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LUIS DIEZ DEL CORRAL LA FUNCION DEL MITO CLASICO ' EN LA LITERATURA CONTEMPORANEA SEGUNDA EDICION bs EDITORIAL GREDOS MADRID Escaneado con CamScanner INTRODUCCION LA REVOLUGION FRANCESA y BL MITO CLASICO Uno de Is mas curiasos y decisives rasgos de la his- wia de Occidente es que sus distintas épocas se han tomado conciencia de efinido en su peculiaridad y han enc i mismas enfrentandose y midiéndose con la Antigiiedad. 1] fenémeno es suficientemente conocido, aun con exceso, or lo que a la Edad Moderna se refiere; también es mas juesto de relieve cada dia en lo relativo a Ja Edad Media, o mismo en su comienzo que en su desarrollo, articulado on sus perfodos por una serie de renacimientos hasta el grande que la cierra. Pero en lo que toca a Ja Edad Con- temmpordinea, no se suele subrayar suficientemente que se inicia con un entusiasta acercamiento a la Antigiiedad en todos los érdenes, y que las décadas a caballo de los si- pyres y XIX se caracterizan esencialmente por el des- cubrimi ae worl al betes face acceso al mundo antiguo, ‘imonono calar en su entrafia Escaneado con CamScanner Introduccion 10 : mucho mds adentro que el hombre del Renacimiento © del Barroco. ' imiento corres- La funcién esencial que a tal descubri: ponde en la configuracién de la nueva época no es recta- mente valorada con frecuencia por un equivoco empleo ico» y «clasico» sobre la base de los conceptos «roméanti conservador, de suponer que clasico significa imitativo, vinculante al pasado, mientras que roméantico quiere decir espontdneo, antiformal, desatado, resultando por tanto mas congruente con la actitud caracteristica de la nueva Edad. Pero la verdad es que la contraposicién clasico- roméntico es de las mas comprometidas y desorientado- ras. Cualquiera que sea su preciso sentido, no son dos términos que se excluyan, sino que en muy buena medida se interpenetran, y sdlo teniendo en cuenta su interna implicacién sera posible comprender la nueva tarea que a la memoria de la cultura clasica incumbe en la gestacién del espiritu contempordneo, tarea que cumple justamente por una mas neta manifestacién de su esencial contenido mitico. Cierto es que los pensadores y literatos que prepararon el advenimiento de ese nuevo espiritu se distinguieron por un evidente despego de las férmulas tradicionales en el tratamiento de la mitologia clasica. De tiempo atras venia arrastrandose en la literatura y el arte una retérica academicista en torno a temas clasicos cada dia mas gas- tada por su empleo abusivo, La mitologfa greco-latina era el arsenal doride se pertrechaba de armas para sus justas literarias, incluso para la oratoria sagrada, una imaginaci6n parca en propias invenciones, y encargada de ntretener los ocios de la sociedad aristocratica del antiguo régimen. Las nuevas tendencias de la literatura Escaneado con CamScanner La Revolucion francesa y el mito cldsico i burguesa no podian menos de rebelarse contra tal tradi- cién; pero ello no significaba menosprecio de los viejos temas cldsicos, sino nuevo y casi siempre mas fntimo y devoto tratamiento de los mismos, Igual sucede en lo rela- tivo a las ideas morales y politicas, cuyo nuevo vigor pro- cede en buena medida de haber profundizado sus rafces en las de la Antigiiedad cldsica, descubriendo nuevas y mas rotundas ejemplaridades. El literato y pensador que en tan buena medida se presenta como promotor de las nuevas tendencias perro- méanticas, Jean-Jacques Rousseau, desdefiaba ciertamente los convencionales entretenimientos mitologizantes, pero en su fervor por las virtudes y las nuevas formas de belle- za sencillas, también se sentia impulsado por autores clasicos. Sin la lectura asidua de Plutarco es incompren- sible Rousseau, no sdlo en lo tocante a su estilo, sino también en lo relativo a sus ideas mds originales en apa- riencia. La descripcién que en Plutarco encontrara de los primeros dias de la Republica romana y, atin mas, de las leyes y las virtudes de Esparta, robustecié su creencia de que era posible desarrollar Ja virtud innata del hombre mediante buenas instituciones, que él estaba Ilamado a disefiar como nuevo Licurgo. Las ideas que el ciudadano de Ginebra expusiera sobre la moral colectiva, la demo- cracia, la ley, la religién civil, procedian de una especie de rebrote inesperado, en medio del horizonte barroco de las grandes monarquias absolutas, de los principios constitutivos de aquel organismo diminuto, compacto y mitico que fue la polis. La Revolucién francesa no se realizé siguiendo el es- quema roméntico del espfritu popular; no fue realizada por unos campesinos y burgueses sometidos que con la Escaneado con CamScanner Introduccion 12 i nobles carmafiola en los labios sacudieran el yugo de o- corrompidos y clasicizantes; Ja verdad es Aa ae eee vida —como antes la norteamericana— por Pt a bien