dominique, 211 chickasaws,
Carlos IV (de España), 301, Céspedes del Castillo, 324 Child, sir Josiah, 251
348 Guillermo, 302 Chabert, Chile, 347, 349 China, 188,
Carmarthen, marqués de, Alexandre, 133 Chalmer, 194, 194, 208, 209, 214, 234,
Francis Osborne, 118, 121, George, 6 Chamberlain, 235,
124, 124 Carolina del Norte, Christo- pher, 184n5, 219 235, 246, 247, 255, 256,
278, 321, 323, 330 Carolina Chambers, J. D., 19, 20, 21, 257, 320 mercaderes
del Sur, 293, 321, 323, 328, 22, 22, 25, 81, 83, 95, 96, 168 Hong, 235 Revolución
331 Carolinas, las, 321 (véase Champaña, 22, 127 china, 68
también Carolina del Norte; Champion, Edne, 127 Chipre, 238
Carolina del Sur) Champlain, lago, 321 Choiseul, Etienne Fran- ?ois
Carr, Raymond, 355 Chandler, Charles Lyon, 352 de, duque, 97-98, 112, 114,
Carreteras (véase Transporte) Chandra, Satish, 249, 249 271, 303, 321 Choiseul-
Cartagena, 339 Carus- Chapman, Stanley D., 11, 12, Gouffier, Marie Gabriel
Wilson, E. M., 43 Casanare, 36, 157 Florent Augus- te de, conde,
310 Castilla, 314 Chaptal, Jean-Antoine 246 chouaimerie (véase
Castries, Charles Eugne Claude, 123, 123, 124, 126 Francia, Revolución francesa,
Gabriel de la Croix, marqués, Charles, Eunice A., 206 contrarrevolución)
119 Catalina II (de Rusia), chartismo (véase Gran Choulgine, Alexandre, 56
187, 197, 211, 226, 259, 260 Bretaña Chartres, 23 Christelow, Alian, 296, 297,
Cataluña, 301, 305 Chassagne, Serge, 155, 299, 334 Christie, IKan R.,
Catchpole, Brian, 232 159,159, 160, 164, 170 272, 286, 286, 298, 131
católicos, Iglesia católica, Christophe, Henri, 340
116, 159, 163, 287, Chulkov, M. D., 261 Chung,
Tan, 234, 235-
236, 256
ciencia, 4, 33, 33, 107
(^iftlik, 215-216 (véase
también plantaciones)
492 Immanuel Wallerstein
Cipolla, Cario M., 7 clacafi 316-319, 322- 326, 329, 332, 214, 223, 234-235, 252-
(véase campesinos) 334-337, 341-344, 349, 357 257, 281
Clapham, J. H., 25, 164, 170, (véase también criollos) Compañía Mercantil de
215, 215 Clark, John G„ 109, Colquhoun, Patrick, 25 África, 205
326 Clark, Richard, 210 Colvin, Lucie G., 236 comuneros, 306, 309-310,
Clark, S. D„ 290, 291, Colyton, 82 343- 345
294,350 combustible (véase energía) concentración de tierras
clase(s) (o estratos) comerciantes, 12, 51, 53, 65, (véase cercamientos)
altas, 15, 139, 143, 169 98, 108, 115, 119, 149, 181, Condorcanqui, José Gabriel
(véase también 184, 189, 192, 213, 217-219, (véase Tupac Amara)
aristocracia, 239, 243, 246, 252, 274, 277, Confino, Michael, 197, 217,
terratenientes) 283, 289-291, 296- 297, 300, 224, 225, 226, 228
bajas (pobres, populares), 305, 312, 314, 318, 321, 326- congregacionalistas, 294
13. 26, 50, 65- 66, 86, 95, 106, 327, 332, 338, 345 Comercio Congreso Continental (véase
134, 141, 147, 150-151, 154, anglo-francés, Tratado de Estados Unidos) Congreso
160, 169, 173- 175, 273-275, 1786 (véase Tratados, Edén) Hispanoamericano de
278, 312, 331, 348, 356 (véase comercio 91-93, 140, 179- Historia, 314, 354
también campesinos, 180, 183, 193, 238, 253, 274, Conjuragao Bahía (véase
proletarios, extremistas) 280, 344 colonial, 9, 93, 96, Brasil)
medias, 5, 13, 15, 46, 60, 95 109, 183 Conjuragao Bahía, 355
(véase también burguesía) contrabando, 93, 120, 126, control de precios del (véase
clases, lucha de, 134, 149, 175 165, 276, 295, 298, 305, cereales, liberalismo
Clauder, Anna C., 318, ’ 346 326, 334, 348, 352 cerealero)
Clemenceau, Georges exterior, 9, 83, 95-97, 100, Inconfidencia mineira,
Benjamín, 69 Clendenning, 105, 109-110, 114, 119, 355
P. H., 260 Clére, Jean- 126, 129, 135, 158-159, pan, 78, 129, 144, 148,
Jacques, 132 clero, 71, 132, 171- 172, 192-193, 173
136, 147, 288-290, 349 196- 197, 204, 208, revueltas del pan, 144,
clima, 79-80 212, 215, 275, 318-321, 168
Clive, Robert (barón Cli- ve 326, 345-346 Connecticut, 322, 328
de Plassey), 251 Clough, legítimo, 198-200, 204, Connell, K. H„ 16, 171
Shepard, B,. 164 Cobb, 218, 230 conscripción, 151
Richard, 67, 67, 148 a larga distancia, 184, Conspiración de los Iguales
Cobban, Albert,54-57, 59, 60, 198, 265 (véase Francia, Revolución
67, 68, 69, 69, 112, 116, de lujo, 182-183, 187, francesa) construcción, 12
120, 136, 139, 153, 164 190, 198, 238 libre, 68, contrabando (véase
Cobbet, William, 123, 124 122, 247-248, 253, 261, comercio)
Cochran, Thomas C., 345 298, 303, 313, 317, 326, Convención (véase Francia,
Cohén, Félix, 280 Cohén, Jon 334, 345 Revolución francesa)
S., 90 Cohn, Bemard S., 193, "nacional”, 188, 190 Coque, 38, 212 Coquery-
256 cola, nueces de, 236 puerto comercial, 184, Vidrovitch, Ca- therine, 204
Colbert, Jean-Baptiste, 58, 188 Coquin, Frangois-Xavier, 211
136-137, 301 Colé, G. D. H„ revolución comercial, 126 Córcega, 98 Cornblit, Oscar,
157 Colé, W. A., 9, 13, 22, triangular, 99, 194, 307 Cornwallis, Charles
35, 78, 83, 91, 92, 93, 96, 96, 234-235 (véase Conr- wallis, primer marqués
100, 107, 110, 114, 160 también esclavitud, tráfico de de, 251, 255-256 corporación
Coleman, D. C., 5-6, 47 esclavos) comercio neutro (véase gremios)
Colley, Linda, 169, 281 (véase neutralidad) corregidores, 301-302,
Collier, Simón, 312 Compagnie des Indes, 254 307- 308 Cort, Henry,
Colombia, 302, 305, 309- Compañía de Arrendamientos 33 Corwin, Arthur F„ 340
312, 339 Generales, 113 Compañía de Corwin, Edward S., 304
colonos, 270-271, 274, Caracas, 305 cosacos (véase Rusia)
278-279, 281, 286, 290- Compañía de las Indias cosacos, 260
291, 295, 300, 305, 310-312, orientales, 192-193, 208, necemozem, 217 obrok,
índice analítico 493

217, 217, 224- 225, 228 agricultura) cultivos Declaración de los Derechos
Revolución rusa, 485, forrajeros (véase agricultura) del Hombre (véase
661, 6368-70262 cosechas cultivos forrajeros, 19-20, Francia, Revolución
(malas, buenas), 77-79, 83, 105, 278 francesa)
92, 225, 287 campos abiertos, 21- 22, decretos de (véase bloqueo
crises d'Ancien Régime, 78, 88-90, 101-103, 132 continental) Dehio, Ludwig,
80 pastoreo, 19, 90, 103 77, 115, 131, 257, 291
Costa de Marfil, 218 Costa de pautas de tenencia de Delaware, 323 Delfinado, 91
Oro, 205, 263 Coughtry, Jay, tierras, 221 Delgado, José María, 301
328 Countryman, Edward, rendimiento, 20-22, 84-86, Delvaux, Rémi, 179
278 Coupland, sir Reginald, 157, 224 (véase también Demidov, Nikita, 227
200 coyuntura, 273, 273, 307 las diversas funciones demografía, 9-12, 15-17, 21,
Cracraft, James, 259 Crafts, ocupaciona- les) 24-26, 32, 47, 81- 86, 91, 96,
N. F. R„ 43, 83, 96, 100, 107, rotación, 19-20, 85, 172, 192, 269, 308
109, 157, 217 revolución, demográfica,
160, 172 tierras baldías, 21, 101, 13, 17, 81
Craton, Michael, 320 216, 257 dérapage, 53, 62, 62, 66- 67,
Creciente Fértil, 234, 241- Cunha, don Luis da, 299 152
242 Cunningham, Audrey, 169 derechos comunales (véase
crédito, 12, 12, 214-215, 222, Curtin, Philip D., 198, 213, agricultura, campos
277, 345 (véase también 232, 327 Cuzco, rebelión de, comunales)
servidumbre por deudas) 352 Desai, Ashok V., 220-221
creeks, 324 descolonización, 268-357
Creighton, Donald, 290, 322 Dacca, 209 Daget, Serge, 203 desindustrialización, 166,
Crimea, 187, 261 criollos, Dahlman, Cari J., 90, 90 174, 192, 208-212, 236
298, 307-315, Dahomey, 184-186, 199, 205, despegue, 8-9, 17, 21, 42,
339-340, 346, 349-356 218-219, 238, 263 Dakin, 45, 92, 140 (véase
Crises d’Ancien Régime (véase Douglas, 243 Dalmacia, 244 también industrialización,
cosechas) cristianismo, 49, Damasco, 211, 242 Daniére, capitalismo)
187, André, 79 Danubio, 233 Dessalines, Jean-Jacques, 340
232, 237, 295 Croix, Darby, Abraham, 33, 38, 38 Detroit, 283
Carlos Francisco de, marqués Darby, H. C„ 170 Dardel, Dickerson, Oliver M., 275
de, 301, 302 Pierre, 99, 126, 129 Diderot, Denis, diezmos, 86-
Crompton, Samuel, 33, 109 Darity, William, Jr., 202 Das 87, 129, 132, 143-144, 288
Crosby, Alfred W., 197, 197 Gupta, Ashin, 183, 192, 251 Diffie, Bailey, W., 312
Crouzet, Frangois, 10, 11, 11, Datta, K. K„ 190, 193, 193 Digby, Simón, 188, 188
12, 27, 40, 45, 60, 92, 92, Daumard, Adeline, 170 Dike, K. Onwuka, 207, 264
93, 100, 109, 117, 135, Daumas, Maurice, 44 David, Dilla Alfonso, Haroldo, 339
136, 139, 156, 157, 158, Jacques-Louis, 268 Dinamarca, 203-204, 218
160, David, Paul, A., 344 Davis, diplomacia (véase sistema
161, 162, 164, 164, 165, David Brian, 329 Davis, interestatal) divisas (dinero,
165, 170, 174 Ralph, 11, 37, 37, 92, 93, moneda), 205, 205
Cuarto Estado, 142, 144 100, 107, 109, 117, 117, 160, Dobb, Maurice, 7, 24, 64
(véase también clase(s) 195 Davison, Roderic H., 261 Dojnov, Stefan, 262 Dollfus,
bajas) Deane, Phyllis, 5, 7, 9, 12, 13, Daniel, 163 Domínguez,
Cuba, 98, 199, 326, 340, 354, 18, 19, 22, 25, 27, 32, 32, Jorge F., 311 Dominica, 98
354 35, 37, 39, 43, Dos Sicilias, 124 Dovring,
Cuenca Esteban, Javier, 344, 44, 78, 81, 83, 85, 91, Folke, 22, 23, 27, 27, 31
349 cuero, 211 92, 93,94, 96, 107, 110, Doyle, David Noel, 341, 342,
cultivo, sistemas de, 21 114, 160, 161, 163, 344
alterno, 19 convertible, 19 170, 173 Doyle, William, 59 Drake, B.
mixto (nuevo), 21, 25, 85, Deane, Silas, 304 Debbasch, K.
106, 157 Yvan, 203 Debien, Gabriel, Drake, Michael, 14, 16 Dred
cultivos comerciales (véase 335, 336, 337 Scott, sentencia, 329
494 Immanuel Wallerstein
Drescher, Seymour, D., 200 incorporación a la, 179-
Droit de parcours (véase 265
agricultura) inflación y deflación, 204,
Droit de triage (véase 237, 241, 278, 305, 320
agricultura) libertad económica, 7- 8,
Druzhinina, E. I., 259 52, 63, 89, 145, 298
Dubois, Marcel, 203 oferta, 11, 85, 94, 194,
Duckham, barón F„ 134 203, 214, 327
Dukes, Paul, 197, 211, 224 periferia, 18, 41, 173,
Dull, Jonathan, R., 124, 305 179-180, 186-187,
Dumas, Frangois, 120, 122, 191, 232, 261, 264
123, 124, 125, precios, 77, 84-87, 90, 94,
126,127 97, 122, 126-127,
Dunmore, cuarto conde de, 157, 172, 183, 189,
John Murray, 328 Dupáquier, 198, 201, 205, 214, 217,
Jacques, 171 Dupin, Charles, 225, 241, 275-
barón, 164
Dupont de Nemours, Pie- rre
Samuel, 121 Dutt, Romes
Chunder, 194
Dyck, Harvey L., 260
Eagly, Robert, V., 117 Earle,
Edward Meade, 246
East Anglia, 143
Eccles, W. J„ 271 economía-
mundo capitalista
competencia, 7, 91, 98,
119, 124-127, 135,
156, 184, 195, 198-
202, 209, 218, 224,
236, 247, 279, 320, 346,
350, 353
centro, 81, 85, 191, 279
crecimiento económico, 6,
9-10, 25, 41- 44, 77, 81,
92, 108,
120, 123, 135, 157-
159, 179, 186, 193, 273,
279, 312, 333, 345
demanda, 9, 37, 81, 85,
91, 95, 157, 195, 199, 238,
249, 327 división del
trabajo, 182, 191-192,
195, 198, 239
(europea), 7, 16, 18, 32, 36,
39-40, 48, 72, 77, 81, 85,
91, 96, 98, 108, 112, 130,
134, 137, 154-155, 173,
179-183, 189- 194, 198,
204-206, 221, 226, 236,
240- 241, 251, 254, 260,
263, 269, 279-280, 307,
310, 333, 350
índice analítico 495

276, 279, 287, 307 Ernst, Joseph Albert, 273, 206, 209, 223, 246, 255,
semiperiferia, 119, 122- 277, 278, 286, 287 269-276, 278-289,
123, 128, 198, 258, 261, esclavitud, 182-183, 200- 292- 298, 302-305,
264 203, 207, 223, 229, 232- 308- 310, 313, 316-334,
Edén, William, primer 233, 238, 263-264, 286, 337- 340, 343-346, 350-355
barón Auckland, 122, 308-310, 319, 326- 329, Aranceles Townshend, 283,
127 (véase también 335-340, 353-354 abolición 286
Tratado de Edén) de la, 199- 200, 203, 218, Artículos de la
Edinburgh, 6 Edwards, 231, 236, 353-354 captura Confederación, 327
Michaél M., 125, 158, 160 de esclavos, 184, 198, 204, colonias centrales,
Efix, 207 230- 231, 263-264 289, 323
Egipto, 191, 196, 211, 216, doméstica, 230-231 tráfico Congreso Continental, 289-
234, 238, 241-242, 246, de esclavos, 10, 60, 399, 290, 304, 317, 323, 328
258, 343 Egnal, Mark, 273, 186, 200- 206, 212, 218, Constitución, 332-33
277 Ehrman, John, 120, 227, 231, 236, 237, 262, Convención Constitucional,
124, 329 329, 332 Costa del Pacífico,
128 Escocia, 36, 134, 198, 277, 351 Declaración de
ejército (militares), 113, 281, 283, 317, 327, 331 Independencia, 290,328
184, 212, 218, 241-242, Escoffier, Maurice, 203 guerra civil, 195, 196 Ley
249-250, 258-260, 281, 284- Esmima, 196 España, 70, de Embargo (1808), 346
285, 288-290, 294, 76, 97, 109, 123-124, 164, Ley de Moneda, 276- 277
301,309,313,317,328- 329, 269, 272, 293, 296, 311- Ley de Timbre, 276, 283,
339, 348-349, 356 Ekpe, 321, 324- 326, 333-334, 286, 296, 341 Ley
232-233, 233 Ellis, 337-340, Declaratoria, 283, 341
Geoffrey, 161, 165 Eltis, 344- 356 Ley del Té, 285 Leyes
David, 199 Elwert, Georg, Consejo de Regencia, Intolerables, 289 noroeste,
184 Embree, Ainslee, 349 282, 322, 326 norte, 173,
T.,223, 252 guerras carlistas, 313 322-323, 327, 331
empresarios (véase capital invasión napoleónica de, oeste (o áreas fronterizas),
(capitalistas)) Emsley, 304, 317, 344 Especias, 182 282-283, 287,
Clive, 167 Encomienda, Estado 290, 321-322, 326
353 Endrei, Walter, 158 finanzas del, 99, 112- Ordenanza del Noroeste
energía fluvial (véase 113, 116-125, 129, 137, (1787), 323,329
energía) 253-254, 347 maquinaria Rebelión de Bacon, 332
energía, 7, 37-39, 157- 158, estatal, 23, 89, 110, 128, Rebelión de Shay, 332
159 (véase también 130, 180, 186, 298 (véase Revolución americana, 54-
Motores) enfermedad también burocracia papel en 55, 72, 193, 109, 112-116,
(véase higiene) la economía, 11, 27-29, 89, 194, 200, 211, 224, 246,
engagés (véase trabajadores 99, 110, 112, 122-124 254, 261, 272-273, 276-
contratados) Estados Generales (véase 281, 285, 292-296, 302,
Engels, Friedrich, 6 Francia, Revolución 306, 316-320, 323, , 328-
Engerman, Stanley L„ 130, francesa) 333, 342,
168, 172 enragés (véase Estados Unidos (de 345- 346, 350 sur,
Francia, Revolución América), 49, 93, 96, 276, 293, 323, 329- 330,
francesa Enrique IV (de 111, 114-120, 125, 128, 338, 345-346
Francia), 31, 140 156, 157, 189, 194-199,
episcopalianos, 175, 284, 202,
288, 331
496 Immanuel Wallerstein
estados soberanos (véase 67, 86, 106, 144, 145, 175, feudales, 54, 57, 132,
sistema interestatal) 228 derechos feudales, 57, 132, 144, 145
Estambul, 187, 243-245, 324 66, 86, 129, 132, 143-144 Anden Régime, 41, 51, 56,
Europa (occidental y privilegios feudales, 57- 58, 59, 60, 61, 68, 71,
europeos occidentales), 8-12, 58, 86-87, 101, 133, 78, 80, 101, 124, 132-
17, 20, 25-28, 35- 37, 42-43, 143, 228 140, 145,
49, 54-55, 72, 76-77, 81-84, reacción feudal (véase 148, 149, 151, 152,
92- 102, 107, 113, 120, 154, aristocracia, reacción 155, 159, 160, 160,
158, 162-166, 170, 174, 178- aristocrática de corte 162, 246
180, 182-186, 189-196, 199, prusiano) (véase anticapitalismo, 51, 65,
202, 207- 215, 220-221, 227, Gutherrschaft) Filadelfia, 128, 67-70, 143, 147-
230- 237, 241, 243-255, 257- 278, 289 Financien (véase 149, 152, 154, 167-
259, 261-264, 269-270, 286, Francia) 168
296-297, 304, 307- 308, 315- Findley, Cárter V., 246, 247, Asamblea Nacional
316, 325-326, 333, 337-341, 248 finlandeses, 324 Fisher, Constituyente, 52, 61,
343-346, 351-352, 356 Alan W., 261 Fisher, Colin 66, 113, 116, 132-133,
central, 12, 165 meridional, M, 214 Fisher, H. E. S„ 100 135, 144, 145, 151,
293 oriental, 84, 180 Fisher, J. R„ 308, 309 Fisher, 166, 203, 335-337
septentrional, 92, 116 John, 301, 333, 348, 352 asignados, 116, 148, 148,
Eversley, D. E. C., 10 fisiócratas, 86, 104, 106, 123, 159
exportaciones (véase 137 atlántica (occidental), 99,
comercio exterior) Fitton, R. S., 346 134nl99, 146- 147
Extremadura, 314 Flandes, 106 cahiers de doléance, 53, 127
extremistas, 53, 66-68, Fleurv, André-Hercule de, centro-oriental, 134, 142
72, 138, 141, 146-152, 112 Cinco Grandes latifundios,
166 Flinn, M. W., 82, 172 Flint, 94
Eyzaguirre, Jaime, 312, J. E„ 213 Florescano, Conspiración de los
312,347, 347 Enrique, 348 Floridablanca, Iguales, 53, 53, 67, 159,
Don Francisco Antonio 165
fábricas, factorías, 31, 39- Moñi- no de, conde de, 339, Consulado, 159, 161
40, 45, 90-91, 107-108, 159, 347 "contrarrevolución”, 134,
227-228 Fage, J. D„ 231 Floridas, las, 293, 293, 303- 135, 142, 146- 147
Falkner, S. A., 148 Falkus, 305, 321, 325-326, 351, Convención, 116, 133,
M. E„ 212, 227, 228 355 136, 145, 152, 153, 336
fanti, 264 Fohlen, Claude, 91, 158, 161, Declaración de los
Farley, J. Lewis, 196, 211, 318 Derechos del Hombre,
248 Fondo Monetario 49, 53, 140
Faucheux, Marcel, 134, 147 Internacional, 124 Forbes, R. Dieciocho Brumario, 53,
Fay, C. R., 236 Febvre, J., 38 Ford, Lacy K. 161
Luden, 8 Fedorov, A. S., 259 Forrest, Alan, 165 Forster, Directorio, 159, 342
Fehér, Ferenc, 148-152 Robert, 57, 86, 89, 141 domaine congéable, 134
Felipe II (de España), 77 Foster, John, 163 Foust, Enragés, 165 Estados
Félix, David, 11 Ferguson, E. Clifford, M., 258 Fox, Generales, convocatoria
James, 277 Charles James, 124 Francia,5, de los, 69, 111, 142, 335
Fermiers [-Généraux], 88, 105, 8, 10, 13-14, 20-31,33-36,38- financiers, 70, 113, 116
106 39,41- 44, 47, 59, 68-69, 72- (véase también
Fernando VII (de España), 73, 76-175, 192, 195- 198, Burocracia Fronda, 175
348-352, 355 Ferro, Mark, 202-203, 206, 209, 213, 215, girondinos, 53, 62, 66,
49 ferrocarriles (véase 219, 223, 233, 243-246, 251, 147,150-152 Gran Temor,
transporte) 253- 255, 261, 264, 268-273, 144 Guerra del trigo, 149
fertilidad (véase demografía) 279, 282-283, 288, 299, 303- guerras hugonotas, 175
fertilizantes (véase 304, 314, 316, 321, 326, 334- hébertistas, 53
agricultura) 339, 342-350, 355 inevitabilidad, 61, 64,
feudalismo, 50, 50, 57, 65- abolición de los derechos 130-131, 155
índice analítico 497
interpretación liberal (o Frvkenberg, Robert Eric,
revisionista), 62, 63, 67- 222,257
69 Fugier, André, 163, 164
interpretación social (o Fulas, 231
clásica) (antifeudal), Fullard, Harold, 170
48, 51, 54-57, 59-60, Furber, Holden, 190, 212,
71, 141, 152, 175 214
jacobinos, 48, 52, 53, 55, Furet, Frangois, 54, 56, 57,
66, 138, 149-154, 165, 59, 61, 62, 62, 63, 65, 66, 67,
175, 281 loi Le Chapelier, 69, 70, 125, 130, 141, 151,
149 loi Segur, 59, 71 152, 153 Fusseil, G. E„ 22
Monarquía de Julio, 77 Fyfe, Christopher, 232 Fynn,
norte (noreste), 25, 91, J. K„ 263
105, 133, 142, 157, 174
Parlaments, 112, 117 gachupines (véase
prerrevolución, 117- peninsulares)
118,168 Regencia, 77 Gaillardon, Charles, 126
Restauración, 67, 71 Galenson, David W„ 328
Revolución de 1830, 174- Galicia, 314
175 Gálvez, don José de, 301-
Revolución francesa, 5-7, 302, 313, 315 Gambia, 206,
21-22, 48-73, 101, 111, 232 ganado, 183, 215
116, 129- 162, 165- Gandev, Christo, 215
168, 171, 174-175, Gandía, Enrique de, 308, 314
203, 254, 290, 296, Ganges, 193 Ganguli, B. N.,
300, 303- 306, 317- 193, 254 Gante, 174
321, 324- 327, 334- Garanger, André, 44 García-
337, 342- 343, 347, Baquero González, Antonio,
356-357 (véase 301, 305 Garden, Maurice,
también Ma- rat,13, 42, 43,45, 108, 149
Robespierre, Garner, Richard L., 348
extremistas) Gaski, John F., 11 Gates,
Société des Amis des Noirs, Horatio, general, 303
203, 337 sur(oriental), 17, gauchos, 353 Gauthier,
88, 158 Florence, 67, 101, 133, 145
Tercer Estado, 57, 59, 65, Gayer, Arthur D„ 37, 155,
71, 111 158, 158
terror, 62, 113, 149, 152 Geary, Frank, 11 Geggus,
tesis atlántica, 48, 54- 55 David, 337 Gemery, Henry,
Thermidor, 70-71,77 198 Gene, Mehmet, 210, 210
Francis, Sir Phillip, 252 Génova, 116
Franco, Franklin J.,339 Georgia (E.U.A.), 293,
franco-británicas, guerras 323, 328, 330-331
(1792-1815)(véase guerras) Gérard, Conrad-Alexan- dre,
Franco-Condado, 22, 102 304, 321
Frangakis, Helen, 195 Frank, Gerschenrkon, Alexander,
André Gunder, 97, 100 29, 217, 260
Frankel, Jeffrey, A., 346 G(h)ezo (de Dahomey), 186,
Freedeman, Charles E., 108 199
Freehling, William W„ 329 Gibb, H. A. R„ 245
Freetown, 232 Frégault, Guy,
304 Freudenberg, Hermán,
40
frutales, 20
498 Immanuel Wallerstein
Gibbons, Edward, 183 Gibbs, Radicación (1662), 167 guarnicionería, 211
N. H„ 350 Gibraltar, 305, Ley de Reforma (1832), Guatemala, 308, 339 Guérin,
316 Gilboy, Elizabeht Water- 175 Daniel, 65-67, 126, 130,
man, 11, 96 Ley de Unión (1707), 94, 148, 151,
Gille, Bertrand, 12, 108, 158, 281 153, 153, 154 guerra(s)
170, 172, 196 Gillespie, Lev de Unión (1800), 343 (interestatales) del Norte,
Charles C., 33 Gillray, Ley del Azúcar, 296 227, 258 del Opio (1842),
James, 76 Ginebra, 107, 116 Leyes de Navegación, 236 franco-india (véase
Gipson, Lawrence Henry, 170, 275-276”, 292, 295, Guerra de los Siete Años)
272, 282 - Girard, L„ 94 319 otomano-rusa, (1768-
girondinos (véase Francia, Leyes de Pobres, 167- 168 1774), 187
Revolución francesa) leyes anti asociación, primera guerra mundial,
Glasgow, 127, 317 '167-168 130, 132 Guerre des Farines
Godechot, Jacques, 54, 54, leyes de cereales, 173, ' (véase Francia)
55, 59, 114, 116, 120, 158, 197 Guéry, Alain, 113 Guha,
164, 166, 342 godos, 314 Parlamento, 22, 27, 36, Amalendu, 194, 214 Guibert-
Godoy, Manuel de, 347 88-91, 101, 120, 123, 168, Sledziewski, E., 64
Goebel, Dorothy Burne, 296 175, 197, 209, 215-216, Guillerm, Alain, 99 Guinea
Goldin, Claudia D., 344 222, 248, 277,281-283 (costa) (golfo de), 212, 231,
Goldman, Marshall, 211 Regimientos de las Indias 240 ~
Goldstone, J. A., 16 Golte, occidentales, 338 Gujarat, 194, 235 Gupta,
Jürgen, 307, 308, 308, 309 Revolución Gloriosa Selekh Chandra, 222, 250,
Goodwin, Albert, 87, 139, (1689), 115, 174, 257 gurkas, 234
166 271, 280-281 Gutherrschaft, 216 Gutiérrez
Gorée, 264 Revolución inglesa, 51, de Pinedes, Juan Francisco,
Gottschalk, Louis, 316 68, 174 310
Goubert, Pierre, 31, 58, 58, sistema Speenham- land,
59, 113 Gough, isla, 169 167-168 Gran Despertar Habakkuk, H. J., 13, 14, 44,
Gough, Kathleen, 207 (véase Nueva Escocia) 82, 92, 100, 119, 120, 160
Gourvish, T, R., 172 Goy, Gran Temor (véase Francia, Habib, Irían, 194, 207, 220,
Joseph, 85 Graham, Gerald Revolución francesa) 249, 249 Habsburgo, casa de,
S., 170, 322, 345, 351 Gran Grange, Henri, 114 298, 315
Bretaña, 5-51, 58, 69, 73, 76- granos (véase cereales) hacienda, 354 Hacker, Louis
77, 81-103, 105-131, 135- Grantham, George W„ 135, M., 270, 276
139, 143, 153-175, 191-203, 157 grasas, 205 Hades, Daniel, 118, 121
207- 213, 234, 235, 242, gratificación (véase Haití, 54, 160-161, 194, 269,
245-248, 250-257, 261, 264, proteccionismo) 317, 319, 334-340, 344, 348,
268-300, 303-306, 314-334, Grattan, Arthur, 343 Gray, 353-356 Revolución haitiana,
337-356 Banco de Inglaterra, Ralph, 328 Grecia, 243-246, 160, 199, 317, 334- 336, 340
117 293 Green-Pedersen, Svend Hajnal, J., 17 Halifax, 294
británica, Norteamérica E„ 203 Halperín-Donghi, Tulio, 307,
(véase Estados Unidos, Greenberg, Michael, 235 313, 349, 351, 355 hambre,
Canadá) Greene, Jack P„ 272, 274, 143-144, 167,
Chartismo, 18 Ciudad, la, 278, 281, 284, 323, 331 221
98 Comisionados de Greenleaf, Richard E., 334 hambres (véase cosechas)
Comercio y Plantaciones, gremios, 28, 35-36, 56, Hamilton, Alexander, 319
323 71,136 Hamilton, Earl J., 11, 305
Consejo de Comercio Grenon, Michel, 49 Hammet, Brian R., 296
[Board of Trade], 205 Grenville, George, 296 Hammond, L. L., 25
Consejo Privado [Privy Griffin, Charles Carroll, 357 Hanckock, W. K„ 200
Council], 284 Ley de Griffiths, David M., 259 Harborne, William, 243
India (1784), 255 Gruder, Vivían R., 59, 87 Hardwicke, segundo conde
Ley de Puertos Francos, Grundherrschaft, 216 de, Philip Yorke, 271 Hardy,
295-297 Ley de Guadalupe, 98, 270, 339 Georges, 206, 219
Indice analítico 499
Hargreaves, James, 33 309, 312, 316-317, 348- Inalfick, Halil, 216, 244, 247
Haring, Clarence H., 312 349, 352-357 inconfidencia mineira (véase
Harley, C. Knick, 157 Hitchens, Keith, 195 Brasil)
Harlow, Vincent T., 195, Hobsbawm, Eric J., 6-10, 39, incorporación (véase
234, 252, 255, 279, 283, 306, 45, 46, 52-54, 96, 116, 141, economía-mundo)
322, 341, 342,319 141, 156, 172 Hodgkin, India (sucontinente indio),
Harper, Lawrence A., 274, Thomas, 237 Hodgson, 13,34-36,97, 108, 117,
275, 275, 292, 292 Harris, Marshall, 187, 187, 145 165, 179, 183,
Robert D., 116 Hartmann, Hoerder, Dirk, 292 Hoffman, 188-196, 206, 209, 212-
Peter Claus, 29 Ronald, 278 Hoffmann, 215, 220-221, 227, 234-
Hartwell.R. M., 6, 8, 11, 44, Walther G., 35, 36, 109 235, 241, 247-252, 255-
92, 96, 130, 156, 172 Hogendorn, Jan S., 198, 218 257, 261, 279 (véase
hastings, Warren, 252 Hausa, Hoker, John, 122, 127 también Imperio Mogol)
236 Head-Künig, 85 Hearst, Holanda (véase Países Bajos) Acuerdo Permanente,
William Ran- dolph, 280 Hong, mercaderes (véase 193,221,256 comerciantes
Heaton, Herber, 6, 44, 108 China) privados, 234, 252, 2524,
Heckscher, Eli F., 126, 136 Hopkins, A. G., 28, 58, 109, 256- 258
hegemonía (véase sistema 128, 199, 218, 254 Horsman, sur, 193-194, 207, 222
interestatal) Helleiner, Karl Reginald, 350 Hoselitz, Bert Indiana Company, 323 Indias
F., 82 hemisferio occidental F., 29 Hossain, Hameeda, occidentales
(véase America) Henderson, 223 Hourani, Albert, 242, británicas, 98, 200,
Archibald, 42 Henderson, H. 246 Hueckel, Glenn, 157, 206, 207, 215, 271,
James, 322, 330 172 Hufton, Olwen, 25, 85, 281, 292, 296, 319,
Henderson, W. O., 120, 126, 87, 91, 104, 144 Hughes, 328, 332, 338, 345- 346
170 Jonathan R. T., 7 Hugli, 192 danesas, 203 españolas,
Herr, Richard, 305 Hess, Humboldt, Alexander von, 296, 304
Andrew C., 188 Heston, 308 (véase también Caribe,
Alan W., 220-221 Heyd, Humphrey, H., 76 Antillas Menores)
Uriel, 188, 241,245 Hidalgo Humphreys, Robert Ar- thur, francesas, 119, 1601, 199,
y Castillo, Miguel, 349 298, 301, 309, 340, 347, 353 296, 304, 345 holandesas,
hierro, (productos, industria), Hunecke, Volker, 67 338 índico, océano, 169, 183,
18, 38, 123-124, 155, 197, Hungría, 244 Hunt, David, 188, 190, 241,251, 279
212, 228 hierro, 23, 34, 36- 68, 145 Hunt, Lvnn, 72 índigo, 194, 201, 207, 214-
40, 91. 107,108 Hurewitz, J. C., 243, 245 215, 222, 293,
Higiene, 14-15, 82, 205 Hyam, Ronald, 234 Hyde, 345
Higonnet, Patrice, 62, 66, 67, Charles K., 38 indios americanos (véase
130, 151, 153, 154, 165 nativos americanos)
Hill, Christopher, 91 Ibérica, península, 164, 316, individualismo agrario, 23
Hipotecamiento, 193 Hirsch, 333, 347 identured labor, 327 individualismo, 63, 146
Jean-Pierre, 132, 141, 145 Igbo, 218, 238 iglesia de industria (industrias), 6, 18,
Hirschman, Albert, 41 His de Inglaterra (véase 37, 58, 84, 91-92, 95, 100,
Butenval, Charles Adrien, episcopalianos) Illinois- 106, 119, 123, 126, 131, 135,
conde, 122, 123, 124, Wabash Company, 323 139, 156-158, 163, 171, 196-
Hiskett, Mervyn, 237 Ilustración, 61, 152, 299, 300 197, 212, 247, 317, 345-346
Hispanoamérica Ilustración, 300 Imlah, "primera” revolución
(Latinoamérica, AlbertH., 170, 172 industrial, 5-8, 26,
Sudamérica), 161, 194, 270, importaciones (véase 27,31,39,41,48, 84
295-303, comercio exterior) impuestos revolución industrial, 10-14,
305- 309, 312-315, arrendadores de, 143, 240 17, 24, 27-28, 34, 40-48, 63-
326- 327, 333-334, 339- Impuestos, 29, 86, 101, 113, 65, 73, 80, 91, 96, 108, 200-
340, 117-122, 166, 209- 210, 201, 254, 357 sistema de
346- 355 216, 225, 228, 233, 282- producción doméstica, 39-40,
revoluciones de 284, 305, 355 (véase 95, 107, 159, 215
independencia, 54, 306, también Esta- dofinanzas) industriales, 12-13, 35, 52,
500 Immanuel Wallerstein
60, 100, 170, 175, 202, 227 Ja Ja (de Opobo), 219 jabón, William W., 349
industrialización, 10, 17, 21, 206 Kay, John, 33 Kay, Marvin
29, 39, 42-44, 158, 159, jacobinos (véase Francia, L. Michael, 278
173, 211 (véase también Revolución francesa) Kayor, 237 Keep, John, 259
Desindustrialización, Jacquesroutains (véase Kemp, Tom, 42 Kentucky,
protoindus- trialización) Francia, Revolución 323 Kerr, Wilfred Brenton,
inflación y deflación (véase francesa), enragés ja- girdars, 294
economía-mundo) Inglaterra 249 Jamaica, 296-297, 305 Kerridge, Eric T., 5, 26, 85,
(véase Gran Bretaña) James, Francis Goodwin, 341 90
Inikori, J. F., 201,262 Innis, Jameson, J. Franklin, 291 Kessinger, Tom G„ 194
Harold A., 281,283 Janina, 242 Japón, 188, 246 Keyder, Q'aglar, 41, 42, 43,
innovación, 9, 20-21, 24, 32- Jaurés, Jean, 48, 146, 151 106, 107, 157, 161, 171
33, 84, 93, 109, 121, 280 Jeannin, Pierre, 45 Jefferson, Kiernan, Víctor, 169 King,
intelectuales, 100-101 Thomas, 328, 339, 346 Gregory, 25 Kissinger,
intendentes, 59, 143, 300 Jelavich, Barbara, 242, 246 Henrv, 124 Kizevetter, M.,
(véase también Burocracia) Jelavich, Charles, 242, 246 217, 224 Klein, A. Norman,
interés, 86, 193 interestatal, Jellison, Richard M., 278 263 Klein, Herbert S., 232,
sistema, 77, 137, 239-240, jenízaros (véase Imperio 238
243, 245, 257, 261, 265, 269, otomano) Klein, Martin A., 206
271 diplomacia, 178, 243- Jennings, Francis, 282 Klingaman, David, 273
246 Jensen, Merrill, 285, 291, Knight, Franklin W., 320,
hegemonía, 120, 130, 154- 323,333 340
155, 161, 169, Jeremv, David J., 110, 318, Knollenberg, Bémhard,
247, 249, 271, 273, 346 jesuítas, 315 John, A. H„ 284,284, 289, 319 Kolm,
279, 316, 325, 356 83, 157, 163 Johnson, Pierre, 270 Kondratieff,
invenciones (inventos), 33, Marión, 207, 213 ciclos de, 47, 100,155
36, 44, 47-48, 92, 121, 346 Jones, Alice Hanson,273, 327 Konetzke, Richard, 308, 313
inversión (véase capital) Jones, E. L, 22, 58, 60, 81, 83, Kopytoff, Igor, 230
Ippolito, Richard A., 83 Irán 90 Koutaissoff, E., 211, 228
(véase Persia) Irlanda, Jones, Gareth Stedman, 166, Kóymen, Oya, 21 On 121,
(1720), 16, 36, 93, 171, 255, 168 Jones, J. R., 98 Jones, M. 248
283, 320, 327, 331, 340-344 A., 321 Jónicas, islas, 170 Kranzberg, Melvin, 42
ascendancy, 343 Irlandeses Jordán, Winthrop, D„ 338, Kraus, Michael, 342 Krause,
Unidos, 342-343 339 John T, 13, 17 Kriedte, Peter,
Ley de Irlanda de 1720, Jorge II (de Gran Bretaña), 98 45 Krooss, Hermán E.,276
341 Jorge III (de Gran Bretaña), Kiigük-Kaynarca (véase
Orden de Orange, 342- 115, 281, 288, 323, 324, tratados)
343 328 Kulikoff, Alian, 278, 332
Parlamento, 342-343 Jouvenel, Bertrand de, Kulsreshtha, S. S., 183, 183
patriotas, 341 revolución 136,165 joyo, 19 Kumar, Dharma, 224
irlandesa, 341-344 Juan VI (de Portugal), 348, Kumasi, 238 Kurmus,
septentrional (Ulster), 356 Orhan, 247 Kuwait,
341-343 judíos, 143, 245, 331 299, 299
irlando-escoceses, 327 Isabel
(de Rusia), 211 Islam, 171, Kahan, Arcadius, 197, 224, La Habana, 293, 297, 301,
187, 237, 242, 245, 250, 263 225, 258 Kammen, Michael, 326, 339
Ciudades sagradas del, 242 281 Kangal, Salgur, 247 La Plata, río de, 302 La
lsle-de-Franee, 336 Issawi, Kaplan, Lavvrence, 304 Plata, Virreinato de (véase
Charles, 190, 196, 211, 216, Kaplan, Steven L., 103, Argentina) Labaree,
233, 245, 247 Italia, 40, 76, 104,149 Benjamín W., 272, 286, 286,
164, 195, 215, 293 Kaplow, Jeffrv, 53, 65 298 laboureurs, 102, 132, 147
Izard, Miguel, 311, 314, 315, Karpat, Kemal, 195, 241, (véase también campesinos)
348, 354 242, 243, 245, 247 Rasaba, labrador, 102 (véase
Resat, 240 Kaufmann, campesinos)
Indice analítico 501
labrador, 282, 287 172 Letacconnoux, J., 94 Maurice, A., 348 Lucas,
Labrousse, C.-E., 77-78, 79, Leur, J. C. van, 183 Levante, Colin, 60 Ludden, David,
80, 87, 91, 96, 100, 104, 122, 196, 245-246, 261 194 Luis XIV (de Francia),
124, 126, LeVeen, E. Phillip, 199 31, 59, 79, 84 Luis XV (de
129, 132, 155 Laccadive, Lévy-Leboyer, Maurice, 109, Francia), 59, 79, 84
islas, 169 Lacerte, Robert K., 110, 111, 155, 158, 161, 163, Luis XVI (de Francia),
340 Lacy, Michael G., 327 170, 174 Levvin, Bolesláo, 31,59,79, 84, 111, 119, 120,
Ladd, Doris M., 353 laissez 309 Lewis, Bernard, 243 140, 153, 304, 335 Luisiana,
faire (no intervención), 28, Levvis, Frank D., 344 Ley de 297, 305, 321, 326, 339
68, 110, 117 Lake, Gerard, Timbre (véase Estados Lundhal, Mats, 340
primer vizconde de (general), Unidos) lusoafricanos, 189, 300
343 Ley de Unión (véase Gran Lüthy, Herbert, 12, 78,
Lamartine, Alphonse de, 5 Bretaña) 99, 114, 137, 138, 160,
Lamb, D. P, 199 Lammey, ley de rendimientos 254
David, 342 Lampen, George decrecientes, 85 liberación de Luz, Nicia Vitela, 355
G. de H., 210 cereales, 100-101, 104-106, Luzema, 304 Lyashchenko,
lana, 34, 35, 103, 215 117, 145 Peter I., 224, 227
Lancashire, 257 Lanctot, Lieja, 174 Lynch, John, 298, 309, 311,
Gustave, 288, 289 Liévano Aguirre, Indalecio, 313, 340, 348, 353, 354, 357
Landes, David S . , 6 , 9 , 11, 310, 311, 313, 339, 354 Lynd, Staughton, 292 Lyon,
12, 31-41, 45, 50, 51, 60, Lille, 107 149n248, 150
79, 96, 109, 122, 161, 170 Lilley, Samuel, 36, 38, 39, 40,
Languedoc, 91, 94, 105 44 M'Bokolo, Elikia, 238
Laran, Michael, 225 Last, Lima, 308, 352 Lindert, Macedonia, 215, 233
Murray, 237 Latham, A. J. PeterH., 172 Lingelbach, W. Mackrell, J. Q. C„ 67, 133
H., 205, 207, 233 E., 162 Macmillan, David S., 198,
latifundistas (véase Lino, 197 Lisboa, 334, 356 261
terratenientes) Liss, Peggy K., 306, 351 Macquarie, islas, 170
Laurent, Robert, 23, 133, 157 Little, Anthony, 83 Litwack, Madariaga, Salvador de, 304,
Law, Robin, 185, 218 León, 329 Livingston, Robert 306, 340 Madeleine, islas de
Lazonick, William, 25 Le R., 292 la, 287
Donne, John P, 226, 260 Livomo, 293 madera
Le Rond d'Alambert, Jean Le Loango, costa de, 188, 199 combustible, 37-39, 197
Roy Ladurie, Emma- Locke, Robert R., 108 mástiles navales, 115
nuel, 15, 17, 20, 56, 58, Lockridge, Kenneth A., 273 madera de tinte, 204 Madras,
59, 67, 68, 82, 83, 85, 86, Logan, Rayford W., 338, 339 192, 194, 207, 222
87, 88, 94, 95, 96, 101, Loi Le Chapelier (véase Madrid, 301
102, 104, 107, Francia, Revolución Magallanes, estrecho de, 99
112, 116, 119, 130, francesa) Magreb (véase Africa, norte)
142, .171 Loi Segur (véase Francia) Mahan, Alfred T., capitán,
lealistas (E.U.A.) (véase Lokke, Cari Ludwig, 319, 163
tories) 336, 339 Mahmud II (Imperio
Lecky, W. E. H„ 343 Lee, R. Lombardi, John, V., 354 otomano), 242-243, 246,
D„ 82 Lefebvre, Georges, 25, Londres, 116, 118, 123, 193, 258
49, 52,53, 54,69, 105, 111, 208, 234, 245, 254, 271, 283, Main, Jackson Turner, 327
121, 126, 130, 137, 290-294, 343, 349 Maine (E.U.A.), 293, 323
140, 142, 143, 144, Long Island, batalla de, 303 Maine (Francia), 147
145, 166 Longworth, Philip, 225, 260 Maistre, Joseph de, conde,
Léger, Jacques, 339 LeGoff, Lord Howe, isla, 170 Lorena, 154 maíz, 215 Malabar, 251
T. J. A., 134 Leibniz, 22 Lotharingia, 174 Lotté, Malasia, 207 Maldivas, islas,
Wilhelm Gott- fried, 257 Sophie A., 150 Lourmarin, 169 Mali, 237 Malta, 170
Leleux, Femand, 163 Lenin, 20 Lovejoy, Paul E., 218, Malthus, Thomas, 13, 83, 85
Vladimir I., 154 Léon, Pierre, 231, 238
42, 77, 88, 91, 107, 155, 170, Loy, Jane M., 310 Lubin,
502 lmmanuel Wallerstein
Malvinas, islas (Fal- klands) Mattingly, Garrett, 260 México, 301-304, 308,
99 Malwa, 235 Manchester, Mauricio, 169, 207, 256 309, 333, 339, 340, 341,
37, 122 Manchester, Alan U„ Mauser, Henré, 41 Maxwell, 348, 349, 353, 353, 354
223, 300,355 Mande, 231 Kenneth R., 300, 355 golfo Je, 321
Manfred, Alfred Z„ 64 Mazauric, Claude, 56, 135, Meyer, Jean, 87, 97, 114,
Manila, 297 146 116, 133, 162, 199, 318
Mann, Julia de Lacy, 35, McAlister, L. N., 308 Miao, 324 Michélet, Jules,
107, 109, 209 Manning, McClelland, Peter D., 275 151 Michigan, lago, 321
Patrick, 185, 199, 205, 218, McCloy, Shelby T., 34 Michilimackinac, 283
231 mano de obra, 13, 18, McCoy, Drew R„ 326 Middlekauff, Robert, 332
83, 106, 170, 181, 191, McDowell, R. B., 342 migración (véase
221,225,234 manoeuvriers McEvedy, Colin, 46 demografía)
(véase trabajadores agrícolas) McGowan, Bruce, 195, 216, Milán, decretos de (véase
Mantoux, Paul, 6, 8, 22, 233 bloqueo continental) Mili,
28,37, 39,41, 110, 124, 126, McGuire, Roben A., 332 John Stuart, 6 Milward, Alan
167, 168 mantuanos (véase McKeown, Thomas, 13, 14, S., 14, 28, 32, 39, 42, 43, 67,
terratenientes) 15, 16 93, 107, 107, 132, 135, 156,
Maquiavelo, Nicolás, 203 McNeill, William, 98, 156, 161
maquinaria, 37, 37, 121, 125, 167, 171 McNickle, D'Arcy, Minas Gerais, 355 minas y
163, 181 maqumismo, 7, 41 327 mecanización, 7-8, 19, minería, 108, 197
Marat, Jean-Paul, 151 31,35,40,81, 128, 135, Minchinton, Walter E„ 96
Marczewski, Jean, 10, 42, 170 Ming, dinastía, 188 Mingay,
91, 108, 124, 159, 160 Mediodía, 20 Mediterráneo, G. E„ 19, 21, 22- 26, 84, 89,
marfil, 190, 204 María mar, 76, 98-99, 170, 188, 168
Antonieta, 144 Matjoribanks, 238, 245, 320 Miranda, Francisco de, 344,
Charles, 209 Markov, Meillassoux, Claude, 230, 348
Walter, 165 Markovitch, 236, 238, 239, 240 Meinig, Miri (véase agricultura,
Timohir J„ 10, 35, 42, 45, D. W„ 272, 282, 324 tierras baldías) Misisipí, valle
126, 155 Marrero Mendels, Franklin, 45 (y río), 321, 325
Valenzuela, Marcos, 315 Mendoza, Cristóbal, 354 Mitchell, Harvey, 146
Marruecos, 247 Marsella, Menorca, 98, 293, 305 Mobile, 325
196, 206 Marshall, Peter J., mercaderes (véase modelos de tenencia de la
188, 194, 234, 235, 251-253, comerciantes) tierra (véase agricultura)
280, 280,318 Martin, Phyllis, Mercado modernización, 307 modo de
M„ 188, 199, 205,231,232, intemo (doméstico, producción (véase
237 Martinica, 98, 339 Marx, nacional), 9-10, 28, 90, 93, producción)
Karl, 6, 46, 51, 65, 70-71 96, 109, 135, 158, 190, 212 Mogol, imperio (véase
marxismo (marxistas), local, 90, 183, 191, 208 también India) Mohammed
12,25,49, 65-67, 70- mundial, 28, 39, 84-85, 93, Ali (de Egipto), 211, 241-
71, 150, 175 161, 213, 219, 304 242, 247, 248, 258 Mokyr,
Maryland, 277, 284, 323 regional, 207, 238 Joel, 11 Moldavia, 195
Marzahl, Peter, 312 mercantilismo, 274, 283 monarquía, 112, 118,
masas (véase clases bajas) mestizos, 308, 310, 349, 352- 128, 131, 144, 152, 166,
Massachusetts, 294, 322, 353 175, 185, 218, 282, 285, 289,
323, 328, 329, 332 Massie, metales preciosos, 182, 189- 294, 304, 330, 347, 356
Joseph, 25 Masson, Paul, 196 193, 253 (véase Monckton, Robert, general,
mástiles navales (véase también oro, plata) 271
madera) metalurgia, 80 (véase Moniot, Henri, 204 Monroe,
Masulipatnam, 192 Mathias, también hierro) métayage James, 354 Montaña, la
Peter, 5, 7, 25, 29, 30,31,33, (véase aparcería) (véase Francia, Revolución
107, 114, 117 Metcalf, George, 212 francesa, jacobinos)
Mathiez, Albert, 48, 49, 54, Metcalfe, G. E„ 206, 264 Montesquieu, Charles Se-
140-142, 151 matrimonio metodismo, 169 Meuvret, condat de, Barón de la Bréde,
(véase Demografía) Jean, 23, 83, 102, 103 290
índice analítico 503
Montgolfier, Bemard de, 174 128
Montreal, 283, 280-290 Napoleón (Bonaparte), 71,
Moore, Barrington, 58, 64, 76, 123, 133, 136- 137, 153,
67, 68, 141 Moosvi, Shireen, 154, 156, 160-166, 168-171,
220 Morea, 244 195, 197, 208, 243, 246, 261,
Morelos, José María, 349, 306, 316, 339, 344, 346-
357 351,356 Nash, Gary B„ 273,
Morgan, Edmund S., 332 279, 287, 320, 327 natalidad,
Morineau, Michel, 12, 14, tasa de (véase demografía)
20, 21, 26, 29-31, 78- 79, 82, Natchez, 325 nativos
85, 94, 92, 99, 105, 109, 113, americanos (indios), 269,
116-120, 125, 156, 161 280-283, 288-289, 301-302,
Morris Richard B., 293, 327 306- 311, 313, 322, 324-326,
Morris, David, 208 329, 349, 352-353, 356- 357
mortalidad (véase (véase también aztecas,
demografía) incas)
mortalidad, tasa de (véase Navarro García, Luis, 297,
demografía) 299, 302, 305, 333
Morton, conde de, James navegación (véase barcos)
Douglas, 271 Moscú, 343 Navegación, Leyes de (véase
Mosquitos, costa de los, 303, Gran Bretaña) Neale, Walter,
305 C„ 172n356, 221 Neatby,
Mota, Carlos Guilherme, Hilda, 288, 288 Necemozem
355, 356 motores (véase Rusia) Necker,
de vapor, 34, 38, 157 Jacques, 112-113, 118, 119
hidráulicos, 154 Mouchon, Nef, John U„ 38, 43, 46- 47,
P., II Moura, José Joaquín 107, 109, 156 Negro, mar,
Fe- rreira de, 356 Mouradgea 197, 226, 245, 261
d’Ohsson, Ig- natius, 178 negros, 203, 269, 286,
Mourlot, F„ 127 Mui, Hoh- 308- 310, 313, 319,
cheung, 93, 235 Mui, Loma 321, 327-329, 335-340,
H„ 93, 235 Mukherjee, 344, 352-356
Nolmani, 222 Mukherjee, Nelson, William H„ 292, 330
Ramkrishna, 254 Nettels, Curtís P., 273, 317,
mulatos, 308, 313, 336- 340, 345, 346, 351 Neumann,
352, 355 Müller, Birgit, 218 William L. neutralidad (en el
mundo occidental (Véase mar), 97, 116, 344-347
Europa) Newbury, Colin W., 204,
Munger, Frank, 168 Muñoz 207-209, 219, 233, 236
Oraá, Carlos E., 315 Newcastle, Thomas, Pel-
Munro, J. Forbes, 204 ham-Holles, primer duque
Murphy, Orville T„ 126 de, 270 Newman, K., 196
Murray, James, general, 270 Nicaragua, 303
Murrin, John M„ 274
Musson, A. E., 33, 158
musulmanes (véase Islam)
Nabos, 19, 25 Naff, Thomas,
245 Nagasaki, 188 Naim,
Tom, 169 Namier, L. B., 87,
270, 280, 281
Nana (de Warri), 219 Nantes,
60, 99, 199
revocación del edicto de,
504 lmmanuel Wallerstein
Nicholls, David, 340 Nicolás Nueva Jersey, 323, 329 millet, 244-245 sekban,
I (de Rusia), 212 Nicolás, Nueva Orleáns, 326 Nueva 241 sipahis, 240 Tanzimat,
Maurice, 270 Níger, delta York, 278, 323, 329 248 timar, 240, 241 Ott,
del, 183, 191, 205, 212, 219, Nueva Zelanda, 169-170 Thomas O., 337, 338, 354
232 Nightingalfe, Pamela, Nuevo Mundo (véase Oudh, 253
194, 208, 235, 251, 255, 257 Américas) Ouellet, Fernand, 288, 289
nivel de vida, 18-19, 172- Owen, Roger, 195, 215, 236
173 ñame, 238 Oyó, 186
Nixon, Richard M„ 124
Noailles, Louis Marie de, O'Brien, Patrick K„ 19, 22, Pablo I (de Rusia), 228, 261
vizconde, 145 nobleza (véase 24, 26, 29-31, 41, 42, 43, Pachonski, Jan, 340 Pacífico,
aristocracia) 77, 83, 85, 106, 107, 157, océano, 279, 351
Nolte, Hans-Heinrich, 186, 161, 168, 171, 172 Pacte colonial, 335 Países
187, 189 Norfolk, sistema O'Reilly, Alejandro, general, Árabes, 208, 245 Países
(véase cultivo, sistema 326 Bajos, 7, 49, 80, 97, 106,
alterno) Oberkampf, Christophe 115, 117, 120, 124, 137, 161,
Normandía, 83, 122, 127, 147 Philippe, 107, 163’ obrajes, 162, 187, 190, 223, 254, 279,
Norregard, Georg, 218 308-309 obrok (véase Rusia) 303, 316-317 Revuelta de
Norteamérica (británica) Oder, río, 341 officiers (véase los, 136 Palestina, 195
(véase Estados Unidos) Francia, Anden Régime) Palmer, R. R„ 30, 55, 60,
Norteamérica, colonias Ohio Company, 323 Ohio, 156, 281, 331, 341
norteamericanas (véase valle, 282, 288-289 Ohsfeldt, Palmerston, tercer vizconde
Estados Unidos) North, Rober L., 332 (Lord), Henry John Temple,
Douglas C., 184, 344, 345 Oloruntimehin, B. Ola- tunji, 247 Panamá, Congreso de
North, Frederick, lord, 115 218, 237, 264 Opio, 194, (1824), 340, 354 Panikkar,
Northrup, David, 183, 191, 214, 235-236 Opobo, 219 Kavalam Mad- hava, 188
199, 205, 207, 212,264 Orden Teutónica, 341 Panteláo, Olga, 334
Nováis, Femando A., 299, Oriente Medio (véase Paraguay, 302 pardos (véase
355 Levante) mestizos) Pares, Richard,
Nueva Escocia, 293-294, oro, 189-190, 204, 211, 299 295
304,319, 321 Gran Osler, Pierre, 119 Oswald, Paris, Robert, 244 Parker, R.
Despertar (Nueva Luz), Richa*d, 321 Otomano, A. C., 89 Parlamento (véase
294 Imperio, 178- 179, 187-191, Gran Bretaña, Parlamento)
Nueva Esmima, 293 Nueva 195, 210- 212, 215-216, 233, Paskaleva, Virginia, 196
España (véase México) 237, 240-248, 258, 261, 346 pastoreo (véase agricultura)
Nueva Francia (véase ayan, 241-243 capitulaciones,
Quebec) 244- 247
Nueva Gales del Sur, 169 cónsul, 244-245
Nueva Granada (véase Convención Comercial
Colombia) Anglo-Turca (véase
Nueva Historia Económica, Tratados)
276 Era del Tulipán, 187
Nueva Inglaterra, 270, 282, hisba, 241 París (Francia), 17, 105,
291-294, 325, 330- ¡anissaries (jenízaros), 118, 126, 147, 151,
332,338, 341,350 241-242 168, 178, 244, 244,
245, 299, 304, 335,
336, 342
índice analítico 505
50ó\ Immanuel Wallerstein
pastoreo libre, 21 Pasvanoglu plusvalía, 87, 112 población 110, 119, 122, 124, 135-136,
Osrnan Pas- ha, 242 (véase demografía) 163, 164, 170, 210-212, 261,
patatas, 16, 19, 226 Patriotas pobres (pobreza) (véase 264, 347 protestante, ética,
americanos (véase Whigs) clase(s) baja(s)) 60, 217 protestantes, 287,
irlandeses (véase Irlanda) Podole, 244 290- 291, 341, 342-343
Patterson, R., 36 Pedro el Polanyi, Karl, 167, 168, 184, Prothero, R. M., 166
Grande (de Rusia), 187, 224, 185, 263 Polk, William R„ protoindustrialización, 44,
227, 257-259 ' 211 Pollard, Sidney, 11, 164 95, 107
Pedro I (de Brasil), 356 Peel, Polonia, 186, 260, 340 Provincias Unidas (véase
Robert, 125 Pekín, 324 Pombal, marqués de, Se- Países Bajos)
Peloponeso, 233 Penang, 169 bastiao José de Carval- ho e Prucha, Francis Paul, 327
peninsulares, 298, 309, 312- Mello, 299-300 Poni, Cario, Prusia, 101, 124, 137, 164,
315, 349 Pensacola, 303, 325 40 Pontiac, Conspiración de, 215
Pensilvania, 323, 331 peones, 280 "prusiana Vía" (véase
353 Portal, Roger, 211, 227, 228, transición del feudalismo
pequeña burguesía (véase 260 al capitalismo)
burguesía) Portugal, 123-124, 188, 190,
Pereira, Miriam Halpem, 299 251, 269, 299-300, 302,
Perkin, H. J„ 109, 139 313, 334, 342, 348, 356
Perkins, Bradford, 338, 351 Consejo de Regencia, 356
Perlin, Frank, 189, 250 Post, John D„ 15 Postan, M.
Pernambuco, 355 Perrot, M„ 12 Poulantzas, Nicos, 5,
Jean-Claude, 133 Persia, 208, 52 Pownall, Thomas, 347
245, 248, 257 Perú, 302-312, Prado, Caio, Jr., 356 Prakash,
319, 341, 352-354 Om, 251 precapitalismo, 65
Alto, 302, 308, 353 pesca, precios, control de, 146, 151
304 presbiterianos, 331, 342- 343
Pétion, Alexandre, 340, 340 Pressnell, L. S., 29 Pretos
Peuchet, Jacques, 127 (véase negros) price, Jacob
Peukert, Wemer, 185 Phelan, M„ 99, 112, 275, 279
John Leddv, 299, 310,357 Prideaux, F. W., 214
Philippi, Friedrich, 43 producción
Philips, C. H„ 253, 256 modo de, 9, 64, 56
Picard, Roger, 127 picardía, relaciones de, 8, 28, 39,
22, 127 Piel, Jean, 308 64, 87
pieles, comercio con pieles, producción agrícola (véase
tramperos, 182, 283, 288, agricultura) Productividad
321, 325-326, 350 pietistas, agrícola (véase
331 pimienta, 207, 251 agricultura, rendimientos)
pipirigallo, 19 Pirineos industrial, 32, 110 total,
(véase Francia, sur) 157
Pitt, William, El Joven, 76, productores directos (véase
120, 122, 123, 128, 136, 235, agricultura) productos de
255, 342-343 Pitt, William, hierro, 122, 128
El Viejo, 98, 114 proletariado (proletarios), 8,
plantaciones, 181, 200- 26, 66-67, 95, 133, 138,
201,206,213-215,218- 219, 148-149, 166, 173, 174,
229, 233, 238, 274,-293, 320, 227, 230, 276 (véase
353 plantadores (véase también clase(s) baja(s))
terratenientes) revolución proletaria, 65
Plassey, 117, 254 plata, 189, subproletariado, 150
234-235, 241, 253, 255 Proletarización, 8, 16,
Plumb, J. H., 6, 13, 98, 115, 102
168 proteccionismo, 28, 91, 99,
índice analítico 507
Puerto Rico, 339 Pufendorf, industria; campesinado; romano/holandés, derecho
Samuel, 297 Pugachev, proletariado; tecnología; civil, 288 Root, Hilton
Yemelyan Iva- novich, 229, transporte) revolucionarias y Lewis, 89, 133
260, 308 Pugh, Wilma J., napoleónicas (1792-1815), Rose, J. Holland, 128, 1627
111, 119 puritanos (véase 81, 117, 130, 156-157; 159, Rose, R. B„ 144, 153, 165
protestantes) 171, 174, 192, 199, 208, 211, Rostow, W. W„ 7, 10, 91,
Puryear, Vemon J., 196, 247 212, 241-242, 254-255, 317, 107
339, 344, 351 rotación (de tres turnos)
Quarles, Benjamín, 328 segunda guerra mundial, (véase agricultura)
Quebec, 270, 282, 287- 290, 48 Rothenberg, Winifred B.,
293-294 ley de Quebec, 287- de los Siete Años, 95- 100, 276
290 Quilliet, Bemard, 107, 107, 117, 250, 269, 271, Rothermund, Dietmar, 215,
112, 116 276, 281, 283, 286, 288, 2522
química, industria, 108 297, 299, 301, 341 de Rousseau, Jean-Jacques, 66,
Quinney, Valerie, 203 1812, 324, 350 de 137
Raeff, Marc, 225, 226, 258 Sucesión Austríaca, 254 Rout, Leslie B., Jr., 353
Ragatz, Lowell J„ 281 de Sucesión Española, 85 Royal African Company, 232
Ramsey, John Fraser, 99 Reynolds, Edward, 205 Rich, Ruán, 99, 107, 122, 127, 201
Ransom, Roger L., 275- 276 E. E„ 282 Richard-Lenoir, Rudé, George, 48, 51, 67,
Rasch, Aage, 198 Rawley, Franyois, 163-164 141, 144, 149, 150, 153
James A., 205 Rawlyk, Richards, Alain, 196 Rumania, 233, 243 Rumelia,
George A., 294 Richards, J. F., 214 Richards, 191, 196, 215, 234, 241-243
Raychaudhuri, Tapan, 183, W. A., 263 Richardson, Rus?uk, 243 Rusia blanca,
208, 214 Raynal, Guillaume, David, 201 Richardson, 224-225 Rusia, 76, 124, 150,
abad, 319 Thomas L., 24-25 180, 187, 189-190, 196-197,
Rayneval, Gérard de, 120, Richet, Denis, 56, 61-67, 211-212, 217, 224, 227, 234,
122, 123 125, 151, 151, 152 Rilev, 240-241, 244-246, 257
Razzell, P. E., 15 reacción James C., 29, 104, 116, 117 barshchina, 217, 217, 224-
señorial (véase Río de Janeiro, 355 Rippy, J. 225
aristocraciareacción Fred, 321, 346, 349, 354 Russell-WoodA. J. R., 300
aristocrática) Rebérioux, Roberts, J. M„ 57, 116 Russia Company, 197
Madeleine, 153 Roberts, Richard, 33 RustowDankwart A., 187
Record, R. G. Robertson, M. L., 317 RuwetJoseph, 20 ,
Redlich, Fritz, 40 Robertson, William Spen- ce, RuzziniCarlo, 244 Ryerson,
Regermorter, Jean-Louis 355 Stanley B., 270, 283, 290
Van,197 Robespierre, Maximilien, 52, Ryotwari, sistema (ryots),
reguladores, 278, 323, 53, 62, 66, 67, 139, 151- 221-222
330 152
Robin, Régine, 49, 64, 66, sabana (zonas de) (véase
Reinhard, Marcel, 171 Reino África occidental)
Unido (véase Gran Bretaña) 112
Robinson, Cedric J., 201 SachsWilliam A., 287
Reis, Arthur Cézar Ferrei- ra, Sacramento, 302
299 Robinson, Donald L„ 328
Robinson, Eric H., 158 Safavidimperio, 237 Sahara,
rendimientos (véase 236
agricultura) Roche, Max, 140, 140, 246
Rockingham, Charles Sahel (véase África
renta(s), 78, 84-89, 95, 105, occidental)
1.12, 140, 168, 221, 225 Watson-Wentworth,
segundo marqués de, 296, Saint-JacobPierre de, 105,
rentes perpetuelles, 116 142 Saint-Marc, 335 Saint-
rentes viagéres, 116 rentiers, 341
Rodney, Walter, 198, 204, Martin, Francis- que-Martin-
143 resguardos, 310 Resid, Fran<;ois Grenier, 268
Mustafa, 248 Resnick, Daniel 207, 212, 230, 231
Rodríguez, Mario, 3039, 347 Saint-SimonClaude Hen- ri
P., 203 revolución, (véase de Rouvravduque de, 8
supuestas variedades bajo Roehl, Richard, 108 Rogers,
James E. Tho- rold, 167 Saintoyant, J„ 3365 Sajonia,
agricultura; burguesía; 215 sal, 223
comercio; demografía; Rohde Island. 328
508 Immanuel Wallerstein
Sala-Molins, Louis, 337 214-215, 223-224 Seton- francesa) Socorro,
salarios, 11, 97, 166, 168, Watson, Hugh, 259 Sevilla, 299,310,310 Sokotocalifato
170, 308 297, 314, 348 Sewell, de, 238 Sonenscher, Michael,
reales (renta real), 83, 96, William H„ Jr., 72, 132, 149 Sovani, N. V., 194
173, 223 salitre, 224 147, 172, Spalding, Karen, 353 Spear,
Salvucci, Richard J., 334 J75 Percival, 220, 251, 256
Samory Touré, 237 Samuel, Seychelles, 169 Shapiro, Speenhamland, sistema
Raphae, 125, 40 San Gilbert, 141 Shaw, A. G. L„ (véase Gran Bretaña) Sraffa,
Agustín, 325 San 170 Shaw, Stanford J., 245, Piero, 189 St.-Domingue
Lorenzorío304, 322 San 246 (francés) (véase Haití)
Petersburgol98, 324 San shawnees, 324 Sheffield, Stearns, Peter, 170 Stein,
Vicente, 98 sándalo, árboles lord, 319 Shelbume, primer Barbara H„ 297, 334 Stein,
de, 251 marqués desegundo conde Robert Louis, 109, 203
Santa Fe de Bogotá, 310- de, William Petty Fitz- Stein, Stanley J., 297, 302,
311, 339 maurice Lansdowne, 321 334
Santa Helena, 169 Santa Shepherd, James F., 273, Stevens, Wayne Edson, 283,
Lucía 1, 69 Santo Domingo 277, 286, 317, 320 Sheridan, 289, 324 Stevenson, Joh, 8
(español), 339 (véase Richard B., 202, 278, 320, Stevenson, Robert F., 264
también Haití) 340 Sherwig, John M., 163, Stoddard, T. Lothrop, 335,
Santos, batalla de los, 316 164 335, 336 Stoianovich, Traian,
Saratoga, 303 Saúl, S. B„ 14, Shy, John T„ 330 Siberia, 190, 195,215, 233 Stormont,
28, 32, 39, 42,43,67,93, 107, 260 Siddiqi, Asiya, 195 séptimo vizconde de, David
109, 132, 135, 156, 161 Sierra Leona, 169 siervos, Mu- rray, 255
Savelle, Max, 297, 303, 330, 71, 134, 140, 197, 217, 224, Stourm, René, 121 Stover,
341 Saville, John, 8 Scheldt, 226, 230, 260 adscritos, 227- John F„ 319 Sublime Puerta
río, 137 Schlebecker, John, 228 en posesión, 228 Siete (véase otomano, Imperio)
T., 278 Schlegel, Fridrich vo, Años, guerra de los (véase Suceska, Avdo, 241
25 Schlesinger, Arthur M., guerras) Sudamérica (véase
Sr„ 277, 286, 291, 292 Siéyés, Emmanuel Joseph, Hispanoamérica)
Schlote, Wemer, 160 abad,65 Silva, Andrée Suecia, 76. 82, 124, 178, 187,
Schmidt, Charles, 126, 159 Mansuy-Di- niz, 299 Sind, 197, 227, 258, 305 suelos,
Schmitt, Eberhard, 48, 56 194 Singh, N. P„ 224 Sinha, 19, 106, 221 sufís, órdenes
Schmoller, Gustav von, 432 Narendra Krishna, 193, 194, (véase Islam)
Schnapper, Bemard, 206, 264 209, 221, 222, 234, 235, 254, sufragio, 63
Schofield, R. S„ 15-1782 255 Siria, 191, 195, 211, 233, Sugar, Peter F„ 216, 216, 244
Schumpeter, Joseph, 7, 46, 247 Suiza, 76, 91, 173, 215, 290,
71, 92 Sirotkin, V. G., 261 sistema 327
SchutzJohn A., 347, 39 seda, de descuentos (véase Summer, B. H„ 258
40, 122, 149, 195, 209 Speenhamland) SkemptonA. Sundstrom, Lars, 218 Supple,
lana, 35-36, 92, 93, 155, W., 94 SkiotisDennis, 242 Barry, 27 Sur (estados
158 Skocpol, Theda, 68, 114, 143 meridionales) (véase Estados
seda, 194-196, 211, 214 Slicher van Bath, B. H., 18, Unidos)
SédillotRené, 171 Sée, Henri, 19, 85, 106, 241 Sloane, Surat,192, 195, 208 Suret-
41, 86, 88, 101, 102, 126, William M., 339 Smelser, Canale, Jean, 237 Sutherland,
127,336 Ségur-DupeyronP. Neil, 209 Smilians, kaya, 211 Donald, 134, 146
de, 122, 347 seguros, 201 Smith, Adam, 103 Smith, Sutton, Keith, 101 Szatmary,
Selim III (Imperio otomano), Joseph, 125 Smith, Paul H., David P., 332
210, 245, 246 Semmel, 284 SmithV. Kerry, 117
Bemard, 169 Senegal, 98, Soboul, Albert, 48-56, 62- tabaco, 207, 273, 285, 299,
206, 237 Senegambia, 213 67, 70, 77, 133, 136, 136, 317, 326 Talleyrand,
señores (véase terratenientes) 142, 145-150, 156, 159, 162, (Perigord), Charles-Maurice
Serajuddin, A. M., 223 165 Sociedad Lunar, 4 de, duque, 116 Tambo,
Serbia, 242, 324 Societé des Amis des Noirs David C„ 238 Tandeter,
servidumbre por deudas, 182, (véase Francia, Revolución Enrique, 307 Taney, Roger,
índice analítico 509
329 Tanguy de la Boissiére, Thiers, Adolphe, 161 contratados; servos;
C. C„ 115, 119 esclavitud)
Thomas, Dorothy Swai- ne,
Tanzimat (véase otomano, 183 Trafalgar, batalla
Imperio) de, 161
Thomas, Hugh, 340 Thomas,
tarifas (véase Transapalachia
Robert Paul, 201, 201, 218,
proteccionismo) 275, 275, 276 (véase Estados
Tarle, Eugene, 211 Tarrade, Unidosoeste)
Thomas, William I., 183
Jean, 126 tártaros, 244 Tate, transición del
Thomis, Malcolm I., 169
W. E„ 24 Tavares, Luís feudalismo al
Thompson, Edward P., 110,
Henrique Dias, 356 166, 169, 175, 343 capitalismo vía
Taylor, Arthur J„ 172 Taylor, Tibet, 234 prusiana", 51, 64
George Rogers, 344 Taylor, Tierra Firma (véase "vía realmente
George V., 53, 57, 108, 116 Venezuela) revolucionaria" (vía
té, 182, 234, 298 té, Ley del tierras baldías inglesa), 51,64
(véase Estados Unidos) (véase Transilvania, 244
tecnología, 4, 33-36, 38, 44, agricultura) transporte, 12, 17,
59, 81, 84, 90, 110, 198, Tllly, Charles, 5, 37, 79- 80, 90, 94-
212 56, 95, 107, 126, 95, 104, 113, 239
revolución tecnológica, 134, 141, 143, 146- canales, 37, 108,
43-44, 164 (véase también 147 Tilly, LouisA., 135, 345
innovaciones, invenciones) 94 Tilly, Richard, 5 carreteras
Tejidos, producción textil, 9- Timmer, C. Peter, (terrestre), 183,
12, 39, 79-80, 183, 201, 211- 19, 106 Tipu Sultán, 205, 228
212, 228, 310 algodón, 10, 251 Tobago, 169 ferrocarriles, 32,
34-36, 40, 99, 106-110, Tocqueville, Alexis 37 fluvial, 218
122, de, 52, 56,61-62, revolución del, 94-
125, 128, 157-161, 72, 130, 138, 151, 95 Tranter, N. L„
173-174, 195, 201, 208, 227, 152-153 Todorov, 171 tratados (y
234-235, 253, 305, 317, 352 Nicolai, 243 Tone, acuerdos) acuerdo
lino, 36, 122, 129, 158 Wolfe, 342 familiar, 125 Amiens
Temperley, Harold, 355 Tonnesson, Káre D., (1802), 136,
tenderos, 53, 149 Tennessee, 148, 149, 150, 165 162
324 Tercer Estado (véase Topolski, Jerzy, 18 anglo-chino
Francia, Revolución tories, 203, 280, (1842), 236 Aranjuez
francesa) 292, 322, 329-332 (1779), 305 Ashantis
Tercera Internacional, 150 Torke, Hans J., 259 y George McLean
Termidor (véase Francia, Toulousain, 22 (1831), 263 Belgrado
Revolución francesa) Toussaint (1739), 244
Temaux, Louis Guillau- me, L'Ouverture, 338, Convención Comercial
baró, 164 Terranova, 98, 282, 339 Anglo-Turca (1838),
293, 322 Toutain, J.-C., 82, 210, 247
terratenientes, 12, 21, 30, 57- 385 Townshend, Convención Franco-
59, 63-64, 68, 79-80, 84- Charles, 341 Americana de
89, 95, 102-105, Townshend, George, 1787, 335
113, 122, 131-134, 143, 341 Toynbee, Amold, Edén (Tratado
146-147, 156, 216, 222, 6, 98 trabajadores Comercial Anglo-
225, 233, 242, 259, 273, agrícolas (sin Francés) (1786),
276-277, 282, 289, 293, tierras), 25, 84, 39, 110, 120-
310, 314, 335-336, 341, 95, 102, 104, 132, 129, 136, 137,
354 143, 167, 173,217, 147, 316,335
Terrier, Auguste, 203 terror 222 trabajos Gante (1814), 351
(véase Francia, Revolución forzados (véase Hünkár-Iskelesi
francesa) Tesalia, 215 Texas, servidumbre por (1833), 247
351 Theremin, M„ 135 deudas; trabajadores Jassi (1792), 245
510 Immanuel Wallerstein
Jay (1796), 321, 345 Amaru, 302, 306- 246, 303, 304, 321
Karlowitz (1699), 311, 313, 344, 350 Vermont, 293, 323,
244 Kü g ü k - Turgot, Anne-Robert- 329, 330
K a yn a r c a (1774), Jac- ques, 104, 105, Verna, Paul, 339,
187, 241, 112, 114, 118, 149, 354 Verona, Congreso
245, 261 303 Tumer, Frederick de, 203 Versalles,
París (1763), 77, J., 323 Tumer, J. 119
95-99, 114, 269- A., 223 Tumer, Tratado de (véase
272, 277, 279, Michael A., 85 tratados)
282, 295, 298, Turquía (véase Verviers, 174
315 otomano, Imperio) Vidotto,
Pirineos (1659), Vittorio, 69
77 San Ildefonso Ubicini, M.A., 211 Viena, 240, 245
(1778), 303,347 Ucrania, 224 Umar, congreso de
Tratado Comercial Al Hajj, 237 Unión (véase tratados)
An- glo-Ruso Soviética (véase Vignols, Léon, 203,
(1766), 260 Rusia) 271, 328
Utrecht (1716), Urales, 211, 227- Vilar, Pierre, 80
93, 120 Versalles 228, 260 Uruguay Viles, Perry, 202
(1783), 116, 306, (véase Banda Villalobos R.
316, 321, 325, 342 Oriental) Sergio, 334 viñedos,
Viena (1815), 203, Uthman dan Fodio, 88 vino, 122, 124,
350, 352 237 Uzoigwe, G. 128 Virginia
Travancore, 251 N., 231 Occidental, 323
Trece Colonias Vaine pdlitre (véase Virginia, 277, 323,
(véase Estados agricultura, 328 Ley de, 284
Unidos) campos abiertos) viruela, 282
Trendley, Mary, 338 Valaquia, 195 Vístula, río, 341
Tres Obispados, 22 Valcárcel, Carlos vivre noblement, 60 Volga,
trigo, 20, 78, 85, Daniel, 306 río, 224, 260 von
157, 196- 197, 225, Van Alistyne, Tunzelmann, G. N.,
273 Trinidad, 169, Richard W„ 288 158, 168
339 Tripathi, Van Dantzig, Albert, Vovelle, Michel, 23,
Dwijendra, 195, 256, 218, 231 58, 140
257 Trípoli, 238 Van Tyne, Claude H„ Wachtel, Nathan, 307
Tristan da Cunha, 304 Vandalia
169 Trouillot, Waddell, D. A. G„
Company, 323 352, 355
Hénock, 340 Vandalia, 323
Trouillot, Michel- Wadsworth, Alfred
Vázquez de Prada, P., 107,109
Rolph, 336 Valentín, 297
Trudel, Marcel, 289, Waldman, Marilyn Ro-
Vendée, 146-147, binson, 237
290, 304, 321,322 3367 (véase también Walker, James W. St.
Tscherkassowa, A. Francia, Revolución
S., 228 Tucker, G. G„ 329
francesa, Wallerstein,
S. L„ 14, 82 Tucker, contrarrevolución)
R. S., 96 Tudor, Immanuel, 11,36,
Venecia, 244 80,95, 107, 117,
casa de, 167, 279 Venezuela, 309, 310,
Tulard, Jean, 133, 136, 180, 189,
314, 339, 348, 352- 232, 240, 258, 281
156, 166 354 Ver Steeg,
Tulipánedad del Walpole, Robert,
Clarence L., 320 primer conde de
(véase otomano, Veracruz, 297
Imperio) Oxford, 271, 281,
Vergennes, Charles 284
Tull, Jethro, 19, 33 Gra- vier de, conde, Walton, Gary M.,
Tungasua, 309 Tupac 112, 1209, 121, 124,
índice analítico 511
273, 277, 286, 317, A., 7, 16-17, 37,82
320 Ward, J. R„ 117 Wyczanski, Andrzej,
Warden, G. B„ 274 18
Washington D. C.,
324 Watson, Ian Yaney, George L„
Bruce, 192, 250, 224, 226, 258, 259,
252, 253 Watson, 260 Yeling, J. A.,
Richard, obispo de 22, 24, 90 Yoder,
Landoff, 123 Watt, John C„ 186
James, 9, 33, 37 Yorktown, 316
Watts, John, 271 Yoruba, 218, 238
Weaver, Emily P., Young, Arthur, 319
295 Wedgwood,
Josiah, 115
Weitzman, Martin L., Zacker, Jacques, 149
90 Wellesley (de Zamindari (sistema),
Norragh), Rchard za- mindars, 221-222
Colby Wellesley, Zapperi, Roberto,
marqués, 253, 349 64-66, 145
Western, J. R., 155 Zilversmit, Arthur,
Whigs, 166, 292, 328, 329
330-331 Zipaquirá, 311
interpretación whig Zollverein, 165
de la historia, 49 Zuccarelli,
Whitaker, Arthur P., Frangois, 264
301, 324, 325, 326, Zurich, 107
333, 339 Whitehead,
Donald, 10, 92
Whitson, Agnes M.,
270 Whydah, 184,
185, 186, 199
Wilkes, John, 285
Wilkinson, John, 37
Wilks, Ivor, 236
Williams, Eric, 200-
203 Williams, Gwyn
A», 149 Williams, J.
E„ 172 Williams,
Judith Blow, 296,
320, 326, 345
Williamson, Jeffrey
G., 444, 172
Wilson, Charles, 42
Wilson, Reuel K„ 340
winnebagos, 324
Wood, Betty, 328
Woodruff, Philip,
251 Wordie, J. R„ 23
Worsley, 37
Wright of Derby,
Joseph, 4
Wright, H. R. C„ 256
Wright, J. Leitch,
Jr., 324 Wrigley, E.
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Portada de la primera edición de la Enciclopedia de Dide- rot (1751),


