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EL SER Y SU NECESIDAD

La pregunta es si Dios se deriva del pensamiento helénico para ello vamos primero a ver a
Platón y Aristóteles.

En Platón la cuestión no es si transmitió al pensamiento cristiano elementos que luego


ayudaron a dilucidar la noción filosófica del Dios cristiano, que es lo que pasó con la Idea del
Bien, tal cual está descrita en La República, sino saber qué piensa de Dios y si admite o no la
pluralidad de los dioses. Pero la idea que tiene de un dios causa y padre del universo es un dios
que entra dentro de los demás dioses, siendo uno de ellos.

Con respecto a Aristóteles es el motor inmóvil, separado del mundo sensible, acto puro,
pensamiento del pensamiento, descrito en la Física, pero no se puede comparar al Dios
cristiano ya que establece además 50 motores inmóviles.

Por lo que la idea de dios de los griegos no tiene que ver con la de los judíos, para poder saber
qué es Dios, Moisés se lo pregunta y le responde Yo soy el que soy, de donde queda
suspendida toda la filosofía religiosa. El nombre designa su esencia misma. Pero el vocablo ser
designa la esencia de Dios y Dios es el único de quien esa palabra designa la esencia, es decir
que en Dios la esencia es idéntica a la existencia y que es el único en quien la esencia y la
existencia son idénticas.

Cuando Dios dice que es el ser, si lo que él dice tiene para nosotros un sentido racional, estriba
en primer lugar en que el nombre que se ha dado significa el acto puro de existir,

Este acto puro de existir excluye por tanto todo no-ser. Pero Dios no nos invita a plantearlo
como un concepto, ni siquiera como un ser cuyo contenido sería el de un concepto. Dios se
asienta como el acto absoluto de ser en su pura actualidad. El concepto que de él tenemos,
débil análogo de una realidad que le excede no puede enunciarse sino en este juicio: El ser es
el ser, posición absoluta de lo que estando más allá de los objetos, contiene en si la razón
suficiente de los objetos. Por eso puede decirse que el exceso mismo de positividad que oculta
a nuestros ojos al ser divino es in embargo la luz que ilumina todo lo demás.

La especulación cristina ha tenido dos vías que convergen, una es el asienta a Dios como
perfecto y la otra como infinito. Ambos son dos aspectos del ser al que califican.

Desde el primer punto de vista, el ser puro está dotado de una suficiencia absoluta, en virtud
de su actualidad. Por lo que el ser no puede recibir nada de fuera ya que sería contradictorio.
Es absoluto, es decir, goza de independencia tanto desde adentro como desde fuera. Extrae su
existencia de sí mismo, depende de no sabemos qué esencia interna que tendría en sí el poder
de engendrarse en la existencia. Dios es el ser puro, en estado de perfecto acabamiento, por lo
que no se le puede agregar nada desde dentro ni desde fuera. No es perfecto de una
perfección recibida, sino de un perfección existida y es ahí, donde se diferencia la filosofía
cristiana del platonismo ya que si el platonismo admite que el verdadero dios es la Idea del
Bien, ese bien exigiría agregarle la existencia, en tanto que la primacía del ser, tal como la
define en el Éxodo, obliga a subordinarle el bien. La perfección del Dios cristiano es la que
conviene al ser en cuanto ser y que el ser asienta al asentarse, no es porque es perfecto, sino
que es perfecto porque es y esta es la diferencia fundamental, casi imperceptible, la de la
perfección misma de Dios sin límites e infinito.

Es eterno ya que la existencia es su esencia, inmutable, ya que nada se le puede agregar o


quitársele sin destruir su esencia y su perfección, es reposo, como sustancia presente a sí. La
idea del Bien, la noción de perfección implica límite y por eso los griegos concebían la infinitud
como una imperfección.
Los griegos no identifican a Dios con el ser.

Entre los filósofos cristianos, la prueba de San Anselmo es la mejor (si niegas el ser lo estás
afirmando). Pero aparece una doble preocupación o asentarse sobre el valor ontológico de la
evidencia racional como San Anselmo del Proslogion o Descartes de la V meditación, diciendo
que una existencia real corresponde necesariamente a la afirmación necesaria de una
existencia o por el contrario construir una ontología sobre el contenido objetivo de las ideas, y
entonces se induce la existencia de Dios como única causa concebible de su idea, vía que abren
San Agustín y San Anselmo del De veritate y en la que entraron tras ellos San Buenaventura,
Descartes y Malebranche

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