educados de la clase media que tomaban aoe aes su educacién clasica, y que la mayor parte de a oes y obras fueron intentos conscientes de resucitar : m a mejor de la Roma republicana y de la Grecia eee a nous élevoit —escribe Desmoulins— dans les écol Y la fierté de la république, pour Rome et d’Athénes, et dans la fie! serene vivre dans l’abjection de la monarchie, et am des Claude et des Vitellius»?. Lo que habia que hacer, pues, no era tanto avanzar por caminos inexplorados como retroceder hacia los modos pristinos, puros, de las socie- dades antiguas. : Jévenes y muchachas se créefan transportados a Grecia y Roma y afioraban aquellos tiempos. Brissot «ardia en deseos de parecerse a Focién». Madame Roland de la Pla- tigre Horaba por no haber nacido espartana o romana. En los primeros dias de la Republica francesa, ciertas belle- zas, como Madame Tallien, aparecian en las reuniones vestidas de ttinicas transparentes «como las Gracias» 3, Charlotte Corday, antes de asesinar a Marat, se pasé el dja leyendo a Plutarco. Los simbolos romanos y griegos inundaron toda la Francia revolucionaria: el gorro de la libertad, cuyo modelo fue el de los libertos en Roma; las coronas de laurel; los haces de varas, simbolo de la auto- 1 pandigfilbert Hichet, La tradicién eldsia, trad, México, 1954, ? Histoire des Brissotins, ou fragment de 1 ; : Vhistoire secréte de a ee Paris, 1793, pag. 11, nota. Citado por Highet, ob, an 3 Vid. T. Parker, The cult iqui ce cieey ta nae are ae Antiquity and the French revolu- Escaneado con CamScanner La Revolucion francesa y el mito cldsico 13 ridad de los magistrados republicanos; las Aguilas, que de las legiones romanas .pasaron a ls regimientos fran- ceses; los nombres de ‘tos meses; las formulas de los jura- mentos; los titulos de cargos y disposiciones; las modas en los vestidos y los muebles, etc., etc. A la gran figura histérica que remata, consolida y extien- de la obra revolucionaria, el sello de la Antigiiedad le viene por el suelo y la sangre, Napoleén responde al viejo esquema mediterraneo de islefio aventurero, y a sus con- diciones nativas une una ferviente admiracién por la glo- riosa Antigiiedad. En contraste con Luis XVI, ultimo personaje de una larga procesién de’ monarcas medieva- les, Napoleén se presenta como un Emperador al estilo romano, rodeado de laureles y de Aguilas, y se siente un héroe a la antigua, como los que glorificaba el teatro cla- sico francés. Las tragedias clasicistas francesas, con su pathos y su ethos; son para Napoleén escuela de reyes, confirmacién, enaltecimiento y sancién de su esfuerzo. Por eso dirfa Goethe que de Corneille habia dimanado un influjo capaz de modelar almas de héroes. El mito de la romanitas y de su reencarnacién en Francia, que de anti- guo veniase ‘preparando por: la monarquia absoluta, sera Nevado a cumplimjénto ‘por Bonaparte, que quemé las etapas de] «cursus ‘hanorum» desde el Consulado al Im- perio con. ug estile en que se’ unian, frente a las ideas dindstico-éstamentates de la Edad Media, los dos grandes leit-motive politicos de la Antigiiedad: la libertad y la tirania benefactora. Que se trataba de una inspiracién antigua mas autén tica que las operantes con anterioridad lo demuestra el final tragico de la empresa. Napoleén acabé sus hazafias como su amigo Talma, s6lo que sobre un escenario més Escaneado con CamScanner 14 Introduccion grande, comprensivo de Europa entera, y con personajes —es decir, pueblos— de verdad. El episodio tan conocido de la vida de Napoleén que nos Jo presenta en la campaia de Rusia dictando el reglamento de la Comédie Frangaise, no es algo meramente anecdético, sino de lo mas categ6- rico. dentié de fa blografia de Napoleén, asi como la f6r- mula quefe! it dare, ex sift cartd:de rendicion: «Me entre- go, como’ Temistoclés, a’ merced del pueblo’ inglés»; por- ra griega que Temistocles, después de capitanear Ja guer abia entregado a su merced cuando contra los persas, se hi fue desterrado. No hay en todo ello la menor dosis de postura o de parodia, sino revelacién de un destino, perso- nal y politico, vivido a la antigua: de una manera rotunda, inmediata, tragica. DE LA RETORICA A LA ENAJENACION™ Por los dias en que Napoleén Ilevaba a su culminacién su delirio politico, un joven poeta aleman, Hélderlin, una de las mas puras genialidades poéticas de Occidente, vian- dante por los caminos de Francia, perdia el sentido con una extrafia demencia, entreverada por prodigiosos relam- pagos de vate, y producida por una imposible nostalgia de los mitos helénicos. Lessing y Winckelmann le habian abierto el camino directo hacia ellos, Frente a la Francia entregada al mito romano, heroico, retoricista y politico, alemanes e ingleses se adentraron devotamente por la via del mito helénico, via intima, poética, puramente humana. Y espiritualmente peligrosa, porque lo patentizarfa como algo profundo, sagrado