París, Bibliothéque Nationale. vi i
i
Capítulo 1: "Experimento con la bomba de aire”, de Jo- seph Wright of
Derby (1768), Londres, National Ga- llerv.
3
Capítulo 2: "El budín en peligro, o epicúreos estatales tomando una
petit-souper”, un grabado de James Gillrav (1805), Londres, British
Museum, Grabados y Dibujos. (Reproducido por cortesía de los
directores del British Museum.)

Capítulo 3: "Banquete de un ministro europeo con el gran visir en la


sala del diván (serrallo)", de (probablemente M.-A.) Bénoist (1785), 75
París, Bibliothéque Nationale, Bibliothéque des Estampes.

Capítulo 4: "General Toussaint l’Ouverture entregando dos caitas al


general inglés”, de Frangois Grenier (1821), París, Bibliothéque
Nationale, Bibliothéque des Estampes. 177

267

Las ilustraciones fueron seleccionadas y anotadas con ayuda


to de Sallv Spec-
r.
impreso en programas educativos,
s.a. de c.v. calz. chabacano
núm. 65, local a col. asturias,
cp. 06850 8 de octubre de 2006
a aparición en inglés del primer
L
volumen de El moderno sistema
mundial supuso en 1974 el comienzo
de una verdadera revolución en la
historiografía y un fuerte impulso al
renacimiento de la sociología histórica.
Más allá de las discrepancias y las
polémicas a las que ha dado y está dando origen, esta obra es ya un clásico. Su
argumento central es que el moderno sistema mundial toma la forma de una
economía-mundo capitalista que tuvo génesis en Europa en el largo siglo xvi e
implicó la transformación de un modo de producción tributario o redistributivo
específico, el de la Europa feudal, en un sistema social cualitativamente
diferente. Desde entonces la economía-mundo capitalista se ha extendido
geográficamente hasta abarcar todo el globo; ha seguido un modelo cíclico de
expansión y contracción y una localización geográfica variable de los papeles
económicos (el flujo y el reflujo de las hegemonías, los movimientos
ascendentes y descendentes de los distintos centros, periferias y
semiperiferias), y ha sufrido un proceso de transformación secular, incluyendo
el avance tecnológico, la industrialización, la proletarización y el surgimiento
de una resistencia política estructurada al propio sistema, transformación que
está aún en marcha.
Este tercer volumen de El moderno sistema mundial abarca lo que
Wallerstein llama "segunda era de la gran expansión de la economía-mundo
capitalista", de 1730 a 1850. En él se estudian la llamada revolución industrial
inglesa, la revolución de independencia norteamericana, la revolución francesa
y la independencia de los países sujetos hasta entonces a la corona española,
en función siempre del desarrollo de la moderna economía burguesa. Estos
acontecimientos representan un fortalecimiento y una consolidación del
sistema capitalista mundial, en el que se suprimen las fuerzas populares y su
potencial queda constreñido a las futuras transformaciones políticas: habrá que
esperar al siglo xix para presenciar cómo esas fuerzas populares constituyen
toda una nueva estrategia de lucha.
Immanuel Wallerstein es director del Centro Fernand Braudel para el estudio
de Economías, Sistemas Históricos y Civilizaciones, en la Universidad del
Estado de Nueva York en Binghamton (SUNY), y director de la revista trimestral
Review.
El sistema métrico, grabado de Labrousse, Bibliotéque Natíonale, París.
968-23-2157-3

>*a
siglo
editores
veintiuno

78968
321573

I
II
I MMA N UE L W A L LE RS T E IN EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL
r

IMMANUEL WALLERSTEIN
IMMA3NUEL WALLERSTEIN es
Sénior Research Scholar en Yale University.
Fue presidente de la Asociación Internacional
de Sociología de 1998-2002.

EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL


El triunfo del liberalismo centrista, 1789-1914
historia
Underwood y Underwood, El arresto (k la señora Pankhurst. La señora Emmeli- ne Pankhurst
era líder de las sufragistas británicas. Aunque en su tiempo fue muy criticada por sus tácticas
militantes, se le reconoce ahora un papel fundamental en la obtención del voto femenino en Gran
Bretaña. La fotografía se tomó el 2 de junio de 1914, cuando Pankhurst se dirigía al parlamento
a presentar una petición. Fue publicada por el New York World-Telegram & Sun. (Cortesía de la
División de Grabados y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL
VOL. IV

El liberalismo centrista triunfante,


1789-1914 por
IMMANUEL WALLERSTEIN

traducción de VICTORIA SCHUSSHEIM

m
siglo
veintiuno
editores

MÉXICO
ARGENTINA
HC51
2011
siglo
salto Wallerstein,
xxi
de ISBN:
página
1789-1914 La978-607-03-0568-9
editores, Immanuel
méxico
ALMAGRO 38, 28010 MADRID,
Contenido: v. 1. 1. Historia Maurice
agricultura
El
moderno económica (vol.-ynueva
biblioteca
capitalista
sistema mundial /4)
los siglo
1600-1750.
pororígenes
Immanuelde xxi
GUATEMALA 4824, anthropos
editores,
C 1425- BUP
2. Wallerstein
laEuropa
economía-mundo argentina
Condiciones
europea
; traducción de en
W3518
ESPAÑA
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS. 04310
ALMAGROa38, 28010 MADRID.BUENOS AIRES, ARGENTINA
DIPUTACIÓN 266, BAJOS, 08007
el siglo XVI. - v.económicas
Victoria2. Schussheim
El mercantilismo
- Siglo la —México
.— I yed.
XVII. consolidación
3. Sistema demercantil
la economía-
2014- 4Historia.
:www.sigloxxieditores.com.ar
Siglo XXI, mundo europea,
volúmenes. I. —
www.saltodepagina.com
MÉXICO, DF www.sigloxxieditores.com.mx
ESPAÑA www.bibliotecanueva.es BARCELONA. ESPAÑA
1600-1750.(Historia)
- v. 3.
Schussheim,
La segundaVictoria,
era de gran
traductor.
expansión II. t.deIII.
la ser
economía-mundo capitalista,
www.anthropos-editorial.com
1730-1850. - v. 4. El liberalismo centrista triunfante,
Traducción de: The modern world system
primera edición en español, 2014 © siglo xxi
editores, s.a. de c.v. isbn 978-607-03-0333-3 (obra
completa) isbn 978-607-03-0568-9 (volumen 4)

primera edición en inglés, 2011


© the regency of the university of california, berkeley, los ángeles, cal. título original: the
modern uiorld-system, iv. central liberalism triumphant, 1789-1914

derechos reservados conforme a la ley impreso en ingramex, s.a. de c.v. centeno 162-1 col.
granjas esmeralda 09810 méxico, d.f.
En recuerdo y homenaje a Giovanni Arrighi
David Wilkie/Abraham Raimbach, Village Politicians. Esta pintura del pintor escocés de género David
Wilkie fue el éxito de la exhibición de la Royal Aca- demy en 1806 y motivo de su reputación. Más
tarde Wilkie entró en colaboración con Raimbach para hacer grabados de sus cuadros y asegurar una
distribución más amplia. El primer grabado fue éste realizado en 1813. La importancia de la obra fue
ejemplo de cómo el debate político se había convertido en una actividad local de la población y ya no
se limitaba a los estratos superiores. (Cortesía de la División de Grabados y Fotografías de la Biblioteca
del Congreso, E.U.)
PREFACIO: ESCRIBIR SOBRE EL MODERNO SISTEMA-MUNDO
Éste es el cuarto volumen de una serie, el primero de los cuales apareció en 1974. La
obra en su conjunto se concibió como un análisis en varios volúmenes del desarrollo
histórico y estructural del moderno sistema-mundo. Cada volumen estaba destinado a
poder ser leído por sí mismo pero también, al mismo tiempo, para ser parte de la obra
mayor. Esto les plantea ciertos problemas tanto al autor como al lector. Creo que a este
último le resultaría útil que detallase cómo les he hecho frente a estas dificultades, no
todas las cuales me resultaban aparentes cuando empecé. Lo hago con la esperanza de
que mis intenciones y métodos le resulten más claros.
Cada volumen, y cada capítulo dentro de un volumen, versa sobre un tema y, por
lo tanto, trata de establecer algo. Todo el libro es, simultáneamente,
histórico/diacrónico y estructural/analítico/teórico. Esto está de acuerdo con mi
premisa epistemológica de que la muy presumida distinción entre las epistemologías
idiográfica y nomoté- tica está pasada de moda, es espuria y nociva para un análisis
sólido. La realidad social es siempre y necesariamente tanto histórica (en el sentido de
que la realidad cambia inevitablemente a cada nanosegun- do) como estructural (en el
sentido de que la acción social está regida por restricciones que se derivan del sistema
social histórico dentro del cual tiene lugar la actividad que se describe).
No obstante, si se trata de describir la realidad a lo largo de un gran espacio y un
tiempo prolongado (digamos, el moderno sistema-mundo en su conjunto desde sus
inicios en el largo siglo xvi [1450-1640] hasta hoy y hasta mañana), se topa uno con la
elemental dificultad de que no es posible hacerlo todo al mismo tiempo. De manera
que decidí ir llevando la historia más o menos cronológicamente, introduciendo
aspectos estructurales del moderno sistema-mundo cuando se produjeron por primera
vez o cuando se volvieron evidentes de manera significativa. Para mí no tenía sentido
discutir, en un volumen dedicado en gran medida al largo siglo xvi, cuestiones
estructurales que sólo se volvieron notorias en el siglo xix.
Pero, asimismo, no parecía útil discutir, en un volumen dedicado en
12 PREFACIO

gran medida al siglo xix, asuntos estructurales que habían sido analizados ya en el
primer volumen y cuyas características no habían cambiado de manera significativa en
los siglos transcurridos. Sin embargo, como mis opiniones acerca de cuándo se produjo
inicialmente un fenómeno tal como la “industrialización” son un poco diferentes de las
que sostienen muchos otros analistas, es posible que los lectores no lo ubiquen en el
volumen en el que esperan que se lo comente. A medida que avanzaba he procurado
poner en claro la lógica de mis decisiones.
Permítanme empezar entonces diciendo cómo decidí manejar la cronología.
Cuando redacté el volumen i dije en la introducción que dividiría al trabajo íntegro en
cuatro épocas, de las cuales di fechas específicas. El volumen i procuraba cubrir el
largo siglo xvi, definido como el periodo que va desde 1450 hasta 1640. No obstante,
cuando empecé a escribir el volumen II, me di cuenta de inmediato de que la historia
que quería contar no empezaba en 1640 sino más bien en 1600 y se extendía
aproximadamente hasta 1750. Puse esos años en el subtítulo. Había adoptado,
deliberadamente, el concepto de periodos largos que se traslapan, concepto que
proseguí en los volúmenes m y iv. Pero esto, desde luego, significaba que no podía
llegar al presente en tan sólo cuatro volúmenes, como pensaba en 1974.
El concepto de periodos temporales traslapados resultó ser esencial para mis
análisis. Porque los límites temporales, desde luego, son bastante arbitrarios y sólo
pueden justificarse en términos de la cuestión inmediata que se esté tratando. Puede
pensarse que la historia de la hegemonía holandesa en la economía-mundo (capítulo 2
del volumen II) se inició en 1600 (o hasta antes) pero definitivamente no había
concluido en 1640 y no constituye de hecho parte de la historia del largo siglo xvi. Le
correspondía estar en el volumen II, dedicado a la consolidación de la economía-mundo
europea en el siglo xvn... también más o menos.
Además, esto plantea el interrogante de cuándo hay que tratar de introducir
nociones estructurales en el texto. En el siglo xvi no existía, al menos en mi opinión,
ninguna potencia hegemónica. Por consiguiente, introducir el concepto en el volumen
i hubiera estado fuera de lugar. Los holandeses fueron la primera potencia hegemónica
del moderno sistema-mundo. También es cierto que no fueron la última. Pero el
concepto de hegemonía no se discutió en el contexto en el que Gran Bretaña asumió
ese papel, ni volverá a comentarse en la de la asunción del mismo por parte de Estados
Unidos. El concepto,
PREFACIO IB
como tal, una vez analizado se dio por sentado, y cuando resultó apropiado se hizo
referencia a él sin revisar su lógica. El debate teórico ya se había llevado a cabo.
Asimismo, la cronología de cada capítulo sigue su propia lógica interna, con la
única condición de que permanezca hasta cierto punto dentro de los parámetros de los
límites cronológicos del volumen. Un buen ejemplo de ello se encuentra en el volumen
m. Mientras que el volumen en su conjunto concluye presumiblemente en la década de
1840, el capítulo 3, sobre la incorporación, llega hasta 1850 (de acuerdo con su título)
y, de hecho, va un poco más allá. Por otro lado, el capítulo 4, sobre la descolonización
de América, abarca desde 1763 hasta 1833.
Como no puedo dar por supuesto que el lector de este volumen haya leído los tres
anteriores, creo que sería útil resumir la narración diacrónica/teórica que he contado
hasta ahora. Si quienes lean este volumen tienen la sensación de que no he logrado
analizar algo que en su opinión tendría que haber sido incluido en él, tal vez descubran
que es algo que ya he tratado extensamente antes. Por ejemplo, la mayoría de los libros
dedicados al siglo xix discutirán —largamente, de hecho— la denominada Revolución
industrial. Yo me ocupé de ella como capítulo 1 del volumen m y no veo sentido en
repetirlo en el volumen iv, sobre todo porque quiero contar una historia diferente sobre
el siglo xix.
Así que permítanme comenzar sintetizando lo que es en mi opinión el argumento
general de cada uno de los volúmenes sucesivos. El i, que según lo definí cubre el largo
siglo xvi, es la historia de la creación del moderno sistema-mundo y de la creación de
algunas de sus instituciones económicas y políticas básicas. El volumen n es la historia,
no de la refeudalización sino de la consolidación de la economía-mundo europea en un
periodo que va de 1600 a 1750; procura explicar cómo respondieron los capitalistas de
diferentes zonas de la economía-mundo al fenómeno del crecimiento lento global. El
volumen ni, que por definición abarca de 1730 hasta el decenio de 1840, es la historia
de la expansión renovada —tanto económica como geográfica— de la economía-
mundo capitalista. El volumen iv, que para mí va desde 1789 hasta 1873/1914, se
dedica a la creación (y sólo en ese último punto) de una geocultura para el moderno
sistema- mundo, una geocultura en gran medida configurada en torno a lo que llamo
liberalismo centrista y dominada por él.
14 PREFACIO

He mencionado que los diversos capítulos demuestran puntos teóricos sucesivos.


En el volumen i discutía, en el capítulo 1, por qué y cómo el moderno sistema-mundo
emergió del preludio medieval. Más tarde me pareció que este capítulo era inadecuado
para el tema, y amplié considerablemente el argumento en un ensayo que se publicó
inicialmente en 1992.2914 El capítulo clave del volumen i es el 2, en el cual bosquejo el
concepto de una división axial del trabajo que lleva a la construcción de diferentes
zonas en la economía-mundo: el centro, la periferia y la semiperiferia (este último es
un concepto que agregué a la distinción centro/periferia que había planteado Raúl
Prebisch). También sostuve que se trataba de la construcción de una economía- mundo
capitalista, la forma que adoptó el moderno sistema-mundo, y que inicialmente este
capitalismo se erigió en el escenario agrícola, con diferentes modos de control de la
mano de obra para diferentes zonas de la economía-mundo.
El capítulo 3 analizaba la creación de los estados dentro del moderno sistema-
mundo y el papel desempeñado en ello por las monarquías absolutas del siglo xvi. El
capítulo 4 profundizaba en la distinción entre una economía-mundo y un imperio-
mundo, y en por qué fracasó el intento de Carlos V de crear un imperio-mundo. El
capítulo 5 observaba las zonas centrales de la naciente economía-mundo y analizaba
por qué se establecieron allí estructuras estatales fuertes, así como el papel que
desempeñó la clase en ese proceso. El capítulo 6 se ocupaba de las zonas periféricas y
analizaba por qué sus estructuras estatales eran débiles. Además, ahondaba en la
distinción entre las zonas periféricas dentro de la economía-mundo y los escenarios
externos, es decir los que permanecieron fuera de la división axial del trabajo de la
economía-mundo capitalista.
El volumen i planteó el argumento básico de la obra en su conjunto, y concluyó
con un repaso que sintetizaba y conceptualizaba las transformaciones empíricas
concretas descritas en el resto del volumen. Durante el largo siglo xvi, y en realidad
durante un tiempo más, la economía-mundo capitalista existió sólo en una parte del
globo: esencialmente en Europa occidental y algunos lugares de América. El resto del
planeta todavía no formaba parte de este sistema histórico social y, por lo tanto, no
estaba sujeto a sus reglas y restricciones.
Si el volumen i iba en contra del argumento usual de que no existía nada que
pudiésemos llamar “moderno” ni “capitalista” antes de finales del siglo XVIII, debatía
también con la posición de aquellos que afirmaban que hubo un inicio de capitalismo
en el siglo xvi pero que el capitalismo tuvo un gran retroceso en el XVII. Véase la
amplísima bibliografía respecto a la “crisis del siglo XVII”. Yo me ocupé de estos
trabajos en la introducción y en el capítulo 1 del volumen n. Quería sostener que la

2914
“The West, capitalism, and the modern world-system”, Reviexu 15, núm. 4, otoño de 1992:
561-619; reproducido en Timothy Brook y Gregory Blue (eds.), China and His- torical Capitalism:
Genealogies of Sinological Knowledge, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, pp. 10-56.
PREFACIO 15
presunta crisis no era para nada un retroceso sino una fase B normal (o mengua) de la
economía-mundo, la cual más que trastocar el desarrollo capitalista lo impulsó.
El capítulo 2 se ocupaba, como ya señalamos, de la hegemonía holandesa y de los
patrones generales que explican por qué y cómo un país llega a ser hegemónico...
durante un tiempo. El capítulo 3 analizaba lo que ocurre cuando una potencia
hegemónica comienza a declinar. Se ocupaba empíricamente de las aspiraciones
inglesas y francesas por ser el Estado sucesor. En el capítulo 4 se discutía cómo
manejan las zonas periféricas una fase B y por qué “volverse hacia adentro” no es
anticapitalista sino una forma de supervivencia. El capítulo 5 es la primera discusión
seria de las características de una semiperiferia; el papel que las semiperiferias
desempeñan en la vida del moderno sistema-mundo, y la distinción entre las que están
en “ascenso” y las que están en “declinación”. El capítulo 6 se ocupaba de la perdurable
rivalidad franco-británica en el periodo en el que ya no hubo un papel político
significativo para los holandeses. Describía la ventaja que pudo obtener Gran Bretaña
y por qué la misma fue resultado, no de estructuras económicas más avanzadas (que es
el argumento habitual) sino del hecho de que el Estado británico, por diversas razones,
era más fuerte que el Estado francés (en oposición a lo que suele afirmarse).
Si la época de finales del siglo XVIII y principios del xix se reconoce generalmente
como un periodo de expansión económica y geográfica de la economía-mundo
capitalista, suele darse el crédito de ello a algo denominado la “Revolución industrial”,
y con frecuencia algo llamado la “primera revolución industrial” que presumiblemente
tuvo lugar en Inglaterra. Desde el punto de vista analítico me pareció que esta
concepción era débil por dos razones. Una es que no hubo, no pudo haber
“revoluciones industriales” separadas en países diferentes. Si en efecto existió esa
revolución, tuvo que ser un fenómeno de la economía-mundo capitalista como un todo.
Y, segundo, aunque lo que ocurrió en ese periodo reflejaba en efecto una cresta
ascendente de la mecanización y de la producción de valor mundial, la misma no fue
más significativa que varias otras crestas previas y posteriores. Eso es lo que pretendía
demostrar el capítulo 1 del volumen ni.
El capítulo 2 se ocupa de la historia de la Revolución francesa. La voluminosa
bibliografía respecto a este “acontecimiento” se divide en la actualidad entre los
seguidores de la interpretación social (o clásica) que tan destacada ha sido durante
largo tiempo, y los de la interpretación liberal (o revisionista) que adquirió tanta fuerza
en el último tercio del siglo xx. Mi afirmación es que las dos interpretaciones son
erróneas, ya que ambas centraron su atención en fenómenos que se consideraban
internos de Francia y en los tipos de cambios que se produjeron en el Estado y en las
estructuras económicas franceses. El argumento de este capítulo era que la Revolución
francesa fue parte de, o consecuencia de, la última fase de la lucha franco- británica
por la sucesión hegemónica —que fue ganada, desde luego, por Gran Bretaña— y que
los cambios internos de Francia a resultas de la Revolución fueron mucho menos
16 PREFACIO

fundamentales de lo que suele afirmarse.


Uno de los resultados de esta lucha franco-británica fue la segunda gran expansión
geográfica de la economía-mundo capitalista, en la cual cuatro grandes zonas fueron
incorporadas a la división axial del trabajo: Rusia, el imperio otomano, el
subcontinente indio y Africa occidental. El argumento clave se refiere a lo que ocurre
con una zona que ha estado previamente en el escenario externo cuando es incorporada
como zona periférica de la economía-mundo capitalista. Las transformaciones de las
estructuras tanto políticas como económicas en las cuatro zonas, a partir de estructuras
existentes muy diferentes previas a la incorporación, parece haberlas llevado a las
cuatro a tener estructuras más o menos similares como consecuencia de esa
incorporación.
Por último, el capítulo 4 se ocupaba, por primera vez, del concepto de la
descolonización formal: por qué se produce y por qué está vinculada con la aparición
de una nueva potencia hegemónica. Pero yo sostuve asimismo que la descolonización
de América fue de “pobladores”, y no la reanudación, por parte de los pueblos
indígenas, del control de su propia vida. La única excepción fue Haití, y allí traté de
demostrar por qué y cómo Haití fue aislado y en gran medida destruido
económicamente, precisamente porque no fue una descolonización de pobladores.
Cuando llegué al volumen iv, que había planeado fuese la historia del “largo” siglo
xix, me enfrenté con dos problemas. A medida que avanzamos cronológicamente la
geografía del sistema-mundo se ensancha, lo que aumenta la cantidad de material que
debe tomarse en consideración. Pero el volumen de bibliografía especializada, incluso
con respecto a un solo país, se ha expandido por lo menos aritméticamente, y es
probable que geométricamente. Esto plantea un verdadero problema de tiempo de
lectura y de dificultades de síntesis. Tal vez ésta sea mi débil excusa por haber tardado
tanto en terminar el volumen iv. (La otra parte de la excusa es que, a medida que pasaba
el tiempo, me fui involucrando más en muchas otras actividades intelectuales que
competían con el tiempo de que disponía para redactar el volumen iv.)
El segundo problema fue decidir cuál sería el tema central de este volumen' En
vista de mis análisis previos, no podía ser la Revolución industrial; tampoco la creación
de un sistema capitalista, ya que creía yo que esto había sucedido antes. Asimismo, no
podían ser las grandes revoluciones democráticas, ya fuesen al estilo francés o al
estadunidense, puesto que pensaba que el papel de ambos tipos de revoluciones era
muy diferente del que por lo general se les atribuye. Decidí que el acontecimiento clave
tenía que ubicarse en las consecuencias culturales de la Revolución francesa para el
moderno sistema-mundo como un todo. Lo concebí como la creación de una geocultura
para el sistema-mundo, es decir, un conjunto de ideas, valores y normas que fue
ampliamente aceptado en todo el sistema y que a partir de entonces restringió la acción
social.
Como verá el lector, considero que la Revolución francesa había legitimado el
PREFACIO 17
concepto de la normalidad del cambio político y de la idea de que la soberanía no yacía
en el soberano sino en el pueblo. Las consecuencias de este par de creencias eran
múltiples. La primera fue la creación, como reacción a estos conceptos recién
difundidos, de las tres ideologías modernas: conservadurismo, liberalismo y
radicalismo. El argumento del volumen en su conjunto es que el liberalismo centrista
logró “domesticar” a las otras dos ideologías y emergió triunfante en el curso del ciclo.
Esto adoptó luego la forma de privilegiar la creación de estados liberales, antes que
nada en los dos estados más fuertes de la época, Gran Bretaña y Francia. Además tomó
también la forma de estimular la creación y de limitar el impacto de los principales
tipos de movimientos antisistémicos (un concepto nuevo que se trata aquí). Es aquí
donde me ocupo de los avances permitidos por el concepto de ciudadanía y de las
ilusiones relativas al alcance de esas ventajas. Y, finalmente, tomó la forma de
estimular y restringir la formación de las ciencias sociales históricas. Toda la narrativa
va desde 1789 hasta 1914, o tal vez sería mejor decir que va desde 1789 hasta
1873/1914.
Me llevó cierto tiempo darme cuenta de que este énfasis implicaba que tres
historias que quería narrar en este volumen deberían ser pospuestas hasta el volumen
v. Eran la rebatinga por Africa y el ascenso de los movimientos de liberación nacional;
la rivalidad económica y política entre Estados Unidos y Alemania por suceder a Gran
Bretaña como potencia hegemónica y el triunfo, en última instancia, de Estados
Unidos, y la incorporación del este de Asia, su periferización y su resurgimiento a
finales del siglo xx.
Las tres historias tenían su inicio en algún punto a mediados del siglo xix. Pero no
había manera de contarlas como si terminasen de alguna manera en 1914. La historia
del siglo xix estaba vinculada íntegramente con su continuación en el siglo xx. El año
1914 no representó un punto de inflexión para ninguna de las tres per se. La parte
esencial de cada historia se ubicaba en una amplia curva de ascenso y decadencia o
decadencia y ascenso. De cualquier manera decidí que cada una de ellas era una
historia del “largo” siglo xx, una historia del siglo estadunidense, no del siglo británico.
Así que le ruego al lector sea indulgente y paciente.
Si el volumen v, como lo proyecto ahora (aunque esto puede cambiar al escribirlo)
va desde 1873 hasta 1968/1989, tendrá que haber, si duro tanto, un volumen vi, cuyo
tema será la crisis estructural de la economía-mundo capitalista, y cuyos parámetros
irían de 1945/1968 hasta algún momento a mediados del siglo xxi... 2050, digamos. Y
creo que entonces estaríamos en una situación totalmente nueva. El moderno sistema-
mundo habrá visto su defunción definitiva, cediéndole su lugar a un sucesor o
sucesores aún desconocidos, incognoscibles, y cuyas características no podemos por
ahora delinear.
Víctor Delaive, Bourgois et ouvriers. Este dibujo apareció en mayo de 1848 en plena revolución
social en Francia. El obrero le dice al burgués que ha confiscado dos revoluciones previas (1789
y 1830) y que en esta ocasión “nosotros los trabajadores exigimos lo que nos corresponde. Es
justo”. (Cortesía de la Bibliothéque Nationale de France.)
1. EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGIA
La Revolución francesa [...] es la sombra bajo la que vivió
todo el siglo xix.

GEORGE WATSON (1973: 45)

En 1815 la nueva realidad política más importante para Gran Bretaña, Francia y
el sistema-mundo era el hecho de que, en el espíritu de los tiempos, el cambio
político se había convertido en algo normal. “Con la Revolución francesa la
reforma parlamentaria se volvió una doctrina, algo diferente de un expediente”
(White, 1973: 73). Además, la sede de la soberanía se había trasladado en la
mente de cada vez más personas desde el monarca o incluso la legislatura a algo
mucho más elusivo, el “pueblo” (Billington, 1980: 160-166; también 57-71).
Ésos fueron sin duda los principales legados geoculturales del periodo
revolucionario napoleónico. En consecuencia, el problema político fundamental
al que tenían que hacerle frente Gran Bretaña, Francia y el sistema-mundo en
1815, así como a partir de entonces, era cómo reconciliar las demandas de
quienes insistían en incrementar el concepto de la soberanía popular ejerciendo
la normalidad del cambio, con el deseo de los notables —tanto dentro de cada
Estado como en el sistema-mundo en su conjunto— por mantenerse en el poder
y garantizar que seguirían estando en condiciones de acumular capital
interminablemente.
El nombre que damos a esos intentos por resolver lo que, prima facie, parece
una brecha profunda y posiblemente insalvable de intereses en conflicto es
ideología. Las ideologías no son simplemente maneras de ver el mundo. Son
algo más que meros prejuicios y supuestos previos. Las ideologías son
metaestrategias políticas y, como tales, sólo se las requiere en un mundo en el
cual el cambio político se considere normal, y no aberrante. Precisamente así
era el mundo en el que se había convertido la economía-mundo capitalista bajo
el trastorno cultural del periodo revolucionario napoleónico. Fue precisamente
ese mundo el que desarrolló las ideologías que durante los siglos xix y xx
22 IMMANUEL WALLERSTEIN

sirvieron lo mismo como manuales de la actividad política cotidiana que como


credos que justificaban los compromisos mundanos de esa actividad.
¿Estuvo inspirada la Revolución francesa por la ideología liberal o fue más
bien la negación de la ideología liberal? Este fue un tema central del debate
francés (y mundial) durante el bicentenario de 1989. Pero tal vez la cuestión no
sea muy significativa, porque el liberalismo como ideología es en sí mismo una
consecuencia de la Revolución francesa, y no una descripción de su cultura
política.2915
La primera reacción ideológica a la transformación de la geocultu- ra debida
a la Revolución francesa, sin embargo, no fue de hecho el liberalismo sino el
conservadurismo. Burke y De Maistre escribieron inmediatamente sobre la
revolución, al calor de los hechos, en libros que han seguido siendo fuentes de
ideología conservadora hasta el día de hoy. Desde luego, los conceptos
precedían a los términos. Parece que el término conservador hizo su primera
aparición apenas en 1818,2916 y el sustantivo liberal probablemente fue usado
por primera vez en 1810.2917

2915 Véase en Kaplan (1993) la historia del debate francés con

todos sus morbosos detalles. Este libro deja claro lo inconcluso


que fue el debate, en gran medida porque la cuestión no puede
plantearse en esos términos. O mejor dicho, la razón por la cual
la cuestión se planteaba en estos términos era para confrontar
las cuestiones políticas de finales del siglo xx, más que para
aclarar la realidad histórica. Plantear la cuestión de esta manera
vuelve imposible comprender el surgimiento y el papel histórico
de la ideología liberal. En nuestro volumen anterior hemos
analizado cómo comprender la Revolución francesa en términos de
la evolución histórica del moderno sistema-mundo (Wallerstein,
1989: caps. 1,2).
2916Bénéton (1988: 6) hace remontar el término al periódico Le

Conservateur, de Chateaubriand, y a su uso en Gran Bretaña como


denominación partidista para un artículo dej. W. Crocker, escrito
en 1830. El término “reacción" o “reaccionario” parece haber
empezado a formar parte del vocabulario aún más tarde. Tudesq
(1964, 2: 1028) sostiene que esos términos se volvieron comunes
(se vulgarisent) apenas en 1848, pero en realidad esto no nos dice nada
sobre la cuestión de su primer uso.
2917
Como adjetivo con connotaciones políticas, el término
parece haber sido usado por primera vez durante los años del
Directorio en Francia. Cruz Seoane (1968: 157) le atribuye el
primer uso “probablemente” a Benjamín Constant en 1796, cuando
habló de “ideas liberales”. Brunot y Bruneau (1937, 2: 660-661)
ubican el inicio de su carrera en el año vm (1797-1798) como
término opuesto a “sectario” y a “jacobino”. Pero encuentra
también su uso como verbo político (se libéraliser) en el Ami des Patriotes, en
1791.
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 23
La ideología conservadora ha estado profundamente vinculada con una
misión de la Revolución francesa como ejemplo del tipo de cambio político
deliberado que perturba la lenta evolución de las fuerzas sociales “naturales”.
Para los conservadores este proceso de perturbación tiene una larga y dudosa
herencia:

La Revolución francesa no fue más que la culminación del proceso histórico de atomización
que se remontaba al origen de doctrinas tales como el nominalismo, la disensión religiosa, el
racionalismo científico y la destrucción de aquellos grupos, instituciones y certidumbres
intelectuales que habían sido básicos en la Edad Media (Nisbet, 1952: 168-169).

