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El Carácter Igualitario Del Republicanismo PDF
El Carácter Igualitario Del Republicanismo PDF
ROBERTO GARGARELLA
Universidad de Buenos Aires
* Una primera versión de este texto apareció con el título «La comunidad igualitaria y sus enemigos. Libera"
lismo, republicanismo e igualitarismo»,en A. Hemández (comp.), Republicanismo contemporáneo, Bogotá:
Universidad de los Andes, 2002.
una vida pública floreciente. En estas críti- mas al sistema político dirigidas, en todos
cas se advierte, según entiendo, el modo los casos, a «re-conectar» a los ciudadanos
en que el republicanismo objeta al conte- con sus instituciones. Entre las propuestas
nido insuficientemente igualitario del libe- de estos radicales figuraron algunas como
ralismo: al republicanismo le preocupa las siguientes: asegurar una representación
asegurar que, tanto en lo que hace a la más plena de los ciudadanos en el Parla-
vida política como económica de la socie- mento; establecer un sistema de elecciones
dad, cada individuo cuente tanto como anuales; eliminar los cargos públicos «de
cualquier otro -en otros términos, el favor»; etc. Algunos de los ~~Radical Dis~
republicanismo pretende que ningún grupo senters» fueron todavía más lejos en la
interno a la sociedad domine y oprima al defensa de este tipo de convicciones.
resto. De ahí que, según diré, el republica- Joseph Priestley, por ejemplo, propuso la
nismo intente reconstruir una postura adopción de instrucciones obligatorias
igualitaria donde el liberalismo parece hacia los representantes, con el claro fin de
abandonarla: el republicanismo quiere que estrechar la relación entre electores y elegi~
la vida pública resulte de y sirva a la dos. Esa vinculación tan cercana -pen-
voluntad colectiva de la ciudadanía 20. Pero saba- iba a obligar a que los represen-
empecemos por el comienzo. tantes, «por un sentido de pudor, [se
Ante todo, y contradiciendo el princi- abstuvieran] de proponer o consentir
pio liberal sobre la necesidad de separar a [cualquier tipo] de medidas que los electo-
los ciudadanos de sus gobernantes, los res no aprobarían». Siguiendo las propues-
republicanos se incorporaron a la política tas hechas por James Harrington en su
reclamando un rol de mayor protagonismo famoso libro «Oceana», publicado en
para los ciudadanos en los asuntos públi- 1656, Priestley defendió también la obli-
cos. Antiguamente, este reclamo en favor gatoriedad de la rotación en los cargos
de una ciudadanía activa se había fundado públicos (una propuesta que, en verdad, ya
en la necesidad de fortalecer las institucio- había sido empleada en la antigua Grecia
nes nacionales, impidiendo así la caída de y en el republicanismo florentino con el
las mismas en manos de potencias extran- fin de impedir que los ciudadanos electos
jeras. Hacia fines del siglo XVIII, el clamor pudieran llegar a abusar de sus posiciones
por una mayor participación tuvo como de poder). El radical James Burgh y su
objetivo principal el sujetar a las autorida- discípulo John Cartwright se pronuncia-
des públicas a un control más estricto por ron, de modo idéntico, a favor de medidas
parte de la comunidad. El origen de esta como las citadas, convencidos de la nece-
demanda era bastante obvio: en Inglaterra, sidad de asegurar una estricta subordina-
estaba extendida la percepción de que el ción de los representantes frente a sus
sistema político se encontraba fundamen- representados 21.
talmente corrompido, y que los supuestos La preocupación por «re-conectar» a
representantes del pueblo actuaban discre- los ciudadanos con sus gobernantes apare-
cionalmente, sin ninguna preocupación ció también como un rasgo distintivo en
por dar respuesta a los reclamos de la ciu- los trabajos de Thomas Paine. Así quedó
dadanía. La «Society of Supporters of the evidenciado, fundamentalmente, en el pro-
Bill of Rights» nació, por ello, con el úni- yecto de Constitución elaborado por Paine
co propósito de cuestionar al sistema polí- para Pennsylvania -proyecto que terminó
tico fraudulento. Junto con la «Constitu- plasmado, en buena medida, en la Consti~
tional Society» -y, más adelante, en tución estatal de 1776, y que inauguró el
unión con el grupo de los «Radical Dis- período de «constitucionalismo radical»
senters»- se ocupó de promover refor- en los Estados Unidos. El proyecto de Pai~
de permitir una actividad más intrusiva del blicanos ~tanto como el de sus rivale~
Estado en (lo que el liberalismo llama) la fue objeto de severas críticas. Ante todo,
«esfera de lo privado». sus críticos concentraron sus objeciones
La postura anterior ~que, según en dos riesgos que encontraron íntima-
entiendo, resulta fácilmente reconocible mente asociados con el republicanismo.
en las políticas propuestas por Rousseau~ Me refiero a los riesgos del populismo y el
encuentra reflejos muy obvios en el repu- perfeccionismo, que examinaré a conti-
blicanismo anglosajón. El antifederalista nuación 39.