y estremecedor. A su choque su- cumbié la extremada sensibilidad poética de Hélderlin; Escaneado con CamScanner De la retérica a la enajenacion 15 y si Goethe y Hegel, conmovidos también por experiencia similar —Hegel escribia que la verdad es «el delirio ba- quico, en que ningin miembro deja de estar ebrio» 4_, habjan logrado encajar el impacto sobre sus almas colo- resulta- sales, las naturalezas de Keats, Shelley o Byron ron menos resistentes. ’ No se sentian todos estos poetas atraidos por Jas fabu- las, metamorfosis y aventuras mitolégicas manejadas al tradicional modo ovidiano; sus preocupaciones eran mas sacrales. Ditigfanse hacia las figuras claves del panteén clasico —Apolo, Dionisos, Zeus, Prometeo— en su rela- cién con los elementos de la naturaleza y los grandes principios del orden moral y social; y las formas literarias resultaban en consecuencia del rango mds elevado. Ya no eran las formas normales la égloga o la fabula, sino la oda, el himno, la elegia, que implicaban al poeta desde lo més hondo de su personalidad y lo consagraban en su condicién cuasi-religiosa de vate, como de si mismo can- tara Keats en su Ode to Psyche: Yes, I will be thy priest, and build a fane In some untrodden region of my mind, Where branched thoughts, new grown with pleasant pain, Instead of pines shall murmur in the wind 5. 4 Phinomenologie des Geistes. Vorrede. 5 Si, yo quiero ser tu sacerdote y levantar un santuario en alguna regién no hollada de mi mente, donde ramificados pensamientos, recién crecidos con dulce murmuren al viento en lugar de los pinos. {dolor, (The poetical works of John Keats, Oxford Univ. Press, 1950, v. 50-53.) Escaneado con CamScanner 16 Introduccion Tratébase, en efecto, de un santuario interior, levan- tado en lo mas intimo del alma y Jabrado con pensamien- tos que se desenvuelven en un contradictorio clima senti- mental, con una «pleasant pain», que en trémolo «in cres- cendo» Megaba a desgarradora tensién. «I must die / like a sick Eagle looking at the sky» ® —exclamaria el poeta en un soneto dedicado a los «Elgin marbles», que acababan de ser instalados en Londres, como resumen de sus éxta- sis admirativos a lo largo de las muchas horas que, segan sus contempordneos, pasd el poeta contemplandolos. El goce estético fue sublimado por Keats en una auténtica vivencia mitica, reactualizando las patencias muminosas formalizadas por Fidias en sus esculturas. El poeta las hizo reverencialmente suyas, las convirtié en arquetipos de su visién propia, en hontanar de donde brotan las imagenes poéticas con que nos pinta la Naturaleza y los personajes de sus grandes poemas «Endymion» e «Hype- rion»... Y también, sin duda, en causa tiltima de su pre- matura desaparicion, segun cantara Shelley en su poema «Adonais» dedicado a la muerte de Keats: a .. he, as I guess, had gazed on Nature’s naked loveliness, Actaeon-like, and now he fled astray with feeble steps o’er the world's wilderness 7, 6 «Yo debo morir / como un Aguila enferma mirando al cielo» (On seeing the Elgin marbles, v. 4-5). 7 «. Sospecho que habfa contemplado la hermosura desnuda de la Naturaleza, al igual de Acteén, y que entonces abandoné, extraviado, con paso leve la selvatiquez del mundo. (The complete poetical Works of Percy Bysshe Shelley, Oxford Univ. Press, 1952, v. 274-277.) Escaneado con CamScanner cielo» raleza, do, hhelley, De ta retérica a la enajenacion 7 El cantor, Shelley, también huyé con paso similar de la salvaje vida del mundo, hundiéndose en las aguas del Mediterraneo con un libro de Séfocles en la mano, poco antes de que sucumbiera su amigo Byron, de modo més glorioso, ciertamente, en Missolonghi, cual nuevo Prome- teo, «triumphant where it dares defy / and making death a victory». Si a tales muertes afiadimos las de Chénier, Hélderlin y Kleist, bien puede decirse que a comienzos del mundo contempordneo los mitos se habfan convertido en peligroso material inflamable. Verdad es que el peso positivista y utilitario de la cen- turia caracterizada por la revolucién industrial mitigaria el fuego. Durante sus décadas centrales la Antigiiedad se convierte en pasto de la erudicién. Progresa de manera extraordinaria la «Altertumswissenschaft», y aunque los temas mitoldgicos no dejan de atraer a los literatos, sir- viendo para sefialar incluso escuelas como la de los par- nasianos, no alcanzan la plenitud poética y la trascenden- cia espiritual que tuvieron durante las tres primeras décadas del siglo. Sin embargo, en Jas finales, adviértese un evidente recrudecimienta de] fervor emotivo. Nietzsche, que comenzé su vida literaria con su trdgica interpreta- cién de la tragedia anaigua, enarbolando frente a Ja vulga- ridad espiritual del mundo burgués el mito helénico en su arcaica pureza, se adentrar& en la sombra de la locura identificado con Dionisos. Y casi al mismo tiempo, a orillas del mar antiguo, en