De esta forma, la ideología conservadora era “reaccionaria” en el simple


sentido de que era una reacción a la llegada de lo que consideramos la

Todos parecen coincidir en que el adjetivo se convirtió en


sustantivo en Cádiz, en 1810-1811, cuando se lo aplicó a un grupo
de las Cortes españolas. Un miembro de las Cortes, el conde de
Toreno, unos sesenta años más tarde, escribe que el público
describía a los “amigos de la reforma” como “los liberales”
(citado por Manchal, 1955: 58).
Billington (1980: 554, n. 33) dice que esto llevó a la creación
de un “partido liberal” en 1813 (véase también Cruz Seoane, 1968:
158). A Marichal le resulta irónico que “España, el país menos
‘burgués’ de Europa occidental, acuñara el término temático de la
burguesía europea del siglo xrx” (155: 60). Pero no es para nada
irónico: en 1810 los liberales españoles estaban en medio de una
lucha tempestuosa, y la claridad ideológica les servía como un
punto de reunión política.
Manning (1976: 9) afirma que “las implicaciones originales del
término liberal, igual que las del término imperialista, eran en
su mayor parte despectivas”. Pero esto no queda nada claro a
partir de la descripción de las Cortes. Tal vez en lo que esté
pensando es en el discurso que pronunció lord Casüereagh en el
parlamento el 15 de febrero de 1816, en el cual dijo que el
partido español, aunque militarmente antifrancés, “era
políticamente un partido francés de la peor clase posible. Habían
declarado que no admitirían el derecho de Fernando al trono a
menos que pusiese su sello en los principios que exponían, entre
otros, el de que la soberanía residía en el pueblo. Los
‘liberales’ eran en principio un partido perfectamente jacobino”
(Parí. Deb., xxxvii: 602, citado en Halévy, 1949a: 82, n. 3).
Obviamente Fernando estaba de acuerdo, ya que ese mismo año
prohibió el uso del término (véase Marichal, 1955: 60). Entró en
el uso político francés y británico en 1819 (véanse Bertier de
Sauvigny, 1970: 155; Halévy, 1949a: 81, n. 3), pero habría de
pasar otro cuarto de siglo antes de que los whigs se rebautizaran
como Partido Liberal.
24 IMMANUEL WALLERSTEIN

modernidad, y se planteaba el objetivo ya sea de revertir por entero la situación


(en la versión dura) o de limitar el daño y detener lo más posible los cambios
que se avecinaban (en la versión más sofisticada). Los conservadores creían que
al imponer su esquema “racional”, deductivo, del proceso político, los
partidarios de la revolución (o de la reforma; para el dogma conservador no hay
mayor diferencia) creaban confusión en la sabiduría de los tiempos y, por
consiguiente, provocaban daño social.
El conservadurismo, igual que todas las ideologías, fue antes que nada un
programa político. Los conservadores sabían perfectamente bien que tenían que
aferrarse o reconquistar el poder del Estado, que las instituciones del Estado eran
el instrumento clave requerido para alcanzar sus objetivos. Cuando en 1815 las
fuerzas conservadoras regresaron al poder en Francia, bautizaron el
acontecimiento como una “restauración”. Pero, como veremos, las cosas no
volvieron realmente al statu quo ante. Luis XVIII tuvo que conceder una
“Carta”, y cuando Carlos X trató de instalar una verdadera reacción, fue
expulsado del poder y en su lugar se colocó a Luis Felipe, quien asumió el título
mucho más moderno de “rey de los franceses”.2918 2919

2918 La carta concedida por Luis XVIII resultó políticamente

crucial para su “restauración”. En su declaración en St.-Ouen el


futuro rey anunció que estaba dispuesto a “adoptar una
constitución liberal”, que designó como una “carta”. Bastid
observa que “el término carta, cuyos significados en tiempos
previos habían sido múltiples y variados, hacía recordar más que
otra cosa las libertades comunales”. Añade que, “para quienes
tenían una inclinación liberal evocaba de manera natural la Magna
Carta inglesa de 1215”. Según Bastid, “Luis XVIII jamás hubiese
sido capaz de ganarse la aceptación pública de no haber satisfecho
de alguna manera las aspiraciones de libertad”. Cuando en 1830
Luis Felipe, a su vez, también proclamó una carta, en esta ocasión
tuvo que ser una a la que se “consintiese” (consentié), más que una
“concedida” (octroyée) por el rey.
2919Bénéton (1988: 9), que continúa: “La esencia del
conservadurismo sigue siendo una crítica antimodernista por
fidelidad a sus tradicionales convicciones, y su destino es la
impotencia para impedir la eliminación progresista del orden
tradicional [...] Los conservadores apelan a la historia pero de
una manera que hace que la historia nos desmienta” (p. 10). Gash
hace el mismo señalamiento: [El conservadurismo] nació de la
reacción; parte del mecanismo defensivo que puede remontarse a la
época de la Revolución francesa que se inició en 1789” (1977:
21). En consecuencia, siempre vería limitada su capacidad de
construir propuestas proactivas y, eventualmente, se encontraría
restringido, como veremos, a convertirse en una variante del
liberalismo reformista.
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 25
Para los conservadores la solución ideal hubiese sido la desaparición total de
los movimientos que reflejaban impulsos liberales. Fuera de eso —que no
ocurrió en 1815 y que llegó a reconocerse como utópico después de 1848— la
mejor solución era convencer a los legisladores de la necesidad de ejercer la
máxima prudencia al emprender cualquier cambio político de significación. La
perdurable fuerza política del conservadurismo se encontraría en la desconfianza
popular que las múltiples desilusiones ante las reformas inspirarían una y otra
vez en el “pueblo soberano”. Por otra parte, la gran debilidad del
conservadurismo siempre ha sido que era esencialmente una doctrina negativa.
“ [La doctrina conservadora] nació en reacción a la Revolución francesa [...] Por
ello, nació contrarrevolucionaria.”” Y la contrarrevolución ha sido en general
menos popular todavía en los siglos xix y xx que la revolución; es un membrete
que ha pesado como piedra de molino para los conservadores.
Estos, no obstante, sentían que tenían una posición inatacable. La mayor
objeción de los conservadores a la Revolución francesa era la creencia de sus
seguidores y teóricos de que todo era posible y legítimo por medio de la política.
Los conservadores pugnaban, en cambio, por una concepción orgánica de la
sociedad, y por la “radical inadecuación de lo político como definición última
del hombre”.6 Apoyaban al Estado en la medida en que encarnaba la autoridad,
pero sospechaban del Estado central en la medida en que podía legislar. La
consecuencia fue una inclinación por el localismo, en parte porque los notables
tenían mayor fuerza en los niveles locales, y en parte porque, inherentemente,
en ese nivel podía legislarse menos.7 Desde luego, este sesgo antipolítico no era
universal entre los “contrarrevolucionarios”, era meramente dominante. Henry
Kissinger hace una distinción muy convincente entre el conservadurismo
burkeano (que

6White(1950: 4). Véase también Quintín Hogg: “Los conservadores


no creen que el poder de la política para componer las cosas de
este mundo sea ilimitado” (The case for conservatism, 1947, en White, 1950:
31). De manera similar Crick decía del conservadurismo, “por
encima de todo, una renuncia a las posibilidades en favor de la
prescripción nacida de la elección o del temor de la Revolución
francesa (1955: 363). Finalmente, a comienzos del siglo xx, lord
Cecil definió el conservadurismo político como derivado de un
“conservadurismo natural”, que involucraba la “desconfianza de lo
desconocido” y la “preferencia por aquello a lo que estamos
acostumbrados porque la costumbre realmente ha asimilado nuestra
naturaleza a ello (1912: 14).
White (1950: 1-2) muestra de qué manera esta actitud es
profundamente antipolítica y, derivado de ello, antiintelectual:
“El conservadurismo es menos una doctrina política que una manera
26 IMMANUEL WALLERSTEIN

de sentir, una forma de vivir [...] Lo que hace que este terreno
esté lleno de gente reunida evidentemente no es tanto un conjunto
de principios formulados intelectualmente como una cantidad de
instintos, y el instinto rector es el instinto de gozar [...] La
importancia política de este instinto de gozar, de esta devoción
en gran medida irreflexiva a la vida de aquí y ahora en toda su
riqueza y variedad, es lo que pone a la política en su lugar como
algo secundario o incidental.”
7 Roberls (1958: 334) describe la actitud de los tories en Gran

Bretaña: “‘Centralización’ era una mala palabra. Evocaba lo más


profundo de los prejuicios tories y tocaba lo más sagrado de los
intereses tories [...] Los iones protegían vigilantes sus
privilegios locales y defendían con igual energía el derecho del
clero a educar a los pobres, el derecho del condado a manejar sus
prisiones y el derecho de la parroquia a reparar sus caminos [...]
El apego conservador al gobierno local surgió de muchas fuentes:
del tradicionalismo, de los intereses personales por el poder y
el patronazgo local, de la lealtad a la Iglesia y del temor al
aumento de impuestos. Este último motivo era de no poca magnitud.”
esloquehevenidodescribiendoaquícomoconservadurismo)yeldeMeternich:
Luchar por el conservadurismo en nombre de las fuerzas históricas, rechazar la validez de la
cuestión revolucionaria debido a su negación del aspecto temporal de la sociedad y del contrato
social [...] tal fue la respuesta de Burke. Combatir la revolución en nombre de la razón, negar
la validez de la cuestión sobre bases epistemológicas, como algo contrario a la estructura del
universo, ésa fue la respuesta de Metternich. La diferencia entre estas dos posiciones es
fundamental [...]
Esta concepción radicalista del conservadurismo fue la que le impartió su rigidez a la
política de Metternich [...]
Fue así que la Ilustración conservó, hasta muy entrado el siglo xix, a su último campeón,
que juzgaba las acciones por su “verdad”, no por su éxito. 8

Exito. Ese era el toque de diana de los liberales. ¿Pero éxito en qué? Esta es
la pregunta clave de la que debemos ocuparnos. El liberalismo como ideología,
en oposición al liberalismo como filosofía política —es decir el liberalismo
como metaestrategia vis-á-vis las demandas de soberanía popular, opuesto al
liberalismo como una metafísica de la buena sociedad— no nació, ya adulto, de
la cabeza de Zeus. Fue modelado por múltiples intereses, frecuentemente
contrarios. Hasta el día de hoy el término liberalismo evoca resonancias muy
diversas. Existe la clásica “confusión” entre el denominado liberalismo
económico y el denominado liberalismo político. Está también el liberalismo
del comportamiento social, llamado a veces libertarianismo. Esta mezcolanza,
esta “confusión”, le ha resultado muy útil a la ideología liberal, permitiéndole
obtener el máximo apoyo.
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 27
El liberalismo empezó su vida ideológica a la izquierda del espectro político,
o por lo menos al centro-izquierda. Se definió a sí mismo como lo opuesto del
conservadurismo sobre la base de lo que podría denominarse una “conciencia
de ser moderno” (Minogue, 1963: 3).

“Kissinger (1973: 193, 194, 196). La rigidez política de la


posición de Metternich no sería benéfica, a largo plazo, para los
intereses de quienes deseaban conservar sus privilegios y su
poder. De hecho, los metería en serios problemas y en formas
paradójicas de “radicalismo” disruptivo, como veremos que ocurrió
con los conservadores bonaldia- nos durante la restauración en
Francia. La versión de Metternich del conservadurismo sólo revivió
en las últimas décadas del siglo xx. Una vez más, puede no estar
siendo de especial ayuda para quienes desean conservar los
privilegios y el poder.
El liberalismo se proclamó universalista.2920 Seguros de sí mismos y de la verdad
de esta nueva visión del mundo de la modernidad, los liberales trataron de
propagar sus opiniones e insertar la lógica de sus puntos de vista dentro de todas
las instituciones sociales, librando así al mundo de los residuos “irracionales”
del pasado. Para ello tuvieron que combatir con los ideólogos conservadores, a
los que veían obsesionados con el temor a los “hombres libres”, 2921 los hombres
liberados de los falsos ídolos de la tradición.
No obstante, los liberales creían que el progreso, aunque era inevitable, no
podía alcanzarse sin cierto esfuerzo humano, sin un programa político. La
ideología liberal era, entonces, la creencia de que, para que la historia siguiese
su curso natural, era necesario comprometerse con un reformismo deliberado,
continuo, inteligente, completamente consciente de que “el tiempo era el amigo
universal, que inevitablemente acarrearía mayor felicidad para números aún
mayores” (Schapiro, 1949: 13).
A partir de 1815 la ideología liberal se presentaba como el oponente del
empuje conservador,2922 y como tal los conservadores la consideraban
“jacobina”. Pero a medida que el liberalismo iba ganando ímpetu, apoyo y

2920 “Es a la humanidad en su conjunto a la cual, sin


grandes excepciones, se han dirigido los liberales” (Manning,
1976: 80).
2921 En La cartuja de Parma, de Stendhal, el revolucionario
Ferrante Palla siempre se presenta como un “hombre libre”.
2922 Rémond (1982: 16) fecha el inicio de la actual brecha
que hay en Francia entre la política del conservadurismo y la del
liberalismo no en 1789 sino en 1815, “el momento en el cual la
derecha y la izquierda se convirtieron en realidades sociales y
en hechos dados de la psique colectiva”.
28 IMMANUEL WALLERSTEIN

autoridad como ideología, su filiación de izquierda se fue debilitando; en


algunos aspectos llegó a tener incluso filiaciones de derecha. Mas su destino era
afirmar que se ubicaba en el centro. Ya había sido conceptualizado de esa
manera por Constant2923 en el siglo xvin. En el xix fue institucionalizado como
la posición centrista. Y seguía siendo celebrado como el “centro vital” por
Schlesinger (1962) a mediados del siglo xx.
Es verdad que el centro es una mera abstracción y un recurso retórico. Uno
siempre puede ubicarse en una posición central con tan sólo definir los extremos
como quiera. Los liberales son quienes deciden hacer tal cosa como estrategia
política básica. Enfrentados a la normalidad del cambio, los liberales
reclamarían una posición entre los conservadores —es decir la derecha, que
quería reducir lo más posible el paso del cambio normal—y los “demócratas”
(o radicales o socialistas o revolucionarios) —es decir la izquierda, que quería
acelerarlo lo más posible—. En síntesis, los liberales eran aquellos que deseaban
controlar el ritmo del cambio para que se produjese a una velocidad que ellos
consideraban óptima. Pero ¿es posible saber realmente cuál es la velocidad
óptima? Sí, decían los liberales, y su metaes- trategia estaba ajustada
precisamente para alcanzar este fin.
En el desarrollo de esta metaestrategia surgieron dos figuras emblemáticas:
Guizot y Bentham. Guizot era historiador, hombre de letras y, desde luego,
político. Bentham era filósofo y defensor de la acción legislativa concreta. Al
final, los ojos de ambos estaban centrados en el Estado. Guizot mismo definió
la modernidad como “la sustitución, en el gobierno, de los medios materiales
por los intelectuales, de la fuerza por la maña, de la política feudal por la política
italiana” (Guizot, 1846: 299). Dijo que había comenzado con Luis XI, y tal vez
sea así. Pero incluso de serlo, sólo se institucionalizó plenamente en la primera
mitad del siglo xix, precisamente cuando Guizot estaba en el gobierno de
Francia.
Guizot buscó una manera de acallar la soberanía popular sin volver al
derecho divino de los reyes. La encontró al sostener la existencia de una “mano
irresistible” de la razón que progresaba a lo largo de la historia. Al aducir esta
versión más política de la “mano invisible” de Smith, Guizot pudo establecer,
como condición previa para el ejercicio del derecho de la soberanía popular, la
posesión de “capacidad”, definida como la “facultad de actuar de acuerdo con

2923 “‘Liberal’ significaba para Constant una posición


‘moderada’ y ‘central’ entre los dos extremos del jacobinismo (o
‘anarquía’) y el monarquismo (‘los fanáticos’)” (Ma- richal, 1956:
293).
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 29
la razón”.2924 Sólo si el voto se limitaba a quienes contaban con esta capacidad
resultaría posible llegar a tener una “política científica” y un “gobierno
racional”. Ysólo semejante gobierno eliminaría la triple amenaza “del regreso
del gobierno arbitrario, de desatar las pasiones populares y de la disolución
social” (citado en Rosanvallon, 1985: 255-256; véanse también 156-158). La
referencia a la ciencia no es casual sino fundamental. Manning (1976: 16, 21,
23) desarrolla los vínculos entre la ideología liberal y la ciencia newtoniana.
Muestra cómo se derivaron los que según sostiene son los tres principios de la
ideología liberal a partir del pensamiento de Newton: el principio del equilibrio,
el principio de la generación espontánea y la circulación, y el principio de la
uniformidad. Primero, la estabilidad del mundo “depende de que sus partes
constituyentes se mantengan en relaciones de equilibrio”. Segundo, “cualquier
intento por transformar a la sociedad que se mueve por sí misma en la sociedad
dirigida debe destruir necesariamente la armonía y el equilibrio de su orden
racional”. Tercero, “podemos esperar que las instituciones democráticas se
materialicen en las sociedades humanas siempre que alcancen el nivel apropiado
de desarrollo, tal como podemos esperar que cualquier fenómeno físico se
materialice en vista del principio de su condición suficiente para su producción”.
En pocas palabras, Guizot no apoyaba ni a Luis XVI (o a Carlos X) ni a
Robespierre, porque ninguno de ellos era una opción racional. Y de los dos, es
probable que Guizot (y sus epígonos) se preocupasen más por Robespierre y por
Rousseau. “Lo que seguía llamándose en general ‘liberalismo’ a comienzos del
siglo xix era un intento por concebir la política en contra de Rousseau. El terror
revolucionario fue hijo del voluntarismo político (artificialisme); todos estaban

2924Rosanvallon
(1985: 91, 95), que continúa para señalar cómo
este punto de vista distinguía a Guizot y a los otros doctrinnaires
de Bonald, por un lado, y de Rousseau, por el otro: “procuraban
introducir en el pensamiento político un punto de vista
sociológico que integrase como hecho irreversible y positivo el
logro de la igualdad civil y el pleno reconocimiento del individuo
moderno. Esto superó el antagonismo entre el pensamiento
reaccionario y el pensamiento liberal-democrático, retirando
conscientemente a la filosofía de lo que se consideraba el círculo
vicioso de su confrontación [...] Como la capacidad es una
facultad, y no una cualidad, tiene una dimensión tanto personal
como impersonal. Permite que uno distinga a quienes están dotados
de ella, los capaces, del resto de la población, sin que los
úldmos puedan incorporarse en ella o tomar posesión total de
ella.” De manera que el principio de capacidad permite que se unala
estabilidadconlamovilidadsocial,elordenconelmovimiento.“Tenemosquearreglarlascosasmismas—escribióGuizot—yloshombresencontraránsuubicaciónen
tornoaellas”(p.97).
30 IMMANUEL WALLERSTEIN

de acuerdo con este análisis” (Rosanvallon, 1985: 44).2925


La reputación de Guizot se desvaneció, opacada sin duda por su papel
crecientemente conservador en la monarquía de julio, y apenas hoy está siendo
resucitada por los políticos neoliberales de Francia. Pero la reputación de
Bentham como el liberal quintaesencia!
de Gran Bretaña jamás ha dejado de ser afirmada (y aclamada). 2926 La triple
amenaza de Guizot también estaba presente, desde luego, para los benthamitas,
pero tal vez éstos eran todavía más adeptos para contrarrestarlas. 2927 El gran
anglofilo y liberal francés Elie Halévy (1900: iii-iv) fue el que señaló cómo
Bentham adoptó un punto de partida de hecho no demasiado diferente del de
Rousseau, pero lo hizo desembocar, no en la revolución, sino en el liberalismo
clásico:

Inglaterra, igual que Francia, tuvo su siglo de liberalismo: el siglo de la revolución industrial
al otro lado del canal fue el equivalente del ciclo de la Revolución francesa; la filosofía utilitaria
de la identidad de intereses, el de la filosofía jurídica y espiritual de los derechos del hombre.
Los derechos de todos los individuos son idénticos. Cada individuo es el mejor juez de sus
propios intereses. Por eso deberíamos eliminar todas las barreras artificiales que las
instituciones tradicionales erigen entre los individuos, todas las restricciones sociales basadas
en la supuesta necesidad de proteger a los individuos unos de otros y de sí mismos. Una
filosofía emancipadora muy diferente en su inspiración y en sus principios pero cercana en
muchas de sus aplicaciones prácticas a la filosofía sentimental de J.-J. Rousseau. La filosofía
de los derechos del hombre culminaría, en el continente europeo, en la Revolución de 1848; la
filosofía de la identidad de intereses en Inglaterra, en el mismo periodo, en el triunfo de los
conceptos de libre comercio de Manchester.

Para Bentham, por un lado, la sociedad era el “producto espontáneo de la

2925
Rosanvallon añade en una nota al pie (p. 45, n. 2): “Por consiguiente el ‘liberalismo’
tiene que ser distinguido radicalmente de un liberalismo democrático fundado en el concepto
de los derechos humanos”.
2926
Eric Hobsbawm (1962: 228) dice que los radicales filosóficos benthamitas eran “la
escuela burguesa más consciente de sí misma de todos los pensadores británicos”.
,6
Roberts advierte que no hay que darle demasiado crédito directo a Bentham. “En realidad,
lo que era tan notable respecto a Bentham no era tanto su influencia sobre numerosas personas
sino la previsión, la claridad y la lógica con la que expresaba esas verdades que otras fuerzas,
mucho más fuertes que sus propias ideas, llegarían a hacer realidad” (1959: 207). Pero en
términos generales esto es lo que ocurre con todas las declaraciones ideológicas tempranas. Son
expresiones convincentes de visiones que reflejan la metaestrategia subyacente de fuerzas
políticas que con frecuencia son incapaces de expresar claramente, ni siquiera para sí mismas,
exactamente qué política están siguiendo. Así, los ideólogos tempranos pueden no haber sido los
iniciadores reales de la metaestrategia. Sólo más tarde estas aseveraciones ideológicas se
utilizaron como un modo de socialización y de racionalización.
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 31
voluntad de sus miembros individuales [y por lo tanto] un crecimiento libre en
el cual el Estado no tenía parte alguna”. Pero exactamente al mismo tiempo —
y esto es crucial para Bentham y el liberalismo— la sociedad era “una creación
del legislador, progenie de la ley positiva”. Por consiguiente, la acción del
Estado era perfectamente legítima, “a condición de que el Estado fuese un
Estado democrático y expresase la voluntad del mayor número”. 17
Bentham compartía la inclinación de Guizot por la política científica y el
gobierno racional. El Estado era el instrumento perfecto y neutro para alcanzar
“el mayor bien del mayor número”. Tenía que ser, por lo tanto, el instrumento
de la reforma, incluso de una reforma radical, precisamente debido a la triple
amenaza:

Bentham y los benthamitas [...] nunca se mostraron complacientes respecto a la condición de


Inglaterra. Eran “reformistas radicales” y se esforzaron por lograr sus reformas; elaboraron
detallados planes para las mismas, realizaron propaganda, agitación, intriga, conspiración y, a
decir verdad, estimularon los movimientos revolucionarios hasta el punto —aunque no más
allá— en que el siguiente paso hubiese implicado recurrir a la fuerza física. 18

17
Halévy (1950, 3: 332). El uso adecuado del Estado, ni muy poco ni demasiado.
Representaba una preocupación evidente, pero los benthamitas no carecían de confianza en sí
mismos. “Nadie sabía, o pensaba saber mejor que esa segunda generación de filósofos del
laissez-faire. los benthamitas utilitaristas, de qué manera regular con más eficiencia y menos
desperdicio” (Evans, 1983: 289).
l8
Viner (1949: 361-362). Viner enumera las muchas reformas con las que se asoció a los
benthamitas tras la muerte de Bentham: una reforma legal fundamental, la reforma de las
prisiones, el sufragio (incluyendo el sufragio femenino), el libre comercio, la reforma del
gobierno colonial, la legalización de los sindicatos, la educación general costeada con recursos
públicos, la libertad de expresión y la libertad de prensa, el voto secreto, la designación y
ascenso en el servicio civil sobre la base del mérito, la reforma del gobierno local, el rechazo
de las leyes sobre usura, el registro general de los títulos de propiedad, el código de seguridad
para los barcos mercantes, la reforma sanitaria y la medicina preventiva costeadas por fondos
públicos, la compilación sistemática de estadísticas, y la justicia libre para los pobres. Bentham,
además, promovió el control natal antes que Malthus. Como podemos ver es una lista mezclada,
que incluye elementos asociados con la implementación del laissez-faire, la protección de los
derechos civiles, la intrusión del gobierno en el lugar de trabajo y el suministro de derechos
sociales para los individuos. Lo que todo ello tenía en común era la necesidad de adoptar una
legislación y, en última instancia, la imposición de estas reglas por parte del Estado.
Perkin (1977: 107) destaca la importancia del elemento de la imposición en la reforma
benthamita: “la inyección del ingrediente x vital, la designación de funcionarios
administrativos que eran el vínculo principal de la repetitiva cadena de retroalimen- tación”.
Véase también Roberts (1959: 207): Bentham “vio más cabalmente que sus contemporáneos la
necesidad de un Estado administrativo expandido”.
Fue Dicey (1914 [1898]) el que pintó a Bentham exclusivamente como el gran defensor del
laissez-faire. Brebner (1948: 59-60) dijo que eso era un mito. Sin embargo, incluso quienes,
como Parris (1960: 34-35) que cree que Brebner reaccionó de manera excesiva, se limitan a
32 IMMANUEL WALLERSTEIN

afirmar que los “temas gemelos” del laissez-faire y la intervención


Aquí llegamos al meollo de la cuestión. El liberalismo nunca fue una
metaestrategia del antiestatismo, o ni siquiera del llamado Estado mínimo. Lejos
de estar en contra del laissez-faire, “el estado liberal mismo fue creación del
mercado autorregulado” (Polanyi, 1957: 3). El liberalismo siempre ha estado en
el polo de la ideología del Estado fuerte cubierto por la piel de oveja del
individualismo; o, para ser más preciso, la ideología del Estado fuerte como
última garantía cierta del individualismo. Por supuesto, si se define el
individualismo como egoísmo y la reforma como altruismo, ambos impulsos
son, en efecto, incompatibles. Pero si se define el individualismo como la
maximiza- ción de la capacidad de los individuos para alcanzar fines definidos
por ellos mismos, y la reforma como la creación de las condiciones sociales
dentro de las cuales los fuertes puedan moderar el descontento de los débiles y
aprovechar al mismo tiempo la realidad de que a los fuertes les resulta más fácil
poner en práctica su voluntad que a los débiles, no existe ninguna
incompatibilidad inherente. ¡Todo lo contrario!
Gran Bretaña y Francia habían sido precisamente los dos estados en los que
se crearan maquinarias estatales relativamente fuertes entre los siglos xvi y xvin.
Pero estos estados no gozaban de una legitimidad popular profunda, y la
Revolución francesa había socavado la poca que tenían. El liberalismo del siglo
xix se abocó a la tarea de crear (recrear, incrementar significativamente) esta
legitimidad y, con ello, consolidar la fuerza de sus estados internamente y dentro
del sistema-mundo.
El socialismo fue la última de las tres ideologías en ser formulada. Antes de
1848 difícilmente se podía pensar que constituyese una ideología distintiva. Ello
se debía primordialmente a que quienes a partir de 1789 empezaron a considerar
que estaban a la izquierda de los liberales se veían por doquier como herederos
y partidarios de la Revolución francesa, que realmente no los distinguía, en la
primera estatal eran “igualmente característicos a mediados del siglo xix” y que “no es
necesario suponer que estaban en contradicción entre sí”. La razón, para Parris, es obvia: “El
principio fundamental del utilitarismo era lo que sus mismos defensores creían y afirmaban: el
principio de utilidad. La aplicación de este principio condujo a una considerable extensión tanto
del laissez-faire como de la intervención estatal, simultáneamente”. Ruggiero (1959: 99) dice
sustancialmente lo mismo: “Los proyectos de reforma de Bentham, aunque requerían una
considerable actividad por parte del Estado, no contradicen —ni pretenden hacerlo— los
principios del individualismo, sino que les brindan un complemento necesario.” mitad del
siglo xix, de aquellos que habían empezado a llamarse a sí mismos
“liberales”.2928 Incluso en Gran Bretaña, donde se denunció ampliamente la

2928
Plamenatz señala que, aunque en Francia había cuatro facciones a las que puede
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 33
Revolución francesa y donde por ello los “liberales” se asignaban un origen
histórico diferente, al principio los “radicales” (que eran más o menos los
futuros “socialistas) parecían ser meramente unos liberales un poco más
militantes.
De hecho, lo que distinguía específicamente al socialismo del liberalismo
como programa político y, por consiguiente, como ideología, era la convicción
de que el logro del progreso no necesitaba simplemente que se le echara una
mano sino que se le echara una gran mano, sin lo cual el proceso de llegar al
progreso sería muy lento. El núcleo de su programa, en síntesis, consistía en
acelerar el curso de la historia. A ello se debe que la palabra revolución les
resultase más atractiva que reforma, que parecía implicar una mera actividad
política paciente, aunque concienzuda, y que según se pensaba encarnaba
primordialmente una actitud de espera y verás.
En síntesis, habían evolucionado tres posturas en relación con la modernidad
y con la “normalización” del cambio: el conservadurismo, o circunscribir lo más
posible el peligro; el liberalismo, o alcanzar, a su debido tiempo, la felicidad de
la humanidad de la manera más racional posible, y el socialismo/radicalismo,
acelerar el impulso del progreso luchando enérgicamente contra las fuerzas que
se resistían a él con firmeza. Fue en el periodo 1815-1848 cuando comenzaron
a utilizarse ampliamente los términos conservadurismo, liberalismo y
socialismo para designar esas tres posturas.
Hay que señalar que cada una de estas posiciones se ubicaba en oposición a
alguna otra cosa. Para los conservadores el blanco era la Revolución francesa.
Para los liberales, el conservadurismo (y el antiguo régimen, que se pensaba que
los conservadores procuraban revivir). Y para los socialistas, lo que estaban
rechazando era el liberalismo. Este tono negativo, fundamentalmente crítico, en
la definición misma de las ideologías, es el que explica por qué hay tantas
versiones de cada una de ellas. Afirmativamente, como credo positivo, se
postularon en cada campo muchas proposiciones diversas e incluso
contradictorias, cada una de las cuales se declaraba el verdadero significado de
la ideología.
La unidad de cada familia ideológica radicaba sólo en aquello a lo que se oponía.
Este no es un detalle secundario, ya que fue esta negatividad la que logró
mantener con vida a los tres campos durante ciento cincuenta años,
aproximadamente (por lo menos hasta 1968).
Como las ideologías son, de hecho, programas políticos para manejar la

designarse como de “izquierda” entre quienes se oponían a la monarquía de julio, y que más
tarde apoyaron la revolución de 1848, el término que se usaba entonces para referirse a ellos
colectivamente no era “socialista” sino “republicanos” (1952: 47 y passim).
34 IMMANUEL WALLERSTEIN

modernidad, cada una necesita un “tema” o un actor político principal. En la


terminología del mundo moderno esto se ha denominado la cuestión de la
soberanía. La Revolución francesa afirmó una posición perfectamente clara al
respecto. Contra la soberanía del monarca absoluto había proclamado la
soberanía del “pueblo”.
Este nuevo lenguaje de la soberanía del pueblo es uno de los grandes logros
de la modernidad. Incluso si durante un siglo después perduraron las batallas en
su contra, nadie, desde entonces, ha sido capaz de destronar a este nuevo ídolo,
el “pueblo”. Pero la victoria ha sido hueca. Puede haber habido un acuerdo
universal en que el pueblo constituye el soberano, pero desde el primer momento
no hubo coincidencia respecto a quiénes eran el “pueblo”. Además, sobre esta
delicada cuestión ninguna de las tres ideologías ha tenido una posición clara, lo
que no ha impedido que sus seguidores se negasen a admitir la falta de claridad
de sus respectivas posturas.
La de los liberales era aparentemente la posición menos equívoca. Para ellos
el “pueblo” era la suma de todos los “individuos”, cada uno de los cuales es el
depositario último de derechos políticos, económicos y culturales. El individuo
es el “sujeto” histórico de la modernidad por excelencia. Por lo menos se les
puede reconocer a los liberales que discutieron ampliamente esta cuestión de
quién es este individuo en el cual se asienta la soberanía.
Los conservadores y los socialistas deberían haber estado discutiendo
también esta cuestión por razones de principio, ya que cada uno de ellos
proponía un “sujeto” muy diferente del individuo, pero su discusión fue mucho
menos explícita. O si el “sujeto” no es el individuo, entonces, ¿quién es? Resulta
un poco difícil discernirlo. Véase, por ejemplo, Reflections on the Revolution
in France [Reflexiones acerca de la revolución de Francia] de Edmund
Burke (en White, 1950: 28):

La naturaleza del hombre es intrincada; los objetos de la sociedad son de la mayor complejidad
posible, y por lo tanto ninguna disposición o dirección del poder simple puede resultar adecuada
ya sea a la naturaleza del hombre o a la cualidad de sus asuntos.
Si uno no supiese que se trataba de un texto que atacaba a los revolucionarios
franceses, hubiese podido pensar que tenía la intención de denunciar a los
monarcas absolutos. Las cosas se aclaran un poco si observamos algo que afirmó
Burke casi dos décadas antes (1926 [1780]: 357): “Los individuos pasan como
sombras, pero la mancomunidad es fija y estable.”
El enfoque de Bonald fue muy diferente, porque insistía en el papel esencial
de la Iglesia. No obstante, su visión tiene un elemento en común con todas las
variedades de la ideología conservadora: la importancia que le confiere a grupos
sociales tales como la familia, las corporaciones, la Iglesia, los “órdenes”
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 35
tradicionales, que para los conservadores se convierten en los “sujetos” que
tienen derecho a actuar políticamente. En otras palabras, los conservadores les
daban prioridad a todos esos grupos que podían ser considerados “tradicionales”
(y que por lo tanto encarnaban la continuidad), pero rechazaban identificar el
conservadurismo con alguna “totalidad” como actor político. Lo que de hecho
nunca ha estado muy claro en el pensamiento conservador es cómo es posible
decidir qué grupos encarnan la continuidad. Después de todo siempre ha habido
discusiones acerca de linajes reales contendientes.
Para Bonald (1988 [1802]: 87) el gran error de Rousseau y de Mon- tesquieu
había sido precisamente “imaginar [...] un estado puro de naturaleza anterior a
la sociedad”. Muy por el contrario, “la verdadera naturaleza de la sociedad [...]
es lo que es en la actualidad la sociedad, la sociedad pública”. 2929 Pero esta
definición era una trampa para su autor, porque legitimaba hasta tal punto el
presente que virtualmente prohibía una “restauración”. Sin embargo, la lógica
precisa nunca ha sido el fuerte ni el principal interés de las polémicas
conservadoras. Más bien los conservadores se preocupaban por emitir
advertencias acerca del probable comportamiento de una mayoría constituida
por la suma de los votos individuales. Su tema histórico era mucho menos activo
que el de los liberales. Para ellos las buenas decisiones se toman lenta y poco
frecuentemente, y en gran medida esas decisiones ya han sido tomadas.
Si los conservadores se negaban a darle prioridad al individuo
como sujeto histórico en favor de pequeños grupos denominados tradicionales,
los socialistas se negaban a hacerlo en favor de ese gran grupo que es el conjunto
del pueblo. G. D. H. Colé (1953: 2), al analizar el pensamiento socialista en su
periodo inicial, observó:

Los “socialistas” eran aquellos que, en oposición a la presión predominante sobre las exigencias
del individuo, ponían énfasis en el elemento social de las relaciones humanas y procuraban
darle a la cuestión social el primer plano en el gran debate acerca de los derechos del hombre
desatado en el mundo por la Revolución francesa y por la concomitante revolución en el campo
económico.

Pero si es difícil saber qué individuos constituyen al pueblo, y más difícil aún
saber de qué “grupos” se compone el mismo, lo más difícil de todo es saber
cómo definir la voluntad general de todo el pueblo. ¿Cómo es posible saber qué
es? Y, para empezar, ¿qué opiniones deberíamos tomar en cuenta, y cómo?
En pocas palabras, lo que nos ofrecían las tres ideologías no era una respuesta

2929
Como señala Tudesq (1964: 235): “La oposición legitimista a la monarquía de julio
era una oposición de notables a la autoridad establecida”. ¿No estaban entonces los legitimistas
contradiciendo la aseveración de Bonald?
36 IMMANUEL WALLERSTEIN

a la pregunta de quién es el sujeto histórico apropiado, sino simplemente tres


puntos de partida para la búsqueda de quién encarna la soberanía del pueblo: el
denominado individuo libre, para los liberales; los denominados grupos
tradicionales, para los conservadores, y todos los miembros de la “sociedad”,
para los socialistas.
El pueblo como “sujeto” había tenido como “objeto” primordial el Estado.
Es dentro del Estado donde el pueblo ejerce su voluntad, donde es soberano. No
obstante, desde el siglo xix se nos ha dicho que el pueblo forma una “sociedad”.
¿Cómo podemos reconciliar el Estado y la sociedad, que forman la gran
antinomia intelectual de la modernidad?
Lo más asombroso es que cuando volteamos a los discursos de las tres
ideologías en relación con esto, todas ellas parecen ponerse del lado de la
sociedad contra el Estado. Sus argumentos son familiares. Para los liberales a
ultranza es esencial mantener al Estado fuera de la vida económica y reducir su
papel, en general, a un mínimo: “El lais- sez-fairees la doctrina mínima del
Estado” (Watson, 1973: 68). Para los conservadores el aspecto aterrador de la
Revolución francesa no era sólo su individualismo sino también, y
especialmente, su estatismo. El Estado se vuelve tiránico cuando cuestiona el
papel de los grupos intermedios que reclaman la lealtad primordial de la gente:
la familia,
la Iglesia, las corporaciones.2930 Y estamos familiarizados con la famosa
caracterización que hicieron Marx y Engels en el Manifiesto comunista (1976
[1848]: 486):

[L]a burguesía, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado
mundial, conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo. Hoy, el poder
público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses
colectivos de la clase burguesa.

Estas visiones negativas del Estado no impidieron que cada una de las tres
ideologías se quejasen de que este Estado, que era el objeto de su crítica, estaba
fuera de su control, y que dijesen que estaba en manos de sus oponentes
ideológicos. De hecho, cada una de las tres ideologías resultó tener una gran
necesidad de los servicios del Estado para promover su propio programa. No
olvidemos que una ideología es, antes que nada, una estrategia política. Los
socialistas han sido atacados durante mucho tiempo por lo que se ha dicho es su
incoherencia, ya que la mayoría de ellos, a pesar de su retórica antiestatista,

2930
Véase el análisis de las opiniones de Bonald en Nisbet (1944: 318-319). Nisbet emplea
“corporación” en el sentido de “asociaciones basadas en la ocupación o la profesión”.
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 37
siempre se han esforzado por incrementar a corto plazo la actividad del Estado.
¿Pero acaso los conservadores eran más seriamente antiestatistas? ¿Se
oponían habitualmente a lograr reformas por medio de la acción del Estado? En
realidad, para nada. Porque debemos tomar en cuenta la cuestión de la
“declinación de los valores”, que los conservadores han visto como una de las
consecuencias centrales de la modernidad. Para revertir la actual decadencia que
perciben en la sociedad, para devolver a ésta a la condición de pureza en la que
antes vivía, siempre ha necesitado al Estado. De uno de los grandes conservadores
ingleses del decenio de 1840, sir Robert Peel, se ha dicho que “creía que una
constitución que crease un ejecutivo fuerte era esencial para la era anárquica en
la que vivía” (Gash, 1951:52). De hecho este comentario se aplica de manera más
general a la práctica de los políticos conservadores.
Adviértase de qué manera Halévy (1949: 42-43) explica la evolución de la
oposición conservadora vis-á-vis el Estado durante la “reacción tory”2931 de
Inglaterra a comienzos del siglo xix:
En 1688 y en los años siguientes el rey se veía a sí mismo, y era visto por la
opinión pública, como el soberano. Siempre cabía temer que hiciese absoluta su
soberanía, y la independencia de su autoridad de que disfrutaban todos los
poderes del Estado constituía una limitación deliberada de esa prerrogativa, un
sistema de garantías constitucionales contra el despotismo real. Al iniciarse el
siglo xix fue el pueblo el que en Estados Unidos, en Francia, en Inglaterra,
incluso, había afirmado, o estaba a punto de afirmar, el derecho a ser supremo;
y, por consiguiente, ahora los tres poderes mantenían su independencia contra
el pueblo. Ya no eran los whigs sino los tories los que apoyaban instituciones
cuya significación había cambiado, mientras su forma seguía siendo la misma.
Y ahora el rey presidía una liga formada por los tres poderes para la defensa de
su autonomía contra el nuevo pretendiente de la soberanía.

Es un análisis diáfano. Los conservadores siempre estuvieron dispuestos a


fortalecer la estructura del Estado en el grado necesario para controlar a las
fuerzas populares que presionaban por el cambio. Esto, de hecho, estaba
implícito en lo que afirmó lord Cecil (1912: 192): “Mientras la acción del Estado
no involucre algo injusto u opresivo, no puede decirse que los principios del
conservadurismo sean hostiles a él.”
Pues bien, ¿por lo menos los liberales, campeones de la libertad individual y
del libre mercado, no se mantuvieron hostiles frente al Estado? ¡Para nada!
Desde el mismo principio los liberales se vieron atrapados en una contradicción
fundamental. Como defensores de los derechos de los individuos vis-á-vis el

2931
En Inglaterra se denominan tories a los conservadores, y whigs a los liberales, [T.]
38 IMMANUEL WALLERSTEIN

Estado, se vieron empujados en la dirección del sufragio universal, única


garantía de un Estado democrático. Pero, por consiguiente, el Estado se
convirtió en el principal agente de todas las reformas destinadas a liberar al
individuo de las restricciones sociales heredadas del pasado. Esto, a su vez, llevó
a los liberales a la idea de poner la ley positiva al servicio de objetivos utilitarios.
Una vez más Halévy (1950: 99-100) señaló claramente las consecuencias:

La filosofía “utilitaria” no era exclusivamente, tal vez ni siquiera


fundamentalmente, un sistema liberal; era al mismo tiempo una doctrina de la
autoridad que buscaba la interferencia deliberada y en cierto sentido científica
del gobierno para producir una armonía de intereses. A medida que se
desarrollaron sus ideas, Bentham, quien de joven había abogado por el “despotismo
ilustrado”, se fue convirtiendo a la democracia. Pero había llegado a esa posición por lo que
podríamos denominar un salto largo, que lo llevó de un solo golpe por encima de un número
de doctrinas políticas en las cuales hubiese podido esperarse que se detuviese: la aristocracia,
una constitución mixta, el equilibrio de poderes y la doctrina de que el objetivo del estadista
debería consistir en liberar al individuo debilitando la autoridad del gobierno y, en la medida
de lo posible, dividiendo sus poderes. En opinión de Bentham, una vez que la autoridad del
Estado se reconciliase, gracias a un sufragio universal, o al menos muy amplio, con los intereses
de la mayoría, no habría ya razones para considerarlo sospechoso. Se volvería una legítima
bendición.

Y por consiguiente los conservadores pasaban a ser ahora los detentadores de


la legítima tradición liberal: el antiguo sistema de autogobierno aristocrático,
con sus funcionarios sin paga, contra un nuevo sistema de despotismo
burocrático administrado por funcionarios asalariados.
¿Resulta posible, entonces, pensar que el benthamismo era de hecho una
desviación del liberalismo, cuya expresión óptima debe hallarse más bien en los
economistas clásicos, en los teóricos del lais- sez-fairé? No, porque veremos
que cuando se promulgaron en Gran Bretaña las primeras Factory Acts, 2932 todos
los principales economistas clásicos del momento apoyaron la legislación,
fenómeno que fue detallado (y aprobado) nada menos que por Alfred Marshall
(1921: 763- 764), el padre de la economía neoclásica. Desde esa época, el gran
Estado burocrático jamás ha dejado de crecer, y su expansión ha sido auspiciada
por sucesivos gobiernos liberales. Cuando Hobhouse escribió su libro sobre el
liberalismo en respuesta al que había publicado lord Cecil sobre el
conservadurismo, justificó tal expansión como sigue: “La función de la coerción

2932
Serie de leyes aprobadas por el parlamento inglés para limitar el número de horas de
trabajo de mujeres y niños, primero en la industria textil, luego en todas, [ T .]
EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 39
del Estado consiste en superar la coerción individual y, desde luego, la ejercida
por cualquier asociación de individuos dentro del Estado” (1911: 146).
Sin duda las justificaciones que cada una de las ideologías invocaba para
explicar su estatismo ligeramente vergonzante eran diferentes. Para los
socialistas el Estado estaba implementando la voluntad general. Para los
conservadores el Estado estaba protegiendo los derechos tradicionales contra la
voluntad general. Para los liberales el Estado estaba creando las condiciones que
permitirían el florecimiento de los derechos individuales. Pero en cada caso el
resultado final era que el Estado se estaba fortaleciendo en relación con la
sociedad, mientras que la retórica llamaba a hacer exactamente lo contrario.
Toda esta revoltura y confusión intelectual involucrada en el tema de la
relación correcta del Estado y la sociedad nos permite comprender por qué
nunca hemos estado del todo seguros de cuántas ideologías distintas llegaron a
existir en el siglo xix. ¿Tres? ¿Dos? ¿Sólo una? Acabo de pasar revista a los
argumentos tradicionales de que eran tres. Veamos ahora cómo es posible
reducir esas tres a dos.
Parece quedar claro que en el periodo transcurrido desde la Revolución
francesa hasta las revoluciones de 1848 la “única división clara” para los
contemporáneos fue la que se dio entre quienes aceptaban el progreso como algo
inevitable y deseable, y que por lo tanto “eran globalmente favorables” a la
Revolución francesa, y quienes estaban en favor de la contrarrevolución, que se
oponían a esa disrupción de los valores, considerándola profundamente errónea
(Agulhon, 1992: 7). De esta forma, la lucha política se daba entre los liberales y
los conservadores. Los que se llamaban a sí mismos radicales o jacobinos o
republicanos o socialistas eran vistos simplemente como una variedad más
militante de liberales. En El cura de pueblo [Le curé de village] Balzac (1897
[1839]: 79) hace exclamar a un obispo:

Aquí se requieren milagros entre una población industrial cuya sedición se ha difundido y
arraigado por doquier; donde las doctrinas religiosas y monárquicas se observan con espíritu
crítico; donde nada se respeta debido a un sistema de análisis derivado del protestantismo por
el denominado liberalismo de hoy, que es libre de adoptar otro nombre mañana.

Tudesq (1964: 125-126) nos recuerda que en 1840 un periódico le- gitimista,
L’Orléanais, denunciaba a otro periódico, Le Journal de Loiret, como una
“publicación liberal, protestante, saint-simoniana, lamen- naisiana”. Esto no
estaba totalmente desatinado puesto que, como señala Simón (1956: 330): “de
hecho, la Idea de Progreso constituía el núcleo y la inspiración central de toda
la filosofía del pensamiento de Saint-Simon” (cf. Manning, 1976: 83-84).
Además, esta alianza liberal-socialista tenía raíces en el pensamiento liberal
40 IMMANUEL WALLERSTEIN

e igualitario del siglo xvm, en la lucha contra la monarquía absoluta (véase


Meyssonier, 1989: 157-156). Siguió nutriéndose en el siglo xix con el interés
siempre creciente de ambas ideologías por la productividad, que cada una de
ellas veía como el requisito básico de una política social en el Estado moderno.
“Tanto el saint-simonis- mo como el liberalismo económico evolucionaron en
dirección de lo que hoy podríamos llamar racionalización económica” (Masón,
1931: 681). Con el ascenso del utilitarismo, podría haber parecido que la alianza
hubiese podido convertirse en matrimonio. Brebner habla con simpatía del lado
“colectivista” de Bentham, para llegar a la conclusión (1948: 66), de “¿Qué eran
los fabianos sino benthamitas tardíos?” Y añade que John Stuart Mili era ya en
1830 “lo que podía llamarse un socialista liberal”.
Por otro lado, a partir de 1830 comenzó a aparecer una clara distinción entre
los liberales y los socialistas, y la misma se profundizó después de 1848. Al
mismo tiempo, el año de 1848 marcó el inicio de una reconciliación entre
liberales y conservadores. Hobsbawm (1962: 117) piensa que la gran
consecuencia de 1830 fue hacer posible la política de masas al permitir el triunfo
político en Francia, Inglaterra y especialmente en Bélgica (e incluso
parcialmente en Suiza, España y Portugal) de un liberalismo “moderado”, que
en consecuencia “separó a los moderados de los radicales”. Canümori, en su
análisis de la cuestión desde un punto de vista italiano, opina que el tema de un
divorcio estuvo pendiente hasta 1848. Hasta entonces, señala (1948: 288), “el
movimiento liberal [...] no había rechazado ninguna vía: ni un llamamiento a la
insurrección ni la acción polídca reformista”. Sólo a partir de 1848 se consumó
el divorcio entre estas dos tácticas.
Lo que resulta fundamental observar es que a partir de 1848 los socialistas
dejaron de hacer referencia a Saint-Simon. El movimiento socialista empezó a
organizarse en tomo a ideas marxistas. La queja no era ya simplemente la
pobreza, susceptible de repararse por medio de una reforma, sino la
deshumanización provocada por el capitalismo, cuya solución requería
cancelarlo por completo (véase Kolakowski, 1978: 222).
En ese mismo momento los conservadores empezaron a ser conscientes de
la utilidad del reformismo para los objetivos conservadores. Sir Robert Peel,
inmediatamente después de la Ley de Reforma de 1832,2933 emitió un manifiesto
electoral, el Manifiesto Tamworth, que adquirió fama como afirmación
doctrinaria. Sus contemporáneos lo consideraban “casi revolucionario”, no
simplemente porque anunciaba la aceptación de la Ley de Reforma como “el
acuerdo definitivo e irrevocable de una gran cuestión constitucional”, sino

2933 Se trató de un conjunto de leyes, económicas y financieras, entre ellas la

reintroducción del impuesto sobre la renta, [T]


EL LIBERALISMO CENTRISTA COMO IDEOLOGÍA 41
porque esta posición le fue anunciada al pueblo, más que al parlamento, lo que
causó gran “sensación” en ese momento (Halévy, 1950: 178).2934
En ese proceso los conservadores advirtieron su convergencia con los
liberales en relación con la importancia de proteger la propiedad, aunque lo que
les interesaba a ellos respecto a la propiedad era primordialmente el hecho de
que representaba la continuidad y, por lo tanto, servía como base de la vida
familiar, de la Iglesia y de otras solidaridades sociales (véase Nisbet, 1966: 26).
Pero más allá de esta convergencia práctica estaba la amenaza concreta de una
revolución verdadera, temor que compartían, como apuntó lord Cecil (1912:
64): “Porque una parte indispensable de la resistencia eficaz contra el
jacobinismo es que haya una reforma moderada de líneas conservadoras.”
Por último, no debemos dejar totalmente de lado la tercera posible reducción
de tres a dos —que los conservadores y los socialistas se tomen de la mano en
oposición a los liberales-, aunque sea teóricamente la menos probable. Con
frecuencia se ha señalado el carácter “conservador” del socialismo saint-
simoniano, sus raíces en las ideas de Bonald (véanse Manuel, 1956: 320; Iggers,
1958a: 99). Ambos campos podían reunirse en torno a su reflejo
antiindividualista. De igual forma, un liberal como von Haydek denunció el
carácter “socialista” del pensamiento conservador de Carlyle. En esa ocasión lo
que se cuestionaba era el lado “social” del pensamiento conservador. De hecho
lord Cecil (1912: 169) no titubeó en declarar abiertamente esta afinidad:

Con frecuencia se asume que el conservadurismo y el socialismo se oponen directamente. Pero


esto no es del todo cierto. El conservadurismo moderno hereda las tradiciones del toryismo,
que son favorables a las actividades y la autoridad del Estado. De hecho el señor Herbert
Spencer atacó al socialismo por ser en realidad la resurrección del toryismo.

La consecuencia de las alianzas entre liberales y socialistas fue el


surgimiento de una especie de liberalismo socialista, que culminó en dos
variedades de liberalismo. Las alianzas entre conservadores y socialistas, más
improbables, fueron originalmente simples tácticas pasajeras. Pero cabe
preguntarse si no se podría pensar en los diversos “totalitarismos” del siglo xx
como una forma más perdurable de esta alianza, en el sentido de que instituyeron

2934
Halévy citó un artículo que apareció en el Quarterly Review de abril de 1835 (vol. 53:
265), titulado “Sir Robert Peel’s Address” [“El discurso de sir Robert Peel”]: “¿Cuándo antes
le pareció idóneo a un primer ministro anunciarle al Pueblo, no sólo su aceptación del cargo,
sino los principios y hasta los detalles de las medidas que pretendía producir, y solicitar —no
del parlamento sino del pueblo— que mantuviese la prerrogativa del rey hasta el punto de
concederles a los ministros que él escogía no tanto como una confianza implícita, sino una
evaluación justa?” (1950: 178, n. 10).
42 IMMANUEL WALLERSTEIN

una forma de tradicionalismo que era a un tiempo populista y social. Si así fuese,
estos totalitarismos serían una forma más en la que el liberalismo siguió
ocupando el centro del escenario, como la antítesis de un drama maniqueo.
Detrás de esta fachada de intensa oposición al liberalismo se encuentra un
componente central de las demandas de todos estos regímenes, la misma fe en
el progreso por medio de la productividad que ha sido el evangelio de los
liberales. De esta manera podemos llegar a la conclusión de que incluso el
conservadurismo socialista (o el socialismo conservador) fue, en cierto modo,
una variante del liberalismo... su forma diabólica. En cuyo caso, ¿no sería
correcto llegar a la conclusión de que desde 1789 ha habido sólo una verdadera
ideología —el liberalismo— que ha exhibido sus colores en tres versiones
principales?
Desde luego, una afirmación como ésta tiene que sustentarse en términos
históricos. Si durante el periodo 1789-1848 hubo una gran lucha ideológica entre
el conservadurismo y el liberalismo, finalmente el conservadurismo fue incapaz
de adquirir una forma terminada, como veremos. A partir de 1848 el liberalismo
alcanzaría la hegemonía cultural en el sistema-mundo y constituiría el núcleo
fundamental de la geocultura. En el resto del largo siglo xix el liberalismo
dominó el escenario sin una oposición seria. Es verdad que el marxismo trató de
constituir una ideología socialista como polo independiente, pero nunca fue
capaz de llegar al éxito total. La historia del triunfo del liberalismo en el siglo
xix es el tema de este volumen.
Sir Thomas Lawrence, Prince Mettemich [El príncipe Mettemich\. Este grabado fotomecánico
reproduce un retrato del pintor inglés de Klemens Wenzel, príncipe von Metternich, principal
figura de la Santa Alianza reaccionaria durante el periodo 1815-1848. (Cortesía de la División
de Grabados y Fotografías de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.)
2. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL, 1815-1830

[La Revolución francesa] derrocó o aterrorizó a los


príncipes, desconcertó a los filósofos, cambió la forma de
los problemas.

ELIE HALÉVY (1901a: 276)

Durante el medio siglo posterior a la Revolución francesa,


desde la caída de la Bastilla hasta el derrumbe final del
cartismo inglés, el peligro de una revolución nunca estuvo
totalmente ausente en ningún país europeo.

