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Garrido Arilla, María Rosa. – Teoría e historia de la catalogación de documentos. - Madrid :


Síntesis, 1996. (Cap. 5-9). (cat.1.3)
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5
LOS PRECEDENTES HISTÓRICOS
DE LA CATALOGACIÓN MODERNA

La historia de la Catalogación, tan rica en enseñanzas y al mismo tiempo tan mal co-
nocida, podría arrojarnos cierta luz sobre algunos problemas particulares que todavía hoy
encuentran los catalogadores, en el ejercicio práctico de una de las disciplinas de "indis-
cutible importancia"'.
Los catálogos primitivos demuestran que sus compiladores caminaban a tientas hacía
un sistema". Los profesionales de entonces, como en cierto modo ocurre ahora, no siempre se
sentían seguros a la hora de hacer frente, en la práctica, a la múltiple y compleja casuística
que presenta, en toda época, la catalogación, a fin de controlar suficiente y adecuadamente,
las formas y los contenidos documentales.

5.1. Período antiguo

No se suele hablar de catalogación en la Edad Antigua, por lo menos con el sentido


que encierra este término actualmente. Pero la catalogación, y por lo tanto, su metodología,
son tan antiguos como las bibliotecas mismas.
Tampoco se suele separar la catalogación de la biblioteconomía, es decir, de la ciencia
de las bibliotecas. Y por una razón evidente. La catalogación forma parte de uno de los
procesos internos a que ha de ser sometido todo documento. Es decir, que la catalogación era
y lo sigue siendo, el paso previo a cualquier posterior organización dentro de la biblioteca. De
ahí que la evolución histórica de las bibliotecas, haya sido de alguna manera, la evolución
histórica de la catalogación.
Algunos autores han distinguido una primera etapa, que corresponde a la Antigüedad,
que se asienta cuando las bibliotecas eran, fundamentalmente, depósitos de tesoros bi-
bliográficos y los profesionales que trabajaban en ellas, bibliotecarios eruditos, cuya misión
fundamental, era estudiar y, sobre todo, conservar los depósitos. A este período amplio
corresponde una amplia etapa histórica, que arranca del mundo oriental y se extiende por
todo el occidental.
La siembra de biblioteca famosas de ese período Antiguo, es grande: la biblioteca de
Asurbanipal (siglo VII antes de Cristo), de Ebla, las bibliotecas de Alejandría y Pérgamo,
rodeadas de historia y leyendas, las numerosas "casas de la vida" en Egipto. Las famosas
bibliotecas romanas del Palatino o la Octaviana en época de Cayo Julio César, entre otras
muchas.
En la mayoría, ya existían los catálogos, es decir las listas descriptivas y ordenadas
cuya finalidad fundamental era inventariar las colecciones y ordenarlas según una meto-
dología muy rudimentaria.
De esta naturaleza era el catálogo de la biblioteca de Nínive (siglo VII a. C.) realizado
en tabletas de arcilla y en donde constaba:
- El título de cada obra.
- Una breve descripción formal del documento que recogía el número de
tabletas o de líneas que ocupaba.
- Una rudimentaria signatura, que señalaba el lugar que ocupaba ese
documento en la biblioteca.

El catálogo de libros sagrados de la biblioteca de Edfou, situada en el Alto Egipto (si-


glo III a. C.), estaba grabado en la pared.

5.1.1. Los catálogos

De estudio de los catálogos en la Antigüedad se pueden extraer algunas conclusiones:

- No es clara la diferencia entre archivo y biblioteca: las bibliotecas


tenían, exclusivamente, carácter de depósito y conservación de los
fondos.
- No es clara la diferencia entre catálogo e inventario: el objetivo
primordial de los catálogos es el mero control de las colecciones.
- Al no existir ni códigos ni instrucciones para la realización de los
catálogos, el criterio personal de cada catalogador, era el que se
imponía en los trabajos.
- En la parte descriptiva de aquellos catálogos, se mezclaban los aspectos
formales del documento con lo que hoy llamaríamos "contenido
intelectual" del mismo. Es decir, se mezclaban la catalogación con la
clasificación. De ahí que haya autores que llaman a los catálogos de
esta época, catálogos clasificadores.

5.1.2. Calímaco: el catalogador más antiguo

Uno de los catalogadores más antiguos, es decir uno de los profesionales de la cata-
logación más antiguos que se conoce, es el poeta Calímaco (310-240 a. C.), que redactó
Pinakes, catálogo muy elaborado, compuesto por 120 volúmenes, que hizo para la famosa
biblioteca de Alejandría, la más famosa de las bibliotecas de la antigüedad, en la que traba-
jaba, como uno de esos bibliotecarios eruditos-conservadores que existían en aquellos re-
motos tiempos. No es el único, porque en torno a la gran Biblioteca de Alejandría, fundada
por Ptolomeo I, figuraban con nombramiento oficial de bibliotecarios directores, Zenodoto,
Apolinio, Eratóstenes o Aristarco, entre otros hombres cultos del momento.
Calímaco nació en Cirene hacia el año 310 antes de Cristo y en una familia noble. Su
padre se llamaba Batto y de ahí el nombre de Battiades que los poetas latinos le dieron.
Aunque se conocen pocos detalles de su vida, una de las buenas biografías es la de K. J.
Mackay: Tlie Poet at Play: Kallimachos, the Bath of Pallas, 1962. Tuvo por maestro al
gramático Hemocrátes de Iaso. La familia del poeta debió de arruinarse a consecuencia de las
fuertes convulsiones que agitaron la vida de Cirene, y Calímaco se colocó primero como
maestro en una escuela de los arrabales de Alejandría y posteriormente en la gran biblioteca
de Alejandría. No tardó mucho tiempo en llegar a ser famoso gramático y "lynchpin" de la
poesía helenística en su edad de oro. Entre sus discípulos se cuentan Apolinio de Rodas,
Eratóstenes y Filostéfano de Cirene. Sus criterios a cerca de la poesía resultaban nuevos y
muy originales.
Homero y Calimaco representan los puntos de vista tradicional y moderno de la
Grecia Antigua. La cultura tradicional, surgió de la Grecia oral, y fue creada sin escritura.
Calímaco, en cambio, penetra en el umbral de una cultura, creada ya a través de los libros. De
este modo, las culturas oral y literaria de Grecia encontraron un medio de expresión en los
dos diferentes estilos poéticos de Homero y Calimaco.
Homero creaba poesía de modo espontáneo, poesías orales, para una audiencia nativa.
Calímaco, en cambio, creaba poesía en su casa, o en la propia Biblioteca de Alejandría.
Calímaco redactaba, seleccionando cuidadosamente las palabras y transcribiéndolas a la
escritura.
Calimaco fue un poeta erudito, que buscaba la perfección también técnica de sus poe-
mas. Veía su poema ideal como una pequeña joya que se exponía ante sus amigos.
Pero no es por su dimensión poética, por lo que evocamos a Calímaco en este libro, -
aunque hay que reconocer que la personalidad de Calimaco- poeta impecable, pulido, tuvo
mucho que ver con su otra dimensión de Calímaco-catalogador erudito, exhaustivo y
exigente. A partir del año 270 antes de Cristo, Calímaco se dedicó casi por entero a esta
actividad con perjuicio, sin lugar a dudas, de su labor literaria.
Calímaco redactó, encargado por Aristófanes de Bizancio, en la última parte de su vi-
da, Pinakes, catálogo de todos cuantos fueron ilustres en cada rama del saber y de sus es-
critos. Muy elaborado, con reseñas de gran parte de las obras de la Biblioteca de Alejandría.
Pinakes estaba ordenado por temas y autores. Muy pocos fragmentos nos han llegado a
nosotros de este famoso catálogo. Se le conoce por las continuas referencias que de él han
hecho, diversos autores antiguos, como una de las fuentes principales de la historia de la
literatura griega. Estaba basado en el pinax, lista que incluía todos los antiguos escritos de
antes del siglo X antes de Cristo.
Los Pinakes contenían mucha más información que un catálogo corriente. Junto a la
relación de las obras de cada autor, se incluía un breve boceto biográfico del mismo, se-
ñalando lo cierto como cierto y lo dudoso como dudoso. El resultado final de tan gigantesco
trabajo fue, este archivo crítico de la literatura griega antigua, una gigantesca, también, obra
de referencia.
La obra estaba dividida en géneros literarios de los que conocemos algunos (épica,
lírica, tragedia, comedia, filosofía, medicina, retórica, legislación y miscelánea). Y dentro de
cada género los nombres de los autores y los títulos estaban ordenados alfabéticamente con
las fechas de su vida, los títulos de las obras, la extensión del texto, la anotación de si estaba
contenido en uno o más rollos o si formaba parte de un rollo que contuviese otra obra.
Por lo tanto, en esta obra, Calímaco, al separar los distintos géneros literarios y,
además de ordenar alfabéticamente las obras y las reseñas biográficas y tomar posición en
múltiples cuestiones de atribución, realizó un trabajo de búsqueda histórico-literaria de
primera magnitud. Los Pinakes vienen a ser una bibliografía cfftica histórico-literaria de
carácter nacional.
Pasados muchos siglos y entre la historia de la aquella Biblioteca, sigue brillando, con
singular fuerza, la figura gigantesca de Calímaco. Su contribución a la historia de la literatura
y también de las bibliotecas, ha sido inapreciable, ya que se le puede considerar como el pa-
dre de la Bibliografía y la Biblioteconomía y el catalogador más antiguo que se conoce.

5.1.3. La Biblioteca de Alejandría

En cuanto al marco en donde trabajaba Calímaco, la célebre Biblioteca de Alejandría,


existen multitud de enigmas que no han sido descifrados. La tradición fija su fundación
alrededor del año 295 antes de Cristo. La Biblioteca estuvo íntimamente ligada al Museo. No
tenemos descripciones sobre el edificio ni sobre sus instalaciones. Los arqueólogos han
buscado en vano la Biblioteca. Sin duda, ésta debió funcionar dentro del Museo y no es de
extrañar la falta de noticias sobre sus instalaciones teniendo en cuenta que no debió tener
edificio. La Biblioteca no debió existir tal y como nosotros entendemos una biblioteca en la
actualidad:

-Las bibliotecas no tenían sala de lectura, ya que la costumbre de utilizar la mesa para
la lectura, arranca de la Edad Media al abandonarse el rollo y adoptarse el codex.
- Además, no hay que olvidar, que los griegos acostumbraban a leer en voz alta y esa
actividad la realizarían en la exedra o en el jardín.
-Tampoco contenían las bibliotecas de entonces un depósito de libros semejante a los
nuestros. Los rollos se guardaban en estanterías, pero muchas veces también, en ar-
cones, jarros, cestos o en nichos.

En cuanto a sus fondos, la Biblioteca de Alejandría poseyó una rica colección biblio-
gráfica muy superior a todo lo conocido en la antigüedad.
Acerca de la adquisición de los volúmenes, Galeno habla de la confiscación, que en el
puerto de Alejandría, se hacía sobre los libros que había en los barcos que atracaban en él.
Los libros se llevaban a la Biblioteca, se copiaban, la Biblioteca se quedaba con los originales
y a los dueños se les entregaban las copias. Para tal fin, la Biblioteca debió contar, con un
scriptorium para la copia de libros en el que probablemente se observarían unas normas sobre
extensión del rollo, anchura de las columnas, número de líneas, etc. Normas que fácilmente
influirían incluso en la producción del libro en la antigúedad, pues los talleres comerciales
procurarían adaptarse a la normativa de un cliente excepcional.
Según Galeno fue tanta la demanda de libros y tan altos los precios, que por ellos pa-
gaban los Tolomeos, fundadores de la Biblioteca, que la picaresca se puso en marcha y se
hicieron falsificaciones de obras difíciles de conseguir, e incluso se envejecieron rollos.
Se escribía en papiro, con cálamo, empleando letras capitales. El título se colgaba de
una etiqueta unida al borde superior del rollo. Precisamente "título" corresponde a la palabra
que los romanos daban a la etiqueta (títulos o index).
Fue la de Alejandría, una biblioteca griega. La casi totalidad de sus fondos, estaban en
griego y la mayoría de los autores en ella representados, igualmente eran griegos. Los autores
de otras lenguas estaban traducidos.
Durante los 150 primeros años de existencia, que fueron la época de oro de la
Biblioteca, estuvo dirigida por hombres ilustres -Zenódoto, Apolinio, Eratóstenes de Cirene,
Arístófanes, Aristarco, etc., anteriormente citados-, que al mismo tiempo ejercieron como
profesores de los príncipes.
Se atribuye a Aristófanes y a Aristarco la idea de confeccionar listados con los
nombres de los mejores cultivadores de los distintos géneros. Esta idea de selección surgió
sin duda por el aumento vertiginoso del fondo bibliográfico de la Biblioteca. A estas listas se
ha debido probablemente la salvación de una serie de obras copiadas en la Antigúedad y en la
Edad Media e impresas en los tiempos modernos, precisamente porque al ser las que fi-
guraban en las listas, se las consideró importantes y fueron objeto permanente de estudio.
Pero al mismo tiempo, fueron la causa de que se perdieran otras, que no figuraban en los
mencionados listados.
Todos los Tolomeos sintieron una gran preocupación por la Biblioteca. Todos
tuvieron una gran cultura y gran afición a las letras. Con el reinado de Tolomeo VIII, termina
la etapa de brillantes directores de la Biblioteca, que tanto influyeron en la conservación del
patrimonio cultural griego y en la educación de los príncipes y reyes. Las revueltas del pue-
blo, las luchas intestinas que hubo durante el reinado de Tolomeo VIII y, sobre todo, su
persecución implacable a los partidarios de su sobrino, que aspiraba al trono, provocaron una
emigración masiva de hombres ilustres, filólogos, matemáticos, músicos, pintores, que
llenaron las islas y las ciudades dedicándose, la mayoría, a la enseñanza.
Alejandría, a partir de aquel momento, dejó de ser la capital del mundo griego, cuyo
puesto había arrebatado a Atenas, y ostentado durante siglo y medio. Alejandría no volvió a
recuperar su puesto de adelantada cultural, pero su Museo continuó y su Biblioteca siguió
creciendo. La pervivencia de ambas instituciones hasta el siglo iv d. C., sólo puede explicarse
merced al prestigio de que gozaron desde el s. III a. C., hasta el s. III d. C. Durante esos seis
siglos, los más grandes sabios vivieron en el Museo bajo la protección real, haciendo de
Alejandría la metrópoli de la cultura y de las nuevas ideas.

5.2. El catálogo inventario (siglos XIV-XVII)

Durante, la Alta Edad Media, la cultura quedó en manos de la Iglesia, surgiendo las
bibliotecas monásticas, que se convirtieron en verdaderos depósitos de la cultura de su
tiempo.
En la Baja Edad Media el tipo de bibliotecas que surgieron fueron las catedralicias y
aquellas que crecieron a la vera de las recientes universidades, así como al amparo de los
monarcas y de los nobles. Es decir, fueron primero los monjes de los monasterios, y, después,
las personas cultas que atendían las catedrales y, más tarde, los profesores de las primitivas
universidades, que hacían la cultura y vivían entre libros, los que en conservaron gran parte
de la cultura occidental.
Los catálogos, como hemos visto, existen desde la Edad Antigua, aunque en la Edad
Antigua no se puede hablar todavía de catalogación, por lo menos en el sentido que tiene
actualmente.
Se puede hablar de catálogos. Es decir de listas descriptivas y ordenadas que inven-
tariaban las colecciones de las bibliotecas. Por ejemplo, el tema de la localización de los
libros, no se resolvió hasta el siglo xiv. El orden alfabético para su búsqueda, no se im-
plantaría hasta entrado ya el XVI.
Durante la Alta y Baja Edad Media, comienza a desarrollarse la biblioteconomía, en-
tendida sólo como el arte de conservar los tesoros de aquellas bibliotecas y los catálogos co-
mo medio imprescindible para el control de los fondos documentales. Está todavía lejana la
idea de la biblioteca como centro de difusión de la cultura, entre otras razones, porque eran
pocos los que leían. Son famosos, el Catálogo del Colegio de la Sorbona, uno de los más
antiguos de este período que se conocen, que data del año 1290, y el Catálogo de la
Biblioteca de Saint-Emmeran, en Ratisbona, que data de 1347.
Con la invención de la imprenta por Johannes Gensfleisch Gutenberg, siglo XV,
aparecen los primeros catálogos impresos que no se diferenciaban gran cosa con los catálogos
manuscritos, propios de la Antigúedad. El Renacimiento, impulsó el desarrollo de las letras,
el florecimieto de notables bibliotecas, como la Ambrosiana de Milán, la Marciana de
Venecia o la Mediceo Laurentiana de Florencia. Impulsó importantes universidades,
desarrolló el comercio del libro y el mundo de la imprenta y comenzó a perfilarse, la función
profesional de los bibliotecarios. Pero desde elpunto de vista catalográfico, sigue perdurando
el concepto de catálogo-inventario, en el que cada obra, sólo tiene una referencia. Continúa
el vacío en cuestión de normas catalográficas.
Es a mediados del siglo XVI, cuando se comienza a observar, los primeros "intentos"
de implantación de rudimentarias normas de catalogación. En España, destaca ya la labor
realizada en este sentido por Hernando Colón, hijo del Conquistador, nacido en Córdoba en
1488. Colón reunió libros y manuscritos, con los cuales constituyó una biblioteca, denomi-
nada por él "Fernandina" y por la posteridad "Colombina", en la cual, para tratar de ra-
cionalizar el uso de la misma (el número de obras que poseía en la misma llegó a ser de más
15.370 obras), estableció unos criterios de catalogación. Colón, considerado como uno de los
primeros bibliógrafos modernos, concebía la biblioteca fundamentalmente como un depósito
de libros de los cuales se debía realizar repertorios e índices. El Abecedarium B no puede
considerarse un código catalográfico en sentido estricto. Se advierte en él una clara incli-
nación a la concepción de biblioteca como memoria del pensamiento humano, accesible gra-
cias a los catálogos, repertorios e indices que diseñó y realizó personalmente en su biblioteca.
Destacan también en estos siglo XVI la obra del enciclopédico bibliógrafo suizo
Conrad Gesner (1516-1565) y de Andrew Maunselí, fallecido en 1595. Gesner, médico y
humanista suizo, fue profesor de griego y de filosofía. Conocido como "padre de la bi-
bliografía", su obra cumbre es Bibliotheca universalis. Maunselí, librero de Londres, in-
trodujo el punto de acceso bajo el apellido, el punto de acceso de las obras anónimas y tam-
bién el punto de acceso para traducciones bajo el nombre del traductor y la materia.
Otro personaje de aquellos años, Gabriel Naude (1600-1653), secretario y
bibliotecario del cardenal Mazarino, en su obra, Bibliographia Politica, habla ya de la
superioridad de la clasificación metódica, que se sigue en las universidades de la Alta Edad
Media, sobre el orden alfabético de los nombres de los autores. No podemos olvidar que
continúan los catálogos inventarios, en los que a un libro, le corresponde una sola reseña.

5.3. Los embrionarios catálogos diccionario (siglo XVII)

En el XVII, se extendieron las bibliotecas de la Compañía de Jesús, las bibliotecas de


importantes monasterios de Centro Europa y las grandes bibliotecas reales, que dieron origen
posteriormente a las grandes bibliotecas nacionales, como ocurrió en España con la Real
Biblioteca de S. M. en Madrid, que desde 1857, se transformó en Biblioteca Nacional de
España.
En Bibliotecas tan notables como la Bodleiana de Oxford y la Mazarino en Francia,
comienzan a introducirse cambios provocados por la utilización que demandan los lectores:

- Se empieza a sentir la necesidad de utilizar bibliotecarios profesionales que


asesoren y atiendan al público, ya más numeroso que las visita.
- Los lectores, comienzan a buscar los libros por temas, tanto o más que por
autores.
- Se prefieren los catálogos por materias. El catálogo por autores, tiene una
consideración secundaria.

En la misma medida en que el número de libros iba creciendo, a buen ritmo, en los de-
pósitos de las bibliotecas, dos siglos ya después de la invención de la imprenta, los biblio-
tecarios, que fueron y son los mediadores entre el público y los documentos, no podían re-
tener ya de memoria los títulos y los autores de todos los documentos depositados en
aquellas. Fue necesario perfeccionar los propios catálogos que existían desde la Antigüedad.
Es así, como, a finales del XVII, aparece en la última edición del catálogo de la Biblioteca
Bodleiana el primer rudimentario catálogo diccionario, entendido éste, como una lista or-
denada alfabéticamente por autores, títulos y materias, lo que permite encontrar el libro desde
distintos puntos de vista. En esta catálogo, se exponen ya unas rudimentarias reglas de
catalogación, hecho qite también se observa en otros paises, por primera vez en la historia
de la catalogación europea. En Francia, el bibliotecario Adrian Barillet, publica en 1672, el
catálogo de la biblioteca de Chretien-Francois de Lamoingnon, que incluye un importante
indice alfabético por materias y en el que da normas para la creación de un catálogo
diccionario, que permitieran localizar una misma obra por diversas entradas.
Como señala Gertrude London, el catálogo reúne una selección de "rasgos" concerta-
dos, que hacen referencia a un documento, entre los que se encuentran una serie ordenada de
puntos de acceso al mismo que permiten su pronta recuperación. La información catalogada
de ese modo sirve como representación permanente de documentos que no siempre están a
mano: "The catalogue is thus a register which contains records that are abbreviated and con-
densed according to a code of rules, the code being a shortland language for representing
documents by a number of significant data elements" (London: "The place...", 1980, p. 253).
Pero tendrían que pasar alrededor de un siglo, para que en la Biblioteca del Museo
Británico, se publicaran, en 1787, los primeros catálogos impresos y, pocos años más, las
primeras reglas de catalogación concebidas de modo sistemático, hecho que se produjo en
Francia en 1791.