un esfuerzo supremo por comprender, no ya en su forma sensible sino en su mds honda y metaffsica significaci6n los olivos, los cipreses, los cielos y los soles mediterra- neos, se volver loco otro gran nérdico, Van Gogh. Por- que esos cipreses que se retuercen € jnflaman en sus cua- EL MITO CLASICO, —2 Escaneado con CamScanner Introduccion 18 dros, como Ilamaradas oscuras, esos cielos no ordenados por cons} dos por los torbellinos de fuego que toe principios pesar de parecer tan contradictorios de cldsicos, slo pudo pintarlos Van Gogh —con mirada aa permitica— en una de:Jas tierras mas cargadas de recue: dos antiguos ‘déstodaifa seugpca mediterranea: ape carga | ciertamente que’pdaia dir Thgar a las mds atrevidaS me- tamorfosis hasta Iegar a la explosién artistica y espiritual. Aparte de tales conmociones en temperamentos deli- cados de artistas, el mito griego logré a fines del siglo anterior estremecer también las almas mds duras de fil6- logos e historiadores. Es el caso de Rohde o de Burck- hardt. «La verdadera, la inigualable grandeza de los griegos —escribe Jacobo Burckhardt— es su mito. Los modernos han producido algo equivalente a la filosofia de Grecia; como su mito, nada.» profundamente teluricas; telaciones sino horada- son Jos astros, a LA CRISIS DE LAS GUERRAS MUNDIALES Y LA ANTIGUEDAD Tales palabras fueron escritas a las puertas de nues- tro siglo por uno de los pensadores que mds hondamente han calado en los inestables cimientos de nuestra época, y que con su estilo mental concreto, penetrante, Gees rrado, al mismo tiempo que admirativo, mds ejemplar se muestra para el que quiera hacerse cuestién a fondo del sentido de nuestro presente y de nuestro pasado histérico Pero equé nos dice a nosotros, europeos de mediados del siglo xX, ese juicio sobre el mito griego? ¢En qué medida tiene vigencia en nuestros dias la actitud critica y posi. Escaneado con CamScanner Las guerras mundiales y la Antigiiedad 19 tiva frente a la Antigiiedad del gran historiador suizo, 0 la de Nietzsche, que también ha influido como muy pocos en la configuracién espiritual de nuestra centuria? éNo pertenece el helenismo de ambos escritores a una menta- lidad tipicamente décimonona, la cual, a pesar de todos sus pujos revolucionarios, continuaba enraizada en el viejo suelo del humanismo clasicista, conmovido, agrie- tado e inhabitable para nosotros, los hombres del siglo xx, por las dos grandes guerras mundiales y la convulsién que en todos los érdenes de la vida se ha producido en las Ultimas décadas de nuestra centuria? Si escogemos como piedra de toque una obra que, cualquiera que sea el juicio que nos merezca, es muy representativa de la crisis europea a fines de la primera guerra mundial, La Decadencia de Occidente, de Spengler, advertimos en seguida una nueva actitud de alejamiento respecto de la Antigiiedad. La cultura antigua es una mas, sin ejemplaridad posible, porque las distintas culturas son vasos cerrados; cada una sigue su propio curso vital hasta extinguirse, después de haber desarrollado sus peculiares e intransferibles principios, entre los que se cuenta su mito. Frente al mito antiguo se encuentra el mito fausti- co, propio de la cultura occidental, esencialmente unido a su destino, y mucho més dindmico y creador que el clasico. Por boca de Spengler se expresaban viejos resenti- mientos nérdicos por seculares dependencias mediterra- neas, afirmandose una conciencia de originalidad europea, de rafz teutona, que orgullosamente exhibia sus peculia- res, singularisimos caracteres, a la par que extendfa su partida de defuncién, muy al estilo de la mitologia germa- nica: «ragnordk», catastréfico fin de] mundo. Mas a pesar Escaneado con CamScanner Introduccion 2 ea muestra cuando de ello, en la insistencia que Spengle) aria Antigiiedad contrasta punto por punto Ja cultura le fetes cldsica y 1a occidental, en el paralelismo que, un parale- sus imposibilidades de influencia, es siempre Se lismo —el tinico que es capaz de desarrollar oO os Spengler entre dos culturas—, se pone de mani ies! o» a como en la idea misma de decadencia, tan incardinat en la mentalidad antigua, la vinculacién del pensador alemén respecto de ella, al mismo tiempo que la gran oe sis que el futuro europeo reservard a esa vinculacién, crisis consecuente, en definitiva, a la propia crisis de Europa. Es enormemente significativo que el mismo libro que proclama la decadencia de Occidente haya empezado por proclamar la mortal decadencia que en su tiempo sufrie- ra la Antigiiedad y que le privé de toda posibilidad de positiva influencia sobre la cultura occidental. Si ésta es vista como una cultura mds sobre el planeta, con su ciclo histérico propio, llamado a cerrarse préximamente, desaparece automaticamente toda posible ejemplaridad de la Antigtiedad, que queda reducida al rango de una cultura mds, una planta histérica destinada