FRANK O. DARVALL (1934: 304)

Gran Bretaña y Francia libraron una larga batalla por la hegemonía dentro del
sistema-mundo capitalista desde 1651 hasta 1815.2935 Gran Bretaña sólo logró
alcanzar su victoria definitiva en 1815. De inmediato, y con una notable
celeridad, ambos países entablaron una alianza tácita pero muy profunda en su
esfuerzo por institucionalizar un nuevo modelo político para los estados
ubicados en las zonas centrales (o que aspiraban a ubicarse allí). Este modelo
fue el del Estado liberal, que representó un elemento clave de la legitimación de
la economía- mundo capitalista en la era de la soberanía popular.
La alianza entre Gran Bretaña y Francia no se basaba sólo en el hecho de que
se enfrentaban a presiones internas en cierta medida comparables, sino también
a que se necesitaban mutuamente para poder llegar a alcanzar ese fin. Se
necesitaban una a la otra para darse apoyo y aprendizaje mutuos en la
construcción del modelo, desde luego. También se necesitaban la una a la otra
para mantener un equilibrio geopolítico en su mutuo interés. 2936 Pero más que
nada necesitaban presentarle una norma común al resto del mundo para poder
deshacerse más eficazmente de los modelos alternativos y lograr que todos los
ojos se dirigiesen hacia el de ellos. Así se inició la entente cómplice, aunque
con gran frecuencia no del todo cordial. El periodo crucial de este proceso se
extendió desde 1815 hasta 1875, fecha a partir de la cual el modelo quedó

2935
Esta historia se analizó en el vol. 2, caps. 3 y 6. así como en el vol. 3, cap. 2.
2936
“Después de 1815 los tratados de paz restringían efectivamente la expansión
francesa [...] Rusia era percibida cada vez más [por Gran Bretaña] como la nueva amenaza
[47]
48 IMMANUEL WALLERSTEIN

firmemente establecido y seguiría estándolo durante por lo menos un siglo,


permitiendo que la economía-mundo capitalista mantuviese cierta estabilidad
estructural en medio del muy tormentoso torbellino al que se vería sujeta. Sin
embargo, después de Waterloo parecía haber muy pocos defensores del Estado
liberal en puestos de poder, incluso en Gran Bretaña y en Francia. De hecho,
todavía ni siquiera existía el término mismo.
La construcción del Estado moderno, ubicado dentro de un sistema
interestatal y constreñido por él, había sido un elemento constituyente del
moderno sistema-mundo desde sus inicios, en el largo siglo xvi. Los
gobernantes se habían preocupado por fortalecer el Estado de dos maneras:
reforzar su autoridad —es decir, su capacidad de tomar decisiones eficaces
dentro de sus fronteras—; y reforzar su poder mundial —es decir, su capacidad
de imponerle su voluntad a otros estados y reducir la posibilidad de que éstos
hicieran lo propio—. Durante largo tiempo hubo mucho debate en torno a la
distribución correcta de la toma de decisiones dentro del Estado: cuánto de ella
debía concentrarse en el jefe de Estado como soberano, cuánto tenía que
compartirse con los cuerpos legislativos. No obstante, durante tres siglos el
debate siguió dándose en torno a la distribución de poder entre ramas del
gobierno. Es verdad que en 1776 la declaración de independencia de Estados
Unidos se proclamó en nombre de “nosotros, el pueblo”, pero no quedaba del
todo claro (ni siquiera para los firmantes de esta declaración) hasta qué punto
había que tomarse en serio la idea de la soberanía popular y cuáles eran sus
implicaciones. Para el sistema-mundo en su conjunto, fue “la Revolución
francesa [la que] dejó salir al genio de la botella. A partir de 1789 resultó
imposible mantener el debate político dentro de un círculo privilegiado de
intereses poseedores de propiedades” (Evans, 1983: 66). La Revolución
francesa y su secuela napoleónica hizo que [...] la política británica estaba dirigida en
general a ponerle obstáculos a la agresividad rusa” (Evans, 1983: 196-197). Desde luego, en la
segunda mitad del siglo xix la amenaza empezó a ser Alemania. Sin embargo, como sabemos,
la alianza francobritánica se mantuvo firme durante todo el siglo xix y el siguiente.
todos los gobiernos del mundo moderno tuviesen que hacerle frente al concepto
de la soberanía popular, y en ningún caso tanto como los gobiernos de los dos
poderes que rivalizaban por la hegemonía. En 1815 el interrogante era si 1789-
1815 había sido meramente una especie de interludio revolucionario que sería
enterrado por una “restauración” y una “reacción to r f, o si el concepto de
soberanía popular tendría un impacto político perdurable. Para sorpresa de los
restauradores del orden global, era una idea que se había arraigado más
profundamente de lo que se dieron cuenta. No podían enterrarla por mucho que
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 49
2937
lo deseasen. El espectro que acechaba a los notables era el de la democracia.
La distinción entre el Estado liberal y la democracia era, en palabras de Max
Beloff, “la distinción más importante de la política del siglo xix”. 2938 En el uso
decimonónico, democracia significaba tomarse en serio la soberanía popular.
Los notables no estaban ni habían estado dispuestos jamás a hacerlo. La
comprensión de esta nueva realidad habría de darle origen a esa extraordinaria
invención del siglo xix: la ideología política.
En 1789 nadie sabía de verdad exactamente qué significaba transferirle la soberanía
del monarca al pueblo. Pensaban que tenía algo que ver con limitar el poder
arbitrario de la autoridad ejecutiva que se asociaba con el concepto de un monarca
absoluto. Y así era pero, aparte de eso, también era necesario encontrar una
legidmación para las decisiones de las coaliciones pasajeras de multitud de
dirigentes políticos. Desde entonces, tomarse en serio el lema de la soberanía
popular les ha parecido amenazante a todos los que tienen poder político efectivo,
como si sugiriese la desagradable perspectiva de someterse a los caprichos de
masas volubles y desinformadas. Por consiguiente, el problema para los notables
era cómo construir una estructura que pareciese ser popular y que de hecho no lo
fuese pero que, no obstante, conservase el apoyo de una proporción significativa
del “pueblo”. No era cosa fácil. La solución histórica habría de ser el Estado liberal.
En 1815, cuando se miraba hacia atrás, a la larga aventura transcurrida entre

2937
Tomo el término de la monarquía de julio, en la cual se usaba para designar al estrato
gobernante, y que reunía bajo un mismo nombre a “aristócratas, seudonobles y la gran
burguesía [...] El notable es generalmente un heredero” (Jardín y Tudesq, 1973, 1:57).
2938
Dice que esta distinción “fue percibida por Tocqueville y unos cuantos más, pero fue
descartada por los herederos de los jacobinos y de los utilitaristas. Porque éstos veían la
distinción como una excusa para mantener privilegios de clase tan indispensables como la
restringida concesión de propiedades de la monarquía de julio, lo que es cierto, pero también
nada más como una excusa, lo cual no lo es” (Beloff, 1974: 49). Este temor decimonónico a la
democracia es advertido también y aprobado implícitamente por Rosanvallon (1985: 75, 76,
80):
“Mme. de Stael, Ballanche, Chateaubriand, Lamennais, Royer-Collard, Bonald, Saint-
Simon, Benjamín Constant o Auguste Comte hablaban todos el mismo lenguaje a pesar de sus
diferencias [liberales-conservadoras] [...]
“En el centro de sus preocupaciones comunes estaba el deseo de alejarse del modelo de la
soberanía popular, que se consideraba responsable de todos los excesos del periodo precedente
[el napoleónico-revolucionario], matriz del desorden revolucionario y terreno en el que se
engendraba el despotismo napoleónico, al mismo tiempo [...] “El reconocimiento de la
ambivalencia de la realidad democrática en las sociedades modernas elaboró y completó este
reconocimiento de su fragilidad. Una ambivalencia que es posible sintetizar sucintamente en
los siguientes términos: la democracia era al mismo tiempo, para los doctrinaires, el fundamento
positivo de la nueva sociedad y lo que amenazaba con subvertirla; representaba al mismo
tiempo un principio justo sobre el cual construir (igualdad civil) y un potencial de destrucción
(la erupción anárquica de los números en la toma de decisiones políticas).
50 IMMANUEL WALLERSTEIN

1789 y 1815 en términos de tensiones sociales internas en Francia y en Gran


Bretaña, ¿qué era lo que se veía? Michel Vo- velle (1993: 7) dijo en un ensayo
sobre la Revolución francesa que sería pretencioso denominarla “el nacimiento
de una nación” y que en cambio, “más modestamente” la denominaría “el
descubrimiento de la política”.5 ¿Pero no es lo mismo? ¿A qué otra cosa nos
referimos cuando hablamos de nación excepto aquello dentro de lo cual el
ejercicio de la política por parte de los nacionales se considera legítimo? En un
sentido profundo la soberanía del pueblo es un concepto que encarna la
legitimidad de la política. Y por consiguiente del debate en torno a la
implementación de este concepto tiene que ver con los límites de lo político; no
sólo con quiénes pueden estar involucrados y cómo pueden estarlo, sino también
acerca de qué asuntos están sujetos a la decisión colectiva de la nación. En este
sentido, el inicio de Francia como nación fue violento. Pero lo mismo ocurrió
en el resto de Europa. Porque, de hecho, “el invasor” Napoleón, “con sus ideas
de emancipación y liberación social [...] difundió el concepto de nación”
(Ponteil, 1968: vii),6 y lo difundió con el violento inicio de Fran jéase también
Billington (1980: 57): “En la Revolución francesa [...] el concepto de ‘nación’ era central,
aunque no se creó ningún país nuevo. Pronto la palabra nation predominó sobre el término
patrie, más antiguo y paternalista”.
6
Véase también Demangeon y Febvre (1935: 111): “La reforma [fue] el primero de una
serie de choques repetidos que, a lo largo de trescientos años, sacudiría el antiguo edificio de
la Europa medieval antes de que Napoleón, con un brutal empujón del hombro, lo hiciese caer
estrepitosamente.” La alianza ideológica no reconocida, posterior a 1815, entre Francia y Gran
Bretaña, en cierto sentido estaba vigente ya durante cia. Para Francia, igual que para
todas las demás nuevas naciones, la cuestión era qué diferencia haría la política
de una nación en la vida de la gente común, en comparación con su vida cuando
no existía la política y las decisiones estaban sujetas a las intrigas de una corte.
Se pretendía que crease una profunda diferencia. Sin embargo, había quienes
llegaron a ver a la revolución, como lo hizo Elton (1923:7) como
“primordialmente un movimiento por el orden; un movimiento contra el caos”.
En ese caso, se podría decir de Napoleón (pero no sólo de él) “da lo mismo decir
que ‘organizó el antiguo régimen’ o que consolidó la revolución: porque ambos
procesos eran idénticos” (Elton, 1923: 69).
En términos de la política del periodo posterior a 1815 la era re- volucionaria-
napoleónica dejó dos legados políticos principales. Uno era la imagen del
Terror, que afecta la política francesa y mundial hasta este día, un Terror que en
la mente de muchos se asocia inextricablemente con la democracia. Durante
largo tiempo el Terror fue, de hecho, el principal argumento esgrimido por los
notables en contra de la extensión del sufragio. “En nombre de esta experiencia,
hombres como Louis Guizot o Benjamin Constant rechazaron que se hiciesen
extensivos los derechos políticos a las clases necesitadas” (Donzelot, 1984: 21-
22). El segundo legado, íntimamente vinculado con el primero, fue el impulso
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 51
incesante por tratar de excluir por entero a los estratos más bajos del escenario
político de la nación.
La historia realmente no fue muy diferente en Gran Bretaña. Con frecuencia
pensamos que en ese país el absolutismo desapareció mucho antes que en
Francia. Pero de hecho fue sólo en ese preciso momento cuando el poder del rey
para hacer y deshacer ministerios —es decir, para controlar el ejecutivo— quedó
cancelado en los hechos. Es verdad que la Revolución francesa obtuvo al
principio una modesta dosis de apoyo de los llamados jacobinos ingleses, pero
eran relativamente timoratos, “y eludían los medios revolucionarios” (Thomis y
Holt, 1979: 11).7 Más bien, como afirma Evans (1983: 23), “puede
las guerras napoleónicas. Véase el análisis de Billington acerca de la difusión del racionalismo
en la Europa del sur: “el liderazgo británico en la lucha antinapoleónica propició la unión de la
derecha y la izquierda en toda Europa meridional, desde Grecia, pasando por el sur de Italia,
hasta España y Portugal. El médium británico para movilizar políticamente a las élites eran con
frecuencia las órdenes escocesas conservadoras de la masonería; pero el principal message
inglés (la limitación constitucional del poder real) era un concepto revolucionario en esas
tierras de absolutismo (1980: 119).
7
Y continúan: “Cuando las demandas expresadas popularmente son ignoradas [...]
parecer extraño, y es indudablemente demasiado simple, aducir que [fue] Pitt el
Joven [que ocupó su cargo desde 1773 hasta 1801] quien destruyó los poderes
de la monarquía, pero la observación condene un grano de verdad”. 2939 2940
El periodo de las guerras revolucionarias napoleónicas fue una era de

tos movimientos de reforma deben desintegrarse a menos que estén dispuestos a incrementar sus
protestas por medios más directos.” Ello no ocurrió en este caso. Véase también Evans (1983:
69): “Con frecuencia se señala con cuánta facilidad la autoridad triunfó sobre la reforma en 1794-
1795; lo que se aprecia con menos frecuencia es lo mal preparados que estaban los reformistas
en Gran Bretaña para cualquier lucha que fuese más allá de los cómodos límites del panfleto
impreso o del grupo de discusión.” El gobierno suspendió el habeas corpus en 1794, enjuició a
doce dirigentes radicales londinenses en mayo de 1794 y en ese mismo año aprobó las “dos
leyes”: la Ley de Reuniones Sediciosas (toda reunión de más de cincuenta personas requería el
permiso de un magistrado) y la Ley de Prácticas de Traición (que prohibía incluso hablar o
escribir contra la constitución). “A partir de 1795 el radicalismo fue llevado a la clandestinidad”
(p. 7).
Para que la represión no se atribuya al tradicional sentimiento antifrancés de la Inglaterra
del siglo XVIII hay que advertir cómo cambiaron de lado con la Revolución de 1789. Antes de la
misma ser antifrancés era una característica de los “radicales”, que lo veían como una manera de
estar contra las clases altas. Con la Revolución de 1789 “el movimiento perdió su afirmación de
defender a Inglaterra y por lo tanto sus derechos a reclamar popularidad; en cambio, se vio una
vez más reducido [...] a la posición de ser un culto odiado de los presuntos traidores antiingleses,
amigos de Francia y de los estilos franceses” (Newman, 1987: 230).
2940
A1 mismo tiempo, continúa Evans (1983: 60) la realineación de Pitt posterior a los
whigs, en 1794, “fue una legítima coalición conservadora [que] obtuvo apoyo ideológico de los
argumentos de Burke en sus Reflections [y] procuró resistir el maligno poder de Francia”.
Evidentemente, destruir el poder de la monarquía tenía bastante poco que ver con la democracia.
52 IMMANUEL WALLERSTEIN

represión de la clase trabajadora en Gran Bretaña. Se promulgaron las Leyes


Antiasociación2941 de 1799-1800. Desde luego, éstas no eran totalmente nuevas.
Había habido leyes por el estilo ya desde 1339, pero en gran medida se las había
ignorado. George sostiene que lo mismo ocurrió con éstas.2942 De hecho, según
afirma (1936: 177), las leyes fueron “en la práctica un instrumento de opresión
muy poco importante”. Pero si así fuese, habría que preguntarse para qué se
molestó Pitt en su proclamación, y la respuesta es, desde luego, que se las
promulgó “principalmente con el telón de fondo de la agitación ja
cobina” (Evans, 1983: 158), agitación que, como ya señalamos, había sido
exagerada por el gobierno del momento.
Se trató menos de la inmediatez de la amenaza contra el orden que el temor
de que pudiera estarse gestando una amenaza seria. Evidentemente se estaba
transmitiendo un mensaje ideológico a los trabajadores urbanos, que estaban
empezando a tomarse demasiado en serio la doctrina de la soberanía popular. El
mensaje se volvió más concreto con la célebre masacre de Peterloo de 1818, 11
pero desde el punto de vista de las autoridades los hechos que condujeron a
Peterloo no fueron, en realidad, más que los actos culminantes de una oleada
constante de desobediencia civil que se remontaba hasta 1789, y que para 1818
le había dado a Manchester “una especial reputación de turbulencia a ojos de los
contemporáneos” (Read, 1958: 93). A los notables les resultó especialmente
perturbador el hecho de que estaba cambiando el carácter del movimiento de
protesta. Los motines locales por alimentos, que seguían siendo la forma de
protesta dominante a finales del siglo xvm, habían dejado de ser la modalidad
preferida. Más bien los movimientos populares estaban volviéndose “de alcance
nacional y adquiriendo organización [...] [Se los] identificaba cada vez más [a
partir de 1800] con los nuevos distritos industriales” (Thomis y Holt, 1977: 29).
Los luditas, pese a que sus lemas daban la impresión de ser retrógrados debido
a su tono antiindustrial, alarmaban a los notables, no porque parecieran estar en
contra del progreso ni por la violencia en sí misma, sino primordialmente debido
a su demostración de la “notable capacidad de organización en las filas de la
clase trabajadora”.12 Como consecuencia de ello, los luditas unieron tanto a los
tañes como a los whigs en contra del “jacobinismo de la clase trabajadora”
(Thomis, 1970: 174).
No es casual que este periodo de afirmación de la soberanía popular y, por lo

2941
Leyes que prohibían los sindicatos y las asociaciones de trabajadores, [T.]
2942
“Si la ley no se imponía la razón era, desde luego, que los señores no optaban por
emprender procedimientos legales, ya fuese porque la organización de los hombres era
demasiado fuerte para ellos o porque no querían arriesgarse a incurrir en los gastos y las
incertidumbres de la ley, o porque no querían provocar sentimientos adversos” (George, 1927:
227).
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 53
tanto, del nacionalismo, condujese directamente al intento de justificar la
exclusión de la clase trabajadora del derecho a participar, con la excusa de que
aún no estaba preparada para ello.

“En agosto de 1819 el ejército atacó a una congregación de sesenta a ochenta mil personas
reunidas en St. Peter, Manchester, que exigían la reforma de la representación parlamentaria,
dejando muertos y muchísimos heridos. Con ironía, se le dio ese nombre en recuerdo de la
batalla de Waterloo, que había tenido lugar cuatro años antes, [T.]
12
“y una notable solidaridad en la protección de los infractores de la ley, y sus secretos”
(Thomis y Hold, 1977: 33).
Para poder validar este argumento los estratos superiores estaban dispuestos
incluso a sacrificar su propio hedonismo. La cultura aristocrática del siglo xvin
en Inglaterra había sido “derrochadora, bucólica y fanfarrona”, permitiendo
entretenimientos suntuosos, licenciosidad y alcoholismo. El paso al siglo xix fue
la época del ascenso de los evangélicos, que predicaban “regularidad,
autodisciplina y moderación en los hábitos personales” (Evans, 1983: 46). Los
notables empezaron a cambiar su propio comportamiento (que se
institucionalizaría después como Victoriano), permitiendo así que los
evangélicos hiciesen implícitamente que la conversión de las clases trabajadoras
se transformase en la puerta de entrada a la resocialización, antes de concluir la
cual no podía ni pensarse en hacerles extensivos los derechos políticos ni la
aceptación social.
Sin duda la demanda era paternalista. Pero tenemos que ver que se trataba
simplemente de la sustitución de una forma cara de paterna- lismo por una
menos cara. Fue el mismo periodo en el cual el sistema de seguridad social
isabelino (reglamentación del salario, leyes de pobres) se rechazaba como
“anacrónico e impráctico”:

Hacia el final de las guerras francesas el paternalismo sancionado por la legislación estaba
muerto; las relaciones entre los amos y los hombres eran defendidas “objetivamente” por las
fuerzas del mercado. Una década antes del ataque frontal contra los aranceles, fue el primer
triunfo de la nueva economía política y un talismán para la nueva era (Evans, 1983: 44).

Esta demanda de una resocialización previa, de una transformación del


“orden moral” como manera de posponer la participación en los derechos
políticos que acompañaban a la soberanía popular, no se expresó sólo en
relación con las clases trabajadoras de Gran Bretaña sino también como un
requisito para las clases peligrosas y mugrosas de lo que hoy llamaríamos el
tercer mundo o el sur. Los mismos metodistas que encabezaron internamente la
campaña evangélica fueron el primer grupo cristiano que organizó (en 1787)
54 IMMANUEL WALLERSTEIN

“un sistema constante de misiones extranjeras” (Halévy, 1949a, 1: 446). 2943 Fue
también el momento del ascenso del movimiento abolicionista. Desde luego,
había muchos motivos tanto económicos como humanitarios detrás de la presión
que se ejercía en Gran Bretaña en pro de la abolición tanto de la esclavitud como
del comercio de esclavos.2944 No obstante, lo que observamos aquí es el mensaje
cultural. La primera ley de Wilberforce2945 se había presentado en 1789. En ese
momento el movimiento antiesclavista tenía un número sustancial de
“seguidores radicales”, y estaba aprovechando los trastornos revolucionarios
generalizados. Pero la fase jacobina de la revolución “dividió las filas
abolicionistas” británicas y provocó una “movilización contrarrevolucionaria”
que hizo retroceder al movimiento. Diez años después el movimiento
abolicionista pudo revivir dentro de un clima mucho más conservador,
precisamente porque se lo veía “no tanto como lo más urgente, sino como la
reforma menos controvertida que podía emprenderse” (Blackburn, 1988: 147,
295). Este giro conservador del mensaje puede entenderse mejor dentro del
contexto del gran cambio de las actitudes británicas hacia sus “razas sujetas”
que estaba produciéndose precisamente entonces. Como observa Bayly
(1989:7):

Entre 1780 y 1820 [...] asiáticos, eurasiáücos, africanos e incluso europeos no británicos y no
protestantes eran excluidos de manera generalizada de los puestos de autoridad en el gobierno
[de las colonias], mientras se tomaban medidas para descontaminar las fuentes del poder
ejecutivo británico de la influencia de la corrupción nativa. Irónicamente, el creciente e
instrumentado desprecio por los subordinados asiáticos, africanos y hasta europeos se deriva
en parte de los mismos impulsos humanitarios que presenciaron la abolición del tráfico de
esclavos y los comienzos de los movimientos de emancipación de éstos. Era moralmente
necesario rescatar a los esclavos de la muerte social e introducirlos en la sociedad civil. Pero
en ese caso había que definir estrictamente la jerarquía de la sociedad civil tanto por medio de
las instituciones como mediante una etiología que se derivaba de la idea de que las culturas
alcanzaban la “civilización” en etapas de despertar moral y esfuerzo material. El
“descubrimiento” de los pobres urbanos y de las clases criminales en [Gran] Bretaña fue parte
de un proyecto similar, emprendido por las mismas entidades civiles y religiosas.2946

2943
La única misión protestante europea antigua fue la de los hermanos moravos de
Alemania.
2944
Los intereses económicos eran complejos y múltiples, lo que volvía a la “diplomacia
del tráfico de esclavos” británica bastante ambivalente en los años posteriores a la ley de 1807,
que abolía en tráfico de esclavos en el Atlántico. Véase Blackburn (1988: 316-326).
2945
Para la abolición de la esclavitud y la trata de esclavos, [T.]
2946
Bayly (1989, 12-13) también resulta muy interesante en lo que se refiere al grado
en el que el nacionalismo irlandés y escocés de este periodo, cualesquiera fuesen sus otras
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 55
Gran Bretaña y Francia habían sido precisamente los dos estados en los
cuales se habían creado ya maquinarias estatales relativamente fuertes entre los
siglos xvi y xvm. Pero esos estados no tenían una profunda legitimidad popular,
y la Revolución francesa había socavado la poca que hubiesen tenido. El
liberalismo del siglo xix se abocó a la tarea de crear (de recrear, aumentándola
significativamente) esta legitimidad, y consolidar así la fuerza de esos estados,
tanto interna como dentro del sistema-mundo.
Desde luego, en 1815 Gran Bretaña y Francia no se encontraban exactamente
en la misma situación económica. En realidad, en ciertos aspectos sus
condiciones económicas habían llegado a tener un marcado contraste. Cuando
concluyeron las guerras napoleónicas,

Gran Bretaña se había puesto a salvo de la invasión y había desarrollado productividad,


aptitudes técnicas y fuerza financiera. En lugar de ser un deudor, se había convertido
prácticamente en el único país acreedor del mundo. En el curso de una lucha larga y agotadora,
Francia, que era entonces la principal potencia del continente europeo, y sus renuentes aliados,
habían quedado marginados del mundo ultramarino en expansión, y empobrecidos (Condliffe,
1951: 203).2947

Es cierto que el fin de las guerras napoleónicas puso un alto al “anormal


desarrollo [de tiempo de guerra] de la agricultura, los astilleros y el comercio de
reexportación” de Gran Bretaña, y esas ra

raíces y aspiraciones, se derivaba, al menos en parte, de una “exclusión percibida del imperio,
no [...] de la inclusión en el mismo”. Una vez más, cuando el pueblo es soberano la pregunta
clave es: ¿quién es el pueblo?
2947
En opinión de Condliffe, “la posición de Gran Bretaña al final de las guerras
napoleónicas es paralela en muchos sentidos a la posición en la que se encontró Estados Unidos
al final de la segunda guerra mundial”. El contraste puede verse con mayor dramatismo si se
observa la marina mercante. Antes de 1789 había unos dos mil navios franceses, pero para 1799
“ni un solo barco mercante en alta mar enarbolaba la bandera francesa” (Bruun, 1938: 86-87).
Por otro lado, la flota de Gran Bretaña, incluso durante el periodo de guerra activa, aumentó de
quince mil a dieciocho mil naves.
Lévy-Leboyer (1964: 246) dice que en la primera mitad del siglo xix la batalla por el control
de los mares se libraba exclusivamente entre Gran Bretaña y Estados Unidos, y que los estados
europeos occidentales estaban fuera de ella ya que su flota marina mercante, que combinada
ascendía a un millón de toneladas, era la mitad de la de Estados Unidos y una tercera parte de
la de Gran Bretaña. “Tal eliminación (effacement) era difícilmente posible de imaginar a finales
del siglo xvm, sobre todo en el caso de Francia.” Ubica el punto de inflexión en 1793.
56 IMMANUEL WALLERSTEIN

mas cayeron en una “depresión grave y crónica” (Rostow, 1942:18). 18 Pero Gran
Bretaña simplemente le puso más énfasis a la inversión interna en el periodo
1815-1850, haciendo lo que Rostow (1942: 22) denomina un ajuste
“increíblemente fácil”.19
La brecha en materia de producción industrial entre Gran Bretaña y sus
vecinos del continente europeo se fue ensanchando. 20 Pero enton-

18
Véase también la descripción algo quejumbrosa que hace Buer (1921: 169) sobre la
depresión en Gran Bretaña tras el fin de las guerras napoleónicas: “No resulta difícil explicar
el prolongado estancamiento. El país estaba exhausto por la lucha colosal. Era imposible
aligerar la pesada carga impositiva; los costos de la deuda absorbían la mitad del ingreso
nacional y los gastos civiles incluían una gran proporción de cargos fijos. Por consiguiente, los
gastos nacionales disminuyeron poco con la caída de los precios, mientras que la verdadera
carga para los contribuyentes se elevó. Quienes pagaban sus impuestos como una proporción
de sus ingresos se encontraban en un problema similar. La ayuda a los pobres, una vez más, y
a pesar de los precios descendentes, seguía representando una carga desastrosa.”
19
Por lo tanto, Rostow no cree que la economía de Gran Bretaña durante el periodo 1815-
1847 merezca su “mal nombre en la historia económica”. Es verdad que las condiciones de
salud y vivienda en las nuevas ciudades industriales eran malas, y que hubo periodos de un
serio desempleo, malas cosechas y elevados precios de los alimentos. Es cierto que la
comunidad agrícola estaba descontenta y que había presión sobre los márgenes de ganancia.
Pero para compensar, se dio un desarrollo nacional intensivo: “las tasas de intereses
descendieron; los salarios reales se elevaron, y los términos de comercio cambiaron
favorablemente para Gran Bretaña” (Rostow, 1948: 19).
““Entre 1789 y 1848 Europa y América estaban inundadas de exportaciones británicas,
máquinas a vapor, maquinaria para el trabajo del algodón e inversiones” (Hobs- bawm, 1962:
51). Véase la explicación de Lévy-Leboyer (1964: 32, 41):
"Todo nos lleva a pensar, de hecho, que al tomar la delantera tecnológica un país o una
ciudad se encontrará en una posición de privilegio para reunir y adiestrar una fuerza laboral
especializada, construir y amortizar rápidamente fábricas... en pocas palabras, ejercitar una
gran influencia sobre el precio de costo (prix de revient), mantener a los consumidores
potenciales fuera del mercado y convertirse casi en el único beneficiario del aumento esperado
de la demanda. De cualquier manera, la abundancia de recursos energéticos fue un factor en
favor de la industrialización de Gran Bretaña. En 1817 produjo 16 millones de toneladas de
carbón, comparadas con 800 000 en Francia. Esto les dio a los ingleses un gran margen de
maniobra, permitiéndoles abandonar fábricas antiguas, dispersas a lo largo de los ríos,
concentrar los telares cerca de los campos carboníferos y posiblemente aumentar la escala de
sus operaciones [...] .
"Cualesquiera que fuesen las modalidades de la concentración, hay un hecho que se destaca:
el grupo de Manchester se volvió más fuerte en el primer tercio del siglo xix.
"Pero Francia no estaba impotente ante la potencia de Gran Bretaña. Véase Johnson (1975:
143 144): la tesis de Lévy-Leboyer respecto a la ‘desaceleración masiva’ de toda la era
revolucionaria-napoleónica requiere cierta modificación. Sin embargo, en 1815, igual que en
1830, la industria francesa se enfrentaba a una seria desventaja competitiva frente al gigante
del otro lado del canal.
"Francia se adaptó a esta situación, en primer lugar, con una política de tarifas res-
ces la que había con Francia (y con Bélgica, y quizá con algunos otros) empezó
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 57

a cerrarse, de manera tal que, en algún momento entre 1835 y 1850,


prácticamente desapareció.21 No obstante, Gran Bretaña habría trictivas [...] Menos
apreciadas hasta hace poco tiempo son las otras estrategias adap- tativas a las que recurrieron
los hombres de negocios franceses. La especialidad de la producción industrial británica eran
los bienes comunes de consumo masivo, sobre todo en lo referente a textiles. La producción
intensiva en capital fue el resorte del éxito en ese campo. Pero en los artículos de calidad
superior, articles de goüt, Francia tenía una reputación histórica y, cosa más importante, una
oportunidad competitiva [...] En términos generales los salarios industriales franceses eran
aproximadamente de dos terceras partes de los que se pagaban en Inglaterra. Esto significaba
que cuanto mayor fuera la calidad de los bienes producidos, mayor era el insumo de mano de
obra y, por consiguiente, más fuerte la posición relativa de la industria francesa [...] Todo esto
significaba que el trabajo manual, especialmente en el tejido, mantuvo su importancia mucho
más tiempo en Francia que en Inglaterra. Además, la mayor parte de la primera mitad del siglo
xix presenció un fenómeno que, a primera vista, parece realmente extraño para un país que está
experimentando la industrialización: el desarrollo masivo del trabajo rural a domicilio en
industria textil. La razón, desde luego, no era difícil de encontrar. La mano de obra rural era
más barata.”
51
Véase al mismo Lévy-Leboyer (1964: 115, 326, 409): “En 1820 cabría preguntar si
[Francia] lograría superar alguna vez la brecha que la separaba de Inglaterra. En 1840 esa labor
estaba prácticamente completa [...]
"Para 1835, ya sea que observemos los textiles o el transporte, el balance de logros
continentales parece positivo: el retraso acumulado a comienzos del siglo se había reducido
significativamente; quedaría eliminado por entero cuando los telares automáticos y las
máquinas, los ferrocarriles y los barcos a vapor llegasen a ejercer su efecto pleno sobre la
economía [...]
’Ya sea que observemos la producción industrial, que creció a una tasa anual de 3% entre
1815 y 1850, o el ingreso por concepto de inversiones extranjeras, que tuvo un crecimiento
anual ligeramente superior, de 4%, los resultados globales se comparan muy favorablemente
con las estadísticas británicas.”
Markovitch (1966: 122) afirma que el crecimiento industrial de Francia fue más alto en el
periodo 1815-1848 que en cualquier otro momento del siglo xix. Véase también Sée (1927:
70), quien considera que el rasgo más característico de este periodo fue “el progreso del
maqumismo”, que se manifestó en el mejoramiento de los telares textiles y la difusión de la
máquina de vapor. De manera similar, Demoulin (1938: 298-299) sostiene que la industria
belga fue transformada entre 1800 y 1830 por la introducción generalizada de maquinaria en
las industrias tradicionales, y que ese crecimiento se aceleró a partir de 1830.
Para una visión discrepante acerca de la brecha que había entre Gran Bretaña y la Europa
continental, incluyendo Francia, véase Crouzet (1978: 19), quien piensa que, en la primera
mitad del siglo xix, esta brecha “se volvió mínimamente más pequeña” en términos relativos,
y creció en términos absolutos. Señala que en 1860 Gran Bretaña representaba 2% de la
población mundial y 10% de la europea, pero de 40 a 45% de la producción mundial y entre 55
y 60% de la de Europa. En un artículo previo Crouzet (1972b: 115-116) explica esta
incapacidad de Europa occidental para “alcanzar” a Gran Bretaña en el periodo de 1815-1850
debido a la pequeñez de sus mercados de seguir siendo dominante en el comercio
mundial (es decir en el comercio más allá del noroeste de Europa) durante otro
58 IMMANUEL WALLERSTEIN

cuarto de siglo, por lo menos,22 dominio que mantendría gracias a sus préstamos
de capital al extranjero.23 “La contribución que hicieron el comercio exte-
internos y las dificultades para desarrollar un sólido comercio de exportación, en vista del “casi
completo monopolio” de Gran Bretaña sobre el comercio con Estados Unidos y América
Latina. Asume entonces una posición muy cercana a la de Lévy-Leboyer en relación con el
efecto coercitivo de la hegemonía económica: “Parece [...] que una vez establecida una gran
economía industrializada ‘moderna’ —[Gran] Bretaña— todo el contexto comercial
internacional se volvía poco favorable para otras naciones, y la mera presencia del nuevo
gigante industrial restringía notablemente las oportunidades para crear las bases de un
importante ímpetu industrial hacia los mercados extranjeros.”
La afirmación de Hobsbawm respecto a la perdurable fuerza industrial de Gran Bretaña es
similar a la de Crouzet pero más restringida: “Gran Bretaña [en 1850-1870] era el país industrial
por excelencia y [...] logró mantener su posición relativa, aunque su poder productivo con vapor
había empezado a retrasarse seriamente (1975: 40). Y la caracterización que hace Cameron
también es intermedia: por un lado, observa que “para 1850 Francia tenía 6 800 máquinas a
vapor, más que todos los demás países del continente combinados”, pero luego añade, en una
nota al pie: “Por otro lado, [Gran] Bretaña tenía probablemente un número superior al de todos
los países del continente combinados, incluyendo a Francia” (1961: 66 y n. 9).
22
“A mediados del siglo xix las mercancías que fluían por los puertos británicos
constituían casi una cuarta parte del valor del total del comercio internacional” (Imlah, 1950:
194). Esta cifra había subido desde un mero 3% en 1800 (p. 191, n. 24). “El mercado británico
era imbatible” (p. 192, n. 24).
23
“El volumen de las exportaciones se vio influido significativamente por la dirección de
los préstamos británicos. Las exportaciones de capital se transformaban exitosamente en
mercancías y es posible que, en un grado abrumador, en mercancías británicas. Las enormes
exportaciones a la Europa continental durante los años de guerra, a Sudamérica en 1808-1810
y 1820-1825, a Estados Unidos en la década siguiente, a la India y China en la de 1840, no
puede disociarse de los préstamos de esos periodos; desde luego, la subsecuente declinación
tampoco puede verse sino en relación con la interrupción de esas actividades de préstamo”
(Gayer, Rostow y Schwartz, 1953, 2: 842).
En este proceso del comercio mundial la Europa continental (y especialmente Francia)
llegaron a desempeñar un papel semiperiférico en este periodo: “Al desarrollar una tras otra la
venta de algodón hilado en Europa y la de productos terminados en los países nuevos, Inglaterra
estaba en condiciones de compartir los riesgos y prepararse para el futuro, porque lo que estaba
ocurriendo en el continente muy probablemente se reproduciría allende los mares. Los franceses
se beneficiaban indirectamente de la industrialización de terceros países al proporcionarles
artículos de lujo, y los ingleses lo hacían directamente al abastecerlos de tela, algodón hilado
—de calidad incluso mejor—ocasionalmente maquinaria y siempre técnicos” (Lévy-Leboyer,
1964: 181). No obstante, para mediados del siglo xix sería Francia, “la segunda potencia
industrial del mundo”, y no Gran Bretaña, la que desempeñaría el “papel dirigente” en la
industrialización de la Europa continental por medio de la exportación de tecnología y de capital
(Cameron, 1953: 461).
Aunque Bairoch (1973: 592-593) considera que, a lo largo de todo el siglo xix, el
rior y la inversión exterior a los niveles de consumo alcanzados por las familias
británicas” (O’Brien y Keyder, 1978: 63) explica esencialmente el nivel de vida
más alto que ese país habría de mantener en relación con Francia a lo largo de
todo el siglo xix, pese a la paridad aproximada de ambos países en producción
nacional per cápita de mercancías.
De esta forma, la visión convencional de la Gran Bretaña de principios del
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 59

siglo xix como “taller del mundo”24 empezó a sufrir hasta comercio de la Europa
continental con el tercer mundo fue “relativamente marginal”, esto no se puede aplicar al Reino
Unido. “Ya a mediados del siglo xix las exportaciones [del Reino Unido] al tercer mundo
representaban 40% del total de sus exportaciones, mientras que las que realizaba a Europa sólo
constituían 35%.” De manera similar, Evans (1983: 340) apunta que en 1815 Europa había
absorbido más de la mitad de las exportaciones de Gran Bretaña y Asia apenas el 6%, mientras
que a mediados de la década de 1850 Europa había descendido al 32%, Asia había subido a
20% y no menos de 37% iba a dar a América. Véase también Condliffe (1851: 207). Schlote
(1952: 41) observa que el ascenso más marcado en el comercio ultramarino en relación con el
tamaño de la población se produce precisamente entre 1845 y 1855, lo que subraya una vez
más la importancia del comercio extraeuropeo.
Sin embargo Imlah (1950: 176) coincide con Gayer, Rostow y Schwartz: no fueron las
exportaciones las que explican la gran ventaja de Gran Bretaña. De hecho la balanza neta de
los términos del comercio (la serie de números del índice de exportación dividida por la serie
del precio de importación) fue decayendo constantemente hasta mediados de siglo. Ningún
cambio de los índices “se observa con más claridad [...] estuvo causado por un descenso más
rápido en los precios de exportación que en los nuevos precios de importación, y gran parte de
la declinación de la balanza comercial neta se produjo hacia el año 1839”. Véase también
Chekland (1964: 62).
Estos excedentes de importación “precedieron por muchas décadas” las políticas de
comercio más libres del decenio de 1840 (Imlah, 1958: 6). “La reducción de los precios de
materias primas [fue] efecto de la reforma de las tarifas” (Imlah, 1950: 189). McCloskey (1964:
313) invierte el orden de la relación de excedentes de importación a las menores tasas tarifarias:
“Una política deliberada de libre comercio internacional [...] fue responsable sólo de una parte
—una pequeña parte, en realidad— de la reducción de los índices tarifarios. El accidente de
una razón más elevada de importaciones en relación con el ingreso nacional, que a su vez era
sólo en parte una consecuencia de la reforma financiera británica, explica mucho de la
reducción, y el triunfo de la ideología del libre comercio aclara muy poco.” Cualquiera que
fuese el orden del proceso, se deducía que “el nuevo sistema industrial británico no creaba
excedentes de exportación, y [...] su fenomenal acumulación de créditos ultramarinos en el
siglo xix no puede explicarse por esta venerable suposición”. Más bien fueron los créditos
invisibles (la marina mercante, las comisiones comerciales, las remesas de los ahorros del
personal y la llegada de inversiones del exterior) los que “crearon el déficit de su comercio
visible y proporcionaron todo nuevo capital que se invertía fuera del país“ (Imlah, 1948: 149).
24
William Cunningham, en la cuarta edición (1907) de su principal obra escribió lo
siguiente: “Durante el periodo de la ascendencia whig se concentró la atención en la promoción
de la industria de todo tipo, y no se ahorró esfuerzo alguno para convertir cierto punto el
ataque de francotiradores. Ya en 1934 Darvall (1934: 12) había sostenido que
“en 1811 Inglaterra seguía siendo en gran medida un país rural y agrícola”. 2948

a Inglaterra en el taller de las extensas esferas en las que su influencia y su amistad le servían
para mantener abiertos los mercados a nuestras manufacturas” (p. 494).
No estoy seguro de si ése fue el origen de la fórmula hoy clásica de que Inglaterra es “el
taller del mundo” (o si este segmento se puede encontrar en ediciones previas, la primera de
las cuales se publicó en 1890), pero es muy posible que fuese Cunningham el que creó el
concepto.
60 IMMANUEL WALLERSTEIN

2949
Este tema fue renovado por Samuel (1977: 19) unos cuarenta años después:

El triunfo más completo de la máquina se dio en el comercio del algodón en la zona industrial
de Lancastershire. Fuera de allí su progreso fue más lento, y hubo importantes sectores de la
economía [...] en los cuales, hasta el decenio de 1870, la energía del vapor causó muy poca
impresión [...] Incluso en los textiles, el progreso de la mecanización fue desigual.2950

Si la mecanización estaba menos difundida y avanzada que lo que sostiene


nuestra visión convencional, ¿cómo fue entonces que alcanzó Gran Bretaña su
notable desarrollo industrial? Algunos estudios recientes están cuestionando
incluso cuán notable fue, o por lo menos si el crecimiento fue realmente tan
grande como nos lo hicieron creer especialistas anteriores (como Walther
Hoffmann, Phyllis Deane y W. A. Colé). Harley (1982: 267; véase también
285), con nuevos cálculos basados en datos de ocupación del censo de 1841,
llega a la conclusión de que este crecimiento fue “una tercera parte menor” de
lo que se había afirmado para el periodo 1770-1815. Y Bairoch (1962: 318, 323)
asevera que la tasa de crecimiento de Gran Bretaña en el siglo xix (al igual que
en Francia y en Estados Unidos) fue de menos de 2% anual. Bairoch señala que
el hecho de que fuese más alta fue “una gran exageración” que se originó en una
época en la cual la teoría del crecimiento lento en las economías maduras, de la
década de los treinta, tenía una gran influencia, lo que en consecuencia llevó a
una sobreestimación retrospectiva. 2951
Sin embargo, sería riesgoso irse al otro extremo y perder de vista la relativa
fuerza de Gran Bretaña. El análisis revisionista nos permite ver sus debilidades
a pesar de su fuerza, y por lo tanto los dilemas políticos a los que se enfrentaba
el gobierno incluso en esa época de relativa fuerza en la economía-mundo. El
problema básico para los países centrales en el periodo 1815-1873 fue que el

2949
Véase también Rousseaux: “Hasta 1830 la economía inglesa seguía estando en la etapa
agrícola” (1938: 62). La frase es casi idéntica a lo que dijera Henri Sée respecto a Francia en
los años 1815-1848. “En el periodo de la monarquía basado en el sufragio limitado [la monarchie
censitairé], Francia era esencialmente un país agrícola” (1927: 11). Darvall (1984: 12-13)
continúa: “La industria seguía estando ubicada principalmente en el campo. Incluso las
industrias nuevas, como las grandes y crecientes fábricas de algodón del norte, se ubicaban más
en el campo que en la ciudad [...] En 1811 el trabajador típico del nuevo norte industrial, así
como del más antiguo sur y este rurales, trabajaba en casa o en un tallercito, a mano o con una
única máquina.”
2950
Samuel (1977: 47) atribuye este “lento proceso de mecanización” a “la relativa abundancia
de mano de obra, tanto calificada como no calificada”.
2951
Sin embargo, compárese la cifra de Bairoch con la de Hoffman (1949: 165-166), quien dice
que Gran Bretaña, entre 1781 y 1913, mantuvo una tasa de crecimiento de
2.8 por ciento.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 61

crecimiento llevó a una declinación de los precios,2952 y en particular de los


precios industriales en relación con los de las materias primas (Markovitch,
1966: 228-229). Desde mediados del siglo xvm hasta mediados del xix el control
de costos para los productores se centró en el gran papel que desempeñaban los
salarios en el precio total. Se utilizó exitosamente una combinación de represión
y mecanización para reducir tales costos. De hecho, esas técnicas habían tenido
demasiado éxito, por eso tuvieron la consecuencia negativa de estimular la
turbulencia política y, al mismo tiempo, de llevar a la declinación relativa del
mercado mundial de los precios industriales. Sólo mediante la creación del
Estado liberal fue posible superar este dilema, y los productores capitalistas en
las zonas centrales pudieron beneficiarse con la restauración del orden interno y
la vuelta a términos de comercio favorables. El mecanismo clave que utilizó el
Estado liberal fue trasladar el foco central en el control de los precios del frente
interno a la periferia, proceso que se encarnó en las expresiones coloniales del
último tercio del siglo xix.
Pero mientras eso no ocurrió, Gran Bretaña, en particular, y Europa
occidental, en general, tuvieron que vivir con los dilemas de la deflación,
especialmente agudos desde 1815 hasta finales de la década de 1840. Los
trabajadores asalariados padecían puesto que los niveles de los salarios
descendieron tanto absoluta como relativamente. 2J.Los productores agrícolas
padecían porque hubo “un descenso constante de los precios ingleses del trigo
en los tres primeros cuartos del siglo xix” (Fairlie, 1969: 105). 2953 2954

2952
Gayer, Rostow y Schwartz (1953, 1: 486) hablan de “una declinación secular [de los
precios en Gran Bretaña], cuyo punto más bajo parece haberse alcanzado en 1850”. Véase
también Marczewski (1987: 34-36) sobre Francia. La recesión seguía siendo inflacionaria,
vinculada con los tradicionales problemas de las malas cosechas que reducían el PIB mientras
hacían subir el precio del consumo diario. Eso habría de cambiar una vez que las mejoras del
transporte mundial suprimieran la capacidad de las dificultades de las cosechas locales de
causar un impacto semejante, lo que posiblemente ocurrió a partir de la década de 1870 y sin
duda en el siglo xx.
2953
Rousseaux (1938: 229), que se está refiriendo al periodo 1822-1848/1850. Véase
también Evenas (1983: 141): “Los peores años para los trabajadores fueron los siguientes a
1815, cuando un mercado repleto de soldados desmovilizados coincidió con la depresión de
los precios agrícolas. En esos años los salarios fueron forzados a descender y el gasto para el
alivio de la pobreza alcanzó su punto culminante [...] Lo más duro de todo fue que en los veinte
años —1811-1831— en los que las oportunidades de empleo estaban reduciéndose más
seriamente, la población de los países más afectados en el sur y en el este aumentó 31 por
ciento.”
“Véase también Thompson (1963: 232). Fairlie (1969:108) continúa: “Una vez que
aceptamos una ola de incremento constante de escasez en Europa en su conjunto hasta
alrededor de 1870, la única manera en que esto puede reconciliarse con la aparente caída
constante de los precios del trigo inglés consiste en mantener que los precios del trigo, antes
protegidos, habían sido tan altos —en relación con las potenciales fuentes de oferta internas de
62 IMMANUEL WALLERSTEIN

¿Les estaría yendo tan bien a los industriales británicos? Ya señalamos que
su ventaja inicial desde 1815 sobre Europa occidental, que era bastante
significativa, pareció diluirse para 1850, y eso sin hablar del surgimiento de
Alemania y Estados Unidos en la segunda mitad del siglo xix. La rentabilidad
de la industria británica corría el riesgo de ser efímera. Era necesario conseguir
alternativas, y así se hizo. Si la hegemonía británica en el sistema-mundo sirvió
para crear alguna ventaja económica perdurable, fue porque hizo posible el
notable crecimiento de las inversiones extranjeras británicas, “uno de los hechos
más importantes del desarrollo económico británico en el siglo xix, y de ninguna
manera menor en los asuntos mundiales” (Imlah, 1952: 222).
Desde luego, Francia, sobre todo para los industriales, parecía encontrarse en
dificultades aún peores. Tenía, sin duda, ciertas ventajas. Su educación técnica,
gracias a la revolución y a Napoleón, había florecido y se consideraba la mejor
del mundo en la primera mitad del siglo xix. Podía exportar su sapiencia técnica
y comercial (véase Ca- meron, 1957a: 245-246; 1961). Y su base industrial se
expandía constantemente, según hemos visto. Sin embargo, se ha pensado
durante mucho tiempo que la industrialización de Francia y, por ende, su ventaja
competitiva en el mercado mundial, se había visto obstaculizada por su lento
crecimiento demográfico y por el papel especialmente importante que
desempeñaba la industria pequeña, en oposición a la grande. 2955 Este punto de
vista había sido cuestionado por Nye (1987: 650, 668), quien ha sostenido que
el menor tamaño era de hecho una “respuesta racional a las condiciones
económicas imperantes, y que de ninguna manera obstaculizó el proceso de
industrialización francesa”, ya que “con cualquier vara de medir los ingresos en
relación con la escala [eran] bastante bajos”. Y Gille (1959b: 163) ha sostenido
que había más industrias grandes de lo que solía pensarse. De hecho ubica el
nacimiento de la industria capitalista de gran escala en Francia precisamente en
el periodo 1815-1848.
Sin embargo, ¿no adoptaron Gran Bretaña y Francia posiciones antagónicas
acerca de la cuestión crucial del libre comercio en la economía-mundo? La
respuesta es menos evidente de lo que se nos ha inducido a creer. En primer

Europa— que un paso a un comercio sin restricciones entre [Gran] Bretaña y Europa implicó
un descenso neto en Inglaterra, pese a que la tendencia subyacente seguía ascendiendo.” Es
fácil ver por qué había tanta resistencia a la revocación de las Leyes de los cereales.
2955
Éste es un tema frecuente de la bibliografía (Marcovitch, 1966: 316; Landes, 1949;
Kindleberger, 1961a). Cameron (1957a: 411) lo explica en parte por la relativa escasez del lado
de la oferta, con un costo consecuentemente alto de las materias primas industriales. Pero como
ya hemos visto que los costos de las materias primas eran altos también para Gran Bretaña, ésta
sólo puede ser una afirmación comparativa: más altos que para Gran Bretaña.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 63

lugar,

En 1815 [Gran] Bretaña seguía siendo una potencia proteccionista y el Estado desempeñaba un
papel importante en la dirección del comercio exterior y la expansión a ultramar. La protección
tarifaria no sólo se había extendido a la agricultura sino también a las crecientes industrias
manufactureras de [Gran] Bretaña. Se impusieron severas restricciones a la inmigración de
mano de obra calificada y a la exportación de maquinaria (Evans, 1980: 12).

En segundo lugar, muy al margen de la protección gubernamental, las


industrias británicas estaban “cargadas de acuerdos para controlar precios o
arreglos equivalentes, con frecuencia sólo en el nivel regional, pero a veces
también en el nacional” (Cain, 1980: 20). En tercer lugar, los industriales
británicos, incluyendo a los de Manchester, no estaban todos
incuestionablemente a favor del libre comercio. Todavía en la década de 1840
el libre comercio “se veía como un arma en [la] guerra comercial [con otros
países], y cuando no parecía responder [a las necesidades de ganar esa guerra]
no se le daba apoyo] (Evans, 1960: 20).2956
Y, por último, Imlah (1949: 307-309) observa que el proteccionismo
británico estuvo en “su peor momento” en sus últimos años:

Tuvo efectos mucho más graves después de las guerras napoleónicas que en el periodo previo,
en el que el industrialismo británico estaba en la cuna, cuando constituía virtualmente un
sistema nuevo [...]
Puesto a prueba por valores reales [es decir, no “oficiales”], los derechos aduaneros
británicos a finales del siglo xvm eran muy moderados [...] el problema acuciante [que explicó
el considerable ascenso de los derechos aduaneros a principios del siglo xix] fueron los
ingresos.