5.4. Francia y la Revolución de 1789

La confiscación de los bienes de la Iglesia, obra del gobierno revolucionario


instaurado con la Revolución Francesa, trae consigo la acumulación de una enorme cantidad
de volúmenes, más de 12 millones de tarjetas, estampas, monedas por inventariar y catalogar.
Con la supresión de las entidades religiosas y también seculares y la confiscación de sus po-
sesiones, muchas e importantes bibliotecas privadas que contenían un elevado número de
libros y manuscritos pasaron a ser propiedad del estado francés. Hay que tener en cuenta, que
la mayor parte de las bibliotecas francesas anteriores a la Revolución, eran bibliotecas
privadas, fundamentalmente bibliotecas de instituciones religiosas, colecciones de
particulares o bibliotecas fundadas por las instituciones de enseñanza o centros eruditos. El
gobierno decidió entonces utilizar esos fondos para la creación de bibliotecas públicas,
dedicadas a la educación popular.
La primera medida que se aplicó fue el decreto de 2 de noviembre de 1789, por parte
de la Asamblea constituyente, que incorporaba al Estado todos los bienes de las comunidades
religiosas.
De un solo golpe, millones de volúmenes pasaron a ser propiedad del Estado: colec-
ciones importantes, reunidas durante varios siglos, fueron confiscadas.
Esta fue la primera etapa de una política de adquisición, de conservación y de difu-
sión. La adquisición fue la tarea de más fácil cumplimiento. El decreto de 1789 fue seguido,
en 1792, de la incautación de los bienes de los emigrados y, en 1793, por la confiscación de
las bibliotecas de las sociedades eruditas. El problema de la conservación demandó años y
esfuerzos. La difusión de esta riqueza, tercera fase del proceso, no tuvo lugar hasta mucho
después, cuando las dos operaciones precedentes estuvieron terminadas.
Esta tercera fase, dio origen a un gran número de bibliotecas especializadas, a la trans-
formación de la Biblioteca del rey en Biblioteca Nacional, convirtiéndose esta última, de esta
manera en la mayor biblioteca nacional de Europa, y al establecimiento de otras muchas
bibliotecas públicas, que se convirtieron, finalmente, en bibliotecas municipales.

5.4.1. El código catalográfico francés de 1791 y el catálogo en forma de fichas

Bajo el título de "Instruction pour próceder á la confection du catalogue de chacune


des Bibliotheques sur les quelles le Directoires ont dú ou doivent incessamment apposer les
scellés" (editado en París por L'Imprimerie Nationale, 1791, 16 p.) y redactado por Jean-
Baptiste Massieu. Se publicó el 15 de mayo de 1791. Esta breve publicación es el primer
código nacional, la única contribución a la solidificación de los procedimientos
catalográficos. Su único objetivo: poder inventariar los fondos de las bibliotecas confiscadas
y crear un gran catálogo general (cfr. London, "The place...", p. 254). Al mismo tiempo el
gobierno revolucionario, instaura, desde el punto de vista organizativo, el Bureau Central
Bibliographique del que dependía la catalogación de esos fondos documentales existentes
entonces en Francia.
El Código francés de 1791, aconseja la clasificación por autores y pide que la catalo-
gación sea realizada por personas de una cierta cultura. Establece, como norma obligatoria, el
encabezamiento de autor e incluye reglas concretas para el acceso al documento y para su
localización. Precisa también, su forma documental: catálogo en forma de fichas.
La meta es, llegar a realizar un catálogo colectivo único de los tesoros de las
bibliotecas galas. Bastaba para ello, enviar las fichas, teniendo cuidado de hacer un
duplicado, al Bureau Central Bibliographique, situado en París, el cual coordinaba la edición
de Bibliographie générale et raisonneé de la France. La historia da cuidadosa cuenta de que
este trabajo, nunca llega a terminarse (Cfr. Dussert-Carbone, Isabelle et Cazabon, Marie-
Renné: Le catalogage: methode etpractiques, 1988, PP. 20 y 21).
El código catalográfico francés de 1791 o la llamada Instrucción francesa de 1791, era
muy detallado, con precisiones sobre las descripciones, las procedencias y la ordenación
alfabética, y estaban destinado a garantizar la uniformidad en la catalogación de las co-
lecciones nacionales. Desde el punto de vista literario, se puede decir que, estaba escrito, de
modo simple y claro. En él, no sólo se dan normas para la confección del catálogo, si-no
también para la búsqueda y manejo del mismo.
De ahí que dé instrucciones muy precisas sobre la forma en que deberían establecerse
estos catálogos. Así, comienza precisando su finalidad: "Procurar un conocimiento exacto de
tcdos los libros... que existen en las bibliotecas de cada departamento que forman parte de los
bienes nacionales" (Jose Antonio Frías: "El código catalográfico francés de 1971", 1995, p.
15).
En cuanto a las personas encargadas de realizar este trabajo, se indica que deberían
tener, como mínimo: "algún conocimiento de letras y... (saben al menos la lengua latina". La
información contenida en cada una de las entradas del catálogo, debe tener, lo siguiente:
1) Título y mención de responsabilidad. 2) Lugar de publicación, nombre del editor, fecha de
publicación. 3) Descripción física, que incluye la extensión de la obra, otros detalles físicos y
las dimensiones. De lo, que puede deducirse, que en el código catalográfico frances de 1971
están presentes ya, todos los elementos que encontramos actualmente en la catalogación
descriptiva excepto la mención de edición.
La Instrucción, sólo contempla una autoría única y un sólo punto de acceso. Para ello:
"...se trazará escrupulosamente una línea bajo el nombre del autor". Y si no puede de-
terminarse con claridad el autor, el punto de acceso será una palabra-clave del título:
"...cuando no sea posible descubrir el nombre del autor, se copiará el título de la forma in-
dicada más arriba, y se subrayará la palabra que especifique más particularmente la obra". El
impacto del código, incluso a corto plazo, fue discutible. La ambiciosa tarea que se habían
impuesto los revolucionarios, de elaboración de un catálogo colectivo nacional, fue
abandonada finalmente. En cambio, se llevó a cabo la creación de grandes bibliotecas
regionales y la Bibliothéque Nationale, aumentó mucho sus volúmenes.

5.4.2. Un intento normalizador a escala nacional

El código francés de 1791, representa, en la historia de la catalogación que por


primera vez en la historia de Occidente, se dan un conjunto de normas para la catalogación
descriptiva, aplicadas a escala nacional. Su dimensión histórica, más que en los elementos
descriptivos prescritos para identificar los libros, radica en su carácter de código "oficial", de
código nacional, puesto que los catálogos resultantes deberían constituir la Bibliografía
general. Su importancia no radica en la organización de la información que contempla, sino
en su carácter de intento normalizador a escala nacional (Cfr. Frías, "El código catalográfico
francés de 1791", 1995, p. 15). Desde el punto de vista catalográfico, la Instrucción francesa
de 1791, ha sido más valorada por los historiadores que por los profesionales de la
catalogación. Por otra parte, el texto de la Instrucción, pese a ser una obra mítica en la
historia de la catalogación, no ha sido muy difundida ni reproducida. El original francés es un
pequeño panfleto de dieciséis páginas, similar a otros muchos publicados por el gobierno
revolucionario. El lenguaje empleado, es sencillo, descomplicado, dada su finalidad
pedagógica.
De todas formas, el catálogo de fichas creado en Francia para uso interno del personal
de las bibliotecas, no esta ya muy lejos del catálogo que conocemos hoy en día, aunque, en
Francia, el acceso del público a los catálogos públicos, no se generalizó hasta muchos años.
Y no se generalizó, tal vez, por aquello que señalaba Jules Cousin, con cortedad evidente, en
su célebre manual De la organización y de la administración de las bibliotecas públicas.
Afirmaba el autor francés, que un catálogo de fichas, no debía ser manejado directamente por
el público. Incluso que podía ser "peligroso" ponerlo a disposición de cualquiera, a pesar del
cuidado y empeño que se pusiera en asegurar la conservación de todas las fichas que lo
forman. De ahí, que aconsejaba, que fuera sólo de uso interno.

5.5. Orígenes de la Catalogación en España

Hasta hace poco, los orígenes del movimiento español en materia de normas
catalográficas, venía representado por dos breves Instrucciones publicadas en 1857 y 1882
respectivamente: Instrucción para formar los índices de impresos existentes en la Biblioteca
Nacional, por Indalecio Sancha y Moreno de Tejada, oficial 3º de la Biblioteca Nacional
(Madrid, M. Rivadeneyra, 1857), e Instrucción para formar los índices de impresos de las
bibliotecas administradas por el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Indice
de autores. Indice de títulos (Madrid, Imprenta del Colegio Nacional de Sordo-Mudos y
Ciegos, 1882). En ellas, no se dan todavía normas claras ni precisas.
En un reciente trabajo, Luis García Ejarque muestra, que, los inicios de la catalo-
gación en España, fueron anteriores. Las primeras reglas españolas de catalogación, no fue-
ron las de Indalecio Sancha y Moreno de Tejada, como se creía, sino que había otras an-
teriores, casi cincuenta años antes que las de Sancha, descubiertas por él, entre la
documentación que se conserva sobre la Real Biblioteca de S. M. en Madrid.
Entre una noticia correspondiente a enero de 1762 y una relación de gastos corres-
pondiente al traslado de la Real Biblioteca a la casa del Almirantazgo en 1818, aunque sin
fecha propia, se copiaron las siguientes reglas, cuyo autor es el bibliotecario 5a de la Real
Biblioteca, Pedro García: Reglas que se han de observar para hacer las cédulas para un
índice general y, el complemento de las mismas, Instrucción para los que han de hacer las
cédulas (Cfr. García Ejarque: "Inicios...", 1994, PP. 90-95).
Estas son pues, las primeras reglas españolas de catalogación de las que se tiene no-
ticia hasta la fecha, inéditas hasta ahora, lo mismo que una versión ampliada de las mismas,
manuscrita con letra del siglo XIX en un bifolio, que se conserva, también én la Sección de
Manuscritos de la Biblioteca Nacional de España.
Pedro García que recibió el encargo de elaborar estas reglas, tardó casi siete años en
redactarías y publicarlas, dada la desastrosa situación que padecía la Real Biblioteca de
Madrid durante la Invasión Francesa y, por lo tanto, la penosa situación en que se encon-
traban los bibliotecarios que trabajan en la misma, entre ellos Pedro García, que ocupaba el
cargo bibliotecario 5º de la misma. Situación que obligó a trasladar los importantes fondos
bibliográficos que contenía la Real Biblioteca, al Convento de la Trinidad Descalza, con el
fin de protegerlos.
Estas primeras reglas españolas de catalogación acusan la influencia de Jean-Baptiste
Massieu, redactor del código francés de 1791. Hay que recordar, que en la historia de la
catalogación, reputa como primeras reglas de carácter nacional, las redactadas por Massieu
para catalogar los fondos impresos incautados por el gobierno con motivo de la Revolución
Francesa. La influencia del código galo sobre las primeras reglas españolas, se hace patente
también en el hecho (García Ejarque: "Inicios...", 1994, p. 103) de "utilizar fichas para la
redacción de los asiento bibliográficos, puesto que los ejemplos aparecen en la segunda
versión de sus reglas, limitados los lados de un rectángulo...".
Estas reglas de Pedro García debieron tener corta vida y escasa influencia en España
puesto que hacía 1836, se escribió el primer breve manual de catalogación español: "Método
antiguo de hacer las cédulas para insertarías después del índice'; cuyo autor se desconoce.
Unos cincuenta años después, como hemos señalado anteriormente, un oficial de la
Biblioteca Nacional, Indalecio Sancha y Moreno de Tejada, publica en 1857, Instrucción
para formar los índices de impresos existentes en la Biblioteca Nacional. Esta nueva ins-
trucción no pasa de ser, otra cosa que un pequeño trabajo cargado de buenas intenciones y no
unas reglas claras a seguir, como tampoco lo fue el código francés de 1791. Será la Junta
Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos la que promueva, veinticinco años después,
una nueva instrucción, tratando de salir al paso de algunas reglas de Sancha, demasiado
elásticas y vagas, bajo el título de Instrucción para formar los índices de impresos de las
bibliotecas administradas por el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Indice
de autores. Índice de títulos, publicadas en 1882.
En la Instrucción de 1882, se recomienda ya la implantación en las bibliotecas de dos
tipos de catálogos: uno principal de autores y, otro, auxiliar de títulos. Para elaborar el
catálogo de autores, se señala en esta Instrucción, la necesidad de redactar dos tipos de
papeletas, que así se llamaban entonces las fichas catalográficas: una papeleta principal y otra
secundaria.
La papeleta principal llevará como único encabezamiento el del autor principal,
reservándose la otra, para los demás autores que no encabecen la ficha principal: directores,
compiladores o traductores, etc. Se aconseja también, que con esta segunda papeleta, se
utilice una ficha de referencia para orientar al lector en el caso de autores con varios nombres
o en el caso seudónimos.
En cuanto al índice de títulos, recomienda esta Instrucción de 1882, que se haga con
la palabra del título que recoja con claridad el contenido de la obra. Es decir, la papeleta o
ficha principal encabezada por títulos, que se recomienda en esta primitiva normativa
española, influenciada, tal vez, por las reglas de Panizzi, estaba formado por una mezcla de
títulos y de materias. Lo que, sin lugar a dudas, no facilitaba la precisión ni la claridad ni en
uno, ni en otro caso.
Como resumen, la Instrucción de 1882, sigue siendo insuficiente para las necesidades
catalográficas de aquel momento español, como anteriormente, las reglas de García y la
Instrucción de Indalecio Sancha. Hecho que provocó, que fuera la misma Junta Facultativa de
Archiveros, Bibliotecarios y Museos, la que se planteara redactar otra normativa más
completa. Acontecimiento que fue una realidad en 1902, con la publicación de unas
Instrucciones, que han sido consideradas como el primer código español Instrucciones que
abordaremos a su tiempo.
5.6. El despertar del resto de Europa hacia la Catalogación

Al mismo tiempo que en la Francia de principios del siglo XIX, se luchaba por crear un
catálogo general de todos los bienes culturales confiscados tras la Revolución francesa, en
Europa, surgía parecida preocupación por la organización y conservación de los fondos an-
tiguos, que eran muchos, y muy valiosos, lo que da lugar a que se lleven a cabo, en los prin-
cipales países del Viejo Continente, las grandes colecciones documentales, las explotaciones
sistemáticas de los archivos, los catálogos impresos de las grandes bibliotecas y las series
críticas de los textos.
Se trata de una tendencia que surge en la Europa de entonces al aplicar las ideas de Neé
de la Rochelle (la existencia de una Ciencia del libro concebida de forma muy amplia y a la
vez poco precisa) a una necesidad práctica: la organización de los grandes fondos do-
cumentales existentes en Francia, Inglaterra, España, etc.
Para ello se seguirán, en Francia, las orientaciones de Urbain Domergue, así como las de
Henry de Gregoire, obispo de Blois, para quienes, esa nueva ciencia de libro en sentido am-
plio establecida por Née, que se estaba imponiendo en Europa como un saber nuevo que en-
cerraba insospechados horizontes, es, por eso mismo una nueva ciencia de las bibliotecas.
Lo predominante en esta concepción, es una nueva perspectiva, enormemente pre-
ocupada por la conservación y organización de esos fondos documentales existentes, en
cuanto se refiere al libro, en miles de bibliotecas dispersas por toda la geograifa europea, así
como por el descubrimiento y publicación de los documentos como fuentes esenciales para
los estudios históricos.
Por otra parte, el triunfo de la cultura secular y el triunfo de los libros en lenguas na-
cionales, favoreció el interés popular hacia el libro por ser muchas ya las personas que sabían
leer pero que ignoraban el latín y más aún el griego. Los gobiernos crearon bibliotecas
nacionales (poniendo al servicio de los ciudadanos las Bibliotecas Reales), y en Inglaterra
surge un concepto social nuevo, el de biblioteca pública, que obliga, a marchas aceleradas a
organizar los fondos de las viejas y valiosas bibliotecas anglosajonas.
En el Museo Británico, por ejemplo, aparecen, concretamente en 1787, los primeros ca-
tálogos impresos que recogen sus valiosísimas colecciones privadas. Sólo cincuenta años
después, en 1841, Panizzi, publica, con el fin de organizar el caos imperante en los fondos del
citado Museo Británico, el primero de los códigos modernos: las primeras reglas para la com-
pilación del catálogo de libros impresos, mapas y materiales musicales del histórico centro.
6
LA CATALOGACIÓN MODERNA 1:
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Serían, sin embargo, otros acontecimientos ocurridos a lo largo del siglo XIX, siglo
en el que se produce la consagración de los catálogos, los que abrieron camino a la moderna
catalogación y los que impulsaron su desarrollo.

6.1. Las corrientes americanas y europeas a partir de 1850

La catalogación moderna, empieza hacía 1850. Coincide con la aparición en el mundo


anglosajón de la biblioteca pública, hecho que es fruto de una demanda social que hunde sus
raíces, fundamentalmente el siglo XVIII, en la Revolución francesa, y que tuvo con-
secuencias tan importantes, como la centralización de las colecciones de libros y el principio
de que los libros debían ser accesibles al público en general. Hubo circunstancias sociales,
que favorecieron esta socialización de la cultura:

-El dominio de la cultura secular frente a la religiosa. El proceso de


secularización de la cultura, que arranca del Renacimiento y alcanza su culminación en
el siglo XVIII.
-El triunfo de los libros en lenguas vernáculas, frente a los libros en lengua
latina, hecho que favoreció la lectura, ya que muchos sabían leer pero ignoraban el
latín.

En 1839 el librero Leopold-Auguste-Constantin Hesse publica, bajo el seudónimo de


L. A. Constantin, una obra, que tuvo fuerte repercusión, también en el mundo catalográfico
de entonces: Bibliothéconomie: instructions sur l'arra`ngement, le corservation et l'ad-
ministration des bibhotheques. Además de separar la Biblioteconomía de la Bibliografía,
destaca el valor de los conocimientos técnicos que se requieren para un correcto tratamiento
de la información encerrada en las bibliotecas. Hesse, habla del tratamiento que la
información exige el conocimiento de la catalogación y de clasificación, operaciones que
según señala el mismo autor, habían sido junto a otras, infravaloradas hasta entonces.
Hay también unanimidad en aceptar que es a mediados del siglo XIX y concretamente
en el mundo anglosajón, cuando surge la biblioteca pública, nacida para atender a las clases
sociales de menor poder adquisitivo y accesible a cuantos deseen utilizarla. Biblioteca
pública, mantenida y administrada por firmas comerciales, museos, corporaciones privadas u
organismos de investigación. Y también que es en este siglo, cuando, los gobiernos em-
pezaron a favorecer las bibliotecas nacionales, es decir, las llamadas bibliotecas nacionales
fundadas antes o a partir de 1800, entre las que podemos incluir:

- Estados Unidos: Library of Congress, creada en 1802 para uso de los miembros del
Parlamento. Se convirtió en nacional a mediados del siglo XIX.
- Inglaterra: en 1753 nace, principalmente a base de donaciones, el British Museum. En
1973, el British Museum fue organizado y su Biblioteca tomó el nombre de British
Library.
- España: Biblioteca Nacional, fundada en 1712 por Felipe V (Librería Pública de
Palacio). En 1836 deja de ser una dependencia de la Corona y pasa a depender del
Ministerio de la Gobernación, recibiendo el nombre de Biblioteca Nacional.
- Francia: la Bibliothéque National es la más antigua de las europeas. Fue creada por
Francisco I.

Estas bibliotecas nacionales clásicas, se crearon a partir de fondos de procedencia real


o privada y contienen grandes colecciones de literatura nacional, mediante el privilegio del
Depósito Legal. Aquellas, junto a otras bibliotecas nacionales que surgieron en la segunda
generación (en Alemania, Suiza, Canadá, Israel, etc.) y tercera (diseminadas por todo Asia y
África), tienen desde el punto de vista catalográfico, una función rectora. Son las encargadas
de llevar a cabo las bibliografías nacionales de cada país y el catálogo colectivo. Actúan
como importantes centros de investigación: dan cauce a las normas nacionales de
catalogación.
Por otra parte, es hacía finales del siglo XIX, cuando el valor de la biblioteca
evoluciona hacía el concepto de "enclave" para las verdaderas funciones educativas. A partir
de este momento, se desarrollan las bibliotecas universitarias y los centros educativos y de in-
vestigación. Este movimiento es liderado por Estados Unidos. La razón es muy clara. Es a
partir del XIX, cuando las universidades americanas, experimentaron un gran impulso.
Además, en este país no se tenía que luchar contra el peso de la tradición, al ser escasas las
bibliotecas americanas anteriores a ese siglo. Algunas, presentan colecciones importantísimas
como la biblioteca universitaria de Chicago, París u Oxford.
A escala internacional, recordemos, también en este siglo, los trabajos de Philippe
Otlet y Henri La Fontaine y su Instituto Internacional de Bibliografía, creado en Bruselas en
1895. Ante el crecimiento de la comunidad intelectual y la multiplicación gigantesca de las
publicaciones científicas, quisieron construir un fichero central de todas las publicaciones
impresas editadas en todos los países, desde la invención de la imprenta. Después de haber
reunido 17 millones de fichas, se encontraron ante el problema de la extrema heterogeneidad
de las mismas, e hicieron un gran esfuerzo para reunir comisiones internacionales que
trabajasen sobre los problemas de normalización del catálogo.
La década de 1870 en USA, se la conoce, entre otros aspectos, por el llamado "boom"
bibliotecario. Todas o la mayoría de las ciudades destacadas de este país, tenían ya o estaban
creando su biblioteca pública. Surge entonces una nueva concepción de la organización, for-
mas y diseños de las mismas. Y surgen también un grupo de profesionales encabezados por
Panizzi, Jewett, Cutter, Dewey, Windsor, Spofford, Poole y Smith, entre otros, que son, los
que empiezan a luchar por la unificación del pensamiento bibliotecario.
Las primeras reglas de catalogación que podemos calificar de "modernas", surgieron,
en Europa y en Estados Unidos, a impulsos de destacados profesionales que tenían que dar
solución a sus problemas laborales, a la hora de confeccionar los catálogos de las grandes bi-
bliotecas en las que trabajaban. Bibliotecas, algunas tan grandes y complicadas de
racionalizar científicamente, como la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos o la
Biblioteca del Museo Británico. Ya no era posible como en otros tiempos, cuando las
bibliotecas eran pequeñas, que el profesional, como un "catálogo viviente", atendiera las
peticiones de sus usuarios de memoria. Era necesario ya clasificar y describir todos los
fondos.
De la misma manera que el Código francés de 1791 surgió para resolver un problema
y no pequeño que tenía el gobierno que instauró la Revolución francesa, los primeros códigos
modernos de catalogación en otros paises surgieron así, a impulsos de una necesidad.
De ahí, que a la hora de valorar, a partir de ahora, algunas de las reglas de cataloga-
ción que fueron apareciendo en Estados Unidos, en Inglaterra o en España, países en los que
fundamentalmente vamos a centrarnos, respetemos en los siguientes apartados, tanto la
personalidad humana y' la labor de quien o de quienes las redactaron, así como el en-
tramado histórico de las mismas: su gestación y alcance.