como todas a perecer sin dejar simiente. La ejemplaridad de la Anti- giiedad, la Antigiiedad como mito, sdlo es posible en una concepcién unitaria de la historia humana, con su eje centrado en la cultura occidental. Uno de los mds eminentes helenistas de nuestra época, Werner Jaeger, afirmaba en una conferencia sobre «El presente espiritual de la Antigiiedad», pronunciada en 19298: «El humanismo se nos aparece como un andamio ————- 8 Die geistige Gegenwart der Antike, Berlin, 1929, pag. 13, Escaneado con CamScanner ) L 5 . e te, aje ca, ‘EL nio Las guerras mundiales y la Antigiiedad 21 empleado en la construccién de nuestro mundo politico, ante todo porque como ningin otro principio espiritual ha acertado a enlazar Ja jdea de Jas naciones con el hecho de una unién supranacional. Es peculiar de la doble posi- cién de Grecia y Roma en el mundo europeo que cada uno de sus grandes pueblos culturales sdélo haya podido Megar al desarrollo cultural y nacional con la ayuda de aquéllas, siendo, sin embargo, la Antigiiedad el lazo espi- ritual supranacional que mantiene unidas a las naciones». De esta suerte, se expresaba por boca de un gran hele- nista, en la Europa que apenas descansaba entre dos sui- cidas conflagraciones, la funcién constructiva que el hu- manismo antiguo habia ejercido en su edificacién y la condicionalidad existencial y politica a que el mismo se encontraba sometido. La perduracién del recuerdo vivo de la Antigiiedad se halla condicionada por Ja subsistencia misma de Ja estruc- tura cultural, social y politica de Europa dentro de sus grandes lineas tradicionales. Puede encontrarse también como afirmacién arquitecténica de una voluntad de se- guirlas en pafses periféricos que construyeron sus nuevas capitales —Berlin, San Petersburgo®, Washington— con un estilo neocldsico m4s contundente y sistematico que el de las viejas, capitales del continente. En este caso la nostalgia antiquizante es proyecto de futuro. Mas para - los pueblos del Tercer Mundo, que aspiran a hacer suyos los productos oriundos de la civilizacién europea, la ejemplaridad del mundo cldsico no es algo expropiable 9 Vid, del autor, «Historiadores en Rusia», Revista de Occiden- te, ntim. 103, oct. 1971, pags. 25 y sigs. Escaneado con CamScanner 22 Introduccion como la ciencia y la técnica, porque a sus ojos nO sign fica otra cosa que la sumisién de lo mas entrafiable de su idiosincrasia nacional. Pero cabe preguntarse si es que hoy significa algo para los mismos europeos que pisan el suelo recorrido por guerreros de la Antigtiedad, conser~ van templos 0 teatros antiguos y viven en ambientes naclo- nales impregnados de mil maneras, a lo largo de muchos Siglos, de la cultura clasica, ¢Qué puede decirnos en nues- tras actuales circunstancias, rotos. tantos ligd4menes tra- dicionales, esa cultura’ y, concretamente, su mito? LOS NUEVOS MITOS Se han publicado y se publican sin cesar excelentes libros sobre los mitos antiguos: es uno de los temas mas en boga en nuestros dias; pero su misma reciedumbre cientifica, la objetividad intelectual con que estén cons- truidos, gno supone, en el fondo, un retroceso respecto de Ja actitud devota e-ingenua de los manuales al uso hace unas cuantas décadas, inspiradores ‘de ejercicios escola- res, poemas académicos y‘citas presumidas en discursos parlamentarios? La misma proliferacién de nuevos y au- ténticos mitos, de mitos surgidos en nuestra época y que responden directamente a sus necesidades espirituales, ¢no tiene que producir inexorablemente la debilitacién de esa mania mitologizante a lo clasico, limitada a enfervo- rizarse con imposibles nostalgias o a jugar con imagenes 10 Vid. del autor, El rapto de Europa, 2* . . de Occidente. ed., Madrid, Revista Escaneado con CamScanner ww Los nuevos mitos 23 convencionales al lado de las nuevas imagenes miticas que arrastran a las multitudes del siglo xx? El comunismo ha lJogrado, en efecto, crear nuevos mi- tos sobre la base de viejos temas escatolégicos asidticos: el del papel redentor del Justo, representado ahora por el proletariado, que con sus sufrimientos esta llamado a cambiar el «status» ontolégico del mundo, estableciendo una paradisfaca sociedad sin clases que encuentra su mas exacto precedente en el mito de Ja Edad de Oro. También el Nacionalsocialismo erigié, sobre la base de la mitologia germanica, nuevos mitos revolucionarios, si bien mas parciales, menos universalizables y optimistas que los del comunismo. La mitologia de Roma y de su Imperio no dejé ciertamente de contribuir, a través del fascismo, a la formacién de nuevos mitos politicos del siglo xx, aun- que sus férmulas se demostraron menos eficaces —y por lo tanto, menos peligrosas— que las montadas en torno al «Herrenvolk» y la revolucién proletaria. Mas si la fran- cesa, de tan universales resonancias, se habia realizado utilizando en gran medida mitos