Imlah sostiene que esos derechos fueron lo bastante graves como para que,
al reducir significativamente las importaciones, afectasen el poder de compra de
clientes potenciales. Y como el comercio internacional era esencial para la salud

2956
Cain (1980: 24) nos recuerda que, entre otras razones para titubear, “el libre comercio
implicaba también el fin del privilegio colonial y hacía que pareciese imposible el firme control
de las colonias cuando éstas se habían desarrollado hasta la madurez”. Véase también Musson
(1972b: 18-19): “Los historiadores han tendido a destacar demasiado generalmente la ventaja
competitiva de Gran Bretaña, ignorando el hecho de que los fabricantes británicos se habían
desarrollado detrás de una muralla protectora y de que muchos de ellos todavía sentían la
necesidad de que se la mantuviese [...] Los fabricantes de Manchester —al mismo tiempo que
exigían la supresión de derechos sobre las importaciones de algodón en bruto y la abolición de
las Leyes de los cereales— seguían siendo tercamente proteccionistas en su oposición a la
supresión de restricciones sobre la exportación de maquinaria, especialmente de la usada para
fabricar productos de algodón, que fomentaría la competencia extranjera.”
64 IMMANUEL WALLERSTEIN

económica de Gran Bretaña, “su sistema fiscal [estaba] desequilibrando su


economía internacional”.2957
Tal vez parte de este proteccionismo era sólo aparente; sin duda no todo se
aplicaba estrictamente.2958 Pero mancha la imagen de la centra- lidad del libre
comercio en la política británica, por lo menos antes de 1850, especialmente
cuando lo relacionamos con la realidad, y no la teoría, del proteccionismo
francés. Las tasas tarifarias francesas fueron de hecho “sustancialmente más
bajas” que las británicas durante todo el periodo de 1800-1840, aunque se
percibía lo contrario. Nye explica esta percepción errónea de tres maneras: por
la atención que el mundo le dio a la revocación de las Leyes sobre Cereales; 2959
por el hecho de que los analistas sólo tomaron en cuenta ciertas industrias, en
lugar del patrón de comportamiento de la economía en su conjunto; y por el
hecho de que los británicos se inclinaban por hablar del libre comercio mientras
que los franceses solían hablar de proteccionismo, incluso en el reinado de
Napoleón III. Pero, dice Nye, en realidad “las historias tradicionales del libre
comercio que contraponen a una [Gran] Bretaña liberal con una Francia
proteccionista, arrastrada a regañadientes a un mundo de política comercial más
esclarecida, deben verse ahora como falsas”. De hecho, Imlah, él mismo un gran
creyente en los méritos económicos del libre comercio, explica (1958: 123) las
deficiencias del desempeño económico de Gran Bretaña durante ese periodo
precisamente por la ausencia relativa de libre comercio:

2957
Los derechos aduanales en 1830 ascendieron al 38% del ingreso del gobierno, y 45%
en 1840, lo que representaba casi el doble de la proporción previa a la guerra. Además, “la
imposición sobre los valores del mercado era sustancialmente más pesada y tendía a aumentar”
(p. 311).
2958
Véase Jeremy (1977: 2): “a principios del decenio de 1780 ningún artesano o fabricante
calificado estaba autorizado legalmente a salir de [Gran] Bretaña o Irlanda e ingresar a ningún
país extranjero fuera del dominio de la corona con el propósito de poner en práctica su oficio”.
Pero, desde luego, muchos lo hacían. Jeremy calcula que cien mil personas emigraron del Ulster
hacia Estados Unidos entre 1783 y 1812. Las restricciones sobre la emigración de los artesanos
se suprimieron en 1824. En 1825 la prohibición directa sobre la exportación de maquinaria
también se derogó y fue sustituida por un sistema de licencias. Sin embargo, fue apenas en
1843 cuando Gladstone, como presidente del Consejo de Comercio, finalmente eliminó todas
las restricciones. Jeremy cree que estas leyes restrictivas, sin embargo, “fueron notablemente
incapaces de detener el flujo de información tecnológica que se difundía en el exterior, ya fuese
a través de los hombres o de maquinarias, en el periodo industrial temprano” (p. 34). Véase
también Henderson (1954: 6), quien asevera que las autoridades británicas “dejaron que se les
escurrieran entre los dedos muchos agentes que reclutaban mano de obra y contrabandistas de
maquinarias y planos”.
2959
Las Leyes de los cereales aplicaron aranceles a la importación de granos, para defender
los precios más altos de la producción local. Protegían a los terratenientes pero elevaban los
precios de los productos básicos para la población, y fueron muy combatidas, [T.]
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 65

En muchos sentidos la primera mitad del siglo xix tendría que haber sido una era de bonanza
para el comercio británico. La eficiencia técnica de sus industrias cada vez más mecanizadas,
las posibilidades de desarrollar demanda interna y externa para su carbón y sus maquinarias —
cosas más fáciles de exportar a partir de 1825—, las potencialidades de su marina mercante y
servicios comerciales y la demanda de su capital crearon un oportunidad que ha tenido pocos
equivalentes en la historia económica. Esta oportunidad,
finalmente, no se cumplió por el elevado proteccionismo de los años posteriores a la guerra. 36

Ese falso contraste entre Gran Bretaña y Francia37 es el telón de fondo contra
el cual debemos volver a ver otra discusión revisionista, la relativa a la presunta
lentitud de la industrialización de Francia,38 o la declarada “tardanza” del
“despegue” en Francia.39 O’Brien y Keyder (1978) realizaron una serie de
comparaciones entre Gran Bretaña y Francia para el periodo 1781-1913 y
descubrieron lo siguiente: la producción nacional de mercancías per cápita era
aproximadamente la misma. Los niveles salariales eran marcadamente
inferiores en Francia, pero como menos personas eran trabajadores asalariados,
esto no nos dice mucho respecto al nivel local de ganancias. La productividad
de la mano de obra británica era más alta, lo que se veía contrarrestado por la
asignación de una porción más grande de la fuerza de trabajo potencial de
Francia a la producción agrícola e industrial. 40 la productividad agrícola
británica era mayor, cosa que los autores atribuyen,

“Además, Imlah (1958: 23) culpa al proteccionismo por la inquietud social. Dice que si uno
usa valores reales (y, una vez más, no los engañosos valores “oficiales”) el comercio de
exportación se había estancado. Al comparar 1842 con 1816, ambos años de depresión, el
comercio de exportación fue sólo 14% más alto, mientras que la población había aumentado
40% y las nuevas importaciones 55%. “Esto sugiere un endurecimiento de las arterias, más que
de los tendones [como dijera Bismarck elogiando el proteccionismo británico de este periodo]
y explica más adecuadamente los síntomas de la ascendente presión sanguínea social que se
hicieron evidentes por entonces. La adopción de una política de libre comercio [a partir de
1842] puede haber sido un escape de una senectud prematura.” Este análisis parece demasiado
simple, como sostendremos más adelante.
37
A lo largo de todo este trabajo hemos visto con cuánta frecuencia nuestra historiografía
nos ha proporcionado falsos contrastes. Esta perversión historiográfica es parte del legado de
la ciencia social decimonónica en su función de ideología liberal.
38
Los antecedentes de este subdebate en particular se trataron ya en el vol. 3, caps. 1 y 2
(Wallerstein, 1989).
39
La ya casi olvidada moda del concepto de “despegue” fue iniciada en 1960 por W. W.
Rostow (1971), que ubicaba el que se produjo en Francia en 1830-1860), mientras que el que
tuvo lugar en Gran Bretaña se había producido en “los dos decenios posteriores a 1783” (p. 9).
La existencia de un único periodo de “despegue” para Francia es disputada por Marczewski, o
más bien este autor dice que si en efecto existió, se produjo como muy tarde a comienzos del
siglo xix (1961; 1963:123);véanse también Bouvier (1965: 270), Markovitch (1966) y Lévy-
Leboyer (1968b: 801).
40
Por eso Francia tenía un sector de servicios más pequeño y menos parásitos, lo que
66 IMMANUEL WALLERSTEIN

induce a O’Brien y Keyder (1978: 32) a comentar que ahora “ven la fuerza de la observación
de Nietzsche en el sentido de que ‘la fuerza de una civilización’ debe medirse por el número
de parásitos que es capaz de mantener”.
no a más eficiencia, sino a mejor dotación de tierras y más asignación de tierra
a la agricultura intensiva en animales.41 En la industria la productividad de la
mano de obra francesa era más alta, y los británicos no alcanzaron ese nivel sino
hasta la década de 1890, aunque había menos masa industrial. En conclusión,
O’Brien y Keyder (1978: 198) critican toda sugerencia de un “retraso relativo”
de Francia, y ven que sus decisiones económicas son sin ninguna duda
diferentes, pero igualmente racionales; de hecho, van más allá y dicen que se
“inclinan por ver una transición más humana y tal vez no menos eficiente a la
sociedad industrial en la experiencia de Francia”.42 El impacto

41
“El ‘atraso’ agrícola [menor producto por trabajador] en Francia provenía del
mantenimiento de elevadas densidades de mano de obra en el campo, lo cual conduce
inevitablemente al cultivo intensivo de tierras de calidad inferior y a una combinación de
cultivos dominada por productos alimenticios básicos. Pero en Francia quienes carecían de
tierras representaban una proporción mucho menor (una minoría, de hecho) de la población
rural, y durante décadas y décadas la mayoría no exhibió deseo alguno de trasladarse de sus
tierras ‘inferiores’ a las ciudades [...] Los críticos del desempeño económico francés olvidan a
veces que las instituciones agrarias de Francia habían sido consolidadas por las acciones de
campesinos militantes durante la Revolución” (O’Brien y Keyder, 1978: 190, 195).
Hobsbawm también nos recuerda que los campesinos franceses que a mediados del siglo
xix miraban hacia atrás, al periodo transcurrido desde 1789, y se comparaban con los
trabajadores rurales en Gran Bretaña, “difícilmente podían dudar de cuál de los dos había hecho
mejor negocio” (1962: 201). Luego Hobsbawm reproduce la opinión de un autor británico, H.
Colman, en un libro escrito en 1848 y titulado The agricultural and rural economy of Trance,
Belgium, Holland and Switzerland [La economía agrícola y rural de Francia, Bélgica, Holanda y Suiza],
Colman escribe (pp. 25-26): “Tras haber estado mucho tiempo con el campesinado y la clase
trabajadora, tanto en Inglaterra como en el extranjero, en honor a la verdad tengo que decir que
jamás he conocido personas en su condición [...] más corteses, limpias, industriosas y frugales,
sobrias o mejor vestidas que el campesinado francés. En este sentido representan un marcado
contraste con una parte considerable de los trabajadores agrícolas escoceses, que son sucios y
miserables en grado sumo; con muchos de los ingleses, que son serviles, de espíritu derrotado
y gravemente agobiados por su forma de vida; con los pobres irlandeses, a medias vestidos y
en condición salvaje” (citado en la p. 201, s. f.).
Por último, Hohengerb (1972: 238-239) sostiene que “a lo largo de todo el siglo xix, la
Francia rural experimentó más cambio [en estructura social, comportamiento demográfico e
instituciones del uso de la tierra] de lo que se observa en la superficie. Paradójicamente, fue el
cambio el que hizo posible preservar y de hecho fortalecer un equilibrio básico construido sobre
la granja manejada y poseída por la familia”.
42
Véanse revaloraciones similares de la racionalidad de las decisiones económicas
francesas y del desempeño relativamente bueno de la industria de Francia en el siglo xix en
Lévy-Leboyer (1968b), Roehl (1976) y Cameron y Freedeman (1983). Pero Lévy-Leboyer,
quien en 1968 elogió la “flexible adaptación de la economía [francesa] y su vigoroso élan
industrial”, que caracterizó su “expansión relativamente armoniosa”
de este revisionismo ha sido fuerte, tanto que incluso los que desean insistir en la
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 67

“superioridad” británica, como Crouzet, se ven reducidos a “matizar” las


observaciones de los revisionistas y a insistir en que los logros económicos
franceses del siglo xix eran “meritorios, pero no más que eso”.43 Crafts (1984: 59,
67), que se propone demostrar que “la interpretación revisionista [del desempeño
económico francés en el siglo xix] exagera los logros franceses”, se ve obligado
sin embargo a llegar a la conclusión, tras indicar diversas reservas, que “incluso
si se aceptan todos los puntos arriba señalados, es verdad que el desempeño
económico francés parece ser sustancialmente mejor de lo que se pensara
anteriormente”.44
De manera que tanto Gran Bretaña como Francia, a partir de 1815,
procuraron concentrar la acumulación mundial de capital dentro de sus fronteras,
y lo bien que lo hicieron estuvo sólo parcialmente en a lo largo del siglo xix (p. 801)
adoptó una visión menos feliz en el libro que publicó con Bourguignon en 1985. Hablan (pp.
103-104) del “problema francés”: una parte demasiado grande del consumo se dirige a los
alimentos, hay muy poca demanda diversificada, muy poca exportación industrial, también muy
poca inversión... y culpa de eso al campesinado francés: “El hecho de que al país se le fuese así
de las manos la iniciativa tecnológica, cosa que tiene sus orígenes en el decenio de 1790, cuando
los problemas políticos, la inflación y las guerras interrumpieron la primera revolución industrial,
se explica por dos factores: 1] en el largo plazo, el hecho de que el margen de pobreza rural,
heredada de la era preindustrial, se había reducido sólo muy lentamente [imagen diferente de la
que presenta Hobsbawm en la nota al pie previa]. Esto explica las deformaciones observadas, en
periodos de crecimiento acelerado, en la estructura de los salarios y los presupuestos de consumo.
El ingreso al mercado de trabajo de una fuerza laboral menos calificada y el movimiento de
emigración rural cambiaron en todos los casos las cifras de las diferentes categorías sociales [...]
incrementando los grupos más bajos (fes classes défavorisées). La elevación insuficiente de los
niveles salariales y de la demanda de bienes industriales en el ciclo se debe al cambio de los
subgrupos que tenemos que incluir al calcular los medios válidos para la población total.”
Esto equivale a decir que en la segunda mitad del siglo xix Francia seguía teniendo una
gran población urbana en la que podían basarse los industriales cuando era necesario a fin de
reducir los niveles salariales urbanos, el ejército industrial de reserva que Gran Bretaña había
utilizado, en mayor medida, en la primera mitad del siglo xix. (El segundo factor que consideran
responsable los autores es el papel excesivo de la intervención del Estado en las décadas de 1870
y 1880.)
43
La primera cita puede encontrarse en Crouzet (1970: 86) y la segunda en Crouzet (1972a:
278). No obstante, en su libro de 1985, supuestamente acerca de la “superioridad” de Inglaterra
sobre Francia, Crouzet presenta una larga lista de “primeros” unidos y llega a la conclusión
bastante desganada de que: “Entre estos dos destinos hay muchísimas semejanzas y
convergencias” (1985: 454).
“También lo caracteriza como “responsable pero no excepcional” (p. 67), lo que es un
poquito más fuerte que “meritorio, pero no más que eso”.
función de la fuerza de sus respectivas empresas industriales. También estuvo
en muy gran medida en función de su capacidad de restringir los costos de la
68 IMMANUEL WALLERSTEIN

mano de obra, de garantizar un aprovisionamiento externo constante y de


obtener mercados adecuados para su producción. Y ésta era más una labor
política que una cuestión de mejorar sus respectivas eficiencias económicas que,
en una escala mundial, eran bastante altas para ambas naciones. Por
consiguiente el papel operativo de los estados era fundamental, pero su uso era
una cuestión delicada, ya que los estados podían provocar daños, así como
asegurar ventajas. Los estados tenían que ser domesticados, manipulados y
dirigidos racionalmente. La política de los siguientes sesenta años habría de
concentrarse en este esfuerzo por “racionalizar” el papel del Estado; es decir, de
sintonizar la estructura del mismo a fin de maxi- mizar las posibilidades de
incrementar la “riqueza de la nación” y, especialmente, de quienes acumulaban
capital dentro de sus fronteras.
Este proceso se inició en el nivel interestatal. Desde el 18 de septiembre de
1814 y hasta el 9 de junio de 1815 se reunieron en Viena monarcas y cancilleres
europeos para decidir la paz que presumiblemente habría de regir Europa, lo que
llegaría a conocerse como el Convenio de Europa. A mediados de ese largo
cónclave Napoleón regresó de Elba por “cien días”, pero luego fue derrotado,
final y definitivamente, en Waterloo, el 18 de junio de 1815. Siempre es más
difícil llegar al consenso respecto a la paz que respecto a la guerra. Sus objetivos
son más a largo plazo y más numerosos; por eso dividen a los pacificadores.
Sólo Gran Bretaña se había opuesto irrevocablemente a Francia (y desde una
época anterior a Napoleón). Austria, Rusia y Prusia habían tenido un historial
variado en el periodo de las guerras. Por consiguiente, Gran Bretaña fue el
primer ganador de la serie de guerras de 23 años de duración (que sería mejor
considerar una guerra única), así como del debate de 150 años por la hegemonía
en el sistema-mundo. Tenía todas las razones para mostrarse calmada,
equilibrada y decidida. Desde luego, quería estar segura de que Francia nunca
más se levantase para desafiarla. Pero después del fracaso de los cien días eso
no podía parecer un problema demasiado grande. Probablemente lo que pesaba
más en el pensamiento de lord Castlereagh era cómo impedir que las otras tres
grandes potencias ampliasen indebidamente su poder, especialmente en vista de
que no compartían del todo la visión que Gran Bretaña tenía del mundo ni, desde
luego, sus intereses económicos.
Por otro lado, ya quebrantado el poder militar francés, Gran Bretaña sólo
debía preocuparse por la fortaleza militar rusa y por sus posibles ambiciones
expansionistas. Por decirlo en el lenguaje del siglo xx, sólo había dos
“superpotencias”, aunque de hecho no existía una posibilidad real de
confrontación militar entre ellas.45 El verdadero problema de Castlereagh era que
tenía un rival en la construcción del orden político, el príncipe Metternich, que
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 69

usaba su habilidad diplomática y el hecho de que representaba las sensibilidades


políticas del trío “oriental” —Austria, Prusia y Rusia— para contrabalancear la
fuerza mundial de Gran Bretaña. La valoración de Henry Kissinger (1973: 5) es
que Castlereagh “negoció el acuerdo internacional” pero fue Metternich el que
“lo legitimó”:

Castlereagh, tranquilo con la certeza de la seguridad insular de Inglaterra, se inclinaba a oponerse


sólo a la agresión explícita. Pero Metternich, estadista de una potencia ubicada en el centro del
conünente, procuraba por encima de todo prevenir los trastornos.46

45
Véase Kraehe (1992: 693). Schroeder (1992a: 684) habla incluso de una “hegemonía
británica y rusa compartida”, pero me parece que esto es inflación verbal. Véanse también Jervis
(1992), Gruner (1992) y Schroeder (1992b). Por lo que se refiere a Austria y Prusia, eran “grandes
potencias sólo por cortesía” (Hobsbawm, 1962: 129).
Halévy (1949a: 95) capta bien la valoración británica de la situación militaren 1815: “Desde
luego no había ninguna razón de seguridad nacional que impidiese que los ingleses redujesen sus
gastos en el ejército. Inglaterra no tenía entonces enemigos que temer. Después de una guerra
que se extendió a lo largo de más de un siglo el poder de Francia por fin se había quebrantado.
Cartago había conquistado a Roma.”
46
Sobre Metternich, véase también Schroeder (1992a). Acerca de Gran Bretaña, Webster
(1925: 48-49) destaca de manera similar su sentido de separación del continente europeo y la
constante prioridad que trató de concederle a los problemas marítimos e imperiales. “El poder en
el océano y los derechos marítimos seguían siendo vistos verdaderamente como el baluarte del
poder [...] Ni siquiera se admitía someter a discusión los ‘derechos marítimos’. El ‘derecho de
búsqueda’ y otros principios del derecho internacional, no aceptados por ninguna otra gran
potencia, se preservaron así con todo su vigor... [No obstante] los ‘derechos marítimos” nunca
fueron ejercitados nuevamente [después de 1815].”
Es verdad que Castlereagh era más “aislacionista” de lo que lo serían sus sucesores, pero
sería un error confundir la arrogancia tory con una estrategia a largo plazo. Momentáneamente,
en 1815, entre la insularidad de Castlereagh y el momento de romántica exuberancia del zar
Alejandro, podemos observar lo que Weill (1830: 14) denominó el “curioso hecho de que la
mayor parte de estos proyectos constitucionales tenían como defensora [en 1815] a la aristocracia
rusa y como adversarios a los diplomáticos británicos: esos tories orgullosos pensaban que sólo
su país era capaz de mantener en funcionamiento un sistema de libertad que dejaría el poder en
manos de la aristocra-
Por mi parte, yo diría que Metternich trató de imponer cierta forma de
legitimación que no era realmente del gusto de Gran Bretaña, y que esta nación,
de hecho, terminaría por triunfar. De cualquier manera, no tardó en ser evidente
70 IMMANUEL WALLERSTEIN

que Metternich no previno demasiado.2960 2961


De cualquier manera, iba evidentemente en pro del interés inmediato de Gran
Bretaña (por no hablar de su estrategia de largo plazo) restablecer a Francia a
una posición en la que pudiese servir como aliado potencial en las luchas
político-diplomáticas (incluso si Francia se molestaba en ocasiones por su papel
de socio minoritario). De hecho se podría afirmar que Francia fue el gran
triunfador del Congreso de Viena, puesto que “la característica más impactante
del acuerdo de paz posnapoleónico fue, más allá de toda duda, la generosidad
que se mostró hacia la potencia derrotada” (Schenk, 1947: 45). 2962 Esto, por lo
general, y con cierta justicia, se le atribuye al ingenio de Talleyrand. Sin
embargo, no se debe subestimar el papel que desempeñó la comprensión de
Gran Bretaña de lo que se requeriría para estabilizar un régimen no napoleónico
en Francia. Un informe secreto escrito (por M. Gallars) en abril de 1816 al
embajador británico en París (sir Charles Stuart), y transmitido luego a lord
Castlereagh, indica exactamente lo que temían los británicos:
La convulsión general provocada por la revolución subsiste aún en los espíritus puesto que la
autoridad, que durante tanto tiempo se depositó en manos de civiles, ha perdido su majestad,
que había sido la base de la confianza y del respeto [y] porque la religión perdió todo su control
sobre esa clase de hombres que, por carecer de una educación adecuada, no conocen las leyes
de la moral y no pueden ser intimidados por los temores del infierno y del patíbulo (citado por
Schenk, 1947: 49).

Debido a estos temores, los británicos, incluso los ultrafories como

cía”. ¡Bravo! Bien dicho, en el perfecto espíritu del comentario francés ácido sobre el mundo
del poder.
En todo caso Castlereagh consiguió en Viena lo que Gran Bretaña consideraba esencial y
deseaba de inmediato: “Mantuvo su dominio sobre los mares; obtuvo seguridad general y local;
adquirió posesiones importantes” (Nicolson, 1946: 211), a saber, una serie de islas y puertos
estratégicos en las vías marítimas mundiales, adquiridos en el periodo 1783-1816. La lista
puede encontrarse en Wallerstein (1989: 122).
2961
De hecho Metternich lo reconocería cuando, en 1830, dijo de la revolución
de julio en Francia que había tenido “el efecto de romper el dique” (citado, sin nota al pie, en
Vidal, 1931: 34). Hobsbawm (1962: 123) está de acuerdo: “Las revoluciones de 1830
destruyeron absolutamente” el acuerdo de 1815. Pero, para ser más exactos, destruyeron la
versión de Metternich, a fin de proteger mejor la versión británica. Weill (1930: 4) habla del
periodo 1815-1847 como el del “fracaso” de la Santa Alianza, que “no podía resistir ni el
progreso de la idea nacional ni la apasionada propaganda de los partidos liberales”.
2962
De hecho, Clapham (1930: 317) considera que todos ellos fueron demasiado
generosos: “Los europeos continentales coincidieron con los isleños [en los años posteriores a
1815] en que las islas tenían una temible carga de deuda y un sistema impositivo radicalmente
malo. Pocas veces se señalaba que una razón de la carga de esa deuda era la negativa política y
caballerosa de Castlereagh y de Wellington de considerar arrebatarle a Francia indemnizaciones
de guerra de importancia.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 71

Wellington, estaban del lado de los asesores más moderados que rodeaban a
Luis XVIII, temerosos de que una gran dosis de medicina reaccionaria fuese
rechazada por el “paciente”, que podría entonces “recaer en su antigua ilusión
revolucionaria izquierdista” (Schenk, 1947: 130-131).2963 Nada que pudiese
hacer Gran Bretaña haría más por fortalecer la autoridad de Luis XVIII que la
rehabilitación diplomática de Francia.
En realidad, la rehabilitación de Francia contribuía a la capacidad de Gran
Bretaña de ejercer su hegemonía. Las fórmulas algo simplistas de Castlereagh
—Nicolson (1946: 155) habla de su sueño de un “equilibrio ideal, calculado
casi matemáticamente en términos de población y de poder”— fueron luego
suavizadas y mejoradas por la “concepción más realista” de Talleyrand, lo que
le permitió a éste (y por consiguiente también a los británicos) darle la cara al
mundo con “lucidez, elasticidad y velocidad”. Así fue como Francia fue
admitida en el círculo interno. La llamada Cuádruple Alianza que se foijó en
Viena en 1815 fue remplazada por la Quíntuple Alianza (o la Pentar- quía de
las Grandes Potencias) en Aix4a-Chapelle, en 1818. Como señala Dupuis
(1909: 165), eso lo cambió todo:

El ingreso de Francia al directorado europeo pareció aumentar la fuerza y autoridad de éste; en


realidad, las debilitó [...] El peligro francés se desvaneció en las brumas del pasado; ahora sería
más fácil expresar diferencias de opinión o ir en pos de intereses contradictorios. 2964
Desde luego, la visión de Metternich era muy diferente de la de Gran Bretaña.
En septiembre de 1815 los tres monarcas del “este”51 firmaron el documento que
llegó a conocerse como la Santa Alianza, el compromiso de trabajar de consuno
para mantener el statu quo en Europa, en caso necesario mediante la
intervención en países amenazados por una revolución. 52 Gran Bretaña no se
unió a los signatarios. El príncipe regente se excusó sobre la base de que,
constitucionalmente, necesitaba contar también con la firma de un ministro. Se
contentó con endosar las “máximas sagradas”. Castlereagh se negó a transmitir
el documento a su gobierno sosteniendo que era “una muestra de sublime
misticismo y sinsentido” (Weigall, 1987: 111; véase también Ruggiero, 1959:
93). Pero Metternich no tenía nada de místico. Era, simplemente, un verdadero
creyente en el antiguo régimen, como puede verse con toda claridad en sus
Memorias, cuando analiza los movimientos en pro del cambio en Francia,

2963
Schenk (1947: 132) señala además que “Wellington [...] previo con una penetración
notable que a los Borbones les esperaba el destino de los Estuardo”.
“Mientras que Gross (1968: 45) dice que el proceso de consulta y de conferencias sobre los
intereses mutuos instituido por el Acuerdo de Europa “proporcionaba algún tipo de cuerpo
directivo autonominado para el mantenimiento y la manipulación del equilibrio de poder sobre
el cual la paz europea descansó precariamente durante
72 IMMANUEL WALLERSTEIN

Alemania, Italia y España:

En los cuatro países las clases agitadas están compuestas primordialmente por hombres
acaudalados, por verdaderos cosmopolitas que se aseguran de su ventaja personal a expensas
de cualquier orden imperante en las cosas: funcionarios al servicio del Estado, hombres de
letras, abogados y los individuos 2965 2966
responsables de la educación pública [...] Este mal puede describirse con una sola palabra:
presunción (citado de 3: 465, 467, en Boyle, 1966: 832-833).

Gran Bretaña era lo bastante fuerte como para ignorar la presunción.


“Cuando Castlereagh se opuso a la revolución, no fue, como en el caso de
Metternich, porque era ‘antinatural’ sino porque era des- estabilizadora”
(Kissinger, 1973: 32, 35). Y continúa: “Las revoluciones, aunque indeseables,
no representan [para él] un peligro real”. Para Gran Bretaña no parecía quedar
ningún obstáculo para “el único gran interés expansionista” que tenía: el del
comercio y la inversión (Hobsbawm, 1962: 134). Gash (1979: 282) dice que
Gran Bretaña era “una potencia saciada”. Por lo tanto procuraba —y bien podía
darse el lujo de no procurar otra cosa— “influencia sin enredos” (Evans, 1983:
196-203).53 Con un “pacifismo pragmático” (Polanyi, 1957: 5) Gran Bretaña
“sabía cómo obtener lo máximo de su preponderancia” (Renouvin, 1954: 131).
Una manera de hacerlo consiste en concentrarse no meramente en el
comercio mundial sino en convertirse en proveedor de préstamos públicos a

unos cien años”, Dupuis (1909: 192) me parece más preciso cuando sugiere que esto realmente
no duró mucho: “El Congreso de Verona [1822] le puso fin al periodo de prueba de un gobierno
común de Europa por medio de frecuentes deliberaciones entre las grandes potencias sobre
asuntos de interés para todos.” El Acuerdo de Europa se había convertido, en el mejor de los
casos, en un “sindicato intermitente de intereses” (p. 503).
Renouvin (1954: 57) ubica el fin de la acción concertada incluso antes, con el documento
presentado al gabinete el 5 de mayo de 1820 relativo a la propuesta intervención en España. El
documento afirmaba que la alianza “nunca se pretendió como una unión para el gobierno del
mundo o para la supervisión de los asuntos de otros estados. [Gran Bretaña] no puede ni desea
actuar a partir de principios de precaución abstractos y especulativos” (citado en Crawley,
1969: 674-675).
2966
Para que no me vayan a acusar de utilizar un concepto posterior a 1945, véase el análisis
que hace Temperley (1925a: 23) de la Circular de Troppau (8 de diciembre de 1820) emitida
por Austria, Prusia y Rusia en una conferencia en la cual Gran Bretaña y Francia insistieron en
mantenerse como meros observadores: “La doctrina así proclamada era que la insurrección
revolucionaria, incluso si se trataba estrictamente de una cuestión de cambio interno, jamás
podría ser reconocida por los tres déspotas militares del este de Europa.”
52
En relación con la Santa Alianza como pilar del acuerdo posterior a 1815, véase Seton-
Watson (1937: 47-49). Schenk (1947: 41) nos recuerda que la invitación a incorporarse a la
Santa Alianza se les hizo a todos los estados europeos con excepción del imperio otomano. “El
carácter cristiano del pacto brindaba una justificación.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 73

otros estados. Dichos préstamos fueron en gran medida, durante una generación,
un monopolio de los Rothschild, y solían ser “préstamos en apoyo de la
revolución, más que de la legitimidad”, es decir, préstamos a América Latina,
Grecia, España y Portugal. Las ofertas de intercambio accionario, por lo tanto,
“apelaban a esa mezcla de idealismo político y estrategia comercial que era el
tono dominante de la opinión pública británica”. A su vez, las garantías de esos
préstamos (que entre 1815 y 1830 ascendían a unas 750 000) representaban una
“acumulación de bienes fácilmente negociables en el extranjero” y resultaron
ser una divisa disponible para “financiar el comercio cerealero” (Jenks, 1927:
44-45, 61-62).54

“Véase también Condliffe (1951: 203-209). Como de costumbre, Imlah (1958: 2) es el que
lo expresa de manera más brillante: “Lo que se volvió distintivo en la pax britan- nica [más que
el poder militar] era la influencia que ejercía sobre las actitudes de otros pueblos y, por
consiguiente, sobre las políticas de otros gobiernos, gracias a su propia libertad y a su política
sumamente provechosa.”
54
Jenks (p. 63) también señala que en el caso de América Latina esos préstamos eran
“viles”, ya que se los usaba primordialmente para comprar armamento. “La violencia, la
corrupción, la inestabilidad, la imprudencia financiera que caracterizaron a la mayoría de las
repúblicas sudamericanas durante una gran parte del siglo se pueden atribuir, en buena medida,
a la temprana laxitud del mercado monetario londinense.” ¿Estamos seguros de que era laxitud?
Una estructura de hegemonía en el sistema-mundo no podía ser estable si no
estaba asegurado el frente interno, y a partir de 1815 Gran Bretaña estuvo en
problemas. La combinación de una población creciente, zonas urbanas e
industriales en expansión, y el grave declive económico posterior a las guerras,
representaba “un agregado de males sociales que llegó a ponerse bajo control al
cabo de medio siglo” (Gash, 1979: 2). La opción esencial en términos
presupuéstales para el gobierno era si debería poner énfasis en la reducción de
los gastos, incluyendo los gastos sociales, y abriendo al máximo la economía, o
adoptar las políticas más cautelosas y proteccionistas propuestas por la mayoría
de los seguidores de los tories que estaban en el poder. “De hecho [el gobierno]
oscilaba entre las políticas rivales” (Halévy, 1949b: 46) , 56
Aunque en el momento de la llamada reacción tory la variante británica de
la ideología conservadora fue relativamente “esclarecida” desde el principio, si
bien a veces un poco a regañadientes. Sin duda el toryismo hacía hincapié en el
“sentido de armonía de la sociedad” (Brock, 1941: 35). 56 El problema era qué
significaba esto en términos prácticos. Para Halévy (1949a: 199) la reacción
tory, a final de cuentas, representó muy poco. Las pasiones políticas explotadas
por los líderes tories, los lemas que tenían tan frecuentemente en los labios, no
diferían en nada esencial de la masa de sentimientos y lugares comunes que
habían compuesto al grupo whig de seis décadas antes.57 Y Brock (1941: 35, 76)
74 IMMANUEL WALLERSTEIN

remonta la marginalización de los viejos o “altos” tories, “que se resistían a las


reformas dondequiera que apareciesen” a la época en que lord Liverpool fue
ministro (1812-1827, pero especialmente en su versión reorganizada a partir de
1822). Dice que ese ministerio fue “el primero de esos gobiernos decimonónicos
que, sin poder ser llamados ‘reformistas’, pueden sin duda ser denominados

“Halévy continúa diciendo que “la primera triunfó claramente cuando, en 1819, por la
restauración del pago en especie, la escuela de Ricardo logró una sonada victoria y, además, en
el momento mismo en el que Ricardo se compró un escaño en la Cámara de los Comunes”.
56
Brock continúa: “No debe gobernar ni un rey, ni los lores, ni los comunes ni el pueblo,
sino que cada uno tiene su esfera asignada y cada uno de ellos puede perturbar el equilibrio si
se sale de la misma.”
57
Halévy (1949a: 200) enumera como puntos de coincidencia de la política: el gobierno
como el partido de la guerra y de la defensa firme de las libertades en Europa; el apoyo social
al gobierno; la no intervención de los militares en el gobierno; la reforma de los servicios
públicos; una constitución mixta con una asignación difusa de poderes.
‘mejoradores’”.2967 No se trataba tanto de que los conservadores pensaban que
la mejora debía ser lenta como de que creían que no tenía que ser planeada
conscientemente ni construida intelectualmente; debía aparecer, simplemente,
como sereno consenso de los hombres sabios.2968
El problema inmediato de semejante táctica era que, en una época de
inquietud económica, a veces la paciencia de las clases trabajadoras llegaba a su
límite. Es bastante difícil implementar la mejora como consenso sereno en
medio del desorden social. Antes de que Gran Bretaña pudiese lanzar las
mejoras, por lo tanto, el gobierno pensaba que era necesario poner control sobre
el desorden, y la vía que escogió fue la represión. En los años de guerra no había
faltado la represión de la inquietud social, desde la de los jacobinos ingleses en
la década de 1790 (véase Thompson, 1997) hasta la de los luditas en 1811-1812.
En 1815 la paz acarreó la adopción provocadora de las Leyes de los Cereales

2967
Asa Briggs (1959) describe el periodo entre la década de 1780 y el año de 1867, en
Gran Bretaña, como la “era del mejoramiento”.
2968
De hecho, en el siglo xx habría académicos conservadores que sostendrían que eso fue
realmente lo que ocurrió. Hart (1965: 39) analiza lo que denomina la “interpretación tory de la
historia” (refiriéndose a historiadores como David Roberts, Oliver MacDonagh y G. Kitson
Clark), en contraposición con la interpretación whig, que hace hincapié en los hombres y las
ideas: “Al explicar el progreso en la Inglaterra del siglo xix minimizan el papel de los hombres
y las ideas, especialmente el de los benthamitas; consideran que la opinión, con frecuencia
movilizada por una conciencia cristiana, era en general humanitaria; que por lo tanto los males
sociales eran atacados y manejados cuando la gente sentía que resultaban intolerables; que
muchos cambios no fueron premeditados ni planeados en sentido alguno, sino resultado de
procesos ‘históricos’ o de ‘fuerzas ciegas’. La implicación es que el progreso social, en el
futuro, igual que en el pasado, tendrá lugar sin esfuerzo humano; si nos limitamos a dejarnos
llevar por la corriente en un bote oakeshottiano, todo va a ser para bien.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 75

(precisamente las que fueron derogadas con tanta conmoción en 1846). Estas
leyes produjeron “un movimiento de petición en una escala sin precedentes”
(Stevenson, 1970: 190).2969 En 1817 el denominado levantamiento de Pentrich,
de los tejedores que usaban telares manuales (que no llegó a ser una revolución
pero que les pareció tal a algunos en ese momento) condujo a la suspensión del
habeas Corpus y a que se ahorcase a los dirigentes.61 Una reunión masiva de
unas sesenta mil personas en Manchester, en agosto de 1819, en St. Peter’s
Field, Manchester (después de reuniones parecidas en Birgmingham, Leeds y
Londres) desató una reacción de pánico que ha llegado a ser conocida como la
masacre de Peterloo. (Este sardónico juego de palabras con el nombre de
Waterloo ha quedado grabado irrevocablemente en los manuales de historia.) El
Estado respondió a su propio pánico creando los “once mártires” y aprobando
las “Seis Leyes”, así como aumentando el tamaño de las fuerzas armadas (10
000 soldados y 2 000 marinos) (véase Read, 1958: 186-189).62 Por

Los argumentos contra las Leyes de los cereales eran muy poco más altruistas. Read (1958:
11-12) esboza los motivos de los industriales: “Quienes se oponían en Manchester a las Leyes
de los cereales en 1815 no pensaban en los términos de justicia social que usaría también la
Liga contra las Leyes de los cereales. Sus argumentos tenían que ver, desembozadamente, con
la mano de obra barata. El alto precio de los alimentos, afirmaban, obligaría a los patrones a
pagar salarios altos y en consecuencia sus productos perderían importancia en los mercados
mundiales.”
Véase la evaluación que hace Coleman (1988: 35, 39) de todo el periodo que llevó a
Peterloo y culminó allí: “El ‘hábito de autoridad’ que se les atribuyó a las clases dominantes
de la Gran Bretaña del siglo xix se convirtió en autoritarismo cuando, a comienzos de la
centuria, se vio cuestionado. Algunos de los medios de represión eran informales —como
presión y acoso social, el cambio de proveedores por parte de los adinerados, el estímulo o la
connivencia con la violencia de los movimientos lealistas— mientras que otros eran formales
y legalistas, como el mayor rigor de las prohibiciones y controles estatutarios, las campañas de
persecución, el aumento de asentamientos militares para aterrorizar o desalentar a los
opositores. [El] gobierno se encontró reforzado. Al margen de lo que la posteridad pensase de
Peterloo, ésa fue la verdadera lección de 1819.”
“Véanse Briggs (1967: 43); Evans (1983: 181-186). White (1973: 175) observó acerca de
los ahorcados que “lord Colchester expresó su gratificación porque el acontecimiento había

2969
En Londres, “creó escenas que, una vez más, evocaron recuerdos de los motines de
Gordon” de 1780. Sobre la adopción de las Leyes de los cereales de 1815 véase Holland (1913:
cap. 10). El gobierno había implementado estas leyes ostensiblemente para garantizar el abasto
de alimentos. Hilton (1977: 303) ofrece esta justificación: “Cuando la caída de precios de 1814-
1815 presentó la amenaza de que hubiese grandes pérdidas en la inversión agrícola en tiempo
de guerra, un abandono generalizado del cultivo y una huida del capital de la tierra, los
ministros intervinieron para impedir una inapropiada [¡sic!\ desviación de dinero a la industria,
y también para excluir los excedentes extranjeros lo bastante grandes como para haber
arruinado a los granjeros, pero demasiado pequeños como para alimentar a los consumidores.”
El argumento parece interesado.
76 IMMANUEL WALLERSTEIN

servido para eliminar la nociva ilusión de que ‘la alta traición era un delito por el cual las
personas de baja condición no eran castigadas’. Otro privilegio de la aristocracia se había hecho
extensivo a la flamante democracia.” Acerca del papel central de los tejedores en el radicalismo
de este periodo véanse Clapham (130, 1: 178- 180); Prothero (1979) y Read (1958).
62
Las Seis Leyes, aprobadas el 23 de noviembre de 1819, eran la Ley de Prevención de
Adiestramiento (prohibición del adiestramiento en el manejo de armas); la Ley de Confiscación
de Armas (el derecho a buscar armas y efectuar arrestos); la Ley de Delitos Menores (para
reducir las demoras en el proceso judicial); la Ley de Reuniones Sediciosas (para impedir las
reuniones de más de cincuenta personas, que sólo podían encontrarse en la parroquia en la cual
residían habitualmente, e incluso en ese caso último, en febrero de 1820 fue expuesta,
por su agent provocateur, la conspiración de la calle Cato para volar a todo el
gabinete, y se ahorcó a cinco personas. ¿Cómo debemos ver este periodo de
desorden? Brock (1941: 1) sostiene que “sigue siendo el único periodo del siglo
xix en el cual pudo haberse dado una revolución”.2970 2971 Esto parece una
hipérbole poco amistosa. En contraste, Thomis y Holt (1979: 124) llegan, acerca
de la “amenaza revolucionaria”, a la conclusión de que “la impresión más
perdurable” que deja es la de la “debilidad” de “un movimiento exclusivo de la
clase trabajadora, sin intervención de la clase media”.2972 Tal vez sea así, pero
de cualquier manera se puede coincidir con White (1973: 192) que, como
resultado, “con Peterloo y con el final de la Inglaterra del periodo de la
Regencia, la reforma parlamentaria llegó a su mayoría de edad”. El sereno
consenso de los hombres sabios consistiría en que la combinación de la
represión seguida por la reforma (pero no la una sin la otra) era la mejor garantía
de la estabilidad política a largo plazo.
Esto queda aún más claro cuando se recuerda que los trastornos no se
limitaban a Gran Bretaña. En 1819-1820 abarcaron toda Europa. Metternich
reaccionó promoviendo la intervención en Nápoles y España en el Congreso de
Troppau en 1820. Como ya vimos, el gabinete británico rechazó formalmente
esta idea, a pesar de la “creciente simpatía” que experimentaban los seguidores
de los lories por Metternich a la luz de su propia sensación de inseguridad “en
el control de las masas del pueblo” (Webster, 1925: 176-177). Las mentes más
frías veían que esa batalla ya estaba ganada y que era momento de pasar de la

podían recibir la orden de dispersarse; y que de cualquier manera no podían portar armas,
desplegar banderas, usar tambores, tocar música o presentarse con ropaje militar); la Ley de
Blasfemia y Libelos Sediciosos (que restringía el papel de la prensa radical), y la Ley de
Estampillas de Derechos para los Periódicos (que ampliaba las estampillas de derechos a las
publicaciones que aparecían más de una vez cada 26 días y costaban menos de seis peniques sin
impuesto). Véase también Prothero (1979: 75).
2971
Con ánimo reprobatorio, Brock (pp. 35-36) sostiene que “los disturbios radicales de
1816 a 1819 retrasaron, en lugar de impulsar, la causa de la reforma parlamentaria. Los lories
estaban más convencidos que nunca de la maldad de los reformistas, y los whigs se volvieron
tibios en una causa que veían tan apoyada”.
2972
Thomis y Holt reprueban además (p. 127) el temor a una revolución inminente: “En
vista de tal evidencia de debilidad del lado revolucionario, la explicación de que no se produjese
una revolución a finales del siglo xvm o a principios del xix no necesita buscarse en la fortaleza
de la posición del gobierno y en las fuerzas de que disponía.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 77

represión a la reforma, o por lo menos a las mejoras.


Inicialmente Francia, en muchos sentidos, padeció menos descon-
tentó popular que Gran Bretaña por la caída económica posterior a la guerra. Tal
vez se debió al hecho de que los franceses estuviesen tan involucrados en la
reconstrucción del aparato de gobierno. Quizá fue por el legado de estructuras
revolucionarias, pese al hecho de que se suponía que Francia estaba viviendo
una restauración. A lo mejor fue la mayor necesidad de controlar a un grupo de
“ultras” que aceleraban el paso del centro liberal. Tal vez, más que nada, fue la
presunción excesiva de los “ultras”, que puede haber distraído la atención de las
cuesdones sociales.
Incluso podría decirse que fue Napoleón el que inició la reestructuración. En
sus Cien Días se había “convertido al liberalismo”. Enfrentado a un Luis XVIII
que había proclamado una constitución liberal, le dijo a la Cámara de los Pares
dos semanas antes de Waterloo: “He venido a inaugurar la monarquía
constitucional” (Suel, 1953: 180). Lo que logró de hecho esa “reaparición
mesiánica” de Elba fue obnubilar la imagen de Napoleón como tirano y
restablecer su imagen de revolucionario. Logró así dejar un legado. “Las tres
naciones que dominaron la tradición revolucionaria de principios del siglo xix
—Francia, Italia y Polonia— fueron precisamente aquellas en las que más
desarrollado estaba el culto a Napoleón” (Billing- ton, 1980: 129).
En 1814 el rey, que todavía no se sentía muy seguro en su trono, buscó apoyo
en el centro. Como no deseaba conceder por principio el concepto de control
popular, promulgó por edicto una Carta que garantizaba gran cantidad de los
logros “populares” de la revolución: igualdad ante la ley, en materia de
impuestos y para el servicio militar; libertad de expresión y religión (aunque el
catolicismo volvería a ser la religión del Estado); mantenimiento del código civil
de Napoleón; continuidad de los títulos y jerarquías concedidos en el régimen
anterior; seguridad de las propiedades que habían sido confiscadas y vendidas
bajo los procedimientos revolucionarios y, por encima de todo, continuidad del
Estado centralizado. Por supuesto, un elemento de este compromiso fue el hecho
de que, políticamente, la primera restauración se llevó a cabo con la connivencia
de muchos de los principales seguidores de Napoleón, que habían negociado su
propia continuidad en los cargos (véase Zeldin, 1959: 41). Pero es importante
señalar que, si bien algunas de esas mismas personas se comprometieron con el
rey durante los Cien Días y luego fueron purgadas —y en algunos casos
ahorcadas— en el Terror Blanco de la segunda
restauración, la Carta perduró. Era obvio que reflejaba algo más que un arreglo
circunstancial; era una elección política.
Ante el desaliento del rey, las primeras elecciones parlamentarias
78 IMMANUEL WALLERSTEIN

conjuntaron una asamblea ultrarrealista: los discípulos de Maistre, Bo- nald y


Chateaubriand. En el curso de un año los “moderados” leales a las preferencias
del rey se encontraron en una minoría parlamentaria. Y Francia entró a la
situación irónica en la cual los ultrarrealistas, los que estaban en favor de la
“tradición convertida en sistema y postulada como polídca”, 63 una tradición de
la cual el pilar era la monarquía, se encontraban en oposición con la encarnación
de ese pilar de la tradición. El rey disolvió esa asamblea y logró reunir una que
le resultaba un poco mejor, pero la lucha habría de continuar hasta 1824, cuando
los ultrarrealistas tuvieron un gran impulso con la sucesión del hermano de Luis
XVIII coronado como Carlos X. No obstante, ese definido giro hacia la derecha
conduciría directamente, desde luego, a la revolución de julio de 1830.
La batalla crucial y definitiva en torno a la creación del Estado liberal no se
libró en Gran Bretaña —donde, como hemos visto, se había ganado incluso
dentro del partido tory ya para la década de 1820— sino en Francia, donde los
legitimistas lucharon dura e incesantemente durante la restauración para
alcanzar lo que consideraban que debería haberse obtenido con la salida de
Napoleón: la restauración de una aristocracia privilegiada y una Iglesia
privilegiada; es decir, según su punto de vista, “¡la destrucción de la igualdad!”
(Elton, 1923: 103). De modo que cuando se encontraron bajo la autoridad de un
rey que deseaba gobernar racional y moderadamente —es decir, en el centro—
, porque era consciente de que el verdadero problema consistía en cómo
canalizar un sentimiento popular que ya no podía seguir siendo simplemente
ignorado como indigno de recibir atención, los legitimistas se volcaron contra
el rey y, por lo tanto, contra la tradición. Ya en 1817 Bonald (citado en Mellon,
1958: 102-103) observó claramente lo que estaba ocurriendo:

Nosotros, los que nos denominamos a nosotros mismos realistas, queremos que la realeza se
afirme por medio de la legitimidad; entonces, si comenza- 2973
mos a actuar en algún lado como miembros de la liga,66 debemos ser perdonados —y hasta
encomiados— ya que es porque pensamos que la realeza se está oponiendo a la legitimidad, y
que hacemos bien al servir [a la realeza] contra sí misma.67

Los legitimistas se autodestruyeron. Por un lado, llegaron a estar en favor de


un Estado autoritario, que no es lo mismo que estar a favor de uno absolutista,
ya que implica una tonalidad populista o por lo menos antielitista.68 Al mismo
tiempo, “su adhesión a la monarquía absoluta y al derecho divino [su esfuerzo

2973
Ésta es la definición que da Rémond (1982: 22) de los “ultras” como uno de los tres
“derechos” de Francia; los otros dos eran los orleanistas (conservadores-liberales) y los
nacionalistas-bonapartistas.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 79

por servir a la realeza en contra de sí misma] los llevó a oponerse a la monarquía


constitucional y a volverse partidarios del parlamento” (Ruggiero, 1959: 174).69
Peor aún, se volcaron a una ampliación del sufragio, pensando que el voto de la
clase media podía ser diluido por el sufragio campesino “tradi- cionalista”. Y,
al hacerlo, destacaron aún más el papel del parlamento. Louis Blanc, que
escribía en 1841 (1: 73), era lúcido:

¿Qué le importa a la historia lo que quería hacer la Cámara de 1815? Su legado es lo que
hicieron. Ellos fueron los que proclamaron el dogma de la

“Referencia a la “Santa Liga” francesa del siglo xvi, que combatió contra los protestantes,
a los que procuró expulsar definitivamente del país, [ T .]
67
Archives, I, 1817: 10 (citado en Mellon, 1958: 102-103).
68
Lecuyer (1988: ii) señala, en su prefacio del editor a una nueva publicación de Bonald
realizada en el decenio de 1980, que cuando se publicó la Théorie du pouvoir politique..., en 1796,
fue prohibida por el gobierno francés (el Directorio), de modo que tuvo pocos lectores en
Francia. Pero Bonald tuvo “un lector notable: Bonaparte oyó hablar del libro en su época y
parece haberlo encontrado especialmente de su gusto”. El hecho de que el mismo Bonald fuese
ferozmente antinapoleónico en los años por venir, precisamente sobre la base de que Napoleón
era un tirano (véase Koyré, 1946: 57, n. 6) es irrelevante, ya que la lógica de su posición lo
impulsaba hacia una dirección autoritaria moderna, como lo aprecia Béneton (1988: 43): “como
la verdadera razón es enteramente social, toda innovación debe ser considerada a priori
perniciosa y peligrosa [...] Lo más peligroso es una nueva idea [...] Por eso es necesaria la
censura de libros [...] La primacía de lo social justifica apelar a las autoridades seculares. De
esta forma, el tradicionalismo radical de Bonald culmina en una fórmula autoritaria”.
69
Esto permite que Ruggiero (1959: 85), liberal quintaesenciado, ataque a los legitimistas
por revolucionarios: “No hay nada (en el pensamiento de Maistre, Bonald, etc.] a lo cual pueda
aplicarse la palabra ‘restauración’ en su sentido apropiado. Es más bien una continuación de la
misma revolución que muestra un nuevo aspecto [...] Los monarcas del periodo moderno
realmente surgieron de una ruptura del universalismo de la edad media [...] El universalismo
religioso de la Santa Alianza, por lo tanto, está totalmente desconectado de la tradición; se
dirige contra la Declaración de los Derechos del Hombre y no es, en sí mismo, de carácter menos
revolucionario.” soberanía absoluta de la legislatura, y por eso fueron ellos quienes sin saberlo
sentaron las bases del silogismo por el cual, tras quince años de lucha, 1830 representa la
conclusión extraída... [El resultado de que Luis XVIII disolviese la Cámara fue que] los que se
autodenominaban ultrarrealistas se quedaron consternados y los que se llamaban a sí mismos
liberales aplaudieron. Tendría que haber sido a la inversa.

Por lo tanto no es sorprendente que fuesen estos mismos legitimis- tas


quienes para 1840 estaban formando el primer parddo político organizado de
Francia.
Los legitimistas les abrieron la puerta a los liberales, permitiéndoles
apropiarse de la revolución (y hasta de Napoleón) para tener una tradición
verdadera, disociándose, entre tanto, de los matices excesivamente
democráticos de la revolución.70 Esta había sido virtuosa pero había errado al
desviarse de su intención liberal original, dijeron Guizot71 y otros historiadores
80 IMMANUEL WALLERSTEIN

liberales (tema que Furet habría de revivir a finales del siglo xx), pero, “con la
Carta, resultó posible completar el catecismo: la revolución ha concluido y ha
triunfado”. De esa manera, “los liberales se convirtieron en los verdaderos
realistas y los ultras en los verdaderos revolucionarios” (Mellon, 1958: 47) , 72
Mellon considera que esta lectura de la historia de la Revolución francesa es

,0
Véase Mellon (1958: 3, 7): “La primera tarea política a la que se enfrentaron los liberales
[...] fue vender la Revolución francesa. Su misma existencia durante este periodo dependía de
su capacidad de justificar la Revolución, de exculparla de crímenes, de explicar a sus criminales
[...] En lugar de glorificarse en la ‘novedad’ de la Revolución, de su repulsa frente a siglos de
oscuridad y tiranía, los liberales de la restauración podían apoderarse de sus conexiones con
este pasado; contrarrestaban el esfuerzo conservador por leer a la Revolución fuera de la
historia francesa con una versión que sugeriría su deuda con el pasado, su continuidad.”
71
“La revolución, el resultado de la necesidad divina de una sociedad en progreso de
avance, basada en principios morales, emprendida en nombre del bien público, era la lucha
terrible pero legítima del derecho contra el privilegio, o de la libertad contra lo arbitrario y [...]
sólo ella, regulándose a sí misma, purgándose a sí misma, fundando la monarquía
constitucional, es capaz de consumar el bien al que dio inicio y reparar los males que cometió”
(Guizot, 1820b: 28). De modo que, como lo expresa Rosanva- llon (1985: 199): “entendida
desde esta perspectiva, la Carta de 1814, lejos de ser un compromiso bastardo, circunstancial,
parece, por el contrario, ser la culminación de una larga historia”.
72
Este análisis que hace Mellon en 1958 de la historiografía de la Revolución francesa
durante la restauración debería leerse junto con el análisis que lleva a cabo Kaplan en 1993 de
la historiografía escrita durante el bicentenario de la Revolución francesa. Plus (a change...
“un hito en el desarrollo del liberalismo europeo”. De esa forma, los liberales se
desradicalizaron y se distinguieron, en su propia opinión y cada vez más en la
de otros, de los “demócratas”. Liberalismo se volvió un término vinculado con
un statu quo moderado.2974 Perdió su “significado partisano al disolverse
semánticamente en un calificativo general de diversos ‘logros’ franceses
posteriores a 1789” (Manchal, 1956: 293). Y con eso podía pasar de representar
la oposición al despotismo napoleónico a continuar con la experiencia
napoleónica:

El liberalismo como práctica de gobierno se derivó de la misma matriz que la administración


napoleónica, con la única y prácticamente restringida excepción de la representación por
elección como límite al gobierno arbitrario. Igual que los funcionarios napoleónicos, los
liberales estaban convencidos de que encarnaban el progreso social y económico, favorecían la

2974
Como de hecho lo afirma Ruggiero (1959: 89) en su defensa del liberalismo: “La
verdadera restauración no está contenida en el Tratado de Viena, territorial, ni tampoco en la
política de la Santa Alianza, sino que se va dando por grados en la historia de las naciones
europeas en las cuales tradición y revolución, reaccionarios y jacobinos, colaboraron de
maneras opuestas en la labor común de restablecer el equilibrio y llevar a cabo una fusión de
lo viejo y lo nuevo”.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 81

ciencia y la tecnología y proclamaban principios racionales, utilitarios, como base de una


administración superior y neutra. La continuidad entre la experiencia napoleónica y el
liberalismo se vio acentuada por la fuerte defensa de los antiguos administradores imperiales
contra las pretensiones legitimistas de algunas monarquías de la restauración, así como por su
papel dirigente en plantear propuestas estadísticas para resolver problemas sociales (Woolf,
1991: 242).

Una vez que el liberalismo se deshizo, así, de sus asociaciones radicales,


tanto en Gran Bretaña como en Francia, se vio lanzado a su senda tecnocrática,
reformista. Para el gobierno británico de la época el problema más urgente a
resolver era el del dinero. En realidad, W. Cooke Taylor dijo en 1851 que Gran
Bretaña tenía que solucionar tres problemas urgentes después de 1815 —
“efectivo, cereales y católicos”—, pero nótese que puso el dinero en primer
lugar. En 1797, debido a dificultades económicas resultantes de gastos de guerra
y de una posición militar endeble, Pitt suspendió “temporalmente” los “pagos en
metálico” de los billetes del Banco de Inglaterra, preservando así sus reservas
metálicas,2975 pero “precipitando también una controversia que continuó durante
más de tres cuartas partes de un siglo” (Fetter, 1965: 1). Para ser más precisos,
hubo dos controversias. La reanudación marcó la culminación de la denominada
controversia metalista, la cual, a su vez, condujo a una segunda controversia
entre la llamada escuela bancaria y la escuela del efectivo. 2976 Los metalistas se
asustaron en 1809-1810 ante las presiones inflacionarias, que atribuían a la
excesiva emisión de billetes. Predicaban el remedio de la convertibilidad. Los
antimetalistas sostenían que el problema no podía resolverse mediante un
cambio de política monetaria, ya que era resultado de las extraordinarias
presiones de la época de guerra, y sería pasajero. El compromiso consistió en
posponer la reanudación hasta la llegada de la paz. Sin embargo, en ese momento
se instaló una aguda deflación y surgió una oposición considerable a toda

2975
Acerca de la sangría del tesoro desde 1793 hasta 1797 véase Clapham (1944, 1: 259-272).
Este autor (p. 172) habla de la “importancia crucial [del] metálico” del Ban-
co de Inglaterra “justo antes de la suspensión de los pagos en efectivo en 1797” (1: 172). Los
billetes emitidos por el Banco de Inglaterra no tenían respaldo legal en ese momento, y
“mientras el público aceptase los billetes del banco sin que tuviesen respaldo legal, el gobierno
y el banco lo preferían así”. Un elemento para evitar el término “respaldo legal” era que “en la
mente del público se asociaba con los assignats de la Revolución francesa” (Fetter, 1965: 59).
El colapso de los assignats en 1795 había conducido derecho a un aumento del uso del dinero
metálico en Francia, lo que a su vez había constituido uno de los factores que causó tal sangría
en el tesoro británico (véase Fetter, 1965: 11-21).
2976
Una síntesis de los intríngulis de estas dos controversias puede verse en Laidler (1987)
respecto a la controversia sobre el uso de metales preciosos y en Schwartz (1987) por lo que
toca a la escuela bancaria versus la del efectivo. Respecto a ambas controversias véase también
Fetter (1965: 28,187-192).
82 IMMANUEL WALLERSTEIN

restricción del crédito, que era a lo que equivalía la reanudación.2977 En ese punto
era en gran medida una controversia entre quienes (como los dirigentes de la
industria algodonera) hacían hincapié en la posición de Gran Bretaña en materia
de divisas, que se vería fortalecida por un patrón oro, y los que se preocupaban
por mantener los precios de los productos agrícolas, 2978
que no eran sólo los grandes terratenientes sino también los “hombres
pequeños”.2979
Cuánto espacio debía haber para el “hombre pequeño” una vez que Peterloo
demostró la rígida posición del gobierno era una cuestión que absorbía cada vez
más el interés público en Gran Bretaña. Resultaba evidente que la causa
subyacente del descontento popular era la “angustia”, y las instituciones de
asistencia existentes eran a todas luces insuficientes para impedir que las clases
trabajadoras “recurriesen a los disturbios” (Darvall, 1954:199).2980 Pese al hecho
de que Peterloo había sido un esfuerzo por intimidar a las clases trabajadoras,
cosa que se logró hasta cierto punto, las, clases gobernantes temían el creciente

2977
Por lo que se refiere a las implicaciones políticas del debate sobre la reanudación véanse
Jenks (1927: 25-31) y Fetter (1965: 95-103).
2978
“Los descontentos agrícolas se vieron agravados por la reanudación de los pagos en
efectivo. Se habían hecho contratos, se había tomado dinero prestado y se habían calculado los
impuestos con el régimen del papel. Con el regreso del patrón oro el valor del dinero ascendería,
los precios descenderían, y las deudas contraídas deberían ser pagadas en dinero de mayor
valor” (Brock, 1941:186).
“En este momento en el movimiento de protesta se traslapaban claramente las cuestiones
de los cereales y del dinero; de hecho, durante cierto tiempo se convirtieron en una única
cuestión [...] Sobre los deudores recayó una pesada carga [...] Uno de los grupos más
importantes de deudores era el de los granjeros [...] Los detalles técnicos de la manipulación
del dinero eran [...] de gran importancia para los cultivadores de cereales, por poco que los
comprendiesen. Y a los críticos les resultaba fácil olvidar los detalles y atacar a los economistas
políticos con sus ‘falsa especulación’ y ‘teorías abominables’ y ‘especialistas cambiarios’ que
parecían estar a cargo de la alta política. ‘ ¡Caray! Ahora se están convirtiendo en todo. Baring
colabora en el Congreso de los Soberanos, y Ricardo [que introdujo la legislación de la
reanudación] reglamenta las cosas aquí’ “ (Briggs, 1959: 204-205).
2979
“Todo estaba muy bien para los ricos, que podían obtener todo el crédito que
necesitaban para hacerle frente a la rígida deflación y la ortodoxia monetaria de la economía
después de las guerras napoleónicas; y que sufría el hombre pequeño, así como aquel que en
todos los países en todos los momentos del siglo xix requería crédito fácil sin ortodoxia
financiera” (Hobsbawm 1962: 58). “El regreso al patrón oro a partir de 1819 fue visto como la
reinstalación del poder monopólico de la clase rica que controlaba la provisión de dinero”
(Colé, 1953, 1: 110). Los radicales de clase media estaban del lado de la reanudación porque
pensaban que eso permitiría que el país “volviese a las tasas impositivas normales de tiempo
de paz” (Read, 1958: 64).
2980
Desde luego, lo mismo ocurría en los distritos rurales, donde había “dos clases
separadas cuyos intereses eran totalmente diferentes y discordantes [...] Cuando los capitalistas
se enriquecían, los trabajadores padecían. [Para 1815] en los distritos rurales de Inglaterra y
Escocia se había desarrollado un proletariado listo para una revuelta” (Halévy, 1949a: 249).
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 83

poder social de las mismas.