6.2. Las 91 Reglas de Panizzi: el primero de los códigos europeos modernos

Dorothy May Norris en su interesante estudio A History of Cataloguing and


Cataloguing Methods: 1100-1850: with an Introductor,' Survey of Ancient Times, ha tratado
la historia de la catalogación en su temprano período, pero termina su estudio a mediados del
siglo XIX, cuando podría decirse que la práctica moderna de la catalogación está en sus
principios.
Lo que viene considerándose como primera reglas de catalogación modernas, no se
concibieron en Estados Unidos, sino en Europa. Las redactaron Anthony Panizzi junto a un
comité compuesto por Thomas Watts, J. Winter Jones, Edward Edwards y John H. Perry y se
publicaron en 1841.
El objetivo de estas reglas fue el siguiente: establecer normas para crear un catálogo
general de los documentos existentes en el British Museum, que paliaran la lentitud y las
deficiencias de los anteriores sistemas. El método de trabajo seguido (London, "The place...",
1980, p. 255): "...cada uno de ellos por separado, preparar siguiendo sus propios puntos de
vista, reglas para la compilación del trabajo proyectado. Posteriormente, éstas, serian
discutidas en grupo. Y cuando no hubiera ninguna diferencia, el conjunto de reglas se
aprobarían por votación. Las reglas así establecidas, fueron sancionadas por los 'Trustees' el
13 de julio de 1839 e impresas el 17 de julio de 1841".

Panizzi, es considerado el padre del catálogo moderno. Para unos, Panizzi fue la
mayor fuerza creadora que tuvo el Museo Británico. Para otros, el primer bibliotecario entre
bibliotecarios.
Panizzi, nació el 16 de septiembre de 1797, en una pequeña ciudad del norte de Italia.
Se licenció como abogado en la universidad italiana y ejerció en su país, algún tiemPO como
tal. Acusado de militar en una sociedad secreta, en contra del gobierno italiano, fue obligado
a salir de su país. Vivió en Suiza primero y después pasó a residir, definitivamente, en
Inglaterra.
Cuando llegó Panizzi a trabajar al Museo Británico, hacía 1831, éste, aunque había
sido fundado por un acta parlamentaria en 1753, era una especie de gran depósito de libros y
de manuscritos, en el que trabajaban bibliotecarios eruditos pero poco creadores y emprende-
dores. Panizzi entró en el departamento de Libros Impresos, que contenía valiosas
colecciones privadas, de importancia considerable, entre ellas, la "Old Royal Librar,"; del rey
Jorge III, donada en 1823, con la cláusula de promover un nuevo edificio en el Museo
Británico.

En 1837 Panizzi fue nombrado Bibliotecario jefe del Museo Británico, tras seis años
de duro e intenso trabajo en el mismo. Es la figura central, en la controversia por la "batalla
de las reglas" (Cfr. Quigg Ala P. J.: Theory of cataloguing: an examination guidebook, 1966,
p. 12). Sufrió violentas críticas ya que no cedía fácilmente. Centró sus esfuerzos en cinco
direcciones:

1) Orden de los libros.


2) Intentar la construcción del nuevo edificio.
3) Mejorar la calidad técnica y profesional de sus compañeros.
4) Elevar el nivel de los servicios que prestaba el British Museum como
biblioteca nacional inglesa.
5) Redactar un catálogo de todos los libros impresos existentes en el
Museo Británico.
De los cinco objetivos que se marcó, fue el quinto el que más le absorbió. La mayoría
de los problemas que tuvo Panizzi con los directivos del Museo Británico, que fueron mu-
chos, fueron por temas relacionados con la Catalogación. Era necesario una revisión, urgente
del catálogo principal. No hay que olvidar que los primeros catálogos impresos del Museo
Británico, datan nada menos que de 1787, casi cincuenta años antes. En esta lucha estuvo
envuelto más de 13 años. La realidad era, que los directivos del Británico interferirían a
diario el trabajo de Panizzi y su equipo de catalogadores.
Pero la redacción de las famosas 91 Reglas de Catalogación, paso previo a cualquier
planteamiento de modificar el catálogo principal del British Museum, tampoco fue asunto
sencillo. Panizzi sufrió duras crítica y sólo al final llegó a conseguir su inicial propósito, tras
un período amargo repleto de célebres disputas públicas (Cfr. ALA World Encyclopedia, PP.
634-636).
Las reglas de Panizzi estaban concebidas para confeccionar el catálogo de libros
impresos, mapas y música en el Museo Británico. Cuando se publicaron constaban de no-
venta y una reglas, de ahí que se las conozca por este nombre. La edición actual sólo tiene
cuarenta y una. Estaban redactadas pensando en la confección de un catálogo alfabético,
fundamentalmente, de autores personales o de entidades, que permitiera al usuario la
localización rápida y fácil de una obra, así como la agrupación de las obras de un mismo
autor con sus distintas ediciones y traducciones.
Panizzi abordó la cuestión de los encabezamientos de entidad, desde el punto de vista
pragmático. Como señala Justo A. García Melero (Cfr. "La catalogación y su problemática
actual", 1987, p. 271): "ciertos tipos de publicaciones, por su contenido, deberían llevar sus
asientos encabezados no por el nombre de sus autores ni por el titulo, sino por el nombre de
las instituciones de que emanaban. Las categorías documentales y los tipos de contenido
fueron, pues, los que en un principio decidieron esta clase de encabezamientos".
La importancia de las reglas de Panizzi, no sólo residen en el hecho de que fueron
gestadas para aplicarse a una gran biblioteca nacional, sino en ser el primer código sistemá-
tico. Estas Reglas, están, más orientadas a la creación del catálogo, que a lo que hoy en-
tendemos por descripción del documento.
Las 91 Reglas de Catalogación de Panizzi, tuvieron fuerte influencia en los códigos
redactados posteriormente, tanto en Europa como en América, así como, en las reglas que se
aplicaron posteriormente en grandes bibliotecas, como la Bodleiana o la de la Universidad de
Cambridge, por nombrar alguna.
Resumimos el contenido de algunas de sus reglas, teniendo en cuenta que los códigos
no están tanto para memorizar como para consultar. No hay que olvidar que los códigos son
instrumentos de consulta imprescindibles del catalogador, de uso familiar y diario en el
trabajo:
- Autoria conjunta: en caso de dos autores se encabeza por ambos,
siguiendo el orden de aparición en el libro. Si hay más de dos autores, por el
que aparezca nombrado primero.
- Autoría desconocida o incierta: en caso de obras anónimas o de autoría
desconocida, el punto de acceso será el título en el siguiente orden de
prioridad: 1) Nombre de persona; 2) Nombre de entidad o institución; 3)
Nombre de lugar; 4) Otros nombres propios; 5) Primer nombre; y 6) Primera
palabra del título que no sea articulo.
- Publicaciones seriadas: el punto de acceso de las publicaciones
seriadas se hace bajo el encabezamiento uniforme de "publicaciones seriadas",
siendo el subencabezamiento el lugar de la publicación. Las publicaciones
seriadas de entidades corporativas, bajo un encabezamiento apropiado a la
sociedad o institución.
- Elección entre diferentes nombres: en el caso de autores que cambien
sus nombres, el encabezamiento se realizará bajo los nombres primitivos u de
origen, añadiendo la palabra "después" y el subsiguiente nombre adoptado.
- Seudónimos: punto de acceso bajo el seudónimo, con la especificación
"seud. ",junto al nombre real, a ser posible entre paréntesis.
- Aristócratas: punto de acceso bajo el apellido.
- Apellidos compuestos: en los apellidos compuestos ingleses y
holandeses, el punto de acceso será la última parte. Otros nombres compuestos
son adoptados como encabezamientos en su totalidad.
- Apellidos con prefijos: silos nombres son ingleses, el prefijo es tratado
como parte del apellido. En este caso el punto de acceso se hace bajo el
nombre completo. Se dan tratamientos específicos para los nombres en
lenguas romances con, y sin, artículo.
- Entidades: sociedades: el punto de acceso de sociedades e instituciones
no oficiales se hace bajo el nombre del país, si aquellas son de carácter
nacional. En otro caso, bajo nombre de la ciudad en donde tengan su sede. Sin
embargo, las organizaciones internacionales, firmas comerciales, órdenes
religiosas, reciben punto de acceso directamente bajo nombre.
- Entidades: instituciones: el punto de acceso de las instituciones, se hace
bajo el nombre del estado, provincia, ciudad a la que pertenezcan. Los museos,
las bibliotecas, los observatorios, etc., incluso si tienen carácter nacional, el
punto de acceso será bajo el nombre del lugar en el que están emplazados.
- Entidades: publicaciones gubernamentales: en las publicaciones oficiales,
el punto de acceso será bajo el nombre del estado, provincia, ciudad, en donde
tenga la sede la entidad.

Pero volviendo a la personalidad humana de Panizzi y al ámbito donde desarrolló su


trabajo, nunca hubiera podido hacer lo que hizo solo. También contó con fervorosos ad-
miradores. De cualquier manera, su labor en el Museo Británico fue tal, que levantó el pilar
sobre el que se asienta hoy, el poderoso sistema bibliotecario inglés. Cuando empezó a
trabajar en el Británico, aquello era un caos. Había colecciones valiosas, pero muertas para la
consulta del público. A finales del XIX, se publicó el Catálogo de Libros Impresos. Tras él
dejó una biblioteca de rango nacional organizada y en marcha, que es hoy, una de las
nacionales mejor dotadas del mundo.

6.3. El caso Crestodoro

Entre los lectores que visitaban a diario el British Museum, por aquellos años, se en-
contraba, Andrea Crestodoro (1808-1879). Crestodoro, fue un lector del Museo Británico,
altamente insatisfecho con la catalogación y ordenación existente. En 1856 publica un re-
volucionario ensayo The art of making catalogs (El arte de hacer catálogos) en el que de-
fiende detalladas entradas principales por autor e incluye ordenación numérica con índice de
nombres y de materias.
Atacó, duramente, la idea que asocia la catalogación de una biblioteca con la exclu-
siva ordenación alfabética de los fondos existentes en la misma, causa, a su juicio de las in-
terminables demoras. Para Crestodoro toda biblioteca debería poseer dos clases de listados:
uno, que él llama el catálogo, y, otro, su índice. Ambos, debían tener, a su juicio, funciones
distintas pero complementarias. Insiste Crestodoro en que el catálogo inventario y el catálogo
índice, se mantengan separados, porque sus funciones son distintas.
Crestodoro, a quién con frecuencia se ha citado como el precursor de la indización de
títulos permutados (KWIC, KOWOC, etc.), va, sin embargo, un poco más lejos que la ma-
yoría de los indizadores, dibujando, en primer lugar, un catálogo general alfabético de todos
los fondos documentales existentes en una biblioteca para plantear, después, una completa
clasificación de todos los contenidos documentales, es decir, una completa clasificación por
materias. Su ensayo es un alegato a favor de un catálogo universal. El mundo entero, para
Crestodoro, se podría convertir con el tiempo, en una biblioteca única.
Como se ve, la idea de una catálogo universal, no fue una idea de los innovadores del
siglo XX, sino una meta altamente acariciada ya por la mayoría de los creadores de la mo-
derna catalogación del XIX.
Cuando Crestodoro publicó su encendido ensayo, ya había sido forzado Jewett, en
Estados Unidos, a abandonar su Proyecto. Crestodoro aplicó las ideas de Jewett, ocho años
después y concretamente, en la Biblioteca Pública de Manchester.

6.4. Las primeras reglas de catalogación americanas

Un objetivo todavía más ambicioso que el de Panizzi, fue el expuesto por el


americano Charles Coffin Jewett en su obra, publicada por la Institución Smithsonian en
donde trabajaba en 1852: On the Construction of Catalogues of Libraries, and of a General
Catalogue, and thier Publication by Means of Separate, Stereotyped Titíes, with rules and
Examples.
Conocida por el título abrevido On the construction of catalogs, esta obra es consi-
derada como una de las primeras reglas americanas para asiento de autor. Contiene también
sugerencias para una lista complementaria de materias.
El empeño de Jewett, a través de esta obra, es la creación de un catálogo general de
todas la bibliotecas públicas de los Estados Unidos, meta que podrá alcanzarse, según el au-
tor, aplicando las reglas desarrolladas por él. La segunda edición de la obra, se publicó un año
después, en 1853. En su título, anotamos ya un pequeño pero significativo cambio: la omisión
de and of a General Catalogue, que nos anuncia que Jewett empezaba a abandonar su más
ambicioso proyecto (Cfr. London: "The place...", 1980, p. 256). ¿Por qué?
Las primeras subvenciones importantes a las ciencias puras procedían de un legado
hecho a Estados Unidos por J. Smithson, de Londres, lo que permitió al Congreso de los
Estados Unidos, crear en 1848, la Smithsonian Institution, destinada a desarrollar y difundir
el conocimiento entre los hombres y en donde Jewett llegó a trabajar en su prestigiosa bi-
blioteca.
A través de los Informes Anuales de los años 1847 a 1854 que recogían la actividad
de dicha Institución, se puede seguir paso a paso, el origen de las ideas de Jewett, la evolu-
ción de las mismas, la formulación y alcance de su ambicioso Proyecto que constaba de dos
partes:
a)Redactar un conjunto de reglas que fueran adoptadas en todas las
bibliotecas públicas de Estados Unidos a la hora de preparar sus catálogos.
b) Hacer de la biblioteca de la Institución, uno de los centros de
investigación más destacados de Estados Unidos, un centro de referencia
bibliográfico de carácter nacional.

Si el sistema tuviera éxito, su objetivo era, implantar la misma experiencia en otros


paises de Europa, con el objetivo final, de que otros, un día no lejano, llegaran a publicar una
bibliografía universal.

6.4.1. El Proyecto Jewett

El Proyecto Jewett, pronosticaba, como meta final, una bibliografía universal,


extraída de un catálogo universal, formado por la suma de todos los catálogos nacionales,
preparados de acuerdo con sus famosas Reglas. Estas, son el primer código de catalogación
americano, en el que se recomienda ya la catalogación cooperativa centralizada. Objetivo si-
milar al que, ciento veinte años después, la IFLA, sigue persiguiendo a través del Programa
Control Bibliográfico Universal.
Jewett nació en Lebanon el 12 de agosto de 1816. Su carrera profesional, se extendió
desde el despertar de Estados Unidos hacía la Biblioteconomía, es decir, desde el nacimiento,
hasta la moderna biblioteconomía americana. Es considerado como uno de los fundadores de
aquélla. Aunque falleció, en 1868, años antes de que se fundara la Asociación Americana de
Bibliotecas, su apoyo incondicional, llevado a cabo en la Conferencia de Bibliotecarios
Americanos celebrada en 1853, fue el denotante para que se creara posteriormente.
Jewett trabajó en tres importantes bibliotecas del país. En primer lugar, en la
biblioteca de la universidad de Brown, en la que gracias a sus innovaciones y genialidades,
consiguió convertirla en una de las principales bibliotecas universitarias del país. Durante
esos años, y llevado por su afán de aprender y de cotejar experiencias, pasó algún tiempo en
Inglaterra y allí tuvo ocasión de tratar a Anthony Panizzi, bibliotecario jefe del Museo
Británico. Por la correspondencia posterior que se cruzaron, se deduce que Panizzi tuvo gran
influencia sobre él, que le ayudó a ver aspectos importantes de la moderna Biblioteconomía y
que le aclaró cuestiones catalográficas que Jewett vertió en su famoso código, basado en gran
parte en las 91 Reglas de Panizzi.
Años después, Jewett entró a formar parte también, del claustro de profesores de la
universidad de Brown, como profesor de Lenguas modernas y de Literatura. Por aquellos
años en el Congreso de los Estados Unidos se debatía el tema de la ciencia americana. Un
científico inglés, James Smithson quería legar al gobierno americano una aportación
económica importante con este fin. La opinión en el Congreso de los Estados Unidos estaba
fuertemente dividida. Unos proponían la creación de una gran biblioteca de carácter nacional,
de intereses amplios socialmente. Otros, la creación de una agencia, de un instituto de
promoción científica exclusivamente. Ganaron los defensores de la ciencia y se fundó en
1846 la Smithsonian Institution.
Jewett era entonces uno de los profesionales de la biblioteconomía americana más in-
ternacionales y de más prestigio en el interior del país y fue llamado para trabajar allí, un año
después de su creación. Gran parte de su atención, estuvo dirigido, en esta etapa hacía la
creación de ese Proyecto, novedoso y colosal, anteriormente expuesto, dirigido a la
producción de un catálogo nacional centralizado que acogiera todos los fondos de todas las
bibliotecas públicas de Estados Unidos.
Exigencia previa a tan colosal proyecto, era redactar sus reglas de catalogación que,
en primer lugar, fueron admitidas por los profesionales americanos que participaran en aquel
Proyecto. Fue a la hora de redactarías, cuando Jewett se volvió a poner en contacto con
Panizzi. Estaban basadas, en gran parte en las de Panizzi y son conocidas en castellano por el
título Sobre elaboración de catálogos. (On (he Constriiction of Catalogs).
Sin embargo, su Proyecto se vino a bajo. Las desavenencias entre el Jewett y el
científico de la Institución, Joseph Henry, que un momento determinado no vio con buenos
ojos utilizar buena parte de los recursos económicos de la Institución en apoyo deJ
bibliotecario, sustrayéndolos a la investigación científica, condujo a Jewett a abandonar su
puesto de trabajo y, finalmente, a abandonar su acariciado Proyecto. No obstante, (to do lo
que Jewett proponía y no pudo llevarlo a cabo, fue aceptado, años más tarde, por la
Biblioteca del Congreso que preparaba entonces su catálogo general.
La tercera biblioteca importante del país en la que trabajó Jewett, fue en la Pública de
Boston, una vez abandonada la Institución. Bajo su dirección pasó a ser la segunda biblioteca
de los Estados Unidos, después de la Biblioteca del Congreso.
En torno a Jewett aparecieron en Estados Unidos, durante aquellas décadas, figuras
tan destacadas como Cutter o Dewey, entre otros. Ellos fueron los que consiguieron, poco a
poco, la adopción de técnicas comunes en catalogación y el establecimiento de servicios de
catalogación cooperativos.
Cutter escribía veinticuatro años después: "El Proyecto de Mr. Jewett de realizar un
catálogo general de los fondos de todas las bibliotecas del país, es conocido. Algo se pudo
haber hecho con la ayuda del Instituto Smithsoniano del que entonces era bibliotecario. Pero,
como sus directivos concentraron su esfuerzo únicamente en la ciencia y no había en aquel
momento otra organización nacional que lo asumiera, el Proyecto, no llegó a nada. Desde
entonces, ha sido mencionado con frecuencia con palabras de sentimiento y nostalgia. Pero
nadie ha tenido el valor de ponerlo en marcha" (Cit. por London, "The place...", 1980, p.
262).

6.5. Cutter: consagración del catálogo diccionario

La proliferación de las bibliotecas públicas tanto en Estados Unidos como en Europa a


partir del siglo XIX, el interés por la lectura que en Norteamérica se extiende de modo
inusual tras la Guerra Civil Americana, el incremento de estudiantes universitarios en ambos
continentes, la reducción del analfabetismo y el crecimiento de la población, dio lugar a que
los usuarios que tenían acceso a los libros casi exclusivamente por autores, demandaran su
clasificación por materias.
Así, a imperativos del público, Cutter redactó, de Rules for a Printed Dictionary
Catalogue (1876)2, conocido años después por Rules for a Dictonary Catalog. Este código
de Cutter permitía redactar un registro bibliográfico por tres entradas: autor, título y materia.
De este modo, el norteamericano Cutter, pretendía el ordenamiento científico de los libros, de
manera que fueran una ayuda para investigadores y estudiosos.
Estas reglas, aparecieron por primera vez formando parte de un "Special report on
pliiblic libraries" publicado por el Bureau of Education de los Estados Unidos, en 1876.
Después de una breve introducción sobre el catálogo, sus fines y sus medios, aparece un
vocabulario con los principales términos usados, y un interesante estudio teórico sobre ca-
talogación y clasificación.
La primera parte de las reglas se refiere a las entradas de los asientos, y de acuerdo
con la idea de Cutter de que el catálogo diccionario es la unión de cuatro catálogos distintos
(autores, títulos, materias y formas), va tratando sucesivamente cada uno de ellos, finalizando
con unas breves reglas sobre asientos analíticos. La segunda parte, llamada Style, trata de la
forma de los asientos, de la descripción y de la ordenación alfabética. Todo esto con especial
referencia a los catálogos impresos. Finalmente hay una breve sección sobre otros tipos de
catálogos y sobre la catalogación de materiales especiales, tales como manuscritos, música,
mapas y apéndices sobre transliteración, tamaño de los libros y abreviaturas.
La parte dedicada a los encabezamientos de materia y de forma es relativamente bre-
ve. Consta de 31 reglas, de un total de 205 reglas que contenía la primera edición. Pero su
importancia, no se puede medir por su número. Aquéllas, siguen vigentes, vivas, hoy en día,
por lo menos en sus líneas generales. En la cuarta edición, publicada un año después de su
muerte, en 1904, se ampliaron a 369 reglas, que abarcan no sólo reglas para la descripción de
puntos de acceso de autor/título, sino también la configuración de puntos de acceso
alfabéticos por materias y al registro de puntos de acceso. Este código, en opinión de Quigg
Ala (Theory of cataloguing.' an examination guidebook, 1966, p. 20) es "el más completo
conjunto de reglas jamás producido por un sólo individuo".

