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Aproximación al soneto XXIII de Garcilaso de la Vega

El soneto XXIII de Garcilaso, es un poema sobre un tema muy antiguo, asi lo


expresa Eduard. F. Stanton en su análisis del mismo. El poema se sitúa en el
último período de vida de Garcilaso, el napolitano (1532-1534). Es el período de
la inspiración clásica: estos catorce versos, como lo observa Stanton, están
repletos del gusto pagano y renacentista por la belleza y la vitalidad. La usual
melancolía garcilasista y su dolorido sentir han sido reemplazados por un sereno
desapego y una compostura. Sus principales fuentes de inspiración han sido: en
primer lugar el soneto de Bernardo Tasso “Mentre che l´aureo crin v´ondeggia
intorno”; la oda horaciana a Ligurino (IV, X), y “Collige, virgo, rosas” de
Ausonio.

Si bien el soneto, cómo forma de composición, no fue inventado por Garcilaso de la


Vega, fue gracias a él y su genialidad de unir temáticas y corrientes poéticas en el
soneto -de manera innovadora- que el soneto fue reconocido y aceptado en aquella
España que desconocía las nuevas métricas y formas estroficas.
Tras fallecer Garcilaso, su amigo y colaborador, Juan Boscán reunió todos los
manuscritos de Garcilaso y los publicó junto a sus poesías, cómo un apéndice, sin saber
el gran éxito y conmoción que provocaría la publicación de ese tomo.

La primera sección de poesías de Boscán se componían de canciones de versos cortos,


en su mayor parte octosílabos, al estilo antiguo del siglo XV; pero el resto del tomo se
basaba en la nueva versificación endecasílaba. Estas nuevas formas estroficas eran el
soneto, la canción italiana, en estancias de endecasílabos y heptasílabos mezclados; los
tercetos, las octavas; la rima interior; y los versos sueltos sin rima alguna. Para la mayor
parte de los lectores españoles estas suaves innovaciones métricas les comomunicaban
un desconocido mundo plástico de paisajes clásicos y mitológicos, de narraciones y
razonamientos discursivos ignorados en la versificación antigua española, de rima más
frecuente y aguda, de frases cortas e imágenes abstractas, conceptistas.
Luego, hacia 1570, los libreros o editores se dieron cuenta de que la exquisita poesía de
Garcilaso se vendería mucho mejor sin el voluminoso lastre de la de Boscán. Entonces,
se publicó una pequeña edición de Garcilaso, en 1569, sin los textos de Boscán.
Damaso Alonso reconoce que este nuevo verso, el endecasílabo, le servirá a Garcilaso
para expresar emociones más hondas, para ser el cause de lo que hoy llamamos poesía;
puesto que Alonso afirma que Garcilaso fue el primero en crear la poesía moderna y por
tanto sus palabras no nos son extrañas, al contrario, son contemporáneas como bien lo
ejemplifica: Su habla es nuestra habla.

Garcilaso encuentra en el endecasílabo el instrumento, ese molde formal que la poesía


española había estado buscando inútilmente durante la Edad Media. Por eso su logro es
haber sometido la palabra castellana a la dulce violencia de la más exacta belleza
formal. Sin embargo, como lo explica Damaso Alonso, hay algo más en el verso de
Garcilaso: Hay algo que es espíritu y que tiembla, que es dolor y nos arrasa todavía
hoy los ojos, que es emoción, que es alma, en una palabra, que es lo que hoy llamamos
poesía.

Sobre esto último, también, en el análisis de Lapesa podemos observar algo similar,
explica que la materia poética de Garcilaso está constituida por las vivencias de un
espíritu agitado entre impulsos contradictorios, sumido en doliente conformidad o
refugiado en sueños de hermosura. Los poemas de Garcilaso brotan de este terreno
emocionado y tiemblan siempre de inequívoca y fundamental sinceridad, explica
Lapesa. La sinceridad de Garcilaso combinada con esta nueva forma y métrica, es el
elemento revolucionario en la poesía renacentista, puesto que difiere de todos sus
maestros.

Comenzando con el análisis del soneto, podemos observar que desde un comienzo en
los primeros versos, se proponen dos temas principales. Estos dos temas que explicaré a
continuación se pueden apreciar en todo el poema, siendo, inequívocamente, los dos
núcleos centrales que servirán, a su vez, de columna vertebral en todo el soneto. Los
temas son: “la rosa roja de la pasión y de la juventud” y la “azucena blanca de la
castidad y la contención”.
Estos dos conceptos están unidos, aún, en el primer cuarteto en la imagen de la dama. El
yo lírico expresa que aún puede ver, en el rostro de la dama, las dos cosas, la “rosa de la
juventud” y la “azucena de la honestidad y castidad”.
En el verso tercero, los adjetivos allí escritos: ardiente y honesto; corresponden a rosa
(ardiente) y azucena (honesto). En el cuarto verso se vuelven a juntar en forma de
enciende (rosa, ardiente) y refrena (azucena, honesto). La hermosa y joven dama,
paradójicamente, revela a un tiempo pasión y castidad, provoca el deseo del yo lírico, a
la vez que el impone cierto respeto. Es de este modo en que el primer cuarteto, sienta las
bases estructurales del poema.
En el segundo cuarteto se describen otros dos rasgos de la juventud y de la hermosura
de la dama, con imágenes sensiorales también. Su cabello no es solamente dorado, sino
que es oro extraído de una veta de la tierra. También se hace halago de su hermoso
cuello blanco recto, perfecto, por el cual el viento mueve, esparce y desordena su
cabello. Una secuencia vivida, rápida, en movimiento. Es un aspecto muy renacentista
el plasmar imágenes en movimiento.Tambien es preciso el notar la progresión que
existe en esa secuencia de versos, mueve, esparce y desordena. Una suerte de
graduación que se funde en un sólo movimiento.

En el primer terceto, se puede apreciar, finalmente, el mensaje oculto y principal del


soneto. Aquello que el yo lírico trataba de decir y es por eso que nos brindaba esas
imágenes sensoriales tan vividas de la juventud y belleza de la dama. El mensaje se
aprecia muy claramente: “coged... el dulce fruto”. Sin lugar a dudas una gran referencia
al tópico carpe diem. Y también un guiño hacia los poetas grecolatinos.
Todas las palabras, cuidadosamente seleccionadas, tienen entre sí una increíble
correspondencia con el mensaje: primavera, dulce fruto, tiempo airado, nieve, hermosa
cumbre. Existen muchas sinalefas, dos encabalgamientos y sólo una pausa en el medio
del verso 10, que da a suponer que este rápido movimiento rítmico de estos versos
corresponda, sin lugar a dudas, a la huida del tiempo esquivo y tirano. Que todo lo
cubre, como la nieve, lo apaga, lo enfría. Enfría esas pasiones ardientes que se
mencionaban antes.
El último terceto es una especie de reiteración de los mensajes de los versos 9 y 11, que
ahora reaparece en un terreno impersonal: Marchitará la rosa el viento helado.
Recordando aquella rosa que hablábamos anteriormente, ahora el viento helado
(invernal), el tiempo, marchitará esa belleza primaveral y jovial de la dama (la rosa).
Pero no sólo eso, sino que también la belleza de la dama, propia de su juventud, se
convertirá, inevitablemente, en algo no tan bello. Es una terrible sentencia universal,
que todos los humanos conocemos pero siendo jóvenes tendemos a ignorar: todos
hemos de sufrir los estragos del tiempo.

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