Charles Lee, entre muchos otros, clarificó La idea de que los gobiernos basados
cuáles eran los alcances de este compro~ fuertemente en la voluntad mayoritaria
miso republicano con ciertos ideales de degeneraban inmediatamente en gobiernos
excelencia humana. Para Lee, los ciu- populistas ~opresivos sobre las mino-
dadanos debían ser «instruidos desde su rías~ resultaba, para muchos, indiscuti-
más temprana infancia para considerarse ble. Basta con leer, al respecto, las «Refle-
a sí mismos como propiedad del Estado» xiones~) de Burke en tomo a la revolución
~para encontrarse siempre dispuestos a francesa. Del mismo modo, en el contexto
sacrificar sus preocupaciones en favor de norteamericano la crítica al populismo
los intereses de aquél 34. Alineados en una jugó un papel político primordial en los
idéntica postura, muchos antifederalistas ataques de los Federalistas frente a sus
propusieron que el Estado asumiera como opositores. Así, fue muy habitual que los
propia alguna religión particular, bajo la Federalistas hicieran referencia al «espíri-
idea de que la religión debía actuar como tu de locura republicana» aparentemente
«guardiana de la moral» 35. Otros dijeron, fomentado por sus adversarios 40; o que
en igual sentido, que el gobierno debía ser aludieran a grupos de desaforados que
concebido como una escuela formadora de identificaban «la voz del pueblo [con] la
la ciudadanía, lo cual requería de un voz de Dios» 41; o que señalaran acusado~
gobierno activo en la difusión de ciertos ramente a ciertas «mayorías circunstancia-
valores morales 36. Otros no encontraron les» que asumían «que nada [era] tan
contradicción alguna entre su defensa de sagrado como su propia voz» 42.
la libertad individual y el establecimiento Esta primera crítica liberal al republi-
de leyes muy estrictas contra los denomi- canismo (la crítica a sus rasgos populistas)
nados «libelos infamantes» (yen tanto ello resultaba, cuanto menos, exagerada. Ocu-
sirviera para salvaguardar un cierto «clima rre que, en realidad, los republicanos esta-
moral» en la comunidad») 37. En definiti- ban lejos de pregonar un gobierno sin
va, desde la perspectiva republicana, los límites, ya que ~según asumían- los
infranqueables derechos liberales resulta- gobernantes siempre tendían a preocupar-
ban subordinados a las necesidades parti- se más por su propio interés que por el
culares de cada comunidad 38. interés público. En todo caso, lo que los
republicanos rechazaron fue el peculiar
Los problemas del republicanismo tipo de controles defendido por sus adver-
sarios: aquellos orientados a desvirtuar los
Procurando remediar los «males» del libe- contenidos democráticos de la Constitu-
ralismo, los republicanos propusieron un ción. Esto es lo que se advierte, por ejem-
modelo de organización institucional alter- plo, en la crítica republicana a la Constitu~
nativo, caracterizado por rasgos como los ción inglesa; en las críticas de Paine y una
expuestos en los ejemplos hasta aquí revi- mayoría de antifederalistas frente a institu-
sados. De todos modos, aquí me interesa ciones como el Senado (al que considera-
notar que el modelo ofrecido por los repu- ban un órgano obviamente aristocrático);
o en las críticas de Jefferson o John Taylor rro» estatal, asumiendo que es básicamen-
al poder que se le había adjudicado al te suficiente, para el desarrollo de una ciu"
Poder Judicial. dadanía virtuosa, con el establecimiento
Resulta más difícil, en cambio, defen- de una organización democrática diferente
der al republicanismo frente a quienes ven (una democracia que, por ejemplo, dé un
en él una concepción perfeccionista (lo amplio espacio a la ciudadanía para desa-
que no equivale a decir que no sea posible fiar las decisiones tomadas por sus repre-
defender a través de la teoría a un cierto sentantes) 46. Mi intuición al respecto es
tipo de perfeccionismo). Según vimos, el que esta última es una estrategia interesan-
republicanismo no oculta que entre sus te y atractiva, pero, a la vez, se trata de
principales propuestas se encuentre la de una estrategia que el republicanismo no
romper con la neutralidad liberal, para está bien equipado para adoptar. El repu-
comprometer la fuerza pública estatal con blicanismo ha crecido rechazando la
la promoción de ciertos modelos de con- defensa liberal de ciertos derechos inviola-
ducta. Esta actitud, distintivamente perfec" bles y poniendo énfasis en la idea del
cionista, convierte al republicanismo en «cultivo de la virtud», por lo cual, me
una alternativa extremadamente riesgo- temo, abandonando tales rasgos perdería
sa 43. Con cierta resignación, un destacado algunas de sus principales señas de identi"
republicano de nuestro tiempo, Michael dad. De todos modos, por el momento
Sandel, reconoce cuáles son los peligros dejaré de lado esta discusión, que requeri-
en juego, en su análisis del «período fun- ría de un análisis mucho más extenso.