6.5.1. Principios

Los principios desarrollados en este código, continúan siendo estudiados hoy en día.
Es el primer código sistemático de reglas de catalogación y, a pesar de ser un código
nacional, porque se creó para un objetivo concreto y local (la Biblioteca del Ateneo de
Boston), la poderosa genialidad de Cutter, ha hecho que este código no tenga más límites que
las barreras linguisticas. Su influencia en el mundo anglosajón, especialmente en el
americano, ha sido grande. Constituye la base de la Catalogación americana.
Cutter, en su código, puso el acento, en que "la comodidad del usuario debería ser pre-
ferida a la del catalogador" y recomendó, en materia de encabezamientos de autor, la "forma
más conocida". Propuso ya tres formas de catalogar diferentes: una, poco detallada; otra
inmediata y otra extensa. Dio también una estructura lógica a la redacción de los asientos
bibliográficos, atendiendo primero a la Descripción Bibliográfica y, después, a los Puntos de
Acceso y Encabezamientos. Estructura que se ha recogido también en los modernos códigos
de catalogación generados en la segunda mitad del siglo XX, por ejemplo, en las
Angloamencanas y en las reglas de catalogación españolas actuales.
En cuanto al ordenamiento, las reglas de Cutter giran en torno a dos grandes polos: las
reglas de entrada, que incluyen las reglas por donde se encabeza una obra y que han de
generar ya cuatro tipos de catálogos y las reglas de estilo o como acceder a una publicación
que incluyen la normativa completa en torno a Descripción Bibliográfica. Al final de la obra
se incluyen también, otras para catalogar materiales especiales, como manuscritos, música,
mapas, etc.
El interés de Cutter se centró en una forma particular de catálogo: el catálogo dic-
cionario que permitiría al usuario la búsqueda de un libro o grupo de libros afines, a través de
los encabezamientos de autor, título y materia. De ahí que la aportación principal del código
de Cutter sea la creación, por primera vez en la historia de la catalogación, de unas reglas
especificas para crear el catálogo de materias, que están basadas en unos principios, que se
siguen estudiando hoy, entre los que se distinguen:

1)Principio especifico: cada libro debe ser incluido en el catálogo bajo un


encabezamiento de materias específico y determinante, económico y uniforme.
2) Principio de uso: los encabezamientos de materias elegidos deben ser
reflejados en el catálogo con la terminología y forma que los usuarios del catálogo
esperan encontrar.
3) Principio sindético: los encabezamientos de materias usados en el catálogo
deben estar conectados mediante referencias que conduzcan al lector de materias no co-
rrectas o no usadas, a las correctas o más usadas.
Las Reglas de Cutter constituyen todo un cuerpo de doctrina, bien asentada y razona-
da, inmersa en una numerosa y bien resuelta casuística. Es decir, en la múltiple y compleja
casuística que presentan el ejercicio de la catalogación en la práctica diaria y que Cutter co-
nocía tan bien. Como hemos hecho con el código de Panizzi y siguiendo el mismo esquema,
sintetizamos algunas de sus principales aportaciones, extraídas de la 4ª ed. de 1904.

- Autoría conjunta: se encabeza sólo bajo el primer autor que aparece en la


portada. Se hace referencia del otro u otros.
- Autoría desconocida o incierta: si se conoce el nombre del autor se utiliza
para el punto de acceso principal. En caso contrario, el asiento principal se hará bajo la
primera palabra del título que no sea el artículo.
- Publicaciones seriadas: punto de acceso, bajo la primera palabra del título que
no sea el artículo.
- Elección entre diferentes nombres: punto de acceso bajo la forma mejor
conocida.
- Seudónimos: punto de acceso bajo el nombre real cuando se conozca. Se
permite el punto de acceso bajo seudónimo cuando el escritor lo usa habitualmente o es
generalmente conocido sólo por él.
- Aristócratas: acceso bajo el título aristocrático de mayor rango, haciendo re-
ferencia al apellido. En los casos en que un autor sea mejor conocido por un título
aristocrático de menor rango, el punto de acceso se hará por éste.
- Apellidos compuestos: recomienda la última parte de los apellidos ingleses. La
primera, para apellidos extranjeros.
- Apellidos con prefijos: si el apellido es inglés, punto de acceso bajo el prefijo.
Los franceses y belgas, bajo el prefijo. En otras lenguas, bajo la parte que sigue al
prefijo.
- Entidades: sociedades: punto de acceso bajo el nombre de las mismas,
haciendo referencia al lugar en que están emplazadas. contempla varias excepciones
(reglas, 62-68;71 -74).
- Entidades: instituciones: punto de acceso, bajo el lugar de emplazamiento.
Contempla algunas excepciones.
- Entidades: publicaciones gubernamentales: al igual que en el código de
Panizzi, el acceso principal bajo el nombre, provincia o ciudad en donde tenga la sede
la entidad.

6.5.2. Catalogación Descriptiva/Catalogación por Materias

Entre los innovadores de la Biblioteconomía de los Estados Unidos, Cutter es uno,


quizá el primero. Su influencia en el mundo profesional y en los códigos de catalogación pos-
teriores, fue grande. Cutter nació en Boston y desde la biblioteca del prestigioso Ateneo de
Boston en la que trabajó desde 1869 a 1893, desarrolló parte de sus importantes aportaciones
y logros catalográficos. En la Universidad de Harvard, estudió literatura francesa, filosofía y
matemáticas, destacando especialmente en esto último. Mantuvo contacto personal con
Charles Coffin Jewett. Su trabajo al frente de la Biblioteca del Ateneo, estuvo repleto de
avances y satisfacciones personales. Si ideal, basado en su formación científica y filosófica,
era que todos los procesos de acceso y recuperación de la información que se realizan en una
biblioteca, formen un conjunto armónico e integrado, llevados a cabo a un costo económico
razonable.
Su vida entera estuvo absorbida por la Catalogación Descriptiva y por la Catalogación
por Materias o Clasificación. Planificó y publicó, entre 1869 y 1883, un monumental ca-
tálogo diccionario que recogía todas las colecciones existentes en la biblioteca del Ateneo,
editado en cinco volúmenes, que resultó ser una especie de testamento de su modo de pro-
ceder y de hacer profesionales. Señaló como objetivo primordial de todo catálogo: permitir la
localización de un libro del que se conoce su autor, título o materia.
Al mismo tiempo, presentó al extenso mundo bibliotecario norteamericano, un ensayo
Library Catalogues. Puso en marcha su programa "Boston Atheneum Classification" y pu-
blicó su reconocida "Expansive Classification". Trabajó estrechamente con Melvil Dewey y
fundó con éste y tres socios más -Justin Winsor, William Frederick Poole y Richard Rogers
Bowker-, la Asociación Bibliotecaria Americana (ALA).
Cutter, que por su temperamento era afable, más bien tímido, y por formación aca-
démica, humanista y conservador, prefería más las sombras que ser el centro de la atención
de nada. Fue, sin embargo, uno de los más destacados directivos de la ALA, presidiendo la
Comisión de Cooperación, desde sus inicios hasta 1887.
En ese mismo año, que Cutter publica su código (1876) y que nace la ALA, el Library
Journal inicia su andadura periodística. El "Journal", era algo así como un foro en el que los
bibliotecarios compartían sus ideas y debatían sus diferencias. Cutter fue un de sus cola-
boradores más asiduos. Las inquietudes de los bibliotecarios americanos, ingleses y europeos
se asoman en esta publicación puntera en su momento. Estas y otras figuras pioneras del
mundo de la Catalogación, se intercambian experiencias a través del Journal. La ALA pu-
blica en él, los informes de los primeros comités, así como los textos y las ponencias
expuestos en las conferencias internacionales celebrados en aquellos años.
En 1897, Cutter expone ante el auditorio reunido en la Conferencia Internacional de
Bibliotecarios, celebrada ese año en Londres, y en el Instituto Internacional de Bibliografía
de Bruselas, es decir, ante un amplio foro europeo, sus modos de hacer en Catalogación.
Dedicó sus últimos años de vida, a trabajar en el nuevo código de catalogación que el
Comité de la ALA y la Asociación Inglesa de Bibliotecarios estaba preparando por entonces
y que se publicaría cinco anos más tarde de su muerte: el Código AA o Código Conjunto. Su
influencia también en el primer catálogo general de la Biblioteca del Congreso que se estaba
realizando en aquellos años, fue también definitiva.
Andrea Crestodoro, Panizzi, Jewett y Cutter forman un "cuarteto" de innovadores, de
creadores, de la moderna Catalogación del siglo XIX
7
LA CATALOGACIÓN MODERNA II:
CENTRO EUROPA Y ESPAÑA (FINALES DEL XIX)

El movimiento catalográfico de finales del XIX en Estados Unidos, tuvo también


fuertes repercusiones en centro Europa. Supuso éste, como el contrapunto a la tradición
angloamericana.

7.1. La Unificación alemana y las Instrucciones Prusianas

El fruto más importante de este movimiento centro europeo fueron las Instrucciones
Prusianas', que se gestaron con el mismo espíritu y en tiempos de la Unificación Alemana,
por obra de Bismark, y se publicaron un año después de su muerte, en 1899.
Estas Instrucciones fueron aplicadas, en primer lugar en las bibliotecas universitarias
de Prusia, y posteriormente en las alemanas y austríacas. Permitieron la catalogación coope-
rativa de las bibliotecas alemanas, cuando ésta, no se había realizado en ningún otro país eu-
ropeo.
Estas Instrucciones, se concibieron en tradición con las Reglas de Jewett. Y por una
razón clara: su finalidad también era la creación de un catálogo colectivo unificado, en este
caso en lengua alemana, realizado por la Biblioteca Estatal de Prusia -el Deutscher
Gesamtkatalog- que integró muchas bibliotecas de Alemania y Austria.
En su estructura, tal y como lo recomendaba Jewett, tanto en la primera edición de
1899, como en la segunda de 1908, se dan prioridad, como en las reglas de Cutter, a la
Descripción Bibliográfica para determinar después los Puntos de Acceso. Ordenamiento, al
que también retornarán, casi un siglo después, las AACR2 en 1978.
Dos diferencias presentan estas Instrucciones con la práctica angloamericana: la no
aceptación del principio de autoría por entidades y la ordenación gramatical de las entradas
por título, frente a la corriente angloamericana del orden natural de las palabra (Quigg Ala,
Theory of cataloguing..., p. 18). En realidad este código presenta tres características fun-
damentales:

1) Que no se trata de una articulación de reglas de catalogación teóricas, sino de un con-


junto de reglas cuidadosamente meditadas.

2) Que están redactadas de modo claro y sin ambigüedades.


3) Que son notables, el dominio de los aspectos esenciales de la catalogación2.

7.2. España: 1nstrucciones de 1902

Se viene considerando como primer código español, las llamadas Instrucciones de


190Z conocidas por el nombre de Instrucciones para la redacción de los catálogos en las
Bibliotecas públicas del Estado, dictadas por la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y
Museos3. Es el trabajo que dicha Junta dedica a determinar las reglas según las cuales han de
redactarse los catálogos en las bibliotecas regidas por aquel cuerpo facultativo. Resulta
curioso leer en la introducción la advertencia de que no se pueden tomar esta Instrucción por
un manual de principiantes, sino que presupone en quienes han de manejarlo: "... los
estudios, por cierto no muy comunes, necesarios para el desempeño de aquella misión: en
particular el más amplio conocimiento de los repertorios biográficos y bibliográficos, con
cuyo manejo debe hallarse familiarizado el catalogador".
Estas Instrucciones de 1902, estaban inspiradas en la reglamentación prusiana. Su ob-
jetivo, queda también expuesto también en la introducción de las mismas: “...presentar en
orden sistemático, una serie de reglas aconsejadas por la práctica y la experiencia para re-
dacción del Catálogo alfabético en las Bibliotecas públicas; de suerte que, sin dejar de ser
éste un auxiliar eficaz de los estudios bibliográficos, cumpla en primer término el fin
principal suyo: el de facilitar la investigación y el rápido servicio á los lectores, mediante la
más perfecta uniformidad en la redacción de las cédulas que lo compongan
Se aboga de manera insistente en esta obra por la uniformidad en la formación de los
catálogos, como "única garantía de éxito". La siguiente cita, no está exenta de mordacidad y
de conocimiento de la picaresca del momento, en materia, que "tantos gustan de opinar":
"Todo bibliotecario de cierta práctica y experiencia, sabe muy bien que la redacción del
Catálogo alfabético ofrece numerosas dificultades respecto de la mayoría de las cuales no han
llegado á ponerse de acuerdo los bibliógrafos y los bibliotecarios, y mucho menos estos
últimos con los teorizantes y aficionados a la Biblioteconomía; los cuales son tantos, que
apenas hay concurrente más ó menos asiduo a una biblioteca, que con indiscutible buena fe,
no se juzgue capaz de organizar y de catalogar las más rica y heterogénea, siquiera no
conozca más idioma que medianamente el propio, ni tenga las más superficial noticia de las
fuentes biográficas y bibliográficas, de la Bibliología y de la Historia de las Literaturas..."
Las Instrucciones de 1902 precisan que deberán existir en la biblioteca dos tipos
distintos de catálogos:

1) El alfabético: que guía al encuentro de la obra u obras cuyo autor, o cuyos títulos
si son anónimas, el lector ya conoce.
2) El metódico o sistemático: que revela al lector qué libros puede consultar para el
estudio de la ciencia que cultiva.

La regla 18 señala que el catálogo alfabético constará de dos clases de cédulas


(fichas):

1) Las cédulas principales: en las que, con la mayor exactitud se consignarán los datos
necesarios para la identificación de las obras sueltas, con el fin de "dar idea del contenido
de las colecciones y para conocer la colocación de unas y otras en la 1a Biblioteca"
2) Las cédulas de referencias: "que recogen los nombres, apellidos u otros vocablos, bajo
los cuales se hallen inscritas las respectivas obras en el Catálogo, y cuya misión es
facilitar el más rápido y seguro manejo del mismo

Respecto al tipo de papel en que deben redactarse las cédulas que constituirán el ca-
tálogo, la norma 3 señala, que en hojas sueltas de papel fuerte de hilo, "por ser éste el que
ofrece mayor consistencia, y de tamaño tal que ni sea tan grande que dificulte la investi-
gación rápida, ni tan pequeño que exija la mayoría de las veces el empleo de cédulas dobles".
Respecto a su tamaño, que se adopte, siempre que para ello no existan dificultades graves", la
cédula del tamaño de media cuartilla. Esto es, de 12 x 17 centímetros.
La norma 6 especifica cuál debe ser la fuente principal de información para la re-
dacción de las cédulas que será la portada "y cuando ésta sea insuficiente, de la anteportada,
de los preliminares, de los epígrafes de las diversas partes o capítulos de la obra respectiva,
del colofón o suscripción final, o de cualquier otro lugar del libro en que se encuentren". Se
aconseja que en el caso de que las palabras necesarias para la redacción de las cédulas se
tomen de otro lugar que no sea la portada, que se consigne en nota "el lugar en que se halla el
dato transcrito".
En relación con los encabezamientos de autor: que se encabecen las cédulas con el
nombre del autor de los libros aunque dicho nombre no figure en las portadas, pero "sí en
cualquier otro lugar de ellos", así como sí la autoría de un determinado libro se ha averiguado
a través de los repertorios bibliográficos. Respecto a los apellidos compuestos y a los pre-
cedidos de preposiciones o artículos: "que ha de procurarse seguir en ésta el uso establecido
en cada país y admitido en las Bibliografías respectivas". En cuanto a las colecciones,
"materia de suyo complicada y difícil y que la Instrucción de 1882 abandonaba también casi
enteramente al criterio del catalogador'; se establece la diferencia, que se califican de
"5ustancial" en esta obra, entre éstas y las obras escritas en colaboración, así como el modo
en que deben ser catalogadas las primeras.
A partir de la norma 127, estas Instrucciones, se ocupan, de fijar reglas gramaticales
para el encabezamiento de las obras anónimas, tomando como base para dicho encabe-
zamiento, el título propiamente dicho. Todo ello con el fin: "de abarcar la enorme variedad de
los títulos, a menudo extravagantes, de las obras anónimas impresas, se han fijado para su
catalogación reglas gramaticales a las cuales no puede substraerse título alguno; de esta
suerte, conocido el título de la obra, cosa que, para encontrarla en el Catálogo alfabético hay
que presuponer en todo caso, el bibliotecario sabrá siempre la palabra bajo la cual ha de
hallarla registrada".
Las Instrucciones de 1902, introducen, dos novedades más: una en relación en la ex-
tensión de las obras: "... se prescribe que se marque además en las cédulas principales con
toda exactitud el número de páginas, folios u hojas que tengan las obras cuando éstas no
consten de más de un tomo". Otra, en relación con su tamaño, dado que del papel de hilo se
ha pasado al papel continuo de la imprenta: "La fijación del tamaño por las signaturas
impresas en la primera página de cada cuaderno, por los reclamos, por la dirección de los
puntizones y corondeles o de la marca de fabrica, tarea casi siempre clara y fácil tratándose
de libros impresos den papel de hilo, ha venido a hacerla ilusoria el empleo del papel con-
tinuo en la imprenta; toda vez que una hoja plegada tres y cuatro veces puede dar y da a me-
nudo tamaños mayores que el folio. Ante la conveniencia de devolver a las antiguas de-
nominaciones de folio, cuarto, octavo, dosavo, etc., el valor que han perdido, partiendo de
reglas fijas e invariable, se ha aceptado como tipo, la marca regular española y fijado a cada
uno de aquellos tamaños un número máximo de centímetros, sea cualquiera el plegado de las
hojas. Este procedimiento, ya puesto en práctica en otros países, reúne a la ventaja de
conservar una nomenclatura familiar para el bibliotecario y cuyo valor conoce perfectamente,
la de garantizar la mayor exactitud".
Se incluyen al final de la obra, un índice de autores latinos clásicos, un repertorio bio-
gráfico y otro bibliográfico universales y por países, además de 179 modelos de fichas re-
feridas a las correspondientes reglas que vienen a ocupar la mitad de la obra. A modo de
síntesis este primer código español aporta:

1) El concepto de encabezamiemto como elemento de ordenación, más que de


identificación.
2) Varias normas concretas y definidas para la creación de los encabezamientos.
3) Normas para los encabezamientos de autores extranjeros y obras anónimas.
4) Normas para el tratamiento de los seudónimos y averiguación del nombre que se
oculta
5) Cierta normalización en materia de descripción bibliográfica.
6) Exposición de las diferencias entre colecciones y obras en colaboración, así como
tratamiento de las mismas.

7.3. España: nueva edición de las Instrucciones (1941)

En 1941 se publica la segunda edición de estas Instrucciones de 1902, en las que no se


perturba el esquema general, aunque se introducen interesantes modificaciones, con el fin, de
ponerlo a punto, dada la evolución y el desarrollo de la técnica catalógrafica existente en los
cuarenta primeros años del siglo XX, notable, en diversos países, y también en España. El
objetivo de esta nueva edición, es claro: "que sus reglas resulten más prácticas y estén más
de acuerdo con el criterio moderno de llevar a efecto la catalogación de libros", y para que
el producto de tales reglas, el catálogo: "se convierta en instrumento de más fácil manejo, no
sólo para el bibliotecario, sino para el estudioso que le consulta, ya que una copia de él debe
estar a disposición de los lectores".

CUADRO 7.1. España: La catalogación moderna: ediciones y primeras reimpresiones


de las Instrucciones de 1902.

"Instrucciones para la redacción de los catálogos en las Bibliotecas Públicas del


Estado, dictadas por la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos. Madrid: Tip.
de Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1902. Se suele considerar como el primer
código de catalogación español.

Instrucciones para la redacción del catálogo alfabético de Autores y Obras anónimas


en las Bibliotecas públicas del estado, dirigidas por el cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecas y Museos, 1941, 2ª. ed. refundida.

Idem, idem, reimpresión en 1945.

Idem, Idem en 1955, publicadas como Anejo núm. 18 del Boletín de la Dirección
General de Archivos y Bibliotecas.

Idem, idem, reimpresión del anterior en 1960,4ª. reimpresión.


En estas Instrucciones de 1941 los ejemplos acompañan ya a las reglas, y no se insertan
todos juntos al final, como en las Instrucciones de 1902. Cabe citar, entre otras mo-
dificaciones, las siguientes:

1) Se reducen a tres, los cinco autores máximos para considerar una obra como
anónima: "De ahí que para no incrementar el Catálogo con referencias inútiles, se
reduzcan a tres los autores de cinco que anteriormente se señalaban como límite para
encabezar la cédula principal por el primero de ellos, considerándose la obra como
anónima cuando sobrepase aquel número..." (p. V).

2) Se sigue tratando como anónimas las leyes, reglamentos, disposiciones oficiales, es


decir, las obras fruto de una iniciativa legislativa.

3) Se simplifica el encabezamiento de las obras anónimas, que a partir de esta segunda


edición, se hará por la primera palabra del título, exceptuando el artículo o la pre-
posición. Lo contrario creaba conflictos en el catalogador y así se hace saber: "Ello
daba lugar a que el catalogador se viera obligado en muchos casos, a elegir enca-
bezamiento entre las últimas palabras del titulo, prescindiendo de otras anteriores tal
vez más definidas y, desde luego más fáciles de recordar para el lector. No pocas
obras en latín podrían citarse como ejemplo" (p. VII).

4) Por primera vez aparece, un apartado dedicado a entidades o corporaciones oficiales


o privadas, que ocupan quince reglas generales.

