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Los antiguos referían a este dominio los mimos de Sofrón, el “diálogo socrático”
(como un género aparte), la vasta literatura de los banquetes (también como un
género especial), las primeras memorias (Ion de Quío, Critio), los panfletos, toda la
poesía bucólica, la “sátira menipea” (como género especial) y algunos otros
géneros. Difícilmente podríamos marcar fronteras claras y estables del dominio de
lo cómico-serio. Mas los antiguos percibían netamente su distinción fundamental y
lo oponían a los géneros serios: la epopeya, la tragedia, la historia, la retórica
clásica, etc. (1986, 151).
El diálogo socrático
De una manera u otra, los géneros seriocómicos tienen su base en este género.
El diálogo socrático, que conoció una fase oral y otra literaria, dependía de
limitaciones históricas y memorísticas: como su nombre lo indica, consistía
recuerdos y apuntes de conversaciones tenidas con Sócrates, enmarcadas en un
relato breve. Al decir de Bajtín, el género tenía carácter «casi de memorias»
(1986, 155). Platón, Jenofonte y Antisfeno –y otros, de quienes sólo nos han
llegado noticias (Esquino, Fedón, Euquiles, Alexameno, Glaucón, Simmio y
Cratón)– escribieron este tipo de diálogos. Posteriormente, gracias la actitud
libre y creativa que adoptó frente al material de dichas conversaciones, el género
escapó a sus limitaciones originales. El paradigma de esta nueva actitud aparece
en los diálogos platónicos y, en menor medida, en Jenofonte y Antisfeno. Al
descomponerse, el diálogo socrático engendró una plétora de géneros, muchos
de los cuales heredaron algunos de sus rasgos esenciales. De esa plétora me
interesa un género particular: la sátira menipea.
Bajtín ubica los inicios de la menipea en la obra de Antisfeno –también
exponente del diálogo socrático–, Heráclido Póntico y Varrón, aunque el género
debe su nombre a Menipo de Gadara, quien le dio su forma clásica. Otros de sus
representantes son Lucilio, Horacio, Séneca, Petronio, Apuleyo, Luciano y
Boecio. Este breve listado no agota, por supuesto, el campo de acción de la
menipea. De hecho, según Bajtín alcanza géneros como la diatriba, el
logistoricus (combinación de diálogo socrático y relatos fantásticos), el
soliloquio, los géneros aretalógicos, etc., e incluso se extiende hasta la novela
bizantina, las sátiras romanas y la primera etapa de la literatura cristiana (1986,
160). La menipea es un género proteico y flexible de gran valor e influencia en el
desarrollo de la literatura –sobre todo la europea–, no tanto por su complejidad
y riqueza de formas, sino porque expresa una visión especial de mundo: una
visión opuesta a la del pensamiento dogmático, unilateral y autoritario. A
continuación resumiré los rasgos fundamentales del género.
La menipea conserva algunos rasgos del diálogo socrático, pero lo trasciende y
reinventa a su manera. En ella prolifera el elemento risa y gana terreno la
libertad de invención, quedando así libre de las restricciones historiográficas del
diálogo socrático y de las exigencias de verosimilitud externa. Sin embargo, la
fantasía de la menipea no es gratuita ni caprichosa. Al decir de Bajtín,
Su particularidad más importante consiste en que en ella, la fantasía más audaz
e irrefrenable y la aventura, se motivan, se justifican y se consagran
interiormente por el propósito netamente filosófico de crear situaciones
excepcionales para provocar y poner a prueba la idea filosófica, la palabra, y la
verdad plasmada en la imagen del sabio buscador de esta verdad. Subrayamos
que lo fantástico sirve no para encarnar positivamente la verdad sino para
buscarla y provocarla y, sobre todo, para ponerla a prueba (1986, 161).
Lo que se somete a prueba no es el carácter individual o socialmente
determinado de los héroes de la menipea, que se encuentran en situaciones
fantásticas y excepcionales: ascenso a los cielos, descenso a los infiernos, viajes
a otros mundos, recorridos por territorios exóticos y desconocidos, etc. A
menudo esa aventura adquiere carácter de aventura simbólica, que puede
combinarse con un “naturalismo de bajos fondos sumamente extremo y
grosero”. Agrega Bajtín: “Las aventuras de la verdad en la tierra tienen lugar en
los caminos reales, en los lupanares, en los antros de ladrones, en cantinas, en
plazas de mercado, en las cárceles, en las orgías eróticas de los cultos secretos,
etc.” (1986, 162).
Bajtín llama a la menipea el género de las “últimas cuestiones” del mundo y de
la vida, es decir, de los discursos y actos radicales del hombre. Según este
teórico, en ella la audacia de la fantasía y la invención se conjugan con una
extrema capacidad de contemplación y un universalismo filosófico (1986, 163).
Esta capacidad se da gracias a un punto de vista inusitado y privilegiado para
observar a los demás, la vida y el mundo. Un ejemplo muy socorrido es Las
Metamorfosis, o El asno de oro, de Apuleyo.
Bajtín cuenta como rasgo genérico-formal de la menipea la “experimentación
psicológica”, que incluye los estados alterados de conciencia (sueño, pasiones,
ilusiones, locura, etc.) y el desdoblamiento o la duplicidad de la personalidad.
Este desdoblamiento siempre conlleva “junto con el trágico, un elemento
cómico”. La experimentación psicológica destruye la integridad o unidad del
hombre de la tragedia y la épica, de su imagen y su destino; es decir, exponen el
carácter inacabado e imperfecto del hombre que ha dejado de coincidir con su
imagen. “Desde luego, en la menipea este carácter inconcluso y esta su no
coincidencia consigo mismo son aún elementales e incipientes pero ya están
descubiertos y permiten una nueva visión del hombre” (1986, 165).
Esta nueva imagen de la humanidad, derivada de una novedosa representación
de la espacialidad y la temporalidad, es quizá la máxima aportación de la
menipea a la literatura, pues siglos después rendirá sus frutos al sustentar el
género más representativo, a mi juicio, de la Modernidad: la novela.
Bibliografía
Aristóteles. Poética.
Bajtín, Mijaíl (1986) Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana
Bubnova. México: FCE.