dacional» norteamericano. Para Sandel:
«[la política republicana] es una política Un igualitarismo consistente
de riesgo, una política sin garantías...
Otorgarle a la comunidad política un rol Según hemos visto, tanto el liberalismo
en la formación del carácter de sus ciuda" como el republicanismo encierran, en su
danos es conceder la posibilidad de que núcleo esencial, fuertes rasgos igualitarios
malas comunidades formen malos caracte- que les confieren un indudable atractivo.
res. La dispersión del poder y la existencia Sin embargo, entiendo que, finalmente,
de múltiples lugares para dicha formación ambas posturas terminan poniendo en crisis
cívica pueden reducir tales riesgos pero no sus propias promesas igualitarias -algo
pueden eliminarlos. Ésta es la verdad en la que, según espero, se advierte con más
queja liberal sobre la política republi- facilidad tras el breve repaso histórico ex-
cana» 44. puesto en las primeras páginas de este tra-
Frente a Sandel, otros autores, más o bajo--. Por una parte, el liberalismo deja
menos cercanos al republicanismo, han de lado sus compromisos igualitarios
tratado de disolver o tomar menos preocu- cuando, en nombre de la autonomía indi-
pantes dichos temores, que encuentran vidual (y de la idea de que «cada uno es
dramática expresión en varios de los ejem- dueño de su propio destino») obstruye el
plos arriba revisados. Algunos autores, por autogobierno colectivo. Este resultado es,
ejemplo, han señalado que los riesgos del entre otras razones, producto de la deci-
perfeccionismo no afectan exclusivamente sión liberal de «maniatar al Estado»; de su
al republicanismo, ya que, en definitiva, extrema preocupación por limitar el accio-
todas las concepciones político-filosóficas nar de los cuerpos políticos mayoritarios;
(aun las liberales) resultan, en la práctica, de su rechazo a toda forma de intervencio-
perfeccionistas 45. Otros, en cambio, han nismo público. Actuando de este modo,el
señalado que el republcanismo puede y liberalismo toma imposible que la vida
debe abdicar del uso de la «mano de hie- pública sea un reflejo de acuerdos públi"
cos entre todos los afectados: en las comu- go, esta constrncción republicana termina
nidades liberales, en efecto, los ciudada- afectando sus propios fundamentos. En
nos encuentran obstáculos -en lugar de este caso, con el objeto de servir al auto-
incentivos- para organizar sus vidas a gobierno se acepta poner en riesgo la auto-
partir de acuerdos colectivos. De ahí que nomía individual; con el objeto de poner
no sea extraño, en tales contextos, que las fin a la alienación se abren las puertas a
preferencias de algunos pocos (digamos, políticas perfeccionistas.