5) Se introduce un listado de los clásicos anónimos de la literatura, el canon bíblico,


ciertas normas para la transcripción de alfabetos no latinos así como un índice ge-
neral, útil para el buen manejo del código.

6) Se suprimen, en cambio, en los anexos, la comprometida lista de repertorios bio-


gráficos y bibliográficos. En series y colecciones, se prescinde de la ficha de
colección.

7) Se obliga a consignar el editor, sin suprimir el impresor.

8) Se recomienda el uso de la ficha de tamaño internacional.

Esta segunda edición es, reimpresa, sin variación alguna, en los años 1941, 1945, 1955 y
1960. En este último año, como cuarta reimpresión de la segunda edición reformada.

7.4. El Código Vaticano

La corriente europea de principios del XX, está representada por el Código Vaticano
de 1931 (Biblioteca Apostólica Vaticana: Norme per il catalogo degli stampati, Cittá del
Vaticano, 1931), que fue redactado para la Biblioteca que le dio nombre, importante por sus
valiosos fondos antiguos.
La reorganización de la Biblioteca Vaticana fue comenzada en los años veinte. La
Fundación Carnegie para la Paz Internacional subvencionó este proyecto, enviando, en 1928,
a tres bibliotecarios americanos que trabajaban en la Biblioteca del Congreso de los Estados
Unidos -Hanson, Bishop y Randall- encabezados por Martel, bibliotecario-jefe de la División
de Catalogación por Materias en la misma Biblioteca, para que trabajaran, junto a
bibliotecarios vaticanos de formación americana: los monseñores Tisserant y Mercanti, entre
otros.
Charles Martel, de origen suizo, pero ciudadano americano desde los 17 años,
encabezó, en 1928, la comisión de catalogadores que deberían reorganizaría. Durante sus
primeros años como profesional de la biblioteconomía, trabajó en la Biblioteca Newberry de
Chicago, en donde conoció a J.C. M. Hanson. Hanson ocuparía años más tarde, como el
propio Martel, un puesto clave de dirección en la Biblioteca del Congreso. Por aquellos años
(1899-1901), Herbert Putnam, que también trabajaba en dicha Biblioteca, adopta para la
misma, el catálogo diccionario y se comenzó la distribución en fichas catalográficas a otras
bibliotecas americanas. Desde entonces, la Biblioteca del Congreso, ocuparía una posición
central en la catalogación de los Estados Unidos.
Según William Warner Bishop, otro integrante de la comisión, Martel y Hanson
trabajando juntos en la Biblioteca de Congreso, formaron "un equipo que nunca ha sido
igualado en ninguna parte"4. Inicialmente, Martel se ocupó en aquellas tareas de clasificación
y Hanson de catalogación. Con el tiempo, Martel se hizo cargo en la Biblioteca del Congreso
del departamento de catalogación, nada menos que durante 28 años. Por lo tanto, experiencia
y conocimiento no faltaron tanto en los miembros de la comisión americana, incluidos
Bishop y Randalí, como en sus colegas italianos.
La primera fase del trabajo, consistió en conocer, in situ, los propios fondos docu-
mentales de la Biblioteca Vaticana, una de las más importantes del mundo, para crear un
código adecuado a esos fondos.

7.4.1. Un código para una biblioteca erudita

Roma comenzó a tener biblioteca con los despojos traídos de Grecia. En el 28 a. de


Cristo, Augusto formó una biblioteca en el monte Palatino, en el templo de Apolo, con dos
secciones una griega y otra latina. Los cristianos tuvieron también las suyas propias, pero
fueron destruidas, en su mayoría, con la persecución de Diocleciano acaecida en el año 303.
A partir del papa Inocencio 1(401-407) comenzaron a depositarse los documentos en el
Archivo de la Iglesia de Roma, se ordenaron y se copiaron cartas, libros literarios, teológicos
y litúrgicos. La Biblioteca-Archivo estuvo en Letrán hasta Inocencio III (1198-1216).
Durante el pontificado de éste papa, se trasladó al Vaticano. A partir de 1783, después de
muchas vicisitudes (atentados, saqueos, cautiverios), se volvió a recuperar parte de los fondos
documentales desparramados.
Puede decirse que el verdadero fundador de la Biblioteca Vaticana, fue el humanista y
bibliógrafo Tommaso Parentucelli de Sarzana. Sus fondos constan alrededor de unos 50.000
manuscritos, 100.000 grabados, 7.000 incunables, 70.000 impresos de consulta, 700.000
volúmenes y 21 códices griegos, latinos y orientales.
Son también muy numerosos los libros relativos a la historia y cultura de distintos
países europeos. El valor de muchos de estos documentos es único e incalculable. Se
conservan las actas del Concilio de Trento, las paces firmadas por reyes y papas, multitud e
acuerdos internacionales, correspondencia de emperadores y figuras claves de la historia y de
la cultura europeas, que le convierten en un centro de investigación excepcional.
Los depósitos de la Biblioteca Vaticana, sin organizar hasta el siglo xx, estuvieron
vedados a los investigadores hasta los tiempos del papa León XIII (1878-1903). Fue
entonces, cuando la Fundación Carnegie para la paz internacional subvencionó el proyecto de
reorganización de la Biblioteca y en 1928, se pidió a Martel encabezar el equipo de
catalogadores, por parte americana.
El bibliotecario noruego John Ansteinsson fue el que dio forma literaria al código; es
decir, el que lo redactó.

7.4.2. Síntesis de las corrientes europeas y norteamericanas

El resultado de este trabajo conjunto, fue la publicación del Código Vaticano, reglas
de catalogación que fueron aceptadas por muchos países como unas de las mejores y, tal vez,
como el más completo código existente entonces.
La base de la codificación del Código Vaticano, fueron las Regole italianas de 1911,
completadas, con reglas extraídas del Código Angloamericano de 1908, con el fin de in-
ternacionalizarlo. La primera edición de este Código constaba de 400 páginas y contenía 500
reglas que cubrían el campo completo de punto de acceso por autor/título, descripción y
punto de acceso por materia. Se publicó una segunda edición ampliada en 1939.
Durante la década del 30 al 40, el Código Vaticano fue citado frecuentemente como la
mejor muestra de la corriente americana aplicada a la catalogación europea o como el código
más completo para puntos de acceso por materias.
La traducción inglesa de este código, no estuvo disponible hasta 1948, tiempo en el
cual, las Reglas ALA de 1949, estaban a punto de aparecer. Fue esta lentitud en la traducción
a otros idiomas, lo que le restó, sin duda, algo de influencia a este Código, que en su conjunto
representa un gran paso en la cooperación bibliotecaria internacional.
Los comentaristas están de acuerdo en proclamar estas reglas, como el mayor y más
importante esfuerzo realizado hasta ahora para sintetizar las prácticas europeas y norte-
americanas en materia de catalogación. Su influencia se ha dejado sentir en mayor grado en
algunos países de Europa y de América Latina, mientras que en los Estados Unidos apenas se
ha notado, en parte, porque el retraso con que se publicó la traducción inglesa, hizo posible la
aparición casi simultánea de las reglas ALA y de las Reglas Descriptivas de la Biblioteca del
Congreso, más modernas que las vaticanas.
Al juzgar las reglas vaticanas, hay que tener en cuenta la clase de biblioteca para la
que fueron escritas. La Biblioteca Vaticana es de tipo erudito y especializado. El público que
la frecuenta, está compuesto por estudiosos de todas las partes del mundo. Por este motivo,
muchas reglas perfectamente justificadas en una gran biblioteca de este tipo, no son
aplicables a otras bibliotecas sin sufrir modificaciones.
La traducción española, intentada por muchas personas (entre ellos por el nortea-
mericano C. K. Jones), pero cuya refundición y revisión final se debe a José Olarra, español
graduado de la Escuela de Biblioteconomía del Vaticano, es bastante desigual, y en algunos
puntos resulta demasiado literal y oscura.

7.4.3. Estudio sistemático sobre encabezamientos

La tercera parte del Código Vaticano, está dedicado a encabezamientos de materias.


Se ha venido considerando esta tercera parte, como uno de los más importantes estudios de
clasificación por materias hecho desde Cutter. Está dividida en dos secciones. La primera, se
ocupa de principios generales. La segunda, de su aplicación a encabezamiento de materias
históricas, lingüísticas, literarias o geográficas5. Se puede afirmar también de este código,
que es el primero en el que se respeta la ortografía del idioma en que está escrito el libro
para los nombres propios.
La más original y la que ha alcanzado mayor renombre de las cuatro partes que com-
ponen el Código Vaticano es la tercera, dedicada a los encabezamientos. Nunca hasta en-
tonces se había hecho un estudio tan completo y sistemático de sus principios y su práctica.
No sólo representa, con muy pocas modificaciones, la práctica catalográfica de la Biblioteca
del Congreso, generalmente aceptada en todos los textos y las listas de encabezamientos de
origen norteamericano, sino que además ha sido adaptada a un idioma como el italiano, de
características muy parecidas al español.
Estas reglas no han tenido gran difusión. En los Estados Unidos, son poco conocidas.
En España, a pesar de la proximidad geográfica, se tienen en cuenta poco. No creemos que la
obra haya tenido gran influencia en los países latinoamericanos, con la excepción de Brasil.
Su propia extensión y su lenguaje árido, pueden haber contribuido a ello. Pero el que logre
vencer estas dificultades y penetrar en el estudio de este código, se encontrará ampliamente
recompensado, pues gran número de sus ideas no se encuentran en ninguna otra parte,
especialmente en lo que se refiere a encabezamientos.

CUADRO 7.2. La catalogación moderna I y II: autores y primeros códigos

Anthony Panizzi (1797-1897), escritor de origen italiano, emigra a Londres y llega a


ser bibliotecario jefe el Museo Británico. Publica en 1841, el primero de los códigos
modernos de gran influencia en el mundo catalográfico de entonces y posterior. Este
código, contiene las famosas noventa y una reglas para la compilación del catálogo de
libros impresos, mapas y materiales musicales del Museo Británico (ed. revisada de
1936). Panizzi es considerado el padre del catálogo moderno.

Charles Coffin Jewett (1816-1868 ): "Sobre elaboración de catálogos" ("On the cons-
truction of catalogs"). Primeras reglas americanas para asiento de autor, que incluyen lista
complementaria de materias. Se publican en 1852. En ésta obra, se recomienda ya la cata-
logación cooperativa centralizada.

Andrea Crestadoro: Publica en 1856 "El arte de hacer catálogos" ("The art of making
catalogs"). Defiende detalladas entradas principales por autor. Incluye ordenación
numérica con índice de nombres y materias.

Charles Ammi Cutter (l837-1903), publica "Reglas para un catálogo diccionario"


("Rules for a dictionary catalog"). La influencia de estas Reglas, sobre todo en el mundo
bibliotecario anglosajón, es enorme. Son la base de la catalogación americana. Incluyen
reglas para encabezamientos de autor y materia. Cutter propone ya, tres formas de
catalogar diferentes: una catalogación detallada, otra inmediata y otra extensa.

"Instrucciones Prusianas" (1899). Reglas que fueron ampliamente acogidas y


adoptadas en Alemania y otros países europeos. Incluyen indicaciones poco usuales sobre
autor corporativo y obras anónimas.
"Código Vaticano" (1931), creado para la Biblioteca Vaticana. Permite la ordenación
de sus valiosos fondos antiguos, para uso de investigadores y estudiosos. Incluye reglas
sobre la ordenación alfabética de los encabezamientos de materias y reglas sobre la
utilización de ficheros.

8
LA COOPERACIÓN ANGLOAMERICANA
EN EL ÁMBITO DE LA CATALOGACIÓN

8.1. Nacimiento de las asociaciones bibliotecarias en Estados Unidos y Reino Unido

1876 fue un año verdaderamente decisivo para la biblioteconomía norteamericana. No


solamente se publicó en ese año la primera edición de las reglas de Cutter, sino que se funda
la Asociación Bibliotecaria Americana (ALA)1 e inicia su andadura periodística el célebre
Library JoumaL Cutter fue coofundador, junto a Melvil Dewey, tanto de la ALA como del
Library Journal. En el Journal fue un tiempo editor y redactor jefe, esto último, desde 1881
hasta 1893.
A la hora de configurar el origen de la American Library Association, hay que refe-
rirse en primer lugar al contexto histórico en el que nace. Su origen, se debe, primor-
dialmente, a la proliferación de bibliotecas públicas en Estados Unidos. En este marco, se
hace ineludible el desarrollo de una Asociación que aunara y dirigiera los intereses pro-
fesionales de los bibliotecarios. También, estaba el deseo explícito, de carácter social, de
Melvil Dewey, coofundador de la misma, junto a Cutter, de promocionar: La mejor lectura
para el más amplio número, al precio más barato.
La ALA tendría la misión de servir como estructura organizativa y de control del
mundo bibliotecario americano, así como, ser motor de los mejores avances científicos en
este sector. Su finalidad venía claramente definida en su propia Constitución, publicada en el
Library Jaurnal, en marzo de 1877: promocionar los intereses bibliotecarios del país me-
diante el intercambio de ideas e investigaciones, e inducir a la cooperación en todos los de-
partamentos de la ciencia y de la economía bibliotecaria. Esta labor de promoción de los
intereses profesionales, tendría como herramienta principal de difusión y comunicación, el
Library Journal.
La ALA, sigue manteniendo hoy los mismos objetivos establecidos hace más de cien
años. Trabaja para promover el buen nivel científico del sector y para asegurar que el servicio
de información y de orientación al usuario llegue a todos. Los miembros extranjeros
representa a más de setenta y cinco países de todo el mundo. Por otra parte la ALA continua
siendo un importante foco creador y emisor de normas de catalogación. Sus publicaciones
juegan un papel capital en la normalización documental. Entre los “best-sellers" se
encuentran las Reglas Angloamericanas segunda edición y las sucesivas revisiones de las
mismas. La importancia de esta Asociación fue anteriormente abordada, a propósito de uno
de sus principales promotores: Cutter.
En 1877 nace en Inglaterra la Library Association (LA), que desarrollará, en poco
tiempo, papel decisivo en la formación de los profesionales de aquel país y en la publicación
de códigos de catalogación, que realizará, habitualmente, en estrecha colaboración con la
ALA, su homóloga en USA.

8.2. El "Código Conjunto"

Durante las dos últimas décadas del siglo XIX tanto en el seno de la Asociación
Americana como de la Asociación Inglesa, existía el deseo de revisar la normativa vigente
que había quedado insuficiente y obsoleta para resolver las necesidades de las grandes bi-
bliotecas.
En 1904, las dos Asociaciones acordaron cooperar en la creación de un código común
que trajera uniformidad a la práctica catalogadora de ambos países. Sin lugar a dudas, uno de
los promotores de esta iniciativa, fue Melvil Dewey, destacado miembro del Comité de la
ALA, quién pedía al Comité de la Asociación Inglesa: "que la Asociación Bibliotecaria
Inglesa y la Asociación Bibliotecaria Americana debían unificarse para elaborar un código
angloamericano con vista al establecimiento de una práctica de catalogación uniforme, co-
mún a toda la población de habla inglesa" (London, "The place and Role...”, 1980, p. 268).
La idea fue tomada en consideración por la Asociación Inglesa ya que no existía diferencias
substanciales entre el modo de catalogar entre ambos países. La autoridad del fallecido Cutter
estaba tan firmemente asentada en Inglaterra como en Estados Unidos.
Cuatro años de deliberación y estudio de ambas Asociaciones, dieron como fruto el
Código Angloamericano de 1908, que se publicó en dos versiones ligeramente distintas para
la edición americana e inglesa. Este código ha sido uno de los más consultados tanto en la
práctica americana como inglesa, hasta la publicación de las Reglas Angloamericanas, en
1967.
El Código Anglo-americano de 1908 es conocido también como Código Conjunto y
Código AA. Su importancia reside en el hecho de que es el primero que se adopta, tanto en
Estados Unidos, como en Canadá y más tarde en Gran Bretaña. En este sentido, se le
considera como el primer código de utilización amplia, internacional.
Históricamente hay que destacar también, que el Comité americano de elaboración y
redacción del Código de 1908, observaba por aquellos años con verdadero interés, los
esfuerzos realizados en materia de catalogación en Prusia y Alemania (se aplicaban ya las
Instrucciones Prusianas en aquellos países incluido en Austria), y, acariciaba la idea, de una
posible cooperación internacional entre EEUU, Inglaterra y Alemania. En Alemania, sin
embargo, no se vio así, entre otras cosas porque los bibliotecarios alemanes no se sentían
suficientemente preparados y, sobre todo, porque se oponían a crear un catálogo unificado
común a esos países. De ahí que la cooperación internacional tuvo que esperar más de
cincuenta y tres años, concretamente hasta que la Conferencia Internacional sobre Principios
de Catalogación, celebrada en París en 1961, para poner en marcha esta "fantástica idea":
"Den phantastischen Gendanken einer Einheitsweltkatalogi-sierung halten wir für
indiskutbel", como calificaron, algunos profesionales alemanes este deseo del Comité
norteamericano para la redacción del Código de 1908 (cfr. London, "The place and role...",
1980, pp. 268-269). Fantástica idea, sin embargo, hecha realidad en la biblioteconomía
internacional de la segunda mitad del siglo XX.
El Código Angloamericano de 1908 fue publicado bajo los auspicios de la ALA y de
la LA. Su contenido, supuso una clara mejora sobre los códigos precedentes. Refleja una cla-
ra influencia de Cutter, de las Instrucciones Prusianas y de las reglas de Panizzi. Constaba de
174 reglas, bien estructuradas, en apartados que hacen relación con encabezamientos, títulos
y Catalogación Descriptiva de obras para crear catálogos de autor y de título. Las reglas de-
dicadas a entradas y encabezamientos (AA, 1-135), ocupan la mayor parte de la obra y están
divididas en: 1) Autor personal. 2) Autor corporativo. 3) Entradas bajo título.
En cuanto al encabezamiento por autor personal, se sigue la tradición británica de en-
cabezar una obra de un autor con varios nombres o seudónimos, por el nombre verdadero o el
más antiguo utilizado. La tradición americana en este punto, siguiendo el criterio de Cutter,
prefiere utilizar el nombre más conocido. En el encabezamiento por autor corporativo, se
distingue entre entidades o instituciones de carácter estatal, que encabezan por el lugar donde
residen seguido del nombre, y organismos de carácter cultural o científico, no estatales, que
se encabezan directamente por el nombre seguido del lugar.
El resto de las reglas (AA, 136-174), se reservan a la Descripción formal de la obra y
muestran claras las huellas de las 91 Reglas Panizzi. Sintetizamos el contenido de algunas
normas:

- Autoría conjunta: se consignan los dos autores en el encabezamiento. Si hay más de dos,
sólo el primero seguido por "y otros".
- Autoría desconocida o incierta: bajo nombre de autor cuando se llegue a revelar la
autoría. En caso contrario, bajo la primera palabra del título que no sea el artículo.
- Publicaciones seriadas: punto de acceso bajo la primera palabra del título que no sea el
articulo. En casos especiales de publicaciones de entidades, bajo éstas. Los cambios de
título de una publicación seriada, están sujetas a diferente tratamiento bien sean británicas
o americanas. Las británicas mantienen el primer título. Las americanas, tienen como
acceso principal el último.
- Elección entre diferentes nombres: reglas alternativas: la británica, bajo nombre original
siguiendo la normativa de Panizzi. La americana, bajo la última forma, a menos que la
primitiva sea más conocida.
- Seudónimos:' punto de acceso bajo el nombre real. Si el nombre real es menos conocido,
bajo el seudónimo con la adición de "seud." en el encabezamiento.
- Aristócratas: reglas alternativas. Reglamentación británica: bajo el apellido.
Reglamentación americana: bajo el título nobiliario, a menos que el apellido sea mejor
conocido.
- Apellidos compuestos: punto de acceso bajo la primera parte, a menos que el propio uso
del autor o las costumbres del país, hagan aconsejable la excepción.
- Apellidos con prefijos: si el nombre es inglés, punto de acceso bajo el prefijo. Los fran-
ceses y belgas bajo el prefijo cuando éste contiene un articulo o bajo la palabra que le
sigue, cuando el prefijo es una preposición. En otras lenguas, bajo la parte que sigue al
prefijo.
- Entidades: sociedades: punto de acceso bajo el nombre de entidad, con referencias al
lugar de emplazamiento. Las reglas 73-81, recogen variadas excepciones a la norma.
- Entidades: instituciones: punto de acceso, bajo el nombre del lugar en que están radicadas.
Las reglas 83-99 se ocupan de excepciones y clases especiales de instituciones.
- Entidades: publicaciones gubernamentales: igual que en el código de Panizzi y Cutter.

Los ejemplos, que se recogen en este Código están, en gran parte, redactadas en
alemán o en latín, lo que ha sido objeto de no pocas críticas. Acompañan las 174 reglas, un
glosario de términos, válido e importante todavía.

8.3. La Reglas ALA y las Reglas de la Biblioteca del Congreso


Entre 1936 y 1939, la Asociaciones Americana y la Asociación Inglesa, cooperaban
en la preparación de un segundo y nuevo código conjunto. Más el estallido de la Segunda
Guerra Mundial, puso fin a la participación británica.
Durante esos años, un desconocido hindú, Shiyali Ramamrita Ranganathan (1892-
1972), que llegaría a ser en pocos años uno de los principales teóricos de la catalogación y
clasificación del siglo XX, publica en 1934, "Classified catalogue code" (6º ed., en 1964) y,
once años después, "Dictionary catalogue code". A él volveremos en su momento ya que es
una figura estelar de la ciencia y de la biblioteconomía del XX.
En esos años también y en Estados Unidos, la publicación del ensayo de A. D. Osborn
"The crisis in cataloguing", recogía la insatisfacción sentida por muchos profesionales de los
Estados Unidos ante los códigos de catalogación existentes, especialmente por la edición
previa de un nuevo código que acababa de publicarse en 1941. Esta edición preliminar había
sido ya valorada por esos profesionales como "laberíntica y extremadamente compleja".
Estaba dividida en dos partes. La parte primera, dedicada a las reglas sobre campos de
entrada y encabezamientos y la segunda, centrada en las reglas sobre la descripción formal
del documento.
Como el descontento general entre los profesionales de Estados Unidos continuaba, la
ALA se encargó de revisar esta edición previa a la luz de las continuas críticas que le lle-
gaban, lo que dio como resultado la publicación, en 1949, de las Reglas ALA y de las Reglas
de la Biblioteca del Congreso.
Las Reglas ALA publicadas en 1949, estaban limitadas a encabezamientos de autor y
de título. Esta primera parte contenía 158 reglas con numerosas divisiones y subdivisiones y
estaban organizadas en cuatro bloques temáticos:

- Puntos de acceso y encabezamientos (35 reglas).