politicos, literarios y artisticos procedentes de la Antigiiedad, gno venia a de- mostrar una clara disminucién de su influencia el hecho de haber sido utilizada con estrechos fines nacionalistas y, en definitiva, con escasa utilidad practica, frente a las enormes conmociones originadas por mitologias politicas de marcada tendencia anticlasica? Y dejando aparte tales ideologias politicas, y viniendo a cuestiones de orden mas inmediato, gqué pueden decir los mitos cldsicos a los nuevos estratos sociales que por todas partes van adquiriendo su mayoria de edad, salien- do de la sujecién en que se encontraban bajo el mando de los grupos aristocraticos y burgueses que entretenfan Escaneado con CamScanner 24 Introduccion sus ocios reactualizando las fdbulas de la bella Helena y el desgraciado Edipo? El auténtico pensamiento mitico es propio de grupos sociales primitivos, tales como los que han salido a la luz de la vida politica impulsados por Jas palancas de la democracia, el socialismo y, ante todo, de las sucesivas revoluciones industriales. Los miembros de tales grupos sociales sf que pueden creer a pies junti- llas en prodigiosas potencias como la técnica, el progreso o la nacién. Trdtase de unos entes delicados, de larga y compleja gestacién, por el penoso esfuerzo creador de ‘las «élites» europeas, pero que al ser aprehendidos por las capas inferiores de la sociedad europea, por pueblos tras- atlanticos o por los componentes de las viejas culturas Puestas en contacto con la occidental, adquieren una vi- gencia plastica, rotunda, verdaderamente mitica. Tal alumbramiento de nuevo pensamiento mitico carac- teristico de nuestro siglo no se ha limitado a la esfera de la vida social y polftica, ni se ha constrefiido a las formas vitales de las clases subversivas de la sociedad europea, sino que se ha manifestado también en los planos més ele- vados de la produccién filoséfica. Desde Bergson a Sorel y Pareto, desde Unamuno y Freud hasta Klages y el ulti- mo Heidegger, por todos los paises europeos aparecen corrientes de pensamiento que ensalzan la intuicién, la accién directa, la creencia elemental, el subconsciente, la vida auténtica, la pura decisién. ¢Qué efectos han tenido tales corrientes de pensamiento sobre el tratamiento lite- rario de los temas de la mitologia cldsica? gLos han arrinconado, sustituyéndolos por los temas actuales aon una nueva mitologia? éConservan, al menos, los antiguos en determinadas zonas reservadas a las «distracciones» una capacidad de Escaneado con CamScanner Reinterpretacion de los mitos cldsicos 25 de liberar al 4nimo de las vinculaciones del «divertir>, es fs presente, procurandole una evasién hacia los aconteci- mientos intemporales de un fabuloso tiempo primordial, que aligere con su viejo prestigio, por muy menguado que se encuentre, el materializado vivir cotidiano? Reciente- mente, uno de los mitélogos mas destacados de nuestro tiempo, Mircea Eliade, sefialaba en un estudio sobre «Los mitos en el mundo moderno»"! la importancia que tiene a los efectos de su determinacién el andlisis de las distrac- ciones del hombre actual, de esa ingente cantidad de diversiones que ha inventado la civilizacién de nuestros dias para liberar a sus jndividuos del quehacer profesio- nal, cotidiano, trivializado, mecanizado por las condiciones de la vida moderna. ¢Qué lugar est reservado en esa masa ingente de distracciones a la tradicional diversién con fabulas clasicas que tanto entretenfan en su vida dia- ria, por ejemplo, a los madrilefios de tiempos de Géngora y Lope de Vega? No son necesarias muchas investigacio- nes ni gran perspicacia para llegar a la conclusién de que, cualquiera que haya sido el éxito popular de obras como Héléne ou la joie de vivre, de André Roussin, el nivel ha descendido de manera notabilisima. LA REINTERPRETACION DE LOS MITOS CLASICOS Sin embargo, en algunos paises, gracias a determinadas corrientes literarias m4s o menos vanguardistas, adviér- tese un cierto renacimiento de la preocupacién por los a an , nic, Vid. Ha Torre, Revista general de Ia Universidad de Puerto ico, ntim. 6, pags. 69 y sigs. Escaneado con CamScanner 26 Introduccién mitos cldsicos. Cualesquiera que sean las condiciones generales sefialadas, y acaso como protesta minoritaria frente a ellas, es notorio que no pocos de los autores mas destacados de nuestro tiempo vuelven con renovado inte- rés hacia los temas que nos van a ocupar. En lo que a la poesia se refiere; piénsese en el caso de un Valéry, prolongando y superando ampliamente el antecedente de un Mallarmé. Mas de la mitad de los ver- sos del poeta francés se refieren a temas mitoldgicos, y sus composiciones mds importantes se intitulan por ellos: La Jeune Parque, La Pythie, las distintas versiones de Narcisse. Recuérdese también la atencién que a tales te- mas dedican en sus poemas T. S. Eliot y Ezra Pound, y el.caso mds notable