las preferencias de los principales agentes Considerando que el liberalismo y el
económicos) resulten infinitamente más republicanismo representan proyectos
importantes que las de todos los demás igualitarios inconclusos, surge inmediata-
ciudadanos, a la hora de organizar laesce- mente la tentación de preguntarse si resul·
na económica o cultural de la sociedad. taría concebible un régimen orientado a
De esta forma, conviene remarcarlo, la combinar los rasgos igualitarios de ambas
voluntad de cada uno deja de valer lo mis- propuestas, esto es, la preocupación liberal
mo que la de todos los demás -un objeti- por la autonomía individual, y la preocu-
vo que parecía primordial en la defensa pación republicana por el autogobierno
liberal de los derechos individuales~. colectivo. Curiosamente, la vida moderna
El republicanismo, por su parte, reac- nos proporciona numerosos ejemplos de
ciona frente a una situación como la des- sociedades en donde se sintetizan (lo que
crita, tratando de reinstalar la dimensión llamaría) los peores rasgos del liberalismo
igualitaria dejada de lado por el liberalis- y el republicanismo: sociedades en donde
mo. Para el republicanismo es prioritario se desalienta el activismo político de la
que sean los propios individuos quienes ciudadanía, y en la que se desarrollan vio-
decidan cuál es el modo en que quieren lentas políticas perfeccionistas. Mientras
vivir, cuál es la «forma» que debe tomar tanto, no encontramos buenos ejemplos de
su sociedad: la vida colectiva debe ser el comunidades en donde se respeten los
producto de acuerdos colectivos entre derechos individuales, y a la vez se aliente
iguales, y no el resultado de las preferen- a la ciudadanía a manifestar y poner en
cias de algunos. De ahí que el republica- práctica su voluntad a través de canales
nismo se preocupe por fortalecer al poder institucionales apropiados. Tal vez, lo que
público, por hacerlo permeable a la volun- ocurre es que dicha combinación es mera-
tad ciudadana; y por multiplicar 10$ espa- mente utópica -un intento por conjugar
cios para la reflexión colectiva. El Estado aspiraciones hostiles entre sí-o Intuitiva-
ausente del liberalismo es reemplazado, mente, no creo que éste sea el caso, pero
entonces, por un Estado activo; la neutrali- la reflexión sobre el tema ~sobre los ras-
dad liberal por el compromiso con una gos distintivos y las condiciones de posibi-
concepción del bien particular y la custo- lidad de una comunidad consistentemente
dia de la privacidad por el aliento de la igualitaria- debe quedar postergada para
virtud cívica. Paradójicamente, sin embar- otra oportunidad.
NOTAS
I La metáfora citada fue defendida por Thomas na de 1787, un texto de indudable cuño liberal.
Jefferson, una figura difícil de clasificar y que, según 3 Aquí se advierte la concepción humeana sobre el
diré, asumió posiciones más bien críticas frente a la comportamiento del hombre, compartida por una
versión más común del liberalismo. mayoría de Federalistas. Ver, al respecto, Morton
2 El grupo de los Federalistas fue el que promovió White, Philosophy, The Federalist, and the Constitu-
la adopción de la Constitución Federal nortearnerica- tion, Oxford, Oxford University Press, 1987.
4 El Federalistaes, como se sabe, la más impor- liberal de la libertad negativa o ausencia de interfe-
tante de las obras escritas por el grupo Federalista, y rencias (interesantes descripciones de este aspecto del
fue redactada por James Madison, Alexander Hamil- republicanísmo, asociadas con lúcidas lecturas sobre
ton y JoOO Jay, con el objeto de persuadir a la ciuda- la historia anglo-americana, especialmente relevantes
danía neoyorquina de las virtudes de la Constitución para mi estudio, pueden encontrarse en Bernard
de 1787. The Federalist Papers, Nueva York, Bantam Bailyn, The Ideological Origins of the American
Books, 1988. Revolution, Cambridge, Mass., Harvard University
s Ver Gordon Wood, The Creation of the Ameri- Press, 1967; J. G. A. Pocock, The Machiavellian
can Republic, Nueva York, W. W. Norton and Com- Moment: Florentine Political Thought and the Atlan-
pany, 1969. También, JoOO Fiske, The Critical Period tic Republican Tradition, Princeton, NJ, Princeton
of American History, Cambridge, Mass., Cambridge University Press, 1975, y Gordon Wood, en la obra ya