- Autores personales: sistema de acceso (35 reglas).
- Encabezamientos personales y corporativos (79 reglas).
Encabezamientos geográficos (7 reglas).

Completaban las Reglas ALA un glosario, una lista de abreviaturas, reglas de estilo y
algunas normas sobre transliteración.
La historia de la catalogación de Estados Unidos deberá dar cuenta de que tampoco
las Reglas ALA llegaron a calmar las inquietudes de los catalogadores norteamericanos. La
famosa denuncia publica de Osborn, había señalado el comienzo de una nueva era en la
historia de la catalogación americana, que obligaba a la revisión de los códigos norte-
americanos existentes, batalla que dura todavía. En Gran Bretaña, por ejemplo, no se tuvo en
cuenta para nada este nuevo código y el Angloamericano de 1908, siguió siendo el código
oficial hasta la publicación de las AACR1 de 1967.
La segunda parte de estas reglas corrió a cargo de la División de la Catalogación
Descriptiva de la propia Biblioteca del Congreso y fueron publicas también en 1949 bajo el
título de Rules for descriptive cataloguing in the Library of Congress. Estas Reglas
completan las Reglas ALA, centradas en campos de entrada y encabezamientos.
Las Reglas ALA y las Reglas de la Biblioteca del Congreso ocuparon, conjuntamente,
el lugar reservado hasta entonces por el código Anglo-Americano de 1908.
La ordenación y distribución de las reglas, en el caso de Reglas ALA, es indudable-
mente más precisa y clara que en el código Anglo-Americano de 1908. Pero persiste, sin
embargo, una gran pobreza en materia de principios y un enfoque demasiado "legalista y
detallista" (Quigg Ala, Theory of cataloguing..., 1966, p. 55) criticado duramente también
por diversos sectores profesionales del país. Algunos hablaban de que este código sufría un
"desmedido afán por la casuística" (Quigg Ala, op. cit., p. 56). Críticas a este código y a
otros códigos recogidas, por ejemplo, en el siguiente texto de Dunkin: "Los Códigos se
convirtieron en laberintos de senderos legalistas... En una infinita variedad de intrincadas
excepciones a las reglas y de excepciones a las excepciones, cada una de ellas, establecidas
para cubrir las necesidades de algunos casos de conveniencia sospechosa"3.
En el prólogo de las Reglas de la Biblioteca del Congreso se da cuenta de que la in-
fluencia de Cutter en este código ha sido grande, como lo fue también en el Código
Angloamericano de 1908.
Caben señalar algunas diferencias existentes entre las Reglas del Congreso y las
Reglas ALA. Las Reglas de la Biblioteca del Congreso miran para adelante. Suponen, en su
conjunto, una aportación hacía las crecientes demandas de claridad, lógica y brevedad que
exigían entonces y que exigen siempre los profesionales de cualquier país. Están basadas en
ciertos principios lógicos, en ciertas reglas generales. Las Reglas ALA, por el contrario, se
debaten en la casuística, en el detalle, se pierden en intrincadas divisiones y excepciones.
Sintetizamos el contenido de algunas reglas comprendidas en las Reglas ALA de 1949:
1) Autoría conjunta: punto de acceso sólo bajo el primer autor mencionado
en portada. Se añaden puntos de acceso secundarios para los restantes
autores.
2) Autoría desconocida o incierta: ante autor desconocido, punto de acceso
bajo título.
3) Publicaciones seriadas: punto de acceso bajo el último título, con
referencias a puntos de acceso secundarios para títulos anteriores. Las
publicaciones seriadas editadas por entidad, siguen teniendo como punto
de acceso principal el título, con secundaria de entidad.
4) Elección entre diferentes nombres: punto de acceso bajo el nombre
adoptado, al menos que el primero sea decididamente el más conocido.
5) Seudónimos: punto de acceso bajo el nombre real. Las excepciones
permiten el acceso bajo seudónimo, cuando el nombre real es poco
conocido, cuando ha sido fijado por las historia de la literatura o cuando se
trate de autores populares actuales, mejor conocidos por aquel.
6) Aristócratas: punto de acceso bajo el título de mayor rango, a menos que
decididamente, el autor sea más conocido por el apellido o título de rango
menor.
7) Apellidos compuestos: punto de acceso bajo la primera parte, con alguna
excepción que se detalla en la regla 25.
8) Apellidos con prefijos: si el nombre es inglés, punto de acceso bajo el
prefijo. Proporciona una clara reglamentación, con multitud de ejemplos,
de las otras principales lenguas.
9) Entidades: sociedades: punto de acceso, bajo el último nombre de entidad,
con referencia al lugar de emplazamiento. Enumera siete excepciones a
esta norma.
10) Entidades: instituciones: punto de acceso, bajo el lugar el emplazamiento
Multitud de excepciones y variaciones a esta norma general, recogidas
entre las reglas 93-149.
11) Entidades: publicaciones gubernamentales: de acuerdo con los códigos
anteriores, las publicaciones oficiales deberán llevar el punto de acceso
bajo el nombre del estado, provincia o ciudad o bajo la autoridad de la que
dependan.

La Library Association por los motivos bélicos antes señalados, no había participado
en la redacción de ninguno de estos dos códigos americanos. Durante este período en
Inglaterra se seguían adoptando como código oficial el de 1908, y así lo continuó haciendo
hasta la publicación de la primera edición de las Reglas de Catalogación Angloamericanas de
1967, en cuya gestación y redacción, de nuevo participó esta Asociación, junto a la American
Library Association.

8.4. La influencia de Cutter y de Ranganathan en los códigos posteriores

La historia de la catalogación americana comienza una nueva era con de Rules for a
dictionary catalog, de Cutter, publicadas en 1876 y comentadas anteriormente. Su influencia,
en los códigos citados, como hemos visto, sobre todo en el mundo anglosajón, fue enorme.
No solamente marcan profunda huella en el estilo americano de catalogar, sino también la
destacada personalidad de su autor, Charles Ammi Cutter, ejerce un fecundo influjo en toda
la biblioteconomía internacional.
Los cargos que ocupó, dentro de la recién creada American Library Association
(ALA), le permitieron influir en el trazado de las sucesivas reglas angloamericanas
(Angloamericanas de 1908, Reglas de la Biblioteca del Congreso de 1949; etc.) y su in-
fluencia llegó hasta la publicación en 1967 de las AACR1.
Shiyali Ramamrita Ranganathan (1892-1972), es un prestigioso hindú que ha resulta-
do ser uno de los principales teóricos del siglo XX en materia biblioteconómica. Nació en el
estado de Madras en 1892. A los 28 años fue profesor de matemáticas en el un prestigioso
colegio. Tres años después fue nombrado primer bibliotecario de la Universidad, nueva pro-
fesión que le exigió desplazarse durante dos años a Inglaterra para prepararse. Se graduó en
una escuela universitaria de biblioteconomía londinense, y desde allí visitó bibliotecas
inglesas para conocer "in situ" sus avances y problemáticas. Ranganathan llegó a ser ca-
tedrático de la Biblioteconomía en distintas universidades hindúes y miembro de la
Asociación Inglesa de Bibliotecas. En 1965, su gobierno le nombró investigador oficial.
Apenas existe un área de la Biblioteconomía en la que Ranganathan no haya fijado su
atención. Son famosas sus Cinco Leyes que deben regir el desarrollo de la profesión de bi-
bliotecario:

- Los libros son para usarlos.


- Todo libro tiene su lector.
- Todo lector tiene su libro.
- Ahorra el tiempo del lector.
- Una biblioteca es un organismo viviente.

Entre sus contribuciones, esta en primer lugar, su Clasificación de Colon, que aunque
no hubiera escrito nada más, sería suficiente par situarlo entre los gigantes de la
Biblioteconomía internacional. La influencia de esta obra ha sido tremenda, tanto en las
sucesivas ediciones de la clasificación de Dewey como en otras clasificaciones
especializadas, en distintos métodos de indización así como en la redacción de bibliografías
tales como la Bibliografía Nacional Británica, cuya ordenación clasificada sigue el
procedimiento en cadena de la indización de materias de Ranganathan.
Esta alternativa clasificatoria ha sido también utilizada en la clasificación de docu-
mentos de otros países como la Indian National Bibliography, Canadian National
Bibliography, Líbrary and Information Science Abstracts (LISA), British Technology índex y
British Humanities índex, entre otros.
Ranganathan escribió otros libros y artículos sobre clasificación que van desde
Elementos de la Clasificación Bibliotecaria hasta el monumental Prolegómena a la
Clasificación Bibliotecaria. La Clasificación fue uno de los principales intereses de
Ranganathan, tal vez el mayor, aunque no el único. Sus contribuciones a la Catalogación
incluyen códigos, catálogos clasificados, obras de pura teoría sobre Catalogación y un
estimulante estudio comparativo sobre varios códigos. Obras algunas de ellas, que han tenido
una significativa influencia en la obra de Lubetzky, quizá el más destacado teórico de la
catalogación en este siglo XX, así como en las Reglas de Catalogación Angloamericanas de
1967. Relatamos cronológicamente algunas de estas obras así como su influencia en ciertas
obras posteriores:

- 1934: Classified Catalogue code, obra en la que se ordenan alfabéticamente los en-
cabezamientos de materias más genéricos y dentro de cada uno de ellos, alfabéticamente
también, sus subdivisiones. Unico código que reúne este tipo de normas específicas.
- 1945: Se edita Dictionary catalogue code (Código del catálogo diccionario).
- 1950: Comienza la publicación de la Bibliografía Nacional Británica. Ordenación
clasificada según un procedimiento en cadena de la indización de materias. Fuerte
influencia de Ranganathan.
- 1953: Se observa una clara influencia de Ranganathan en la obra de Lubetzky publicada
este año, Cataloging rules and principles.
- 1955: Ranganathan: Headings and canons. Valioso estudio comparativo de cinco códigos
de catalogación.
- 1967: Reglas de Catalogación Angloamericanas. Considerable influencia de
Ranganathan, concretamente en la segunda parte de este código en el que se tratan los
encabezamientos.

8. 5. Comparación entre códigos

Las contribuciones a Gran Bretaña de Panizzi y a los Estados Unidos de pensadores


tan imaginativos y creativos como Jewett, Melvil Dewey o Charles A. Cutter, abrieron el
camino al desarrollo cooperativo de las primeras Reglas Angloamericanas de 1908, código
que supuso una fusión de las corrientes catalográficas europeas y americanas. Es decir, una
síntesis de tres códigos anteriores: Panizzi, Cutter, y de la Instrucciones Prusianas.
Con el fin de que pueda verse esta evolución y la influencia de Panizzi y de Cutter so-
bre los códigos americanos posteriores, seleccionamos las 91 Rules de Panizzi, el célebre
código de Cutter: Reglas para el catálogo diccionario, las Reglas Angloamericanas de 1908
y las Reglas ALA de 1949, a fin de establecer una tabla comparativa de los principales temas
y del modo de abordarlos en esos cuatro significativos códigos.
La elección de encabezamientos correspondientes a nombres de autores para fichas
principales no ha planteado, en general, graves problemas desde los orígenes de la
Catalogación ni tampoco desde la llamada Catalogación moderna que empieza con Panizzi.
Obras con texto y parte gráfica, con texto y comentario, catálogos de exposiciones de artistas,
etc., han dado lugar - y siguen dando lugar- a cambios de enfoque en las distintas escuelas, a
la hora de encabezar los asientos principales por autores, en los códigos de catalogación,
desde los más antiguos a los más modernos. Pero estas variaciones son cualitativamente más
sencillas de resolver que las que han creado los encabezamientos por entidades, tema más
complejo y oscuro.
Como puede verse en el Cuadro 8.1, el tema de las entidades fue abordado ya por
Panizzi en las noventa y un famosas reglas que vieron la luz en 1841 y que servían de base
para la catalogación de los fondos bibliográficos del British Museum. Panizzi abordó la cues-
tión de los encabezamientos de entidad desde un punto de vista pragmático: por su contenido,
ciertos tipos de publicaciones deberían llevar sus asientos encabezados no por el nombre de
sus autores, ni por el título, sino por el nombre de las instituciones de que emanaban. Sin
embargo, el conflicto se originó años después, cuando en la propia catalogación anglosajona,
pudo advertirse en la práctica ciertas analogías y similitud de funciones entre autores y
sociedades, no siempre eran sencillas de resolver (Cfr. Justo A. García Melero, 'La
catalogación y su problemática actual", 1987, p. 271). De ahí que Cutter ya aceptaba en sus
Reglas para un catálogo diccionario el concepto de "corporate authorship'; concepto
habitual a partir de él en los códigos anglosajones o americanos posteriores hasta la pu-
blicación de las AACR2 (1978), reglas en las que contra todo pronóstico, ha quedado de-
sechado aquel concepto de autor corporativo. El concepto de autor corporativo de Cutter es
un concepto de autoría amplio que ha dado lugar a ciertas dificultades prácticas: “Aunque en
principio pudo tratarse de una imagen o metáfora, lo cierto es que en la práctica ha actuado
como un verdadero motor de impulsión, arrastrando, en especial entre los anglosajones y los
países de su área de influencia, a que proliferaran tales encabezamientos (...) más allá de toda
medida razonable.
Otros factores parecen también haber estado influyendo en tan excesiva abundancia, y
estos de carácter más bien psicológico. Y así se ha querido ver la causa de tan anómala
proliferación de encabezamientos de nombre de entidad en la fobia que ha despertado con
frecuencia entre los catalogadores la ficha anónima, probablemente porque la falta de
conocimiento del autor se siente, como una especie de fracaso para cuadrar en forma
adecuada el asiento en el catálogo" (Justo A. García Melero, "La catalogación y su
problemática actual", 1987, p. 272).
Conviene subrayar que hasta las AACR2, los encabezamientos de asientos principales
por autor corporativo constituían una de las características de la Catalogación americana
frente a la corriente germánica de catalogar. La supresión en las AACR2 del concepto de
corporate authorship, supone, sin duda, un intento de aproximación de ambas escuelas.

CUADRO 8.1. Comparación entre códigos

Panizzi Cutter AA, 1908 ALA, 1949


Autoría En caso de dos autores Se encabeza sólo bajo Se consignan los dos Punto de acceso sólo
conjunta se encabeza por el primer autor que autores en el bajo el primer autor
ambos, siguiendo el aparece en la portada. encabezamiento. Si mencionado en
orden de aparición en Se hace referencia del hay más de dos, sólo el portada. Se añaden
el libro. Si hay más de otro u otros. primero seguido por “y puntos de acceso
dos autores, por el que otros”. secundarios para los
aparezca nombrado restantes autores.
primero.
Autoría En caso de obras Si se conoce el nombre Bajo el nombre de Ante autor desconoci-
descono- anónimas o de autoría del autor, se utiliza autor cuando se llegue do, punto de acceso
cida o desconocida, el punto para el punto de acceso a revelar la autoría. En principal bajo título.
incierta de acceso será el título principal. En caso caso contrario, bajo la
en un orden de contrario, el asiento primera palabra del
prioridad. principal se hará bajo título que no sea el
la primera palabra del artículo.
título que no sea el
artículo.
Publicaci El punto de acceso de Punto de acceso, bajo Punto de acceso bajo la Punto de acceso bajo el
ones las publicaciones se- la primera palabra del primera palabra del ti- último título, con re-
seriadas riadas se hace bajo en- título que no sea el tulo que no sea el artí- ferencia a puntos de
cabezamiento uniforme artículo. culo. En casos especia- acceso secundarios
de “publicaciones se- les de publicaciones de para títulos anteriores.
riadas”, siendo el entidades, bajo éstas. Las publicaciones se-
subencabezamiento el Los cambios de título riadas editadas por
lugar de la publicación. de una publicación se- entidad, ordinariamen-
Las publicaciones se- riada están sujetas a te siguen teniendo co-
riadas de las entidades diferente tratamiento, mo punto de acceso
corporativas, bajo un bien sean británicas o principal el título, con
encabezamiento apro- americanas. Las britá- secundaria de entidad.
piado a la sociedad o nicas mantienen el pri-
institución. mer título. Las ameri-
canas tienen como
acceso principal el
último.
Diferentes En el caso de autores Punto de acceso bajo la Reglas alternativas: La Punto de acceso bajo el
nombres que cambien sus nom- forma mejor conocida. británica, bajo el nom- nombre adoptado, a
bres, el encabezamien- bre original siguiendo menos que el primero
to se realizará bajo los la normativa de Pani- u original sea decidida-
nombres primitivos u zzi. La americana, bajo mente el más conoci-
de origen, añadiendo la la última forma, a me- do.
palabra “después” y el nos que la primitiva
subsiguiente nombre sea más conocida.
adoptado.
Seudóni- Punto de acceso bajo el Punto de acceso bajo el Punto de acceso bajo el Punto de acceso bajo el
mos seudónimo, con una nombre real cuando se nombre real. Si el nombre real. Las
especificación “seud.”, conozca. Se permite el nombre real es menos excepciones permiten
junto al nombre real, al punto de acceso bajo conocido, bajo el el acceso bajo seudó-
ser posible entre parén- seudónimo cuando el seudónimo con la nimo cuando el nom-
tesis. escritor lo usa habitual- adición “seud.” en el bre real es poco cono-
mente o es general- encabezamiento. cido, cuando ha sido
mente conocido sólo fijado por la historia de
por él. la literatura o cuando
se trate de autores po-
pulares actuales, mejor
conocidos por el seu-
dónimo.
Aristócra- Punto de acceso bajo el Acceso bajo el título Reglas alternativas. Punto de acceso bajo el
tas apellido. aristocrático de mayor Reglamentación britá- título de mayor rango,
rango, haciendo refe- nica: bajo el apellido. a menos que decidida-
rencia al apellido. En Reglamentación ame- mente, el autor sea más
los casos en que un au- ricana: bajo el título conocido por el ape-
tor sea mejor conocido nobiliario a menos que llido o título de rango
por un título aristocrá- el apellido sea mejor menor.
tico de menor rango, el conocido.
punto de acceso se ha-
rá por éste.
Apellidos En los apellidos Recomienda la última Punto de acceso bajo la Punto de acceso bajo la
compues- compuestos ingleses y parte de los apellidos primera parte, a menos primera parte, a menos
tos holandeses, el punto de ingleses. La primera, que el propio uso del que decididamente, el
acceso será la última para apellidos extran- autor o las costumbres autor sea más conocido
parte. Otros nombres jeros. del país, hagan aconse- por el apellido o título
compuestos son adop- jable la excepción. de rango menor.
tados como encabeza-
mientos en su totali-
dad.
Apellidos Si los nombres son Si el apellido es inglés, Si el nombre es inglés, Si el nombre es inglés
con ingleses, el prefijo es punto de acceso bajo el punto de acceso bajo el punto de acceso bajo el
prefijos tratado como parte del prefijo. Los franceses y prefijo. Los franceses y prefijo. Proporciona
apellido. En este caso belgas, bajo el prefijo. belgas bajo el prefijo una clara reglamenta-
el punto de acceso se En otras lenguas, bajo cuando éste contiene ción con multitud de
hace bajo el nombre la parte que sigue al un artículo o bajo la ejemplos, en otras len-
completo. Se dan trata- prefijo. palabra que le sigue, guas.
mientos específicos cuando el prefijo es
para los nombres en una preposición. En
lenguas romances con, otras lenguas, bajo la
y sin, artículo. parte que sigue al pre-
fijo.
Entida- El punto de acceso de Punto de acceso bajo el Punto de acceso bajo el Punto de acceso bajo el
des: So- sociedades e institu- nombre de las mismas, nombre de la entidad, último nombre de la
ciedades ciones no oficiales se haciendo referencia al con referencias al lugar entidad, con referencia
hace bajo el nombre lugar en que están de emplazamiento. Las al lugar de emplaza-
del país, si son de ca- emplazadas. Contem- reglas 73-81, recogen miento. Enumera siete
rácter nacional. En otro pla varias excepciones variadas excepciones a excepciones a esta nor-
caso, bajo nombre de ( reglas, 62-68 ; 71-74) la norma. ma.
la ciudad en donde ten-
gan su sede. Sin em-
bargo, las organizacio-
nes internacionales,
firmas comerciales,
órdenes religiosas,
reciben punto de acce-
so directamente bajo
nombre.
Entida- El punto de acceso de Punto de acceso, bajo Punto de acceso, bajo Punto de acceso bajo el
des: Insti- las instituciones oficia- el lugar de emplaza- el nombre del lugar en lugar, el emplazamien-
tuciones les, se hace bajo el miento. Contempla que están radicadas. to. Multitud de excep-
nombre del estado, algunas excepciones. Las reglas 83-99 se ciones y variaciones a
provincia, ciudad a la ocupan de excepciones esta norma general, re-
que pertenecen. Los y clases especiales de cogidas entre las reglas
museos, las bibliote- instituciones. 93-149.
cas, etc., incluso si tie-
nen carácter nacional
el punto de acceso será
bajo el nombre del lu-
gar en el que están em-
plazados.
Entida- En las publicaciones Al igual que en el có- Igual que en el código De acuerdo con los
des: Pu- oficiales, el punto de digo de Panizzi, el de Panizzi y Cutter. códigos anteriores, las
blicacio- acceso será bajo el acceso principal bajo el publicaciones oficiales
nes Gu- nombre del estado, nombre, provincia o deberán llevar el punto
benamen- provincia, ciudad, en ciudad en donde tenga de acceso bajo el nom-
tales donde tenga la sede la sede la entidad o bajo bre del estado, provin-
entidad. la autoridad de que cia, ciudad o bajo la
dependan. autoridad de que de-
pendan.