todavia de Rainer Maria Rilke, poeta tan vuelto de espaldas a la tradicién literaria mediterrd- nea, y que de manera inesperada llega a la cima de su produccién en los Sonetos a Orfeo, como movido por un verdadero impulso sacral. En lo que a Ja novela se refiere, basta con traer a cola- cidn Ja principal novela de Joyce, que, con toda su arbitra- ria espontaneidad de trama y de lenguaje, se cubre con el nombre preclaro de Ulysses y que tan de cerca sigue, tradu- ciéndolo a las nuevas situaciones, el argumento de la epo- peya homérica. En el centro de la novela de Huxley After the fire-works, se encuentra la figura arcaica del Apolo de Veji: «Smiling at the sad, mysterious, beautiful absurdity of the world». Por su parte, Thomas Mann ha escrito: «El enfrentamiento con lo mitico es la gran tarea, la tarea escogida por los grandes escritores. El piiblico lo ve sin entenderlo. Y yo me pregunto si no debiera decirse para general conocimiento en un lenguaje corriente que Ja no- vela, al encontrarse ahora en su cenit, se vuelve hacia sus Escaneado con CamScanner Reinterpretacién de los mitos eldsicos 27 fuentes y revela su esencia originaria» %, Y ejemplificando con su propia produccién, el novelista alemén pone de relieve como, habiendo comenzado en la tedencia realista e individualista de Buddenbrooks, termina con una pre- ocupacién por lo tipico, lo general, es decir, lo mftico de lo humano, en la serie de José y sus hermanos. Verdad es que no abordan estas obras expresamente mitos griegos; pero un agudo mitdlogo, Karl Kerényi, ha acertado a des- cubrir cémo la produccién de Thomas Mann se encuentra activamente condicionada por arquetipos miticos griegos, de suerte que las figuras de sus ultimas novelas se dejan reconducir a las de la mitologia helénica (Ifigenia, Hipd- lito, Hermes, etc.) 8. André Gide también se ha ocupado abundantemente de temas miticos greco-latinos, desde Le traité du Narcis- se, de 1891, hasta el Thésée, de 1946, pasando por Philoc- téte, Le Prométhée mal enchainé, Oedipe, Perséphone, etc. Cocteau y Giraudoux han trabajado igualmente en el sen- tido de restaurar el viejo predicamento que Jos asuntos cl4sicos tuvieron en la escena francesa. Las obras de Gi- raudoux son especialmente interesantes y sabrosas. Gi- raudoux oscila entre la comedia aristofanica que es el Amphitryon 38 y la supertragedia Electre, pero en ambas direcciones se basa su acierto literario en una singular simpatfa vital con los caracteres més peculiares del hom- bre antiguo: desde el entusiasmo por el cuerpo y el de- porte hasta el sentimiento de la felicidad. Mayor distan- ciamiento, por naturaleza y propésito, encontramos en dramaturgos mds jévenes que, como Anouilh, Sartre 0 Romandichtung und Ziirich, 1945, pag. 28. pags. 60 y sigs: 12 Vid, Thomas Mann y Karl Kerényi, Mythologie. Ein Briefwechsel, en Albae Vigiliae, i 13 Vid. Thomas Mann y Karl Kerényi, ob, cit. Escaneado con CamScanner Introduccion das inversiones los mitos de Me- etc.; pero es suficiente citar jon de que existe 28 Camus, someten a atrevi dea, de Orestes, de Antigona, tales nombres para llegar a la conclus: r ‘ en Francia un renacimiento del teatro mitolégico. Renacimiento que también se advierte en las otras ar- tes. El diélogo que la musica ha de entablar y entabla ies Ja Antigiiedad cldsica, como lo demuestran Mozart, Beetho- ven y Wagner, adquiere una nueva jntensidad y un nuevo acento en las modernas tendencias. El ballet no habia dejado de manejar temas cldsicos, pero jqué distancia del Dafnis y Cloe raveliano y del Orfeo de Strawinsky a las anteriores creaciones! La épera, muy en especial, ha resul- tado un género favorecido en Jas nuevas tendencias musi- cales por su retorno a los temas clasicos, que impulsaron su constitucién a fines del xvi. Hugo von Hofmannsthal sostenfa que la épera mitolégica era «la mds verdadera de todas Jas formas», y él fue autor del libreto para las éperas cldsicas de Richard Strauss: Electra; Ariadna en Naxos y La Helena egipciaca, A tales éperas hay que afia- dir otras muchas contempordneas de asunto mitolégico: Prometeo y Penélope, de Gabriel Fauré; El rapto de Lu- crecia, de Benjamin Britten; Edipo Rey y Perséfone, de Strawinsky; Antigona, de Honegger, etc. En lo tocante a las artes plasticas, aparte de artistas de tendencia més tradicional, como Maillol o el mismo Chirico, la preocupacién por los viejos temas clasicos la encontramos en el mas revolucionario de todos, Picasso. Picasso, tras la experiencia cubista, se enfrenta en Ja época Alioe con la tradicién plastica de arte antiguo y de sus iguras mi icas, no, en verdad, para reintegrarse a la tradi- cién clésica, sino para ponerla al servicio, bien que con- servando irrenunciables valores, de una vocacién artistica Escaneado con CamScanner Reinterpretacion de los mitos cldsicos 29 jncansablemente jnnovadara. Mas tarde, tras nuevas expe- riencias