University Press, 1916. citada). Una discusión actualizada al respecto en
6 En Max Farrand (ed.), The Records of the Fede~ F. Ovejero, J. L. Martí y Roberto GargarelIa, Nuevas
ral Convention of 1787, tomo 2, New Haven, Conn., Ideas Republicanas, Barcelona, Paidós, 2004. Este
Yale University Press, 1937, p. 76. rasgo habitualmente asociado al republicanismo ha
7 Ibid., p. 198. sido lúcidamente cuestionado en los últimos años,
8 Ibid., vol. 1, p. 27. pero aun así lo consideraré central, a los fInes de este
9 Ibid., vol. 2, p. 42. trabajo (entre las críticas más signifIcativas frente a la
10 Ibid., vol. 1, p. 51. asociación republicanismo~autogobierno, ver Pettit o
11 No hay dudas que los controles abarcaron a Skinner. PhillipPettit, Republicanism. A Theory of
todas las secciones del gobierno, pero tampoco hay Freedom and Government, Oxford, Oxford Univer-
dudas de que los principales controles se dirigieron, sity Press, 1997; Quentin Skinner, «Machiavelli on
inequívocamente, sobre el legislativo. the Maintenance of Liberty», Politics, núm. 18, 1983,
12 Ver, al respecto, P. T. Underdown, «Henry Cru- pp. 3-15). Según entiendo, el reclamo republicano por
ger and Edmund Burke: Colleagues and Rivals at the el autogobierno da cuenta del fuerte igualitarismo que
Bristol Eiection of 1774», William and Mary Quar- distingue a esta postura. Este igualitarismo resulta
terly, vol. XV, n. 1, enero de 1958, pp. 14-34. evidente, por ejemplo, en los escritos y discursos de
13 Citado en M. Freeman, Burke and the Critique los primeros radicales británicos (desde Joseph Pries-
ofPolitical Radicalism, Oxford, Blackwell, p. 124. tley a Jonathan Price, pasando por James Burgh o
14 El punto es polémico pero hay muy buenas J000 Cartwright hasta Thomas Paine) para quienes
razones para sostenerlo. Ver, por ejemplo, Edward todas las personas tenían un título igual a los derechos
Panagopou10s, Essays on the History and Meaning of que se derivaban del orden natural del universo. Y lo
Checks and Balances, Lanham, M. D., University mismo se advierte en las proclamas y publicaciones
Press of America, 1985. Un clásico al respecto es de los independentistas norteamericanos -tal como
M. Vile, Constitutionalism and the Separation of se reconoce, de modo especialmente notable, en la
Powers, Oxford, Oxford University Press, 1967. «Declaración de la Independencia» norteamericana,
IS Así, Madison, en El Federalista, n. 51. en cuya redacción Thomas Jefferson jugara un papel
16 Madison da cuenta de este debate en El Federa- protagónico.
lista, n. 49, en el que replica al autor de las «Notas 21 Ver, por ejemplo, Carl Cone, The English Jaco-
sobre el Estado de Virginia». bins, New York, Scribner, 1968.
17 A. Smith, An Inquiry into the Nature and Cau- 22 Múltiples testimonios al respecto en Herbert
ses ofthe Wealth ofNations, Oxford, Oxford Univer- Storing, The Complete anti-Federalists, Chicago,
sity Press, 1976. Chicago University Press, 1981.
18 G. Brennan, «The contribution of economics», 23 Ver, por ejemplo, Donald Lutz, The Origins of
en A Companion to Contemporary Political Philo- American Constitutionalism, Louisiana U. P., 1988,
sophy, ed. por R. Goodin y P. Pettit, Oxford, Basil pp. 104-5.
BlackwelI, 1993, p. 138. 24 «A Farmer and a Planten>, en Cecilia Kenyon,
19 DefIno a la alienación, simplemente, como antó- The Antifederalists, Boston, Northeastern University
nimo de «autogobierno» (esto es, como una situación Press, 1985, p. 72.
en donde la ciudadanía, en general, no controla las 2S Thomas Young, de Vermont, citado en M. Sher-
principales variables de la vida pública). Sigo aquí a man, A More Perfect Union, Vermont becomes a Sta-
Jon Elster, Making Sense ofMarx, Cambridge, Mass., te (Vermont, 1991), p. 90.
Cambridge University Press, 1985. 26 Recordemos que, para Madison, típicamente, el
20 En lo que sigue, identifIcaré a la doctrina repu- sistema representativo aparecía como una primera
blicana, muy particularmente, con una especial preo- opción, frente a (lo que evaluaba como) la muy ries-
cupación por el ideal del autogobierno colectivo (o, si gosa alternativa de los sistemas de democracia direc-
se quiere, con una especial preocupación por la liber- ta. Así, por ejemplo, en El Federalista, núm. 10.
tad positiva o de hacer, en contraste con la defensa 27 Vile, 1967, p. 133.