El debate entre liberales y conservadores (que es mejor que decir entre whigs
y tories, o incluso entre radicales y tories) no era sobre si existía un “problema”
por resolver. Era más bien sobre cuál era la mejor manera de resolverlo. Los
liberales se inclinaban por una legislación que diese poderes a los expertos,
mientras que los conservadores se inclinaban por una vaga entidad denominada
“intereses”.2981 Los tímidos inicios del enfoque legislativo se llevaron a cabo, no
obstante, bajo un gobierno tory, en 1817, con la Ley de Empleo de Pobres, que
brindaba trabajo en canales, caminos y puentes. La ley representó “un nuevo y
significativo punto de partida” puesto que “reconocía implícitamente” una
obligación de ayudar al “hombre pequeño” en una época de depresión (Flinn,
1961: 92).81 Al tímido esfuerzo legislativo debemos agregar los elementos
pacificadores del metodismo, la emigración y el imperio. Desde hace mucho se
discute el papel de las sectas protestantes en garantizar la estabilidad política de
Gran Bretaña.82 Las propuestas de Wilmot Horton de promover la emigración
como solución de la pobreza han sido calificadas de una política de “sacar a
patadas a los indigentes”.83 Y la emigración, a su vez, se vinculaba con el
imperio.
81
Flinn (pp. 84-85) señala que entre 1793 y 1811 el parlamento votó leyes de hacienda
para proporcionar asistencia a mercaderes, fabricantes y plantadores coloniales en dificultades.
La cuarta de esas leyes mencionaba “la amenaza consecuente al empleo”. Pero antes de 1817
las leyes sólo contribuían a aumentar la liquidez de los emprendedores y a promover obras
públicas específicas. La ley de 1817 involucraba también “el deseo de elevar el nivel de
empleo”. De hecho, la legislación social gubernamental era anterior a la ley de 1817. Existía
ya la Ley de Salud y Moral de los Aprendices, de 1802, que limitaba el trabajo de los aprendices
indigentes en los talleres de algodón a 12 horas diarias. Aunque tal vez se trataba más bien de
una derivación de las leyes de pobres isabelina que de una respuesta a la nueva fuerza social
de las clases trabajadoras (véase Heywood, 1988: 218), Peel, a instancias de Roben Owen,
presentó una segunda ley con los mismos lincamientos en 1815 (véase Ward, 1973: 56). Es
difícil trazar una línea, si acaso existe, entre la caridad social tory (nobksse oblige) y la prudente
aceptación tory de la necesidad de limitar las turbulencias sociales. Como quiera que sea, “el
conservadurismo peelista no era unánime en lo tocante a cuestiones laborales. La atención del
partido oficial bajo la dirección de Wellington y de Peel se ocupaba de otras cosas" (Hill, 1929:
181).
82
“Ofrecían una salida por la cual la desesperación del proletariado en épocas de hambre
y miseria podía encontrar alivio, oponían una barrera pacífica a la difusión de las ideas
revolucionarias y suplían la falta de control legal con el dominio de una opinión pública
despótica” (Halévy, 1949b: vi). “A su pasión por la libertad [los no conformistas] unían la

2981
“La idea de ‘intereses personales’ dominaba la actitud del partido tory hacia las clases
trabajadoras. Lo que se resistía con mayor persistencia a los esfuerzos de los reformistas
liberales para modelar la administración pública sobre líneas racionales, inteligibles, era el
viejo prejuicio dieciochesco en favor de los ‘intereses’ más que el Estado como unidad de
gobierno” (Hill, 1929: 92).
84 IMMANUEL WALLERSTEIN

devoción por el orden, y en úlüma instancia este último predominaba” (Halévy, 1949a: 424).
83
Johnston (1972: 64) defiende a Horton de esta denigración cuando dice que tenía una
verdadera “fe en el valor de las posesiones coloniales". Tal vez así fuese, pero la emigración
fue de tamaño significativo (cerca de 11 000 personas, o 1 de cada 19 emigrantes) y redujo el
problema. Y el gobierno la impulsó, como lo aclara el mismo Johnston (pp. 1-2): “Entre 1815
y 1826 el gobierno de lord Liverpool llevó a cabo seis experimentos distintos de emigración
con ayuda del Estado. [...] La emigración, igual que la reforma parlamentaria y que la
revocación de las Leyes de los cereales, fue una cuestión que encontró raíces en el sufrimiento
de las clases bajas.”
Otra preocupación era que los irlandeses y los escoceses de las tierras altas pudiesen
emigrar a las “áreas económicamente desarrolladas del Reino Unido” (Clapham, 1930:
El punto fundamental de la política británica en el periodo inmediatamente
posterior a 1815 parece haber sido la cautela. Se mostraban cautelosos respecto
a levantar las estructuras proteccionistas. Se mostraban cautelosos acerca de
resumir los pagos en metálico. La misma cautela podía verse en relación con las
colonias y el sistema mercantil. Los economistas políticos liberales eran
antiimperialistas por principio,2982 2983 pero había oposición a cualquier
“derogación repentina del sistema existente”. Aquí, como en todo lo demás, los
liberales apostaban con cuidado. Sí, libre mercado, pero no a expensas de la
acumulación de capital. Eventualmente se produjeron las modificaciones,
aunque “a los defensores del libre mercado les parecía que el antiguo sistema,
igual que Carlos II, tardó un tiempo desmesurado en morir” (Schuyler, 1945:
103).
Los liberales eran prudentes incluso en sus enseñanzas respecto a las
colonias. Los economistas liberales en general se preocupaban mucho por la

63). Obviamente lo harían y, obviamente, hasta cierto punto, esto resultó muy útil para los
empresarios. Pero a partir de determinado momento contribuyó al problema de la miseria social
urbana, mientras que la emigración de esas mismas personas fuera del Reino Unido no contaba
con esta desventaja. La Emigration inquiry of 1826-7 [Investigación sobre la migración de 1826-
1827] hablaba del “aumento infinito de migrantes irlandeses en potencia y [...] el riesgo para
el nivel de vida británico” (citado en Clapham, 1930:64).
2983
“Como enemigos jurados del mercantilismo y de todas sus obras, los economistas
[Ricardo, Malthus, Mili, McCulloch] se oponían, desde luego, al sistema colonial, y en un
momento en el que el imperio sin restricciones comerciales parecía una anomalía, sus
enseñanzas, naturalmente, eran de tono antiimperialista” (Schuyler, 1945: 70). Una de las
aseveraciones más enérgicas que hubo fue la de Huskisson (1825: 24) con ocasión de un debate
parlamentario relativo a ponerle fin al monopolio de la navegación: “De hecho [...] el
monopolio [colonial] es inútil o pernicioso. Es inútil cuando la madre patria puede brindar a la
colonia mercancías al mismo nivel, o uno inferior, que otros, y cuando no es capaz de hacerlo
el monopolio, al forzar una parte de su capital en empleos para los cuales no tiene una actitud
especial, es clara e indudablemente pernicioso.” Como verificación de estas verdades señala el
ejemplo del vigoroso comercio ininterrumpido con Estados Unidos después de su
independencia. En cuanto a impedir el acceso de la competencia extranjera, dice (p. 285):
“Todos los reglamentos tiránicos y los guardacostas de la vieja España no impidieron que sus
colonias se inundasen con las mercancías prohibidas de Inglaterra, Francia y Alemania.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 85

merma de las utilidades. Wakefield llegó a la conclusión de que las colonias


eran una respuesta parcial a la reducción de las oportunidades de inversión
rentable. James Mili (citado en Winch, 1963: 398), aunque aceptaba en general
las restricciones de Ricardo, concedió: “Si la colonización fuese una necesidad
económica para Gran
Bretaña, requeriría el apoyo gubernamental.”85 Wakefield desarrolló “una
concepción de imperio nueva, liberal”, con una justificación adecuadamente
benthamita de las colonias eficientes y autofinanciadas. 86 Las colonias del
imperio de la Regencia fueron entonces realmente diferentes de las anteriores,
como lo ha sostenido Harlow (1953). Se convirtieron en “una extensión de los
cambios sociales en ultramar, un ejemplo del imperialismo social” (Bayly,
1989: 252-253).87
En la práctica, el cambio social en ultramar para los británicos implicaba
colonización por parte de los británicos cuando era una necesidad económica
para ellos, y descolonización de las colonias de otros países cuando a los
británicos les resultaba económicamente útil. Para un pueblo insular, sin
pretensiones universalistas napoleónicas, el mundo estaba repentinamente a sus
pies. “Desde 1815 Inglaterra había estado mandando sus enjambres por todo el
globo”, como turistas, como emigrantes, como colonizadores y como
defensores románticos de las revoluciones (Halévy, 1949b: 126-127).88 Gran
Bretaña, después
S5
Huskisson (1825: 287), sin embargo, tenía un punto de vista muy diferente: “La verdad
es que la TASA de utilidad no depende ni en mínimo grado de la magnitud del terreno para el
empleo del capital, sino que está determinada por entero por la productividad de la industria
en el momento.”
86
“Wakefield subrayó la naturaleza ‘científica’ de su propuesta [...] Es posible trazar un
paralelismo entre el Consejo Central de Tierra y Emigración de Wakefield y otra creación
benthamita, el Consejo Central del sistema de las Leyes de Pobres revisadas. En ambos casos
se trataba de burocracias centralizadas de un tipo poco común y poco afín a la mentalidad
británica existente. Ambos requerían un plantel de expertos de tiempo completo, totalmente
informados sobre los principios subyacentes al sistema, para que pudiesen ejercer la
administración económica y eficientemente, con una cadena de mando y responsabilidad clara
y llegar hasta sus subordinados [...] Las colonias no debían ser ya simples puestos de avanzada
militares ni lugares donde deshacerse de los convictos; tampoco había que mantenerlas por las
canonjías que representaban para la aristocracia ni para la ventaja del aprendizaje de grupos de
interés específicos. Había que construir nuevas comunidades, libres de las restricciones
políticas y religiosas de la vida inglesa, pero con algunos de los atributos de una antigua
civilización” (Winch, 1965: 149-150.
87
Bayly continúa: “Desde luego, en la mente de los estadistas no existía una sensación
burda de que tomar una isla del Caribe por aquí o una provincia de la India por allá pudiese
contribuir a disciplinar a la clase trabajadora y brindase un terreno para la emigración de los
escoceses indigentes o de los campesinos irlandeses rebeldes. Se trataba más bien de que el
sentimiento de una misión nacional, que se forjara por los conflictos e inquietud en Gran
86 IMMANUEL WALLERSTEIN

Bretaña, y difundido especialmente por terratenientes no aristocráticos, recientemente


militarizados, se había dispersado en el extranjero y regenerado las ambiciones latentes de
gobernadores complacientes en enclaves coloniales.”
88
Halévy continúa: “Los nobles y los miembros de la clase media se habían trasladado a
París o a Italia para disfrutar de una vida más barata, menores impuestos [adviertan de un
largo periodo lleno tanto de titubeos como de incitaciones a los movimientos de
independencia de los colonos de América Latina, finalmente se decantó
decisivamente en 1823 en oposición a que cualquier otro país europeo, aparte
de España, enviase allí tropas para aplastar esos movimientos; eso se reconoció
como el momento definitivo de la lucha.2984 2985 Porque Gran Bretaña estaba
dispuesta a combatir allí, aunque no había estado a hacerlo en oposición a la
intervención de Francia en la misma España en 1820.2986 Desde luego, eso era
lo que cabía esperar de una potencia hegemónica y de la forma en que la misma
se afirma, haciendo amenazas implícitas que espera no sean cuestionadas, pero
sabiendo también cuándo no tiene la fuerza necesaria para emitir un
ultimátum.2987 Así, tras haber maniobrado exitosamente a los estados europeos

esto todos aquellos que piensan que Gran Bretaña era el Estado supervigilante], mejor clima y
placeres más abundantes. Los trabajadores desempleados se iban de Inglaterra para encontrar
trabajo en el suelo virgen de América del Norte, Sudáfrica y Oceanía; y las revoluciones que
estaban estallando casi por todo el mundo permitían que todos los que sintiesen el acicate del
espíritu de aventura, y que encontrasen insípida una vida de paz, encontrasen una oportunidad
de presentarse como campeones de la libertad. En París sir Robert Wilson ayudó a huir a La
Valette; en Ravena, Byron entró en conflicto con la policía austríaca. Pero Sudamérica era la
que les ofrecía las aventuras más gloriosas a esos caballeros errantes. Lord Cochrane era quien
comandaba la flota chilena; el almirante Brown estaba al mando de la flota del Virreinato del
Río de La Plata, anclada frente a Buenos Aires. En Venezuela el general MacGregor pasaba de
una batalla a otra, y el general English encabezaba un cuerpo angloalemán de 300 hombres. Se
ha calculado que más de 10 000 hombres salieron de puertos irlandeses en 1819 ‘para luchar
contra la causa del despotismo en Sudamérica’, y que tan sólo una brigada contenía a más de 1
500 que habían combatido en Waterloo.”
2985
“Es bien sabido cómo le hizo frente Canning al problema [del riesgo de intervención
europea]. Advirtió oportunamente que se utilizaría la marina británica para impedir la partida
de tropas francesas o de otros países al margen de España [...] a los gobiernos continentales se
les proporcionaron bases muy esclarecedoras para calcular los riesgos antes de comprometerse”
(Imlah, 1958: 9).
2986
La doctrina Monroe también se promulgó en 1823, pero no debe exagerarse su
eficacia. Perkins (1927: 256-258) habla de su “interés temporal, más que perdurable, para la
mayoría de los europeos”, agregando que “la idea de que llenó de miedo el corazón de los
diplomáticos del Viejo Mundo es una leyenda, nada más”. La reacción diferente hacia Gran
Bretaña está clara, como lo señala Seton-Watson (1937: 88): “No es exagerado afirmar que la
actitud de Canning, más que la doctrina Monroe, fue el factor decisivo de la ‘creación del
Nuevo Mundo’: porque Estados Unidos aceptaba no estar dispuesto a ir hasta el fin de la guerra,
mientras que Canning claramente lo estaba y Europa, que se daba cuenta, estaba visiblemente
impresionada.” En el caso de intervención propuesta en España misma, Castelreagh y su
entonces primer ministro Canning rehusaron participar. Es muy cierto que habían aclarado que
no aprobaban la intervención francesa, pero lo hicieron “de manera totalmente pasiva siempre
que Francia se mantuviese lejos de la América portuguesa y española” (Seton-Watson, 1937:
84).
2987
Véase el análisis de Temperley (1925b: 37) en relación con la clara autoridad de Gran
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 87
para colocarlos en una posición de no hacer nada, “Canning llegó a obtener todo
el crédito entre los sudamericanos” (Temperley, 1925b: 53) y de esa manera
Gran Bretaña se aseguró su papel de portaestandarte de la libertad, a pesar de
los evidentes intereses que tenía enjuego.
Esta disposición de Gran Bretaña a desempeñar el papel de defensor limitado
de los movimientos de independencia se hizo extensiva también a los Balcanes
y al imperio otomano, muy especialmente en el caso de Grecia. La opinión
pública de Gran Bretaña se dividía entre el desprecio por la autocracia, que se
veía como algo no del todo civilizado, y un prudente deseo de no enredarse
demasiado en esas cosas. “Influencia sin involucramiento” es como describe
Evans (1983: capítulo 21) las aspiraciones británicas en materia de política
exterior en Europa durante esa época. Otra manera de describir esos objetivos,
sin embargo, consiste en decir que su meta primordial era carcomer lentamente
la Santa Alianza haciéndola avergonzarse allí donde sus principios más se
tambaleaban. El caso de Grecia brindaba una oportunidad de oro. La revolución
griega comenzó a la zaga —pero también al mismo tiempo— de otras que se
produjeron en Europa en 1820-1822. Como vimos, Gran Bretaña desaprobaba
“pasivamente” la intervención en el caso de las demás. Sin embargo, el
levantamiento griego tenía la característica especial de ser una rebelión de
cristianos contra un imperio musulmán, y en particular un alzamiento de
cristianos ortodoxos. Metternich podía permanecer impávido, pero eso era más
difícil para el zar de todas las Rusias. Incluso así Alejandro titubeó, pero
Nicolás, que ascendió al trono en 1825, estuvo dispuesto a unirse con Gran
Bretaña y después con Francia para forzar la cuestión,2988 que en última instancia
no se resolvió cabalmente hasta 1830.
En Gran Bretaña y otros lugares, por un lado, el levantamiento griego era la

Bretaña en esta cuestión: “Castelreagh consiguió que Alejandro, en Aix-la- Chapelle (1818)
abandonase toda intención de intervención por la fuerza en América Latina [...] Pero el hecho
de que la neosanta Alianza se sometiese a Castelreagh en 1818 no era razón para que tuviese
que hacerlo [en 1823] si Francia estaba dispuesta a arriesgar algo para lograr ese propósito.”
¿Pero lo estaba Francia? Francia parecía sugerir que sí. Luis XVIII ya había intentado
rehabilitar el Pacto de Familia en 1815, y por consiguiente ofreció apoyo a España.
Subsecuentemente Francia esperaba estimular la creación de monarquías borbónicas en
América Latina. Pero para finales de 1823 se convenció de que “España no reconquistaría a
sus ex colonias” (Robertson, 1939: 319) y que por lo tanto no valía la pena emprenderla contra
Gran Bretaña, pese al hecho de que el partido ultra (incluyendo a Monsieur, que no tardaría en
convertirse en Carlos X) apoyaba enérgicamente la intervención.
2988
Schenk (1947: 41) nos recuerda que cuando en 1815 el gobierno otomano fue excluido
de la Santa Alianza, “se sintió dispuesto a buscar motivos ulteriores detrás de esta exclusión.
Después de todo, no podía ser fácil olvidar que en fecha tan reciente como 1808 Rusia había
reclamado sus derechos sobre Constantinopla”.
88 IMMANUEL WALLERSTEIN

causa de los radicales:2989

Grecia [...] se convirtió en la inspiradora del liberalismo internacional y del “filohelenismo”,


que incluyó el apoyo organizado para los griegos y el viaje de numerosos combatientes
voluntarios; al concitar al ala izquierdista europea en la década de 1820 desempeñó un papel
análogo a lo que haría a finales de la de 1930 el apoyo a la República española (Hobsbawm,
1962: 145).

Pero, por el otro lado, el nacionalismo griego actuaba como una cuña que el
gobierno británico podía utilizar para socavar lo que quedaba de la Santa
Alianza. Si de ser un “monstruoso portento” todavía en 1822 la Santa Alianza
se había convertido para 1827 en un “objeto de desprecio” (Temperley, 1925a:
474), fue, primordialmente, debido a la revolución griega. “El artesano
primordial de esa ruina [la de la Santa Alianza] fue George Canning” (Weill,
1931: 68).2990
El papel ambiguo de la revolución griega —tanto arquetipo de revolución
nacionalista para la posterior “primavera de las naciones” cuanto pieza de
ajedrez crucial en la lucha británica por reforzar su control hegemónico sobre la
economía-mundo, y por lo tanto lo mismo mito de los radicales que excusa para
una astuta maniobra de los tañes— refleja precisamente las ambigüedades del
romanticismo. Porque Grecia se convirtió en el principal inspirador del
romanticismo europeo, incluso mientras los buenos clasicistas de Europa
celebraban la racionalidad de los antiguos griegos. El romanticismo “llega a la
mayoría de edad entre 1780 y 1830”. Se asociaba naturalmente con la
Revolución francesa, ya que el romanticismo tenía que ver con “crear una nueva

"Véase también Billington (1980:135): “[La revolución griega de 1821] aumentó el


prestigio de las revoluciones constitucionales por toda Europa en el momento mismo en el que
la causa parecía más humillada. Le dio un refuerzo imaginativo a la causa de la revolución
nacional —como algo distinto de la revolución social— y movilizó políticamente a los
influyentes escritores románticos”. La verdad es que el nacionalismo necesitaba ese refuerzo.
Era una política muy joven, nacida hasta cierto punto en los años napoleónicos, pero que
todavía se confundía con la resistencia a una fuerza de ocupación. Fue sólo a partir de 1815
que se convirtió en una doctrina consciente que afirma que el Estado y la nación deben
coincidir. Como dice Renouvin (1954: 12), “En 1815...] esta doctrina no había emergido aún
plenamente en ningún lado”.
2990
Weill (p. 95) sostiene: “La disolución de la Santa Alianza, iniciada en relación con
España y la América española, se completó en el Oriente [...] Fue la descomposición de este
grupo europeo la que hizo posible la victoria del liberalismo en 1830.” Véase Temperley
(1925a: 474-475), que de manera similar se lo acredita a Canning: “La labor así realizada fue
permanente. La seguridad de que gozó Inglaterra en medio de las tormentas de 1848 se debió
más a Canning que a cualquier otra persona [...] Las revoluciones de 1830 y 1848 probaron que
el mundo podía ‘volverse seguro para la monarquía constitucional’. Y fue Canning el que había
previsto esta influencia moderadora en la década de 1820).”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 89

sociedad, diferente de su antepasado inmediato” (Barzun, 1943: 52). Así, era


individualista, voluntarista y poético. Abogaba por la liberación de la
imaginación. Pero, precisamente porque quería una liberación de la
imaginación, y rechazaba las limitaciones del presente, al mismo tiempo “era
también el amor del pasado, el apego a las viejas tradiciones, la curiosidad por
aquellas épocas en las que los pueblos, empapados [ bercés] de leyendas,
creaban poesía ingenua, un poco infantil pero sincera y espontánea” (Weill,
1930: 215).

De esta manera, aunque el romanticismo involucraba la espontaneidad, y por consiguiente


podía sancionar la revolución, se oponía enérgicamente a cualquier matiz universalista de la
revolución, en particular tal como había sido encarnada la misma en la imposición napoleónica
del proyecto universalista a pueblos que no lo deseaban.2991 Por esa razón un revolucionario
radical, racionalista, como Blanqui, consideraba que los románticos eran el enemigo. Cuando
Blanqui, el gran revolucionario práctico del siglo xix, terminó de combatir en la revolución de
1830, hizo irrupción en la sala de redacción del periódico en el que trabajaba. De pie en el
umbral arrojó al suelo su rifle y gritó con juvenil entusiasmo [¡cualidad romántica, sin duda!]
alos periodistas ancianos que allí trabajaban: “Enfoncez, les romantiques.1”: “¡Eso termina con
los románticos!” Para él la revolución por la cual acababa de arriesgar su vida no era
primordialmente la victoria de los trabajadores republicanos sobre sus opresores; lo primero
que se le ocurrió fue que el ornado estilo romántico de Chateaubriend, la idealización de la
Edad Media, del falso gótico y la imitación del feudalismo, desaparecerían ahora en favor de
un estilo clásico más puro que se modelaría, en las letras, en el drama y en la arquitectura, sobre
la noble tradición de la Roma republicana (Postgate, 1974: 97).

No obstante, dice Barzun (1961: xxi), “el romanticismo es populista [...]


incluso cuando los románticos, como Scott o Carlyle, predican un orden feudal”.
Tal vez Hobsbawm (1962: 306) sea el que capte mejor el tono general:

Aunque de ninguna manera queda claro qué representaba el romanticismo, es bastante evidente
contra qué estaba: el medio. Cualquiera que fuese su contenido, era un credo extremista. Los
artistas o pensadores románticos [...] se encuentran a la extrema izquierda [...] a la extrema
derecha [...] brincando de izquierda a derecha [...] pero casi nunca entre los moderados o los
liberales-uAíg-, en el centro racionalista, que era de hecho el baluarte del “clasicismo”.2992

2991
“Para [los románticos] la idea de imponer los estilos, el ambiente o el arte de cualquier
nación sobre otra era repelente. Precisamente a eso se debe el error racionalista de que la
Revolución francesa había intentado proseguir y que estaban combatiéndola” (Barzun, 1943:
129). Weill (1930: 216) asegura que “la alianza entre los políticos anti- rrevolucionarios y la
nueva literatura le parecía evidente a muchos contemporáneos”.
2992
Hobsbawm continúa: “Sería excesivo denominarlo un credo antiburgués, porque el
90 IMMANUEL WALLERSTEIN

¿Donde encaja entonces Grecia en términos de este concepto demasiado


maleable? Aquí viene a cuento el importante trabajo de Bernal (1987, 1991)
acerca de la conceptualización de la ascendencia de Europa. Señala que los
pensadores renacentistas habían visto a Egipto, no a Grecia, como “la fuente
original y creativa”, y que tanto Egipto como China habían mantenido “una
elevada reputación por [su] filosofía y su ciencia, pero sobre todo por [su]
sistema político” (Bernal, 1987:16), precisamente hasta la época de la
Revolución francesa, momento en el cual, bajo la guía de los pensadores
románticos, el centro se desplazó a Grecia:

Para finales del siglo xvm el “progreso” se había convertido en un paradigma dominante, el
dinamismo y el cambio se valoraban más que la estabilidad, y el mundo empezaba a ser visto
a través del tiempo, más que a través del espacio. No obstante, el espacio siguió siendo
importante para los románticos, debido a su preocupación por una formación local de pueblos
o “razas” [...]
La comunicación real no se percibía ya como si tuviese lugar por medio de la razón, que podía
alcanzar a cualquier hombre racional. Ahora se la veía fluir a través del sentimiento, que sólo
podía tocar a aquellos vinculados entre sí por parentesco o por “sangre” y que compartiesen una
“herencia” común (Bernal, 1987: 28).

Y precisamente por eso fue necesario eliminar a Egipto de la línea de


antecedentes de Europa. Para los románticos y los racistas de los siglos XVIII y
xix era simplemente intolerable que “Grecia —que había sido vista no
simplemente como el epítome de Europa sino también como su infancia pura—
pudiese ser resultado de la mezcolanza de europeos nativos con africanos y
semitas colonizadores” (Bernal, 1987: 28). Grecia representaba —se la hacía
simbolizar— la línea entre Europa y el mundo exterior, el Oriente, las tierras de
la barbarie. El nacionalismo era aceptable, deseable incluso, dentro de la zona de
“Europa” (sobre todo si protestaba contra una entidad imperial no cristiana) —por
ello tanto los colonos blancos en América Latina como los griegos podían contar
con el apoyo británico contra la “autocracia”—, pero eso no tenía nada que ver
con lo que resultaba adecuado en climas culturales remotos, como la India.
La existencia de formas de romanticismo más conservadoras y más

elemento revolucionario y conquistador de las clases jóvenes que aún debían hacer
estremecerse el cielo fascinaba también a los románticos [...] Elemento demoníaco de la
acumulación de capital [...] los llenaba de angustia [...] Y no obstante los elementos románticos
siguieron estando subordinados, incluso en la fase de la revolución burguesa.” Hobsbawm (p.
310) nos recuerda también que “los resultados más perdurables de esas críticas románticas
fueron el concepto de ‘alienación’ humana, que habría de desempeñar un papel crucial en Marx,
y el presagio de la sociedad perfecta del futuro”.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 91

revolucionarias se correlaciona con una escisión tanto en tiempo como en lugar.


En tiempo, el romanticismo que fue nutrido contra el universalismo del periodo
revolucionario napoleónico fue dominante en los primeros años y en los países
centrales. Alrededor de 1830 cedió su puesto en Italia, Alemania y Polonia,
siguiendo los pasos de Grecia, a un “romanticismo del progreso”, que se convirtió
en “un importante factor de los movimientos de liberación nacional” (Renou- vin,
1954: 19). Pero en el centro, y especialmente en Gran Bretaña, sigue estando
identificado “con la tradición y con la conservación de la autoridad de la Iglesia y
del Estado”, en oposición al “carácter revolucionario o semirrevolucionario” que
tenía en el continente (Seton- Watson, 1937: 40).
El romanticismo le funcionaba bien a la hegemonía británica. Socavó la Santa
Alianza que, como ya señalamos, era bastante racionalista y universalizadora.
Quebrantó los vestigios de la tradición revolucionaria napoleónica. Propició una
reorganización del espacio geopolítico en Europa (y en América) que servía a los
intereses económicos inmediatos de Gran Bretaña y a su capacidad de mantener
y reforzar su orden
hegemónico. Y trazó una clara línea entre Europa y el mundo externo, creando
una justificación básica para el imperialismo y el racismo, ambos tan cruciales
para la geopolítica y la geocultura del mundo posterior a 1789. Desde luego, era
impredecible y no siempre se lo podía controlar. De manera que el romanticismo
llegaría también a ser, con el tiempo, parte del derrumbe del orden hegemónico
británico, pero no antes de que ese orden fuera quebrantado por las
transformaciones económicas y políticas del último tercio del siglo xix.
Para los británicos constituyó una gran ayuda el hecho de que la evolución
interna de Francia fuese de la mano con este grandioso esquema. Igual que en
Gran Bretaña, también en Francia el periodo posterior a 1815 “no había
acarreado ni prosperidad ni abundancia para las clases trabajadoras” sino más
bien desempleo, empeorado por la migración interna hacia los grandes centros
urbanos (Ponteil, 1968: 285).2993 Desde el punto de vista social, la brecha entre
los trabajadores y la burguesía urbana era inmensa.2994 Los derechos de los
trabajadores a organizarse estaban estrictamente limitados a las sociedades de
ayuda mutua, bajo vigilancia policial.2995 Hubo inquietud obrera en Lyon en

2993
Véase también Bruhat (1952: 186-187): “Para los trabajadores las condiciones
empeoraron considerablemente desde 1815 hasta 1830. Los salarios bajaban mientras que el
costo de la vida subía [...] La iluminación a gas, que había comenzado a difundirse, servía
primordialmente para alargar el día de trabajo de la temporada de invierno.”
2994
“Para un trabajador era un acto de ‘valor’ declararse igual a un burgués” (Dau- mard,
1963:517).
"Bruhat (1952: 206-207), quien no obstante señala: “Sin embargo, incluso aunque sus
actividades se veían restringidas a la asistencia mutua, estas asociaciones contribuyeron a darle
92 IMMANUEL WALLERSTEIN

1817, cuando los trabajadores enarbolaron la insignia tricolor, acontecimiento


que el prefecto del Ródano atribuyó al contagio de las noticias acerca de
levantamientos en Inglaterra (así como de la rebelión en América y el complot
en Lisboa).2996 Sin embargo, un liberal como Guizot podía decir en 1820: “No
desespero de obtener el apoyo de las masas (saissir les masses), especialmente
en relación con las instituciones políticas.”2997
No obstante, los años de mediados del decenio de 1820 crearon una grave
agitación del proceso político. Exactamente en el momento en que el torismo
liberal estaba prendiendo en Gran Bretaña Carlos X, por el accidente de la
muerte prematura del rey, ascendió al poder en Francia en 1824 y empezó a
poner en práctica sus puntos de vista especialmente reaccionarios. Esto provocó
tensiones con los británicos, tensiones incluso con grandes segmentos del pays
legal en la misma Francia, y tensiones con las clases trabajadoras. Además, el
ascenso al trono de Carlos X coincidió con una caída económica que se inició
en 1825 y que se intensificó muchísimo en 1829. La combinación de esclerosis
política y problemas económicos suele ser explosiva, y llevó directamente a la
atmósfera revolucionaria de 1830 (véanse Bourgin, 1947: 203; Gonnet, 1955:
250-280).
En lugar de tratar de moderar sus políticas y apaciguar a algunos de los
descontentos, Carlos X afirmó su autoridad de manera aún más arbitraria. 2998
Cuando 221 diputados encontraron el valor para enviarle una comunicación
pública, pidiéndole que respetase los derechos de la legislatura, él la vio, no del
todo incorrectamente, como la defensa de los principios esenciales de la
Revolución francesa, tal como se sustentaban en la Carta de Luis XVIII, e ignoró
la petición. Esa fue, en cierto sentido, la última oportunidad de Carlos X. “Si en
1830 se produjo una revolución, se trató de una revolución que había sido
provocada.” El 26 de julio Carlos X proclamó un decreto que reprimía la prensa.

un sentido de organización a los trabajadores, aunque sólo fuese por el cobro regular de cuotas,
la realización de reuniones y la designación de los cobradores” (p. 208).
2996
Véase Rudé (1969: 61-62) acerca del informe del prefecto, el conde de Chabrol, el 24
de junio de 1817. Rudé menciona asimismo un panfleto, “Lyon en 1817”, escrito por un coronel
Fabvier, que de manera similar implica un contagio de los movimientos en Lisboa y de la
revolución en Pernambuco, Brasil.
2997
Carta a Fauriel, citada en Rosanvallon (1985: 39).
2998
Labrousse (1949a: 19) sostiene que ésta era una de las características comunes de las
revoluciones francesas de 1789, 1830 y 1848. Fueron todas espontáneas; las causas fueron
endógenas; en todos los casos tuvieron carácter social; todas estuvieron precedidas por
dificultades económicas. “Para que estos dos fenómenos vinculados entre sí, la atención
económica y la política, causen una explosión, tienen que encontrar resistencia [...] En
Inglaterra hay una política de flexibilidad: concesiones oportunas, y nada explota. En Francia,
hay resistencia... y explota todo.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 93

Los diputados contemporizaron; una multitud de trabajadores actuó. Esta


multitud no estaba compuesta ni por los “desesperados y desposeídos” ni por la
“sustancial clase media”, sino, “en gran medida, por artesanos capacitados,
hombres de edad razonablemente madura” (Suel, 1953: 188).
¿Era entonces ésta la revolución que Buonarrotti, el “primer revolucionario
profesional” de Europa, estaba esperando cuando, “en vísperas de la revolución
de 1830 llegó a rezar por el triunfo de la reacción”? (Eisenstein, 1959: 49). 2999
Realmente no. Fue una revolución de
tres días —del 27 al 29 de julio, les Trois Glorieuses— que fue capturada
rápidamente por el liberalismo de la restauración y que desembocó en la
monarquía de julio, con Luis Felipe, quien estaba dispuesto a llamarse, no rey
de Francia sino rey de los franceses. Thiers dijo: “Sin el duque de Orleáns [...]
jamás hubiésemos podido contener a esa turba” (citado por Dolléans, 1947: 42).
Contra los ultras, que todavía esperaban restaurar realmente alguna versión del
antiguo régimen, la monarquía de julio legitimó una versión liberal de la
Revolución francesa. “Con la revolución de 1830 fue derrotado finalmente del
ataque contra la revolución de 1789” (Elton, 1923: 88)-3000
Los trabajadores se darían cuenta rápidamente de que, “en términos de la
economía y de la estructura social, la revolución [de 1830] no había acarreado
absolutamente ningún cambio” (Bourgin, 1947: 205).3001 Si los trabajadores

2999
Lo que más temía Buonarrotti no era la Santa Alianza sino “el enemigo más útil
representado por la Inglaterra de Canning y la era de la reforma” (Eisenstein: 1959, 139).
3000
Esto se celebra el día de hoy por el hecho de que el monumento a las Trois Glorieuses, se
levanta en París, en la plaza de la Bastilla. Pero la Revolución francesa que se celebró fue la
que estuvo encarnada primordialmente en la Carta de Luis XVIII, de 1814. La oposición de la
burguesía parisina a los ultras “no fue progresista; la Carta, en la mente de los notables, era un
punto final, no un punto de partida. Los líderes de la burguesía parisina, mientras luchaban
contra aquellos cuyas opiniones reaccionarias denunciaran, seguían estando ellos mismos
igualmente vueltos hacia el pasado. Su actitud conservadora se manifestó en el nivel social así
como en el dominio de la política” (Daumard, 1963: 575).
3001
Dolléans (1947: 44) está de acuerdo: “Nada cambió para la clase trabajadora [...] Los
ministros [de Luis Felipe] eran más hostiles al pueblo que los hombres de la restauración”.
También coincide Daumard (1963: 576, 583): “en general se acepta la tesis de que después de
los días de julio la burguesía confiscó, para su propio beneficio, una revolución hecha por el
pueblo [...] A finales de 1831 la sociedad burguesa estaba organizada. Las reformas fueron
limitadas, pero representaban lo que eran por entonces los deseos de las clases medias, cuyos
representantes, sin excepción, tenían la impresión de haber logrado el lugar que les
correspondía dentro del Estado”.
Véase también Newman (1974: 58-59): la revolución de 1830 fue “producto de una alianza,
que estaba construyéndose desde hacía varios años, entre liberales constitucio- nalistas y la
gente común. [Las dos clases] podían verse a sí mismas como parte de una sola unidad política
—el pueblo— estadunidense contra un enemigo común, el partido aristocrático lleno de curas
encabezado por Carlos X. [Sólo más tarde la gente común] con la ayuda de socialistas como
94 IMMANUEL WALLERSTEIN

estaban desilusionados, también los ultras


estaban deprimidos. El 7 de agosto de 1830 Chateaubriand (citado en Béneton,
1988: 56-57, n. 3) pronunció un discurso en la Cámara de los Pares negándose
a apoyar a Luis Felipe: “Inútil Casandra, fastidiando al trono y a la patria con
mis advertencias desdeñadas; lo único que me queda es sentarme sobre las
ruinas de una catástrofe que predije tantas veces.” Y los grandes hombres de
negocios no supieron con certeza si debían aplaudir o no, temiendo al mismo
tiempo “reacción (...] de los legitimistas [y] revolución social de las masas”
(Price, 1975b: 6).3002
Por último, también los británicos, al principio, dudaban si aplaudir o no. De
hecho, en las semanas inmediatamente posteriores a la revolución la “amenaza
de guerra pendía pesadamente sobre Francia” (Pink- ney, 1972: 303). La
tricolor, La Marsellesa, la reorganización de la guardia nacional, todo hacía
estremecerse a los estados de la Santa Alianza, que incluso empezaron a temer
una renovada agresión francesa. Pero el gobierno británico, encabezado nada
menos que por Wellington, portavoz de los tories más conservadores, se
apresuró a reconocer al nuevo gobierno. Y, para octubre, lo mismo habían hecho
todos.
¿Por qué actuó tan rápido Gran Bretaña? Sin duda fue de ayuda que Luis
Felipe fuese tanto un “sincero admirador” de las instituciones parlamentarias de
Gran Bretaña como partidario de una alianza con este país (véase Guyot, 1901:
579). Sin duda fue astuto por parte de Luis Felipe reclutar a un conocido
exponente de estos dos puntos de vista, Talleyrand, como embajador ante Gran
Bretaña, simbolizando que éste era el país cuyo apoyo “resultaba más

Louis Blanc [vería que] no bastaba con la libertad, y que la clase media liberal no representaba
ni podía representar sus intereses”.
Ese “más tarde” se dio de hecho casi inmediatamente. Para mediados de agosto había
muchas huelgas en París; para octubre había “disturbios”. “La clase trabajadora descubrió que
la revolución, lejos de traerle una mejora de su destino, como habían esperado, no había hecho
más que empeorarlo” (Pinkney, 1972: 313). Para el siete de
octubre de 1831 el prefecto del Ródano señalaría el descontento de la clase trabajadora
“inmediatamente después de la revolución que, como deben sentir, se había hecho en su
nombre” (citado en Tarlé, 1929: 151).
3002
Para empezar, a los grandes negocios ya les estaba yendo bastante bien, incluso con
Carlos X. Aunque la revolución “llevó nuevos hombres a los cargos públicos” — de hecho
representó una “ verdadera [...] purga de los máximos cargos del Estado” (Pinkney, 1972: 276-
277)— no había “introducido un nuevo régimen de la grande bour- geoisie” (Pinkney, 1964b:
71). En realidad veían con cautela el impacto económico del movimiento. En su opinión, la
primavera de 1830 había representado “cierto ascenso después de tiempos difíciles”. Las
condiciones comerciales habían “empeorado en los meses posteriores a la revolución”. Y,
después de la revolución, hubo “agitación popular” (Johnson, 1975: 150-151, 153).
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 95

importante ganar para [Luis Felipe]” (Guichen 1917: 186).3003 Y sin duda los
británicos tenían muchas razones para estar molestos con la política exterior que
había llevado a cabo Polignac para Carlos X. En particular estaban muy
disgustados por las implicaciones de la invasión francesa de Argelia a principios
de 1830, especialmente cuando se dieron cuenta de que Carlos X veía en ella
prácticamente una reanudación de las cruzadas.3004 En un momento en el que
Gran Bretaña había logrado restringir a la Santa Alianza, Carlos X parecía estar
desbaratando las cosas.3005 Gran Bretaña se había visto impedida de actuar
directamente contra él debido al firme apoyo que Francia estaba recibiendo de
las demás potencias europeas, en particular de Rusia.3006 Sin embargo, ahora,
podía esperar algo mejor de Luis Felipe, como en efecto ocu- rnria.3007
Pero pese a todos los titubeos, el hecho es que la revolución de julio triunfó.
Es decir, se instaló el Estado liberal, por lo menos en su forma primitiva. Cien
años más tarde Benedetto Croce (1934: 101- 102) podía volver la mirada a lo
que llamaba el “sol de julio” y escribir, exultante:

Con [los días de julio] todo el absolutismo europeo quedó moralmente derrotado
y por el contrario el liberalismo europeo, que se debatía y luchaba en la
depresión, se convirtió en ejemplo de cómo enfrentar al enemigo en los casos extremos, prueba
de que de esta forma la victoria es segura, una ayuda ante el hecho mismo de que una gran

3003
Aunque la designación de Talleyrand provocó controversias tanto en Francia como en
Gran Bretaña, fue muy bien recibida por el pueblo llano británico. Véase Masure (1893: 108-
113).
3004
“Esa lejana expedición contra la regencia de Argelia, la retirada de los piratas bereberes
[...] le agradó al rey de Francia, Carlos X, porque su espíritu religioso la concebía tal como, en
los tiempos de la Edad Media, los reyes habían concebido las cruzadas” (Coulet, 1931: 2), Esto
debe de haberle parecido provocadoramente peligroso a los británicos.
3005
Luis XVIII había sido contenido en su política colonial a fin de apaciguar a los
británicos. Carlos X se sentía menos restringido. Es verdad que al principio se involucró en
Grecia, junto con Gran Bretaña y con Rusia. Pero el Tratado de Adrianópolis, de 1829, que
garantizaba la independencia griega, que para los británicos sirvió para sellar su orden
hegemónico, liberó tropas francesas para comprometerlas en otras y distintas expediciones
ultramarinas (véase Schefer, 1928: 32-33).
no
Véase Guichen (1917: 65): “La opinión pública en Europa consideraba la campaña de
Argel como un expediente, pensado para distraer la atención de la situación parlamentaria y
fortalecer la posición política del gobierno y del trono mismo, con un triunfo que podría
impresionar a toda Europa.” Como resultado, “el casi unánime beneplácito de las potencias
restringía fuertemente a Aberdeen y a Wellington” (p. 67). Mientras “Inglaterra protestaba
incesantemente... la entente entre Petersburgo y París se volvía cada vez más cordial” (Schefer,
1907: 446).
3007
Por lo menos un poco mejor. Aunque Talleyrand le propuso a Luis Felipe que cediese
Argel como un gesto a los británicos, aquél se negó (véase Guichen, 1917:187). No obstante,
los británicos podían tratar con Luis Felipe como alguien que compartía su visión de Europa,
cosa que no hubiesen podido hacer con Carlos X.
96 IMMANUEL WALLERSTEIN

potencia había alcanzado la plenitud de la libertad, y base de confianza para las revoluciones que
pronto habrían de venir.

Como lo indica Croce, la revolución de 1830 sería contagiosa, difundiéndose


casi inmediatamente a las vecinas Bélgica e Italia, pero luego también a Polonia.
“Los pueblos de Europa emergieron de una larga apatía. La Santa Alianza se
estremeció” (Rudé, 1940: 413).3008 De las tres revoluciones, la única que triunfó
fue la de Bélgica, y por buenas razones. Fue la única que coincidía con el proyecto
de crear y consolidar el Estado liberal en los países centrales de la economía-
mundo. El levantamiento italiano de los carbonarios contó con el apoyo de los
elementos más radicales de Francia y de diversos sectores del Parti du
Mouvement bajo el liderazgo de Lafayette. Organizaron a los Volontaires du
Rhóne para acudir en ayuda del Piamonte (y de paso para anexarse Saboya). No
obstante, fueron engañados en parte por las mismas autoridades francesas.3009
Porque el nuevo gobierno francés sólo quería contener Austria; y Carlos-Alberto,
rey de Piamonte, quería sacar a los austríacos pero mantener bajo control a los
liberales. De manera que al final los que perdieron fueron estos últimos (véase
Renouvin, 1954: 73-75). En cuanto a Polonia, la revolución se suprimió sin
demasiadas dificultades. El vínculo que había entre la misma y la revolución de
Francia era espiritual, pero nada más.3010 Los
franceses estaban muy lejos y ni podían ni estaban dispuestos a hacer algo.
Bélgica era una historia completamente distinta. Nunca había sido un Estado
independiente, pero en el largo periodo transcurrido entre la revuelta de los
Países Bajos y la Revolución francesa había sido una unidad administrativa más

3008
Pero para Masure (1892: 696) ya se había “estremecido” antes de 1830: “Hacia
comienzos del año 1830 la Santa Alianza no era más que un nombre.”
n5
Véase Rudé (1940: 433) que señala cómo, en consecuencia, “los cuadros de los Volontaires
du Rhóne sobrevivían en cierto número de grupos de trabajadores organizados secretamente en
Lyon [...] El 21-22 de noviembre de 1831 fueron ellos los que encabezaron a los trabajadores
hacia la batalla en Lyon”. Lafayette era un objeto especial de desprecio y temor para la Santa
Alianza. Pozzo del Borgo, el embajador ruso en París, lo denominaba “el protector y obvio
provocador de esta cruzada de inquietud universal”. Y Apponyi, secretario de la embajada de
Austria en París, dijo que era el “ídolo del pueblo y maniquí de la revolución” (citado en Guichen,
1917: 180).
3010
Véase Leslie (1952: 121): “Hay muy pocas evidencias para demostrar que los
principales conspiradores [en Polonia] iniciaron la revuelta a fin de impedir que el ejército se
utilizase para controlar la revolución francesa de 1830. Esta fue una justificación posterior a los
acontecimientos a fin de tratar de obtener la simpatía francesa, en buena medida tal como se había
afirmado que la segunda y la tercera partición salvaron la Revolución francesa de 1789. La verdad
es que [el gran duque ruso] Constantino [comandante en jefe del ejército] había descubierto la
existencia de la conspiración de Wysocki, y por esa razón fue necesario que los conspiradores
tomasen una decisión rápida.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 97

o menos autónoma, primero bajo el dominio español, después el austríaco.


Durante ese periodo había florecido la agricultura,3011 pero también prosperó la
industria, sobre todo después de los “32 años de prosperidad” (1748-1780) con
el gobierno del príncipe Carlos. El delegado del príncipe, el conde de Coblenza
(1753-1770), conocido como “el Colbert de los Países Bajos”, instituyó una
política proteccionista (Briavoinne, 1839, 7: 86-90) que dio por resultado un
“deslumbrante” crecimiento entre 1765 y 1775,3012 crecimiento que continuó
ininterrumpidamente a partir de entonces.3013 Una de las ventajas que los Países
Bajos austríacos tenían sobre las Provincias Unidas en esa época era su
combinación de elevado crecimiento de la población, salarios bajos y una fuerza
de trabajo calificada.3014 Un resultado de ello fue que Bélgica
estaba introduciendo maquinaria industrial casi tan rápido como Inglaterra. 3015

3011
Slicher van Bath (1963: 234) dice que “el mayor desarrollo” se dio en el periodo 1650-
1750 porque “el tipo de agricultura intensiva flamenca se basaba menos en los cereales que en
las cosechas industriales y forrajeras”. Pero esto continuó después de 1750. Abel (1973: 286)
observa: “Alrededor de 1800 los viajeros europeos se mostraban unánimes al atribuirle una vez
más [a Flandes] el primer lugar [en la producción agrícola] de Europa”.
3012
Hasquin (1971: 299), quien se refiere en particular a Charleroi. Véase también Garden
(1978b: 21), quien dice que “pese a que están incompletas y son imprecisas, las estadísticas
para 1764 dan la impresión de que había un cúmulo de industrias en la mayor parte de los
Países Bajos austríacos”.
"’Lebrun (1961: 654), refiriéndose al periodo 1770-1840, habla del “carácter
extremadamente rápido y compacto de la revolución industrial belga”.
3014
Mokyr (1974: 381) atribuye el elevado crecimiento de la población a la papa sumada a
las industrias domésticas rurales, y dice que “los salarios extraordinariamente bajos que se
pagaban en la propia industria impresionaban tanto a los contemporáneos de esa época como a
los historiadores”. Llega a la conclusión de que “los bajos salarios pueden haber sido
importantes para determinar la rápida industrialización de Bélgica, y los salarios más altos para
determinar el estancamiento holandés” (p. 385).
Milward y Saúl (1973: 452-453) ofrecen esta explicación para los bajos salarios de Bélgica:
“La estructura de la agricultura contribuyó [...] a desintegrar las rigideces que limitaban a
Francia. Las granjas eran tan pequeñas que la misma mano de obra era frecuentemente
compartida por el empleo agrícola e industrial. El obrero fabril regresaba a su pequeña
propiedad después de un día de trabajo a una distancia considerable. Esta no fue una etapa
transitoria del desarrollo de un proletariado sino una característica permanente de la economía
belga. Parece haberse desarrollado a partir de una larga
tradición de emigración laboral dentro de Bélgica y fue una de las razones de los salarios
agrícolas relativamente más bajos en Bélgica que en Francia, porque el empresario no necesitaba
alejar permanentemente a su fuerza de trabajo de la tierra”.
En relación con los trabajadores calificados véase Ruwet (1967: 23): “El hecho de que
desde comienzos del siglo [xvm] el elector del Palatinado, la república de Venecia, el elector de
Baviera, el emperador [del Sacro Imperio Romano], el rey de Prusia y más tarde la zarina de
Rusia intentasen periódicamente atraer a sus respectivos países a trabajadores de Verviers es
testimonio más que abundante de la reputación de Verviers y sus técnicos.”
3015
Lebrun (1948: 24) habla de la “pequenez del retraso”.
98 IMMANUEL WALLERSTEIN

Francia se anexó Bélgica en 1795. Los principales centros de producción


industrial —algodón en Gante, lana en Verviers y Eupen, e industria pesada en
Lieja y Hainault— experimentaron una “notable expansión” adicional en el
periodo francés (Mokyr, 1974: 366).3016 Parecía haber dos razones principales:
“integración con una enorme área protegida y unificada de 30 millones de
clientes” (Crouzet, 1964: 209), y transformación de la estructura social: la
supresión de las barreras internas al comercio (aduanas, peajes), la abolición de
los gremios, la igualdad civil, la reforma de los códigos y los tribunales y la
abolición de los derechos feudales (véase Wright, 1955: 90).3017 Ambas cosas
juntas parecen haber funcionado espléndidamente, cosa en la que todos parecen
coincidir: “aceleración brusca”, el momento de un “despegue” rostoviano, “total
transformación [y] el momento de la expansión decisiva” son algunas de las frases
utilizadas (Lebrun, 1961: 555; Devleeshouwer, 1970: 618; Dhondt, 1969: 42,
44).3018 Ésa era ya la
opinión del analista belga de la época, Natalis Briavoinne (1839:113):

Los acontecimientos políticos [del periodo francés], una legislación civil unificada y, cosa más
importante, la total reorganización de los tribunales [y] mejores instituciones comerciales,
subyacían a un impulso notable tanto en Bélgica como en Francia; pero Bélgica fue el país que
cosechó los primeros y mayores beneficios.