8.6. Lubetzky: del formalismo al funcionalismo

La edición de las Reglas ALA, no produjeron, como hemos visto anteriormente, una
paz fácil entre los catalogadores de los EEUU, ni de otros países, y la American Library
Association invitó, en 1951, a Seymour Lubetzky, uno de los principales teóricos de la
Catalogación Descriptiva, a que preparara un estudio critico de los códigos de catalogación
existentes. Al mismo tiempo el Subcomité para el Estudio de las Reglas de catalogación de la
Asociación Americana, y su homólogo británico, iniciaron juntos la misma andadura, aunque
éste último, quemó preciosos años en el estudio de las ya obsoletas Reglas ALA que no le
condujeron a ningún punto válido.
Mientras tanto Lubetzky, que iba profundizando en las normas rectoras, en los
principios comunes, que deben regir toda la catalogación, publica en 1953 su famoso
informe, Cataloging rules and principles; obra decisiva para el empeño que llevaba entre
manos, y en la que manifiesta su rechazo hacia ciertos códigos de catalogación complejos y
cargados de innumerables casos. En esta importante obra, Lubetzky, fundamenta la labor de
catalogación sobre "principios" o “condiciones", más que sobre "casos". Algunos autores
consideran esta obra, como uno de los acontecimientos de la historia de la catalogación más
importante del siglo XX.
En 1957, Lubetzky envió a la Library Association, sus primeras propuestas sobre el
planteamiento y contenido que debería tener, el futuro y nuevo código que se intentaba
diseñar. Propuestas que fueron muy bien acogidas en el seno de la IFLA, que ya había creado
también un Grupo de trabajo para la coordinación de los llamados "principios de
catalogación".
En 1960, Seymour Lubetzky publica la primera y la segunda parte de Code of cata-
Ioging rules..., an unfinished draft (ALA, 1960), código, en el que plantea una drástica re-
ducción de reglas y una salida del "formalismo" hacia el "funcionalismo". Aceptado por la
corriente progresista del mundo de la catalogación, tanto en Estados Unidos como en
Inglaterra, fue, sin embargo, esta obra, recibida con verdadero recelo por el sector "neo-
conservador". Preocupaban los numerosos cambios que habrían de efectuarse en los catá-
logos de bibliotecas y los elevados costes de tiempo y económicos que la implantación de tal
obra conllevaría en la práctica. Miedo que Lubetzky supo rechazar razonadamente.
Un año después, en 1961, Lubetzky, presentó en la Conferencia Internacional sobre
Principios de Catalogación, su famosa Declaración de Principios, que fueron muy discutidos
por los participantes, pero al final aceptados en su mayor parte como posibles directrices para
cualquier futuro código de catalogación. En 1962, Lubetzky dimitió como director-editor del
nuevo código que en cinco años más se convertiría en las Reglas de Cta1ogación
Angloamericanas; siendo sustituido en su cargo por Spalding.

CUADRO 8.2. Pasos en la cooperación angloamericana

Acontecimiento

1901: La Biblioteca del Congreso adopta el catálogo-diccionario y comienza la


distribución de fichas catalográficas. Desde entonces, esta Biblioteca, sustenta, una
posición central en la catalogación de los EEUU. Se inicia la cooperación
angloamericana.
1908: La Asociación Inglesa de Bibliotecarios y la Americana, elaboran, el Código AA:
“Código conjunto”, redactado con la intención de dotar de uniformidad la práctica
catalográfica de ambos países.
1914:Encabezamientos de materias utilizados en el catálogo diccionario de la Biblioteca
del Congreso, inspirados en las Reglas de Cutter.
1949: Biblioteca del Congreso y Asociación Americana de Bibliotecas: "Reglas ALA" y
Reglas de la Biblioteca del Congreso para la Catalogación Descriptiva. Más amplias y
minuciosas que las publicadas en 1908. Las Reglas ALA son, sin embargo, duramente
criticadas por ser excesivamente detallistas.
1950: Comienza la publicación de la Bibliografía Nacional Británica. Ordenación
clasificada según un procedimiento en cadena de la indización de materias. Fuerte
influencia de Ranganathan.
1953: Seymour Lubetzky, destacado teórico de la catalogación descriptiva establece las
normas que deben regir la catalogación en “Cataloging rules and principles “.
1956: Bibliografía Nacional Británica: se publican las primeras fichas impresas de la
BNB. En la Biblioteca del Congreso, comienza el "National Union Catalog".
1958: Se inicia en Estados Unidos, la publicación de la ficha dimensión CIS
("Cataloguing in Source"), conocida después por CIP ("Cataloguing in Publication"). La
catalogación en publicación, tiene por objeto, proporcionar información a los editores con
anterioridad a la salida del libro, a fin de que esa información pueda incluirse en la
edición del libro a la que pertenece. De esta manera, el libro y sus datos catalográficos, se
encuentran simultáneamente a disposición de bibliotecarios, libreros y bibliógrafos.
1960: Lubetzky publica Code of cataloging rules... obra en la que plantea una drástica
reducción del número de reglas.
1967: La Asociación Americana de Bibliotecas, la Inglesa y la Canadiense publican la
primera edición de las Reglas de Catalogación Angloamericanas. Son el resultado de una
extensa colaboración británico-americana.
1978: Segunda edición de las Reglas de Catalogación Angloamericanas: AA CR2.
1988: Fruto entre la colaboración de la Biblioteca del Congreso, de la Biblioteca
Británica y de las Bibliotecas Nacionales de Canadá y Australia, se publica una nueva
revisión a las AACR2, que se sucede a las operadas ya en 1982, 1983 y 1985.
9
HACIA UNA ARMONIZACIÓN INTERNACIONAL
(SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX)

9.1. La Normalización documental

A nivel científico, se ha ido apreciando a lo largo de este siglo, que la mayoría de los
investigadores se veían cada vez más incapaces no sólo de dominar, sino de estar informados
de todo lo que se publicaba y que pudiera ser de utilidad para su trabajo. En este sentido ya lo
advertía Sanders (objectifs et principes de la normalisation, ISO, 1979, p. 116) cuando
señaló: "Los normalizadores no son los únicos en alarmarse del volumen de documentos que
presenta la suma actual de conocimientos. Es un problema grave de todas las disciplinas,
hasta el punto que a veces es más fácil redescubrir un conocimiento que descubrir dónde se
encuentra archivado".
Y así mismo también lo advertían Price y Van Dijk1 al acuñar certeramente este fe-
nómeno de crecimiento, con toda la enorme problemática que comporta, como "Explosión
documental", "Explosión de la información".
Se estima que sólo en el campo científico, hace unos pocos años se publicaban a dia-
rio unos ocho mil artículos distintos que al cabo de del año se convertían en cerca de dos
millones y medio, con un volumen básico medio en palabras de seis mil millones anuales
(alrededor de treinta mil millones de caracteres por año). Todo ello sin contar con la mul-
tiplicación neta que supone la edición en diversos soportes al uso, habitualmente en papel. El
fuerte desarrollo de la Ciencia y de la Tecnología, fundamentalmente a raíz de la II Guerra
Mundial, ha multiplicado la literatura especializada. Este crecimiento acelerado, se empezó a
analizar en España a partir de los años sesenta.
Se piensa que para el año dos mil existirán alrededor de un millón de revistas cientí-
ficas y algunos miles de revistas de resúmenes. Todo esto sin rozar la literatura ligera dirigida
al gran público: literatura de periódicos, quioscos, historietas y cuentos.
Ante este panorama abrumador es natural que organismos nacionales e interna-
cionales emitieran normas para conseguir el control de esa explosión documental. Y es en las
operaciones características de la Catalogación Descriptiva en donde, indudablemente, la
normalización ha encontrado un cómodo y amplio campo de aplicación, ofreciendo, sin duda,
grandes ventajas en los intercambios de corto y largo alcance.
Del concepto de Normalización, en sentido amplio, se han ocupado, entre otros,
investigadores como González de Guzmán, Sanders, Sutter y Coté, así como organismos
documentales de carácter nacional o internacional2. Todos ellos coinciden en definir que la
normalización es la actividad por la que se establecen normas en todos los ámbitos de la vida
humana que necesita regulación. Será el pionero de la normalización española, Antonio
González de Guzmán, quien señalará que normalizar es codificar un procedimiento para
resolver un problema que se repite con frecuencia, ordenando sus datos con un criterio
unificado y lógico, y garantizando su solución. De lo que se deduce que, entre otros, los
beneficios que produce toda normalización es que simplifica, racionaliza y codifica los datos
a fin de resolver las dificultades que se plantean. De ahí que por su acción eficaz y por las
características que produce de fiabilidad e internacionalidad y por su alcance simplificador y
racionalizador, la normalización es un recurso necesario en cualquier parcela de la actividad
científico-técnica.
Las primeras reuniones preparatorias en el campo de la Normalización Internacional
datan de 1919. En l926 se creó la llamada Federación Internacional de las Asociaciones
Nacionales de Normalización (ISA) que agrupó a 22 Comités Nacionales de Normalización.
En 1947 se creó la nueva organización Internacional de Normalización, más conocida por
ISO (International Standards Organization) que reemplazó a la ISA después de la Segunda
Guerra Mundial. Entre sus fines se encuentra facilitar la coordinación de las normas na-
cionales establecidas por los comités miembros y emitir normas internacionales propias.
Según la AFNOR, la función de la normalización documental es establecer reglas que
aseguren la interconexión de sistemas que permitan una mayor facilidad en el tratamiento
documental y en la transferencia de la información. Organismos e instituciones in-
ternacionales como la Unesco, Iso, Fid, Iso, entre otros, o nacionales, como Aenor; Afnor;
etc., han redactado normas para controlar esta importante parcela, entre las que cabe destacar:

- Las múltiples ISBD, como normas de descripción bibliográfica de todo tipo de ma-
teriales.
- El formato de intercambio internacional de datos bibliográficos legibles por or-
denador conocido por Marc.
- Los variados códigos de identificación de los documentos como son, entre otros, el
ISBN, ISSN, CODEN, etc.
- Las relativas a soportes físicos (formato de fichas).
- El conjunto de normas ISO aplicadas al vocabulario y terminología, (como las nor-
mas ISO 1968-1973), etc.

La Normalización afecta a todas las etapas del procesamiento técnico de la


información pero son, sin duda, las operaciones características de la Catalogación Descriptiva
las más normalizadas y en donde se ha conseguido un mayor acuerdo internacional. La
Normalización encuentra en la parte exterior de los documentos un amplio campo de
aplicación, al ofrecer grandes ventajas en los intercambios nacionales e internacionales, y en
la concepción y utilización de los sistemas de información. La selección y la extracción de
los conceptos, al ser tareas más intelectuales, presentan mayores problemas para su
normalización.
Fue la ISO, y se aceptó internacionalmente, quien propuso el código ISBN (Número
Internacional Normalizado de Libros) que constituye la información solicitada por la última
área de la ISBD(M), ya que es propio de la Descripción Bibliográfica, incluir en el registro
bibliográfico, aquellos datos externos del documento que permitan una identificación precisa
del mismo, según su naturaleza, número y signos que lo individualicen.
El ISBN se utiliza internacionalmente para identificar un libro determinado, del
mismo modo que el ISSN (Número Internacional Normalizado para publicaciones seriadas),
se utiliza para identificar aquéllas. Está pensado para dotar a cada libro de un "nombre"
propio. Tratándose de las cintas MARC, el ISBN permite recuperar las referencias
bibliográficas inscritas en la cinta. Se define como un número de identificación de cada libro,
así como de sus distintos volúmenes y formas de presentación. Es asignado por agencias
nacionales existentes en los distintos países. Cada ISBN, se compone de diez dígitos
precedidos por las siglas ISBN, divididos en cuatro partes de longitud variable, separados por
un guión, y cuya identificación es la siguiente:

- Indicador del grupo, país o área idiomática: para el caso de España, el indicador de
país es el prefijo 84.
- Indicador de la editorial: identifica a la editorial de un determinado libro.
- Indicador del título: sirve para identificar a un "libro" en particular o a la edición
de un determinado libro por una editorial concreta.
- Dígito de comprobación: constituye un medio de detectar que los números ante-
riores se han transcrito de manera correcta.

El Decreto 2948/1972 estableció en España la obligatoriedad de consignar en toda


clase de libros y folletos el ISBN, a excepción de mapas, discos, obras de información tem-
poral, etc. Abarca también publicaciones en microformato, la mayoría del material educativo
en medios mixtos (transparencias, diapositivas, discos), atlas, mapas pertenecientes a la
industria del libro, softwares educativos, softwares de microordenadores, etc. La información
que suministra el ISBN es de utilidad, tanto a efectos de conocimiento bibliográfico, como
para desarrollar diversos análisis sobre el propio mercado del libro.

9.2. Conferencias y programas internacionales

En el Segundo Congreso Internacional de Bibliotecas y de Bibliografía organizado


por la IFLA y celebrado en Madrid y Barcelona en 1935, M. E. Grolier perteneciente al
Bureau Bibliographique de Francia, recordó la necesidad de iniciar una nueva tentativa para
llegar a la tan deseada uniformidad internacional de las reglas de catalogación, intentada en
varias ocasiones a lo largo del siglo XIX.
Pero es a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando ese deseo se va haciendo
meta común, algo urgente a conseguir, medio fundamental para intentar controlar el
abrumador volumen de literatura científica que caracteriza este siglo, y poder responder así,
adecuadamente, a la creciente demanda de información por parte del usuario. Para ello, entre
otros objetivos, se va haciendo cada vez más necesario tomar acuerdos comunes en materia
de reglas catalográficas y disponer de medios tecnológicos adecuados para poder
intercambiar información a nivel internacional.
Esta iniciativa se puso en marcha gracias al impulso de la IFLA y de la UNESCO y
cristalizó en dos reuniones internacionales: la Conferencia Internacional sobre Principios de
Catalogación y la Reunión Internacional de Expertos en Catalogación.

9.3. La Conferencia de París (1961)

En un espíritu incitador y no centralizador, la idea resurgió en los años 1950, gracias


al papel motor de la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions =
Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas) y de la UNESCO.
Durante mucho tiempo la misma organización ha sido reconocida con las dos formas
de siglas: IFLA o FIAB. IFLA utilizando las siglas americanas y FIAB correspondiente a la
forma francesa. En 1980 fue adoptada una resolución que prescribió de una sola y única
sigla: IFLA sea cual sea la lengua utilizada: inglés, francés, alemán o ruso. Por el contrario, la
forma desarrollada lo será en cada una de estas 4 lenguas. Nosotros hablaremos pues de la
lFLA como Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas.
En 1954 la IFLA puso en marcha un grupo de trabajo encargado de estudiar la
coordinación de las reglas de catalogación de ámbito internacional. Los trabajos de este gru-
po desembocaron en 1961 en la Conferencia de París, la cual volvió a definir las funciones de
la catalogación y por lo tanto del catálogo, que debe ser un instrumento eficaz que permita
fomentar un libro determinado por:

- Su autor y su título.
- Si el autor no está mencionado en el libro, por su título únicamente.
- Si el autor y el título no son apropiados o son insuficientes para la identificación,
por un sustituto del título.
- Debe permitir igualmente señalar qué obras de un autor determinado y qué edi-
ciones de una obra determinada están en la biblioteca.

Objetivo de la Conferencia de París fue estudiar algunos principios catalográficos en


que han de basarse los profesionales a la hora de confeccionar los catálogos en las bi-
bliotecas, fundamentalmente, en materia de encabezamientos. La influencia de esta
Conferencia fue tal, que provocó la revisión de las reglas de catalogación europeas, ame-
ricanas e incluso japonesas.
Un bibliotecario inglés que jugó un papel decisivo en esta Conferencia, fue A. H.
Chaplin, de la Biblioteca Británica. Chaplin participó activamente en las distintas reuniones
previas que se celebraron en Estados Unidos y ocupó el cargo de Secretario Ejecutivo, dentro
del Comité Organizador de la Conferencia Internacional sobre Principios de Catalogación,
celebrada en el edificio de la UNESCO en París y promovida por la IFLA y la UNESCO.
En opinión de Chaplin, "la Conferencia fue el más amplio y mayor encuentro de
especialistas catalogadores jamás celebrado". Asistieron a la Conferencia, 105 delegaciones
procedentes de 53 países y doce organizaciones internacionales, con 104 observadores de 20
países.
En esta Conferencia se trató de problemas generales que planteaba la catalogación y,
más concretamente, de establecer los principios en materia de encabezamientos en el catálogo
de autores y obras anónimas. Sus promotores pretendían llegar a un acuerdo sobre la elección
y forma de los encabezamientos, especialmente en el caso de los apellidos compuestos, en las
transliteraciones de los autores orientales, en el caso de las obras escritas por varios autores o
en colaboración, en los nombres geográficos, autores corporativos y anónimos6. Sin lugar a
dudas, la Conferencia de París, supuso el primer intento serio para llegar a un acuerdo
internacional en materia de principios catalográficos.

9.4. El programa a largo plazo "Control Bibliográfico Universal"

Dentro de la Conferencia de París, se creó el programa básico de la IFLA, programa a


largo plazo, denominado Control Bibliográfico Universal (CB U). A través de él se pre-
tendía, que cada servicio nacional de catalogación, asumiera la responsabilidad de adquirir
las nuevas publicaciones editadas en su territorio, las catalogara y las distribuyera a otros
países. Es decir, la creación de un sistema mundial para el control e intercambio de la
información, en el que cada país asuma la responsabilidad de registrar sus propias pu-
blicaciones, haciendo con ello una contribución nacional al sistema universal.
El programa CBU tiene su sede en la British Library. Su objetivo primordial es la pro-
moción de un sistema mundial de control e intercambio de información bibliográfica llevado
a cabo, principalmente, a través de dos vías: 1) Creación de agencias bibliográficas
nacionales que controlen internamente la producción: el llamado Control Bibliográfico
Nacional. 2) Establecimiento de pautas bibliográficas internacionales, que permitan la
transferencia de la información: Control Bibliográfico Universal.
De un modo rápido y universal, y en una forma que sea internacionalmente aceptable,
el CBU tiende a facilitar la obtención de datos bibliográficos básicos o, mejor dicho, a
producir un sólo asiento bibliográfico para todos y cada uno de los documentos editados en
los países.
9.4.1. Relaciones entre el Control Nacional y Universal

Se destaca en el programa el hecho de que los sistemas nacionales bien sean biblio-
tecas, archivos o centros de documentación, no pueden planificarse de un modo aislado. Al
planificar su propio sistema de control interno, cada país ha de tener presente la contribución
que puede recibir del resto del mundo y la que él mismo puede aportar.
El mejoramiento del Control Bibliográfico Nacional es requisito previo para una bue-
na política en esta dirección. Algunos requisitos esenciales respecto al modo de efectuar esas
contribuciones nacionales al CBU, en el que España todavía no participa, aunque está
próxima. Dentro de cada país se establece:

a) Los medios necesarios para efectuar el registro bibliográfico de cada nueva pu-
blicación en el momento de salir a la luz. Es decir mediante depósito legal, regu-
lación oficial análoga o en virtud de convenio voluntario.
b) El aparato técnico y administrativo que haga posible el registro bibliográfico: esto
es, el establecimiento de una organización que asuma el cometido y las funciones
de una agencia bibliográfica nacional y que:
- Prepare el registro bibliográfico, autorizado y amplio, correspondiente a cada
nueva publicación aparecida en el país, en consonancia con las normas cata-
lográficas internacionalmente aceptadas.
- Publique esos registros con la menor demora posible en una bibliografía na-
cional que aparezca con regularidad.

La bibliografía nacional es el principal instrumento en el mejoramiento del Control


Bibliográfico Nacional y por lo tanto del Control Bibliográfico Universal.
Era natural que en las primeras fases de desarrollo del programa Control Bibliográfico
Universal, se prestara especial atención a su mejoramiento general. En el Congreso
Internacional sobre Bibliografías Nacionales (1977), se aprobó una serie de recomendaciones
prácticas respecto a la producción y contenido de las bibliografías y se aceptó una estructura
para las agencias bibliográficas nacionales.
Se reconoce que las bibliografías nacionales varían de un país a otro
considerablemente en amplitud y contenido, según la dimensión, los recursos y el patrimonio
cultural y lingüístico de los países. Diferentes interpretaciones de la producción impresa
nacional, decisiones distintas respecto al alcance, también contribuyen a hacer variar los
contenidos. Por otra parte, los fines de las bibliografías nacionales, y los usos a los que se las
destina, son los mismos independientemente de su amplitud y de sus contenidos sea cual sea
la forma material en que aparezcan. Algunos de estos usos son inmediatos y directos, otros, a
largo plazo e indirectos.
La Bibliografía Nacional, tan pronto como es publicada, funciona como un
instrumento de información práctico. Sus registros proporcionan información a dos niveles
distintos: 1) Un primer nivel de selección y adquisición en el que el registro incluye, por
ejemplo, el nombre del editor, precio, indicación de tema o materia, número de ejemplares,
etc. 2) Un segundo nivel, de identificación y referencia: suministro del registro bibliográfico
completo.
La mayor proporción de usuarios de las bibliografías nacionales la constituyen
libreros, bibliotecarios y otras personas que trabajan en el campo de la información. Los
registros incluidos en las bibliografías nacionales sirven también como modelo de asientos
para los catálogos de las bibliotecas, como ocurre en España con Bibliografía Española. A
largo plazo, las bibliografías nacionales revisten una importancia histórica y un valor de
archivo como bibliografías retrospectivas de las distintas producciones impresas nacionales.
Reflejan, las pautas cambiantes del crecimiento social, político y económico de un país y las
circunstancias culturales y literarias del mismo.
El programa Control Bibliográfico Universal ha venido a ser como el motor de un
movimiento histórico normalizador puesto en marchar a mitad del siglo XX, con dos objeti-
vos prioritarios: normalizar la Descripción Bibliográfica y unificar los principios catalo-
gráficos a nivel internacional.
Tras la Conferencia de París, los contactos entre las dos Asociaciones americana y
británica, se incrementan. Dos años después de la celebración de aquélla, Summer Spalding
sucede a Seymour Lubetzky como editor del futuro código que preparan conjuntamente: las
AACR1. Las dos Asociaciones, acuerdan que el código sea conjunto, y que se publique,
ediciones separadas. Una edición, para la versión inglesa y otra para la americana, de forma
que las diferencias nos resueltas ("si las hubiera", que las hubo), fueran recogidas8.