'" Su trabajo «Common Sense» se orientó, princi- do parte de un más amplio derecho a la libertad de
palmente, a desarrollar esta crítica. elección en el ámbito de lo personal. Del mismo
29 Ver, al respecto, Michael Sandel, Democracy' s modo, Sandel muestra de qué modo el constituciona-
Discontent, Cambridge, Mass., Harvard University lismo pasó de una defensa de la privacidad como una
Press, 1996. forma de alentar ciertas instituciones sociales (por
JO Se conoce como antifederalistas a quienes se ejemplo, el matrimonio), a un enfoque que defendió
negaron a firmar la propuesta de Constituciónpresen- la misma como modo de proteger la autonomía indi-
tada por los Federalistas. Sin embargo, por extensión, vidual; o cómo se dejó de lado una jurisprudencia
el término se aplica también a todos los críticos de la capaz de amparar ciertas sanciones frente a quienes
Constitución Federal. Impropiamente -pero de modo causaban ofensa a los símbolos patrios, para comen-
muy común~ el concepto viene a identificar al ala zar a defender una jurisprudencia sostenedora de la
más democrática del primer pensamiento constitucio" neutralidad estatal. Ver Sandel (196), y también «The
nal norteamericano. Constitution of the Procedural Republic: Liberal
JI Testimonios citados en Wood, 1969, p. 70. Rightsand Civic Virtues», Fordham Law Review,
J2 El ciudadano republicano era habitualmente vol. LXVI, núm. 1, octubre de 1997. Para un análisis
caracterizado como poseyendo ciertas virtudes y care- de la presentación de Sandel ver también, Philip Pet-
ciendo de determinados defectos. La lista de «virtudes tit, «Reworking Sandel's Republicanism», The Jour-
cívicas» defendidos por el republicanismo es muy nal of Philosophy, vol. XCV, núm. 2, febrero de
extensa. Así, los pensadores inscritos dentro de dicha 1998, pp. 73-96.
corriente tendieron a exaltar, por ejemplo, valores 39 A los fines de este trabajo, defino estos términos
como el de la igualdad, la simplicidad, la prudencia, a partir de un uso convencional de los mismos. Aso-
la honestidad, la benevolencia, la frugalidad, el ciaré al populismo con la idea de un gobierno destina"
patriotismo, la integridad, la sobriedad, la abnegación, do a satisfacer las preferencias (meditadas o no) de las
la laboriosidad, el amor a la justicia, la generosidad, mayorías, y aun a costa de desplazar, con tal objeto,
la nobleza, el coraje, el activismo político, la solidari- los derechos de las minorías. Asociaré al perfeccio-
dad. Frente a valores como los citados, los republica- nismo, por otro lado, con la idea de que puede utili-
nos contrapusieron otra larga lista de males sociales y zarse el poder coercitivo estatal para alentar o desa-
vicios de conducta. Así, tendieron a denostar la ambi- lentar ciertos modelos de vida particulares, con
ción, la avaricia, el orgullo, el egoísmo, la prodigali- independencia de que ellos sean preferidos o rechaza-
dad, la ostentación, el refinamiento, el cinismo, la dos por los propios individuos.
cobardía, la extravagancia y el lujo -lujo en el vestir, 40 Theodore Sedgwick, citado en Robert East,
comer, tomar, o en el mismo modo de adornar el pro- «The Massachusetts Conservatives in the Critical
pio hogar-o Sus principales críticas sociales apunta- Period», incluido en R. Morris, The Era of the Ameri"
ban, normalmente, hacia la corrupción y las actitudes can Revolution, Nueva York, COlumbia University
opresivas de los sectores gobernantes. Press, 1971, p. 378.
JJ J. A. Pocock, 1975, p. 75. 41 Alexander Hamilton, citado en Farrand, 1937,
desde un acercamiento a la libertad religiosa entendi- -sin avanzar sobre el análisis deIa misma- diría al
da como «libertad de conciencia en un área que todos menos que hay una enorme diferencia entre asumir el
consideran de especial importancia», a un enfoque valor de la autonomía como valor a ser apoyado por
que comenzó a juzgar a dicha libertad como forman- el Estado (como podría hacerlo el liberalismo), y
comprometer a aquél con la concepción del bien pre- tolerancia y la razonabilidad. «The pnonty of the
ferida por la mayoría. Sobre la relación entre perfec- Right and Ideas of the Good», en John Rawls, Collec-
cionismo y liberalismo ver Joseph Raz, The Morality ted Papers, Cambridge, Mass., Harvard Oniversity
of Freedom, Oxford, Oxford University Press, 1986. Press, 1999.
John Rawls admite la compatibilidad entre el princi- 46 Esta solución la asociaría con los análisis de
pio según el cual el Estado no debe comprometerse Philip Pettit, quien procura destilar al republicanismo
con concepciones del bien abarcativas, y el respaldo de todos sus posibles rasgos perfeccionistas.Pettit
de ciertas virtudes políticas como las asociadas con la (1997).