Después de Waterloo Bélgica quedó integrada al reino de Holanda. No se


consultó a la opinión local. Esta reunión (tras 250 años de separación) fue
recibida con hostilidad en Bélgica por los dos principales grupos de la
población: por los demócratas, fuertes en Valonia, que querían un sistema
parlamentario, y por los católicos, fuertes en Flan- des, que desconfiaban de
encontrarse bajo el mando de un monarca protestante sin un pacto previo para
defender sus derechos religiosos (véase Ponteil, 1968:17). El efecto económico

3016
Crouzet (1964: 583) agrega la seda en Krefeld. Mokyr (1974: 368-369) advierte una
“considerable tensión” en el periodo holandés y luego la pérdida de “cierto impulso” a partir de
1830. Craeybeckx (1968: 123-124) añade una nota de advertencia. Dice que el bloqueo
continental “estimuló ciertas industrias” pero que también “retrasó [...] el progreso técnico” en
otros sectores, notablemente en la metalurgia. No obstante, observa que en la última parte del
periodo francés el impacto de la supresión de “los últimos obstáculos que habían quedado del
antiguo régimen” fue “especialmente importante”.
3017
Demangeon y Febvre (1935: 128) señalan que el emperador José II de Austria había
tratado de imponer muchas de esas reformas sin lograrlo, mientras que Napoleón tuvo éxito. “De
esta manera Napoleón asumió en Bélgica el papel de ejecutor de la voluntad de José II”.
3018
Milward y Saúl (1973: 292) coinciden en lo esencial, pero lo plantean con más
sobriedad. Dicen que los efectos del dominio francés en Bélgica fueron “complejos pero en
conjunto benéficos”. Dhondt y Bruwier (1973: 352) denomina a este periodo la “cumbre” de la
revolución industrial belga. Sin embargo, Lebrun (1961: 574-576)
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 99

inmediato fue negativo, en parte debido al descenso mundial general de la


economía, y en parte por la contracción del mercado para sus bienes. 3019 En
términos de política, el debate central giraba en torno a las tarifas entre los
mercaderes neerlandeses que sobrevivían en entrepóts abiertos y que se
preocupaban mucho más por Hamburgo que por Manchester, 3020 y los
industriales belgas, que buscaban protección contra la competencia británica. 3021
La preocupación primordial del rey Guillermo era mantener unido su reino
acrecentado y poder cumplir con los pagos de la enorme deuda del Estado.3022 De

apunta algunas “oportunidades perdidas” causadas por permitir aglomeraciones urbanas


demasiado grandes y por una atención insuficiente a la educación.
125
Dhondt y Bruwier (1973: 349) observan que la reestructuración política sumada al libre
flujo de productos británicos “llevó al derrumbe de la industria algodonera de Gante. El
estancamiento duró hasta 1823”. Pero entonces la industria encontró nuevas salidas en las
Indias Orientales Holandesas. Lis y Soly (1977: 480) registran que los niveles de vida en
Amberes “declinaron drásticamente, tanto en sentido cuantitativo como cualitativo”, si se los
mide por el consumo de alimentos.
3020
Véase ahí Wright (1955: 28, 77): “A fines del siglo xvm gran parte del comercio
neerlandés dependía de la costumbre, más que de una clara ventaja económica. Las condiciones
del tiempo de guerra habían obligado a los comerciantes extranjeros a buscar nuevas
conexiones.” La pregunta era si volvería alguna vez el comercio. Esto se vio más complicado
a partir de 1815 por la apertura del río Escalda, que había estado cerrado desde 1585, así como
por la reducción de complicaciones en las fronteras alemanas. “En 1816 la mayoría de los
mercaderes neerlandeses hicieron frente al reto de la nueva era con el espíritu de la Venecia del
siglo xv más que con el del Hamburgo del siglo xix: deseaban un porto franco que estuviese
limitado por todas las restricciones posibles a favor de las ganancias y tradiciones comerciales
neerlandesas.”
3021
Véase Demoulin (1938: 124): “Tras la pérdida del mercado francés la industria belga estaba
en el caos [...] No obstante, las demandas de los belgas eran exageradas:
querían prohibiciones universales. [Por cierto], en ese momento toda Europa estaba siendo
proteccionista.” Wright (1955: 100) observa que “la mayoría de los liberales belgas eran
proteccionistas”.
3022
La deuda de los Países Bajos se había estado acumulando desde el siglo xvi y en ese
momento requería un pago anual de intereses de más de 14 millones de florines. Bélgica no había
tenido prácticamente deuda (con un cargo de menos de 300000 florines anuales por concepto de
intereses). Es verdad que durante la era napoleónica los belgas habían pagado 75-80 millones de
florines anuales, pero los belgas estaban comparando a los holandeses con los periodos austríacos
en términos de régimen fiscal. Se quejaban en particular de que las reformas fiscales de 1821-
1822 “sacrificaban la agricultura y las zonas industriales de Bélgica en pro de los intereses de las
ciudades comerciales de los Países Bajos” (Terlinden, 1922: 16). En vista de las protestas belgas
el rey dio marcha atrás y concedió mayor protección. Según la enmienda, “el sistema de 1821
resultó ampliamente satisfactorio para los belgas. Su hierro, su carbón y sus artículos de algodón
y lana siguieron gozando de una valiosa protección en el mercado neerlandés, y la obtuvieron
también en las colonias neerlandesas” (Wright, 1955: 208). Además, los banqueros belgas
estaban obteniendo grandes utilidades de la persistencia de los dos conjuntos de monedas
metálicas —los florines neerlandeses y los francos belgas— en una situación en la que la tasa de
cambio favorecía a los francos, lo que hizo que el capital del norte se trasladase hacia el sur
(Chlepner, 1926: 28-30).
100 IMMANUEL WALLERSTEIN

hecho, la disputa tarifaria cedió. A los belgas les fue mejor que a los holandeses y
se volvieron menos proteccionistas. Esto, a su vez, se convirtió en parte del
problema, porque la depresión europea posterior a 1825 creó una reserva de
proletarios desempleados precisamente en Bélgica, que estaban “preparados para
recibir el fermento revolucionario” (Demoulin, 1938: 369).
De modo que la revolución de julio en París tuvo resonancia inmediata en
Bélgica. Revivió la idea siempre latente de una posible reunión con Francia y
animó a parte de la burguesía valona. Resucitó la incomodidad de los católicos
con el mandato protestante neerlandés. Pero hacía falta una chispa. Incluso si,
como sostienen algunos, el levantamiento del 25 de agosto fue inspirado por
“agitadores llegados de París”, necesitaban “tropas”, y esas tropas sólo podían
encontrarse entre los trabajadores desempleados (Harsin, 1936: 277). Fue una
“revuelta popular”, precedida por un malestar social marcado por el ludismo y por
cierta violencia.3023 Pero también aquí, como en el caso
de la revolución de julio, el levantamiento fue rápidamente recuperado por las
fuerzas de la clase media y se transformó en una revolución nacional liberal
(véase Demoulin, 1950: 152).3024
A diferencia de lo que ocurría en Francia, en Bélgica no había un fuerte
partido ultra, precisamente porque los católicos no estaban en el poder. Esto
hacía que los católicos belgas se mostrasen más abiertos a la versión del
liberalismo católico del cual Lamennais fuera pionero en Francia, pero que no
logró realmente convertir en una fuerza social primaria en ese país. 3025 Desde

3023
Demoulin (1950: 17-21), que se mofa del argumento de la policía neerlandesa de que
los agitadores de la revuelta popular fueron los burgueses de Bruselas: “Eso nos parece una
explicación a posteriori, porque la burguesía realmente le tenía miedo al pueblo y era demasiado
sensata para desempeñar el papel del aprendiz de hechicero”
(p. 17). Para el argumento contra la interpretación de la revolución como de origen
“proletario” véase Van Kalken (1930).
3024
La revolución fue nacional no sólo porque hablaba por Bélgica frente a los Países
Bajos, sino porque incluía a Lieja en Bélgica. Lieja no había formado parte de los Países Bajos
austríacos. Los franceses se la habían anexado junto con Bélgica y dieron inicio a un proceso
para asimilar ambas. Pero en 1815 las dos seguían considerándose separadas. No obstante, “en
1830 se había vuelto por doquier la cuestión de sólo [una única] Bélgica” (Stengers, 1951: 105,
n 1).
3025
El rey Guillermo había ofendido incluso a los católicos conservadores cuando en 1825
trató de exigir que todos los seminaristas católicos acudiesen a su Collége Philoso- phique para
estudiar derecho e historia eclesiástica (afirmando que estos temas no formaban parte de la
teología). Para 1829 había llegado, para la iglesia católica, “la hora de Lamennais y de los
liberales” (Simón, 1946: 8). Liberales y católicos habían sido unidos por su “enemigo común”
(p. 10). Jacquemyns (1934: 433) sugiere que también el romanticismo desempeñó un papel al
estimular tanto la religiosidad como el nacionalismo a un mismo tiempo, prestándose así a un
reformismo social lamennaisiano, lo que confirma algunas de las consecuencias ambiguas del
movimiento romántico que comentamos previamente.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 101

luego, el mismo Vaticano era muy legitimista, y por lo tanto muy reservado
respecto al nacionalismo liberal belga, pero “la política de Roma era una cosa y
el comportamiento del clero belga era otra” (Demoulin, 1950: 143).3026 Los
liberales anticlericales valones estaban dispuestos a hacer concesiones a los
católicos (en gran medida flamencos) para ganarse su apoyo sobre la cuestión
nacional.3027
El tema rápidamente pasó a ser, no el statu quo en oposición a un cambio,
sino simplemente la forma del cambio. Había tres posibilidades: separación de
Holanda y Bélgica, pero bajo un rey proveniente de la Casa de Orange; reunión
con Francia, o independencia, con un rey elegido en otro lado. Las posibilidades
del príncipe de Orange, el hijo del rey Guillermo, se desvanecieron cuando el
rey bombardeó Amberes el 27 de octubre, cosa que los belgas vieron como una
forma de ayudar a los comerciantes holandeses en contra de ellos. Por el otro
lado, el sentimiento reunionista nunca fue terriblemente fuerte, y de cualquier
manera tenía una oposición muy poderosa fuera de Bélgica. Y tanto el
orangismo como el reunionismo tenían un enemigo muy poderoso adentro: la
Iglesia, que veía a la Casa de Orange como protestante y a Francia como

El papel de Lamennais en Francia constituye una historia fascinante. Empezó su vida como
el más ultra de los ultras. Era de una lógica tan ultramontana que terminó por ver a la monarquía,
vinculada con el galicanismo, como el verdadero enemigo, por lo cual buscó hacer causa común
con el “enemigo del despotismo, la libertad. Una vez que sugirió esta sorprendente alianza,
quedó rápidamente cautivado por ella”, y empezó a argumentar que había una congruencia
histórica entre las dos, viendo tanto la liga católica del siglo xvi en Francia cuanto el
levantamiento de la Vendée durante la Revolución francesa como ejemplos de esa congruencia.
De hecho fue la situación belga la que le permitió desarrollar sus propias ideas y la que presagió
su posterior “giro a la izquierda” (Mellon, 1958: 189). Para 1832, cuando el papa Gregorio
XVI, en la encíclica Miran vos, condenó el liberalismo, la separación de la iglesia y el Estado y
el vínculo de la religión con la libertad, Lamennais estaba dispuesto a “sacrificar la iglesia a la
democracia” (Ponteil, 1968: 308).
'“Aunque esto ocurrió antes y durante la revolución belga, luego la situación empezó a
cambiar. A medida que Lamennais y los lamennesianos se inclinaban más hacia la
izquierda, la iglesia aplicó algunos frenos y los católicos comenzaron a desempeñar un papel
moderador en la revolución nacionalista (véase Guichen, 1917: 255).
Con la publicación de Miran vos la iglesia logró ponerle fin a la alianza con los liberales. En
Bélgica la iglesia comenzó a aducir que había una diferencia entre el liberalismo católico de
Lamennais y el catolicismo liberal en cuyo favor estaba. Es decir, no eran primordialmente
liberales sino primordialmente católicos y si aceptaban una separación entre la iglesia y el Estado
sólo podía ser como un pis aller. Esto se conoce como la enseñanza de la escuela de Malinas (véase
Simón, 1959: 416). Pero si bien esto era fundamental para la futura política interior de Bélgica
como Estado independiente, el hecho es que esta retirada del liberalismo se dio demasiado tarde.
Ya se había creado Bélgica como Estado liberal, dividido entre liberales anticlericales y liberales
católicos. Y así siguió durante todo el siglo xix.
3027
Este proceso del compromiso, primordialmente sobre el tema de la escuela, se había
iniciado ya en 1828 (véase Renouvin, 1954: 62).
102 IMMANUEL WALLERSTEIN

demasiado anticlerical.3028
Pero el compromiso social interno hubiese sido insuficiente para triunfar de
no ser porque la independencia belga se debía a las necesidades más grandes
tanto de Gran Bretaña como de Francia. La Santa Alianza había albergado la
esperanza de que Gran Bretaña no se precipitase a reconocer al nuevo régimen,
tal como lo había hecho con Luis Felipe. Esperaban que los vínculos
comerciales británicos con Holanda pudiesen inducirlos a seguir la línea dura.
Asumieron, asimismo, que Gran Bretaña temería un renovado expansionismo
francés (véase Guichen, 1917: 172 y passim).3029 No lograron entender el
dinamismo del modelo emergente británico-francés y la forma en que una
Bélgica independiente, industrializada y liberal, de hecho lo consolidaría. “La
idea de la ‘alianza liberal’ [fue] a partir de la década de 1830 un tema constante
del periodismo liberal de Londres y París” (Lichtheim, 1969: 42). Los franceses
proclamaron el principio de “no intervención” para disuadir a las tropas
prusianas de intervenir a finales de agosto, y lograron que los británicos hiciesen
lo propio.3030 “Las relaciones de confianza de Gran Bretaña y Francia en los
primeros días de octubre de 1830 tuvieron una importancia fundamental para
mantener la paz” (Demoulin, 1950: 127)3031 y permitieron, así, la declaración
de independencia por parte del Congreso Nacional el 18 de noviembre. El 24 de
ese mes el congreso hizo a un lado toda consideración de un rey procedente de
la Casa de Orange. Pero en el momento mismo en que Rusia estaba
movilizándose para mandar tropas, el 29 de noviembre estalló la insurrección
polaca. De hecho el zar se vio impedido dos veces de intervenir. Previamente,
la oposición del gran duque Constantino y del ministro de Relaciones
Exteriores, el conde Nesslerode, habían demorado la acción. Aconsejaron
prudencia, puesto que el gran duque temía que diezmaran al ejército de Polonia,

3028
Para una descripción detallada de esta elección entre las tres opciones véase Sten-
gers (1951).
3029
No era del todo absurdo. La actitud francesa frente a una Bélgica independiente era
sumamente ambigua. En su momento la apoyaron, pero Jean-Baptiste Nothomb creía que, con
excepción de Luis Felipe y de Guizot, la mayoría consideraba que su “existencia era transitoria”
(Stengers, 1951: 29, n. 1). Michelet llamó a Bélgica “una invención inglesa” (citado en la p. 7).
Y todavía en 1859 el ministro francés en Bélgica dijo que los belgas eran “una nacionalidad
por acuerdo [nacionalité de convention]” (p. 8).
3030
Talleyrand, al presentarle sus credenciales al rey de Inglaterra, utilizó el tema de la no
intervención que Canning usara en una ocasión porque le convenía. ‘Y así, de un recurso
político momentáneo que Canning había tomado en préstamo de Monroe [en relación con las
independencias en América Latina] Talleyrand pretendía crear una ley general y permanente
de las relaciones entre los estados” (Guyot, 1901: 585).
3031
Véase también Betley (1960: 245): “Las opiniones que se originaron en Londres y en
París proporcionaron la base para la existencia del Estado belga, a pesar de las diferencias al
respecto entre ambos gobiernos.”
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 103

que era su “dominio privado”. Y ahora el levantamiento polaco definitivamente


“salvó a Bélgica de la intervención y tal vez a Europa de la guerra” (Guyot,
1926: 64). En realidad, la misma movilización por parte del zar constituye un
elemento en el levantamiento polaco, puesto que los oficiales polacos temían
ser diezmados (véase Morley, 1952: 412-414).3032 El 15 de enero de 1831
Lafayette dijo: “Caballeros, se ha preparado la guerra contra nosotros. Polonia
debía formar la avanzada; la avanzada se ha volcado contra el grueso del
ejército” (citado en Morley, 1952: 415).
El levantamiento polaco marcó, así, el final de toda posibilidad de
intervención rusa contra Bélgica. Es cierto que no le hizo mucho bien a la misma
Polonia. Cuando el primer ministro de Gran Bretaña, lord Grey, recibió al
enviado polaco, el príncipe León Sapieha, a principios de 1831, el segundo le
recordó un panfleto que había escrito en defensa de Polonia. ‘‘Grey dijo que no
había cambiado de principios, pero que en vista del peligro de que los franceses
fuesen llevados por la opinión pública a anexarse Bélgica, Gran Bretaña debía
tener un aliado capaz de contrarrestar tal acción. Ese sólo podía ser Rusia”
(Betley, 1960: 89).
El cinismo era de rigor. Sin embargo, confirma la diferencia crucial entre
Bélgica y Polonia: el papel que Bélgica, pero no Polonia, podía desempeñar,
potencialmente, para consolidar el modelo franco británico. Por lo menos
Buonarrotti fue claro respecto a lo que ocurrió: Bélgica, bajo el gobierno del rey
elegido finalmente, Leopoldo I, se había unido a Gran Bretaña y a Francia para
constituir los “baluartes de esa monarquía constitucional basada en un sistema
parlamentario y en el consentimiento generalizado de las clases medias” que
denunciaba como “el orden del egoísmo” (Eisenstein, 1959: 86). Metternich fue
igualmente claro. En una carta al conde Nesselrode escribió: “Mi idea más
secreta es que la vieja Europa está en el principio del fin [...] La nueva Europa,
por otro lado, no está aún en sus comienzos. Entre el fin y el comienzo habrá
caos” (citado por Silva, 1917: 44).
Evans (1983: 200) llama a esto el “parteaguas natural de la historia de la
diplomacia europea”: autocracias en el este, constitucionalismo liberal en el
oeste.3033 Esto sirvió como base material para ese nuevo concepto cultural,

3032
De hecho, el levantamiento polaco tuvo entonces repercusiones dentro de la misma Rusia. Los
polacos estimularon la conspiración de los cadetes. Crearon el lema “Por vuestra libertad y por la
nuestra” como un gesto hacia los cadetes. “El día que el Sejm votó por destronar a Nicolás como rey
de Polonia (25 de enero de 1831) la Liga de los Cadetes organizó una compleja demostración
funeraria para honrar la memoria de los cinco decembristas rusos que habían muerto en el cadalso.
En la procesión se llevaban estandartes con la inscripción ‘Por vuestra libertad y la nuestra’” (p.
415).
3033
Véase también Seton-Watson (1937: 151): “El resultado [de la inquietud en Europa en
104 IMMANUEL WALLERSTEIN

“Occidente”, que fue desarrollado precisamente en el periodo de 1815 a 1848,


en parte por Auguste Comte, en parte por diversos teóricos rusos que
contemplaban anhelosos y frustrados esa “forma específica de civilización”
(Weill, 1930: 547). El concepto de un Occidente militarmente fuerte y
económicamente dominante, que se atribuía el estandarte de la libertad
individual contra un “este sin libertad”, económicamente retrasado, habría de
convertirse en el patrón del resto de los siglos xix y xx.
La ventaja que tenía Bélgica sobre Polonia era su ubicación geográfica en el
noroeste de Europa, combinada con una base industrial ya desarrollada. Por
consiguiente, podía incluirse en el núcleo ampliado; de hecho, se la necesitaba
como parte de la sede ensanchada de producción de alta tecnología requerida
por una economía- mundo en crecimiento.3034 Bélgica se recuperaría
rápidamente de las dificultades económicas transitorias causadas por la
turbulencia de una revolución política,3035 para ser sabiamente gobernada por un
rey que se propondría el objetivo de “trabajar por la entente francobritáni- ca”
(Ponteil, 1968: 327).
Con Francia y Bélgica en manos confiables, Gran Bretaña podía hacer con
cierta facilidad sus propios ajustes políticos. De hecho, la historia de la reforma
no se inició en 1850, durante el gobierno whig de lord Grey, sino en 1829,
cuando el duque de Wellington presidía un gobierno tory, lo más parecido que
tuvo Inglaterra a un régimen ultra. La cuestión no era la autonomía de las clases
medias urbanas sino la “emancipación” de los católicos. La cuestión de la

la década de 1830] consiste en dividir Europa definitivamente en dos campos: las potencias
orientales, como exponentes de la autocracia [...] y el occidente liberal, que se basaba en el
progreso constitucional en sus respectivos países y estaba ansioso [...] de promoverlo en España
y Portugal contra la feroz reacción de los carlistas y de Dom Miguel.”
3034
Pollard (1973: 640) opina que Bélgica seguía desempeñando un papel semiperi- férico.
Al analizar el papel de Bélgica en el periodo 1815-1865 dice que “algunas compañías, las
mejores y más resistentes, sobrevivieron [ante la industrialización británica]. Su mundo yacía
entre los británicos más avanzados, por un lado, y la Europa más atrasada, por el otro. Bélgica
fue el territorio al que se le atribuyó primero y con más éxito ese papel intermedio, y la historia
industrial belga puede ser plenamente entendida sólo en términos de esta relación dual”. Me
parece que Pollard minimiza la fuerza económica belga, especialmente a partir de 1834.
3035
Henderson (1954: 125) señala que “Bélgica logró su independencia política al costo de
una seria dislocación de su economía”. Chlepner (1926: 57) también afirma que “la revolución
de 1830 provocó [...] una profunda crisis económica]. Pero para 1834 Bélgica estaba iniciando
una gran expansión industrial basada en la construcción de ferrocarriles. Y el renacimiento de
Amberes le permitió convertirse en sede del creciente comercio británico-germano. Además,
Bélgica pudo beneficiarse entonces de ser la recién llegada. “Cuando los maestros en hierro
franceses y alemanes tenían buenas razones para perseverar con las técnicas más viejas, en
Bélgica lo más razonable era convertirse lo antes posible a la nueva tecnología del hierro. Los
rieles de hierro fueron el producto básico de la mayor parte de las nuevas grandes foijas belgas
a partir de 1834” (Milward y Saúl, 1977: 443).
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 105

emancipación católica había estado siendo discutida en el parlamento desde


1778, cuando se derogaron las leyes penales.3036 Originalmente se trató de hacer
extensivos los derechos civiles a una minoría, un elemento de la liberalización
gradual del sistema político. No obstante, el Acta de Unión, en 1800, complicó
las cosas. Una vez que Irlanda quedó jurídicamente incorporada al Reino Unido,
ampliar los derechos católicos podía verse como “la conclusión necesaria” del
acto. Pero podía verse también como una marcha atrás parcial, un elemento de
una posible descolonización del imperio británico.
Al mismo tiempo aparecieron dos elementos más en el panorama. El primero
fue el renacimiento protestante del siglo xvm que, aunque por sí mismo ejercía
presión sobre el establishment anglicano, añadió una fuerte voz que estaba “en
conjunto en contra de la emancipación [católica]” (Hexter, 1936: 313). El
segundo, que iba en la dirección contraria, fue la Revolución francesa. La
oposición a la revolución creó un cambio en la forma en que se veía a los
católicos en Gran Bretaña: “El catolicismo, que no era ya un ogro devorador de
armas, se volvió un Atlas virtuoso que sostenía al mundo tambaleante contra los
embates de un sansculottismo ateo” (Hexter, 1936: 301).3037
Sin embargo, fueron sin duda las clases bajas irlandesas las que forzaron la
cuestión, y sus acciones no reflejaban un ímpetu de integración al sistema
político británico sino los comienzos de un nacionalismo popular irlandés:

Era más bien que en la emancipación católica [las clases bajas irlandesas] preveían vagamente
la satisfacción de muchos deseos, la expropiación de los terratenientes protestantes y la división
de las tierras entre ellos mismos [...] en una palabra, la restitución a los católicos de las tierras
que pertenecían a sus antepasados (Halévy, 1949a: 191).
Para 1829 el nacionalismo habría arraigado lo suficiente como para que
Irlanda diese la impresión de estar al borde de una rebelión. “Por lo menos eso
le parecía al duque de Wellington” (Reynolds, 1954: 30). 142 Ante la necesidad,
según pensaba, de escoger entre la emancipación y la revolución, el duque de
Wellington —el duque de Hierro, ferozmente opuesto a la emancipación—
“decidió una de sus retiradas estratégicas. Le arrancó permiso al rey” (Reynolds,
1954: 30)143 para plantear la medida de una emancipación sin calificaciones.
La emancipación habría de cambiar la vida de las clases bajas irlandesas
mucho menos de lo que esperaban.144 ¡No importaba! La retirada de Wellington
tuvo la consecuencia de que “volvió respetable la reforma” (Moore, 1961: 17),

3036
La necesidad de obtener reclutas irlandeses y el apoyo de Quebec en la guerra contra
las trece colonias de América del Norte desempeñaron sin duda un papel (véase Hexter, 1936:
297-298). La ley de 1778 fue la causa inmediata de los motines de Gordon por parte de los
protestantes (véase Stevenson, 1979: 76-90).
3037
Un resultado inmediato fue el Acta de Asistencia a los Católicos que Disentían, de 1791.
106 IMMANUEL WALLERSTEIN

y al mismo tiempo tuvo el toque final de convertir a los mismos ultras británicos
en partidarios de la reforma electoral. Era la misma reacción que habían tenido
los ultras franceses de la restauración ante lo que consideraban la postura
insuficiente-

142
Wellington contaba con algunos indicios claros de los sentimientos políticos de los
católicos irlandeses. El líder de la Asociación Católica, Daniel O’Connell, fue electo como
miembro del parlamento en representación del condado de Clare en 1829, cuando se enfrentó
al recién designado presidente del Consejo de Comercio, Vesey Fitzgerald, por una votación
de 2 057 contra 982. “La emancipación era inevitable. Pero su puesta en práctica en 1829 y no
cinco o diez años más tarde puede atribuirse directamente a la situación irlandesa y en particular
a la asociación [católica]” (p. 164).
HS
Fue aconsejado por su lugarteniente, Robert Peel, quien se erigiría más tarde en el
arquitecto de la revocación de las Leyes de los cereales. Desde luego, también tuvieron que
convencer al parlamento. Thomis y Holt (1977: 82) lo llama “un triunfo para el nuevo estilo de
organizarse y de hacer campañas políticas”. Compárese a estos tañes (“ilustrados”) con el
liderazgo whig. Halévy (1950: 255-256) observa que en la década de 1830 “por todo el mundo,
en Irlanda, Bélgica, Polonia, Canadá y Terranova, los descontentos, los clientes de los liberales
de avanzada, eran católicos”. Sin embargo, para 1838 esos whigs “habían traicionado a Polonia,
sometido al bajo Canadá a la ley marcial y devuelto a los católicos de Luxemburgo y de
Limburgo a una potencia calvinista [los Países Bajos]”. De manera similar, Holland (1913: 77)
reconoce: “Durante la década de poder [de los whigs, 1830-1841; que de hecho se interrumpió
de noviembre de 1834 a abril de 1835] los gobiernos whig no cambiaron sustancialmente el
sistema nacional de las Leyes de los cereales, de la Preferencia Colonial, las Leyes de
Navegación y los altos derechos proteccionistas a las manufacturas.” Los whigs casi nunca
tuvieron el valor de su presunto liberalismo. Esto realmente no es sorprendente, ya que
“siempre llevaron la marca de la aristocracia [...] Un ‘demócrata whig era un deporte, no un
género” (Southgate, 1965: xv-xvi).
144
Véase Reynolds (1954: 168): “En Irlanda misma los efectos inmediatos de la medida
parecían escasamente proporcionales a la energía y el entusiasmo que habían desembocado en
seis años de confusión.” mente autocrática de Luis XVIII. Los ultras británicos
pensaban que Wellington y Peel se habían vuelto poco confiables. Como habían
sido apoyados por los representantes de los condados más pequeños, más fáciles
de influir, los ultras argumentaban, “paradójica pero no irracionalmente” que
sólo “podía contarse con un electorado racional y de base amplia para que se
reuniese en torno al estandarte de ‘no al papismo’" (Evans, 1983: 206). 3038 La

3038
La primera “propuesta de ley de reforma concienzuda” fue presentada por uno de esos
ultras, el marqués de Blandford, en 1830. Proponía “la transferencia de los escaños de los
distritos con muy pocos electores a los condados, la descalificación de los votantes que no
fuesen residentes, la expulsión del parlamento de quienes detentasen cargos de la corona, el
pago a los representantes parlamentarios y la concesión del derecho al voto en general a quienes
pagaran impuestos”. Desde luego, hay más de una manera de ver el hecho de que un parlamento
lleno de representantes de distritos con muy pocos votantes votase por las reformas. Halévy
(1949a: 145, 147) lo tiñe con un matiz comprensivo: “de esta manera la corrupción misma del
electorado corregía hasta cierto punto los vicios del sistema y brindaba un medio por el cual
las nuevas clases de la sociedad podían obtener escaños en el parlamento y la representación
de sus intereses en el mismo. [Votar los proyectos de reforma dos veces consecutivas] prueba
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 107
oportuna retirada de Wellington del tema de la emancipación católica garantizó
que no se produjese nada parecido a los días de julio, pero el resultado terminó
siendo sustancialmente el mismo, porque fue, asimismo, la culminación de
procesos esencialmente paralelos en ambos países.
La emancipación católica puede haber calmado las cosas en Irlanda, pero el
fracaso de la cosecha en Inglaterra ese mismo año revivió la sensación de
turbulencia. En el invierno de 1830 el desempleo en las áreas rurales se había
vuelto “generalizado” y se vio seguido por la quiebra de los bancos ubicados en
el campo, lo que produjo motines agrícolas (véase Gash, 1935: 91). En ese
momento, a la espera de nuevas elecciones, estalló la revolución de julio (los
Días de Julio). Como ya señalamos, la reacción fue mixta. Los radicales estaban
“triunfantes”. Veían a julio de 1830 como “la renovación de 1789”. El centro
liberal (los aristócratas whig, los notables de la clase media urbana) tenía la
esperanza de que la revolución de julio resultase ser “al mismo tiempo liberal y
conservadora, y de hecho no reviviese 1789 o 1792 sino 1688, convirtiéndose
así en un tributo francés a la sabiduría política de Inglaterra” (Halévy, 1950: 5-
6).
En todo caso, Wellington perdió la elección, en lo que en opinión de Halévy
(1935: 53) es el “resultado natural de la caída del último de los reyes de
Francia”.3039 Aunque julio puede o no haber peijudicado a Wellington, ya vimos
que de hecho éste no le era hostil a Luis Felipe. Como señaló Louis Blanc en
ese momento, si los whigs apoyaban a la revolución de julio como “el triunfo
del liberalismo francés”, los tories hacían lo propio porque estaban tratando de
mantener la “supremacía [de Gran Bretaña] en Europa”:

La aristocracia inglesa, como todas las aristocracias, es muy clarividente y coherente al tratar
de cumplir sus objetivos. Sabía que, con Carlos X, había una seria posibilidad de que Francia
se apoderase de la margen izquierda del Rin y que entregase Constantinopla a los rusos. Sabía

que, a diferencia de lo que ocurría en la Cámara de los Lores, la Cámara de los Comunes no
reformada representaba ya en gran medida la opinión del país”... o por lo menos la de “los
banqueros, comerciantes y hombres de negocios de todo tipo” de cuya participación en la
Cámara de los Comunes está hablando Halévy.
3039
Gash (1956) cuestiona el argumento de Halévy de una influencia directa de la revolución
de julio en las elecciones británicas. Dice que para el momento en que las noticias llegaron a
Gran Bretaña, el 3 de agosto, ya habían regresado 60 de 120 miembros. Admite que los 60
restantes incluían la cuarta parte de los escaños que estaban en mayor disputa, pero dice que la
reforma se había convertido en un tema significativo antes de julio, y que atribuirles a los días
de julio un impacto directo sobre la opinión británica era, primordialmente, una afirmación
retrospectiva de voceros radicales. No obstante esto, asume que el impacto de la revolución de
julio funcionó afectando a quienes eran electos, más que las posiciones de quienes
efectivamente resultaban electos.
108 IMMANUEL WALLERSTEIN

que el duque de Orleáns era inglés por sus gustos y sus inclinaciones.

El contagio de 1830 se difundía claramente. Pese a ello, es posible que la


reforma nunca se hubiese producido, ni en Inglaterra ni en Francia o Bélgica, de
no haber habido una presión popular. El nuevo gobierno whig de lord Grey
reaccionó a las continuas perturbaciones agrarias aplicando las leyes “con la
máxima severidad”, logrando poner fin a los motines y los incendios provocados
(Halévy, 1950: 15). Una vez que los motines estuvieron bajo control lord Grey
propuso su acta de reforma. Cuando sólo logró una mínima mayoría, se disolvió
el parlamento y se reintegró con una mayoría más fuerte en favor de la reforma.
Pero cuando la Cámara de los Lores votó en contra del acta de reforma adoptada
nuevamente, en octubre de 1831, empezaron a producirse disturbios urbanos.
Los líderes reformistas de la clase media, como Francis Place, luchaban por
mantenerse en el liderazgo. Place lanzó el famoso lema “Para detener al duque
[de Wellington] vayan por el oro”. Eso quería decir que se retirasen los fondos
privados de los bancos. Se dejaba oír la sugerencia de presentarle resistencia
armada a un nuevo ministerio tory, aunque “una revolución encabezada por
Francis Place hubiese sido un fenómeno incongruente” (Evans, 1983: 211). No
obstante, la amenaza funcionó. Wellington abandonó su oposición y el rey le
prometió a Grey que, de ser necesario, nombraría nuevos pares. “Nunca fue
necesario probar si era cierto” (Thomis y Holt, 1977: 91, 98).3040
Tanto los defensores como los opositores de la reforma estaban de acuerdo
en que en ese momento Gran Bretaña se había “asomado al borde de un
precipicio de desorden” (Fraser, 1969: 38). Rudé afirma que en 1830 no se
produjo una revolución inglesa porque no existía “un movimiento de clase
trabajadora con conciencia de sí” y porque las iras ocasionales de los obreros
“carecían de un apoyo sólido de la clase media” (Rudé, 1967: 102). Pero ¿será
ésta la forma de analizar lo que ocurrió? En respuesta al alarde de que las
reformas de 1832 se habían logrado “sin una insurrección”, John Stuart Mili,
escribiendo en 1849 (p. 12), pregunta: “¿Pero fue sin el temor a una
insurrección? Si no hubiera existido la posibilidad de un levantamiento,
¿hubiese la Cámara de los Lores abandonado su oposición, o el duque de
Wellington, desesperado, hubiera dado por perdido el juego?”3041 La respuesta,

3040
‘Y así los modernos reformistas parlamentarios se salieron con la suya, y el precedente
que establecieron al obtener concesiones mediante la extorsión de amenazar con la resistencia
armada habría de ser para ellos una intensa vergüenza cuando los cañistas comenzaron a exigir
nuevas medidas de reforma parlamentaria y emplear tácticas similares para lograrlo” (Thomis
y Holt, 1977: 99).
3041
El análisis de Ward (1973: 56) es muy diferente: “No hace falta buscar el meto- dismo
ni otras restricciones a la revolución. No existía una situación revolucionaria. La reforma tuvo
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 109

casi ciertamente, es que no.


Sin embargo, esto no significa que los insurrectos putativos alcanzasen sus
metas. Porque una vez más los liberales centristas se hicieron cargo del proceso.
El “propósito primordial” de la Ley de Reforma era “reunir el apoyo de la clase
media en torno al sistema aristocrático” (Gash, 1979: 147).3042 Los whigs “se
cercioraron —por usar su mismo lenguaje— de que la ‘era de las mejoras’ no
se transformaría repentinamente en una ‘era de la disrupción’”. Para eso
necesitaban una ley, cualquier ley, que pareciese incluir a las clases medias en
el cuerpo político.3043 Hasta John Bright, que quería mucho más, diría: “Si la ley
no era una gran ley [...] fue una ley genial cuando la aprobaron” (Briggs, 1959:
259-260).
Las reformas tuvieron algunas consecuencias inesperadas para la política
británica. “Escocia y la Irlanda católica emancipadas se convirtieron en
refuerzos poderosos para la solidez parlamentaria de los whigsy los liberales”
(Gash, 1979:154). Los marginados celtas habrían de ser el baluarte, primero de
Gladstone y de Lloyd George, y luego, más tarde, del laborismo. Al mismo

éxito porque sus defensores habían sido electos, en gran medida, en la última elección no
reformada, debido a que Wellington fue incapaz de formar un ministerio, porque los pares no
querían verse empantanados por nuevas creaciones y porque una cuidadosa manipulación
whigde las cláusulas de la propuesta garantizaban un electorado preponderantemente burgués.”
Todo eso es cierto, pero se trata en su mayoría de variables que intervinieron. No contradicen
el factor aducido por Mili: el temor a la insurrección.
Como lo expresa muy bien Southgate (1965: 21-22): “El único argumento de una reforma
extensa, tal vez el único argumento de cualquier reforma, que todos los ministros de Grey
pudiesen en buena conciencia expresar al unísono, era que resultaba necesaria para la
seguridad, la influencia y la reputación de la clase gobernante. Convencidos de que su labor
era esencialmente conservadora, una operación de rescate del rango y la propiedad, los autores
de la ley pudieron desempeñar el papel que la hagiografía whig les atribuía a los héroes de
antaño [...] Estaban procurando separar a la clase media de las filas de quienes se oponían a la
constitución, un gran conjunto incipiente de personas que se distinguían de los ‘meros
mecánicos’ y los trabajadores por su riqueza, su propiedad, su educación, su ‘respetabilidad’,
y que por lo tanto calificaban para ingresar al pays legal. La Ley de Reforma no les ofrecía nada
a las masas. Era una medida no democrática y antidemocrática”.
3042
Y por supuesto funcionó: “La validez de la afirmación whig de que había separado a las
clases medias del radicalismo de la clase baja nunca quedó más claramente demostrada que en
los años 1831-1836 [...] el logro de la reforma parlamentaria fue seguido por un derrumbe de
la membrecía y las finanzas de la Unión Política Nacional de Londres” (Gash, 1979: 191).
3043
Una vez más, no debemos exagerar. La Ley de Reforma duplicó el electorado, que pasó
de medio millón a un millón (véase Halévy, 1950: 27). Pero como afirma Clark (1962: 7) “la
clase media, comoquiera que se la definiese [no] dominó el país a partir de 1832. Ciertamente
se la consideró políticamente importante en el momento de esa Ley de Reforma, y que la ley
fue propuesta y aprobada es en gran medida un reconocimiento a su importancia; pero después
de la ley el control final en materia de política seguía estando, sin duda alguna, en manos de
las viejas clases gobernantes, la nobleza y los terratenientes”.
110 IMMANUEL WALLERSTEIN

tiempo, los conservadores pasarían de ser meramente el “partido de la corona y


la nobleza” a ser el “partido de Inglaterra” (Halévy, 1950: 182). Sin embargo,
podría aducirse que las reformas de 1829-1832 establecieron el Estado nacional
liberal tanto por integrar a los celtas marginados como por hacer lo propio con
las clases medias.
Además, al eliminar los condados más pequeños, la ley debilitaba el poder
de los ministerios vis-á-vis los miembros individuales, que ahora tenían que
responder ante sus electores. Eso se revertiría cincuenta años después con el
desarrollo de los partidos centralizados, que volvieron a imponer el control sobre
los miembros y sus electores. Mientras tanto, este debilitamiento de un centro
autocrático, aunque ministerial, provocó de hecho “desánimo” en muchos
radicales, liberales y hasta whigs, porque les parecía que con frecuencia era más
difícil, y no más fácil, obtener una nueva reforma a la legislación. Ya no bastaba
con convencer a unos pocos individuos que ocupaban la cima misma para que
realizasen cambios esenciales, oportunos. Era necesario tomar en cuenta los
intereses de un grupo mucho más grande pero también estrecho de miras:

La inclinación de los benthamitas por lord Wellington y por Peel en 1829 y 1830 puede ser, en
realidad, extremadamente importante. Si la historia siguiese una progresión lógica (cosa que
nunca hace), se podría sostener que la primera Ley de Reforma hizo más por retrasar medidas
tales como la derogación de las Leyes de los Cereales que por acelerarlas (Moore, 1961: 34).

Si las clases medias obtuvieron menos de lo que podían haber deseado,


recibieron honor, y ya no volverían a ser turbulentas. No obstante, lo único que
obtuvieron las clases trabajadoras, en Gran Bretaña, igual que en Francia fue
“desilusión” (Briggs, 1956:70) y una posición debilitada para la siguiente ronda
de combate.3044
Para 1830-1832 se había fabricado en Gran Bretaña, Francia y Bélgica, los
tres estados más industrializados de la época, un Estado liberal gobernado por
un centro liberal. Colectivamente, los tres constituirían el núcleo económico y
cultural del sistema-mundo. El modelo del Estado liberal estaba destinado a su
uso y al uso de aquellos otros que estaban aspirando a alcanzar una prosperidad
y una estabilidad comparables. Se había controlado a la Santa Alianza y a los
ultras en el centro; de hecho, habían sido aplastados. Los conservadores y los
radicales habían dado inicio a su transformación de facto en meras variantes del
liberalismo centrista. Así como los ultras fueron definitivamente neutralizados,

3044
Véase Southgate (1965: 24): “La ‘gran estrategia’ social de la Ley de Reforma resultó
reivindicada con el fiasco cartista de 1848, cuando Gran Bretaña, con su constitución
reformada, pasó incólume la tormenta desatada por una nueva revolución en Francia.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL 111

los revolucionarios que estaban en favor de la insurrección apenas habían


logrado alcanzar cierta presencia política, especialmente en los tres estados
liberales modelo.
Ahora tenía que desarrollarse la maquinaria del Estado liberal. El proceso de
reforma electoral seguía siendo tímido. Pero ya se lo había lanzado, y
continuaría avanzando inexorablemente hasta alcanzar su cumbre como
sufragio universal en el curso de un siglo. El sufragio fue acompañado por la
extensión de los derechos civiles a todos los ciudadanos, incluso los súbditos,
incluso los residentes. Lo que todavía no había empezado del todo en el segundo
gran pilar del Estado liberal era su amansamiento de las clases peligrosas: la
protección estatal de los económica y socialmente débiles. Este proceso se
iniciaría en el siguiente periodo, el de la consolidación de los estados liberales,
entre 1830 y 1875.
Lechard (?), Insurrection du Lyon, 9-14 avril 1834. La huelga de los canuts en Lyon degeneró
en un enfrentamiento armado entre los trabajadores y las fuerzas del orden, que dio por
resultado una masacre de obreros. En la bandera que enarbolan éstos se lee: “Vive trabajando
o muere luchando”. (Cortesía de la Bibliothéque Nationale de France.)
3. EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875
La intervención estatal británica fue creciendo como una
bola de nieve a lo largo de todo el siglo [xix], que la
mayoría de los historiadores se inclinaban por
caracterizar como la centuria en la cual el gobierno no
metió las manos en los negocios.

J. BARTLETT BREBNER (1948: 108)

Las revoluciones simplemente ocurren, no fracasan ni


triunfan.

JOHN PLAMENATZ (1952: XIl)

La lucha entre los órdenes sofoca o mejor dicho crea toda


esta historia... Los hechos no sólo desaparecen porque los
ministerios y los partidos lo desean ni porque les resulta
útil que lo hagan.

FRANgois GUIZOT (1820: 6)

Durante la primera mitad del siglo xix el socialismo como concepto no se había
separado todavía de la “democracia burguesa” como concepto o, según dice
Labrousse (1949b: 7), “el jacobinismo y el socialismo seguían siendo una
revoltura en la vida política”. En cierto sentido, probablemente habría de pasar
todavía al menos un siglo en el que no existió una distinción cabal de ambos
conceptos. No obstante, el liberalismo (que me parece mejor expresión que
“democracia burguesa”) y el socialismo empezaron a tener trayectorias
divergentes como opciones políticas a partir de 1830. De hecho, como sostiene
Hobsbawm (1962: 284):

Los liberales prácticos [...] rehuían la democracia política [...] Los descontentos sociales, los
movimientos revolucionarios y los ideólogos socialistas de la

[tai]
122 IMMANUEL WALLERSTEIN

era posnapoleónica intensificaron este dilema [de confiar en que la mayoría llevaría adelante
los dictados de la razón], y la revolución de 1830 lo volvió agudo. El liberalismo y la
democracia parecían ser adversarios más que aliados.1

El concepto de clase y de conflicto de clase no fue una contribución de los


ideólogos socialistas, y mucho menos de Karl Marx. Es una idea saint-
simoniana, desarrollada y utilizada por Guizot como parte del proyecto liberal. 2
La visión que tenía Saint-Simon de la estructura de clases en el moderno mundo
industrial era que existían tres clases: los propietarios, los que carecían de
propiedad y los sabios. Veía el conflicto de clase entre los “industriales” (los
que trabajan) y los ociosos como una fase transicional, que sería superada por
una sociedad armoniosa de clases industriales productivas bajo la égida de los
sabios, visión meritocrática en la cual la vieja aristocracia por nacimiento sería
sustituida por una aristocracia del talento (Manuel, 1956; Iggers, 1958b) . 3 Para
Guizot el concepto de clase era un elemen-
1
Hobsbawm continúa (p. 285) : “Mientras la ideología liberal perdió así su confiada
capacidad de alcance inicial [...] una nueva ideología, el socialismo, reformulaba las viejas
verdades del siglo xvm. La razón, la ciencia y el progreso eran su sólida base. El año de 1830
señala “un parteaguas” también para Coomaert (1950: 13) y “un punto de partida” en la historia
del proletariado. También él destaca (p. 26) la adopción de la filosofía del siglo xvm: “fe en la
razón, en la ciencia, una fe simplista en el interminable progreso de la humanidad".
2
Esto lo explica Plejánov muy claramente y bastante pronto desde la perspectiva marxista
(1902-1903). Y tampoco es todo: la clásica definición marxista del socialismo en la Crítica del
programa de Gotha —“de cada quien de acuerdo con su capacidad, a cada quien de acuerdo con
su trabajo”— está tomada de hecho directamente de la Doctrine de Saint-Simon (1830: 70): “A
chacun selon sa capacité; á chaqué capacité selon ses oeuvres” (citado en Manuel, 1956: 227). Es
cierto que Marx especifica que ésta es una fórmula transitoria. En el periodo subsecuente de
“comunismo” será “a cada quien de acuerdo con sus necesidades”.
3
Iggers le imputó originalmente a Saint-Simon que era “totalitario” (1958a: 3), pero se
retractó en un libro posterior, en el cual prefirió hablar de las bases conservadoras del
pensamiento saint-simoniano: “Igual que De Maistre, a quien [los saint-simonianos] admiraban
profundamente, y a diferencia de otros defensores de la teoría del progreso, ellos estaban
convencidos de que el hombre poseía 'penchants vicieux’, y que esas propensiones hacían
necesaria la existencia de un Estado que restringiese y regulase la libertad del individuo” (1970:
689). Stark (1943: 55) lo llama “profeta de la burguesía”. Véase también Brunet, que destaca
la claridad de Saint-Simon acerca de qué estaba en contra y su variedad respecto a aquello de
lo que estaba a favor, y lo caracteriza (1925: 9) como “Edipo frente a la esfinge”, observando
el siglo xix que se extendía frente a él y tratando de adivinar el futuro. Véase también Hayek
(1952: 156-188), quien remonta esta influencia en tres direcciones: a los jóvenes hegelianos y
al socialismo posterior a
to esencial en sus esfuerzos por “legitimar las aspiraciones políticas de la
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 123
burguesía” (Fossaert 1955: 60). 3045 3046

Pero en 1830 Guizot y sus amigos lograron, tal como estaban lográndolo
simultáneamente en Gran Bretaña,3047 establecer una forma de gobierno de la
clase media “como un juste milieu permanente, un justo medio entre los
extremos de la revolución y de la reacción” (Star- zinger, 1965: viii).3048 El 7 de
agosto de 1830 la Cámara de Diputados suprimió el preámbulo a la Carta de
1814 “pues lesionaba la dignidad nacional al dar la impresión de conceder a los
franceses derechos que les corresponden esencialmente” (Collins, 1970: 90).
Los liberales, políticamente, y la grande bourgeoisie, socialmente, habían
conquistado por fin su droit de cité.3049

1848, al “capitalismo continental” y a Comte y la sociología positivista. Y G. D. H. Colé (1953, 1:


43) es severo: “En todo esto no había ningún elemento de democracia.”
3046
Fossaert continúa la exposición del pensamiento de Guizot: “La burguesía que se afirma
a sí misma y aspira a dominar el Estado no teme volcarse a métodos revolucionarios; 1830 es
prueba de ello. Tampoco le tiene miedo a las teorías científicas. Es consciente de ser una clase
en lucha y acepta que se la defina como tal.” Todavía en 1847, cuando Guizot seguía una línea
políticamente mucho más conservadora, era denigrado por sus oponentes por este espaldarazo
a la doctrina de la clase. En la Cámara de Diputados un tal Garnier-Pagés declaró: “No existen
clases en este país [...] Y usted, M. Guizot, ésta es una de las teorías más detestables que apoya,
que hay diferentes clases, que están la burguesía y los pobres, la burguesía y el pueblo [...]
Quiso dividirnos pero no lo logrará [...] en Francia sólo hay ciudadanos franceses”. Daumard
(1963: xi) que cita esta perorata, señala que Garnier-Pagés casi inmediatamente continuó así su
discurso a la cámara: “Veo aquí muchos burgueses”. Por lo menos la cámara se rió.
3047
Gash (1977: 39) observa que el gabinete de pares de lord Liverpool estaba integrado de
hecho por hijos y nietos de la clase media. En 1835 sir Robert Peel, al pronunciar un discurso
en la City de Londres, se refirió al hecho de que su padre había sido un fabricante de algodón.
“¿Sentí que de alguna manera eso me menoscababa? [...] No, ¿pero no hace que uno, o no
debería hacer que ustedes, caballeros, hiciesen todo lo posible para concederles a otros hijos de
otros hiladores de algodón las mismas oportunidades por medio del mismo sistema de leyes
con las cuales este país ha florecido tan largo tiempo, de llegar por los mismos medios
honorables a un destino equivalente?” (citado en p. 71).
3048
Guizot “no rechazaba ni aceptaba la Revolución en bloque [...] La sociedad de la ‘razón’
y la ‘justicia’ era el concepto filosófico básico con el cual los doctrinarios rechazaban las
pretensiones exclusivas tanto de la Revolución como del antiguo régimen” (Starzinger, 1965:
20-21).
3049
Tanto Lhomrne (1960: 36) como Pouthas (1962: 258) hablan de la sustitución de una
clase por la otra como la fuerza dominante. No obstante, Tudesq (1964, i: 355) nos alerta acerca
de cómo debemos interpretar este fenómeno. “No se trata de negar la supremacía de la grande
bourgeoisie en la monarquía de julio; pero no se trató tanto de que expulsara a la antigua
aristocracia como de que la asimilara.” Sin embargo, las consecuencias sociales de este cambio
fueron reales, como lo demuestra la carta que el prefecto de París dirigió a los alcaldes de los
diversos arrondisements poco después de la revolución de 1830, en la que discutía las
preparaciones necesarias para la realización de posibles festividades en el palacio: “Sin duda
encontrarán apropiado [...] redactar con antelación una lista de las personas de cada
arrondisement que puedan ser incluidas en el honor de recibir indicaciones del rey. Mérito
eminente, riqueza adquirida en forma honorable, un nombre justamente famoso, gran industria,
tales [...] son las condiciones que, además de una vida honorable, deben guiarlos en las
124 IMMANUEL WALLERSTEIN

Como además esto coincidió con un periodo de cambio económico y social


acelerado, los problemas más urgentes a los que se enfrentaban Francia y Gran
Bretaña eran por entonces los “problemas sociales” del industrialismo, y
especialmente los del “nuevo proletariado, los horrores de la urbanización
descontrolada a toda velocidad” (Hobsbawm, 1962: 207). Por consiguiente, el
conflicto de clases llegaría a significar algo diferente de lo que pensaban Saint-
Simon y Guizot. La misma revolución de 1850 se produjo en un momento de
especial dificultad económica para los trabajadores (alto desempleo, precios del
trigo insólitamente elevados).3050 Probó la utilidad del levantamiento político y
sirvió para estimular la conciencia de los trabajadores, el sentido de tener un
interés común “tan sólo como proletarios”, un sentimiento de la “dignidad del
trabajador” (Festy, 1908: 330).3051 Los liberales percibieron inmediatamente
este cambio. Thiers, en una declaración a la Cámara de Diputados, afirmó: “al
día siguiente de la revolución de julio vimos que teníamos el deber de moderarla.
De hecho lo que peligraba no era ya la libertad sino el orden” (citado en
Bezucha, 1974: 137).3052
Los años siguientes habrían de presenciar una inquietud obrera
de una intensidad y calidad nuevas tanto en Francia como en Gran
Bretaña. En las obras sobre huelgas e inquietud de los trabajadores
se ha señalado crecientemente cuánta de esta actividad era de
“artesanos”, en oposición a “obreros”. Aunque la línea divisoria no
siempre es tan clara como parecen querer algunos autores, en
general los denominados “artesanos” tenían más aptitudes técnicas,

elecciones que realicen. Por lo tanto, incluyan por favor a los magistrados, a los grandes
propietarios, los banqueros, los agents de change, los notarios, los abogados, los fabricantes,
los oficiales militares, los artistas, los hombres de letras que residan en su distrito, cinco o seis
de las personas más notables en su profesión.” Esta carta es citada por Daumard (1963: 305)
quien comenta: “No es ya cuestión de antepasados, excepto incidentalmente y con el propósito
de no excluir a nadie con un ‘nombre justamente famoso’, e incluso en este caso no es
necesariamente alguien que sea tradicional.”
3050
“Al crear descontento entre la población, al acostumbrarla a los motines, la crisis
creó el ambiente revolucionario” (Gonnet, 1955: 291).
3051
Véase también Moss (1975a: 204): “Las Trois Glorieuses inspiraron tanto un
renacimiento de las ideas igualitarias de la primera república como una oleada sin precedentes
de protesta de la clase trabajadora.”
“Un mes después de la revolución de 1830 el Journal desDébats alertaba a las clases medias
sobre el levantamiento de los proletarios en la sociedad moderna, comparándolos con los
bárbaros en el imperio romano (véase Daumard, 1963: 515). Y cien años más tarde ese otro
liberal, Benedetto Croce (1934: 150) analizaba de manera similar la revolución de 1830: “Los
términos habían cambiado. Ya no se trataba de una lucha entre liberalismo y absolutismo sino
entre liberalismo y democracia, de su forma moderada
a su forma extrema y socialista. Esta lucha, que fue la lucha verdaderamente presente y
progresista del siglo xix, se desarrolló [...] en los países que gozaban de libertad”.
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 125
mayor ingreso real y más autonomía en el lugar de trabajo que otros
tipos de trabajadores. Muchos de estos “artesanos” eran miembros
de organizaciones que existían desde mucho antes del siglo xix, y que
funcionaban para mejorar el bienestar de sus miembros a través del
apoyo social y la ayuda mutua. Las organizaciones eran jerárquicas
y se estructuraban en torno a rituales.
Estas organizaciones eran las únicas permitidas en los periodos
en los que se había prohibido estrictamente la organización
sindical,3053 y sólo se las toleraba bajo la cuidadosa vigilancia de las
autoridades. No obstante, en la cambiante situación política
posterior a 1830, hasta las sociedades de ayuda mutua empezaron a
asumir nuevos papeles, como lo ha señalado Sée (1951, 2: 199):
“Muchas de estas sociedades servían [...] para ocultar verdaderas
organizaciones de resistencia hostiles a los empleadores; al crear reservas
monetarias auxiliares (bour- ses auxiliaires), creaban fondos para sostener a los
desempleados y a los huelguistas.”3054 De manera que podía ocurrir,
como ha sostenido Stearns (1965: 371-372), que tales “artesanos”
tuviesen más probabilidades de dedicarse a acciones de huelga en
esa época que los “obreros fabriles”, los cuales, al estar en una
posición aún más débil, eran “casi por entero aquiescentes”.3055
La distinción que hacen muchos especialistas entre los artesanos
y los obreros fabriles parece realizarse primordialmente sobre la
base de una organización diferente del lugar de trabajo. Pero de
hecho los artesanos solían estar en “talleres”, que no eran tan
diferentes en estructura e incluso en organización social de las
“fábricas” bastante pequeñas que existían en esta época. Yo
sospecho que la verdadera diferencia estaba en el origen social de
ambos grupos de trabajadores. Los “artesanos” eran varones, y
varones que en su mayoría provenían del área circundante. Los
“obreros fabriles” eran mayormente mujeres y niños (Bezucha,

3053
Véase Wallerstein (1989: 107, 120-121 [ed. en esp.: 149, 167-168) sobre la Loi Le
Chapelieren Francia y las Leyes Anticombinación en Gran Bretaña.
3054
Rudé (1969: 22) afirma que la militancia de estas asociaciones fue visible ya antes de
1830: “De hecho, los acontecimientos de octubre-noviembre de 1831 no pueden considerarse
una sorpresa. Para los miembros de la asociación de jefes de talleres de seda en Lyon, llamada
Mutuelisme, no fue en 1831 cuando ‘se dio la señal de la emancipación de los trabajadores’, sino
más bien tres o cuatro años antes, cuando se fundó su organización [1828]... Ya lo largo de
toda la restauración el movimiento de los trabajadores, que se expresaba como ‘coaliciones’ y
conspiraciones, en ningún momento dejó de mostrar una asombrosa vitalidad.”
3055
Tilly, por un lado, dice que 1830 “hizo poca diferencia” para la política de los trabajadores
del norte de Francia. Habla de la “ausencia casi total de huelgas". Pero por
126 IMMANUEL WALLERSTEIN

1974: 35) o “migrantes”, que incluían tanto a quienes venían de


comunidades rurales como a los obreros que hablaban otro
idioma.3056
La expresión más dramática de protesta por parte de los
“artesanos” fue la de los canuts3057 de Lyon, primero en 1831 y luego
en 1834. Las luchas se iniciaron inmediatamente después de la
revolución de junio e incluyeron destrucción de maquinaria y
expulsión de trabajadores

otro lado nos dice que “el creciente ritmo del conflicto industrial durante los decenios de 1830
y 1840 volvió normal la huelga, al menos hasta cierto punto” (1986: 262, 263, 265).
,4
Véase Bezucha (1974: 23), quien cuenta con estadísticas de 1833 para un distrito de
trabajadores en Lyon que demuestran que, de 3 257 jornaleros, sólo 547 habían nacido en esa
ciudad. Los demás eran extranjeros o provenían de comunidades rurales. “La inmigración fue
el factor principal del crecimiento de Lyon durante este periodo” (p. 158). Aguet (1954: 4)
menciona un informe del Constitutionneldel 16 de agosto de 1830, respecto a una marcha a la
prefectura de policía de París, en la cual los trabajadores locales exigían que a los trabajadores
“extranjeros" (“extranjeros” incluía a los trabajadores franceses de origen rural) se les pidiese
que abandonasen París. El prefecto se negó sobre la base de que la presencia de los trabajadores
“extranjeros” representaba “una competencia que promueve la emulación, favorece el espíritu
de mejoramiento y ha contribuido considerablemente a fortalecer la industria francesa”. Aguet
(p. 9) informa de casos similares en Lyon y en Grenoble.
Entonces, igual que ahora, a los trabajadores “extranjeros” se les pagaba menos que a los
trabajadores locales, pero eran atraídos por salarios superiores a los que podían obtener en sus
zonas de origen. Sée (1924: 494, 498) cita un estudio de 1840 realizado por Villermé con datos
de los trabajadores de París, que le permite llegar a la conclusión tanto de que los campesinos
se sentían atraídos por “los niveles salariales [relativamente] elevados que ofrecía la industria
manufacturera” como que, sin embargo, “la existencia del trabajador parecía bastante precaria”.
15
Canut se deriva aparentemente de la palabra canette, que significa “carrete”, y era el
nombre que se había usado en los espectáculos de marionetas de Lyon desde el siglo xvi para
caricaturizar a los trabajadores de la seda de esa ciudad. Levasseur (1904, 2: 7) insiste en que
“no era un término despectivo”.
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 18 30 - 18 7 5 127
“extranjeros”. 3058
El antecedente de esto fue la militancia de
losjornale- ros en el siglo xvm, que había hecho erupción en 1786 en
el llamado motín de dos centavos (émeute de deux sous), en el cual los
jornaleros procuraban obtener una tasa mínima fija para la tela
terminada. Los disturbios continuaron hasta la Revolución francesa
y la imposición de la Loi Le Chapelier. Bezucha (1974: 11) llega a la
conclusión de que “de hecho, la Revolución francesa interrumpió el
impulso creado antes de 1789 y puede haber retrasado el desarrollo
de un movimiento obrero en Lyon”. No obstante, en los años
comprendidos entre 1789 y 1830, el sistema relativamente estable
del compagnon había sido remplazado por uno “más fluido de
trabajadores que laboraban a tanto la pieza” (Bezucha, 1974: 46).
Levasseur (1904, 2: 6) plantea la pregunta ¿por qué Lyon?; ¿por
qué 1831? Su respuesta es que Lyon estaba viviendo de una
industria de lujo, la seda, lo que la volvía más “sensible [...] a las
crisis económicas y la agitación política”. La cuestión inmediata,
igual que en 1786, fue un salario mínimo, con el cual había estado
de acuerdo el prefecto pero que fue subsecuentemente revocado por
el gobierno central. La primera huelga fue relativamente no política.
Pero el descontento continuaba. En 1832 hubo huelga en París. El
ambiente estaba cada vez más politizado, en parte por la
insatisfacción de las clases trabajadoras con la política de la
monarquía de julio, en parte (por lo menos en Lyon) por la agitación
de las fuerzas nacionalistas italianas. El ayuda de campo de Mazzini,
el general Romorino, estaba con frecuencia en Lyon reclutando
gente para sus intentos de liberar Saboya y Piamonte (Bezucha,
1974: 122). El 14 de febrero de 1834 se convocó una huelga general.
No tuvo éxito. El partido republicano local tenía una actitud
dividida.3059 Una ley represiva provocó mayor reacción de

3058
“Si se deseaba poner más empleos a disposición de los franceses, esto implicaba que a
los extranjeros que estuviesen en Francia deberían expulsarlos sus empleadores y el Estado [...]
esta cuestión de expulsar a los trabajadores extranjeros fue uno de los principales puntos de
desacuerdo entre los trabajadores y el gobierno durante los primeros meses posteriores a la
revolución de julio” (Newman, 1975: 23). Véase también a Bruhat (1952,1: 223) quien se queja
de que “los trabajadores no atacaron directamente ni al régimen (el capitalismo) ni a los
hombres (los capitalistas) que eran la causa de sus sufrimientos”.
3059
Es cuestión de controversia cuánto apoyo de los republicanos recibieron los
trabajadores. Bezucha (1974: 171) lo minimiza: “En último análisis la participación republicana
en el levantamiento de Lyon de 1834 fue resultado de la debilidad del partido local, no de su
fuerza.” Fue una revuelta obrera, dice Bezucha, y no política, como afirmó el gobierno. Bruhat
también quiere destacar la primacía de la conciencia de dase de los
trabajadores (1952, i: 262). Levasseur (1904, 2: 819) opina lo opuesto: los republicanos “habían
128 IMMANUEL WALLERSTEIN

los trabajadores en abril, un levantamiento en el cual mataron a


unos trescientos. Este intento llegó a ser visto como “un hito en la
historia de la clase trabajadora europea” (Bezucha, 1974: 124). Esta
vez la represión por parte de las autoridades fue definitiva. En 1835
se celebró un “juicio monstruoso” que el gobierno usó “para
deshacerse de los republicanos”.3060 Enfrentado a los inicios de una
seria lucha de clases por parte de la clase obrera trabajadora, el
Estado liberal reaccionó inicialmente de manera tan represora como
lo hicieran sus predecesores.
La historia no era muy diferente en Gran Bretaña. El equivalente
moral de la revolución de julio fue la Ley de Reforma de 1832. Gran
Bretaña no conoció “tres días gloriosos” de “revolución”. Hubo en
cambio una batalla parlamentaria en la cual la revolución se
“aprobó”, en la crucial segunda lectura, en 1831, por un único voto.
Cuando, pese a ello, la ley fue derrotada en comités, el parlamento
se disolvió y se eligió otro, prorreformista. En ese momento había
una gran conciencia de los acontecimientos de Francia y de las
posibilidades de que ocurriese algo “peor”. El discurso de Macaulay
del 2 de marzo de 1831 en favor de la reforma deja en claro el
razonamiento de quienes abogaban por ella:

Adonde quiera que volteemos, adentro, alrededor, la voz de grandes acontecimientos nos
proclama: reforma, para que puedas preservar [...] Renueva la juventud del Estado. Salva la
propiedad dividida contra sí misma. Salva a la multitud, puesta en peligro por sus propias
pasiones incontrolables. Salva a la aristocracia, puesta en peligro por su propio poder
impopular. Salva al país más grande, más bello y más altamente civilizado que haya existido
jamás, de calamidades que, en unos pocos días, podrían barrer con toda esta rica herencia de
tantos siglos de sabiduría y gloria. El peligro es terrible. El tiempo es breve. Si esta ley se
rechazase, le ruego a Dios que ninguno de quienes
coincidan en ese rechazo tenga jamás que recordar su voto con inútil remordimiento en medio
de las ruinas de las leyes, la confusión de los rangos, la expoliación de la propiedad y la

tomado su revancha” por la decepción de 1830 al apoyar el levantamiento de 1834,


considerando que el de 1831 en realidad no fue político. Dolléans (1947, 1: 97) invierte el
asunto diciendo que fueron los trabajadores quienes insistieron en mantener su lucha limitada
a sus intereses inmediatos: “Ellos temían comprometer sus demandas al trabajar junto a los
republicanos. Preferían ser cautelosos.”
3060
Plamenatz (1952: 55), quien añade: “o, para acercarnos más a la verdad, los empujó
hacia la clandestinidad”. Los que siguieron, dice, fueron “los años de silencio”. Véase también
Dolléans (1947, 1: 107) respecto a la manera en que el gobierno utilizó la huelga como pretexto
para suprimir a los republicanos.
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 129
3061 3062
disolución de los órdenes sociales.