revolucionariag, Picasso se entregar4 ya maduro, junto al materno litoral mediterr4neo, con renovado afaén de alfarero cretense, a Ja fabricacton de 4nforas y vasos, a Ja pintura y gscultura de centauros, cabras, ninfas y cabezas seniles cargadas de bucles a lo Poseidén. Trdtase, pues —los nombres indicados exoneran de todo comentario—, de un brote de entusiasmo mitologi- zante no al modo tradicional, sino al de un arte radical- mente nuevo. Las figuras de Orfeo, Electra, Ulises, etc., aparecen ahora iluminadas con focos desconcertantes, puestos en escenarios ultramodernos, dotadas de un cora- z6n injertado que vibra con la mas refinada o brutal emo- tividad, o envueltas en una serie de disquisiciones de acu- sado cufio filoséfico existencialista. También en lo que se refiere a la arquitectura, los m4s decididos propugna- dores del clasicismo han sido regimenes politicos de nue- vo estilo. El Nacionalsocialismo dogmatiz6 un peculiar estilo clasicista, y en lo que respecta a Rusia, los proyec- tos para el pantedn de Lenin en Mosc oscilaban entre el Panteén y el Partendén, aunque acabara prefiriéndose una forma cubista. Lo curioso es que para el lector, el oyente o el con- templador —incluso si tiene una admiracién respetuosa por el mundo antiguo—, resultan mas interesantes las reinterpretaciones del mito cl4sico hechas con sentido avanzado que las que siguen mas de cerca la pauta tradi- cional. De una manera sorprendente y paradéjica, el em- pleo atrevidfsimo de los mitos clasicos, por parte de los literatos y artistas contempordneos, les ha dado una dig- nidad, ha descubierto en ellos un interés actualizable insospechado. Ejemplo claro de ese fenémeno lo tenemos Escaneado con CamScanner 30 Introduccion en la Antigone, de Anouilh, si la comparamos con La ma- chine infernale, de Cocteau, obra en la que evidentemente se ha inspirado, pero extremando mucho mas la distancia a que se encuentra Ja versién moderna del original griego. Cocteau, pese a todo su piruetismo, se limita a trasponer con vestimenta de nuestro tiempo la pieza teatral de Sé- focles sin modificar su sustancia literaria. La unica origi- nalidad la encontramos en el acto de la Esfinge y «cet act ne sort pas d’une agagante obscurité» *. Anouilh, por el contrario, ha sido mucho mas irrespetuoso formalmente con la tragedia antigua, la ha remoldeado en su conjunto, Ja ha orientado hacia valores nuevos, Ja ha dado una nueva significacién, pero acertando a utilizar la consagracién mitica que emana de la fuente antigua, la plasticidad rotunda de los personajes, la concrecién temporal y espa- cial de la tragedia atica, etc. Permaneciendo fiel a sus pro- pias ideas, Anouilh ha sabido extraer de las viejas figuras de la tragedia un venero de problemas humanos capaces de nuevas versiones al estilo de nuestra época y aptos para servir de vehfculo a las hondas preocupaciones que la acucian, Lo mismo cabe decir en Io tocante a las artes plasticas. Més impresién nos dan de acercarnos absortos a la inge- nuidad del mito mediterraneo La flauta de Pan, de Picasso, o las ilustraciones a la Teogonia hesiédica de Braque, que las correctas pinturas académicas. La recreacién del Edipo Rey de Strawinsky es, sin duda, con todos sus atrevimien- tos técnicos, con su concentracién espiritual, con su vo- luntaria ascética resueltamente moderna, una nobilfsima via para acercarnos a lo que debié ser el acompafiamiento \ Vid. Henri Clouard, Histoire de la Littérature francaise, Pa- vis, 1949, II, pag. 466. Escaneado con CamScanner Reinterpretacién de los mitos cldsicos 31 musical, tan decisivo, en la tragedia antigua, y que tenia que acentuar extraordinariamente la impresién que nos da la lectura de los textos en el sentido de ese lirismo grave que Strawinsky ha acertado a reencontrar siguiendo su propio camino ‘5. gCémo explicarse el rebrote induda- ble, con un signo u otro, de Ja vieja preocupacién por la mitologia latina en la literatura y el arte contempordneos? gDe dénde procede el vigor de ese rejuvenecimiento del mito cldsico? ¢Revélase de esta suerte una vez mas la inagotable fecundidad de los arquetipos miticos antiguos? ¢O es un vigor prestado el que ellos reciben en la litera- tura de nuestros dias, procedente de fuentes nuevas, y que puede tener acaso como consecuencia la desvirtuacién de su clasico significado? ¢Adviértese quizds como el fulgor de una tltima Iamarada en la nueva inflamacién literaria del material mitolégico antiguo? Cuestiones son éstas que no dejan de ofrecer interés. Mas para intentar esbozar una respuesta preciso es comen- zar debidamente, por el comienzo, poniendo de relieve algunos rasgos del mito griego imprescindibles para dilu- cidar los problemas planteados. obra y estilo, 15 Vid. Federico Sopefia, Strawinsky. Su vida, Madrid, 1956, pag. 68. Escaneado con CamScanner

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