9.5. España y la Conferencia de París: tercera edición reformada


de las Instrucciones (1964)

En las dos décadas que transcurren desde la segunda edición de las Instrucciones es-
pañolas, publicadas en 1941, y a esta tercera edición reformada, en 1964, acontecen hechos
que van a influir en la historia de la Catalogación española.
Se celebra en Madrid en 1952, el I Congreso Iberoamericano de Archivos, Bibliotecas
y Propiedad Intelectual. En él se aborda el estudio de unas reglas unificadas de catalogación
(impresos, manuscritos, estampas, piezas de música, mapas, microfilms, etc.), para todos los
países de lengua española y portuguesa. En octubre de 1961, se celebra en la capital francesa,
la Conferencia Internacional sobre Principios de Catalogación. Todo ello propicia un
ambiente inclinado hacía una nueva reforma de las Instrucciones. Efectivamente, en 1964,
aparece la tercera edición reformada de las Instrucciones para la redacción del Catálogo
alfabético de Autores y Obras anónimas en las Bibliotecas públicas del Estado, dirigidas por
el Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecarios y Arqueólogos, en las que se tienen en
cuenta los cambios producidos a raíz de la Conferencia de París.
En la introducción de las mismas, se señala que la Comisión nombrada por Orden de
2 de marzo de 1959 para la reforma de las Instrucciones. 'inició sus trabajos en el momento
en que se estaba concretando y convirtiendo en realidad el deseo, universalmente sentido por
los bibliotecarios, de llegar a la unificación de las prácticas catalográficas de los distintos
países" (p. V).
Las anteriores Instrucciones de 1941, habían introducido dos novedades importantes:
la catalogación por los autores corporativos y un cambio substancial en el tratamiento de los
anónimos: "Lo acertado de la reforma entonces iniciada, lo confirma el hecho de que ambas
prácticas pueden ya considerarse universalmente aceptadas, después de la Conferencia
Internacional de 1961" (p. VII), se dice en la introducción de esta tercera edición de 1964.
La misión propia del catálogo consiste en conseguir que el lector de cultura media en-
cuentre los libros que necesita con las menores dificultades posibles. Esta tercera edición de
1964 da una mayor facilidad en el manejo de los catálogos. De ahí que se introduzca en
materia de encabezamientos de autor, la novedad, de encabezar las obras por el nombre con
que habitualmente es conocido: "Este criterio, quizá menos científico, pero indudablemente
más práctico que el de la rigurosa exactitud bibliográfica, ha inspirado, por las razones
expuestas, muchos de los cambios que introducen en esta nueva edición de las Instrucciones"
(p. VII).
Reseñamos algunas de las novedades que se introducen en esta tercera edición re-
formada de las Instrucciones de 1902:
a) Encabezar la obra por el nombre más conocido del autor: "Tal es el caso de los autores
que han mudado de apellido, de las mujeres casadas que emplean el de su marido, de los
escritores que son más conocidos por un título de nobleza, de los que solamente usan el
segundo apellido, de los que por pertenecer a órdenes religiosas adoptan el nombre de un
santo o misterio, e incluso de los seudónimos para los autores que los emplean siempre en sus
obras y son más conocidos por ellos que por sus verdaderos nombres. Naturalmente, en todos
estos casos se hacen las referencias necesarias" (PP. VI y VII).
b) Excluir de los encabezamientos de las obras anónimas, sólo el artículo (regla, 129):
"Encabezará la ficha principal de las obras anónimas la primera palabra del título, cualquiera
que sea su caso gramatical y el oficio que desempeña en la oración, pero exceptuando
siempre el artículo determinado e indeterminado y el adjetivo numeral un, una, en los casos y
en los idiomas en que tenga la misma forma que el artículo indeterminado y pueda, por ello,
producir confusión" (p. VII).
c) Ampliación de la normativa sobre autores corporativos. Encabezar las publicaciones de
los gobiernos u otras entidades oficiales, por el nombre del país o del territorio sobre el que
ejercen su jurisdicción. En la anterior edición de estas Instrucciones, de 1941, contaban estos
autores corporativos solamente con 15 reglas, tienen ahora 22: "Las publicaciones de los
gobiernos, parlamentos y organismos de la administración central, regional, provincial y
municipal, así como de las corporaciones oficiales de carácter administrativo, y las de la
jurisdicción eclesiástica, se encabezarán con el nombre del Estado, provincia o población que
corresponde, seguido del propio de la entidad. Los nombres de los Estados se pondrán en
español y los demás en su idioma original" (regla, 102).
d) Respecto a los seudónimos, en la regla 83 se precisa, que toda obra cuyo autor se oculte
con un seudónimo deberá ser catalogada bajo el apellido y nombre propio de aquél y se re-
dactará referencia del seudónimo: "Pero en el caso de que un autor publique siempre sus
obras con un seudónimo y sea más conocido por éste, que por su nombre verdadero, las fi-
chas se encabezarán por el seudónimo escribiendo a continuación su nombre y apellido,
cuando sea posible averiguarlos, y de ellos se redactará una referencia" (regla, 84).
e) Deja de ser sagrada la portada, dándose preferencia al título: "En la transcripción de la
portada se han introducido también algunos cambios para simplificaría y destacar mejor el
título de la obra. Con este objeto, se suprime la mención de los nombres de los autores
cuando preceden al título propiamente dicho y se mantiene si constan detrás de él. También
se suprimen los nombres de entidades, lemas, etc., que figuran en la portada antes del título
mismo" (p. VIII).
f) Se precisa con mayor nitidez la distinción entre colecciones, obras en colaboración y se-
ries Ahora cuentan con un epígrafe especial dedicado a ellas. Y también, clases de obras que
en las Instrucciones de 1941, no tenían regulación expresa, son ahora objeto de ella: tales las
enciclopedias y diccionarios, los discursos, las conversaciones y entrevistas, los epistolarios,
los índices, los libretos, los atlas, los memoriales ajustados, los procesos, las obras con-
memorativas y homenajes, etc. Por otro lado, la palabra "ficha" sustituye a la palabra
"cédula".
g) Se implanta la ficha única, dejando sólo cuatro clases de fichas: principales, secun-
darias, de referencia y analíticas. "La implantación de la ficha única, redactada y repartida
por la Biblioteca Nacional, ha aconsejado también algunas modificaciones en lo que respecta
a la nomenclatura de las fichas, que ahora son de 4 clases: principales, secundarias, de
referencias y analíticas" (p. VIII).

Al tratar de la composición material del libro, se aclara la distinción entre tomos y vo-
lúmenes y se simplifica la descripción del número de las páginas, láminas, volúmenes, etc.,
con el propósito de abreviar la extensión de las fichas y facilitar su copia a máquina o
impresa.
Se añade, por último, en los apéndices: la lista de autores griegos, la de los clásicos
anónimos españoles, la de los libros apócrifos de la Biblia, la de la Curia romana, las órdenes
y congregaciones religiosas (nombres y siglas), las órdenes militares medievales, los signos
diacríticos y las abreviaturas de títulos de revistas y de términos relativos al libro y su
catalogación.
La estructura de estas Instrucciones de 1964, seguía siendo aproximadamente la
misma que en 1941. Una primera parte, breve, dedicada a dar normas generales, para
centrarse después, en la variada normativa que regula la confección de la fichas principales
divididas en encabezamiento, transcripción de la portada y descripción física del libro. Dos
capítulos están dedicados a la confección de las fichas secundarias y a la ordenación del
catálogo.
Supuso el contenido de esta nueva edición, un avance en relación con las Instituciones
de 1941 y, sobre todo, un acercamiento decidido a los principios catalográficos expuestos en
la Conferencia de París y por lo tanto, a los criterios internacionales que se imponían en la
segunda mitad del siglo XX. En 1970, se hace una reimpresión sin modificación alguna9.

9.6. La Reunión de Copenhague y las distintas ISBD

En la Reunión Internacional de Expertos en Catalogación (International Meeting of


Cataloguing Experts IMCE) que se celebró en Copenhague en 1969, reunión menos nu-
merosa y ambiciosa que la de París, se planteó por primera vez la posibilidad de establecer
una normalización internacional en el terreno de la Descripción Bibliográfica, la cual exi-
giría, a corto plazo, una revisión las reglas nacionales de catalogación.
Esta Reunión delimitó, el fin del período anterior, teñido, en gran parte, por el estudio
de las cuestiones concernientes a la elección de puntos de acceso y encabezamientos, es decir
por temas clásicos en la historia de la Catalogación, para introducirse en terrenos nuevos. El
propósito de los expertos en las sesiones de Copenhague era ya otro: revisar los logros
alcanzados desde la Conferencia de París pero, sobre todo, estudiar las perspectivas enormes
que abrían para la propia Catalogación las nuevas tecnologías informáticas.
Se tenía bastante conocimiento para estas fechas de lo que las tecnologías
informáticas podrían ofrecer, precisamente, en el campo de la información. Se habían hecho
en 1961, la primera producción automatizada de fichas catalográficas llevada a cabo por una
empresa aérea. En Estados Unidos se había puesto en marcha el MARC Se habían
automatizado ya los primeros catálogos de algunas bibliotecas inglesas; puesta en
funcionamiento desde 1967 la red OCLC que, como una gran telaraña, comenzaba hacer
realidad la idea de Jewett. Y éstos, fueron los temas centrales tratados en agosto del 69 en
Estocolmo
Prosiguiendo sus trabajos la IFLA, siempre apoyada por la UNESCO, estudió a partir
de entonces, las bibliografías nacionales y su método de Catalogación Descriptiva, es decir,
los elementos que describen las obras en sus bibliografías. Este estudio llevado a cabo por
Michael Gorman de la British Library, pone en evidencia la necesidad de asegurar la
normalización de estas informaciones bibliográficas a fin de facilitar los intercambios entre
países.
Esto dio origen a la creación de la ISBD (M): International Standard Bibliographic
Description (Monographies): Descripción Bibliográfica Internacional Normalizada (para
monografías), presentada por la IFLA en 1971. Esta edición preliminar, fue como es lógico,
dedicada a la descripción bibliográfica de monografías; tipo de documentos que constituían
la mayor parte de los fondos de las bibliotecas de la época, y sufrió diversas modificaciones
con el fin de salvar insuficiencias no previstas inicialmente.
La primera edición oficial de la ISBD (M) se publicó en 1974. Así como las distintas
ISBD que aparecieron después para su aplicación a diversos materiales, pretendían constituir,
sin duda, uno de los programas fundamentales para conseguir la deseada normalización
documental a todos los niveles y conseguir el no menos deseado Control Bibliográfico
Universal.
Para desarrollar con exactitud esa normalización documental, se necesita seleccionar
una serie de datos que contiene el documento. Además, la selección y disposición de esos
datos debe ser lógica y ordenada. Para ello se normalizó la Descripción sujetándola a una
serie de pautas, según modelo preestablecido: es la misión de las ISBD.
Las ISBD son programas muy restrictivos que regulan la ordenación de todos los ele-
mentos que intervienen en la Descripción Bibliográfica de manera que ocupen un lugar ade-
cuado, siempre el mismo, y que estén separados unos de otros por signos de puntuación muy
precisos. A su vez la ISBD determina un código de signos de puntuación, que constituyen re-
cursos gráficos utilizados con un valor muy similar al que tienen gramaticalmente:

-- indica la separación entre las distintas áreas.


= Indica la repetición de la misma información bajo distinta forma.
[] Indica interpolación o que la información se ha tomado fuera de la fuente principal.
... Indican la suspensión de partes de elementos.
/ Indica mención de responsabilidad en relación al elemento precedente.
: Indica un elemento complementario del anterior.
; Indica la repetición de la misma clase de elemento.

La ISBD recoge también el concepto de unidad bibliográfica: todo documento,


conjunto de documentos o parte de un documento susceptible de recibir una descripción
bibliográfica propia. También determina una fuente principal de información específica en
cada documento. La ISBD ha supuesto la unificación internacional en cuanto a descripción
bibliográfica. Cada área, a excepción de la primera, va precedida de un punto, espacio, guión
largo, espacio (. --). Dentro de cada área, los elementos que la forman, se separan por
determinados signos de puntuación (1.0.2) y, que por eso, llevan un espacio en blanco delante
y otro detrás ,excepto cuando se trata del punto o la coma que lleva sólo un espacio en blanco
detrás. Todo este lenguaje simbólico va dirigido a facilitar la comunicación internacional de
información bibliográfica Permite que asientos procedentes de distintas fuentes
bibliográficas, puedan ser leídos correctamente.
La ISBD constituye pues el principal programa en el ejercicio de la catalogación. En
la actualidad la mayoría de las bibliotecas disponen de sistemas informatizados que permiten
la catalogación compartida, lo que supone un gran ahorro de esfuerzos y de tiempo y pro-
porciona al usuario mejores servicios. La utilización de dichos sistemas permite la creación
simultánea por varios centros de una base común de datos, a la que se accede en línea.
Cada ISBD está proyectada como un instrumento para la comunicación internacional
de la información bibliográfica. Regula la ordenación de los elementos tradicionales que in-
tervienen en la Descripción Bibliográfica, en áreas distintas, cada una de las cuales, ocupa un
lugar adecuado, siempre el mismo, separadas por signos de puntuación y espacios muy
precisos. La ISBD no es una norma y cada país debe a partir de ella, redactar su código o
sus reglas de catalogación, de aplicación nacional. Se le puede señalar un triple objetivo:

- Intercambiar información procedente de distintas fuentes.


- Facilitar su interpretación a pesar de las barreras lingüísticas.
- Facilitar la conversión de esta información de manera que pueda ser leída por me-
dio de máquinas.

La ISBD fue, enseguida, aplicada en varias bibliografías nacionales. Entre otros


países, la Bibliografía Nacional Británica, Alemana, Australiana y de África del Sur,
adoptaron la ISBD en 1972. Las Asociaciones de Bibliotecarios Americanos y Británicos, la
Biblioteca del Congreso y el Comité de Catalogación de la URSS, en 1972 también. La
Bibliografía Nacional Canadiense y Francesa, en 1973, etc. Un centro o una agencia bi-
bliográfica nacional, debe establecer una información completa, la ISBD permiten a elegir
los elementos que esas bibliografías nacionales deseen hacer figurar en sus descripciones a
condición de que los elementos contenidos, sean dados según el orden y la puntuación
prescrita por ella. Los fines y las funciones de las IBSD fueron definidos oír la IFLA así dar
una descripción normalizada de todos los documentos. Su objetivo fundamental, favorecer la
comunicación internacional de informaciones bibliográficas.
En cuanto a la estructura, toda ISBD divide el asiento en áreas que solicitan una
información determinada y siguiendo un modelo fijo. Cada área se compone de uno o más
campos que siguen a su vez un orden fijo dentro de cada área. Para distinguir un área de otra,
con independencia de la lengua en que está escrito el asiento, se sigue una puntuación
obligatoria. Esta puntuación permite en cada momento saber donde nos hallamos ya que
funcionan como señales indicativas.
Las áreas disponen de fuentes principales de información. Todo dato no tomado de la
fuente principal de información irá entre corchetes o en el área de notas. La descripción
puede hacerse en diferentes niveles de detalle, ya que hay que tener en cuenta siempre, la
verdadera utilidad del asiento.
Pero volvamos a los hechos históricos de la ISBD. Rápidamente, se hizo sentir la ne-
cesidad de una ISBD (S) (para publicaciones seriadas). A medida que los trabajos pro-
siguieron se constata una incompatibilidad entre las diferentes ISBD, de ahí la idea de una
ISBD (G) general para la descripción de todo los tipos de documentos, aparecida en 1977 y a
la que debían adaptarse el resto de las ISBD.
La publicación de la ISBD (G), para todo tipo de materiales, tuvo notable influjo en el
desarrollo de las distintas ISBD que se encontraban en aquellos años en período de gestación.
Entre 1977-1978 se redactan: la ISBD (CM), para publicaciones actuales, material cartográ-
fico y publicaciones antiguas y la ISBD (NBM), para material no librario ("non book") y la
primera edición normalizada de la ISBD (M), corregida y actualizada por el comité presidido
por Eva Verona y publicada en Londres. Posteriormente, en 1980: se publicaron, la ISBD (A)
para publicaciones antiguas y la ISBD (PM) para catalogar partituras musicales. Entre 1986
aparecieron, entre otras, ISBD (CF), para archivos legibles por ordenador, y un año después,
en 1987, las revisiones de cuatro ISBD: ISBD (M), ISBD (S), ISBD (CM) y ISBD (NBM),
revisiones, que en conjunto, no presentan grandes cambios. En 1991, la ISBD (CF) para
partes de una publicación y ISBD (MRF) para archivos de datos legibles por ordenador.
En líneas generales, puede decirse, que la estructura de las ISBD específicas, es muy
similar. Se inician con una introducción, seguida por el apartado de indicaciones preli-
minares, para continuar con la especificación de los elementos y terminar con los apéndices.
Las diferencias tanto formales como de contenido de las distintas ISBD son mínimas. Incluso
las revisiones ya operadas en varias de ellas, van más a ordenar y mejorar la exposición,
que a cambiar el contenido inicial de cada una de ellas.
CUADRO 9.1. Movimiento histórico normalizador: primeras conferencias y
programas.

Acontecimiento

1935 II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, organizado por la IFLA, en


Madrid y Barcelona. Se plantea la necesidad de la uniformidad internacional de las
reglas de catalogación nacionales.
1952 Primer Congreso Ibero-Americano de Archivos, Bibliotecas y Propiedad
Intelectual, celebrado en Madrid. Se plantea el estudio de la unificación de las
Reglas de Catalogación de los países de lengua castellana y portuguesa.
1954 En el seno de la IFLA se crea un Grupo de Trabajo para la Coordinación de los lla-
mados "principios de catalogación". En este sentido, es de destacar la importante
misión que cumple la Federación Internacional de Instituciones y Asociaciones de
Bibliotecarias en el concierto de la catalogación internacional.
1961 "Conferencia Internacional sobre Principios de Catalogación (ICCP), celebrada en
París. Tiene fuerte influencia sobre la catalogación de todo el mundo. Primer
intento serio para iniciar un acuerdo internacional. La "declaración de principios"
adoptada en esta Conferencia, se basa en la obra de Lubetzky.
1961 Creación por parte del IFLA y de la UNESCO del, programa a largo plazo,
"Control Bibliográfico Universal (CBU), durante la Conferencia Internacional de
Catalogación de París. Se pretende a través del Programa, que cada servicio
nacional de catalogación, catalogue y se distribuya a otros países esta información.
1961 Tercera edición reformada de las reglas de catalogación española: "Instrucciones
para la redacción del Catálogo alfabético de Autores y Obras anónimas en las
Bibliotecas Públicas del Estado". Supone un gran avance en relación con las
normas de 1941. Aplica ya, "principios" de la Conferencia de París. En 1970, se
hace una reimpresión sin variación alguna.
1969 "Reunión Internacional de Expertos en Catalogación", celebrada en Copenhague.
Se discute la posibilidad de establecer unos programas para la descripción
bibliográfica de proyección mundial. Se constituye un grupo de trabajo para su
redacción.
1971 IFLA: Edición preliminar del ISBD. Al año, ya había sido adoptado por las
bibliografías nacionales de Francia, Alemania y Reino Unido. En la práctica se vio,
que contenía ambigüedades que era preciso subsanar.
1974 IFLA: Publica ISBD (M), dedicada a las monografías, forma documental más
utilizada entonces en el mundo de la información y, por supuesto, en el
bibliotecario.
1977 La IFLA publica las: ISBD (G), ISBD (S), ISBD (CM), ISBD (NMB).
1980 La IFLA publica: ISBD (A), ISBD (PM).
1982 IFLA inicia, las primeras revisiones de las ISBD (M), ISBD (S), ISBD (NBM), ISBD
(CM) publicadas entre 1977-78.
1986-91 La IFLA publica entre otras: ISBD (CF), para archivos legibles por ordenador, una
nueva revisión de la ISBD (M) y ISBD (G), la ISBD (CF) para partes de una publi-
cación y la ISBD (MRF) para catalogar partituras musicales.
Esta serie de ISBD tienen como objetivo primordial el programa Control
Bibliográfico Universal definido por la IFLA y la UNESCO, en 1977, de la siguiente manera:
«hacer universalmente disponible para el intercambio bajo forma internacionalmente
aceptada, los datos bibliográficos relativos a todas las publicaciones».
Las ISBD no son estáticas, siguen la evolución de las tecnologías tanto en los soportes
tradicionales de información como los nuevos soportes. Otros trabajos de la IFLA han tratado
sobre la forma y la estructura de los encabezamientos. Pero las ISBD sólo ofrece recomenda-
ciones sobre Descripción Bibliográfica. Como no es una norma, la ISBD no incluye indica-
ciones en materia de encabezamientos. Se considera que los encabezamientos se determina-
rán a través de los códigos nacionales. Por otra parte, es necesario señalar, que pronto fueron
adoptadas por la mayoría de las bibliografías nacionales y que no se trata de un formato
legible en lenguaje de máquina: "La ISBD está esencialmente consagrada a la presentación
escrita de notas bibliográficas y por consiguiente destinada a las bibliografías impresas (...).
Especifica los elementos necesarios para la descripción y para la identificación de los docu-
mentos, atribuye un orden a los elementos y determina un sistema de puntuación".

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