El argumento de Macaulay fue atendido. Y exactamente igual


que en Francia, una vez que los estratos medios ganaron su droit de
cité, la atención se dirigió inmediatamente a contener los reclamos de
las clases trabajadoras. El cartismo, “con mucho el movimiento más
importante de los trabajadores” (Evans, 1983: 215),20 y
continuación del antiguo movimiento radical de reforma, fue
contemporáneo de la gran depresión industrial de 1837 a 1843,
época de su mayor fuerza. Alcanzó una considerable notoriedad y
durante varios años pareció ser una legítima amenaza para las
autoridades. Gran parte de las filas de los artistas provenían de
miembros de sociedades gremiales.3063 Pero contaba también con
apoyo de radicales de las clases medias (Rowe, 1967: 85). El
movimiento cartista existió al mismo tiempo que otro con el que
estaba en franca rivalidad, el movimiento de libre comercio de la
Liga Contra las Leyes de los Cereales. Halévy (1947: 9) plantea el
espectro de un potencial de “guerra civil”. Briggs (1959: 312) señala
que los dos movimientos representan “un contraste entre dos
segmentos de una sociedad dividida”. Gash (1965: 2) dice del
“Movimiento” (“frase tomada de la política del continente
europeo”) que “tenía un innegable aire de guerra de clase”.3064
Sin embargo el cartismo, después de un destellante comienzo, em-
pezó a apagarse. Entró en declinación a partir de 1843. En parte no
había en Gran Bretaña suficiente apoyo social para un movimiento
que era primordial y explícitamente de los trabajadores. En parte,

3061
Miscellaneous writings and speeches (ed. popular, p. 492), citado en Fay (1920: 33-34).
3062
Ward (1973: 7) llama al cartismo “primer partido político de la clase trabajadora”.
3063
Véase Prothero (1971: 203, 209): “Porque los éxitos que alcanzó el cartismo de Londres
se debían a que se había ganado la adhesión de secciones de los más importantes oficios de la
metrópolis, como los carpinteros, los picapedreros, los sastres y los zapateros.” No obstante,
Prothero sostiene que el cartismo recibió un apoyo más fuerte y más consistente de “los oficios
menos fuertes pero organizados”. Los denominados oficios aristocráticos solían unirse sólo
cuando sus propios intereses se veían directamente amenazados por leyes como la Ley de Amos
y Sirvientes de 1844 (véase Prothero, 1969:84).
3064
Para Jones (1983: 57) ésta fue la consecuencia de la desilusión posterior a 1832: “la
Ley de Reforma fue vista como la gran tradición de lo que se había considerado una lucha común
[de los radicales de clase media y los trabajadores]. Las medidas del gobierno whig que le
siguieron —la Ley de Coerción Irlandesa, el rechazo de la Ley de las Diez Horas, las Leyes de
Municipios y la Nueva Ley de Pobres— se vieron como una confirmación de la traición de la
clase media. La consecuencia práctica que debía extraerse era que la clase trabajadora tenía que
luchar por su propia emancipación.”
130 IMMANUEL WALLERSTEIN

el movimiento tampoco podía ponerse de acuerdo respecto al grado


en que la violencia era un arma legítima. Y, en parte, estaba el
“factor irlandés”: la clase trabajadora de Inglaterra ya no sólo era
inglesa sino inglesa e irlandesa, y las cuestiones del nacionalismo
irlandés se entretejieron con los asuntos de clase. Cuando Feargus
O’Connor asumió la dirigencia de los cartistas la confusión se volvió
demasiado grande y el movimiento se vio “comprometido”.3065 Tal
vez lo más importante de todo fue que las cosas mejoraron un poco
y que el programa de reforma económica de sir Robert Peel eliminó
parte del descontento.3066 Al final, en ese momento la guerra de
clases no corrió con mucha mejor suerte en Gran Bretaña que en
Francia.
Los problemas internos de Gran Bretaña y Francia nunca fueron
tan grandes como para que esas potencias no pudiesen concentrar
su atención en la geopolítica del sistema-mundo. La revolución de
julio, repetida y confirmada por la independencia de Bélgica y por
la Ley de Reforma de 1832, habría de tener un efecto inmediato en
Europa. Mientras que las relaciones de Gran Bretaña y Francia
entre 1815 y 1830 habían sido correctas, y esos países se habían
encontrado muchas veces de lados similares de las cuestiones
mundiales, el legado de la lucha de dos siglos por la hegemonía
seguía brindando la suficiente suspicacia mutua como para que se
mantuviese cierto grado de distancia. La revolución de julio superó
eso, afectando incluso al gobierno tory de Wellington antes de que
entrase en vigor la Ley de Reforma. Europa ingresaba en ese
momento en la era de la entente cordiale, un matrimonio, tal vez no por
amor pero sin duda razonable, que sobreviviría a todas las disputas
posteriores por lo menos hasta 1945. Es probable que el término
mismo fuese acuñado por Palmers-
ton en 1831, aunque no llegó a usarse oficialmente hasta 1842 (Guyot, 1926:
220; Halévy, 1950, 3: 73, n. 1). La base geopolítica de la alianza estaba clara.
“Francia, como potencia liberal, era [después de la revolución de julio] de

3065
Véase Halévy (1947: 208, 211): “Al parecer la imaginación pública confundía a los
irlandeses con los franceses. ‘Un francés —escribió un periodista— es un celta civilizado, un
irlandés es un galo bárbaro. Lo que en Francia es comunismo en Irlanda es bandidaje.' Estaba
claro que la nación no quería tener nada que ver con un movimiento encabezado por irlandeses
para iniciar en Inglaterra una revolución siguiendo el modelo francés.”
3066
Tal vez los cartistas militantes no se engañaron. Halévy (1947: 149) dice que “por lo que
a los cartistas se refiere, la aprobación de la Ley de las Diez Horas no fue más que una victoria
de una retaguardia sobre un ala del enemigo”. Se trata menos de las opiniones de los militantes
que de las de sus potenciales defensores.
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 131
manera natural, la aliada de la Inglaterra liberal]” (Halévy, 1950, 3: 73).3067
Ahora Gran Bretaña podía abocarse con más facilidad a contener el absolutismo
en Europa y a expandir el círculo de estados liberales (Guyot, 1926: 88, 117). 3068
Pero había motivos adicionales. Gran Bretaña y Francia se enfrentaban a los
mismos problemas internos, y aunque Francia todavía no estaba preparada para
adoptar las panaceas de libre comercio de Gran Bretaña, la entente cordiale
daba la impresión, “a ojos de los demócratas y los socialistas”, de ser una
“alianza de capitales” que representaba un “fait accompir (Guyot, 1926: 302).
¿Y estaba tan mal? De hecho, ambos efectos no estaban separados. Al presionar
a otras potencias para que siguiesen su ejemplo, Gran Bretaña y Francia, con la
entente cordiale, “desalentaron la propaganda revolucionaria internacional que
contaba con las divisiones entre las potencias” (Guichen, 1917: 424-425).
Además, 1830 desencadenó un patrón que desalentaría aún más esa
propaganda. Para Francia, al menos, 1830 sirvió para devolverle un sentido de
centralidad en el mundo y de orgullo nacionalista. No sería Guizot sino el
socialista francés Louis Blanc (1844, 4: 143-144) quien escribiría:

La revolución dejulio [...] fue algo más que el dénouement de una lucha contra la Iglesia y la
realeza; fue la expresión del sentimiento nacional que había sido excesivamente reprimido por
los tratados de 1815. Estábamos dispuestos a sacudirnos el yugo de esos tratados y a restaurar
el equilibrio europeo.3069
Uno de los hechos curiosos que cabe señalar en relación con la revolución de
julio fue lo que ocurrió en Argelia. La aventura imperial desencadenada por
Carlos X había dejado muy descontenta a Gran Bretaña, y Luis XVIII estuvo
dispuesto a sacrificarla para tranquilizar a los británicos. No obstante, cuando
los franceses se abstuvieron de una intervención directa en Bélgica, sintieron
que ya habían hecho lo necesario para complacer a los británicos y simplemente
mantuvieron la ocupación, esta vez sin protestas inglesas. 3070 Evidentemente una

3067
El duque de Broglie, en su prefacio a las Mémoires de Talleyrand, denominó a la entente
cordiale “la alianza de dos monarquías liberales, basada por ambos lados en sus intereses
nacionales” (citado en Weil, 1919: 4).
3068
Jardin y Tudesq (1973, 1: 179-180) sostienen que las condiciones para la alianza estaban
“maduras”: acababan de colaborar para imponer un armisticio en Holanda; el Tratado de
Unkiar-Skelessi que los otomanos firmaron representaba una amenaza para las posiciones de
ambos; los dos sentían simpatía por los liberales en las Alemanias y las Italias en 1832.
3069
En 1830 se afirmó en un periódico obrero, Etrennes d’un Prolétaire, que “derrocamos al
gobierno de los borbones no porque nos hiciese infelices, ya que la gente nunca fue más feliz
que entre 1816 y 1829, sino porque nos había sido impuesto por los así llamados vencedores,
por fuerzas extranjeras y por traidores del interior” (citado por Levasseur, 1903, 1: 667).
3070
Schefer (1928: 50-51), que dice: “Los belgas [...] conquistaron Argelia para nosotros
por segunda vez”. La razón de que la monarquía de julio continuase con la política hacia
Argelia, que sus seguidores habían criticado tan estrepitosamente justo antes de tomar el poder,
132 IMMANUEL WALLERSTEIN

razón fue su efecto sobre la inquietud de los trabajadores en Francia. La


población “flotante” de París, los revolucionarios potenciales, estaban siendo
instados a asentarse en Argelia. De hecho, en 1838 Léon Blondel, alto
funcionario público en Argelia, podría decir con cierta confianza: “Africa es un
elemento de orden en Francia” (citado en Tudesq, 1964, 2: 815). 3071
De esta manera los estados liberales combinaron la legitimación del papel
político de las clases medias (y por lo tanto a su vez recibieron legitimación de
las mismas) con la represión interna del descontento de la clase trabajadora ante
una entente cordiale entre ellos mismos para asegurar su dominio en el
escenario geopolítico. Al principio eso pareció funcionar. Pero era frágil, como
lo demostraría la revolución europea de 1848. Habría que hacer algo más para
garantizar un marco de referencia político estable para la economía-mundo
capitalista en la situación posterior a 1789.

la explica Renouvin (1954: 109): “No tiene nada de sorprendente. Los liberales que habían
combatido contra Polignac habían sido hostiles a esa aventura porque podía consolidar un
régimen político que detestaban. Una vez desaparecido ese régimen, esos mismos hombres
creían que abandonar lo ganado resultaría peligroso para el prestigio de la monarquía
orleanista.” Afirma que los ingleses participaron en parte porque no tenían muy claras las
intenciones de la monarquía de julio y también porque “tenían interés en manejar con cuidado
a Francia, ya que necesitaban su colaboración en las cuestiones europeas. Resultaba sensato
aplicar una política de alto al fuego” (p. 111).
3071
Tampoco los socialistas se oponían a la política en Argelia. Louis Blanc presumía sentir
entusiasmo por la lucha contra Abd-el-Kader (1844, vol. 5: cap. 9), aduciendo la legitimidad
tanto civilizatoria como geopolítica del imperialismo: “del verdadero genio de Francia se sigue
[...] que tiene el deber de expandirse. Por temperamento, incluso más que por ubicación
geográfica, Francia es una potencia marítima [...] La alianza inglesa nos condena [...] a no ser
más que una nación continental, y si aceptamos aunque sea mínimamente este papel, la
competencia nos ahogará” (pp. 504-505).
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 183O- 1875 133
La fragilidad radicaba en el hecho de que las concesiones liberales a las
clases trabajadoras eran sumamente limitadas, y esto hacía difícil que los
gobiernos liberales, si no estaban dispuestos a ir más allá, superasen el desorden
causado por periódicas caídas económicas graves. Esto ocurría de manera más
notable en Francia, donde la monarquía de julio y su epígono liberal, Guizot, se
habían ido volviendo más y más conservadores según pasaban los años, ante el
purulento descontento social. La crisis económica de 1847-1848, una de las
“más violentas” conocidas hasta entonces, le pegó muy duro a Francia. Las
ganancias decayeron seriamente. En el momento culminante de la crisis, 75%
de los trabajadores industriales de París se quedaron sin trabajo (Markovitch,
1965: 256; Sée, 1951, 2: 143; Labrousse, 1976b, 3: 983-984).
El gobierno no se mostró flexible. Más aún, no había advertido que su
principal mecanismo político, el vote censitaire, estaba fracasando porque
alienaba al mismo grupo de pequeños comerciantes cuyo apoyo habían ganado
en 1830 al reducir el cens. El problema era que, a medida que el gobierno bajaba
los impuestos, este mismo hecho alejaba a esos votantes de sus filas, socavando
no tan sólo los derechos políticos de este grupo sino también su posición
social,30 con lo cual lo volvían receptivo a la agitación de la reforma por el
sufragio. Mientras tanto, entre las clases trabajadoras, los muy moderados
icarianos de Etienne Cabet, que en el decenio de 1840 habían representado el
principal voto socialista —cristianos, pacifistas, legalistas, nacionalistas,
inclinados por la reconciliación de las clases— resultarían desplazados en la
crisis económica y cederían así su espacio a grupos más radicales. 31
El creciente conservadurismo del régimen francés contrastaba con lo que
estaba ocurriendo en los demás estados liberales. En 1846, ante el horror de
Metternich (Bury, 1948: 425), había sido electo un papa liberal, Pío IX. Si
Bélgica se mantenía “en calma” en 1848 “era porque había hecho su revolución,
pacíficamente, en 1847” (Dhondt, 1949: 124). De manera similar, los liberales
y los radicales habían ganado su
“Daumard (1963: 57), quien advierte que “el papel de elector y el de alguien elegible para
ser electo tenían valor psicológico, casi el de un logro mundial; se lo mencionaba
específicamente, por ejemplo, después del nombre, en el Almanach des 25 000 adresses".
31
“Cabet el endormeur pedía a la gente que descansase cuando la situación exigía una
preparación revolucionaria, una vigilancia militante por parte de la clase trabajadora” (Johnson,
1974: 286). En ese momento el mismo Cabet se dio por vencido y emigró a Texas.
lucha intema contra el Sonderbund en Suiza en 1847, con el apoyo diplomático
de los británicos pero ante la duda de los franceses (Halpé- rin, 1948,1: 157).32
Ese fue, en realidad, un momento de ruptura temporal de la entente cordialeP
En su país los británicos habían manejado bien el desafío cartista al mismo
tiempo que sir Robert Peel los conducía a través del rechazo a las Leyes de los
1S134 IMMANUEL WALLERSTEIN

Cereales, de tal manera que el “espectro del comunismo” también los dejo
34 35

incólumes. La crisis de 1847 “no provocó una perturbación revolucionaria”


(Halévy, 1947:

32
Halévy (1947: 193-194) señala: “Lucerna en 1847 [que cayó ante los cantones que se
rebelaron contra el Sonderbund] vengó el destino de Cracovia en 1846. Fue una seria derrota
para Metternich y, en consecuencia, para Guizot, que abiertamente había hecho causa común
con él [pero no para Luis Felipe cuya ‘cautela había (...) detenido a (Guizot)]’, y por
consiguiente una importante victoria para Palmerston y, al mismo tiempo, para el liberalismo
occidental. El distanciamiento de Guizot del proyecto británico de un orden liberal mundial
había ido aumentando desde hacía cierto tiempo. El 16 de marzo de 1844 le escribió una carta
al conde de Flahut, el embajador de Francia en Austria, en la que decía: “No existe hoy, sin
importar qué divida profundamente a las grandes potencias, ningún serio conflicto de intereses,
ninguna verdadera lucha por la influencia [...] En Europa no hay más que una preocupación, la
misma para todos: reprimir el espíritu anárquico y mantener la paz con ese fin.” A su vez, el
príncipe de Metternich, tras haber visto la carta de Guizot, le escribió al conde Apponyi, su
secretario de la embajada de París, una carta en la que citaba este fragmento y decía de él: “Tal
es también mi convicción”. Las cartas se citan en Weil (1921: 6, 8, 13).
33
La ruptura de la entente cordialese había iniciado en 1846, con el regreso de Palmerston
a la cancillería. Greer le atribuye esto a una ya antigua hostilidad de Palmerston hacia la casa
de Orléans, que se remontaba al hecho de que había sido ministro de Guerra desde 1809 hasta
1815; pero esto parece remoto, sobre todo en vista del hecho de que fue Palmerston mismo el
que acuñó el término. De todos modos, “esta hostilidad anglo-francesa era tal vez el hecho
diplomático más impactante al comenzar el año de 1848 (1925: 136)... y, cabría añadir, uno de
los de mayores consecuencias.
34
“Materialmente, la revocación de las Leyes de los Cereales protegería a las clases más
pobres en tiempos de escasez ante cualquier aumento desastroso de los precios de alimentos.
Moralmente, les daba la certeza de que, aunque carentes del derecho a voto, como lo era la
mayoría de ellos, su bienestar era objeto de preocupación para un gobierno en un parlamento
aristocrático” (Gash, 1977: 97). Roberts (1958: 336) dice de Peel que “fue el arquitecto del
nuevo conservadurismo dispuesto a hacer las paces con el siglo xix, intentando, como
predicaba Burke, mezclar reformas cautelosas con viejas tradiciones”.
35
“Cuando Marx habló en 1848 del ‘espectro del comunismo’ que recorría Europa
enunció [...] un hecho verificable, por lo menos para Francia y Alemania. A mediados del siglo
existían genuinos sentimientos de temor o esperanza en relación con el levantamiento de las
masas” (Hammen, 1958: 199).
181),36 aunque los irlandeses tuvieron que pagar el precio de ello. 37
No obstante, el debilitamiento del proyecto liberal en Francia, uno de los dos
estados pilares, proporcionó suficiente yesca para que se encendiese la flama
revolucionaria por todas las partes no liberales de Europa. Desde luego,
Metternich y los austríacos les imputaron los levantamientos a los británicos,
acusados de ser demasiado liberales,38
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 183O- 1875 135
36
En realidad, funcionó a la inversa. La debacle del 10 de abril, un “fiasco”, no sólo
“señaló el fin” del cartismo como fuerza política sino que creó el espacio para que el gobierno
británico, amedrentado por el ejemplo de las revoluciones que tuvieron lugar en París, Berlín
y Viena, “lo matara a golpes” (Bury, 1848, 1: 415). Sin embargo Jenks añade una nota de
advertencia: “Los economistas y hombres públicos de Inglaterra nunca percibieron realmente
lo cerca del precipicio que había pasado la Inglaterra financiera en 1845 y 1848”. Jenks no le
atribuye la salvación de Gran Bretaña ni a su sabiduría política ni a su “fetiche” y “abracadabra”
acerca del libre comercio, sino al oportuno descubrimiento de oro en California (1848) y en
Victoria (1851), que condujo al “aumento mundial de precios y [...] al consecuente estímulo de
las empresas, en el cual el ferrocarril y el libre comercio se convirtieron para Gran Bretaña en
activos esenciales, en lugar de pasivos” (p. 162).
37
La hambruna irlandesa por el fracaso de las papas se produjo justo en el momento del
debate sobre las Leyes de los Cereales. “Con Cobden y Bright preparándose para una lucha
decisiva en la siguiente elección general, a celebrarse en 1847, y gran parte de la opinión de las
clases medias y bajas británicas que estaban afuera de las áreas estrictamente agrícolas
convertida a sus opiniones, a Peel y a [sir James] Graham [el secretario del Interior] les quedaba
claro que pedirle al parlamento un millón de libras o más del dinero de los contribuyentes para
alimentar a Irlanda al mismo tiempo que se mantenían en operación las Leyes de los Cereales,
desataría una tormenta de controversias” (Gash, 1977: 95). En la versión que da Clark (1951b:
3) de la revocación queda claro que la hambruna irlandesa se convirtió en una trama del juego
político interno de los conservadores: “El remedio tradicional para las hambrunas consistía en
suspender las Leyes de los Cereales y abrir los puertos. Pero Peel le dijo a su gabinete que si
hacía eso [en el caso de Irlanda, en ese momento] no podía prometer que volvería a imponerlas,
y una mayoría del gabinete sintió que en esos términos no podían apoyarlo para seguir esa línea
política. Por consiguiente se retiró, pero los whigs no podían o no querían formar un gobierno.
De manera que, a petición de la reina, Peel regresó a su cargo [y] revocó él mismo las Leyes
de los Cereales”. Véase también Schuyler (1945: 145) que dice: “El desastroso fracaso de la
cosecha irlandesa de la papa en 1845 reforzó en gran medida [...] el movimiento para la
revocación de las Leyes de los Cereales”, pero señala que la revocación no resolvió el problema
alimentario para Irlanda, y que 1846 y 1847 siguieron siendo años de hambrunas (p. 186). El
millón de libras esterlinas nunca llegó a solicitarse.
38
Metternich hablaba del “papel infernal” de Palmerston, quien en gran medida era
responsable de las revoluciones, mientras que Palmerston “creía firmemente que una reforma
constitucional era la barrera más eficaz contra la revolución” (Bury, 1948, 1: 420, 429). El
embajador de Austria en Bélgica había escrito el 16 de noviembre de 1847: “Los liberales
belgas están ciegos; el comunismo los va a devorar a todos.” Esto lo cita Bartier (1948, 1: 358),
quien observa: “Sabemos que el futuro desmintió estas sombrías pero sería más legítimo
atribuirle la culpa a los franceses, que se amedrentaron y no eran
suficientemente liberales. John Stuart Mili (1849: 7) se mostró muy severo con
Luis-Felipe al valorar las causas del levantamiento de febrero de 1848 de París,
que fue el inicio de la revolución europea de 1848:
Ahora ningún gobierno puede esperar ser permanente a menos que garantice el progreso, así
como el orden; y tampoco puede mantener realmente el orden a menos que promueva el
progreso. Puede seguir como hasta ahora, con sólo un poco del espíritu de mejora; mientras los
reformadores tengan una esperanza aunque sea remota de lograr sus objetivos por medio del
sistema existente, en general están dispuestos a tolerarlo. Pero cuando ya no hay esperanza
alguna; cuando las instituciones mismas parecen oponer una barrera infranqueable al programa
1S136 IMMANUEL WALLERSTEIN

3072 3073
de mejora, el avance de la marea se acumula tras ella hasta derrumbarlas.

La marea —es decir, la revolución europea de 1848— como todos los


grandes acontecimientos de ese tipo, estaba integrada por una mezcla de
movimientos y objetivos. En Francia consistía esencialmente en la unión de la
“primera gran insurrección proletaria” de Europa (Tilly, 1972: 228)3074 con el
intenso descontento de los liberales de izquierda que compartían la opinión de
John Stuart Mili sobre la tendencia al conservadurismo de la monarquía de julio.
En otros lugares de Europa, en estados que no estaban aún tan comprometidos
con

predicciones. Fue Luis Felipe [Francia] y no Leopoldo I [de Bélgica] el que perdió el trono, y
Metternich el que se refugió en Bruselas, y no Charles Rogier [el líder de los radicales belgas]
el que se refugió en Viena”.
Las opiniones de Metternich fueron compartidas un siglo después por Fejtó en un libro que
celebraba 1848, o por lo menos que lo celebraba en parte: “El hecho mismo de la existencia
[de Inglaterra], el estado evolucionado de su estructura social, sus luchas inherentes, fueron un
estímulo para las ideas de reforma. Por lo tanto, desde este punto de vista, Inglaterra puede ser
considerada como uno de los principales agentes de la revolución. Pero, por el otro lado,
también podemos observar que la existencia misma de Inglaterra, su poder, contra el cual
Francia no se atrevía a enfrentarse, impidieron la extensión de esta ola revolucionaria” (1948c,
2: 456). Quienquiera que fuese culpable, lo que distinguió a 1789 de 1848 fue precisamente la
“internacionalización de la revolución” (Beloff, 1974: 44; véase también Hobsbawm, 1975:
10).
3073
Otro error —aún “más fatal”— del gobierno de Luis Felipe fue el "cuite des intéréts
matériels" y “la adoración de la caja registradora y el libro de contabilidad”, lo que lo convertía,
por lo tanto, en “un gobierno desmoralizante” (Mili, 1849: 7-8).
“‘Y merece la denominación” ya que, por primera vez, los trabajadores “como tales”
aparecieron en la “violencia colectiva” (Tilly, 1972: 245).
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 137
el liberalismo, no hubo insurrecciones proletarias; hubo más bien
levantamientos liberales combinados con levantamientos nacionalistas. Dos
situaciones con dos soluciones: Luis Napoleón manejó la primera; Palmerston
las demás.
El levantamiento de febrero de 1848 arrojó luz sobre las esperanzas de una
“república social”, una vaga utopía socialista que les daría empleo a los
desempleados y liberación a todos los que padecían indignidades y
desigualdades. Todos planteaban sus exigencias: los “artesanos”, que buscaban
restaurar sus privilegios y su modo de producción; 41 los campesinos, que
anhelaban restablecer los derechos tradicionales de uso colectivo; 42 las mujeres,
que buscaban la extensión del sufragio “universal” para que las incluyese;43 los
esclavos, que buscaban la abolición de la esclavitud. 44 El péndulo estaba
empezando a oscilar demasiado, y en junio las fuerzas del orden al mando del
general Ca- vaignac refrenaron a las turbulentas clases peligrosas.45
“¡Lamentable

41
Ellis (1974a: 41) dice, con cierta aspereza, que la “revolución de 1848 [...] representó la
aventura agónica de la clase artesanal en decadencia”.
42
Se trató de un “esfuerzo por parte de las comunidades agrícolas, dedicadas primordial
pero no exclusivamente a los cultivos de subsistencia, de proteger algunas de las diversas
formas en las que se ganaban la vida del asedio de individuos más ricos que procuraban mejorar
las técnicas agrícolas por medio de los cercados y del abandono de las prácticas colectivas, de
los agentes del gobierno que intentaban proteger los bosques de la degradación, o de dueños
particulares de bosques que asimismo trataban de proteger los árboles que constituían su
capital” (Price, 1975b: 16).
43
El sufragio universal masculino se aprobó el 6 de marzo. El 22 de marzo una delegación
de mujeres le presentó esta petición a Armand Marrast, miembro del gobierno provisional y
alcalde de París. Les contestó que, puesto que las mujeres nunca antes habían tenido derechos
políticos, no le correspondía al gobierno provisional tomar una decisión de tal importancia sino
más bien a la Asamblea Nacional una vez que fuese electa. Véase Thomas (1948: 36-37). Desde
luego, nunca antes había habido tampoco sufragio universal masculino.
44
Victor Schoelcher, que presidía la Commision Instituée pour Préparer l’Act d’Abolition
Immédiate de l’Esclavage, sostuvo que la abolición de la esclavitud era la única manera de salvar
las colonias. Igual que en el caso del voto para las mujeres, Marrast deseaba posponer la
cuestión, pero esta vez no se salió con la suya, y el 27 de abril de 1848 el gobierno decretó la
abolición inmediata. Justo a tiempo, dice Césaire (1948: 1): “¿Que hubiese ocurrido con la idea
de la abolición si, como Marrast, Mestro [el director de Colonias] y tantos otros deseaban, se
hubiese esperado a las elecciones y dejado el tema en manos de la Asamblea Constituyente para
que lo resolviese?” Véase también Schoelcher (1948: 175-184). Además, las colonias
obtuvieron el voto a partir del día de la abolición, incluyendo a los ex esclavos, y el derecho “a
determinar la forma de sus elecciones de manera tal que sus representantes pudiesen participar
con la metrópolis en la constitución de la república'(Césaire, 1948: 23).
45
“Las clases medias no estaban en absoluto preparadas para acceder a las demandas
138 IMMANUEL WALLERSTEIN

gobierno provisional!”, exclamó Labrousse (1948: 2). “Le tenía tanto miedo a
la revolución social como a la contrarrevolución.”3075 3076
Cavaignac podía reprimir; lo que no podía era relegitimar el Estado.
Tampoco podían regresar los monarcas: habían agotado su credibilidad. En ese
vacío ingresó Luis Napoleón, que procuraba recrear un Estado liberal, ordenado,
moderno y que, como lo expresa tan bien Zeldin (1958: 6), “no fue electo porque
era [el] candidato [del Partido del Orden], sino que [...] era su candidato porque
veían que iba a ganar”.3077 ¿Pero qué representaba Luis Napoleón?
Representaba,

de los trabajadores, ya fuese de revertir al modo artesanal de producción o de realizar reformas


sustanciales en el emergente modo industrial. No sólo se emperraron [¡sic!\ ante los planes
socialistas de propiedad cooperativa, sino que se mostraron igualmente contrarios a conceder
incluso modestos incrementos de sueldo. El conflicto entre los dos grupos está particularmente
bien indicado en la actitud de la burguesía con su poder recién ganado. En todas las ciudades
afectadas por las insurrecciones de 1848 se estableció algún tipo de milicia civil para proteger
a los victoriosos y sus propiedades. Y casi en todos los casos, una vez pasado el primer
ramalazo de entusiasmo eufórico, la milicia se usó como arma contra las clases bajas” (Ellis,
1974a: 39-40). Véase la afirmación similar de Bourgin (1948, i: 214-215): “Al comenzar el
reinado de Luis Felipe un general francés pudo decir después de la represión de la insurrección
polaca: ‘en Varso- via reina el orden’. Después de los días de junio [de 1848] reinaba el orden
en París, y el zar Nicolás consideró apropiado felicitar a Cavaignac por su victoria [...] La
república social tal como la soñaran los proletarios y los socialistas de 1848 murió durante los
días de junio, como lo expresó claramente Lamennais.”
3076
Labrousse (p. 3) contrasta la timidez del gobierno provisional con la audacia de la
Constituante, que “no temió exceder con mucho su mandato”. ¿La explicación de Labrousse de
esta timidez? “¿A los hombres de 1848 les faltó la ‘voluntad’? No seamos demasiado duros
con ellos. Aunque lo hubiesen deseado, probablemente no hubiesen podido hacer más, no
‘sabían’ cómo [...] Francia en 1848 era más como la antigua Francia rural de Luis XV que como
la Francia de finales del segundo imperio [...] El profundo drama de la revolución de 1848 fue
quizá que planteaba los grandes problemas del siglo xx en una sociedad que tenía estructuras
del siglo xvm.”
Hobsbawm (1975: 20) hace un juicio más duro: “En 1848-1849 los liberales moderados
hicieron dos importantes descubrimientos en Europa occidental: que la revolución era peligrosa
y que algunas de sus demandas sustantivas (especialmente en cuestiones económicas) podían
cumplirse sin ella. La burguesía había dejado de ser una fuerza revolucionaria.”
Además, como señala Bouillon (1956: 71), aunque los contemporáneos hablaban de la
“Montaña” y de la “lista roja”, “no existía de hecho [...] un ‘partido’ de la Montaña: esta
denominación oculta una compleja realidad”. Era, como mucho, una coalición de tendencias
izquierdistas de grupos diversos, e incluso entonces, cuando se presentaron bajo el liderazgo
de Ledru-Rollin en las elecciones del 13 de mayo de 1849, sólo obtuvieron una tercera parte
de los votos.
3077
Zeldin señala que hubiesen preferido a Thiers. Y desde luego lo hubiesen conseguido, |
pero tendrían que esperar un poco más de veinte años.
1830- 1875
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 139
antes que nada, la tradición napoleónica, que combinaba haber llegado de la
Revolución francesa, un compromiso con el progreso científico e industrial y el
nacionalismo. Durante la década de 1840 Napoleón había sido un agudo crítico
de la monarquía de julio porque sentía que, al distanciarse del liberalismo
progresivo, estaba “construyendo sobre la arena y seguramente se derrumbaría”.
Y, a diferencia de Guizot, era consciente de que “con las salvaguardas adecuadas
era posible establecer un régimen democrático sin poner en peligro la estabilidad
del país”.3078
Los liberales actuaron en 1848 igual que lo hicieran en 1830. Desalentados
por un régimen que se había vuelto demasiado rígido, demasiado poco liberal,
se levantaron rápidamente y triunfaron con velocidad. Luego, desalentados por
la posibilidad de que los estratos más bajos pudiesen sacar ventaja de la
situación y llevar las cosas demasiado lejos, renovaron sus vínculos con los
grupos políticos a los que acababan de expulsar del poder, porque “el enemigo,
en este momento, está la izquierda” (Palmade, 1961: 255).3079 Cuando Luis
Napoleón dio su golpe de Estado, el 2 de diciembre de 1851, el objetivo primario
era reprimir a la izquierda.3080 No obstante, el objetivo secundario era restringir
la capacidad de las fuerzas conservadoras de actuar a menos que fuese a través

3078
Estas citas no están en las palabras mismas de Luis Napoleón, sino que son una síntesis
de sus ideas elaborada por Campbell (1978: 3-4). Campbell nos recuerda además que en la
década de 1840 “el bonapartismo se volvió parte de la corriente del romanticismo social [y]
Luis Napoleón estableció una reputación hasta cierto punto de socialista (p. 5). El plan para la
armonía de clases por medio de la acción del Estado, esbozado en su libro Extinction du
paupérisme, era similar a las ideas que propagaban los saint-simonianos, adecuado prólogo al
papel que los ex saint-simonianos habrían de desempeñar en el segundo imperio.
3079
“Lo que facilitó el acercamiento —que de hecho fue una interrelación de elementos
aristocráticos con la burguesía empresarial— fue que la lucha social, después del shock de
1848, había cambiado de frentes.”
3080
“La represión después del golpe de Estado fue peor que cualquier otra cosa hecha por
un gobierno francés de la época del Terror. Más de 26 000 personas, casi todas republicanas,
fueron arrestadas y llevadas ajuicio ante comisiones especiales [...] El propósito de las mismas
no era dispensar justicia sino llevar a cabo una purga política” (Plamenatz, 1952:105-106). A
los exiliados no se les permitiría regresar hasta 1859. Véase también Merriman (1976: 210):
“El golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte del 2 de diciembre de 1851 fue [...] la
culminación de una larga serie de golpes asestados al Partido Republicano radical.” Wright
(1975, 2) señala esencialmente lo mismo: “La represión tuvo mucho más alcance y fue mucho
más impresionante de lo que pueden sugerir las cifras oficiales”, puesto que, dice, tenemos que
añadir la represión no registrada y no oficial. Sin embargo, añade esta advertencia: “La
represión, por terrible que fuese, podía haber sido mucho peor” (p. 303). Bourgin (1948, 1:
246-247 llega a la conclusión de que el ascenso al trono de Luis Napoleón fue una gran derrota
para los revolucionarios de 1848: “un triple fiasco: un fiasco social, con la eliminación del
derecho al trabajo; un fiasco político, por la reducción de los derechos electorales y los cambios
consiguientes al golpe de Estado; un fiasco internacional, con la expedición a Roma”.
140 IMMANUEL WALLERSTEIN

de él.3081
Si se quiere, es posible destacar el elemento cesarista —el elemento
llamado bonapartista— del régimen.3082 Pero al hacerlo se corre el riesgo de
perder de vista el grado en que el resultado de la represión, que fue al mismo
tiempo real y eficaz,3083 fue el de un régimen centrista orientado hacia la
expansión capitalista que construye un compromiso liberal,54 no guiado por un
liberal clásico sino por un conservador esclarecido.
Si el centro liberal estaba seguro nuevamente en Francia, eso había
54
Véase el punto de vista de un historiador francés en ese mismo coloquio franco-germano:
“¿Trajo ideas nuevas? Casi nada. El bonapartismo salió de la Revolución francesa [...] Es una
ideología democrática, tricolor. Pero para los bonapartista la revolución no era un bloque.
Había que tamizar lo que había dado [el bonapartismo planteó la doctrina] del justo medio, del

3081
Al mismo tiempo que Luis Napoleón arrestaba a los republicanos, arrestaba también a
los parlamentarios conservadores. Price (1975b: 56) lo ve primordialmente como una táctica:
“Se desarmó cierta oposición potencial de la izquierda al proclamar la restauración del sufragio
universal, e incluso con la disolución de la Asamblea, dominada por los conservadores y los
monárquicos, para la mayoría de cuyos miembros no cabía esperar mayor simpatía ni de los
pobres ni de los demócratas. Pero más que un golpe antirrealista, la mayoría de las medidas
adoptadas indicaban un ataque preventivo contra las organizaciones democráticas. Se trató,
más que otra cosa, del acto culminante de un largo periodo de represión.” ¿Pero no era esta
táctica parte de la estrategia subyacente de Luis Napoleón? De cualquier manera, Price (p. 63)
señala que, si bien los conservadores “en general [...] aceptaron el golpe”, fue “con recelo”.
“Véase la opinión de un historiador alemán en una ponencia presentada en un coloquio
franco-germano sobre bonapartismo: “El año de 1848/1849 fue el de la primera revolución
paneuropea. A partir de entonces quedaron sentadas las bases psicológicas del cesarismo, no
sólo en Francia sino también de este lado del Rin. El naufragio del liberalismo en lo relativo a
la cuestión nacional, su indiferencia a la cuestión social, el surgimiento de un mercado político
de masas tras el sufragio universal, el llamamiento a las masas y el establecimiento de una
nueva legitimidad sobre la base de un acuerdo entre un líder carismático y sus seguidores...
todo eso, a partir de 1848, forma parte del alfabeto con el cual, tanto en Alemania como en
Francia, se escribe el nombre de César. La ruptura de la legitimidad sería santificada por el
apoyo y el júbilo de las masas. Sin embargo, ¿qué pasaría si alguna vez se negase ese apoyo?”
(Stürmer, 1977: 110). Shapiro (1949: 330) tiene una visión igualmente lóbrega: “Se había
inventado un nuevo método político para combatir a la revolución social, para convertir la
corriente revolucionaria del descontento de los trabajadores en el nuevo canal de una dictadura
popular y socializada.”
3083
La táctica de Luis Napoleón consistía en hacer que las formas liberales cumpliesen fines
represores, lo mejor para alcanzar objetivos liberales seguros, pero no democráticos. El voto
secreto es un buen ejemplo. A los liberales les gustó la decisión de mantener el voto secreto
instituido en 1848 pues lo veían como una garantía de voto libre. Plamenatz (1952: 107-108)
señala que el razonamiento de Luis Napoleón discrepaba mucho del de sus asesores: “Lo que
ellos querían era permitir que el miedo actuara sin ser restringido por la vergüenza.” La gente
suponía que las autoridades sabían cómo votaban. “El secreto de las urnas, si votaban contra el
presidente, no los protegería de la policía, pero podría ahorrarles los reproches e insultos de sus
amigos. Por eso el voto se hizo secreto, para que los tímidos pudiesen entregarse a su debilidad
sin temor a los audaces [...] El terror combinado con el voto secreto [...] demostró su eficacia
por primera vez el 31 de diciembre de 1851.”
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 141
centrismo” (Girard, 1977: 23). Girard cita a Luis Napoleón en 1850: “Debemos tomar de la
Revolución los buenos instintos y combatir enérgicamente los malos [...] Para mí, el orden es
la conservación de todo lo que ha sido elegido libremente y aceptado por el pueblo; es la
voluntad nacional que triunfa sobre las facciones.” De manera semejante Duverger (1967: 191)
habla del bonapartismo como un “centrismo brillante”. La brillantez inicial radicaba en haber
logrado llegar al poder: “En esta infeliz república sin republicanos no tardó en convertirse en
una carrera entre los que apoyaban la restauración de una dinastía (ya fuese un Borbón o un
Orléans) y los bonapartistas. Luis Napoleón la ganó basándose en el apoyo del centro y
mediante el uso de la fuerza. Así impidió que el poder cayera en manos de la verdadera derecha”
(p. 141).
Véase también Zeldin (1958: 44-45): “Las elecciones de 1852 demuestran lo que
significaba el segundo imperio. Procuraba combinar la aristocracia con la democracia [...] La
fuerza impulsora en su interior era la ambición y los honores mundanos abiertos a todos era su
recompensa. Permitía que los campesinos votasen por la izquierda —por los revolucionarios
que habían desafiado la constitución y en contra de las antiguas pandillas y de los nobles—
pero al mismo tiempo que votasen por la derecha, por el orden, por la propiedad, por la familia
y por la religión.” Morazé (1957: 2) dice esencialmente lo mismo pero es más acerbo: “Dúrante
varios meses la burguesía temió perderlo todo: en 1848 el pueblo de París trató-de volverse el
amo del progreso. Pero no, aún no sonaba la hora del socialismo. Lo que Napoleón III y
Bismarck llevaron al poder fue un capitalismo arrogante, que procuraba alcanzar y rebasar a
Inglaterra, combatiendo entre sí para ser el primero en llegar, convirtiendo la competencia entre
empresarios en una competencia entre naciones.”
Blanchard (1956: 211-212) pone énfasis en el resultado liberal: “Si uno cree que el sufragio
universal es el instrumento necesario de la soberanía nacional, podemos decir que, pese al
sistema de candidatos oficiales, el [segundo] imperio representó al mismo tiempo un
aprendizaje para el sufragio universal y un momento decisivo de la evolución democrática del
campesino francés, muy especialmente en la formación política del campesinado nacional.”
Campbell (1978: 24) es igualmente positivo: “La garantía de orden autoritario de Napoleón
prometía brindar lo que no pudieron los del 48. Al impedir el desorden el gobierno preservaba
el principio del sufragio universal [...] Para el decenio de 1860 el sufragio universal se había
convertido en parte integral de la vida política francesa.” Campbell nos recuerda el bon mot de
Saint-Beuve: que la mayor contribución de Napoleón III fue librar a Francia de los regímenes
previos. “Era más correcto de lo que él mismo pensaba” (p. 26). Hobsbawm (1975: 26) está de
acuerdo pero le da un giro diferente: “La elección de Luis Napoleón significó que hasta la
democracia del sufragio universal, esa institución identificada con la revolución, era
compatible con el mantenimiento del orden social.” requerido una forma bonapartista,
en vista de la fuerza de la rebeldía de la clase trabajadora combinada con la
rigidez de las fuerzas conservadoras, consecuencia del margen de maniobra más
estrecho de Francia ante una recesión económica, en comparación con lo que
ocurría en ese momento con el de Gran Bretaña. No obstante, en otros lugares
de Europa el problema no era volver a entronizar el centro liberal sino permitirle
hacer su aparición. El papel de la potencia hegemónica, Gran Bretaña, era
impedir que este proceso, al que por supuesto favorecía, alterase demasiado la
calma geopolítica.
Fuera de Francia, el fantasma del comunismo no tenía una base social
equiparable. Sin embargo, parecía real para las élites gobernantes, a las que les
resultaba difícil distinguir entre liberales y socialistas. Un autor francés, al
escribir acerca de España en la Revue des Deux Mondes, en enero de 1848,
justo antes de que comenzaran las revoluciones, dijo:
142 IMMANUEL WALLERSTEIN

No creo, vuelvo a decirlo, que sea posible una revolución a menos que nuestro gobierno cometa
errores de los que en mi opinión es incapaz. Pero por lo menos no nos hagamos ilusiones. ¡Que
me oigan aquellos tan imprudentes como para excitar las iras del pueblo y tan ambiciosos como
para especular con su furia! Una revolución no tendrá lugar en beneficio de un punto de vista
sino en beneficio del comunismo.55

De manera semejante, Cantimori (1948, 1: 279) sostiene que en el norte y el


centro de Italia “el miedo a una revolución social [...] no era más que el reflejo
del miedo al ‘espectro rojo’, a las jacqueries y al comunismo, que sentía toda
la reacción europea”. Las revoluciones estallaron por doquier, adoptando
diferentes colores locales según la historia: en el imperio austríaco (“en ningún
lado [...] más virulenta” [Vermeil, 1948b, 2: 46; cf. Endres, 1948]), en Alemania
y en Polonia, en Europa septentrional y en Europa meridional.56 Y en todos lados

“Citado en Quero (1948, 1: 323). La frase “un punto de vista” refleja el ambiente cultural
de la época. Tudesq (1964,1: 368), al analizar el sistema de “partidos” en el gobierno de Luis
Felipe, observa: “La prensa de la monarquía de julio usaba excesivamente el término ‘partido’
para designar tendencias de opinión. Sólo las opciones políticas extremas, hostiles al principio
mismo del régimen de julio, tenían una organización (no muy estructurada) y un programa (a
veces bastante ambiguo) del que pudiese decirse que había unido a sus seguidores”.
56
En Bohemia la cuestión nacional iba bien, junto con la cuestión social: “La gran mayoría
de los checos apoyaban el movimiento revolucionario, en el cual pronto se los “azules”
liberal/nacionalistas y los “rojos”, mucho más débiles, se separaban
prontamente (Fejtó, 1948c, 2: 441).3084 Los elementos radicales eran contenidos
fácilmente, pero en ese proceso se limitaban las ganancias de los nacionalistas
y liberales centristas.3085 Desde luego, era posible usar el nacionalismo tanto
para promover el liberalismo como para contenerlo, de acuerdo con las
circunstancias.3086

volvió dominante el elemento nacionalista. Pero como la mayor parte de los checos eran
personas comunes y corrientes, las demandas sociales estaban indisolublemente vinculadas con
las demandas nacionalistas. La burguesía alemana de Bohemia pronto tuvo la sensación de que
los checos querían aliarse con los trabajadores en contra de los alemanes” (Klima, 1948, 2:
218).
5,
Tissot (1948, 1: 390) habla del “triunfo de las concepciones nacionalistas sobre las ideas de
reforma”.
3085
Véase Luzzatto (1948: 86) acerca del miedo de los liberales de Mazzini a los
comunistas y a su influencia sobre los trabajadores urbanos: “Para [los liberales] igual que para
la [policía austríaca] el terror del comunismo era real, y conducía como mínimo a mantener a
las clases bajas a una gran distancia, temiendo su participación en las luchas políticas y sociales.
El resultado fue precisamente lo que [los liberales] habían dicho que querían evitar: el
debilitamiento de las fuerzas que podían haber continuado luchando por la libertad y la
independencia, despojando a la lucha del entusiasmo combativo de las fuerzas populares.”
3086
Por un lado, en Grecia, que ya tenía una constitución bastante liberal, el gobierno se
defendió del movimiento democrático enarbolando “la bandera de la Gran Idea”... es decir el
helenismo, que “desviaba la atención popular de los problemas internos” (Sakellariou, 1948,
2: 337). Pero en Suecia, que desde hacía mucho era un Estado independiente y por lo tanto no
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 143
Gran Bretaña entraba en el panorama, aquí para apoyar a los liberales, allá
para cerciorarse de que no fuesen demasiado lejos, en todas partes para mantener
un equilibrio y, en consecuencia, ejercía su influencia sobre el sistema
interestatal. En España, donde el gobierno anterior a 1848 había estado
íntimamente vinculado con el de Luis Felipe, Gran Bretaña apoyó intentos dedos
liberales, en marzo de 1848, por cambiar el gobierno del general Narváez. De
hecho Palmerston le mandó una carta formal al gobierno el 16 de marzo, en la
cual se permitía decir: “La reina de España actuaría con prudencia, en este
crítico estado de cosas, si reestructurase el gobierno ampliando las bases sobre
las cuales descansa su administración, y apelando al consejo
de algunos de quienes cuentan con la confianza del partido liberal” (citado en
Quero, 1948, 1: 328).3087
La intervención británica, si acaso no tuvo éxito directo, puede haber
limitado la represión. A los británicos les fue mejor en Sicilia, donde apoyaron
a los insurgentes en contra del reino de Nápoles. Nápoles decidió que Austria,
su amiga, estaba lejos y ocupada en otras cosas, y concedió una constitución,
como se le exigía; de un golpe ‘‘Italia [o por lo menos Nápoles] se encontró del
lado de Francia, Inglaterra y Suiza” (Cantimori, 1948, 1: 265). Palmerston
también solicitó a los austríacos, en 1849, que tratasen a Hungría “con
generosidad”, petición a la cual el embajador austríaco en Londres respondió
que Austria sería “el único juez” de cómo debía tratar a los rebeldes (Fejtó,
1948b, 2: 202). Por otro lado, Palmerston se negó a intervenir ante el zar en lo
relativo a Polonia, temiendo el estímulo que eso podría darle al movimiento
irlandés (Goriély, 1948a, 2: 277). En síntesis, la política de Palmerston era muy

tenía un “problema nacional” en sí, el nacionalismo adoptó la forma del escandinavismo. Esto
implicaba tanto pasar de una política exterior prorrusa a una “prooccidental” (es decir
probritánica) cuanto afirmar el “liberalismo” escandinavo frente al “germanismo, en particular
en sus dimensiones autoritarias y feudales” (Tissot, 1948, 1: 394-395). Y en Alemania la
oposición dé esa época a unificar tendencias “también representó una reacción contra el
liberalismo” (Vermeil, 1948b, 2: 30).
3087
Palmerston estaba hablando de los denominados progresistas, que se ubicaban a la
izquierda de los moderados en el gobierno pero que seguían siendo promonárquicos y menos
radicales que los radicales. No obstante, la actitud británica envalentonó a los liberales
españoles, “impulsándolos a derrocar por la fuerza el gobierno del general Narváez” (Quero,
1948, 1: 329). El levantamiento fue infructuoso y el gobierno suprimió las libertades civiles y
disolvió las Cortes, ante lo cual el ministro británico en España, lord Bulwer, le escribió al
gobierno pidiendo la reapertura de las Cortes, recordándoles la promesa de la reina Isabel de
preservar la libertad, para terminar diciendo que “hoy la más firme garantía del trono de un
soberano se encuentra en la libertad nacional y en una justicia esclarecida dispensada bajo su
autoridad” (citado en la p. 332). La prensa se enteró de la carta y la publicó. El ministro español
de Relaciones Exteriores le dio a la carta un fin de non recevoir [la dio por no recibida], afirmando
que era una ofensa contra una nación independiente, y planteando la cuestión de Irlanda. Se
produjo entonces una ruptura de las relaciones diplomáticas que duró hasta 1850.
144 IMMANUEL WALLERSTEIN

simple: “Su política exterior [...] no tenía otra meta que convertir en ventaja para
Inglaterra la situación creada por los acontecimientos revolucionarios” (Fejtó,
1948a, 1: 35). En general la política fue eficaz, incluso cuando se rechazaban
las intromisiones diplomáticas.3088
La revolución europea de 1848 se inició como una amenaza al régimen
liberal mundial que estaba estableciendo la potencia hegemó- nica, Gran
Bretaña —con la ayuda fundamental de Francia—, pero luego se convirtió en el
crisol en el cual se garantizaba la dominancia del liberalismo en la geocultura.
Cuando Polanyi bosqueja en The great transformation (1957: 3) los cuatro
pilares de la civilización del siglo xix —el sistema de equilibrio de poderes, el
patrón oro internacional, el mercado autorregulado y el Estado liberal— dice
que “la fuente y matriz del sistema era el mercado autorregulado”. Si hubo algún
momento en el cual este mercado autorregulado pareció estar funcionando tan
cerca como era posible de su modelo teórico, fue en los años 1850-1873. Y el
preludio crucial a este momento de funcionamiento óptimo de este principio fue
la revocación de las Leyes de los Cereales en Gran Bretaña en 1846. La historia
amerita ser revisada con cierto detalle.
Lo que se conoció como los “cuarenta del hambre”, que se dieron a la zaga
“de la muy real angustia de las décadas de 1820 y 1830”, permitió que se diese
un punto de encuentro de intereses entre las clases trabajadoras, que se
preocupaban por el precio de las mercancías básicas, y los liberales, que estaban
predicando las virtudes del mercado. Unos y otros podían encontrar su objetivo
en los monopolistas cuyas prácticas garantizaban un alto costo de la vida: los
intereses cafetaleros y azucareros de las Antillas; la Compañía de las Indias
Orientales, que controlaba el comercio del té, y sobre todo los terratenientes
ingleses, el precio de cuya producción cerealera estaba protegida por las Leyes
de los Cereales (Mellor, 1951: 14).3089 3090

3088
De cualquier manera, los británicos se congratulaban de sí mismos, como corresponde
a una potencia hegemónica. En 1851 la reina Victoria dijo: “cuando el movimiento
revolucionario barrió el continente [en 1848] y estremeció a casi todos los gobiernos de Europa,
sólo Inglaterra mostró esas cualidades de orden, de vigor y de prosperidad que eran el saldo de
tener un gobierno estable, libre y bueno” (retraducido de Bury, 1948, 1: 403). Menos admirativa
fue la actitud que asumió Ledru-Rollin, líder de los republicanos en Francia, en su libro
Décadence de l’Anglelerre (1850, 1: 99): “Al estudiar sus leyes y sus costumbres Inglaterra nos
revela todas las iniquidades del privilegio y todas las corrupciones de la inteligencia. La historia
de sus conquistas y sus
guerras nos hará conocer la perfidia de sus políticas y nos proporcionara el número y la medida
de sus crímenes.” Pero fue Ledru-Rollin quien más habría de perder tanto simbólica como
personalmente por la solución napoleónica en Francia... una solución que encajaba bien con la
política de Gran Bretaña.
3090
Véase McCord (1958: 16): La Liga contra las Leyes de los Cereales era “esencialmente
un vástago del partido radical, y su éxito se debió en gran medida el hecho de que un ataque
EL ESTADO LIBERAL Y EL CONFLICTO DE CLASES, 1830-1875 145
La balanza política había empezado a inclinarse contra la protección
continuada de los cereales. Después de 1815 había habido un superávit cerealero
en Europa debido a la expansión previa de la producción como consecuencia de
los requerimientos militares y los efectos del bloqueo, y ese superávit había
servido para justificar las Leyes de los Cereales. 3091 Pero para finales de la
década de 1830 el excedente había dejado de existir. La expansión industrial
había aumentado las poblaciones urbanas y la tierra se estaba dedicando a
cosechas industriales, así como a la cría de animales (cambio normal en un
periodo de descenso de Kondratieff). “El noroeste de Europa se volvió
colectivamente deficiente en granos panificables” (Fairlie, 1965: 568).3092 La
lucha por la revocación de las leyes adquirió fuerza y sus defensores se vieron
reducidos a defender una posición conservadora por su propio bien. No obstante,
es interesante observar, ya que hemos llegado a ver la revocación de las leyes
como una gran derrota de la aristocracia terrateniente, que la oposición a la
misma era mucho más fuerte entre los pequeños granjeros rentistas que entre los
grandes terratenientes.3093

contra la Ley de los Cereales resultó ser una forma aceptable para la energía radical en un
momento en el que los radicales padecían la triste necesidad de un elemento de convocatoria”.
Después de 1835 y del Manifiesto Tamworth [en el cual Robert Peel sentó los principios del
moderno Partido Conservador inglés] los conservadores se habían convertido “en el enemigo
con el cual debían contender los radicales, y desde varios puntos de vista las Leyes de los
Cereales eran un mejor terreno de ataque que las urnas [...] Era obvio que una revocación de
esas leyes por la presión radical representaría un golpe no sólo económico sino también social
y político a la preeminencia de los intereses de los terratenientes” (pp. 20-21). Atacar las Leyes
de los
Cereales era para los radicales una manera de estar en el centro de la lucha política sin ser
demasiado radicales, sobre todo porque “la tendencia predominante del pensamiento económico
estaba en contra del proteccionismo” (p. 21 ).
3091
“Uno de los argumentos que se plantearon para poner en vigor las Leyes de los Cereales
británicas, en 1815, fue el temor de que el trigo polaco, producido por mano de obra esclava,
pudiese aventajar al producido en el país” (Leslie, 1956: 51).
3092
En esta época hubo incluso un aumento de la producción en Gran Bretaña para
compensar la declinación de las importaciones de las fuentes tradicionales del extranjero, que
eran la zona litoral alemana y polaca y, en menor grado, las costas atlánticas de Dinamarca,
Holanda y Francia (Fairlie, 1965: 562). Esto redujo de manera considerable el argumento en
pro del proteccionismo, especialmente ya que hasta la producción británica incrementada
resultaba insuficiente. “Una situación en la cual las Leyes de los Cereales protegían a los
cultivadores británicos de los excedentes continentales posteriores a la guerra estaba dando
paso a otra en la cual mantenerlas amenazaba a Gran Bretaña con una hambruna” (pp. 571-
572).
3093
“El dirigente de la Liga contra las Leyes de los Cereales [Robert Baker] no era miembro
de la aristocracia y ni siquiera de la clase terrateniente. De hecho el señor Baker no era tampoco
propietario de tierras [...] meramente un mediero [...] Fueron los cultivadores medieros quienes
encabezaron la Liga, y los terratenientes fueron sus seguidores renuentes y timoratos (Mosse,
1947: 134). Para empezar, como señala Mos- se, toda esta agitación pública era demasiado
146

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